NÚMERO 38 - AÑO 2001 © 2000-2002 ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico http://www.arp-sapc.org/
SUMARIO - EN EL CANDELABRO Por: Luis Alfonso Gámez
- LOS DISFRACES DE HITLER Por: Felix Ares de Blas
- CARTA “ESCÉPTICA” A FRANCISCO PADRÓN. Por: Ricardo Campo Perez
- CIENCIA Y SOCIEDAD Por: Joseba Zubia
- BOÑIGAS DE CAMELLO Por: Juan Luis Arsuaga
- LA “OTRA” GUERRA BIOLÓGICA Por: Javier Armentia
- MEMES: LOS GENES DEL PENSAMIENTO Por: Pablo Capanna
- REFLEXIONES ACERCA DE LA PERSISTENCIA DEL PENSAMIENTO MÁGICO - RELIGIOSO EN LAS SOCIEDADES AVANZADAS Por: José Ignacio Lopez Lopez
- LOS HÉROES DE LA CRUZADA Por: Agencias
- EL VERDADERO ENIGMA Por: Agencias
- LA CIENCIA O VUDÚ DE ROBERT L. PARK Por: Juan Soler
- VIDA EN EL UNIVERSO Por: Agencias
- LA TONTERÍA DEL VERANO (¿O DEL AÑO?) Por: Agencias
- VISIONARIOS Por: Manuel Vicent
- LA INCREDULIDAD Por: Agencias
- LOS COMPLEJOS VITAMÍNICOS CAUSAN YA MÁS PROBLEMAS QUE BENEFICIOS POR SU ABUSO Por: Agencias
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- FÍSICA / ELECTRÓNICA: EL REEMPLAZO DE LOS CHIPS DE SILICIO Por: Agencias
- NANOPRESUPUESTO EN ESPAÑA Por: Agencias
- PARTÍCULAS PEQUEÑAS, DAÑOS GRANDES Por: Agencias
- LOS CIENTIFICOS CRITICAN LAS AMBIGÜEDADES DEL PROYECTO DE LEY SOBRE PATENTES BIOTECNOLÓGICAS Por: Agencias
- REINHARD BOEHLER, QUÍMICO: SABEMOS MENOS DEL INTERIOR DE LA TIERRA QUE DE OTROS OBJETOS ASTRONÓMICO Por: Agencias
- LOS 100 AÑOS DE FERMI Y HEISENBERG Por: Agencias
- EL INICIO DEL ARTE SE REMONTA A MÁS DE 35.000 AÑOS, INDICAN NUEVAS DATACIONES Por: Agencias
- RÉPLICA A RADICALISMO Y MISERIA Por: Hernan Toro
- UN FERIANTE EN LA CORTE DE LUCY (Corregido) Por: Luis Alfonso Gámez
EN EL CANDELABRO Por: Luis Alfonso Gámez
EN EL CANDELABRO Por: Luis Alfonso Gámez 1. MAS ALLA DEL WORLD TRADE CENTER. Primero fueron las profecías de Nostradamus; después, los ovnis junto a las Torres Gemelas en el momento de la catástrofe; lo último, un medium, John Edward, que anunció que iba a contactar con las víctimas para 'Crossing Over', su programa de la televisión estadounidense. Por fortuna, el estupor que la idea ha suscitado en algunos ejecutivos televisivos y periodistas ha hecho que al final haya imperado la sensatez y el espacio del psíquico dedicado a explotar el dolor ajeno haya sido suspendido. En España, mientras tanto, revistas del gremio como 'Año cero' siguen banalizando la tragedia. 2. CIRUGIA Y VISCERAS DE POLLO. "El caso de Andrés Ballesteros, para mí, era un caso cantado. Ya se sabía que se le estaba investigando y sólo faltaban las pruebas definitivas: que entrara la Policía y le pillara allí con las manos en la masa". El 15 de octubre, Jesús Callejo se mostró así de rotundo respecto al cirujano psíquico malagueño en el programa 'La Rosa de los Vientos' (Onda Cero). Ballesteros es uno de esos curanderos que aseguran que operan sin anestesia y sin dejar cicatriz. Para engañar a los incautos que acuden a sus consultas, estos
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estafadores emplean trucos de prestidigitación, aderezados con sangre y vísceras de animales que utilizan para hacer pasar por tumores extirpados a sus pacientes. Cuando la Guardia Civil detuvo a Ballesteros el 11 de octubre, encontró en su consulta las previsibles vísceras de animales. Ahora, casi todos los fabricantes de misterios dicen que lo sabían o lo sospechaban, pero lo cierto es que la mayoría no ha hecho durante años más que dar cuerda a este estafador. Incluido Callejo, quien, en su libro 'Testigos del prodigio' (2001), dedica cinco elogiosas páginas al curandero. Callejo mantiene ahora que "era un caso cantado", pero ni el ni José Iniesta, coautor de 'Testigos del prodigio', se lo olieron. Al contrario, en su libro, hacen una descarada apología de este siniestro personaje, a algunos de cuyos milagros aseguran haber asistido. 3. LA FANTASMADA DE BRUNO CARDEÑOSA. "Esta escena de 'Tres solteros y un biberón' es la clara demostración de que, gracias a una cámara de cine, pueden registrarse presencias y manifestaciones que el ojo humano no está capacitado para detectar", decía Bruno Cardeñosa, respecto a "las apariciones de fantasmas y espectros", en el programa 'Otra dimensión', de Antena 3, emitido el 22 de marzo. La denuncia de esta muestra de mentecatez -lo del fantasma que presuntamente aparece en esa película es una leyenda urbana, como puede comprobarse en http://www.snopes2.com/movies/films/3menbaby.htm- por parte de Zenón Sanz, primero en 'El Escéptico Digital' y luego en 'La Nave de los Locos', indignó a Cardeñosa hasta tal punto que exigió una rectificación a la segunda publicación. "Yo jamás estuve en ese programa. Es más, me ofrecieron participar y denegué la invitación. Desconozco a que intervención se refiere", argumentó. Ahora, cualquiera puede comprobar -es posible ver el vídeo (http://www.geocities.com/lanavedeloslocos/mentiras.html)- como el sagaz investigador de lo oculto participó en ese programa y afirmó ante las cámaras lo apuntado al comienzo de estas líneas. Vano intento el de Cardeñosa de cubrir con mentiras el rastro de su fantasmal metedura de pata. 4. LA UFOLOGIA ESPAÑOLA SE QUEDA HUERFANA. Antonio Ribera, autor de 'El gran enigma de los platillos volantes' y 'padre' de la ufología española, falleció el 23 de septiembre. Magnífico traductor -de él son, entre muchas otras, las versiones castellanas de 'El Mundo del Silencio', de Jacques Cousteau; 'Aku-Aku. El secreto de la isla de Pascua', de Thor Heyerdahl, y '2001: una odisea espacial', de Arthur C. Clarke-, Ribera dejó de lado una incipiente carrera como escritor de ciencia ficción para dedicarse al mundo de los platillos volantes y fue uno de los fundadores, en 1958, del Centro de Estudios Interplanetarios (CEI). Infantil en sus ideas sobre los platillos volantes, murió convencido de su origen extraterrestre y de que había vivido en su infancia un encuentro con alienígenas. Ribera tocó muchos palos del misterio, todos desde la más absoluta credulidad. Aún así, frente a quienes luego entraron en ese mundo, leerle era un disfrute: sabía escribir, algo que, por desgracia, no ocurre con quienes se consideran sus discípulos. 5. ANTES Y DESPUES. Tras leer los párrafos del número 1 del boletín 'Desclasificado' (http://www.mundomisterioso.com/modules.php?op=modload&name=Sections&file=index&req=viewa rticle&artid=8&page=2) dedicados al artículo "Los marcianos de Antonio Ribera", firmado por mí y publicado en el número 10 de 'El Escéptico' y en el número especial 3 de 'El Escéptico Digital', tengo que decir que es falso que, como afirma Bruno Cardeñosa, "uno de los colaboradores de 'El Escéptico Digital' ha aprovechado la muerte de Antonio Ribera para -literalmente- mofarse de él y de sus investigaciones" y que "sólo cuando el padre de la ufología española, y una de las figuras señeras de la
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investigación mundial, estaba bajo tierra, Gámez, como si de un gusano se tratara ha aprovechado para hacer leña del árbol muerto". Escribí el artículo que saca de sus cabales a Cardeñosa en marzo y se publicó en el número 10 de 'El Escéptico', que llegó a los suscriptores de esa revista antes de la muerte de Ribera. Lamento que la ineptitud del editor de ''Desclasificado' a la hora de establecer unos hechos fácilmente comprobables -un simple antes o después- pueda llevar a equívoco a quienes reciban ese boletín y, de buena fe, crean que se trata de una fuente de información mínimamente fiable. Pero, claro, ¿qué cabe esperar de alguien que hoy dice una cosa en la televisión y mañana dice que él nunca ha dicho eso? 6. LOS FINANCIADORES DE LO PARANORMAL. La publicidad es la principal vía de financiación de las publicaciones esotéricas. Al margen de las empresas del sector del misterio (teleadivinos, vendedores de amuletos, etcétera), hay instituciones y entidades que financian -mediante la inserción de publicidad- las revistas paranormales. En noviembre, los anunciantes que han colocado publicidad en 'Año Cero' (A), 'Más Allá' (M), 'Enigmas' (E) y 'Enigmas Express' (EE) son: Instituciones: Patronato de Turismo de Gran Canarias (EE) y Unicef (EE). ONG: Cruz Roja (EE), Greenpeace (EE) y Ayuda en Acción (M). Editoriales: EDAF (A, M, E y EE), Sirio (A) y Siruela (A, E). Otras: Aula Formació Directa (A, M), Cambridge International University (E, EE), CCC (A, E), Ceac (M), Columbia Tristar Home Entertainment (EE), El Corte Inglés (M), MGM Home Entertainment y Twentieth Century Fox Home Entertainment (M), y Sara Records (A). © Copyright Luis Alfonso Gámez, 2001. Prohibida la reproducción.
LOS DISFRACES DE HITLER Por: Felix Ares de Blas
LOS DISFRACES DE HITLER Por: Félix Ares de Blas Recientemente, levantaron cierta polvareda las declaraciones del médico italiano Severino Antinori, que quiere clonar seres humanos para permitir que las parejas estériles puedan tener hijos. Hijos propios con la misma información genética que uno de los padres. A Antinori se le ha llamado Hitler, acusación de la que se ha defendido diciendo: «Yo soy como Galileo, una víctima de la intolerancia». Pero no quiero hablar de Antinori, ni de su proyecto de clonación, ni de Galileo; quiero hablar de otras noticias que han aparecido a rebufo de ésta. La primera es que los raelianos, un grupo de personas que piensan que los humanos somos el producto de una experiencia genética realizada por extraterrestres, quieren clonar a Hitler para castigarle por sus atrocidades. A Antinori se le ha llamado Hitler. Sin embargo, esta afirmación de los raelianos, hasta
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donde llegan mis noticias, ha quedado sin respuesta. He tratado de profundizar más en lo que son los raelianos y de sus intenciones y lo que me he encontrado es bastante desolador. En su página ‘web’, dicen que quieren utilizar la clonación para alcanzar la inmortalidad. La cosa podría parecer una ‘boutade’ si no viéramos que han sido capaces de construir un laboratorio de clonación y que la directora del mismo acude a conferencias científicas junto con Antinori y con Ian Wilmut, el ‘padre’ de la oveja Dolly. No sé si la idea de Antinori de crear clones para que las parejas infértiles tengan hijos tiene algo que ver con el racismo hitleriano o no; pero no me cabe la menor duda de que tratar de clonar a Hitler para castigarle o inmortalizarse a base de hacerse copias clónicas de uno mismo lo son. Lo son por el determinismo biológico que exhiben. Aunque no se diga, el mensaje subyacente es que «somos nuestros genes». O, dicho de otro modo, somos nuestra raza. Y, por supuesto, eso es lo que nos hace más guapos, más listos, más fuertes y los dueños naturales del mundo. Es decir, racismo químicamente puro. Si tan sólo se tratara de cuestionar las ideas de un grupo de creyentes en los extraterrestres, por poderoso que sea, no merecería la pena hacer una réplica. Pero, en los últimos años, cada vez que se hace un descubrimiento sobre genética, las noticias que se dan dejan traslucir la idea antes citada de que somos nuestros genes. Es esa maligna idea la que quiero combatir. ¡No somos solamente nuestros genes! Nuestros genes influyen, qué duda cabe; pero no nos determinan. Permítanme unas pinceladas para demostrar que nuestras experiencias vitales y nuestra voluntad de hacer cosas nos definen tanto o más que nuestros genes. Casi con seguridad en lo que los humanos más nos diferenciamos de otros mamíferos y de otros primates es en nuestro cerebro. El cerebro nos hace humanos. ¿Hasta qué punto el cerebro está condicionado por los genes? En los momentos de desarrollo fetal en los que las neuronas cerebrales proliferan con mayor abundancia, se crean 250.000 neuronas al día, de las cuales sólo sobreviven 125.000. La circuitería cerebral se va construyendo a base de ese nacimiento y muerte. Nosotros somos el resultado de esa masacre neuronal. Que una neurona sobreviva o no depende de muchas cosas: del calor, del frío, de las hormonas que hay en ese momento, de la postura de nuestra madre durante la gestación, de que ella fume o no, de su estado de ánimo... Y, cómo no, del azar. Si a todos esos condicionantes los llamamos experiencia vital, pocas dudas hay de que somos producto de ella. Dicho de otro modo, si clonamos a Hitler, el cerebro del nuevo ser se crearía en sus propias condiciones vitales, con su propia experiencia. Por lo tanto, lo más probable es que no se pareciera al de Hitler en casi nada. Hasta ahora sólo he hablado del crecimiento fetal, ¿y qué pasa después del nacimiento? Pues que el cerebro sigue construyéndose de acuerdo con el calor, el frío, la comida, la atención que le prestan los padres, los contactos con otros niños, etcétera. Quiero recalcar que cuando he dicho ‘construyéndose’ no es ninguna metáfora; estoy hablando de cómo crecen nuevas neuronas, de cómo se enlazan con otras para formar redes, de cómo se aumenta o disminuye la conductividad de las sinapsis… Estoy hablando de cosas totalmente tangibles. No termina con la infancia, continúa durante toda la vida del individuo. Nuestro cerebro se crea día a día. Hasta cierto punto, es nuestra voluntad la que construye nuestro cerebro. Un ejemplo que lo demuestra. Cuando hablamos nuestro o nuestros idiomas nativos, éstos ocupan una zona del cerebro. Sin embargo, los idiomas aprendidos después de los nueve años ocupan otra zona, encima de la primera. Por
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tanto, la función que tienen esos millones de neuronas y sus conexiones depende totalmente de nuestra voluntad, de que aprendamos un idioma o no. Éste es sólo un ejemplo, hay miles. Y sólo he hablado del cerebro; a nadie se le escapa que la cantidad de fibras de nuestros músculos, la capacidad de levantar pesos, de correr, de nadar... depende de nuestra voluntad de hacer ejercicio. De nuestra voluntad, no de nuestros genes. Pretender castigar a Hitler a partir de un clon suyo, pretender que si nos hacemos una copia clónica nos inmortalizaremos, pretender que nuestra vida está escrita en nuestros genes... son algunos de los muchos disfraces del racismo.
CARTA “ESCÉPTICA” A FRANCISCO PADRÓN. Por: Ricardo Campo Perez
CARTA “ESCÉPTICA” A FRANCISCO PADRÓN. Por: Ricardo Campo Pérez. Replicar a Francisco Padrón es un trabajo que debería estar subvencionado por el Ministerio de Cultura. No, mejor aún: por el de Sanidad. Porque la intoxicación intelectual que puede producir este personaje en quien lo lee sin tener ni idea de las aberrantes temáticas de que suele ocuparse puede ser perjudicial para la salud psíquica. En todos estos años hemos pasado divertidos momentos leyendo esas líneas periodísticas que nos ofrece don Francisco, compendios que deberían aparecer en la tercera recopilación de la antología del disparate, engendros de la más trasnochada irracionalidad, refrito de cuarta generación de toda la colección de afirmaciones disparatadas, pseudocientíficas y descaradas con que ha intentado "vender su moto "paranormal" desde los años 70. Hasta hace unos dos años Paco era el dueño de la escena "paracientífica" canaria; sólo este servidor dedicaba tiempo y esfuerzo a refutar los absurdos ufológicos del veterano pseudo-periodista: Paco lo acusaba con alguna indirecta de esas de las que propician la soltura mingitoria a causa de la risa. Pero he aquí que, en los últimos tiempos, al autor se unieron otros escépticos motivados por la abrumadora presencia de lo "paranormal" en los medios canarios y por la insultante difusión que algunos medios realizan de la subcultura más pedestre. El público oye otras cosas, otras opiniones, descubre puntos débiles en lo que realmente no es más que un edificio de cartón piedra con frágiles cimientos pseudocientíficos, fabricados de ignorancia del pensamiento crítico y desahogo proverbial. Ya no es uno, son tres, cuatro; aparecen en la tele, publican cartas, asisten a congresos y ferias paranormales y exigen el derecho a ser oídos en público, algo que siempre se les había impedido en los medios escritos, vetados por los adalides de la "mente abierta"... Esto, que debería ser el pan de cada día para los medios responsables si no estuviesen mayoritariamente interesados en propalar estas estupideces por motivos económicos, se interpreta como un ataque, como una osadía del escéptico de turno. El señor Padrón se ha hecho eco de este nuevo escenario escéptico tinerfeño de manera intensa. Presiente, como quien mira hacia atrás por encima del hombro, que algún escéptico le va replicar por escrito, por la imagen o por la palabra a alguna de esas afirmaciones que conmocionan los cimientos de la ciencia contemporánea y desencajan las mandíbulas de buena parte de los que permanecen atentos a su última ocurrencia. El artículo que publica nuestro "fabricante de misterios" canario por excelencia en el último número de "Atlantes, enigmas de la ciencia", "Decálogo del perfecto escéptico" (septiembre
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2001) prueba lo que digo. Se trata de una rudimentaria colección de indirectas contra los escépticos, aderezada con sus siempre torpes y típicas falacias. D. Francisco Padrón: es Vd., a veces, un escritor críptico; sin duda hay un mensaje oculto en el párrafo con que comienza su panfleto: "No creas nada que no esté escrito en los libros de texto que durante unos cinco años aprendiste en la universidad. Son textos sagrados que nadie puede alterar. Si alguien lo hace, corres el peligro de que se funda tu brillante memoria". ¿Me lo puede explicar Vd. o cualquiera? "Fundirse tu brillante memoria": ¿es lenguaje "esotérico" o su tradicional fricción con el castellano escrito? De entrada, la primera falacia: pretende presentar al escéptico como el que usa argumentos de autoridad basados en inamovibles conocimientos académicos. A Vd. la única ciencia que le interesa es la del heterodoxo que parece avalar alguna de sus disparatadas propuestas. La penúltima rueda de molino de este tipo con la que pretendió hacer comulgar a sus lectores y oyentes fue la de un pseudo-científico llamado Carlos Schabbat van nes Ziegler, que, en realidad, es un señor de Barcelona mal aficionado a la física y al trascendentalismo más barato concretado en los "diferentes estados vibracionales", versión degradada y de cuarta categoría de los estados múltiples del ser de que hablara el tradicionalista René Guenón. Todo está inventado, señor Padrón. Por cierto, échele un vistazo a la divertida crónica que sobre la intervención de este señor en el Puerto de la Cruz se publicó en "El Escéptico Digital", 70 "Conferencia pseudocientífica en el Puerto de la Cruz: crónica de un despropósito tamaño folio", del que es autora Inés Rodríguez Hidalgo junto con el autor de estas líneas (Boletín electrónico de Ciencia, Crítica a la Pseudociencia y Escepticismo. ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, 16 de noviembre de 2000). Recomienda Vd. a continuación difundir que "eres un científico y un investigador racional y no como algunos periodistas que, a pesar de llevar más de treinta años estudiando estos temas, son unos 'atrevidos ignorantes vendedores de misterios'". Vd. lo ha dicho. Llevará más de treinta años "estudiando estos temas" pero no he visto por su parte una contribución rigurosa al conocimiento, más allá de un volumen de publicaciones en las que se hace eco de toda la basura paranormal que circula por esos mundos. Tenía usted, por otro lado, la oportunidad de escribir un "libro de investigación" (¡qué generoso soy!) pero, como era de esperar, nos ofreció un bodrio de 2.500 pesetas titulado "Luces de medianoche", pura palabrería de la "nueva era" y repleto de principio a fin de esa pseudo-espiritualidad afectada para jubilados menesterosos de la que es maestro. ¿Le molesta que los críticos y escépticos difundan sus trabajos? Pues acostúmbrese. ¿Acaso ha dado Vd. oportunidad a alguno de ellos a expresarse en alguno de sus programas de radio? ¿Alguna invitación para esos saraos paranormales que organizaba de vez en cuando por el norte de Tenerife, para que el público pudiese escuchar otra interpretación de esos supuestos fenómenos anómalos? ¿O, más bien, ha sido su tradicional proceder el de evitar a toda costa el diálogo público con quien podía poner en evidencia sus más disparatadas afirmaciones? Remarca Vd. que los escépticos deben "calumniar, desprestigiar e insultar, que siempre algo queda, por lo menos la duda" ¿Cuándo perdió de manera tan lastimosa la vergüenza, señor Padrón? ¿Leyó, por ejemplo, "Materia Reservada", del novelista Juan José Benítez? ¿Contó el número de insultos por centímetro cuadrado de papel que hay en ese libelo? ¿Recopiló todos los que se imprimieron la pasada década en las revistas de "misterios" en relación con el proceso de desclasificación de los informes sobre ovnis del Ejército del Aire español, indigno proceder del que Vd. se hizo eco en numerosas ocasiones en su página de "Diario de Avisos" sin el más mínimo sentido crítico, tan sólo para alimentar ese estúpido rumor de la ocultación oficial de información? ¿Le tengo que recordar las numerosas insinuaciones que en los últimos meses viene dedicando a los escépticos tinerfeños por escrito, incapaz de citar nombres
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concretos por puro "acongojo" a una contundente réplica? En cuanto a los plagios, está más que probado que algunos de los más afamados fabricantes de misterios españoles se han dedicado a esta comodona y lucrativa práctica, conocida últimamente como "intertextualidad". ¿Le suena el "Libro de Urantia"? ¿Se acuerda del libro de historias inventadas por Javier Esteban "Bases de ovnis en la Tierra" que publicó con el seudónimo "Douglas O´Brien", con el que tomó el pelo durante años a la parroquia platillista española, algunos de cuyos capítulos fueron reproducidos con puntos y comas en artículos periodísticos por profesionales del amaño? ¿Le parece aberrante que se cobre por dar una charla sobre escepticismo o sobre el mito de los platillos volantes? ¿En qué mundo vive Vd., señor Padrón? ¿En Ganímedes o en alguna de esas realidades, "vibracionales y paralelas", con las que de vez en cuando nos sale? ¿Es extraño cobrar por el trabajo intelectual? El divulgador científico, a menudo, no cobra por su labor, ni tampoco el preocupado por desenmascarar supercherías ¿Acusa Vd., por otro lado, de protagonismo a los escépticos? Exigimos el derecho a decir en público que se estafa sistemáticamente al creyente. ¿Acosar a los testigos de ovnis? Replicar a este párrafo me llevaría un par de páginas porque es un concentrado de la pseudo-ufología rudimentaria que Vd. representa. No se puede mostrar mayor ignorancia e inquina contra quien rebate sus absurdos puntos de vista. ¿Quién calumnia ahora? ¿Le preocupa que haya quien entrevista a los testigos de supuestos fenómenos anómalos? ¿Le incomoda -lógico- que descubran que ha embellecido sus palabras para convertirlo en una cuasi teofanía platillista? ¿Qué opina de la interesada promoción que durante décadas ha hecho Vd. de la inverosímil percepción del Dr. Padrón de Guía, testigo, como muchos canarios, de los efectos de un lanzamiento de misil Poseidón el 22 de junio de 1976 al oeste de Canarias? ¿Acosó al testigo y le sirvió de comparsa para crear un misterio de la nada, o tuvo las luces suficientes como para darse cuenta de que fue el único que describió el fenómeno en aquellos términos? ¿Cuántas veces habrá oído Vd. decir que no se trata de creer o no en el testimonio del testigo?, que la investigación ufológica no tiene nada que ver con la amistad y la confianza -o la pura adulación- sino con el afán de explicar lo que probablemente fue una simple confusión? Como si nada... ¿Sabe Vd. lo que es un auténtico interrogatorio con afán científico? ¿O cree que basta con un ameno diálogo con el sujeto, y, entre risas y bromas, -como cuando estaba en medios radiofónicos-, no ofrecer jamás una interpretación racional de lo denunciado, es decir, estafar permanentemente al oyente o lector? ¿Cómo es posible que la única explicación que ha hecho pública de sus muchos "casos ovni" haya sido la de la filmación de unos pájaros en los Cristianos el 26 de julio de 1996? ¿Fue porque "El Día" le pisó la noticia de una "filmación ovni" y no podía consentir que otro medio le tocase su negocio? No estamos enfermos de titulitis, señor Padrón, algo de lo que Vd. -y otros como Vd.- dan síntoma con frecuencia. En sí no hay nada malo en avalar a priori las palabras con un título (que, por cierto, no regalan, sino que conlleva esfuerzo y trabajo). Se presupone cierta competencia intelectual al que posee un título universitario, lo cual no impide que muchos universitarios profesen absurdas creencias, de esas de las que Vd. propala con una irresponsabilidad preocupante. ¿Qué nos puede ofrecer, señor Padrón? ¿Qué estudios ha realizado; dónde los ha publicado; quién los revisó?; ¿se llama a sí mismo "investigador"?; ¿de qué?: ¿del humo que lleva 30 años vendiendo? Quizá los dioses sabrán qué quiere Vd. con "lee los manuales de actuación de grupos neo-nazis" y "acude a las charlas y conferencias públicas para intentar reventarlas". ¿No le seguirá el juego a un par de imbéciles que pululan por ahí y que se dedican a calumniar impunemente? ¿Le molesta que acudamos a sus charlitas pseudocientíficas del Puerto de la Cruz y de la Matanza de Acentejo? ¿Le trae a mal traer
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que haya interesados en decir las cosas claras ante el público y que pongan en evidencia que sus afirmaciones no se sostienen y que sólo un público fácilmente impresionable puede tragarse sus relatos? ¿No le pareció a Vd. un compendio de desvergüenza diseñado para que nadie lo comprendiera la intervención de Schabbath, castillo de naipes que se vino abajo en cuanto un par de físicos hicieron las primeras preguntas rigurosas en medio de la maleducada y crédula mayoría de la sala? Es que Vd. no soporta que le toquen su chiringuito, don Paco, nunca lo ha soportado; tiene Vd. un "prestigio" de pacotilla entre los crédulos canarios; se tropezó con un erial, con un desierto en Tenerife en lo relativo a los "fenómenos extraños"; no había nadie aquí de antemano, "okupó" un solar y construyó un edificio cochambroso, hecho con los desperdicios del pensamiento racional, todo ese material de interés para los folcloristas y que el público desinformado acepta porque les aporta indicios de una falsa esfera trascendente, en los términos en que Vd., inconsciente e implícitamente, la formula. ¿Cuál es el meollo, si no, de su promoción de las ideas de Schabbath, de sus estados vibracionales, de sus platillos volantes que proceden de otros "planos" sino una absurda religión nuevaerista? Vamos a seguir acudiendo a sus festejos sólo con el interés de que el público oiga otras opiniones, algo que Vd. les ha impedido todos estos años. Los documentos gráficos de ovnis, como Vd. debería saber, son lo más dudoso que existe en este terreno. Me recuerda esas divertidas fotos que suele publicar de vez en cuando en las que se observa un grueso punto de luz sobre fondo negro... ¿A quién pretende engañar? De la misma forma, nos hacen gracia esas instantáneas que se pusieron de moda hace algunos años, realizadas por un fotógrafo amigo suyo, en las que se podía contemplar trazos anárquicos de luz en la noche y que Vd. interpretaba como "energías inteligentes". Los fotógrafos a los que enseñé esas tomas no tardaban ni dos segundos en descubrir el fraude, el burdo truco con el que fueron realizadas. Dispongo de algunas de esas "energías luminosas" en mi archivo de fotografías fabricadas por colegas escépticos. ¿Quiere alguna para publicar? Pero eso sí, sin citar la fuente, no sea que vaya algún escéptico a acosar al autor para que confiese y quede Vd. en evidencia ante la parroquia de aficionados acríticos... ¿Investigaciones de científicos que avalan sus afirmaciones? Bueno, como escéptico, debo poner esto en duda, si me lo permite. Pero, ya que estamos tratando este asunto: ¿por qué no he visto nunca una referencia académica citada de forma correcta por Vd.? ¿Dónde publicó el científico en cuestión el aval de su penúltima insensatez? ¿Qué juicios críticos tuvo que superar? Me temo, señor Padrón, que de procedimiento científico anda un poco pez. Debe creerse que porque algún científico haya realizado afirmaciones que recuerdan alguno de sus caballos de batalla pseudocientíficos ya está más que demostrada su más reciente "parida" y que el mes que viene saldrá sancionada en algún journal académico. Repito: deme referencias concretas de esas "investigaciones y teorías afirmando la realidad de ciertos fenómenos". "Usa, siempre, esta frase: 'La cuestión OVNI: un mito o un timo'. Funciona muy bien". Después de corregir una falta de ortografía que hay en esta frase textual suya aquí reproducida, debo decirle, señor Padrón, que sí, que se trata de un mito, de un gran mito, de una creencia de la que Vd. se aprovecha indiscriminadamente. ¿Dónde están las pruebas de la presencia de extraterrestres en la Tierra o de que andan jugando al escondite en una de esas dimensiones paralelas en las que Vd. -como tantos otros- los arrinconó cuando los científicos comprobaron que es altamente improbable que esos supuestos alienígenas hayan visitado nuestro planeta por las inmensas dificultades del viaje interestelar? ¿Cuándo compartirá con nosotros sus evidencias? Pero no estoy de acuerdo con Vd. -como en otros miles de aspectos de lo "enigmático"- cuando parafrasea a los escépticos que afirman que el tema de los ovnis es un timo; no del todo. Es cierto que la incidencia del fraude -y no señalo a nadie- es mayor de la que se cree; que grandes "casos ovni" se han derrumbado con el paso de los años cuando sus fabricantes
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confesaron y que, en definitiva, es una posibilidad más a considerar en el análisis ufológico. Pero no es un timo porque la creencia está viva: ¿necesita más pruebas? Mire alrededor: la venta de falsedades y absurdos continúa porque el público aficionado demanda una ración periódica de historias impactantes. Decir que los ovnis son un timo sería como negar la existencia de D. Francisco Padrón; porque Vd. es parte del "fenómeno ovni", don Paco, Vd. es un creador, un iniciado... un "objeto" de estudio para los interesados en la mitología platillesca. No hace falta que recuerde a los escépticos que organicen seminarios en la Universidad. No se preocupe, que seguiremos organizándolos, también el próximo año 2002; y en el Ateneo de La Laguna y en otros foros de los que tendrá noticia. Por cierto, cuando se refiere al erario público y los seminarios que organizamos -algo lícito en la Universidad, que gestiona sus fondos como le parece oportuno, sólo que esta vez no para dar cancha a la charlatanería irracional- debería acordarse de cuando Vd. deleitaba a la audiencia en aquellos coloquios en el hotel Semíramis del Puerto de la Cruz... También debería hacer memoria de cuando participó Vd. en unas jornadas de la Universidad de verano de Adeje, también con fondos públicos... Cuando se refiere Vd. a los informes sobre ovnis elaborados por militares y la crítica de que "están chocheado" me imagino que se refiere al informe Cometa. Sé que no es Vd. un dechado de precisión; por eso aclaro aquí lo a sus lectores debió hacerles pensar: "¿de qué está hablando este hombre?". No sé si estaban chocheando, pero sí es cierto que el informe Cometa está formado por un grupo de militares franceses jubilados aficionados a la temática de los ovnis. Pero lo importante no es eso; lo relevante es el lugar donde publicaron sus conclusiones: un semanario ilustrado que se vende en los kioscos. Y sabemos que las publicaciones de kioscos aguantan lo que les echen. ¿Por qué no sometieron sus hallazgos a la crítica científica antes de publicarlos? ¿Cómo es que tan sorprendente revelación sale a la luz en un lugar tan poco apropiado? Me recuerda su proceder habitual: ¿por qué no manda uno de sus artículos, el que Vd. crea que está más cercano a provocar un cambio de "paradigma" en la ciencia contemporánea, a una revista con árbitros? Puede elegir: psicología, exobiología, psiquiatría, antropología... Vd. es un hombre del Renacimiento y ha tratado de todos estos temas en su larga carrera como articulista del misterio. A continuación nos deleita Vd. con un párrafo autobiográfico, sin duda: "Procura mezclarlo todo, engaños y verdades; embaucadores y gente seria; Astrología con Alquimia; Tarot con sanación; medicina natural con almorranas... Hay que crear un buen lío". En otra ocasión pasaremos revista a sus artículos desde los años 80, don Paco; verá que se queda corto con esa lista de temáticas propias de la "ciencia de vanguardia" que Vd. practica. En cuanto a los ejemplos de causas explicativas para los episodios de observación de "ovnis" que cita, Vd., como yo, sabe que son totalmente plausibles, sólo que su figuración pro-misterio le impide reconocerlo. ¡No me irá Vd. a decir que anda anclado en las ideas ufológicas de los años 50! Eso estaba bien para su maestro Antonio Ribera. Cuando baje del limbo me explica Vd. a qué se refiere con su desastroso relato del tipo abducido por dos extraterrestres macizas al que le dejaron un pelo púbico enrollado en el pitorrillo. De paso me da alguna referencia científica relacionada con el asunto. Pero, sobre todo, no sea iluso con las abducciones: todos sabemos que no hay ni una sola prueba irrefutable de que éstas se desarrollen fuera de la cabeza de los que dicen haberlas sufrido y que pueden estar muy relacionadas con la parálisis del sueño, al igual que ese pseudo-fenómeno denominado "viaje astral", del que es practicante asiduo. Resumiendo: hay que seguir estafando a la gente con insensateces pseudocientíficas. Hay que disfrazarse de investigador de lo anómalo. Hay que hacerle el juego a la industria cultural que fabrica basura
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irracional para alimentar a los incautos necesitados de una pseudo-religión de cartón piedra. Hay que aprovecharse de la falacia de los ovnis, de la credulidad rampante, del déficit de pensamiento crítico, de la ignorancia de los lectores. Hay que aparentar que eres un experto en lo "anómalo", que llevas décadas tras ellos -los semidioses alienígenas bonachones- y que, probablemente, cada vez sabes menos sobre los mismos, como algún desahogado afirmó en cierta ocasión. Hay que retorcer los hechos de tal forma que adquieran apariencia misteriosa; por ejemplo, un bólido o gran estrella fugaz puede ser convertido en un fenómeno extraño que realizó un giro inesperado en la atmósfera... En definitiva, siga Vd. mostrando que sus declaraciones son un auténtico batiburrillo de asertos indemostrables, que es un gurú frustrado, un señor con bula para tomarle el pelo al oyente y al lector, un marginal del conocimiento riguroso, un propagador de mentiras sobre el proceder científico, un maestro del uso incorrecto y viciado de la lógica, un frecuentador del repertorio básico de falacias, un "investigador" de uno de los mayores mitos del siglo XX: los platillos volantes. 'Salú pa' gastarlo'. La Tejita, sur de Tenerife, 21 de octubre de 2001. [Nota] *El presente artículo, firmado por Ricardo Campo Pérez, es ofrecido a nuestros lectores también en formato PDF. El mencionado documento añade un archivo gráfico con el artículo original de Francisco Padrón Hernández, al que se hace mención a lo largo de la Carta Escéptica de Ricardo Campo, y puede ser descargado desde http://www.arp-sapc.org/eedigital/carta_esceptica.pdf
CIENCIA Y SOCIEDAD Por: Joseba Zubia
CIENCIA Y SOCIEDAD Por: Joseba Zubia A nadie se le escapa que los avances de la ciencia y de la tecnología influyen decisivamente en el modo de vida del hombre. Santiago Ramón y Cajal, en la primera década del siglo XX, en plena madurez, estudiaba la histología cerebral. Hoy, gracias a sus descubrimientos y a los de aquellos que recogieron su antorcha, se conoce mucho de la naturaleza del cerebro. Dicho conocimiento nos ha permitido hallar remedios para multitud de dolencias. El avance en este campo y en la medicina en general conlleva grandes beneficios sociales. Estos avances no se logran de forma aislada, sino que requieren el desarrollo paralelo de la tecnología y de otras disciplinas científicas. La Humanidad tiene y ha tenido grandes e importantes problemas: enfermedades, hambrunas y falta de comunicación. Y han sido la ciencia y la tecnología las que nos han reportado sus soluciones: vacunas, fármacos, nuevas técnicas de diagnóstico con las que se han eliminado plagas y enfermedades. Actualmente se conoce el origen de muchas enfermedades, su remedio e incluso nuestra predisposición a algunas a través del genoma. Se han desarrollado medios de transporte rápidos y seguros, sistemas de información globales y eficaces como Internet, y se han optimizado y protegido los recursos medioambientales. Hay que señalar con un sonrojo no hipócrita que, aunque todavía hay hambre en el mundo, ésta se debe a razones políticas, ya que la ciencia y la tecnología pueden asegurar una producción suficiente de alimentos para toda la población. La productividad agrícola ha aumentado espectacularmente debido a que se han multiplicado el número y la calidad de las semillas, se ha incrementado su resistencia a plagas y se han desarrollado insecticidas y fungicidas eficientes. Y toda esta capacidad del hombre para transformar el planeta reside en las fuentes de energía que ha
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desarrollado y utilizado en los últimos años. He ahí la trascendencia de la investigación científica. Por eso, frente a la demagogia interesada sobre el enorme coste de la investigación espacial, nuclear o de proyectos como el del genoma, cabría responder, por poner sólo un ejemplo, que la investigación desarrollada en los laboratorios espaciales nos reportará a medio plazo, y con toda seguridad, grandes beneficios sociales, algunos de ellos aún por imaginar. Permítanme recordarles brevemente una anécdota. Hace poco más de 150 años, Faraday descubría el motor eléctrico. Preguntado sobre su aplicación, respondía: «¿Para qué sirve un recién nacido?». Hoy en día, las aplicaciones del motor eléctrico, desde la batidora doméstica hasta los grandes generadores de las centrales hidráulicas, son casi ilimitadas. Ahora bien, no nos engañemos; el progreso no llega a todos a la vez, aunque en su origen el planteamiento sea universal. El objetivo de la investigación es la búsqueda de la verdad, del conocimiento y de su aplicación. En última instancia, se persigue el dominio del Universo en beneficio del hombre a través de la resolución de problemas concretos, y con ello elevar los niveles de vida de grandes sectores de la población e incluso de países enteros. Hay un subproducto de la investigación tan importante como los puros desarrollos prácticos: la libertad. Ciencia es libertad, puesto que el conocimiento disminuye nuestros miedos a lo desconocido, nos libera de enfermedades, nos proporciona más tiempo libre, elimina las barreras geográficas científicas y aumenta nuestras posibilidades de elección. Y también la ciencia y la tecnología son poder -«Science is power»-, ya que nos han proporcionado medios para que podamos conocer inmediatamente los desastres naturales, las guerras, las injusticias sociales o la esclavitud, y de este modo poder paliar o minimizar sus efectos (aunque esto último es una decisión política, no científica). Sin embargo, y a pesar del enorme valor de los avances científicos, la sociedad valora más los perjuicios generados por las aplicaciones de la ciencia y la tecnología que sus bondades. Esto se debe, en parte, a que la ciencia y la tecnología crecen demasiado deprisa, al menos en relación con el desarrollo cultural y moral de las sociedades más avanzadas. Por otra parte, nuestra sociedad tiene una escasa cultura y tradición científica, y los investigadores no queremos explicar la ciencia. La divulgación debe actuar de catalizador para que la sociedad desarrolle la conciencia de la trascendencia de las investigaciones. Estas deficiencias alejan al científico de la sociedad. Un ejemplo actual lo constituyen los transmisores de telefonía móvil que se han instalado en las azoteas de algunos edificios. Dejando aparte la discusión sobre su riesgo, es innegable que tanto el desconocimiento de la tecnología y sus efectos como su rápida implantación han provocado una reacción de alarma social. La divulgación e información a tiempo sobre dicha tecnología y sus efectos habría evitado la situación actual de desconfianza. Los científicos y técnicos debemos explicar que el desarrollo científico conlleva nuevos riesgos, alguna vez sutiles y cada vez más difíciles de comprender. Y debemos ser conscientes de que a la sociedad le preocupa el hecho de que escapen a su control. Puesto que no existe el ‘riesgo cero’ en la investigación científica y en los frutos de su aplicación, debe resolverse el problema de cuál es el riesgo asumible a través de un debate democrático y un análisis ético que no coarten la libertad de investigación. En este sentido, hay que abogar por la investigación responsable y prudente e instar a los científicos a que defiendan públicamente su investigación, y a los medios de comunicación a que cedan más espacio a estos temas. La demanda social exige cambios tanto en la actitud de los científicos a la hora de divulgar los objetivos
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de su trabajo como a la hora de definirlos. La investigación no se integrará en la sociedad si no alcanza a responder a la demanda social. Por ello, la ciencia debe estar regulada por la política, y no por el mercado, para así minimizar los riesgos y poderla acercar a la sociedad. Todo esto nos lleva a planificar de forma adecuada los objetivos de la investigación para que se evalúen sus efectos socieconómicos, medioambientales y otros imprevisibles a largo plazo. Los políticos deben tener claro el valor de la ciencia y de la investigación como base del desarrollo económico. Mantener un potencial de investigación adecuado y seleccionar sus objetivos garantiza un nivel tecnológico apto para el desarrollo económico y el bienestar social. Los países que más invierten en investigación son los más desarrollados y los que gozan de mayores niveles de riqueza. La trascendencia de la investigación es tal que los gobiernos están condicionados por realidades científicas y tecnológicas que sin duda deben conocer. Política energética, contaminación, desarrollo industrial, agricultura, paro, sanidad, ocio... son áreas donde los políticos deber ser correctamente asesorados. Los gobiernos han de estar informados, pero las decisiones han de ser políticas, no debe existir el determinismo científico; aunque sí habrá en el futuro cercano una paulatina transferencia de los centros de decisión del dominio político al científico. En la Península Ibérica, a principios del siglo XX, la esperanza de vida apenas llegaba a los 35 años. Actualmente, ronda los 80, con una calidad de vida mucho mayor. Aunque sólo fuera por eso, ¿no ha merecido la pena?
BOÑIGAS DE CAMELLO Por: Juan Luis Arsuaga
BOÑIGAS DE CAMELLO Por: Juan Luis Arsuaga El Ejército alemán avanzaba imparable por el norte de África. Nada podía detener la marcha del Afrika Korps, que amenazaba con expulsar a los aliados de la región. Con el fin de obstaculizar al menos su marcha, éstos decidieron minar las principales rutas. Pero, para su desesperación, los alemanes identificaban fácilmente las minas, las desactivaban y proseguía como si nada el avance de las columnas de vehículos. El servicio de información británico se dirigió entonces a un antropólogo americano destinado en Tánger como 'ayudante especial de la legación americana'. El antropólogo en cuestión había excavado en 1939 para el Museo Peabody de Harvard en la Cueva Grande, situada en el cabo Espartel, cerca de Tánger. Pero al mismo tiempo que excavaba montó una emisora de radio por medio de la cual informaba a los ingleses de las actividades de los nazis (la historia es tan cinematográfica como Casablanca, pero hay otros muchos ejemplos de científicos espías: poca gente sabe que el famoso Lawrence de Arabia era arqueólogo de formación y que realizó su tesis doctoral sobre los castillos cruzados de Oriente Próximo). Ahora los británicos querían que el antropólogo recogiera rocas de los caminos para que los ingenieros militares pudieran fabricar minas que simularan piedras. La primera regla del camuflaje es la de imitar algo que se encuentre por todas partes. A las pocas horas de recolectar rocas, al antropólogo se le ocurrió
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una idea mejor. ¡Camuflemos las minas como si fueran boñigas de camello! ¡Los alemanes no tendrán tiempo material para inspeccionar los millones de boñigas sembradas por los caminos, y, si no lo hacen, cualquier boñiga aparentemente inofensiva reventará un carro de combate! Al poco tiempo, unas cuantas muestras de boñiga de camello viajaban hacia Londres por valija diplomática. A pesar de su ingenio, el nombre del antropólogo en cuestión no está inscrito en letras de oro en los anales de la historia militar. Pero sí que es muy frecuente encontrarlo en los libros de antropología, porque el buscador de boñigas de camello llegó a ser después de la guerra una personalidad muy influyente en el terreno de las razas humanas. Ese nombre es Carleton S. Coon. Como raciólogo obsesivo que era, Coon veía más fácilmente las diferencias que las semejanzas entre las poblaciones humanas. Aunque su especialidad era la antropología biológica, no podía evitar pensar que también había diferencias en el carácter de los distintos pueblos que habitan la Tierra, rasgos psicológicos que les son propios. Ésta es, por otro lado, una idea muy extendida entre la gente, y que se expresa en los chistes sobre ciudadanos de diferentes países. Los tópicos sobre los japoneses, alemanes, franceses y españoles o, a una escala más local, vascos, catalanes, aragoneses, gallegos, leperos, no tienen mayor importancia mientras no se crea de verdad que esas estereotipadas formas de ser son constitucionales, es decir genéticas, y que forman parte de la definición de la raza-etnia tanto como el color del pelo, la forma del cráneo o el tamaño de la nariz. Todos los racistas del tipo norte-sur piensan que la gente de su pedanía es, por naturaleza, más emprendedora, trabajadora y capaz que los holgazanes del sur, a los que tienen que subvencionar (pero a los que en realidad explotan siempre que pueden). Para Coon, en realidad, las diferencias culturales y las físicas eran dos caras de la misma moneda, porque él pensaba que las barreras culturales separan a los pueblos y los mantienen aislados genéticamente. Un buen ejemplo de cómo se empiezan a levantar muros culturales que impiden el intercambio de genes es, según Coon, el de los diferentes clanes escoceses, que se distinguen entre sí por el estampado de sus vestidos o tartan. Ésta es una buena ocasión para reflexionar sobre lo poco serio de muchas de las teorías sobre las razas humanas: en realidad no existió nunca un estampado propio de los MacDonald o de los MacGregor, y los que circulan ahora por ahí son inventos folcloristas de época victoriana. Si las diferencias, biológicas y psicológicas, entre las poblaciones humanas son tan marcadas, la consecuencia inevitable es que sus raíces tienen que ser muy profundas. Las razas humanas serían así prácticamente equivalentes a especies, con una larga historia evolutiva (de cientos de miles de años) por detrás. Para apoyar sus tesis, Carleton S. Coon recurrió a un paleontólogo muy famoso, Franz Weidenreich. Éste era un judío alemán que tuvo que huir de su país a causa de la persecución nazi, y se fue primero a China para estudiar los fósiles humanos del famoso yacimiento chino de Chukutien (hoy escrito Zhoukoudian), cerca de Pekín (o Beijing), datado en alrededor de medio millón de años. De allí pasó al Museo de Historia Natural de Nueva York. Para Weidenreich, los fósiles de Chukutien eran los antepasados directos de los chinos actuales, del mismo modo que los europeos antiguos serían los antepasados de los actuales (con los neandertales de Oriente Próximo como paso intermedio). Los aborígenes australianos y los subsaharianos (los negros) también tendrían ancestros propios en Indonesia y África más o menos contemporáneos de los fósiles de Chukutien. El esquema de Weidenreich era, de todos modos, un poco más complejo que todo eso. Las diversas líneas que darían lugar a los grandes grupos actuales de población se habrían estado pasando genes todo el tiempo a través de las fronteras, de modo que la especie humana habría permanecido unida gracias a ese flujo permanente y unificador, que habría impedido la especiación o ramificación (es decir, que una
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o varias de las razas se convirtieran en nuevas especies). No habría habido nunca más de una especie humana, como ahora, aunque siempre estuviera dividida en razas muy marcadas. La cuestión central estaba en el énfasis que se le diera a ese flujo de genes entre razas (por cierto, la única forma de intercambiar genes es teniendo hijos). Podría haber sido una corriente de genes muy importante o, por el contrario, un débil flujo apenas significativo. No está claro qué pensaba Weidenreich al respecto. Parece en cambio fuera de duda que para Coon era mucho más importante lo que había en las razas de evolución independiente que los posibles intercambios de genes entre unas y otras. Coon estaba también preocupado por el futuro de las razas, y no sólo por su pasado o su estado actual, lo que le llevaba a preguntarse en 1965 por la posibilidad de una intervención directa del hombre sobre sus propios genes, un tema que hoy es de actualidad plena. En los países con suficiente desarrollo científico como para actuar sobre el genoma humano, las grandes religiones monoteístas no lo permitirían, razonaba Coon. En aquella época la Unión Soviética y la China maoísta padecían un gran atraso en materia genética y quedaban descartadas. La mirada inquisitiva de Coon se detenía entonces en Japón, un país con grandes capacidades tecnológicas y que había controlado su demografía por medio de campañas de planificación familiar; es decir, un pueblo con iniciativa, conocimiento y disciplina. Para Coon existía el peligro cierto de que, gracias a la manipulación genética, los japoneses pusiesen a su raza por delante de las demás, algo que hoy nos parece una completa simpleza (pero aún no está decidido qué vamos a hacer con nuestro conocimiento del genoma humano). El modelo evolutivo de Weidenreich-Coon todavía encuentra defensores, aunque todos ellos insisten más en lo que tienen en común las poblaciones actuales que en lo que las diferencia, ya que hoy se sabe que es tan escasa la separación genética que ni siquiera está justificado que se utilice el término 'raza' aplicado a los humanos (y debería quedar relegado para uso exclusivamente ganadero y veterinario). Nuestra especie es una de las más homogéneas que existen entre los mamíferos, aunque las diferencias de color puedan hacer pensar a primera vista lo contrario. De hecho, hay más variación genética dentro de cada población humana que entre unas y otras. O dicho de otro modo, los individuos típicos (o promedio) de las distintas poblaciones humanas difieren genéticamente menos de lo que lo hacen entre sí los individuos extremos de una cualquiera de las poblaciones humanas (técnicamente se dice que es mayor la varianza intrapoblacional que la varianza interpoblacional). Al modelo evolutivo de Weidenreich-Coon se opone otro (con el que simpatizo) que afirma que sólo somos herederos de una de las poblaciones antiguas, concretamente de una que vivió en África hace unos 200.000 años. Se explica así por qué somos tan semejantes los humanos. Las demás poblaciones antiguas (en realidad especies distintas de la nuestra) no habrían aportado casi nada o nada en absoluto a nuestro acervo de genes. No soy quién (nadie lo es) para juzgar las verdaderas intenciones y sentimientos que Carleton S. Coon escondía detrás de sus hipótesis científicas, y no sé si Coon pensaba o no que unas razas eran superiores a otras. Tal vez el viejo Coon pisó sin querer, como muchos otros antropólogos de los dos siglos pasados, minas ideológicas peores que las que preparaba el joven Coon en la guerra. Pero sí es indudablemente cierto que afirmaba que la humanidad estaba escindida desde su mismo origen en cinco ramas distintas (caucasoide, capoide, congoide, mongoloide y australoide), o, en sus mismas palabras, que la humanidad actual tenía cinco cunas en lugar de una sola, y que como resultado de esas desigualdades de nacimiento y cuna los miembros de los diferentes pueblos de la Tierra debían ser educados de distinto modo, atendiendo a sus particulares capacidades e inclinaciones. Las enseñanzas de Cambridge y de Harvard no serían pues adecuadas ni convenientes para todo el mundo; desgraciadamente ése es el programa que han defendido los racistas (y clasistas) de todas las épocas:
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educar de forma diferente para justificar y perpetuar las diferencias. Milford Wolpoff, un vociferante defensor actual del esquema evolutivo de Weidenreich, acusa de racistas a los partidarios del origen único y reciente (y posiblemente africano) de nuestra especie, de toda nuestra especie. Según él, los que consideramos a los neandertales una especie diferente (o casi) de la nuestra estaríamos comportándonos como los viejos racistas que trataban a las poblaciones humanas vivientes como si fueran varias especies, cerrando los ojos ante el hecho evidente de que se pueden reproducir entre sí. Pero, a mi juicio, lo que más favorece los argumentos de los racistas no es el supuesto racismo retrospectivo hacia los neandertales, sino justamente lo contrario: sostener que los asiáticos, los australianos, los africanos y los europeos descendemos de cadenas independientes de antepasados (las cunas de Coon) que llevan evolucionando más o menos aisladas en distintas partes del mundo desde hace cientos de miles de años. La moraleja de esta disputa entre antropólogos sobre genealogías es que la ciencia no está nunca situada al margen de las ideologías; nunca es incolora, inodora e insípida. Cada descubrimiento realmente nuevo, trátese de la evolución, del origen del hombre moderno o de la clonación, agita las aguas del debate intelectual y nos obliga a tomar decisiones. Por eso, algunos preferirían que no se investigase. Pero es la verdad, y no la ignorancia, lo que nos hará libres. [Nota] *Juan Luis Arsuaga es catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid y Codirector del equipo que lleva a cabo las investigaciones en Atapuerca.
LA “OTRA” GUERRA BIOLÓGICA Por: Javier Armentia
LA “OTRA” GUERRA BIOLÓGICA Por: Javier Armentia Hace unas semanas un equipo de bioquímicos de la Universidad de Duke, en Durham (Carolina del Norte, EEUU) ha encontrado cómo ciertas bacterias pueden alterar la carga negativa de su membrana, incorporando una molécula de azúcar a las cadenas de lípidos que la componen, para evitar los ataques de las sustancias antibióticas. Controlado por una enzima, el proceso hace que la bacteria se vuelva mucho más resistente. El hallazgo, aparte de mejorar la comprensión sobre los mecanismos de defensa bacterianos, puede ayudar al diseño de nuevas estrategias que usarán los medicamentos para atacarlas. Estrategias en las que, según la Organización Mundial de la Salud, la industria farmacéutica mundial lleva invertidos más de 3 billones de pesetas en los últimos cinco años. Esta enorme inversión, sin embargo, puede no llegar a ningún lado si no se ataja la resistencia microbiana a los medicamentos, uno de los problemas médico-sanitarios que la OMS considera más importantes en este nuevo siglo. De hecho, esta organización ha creado todo un frente de trabajo para minimizar el efecto “y promover un uso más inteligente de las medicinas, consiguiendo que los tratamientos sigan siendo efectivos para las generaciones futuras” como afirmaba recientemente el Dr. David Heymann, Director Ejecutivo de la OMS para Enfermedades Transmisibles. ¿Y por qué todo esto? La aparición a mediados del siglo pasado de la penicilina y posteriormente todo un abanico de medicamentos antibióticos, que atacaban a las enfermedades microbianas, producidas por
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bacterias principalmente, supuso una verdadera revolución en la medicina y la sanidad del mundo entero. Una mejora que podría verse seriamente afectada debido a que cada vez aparecen bacterias más resistentes a esos antibióticos. El mal uso y el abuso de las medicinas, y la capacidad de los procariotas para defenderse del ataque constituyen dos de las razones que están volviendo a traernos enfermedades como la tuberculosis. Las bacterias emplean diversos mecanismos para transmitir la capacidad de defensa a un medicamento concreto. Evidentemente, las reglas de la evolución están en juego: sólo las bacterias capaces de sobrevivir al tratamiento van a reproducirse y perpetuar ese genoma. Las siguientes generaciones serán más resistentes si se consigue ese mecanismo: la lucha por sobrevivir darviniana. Para su ventaja, las bacterias muestran una enorme plasticidad para incorporar y alterar su material genético. Por un lado, existen mutaciones espontáneas, de manera que una bacteria se convierte en resistente a un antibiótico. Esto es lo que sucede en la tuberculosis, enfermedad producida por el Mycobacterium tuberculosis, descubierto por el investigador alemán Robert Koch en 1880 (y conocido mundialmente como “bacilo de Koch”). La tuberculosis mata a más de dos millones y medio de personas anualmente, y la cifra de infectados ha ido aumentando en los últimos años, principalmente debido a que esta bacteria es cada vez más resistente a los tratamientos antibióticos usuales. Según se comprobó a comienzos de los 90 en el barrio de Harlem, en Nueva York (casi un 20% de los casos norteamericanos se centraban en esa zona de Maniatan), esa resistencia había sido propiciada por los mismos enfermos que no acababan su tratamiento de seis meses de duración porque, normalmente, a los dos meses los síntomas habían desaparecido. De esta manera, era difícil convencer a los enfermos que siguieran tomando antibiótico. Lo que sucedía es que en el organismo aún quedaban bacterias tuberculosas, precisamente las más resistentes, que comenzaban a proliferar de nuevo cuando dejaba de tomarse la medicina, provocando una recidiva aún más grave. Pero hay más mecanismos en acción. La Neisseria gonorrheae, la bacteria responsable de la gonorrea, tiene una forma de sexo denominada transformación, en la cual una bacteria puede tomar material genético de otra. En otras especies, se produce transmisión de plásmidos (pequeños círculos de DNA) entre bacterias contiguas. Este mecanismo parece responsable de la muerte de más de 12.000 guatemaltecos en 1968, cuando la bacteria Shigella diarrhea incorporó un plásmido que la hacía resistente a cuatro antibióticos diferentes. Esta capacidad de las bacterias de compartir fragmentos de DNA podría ser solamente el principio: se especula sobre la posibilidad que podrían tener algunas bacterias de adquirir genes de otras especies, y hacerlos funcionales. Si esto sucede con genes relacionados con la resistencia a antibióticos, el peligro está servido. Teniendo en cuenta que las muertes debidas a enfermedades microbianas constituyen más del 85% de la mortalidad infecciosa en todo el mundo, es comprensible que los organismos responsables estén preocupados. La resistencia bacteriana se consideró al principio, en los años 60, como una curiosidad científica. Hasta los años 80 había una gran confianza en la investigación farmacológica, porque rápidamente se obtenía una nueva molécula antibiótica capaz de solucionar el problema e incluso parecía que sería posible adelantarse a las bacterias. Pero ahora se ha tomado conciencia de que no es así. Sin embargo, se exige una estrategia global, porque el problema no es solamente la aparición por doquier de bacterias resistentes, sino que el abuso y el mal uso de los medicamentos antibióticos se halla tan afianzado que es la principal arma bacteriana. En la 51ª Asamblea Mundial de la Salud, en 1998, se hacía un llamamiento a los estados miembros de la OMS para legislar la venta indiscriminada de antibióticos sin prescripción o receta de un profesional cualificado, y a promover campañas de información para disminuir la automedicación. En España podemos ver cómo, a pesar de las campañas sanitarias de aviso que se suceden en los últimos años, cualquiera puede ir a una farmacia y comprar
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cualquier antibiótico sin receta sin ningún problema. Todo un reino vivo Las bacterias son seres vivos unicelulares que carecen de núcleo diferenciado. Son los procariotas, uno de los reinos en que los biólogos dividen la vida en nuestro planeta. Estimaciones realizadas por vez primera hace dos años por William B. Whitman, de la Universidad de Georgia (EEUU) han puesto de manifiesto no sólo que constituyen más de la mitad de la materia viva, sino que además contienen tanto carbono como todas las plantas de la Tierra. Globalmente, hay 5 quintillones (un 5 seguido de 30 ceros) de bacterias en nuestro planeta. Y esto tiene importantes consecuencias: un fenómeno extremadamente raro en laboratorio, con una probabilidad de que suceda de sólo una entre mil millones de veces, debido al gran número de bacterias, puede suceder tan a menudo como una vez por segundo. Podemos encontrar bacterias desde la alta atmósfera (se han hallado a más de 60 Km. de altura) al profundo subsuelo (a 11 Km. de profundidad bajo la superficie continental). Algunas de ellas son capaces, como la Deinococcus radiodurans de soportar dosis masivas de radiación capaces de romper por completo su material genético. Por otro lado, cada generación de una cepa bacteriana se sucede en menos de 20 minutos. De esta manera las alteraciones genéticas pueden transmitirse y una evolución terriblemente rápida. No es extraño que las bacterias se utilicen en laboratorio para comprobar “en acción” las fuerzas evolutivas de la vida. Y precisamente por esto su capacidad de aprender a defenderse de las sustancias con las que las atacamos se incrementa notablemente.
MEMES: LOS GENES DEL PENSAMIENTO Por: Pablo Capanna
MEMES: LOS GENES DEL PENSAMIENTO Por: Pablo Capanna - Buenos Aires, 3 de Noviembre de 2001 Artículo enviado por: Alejandro Agostinelli Cuando un modo de explicar la realidad, como la genética, tiene éxito, casi inevitablemente se convierte en modelo para estudios extraños a su origen. Uno de los que incurrió en tal exceso fue el científico inglés Richard Dawkins –el famoso autor de la teoría del “gen egoísta”– que, en la búsqueda de la unidad mínima de la cultura, propuso a los memes como el tan mentado “gen cultural”. Así, cosas como tonadas, ideas, consignas, modas y procedimientos serían los programas básicos de la cultura que se transmitirían por imitación. En esta edición de Futuro, el filósofo argentino Pablo Capanna desmenuza la propuesta del británico que tal vez no pase de ser una conjetura basada en la analogía, un intento reduccionista y algo simplista de explicar la cultura, seguramente el fenómeno más complejo que conocemos. ¿Para qué sirve la visera de la gorra? Con un criterio puramente funcional, cualquiera diría que sirve para evitar que el sol pegue en los ojos. Por supuesto, para eso la visera tiene que ir en la frente. En los años ‘50, cuando se popularizaron las gorras con visera, se usaba así. Tanto Pig, el mecánico de Bull Rockett imaginado por
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Oesterheld, como Juan D. Perón, en cuyo homenaje por un tiempo la gorra llegó a llamarse “Pochito”, usaban la visera siempre adelante. Sin embargo, hace menos de veinte años la gorra se dio vuelta, y la visera fue a parar a la nuca. Así solían usarla los jugadores de béisbol, con la sana intención de ver llegar la bola y evitar un pelotazo en el ojo. En algún momento, los demás, aunque no tenían nada qué temer, los imitaron. En poco tiempo, en todo el mundo las gorras se habían dado vuelta y aparentemente los únicos que siguen usándola a la antigua son los soldados iraníes, de puro fundamentalistas. Ignoramos en qué momento y por qué causa se dio vuelta la gorra, del mismo modo que desconocemos el origen de tantas otras modas. Pero lo que sí sabemos es que una vez puestas en marcha se expanden como epidemias. En algún momento se extinguen, quizás desplazadas por una moda más poderosa, pero hay casos en que se eternizan como la corbata, que surgió durante el sitio de Viena para imitar un amuleto turco y nunca más pudo ser erradicada. El mismo destino signa a las palabras, que nacen y mueren al ritmo de la historia. Es difícil saber cuándo se extinguieron especies como “jailaife” o “esplín”, que antes pululaban en los tangos, o cuándo se produjo la mutación que dio origen a palabras como “re-masa” o “transar”. Es difícil explicar por qué la palabra “emblemático”, que antes sólo usaba Borges, ha llegado a estar en boca de todos, hasta de los jugadores de fútbol, con imprevisibles sentidos. Quizás los lingüistas nos puedan explicar el mecanismo por el cual el “boncha” de los años ‘50 desapareció durante toda una generación para resucitar como el triunfante y omnímodo “chabón” de los ‘90. Plagas culturales Una de las pocas personas que han reparado en el extraño fenómeno de la inversión de gorras es el zoólogo inglés Richard Dawkins, uno de los divulgadores y polemistas científicos más conocidos de los últimos años. Dawkins ha intentado explicar desde una perspectiva biológica las modas, los estereotipos, las frases hechas y otros fenómenos culturales de vida generalmente efímera. Nunca fue fácil determinar cómo brotan, se difunden y se extinguen ni por qué mientras algunas se expanden como plagas, otras abortan sin llegar a prosperar. El mérito de Dawkins es haber planteado el problema, haciéndose eco de las sugerencias que hacía un pilar de la genética como Jacques Monod hacia el final de El azar y la necesidad. Cuando escribió su best-seller El gen egoísta (1976), Dawkins pensó que había llegado el momento de establecer una analogía entre genética y cultura, buscando el gen cultural. Recordemos que, para Dawkins, árboles, mosquitos y hombres eran apenas máquinas reproductoras. Su única función era perpetuar la información genética de una generación a otra, más allá de las aspiraciones de los individuos. Una gallina era el recurso con que contaba el huevo para hacer más huevos, y el huevo era tan sólo el soporte del genoma gallináceo. Las unidades que codifican la información biológica son los genes, que la transmiten mediante la replicación y la reproducción. ¿Por qué no pensar en unidades análogas para la cultura? Dawkins propuso que el mecanismo transmisor en este campo debía ser la imitación. Cosas como tonadas, ideas, consignas, modas y procedimientos podían ser los programas básicos de la cultura. Puesto que se transmitían por imitación, Dawkins los llamó “mimemes” (usando la palabra como en “mímesis”, imitación), o memes a secas, por analogía con “genes”. Su colaborador N.K. Humphrey llegaba a afirmar entonces que los memes son “estructuras vivas, no en sentido metafórico sino técnico” que parasitaban los cerebros tal como los virus lo hacen con los organismos. Para Dawkins, la cultura sería el campo de batalla donde los memes compiten al estilo darwiniano para
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imponerse unos sobre otros. Los memes serían tan egoístas como los genes. Si poseían un valor de supervivencia, en sentido evolutivo, no era para que sobrevivieran los individuos portadores sino el propio mensaje memético. De hecho, siempre se supo que la cultura sobrevive a sus creadores y que el triunfo de un escritor es llegar a ser anónimo. La idea era atrayente mientras Dawkins se ocupaba del revuelo que solían causar las rachas de entusiasmo por la minifalda, el yoyó, el hula-hula o los chistes políticos, que suelen ser inmortales, al reciclarse de un gobernante a otro. Lo mismo se diría de pautas culturales como las que en algún momento jerarquizaron el acto de fumar o desestimaron el peligro de las enfermedades sexuales. También podía aplicarse a la circulación de los slogans: nadie recuerda que la frase “piensa globalmente, actúa localmente” nació en el seno del anarquismo situacionista de 1968; hoy la usan hasta los más conservadores. Yendo un poco más lejos, Dawkins calificaba como memes ideas tan complejas y multiformes como la de Dios o la creencia en la vida después de la muerte. Pero también admitía que la teoría de Darwin no dejaba de ser un meme, con lo cual sin proponérselo ponía en duda su objetividad. La Memética Las propuestas de Dawkins han cuajado en un movimiento que apunta a crear una nueva ciencia llamada Memética. Entre las figuras más conocidas que se sintieron atraídas por el proyecto o participaron en él se cuentan los filósofos Douglas R. Hofstaedter y Daniel Dennett; el padre de la nanotecnología, Eric Drexler; el promotor de la criónica, Keith Henson y Richard Brodie, de quien se dice que fue asistente técnico de Bill Gates y autor del programa Word original. La memética aspira unificar psicología, biología, antropología y ciencias cognitivas. Un tanto enfático, Brodie proclamó que estaba llamada a protagonizar el mayor cambio de paradigma en toda la historia de la ciencia. Del mismo modo que los individuos son máquinas reproductoras de genes, la mente humana, afirma Dennett, es un complejo que va creciendo a medida que los memes reestructuran un cerebro con el único fin de volverlo más apto para su propia reproducción. Los más fervientes reduccionistas no dudan en afirmar que todas las religiones e ideas políticas pueden ser reducidas a memes o complejos de memes. El polémico Dawkins carga un tanto las tintas cuando describe los “síntomas de la religión”: la fe, el sentido del misterio, la actividad “infecciosa” de los predicadores. Pero quisiera creer que no está hablando en serio cuando habla de la imposición de manos que se hace en la ordenación sacerdotal como un ejemplo de “contagio físico” de los memes. Aquí la metáfora parece habérsele descontrolado. Brodie también sostiene que los virus mentales infectan a los niños y son los responsables de calamidades como la delincuencia juvenil, la mala calidad educativa y las familias monoparentales. Vaticina que las autopistas de la información pronto les permitirán invadir gobiernos y sistemas educativos enteros. Por su parte, Vajk asegura que la perspectiva es un meme que nació en la pintura del siglo XVI, y aparentemente se habría extinguido con el arte abstracto, o que el marxismo fue un virus mental que contagió a millones de rusos, llevado por un portador sano llamado Lenin. Con la misma ligereza pretende explicar a Hitler, a Jim Jones y a todas las religiones del mundo. ¿Será el capitalismo global otra virosis, cuya sintomatología es el pensamiento único? Vajk no lo decía, pero afirmaba que la idea de tolerancia sí lo era. En enero de 1989, cuando ya se estaba cayendo el Muro, enunció una curiosa teoría político-inmunológica, según la cual la versión mutante del meme de la tolerancia provocaba inmunodeficiencia en la cultura americana y la hacía incapaz de resistir el embate del marxismo, augurándole un destino incierto. Quizás estaba abogando por más intolerancia, pero de todos modos los hechos lo desmintieron. Sin duda, una capacidad de predicción tan escasa no es
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una buena performance para una teoría que se proclama científica. Contagio y transmisión Años después de que Dawkins inventara los memes por analogía con los genes, aparecieron los virus informáticos, que le vinieron como anillo al dedo para apuntalar su modelo. Además de la “ideosfera” (así llama Hofstaedter a la cultura), ahora había una “silicosfera”, donde aparecían y proliferaban “gusanos”, “caballos de Troya”, “bombas de tiempo”, archivos ejecutables con mensajes de autoayuda y hasta “avisos de virus”. Algunos no sólo eran capaces de masticarse los discos rígidos sino de contaminar la Red, difundiéndose como epidemias. ¿Por qué no pensar de que toda la cultura estaba infectada por virus mentales autorreproductores, que iban colonizando mente tras mente? Esta idea, aunque parezca plausible en los casos de adoctrinamiento y lavado de cerebros, no parece autorizar extrapolaciones más audaces. Dawkins afirma, de un modo muy poco metafórico, que los niños son inmunodeficientes a los memes, y por eso creen en los enanitos o en Papá Noel. Pero nunca explica por qué se inmunizan a partir de determinada edad. Para Brodie, ninguna de nuestras ideas es original. Sólo contraemos el meme y él se apodera como un virus de nuestra mente hasta dominarla, como ocurre en el caso de los fanáticos. El lugar del contagio es la comunicación: la TV, la publicidad, la música pop, la educación, la enseñanza religiosa, hasta la charla con amigos. Los virus se propagan de cerebro a cerebro por el mecanismo de la imitación, tanto vertical (de padres a hijos) como horizontal (entre pares). La infección religiosa, por ejemplo, puede ser directa (el contacto personal con creyentes o el proselitismo) o indirecta (el arte, la teología o la literatura). La pregunta que subsiste es: ¿de dónde vienen los memes, además de transmitirse por imitación? ¿Y la ciencia? Los paradigmas científicos, ¿serán apenas memes que los mosquitos docentes nos inoculan en la escuela y en la universidad? De ningún modo, se defiende Dawkins. Las ideas científicas no son virus: son objetivas, están sujetas a prueba y compiten entre sí conforme a la selección natural. Sin embargo, en el párrafo con el cual cerraba su libro de 1976, Dawkins había reconocido que la doctrina de Darwin era un complejo de memes, del mismo modo que lo eran Sócrates, Leonardo, Copérnico o el meme del altruismo, que no existe en la naturaleza. Pero, entonces, ¿cómo es posible aplicar la selección natural al “meme de la selección natural”? Si la memética lo explica todo, ¿se explicará a sí misma, como otro virus? Los memes en cuarentena Un reciente debate planteado en las páginas de la revista Scientific American de octubre del 2000 convocó a psicólogos, antropólogos y biólogos para discutir una exposición actualizada de la memética presentada por la psicóloga Susan Blackmore. Bastante más moderada que otros autores, Blackmore dice que la naturaleza humana resulta imposible de explicar en términos evolutivos si no se acepta la hipótesis de los memes. Cosas como el arte o la matemática resultan totalmente inútiles como ventajas competitivas para sobrevivir en la selección natural, pero comienzan a entenderse cuando se los ve como memes que compiten entre sí. El desarrollo del cerebro humano, añade un biólogo, se habría hecho necesario para alojar nuevos memes. También el desarrollo de estructuras nerviosas adecuadas para imitar conductas de otros habría tenido la misma causa. Blackmore reconoce que los memes son muy distintos de los genes y, aunque admite que la ciencia es un complejo de memes, no acepta equipararla con la religión, a la cual presenta como un meme “viral”, y la compara con las molestas cadenas que antes viajaban por correo y ahora
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circulan por Internet. El eje del argumento sigue siendo la imitación, que distinguiría al hombre del animal, en cuanto creador de cultura. Si nos atenemos a la estricta caracterización que hace Blackmore, la imitación sería casi un acto consciente, muy alejado de las posibilidades del animal. Sin embargo, el mismo Dawkins la ejemplificaba con conductas animales, especialmente de los gorriones. De hecho, hoy sabemos que los mecanismos de imitación en el mundo animal son tantos y tan difundidos que habría que pensar más en diferencias cuantitativas que cualitativas entre el hombre y los animales, por lo menos en este aspecto. Los antropólogos son más específicos. Desde la perspectiva memética, los memes no estarían sujetos a ninguna evolución sino apenas sometidos a una competencia que desplaza a uno por otro. Sin embargo, si admitimos que las palabras son memes, es un hecho que las palabras evolucionan. Por ejemplo, en el inglés estadounidense, después del Watergate todas las palabras terminadas en “gate” llevan automáticamente a pensar en conspiraciones políticas, cosa que no ocurría antes. La palabra evolucionó cargándose de otro sentido. Lo mismo diríamos de la Argentina, donde “copar”, a comienzos de los ‘70, significaba “tomar por medio de las armas” un cuartel o una comisaría, a finales de la década ya se había convertido en “gustar” y hoy se ha transformado en el adjetivo “copado”, que se aplica casi a todo. Si eso no es evolucionar, Darwin no sabía nada. El psicólogo Henry Plotkin admite el rol de la imitación en la conducta social, pero afirma que en definitiva sólo transmite ideas de escasa complejidad como modas, estilos o palabras, pero en definitiva no aporta nada que tenga demasiada importancia para la cultura. En cambio, ideas como “justicia” o “democracia” tienen un proceso muy lento de construcción social, y no es posible reducirlas a unas cuantas conductas “atómicas” como sería el caso de los memes. Las teorías que pretenden explicarlo todo suelen agotarse pronto, y hasta ahora, a pesar de los anuncios espectaculares, la memética ha sido tan poco exitosa como otras “nuevas ciencias” que gozaron de gran promoción. Por ejemplo, la “semántica general” de Korzybski, que causó estragos en los años ‘20 y se agotó en unas cuantas frases brillantes. Quizás el meme no pase de ser una buena pista basada en la analogía, un intento reduccionista y algo simplista de explicar la cultura, que quizás sea el fenómeno más complejo que conocemos. Si los estudiosos de la complejidad renuncian a ser deterministas en la meteorología, un sistema comparativamente más simple que el efecto combinado de 6 mil millones de cerebros (sin contar toda la historia humana), la memética aparece como una propuesta un tanto ingenua.
REFLEXIONES ACERCA DE LA PERSISTENCIA DEL PENSAMIENTO MÁGICO RELIGIOSO EN LAS SOCIEDADES AVANZADAS Por: José Ignacio Lopez Lopez
REFLEXIONES ACERCA DE LA PERSISTENCIA DEL PENSAMIENTO MÁGICO - RELIGIOSO EN LAS SOCIEDADES AVANZADAS. Por: José Ignacio López López Muchos colaboradores de “El Escéptico Digital” parecen preocupados por el excesivo número de personas que no parecen encontrar motivos para rechazar las variadas doctrinas de los apóstoles de lo fantástico y de lo paranormal. Puesto que los objetivos de “El Escéptico Digital” incluyen, de manera principal, la lucha contra estas doctrinas y la promoción del
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pensamiento racional, algo que se pone de relieve en cada número de esta Revista, este texto pone sobre el tapete algunas ideas acerca de cómo y por qué la mentalidad no racional sigue gozando de esa inquietante buena salud. Quizá esta manera de enfocar el estatus vigente del pensamiento racional pueda proporcionarnos algunas claves para comprender la pujanza de las forma de pensamiento mágico-religioso, para aventurar su trayectoria futura y para elegir las formas más adecuadas de promoción de la mentalidad científica. El desarrollo del pensamiento racional parece presentar dificultades especiales para ser aceptado por la gente si lo comparamos con cambios ideológicos de otra clase. Por ejemplo, la mayor parte de las personas han aceptado y asumido, fácilmente y sin reparos, el paso desde una moral religiosa hasta otra moral laica, basada en los valores propios de las sociedades civiles maduras (democracia, tolerancia, respeto de las libertades individuales y de los derechos humanos). Mientras, son todavía pocos los que rechazan creencias erróneas basadas en mitos, supersticiones y prejuicios religiosos. También es llamativo que científicos eminentes conservan ciertas creencias que la mentalidad científica nunca consideraría razonables. Estos hechos pueden explicarse de diversas maneras y los tres mecanismos siguientes lo hacen: 1º Incentivación emocional. Parece cierto que recordamos (y nos interesa) lo que nos gusta, aquello que, de algún modo, nos proporciona una cierta satisfacción. Y sabemos que la experiencia placentera es algo fundamentalmente emocional. Toda actividad intelectual, por más que esté rigurosamente controlada por la racionalidad, presenta implicaciones puramente emocionales que, (como se reconoce de manera general ahora que la “inteligencia emocional” está de moda), tienen una importancia capital en el desarrollo de la actividad puramente intelectiva. Por eso, los avances en el conocimiento de las ciencias son posibles, porque despiertan en los hombres de ciencia, sobre todo si son actores (aunque también si son simples espectadores), sentimientos placenteros de carácter intenso y, sobre todo, extenso y profundo. Y por eso, en toda actividad mental, raciocinio y emoción van indisolublemente ligados. En conclusión, las creencias persisten, a pesar de todas las contradicciones que generan, si proporcionan una incentivación emocional suficiente. 2º Seguridad ante el futuro. A veces, más que una gratificación inmediata, esas creencias, profundamente arraigadas, proporcionan cierto tipo de seguridades útiles para combatir temores ante las incertidumbres del futuro ... o ante certidumbres venideras, como la vejez y la muerte. 3º Impresión indeleble. En otros casos, la explicación es que ciertas ideas o vivencias causaron tal impacto en una etapa temprana y “sensible” de la vida de un sujeto, que luego han permanecido indelebles durante toda su existencia . Hay que aceptar que este tipo de hechos tiene explicaciones bastante complejas cuyo conocimiento va a condicionar la actitud que debe tomar quien crea que es importante promocionar la mentalidad crítica y el pensamiento científico. Es importante, pues, no exagerar ciertas actitudes de rechazo ante este fenómeno, ya que pueden, primero, impedirnos la comprensión profunda del mismo y, luego, dificultar la elección de medidas eficaces para el desarrollo del pensamiento racional.
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La pregunta que ahora se plantea es: ¿Cómo de “cruenta” ha de ser la “batalla”? Al fin y al cabo, las ideas irracionales han existido desde siempre, persisten incluso cuando no hay causas visibles que las justifiquen, para algunas personas cumplen funciones de importancia que les permiten mantener una cierta estabilidad emocional y, para otras, forman parte muy importante de su manera de ver el mundo y no son susceptibles de ser cambiadas en absoluto. Conviene considerar que, a corto plazo, el pensamiento no racional no sólo puede ser imposible de derrotar sino que esgrimir contra él cierta clase de armas puede ser contraproducente. Si enfocamos la cuestión desde un punto de vista práctico, quizá concluyamos que lo conveniente es aceptar que la lucha va muy para largo y que, en la perspectiva de un futuro previsible, la mentalidad “prerracional” no sólo no va a desaparecer sino que, en algunas ocasiones, no conviene que lo haga, al menos de una manera brusca. La forma de lucha más positiva abarca tácticas variadas. Algunas prácticas brutales, como las amputaciones de genitales externos en niñas de ciertas minorías culturales africanas, requieren actitudes enérgicas. El peligro de que la astrología sea elevada a la categoría de ciencia por parte de políticos aterradoramente ignorantes (¿o faltos de escrúpulos?) es alarmante y requiere una actitud firme y urgente, pero también unas buenas dosis de diplomacia. Pero las actividades de promoción de la racionalidad deben desenvolverse en multitud de frentes y no siempre está claro qué debería hacerse en cada uno de ellos. En general, sería bueno disponer de una estrategia que intentara acotar el terreno de las “ideologías” no racionales, siendo fundamental la lucha por impedir que se alojen bajo los paraguas de la ciencia y de los organismos oficiales. Sin embargo, no sería una buena idea pretender “asfixiarlas” y ello por tres razones: 1º: No es bueno crear “mártires”, pues es una forma de fomentar el victimismo. 2º: La intolerancia suele ser percibida como inaceptable (incluso cuando está justificada). 3º: Nos guste o no, muchas personas son fuertemente dependientes de esas creencias, así que quizá lo mejor sea tolerar que ocupen en el mundo actual un lugar similar al que tiene la religión. A pesar de todo, el peligro es grande. Implicaciones económicas aparte, los políticos consideran más conveniente tener a los “creyentes” sentados enfrente que no debajo de la mesa, momento en el que hay que preguntarse si el arraigo social de las formas de pensamiento irracional alcanzan la “masa crítica” y la suficiente organización como para funcionar eficazmente y actuar como grupos de presión sobre los representantes de los electores. Si llega este caso, no hay que hacerse ilusiones: quizá no puedan alojarse en cualquier Campus Universitario como una nueva Facultad de Ciencias Ocultas, pero ¿por qué no una Escuela Superior de Artes del Trasmundo, o algo por el estilo? Argumentos no faltarían: los electores votan y los contribuyentes pagan impuestos, así que los políticos deben ser sensibles a las peticiones de ambos colectivos. Si un número suficiente de ciudadanos así lo quisiera, las echadoras de cartas lograrían ser declaradas “de utilidad pública”: no hacen falta más argumentos para lograr un cierto reconocimiento y financiación con fondos públicos. ¿Podemos confiar en que el miedo al desprestigio de personas e instituciones baste para impedir la promoción de toda cátedra de la superstición? Por que parece que ese miedo es lo único que impide que magos y visionarios culminen sus ambiciones. El conjunto de países occidentales tiene la suficiente memoria histórica como para temer que
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determinados grupos de intereses intenten limitar el alcance de los principios democráticos, de igualdad de oportunidades, etcétera. Por desgracia, esto se traduce en que personas poco preparadas pueden acceder y acceden a cargos públicos por elección o a cargos de confianza por designación. Este hecho no tendría demasiada importancia si fueran conscientes de sus limitaciones y se asesoraran adecuadamente, pero incluso para elegir asesores hay que tener cierto criterio y, por desgracia, son casi cotidianos los ejemplos de clamorosa incompetencia entre esos personajes. Es difícil establecer con detalle en qué deben consistir los procedimientos que remedien este problema. Quizá deban incluir la obligación de tomar cursos de capacitación y medidas que incluyan ceses forzosos en casos de grave ineptitud. Pero, hasta el momento, desconocemos hasta qué punto han proliferado, si es que lo han hecho, las creencias irracionales. Si la hipótesis válida es que el pensamiento racional progresa, las actividades encaminadas en esa misma dirección deberán ser llevadas a cabo con tiento. Si, como parece, es la irracionalidad la que progresa, es urgente desarrollar nuevas y eficaces formas de lucha contra una forma de pensamiento que, por sobradas razones, puede devenir en una grave enfermedad social. Independientemente de cuál sea la situación general actual, los diferentes ámbitos socioculturales y las diferentes creencias requieren medidas distintas. Las tácticas que pueden emplearse en la lucha contra la ignorancia y contra la superstición dependen de las características de cada “campo de batalla”. Por ejemplo: 1º/ La prensa En el terreno de la prensa escrita, (aunque el problema es extensible a otros medios), es desalentador comprobar cómo semanarios de tirada nacional y supuestamente prestigiosos siguen incluyendo horóscopos, que son una de sus “secciones fijas”. Puesto que la finalidad de los medios de comunicación es la de ofrecer informaciones veraces y objetivas, y puesto que los horóscopos no son “materia opinable” (ya que se puede demostrar muy fácilmente que sus predicciones no se cumplen), su impresión debería de suponer un conflicto de ética profesional. Si, como parece, la inclusión o no de un horóscopo no suele depender de la línea ideológica de la revista, ¿están ciertos medios de comunicación fomentando un cierto tipo de superstición por un simple interés económico?. En este caso sería interesante intentar convencer a redactores y propietarios del posible daño al crédito que merece una revista seria si insiste en mantener secciones así. Naturalmente, no hay que abrigar esperanzas de que cambien de línea editorial revistas de disparates profesionales que van dirigidas a un público crédulo, ya que eso supondría su práctica desaparición. 2º/ La Homeopatía Las ciencias de la salud tienen un problema particularmente grave con la homeopatía. Aunque existen otras prácticas pseudocientíficas en medicina, sólo la homeopatía ha logrado un cierto reconocimiento en círculos oficiales. En España los colegios de médicos aceptan como válida esta práctica, aún sabiendo que no se trata de una ciencia, por tres razones fundamentales: impedir que quienes la practiquen sean “no médicos” (argumentando que su ignorancia podrían causar más daños que si fueran médicos), evitar que la práctica médica deje escapar un sector de mercado, y asistir a un determinado tipo de paciente que por sus particularidades se beneficiaría de la medicina homeopática y no de la alopática (extremo que nunca se ha demostrado, desde luego). Esto deja otro conflicto ético sobre el tapete, ya que la incompatibilidad doctrinal entre ambas medicinas es completa. En rigor la medicina no puede ser definida como una ciencia mientras acepte que doctrinas no científicas sean parte de ella. La única solución aceptable es que los poderes públicos, contra la actitud interesadamente anticientífica de muchos médicos, segreguen clara y definitivamente ambas
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clases de medicina y prohíban el sostenimiento de la homeopática por parte de instituciones públicas hasta tanto no demuestre su eficacia mediante las pruebas pertinentes, que son las propias de las ciencias experimentales (o sea, hasta nunca). Además no es tolerable que los homeópatas afirmen que sus prácticas son científicas: tal afirmación es fraudulenta. 3º/ Las creencias de los hombres de ciencia. El problema que se puede plantear entre los hombres de ciencia respecto a los conflictos entre sus creencias religiosas y su actividad profesional resulta sumamente delicado. Algunos de estos hombres de ciencia se ven obligados a desenvolverse en ciertos ambientes cuya carga ideológica es fundamentalmente religiosa. En circunstancias así muchos de estos científicos, siendo en realidad escépticos, pasan por ser creyentes ya que temen un cierto rechazo social en su entorno más inmediato y / o un peligro para su carrera profesional y / o un riesgo para mantener la financiación de sus trabajos. Esto quizá plantea un dilema ético, ya que con esa actitud se propicia que persista la influencia de determinadas instituciones no democráticas en las que ciertas personas o grupos, sin el control ni el beneplácito de la mayoría, se erigen a sí mismas en una suerte de referencia ética universal lo que, obviamente, puede hacer daño a la ciencia en la medida en que intenten dirigir unas determinadas investigaciones y no otras. Respecto a los científicos que compaginan sin aparente incomodidad conocimiento científico y creencias religiosas sinceras, el problema, igualmente delicado, tiene otros matices. Aquí lo fascinante quizá sea con qué facilidad el psiquismo humano asume, sin resolverlas, ciertas contradicciones entre concepciones del mundo tan incompatibles como las ofrecidas por la moderna cosmología frente a, por ejemplo, el creacionismo judeocristiano. 4º/ La enseñanza. En el terreno de la enseñanza la situación adquiere características peculiares. La ausencia de una ética laica favorece la creación de un “nicho ecológico” muy adecuado para que las confesiones religiosas lo ocupen y mantengan así su influencia sobre la sociedad laica. Por otro lado, y aunque en teoría se controla que los profesores mantengan un mínimo de su nivel de conocimientos, aquellos cuyas materias no pertenecen al ámbito de la ciencia pueden presentar serias lagunas de conocimientos en dicho ámbito. Además, los profesores no parecen tener herramientas educativas adecuadas para corregir creencias erróneas cuando éstas escapan al ámbito estricto de la materia que se trabaja en ese momento o de la materia recogida en el programa de la asignatura. Hay una cuestión adicional: un alumno formado con los conocimientos debidos pero sin el adecuado entrenamiento para ejercer una capacidad crítica es capaz de aceptar, como información veraz y fiable, tanto lo que le han enseñado en su escuela como lo que haya leído en publicaciones que tratan del mundo de lo paranormal, de la magia, etcétera. Sería bueno crear mecanismos capaces de “vacunar” a los alumnos contra esa peligrosa ingenuidad de dar por buena toda información procedente de cualquier fuente sólo por que se trate de letra impresa. Los intentos de influir desde fuera en las líneas ideológicas, procedimientos o contenidos de diferentes colectivos o instituciones suelen ser mal recibidos y suscitan reacciones casi automáticas de rechazo. La táctica más adecuada para intentar modificar actitudes debe sustentarse en una posición lógica y ética clara y acompañarse de unos modos diplomáticos para implicar a cada colectivo en la vigilancia de las ideas en que se basa o que difunde. Por lo general, colegios, medios de comunicación, partidos políticos, etcétera, que se guíen por líneas ideológicas “neutrales”, aceptarían de buen grado que la fiscalización de sus actividades se hiciera de manera discreta y “desde dentro” por parte
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de personas adecuadamente preparadas. Puesto que todo colectivo aspira a aumentar su influencia, o sea, su poder, es fácil que acepten jugar posteriormente un papel positivo en sus ámbitos respectivos acogiendo en grupos selectos a quienes, de entre ellos, pueden ofrecer auténticas garantías de calidad. La publicitación de este tipo de garantías permite prestigiar a cada grupo, lo que debe resultar positivo a largo plazo. En conclusión, los mecanismos que mantienen los sistemas de pensamiento no racional son complejos por lo que, para evitar efectos contraproducentes, parece aconsejable inclinarse por procedimientos no drásticos y sí mantenidos, preferiblemente aplicados a colectivos poderosos o de importancia estratégica (medios de comunicación e instituciones oficiales), quienes deben percibir que los esfuerzos en la promoción del pensamiento racional y crítico van a redundar en beneficio de cada colectivo y de toda la sociedad.
LOS HÉROES DE LA CRUZADA Por: Agencias
LOS HÉROES DE LA CRUZADA Por: Martín Barriuso En 1998 me tocó viajar a Nueva York, para asistir como observador a la Sesión Especial sobre el Problema Mundial de las Drogas de las Naciones Unidas. Fueron días en los que recibí una sobredosis de hipocresía y en los que comprendí que, si las esperanzas de la Humanidad residían en aquella organización apolillada y mastodóntica, lo teníamos bastante crudo. También me crucé por aquellos pasillos con cientos de burócratas peripuestos que incluían, aunque entonces yo no lo sabía, a un paquistaní llamado Dil Jan Khan. Según su biografía oficial, en 1978 este hombre gris era consejero de la embajada de su país en Kabul. Tras el golpe de Estado que precedió a la invasión soviética, abandonó el país y pasó a ser comandante de la Policía Fronteriza de la provincia de la Frontera Noroeste, que limita precisamente con Afganistán, cargo del que ascendió a inspector general, entre 1980 y 1992. Desde entonces fue el máximo responsable de la frontera, para pasar a ser secretario adjunto del Ministerio de Interior de Pakistán (1986-1990) y secretario de la División de Estados y Regiones Fronterizas (1990-1993). Durante esos años, Afganistán pasó a ser el primer productor mundial de opio y heroína, producción que iba, y aún va, a cubrir la demanda del mercado norteamericano. La práctica totalidad de los cargamentos (alrededor de la mitad de la heroína del mundo) pasaba precisamente por la frontera paquistaní, mientras el régimen -estamos en plena dictadura del general Zia- toleraba sin disimulo el tráfico a instancias de la CIA, que deseaba que financiara a los grupos fundamentalistas afganos, que eran entonces sus aliados. Con ese dinero se pagaba buena parte de las armas que se usaban en la guerra de Afganistán y las escuelas coránicas paquistaníes donde se formaba a los futuros talibanes, aparte de un buen pellizco que quedaba en manos de la Policía y del Ejército de Pakistán. La propia DEA, la agencia antidroga estadounidense, tuvo que reconocer que «la mayor parte del opio y la heroína que proviene de Afganistán llega a Peshawar por la frontera de las zonas tribales», es decir, por la noroeste. También decía que las organizaciones de la resistencia afgana, con las que Osama Bin Laden servía de enlace a las órdenes del presidente Bush padre, participaban en el tráfico a escala local e internacional. Diez años después de estos informes, en la época de la Sesión Especial sobre Drogas, Dil Jan Khan, el
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hombre por cuya jurisdicción circularon los mayores cargamentos de heroína de la Historia, era nada menos que vicepresidente primero de la JIFE (Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes), órgano de las Naciones Unidas encargado de juzgar las políticas antidroga de los gobiernos y hacer las recomendaciones precisas para erradicar, entre otras cosas, el opio de Afganistán. En la actualidad sigue siendo uno de los trece miembros de la JIFE, dignidad que alcanzó, como no podía ser menos, con el beneplácito de Estados Unidos. En 1973, el presidente estadounidense Nixon declaró formalmente la «guerra contra las drogas», en lo que constituye el antecedente más directo de la actual «guerra contra el terrorismo». Ambos fenómenos son los únicos para los que la legislación de la mayoría de los países reserva mecanismos de carácter excepcional, teniendo los dos la misma consideración de potenciales desestabilizadores del orden internacional, de manera que lo sucedido con las drogas es un buen indicio de por dónde pueden ir las cosas en esta nueva cruzada iniciada por EE UU. Pues bien, la guerra contra las drogas, primer experimento de guerra mundial sin frentes ni enemigo claro, que se impuso al mundo durante los mandatos de Reagan y Bush padre, y que ha estado dirigida por individuos del estilo de Dil Jan Khan, ha resultado una catástrofe. Sólo los operativos policiales y militares antidroga matan en el mundo a más personas que las propias drogas ilegales, y eso sin contar los daños ‘colaterales’ debidos a adulteración, transmisión de enfermedades, etcétera, que son consecuencia de la propia política represiva. Es evidente que si estas políticas desastrosas se mantienen en pie es porque tienen otras utilidades y la historia del opio afgano muestra cuáles son. George Bush padre se presentó a sí mismo como líder de la cruzada mundial antidroga y llegó a decir que, si no había bastantes cárceles para los traficantes, construiría las que hicieran falta. Eso era en la misma época en que tenía a sus órdenes, al mismo tiempo, a Osama Bin Laden y Dil Jan Khan, y ordenaba a sus agentes que permitieran pasar la misma droga con la que decía querer acabar. Por eso, cuando escucho a su heredero hablar de lucha entre el bien y el mal, entre la Humanidad y el terrorismo, siento vértigo y náuseas. Vértigo porque este hombre, elegido con los votos de menos del 25% de la población de un país que sólo representa el 5% del total mundial, y en el que ya ha logrado imponer el estado de excepción, tiene en sus manos armas suficientes (incluidos microbios y venenos que hacen que el ántrax parezca un juego de niños) como para borrar a todos los seres humanos de este planeta. Y náuseas por oír autoproclamarse paladín de la Humanidad a alguien capaz de gastar cientos de miles de millones de pesetas en bombardear un país donde mucha gente muere de hambre y pronto morirá de frío.
Por otra parte, si echamos un vistazo a las biografías de los dos grandes protagonistas de esta locura, George W. Bush y Osama Bin Laden, veremos una serie de sorprendentes (o, acaso, nada sorprendentes) similitudes: dos multimillonarios desde la cuna, nacidos en regiones petroleras, de padres poderosos que los educaron para mandar sobre los demás y que, tras una juventud disipada gracias al dinero de papá, trabajaron largos años en el mismo bando. Ambos dominan las técnicas de manipulación mediática, son capitalistas a ultranza, militaristas hasta la médula y no tienen el menor empacho en enviar a otros a que mueran por ellos en la guerra, algo que desde niños sabían que jamás les tocaría, que para eso nacieron ricos. Dos monoteístas hipócritas que no saben qué es trabajar y que han logrado, gracias a la cortina de humo de la guerra, parecer lo que no son ante sus respectivos bandos. Bin Laden ya no es un asesino sanguinario, sino el vengador del orgullo herido de parte del Islam, cuyo retrato aparece ahora por doquier, y George Bush no es un amante de la silla eléctrica que se salta las convenciones internacionales, como la de Kyoto o la de Protección de la Infancia, tolerando la esclavitud infantil, sino el salvador de la libertad y la justicia. Y es que los dos son de esos que siempre andan entre sangre, pero nunca se salpican.
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Malos tiempos para la razón estos en los que las más burdas técnicas de manipulación informativa cosechan récords de audiencia televisiva en vez de asco, y en los que se siguen ávidamente las noticias sobre el ‘bluff’ del ántrax, mientras pasa desapercibida la noticia de que la FAO aplaza en 45 años el plazo previsto no ya para acabar con el hambre, sino para reducirla, al menos, a la mitad. Según la propia FAO, sólo el día del ataque a las ‘Torres Gemelas’, 35.615 niños morían de hambre en el mundo. Hoy morirán otros tantos, sin que su agonía merezca un solo minuto de información entre la propaganda de guerra. Y es que no se oye ni al Papa, que ha olvidado que es el Sumo Pontífice (literalmente, el Supremo Hacedor de Puentes), y calla, en vez de dedicarse a pedir paz a los hombres de buena voluntad, acaso porque entre los implicados en este montaje no queda ni uno. Malos tiempos también para el pacifismo, en un mundo seducido de nuevo por el militarismo más agresivo y cínico, un mundo en el que se habla, como si tal cosa, de la Tercera Guerra Mundial, mientras la llamada opinión pública, olvidando los cincuenta millones de muertos de la Segunda, mira hipnotizada la pantalla y calla, convertida en un rebaño que ve pelearse al perro y al lobo. Ahora que ambos gritan ‘conmigo o contra mí’, aprovecho para declararme neutral, no beligerante e insumiso a los dos bandos de esta barbarie sin sentido. Y les mando una flor a las mujeres afganas, ésas a las que la civilización occidental, tan humanitaria, ha dejado sufrir y morir durante años para ir a ‘liberarlas’ ahora enterrándolas entre cascotes.
EL VERDADERO ENIGMA Por: Agencias
EL VERDADERO ENIGMA Por: Iñaki Ezkerra Del lío de Gescartera, a la gente le intriga dónde están los quince mil millones, dónde está el eslabón perdido que una a Rato con ese escándalo, la cifra exacta de millones que se gastó Camacho en calzoncillos o qué relación tenía exactamente con ese perro cuyo retrato presidía su despacho. La prioridad que se les da a esos enigmas al abordar ese caso demuestra que la sociedad es una tarada mental y moral. Porque el primer misterio de Gescartera, el verdadero enigma, es cómo un loco de manual puede embarcar a tanta gente y a tantas instituciones. ¿Qué carisma, qué secreto, qué don posee ese personaje que había falseado hasta su título universitario para ganarse de un montón de representantes del Estado, la ONCE, la Iglesia o la canción una confianza tan ciega en un mundo tan mosqueado? Gescartera es mucho más que un ‘affaire’ político o económico. Es un problema filosófico. Y antropológico. Hablando de calzones y chuchos se nos está yendo la oportunidad de desvelar un apasionante interrogante de la especie humana; de acceder a uno de los más ocultos y recónditos sótanos del conocimiento sobre nosotros mismos. Comprendiendo por qué colectivamente le dimos tanta cancha a Camacho, por qué no fue cuestionado, por qué se le amordazó y se le dio la espalda a quien se atrevía a cuestionarlo, por qué tanta ceguera y estupidez en profesionales de la empresa privada y en expertos de la Administración pública, seremos más sabios. Lo de los quince mil millones es lo de menos. Precisamente son los que aportan alguna breve dosis de
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lógica a este asunto desesperadamente ilógico. El deseo de cometer un fraude no tiene nada de enigmático. Es indisociable del comportamiento humano. Está en el origen de toda civilización. Probablemente no hay cultura sin fraude. Todas las leyendas, desde la de Ulises hasta la de Eva y la manzana o la del Santo Grial son variaciones del timo de la estampita. Aquí el meollo está en el fraude humano, en por qué alguien levanta un tinglado de falsificaciones que más tarde o más pronto va a delatarlo. ¿Por qué se le deja levantarlo a sabiendas de cuál va a ser el final? El enigma de Gescartera no está en el agujero económico, sino en el agujero negro que desvela en la mente del grupo, en nuestro cerebro social. Cómo quienes desconfían hasta de la interina y del que les para en la calle para preguntarles la hora se fían luego de sujetos horteras y megalómanos que llevan la impostura escrita en la cara. Hoy es Camacho y ayer fue Roldán, otro que fardaba de calzoncillos en una memorable foto que no le deja a él únicamente, sino a todos nosotros en pelotas.
LA CIENCIA O VUDÚ DE ROBERT L. PARK Por: Juan Soler
LA CIENCIA O VUDÚ DE ROBERT L. PARK Por: Juan Soler Enfedaque Este es un libro que trata numerosos casos de multitud de temas relacionados con el falso saber, los cuales se van tratando de forma ágil, sin hacerse pesado en lo más mínimo. Las cuestiones y los protagonistas van apareciendo de forma paulatina, y se dejan para luego volver a ellos más adelante. Científicos, periodistas, abogados y jueces, teorías e ideas, visionarios, curanderos y vividores van y vienen en sus páginas. Quizás a algunos les sea molesto esta forma de escribir, de tratar los temas, ya que preferirían que cada parcela estuviese bien delimitada, pero lo que sí es cierto que su lectura es agradable. Supersticiones que van reapareciendo aliadas con los nuevos pánicos, meteduras de pata antológicas por no hacer buena ciencia y timos que han costado multitud de recursos por no aplicar un sano escepticismo es el contexto en el que se mueve lo escrito en este libro. En el prefacio Robert L. Park comenta de donde viene el título: ¨Empecé a hablar de mis encuentros con la ciencia vudú en mi columna electrónica semanal, 'What's New', así como en diversos artículos publicados en periódicos y revistas de divulgación. A uno de estos artículos, aparecido en el 'New York Times', el editor le dio el título de «Ciencia vudú»...¨ y de ahí hasta este libro sólo fue cuestión de tiempo. Hay que hacer constancia que la traducción del título del libro no es la misma que en inglés, 'Voodoo Science' no es 'Ciencia o Vudú' sino 'Ciencia Vudú', término que usa multitud de veces para referirse a la mala ciencia, al mal saber. Expone Park que los científicos, que habían gozado de la adulación pública (la de los Estados Unidos preferentemente) tras la Segunda Guerra Mundial y por poner a un hombre en la Luna, veían cómo el público iban considerándolos, con el paso del tiempo, con más descrédito. También indica que hoy en día muchas personas eligen sus creencias científicas del mismo modo que deciden ser metodistas, o demócratas, o hinchas de un determinado equipo de fútbol y juzgan la ciencia en función de cómo concuerda con el modo en que quisieran que fuera el mundo. Y se pregunta ¿debemos condenar a la mitad de la población por creer que la Tierra está siendo visitada por extraterrestres, o a aquellos que
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llevan imanes curativos en sus zapatos, o a los seguidores de los gurús que afirman que su curación espiritual se asienta firmemente en la teoría cuántica? Pero ¿a qué le llama ciencia vudú? Pues a aquellas ideas (que vienen tanto de la mano de científicos como de la gente llana con más o menos formación) que están total, indiscutible y extravagantemente equivocadas, aunque ello no quite que atraigan a un largo séquito de apasionados, y a veces poderosos, seguidores. En fin, la ciencia vudú engloba a la ciencia patológica (que, en la página 68, el Premio Nobel -1932- Irving Langmuir define como la ciencia de las cosas que no son así, y quienes la practican no son deshonestos sino que simplemente logran engañarse a si mismos), la ciencia basura, la ciencia fraudulenta y la seudociencia. Empieza el libro con el tema tan manido de los armatostes que proporcionan movimiento perpetuo y energías gratuitas, y como los medios audiovisuales dan amplia cancha a estos meritorios artilugios; la máquina energética de Joe Newman (retornase a hablar de ello en la página 147 hasta la 158, de la 165 a la 168, y también en la 202, y...), el molino de agua de Robert Fludd, la pila inagotable de James Patterson (en la página 25 y más información en la 169), y la «fusión fría» de Stanley Pons y Martin Fleischmann, son los casos que adornan estas primeras cincuenta páginas de máquinas/energías imposibles. ¿Os parecen pocos los temas tratados?, pues en la página 159 aparece un curioso cachivache, de un tal G. Giragossian, un pequeño volante impulsado por un motorcillo eléctrico que al frenarlo... bueno, ¡mejor que lo leáis!; en la 161 se nos explica como sacar energía gratuita del agua; en la página 183 se nos explica como Dennis Lee ofrece al mundo su máquina que, ¡como no!, también es del tipo 'movimiento perpetuo', y otras maravillas como un aparato para extraer energía eléctrica del flujo de neutrinos, la «cámara láser médica» (una especie de aparato de rayos X, pero que 've' a través de una pared de metro de hormigón si se diera el caso), un aparato para 'neutralizar' la radioactividad, el «Florecedor Sónico» (que con una frecuencia inaudible hace que las plantas crezcan más), el motor de Fisher que está basado en que un fluido que a temperatura ambiente se evapora, este gas hace mover un pistón, el vapor se expande y se enfría y 'con la bomba de calor más eficiente del mundo' (de su invención, por supuesto) el vapor se condensa y vuelve a un depósito y ahí vuelta a empezar (aunque eso no era nada nuevo, en 1880 apareció el «Ceromotor» para la marina norteamericana); Randall Mills 'resuelve' el misterio de la fusión fría de la mano de los «hidrinos» (página 194); el escudo gravitatorio de Podkletnov, en el que la NASA dedicó cuatro años y más de un millón de dólares... Todos los inventos, ideas y aparatos anteriores violan de alguna manera las leyes de la termodinámica por lo que, sencillamente, no funcionan. Y ahora un inciso. En las páginas 139 hasta la 146 se habla más extensamente del patético caso de la «fusión fría», explicando que una de las razones más importantes por la que se le dio tanta cancha era que si era cierto lo que afirmaban Fleischmann y Pons, aquellos que hubiesen dudado habrían incurrido en un estrepitoso ridículo, por lo menos ante la opinión pública... y eso es una variante de lo que se denomina «apuesta de Pascal» ('apuesta' que va a pareciendo en muchas más ocasiones, junto al omnipresente 'ciencia vudú'): a los treinta y dos años, Blaise Pascal (célebre físico y matemático del siglo XVII) renunció a una vida dedicada a la ciencia y se consagró a la fe y afirmaba: «No dudes en apostar que Dios existe. Si ganas, lo ganarás todo». Sobre la «fusión fría» y su 'patria' se cita una aguda ocurrencia (página 146): -¿Fusión Fría? ¡En Salt Lake City ni siquiera te puedes tomar una cerveza fría!
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Retornemos... Es curioso el apego que la gente tiene a esto de las energías/máquinas perpetuas/gratuitas y los complots de las multinacionales para que no se les acabe el chollo, porque ¿quién no ha oído hablar del automóvil que funciona con agua del grifo, pero que, por supuesto, la industria del petróleo se encarga de ocultar? En la página 51 se nos narra lo que pasó con el Partido de la Ley Natural en Estados Unidos. Dicho partido logró introducir su candidato, John Hagelin, en las elecciones de 1995. Hagelin ofrecía un «plan de acción para revitalizar Norteamérica», basado en «soluciones científicamente probadas» como, por ejemplo, un experimento realizado en la ciudad de Washington, en el verano de 1993: más de cinco mil expertos en meditación trascendental, de todo el mundo, hicieron turnos como parte del ¡Proyecto de Demostración Nacional para Reducir el Crimen Violento en la capital norteamericana! Querían crear un «campo de conciencia coherente» que produciría un efecto tranquilizador en toda la ciudad y conseguir reducir el crimen violento un 20%. El coste de tan disparatado proyecto fue de seis millones de dólares. La verdad es que los asesinatos aumentaron en esa época y Hagelin así lo tuvo que reconocer, pero, claro, fueron debidos al aumento inusual de temperatura y observaba que ¡el «crimen brutal» había disminuido! Pero no se amedrentó, no. Al cabo de un año volvió con un informe, el cual era un clarísimo caso clínico de distorsión de datos. «La responsabilidad del hombre aumenta a medida que disminuye la de los dioses» (André Gide). Con esta frase, al comienzo, da un breve pero interesante repaso a la problemática que existe sobre si hay o no aumento de temperatura en la Tierra por causa de la actual actividad humana. Y tras una serie de análisis de diversa índole se llega a J.B. Rhine y la percepción extrasensorial (PES). Una anécdota, que no me resisto a transcribir, en relación a que el último paso para dar por cierto una creencia es ponerla a prueba: Cuando Robert L. Park era joven leyó en un libro que los mapaches lavaban su comida antes de comérsela, su padre también lo afirmaba, y él lo había visto en numerosas ocasiones, por lo que no tenía razones para dudar. La explicación que daba el libro era que estos animales carecían de glándulas salivales. Pero llegó un inusual seco verano y una familia de mapaches hambrientos empezó a pasarse por su casa, cada noche, en busca de comida... y dado que los pobres animalitos no tenían glándulas salivales él le sacaba un tazo con agua y un poco de comida. Con el paso de los días, los mapaches se familiarizaron con su dadivoso anfitrión y llegaron a arremolinarse junto a él cada vez que salía con el agua y la comida, lo cual hizo que observara como los mapaches salivaban abundantemente antes de comer. Probó darles el ágape sin agua, y les era indiferente; si había agua la usaban, y si no la había, pues ¡a palo seco! La moraleja que cita es que, por muy plausible que parezca una teoría, el experimento tiene siempre la última palabra. El placebo, la homeopatía, los remedios magnéticos, la acupuntura y la medicina alternativa ocupan las treinta páginas siguientes (página 75 a 104). En la página 105 hace un recorrido sobre la carrera espacial, las estaciones tripuladas, la costosa producción de productos en el espacio y lo carísimo que resulta llevar a humanos a dar vueltas por el espacio, razonando que lo viable es que lo hagan sondas robotizadas. En esto último más de uno discrepará, porque tras su análisis de la situación, y su consiguiente puesta en práctica, nos forzaría a abandonar los viajes espaciales tripulados y delegar en los ingenios automáticos... triste futuro, si se
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llega a llevar a efecto, para todos aquellos que soñábamos que el poner a un humano en el espacio, llegar a la Luna y rodear de satélites nuestro planeta, era sólo el principio, del que no había retorno, de la colonización de otros planetas. Y ¿qué quedó del experimento «Biosfera 2»? Para aquellos que lo ignoren, decir que el 26 de septiembre de 1991 se cerró la puerta hermética de un complejo de unos doce mil metros cuadrados, aislado y autoabastecido, en el desierto de Arizona (financiado por el petrolero millonario Edward P. Bass). Cuatro hombres y cuatro mujeres se disponían a pasar unas vacaciones de dos años cultivando sus propios alimentos y reciclando su agua, aire y desperdicios para demostrar que una colonia humana podía sobrevivir en otro planeta. Al cabo de unas semanas boqueaban por falta de aire, los cultivos fallaban y su limpio «océano» era un lodazal. Cumplido el plazo, los integrantes salieron con una media de unos once kilos de menos. Se descubrió, posteriormente, que se había introducido aire limpio y abundante comida a escondidas... espanta pensar que eso hubiese ocurrido en Marte, por ejemplo. En la página 205, y hasta la 250, se narra la relación entre el cáncer y la proximidad de las líneas de alta tensión y también a las microondas (dando, de paso, un repaso a los implantes de silicona... en fin, a cosas modernas que afectan a la salud de los desprotegidos ciudadanos). Y Paul Brodeur, articulista sensacionalista, es el protagonista de esta parte del libro. Este personaje busca, de la forma más fácil (esto es, escandalizar a la gente), la notoriedad alarmando de lo peligroso que es mezclar vida con cables eléctricos. Se enumeran varios casos paradigmáticos donde aparecen enfermedades, abogados, jueces y sentencias, pero lo más importante es lo que sucedió el 2 de julio de 1997, cuando el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) anunció los resultados de un exhaustivo estudio epidemiológico, llamado «Exposición residencial a los campos magnéticos y leucemia linfoblástica aguda en los niños», y el 1 de mayo de 1999 cuando apareció un estudio epidemiológico canadiense sobre la leucemia infantil, donde ambos coincidían en que no había relación entre cáncer y los campos electromagnéticos. La Oficina Científica de la Casa Blanca ha calculado un coste superior a los 25.000 millones de dólares por el pánico a las líneas eléctricas (pérdidas de valor de propiedades cercanas a líneas de alta tensión, cambio de ubicación de los postes y transformadores de las compañías, etc.). No podía faltar la temática OVNI. (página 251 a 264). Roswell y el proyecto MOGUL. Ni tampoco la desorbitada, por lo del coste económico, «Guerra de las Galaxias» (hasta la página 274). Ni el caso de un avión husmeador de bolsas de petróleo, vendido al gobierno francés de Valéry Giscard D' Estaing (1976) por un conde belga y que le costó a las arcas galas más de 1.300 millones de francos (acaba en la página 277). De la página 279 a la 282, Deepak Chopra, en sus libros, afirma que el envejecimiento se puede detener y desterrar la enfermedad con el poder de la mente y gracias a la mecánica cuántica. Y a continuación la telepatía, la precognición y la astrología en los programas de televisión, diciendo sobre la ciencia patológica (página 289): ¨no parece haber nada que se parezca a un progreso; las evidencias nunca se hacen más fuertes. Pasan las décadas, y sigue sin haber una fotografía nítida de un platillo volante o del monstruo del lago Ness. Diez años después del anuncio de la fusión fría los resultados no son más convincentes que los obtenidos en las primeras semanas. Jamás se ha encontrado una prueba de fenómenos psíquicos...¨. Se dan unas escuetas nociones sobre la teoría del caos y sobre mecánica cuántica y se llega al por qué los crédulos cogen estas ideas para dar explicaciones absurdas a increíbles creencias para obtener rango científico. Pasar las manos para curar, con la «terapéutica del biocampo» (o de toque), y ¿sabíais que dicha técnica
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no admite realizar estudios de «doble ciego»? según afirman sus defensores, y una reflexión sobre la Fundación Educativa James Randi de cómo se debe dar dinero a quien se lo merece ocupan las últimas páginas. Emily Rosa comprobó, con nulos resultados, si las personas sensitivas podían adivinar la presencia de la mano, tal y como afirman los terapeutas de toque, y esta persona logró que la Fundación James Randi le financiara su siguiente proyecto con un aporte de mil dólares (cien veces más de lo que se gastó en el de las personas sensitivas). Para acabar quisiera transcribir un dato, mezclando lo que aparece en la página 24 y 123, que nos debe hacer pensar sobre la relación de la humanidad con el resto de seres del planeta, la responsabilidad que tenemos de usar bien nuestra inteligencia para el bien del mundo y el deber de utilizar correctamente las herramientas que disponemos (sentido común, pensamiento racional y crítico, etc.) para irnos quitando de encima esas plagas, esas supersticiones, que impiden que nuestra especie haga un uso óptimo de nuestros propios recursos y de los que nos ofrece la naturaleza: El 98,4% del ADN humano es idéntico al del chimpancé (sólo el 1,6% restante impide que nos veamos obligados a ofrecer a los chimpancés un asiento en la ONU). Hace doscientos años la gente culta imaginaba que la mayor contribución de la ciencia sería liberar al mundo de la superstición... ¿acaso esperamos a que sean los chimpancés los que vengan a limpiarnos de esa mugre que es la ciencia vudú? Ciencia o Vudú de Robert L. Park . Título original: Woodoo Science. Grijalbo Mondadori S.A. ISBN: 84-253-3595-7
VIDA EN EL UNIVERSO Por: Agencias
VIDA EN EL UNIVERSO Por: Agustín Sánchez Lavega Una de las grandes incógnitas del ser humano es la de saber si existe vida más allá de la Tierra. Nace esta intriga del hecho, entre otros, de no conocer aún los mecanismos iniciales que dan origen a la vida. Pero aún más inquietante resulta la pregunta si se refiere a la existencia de vida ‘compleja’ o ‘inteligente’, pues cualquiera de las dos posibles respuestas extremas, tanto si estamos solos en el Universo como si abundan otros seres inteligentes, resulta abrumadora. Más allá de las respuestas irracionales y mitológicas que se han dado de la mano de visionarios y de algunos ávidos escritores en busca de negocio, la investigación científica, de la mano de la astrofísica y la biología, nos acerca cada vez más a una respuesta. Desde que la astronomía dispuso a comienzos del siglo XX de medios de observación avanzados que nos mostraron un Universo poblado de miles de millones de galaxias, cada una con miles de millones de estrellas, se encuentra muy extendida la idea de la existencia de una ‘pluralidad de mundos habitados’. El razonamiento es simple: si miramos a nuestro sistema solar, que tiene nueve planetas y al menos en uno de ellos hay vida, parece lógico pensar que, de entre los miles de millones de planetas que se hayan formado, en torno a otras estrellas, también en muchos haya emergido la vida y, en otros tantos, evolucionado hacia formas complejas. Con tantos planetas en el Universo, parece improbable que seamos los únicos ‘habitantes inteligentes’ del Cosmos. Sin embargo, la simple estadística puede ser engañosa.
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El desarrollo de la vida y su evolución hacia formas superiores depende de tres aspectos astronómicos básicos: las características de la estrella alrededor de la que orbite el planeta, la estructura del sistema planetario y las propiedades del planeta (o satélite). La estrella es básicamente la fuente de energía para la vida, que debe ser duradera y estable, lo que depende esencialmente de su masa. El rango de masas estelares propicias para la vida está limitado a las cercanas a la del Sol: con más masa, viven poco tiempo -la aparición de la vida en la Tierra requirió de unos 1.000 millones de años tras su formación- y emiten altas dosis de radiación ultravioleta. Con menor masa, son muy activas magnéticamente y su radiación es muy variable. Hoy sabemos, a partir de los estudios del paleoclima terrestre, cuán sensibles somos los seres vivos a los pequeños cambios sufridos por el Sol a lo largo de su historia. Pero no todo depende de la propia estrella, también de su entorno. Así, la estrella deberá estar alejada de otros focos energéticos de radiación (de otras estrellas), de las explosiones de supernovas y de las fuentes de rayos gamma cuya radiación ‘esteriliza’ todo el ambiente en un entorno de miles de años luz de distancia. El segundo punto es el que concierne al sistema planetario. Las observaciones astronómicas han confirmado la ya vieja hipótesis de que los sistemas se forman a partir de la contracción gravitatoria de una masa de gas del medio interestelar en rotación, un disco aplanado -la nebulosa protoplanetaria- en cuyo centro nacerá la estrella y a diferentes distancias los planetas. La estructura del sistema planetario que resulte va a depender de la masa del disco y también de su composición química. Los planetas terrestres y los satélites planetarios crecerán solamente en un disco que contenga una buena cantidad de compuestos ‘metálicos’ -silicio, hierro, magnesio y otros- formados por generaciones anteriores de estrellas masivas. Pero, además de planetas terrestres, pueden formarse también mundos gigantes de gas hidrógeno como Júpiter, diez veces o más el tamaño de la Tierra. Sin una superficie sólida sobre la que asentarse, allí la vida evolucionada parece imposible. Sin embargo, su simple presencia puede ser crítica para la evolución de la vida en alguno de los planetas terrestres de ese sistema planetario. Tras su formación, los planetas gigantes pueden frenar su movimiento orbital con el disco de la nebulosa y ‘migrar’ hacia el interior del sistema -cambiar de órbita-, arrastrando con él a los otros planetas hasta hacerlos caer sobre la estrella o bien expulsarlos del sistema, o incluso impedir su formación -los asteroides entre Marte y Júpiter son probablemente los residuos de un planeta ‘abortado’ por este último-. Esta especie de ‘billar gravitatorio’ puede provocar que muchos planetas desaparezcan con el tiempo, ya que el sistema planetario es inestable y sus órbitas, caóticas a largo plazo. Afortunadamente, parece que vivimos en un sistema planetario estable y los cálculos sugieren que será así durante millones de años. Además, los planetas gigantes pueden marcar con su dominio gravitatorio el ritmo de las colisiones de asteroides, cometas y otros restos de la formación del sistema con los planetas. Y sabemos de las extinciones masivas de especies en la Tierra por impactos de asteroides, lo que esto representa para la evolución de la vida... Finalmente, el tercer punto hace referencia al propio planeta. Éste debe encontrarse a la distancia apta de la estrella para que su temperatura sea apropiada -normalmente, que el agua se pueda encontrar en forma líquida- y no sufra cambios extremos, de manera que, cuanto más circular sea su órbita y menos cambie su orientación, menos bruscos serán los cambios térmicos. Un hecho fundamental recientemente descubierto es el papel que ha jugado la Luna como estabilizador de la inclinación del eje de rotación de la Tierra, ‘anclándolo’ en el tiempo e impidiendo cambios climáticos bruscos como los que acontecen en escalas de millones de años en Marte. Si recordamos que la Luna se formó a resultas de la colisión de un cuerpo de gran masa con la Tierra poco después de la formación de ésta, podemos
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decir que seguimos aquí gracias a una casualidad -la de la formación fortuita de nuestro satélite-. Los otros aspectos básicos para la evolución de la vida hacen referencia a las propiedades del planeta: masa suficientemente grande como para poder retener una atmósfera cuya composición química y densidad sean las apropiadas, y bajo periodo de rotación alrededor de su eje (nunca sincronizado con el período orbital -como sucede entre la Tierra y la Luna-, pues en ese caso siempre mostraría un mismo hemisferio a la estrella: ¡tendría una cara achicharrada y otra congelada!). La rotación permitirá además generar un campo magnético que protegerá al planeta del intenso flujo de partículas cargadas provenientes de la estrella. Es más, la estructura interna del planeta -dependiente de su masa y composición- también resultará decisiva para la vida, pues regulará la posible actividad volcánica y la existencia o no de tectónica de placas en su corteza, procesos ambos críticos para el reciclado atmosférico que estabiliza la composición química y la temperatura planetaria. Estos y otros aspectos astronómicos más sutiles -además de los biológicos- no mencionados parecen indicar que ‘pluralidad de mundos habitados’ debería ser considerada con menos alegrías que las que algunos han mostrado. Existe cierto convencimiento entre la comunidad científica de que la vida ha surgido a buen seguro en muchos otros planetas, pero que su evolución hacia formas superiores y complejas -¿inteligentes?- requiere de numerosas combinaciones astronómicas, algunas extremadamente fortuitas. No tenemos nada más que mirar a nuestros vecinos estériles, Venus calcinado y Marte congelado, dos mundos semejantes en muchas propiedades a la Tierra, para darnos cuenta del panorama desolador que nos rodea.
LA TONTERÍA DEL VERANO (¿O DEL AÑO?) Por: Agencias
LA TONTERÍA DEL VERANO (¿O DEL AÑO?) Por: Jorge Alcalde El lugar del crimen. Se viene celebrando en Barcelona y en Madrid desde hace unos años un certamen a medio camino entre la feria pseudocientífica y la reunión sectaria que, para sorpresa de muchos, tiene un amplio eco en los medios de comunicación. Se llama BioCultura y consiste en un zoco en el que se reúnen por igual postuladores de la agricultura biológica con creyentes en el poder curativo de las plantas, defensores de los supuestos derechos de los animales, divulgadores de nuevas fuentes de energía y visionarios de la Nueva Era (que ya empieza a ser vieja, por cierto). El autor Pues resulta que en sus últimas ediciones ha empezado a cobrar protagonismo una autodenominada Liga por la Libertad de Vacunación que ha logrado llamar la atención por lo disparatado de sus postulados (cosa harto difícil dado el entorno ya de por sí desmedido en el que se presenta). El crimen Esta Liga no tiene otra cosa mejor que hacer que proponer que los padres y madres españoles reclamen su "derecho a negarse a que sus hijos sean vacunados según el calendario oficial sanitario". Para este grupo, que salpica sus argumentos con las habituales dosis de desinformación científica que acompañan
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a este tipo de asociaciones, las compañías farmacéuticas ocultan a los ciudadanos los terribles efectos secundarios de la vacunación masiva y se benefician de la obligatoriedad de vacunar a millones de niños en el planeta. En realidad, dicen, las enfermedades infecciosas no se resuelven con vacunas (sic) sino con campañas de higiene y cambios en los hábitos de vida. Para justificar este hallazgo de relumbrón, acuden a la historia y advierten que las grandes plagas europeas de cólera o peste de otros siglos se acabaron cuando mejoraron las condiciones higiénico-sanitarias del continente. Eso sí, cientos de miles de muertos después. Los cómplices A parte de la mencionada BioCultura, otras asociaciones pseudocientíficas apoyan la iniciativa. Entre ellas, COBRA, un grupo que se hizo lamentablemente famoso hace unos años por defender que el SIDA no está provocado por ningún virus y que no son necesarias las medidas de protección contra la enfermedad que proponen las autoridades sanitarias. ¿Alguien conoce alguna vacuna contra éstos? Sí, la alfabetización y la paciencia. Porque este tipo de ideas nadan en la más profunda incultura científica que les hace ignorar que posiblemente no haya habido iniciativa médica más eficaz en la historia que la generalización de las campañas de vacunación masiva. Pongamos por caso el más reciente. Durante este año 2001, la Organización Mundial de la Salud está dando los primeros pasos para que pueda ser declarada la poliomielitis como enfermedad definitivamente erradicada. Este mal ha causado parálisis y muertes a lo largo de toda la historia de la Humanidad. La referencia más antigua conocida de sus efectos es una estela funeraria egipcia de hace unos 3.000 años. A principios del siglo XX, la parálisis poliomielítica se convirtió en una de las enfermedades más temidas en Europa, a pesar de que sólo se desarrollaba en un 1 por 100 de las personas infectadas. El presidente Franklin Roosevlet declaró la Guerra a la Polio durante su mandato pero no fue hasta que en los años 50 aparecieron las dos vacunas conocidas contra el mal (la de Salk, con virus muertos, y la de Sabin, con cepas alteradas de virus vivos) cuando la pesadilla empezó a ser controlada. Hoy, apenas 50 años después, puede decirse que ningún niño del mundo va a nacer con el temor de sus padres de que pueda contraer la plaga paralizante. Y eso, gracias a la simple ingestión de una gotas de vacuna que antaño se aderezaban con un terrón de azúcar. Ése mismo acto sanitario que los defensores de La Liga por la Libertad de Vacunación niegan a sus hijos y pretenden que los demás les neguemos a los nuestros. Más sobre la polio, por si hace falta Cuando la OMS anunció su campaña de erradicación del mal en 1988 se registraban más de 350.000 casos de polio al año. En 1999, sólo se contabilizaron 6.000 (aunque se cree que debió de haber otros 14.000 sin registrar oficialmente). En apenas 13 años han sido declaradas áreas libres de polio las Américas (el último caso anunciado tuvo lugar en Perú en 1991), la región del Pacífico Occidental (último caso en Camboya en 1997), Europa (último caso en Turquía en 1998), la mayor parte de Oriente Próximo y grandes regiones del Norte y el Sur de África. Como resultado, las zonas de riesgo de transmisión del virus de la poliomielitis están ahora localizadas en algunas áreas del Sur de Asia y el centro de África. La poliomielitis reúne todas las condiciones para considerarse un mal a extinguir, el segundo que desaparece por la acción premeditada del hombre después de la viruela (por cierto, también gracias a una vacuna). Su control es relativamente más fácil que el de otros agentes infecciosos porque sólo afecta a
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humanos, y no existen reservas animales que puedan extender la plaga. Además existe una vacuna eficaz y barata para la inmunización masiva de individuos desde la infancia, la inmunización se mantiene durante toda la vida, no existen portadores de la enfermedad a largo plazo y los virus sobreviven muy poco tiempo en el ambiente exterior. Otras enfermedades pueden ser controladas por vía de la inmunización pero nunca erradicadas. Es el caso del tétanos cuya bacteria transmisora (Clostridium tetani) vive dispersa por el ambiente y puede sobrevivir sin el cobijo de un organismo de nuestra especie. Pero para estos casos, la vacunación también es fundamental, ya que permite que el mal no se extienda sin control. Hay que destacar que en el Reino Unido, donde esta moda antivacunación ha arraigado en algunos sectores de población, ha comenzado a rebrotar el sarampión. Y que, ahora que se lucha por la consecución de vacunas contra el SIDA o la malaria, si su aplicación no fuese masiva su eficacia quedaría reducida al mínimo. La sentencia A estos grupos anticientíficos sólo les cabe un castigo: que las autoridades sanitarias les hagan caso y que se queden sin vacunar de por vida. Ellos sabrán lo que hacen con su salud, pero no estará de más que los medios de comunicación se pensaran un poco más qué tipo de actos "culturales" publicitan. -----------------LA ASTROLOGÍA: UNA OPINIÓN PERSONAL Por: Hebert Pistón Rodríguez Al comienzo del siglo XXI, llama poderosamente la atención el auge de la Astrología. Quienes tenemos un riguroso espíritu científico, creemos entender el fenómeno aunque no lo compartimos. ¿Cómo nació la Astrología? Lawrence Jerome afirma en "Objections to Astronomy" lo siguiente: «La astrología propiamente dicha, tuvo su comienzo en Babilonia como un sistema de lectura de señales que presagiaban el destino de reyes y reinos». Contemporáneamente los egipcios perfeccionaban un sistema de sitios de manera que los ángulos entre los planetas, establecían "presagios". En aquel momento se ignoraban ciertas leyes físicas y entonces se buscaban explicaciones no racionales: los astros presagiaban el futuro. Los griegos posteriormente, combinaron los sistemas babilónico y egipcio, creando una cosmología matemática, una filosofía del Universo. En pleno siglo II D.C., Claudio Ptolomeo, en su libro el "Almagesto", describe el sistema de las "casas", dividiendo la zona cercana al plano de la eclíptica (por dónde se mueven los planetas, la Luna y el Sol, en su movimiento aparente) en 12 sectores. Cuando el Cristianismo prevaleció en el Imperio Romano, se comenzó a combatir tímidamente a la Astrología, aunque poco se podía hacer al respecto. San Agustín, obispo de Hipona 365-430), condenó a la Astrología, porque absolvía a los pecadores y le atribuía las culpas "al Creador y gobernante del cielo y las estrellas". A pesar de esto, la Astrología en el siglo XII, volvió a resurgir. Entre los siglos XIV y XVII, en pleno Renacimiento, las ideas se transformaron. Nicolás Copérnico en
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su obra "De revolutionibus orbium coelestium", propuso que los planetas se mueven alrededor del Sol, y no en torno a la Tierra, como creían casi todos los antiguos, incluyendo a los astrólogos. Éstos últimos reaccionaron diciendo que siendo lo fundamental las posiciones de los astros con respecto a la Tierra, el nuevo concepto de Universo, no los afectaba en lo más mínimo. No obstante, en ese momento, la Astrología cayó en descrédito y casi en el olvido. ¿Qué pasó para que en los últimos años esté nuevamente en auge? Analicemos científicamente el caso. Hace unos 20 años, 192 científicos (entre ellos 19 Premios Nobel), firmaron una declaración que dice: «Es sencillamente un error imaginarse que las fuerzas ejercidas por las estrellas y los planetas en el momento del nacimiento puedan determinar de manera alguna nuestro futuro. Tampoco es cierto que la posición de los lejanos astros determine que ciertos días o períodos, sean más favorables para ciertas acciones, o que el signo bajo el cual se nace decida la compatibilidad o incompatibilidad con otras personas». Miguel Ángel Sabadell, el astrofísico español, se pregunta: «¿Por qué el amoníaco de Júpiter puede influir en nuestro carácter y el que tenemos en el armario de nuestra cocina no?». Todos los científicos se preguntan también como los astros influyen en el momento del nacimiento y no en el momento de la fecundación, que justamente es dónde se determinan los caracteres del individuo. El astrólogo Vicente Cassanya dice: «Es una influencia casi total, marcan el carácter, el temperamento y parte del destino, pero no sabemos cual es el mecanismo. La Física de partículas y la Biología acabarán dando respuestas a estas preguntas». Los científicos señalan que la atracción gravitatoria no puede incidir, en el momento del nacimiento. El médico obstetra ejerce una atracción gravitacional seis veces superior, que la que ejerce el planeta Marte, sobre el recién nacido. Por otra parte se ha demostrado que la propia madre, ejerce una fuerza doce millones de veces superior a la de la Luna, en el nacimiento, pese a que la Luna es el astro más cercano. Evidentemente que la masa del médico y de la madre es inmensamente menor a la de Marte y la Luna, pero la distancia (factor gravitatorio importantísimo) también es inmensamente mayor. Nos quedan muchas interrogantes que la Astrología no nos responde. He aquí algunas de ellas: .- ¿Por qué la influencia de los astros es en el momento del nacimiento y no en la fecundación? ¿Acaso las radiaciones, luego de recorrer millones de kilómetros, son incapaces de llegar al vientre materno? .- ¿Por qué los gemelos nacidos con pocos minutos de diferencia, a veces no siguen el mismo destino? .- Si producen nacimientos más allá de los círculos polares (en el Norte hay muchas poblaciones), pueden ocurrir en momentos que no estén los signos del Zodíaco sobre el horizonte durante semanas. ¿Cómo se deciden los rasgos de esos individuos cuyo signo no se ve? .- ¿Por qué son los signos del Zodíaco, siendo que ocupan una pequeña región de la "bóveda celeste"? .- ¿Por qué se habla de 12 signos omitiéndose a Ofiuco y la Ballena, por dónde también se proyectan astros del Sistema Solar? .- El planeta Urano fue descubierto en 1781, Neptuno en 1846 y Plutón en 1930. ¿Cómo es que estos planetas no ejercían influencia alguna antes de su descubrimiento, y sí fueron influyentes después de descubiertos?
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.- ¿Por qué se insiste en un sistema de "casas", que representa un cielo de más de 2000 años atrás? .- Si algún día un astronauta pasara a vivir en un planeta distinto, Marte por ejemplo, ¿cambiaría su signo zodiacal o su carácter? .- ¿Por qué los horóscopos de los diarios, revistas, radio, televisión, Internet, sólo nos dicen generalidades o consejos que son válidos para cualquier signo zodiacal? .- ¿Por qué tantas veces predicen catástrofes, romances, triunfos deportivos, descubrimientos de vacunas contra el SIDA y después no se concretan? .- Los animales y las plantas son seres vivos ¿la Astrología influye en ellos? ¿Por qué tanta gente cree en la Astrología? Algunos simplemente tienen una gran fe. Otros la aceptan por no encontrar respuestas satisfactorias en otros órdenes de la vida, ni siquiera en la Religión La fe en la Astrología es un amargo trago que debemos resistirnos a aceptar. No debemos seguir pensando como hace cientos de años atrás. En el siglo XXI no debemos ser tan ingenuos como para pensar que el destino de la Humanidad se decide en la bóveda celeste. Nuestro destino se decide por el esfuerzo constante y siempre apoyándonos en la CIENCIA. Dice la Sociedad Norteamericana de Estudios Sociológicos y Sociales: «La fe en la astrología es perjudicial, pues fomenta la evasión de los problemas permanentes de la vida real». Carl Sagan, por su parte afirmó: «Se observa un renovado interés por las doctrinas anecdóticas, como la astrología. La amplia aceptación de la que gozan trasluce una falta de rigor intelectual y una grave carencia de escepticismo. Son filigranas de la ensoñación." Mientras la Ciencia investiga seriamente los grandes enigmas del Universo, otros explotan la ingenuidad de la gente. Los seres humanos debemos procurar superarnos con nuestro esfuerzo. Somos nosotros los únicos responsables de nuestro destino y no los astros. Para más información: Archivo de info.astro en http://es.groups.yahoo.com/group/infoastro/messages
VISIONARIOS Por: Manuel Vicent
VISIONARIOS Por: Manuel Vicent No hay soñador que no se haya quedado corto ni inquisidor que no haya acabado haciendo el ridículo. La historia es igual de cruel con los alegres visionarios y con legisladores más duros. Si a Carlos Marx le hubieran asegurado que un día no lejano los obreros ingleses irían de vacaciones a Capri conduciendo su propio automóvil climatizado y pedirían el libro de reclamaciones en un restaurante para protestar porque la cerveza no estaba suficientemente fría, ¿acaso hubiera escrito El Capital? Tampoco Galileo pudo pensar que aquel telescopio que estuvo a punto de llevarlo a la hoguera sería sustituido por un ingenio espacial tan elaborado como el Hubble capaz de divisar como unas galaxias se devoran entre ellas. Pronto lo que hoy es ciencia ficción, mañana será realismo social. La historia es esencialmente transgresión: así avanza el desbocado caballo de Atila aplastando a teólogos, a moralistas, a políticos
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represores, a los espíritus pusilánimes y también a los progresistas, a los iluminados, a los amantes de cualquier utopía. Ningún potro de tortura ha sido capaz de detener el ciego camino de la ciencia. Ninguna ley podrá ordenar la conquista salvaje de los laboratorios ni la moral que se renueva cada día. ¿Quién deseará pasar dentro de un siglo por el estúpido esbirro que trató de parar inútilmente la historia? ¿Quién deseará escribir cualquier viaje a la luna, como Julio Verne, para que después se rían de tu falta de imaginación?. La religión todavía conserva hoy el monopolio de las puertas de entrada y salida de este mundo. Nuestra iglesia ya no quema herejes, apenas imparte anatemas, ha rebajado el nivel de confrontación con la ciencia y las costumbres, pero se ha guardado las llaves de la vida y de la muerte. En ese peaje exige un tributo. La muerte es una neurosis humana todavía insalvable. Sobre ella se vierten salmos de tinieblas, cuentos de terror, fábulas de infiernos, paraísos y reencarnaciones. Ni la ciencia ni la fortaleza moral tiene nada que hacer, solo que las células madres pronto pondrán a la disposición de las personas un recauchutado de tejidos y órganos corporales y esa será de momento la verdadera reencarnación. Pero la puerta de entrada a la vida está a punto de ser violada. Ese monopolio religioso pronto será suprimido. La vida será fabricada con las propias manos del hombre y frente a esta conquista harán el mismo ridículo los represores y los visionarios.
LA INCREDULIDAD Por: Agencias
LA INCREDULIDAD Por: Antonio Muñoz Molina Lo que las personas más o menos normales somos capaces de llegar a creer es tan asombroso como lo que podemos empeñarnos en no creer o en no aceptar, aunque la evidencia más irrefutable nos salte delante de los ojos. Cuanto más racional es una idea, más posibilidades hay de que resulte inverosímil, o de que cueste siglos y sufrimientos enormes su aceptación. Que una cosa sea absurda no suele ser obstáculo para que se convierta en una verdad establecida. Durante siglos se creyó que las mujeres tenían menos dientes que los hombres, y no parece que nadie se molestara en la simple refutación de ese disparate, ya que procedía de la autoridad de Aristóteles. A principios del siglo XX científicos de mucha solvencia aceptaban la patraña de que las inclinaciones criminales de una persona podían deducirse de ciertas peculiaridades en la curvatura de su cráneo, y otros demostraban irrebatiblemente que un artefacto más pesado que el aire nunca podría volar. A los primeros cirujanos que defendieron que había una relación directa entre la limpieza de los instrumentos quirúrgicos y la supervivencia de los enfermos operados se les tomaba por idiotas o excéntricos, por aquella manía de lavarse las manos antes de una operación, hervir los bisturís o ponerse mandiles no manchados de sangre. Por algún motivo, por alguna ley física o psicológica que nadie ha descubierto todavía, las tonterías se difunden con mayor eficacia y rapidez que las ideas sensatas, quizá porque el cerebro humano no es un buen conductor de la inteligencia, en el mismo sentido en que la madera o la porcelana no son buenos conductores de la electricidad. En el reverso de la página del periódico en la que se cuenta algún avance espléndido de la ciencia vienen anuncios de consultorios de quiromancia o de tarot, y no muy lejos de la sección de meteorología puede encontrarse la de astrología: en menos de un minuto, y con la misma comodidad, se informa uno de las predicciones sobre el calor o la lluvia basadas en los datos de un satélite de tecnología prodigiosa y sobre el porvenir sentimental que las estrellas le reservan a su signo del zodiaco.
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Hay peregrinos antiguos que viajan a Fátima o a Lourdes y también los hay mucho más modernizados que van devotamente a ese lugar del desierto de Nuevo México en el que los expertos en ufología o en ovnilogía aseguran que una nave extraterrestre se estrelló en el verano de 1947. El conocimiento racional y científico se basa en la transparencia, en la circulación de las ideas, en el carácter universalmente comprobable de los experimentos. La irracionalidad prefiere el secreto, la atracción de lo oculto, la paranoia de las conspiraciones y las sectas. En la primera página del periódico, cada día del verano, vienen titulares gradualmente más escandalosos sobre una gran estafa de capitales bursátiles, pero en los rincones interiores, y en un tipo de letra más pequeño, se cuentan las reclamaciones de un grupo de estafados por una red que practicaba la magia negra, el candombe o la santería con tal falta de profesionalidad que jamás llegaban a cumplirse los hechizos por los que se pagaron cuantiosos honorarios. ¿Para qué hace falta un acto de fe más entregado e insensato, para confiarle nuestra felicidad matrimonial a un brujo o nuestros ahorros a un individuo vestido de Armani que se declara experto en esa otra brujería de los pelotazos y las especulaciones financieras? En los semanarios de sucesos que leía mi padre cuando yo era niño salía siempre alguien que había sucumbido tontamente al timo de la estampita, que a lo largo de los años fue adquiriendo un aire cada vez más rancio, de arqueología delictiva, con su reparto de paleto incauto y codicioso y tonto de boina y baba con entrecejo hispánico: pero este mismo verano se ha sabido que empresarios solventes, aunque algo propensos a la estafa, se dejaron engañar por un timo que repetía casi exactamente el de la olvidada estampita, por la promesa de un líquido misterioso que duplicaba o triplicaba en billetes falsos los billetes verdaderos con los que se le untaba. Retrospectivamente, lo más increíble es la misma credulidad, la cabezonería obtusa de no querer ver lo que al cabo del tiempo parece tan claro como para que cualquiera lo hubiese advertido. ¿Cómo es posible que hasta el principio de los años ochenta no se creyera oficialmente en España que los hombres y las mujeres son iguales ante la ley, o que durante siglos se creyera que el color un poco más oscuro de la piel de un ser humano autorizaba a esclavizarlo? Decía Buñuel que después de muerto le gustaría salir de vez en cuando de la tumba para echarles una ojeada a los periódicos. Quién sabe cuánto durarán todavía algunas creencias bárbaras que siguen asolando el mundo, que se repiten como verdades indiscutibles en los titulares.
LOS COMPLEJOS VITAMÍNICOS CAUSAN YA MÁS PROBLEMAS QUE BENEFICIOS POR SU ABUSO Por: Agencias
LOS COMPLEJOS VITAMÍNICOS CAUSAN YA MÁS PROBLEMAS QUE BENEFICIOS POR SU ABUSO Por: Enrique Viñuela - Bilbao La Unión Europea aprobó recientemente una normativa sobre su composición, venta, etiquetado y publicidad En siete millones de hogares españoles se consume con asiduidad este tipo de productos ‘Pharmatón’, ‘Redoxón’, ‘Micebrina’, ‘Citrovit’, ‘Dayamineral’... Son los nombres de algunos de los múltiples complejos vitamínicos que se pueden adquirir, sin necesidad de receta médica, no sólo en cualquier farmacia, sino también en supermercados, tiendas especializadas e incluso por Internet.
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La Unión Europea ha decidido regular el sector y, para ello, aprobó recientemente una directiva que permitirá armonizar las normativas sobre su composición y venta. Además, se prohibirá que en el etiquetado o en la publicidad de estos productos se les atribuya propiedades de prevención, tratamiento o curación de enfermedades, y se deberá incluir advertencias sobre la conveniencia de no exceder la dosis adecuada y recomendaciones claras sobre su uso diario. Con este acuerdo, que todavía debe ser ratificado por el Parlamento Europeo, los Quince intentan responder al espectacular aumento del uso de pastillas y cápsulas como complementos de la dieta. Las desordenadas pautas alimentarias provocadas por el frenético ritmo de vida que impera en las sociedades modernas rompen con frecuencia nuestro equilibrio nutricional y ocasionan déficits que pretendemos suplir con aportes extras de vitaminas y sales minerales. En España, en más de 7 millones de hogares, cerca del 65% del total, se consumen habitualmente complejos vitamínicos. El problema, advierten los médicos, es tomarlos por nuestra cuenta sin consultar a un especialista que indique el tipo de vitaminas y la cantidad necesaria para cada caso. Mejor en alimentos «Muchos de los compuestos que se venden no tienen la composición adecuada», señala José Antonio Vázquez, jefe de Endocrinología del hospital de Cruces. Su creciente consumo está provocando que «actualmente, tengamos más problemas por consumo excesivo de determinadas vitaminas que por defecto». Vázquez afirma que «se están recetando demasiados complejos» y que lo ideal es «consumir las vitaminas a través de los alimentos, con una dieta sana y completa, como la mediterránea». De hecho, si comiéramos un total de cinco piezas de fruta, verdura, legumbres o cereales todos los días, tomaríamos los nutrientes suficientes y no tendríamos que recurrir a los aportes extras. Además, la ingestión de estos suplementos no tiene el mismo efecto beneficioso que los alimentos naturales a la hora de prevenir determinadas enfermedades, como el cáncer. Lo cierto es que entre el 30 y el 40% de las muertes por cáncer se atribuye a una mala dieta. Un reciente estudio realizado por el Grupo Asesor en Nutrición (GRAN) en el País Vasco, Cataluña, Galicia, Andalucía y Madrid revela importantes déficits de vitaminas y minerales, sobre todo entre los ancianos, las mujeres embarazadas y los jóvenes. En casi todas las comunidades se repiten la falta de vitaminas A, D y ácido fólico (una vitamina B). Para solventar estas deficiencias se recurre a pastillas y píldoras, en vez de a un cambio en la alimentación. Peligros «El consumo excesivo de vitaminas puede tener consecuencias inesperadas a largo plazo». Juan del Arco, director de Información Médica del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya, advierte de los peligros que puede ocasionar la auto receta: «En general, cuando nuestro organismo detecta un exceso de determinada vitamina la elimina a través de la orina, y esto no sucede con las vitaminas liposolubles (A, D, E y K), que se fijan en las grasas». El exceso de vitamina A provoca dolores de cabeza e irritabilidad, daños en los huesos y, si se consume en demasía durante el embarazo, defectos de nacimiento. La sobredosis de vitamina D puede ocasionar, a largo plazo, lesiones irreversibles en los riñones y el sistema cardiovascular. Y, en general, el abuso de
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las vitaminas liposolubles pueden producir daños en el metabolismo del hígado, ya que es en este órgano donde se almacenan las reservas. «Los complejos vitamínicos sólo son necesarios para casos muy concretos de carencias graves, como en embarazadas o ancianos. La mayor parte de quienes los compran no los necesitan», concluye el jefe de Endocrinología del hospital de Cruces. «Los suplementos nutricionales no curan». Juan Del Arco, Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya, critica el «vacío legal» y advierte de los posibles riesgos de un consumo excesivo «Por definición, cualquier sustancia que prevenga o cure una enfermedad es un medicamento, y los complementos nutricionales que se venden en las tiendas ni curan, ni previenen». Juan del Arco, director de Información Médica del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya, se muestra tajante frente a las ‘mágicas’ propiedades de los publicitados complejos vitamínicos y critica «la falta de regulación» y «el vacío legal» que, desde ayer, intenta llenar la directiva aprobada en Bruselas por el Consejo de Ministros de Consumo. Pregunta.- Complejos vitamínicos: ¿cómo los definimos? Respuesta.- Son nutrientes. Depende de la cantidad de la dosis. Una persona que padece anemia necesita un aporte extra de hierro. Si la dosis es alta, pasa a ser un medicamento y, por supuesto, debe ser recetado por un médico. P.- ¿Qué dosis de cada vitamina contienen estos suplementos? R.- En muchos casos ni se sabe. Muchos suplementos no indican en sus etiquetas la composición y cantidad de cada elemento, e incluso hay empresas que comercializan productos con el nombre de ‘complemento nutricional’ cuando no lo son. P.- ¿Por ejemplo? R.- Muchos compuestos a base de plantas medicinales. P.- Parece claro que existe bastante desinformación al respecto. R.- Por supuesto. Quienes toman complejos vitamínicos por su cuenta, sin consultar con un especialista en nutrición, están corriendo una serie de riesgos de los que no saben nada en absoluto. Sobre todo si se consumen en exceso, aunque es cierto que hacen faltas dosis muy altas para producir problemas. El problema radica en que no existe ninguna legislación al respecto. Espero que la aprobación de la directiva comunitaria sea el primer paso.
FÍSICA / ELECTRÓNICA: EL REEMPLAZO DE LOS CHIPS DE SILICIO Por: Agencias
FÍSICA / ELECTRÓNICA: EL REEMPLAZO DE LOS 'CHIPS' DE SILICIO Por: Ricardo M. De Rituerto - Chicago La creciente potencia de los ordenadores y otros sistemas electrónicos tiene una capacidad expansiva limitada por las características del silicio. Quienes trabajan con el silicio no le dan más de 15 años de vida útil y en la carrera para buscarle sustituto, las empresas Motorola e IBM acaban de anunciar sendos descubrimientos, uno de aplicación casi inmediata y otro a medio plazo. El silicio es barato y duradero, pero es poco práctico a la hora de trabajar con elementos que operan casi
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a la velocidad de la luz. El arseniuro de galio, en cambio, es caro y frágil, pero conduce la electricidad mucho mejor que el silicio y emite luz. Los científicos han intentado infructuosamente durante décadas unir a los dos. Motorola acaba de anunciar que lo ha conseguido. La empresa de telefonía dice haber descubierto cómo manipular una fina lámina de aislamiento entre el silicio y el arseniuro de galio que permite mantener la estabilidad de ambos y hacerlos trabajar al unísono. El nuevo semiconductor cuesta la décima parte que el de arseniuro de galio puro, pero actúa casi con su misma velocidad, que es de unos 70 gigahercios, 35 veces por encima de los actuales dos gigahercios a que corren los procesadores más rápidos en los ordenadores personales. 'Lo que hemos hecho es cambiar los fundamentos de la industria de la alta tecnología', comenta Dennis Robertson, vicepresidente de Motorola. Un analista del sector ha equiparado este logro con el hallazgo del Santo Grial. La comunidad científica reconoce que, de ser cierto lo anunciado, se está ante un acontecimiento de grandes repercusiones, pero prefiere reservarse la opinión hasta tener más datos y ver lo que ocurre en realidad. Motorola ha solicitado casi 300 patentes para la aplicación de este semiconductor, con aplicaciones en telefonía, almacenamiento de datos, láseres para productos de consumo y medicina y electrónica del automóvil, entre otros. Al mismo tiempo, investigadores de IBM han conseguido crear un circuito lógico de ordenador con una sola molécula de carbono. Físicamente, el material usado es un nanotubo de carbono, una estructura con forma de cilindro 100.000 veces más fino que un cabello. Los nanotubos permiten teóricamente introducir 10.000 transistores en el espacio que hoy ocupa uno de silicio. Phaedon Avouris, responsable de las investigaciones de IBM sobre nanotecnología (basada en una unidad de medida que es la millonésima parte de un milímetro), experimenta con nanotubos y ha conseguido crear un circuito con un par de transistores, uno positivo (de huecos) y uno negativo (de electrones). Trabajos anteriores sólo habían producido transistores positivos. Este conjunto bipolar, que permite cambios entre ceros y unos, el principio básico de la computación, es una puerta lógica del tipo not. Avouris cree que los futuros procesadores basados en los nanotubos de carbono 'serán capaces de sustituir todas las funciones que hoy realiza el silicio, y puede que hagan muchas más debido a su tamaño', pero quedan muchos años para la potencial comercialización. Motorola dice que el arseniuro de galio con silicio pueden tener ya aplicaciones comerciales en telefonía el año que viene.
NANOPRESUPUESTO EN ESPAÑA Por: Agencias
NANOPRESUPUESTO EN ESPAÑA Por: A. Martín - Segovia Científicos españoles lamentan la falta de apoyo del Gobierno a la investigación en nanotecnología, la ciencia de lo más pequeño. Reclaman que, al menos, se destine la mitad del dinero que dedican algunos países de la UE (Alemania destina 10.4892 millones de pesetas, el Reino Unido, 6.489; Francia, 3.161 y España, 66,5, según estos investigadores) a lo que consideran que será la revolución tecnológica del siglo XXI.
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Tras el congreso internacional Tendencias en nanotecnología, celebrado recientemente en Segovia, los organizadores denunciaron la falta de impulso oficial a las redes de investigadores y que, incluso, se relacionan casi 'clandestinamente', según el físico del CSIC, Pedro Serena, coordinador de la red Nanociencia, una de las dos que existen (cuenta con 52 investigadores y una dotación de cinco millones para tres años). La otra, Nanospain, no cuenta con dotación. Serena subraya que 'hay gente para investigar, pero la Administración no tiene mucho en cuenta los patrones de la ciencia en la UE'. Como ejemplo explica que en el vigente Plan Nacional de Investigación sólo se cita una vez la nanotecnología, de un total de 260 páginas, para referirse exclusivamente a su potenciación en metalurgia.
PARTÍCULAS PEQUEÑAS, DAÑOS GRANDES Por: Agencias
PARTÍCULAS PEQUEÑAS, DAÑOS GRANDES Por: James Glanz - Nueva York (NYT). Las esporas de ántrax son un ejemplo de la peculiar física microscópica Las partículas muy pequeñas pueden flotar indefinidamente en el aire y propagarse de forma invisible. Su comportamiento peculiar pero bien conocido, por los estudios realizados sobre contaminación y enfermedades como la silicosis y la tuberculosis, se acomoda a las armas bacteriológicas, como en los actuales casos de ántrax (carbunco). Hasta que las esporas de ánthrax (carbunco) comenzaron a extenderse por correo, pocas personas prestaban atención a estas minúsculas partículas que se expanden de manera casi invisible por la atmósfera, se infiltran en los edificios y penetran profundamente en los pulmones. No así los especialistas en medio ambiente, que llevan décadas estudiando partículas muy similares a las formas más peligrosas del armamento biológico. Desde el polvo de carbón, que causa silicosis, hasta las gotitas llenas de bacterias que expanden la legionela, pasando por el humo que inhalan los fumadores pasivos o la simple contaminación atmosférica, las partículas de aproximadamente 0,05 micras hasta 10 o 20 micras son desde hace tiempo centro de atención de dichos científicos. Una micra es la millonésima parte de un metro. Esas diminutas partículas se estudian en las ciencias medioambientales y en el armamento biológico prácticamente por las mismas razones. Una vez liberadas, las partículas de ese tamaño pueden mantenerse flotando casi indefinidamente y se filtran en edificios mal sellados, aumentando enormemente las posibilidades de que las personas las inhalen. Es más, la peculiar física microscópica compartida por todas esas partículas asegura que algunas de ellas, dentro de una gama de tamaños muy específica, consigan colarse por el vello protector de la nariz, evitar las pegajosas paredes bronquiales y depositarse en las cavidades más profundas de los pulmones, donde pueden hacer mucho daño. Comportamiento
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'Una partícula es una partícula', afirma Joe Mauderly, toxicólogo del Instituto de Investigaciones Respiratorias Lovelace de Albuquerque. El patógeno del que la partícula pueda ser portadora no tiene prácticamente nada que ver con el sitio al que va a parar. 'El hecho de que sea una cuestión biológica no cambia realmente el comportamiento de las partículas en cuanto a concentración o deposición respiratoria', dice William Nazaroff, profesor de ingeniería medioambiental en la Universidad de California, en Berkeley. Una vez que la partícula aterriza, su composición exacta -ya sea inocua, química tóxica o biológicamente infecciosa- adquiere su importancia. Por supuesto, se sabe mucho también sobre ese proceso, especialmente por el estudio de la legionela, la tuberculosis y otras enfermedades bacterianas que se transmiten por el aire en partículas con un tamaño, y eso no es coincidencia, de varias micras. La existencia de todo este conocimiento, en bibliografía de libre acceso, es de doble filo, afirman los científicos. Puede privar a la guerra bacteriológica de parte de su misterio, pero también muestra lo ampliamente disponible que está buena parte de la información necesaria para diseñar ese armamento. Para muchos especialistas en medio ambiente, que han advertido de que las partículas contaminantes de ese tamaño suponen un riesgo para la salud humana si se introducen en el interior de los edificios, la amenaza bioterrorista es una razón más para mejorar la calidad del aire dentro de los edificios, con potentes filtros y otros métodos. Esa propuesta, como cualquiera que pudiese conducir a nuevas normativas industriales, será con toda probabilidad controvertida, en especial porque los edificios se han construido para ser menos permeables al aire exterior, y los sistemas de ventilación se han mejorado en los últimos años. Por lo tanto, algunos investigadores sugieren que las nuevas mejoras sean voluntarias. 'Deberíamos conseguir que las aseguradoras bajasen ligeramente el precio de los seguros de vida si se ha introducido ese tipo de equipos', ha dicho Matthew S. Meselson, profesor de biología y experto en armas biológicas de Harvard. Dejando aparte los efectos sobre la salud, lo que no es controvertido es la física de las partículas diminutas. Aparte del patógeno específico, la física de cómo flota en el aire cualquier tipo de partículas y se introduce en los pulmones ayuda mucho a explicar el funcionamiento de las armas biológicas. 'En resumen, las partículas no sólo tienen que ser pequeñas', explica Richard Spertzel, antiguo inspector de armamento y biólogo de la Comisión Especial de Naciones Unidas, 'también tienen que ser lo suficientemente pequeñas para flotar en el aire y para introducirse en los pulmones'. Flotando en el aire La forma en que se pueden expandir las partículas por una habitación o edificio una vez liberadas, resulta ser muy compleja, explica el especialista estadounidense William Nazaroff. Considérese, por ejemplo, la carta portadora de ántrax (carbunco) que fue abierta en el despacho del senador Tom Daschle, en el Edificio Hart del Senado de EE UU y que contenía esporas de ántrax especialmente tratadas para diseminarse fácilmente. Según Nazaroff, en uno o dos minutos, las partículas liberadas del sobre podrían extenderse por la habitación por procesos de los que la mayoría de las personas apenas son conscientes. Los seres humanos, que a ese respecto son 'aproximadamente equivalentes a una bombilla de 75 vatios', provocan constantemente columnas de aire caliente. Otras corrientes provocadas por la ventilación o por las variaciones de temperatura cerca de las ventanas pueden hacer que se diseminen las partículas. El sistema de ventilación también puede ayudar a diseminarlas. A menudo el aire entra
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directamente en los despachos a través de las rejillas de ventilación y se retira mediante las rejillas de aspiración de los pasillos, explica Nazaroff. Eso significa que las partículas pueden viajar por los corredores e introducirse en los despachos cercanos antes de ser absorbidas, o incluso propagarse a través de las paredes si hay pequeñas diferencias en la presión atmosférica en despachos adyacentes. Esos procesos podrían explicar porqué dos trabajadores de despachos cercanos al de Daschle resultaron afectados. Clasificación por tamaño en las vías respiratorias humanas Las partículas muy pequeñas pueden flotar indefinidamente en el aire y propagarse de forma invisible. Su comportamiento peculiar pero bien conocido, por los estudios realizados sobre contaminación y enfermedades como la silicosis y la tuberculosis, se acomoda a las armas bacteriológicas, como en los actuales casos de ántrax (carbunco). Las vías respiratorias humanas actúan como una especie de máquina de clasificación para permitir que sólo partículas de un determinado tamaño alcancen la parte más profunda de los pulmones: las bolsas respiratorias o alvéolos. Los tubos bronquiales de los pulmones tienen estructura arborescente y se ramifican a partir de unas cuantas vías respiratorias de varios centímetros de ancho en la parte superior hasta llegar a millones de ramificaciones más pequeñas, con una fracción de milímetro de ancho, en la parte interna de los pulmones. Al final de cada rama están los diminutos alvéolos, cada uno con unas 50 micras de ancho, la mitad del grosor de un cabello humano. La superficie total de esas pequeñas bolsas, donde los capilares sanguíneos intercambian el oxígeno por dióxido de carbono, es aproximadamente la de un campo de tenis. Y el destino de una partícula es generalmente muy diferente, dependiendo de que penetre con la corriente de aire hasta los alvéolos o que golpee las paredes bronquiales antes de llegar a ellos. Esto se debe a que las paredes bronquiales están revestidas de mucosidad y cilios, unas células con aspecto de pelo. Cualquier partícula que choque contra la pared se queda pegada, y el movimiento en forma de ola de los cilios puede devolverla por el tracto, como un escalador, hasta la boca. Allí, la partícula es tragada y digerida. 'Una vez tragada la partícula, es como si uno la ingiriese en lugar de respirarla', explica Joe Mauderly, del instituto Lovelace. 'Lo hacemos todo el tiempo, sin ser conscientes de ello'. Los alveólos Pero una partícula que alcanza los alvéolos puede, en las circunstancias adecuadas, causar más daño. Cada alvéolo está protegido por un único tipo de célula carroñera, el macrófago. Es ahí donde un poco de polvo de carbón podría introducirse en el tejido pulmonar, conduciendo potencialmente a un endurecimiento de los pulmones denominado fibrosis. A no ser que los macrófagos ganen la batalla, las bacterias causantes de enfermedades comienzan a hacer estragos en los propios alvéolos. Ahí es, por ejemplo, donde las esporas del ántrax pueden ser devoradas por un macrófago, que las llevaría a otra parte para que germinen y comiencen a producir las toxinas que pueden conducir a la enfermedad por inhalación.
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'El pulmón', según Morton Lippmann, profesor de medicina ambiental en la Universidad de Nueva York, 'es un medio de cultivo muy bueno; se puede conseguir una enorme proliferación y los pulmones pueden resultar muy dañados'.
LOS CIENTIFICOS CRITICAN LAS AMBIGÜEDADES DEL PROYECTO DE LEY SOBRE PATENTES BIOTECNOLÓGICAS Por: Agencias
LOS CIENTIFICOS CRITICAN LAS 'AMBIGÜEDADES' DEL PROYECTO DE LEY SOBRE PATENTES BIOTECNOLÓGICAS Por: EUROPA PRESS - Madrid Palacios aboga por la presencia de un experto en la Comisión de Ciencia para "que oriente a los diputados" Científicos que comparecieron ante la Comisión de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados criticaron las "ambigüedades" y la "falta de precisión" del proyecto de ley para modificar la Ley 11/1986, de 20 de marzo, de Patentes, que tiene el fin de incorporar al derecho español la Directiva 98/44/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 6 de julio, relativa a la protección jurídica de las innovaciones biotecnológicas. No obstante, coincidieron en la necesidad de establecer un marco jurídico para regular estas patentes. Según el presidente del Comité Científico de la Sociedad Internacional de Bioética, Marcelo Palacios, la directiva europea tiene "puntos muy oscuros". Entre ellos, citó la ambigüedad en el uso de los términos 'invención' y 'descubrimiento', ambigüedad que se ha trasladado también al proyecto de ley ya que, según este experto, "no se respeta las diferencias entre estos dos términos". En opinión de Palacios, en la Comisión debería participar "una persona experta que pudiera orientar a los diputados". Palacios señaló que, si bien es necesario un marco jurídico en este tema para poder competir con otros países, "este no es el marco más adecuado", y es necesaria "una directiva con más precisión interpretativa y un nuevo marco de debate". Asimismo, señaló que "si fuera posible, habría que esperar para incorporar esta Directiva Europea", cuyo plazo para la trasposición en la legislación española y del resto de países, finalizó el mes de julio de 2000. Por el momento, sólo cuatro países comunitarios la han incluido en su legislación: Dinamarca, Irlanda, Reino Unido y Finlandia. Concretamente, Palacios criticó la utilización del término "elemento" en el artículo 5 bis.2 del proyecto de ley, que cita: "un elemento aislado del cuerpo humano (...) podrá considerarse como una invención patentable". En este caso, señaló que conforme a este artículo podrían patentarse el oxigeno y otros elementos, así como un riñón o el mismo útero. En cuanto al genoma humano, señaló que éste "no es una invención, sino un descubrimiento", por lo que, en su opinión, no es objeto de patentabilidad. Asimismo, a la hora de patentar, indicó "no basta con
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decir qué patentas un gen con una función porque un mismo gen puede tener diversas funciones". Barreras a nuevos descubrimientos En cuanto a la imposibilidad, según el artículo 5.1.b, de "patentar los procedimientos de modificación de la identidad genética germinal del ser humano", Palacios señaló que esto "ya se ha hecho", y recordó que enfermedades como la talasenia han sido tratadas mediante modificación germinal. "Esto es poner una barrera a posibles tratamientos de estas enfermedades", añadió. Asimismo sugirió un cambio que dejaría la frase de este modo: "patentar los procedimientos de modificación de la identidad genética germinal no patológica del ser humano". En relación al apartado referente a la prohibición de la utilización de embriones humanos con fines industriales y comerciales, Palacios criticó que en ningún momento especifica el texto "a qué embriones se refiere", y se preguntó "¿los sobrantes, los viables, los no viables?". En este sentido, señaló que "es increíble que este texto de la directiva haya sido aceptado de esta manera". En cuanto a la utilización de los embriones humanos para la obtención de células madre, y la experimentación con éstas con fines terapéuticos, la presidenta del Instituto de España, Margarita Salas, señaló que esto "se debería permitir y regular en España". Asimismo, se refirió a los 40.000 embriones humanos resultantes de fertilizaciones 'in vitro' que permanecen congelados, y señaló que "se debería posibilitar el trabajo con éstos". Salas también consideró "beneficioso" para la comunidad científica, el desarrollo de un marco legal que regule las patentes de las invenciones biotecnológicas. Qué se entiende por embrión Por su parte, el catedrático de Genética de la Universidad Complutense de Madrid, Juan Ramón Lacadena, calificó este punto de "impreciso", y coincidió con Palacios en que debería especificarse qué se entiende por embrión. Este experto señaló también que es necesario tener un marco legal que permita a los investigadores saber qué derechos, obligaciones y prohibiciones tienen en la materia, si bien indicó que la patentabilidad del genoma humano "interesa más bien por sus consecuencias económicas". "La mayoría de los científicos coinciden en que el genoma humano es patrimonio de la naturaleza humana y que por ello no debería ser patentable", añadió, algo con lo que se mostró de acuerdo la presidenta del Instituto de España. Finalmente, Palacios criticó la no inclusión en el texto del consentimiento informado, calificando éste de "gran conquista". Por su parte, el director del Centro Nacional de Biotecnologia dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas, Mariano Esteban Rodríguez, se mostró de acuerdo con las críticas de sus colegas científicos, en especial con la que señala que hay que patentar un gen de acuerdo a una determinada función, y que la aplicación de ésta deberá quedar explícita en la patente.
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En su opinión, España "no puede quedar rezagada ya que una ley así es importante para la protección de las investigaciones". El plazo para la presentación de las enmiendas parciales a este proyecto de ley finalizará el próximo martes.
REINHARD BOEHLER, QUÍMICO: SABEMOS MENOS DEL INTERIOR DE LA TIERRA QUE DE OTROS OBJETOS ASTRONÓMICO Por: Agencias
REINHARD BOEHLER, QUÍMICO: 'SABEMOS MENOS DEL INTERIOR DE LA TIERRA QUE DE OTROS OBJETOS ASTRONÓMICOS' Por: Mónica Salomone En el laboratorio de Reinhard Boehler, en el Instituto Max Planck de Química, en Mainz (Alemania), se intenta reproducir las condiciones que se dan en el centro de la Tierra: una presión de más de tres millones de atmósferas y una temperatura... que aún no se sabe con precisión. De eso se trata, precisamente, de descubrir cómo está de caliente el corazón de hierro del planeta. Los investigadores se basan en una pista: en la parte externa del núcleo terrestre el hierro es líquido, pero en el centro mismo la presión hace que el metal se vuelva sólido; sometiendo el hierro a altísimas presiones en el laboratorio es posible estimar a qué temperatura se produce la solidificación. Nadie ha llegado aún a reproducir la presión del centro terrestre, pero Boehler, alemán de 53 años, es el que más cerca ha estado, y al hacerlo, ha obtenido la medida más exacta hasta ahora de la temperatura del corazón del planeta. Boehler participó en el congreso internacional sobre altas presiones celebrado la semana pasada en Santander. Pregunta.- Parece lógico esperar que se sepa ya casi todo sobre el interior de nuestro propio planeta. Respuesta.- Sabemos menos del interior de la Tierra que de otros objetos astronómicos. Sabemos aproximadamente de qué está hecho, y gracias a la información de las ondas sísmicas conocemos su densidad. Pero ignoramos cómo está de caliente. Hay grandes discrepancias en esta medida. P.- ¿Cómo se mide la temperatura del centro de la Tierra? R.- El centro de la Tierra es una gran bola de hierro, así que el truco para medir la temperatura es estudiar las propiedades del hierro. En el núcleo hay una parte de hierro líquido y otra sólida, porque el metal, aunque está mucho más caliente, solidifica por la presión. Gracias a esto, estudiando las condiciones a las que el hierro fundido solidifica podemos derivar la temperatura del núcleo sólido. P.- ¿Por qué hay tantas discrepancias en la medida? R.- El método de derivar la temperatura estudiando las propiedades del hierro fundido es antiguo, pero es un material muy complejo, con muchas fases cristalográficas distintas y una estructura electrónica también muy complicada: el hierro del núcleo sólido terrestre es un material completamente diferente del que vemos en la vida cotidiana. Por esto las estimaciones de la temperatura oscilaban en varios miles de grados, hasta hace unos años. P.- ¿Y ahora? R.- Desde hace cuatro décadas se usan diamantes para generar presiones muy altas , porque es el material más duro que existe. Pero sólo hace 13 años que podemos generar a la vez altas presiones y altas temperaturas, algo logrado gracias al desarrollo de los láseres. Ésa se ha convertido en nuestra especialidad: alcanzar presiones de millones de atmósferas y temperaturas de miles de grados. P.- ¿Cuál es la última medida?
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R.- Nuestro principal logro ha sido reducir la incertidumbre en la medidas. Hoy podemos decir que la temperatura en el centro de la Tierra ronda los 4.600 grados, con un margen de error de unos cientos de grados. Es mucho menos de lo que indicaban las estimaciones anteriores; la gente pensaba que estaba muy por encima de los 6.000 grados. P.- ¿En qué consiste su técnica? R.- Primero usamos los diamantes para generar las presiones. Los diamantes son transparentes y podemos ver la muestra. Entonces la calentamos con un láser infrarrojo muy estable y potente, y analizamos la luz que emite el material calentado. El espectro de esta luz da una medida muy precisa de la temperatura del material. P.- Pero ¿cómo sabe que ha llegado a la presión correcta en el centro de la Tierra? R.- No llegamos a las presiones del centro de la Tierra todavía. Pero sí podemos medir la temperatura de fusión del hierro a medida que la presión aumenta, y después, extrapolamos a las condiciones del núcleo sólido terrestre. Es una extrapolación relativamente pequeña. Hemos medido ya lo que ocurre a dos millones de atmósferas, y la presión real en el centro es de unos 3.200 millones. Antes se extrapolaba mucho más. P.- ¿Qué viene ahora, cómo lograr una medida aún más precisa? R.- El objetivo principal ahora no es tanto medir las propiedades del hierro fundido como estudiar también otros materiales, para crear una base de datos que permita construir buenos modelos teóricos. Ahora hemos vuelto a estudiar materiales muy simples, como el helio, porque hemos encontrado que las predicciones teóricas son muy imprecisas. P.- ¿Ayudará esto a explicar el magnetismo terrestre y el fenómeno de la inversión de los polos magnéticos ? R.- Será importante para mejorar los modelos. La temperatura es un parámetro clave en estos modelos. El calor que sale de dentro del núcleo es una de las principales fuerzas que interviene en la convección, así que hay que conocerlo bien. P.- Se habla de una carrera para lograr que el hidrógeno metalice, es decir, que se vuelva conductor de la electricidad, a temperatura ambiente. R.- Sí, se ha predicho que el hidrógeno a altas presiones se vuelve conductor. Es muy importante porque es posible que sea superconductor, y si se lograra a temperatura ambiente tendríamos un superconductor a temperatura ambiente. P.- Eso sería una revolución. R.- Imagínese. Todo el mundo quiere ser el primero. Aunque es un experimento muy difícil y no hay mucha gente trabajando en ello. Quien lo consiga será un claro candidato al Premio Nobel. Nosotros acabamos de empezar a trabajar en este campo y estamos haciendo un gran esfuerzo para adaptar el laboratorio. El hidrógeno es un material muy simple, pero a altas presiones se vuelve muy complejo y es muy difícil predecir su comportamiento. Por ahora la incertidumbre en las estimaciones de la presión de metalización para el hidrógeno es muy alta, varía de 1 a 20 millones de atmósferas. P.- ¿Cuándo se logrará? R.- Podría ser mañana. La tecnología está ahí. P.- ¿Por qué se vuelve el hidrógeno conductor a altas presiones? R.- Cambia la estructura electrónica por la presión. Hay otros ejemplos, como el gas noble zenón; si lo comprimes a temperatura ambiente, a aproximadamente un millón de atmósferas, se vuelve un metal. Y lo mismo pasa con la sal; a altas presiones parece sal de mesa, pero es un metal. Y hay otros muchos casos en los que los materiales metalizan sólo mediante la presión. El hidrógeno no es una excepción, la única pregunta es a qué presión ocurrirá.
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LOS 100 AÑOS DE FERMI Y HEISENBERG Por: Agencias
LOS 100 AÑOS DE FERMI Y HEISENBERG Por: Francisco J. Yndurain En bandos contrarios debido a la emergencia de la Alemania nazi, ambos se enfrentaron al reto de la energía nuclear Se celebra este año el centenario del nacimiento de dos de los más grandes físicos de la historia, el alemán Werner Heisenberg y el italiano (posteriormente estadounidense) Enrico Fermi. Físicos que, en unión de Einstein, forman la trilogía de los más influyentes no sólo en la ciencia, sino en todo el tejido social del siglo XX. Heisenberg fue el principal creador de la mecánica cuántica, la mayor revolución intelectual de la física desde Galileo y Newton; y Fermi contribuyó de forma decisiva a su desarrollo. Pero, además de esto, los azares de la historia hacen que ambos participaran, simultáneamente, en uno de los desarrollos que han marcado la segunda mitad del siglo XX: el de la energía nuclear. Fermi, en primer lugar en Roma y, a partir de 1938, en el exitoso programa nuclear americano; y Heisenberg en el fallido de la Alemania nazi. Me referiré exclusivamente a esta faceta de ambos. En el proceso de resolución del rompecabezas nuclear dos piezas clave fueron el italiano Fermi (que produjo las primeras fisiones nucleares) y los radioquímicos alemanes Otto Hahn, Fritz Strassman y Lisa Meitner y Otto Frisch (los últimos, de hecho austríacos, fueron los que explicaron el fenómeno). Resulta irónico que, todos ellos ciudadanos de países del eje, fueran obligados a exiliarse por el fanatismo antijudío de Hitler. Meitner y Fritsch, judíos, realizaron su descubrimiento en Suecia, y Fermi, cuya esposa era de origen judío, también se exilió, en 1938, al quedar claro que la alianza de Hitler con Mussolini les ponía en peligro. Fermi fue quien primero se dio cuenta de la importancia de utilizar neutrones de poca energía (conocidos como neutrones térmicos) para penetrar en el interior de los núcleos, a partir de 1934, y quien realizase la irradiación sistemática de los elementos de la tabla periódica. No es casualidad que fuese Fermi quien realizó este descubrimiento y quien primero comprendió su significado: si no se le ocurría una teoría para progresar en el conocimiento de la naturaleza física, hacía los experimentos que le permitieran avanzar en este conocimiento; y si en el experimento le faltaba un aparato, lo fabricaba él mismo. Además, después de realizar el experimento, Fermi pasaba a un estudio teórico de los resultados encontrados, con lo que su capacidad para comprender rápidamente nuevos fenómenos era extraordinaria. En los años treinta se concentró en el estudio experimental del núcleo atómico: el grupo de Roma se dedicó a irradiar con neutrones todos los elementos conocidos. Las medidas obtenidas con esto, y los cálculos teóricos resultantes fueron esenciales en el desarrollo posterior de los reactores. Los puntos clave que llevan a la utilización de la fisión nuclear son, primero, que al golpear núcleos de uranio con neutrones éstos se rompen y se genera una enorme cantidad de energía; y segundo, que se liberan mas neutrones de los que iniciaron la reacción. Los problemas son que sólo un isótopo (variedad) del uranio, el U-235, produce suficientes neutrones para obtener una reacción autosostenida; pero este isótopo se encuentra en ínfimas cantidades en la naturaleza. El segundo y el tercer problema para construir un reactor nuclear son: cómo frenar los neutrones (dado que únicamente los lentos reaccionarán antes de abandonar el material) y cómo controlar el proceso. Debido a que sólo un isótopo
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de uranio produce suficientes neutrones, era necesario enriquecer la mezcla de uranio, aumentando la proporción de isótopo U-235 (para una bomba necesitamos U-235 casi puro, o plutonio, obtenido éste en un reactor) y avanzar en la investigación con una mezcla de empirismo experimental y cálculos teóricos. Éstos últimos eran extraordinariamente complejos. Reacción sostenida En diciembre de 1972 Fermi consiguió, en los sótanos de la Universidad de Chicago, una reacción nuclear sostenida en una pila de capas de uranio y grafito (que frenaba a los neutrones), controladas por barras de cadmio que absorbían neutrones y, por lo tanto permitían el manejo de la reacción, en un delicado equilibrio. Hay pocas dudas de que la pericia de Fermi ahorró a los americanos años de difícil experimentación, y más de un fracaso. Como ejemplo, la primera explosión de una bomba atómica en Nevada, el 16 de julio de 1945, demostró que los cálculos teóricos de su potencia estaban equivocados casi en un factor 10. Sin la experiencia conseguida con el manejo del reactor los errores hubieran sido mucho mayores y habrían, tal vez, hecho imposible construir un ingenio explosivo. Frente a la capacidad tanto teórica como experimental de Fermi, y el soberbio plantel de científicos reunidos en el proyecto norteamericano, al grupo alemán era muy inferior. Heisenberg, teórico de principio a fin, tuvo serios problemas incluso a la hora de obtener el título de doctor. Esto incluía, en Alemania, un examen de física del candidato: examen en el que Heisenberg mostró un desconocimiento total de todo lo que no fuese la más pura teoría. Wilhelm Wien, que estaba en el tribunal, era partidario de suspenderle, pero, aparentemente, Arnold Sommerfeld le convenció del error que sería no pasar a una persona tan brillante. Finalmente Heisenberg recibió su doctorado, pero con la calificación más baja posible. Es probable que este desinterés de Heisenberg por la experimentación fuera una más de las causas del fracaso del programa alemán de fisión nuclear, encomendado al grupo dirigido por él, el cual, intentando bajo su recomendación utilizar agua pesada, muy escasa y difícil de producir (en lugar de grafito, como el grupo de Fermi), y con un importante desconocimiento de secciones eficaces y ritmos de producción de neutrones, no pasó de construir prototipos de laboratorio, ninguno de los cuales funcionó. No es extraña la reacción de Walther Gerlach cuando se enteró de que los norteamericanos habían hecho estallar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Dirigiéndose al grupo (que incluía a Heisenberg) de científicos atómicos alemanes recluidos con él en la granja de Farm Hill, donde los aliados les llevaron al final de la guerra en Alemania, les espetó: '¡Si esto es cierto, ustedes son unos incompetentes!' Efectivamente, lo eran; excepto el propio Gerlach, y Heisenberg, uno de los teóricos más brillantes del siglo, pero con serias carencias como experimentador. Queda la pregunta de si los germanos podrían haber construido una bomba atómica si no hubiesen espantado a sus mejores científicos. La respuesta es: muy probablemente no. Y ello debido a la cuestión económica. Después del fin de la guerra, dos misiones norteamericanas se desplazaron a Alemania y a Japón con el fin de, entre otras cosas, estudiar la situación económica de estos países antes, durante y después de la guerra. El conocido economista John K. Galbraith fue parte de ambas, y cuenta algunos resultados en su autobiografía. La economía alemana, según estos estudios, superaba a la británica en un 30%, aunque estaba muy mal gestionada. El esfuerzo de guerra era tal que no quedaban recursos, en ninguno de estos dos países, para dedicarlos a una incierta investigación nuclear: Gran Bretaña la abandonó completamente en 1943, al darse cuenta de lo costoso del programa y lo aleatorio de sus resultados. Los proyectos alemanes nunca tuvieron una financiación suficiente, ni de lejos. Únicamente
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los Estados Unidos, con un producto bruto que casi duplicaba al alemán (y que era diez veces superior al japonés) pudo permitirse el lujo de mantener una guerra con las dos, Alemania y Japón, y, además, en plena guerra, en 1944, gastar el billón de dólares que el proyecto Manhattan (nombre en clave del programa nuclear americano) consumía al año en una empresa cuya factibilidad no estaba garantizada. La Unión Soviética consiguió resolver el problema de la utilización bélica de la energía nuclear en 1948: indudablemente, el saber que esta utilización era posible, y conocer los métodos empleados por los norteamericanos ayudó enormemente al programa nuclear soviético. Francia (uno de cuyos científicos, Frédéric Joliot, fue quien primero midió flujos de neutrones y consideró la posibilidad de producir reacciones en cadena) y Gran Bretaña hubieran podido fabricar ingenios autóctonos en las mismas fechas, si hubieran dedicado a tal fin el mismo esfuerzo que los rusos; al no hacerlo, retrasaron su incorporación al club. Sin embargo, tanto Francia como Gran Bretaña construyeron reactores nucleares experimentales ya en 1948 y Canadá, aunque con ayuda de científicos franceses y británicos, se les adelantó con un reactor, que utilizaba agua pesada como moderador, en 1945. El ejemplo de Canadá pone claramente de manifiesto la falta de altura de los científicos que se alinearon con el III Reich. Es cierto que Alemania, como se ha dicho, no hubiese podido fabricar una bomba atómica, para lo que le faltaban los recursos económicos que requería la producción de plutonio en reactores o la separación masiva del U-235; pero si el grupo germano hubiese sido de mayor altura científica, en especial en la vertiente experimental y fenomenológica, podrían, muy probablemente, haber conseguido que funcionase un reactor de agua pesada antes que los canadienses. Pero los Bethe, Meitner, Frisch y tantos otros se habían marchado.
EL INICIO DEL ARTE SE REMONTA A MÁS DE 35.000 AÑOS, INDICAN NUEVAS DATACIONES Por: Agencias
EL INICIO DEL ARTE SE REMONTA A MÁS DE 35.000 AÑOS, INDICAN NUEVAS DATACIONES Por: Malen Ruiz de Elvira - Madrid Las magníficas pinturas rupestres del norte de España y sur de Francia, presentes en las cuevas de Altamira, Lascaux y Chauvet, entre otras, no son contemporáneas, como se creía a la luz de su parecida complejidad artística. En la cueva de Chauvet, numerosas dataciones realizadas en los últimos años y compulsadas científicamente han convertido en hecho lo que muchos historiadores y arqueólogos se resistían a aceptar: sus pinturas tienen alrededor de 35.000 años de antigüedad, más del doble que otros ejemplos artísticos de su calidad. Las pinturas de Altamira y de Lascaux pertenecen al periodo magdaleniense (entre 12.000 y 17.000 años). Este convencimiento procede de que ahora se puede datar directamente el carboncillo utilizado en las pinturas, algo que antes no se realizaba porque hacía falta una cantidad considerable, lo que implicaba cierto grado de destrucción de la obra de arte. Con la espectrometría de masas realizada en un acelerador, que se basa en la separación y análisis de los distintos isótopos de carbono, el tamaño necesario de la muestra es mucho menor que en la datación tradicional del carbono 14, explican en la revista Nature (4 de octubre) los científicos que han realizado el estudio de la cueva de Chauvet, descubierta en 1994. También se pueden datar restos de carboncillo mezclado con algún pigmento y las manchas dejadas sobre las pinturas por antorchas portadas por visitantes a la cueva.
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Ya antes de esta poderosa evidencia se habían datado directa o indirectamente algunas pinturas consideradas más primitivas en cuevas francesas que arrojaron edades de entre 22.000 y 28.000 años. Sin embargo, es en Chauvet donde las pruebas de una antigüedad considerada incompatible con su complejidad resultan más espectaculares. Más que ninguna En la cueva de Chauvet se han descubierto varias salas y galerías con pinturas impresionantes, y los descubrimientos continúan. Los científicos disponen ya de 30 dataciones de carbono -más que ningún otro yacimiento de arte rupestre, aseguran- que coinciden en acercarse o superar los 30.000 años de radiocarbono. Por ejemplo, en la sala Hillaire, en el friso de los caballos, dos rinocerontes superan los 30.000 años, mientras que un caballo y la mancha de una antorcha dan 27.000 años. En la sala del cráneo, donde se ha encontrado un cráneo de oso colocado sobre una piedra caída del techo, las cenizas halladas bajo él han arrojado 32.000 años de antigüedad. En la sala de los ciervos gigantes, donde se ha realizado gran parte de las últimas dataciones, casi todas superan los 31.000 años. Como señala en la revista National Geographic (agosto 2001) Jean Clottes, director del equipo de investigación de la cueva de Chauvet, 32.000 años de radiocarbono equivalen a 35.000 años civiles, lo que permite asegurar que 'unos cuantos miles de años después de que aparecieran en Europa los humanos anatómicamente modernos, el arte rupestre había alcanzado su máximo nivel de complejidad'. Las pinturas se han conservado gracias a que un derrumbamiento selló el acceso a la cueva hace más de 20.000 años. El radiocarbono ha permitido saber que hubo dos periodos de uso de la cueva por los humanos, el original y otro unos 6.000 años después. La cueva, explica Clottes, no fue nunca habitada. Era un lugar mágico.
RÉPLICA A RADICALISMO Y MISERIA Por: Hernan Toro
RÉPLICA A RADICALISMO Y MISERIA Por: Hernán Toro No puedo dejar de emitir una opinión con respecto a la interesante crítica publicada por ustedes sobre al artículo de Dawkins que publicamos traducido en el website Escépticos Colombia: "Misiles mal guiados de la religión", de Richard Dawkins. Estoy de acuerdo con una buena parte de su crítica, sin embargo, hubo igualmente muchas, muchísimas ideas que no puedo deglutir con facilidad. En lo que concuerdo sería que el artículo de Dawkins es realmente una gran simplificación: no analizó las causas sociales y políticas por las cuales una persona pueda abrazar un fundamentalismo. Es claro que la creencia en la religión no es la causa única ni suficiente para causar el tipo de masacres ya vista. Lo que no comparto es más extenso. La presentación que se hizo del artículo de Dawkins me pareció casi una caricaturización frente a lo que, en mi opinión, era lo que el autor intentaba señalar; esta imagen fue facilitada por algunas opiniones bastante desviadas que había emitido, como la de la testosterona y los poco atractivos jóvenes rechazados por mujeres. No obstante, desde un punto de vista muy personal,
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me pareció bastante claro que la intención de Dawkins con el artículo era destacar el tipo de dinámica mental que debería tener un terrorista para evadir el instinto natural de autoconservación. No me parece que el enfoque más adecuado para entender qué ocurre en la psique de un fanático que acepta gustosamente la autodestrucción sea un análisis sociopolítico. En este sentido, me pareció claro que una postura religiosa es un factor fundamental para obtener una mentalidad capaz de destruirse a sí misma para aniquilar miles de personas. Por supuesto, en la misma línea del autor cuando dice que: <
> no podemos caer en el error de entender en esto que todas las religiones sirven para imbuir pensamientos autodestructivos en el hombre. Lo que sí hay que comprender es que una religión que prometa un cielo a quienes mueran oponiéndose o luchando contra los fieles de otros credos, es un camino directo a obtener este tipo de fanáticos. Tan cierto es, que justo al final del análisis histórico de la zona ejemplificada en la crítica, se toca el punto neurálgico (énfasis mío): <> Es bien claro en qué se basan las escuelas coránicas fanáticas para adoctrinar al típico Talib. Sin el Corán de por medio, no habría un mensaje de vida eterna instantánea por la cual valiera la pena la autoinmolación. En esta misma línea, pero de forma más grave, viene el segundo aspecto del cual discrepo. Bien al inicio de la crítica se dice lo siguiente (énfasis añadido): <<Para no dar pie a que se inicie una persecución contra los creyentes de la religión musulmana tildándoles de fanáticos, nos apresuraremos a explicar que lo antedicho no pasa de ser una lectura absolutamente errónea de los mandatos coránicos. >> El autor, entra en el resbaladizo y espinosísimo terreno de cuál debe ser la "lectura correcta" de cualquier libro sagrado. Cualquier historiador sabe cuál ha sido el resultado de las discusiones teológicas (exacerbadas por posturas políticas) con respecto a lo que debe ser la interpretación de una escritura. El peligroso terreno al que se entra es una especie de versión islámica de cuál es la verdadera fe Cristiana: ¿Escritura, Magisterio y Patrística?... ¿Escritura y Patrística?... ¿Sólo Scriptura?... También se podría asemejar a la discusión protestante: ¿Se puede perder la salvación?... O incluso, se puede llegar al conflicto entre las versiones liberales del protestantismo y las alas fanáticas y cuasinazis como la del Reverendo Pat Robertson... ¿Quién tiene la razón?... Un racionalista escéptico no tiene mucho que decir cuando lo que se juzga es la "verdadera interpretación" de un texto sagrado (i.e: cúmulo de mandatos e historias míticas y contradictorias), aunque no dejaré de emitir una opinión más abajo. Más adelante, se lee (énfasis añadido): <<El concepto de martirio se limita al hombre que muere combatiendo por el Islam, no incluye el asesinato de mujeres, niños y hombres inocentes. Nada en el Corán justifica (y mucho menos recompensa) un comportamiento como éste. >> Me parece realmente incomprensible que unos estudiantes religiosos que <<...rechazaban todo lo que no
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fuera el Corán...>>> pudieran dejar de notar que supuestamente <> las masacres que están cometiendo. En realidad, esta última afirmación es falsa, aunque nos podamos escudar en el engañoso concepto de la "exégesis incorrecta" para defenderla. No obstante, puedo estar equivocado por ser sólo un impío juzgando una "escritura sagrada". Aún así, no puedo evitar el defender mi frágil exposición citando algo. En el Corán, Sura 2, aleya 190 y siguientes se puede leer esto (énfasis mío): <> ¿Cuál puede ser la interpretación de este texto? Para mí, un impío, es bastante clara: Los que tientan e incitan a apostatar de la fé islámica están cometiendo un acto peor que matar, es prácticamente un combate por la salvación. El infiel que fomenta la apostasía merece la muerte, dondequiera se dé con él. Si dejan de inducir a la apostasía y rinden culto a Dios, no hay que matarles. La única hostilidad que permanecerá será contra los impíos (ateos). Estas aleyas de ninguna manera son las únicas en este sentido. Y aunque esta es sólo mi interpretación, la que le aplicaría igualmente a cualquier otro texto, puede que yo esté equivocado. Es bien sabido que los impíos no tenemos la iluminación necesaria y la calidad moral para entender la palabra revelada de Dios. La verdadera interpretación debe recaer sobre los fieles estudiantes del Corán, que dedican su vida a estos menesteres "sagrados". Por supuesto, me quedan más dudas en esta misma parte. Cuando el autor de la crítica emite el concepto de que <<El concepto de martirio se limita al hombre que muere combatiendo por el Islam, no incluye el asesinato de mujeres, niños y hombres inocentes.>>, habría que tener bien en claro lo que se considera como martirio y como "hombre inocente" en cada una de esas culturas. En occidente, aunque un ateo (infiel) es mal visto, hasta el punto en que algunos presidentes de países genocidas pueden tener el descaro de decir que un ateo no puede ser un buen ciudadano, dichos individuos no se consideran criminales ni delincuentes. Por el contrario, para la fé islámica, los ateos no merecen ningún tipo de consideración, a diferencia de los judíos y cristianos, a los cuales se les puede dar algo de respeto. Esto, claro está, desde una interpretación del Corán, que puede estar completamente equivocada. En esta misma línea argumental resbaladiza, en la cual me introduje siguiendo el rastro dejado por la crítica, no puedo dejar de centrar la vista en lo que considero otro equívoco: <> Lo cual no quita que muchos otros textos Coránicos borren con la manga lo escrito con la mano en el párrafo anterior:
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<<¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último Día, ni prohíben lo que Dios y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente! (Corán, Sura 9 aleya 29)>> En esta línea, de una de las últimas Suras de Mahoma, se puede leer, a menos que mi impiedad me impida captar el "sentido verdadero", que los judíos y cristianos que no se pasen al Islam serán combatidos hasta que tengan que pagar los impuestos respectivos. Y de nuevo, no es, ni de lejos, la única aleya en este sentido. Para recapitular, me parece que quienes extraen quirúrgicamente algunos textos más o menos tolerantes de un texto sagrado, omitiendo otros que pueden ser bastante virulentos, están cayendo en la misma dinámica religiosa de los teólogos que se envuelven en enconadas disputas sobre la verdadera interpretación de la fe con respecto a cientos de doctrinas contradictorias dentro de un libro sagrado. El Corán, al igual que la Biblia, está entretejido con mensajes que pueden ser muy misericordiosos en algunos casos, y bárbaros, xenófobos, intolerantes, discriminatorios y asesinos, en otros. Así, cuando algunos grupos islámicos hacen lecturas dispares, discrepantes, no debemos entrar en el sinsentido de juzgar como erróneas las interpretaciones que van en contra de la cultura occidental, y como válidas sólo aquellas lecturas liberales y progresistas que nos agradan. La intolerancia al igual que la tolerancia están inmersas en el Corán de la misma forma contradictoria como están inmersas en la Biblia. Por esa razón, considero equívoco el siguiente texto: <<¿Por qué entonces algunas personas hacen una lectura de El Corán en clave fanática transformando de forma perversa un mensaje de amor y tolerancia en odio e intransigencia?>> Es muy difícil para cualquiera el sostener racionalmente que la lectura de una secta musulmana tolerante es la lectura correcta del Corán, mientras que una lectura fundamentalista y orientada al martirio en la Jihad es una tergiversación perversa. En mi opinión, cuando se lee el libro con mentalidad neutral, se puede concluir que es un libro que mezcla intransigencia e intolerancia con tolerancia medida. Aún así, no es de extrañarse que un texto sagrado tenga mandatos morales. Lo que sí extraña es que nos hagamos los de la vista gorda ante los pasajes que mandan directamente a matar impíos, a menos que se conviertan, y que terminemos catalogando la totalidad de la Escritura como mensaje de <>. Podemos estar seguros de que si la fé Islámica no tuviera el Corán, con sus pasajes que incitan al asesinato de los enemigos del Islam, prometiendo a cambio de la muerte de mártir, un jardín con fuentes inagotables y muchas esposas por toda la eternidad, entonces ningún juicioso talib, al escrutar sus escrituras, habría encontrado aleyas que respaldaran las actitudes asesinas. De seguro no habrían sido musulmanes quienes se hubieran autoinmolado para acabar con el enemigo. Pero casi con total seguridad, hubieran sido personas con la mente lavada por mitos religiosos. Por último, aunque estoy completamente de acuerdo con el impecable análisis histórico que hace José Luis Calvo Buey con respecto a los países enfrascados en este conflicto, tengo algo más que decir con respecto al análisis de las causas históricas de la aceptación de una lectura del Corán <<en clave fanática>>: aunque es posible que algunos de los peones rasos que se autoinmolaron en los Boeings fueran guerreros islámicos fanáticos provenientes de países destrozados por la guerra, no necesariamente todos caían en esta categoría y no es totalmente oportuno decir que la causa fundamental de una postura fanática sea la pérdida de todas las posesiones y el desplazamiento por los conflictos militares. Un solo
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vistazo al cerebro de la masacre, el multimillonario saudí Osama bin Ladén, entrenado por la CIA, con redes terroristas en todo el mundo, con la mejor educación que el dinero puede comprar, ídolo de la mayoría de las multitudinarias manifestaciones que se ven hoy día en los países islámicos, dista mucho de la representación patética que se hace de los "pobres" fanáticos musulmanes. En conclusión, aunque el autor acierta al decir que la opinión de Dawkins es una gran simplificación, falla al tratar de presentar al Corán como un libro tolerante, y a su vez, desvía la atención de una realidad innegable: aunque la religión no fue causa única y suficiente de la catástrofe, SI FUE UNA CAUSA NECESARIA. Si no hubiera sido por el Corán y sus mandatos que instan al asesinato de los infieles a cambio del Jardín, ningún grupo de personas hubiera tenido la inhumana y antinatural actitud de autoinmolarse estrellando un avión en un edificio con decenas de miles de personas. Aunque la causa del odio contra EEUU sea innegablemente por la opresión imperialista que ha causado en el resto del mundo, no se podría lograr un robot autodestructivo sin la menor estima por la vida humana inocente (según nuestro estándar occidental), si no fuera por las iluminadas e inspiradoras frases del Corán que instan al asesinato de impíos e infieles. Y el difuminar esta realidad citando a unos cuantos versículos aparentemente tolerantes, y al poner como ejemplo creyentes "progresistas" que ignoran mucha parte de sus escrituras sagradas para poder vivir con los privilegios de una sociedad laica, hace muy poco bien en dilucidar los factores que causaron esta hecatombe. Si hay abolición de la esclavitud y derechos humanos hoy día, no es "gracias a" sino "a pesar de" las escrituras sagradas esclavistas e inhumanas, tanto de los Judeocristianos como de los Musulmanes. Aunque el autor tiene razón absoluta al indicar que la religión no fue la causa única ni suficiente de la motivación, omite algo muy importante al no señalar que sí fue la "causa instrumental" para la mentalización de los ejecutores; y una actitud "políticamente correcta" puede hacer más mal que bien para una ponderación adecuada de los factores. Claro que podría encontrarme en un error. Respetuosamente, Hernán Toro. [Nota] * Hernán Toro es miembro del grupo “Escépticos de Colombia” cuya página web puede ser consultada en http://www.geocities.com/escepticoscolombia. Igualmente, es webmaster de la página racionalista de Hernán Toro http://www.geocities.com/torosaurio
UN FERIANTE EN LA CORTE DE LUCY (Corregido) Por: Luis Alfonso Gámez
UN FERIANTE EN LA CORTE DE LUCY Por: Luis Alfonso Gámez "Quisiera señalar que ninguno de los involucrados en las investigaciones sobre el Sasquatch ha creído nunca que ese muñeco fuera un Bigfoot", escribió Jon Beckjord en 'The Skeptical Inquirer' en 1982. Cazador de monstruos, Beckjord no sólo cree que el Sasquatch -una de las denominaciones del Bigfoot o Pies Grandes- habita los bosques norteamericanos, sino que también está convencido de que esa supuesta criatura tiene poderes paranormales. Sin embargo, hasta para él es demasiado tragarse el cuento del Hombre de Hielo de Minnesota, una atracción que recorrió Estados Unidos de feria en feria en los años 60 del siglo pasado y que consistía en un bloque de hielo en cuyo interior había un presunto
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hombre-mono. La criatura llamó inmediatamente la atención de los criptozoólogos -buscadores de monstruos- Bernard Heuvelmans e Ivan T. Sanderson, quienes tras verla concluyeron que se trataba de un homínido desconocido. La historia empezó a derrumbarse cuando la Institución Smithsoniana manifestó su interés en examinar el cuerpo de lo que Heuvelmans y Sanderson identificaban como un neandertal que había sobrevivido hasta el siglo XX. Entonces, Frank Hansen, el feriante, dijo que había devuelto la pieza a su propietario, un millonario, y que lo que exponía en esos momentos era una réplica. Nunca más se supo del 'monstruo original' y, al final, los criptozoólogos tuvieron que dar marcha atrás en sus afirmaciones cuando salió a la luz que el feriante había encargado la fabricación de un figura de látex a una compañía de efectos especiales de Hollywood. Más claro, agua. Ahora, el engaño de Hansen ha resucitado de la mano de Bruno Cardeñosa en un libro, 'El código secreto' (Grijalbo, 2001), en el que el Hombre de Hielo de Minesota es sólo una de las muchas atracciones fraudulentas, reinventadas o tergiversadas que presenta el autor. 'El código secreto' es una antología del disparate cuya llegada a las librerías españolas demuestra que ha fallado el mínimo control de calidad al que habría de someterse todo original en una editorial seria. Los despropósitos y falsedades se suceden línea a línea, desde la primera hasta la última página. La mentira aflora ya en la solapa: "Bruno Cardeñosa colabora en diversas revistas de divulgación científica", dice. Lo cierto es que la carrera periodística del autor -conocido, ante todo, por su actividad como ufólogo- se ha desarrollado exclusivamente en publicaciones, como 'Más Allá de la Ciencia' y la desaparecida 'Karma.7', que mantienen que es posible adivinar el futuro, comunicarse con los muertos y entrar en contacto con extraterrestres. En esa misma línea, 'El código secreto' -subtitulado 'Los misterios de la evolución humana'- es un libro contra la ciencia y los científicos, escrito, además, desde presupuestos antievolucionistas. Porque resulta evidente que, a la hora de redactarlo, Cardeñosa ha bebido hasta saciarse de uno de los principales adalides del creacionismo hinduista, Michael A. Cremo, coautor, junto a Richard L. Thompson, de 'Forbidden archeology: the hidden history of human race', publicado en 1993 por la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna. Las similitudes entre ambas obras son tan descaradas que cabe considerar a 'El código secreto' un 'remake' de 'Forbidden archeology', una versión española en la que el autor ha incluido, como mucho, un puñado de ideas propias. Cremo y Thompson defienden en su libro que los humanos anatómicamente modernos han existido desde hace cientos de millones de años, que los arqueólogos y paleoantropólogos ocultan e ignoran las pruebas que apuntan en esa dirección, y que el Yeti, el Bigfoot y otros monstruos similares son homínidos de otras especies que han sobrevivido hasta la actualidad en zonas aisladas del planeta. En apoyo de sus dos primeras afirmaciones, recurren a supuestas evidencias fósiles y tecnológicas; para respaldar la tercera, a los testimonios y las pretendidas pruebas recopiladas por los cazadores de seres de leyenda. El libro de Cardeñosa, una peligrosa mezcla de pseudociencia y ciencia mal digerida, sigue el mismo esquema y llega a idénticas conclusiones que el de Cremo y Thompson. Lo único a favor del autor español es que no ha tenido la osadía de enviar un ejemplar a Richard Leakey, como hicieron sus colegas estadounidenses. Así que no tendrá que enfrentarse a críticas como la de Leakey, a quien bastó echar un vistazo al libro para concluir que 'Forbidden archeology' "es una completa tontería y no merece ser tomado en serio por nadie si no es un tonto. Tristemente, hay algunos [tontos], pero eso es parte de la selección [natural] y no hay nada que se pueda hacer al respecto". Cuando la realidad resulta incómoda El juicio del célebre miembro de la saga de los Leakey va como anillo al dedo a 'El código secreto', una obra alumbrada desde la más profunda ignorancia y con la única intención de sacar tajada, a cualquier precio, de la curiosidad del público por nuestros orígenes. Todo vale para Bruno Cardeñosa a la hora de traficar con misterios inventados y abrirse un hueco en el mercado editorial. Así, en el caso del Hombre
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de Hielo de Minnesota, oculta a los lectores que en su tiempo se desenmascaró el fraude y habla del hombre-mono congelado como de una prueba de que la "'ciencia ortodoxa', que impone su 'verdad' desde los púlpitos, ha ocultado, y sigue haciéndolo, sospechas, hallazgos y pruebas suficientes como para volver a escribir algunos de los episodios más trascendentes de nuestra historia como seres vivos" (p. 13). En aras de la transparencia que predica, Cardeñosa -quien se define como alguien que lleva "más de una década" enfrentándose "a realidades que los científicos prefieren soslayar" (p.16)- cuenta la primera parte de la historia de Hansen y su criatura, pero se 'olvida' del desenlace. "No es cuestión de que la realidad estropee un buen titular", dice la máxima del periodismo sensacionalista. Esta sentencia se hace libro en 'El código secreto'. Porque el del Hombre de Hielo de Minnesota no es un caso aislado de falsificación de los hechos por parte del autor, sino la punta del iceberg, la primera de una larga lista de verdades a medias con las que intenta llevar a su huerto al lector, engañándole. No es el objetivo de estas líneas -requeriría de mucho más espacio y tiempo- analizar una a una las presuntas pruebas presentadas por Cardeñosa para apoyar sus disparatadas tesis. Pero sí me voy a detener en dos ejemplos reveladores: las huellas del lecho del río Paluxy y las piedras de Ica. Para el autor, se trata de evidencias que demuestran que el hombre convivió con los dinosaurios. Nada más y nada menos. El lecho del río Paluxy, en Glen Rose (Texas, EE UU), es punto de referencia obligado cuando se habla de una Humanidad como la plasmada en 'Los Picapiedra'. Allí, indica Cardeñosa, hay huellas de dinosaurios junto a otras de seres humanas que habrían vivido en la época de los 'lagartos terribles'. Sin embargo, no es eso lo que sostiene Glen Kuban, un biólogo que demostró en 1989 que algunos de los 'pies' del río Paluxy son en realidad parte de las huellas plantares de dinosaurios. "Algunas pretendidas 'huellas humanas' de Glen Rose -explicaba en la obra colectiva 'Dinosaur tracks and traces'- no se distinguen de huellas metatarsales de dinosaurios, cuyas impresiones digitales han desaparecido rellenadas por el barro, a causa de la erosión o debido a otros factores. Otras depresiones alargadas de Glen Rose incluyen figuras producto de la erosión y posibles marcas de colas, algunas de las cuales también han sido confundidas con huellas humanas". Los trabajos de Kuban, mediante el análisis cromático y de texturas de las improntas, han demostrado sobre el terreno que las huellas pretendidamente humanas pertenecen en realidad a dinosaurios. Sin embargo, en 'El código secreto', se desestima esta explicación con el peregrino argumento de que no se ha "encontrado jamás una huella no humana similar" (p. 103) -¿acaso no pueden ser las primeras?- y recurriendo a otros 'expertos' -entre ellos, el "antropólogo Carl Baugh" (p.103)- para quienes los rastros son humanos y datan de hace 140 millones de años. Baugh ni es antropólogo ni tiene ningún título superior, por mucho que Cardeñosa le atribuya falsas credenciales; es reverendo y, como su admirado Michael A. Cremo, un furibundo creacionista cuyas afirmaciones ponen en duda sus propios correligionarios. Una vez más, el fabricante de misterios español opta por la explicación extraordinaria frente a la demostrada por la ciencia, oculta información clave al público y toma partido descaradamente por los antievolucionistas. Algo parecido ocurre con las piedras de Ica (Perú), grabadas con escenas de caza de dinosaurios, complejas operaciones quirúrgicas y viajes aéreos a bordo de aves antediluvianas. El grupo de defensores de estas piezas, cuyo propietario es el médico limeño Javier Cabrera, se reduce a un puñado de 'fabricantes de paradojas' -como acertadamente los denominaba el fallecido Carl Sagan- liderado por Juan José Benítez, que exprimió este filón lítico en su libro 'Existió otra humanidad'. A pesar de las confesiones de los campesinos, que han reconocido que realizan los grabados para vender las piedras al crédulo de Cabrera, y de que numerosos análisis han demostrado que las incisiones son recientes y se han utilizado lijas, sierras y ácidos, Cardeñosa rebusca entre los estudios para encontrar un par -uno ambiguo y otro escasamente fiable- de los que colgar su tesis: "Que los grabados se efectuaron en la misma era geológica en la que se formaron las piedras. Es decir, en la era de los dinosaurios" (p. 98). La navaja de Occam vuelve a funcionar al revés; curiosa forma de proceder en un autocalificado divulgador científico.
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Los burdos ejemplos de Paluxy e Ica están acompañados de otros muchos, pobremente descritos, de descubrimientos paleontológicos y tecnológicos que desafiarían, según el autor, nuestra concepción actual de la evolución humana: huesos de 'Homo sapiens' en estratos de hace 280 millones de años -el hombre habría surgido en el camino evolutivo antes que los mamíferos, pero eso no parece turbar al autor-, huellas de zapatos de hace 500 millones de años, clavos de hace 360 millones de años, herramientas de piedra de hace 5 millones de años en Portugal... Muchos son 'hallazgos' del siglo XIX o principios el XX que, como las malas películas, no han superado el paso del tiempo. Cardeñosa, obviamente, sólo cuenta en estos casos una parte de la historia o, cuando presenta las dos, tergiversa la explicación convencional para engordar el misterio. En general, hace lo mismo que sus maestros Cremo y Thompson, quienes ignoran que tan importante o más que una pieza concreta es localizarla debidamente en su contexto y que el valor histórico de los materiales recuperados en una excavación reside en que se recuperen de forma sistemática, en que luego se pueda reconstruir en el yacimiento en el laboratorio. Por si eso fuera poco, vuelve a ocultar a al lector en numerosas ocasiones que se ha demostrado hace tiempo que esos hallazgos que, en su opinión, no encajan en el escenario abocetado por los especialistas o bien no se encontraron donde se dijo en un principio o bien no corresponden a lo que se pretende. Es decir, Cardeñosa lleva a la práctica lo mismo que achaca a los científicos cuando afirma que "la historia de la evolución humana se ha borrado de acuerdo con el guión preestablecido. Si algo no encaja, se menosprecia. O se encaja a la fuerza, a riesgo de faltar a la verdad y a la razón empírica" (p. 162). Como sentencia el dicho castellano, "cree el ladrón que todos son de su condición". Pero todo vale a la hora de trasladar la propia falta de rigor a otros, incluido culpar de la situación a esas imaginarias conspiraciones tan del gusto de los charlatanes pseudocientíficos: "Las pruebas de tan arriesgadas afirmaciones [se refiere a la existencia de 'Homo sapiens' hace decenas de millones de años] están en esos 'archivos secretos' que la ciencia y los científicos parecen empeñados en mantener lejos del alcance del gran público, por la sencilla razón de que no se ajustan a los patrones establecidos" (p. 147). Todo el genoma en un cromosoma 'El código secreto' es un libro que ataca a la ciencia, pero que, al mismo tiempo, se sirve de ella para intentar disfrazar su mensaje hostil de inocente y bienintencionada heterodoxia. Cardeñosa mezcla indiscriminadamente información científica -muchas veces, erróneamente interpretada- con otra procedente de fuentes pseudocientíficas. A ojos del lector, coloca a la misma altura la posibilidad de que el hombre conviviera con los dinosaurios que los hallazgos de Olduvai, a Lucy que al Yeti. Otorga, a charlatanes como Erich von Däniken, Peter Kolosimo, Jacques Bergier y Zecharia Sitchin, la misma o más credibilidad que a científicos como Glen Kuban, Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Todos ellos, sin distinción, son investigadores. Así, abundan ejemplos de 'travestismo intelectual' como el del ufólogo francés Aimé Michel, reconvertido en el mucho más digno de crédito "antropólogo galo Aimé Michel", y hasta el más delirante charlatán ibérico se transmuta en 'investigador'. A la hora de elaborar el libro, Cardeñosa ha seguido esa misma línea y se ha nutrido, a partes iguales, de literatura pseudocientífica y de auténtica divulgación. De los 67 libros que cita y recomienda en la bibliografía, más de una treintena corresponde a ufólogos y a quienes propugnan que la Tierra fue visitada en el pasado por extraterrestres que enseñaron a nuestros torpes ancestros a hacer maravillas: títulos como 'Astronaves en la Prehistoria', de Kolosimo, y 'Los extraterrestres en la historia', de Bergier, se recomiendan junto a 'El origen de las especies', de Charles Darwin, y 'La especie elegida', de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez. Y, en lo que se refiere a las revistas, equipara, por ejemplo, las demenciales 'Año Cero' y 'Enigmas' con 'Nature', 'Science' e 'Investigación y Ciencia'. Es una manera como otra cualquiera de sembrar la confusión, de minar la capacidad crítica del lector poco informado, que, desorientado, concederá el mismo crédito a todas las fuentes y autores citados. Un juego sucio que
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no sólo practica, sino del que también se beneficia personalmente el propio Cardeñosa. El autor se presenta reiteradamente como divulgador o periodista científico porque es indudable que, de un tiempo a esta parte, esa denominación da una especie de pátina de credibilidad. Es posible que engañe a los más incautos; pero a nadie medianamente informado, porque, sin entrar en profundidades, su ignorancia es manifiesta respecto a la evolución, a la paleoantropología, a la arqueología, y a la ciencia y a la cultura en general. Concede la misma relevancia a pruebas consistentes que a otras que no lo son, prefiere 'siempre' las explicaciones extraordinarias a las ordinarias, pero pone la guinda a su incompetencia cuando incurre en muestras evidentes de analfabetismo científico. Algunas tan brutales que cualquiera que siga la actualidad a la través de la Prensa es capaz de detectarlas. También sin ánimo de ser exhaustivos, veamos un par de ejemplos. Cardeñosa dedica parte de su obra a describir los conocimientos actuales sobre la evolución humana -lo que sabe la que él denomina 'ciencia oficial'- y, evidentemente, incluye información sobre los descubrimientos realizados en los últimos años en los yacimientos de Atapuerca. Lo primero que demuestra es una clara hostilidad hacia el trabajo de Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell, los codirectores de las excavaciones burgalesas, de quienes dice que "su ansia de inmortalidad científica les ha llevado a vender más titulares que verdades" (p. 280). "Atapuerca es, sobre todo, espectáculo", mantiene, y añade que "los habitantes del pasado de Atapuerca son un monumento nacional intocable, pero repleto de claroscuros. Tiene sus luces, y muchas. Pero Atapuerca es, a mi entender, sinónimo de misterio y también de polémica. Atapuerca está oscurecida por largas sombras y pronunciadas sospechas. Hoy por hoy, el hombre de Atapuerca, llamado científicamente 'Homo antecessor', no es el primer europeo. Tampoco el primer español. Y, ni mucho menos, el 'eslabón perdido'" (p. 163). Eludamos la referencia al 'eslabón perdido' que el autor se saca de la manga y concedamos que los vestigios de homínidos de hace 1,8 millones de años hallados en Dmanisi (Georgia) se encuentran geográficamente en Europa, ¿cuál es el primer homínido conocido que habitó la Península? Cardeñosa afirma que el denominado 'hombre de Orce'. Y, para respaldar su aseveración, no duda en volver a falsear la realidad. "Hay algo que, según todos lo investigadores, no admite discusión: el 'hombre de Orce' fue 'Homo'" (p. 63), dice en apoyo un fósil que, sin embargo, rechaza la mayoría de los especialistas. Porque el autor de 'El código secreto' vuelve aquí a mentir: Josep Gibert se ha quedado prácticamente solo en la defensa de la humanidad de los restos de Orce, lo que no significa que los yacimientos de la vega granadina no vayan a deparar en los próximos años sorpresas deseadas por todos los paleoantropólogos españoles. Si Cardeñosa hubiera hablado alguna vez con Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell -cosa que no ha hecho- les habría oído decir repetidamente que la carrera por 'el más antiguo de' es estúpida y anticientífica, que esa imagen que él presenta de la investigación paleoantropológica como una competición en la que los protagonistas poco menos que se apuñalan por defender 'sus' fósiles y someten la evidencia al orgullo no tiene nada que ver con la realidad. Reducir Atapuerca al 'primer europeo' es un despropósito: estamos hablando de unos yacimientos que resumen el último millón de años de historia humana en Europa, en los que se ha encontrado una nueva especie, con una riqueza de fósiles humanos inigualable, con abundancia de restos de cultura material, etcétera. Pero, aún siendo una muestra de frivolidad supina, no es esto lo más grave. Se puede entender que, en su ánimo de reescribir la historia a su gusto, Cardeñosa tergiverse una vez más la realidad. Lo difícilmente comprensible es que alguien que firma una obra sobre la evolución humana se haga un lío de proporciones mayúsculas con lo hallado en Atapuerca, un lío que, en esta ocasión, no creo malintencionado, sino simplemente consecuencia de la ignorancia. Como casi todo el mundo sabe, hay dos zonas particularmente famosas en las excavaciones de Atapuerca: la Sima de los Huesos y la Gran Dolina. La primera es una cavidad situada al fondo de una caída vertical de trece metros en las profundidades de Cueva Mayor. La segunda es una cueva que se excava al aire libre porque salió a la luz cuando se abrió la Trinchera del Ferrocarril a finales del siglo XIX. En la Sima de los Huesos, se han encontrado restos de una treintena de 'Homo heidelbergensis',
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que datan de hace 300.000 años y cuya disposición lleva a sospechar a Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell que nos encontramos ante el primer enterramiento conocido. En aquella época, la sima estaba conectada con el exterior por una boca después cegada, y los investigadores creen que por allí tiraban los 'Homo heidelbergensis' a los cadáveres para que quedaran depositados al fondo de la cavidad. Los restos de la Gran Dolina son muy diferentes y mucho más antiguos. Datan de hace unos 800.000 años y corresponden a individuos de 'Homo antecessor' que, a partir de las huellas de descarnación que presentan los huesos, fueron víctimas de un banquete caníbal. De un fenómeno cultural que, en opinión de Arsuaga, no era habitual. Pues bien, este simple puzzle es de imposible comprensión para Cardeñosa, que, gracias a la publicación de su libro, transmitirá su ignorancia a los lectores que se acerquen por primera vez a los hallazgos de Atapuerca. El autor de 'El código secreto' dice que "aquellos supuestos antecesores no vivían en el interior de la Gran Dolina, sino que fueron arrojados, es de suponer que ya sin vida, por otros homínidos de la época. En realidad, la cueva vendría a ser el primer cementerio del que tendríamos constancia" (p. 175). Los adjetivos sobran ante esta muestra de ignorancia. Cardeñosa confunde la Sima de los Huesos con la Gran Dolina, y 'Homo antecessor' con 'Homo heidelbergensis', juntando de un plumazo medio millón de años de historia y mezclando episodios que no tienen que ver entre sí. Por ello, provoca la risa que alguien capaz de plasmar con tanta desvergüenza su ignorancia para que quede memoria histórica de ella en forma de libro -la existente en forma de artículos y programas de radio es apabullante- afirme que "todos podemos" elaborar nuestros propios árboles genealógicos sobre el origen del hombre, "no olvidemos la figura del más conocido experto del mundo, Richard Leakey, que decidió abandonar la universidad para investigar" (p. 44). Una desfachatez que se entiende mejor cuando Cardeñosa tampoco duda en adentrarse como elefante en cacharrería en el campo de la genética y nos descubre que "cada cromosoma [humano] puede tener más de 30.000 genes" (p. 202). ¡Impresionante! El número de nuestros genes oscila entre 30.000 y 40.000, según las estimaciones de los especialistas, frente a los alrededor de 100.000 que se creía hace unos años. Sin embargo, Cardeñosa habla de "más de 30.000 genes" en ¡cada cromosoma!, lo que -multiplicado por los veintitrés cromosomas- supondría que el genoma humano tendría unos 700.000 genes. Este error demuestra su categoría profesional y pone en su justo término la credibilidad que merece. Una evolución teledirigida Podría extenderme mucho más en esta crítica, pero voy, en este último tramo, a presentar en pocas pinceladas las disparatadas conclusiones del autor, deteniéndome, eso sí, en la idea que da origen al título. Cardeñosa se carga lo que sabemos de la evolución humana, basándose en pruebas que ningún científico considera como tales y apoyándose en material recopilado por antievolucionistas confesos como Michael A. Cremo y Richard L. Thompson. Así, concluye que ya había seres humanos en la época de los dinosaurios y que existieron 'Homo sapiens' en Europa, África y América hace decenas de millones de años. Todas esas Humanidades, sin embargo, se extinguieron y nosotros somos los descendientes de otra que surgió hace unos 150.000, lo que dice la 'ciencia oficial'. Mantiene Cardeñosa también que tenemos algo de neandertales, por mucho que hasta el momento lo que se ha demostrado es que no es así, y que de hecho homínidos que se creen extintos siguen habitando entre nosotros: neandertales serían los abominables hombres de Rusia y Asia Central, pero también algunas poblaciones de Marruecos; 'Homo erectus' serían "los 'hombres salvajes' de algunas islas asiáticas"; 'Australopithecus', los monstruos humanoides africanos; y 'Gigantopithecus', el Yeti y otros. "En definitiva, los eslabones de la cadena humana permanecen aún vivos sobre la faz de la Tierra, esperando el momento en que la ciencia se ocupe de ellos" (p. 378), sentencia el autor. Bruno Cardeñosa titula su libro 'El código secreto' por la sencilla razón de que cree en una evolución teledirigida o, lo que es lo mismo, en una evolución que no es otra cosa que un creacionismo disfrazado.
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Para él, la vida no sólo llegó del espacio -abraza la tesis de la panespermia-, sino que "los mecanismos primigenios que dieron origen a la vida estuvieron regidos por unas 'leyes' ajenas a la evolución" y que "aquellas primitivas formas de vida tenían en su soporte interno algo parecido a una 'orden': evolucionar hacia formas más complejas. Disponían, en suma, de un 'código secreto' que señala que el objetivo último de la evolución es el 'Homo sapiens'" (p. 397). Ésta es la conclusión de una obra que pretende ser "un libro de denuncia que quiere poner sobre la mesa cientos de pequeñas pruebas e indicios que deberían obligar a los científicos a reescribir la historia", y que se desinfla como un globo en cuanto se leen las primeras líneas. Aún así, dada la carga de profundidad antievolucionista y anticientífica de 'El código secreto', dados los disparates, las interpretaciones erróneas y las tergiversaciones que se suceden párrafo a párrafo, dado que el libro puede llegar a manos de lectores ingenuos que confíen en la veracidad de sus contenidos y en la sabiduría del autor, la comunidad científica en general y, en especial, los estudiosos de nuestro pasado más remoto -arqueólogos y paleoantropólogos- no han de permanecer en silencio y deben informar a la editorial ([email protected]) de la basura que ha publicado. Si no, que nadie se queje si alguna vez la magnífica labor de divulgación que se está haciendo en nuestro país sobre hallazgos como los de Atapuerca sucumbe ante el empuje de los abanderados de la sinrazón y el oscurantismo. Bruno Cardeñosa: 'El código secreto. Los misterios de la evolución humana'. Editorial Grijalbo (Col. "Huellas Perdidas"). Barcelona. 418 páginas. Agradecimientos A José María Bello por haberme guiado en algunos tramos oscuros, haber colaborado desinteresadamente en la búsqueda de información y haber aportado mejoras sustanciales al original. A Julio Arrieta, Pedro Luis Gómez Barrondo, Borja Marcos y Víctor R. Ruiz por haber leído el original con minuciosidad y haber detectado errores que, gracias a ellos, han sido subsanados. Cualquier error en este texto es responsabilidad exclusiva del autor. © Copyright Luis Alfonso Gámez, 2001. [Nota de la Redacción] *Agradecemos al autor del presente artículo el habernos hecho notar que en la versión publicada anteriormente, en el número 36 del 4 de Septiembre de 2001 de “El Escéptico Digital”, se habían omitido una serie de comillas con la consiguiente distorsión del sentido general del texto. Igualmente, en la trascripción del texto se omitió una partícula negativa con lo que los restos encontrados en la Gran Dolina se presentaban como pertenecientes a individuos que habrían sido víctimas de banquetes rituales, concepto este absolutamente erróneo. En la versión que tenemos el gusto de presentar hoy dichos errores quedan subsanados.
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