Carlos de Habsburgo: Un Pretendiente Desconocido
Francisco de las Heras y Borrero
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Carlos de Habsburgo: Un Pretendiente Desconocido
Francisco de las Heras y Borrero
Dykinson, S.L.
©Francisco de las Heras y Borrero Diseño Gráfico y Maquetación Mauro Bisso Azcárate
Fotografías Archivos de Francisco Javier De Lizarza Inda y del autor
ISBN: 84-9772-556-5 Depósito Legal: M. 49.596-2004 Impresión: SAFEKAT, S.L. Belmonte de Tajo, 55 - 3.º A - 28019 Madrid
Dedicatoria A Mary Loly, Mariola y Marisol... ...porque sí. Mi agradecimientos, a todos cuantos de forma desinteresada me han ayudado para escribir esta obra y, especialmente, a D. Francisco Javier de Lizarza Inda sin cuya colaboración hubiera sido imposible la misma.
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
INTRODUCCIÓN Página 15 PRIMERA PARTE: SE PERFILA UN PRETENDIENTE Página 19 La familia de Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón Página 20 Otro enredo dinástico Página 28 Los cruzadistas y el origen del carloctavismo Página 34 Los titubeos de Doña Blanca Página 43 SEGUNDA PARTE: EL PRETENDIENTE EN ACCIÓN Página 51 ¡Al ataque!, proclamación de Carlos VIII Página 52 Maquillaje jurídico Página 63 Activismo Carloctavista Página 68 La propuesta política Página 91 Carlos VIII y los títulos de nobleza Página 99 Carlos VIII y el franquismo, una tentación real Página 106
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
TERCERA PARTE: UNA AVENTURA SIN FUTURO Página 117 El fin del carloctavismo Página 118 Un rey de la “clase media” Página 136 El Carloctavismo sin Carlos VIII. Página 140 EPÍLOGO Un amargo éxodo Página 165 CRONOLOGÍA Página 167 DOCUMENTOS Página 170 LA DISCUTIDA
SUCESIÓN DE DON ALFONSO
CARLOS
Carta de don Alfonso Carlos a don Lorenzo Sáenz de 8 de febrero de 1933, sobre la designación de heredero. Carta de don Alfonso Carlos a don Lorenzo Sáenz de 12 de marzo de 1933, sobre la designación de heredero. Carta del archiduque Carlos de 29 de noviembre de 1934 dirigida a don Manuel Fal Conde, sobre la sucesión de don Alfonso Carlos. Carta de don Alfonso Carlos de 25 de mayo de 1935 a don Manuel Fal Conde, desautorizando la “magna asamblea” de Zaragoza. Decreto de don Alfonso Carlos de 23 de enero de 1936 instituyendo la regencia. Primer manifiesto a los españoles de Carlos VIII, 29 de junio de 1943. Declaración ante notario de doña Blanca de Borbón, de 12 de noviembre de 11
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1945, confirmando la transmisión de sus derechos sucesorios, como hija primogénita de Carlos VII, a su hijo don Carlos. Texto confirmando la renuncia a sus derechos a la corona de España del Archiduque Leopoldo de Habsburgo-Lorena en favor de su hermano el archiduque Carlos, el 1 de agosto de 1947. LA POLÉMICA SUCESIÓN DE CARLOS VIII Página 189 Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena a don Jesús de Cora y Lira, de 23 de mayo de 1955, desautorizándolo y cesándolo como Jefe de la Comunión Carlista. Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena a don Antonio de Lizarza Iribarren, de 29 de junio de 1956, sobre la cuestión sucesoria. Carta del archiduque Leopoldo de Habsburgo-Lorena a su hermano el archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena, de 10 de noviembre de 1956, renunciando a sus eventuales derechos sucesorios dentro de la dinastía carlista. Mensaje del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena a los carlistas, de 30 de mayo de 1957, prometiendo que uno de sus hijos, Esteban o Domingo, continuaría la dinastía. Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena, de 10 de julio de 1958, a su hermano el archiduque Francisco José de Habsburgo-Lorena, desautorizando cualquier campaña en su favor. Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena, de 10 de julio de 1958, al príncipe don Javier de Borbón Parma sobre la cuestión sucesoria. Carta de don Javier de Borbón Parma, de 31 de julio de 1958, al archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena, sobre la sucesión dinástica. Carta del archiduque Stefan de Habsburgo-Lorena, de 19 de octubre de 1959, renunciando por sí y sus descendientes a sus eventuales derechos a la dinastía carlista. Mensaje de la infanta doña Alicia de Borbón, hija de Carlos VII, de 11 de febrero de 1964, sobre la cuestión sucesoria. 12
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Carta del Ministro de Justicia, don Antonio Iturmendi, a don Jesús de Cora y Lira sobre la rehabilitación de los títulos de Duque de Madrid y Conde de Molina. Informe sobre el título de Duque de Madrid de 21 de julio de 1964. LAS RELACIONES DEL CARLOCTAVISMO CON EL RÉGIMEN FRANQUISTA A TRAVÉS DE LA CORRESPONDENCIA DE DON CARLOS CON JAIME DEL BURGO Página 209 Carta de don Carlos de 12 de agosto de 1945 Carta de don Carlos de 23 de noviembre de 1945 Carta de don Carlos de 29 de diciembre de 1945 Carta de don Carlos de 13 de marzo de 1946 Carta de don Carlos de 14 de marzo de 1946 Carta de don Carlos de 18 de mayo de 1946 Carta de don Carlos de 14 de abril de 1947 Carta de don Carlos de 7 de julio de 1947 Carta de don Carlos de 5 de noviembre de 1951 Carta de don Carlos de 14 de febrero de 1952 Carta de don Carlos de 25 de agosto de 1952 BIBLIOGRAFÍA Página 227 ÁRBOLES GENEALÓGICOS Página 233 ÁLBUM GRÁFICO Página 239 ÍNDICE ONOMÁSTICO Página 249 13
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POR DIOS, POR LA PATRIA Y EL REY El pasado más reciente de España contiene aún muchas sombras. Hechos y acontecimientos poco, o mal, conocidos. Como el tema que abordamos en este libro. Previamente a la instauración de la monarquía en la persona de don Juan Carlos de Borbón por decisión del General Franco, ratificada por la Constitución de 1978, fueron diferentes y variados los pretendientes al trono de España, que hemos visto desfilar al hilo de los acontecimientos históricos. De alguno casi no queda memoria histórica, a pesar de que, en su momento, parecía tener el futuro al alcance de la mano. Este pretendiente olvidado y desconocido, incluso, para la inmensa mayoría de los españoles es el archiduque Carlos Pío de Habsburgo-Lorena y de Borbón. Un pretendiente de la familia real carlista, como descendiente de Carlos VII, que durante un tiempo contó con las simpatías del franquismo. El General Franco siempre tuvo las espaldas cubiertas ante cualquier emergencia o eventualidad inesperada. En los años difíciles en los que don Juan de Borbón, conde de Barcelona, se aliaba con sus enemigos. En aquellos años en los que el príncipe Juan Carlos era sólo un niño y se ignoraba qué orientación iba a seguir en el futuro. En aquellos años en que Don Javier de Borbón Parma rechaza de plano la unificación por decreto entre falangistas y carlistas. En aquellos años en que, tras la declaración de España en Reino, no se sabía la evolución inmediata de los acontecimientos. En aquellos años difíciles para el régimen, Franco tenía pensada una solución para el problema institucional de sucesión en la Jefatura del Estado. Durante una década la solución del régimen fue Carlos VIII, don Carlos Pío de Habsburgo-Lorena y de Borbón. Franco nunca hacía las cosas por casualidad. Todo en él tenía una lógica, que respondía a su proyecto de Estado, o a su interés personal, o a ambas cosas. 16
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El conocimiento del complicado entramado de luchas por conseguir el trono de España quedaría incompleto sin el estudio del carloctavismo. La bibliografía sobre las actuaciones del conde de Barcelona, don Javier y don Carlos Hugo es abundante, actualizada y reciente. Sin embargo, sobre Carlos VIII se ha escrito poco…y con escaso rigor. Del archiduque Carlos se ha dicho de todo. Que si era un pretendiente fantasma, que si estaba vendido a la Falange, que si fue un invento de la Secretaría General del Movimiento, que si…, que si… El autor no había nacido cuando comenzó la campaña en pro del archiduque Carlos, y contaba sólo dos años en el momento de la desaparición de éste, verdadero final de su causa. Conoce los hechos narrados no por haberlos vivido, sino por la búsqueda exhaustiva de fuentes documentales y testimonios de personas que los vivieron como protagonistas. En las páginas que siguen encontrará el lector junto a datos y documentos de referencia ampliamente divulgados, otros muchos que circularon de forma muy restringida y bastantes, verdaderamente, inéditos. Los términos “carloctavistas”, “javieristas” o “juanistas”, son utilizados a lo largo de la obra para mejor precisar los diferentes grupos monárquicos aludidos en función del pretendiente con el que se identificaban. Adentrándonos en los oscuros años de la pre y postguerra civil de 1936, y sin renunciar a mezclarnos en la maraña de las polémicas dinásticas, tan del gusto carlista, vamos a presentar a este pretendiente desconocido: Carlos de Habsburgo-Lorena y de Borbón, el otro candidato de Franco. Otra vez, por Dios, por la Patria y el Rey… En Santo Domingo de Guzmán, Ciudad Primada de América. El 24 de diciembre del 2003, 50 aniversario del fallecimiento del Archiduque Carlos. 17
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LA FAMILIA DE CARLOS DE HABSBURGO – LORENA BORBÓN: UN NUEVO PLEITO DINÁSTICO.
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El origen del nuevo pleito dinástico carlista, que tendría lugar en 1936, tras la muerte de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Este sin heredero directo, empieza en realidad a gestarse tras el segundo matrimonio de Carlos VII. Don Carlos, muerta en 1893 la reina Margarita, que se había retirado hacía doce años a su finca de Viareggio lejos de las formalidades que rodeaban a su esposo, tardó poco tiempo en contraer nuevo matrimonio. Berta de Rohan, de 33 años, bella, elegante y orgullosa, fue la elegida1. En cuanto la nueva reina carlista se estableció en el Palazzo Loredan en Venecia, residencia en el exilio de Carlos VII, sus defectos se advirtieron enseguida por todos, menos por su embelesado esposo. Las pésimas relaciones entre Jaime, primogénito del rey carlista, de 24 años, y su madrastra pronto se harían insostenibles. Ésta, además, se esforzaría en hacer lo que fuera para mostrarle su mala voluntad. En 1897, Berta desharía los planes matrimoniales entre Jaime y Matilde de Baviera, asegurándole a su esposo que la princesa tenía muy mala reputación en la corte. Don Carlos, sin más miramientos, impidió la boda. Tras este fracaso amoroso, que dejó profunda huella en don Jaime, sucederían otros. El heredero de Carlos VII murió soltero, y su tío, el anciano Alfonso Carlos, tampoco tenía descendencia. El carlismo se encontraba abocado a una de las más graves crisis de su historia. Nacido en 1833 del pleito ideológico y dinástico protagonizado por los partidarios de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, y de la hija de éste, Isabel, el país se vió envuelto como resultas en tres sangrientas guerras civiles. La primera de 1833 a 1840 bajo la dirección del propio Carlos María Isidro, denoLa segunda esposa de don Carlos VII, tras dilapidar la fortuna de éste, moriría en la miseria en 1945 en Viena, donde, incluso, llegó a ser detenida por la policía austríaca por tentativa de robo en unos almacenes.
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minado Carlos V por sus partidarios. La segunda de 1846 a 1849, durante la jefatura del conde de Montemolín, Carlos VI de la dinastía carlista . Y la tercera de 1872 a 1876 con Carlos VII, duque de Madrid, a la cabeza. Ahora, otra vez, el carlismo iba a ser protagonista de una disputa dinástica. Sería un nuevo pleito, esta vez no sangriento, dentro del primitivo pleito dinástico. De no impedirse la boda de don Jaime con Matilde de Baviera, además de la felicidad del primogénito de Carlos VII, se habría conseguido, probablemente, un heredero para el carlismo, evitándose el conflicto subsiguiente. Como consecuencia de esta falta de heredero, una profunda crisis se iba a instalar en el partido carlista. El archiduque Carlos sería una de las soluciones presentadas a tan espinoso tema.
TEATRALIDAD Y SENCILLEZ El archiduque Carlos Pío de Habsburgo-Lorena y de Borbón, conocido como Carlos VIII, nace el 4 de diciembre de 1909, en Viena, en el seno de una familia numerosa, que unía en sí misma los apellidos más ilustres de la realeza: Habsburgo y Borbón. Era hijo del archiduque Leopoldo Salvador de Habsburgo-Lorena y de la infanta carlista Blanca de Borbón, nieto por consiguiente del afamado Carlos VII. Su padrino de bautismo fue nada menos que el Papa San Pío X, representado en la pila bautismal por el cardenal Granito di Belmonte. La madre del archiduque Carlos, doña Blanca, nacida el 7 de septiembre de 1866 en Gratz (Austria), había llevado en su infancia una vida verdaderamente regia. Su padre, con planta de príncipe romántico de novela, hacía gala en todo momento y circunstancia de su condición de legítimo titular del trono de España. No en vano había reinado de modo efectivo en el norte del país entre los años 1872-1876. Doña Blanca, siendo niña, había permanecido algún tiempo junto a su padre en la corte de Estella, donde quedaría des21
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lumbrada por la parafernalia que lo rodeaba. El gusto por la teatralidad, según Theo Aronson, lo conservó don Carlos toda su vida. El primer duque de Madrid tenía la costumbre, en su exilio de Venecia, de pasear en una góndola equipada de seis gondoleros, vestidos con magníficas libreas, que con destreza manejaban unos remos pintados con rayas rojo y gualda, los colores de la bandera española. Se cuenta que verlo salir de su “palazzo”, de pie sobre la popa de la góndola, remos en alto, era todo un teatral espectáculo2. En cambio, la sencillez y naturalidad de su esposa, doña Margarita de Borbón Parma, eran proverbiales. El general Pérez Nájera ha narrado una anécdota que personalmente oyó de la propia doña Blanca y que pone de manifiesto el carácter bondadoso de la reina carlista. “Me llevó mi madre la reina -contó doña Blanca al general- a una de sus visitas a los hospitales militares, creo que al de Estella. Yo tendría unos seis años. Entré de la mano de Mamá en una sala con una fila de camas a cada lado. En la primera que llamó mi atención había un hombre lleno de vendajes manchados de sangre, que casi le tapaban la cara y creo que las manos. Su aspecto era horrible y me retiré hacia la puerta instintivamente, en un movimiento de miedo. ‘¿Qué haces, Blanca?’, me preguntó mi madre. ‘¿Por qué no te acercas conmigo?’. Y como quiera que mi única respuesta fue echarme a llorar, la reina volvió a tomarme de la mano y me dijo: ‘Hay que quererlos, pobrecitos. Están así por defendernos y otros muchos murieron luchando por nosotros. Son muy buenos y dan su sangre y su vida por España, por tu padre el Rey, por mí y por tí misma’. Me hice cargo confusamente de aquello que oía y con un esfuerzo sobre mí misma me acerqué a la cama. Mamá me tomó en brazos y me hizo dar un beso sobre la frente del pobre soldado, que acaso estaba moribundo”3.
Doña Margarita era en efecto el reverso de Don Carlos. Discreta y sensible, rehuía todo protagonismo. Mientras don Theo Aronson, “Venganza Real”. Ediciones Grijalbo, 1968, pág. 210. “!VOLVERÉ!”, Portavoz de las Juventudes Carlistas. Madrid, 10 de noviembre de 1949, año II, n° 21.
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Carlos se dedicaba a la política, ella educaba, como mejor podía, en la “Tenuta Reale” de Viareggio (una antigua propiedad de los Borbón Parma), a sus cinco hijos (Blanca, Jaime, Elvira, Beatriz y Alicia).
UN HOGAR DE FAMILIA
NUMEROSA
El matrimonio contraído, el 24 de octubre de 1889 en la capilla del castillo de Froshdorf por los padres de don Carlos (doña Blanca, que contaba 21 años, y el archiduque Leopoldo Salvador, de 26), fue el inicio de una convivencia verdaderamente feliz, corroborada por el nacimiento de diez vástagos. El archiduque Leopoldo Salvador era hijo del archiduque Carlos Salvador de Habsburgo-Lorena, de la rama de Toscana, nieto de Leopoldo II, Gran Duque reinante de Toscana, que en 1859 había sido expulsado de sus territorios sin derramamiento de sangre por la denominada “revolución cortés”. En un principio, Blanca y Leopoldo Salvador habitaron en el fastuoso palacio de Toscana, situado en el número 28 de la elegante y apacible Argentinierstrasse de Viena. El archiduque Leopoldo Salvador ostentaba el cargo de Inspector General del Arma de Artillería y gozaba de una privilegiada posición económica y social. Como miembros de la familia imperial, Leopoldo Salvador y Blanca frecuentaban la corte, manteniendo excelentes relaciones con los emperadores Francisco José y Sissi, primero, y con Carlos y Zita, después. La emperatriz Zita era hija de don Roberto, último duque reinante de Parma, sobrina de la reina Margarita, la esposa de Carlos VII, y hermana de don Javier de Borbón Parma. A la caída del imperio austro-húngaro en 1918, las dificultades, penurias y estrecheces, por las que Blanca y Leopoldo tuvieron que pasar, fueron soportadas de forma admirable con la íntima unión y afecto que caracterizaban sus relaciones. Especialmente duros fueron los años pasados en Barcelona, donde se habían refugiado al amparo del parentesco del archiduque con la regente María Cristi23
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na, la madre de Alfonso XIII. Una vez en España, doña Blanca solicitó el reconocimiento de la nacionalidad española, apoyándose en un dictamen del prestigioso jurista Luis Hernando de Larramendi, fechado en Madrid el 5 de enero de 1922. El dictamen hacía valer “la recta interpretación del artículo 22 del Código Civil y sus concordancias legales”, “la voluntad de la interesada de conservar la nacionalidad española”, “el asentimiento de su esposo”, así como el hecho de “establecer su residencia en España”. Terminaba aconsejando (“para evitar ambigüedades”), que se revocasen las prohibiciones que se dictaron para esta rama familiar en otro tiempo, consolidando la personalidad de doña Blanca como miembro de la Real Familia y obteniendo la inscripción de los actos de su estado civil en el correspondiente registro del ministerio de Gracia y Justicia con efectos retroactivos, “toda vez que nunca ha perdido la nacionalidad española”4. El Consejo de Estado declaró, el 19 de abril de 1923, que como la solicitante había hecho reserva de su naturaleza de española al tiempo de su matrimonio con el archiduque Leopoldo Salvador, se le debía tener por española5. Sus hijos Francisco José y Carlos obtendrían también, al poco tiempo (1926), esta misma nacionalidad sin ninguna dificultad. Doña Blanca murió a los 81 años de edad, el 25 de octubre de 1949, siendo inhumada en su querida “Tenuta Reale”, en la que un año antes había fijado su residencia, tras habitar desde 1944 en Barcelona junto a su hijo Carlos. En Madrid se organizó un solemne funeral por su eterno descanso, el 30 de noviembre siguiente, en el templo de Nuestra Señora del Carmen y San Luis, que estuvo presidido por el presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, don Esteban Bilbao. Franco, previamente, había escrito una sentida “Dictamen referente a la nacionalidad de S.A.R. doña Blanca de Borbón y Borbón”. Don Luis Hernando de Larramendi. Madrid, 1922. Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda. 5 Francisco Javier de Lizarza Inda, “Crucero mediterraneo, un español entre americanos”. Publicado en la revista “Punta Europa”, año V, septiembre-noviembre, 1960, números 57-58-59, pág. 29. 4
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carta de condolencias a don Carlos. El archiduque Leopoldo Salvador había fallecido bastantes años atrás, el 4 de septiembre de 1931, a los 68 años, en Viena, a donde habían regresado para, una vez amainados los rencores políticos, ver el modo de recuperar parte de sus cuantiosas propiedades. Leopoldo Salvador, como corresponde a su rango, se encuentra inhumado en la cripta de los Capuchinos de Viena.
LOS HIJOS DE DOÑA BLANCA, AL PRIMER PLANO Muerto sin descendencia tanto don Jaime, heredero de Carlos VII, como el hermano de éste, el anciano don Alfonso Carlos, la descendencia de doña Blanca empezó a cobrar un inusitado interés. Don Jaime moriría el 2 de octubre de 1931, a los 61 años, víctima de una angina de pecho sufrida durante un paseo en automóvil por los alrededores de París. Su sucesor, su tío don Alfonso Carlos, de 86 años de edad, moriría en Viena atropellado por un camión del ejército austríaco cinco años más tarde, el 28 de septiembre de 1936, al cruzar la avenida del Príncipe Eugenio. Esa mañana, don Alfonso Carlos, tras oir misa acompañado de su esposa María de las Nieves en la iglesia de Santa Isabel, a escasos metros de su residencia de la Theresianumgasse, se disponía, como era su costumbre, a dar un paseo por el parque del palacio Belvedere, muy próximo a su domicilio, cuando ocurrió el fatal accidente. La Theresianumgasse, donde también se encuentra la Embajada de España, aún conserva esa tranquilidad y distinción que siempre caracterizó a esta zona de Viena. El número 17 de la calle, antigua residencia de don Alfonso Carlos, está hoy transformado en lujoso edificio de apartamentos, aunque manteniendo su elegante fachada exterior. Los hijos de doña Blanca, tras la muerte de don Alfonso Carlos, pasaban, pues, a un primer plano y fueron inmediatamente objeto de una atención prioritaria por parte de ciertos grupos de carlistas. No hay que olvidar que, a falta de herederos varones, las mu25
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jeres, decían, podían transmitir los derechos al trono a su descendencia masculina, según la pragmática de Felipe V, defendida por el carlismo. Pero para darse esta hipótesis deberían estar agotadas todas las ramas masculinas descendientes de dicho monarca, circunstancia ésta muy discutible. Carlos Pío era el benjamín de doña Blanca. Contrariamente a lo que en buena lógica sucesoria podría pensarse, fue él quien, en primer lugar, ejercería los derechos dinásticos familiares. Tuvo don Carlos cinco hermanos y cuatro hermanas. María Dolores murió soltera. Margarita, casada con el embajador italiano Francesco María Taliani di Marchio, muere nonagenaria sin descendencia. Inmaculada, tampoco dejó descendencia de su boda con el noble italiano Igino Neri-Serneri. El archiduque Raniero, lugarteniente en la armada imperial austríaca, muere joven, soltero y sin descendencia. Leopoldo contrajo matrimonio morganático con la baronesa Dagmar Nicolics-Podrinje, de la que no tardó en divorciarse. Al morir dejó una hija, Grabiela. María Antonia se casó, feliz, con Ramón de Orlandis, un potentado mallorquín, con el que tuvo numerosa descendencia. Asunta, primero se metió a monja (religiosa en el convento de Santa Teresa en Tortosa), colgando, más tarde, los hábitos para casarse con el jurista Joseph Hopfinger, unión que terminó en divorcio. No tuvo descendencia. Antonio, casado con la princesa Ileana de Rumanía, de la que se divorció, tuvo seis hijos (Esteban, María Elena, Alexandra, Domingo, María Magdalena e Isabel). Francisco José casó, en primeras nupcias, con Marta Aloisa Baumer, y tras el consiguiente divorcio contrajo una segunda unión con María Elena Seunig, de la que tuvo a Patricia. Tenía, además, don Carlos tres tías, hermanas de su madre, doña Blanca: las infantas Elvira, Beatriz y Alicia. Elvira murió soltera, a los 58 años, dejando tres hijos naturales de su unión con el pintor italiano Filippo Folchi (Jorge, León y Filiberto, todos ellos con descendencia actual). 26
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
Beatriz se casó a la edad de 23 años con el aristócrata y diplomático italiano, emparentado con la casa de Saboya, Fabrizio Massimo, príncipe di Roviano y duque de Anticoli Corrado, dejando, a su fallecimiento, cuatro hijas (Margarita, Fabiola, María de las Nieves y Blanca)6. Alicia casa, más joven aún que su hermana, a los 21 años, con el príncipe Federico von Schönbourg-Waldenbourg, matrimonio anulado canónicamente. De esta unión nacería el príncipe Carlos Leopoldo von Schönbourg-Waldenbourg y de Borbón (casado y con descendencia). Un segundo matrimonio fue contraído por la infanta Alicia con el general italiano Lino del Prete, del que ha tenido una abundante prole (Margarita, Jorge, María Cristina, María Beatriz, María Luisa, María Francisca, Ernestina, Francisco y María Valentina). Y esta era la familia del archiduque Carlos. Familia numerosa de la que él, ante la incompetencia, incapacidad o desinterés del resto de sus miembros, tuvo que asumir las funciones de jefe, pese a ocupar un lugar genealógico bien alejado de la primogenitura.
María de las Nieves Massimo (1902-1984) había heredado de su madre la princesa Beatriz de Borbón, a la muerte de ésta en 1961, el “corazón” del rey de Francia, Luis XVII. Esta reliquia la había heredado doña Beatriz de su padre, don Carlos VII, quien a su vez la había heredado de la princesa María Teresa de Francia, duquesa de Angulema, hija del rey Luis XVI. Conservado en Austria hasta 1975, el corazón de Luis XVII fue cedido en esta fecha por María de las Nieves a Francia. En la actualidad se encuentra en la basílica de Saint-Denis, depositado en una urna de cristal. María de las Nieves, que había casado en 1927 con Carlos Piercy (1893-1954), no ha dejado descendencia (“Les Manuscrits du CEDRE, le Royaume d’Italie”, volumen II, págs. 45-47, París, 1993). 6
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OTRO ENREDO DINÁSTICO: “YO NO FIGURO MÁS QUE COMO EL PUENTE” A la caída de la monarquía alfonsina el 14 de abril de 1931, la vida del pretendiente carlista, don Jaime, con sesenta y un años cumplidos, transcurría entre el castillo de Frohsdorf, en Austria, y su piso de la elegante avenida Hoche, de París. Como medio de hacer frente a la República, don Alfonso XIII, tras su destierro, mantuvo ciertos contactos con don Jaime buscando un acuerdo entre ambas ramas, que pusiese fin a la división dinástica. Don Jaime no opuso mucha resistencia, y, comprendiendo que la unión hace la fuerza, se decide a poner fin a un siglo de disputas. El 12 de septiembre de ese año, ambos firman en Territet, Suiza, un acuerdo que, al parecer, consistía en lo siguiente: unas cortes constituyentes determinarían la persona del monarca español; don Jaime, que no tenía hijos, prometía, en caso de ocupar el trono, aceptar que las constituyentes designasen Príncipe de Asturias a don Juan, tercero de los hijos de don Alfonso, previa renuncia de éste y los demás hijos mayores; si resultaba elegido rey don Alfonso, éste reconocería infante de España a don Jaime, quien, a su vez, renunciaría en aquel sus derechos al trono; por último, don Jaime procuraría que su anciano tío Alfonso Carlos, que no contaba con descendiente directo, se adhidiera al pacto. La muerte de don Jaime el 2 de octubre de 1931, dejaba en manos de don Alfonso Carlos la ratificación, o no, del pacto de Territet. Don Alfonso Carlos, que había participado en las campañas guerreras de su hermano Carlos VII, en las que siempre estuvo acompañado por su esposa María de las Nieves, jamás había pensado que sobreviviría a su sobrino Jaime ni, mucho menos, que se convertiría en el jefe de la dinastía carlista. En los primeros meses, el nuevo rey, que no se esperaba aquella sorpresa, estuvo desorientado sobre la cuestión sucesoria. Al principio, el pacto de Territet debió parecerle al venerable anciano un acuerdo bastante razonable. Así, el 20 de octubre de ese 28
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mismo año le escribía a don Alfonso XIII que no teniendo sucesión y siendo tan mayor, su reinado “no se trataría más que de un corto paso entre nuestra dinastía y la tuya, yo no figuro más que como el puente”. Por si quedaban dudas, el 6 de enero de 1932, festividad de los santos Reyes Magos, don Alfonso Carlos firma un manifiesto en el que “llama a todos”, pero “muy especialmente y en primer lugar, a mi amado sobrino Alfonso, en quien a mi muerte por aplicación estricta de la ley, habrán de consolidarse mis derechos, aceptando aquellos principios fundamentales que en nuestro régimen tradicional se han exigido a todos los reyes con anteposición de derechos personales”7. No obstante, don Alfonso Carlos pronto cambia de opinión y piensa que la solución dinástica encarnada por la familia de don Alfonso XIII es totalmente inviable. “Al principio, a causa de mi tan avanzada edad, no quería aceptar la sucesión política, pero me hicieron comprender que de no aceptar yo, se desharía todo nuestro partido, y entonces ví que mi obligación era aceptar y acepté (…)”8.
LA IMPOSIBILIDAD DE LA DINASTÍA LIBERAL Para don Alfonso Carlos el pacto de Territet era, a los pocos meses, agua pasada. Vamos, que ni acordarse. “Me quedé sorprendidísimo cuando don Jaime me declaró –escribía con absoluta amnesia senil a don Lorenzo Sáenz el 8 de febrero de 1933- que después de él vendría la rama de don Alfonso, el que entonces reinaba”. El ver la firma de su sobrino en el famoso pacto lo dejó “desconsolado”. Tras desautorizar la firma de don Jaime en el documento (“no tenía derecho de ceder en una cuestión que no es suya”), Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Este”. Editorial Tradicionalista, Madrid, 1950, págs. 194-195. 8 Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”. Sin pie de edición ni localidad, 1951, pág. 12. 7
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concluía ufano: “En cuanto a mí, quedé del todo libre y no lo firmé, de modo que ningún pacto me ata a don Alfonso”9. En la mente del anciano pretendiente “la dinastía liberal” no era apta para sucederle. No obstante, las vacilaciones en este terreno se mantuvieron por la jerarquía carlista durante cierto tiempo. El 15 de noviembre de 1934 “El Ideal”, de Granada, publicaba el extracto de una conferencia pronunciada el día antes por don Manuel Fal Conde en el Círculo Tradicionalista de dicha ciudad. En ella llegó a declarar que “el sucesor de nuestro monarca será aquel al que le corresponda este derecho en la cadena sucesoria”. “La ley de sucesión –añadía- determina el derecho a ocupar el trono a favor de don Juan de Borbón”, pero “si don Juan no deja de ser lo que es, no podrá ocupar el trono legítimo”. Según Fal Conde si don Juan aceptaba el régimen tradicional, “los carlistas verían en él al sucesor de don Alfonso Carlos”10. Don Alfonso XIII nunca perdió las esperanzas de un entendimiento con don Alfonso Carlos. A escasos meses de la institución de la regencia, aún visitaba afectuosamente al anciano pretendiente carlista. De nada le iban a servir sus buenas maneras e intentos de aproximación. “Mucho nos alegró –le escribía don Alfonso Carlos desde Puchheim, Austria, el 23 de agosto de 1935- verte en Viena acompañado de tu hijo Juan; pero para evitar posteriores disputas, me permito decirte, con toda franqueza, que esta visita deberá tener carácter familiar, y por tanto no tener nada que ver con la política ni con la cuestión sucesoria”11. Reunión, pues, estrictamente familiar. El anciano rey, a estas alturas bien aleccionado, no se dejaba sorprender.
LA EXCLUSIÓN DE DOÑA BLANCA En la mente de don Alfonso Carlos tampoco contaba la descendencia de doña Blanca, la hija primogénita de su hermano Carlos VII. Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 203. Declaraciones de don Manuel Fal Conde, recogidas en “El Ideal”, de Granada, el 15 de noviembre de 1934. 11 Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 287. 9
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Al igual que don Alfonso Carlos, doña Blanca habitó durante bastantes años en Viena, razón por la que las visitas eran frecuentes y las relaciones entre tío y sobrina resultaban entrañables, como en los tiempos de don Jaime, cuando éste habitaba en Frohsdorf. Pese a las excelentes relaciones familiares y a la intensa presión que sobre don Alfonso Carlos ejercieron “los cruzadistas” en favor de doña Blanca, como se explicará en otro apartado, el anciano rey nunca contemplaría esta solución. El hecho de que el archiduque Carlos comenzase a tener partidarios en España no era bien visto, en absoluto, en la residencia de don Alfonso Carlos. Allí, en octubre de 1934, ya se pensaba que había españoles “que vuelven tonto a Carlos”12. Quienes volvían “tonto a Carlos” eran “los cruzadistas”, los cuales habían enviado, en el verano de 1934, a Ignacio María de Plazaola, uno de sus más significativos miembros, para que se entrevistase con doña Blanca y su hijo, a fin de convencerles de que aceptasen la jefatura de la dinastía carlista. Plazaola pretendía que doña Blanca, como primogénita de la familia Borbón al fallecimiento de don Alfonso Carlos, ejerciera sus derechos para transmitirlos a su hijo como tronco de la nueva dinastía. Pero ni doña Blanca, ni su hijo Carlos querían contrariar a su tío, a quien sinceramente profesaban respeto y cariño. Dada la compleja situación de España y del carlismo, madre e hijo prefirieron demorar y dejar para más tarde la reivindicación de sus derechos, en espera de una actitud más razonable de su tío, que a todas luces quería mantenerlos alejados de toda pretensión y aún del contacto con los carlistas13. Para remediar males mayores, el archiduque Carlos es llamado a capítulo por el anciano rey, quien le explica y reitera que no tiene derecho alguno a la sucesión al trono. Por ello, el joven archiduque, con la candidez de sus veinte y pocos años, aconsejado por don Alfonso Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 17. José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona, 1993, pág. 221. 12 13
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Carlos, escribe desde París a don Manuel Fal Conde, el 29 de noviembre de 1934, una carta en la que le ruega, “emocionado y agradecido de todo corazón”, haga saber a los carlistas que él no tiene derecho a la sucesión de su tío14. Mayor docilidad no podía pedirse. Eran estos unos tiempos en los que doña Blanca intuía cláramente los intereses en juego. “He perdido el cariño de mis tíos…”, declaraba entre sollozos la primogénita de Carlos VII a uno de sus íntimos, Restituto Fernández, compañero inseparable y amigo personal del rey don Jaime15. En parecidos términos se expresaba en carta de 6 de diciembre de 1934: “!Es increible lo que hacen…para hacer creer a la tía María cosas que no son!. Ponerse en buena luz, y a mí en mala. Te ruego si escribes a la tía, a la tía María decirle la verdad”16. Para el carloctavista Jaime Fernández, el asunto está claro. Una operación de “acoso y derribo” contra los nietos de Carlos VII está en marcha y “por los oídos de doña María de las Nieves no filtraban más que las calumnias contra doña Blanca y sus hijos”17. El nombramiento de don Javier de Borbón Parma el 23 de enero de 1936 por don Alfonso Carlos, como regente de la Comunión Tradicionalista, a quien dicho nombramiento no podría privarle de sus eventuales derechos a la corona, fué la prueba palpable del rechazo de don Alfonso Carlos a las pretensiones de los partidarios del archiduque. Cuando el 28 de septiembre de aquel mismo año 1936 fallece el último descendiente directo por vía agnaticia de don Carlos María Isidro, iniciador 100 años atrás del pleito dinástico, la suerte ya está decidida en favor de don Javier. Doña Blanca y su hijo asistirían a los funerales de su viejo tío ocupando un lugar sin relevancia alguna. Indudablemente, las excelentes cualidades intelectuales y moSantiago Galindo Herrero, “Los partidos políticos bajo la II República”. Madrid, 1957. 15 Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 17. 16 Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 17 (carta a Restituto Fernández de 6 de diciembre de 1934). 17 Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 23. 14
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rales de don Javier debieron influir, y no poco, en la decisión tomada por don Alfonso Carlos. Don Javier pasaba por ser uno de los pocos príncipes verdaderamente cultivados y prestigiosos en la Europa de los años 30. La influencia de Doña María de las Nieves sobre su marido también jugaría un papel importante. El 3 de octubre siguiente, en el castillo de Pucchheim, don Javier con voz emocionada presta su juramento de regente: “En solemne y público cumplimiento de la promesa que hice a V.M. nuestro bien amado rey don Alfonso Carlos, vengo en este momento inolvidable a renovar mi juramento de ser el depositario de la Tradición legitimista española y su abanderado hasta que la sucesión quede regularmente establecida”. En este acto se encontraba presente, por expreso deseo de la regencia, el archiduque Carlos. “Tiene que asistir Carlos”, se insistía en medios próximos a don Javier. “¡Qué cuadro! –exclama Jaime Fernández- le prince Xavier de Bourbon jurando su cargo de regente de la Comunión Tradicionalista en presencia de la víctima, el nieto de Carlos VII”18. La presencia pasiva del archiduque en el juramento, se pensaba, avalaba en cierta forma la legitimidad de la regencia, y de ahí la actitud reticente de los partidarios de don Carlos.
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 18.
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“LOS CRUZADISTAS” Y EL ORIGEN DEL LOS COMIENZOS DEL CARLOCTAVISMO
CARLOCTAVISMO:
La candidatura del archiduque Carlos se remonta a 1932, año en que un grupo de tradicionalistas, que pasarían a ser conocidos como el “Núcleo de la Lealtad”, reunidos en torno al periódico “El Cruzado Español”, comenzó a proclamar sus derechos como sucesor de don Alfonso Carlos, ante la eventualidad sucesoria de algún miembro de la rama isabelina. El argumento para sostener estas pretensiones era el siguiente: considerando que las líneas masculinas de la Casa de Borbón se encuentran extinguidas, unas naturalmente, otras por razones de ilegitimidad política (rama liberal y todos los príncipes que la reconocieron), y otras por razones legales (descendientes del matrimonio de doña Ana de Austria con Luis XIII de Francia, (léase exclusión de los Borbón Parma y Braganza), habrà que retroceder a la descendencia masculina de la hembra del último rey carlista. Esta hembra era doña Blanca, y el archiduque Carlos era uno de sus hijos, el último de ellos precisamente, como ya se ha dicho. Los de “El Cruzado” tenían prisas por aclarar el problema sucesorio en vida del propio Alfonso Carlos. Pensaban que la automaticidad de la sucesión dinástica sería más efectiva si este polémico tema estuviera resuelto en vida del rey. Por ello, insistían una y mil veces en el nombramiento inmediato de heredero. Un “Mensaje al Rey”, fechado en Madrid el 3 de febrero de 1932, firmado por un colectivo de carlistas, encabezados por el general don Juan Pérez Nájera, fue dirigido a don Alfonso Carlos, en el que le expresaban su inquietud ante la incierta sucesión. En la misma línea, este colectivo hace público un comunicado el 10 de marzo siguiente, que llevaba por título “A todos los leales de la Tradición”, y en el que abiertamente daban a conocer su posición sobre este acuciante problema19. Documentos del Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda.
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LA ASAMBLEA DE TOULOUSE El 2 de junio de 1932 se celebró en Toulouse una importante reunión de próceres carlistas, presidida por el mismísimo Alfonso Carlos, en la que a iniciativa de don Lorenzo Sáenz, uno de los mentores del archiduque Carlos, se aprobó una moción declarando que “la Comunión Tradicionalista se propone con todas sus fuerzas, no sólo elevar al trono tradicional de sus mayores al monarca legítimo, al augusto señor don Alfonso Carlos I de Borbón y de Austria-Este, sino designar a su debido sucesor según las leyes y procedimientos tradicionales”. Estos procedimientos tradicionales no eran otros que la convocatoria de las cortes generales con el rey, y a nadie se le escapaba la dificultad y presumible dilación que organizar un acto de aquella envergadura representaba. Por ello, don Lorenzo Sáenz, anunciando lo que serían las futuras actuaciones de los “cruzadistas”, concluía que “si las circunstancias actuales se prolongasen con la pasividad impuesta hasta este instante, el augusto Caudillo se dignará modificar las normas que regulan el funcionamiento de las cortes generales, convocando expresamente a magna asamblea a todos los organismos, entidades y personalidades de la Causa para que aborden, sin mayores dilaciones, la gran cuestión sucesoria en el trono tradicional español”20. ¡La magna asamblea!, aquí tenemos por primera vez expresada públicamente la idea de los “cruzadistas” para salir del atolladero. Vistas las dificultades para recurrir al procedimiento tradicional, dada la existencia legal de la República en España, se piensa que lo mejor es resolver tan espinosa cuestión en el seno del carlismo y por las personalidades y órganos representativos de éste. Pero don Alfonso Carlos hizo oídos sordos a la convocatoria de la “magna asamblea”, esforzándose, además, por socavar la viabilidad de la misma. “El Cruzado Español”, Hortaleza n° 41, Madrid. Año IV, n° 186, de 25 de julio de 1932, págs. 1 y 2. 20
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Rumiada durante algunos meses la moción de Toulouse, don Alfonso Carlos se aferra al principio de “legalidad” y el 21 de diciembre de 1932, en carta dirigida al general De la Cortina, sostiene rotundo que el dilema sucesorio “sólo España reunida en cortes, nombradas según nuestro régimen tradicional, con su rey, puede resolverlo”21. Este año había sido publicado un documentado estudio de un joven abogado, perteneciente al cuerpo jurídico de la Armada, don Jesús de Cora y Lira, que llevaba por título “El futuro Caudillo de la Tradición española”, en el que se plasmaban estas contundentes conclusiones: -“El Reglamento para la sucesión de la Monarquía, establecido por Felipe V, no es la llamada ley sálica, pues lejos de excluir a las hembras, las llama expresamente en ciertos casos, taxativamente señalados en dicho texto legal.” -“Extinguidas en don Alfonso Carlos las líneas varoniles, y no dejando tampoco este último reinante hijas ni hermanas, corresponderá la sucesión al proximior, al más próximo pariente, sea varón o sea hembra.” -“La familia que desciende del infante don Francisco de Paula ha quedado apartada de la sucesión de la Monarquía legítima.”22. Algunos años más tarde vuelve a reeditarse este estudio con el título “Comentarios a la vigente ley reguladora de la sucesión dinástica española impropiamente llamada ley sálica”, en el que se da una nueva redacción a sus conclusiones, dirigidas ahora al público en general y no sólo al carlista, y donde se menciona ya como futuro “Abanderado de la Monarquía Legítima Española” a don Carlos VIII23.
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Este”. Editorial Tradicionalista, Madrid, 1950, pág. 200. 22 Jesús de Cora y Lira, “El futuro Caudillo de la Tradición Española – Estudio Jurídico, Histórico y Político”. Imprenta Martosa, Leganitos n° 54, Madrid, 1932. 23 Documentos del Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda. 21
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UN PATIO REVUELTO Don Alfonso Carlos, buscando pacificar el revuelto patio carlista, había intentado en ese mismo año 1932, sin lograrlo, que un grupo representativo de “El Cruzado Español” fuese a visitarle, convencido que acabarían así las tensiones. En carta dirigida a don Lorenzo Sáenz el 8 de febrero de 1933, el anciano rey carlista, intentando que no se le fuera el tema de las manos, sugería a los partidarios del archiduque que luchasen todos unidos para conseguir ponerlo sobre el trono (¡como si eso fuera cosa de dos dias!), y “sólamente después las cortes verdaderas, no las constituyentes, declararán cual deberá ser mi sucesor”. La carta terminaba conciliadora: “…si obran asì en conciencia los de “El Cruzado”, no será ninguna humillación para ellos si se someten”. Pero los de “El Cruzado” no se someterían, a pesar de que don Alfonso Carlos, harto de tanta contestación, amenazaba públicamente con expulsarlos del partido, lo cual parecía no importarles demasiado a los seguidores del archiduque, a juzgar por su conducta. En dicha misiva, don Alfonso Carlos daba ya algunas pistas del ambiente dinástico que empezaba a respirarse y de los sondeos que se iniciaban: “Mis queridos sobrinos los príncipes de Parma declararon que ellos no aceptan mi sucesión, porque se atienen a la ley sálica y no quieren ser usurpadores”24.
EL PROBLEMA NO SE RESUELVE En los últimos días de febrero de 1933 acudieron, finalmente, los representantes principales de “El Cruzado” a charlar con el rey carlista sobre el tema sucesorio. De esta reunión, en la que estuvieron presentes Cora y Lira, el general De la Cortina y don Lorenzo Sáenz, no se obtuvo ningún resultado de relevancia, ya que tanto don Alfonso Carlos como los “cruzadistas” se mantuvieron Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 203.
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en sus respectivas posiciones. Los unos con la idea de la “magna asamblea” y don Alfonso Carlos con la machacona tesis de las “cortes tradicionales”. Ajeno a las discrepancias de fondo que entre ellos existía, a las pocas fechas de la fracasada reunión, en la que no se había llegado a coincidencia alguna, el anciano Alfonso Carlos en un nuevo intento de atraerse a los disidentes volvió a escribir otra carta a don Lorenzo Sáenz, fechada el 12 de marzo de 1933, en la que les exponía su pensamiento sobre la “magna asamblea” y les recomendaba sumisión: “En cuanto a convocar una Magna Asamblea de la España Carlista, como reclamáis, muy fácil es proponerlo, pero sumamente difícil su realización. ¿Còmo podría una mínima parte de los españoles (pisoteando leyes fundamentales) declarar nula la ley de sucesión establecida por las Cortes nacionales de Felipe V, fundando una nueva dinastía?”…”Y si una asamblea votase la abolición de la ley fundamental y propusiese un nuevo pretendiente, según deseáis, ¿cómo ponerse de acuerdo respecto al príncipe entre los 28 príncipes de la familia Borbón?, ¿cómo escoger al más digno?. Sería un interminable plebiscito”(…). “El plazo para someteros expira, como os digo, el 30 de marzo, aniversario de nacimiento de mi hermano (que en paz descanse). No exijo ninguna retractación; basta una contestación dirigida a mi persona sometiéndoseme”25.
EXPULSIÓN DE LOS CRUZADISTAS Si por las buenas Don Alfonso Carlos no había logrado convencer a los cruzadistas, las amenazas tampoco darían mejores resultados. El plazo dado a los disidentes transcurrió, y éstos no obedecieron a su rey, el cual, tal como les había anunciado, obró en consecuencia. En carta dirigida al conde de Rodezno, presidente de la Junta Suprema de la Comunión Tradicionalista, fechada el 10 de abril de Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 215.
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1933, decía:”…rehusaron cumplir mi orden, continuando su política subversiva. Son, pues, ellos así como cuantos les secundan, quienes dan el paso que les separa de nuestro Partido y no yo el que los hecha. Me duele en el alma, porque sé que la mayor parte de ellos obran de buena fe, tan sólo por falta de comprensión, y espero, Dios mediante, no tardarán en volver a nosotros”26. Así pues, a partir del 10 de abril de 1933 ni “El Cruzado Español” ni sus adeptos formaban ya parte de la Comunión Tradicionalista, si bien es verdad que este hecho no les amilanó en su empeño. Los “cruzadistas” se habían fijado de antemano unos objetivos, y nadie les apartaría de ellos. El rey carlista, al año siguiente, y ante el cariz que iba tomando la agitación de este grupo, llamó en el mes de noviembre de 1934 al archiduque Carlos, con quien conversó sobre la cuestión sucesoria, como se ha explicado en otro apartado. De resultas de esta charla, éste escribió una carta a Fal Conde en la que declaraba no tener derecho a la sucesión de su tío. Para los “cruzadistas” semejante carta no les supuso ningún tipo de freno, continuando su política y preparando “la magna asamblea”, que, por fin, la celebraron los días 18 y 19 de mayo de 1935 en Zaragoza.
LA MAGNA ASAMBLEA La convocatoria de la “magna asamblea” había sido efectuada el 10 de marzo de ese mismo año por los antiguos jefes regionales carlistas, nombrados por el rey don Jaime y confirmados por don Alfonso Carlos, y por representantes del llamado “Núcleo de la Lealtad”. Presidió la asamblea el general don Juan Pérez Nájera, actuando como comisión ejecutiva la Junta y Consejo regionales de Castilla la Nueva y como secretariado de la misma la Junta Provincial de Madrid, presidida por su jefe don Jesús de Cora y Lira. Los asistentes aprobaron por aclamación, como era de esperar, Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 214.
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defender el derecho de doña Blanca “como más próximo pariente del actual reinante de derecho e hija primogénita de don Carlos VII, último reinante, que también lo fue de hecho, para suscitar nuevamente en sus hijos varones la agnación rigurosa, de acuerdo con la ley sucesoria de 1713”27. Este importante episodio en la vida del carlismo ha sido analizado muy de pasada. El conocido autor Josep Carles Clemente en su “Historia del Carlismo Contemporaneo, 1932-1972”, al mencionar la asamblea de Zaragoza, señala que “al frente de esta disidencia” figuraba Francisco Javier de Lizarza, que entonces contaba 7 años de edad, lo que por simples razones biológicas muestra lo abultado de su error28. La “magna asamblea” no dió los resultados que los “cruzadistas” esperaban. Doña Blanca y su hijo no mantuvieron una conducta firme y transparente. Su comportamiento fue confuso. Escasas semanas antes de dicha reunión, el 23 de abril de 1935, el archiduque Carlos escribe a una comisión de carlistas que le obsequian con una boina roja, que la acepta no como Príncipe de Asturias, “pues otras personas pasan antes de mí”, sino como “ofrecida al nieto de Carlos VII”, concluyendo que era deber de todos someterse incondicionalmente a don Alfonso Carlos. La actitud de doña Blanca tampoco fue más clara. Poco después de celebrarse el acto de Zaragoza manifestaba, llevada por el amor a su tío, que “desaprobaba la reunión hecha sin su consentimiento”. La política de “paños calientes” de doña Blanca y don Carlos, pensaban sus partidarios, esperando la bendición complaciente de los ancianos de Viena, no les llevaría a ninguna parte. La reacción de don Alfonso Carlos, como era obvio, no se hizo esperar. Inmediatamente, el 25 de mayo de 1935, escribe a su Delegado regio, don Manuel Fal Conde, desautorizando el acto: “Quiero hacer público que esa reunión se ha celebrado a espaldas de nuestra Asamblea Carlista de Zaragoza. Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda. Josep Carles Clemente, “Historia del carlismo contemporáneo, 1935-1972”. Editorial Grijalbo, Barcelona, 1977, pág. 184. 27 28
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Comunión Tradicionalista-Carlista, única que sigue mi causa y única auténticamente carlista”… “Nadie puede elegir mi sucesor sin mi concurso, ni menos de forma plesbicitaria, más propia, como ya dije otra vez, de elecciones a presidente de una república”29. La enérgica puntualización del rey tampoco sirvió, en esta ocasión, para contrarrestar la ofensiva de los “cruzadistas”, los cuales, expulsados como estaban ya del partido carlista desde 1933, iban a continuar con su decidida campaña en pro de los derechos del archiduque Carlos.
LA CANDIDATURA DE DON DUARTE DE BRAGANZA Muy próxima a la tesis “cruzadista” era la posición defendida por don Luis Hernando de Larramendi, personalidad que gozaba de cierto reconocimiento en el carlismo. Decía Larramendi que, excluidas a perpetuidad las ramas autoras de la usurpación y los Borbón Parma por su vinculación con Francia, había llegado el caso de llamar, conforme a la ley de Felipe V, a la hija del último reinante y a sus descendientes. En este punto Larramendi abría una doble posibilidad: o doña Blanca, primogénita del rey Carlos VII, tesis defendida por “El Cruzado Español”, o doña Carlota Joaquina, hija del rey Carlos IV, casada con Juan VI, rey de Portugal, lo que le llevaba a proponer la original solución de don Duarte de Braganza, quien uniría las legitimidades de España y el país vecino. Don Duarte incluso realizó un viaje a Madrid en 1941, siendo asistido por un funcionario de la embajada portuguesa. Los jóvenes Rafael Gambra e Ignacio Hernando de Larramendi fueron a entrevistarse, al frente de un grupo, con el príncipe portugués. Durante la entrevista le entregaron unas notas, a las que don Duarte respondió con amables frases de circunstancias. Esta solución también sería aireada, años más tarde, por el prestigioso catedrático de Derecho Natural de la Universidad de Sevilla, don Francisco Elías de Tejada y Spínola, que incluso llegó a exMelchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 279.
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ponérsela al General Franco30. El profesor Elías de Tejada pasaría por diversas etapas, en lo que al carlismo se refiere. De fervoroso partidario de la proclamación como rey de don Javier en los años 50 (llegando incluso a ofrecerse como redactor de los pertinentes dictámenes jurídicos), evolucionó a furibundo adversario de los Borbón Parma en los años 60, a los que hizo objeto de lacerantes e injustificadas diatribas con el apasionamiento impulsivo que siempre caracterizó su conducta.
“Lo que como carlista y como jurista sostengo, tuve el honor de exponerlo de palabra a S.E. el Jefe del Estado el 20 de marzo de 1968, única ocasión en que merecí hablar a solas con S.E. Puesto que entonces lo razoné ante tan altísima autoridad, no voy a repetir aquí mi tesis de que jurídicamente la legitimidad española paréceme ir por S.M. el señor duque de Braganza y sus descendientes” (Francisco Elías de Tejada, “Crónicas apolíticas de quince días”, “El Pensamiento Navarro”, Pamplona, 1 de marzo de 1973). 30
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LOS TITUBEOS DE DOÑA BLANCA: EL COMPROMISO DE DOÑA BLANCA Los “cruzadistas”, o componentes del “Núcleo de la Lealtad”, tenían que jugar bien sus bazas. El entorno de don Alfonso Carlos, y él mismo, les eran abiertamente hostiles. Legitimidad de origen y de ejercicio debía coincidir en la misma persona. Este hábil argumento permitiría descartar príncipes de la Casa de Borbón a diestro y siniestro, hasta llegar al que a cada cual le interesara. Resulta paradójico observar cómo el principio de automaticidad dinástica, regla de oro de las monarquías y su más excelsa ventaja para sus panegiristas, podía complicar las cosas tan profundamente de forma que, aplicando los mismos principios, se obtenían conclusiones tan opuestas y diferentes. Don Alfonso Carlos había instituido la regencia el 23 de enero de 1936 en favor de don Javier de Borbón Parma, “en el que tengo plena confianza…y a quien esta regencia no privaría de su derecho eventual a la corona”. La misión del regente sería gobernar en el interregno “los destinos de nuestra Santa Causa y proveer sin más tardanza que la necesaria la sucesión legítima de mi dinastía, ambos cometidos conformes a las leyes y usos históricos y principios de legitimidad que ha sustentado durante un siglo la Comunión Tradicionalista”31. Con la regencia establecida, los “cruzadistas” tendrían que actuar resueltamente y lograr el pleno compromiso de doña Blanca, que, sin ambajes, tendría que decidirse. El 22 de mayo de 1936, don Ignacio María de Plazaola, de nuevo, visita en Viena a doña Blanca, instándole a abandonar sus escrúpulos y proclamar sus derechos sucesorios. Estos derechos serían seguidamente transmitidos a su hijo Carlos, ya que el rey carlista, por su avanzada edad, no sería más que un mero espectador de los sucesos que se avecinaban. En ningún caso, ni doña Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Este”. Editorial Tradicionalista, Madrid, 1950, pág. 295. 31
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Blanca ni su hijo, aceptaban la regencia como solución al problema sucesorio. No obstante, doña Blanca no sabía qué decisión tomar. Asumir la sucesión de su tío, estando éste aún vivo, era dar un paso muy cercano a la rebelión contra el rey legítimo. Por fin, doña Blanca encontró una fórmula, sin menoscabo de la autoridad y jerarquía de don Alfonso Carlos. Ella y su hijo redactaron y firmaron sendos documentos, de puño y letra, el 30 de mayo de 1936, festividad del rey San Fernando32. En el documento suscrito por doña Blanca, ésta se comprometía a reivindicar de acuerdo con las leyes sucesorias, en caso de fallecimiento sin sucesión de don Alfonso Carlos, “los derechos que me pertenecen a la corona de España, para transmitirlos a mi amado hijo Carlos, en quien las circunstancias de los demás hermanos, designan como mi heredero”. Por su parte, Carlos declaraba que, cuando su madre le transmita sus derechos “como heredera de la corona de España y primogénita de sus reyes legítimos”, aceptará tal honor, prometiendo, solemnemente, “mantener en alto la bandera que enarboló” su abuelo Carlos VII. Doña Blanca y su hijo se enfrentaban con estos documentos de forma abierta a la regencia. Si bien no se revelaban directamente contra don Alfonso Carlos, demorando la proclamación de sus derechos hasta su muerte, resulta evidente que la institución de la regencia estaba de sobras para ellos. Después de don Alfonso Carlos, doña Blanca recogería la antorcha de la legitimidad para transmitirla a su hijo Carlos, en quien las circunstancias de los demás hermanos designan como “mi heredero”.
LOS HERMANOS DE CARLOS Y SUS CIRCUNSTANCIAS Si ya era complicado el paso de Alfonso Carlos a Blanca, encima hay que hilar fino para llegar de Blanca a Carlos. José Luis Vilan San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona, 1993, pág. 214. 32
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¿Cuáles eran esas “circunstancias” de los hermanos de Carlos que designaban a éste como heredero de su madre? El documento firmado por doña Blanca corre un tupido velo sobre “esas circunstancias” y nada nos aclara. Las causas que en los hermanos de don Carlos concurrían, y que desaconsejaban tomarlos en consideración en el orden sucesorio, no resultan evidentes. El primogénito de los hijos de doña Blanca era el archiduque Raniero, nacido en 1898. Hizo una brillante carrera en la armada imperial austríaca, ostentando muy joven el grado de lugarteniente. Tras el derrumbamiento del imperio, se instaló en Polonia, donde regentaba una destileria de vinos. Murió en 1930 y fue enterrado en la cripta de los Capuchinos en Viena. Desapareció antes que don Jaime y, por tanto, no tuvo ocasión de mezclarse en la disputa dinástica. El siguiente, el archiduque Leopoldo, había nacido en 1897. A la edad de 23 años contrajo matrimonio morganático con la baronesa Nicolcs-Podrinje, de la que se separó en 1931. Tuvo de su matrimonio una hija (Gabriela, nacida en 1922). Se instaló en EEUU, corriendo una suerte dispar. Realizó trabajos de limpiador de ventanas, mecánico de radio, vendedor de periódicos y jornalero agrícola. En 1953 adquirió la nacionalidad norteamericana, falleciendo en Connecticut (U.S.A.) en 1958. Sus restos reposan en la cripta de los Capuchinos en Viena, como corresponde a su rango. A éste le seguía el archiduque Antonio, nacido en 1901. Fue ingeniero, instructor de vuelos en la Luftwaffe y pretendiente carlista, como se verá, al fallecimiento de su hermano Carlos. Contrajo matrimonio en Sinaïa (Rumanía) en 1931 con la princesa Ileana, hija del rey Fernando I de Rumanía y de la princesa María de Gran Bretaña e Irlanda. De su matrimonio con Ileana, de la que se divorció en 1954, nacieron dos hijos (Esteban, 1932-1998, y Domingo, 1937), y cuatro hijas (María Elena, Alejandra, María Magdalena e Isabel). Fallecido en 1987, sus restos reposan en el cementerio de Mondsee (Austria) y no en la cripta de los Capuchinos, como le correspondería en tanto que miembro de la familia imperial. El siguiente era el archiduque Francisco José, nacido en 1905. 45
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Piloto de aviación, naturalizado súbdito español en 1926, también fue pretendiente carlista a la muerte de su hermano menor. Contrae matrimonio morganático en 1937 con Marta Aloisa Baumer, de la que se divorcia, volviendo a contraer nuevas nupcias morganáticas en 1962 con María Elena Seunig, naciendo de esta unión al año siguiente, Patricia. Fallecido en 1975, es inhumado en la catedral de Trieste entre sus antepasados, los reyes carlistas. Tras esta ficha de presentación, surge la pregunta sobre cuáles podrían ser “las circunstancias” fatales, que alejaban a Leopoldo, Antonio y Francisco José de la sucesión al trono. A Leopoldo podría achacársele en 1936 su matrimonio morganático y su divorcio, si bien estos achaques, años más tarde, igualmente podrían hacérseles a Francisco José y al propio Carlos. Antonio estaba casado con una princesa y tenía varios hijos, entre ellos un varón de pocos años . Y Francisco José estaba soltero. Resulta un enigma su exlusión en aquellos momentos. ¿Por qué entonces Carlos? “¿Por qué los carlistas se han fijado en Carlitos, que es el cuarto de los hijos, y no en mí, que soy el primero?”, interpeló, en cierta ocasión, Leopoldo a Román Oyarzun tras un encuentro en Viena, en el que estaba presente doña Blanca. Don Román (“no era discreto contestar a esa pregunta”), no se lo explicó al interesado entonces, ni a sus lectores tampoco, treinta y tantos años después33. Oyarzun se contentó con dar al archiduque una respuesta evasiva, que encerraba en el fondo la verdad: “No sé por qué lo habrán hecho”. Hay que pensar que si ya en 1936 existían “unas circunstancias” que apartaban de la sucesión carlista a Leopoldo, Antonio y Francisco José, no se comprende por qué en 1953, a la muerte de Carlos, sus partidarios buscan desesperadamente asegurar la sucesión en alguno de ellos. El galimatías no era pequeño. Román Oyarzun, “Pretendientes al Trono de España”. Editorial Juventud, Barcelona, 1965. 33
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La verdad es que todas estas monsergas genealógicas no tendrían en unos años ninguna virtualidad. La legislación franquista posibilitaría la designación de un rey en cualquier persona de sangre real, mayor de treinta años (art. 3 de la ley de Sucesión de 1947), como efectivamente ocurrió. Ratificada por la Constitución de 1978, continúa asentada en el trono la persona por ese sistema nominada en 1969. Existieran o no, no eran fáciles de conocer las circunstancias objetivas, que podrían haber influido en desaconsejar seguir el orden de primogenitura. Tal vez, la única razón de fondo fuera el desentendimiento, más o menos total, que los hermanos mayores de don Carlos manifestaban hacia los asuntos carlistas, y ante una evidencia como ésta había que rendirse.
DON CARLOS Y LA GUERRA CIVIL La decisión estaba tomada. En oposición frontal al regente don Javier de Borbón Parma, Carlos, el hijo menor de doña Blanca, sería promocionado como el sucesor de don Alfonso Carlos al inicio de uno de los periodos más sombríos de la historia de España. Los preparativos para una confrontación bélica entre españoles estaban muy avanzados. Fal Conde, Lizarza Iribarren y el regente don Javier (en nombre de don Alfonso Carlos), al frente de los carlistas, participaban junto a los generales Sanjurjo y Mola en el complot para derribar a la República. Al estallar la guerra civil de 1936, don Carlos quiere participar en la contienda junto a las filas nacionales. Fue un deseo desinteresado, que no logró cumplir. José Luis Vila San Juan cuenta que “al iniciarse la guerra civil, don Carlos se presentó en el piso que habitaba don Alfonso Carlos, en Theresianungasse, de Viena, y le pidió su venia para, en unión de su hermano el archiduque don Francisco José, ir a España a alistarse como simples requetés”. Don Alfonso Carlos, sigue contando Vila San Juan, “ no sólo no les autorizó, sino que les amenazó ro47
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tundamente con avisar a las autoridades españolas para que se les detuviera”34. Igual suerte correrían las gestiones que Carlos y su hermano Francisco José, según el mismo autor, realizaron ante el General Franco, al que escribieron directamente solicitando su autorización para formar parte como voluntarios en el bando nacional. Al parecer, Franco les agradeció cortesmente su ofrecimiento, añadiendo no ser posible atender al mismo, ya que “quienes podían alegar derechos a la sucesión a la corona, no deberían formar parte de unidades combatientes, pues, sin prejuzgar la solución dinástica, entendía que deberían reservarse para la paz”35. El propio don Carlos corrobora este intento, aunque dando una versión algo diferente. Quien le acompañaba en su visita a don Alfonso Carlos no era Francisco José, sino Leopoldo. Y de la misiva enviada a Franco, mutismo absoluto. En carta escrita desde Barcelona el 15 de diciembre de 1953, escasos días antes de su muerte, a Francisco Javier de Lizarza Inda manifestaba a este propósito: “En la iniciación de la Cruzada Nacional, visité a mi Tío don Alfonso Carlos, en su Palacio de Viena de la Theresianum Gasse, acompañado de mi hermano Leopoldo, con el fin de ofrecerme incondicionalmente, pues era a Él a quien correspondía hacerlo, ya que el Carlismo se sumó al Movimiento por orden Suya. Mi Tío, aunque ya de momento no se mostró propicio a mi demanda, resolvió consultar el caso, y consecuencia de ello, al poco me indicó que era criterio que cualquier príncipe de la Familia Real Española que de más lejos o más cerca tuviese derechos a la Corona, debía abstenerse de combatir en una guerra civil, por cuanto al poder ser un día Rey de todos los españoles, no debía en modo alguno haber hecho armas contra determinado bando en lucha entonces. Y añadió frases muy lisonjeras y cariñosas para mí, que no son del caso reproducir”36. Otro intento, fallido, de participar en la contienda civil nos lo cuenta Jaime Fernández. En la noche de Navidad de 1936, pocos José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”, op. cit., pág. 215. José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”, op. cit., pág. 215. 36 Carta desde Barcelona de Carlos VIII a Francisco Javier de Lizarza Inda, fechada el 15 de diciembre de 1953. Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda. 34 35
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meses después de fallecido don Alfonso Carlos, escuchando en Viena a través de la radio las novedades del frente, doña Blanca, emocionada, suplica a su tía María de las Nieves: “¡Dejad ir a Carlos!, ¡dejadle ir!”37. La negativa para que el joven archiduque fuese al frente era sentida por sus partidarios como un agravio comparativo más. Dos hermanos de don Javier obtendrían, en su momento, el consiguiente permiso familiar para participar en la contienda ( Isabel, como enfermera en un hospital del norte de España, y Cayetano, que fue herido de consideración, como voluntario requetè). Los “cruzadistas” no entendían por qué, muerto don Alfonso Carlos, doña Blanca aún se sometía al criterio de su tía María de las Nieves, cuando ella misma había anunciado que tras el fallecimiento del rey, reivindicaría sus derechos sucesorios. Salvo el intento frustrado de adherirse como voluntario a la llamada “Zona Nacional”, don Carlos, al igual que su madre, no mantuvo ninguna actividad política durante todo el tiempo que duró el enfrentamiento armado. No obstante, por el frente de guerra sus partidarios hicieron circular fotografias del archiduque Carlos y en alguna ocasión se lanzaron vivas a Carlos VIII38.
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”. Sin pie de edición ni localidad, 1951, pág. 12. 38 “¡VOLVERÉ!”, Madrid, 25 de abril de 1950, número especial dedicado a Navarra. 37
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¡AL ATAQUE! PROCLAMACIÓN GRO DE DON JUAN
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PELI-
Una vez terminada la guerra, el “Núcleo de la Lealtad”, o antiguos “cruzadistas”, permanecía inactivo. La promesa de doña Blanca de reivindicar sus derechos al trono había quedado sólo en eso, en promesa. Y nadie se preocupaba de recordarle su palabra. Aunque ya en 1940 Jaime del Burgo y algunos sacerdotes carlistas navarros propugnaban, sin éxito, el nombramiento del archiduque Carlos como pretendiente carlista, pasaban los años y el panorama continuaba sin cambios. La propia doña Blanca seguía sin tener las ideas claras al respecto. De paso por Sevilla (4 de noviembre de 1940), manifestó a Fal Conde que nunca haría nada que fuera en contra de la Comunión Tradicionalista y de lo ordenado por su “queridísimo tío”. Añadía que ciertos carlistas venían agobiándola con la exigencia de que renunciara a sus derechos en favor de su hijo Carlos, a fin de que éste se proclamase Rey de derecho, a lo que ella no estaba dispuesta. Don Manuel Fal Conde, no puede dar crédito a lo que oye, le agradece, encantado, a doña Blanca esas frases, que él considera, nada menos, de “inspiración divina”. El representante de la regencia, que no acudió a recibirla ni a despedirla a la estación “por razones de prudencia”, entrevistándose con ella en el hotel Alfonso XIII, en el que se hospedaba, no cabía en sí de gozo y satisfacción39. Serían unos estudiantes de Lecároz quienes, el 2 de marzo de 1943, sin más protocolos ni intermediarios se enfrentaron abiertamente al problema. Dirigiéndose a doña Blanca le reclamaban que Manuel de Santa Cruz, “Apuntes para la Historia del Tradicionalismo Español 1939-1966”, tomo II, págs. 109-115. La visita de doña Blanca a Sevilla se produjo el 3 de noviembre de 1940 por mera casualidad, camino de Cádiz, donde la hija de Carlos VII debía embarcarse. Un desajuste de horario en la combinación de trenes permitió que doña Blanca se quedara casi dos días en la capital andaluza, hospedada en el hotel “Alfonso XIII”. El día 4 acudió de incógnito a una misa en sufragio del alma de su padre, don Carlos VII, y mantuvo diversas entrevistas. 39
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cumpliese sus anteriores compromisos. Conscientes los muchachos de las posibles largas que una persona, que ya entonces contaba setenta y cuatro años, podía dar al asunto, hacían una advertencia y un ruego: “…si, por desgracia, no se encuentra con fuerzas para arrostrar el trabajo y la responsabilidad que lleva consigo un trono y la jefatura de un numeroso partido, hijos varones tiene, legítimos sucesores, de los que puede surgir el príncipe legítimo, cuyo caudillaje todos habrían de aceptar, pues, si hay algo incontrovertible, legal y moralmente, es que donde se halle un nieto de Carlos VII, no puede haber un español que legalmente pretenda disputarle la corona, ni, aunque lo hubiera, lo consentirían los leales que descienden de Lácar y Montejurra”40. Movidos por el ejemplo de estos jóvenes, pero sobre todo inquietos por los “coqueteos” que el influyente conde de Rodezno venía manteniendo con el conde de Barcelona, a quien no tardaría en reconocer como rey, los principales próceres del carloctavismo (Izaga, Cora y Lira, Deán Berro, Plazaola, del Burgo, Zuazo, Lizarza Iribarren, Larraya, entre otros), decidieron que había llegado el momento de actuar con rapidez. Don Javier, pese a las dificultades y limitaciones impuestas por la segunda guerra mundial, en la que incluso llegó a ser arrestado por la Gestapo en julio de 1944 y deportado a diversos campos de concentración en Alemania, había seguido manteniendo el contacto con sus partidarios y cursando a su Jefe Delegado, don Manuel Fal Conde, las instrucciones oportunas para la general aceptación de la regencia. Así, ya el 25 de julio de 1941 había dirigido un manifiesto a los españoles condenando, en clara alusión a don Juan, las pretensiones al trono que cualquier príncipe pudiera plantear, “convirtiendo en cuestión personalista, lo que debe ser una cuestión nacional”41. Don Juan, en efecto, terminada la guerra civil, movía con impaciencia sus peones del campo tradicionalista para lograr ser acepJosé Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona, 1993, pág. 224. 41 Manifiesto de don Javier de Borbón Parma de 25 de julio de 1941. Archivo del autor. 40
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tado por éstos como legítimo heredero de don Alfonso Carlos. Pero todos los intentos se estrellaban contra la férrea determinación de Fal Conde, que no quería ni oir hablar del tema. Ya don Juan, en carta de 8 de marzo de 1940, se había quejado ante don Javier de la actitud de Fal Conde, reclamando su atención sobre el hecho que “amigos y representantes tuyos en España me atribuyen ideas y tendencias que nunca he manifestado, que ninguno de ellos puede haber advertido en mí, y que tú sabes me son ajenas”. Don Juan, igualmente, hacía saber a don Javier la coincidencia en su persona de los derechos de las dos ramas dinásticas, la suya y la carlista. Don Javier le replicaba indignado, el 24 de junio de ese mismo año, que era repugnante “afirmar convergen en tí los derechos de las dos ramas dinásticas”, ya que “si son opuestas, una tendrá el derecho y la otra la responsabilidad, más nunca derecho las dos”42. Don Juan, inaccesible al desaliento, siguió con su táctica de aproximación al carlismo. El 20 de abril de 1943 dirigió una expresiva carta al conde de Rodezno en un claro intento de congraciarse con los tradicionalistas, en la que afirmaba que no podía concebir para España “otro Estado que un Estado católico, ni otra forma de gobierno que la monarquía, ni otra monarquía que la tradicional, con sus consejos y sus cortes como aquella que sabe conciliar la autoridad y la firmeza en los grandes designios, con la espontaneidad en la vida regional y con la cristiana libertad para el bien de los individuos”43. Estas manifestaciones irritarían sobremanera al conde de Romanones para quien esa monarquía, propugnada ahora por don Juan, no sería la monarquía constitucional “de la que sois heredero”, sino la monarquía absoluta, “cuya bandera tremoló don Carlos de Borbón, la vencida en fratricidas luchas a precio de tanta sangre”. Don Juan, en un alarde de equilibrio, contesta al avezado político liberal, el 29 de junio de 1943, que por forCarta de 24 de junio de 1940 dirigida por don Javier de Borbón Parma a don Juan de Borbón. Archivo del autor. 43 Carta de 20 de abril de 1943 dirigida por don Juan de Borbón al conde de Rodezno. Archivo del autor. 42
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tuna no ha encontrado en su escrito ninguna discrepancia que pueda estimarse substancial con las afirmaciones sustentadas en su carta a Rodezno, “a no ser una, más aparente que real”, ya que el término monarquía tradicional no puede equipararse a monarquía absoluta, ni don Juan admitía tal equiparación “por estimar contrario a los principios fundamentales del Derecho Público cristiano que la mera voluntad de un hombre pueda ser ley”44. Y se quedò tan tranquilo. Esta era la situación existente en el carlismo. Un regente que, tras rechazar el decreto franquista de 19 de abril de 1937 ( mediante el que se fusionaban falangistas y requetés), queda paralizado por la segunda guerra mundial, y un conde de Barcelona activo, queriendo sumar voluntades y dispuesto a acatar cuantos principios, tradicionalistas y no tradicionalistas, hiciesen falta.
LA PROCLAMACIÓN DEL ARCHIDUQUE CARLOS Ante tal estado de cosas, reaccionan los carloctavistas. Y por ello, en el mes de junio de l943, una comisión viaja a Viareggio con el decidido propósito de que doña Blanca asumiese, esta vez sí, sus derechos dinásticos. Francisco Javier de Lizarza Inda cuenta así el resultado de aquel encuentro: “A la vista de todo ello, ante la imposibilidad de hacerse cargo personalmente de sus obligaciones por su avanzada edad, impulsada por el deber que su nacimiento le imponía, teniendo como única mira lograr la unión legitimista y la continuidad de los reyes carlistas, de acuerdo con la voluntad libérrima de sus hijos mayores, proveyó en junio de 1943 la sucesión legítima en su hijo Carlos”45. Es de agradecer la claridad expositiva de Francisco Javier de Lizarza cuando se refiere al salto genealógico de los tres hermanos de don Carlos , el cual se dió “de acuerdo con la voluntad libérriCarta de 29 de junio de 1943 dirigida por don Juan de Borbón al conde de Romanones. Archivo del autor. 45 Francisco Javier de Lizarza Inda, “La Sucesión Legítima a la Corona de España”. Editorial Gómez, Pamplona, 1951, segunda edición, pág. 67. 44
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ma” de éstos. Más claro imposible. Los archiduques Leopoldo, Antonio y Francisco José, aunque después estos dos últimos cambiasen de idea, no querían saber nada de pleitos ni reivindicaciones dinásticas. Sólo Carlos asumía esa responsabilidad. Acto seguido, el 29 de junio del mismo año, don Carlos lanza, finalmente, su primer manifiesto desde Viareggio, mediante el que se presenta como pretendiente al trono de España46. En primer lugar, justifica dicho acto: “No respondería a los deberes que me imponen mi ascendencia familiar y mi condición de príncipe, si en estos momentos de inquietud y de preocupación por el porvenir, no dirigiera a los míos, a los legitimistas y a todos los buenos españoles unas palabras de aliento y de esperanza que salen del fondo de mi alma, obedeciendo a una convicción firmísima, consciente, como nunca, de mis responsabilidades”. Después, un mensaje de tranquilidad al régimen: “Quizás debiera permanecer en silencio ante las circunstancias en que el Generalísimo Franco tiene que hacer frente a tantos peligros como rodean la Patria”. A continuación, una andanada encubierta a don Juan: “Pero cuando otros se agitan y apremian, pretendiendo restauraciones, que no serán jamás sin la enérgica y viril protesta carlista, mi silencio pudiera ser juzgado como deserción; y ante esta posibilidad y aquellas pretensiones, debo, como representante de la Dinastía Legítima, alzar mi voz para hacer presente que no se ha extinguido la Raza familiar a que tengo la honra de pertenecer, ni ha sido ganada por la comodidad ni por la cobardía”. Luego, una fraseología del agrado franquista: “La misión del carlismo no está acabada ni cumplida. Por el contrario, cada vez se ven más claros los horizontes de su porvenir. Si se atiende a su actuación, siempre heróica y preciosa, como valladar de la revolución liberal o marxista, no puede desconocerse que ésta se haya constantemente en acecho para aprovecharse de todo, a fin de levantar su Manifiesto de Carlos VIII a los españoles, 29 de junio de 1943. Archivo del autor. 46
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cabeza monstruosa, sin importarle las calamidades que la Patria sufra. De ahí que nadie pueda considerarse tranquilo, ni mirar el porvenir confiadamente, sólo porque en el interior se haya acabado de ganar una victoria sobre el heterogéneo conglomerado de las fuerzas del mal”. Por último, su plena identificación con la doctrina tradicionalista: “De mí tengo que decir, al recibir los derechos de legitimidad monárquica que me transmite mi Madre, conforme a la ley sucesoria vigente en el reino, que aspiro a ser digno del honor que me confiere esta herencia y juro mantener los principios del programa de gobierno de mis augustos antecesores, los reyes de la dinastía carlista. No necesito yo hacer otra declaración al suscribir, como suscribo, cuanto aquellos proclamaron y defendieron con insuperable tesón sacrificándolo todo. Sé que al abrazarme a esta bandera que tremolaré hasta la muerte, elijo el camino de los sacrificios constantemente erizado de espinas y rodeado de enemigos. Pero ese es mi deber, y el deber dignifica, ennoblece y justifica el propio vivir. Y sé también que la Tradición española que recibe su fuerza y vigor de la fé católica y que es alma, que no muda ni muere, de la Patria, no desaparecerá jamás mientras España exista”. La verdad es que el manifiesto inaugural de su mandato era muy flojito. Algunas frases emotivas para tocar la sensibilidad de los carlistas (“enérgica y viril protesta”, “no se ha extinguido la Raza familiar a que tengo la honra de pertenecer, ni ha sido ganada por la comodidad ni por la cobardía”, “elijo el camino de los sacrificios constantemente erizado de espinas y rodeado de enemigos”, “el deber ennoblece, dignifica y justifica el propio vivir”), los sempiternos tópicos de costumbre ( el carlismo “valladar de la revolución liberal o marxista”, “nadie puede considerarse tranquilo, ni mirar el porvenir confiadamente”, “la misión del carlismo no está acabada ni cumplida”), y poco, o nada , más. No obstante, el mordaz periodista Emilio Romero ha emitido un benévolo juicio sobre esta primera proclama del archiduque Carlos, que, según su opinión, “tenía la frescura del idealismo de aque57
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llas emociones de entonces”47. De cualquier forma, hay que ser conscientes de lo que se podía decir en aquella época. Lo importante para los partidarios del archiduque Carlos era transmitir que allí estaba un nieto de Carlos VII. Y eso se hizo.
UN NUEVO PRETENDIENTE Desde 1943 ya tenemos un pretendiente carlista, que se sitúa en la parrilla de salida para la carrera hacia el trono de España. Franco, necesitado de dar credibilidad a la incipiente fachada monárquica de su régimen, no duda en autorizar la venida a España del nieto de Carlos VII, contrariamente a la actitud mantenida con don Javier, a quien pondría todas las trabas imaginables. El archiduque Carlos, desde Barcelona, donde fija su residencia, irrumpe con buen pie en la escena política española. Contaba 34 años, estaba casado, tenía una hija y posibilidades ciertas de aumentar su descendencia, era prudente, reflexivo, de trato afable, educado y generoso (“un corazón de oro”, a decir de los que lo conocieron). En fin, puede decirse que don Carlos reunía no pocas cualidades personales para lanzarse a la siempre incierta aventura de conquistar un trono. Su matrimonio con Christa Satzger von Balvanyos (hija de Geza Satzger von Balvanyos y de María Alejandrina Friedmann), nacida en Viena el 4 de diciembre de 1914, no le reportaría, ciertamente, mucha ayuda a su causa. Esta unión no había sido del gusto de doña Blanca, quien consciente de las espectativas que se estaban creando en torno a su hijo, hubiese preferido que “Carlitos” se hubiera casado con una princesa. Sin embargo, razones del corazón, el archiduque se enamoró perdidamente de esta bellísima señorita, perteneciente a una familia originaria de la alta sociedad de Budapest, que no tenía ni una Emilio Romero, “Papeles reservados”, vol. II. Esplugues de Llobregat, 1986, pág. 22. 47
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gota de sangre real. Don Carlos, nacido, como ella, un 4 de diciembre, pero cinco años antes, debió pensar que era su media naranja, y contra viento y marea decidió llevarla al altar. Román Oyarzun cuenta que doña Blanca, un día, llevó a su hijo Carlos “a una finca o castillo de los duques de Eu, que tenían tres hijas de sangre real, para hacerle olvidar a su novia e inclinarle por una de las tres hijas de los duques, pero todo fue inútil. Pasada la noche en el castillo, durante el desayuno, Carlitos le dijo a su madre: ‘Mamá, el coche está listo, ¿cuándo volvemos a Viena ?’. Y así terminó aquella tentativa de doña Blanca”48. Otra intentona de noviazgo principesco fue el hipotético idilio del archiduque Carlos con la princesa Felipa de Braganza, hermana de don Duarte, idilio que de haber tenido éxito hubiera decidido el pleito carlista a favor de don Carlos, según sus partidarios, debido al apoyo que, supuestamente, prestaría doña María de las Nieves a dicho enlace. Finalmente, el 8 de mayo de 1938, en la catedral de San Esteban de Viena, Carlos y Christa se convirtieron en marido y mujer. Fruto de esta unión vinieron al mundo dos hijas: Alejandra-Blanca, nacida en la Tenuta Reale de Viareggio, el 20 de enero de 1941, y María Inmaculada, nacida el 3 de julio de 1945, cuando ya la pareja se encontraba viviendo en Barcelona. Y ningún varón. Parece ser que Christa, desde un principio, encontraba un poco asfixiante la atmósfera que rodeaba a su marido. El carlismo le agobiaba. Ella estaba acostumbrada a desenvolverse en una sociedad mucho más abierta y cosmopolita que la España de los años 40. A fines de junio de 1949, Christa tomó un avión rumbo a Suiza y salió de Barcelona para no volver más al domicilio conyugal. Don Carlos acudió a acompañarla, en unión de Alejandra e Inmaculada, hasta la escalerilla del avión. El pasaporte obtenido por Christa iba expedido con el nombre de soltera, pues así tendría, según ella, mayor facilidad para obtener los visados. “Mi opinión –escribía don Carlos el 4 de marzo de ese mismo año a Cora y Lira- es Román Oyarzun. “Pretendientes al trono de España”. Editorial Juventud, Barcelona, 1965. pág.12. 48
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que son otros motivos los que la impulsan”. Antes de finalizar 1949, Christa presenta demanda de separación matrimonial ante un juzgado de Barcelona, y en diciembre de 1950 un tribunal de Reno (Nevada, USA) dicta sentencia de divorcio. El 20 de diciembre de ese mismo año, Christa contrae en Waterbury, Connecticut (USA), nuevas nupcias con Jyörgy Sandor, pianista, con el que en 1951 tuvo el hijo varón, Miguel, que el destino le había negado engendrar con el archiduque Carlos. Jyörgy y Christa viven felices en Nueva York, cargados de años y de recuerdos. Don Carlos permaneció, hasta su muerte, solitario y enamorado de “una mujer piadosa y buena”, como él mismo describió a su esposa en su primer manifiesto. Su propia madre, doña Blanca, le había deseado un “largo y pacífico reinado compartido por tu buena y amada esposa”49. Pero Christa no soportó la presión política y social de la España de la postguerra y decidió cambiar de aires. Don Carlos intentaría la nulidad matrimonial ante el Tribunal Eclesiástico de Barcelona, que, a causa de la prematura muerte del archiduque, no tuvo oportunidad de dictar sentencia. Doña Alejandra, la hija del archiduque Carlos, me confesó en cierta ocasión: “Mis padres se separaron, posiblemente, por los problemas de una sociedad tan cerrada como la española. Ellos vivieron antes en Austria e Italia. Mi madre me contó que, en el norte de España, cuando iban a la iglesia, el monaguillo pellizcaba las piernas de las mujeres para comprobar si llevaban medias puestas”50. La vida en la España de los años 40 no debía resultar nada fácil para alguien que se había educado “a la europea”. Con anterioridad a fijar su residencia en Barcelona, el archiduque pasó una breve estancia en Andorra, donde se había trasladado procedente de Viareggio, lugar en el que entonces vivía ocupándose de la gestión de las propiedades familiares. “Declaración ante notario de doña Blanca de Borbón de 12 de noviembre de 1945, confirmando la transmisión de sus derechos sucesorios, como hija primogénita de Carlos VII, a su hijo Carlos”. Archivo del autor. 50 Alejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de 1996, Barcelona ( cafetería “El Paraguas”). 49
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La Ciudad Condal supuso para don Carlos un reencuentro, pues en ella, como se ha dicho en otro capítulo, se habían refugiado sus padres tras la huida de Viena al derrumbarse el imperio austro-húngaro. Aquí estudió el bachillerato en las Escuelas Pías de Sarriá, y comenzó la carrera de Ingeniero Industrial, la cual terminaría en Viena. Siendo alumno de los escolapios, había ingresado en las Juventudes Carlistas, de las que llegó a ser su Abanderado. Al advenimiento de la República en 1931, fue el único hijo de doña Blanca que decidió quedarse en Barcelona, cuando a penas contaba 21 años. El 10 de agosto de 1932, día del fracasado golpe del General Sanjurjo, se vió envuelto en un alboroto que lo conduciría a la cárcel. Había salido aquel día, a la caída de la tarde, como acostumbraba, para cenar en un céntrico bar barcelonés. Iba solo en su coche. Un coche que en sus portezuelas tenía grabados el escudo y la corona real de España. Alguien de un grupo de manifestantes, que se habían echado a la calle vitoreando a la República, repara en aquel escudo y en aquella corona. Y entonces, los integrantes de dicho grupo, gritando y profiriendo insultos contra el propietario del coche, comenzaron a golpearlo, intentando su destrucción. Don Carlos, al escuchar el ruido, salió de aquel céntrico establecimiento situado en las Ramblas para defender lo que le pertenecía. Las voces y las amenazas subieron de tono, pero nadie agredió de obra a don Carlos. Ante tanto alboroto, la Guardia de Asalto, presente en las inmediaciones, detuvo al archiduque, conduciéndolo primero a comisaría y a la cárcel Modelo, después, donde permaneció una semana, al cabo de la cual, gracias a diferentes gestiones diplomáticas, obtiene la libertad, aunque hubo de salir de España y abonar una fuerte multa51. Ha sido Cora y Lira quien nos ha dejado este minucioso relato sobre el episodio de la prisión de don Carlos, que contradice la versión de Juan Balansó cuando afirma que el archiduque “al advenimiento de la Segunda República española se paseaba teJesús de Cora y Lira, “El primer ex-cautivo”. Boletín carlista “!VOLVERÉ!”, Madrid, 25 de mayo de 1952. 51
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merariamente por la barcelonesa plaza de Cataluña con una bandera bicolor”52. Todo se mira con lupa y todo depende del color del cristal con que se mira. Este incidente le valió a don Carlos que los partidarios de don Javier le achacaran simpatías hacia Alfonso XIII. Pero la verdad histórica es más prosáica. El símbolo real (corona), que llevaba el vehículo de don Carlos, era el emblema del Real Automóvil Club, del que era socio. No se trataba, pues ni de un añorante monárquico alfonsino ni de un provocador. El propio don Carlos contó esta versión a su hija Alejandra53. De regreso a Viena, ingresa en las milicias del conservador canciller Dollfus y participa, en 1934, en las refriegas callejeras contra los grupos comunistas y socialistas. La conducta del archiduque recibiría los elogios de don Alfonso Carlos. “Bien orgullosa puede estar mi sobrina Blanca –escribió- pues sus hijos, con un grupo, pudieron limpiar la Karlplatz de enemigos, quedando mi barrio libre de las fieras rojas”54. Después de haber vivido en la capital de Austria durante unos años, observando de cerca la “movida” organizada por la sucesión del anciano rey carlista, don Carlos vuelve al principio de los años 40 a Viareggio para regresar, al poco tiempo, a Barcelona. En 1943 comenzaba la etapa más apasionante de su vida.
Juan Balansó, “Las Perlas de la Corona”. Editorial Plaza § Janés, Barcelona, 1997, pág. 204. Resulta extraño este tipo de errores en un autor tan bien documentado como Balansó, quien vuelve a errar en este mismo relato cuando, escasas líneas antes, afirma, confundiendo tío y sobrina, que don Alfonso Carlos y doña Blanca eran hermanos. 53 Conversación de doña Alejandra de Habsburgo-Lorena con el autor. Barcelona, 25 de octubre del 2.000. 54 Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”. Sin pie de edición ni localidad. 1951, pág. 8. Don Alfonso Carlos admiraba al canciller Dollfuss, acudiendo con su esposa “y todos los de casa” a sus mítines. “Expuso las mismas ideas que Mella pregonaba en España, tan católicas, tan buenas”, escribió en cierta ocasión. 52
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MAQUILLAJE
JURÍDICO:
LOS ARGUMENTOS DE LIZARZA
El pretendiente estaba lanzado a la carrera. Pero había que presentarlo en un buen embalaje. Si hacía su aparición en la escena política como producto del legitimismo histórico, habría que cuidar esmerada y escrupulosamente los aspectos jurídicos de su candidatura, que, ciertamente, hacían agua en algunos puntos esenciales (primogenitura, matrimonio morganático…). Ninguna obra sistemática y estructurada sobre los derechos del archiduque Carlos había sido publicada desde “El futuro Caudillo de la Tradición Española”, escrita por don Jesús de Cora y Lira, y cuya primera edición había visto la luz en Madrid en 1932. Hacía falta una publicación que saltase a la palestra, presentando de forma actualizada la candidatura carloctavista. Esta laguna vino a colmarla “La Sucesión Legítima a la Corona de España”, salida de la pluma de un jovencísimo y brillante abogado, Francisco Javier de Lizarza Inda. La obra de Lizarza, cuya segunda edición fue publicada en 195155, puede considerarse como el trabajo más documentado y sistemático que se ha presentado para defender desde un punto de vista jurídico la candidatura de don Carlos. Queriendo resaltar la legitimidad del archiduque, Lizarza exhibe el documento entregado por doña Blanca el 12 de noviembre de 1945 ante notario, en el que daba mayor solemnidad al acto celebrado ante los próceres carloctavistas dos años antes: “Cúmpleme confirmar de modo solemne –decía- en aplicación de la ley sucesoria de la monarquía española, la transmisión de los derechos a la corona de este reino, a tí, mi muy amado hijo Carlos, pues fallecidos sin descendencia mi augusto hermano don Jaime y mi augusto tío don Alfonso Carlos, y por la renuncia y otras circunstancias de mis hijos varones, a tí te corresponde legítimamente la sucesión”. Francisco Javier de Lizarza Inda, “La Sucesión Legítima a la Corona de España”. Editorial Gómez, Pamplona, 1951, segunda edición. 55
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No es de sorprender esta confirmación del traspaso de derechos de doña Blanca, producida dos años después de que don Carlos lanzase su primer manifiesto y viniese ya actuando como pretendiente carlista. La decisión tomada en 1943 se efectuó sin solemnidad alguna, y convenía cuidar adecuadamente las formas. La declaración depositada ante notario tenía la virtualidad de probar, de manera fehaciente, la voluntad de doña Blanca. Para poner un poco más de orden y clarificar todo lo posible el espinoso tema de la exclusión de sus hijos varones, doña Blanca se preocupó, también, de que éstos renunciasen en favor de Carlos. Leopoldo y Francisco José lo hicieron ante el cónsul de España en Nueva York en 1947, y Antonio lo hizo ante el propio don Carlos. Esta renuncia verbal, a parte de su falta de documentación, dejaba aparcado el peliagudo asunto de los derechos sucesorios de los archiduques Esteban y Domingo, hijos legítimos de Antonio e Ileana, que contaban 15 y 10 años respectivamente, y que no tenían edad para renunciar en nombre propio56. Francisco Javier de Lizarza considera esto un tema menor y lo despacha con una simple nota a pie de página: “Recordar hoy con propósitos bastardos los derechos de los hijos de don Antón es antijurídico”. Con propósitos bastardos, o no, esta era una cuestión delicada que fue tratada muy a la ligera por los seguidores de don Carlos. Lo antijurídico no sería recordar la existencia de unos eventuales herederos de mejor derecho genealógico, sino más bien pisotear, ignorándolos, los derechos preferentes de unos menores de edad. Consciente de este problema, Francisco Javier de Lizarza intenta arroparlo con una ingeniosa argumentación jurídica: “las renuncias de los padres valen implícitamente por los hijos, que, en El archiduque Leopoldo renunció el 1 de agosto de 1947 ante Bernardo Rolland y de Miota, Cónsul General de España en Nueva York. Pocos días antes, el archiduque Francisco José había renunciado, igualmente, ante el mismo funcionario. El archiduque Antonio, en cambio, no llegó nunca a formalizar su renuncia por escrito, pero sí verbalmente ante don Carlos el 30 de junio de 1948, en Barcelona, donde se entrevistó con su hermano en el transcurso de una escala del trasatlántico en el que viajaba con su familia hasta Buenos Aires, una vez que se vió obligado a abandonar Rumanía. 56
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compensación, gozan de la contrafacultad de reivindicar sus derechos”, (…) “las renuncias por los herederos son válidas, en cuanto éstos, pudiendo reclamar sus prerrogativas, no lo hacen”. Y concluye: “la renuncia familiar vale porque prescribe”57. El autor pasa sobre ascuas en todo este asunto, dejando sin resolver, pese a sus esfuerzos, múltiples interrogantes: ¿a partir de qué momento empieza a correr la prescripción?, ¿quién notifica sus eventuales derechos a los interesados?, ¿cuál es el plazo para ejercitar la acción?… No obstante, su exposición argumental es, en general, pulcra y muy bien construida. Primero, expone, según su punto de vista, las reglas de sucesión a la corona: descendencia agnaticia de Felipe V, de varón en varón, según orden de primogenitura, sucediendo la mujer más próxima pariente del último rey reinante, una vez apuradas todas las líneas rectas masculinas, y aplicándose después a ella la sucesión agnaticia como cabeza de línea. A continuación, consigna las diferentes ramas de la casa de Borbón, que, a su juicio, deben considerarse exluidas de la sucesión legítima: a) la rama de los usurpadores y su descendencia, b) la rama, o ramas, de los que han reconocido a los usurpadores, c) la rama, o ramas, de los príncipes “vinculados a Francia”. Por usurpadores, o haber reconocido a los usurpadores, Francisco Javier de Lizarza excluye a todos los integrantes de la rama de Francisco de Paula, hijo de Carlos IV (sub-rama de Francisco de Asís y sub-rama de Borbón-Castellví), a los de la rama de los Borbones de las Dos Sicilias y Borbones-Braganza, y a los de la subrama de don Elías de Borbón Parma. Como príncipes “vinculados a Francia”, excluye al resto de los príncipes Borbon Parma. Para ello echa manos, ¡nada menos!, que del impedimento de la ley IV del título I del libro III de la Novísima Recopilación, que prohibe la sucesión en España de los prínciFrancisco Javier de Lizarza Inda, “La Sucesión Legítima…”, op. cit., pág. 69.
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pes descendientes del matrimonio de doña Ana de Austria con Luis XIII de Francia. Esta exclusión “no alcanza –nos aclara el autor- a la estricta familia reinante en España (…) por suponer que lo contrario sería absurdo”. ¿Y la regencia?, ¿cómo se logra excluir a la regencia, la institución que dejó establecida don Alfonso Carlos para velar por la pureza del principio dinástico? La regencia, concluye Francisco Javier de Lizarza, fue una institución provisional con carácter eventual. Al dejar transcurrir el tiempo sin resolver el mandato que se le otorgó, don Javier se ilegitimó en su ejercicio. La regencia caducó. Además, los carloctavistas sostenían que si don Alfonso Carlos hubiera tenido la facultad de nombrar sucesor, la lógica más rigurosa les obligaría a aceptar que también Fernando VII tuvo el mismo derecho y, por lo tanto, toda la tesis carlista de la legitimidad caería por tierra.
EL CONTRAATAQUE DE FERNANDO POLO Fernando Polo, el partidario de don Javier que más a fondo y con más rigor ha estudiado el tema de la sucesión de don Alfonso Carlos58, se ocupó, igualmente, de analizar los eventuales derechos de doña Blanca y sus hijos, resolviendo la cuestión de modo similar a Francisco Javier de Lizarza, pero en sentido inverso. La casa de Habsburgo, decía Polo, está exluida del trono español por Felipe V a causa de “su rebelión, traición y usurpación frustrada”. Doña Blanca, casada con un Habsburgo, no podía transmitir ningún derecho a sus hijos. Para Polo el legítimo heredero de don Alfonso Carlos no era otro que el príncipe don Javier, descendiente de Felipe V de varón en varón, que había permanecido fiel a a la dinastía legítima. Francisco Javier de Lizarza, rebatiendo a Fernando Polo, se pregunta dónde está la ley de exclusión de la casa de Austria, ya que, pese a la infinidad de veces en que es citada, ni Polo la presenta, ni él la ha podido encontrar en la Novísima Recopilación ni en parte alguna. Fernando Polo, “¿Quién es el Rey?”. Editorial Tradicionalista, 1949.
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En cualquier caso, aún suponiendo que la ley existiese, y que rigiese entonces, Francisco Javier de Lizarza sostiene que no podía afectar a don Carlos, “pues él sucedía por Borbón y no por Austria”. De entre los nietos de Carlos VII, Fernando Polo únicamente salvaba de la hoguera de la exclusión dinástica, reconociéndole eventuales derechos sucesorios, al príncipe Carlos Leopoldo de Shönburg-Waldenburg y Borbón, hijo del matrimonio “igual”, pronto anulado canónicamente, celebrado entre la infanta doña Alicia y el príncipe Federico de Shönburg-Waldenburg. El príncipe Carlos Leopoldo había nacido el 2 de junio de 1902, y se había casado en Roma en 1928 con Ornella Ravaschieri Fieschi, matrimonio que, también, fue anulado canónicamente y del que no hubo descendencia. Carlos Leopoldo volvió a contraer un segundo matrimonio con Varaiterai A Neti, natural de la Polinesia francesa, de la que tuvo una hija (Marewa) y dos hijos (Vetea y Teva). Pese a las buenas intenciones y facilidades dadas por Polo, este príncipe nunca se ha tomado el menor interés por los asuntos carlistas. Aunque hoy día puedan hacernos sonreir las alambicadas disquisiciones para defender determinados planteamientos dinásticos, en aquellos momentos había que saltar a la palestra bien arropado con argumentos jurídicos. Si además de los 30 años y la sangre real, que exigía la franquista ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, se tenían otras cualidades a favor, tanto mejor. Lo que abunda, no hace daño. Don Carlos de Habsburgo, para contento de sus partidarios, también podía exhibir “fundados dictámenes jurídicos”, que le señalaban, según ellos, como el príncipe de mejor derecho.
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ACTIVISMO CARLOCTAVISTA: CONTRA LA REGENCIA Cuando el archiduque Carlos decide en 1943 pasar sin ambajes a la lucha política, nombra secretario general al combativo y leal desde los primeros momentos don Jesús de Cora y Lira, que ya en aquella época ostentaba el grado de general auditor de la Armada, persona en consecuencia bien relacionada en los círculos oficiales. La causa de don Carlos es sostenida a nivel de prensa por diversas publicaciones periódicas (“Boletín Carlista” , “¡Volveré!”, “¡Firmes!” y “Requetés de Cataluña”, principalmente), así como por una serie de hojas y folletos puntuales, que hacían referencia a acontecimientos precisos de la vida política del país. En sus publicaciones no olvidan los ataques tanto al conde de Barcelona como al regente don Javier. Este era el blanco predilecto de los carloctavistas, quienes responsabilizaban al regente del apartamiento dinástico de don Carlos, y al que tildaban, por usar sus mismas palabras, de “fundamentalmente francés59. Con el régimen se muestran complacientes. Durante una etapa, en las cabeceras de sus publicaciones podía leerse “Viva Franco y Carlos VIII”. Fue el sacerdote de San Sebastián, don Enrique Anabitarte, amigo personal de Cora y Lira, quien tuvo la idea de iniciar con esta frase la cabecera de la propaganda carloctavista. La frase en cuestión, no del gusto de todos los seguidores de don Carlos, terminaría quitándose. En cualquier caso, los carloctavistas se ofrecían como una solución monárquica, posibilitando una futura salida del franquismo, que no podría perpetuarse “sine die” en una fórmula de gobierno personal. En los sitios donde su implantación era mayor, participaban activamente en las instituciones, como era el caso de Cataluña y Navarra, regiones en las que los carloctavistas ocuparon diversas "Boletín Carlista", septiembre-octubre de 1950, n° 61, pág. 2. Mensaje de don Javier de Borbón Parma de 29 de junio de 1945. Archivo del autor. 59 60
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alcaldías y puestos de concejales en diferentes ciudades. También algunos procuradores en Cortes serían de tendencia carloctavista. Aunque las masas carlistas estaban deseosas de aclamar a un rey, como era su costumbre, don Javier y su Jefe Delegado, don Manuel Fal Conde, insistían en aquellos años en la regencia “nacional y legítima como única fórmula de unión de los españoles”60, restando con certeza efectivos a don Carlos. La política de la regencia exasperaba al carloctavismo. En una carta abierta, atribuida a Ramón Solsona Cardona, dirigida a Fal Conde, se argumentaba que “las coronas no se discuten en un pleito dinástico ni las disciernen los tribunales de justicia, (sino que) son los pueblos los que reconocen y aceptan el derecho del rey”. “El pueblo carlista –añadía- puede proclamar, reconocer y aceptar monarca suyo, sin participación alguna del príncipe don Javier Borbón de Parma y sin preocupación de la Regencia, (pues) el carlista, señor Fal Conde, entre un nieto de Carlos VII, que dice YO SOY EL REY, y usted, que le niega esa jerarquía y se rebela contra él, se pondrá siempre del lado de don Carlos, del lado del rey, por muy sabio y prudente que usted sea y por muchos que fueren los Fal Condes que en el mundo hubiere”61. Román Oyarzun, que había sido secretario del rey don Jaime, criticaba, también, abiertamente a la regencia en un folleto que publicó en 1945: “Llevamos más de nueve años sin designar pretendiente…Ello encierra una gran responsabilidad para el regente y su delegado, quienes en conciencia no pueden seguir inhibiéndose”. Y en 1946, un grupo de 43 carlistas navarros dirige a don Javier una carta, nada cortés, en la que le conminaba a concluir el periodo de regencia lo antes posible, reprochándole de forma insultante su nacionalidad: “¿Cómo un príncipe extranjero, justificadísimo para la misión interna y concreta que se le confió, podría convertirse en goCarta, sin fecha, atribuida a don Ramón Solsona Cardona, respondiendo a una de don Manuel Fal Conde de 1 de agosto de 1943, reproducida por Emilio Romero, "Papeles reservados", vol.II, 1986, pág. 76. También se hace eco de ella Manuel de Santa Cruz, "Apuntes y documentos para la historia del Tradicionalismo español, 1939-1966", tomo V, 1943, pág. 41. 61
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bernante español y obtener la amplia confianza nacional que siempre ha radicado o en la auténtica representación de una estirpe dinástica consustancial con la Patria, o en hombres singulares que le hayan prestado servicios inolvidables?…Para actuar con eficacia en el presente y en el futuro, la Comunión necesita saber quién es su rey”62. Los partidarios de don Carlos pensaban que de este acoso a la regencia ellos serían los principales beneficiarios.
DON CARLOS EN ESPAÑA El primero de marzo de 1943, como ya se ha dicho, entra en España el archiduque Carlos, acompañado de su familia. A las 12 del mediodía llegaba a Port Bou el tren en el que viajaban el archiduque, su esposa Christa, su hija Alejandra, su madre doña Blanca y su hermana doña Dolores. El tren había salido de Génova el 27 de febrero, habiendo efectuado una parada en Marsella de doce horas. En el elegante hotel Ritz de Barcelona, cuya factura pagarían sus partidarios con dificultad, don Carlos recibe el homenaje y adhesión de distintas personalidades y comisiones carloctavistas de diferentes puntos de España. Durante su breve estancia (a los pocos días se trasladó a vivir a Andorra, donde pasará una corta temporada para regresar de nuevo a Viareggio), disfrutó de plena libertad de movimientos sin restricción alguna. Los meses siguientes Cora y Lira realiza frecuentes visitas a “El Pardo”, entrevistándose con Muñoz Aguilar, por aquel entonces Jefe de la Casa Civil del Caudillo, al que informaba de sus planes de promocionar en España la candidatura del archiduque. Estos contactos también se mantendrían con los falangistas Arrese y Valdés Larrañaga. La política de colaboración brindada al régimen no era una cuestión unilateral de Cora y Lira, sino que estaba “aprobada por el Señor, a quien informé ampliamente de todo”, según manifestaba a Juan Fernández en carta de 19 de mayo de 1943. “Lo que hace falArchivo del autor.
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ta –continuaba- es que el partido carlista se agrupe alrededor del Archiduque y se organice bajo el grito de guerra que hoy debe ser ‘Franco y Carlos VIII’”63. El 29 de junio de 1943, don Carlos, como ya se ha dicho, lanza desde Viareggio su primer manifiesto, en el que juraba mantener los principios y programa de gobierno de sus antecesores, los reyes de la dinastía carlista. Por encargo del archiduque, Cora y Lira informa, mediante carta de 23 de julio, a don Manuel Fal Conde del paso que se había dado. Éste, como un resorte, salta de inmediato y el 1 de agosto declara apartados de la Comunión a los seguidores de don Carlos. Pese al anatema de Fal Conde, ese verano se da amplia difusión al manifiesto del archiduque Carlos, multiplicando Cora sus viajes por las distintas provincias con el fin de dar a conocer su figura. El partido carloctavista se organiza, poco a poco, en aras a la mayor eficacia política. El 15 de diciembre de 1943 se constituye un Consejo General, integrado por los jefes regionales y provinciales, ex-diputados y ex-senadores a Cortes y personalidades de prestigio. En esa misma fecha, también quedó constituido el Consejo Político Nacional de las Juventudes Carlistas. En el mes de marzo de 1944 se produce la trascendental decisión de que don Carlos y su familia se trasladen a vivir, de forma permanente, más cerca de sus partidarios. Procedentes de Italia, el archiduque y los suyos llegan, de nuevo, a Barcelona, y tras permanecer en esta ciudad, otra vez, escasos días se vuelven a establecer en Andorra. Queriendo ayudar al Caudillo en el bloqueo exterior a que fue sometido el régimen, lanza el 7 de abril, Viernes Santo, de ese mismo año 1944 una proclama a sus partidarios en la que manifiesta que “sólo un país con regiones fuertes y unido puede hacer frente a los problemas internacionales.” Desde Andorra, el archiduque sigue de cerca las actividades de Aurora Villanueva, "El Carlismo navarro durante el primer franquismo: 19371951". Editorial Actas, Madrid, 1998, pág. 190. 63
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su partido, al que continúa organizando según las circunstancias del momento: constitución de una Junta a nivel central y Consejos asesores y Juntas colaboradoras a nivel regional y provincial. A los pocos meses, el archiduque decide trasladar, definitivamente, su residencia a la Ciudad Condal, lo que acentúa, más aún, la proximidad y el contacto con sus seguidores. La libertad de movimientos de don Carlos seguía siendo total. El 29 de septiembre de 1944 realizó una visita a Pamplona, acompañado de su esposa, Christa, e hija, Alejandra (Inmaculada aún no había nacido), que externamente parecía, aunque no lo fuese, una visita “oficial”. Nicasio Larraya, en su casa señorial estilo navarro de Cizur Mayor, próxima a la capital, ofreció una recepción por todo lo alto. El conde de Rodezno, tan juanista, escribió hecho una fiera al ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, por el “desconcertante espectáculo” dado por las “jerarquías más calificadas y oficiales de Falange y las autoridades representativas del Gobierno”, al pasear “por las ciudades y villas de esta tierra a un archiduque austríaco, al que han titulado Carlos VIII, y a su esposa, adornando los pueblos con pescalinas, atronando con cohetes y pólvora, y organizando claques que gritasen ¡Viva el rey legítimo!”64. La idea de don Carlos era ir calando en la opinión pública en general y entre la clase dirigente en particular. No pretende tanto provocar nuevas adhesiones masivas, como no provocar rechazos ni bloqueos. Pensaba que, una vez conocido por todos los españoles y aceptado por “las fuerzas vivas”, Franco le facilitaría el acceso al trono. Muy ilustrativa a este respecto es la carta que el 12 de agosto de 1945 dirige a Jaime del Burgo, manifestándose a favor de poder contar con personalidades de prestigio, aunque actuando con la máxima prudencia, “pues no nos conviene que grupos formados se pasen en bloque”, ya que “lo que interesa es captar figuras y ganarnos la simpatía de la masa”. Su posición, en todo caso, no admitía dudas: “Nosotros estamos con Franco y apoyamos su política salvadora en estos tiempos de quebraderos de cabeza”. Aurora Villanueva, "El carlismo navarro…", op. cit., pág. 224.
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La táctica carloctavista era bien clara. Había que introducirse en el Movimiento para convertirse en los herederos institucionales del franquismo. La monarquía de la que Franco hablaba tendría que ser la carlista y don Carlos de Habsburgo su titular.
DON CARLOS Y LA UNIDAD DE LOS CARLISTAS El 10 de marzo de 1944, don Antonio de Lizarza Iribarren había ofrecido al archiduque la “sincera devoción de quien, por tradición familiar, estuvo a la vanguardia de todos los combates por Dios, por la Patria y el Rey”. Don Carlos, a renglón seguido, agradece el ofrecimiento y le da una consigna a quien, con el transcurso de los años, será un importante puntal de su causa 65: “Te encargo la máxima acción proselitista que deje a un lado resentimientos y diferencias personales. Ten siempre presente que Yo a todos llamo, aún a los que se dicen mis enemigos, porque la Patria es lo primero”66. Esta preocupación por la unión entre todos los carlistas caracterizó siempre la actitud del archiduque, pese a los ataques de que fue objeto. En carta de 26 de octubre de 1944 dirigida a Emilio Deán Berro, fiel partidario suyo desde los primeros momentos, se lamentaba don Carlos con amargura de una insidiosa campaña realizada en Navarra contra su persona y su causa: “No es posible contestar a todos y cada uno de los infundios que se propalan por nuestros enemigos, siendo lamentable que personas de buena fe los admitan con grave daño para nuestra Comunión (…) He de hacer resaltar que en Mi manifiesto de 29 de junio de 1943 juré mantener Antonio de Lizarza Iribarren (1891-1974), Delegado regional de Requetés de Navarra (5 de septiembre de 1934), tuvo una activa intervención en los preparativos del Alzamiento Nacional. Funcionario de carrera de la Diputación Foral de Navarra, se reintegró a la vida civil al concluir la guerra. El 12 de mayo de 1947 fue nombrado por Carlos VIII Jefe regional carlista de Navarra, cargo en el que sería confirmado el 12 de octubre de 1953. 66 Manuel de Santa Cruz, "Apuntes y documentos…", op.cit., tomo VI, 1944, pág. 129 a 131. 65
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los principios y el programa de gobierno de mis augustos antepasados de la Dinastía Carlista. Nadie puede proclamar sin inferirme la gravísima injuria de suponerme perjuro, que yo pueda admitir otros principios que los que con integridad defendieron mis egregios antepasados. Seré Rey tradicional o no seré Rey…”67.
ALTERCADOS CON LA REGENCIA Los comienzos políticos del carloctavismo fueron combativos. Si se quería crear posibilidades de futuro, se tendría que monopolizar el espacio carlista sin compartirlo con nadie. Por eso, cuando los partidarios de don Javier, queriendo mostrar su fuerza, organizan en Pamplona un masivo acto en su favor el 3 de diciembre de 1945 ante las puertas del Círculo Carlista, situado en la céntrica plaza del Castillo, los carloctavistas intentan por todos los medios el fracaso de la convocatoria. A tal fin, semanas antes recorren las diversas merindades, solicitando de los carlistas que se abstengan de acudir a la capital navarra. Con osadía, no exenta de riesgo, el día de la convocatoria el carloctavista Máximo de Miguel Martínez revienta, in extremis, el acto profiriendo provocadores gritos contra Fal Conde y don Javier en el momento en que, tras el almuerzo, Mauricio de Sivatte dirigía la palabra a los congregados desde los balcones del círculo, en los que se habían instalado potentes altavoces. El alboroto que se formó fue mayúsculo, produciéndose un breve tiroteo, cargas de la policía, diversos heridos y desbandada general, que terminó con la detención de 103 personas, la mayoría de ellas puestas en libertad los días siguientes. El Gobernador Civil, Juan Junquera, que no había autorizado el acto, decidió el cierre del centro carlista durante varios años68. La actitud del archiduque Carlos, respecto de este tipo de comCarta de Carlos VIII a Emilio Deán Berro de 26 de octubre de 1944. Archivo de Mario Deán Guelbenzu. 68 El último "combate" entre javieristas y partidarios de don Carlos lo protagonizaría en solitario, de forma quijotesca, Amadeo Marco , un carloctavista al servicio del régimen franquista, que se enquistó en la Diputación Foral de Navarra, 67
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portamiento de sus partidarios, siempre fue de desaprobación. Sus consejos iban una y otra vez dirigidos, como ya se ha dicho, a evitar toda clase de enfrentamientos en una inteligente táctica de sumar el máximo de adhesiones, y guardando siempre un caballeroso respeto hacia los dirigentes de la regencia. El comportamiento de don Javier en relación con el archiduque también fue siempre muy correcto. Sus manifestaciones tanto públicas como privadas hacia el archiduque fueron cordiales y cariñosas, como cordial y afable era don Javier. Tan sólo en una ocasión perdió los estribos, achacando a Franco el intento de “deshacer el carlismo catalán (…) permitiendo estancia en Barcelona a este Príncipe usurpador”, que el régimen sostiene “con medios de propaganda y hacienda” (carta a don José María Cunill Postius de 27 de mayo de 1948).
DON CARLOS APOYA LA LEY DE SUCESIÓN Cuando Franco decide “maquillar” su régimen autoritario y somete a referendum de la nación, el 6 de julio de 1947, la ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, el archiduque no duda en apoyar púsiendo, !todavía!, en 1977 Vice-presidente de dicha institución. Ese año el carlismo javierista, aún sin legalizar, ocupa el 27 de abril en señal de protesta el salón de plenos del ente navarro. Amadeo Marco, que llevaba muy adentro su anti-javierismo, residuo de su pasada militancia carloctavista, sin pensárselo dos veces, irrumpe en la estancia y con energía exije a los barbudos "ocupas" que salgan de inmediato: "¡Les conmino a que desalojen el local!…¡Ustedes no tienen autorización para estar aquí!…" Los congregados le replicaron con tumultuosos gritos de "¡fascista, fuera…!, que hicieron mella en el ánimo del Vice-presidente, quien terminaría, muy a pesar suyo, abandonando la sala. Poco después, intentaría de nuevo suspender la reunión, pero en esta ocasión los propios asistentes le impidieron físicamente entrar en el salón foral. Don Amadeo, desaforado y furioso, les gritaba amenazante: "¡Ahora mismo llamo a la Policía! ¡Ahora mismo llamo a la Policía!…" Don Amadeo, como era conocido en la Diputación, actuó, en el fondo, más que por defender la legalidad por ir contra los defensores de la, para él, "suplantación dinástica". Sin que nadie lo supiera, acababa de rendir su último homenaje a don Carlos VIII. La revista "Interviu", en su número correspondiente al 5 de mayo de 1977, se hizo eco del altercado. 75
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blicamente la misma. El 16 de abril, la Comunión Católico-Monárquica (carloctavista) había hecho una declaración apoyando este proyecto, al que consideraba como “un paso más e importantísimo en el camino de retorno a la Tradición, al declarar que España se constituye en Reino, al asignar a la monarquía como características fundamentales lo católico y lo social, y consagrar en su texto la admirable doctrina cristiana y española, y por cristiana y española carlista, de la legitimidad de ejercicio”. El NO-DO (n°136 A) recogió la escena de la votación en Barcelona de don Carlos y su esposa, a las 13:40 horas, en el colegio electoral n° 11 de la plaza de Federico Soler, siendo recibidos a las puertas del mismo por el concejal José María Junyens Quintana. El comentarista del noticiero oficial destacaba el hecho de que habían regresado de Madrid a las 6 de la mañana de ese mismo día para participar en el referendum. La prensa, en general, recogió también ampliamente la noticia. Franco no podría dejar de ser sensible al espaldarazo recibido, máxime considerando que don Juan y don Javier habían manifestado su frontal discrepancia. Los carloctavistas en sus publicaciones intentaban pasar factura al régimen por el apoyo brindado. Sin ellos –decían- el referendum habría fracasado ante la indiferencia más absoluta. Gracias a sus esfuerzos –sostenían con evidente exageración- se había logrado el elevado porcentaje de participación popular, desoyendo las reiteradas consignas de abstención. Los españoles votaron, según los carloctavistas, por Franco (la realidad) y por Carlos VIII (la esperanza).
PUJANZA Y NUEVOS
ATAQUES
En todos estos años, tanto el general Cora y Lira como el propio archiduque recorrían la geografía española, presidiendo “concentraciones patrióticas”, que inexcusablemente iban precedidas de una celebración litúrgica. Eran estos unos actos no exentos de entusiasmo y calor popular. Ante la pujante alza del carloctavismo (el propio Fal Conde re76
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conocía en una carta enviada a don Javier el 15 de noviembre de 1947 que “va consiguiendo importancia el partido de don Carlos”), los partidarios de la regencia intentan contraatacar como pueden. En febrero de 1948 se publica y difunde ampliamente un folleto de 43 páginas, “La legitimidad y los legitimistas – Observaciones de un viejo carlista sobre las pretensiones de un Príncipe al trono de España”. La publicación sin autor, es atribuida, no obstante, a la pluma de Melchor Ferrer. El escrito, insultante en algunos párrafos, califica la causa del archiduque como “farsa carloenchufista que encubre un carlofascismo de ocasión”. Su línea argumental es la defensa a ultranza de la regencia como institución monárquica necesaria para la continuidad dinástica: el regente, que representa al heredero indeterminado, es el cauce transmisor de la soberanía69.
FRANCO JUEGA LA CARTA DE JUAN CARLOS En aquellos años, Carlos VIII, a la sombra del régimen, en condiciones de tener todavía descendencia masculina, era a los ojos de Franco el “pretendiente” idóneo. Por eso, desde el poder se actuaba con tolerancia. No se trataba sólo de crear confusión en el panorama monárquico, como algunos afirman. Carlos VIII era contemplado como una auténtica solución. Y esto ponía nervioso a los partidarios de las otras opciones monárquicas. Que el archiduque Carlos fuese contemplado como auténtica solución, no quería decir que Franco lo contemplase como la “única” solución. El Caudillo, excesivamente conservador, sobre todo cuando de preservar su poder se trataba, no estaba dispuesto a correr ningún tipo de riesgos. Y por ello también urdía otras eventuales soluciones. A más largo plazo, pero, llegado el caso, igualmente efectivas para sus fines. Cuando el 25 de agosto de 1948 Franco se entrevista con el "La legitimidad y los legitimistas. Observaciones de un viejo carlista sobre las pretensiones de un Príncipe al trono de España". Anónimo. Editorial La Tradición. Madrid, febrero, 1948. 69
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conde de Barcelona con vistas a planificar los estudios del príncipe Juan Carlos, el carloctavismo se inquieta. Si Juan Carlos viene a educarse a España, protegido por el Caudillo, es un indicio de un eventual nombramiento como sucesor, y dada la edad del príncipe esto entrañaría un largo periodo de permanencia en el poder por parte de Franco. Por ello, los carloctavistas se emplean a fondo para atacar esta hipótesis. “Es imposible la regencia de Franco”, decían. “El infante don Juan Carlos tiene en la actualidad once años. El artículo noveno de la ley de Sucesión establece que para reinar debe, el rey, haber cumplido la edad de treinta años. La regencia, por tanto, duraría diecinueve años. Y, francamente, una interinidad tan dilatada es harto inconveniente, y aunque deseamos salud y larga vida al Generalísimo Franco recordamos que en la actualidad cuenta cincuenta y cinco años de edad y que, humanamente hablando, es difícil que conserve el vigor, las energías y la lucidez hasta los setenta y cuatro…Franco sabe muy bien que la solución monárquica debe ser otra, a plazo muchísimo más corto”70. La solución carloctavista, según esta tesis, se imponía. Un boletín de las Juventudes Carlistas, fieles al archiduque, publicaba una nota del secretario general Cora y Lira, señalando que sin contar con la Comunión Católico-Monárquica no “se puede pensar instaurar la monarquía en España”, pues tal intento encontraría “la oposición rotunda y viril de los carlistas, unidos todos, sin diferencias ni distinciones, en la defensa de la causa inmortal”. En tono tranquilizante para los fieles concluía: “Estamos debidamente autorizados para declarar que no ha sido alterada, al menos hasta la fecha, en lo más mínimo la situación que venía existiendo entre el Rey, nuestro Señor, y el Generalísimo Franco”71.
CONTRA VIENTO Y MAREA Como iba siendo ya habitual, el domingo más próximo a la fes"Requetés de Cataluña". Boletín mensual al servicio de España, de su Tradición y de Carlos VIII. Año II, n° 23, Barcelona, octubre, 1948. 71 "¡Volveré!", Madrid, septiembre, 1948. 70
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tividad de San Carlos Borromeo, instituido como Día de la Dinastía, se celebraban una serie de actos de propaganda carloctavista en toda España. El 7 de noviembre de 1948, en Madrid, tras la solemne Misa celebrada a las once de la mañana en San Francisco el Grande, se procedía, además, a la inauguración oficial del nuevo Círculo Carlista, que contaba con tres amplios salones de reuniones. La fachada externa del carloctavismo comenzaba a ser prestigiosa. En 1949 don Carlos realiza un viaje a Galicia, del 31 de agosto al 8 de septiembre, visitando Lugo, Santiago de Compostela, Pontevedra, Vigo y Orense. En el Pazo de Meirás, en esas fechas, se encontraba Franco. Al parecer, Cora y Lira abrigaba la esperanza de un encuentro entre ambos, en el que presumiblemente se concertarían los detalles de la proclamación oficial de don Carlos como sucesor del Jefe del Estado. Incluso se había avanzado la fecha del 12 de octubre para dicho acto. Aunque la entrevista no llegó a celebrarse, es muy posible que el hipotético encuentro no fuera mera elucubración de Cora y Lira. Carlos VIII estaba apurando sus últimos cartuchos. O el pretendiente obtenía un “estatus oficial”, o su oportunidad habría pasado para siempre. Era absolutamente imprescindible una entrevista entre el Jefe del Estado y don Carlos, quien tras casi seis años de residencia en España aún no se había encontrado personalmente con el Caudillo. Para ello, Cora y Lira, sin éxito, utilizó toda su influencia y toda la maquinaría pesada de bulos y rumorología que estaba a su alcance. Los javieristas espetaban que la supuesta entrevista se trataba de una nueva maniobra de Cora y Lira, “para prolongar en lo posible la existencia de su artificial tinglado político” 72. Tinglado, o no, el archiduque Carlos continuaba su batalla pacífica de darse a conocer entre todos los españoles. Las simpatías que su persona provocaba espontaneamente eran auténticas. Carlos VIII, cuando se le conocía, se vendía bien. María Teresa de Borbón Parma, Josep Carles Clemente, Joaquín Cubero Sánchez,"Don Javier, una vida al servicio de la libertad". Prólogo de S.A.R. Carlos Hugo de Borbón Parma. Editorial Plaza & Janés, Barcelona, 1997, pág. 196. 72
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Como retrato histórico del fervor de los partidarios del archiduque, tomemos la reseña de una publicación carloctavista en la que se describe la estancia de don Carlos en Espinosa de los Monteros (Burgos). La fecha, agosto de 1950. Carlos VIII, abandonado ya por su mujer, se desplaza solo, acompañado de sus dos hijas, de nueve y cinco años. Separado, con un divorcio en puerta y sin heredero varón. Ese era el cuadro familiar de don Carlos. Es difícil imaginar qué pensaría el interesado de todo ello. Sus partidarios vivían ausentes a este tema crucial. Creían en una eventual anulación canónica del matrimonio del archiduque y en una posterior boda de éste, para lo cual confiaban en los buenos oficios de las numerosas e influyentes amistades que don Carlos tenía en la alta esfera eclesiástica. Una especie de cuento de la lechera. Ajenos a los problemas de fondo de la candidatura del archiduque, sus leales lo aclamaban sin complejos ni vacilaciones: “Algo más de un mes permaneció Su Majestad con sus Augustas hijas en el pueblo de Espinosa de los Monteros, de la provincia de Burgos, pasando la temporada veraniega. El Rey visitó las villas próximas de Villarcayo y Medina de Pomar, en donde, no sólo fue saludado por nuestros amigos, en ellas tan numerosos, sino que tambien fue cumplimentado por las autoridades.” “Conocida la estancia del Rey en Espinosa, dispusiéronse de las provincias inmediatas a trasladarse buen número de carlistas a Espinosa para expresar a Su Majestad sus sentimientos de adhesión. Enemigo don Carlos de toda clase de exhibiciones, recomendó a nuestras autoridades de dichas provincias, que se limitaran a enviar reducidos grupos de expedicionarios. Cumpliéronlo éstas en la medida de lo posible, y así, de Santander, hubieron de desistir de trasladarse a Espinosa más de un centenar de correligionarios, en su mayoría jóvenes que ya habían contratado varios autocares para subir a la villa burgalesa.” “Pero lo que disminuyó por tal recomendación en número, aumentó en entusiasmo de los asistentes. El grupo santanderino, de más de cincuenta expedicionarios, desbordó su entusiasmo ante la persona de Su Majestad, a quien aclamaron con fervor, sorpren80
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diendo a los veraneantes forasteros, que no podían suponer tanto carloctavismo en aquellas tierras. El Rey, emocionado visiblemente, acompañó con sus hijas al autocar de los santanderinos –en su mayoría jóvenes- hasta el límite de la provincia, siendo despedido en ella con nuevas aclamaciones.” “También de Bilbao subió a Espinosa a cumplimentar al Rey un numeroso grupo de carlistas, con su jefe señorial a la cabeza, señor Bernaola, que departió animadamente con el Señor, hablando de los problemas de todo orden, nacionales e internos de la Comunión.” “Otro día fueron unos entusiastas de la lejana Palencia.” “Pero el acontecimiento más importante de esta índole lo constituyó la visita de los carlistas burgaleses con los supervivientes del Tercio de Requetés de Santa Gadea, con su organizador al frente, el entusiasta y muy leal don Valeriano Loma-Ossorio y Riaño, meritísimo y valeroso, digno de una de las más calificadas condecoraciones que premian el valor militar”. “Más de trescientos carlistas, llegados en camiones, autocares, en el tren y hasta en carruajes del país, entraron en vibrante grupo en la villa, dirigiéndose a la morada del Señor, quien tuvo que salir al balcón para agradecer las entusiastas aclamaciones de aquellos leales.” “La comida en el campo fue honrada con la asistencia de las princesitas Alejandra-Blanca y María Inmaculada, objeto de las atenciones de todos. A la hora del café, una comisión fue a buscar al Rey, quien se presentó ante aquellos carlistas sumamente emocionado, y con ellos compartió más de una hora de conversación y amena tertulia”73. El sencillo, y a veces ingenuo, relato de la estancia de don Carlos en Espinosa de los Monteros pone de manifiesto la creciente adhesión popular en los desplazamientos del archiduque. Un testigo presencial de la estancia de don Carlos en tierras burgalesas me contó la afabilidad con la que atendía a todo el mundo. Especialmente significativas eran las atenciones y muestras de cariño dispensadas a sus pequeñas hijas, que en este viaje lo acompañaban. "Boletín Carlista", año IV, septiembre-octubre 1950, n° 61.
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DON CARLOS Y LA JUVENTUD Don Carlos, consciente de su importancia, dedica cada día una atención más preferente a la juventud. Su lenguaje, aún envuelto en la prosa grandilocuente de la época, es directo. Don Carlos habla de “fueros de libertad y de solidaridad nacional, fueros que son derecho y no merced”(mensaje a los estudiantes carlistas de Navarra de 17 de febrero de 1950). La juventud carloctavista comienza a ser activa en la universidad y en los barrios de las grandes ciudades. Madrid, Barcelona, Oviedo, Sevilla, Bilbao, Valencia…, son escenarios de distribuciones de panfletos y pintadas (“¡Viva Carlos VIII – Único Rey de España!”). Los jóvenes se organizan para la acción y se forman políticamente. Sobre todo en el tema foral. El 17 de junio de 1951, Antonio de Lizarza pronuncia una conferencia ante los jefes carlistas de Navarra, el País Vasco, Logroño y Burgos, rápidamente distribuida entre la juventud carloctavista, que roza la legalidad, por no decir que la contradice abiertamente: “La represión, en forma de convenios económicos suprimidos era injusta con la gran mayoría del pueblo vasco, el resultado no ha podido ser más funesto, y muchos vascos han identificado sus fueros, sus libertades, con las doctrinas separatistas”. El conferenciante defiende una “federación política”, que vaya más allá de la descentralización administrativa, reclamando mediante un pacto con el Estado facultades autonómicas respecto de la legislación civil, administración de justicia, incluidos tribunales propios, enseñanza, etc, porque esta es “la mejor arma contra el separatismo suicida y destructor”, y la “mejor garantía de la unidad española”74. Habría que esperar hasta la llegada de la democracia para ver plasmados en la Constitución de 1978 estos valores. En marzo de 1952, la juventud carloctavista propugna la formación de un Frente Nacional Carlista75, fuera abiertamente de la dis"Exposición de la doctrina foral carlista". Conferencia de don Antonio de Lizarza Iribarren en Vitoria el 17 de junio de 1951. 75 "Manifiesto del Frente Nacional Carlista", de 8 de marzo de 1952. 74
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ciplina de Cora y Lira. Carlos VIII empezaba a ser un símbolo atractivo para un sector de la juventud española, cansada del monocolor paisaje político de la España de aquellos años.
FIGURA INSTITUCIONAL EN LA RESERVA El archiduque cada día era más conocido entre los españoles de todas las edades. El diseño de la “promoción” de don Carlos fue idéntico al que años más tarde se practicaría con el príncipe Juan Carlos, cuando sólo era “sucesor in péctore” a la Jefatura del Estado. Frecuentes eran los viajes por todo el territorio nacional (Castilla, Navarra, Rioja, Mallorca…) en visitas privadas, que siempre terminaban desbordando este ámbito. Tampoco se descuidaron los contactos con el mundo de los negocios (visita a la Feria Internacional de Muestras de Barcelona el 22 de junio de 1951, entrevista con el presidente del INI, Juan Antonio Suances, el 15 de enero de 1953…). Los contactos con el mundo socio-laboral (visita a la factoría de la empresa pública ENASA el 17 de enero de 1953…), y con el mundo político (encuentros con jerarquías diversas del Movimiento, autoridades de la Administración Pública y representantes de asociaciones diversas…), también fueron frecuentes. Todo ello hacía de don Carlos una figura institucional en la reserva. La prensa se encargaba de divulgar estas noticias, de las que también se hacía eco el informativo cinematográfico oficial NODO. Sus apariciones en la prensa fueron, a veces, espectaculares. El 14 de junio de 1951 don Carlos hizo en Barcelona unas extensas declaraciones a Wilfred May, enviado especial del “New York Times”, que fueron ampliamente divulgadas en la prensa nacional. El archiduque achaca al duro aislamiento internacional el rígido intervencionismo económico que padecía España, abordando con soltura diferentes temas sobre política económica, agrícola y social. Todas las actividades del archiduque eran rápidamente divulgadas. “La Hoja del Lunes”, de Barcelona (26, noviembre, 1951), informaba, con foto incluida, que el archiduque Carlos había votado 83
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en las elecciones municipales en el colegio electoral de la calle Fugarolas. Cualquier ocasión era buena para darle a conocer y mostrar su “estatus” privilegiado.
LAS PRIMERAS INQUIETUDES Pero, pese a la promoción pública del archiduque, sus partidarios sufrían una cierta frustración y desencanto viendo cómo pasaban los meses…y los años… y ninguna decisión oficial se adoptaba en el orden sucesorio. Algunos seguidores del archiduque comenzaban a impacientarse pidiendo una mayor confrontación. El partido comienza a escapársele de las manos a Cora y Lira, situado siempre en los aledaños del poder. Ya en 1950, habían aparecido en Barcelona unas Juntas de Ofensivas de Agitación Carloctavista, que se declararon independientes de la jefatura oficial y que tenían como finalidad el crear un nuevo partido, el Movimiento de Agitación Social Católico Monárquica. Posiblemente, hubiera sido la semilla que podría haber revitalizado de cara al futuro la candidatura del archiduque, atrapada en la estrategia franquista de Cora y Lira, quien seguía apoyando al Caudillo, aunque, ante la evolución de los acontecimientos, distanciándose de la Falange. A toro pasado, en carta dirigida el 2 de mayo de 1950 a José María Comín Sagüés, Cora restaba importancia a los contactos de primera hora con los dirigentes falangistas del partido único. Cora explicaba que el plan de Franco de atraerse a don Carlos fue concebido “en falangista” por Arrese, quien intentaría una aproximación de la Falange hacia la fórmula monárquica. Para sacar adelante este plan, “al parecer -según Cora- el ministro de la Gobernación recibía instrucciones reservadas de Franco que neutralizaban la voluntad contraria del conjunto falangista”. “Los intentos de Arrese de atraerse a don Carlos con halagos –añadía- fueron rechazados por mí, con la aprobación del Señor”. Más adelante insistía: “La Falan84
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ge nos ofrecía ayuda económica, que rechazamos a pesar de que carecíamos de todo tipo de recursos”. Para concluir, afirmaba que el carlismo representaba la alternativa a la Falange, constituyendo una oposición “constructiva y serena, que nos permite sustituir a aquel partido en la gobernación del Estado sin claudicar de ninguno de nuestros principios y de nuestras lealtades”. Estaba claro, para Cora “los coqueteos” con la Falange habían sido obra de Arrese. El carloctavismo, aunque tarde, comenzaba a entender que su triunfo jamás llegaría de manos de este grupo político.
PROMOCIÓN
INTERNACIONAL
Los partidarios de don Carlos también se preocuparon de su promoción internacional. A través del joven Lizarza Inda, que cursó parte de sus estudios en el Reino Unido, se enlaza con hispanistas británicos, como Roy Campbell, Rob Lyle y Hamish Fraser, que ayudan a divulgar a través de la prensa la figura de Carlos VIII. El “Catholic Herald”, de 12 de enero de 1951, publicó un artículo que causó cierto revuelo en los medios informativos: “Inglaterra apoya a don Juan. España desea un Carlista”. La asociación “Royalist International”, que desde Nueva Zelanda dirigía C.C. Bagnall, fue una leal aliada del carloctavismo en el plano internacional. En 1952 aparecen nuevos artículos favorables a Carlos VIII en la prensa británica (“The Christian Democrat”, “Scothish Catholic Herald”…), e incluso se publica un librito en inglés, “The destiny of Spain”, escrito al alimón por Rob Lyle y Francisco Javier de Lizarza, que explica qué es el carlismo, qué quieren los carlistas y las posibilidades del triunfo de su causa en España. A los pocos meses aparece el folleto “The future of Spain”, explicando para el mundo anglosajón la doctrina y principios carlistas. Todo ello desde el punto de vista carloctavista, como es de suponer. Carlos VIII, agradecido por estos apoyos, nombró caballeros de la Legitimidad Proscrita a Bagnall, Lyle y Fraser. 85
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LA ENTREVISTA CON FRANCO Ante la presión de Cora y Lira, a quien le urgía presentar resultados ante sus correligionarios, finalmente tuvo lugar el 1 de junio de 1952 la ansiada entrevista entre don Carlos y el Caudillo. El acto se celebró en el palacio de Pedralbes, residencia habitual de Franco en sus desplazamientos a Barcelona. La Ciudad Condal acogía por aquellas fechas (29 de mayo al 1 de junio) la celebración del Congreso Eucarístico Internacional, en el que el archiduque Carlos estaba participando de forma muy relevante. Situado en la presidencia de los actos oficiales, unas veces se encontraba inmediatamente después de los ministros del Gobierno, otras a la derecha del Alcalde de la ciudad, y otras a la derecha del cardenal Legado del Papa. Franco y el archiduque departieron, a solas, durante algo más de una hora, sin que haya trascendido una versión realista de lo que hablaron. Hora y pico de entrevista rebasaba, con creces, el tiempo de un mero encuentro protocolario, y da mucho de sí para hablar únicamente de generalidades. Rastreando entre la abundante correspondencia intercambiada entre Carlos VIII y Jaime del Burgo, encontramos una referencia directa a esta entrevista en la carta que el archiduque dirigió al dirigente navarro el 25 de agosto de 1952, desde la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros. Ante una eventual crisis ministerial, que afectaría a las carteras de Asuntos Exteriores, Trabajo y Gobernación, don Carlos comenta que “sería interesante tuviéramos por primera vez a alguien nuestro que ocupara uno de estos cargos”, añadiendo que según su impresión, “recogida durante mi entrevista con Franco, sería posible lograrlo, pero hemos de demostrar disponer de personas preparadas y conocidas”. El encuentro entre ambas personalidades tuvo, como se ve, sustancia política y el archiduque no se limitó sólo a los consabidos “fuegos artificiales”. En el transcurso de la entrevista, don Carlos hizo entrega a 86
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Franco del collar de la Orden de San Carlos Borromeo, máxima condecoración que él discernía, y que aquel aceptó encantado. Es de suponer, como no podía ser menos, que Franco estaría informado con pelos y señales de las intenciones del pretendiente. Este tipo de asunto, aparentemente baladí, no lo era tal para Franco. En un tema similar se estrellaría en plancha don Juan, cuando por carta de 27 de septiembre de 1961 le ofreció al Jefe del Estado el Toisón de Oro al cumplirse los 25 años de su acceso al poder. El conde de Barcelona, de forma melosa y lisonjera, le manifestaba su ilusión porque “el primer español a quien otorgara el Toisón” fuese el Generalísimo Franco, “por ser este honor el único que hoy en día está en mi mano ofrecer a V.E (…) siendo la expresión del reconocimiento por parte de la Dinastía de los altos servicios prestados a España a lo largo de toda su vida de soldado y hombre público…”76. Ante un envoltorio como este, ¿se atrevería Franco a rechazar el “obsequio”? Se atrevió. De don Juan, nada. Eso sí, lo rechazó de forma muy diplomática. En carta fechada el 31 de octubre siguiente, Franco rehusa el Toisón “que por distintas razones estimo no es conveniente aceptar”. No obstante, le agradece su gesto por lo que ello significa de estima hacia “mis servicios a la Nación, y a la causa de la Monarquía”, sugeriéndole, finalmente, se ilustre sobre el tema y pida “información histórica sobre la materia”. Franco consideraba que el Toisón era una Orden estatal y no dinástica, no pudiendo, en consecuencia, ser discernida por don Juan. Entrevistarse con Franco y entregarle una condecoración era algo aventurado, y se corría el riesgo del desaire. Con certeza, Cora y Lira, que en esto de la entrevista se apuntó un buen tanto, se habría asesorado previamente entre sus amistades colocadas en El Pardo sobre la conveniencia de ofrecer al Caudillo una condecoración. La Orden de San Carlos Borromeo, ofrecida por el modesto Carlos VIII, no supuso ningún problema para su aceptación por el Jefe del Estado. Rafael Borrás Betriu, "El Rey de los rojos, don Juan de Borbón, una figura tergiversada". Ediciones Ronda, Barcelona, 1996, págs. 205-207. 76
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La publicación “¡Volveré!”, informaba, falta de noticias más concretas, que la entrevista entre Franco y don Carlos estaba “inspirada en naturales deseos de conocimiento personal”, subrayando que la misma “les permitió cambiar impresiones acerca de problemas del mayor interés y de palpitante actualidad”77, lo cual era como no decir nada. Con esta entrevista Franco se esforzaba en aparentar cara al exterior sus buenas relaciones con el tradicionalismo, menospreciando a los javieristas que sólo dos días antes, aprovechando su presencia en el Congreso Eucarístico, habían reconocido al regente don Javier como titular de la dinastía carlista y legítimo sucesor de don Alfonso Carlos. En la misma ciudad, Franco en tan sólo cuarenta y ocho horas se las ingenió para devolverles la patada. La entrevista entre Franco y el archiduque, pese a la notoriedad del marco en el que tuvo lugar, ha sido objeto de numerosas e inexplicables confusiones78. Autores tan documentados como José Luis Vila San Juan y Juan Balansó sitúan el encuentro, sin más precisiones, en 1951, al igual que José María Montells. En cambio, Josep Carles Clemente facilita el año correcto (1952), pero errando el día y el mes (25 de julio). Tras la entrevista con Franco y su asistencia a la clausura del Congreso Eucarístico, don Carlos, eufórico, y motivos no le faltaban, ofreció una cena en el Gran Hotel Arycasa, que se acababa de inaugurar, a los representantes de la Comunión carloctavista de las distintas regiones que habían asistido al evento de Barcelona. La minuta, en elegante tarjeta a cuyo frente aparecía la corona real y la letra “C” bajo aquella, era propia de la ocasión: “Aperitivos – Crema de Aranjuez – Lubina al vapor – Extrísimo Bach – Pollo Arycasa – Codorniú semiseco – Bizcocho helado Bella Elena – Tarta imperial – Café – Licores”. Don Carlos rodeado de la plana mayor de sus leales, tras el enorme protagonismo que acababa de tener, culminado con la entrevista de profundo calado político con el Caudillo, debió “¡Volveré!”, Madrid, n° 80, pág. 3. José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona, 1993, pág. 228. Juan Balansó, “Las perlas de la Corona”. Editorial Plaza § Janés, Barcelona, 1997, pág. 208. 77 78
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acariciar mientras cenaba la idea de un sueño. Un sueño, a aquellas alturas, ya imposible.
UN FINAL DRAMÁTICO El 1953, año del fallecimiento inopinado de don Carlos, se presentaba, aparentemente, prometedor para el carloctavismo, a pesar de que sus verdaderas posibilidades se habían esfumado. El eco es, a veces, tan intenso, que nos hace creer en una realidad ya concluida. En junio de este año, los días 14,15,16 y 17, los carloctavistas celebran en Madrid su III Congreso Social, donde se discuten a fondo temas tales como la reforma de los seguros sociales, la organización del trabajo, la sustitución de la organización sindical, la concentración parcelaria, o la política de la vivienda. La repercusión en la prensa de este acto fue grande. Radio Nacional de España en su emisión de máxima audiencia, “Última hora de la actualidad,” entrevista a Cora y Lira. Nada hacía pensar que, en breve plazo, todo habría concluido. La Fiesta de la Dinastía de 1953, celebrada el domingo 8 de noviembre, tuvo, si cabe, mayor realce que otros años, habiéndose organizado actos en numerosas capitales y ciudades. En Madrid tuvo lugar una Misa en el templo de las Descalzas Reales, abarrotado de entusiastas y esperanzados seguidores de don Carlos. La conmoción que sufrirían sólo escasas semanas después, sería brutal. Dias antes de su fallecimiento, seguía manifestando que sus relaciones con el Caudillo eran “cordialísimas”, aunque de sus contactos con el mismo, “por razones de elemental delicadeza”, no debía facilitar “la menor referencia”79. En la tarde noche del 24 de diciembre de 1953 dejaba repentinamente de existir, en su domicilio de la calle Balmes de Barcelona, Carlos VIII. En qué medida el archiduque y sus partidarios hubieran influiCarta de don Carlos, de 15 de diciembre de 1953, a Francisco Javier de Lizarza Inda. Fotocopia en el archivo del autor. 79
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do en los futuros acontecimientos políticos de la vida del país, eso ya nunca lo sabremos. El destino dejaba inconclusa, y en el limbo de la historia, una aventura política que tuvo ribetes de realidad.
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LA
PROPUESTA POLÍTICA:
NECESIDAD
DE UN PROGRAMA
POLÍTICO
Don Carlos en su primer manifiesto de 29 de junio de 1943, escuálido y sin sustancia, juró mantener los “principios y programas de gobierno” de sus antecesores, suscribiendo “cuanto aquellos proclamaron y defendieron con insuperable tesón sacrificándolo todo”. En dicho manifiesto no hay ninguna referencia precisa a la organización política de España tras el desastre de la guerra civil. Decir que mantenía los principios y programas de gobierno de los reyes carlistas y no decir absolutamente nada era, para el hombre de la calle, para el español de a pie, una misma cosa. Una vez terminada la segunda guerra mundial con el triunfo de las potencias aliadas, la Europa democrática entraba en una fase de reconstrucción, no sólo física, sino también ideológica y moral. El ideario de todo grupo político tenía que ser actualizado. ¿Cual era el ideario político del carloctavismo?, porque las arengas sobre la legitimidad dinástica vendrían muy bien para inflamar sentimientos y corazones en mítines y asambleas de consumo interno, pero resultaban totalmente inoperantes si se quería ser permeable por los pasillos de los ministerios, los consejos de administración, las fábricas…, y las sacristías, cuyo poder en aquellos años no podía desdeñarse.
LA JUVENTUD PRESENTA UN PROGRAMA PARA GOBERNAR Tampoco este aspecto, el realizar una propuesta política concreta, fue obviado en la campaña del archiduque. Una vez más, sería la juventud quien se encargó de “taponar” vías de agua en la causa y preparó un documento, ampliamente difundido, en el que de forma estructurada se establece el ideario político del carloctavismo. Este documento, elaborado bajo la responsabilidad de la Jefatura Provincial de las Juventudes Carlistas de Madrid, se titulaba 91
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“El carlismo no quiere ni una Monarquía absoluta, ni una Monarquía liberal, ni un Estado totalitario, ni un Estado policíaco”80. Aunque largo, el título tenía la virtualidad de clarificar posiciones desde el inicio. No era una oferta ideológica anquilosada y esclerótica la que se presentaba por los jóvenes carloctavistas. Con anterioridad habían visto la luz esporádicos documentos ideológicos (“Síntesis del programa de la Comunión Carlista” en 1943, “Monarquía Social”, en 1946), que no tenían ni la altura ni la profundidad del que ahora presentan. La exposición doctrinal estaba dividida en ocho puntos : - Sociedad, Estado y Nación. - Monarquía. - Las Cortes. - El Gobierno. - Relaciones Iglesia-Estado. - La cuestión regional. - La cuestión social. - Los derechos personales. La verdad es que era un documento bien elaborado, en el que no se rehuía ningún tema, algunos de ellos polémicos. Analizando este texto, desaparecen los prejuicios de cavernícolas y simples acólitos del franquismo, con que algunos etiquetaban, sin más, a Carlos VIII y sus seguidores. El primer punto del documento, comenzando por la base y los cimientos de la organización política, trata de « Sociedad, Estado y Nación ». «El Estado –dice el documento- es una entidad colectiva, formada por la persona física o moral, en quien la soberanía reside, y por los delegados suyos, que desempeñan aquellas superiores funciones políticas que el soberano no puede ejercer ni retener ». La Nación es una sociedad completa, pública y autónoma, que se com“El carlismo no quiere ni una Monarquía absoluta, ni una Monarquía liberal, ni un Estado totalitario, ni un Estado policíaco”. Ediciones Juventudes Carlistas, Madrid, julio, 1948, 19 págs. 80
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pone de otras varias sociedades menores, públicas o privadas, a las que se viene llamando sociedad civil. Toda sociedad debe tener capacidad de autogobierno, con las funciones que esto implica de darse la ley (función legislativa) y de hacerla efectiva (función ejecutiva). Esto es lo que el documento llama « autarquía », es decir el derecho al autogobierno que tiene toda sociedad, incluida la sociedad familiar, que debe estar a salvo de las injerencias del Estado, al igual que las sociedades incompletas, a las que éste no deberá trazarles una legislación preceptiva, sino, cuanto más, supletoria. La más preciada conquista del progreso social, se dice, consistiría en que el Estado hiciera cada vez menos y la sociedad , por el conducto de sus diferentes órganos, hiciera cada vez más, tanto en la esfera privada como en la pública. El punto segundo está dedicado a la Monarquía, concepto clave en el carlismo, por cuanto éste siempre ha reclamado una identidad propia y específica de esta institución, absolutamente diferenciada de la noción « liberal ». La autoridad nacional, afirman los jóvenes seguidores de Carlos VIII, no es distinta por naturaleza, fines y funciones de cualquier otra autoridad. Se diferencia de las demás autoridades por la soberanía. La legitimidad de cualquier institución es su conformidad a la ley en toda la extensión de la palabra, y, por tanto, a la ley divina, natural y positiva, y a la ley humana, ya sea consuetudinaria o escrita. Aunque etimológicamente sean términos equivalentes « legitimidad y legalidad », los carloctavistas prefieren el primero, pues el término « legalidad » suele tomarse por puro « legalismo pragmático privado del espíritu de justicia y hasta divorciado y enemigo de ella ». Entre legitimidad y revolución no hay incompatibilidad cuando la revolución sea justa, pero sí es incompatible la legitimidad y los principios de la Revolución francesa, en la medida en que ésta profesó un concepto naturalista y ateista del derecho. Respecto a la idea de soberanía, se sostiene en el documento que el gobierno no debe ser patrimonio de ninguna clase. La monarquía y la república son igualmente legítimas, en cuanto una y otra son capaces para la soberana ordenación de la sociedad. No obstante, los 93
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redactores del ideario carloctavista reconocen la superioridad de la monarquía en la medida en que ésta es más independiente (soberana), no depende de ninguna clase (« el rey no pertenece a ninguna y está sobre todas », mientras que la república ofrece serias tentaciones de gobernar oligárquicamente, ya sea en beneficio del proletariado o de la burguesía), es más popular, e incluso un freno a la corrupción («menor necesidad de hacer el mal, puesto que el monarca tiene cuanto puede ansiar una ambición»). El punto tercero está dedicado al legislativo, es decir a las Cortes, máximo órgano de representación de la nación. La función legislativa del Estado, comienza en este punto el documento, aunque corresponde al soberano, dada la complejidad e incapacidad física y moral para realizar dicha función por sí mismo, queda confiada en exclusiva al organismo representativo (cortes, parlamento, etc), reservándose el monarca la sanción de la ley. La facultad de disolver las cortes, o interrumpir indefinidamente la vida de las mismas, « debe depender exclusivamente de la ley y no del arbitrio del Jefe del Estado », pues de lo contrario se traslada de hecho a éste un absoluto poder negativo de la función legisladora y de la capacidad para autoregularse de la nación, « haciéndose imposible legítimamente el gobierno por supresión de una de sus funciones, a no ser que dictatorialmente se la arrogase ». Las cortes serán, también, competentes para el estableciemiento de contribuciones e impuestos, y, sobre todo, para la fiscalización del ejecutivo. Los representantes en cortes, llámense diputados, procuradores, personeros, etc, deben ser elegidos líbremente por los diversos organismos que constituyen la nación. El cuarto punto del ideario carloctavista analiza el Gobierno, o poder ejecutivo del Estado. «En nuestro sistema político –se dice- el rey reina y gobierna ». El órgano de la función ejecutiva o de gobierno en sentido estricto son la persona soberana y « toda la jerarquía de funcionarios que en el centro o en la periferia desempeñan los oficios esenciales o tutelares del Estado». Se proclama, igualmente, la independencia de la magistratura, que no debe depender en absoluto del arbitrio del eje94
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cutivo, tanto en el ejercicio de su función como en el nombramiento y promoción de sus miembros. Como no hay prestigio e independencia suficiente en el orden social sin una adecuada retribución económica, la magistratura « ha de estar espléndidamente retribuida y rodeada del máximo prestigio social y sujeta a muy estrechas responsabilidades ». Una magistratura así constituida es un instrumento de moderación eficaz « de los abusos del poder soberano ». En el quinto punto se trata las siempre complejas y difíciles relaciones entre la Iglesia y el Estado. El proyecto carloctavista se manifiesta, como no podía ser menos, por la confesionalidad católica del Estado. La Iglesia y el Estado son dos sociedades supremas, perfectas e independientes, pero se reconoce la supremacía de la primera por la misión sobrenatural que tiene encomendada. No obstante esta inferioridad, « el Estado tradicionalista mantendrá su independencia respecto de aquellas materias que caen exclusivamente bajo la competencia del Estado ». El Estado ampara la libertad y derechos de la Iglesia y atenderá el mantenimiento del culto, del sacerdocio y demás necesidades materiales de la misma, « procurando llegar a la independencia económica de ésta respecto al presupuesto del Estado », a fin de que la Iglesia tenga los recursos suficientes « y pueda quedar separada totalmente de los avatares del gobierno y la política ». El punto sexto del ideario se refiere a la cuestión regional, tema que incluye los tan traídos y llevados fueros. La capacidad de autogobernarse la región (« autarquía » en la terminología de los redactores del documento político), fluye de la ordenación propia y soberana que corresponde a la sociedad misma, « en virtud de la habitual posesión y uso de todas las razonables libertades », pues la región es una colectividad pública natural consolidada por la historia, « cuya personalidad no se ha borrado dentro de la nacionalidad y el Estado comunes ». La autoridad regional ha de desempeñar en el círculo de las personas inferiores, provincia, concejo, familia, sociedades incompletas e individuos, « tanto las funciones del Estado regional como las tutelares o históricas ». El respeto a la personalidad regional supone y exige el respeto al 95
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dialecto o a la lengua que suelen tener las regiones. El punto séptimo del proyecto político de Carlos VIII desarrolla la cuestión social, y es el más extenso de todos, tocando temas tan candentes como la propiedad, el contenido del contrato de trabajo, las clases sociales y los gremios. El concepto de propiedad está basado en el concepto de Santo Tomás (« no debe tener el hombre las cosas exteriores como propias, sino como comunes, de modo que cada cual las comunique en caso de necesidad de los otros »). Es un derecho « limitado no sólo por el dominio eminente de la Nación, sino por los múltiples deberes impuestos por Dios al dueño, y que corresponden a otros tantos derechos de distintas personas respecto de la propiedad ajena ». Estos derechos no están basados en el mero « ejercicio de la misericordia », sino que son exigibles en base a la justicia (commutativa, distributiva, o legal). Las relaciones económicas deben ser gobernadas por la moral y el derecho, debiendo el Estado desempeñar un papel en la economía social, pública y privada, que vaya más allá del simple reconocimiento y garantía de la libertad de iniciativa y acción. En cuanto al contenido del contrato de trabajo, se manifiesta que el salario debe ser justo, familiar y suficiente, propugnándose la participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa. Se defiende, igualmente, una mejora de la legislación social y laboral, que otorgue más protección a los trabajadores, facilite el acceso a la propiedad, posibilite la realización de estudios superiores, perfeccione y simplifique la legislación sobre seguros sociales, y realice una mejor distribución de la riqueza. Acto seguido, los carloctavistas analizan el concepto de clase social. « Nuestra política profesa un concepto rectamente democrático derivado del divino principio de la fraternidad verdadera, pues aspira a consagrar en teoría y traducir en las leyes y costumbres el reconocimiento de la igualdad de origen, naturaleza y destino ». Esto trae consigo el libre acceso a todo empleo público o cargo político y una absoluta movilidad social, basada en la aptitud personal que permita la promoción a los más elevados puestos de responsa96
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bilidad social. « Las riquezas y títulos nobiliarios no pueden consistir en una heredada patente de holganza, disipación, envanecimiento y futilidades ». En lo referente al gremio (noción carlista del sindicato), manifiesta el documento que ha surgido como espontánea manifestación de los trabajadores en una misma o semejante industria, resultado de las dificultades e injusticias compartidas. Se defiende que en vez de destruir la institución gremial, debería haberse perfeccionado, depurándola « de las imperfecciones históricas incompatibles con el ejercicio personal de cualquiera de las industrias », que deben quedar fuera de « las injerencias absolutistas del poder central o local ». Por último, el punto octavo del ideario trata un tema tan sensible, en aquellos momentos, como los derechos personales. Se propugna la idea de que los derechos personales e individuales no son ilimitados y absolutos, pues la libertad humana debe armonizarse con las libertades de los demás y en total respeto con la « ley divina ». El derecho a la libertad de conciencia y a la libre emisión de pensamiento es un derecho y un deber inherente a la naturaleza racional y social del hombre. Por ello, « la libertad de hablar, escribir y, en general, de manifestar por cualquier signo exterior y sensible los actos y estados del alma es un derecho que debe ser reconocido para todas las personas y gozar de la inmunidad y garantías correspondientes ». De ahí que « la censura y la intervención absoluta del Estado en la prensa suelen ejercerse con frecuencia en pro de los intereses del equipo gobernante, más bien que en beneficio de los intereses generales del Estado y del país ». No exentos de un cierto coraje, los redactores del proyecto político defienden libertad y responsabilidad a la hora de ejercer este derecho de la libre emisión de pensamiento, rechazando « el intervencionismo exagerado y continuamente creciente del Estado moderno en las actividades individuales, pues su intervención debe limitarse a la defensa del bien común, que sólo en circunstancias excepcionales exigirá que la actividad de las personas individuales sea objeto de las exageradas intromisiones del Estado que hoy son normales y corrientes ». 97
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NO ERA UN MAL GUIÓN A través del análisis del anterior documento y con la perspectiva histórica de aquellos años, no son justas las descalificaciones propinadas al carloctavismo. Antes bien, bastantes de las ideas contenidas en el documento doctrinal eran muy avanzadas para la España de entonces: la independencia del poder judicial, la independencia económica de la Iglesia respecto del Estado, el concepto de región como un « Estado regional », la noción restringida de propiedad limitada por su función social, la idea de justicia social, la participación de los trabajadores en los beneficios de las empresas, el derecho a la libertad de conciencia y pensamiento… Decididamente, no era un mal guión el presentado por los jóvenes carloctavistas.
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CARLOS VIII Y LOS TÍTULOS DE NOBLEZA: LOS TÍTULOS DE NOBLEZA COMO FUNCIÓN REAL
En su actividad como pretendiente al trono de España, Carlos VIII no olvidó el ejercicio de una función real por naturaleza: la concesión de honores y distinciones, una de las pocas prerrogativas que no han perdido los monarcas en el estado moderno. Es esta una actividad, si se quiere, meramente anecdótica, pero que siempre ha sido ejercida por los aspirantes a ocupar un trono. Humberto de Saboya, el efímero rey de mayo, seguía, una vez depuesto en 1945, otorgando honores desde su exilio portugués de Cascais a semejanza de otras cabezas “descoronadas”. Los reyes carlistas habían concedido títulos, grandezas y otras distinciones, como forma de recompensar los abnegados servicios de sus partidarios. El fundador de la dinastía, Carlos Maria Isidro, concedió 69 títulos, Carlos VI, conde de Montemolín, otorgó 5 escasas distinciones nobiliarias, mientras que su hermano, el polémico y original Juan III, concedió una sóla. El abuelo del archiduque Carlos, el barbudo Carlos VII, concedió 102 títulos. Don Jaime, que se sepa, se limitó a confirmar la sucesión en los títulos otorgados por sus antepasados y a otorgar la Orden de la Legitimidad Proscrita. Finalmente, don Alfonso Carlos concedió el uso de un escudo de armas, la Orden de la Legitimidad Proscrita y la Orden de Isabel la Católica. El Caudillo, por su parte, por ley de 4 de mayo de 1948, restablece, en materia nobiliaria, la legalidad vigente con anterioridad al 14 de abril de 1931. En el artículo segundo de esta ley se reconoce el derecho “de ostentar y usar las grandezas y títulos del Reino concedidos por los Monarcas de la Rama Tradicionalista”, regulando el correspondiente procedimiento administrativo para la autorización de los mismos. En su exposición de motivos se reseñaba que, “como lógica consecuencia de la Cruzada”, era “justo reconocer también la confirmación de los títulos llamados carlistas, como signo de hermandad entre aquellos que derramaron su sangre en defensa del ideal común y de reconquista de la Patria”. 99
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Uno de los títulos, reconocido al amparo de esta legislación, fue el vizcondado de Barrionuevo, concedido en 1891 por Carlos VII a don José María Barrionuevo y Soto ( “por los méritos adquiridos como Administrador de la Real Intendencia”), bisabuelo del ex ministro del Interior y de Transportes y Comunicaciones, José Barrionuevo Peña. Fue el padre del ex ministro quien obtendría, en 1982, la rehabilitación del título, que ostenta desde 1992 la hermana del político socialista, Matilde Barrionuevo Peña81. Carlos VIII, una vez iniciada su pretensión oficial al trono, decidió que, también en esto, seguiría la conducta de sus antepasados y, en consecuencia, otorgaría gracias y distinciones entre sus partidarios. En este sentido, se puede recordar que don Juan y don Javier adoptaron decisiones similares. Don Juan de Borbón concedió en seis ocasiones el Toison de Oro ( a su hijo Juan Carlos en 1941, a Balduino de Bélgica en 1960, a Pablo de Grecia en 1962, y al duque Roberto de Parma, Carlos de Borbón Dos Sicilias y Constantino de Grecia, en 1964). Por su parte, don Javier de Borbón Parma tampoco se apartaría de esta práctica, procediendo a la entrega de honores y recompensas. El 5 de mayo de 1963 concede la Gran Cruz de la Legitimidad Proscrita a su esposa Magdalena, que presidía ese año la manifestación de Montejurra, y el grado de Oficial a José María Valiente y a Manuel Fal Conde, a los que ya había hecho caballeros junto a José Luis Zamanillo en 1956. A Fal Conde le conceDon José María de Barrionuevo y Soto había nacido en el año 1854, en el seno de una modesta familia, en Berja (Almería). Con 18 años atraviesa a pie toda España (900 kilómetros) y se une al ejército de Carlos VII en Oñate. Herido varias veces en campaña, alcanzó el grado de comandante. Nombrado Administrador de la Real Intendencia, alcanza muy joven el grado de Intendente. Hecho prisionero por los liberales en el castillo de Figueras, logró evadirse, reincorporándose a los ejércitos de don Carlos hasta la terminación de la campaña. Tras la derrota carlista, se expatrió para acompañar a don Carlos y doña Margarita en el destierro. Vuelto a España al cabo de unos años, se retiró a su pueblo donde vivió hasta su muerte acaecida el 14 de diciembre de 1908 (¡Volveré!”, año II, n° 12, Madrid, 10 de febrero de 1949). 81
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dería, también, el título nobiliario de duque de Quintillo en una concentración carlista celebrada el 8 de diciembre de 1967 en Fátima, Portugal. Este sería el único título otorgado por don Javier, fuera del círculo de su propia familia (condesa de Soria a María Teresa, condesa de Poblet a Cecilia, condesa del Castillo de la Mota a María de las Nieves, ducados de Madrid y de San Jaime a Carlos Hugo, duque de Aranjuez a Sixto, reservándose para él mismo los condados de Molina y Mercoeur).
HONORES Y DISTINCIONES DEL ARCHIDUQUE CARLOS El archiduque Carlos, como se ha dicho, se lanzó al discernimiento graciable de distinciones honoríficas. A Franco le otorgó, y entregó personalmente en 1952, como ya se ha recogido en otro lugar, el Collar de la Orden de San Carlos Borromeo, que él mismo había fundado mediante “Real Decreto dado en la Capilla Real de Viareggio el 29 de marzo de 1937”82. Al cardenal Legado del Papa para el Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, monseñor Tedeschini, le concedió la Gran Cruz de esta misma condecoración, y a su director espiritual, monseñor Pedro Lisbona, Camarero secreto de Su Santidad, lo nombró Comendador con placa. Diversos títulos de comendadores (don Alfredo Domenech, don Ramón Puig…), y de caballeros de esta orden fueron distribuidos generosamente por don Carlos entre sus partidarios. Por “Real Decreto” de 30 de mayo de 1944, dado en Andorra, también había creado la “Medalla de Carlos VIII” para premiar “la antigüedad y constancia en la defensa de Mis Derechos y de Mi Causa”, que, en la práctica, fue escasamente discernida. 82 Manuel de Santa Cruz sostiene que no parece verosímil que tal fecha sea auténtica. O se trata de una errata de imprenta, o bien es un ardid para demostrar el ejercicio de la “realeza” por el archiduque Carlos ya nada menos que en 1937. “Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español 19391966”, Madrid, tomo 6, pág. 147.
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En cuanto a títulos de nobleza, el archiduque otorgó catorce 83. En 1944 concedió tres condados, un marquesado y un señorío: - Señor de Mesperuza, a don Julio de Atienza y Navajas, Barón de Cobos de Belchite, el 4 de diciembre. - Marqués de Arana, a don Teodoro de Arana y Beraustegui, el 31 de diciembre. - Conde de Cora y Lira, al General Auditor de la Armada y Secretario General de su Casa, don Jesús de Cora y Lira, el 31 de diciembre. - Conde de Vallserena de los Vallescar, a don Pedro de Vallescar y Pallí, el 31 de diciembre. - Conde de Villa Roma, a don Juan María Roma Comamala, el 31 de diciembre. En 1945 concedió sólo dos condados: - Condesa de Muruzabal, a doña María Dolores Pérez de Rada y Gorósabel de Doussinague, el 16 de febrero. - Conde de Santa María de Galiana, a don Ramón José Maldonado y Cocat, el 10 de marzo. En 1946 no concedió ningún título, y sólo uno en 1947: - Vizconde de Hervás, a don José María Bartres y Hervás, el 2 de diciembre. Vicente de Cadenas y Vicent, “Títulos del Reino concedidos por los Monarcas Carlistas”. Ediciones Hidalguía, Madrid, 1956, págs. 155-159. José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”. Colegio Heráldico de España y de las Indias, Madrid, 1995, págs. 75-78. Montells es el único que reseña los títulos que, según él, don Carlos discernió a partir de 1949 (marqués de Lara del Rey, conde de Riaño, condesa de la Torre de Bona, conde de Torre Ranero, conde de Torre Gassió y conde de Campoo). Ninguna referencia a los mismos podemos encontrar en la obra del siempre meticuloso Vicente de Cadenas. Francisco Javier de Lizarza Inda duda que realmente estos títulos fuesen otorgados por el archiduque Carlos, de los que Montells no ha aportado prueba alguna. Montserrat Subirachs, viuda de Ramón Gassió, uno de los supuestos agraciados, no tiene ninguna noticia al respecto y ríe a carcajadas cuando se le pregunta sobre el tema. Es muy posible que don Carlos, una vez restablecida la legislación nobiliaria por Franco en 1948, se abstuviese por respeto al Caudillo de conceder títulos de nobleza de forma pública, limitándose a discernir a sus próximos algunas titulaciones de forma privada y sin solemnidad. 83
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En 1948 no concedió distinciones nobiliarias, y en 1949 otorgó tres condados y un marquesado: - Marqués de Lara del Rey, a don Luis de Alburquerque Bourbon de Sousa Lara, el 6 de enero. - Conde de Riaño, a don Valeriano Loma Ossorio y Riaño, el 6 de enero. - Condesa de la Torre de Bona, a doña Elisa Bona Garrido, el 6 de enero. - Conde de Torre Ranero, a don José Ranero y García, Capellán de Honor y su representante personal en la provincia de Santander, el 6 de enero. En 1950 no hubo concesiones, y en 1951, último año en que el archiduque otorgaría distinciones nobiliarias, concedió dos condados: - Conde de Torre Gassió, a don Ramón Gassió y Bosch, el 3 de enero. - Conde de Campoo, a don Conrado García Díez, el 6 de enero. Como es lógico suponer, ninguno de estos títulos fueron autorizados para su uso legal en España. La legislación de 1948 era evidente que contemplaba el caso de los títulos históricos, aunque la historia fuese reciente, pero no los de nueva creación, otorgados ya bajo la implantación del régimen franquista.
UN ACTO GRACIABLE RECONOCIDO POR FRANCO Lo que resulta sorprendente es que otro acto similar de Carlos VIII sí fuera homologado legalmente. Además de restablecer la legislación nobiliaria, Franco había reorganizado, por un decreto de 13 de abril de 1951, el “Cuerpo de Reyes de Armas”, que pasaba a denominarse “Cronistas de Armas”. A éstos compete la expedición de certificaciones de nobleza, genealogía y escudos de armas, que deberán obtener el visado del Ministerio de Justicia. 103
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El decreto de reorganización establecía, en su artículo primero, que el título de “Cronista de Armas” se obtendría previo exámen de aptitud entre licenciados en Derecho o Filosofía y Letras, y una disposición transitoria daba un breve plazo para que los cronistas, que ya estuviesen en posesión de “albalá” de “Rey de Armas”, instasen su legal ratificación. Don Vicente de Cadenas y Vicent, que había sido nombrado “Cronista de Armas” por Carlos VIII, acogiéndose a la transitoria, presentó, al parecer, dicho nombramiento. Y contra todo pronóstico, el Jefe del Estado, siendo ministro de Justicia don Antonio Iturmendi, expidió el 11 de mayo de 1952 “albalá” de “Cronista de Armas” a favor del señor de Cadenas, quien legal y pacíficamente viene desde entonces haciendo uso del mismo. A igual trámite se someterían los “Reyes de Armas” designados por Alfonso XIII. José Antonio Dávila y García-Miranda, experto nobiliarista, expresa sus dudas sobre un nombramiento así realizado, “que ponen al mismo nivel la firma de don Alfonso XIII con la de Carlos VIII”84. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta, tiene las mismas inquietudes respecto a “la posición jurídica de don Vicente de Cadenas y Vicent como cronista de armas”, que “ha sido muy discutida desde hace años por la mayoría de los tratadistas”. No obstante, “la amistad que me une con el interesado –afirma Floresta- , y la gran admiración que siento hacia su obra, me impiden entrar en esta polémica”85. Con polémica, o sin ella, de lo que no hay dudas es que un despacho del Jefe del Estado daba absoluta validez legal a un acJosé Antonio Dávila y García-Miranda, “Réplicas a Hidalguía”. Toledo, 1976, pág. 45. 85 Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta, “Heraldos y Reyes de Armas en la Corte de España”. Prensa y Ediciones Iberoamericanas, Madrid, 1993, pág. 213. El marqués de la Floresta es “Cronista de Armas” de Castilla y León, nombrado por decreto del Presidente de la Junta de Castilla y León (Boletín Oficial de Castilla y León n° 92, de 16 de mayo de 1991). El cargo de “Cronista” se crea en esta comunidad autónoma por el artículo 15 del decreto 105/1991, de 9 de mayo, por el que se regula “el procedimiento y normas herál84
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to realizado por el denostado, e incluso ridiculizado, archiduque Carlos. Franco hizo tabla rasa con el pasado y, sí, puso al mismo nivel, para tormento de sus enemigos, la firma de Alfonso XIII con la de Carlos VIII.
dicas de aprobación, modificación y rehabilitación de escudos y banderas municipales”. En su decreto de nombramiento el Cronista de Armas de Castilla y León recibe las competencias del decreto de 13 de abril de 1951, es decir la facultad de emitir certificaciones de genealogía, nobleza y escudos de armas, competencias éstas que al no haber sido transferidas desde la administración central del estado a las comunidades autónomas, dificilmente podrían ser otorgadas por el entonces presidente de Castilla y León, don Jesús Posada, a su cronista regional. 105
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CARLOS VIII Y EL FRANQUISMO: UNA NO FUE UN INVENTO DE FRANCO
TENTACIÓN REAL.
Es evidente que el carloctavismo, y esto es una verdad histórica que se ha analizado en páginas anteriores, no fue un “invento” de Franco. El carloctavismo empieza a forjarse en 1932 a los pocos meses de la muerte de don Jaime, hijo de Carlos VII, sin heredero directo. Otra cosa es que Franco lo apoyase y potenciase. Los partidarios de don Carlos intentaron, tras el triunfo de Franco en la guerra civil, congraciarse con el poder establecido. De cualquier forma, todos los grupos monárquicos hicieron concesiones a lo largo del franquismo, practicando una esquizofrénica conducta de “dentro y fuera” del régimen. Las circunstancias políticas eran las que eran, y mínimos los márgenes y resquicios por donde introducirse . La llegada del nieto de Carlos VII a España, y la cobertura prestada por el régimen, no es ni improvisada ni casual. Eran aquellos unos años difíciles para nuestro país. Europa estaba metida de lleno en una guerra que trastocaría todas las fronteras. Las potencias del Eje y los Aliados movilizaban su diplomacia para inclinar a España hacia sus intereses. El régimen franquista estaba, más que nunca, en la “cuerda floja”. Desde que terminó la guerra civil, Franco había dado vagas esperanzas para el regreso de la monarquía. El 12 de mayo de 1942, incluso, había escrito una extensa carta a don Juan, adoctrinándole sobre el sentido de su régimen, y pidiéndole “os identifiqueis con la Falange Española Tradicionalista y de las JONS y prohibais a cuantos se titulan vuestros amigos el retrasar o estorbar este propósito”86. Ante los contactos que don Juan mantenía con las potencias aliadas para derribarle, el rencoroso Caudillo lo apartaría para siempre de sus planes futuros. El trono tendría que sustentarse sobre otros hombros. Luis María Anson, “Don Juan”. Editorial Plaza § Janés, Barcelona, 1998, págs. 204-208. 86
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Coincidencia casual, o acierto político, al vislumbrarse la posibilidad de una derrota germano-italiana, Franco ya había comenzado a promocionar un perfil de su gobierno más acorde con los nuevos tiempos que se avecinaban. Ramón Serrano Súñer, de marcada tendencia germanófila, había sido sustituido en Exteriores, en septiembre de 1942, por el más moderado conde de Jordana. En este mismo reajuste entra en Gobernación Blas Pérez González, sustituyendo al general Valentín Galarza, y el general Asensio asume el ministerio del Ejército, en sustitución del general Varela. En noviembre de ese mismo año, el general Kindelán, a la cabeza de un grupo de generales (Jordana, Dávila, Aranda, Orgaz, Vigón, y Varela), había presionado a Franco para que abandonase la política pro-Eje y restaurase la monarquía. Se habló, incluso, de complot para destituir al Caudillo87. Franco se ve obligado a realizar un “guiño” que mantenga el equilibrio del régimen. Tendría que tender algún puente a la monarquía. Pero la monarquía que Franco estaba dispuesto a restablecer no sería la monarquía constitucional, caída en 1931. Sería una monarquía nueva, nacida de su propio régimen. Cuando los intereses lo exigiesen, afirmó Franco el 7 de diciembre de 1942 en el Consejo Nacional de la Falange, consideraría la “instalación” de una nueva monarquía falangista, no la restauración de la vieja monarquía constitucional88. En junio de 1943, ante las nuevas presiones para que restaure la monarquía, Franco vuelve a dejar patente que la monarquía hacia la que España camine deberá ser una monarquía de nuevo cuño, una “monarquía franquista”. Y es en este contexto en el que, pocos meses después, se da luz verde a la venida del archiduque Carlos a España. El establecimiento en nuestro país de Carlos VIII se produjo de forma planificada. No se actuó de forma impulsiva por los carloctavistas, ni Franco se dejó meter ningún gol. Paul Preston, “Franco, Caudillo de España”. Editorial Mitos, Barcelona, 1998, págs. 592-593. 88 Paul Preston, “Franco…”, op. cit., pág. 597. 87
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EL REY QUE EL RÉGIMEN NECESITA José Luis de Arrese, entonces ministro Secretario General del Movimiento, había defendido siempre el entendimiento entre la Falange y la Tradición. Si el tradicionalismo aceptaba la doctrina social de la Falange, ésta apoyaría sin reservas la monarquía tradicionalista. Más importante que la persona concreta del monarca, al político falangista le preocupaba su identificación con el Movimiento. Las inclinaciones de Arrese eran abiertamente favorables a la dinastía carlista, pues, como él mismo dijo, “siempre había juzgado más próxima a la norma falangista un rey autenticamente tradicionalista que un rey sobrecargado por la herencia del liberalismo”. Y en esto, insistía, él no hacía más que seguir el pensamiento de Franco, “ampliamente repetido en sus discursos”89. En aquellos años, “en los que don Javier parecía sólo como un regente albacea testamentario del recién fallecido monarca don Alfonso Carlos –confiesa José Luis de Arrese- levanté la bandera de su sobrino para convertirlo en el pretendiente que luego había de ser conocido con el nombre de Carlos VIII”90. Algunos dirigentes falangistas sentían claras simpatías por este nieto de Carlos VII, que al organizarse la División Azul se inscribió como voluntario en el Consulado General de España en Génova y en la Embajada de España en Roma. Sería el entonces embajador Raimundo Fernández-Cuesta, quien, personalmente, siguiendo instrucciones del Jefe del Estado, le agradecería su ofrecimiento a la vez que le comunicaba la imposibilidad de aceptarlo. Franco no quería ni héroes ni mártires entre los posibles pretendientes al trono. Desde la Secretaría General del Movimiento, Arrese diseña y ejecuta con el ala joven de sus colaboradores (José María Olazábal, Pombo Angulo, los hermanos Gómez Ruiz, Amadeo Marco, Jaime del Burgo, entre otros), la promoción del archiduque Carlos como José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”. Editorial Planeta, Barcelona, 1982, pág. 154. 90 José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 173. 89
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futuro rey del régimen franquista. Olazábal sería enviado por Arrese a Viareggio “para que puntualizara con don Carlos la capitanía de la Tradición a base de identificarse con el Movimiento”. El ministro de la Falange, incluso, llegó a montar en Andorra, “bajo la protección del gobernador de Lérida, Juan Manuel Pardo de Santallana, una pequeña corte tradicionalista”, que, según declaró en alguna ocasión el conde de Rodezno, “le llegó a quitar el sueño”91. Todo este asunto, en consecuencia, se trató de una auténtica operación política del mismo corte, pero de signo evidentemente distinto, que la iniciada años más tarde por el almirante Carrero Blanco y el catedrático López Rodó con el príncipe Juan Carlos como protagonista, como se ha dicho anteriormente. Blas Pérez González sería el ministro, como titular de la cartera de Gobernación, que autorizaría la residencia en Barcelona de don Carlos. Pérez González, franquista sin adscripción política, catedrático de Derecho Civil, había hecho una brillante y rápida carrera en el Tribunal Supremo, tras su paso por la asesoría jurídica del Gobierno de Burgos. Franco en persona, también debió intervenir en este asunto, que superaba con creces el nivel competencial de un ministro y que podía afectar al futuro institucional del país. La decisión de autorizar al archiduque Carlos a residir en España, era propia de un debate en el Consejo de Ministros. Y, sin dudas, así se hizo. El Caudillo tenía que mostrar algunos síntomas de normalización de su régimen cara al exterior. La presencia del archiduque en España proporcionaría al régimen, además, cierto empaque de evolución hacia soluciones más homologables con Europa. Esta presencia no supondría para Franco ni atadura ni compromiso formal. Ninguna decisión tendría que tomarse de inmediato. Además, así, también se frenaba y contrarrestaba las posibilidades de los otros candidatos. Días antes del primer manifiesto de don Carlos como pretendiente al trono, la masonería española, atenta a la evolución del réJosé Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 173.
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gimen franquista, había hecho público un comunicado desde Lisboa, el 20 de junio de 1943, firmado por Diego Martínez Barrio, en el que sin ambajes se lanzaba la consigna de “fuera Carlos VIII”, mientras se apoyaba a “don Juan III”, como recambio de Franco92. Con estas credenciales, el Caudillo tenía claro de quién podría fiarse y de quién no. A finales de 1943, el archiduque tenía buenos valedores en el régimen. El propio Pérez González se encargaría de facilitar sus movimientos y de que la brigada político-social no pusiese demasiadas trabas a la difusión de la propaganda en su favor. El, hasta entonces, ministro de Justicia, Esteban Bilbao Eguía, tradicionalista antiguo al servicio del régimen, recién nombrado presidente de las flamantes Cortes, cargo al que acumularía en 1947 el de presidente del Consejo del Reino, también aportaría su grano de arena en pro de don Carlos. Pero, sobre todo, sería José Luis de Arrese, quien desde la Secretaría General del Movimiento, más apoyo político y cobertura le prestaría. Arrese era un falangista “unificado” y convencido, que sin haber militado nunca en el carlismo, aunque procedente de una familia bilbaina tradicionalista, se reveló como un decidido defensor de Carlos VIII. Este político sería una pieza importante del régimen, tanto por sus antecedentes hedillistas, que le hacían aceptable por el ala radical de la Falange, como por su admiración y lealtad al Caudillo. Si en vez de una niña (María Inmaculada), hubiera nacido en 1945 en la Ciudad Condal un varón, un Habsburgo y Borbón, arropado por el régimen, nunca sabremos cuál hubiera sido la decisión de Franco, relativa a tutelar otros “estudios principescos”. Queriéndose congraciar con las potencias democráticas, vencedoras en la II guerra mundial, Franco forma un nuevo gobierno el 18 de julio de 1945, que tendría que afrontar unos difíciles años de bloqueo internacional. En este gabinete seguía estando Pérez González, de quien nada malo podría esperar don Carlos. El falangista Comunicado de 20 de junio de 1943. Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda, “Don Carlos VIII y la Masonería”. 92
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Raimundo Fernández-Cuesta, desde Justicia, tampoco torpedearía el carloctavismo. Y, además, podía seguir contándose con el apoyo de Arrese, que continuaba siendo hombre fuerte de la Falange, aunque hubiese perdido la cartera ministerial, junto con la ayuda de Esteban Bilbao desde la presidencia de las Cortes. Ningún monárquico juanista, contrariamente a otras ocasiones, pasó a formar parte del nuevo Consejo de Ministros. Era la respuesta de Franco a las reiteradas presiones de Kindelán y de don Juan en pro de una pronta restauración de la monarquía. En línea con los cambios institucionales que las nuevas circunstancias le exigen, Franco hace aprobar en referendum la ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. El mismo Caudillo se reservaba la facultad de proponer a las Cortes (Cortes orgánicas, como quería don Alfonso Carlos), la persona del monarca (mayor de 30 años y de sangre real), que debería obtener la aprobación de éstas. Los carloctavistas estaban satisfechos. La futura monarquía, que se anunciaba, sería la suya (tradicional, católica, social y representativa), y un nieto del inolvidable Carlos VII tenía muchas posibilidades de ser designado “rey”. Quienes estaban furiosos eran don Javier y sus seguidores. Franco, como era de esperar, había hecho caso omiso de la regencia “nacional y legítima”. Don Juan de Borbón, con este tema, tampoco estaba para bromas. El texto de la nueva “ley fundamental” no dejaba lugar a dudas. En el discurso ante el pleno de las Cortes del sábado 7 de junio de 1947, don Esteban Bilbao Eguía, su presidente, manifestaba tajante que la ley de Sucesión no trataba de zanjar “un pleito genealógico”, ni era “un interdicto de recobrar” ni tampoco era “una tercería de mejor derecho a la posesión del trono”. Con perfecta clarividencia política vaticinó lo que el tiempo se encargaría de ratificar: “Si la monarquía ha de venir, ha de venir con Franco o no vendrá”93. La ley de sucesión de 1947, que el archiduque, como se ha dicho, apoyó públicamente, parecía hecha a la medida de Carlos Laureano López Rodó, “La larga marcha hacia la Monarquía”. Editorial Noguer, Barcelona, 1977, pág. 102. 93
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VIII. Tenía 37 años, por sus venas corría la sangre de los Habsburgos y los Borbones, y vivía en España. Y, además, la sintonía Franco-archiduque Carlos parecía la adecuada. El apoyo de la familia del archiduque al Caudillo siempre había sido constante. Ya en 1945, de forma solemne, doña Blanca había recomendado a su hijo Carlos, al que acababa de ratificar como su heredero, “no olvidar jamás los extraordinarios servicios que a nuestra religión y a la Patria viene prestando, con la manifiesta ayuda de Dios, el Generalísimo Franco”94. En aquellos momentos, todas las señales de preferencia, que lanzaba el régimen, hacían de Carlos VIII el favorito. Don Juan era demasiado sinuoso a los ojos de Franco, y mantenía relaciones con sus enemigos políticos. De don Javier no quería ni oir hablar. Y Juan Carlos era un niño de sólo 9 años. El régimen tenía necesidad de credibilidad, y este aval se lo prestó el archiduque Carlos.
LA FINANCIACIÓN DE CARLOS VIII No compartimos la opinión de José Luis de Arrese, cuando en sus memorias afirma: “ Yo inventé a Carlos VIII, pero no sólo con la idea de llevar a su cauce a los tradicionalistas que añoraban un rey, sino, además y sobre todo, con el de llevar a la Falange y a la Tradición a un camino de unidad positiva en materia de monarquía”95. José Luis de Arrese se equivoca. El no inventó a nadie. José Luis de Arrese apoyó y promocionó algo que ya existía y que tenía un grupo de adherentes detrás. Y puede parecer lógico, desde el punto de vista del régimen franquista, que lo hiciese con la intención de encontrar un candidato de “consenso” entre Falange y Carlismo. Franco, que inició su andadura en precario, necesitaba apo“Declaración ante notario de doña Blanca de Borbón, de 12 de noviembre de 1945, confirmando la transmisión de sus derechos sucesorios, como hija primogénita de Carlos VII, a su hijo Carlos”. Archivo del autor. 95 José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 154. 94
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yos y alianzas para consolidarse y perdurar en el poder. Por ello, la confidencia que el ex dirigente falangista Dionisio Ridruejo hace a Josep Carles Clemente, relativa a que el carloctavismo fue inventado y auspiciado desde la sombra, en las reuniones de “La Ballena Alegre”, que altos dirigentes de la Falange celebraban en ese conocido café madrileño, carece igualmente de fundamento96. Don Carlos de Habsburgo no estaba vendido a la Falange. La simplificación de hechos complejos termina deformando la realidad. Contrariamente a lo sucedido con la financiación del príncipe Juan Carlos cuando se estableció en España, la estancia del archiduque era pagada por el propio archiduque y sus partidarios y no por el herario público. Las arcas carloctavistas nunca estuvieron bollantes y, en alguna ocasión, ante las dificultades económicas se planteó la vuelta del archiduque Carlos a Viareggio. El 6 de mayo de 1946, Jaime del Burgo escribía a don Carlos oponiéndose a una tal eventualidad, pues ello supondría, en su opinión, “una quiebra y un retroceso muy fuerte en nuestra organización”. “El quid –añadía- está en la cuestión económica”. Del Burgo opinaba que existían muchas personas, que “se impondrían gustosas una contribución voluntaria si se les pide por quien tiene autoridad y representación para ello”, sugiriendo que don Carlos y su familia, en última instancia, se fuesen a vivir a algún pueblo de Navarra, “donde no les faltaría de nada”. “Todo antes que salir de España”, concluía. La solución al problema económico vendría, escasos meses después, de la mano de los navarros, quienes designaron, en 1946, siendo ya Antonio de Lizarza Iribarren el hombre fuerte del carloctavismo en Navarra, un tesorero en dicho ámbito territorial, especialmente encargado de la recogida de fondos y su remisión mensual a don Carlos. Los navarros consideraban un título de honor “la contribución volunJosep Carles Clemente, “Historia del Carlismo Contemporaneo 1935-1972”. Editorial Grijalbo, Barcelona, 1977, pág. 184. 96
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taria al sostenimiento de la Casa del Rey” mediante sus libres aportaciones. Los leales navarros (“expropiados los bienes de la Real Familia por los Usurpadores, y no devueltos, como se ha hecho con los que la República quitó a éstos”), reclamaban “el honor y el privilegio de ayudar así a su Rey, mientras dure la injusticia”97. El primer tesorero fue don Primitivo Erviti, que había sido director del Banco de España en París. A su fallecimiento, continuó la tarea don Jesús Inda Zabaleta, que se mantuvo en el cargo hasta la muerte de don Carlos en 1953. La cantidad recaudada mensualmente oscilaba de dos mil a tres mil pesetas, y don Carlos tenía la costumbre de agradecer por escrito, personalmente, las aportaciones de sus seguidores. Jaime del Burgo nos habla de las colectas que se hacían para proveer de víveres en especie al archiduque98. La propia hija de don Carlos, doña Alejandra, me confesó un dia que su familia tuvo que abandonar la primera residencia en Barcelona (Torre Vallcarca) a causa del elevado alquiler. De su segunda residencia, el tercer piso del número 429 de la calle Balmes, cómodo pero no lujoso, ella recuerda que durante los primeros meses vivieron con escasos muebles, la mayoría prestados. Cuando murió su padre, tuvo que venderse el coche para devolver, a quien lo había anticipado, diversos gastos ocasionados por el sepelio99. Aunque pueda considerarse anecdótico, todo esto contradice la versión de que Carlos VIII nadaba en la abundancia económica de los favores oficiales. No obstante, ello no era óbice para que Cora y Lira pidiese al ministro Arrese “apoyo claro y efectivo, especialmente por lo que se refiere a libertad de propaganda, no sólo en hojas volantes sino también en periódicos”100. “La Casa del Rey: su contribución y sostenimiento por Navarra”. Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda. 98 Jaime del Burgo, “Conspiración y guerra civil”. Editorial Alfaguara, Madrid, 1970. 99 Alejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de 1996, Barcelona (cafetería “El Paraguas”). 100 Archivo de Melchor Ferrer, “Escrito entregado al Ministro Sr. Arrese por el general don Jesús de Cora”, 27 de marzo de 1944. 97
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EL FIN DE LA TENTACIÓN La entrevista de Franco con don Juan, efectuada en el verano de 1948, y en la que se decidió que Juan Carlos se trasladase a estudiar a España, venía a suponer la quiebra de la solución carloctavista. Ya entonces, Franco debía estar al corriente de las desavenencias de Carlos y Christa, que pronto abandonaría al archiduque, cerrándose así la puerta a una eventual descendencia masculina. La “carta” de Juan Carlos comenzaba a ser tomada en consideración por Franco. No obstante, ante cualquier imprevisto, ahí seguía estando Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón. Durante unos años, Carlos VIII fue una tentación real para el franquismo. Era la única baza defendible y, cuando esta se malogró, la estabilidad política, que Franco supo darle a su régimen, hizo que con el transcurso de los años madurase su más preciado naipe, Juan Carlos de Borbón. Descendiente de los reyes carlistas, joven, prudente y discreto. Sí, durante unos años, Carlos VIII fue el “rey de los franquistas” y el protagonista de una historia que pudo ser realidad. Pero como dijera el ministro Arrese, “la defección matrimonial de la reina” y la muerte prematura de don Carlos “hizo fracasar este episodio”, que “pudo ser importante, aunque sólo llegó a tener el bonito color romántico que siempre ha acompañado a la gesta gloriosa del carlismo”101. En efecto, las posibilidades del pretendiente se habían esfumado para siempre desde que Christa lo abandonó a mediados de 1949. La inercia, y la mutua conveniencia de don Carlos y Franco, haría como si todo fuese lo mismo. La falta de un heredero varón no era una buena credencial para instaurar una nueva dinastía. Un rey divorciado, tampoco tenía cabida en un Estado que se declaraba confesional. Franco había situado su particular concepción de la familia, y su función social, entre las coordenadas motrices y sustentadoras de su también particular concepción del Estado y del poJosé Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 173.
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der. Una familia rota no tenía porvenir. La muerte de don Carlos, en 1953, no hizo más que confirmar la inviabilidad de un proyecto, que había perdido el futuro.
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EL FIN DEL CARLOCTAVISMO: PENDIENTES DE LA NULIDAD MATRIMONIAL
Tocado seriamente tras el divorcio de Christa y sin heredero varón, el archiduque no podría ser ajeno a las dificultades a que su causa se confrontaba. Y para colmo, don Javier se había decidido, el 30 de mayo de 1952 en Barcelona, a aceptar la sucesión de don Alfonso Carlos, lo cual, no hace falta decirlo, era otro serio inconveniente más. Don Javier no podría ser ya tachado de un simple “gestor” de la Comunión Tradicionalista, sino que era su Abanderado y se presentaba como pretendiente al trono de España en su nueva condición de titular de la dinastía carlista. Además, la falta de un heredero masculino directo pesaba como una losa en la candidatura de don Carlos. En una reunión mantenida los días 18 y 19 de octubre de 1952 por la Junta de jefes regionales carloctavistas, en el domicilio madrileño de Cora y Lira, se evocó el espinoso tema de la separación del archiduque y de la falta de nominación de un Príncipe de Asturias. Se pensó entonces, no asumiendo la gravedad del problema, que ante las favorables impresiones de una rápida y positiva resolución de la causa de nulidad matrimonial, iniciada el 4 de enero de 1951 ante el Tribunal Eclesiástico de la Diócesis de Barcelona, no debería tratarse este delicado asunto. El debate sobre este tema podría interpretarse como señal de no tener esperanza respecto de lograr la declaración de nulidad, causando un pesimismo desalentador, tanto en la propia persona de don Carlos como entre todos sus partidarios. Con la nulidad resuelta, don Carlos tendría abierta la posibilidad de un nuevo matrimonio canónico y la eventualidad de un heredero dinástico. Gracias a la información facilitada por Xavier Montesa y Manezano, he podido analizar los fundamentos del expediente de nulidad matrimonial de don Carlos. José Antonio Balsells de Saracibar, abogado del archiduque, preparó concienzudamente el caso. Sostenía que el matrimonio habría de reputarse nulo, dada la exclusión del “bonum Sacramentum” por parte 118
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de la demandada, la cual nunca creyó en la indisolubilidad del vínculo matrimonial. En efecto, Christa al contraer matrimonio se reservaba, según don Carlos, la libertad de separarse y aún de casarse nuevamente, excluyendo de forma radical una de sus propiedades esenciales. “Si no soy feliz contigo, como espero, – solía decirle su esposa – me divorciaré para unirme al hombre que pueda darme la felicidad deseada”. Al año de casado, ya se constataban, según la demanda de nulidad, ciertas irregularidades en el comportamiento de Christa, que don Carlos siempre perdonó “intentando reconducirla por el buen camino”. En el expediente, incluso, se aporta copia de una carta de amor, sin firma, supuestamente dirigida por Christa al pianista Sandor.
Don Carlos declaraba, además, que la novia y su familia profesaban y practicaban la doctrina “evangélica”, que los padres de ella eran divorciados y que su suegra se había decalrado pro-abortista. Contrariamente a lo que podría esperarse, la demandada se opone a los hechos y dice que el tribunal debe declararse incompetente por cuanto que el matrimonio tuvo lugar en Viena. Esta pretensión fue rechazada, ya que el domicilio legal de la demanda, a tenor del derecho canónico, era Barcelona. El proceso finalizó por defunción del demandante el 24 de diciembre de 1953, antes de que se hubiera pronunciado el fallo. No podrá saberse nunca la estrategia que adoptaría don Carlos con el transcurso de los años, al ver que Franco no abandonaba el poder y se consolidaba Juan Carlos como la opción del régimen. La muerte interrumpió bruscamente la trayectoria de este pretendiente que, en algunos momentos, brilló con luz propia.
REPENTINA MUERTE DE DON CARLOS En la mañana del 24 de diciembre de 1953, el archiduque Carlos se sintió gravemente enfermo. Aquejado de una hemiplejia cerebral, que le afectaba el lado derecho, fue encontrado en su cama por el servicio. El Jefe del Estado y el Presidente de las Cortes fue119
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ron inmediatamente informados del suceso. Los doctores Gassió, De Pedro Pons, Martínez González, Gil, Clapés, Romero Jimeno y Blanch, fueron llamados a consulta. Unánimemente coincidieron en apreciar la gravedad del estado de don Carlos. A las 12 del mediodía recibió, a petición propia, los Santos Sacramentos, que fueron administrados por mosén Balagué, de la parroquia de Nuestra Señora de la Bonanova, en presencia de sus hijas, que no consentían en apartarse del lado de su padre. Alejandra, aún con doce años, se arrodilló junto a la cabecera de la cama y le dió a besar a don Carlos un Crucifijo. A mediodía, también, se facilitó un desesperanzador parte médico: “A las nueve de la mañana don Carlos de Habsburgo y Borbón ha entrado bruscamente en coma apopléjico, con hemiplejia del lado derecho de naturaleza embólica. Los desórdenes circulatorios y respiratorios, de índole vegetativa, expresan un estado de extrema gravedad”. Firmaban los doctores Agustín De Pedro y Pons, Ramón Gassió, Ramón Pascual y Marcelino Gil. Hacia las dos de la tarde, ante la gravedad de la situación y en unos momentos críticos, el doctor Romero practicó la respiración artificial “boca a boca” a don Carlos. Colocado el archiduque sobre el pecho del abogado Santiago Garrigó, lograron reanimarlo y, momentaneamente, pasó el peligro mayor. A media tarde, tras una apariencia de ligera mejoría, don Carlos recibe la visita de monseñor Lisbona102, quien, pese al estado coMonseñor Pedro Lisbona Alonso era director espiritual y consejero íntimo de don Carlos. Había nacido en Argavieso (Huesca) en 1881, cursando sus estudios eclesiásticos en los seminarios de Vich y Barcelona. Destacado periodista, muy joven fue redactor jefe y subdirector del diario “El Correo Catalán”. Condenado a muerte en la zona republicana durante la guerra civil, le fue conmutada la pena por la de reclusión perpetua, siendo puesto en libertad por las tropas nacionales tras la toma de Figueras. Carlista notorio, estaba en posesión de la Gran Cruz de la Legitimidad Proscrita, que le otorgara el rey don Jaime, y de la Placa de comendador de la Orden de San Carlos Borromeo, discernida por el propio archiduque Carlos. En 1954 obtuvo la Cruz de San Raimundo de Peñafort. Su Santidad Benedicto XV le había concedido la dignidad de “Camarero Secreto de Su Santidad”. Falleció el 2 de enero de 1955 (“¡Firmes!”, febrero, 1955, n° 33).
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matoso del enfermo, intentó hablar sin éxito con él, que de nuevo era incapaz de reconocer a nadie. Poco después, fallecía don Carlos, a las diecinueve horas y quince minutos, en su domicilio de la calle Balmes de Barcelona. Le acompañaban en sus últimos momentos sus hijas, Alejandra e Inmaculada (que cogían las manos de su padre, besándolas incesantemente), y sus amigos los señores Bru, Roma Campi, Roger Pagés, Gallés, Roger Amat, Rubio Más, Oliva, Roig, Vallescar, Bartres Hervás, y Santiago Garrigó, que nada pudieron hacer por evitar el trágico desenlace. Su aparentemente buen estado de salud no había hecho presagiar el luctuoso suceso.
EL BULO DEL ENVENENAMIENTO La estupefacción que causó este hecho entre la opinión pública fue grande. Dado lo inesperado del drama, incluso se esparció el rumor de un eventual envenenamiento. Los próximos de don Carlos fueron quienes, en primer lugar, barajaron esta hipótesis. Santiago Garrigó, cuando se le habla de este tema, aún hoy contempla esta eventualidad como no rechazable. La tarde antes de su muerte, don Carlos había estado montando el “Belén” para sus hijas y haciendo planes para la Misa del Gallo del día siguiente. Después salió a dar un paseo. Regresó con una caja de bombones, que alguien le había regalado. Don Carlos se “liquidó”, bombón tras bombón, la caja entera. ¿Bombones envenenados el día de “Nochebuena”? ¿Quién podría tener interés en hacer desaparecer al archiduque? La causa del supuesto asesinato sería impedir que Franco nombrase a don Carlos su sucesor, decisión que, para algunos, parecía próxima en aquellos momentos103. Pero Franco, como ya se ha explicado en otro epígrafe, tenía ya en la manga, desde hacía cinco años, otro “as”. Juan Carlos de Borbón se encontraba cursando sus estudios en España, bajo la tutela del régimen. La hipótesis del asesinato no es creíble. En aquellos años difíSantiago Garrigó, conversación con el autor (Barcelona, 26, abril, 2.000).
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ciles la sospecha de los asesinatos políticos estaban a la orden del día, formando parte del subconsciente colectivo, tras los horrores vividos en la guerra civil. En 1957, cuando en la madrugada del 29 al 30 de enero el capitán general de Cataluña, Juan Bautista Sánchez, fue encontrado muerto de un infarto cardíaco en la habitación de un hotel de Puigcerdá, se dijo que había sido asesinado. Cuando el conde de Ruiseñada, notorio representante del conde de Barcelona, de regreso de París muere, también de infarto, en el coche-camas del tren que lo transportaba a Madrid la noche del 23 de abril de 1958, se dijo igualmente que su fallecimiento no se debía a muerte natural. En cualquier caso, los rumores del supuesto envenenamiento corrieron como la pólvora. Julián Moreno Escribano se hace eco de este estado de opinión afirmando que “Carlos VIII murió de manera misteriosa, al parecer envenenado”104. Por su parte, José María Montells y Galán también se hace eco del rumor, diciendo que “fuera o no envenenado, como se dijo en su momento, don Carlos VIII murió súbitamente el día de Nochebuena de 1953”105. Juan Balansó, que no se hace eco de estos rumores, sostiene acertadamente que la muerte del archiduque se debió a una “trombosis cerebral”. El que algunos síntomas de los accidentes cerebrales (dolor de cabeza, vómitos, pérdidas de conocimiento, etc) sean similares a la de ciertos envenenamientos, podría haber originado el rumor de que don Carlos había sido víctima de un hecho de tal naturaleza106. La muerte de Carlos VIII no tuvo ninguna causa “misteriosa”. Se podría discutir si su fallecimiento fue debido realmente a una embolia (o trombosis cerebral), o a un derrame, causado por una subida brusca de tensión. Hasta hace pocos años, era difícil difeJulián Moreno Escribano S.J., “¿Quién será el Rey?, los pretendientes al Trono de España”. Editorial Hidalguía, Madrid, 1969, pág. 34. 105 José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”. Colegio Heráldico de España y de las Indias, Madrid, 1995, pág. 60. 106 Dr. Arturo Sanabria Tienza, conversación con el autor, 4 de noviembre de 1999, Bruselas, Dirección General de Sanidad y Protección de los Consumidores, Comisión Europea. 104
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renciar un derrame cerebral de una embolia cerebral, ya que los síntomas son comunes. En el año 1953, y sin la práctica de la autopsia, resultaba aventurado precisar la causa de semejante fallecimiento. Embolia cerebral fue lo que se hizo constar oficialmente en el parte de defunción, firmado por el doctor don Ramón Gassió, colegiado número 1202 de Barcelona, uno de los jerifaltes carloctavistas de Cataluña. De ser acertado el diagnóstico, factores como el colesterol, tabaquismo y disfunciones en la coagulación de la sangre, pudieron ser elementos desencadenantes de la muerte del nieto de Carlos VII. No acertamos a comprender cómo, si los que atendieron al archiduque pensaron desde el primer momento en la posibilidad de un envenenamiento, no lo ingresaron de inmediato en una clínica donde se le practicase un “lavado de estómago”. En cualquier caso, el estado de don Carlos hubiera requerido su internamiento en un centro sanitario, internamiento que no sabemos por qué no se hizo. Allí, las posibilidades de atención médica hubieran sido muy superiores a la asistencia practicada en su propio domicilio. El bulo del envenenamiento, sin pié ni base alguna, debe ser categóricamente rechazado. Don Carlos falleció presentando un cuadro clínico de infarto cerebral y no se le deben buscar malintencionadas interpretaciones a un hecho tan luctuoso. Curiosamente, quien, en nuestra opinión, sin fundamento de ningún tipo, temía ser envenenada, aún está felizmente viva, gozando de la buena salud que le consienten sus muchos años y en la grata compañía de su adorado pianista. Sí, Christa, la esposa morganática de Carlos VIII, temía ser envenenada. “Mi madre –me declaró un día doña Alejandra– temía ser envenenada por orden de Franco para así poder casar a mi padre con su hija Carmencita”107. Temores absolutamente infundados, pero que son ilustrativos del estado de ánimos de la esposa del pretendiente, que evidenciaba la zozobra e inquietud que su papel de “reina” le producía. Alejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de 1996, Barcelona (cafetería “El Paraguas”). 107
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ALEJANDRA
E INMACULADA SOMETIDAS A TUTELA
Tras diez años de intensa aventura política, desaparece Carlos VIII, dejando sus dos hijas al cuidado de su amigo personal don Nicasio Riera Pou, coronel de artillería, en tanto que presidente del consejo de familia. Riera y su esposa, Matilde de Leyva y Saravia, se esforzarían en dar a las hijas del archiduque, que fueron ingresadas en un colegio de Barcelona, el calor de la familia que les faltaba. La muerte de don Carlos sumió a las niñas Alejandra e Inmaculada en una profunda tristeza. El diplomático norteamericano Richard Ford, ex cónsul general de EEUU en Barcelona y ex embajador en Tel Aviv, se ocupó en los primeros momentos de las hijas del archiduque, a quienes trasladó a su residencia particular de San Justo. Doña Alejandra recuerda con amargura el expolio de documentos realizado en su propia casa, inmediatamente después del fallecimiento de su padre: “todo el mundo cogió lo que pudo”. Y con un dolor, aún vivo, viene a su mente el comentario que llegó a sus oídos, efectuado por su tío, el archiduque Francisco José , al conocer la noticia de la muerte de su hermano Carlos: “Así tendré un piso en Barcelona”108.
UN ENTIERRO REGIO El gobierno, tras los primeros momentos de sorpresa, se dispone a celebrar debidamente el entierro de quien “apoyó con todo entusiasmo las grandes decisiones del Caudillo, especialmente la ley de Sucesión y la firmeza mostrada frente a la agresión exterior (“Pueblo”, 26 de diciembre de 1953). En un primer momento, no se tenía claro el lugar en que se verificaría la inhumación del cadáver. Se dudaba entre la catedral de Barcelona, la basílica de Santa María de los Reyes, o el Real Monasterio de Santa María de Poblet, panteón de la Corona de Aragón, resAlejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de 1996, Barcelona (cafetería “El Paraguas”).
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taurado por Franco en 1940, que, finalmente, fue el elegido. A nivel popular, la impresión causada por el triste suceso fue grande. En los principales diarios de difusión nacional la noticia figuraba con grandes titulares. El gobierno, siguiendo instrucciones de Franco, tributó un regio y postrero homenaje a quien durante unos años difíciles para el régimen había encarnado la solución institucional de emergencia. Carlos VIII tuvo unos funerales verdaderamente dignos de un rey. El diario “Pueblo”, perteneciente a los Sindicatos oficiales, informaba el 26 de diciembre ampliamente de la noticia: “ Ha fallecido don Carlos de Habsburgo y Borbón, duque de Madrid” (…) “El pésame del Caudillo fue testimoniado personalmente por el ministro de Justicia”. Ese mismo día, “Arriba”, el diario falangista, destacaba en sus páginas de información nacional: “El duque de Madrid ha fallecido en Barcelona” (…) “El pésame del Caudillo lo hizo expresivo el ministro de Justicia a la familia del finado”. Pero fue el diario carlista, “El Pensamiento Navarro”, quien, en su edición del 27 de diciembre, con mayor alarde tipográfico daba en portada, a grandes titulares, detallada cuenta del fallecimiento: “En Barcelona produjo penosa impresión la inesperada muerte de don Carlos, y los pliegos puestos a la puerta de la casa mortuoria pronto se llenaron de firmas”. “En ésta estuvieron el Arzobispo de la diócesis de Barcelona, doctor Modrego; el Gobernador Civil, señor Acedo; Alcalde de la ciudad, señor Simarro, y otras autoridades y personalidades”. “De Madrid llegaron la hermana del finado, archiduquesa doña Margarita, esposa del actual embajador de Italia en España; el Auditor General de la Armada don Jesús de Cora y Lira, y otras personas”. “Personalidades del tradicionalismo barcelonés y requetés desfilaron por el domicilio mortuorio”. “El archiduque don Carlos fue amortajado con uniforme de coronel de requetés, con la boina roja sobre el hombro y en sus manos un rosario y varias medallas de su devoción. En la cabecera del catafalco fue colocada la bandera de los requetés de Cataluña, y és125
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tos, con uniforme, dieron guardia al cadáver hasta la mañana de ayer, en que se organizó el traslado”. “En la capilla ardiente se dijeron misas frecuentemente. El Jefe del Estado dirigió un despacho de pésame, así como el presidente de las Cortes, don Esteban Bilbao”109. El diario carlista omitía que el uniforme utilizado para amortajar a don Carlos pertenecía a su fiel ayudante, Pedro de Vallescar, conde de Vallserena, y que el difunto lucía sobre su pecho la banda del Cuerpo de la Nobleza Catalana y el Gran Collar de la Orden de San Carlos Borromeo, de la que era su Gran Maestre. En la misma edición, “El Pensamiento Navarro”daba, igualmente, detallada información del traslado y entierro de los restos de don Carlos. La fiel crónica de la agencia estatal Cifra recrea la emotividad de aquellos momentos: “Barcelona, 26.- El ministro de Justicia, señor Iturmendi, y las autoridades barcelonesas han presidido esta mañana, a las 12, el sepelio del cadáver de don Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón”. “Desde las ocho de la mañana se han dicho misas en la capilla ardiente, habiendo llegado diversas personalidades y representaciones de varias regiones españolas para asistir al entierro”. “A las doce en punto se formó la fúnebre comitiva al final de la calle Balmes, frente al domicilio del egregio extinto. Abría la marcha la Guardia Urbana, seguida de una sección del Tercio de Carlos VII con bandera y banda de cornetas y tambores, y a continuación el clero parroquial, con Cruz alzada, y jerarquías regionales de la Comunión Tradicionalista. El féretro, cubierto con la bandera nacional, fue llevado a hombros de militantes tradicionalistas hasta la Iglesia Parroquial de la Bonanova”. “La presidencia oficial estaba integrada por el ministro de Justicia, señor Iturmendi; autoridades barcelonesas y jerarquías del Movimiento. El Gobernador Civil, señor Acedo, ostentaba la representación del ministro Secretario General del Movimiento, señor Fernández Cuesta; figurando en el cortejo numerosísimo público. 109
“El Pensamiento Navarro”. Pamplona, 27 de diciembre de 1953. 126
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En las calles del trayecto un gran gentío presenció el paso de la fúnebre comitiva”. “Después del responso en la Iglesia Parroquial de la Bonanova el cadáver fue trasladado a Poblet, donde recibiría sepultura en aquel Monasterio cisterciense”. La minusiosa crónica olvidaba el detalle del toque de la “Marcha Real” cuando el féretro apareció en la calle. La iniciativa fue tomada por Santiago Garrigó, poniendo en un aprieto a Iturmendi, que representaba al Jefe del Estado. El ministro de Justicia, sorprendido, exclamó: “La Marcha Real no, por favor…, toquen la Marcha de Infantes, la de Infantes…”. Alguien replicó, secamente, al ministro: “Para nosotros era el Rey”. Y siguieron sonando los acordes. Aún en la misma edición del domingo 27 de diciembre, “El Pensamiento Navarro” informaba de la llegada de los restos a Poblet: “Barcelona 26.- Comunican del Real Monasterio de Poblet, que a las diez de la noche, ha recibido cristiana sepultura en aquel cenobio cisterciense, el cadáver de Su Alteza Real don Carlos de Habsburgo-Lorena y de Borbón, duque de Madrid. El féretro con sus acompañantes, llegó a media tarde procedente de Barcelona. Aguardaban a la entrada del monasterio la comunidad, el Gobernador civil de Tarragona, el presidente de aquella Diputación y otras personalidades. Seguidamente el féretro ha sido trasladado a la capilla de San Jorge, donde se ha rezado un rosario y un responso mientras se abría la fosa en la capilla Galilea, situada en el atrio de la iglesia populetana. Luego se ha firmado el acta de la entrega de los restos mortales de Su Alteza a la comunidad, que ha sido firmada por el general Cora y Lira, el conde de Vallserena y don Joaquín María Roger.” “A la hora antes indicada ha sido bajado el féretro sobre el que han quedado depositadas las numerosas coronas de flores enviadas de toda España”. “Terminado el fúnebre acto, autoridades y representaciones han emprendido el viaje de regreso”. 127
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En realidad, según testigos presenciales, los restos de don Carlos no se introdujeron en la fosa hasta la una y veinte minutos de la madrugada del día 27, una vez que concluyeron los trabajos de apertura y revestimiento de la sepultura, que fue clausurada a las dos y media de la madrugada. A esa hora ya hacía tiempo que habían partido las representaciones oficiales, así como parte del séquito del archiduque. Sólo quedaron hasta el final su secretario particular, José María Bartres y Hervás, y un nutrido grupo de requetés al frente de José María Roger Amat, delegado regional110. Lo que nadie ha contado hasta ahora es que los carloctavistas, al finalizar el responso en la parroquia de la Bonanova, no se fiaban de que don Carlos fuese, efectivamente, enterrado en Poblet. Le dijeron a Iturmendi que de allí no se movía el féretro, si no se les garantizaba que el lugar donde reposarían los restos del archiduque era el panteón de la Corona de Aragón. Para tranquilizar a los partidarios de don Carlos, el ministro Iturmendi, desde allí mismo, telefoneó directamente a Franco, quien ratificó la decisión de enterrar a don Carlos VIII en el Real Monasterio de Poblet, para lo cual, desde el propio palacio de El Pardo se cruzaron las pertinentes instrucciones al prior del referido monasterio, Edmundo Garreta Olivella111. El prior, curándose en salud, consignó en el acta, mediante el que la comunidad cisterciense se hacía cargo de los restos de don Carlos, que actuaba “debídamente autorizado por el excelentísimo señor ministro de Educación Nacional”.
FUNERALES
OFICIALES
A iniciativa del Gobierno, enseguida comenzaron a organizarse funerales oficiales por el eterno descanso del alma de don Carlos a través de los cuatro puntos cardinales de la geografía española. El “¡Firmes!”, Requetés de Cataluña, año III, n° 21, Barcelona, enero-febrero 1954, pág. 5. 111 Santiago Garrigó, conversación con el autor (Barcelona, 26, abril, 2.000). 110
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primero de ellos tuvo lugar en Oviedo, iglesia de San Tirso, el 30 de diciembre, siendo presidido por el Gobernador Civil, autoridades provinciales y representaciones de diversos lugares de la provincia, según la crónica de la agencia oficial Cifra. En Barcelona los funerales tuvieron lugar el 8 de enero siguiente en la catedral, muy concurrida de fieles. En nombre de la familia presidió el archiduque Antonio, hermano de don Carlos, acompañado por las hijas de éste, las niñas Alejandra e Inmaculada. En representación del Capitán General de la Región presidió el duelo oficial el Gobernador Militar de Barcelona, general Lambea. Los funerales organizados en Madrid fueron, sin dudas, los que revistieron mayor solemnidad, y en los que estuvieron representadas al más alto nivel todas las instituciones y organismos del Estado y de la Falange. Tuvieron lugar el sábado 16 de enero, a las 12 de la mañana, en la iglesia de San Jerónimo el Real, oficiando el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Ricote. La familia de don Carlos, acompañada por el general Cora y Lira, estuvo representada por sus hermanos Antonio, Francisco José y Margarita; Ileana de Rumanía (esposa de Antonio) y el marqués de Taliani, embajador de Italia en España (marido de Margarita). En la presidencia oficial se hallaba el presidente del Consejo del Reino y de las Cortes, don Esteban Bilbao Eguía, flanqueado nada menos que por cuatro ministros del Gobierno: Exteriores (Martín Artajo), Justicia (Iturmendi), Secretario General del Movimiento (Fernández-Cuesta) y Obras Públicas (conde de Vallellano). El ministro de Trabajo, José Antonio Girón, ante la imposibilidad de asistir, se hizo representar por su esposa. En la presidencia oficial también figuraban el presidente del Consejo de Estado (Ibáñez Martín), del Tribunal Supremo (Castán Tobeñas), el Vicepresidente de las Cortes (Vivar Téllez), y toda una pléyade de subsecretarios y directores generales. El ex ministro Suances también quiso asociarse a las honras en honor de don Carlos, ocupando un lugar destacado. Entre la gran multitud que abarrotaba el templo se encontraban numerosos representantes del cuerpo diplomático (embajadores de 129
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Bélgica, Francia, Perú, Uruguay…). La importancia en calidad y cantidad de la representación oficial, nos muestra bien a las claras que las pretensiones al trono de Carlos VIII no fueron consideradas por el Gobierno como un hecho anecdótico, ni mucho menos una “humorada”, como llegó a scr calificada por Juan Balansó. La solemnidad de los funerales dispensados a don Carlos, era como si el franquismo enterrase “a su rey”, cuyos restos mortales incluso habían sido honrados con los acordes de la Marcha Real en presencia de la representación oficial del Jefe del Estado.
EL FALLECIMIENTO EN LA PRENSA La prensa tampoco escatimaría sus elogios: “Se distinguió por su afabilidad y la sencillez y señorío de su trato, su sólida piedad, su gran inteligencia y su preparación en los problemas económicos y sociales” (“Arriba”, 26 de diciembre de 1953). “Del príncipe don Carlos (…) bien podríamos decir que fue el príncipe discreto y supo estar siempre en su lugar”. “Tuvo la virtud de saber conciliar la suprema dignidad señorial a que le obligaba su egregia estirpe con una vida severamente austera y con la más cordial amabilidad, que le ganaba generales simpatías” (“Arriba”, 27 de diciembre de 1953). “Príncipe digno de su estirpe en quienes se perpetúa la historia y en quienes el país y las gentes admiran la solidez de los principios como garantía y como reserva para el futuro (…) Príncipe español de raza (…) el duque de Madrid constituyó por su vida, por su ejemplo y por su entrega total a España un digno continuador de los monarcas de la rama tradicionalista (…) Su consejo y su decisión pesaron en momentos históricos decisivos (…) Ha cerrado los ojos un Príncipe español, un príncipe real que, por primera vez en su familia después de varias generaciones, recibirá sepultura en España” (“La Vanguardia Española”, 25 de diciembre de 1953). “Por primera vez en ciento doce años, un Príncipe, descen130
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diente de Carlos María Isidro, pudo ejercer normalmente sus derechos de ciudadano español, emitiendo su sufragio para el referendum nacional, en Barcelona, el día 6 de julio de 1947 (…) Fue, en todo momento, un gran patriota, que destacó por su inteligencia, su sencillez y sus bondades” (“El Noticiero Universal”, 26 de diciembre de 1953). “Tomó parte activa y principal en el XXXV Congreso Eucarístico Internacional, pues atesoraba firmes creencias católicas (…) Su gran orgullo fue siempre haber mantenido sin claudicaciones ni contemporizaciones su nacionalidad española” (“Diario de Barcelona”, 25 de diciembre de 1953). Estos comentarios no eran frases huecas. El archiduque Carlos había sabido ganarse su sitio en la clase política española de aquellos años. Indudablemente, Franco en persona estaba detrás de toda esta aparatosidad. Ser enterrado en el Real Monasterio de Poblet en cuarenta y ocho horas y en presencia de las más altas autoridades del Estado no hubiera sido posible de no haberse contado con su aprobación. Los funerales oficiales, que siguieron al entierro, no se hubieran organizado de no poseerse los apoyos suficientes. Al igual que, tampoco, se hubiera permitido la publicación de comentarios tan elogiosos por una prensa amordazada por la censura. La luz verde para las regias exequias de Carlos VIII partió del palacio de El Pardo.
AUSENCIA Y PRESENCIA
DE
CHRISTA
Las numerosas esquelas mortuorias convocando a las solemnes honras fúnebres en sufragio del alma del “Archiduque Carlos de Habsburgo y de Borbón, Nieto de Carlos VII, III Duque de Madrid, Archiduque de Austria y Gran Maestre de las Órdenes de la Legitimidad Proscrita y de San Carlos Borromeo”, se encontraban firmadas por las princesas Alejandra-Blanca y María Inmaculada, hijas de don Carlos; los archiduques Leopoldo, Antonio, Francisco José, 131
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sus hermanos; las archiduquesas Dolores y Margarita, sus hermanas; los archiduques Carlos-Esteban y Domingo, sus sobrinos; y S.A.R. Ileana de Hohenzollern de Rumanía, su hermana política. Ni una sola mención a su esposa, a la bella y asustadiza Christa. Como era de imaginar, la mujer del archiduque, divorciada de éste y habiendo contraído nuevo matrimonio, no apareció, en los primeros momentos, por Barcelona. Los carloctavistas, no obstante, en nuevas fabulaciones y fantasías, dispusieron, durante una semana, una guardia permanente de requetés a las puertas del edificio donde habitó don Carlos, “para evitar que, si la madre apareciese, pudiera llevarse con ella por la fuerza a las niñas”112. Pocas semanas después, sí que apareció la señora Sandor por Barcelona, como se hacía llamar Christa, acompañada de su flamante esposo, con el decidido propósito de llevarse consigo a sus hijas. No mediante rapto, sino de forma civilizada. El gobierno español cursó inmediata orden de expulsión del territorio nacional de la pareja, que no obstante tardó varios días en cumplimentar el requerimiento. Chirsta, para ganar tiempo, había simulado sentirse enferma, a fín de que Sandor pudiera maniobrar en la embajada estadounidense. Incluso llegaron a contratar los servicios del abogado barcelonés Trías de Bes para conseguir sus pretensiones, que por el momento debieron abandonar ante la firme decisión del gobierno de expulsarlos del país. Para impedir que Christa pudiera en un futuro hacerse cargo de las niñas, Franco encargó a José Luis Zamanillo que iniciara un procedimiento legal para adelantar la edad de emancipación de Alejandra e Inmaculada. Estas gestiones comenzaron a iniciarse en un juzgado de Guernica, no llegando a alcanzar una conclusión positiva ante la complejidad jurídica del tema113. El interés de Christa por recuperar a sus hijas fue siempre continuo. En un momento dado, ofreció grandes cantidades de dinero Santiago Garrigó, conversación con el autor (Barcelona, 26, abril, 2.000). Manuel de Santa Cruz, “Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español 1939-1966”. Madrid, tomo 15, pág. 185.
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para conseguir, sin éxito, su objetivo (carta manuscrita del archiduque Antonio al doctor Ramón Gassió de 28 de julio de 1956). En ningún momento Christa se desentendió de sus hijas. La verdad es que Christa gozó de muy mala reputación entre los seguidores de su marido, seguramente sin razones para ello. Incluso se la acusó, faltando las mínimas pruebas convincentes, de traidora política a don Carlos, de juanista…, y de conexiones con los servicios secretos del Reino Unido. Auténticos disparates.
LOS CELOS DE DON JUAN En los últimos años de vida de don Juan,entre los posibles lugares de enterramiento que para él y su esposa doña María se barajaron, figuró con fuerza el monasterio de Poblet. La idea, al parecer, fue desechada porque allí se encontraba Carlos VIII. Los enterramientos de Poblet, ya preparados, permanecen vacios. Al conde de Barcelona, según Juan Balansó, “ no le hacía ninguna gracia que lo sepultasen a la vera de alguien que él consideraría un pretendiente de tres al cuarto”114. Pretendiente de “tres al cuarto”, o no, el conde de Barcelona había recelado de que el archidueuqe Carlos fuese “el caballo del comisario”, sintiendo una gran inquietud ante la evolución del partido carloctavista. La actividad política de don Carlos daba cornadas reales, no era un pretendiente de salón, y el olfato político de don Juan, consciente que de Franco podía esperarse cualquier cosa, supo intuirlo. En los días previos a la nominación de don Juan Carlos como sucesor del Caudillo, en el mes de julio de 1969, Pedro Sáinz Rodriguez en medio de las reuniones del Secretariado político de don Juan aún solía aludir, con absoluta desvergüenza y total falta de oportunidad, al “fiambre de Carlos VIII”115. Pese a los quince años Juan Balansó, “Trío de Príncipes”. Editorial Plaza & Janés, Barcelona,1995,pág. 190. 115 Luis María Anson, “Don Juan”. Plaza & Janés, Barcelona, 1998, pág. 44. 114
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transcurridos desde el fallecimiento del archiduque, los juanistas no se habían olvidado de este contrincante político.
PANTEÓN REAL DE LA CORONA DE ARAGÓN Para satisfacción y orgullo de sus partidarios, los restos mortales de don Carlos de Habsburgo-Lorena reposan en la capilla Galilea del impresionante monasterio de Poblet, que fundara allá por 1149 Ramón Berenguer IV. Panteón real de los reyes de Aragón, junto a Carlos VIII descansan, entre otros, los despojos de Pedro “el Ceremonioso”, Alfonso “el Casto” y Jaime I “el Conquistador”. El monasterio de Poblet era bien conocido por don Carlos. Allí el archiduque en diferentes ocasiones pasó días de retiro y meditación. Y allí también solía conversar largamente con el Abad General del Císter, dom Mateo Quattember, sobre su problemática matrimonial con la esperanza de encontrar una solución a su situación personal y un futuro para su causa.Pese a todas las dificultades, sus partidarios esperaron hasta el final el triunfo, incluso cuando éste se encontraba ya fuera de toda lógica política.La confianza depositada en Franco fue siempre el aval más sólido para ellos. “Las relaciones entre don Carlos y el Caudillo eran fruto de una cordialidad y una compenetración, cuyos frutos hubieran muy en breve despejado la incógnita de una manera muy distinta a la que, según todas las apariencias públicas, se está enfocando hoy”, escribía Pedro de Vallescar y Palí a Lizarza Iribarren, en clara alusión al príncipe Juan Carlos, el 13 de abril de 1955. Vallescar pensaba que “si Dios le llega a conceder un poco más de vida a don Carlos, su triunfo hubiera sido incontenible, arrollador”. Pero la realidad fue que con la desaparición del archiduque, el carloctavismo sufrió el golpe definitivo del que nunca se repondría. La aventura política había concluido. Y el tiempo se encargó de convertir los hechos en historia. No obstante, el espejismo de una continuidad en la carrera dinástica hizo que los hermanos de don Carlos, aquellos que se ha134
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bían desentendido del carlismo en los momentos claves, recogiesen la antorcha, ya apagada, de la sucesión de Carlos VIII. La imagen del carloctavismo comenzaba a parecer la caricatura distorsionada por un espejo de ferias.
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UN REY DE LA CLASE MEDIA: UNA VIDA SENCILLA El “regio” entierro y los solemnes funerales de don Carlos, organizados por el gobierno de la nación, contrastan con la sencillez de vida que, hasta su muerte, llevó el pretendiente carlista. Carlos VIII no fue ningún potentado económico. Bien es verdad que sus padres tuvieron una posición desahogada y casi suntuosa cuando vivían en la Viena imperial. Pero el capital del archiduque Leopoldo Salvador mermó ostensiblemente a la caída de la doble monarquía austro-húngara, pasando entonces la familia unos años de verdadera estrechez económica. De su madre, doña Blanca, tampoco heredaría don Carlos gran cosa. Los bienes de Carlos VII, que no eran excesivos, se distribuirían entre sus cinco hijos (Jaime, Blanca, Elvira, Beatriz y Alicia), y los de don Jaime, muerto sin descendencia, se repartirían entre sus cuatro hermanas. Y de este quinto y este cuarto de herencia, a don Carlos le correspondería la novena parte (su hermano Raniero había fallecido sin descendencia). Del anciano don Alfonso Carlos, las hijas de Carlos VII no recibieron prácticamente nada. Que no fuese heredero de suculentas herencias, no debe llevar a la conclusión, como algunas veces se ha dicho y nunca en sentido constructivo, que “don Carlos no tenía un duro”. Ni un acaudalado pretendiente, ni un pobre vergonzante. Don Carlos y su familia llevaron en Barcelona una vida propia de la clase media. El barrio en que habitaron, el de la Bonanova, comenzaba a ser apreciado por la burguesía con pretensiones sociales, y la calle Balmes, donde el archiduque había fijado su residencia, era una de las más solicitadas. Don Carlos no llevó, ni su familia tampoco, lo que se puede decir un “tren de vida regio”. El archiduque conducía su propio vehículo, el personal doméstico era el indispensable, y en sus viajes propagandísticos casi siempre se hospedaba en casa de sus partidarios.
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SU ÚNICO LUJO Una concesión al “lujo”, la educación de Alejandra e Inmaculada. El colegio “Jesús María”, frecuentado por sus hijas, era donde se educaba la élite de la burguesía, y no sólamente catalana. Enclavado en la Bonanova, su señorial fachada pregonaba la distinción de las educandas. Apellidos de grandes familias de diferentes puntos del país enviaban sus retoños al “Jesús María”. Según los testimonios de condiscípulas de las hijas de don Carlos, “las princesas, encantadoras niñas rubitas, impecablemente vestidas, cada día eran recogidas del colegio por su madre, una señora elegantísima”. El propio archiduque acudiría, igualmente, a las actividades más emblemáticas del colegio, y, casi a diario, tras el divorcio de su esposa. Aún resuenan en la memoria auditiva de alguna antigua alumna del “Jesús María” la ampulosidad y énfasis cuando, en los actos públicos del colegio, por alguna circunstancia, se nombraban a las hijas del archiduque: ¡A-LE-JAN-DRA—DE—HASB-BUR-GO!, ¡IN-MA-CU-LA-DA—DE—HABS-BUR-GO!116.
UN PADRE AFECTUOSO La vida de don Carlos, entregado a su familia y a su causa política, no difirió mucho de la de cualquier profesional de la clase media en la España de la postguerra. La solicitud y dedicación hacia sus hijas eran proverbiales. Su hermana Dolores, que vivía también en Barcelona, nos ha dejado un testimonio conmovedor, donde narra la última entrevista que mantuvo con su hermano Carlos dos días antes de su muerte: “La última vez que ví a Carlos fue la mañana del lunes, día 21 de diciembre de 1953. Vino a verme con sus dos hijas, hablándome Condesa Carmen Apraxine, conversación con el autor, 12 de octubre de 1999, Bruselas (Embajada de España). 116
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tan bueno y cariñosamente como él sabía hacerlo. Las niñas se sentaron cerca de él, la pequeña en el brazo de su mismo sillón, apoyándose mimosamente en su padre. Recuerdo que él puso el brazo alrededor de ella, y me dijo: ‘Ésta es muy mimosa’. Pasó Carlos un buen rato conmigo. Y estaba completamente bien de salud, como siempre. Luego se despidió de mí, que nunca, ni por asomo, pude creer que era el adiós definitivo. Recuerdo unas palabras de Carlos, que nunca he olvidado por la honda impresión que me causaron. Fue unos días después de la Primera Comunión de María Inmaculada: ‘No sabía que se podía ser tan feliz viendo a esta niña tan contenta. Pasé el día más feliz de mi vida’. Mucho podría decir sobre mi querido hermano, aquel gran rey carlista que se nos fue”117. Tras su muerte, toda la prensa destacaría, como rasgo sobresaliente de su conducta, esta permanente actitud de atención hacia Alejandra e Inmaculada.
NI FONDOS SECRETOS NI RESERVADOS No fue don Carlos un parásito del régimen. En términos cuantitativos y cualitativos recibió bastante menos que don Juan de Borbón (al que Franco había puesto dos diplomáticos para atender su secretaría particular), y, por supuesto, muchísimo menos que don Juan Carlos (al que, cuando llegó el momento, se le financió generosamente estudios, personal y estancia en España). El apoyo gubernamental al archiduque Carlos fue simplemente “logístico”: manos libres para la propaganda de su causa. Ni financiación secreta, ni fondos reservados para el mantenimiento de Carlos VIII. Los rendimientos de su modesto patrimonio “¡Carlistas!”, diciembre, 1957. Doña Inmaculada hizo su Primera Comunión el domingo 7 de junio de 1953, en la capilla privada del convento de las R.R. M.M. Reparadoras de San Gervasio, de manos de monseñor Lisbona.
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y las aportaciones generosas de sus partidarios sufragaron, como hemos dicho en otro apartado, sus gastos de mantenimiento en España. Don Carlos, como cualquier español de aquellos años, también tuvo que hacer sus números, en más de una ocasión, para llegar a “fin de mes”. Es cierto que su aventura política fue un mal negocio económico. Dedicándose personalmente a explotar sus propiedades en Viareggio, hubiera disfrutado de un nivel de vida muy superior al que disfrutó en España. El mismo don Carlos, en carta de 30 de marzo de 1946 a Jaime del Burgo, se lamentaba de lo difícil que veía veranear ese año en el Norte, pues “me reclaman de Viareggio, donde tenemos que ver a la reorganización de nuestras fincas y de mis intereses abandonados desde hace más de dos años”. Por su forma de vida discreta y sencilla, sometido a las mismas dificultades económicas que el resto de los españoles, don Carlos bien pareció un pretendiente al trono salido de la “clase media”, la clase que, precisamente, el régimen franquista quiso identificar con su causa.
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EL CARLOCTAVISMO SIN CARLOS VIII: A LA BÚSQUEDA DEL HEREDERO
Muerto el archiduque Carlos, sus partidarios se ven sumidos en una profunda desorientación. Los líderes carloctavistas, sin pérdida de tiempo, se reunen el 27 de diciembre, al mediodía, en el barcelonés Círculo Central Español, presididos por Cora y Lira, escasas horas después de dar sepultura a don Carlos. Allí está presente la jerarquía al completo (Gassió, Roma, Roger Gallés, Roger Amat, Lizarza Iribarren, Plazaola…). Entre todos buscan una solución a los graves momentos que vive la causa. Por unanimidad se acuerda firmar un acta en la que se comprometen a buscar “legítimo sucesor del rey legítimo” entre los nietos de don Carlos VII. Aunque reconocen la existencia del príncipe en quien recaen los derechos de la dinastía, deciden esperar a la aceptación del interesado “al objeto de proceder a su proclamación”118. Este príncipe era el archiduque Antonio, en quien depositaban todas sus esperanzas.
UNA FORZADA ACEPTACIÓN Tras el funeral celebrado el 16 de enero de 1954 en la iglesia de los Jerónimos de Madrid, los representantes del carloctavismo se reunieron en los salones anexos a dicha iglesia, a las cuatro de la tarde, para analizar la cuestión sucesoria. Cora y Lira, de forma poco clara, hace creer a los presentes que el archiduque Antonio, que había acudido a presidir el oficio religioso, y por tanto estaba presente en la capital de España, se mostraba dispuesto a aceptar la sucesión de su hermano. De forma rápida, se decide que una comisión se traslade inmediatamente a transmitirle a don Antonio un mensaje de fidelidad. Este, confundido a su vez por Cora y Lira, acude al lugar de reunión pensando que se trata sólo de compartir unos mo“¡Firmes!”, Requetés de Cataluña, año II, n° 21. Barcelona, enero-febrero de 1954, pág. 7.
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mentos de intimidad con los partidarios de su hermano Carlos. Su sorpresa no tiene límites cuando, al entrar en la estancia donde lo esperaban, los asistentes lo reciben al grito de “Viva el Rey”, “Viva Carlos IX”. Antonio, como mejor puede, intenta salir del atolladero de la política de hechos consumados, a que ha sido confrontado por Cora y Lira. Declara ante los presentes “su profundo agradecimiento por la inquebrantable lealtad a mi Familia desde hace más de un siglo”, añadiendo que “como nieto del rey Carlos VII y Representante desde ahora de la rama Carlista, por renuncia de mi hermano mayor el archiduque Leopoldo, me hago cargo de sus deberes y derechos”. Los carloctavistas no precisaban oir más. Enseguida firmaron un acta, reconociendo al archiduque Antonio como rey carlista, pese a que éste había, también, anunciado que seguiría residiendo en Austria. El archiduque creía que su puesto no estaba entonces en España, aunque garantizaba a sus partidarios que si ésta lo necesitaba, lo tendría “en todo momento a su disposición para defender con el mayor entusiasmo los altos ideales de Dios y de la Patria y los que representan la gran familia de la Comunión Carlista”119. En realidad, Antonio estaba furioso por la conducta embaucante de Cora y Lira. El archiduque sentía simpatías por el carlismo, al que quería ayudar. Pero, de ahí a proclamarse pretendiente a la corona de España, había un abismo. Este episodio sería el inicio de unas pésimas relaciones entre Cora y el archiduque, que terminarían desembocando en un enfrentamiento dinástico entre los hermanos Antonio y Francisco José. Cora y Lira disimulaba ante el partido el deterioro de sus relaciones con el archiduque Antonio, dando una impresión de normalidad, que a casi nadie engañaba. La pérdida de popularidad, la desconfianza y los recelos hacia Cora en el interior del partido, que se comenzaron a manifestar ya en vida de don Carlos, iban en aumento. Antonio era el único hijo de doña Blanca que no había con“¡Volveré!”, año VII, n° 118, Madrid, 25 de enero de 1954, y conversación del autor con Francisco Javier de Lizarza Inda, Madrid, 21 de marzo del 2.000. 119
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traído un matrimonio desigual. Casado con la princesa Ileana de Rumanía, esta unión conservaba para la descendencia todos los derechos dinásticos de sus padres, pese a la religión ortodoxa practicada por Ileana. El divorcio entre ambos, en mayo de 1954, cogió de sorpresa a sus partidarios y la subsiguiente boda de Ileana con Esteban Issarescu, médico rumano, enrareció aún más el ambiente. Para colmo de desgracias, el primogénito de Antonio, Esteban, de 22 años, contrae matrimonio morganático. Domingo, hermano menor de Esteban, con 17 años, y soltero, es la solución ideal, pensada por Cora y Lira, para salvar la dinastía. Y comienza a enredar para que se venga a vivir a España. Pero el contacto con Domingo, menor de edad y sujeto a la patria potestad de sus padres, no era fácil. Don Antonio, entre tanto, se lo piensa mejor y decide de una vez por todas dejar las cosas meridianamente claras. El 7 de agosto de 1954 tira la toalla y escribe a Cora una explosiva carta, en la que le manifiesta que está “completamente decidido a no tener en el futuro ninguna actuación política, ya que (…) no sería para el bien de España que yo o alguno de mis hijos o hermanos sea pretendiente al trono”. Añadía para su retirada otra razón importante: “el deseo del jefe de nuestra familia, el archiduque Otto, heredero del Trono de Austria, que yo me abstenga de toda actuación política en España”. Es poco conocido que el archiduque Otto también fue, en alguna ocasión, sondeado para declararse pretendiente al trono español. Estas insinuaciones jamás fueron contempladas por el interesado: “Mi lealtad hacia la dinastía española me prohibía aceptar una empresa que no sería más que una usurpación”120. Era lógico, pues, que exigiese un comportamiento semejante a otros miembros de su familia. Otto de Habsburgo, “Memoires d’Europe”.Editions Criterion, París, 1994, pág. 136.
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DOMINGO Y ALEJANDRA,
EVENTUALES SOLUCIONES
El desconcierto que imperó en las filas carloctavistas era dramático. El 12 de septiembre se reune en Santiago de Compostela la Asamblea de Jefes de la Comunión en la que se declara que el apartamiento de los archiduques Antonio y Esteban daba lugar al llamamiento a la sucesión del archiduque Domingo, acordándose iniciar las oportunas gestiones para explorar su voluntad y lograr que venga a vivir a España. El informe, que habían preparado los navarros para esa reunión, traslucía de forma nítida el estado de ánimo derrotista que imperaba: “Estamos, queridos compañeros, en el más absoluto y completo de los ridículos. Abandonado por nuestro Príncipe y con un futuro por demás oscuro”. Julián Torresano, un histórico de la causa carloctavista, escribía, irónicamente, la víspera de dicha reunión a su correligionaria doña Basilia Inchausti: “A mi me parece que lo más prudente sería dejar a don Domingo en paz y que siga masticando chicle y poniendo las patas encima de la mesa, como es uso y costumbre de su nueva Patria”. Tras la decisión tomada en Santiago, Cora se pone manos a la obra para aclarar la situación del archiduque Domingo. Mientras tanto, sugiere mantener la unidad del partido honrando la memoria de don Carlos, con frecuentes visitas a Poblet, y honrando a sus hijas “que Dios sabe la misión que todavía pueden cumplir” (carta a Ramón Gassió el 17 de septiembre de 1954). En Navarra se va aún más lejos, y el 9 de octubre de aquel mismo año, a iniciativa de Jaime del Burgo, la Junta General propone que, a fin de mantener la unidad, el partido se agrupe en torno a la princesa Alejandra en su calidad de hija del último reinante, no como reina, sino como “Abanderada provisional”. Doña Alejandra mantendría así la cohesión de todos los que fueron partidarios de su padre y daría la serenidad y tiempo necesarios, según los navarros, para hacer las gestiones oportunas con los restantes nietos de Car143
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los VII. Tampoco descartaban que, llegado el caso, Alejandra podría ser la solución definitiva.
EL ENFADO DEL ARCHIDUQUE ANTONIO Las gestiones que Cora viene realizando para lograr traer a España a Domingo no agradan al archiduque Antonio. Éste, con quien para nada había contado Cora y Lira, enterado de ello monta en cólera y, el 23 de mayo de 1955, le escribe desde Austria una carta furibunda, de la que envia copia a todos los jefes carloctavistas. El archiduque comienza agradeciendo “todas las demostraciones de afecto de los carlistas, tan leales siempre a mi Familia”. Seguidamente contesta a anteriores propuestas de Cora relativas a obtener “subvenciones económicas”, a base de que su hijo Domingo se traslade a España: “Yo no puedo autorizar nada semejante en este sentido y he de añadir que me desagrada profundamente que alguien pueda pensar, sobre todo el Generalísimo y también el señor Fernández-Cuesta, que mi decisión política pueda depender de que por un mezquino interés material, pueda hipotecar mi conciencia y mi actuación y la de mi hijo (…) Me he enterado hace poco que sin mi autorización y contra mi voluntad has intentado convencer con ofrecimientos financieros a mi hija María Ileana, que trabaja en Nueva York, para que traiga a España a mi hijo Domingo. Antes de que me enterase de tus pasos, fracasaron tus intentos, pues has recibido de USA la contestación debida:’No’(…) Soy yo y nadie más que yo el llamado a subvenir a mis necesidades económicas y a las de todos mis hijos y no autorizo a nadie a intervenir ni a realizar gestiones de tal índole (…) Creo que con esto presto un gran servicio a la Comunión Carlista, interpretando los sentimientos de mis amados carlistas, los cuales se sentirían ofendidos, como yo mismo, ante la idea de que su Abanderado vivía de fondos secretos”. Sin bajar un ápice el elevado tono de la carta, don Antonio recuerda a Cora que él no le 144
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ha nombrado Delegado en España, ordenándole “como Representante de la Dinastía Carlista” deje de considerarse el “Jefe de la Comunión Carlista, cargo que no puede existir”121.
EXPULSIÓN DE CORA Y LIRA En ese mismo año de 1955, mes y medio después, una vez conocida por todos los jefes carloctavistas la dura misiva del archiduque Antonio, la Diputación Nacional de la Comunión Tradicionalista se reune, los días 2 y 3 de julio, en Barcelona, acordando apartar a don Jesús de Cora y Lira de todos sus cargos en el partido. Las razones alegadas fueron “su arbitrario ejercicio del mando”, “continuar su ejercicio tras la muerte de don Carlos VIII”, “proceder contra dignísimos jefes regionales y sus juntas a los que ha querido destituir”, y, sobre todo, “por haber tratado de minar la libertad de la Causa, prestándose a ser vehículo de compromisos y ofrecimientos que afectan al honor mismo de la Comunión y a la independencia política de la Real Familia”122. Los momentos que se vivían eran verdaderamente duros para los partidarios de don Carlos. El carloctavismo aparecía sin cabeza y profundamente dividido. Sólo el culto al recuerdo de Carlos VIII aglutinaba el partido123. “¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista año IV, n° 37-38, Barcelona, junio-julio de 1955. 122 “¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año IV, n° 37-38, Barcelona, junio-julio de 1955. 123 El primer aniversario de la muerte de don Carlos se conmemoró masivamente en el monasterio de Poblet, a donde acudieron varios autocares y múltiples vehículos particulares para rendirle homenaje, pronunciándose vibrantes discursos después del oficio religioso. En numerosas ciudades (Bilbao, Pamplona, San Sebastián, Tolosa…), se rindió, también, público homenaje a la memoria del archiduque. En diciembre de 1955, segundo aniversario, acudieron de nuevo a Poblet los carloctavistas. Después de la misa en el monasterio, se celebró un acto político en la vecina localidad de Valls. En 1956, en el tercer aniversario, se oficiaron diversas misas en Barcelona y otras ciudades por el eterno descanso del alma de don Carlos. Las hijas del archiduque, Alejandra e Inmaculada, acudieron a la pa121
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El problema sucesorio parecía irresoluble y se seguía pensando en la eventual solución de doña Alejandra, una adolescente de 14 años. Los jóvenes carloctavistas, reunidos, igualmente, los días 2 y 3 de julio de 1955 en Barcelona, sugerieron a las altas esferas del partido que “la princesa Alejandra de Habsburgo, hija de nuestro último Rey (…) podría ser apta para encabezar una nueva dinastía”, a falta de otra posibilidad más apropiada. El archiduque Antonio, que seguía viajando periódicamente a Madrid y Barcelona, donde asistía al consejo de familia que velaba por los intereses de las hijas de don Carlos, se entrevistaba con los responsables que quedaban del carloctavismo, a los que daba ánimos y poco más.
EL ARCHIDUQUE ANTONIO CAMBIA DE OPINIÓN La situación cambia bruscamente cuando, el 29 de junio de 1956, don Antonio escribe una carta a Lizarza Iribarren, respuesta al mensaje de adhesión que éste, en nombre de los carlistas navarros, le había dirigido con ocasión de la festividad de San Antonio. En ella, por primera vez, el archiduque se muestra proclive a asumir las obligaciones dinásticas como nieto de Carlos VII, asegurándo que las esperanzas de los carloctavistas de encontrar el príncipe que los guíe “no pueden ser defraudadas”. En tono solemne decía que aunque carecía de toda ambición personal, no carecía del sentido del deber, estando dispuesto “a poner todos los empeños y todos los esfuerzos para unir a todos los carlistas españoles sin excepción bajo una sola bandera y en la obediencia y concordia de un solo príncipe”124. Pocas semanas después, el milagro se produce y don Antonio da el paso definitivo. En misiva de 22 de agosto de 1956, dirigida a rroquia de la Concepción, acompañadas por el conde de Vallserena, que había sido Ayudante Mayor de don Carlos. El mismo día 24 de diciembre se rezaron un rosario y un responso en la sede del propio círculo carloctavista de Barcelona. 124 “¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año V, n° 49-50, Barcelona, junio-julio de 1956. 146
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Lizarza Iribarren, lo nombra “Delegado Nacional de la Comunión Carlista, teniendo en cuenta la misión y la labor a realizar en el futuro a los fines que interesan al Carlismo y a España”125. A partir de ese momento, asume el título de duque de Madrid y se presenta como pretendiente carlista al trono de España.
EL ARCHIDUQUE FRANCISCO JOSÉ SALTA A LA PALESTRA Pero para complicar más las cosas, también en 1956, jaleado por Cora y Lira que desde su cese estaba en “paro político”, salta al escenario dinástico el archiduque Francisco José, que sin más ni más se proclama, también, pretendiente carlista, disputándole los derechos a su hermano Antonio. En agosto de aquel año lanza un farragoso y soporífero “Manifiesto”, que dudamos haya sido íntegramente leído por nadie. Para dar más credibilidad a su causa, Francisco José había logrado que su hermano mayor, el archiduque Leopoldo (transformado en el señor Lorrena tras adquirir la nacionalidad norteamericana), firmara un documento a su favor el 6 de julio de 1956 ante el secretario de Embajada de España en Viena. Nervioso, Lizarza Iribarren localiza a Leopoldo y hace que firme una nueva declaración, en forma de carta, desdiciéndose de la anterior y apoyando a Antonio. La carta de Leopoldo, fechada el 10 de noviembre en el castillo de Pitten, comienza manifestando que la escribe para aclarar “malas interpretaciones” que algunas personas han dado a sus palabras. Redactada en tono muy elogioso para el archiduque Antonio, concluye con unas puntualizaciones cuya simple lectura nos da idea del desbarajuste imperante: “1°- Que si bien declaré a Francisco José lo mismo que declaré hace años a nuestro difunto hermano Carlos, tal declaración y renuncia a mis posibles derechos a favor de Francisco José, en modo alguno puede interferir con el uso que hagas de los tuyos ni antepo“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año V, n° 52, Barcelona, septiembre de 1956. 125
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nerse a ellos, sobre todo teniendo en cuenta que eres el hermano que me sigue en edad y que siempre te he considerado el más idóneo para asumir la jefatura y representación de nuestra familia.” “2°- El haber firmado, el 6 de julio, solicitado por Francisco José la declaración ante el secretario de Embajada de España en Viena, ha sido casual, sin carácter oficial y sin solemnidad alguna”. “3°- Considerando lo dicho anteriormente he llegado a convencerme que mi declaración del 6 de julio de 1956 mencionada arriba, ha sido un error. Por esa razón la retiro y la considero anulada.” “4°- Para apartar toda duda renuncio para siempre a los derechos de sucesión que tengo por mi descendencia o pudiese tener en lo futuro”126. En relación con esta carta, la publicación “¡Carlistas!” titulaba pomposamente en cabecera de portada: “El bien de España une al carlismo”. En una especie de comentario editorial proclamaba haber quedado “definitivamente aplastado el burdo intento de confundir y dividir a los carlistas”. El tono triunfalista de la publicación no lograba disimular la vía muerta en que se encontraba la causa.
ACTIVIDAD POLÍTICA DEL ARCHIDUQUE ANTONIO Poco a poco, el boletín “¡Carlistas!” se va constituyendo en el más destacado portavoz de las pretensiones del archiduque Antonio, intentando animar el fuego de la fidelidad a la sangre de Carlos VII. El empeño y el empuje que Lizarza Iribarren puso en ello, hizo parecer como si, de verdad, existiese aún alguna oportunidad. El boletín salía periódicamente, cada mes, arremetiendo a diestra y siniestra, ya contra don Juan, ya contra don Javier. El recuerdo de Carlos VIII se mantenía vivo en el cariño profesado a sus hijas, de quienes con frecuencia se publicaban fotos por ellas dedicadas: “Con mucho cariño, Inmaculada – Alejandra”, “Con verdadero afecto a cuantos fueron leales a nuestro inolvidable Padre, Alejandra – Inmaculada”… 126
“¡Carlistas!”, diciembre, 1956. “El bien de España une al carlismo”, portada. 148
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Durante unos pocos años, el archiduque Antonio se comportará como un auténtico pretendiente. El 30 de mayo de 1957, semanas después de la primera y clamorosa aparición de Carlos Hugo en la cumbre del Montejurra, presentándose como Príncipe de Asturias y nieto de Carlos VII, reacciona desde Viena con un manifiesto en el que declara que “como nieto sucesor de mejor derecho de mi augusto abuelo el Rey Carlos VII”, mantendrá los principios “inmutables” del carlismo, llamando a todos los carlistas “a una unión sincera y efectiva”. “Me dirijo a todos sin excepción –decía el archiduque-, a los que fueron leales a mi querido Hermano y a los que siguieron al Príncipe don Javier (…) Os prometo, leales carlistas, que uno de mis hijos, Esteban o Domingo, será en su día el continuador de la Dinastía Carlista”127. En este mismo año 1957, Franco recibe en audiencia, el 23 de octubre en el palacio de Pedralbes de Barcelona, a una nutrida representación de carloctavistas (Oliva, Roger Amat, Garrigó, Roma Campí, Brú Jardí, Gassió Bosch, Vallserena de Vallescar, Bartrés Hervas…). Estos agradecieron al Caudillo el hecho de que los restos de don Carlos reposasen en el Real Monasterio de Poblet, extendiéndose después en otras consideraciones sobre el Alzamiento y la Tradición. Franco, por su parte, ensalzó el papel desempeñado por los carlistas en la guerra civil, manifestándoles, halagador, que “ojalá se hubiera entendido la legitimidad de ejercicio tal como el Tradicionalismo la predicaba y la defendía”128. La audiencia concedida era de simple cortesía. El carloctavismo ya no podía, en aquellos momentos, rendirle ningún servicio importante a Franco, salvo el meramente decorativo. El año 1957 terminaría con un mensaje político del archiduque Antonio, fechado en el mes de diciembre en Viena, debido, sin duda, a la pluma de Lizarza Iribarren. Se presentaba como el heredero indiscutible de Carlos VII, citaba a Vázquez de Mella, reflexio“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año VI, n° 59-60, Barcelona, abril-mayo de 1957. 128 “¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año VI, n° 65, Barcelona, octubre de 1957. 127
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naba sobre la cuestión social…, y ofrecía a sus hijos como continuadores de la causa. A aquellas alturas, todo resultaba absolutamente inutil. Ya no existía ninguna perspectiva seria de futuro. Y para colmo, un grupo de tradicionalistas se habían presentado, el 20 de ese mismo mes, ante don Juan para acatarlo como legítimo sucesor de don Alfonso Carlos. Con todo, el archiduque Antonio, de paso por Madrid, lanza el 10 de marzo de 1958, Día de los Mártires de la Tradición, un nuevo manifiesto, en el que confirma su clara voluntad de asumir la dirección del carlismo.
CONTRA TODOS Con la excusa de intentar la unión de todos los carlistas, don Antonio escribe, el 10 de julio de 1958, una carta al príncipe Javier haciendo una detallada defensa de su mejor derecho genealógico. El archiduque Antonio, sin complejos, solicitaba de don Javier que pusiese fin a su etapa de regente, dado que “la Dinastía de Carlos V y Carlos VII no se ha extinguido, pues muerto mi Hermano Carlos y posteriormente Leopoldo, los derechos revierten a Mí, y a Mis Hijos”129. Don Javier, sin demoras, le responde el 31 de julio de ese mismo año desde su castillo de Lignières, en Francia, manifestándole que su decisión de Barcelona de 1952 es inamovible y que el apoyo que le otorga la Comunión Carlista es unánime, “pues sólo hay fuera pequeños grupos que son inevitables en las cosas humanas, (que) no cambian la realidad general”. “Te pido, querido Antonio –añadía don Javier- de no continuar actualmente una escisión que ya estaba extinguida. Tus actuaciones no pueden perturbar (…) ni impedir el fin y la razón de ser del establecimiento de la monarquía en España, sostenida desde tantos años por la Comunión Tradicionalista carlista y por tantos buenos españoles monárquicos”. Por último, don Javier le recuerda el mandato de Otto cuatro años atrás: 129
Archivo del autor. 150
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“Quiero recordarte también la promesa que hiciste a tu jefe de familia hace unos años de abstenerte de toda intervención en la política de España”130. No hay que decir que ni uno ni otro hicieron caso a sus respectivas misivas, y las cosas quedaron tal como estaban. El mismo día que escribió a don Javier, también escribió Antonio, en su condición de “jefe de Familia”, a su hermano Francisco José, desautorizando toda campaña que se hiciera en su nombre. Conciliador con el Caudillo, el archiduque Antonio le escribe una atenta misiva, igualmente el 10 de julio de 1958, en la que afirma ostentar los derechos y obligaciones vinculados a la Rama Carlista, en tanto en cuanto que Jefe de Familia de la misma. Pocos meses después ya se había olvidado de todo.
FRANCO RECIBE A LAS HIJAS DE CARLOS VIII El boletín “¡Carlistas!” seguía manteniendo la llama de la fidelidad a la causa de Carlos VIII, y continuando con sus pruebas de cariño a Alejandra e Inmaculada. En el número de julio-agosto de 1958 se publica una nota en la que se da a conocer la visita que las hijas de don Carlos (“SS AA RR las Infantas de España, AlejandraBlanca y María Inmaculada de Habsburgo, hijas de nuestro inolvidable Carlos VIII, q. G. h.”), realizaron a Franco en el palacio de El Pardo, visita en la que fueron acompañadas por don José María Roger Amat, jefe de la Junta regional carlista de Cataluña, a quien el Caudillo acababa de nombrar consejero del Reino y procurador en Cortes. Otro detalle de simpatía del Jefe del Estado hacia la familia del archiduque Carlos. Doña Alejandra recuerda con nitidez la entrevista, quedando impresionada por la posición adoptada por Franco en el transcurso de la audiencia, situado según su costumbre habitual de espaldas a María Teresa de Borbón Parma, Josep Carles Clemente, Joaquín Cubero Sánchez, “Don Javier, una vida al servicio de la libertad”. Prólogo de S.A.R. Carlos Hugo de Borbón Parma. Editorial Plaza § Janés, Barcelona, 1997, págs. 410-411. 130
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una ventana, de tal forma que su figura quedaba en penumbra, lo que desconcertaba, no poco, a sus visitantes. A partir de este momento, Alejandra e Inmaculada pierden todo contacto con los partidarios de su padre. Ambas evolucionarían ideológicamente hacia posiciones políticas de la izquierda socialista. Alejandra, ya una jovencita, se casó el 1 de febrero de 1960, a la edad de 19 años, con José María Riera de Leyva, de 25 años, hijo de su tutor, del que ha tenido una hija (Alejandra-Matilde, nacida en Lima el 4 de noviembre de 1960), y dos hijos (Carlos Pío, nacido el 16 de julio de 1963, y Pedro, nacido el 1 de diciembre de 1965, ambos en Barcelona). Alejandra, feliz y joven abuela, vive en la Ciudad Condal, en cuyo Ayuntamiento trabaja como asesora en el gabinete de relaciones internacionales. Su hija, Alejandra-Matilde, contrajo matrimonio, el 25 de septiembre de 1987, con Baldo Montaner Casanellas, de cuya unión ha nacido, el 9 de junio de 1994, Mar, primera biznieta de Carlos VIII. Por su parte, Carlos, arquitecto de profesión, se casaría el 17 de abril de 1991 con Mireia Mateu Martínez, siendo los padres de Laura, nacida el 17 de abril de 1998, y de Blanca, nacida el 6 de agosto del año 2.000. Pedro, el benjamín, periodista, continúa soltero. El 30 de noviembre de 1990, doña Alejandra recibió el título de condesa de Habsburgo por parte del Jefe de la Casa de Austria, el archiduque Otto, quien efectuó diversos nombramientos entre diferentes miembros de su familia y “no envió ni un papel”, según la propia interesada. María Inmaculada, la segunda hija del archiduque Carlos, vivió sus primeros años en Barcelona. Al contraer matrimonio su hermana, marcha a la edad de 14 años a Nueva York, junto a su madre. El 18 de diciembre de 1969 contrajo matrimonio, en Washington, con John Howard Dobkin, con el que ha traído al mundo tres hijos: Carlos (11 de octubre de 1970), Juan (18 de enero de 1972) y Antthony (12 de mayo de 1979). María Inmaculada es la directora del Instituto Español de Nueva York, entidad privada dedicada a la promoción de la cultura es152
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pañola de calidad. Al igual que su hermana, también ha recibido el título de condesa de Habsburgo de manos del archiduque Otto.
EL ARCHIDUQUE ANTONIO
ABANDONA LA ESCENA
El archiduque Antonio tenía fundadas sus esperanzas en que alguno de sus hijos pudiese asumir, con bríos y ganas, la jefatura del carlismo. Pero, en verdad, no se tomó un gran interés, que digamos, para sensibilizar a éstos con la historia familiar, las pretensiones dinásticas y lo que todo ello conllevaba. A partir de 1959, año en que fallecieron en accidente de aviación la hija de don Antonio, María Elena, y su esposo, el conde Jaroslow Kottulinsky, se produce un lento desentendimiento del archiduque respecto de los asuntos carlistas, desentendiemiento que cada día sería más acentuado. En el otoño de 1959, Francisco Javier de Lizarza Inda realiza, con el consentimiento del archiduque Antonio, un viaje a EEUU para visitar a Esteban y a Domingo, con miras a relanzar el movimiento carloctavista en base a una sólida adscripción de alguno de estos archiduques al carlismo. Primero se entrevistó con Esteban, en Newton (Massachussets), quien de forma tajante manifiesta a Lizarza Inda, que de ninguna manera entra en sus planes reivindicar la corona de España poniéndose al frente del carlismo, que para él no despertaba el menor interés. Para que no hubiese lugar a posteriores dudas, firmó el 19 de octubre de dicho año un documento renunciando a sus eventuales derechos de sucesión a la dinastía carlista por él y por sus hijos. Sin dar grandes explicaciones, se justificaba diciendo que por su educación y su matrimonio había decidido establecer su casa en América. Domingo, que estudiaba dibujo y escultura en la universidad de Rhode Island, más prudente, manifestó que lo pensaría y que consultaría el asunto con su padre, manteniendo una actitud relativamente abierta. Francisco Javier de Lizarza se quedó de piedra al 153
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comprobar que este archiduque no conocía absolutamente nada del carlismo, quien incluso le preguntó por qué los carlistas no se agrupaban en torno a Juan Carlos, que “parecía buen chico”131. Un contratiempo para la causa del archiduque Antonio había sido, en opinión de José María Montells y Galán, el ser uno de los pocos príncipes que había hecho la guerra con Hitler, sirviendo como coronel de la Luftwaffe o Arma Aérea, como piloto de combate primero y, posteriormente, como director de la Academia de Vuelo132. Pero el hecho desencadenante, según el citado autor, del abandono político de don Antonio fueron los enlaces matrimoniales de sus hijos. Montells afirma que el archiduque Antonio “vió el cielo abierto para efectuar la renuncia a sus derechos al trono con motivo de la boda de su hijo y heredero, el archiduque Domingo con Engel Von Voss, toda vez que el primogénito Esteban también había contraído matrimonio morganático”, cerrándose así “la posibilidad de continuidad de la dinastía”133. En efecto, el archiduque Esteban había contraído matrimonio morganático al casarse el 28 de agosto en Milton, Massachussets (USA), con la estadounidense Jerrine Soper, un año mayor que él. De esta unión nacerían 3 varones (Christopher –26 de enero de 1957-, Peter- 19 de febrero de 1959-, y Antón-7 de noviembrede 1964), y dos hembras (Ileana –4de enero de 1958- y Constanza –2 de octubre de 1960). Afincado en Estados Unidos, cuya nacionalidad adquirió, falleció en 1999 sin querer saber nada del carlismo ni de reivindicaciones de tronos. En su tumba hizo poner la siguiente inscripción: “Nacido Archiduque de Austria, fallecido ciudadano americano”. Por su parte, Domingo, el segundo hijo del archiduque Antonio, Francisco Javier de Lizarza Inda, conversación con el autor, Madrid, 21 de marzo del 2.000. 132 José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”. Colegio Heráldico de España y de las Indias, Madrid, 1995, pág. 66. 133 José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”, op. cit., pág. 66. 131
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contrajo matrimonio morganático, el 11 de junio de 1960, en Houston, Texas (USA), con la estadounidense, de origen holandés, Engel von Voss, de la que ha tenido dos hijos, ambos nacidos en Viena (Sándor –13 de febrero de 1965-, y Gregor –20 de noviembre de 1968). Domingo vive en la actualidad en Nueva York (Norht Salem), y es el responsable del mantenimiento de la capilla funeraria de la Tenuta Reale de Viareggio, donde reposan la reina Margarita, la infanta doña Blanca y el rey don Jaime. En septiembre del 2001 visitó El Escorial, Segovia, Palacio de la Granja y Toledo, además de Madrid, fotografiándose en el Museo Cerralbo delante del retrato de su bisabuelo, Carlos VII, sin que este hecho anecdótico hay que darle ningún significado especial. Lo cierto fue que el archiduque Antonio, que nunca se había tomado sus pretensiones al trono de España con la fuerza y el entusiasmo que la dificultad de la empresa requería, hizo un silencioso “mutis” del escenario político, dejando el terreno libre a su hermano menor, Francisco José, quien desde 1956 venía incordiándole con sus pretensiones dinásticas. Sin tan siquiera tomarse la molestia de renunciar, y olvidando anteriores promesas, abandonó la escena.
OLVIDADO DE ESPAÑA Antonio vivió con discreción en su Austria querida, donde falleció, sin inmiscuirse para nada en los asuntos de España ni del carlismo, el 22 de octubre de 1987, a la edad de 86 años, siendo el decano de los Habsburgos varones. Su excelente estado de salud le había permitido pilotar aviones, la pasión de su vida, hasta dos años antes de su muerte. Los funerales tuvieron lugar en Mondsee, no lejos de Salzburgo, y al mismo acudieron una centena de miembros de la familia imperial. El archiduque Carlos de Habsburgo ostentaba la representación de su padre, el archiduque Otto, jefe de la Casa. A su entierro no asistió ninguna representación carlista, ni oficial ni oficiosa. La familia Lizarza, que con tanto ardor había defendido los derechos sucesorios de don Antonio, tampoco estuvo re155
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presentada. Después de 12 años de reinado juancarlista, nadie recordaba ya que este archiduque, nieto de Carlos VII, había sido contrincante dinástico de la actual familia reinante, ni que durante unos años personificó un intento de perpetuar en su estirpe la dinastía carlista. El fallecimiento del archiduque Antonio pasó absolutamente desapercibido en España. Su esposa, la princesa Ileana, aún le sobrevivió cuatro años. En 1967, Ileana había entrado en religión bajo el nombre de reverenda madre Alexandra y fundado el convento ortodoxo de la Sagrada Transfiguración, en Elhwood City en Pittsburg (Pensylvania, USA), del que llegó a ser abadesa. Fallece el 21 de enero de 1991 a la edad de 82 años, siendo inhumada en la catedral ortodoxa rumana de Detroit134.
UN GOTEO CONTINUO Desde el fallecimiento del archiduque Carlos un incesante goteo de trasvase de lealtades se había iniciado hacia las filas del javierismo. Ante la incapacidad o falta de voluntad de los hermanos de don Carlos, los partidarios de éste se encontraban desorientados y, como lógica consecuencia, irían engrosando el grupo de seguidores de don Javier, que cada día se dibujaba más como la única opción carlista. Este trasvase de lealtades se fue realizando lenta y casi perezosamente. En muchas ocasiones sin publicidad ni formalismo alguno. En otras en cambio, se revistió de la solemnidad de los actos Ileana escribió un libro de “Memorias”, editado en español por Luis de Caralt en 1955, y que ella firmó como princesa de Rumanía y archiduquesa de Austria. El texto destila un profundo amor hacia todo lo rumano, mezclado con los abatares políticos que le tocó vivir (segunda guerra mundial, caída de la monarquía rumana…). El apego de Ileana a Rumanía queda bien patente cuando afirma: “Nosotros los rumanos nos sentimos parte del suelo de nuestra tierra y no podemos experimentar lo mismo en ninguna otra parte. Este sentimiento es tan fuerte en mí que hacía poner un cacharro de tierra de Rumanía debajo de mi cama cuando nacían mis hijos, para que también ellos nacieran sobre tierra rumana”(pág. 31). Con un padre que se sentía austríaco y una madre rumana hasta la médula, no debe extrañarnos que Esteban y Domingo ignorasen todo sobre el carlismo.
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trascendentales. Así, el 10 de marzo de 1962, emblemática fecha conmemorativa de los Mártires de la Tradición, los destacados carloctavistas Claro Abánades, Carmelo Paulo Bondía, Fernando Suárez Kelly, Bruno Ramos, Fermín Echevarría…entre otros, firmaban junto a Valiente y Zamanillo un acta en la que daban a conocer “la feliz consecución de la plena unidad carlista bajo la autoridad de S.M.C. don Javier de Borbón Parma”, acordándose que, “de ahora en adelante, no habrá discriminación alguna entre los carlistas, sea cual fuera el origen, para la ocupación y ejercicio de los mandos en los órganos directivos o rectores de la Comunión Carlista”. La integración de los carloctavistas se realizó sin estridencias. José María Valiente, siguiendo las instrucciones de don Javier que pondría especial delicadeza en ello, facilitaría las cosas, evitando situaciones molestas o enojosas. No obstante estas incorporaciones, no se puede ocultar la existencia de nucleos irreductibles de carloctavistas, que siguieron lealmente aferrados a la imposible sucesión de los nietos de Carlos VII.
EL ARCHIDUQUE FRANCISCO JOSÉ, EN SOLITARIO Sin ninguna posibilidad de futuro, el archiduque Francisco José había continuado enarbolando la bandera dinástica de los descendientes de Carlos VII, enfangando y entorpeciendo todo lo que podía a don Javier y a su hijo Carlos Hugo, jaleado por el incombustible e infatigable Cora y Lira. El régimen le dejaría hacer, con tal de que no diese excesivamente la lata y neutralizase en lo posible a los javieristas, a esas alturas, cada día más activos, numerosos, y ya plenamente consolidados como una alternativa popular al franquismo. Había nacido el archiduque Francisco José en Viena, el 4 de febrero de 1905, nacionalizándose español en 1926, cuando su familia buscó refugio en Barcelona. Cursó estudios en la Escuela Industrial de Tarrasa y en la de Agricultura de la Ciudad Condal. Apasionado por la navegación aérea, estaba en posesión del carnet número 2 de aviador civil español. Tras su divorcio con Marta Aloisa 157
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Baumer, con la que había casado en 1937, contrajo un segundo matrimonio en 1962, a la edad de 57 años, con María Elena Seunig, veinte años más joven que él, hija de un cónsul honorario británico, de la que tuvo una hija, Patricia (23 de abril de 1963).
RECLAMACIONES NOBILIARIAS Algunas de las campañas del archiduque fueron sonadas. Así, en el mes de julio de 1964, pudo leerse en la prensa española que había presentado demanda contra Carlos Hugo de Borbón Parma y su esposa, la princesa Irene de Holanda, por uso indebido del título de duque de Madrid, ya que, según el demandante, Carlos Hugo no tiene parentesco alguno con Carlos VII, duque de Madrid y abuelo del archiduque Francisco José, quien aseguraba le correspondía el referido título. Al acto de conciliación en el juzgado municipal n° 9 de Madrid ni siquiera compareció el demandado. Es fácil imaginar que las actuaciones se archivarían, dado el desbordamiento de la cuestión desde un terreno jurídiconobiliario al político, ya que el mencionado título es de los llamados de pretensión, que toman los reyes y pretendientes en sus actuaciones públicas y que no se rigen en absoluto por la legislación nobiliaria. Meses antes, en su afán de protagonismo, Francisco José había solicitado del Ministerio de Justicia que le fueran expedidas Cartas de sucesión o de rehabilitación de los títulos de conde de Molina (usado por Carlos María Isidro, primer rey carlista) y de duque de Madrid (usado por Carlos VII). El ministro de Justicia, don Antonio Iturmendi, el mismo que en nombre del gobierno de la nación había presidido en 1953 los funerales de su hermano Carlos, contestó el 29 de abril de 1964 al general Cora y Lira, representante del archiduque, que “los títulos de la Casa Real están excluídos del régimen jurídico de los demás títulos del Reino, por lo que este departamento carece de competencia respecto a los mismos”135. En la actualidad, el título de Duque de Madrid es usado por don Carlos Javier de Borbón Parma, primogénito de don Carlos Hugo, quien se 135
José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”, op. cit., pág. 70. 158
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lo cedió en acto público celebrado el 28 de septiembre 2003, en Arbonne (Francia).
LA DESAUTORIZACIÓN DE DOÑA ALICIA En este mismo año 1964, Francisco José ya había recibido una severa desautorización, proveniente de su propia familia. La infanta doña Alicia, la hija menor de Carlos VII, y por tanto tía suya, había lanzado un mensaje, fechado en Viareggio el 11 de febrero, sosteniendo que “fallecido mi tío Alfonso Carlos sin descendencia masculina, revierten los derechos de sucesión de la dinastía agnada en la rama del infante don Francisco de Paula, hermano menor del rey don Carlos V, rama representada hoy (…) por S.A.R. el infante de España don Alfonso Jaime de Borbón y Dampierre”, al que doña Alicia aconseja obedecer como “jefe nato y único de la Comunión católico-monárquica”, si dicho príncipe “reconociese de modo explícito y fehaciente los principios básicos de la Comunión y repudiara las tesis liberales”. La infanta doña Alicia habla en su condición de “hija superviviente de Carlos VII”, llamando “a la unión y a la concordia, rotas, desgraciadamente, por la actuación de elementos que, haciéndose pasar por descendientes de mi augusto padre (q.e.p.d.), ningún derecho tienen para reivindicar la herencia que pretenden”. A continuación, feroz ataque al príncipe don Javier, “sobrino de mi augusta madre doña Margarita”, que no ha cumplido con el encargo encomendado en la regencia y que, como príncipe extranjero no puede aspirar a la corona de España. “Es evidente por ello –puntualiza doña Alicia- que su hijo el príncipe don Hugo no puede titularse príncipe de Asturias ni duque de Madrid.”136. La verdad es que no se sabe bien el por qué de aquella irrupción política, totalmente fuera de tono, de esta buena señora, que nunca se había manifestado públicamente con anterioridad en temas dinásticos. El que sacó tajada del manifiesto fue el duque de Segovia, don Juan Balansó, “la Familia Real y la Familia Irreal”. Editorial Planeta, Barcelona, 1992, págs. 215-217. 136
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Jaime de Borbón, que en aquellos momentos andaba a la greña con su hermano Juan por cuestiones económicas. Don Jaime, asumiendo la representación de su hijo, agradeció públicamente el gesto de la infanta Alicia (“en momentos en que algunos se dedican a crear divisiones en el seno de los monárquicos españoles”), y toma la decisión de usar en lo sucesivo el título de duque de Madrid. Pensaba que uniendo a su persona los títulos de duques de Segovia y de Madrid (“que fue llevado por un leal y caballeroso adversario de la rama dinástica a que pertenezco”), ofrecía un gran servicio al país. Don Jaime, ingenuamente, creía que “uniendo las dos ramas de una misma familia espiritual española”, contribuía a la reconciliación de todos los españoles, “sin excepción de ningún género”137.
NO SE RINDE Viajando a lo largo y ancho de España, Francisco José seguía manteniendo contactos con los escasos partidarios que aún le quedaban, intentando dar credibilidad a un proyecto absolutamente agotado. El 8 de mayo de 1966 celebró su particular Montejurra en el monasterio de Poblet en compañia del inseparable Cora y Lira. Una vez terminada la misa, tuvo lugar un almuerzo al que asistieron unas cincuenta personas, y en cuyo transcurso los presentes le reiteraron su adhesión138. El 13 de diciembre de ese mismo año, Francisco José acude a la embajada de España en Viena y entrega al embajador, don Antonio Luna, una declaración apoyando la ley Orgánica del Estado, que, al día siguiente, iba a ser sometida al referendum de la nación139. Francisco José no se rinde y, esporádicamente, continúa saltando a las páginas de la actualidad. Un atrevido incidente, protagoniRamón de Alderete, “…Y estos Borbones nos quieren gobernar”. Asniéres, 1974, pág. 111. 138 Francisco Javier Caspístegui Gorasurreta, “El naufragio de las ortodoxias – El carlismo, 1962-1977”. Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, 1997, pág. 17. 139 Laureano López Rodó, “La larga marcha hacia la Monarquía”. Editorial Noguer, Barcelona, 1977, pág. 625. 137
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zado por un grupo de sus escasos partidarios, tendría lugar el día de Montejurra, primer domingo de mayo de 1968. Un coche dejó caer en la explanada del monasterio de Irache, situado a la espalda del histórico monte, multitud de octavillas, hechas mil pedazos por quienes las cogieron (según la crónica de “El Pensamiento Navarro”), defendiéndose en las mismas el derecho a la corona por parte de “Francisco José Carlos de Habsburgo-Lorena y de Borbón, nieto de Carlos VII y legítimo heredero de Carlos V”. El escrito iba firmado por una tal “Comunión Católico-monárquica de Vizcaya, Asturias y Navarra”, dándole al archiduque el título de duque de Madrid. Este intento de proselitismo, irresponsable provocación efectuada en medio de una enardecida multitud de seguidores de los Borbón Parma, fracasaría estrepitosamente.
LA CURIOSA ENTREVISTA DE “PUEBLO” Inaccesible al desaliento, a principios de 1969 la opinión pública se vió sorprendida al leer en el diario “Pueblo”, del 23 de enero, la autoproclamación de sus derechos al trono de España, efectuada por el mismo archiduque, todavía pendiente la nominación de sucesor a la Jefatura del Estado. Afirmaba Francisco José que él era el único heredero legítimo de los reyes carlistas, y que no se mezclaba en cuestiones políticas por respeto y por coincidir plenamente con Franco. Atacaba con dureza la posición de Carlos Hugo, que para él era un extranjero sin derecho alguno a proclamarse heredero de la dinastía carlista. “Hugo no es nieto de mi abuelo don Carlos VII, duque de Madrid, que fue el padre de mi madre, doña Blanca de Castilla”, declaraba tajante. “Hugo, añadía, no es español y carece de todo derecho carlista; aunque sea pariente, en calidad de Borbón, de todos los Borbones. Pero es una relación de grado lejano. Que diga Hugo quién fue su abuelo; porque Hugo de Borbón Parma es ajeno al carlismo”. Acto seguido, sin ningún rubor afirma: “La regencia concedida por el anciano archiduque Alfonso Carlos al príncipe Javier, padre de Hugo, es un mito; no hay ningu161
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na prueba. Don Alfonso Carlos, poco antes de morir en Viena (…) le dijo a Javier de Borbón Parma: ‘Ocúpate de los pobres carlistas de España’. Creo que eso no es instituir una regencia. ¿Pero es que es posible admitir que un hombre como don Alfonso Carlos I nombrase regente habiendo sucesión legítima?”140. Preguntado por el periodista sobre quién sería su heredero, Francisco José respondió con jactancia: “Que lo decidan mis carlistas en su día. Tal vez lo fuese mi sobrino Domingo”. Este diario publicaba, igualmente, una síntesis de su pensamiento con el fin de “situarlo ante el lector de forma más definitoria”. El documento era una perorata, verdaderamente, indigerible. Laureano López Rodó, comentando esta entrevista, ha manifestado que “no dejaba de ser sorprendente que todavía en 1969, a los seis meses escasos de la proclamación del príncipe don Juan Carlos como sucesor del Jefe del Estado, el periódico de la Organización Sindical, dependiente de un ministro del Gobierno, tratara de poner en órbita otro aspirante a la corona de España”141. La anterior sería la última actuación pública de Francisco José. Tras la muerte del fiel Cora y Lira, y tras el nombramiento de Juan Carlos como sucesor del Jefe del Estado, hechos ambos ocurridos en ese mismo año 1969, entró en un profundo y respetuoso mutismo.
AMANTE DEL BOATO Amante del boato y la ostentación, el archiduque Francisco José se había proclamado en 1963 Gran Maestre dinástico de la Orden del Toisón de Oro de España y de la Orden de San Francisco de Asís (fundada por él), además de seguir concediendo las órdenes de la Legitimidad Proscrita, del Lirio de Navarra, que él restauró, y de San Carlos Borromeo. También concedió media docena de títulos nobiliarios (a su esposa, María Elena; a su suegro, el señor Seuni; al jefe de su SecreDiario “Pueblo”, 23 de enero de 1969. Laureano López Rodó, “La Larga marcha hacia la Monarquía”, op. cit., pág. 303.
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taría,Rafael Saura de Ayerbe; a su amigo Francisco Kossler; y a sus amigas doña Antonia López-Soler y doña Sheila Sanders). Igualmente, fue proclamado “protector” de la falsa Orden del Temple Catalán y de la discutible Ordine Militare Ospedaliero di San Giorgio in Carinza. Acorde con su autoconsideración de jefe de familia, el archiduque Francisco José estampó en el sarcófago de su padre, en la cripta de los Capuchinos de Viena, una rosa en bronce, en cuyas hojas figuran su nombre, el de su esposa y el de su hija:”Franz Josef, Patricia, Maria Elena”. Las decenas de turistas que a diario visitan la cripta, pasan de largo sin reparar ni comprender la simbología de ese pequeño detalle.
PÉSAME DEL GOBIERNO ESPAÑOL El archiduque Francisco José muere el 9 de mayo de 1975, a la edad de 70 años. A la residencia archiducal de Viena acude personalmente el embajador de España, don Laureano López Rodó, para manifestar, en nombre del gobierno español, el pésame a su viuda, Maria Elena Seunig. El 25 de junio siguiente, Franco recibe en audiencia a su embajador en Austria, quien le informa del fallecimiento del archiduque Francisco José y le hace entrega de su testamento político. “Le transmití el encargo –escribe López Rodó- que me hizo el archiduque antes de morir de pedirle a Franco que prestara alguna ayuda económica a Patricia, su única hija, de doce años. Franco me preguntó si el archiduque había dejado fincas. Le dije que vivía en un piso alquilado, en Viena, puesto con buen gusto, pero con pocos objetos de valor, y que tenía, además, una finca, pero no muy grande, creo que de unas cinco hectáreas. Me dijo el Generalísimo que el archiduque había tenido un pleito con sus hermanos sobre la administración de unas fincas y que su hermano Leopoldo les había dado disgustos. Le dí una nota que había redactado sobre el tema del archiduque que Franco guardó, junto con el testamento político y 163
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unos recortes de prensa relativos al fallecimiento”142. Resulta curioso que seis años después del nombramiento de don Juan Carlos como heredero a título de Rey en la Jefatura del Estado, Franco siguiese interesándose por los nietos de Carlos VII.
SU GRAN TRIUNFO Los restos mortales del archiduque Francisco José reposan en la capilla de San Carlos de la Catedral de San Justo de Trieste, denominada “El Escorial Carlista”, por la cantidad de miembros de esta dinastía que reposan allí. Fue, sin duda, su gran triunfo: “Franciscus Josephus Carolus I / arcidux Austriae Matriti dux / christiane vitae exemplum/ pater et vir optimus / patriae suae observantíssimus”. Los restos de Francisco José descansan en paz junto a los de Carlos María Isidro, fundador de la dinastía, Carlos VI, conde de Montemolín, y el propio Carlos VII143. Su esposa María Elena, titulada condesa de Habsburgo en 1990 por el archiduque Otto, le sobrevivió 19 años, falleciendo en Trieste un 20 de agosto de 1994. La verdad es que los carloctavistas habían perdido definitivamente su causa en la misma noche de Navidad de 1953. Después de aquella fecha no habría ninguna posibilidad ni esperanza para el triunfo. Laureano López Rodó, “La larga marcha hacia la Monarquía”, op. cit., pág. 479. 243 Ignacio Romero Raizábal afirma erroneamente (“El Carlismo en el Vaticano”, edición del autor, 1968, pág. 132) que en Viareggio reposan los restos de los reyes carlistas “desde Carlos V a don Jaime”. De un plumazo ignora Trieste. En Viareggio se encuentran los restos de don Jaime, ciertamente, y de doña Margarita, la esposa de Carlos VII, así como de doña Blanca, la hija de estos. En Pucchheim se encuentran enterrados don Alfonso Carlos y doña María de las Nieves. Y en Trieste, el auténtico “Escorial carlista”, se encuentran Carlos María Isidro (Carlos V), y su esposa María Francisca, Carlos VI (conde de Montemolín), y su esposa Carolina, el infante don Fernando (hijo de Carlos V), Juan III, Carlos VII… y Francisco José Carlos . Los restos de don Javier de Borbón Parma reposan en la abadía benedictina de Solesmes, en Sable-sur-Sarthe (Francia), no muy lejos de los de su querida esposa Magdalena, que descansan en la capilla del chateau de Lignières. 142
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EPILOGO: UN AMARGO ÉXODO La estrategia para hacer de Carlos VIII el rey de los franquistas no fue posible. La falta de un heredero varón y la “defección de la reina”, supusieron para el archiduque unas dificultades insalvables. La muerte prematura e inesperada de don Carlos, no fue más que la confirmación brusca del fracaso de una aventura política, que había irremisiblemente terminado. Los carloctavistas se enfrentaron a la más absoluta falta de futuro de su causa. Las bases, desorientadas, irían iniciando la desbandada. Aunque la jerarquía carloctavista intentaría reiventar una y otra vez un proyecto político agotado, un continuo peregrinar había comenzado hacia otras formaciones políticas. Muchos engrosarían las filas del javierismo, al que tanto habían combatido. Los menos, se incorporaron a la denominada “Regencia de Estella”, fundada por Mauricio de Sivatte. Otros, “cruzadistas” ya ancianos, simplemente se retiraron a sus domicilios. Nadie se fué con don Juan de Borbón. Algunos siguieron, y aún siguen, fieles a la utopía, aferrados al sueño de una dinastía imposible144. Los elementos “monárquicos” de la Falange, que habían estado dispuestos a aceptar a Carlos VIII, gracias a los “teje manejes” de Arrese, derivaron su apoyo hacia una hipotética “regencia” sucesora de Franco, como modo de desvirtuar la opción “juancarlista”, que se veía dibujar con claridad en el horizonte. Otros comenzarían a alentar la candidatura de don Alfonso de Borbón Dampierre. Los últimos “leales” de don Carlos VIII, algunos de ellos ya fallecidos, son: -En Navarra: Nicolás Belunce López, Antonio Echauri, José Javier Etayo Goñi, Ramón Arraiza Franuca, Francisco J. de Lizarza Inda, Margarita Arteaga, José Ulibarri (sacerdote), Luis López Bayle (sacerdote), José Legarrea (sacerdote). En Álava: Ángel Armentia Salazar. -En Madrid: Mariano Lamamié de Clairac, José Carlos Sabater, conde de Campodron, Enrique Alonso. -En León: Emilio Serrano. -En Burgos: Mario Deán Guelbenzu. -En Salamanca: Baltasar Guevara Rodriguez-Lasso. -En Segovia: Jaime Fernández Gasparini. -En Sevilla: Ramón Guzmán Guerrero. (Lista facilitada por Francisco J de Lizarza Inda). 144
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El historiador Stanley G. Payne afirma que con Carlos VIII se dió la última oportunidad de poner un rey carlista en España, “que fuese aceptado por Franco”, única persona con poder político para traer, de nuevo, la monarquía145. Nadie se acuerda ya de Carlos VIII, y su figura caballerosa de hombre afable y bueno se difumina con contornos poco precisos en el trasfondo histórico de la postguerra civil.
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Stanley G. Payne, “Historia del Carlismo”. Madrid 1995, página 45. 166
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4 DE DICIEMBRE DE 1909 Nace en Viena don Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón, hijo de la infanta Blanca de Castilla y del archiduque de Austria Leopoldo Salvador, nieto de don Carlos VII. 12 DE SEPTIEMBRE DE 1931 Don Alfonso XIII y el rey carlista don Jaime de Borbón firman el pacto de Territet, acuerdo dinástico sucesorio mediante el que mutuamente se reconocen sus derechos. 2 DE OCTUBRE DE 1931 A la edad de 61 años muere de una dolencia cardíaca don Jaime de Borbón, rey carlista, dejando como único heredero su anciano tío don Alfonso Carlos, de 82 años. 20 DE OCTUBRE DE 1931 Don Alfonso Carlos declara que entre la dinastía alfonsina y la suya él no figura “mas que como el puente”. 6 DE ENERO DE 1932 Don Alfonso Carlos manifiesta que don Alfonso XIII se convertiría, a su fallecimiento, “por aplicación estricta de la ley” en su heredero si aceptase los principios tradicionalistas. 2 DE JUNIO DE 1932 Se celebra la asamblea de Toulouse, en presencia de don Alfonso Carlos, donde los “cruzadistas” insisten en la proclamación de heredero del viejo rey carlista, propugnando la celebración de una “magna asamblea”. 8 DE FEBRERO DE 1933 Don Alfonso Carlos en carta dirigida a don Lorenzo Sáenz rechaza el Pacto de Territet, firmado entre don Alfonso XIII y el rey carlista don Jaime. 10 DE ABRIL DE 1933 Don Alfonso Carlos expulsa a los “cruzadistas” de la Comunión Tradicionalista ante la insistencia de éstos en celebrar una “magna asamblea”, que declarase al archiduque Carlos sucesor del rey carlista. 168
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VERANO DE 1934 Entrevista de don Ignacio María de Plazaola, en Viena, con doña Blanca, solicitándole, en nombre de los “cruzadistas”, ponerse al frente del carlismo. 29 DE NOVIEMBRE DE 1934 El archiduque Carlos escribe a Fal Conde diciéndole haga saber a los carlistas que él no tiene derecho alguno a la sucesión de su tío don Alfonso Carlos. 18 - 19 DE MAYO DE 1935 En Zaragoza tiene lugar la “magna asamblea” carlista, en la que se declara a doña Blanca sucesora del anciano rey carlista. 23 DE ENERO DE 1936 Don Alfonso Carlos instituye la regencia, nombrando regente de la Comunión Tradicionalista a don Javier de Borbón-Parma. 22 DE MAYO DE 1936 Nueva visita de don Ignacio María de Plazaola a doña Blanca, instándole a declararse la sucesora de don Alfonso Carlos. Doña Blanca acepta traspasar sus derechos a su hijo Carlos, una vez fallezca el rey carlista. 28 DE SEPTIEMBRE DE 1936: Muere atropellado por un camión del ejército austríaco don Alfonso Carlos a la edad de 86 años. 3 DE OCTUBRE DE 1936 Don Javier presta juramento como regente de la Comunión Tradicionalista en presencia del archiduque Carlos. 8 DE MAYO DE 1938 El archiduque Carlos contrae matrimonio morganático, en Viena, con Christa Satzger von Balvanyos. 2 DE MARZO DE 1943 Un grupo de estudiantes de Lecároz escribe a doña Blanca solicitándole se regularice en su persona la sucesión de don Alfonso Carlos. 20 DE ABRIL DE 1943 Don Juan de Borbón manifiesta al conde de Rodezno su aceptación de los principios tradicionalistas. 169
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JUNIO DE 1943 Los “cruzadistas” visitan a doña Blanca en Viareggio, quien asume sus derechos dinásticos. 29 DE JUNIO DE 1943 Primer “manifiesto a los españoles” del archiduque Carlos, como pretendiente carlista. 12 DE NOVIEMBRE DE 1945 Doña Blanca entrega ante notario una declaración en la que confirma la transmisión de los derechos a la corona en favor de su hijo Carlos. ABRIL DE 1947 El archiduque Carlos apoya públicamente la ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, aprobada en referendum el 6 de julio de 1947. VERANO DE 1949 Rumores de que el archiduque Carlos sería nombrado sucesor en la Jefatura del Estado. DICIEMBRE DE 1950 Divorcio, pronunciado por un tribunal de Reno, Nevada (USA), entre el archiduque Carlos y su esposa Christa. 30 DE MAYO DE 1952 Proclamación en Barcelona de don Javier de Borbón Parma como sucesor de don Alfonso Carlos. 1 DE JUNIO DE 1952 Entrevista en el palacio de Pedralbes, Barcelona, entre Franco y el archiduque Carlos. 24 DE DICIEMBRE DE 1953 Fallecimiento repentino, en Barcelona, de don Carlos sin heredero varón. Fín del carloctavismo.
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LA DISCUTIDA SUCESIÓN DE DON ALFONSO CARLOS CARTA
ALFONSO CARLOS A DON LORENZO SÁENZ 1933, SOBRE LA DESIGNACIÓN DE HEREDERO.
DE DON
BRERO DE
DE
8
DE FE-
“8 de febrero de 1933. Querido don Lorenzo Sáenz: Muy de corazón agradezco tu nueva carta de fecha de 23 de enero y las afectuosas felicitaciones que me hiciste para el día de mi Santo. Tenemos que pedir ardientemente a San Ildefonso obtenga de Dios salvar a nuestra querida Patria de la actual persecución religiosa y de la ruina. Con sumo atraso recibí tu carta, por venirme por Viena. Desde el 16 de noviembre no estamos más en Austria, sino en Francia, como es mi deber, para hallarme muy cerca de mis leales. Fuimos a Viena tan sólo a fines del verano para recoger nuestras cosas. Las cartas que no tienen prisa las mandamos por Viena y nos llegan de allí, por venir más seguras. Tan sólo las cartas muy urgentes nos las hacemos dirigir directamente a Francia, en donde estoy. La conducta de “El Cruzado “ y de sus adheridos rebelándose contra la Junta Suprema nombrada por mi, y en la que tengo plena confianza, me aflige en alto grado. Tiempo sería que acabasen con aquellos artículos sobre “El Príncipe digno”, etc. Esta situación es anormal dentro de un mismo partido y no puede continuar, deben declararse o dentro o fuera. El año pasado hice pedir indirectamente que tú y alguno de los redactores de “El Cruzado” viniesen a verme, convencido de que hubiera acabado ya entonces la disidencia; pero nadie quiso venir. Ahora acabo de mandar que uno de la redacción de “El 172
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Cruzado” o de sus adheridos se me presente, para arreglar la cuestión. Oigo viene Cortina y estoy satisfecho, contando venga en nombre de la redacción de “El Cruzado”. Quiero explicar verbalmente mi opinión sobre la cuestión de la sucesión, convencido de que, siendo carlistas, se someterán a lo que en conciencia tengo yo que sostener. Tampoco tiene sentido un nuevo Círculo en Madrid en contra de los verdaderos. Nuestro Partido Tradicionalista (carlista) aumenta, gracias a Dios, de un modo increíble. ¿Por qué unos cuantos carlistas quieren hacernos daño y paralizar este movimiento? Si no se someten ahora, tendré (aunque muy a pesar mío) que declarar que “El Cruzado “ y sus adheridos no son ya más carlistas, ni tradicionalistas. Pero estoy convencido que, a mis ochenta y tres años, no querrán causarme esa grande pena, pues sé que son leales engañados. La cuestión de sucesión es muy sencilla. Antes de todo, debemos atenernos estrictamente a la ley sálica, según la cual, vino el derecho a la Corona a la rama de mi abuelo. Hace tres años, Jaime me sorprendió declarándome que después de él vendría la rama de don Alfonso, el que entonces reinaba. Me quedé sorprendísimo. Otra cosa es ahora, por hallarse don Alfonso desterrado como nosotros. El famoso Pacto firmado el 12 de septiembre de 1932 entre don Alfonso y Jaime, me lo envió don Alfonso al morir Jaime. Me quedé desconsolado al ver la firma de Jaime, pues está puesto en términos no tradicionalistas. Estaba dispuesto Jaime a reconocer por Rey a don Alfonso y volverse él Infante si las Cortes ¡constituyentes! lo deseaban. Don Alfonso deseaba tener mi firma, como va indicado en aquel Pacto; yo me opuse absolutamente, pues soy tradicionalista decidido y antiliberal. Jaime lo firmó, 173
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sin duda, con la mejor intención, siendo de su parte un acto de generosidad, pero no se dio cuenta, en su noble arranque, que no tenía el derecho de ceder en una cuestión que no era suya. En cuanto a mí, quedé del todo libre y no le firmé; de modo que ningún pacto me ata a don Alfonso. En mi manifiesto de 6 de enero de 1932 declaré tan sólo que, según la ley fundamental (sálica), la rama de don Alfonso me sucedería si aceptaba como suyos nuestros principios fundamentales (tradicionalistas). Así sería la continuación de nuestra dinastía tradicionalista. Pero para esto debería don Alfonso haber reconocido la legitimidad de nuestra rama antes de mi muerte ( la que no puede tardar), o, si no, abdicar en su hijo, el que tendrá que reconocerme. Una hermana de Nieves, Infanta Adelgunda de Portugal, Condesa de Bardi, acaba de escribirnos que en estos momentos tan graves para España no deberían sostenerse disputas entre los carlistas, ni ocuparse de quién será mi sucesor, sino luchar todos unidos para conseguir ponerme sobre el Trono, y solamente después las Cortes verdaderas (no las constituyentes) declararán cuál deberá ser mi sucesor. Si obran así en conciencia los de “El Cruzado “, no será ninguna humillación para ellos si se someten. No es que me duela el que se me hable de mi muerte, pues a mi edad poco me importa el vivir; la única felicidad que tengo es la compañía de mi buena Nieves. Y en nuestra iglesia de Puchheim, al lado de nuestra casa de campo, hicimos excavar hace cinco años nuestra tumba, y cada vez que pasaba delante, pensaba: allí quedaré más tranquilo que en vida. Luego me cayó encima otra nueva cruz: la corona de espinas (algo pesada para un anciano de ochenta y tres años); pero se la ofrecí a Dios muy gustoso para salvar a España. Mis queridos buenos sobrinos los Príncipes de Parma declararon que 174
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ellos no aceptan mi sucesión, porque se atienen a la ley sálica y no quieren ser usurpadores. Ni yo ni nadie de nuestro partido tiene derecho de nombrar mi sucesor. Se deberán elegir las Cortes verdaderas (no las constituyentes), nombradas según el tradicionalismo. En cuanto al deseo de perdonar a sus enemigos, debemos tomar para modelo al Papa actual, que perdonó al actual Rey de Italia, Víctor Manuel II (nieto de aquel Víctor Manuel que robó en 1870 los Estados pontificios a Pío IX), y no sólo le perdonó, sino le reconoció como Rey de Italia, con Roma por capital. ¡Qué ejemplo mayor podemos seguir nosotros con la rama de don Alfonso, con la grande diferencia que yo declaro que el que me siga debe volverse Soberano Tradicionalista!. Si no vienes ahora por venir Cortina, espero nos darás el gusto de venirnos a ver cuando te sea posible. Con las más cariñosas memorias de Nieves y mías, quedo de corazón, querido don Lorenzo Sáenz y Fernández, tu afectísimo ALFONSO CARLOS.
CARTA DE DON ALFONSO CARLOS A DON LORENZO SÁENZ DE 12 DE MARZO DE 1933, SOBRE LA DESIGNACIÓN DE HEREDERO. “12 de marzo de 1933 Mi querido Don Lorenzo Sáenz: Antes de todo, quiero manifestar, encargándote lo digas de mi parte también a los siete señores que te acompañaron, cuánto fue mi agradecimiento por haber acudido a mí llamamiento, a pesar de las molestias y fatigas del viaje, que les habrá cansado mucho, sobre todo a los ancianos y a Don José Cora y Lira, que vino a pesar de estar enfermo. 175
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Doy a todos muchísimas gracias, asegurándoles tuve el mayor gusto de veros. Me enteré detenidamente de la exposición que me entregaste, querido Sáenz, la que contiene expresiones de vuestros conocidos argumentos. Reconozco plenamente vuestra buena fe, sabiendo que esa oposición procede sólo del amor a la Causa, que no se debe exagerar, perjudicando con ello a la misma Causa, como sucede en momentos tan graves cual los actuales, en los que debemos, sobre todo, buscar la verdadera unión de todos los españoles bajo nuestra Bandera Tradicional, ahora que son tantísimos los que vienen a nosotros reconociendo que sólo nuestros principios pueden salvar a España. Quiero haceros considerar lo equivocados que estáis. Os fundáis en que mi difunto hermano Carlos VII declaró que la rama de Don Alfonso quedaba excluída de la sucesión. Si reconocéis que el Rey puede resolver de por sí tan graves cuestiones de sucesión, lo mismo las podía resolver Jaime I que Carlos VII. Pues ahora fijaos en lo siguiente: Mi sobrino Don Jaime I firmó el 15 de agosto de 1931 un documento por el cual declara que, caso de ser proclamado Rey y a falta de herederos suyos directos, aceptaría que las Cortes designasen como Príncipe de Asturias al hijo tercero de su primo Alfonso, el Príncipe Don Juan, después de hechas por aquél y sus hijos mayores las renuncias correspondientes. Pues si reconocéis en Carlos VII la facultad de decidir que la rama de Don Alfonso quedase excluída de todo derecho para reinar, debéis reconocer la misma potestad a Don Jaime I. Si negáis a don Jaime el derecho de decidir que don Juan pudiera sucederle, debéis igualmente negar a don Carlos VII la facultad de declarar que la rama de don Alfonso perdiese todo derecho a la Corona. 176
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No queda salida alguna: o lo uno o lo otro. Yo, como actual Caudillo, no admito ni lo uno ni lo otro, porque sé que no tengo potestad para resolver esta cuestión. Entiendo que, según la ley fundamental de Felipe V, deberá seguirme el varón más próximo de la familia Borbón. Según esto, sería la rama de don Francisco de Paula. Mientras esa rama ocupaba el Trono, era natural que no pudiera sucederme (a pesar de que en España no existe ley especial contra la rebelión de un miembro de la familia, como existe en Portugal); pero habiendo la descendencia de don Francisco de Paula perdido el Trono, vuelva a poder adquirir derecho. A pesar de esto, ni yo ni el Partido se lo reconoceríamos mientras no jurara los fundamentales principios tradicionalistas, de modo que restaurasen nuestra Monarquía Tradicional. En cuanto a mí, libre estoy de todo compromiso; me negué a firmar el Pacto de don Jaime con don Alfonso, de 12 de septiembre de 1931, y tampoco nombré mi sucesor. Si llego al Trono, convocaré en seguida las Cortes verdaderas ( a la manera tradicional, no unas constituyentes parlamentarias ) y ellas nombrarán mi sucesor, sin hacer yo presión ninguna sobre su resolución. En cuanto a convocar una magna Asamblea de la España Carlista, como reclamáis, muy fácil es proponerlo, pero sumamente difícil su realización. Cómo podría una mínima parte de los españoles (pisoteando las leyes fundamentales) declarar nula la ley de sucesión establecida por las Cortes nacionales de Felipe V, ¿fundando una nueva dinastía?. Otra parte de españoles, mucho más numerosa, se declararía en contra. Muchos carlistas estarían conformes con el orden de sucesión siguiendo la ley fundamental de Felipe V, comprendiendo que, en caso contrario, la paz y tranquilidad en España se ve177
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ría expuesta a múltiples guerras civiles. Y si una Asamblea votase la abolición de la ley fundamental y propusiese a un nuevo Pretendiente, según deseáis, cómo ponerse de acuerdo respecto al Príncipe digno, ¿valiéndose de la mayoría de votos de una Asamblea, para elegir un Príncipe entre los 28 Príncipes de la familia Borbón? ¿Cómo escoger el más digno? Sería un interminable plebiscito. Vosotros mismos debéis reconocer los inconvenientes de un semejante proyecto. Y que un cambio de leyes fundamentales sólo pueden realizarlo las verdaderas Cortes nuestras. En conclusión, os haría todavía la siguiente pregunta: ¿Preferís dar razón a mi sobrino Jaime, que sometió a la decisión de las Cortes Constituyentes la cuestión de si debía reinar él o Don Alfonso, o a mí, que sigo estrictamente los principios tradicionalistas fundamentales y que no me comprometo en nada ni con nadie ? Como os dije verbalmente el otro día, me considero obligado en conciencia, como Jefe de nuestra Comunión, en exigir que cese este estado de disidencia o rebelión a la autoridad de mi Junta Suprema, debiéndole obediencia como si fuese a mi persona, y que acaben las polémicas públicas en cuanto a la sucesión. El plazo para someteros expira, como os digo, el 30 de marzo, aniversario del nacimiento de mi hermano (que en paz descanse). No exijo ninguna retractación; basta una contestación dirigida a mi persona sometiéndoseme. Pero si para esa fecha no os habéis sometido, me veré precisado (aunque muy a pesar mío y con el mayor dolor de mi alma) a declarar que ni “El Cruzado” ni sus adictos forman ya parte de nuestra Comunión. Confío, sin embargo, que, como buenos y leales carlistas, no me obligaréis a dar este, para mí, muy doloroso paso. Y por eso he creído conveniente hacerte particu178
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larmente estas observaciones, que puedes trasladar a tus acompañantes antes de proceder a publicar declaraciones. Nieves y yo te mandamos las más cariñosas memorias, querido Don Lorenzo Sáenz, asi como a tus siete acompañantes y al buen General De la Cortina, y quedo de corazón tu afectísimo ALFONSO CARLOS.
CARTA DEL ARCHIDUQUE CARLOS DE 29 DE NOVIEMBRE DE 1934 DIRIGIDA A DON MANUEL FAL CONDE, SOBRE LA SUCESIÓN DE DON ALFONSO CARLOS. “París, 29 de noviembre de 1934 Sr. don Manuel Fal Conde. Mi apreciado señor Fal Conde: Me enteré de ciertos artículos de propaganda en mi favor respecto a la cuestión de sucesión al trono de España. He hablado de esta cuestión con mi tío don Alfonso, que me ha declarado no tener yo derecho alguno a la sucesión al trono de España. Le ruego, por tanto, hacerlo saber a sus correligionarios, y que estoy muy conmovido por el gran cariño que muestran los autores de dicha propaganda. Les agradezco de todo corazón que hayan pensado en mí; pero debo declarar al mismo tiempo que no tengo derecho a esa sucesión. Le saluda afectuosamente, ARCHIDUQUE CARLOS.
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CARTA DE DON ALFONSO CARLOS DE 25 DE MAYO DE 1935 A DON MANUEL FAL CONDE, DESAUTORIZANDO LA “MAGNA ASAMBLEA” DE ZARAGOZA. “Querido Don Manuel Fal Conde: Acabo de tener noticias de una Asamblea titulada Carlista, celebrada hace poco en Zaragoza para designar mi sucesor en la Monarquía legítima española. Quiero hacer público que esa reunión se ha celebrado a espaldas de nuestra Comunión Tradicionalista-Carlista, única que sigue mi causa y única auténticamente carlista, cuya principal virtud es su lealtad a los Reyes legítimos y su inquebrantable decisión de no entregarse al que no lo sea, según la doble legitimidad de origen y ejercicio, jurando nuestros principios y reconociendo la legitimidad de mi rama. Y aunque los leales no necesitan repita que esa disidencia está declarada, no sin dolor por mí, fuera de mi partido, bueno es que lo recuerdes, para conocimiento del público en general, no pertenecen a la Comunión y obran contra mis expresas órdenes. Nadie puede elegir mí sucesor sin mi concurso, ni menos en forma plebiscitaria, más propia, como ya dije otra vez, de elecciones a presidente de una república. A cuantos seducidos o engañados se hayan dejado llevar de esas tendencias y caído en actos de tal rebeldía, nuevamente les llamo al seno de la Comunión Tradicionalista, donde todo buen carlista debe estar disciplinado a las órdenes de las autoridades nombradas por mí, y seguros de que Dios asiste a la Causa defensora de sus derechos, y seguros también de que jamás consentiré designar para mi sucesor a uno que no tenga todos los principios carlistas.
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Con las más cariñosas memorias, querido Don Manuel Fal Conde, quedo de corazón tu afectísimo ALFONSO CARLOS 25 de mayo de 1935.
DECRETO DE DON ALFONSO CARLOS DE 23 DE ENERO DE 1936 INSTITUYENDO LA REGENCIA. “Don Alfonso Carlos Fernando José Juan Pío de Borbón y Austria-Este, por la gracia de Dios legítimo sucesor en los Reinos, Condados, Señoríos y demás títulos soberanos de las Españas, Caudillo de la Comunión Tradicionalista, secular sustentadora de la legitimidad, a mi jefe Delegado en España, Consejo, Delegados especiales, autoridades regionales, provinciales y locales, Diputados y concejales, veteranos, “margaritas”, requetés y juventudes, asociaciones tradicionalistas y todos los leales, tanto que ahora son como a los que en lo sucesivo fueren y a cuantas personas en algún modo debe o pueda hacer referencia lo que a continuación dispongo. Sabed: Que la fidelidad constante de Mi ánimo, asistida de activa y perseverante voluntad en el cumplimiento del deber de dar legítima y conveniente solución a la continuidad dinástica de la causa, hoy vinculada en Mi persona, no ha sido bastante hasta el día para conseguir la determinación del Príncipe de Asturias, en quien concurran tanto por imperio del derecho como por su segura y deliberada adscripción y pública aceptación, todos los requisitos indispensables de principio y de política garantía. Tan grave dificultad, ajena a Mi más vehemente deseo y continuado y diligente esfuerzo, no es sino prueba providencial a través de 181
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la cual Dios Nuestro Señor prepara días de grandeza española, así como el reinado venturoso y sin par de los Católicos Reyes don Femando y doña Isabel, mis mayores, siguió a otra época de turbadoras oscuridades públicas. Mas el deber Mío no quedaría, por cuanto de Mi propia acción depende, completamente cumplido si, absorbido en el propósito de conseguir la solución perfecta, ante las dificultades con que ésta tropieza por circunstancias de diferente naturaleza que concurren en cada uno de quienes sucesivamente el solo, pero insuficiente, título de la sangre llama a Mi sucesión, dejase de prever la posible terminación de Mi vida antes de conseguirlo, y no proveyese en momento oportuno a eventualidad tan grave, dejando desamparada y huérfana de monárquica autoridad indiscutible, siquiera sea provisoria, a la Santa Causa de España. La Historia y las antiguas leyes Me aconsejan, sin cesar por ello en la continua y apremiante atención, a dar solución más definitiva por Mi mismo y durante Mi vida, a prevenir las disposiciones siguientes: PRIMERA: Si al fin de Mis días no quedase sucesor legítimamente designado para continuar la sustentación de cuantos derechos y deberes correspondan a Mi dinastía, conforme a las antiguas leyes tradicionales y al espíritu y carácter de la Comunión Tradicionalista, instituyo con carácter de Regente a Mi muy querido sobrino S. A. R. don Javier de Borbón-Parma, en el que tengo plena confianza para representar enteramente nuestros principios por su piedad cristiana, sus sentimientos del honor y a quien esta Regencia no privaría de su derecho eventual a la Corona. SEGUNDA: El Regente reiterará en público manifiesto el solemne juramento que Me tiene prestado de regir en el interregno los destinos de nuestra Santa Causa y proveer sin más tardanza 182
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que la necesaria la sucesión legítima de Mi dinastía, ambos cometidos conforme a las leyes y usos históricos y principios de legitimidad que ha sustentado durante un siglo la Comunión Tradicionalista. TERCERA: Tanto el Regente en sus cometidos como las circunstancias y aceptación de Mi sucesor, deberán ajustarse, respetándolos intangibles, a los fundamentos de la legitimidad española, a saber: I. La Religión Católica Apostólica Romana, con la unidad y consecuencias jurídicas con que fue amada y servida tradicionalmente en Nuestros Reinos; II. La constitución natural y orgánica de los Estados y cuerpos de la sociedad tradicional; III. La federación histórica de las distintas regiones y sus fueros y libertades, integrante de la unidad de la Patria española; IV. La auténtica Monarquia tradicional, legítima de origen y ejercicio; V. Los principios y espíritu y, en cuanto sea prácticamente posible, el mismo estado de derecho y legislativo anterior al mal llamado derecho nuevo. CUARTA: Ordeno a todos la unidad más desinteresada y patriótica en la gloriosa e insobornable Comunión Católico-MonárquicoLegitimista, por difíciles que sean las circunstancias futuras, para mejor vencerlas y alcanzar la salud de la Patria por el único camino cierto, que es el triunfo de la Causa inmortal, a la que tan insignes sacrificios ha ofrecido Nuestra Comunión en una centuria y a la que Mi dinastía ha servido y a la que Yo sirvo con tanta lealtad como requiere mi conciencia para merecer bien de España y de Dios nuestro Señor, ante cuyo Trono espero rendir cumplido descargo de Mis graves deberes. Dado en el destierro, a veintitrés de enero de mil novecientos treinta y seis. ALFONSO CARLOS”. 183
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PRIMER MANIFIESTO A LOS ESPAÑOLES DE CARLOS VIII, VIAREGGIO 29 DE JUNIO DE 1943. “Aún cuando he procurado contestar con el mayor afecto, uno a uno, a cuantos españoles, en reiteradas ocasiones, se han dirigido a Mí con la expresión de sus sentimientos de cariño, y de lealtad a la Dinastía Legítima, me han impresionado de tal manera, por su número, y por el ansia y devoción de sus emocionados acentos, que no me es posible callar por más tiempo mi sentir, ni mis propósitos; que en esta Comunión de creencias y de lealtades, que han unido, en tantos años de batallar y sufrir, al pueblo Carlista con sus Reyes, han marchado siempre, de tal manera juntos y al unísono, por la Misericordia de Dios, éstos y aquél, que no respondería a los deberes que me imponen mi ascendencia Familiar y mi condición de Príncipe, si en estos momentos de inquietud y de preocupación por el porvenir, no dirigiera a los míos, a los legitimistas y a todos los buenos españoles unas palabras de aliento y de esperanza que salen del fondo de mi alma, obedeciendo a una convicción firmísima, consciente como nunca de mis responsabilidades. Quizás debiera aún permanecer en silencio ante las circunstancias en que el Generalísimo Franco tiene que hacer frente a tantos peligros como rodean la Patria, logrando con tanto acierto mantenerla en paz, que es un inestimable don del Cielo, y marcando al propio tiempo con clara visión de sus deberes, la rotunda rectificación de la vieja política liberal y de constantes claudicaciones, características bien acusadas del régimen que padeció España durante los últimos cien años, al volver la mirada con declarado propósito de restauración, hacia el sentido Católico de la vida, nervio constante de nuestra nacionalidad, así como a su gloriosa Historia. 184
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Pero cuando otros se agitan y apremian, pretendiendo restauraciones, que no serán jamás sin la enérgica y viril protesta carlista, mi silencio pudiera ser juzgado como deserción; y ante esta posibilidad y aquellas pretensiones, debo, como representante de la Dinastía Legítima, alzar mi voz para hacer presente que no se ha extinguido la Raza Familiar a que tengo la honra de pertenecer, ni ha sido ganada por la comodidad ni por la cobardía. Dios, para Quien no hay nada oculto en el alma humana, sabe que jamás me ha movido, ni me mueve al presente, ambición alguna. Víctima varias veces de la Revolución, ya desde niño, sin otro motivo que el de llevar el nombre de una Estirpe ilustre, conozco del mundo lo suficiente para saber el inestimable valor de una vida apartada de las luchas, que se desliza en la pacibilidad de un hogar cristiano, en el seno de una familia constituida conforme a los impulsos de nuestro corazón, al lado de una mujer piadosa y buena. Pero sé,también, que los Príncipes nacemos para algo más que para pretender nuestra felicidad personal. Amando a España con no menor amor con que la amaron mis Augustos Tíos y Abuelos, los Caudillos que fueron de la Comunión Católico-Monárquica, no consentiré que mi nombre pueda ser motivo de innecesaria discordia y, menos aún en momentos de peligro para la Patria. Mas, tengan presentes todos también, que a nadie es lícito explotar el patriotismo ajeno en provecho de una parcialidad. La misión del carlismo no está acabada ni cumplida. Por el contrario, cada vez se ven más claros los horizontes de su porvenir. Si se atiende a su actuación, siempre heróica y preciosa, como valladar de la Revolución liberal o marxista, no puede desconocerse que ésta se haya constantemente en acecho para aprovecharse de todo, a fin de levantar su cabeza monstruosa, sin importarle 185
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las calamidades que la Patria sufra. De ahí que nadie pueda considerarse tranquilo, ni mirar el porvenir confiadamente, sólo porque en el interior se haya acabado de ganar una victoria sobre el heterogéneo conglomerado de las fuerzas del mal. En cuanto a la restauración de sus instituciones y de sus doctrinas, la sola subsistencia de la Comunión Carlista a través de tantas adversidades, muestra las bendiciones de Dios, que quiso probar a los suyos para mayores merecimientos y más grandes recompensas. No importa que en días como el nuestro, donde la Revolución tanto ha destruido, y tantas almas ha envenenado, no sea fácil la regeneración como obra de un día. La Gracia de Dios, en un momento, gana el corazón de la criatura humana. Los pueblos, en cambio, reaccionan más lentamente y caminan más por etapas a su salvación, mediante sucesivos esfuerzos y a costa de continuados merecimientos. Hoy todo anuncia los días venturosos en que el Carlismo, última esperanza y recurso de la sociedad española, con cuanto es y representa, presidirá los destinos de una España, regenerada, paladín, como antaño de la Iglesia Católica. De mí tengo que decir, al recibir los derechos de legitimidad monárquica que me transmite mi Madre, conforme a la ley sucesoria vigente en el Reino, que aspiro a ser digno del honor que me confiere esta herencia y JURO mantener los Principios y el Programa de gobierno de mis augustos antecesores, los reyes de la Dinastía Carlista. No necesito yo hacer otra declaración al suscribir, como suscribo, cuanto aquellos proclamaron y defendieron con insuperable tesón sacrificándolo todo. Sé que al abrazarme a esta Bandera que tremolaré hasta la muerte, elijo el camino de los sacrificios constantemente erizado de espinas y rodeado de enemigos. Pero ese es mi deber, y el deber dignifica, ennoblece y justifica el propio vivir. Y sé también que la 186
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Tradición española, que recibe su fuerza y vigor de la fé católica y que es alma que no muda ni muere de la Patria, no desaparecerá jamás mientras España exista. Triunfe o no en mis días, la Causa de la Monarquía Legítima, y de la Tradición nacional, estoy seguro de que, con mis leales, ese pueblo sano y fervoroso, sin par en el mundo, habrá ganado una etapa más en el camino de la salvación de España, que al fin y al cabo ha de ser cual soñaron tantos héroes y tantos mártires como llenan con sus hechos las páginas de nuestra gloriosa Historia. Que Dios me ayude y que no me falte la asistencia de mis admirables carlistas, y de los buenos españoles. CARLOS
DECLARACIÓN
BLANCA DE BORBÓN, DE 12 DE 1945, CONFIRMANDO LA TRANSMISIÓN DE SUS DERECHOS SUCESORIOS, COMO HIJA PRIMOGÉNITA DE CARLOS VII, A SU HIJO CARLOS. ANTE NOTARIO DE DOÑA
NOVIEMBRE DE
“Hallándome ya en el ocaso de la larga vida que la Providencia se sirvió concederme, como Hija Mayor de Mi Augusto Padre el Rey don Carlos VII, cúmpleme confirmar de modo solemne, en aplicación de la Ley Sucesoria de la monarquía española, la transmisión de los derechos a la Corona de este reino, a Tí, Mi muy amado hijo Carlos, pues que fallecidos sin descendencia Mi augusto hermano don Jaime y Mi augusto tío don Alfonso Carlos, y por la renuncia y otras circunstancias de mis demás Hijos Varones, a Tí te corresponde legítimamente la Su187
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cesión. Ruego a Dios Misericordioso que bendiga tu persona, amado Hijo mío Carlos, y te asista para instaurar en este pueblo tan noble y que tanto amor nos demostró, la Monarquía Tradicional y Te conceda un largo y pacífico reinado compartido por tu buena y amada esposa Cristina bajo el signo de la Justicia Social y de nuestra Santa Fe Católica, en una España fiel a sus destinos históricos, unida, próspera, pacífica y gloriosa. Te recomiendo, por último, que no olvides jamás los extraordinarios servicios que a nuestra religión y a la Patria viene prestando, con la manifiesta ayuda de Dios el Generalísimo Franco. Dada en San Feliú de Llobregat a 12 de noviembre de 1945. Blanca de Borbón”.
TEXTO CONFIRMANDO LA RENUNCIA A SUS DERECHOS A LA CORONA DE ESPAÑA DEL ARCHIDUQUE LEOPOLDO DE HABSBURGO-LORENA EN FAVOR DE SU HERMANO EL ARCHIDUQUE CARLOS EL 1 DE AGOSTO DE 1947. “Yo, Leopoldo de Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria, domiciliado actualmente en Wilicantic, Conneticut, Declaro lo siguiente: Que reuniendo por claro designio de la Providencia, mi amado hermano S.A.I. y Real don Carlos de Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria, las condiciones todas para asumir la ardua tarea de ostentar los derechos a la Corona de España dimanantes de S.M. don Carlos María Isidro de Borbón, transmitidos por nuestra amada Madre S.A.I. y R. doña Blanca de Borbón y Borbón, archiduquesa de Austria, confirmo por el presente documento mi renuncia a favor de mi dicho hermano Carlos, a los derechos a la Corona de España que por mi nacimiento me pudiese corresponder, y ruego a Dios que asista a 188
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mi amado hermano Carlos en el cumplimiento de tan altos deberes para el bien de España, nuestra Patria. Lo que líbremente declaro y firmo en Nueva York, a primero de agosto de mil novescientos cuarenta y siete.- Firmado.- Leopoldo Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria.- Ante mi. Firmado.- Bernardo Rolland y de Miota, Cónsul General de España”. (El archiduque Francisco José renunció días antes en términos similares ante el mismo alto funcionario español)
LA POLÉMICA SUCESIÓN DE DON CARLOS VIII CARTA DEL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA A DON JESÚS DE CORA Y LIRA, DE 23 DE MAYO DE 1955, DESAUTORIZÁNDOLO Y CESÁNDOLO COMO JEFE DE LA COMUNIÓN CARLISTA.
“St. Lorenz, 23 de mayo de 1955. Sr. Don Jesús de Cora y Lira Lista, 89 – Madrid. Querido Cora: No he contestado hasta ahora a tus cartas del 27 de diciembre de 1954, 25 de enero, 25 de febrero, 4 de marzo, 5 y 23 de abril de 1955, por múltiples razones. También asuntos familiares entre ellos los de mis sobrinas Alejandra e Inmaculada me han absorbido por completo el tiempo. Nada más hubiera podido decirte, por otra parte, en relación con los problemas políticos a que te refieres, pues mi posición, por lo menos, la personal con respecto a ellos, es la que te comuniqué en mi carta del 7 de agosto de 1954. Agradezco desde luego, todas las demostraciones de afecto de los 189
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carlistas, tan leales siempre a mi familia, que por varios conductos y desde toda España han llegado hasta mí. Correspondo de todo corazón a esos afectos y desearía que sus nobles aspiraciones se viesen cumplidas para bien de España y así lo pido a Dios. Sigo entendiendo, sin embargo, que personalmente no puedo hacer más, insisto pues en cuanto te dije en mi citada carta. Pero he de hacer especial referencia a un punto de las tuyas, de 27 de diciembre de 1954 y 5 de abril de 1955, en las que me hablas de prometidas “subvenciones” económicas a base de que mi hijo Domingo se trasladase a España acompañado de personas de mi familia. Yo no puedo autorizar nada semejante en este sentido y he de añadir que me desagrada profundamente que alguien pueda pensar, sobre todo el Generalísimo y también el señor Fernández Cuesta ya que a éste te refieres y citas en la carta de 5 de abril, que mi decisión política pueda depender de que por un mezquino interés material, pueda hipotecar mi conciencia y mi actuación y la de mi hijo. No ignoro que yo y mi familia tenemos derecho a vindicar bienes que fueron arrebatados a mi abuelo Don Carlos María Isidro y a todos sus descendientes, pero esto debe hacerse, por quienes así lo estimen, de una manera clara y abierta, dándole forma legal. Me he enterado sólamente hace poco que sin mi autorización y contra mi voluntad has intentado convencer con ofrecimientos financieros a mi hija María Ileana, la que trabaja en Nueva York, para que traiga a España a mi hijo Domingo. Antes de que me enterase de tus pasos, fracasaron tus intentos, pues has recibido de USA la contestación debida, “NO”. Entretanto soy yo y nadie más el llamado a subvenir, como quiero hacerlo, y lo haré con la ayuda de Dios, a mis necesidades eco190
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nómicas y a las de todos mis hijos y no autorizo a nadie a intervenir ni a realizar gestiones de tal índole. Y creo, además, que a lo menos con esto presto un gran servicio a la Comunión Carlista, interpretando los sentimientos de mis admirados carlistas los cuales se sentirían ofendidos, como yo mismo, ante la idea de que su abanderado vivía de fondos secretos. Como ya antes de ahora se propalaron cosas parecidas y se tergiversaron mis palabras, me creo en la necesidad de que esta decisión sea conocida de los Jefes Carlistas Regionales, por lo que pienso dirigirme a cuantos conozco para comunicársela, ya que no teniendo yo Delegado alguno en España, ni personal ni político, en virtud de mis declaraciones reside en sus Juntas la responsabilidad y dirección del Carlismo, en tanto que el nuevo Príncipe que recoja la herencia de mi inolvidable hermano Carlos (q.e.p.d.) confirme o sustituya a los Jefes que fueron nombrados por éste y a quienes rogué yo en Madrid hace año y medio continuasen en sus puestos, como así deseo sigan haciéndolo. Por tu última carta del 11 de mayo, que recibí hoy, me entero de tu renuncia al cargo de vocal en el Consejo de Familia de mis sobrinas, por la razón de que no tienes tiempo para atender a ese cargo y que por tu cargo de consejero del Consejo Supremo de Justicia Militar no puedes dedicar al Consejo de Familia la atención necesaria. No concibo que hayas encontrado el tiempo de ocuparte de mis hijos que estudian en Estados Unidos y que no tienes tiempo de dedicarte a mis sobrinas que están en España. Por todo lo anterior te expreso mi deseo de que dejes de ocuparte de gestiones en mis asuntos de familia que me conciernen exclusivamente a mí y a mis hijos y de que, al mismo tiempo, sabré inculcarles los sentimientos del deber. Y es mi voluntad también como 191
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Representante de la Dinastía Carlista dejes de considerarte como Jefe de la Comunión Carlista, cargo que no puede existir. Recibe un afectuoso saludo, ANTONIO HABSBURGO LORENA Y BORBÓN ARCHIDUQUE DE AUSTRIA”
CARTA
DEL ARCHIDUQUE
ANTONIO
DE
HABSBURGO-LORENA A
DON
AN-
TONIO DE LIZARZA IRIBARREN, DE 29 DE JUNIO DE 1956, SOBRE LA CUESTIÓN SUCESORIA.
“Barcelona, 29 de junio de 1956 Mi querido Antonio Lizarza: Quiero contestar al emotivo mensaje de adhesión que en nombre de los carlistas navarros me dirigiste al felicitarme el día de mi Santo; y quiero, en tu persona de leal Jefe Regional Carlista del antiguo y glorioso Reino de Navarrra, contestar a cuantas cartas y telegramas recibí de toda España con el mismo motivo agradeciéndolas de todos corazón, porque veo en ellas la expresión de los nobilísimos sentimientos de los carlistas españoles. Pero esas cartas y mensajes no tienen carácter aislado ni circunstancial. Continuamente y de todas las ciudades y lugares de las diversas regiones españolas me llegan a mi residencia de Austria fervorosas protestas de adhesión de quienes ven en mi persona al Jefe y representante de la Dinastía Carlista, que vosotros amáis tanto y de la que sois tan íntimamente amados. Por mi parte os digo que, sobre todo a raíz de la desgraciada muerte 192
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
de mi hermano Carlos, he tenido ocasión de conoceros cada vez más profundamente. He penetrado vuestra lealtad admirable, vuestro inagotable espíritu de sacrificio, el amor que habéis dispensado a vuestros Reyes, vuestra fe religiosa de cruzados, vuestro ánimo indomable al servicio de España y de sus tradiciones. Os he conocido y os he amado a mi vez, porque otra cosa es imposible. Vosotros sois el blasón más preclaro de mi Familia, sois la reserva más selecta y efectiva con que cuenta España para asegurar su porvenir. Y os digo, como Nieto de Carlos VII, que vuestras esperanzas para encontrar al Príncipe que os guíe y acaudille y pueda a su vez gloriarse con vuestra devoción, no pueden ser defraudadas. Dios no os abandonará ni abandonará a España, a la que habéis servido y servís con entrega tan absoluta y generosa. Sabéis que personalmente carezco de toda ambición; pero no carezco ni careceré jamás, con la ayuda de Dios, del sentido del deber. Y tengo el de deciros que estoy dispuesto a poner todos los empeños y todos los esfuerzos para unir a todos los carlistas españoles sin excepción bajo una sola bandera y en la obediencia y concordia de un sólo Príncipe, ese Príncipe digno que os merecéis y que merece España para asegurar la continuidad de los inmensos sacrificios que ha hecho el país para subsistir y avanzar dignamente en el concierto de los pueblos libres, ocupando el lugar que le conquistaron en la Historia, las generaciones de españoles que os precedieron y al que vosotros mismos y los demás patriotas os hicísteis acreedores con el Alzamiento Nacional en 18 de julio de 1936 y la Cruzada subsiguiente. Gracias, pues, querido Lizarza, por tus expresiones fidelísimas de navarro y jefe de navarros; gracias, queridos carlistas todos, por 193
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vuestra adhesión y afecto. Mantened sin desmayos la esperanza en el futuro porque ningún futuro puede seros adverso mientras vosotros sigáis creyendo impertérritos en los vaticinios de mi abuelo Carlos VII. Te saluda tu afectísimo ARCHIDUQUE ANTONIO” Firmado en Saint Lorenz, Austria, a veinte de agosto de 1956”
CARTA DEL ARCHIDUQUE LEOPOLDO DE HABSBURGO-LORENA A SU HERMANO EL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA, DE 10 DE NOVIEMBRE DE 1956, RENUNCIANDO A SUS EVENTUALES DERECHOS SUCESORIOS DENTRO DE LA DINASTÍA CARLISTA. “Castillo de Pitten, 10 de Nov. 1956 Querido Antonio, Te dirijo esta carta con el objeto de aclarar malas interpretaciones que algunas personas han dado a mis declaraciones. Me han sorprendido desagradablemente artículos que fueron publicados hablando de mí, en especial los de la publicación española titulada “Volveré”, en sus números 158, 161 y 162 publicados el 15 de mayo, 15 de agosto y 10 de septiembre de 1956. Fue una idea mía que los tres hermanos mayores hicieramos una declaración a favor de nuestro hermano menor, Carlos. En 1947 la hicimos Francisco José y yo, en los Estados Unidos y tu hicistes una declaración análoga a Carlos verbalmente un año después. Con referencia a lo dicho anteriormente tengo el máximo interés en hacer constar, precisamente ante tí, lo siguiente: 194
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1°.- Que si bien declaré a Francisco José lo mismo que declaré hace años a nuestro difunto hermano Carlos, tal declaración y renuncia a mis posibles derechos a favor de Francisco José, en modo alguno puede interferir con el uso que hagas de los tuyos ni anteponerse a ellos, sobre todo teniendo en cuenta que eres el hermano que me sigue en edad y que siempre te he considerado el más idoneo para asumir la Jefatura y representación de nuestra familia. 2°.- El haber firmado, el 6 de julio, solicitado por Francisco José la declaración ante el secretario de la Embajada de España en Viena ha sido casual sin caracter oficial y sin solemnidad alguna. 3°.- Considerando lo dicho anteriormente he llegado a convencerme que mi declaración del 6 de julio de 1956 mencionada arriba, ha sido un “error”. Por esa razón la retiro y la considero anulada. 4°.- Para apartar toda duda renuncio para siempre a los derechos de sucesión que tengo por mi descendencia o pudiese tener en lo futuro. Te ruego hagas público esta carta mía para que todos los Carlistas sepan que siempre ha sido mi deseo la unidad del movimiento monárquico Carlista y que te considero como el más apto para conseguir dicho fin. A todos los efectos y para que la verdad quede en su punto me es muy grato manifestarte lo que antecede. Te abraza afectuosamente tu hermano, LEOPOLD HABSBURG LORRAINE
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MENSAJE
ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA A LOS 30 DE MAYO DE 1957, PROMETIENDO QUE UNO DE SUS HIJOS, ESTEBAN O DOMINGO, CONTINUARÍA LA DINASTÍA. DEL ARCHIDUQUE
CARLISTAS, DE
“En mi calidad de Representante de la Dinastía Carlista, como nieto sucesor de mejor derecho de mi augusto abuelo el Rey Carlos VII, condición que nadie me puede discutir, declaro una vez más que con la ayuda de Dios mantendré los principios inmutables de nuestra santa Causa. Para ello llamo a todos los carlistas a una unión sincera y efectiva que capacite a la Comunión para cumplir sus deberes y reclamar sus derechos. Me dirijo a todos sin excepción, a los que fueron leales a mi querido Hermano y a los que siguieron al príncipe Don Javier de Borbón, a todos los que anhelan un Carlismo fuerte, digno y fiel a sí mismo y a su gloriosa historia. En cuanto a los derechos de que soy heredero y depositario, debo declarar que ni renuncio a ellos ni lo haré jamás, pues son deberes irrenunciables. Yo os prometo, leales carlistas, que uno de mis hijos, Esteban o Domingo, capacitado de lo que el deber exige, será en su día el continuador de la Dinastía Carlista. Mi querido Delegado Nacional queda facultado para exponer con la amplitud necesaria el programa político-social contenido en nuestra Doctrina, amoldado a las necesidades de los tiempos presentes. Que Dios os guarde a todos, como de corazón lo deseo. ANTONIO DE HABSBURGO Duque de Madrid Viena a 30 de mayo de 1957, festividad de la Ascensión del Señor”. 196
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CARTA
ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA DE 10 DE 1958 AL ARCHIDUQUE FRANCISCO JOSÉ DE HABSBURGO-LORENA, DESAUTORIZANDO CUALQUIER CAMPAÑA EN FAVOR DE ESTE ÚLTIMO. DEL ARCHIDUQUE
JULIO DE
“Querido hermano: El fallecimiento de nuestro hermano mayor Leopoldo, q. G. h., confirmó mi calidad de Jefe de la Familia, en cuyo concepto sólo a Mí corresponde la representación de la Dinastía Carlista, así como la ostentación de los derechos y deberes a ella vinculados. Siendo tú mi hermano menor, desautorizo toda campaña que a Tu nombre se haga en España y fuera de ella, porque de la misma se deducen incontables perjuicios para los leales carlistas y para la Comunión que, hoy más que nunca, debe mantenerse unida, fuerte y en orden, para ser la mejor garantía del futuro de la Madre España. Fervientemente identificado con mis deberes, he dicho, y hoy repito, que ni renuncio a Mis derechos, ni lo haré jamas, con la ayuda de Dios. Dios te guarde como de corazón lo desea Tu hermano, ANTONIO Madrid, 10 de julio de 1958”.
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CARTA DE 10 DE JULIO DE 1958 DEL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA AL PRÍNCIPE DON JAVIER DE BORBÓN PARMA SOBRE LA CUESTIÓN SUCESORIA. “Querido primo: Vienen siendo tantos los carlistas que se lamentan de la funesta división de las fuerzas tradicionalistas españolas, que no resistiendo su clamor, me considero obligado a dirigirme a Tí para exponerte mi pensamiento y pedirte interpongas tu influencia, a fin de que termine la disgregación, y carlistas y tradicionalistas, unidos y en orden, organicen una fuerte Comunión, que sea la mejor garantía para el futuro de la Monarquía Tradicional que habrá de instaurarse en España. Sé de los sacrificios de todo género que por la Causa de la Iglesia te impusistes siempre, conozco tu participación y notables servicios al Rey Alfonso Carlos, Mi Tío, por cuya esposa eres sobrino. Aquellos esfuerzos se vieron honrados cuando El te confirió, apretado por difíciles circunstancias, el regentar la Comunión y proveer, sin más tardanza que la necesaria, la sucesión legítima. La Cruzada española primero y la guerra mundial más tarde, retrasaron el poder llevar a cabo la misión a Tí confiada, y porque la Comunión no podía quedar huérfana en momentos graves, abocada España a la restauración de la Dinastía alfonsina, fue mi querido Hermano Carlos, q.G.h., por renuncia de mis otros hermanos y Mi voluntad, quien levantó la bandera de nuestra Dinastía. Se abrió un cisma en la Comunión; por un lado los fieles a Tí y a la disciplina de Don Alfonso Carlos, y por otro los leales al Derecho de Mi Hermano. Motivos ajenos emponzoñaron una cuestión que en buena lógica no debería siquiera 198
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haberse planteado, y de ahí han dimanado males sin cuento. Creo sinceramente que la situación debe terminar para bien de España. Debe haber un solo Príncipe carlista que acaudille a los esforzados y heróicos españoles. Y puesto que la Dinastía de Carlos V y Carlos VII no se ha extinguido, pues muerto Mi hermano Carlos y posteriormente Leopoldo, los derechos revierten a Mí, y a Mis hijos, entiendo debe darse por cumplida la misión que te otorgara Don Alfonso Carlos. No es necesario que te exprese las ventajas de todo género que de esta unidad de las fuerzas tradicionalistas se derivarán; el espíritu de la Cruzada española no se torcerá jamás, pues los carlistas serán sus más fieles guardadores; la Iglesia tendrá en ellos el sostén más sólido; el futuro de España dejará de ser nebuloso, sujeta a especulaciones de aquellos a quienes nuestros requetés derrotaron para siempre. Reflexiona sobre cuanto te digo, con el corazón puesto en el mejor servicio de la Religión, como tienes siempre por norma de tus actuaciones; y que tus leales y los míos se den un abrazo fraterno, y juntos vitoreen a la Dinastía Legítima, que, como escribió Mi Abuelo Carlos VII, fue faro providencial en la noche triste de España. Dios te guarde como de corazón lo desea tu afectísimo primo, ANTONIO Madrid, 10 de julio de 1958”.
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CARTA
JAVIER DE BORBÓN PARMA DE 31 DE JULIO DE 1958 AL ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA SOBRE LA SUCESIÓN DI-
DE DON
ARCHIDUQUE NÁSTICA.
Mi querido Antonio Agradezco tu carta fechada el 10 de julio, escrita en Madrid y puesta en el correo en Hendaya el 23 de este mes, que he recibido ayer en Ligniéres, en la que me pides renunciar a mis derechos y deberes como Jefe de la Comunión Tradicionalista Carlista de España. Tengo que aclarar terminantemente mi posición por atención personal a tí. La Casa Imperial de Habsburgo-Lorena-Austria había renunciado definitivamente para sí y para todos sus descendientes al trono de España en los célebres Tratados de Utrecht y Rastad, de 1713 y 1714. La Ley fundamental de las Casas de Austria y de Borbón era la Ley Sálica. Ella excluía de la sucesión al trono toda herencia femenina hasta la muerte del último varón de la Casa. La sola funesta derogación de esta Ley fue hecha por el Rey Don Fernando VII en los últimos momentos de su vida instituyendo como sucesor a su hija doña Isabel en lugar de su hermano Don Carlos V. De ahí el origen dinástico de las tres guerras carlistas. Tú me pides ceder mis derechos y deberes a tí para unificar el Partido Carlista y evitar las disgregaciones entre carlistas. No puedo ceder ninguno de mis derechos y deberes a guiar a la Comunión Tradicionalista Carlista que me fue impuesto por el Rey don Alfonso Carlos y que cumpliré Dios mediante, hasta su conclusión en la Monarquía. Mucho menos puedo renunciar a los derechos de mi hijo Carlos, que es mayor de edad. 200
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
El rey Don Alfonso Carlos declaró que mis derechos y los de mi estirpe, a la sucesión dinástica, no se perdían por mi designación para la regencia de la Comunión Tradicionalista Carlista. En este asunto hemos de contar con las exclusiones legales y no, podemos olvidarlas. Mi decisión de Barcelona de 1952, tuvo todo en cuenta. Esta decisión la he ratificado en muchos solemnes actos y documentos, y últimamente en mi mensaje de 12 de diciembre de 1957. La Comunión Tradicionalista Carlista me asiste en mis derechos y deberes que son los de la legitimidad tanto de origen como de servicio, teniendo presente las exclusiones legales. La asistencia que me da la Comunión Carlista se manifiesta constantemente en todas las regiones. Esta voluntad del pueblo carlista es unánime, pues sólo hay fuera pequeños grupos que son inevitables en las cosas humanas, pero no cambian la realidad general. Espero que todos estos grupos acabarán volviendo a la disciplina y yo recibiré siempre a los buenos carlistas, como a todos los españoles. Te pido, querido Antonio, de no continuar actualmente una escisión que ya estaba extinguida. Tus actuaciones no pueden perturbar ni impedir el fin y la razón de ser del establecimiento de la Monarquía en España, sostenida desde tantos años por la Comunión Tradicionalista Carlista y por tantos buenos españoles monárquicos. Quiero recordarte también la promesa que hiciste a tu Jefe de familia hace unos años de abstenerte de toda intervención en la política de España. Que Dios te guarde, mi querido Antonio, quedo tuyo FRANCISCO JAVIER Ligniéres (Cher), 31 julio 1958.” 201
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
CARTA DEL ARCHIDUQUE STEFAN DE HABSBURGO-LORENA DE 19 DE OCTUBRE DE 1959, RENUNCIANDO POR SÍ Y POR SUS DESCENDIENTES A SUS EVENTUALES DERECHOS A LA SUCESIÓN DE LA DINASTÍA CARLISTA. October 19, 1959. To the Chief of The Carlist Communion Of Spain During a meeting with Mr. Francisco Javier Lizarza Inda in Newton, Mass., we have discussed the political situation in Spain, as well as the present and future of the Carlist Party. Both my education and marriage have lead me to make my home in America. I intend this to continue to be the case. Consequently I do not feel in the position to devote myself to the cause of the Spanish Monarchy. I hereby rennounce any pretentions of my own, or in my behalf, to Carlist leadership. I regret dissapointing you, but it is the only course which I can take with sincerety. I thank you for your efforts in my behalf. STEFAN HABSBOURG
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
MENSAJE DE LA INFANTA DOÑA ALICIA DE BORBÓN, HIJA MENOR DE CARLOS VII, DE 11 DE FEBRERO DE 1964, SOBRE LA CUESTIÓN SUCESORIA. “Viareggio, 11 de febrero de 1964. Mis queridos tradicionalistas: Como hija superviviente de Carlos VII, me dirijo a vosotros para llamaros a la unión y a la concordia, rotas, desgraciadamente, por la actuación de elementos que, haciéndose pasar por descendientes de mi augusto padre (q.e.p.d.), ningún derecho tienen para reivindicar la herencia que pretenden. Mi augusto tío el Rey Alfonso Carlos se limitó a nombrar regente de la Comunión al príncipe don Javier de Borbón-Parma, sobrino de mi augusta madre doña Margarita, encargándole que en su día, y superadas las dificultades provenientes de la Cruzada en que nuestras fuerzas se hallaban empeñadas, proveyese a la designación del monarca; misión que no implicaba de ninguna manera que el príncipe extranjero, según reiteradamente tiene señalado, pudiera aspirar a la Corona de España. Evidente es por ello que su hijo el príncipe don Hugo no puede titularse príncipe de Asturias ni duque de Madrid. Fallecido mi tío Alfonso Carlos sin descendencia masculina, revierten los derechos de sucesión de la dinastía agnada en la rama del infante don Francisco de Paula, hermano menor del Rey don Carlos V, rama representada hoy, por razón de herencia, por S. A. R. el infante de España don Alfonso Jaime de Borbón y Dampierre, que en su día, por serlo hoy su padre, está llamado también a ostentar la jefatura de la Casa Real de Borbón. A él, si cumpliendo lo preceptuado por mi augusto padre, reconocie203
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
ra de modo explícito y fehaciente los principios básicos de la Comunión y repudiara las tesis liberales os ruego y encargo le tengáis y obedezcáis como a jefe nato y único de la Comunión católico-monárquica, a fin de que bajo su dirección se restablezca la unidad que hizo posible la existencia de nuestra Comunión durante siglo y medio. Así cumpliréis los más vehementes deseos de mi padre, de mi tío y de mi hermano el Rey don Jaime, que siempre desearon la reconciliación de las dos ramas, aunque anteponiendo siempre la custodia y conservación de nuestros principios. Que Dios os ilumine en este trance y os tenga siempre en su santa guarda es el más ferviente deseo de vuestra afectísima ALICIA DE BORBÓN INFANTA DE ESPAÑA. »
CARTA DEL MINISTRO DE JUSTICIA, DON ANTONIO ITURMENDI, A DON JESÚS DE CORA Y LIRA SOBRE LA REHABILITACIÓN DE LOS TÍTULOS DE DUQUE DE MADRID Y CONDE DE MOLINA.
“Excmo Sr. D. Jesús de Cora y Lira. General Auditor de la Armada. MADRID. Mi querido amigo: Contesto gustoso a su grata carta de 18 de este mes, con la que me remite fotocopia del escrito que el Archiduque Don FRANCISCO JOSÉ remitió a este Ministerio, en solicitud de que le fuesen expedidas Cartas de Sucesión o, en su caso, de Rehabilitación en los Títulos de Conde de Molina y Duque de Madrid. Enjuicia Vd. el caso con certero criterio, al considerar que, por tratar204
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
se precisamente de Títulos de la Casa Real, están excluidos del régimen jurídico de los demás Títulos del Reino, por lo que este Departamento carece de competencia respecto a los mismos. Desde luego, en la Sección de Títulos no existe dato alguno por el que pueda entenderse que el Título de Duque de Madrid se haya concedido, por sucesión o rehabilitación, a favor del Archiduque Don Antonio. En este sentido escribo a S.A. el Archiduque DON FRANCISCO JOSÉ, por quien siento verdadera estimación. Con este motivo, le abraza su buen amigo y compañero, ANTONIO (FIRMADO Y RUBRICADO).” Madrid, 29 Abril 1964”.
INFORME 1964
SOBRE EL TÍTULO DE DUQUE DE
MADRID,
DE
21
DE JULIO DE
La Junta Provincial de Madrid de la Comunión Tradicionalista facilitó a la prensa, el 21 de julio de 1964, el siguiente documento: 1.- El título de duque de Madrid pertenece a la rama carlista de la Casa Real de España, que se rige por ley de rigurosa varonía. No puede, por tanto, ser heredado por una hembra. El príncipe Francisco José de Habsburgo Lorena, lo pretende por parte de su madre, doña Blanca de Borbón, archiduquesa de Austria, la cual no podía tener derecho alguno a dicho título, ni ninguna otra prerrogativa política o dinástica carlista. Se pretende hacer una confusión entre los bienes privados y los derechos políticos o dinásticos. 2.- El título de duque de Madrid lo tomó para sí y ante sí el monarca tradicionalista don Carlos VII en 1868, al hacerse cargo de la 205
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jefatura del partido carlista. Es un título de los llamados de pretensión, que toman los príncipes y que no se rigen en absoluto por la legislación nobiliaria. Así vemos que don Juan de Borbón usa el título de conde de Barcelona, que tomó en 1940 al morir su padre Alfonso XIII. El conde de París usa ese título en lugar del suyo hereditario de duque de Orleans, y ha dado a su hijo mayor el de conde de Clarmont. En la rama Borbón Sicilias, el fallecido infante Alfonso usó el título de duque de Calabria, que ahora usa su hijo el príncipe Carlos de Borbón Dos Sicilias, mientras que el príncipe Raniero, que también reclama la sucesión de las Dos Sicilias, usa el de duque de Castro. 3.-En cualquier caso, jamás podrá transmitirse el título de la dinastía carlista por línea de hembra. Pero aún así, no tiene razón el príncipe Francisco José. En efecto, suponiendo que hubiera podido heredarlo la infanta Blanca de Borbón, esa señora tuvo diez hijos, cinco varones y cinco hembras. Aunque indebidamente, el título de duque de Madrid lo usó de 1943 a 1953, en que falleció, el menor de sus diez hijos, el príncipe Carlos Pío de Habsburgo Lorena, fallecido en Barcelona el 24 de diciembre de 1953. Este príncipe dejó dos hijas de su matrimonio con Christa Satzger von Balvanyos: doña Alejandra y doña Inmaculada. Si se admite que puede heredarlo una hembra, el título habría pasado a la hija mayor de este príncipe Carlos Pío, hermano menor del príncipe Francisco José. 4.- El príncipe Francisco José tiene un hermano mayor varón, el príncipe Antón de Habsburgo Lorena, casado con la princesa Ileana de Rumanía (hermana del Rey Carol II), de cuyo matrimonio tiene dos hijos varones, los príncipes Esteban y Domingo de Habsburgo Lorena, casados y con sucesión varonil. De admitirse la sucesión del título por doña Blanca sería su hijo ma206
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
yor actual, el príncipe Antón y en su día a sus hijos varones, a quienes pasaría el título, pero en ningún caso al príncipe Francisco José. 5.- El príncipe Francisco José está casado en matrimonio morganático con Marta Aloisa Baumer, divorciada de Von Kahler, y no tiene hijos. 6.- El príncipe Francisco José puso un pleito en Estados Unidos, en enero de 1954, a su hermano mayor el príncipe Antón y a la princesa Ileana, reclamándoles un millón de dólares por venta ilegal de bienes familiares. Los tribunales norteamericanos absolvieron al príncipe Antón y a la princesa Ileana, y condenaron por falsedad al príncipe Francisco José. 7.- El príncipe Francisco José había reconocido a la República austríaca después de la guerra europea y fue privado del título de archiduque de Austria por su Jefe de Familia, el archiduque Otto de Habsburgo, jefe de la Casa real de Austria. 8.- Es absolutamente falso que a la muerte de don Jaime I en 1931 fueran los archiduques Leopoldo Salvador y doña Blanca, padres del príncipe Francisco José, los únicos y universales herederos, de acuerdo con la legislación sucesoria española, de todos los derechos, prerrogativas y bienes de su abuelo Carlos VII, duque de Madrid. En efecto, Carlos VII no tenía nacionalidad legal española ni bienes ninguno en España, aunque era el rey legítimo en el destierro, como ahora puede serlo de Rumanía el rey Miguel o de Bulgaria el rey Simeón. Los bienes privados de don Jaime pasaron a sus tres hermanas vivientes entonces: doña Blanca, doña Beatriz y doña Alicia, aparte diversos legados. La mayor parte, y entre ellos el castillo de Froshdorf en Austria pasaron a la infanta Beatriz, casada con el príncipe romano Fabrizio Massimo. Pero los títulos y derechos dinásticos, con todas sus prerrogativas, pasaron a don Alfonso Carlos, herma207
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no único de Carlos VII y tío de don Jaime, de acuerdo con la ley sucesoria defendida siempre por los carlistas. Don Alfonso Carlos fue, pues, el heredero y sucesor legítimo de don Jaime en la Jefatura de la Casa de Borbón y en todos los títulos y derechos soberanos de la rama carlista. Don Alfonso Carlos, rey legítimo de España, para los carlistas, declaró que los hijos de su sobrina doña Blanca no tenían derecho alguno al trono de España. 9.- Don Alfonso Carlos, rey indiscutible para todos los carlistas, instituyó, aún en vida, como regente y depositario de todos los títulos y derechos de la Legitimidad carlista a don Javier de Borbón, descendiente de varón de Felipe V, cuyos derechos, de acuerdo con la ley sucesoria defendida siempre por los carlistas, son anteriores a los de cualquier hembra, ya que sólo podrá heredar una hembra cuando se hayan extinguido totalmente las líneas varoniles de Felipe V. 10.- Don Javier de Borbón, padre del príncipe don Carlos Hugo, tomó posesión de la Jefatura del Carlismo, jurando ante el cadáver de don Alfonso Carlos en el castillo de Puchheim (Austria) en 3 de octubre de 1936. Con esa suprema autoridad ordenó, aún en vida de Alfonso Carlos, el alzamiento de los requetés el 18 de julio de 1936 y después se entrevistó en Burgos con el Generalísimo Franco en 1937. Nadie le discutió sus títulos como representante de la Legitimidad carlista. Entre sus facultades figuran las de atribuir los títulos de la rama carlista. Por eso, en 1961 dió a su hijo mayor el de duque de San Jaime, que había usado don Alfonso Carlos, y nadie protestó de ese hecho. En febrero de 1964, con ocasión de su noviazgo con la princesa doña Irene, el príncipe don Carlos Hugo recibió de su padre con el mismo derecho, el título de duque de Madrid.”
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
LAS
RELACIONES DEL CARLOCTAVISMO CON EL RÉGIMEN FRANQUISTA A TRAVÉS DE LA CORRESPONDENCIA DE DON CARLOS CON JAIME DEL BURGO
Barcelona, 12 de Agosto de 1945 “Mi querido Del Burgo: La visita de nuestro común amigo me ha proporcionado grande alegría, especialmente por haberme traído noticias vuestras. He leído con atención tu expuesto de la situación y de acuerdo contigo, creo muy oportuno la realización de la labor que me proponeis. Estoy convencido del interés nuestro de poder contar con elementos de prestigio, que aún no suman en nuestras filas y por esto, deseo expresarte mi conformidad de que extendais la labor de captación a las mencionadas Regiones. Es indispensable actuar con la máxima prudencia, no nos conviene que grupos formados se pasen en bloque, lo que interesa es captar figuras y asegurarnos la simpatía de la masa. Hay que considerar dos puntos delicados, el primero: es que nosotros estamos con Franco y apoyamos su política salvadora en estos tiempos de quebraderos de cabeza. El segundo sería la postura de los Anglo-Americanos con nuestro movimiento, que es de sincera simpatía. Mi deseo es que se actúe teniendo en consideración las dificultades del momento. Deseo expresarte mi confianza, así la siento por tus colaboradores y confío en Vuestra política y actuación adecuada al presente. No me faltan pruebas de vuestra labor tan eficaz y constante, que te agradezco, así que a los Amigos, que no menciono por prudencia. 209
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
Te agradecería comunicaras a Amadeo146 mi gratitud por sus líneas y que estoy conforme con cuanto me expone, agradecéndole su visión y espíritu de sacrificio, así como su preciada labor. Cristina y las niñas siguen bien G. A D., Sanza147 está en Bilbao con las Stas de Plazaola, probablemente iré a recogerla en Septiembre. Supongo que me será posible verte en este viaje. Mucho te agradezo en nombre propio y en nombre de mis Leales, la labor que realizas por España y por nuestra Santa Causa, Dios te ayude en esta difícil y delicada labor. Te ruego transmitas mis afectuosos saludos a los Amigos. Ruego a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo Carlos
Barcelona, 23 de Noviembre de 1945 “Mi querido Del Burgo: Tu última carta de 31 de Octubre me proporcionó grande alegría, veo que vuestra valiosa labor de captación, muy ramificada, tiene un éxito extraordinario y te felicito en especial por el espíritu con que llevas nuestros asuntos. El nombramiento del R. C. del R. de N. Hace días lo he firmado y supongo estás en vuestras manos148.
Amadeo era Don Amadeo Marco, quien fue, durante toda su vida, recalcitrante carloctavista instaladado en el Movimiento. 147 Sanza era el nombre íntimo y familiar con el que Don Carlos denominaba a su hija primogénita, Doña Alejandra. 148 R. C. del R. de N., abreviatura de Representante Carlista del Reino de Navarra. 146
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
Cora pasó 48 horas en ésta y me trajo muy buenas impresiones de la Capital, me habló también de la entrevista que ha tenido con A. Marco, que fue muy satisfactoria, en el sentido de la mejor comprensión y colaboración. Lamento la pequeña diferencia que existe con el Amigo M., pero confío en ti lo puedas solucionar y hacerle comprender que el tiempo no espera y que no hay que clestarse (¿?) por pequeños detalle y retrasar con ésto el vasto plan que llevamos desarrollando, al cual nadie se puede sustraer o descansar antes de haber dado todo a la Patria, hoy nos pide unión y se la daremos en bloque e incondicionalmente. Celebro el éxito del Ideari, y nos honra, estén de acuerdo con nuestro programa personas hasta ahora ajenas a la política. Tengo mucha confianza en la nueva Junta y espero de ella una eficaz actuación, tan importante para nuestra labor de conjunto, no olvideis que necesitamos a todos los de buena fe, y a los que tengan capacidad. En esta se realiza una labor muy real y de actualidad, ganando nuestro Movimiento simpatías en el exterior, que a su vez repercuten a favor de la política actual. Te ruego saludes de mi parte al grupo de comunes Amigos. Ruego a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo Carlos
Barcelona, 29 de Diciembre de 1945 Mi querido del Burgo: Recibí tu carta del 22 de este mes, así que el informe interesantísimo que mucho te agradezco. Tu labor, así que la del grupo de Amigos, ha sido ante todo patriótica y es así que se consolida el 211
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
fundamento de nuestra obra, estoy orgulloso de Vosotros, habeis evitado un peligro, que podía ser trágico para el futuro de España y de nuestra Causa. Cora me informó de lo ocurrido, lamento sobre todo hayamos tenido un herido, en esta ocasión, espero esté ya restablecido de la temible cuchillada, a esta llegaron también dos heridos, pero no son nuestros g. a Dios. La reacción se nota también en ésta, muchos elementos sanos se suman a nosotros y los indiferentes se alejan de los de Fal. Tendría mucho gusto de saludar al amigo que me citas en tu carta, pero desconozco su dirección, así esparé que me avisen. No vivimos ya en la Torre sino en la calle Balmes 429149. Me escribe Cora, que en Madrid, cerca del Prado, le ha ofrecido una Torre y desea nos fuéramos a vivir a allí, lo creo una buena idea, pero dentro de algún tiempo. Lamento la poca comprensión de los amigos M. y de los de Tudela, espero siempre se decidan a colaborar en el buen sentido con nosotros. Te ruego saludes de mi parte a los amigos de tu grupo, tan valientes todos y al Sr. Junquera que tan atento se comporta con nosotros. Te deseo así que a los amigos de esa un muy feliz 1946. Pido a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo, Carlos
La Torre Valcarca, primera residencia de Don Carlos en Barcelona, tuvo que ser dejada por las dificultades para pagar su alquiler.
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Barcelona, 13 de Marzo de 1946 Mi Querido del Burgo: Te agradezco mucho el informe y la copia del documento del Conde que es muy interesante 150. Es acertadísima la nota mandada a la Capital, creo que el Conde se esfuerza para quedar mal con todos, mejor para nosotros. Celebro mucho la valiosa captación que has logrado, atrayendo a D. A. Lizarza y te agradeceré me redactes la contestación, como me has propuesto en tu carta. Inútil decir la alegría que me proporcionó nuestra última entrevista, espero de el resultado deseado. Las valiosas orientaciones que pude obtener me son de grande utilidad y espero de provecho para la labor sucesiva. En Valencia también se celebraron los actos en ocasión de la fiesta de los Mártires de la Tradición, y acabaron con una magnífica demostración patriótica. Los informes que has mandado a Trias no han llegado, así me lo comunicó por teléfono. Te felicito así como a tus magníficos colaboradores por la labor que con tanto éxito y acierto estáis realizando y te expreso mi gratitud más sincera. Te ruego saludes de mi parte a los Amigos asi como al Sr. J.151 Pido a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo Carlos P.S. Se encuentra en ésta Fal y según me han informado, dio órdenes a sus El Conde del que habla era el Conde de Rodezno, que se aproximaba a Don Juan de Borbón. 151 El Sr. J. era el Gobernador Civil de Pamplona, Sr. Junquera. 150
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
pocos amigos que le quedan, de apoyar a Franco, finalmente se ha convencido de quien seguía el buen camino152.
Barcelona 14 de Marzo de 46 Mi querido Del Burgo: Recibí tus dos últimas cartas del 12 y 13 de Marzo, así que los informes que me interesan mucho. Veo que vuestra actuación, y buena orientación da sus frutos, quizás sea justamente Navarra la provincia más difícil de convencer, así que tu labor tiene muchisimo mérito. Lamento las dificultades que han surgido en Tudela, siempre chocamos con los personalismos y con las ideas cerradas de formación de grupitos, aunque sean puros, no es así que podremos lograr rápidamente formar opinión en España. Por esta razón me satisface mucho tu amplia visión de como se han de llevar los asuntos nuestros. Supongo habrás recibido mi carta del 13, contestando a la tuya del dia10. Muy acertada me parece también la circular que envió el Sr. J. a los respectivos Alcaldes de los pueblos. Me alegra mucho que la Fiesta de los Mártires de la Tradición, haya sido un manifiesto éxito. De otro lado me expones el asunto del manifiesto o de las firmas, coincido contigo, me parece muy bien observado que no es el momento oportuno para hacer circular un documento parecido al de D.J. que ha causado tan mala impresión. En todo caso te pido estudies, y lo mandes a Cora modificado, así como está no se podría publicar. Como te dije en Zaragoza, estoy estudiando un manifiesto, que si Dios Creemos que, en este punto, la información facilitada a Don Carlos no era fidedigna.
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
quiere lo publicaremos el 18 de Julio, próximo, décimo Aniversario del Levantamiento Nacional, coincide también con el aniversario de la muerte de mi querido Abuelo. Te ruego saludes de mi parte a los Amigos. Pido a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo Carlos
Barcelona 18 de Mayo de 46 Mi querido Del Burgo: Recibí tu carta del 14, de este mes, asi que la circular del Alcalde de Miranda de Agra, que te agradezco. Veo por el reciente informe, con que dificultades estais luchando, así que puedo darme perfecta cuenta de los sacrificios y disgustos llevados por vosotros. Espero , se pueda lograr en la Capital un cambio tan necesario, en la Diputación de esa, sería interensantísimo, si las recientes quejas elevadas a la Superioridad fueran tomadas en serio. No creo que D. Esteban se deje influenciar por la camarilla, además está informado por mi de los deseos del Conde, en el caso del Sr. J. y si a pesar de esto se dejara convencer, podría formarse un juicio adecuado, cosa que no desearía. Espero en el mes entrante poder tener contacto con Cora, para que me informe de los asuntos pendientes de solución, estoy poco al corriente de lo que pasa en la Capital, y lo que por conducto de amigos me llega, no es como yo desearía ver nuestros asuntos. Lo hablado en Zaragoza, está sin resolver a pesar de los esfuerzos de Plazala, el cual se ha retirado de la actuación, por ver su plan y sus esfuerzos sin éxito. La única Región que ha respondido es (Zaragoza) Aragón, que ya cumplía antes. 215
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
Es lamentable que en parte paralice nuestros esfuerzos, esta falta de medios y casi tengo que suponer que hay alguna maniobra oscura que no logro comprender. Creo que hay alguien que desea actuar a solas, y a quien mi presencia o mi actuación directiva no le sienta bien, y por esto se trata de ponerme dificultades para que me tenga que decidir a regresar a mis fincas, para esperar allí la solución que todos deseamos. Para no incurrir en nuevas equivocaciones, tengo que estudiar el caso, y desearía conocer tu opinión. La orientación moderna que habeis adoptado me inspira confianza, y por esto deseo se haga lo mismo en otras provincias, en Cataluña la masa responde bien pero se observa los mismos síntomas del grupito que se opone a todo lo que pueda considerar como progreso, cierran las puertas a los nuevos cuando pueden. Por esto insisto en lo económico, único medio si esta resuelto que nos facilitaría la independencia necesaria para una eficaz actuación Nacional. El viaje a Tortosa fue un éxito, aquella comarca está francamente a nuestro lado y esperan con verdadero entusiasmo la colaboración con el resto de Cataluña, nos recibieron con gran entusiasmo y dispuestos a actuar como sea, en el margen de nuestras orientaciones de unidad y apoyo a F. Las autoridades están casi tan entusiasmadas de lo nuestro, como el Sr. J. y no encontramos en Tarragona mas que pruebas de sincera comprensión y apoyo. Vuestra labor repercute muy favorablemente en todas partes, también en Madrid y facilita mucho lo que aún nos queda por hacer, claro los contrarios se defienden y las dificultades aparentemente aumentan, la razón es que ven los de D.J. que pierden terreno en lo nacional así como en lo Internacional. 216
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
Una Causa Nacional, a la larga se impondrá siempre a una apoyada desde afuera especialmente en España que no nos gustan las intromisiones, y que tanto daño nos han hecho cuando han existido. Tendría mucho gusto de volver a verte y de cambiar impresiones, espero que este verano sea posible. Te ruego saludes de mi parte a los amigos, pido a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo Carlos P.S La otra hoja que me has enviado está muy acertada y pienso apenas podamos lanzarla en esta, algo modificada adecuada a C. Observamos en los círculos de Fal, que aún se encuentran en estado de intransigencia, un deseo de unión con los nuestros, lo justifican basándose en las últimas órdenes de Fal, de apoyar el Régimen, cosa que encuentran extraño y que en nada les divide hoy de lo nuestro, falta solo encontrar la fórmula de unión, dificultad que sólo existe hoy en la coordinación de los mandos.
Barcelona 14 de Abril de 1947 Mi querido Del Burgo: He recibido el libro que has tenido la amabilidad de enviarme dedicado. "La Princesa de Beira y el viaje de Custine". Es un libro muy interesante que ocupará el puesto de honor en mi Biblioteca junto a los otros que me has dedicado en otra ocasión. Te quedo muy agradecido por esta nueva atención y prueba de afecto. 217
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
Acabo de recibir tu amable carta del 10 de este mes, que te agradezco, así las impresiones que los últimos acontecimientos han producido en Navarra. Por ahora, aúnque muchos de los amigos desearían conocer nuestra reacción, creo prudente esperar y conservar silencio, hasta que sobre bases definitivas se pueda estudiar la nueva situación. De todos modos no hay que abandonar la propaganda y la labor de captación, propagar muestras Doctrinas y nuestro Programa Social es un deber de todo Carlista. Es necesario también lograr la unidad en la Comunión, por este motivo ¡Brazos abiertos a los Hermanos! Espero de un día a otro la llegada del Secretario General, para estudiar los asuntos urgentes y tomar decisiones, cómo y cuúndo conviene hacer una reunión consultativa. Espero que en Navarra se ha seguido la labor iniciada por ti y los amigos, así no perderemos la cosecha. Se lo difícil que es trabajar en estas circunstancias como las actuales y combatir el engaño con la sinceridad, el tiempo nos ha de dar la razón y ganaremos con la ayuda de Dios. La nueva situación creada por las recientes manifestaciones de Franco consideradas del punto de vista español, a quien le gusta la seguridad personal y que acepta que nuestra Guerra de Liberación se ha hecho con espíritu de justicia y de patriotismo para salvar a España y a la Religión, acepta agradecido el Decreto. El poder ya no estará en la calle, esto es mucho y para muchos todo. Las manifestaciones de D.J. son definitivas y no creo que nadie pueda hoy ver una consolidación basadas en sus manifiestos y apoyada, por Potencias que hoy más que nunca necesitan paz y tranquilidad en la Península. Nada más por hoy, muchos saludos a los Amigos. Pido a Dios te guarde como de corazón te desea tuyo afectísimo. Carlos 218
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
Barcelona 7 de Junio de 46 Mi querido Del Burgo: Recibí con el acostumbrado placer tus últimas cartas así que los informes que tomo en consideración. Las cartas entre Fal, Rodezno y los amigos suyos, son interesantes y quizás un día sirvan para contestar con una buena propaganda a todas esas majaderías. Supongo ya estés en contacto con Cora y recibas las acostumbradas instrucciones, no tengo noticias desde Madrid en lo que se refiere a Navarra, pero sé por ti lo que te están haciendo, así es que no me falta orientación. El viaje del Sr. J. espero haya sido provechoso y podamos esperar solución de nuestros problemas en esa, así que el cambio de personas que deseamos. No he recibido contestación aún del Sr… a mi carta, felicitándole por la labor de prensa que realizó el día de los Mártires. Lo digo para tu orientación. En general coincido con tu parecer, que es general en esta de una consolidación de la situación nuestra, cosa que celebro mucho. Este verano no creo que me será posible el llegarme al Norte lo lamento mucho, teniendo que renunciar a las tan agradables visitas vuestras, y a la estancia entre mis leales Amigos de Navarra. Te expongo esto, para que desistais en la busca de una ficha adecuada al rango, así como al sostenimiento decoroso que en tu última carta mencionas, el motivo es que tengo asuntos que resolver en ésta y no puedo alejarme, solamente en caso de mucha necesidad. Además no creo que Cora vea político que me traslade a Navarra, ya que el tiene reservado para el caso, la hermosa finca del Collado Mediano. Recuerdo siempre con afecto a nuestros colaboradores, que te ruego saludes de parte mía. Carlos 219
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
Barcelona 7 de Julio de 1947 Mi querido Del Burgo: De regreso a esta he encontrado el libro sobre mi abuelo, que has tenido la amabilidad de enviarme con tan grata dedicatoria. Excuso decirte la alegría que con esta nueva atención me has proporcionado y te lo agradezco de todo corazón. En Madrid he visto a Millaruelo, sintiendo no haber podido tener una entrevista más larga, ya que esperaba me informara directamente del andamiento de lo nuestro en Navarra. He podido comprobar que se trabaja activamente en esa y que tu desarrollas una constante y valiosa labor junto al nuevo Jefe Sr. Lizarza. Espero que ahora se logre captar definitivamente la mayoría de la opinión. En la capital he podido observar la consideración que lo nuestro va adquiriendo, a pesar de los tiempos dificilisimos que se atraviesan, tanto en el interior como lo relacionado con el exterior. Celebro mucho que hayas logrado mantener contactos con la prensa de esa y que hoy gracias a tu labor en varios periódicos estén dispuestos a secundar nuestra labor de propaganda. En esta no observo cambios tanto en el correo o como en otros periódicos afines a la Causa. Te ruego saludes de parte mía a los amigos. Pido a Dios te guarde como de corazón lo desea tu afectísimo. Carlos.
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
Barcelona 5 de Noviembre de 1951 Mi querido Del Burgo: Acabo de recibir el magnifico libro "El Fracaso de Orquieta", que tan amablemente me has enviado con la tan grata dedicatoria. Te expreso toda mi gratitud por este presente tan significativo, que será para mi de verdadero interés y que voy a leer detenidamente, será este libro otro de los por mi tan apreciados de la colección de tus obras, que en mi biblioteca siempre ocupan un puesto de honor. El paquete ha llegado abierto como la mayoría de la correspondencia que sale y entra a esa, esto no tiene la menor importancia, puesto que sabemos el autor de estas violaciones y ya se han tomado medidas y se ha informado a la superioridad del nombre, del autor de la violación del FUERO de los españoles, en el reino de Navarra, y creo no durará en su cargo, esto lo celebraríamos todos los buenos españoles adictos al Movimiento Nacional y que queremos ver defendidas nuestras libertades, de esto hablé hace dos días con una personalidad de Madrid, el que me comunicó que ya están enterados y se hará la protesta a la máxima Jerarquía si fuera necesario, para remediar este mal. Al renovarte todo mi agradecimiento querido Del Burgo, pido a Dios te guarde de todo corazón lo desea tu afectísimo Carlos.
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
Barcelona 14 de Febrero de 1952 Mi querido Del Burgo: Recibí tu cariñosa carta que me ha emocionado la lectura de tu obra Recuerdos del Alzamiento Nacional, te quedo muy agradecido por el presente que me has hecho, así como la afectuosa y significativa dedicatoria. El libro es muy interesante y emociona ver el sacrificio que habeis aportado con tanta nobleza a la causa de España, relata el verdadero sentir carlista y vuestra nobleza y entusiasmo como desinterés personal al ofrecer todo para una España auténtica y verdadera como nosotros la queremos conservar y mejorar, ya le debemos a nuestros antepasados y a nuestro honor, dices muy bien una España grande sin Dios no nos interesa, ni tenemos prisas egoístas, no seríamos carlistas si nos dejáramos llevar por egoísmos y por oportunidades fáciles. Gracias querido Del Burgo por este libro, su lectura me anima y he quedado entusiasmado al ver expresado tan bien tus sentimientos, así he podido comprobar nuevamente el alto valor y entusiasmo de mis leales colaboradores. Hay momentos que se repiten, las maniobras de los inconscientes junto con las calumnias de los pérfidos que gracias al sacrificio de los mejores pueden nuevamente vivir tranquilos y se aprovechan para desunir y luchar contra nuestros ideales, bajo la fórmula de unión quieren la desunión así quisieran vernos a remolque de otras naciones, sacrificando nuestra independencia que tantos sacrificios nos ha costado. Pero hoy han cambiado las cosas, vemos claro y no nos engañan, ni los integristas ni los falcondistas liberales, la lucha ofrece aún dificultades pero estoy convencido que convuestro espiritu lograremos cumplir con el servicio que voluntariamente nos hemos impuesto. 222
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
Te incluyo una tarjeta, para que veas cómo actúan en esta los gloriosos requetés, el nuevo jefe regional es muy activo y competente, estoy seguro que superaremos lo logrado hasta la fecha, contamos también con un número selecto e importante, así gozamos de la confianza del gobernador civil, dignisima persona que como nosotros sólo ve el mejor servicio de España y nos deja actuar libremente. Espero que se logre tal compenetración también en Navarra y en otras regiones. Nuevamente quiero repetirte todo mi agradecimiento, tanto por el envío de la obra magnífica, como por poder contar con tu valiosa colaboración y tu conocida lealtad a nuestros principios patrióticos y a mi persona. Pido a Dios te guarde como de corazón te desea tuyo afectísimo. Carlos
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
Espinosa de los Monteros 25 de agosto de 1952 Mi querido Del Burgo: Te agradezco mucho la recomendación que tan amablemente me has hecho, así tu tan interesante carta y las noticias que me das. Espero que estés del todo restablecido del cólico que has pasado, es una dolencia muy pesada y que deja el organismo débil, lo tuve en Guernica y me puedo imaginar cuanto has pasado, Dios quiera que estés bien de tu indisposición. El día 17 vinieron a esta los amigos de Bilbao y de Burgos, en esta ocasión he tenido la grande alegría de haber podido saludar a tu hermano, sabes cuánto os quiero y así te puedes imaginar mi alegría, me dijo que te esperaba en Bilbao. Muy interesante es tu clara visión, que condivido sobre el grupo póstumo del Conde, celebro que Iturmendi no se le enjuicie con capacidad para la herencia y así tarde o temprano se disolverá en sus fracciones el grupo, quizás podamos absorber el grupo popular, que no deja de tener el fondo nuestro. No tengo más noticias de Cora ni creo haya acontecimientos que exijan nuestra atención, se habla de una crisis ministerial, que afectará a Asuntos Exteriores, Trabajo, Gobernación, creo que no será para octubre, pero sería interesante, si fuera el caso de realizar algún cambio tuviéramos por primera vez a alguien nuestro que ocupara uno de estos cargos, veremos cómo se desenvuelven los acontecimientos, según mi impresión recogida durante mi entrevista con F. sería posible lograrlo, pero hemos de demostrar disponer de personas preparadas y conocidas. Disponemos de ellas, pero quizás no las enseñamos bastante, así se desconoce en muchos casos quien está con nosotros. A primeros de Septiembre regreso a Barcelona, pero vuelvo hacia esta 224
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
el 10 para terminar la estancia veraniega. Mil gracias renovadas y muchos recuerdos a tus hijos y los mejores deseos para un feliz verano a toda tu querida familia, también de parte de mis hijas. Pido a Dios te guarde como de corazón te desea tuyo afectísimo. Carlos
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
- Alderete Ramón de, “…Y estos Borbones nos quieren gobernar”. Edición del autor, Asnières, 1974. - Alférez Gabriel, “Historia del Carlismo”. Editorial Actas, Madrid, 1995. - Anson Luis María, “Don Juan”. Plaza § Janés Editores S.A., tercera edición, Barcelona, 1998. - Aronson Theo, “Venganza Real”. Ediciones Grijalbo S.A., Barcelona, 1968. - Arrese José Luis de, “Una etapa constituyente – Memorias”. 1982. - Balansó Juan, “La familia Real y la familia irreal”. Editorial Planeta S.A., 1992. - Balansó Juan, “Las perlas de la Corona”. Plaza § Janés Editores S.A., Barcelona, 1997. - Balansó Juan, “Trío de Príncipes”. Plaza § Janés Editores S.A., Barcelona, 1995. - Borbón Parma María Teresa, Clemente Josep Carles, Cubero Sánchez Joaquín, “Don Javier, una vida al servicio de la libertad”, prólogo de S.A.R. Don Carlos Hugo de Borbón Parma. Plaza § Janés Editores S.A., Barcelona, 1997. - Borrás Betriu Rafael, “El Rey de los rojos, don Juan de Borbón, una figura tergiversada”. Ediciones Rondas, Barcelona, 1996. - Burgo Jaime del, “Conspiración y guerra civil”. Editorial Alfaguara, Madrid, 1970. - Cadenas y Vicent Vicente de, “Títulos del Reino concedidos por los Monarcas Carlistas”. Ediciones Hidalguía, Madrid, 1956. - Canal Jordi, “El Carlismo”. Alianza Editorial, Madrid, 2000. - Caspistegui Gorasurreta Francisco Javier, “El naufragio de las ortodoxias – El carlismo, 1962-1977”. Ediciones Universidad de Navarra S.A., Pamplona, 1997.
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
- Ceballos-Escalera y Gila Alfonso de, “Heraldos y Reyes de Armas en la Corte de España”. Prensa y Ediciones Iberoamericanas S.A., Madrid, 1993. - Cercle d’Etudes des Dynasties Royales Européennes, “Le Royaume d’Espagne”, volume II, 1996. - Cercle d’Etudes des Dynasties Royales Européennes, “L’Empire d’Autriche”, volume III, 1992. - Cercle d’Etudes des Dynasties Royales Européennes, “Le Royaume d’Italie”, Volume II, 1993. - Cierva Ricardo de la, “Historia del franquismo. Orígenes y configuración (1939-1945)”. Editorial Planeta S.A., Barcelona, 1976. - Clemente Josep Carles, “Historia del Carlismo Contemporaneo 19351972”. Ediciones Grijalbo S.A., Barcelona, 1977. - Clemente Josep Carles, “Cuestiones carlistas y otras reflexiones históricas”. Editorial Fundamentos, Madrid, 2.000. - Clemente Josep Carles, “Carlos Hugo, la transición política del Carlismo”, prólogo de S.A.R. María Teresa de Borbón Parma. Muñoz y Moya editores. Brenes (Sevilla), 2.000. - Cora y Lira Jesús de, “Estudio jurídico-histórico. El futuro Caudillo de la Tradición española”. Imp. Martos, Madrid, 1932. - Dávila y García-Miranda José Antonio, “Réplicas a Hidalguía”. Ilustre Comunidad Mozárabe de Toledo, 1976. - Deán Berro Emilio, “Descorriendo el velo. La conjuración juanista y los modernos cruzados de la Causa. Presentimientos y realidades”. Imp. Martos, Madrid, 1933. - Fernández Jaime, “Cartas a un Tradicionalista”, sin pie editorial, 1951. - Ferrer Melchor, “Documentos de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Este”. Editorial Tradicionalista, Madrid, 1950. - Galindo Herrero Santiago, “Los partidos monárquicos bajo la Segunda República”. Editorial Rialp, Madrid, 1956. 229
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
- Habsbourg Otto de, “Memoires d’Europe, entretiens avec Jean-Paul Picaper”. Editions Criterion, París, 1994. - Heras Borrero Francisco M. de las, “El archiduque Carlos de HabsburgoLorena y de Borbón”. Historia y Vida n° 180, Madrid y Barcelona, marzo 1983. - Ileana, Princesa de Rumanía, Archiduquesa de Austria, “Memorias”. Luis de Caralt Editor, Barcelona, 1968. - “Informes emitidos relativos al título de Jefe de la Casa Real de Borbón Dos Sicilias y al Gran Maestrazgo de la Sagrada Militar Orden Constantiniana de San Jorge”. Madrid, 1987. - Izaga y Ojembarrena Guillermo de (“Modestinus”), “La sucesión legítima en la monarquía de España, según el pensamiento de la Princesa de Beira en sus cartas integras o fragmentariamente reproducidas, con introducción, notas y apéndices”. Madrid, 1935. - Jiménez-Landi Alfredo, “Una Ley de Sucesión y quince siglos de Historia”. Editorial Aguilar, Madrid, 1968. - Lavardin Javier, “El último Pretendiente”. Editorial Ruedo Ibérico, París, 1976. - Lizarza Inda Francisco Javier de, “La Sucesión Legítima a la Corona de España”. Editorial Gómez, Pamplona, 1951. - Lizarza Inda Francisco Javier de, “El título de Duque de Madrid”. Revista “Tradición”, Barcelona, septiembre, 1959. - Lizarza Iribarren Antonio de, “Memorias de la Conspiración. Cómo se preparó en Navarra la Cruzada, 1936-1939”. Editorial Gómez, cuarta edición, Pamplona, 1969. - López Rodó Laureano, “La larga marcha hacia la Monarquía”. Noguer S.A., Barcelona, 1977. - Marín Fidalgo Ana y Burgueño Manuel M., “In Memoriam Manuel J. Fal Conde”. Editorial Católica Española S.A., Sevilla, 1980.
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
- Melgar Francisco, Conde de, “El noble fin de la escisión dinástica”. Madrid, 1964. - Montells y Galán José María, “La otra Dinastía”. Colegio Heráldico de España y las Indias. Madrid, 1995. - Moreno Escribano Julián, “¿Quién será el Rey? Los Pretendientes al Trono de España”. Ediciones Hidalguía, Madrid, 1969. - Oyarzun Román, “Pretendientes al trono de España”. Editorial Juventud S.A., 1965. - Pabón Jesús, “La otra Legitimidad”. Editorial Prensa Española S.A., segunda edición, Madrid, 1969. - Payne Stanley G., “Historia del Carlismo”. Comunión Tradicionalista Carlista, Madrid, 1995. - Pellicioni di Poli Luciano, “L’Ordine Sovrano Militare Ospedaliero di San Giorgio in Carinza”. Roma, 1981. - Petrie Charles sir, “La Casa Real de España”. Editorial Juventud S.A., 1960. - Polo Fernando, “¿Quién es el Rey?” Editorial Tradicionalista, 1949. - Preston Paul, “Franco Caudillo de España”. Grijalbo S.A., Barcelona, 1998. - Santa Cruz Manuel de, “Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español 1939-1966”. Madrid. Treinta Tomos. - Suárez Fernández Luis, “Francisco Franco y su tiempo”, tomo IV. Fundación Nacional Francisco Franco, Madrid, 1984. - Tamames Ramón, “La República – La Era de Franco”. Alianza Editorial, Madrid, 1973. - Vila San Juan José Luis, “Los reyes carlistas, los otros Borbones”. Editorial Planeta S.A., 1993.
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
- Villanueva Martínez Aurora, “El Carlismo navarro durante el primer franquismo, 1937-1951”. Madrid, Actas, 1998. - Villarin y Willy, “El secretario de S.M.”. Editorial Católica Española S.A., Sevilla, 1975. - Warren R. de et Lestrange A. de, “Les prétendants au trône de France”. Editions de l’Herne, París, 1990. - Zorrilla y González de Mendoza Francisco Javier, Conde de las Lomas, “Genealogía de la Casa de Borbón de España”. Editora Nacional, Madrid, 1971.
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
DON CARLOS SE CASÓ, MUY ENAMORADO, CON CRISTA SATZGE. EN AGOSTO DE 1941, APARECEN SONRIENTES EN LA PLAYA DE VIAREGGIO.
LAS FAMILIAS DE DON JUAN Y DON JAVIER MANTENDRÍAN UN DISPUTADO”PULSO” POR EL TRONO DE ESPAÑA. FAMILIA REAL CARLISTA.
S.A.R EL CONDE DE BARCELONA Y SU FAMILIA.
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
ALEJANDRA OCUPÓ EL LUGAR, QUE HABÍA DEJADO VACÍO SU MADRE.
INMACULADA HIZO SU PRIMERA COMUNIÓN EL 7 ALEJANDRA E INMACULADA SIEMPRE SE VIERON RODEADAS POR EL CARIÑO Y LA SOLICITUD DE DE JUNIO DE 1953. LOS PARTIDARIOS DE SU PADRE.
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ACTUALMENTE SÓLO CARLOS JAVIER DE BORBÓN PARMA, PROMIGENITO DE DON CARLO HUGO, USA EL TITULO DE DUQUE DE MADRID, A PARTIR DE LA CESIÓN QUE SU PADRE LE HIZO EL 28 DE SEPTIEMBRE DEL 2003.
DESPUÉS DE TANTAS LUCHAS INTESTINAS, CARLOS HUGO DIÓ AL CARLISMO EN LOS AÑOS 60 EL IMPULSO Y LA VITALIDAD QUE TANTO NECESITABA.
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
DON CARLOS TUVO UN NOTORIO PROTAGONISMO EN EL CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL DE BARCELONA, CELEBRADO EN 1952. EN LA FOTO LO VEMOS ACOMPAÑADO DE LA PLANA MAYOR DE SUS PARTIDARIOS, QUE HABÍAN ACUDIDO A LA CIUDAD CONDAL PARA PARTICIPAR EN EL EVENTO RELIGIOSO.
EL 1 DE JUNIO DE 1952, DON CARLOS SE ENTREVISTA EN PEDRALBES CON EL GENERAL FRANCO. POR LA NOCHE, EUFÓRICO, OFRECÍA UNA CENA DE GALA A LOS JEFES CARLOCTAVISTAS NACIONALES. EL ARCHIDUQUE ACARICIARÍA AQUELLA NOCHE UN SUEÑO, EN AQUELLOS MOMENTOS, YA IMPOSIBLE.
EL GENERAL JESÚS DE CORA Y LIRA(CON UNIFORME DE LA ARMADA) Y EL DOCTOR GASSIÓ (A SU DERECHA) FUERON PILARES BÁSICOS DE LA CAUSA DE DON CARLOS.
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
UN TONO ÍNTIMO Y AFECTUOSO CARACTERIZÓ SIEMPRE LA CORRESPONDENCIA DE DON CARLOS. FRANCISCO JOSÉ, ORIGINAL PRETENDIENTE AL TRONO, OCASIONÓ QUEBRADEROS DE CABEZA A SU HERMANO ANTONIO.
CARTA DEL ARCHIDUQUE ESTEBAN RENUNCIANDO A CUALQUIER PRETENCIÓN CARLISTA.
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DON ANTONIO EN MADRID EN 1958, CON SU VALEDOR INCONDICIONAL, LIZARZA IRIBARREN.
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
EL ARCHIDUQUE CARLOS SIN TEMINAR DE AMORTAJAR (LE FALTA LA BANDA DEL CUERPO DE LA NOBLEZA CATALANA, LA BOINA ROJA SOBRE EL HOMBRO DERECHO, EL ROSARIO ENTRE LAS MANOS CRUZADAS... COMO FINALMENTE SERÍA PRESENTADO EN LA CAPILLA ARDIENTE).
VISTA DE LA PRESIDENCIA DEL FUNERAL CELEBRADO EL 8 DE ENERO DE 1954 EN LA CATEDRAL DE BARCELONA.
REPRODUCCIÓN DE LA PRIMERA PÁGINA DE “¡FIRMES!”, PRESENTANDO EL CADÁVER DE DON CARLOS, TAL COMO SE EXPUSO EN LA CAPILLA ARDIENTE. EL CUERPO DE DON CARLOS FUE LLEVADO EN HOMBROS POR SUS PARTIDARIOS A LA IGLESIA DE BONANOVA.
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
EN EL ACTA DE DEFUNCIÓN, FIRMADA POR EL DOCTOR GASSIÓ, PUEDE LEERSE LA HORA (DIECINUEVE QUINCE) Y LA CAUSA(EMBOLIA CEREBRAL) DEL FALLECIMIENTO DEL ARCHIDUQUE.
EL MISMO DÍA DEL ENTIERRO DE DON CARLOS, LOS NOTABLES DEL CARLOCTAVISMO FIRMARON UN DOCUMENTO RECONOCIENDO LA EXISTENCIA DE HEREDEROS ENTRE LOS NIETOS DE CARLOS VII.
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CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
LÁPIDA DEL ARCHIDUQUE FRANCISCO JOSÉ CARLOS I, TIMBRADA CON LA CORONA REAL.CATEDRAL DE TRIESTE.
CAPILLA GALILEA, DONDE REPOSAN LOS RESTOS DE DON CARLOS.
ENTERRAMIENTO DEL FUNDADOR DE LA DINASTÍA CARLISTA, CARLOS MARÍA ISIDRO, EN LA CATEDRAL DE TRIESTE.
EL DETALLE SIMBÓLICO DE LA CORONA REAL TAMPOCO FUE OLVIDADO POR SUS PARTIDARIOS.
UNA SENCILLA LÁPIDA RECUBRE LA FOSA DONDE DESCANSAN LOS RESTOS DEL ARCHIDUQUE CARLOS:”INFANTE DE ESPAÑA, DUQUE DE MADRID”.
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO
FRANCISCO JAVIER LIZARZA INDA, LOS AÑOS NO HAN DEBILITADO SU FIDELIDAD CARLOCTAVISTA.
LA ARCHIDUQUESA ALEJANDRA, 1996.
EL ARCHIDUQUE DOMINGO, FUE EN SU DÍA, SEÑALADO COMO EVENTUAL CONTINUADOR DE LA DINASTÍA CARLISTA.
EL ARCHIDUQUE DOMINGO, VISITANDO EL MUSEO DE CERRALBO DE MADRID, EN SEPTIEMBRE DEL 2001.
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Índice Onomástico Carlos de Habsburgo el otro candidato de Franco Abádanes Claro: 157 Acedo –Gobernador Civil
Blanch Dr.: 120
Bona Garrido Elisa: 103
125,126
Bondía-
Alburquerque Bourbón de Sousa Lara Luis de: 123 Alfonso el Casto
Carmelo Paulo: 157
Borbón DampierreAlfonso: 165
Borbón Dos Sicilias, Carlos de: 100,112
: 134
Alfonso XIII : 24,28,29,30,52,62,104,105 Amat -
María Mercedes: 133
Borbón Parma Carlos Hugo I de: 17,101,149,157,158,161 Carlos Javier: 158 Cecilia de: 101 Elías de: 65, Javier: 16,17,23,32,33,43,47,49,53,54,58,62,66,68, 69,74,76,77,100,101,112,118,119,149,150,1 56,157,159,161,162, Margarita de: 20,23,129,155 Sixto de: 101 Zita de, Emperatriz: 23
Roger: 121,140,149
Anabitarte Enrique: 68
Arana y Beraustegui Teodoro de: 108 Aranda, General : 22, 61
Aronson Theo: 22
Arrese -
Borbón y de Austria-Este -
José Luis: 70,108,109,110,112,114,115,165 Asensio, General : 107
Alfonso Carlos I de: 20,25,29,30,31,32,33,34,35,36,37,38,40,43, 44,47,48,49,54,62,63,66,88,99,108,111,118, 136,150,159,161,162
Atienza y Navajas Julio de: 101
Borbón -
Bagnall -
Alicia de: 22,23,26,27,67,136,159,160 Beatríz de: 22,23,26,27,136 Carlos de – Carlos VII: 16,20,21,23,26,30,32,33,40,41,44,53,54,58, 67,99,106,108,111,123,131,136,140,141,14 4,146,148,149,150,155,156,157,158,159,16 1,164 Elvira: 22,23,26,136 Francisco de Asís de: 65 Francisco de Paula de: 159 Isabel II: 20 Jaime de: 20,21,23,25,28,32,45,63,69,99,106,136,155, 160,165 Juan Carlos I de: 16,77,100,112,114,115,119,121,133,134,13 8,154,162,164 Juan de – Conde de Barcelona: 16,17,30,53,54,55,68,76,77,100,111,114,12 2,133,138,160 Magdalena de: : 100
: 85
Balansó Juan: 61,88,122,130
Balsells de Saracibar Jose Antonio: 118
Barrionuevo Peña José: 100 Matilde: 100
Barrionuevo y Soto José María: 100
Bartrés Hervás José María: 103,121,149
Baumer María Eloisa: 26,46,158
Baviera Matilde de: 20,21
Balduino de Bélgica Rey: 100
Belmonte Granito di, Cardenal: 21
María Teresa: 101 Braganza -
Berenguer IV Ramón: 134
Bermaola -
Duarte de: 41,59 Felipa de: 59 Maria de las Nieves de: 25,28,32,33,49,59,101,133
: 81
Berro -
Burgo -
Emilio Deán: 53,73
Jaime del : 52,53,72,86,108,113,139,143
Bilbao Eguía-
Cadenas y Vicent -
Esteban: 24,111,129
249
ÍNDICE ONOMÁSTICO
Vicente de: 104
Felipe V-
Carlos IV – :41,65 Carlos V -
: 26,26,38,41,65,66
Fernández Juan: 70 Restituto: 32
Carlos María Isidro: 20,32,99,131,150,158,159,161,164 Carlos VI – Conde de Monetemolín: 21,99,164
Fernández-Cuesta Raimundo: 108,111,126,129,144
Fernando VII -
Carlos IX -
: 20,66
: 141
Ferrer -
Carlota Joaquina -
Melchor: 77
: 41
Folchi -
Casanella -
Filiberto: 26 Filippo: 26 Jorge: 26 León: 26
Mar : 152
Castán Tobeñas : 129
Ford -
Ceballos-Escalera y Gila, Marqués de la Floresta -
Richard: 124
Francia -
Alfonso de: 104
Luis XIII, de: 32,66
Clapés -
Francisco José -
Dr.: 120
Emperador: 23
Clemente -
Franco -
Josep: 40,113
Comín Sagués: 84
Cora y LiraJesús de: 36,37,39,53,60,61,68,70,71,76,78,79,83,84, 86,87,89,102,114,118,125,127,129,140,141 ,142,144,145,157,160,162
Carmencita: 123 Francisco - El Caudillo, Generalísimo: 16,17,42,48,56,68,71,73,74,76,77,78,86,87, 88,103,105,107,108,109,110,111,112,114, 115,119,121,123,128,131,132,134,138,149, 151,161,163,164,165
Fraser Hamish: 85
Cunill Postius – José María : 74 Dávila y García-Miranda -
Friedman -
José Antonio: 104 Dávila, General – : 107 De La Cortina, General – : 36,37
Gambra -
María Alejandrina: 58
GallésRoger: 121,140 Rafael: 41
Garcia DiezConrado: 103
De Pedro Pons -
Garreta Olivella -
Dr.: 120
Edmundo: 128
Dobkin -
Garrigó -
Anthony: 152 Carlos: 152 John: 152 Juan: 152
Santiago: 120,121,127,149
Gassió Bosch Dr., Ramón: 103,120,133,140,143,149
Dollfus -
Gil -
: 65
Dr: 120
Domenech -
Gómez Ruiz -
Alfredo: 101
Hnos.: 108
Echavarría -
Gran Bretaña e Irlanda -
Fermín: 157
María de: 45
Erviti -
Grecia -
Primitivo: 114
Constantino de: 100 Pablo de: 100
Eu -
Habsburgo-Lorena Satzger -
Duques de: 59
Alejandra-Blanca de: 59,60,62,69,72,81,114,120,121,123,124,
Fal Conde Manuel: 30,32,39,40,52,53,54,68,71,74,76,100
250
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
129,131,132,137,143,144,146,148,151,152 Alexandra de: 26,45 María Inmaculada de: 59,72,81,110,151,152
Ibañez Martín: 129
Inchausti -
Habsburgo-Lorena –
Basilia: 143
Antonio de: 26,45,46,56,64,129,131,140,145,146,147,149, 150,151,153,154,155,156 Asunta de: 26 Blanca Borbón de: 21,22,23,24,25,26,30,31,32,40,41,43,44,46,48, 52,58,59,61,62,63,64,69,112,136,141,155 Carlos Esteban de: 26,45,64,132,141,149,153,154
Inda Zabaleta Jesús: 26
Issarescu Esteban de: 142
Iturmendi – Antonio: 106,127,128,129 Izaga : 53
Carlos VIII - Duque de Madrid, Archiduque Don Carlos Pio de:
Jaime I el conquistador: 134
16,17,24,34,39,40,43,47,48,49,52,55,56,57, 58,59,60,61,62,63,64,68,69,70,71,72,73,74, 77,109,110,111,112,113,114,115,116,
Jardí Brú : 121,149 Jordana, General – : 107
118,119,120,121,122,123,124,125, 126,127,128,130,131,133,134,135, 136,137,138,140,145,148,150,151, 156,161,165 Conztanza de: 154 Christopher de: 154 Domingo de : 26,45,64,132,141,143,144,149,153,154, 162 Francisco José de : 24,26,46,47,48,56,64,124,125,129,131, 141,147,150,155,157,158,159,160,161, 162,163,164 Gabriela de : 26,45 Gregor de: 154 Ileana de: 154 Isabel de 26,45,49 Inmaculada de: 26,121,124,129,131,132,137,148 Leopoldo de: 26,46,47,48,56,147,150,163 Leopoldo Salvador de: 21,23,25,45,136,141 Margarita de: 26,125,132,159 María Antonia de: 26 María Dolores de: 26,70,132,137 María Elena de: 153,163,164 María Magdalena de: 26,45 Patricia de: 26,46,158,163,164 Peter: 154 Rainiero de: 26,45,136 Sandor de: 154 Hitler -
Juan III : 99,110
Junquera Juan: 74
Junyens Quintana José María: 76 Kindelán, General – : 107
Kossler Francisco: 163
Kindelán : 111
Kottulinsky -Jaroslow: 153
Larramendi Ignacio Hernando de: 41 Luis Hernando de: 24,41
Larraya Nicasio: 53,72
Leopoldo IIGran Duque de Toscana: 23
Leyva SaraviaMatilde de: 124
Lisbona Monseñor: 120 Pedro: 101
Lizarza Inda Francisco Javier de: 40,48,53,55,63,64,65,66,67,85,153
Lizarza Iribarren Antonio de: 53,63,73,82,113,134,140,146,147,148,149, 155
Adolphe: 154
Hohenzollen de Rumanía-
Lambea, General – : 129 López Rodó -
Ileana de: 26,45,64,129,132,141,154, 156
Holanda Irene de: 158
Laureano: 109,162,163
HopfingerJoseph: 26
López-Soler Antonia: 163
251
ÍNDICE ONOMÁSTICO
Luna -
Oyarzun -
Antonio: 160 Lyle – Rob: 85
Pagés-
Maldonado y Cocat -
Pardo de Santallana -
Román: 46,59,69 Roger: 121
Ramón José: 103
Juan Manuel: 109
Marco -
Parma -
Amadeo: 108 Martín Artajo : 129
María Cristina de: 23,24,32 Roberto Duque de: 23,100
Pedro el Ceremonioso -
Martínez Barrio -
: 134
Diego: 110
Pérez de Rada Gorósabel-
Martínez González -
María Dolores: 102
Dr: 120
Pérez González -
Massimo -
Blas: 72,107,109,110
Blanca: 28 Fabiola: 28 Fabrizio: 27 Margarita: 28 María de: 28
Pérez Nájera Juan: 22,34,39
Plazaola : 53,140
Polo -
Mateu Martínez -
Fernando: 66,67 Pombo Angulo : 108
Mireia: 152
May Wilfred: 83
Portugal -
Miguel Martínez-
Juan VI Rey de.: 41
Máximo de: 74
Prete -
Modrego -
Ernestina del: 28 Francisco del: 28 Jorge del: 28 Lino del: 28 Margarita del: 28 María Beatriz del: 28 María Cristina del: 28 María Francisca del: 28 María Luisa del: 28 María Valentina del: 28
Dr. Arzobispo: 125
Mola, General – : 47 Montaner CasanellasAsunta de: 152
Montélls y Galán José María: 88,122,154
Montesa y ManzanoXavier: 118
Puig -
Moreno Escribano -
Ramón: 101
Julián: 122
Qattember -
Mosén Balagué-
Mateo: 134
: 120
Ramos -
Muñoz Aguilar -
Bruno: 157
: 70
Ranero y García -
Neri-Serneri-
José: 103
Igino: 26
Ravaschieri Fieschi de von SchonbourgWaldenbourg-
Nicoles-PodrinjeDagmar: 26,45,
Ornella: 67
Olazábal -
Ricote, Monseñor: 129 Ridruejo -
Jose Maria: 108,109,
Oliva -
Dionisio: 113
: 121,149
Riera Pou –
Orgaz, General: 107 Orlandis -
Nicasio: 124
Riera – Carlos Pio: 152
Ramón de: 26
Ossorio y Riaño -
De Leyva José María: 152 Mateu, Blanca: 152 Mateu, Laura: 152
Valeriano Loma: 103
Otto Archiduque: 142,150,152,153,155
252
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO
Pedro: 152
Simarro - Alcalde
Rodezno -
: 125
Conde: 38,53,54,72
Sissi Emperatríz -
Roger Amat-
: 23
Joaquín María: 127
Sivatte -
Rohan-
Mauricio de: 74,165
Berta de: 20
Soler -
Roig -
Federico: 76
: 121 Roma Campí: 121,140,149
Solsona Cardona Ramón: 69
Soper -
Roma Comamala -
Jerrine.: 154
Juan María: 102
Suances -
Romanones -
: 129 Juan: 83
Conde de: 54
Romero -
Suárez Kelly -
Emilio - periodista: 57 Jimeno, Dr.: 120 Rubio Más : 121
Fernando: 157
Suazo : 53
Taliani di Marchio -
Ruiseñada-
Francesco María: 41,42
Conde de: 122
Téllez,-
Rumania -
Vivar: 129
Fernando I de: 45
Torresano -
Sáenz -
Julián: 143 Trias de Beas : 132
Lorenzo: 29,35,37,38
Sáinz RodríguezPedro: 133
Valdés Larrañaga -
San Pío X Papa: 21 Sánchez -
: 70
Valentín Galarza, General: 107 Valiente -
Juan Bautista: 122
Jose María: 100,157
Sanders -
Vigón, General: 107
Sheila: 163
Sandor -
Valledano -
Jyörgy: 60,119 Miguel: 60
Conde: 129
Vallescar y Palli-
Sanjurjo, General: 47,61 Santo Tomás de Aquino: 96 Satzger von Balvanyo -
Pedro de: 102,126,134 Vallserena de: 121,149
Varela, General: 107 Vázquez de Mella : 149
Geza: 58 Christa: 58,59,69,72,115,118,119,123,132
Vila San JuanJosé Luis: 47,88
Saura de Ayerbe -
Voss Voss -
Rafael: 163
Engel: 154
Schonbourg-Waldenbourg y Borbón -
Zamanillo -
Carlos Leopoldo von : 67 Federico von: 28,67 Marewa von: 67 Teva von: 67
José Luis: 132,100,157
Varaiterai A Neti de von: 67 Vetea von: 67 Serrano SuñerRamón: 107
Seunig María Elena: 26,45,46,158,162,163
253