NÚMERO 37 - AÑO 2001 © 2000-2002 ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico http://www.arp-sapc.org/
SUMARIO - TAN SÓLO HACE UN MES… Por: Pedro Luis Gomez Barrondo
- DOS NOTAS SOLIDARIAS Por: ARP-SAPC
- RADICALISMO Y MISERIA Por: José Luis Calvo
- HABLA UN AFGANO-AMERICANO Por: Agencias
- EL Por: Agencias
- LA GUERRA INTERMINABLE Por: Agencias
- VIOLENCIA, RELIGIÓN Y MUNDO SECULAR Por: Agencias
- EL TRISTE PUNTO CERO ES SUBLIME Por: Agencias
- LA LUCHA FINAL Por: Mario Vargas Llosa
- MISERIAS DE LA GUERRA. GUERRA SANTA: PASIÓN Y RAZÓN Por: Humberto Eco
- QUE NO SE PARE LA VIDA Por: Manuel Alcántara
- ARMAGEDÓN Por: Fernando Savater
- UNA NUEVA JUSTICIA MUNDIAL Por: Agencias
- EN EL NOMBRE DE DIOS Por: Agencias
- TORRES GEMELAS Y GATOS EMBOTELLADOS Por: José Luis Calvo
- INTERNET: BAUTISMO DE FUEGO ANTE EL ATAQUE TERRORISTA EN ESTADOS UNIDOS Por: Felix Ares de Blas
- LOS INVESTIGADORES DE LO OCULTO
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Por: Gilberto Marquina Reyes
- LA ACTITUD CIENTIFICA CONTRA LA ANTICIENCIA Y LA PSEUDOCIENCIA Por: Agencias
- EL CERO Y LA NADA Por: Pablo Capanna
- LA EXPLICACIÓN DEL MECANISMO UNIVERSAL DE LA DIVISIÓN CELULAR LOGRA EL NOBEL DE MEDICINA Por: Javier Sampedro
- NOBEL DE MEDICINA 2000 Por: Agencias
- SOMOS ERIZOS GRANDOTES Por: Agencias
- GANAN EL NOBEL POR CREAR UN ESTADO DE LA MATERIA QUE NO EXISTE EN LA NATURALEZA Por: Luis Alfonso Gámez
- EL NOBEL PREMIA LOS NUEVOS MÉTODOS PARA OBTENER FÁRMACOS MÁS SEGUROS Por: Agencias
- LOS CATALIZADORES PARA REACCIONES QUIRALES LOGRAN EL NOBEL DE QUÍMICA Por: Agencias
- EL MAR, LA NUEVA BOTICA Por: Javier Armentia
- CAFÉ CON EXTRATERRESTRES Por: Agencias
- BREVE RESEÑA DE POLITICA Y PSEUDOCIENCIA EN MEXICO Por: José Eduardo Serrano
- EN TORNO A LA TERMINOLOGÍA CIENTÍFICA Por: Agencias
- CIENCIA: UTILIDAD SOCIAL O PESADILLA Por: Juan Carlos Carracedo
- LOS SOLDADOS DEL SABER Por: Dr. Zenon Sanz
TAN SÓLO HACE UN MES… Por: Pedro Luis Gomez Barrondo
TAN SÓLO HACE UN MES… Por: Pedro Luis Gomez Barrondo Tan sólo hace un mes que la dolorosa realidad nos asaltaba con su aspecto más feroz, cruel y sombrío. Tal parecía, por las imágenes que nos llegaban, que el Armagedón se hubiera desatado finalmente de la mano de unos fanáticos kamikazes islámicos, empeñados en ganarse el paraíso y su cuota de huríes a
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base de orquestar un nuevo martirologio de inocentes. Por desgracia, nada novedoso en la historia de nuestra humanidad, excepción hecha quizás del dantesco método elegido para su escenificación. Hace tan sólo un mes que nos acometieron imágenes tremendas de gente huyendo despavorida por las calles de Maniatan, con el horror marcado en los ojos de quien se sabe vivo merced al milagro del azar. Creo que me será difícil olvidar los rostros de los supervivientes de la barbarie emergiendo, cual fantasmas blanqueados por el polvo del derrumbe, entre los escombros de lo que hasta la fecha había sido uno de los orgullos arquitectónicos y financieros de Occidente. Aquello que estábamos viendo y oyendo, con una mezcla de horror y estupefacción, parecía más el guión de la típica película catastrofista Hollywoodiense que la cruda realidad con que unos fanáticos asesinos pretendían sacudir y chantajear nuestras infieles conciencias. Hace tan sólo un mes de aquello y las tremendas imágenes de seres humanos saltando al vacío, en un desesperado intento por acabar con su agonía, han ido dejando paso a otras no menos terribles de una esquilmada población afgana, que huye despavorida del terror teócrata talibán - capaz de mutilar las manos de una niña de diez años por haberse pintado las uñas con barniz - y de unas civilizadas e “infinitamente justas” bombas occidentales que no entienden de discriminación entre inocencia y culpabilidad. Tan sólo en treinta jornadas, las imágenes de unos rostros horrorizados en las calles de Norteamérica han dejado paso a otros demacrados por el hambre y marcados por el miedo de querer vivir como seres humanos libres. En tan sólo treinta días, hemos podido ver como la humanidad abandonaba el recién estrenado siglo XXI, en el que algunos habíamos depositado grandes esperanzas, y se sumía en comportamientos propios de épocas que teníamos la esperanza de que hubiesen caído en el olvido. Hemos podido comprobar como se invocaba por doquier a las sinrazones de los respectivos dioses, como se desempolvaba a los profetas del Apocalipsis que , como siempre a balón parado, ya lo habían predicho todo. Hemos visto como se exhortaba a la población para que emprendiese otra supuesta Guerra Santa más. Hemos asistido al resurgimiento de todo tipo de creencias y de comportamientos supersticiosos y al siempre rentable negocio que los vivillos del circo paranormal de turno montaban en torno a las supuestas almas dolientes de los muertos en las Torres Gemelas y de sus afligidos allegados. No hace mucho, presentamos al mundo hispano - Nº 7 de la revista el Escéptico - un manifiesto que, bajo el título de “Manifiesto humanista 2000”, pretendía ser un llamamiento a favor de los derechos universales, de la tolerancia , de la justicia social y del librepensamiento. En dicho documento, se reseñaban, entre otros, los siguientes puntos: ./ Aunque el mundo ya no está dividido en dos superpotencias, la Humanidad tiene todavía la capacidad de autodestruirse. Terroristas fanáticos, Estados delincuentes e incluso los mayores poderes pueden provocar inadvertidamente sucesos apocalípticos, lanzando armas mortíferas de destrucción masiva. ./ La creencia de que, en gran medida, el libre mercado solucionará todos los problemas sociales continúa siendo un dogma de fe. Permanece en pie y sigue sin resolverse en muchos países la cuestión de cómo deben equilibrarse las demandas del libre mercado con la necesidad de articular programas sociales equitativos para asistir a los discapacitados y a los empobrecidos. Admitimos que estos problemas son serios y que necesitamos adoptar medidas adecuadas para
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resolverlos. Creemos, sin embargo, que únicamente pueden superarse con el uso de la inteligencia crítica y de esfuerzos cooperativos. La Humanidad se ha enfrentado a desafíos en el pasado y se las ha arreglado para sobrevivir, e incluso para triunfar. Los problemas que atisbamos en el horizonte quizá no sean mayores que los que afrontaron nuestros antepasados. Pero hay, además, otras peligrosas tendencias en el mundo que están insuficientemente reconocidas. Estamos particularmente preocupados por las tendencias anticientíficas y antimodernas que incluyen la emergencia de estridentes voces fundamentalistas y la persistencia del fanatismo y la intolerancia, sea de origen religioso, político o tribal. Son estas fuerzas las que, en muchas partes del mundo, se oponen a los esfuerzos para resolver los problemas sociales o mejorar la condición humana. ./ La persistencia de tradicionales actitudes espirituales fortalece con frecuencia modos irreales, escapistas y místicos de enfocar los problemas sociales, que fomentan el desprecio por la ciencia y defienden los mismos mitos que con demasiada frecuencia se hallan a la base de arcaicas instituciones sociales. A tan sólo treinta días, recobra actualidad, ahora más que nunca, ese párrafo final del Manifiesto Humanista 2000 en el que se pronuncia: "Somos los únicos responsables de nuestro destino colectivo. Para resolver nuestros problemas, necesitaremos de la cooperación y la sabiduría de todos los miembros de la comunidad mundial. Está dentro de las capacidades de cada ser humano marcar una diferencia. La comunidad planetaria es nuestra propia comunidad y cada uno de nosotros puede ayudar a hacer que florezca. El futuro está abierto. Está en nuestras manos elegir. Juntos podemos llevar acabo los más nobles fines e ideales de la Humanidad" A tan sólo un mes… de todos nosotros depende que la Razón y el Pensamiento Crítico prevalezcan sobre el fanatismo y la superchería. ¡No permitamos jamás que se salgan con la suya! Para más información: Manifiesto Humanista 2000 (texto íntegro) http://www.el-esceptico.org/n7/manifiesto.htm [Nota] *Quienes estén de acuerdo con los principios generales del Manifiesto Humanista 2000, redactado originalmente por el filósofo norteamericano Paul Kurtz, pueden dejar constancia expresa de ello dirigiéndose a ARP, bien sea a la dirección postal (Apdo. Correos 310 / 08860 – Castelldefels / Barcelona) o a la de correo electrónico
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DOS NOTAS SOLIDARIAS Por: ARP-SAPC
DOS NOTAS SOLIDARIAS Con motivo del bárbaro y fanático atentado a las Torres Gemelas del World Trade Center, padecido por el pueblo norteamericano y sufrido por toda la comunidad internacional, la Junta de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico adoptó la resolución de remitir, a través de su presidente Félix Ares de Blas, un mensaje de apoyo y solidaridad a nuestros compañeros escépticos del Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal (CSICOP). La contestación del CSICOP no se hizo esperar y nos llegó de la mano de Barry Karr.
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Amparados en nuestro común empeño, tantas veces manifestado por el propio Profesor Paul Kurtz, de asumir “un compromiso con la inteligencia crítica”, con el “escepticismo de las creencias falsas y metodologías que han motivado a otros hombres y mujeres “ , con “la defensa de la razón en la sociedad” y con” el intento de reconstruir los valores éticos de manera que sean más democráticos y humanos” queremos haceros copartícipes de este intercambio epistolar. .- Mensaje de ARP-SAPC al CSICOP Querido Paul, En mi nombre y en el de ARP-SAPC quiero expresarte, y a través de ti a toda la comunidad escéptica americana, mis condolencias y solidaridad por el crimen brutal del que fueron víctimas miles de inocentes hace una semana en los Estados Unidos. Mi solidaridad es para con todos aquellos que están pasando momentos difíciles en los EE UU y en otros países. Ahora más que nunca está claro que debemos luchar contra los dogmas y los fundamentalismos. Ahora más que nunca se ve el valor objetivo de la duda sistemática que introduce la ciencia. Continuaremos nuestra labor en la promoción del pensamiento crítico en los países de habla hispana. Tuyo sinceramente, Prof. Félix Ares / Presidente ARP-SAPC .- Contestación del CSICOP Félix: Gracias por tu carta y tus buenas palabras referentes a los ataques en Nueva York, Pennsylvania y Washington. He recibido muchos mensajes de amigos y compañeros escépticos de todo el mundo. Aunque se trataba del objetivo más visible, este no fue un ataque exclusivamente contra los Estados Unidos. Había ciudadanos de muchas naciones en esos aviones y en esos edificios. Cualquiera que comparta el amor por los valores humanos básicos, la libertad y la humanidad ha sido atacado este mes. Hay mucho sufrimiento y dolor después de este ataque, que está siendo compartido por todo el mundo. Tenemos que seguir haciendo lo que podemos hacer. Pienso que es importante volver a la vida normal tanto como sea posible y seguir adelante. Estoy totalmente de acuerdo contigo - tenemos mucho que hacer, ahora más que nunca antes. Te interesará el website indicado abajo. Hemos dejado a nuestros amigos en Chile traducir uno de nuestras páginas http://www.geocities.com/lanavedeloslocos/fraudes.html Mis mejores deseos y muchas gracias de nuevo. Barry Karr / CSICOP
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RADICALISMO Y MISERIA Por: José Luis Calvo
RADICALISMO Y MISERIA Por: José Luis Calvo Buey Los pueblos que desconocen su historia, están condenados a repetirla. ¿Qué convierte a un hombre aparentemente normal en un suicida y asesino múltiple? Ésta y parecidas preguntas supongo que nos rondan a todos por la cabeza desde el 11 de septiembre. Los intentos por encontrar una única respuesta son inútiles por cuanto ésta no existe. Tendríamos que acudir a una multiplicidad de causas en las que se mezclan religión, nacionalismos, sociedad, política y economía para comenzar a entender (que no justificar) esta tragedia. Pero ¿y la navaja de Occam? Recordemos que ésta sólo se puede usar con propiedad para discernir entre dos hipótesis que sean igualmente explicativas en cuyo caso (y sólo en él) la que presenta menos elementos tiene mayores posibilidades de ser correcta. Por ello me sorprendió (desagradablemente) la lectura de un artículo de Richard Dawkins titulado “Religions misguided missiles” [1] en el que sostiene afirmaciones tan peregrinas como: “Promete a un joven que la muerte no es el fin y estará impaciente por causar desastres.” Con estas premisas llega a la conclusión que la causa de esta tragedia es la religión. Esto se me antoja una simplificación inadmisible. Vivimos en un país predominantemente católico en el que la mayoría de la gente (entre ellos muchos jóvenes) cree, por tanto, en una vida de ultratumba; pero nadie va estrellando aviones contra edificios. Por tanto esa creencia no es causa única ni suficiente para explicar esta masacre. ¿No será que existe algo en la religión musulmana que ampare actos como éste? Pues eso parece que piensa Mr. Dawkins porque asegura cosas como que para un joven, carente de atractivo físico y con exceso de testosterona, la promesa de un Paraíso poblado por hermosas vírgenes sexualmente complacientes resulta un gran estímulo. Para no dar pie a que se inicie una persecución contra los creyentes de la religión musulmana tildándoles de fanáticos, nos apresuraremos a explicar que lo antedicho no pasa de ser una lectura absolutamente errónea de los mandatos coránicos. El concepto de martirio se limita al hombre que muere combatiendo por el Islam, no incluye el asesinato de mujeres, niños y hombres inocentes. Nada en el Corán justifica (y mucho menos recompensa) un comportamiento como éste. Dado que los musulmanes consideran que el Antiguo y el Nuevo Testamento están inspirados por su mismo Dios (Alá en árabe) los preceptos de “No matarás” y “Amarás al prójimo como a ti mismo” no les resultan extraños. De este concepto de compartir la misma divinidad surgen párrafos de tolerancia y respeto como el siguiente: “Los creyentes, los judíos, los cristianos, los sabeos, quienes creen en Dios y en el Último Día y obran bien, ésos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen que temer y no estarán tristes.” (El Corán, 2-62) [2] Estos asesinatos no se han cometido por los preceptos coránicos sino en contra de ellos. ¿Por qué entonces algunas personas hacen una lectura de El Corán en clave fanática transformando de forma perversa un mensaje de amor y tolerancia en odio e intransigencia? Hay una causa general para el integrismo islámico y causas particulares para cada caso (Argelia, Pakistán, Egipto...). En general, el integrismo surge como una reacción a la decadencia política y económica. Recordemos que durante la Edad Media, la gran potencia mundial era el Califato de Bagdad. Pocas veces en la historia de la
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humanidad ha existido una corte con mayor esplendor no sólo político y económico sino también cultural. ¿Es de extrañar que añoren aquellos tiempos cuando el presente es mucho más gris? La tentación a adoptar formas religiosas retrógradas como medio para volver a esa Edad Dorada es muy fuerte. Sin embargo, tienden a olvidar que dicho auge se fomentó en la tolerancia, que judíos y cristianos convivían con ellos (a veces de forma problemática), que edificaron su cultura sobre la greco-latina (gracias a sus copias se preservó mucha que de otra forma hubiera desaparecido)... Pero si esta tentación a querer recuperar un pasado glorioso es general, ¿por qué en algunos países sí existe una fuerte corriente de integrismo y en otros no? Aquí tenemos que entrar en las causas particulares. Nos centraremos en el caso de Pakistán y Afganistán para analizar las causas históricas que han conducido a esta corriente de odio al enemigo que, para ellos, es todo aquél que no piense de su misma forma (y entre los que se incluyen, no lo olvidemos, la mayoría de los musulmanes). En el S XVI gobierna en la India una dinastía musulmana, los llamados Grandes Mongoles. Sin embargo, la mayoría de la población profesa el brahamanismo. Esta convivencia no podía estar exenta de conflictos principalmente por un irresoluble problema social. Para un musulmán, todo los creyentes son iguales, para un hindú la sociedad está formada por un conjunto de castas estrictamente cerradas. No es de extrañar que numerosos descastados y miembros de las castas bajas se convirtieran al Islam, aunque para un hindú de las castas altas siguieran siendo seres inferiores a los que miraban con desprecio. Esta conversión creó, además, una gran desigualdad económica en el campo del Islam. Junto a la clase dirigente que poseen enormes riquezas aparecen millones de antiguos parias que nada tienen. La colonización británica no sólo no resolvió esa doble división sino que las agravó. Una nación dividida es mucho más fácil de gobernar puesto que siempre cabe el recurso de apoyarse en una facción para aplastar a la otra, sin reparar en que al enfrentarlos se estaba creando una gran carga de odio para el futuro. El siguiente paso del imperialismo inglés fue Afganistán. La situación aquí era completamente distinta. Amparados en un relieve montañoso y con el apoyo ruso a las tribus afganas (Rusia no sentía ningún deseo de tener a los británicos tan cerca de su propio territorio además de ambicionar también el dominio del país) los ingleses terminaron por retirarse no sin firmar un acuerdo por el que se les cedía parte del territorio que se incorporó a la India. El que así se dividía artificialmente a pueblos pertenecientes a la misma etnia y que compartían idioma y religión no le importó a nadie. Después de la I Guerra Mundial (en la que combatieron y murieron miles de hindúes de ambas religiones) se planteó el problema de qué beneficio obtenían éstos por la situación colonial. El siguiente paso fue plantear la independencia. En un primer momento, la Liga (hindúes musulmanes) y el Congreso (hindúes brahamánicos) colaboraron y consiguieron arrancar a los británicos la concesión de unos gobiernos autónomos en los que se garantizaba la participación de la minoría musulmana en los órganos de gobierno. Para que dicho acuerdo se pusiera en marcha era necesaria la adhesión de un número mínimo de los principados independientes (con dirigentes brahamánicos) que nunca se produjo. La Liga se sintió traicionada por el Congreso y radicalizó su discurso. En 1.933 Rahmat Alí propugnó la independencia de dos estados, la India y Pakistán algo que fue aceptado por la Liga pero a lo que el Congreso se oponía por cuanto para ellos suponía la mutilación de su patria común. El resultado de este enfrentamiento fue un estallido de violencia en los barrios pobres de Calcuta en 1.946 que dejó un saldo de 6.000 muertos y que se extendió por todo el país sin que los ingleses pudieran hacer nada por evitarlo. Los británicos adelantaron en un año la descolonización (prevista para
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1.948) y dejaron tras de sí dos países y uno de ellos, Pakistán, divido en dos, Pakistán Occidental (actual Pakistán) y Pakistán Oriental (actual Bangla Desh) separados entre sí por miles de kilómetros. Como pasa siempre que se traza una frontera sobre el papel, se crearon graves problemas. Por de pronto, tanto en el territorio de la India como en el de los Pakistanes vivía población perteneciente a la otra religión que, al no sentirse segura en su nueva patria, optó por el éxodo. Además una zona en la que la población estaba dividida casi al 50%, Cachemira, era pretendida por ambos países lo que ocasionó dos grandes guerras (1.947 y 1.965) e innumerables enfrentamientos fronterizos. Así, entre ambos contendientes se inició una disparatada y costosa carrera armamentística que termina por convertirles en potencias nucleares. Este desvío de fondos supone la perpetuación de la miseria y, en Pakistán, la sobrevaloración del papel del ejército en la sociedad con lo que se dan todas las circunstancias favorables para los golpes de estado (1.958, 1.969...) Por si la situación de Pakistán no era ya lo bastante deplorable, en 1.971 con el apoyo de la India que ocasiona una nueva guerra entre ambos, se produce la secesión del Pakistán Oriental. Así, Pakistán queda humillada como nación, económicamente en la miseria y políticamente condenada a las dictaduras militares. ¿Faltaba algo en esta situación potencialmente explosiva? Sí, la invasión soviética de Afganistán con cuyo pueblo los pakistaníes mantenían antiguas relaciones como vimos anteriormente. En un mundo dividido en bloques lo que iba a pasar era previsible. E.E.U.U aprovecha la ocasión de poner en dificultades a la URSS y siguiendo el erróneo adagio que dice que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” comienza a apoyar la resistencia armada de los afganos. Para ello, utiliza a los habitantes de la región fronteriza entre ambos países. Una zona pobre y atrasada en la que los continuos agravios habían creado un caldo de cultivo perfecto para la difusión de la visión fanática del Islam que se impartía en escuelas coránicas. Sus estudiantes (talibán) rechazaban todo lo que no fuera el Corán. Para ellos, sólo la vuelta a la supuesta pureza de la fe primitiva les devolvería el esplendor pasado que tanto contrastaba con su presente mísero y su futuro sin expectativas. Cuando no se posee nada, nada puede perderse y hasta la muerte puede parecer una liberación para el desesperado. Con el apoyo militar, económico y propagandístico estadounidense, los talibán se convirtieron en héroes para una gran parte de la población pakistaní. Su lucha en una guerra particularmente dura aumentó su fanatismo, así como el desprecio por la vida propia y la ajena. Cuando los soviéticos se retiraron, Afganistán deja de ser algo importante para Occidente. El país queda arruinado, con sus pocas infraestructuras destruidas, sembrado de minas, con miles de viudas y huérfanos de las que nadie se ocupa y con millones de refugiados en Pakistán que habían huido de la guerra y que ante la destrucción de sus hogares y campos de cultivo no tenían motivos para regresar. ¿Puede sorprenderle a alguien que haya tanto odio y desesperanza que alimente el fanatismo en esta zona? Creo que no. Ojalá que seamos capaces de aprender las lecciones de la historia. Si cuando concluya la presente guerra somos capaces de reconstruir lo que destruyamos, de devolver a la gente un presente digno y un futuro esperanzador tendremos la posibilidad de quebrar este círculo vicioso de odio. En caso contrario, sólo será cuestión de tiempo el que aparezca en escena un nuevo Bin Laden y, lo que es peor, con miles de seguidores fanáticos porque cuando el Más Acá no aporta soluciones a los problemas nada puede impedir que se busquen en el inexistente Más Allá. Para más información: [1] Artículo de Dawkins en versión original: http://www.guardian.co.uk/wtccrash/story/0,1300,552388,00.html
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[2] Traducción íntegra al castellano http://www.orst.edu/groups/msa/quran/index_s.html Traducción al castellano de Hernán Toro de escépticos de Colombia http://www.geocities.com/escepticoscolombia/articulos/credos/misilrelig.html
HABLA UN AFGANO-AMERICANO Por: Agencias
HABLA UN AFGANO-AMERICANO Por: Tamim Ansary Noticia enviada por: Alf He oído muchos comentarios sobre "bombardear Afganistán y devolverlo a la Edad de Piedra" Hoy Ronn Owens, en KGO Talk Radio, afirmó que esto significaría matar a gente inocente, gente que no tiene nada que ver con esta atrocidad pero "Estamos en guerra, debemos aceptar los daños colaterales, ¿que otra cosa podemos hacer?" Unos minutos después oigo a en la TV a un experto discutiendo sobre si "tenemos las narices para hacer lo que se debe hacer." He reflexionado mucho sobre estas cuestiones ya que soy Afgano, y a pesar de que vivo aquí (USA) desde hace 35 años no he dejado de interesarme por lo que allí sucede. Por lo que quiero contar a aquel que quiera escuchar, como se ven las cosas desde mi posición. Hablo como persona que odia a los Talibanes y a Osama Ben Landen. No tengo ninguna duda de que estas personas son los responsables de las atrocidades sucedidas en Nueva York. Estoy de acuerdo de que se debe hacer algo contra estos monstruos. Pero los Talibanes y Ben Landen no son Afganistán. Ni siquiera son el gobierno de Afganistán. Los Talibanes son una secta de locos ignorantes que se hicieron con el poder en Afganistán en 1997. Ben Landen es un criminal político con un plan. Cuando piensen en Talibanes, piensen en Nazis. Cuando piensen en Ben Landen, piensen en Hitler. Y cuando piensen en "el pueblo de Afganistán" piensen en "los judíos en los campos de concentración". No solo los Afganos no han tenido nada que ver con esta atrocidad. Ellos fueron las primeras víctimas de los que han cometido los atentados. Se alegrarían si alguien viniera y echase a los Talibanes y limpiara de criminales internacionales el nido de ratas escarbado en su país. Algunos se preguntan, ¿por que los Afganos no se rebelan y derrocan a los Talibanes? La respuesta es, están hambrientos, exhaustos, heridos, incapacitados, sufriendo. Hace algunos años, las Naciones Unidas estimó que hay 500.000 huérfanos discapacitados en Afganistán, un país sin economía, sin alimentos. Hay millones de viudas. Y los Talibanes han enterrado vivas a estas viudas en fosas comunes. La tierra esta cubierta de minas; las granjas fueron destruidas por los Soviéticos. Estas son algunas de las razones por las que el pueblo Afgano no han derrocado a los Talibanes. Volvamos ahora a la cuestión de bombardear a Afganistán para que vuelva a la Edad de Piedra. El problema es que ya se ha hecho. Los Soviéticos ya se ocuparon de eso. Hacer sufrir a los Afganos? Ya están sufriendo. Destruir sus casas? Hecho. Erradicar sus hospitales? Hecho. Convertir sus escuelas en montañas de escombros? Hecho. Destruir sus infraestructuras? Dejarlos sin medicinas o asistencia médica? Demasiado tarde. Alguien ya lo hizo.
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Nuevas bombas solo removerían las ruinas dejadas por las viejas bombas. Alcanzarían al menos a los Talibanes? Probablemente no. En el Afganistán de hoy solo los Talibanes comen, solo ellos tienen los medios para desplazarse. Huirían y se ocultarían. A lo mejor las bombas alcanzarían a algunos de esos huérfanos discapacitados, no se mueven demasiado rápido, ni tan siquiera tienen sillas de ruedas. Volar sobre Kabul y lanzar bombas no sería realmente un golpe contra los criminales que hicieron esas cosas horribles. Realmente harían causa común con los Talibanes, violando una vez más a la gente que han estado violando todo este tiempo. ¿Pero que más queda? ¿Qué se puede hacer entonces? Dejadme hablar ahora temblando y con verdadero temor. La única forma de coger a Ben Landen es enviando tropas terrestres. Cuando la gente habla de si "tenemos las narices para hacer lo que se debe hacer." Están pensando en términos de tener las narices para matar tanta gente como sea necesario. Tener las narices para superar los escrúpulos morales que supone matar gente inocente. Saquemos nuestras cabezas de la arena. Lo que está sobre la mesa es la muerte de Americanos. Y no solo porque algunos Americanos morirían en la lucha por encontrar el escondite de Ben Landen. Es mucho más grande que esto amigos. Porque para llevar tropas a Afganistán, tendríamos que hacerlo a través de Paquistán. ¿Nos dejarían? Probablemente no. Tendríamos que conquistar primero Paquistán. Se quedarían las otras naciones Musulmanes al margen? Ya ven por donde voy. Estamos flirteando con una guerra mundial entre el Islam y Occidente. ¿Y saben que?: Este es el plan de Ben Landen. Esto es exactamente lo que quiere. Por eso hizo esto. Lean sus discursos y declaraciones. Esta todo ahí. Él cree realmente que el Islam vencerá a Occidente. Puede parecer ridículo, pero él se imagina que si puede polarizar al mundo en el Islam y Occidente, tendrá mil millones de soldados. Si occidente inicia un holocausto en estas tierras, son mil millones de personas con nada que perder, y esto es todavía mejor desde el punto de vista de Bin Landen. Probablemente está equivocado, al final Occidente ganaría, sea cual sea su significado, pero la guerra duraría años y millones de personas morirían, no solo los suyos, también los nuestros. ¿Quién tiene las narices para esto? Ben Landen las tiene. Alguien más? Para más información: Artículo original http://www.salon.com/news/feature/2001/09/14/afghanistan/index.html
EL Por: Agencias
EL 'FACTOR DIOS' Por: José Saramago En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados. Los hombres eran rebeldes. En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un
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machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo. Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero. En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras. Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares. Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta. En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda. El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado. Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura. Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana. Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real. A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir. Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel. Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente textos sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.
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Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia. Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones. Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia. Al lector creyente (de cualquier creencia...) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios´. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose. [Nota] *José Saramago es escritor portugués, premio Nobel de Literatura.
LA GUERRA INTERMINABLE Por: Agencias
El Correo http://www.elcorreodigital.com/ LA GUERRA INTERMINABLE Por: Kepa Aulestia Las oleadas de misiles y bombas que estallan sobre suelo afgano, causando las primeras víctimas humanas de una respuesta tan medida como demoledora, sitúan a la Humanidad ante los tres escenarios sobre los que ha comenzado a representarse una guerra que puede resultar interminable. Uno de los escenarios -quizás el más lejano a la inquietud inmediata que suscita la incertidumbre actual- es ese nuevo orden mundial que puede vislumbrarse en cada hipótesis de salida a la situación, y cuyos rasgos definitivos nadie podría vaticinar hoy. Tras el 11 de septiembre, la globalización del riesgo alcanza al conjunto del planeta y adquiere una doble dimensión. Por un lado, todas las sociedades occidentales se sienten afectadas -en grado diverso- por una inseguridad que no encuentra precedentes desde la II Guerra Mundial. Por el otro, los Estados del extenso ámbito territorial en el que el Islam está presente como credo mayoritario o emergente sienten de forma más aguda que nunca la amenazante presencia del
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integrismo. Las sombras del riesgo, del terror o de la desestabilización, alcanzan a cuatro quintas partes de la Humanidad, y únicamente China parece situarse al margen del peligro. Este último dato provoca sensaciones de vértigo, especialmente en el mundo occidental. La perspectiva de que la colisión de civilizaciones que entraña, de una u otra manera, la cruzada fundamentalista contra los valores de Occidente pueda contribuir al fortalecimiento de esa tercera civilización que representa China constituye una hipótesis nada desdeñable en el caso de que la autodefensa occidental no coincida con el afianzamiento de regímenes que contribuyan a la estabilidad mundial desde el islamismo y el mundo árabe. El hecho de que dicha estabilidad haya estado -y pueda seguir en el futuro- en manos de gobiernos y dinastías que administran los intereses de sus súbditos desde posiciones dictatoriales o costumbres incompatibles con los derechos humanos no puede seguir representando, para Occidente, el mal menor necesario para evitar uno mayor. Entre otras razones porque, además de su naturaleza extremadamente injusta, el muro de contención que esos regímenes alzan frente al extremismo integrista resulta tan endeble que, en sí mismo, se convierte en acicate del terror global. El segundo escenario tiene que ver con la duración de la contienda. El estremecedor ataque del terror integrista contra Estados Unidos y la respuesta que, casi un mes más tarde, ha protagonizado el agredido, secundado por una infinidad de países, ha dado inicio a una guerra que sus contendientes afrontan con un objetivo determinado. No sería aventurado concluir que el objetivo que Bin Laden perseguía el 11 de septiembre era involucrar a Occidente en una espiral que permitiera al integrismo desestabilizar, por lo menos, Pakistán y Arabia Saudí. Ahora, además de prevenir cualquier agresión sobre suelo occidental, EE UU y sus aliados se ven obligados a garantizar la estabilidad de ambos países como objetivo tan inmediato como la destrucción de las bases de la red terrorista o la caída del régimen talibán. Pero, junto a su carácter global, el anuncio por parte de los dirigentes norteamericanos de que la lucha contra las redes del terrorismo fundamentalista podría durar diez años apunta hacia un horizonte tan incierto que puede llevarnos a la conclusión de que nos encontramos en las albores de una guerra interminable. Nadie podría pretender que una guerra expire, en sus efectos, a tan largo plazo. Máxime cuando la naturaleza asimétrica de la actual conflagración ha desplazado al propio conflicto palestino-israelí del epicentro de la tensión, amenazando con la aparición de nuevos conflictos o, para ser más precisos, amenazando con que viejas tensiones afloren al primer plano de la actualidad. El tercer escenario muestra las contradicciones entre gobiernos y ciudadanía en las sociedades democráticas. Salvo raras excepciones, probablemente no hay decisión gubernamental más alejada del sentir popular que la declaración de guerra; y mucho más si dicha declaración da paso al mantenimiento de un conflicto prolongado. Probablemente, si el pavoroso rastro de restos humanos que dejó la matanza de las ‘Torres Gemelas’ hubiera sido contemplado por los norteamericanos, la exigencia de una venganza inmediata hubiese obligado a sus dirigentes a adelantar precipitadamente los acontecimientos. Pero, también probablemente, a medida que la guerra se vuelva interminable, los propios neoyorquinos serán los primeros en implorar su final. Salvo raras excepciones, todas las sociedades del mundo tienden a concebir la guerra como una fatalidad ajena a su propia voluntad. En nuestra pequeña historia, y al margen de la adicción que algunos padecen a los mitos, los vascos hemos podido ser de todo menos belicosos. Al fin y al cabo, la guerra transfiere los instintos más primarios que el ser humano alberga hacia la responsabilidad que unos pocos asumen en nombre de un supuesto mandato popular: marchar al frente. Claro que, en este caso, dicha transferencia no garantiza la seguridad del ciudadano occidental, si no que acrecienta los riesgos sobre su integridad personal o sobre las certidumbres de futuro que han caracterizado a nuestra civilización. El ciudadano, comprensivo y confiado respecto a las decisiones que adopten sus dirigentes, se mantendrá así mientras perciba un final razonablemente próximo y no se sienta directamente concernido por las imprevisibles consecuencias de una historia que nunca hemos vivido en el pasado.
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VIOLENCIA, RELIGIÓN Y MUNDO SECULAR Por: Agencias
El País http://www.elpais.es/ VIOLENCIA, RELIGIÓN Y MUNDO SECULAR Por: E Miret Magdalena Muchos se preguntan por qué ha habido y sigue habiendo tantos hechos violentos religiosos. Basta echar una mirada a la historia de todos los países, y leer los periódicos, para encontrar por todas partes esa relación estrecha que hace sospechar a muchos que la religión y la violencia se hallan siempre unidas. Eso es lo que nos hemos preguntado cristianos, judíos, islámicos o agnósticos en el oportuno curso dirigido por el juez Garzón en la universidad de verano de El Escorial. Allí se descubrió la importancia de la religión en la violencia actual, entre otras causas, por la defensa de la territorialidad -como ocurre en Palestina-, reacción ésta que viene ya de nuestros ancestros del reino animal. La lucha contra personas y cosas en nombre de la religión esmalta la historia humana, y actualmente presenta penosos ejemplos, como el hundimiento terrorista de las dos torres de Manhattan. En la antigua Yugoslavia se han opuesto distintas posturas religiosas, y todavía quedan hechos que tienen ese sentido porque hay un duro enfrentamiento de los cristianos entre sí, ortodoxos y católicos, y de todos ellos contra los islámicos, y viceversa. Como vimos en el Líbano hasta hace poco, y seguimos viendo en Palestina -que está llena contradictoriamente de los recuerdos pacíficos de Jesús-, donde ni siquiera se entienden los distintos cristianos en los llamados Lugares Sagrados. Y nada digamos de las monstruosidades artísticas cometidas por los talibán que gobiernan Afganistán y su apoyo a terroristas como Bin Laden; gracias a la inoperancia de las Naciones Unidas, los talibán pudieron hacerlo sin que nadie impidiera los desmanes de todo tipo que cometen en el plano cultural, político y educativo en nombre de la religión. Y si recordamos someramente la historia, quedaremos impresionados los judeo-cristianos por el ejercicio de la violencia en nombre del Dios Yahvé del Antiguo Testamento; o por la defensa cruenta de la verdad cristiana durante siglos, a pesar de la tolerancia mostrada hacia todos por Jesús, que por eso murió ajusticiado en su propio país. Nos escandalizan las durezas cruentas del Libro del Deuteronomio y las guerras de exterminio realizadas en Israel en nombre de Yahvé. Y pasa lo mismo si rememoramos las injustas persecuciones de la Iglesia cristiana contra los valdenses y albigenses, y la defensa realizada por San Agustín de la persecución oficial contra los donatistas africanos, justificando la violencia ejercida contra ellos. Y la triste historia de la Inquisición, y sus constantes injusticias y persecuciones por motivos religiosos, usando la tortura y entregando al brazo civil a los condenados por ella, para que los ajusticiase. O lo cometido contra el fraile Savonarola, condenado a la hoguera por el inmoral Papa Alejandro VI. Y, para pretender lavar esa afrenta, cuando ya el mal no tiene remedio, se quiere ahora hipócritamente canonizar a Savonarola; pero sin arrepentirse verdaderamente de esa costumbre persecutoria contra los que no piensan como los que mandan, porque se sigue persiguiendo hoy moralmente a los pensadores eclesiásticos incómodos para la Iglesia oficial, haciéndoles callar la boca si no quieren ser anatematizados públicamente. Y todo ello sin el más mínimo respeto a los procedimientos de una justicia que tenga en cuenta los derechos humanos proclamados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que Juan XXIII aceptó gustoso en su encíclica Paz en la tierra.
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La religión cae constantemente en el fanatismo intransigente ejercido contra las ideas que no se acomodan a su pensar; y en el fundamentalismo que interpreta con un literalismo infantil sus Libros Sagrados, como hacen numerosos grupos en el Islam o en el cristianismo. O se llega a unir la religión fundamentalista con la política, y se defiende el integrismo que mezcla ambas cosas, y fácilmente ejerce la violencia física o moral con los que no aceptan sus conservadoras ideas. Yo no puedo por menos de recordar nuestro siglo XIX, en el que se nos enseñó el nacional-catolicismo todavía reinante en mis años jóvenes, defendido por nuestros obispos, y que fue el único que nos educó a los católicos durante siglo y medio. Se editaba en los Breviarios del Pensamiento Español, como modelo católico en nuestro país, a personajes como el famoso dominico llamado Filósofo Rancio, que advertía a los que seguían su conciencia, cuando no coincidía con sus dictados doctrinales cerrados, que no se olvidasen que los católicos españoles tenían para ellos 'el quemadero'. O el famoso cura catalán Sardá i Salvany, que condenaba todo ejercicio de las libertades civiles como pecado, con la aprobación de numerosos obispos españoles y alabanza de la romana Congregación del Índice. Y rara fue también la voz episcopal -sólo se cuentan dos obispos de la zona llamada nacional- que se atrevió a llamar tímidamente la atención por las muertes que cometía el franquismo con sus enemigos, cuando éstos eran solamente defensores de esas libertades humanas. ¿Cuándo aprenderá nuestra religión hispana a que nadie somos detentadores absolutos de la verdad, sino pacientes buscadores siempre intentando encontrarla poco a poco y mezclada con errores? Yo aprendí de Pablo VI que la Iglesia debe hacerse diálogo con todos, sin límites ni cálculos ni polémica ofensiva. Y que, por el hecho de la dignidad humana que todos poseemos, tenemos derecho a la libertad religiosa, pensemos o no como la Iglesia oficial. Pero también me doy cuenta de que eso no se practica hoy en ella. La religión tiene el peligro de ser intransigente si pretende ser en todo la absoluta poseedora de la verdad, incluso en muchas cosas que son discutibles, y sobre las cuales no siempre pensó así la propia Iglesia, por más que quieran ocultarlo sus dirigentes actuales. A mí hay un inteligente pensador católico que me lo enseñó: el cardenal inglés Newman; que lo resumió plásticamente con estas palabras: 'Si después de una comida me viera obligado a lanzar un brindis religioso, bebería a la salud del Papa, creedlo bien, pero primeramente por la conciencia y después por el Papa', 'porque si el Papa hablara contra la conciencia... cometería un suicidio'. A los fundamentalistas, el temor al cambio, al pluralismo y a la diferencia les hace poner en peligro sus afirmaciones absolutas, y por eso reaccionan violentamente. Incluso se podría sospechar que no están convencidos de lo que sostienen, porque como observó Unamuno que 'los verdaderamente más convencidos suelen ser los más tolerantes; la intransigencia proviene de la barbarie, la falta de educación, la soberbia y no de la firmeza de la fe'. Y, por supuesto, han aprendido bien la lección de atribuir a Dios sus exageraciones doctrinales e inhumanas para, resguardándose con esa palabra que recuerda un poder absoluto, cubrir con ese halo de fuerza moral sus seudoverdades. Para mí, lo que llamamos Dios no puede ser eso, sino lo contrario: la apertura, como decía el ateo Garaudy; el acogimiento universal, como llamaba a esa experiencia el sabio Einstein; o el principio integrador de todas nuestras experiencias positivas, según el astrofísico Whittaker. Es en definitiva lo que era para Pasteur: el descubrimiento de un ideal de belleza, de arte, de ciencia, de ética, que lo lleva uno dentro de sí como norte de su vida.
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¿Se parece esto a la intransigente religión al uso? Por eso, no es extraño que, para mantener esa experiencia positiva en sus vidas, algunos desechen la religión que han conocido entre nosotros. La religión no tiene soluciones para todo, tiene que acostumbrarse al mundo dirigido en su mayoría de edad por la razón, y no por pretendidos mensajes venidos del cielo para gobernar la sociedad. Es la hora de la 'sana y legítima laicidad del Estado', como reconoció el Papa Pío XII. El mundo por fin se ha secularizado y todos debemos aceptarlo. Ni teocracia ni clericalismo alguno deben dirigir las cosas de tejas abajo. [Nota] *E. Miret Magdalena es teólogo seglar.
EL TRISTE PUNTO CERO ES SUBLIME Por: Agencias
EL TRISTE PUNTO CERO ES SUBLIME Por: Stephen Jay Gould The New York Times Op-Ed Los paradigmas de la Historia de la Humanidad mezclan siempre la decencia y la depravación a partes iguales. Por lo tanto, presumimos con frecuencia que un equilibrio tan delicado debe surgir en unas sociedades que estén compuestas por gente decente y depravada en igual número. Pero debemos exponer y celebrar aquí la falacia de tal conclusión de forma que, en estos momentos de crisis, podamos reafirmar una verdad esencial, olvidada con demasiada facilidad, y recuperar un consuelo que nos es crucial y que también parece estar a punto de desaparecer. La gente buena y amable sobrepasa en número al resto en una proporción de varios miles a uno. La tragedia de la Historia humana se debe al enorme potencial de destrucción de algunos actos de maldad y no a la alta frecuencia con que aparecen individuos malvados. Los sistemas complejos sólo pueden construirse paso a paso, mientras que la destrucción requiere sólo un instante. Así, en lo que a mí me gusta llamar la Gran Asimetría, todos y cada uno de los incidentes espectaculares derivados de la maldad se ven compensados por otros 10.000 actos de bondad que, muy a menudo, pasan desapercibidos e invisibles como esfuerzos «corrientes» que son y que los llevan a cabo una inmensa mayoría de personas. Tenemos el deber, casi la sagrada responsabilidad, diría yo, de destacar y honrar la vigorosa entidad de estas innumerables y pequeñas buenas acciones frente a un acto de maldad sin precedentes, que amenaza con distorsionar nuestra percepción de la conducta humana normal. Yo he estado en ese punto cero, atónito ante la visión de las ruinas de la mayor estructura hecha por el hombre que jamás haya sido destruida por una catástrofe. (Dejaré a un lado las apocalípticas declaraciones que hacen algunos literalistas bíblicos a propósito de la Torre de Babel). Yo he podido contemplar una carnicería, ocurrida en un solo día, que nuestro país no sufría desde esas batallas que, casi 150 años después, aún evocan pasiones y lágrimas: Antietam, Gettysburg y Cold Harbor.
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La escena es insufriblemente triste, pero de ninguna manera deprimente. Muy al contrario, el punto cero sólo se puede describir utilizando para ello el significado ya perdido de una gran palabra como es «sublime», en el sentido de un temor reverencial inspirado por la solemnidad. En términos humanos, el punto cero es el centro de una vasta red de bondad activa, hacia donde se canalizan innumerables hazañas, también bondadosas, procedentes de todo el planeta, hechos estos que deben quedar debidamente registrados para reafirmar el abrumador peso de la decencia humana. Los escombros del punto cero permanecen mudos mientras que una colmena plena de actividad humana se revuelve en su interior e irradia su afán hacia el exterior, mientras que todos y cada uno de los que están allí aportan su contribución altruista, ya sea grande o pequeña y según sus medios y capacidades. Mi esposa y mi hijastra organizaron un depósito en Spring Street para recoger y transportar elementos que escaseaban, como máscaras y suplementos para el calzado, destinados a los trabajadores que se encontraban en el punto cero. Las palabras se extendían como un fuego de virtud y la gente se acercaba en oleadas ofreciendo regalos, desde unas simples pilas a un enorme lote de cascos para el trabajo, que había costado 10.000 dólares, comprado en un establecimiento de las cercanías y enviado directamente a todos nosotros. Citaré tan sólo una pequeña historia, entre las muchas que se han dado, para añadirla a esa cuenta que habrá de sobrepasar al poder de cualquier acto terrorista. Y con estas historias, multiplicadas miles de veces, dejaremos que esos pocos individuos depravados entiendan finalmente que su previsión de inspirar miedo no prevalecerá sobre la decencia normal. Cuando una noche, ya tarde, abandonábamos un restaurante de los alrededores para hacer una entrega en el punto cero, la cocinera nos entregó una bolsa diciendo: «Aquí tienen una docena de pasteles de manzana, nuestro mejor postre, todavía calientes. Por favor, entréguenselos a los que están haciendo labores de rescate». Qué persona tan encantadora, pensé, pero qué poco sentido tenía, excepto como acto de solidaridad, conectar la cocina con los trabajos de desescombro. Aún así, le prometimos que lo distribuiríamos; colocamos la bolsa con los pasteles de manzana encima de los varios miles de máscaras y de plantillas para zapatos. Doce pasteles de manzana en la brecha. Doce pasteles de manzana para miles de trabajadores. Y entonces aprendí algo importante que nunca debería olvidar, y la broma fue a mi costa. Aquellos 12 pasteles se convirtieron, literalmente, en pasteles calientes. Aquellos triviales símbolos, tal como los había interpretado en mi juicio inicial, se convirtieron en unas gotas de oro dentro de la tormenta de ofertas similares que se producía, regalos tanto para el estómago como para el corazón, y que iban desde postales escritas por niños a saludos de ánimo desde las aceras de la calle. Entregamos el último pastel a un bombero mayor que estaba sentado, solo y extenuado, colocándose unas plantillas en los zapatos. Y me dijo, con un guiño y una sonrisa: «Gracias. Esto es lo mejor que he visto en cuatro días. ¡Y está caliente todavía!». [Nota] *Stephen Jay Gould es profesor de Zoología en Harvard y autor de libros como La vida maravillosa y Cuestionando el Milenio.
LA LUCHA FINAL
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Por: Mario Vargas Llosa
LA LUCHA FINAL Por Mario Vargas Llosa Lo sabíamos hace tiempo -las malas películas catastrofistas de Hollywood lo habían anticipado con gran precisión de detalles- pero ahora, en las ruinas humeantes de las Torres Gemelas de Manhattan y del Pentágono de Washington, y los miles de cadáveres sepultados bajo los escombros causados por el peor atentado terrorista en la historia de la humanidad, tenemos la evidencia: el siglo XXI será el de la confrontación entre el terrorismo de los movimientos fanáticos (nacionalistas o religiosos) y las sociedades libres, así como el siglo veinte fue el de la guerra a muerte entre estas últimas y los totalitarismos fascista y comunista. La hecatombe ocurrida en Estados Unidos en la mañana del 11 de septiembre demuestra que, aunque pequeñas y dispersas, aquellas organizaciones extremistas partidarias de la acción directa y la violencia indiscriminada disponen de un extraordinario poder destructivo y pueden, antes de ser derrotadas, causar estragos vertiginosos a la civilización, acaso peores que los de las dos guerras mundiales. Una operación tan perfectamente ejecutada, que implica el secuestro simultáneo de cuatro aviones de líneas comerciales para convertirlos en proyectiles y empotrar a tres de ellos en edificios del más alto simbolismo -el vértice del capitalismo y la espina dorsal del sistema defensivo estadounidense-, en el corazón del país más poderoso de la tierra, no sólo requiere voluntarios poseídos de un celo fanático y esa voluntad de inmolación que las iglesias celebran en sus mártires; también, una cuidadosa planificación intelectual, sistemas de información muy eficientes, un vasto entramado internacional y recursos económicos considerables. Los terroristas disponen de todo ello y, además, de Estados que les sirven de refugio, los subsidian y utilizan. Al igual que los grandes carteles de la droga, con los que muchas de ellas tienen estrechas relaciones, las organizaciones terroristas han sido de las primeras en sacar buen provecho de la globalización, extendiendo 'el dominio de la lucha' a escala planetaria. Ya nadie puede poner en duda que, así como ha sido posible volar las Torres Gemelas de Wall Street y el Pentágono, el día de mañana, o pasado, un comando suicida puede hacer estallar en la Quinta Avenida -o en Picadilly Circus, Postdamer Platz o los Campos Elíseos- un artefacto atómico de pequeño calado que cause un millón de muertos. Esta precariedad de las poblaciones de las sociedades democráticas frente a la alta tecnología y operatividad alcanzadas por el terror es una realidad de nuestro tiempo que, por una muy explicable reacción psicológica defensiva, Occidente se ha negado hasta ahora a considerar, aunque algunas mentes lúcidas, como Jean François Revel, hayan venido alertándolo al respecto, y urgiéndolo a actuar desde hace buen número de años. ¿Es ello posible? ¿Hubiera podido ser evitada la tragedia del 11 de septiembre con mejores sistemas de control en los aeropuertos de Estados Unidos? La verdad es que, probablemente, no. Los secuestradores, según los primeros indicios, no disponían de armas de fuego, ni siquiera de navajas de metal que hubieran podido ser detectadas por las pantallas de la seguridad. Se valieron de cuchillitos de plástico y maquinillas de afeitar de inocente apariencia y de cubiertos y objetos contundentes que encontraron en los propios aviones. Todo lo habían previsto. Y, por supuesto, habían entrenado de manera impecable a sus pilotos kamikaze para reemplazar a la tripulación en los mandos, cortar las comunicaciones con las torres, y estrellar los aparatos, con rigor matemático, donde podían causar más daño. Es muy difícil, acaso imposible, que una sociedad abierta, no dispuesta a sacrificar la libertad y la legalidad de sus ciudadanos y a convertirse en un Estado policial en aras de la seguridad, esté en condiciones de vacunarse contra todo tipo de acciones terroristas.
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Pero ello no significa que deba cruzarse de brazos, en espera del próximo Apocalipsis de formato reducido que decida desatar en sus ciudades el multimillonario saudí Osama Ben Laden, o cualquiera de sus congéneres partidarios de la guerra santa e indiscriminada contra su Satán preferido. Por el contrario, las organizaciones terroristas son bastante conocidas y perfectamente vulnerables, así como los gobiernos que las protegen y administran. Hay una guerra declarada, no a Estados Unidos, sino al conjunto de sociedades democráticas y libres del mundo, y no hacerle frente, con inteligencia y resolución, es correr el riesgo de un desplome de la civilización en nuevas orgías de salvajismo como la que acaba de ensañarse contra el pueblo norteamericano. Si los gobiernos de las sociedades democráticas coordinan sus acciones y su información, e internacionalizan la justicia, pueden asestar certeros golpes a las organizaciones terroristas, desbaratando su infraestructura bélica, sus fuentes de suministro, y llevando a sus dirigentes ante los tribunales. Lo ocurrido en la ex Yugoslavia es un indicio de lo que debería ser una práctica permanente, para limpiar a la comunidad humana de futuros Milosevic. Los Estados que fomentan el terror y se sirven de él tienen tanta responsabilidad en los crímenes colectivos como los comandos que los ejecutan y deberían ser objeto de represalias por parte de la comunidad democrática. La represalia más eficaz es, por supuesto, la de reemplazar a esas dictaduras despóticas y sanguinarias -la de los talibán en Afganistán, la de un Sadam Hussein en Irak, la de Gaddafi en Libia y tres o cuatro más sorprendidas en flagrantes complicidades con acciones de terror-, por gobiernos representativos, que respeten las leyes y las libertades, y actúen de acuerdo a unos mínimos coeficientes de responsabilidad y civilidad en la vida internacional. En este aspecto, las sociedades occidentales han actuado tradicionalmente con unos escrúpulos desmedidos, tolerando a dictadorzuelos corruptos y feroces, exportar sus métodos criminales al extranjero, en nombre de una soberanía que éstos violan sin el menor empacho para agredir a otras naciones y luego esgrimen como patente de impunidad. No es verdad que haya sociedades -se menciona siempre a las islámicas como ejemplo-, constitutivamente ineptas para la democracia. Ése es un prejuicio absurdo, alimentado por el racismo, la xenofobia y los complejos de superioridad. Las culturas que no han conocido la libertad todavía (la mayor parte de las existentes, no lo olvidemos), es porque no han podido aún emanciparse de la servidumbre a que tiene en ellas sometida a la mayoría de la población una elite autoritaria, represora, de militares y clérigos parásitos y rapaces, con la que, por desgracia muy a menudo, los gobiernos occidentales han hecho pactos indignos por razones estratégicas de corto alcance o por intereses económicos. En todas esas satrapías tercermundistas que son el mejor caldo de cultivo para el terrorismo existen partidos, movimientos y a veces cuerpos de combatientes que, en condiciones casi siempre muy difíciles, resisten el horror y representan una alternativa de cambio político para el país. Esas fuerzas de la resistencia democrática deberían recibir el respaldo militante de los países libres, en pertrechos militares, acciones diplomáticas y asesoría estratégica, dentro de una campaña concertada internacional para liquidar a esa hidra de mil cabezas en que se ha convertido hoy el terrorismo. Porque la única posibilidad de que, algún día, el mundo entero quede libre de esa amenaza que ahora pende sobre todas nuestras cabezas, es que hayan desaparecido en él todas las dictaduras y sido reemplazadas por gobiernos democráticos. Imagino que esta última frase provocará algunas sonrisas, por su retintín utópico. ¿Un mundo sin dictaduras? ¡Qué fantasía! No es verdad. Si las mujeres afganas, que son la mayoría de la población de ese país, tuvieran ocasión de decidir su suerte, meto mis manos al fuego que no elegirían al gobierno que las expulsó de las escuelas, las profesiones y los empleos, les prohibió salir a la calle solas o visitar un médico, las convirtió en esclavas y las obligó a andar por la vida sepultadas, como robots sin pensamiento ni voluntad propios, bajo los siete kilos de ignominia que pesa una burka. Si todos los
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países democráticos se empeñaran en ello y actuaran en consecuencia, las dictaduras se reducirían de manera dramática y, aunque siempre escenario de esporádicos estallidos de violencia terrorista, el mundo sería infinitamente más seguro de lo que es ahora. Pero es difícil que esa concertación se produzca, por desgracia. Una razón es que los gobernantes, con raras excepciones, padecen de la enfermedad del presentismo, y se resisten a las políticas de mediano y largo plazo como sería la de democratizar los cinco continentes. Y, otra, es que buen número de gobiernos occidentales, empezando por el francés naturalmente, se opondrían a esa acción concertada para no parecer enfeudados a Washington. Vivimos una época en la que la satanización de los Estados Unidos no es sólo patrimonio de los extremismos de izquierda y de derecha -comunistas y fascistas siempre odiaron, más que nada en el mundo, el capitalismo liberal que ese país representa-, sino una disposición del ánimo vastamente extendida en sectores incluso democráticos. Es un odio que se nutre de numerosas fuentes, desde los complejos de inferioridad, de quienes envidian la riqueza y la potencia de aquel país, y de superioridad, de quienes detestan la chabacanería y la informalidad de sus costumbres y se creen (por pertenecer a países más antiguos y de historia ilustre) superiores a los gringos, pasando por la progresía intelectual, esos profesionales de la buena conciencia y la corrección política, que ganan indulgencias ideológicas para sus acomodos, lanzando diatribas sistemáticas contra Estados Unidos, fuente, de creerles, de todos los males que padece el planeta. Ahora mismo, a muchos de ellos, en los farisaicos artículos que escriben en estos días deplorando la tragedia que ha golpeado al gigante norteamericano -¡no faltaría más!-, les supura entre las letras, como sucia afloración del subconsciente, un escalofrío satisfecho. Qué chillería indignada escucharía el mundo si se pusiera en marcha, encabezada por Estados Unidos, una movilización de todos los países democráticos para entablar aquella lucha final (que mentaba la fenecida Internacional) contra las dictaduras existentes.
MISERIAS DE LA GUERRA. GUERRA SANTA: PASIÓN Y RAZÓN Por: Humberto Eco
MISERIAS DE LA GUERRA. GUERRA SANTA: PASIÓN Y RAZÓN Por: Humberto Eco Traducción al español por: Cristina Sardoy Berlusconi habló de la supuesta superioridad occidental sobre el Islam. Eco parte de esas palabras y arma un texto que elude la corrección política para convertirse en un conmovedor homenaje a la tolerancia. Que alguien, en estos días, haya pronunciado palabras inoportunas sobre la superioridad de la cultura occidental, sería un hecho secundario. Es secundario que alguien diga una cosa que considera justa pero en el momento equivocado, y es secundario que alguien crea en una cosa injusta o incluso equivocada, porque el mundo está lleno de gente que cree en cosas injustas y equivocadas, incluido un señor que se llama Bin Laden, que posiblemente sea más rico que nuestro presidente del Consejo y estudió en las mejores universidades. Lo que no es secundario y que debe preocuparnos un poco a todos, políticos, líderes, religiosos, educadores, es que ciertas expresiones, o llegado el caso, artículos enteros y apasionados que de alguna manera las legitimaron, pasen a ser materia de discusión general, ocupen la mente de los jóvenes y puedan llegar a inducirlos a sacar conclusiones pasionales dictadas por la emoción del momento. Me preocupan los jóvenes porque, en definitiva, a los viejos, la cabeza ya no les cambia. Todas las guerras de religión que ensangrentaron al mundo durante siglos nacieron de
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adhesiones pasionales a contraposiciones simplistas, como Nosotros y los Otros, buenos y malos, blancos y negros. Si la cultura occidental demostró ser fecunda es porque se esforzó por "eliminar", a la luz de la investigación y el espíritu crítico, las simplificaciones nocivas. Naturalmente, no lo hizo siempre, porque forman parte de la historia de la cultura occidental también Hitler, que quemaba los libros, condenaba al arte "degenerado", mataba a los que pertenecían a las razas "inferiores", o el fascismo que me enseñaba en la escuela a recitar "Dios maldiga a los ingleses", porque eran "el pueblo de las cinco comidas" y por ende glotones inferiores al italiano parco y espartano. Son, no obstante, los mejores aspectos de nuestra cultura los que debemos discutir con los jóvenes, y de cualquier color, si no queremos que caigan nuevas torres también en los días que vivirán después de nosotros. Un elemento de confusión es que a menudo no se logra captar la diferencia entre la identificación con las propias raíces, comprender a quienes tienen otras raíces y juzgar lo que está bien y o mal. En cuanto a las raíces, si me preguntaran si preferiría pasar mis años de jubilado en un pueblito de Monferrato, en el majestuoso marco del parque nacional del Abruzzo o en las suaves colinas de Siena, elegiría Monferrato. Pero eso no implica que considere a las otras regiones italianas inferiores al Piamonte. Por consiguiente, si con sus palabras, el presidente del Consejo quería decir que prefiere vivir en Arcore antes que en Kabul, y hacerse atender en un hospital milanés antes que en uno de Bagdad, estaría dispuesto a apoyar su opinión. Y eso aunque me dijeran que en Bagdad instalaron el hospital mejor equipado del mundo: en Milán me hallaría más en mi casa, y eso influiría incluso sobre mis capacidades de recuperación. (...) Pasemos ahora al enfrentamiento de civilizaciones, porque ése es el punto. Occidente, aunque más no sea, y en muchos casos lo es, por razones de expansión económica, ha sido curioso respecto de las otras civilizaciones. Muchas veces las liquidó con desprecio; los griegos llamaban bárbaros, es decir, balbucientes, a quienes no hablaban su idioma y por lo tanto era como si en realidad no hablaran. Pero griegos más maduros, como los historiadores (quizá porque algunos de ellos eran de origen fenicio) muy pronto advirtieron que los bárbaros usaban palabras distintas de las griegas, pero se referían a los mismos pensamientos. Marco Polo trató de describir con gran respeto usos y costumbres chinos, los grandes maestros de la teología cristiana medieval se esforzaban por conseguir que les tradujeran los textos de los filósofos, médicos y astrólogos árabes, los hombres del Renacimiento exageraron incluso en su intento de recuperar sabidurías orientales perdidas, desde los Caldeos a los egipcios, Montesquieu intentó comprender cómo podía ver un persa a los franceses, y antropólogos modernos llevaron a cabo sus primeros estudios sobre las relaciones de los salesianos, que se acercaban sin duda a los Bororo para convertirlos, en lo posible, pero también para comprender cuál era su forma de pensar y de vivir, recordando quizá que los misioneros de siglos anteriores no habían podido comprender a las civilizaciones amerindias y alentaron su exterminio. Mencioné a los antropólogos. No digo nada nuevo si recuerdo que, desde mediados del siglo XIX en adelante, la antropología cultural se desarrolló como un intento por cicatrizar el remordimiento de Occidente en relación con los Otros, y especialmente los Otros que eran definidos como salvajes, sociedades sin historia, pueblos primitivos. Occidente no había sido tierno con los salvajes: los había "descubierto", había intentado evangelizarlos, los había explotado, a muchos los había reducido a la esclavitud, entre otras cosas, con la ayuda de los árabes, ya que los barcos de los esclavos eran descargados en New Orleans por hidalgos de origen francés, pero estibados en las costas africanas por traficantes musulmanes.(...)
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La verdadera lección que debe extraerse de la antropología cultural es más bien que, para decir si una cultura es superior a otra, es necesario establecer parámetros. Una cosa es decir qué es una cultura y otra decir en base a qué parámetros la juzgamos. Una cultura puede describirse de un modo pasablemente objetivo: estas personas se comportan así, creen en los espíritus o en una divinidad única que invade toda la naturaleza, se unen en clanes parentales según determinadas reglas, consideran bello perforarse la nariz con anillos, consideran impura la carne de cerdo, se circuncidan, crían perros para cocinarlos los días festivos o, como todavía dicen los estadounidenses de los franceses, comen ranas. El antropólogo, obviamente, sabe que la objetividad siempre entra en crisis debido a numerosos factores. (...) No obstante, haciendo una tala de todos los malentendidos posibles de una cultura Otra se puede obtener una descripción bastante "neutra". Los parámetros de juicio son otra cosa, dependen de nuestras raíces, de nuestras preferencias, de nuestros hábitos, de nuestras pasiones, de nuestro sistema de valores. Pongamos un ejemplo. ¿Consideramos que alargar la vida media de cuarenta a ochenta años es un valor? Yo personalmente creo que sí, pero muchos místicos podrían decirme que, entre un crápula que tira ochenta años y un san Luis Gonzaga que tira veintitrés, el segundo es el que tuvo una vida más plena. Pero admitamos que la extensión de la vida es un valor: si es así, la medicina y la ciencia occidental son ciertamente superiores a muchos otros saberes y prácticas médicos. ¿Creemos que el desarrollo tecnológico, la expansión de los intercambios comerciales, la rapidez del transporte, son un valor? Muchísimos lo creen así, y tienen derecho a juzgar superior nuestra civilización tecnológica. Pero, en el seno mismo del mundo occidental, hay quienes consideran como un valor primordial una vida en armonía con un ambiente incorrupto, y entonces están dispuestos a renunciar a los aviones, los autos, las heladeras, para trenzar mimbres y moverse a pie de pueblo en pueblo, con tal de no tener el agujero de ozono. Ya ven que para definir una cultura mejor que otra, no basta con describirla (como hace el antropólogo) sino que es necesario recurrir a un sistema de valores que consideremos irrenunciables. Sólo en ese punto podemos decir que nuestra cultura, para nosotros, es mejor. En estos días asistimos a varias defensas de culturas diferentes en base a parámetros discutibles. Justamente, el otro día leía una carta a un gran diario donde se preguntaba sarcásticamente cómo era posible que los premios Nobel fueran siempre para occidentales y no para orientales. Dejando de lado el hecho de que se trataba de un ignorante que no sabía cuántos premios Nobel de Literatura fueron conferidos a personas de piel negra y a grandes escritores islámicos, dejando de lado que el premio Nobel de Física de 1979 fue para un pakistaní que se llama Abdus Salam, afirmar que reconocimientos para la ciencia recaen naturalmente en quienes trabajan en el ámbito de la ciencia occidental es descubrir la pólvora, porque nadie ha puesto nunca en duda que la ciencia y la tecnología occidentales están hoy en la vanguardia. ¿En la vanguardia de qué? De la ciencia y la tecnología. ¿Cuán absoluto es el parámetro del desarrollo tecnológico? Pakistán tiene la bomba atómica e Italia no. ¿Entonces, somos una civilización inferior? ¿Es mejor vivir en Islamabad que en Arcore? Los defensores del diálogo nos instan a respetar el mundo islámico recordando que dio hombres como Avicena y Averroes. Nos recuerdan que los árabes de España cultivaban la geografía, la astronomía, la matemática o la medicina cuando en el mundo cristiano estaban mucho más atrasados. Todas cosas absolutamente verdaderas, pero esos no son argumentos, porque razonando así habría que decir que Vinci, noble comuna toscana, es superior a Nueva York, porque mientras en Vinci nacía Leonardo en Manhattan cuatro indios esperaban sentados en el suelo más de ciento cincuenta años a que llegaran los holandeses para comprarles toda la península por veinticuatro dólares. Y en cambio, sin ánimo de ofender a nadie, hoy el centro del mundo es Nueva York y no Vinci. Las cosas cambian. No sirve recordar que los árabes de España eran bastante tolerantes con cristianos y judíos en tanto que entre nosotros se atacaban los ghettos, que Saladino, cuando
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reconquistó Jerusalén, fue más misericordioso con los cristianos de lo que habían sido los cristianos con los sarracenos cuando habían conquistado Jerusalén. Todas cosas exactas, pero en el mundo islámico hay actualmente regímenes fundamentalistas y teocráticos que no toleran a los cristianos y Bin Laden no fue misericordioso con Nueva York. Bactriana fue un cruce de grandes civilizaciones, pero hoy los talibanes destruyen con explosivos los Buda. Los franceses, por su parte, hicieron la masacre de la Noche de san Bartolomé, pero esto no autoriza a nadie a decir que en la actualidad son bárbaros. No molestemos a la historia porque es un arma de doble filo. Los turcos empalaban (y está mal) pero los bizantinos ortodoxos sacaban los ojos a sus parientes peligrosos y los católicos quemaban a Giordano Bruno; los piratas sarracenos hacían desastres de todos los calibres, pero los corsarios de su majestad británica, con todos sus despachos reales, incendiaban las colonias españolas en el Caribe; Bin Laden y Saddam Hussein son enemigos feroces de la civilización occidental, pero dentro de la civilización occidental hemos tenido señores que se llamaron Hitler o Stalin. No, el problema de los parámetros no se pone en clave histórica, sino en clave contemporánea. Ahora bien, una de las cosas elogiables de las culturas occidentales (libres y pluralistas, y estos son valores que nosotros consideramos irrenunciables) es que se dieron cuenta desde hace ya tiempo que la misma persona puede ser llevada El problema que la antropología cultural no resolvió es qué hacer cuando el integrante de una cultura, cuyos principios aprendimos quizás a respetar, viene a vivir a nuestra casa. En realidad, la mayor parte de las reacciones racistas en Occidente no se deben al hecho de que los animistas vivan en Malí (basta con que se queden en su tierra, dice de hecho la Liga), sino que los animistas vengan a vivir con nosotros. Y vaya y pase con los animistas o con quienes quieren rezar en dirección a la Meca, pero ¿y si quieren llevar chador, si quieren infibular a sus muchachas, si (como sucede en algunas sectas occidentales) niegan las transfusiones de sangre a sus niños enfermos, si el último comedor de hombres de Nueva Guinea (admitiendo que todavía exista alguno) quiere emigrar a nuestro país y asarse a un jovencito por lo menos cada domingo? Sobre el comedor de hombres estamos todos de acuerdo, va a la cárcel (pero sobre todo porque no son mil millones), sobre las chicas que van a la escuela con chador, no veo por qué hacer una tragedia si eso les gusta, sobre la infibulación, en cambio, el debate está abierto pero, ¿qué hacemos, por ejemplo, con el pedido de que las mujeres musulmanas puedan ser fotografiadas en el pasaporte con velo? Tenemos leyes, iguales para todos, que establecen criterios de identificación para los ciudadanos y no creo que se puedan dejar de lado. Yo cuando visité una mezquita me quité los zapatos, porque respetaba las leyes y las usanzas del país anfitrión. ¿Qué hacemos con la foto velada? Creo que en estos casos se puede negociar. En el fondo, las fotos de los pasaportes son siempre poco fidedignas y sirven para lo que sirven, están estudiándose tarjetas magnéticas que reaccionan con la huella del pulgar, el que quiera ese tratamiento privilegiado que pague el eventual sobreprecio. Y si esas mujeres luego asisten a nuestras escuelas, también podrían llegar a conocer derechos que no creían tener, así como muchos occidentales fueron a las escuelas coránicas y decidieron libremente hacerse musulmanes. Reflexionar sobre nuestros parámetros significa también decidir que estamos dispuestos a tolerar todo, pero que ciertas cosas son para nosotros intolerables. Occidente dedicó fondos y energías a estudiar los usos y costumbres de los Otros, pero nadie permitió verdaderamente a los Otros que estudiaran usos y costumbres de Occidente, salvo en las escuelas mantenidas en el exterior por los blancos o permitiendo a los Otros más ricos que fueran a estudiar a Oxford o París —y después se ve lo que pasa, estudian en Occidente y vuelven a su patria para organizar movimientos fundamentalistas, porque se sienten ligados a sus compatriotas que no pueden realizar esos estudios. Antiguos viajeros árabes y chinos habían estudiado algo de los países donde se pone el sol, pero son cosas de las que sabemos bastante poco. ¿Cuántos antropólogos africanos o chinos vinieron a estudiar Occidente para contárselo a sus conciudadanos, pero también a nosotros, me refiero a contarlo como nos ven ellos? Existe desde hace unos años una organización internacional llamada Transcultura que propicia una "antropología alternativa". Llevó a estudiosos africanos que nunca habían
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estado en Occidente a describir el interior francés y la sociedad de Bolonia, y les aseguro que cuando nosotros los europeos leímos que dos de las observaciones más sorprendentes se referían al hecho de que los europeos sacan a pasear a sus perros y que se desnudan a la orilla del mar, bueno, la mirada recíproca comenzó a funcionar de ambas partes, y surgieron discusiones interesantes. En este momento, con miras a un congreso final que se desarrollará en Bruselas en noviembre, tres chinos, un filósofo, un antropólogo y un artista, están completando el viaje de Marco Polo al revés, sólo que en vez de limitarse a escribir su Millón, graban y filman. Al final, no sé qué podrán aclararles sus observaciones a los chinos, pero sé qué podrán aclararnos a nosotros. Imagínense que se invite a fundamentalistas musulmanes a realizar estudios sobre el fundamentalismo cristiano. Bueno, yo creo que el estudio antropológico del fundamentalismo de otro puede servir para comprender mejor la naturaleza del propio. Que vengan a estudiar nuestro concepto de guerra santa y quizá verían con ojo más crítico la idea de guerra santa en su casa. En el fondo, los occidentales hemos reflexionado acerca de los límites de nuestro modo de pensar describiendo justamente la pensée sauvage. Uno de los valores de los cuales habla mucho la civilización occidental es la aceptación de las diferencias. Teóricamente estamos todos de acuerdo, es politically correct decir en público de alguien que es gay, pero después en casa decimos que es un marica. ¿Cómo se hace para enseñar la aceptación de la diferencia? La Académie Universelle des Cultures puso on line un sitio donde se están elaborando materiales sobre temas diversos (color, religión, usos y costumbres, etcétera) para los educadores de cualquier país que quieran enseñar a sus alumnos cómo aceptar a los que son distintos de ellos. En primer lugar, se decidió no decir mentiras a los chicos, afirmando que todos somos iguales. Los niños se dan cuenta perfectamente de que algunos vecinos de casa o compañeros de colegio no son iguales a ellos, tienen una piel de distinto color, los ojos con forma almendrada, el pelo más abundante o más lacio, comen cosas extrañas, no toman la primera comunión. Tampoco basta decirles que todos son hijos de Dios, porque también los animales son hijos de Dios y, sin embargo, los chicos nunca vieron una cabra en la cátedra enseñándoles gramática. Por lo tanto, es necesario decir a los chicos que los seres humanos son muy distintos entre sí, y explicar bien en qué son distintos, para luego mostrar que esas diversidades pueden ser una fuente de riqueza. El maestro de una ciudad italiana debería ayudar a sus chicos italianos a comprender por qué otros niños le rezan a una divinidad distinta, o tocan una música que no se parece en nada al rock. Naturalmente, lo mismo debe hacer un educador chino con niños chinos que viven junto a una comunidad cristiana. El paso siguiente consistirá en mostrar que hay algo en común entre su música y la nuestra, y que también su Dios recomienda algunas cosas buenas. Posible objeción: nosotros lo haremos en Florencia, ¿pero lo harán después también en Kabul? Bueno, esa objeción es lo más alejado que puede haber de los valores de la civilización occidental. Nosotros somos una civilización pluralista porque permitimos que en nuestra casa se construyan mezquitas y no podemos renunciar a ello sólo porque en Kabul manden a prisión a los propagandistas cristianos. Si lo hiciéramos seríamos talibanes nosotros también.(...) Ahora bien, dejando de lado que hay una derecha y que hay un catolicismo integrista decididamente tercermundista, filo-árabe, etcétera, no se tiene en cuenta un fenómeno histórico que está ante los ojos de todos. La defensa de los valores de la ciencia, el desarrollo tecnológico y la cultura occidental moderna, en general, siempre fueron una característica de las alas laicas y progresistas. No solamente eso, todos los regímenes comunistas evocaron una ideología del progreso tecnológico y científico. El Manifiesto de 1848 se inicia con un elogio imparcial de la expansión burguesa; Marx no dice que hay que dar media vuelta y pasar al modo de producción asiático, dice solamente que de esos valores y esos éxitos deben apoderarse los proletarios. A la inversa, siempre ha existido el pensamiento reaccionario (en el sentido más noble del término), al menos empezando por el rechazo de la revolución francesa, que se opuso a la ideología laica del progreso afirmando que hay que volver a los valores de la Tradición. Sólo algunos
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grupos neo-nazis se remiten a una idea mítica de Occidente y estarían dispuestos a degollar a todos los musulmanes en Stonehenge. Los más serios entre los pensadores de la Tradición siempre se han remitido, más allá de los ritos y mitos de los pueblos primitivos, o la lección budista, precisamente al Islam, como fuente todavía actual de espiritualidad alternativa. Siempre estuvieron allí para recordarnos que no somos superiores, sino que más bien la ideología del progreso nos desecó, y que debemos ir a buscar la verdad entre los místicos Sufis o los derviches danzantes. Y esas cosas no las digo yo, siempre las dijeron ellos. Basta con ir a una librería y buscar en los estantes indicados. En este sentido, en la derecha se está abriendo ahora una curiosa grieta. Pero tal vez sea sólo un signo de que en los momentos de gran desconcierto (y ciertamente estamos viviendo uno) nadie sabe dónde está. Claro que es justamente en los momentos de desconcierto cuando hay que saber usar el arma del análisis y la crítica, de nuestras supersticiones tanto como de las del otro. Espero que de estas cosas se hable en las escuelas, y no sólo en las conferencias de prensa. [Nota] * Humberto Eco es semiólogo, crítico literario y escritor. Licenciado en filosofía por la Universidad de Turín, se gradúa en 1954 y a partir de ese año ejerce como profesor de estética y semiótica en universidades como las de Milán, Bolonia, Florencia y Turín.
QUE NO SE PARE LA VIDA Por: Manuel Alcántara
QUE NO SE PARE LA VIDA Por: Manuel Alcántara Los talibán ofrecen «dos millones de mártires»: en el Jardín de Alá no van a poder dar un paso. La cólera musulmana se extiende mientras continúan los bombardeos y la OTAN pide a sus aliados que se rearmen como en la ‘guerra fría’. Todos estamos en guerra, incluso los que tenemos la conciencia en paz relativa. ¿Qué hemos hecho para acabar con la miseria? Sólo compadecer, mientras veíamos en el telediario a niños palestinos descalzos que tiran piedras a los tanques. La compasión es un sentimiento muy confortador: nos permite creer que somos buenos, al mismo tiempo que comparamos nuestra suerte con la de los desdichados. Nadie puede ser ajeno al conflicto. La prueba es que el Gobierno alemán estudia el cierre temporal de sus centrales nucleares y nosotros, de seguir las cosas por el mismo camino, vamos a tener que estudiar el cierre de algunos hoteles y de algunas compañías de viajes. Las reservas hoteleras y aéreas han caído casi un 30%. Para que la vida no se pare, los norteamericanos insisten en sus aficiones y se venden más coches y más armas que nunca. Nosotros seguimos distraídos con nuestra pintoresca Agencia Tributaria, que ha reconocido su ineficacia en las inspecciones a Gescartera, y con el vestuario de Antonio Camacho, el golfo más visible de la década última. Desde los buenos tiempos de mi amigo José Legrá, a nadie le han gustado más los zapatos: adquirió 24 pares, algunos valorados en más de 100.000 pesetas. También se gastó 366.000 en una camisa y 42.000 más IVA en unos calzoncillos de seda. Siempre pasan cosas divertidas que nos recuerdan que a pesar de las tragedias, esto de vivir tiene su gracia. Al menos es una experiencia única en la vida. A vivir a pesar de todos los pesares y a ocuparnos de las pequeñas cosas, que para nosotros son grandísimas. «No hay un final, ni existe un principio. Solamente existe una infinita pasión por la vida», dijo Fellini. A vivir, que son tres días y dos lloviendo sobre mojado, aquí en mi pueblo.
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ARMAGEDÓN Por: Fernando Savater
ARMAGEDÓN Por: Fernando Savater Como últimamente hemos asistido con frecuencia en las pantallas a la destrucción de Manhattan (por monstruos antidiluvianos, por olas gigantes, por naves marcianas, etcétera...), las imágenes terriblemente insólitas del pasado martes tenían paradójicamente algo de déjà-vu. Los antiguos creían que los sueños profetizaban los acontecimientos venideros; ahora esa función la cumplen las películas, esos sueños compartidos por tanta gente (sobre todo si se trata de películas americanas). Mucho se ha reprochado al cine yanki la manía de inventarse superenemigos fantásticos y catástrofes en ciernes para prolongar el clima hirsuto de la guerra fría, provisionalmente cancelada con la caída del muro de Berlín. Quizá ahora deban revisarse tales censuras y haya de reconocerse que -sea por paranoia o por oscuro complejo de culpa- los guionistas sintonizaban mejor con las posibilidades del presente que sus displicentes críticos. En un aspecto, sin embargo, los vaticinios cinematográficos es casi seguro que difieran de la realidad: según acrisolada convención comercial, en las películas los malvados encuentran su castigo y las catástrofes obtienen consuelo en edificantes mañanas de hermandad, pero me atrevería a apostar que el drama cuyo comienzo acabamos de ver va a tener un desenlace mucho menos satisfactorio. Ante el horror de lo que escapa a todo control, ante la irrupción de lo que apenas comprendemos y no podemos reparar, los humanos parloteamos análisis y dicterios como los niños silban en la oscuridad para espantar su miedo. Unámonos al coro desconcertado. Hace unos años, Enzensberger escribió en Perspectivas de guerra civil que los conflictos bélicos van siendo cada vez menos entre Estados y más entre tribus o bandas dentro del Megaestado global en el que ya vivimos. Porque ese es el verdadero intríngulis de la cacareada globalización: que hoy padecemos ya una sociedad planetariamente estatuida, un Estado mundial en el que faltan, sin embargo, leyes comunes, controles internacionales, tribunales a los que recurrir contra los abusos, garantías y derechos reconocidos a todos, protección social, instituciones democráticas de alcance similar a las ambiciones económicas de los grupos multinacionales. El Estado de bienestar no es un error que debe ser descartado para agilizar la especulación bursátil y la maximización de beneficios, sino un proyecto que tendría que aspirar a su verdadera escala planetaria para salvar lo mejor de una civilización humanista. Y ello, precisamente, no en nombre de la retórica Utopía, sino de un verdadero realismo político. Porque no es realista suponer que nadie podrá vivir realmente seguro en un mundo en el que la codicia no tiene fronteras pero la justicia las encuentra a cada paso. Como no creo en la pedagogía sanguinaria, dudo mucho que de la lección espeluznante del otro día vayan a sacarse conclusiones provechosas. Después de todo, los que han sembrado el terror en Estados Unidos no representan una alternativa positiva al sistema caótico en el que vivimos, sino sólo la expresión de los males que favorece. Las ONGs están de moda y por tanto debemos resignarnos a que junto a las humanitarias florezcan otras inhumanas: el terrorismo patrocinado por un millonario fanático es también un triunfo siniestro de la sacrosanta iniciativa privada, para la que ya nadie se atreve a proponer la alternativa creíble de algo defendido en común. En cambio, deberemos seguir escuchando a los majaderos para quienes despotricar contra todo por igual -contra la esclavitud y contra quienes la abolieron, contra la libertad que establece leyes en defensa de valores universalizables y contra quienes la reducen al capricho intransigente de unos cuantos, contra la fuerza utilizada para deponer a tiranos y contra la ejercida por autócratas demagógicos, etcétera...- se ha convertido en un cómodo negocio. No se trata de creer a ciegas en las grandes palabras, que a veces sólo son máscaras de los peores intereses,
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sino de evaluar y preferir para que tantos siglos de razonamiento humano no hayan transcurrido totalmente en vano: recordando el dictamen de Isaiah Berlin, según el cual la diferencia entre una persona civilizada y un bárbaro es que el civilizado es capaz de luchar por cosas en las que no cree del todo. Que abundan los funcionarios inútiles o mangoneadores es cosa sabida: por ello parece apropiado hoy saludar con respeto a esos bomberos y policías, humildes servidores de la sociedad organizada, que han muerto salvando vidas y tratando de rescatar no sólo a sus semejantes, sino también la dignidad compartida. [Nota] *Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.
UNA NUEVA JUSTICIA MUNDIAL Por: Agencias
UNA NUEVA JUSTICIA MUNDIAL Por: Antonio Beristain S. J. Los ciudadanos del planeta, ante la macrovictimación de las ‘Torres Gemelas’ y el Pentágono, nos hemos acercado solidariamente a ese país que acoge las diversas razas, culturas, religiones, lenguas, etcétera, y hemos sentido una indignación profunda. También una compasión fraternal hacia tantas personas -de 63 Estados- asesinadas en Nueva York y en Washington, y ante tantos familiares y amigos suyos dolientes en grado inconcebible. Dentro de tanta desolación, nos consuela el conocer que ese mismo día no pocas personas habían trabajado sin límite en favor de las víctimas, y que algunas incluso dieron su vida por atenderlas. Estos ‘ángeles humanos’ mantienen encendida la llama de la dignidad humana. Recuerdo, por ejemplo, a los bomberos fallecidos y a ese sacerdote que murió por atender a un agonizante entre los escombros. También experimentamos la urgencia ineludible de que se sancione justamente a los autores y a los cómplices de ese cáncer universal. No cabe pensar en la impunidad. Muchas razones lo impiden. También el Tribunal Penal Internacional, formalizado en Roma el 18 de julio de 1998. Estas líneas pretenden destacar la novedad, universalidad e inhumanidad de este crimen, y la necesidad lógica de crear sanciones nuevas, universales y humanitarias. Consecuentemente, desde la política criminal modernizada, debemos ‘inventar’ claves -hasta ahora inexistentes- que descifren y resuelvan el actual y futuro fenómeno criminal internacional. Hemos de escuchar a las instituciones científicas supranacionales de Criminología, Derecho penal, Victimología, etcétera, cuando lamentan que nuestros sistemas de justicia policial, judicial, penal y penitenciario mantienen no pocos paradigmas arcaicos, excesivamente maniqueos y vindicativos, impotentes ante el salto cualitativo de la criminalidad; y cuando nos patentizan que urge sustituirlos por otros más de acuerdo con la profunda evolución de la economía, la cultura, la ideología, la religión, la comunicación y la tecnología del tercer milenio. Si un crimen semejante al del 11 de septiembre se hubiera realizado hace cuarenta siglos -cuando estaba admitido el talión-, los jueces, los gobernantes y los ciudadanos deberían fijar su atención únicamente en el delito y en la venganza correspondiente (mutilación, pena de muerte...). En cambio, si ese acto terrorista se hubiera llevado a cabo a mediados
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del siglo pasado, los jueces y gobernantes deberían mirar principalmente al delincuente y las medidas penales tendentes a su resocialización, según exigía la ciencia criminológica de ese tiempo. Ya que el delito que comentamos se ha cometido en el siglo XXI, debemos analizarlo desde perspectivas de hoy (no de ayer) y tener como alfa y omega a las víctimas directas e indirectas, sabiendo que el número de éstas (familiares y amistades) suele ser diez veces mayor. Debemos observarlo desde perspectivas innovadoras que -además de urgir el saneamiento de las estructuras socioeconómicas injustas- exigen soluciones radicales, como la abolición de la guerra y de la pena de muerte, que algunos califican, erróneamente, de utópicas. Hace ya más de medio siglo eminentes penalistas (Pella, Rappaport, Saldaña, etcétera) argumentaron que las sociedades primitivas admitían la guerra, pero la actual debe tipificarla como delito. En esa dirección decididamente abolicionista, la Carta de las Naciones Unidas de 26 de junio de 1945 afirmó que el primero de los propósitos perseguidos por la ONU es «mantener la paz y la seguridad internacionales y con tal fin tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz y para suprimir actos de agresión y otros quebrantamientos de la paz...». Este movimiento en favor de declarar la guerra fuera de la ley -‘outlawery of war’- se intensifica cada día, como explica el teniente coronel Eduardo de No Louis. También el Concilio Vaticano II -Constitución Pastoral ‘Gaudium et Spes’, de 1965- se manifiesta hacia la prohibición de la guerra, aunque la admite en casos de protección propia. Opino que las acciones del 11 de septiembre no pueden considerarse ‘agresión’ que dé pie a una defensa bélica, según la formulación técnica del Derecho internacional. Entre las novedades del macroholocausto que queremos y podemos erradicar, llama la atención su globalidad -ha superado todas las fronteras- y su desprecio a las personas. Lógicamente los países comprometidos frente a ese terrorismo debemos aplicar sanciones universalmente admitidas y que destaquen por su respeto a la dignidad de la mujer y del hombre, incluso en casos extremos. Aunque choque contra la opinión pública y religiosa en muchos pueblos. La mayoría de los juristas y ciudadanos europeos, como Amnistía Internacional, creemos que la sanción capital es criminógena, y nos sentimos obligados a proclamarlo. Y a pedir que las autoridades políticas y religiosas borren de su cosmovisión esa pena (no lo ha hecho formalmente el Catecismo católico). Al terrorismo del año 2001 no lo vencerá la vetusta revancha de las sociedades prehistóricas... Tampoco el odio, ni la violencia. Pero sí el monopolio ‘maxweberiano’ de la coerción y la fuerza inherente a toda sociedad socialdemócrata. Desde el año 1979, el mundo jurídico penal, reunido en Münster, está construyendo un palacio de Justicia restaurativa, de planta hasta hoy desconocida. Exige enterrar el talante expiacionista, considerar el delito como un daño producido a las personas (mucho más que al Estado), y que las sanciones impuestas a los culpables (sin olvidar cómplices y encubridores) tiendan principalmente a la reparación plena de los perjuicios causados. Esta transformación del Derecho penal va encontrando amplia aceptación en los organismos nacionales e internacionales. Baste citar el último Congreso Internacional de la Sociedad Mundial de Victimología -Montreal, septiembre de 1999- y el Congreso del Grupo Francés de la Asociación Internacional de Derecho penal -Montpellier, junio de 2001-, centrado en que las respuestas al delito sean reparadoras más que aflictivas. También avanza en esa línea la Decisión marco propuesta este año en el Parlamento europeo que proclama la atención preferencial a las víctimas como interés superior durante el proceso penal, y durante la ejecución de la pena, en cuanto sea posible. Ante la prepotencia del fanatismo religioso (mayor o menor, según las confesiones) como factor etiológico del actual terrorismo, hemos de buscar más integración de la espiritualidad pacifista en la
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justicia: «unidas, pero no confundidas». Como lo han logrado los actos religiosos celebrados días atrás en la catedral multiconfesional de Washington, en iglesias, mezquitas, sinagogas... Han contribuido a fortificar el ‘ethos’ axiológico que pide «en busca de valores universales» la decena de especialistas en la revista ‘Concilium’, de septiembre de 2001. Han iluminado el sentido del vivir y del amar. Al ver estas liturgias, emitidas por la televisión, me he acordado de la afirmación, hacia el año 1950, del antiguo secretario general de la ONU, Dag Hammerskjöld: «Si el mundo no experimenta un renacimiento espiritual, la civilización estará condenada a la extinción». Y concluí que estamos dando pasos hacia adelante. Por fin, desearía comprender y compartir el dolor de las víctimas inmediatas supervivientes y de todas las mediatas de esta tragedia. Deseo vislumbrar lo positivo en tanta negatividad, pero me cuesta verlo. Casi ni me atrevo a citar el paradigmático ‘Sermón de las Bienaventuranzas’, ni a transcribir a Virgilio, en la Eneida, cuando la reina Dido considera el dolor como el maestro de la solidaridad, y canta que el sufrimiento le ha enseñado a socorrer a Eneas náufrago: «Non ignara mali, miseris succurrere disco» («Experimentada en el dolor, he aprendido a ayudar a los desgraciados»). Sin duda, las víctimas del terrorismo nos enseñan a reconstruir otras ‘Torres Gemelas’: la paz exterior justa brota de la paz interior espiritual.
EN EL NOMBRE DE DIOS Por: Agencias
EN EL NOMBRE DE DIOS Por: Rafael Argullol Ahora que Dios ha adquirido protagonismo en los escenarios mediáticos del mundo porque se mata y se muere en su nombre, y se pide su ayuda para la justicia y a menudo para la venganza, hemos empezado asimismo a recibir un alud de informaciones sobre su presencia en horizontes religiosos tan expansivos como el Islam. Quizá si no se imponen pensamientos -por ser generosos- como los de Silvio Berlusconi la parte positiva de las últimas desgracias será un conocimiento del refinado mosaico islámico que vaya más allá de la peligrosa idea de una 'lucha de civilizaciones' o de la creencia, lamentablemente tan extendida estos días, de que el Dios de los musulmanes es una especie de Energúmeno invisible que exige a sus fieles que empotren aviones en rascacielos cristianos. Pero los europeos -acaso porque fuimos los inventores, propagadores y escépticos receptores de aquella divisa tan discutible, la muerte de Dios-, cada vez más débiles y cada vez más confundidos con nuestro propio uso del término 'Occidente', hemos hablado muy poco, o nada, del Dios cotidianamente convocado por Estados Unidos, o cuando menos por sus dirigentes y, de modo muy relevante, por su presidente. Los europeos, con escasa participación de Dios en nuestras tareas políticas actuales, apenas hemos fijado nuestra atención en la importancia que Él tiene en las convocatorias de la potencia de la que pudorosamente nos decimos aliada pero con respecto a la que debemos ser obedientes. Para los europeos -religiosos o no-, Dios es importante pero no es políticamente decisivo. Para los norteamericanos, sí. Mientras viví en Estados Unidos, allá por los años ochenta, y luego siempre que he vuelto a ese país, me ha llamado poderosamente la atención el vínculo que tenía la mayoría de los norteamericanos con Dios. Me refiero, claro está, al vínculo público o, si se quiere, nacional. En el ámbito privado creo que, en
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general, los estadounidenses son extremadamente respetuosos e incluso tímidos con las creencias de los demás, y esto explicaría la fluida convivencia de tantos credos e iglesias diferentes. La primacía de la fe y la piedad sobre la pasión teológica es tan abrumadora que para muchos intelectuales europeos, en contacto con sus colegas norteamericanos, resulta sorprendente la llana 'fe del carbonero' con que científicos de renombre defienden sin inmutarse la existencia de Dios. No digo que no las haya, pero en Estados Unidos, al contrario que en Europa, no he escuchado discusiones 'sobre Dios'. Se cree o no en Él con escasas bromas al respecto a excepción quizá de los judíos neoyorquinos. Pero más allá de esa discreción privada, turbada de tanto en tanto por predicadores apocalípticos que el propio cine americano ha convertido en fauna consecuente con un país de colonos, los estadounidenses tienden a creer en una suerte de Dios nacional alrededor del cual se vertebra la política de toda la patria, particularmente en momentos considerados de peligro. Los europeos sabemos muy poco de ese Dios nacional de los americanos, y por lo habitual, cuando nos salpican sus liturgias, lo consideramos el fruto de un culto ingenuo y estrafalario, y nos burlamos de Él. En parte suponemos que es una rama manifiestamente simplona de nuestro Dios cristiano, adornada con ese tipo de escenografías que tanto gustan a los americanos: un Dios de pabellones deportivos, salas de tribunales y platós cinematográficos. Pero nos equivocamos al saber tan poco acerca de esta deidad, puesto que, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, también los europeos nos hemos visto obligados a vivir bajo sus auspicios. Puesto que es precisamente a través de ese peculiar Dios -todos lo son- que Estados Unidos aglutina su lado más imponente, y también el peor: el convencimiento de ser el pueblo elegido para salvaguardar la libertad del mundo. Este Dios nacional otorgador de una misión histórica y dador de una bondad intrínseca, entra en simbiosis con el sistema jurídico y político sancionando la superioridad legal de Estados Unidos sobre el resto de las naciones del mundo. También la superioridad moral que el cine de Hollywood ha mostrado con tanta insistencia con las célebres reflexiones ético-patrióticas de centenares de películas que han 'educado' a los públicos del planeta. Los europeos tampoco comprendemos que en esta especie de religión nacional (auténtica 'religión de religiones' en la que se recompone eficazmente el rompecabezas étnico y cultural norteamericano) el presidente es el sumo sacerdote; un dirigente laico del que la prensa puede reírse en tiempos apacibles pero un auténtico líder espiritual para las crisis. Recuerdo hace dos décadas a Carter predicando contra el gran enemigo de entonces, el imán Jomeini. Tenía la forma y el fondo del predicador y era, desde luego, mucho menos agresivo que alguno de sus sucesores; pero todas sus palabras emanaban del Dios particular de Estados Unidos. Con un estilo muy diverso, el teatral Reagan llamó, también en su nombre, a la guerra de las galaxias. Clinton, el más moderado y comprendido por los europeos, no dejó de invocar los mismos principios religiosos en las aventuras bélicas que le correspondió emprender. Los dos Bush, padre e hijo, son los que se han andado con menos rodeos al santificar sus guerras respectivas: uno contra el antiguo aliado Sadam Husein, otro contra el antiguo aliado Bin Laden. Dios está con nosotros. Entre las incomprensiones europeas de este Dios que está -en ocasiones parece que en un sentido literal, íntimo, físico- con los norteamericanos es esencial la que se refiere a la lucha entre el Bien y el Mal. Si un político europeo recurre a ella, en términos absolutos, hará el ridículo con toda probabilidad. Pero los presidentes americanos, que en situaciones de hipotético o real acoso ejercen asimismo de sumos sacerdotes, hablan de esta lucha con la misma naturalidad que sus enemigos 'fanáticos'.
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En El americano impasible, Graham Greene hizo una irónica radiografía de esta especial religiosidad que impera en Estados Unidos y que tiene que ver con una moral demasiado prodigiosa: la excesiva bondad, el excesivo sentido de la justicia, la pasión por la libertad del misionero norteamericano es con frecuencia incomprendida por los demás pueblos, y la consecuente decepción induce periódicamente a la tentación del aislacionismo. Por eso el presidente Bush puede exigir solemnemente: o con nosotros o contra nosotros. Y éste es, precisamente, el dilema ante el que no se puede poner a un hombre libre y, por extensión, a unos pueblos que se tienen por libres. En ningún caso Europa -o cualquier otra región del mundo- debe aceptar la elección entre el Bien y el Mal, la Vida o la Muerte, conceptos en apariencia abstractos pero luego devastadoramente concretos. No podemos aprobar ese terrible 'nosotros conduciremos al mundo a la victoria de la libertad', textualmente proclamado por Bush. Quiero creer que no creemos en el Dios que sustenta estas proclamas. Afirmar esto no es negar nuestro horror absoluto por aquel otro Dios -miserable parodia del Islam- que lleva a sus acólitos a la doble muerte del propio sacrificio y del asesinato. Si el siglo XX tembló con los desastres totalitarios en los que desembocaron las grandes ideologías, el riesgo que se apunta en el siglo XXI es el de un maniqueísmo feroz que enfrente supuestos absolutos morales, fuerzas del Bien y del Mal, dioses empobrecidos por el esquematismo mental y el terror. En lugar del 'choque de civilizaciones', que conduciría al grado cero de la cultura, la libertad dependerá de nuestra capacidad de alejarnos del Dios de la simplificación espiritual, sea cual sea su máscara. Invoquemos a otro tipo de Dios (o de conciencia o de razón o como quiera llamársele). Otro Dios que, si existiera y apareciera, y pudiera expresarse en alguna medida como nosotros -sentir, pensar, afligirse, gozar- no dudo de que huiría despavorido de toda esta gente que está anhelando matar o morir por Él. [Nota] *Rafael Argullol es escritor y filósofo
TORRES GEMELAS Y GATOS EMBOTELLADOS Por: José Luis Calvo
TORRES GEMELAS Y GATOS EMBOTELLADOS Por: José Luis Calvo Buey Había una pregunta que los miembros de la generación inmediatamente anterior a la mía siempre sabían contestar: ¿Dónde estabas cuando asesinaron a JFK? Si dentro de unos años la cambiáramos por: ¿Dónde estabas cuando destruyeron las Torres Gemelas? podemos estar seguros de que todos lo recordaríamos, así como lo que sentimos al contemplar en directo como un avión se estrellaba contra una de ellas mientras la otra ya estaba incendiada, el hundimiento de ambas y el apocalíptico espectáculo de la Línea del Cielo oculta por una nube gris, mezcla de humo y polvo. Nadie podía creer lo que estaba viendo, pero, por desgracia, era real. “Parecía una película” declaraba a las cámaras un testigo con la mirada aún extraviada por el horror. La realidad y la ficción parecían confundirse. Quizás por ello era campo abonado para la mentira. Ignoramos quién y dónde ha iniciado la cadena, pero Internet ha sido el medio de difusión de un correo
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electrónico en el que se atribuye al astrólogo francés Nostradamus la redacción de las siguientes (o parecidas, porque ya se están enviando con variantes) profecías: La Ciudad de Dios será un gran trueno. Dos Hermanos rotos en dos grandes catástrofes. Mientras que la fortaleza aguante, el gran líder sucumbirá. La gran guerra comenzará cuando la gran ciudad se esté quemando. Llegará del cielo el aire de la destrucción. Caerán los dos tronos gemelos. Arderá el fuego de la guerra con el fuego del Caos. Los pájaros vuelven a volar y comenzará la tercera gran guerra y se hará en nombre de Dios. Supongo que no extrañará a nadie (al menos a nadie que conozca el talante crédulo de algunos periodistas españoles) que diversos medios de comunicación hayan contribuido a difundir esta historia. Entre ellos, Antena 3 TV en su telediario del 12/09, el periódico El Mundo en su edición del 13/09 en la que llega a colocar parte de estas cuartetas como frase del día en su primera página y, al parecer, Onda Cero Radio, que se han tragado el anzuelo, la plomada y hasta el flotador porque lo antedicho no es más que una broma en mi opinión de pésimo gusto. ¿Recuerdan el caso de la página que anunciaba la venta de gatos en miniatura obtenidos por el procedimiento de introducirlos en botellas para impedir su crecimiento? ¿Recuerdan las protestas airadas de algunos grupos ecologistas que no se pararon a pensar si ello era tan siquiera posible? Pues los periodistas de los medios citados parece que ya lo tenían olvidado. Si hubieran dedicado tan siquiera diez minutos a comprobar la veracidad de esas afirmaciones se habrían evitado el bochorno que se les viene encima. Ya es grave que no hayan reparado en que las cuartetas venían acompañadas de un pie en el que se afirmaba que pertenecían a la Undécima Centuria cuando Nostradamus terminó su obra en la Décima Centuria, que no hayan advertido que si traducimos los versos anteriores al francés (su lengua original si fueran auténticas) obtenemos algo sin rima y sin métrica, pero lo realmente demencial es que no se hayan dado cuenta de que la fecha de redacción según el correo electrónico de marras era de 1.654 ¡¡cuando Nostradamus había fallecido en 1.566!! No es sólo que sean una mala falsificación, es que ni siquiera podemos considerarlas como tal porque dudamos que nadie haya pretendido que pasen por ciertas. El propio mensaje contenía elementos suficientes para negar su autenticidad aunque no se conociera la obra y la vida del astrólogo francés más que de forma superficial. Sin embargo, fueron aceptadas como auténticas por esos periodistas planteándonos la duda de porqué actuaron de esa manera, teniendo además muy próxima la “metedura de pata” de agosto de 1.999 en la que se demostró la auténtica calidad profética de Nostradamus, mal que les pese a todos sus seguidores y comentaristas. Tememos que la razón para esa actitud acrítica sea tan prosaica como la de que había que introducir en la noticia nuevos elementos que despertaran la atención del público sin importar demasiado el que fueran ciertos o no. Algo que, por supuesto, arroja serias dudas sobre la veracidad de las noticias que difunden los mencionados medios. Si todo su trabajo de confirmación de fuentes tiene la nula calidad del citado, aviados estamos. El anónimo “bromista” (del que sólo podemos conjeturar que escribiera el original en inglés, ya que en ese idioma las pseudocuartetas resultan mucho más correctas en cuanto a métrica que
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en francés o en español), unos periodistas demasiado ávidos de seguir captando la atención del público... ¿faltaba algo más? Por supuesto: la reacción de nuestros queridos y entrañables “magufos”. Por una vez (y esperamos que sirva de precedente) la verdad es que ni ellos se lo creyeron, con algunas excepciones como la de aquellas personas que las enviaron a las listas de distribución sobre temas esotéricos acompañándolas de calificativos como sorprendentes, extraordinarias... Tanta credulidad resulta, en efecto, sorprendente y extraordinaria aún en el caso de este colectivo. No lo es, por el contrario, el que haya gente dispuesta a arrimar el ascua a su sardina, aprovechando el tirón informativo de la catástrofe. Auténticos buitres (con perdón de estos nobles animales carroñeros) que se han dedicado a afirmar cosas tales como que la nube de polvo formó la cara del demonio, que se vieron OVNIs sobre las Torres Gemelas ese mismo día o toda una letanía de los habituales presagios sobre el próximo Apocalipsis. Nada nuevo, ya Jesús estaba convencido de ello hace casi 2.000 años. Tampoco han faltado los nostradamólogos que han escrutado las Cuartetas de éste en busca de una auténtica que paliara el “patinazo” antes relatado. Como no podía por menos de ser, la han encontrado. Algo bastante fácil como demostró nuestro compañero Julio Negueruela cuando, con ironía no disimulada, localizó los versos que profetizaban la séptima copa de Europa ganada por el Real Madrid, la trayectoria profesional de Julio Salinas o la salida del futbolista Ronaldo del Barcelona [“Nostradamus, ¿historiador o cronista deportivo?” El Escéptico nº 5 (verano de 1.999) pag. 38] En este caso, la elegida ha sido la Cuarteta 97 de la VI Centuria. Cinq & quarante degrez ciel bruslera Feu approcher de la grand cité neuue Instant grand flamme esparse sautera Quand on voudra des Normans faire preuue. Cinco y cuarenta grados el cielo arderá Fuego acercándose a la gran ciudad nueva Al instante gran llama esparcida saltará Cuando se quiera hacer prueba de los Normandos. Pese a que lo de cuarenta y cinco grados no se corresponde con la latitud de Nueva York y a que la referencia a los Normandos descalifica “per se” este intento de identificación, a estos agoreros les basta y sobra la referencia al fuego y a la ciudad nueva para dar pábulo a los profetas del pasado (ninguno de ellos fue capaz de verlo hasta después de que acontecieran los luctuosos hechos). Pero ¿por qué la ciudad nueva tiene que ser N. Y. y no Vilanova i la Geltrú, por ejemplo? De hecho, este mismo apelativo de la “ciudad nueva” aparece en otras ocasiones y con características tales que difícilmente pueden referirse a la localidad de los Estados Unidos. Por ejemplo la Cuarteta 49 de la X Centuria dice: Iardin du monde aupres de cité neuue, Dans le chemin des montaignes cauees: Sera saisi & plongé dans la Cuue, Beuuant par force eaux soulphre enuenimees.
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Jardín del mundo al lado de ciudad nueva, En el camino de montañas cavadas: Será tomado y arrojado a la cuba. Forzado a beber aguas sulfurosas envenenadas. ¿Camino de las montañas cavadas al lado de Nueva York? ¿Dónde? Por desgracia, la próxima vez que suceda una tragedia que nos conmueva, no faltará quien busque (y encuentre) su presagio en la obra de Nostradamus, sin darse cuenta de que con su actitud irracional está contribuyendo a que siga existiendo ese fanatismo cuyos amargos frutos tenemos ante la vista. POST SCRIPTUM Con posterioridad a la redacción del artículo anterior, se han difundido algunos hechos que no queremos dejar en el olvido. El texto de la Cuarteta debería decir: "En la ciudad de Dios habrá un gran trueno Dos hermanos serán separados por el Caos Mientras la fortaleza resiste, el gran líder sucumbirá.” Traducción al castellano del original inglés: “In the City of God there will be a great thunder, Two brothers torn apart by Chaos, while the fortress endures, the great leader will succumb.” Esta Cuarteta fue escrita en la década de 1.990 no por Nostradamus (obviamente) sino por el estudiante canadiense Neil Marshall. Con ella pretendió demostrar que cualquier supuesta profecía con una gran dosis de vaguedad y con elementos que pueden ser interpretados en clave simbólica, termina por “cuadrar” con algún acontecimiento histórico, algo que ha conseguido con creces. Ahora que ya disponemos del original es fácil ver como ha ido siendo sucesivamente manipulado. En un primer momento se le añade otro verso que aumente la “claridad” de la “profecía” y que, además, incremente el tono apocalíptico que tanto éxito ha tenido en el campo de la predicción: "In the City of God there will be a great thunder, Two brothers torn apart by Chaos, while the fortress endures, the great leader will succumb, The third big war will begin when the big city is burning." Este “La tercera gran guerra comienza cuando la gran ciudad arda” planteaba un problema, convertía la Cuarteta en una estrofa de cinco versos que no fue usada nunca por Nostradamus. Para solventarlo se recurre a varias argucias:
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Se concentran tres versos en dos: “While the fortress endures, the great leader will succumb, The third big war will begin when the big city is burning.” Se convierte la estrofa de cinco versos en una Sextilla, métrica que fue empleada por un anónimo seguidor de Nostradamus de finales del S XVI atribuyéndosela (falsamente) al mismo Nostredame. Ni que decir tiene que estos versos tampoco figuran en ninguna edición de las obras del francés, ni siquiera en las que incluyen las apócrifas Sextillas. Con ello se solucionaban los problemas de la métrica que causaba la solución anterior (los dos últimos versos son mucho más largos que los anteriores). Se toman elementos de la Cuarteta inicial y de su apostilla para formar dos Cuartetas distintas agregando fragmentos extraídos de Cuartetas originales del astrólogo francés: “In the year of the new century and nine months, From the sky will come a great King of Terror. The sky will burn at forty-five degrees. Fire approaches the great new city. In the city of york there will be a great collapse, Two twin brothers torn apart by chaos while the fortress falls; the great leader will succumb; third big war will begin when the big city is burning.” La primera consta de un primer verso inventado pero que sitúa con precisión el momento de los acontecimientos en el noveno mes del año del nuevo siglo. El segundo es el segundo de la famosa (y fallida) Cuarteta 72 de la X Centuria que dice textualmente: “L´an mil neuf cens nonante neuf sept mois, Du ciel viendra vn grand Roy d´effrayeur: Resusciter le grand Roy d´Angolmois Auant apres Mars regner par bon-heur.” “El año 1.999 siete meses Del cielo vendrá un gran Rey de terror: Resucitar el gran Rey de Angolmois Antes después Marte reinar por dicha.” El tercer y el cuarto verso corresponden al primero y segundo de la Cuarteta 97 de la VI Centuria cuyo texto original y traducción ya hemos citado anteriormente. Por supuesto, se eliminan en ambos casos las referencias a las circunstancias que niegan que cualquiera de ambas Cuartetas se refieran a esta tragedia (la fecha en 72-X y la referencia a los Normandos en 97-VI). La segunda Cuarteta es la de Neil Marshall con la apostilla ya vista y en la que, además, se introduce el calificativo twin (gemelos) aplicado a los two brothers (dos hermanos) por si acaso la predicción no parecía lo suficientemente precisa. A esta misma intención corresponden los cambios en el primer verso en el que se ha sustituido “la ciudad de Dios” por la “ciudad de York” y “un gran trueno” por “un gran hundimiento”.
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A partir de este momento, la avalancha era ya imparable. A las distintas versiones producidas por las diversas traducciones se van añadiendo nuevos matices producto de los resultados de las primeras investigaciones. Aparecen referencias a que esa guerra se hará en el nombre de Dios, a pájaros de metal... Pese a que la trayectoria seguida por esta falsificación haya sido muy fácil de seguir y sin necesidad de levantarse del sillón, nuevos medios de comunicación se han sumado al despropósito. Los últimos de los que hemos tenido noticias han sido el diario Sur de Málaga que se hizo eco de esta invención en un artículo en el que, además, pregonaba las supuestas excelencias de Nostradamus como profeta; y la cadena de televisión privada Tele-5 que el pasado 14 de septiembre emitió una entrevista con el Sr. Juan Carlos Arlandis, parapsicólogo y supuesto experto en Nostradamus. En su transcurso el Sr. Arlandis pretendió estar leyendo en un libro de las Profecías de Nostradamus... ¡el texto de la Cuarteta inventada por Neil Marshall! Unamos a ello el que la voz en off decía barbaridades tales como que Nostradamus predijo la caída de la MIR en el año 2.000 (en realidad fue el modisto Paco Rabanne el que interpretó así una profecía relativa al año 1.999 que no 2.000) asegurando que era un acontecimiento que aún no se había cumplido (y difícil será que lo haga nunca habida cuenta de que los restos de la MIR ya se sumergieron en el océano Pacífico sin causar desgracias de ningún tipo) para darnos cuenta de la nula labor investigadora que precedió a ese espacio. Claro que quizás sea demasiado pedir a los medios de comunicación que mantengan una actitud más racional que la sociedad de la que forman parte. Sorprendentemente estos días se han difundido noticias de distintos representantes de librerías (virtuales o no) en el que afirmaban que habían agotado las existencias de ediciones de las Profecías de Nostradamus. Suponemos la cara de frustración que se les quedará a los compradores cuando comprueben por sí mismos que tales Cuartetas no aparecen por ninguna parte. Tal vez la próxima vez sea más difícil que un bulo de este tipo se difunda. Para más información: Texto íntegro de las Profecías de Nostradamus: http://cercle.nostra.online.fr/corpus.htm (versión original) / http://nostradamusweb.hypermart.net (traducción al castellano) Frías, Fernando L. “Quién roba a un ladrón”, publicado en elRINCONdelMAGUFO http://www.magufos.f2s.com/articulos.php?articulo=196 Artículo de Alabuena, publicado también en elRINCONdelMAGUFO http://www.magufos.f2s.com/articulos.php?articulo=190 Otro de Manuel Caro, también del mismo e imprescindible RINCÓN http://www.magufos.f2s.com/articulos.php?articulo=189 Mikkelson, Barbara. “False Prophecy”: http://www.snopes2.com/inboxer/hoaxes/predict.htm Rabelais, François “Pantagrueline Pronostication”. Las únicas profecías certeras, verdaderas e infalibles para cualquier año http://un2sg4.unige.ch/athena/rabelais/rab_prog.html
INTERNET: BAUTISMO DE FUEGO ANTE EL ATAQUE TERRORISTA EN ESTADOS UNIDOS Por: Felix Ares de Blas
INTERNET: BAUTISMO DE FUEGO ANTE EL ATAQUE TERRORISTA EN ESTADOS UNIDOS
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Por: Félix Ares de Blas Muchas personas que no podían comunicarse por teléfono fijo o móvil, debido a que las líneas estaban ocupadas, lograron hacerlo usando el correo electrónico o la mensajería instantánea de Internet. Internet fue diseñado para resistir un ataque y siempre se ha alabado su capacidad para sortear las rutas dañadas. En el ataque terrorista de ayer demostró que también servía para otra cosa, tal vez para una para la que no fue pensada. Es posible que las líneas no estén dañadas, pero puede ocurrir que estén saturadas. Eso es lo que ocurrió tras el ataque a las Torres Gemelas. Muchas personas tratando de contactar con sus familiares provocaron su saturación y que siempre dieran comunicando, haciendo que rara vez se estableciese la comunicación. Lamentablemente, tanto en la telefonía clásica como en la móvil el mero hecho de realizar la llamada, aunque no se obtenga resultado puede bloquear las líneas. Se puede recibir el tono de comunicando simplemente porque mucha gente está tratando de comunicar. Por suerte, con los protocolos de Internet eso no pasa. Si hay gran congestión, los mensajes van más lentos, se pueden retrasar incluso horas, pero VAN. Esa es la clave. Mediante e-mail muchas personas pudieron enterarse del estado de salud de sus familiares. Además, hubo páginas web como las de Prodigy Communications Corp. y la University of California at Berkeley que ayudaron a saber cómo estaban las personas. En esas páginas los visitantes podían poner su nombre y decir que estaban OK. Los familiares podían buscar en esas páginas a sus allegados. Se me había olvidado mandaros la lista donde podéis ver si vuestros familiares están bien, o poner que lo estáis http://okay.prodigy.net/
LOS INVESTIGADORES DE LO OCULTO Por: Gilberto Marquina Reyes
LOS INVESTIGADORES DE LO OCULTO Por: Gilberto Marquina Reyes (Sacha) Los misterios, así como las aventuras, los paisajes inexplorados, los caminos no hollados y las maravillas por descubrir, ejercen en todos nosotros una mayor o menor atracción. Cuando leo "El Señor de los Anillos", o un buen libro de ciencia ficción, o juego a algún módulo de rol, o me echo una partida al Baldur's Gate, siempre está presente ese afán de aventurero, de descubridor de lo oculto. En un mundo cada vez mejor conocido, en toda la extensión del término, en el que ya no caben las aventuras por los mares del sur, la búsqueda de las fuentes del Nilo o de las minas del rey Salomón, donde ya no aparece la isla de TirNaNog ni suena la espada de Cuchulainn, ya extintas las dríadas y los fremen, ese ansia de misión sagrada de caballero andante reaparece en múltiples y modernos caminos ocultistas y mistéricos, desde la investigación ovni hasta las conexiones secretas de las pirámides, en los que cada magufo, en menor o mayor medida, busca su propio santo grial. A pesar de que lógicamente las diferencias geográficas, culturales o temperamentales decantan a cada uno hacia distintas direcciones, es ese sentimiento común lo que conlleva que muchas de esas creencias
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magufas vayan juntas. El punto de equilibrio, el que nos separa de la otra orilla y nos obliga a reconocer la falsedad de todas estas creencias y misterios no es únicamente el hecho incontrovertible de su incapacidad de demostración ante el método científico, única vía realista de que disponemos para encontrar la verdad esa que está ahí fuera. Los lamentables intentos en este sentido están abocados al fracaso; el investigador de lo oculto, efectivamente, no puede alumbrar su propio objeto de deseo, oculto por definición. Estas personas no dejarán de creer porque la ciencia demuestre lo absurdo de su creencia. La verdadera razón interna, que nos hace limitar las fantasías a lo que son, es el recapacitar sobre la creciente libertad y bienestar de nuestra sociedad, el comprender que en la Edad Media la edad media era de unos 20 años, que mover vasos después de muerto no es vida, que los numenoreános son unos racistas, que los mágicos y feéricos celtas eran más felices con las carreteras y plazas que les construyeron los invasores romanos y que, al fin y al cabo, ir a la oficina 8 horas al día no es tan malo, incluso en el Mundodisco.
LA ACTITUD CIENTIFICA CONTRA LA ANTICIENCIA Y LA PSEUDOCIENCIA Por: Agencias
Instituto Peruano de Filosofía Aplicada / AERPFA LA ACTITUD CIENTIFICA CONTRA LA ANTICIENCIA Y LA PSEUDOCIENCIA Por: Paul Kurtz Traducción el español por: M. A. Paz y Miño I Ha habido un conflicto que ha prevalecido por largo tiempo en la historia de la cultura entre la ciencia y la religión, la razón y la pasión. Los teólogos han argüido incesantemente que hay «límites» para la investigación científica y ésta no puede penetrar «el reino trascendental»; los poetas han despreciado la lógica deductiva y el método experimental, los cuales sostienen quitan a las experiencias de sus cualidades sensitivas. La controversia actual entre las dos culturas de la ciencia y las humanidades es por eso familiar. A pesar de la crítica clásica, la empresa científica ha tenido un significativo progreso en las pasados tres siglos, resolviendo problemas que estaban supuestamente más allá del alcance de su metodología; y la revolución científica que empezó primero en las ciencias naturales, se ha extendido a las ciencias biológicas, sociales y conductuales, con enormes beneficios para con el logro de la educación universal la visión científica eventualmente triunfará y emancipará la humanidad de la superstición. Se pensó que el progreso era correlativo con el crecimiento de la ciencia. La confianza en la ciencia, sin embargo ha sido malamente estremecida en los últimos años. Aún las sociedades supuestamente avanzadas están inundadas por los cultos de la sin razón y otras formas de insensatez. A principios de este siglo fuimos testigos del surgimiento de cultos ideológicos fanáticos tales como el nazismo y el stalinismo. Actualmente, las sociedades democráticas occidentales están siendo barridas por otras formas de irracionalismo, con frecuencia marcadamente anticientíficas y
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pseudocientíficas en carácter. Hay varias manifestaciones de esta nuevo asalto a la razón. Una buena ilustración de esta tendencia es el aumento de la astrología, pero sólo la punta del iceberg. Porque si uno hace encuestas sobre el estado actual de las creencias, uno encuentra que gran número de gente está lista aparentemente para creer en una amplia variedad de cosas, aunque atroces, sin pruebas suficientes. Aún un catálogo al azar de algunos de los cultos y gurúes bizarros ilustran el punto: la consciencia de Krishna, el Maharaj Ji, Aikido, el Maharishi Mahesh Yogi y formas diversas de la meditación trascendental, la Iglesia de la Unificación, el Proceso, los Gurjievianos, el Zen, Arica, los Hijos de Dios y el I-Ching. Desde el punto de vista del escéptico y el humanista científico, estos cultos no son más irracionales que los grupos religiosos ortodoxos. ¿Por qué son las prédicas del más último de los gurúes, más insensatas que una deidad muerta y resucitada, la visita del ángel Gabriel a Mahoma, José Smith y su viaje occidental, Mary Baker Eddy y la Ciencia Cristiana, la Teosofía, los Rosacruces, o la canonización de santos por supuestos milagros? Las religiones tradicionales violentan la credulidad tanto o más que las más nuevas y exóticas religiones importadas del Asia, pero los primeros han estado rondando más tiempo y son considerados parte del sistema social establecido. Lo que es aparente es la tenaz resistencia de las creencias irracionales a través de la historia hasta el presente día -y a pesar de la revolución científica-. Tomemos el fenómeno de las «nuevas brujas», como Marcello Truzzi las ha llamado, y el reavivamiento del interés en el exorcismo. Sólo unos pocos años atrás habría sido raro haber encontrado algún estudiante universitario que creyera en las brujas. Aún hoy, la creencia en una multitud de brujas y demonios, aún el diablo, ha llegado a estar de moda en algunos círculos. Esta es la era de los monstruos, en la que Frankestein, Drácula, los hombres-lobo llegaron a ser reales para mentes impresionables. La novela y la película El Exorcista estimularon la creencia en el exorcismo; y alguna gente fue incapaz de distinguir la verdad de la ficción. Por eso somos confrontados por una plétora de mitos florecientes, cultivados por una industria editorial y medios de comunicación que buscan el lucro. Todo esto es sintomático del rechazo actual de la razón y la objetividad. Mientras hace una década hubo un consenso general que al menos existían algunas reglas de evidencia, hoy día la gran existencia de criterios objetivos para juzgar afirmaciones verdaderas es seriamente cuestionados. Uno escucha una y otra vez que «una creencia es tan buena como la siguiente» y que hay una clase de «verdad subjetiva» inmune a la crítica o evidencia racionales. Uno aún encuentra proponentes de formas de subjetividad entre los filósofos de la ciencia, los cuales sostienen que las condiciones históricas o los factores psicológicos son bastante responsables de las revoluciones en el pensamiento científico. La reacción contra las normas rigurosas asumió otra forma en la década de 1960 en el asalto de la Nueva Izquierda y la contracultura al intelecto. El crecimiento actual de los cultos de la sinrazón es tal vez solamente una consecuencia de ese fenómeno. Dijimos entonces que necesitábamos romper la laxitud de las demandas de la lógica y la evidencia, y «expandir nuestra conciencia» por medio de drogas y otros métodos. Theodore Roszak sostuvo tal posición en sus libros muy leídos La construcción de la Contra-cultura (En inglés Making of a Counter-Culture. New York: Doubleday, 1969) y El Animal no terminado: La frontera de Acuario y la Evolución de la Conciencia (The Aquarium Frontier and the Evolution of Consciousness. New York: Harper & Row, 1975). La contra-cultura insistió que la objetividad era imposible tanto a causa de prejuicios de clase o profesionales o porque estábamos encerrados en las categorías de nuestra visión científica del mundo. Uno no escuchaba mucha crítica del marxismo [cuando estaba de moda] pero uno escucha que la visión científica existente está confinándose. Y así hay un intento de evadirse por medio de nuevas formas de la experiencia, de las cuales los cultos son sólo una parte: Mantras, meditación, bioenergética, yoga,
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jardinería orgánica, fotografía kirliana, y la percepción extrasensorial. Esto existe junto a otra disposición que está evidentemente incrementándose hoy: una aversión a la cultura tecnológica misma. La ciencia y la tecnología son con frecuencia culpadas indiscriminadamente de la situación mundial actual. Oímos por todas partes acerca de los peligros de la tecnología, la destrucción de la ecología natural, la polución, la depredación de los recursos, los malos usos de la energía, la amenaza de las plantas de poder nuclear, etc. Muchos de estos intereses son legítimos, sin embargo, la postura crítica no es simplemente contra la tecnología sino contra la ciencia y investigación científica. Hay aquellos de la derecha fundamentalista quienes todavía se oponen vehementemente, sobre bases éticas o religiosas, a la enseñanza de la teoría de la evolución, los cursos comparativos de estudios sociales, y la educación sexual. Pero además, el científico es visto con frecuencia por algunos de la izquierda como una clase de demonio -si se ocupa de la experimentación humana o la modificación de la conducta, o si participa en la investigación genética o desea probar bases genéticas del C.I. [Cociente intelectual]. Y hay quienes de manera creciente opinan y consideran a los médicos y los psiquiatras como sumos sacerdotes malvados u hombres vudú. Estamos confrontados hoy día con una forma de rectitud moral y anti-intelectualismo -con frecuencia bordeando la histeria- que enjuicia la ciencia como deshumanizante, brutalizadora, destructiva de la libertad y el valor humanos. Esta actitud es paradójica, porque parece ocurrir más virulentamente en las sociedades afluentes, donde han sido logrados los más grandes avances de la investigación científica y la tecnología. ¿Deberíamos asumir que la revolución científica, que empieza en el siglo XVI, es continua? ¿O será oprimida por las fuerzas de la sinrazón? Sin embargo, el cuadro que estoy pintando no debe ser sobreestimado. Junto a los críticos de la ciencia están sus defensores. Y vastos recursos son invertidos en educación, investigaciones, organizaciones y publicaciones científicas. La ciencia todavía es bastante considerada por mucha gente. Ciertamente, el hecho que la ciencia es esencial para nuestra civilización tecnológica está muy bien reconocido por algunos de los críticos de la ciencia -que me lleva incluso a otra dimensión del crecimiento de la irracionalidad: la proliferación de la pseudociencia-. Aquellos que no son tentados por lo oculto siempre pueden encontrar naves de los dioses, ovnis, triángulos de las Bermudas o continentes perdidos para seducirlos. Los nuevos profetas buscan tener sus teorías especulativas encubiertas por el manto de la legitimación científica; incluyen a Von Däniken y aquellos asociados con la dienética, la cientología, y los recientes esfuerzos en desarrollar una «astrología científica». El crecimiento de la pseudociencia puede ser visto en muchas otras áreas. Hay, por ejemplo, un esfuerzo en explorar el así llamado reino parapsicológico. Los fenómenos psíquicos, que fueron cuidadosamente estudiados en el siglo XIX por la Sociedad para la Investigación Psíquica en Inglaterra y la parapsicología, que fue investigada por muchos años por J. B. Rhine en la Universidad de Duke, han llegado a estar de moda. Uri Geller ha sido examinado por «expertos científicos» y se le ha encontrado que posee sorprendentes «poderes psíquicos», pero su proezas pueden ser duplicadas fácilmente por magos tales como James Randi usando trucos de magia tradicionales. Estudiantes y profesores igualmente anuncian nuevas investigaciones de la clarividencia, precognición, la telepatía, ensueños, las experiencias incorpóreas, la reencarnación, la comunicación con espíritus de los muertos, la curación psíquica, los poltergeists, y las auras. Algunos entusiastas sostienen haber descubierto «las grietas del reino de lo transcendental» y nuevas dimensiones de la realidad. El enemigo es siempre el «conductista», el «experimentalista», o el «mecanicista», quienes supuestamente se cierran a tales
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investigaciones. Estamos, algunos sostienen, en un estadío revolucionario de la historia de la ciencia, la cual ha visto el surgimiento de nuevos paradigmas explicativos. Los críticos insisten que nuestras usuales categorías científicas y métodos son demasiados estrechos y limitantes. No estoy negando la constante necesidad de examinar la evidencia y mantener una mente abierta. Ciertamente, insistiría en que los científicos quieran investigar las afirmaciones de nuevos fenómenos. La ciencia no puede ser censuradora e intolerante, ni apartarse de los nuevos descubrimientos al hacer juicios que antecedan la investigación. Formas extremas de cientismo pueden ser tan dogmáticas como el subjetivismo. Sin embargo, hay una diferencia entre el uso cuidadoso de métodos de investigación por un lado, y la tendencia a generalizaciones apresuradas basadas en la evidencia insuficiente por el otro. Lamentablemente, también hay con demasiada frecuencia una tendencia de los crédulos en confiar en los datos más insuficientes y elaborar vastas conjeturas, o insistir que sus especulaciones han sido confirmadas concluyentemente, cuando no lo han sido. II Cuestiones serias pueden ser levantadas acerca de la escena actual. ¿Es mayor el nivel de irracionalidad o menor el nivel de irracionalidad en tiempos anteriores, o el nivel de lo insensato ha permanecido medianamente constante en la actitud humana y sólo asumió diferentes formas? ¿Por qué persiste la irracionalidad, aún en las sociedades adelantadas? Sin duda muchas hipótesis sociológicas y culturales pueden explicar el crecimiento de las creencias irracionales. En años recientes los medios de comunicación han aumentado en influencia. La imagen del científico es frecuentemente esbozada por los periodistas, novelistas y dramaturgos, no siempre por los mismos científicos y lo que la ciencia es o hace ha sido a veces mal elaborado y se le ha dado un mal nombre. O nuevamente, se estima que la mitad de todo el apoyo del mundo para la investigación científica es para el desarrollo armamentista, y la mayoría del resto es para propósitos industriales y pragmáticos. La investigación científica con frecuencia también ha sido controlada por intereses privados para su ganancia o por los gobiernos para la adoctrinación y el control. El investigador científico libre y creativo con frecuencia tiene que depender de la estructura de poder para su apoyo financiero; y lo que sucede a los frutos de su labor está más allá de su labor. Estas explicaciones son válidas sin duda. Pero también hay, a mi juicio, profundos factores psicológicos en acción; y hay mucha confusión acerca del significado de la misma ciencia. La persistencia de la irracionalidad en la cultura moderna revela algo acerca de la naturaleza peculiar de la especie humana. Hay una tendencia en el animal humano hacia la credulidad -esto es, una facilidad psicológica a aceptar creencias no probadas, a ser crédulo en el asentimiento. Esta tendencia parece estar profundamente engranada en la conducta humana que pocos están sin ella en alguna medida. Estamos tentados a tragar tanto la verdad evangélica que otros nos ofrecen. No estoy hablando simplemente de estupidez e ignorancia sino de ingenuidad acrítica acerca de algunas materias. Indudablemente hay individuos que se especializan en engañar a otros; proveen dioses falsos y servicios vacíos, pero sin duda hay también creyentes sinceros que se engañan así mismos que quieren creer en ideas sin la evidencia adecuada, y que buscan convertir a otros a sus concepciones equívocas. Lo que está en acción aquí no es el fraude conciente sino el autoengaño. La cosa curiosa es que, algunas veces si un psicótico se repite a sí mismo con la suficiente frecuencia, al tiempo otros llegan a creer y seguirlo. Además, si una falsedad es suficientemente exagerada, alguna gente está más apta para creerla. Además, el herético siempre se arriesga a ser quemado en la estaca, especialmente después que la nueva mitología
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llega a ser institucionalizada como la doctrina oficial. Hay, pienso, todavía otra tendencia en la conducta humana que estimula la credulidad: la fascinación por el misterio y el drama. La vida para muchas personas es inútil y aburrida. Derrotados por la anomia y la tiranía de lo trivial, pueden buscar escapar de este mundo usando las drogas y el alcohol, embotando o suprimiendo sus conciencias. Abandonarse a la nada es su propósito. Otro método de diversión es la búsqueda por placeres hedonistas y las emociones fuertes. Aun otro es el uso de la imaginación. Las artes literarias y dramáticas proporcionan libertad a la imaginación creativa, como lo hace la religión. Es difícil para algunos individuos distinguir la verdad de la falsedad, la ficción y la realidad. Los cultos de la sinrazón y lo paranormal atraen y fascinan. Capacitan a cualquiera a bordear los límites de lo desconocido. Para las personas ordinarias, hay el mundo cotidiano -y la posibilidad de escapar a otro. Y así buscan otro lugar -otro universo y otra realidad-. Por eso hay una búsqueda que es fundamental a nuestro ser: la conquista por el significado. La mente humana tiene un genuino deseo de sondear las profundidades de lo inefable, de encontrar un significado más profundo y la verdad, de alcanzar otro reino de existencia. La vida no tiene sentido para muchos, especialmente para los pobres, los enfermos, los desamparados, y aquellos que han fracasado o tienen poca esperanza. La imaginación ofrece salvación a las aflicciones y las tribulaciones que se encuentran en esta vida. Por eso, creer en la reencarnación o la supervivencia personal, aún si no es probada ofrece solaz a los individuos que encaran la tragedia, la muerte y la existencia del mal. Por razones ideológicas, el medio de la salvación es la visión utópica de la sociedad perfecta en el futuro. El alma se lamenta por algo mucho más allá, más profundo, más duradero y más perfecto que nuestro mundo pasajero de la experiencia. De acuerdo con esto, la persistencia de la fe puede ser explicada en parte por características dentro de nuestra naturaleza: la credulidad, la seducción por el misterio, la búsqueda del sentido. La gente tomará la menor pizca de evidencia y construirá un sistema mitológico. Pervertirán su lógica y abandonaran sus sentidos, todo por la Tierra Prometida. Algunos gustosamente cambiarán su libertad con los sistemas más autoritarios, para lograr comodidad y seguridad. Los cultos de la sinrazón prometen solaz; buscan investir al individuo solitario, quien con frecuencia se siente extraño y sólo, de un papel importante en el universo. III ¿Qué puede decir la ciencia acerca de aquellas necesidades humanas? ¿Hemos abandonado tal vez los dominios de la ciencia completamente y mudado al de la filosofía? La ciencia debería tener algo que decir, porque lo que esta en juego es la naturaleza de la ciencia misma. Hay muchos significados para la palabra «ciencia». Algunos que hablan acerca de la ciencia se refieren a las especialidades en un campo específico, tales como la endocrinología, la microbiología o la econometría. Otros que hablan acerca de la ciencia tienen en mente las aplicaciones tecnológicas y experimentales de las teorías científicas a problemas concretos. Sin embargo, estas opiniones de la ciencia son excesivamente estrechas; porque es posible para una sociedad lograr progreso masivo en ciertos campos tecnológicos estrechos, sin embargo, perder el punto total de la empresa científica. Las sociedades totalitarias en nuestro tiempo invirtieron bastas sumas de dinero en investigación técnica y lograron un alto nivel de competencia científica en ciertos campos, pero la visión científica no prevaleció en ellos. No es suficiente el nuevo entrenamiento de la gente para que sean especialistas
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científicos. Una cultura puede estar llena de técnicos científicos, sin embargo, seguir siendo dominada por lo irracional. Debemos distinguir la ciencia como una empresa técnica estrecha de la actitud científica. Pienso que aquí no hemos establecido un propósito importante. Desafortunadamente, tener credenciales científicas en un campo no significa que una persona incorporará una actitud científica a unas partes de su vida. La mejor terapia para la credulidad y la imaginación desenfrenada es el desarrollo de la actitud científica, como se aplica no solamente al campo especializado de uno de la experiencia sino también a cuestiones más amplias de la vida misma. Pero hemos fracasado en nuestra sociedad en desarrollar y expandir la actitud científica. Es evidente que uno puede ser un especialista científico pero un bárbaro cultural, un experto tecnólogo en un campo particular pero ignorante fuera de él. Si vamos a responder el crecimiento de la irracionalidad, necesitamos desarrollar un aprecio por la actitud científica como parte de la cultura. Debemos aclarar que el principal principio metodológico de la ciencia es el que no se justifica al sostener una afirmación verdadera a menos que uno pueda apoyarla por medio de la evidencia o la razón. No es suficiente estar convencido interiormente de la verdad de las creencias de uno. Deben, en algún punto, ser verificables objetivamente por investigadores imparciales. Una creencia que está garantizada no lo está porque sea «verdadera subjetivamente», como pensaba Kierkegaard; si es verdadera lo es porque ha sido confirmada por una comunidad de investigadores. Creer válidamente que algo es verdadero es relacionar las creencias de uno a la justificación racional; es hacer una afirmación acerca del mundo, independientemente de los deseos de uno. Aunque, los criterios específicos para probar una creencia dependen del sujeto en consideración, hay ciertos criterios generales. Necesitamos examinar la evidencia. Aquí me estoy refiriendo a la observación de datos que son reproducibles por observadores independientes y que pueden ser examinados experimentalmente en casos de prueba. Esto es llamado familiarmente el criterio empirista o experimentalista. Una creencia es verdadera si, y sólo sí, ha sido confirmada, directa o indirectamente, por referencia evidencia observable. Una creencia también es validada al ofrecerse razones que la apoyen. Aquí hay consideraciones lógicas que son relevantes. Una creencia es invalidada si contradice otras creencias muy bien fundamentadas dentro de una estructura. Además evaluamos nuestras creencias en parte por sus consecuencias observadas en la práctica por su efecto en la conducta. Este es el criterio utilitario o pragmático: la utilidad de una creencia es juzgada por referencia a su función y su valor. Sin embargo, uno no puede sostener que una creencia es verdadera simplemente porque tiene utilidad; la evidencia independiente y las consideraciones racionales son esenciales. No obstante, la referencia a los resultados de una creencia, particularmente a las de una creencia normativa, es importante. Esos criterios generales son, por supuesto, familiares en la lógica y la filosofía de la ciencia. Estoy hablando del método hipotético-deductivo de probar las hipótesis. Pero este método no deberá ser construido estrechamente, porque el método científico emplea el sentido común; no es ningún arte esotérico disponible sólo a los iniciados. La ciencia emplea los mismos métodos de inteligencia crítica que el hombre ordinario usa al formular creencias acerca de su mundo físico; y es el método que tiene que usar, en alguna medida, si va a vivir y funcionar, hacer planes y elecciones. Desviarse del pensamiento objetivo es estar fuera de contacto con la realidad cognitiva; y no podemos evitar usarlo si vamos a manejar los problemas concretos que encontramos en el mundo. La paradoja es que mucha gente quiere abandonar su inteligencia práctica cuando ingresan a los campos de la religión o la ética o arrojan la cautela al viento cuando flirtean con los así llamados asuntos trascendentales.
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En cualquier caso hay una necesidad de desarrollar una actitud científica general para todas o la mayor parte de las áreas de la vida, usar, tanto como sea posible, nuestra inteligencia crítica para evaluar las creencias, e insistir que estén basadas en fundamentos evidentes. El colorario principal de esto es el criterio que donde no tengamos la suficiente evidencia, deberíamos suspender el juicio. Nuestras creencias deberán ser consideradas hipótesis tentativas basadas en grados de probabilidad. No deberán ser consideradas absolutos o finales. Deberemos estar comprometidos con el principio de falibilismo, que considera que nuestras creencias pueden ser erróneas. Deberemos estar deseando revisarlas, si necesitan serlo a la luz de nueva evidencia y nuevas teorías. La actitud científica por eso no prejuzga sobre fundamentos a priori el examen de las afirmaciones acerca de lo trascendental. Está comprometida con la investigación libre y abierta. No puede rehusar comprometerse en la investigación, por ejemplo de los fenómenos paranormales. Pero no sostiene el derecho a preguntar que tal investigación pueda ser responsable y cuidadosamente conducida, que la evidencia no sea deshecha por la conjetura, ni las conclusiones basadas en la voluntad de creer. IV La pregunta básica es: ¿Cómo podemos cultivar la actitud científica? La institución más vital de la sociedad para desarrollar una apreciación por la actitud científica es la escuela. No es suficiente, sin embargo, para las instituciones educativas informar simplemente a la gente joven de los hechos o diseminar un cuerpo de conocimiento. La educación de tal clase puede ser nada más que aprendizaje rutinario o adoctrinación. Más bien, un propósito principal de la educación deberá ser desarrollar dentro de los individuos el uso de la inteligencia crítica y el escepticismo. No es suficiente hacer que los estudiantes memoricen una materia, amasen hechos, pasen exámenes o aún dominen una especialidad o profesión o sean entrenados como ciudadanos. Si hacemos eso y nada más, no hemos educado completamente; la teoría central es cultivar la habilidad de verificar experiencias, evaluar las hipótesis, evaluar los argumentos -en resumen- desarrollar una actitud de objetividad e imparcialidad. La tremenda explosión informativa de hoy nos ha bombardeado compiten con afirmaciones verdaderas. Es vital que los individuos desarrollen algún entendimiento de los criterios efectivos para juzgar estas afirmaciones. No me refiero solamente a nuestra habilidad de examinar afirmaciones de conocimiento acerca del mundo sino también de nuestra habilidad para desarrollar algunas características al apreciar juicios de valor y principios éticos. La meta de la educación deberá ser desarrollar personas reflexivas -escépticas aunque receptivas a nuevas ideas, siempre deseando examinar nuevas desviaciones del pensamiento, aunque insistiendo que sean probadas antes de ser aceptadas. La educación no se realiza cuando transmitimos una materia o disciplina finita a los estudiantes: sólo cuando estimulamos un proceso activo de búsqueda. Esta meta es apreciada actualmente en algunas instituciones educativas que intentan cultivar la inteligencia reflexiva. Pero la educación no está completa a menos que podamos extender nuestro interés a otras instituciones educativas de la sociedad. Si vamos a cultivar el nivel de la inteligencia crítica y promover la actitud científica, es importante que nos interesemos con los medios de comunicación masiva. Un problema especialmente serio con los medios electrónicos es que emplean las imágenes visuales más que los símbolos escritos, diseminan impresiones inmediatas en vez de análisis sustentados. ¿Cómo podemos estimular la crítica reflexiva en el público dando este tipo de información? No tengo una solución fácil que ofrecer. Lo que deseo sugerir es que no debemos asumir, simplemente porque la nuestra es una sociedad científico-tecnológica avanzada, que el pensamiento irracional será derrotado. La evidencia sugiere que eso está lejos de ser el caso. Ciertamente, siempre está el peligro que la ciencia misma pueda ser absorbida por las fuerzas de la sinrazón.
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Si vamos a manejar el problema, lo que necesitamos, por lo menos, es ser claros acerca de la naturaleza de la empresa científica misma y reconocer que presupone una actitud básica acerca de los criterios evidentes. A menos que podamos impartir a través de las instituciones educativas de la sociedad algún sentido del acercamiento escéptico a la vida -como terapéutico y correctivo- entonces me temo que estaremos constantemente confrontados por nuevas formas de «saber-nadismo». Si vamos a progresar al vencer la irracionalidad, sin embargo, debemos ir más lejos todavía. Tal vez debemos tratar de satisfacer la necesidad por el misterio y el drama y el anhelo por el significado. El desarrollo de la educación y la ciencia en el mundo moderno es una maravilla que sostener, y deberíamos hacer cualquier cosa para fomentar su desarrollo. Pero hemos aprendido que un incremento en la suma del conocimiento por sí mismo no necesariamente derriba la superstición, el dogma, y la culpabilidad, porque estos son nutridos por otras fuentes en la psique humana. Un punto con frecuencia descuidado en satisfacer nuestra fascinación con el misterio y el drama es el posible papel de la imaginación en las ciencias. La ciencia puede solamente proceder por ser abierta a las exploraciones creativas del pensamiento. Los completos rompimientos en la ciencia son pasmosos, y continuarán tanto como escudriñemos más allá del micromundo de la materia y la vida y en el universo en general. La era espacial es el principio de una nueva era para la humanidad, tanto como dejemos nuestro sistema solar y exploremos el universo para buscar vida extraterrestre. Necesitamos diseminar una apreciación por la aventura de la empresa científica. Desafortunadamente, para algunos, la ciencia-ficción es el sustituto de la ciencia. La religión del futuro puede ser una religión de la era espacial en la que los nuevos profetas no son los científicos sino los escritores de ciencia-ficción. La ciencia tiene por eso un foco doble: la objetividad y la creatividad. Las artes son esenciales en mantener vivas las cualidades dramáticas de la experiencia; poesía, música, y la literatura expresan nuestra naturaleza apasionada. El hombre no vive por la razón solamente; y la ciencia es con frecuencia vista por sus críticos como fría y racional. La gente anhela algo más. Nuestros impulsos estéticos y nuestro deleite por la belleza necesitan ser cultivados. Las artes son la expresión más profunda de nuestros intereses espirituales, pero necesitamos hacer una distinción entre el arte y la verdad. En cualquier caso, necesitamos satisfacer la búsqueda por el sentido. Es este anhelo por el significado etéreo que, pienso, lleva a la desorientación psicótica encontrada en los cultos de la sinrazón. «Sígueme», dicen los cultos de la irracionalidad. «Yo soy la luz, la verdad, y el camino». Y la gente está deseando abandonar todos los patrones de juicio crítico en el proceso. Deseo aclarar que hay la necesidad actualmente para desarrollar instituciones normativas alternativas. Sugeriría que tal programa no construiría sistemas con creencias que sean patentemente falsos o irracionales o que violen la evidencia de las ciencias; sin embargo, buscará dirigirse a otras dimensiones de la experiencia humana, y dará a las artes, la filosofía y la ética papeles poderosos para ayudar a satisfacer las necesidades humanas. [Nota] *Paul Kurtz es Profesor emérito de filosofía, Universidad Estatal de Nueva York. La presente traducción ha sido realizada por M. A. Paz y Miño de «The Scientific Attitude versus Antiscience and Pseudoscience», escrito basado en el discurso pronunciado en el congreso de fundación del Comité para la investigación científica de las afirmaciones de lo paranormal [CSICOP], publicado en inglés en The Humanist, julio-agosto de 1976, aparecido luego en Kurtz, Paul: In Defense of Secular Humanism. Buffalo: Prometheus Books, 1983).
EL CERO Y LA NADA
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Por: Pablo Capanna
Suplemento Futuro de Página12 http://www.pagina12.com.ar/ EL CERO Y LA NADA Por: Pablo Capanna El mundo moderno parece estar basado sobre el cero: sin el cero, no existiría la ciencia moderna ni la tecnología, ni existiría el nihilismo, ni en Argentina un ministro podría embelesarse con el “déficit cero”, entre otras minucias. En esta edición de Futuro, el filósofo argentino Pablo Capanna se dedica a contar la historia del número que “no es ninguna unidad”, y que orilla el concepto metafísico de “nada”, desde su origen sumerio hasta su incidencia en la filosofía del siglo XIX. Con excepción de El origen de las especies, los libros que revolucionaron la ciencia y la filosofía nunca fueron best sellers. En cambio lo fueron los de Hubbard, Berlitz y Von Däniken, y también La decadencia de Occidente, de Oswald Spengler. Publicado entre 1918 y 1922, tuvo más de diez ediciones sólo en español (la última en 1958) y fue traducido nada menos que por García Morente. Luego, cayó en el olvido. El libro exponía una especie de historia natural de la civilización. Para Spengler, las culturas eran como vegetales, que brotaban, florecían y se secaban según milenarios ciclos estacionales. Cada cultura tenía un “alma” colectiva, que le permitía acceder a nociones que no se les ocurría pensar a otras, incluyendo cosas tan abstractas como los conceptos matemáticos. Por ejemplo, los griegos no habían podido concebir el número cero porque su “sensualidad” no se lo permitía. Solo el alma de la India había podido llegar a un concepto metafísico como la nada (sunya) y el cero que la simbolizaba. El cero era “la refinada creación de un maravilloso poder de abstracción, porque aunque el alma india lo había concebido como la base de la numeración posicional, era nada más ni nada menos que la clave del sentido de la existencia”. Una frase impresionante, sin duda. Aunque si de metafísica se trataba Spengler hubiera estado mejor de haberle atribuido el cero a los semitas, que precisamente pensaban la creación del mundo desde la nada. Pero los indios pertenecían a la noble raza aria, y eran los años 20 en Alemania. Sin embargo, la idea tenía su atractivo, y varias generaciones de estudiantes de filosofía creímos en ella. Lamentablemente, no era cierta. Por lo que hoy sabemos, el cero nació entre los sumerios, simplemente para resolver dificultades de cálculo. Luego se apropiaron de él los griegos de Alejandro Magno, de paso por Babilonia. Los griegos lo llevaron a la India. De allí lo tomaron los árabes, que se lo transmitieron a los mercaderes italianos, y éstos lo difundieron en toda Europa. Pero su origen no fue filosófico; nació de necesidades prácticas, aunque luego no dejaría de cargarse de filosofía. Así lo cuenta Robert Kaplan en el libro The Nothing that Is, publicado por Oxford en 1999. Un libro que a algunos les resultará más apasionante que cualquier best seller. Cuestión de lugar La importancia del cero, como sabemos hasta los ignorantes en matemática, está unida al valor posicional de los números: con muy pocos signos se puede representar prácticamente cualquier cifra. Desde que existe el cero no es necesario dibujar un signo distinto para las centenas, los millares o los
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millones, y desde que existe la notación exponencial (las famosas potencias de diez) ni siquiera hay que escribir los ceros. Obviamente, antes del cero no había números negativos; ni siquiera decimales. Descubrirlo costó bastante esfuerzo, pero como la mente humana funciona de manera similar en todas partes, fueron varias las culturas que se asomaron al cero incluso de manera independiente, como ocurrió con los mayas. La historia empieza en Sumer Aparentemente, los primeros en descubrir el cero fueron los sumerios, que tenían un sistema de numeración bastante embrollado, o mejor dicho dos. Uno era decimal y el otro, sexagesimal: el mismo que seguimos usando al dividir el día en 24 horas y la hora en 60 minutos. Contaban desde 1 en forma decimal, pero al llegar al 60, cambiaban al sistema sexagesimal, lo cual complicaba las cuentas. No hay que sorprenderse demasiado, si pensamos que los ingleses hasta 1971 juntaban 12 peniques para hacer un chelín, y 20 peniques para hacer una libra. El hecho es que en algún momento los sumerios comenzaron a dejar una columna en blanco entre dos grupos de signos cuneiformes, con el valor que hoy le damos al cero. Hasta inventaron un signo para representarlo, pero todavía no lo hicieron redondo: lo dibujaron como dos cuñas. Aquellos griegos En tiempos de Homero, los griegos escribían decenas y centenas con las iniciales de su nombre: una eta era hékate (100) una pi era 5 (pénta) y una delta era 10 (déka). Pero cometieron un error fatal al llegar al siglo de Pericles, cuando comenzaron a usar las 24 letras del alfabeto, añadiéndoles algunos signos ad hoc, para escribir los números. Así, 10 pasó a ser “i”, la décima letra, y 11 se escribía “ia”, la décima más la primera. Este sistema era bastante incómodo, ya que si bien para diferenciar los números de las letras se les ponía una raya encima, había números que se podían confundir con palabras. Por ejemplo, 318 se escribía “tíe”, que significa “¿por qué?”. Era algo parecido a lo que nos ocurre con las patentes alfanuméricas, que dan lugar a combinaciones como “ajj”, “sex”, “fmi”, “dgi”, “opa” o “uff”, que no siempre le caen bien al dueño del auto. Para remediarlo, los pitagóricos empezaron a usar puntos, con los cuales formaban figuras, de manera que había números triangulares (el 10), cuadrados (el 9) y pentagonales (el 5). Pero es sabido que los pitagóricos mezclaban geometría, aritmética y física, de manera que el sistema no prosperó. De todos modos, algo parecido sobrevive en los dados. Mas dificultades Cualquiera sabe de las dificultades que aparecen cuando se quiere hacer una cuenta cualquiera con números romanos. En su origen, esos números eran apenas dedos estilizados, combinados con algunas letras para las cantidades más grandes. Desde la época de los griegos, para calcular se usaban contadores como los que todavía se ven en los
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jardines de infantes. Eran unas cajas divididas en columnas donde se ponían piedritas, no en vano llamadas “cálculos”, como los renales. Cada diez piedras había que pasar a la columna siguiente, como en el ábaco. El cero, con su forma redonda, apareció y desapareció una y otra vez en distintos contextos. Puede que su origen fuera la letra “o”, como un sello redondo grabado en la arcilla, o esa huella que quedaba tras una sustracción en una caja de arena de esas que usaban para contar los mercaderes orientales. En Roma todavía no había cero ni un valor posicional, salvo que IV era 4 y VI era 6 según se escribiera el I de un lado o de otro. De manera que 1999 había que escribirlo MCM XC IX, como si fueran varias columnas. Con el Imperio, los romanos hicieron grandes negocios y comenzaron a manejar cifras millonarias, con lo cual tuvieron que inventar signos para potenciar los que tenían y anotar números mayores. Pero no todos los aceptaban. Cuando Livia le dejó cincuenta millones de sextercios a Galba, su hijo (el emperador Tiberio) insistió que en lugar de una D enmarcada (50.000.000) había que leer una D con una raya encima(apenas 500.000). Argumentaba que “la cantidad estaba en signos, no en letras”, y la cifra era ambigua. Quizás entonces haya nacido la costumbre de escribir el importe de los cheques en números y letras, aunque por entonces todavía no había cheques. Las dificultades se hacían insuperables cuando se llegaba a números realmente grandes, y Arquímedes fue uno de los que se tropezaron con ellas. En su famoso Arenario se propuso calcular cuántos granos de arena cabían en el universo. Como el número más grande que usaban los griegos era la miríada (10.000) tuvo que inventar números de distintos órdenes, es decir miríadas de miríadas de miríadas. Llegó hasta los números de tercer orden, que para nosotros serían un 10 a la 24 . En el Lalitavistara, una vida de Buda escrita siglos más tarde en la India, el joven Gautama ganaba un certamen de inteligencia y sabiduría al ponerle nombre al número más grande, el tallakchama, que era nada menos que 10 a la 53. De haber existido las potencias de diez (“¿por qué Arquímedes no se dio cuenta?”, clamaba Gauss) lo de Arquímedes y Buda no hubiera llegado a ser una hazaña. Contrabando nulo Cuando la expedición de Alejandro Magno conquistó Babilonia en el año 331 a C., los griegos aprendieron a usar el cero, que ya comienza a aparecer en los papiros astronómicos con la figura de un círculo. No sabemos si era la letra omicron o la inicial de oudén (nada), porque también se lo usaba para señalar los grados de un ángulo. Todavía sigue ahí. En la comitiva de Alejandro no había sólo soldados. Había intelectuales como Pirrón y más de un entendido en matemática y astronomía, que hicieron conocer a los indios la obra de Herón, Pappus y Diofanto. Con ellos, el cero viajó a la India y allí se quedó por varios siglos. La prueba más antigua de su presencia es una tableta del año 876 donde “270” aparece escrito “27º”. En la selva Lacandona
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Los mayas estaban poseídos por la manía de contar y obsesionados con el tiempo. En su corta historia, que Spengler ni siquiera reconocía, también descubrieron el cero. El hecho es que los mayas contaban no con dos sistemas numéricos sino con seis o siete calendarios distintos. Creían que el mundo había comenzado el 13 de agosto de 3114 a C. de nuestro calendario. Una apreciación menos audaz que la del obispo Ussher, quien estableció en pleno siglo XVII que el comienzo ocurrió el 22 de octubre del 4004 a.C. a las seis de la tarde. El calendario cósmico de los mayas arrancaba de aquella fecha. Pero también tenían un calendario civil con 360 días y 5 fechas “fantasmas” y un tercer calendario con un año de 260 días. El cuarto era el ciclo diabólico de los Señores de la Noche. Para otras cosas se usaba un calendario lunar, otro con el ciclo sinódico de Venus y hasta uno de Mercurio. El problema venía con los cruces: cinco años del calendario de Venus eran 8 del civil, y 405 lunaciones eran 46 años del calendario Tzolkin. El peligro era que en cualquiera de esas intersecciones de calendarios se podía acabar el tiempo, de manera que había que exorcizarlas. Aquí es donde aparece el cero. Los Señores de la Noche eran acaudillados por la Muerte, llamada Cero. Todos los años se organizaba una pelea a muerte entre dos campeones, uno de los cuales hacía de Cero. El Cero siempre tenía que perder. Si no lo hacía lo tiraban por una escalinata, y el mundo seguía andando. En las cronologías, los números se representaban de una manera bastante abstracta, como barras y puntos. Pero el cero era una figura: una caracola, algo como una pelota de rugby; un rostro preocupado que se acariciaba el mentón; un hombre tatuado con la cabeza echada hacia atrás. Pensándolo bien, uno entiende por qué la civilización maya se extinguió. Mercaderes y banqueros Después de prosperar en la India, el cero volvió a aparecer en Bagdad junto con los numerales indios, allá por el año 773. Llevado por los árabes, pasó a Damasco y a Córdoba, y de la España morisca al resto de Europa. El importador de los numerales, ahora llamados “arábigos”, fue Leonardo de Pisa, un mercader también llamado “Fibonacci” o “filius Bonacci”, que literalmente significa “hijo de un Buen Tipo”. Teniendo en cuenta la cantidad de hijos de mala madre que andan por ahí no dejaba de ser un nombre auspicioso para un benefactor de la humanidad. No se sabe por qué, a Fibonacci se le ocurrió una serie numérica donde cada dígito es igual a la suma de los dos anteriores: 1,2,3,5,8,13. Después se descubrió que la serie estaba en todas partes, desde las caracolas de los nautilos hasta las hojas y pétalos de la rosa. Es uno de los grandes misterios matemáticos del universo. En lo demás, Fibonacci fue un tanto desprolijo. Presentó por primera vez los numerales arábigos, pero omitió el cero, y tituló su manual Libro del Abaco, cuando precisamente de acabar con el ábaco se trataba. Pero el cero llegaría pronto. Ahí fue que entró en la historia el árabe Al Khwarizmi, quien en 825 nos dio el álgebra: Al Gebar se llamaba su tratado. Su nombre se hizo legendario, y aún perdura en nuestros “algoritmos”. Pronto los números arábigos y los cálculos que con ellos se hacían llegaron a ser conocidos como “algorismos”. Del cero indio (sunya) salieron zefirum, zeviro y zero pero también sifr, cifra, figura circularis, figura privationis, círculo: todas las variantes de “cero” y
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“cifra”. El Arte de Numerar, un libro inglés de 1300 aseguraba con toda seriedad que este arte “llamado Algorym, fue creado por un rey de la India llamado Algor”. En realidad, el sistema arábigo estaba haciendo falta, porque esos eran tiempos muy poco globalizados, y había serios problemas de cálculo. En un libro de texto de 1489 todavía se encontraban problemas como éste: “Un hombre quiere cambiar por libras vienesas treinta peniques de Nuremberg. Como el cambista no conoce la equivalencia, consulta a la Casa de Moneda, donde le informan que 7 de Viena son 9 de Linz, 8 de Linz valen una libra de Passau y 12 de Passau son 13 de Vilshofen, y 15 de Vilshofen son 10 de Regensburg, y 8 de Regensburg son 18 Neumarkt y cinco Neumarkt valen 4 peniques de Nuremberg. ¿Cuántos peniques vieneses le tocarán?” ¡Esas eran escuelas que exigían, no como las de ahora! Sin embargo, no todos aceptaron las cuentas “por algorismo”, que se consideraban menos confiables que los viejos contadores. En 1299 el gobierno de Florencia puso fuera de ley a los libros contables que contenían “algorismos”, y en Padua se hizo obligatorio que los precios de los libros estuvieran en letras, como garantía de lealtad comercial. Para el siglo XV, la victoria de los números “arábigos” era total. En un grabado de Gregor Reisch que ilustra la Margarita Philosophica de 1503, aparece la musa Aritmética presenciando un certamen de cálculo entre Boecio y Pitágoras: tienen que multiplicar 1421 x 2. Boecio, a quien para entonces se atribuían los numerales, tiene una hoja llena de cálculos, mientras Pitágoras se afana con un ábaco, sin poderlo alcanzar. La musamira con dulzura a Boecio, quien ya terminó y sonríe con displicencia observando las dificultades de su rival. El resto, es historia. Después vinieron los números negativos, los logaritmos, Descartes, Fermat, Newton, Euler, etc. Sin el cero, no existiría la ciencia moderna ni la tecnología. Tampoco hubiéramos tenido ni El Cero y el Infinito de Koestler ni El Ser y la Nada de Sartre. No existiría el nihilismo, de que tanto hablan nuestros filósofos para enmudecer cuando el nihilismo golpea su confortable mundo. El Pol Pot nunca le hubiera puesto Año Cero a 1975, sin saber que su era no iba a durar mucho y que el “efecto 2000” era un fraude. Los japoneses no nos hubieran enseñado a producir con “cero defectos” y “cero papeles”, no habría guerras con “cero bajas”, ni “crecimiento cero”, ni “tolerancia cero”. En Argentina, no tendríamos “déficit cero” ni contaríamos con los números negativos para medir el progreso del país. No tendríamos decimales para indicar el porcentaje de inversiones en ciencia y tecnología. Tampoco podríamos representar las permutaciones de nuestra clase dirigente, que suelen terminar en una suma cero. Son todas cosas que nos hacen sentir como un cero a la izquierda, casi como si en competitividad global nos hubiéramos sacado un cero.
LA EXPLICACIÓN DEL MECANISMO UNIVERSAL DE LA DIVISIÓN CELULAR LOGRA EL NOBEL DE MEDICINA Por: Javier Sampedro
LA EXPLICACIÓN DEL MECANISMO UNIVERSAL DE LA DIVISIÓN CELULAR LOGRA EL
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NOBEL DE MEDICINA Por: Javier Sampedro - Madrid Las investigaciones básicas de dos británicos y un estadounidense son cruciales para el cáncer Los científicos saben desde el siglo XIX que el cuerpo humano no es más que un aglomerado de billones de células, y que todas ellas proceden de una sola (el cigoto) por la incesante repetición de un proceso básico: la división celular. Pero la comprensión profunda de ese proceso tuvo que esperar a que el estadounidense Leland Hartwell y los británicos Paul Nurse y Timothy Hunt se decidieran a utilizar seres modestos, como la levadura y el erizo, para descubrir los genes universales que lo rigen. Sus alteraciones son cruciales en el cáncer. Los tres científicos compartieron ayer el Nobel de Medicina. Las células se descubrieron en el siglo XVII, casi al mismo tiempo que los microscopios. Pero no fue hasta 1839 cuando los biólogos alemanes Theodore Schwann y Matthias Schleiden percibieron con claridad que la célula era la 'partícula elemental de los organismos'; es decir, que todas las partes de todos los seres vivos estaban hechas de células. Muchas personas cultas siguen hoy día sorprendiéndose por este hecho. Indudablemente, se trata de una realidad contraria a toda intuición. ¿De dónde venían todas esas células de las que estaba hecha la materia viva en su totalidad? Tras numerosos balbuceos sobre su presunta 'formación libre' o 'generación espontánea', fue otro biólogo alemán, Rudolph Virchow, quien formuló en 1885 la teoría correcta: 'Omnis cellula e cellula' ('todas las células vienen de otras células por división'). No es exagerado, por tanto, afirmar que la división celular es uno de los problemas más centrales que cabe imaginar en biología. El lector no es más que una masa de 100 billones de células, desde los glóbulos blancos, que le protegen de las infecciones, hasta las neuronas, que le permiten pensar. Todas ellas vienen por divisiones sucesivas de una sola célula: el cigoto formado por fusión de un óvulo de su madre y un espermatozoide de su padre (que también son dos células, por supuesto). Hace más de treinta años, el estadounidense Leland Hartwell (nacido en 1939), del Fred Hutchinson Cancer Research Center, en Seattle, tuvo la idea de estudiar la división celular desde un punto de vista genético; es decir, de buscar los genes que regulan el proceso. Utilizó una especie ideal para hacer genética: la levadura de la cerveza (Saccharomyces cerevisiae), un organismo unicelular que se divide muy rápidamente. Cualquier estudio biológico que pueda hacerse en esta levadura toma fácilmente décadas de ventaja respecto a las investigaciones centradas en mamíferos como el ratón, no hablemos ya de seres humanos. Experimentos elegantes La estrategia fue un completo éxito y, en una serie de experimentos que la Academia sueca define como 'elegantes' -el término suele denotar un tipo de investigación en el que no hay que mancharse mucho las manos-, Hartwell logró identificar más de cien genes implicados específicamente en el control de la división celular. Los llamó genes CDC (siglas de Ciclo de División Celular). Años después se vería que, pese a haber sido descubiertos en la levadura, muchos de estos genes existen y hacen lo mismo en todos los animales, incluido el ser humano. El británico Paul Nurse (nacido en 1949), del Imperial Cancer Research Fund, en Londres, siguió en los años setenta la estrategia de Hartwell y descubrió, utilizando otra especie de levadura, que uno de los
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genes hallados por el norteamericano (llamado a veces start, a veces cdc2, a veces cdk1, pero que siempre es la misma cosa) desempeñaba una función crucial en la más importante decisión que puede tomar una célula a lo largo de su vida: dividirse o no. El gen start, o cdk1, fue el anzuelo que permitió pescar media docena de proteínas reguladoras de la división celular en los seres humanos, llamadas CDK. Conviene recordar que un gen no es más que la información necesaria para construir una proteína, y que las proteínas son las nanomáquinas que ejecutan las tareas en la célula viva. Salto al erizo El también británico Tim Hunt (nacido en 1943), del mismo instituto londinense, descubrió a principios de los años ochenta otra familia de proteínas reguladoras de la división, las llamadas ciclinas. Su estrategia fue distinta de las de Hartland, Nurse y sus levaduras. Hunt descubrió las ciclinas en el erizo de mar. Si algo ha demostrado la biología de los últimos 30 años es que no importa mucho qué especie utilice un investigador para hacer sus experimentos iniciales: los procesos fundamentales son extraordinariamente persistentes en todos los organismos. Los humanos, por ejemplo, tenemos 10 ciclinas muy similares a las del erizo de Hunt. En las dos instituciones donde trabajan los tres galardonados aparece la palabra 'cáncer'. Una de las razones por las que estos científicos abordaron la cuestión de la división celular fue su intuición de que los principios básicos que descubrieran, fueran los que fueran, tendrían importancia para una enfermedad causada precisamente por la división celular fuera de control. Actualmente hay varios ensayos clínicos probando fármacos diseñados para bloquear las proteínas CDK, que funcionan demasiado en muchos tumores. Y las ciclinas serán utilizadas pronto en el diagnóstico de varios tipos de cáncer. 'Omnis cellula e cellula', para bien o para mal. "Creía que este premio era para gente brillante" Paul Nurse y Tim Hunt improvisaron ayer una rueda de prensa en Londres, y la pregunta, tratándose de un premio dotado con 10 millones de coronas suecas a repartir entre tres (unos 62 millones de pesetas por barba), fue inevitable: -¿Qué piensan hacer con el dinero? -Ya sé que es consecuencia de la menopausia masculina -respondió Nurse sin dudar-, pero le tengo echado el ojo a una motocicleta. Hunt, que tiene seis años más que Nurse, fue más sombrío y prosaico: -Cancelaré mi hipoteca. En Seattle, al otro lado del Atlántico, Leland Hartwell no estaba para bromas. 'No es fácil hacer muchas celebraciones con lo que está pasando en Afganistán', declaró a los periodistas, 'pero me siento muy complacido. Yo creía que los Nobel eran para gente muy brillante, pero la verdad es que mis contribuciones han sido muy simples'.
NOBEL DE MEDICINA 2000 Por: Agencias
Diario Médico http://www.diariomedico.com/ NOBEL DE MEDICINA 2000 El estadounidense Leland Hartwell y los británicos Paul Nurse y Timotohy Hunt han sido galardonados hoy con el premio Nobel 2001 por sus descubrimientos sobre los reguladores clave del ciclo celular,
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según ha informado la Asamblea Nobel en el Instituto Karolinska, en Suecia. Leland Hartwell, nacido en 1939, trabaja en el Fred Hutchinson Cancer Research Center, en Seattle, Estados Unidos, y ha obtenido el Nobel por su descubrimiento de un tipo específico de genes que controlan el ciclo celular. Uno de estos genes, denominado ‘start’ tiene un papel central en el control del primer paso de cada ciclo celular. Hartwell también es conocido por acuñar el concepto de ‘checkpoint’ (punto seguro), una valiosa herramienta para comprender el ciclo celular. Paul Nurse, nacido en 1949, trabaja en el Imperial Cancer Research Fund, de Londres, y ha identificado, clonado y caracterizado –utilizando métodos genéticos y moleculares- la cinasa ciclinodependiente (CDK, según sus siglas en inglés), uno de los reguladores clave del ciclo celular. Nurse ha demostrado que la CDK se ha conservado prácticamente sin cambios a lo largo de la evolución y orienta a la célula durante su ciclo a través de cambios químicos de otras proteínas. Timothy Hunt, nacido en 1943, trabaja también en el Imperial Cancer Research Fund y ha obtenido el galardón internacional por su descubrimiento de las ciclinas, que regulan la función de la CDK. Hunt ha mostrado cómo las ciclinas se degradan periódicamente en cada división celular, un mecanismo que ha resultado ser de gran importancia para el control del ciclo celular. Un billón de células por gramo de tejido Las células que tienen sus cromosomas localizados en el núcleo y separados del resto de la célula, denominadas células eukarióticas, aparecieron en la tierra hace alrededor de dos billones de años. Los organismos formados por este tipo de células pueden ser unicelulares, como la levadura y las amebas, o multicelulares, como plantas y animales. El organismo humano está formado por un gran número de células, que tienen una media de un billón de células por gramo de tejido. Cada núcleo celular contiene todo nuestro material genético (ADN), localizado en 46 cromosomas que se agrupan en 23 pares. Desde hace más de un centenar de años se conoce que las células se multiplican por medio de la división. Sin embargo, sólo desde hace un par de décadas se ha podido identificar los mecanismos moleculares que regulan el ciclo celular y, por tanto, la mencionada división celular. Estos mecanismos fundamentales se han conservado invariables a través de la evolución y actúan de la misma forma en todos los organismos eukarióticos. Las fases del ciclo celular El ciclo celular se compone de diferentes fases (según se observa en el gráfico). En la primera fase (G1), la célula crece hasta alcanzar un determinado tamaño, llegado al cual, comienza la siguiente etapa (S), en la que tiene lugar la síntesis del ADN. La célula duplica su material hereditario (replicación del ADN) y crea una copia de cada cromosoma. Durante la siguiente fase (G2) la célula comprueba que la replicación del ADN ha sido completada y se prepara para la división celular. Los cromosomas se separan (mitosis, M) y la célula se divide en dos células más pequeñas, o células hijas. A través de este mecanismo las células hijas reciben idéntica información cromosómica. Tras la división, las células vuelven a la fase G1, completando de esta forma el ciclo celular. La duración de este ciclo varía entre los diferentes tipos de células. En la mayoría de las células mamíferas suele durar entre 10 y 30 horas. Las células no siempre prosiguen el ciclo después de la
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primera fase (G1), sino que en ocasiones pueden salirse de éste y entrar en un estadio de descanso (G0). Control del ciclo celular En los organismos eukarióticos vivos es esencial que las diferentes fases del ciclo celular estén coordinadas de manera exacta. Las etapas deben desarrollarse en el orden correcto, completando del todo una fase antes de iniciarse la que la sigue. Los errores en la coordinación pueden provocar alteraciones cromosómicas, lo que significa que algunos cromosomas o partes de estos pueden perderse, reconfigurarse o distribuirse desigualmente entre las dos células hijas. Este tipo de alteración cromosómica se produce a menudo en las células cancerígenas. En el estudio de muchos campos de la Medicina y la Biología es fundamental entender cómo el ciclo celular es controlado. Los tres laureados con el premio Nobel de Medicina de este año han llevado a cabo descubrimientos esenciales en el nivel molecular que aclaran cómo la célula es conducida de una fase a otra durante el ciclo celular. El motor y la caja de cambios del ciclo celular Los tres galardonados han descubierto mecanismos moleculares que regulan el ciclo celular. La cantidad de moléculas CDK es constante a lo largo de todo el ciclo, pero su actividad puede variar debido a la función reguladora de las ciclinas. El CDK y las ciclinas actúan juntos para conducir a la célula de una fase a otra dentro del ciclo. Las moléculas CDK podrían comparase con el motor y las ciclinas con la caja de cambios encargada de controlar si el motor funciona correctamente y conduce a la célula de una fase a otra. Impacto de los hallazgos La mayor parte de las área de investigación biomédica se benefician de estos descubrimientos básicos, que pueden aplicarse en una amplia gama de campos. Los descubrimientos son fundamentales para entender cómo la inestabilidad cromosómica desarrolla las células cancerígenas, es decir cómo determinadas partes de los cromosomas se reagrupan, desaparecen o se reparten de forma desigual entre las células resultantes de la división, o células hijas. Es probable que estas alteraciones cromosómicas sean el resultado de un control defectuoso del ciclo celular. Se ha demostrado que los genes para las moléculas CDK y las ciclinas pueden funcionar como oncogenes. Las moléculas CDK y las ciclinas también colaboran con los productos de los genes tumor supresores durante el ciclo celular. Los descubrimientos en el campo del ciclo celular están listos para ser aplicados en el diagnóstico tumoral. Un aumento en los niveles de moléculas CDK y ciclinas se halla normalmente en tumores humanos, como los de mama o cerebrales. A largo plazo, estos hallazgos pueden también abrir nuevas leyes para la terapia contra el cáncer. De momento ya hay en marcha ensayos clínicos que utilizan inhibidores de las moléculas CDK. Leland Hartwell. 1939, Estados Unidos Fred Hutchinson Cancer Research Center (Seattle) Ha obtenido el Nobel por su descubrimiento de un tipo específico de genes que controlan el ciclo celular. Uno de estos genes, denominado ‘start’ tiene un papel central en el control del primer paso de cada ciclo celular. Hartwell también es conocido por acuñar el concepto de ‘checkpoint’, una valiosa herramienta para comprender el ciclo celular.
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Genes de ciclo celular en la levadura Ya a finales de los 60, Leland Hartwell reparó en la posibilidad de estudiar el ciclo celular con métodos genéticos. Utilizó la 'Saccharymyces cerevisiae', la levadura del pan, como un sistema modelo que resultó ser muy versátil para los estudios del ciclo celular. En una serie de experimentos realizados entre 1970 y 1971, aisló células de la levadura cuyos genes controladores del ciclo celular habían mutado. Así identificó con éxito más de un centenar de genes implicados en el control del ciclo celular, denominados genes CDC (genes ciclo de la división celular). Uno de ellos, al que Hartwell denominó CDC28, controla el primer paso en la transición de la fase G1 del ciclo y por eso lo llamó 'start'. Además, Hartwell estudió la sensibilidad de las células de la levadura hacia la radiación. A partir de sus hallazgos introdujo el concepto de 'checkpoint' (punto seguro), que significa que el ciclo celular se suspende cuando el ADN resulta dañado, con el fin de ganar tiempo para que sea reparado antes de continuar con el ciclo natural. Más tarde, Hartwell extendió el concepto de 'checkpoint' para incluir en él los controles que garantizar el orden correcto entre las distintas fases del ciclo. Timothy Hunt. 1943, Reino Unido Imperial Cancer Research Fund (Londres) Ha obtenido el galardón internacional por su descubrimiento de las ciclinas, que regulan la función de la CDK. Hunt ha mostrado cómo las ciclinas se degradan periódicamente en cada división celular, un mecanismo que ha resultado ser de gran importancia para el control del ciclo celular. El descubrimiento de la primera ciclina Tim Hunt descubrió la primera molécula de ciclina a comienzos de los ochenta. Las ciclinas son proteínas formadas y degradadas en cada ciclo celular. Se les denominó así porque los niveles de esta proteína varían de modo periódico durante el ciclo celular. Las ciclinas se unen a las moléculas CDK, regulando así su actividad y seleccionando las proteínas que serán fosforiladas. El descubrimiento de la ciclina, que se obtuvo utilizando una esponja marina, la 'Arbacia', como modelo, fue resultado del descubrimiento de Hunt de que esta proteína se degradaba periódicamente en el ciclo celular. Hunt descubrió después ciclinas en otras especies y que permanecían a lo largo de la evolución. Hoy se han encontrado ya diez ciclinas diferentes en humanos Paul Nurse. 1949, Reino Unido Imperial Cancer Research Fund (Londres) Ha identificado, clonado y caracterizado la cinasa ciclinodependiente (CDK, según sus siglas en inglés), uno de los reguladores clave del ciclo celular. Nurse ha demostrado que la CDK se ha conservado prácticamente sin cambios a lo largo de la evolución y orienta a la célula durante su ciclo a través de cambios químicos de otras proteínas. Un principio general Paul Nurse profundizó en la táctica de Hartwell de utilizar métodos genéticos en el estudio del ciclo celular. Empleó un tipo diferente de levadur, la 'Schizzosaccharomyces pombe', como organismo modelo. Esta levadura sólo se relaciona lejanamente con la del pan, pues su separación evolutiva se remonta a hace más de mil millones de años.
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A mediados de los 70, Nurse descubrió el gen cdc2 en la 'S. Pombe'. Demostró que este gen desempeña una función clave en el control de la división celular (en la transición de la G2 a la mitosis, M). Más tardé, reparó en que el cdc2 tenía una función más general, idéntica a la del gen 'start' identificado previamente por Hartwell en la levadura del pan: controla la transición de G1 a S. Así resultó que el cdc2 regula diferentes fases del ciclo celular. En 1987, Nurse aisló el gen correspondiente en los humanos, al que más tarde se denominaría cinasa ciclinodependiente 1. Este gen codifica una proteína miembro de la familia de las cinasas ciclinodependientes (CDK). Nurse mostró que la activación de las CDK depende de la fosforilación reversible, es decir, de que los grupos de fosfatos estén unidos o separados de las proteínas. A partir de estos hallazgos ha sido posible encontrar media docena de moléculas CDK en humanos.
SOMOS ERIZOS GRANDOTES Por: Agencias
SOMOS ERIZOS GRANDOTES Por Pedro Ripio Hartwell, Hunt, Nurse. Tres nombres ya clásicos (contemporáneos todos ellos, no cabe duda de que nos vamos haciendo viejos...) de la Biología Celular interesados, desde sus años de estudiantes graduados, en cómo se las apañan las células para dividirse de una forma tan exacta que, como resultado, den siempre dos células hijas que tengan exactamente la misma información genética que ellas mismas. Y el mecanismo es tan exacto que, al menos en la mosca del vinagre (el organismo modelo con el que yo trabajo), la frecuencia de errores en la distribución del material genético es cero. Los tres premiados tienen en común el combinar técnicas bioquímicas, genéticas y de biología molecular para estudiar el problema que les interesa. Hunt, bioquímico, ha conseguido el premio por sus estudios en embriones de erizo de mar. Hartwell y Nurse, genetistas, por sus estudios en levaduras. ¿Qué tienen que ver los erizos de mar, interesantes únicamente por las obvias propiedades gastronómicas de sus gónadas, y las levaduras, prioritariamente interesantes para vinateros y panaderos, con un premio Nobel de Medicina? La respuesta es simple: desde que hace muchos millones de años las fuerzas evolutivas consiguieron inventar, al mismo tiempo que aparecieron las células en nuestro planeta, un procedimiento seguro para reproducirse. El sistema se ha ido complicando y reafinando, pero sin grandes cambios. Nos guste o no, los humanos somos unas levaduras o unos erizos grandotes. Seguramente más listos (no desde el punto de vista evolutivo), pero con los mismos genes esenciales. La única diferencia es que tenemos más copias, más o menos modificadas, de los mismos genes que las levaduras. En el fondo, como ocurre también con los genes necesarios para el desarrollo embrionario, el complejo fenómeno de la división celular sigue las mismas reglas que se inventaron hace miles de millones de años, y la llegada de aparentemente nuevos tipos de división celular a lo largo de la evolución no hace sino complicar un sistema primitivo básico. Uno de los mejores experimentos de Paul Nurse, por el que no ha recibido el Nobel aunque indudablemente lo habría merecido, es la demostración de que genes humanos introducidos en levaduras mutantes pueden salvar a éstas de su defecto.
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Además de ser un científico fuera de serie, Paul Nurse es un hombre encantador. Es un típico exponente de una generación, a la que también pertenecen Tim Hunt y Leland Hartwell, donde los conocimientos científicos se compartían mucho antes de ser publicables. Una generación que ha visto cómo se ha pasado de la comunicación abierta de los datos preliminares a la comunicación cuasi secreta de los datos a publicar. Una generación que ha visto pasar de la camaradería científica a la piratería y el cuchillo en la espalda: mi generación. Aunque el ambiente científico haya degenerado para todos, Tim, Paul y Leland: chapeau! [Nota] *Pedro Ripoll es investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.
GANAN EL NOBEL POR CREAR UN ESTADO DE LA MATERIA QUE NO EXISTE EN LA NATURALEZA Por: Luis Alfonso Gámez
GANAN EL NOBEL POR CREAR UN ESTADO DE LA MATERIA QUE NO EXISTE EN LA NATURALEZA Por: Luis Alfonso Gámez - Bilbao Sus «revolucionarias aplicaciones» en litografía, nanotecnología y holografía están «a la vuelta de la esquina», según la Real Academia Sueca de Ciencias Fue predicho teóricamente por Satyendra Bose y Albert Einstein hace 77 años Albert Einstein auguró en 1924, a partir de cálculos teóricos del físico indio Satyendra Bose, que el enfriamiento a bajísimas temperaturas de los átomos de un gas podría llevarles a moverse muy lentamente, aproximarse entre sí y dar lugar a un nuevo estado de la materia. El proceso era similar a la formación de gotas de un líquido en un gas, de ahí que su resultado se bautizara como ‘condensación de Bose-Einstein’. Casi ocho décadas después, tres científicos, dos estadounidenses y un alemán, han sido premiados con el Nobel de Física por haber creado en el laboratorio ese nuevo estado de la materia, cuyas «revolucionarias aplicaciones están a la vuelta de la esquina», según la Real Academia Sueca de Ciencias. El logro se remonta a hace seis años, cuando, trabajando en dos equipos independientes, los galardonados hicieron realidad lo vaticinado por Bose y Einstein. El 5 de junio de 1995, en su laboratorio de la Universidad de Colorado, Carl Wieman y Eric Cornell enfriaron átomos de rubidio hasta milmillonésimas de grado sobre el cero absoluto (-273,15° C). A esa temperatura, 2.000 átomos se condensaron en un ‘superátomo’ que se comportaba como una sola ‘entidad’. Cuatro meses después, en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), el físico alemán Wolfgang Ketterle obtuvo similares resultados con sodio. Un frío ‘antinatural’ «Los átomos de un gas se mueven a temperatura ambiente a unos 1.600 kilómetros por hora y lo hacen más lentamente según desciende la temperatura», explicaba en 1995 Eric Cornell. Él y Wieman consiguieron temperaturas tan bajas que frenaron los átomos de rubidio hasta tal punto que eran «demasiado lentos como para medir su velocidad». «Es un nuevo estado de la materia», indicó entonces
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Wieman, quien añadió que algo parecido «jamas ha podido existir en la naturaleza en ningún lugar del universo. La muestra que tenemos en nuestro laboratorio es el único trozo de esa materia en el universo, a menos que haya otra en un laboratorio de otro sistema solar». No era una fanfarronada. Las temperaturas logradas por Wieman y Cornell -y posteriormente por Ketterle- eran mucho menores que las existentes incluso en las más inhóspitas regiones del espacio interestelar, donde, a pesar de ser muy baja, la temperatura no llega a esos extremos debido a que la radiación de fondo -el rescoldo del Big Bang- ‘templa’ el vacío. La Real Academia Sueca de Ciencias destaca que lo creado por los galardonados «puede ser considerado como un primitivo ‘rayo láser’ que usa materia en vez de luz». Prácticamente lo que dijo en su momento Michael Anderson, uno de los colaboradores de Wieman y Cornell, para quien la condensación de Bose-Einstein «es a la materia ordinaria lo que la luz láser a la de una bombilla». Las aplicaciones que pueden derivarse de este «nuevo ‘control’ de la materia» serán , según el jurado del premio Nobel, «revolucionarias» en campos como la nanotecnología -construcción de micromáquinas-, la litografía -mayor miniaturización de circuitos electrónicos- y la holografía. Aunque en la actualidad más de veinte grupos trabajan en la condensación Bose-Einstein en todo el mundo, la Academia Sueca considera que los laureados «han seguido manteniendo el liderazgo» en este campo y «han presentado muchos nuevos resultados interesantes» durante los últimos seis años. -----------------El País http://www.elpais.es/ WOLFGANG KETTERLE, INVESTIGADOR DEL MIT PREMIADO: 'LOS ÁTOMOS ESTÁN CONGELADOS Y SON COHERENTES' Por: Mónica Salomone – Madrid Wolfang Ketterle, uno de los tres premiados con el Nobel de Física 2001, explicó sus investigaciones a EL PAÍS durante una visita que hizo a la Universidad Autónoma de Madrid en septiembre de 1999. Éste es un extracto de sus respuestas. Pregunta.- ¿Qué es un Condensado Bose-Einstein? Respuesta.- Los átomos, como todas las partículas, son también ondas. Están moviéndose continuamente, y cuanto más lento se mueven su longitud de onda es mayor . Cuando se enfría un gas, la longitud de onda de sus átomos se alarga más y más, hasta el punto de que las ondas empiezan a superponerse. En ese momento se produce el condensado de Bose-Einstein: la materia está en un nuevo estado en el que todos los átomos oscilan de forma coordinada, formando una única onda. P.- ¿Cuánto hay que enfriar los átomos? R.- A milmillonésimas de grado por encima del cero absoluto, -273 grados centígrados. Son las temperaturas más bajas jamás alcanzadas. P.- ¿Por qué hay un cero absoluto de temperatura? R.- La temperatura es sólo una forma de medir la cantidad de energía de un sistema. Si sacas toda la energía de un sistema llegas al cero de temperatura, aunque eso es inalcanzable. Las dificultades técnicas nos impiden llegar al cero absoluto. P.- ¿Cómo se consiguen temperaturas tan bajas? R.- Hemos tenido que desarrollar métodos específicos de enfriamiento, y de hecho ése ha sido uno de los
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principales desafíos de este campo. Se parte de átomos a temperatura ambiente y se enfrían con láseres y técnicas de evaporación. También necesitas una forma de confinar ese gas, que debe estar aislado en cámaras de vacío... Para obtenerlo desarrollamos más tecnología nueva de la que nadie imaginó. P.- ¿Qué pasa en la materia cuando se enfría tanto? R.- Hay dos propiedades nuevas. Una es que los átomos están congelados, todo lo quieto que permiten las leyes de la mecánica cuántica. Eso hace que la interacción entre ellos sea muy débil, y se ve por ejemplo cómo les afecta la gravedad: se caen como si fueran una roca, algo que no solemos ver a escala atómica. Pero siguen siendo un gas, y eso es lo que los hace tan fascinantes. Se comportan como sólidos, pero no lo son. La segunda propiedad es que los átomos son coherentes, forman una única onda, igual que la luz en los láseres. P.- ¿Tiene aplicaciones el condensado de Bose-Einstein? R.- El principal beneficio es indirecto: si entendemos este nuevo estado de la materia entenderemos mejor cómo funciona toda la materia. Más en concreto... bueno, los átomos ultrafríos podrían servir para mediciones muy precisas. En el fondo esto va de manipular átomos, y ahora tenemos un control sin precedentes sobre el movimiento y la posición de los átomos. Es como los láseres: los átomos en el condensado de Bose-Einstein son a los normales lo mismo que el láser a la luz ordinaria. Y mira las múltiples aplicaciones de los láseres hoy.
EL NOBEL PREMIA LOS NUEVOS MÉTODOS PARA OBTENER FÁRMACOS MÁS SEGUROS Por: Agencias
EL NOBEL PREMIA LOS NUEVOS MÉTODOS PARA OBTENER FÁRMACOS MÁS SEGUROS La aplicación de los hallazgos de William Knowles, Ryogi Noyori y Barry Sharpless hubiera permitido evitar un desastre como el de la talidomida El control de la quiralidad es común en la industria farmacéutica y alimenticia
Muchas moléculas pueden presentarse de dos formas, cada una de las cuales es como el reflejo en un espejo de la otra. Es lo que se conoce como quiralidad y no hace falta descender al mundo microscópico para comprobar su existencia. Basta con mirarnos las manos: las diferencias en la posición de los dedos -los átomos, en la molécula- hacen que la derecha parezca la imagen especular de la izquierda, o a la inversa. Las moléculas no biológicas aparecen en la naturaleza con la misma frecuencia orientadas hacia la izquierda (levógiras) que hacia la derecha (dextrógiras). A la hora de fabricar medicamentos, la orientación de la molécula puede «marcar la diferencia entre la vida y la muerte», destacaba ayer la Real Academia Sueca de Ciencias al otorgar el Nobel de Química al japonés Ryoji Noyori y a los estadounidenses William Knowles y Barry Sharpless, por haber descubierto los métodos necesarios para obtener en el laboratorio siempre la molécula con la orientación deseada. Y es que sus hallazgos en el control de la quiralidad, puestos en práctica desde hace años, hubieran podido evitar en su día el desastre de la talidomida. A finales de los años 50 y principios de los 60, más de 10.000 bebés nacieron con graves malformaciones en diversos países debido a que sus madres habían tomado talidomida para tratar las náuseas y los vómitos matutinos. La de la talidomida es una molécula quiral en la que una de las
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orientaciones quita las náuseas; pero la otra provoca malformaciones fetales. Y el problema fue que en el medicamento comercializado se daba una mezcla de ambas variantes al 50%, algo que ahora puede evitarse gracias a los ayer galardonados. Knowles y Noyori -mediante hidrogenización- y Sharpless -mediante oxidación- consiguieron hace dos décadas desarrollar catalizadores que hacen posible la producción de millones de copias de una molécula, pero sólo con la orientación deseada. La Fundación Nobel considera que los galardonados «han abierto un campo de investigación completamente nuevo» cuyos resultados han permitido ya a la industria farmacéutica «sintetizar nuevos antibióticos, antiinflamatorios y cardiotónicos». Además, destaca cómo los trabajos de Knowles se tradujeron rápidamente en el desarrollo del L-Dopa, un fármaco para el tratamiento del Parkinson. Las investigaciones de Noyori, Knowles y Sharpless han servido, por otra parte, para que la industria de la alimentación haya creado nuevos edulcorantes que el cuerpo no puede metabolizar y que, por lo tanto, no engordan.
LOS CATALIZADORES PARA REACCIONES QUIRALES LOGRAN EL NOBEL DE QUÍMICA Por: Agencias
LOS CATALIZADORES PARA REACCIONES QUIRALES LOGRAN EL NOBEL DE QUÍMICA Ayer, la Academia de Estocolmo concedió el premio Nobel de Química a William S. Knowles, Barry Sharpless y Ryoji Noyori por sus hallazgos sobre catalizadores en reacciones de productos quirales, cuyas bases datan de la década de 1960. Las investigaciones han permitido el desarrollo de la levodopa y conocer el motivo por el cual la talidomida provocó importantes efectos teratógenos en las gestantes de hace 40 años. La Real Academia de Ciencias de Suecia concedió ayer el premio Nobel de Química 2001 a los americanos William S. Knowles y K. Barry Sharpless, junto con el japonés Ryoji Noyori, por sus trabajos sobre reacciones de oxidación catalizadas por quiralidad. Un gran número de moléculas existen bajo dos formas ópticas diferentes, como sucede con nuestras manos, fenómeno que se conoce como quiralidad. Los investigadores han comprobado que en la naturaleza una de las formas es más frecuente que la otra. En las células humanas, una de las formas ópticas inversa es similar a un guante en oposición a la otra que incluso puede revelarse nociva. Los productos farmacéuticos están, a menudo, compuestos por molecular quirales y la diferenciación de las dos formas puede resultar crucial, como demostró la catástrofe provocada por la talidomida en la década de 1960. Uno de los enantiómeros de este fármaco evitaba las náuseas de la gestación, pero el otro podía ser teratógeno. Otro ejemplo es el de la limonina, una sustancia para dar olor, cuyos dos enantiómeros son difíciles de diferenciar a simple vista, pero al olerlos, nuestro olfato percibe una forma con olor a limón y la otra a naranja. Por tanto, es muy importante poder producir las dos formas quirales por separado. Los laureados con el premio Nobel de Química han desarrollado moléculas capaces de catalizar
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importantes reacciones que sólo produzcan una de las dos formas ópticas inversas. La molécula del catalizador, que también es quiral, es capaz de acelerar la reacción sin alterarse. Dicha molécula puede producir millones de moléculas de la forma óptica inversa deseada. Proceso industrial William S. Knowles, que trabajó en la compañía Monsanto, en Saint Louis, Missouri, hasta su jubilación, descubrió en 1968 que era posible utilizar los metales de transición para obtener catalizadores quirales destinados a desencadenar reacciones de hidrogenación, favoreciendo de esta forma la producción de una de las formas ópticas inversas. Sus investigaciones fueron rápidamente aplicadas al proceso industrial para el desarrollo de la levodopa, un fármaco para tratar la enfermedad de Parkinson, y que había sido descubierto por A. Carlsson, hallazgo que le valió el premio Nobel en 1967. Probando enantiómeros de fosfina de varias estructuras, el equipo de Knowles obtuvo un catalizador que generaba un exceso enantiomérico, la levodopa. Ryoji Noyori, profesor de la Universidad de Nagoya, en Japón, continuó con los trabajos iniciados por el estadounidense Knowles, los cuales han permitido concebir catalizadores de hidrogenación quiralianos similares a los que conocemos actualmente. Por su parte, K. Barry Sharpless, profesor de Química en el Instituto de Investigación Scripps, de La Jolla, en California, ha recibido el galardón por el desarrollo de catalizadores quiralianos utilizados en otro importante tipo de reacciones, las de oxidación. Nueva vía Estos tres científicos han creado un nuevo dominio de investigación abriendo así la vía a la síntesis de moléculas y de materias que presentan nuevas propiedades. Actualmente, los resultados de sus investigaciones fundamentales se aprovechan en un amplio abanico de síntesis industriales de productos farmacológicos, como antibióticos, antiinflamatorios y cardiotónicos. Los protagonistas K. Barry Sharpless nació en Filadelfia hace 60 años. En 1968 se licenció en Stanford y desde 1990 trabaja como profesor de química en el Instituto de Investigación Scripps, en La Jolla, California. Ha recibido la mitad del galardón. La otra, la comparten William S. Knowles y Ryoji Noyori. Knowles tiene 84 años, ha trabajado en Monsanto y desde 1986 está jubilado. El japonés Ryoji Noyiri obtuvo su título en la Universidad de Kioto y su trayectoria profesional ha transcurrido en la Universidad de Nagoya.
EL MAR, LA NUEVA BOTICA Por: Javier Armentia
EL MAR, LA NUEVA BOTICA Por: Javier Armentia El pasado viernes 10 de agosto, la compañía Zeltia experimentaba una subida en bolsa de sus acciones
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de un 11%, debido a la favorable acogida que había tenido el reciente acuerdo con una multinacional para la distribución de un fármaco anticanceroso, el ET-743, desarrollado por una filial de Zeltia creada en España, Pharmamar, y que se comenzará a comercializar posiblemente el año que viene. No es raro: un medicamento contra el cáncer supone perspectivas de importantes ingresos para una compañía farmacéutica. La importancia del ET-743 radica en que es unas cien veces más potente que el taxol, uno de los anticancerígenos más utilizados. Pero además es muy especial, porque proviene del mar. La Ecteinascidia turbinata es un animal del filum Tunicados (a veces llamados Urocordados, pues tienen cuerda dorsal, lo que los acerca a los vertebrados), un pequeño animal de unos pocos centímetros de longitud, que vive en colonias y se protege por una envoltura transparente similar a una túnica. Vive en mares templados o cálidos, como el Mediterráneo o el Caribe. Esta especie, como se comprobó a finales de los años 80, produce una serie de sustancias bioactivas que comenzaron a ser estudiadas por su potencial anticanceroso, capaces de inhibir la reproducción celular. Una de esas sustancias es precisamente la ET-743, registrada por Pharmamar en el 96, y cuyos prometedores resultados en el tratamiento de algunos tipos de sarcoma levantan ahora las expectativas comerciales. Es un verdadero triunfo para el equipo del Dr. Fernández Sousa-Faro, presidente y fundador de esta empresa que ha apostado por el mar como fuente de nuevos fármacos. No es la única iniciativa de este tipo, y cabe pensar que en futuro serán más, visto lo que está sucediendo con estas sustancias marinas. Lo cierto es que las grandes empresas farmacéuticas consideraban inviable proyectos de investigación marina a gran escala: por un lado, el mar sigue siendo el gran desconocido, con lo que las fases previas de investigación pueden ser realmente costosas o con plazos excesivamente largos; por otro, la extracción de las potenciales especies de interés se hace normalmente como una recolección manual por parte de buceadores profesionales que no disponen ni de mucho tiempo en el fondo ni de grandes capacidades de acarreo. A pesar de estos inconvenientes, que se irán solventando en el futuro conforme la investigación en biología oceánica avance y por otro lado con la previsible aparición de acuicultura de las especies deseadas, lo cierto es que el mar, que ocupa el 70% de la superficie de nuestro planeta, tiene todas las papeletas para convertirse en la botica del futuro. Por ejemplo, la Ecteinascidia turbinata ya se está cultivando en el Estany des Peix en la isla de Formentera, y en Costa del Este, en Cuba, que producen más de 100 toneladas anuales de este tunicado. Gran parte de las especies vivas de nuestro planeta (33 de los 34 fila en que se organiza el reino animal, por ejemplo, viven en el mar). En el mar muchas especies, como es el caso de los tunicados, se dedican a filtrar agua para conseguir nutrientes, y la evolución les ha dotado de la capacidad de producir sustancias tóxicas que maten otros seres vivos potencialmente enemigos. Se estima que en promedio una de cada 70 especies marinas puede producir sustancias de interés médico. Desde los primeros intentos en los años 70 de la compañía Hoffman-La Roche por investigar en los arrecifes coralinos australianos, las diferentes iniciativas han permitido que actualmente las empresas farmacéuticas guarden en sus laboratorios varios miles de sustancias que con el tiempo podrán convertirse en nuevos fármacos. Un ejemplo es la Aplidina, que parece ser muy eficaz en los ensayos clínicos ante el cáncer medular de tiroides, un tipo de cáncer contra el que por el momento no existe quimioterapia adecuada. La Aplidina es una sustancia producida por otro tunicado marino, el Aplidium albicans, que vive en el Mediterráneo. Otro fármaco anticanceroso, en fase de experimentación preclínica es el Kahalido F. Ambos de Pharmamar. En laboratorios como los de la Institución Scripps de Oceanografía, en La Jolla, California (EEUU), los
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investigadores siguen buscando nuevas sustancias que configurarán la farmacia del nuevo siglo. Por ejemplo, nuevos antibióticos que puedan enfrentarse con la creciente adaptación de las bacterias para defenderse de los clásicos, las llamadas superbacterias. Bacterias y hongos marinos, pequeños invertebrados, son ahora la fuente de investigación de este tipo de sustancias. Un ejemplo son unas sustancias, las pseudopsterosinas, que produce la Pseudopterogorgia elisabethae, una gorgonia marina, una planta que se protege con ellas de ser comida por otras especies. Pero estas sustancias tienen una acción antiinflamatoria que está siendo investigada para producir un nuevo fármaco que podría ser usado para el tratamiento de las artrosis o de las quemaduras solares. ¿Vendrán las nuevas supermedicinas del fondo del mar? Las inversiones de la industria farmacéutica en este campo parecen indicarlo. Quizá con este fenómeno la conservación de ecosistemas en peligro por el calentamiento global, como el arrecife coralino, sea mirada como algo más prioritario. No todo es medicina... Hay también productos que vienen del mar y que están adquiriendo cierta popularidad que nada tienen realmente que ver con la ciencia. Este es el caso de los preparados a partir de cartílago de tiburón, que se han popularizado en los últimos diez años como pretendidas panaceas contra cualquier tipo de enfermedad, desde el cáncer al sida. Paradójicamente, no hay estudios serios que permitan concluir que este cartílago sea nada especial, más bien todo lo contrario. Sin embargo, numerosas compañías se dedican fraudulentamente a venderlo como suplemento dietético, mientras que todo un mercado muy cercano a las etiquetas de Nueva Era o bajo el sello de “lo natural”, mezclando leyendas de antiguos métodos tradicionales usando este cartílago con más o menos esotéricas ideas sobre la vida de los tiburones (que algunos llegan a decir que superan los cien años, frente a la obviedad zoológica de que no es así). Un lenguaje plagado de tecnicismos sobre regeneración celular o tejidos “indiferenciados” que intenta obviar que realmente se trata de colágeno no calcificado, sencillamente. En cualquier caso, tiene nefastas consecuencias: por un lado, muchas personas están abandonando tratamientos convencionales que podrían curar su enfermedad realmente por estas pseudoterapias; por otro, se estima que más de 200.000 tiburones son pescados al mes para extraer esta sustancia, poniendo en serio peligro a algunas especies protegidas de tiburón.
CAFÉ CON EXTRATERRESTRES Por: Agencias
CAFÉ CON EXTRATERRESTRES Por: Martín de Ambrosio La sensación es que es imposible que la especie humana esté sola en el ancho cosmos, con miles de millones de galaxias, con miles de millones de estrellas cada una, pero es sólo una sensación. También podría ser que, efectivamente, la nuestra fuera la única especie inteligente. Raro, pero podría ser. Pero además, la posibilidad de mantener comunicaciones –de cualquier tipo– con civilizaciones extraterrestres es más bien pequeña dada las enormes distancias interestelares. Con esta mínima esperanza, científicos de todo el mundo se dedican a auscultar el cielo con instrumentos para
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detectar un rastro, una señal. En esta edición de Futuro, fragmentos del Café Científico sobre Vida Extraterrestre en el que participaron los astrónomos Juan Carlos Forte y Guillermo Lemarchand. Hasta ahora la idea de la existencia de otras formas de vida, otras formas de inteligencia, es nada más que una conjetura, una posibilidad, una hipótesis en el mejor de los casos. La idea de la soledad universal puede resultar aterradora, pero todos los indicios y especulaciones (mayormente de eso se trata esta disciplina de búsqueda, especie de ciencia sin objeto aún) indican que difícilmente durante nuestra vida podamos tener un diálogo interestelar dadas las distancias con las estrellas vecinas. Según los cálculos henchidos de optimismo de Carl Sagan, en la Vía Láctea puede haber algo así como un millón de civilizaciones tecnológicas. Aun este número extraordinario de inteligencias, distribuidas de modo parejo en toda la galaxia, haría que nuestro vecino más próximo estuviera a 300 años luz, lo que implica que si conseguimos la tecnología para enviar mensajes a la velocidad de la luz (el límite de los límites), un diálogo de “Hola, ¿cómo estás?”, “Bien, ¿y vos?”, llevaría seiscientos años. La humanidad se permite la paradoja: mientras existen muchas personas ocupándose de matar todo vestigio de vida en la Tierra (sea inteligente o no, qué más da) con uno u otro método, hay algunas de ellas que dedican años a la búsqueda de inteligencias extraterrestres. O, más específicamente, a la búsqueda de “civilizaciones tecnológicas” que es la expresión técnica que debería usarse, ya que todo indica que el contacto que se puede tener es sólo a través de ondas electromagnéticas. La cuestión es que durante toda la reunión de café científico rondó entre los presentes la sensación de que la amenaza –sensación que difícilmente venga separada de la inteligencia– puede venir de afuera, pero muchas veces viene de adentro mismo. Sobre las soledades cósmicas, los esfuerzos en la comprensión de las formas en que podría darse la vida, y también sobre las falsas alarmas (más que nada ovnis), se habló en la séptima reunión del ciclo de charlas de Café Científico, organizado por el Planetario de la Ciudad de Buenos Aires, en el que participaron Guillermo Lemarchand –director del proyecto SETI (Búsqueda de inteligencia extraterrestre) en Argentina, del Instituto Argentino de Radioastronomía, y el Centro de Estudios Avanzados de la UBA- y Juan Carlos Forte –del Instituto de Astronomía y Física del Espacio que depende de la FCEyN y del Observatorio Astronómico de La Plata–. Encrucijadas Forte: –En cierto modo, la vida extraterrestre es un tema vinculado con los orígenes del hombre. Somos extraterrestres, en algún sentido, porque los átomos que nos componen fueron creados en el horno de alguna estrella; no hay otra forma de lograr el carbono, por ejemplo. Los orígenes están conectados con el futuro y por eso el interés de la ciencia por esta cuestión, que tiene mucho de imprevisible. En fin, yo digo que no puede haber especialistas en vida extraterrestre –no sé si Guillermo Lemarchand va a seguir saludándome después de esto– porque todavía no conocemos ningún espécimen. De modo que hasta que no se conozca alguno no puede haber especialistas, lo que hay es gente con capacidad para tener apreciaciones muy amplias, para entender la vida en la Tierra; dar un concepto lo más amplio posible y buscar lugares en el espacio donde se den situaciones análogas. Como sabemos, la vida es un fenómeno muy adaptable. Si vamos a la punta del Everest, 8900 metros, donde hay un tercio de la presión atmosférica de la que hay sobre el nivel del mar; o si vamos al fondo del océano, con toneladas de presión, veremos que hay seres vivos; incluso también en medios ácidos, etc, etc.
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Por eso, el tema, como se ve, es interdisciplinario. Biólogos, físicos, matemáticos, y también los astrónomos, que somos los que tenemos la responsabilidad de describir el gran escenario. Escenario que sabemos que se formó hace 12 mil millones de años, en el cual somos invitados de última hora. Nuestro planeta tiene unos 5 mil millones. Como seres vivos, tenemos la suerte –o más bien somos la consecuencia– de vivir en la época “estelífera” del universo. Antes era muy violento, con radiaciones que harían imposible la vida. El universo se enfrió, luego, y se dieron las condiciones para la aparición de las estrellas. Los seres humanos somos hijos de las estrellas. Y no sólo de un modo metafórico. Nos alimentamos de la energía que el Sol deja sobre el planeta, indirectamente, a través del tomate, por ejemplo. Causas y azares Forte (continúa): –¿Cómo enfocar el problema de la vida extraterrestre, cómo calcular las posibilidades de vida en la galaxia, cuántas civilizaciones habrá? Se pueden hacer números. Pero localicemos la discusión en la vecindad, no más. En la Vía Láctea hay 100 mil millones de estrellas, algunas más conspicuas, otras con menos ralea que el Sol. Es un sistema enorme, pero pequeño comparado con el universo. Para recorrerlo de punta a punta, hacen falta decenas de miles de años a la velocidad de la luz. Para que se den una idea: la Luna está a un segundo luz; el Sol, a 8 minutos luz; y la otra punta de la galaxia, a 25 mil años luz. La vida, nuestra vida, se originó en un pequeño cascote que gira alrededor de una estrella, que es mediocre, ni muy gigante ni muy débil. Bueno, la primera cuenta que hay que hacer es cuántas estrellas hay en la Vía Láctea, y cuántas tienen asociado un sistema planetario; y cuántos se parecen a la Tierra, y cuántos tienen atmósfera. Así sucesivamente. Y además tienen que tener tecnología, no basta con que existan simplemente. En definitiva, la vida en la Tierra es el producto del azar. Por ejemplo, si un gran cascote no hubiera formado la Luna, el eje de la Tierra no estaría estabilizado y se movería a grandes velocidades, en un giro alocado que no permitiría la vida. La Luna es un factor de equilibrio. Pero éste es sólo uno, hay más accidentes en el camino de la existencia del hombre. Uno de los más famosos es el choque de un meteorito gigante contra la península de Yucatán que exterminó a los dinosaurios. Si ese objeto no hubiera chocado es probable que los mamíferos no hubieran evolucionado y hoy no estaríamos charlando y tomando un café. Otro: el oxígeno sobre la Tierra. El oxígeno es un elemento venenoso para la vida que hemos incorporado y logramos sacar partido de él. En la búsqueda de planetas como la Tierra podemos mencionar que tenemos indicios ciertos de que existen por los menos otros 60 planetas, detectados con métodos diversos. Probablemente hay muchos miles más en la galaxia. En los últimos 5 años han aparecido 20 con características similares a la Tierra. En muchos de ésos, las órbitas son tan estiradas que parecerían tener un clima muy inhóspito. Pero, en la constelación de la Osa Mayor, apareció uno hace un mes y medio, el primero que tiene una órbita similar a la Tierra. Y estamos seguros que después de éste vendrán muchos otros similares. Todo es historia Lemarchand: –Yo podría decir que no hay evidencia de vida más allá de la Tierra y nos podríamos ir ya. Pero el tema es realmente mucho más interesante. Hay muchos científicos (en realidad, menos de mil) que están buscando formas de vida primigenia en el sistema solar, y hay candidatos interesantes, como una de las lunas de Júpiter y una de las de Saturno, que tienen atmósferas ricas en elementos químicos que podrían producir vida. Hay otro grupo que está preparando sondas para enviar
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al planeta Marte a que verifiquen o refuten la idea de que en algún momento tuvo vida; lo que le habría pasado a Marte es que no pudo retener la atmósfera porque posee un décimo de la masa de la Tierra. Pero lo que nosotros buscamos es vida inteligente. Voy a hacer un poco de historia, entonces. La cuestión de si estamos solos en el universo, obviamente, no es nueva. Al respecto, y como en casi todos los temas, siempre se puede encontrar la opinión de un griego antiguo. Ahí lo tenemos a Metrodoro de Quíos que en el siglo IV a.C. dijo: “Asegurar que la Tierra es el único mundo poblado en el espacio infinito es tan absurdo como suponer que en un inmenso campo sembrado de trigo crece una sola espiga”. De ahí, propongo un salto al siglo XIX, porque durante años el mundo intelectual estuvo dominado por la escolástica que impidió avanzar en estos temas. Hacia el 1800, la discusión era si había vida en la Luna. Uno de los matemáticos más notables de la historia, Carl Gauss, especulaba que si vivían selenitas había que demostrarles que nosotros también éramos inteligentes. Y lo que hizo fue proponer la siembra en Siberia de un campo de pinos en tres cuadrados formando un triángulo rectángulo de modo que desde el espacio se viera una demostración geométrica del teorema de Pitágoras. Así inferirían ellos que la Tierra estaba poblada por seres inteligentes. Otra idea era cavar figuras geométricas en el desierto del Sahara, llenarlas de petróleo y hacerlas arder de noche para llamar la atención de los eventuales habitantes de la Luna. Hubo otras ideas pero, cuando se dieron cuenta de que la Luna no tenía atmósfera, el segundo gran candidato fue Marte. Y empezó a hacer carrera la idea de la comunicación con los marcianos. En 1860, el astrónomo francés Benjamin Flammarion reunió a los colegas de su época para ver cómo se iban a comunicar con los marcianos. Uno de ellos, Charles Cros (que había inventado el fonógrafo antes de Edison, dicho sea de paso), propuso utilizar espejos parabólicos y enviar señales de luz. Como anécdota, les cuento que una francesa, hacia la misma época, dispuso del equivalente de un millón de dólares para quien hiciera contacto con una civilización extraterrestre. Pero el concurso tenía una cláusula especial: no se contaba como válida la comunicación con los marcianos, porque se consideraba excesivamente fácil. Fíjense cómo en cada época las creencias estuvieron relacionadas con la capacidad tecnológica del momento. Hipótesis, sólo hipótesis Lemarchand (continúa): –Entonces, veamos qué hipótesis tenemos para estos programas. La primera es el “principio de mediocridad”, en el sentido de que la Tierra no ocupa ningún lugar privilegiado en el universo, y lo que sucedió aquí puede suceder en cualquier lado, dadas las mismas situaciones ambientales y las mismas leyes de la física y de la química. Esto es una extensión del principio copernicano; hay un gran consenso de que esto es así. Otra de las hipótesis del núcleo duro es que las leyes son las mismas en todas partes. Casi ningún científico moderno del mundo cuestiona esto, tampoco. Este núcleo duro de hipótesis está rodeado por otro conjunto que, ahora sí, son refutables o contrastables, eventualmente, y que son la base de los programas de investigación que tienen por objeto demostrar que no estamos solos en el universo. La primera de este segundo conjunto es que la existencia de sistemas planetarios orbitando estrellas sería una norma más que una excepción. Esto fue corroborado empíricamente en los últimos cinco años. Fíjense que físicos notables como James Jeans, en los años 40, sostenía que la formación de planetas era altamente improbable, y que prácticamente éramos una excepción. Aunque también decía que dado que el número de estrellas en la galaxia era tan alto, y sólo se trataba una de las miles de millones de galaxias que pueblan el universo, eventualmente podría haber
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algún otro sistema planetario. Bueno, desde hace cinco años se descubrieron 60 o 70 sistemas planetarios. Por incapacidad de los instrumentos, vemos sólo planetas del tamaño de Júpiter y no como la Tierra, pero sólo por los instrumentos. La segunda hipótesis, que atañe a geólogos y biólogos, es que dadas las condiciones de habitabilidad, lo que sucedió en la Tierra también puede ocurrir en cualquier planeta. Y dado que la vida surgió tan pronto estuvieron dadas las condiciones ambientales, eso mismo debe pasar en otros planetas. Bueno, no tenemos ninguna evidencia concreta de que esto haya sucedido. Pero hay gente que trata de corroborarlo. Ahora vienen hipótesis cada vez más arriesgadas, como la que indica que el principio de selección natural de Darwin también es universal. Si la vida aparece en algún planeta, favorecerá a los descendientes que se adapten mejor a ese ambiente, y favorecerá la aparición de inteligencia, que a su vez generará capacidad tecnológica, con el tiempo suficiente, y podrá manifestarse ante nosotros a través de su tecnología. En fin, como ven son una serie de suposiciones... La última hipótesis es que los extraterrestres también descubrirían las leyes que gobiernan el universo, y así compartiríamos ese conocimiento y podríamos usarlo para nuestro contacto. De hecho, aún puede afirmarse que este conocimiento es limitado. Pero, por ejemplo, no hay dudas de que el hidrógeno es lo más abundante que existe en el universo y no hay dudas, desde el punto de vista de la física, de que es el elemento más simple. Por eso, cualquier civilización estudiará las propiedades del hidrógeno, y se podrá utilizar la línea espectral que tiene ese elemento que es la que tiene menos interferencia. Se supone entonces que usarán ese canal. Adolescencia tecnológica Lemarchand (continúa): –Carl Sagan decía que justo en este momento en que la humanidad está atravesando por su adolescencia tecnológica, por primera vez en su historia tiene la capacidad de destruir completamente la civilización a través de armas sofisticadas. Si esta es la norma de lo que ocurre con todas las civilizaciones universales, si no se aprende a convivir con los miembros de su especie y su entorno, entonces las posibilidades de encontrar vida inteligente son muy pocas. Pero si somos optimistas y las expectativas de vida se extienden a miles de años pasada la adolescencia tecnológica, se puede calcular, como Sagan, en 1 millón el número de civilizaciones en la galaxia. Aunque abrumador, ese millón indicaría que la civilización tecnológica más próxima a nosotros estaría a 300 años luz. Eso quiere decir que el diálogo interestelar sería intergeneracional también. Si les mandamos un mensaje ahora, ellos lo van a recibir dentro de 300 años, y nosotros oiremos la respuesta dentro de 600 años. Por eso, las esperanzas no son exageradas, pero es lo que estamos haciendo y que tal vez, quién puede negarlo, un día aparezca la gran noticia... Los ovnis que eran puro globo Cuando llegó el turno de las preguntas, no pudo evitarse el fenómeno ovni, que son eso (Objetos Voladores No Identificados) hasta que se los identifica. Un joven corpulento, parado contra la barra de la Casona del Teatro, dijo: –Yo miro mucho la señal de cable Infinito, y vi que en Victoria (Entre Ríos) hay cada tanto fenómenos lumínicos que no son identificables. ¿Qué hipótesis oficial hay al respecto? Forte: –Fenómenos lumínicos... ¡ovnis! Digamos, fenómenos lumínicos en el cielo hay muchísimos. En mi caso, desgraciadamente, siempre me da la impresión de que puede ser algo novedoso, pero cuando hacemos lo que tenemos que hacer resulta que son fenómenos naturales. En La
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Plata nos ocurrió. Una vez una señora llamó y nos dijo que había, textualmente, “una constelación que se expande”. Miramos por la ventana y no se veía nada. La señora insistió y efectivamente vimos 5 objetos tan brillantes como Venus, dando vueltas encima de nuestro telescopio más grande. Por fin, dijimos. Teníamos cinco objetos grandes y luminosos, un telescopio, y un montón de gente corriendo para verlos. La decepción fue muy grande porque cuando enfocamos lo que vimos fueron cinco globos. Es más, cinco globos atados con cintas celestes y blancas. Era eso simplemente: resulta que había vuelto el entonces gobernador Duhalde de Europa y la recepción merecía que se soltaran globos. La confusión, como verán, fue muy fácil. Digamos que vemos ovnis por un rato, y luego identificamos la fuente de la confusión como en este caso. Otra vez, pasó otro ovni, que no pudimos identificar hasta que de Australia nos confirmaron que se trataba de un globo de investigaciones meteorológicas. Mensaje en una botella (al enemigo) –Partiendo de las hipótesis de que existen civilizaciones tecnológicas, sé que se han enviado datos sobre la Tierra en naves espaciales. Ahora, teniendo en cuenta el alto nivel de agresividad de nuestra propia raza humana, ¿no es temerario dar tantos datos sobre nosotros mismos a los extraterrestres? Una cosa es conocerlos a ellos y otra es que nos conozcan tanto y puedan usar esa información. Forte: –Sería una cuestión de prudencia... Pero bueno, ya está. Ya hemos enviado y estarán a cuarenta años luz de la Tierra, siguiendo su camino. La suerte está echada. Igualmente, se ha hecho en forma simbólica, no hay una campaña sistemática mandando aquí y allá. Lemarchand: –El problema también es quién habla en nombre de la Tierra, quién diseña y manda el mensaje. Y como siempre hay algún comité en algún lugar tratando de decidir qué y cómo mandar los mensajes. Hay un comité de abogados del espacio que trata de regular estas cuestiones. Primero, qué hacemos si recibimos una señal. Hay un protocolo que dice cómo verificar las señales, llamar a otro observatorio que confirme, etc. Pero el punto ocho dice que nadie debe contestar, nadie debe arrogarse ese derecho, es una prohibición. Otra cuestión es qué lenguaje se usaría. Muchos dicen el lenguaje de la ciencia; otros son más específicos y hablan de la matemática, que es el lenguaje común a todas las ciencias. Para poder aprender del universo es preciso utilizar un lenguaje lógico que permite deducir propiedades de ese universo, en función de las leyes que va descubriendo; y para eso sirve la matemática. Para predecir. Este lenguaje matemático parece ser el ideal, pero en años recientes, con un grupo de artistas y epistemólogos en Estados Unidos estuvimos discutiendo la posibilidad de que el arte sea otro instrumento de comunicación. Acá hay todo un debate: ¿el arte es universal? Parecería que no. Pero hay ciertos criterios del arte, vinculados a ciertos principios de simetrías que tienen su contrapartida en la matemática. Si observamos la naturaleza, ella optimiza de acuerdo a ciertos principios geométricos. Vemos que las flores en su mayoría tienen forma de pentágono, o que si se observa de cerca un girasol se ve que tiene espirales que siguen la serie de Fibonacci, para optimizar la generación de gránulos. Para eso utiliza principios geométricos ya conocidos por los pitagóricos. La primera relación entre la matemática y un hecho físico la hizo Pitágoras cuando descubrió la relación entre los sonidos de una cuerda de un instrumento musical que seguía relaciones matemáticas simples. Fíjense la relación entre música y matemática. Quiere decir que hay principios del arte presentes en la naturaleza. Tal vez el arte pueda ser una vía de comunicación.
BREVE RESEÑA DE POLITICA Y PSEUDOCIENCIA EN MEXICO
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Por: José Eduardo Serrano
BREVE RESEÑA DE POLITICA Y PSEUDOCIENCIA EN MEXICO Por: José Eduardo Serrano D. - Monterrey / México. Por los años treinta, el entonces presidente Plutarco Elías Calles fue hasta la comunidad de Espinazo, estado de Nuevo León a recurrir a los servicios del niño Fidencio para aliviar sus padecimientos del riñón. Desde entonces es conocida la fama de los curanderos que reciben a la reencarnación del famoso curandero. Hace algunos años, el entonces presidente de México Don José López Portillo contrato al famoso mentalista Uri Geller para ayudarlo a encontrar pozos de petróleo. Mas recientemente el fiscal especial para el caso Ruiz Massieu contrato a una adivina para localizar los restos de un diputado que resulto ser un fraude que escandalizo a los medios nacionales. Pero hace un año apenas, el Gobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal Avila contrato a un Zahori para hacer llover en una región donde la sequía llevaba ya varios años y después de pagarle varios miles de pesos la situación siguió igual o peor. Ahora este gobernador progresista se ha manifestado a favor de la pena de muerte y ha declarado su intención de competir por la presidencia en el año 2006 aparte de ser un fanático devoto del santo niño de atocha que cada año trae peregrinaciones que dejan una gran derrama económica en el pueblo de Plateros, Zacatecas. Por desgracia este país aún esta lejos de tener una cultura que permita objetar estos errores y se lamente de ello hasta que el daño esta hecho. y los medios de comunicación solo lo toman como algo anecdótico.
EN TORNO A LA TERMINOLOGÍA CIENTÍFICA Por: Agencias
EN TORNO A LA TERMINOLOGÍA CIENTÍFICA Por: Salvador Reguant El creador del término clon, Herbert J. Webber, expuso las condiciones que consideraba importantes en la creación de los términos científicos al introducir esta palabra. 'Las palabras que esperamos que deben ser generalmente usadas... deben ser cortas, eufónicas... fáciles de pronunciar y distintas de cualquier otra palabra en su uso ordinario de modo que no sugiera ningún otro significado que el deseado'. Este término fue creado en 1903 para describir una colonia de organismos derivados asexualmente de un único progenitor. En este año 2001, en el número del 5 de julio de la revista Nature, Lee M. Silver del Departamento de Biología Molecular de la Universidad de Princeton comprueba que el uso frecuente que se hace del término clon y de sus derivados, por parte de los media y aun de personalidades como, por ejemplo, el presidente George W. Bush no coincide con la definición primera que aún está en uso entre los especialistas. La conclusión de este autor, de quien tomamos toda esta información, es que la comunidad científica ha perdido el control sobre el término clon y que, a partir de esta constatación, los científicos tendrán que escoger otros términos para explicar los avances de la biotecnología del desarrollo. Que los términos varían frecuentemente en su significado a través de su uso en el tiempo es un hecho
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frecuente. En este caso, sin embargo, más bien tenemos dos significados usados en el mismo tiempo. No hay un rey puesto, después de un rey muerto, sino una confusión resultante del uso con sentidos distintos de una palabra que, por circunstancias fácilmente comprensibles, tiene un alto poder de convocatoria a nivel popular y cuyo ámbito ocupa y preocupa a los poderes públicos, que legislan al respecto, esperemos que debidamente informados y haciendo un uso, el que sea, unívoco y científicamente comprensible de los términos del entorno de los clones y la clonación. Un hecho análogo, aunque quizá con menos consecuencias potencialmente peligrosas, se ha dado en los últimos años con los término ecología y ecológico, cuyo significado empieza a ser difícil de interpretar cuando se lee en los libros, en los periódicos y hasta en los escaparates de las tiendas y en la propaganda comercial. Ya no digamos el término natural. Y así, posiblemente otros muchos. La cuestión de fondo es siempre la misma. La ciencia y su didáctica es una responsabilidad de todos. Los científicos deberían expresarse más diáfanamente y aclarar las confusiones que se producen. Los divulgadores deberían ser conscientes de su enorme responsabilidad en un mundo cada vez más influido por el progreso científico-técnico. También los expertos en terminología pueden aportar información básica e importante en este campo que les es propio. Así, el Instituto Universitario de Lingüística Aplicada de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona organiza periódicamente unos simposios internacionales de terminología en que se tratan, entre otros, los problemas a que nos referimos. La información aquí suministrada fue discutida en el III simposio celebrado en Barcelona el pasado mes de julio. [Nota] *Salvador Reguant es catedrático emérito de la Facultad de Geología de la Universidad de Barcelona
CIENCIA: UTILIDAD SOCIAL O PESADILLA Por: Juan Carlos Carracedo
CIENCIA: UTILIDAD SOCIAL O PESADILLA Por: Juan Carlos Carracedo En estos tiempos de clonadores imparables y catastrofistas de todo tipo clama al cielo cómo algunos se empeñan en transformar unas investigaciones geológicas completamente 'normales' en una pesadilla universal y perpetua, al querer convertir la tranquila hasta el aburrimiento y hermosísima isla de La Palma en una bomba planetaria permanentemente armada, lista para destruir millones de personas cuando le dé la gana sin que nada ni nadie pueda impedirlo. A principios de los años noventa se daba la incomprensible circunstancia de que apenas se habían investigado geológicamente las denominadas 'islas menores' del Archipiélago Canario (La Palma y El Hierro). Si la investigación científica persigue el conocimiento y, en último término, un conocimiento socialmente útil, en este caso la incongruencia era manifiesta: se había dedicado un gran esfuerzo de investigación volcanológica a las islas más antiguas e inactivas mientras que se habían relegado aquellas que por estar en el periodo más activo de desarrollo presentaban mayor interés para la volcanología y para la prevención de los riesgos asociados a los procesos eruptivos. Este problema nunca se dio en las Hawaii, donde la investigación volcanológica siempre se centró preferentemente en la isla de Hawaii, la
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más activa del archipiélago. Cuando en 1992 comenzamos un proyecto financiado por la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología para el estudio del volcán Cumbre Vieja en La Palma, el volcán más activo de Canarias y uno de los más activos del planeta, no existía ni siquiera un simple mapa geológico esquemático por dónde empezar. Las conclusiones del estudio, unos años más tarde, indicaban ya la pronunciada inestabilidad del edificio volcánico, desarrollado hasta casi 2 kilómetros de altura en el cortísimo tiempo geológico de 120.000 años y asentado sobre los derrubios de un gigantesco deslizamiento ocurrido medio millón de años antes, que arrastró al mar unos 200 kilómetros cúbicos de rocas, iniciando lo que hoy es la espectacular Caldera de Taburiente. Especialmente preocupantes parecían, en principio, las fallas de distensión de varios kilómetros que se abrieron en la erupción de 1949, descritas y fotografiadas por J. M. Bonelli Rubio, un ingeniero del Instituto Geográfico Nacional. Los resultados de estos estudios se presentaron en un congreso en la Sociedad Geológica en Londres en 1994, donde se gestó una colaboración con geólogos ingleses y franceses para el estudio de detalle de la estabilidad del volcán Cumbre Vieja. Al finalizar en 1997 estos estudios, financiados en gran parte por el departamento de Política Territorial del Gobierno de Canarias, se convocó un congreso internacional sobre inestabilidad en islas volcánicas oceánicas, celebrado precisamente en La Palma y al que asistieron 90 especialistas de todo el mundo. En el congreso se debatieron diversos temas, especialmente el 'estado geológico' del volcán Cumbre Vieja, llegándose a la conclusión de que se debía continuar estudiando y vigilando instrumentalmente, como tantos otros, pero que ni presentaba indicios ni había evidencia de que implicara un riesgo inmediato significativo. Todos los datos de interés de estos estudios se publicaron en revistas especializadas, llegando al nivel de divulgación en periódicos y revistas de interés general. Por otra parte se comunicó con mucha antelación a los responsables gubernativos, que lo acogieron con manifiesto desdén. Es curioso que nadie se presentara a saludar a los asistentes al congreso, muchos de ellos provenientes de las antípodas (Hawaii, Japón...), pero años más tarde se prestaron pomposamente a 'viajar a Londres' para 'convencer' a la BBC de que no difundieran el programa Horizon, que desencadenó todo el jaleo. Hasta aquí se siguió el procedimiento habitual y correcto: estudio, debate científico, comunicación en revistas científicas y a las autoridades, divulgación verídica. La prueba es que había quedado, como tantos otros temas de investigación, en las estanterías de las bibliotecas y en los ordenadores de los científicos. Y esto precisamente es lo que no debió satisfacer a algunos que buscaron el año pasado los medios de comunicación de masas y un tratamiento claramente catastrofista del tema (programa Horizon de la BBC, artículos en El Mundo...). Ahora los geólogos ingleses vuelven a la carga convocando una rueda de prensa en Londres por la mera publicación de un artículo en una revista científica que se cifra en último término en modelizar lo que ocurriría si se produjera un fenómeno ya sobradamente conocido, en sus características máximas. Es ciertamente un tratamiento catastrofista, máxime si se airea en los medios de difusión de esta forma. Porque es evidente que el riesgo existe, como también es posible un megaterremoto en California, o la caída de un meteorito sobre Londres... El problema es si no se añaden restricciones de probabilidad (el deslizamiento gigante anterior en La Palma ocurrió hace más de medio millón de años, la anterior erupción volcánica hace 30). En la figura 4 del nuevo artículo de estos geólogos -Cumbre Vieja Volcano-Potential collapse and tsunami at La Palma, Canary Islands (Geophysical Research)- aparece un esquema secuencial que hará, sin duda, las delicias de los catastrofistas del mundo entero: una gigantesca ola alcanza a los 15 minutos La Gomera y El Hierro, a los 30, Tenerife, y en una hora, todo Canarias. En nueve horas este particular Armagedón arrasa con olas de 25 metros la costa atlántica de
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las Américas y el Caribe. Si el escenario es, como indican, que 'una próxima erupción en la cresta del volcán probablemente disparará un deslizamiento catastrófico del volcán', La Palma pasa a ser una bomba montada de incalculable potencia capaz de producir una catástrofe planetaria de imposible predicción y tratamiento, buen tema para los adictos al día del juicio final. Al no haber posibilidad de predicción fiable del cuándo o dónde será la próxima erupción, que podría darse en la cima de Cumbre Vieja en un siglo, un año, un mes... Por otra parte, ¿qué hacer ante una ola de 61 metros que llega a las costas del sur de Tenerife? La única respuesta en términos de protección civil es una evacuación preventiva de centenares de miles de personas (por no decir millones) a las montañas. Se podría vigilar ansiosamente el volcán, pero sabemos que a veces hay avisos que se quedan en nada y otras veces el aviso, en forma de temblores de tierra, ha llegado apenas unas horas antes de la erupción. La localización es, asimismo, imprecisa. En la erupción de 1949 la actividad sísmica precursora bailó de norte a sur en una línea de 25 kilómetros en las horas previas. ¿Cómo saber, pues, si se trata de la erupción, en la cima del volcán, o una erupción inocua lejos de ella? Si no podemos predecir y menos prevenir la erupción, ni parece factible ir evacuando a todo el mundo al primer aviso, ¿qué hacer? Hay una última solución (y exagero deliberadamente para poner de manifiesto lo absurdo de todo el tema): si La Palma es una bomba planetaria y no se puede desmontar... liquidémosla. Llamemos a los TEDAX para que, previa explosión controlada, acaben con la amenaza. En la actualidad hay más científicos activos que todos los que han existido a lo largo de la historia. La presión demográfica, el publish or perish (publicar o morir) y la dificultad de alcanzar fondos para seguir investigando nos empuja a todos hacia temas lo más impactantes posible. Todo el mundo quiere publicar en el periódico local o en el Nature. Pero tal vez sea más necesario que nunca el autocontrol y el atenerse a las normas anteriormente mencionadas, del necesario debate de estos temas en los adecuados foros científicos. Si no se hace así se puede jugar el papel contrario y en vez de ser la ciencia un elemento esencial y útil para la sociedad puede transformarse en su peor pesadilla. [Nota] *Juan Carlos Carracedo es volcanólogo en el CSIC.
LOS SOLDADOS DEL SABER Por: Dr. Zenon Sanz
LOS SOLDADOS DEL SABER Por: el Dr. Zenón Sanz Carpetas amontonadas por doquier, ahítas de recortes de viejos periódicos, amarilleados por el imparable paso del tiempo. Torres de libros humildes, rescatados del deshonor de los puestos de baratillo en rastros y rastrillos. Pilas de flamantes volúmenes, de esos que llevan incluido en el precio la serie numerada y la dedicatoria de sus autores. Tropeles de libros de colección y de colecciones de libros, de los que si compras uno te regalan otros dos y que algunos suelen adquirir, como si fuese al peso, con el único fin de rellenar esos huecos libres, chivatos del desprecio por la cultura, que les quedaban en la nueva librería del saloncito de estar... Estos son y han sido durante toda mi vida, queridos lectores, algunos de mis mejores amigos, algunos de mis principales compañeros de viaje; camaradas inseparables de los que he tenido a bien disfrutar y a los
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que gusto de nombrar con el apodo cariñoso de “los soldados del saber”. Aún recuerdo aquellos primeros volúmenes, arrinconados por el paso del tiempo en los estantes de mi infancia, en los que un intrépido y barbudo capitán Nemo –del que en el futuro hasta copiaría la barba y cierta querencia por el ropaje marinero con olor a salitre- me deslumbraba con sus aventuras a bordo del Nautilus, nave precursora de la que posteriormente llegaría a surcar el espacio interestelar en la serie Star Trek. Evoco con añoranza aquel sofocante calor, que paulatinamente se iba apoderando de mis tardes a medida que proseguía el descenso, emprendido junto al profesor Otto Lidenbroóck, en pos de las maravillas que encerraba el centro de la Tierra. Esas interminables charlas de los locos y belicosos artificieros del Gun-Club de Baltimore, en las que su presidente Barbicane pergeñaría el embrión de la futura exploración espacial. La vuelta al mundo en ochenta días, emprendida por el gentlemen Phileas Fogg; viaje tan sólo comparable a las cinco audaces semanas en globo del doctor Fergusson y a la reciente hazaña protagonizada, gracias a la moderna tecnología aeronáutica por Bertrand Piccard y Brian Jones, quienes consiguieron dar la vuelta al mundo en globo y reducir el record de Phileas a tan sólo 20 días, 21 horas y 55 minutos. ¡Que presencias para toda la vida!, las que supo sembrar mi progenitor, en mi aún tierno intelecto, al regalarme aquellos dos primeros y deslumbrantes libros de Julio Verne, tomos que conformarían los primeros peldaños de una escalera por la que, aún hoy en día, sigo subiendo escalones paso a paso –algunos, todo sea dicho, con más esfuerzo que otros. Recuerdo bien aquellos dos primeros volúmenes llenos de aventuras, de vivencias, de conceptos absolutamente novedosos para mis seis años. La Ciencia con mayúsculas, aunque aún no era consciente de ello, llamaba a mi puerta, abriéndose paso poco a poco, de la mano de todos aquellos personajes un tanto acartonados pero deliciosamente sugerentes. Con cada pregunta sin respuesta, con cada nuevo concepto, con cada nueva probabilidad, aumentaba mi curiosidad, ese ansia de saber que, a medida que se iba satisfaciendo, me obligaba a romper amarras con el pensamiento mágico y a embarcarme rumbo al librepensamiento que genera el saber y el ansia derivada del conocimiento. Siempre he sido de la opinión de que el ser humano es, por su propia naturaleza y desde el preciso instante del nacimiento, rotundamente cándido -al más puro estilo Volteriano-, ingenuo y un tanto bobalicón; y que no es sino a base del roce de los años que puede aprender a blindar su inteligencia frente a los continuos abusos a los que determinados individuos y sistemas de creencias, promulgadores de la fe ciega frente a cualquier viso de espíritu crítico, intentan infatigablemente someterle. Desdichadamente, sobran ejemplos últimamente. Siempre me ha fascinado esa gente que, sistemáticamente, se despreocupa por ofrecerle a sus hijos, en ese preciso momento en el que aprendiendo a pensar emprenden el camino de su humanización, la ayuda que pueden ofrecerle unos bien seleccionados “soldados del saber”. ¿Quién puede estar tan ciego como para vetarles el acceso a las únicas herramientas con capacidad suficiente para permitirles fortificar su intelecto frente a los vividores de la superchería y lo paranormal? Por el contrario, no es menos cierto que tendemos a presuponer, y por consiguiente a herrar en nuestro razonamiento, que aquello con lo que disfrutamos es capaz de hacer gozar también al resto de nuestros congéneres. Como veremos más adelante, nada más lejos de la realidad pues, según muestran recientes estudios realizados en nuestro país, hay, al parecer, quien solamente toma en consideración el disponer de libros cuando requiere de su ayuda para calzar las patas de alguna vieja cama, descompuesta por el exceso de ejercicio.
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Me encontraba plácidamente sentado en la mesa, que siempre me espera, a primera hora, en una de esas señoriales cafeterías que aún quedan en algunas de nuestras ciudades, desayunando un apetecible café con crema y un delicioso pastelito de arroz cuando, al leer una de las noticias que traía la prensa matutina, no pude contener un sonoro: - “¡Hay que joderse! ¡Para que luego digan que uno al año no hace daño y que mejor uno a la semana!”. Asómbrense ustedes conmigo amigos. Resulta que, según un estudio realizado por la Fundación Bertelsmann, uno de cada tres españolitos, de esos pelones sobre los que tan bien escribía Valle Inclán, ¡NO HA LEÍDO NUNCA O CASI NUNCA LIBROS! ¡Ni más ni menos que un 30% de la población española nunca ha tenido en su bando a los soldados del saber! No acababa de salir de mi asombro cuando seguí leyendo que un 25% no había pisado en su vida una biblioteca y que para más INRI el género preferido por quienes leen es el de la novela, no en balde Marcial Lafuente Estefanía marcó toda una época de la cultura española. Junto a la noticia del estudio Bertelsman, aparecía una nota que remitía a un informe del propio Ministerio de Educación y Cultura, en el que se venía a decir que la lectura está realmente bajo mínimos, pero bajo unos mínimos que resultan sencillamente de espanto. Sí amigos, ¡tan sólo un 58% de los españoles podían ser considerados lectores habituales y eso teniendo en cuenta que la definición de lector aplicada era tan elástica como el llegar a considerar lector a “aquel individuo que al año lee por lo menos un libro”. - ¡Hay que joderse! musité de nuevo, mientras se me escurría parte del café por la comisura de unos labios entreabiertos por el pasmo. Josechu (el camarero que tan acertada y profesionalmente me atiende) levantó la vista de sus trapiches entre vasos, cuberterías y dineros para mirarme con cierto aire de extrañeza. - Pero doctor, me espetó, ¿usted hablando de sexo? - Déjalo Josechu, déjalo que son cosas mías, respondí Arropé la gaceta bajo el brazo, aboné mi cuenta y salí al bullicio analgésico y alienante de la calle. No sabría explicarme bien porqué opté por dejarlo sumido en la ignorancia acerca de la noticia que me había estropeado la mañana. Tampoco le di demasiadas vueltas. Al fin y al cabo, Josechu es de los que opinan que los “yanquises” nunca llegaron a la Luna y que todo fue un montaje de la NASA y de la industria del cine americano; que (como afirma ese feriante del desconcierto apellidado Cardeñosa) aún hay neandertales peludos de esos paseando por nuestras calles y que puestos a creer, dado que es gratis, mejor hacerlo que ser un escéptico de los que siempre estamos poniendo pegas a todo y buscándole cuatro pies al gato. Lamentablemente, Josechu es uno de esos lectores que en la infancia no tuvieron alguien cerca que guiara con sabiduría sus primeros pasos por los escalones que guardan los soldados del saber.
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