Qué cuenta como una vida La pregunta por la libertad en Judith Butler
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TEORh y (;RITIC.\
Colección dirigida y diseñada por Luis Arenas y Ángeles J. PeroJl
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ELVIRA BURGOS DÍAZ
Qué cuenta como una vida La pregunra por la libertad enJudith Butler
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ÍNDICE
9
,-\J3RE\ T\TUR.-\S I:'-iTRODUCCIO:'-i:
Una escritura que interroga.. ....
1 ... Planteando la cuestión dd sujeto ........ .. ... .................... Del sexo al género. De Beauvoir y del llegar a ser mujer. Merleau-Ponty examinado ... ........................ Modelo fenomenológico y modelo teatral de aproximación al género .. .......... .. .... .. .... ......... ......... 5. Monique Wittig: sexo imaginario y cuerpo lesbiano . . 6. El sistema sexo/género y la teoría radical de la sexualidad de Gayle Rubin . 7. Sexualidad y poder. A través de Foucault . ....................... 7.1. La lógica de la inversión. .......... .. . .... .. ......... 7.2 Una actitud ética de desafio al poder....... .... ......
CAPÍTULO
l. 2. 3. 4.
11 l. El género como problema . 1.1. La fuerza critica del término género 1.2. Debate sobre las categorías feministas .. 1.3. Del género al sexo ......... 2. Crítica a la ontología del género de la metalisica de la substancia . 3. La huella de :\'ietzsche 4. Hacia la identidad desde el psicoanálisis 4.1. La feminidad como mascarada 4.2. La inflexibilidad de la ley lacaniana
CAPÍTCLO
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94 118
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-t.3. La ambivalencia de la pcrspccli\'a liTUdi~lJl¡, S. LJ semiótico como estrategia de trans~re"ióll ("n K:i-¡("\';' 6. Parodia y subversión. G.I. Capacidad de acción del sujt'lO ronstmid" . 7. Réplicas a El l~énero en disjlUla .. 7.1. El contexto hispano de recepción III . l. Los cuerpos en su materialidad 1.1. Genealogía crítica del concepto de materia 2. Ni esencialismo ni constructivismo .. 2.1. Sofisticado constructivismo . 3. Interpelación y subjetivación..... ........... . 4. Reapropiaciones subversivas. 4.1. Quiebra de la posición simbólica privilegiada de! Falo. ............................................... . 4.2. La raza también importa 4.3. El ejemplo del término queer ...... .
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C.WÍTCLO IV l. De la performatividad de los actos de habla .. 1.1. La dimensión corporal del habla 2. Palabras que hieren ................... . 2.1. Contra la censura 3. De la agencia en e! discurso. 3.1. Bourdieu y Derrida confrontados
261 267
2il 27i 27i 285 292 297
304 308 317 317
CAPÍTl'LO \' . l. La emergencia de la psique ......... . 2. Parentesco aberrante .. 2.1. Nuevas comunidades de afectos ........ ........ ....... . 3. Hacia la transformación social .. "."" 3.1. Diálogo con Rosi Braidotti. ......................................... .. 3.2. Ante el paradigma de la diferencia sexual. 3.3. Haciendo y deshaciendo el género (intersexualidad y transexualidad) . .. ............................ .
336
EpÍLOGO: Pensamiento en proceso
387
E"TRE\'¡STA CO~ JCDITH Bl:TLER (por l\laría Prado BalIarín y Ehira Burgos Díaz)......... . ...................................
395
BnÚ.IOGRAFÍA ............................ .
425
325
330 343 350 361
ABREVIATURAS
En los textos de Butler y en las entrevistas que se citan se utilizan las siguientes abreviaturas:
AC: Antigone's Claim. Kinship Between Lifo and Death, New York, Columbia University Press, 2000. AFW «Afterword», en Shoshana Felman, The Scandal ~ the Speaking Body. Don Juan With] L Austin, or Seduclion in Two Languages, Stanford, California, Stanford University Press, 2003. pp. 113-123. APCG: «Actos performativos y constitución del género: un ensayo sobre fenomenología y teoría feminista)), Debate Feminista, n.o 18, 1998, pp. 296-314: APO: «Against Proper Objects», en Elizabeth \Veed, ancl Naomi Schor (eds. , Feminism meets queer tlzeoJ)', Bloomington and Indianapolis, Indiana University Press, 1997, pp. 1-30. BM: Badies that J.falter: On the Discursiz:e Limill' /1 'Sex', Ne", York and London, Routledge, 1993.
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1
CHS: «Cbangill,~ dI(' Sul,j('ct: Judith Butler's Politics of Radical Rt'si~llilic;ltiull», en Sara Salib \\ith Judith Butler (eds.), Thc .Judith Butln Rradcr. Oxford, Blackwell Publishing, 2004, pp. 32,l-:~5() :lntclyie\\' with Gary A Olson and Lynn \ \'orshaDl¡. Cl: el/erl)OS que ill1jmrtall, Sobre los límites materiales)' discursivos del «-'{'.YO». Bucnos .-\irt's. Paidós. 2002. Se trata de la traducción castellana de Bu(JicJ Ihal .Halla: 011 ¡hc Discursive Limits if 'Sex'. CTS: «La cuestión de la transformación social», en Elisabeth Beck-Gernsheim, Judith Butler y Lídia Puigvert, Mlfjeres y tmnsfonnariollCJ sociales, Barcelona, El Roure, 2001, pp. 7-30. DG: Deshacer el géncro, Barcelona, Paidós, 2006, Se trata de la traducción castellana de Undoing Gmder. ES: Ercitablc Specch. A Politics if the Poformative, 1\e\\" York and London, Routledge, 1997. FAON: «Feminism by Any Other ;{ame. Inteniew»). Rosi Braidotti withJudith Butler, en Elizabeth Weed and Naomi Sehor (eds.), Feminism meets queer tlzeory, Bloomington and Indianapolis, Indiana University Press, 1997, pp. 31-67. FCON: «El feminismo con cualquier otro nombre)>>. Judith ButIer entrevista a Rosi Braidotti, en Rosi Braidotti, Feminismo, diferencia sexual)1 subjetiuidad nómade, Barcelona, Gedisa, 2004, pp. 69-106. Se trata de la traducción castellana de «Feminism by Any Other .:\ame. Imerview». FPB: «Foucault and the Paradox of Bodily Inscriptions», Journal if Philosophy, 86 (11), 1989, pp. 601-607. GA: El grito de Antígona, Barcelona, El Roure, 200 l. Se trata de la traducción castellana de la obra Antigone 's Claim. Kinship Between Lije and Death. GAP: «Gender as Performance. An Inteniew v-ith ]udith Butlem, Radical Philosoph)', n.o 67, Summer 1994, pp. 32-39 (Intenie\v with Peter Osborne and Lynne Segal). GD: El género en disputa. El feminismo)' la subversión de la identidad, México, Paidós, 200 l. Se trata de la traducción castellana de Gender Trouble. Feminism and the Subversion if Idmti!y. GT: Gender Trouble. Feminism and the Subversion if Identi!Y, New York and London, Routledge, 1990 (en el texto nos referi-
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mas a esta edición excepto cuando se cita el próloRO de la segunda edición). Segunda edición de 1999 y tercera edición de 2006. HBCM: «How Bodies come to Matter: An Interview with Judith Bucler», Signs. ]ournal of vVomen in Culture and Socie!)!, vol. 23, n.o 2, 1998, pp. 275-286 (Interview with Irene Costera Meijer and Baukje Prins). IG/: «Imitation and Gender Insubordination», en Sara Salih "vith Judith Bucler (eds.), The ]udith Buller Reader, Oxford, Blackwell Publishing, 2004, pp. 119-137. IS: «Las inversiones sexuales», en Ricardo Damas (comp.), Constrl9'endo sidentidades. Estudios desde el corazón de una pan demia, Madrid, Siglo XXI, 1995, pp. 9-28. ISG: «Imitación e insubordinación de género», Revista de Occidente, n.o 235, diciembre 2000, pp. 85-109. Se trata de la traducción castellana de «Imitation and Gender Insubordination». LPI: Lenguaje, poder e identidad, Madrid, Síntesis, 2004. Se trata de la traducción castellana de Excitable Speech. A Politics of the Peifórmative. MPP: Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la szg"eción, Madrid, Ediciones Cátedra-Universitat de ValenciaInstituto de la Mujer, 200 l. Se trata de la traducción castellana de la obra The Psychic Lije of Power. Theories in Subjection. OSRM: «On Speech, Race and Melancholia. An Interview withJudith Butler», Theory, Culture and Socie!)!, 16 (2), 1999, pp. 163-174 (Interview \vith Vikki Bell). PL: Precarious Lijé: The Powers of Ñfourning and VioLence, London and New York, Verso, 2004. PLP: The Psyehic Lijé of Power. Theories in Subjection, Stanford, Stanford University Press, 1997. PSiVl: «Performativit( s Social Magic», en Richard Shusterman (ed.), Bourdieu; A Critical Reader, Oxford, Blackwell, 1999, pp. 113-128. SD: Subjects of Desire. HegeLian Rejlections in Twentietlz-Cenlu~y France, .:"Jew York, Columbia University Press, 1999. SGE: «Sexo y género en El segundo sexo de Simone de Beauvoir», }vfora, n." 4, 1998, pp. 10-21.
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SIPD: «Sexual Ideology and Phenomenologlcal Description. A Fcminist Critique of Merleau-Pomy' s Plimome/1ologl' cif PercejJtion», en jeffner AUen, and Iris Marion Young (eds.), TiLe Tlzinking ,\luse: Fi.'lJIillú/II ond JJodall Frencll Plzilosopli)', Bloomington and Indianapolis, Inmana uni\"ersity Press, 1989, pp. 85-100. ST: «Sexual Traffie. llllm.'ieu.'». Gayle Rubin withjudith Butler, en Elizabeth \Veed and Naomi Schor (eds.i, Feminism meets quea the01Y, ,Bloomington and Indianapolis, Indiana university Press, 1997, pp. 68-108. TPH: «Troubling Philosophy: Inter.;e\\" with judith Butlem, J1'ómen '5 Philosoph;' Review, n. o 18, Spring 1998, pp. 7-8 (Inter."¡ew "vith Alessandra Tanesini:i. UC: Undoing Cenda, Ne\\' York-London, Routledge, 2004. VSG: «\lariations on Sex and Gender: Beauvoir, \Vittig, Foucault», en Sara Salih ,,\'ithjudith Butler (eds.), TheJudith Bulla Reada, Oxford, Blackwell Publishing, 2004, pp. 21-38. VSCE: «Variaciones sobre sexo y género. Beau\'oir, \Vittig y Foucault», en Seyla Benhabib y Drucilla Comell, Teoría feminista y teoría crítica, Valencia, Ediciones Alfons el Magnanim, 1990, pp. 193-211. Se trata de la traducción castellana de «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, \Vittig, Foucault». WC: «\Vhat is Critiqu e? 1\n Essay on Foucault' s Virtue», en Dayid Ingram (ed.), TILe Po litica 1, Massachusetts-Oxford, Blackwell Publishers, 2002, pp. 212-226.
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CLJ::I\"TA cmlo L'j\"A VIDA]
INTRODUCCIÓN UNA ESCRITURA QUE INTERROGA
U n pensamiento innovador deja oír su voz cada vez con más fuerza en el comienzo de este siglo XXI. Juzgados, en general, sus textos como portadores de conceptos densos y de argumentaciones complicadas que exigen un gran esfuerzo de comprensión, su ya muy extensa obra se difunde, no obstante, de un modo sin duda sobresaliente en el panorama internacional. Los motivos de esta potente propagación de sus tesis se hacen evidentes cuando se acomete la empresa de recorrer pacientemente el conjunto de su producción teórica que examina directamente los problemas más acucian tes de nuestro mundo con temporáneo. A su concepción de lo que es la crítica filosófica obedece el estilo narrativo de Judith Butler en el que abunda la formulación de incisivas preguntas. El trabajo intelectual crítico, tal como ella misma califica a su propio quehacer teórico, es siempre político porque se adentra en el análisis de textos dificiles cuyos significados no son inmediatamente accesibles. Esta dificultad es la que puede generar en la persona que lee una actitud crítica hacia el mundo social y su habitual constitución [l]. Su pensamiento ofrece preguntas antes que definitivas respuestas para incitar la mirada penetrante capaz de escrutar con ojos [l] Cfr. CHS. Se trata de una entrc\,;sta que en el año 2000 realizaron a Buder Gary A. Olson y Lynn \\'orshm.
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múltiples lo que se nos dice ser la realidad dada. Este es el camipara moti"ar la transformación social sin quedar atrapados bajo la idea de la inevitabilidad, por sólido y natural, de nuestro mundo. Este estilo suyo no teleolú.s,rico, imerrogati\'o, provoca réplicas que afirman que su prosa es sofisticada y obscura, signo de elitismo. Butler reconoce que su escritura puede parecer impenetrable y que puede provocar cierta ansiedad en las personas lectoras. Considera, no obstante, que su estilo es una estrategia política que nos pone en cuestión nuestras nociones de lo que es y no es inteligible con el fin de extender los horizontes lingüísticos y epistemológicos. Su inicial aplicación a la filosofía continental conllevó un considerable gasto de energías, en particular en la lectura de Hegel y en la de Heidegger, en cuyos complejos escritos comprobó que la dificultad de! lenguaje era un camino esencial para el pensamiento filosófico. Aprendió de Hegel y de Heidegger que lo comúnmente aceptado, nuestros presupuestos asentados, es susceptible de ser modificado a través de la gramática y del estilo. El llamado «lenguaje ordinario», urdimbre básica de nuestro mundo «ordinario», es discutido en su pretensión de ser un verdadero indicador de la realidad como ella es y como tiene que ser, invitándosenos con ello a considerar cómo lo nuevo puede ser incorporado a nuestro mundo. A través de Hegel, en especiaL confirmó que no podemos esperar que e! lenguaje nos muestre transparentemente la verdad de lo que dice, ni tampoco que la verdad halle su fundamento fuera del lenguaje. Como también Nietzsche le enseñó, la gramática ejerce una fuerte seducción hacia la lectura en una unilateral dirección, siendo necesario un esforzado trabajo para percibir la simultaneidad de los sentidos de los enunciados y su doble direccionalidad. El uso rompedor de la gramática es una senda, pensó Buder, para la apertura del mundo. Estos fueron elementos importantes de su formación: los profundos cambios gramaticales y la quiebra del lenguaje ordinario puestos en acción por aquellos filósofos alemanes. A ellos debe buena parte de su impulso hacia la defensa de su peculiar estilo de escritura y hacia el rechazo de! supuesto de llO
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que en el ámbito del pensamiento crítico se tiene la obligación de escribir de una forma directamente accesible y dentro de las normas gramaticales aceptadas. ¿Qué significa proclamar la existencia de un lenguaje común al que nuestra responsabilidad social nos debe determinar a hablar?, se pregunta Butler. Lo denominado «sentido común», «significado accesible}}, «esfera pública», son ficciones, la ficción de que hay un común mundo lingüístico. La crítica que cuestiona el mundo social es dura y dolorosa porque pone en duda aquello que nos es más familiar en tanto que ha sido naturalizado. Nos dice Butler, a modo de ilustración, cómo en sus clases nunca presupone la presencia de un lenguaje común. Explicaba, en cierta ocasión, el ensayo de Rousseau Sobre el origen de las lenguas y, en concreto, su rechazo de la concepción onomatopéyica que supone la existencia de una realidad prelingüística, un sonido anterior al lenguaje, a la que las palabras representan de modo mimético en función de su íntima conexión con las cosas, los sonidos en este caso. En contra de esa tesis, lo que sucede es que las palabras usadas para los sonidos en los diferentes idiomas son las que nos preparan para oír el sonido de una cierta manera, de maneras distintas de acuerdo con cada lengua. Indagó en su aula, de unos ochenta estudiantes, sobre el número de . lenguajes maternos hablados. Dieciséis, aproximadamente. Pidió que comunicaran en voz alta cómo sonaba el maullido del gato en cada caso. El resultado fue un conjunto fabulosamente dispar de sonidos: «mah}}, «mew}}, «eee}} [2], Y muchos otros, «miaw> entre ellos. Esto fue una lección sobre las tesis de Rousseau y, sobre todo, una lección sobre el multilingüismo y sobre el hecho de que no hay un lenguaje que sin más entienda toda persona. Dentro de un contexto monolingüe se observa que tampoco hablamos un lenguaje estrictamente común cuando apreciamos los distintos y dispares sentidos y significados que otorgamos a la misma palabra o a un enunciado. Las palabras que hieren, pongamos por caso, no siempre logran el fin de la injuria o, a la inversa, la
[2] CHS, p. 330.
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palabra dicha sin intenci(')1J eh (,di" puede ~cr interpretada como palabra sexista o racista, H;I\ plurales ni,-cles lingüísticos para cada lengua. La COl1\TlIil"llcia de iUlerpretar cada situación en particular no puede ~l'I d('~eslimada en fm"or de la imposición de normas e incluso Il'\T~ que nos exijan escribir y hablar de un determinado modo \' no de otro. Desde la perspecti\'a d(' su ('''Ilt'ri('JlCia vivida en los actos concretos de escritura, nos subraya, además, cómo. en ocasiones, aquello que estaba intellt
, «queem, a la vez que rehúsa ser definida exhaustivamente por ello.s, haciendo entrar en cnSlS, mediante la reiteración subversiva, el poder establecido.
[3] CHS, p. 328"
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Es este un riesgo que Butler asume: la necesaria práctica política de citación y critica que puede llevar a la suspensión de las seguridades ontológicas y epistemológicas pero que puede dotarnos de una mayor capacidad para el entendimiento de las diferencias. La defensa de Butler de la necesidad de poner los términos en cuestión no es, como a veces se tiende a creer, una operación negativa o destructiva en tanto que no supone el abandono de esos términos disputados sino el desalojo de su lugar metafisico para permitir que ocupen y que sirvan a otros intereses políticos, para posibilitar que puedan adquirir nuevos significados y desplazarse a contextos inusuales. Aunque la revisión critica es aún más persistente, porque tampoco deja de ser fundamental la precaución de tener en cuenta que los términos pueden llevar consigo el rastro, la huella de su lugar anterior de modo que producen un nuevo efecto ontológico tras haber sido eliminado su alimento ontológico previo. Es como si los términos, su vida semántica, efectuaran un viaje a través del discurso en el que se prestan a adquirir nuevos significados ontológicos en direcciones no previstas de antemano. Cierto es, sin embargo, que estas hábiles precisiones no son tematizadas explícitamente por Butler desde el principio de su recorrido critico, también, sin duda, atravesado por el devenir temporal. La tradición filosófica en la que Butler reconoce el valor positivo del ejercicio de la critica va desde Kant hasta Foucault, sin olvidar a la Teoria critica, a Walter Benjamin y tampoco a Nietzsche. A este último se refiere cuando comenta en su ensayo «What Is Critique? An Essay on Foucault's Virtue» [4], cómo la tarea de la critica requiere del paciente y laborioso trabajo del rumiar de la vaca. La obra de Butler precisa, asimismo, de esa lenta y espaciada tarea de lectura. Imposible, al menos dudoso, acceder a la comprensión de su profundo y original pensamiento de otro modo. De ahí, por lo demás, que abunden las incorrectas o fallidas interpretaciones de su obra, por precipitadas. ¿Cómo podemos esperar una «radical accesi-
[4]
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hilidad» de una escritura que se forja re elaborando una y utra vo las preguntas dificil es que hih'anan la complrja labor del
pemar y de un pensar cuyo propósito es cómo hacer posible la vi.da humana, cómo reconfigurar nueqro mundo social para que sean factibles otros modos de ser y de acción: La pregunta por lo humano, por cómo se define aquello que tiene e! valor de lo humano en nuestras sociedades actuales, es un cuestionamiento de la \iolencia, de la exclusión violenta que anida en la-, rcspt.lestas habituales dadas a la pregunta por lo humano. En este sentido y con esta meta, la extensión y ampliación de! concepto de lo humano, la obra de Butler..se·esfuerzapor cambiar el n1arco de intelección mayoritario de la categoría de sujeto, en función de la cual hablamos, pensamos, vivimos. La categoría predominante de sujeto debe ser discutida, y debatida desde un lugar ética y políticamente motivado como así lo pone ante la vista todo e! conjunto de la producción teórica de Burler. En el intento de llevar a cabo una aproximación a su filosofia que dé cuenta de los núcleos principales de su discurrir así como de su articulación y desarrollo, objetivo que necesariamente no puede pretender exhausti\idad, en este trabajo nos ocupamos de la mayor parte de las obras y textos que Burler ha ido construyendo desde Subjects of Desire. Hegelian Riflections in Twentieth-Century France hasta las más recientes como Precarious Life: Tlze Powers of Alourning and Violence. En el análisis de la obra todavía más actual Giving an Aaounl of Oneselj no nos adentramos porque de otro modo se vería comprometida, sin duda, la conclusión de este concreto y limitado ejercicio de escritura sobre una producción teórica que siendo ya extensa promete continuar ampliando su potencial creativo. De modo general, hemos respetado en esta investigación el orden cronológico de los textos si bien, al ofrecer una exposición guiada por temas y conceptos hacia los que Butler vuelve una y otra vez, no resulta estricta esta voluntad de disposición temporal. En una primera parte, han sido atendidos los escritos precedentes a su libro aún hoy más influyente, Gender Tro uble , resaltándose en ellos su dimensión de instrumentos de gestación, sin dejar de proporcionarnos, no obstante, argumentacio-
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nes sutiles y elaboradas, de las ideas más singulares de la filosofia de Butler. En segundo lugar, la reflexión sobre Gender Trouble, sobre su complejidad conceptual y sobre la energía de su repercusión; en particular en el ámbito feminista teórico y práctico, nos ocupa por completo. Bodies that ¡Hatter, la dificil relación entre materialidad y discurso, entre cuerpo y lenguaje, es el eje conductor del tercer apartado de nuestro trabajo. En el cuarto, se ahonda en esta línea argumentativa que desde la noción de performatividad aborda la materia, también el cuerpo que habla, fundamentalmente a partir de la reflexión contenida en Excitable Speech sobre el lenguaje que hiere. En el último y quinto capítulo, se recogen temas pensados, 'vueltos a pensar -como el de la psique, la dimensión psíquica del poder, y su configuración melancólica de género- en el interior de Tlze P~ychic Lije rif Power. Además, el parentesco, nuevas organizaciones de. 'vida y de afectos con capacidad de transformación social, son cuestiones tratadas desde Antigone 's Claim y desde trabajos contenidos en Undoing Gender; obra esta última que asimismo es importante por su reflexión sobre intersexualidad y transexualidad como marco que nos ayuda a pensar la conexión entre autonomía y sujeción y el íntimo vínculo entre libertad y no libertad. Como en todo momento hemos tenido presente que la filosofia de Butler obtiene su originalidad en buena parte de una esforzada relectura critica y resignificadora de las tesis aportadas por otros pensamientos, hemos querido dejar constancia de esos materiales teóricos que en algún sentido impulsan sus propias y brillantes conceptualizaciones. En lo que puede ser considerado como el epílogo del trabajo, «Pensamiento en proceso», se subraya, brevemente pero con convicción, la lucidez de su análisis, que discurre por las páginas también de su libro Precario liS Lije: Tlle Powers rif iVIourning and Violence, sobre la precariedad de la vida: de una vida que en esa crucial dimensión de la vulnerabilidad de lo humano halla su capacidad para la acción.
[I\"TRUDLT(:IO\"
1
19
CAPÍTULO
1
l. PL\¡\TEA.;\DO L\ CCESTIÓN DEL SCJETO
¿Qué es el sujeto, quién es un sujeto, qué es una vida? Esta es una presencia fundamental y continua en sus textos que debe ser destacada desde el primer momento: el Íntimo entrelazamiento entre el ámbito de la teoría y el ámbito de la práctica vital. Pensar el sujeto es una cuestión teórica pero es al mismo tiempo una reflexión que afecta a la vida, al modo y a la posibilidad misma de vida de los humanos. Aunque el sujeto ha sido tema de abundantes discursos teóricos y filosóficos a lo largo del devenir del pensamiento occidental, Butler teoriza al sujeto como opaco y desconocido para nosotros mismos en tanto que no es autoidéntico. Es contingente, incoherente y dependiente del reconocimiento otorgado por los otros. La pregunta por el sujeto es en Butler una invitación a la apertura hacia el otro pero siempre considerando que del otro no debemos esperar una respuesta concluyente sino más cuestionamientos, más preguntas. Un absoluto conocimiento del otro, tampoco de nosotros mismos, no es posible. El \i.aje que emprende Butler no persigue la meta del conocimiento absoluto que una obra como la Fenomenología del espín'tu de Hegel nos describe. La revisión que ella realiza de la escena hegelian~ del deseo y del reconocimiento de sí a través de la superación de las diferencias afirma la permanente y necesaria
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21
insatisfacci6n de C~t" dl':-l'(! (k HTUIlU(¡micntCl o autoconocimiento porque es pn'L'j"u (h:jar \'i\'ir ,d otro en su alteridad comprendiendo que la noción de yo coherente e idéntico se quiebra por la!:. di¡¡:r(,lll:i¡¡~ qu(' el propiu yo acoge, La importancia de la dial{>ctica ('~ ddi'llclida pUl' BUller pero con la marización de que la suya c!' una dialé~ctica sin conclusión, sin síntesis o resolución final. l: :1:: c1ialc."nica comc) proceso sin origen y sin final es \'isibk tan\() ('11 el pensamiento ('PITIO en la estrategia textual de Butler cuando su!' preguntas criticas constantes quedan intencionadamente huérfanas de respuestas. El pensamiento clÍtico usa ('SI' instrltl11l."l1to. que hace incómoda y dificil la lectura, sin duda, como una \Ía de sub\'ersión, como medio de transgresión de la familiaridad de nuestro mundo. Hegel es una de las influencias filosóficas apreciables en la obra de Butler, permitiéndole abrir el campo de una serie de interrogantes que no ha cesado de plantear y de formularse a sí misma, aun no siendo inmediatamente evidente en una rápida revisión de su pensamiento posterior. Ella irucia su aproximación hacia la categoría de sujeto en su libro dedicado al filósofo alemán, su primer libro, Subjects of Desire. Hegelian Reflections in Twentieth-Century France [IJ. En el prefacio a su segunda edición, en 1999, se nos ofrecen unas muy interesantes observaciones al respecto tanto de su texto sobre Hegel como sobre el contexto de su formación intelectual. Su entrenamiento académico como estudiante en la Universidad de Vale (en New Haven, Connecticut), a finales de los ai'ios setenta y a comienzo de los ochenta, la inició en el conocimiento de destacados pensadores europeos: Marx, Heidegger, Kierkegaard, Merleau-Ponts y en los autores de la Escuela de Frankfun. El trabajo con Seyla Benhabib, con quien
[1] SD. Subjec/s of Dcsire se presentó primero en 198+ como Tesis Doctoral en la Universidad de Vale. Después, entre1985-86, fue o~ieto de una revisión para posteriormente, en 1987, aparecer puhlicado como libro. La segunda edición de 1999 contiene un nuc\'o prólogo de la autora, A pesar de que obras posteriores de Butler cuentan ya con su correspondiente traducción al espaiiol, no sucede lo mismo con su texto d('dicado a l:fegel.
22
compartía su interés por la filosofia alemana, influyó asimismo, en aquella época estudiantil, en su pensamiento [2]. Hegel fue objeto principal de su instrucción recibida también en la Universidad de Heidelberg donde fue admitida como becaria Fulbright (en 1979-1980). Escribió, entonces, en particular sobre el concepto de deseo y en relación con la obra Fenomenología del espíritu, ocupándose, además, de su recepción por parte de la filosofia francesa del siglo x:\(. Sin embargo, en aquel trabajo que fue de Tesis Doctoral, y a pesar de que tampoco el pensamiento postestructuralista le era del todo desconocido, Derrida y Paul de Man [3] en especial, se vio condicionada por el juicio de su director, el fenomenólogo Maurice N atanson, para quien la filosofia francesa alcanzaba su mayor desarrollo en la obra de Sartre y de Merleau-Ponty. Ese fue el motivo por el que los capítulos finales del libro, Subjects oJ DesiTe, sobre Lacan, Deleuze y Foucault, no formaran parte de su trabajo presentado como Tesis Doctoral donde se centraba en la filosofía francesa de los años treinta y cuarenta. Se acercó a la obra de Foucault en el contexto de un seminario de Estudios de Mujeres y fue después de dejar Yale, y en la Universidad de Wesleyan (en Middletown, Connecticut), donde permaneció entre 1983 y 1986, cuando se introdujo en la teoría francesa a la que anteriormente se resistía. Revisó su estudio sobre Hegel y publicó la obra tal y como ahora la conocemos. Por su parte, la antropóloga feminista Gayle Rubin, insatisfecha con las tesis del feminismo de los últimos años de la década del setenta relativas al sexo, a la sexualidad y a la diferencia sexual, demasiado rígidas y apegadas al marco del deter-
[2] TPH. pp. 7-8. Butler comenta que Benhabib y ella misma partieron del pensamiento de Hegel pero después sus caminos di\"er"gieron" :'I,Iientras Benhabib se interesaba cada \"ez más por la lilosolia habermasiana, Butlcr mostraba una acrecentada atracción por el pensamiento francés. [3] En DG «<¿Puede hablar el «Otro" de la lilosofia?,,), p. 337; UG «
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minismo bioló¡.,'Íc(I. ('IH"OIlIIÚ en los planteamientos de Foucault útiles instruml'llIos ¡>;¡Id ;-.\lS propios análisis atemos a la fundamentalidad del ámhito de lo social e histórico. Butler, como así nos' lo recuerda nm ('lIloción [4], leyó la Historia de la sexualidad de Foucault b'l:ju el illIlujo de Rubin. Foucault se irá mostrando en lo sucesivo cumo uuo de los autores que más ha contribuido con sus peculiare:- pUII\OS de \'ista al despliegue de las innovadoras formulariollt,,;; de llutler. En Subject.\' (1 J){'Úrt', sin embargo, solo en los últimos capítulos añadidos para la publicación del libro se aprecia el inicio del mo\'irnicnto teórico que Butlcr efectuó con todo rigor en la escritura de su obra de 1990, Gender ñ·ouble. De ahí que en el prólogo de 1999 para la reedición de su texto sobre Hegel, explicite que aquella fue una obra de juventud, escrita demasiado pronto, que se debe leer teniendo en cuenta las mencionadas reser..as. El deseo como asunto filosófico es el motivo central de interés de la obra de Butler. La fIlosofia occidental ha mostrado la mayor parte de las veces un escepticismo hacia el aprovechamiento fIlosófico del tratamiento teórico del deseo. En general, el deseo ha sido representado como lo otro de la filosofia [5], en cuanto arbitrario, inmediato, animal, irracional. En su tendencia hacia el conocimiento, la filosofia, en su autoproclamada
[4] ST, p. 78. [5] Véase DC, p. 334; VC, p. 236. Allí, Butler, narrando su relación teórica y vital con la filosofia en su ensayo significath'amentt utulado «¿Puede hablar el «Otro» de la filosofia?», nos cuenta cómo siendo adolescente leyó la Étj¿a de Spinoza y retuvo, entre otros pasajes, aquel que dice «El deseo [...] es la esencia del hombre, es de-cir, el esfuerzo que- cada uno realiza por conser\'ar su sen>. Nos dice también Butler: (,En aquel momento no sabía que esta doctrina de Spinoza só'TÍa esencial para mi trabajo académico posterior sobre Hegel, pero éste es el precedente moderno del argumento de Hegel que afirma que el deseo es siempre deseo de reconocimiento, y que el reconocimiento es la condición para una \ida continua y \iable». En este mismo texto dice Butler más adelante: «Mi doctorado sobre el deseo y el reconocimiento en la FenommologúJ del espíritu de Hegel trató de algunas de las mismas cuestiones que me habían preocupado a una edad mucho más temprana» (DC. p. 340; VC, p.240).
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pureza, no ha creído necesitar ni al mundo ni al deseo que es impulso hacia el mundo y su conocimiento. Pero como la tilosofia, según Butler, no puede renunciar del todo al deseo, ha formulado estrategias para someterlo y controlarlo. La negación del deseo es una de estas operaciones realizadas por la filosofia que «desea hacer algo con el deseo» [6]. Cuando la fliosofia no se plantea estar más allá del deseo sino ser cauce racional de su domesticación, cuando pretende armonizar razón y deseo, entonces se ofrece como la promesa del final del desequilibrio psíquico entre razón y deseo. El deseo, desprovisto de su interpretación naturalista como mero dato fisica y dotado de significaciones fIlosóficas, puede ser entendido como potencia movilizadora del afán de conocimiento que guía a la filosofia. Así, el deseo adquiere nuevo sentido y la razón extiende sus habituales límites que la constriñen al ámbito de la racionalidad pensativa. En nuestra experiencia del deseo estamos ya interpretando el mundo, hacemos entrar en.juego nociones filosóficas, nuestra existencia como seres filosóficos. Esta es una posibilidad para integrar el deseo en la filosofia. Sin embargo, Butler quiere pensar más ampliamente hasta qué punto el deseo y la razón pueden hermanarse, en qué medida el deseo no supone siempre una ruptura del proyecto filosófico. ¿No será que la filosofia fabrica un deseo a su imagen? [7]. Ante todo, lo que es preciso tener en cuenta, para no precipitar respuestas prematuras, falseadas, es que los términos, las palabras «filosotia» y (deseo» no tienen un único significado. Los términos tienen una historia, aparecen y se usan en concretos contextos temporales y teóricos. De ahí que, la pregunta sea para Butler una pregunta sobre las circunstancias particulares que determinaron al deseo como asunto filosófico; de qué modo el deseo devino en una cuestión filosófica; cómo el deseo humano se convirtió en un problema del pensamiento filosófico. En el siglo xx francés, y este es el contexto puntual al que atiende la investigación butleriana, en los años treinta, la preo[6] SD. p. '2. [iJ ¡bid., p. 3.
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rada entre deseo y reconocimiento, antes que una reflexión comprensiva y explicativa del hegelianismo francés o que un estudio de historia del pensamiento. Razón por la cual, en Subjects oJ Desire no se incluye un, capítulo sobre Georges Bataille, no se considera la influencia de la Lógica de Hegel, especialmente relevante en Jean Hyppolite, o no se trabaja sobre el importante capítulo de la Fenomenología del espíritu, «Libertad de la autoconciencia; estoicismo, escepticismo y la conciencia desventurada» [9], cuya apropiación y certera interpretación por parte de Jean Wahl [10] supone, a juicio de Butler, la primera gran obra sobre Hegel en el transcurso de su recepCión en el siglo x..x francés. El primer prefacio de la obra afirma que el sujeto de deseo hegeliano se muestra como un sujeto cuyo deseo es conocerse a sí mismo pero a través del encuentro, en los propios confines de su yo, del munto externo. Es así que su deseo es descubrir el dominio completo de la alteridad como reflejo de su sí mismo en una dirección en la que intensifica y aumenta, externalizando, las fronteras de su yo. El sujeto, bajo el motor de su deseo, inicia un proceso, una especie de viaje, de conocimiento yautoconocimiento, cada vez más incrementado, mediante un mecanismo interrogativo dirigido hacia el otro, la alteridad, lo que a la vez es una búsqueda del sí mismo, del yo, de la identidad. Son dos las modulaciones del deseo que se pueden observar en la Fenomenología del espíritu: el deseo por algo otro y el deseo vuelto sobre sí mismo; el primero conduce a la pérdida del yo y el segundo a la pérdida del mundo. Esto implica que el sujeto, que necesita la mediación del otro pero con la meta de la autoconciencia, procederá a la anulación del otro en favor de su sí mismo. El proceso de autoconciencia parece conllevar un impulso de negación destructiva pero sobre todo se trata de consumir,
[9] G. \ \~ F Hegel, FenlJmenología del fspílilu, ~Iéxico, fondo de Cultura Económica, 1978, pp. 121-139. [10] Jean \ ,'ahl, Ú /l/alh,ur de fa cumáCllCf r1allJ la jihilulOjilú¡, ,le Hcgrl, Pans. Rieder, 1929,
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de absorber al otro dentro de sí según una lógica dialéctica de superación (Aliflzebungí que dice cancelar y prcser,ar al otro en el sí mismo. Esta complicada lógica será analizada por Butler a través del apartado <<Seii.orÍo y sCf\idumbrc», donde se contiene el conocido episodio de el amo)' d nr!a;·o. De ahí se desprende la idea de que el otro que el yo tiene que superar para llegar al autoconocimiento es una parte de sí mismo. La confrontación entre el amo y el escla\'o, como lucha entre dos yoes opuestos, es en realidad la confrontación de una conciencia escindida, dividida entre una conciencia independiente cuya naturaleza es ser para sí, y una conciencia dependiente cuya ,ida es ser para otro. Pero el amo, conciencia independiente. necesita al otro para confirmar su yo independiente y lo que precisa es destruir al otro y a su trabajo. El otro, el sief\"o, trabaja incesantemente y así es como alcanza ser para sí porque se reconoce a sí mismo en el objeto que ha producido con su trabajo. Butler considera que esta es una lucha hacia la muerte. La muerte del otro dará la autonomía al yo. Sin embargo, esta alteridad, que el yo debe destruir para lograr su autoconciencia, forma parte del yo mismo. El yo debe destruirse a sí mismo repetidamente para obtener el conocimiento de sí. El yo y el otro están mutuamente implicados el uno en el otro en orden a llegar a ser. Entonces, si ello es así, si el yo y el otro se autorizan el uno al otro, el deseo no es puramente un deseo que consume, como pareciera en primera instancia, sino que el deseo sostiene una suerte de ambiguo intcrcambio de dos autoconciencias dadoras una a la otra de autonomía, independencia, y alienación, otredad [11]. Este encuentro entre vida y muerte, descrito por Butler, propicia el reverso de las posiciones iniciales de los sujetos. El deseo del amo es un deseo de "ida, de que no muera su deseo. Es un deseo por el reconocimiento a tra\'és de la otra autoconciencia. El deseo de \,ida del sief\'o, deseo por el trabajo, es deseo por transformar el mundo mediante su incorporación a sí. El pri-
[11] 5D, pp. 50-51.
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CUST.\ cmlo t:!'\A \'10.\]
mero se instruye en el conocimiento; el segundo obtiene independencia y libertad. Butler resalta la importancia de los dos deseos, el de reconocimiento y el de la autonomía, que otorga el trabajo, ya que esto conduce a pensar la conexión entre subjetividad, trabajo y comunidad. Solo en comunidad, esta es la cuestión principal, se logra la identidad. La comunidad, no únicamente el trabajo, es el espacio del reconocimiento recíproco, el lugar habilitado para que la mirada del otro dé confirmación a nuestro yo. Por lo tanto, Butler encuentra en la Fenomenología del espíritu no exclusivamente las presuposiciones ontológicas de un sujeto que persigue reflexivamente la identidad. Halla un sujeto cuyo deseo necesita del otro para su cumplimiento y para su propia configuración como ser intersubjetivo. En su búsqueda de autoconocimiento a través del .otro, el sujeto se descubre a sí como ser dependiente y como siendo su dependencia el atributo fundamental de su yo. Este sujeto sigue siendo un sujeto deseante pttro en el marco de una situación histórica concreta y de una comunidad dada [12]. El sujeto de deseo se constituye, como decíamos, en un tema de crítica y reformulación por parte de su recepción francesa para la que resulta ilusoria la síntesis final del ideal de una estática identificación de substancia y sujeto, y tanto si este ideal es propio de Hegel como si se le atribuye falsamente. Esto es lo que lee Butler en la generación de filósofos que constituye materia de su análisis: cómo en sus revisiones del planteamiento hegeliano, el sujeto, que al modo de un tenaz héroe se encamina, en lucha contra sus adversarios, hacia la conquista del pleno conocimiento de la identidad sin fisuras, se va progresivamente desintegrando. Kojeve e Hyppolite se plantean si la satisfacción del deseo, entendida como el logro de una autonomía-moral y metafisica, es una muerte en vida o, por el contrario, la apertura de la \ ida, o si, en todo caso, la satisfacción del deseo es finalmente deseable. Para ellos, el sujeto humano es un llegar a ser internamente no idéntico. Jean-Paul Sartre rompe
[12] ¡bid., p. 58.
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il(·!.!didll;1 dc unidad entre el sujeto de deseo
y su mundo llll·dialllt: su ;IJ lIiC'sta ontológica dualista que. no
obstante, mueslra ulla nustalgia del sujeto autoidéntico al tiempo que furmula UIl;( n:rsiúll del deseo como inútil esfuerzo metafisico. Estos ln'~ filúso{l)S, Kojéve, Hyppolite y Sartre, son incluidos por BUller en lo que ella considera el primer momento de la historia dd Ilegclianismo en la Francia del siglo xx, momento ('Jl el Cju(, el sL~i('to se especifica en términos de «finitud, límites corporales y temporalidad» [13], Lacan, Deleuzc y Foucault cuestionan al sujeto hegeliano en tallto que constructo imaginario y consideran que el deseo viene a significar la imposibilidad de la coherencia del sujeto. Ellos, y también Derrida, representan e! segundo momento de la historia butleriana del hegelianismo. Para Lacan el sujeto está escindido; el deseo no implica autonomía sino que se relaciona con la ley represiva, con la ine\'Ítabilidad de la insatisfacción, De!euze, influido por Nietzsche y por su concepto de (voluntad de podem, entiende e! deseo, antes que como falta, como exceso y plenitud, Foucault defiende con firmeza que el deseo es un producto histórico así como el sujeto es un sujeto sujetado. Uno y otro, Deleuze y Foucault, consideran, ajuicio de Buder, que el sujeto deseante de Hegel ejemplifica la moral de esclavos tematizada por Nietzsche y su dependencia del principio de identidad; ellos nombran la muerte de! sujeto hegeliano, De Derrida, Buder aprovecha algunas de sus aportaciones de crítica a la «metafisica de la presencia», también su sugerencia de que tanto los filófosos que aceptan la promesa metafisica como los que hablan del fallo final de tal promesa permanecen aún bajo e! hechizo del pensamiento de la autoidentidad. Derrida tematiza al sujeto bajo el concepto de «desplazamiento» [14]. La critica francesa denuncia, en general, el anhelo totalizante del sujeto de deseo hegeliano, Sin embargo, Butler nos
[13] Ibíd., p. 175. [I4]Ibíd.
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recomienda una lectura más atenta y penetrante de la Fenomenologia del espíritu. Entonces, se nos revelará cómo su autor fue un «artista irónico» [15] que edifica su concepto de una manera menos totalizante de lo que él mismo presume. A la vez, las lecturas criticas francesas que dicen haber invalidado en sus análisis al sujeto de deseo, ofrecen, para Butler, más bien una reconsolidación de su posición. La persistencia de la figura del sujeto deseante, trazada por Hegel, perseguida por Kojeve e Hyppolite, idealizada por Sartre y Lacan y reducida a concepto ficcional en Deleuze y Foucault, indica su alto grado de influencia en las teorias contemporáneas, incluso en las que no dudan en proclamar la «muerte» del sujeto de deseo, en donde su reemergencia es aún más provocativa [16]: así concluye el primer prólogo de Subjects of Desire. La sospecha lanzada sobre el, mayoritariamente afirmado, dogmatismo del pensamiento de Hegel, es recuperada. en el segundo prólogo escrito por Butler y reforzada ahora ,con la ayuda de interpretaciones más recientes debidas a autores como Gérard Lebrun [17], Jean-Luc Nancy [18J o Pierre [15] lbíd., p. x.x. [16] lbíd., p. xxi. [17] Butler cita la obra de Gérard Lebrun, Ú1 patience du concept Essai sur le discours hégélien, Paris, Gallimard, 1972. De acuerdo con Butler, Lebrun disputa la posibilidad de un dogmatismo hegeliano y muestra cómo el discurso de Hegel puede iniciar al lector en un nuevo modo de pensamiento filosófico (cfr. SD, p. xi). [18] Butler se refiere al texto de Jean-Luc Nancy, HegeL' L 'inquiitude du négatif, Paris, Hachette Littératures, 1997, Esta obra le parece a Butler de gran interés ya que muestra que el sujeto hegeliano no retrocede al interior de sí mismo sino que se define como aClO por el que d yo se supera a sí mismo en su tendencia hacia e¡'mundo. El sujeto se dispersa dentro del mundo y esta es la operación de su negatividad. De este modo, Nancy interpre~a a Hegel fuera del marco dd pensamiento de la totalidad argumentando que la inquietud o malestar del va es justamente la manera en que se supera a sí mismo, es su final no substancial \' su manifestación de libertad .. '\demás. Butler destaca el acieno de su estrategia interpretati\'a que en lugar de realizar una exhaustiva exégesis de la obra de Hegel, Ib'a a cabo un acercamiento discontinuo a través de los términos principales relativos al tcma de la libenad. estrategia quc, por otra pane, es la mayoritariamente utilizada por la propia Burlcr, :\'ancy confunde a los lectores que buscan en Hegel un claro pensamiento teleológico ícfr. SD, p, xii).
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\lachcray [l9J. Fue dlllll U cid (UllICXt(J fraileé!> donde el pensamiento de Hegel ["lit· (kmlllliadu t'J] tanto que totalizan te y teleológico y en cuall\o que daba "ida a un sujeto imperialista, mas también dentro dl' ese ¡lllliJitu es donde se han producido importantes cuestion:1miCI1LOs ele esos mismos calificativos. Las llamadas posiciones posthegclianas no son fácilmente distinguibles de! texto de Hegel CU;\Ilc\o este es sometido a lecturas más apropiadas. Algunas otras sugerencias de lecturas aportadas por Buder como obras que ahora no podría dejar de tratar en e! caso de emprender la tarca ele rt:\·isar su texto primerizo, se refieren especialmente a contribuciones de Jacques Derrida, cuyo pensamiento no apro\'echó entonces suficientemente, y de Luce lrigara); autores ambos con abundante presencia en e! pensamiento butleriano posterior. No obstante, que Butler muestre estas resen'as hacia su obra no debe entenderse en un sentido equivocado. No indican el abandono absoluto de Hegel tras la reelaboración de su trabajo de Tesis Doctoral. Su reflexión sobre el sujeto hegeliano continuó en su ensayo de 1995 «Stubborn Attachment, Badil)' Subjecuon: Rereading Hegel on the Unhappy Consciousness», que más tarde fue incluido como capítulo en la obra The PS)dic Lije of Power [20]. Quiso mostrar ahí que e! apartado Seiiorío)' servidumbre ofrece un desenlace no obsen'ado por quienes subrayan su conclusión emancipatoria. Se trata de que Hegel apunta una configura(19] Butler alude al libro de PiC'He MachC'ray. Hegel 011 Sf!ino~a, Paris. F,ditions la Découverte, 1990, Comenta Butler que Macheray defiende que el sujeto hegeliano no puede reducirse a su uso ordinario como soporte de los juicios predicativos sino que indica que la relación estable, dentro de la gramática común, entre sujeto y predicado llega a ser deshecha. El sujeto es solo el término para un proceso no substancial y que indefinidamente destruye su función gramatical ordinaria (véase, SD, pp. xiii-xi\·). [20] El texto «Stubborn Attachment, Bodily Subjection: Rereading Hegel on the Unhappy Consciousness» fue publicado primero en Da\-id Clarke and Tilottama Rajan (eds.), lntersection: ,N:¡neteenth-Centu~l' Philosop/!y and Contempora~)' T/¡e0l)', Burralo, sur'n' Press, 1995; después fue reimpreso en Hegel pass~, Hegel ti venir, Paris, L'Harmattan, 1995; y luego apareció en PLP, pp. 31-62; A{PP, pp. 43-73.
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ció n del sujeto en la que la sujeción deviene realidad psíquica, en la que la opresión adquiere un significado psíquico. Butler sugiere con ello que comienza en Hegel una explicación del poder como realidad psíquica, cercana a posturas como las de Nietzsche y Freud [21]. En otro de sus libros posteriores, Antigone 's Claim. Kinship Between Lije and Death [22], el tratamiento hegeliano de la figura de Antígona será críticamente revisado. Hegel le ayuda a plantear la cuestión política tanto de las limitaciones impuestas a la subjetividad como del sujeto en cuanto punto de arranque de la política. Hegel es importante aquí porque su sujeto desplaza una movilidad crítica provechosa. Es un sujeto que se encuentra a sí mismo fuera de sí mismo y que estas extensiones suyas no le permiten retornar al yo anterior. Este yo que viene fuera de sí como condición de su existencia es un yo para quien es posible no volver a sí, para quien no hay un final tras la pérdida de sÍ. Por lo tanto, tampoco la noción hegeliana de diferencia es bien entendida, por parte de sus críticos, porque ella no permite ser pensada como integrada dentro de la identidad. El momento nombrado como de resolución de la diferencia no se puede distinguir del momento de su dispersión. El deseo de este sujeto es así la acción de su permanente desplazamiento. Hegel, nos proporciona, para Butler, la definición de un sujeto «en desplazamiento», sin resolución última [23]. En un sentido, afirma Butler, «toda mi obra permanece dentro de la órbita de un cierto conjunto de cuestiones hegelianas: ¿cuál es la relación entre deseo y reconocimiento, y cómo se vincula la constitución del sujeto con una radical y constitutiva relación con la alteridad?» [241. La pregunta por el sujeto, por los mecanismos, plurales y complejos, a través de los cuales el sujeto es configurado, la pregunta por la posibilidad de la formación de una noción de identidad sin que ello implique la
[21] [22] [23] [24]
SD, p. ix. Ae; CA. SD, p. xv. ¡bid., p. xiv.
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anulación del otro, la otra, los otros, la pregunta por el poder y por un poder que pcrmita la potencia necesaria para la acción, son interrogantes replanteados constantemente, en efecro, a lo ·largo de su pensamiento. Hegel no será la mayor infiuencia úsible en su discurso, porque su texto está compuesto por un complejo atrm'esamiento de teorías di"crsas; entre ellas, la de Hegel, ocupa el lugar dt·] arranque de ~u inquietud por el pensamiento problematizadOI: Asimismo, este también es el lugar donde se nos otorgan algunas de las primeras anotaciones de Bucler relativas a su interés por el género [25J. En las páginas finale~ de su libro, Butler introduce breves referencias a la teoría deJulia Kristeva a modo de aproximación a una lectura del sujeto hegeliano desde un enfoque de género. Aunque el desarrollo del análisis de Butler sobre Hegel no se enmarca dentro de los estudios de género, muestra, no obstante, cierta sensibilidad feminista ya cuando al principio de su texto nos advierte del porqué de su uso del masculino (<
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al sujeto hegeliano haber omitido la materialidad del cuerpo y haber negado los orígenes afectivos de la vida. El deseo, como apropiación racional de los impulsos, es en Hegel, para Kristeva, una resistencia logocéntrica al cuerpo. Ese sujeto que asume tal deseo muestra ser una figura asentada en el descarnado entramado competitivo de la sociedad capitalista, una figura racionalista, disociada del cuerpo, de personalidad paranoica que mantiene relaciones hostiles con el otro. El camino elegido por Kristeva para quebrar la estructura monádica del sujeto es retornar al cuerpo entendido como un singular ente, como un conjunto dispar de impulsos y necesidades. Ella considera que es posible esta vuelta al lugar de lo heterogéneo a través. del lenguaje poético cuyo ritmo y sonido, y su pluralidad semántica, remiten a la relación infantil con el cuerpo de la madre. Ese ámbito, que tiene su propio conjunto de significados y de significados no equivalentes a los formulados por las teorías lingüísticas, es denominado por Kristeva «lo semiótico». Para Butler lo semiótico remite a «los aspectos somáticos del lenguaje», al «trabajo de los impulsos irreductiblemente heterogéneos» [29]. La función simbólica del lenguaje requiere para Kristeva, como había dicho Lacan, la internalización del tabú del incesto porque es esa prohibición la que hace posible el tránsito de lo semiótico a lo simbólico. El lenguaje poético puede girarse hacia lo semiótico pero es solo dentro del lenguaje simbólico donde puede darse la expresión comunicativa propia del sistema cultural. Por tanto, podría ser que la recuperación de lo semiótico provocara una situación de psicosis. No obstante, Kristeva sostiene que las mujeres tienen una conexión con lo semiótico distinta a la de los hombres, porque ellas, como dice el psicoanálisis, requieren de una identificación con la madre para su desarrollo sexual. De acuerdo también con Lacan, Kristeva mantiene que lo simbólico, en cuanto ley del Falo, supone una negación de la dependencia del cuerpo de la madre y un repudio de la femi-
[29] SD, p. 233.
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ni dad, así que el sujeto que illqala lo ~imblJlico se \'e separado de su propio cuerpo \ logra su ullidad mediante la negación de sus impulsos. Esta negación impuesta por la ley represiva con el fin de la emerge licia dd sujeto, e:-. renominada con el término deseo. l\.1atiza Butler que aunque Beauvoir, de manera semejante, ya había considerad() el domillio ma~culino de la categoría de sujeto, el fin de Kriqc\';¡ nu es el dc la i~ualdad pretendida por Beauvoir. Kristcva quiere criticar al sujeto a partir de un poner en evidencia sus orígenes psicosomáticos. Con todo, Butler no encuentra en Kristc\'¡¡ una dtsviación importante del programa hegeliano, porque no desplaza e! discurso sobre el deseo y sobre el sujeto hacia un anterior análisis sobre los cuerpos a partir de los cuales se organizan los deseos. En este sentido, Butler halla similitud entre los procedimientos de Kristeva y de Foucault. Kristeva se representa e! mecanismo represivo del tabú de! incesto, que introduce la naturaleza transformada en la historia, como un esquema históricamente invariable, como verdad de la cultura occidental. Desde Foucault se podría requerir un examen de los cuerpos, de la historia de los cuerpos, de las condiciones concretas que producen sus significados, pero, y aunque su visión es más sensible al devenir histórico y más critica con e! psicoanálisis, no deja de coincidir con Kristeva en que los sujetos se construyen mediante la negación del cuerpo y de sus impulsos heterogéneos. Foucault tampoco realiza la necesaria operación de análisis de los cuerpos que Buder defiende a partir de las sugerencias halladas, sin embargo, en sus reflexiones. En la Historia de la sexualidad [30J y en su presentación al diario de Herculine Barbin [31], Foucault recurre a la categoría de sexo para some-
[30] Michel Foucault, Histoire de la sexualité, \'01. l. La HJlonté de savoir, Paris, Gallimard, 1976. Traducción castellana: Hisloria de la sexualidad, vol. 1. La ~'olrmtad de saber, 1\.1adrid, Siglo veintiuno, 1992. [31] Michel Foucault, Herculine Barbin dile Alcxina B., presenü par Afichel FOllcault, Paris, Gallimard, 1978. Traducción castellana: Herculinc Barbin. llamada Alcxina B., Madrid, Ed. Revolución, 1985.
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terla a un fuerte cuestionamiento como un producto de los discursos sobre la sexualidad. Hay que hacer notar a este respecto que aquí Butler menciona conjuntamente ambos textos de Foucault sin establecer las pertinentes anotaciones sobre ciertas diferencias de planteamient?s en uno y en otro que Butler sí observará con ocasión de revisiones posteriores (de ello daremos cuenta más adelante). La cuestión es ahora, para Butler, que Foucault en estos ensayos no está directamente interesado en los requerimientos feministas sino particularmente en el trabajo de los discursos reguladores sobre la sexualidad. Es esa acción reguladora la que crea la categoría de sexo. Y cuando Foucault alude a la resistencia a las formas represivamente impuestas de sexualidad, entonces, subraya Butler, señala no hacia el deseo, que ha sido históricamente producido como el lugar de la verdad de nuestro ser, sino hacia el cuerpo y sus placeres. Recogiendo estas ideas, Butler afirma su tesis de que una historia de los cuerpos que discuta al sujeto de deseo podría ser el camino para la definitiva clausura del sujeto hegeliano [32]. Foucault, observa criticamente Butler, no lleva a cabo investigaciones concretas sobre los cuerpos en sus circunstancias particulares. Sus diferentes alusiones al cuerpo, en ocasiones usando un vocabulario naturalista, parecen, por otra parte, situarlo como lugar único invariable, en alguna medida romantizado, sobre el que se desarrolla el conflicto de fuerzas y de valores del juego histórico de la dominación. Foucault expone una única historia en la que la cultura, sus mecanismos reguladores, es siempre una presión negativa sobre el cuerpo, sujeción del cuerpo. Más que concebir el cuerpo como superficie sobre la que se inscriben los acontecimientos, como hace Foucault, y entender toda cultura como negación del cuerpo, Butler recomienda orientar la mirada hacia los cuerpos en sus particulares contextos sociales; entonces, la noción de «inscripción» podrá
[32] SD, p. 235.
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mustrarse como ulla l1(¡("i,'>I1 dI' 111a~ (J/ complejidad de lo que indica el texto de l'i'lIcalll1: ('Jll(IIICt"~, podremos preguntar al cuerpo por sus conexiones nm las relaciones de género, por sus vínculos con la!'> tlikrcllcia~ de raza y de etnia, por su mudo de significar posiciOl\("~ !"( Icialc:-, y lucha,> culturales, por cómo su interrelación CUII otros cuerpos históricamente específicos nos alumbra el entl'ndimiellto del deseC)o Butler tampoco realiza aquí, en su lihro "oh!'\" H("~cl, esta historia de los cuerpos que echa de menos en Foucault, pero al reclamar la importancia de tal investigación anticipa la línea de sus futuros estudios. En adelante su pCII:-,arni("lllo se hará progresivamente más fuerte en la lúcida di,sección de conceptos como sujeto, sexo, género, ctierpo.
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DEL SEXO AL GÉ::-;-ERO.
DE BEAUVOIR y DEL LLEGAR A. SER :\IUJER
Con anterioridad a la publicación, en 1990, del libro Gender Trouble, probablemente aún el más conocido y el que más reconocimiento internacional le ha proporcionado, Butler escribió una serie de textos en los que mostrándose con claridad su movimiento teórico hacia la centralidad de la reflexión sobre el género anticipa ideas que luego serán más por extenso desarrolladas. Simone de Beauvoir, y en particular su obra El segundo sexo, es la autora a la que dedica varios de estos escritos. El impacto de este estudio de la filósofa francesa, editado en 1949 y traducido al inglés en 1952, fue de gran relevancia en el contexto norteamericano de la segunda ola feminista iniciada hacia los años sesenta. Indiscutiblemente, la fuerza de esta influencia no ha cesado todavía de dar sus frutos. No extraña que Butler no solo pero también en Beauvoir haya encontrado un entramado de pensamiento desde el que reorganizar su propia teoría sobre el género. ~orque, como ha explicitado Donna Haraway, «a pesar de sus importantes diferencias, todos los significados feministas modernos de género parten de
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Simone de Beauvoir y de su afirmación de que "una no nace mujer"» [33J. En dilucidar los sentidos de esa sentencia, «No se nace mujer: llega una a serlo» [34], tanto los evidentes como sobre todos los significados implícitos, contenidos, o al menos sugeridos, pero no formulados, ocupa Butler buena parte de sus análisis sobre Beauvoir. Con ello se observa, por otra parte, que prevalece la afición de Butler por el quehacer filosófico en su dimensión de crítica intelectual, aguda en desentrañar, yendo más allá de lo obvio, la red de posibilidades de lecturas que abren los textos. «Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex» [35], fue publicado en 1986; «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, Wittig, Foucault» [36], también en 1986; «Gendering the Body: Beauvoir' s Philosophical Contribu-
[33] DonnaJ. Haraway, Ciencia, CyborgsJ mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Ediciones Cátedra, Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer, 1991, p. 221. Una introducción a la problemática del sexo y el género en el feminismo contemporáneo, en la que también se recogen algunas de las ideas de Beauvoir y de Butler, he ofrecido en mi texto «Género y sexo en la teoria feminista contemporánea», en Joan B. Uinares y Nicolás Sánchez Durá (eds.), Ensa)'os de filosqfia de la cultura, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002. pp. 369-393. [34] Simone de Beauvoir, El segundo sexo, vol. 2., La experiencia vivida, Buenos Aires, Siglo )('"'\:I, 1987, p. 13. [35] Judith Butler, «Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex», Yafe French Studies, Simone de Beauvoir: ¡.vitnm to a Century, n." 72, 1986, pp. 35-41; SGE, pp. 10-21. [36] VSG. Este ensayo fue publicado en Praxis Internationa~ 5 (4), January 1986, pp. 505-516. Pero la edición más citada es la contenida en Seyla Benhabib and Drucilla Comell (eds.), Feminism as Critique: EssaJs on the PoliticJ of Gender in Late-Capitalist Societies, Cambridge, Polity Press, \987, pp. 129-142. También está publicado en Sara Salih with Judith Butler (eds.), The Judith Butler Reader, Oxlord, Blackwell Publishing, 2004, pp. 21-38 (será esta edición la que citaremos en nuestm trabajo). Hay traducción española en Seyla Benhabib y Drucilla Cornell. lioriafeminista)' teoria critica. Valencia, Ediciones .Alfons el :\lagnimim, 1990, pp. 193-211 (esta será la edición que citaremos: VSGE); y en ?-.-Iarta Lamas ¡comp.), El género: La constru.cción cultural de la diférenda sexual, :\Iéxico, Grupo Editorial tvIiguel Ángel PorrÚa-P.U.E.G., 1996, pp. 303-326. Este texto de <
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tion» [37], en 1989. Además, en «Performative Acts and Gender Constitution: An Essay in Phenomcnology and Feminist Theory» [38], de 1988 en su primera "ersión, Beauvoir está presente de modo destacado. Y en «Sexual ldeology and Phenomenological Description. A Feminist Critique of Merleau-Ponty' s Phenomenology if PercejJtion» [39], escrito en 1981 y publicado por primera vez en 1989, las referencias a Beauvoir [40] son puntuales. En la aparentemente sencilla exclamación de Beauvoir, Butler detecta variados y significativos matices dignos de ser sometidos a intensa reflexión. Aunque directamente ni se nombra al sexo ni al género, ahí se formula, según Butler, la distinción entre uno y otro. El que el ser mujer no. sea un asunto de nacimiento, sino un proceso de llegar a ser, es el punto clave para comprender que si hay algo naturalmente dado es el sexo mientras que el género, lo que finalmente nos hace mujer u hombre, es un conjunto de apreciaciones de sentido instauradas histórica y culturalmente. Por lo tanto, lo anatómico, lo biológico, no es lo determinante para la mujer o para el hombre. Es la interpretación cultural de esos rasgos fisicos lo que establece los géneros, la separación de géneros y sus respectivos lugares en la
[37) Judilh Buder, «Gelldering the Body: Beauvoir's Philosophical ContributiOll», en Ann Carry and ~bri\yn Pearsal\ (eds.), IJ.ómen, ¡(nowlrdge, and Reali!)': Explorations in Feminist PhilosopllJl, Boston, UI1\\in Hyman, 1989, pp. 253-262. [38) Judith Buder, "Performative Acts and Gender Consritution: An Essay in Phenomeno\ogy and Feminist Theory), Thealre ]ournal, 40, 1988, pp. 519-531. Además en Sue-Ellen Case (ed.), Performing Feminism: Feminist Critical TheolJ' and Tlleatre, Baltimore, J. Hopkins University Press, 1990. También en Katie Conboy, Nadia ~Iedina and Sarah Stanbury (eds.), Writing on lhe Boqy: Femnle Embodiment nnd Feminist Theo1')', New York, Columbia University Press, 1997, pp. 40 \-41 i. Traducción castellana: APCG, pp. 296-314. [39) S¡PD, pp. 85-\ OO. [40) No ya dentro del contexto estrictamente feminista, a Beauvoir, en concreto a su lectura del Marqués de Sade, dedica Butler su texto «Beauvoir on Sade: making sexuality into an ethic», en Claudia Card (ed.), The Cambridge Companion lo Simone de Bea/lvoir, Cambridge, Cambridge University Press, ·2003.
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sociedad. Los valores o disvalores adscritos a las mujeres no son pues naturales, no dependen directamente de su dotación fisica. De otro modo, el hecho de ser .mujer no estaría necesitado de ningún movimiento delllegaT a seT; ser mujer sería algo inmediato, directo, inmutable. Pero, además, de ello también se desprende que si el género es un constructo cultural, entonces no hay tampoco un modo natural, correcto, verdadero, de asumir un género. Los comportamientos de género no se hallan dotados del valor de la verdad. Ser mujer no remite a algo natural, ni en cuanto al sexo, porque no somos mujeres desde el principio, ni por lo que se refiere al género, porque los significados culturales son artificios temporales. La categoría «mujeo) es, por consiguiente, problemática. La radical problematización de las usuales categorlas del feminismo que conducen persistentemente el pensamiento de Butler encuentra en Beauvoir una de sus fecundas motivaciones. No solo el sexo y el género se separan distintivamente en la lectura de Butler, rompiéndose su tradicional conexión causal y la [ocalización en lo biológico de la subordinación de la mujer; observa ella asimismo la indeterminación beauvoriana de la relación entre sexo y género. Beauvoir no lo dice directamente, pero se podría deducir de lo que sí dice -tal es la estrategia interpretativa de Butler-- que un cuerpo de hombre, por ejemplo, llegara a adquirir el género «mujem, ya que, como comentamos, no se es mujer desde la cuna. Aplicando la distinción consistentemente, no hay razón que impida pensar en una rotunda separación entre los géneros y los cuerpos naturales que, si bien son los lugares de organización de los géneros, no los sostienen mediante lazos de rango ontológico. Tener un cuerpo que identificamos como de sexo mujer y «ser», llegar a "ser, mujer, son modos distintos de ser. Para la teoría que Butler comienza a configurar esta es una importante contribución que le aporta la obra de Beauvoir; es secundario, en tanto que no es lo esencial si nuestro interés se centra en Butler, que dicha tesis no se pueda leer como tal en Beauvoir. El llegar a ser es ocasión en Butler para plantear otro conjunto de complicaciones teóricas. El marco filosófico existencialis-
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la en el CJue se ellcu~ldra IlCilU\"oil la ¿i:"ige hacia l,t illclusión de los ("Ol1CL'jJ:O~ Clt- «t.:keciúll>l y de «)JH,"",U"lO}) tll el proceso eJe lJe~ar a s~r un gi'lltTO, La adquisici6n de un género so:.tiene Ull;, ambigüedad. Lm'n' CjlH' ~l' :ra1(' (l': un asunlc) de elección ',o]u:1tari:1 :d ti("l11pn Cjuc (;(' lin~ c"ktc:':';¡inación culrural. Si el gtnero está. elegido, t:l1lonces 110 Cj uecla claro cómo el género es UJl
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momento, no pretenderá tanto, Butler, resolver este rompecabezas cuanto mostrar sus piezas constituyentes, lo que es una vía para resaltar la problematicidad del género. Una reinterpretación de la doctrina existencial, en el modo sartreano, es lo que Butler entiende que hace Beauvoir, logrando así eliminar los apectos más cartesianos aún vigentes, no sin cierta ambivalencia, en la filosofia de Sartre. La noción de yo sartreana mantiene el punto de vista cartesiano de una estructura egológica dada con anterioridad al lenguaje y a la cultura. Esta concepción desestima la importancia concedida en la filosofía contemporánea -en la de Butler, además y como se comprobará, de un modo progresivamente más fundamental- a la construcción lingüística y cultural del yo. En este lugar, lo que aprecia Butler, indagando en una dirección que desde luego será profundamente revisada en sus obras posteriores, es que si bien parece necesario que el yo personal sea un pre-requisito lógico en la tarea de elegir el género, ello no significa que el yo sea un ente carente de cuerpo, separado y distinto por completo al cuerpo. A este yo descarnado, Butler se refiere con la expresión «fantasmas cartesianos» [43]. Beauvoir, más que refutar a Sartre, tratará de alejarse de ese «Cartesian Ghost» pensando el cuerpo y criticando la doctrina de las almas incorpóreas. La tesis de que la conciencia precede al cuerpo y de que tiene una realidad ontológica distinta será tanto admitida como negada, alternativamente, por Sartre en su obra El ser y la nada [44]. Aunque ofrece un intento de distanciarse del dualismo cartesiano, Sartre, según Butler, no acaba por conseguirlo del todo. Se aproxima al cuerpo y a la identidad personal como realidades coextensivas, pero también sugiere que la conciencia de algún modo está más allá del cuerpo. Considera Butler que lo que intenta hacer Sartre es conceptualizar la
['¡'3] VSGE, p. 194; VSG. p. 24. [H] Jean-Paul Sartre, Llre el le néant: Essai d'ontologie phénoménologique. Paris. Gallimard, 19'¡'3. Traduccicín castellana: El ser)' la /lada, ~ladrid, .-\liall/.d Universidad-Losada, 1984.
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identidad como transcendencia al tiempo que indagar en su esencial, paradójicamente, relación con el cuerpo. Para ella, la mención sartreana al sobrepasamiento del cuerpo que realiza la conciencia es posible leerla no solo a partir del dualismo mente-cuerpo sino que también se puede abordar desde el supuesto de que el movimiento del yo hacia la transcendencia sea en sí mismo un movimiento corporal. El cuerpo. entonces, es dinámÍco e intencional; no es ni natural ni autoidéntico sino que en su acceso al mundo va más allá de sí mismo, sobrepasándose, indicando de este modo su carácter ontológico de «realidad referencial» [45]. El cuerpo, experimentado, \'ivido, dI" acuerdo con esa óptica, es una modalidad del !/¡;gar a ser. Es Butler la que rastrea en los textos de Sartre esta posibilidad interpretativa y la que la relaciona con el llegar a ser de Beauvoil~ postulando que Beauvoir lleva al terreno de! sexo y de! género la comprensión de Sartre de la existencia corpórea. De este modo ha contextualízado Butler el llegar a ser género de Beauvoir en el marco de la filosofia sartreana. Advierte, sin embargo, que mientras que la paradoja que atrapa a Sartre es la de una conciencia que está en e! cuerpo pero más allá del cuerpo, en Beauvoir e! problema es cómo trasladar e! cuerpo natural, e! sexo, al cuerpo atravesado por la cultura, e! género. En Beauvoir, e! movimiento del sexo al género se efectúa siempre en e! ámbito del cuerpo, como si se tratara del ejercicio de dar forma cultural a un cuerpo original, pero de un ejercicio que no halla un punto concreto de origen, porque no se puede delimitar ese supuesto momento inicial, ni tampoco encuentra un punto definitivo de llegada, porque adquirir un género es una empresa que tiene lugar incesantemente, ya que el género es la manera, en cada situación temporal, de vivir el cuerpo en e! mundo [46]. El papel que en este devenir de! género juega el concepto de «elección» queda aún por matizar. Se elige el género pero quien elige no está situado en un afuera del género, de lo con[45] VSGE, p. 196; I'Se, p. 25. [46] I'SGE, p. 197; vse, p. 26.
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trario el «fantasma cartesiano» no se habría eliminado, como defiende Butler que ha hecho Beauvoir. Al respecto de esta cuestión, la elección del género, Beauvoir se inspira en la elaboración sartreana del tema de la «elección prerreflexiva» pero proporciona a la especulación de Sartre una concreción, un significado cultural. La elección prerreflexiva es directa y espontánea. Se realiza sin que apenas, en el momento en que la ejecutamos, seamos conscientes de ella, aunque, más tarde, tenemos acceso consciente a nuestra elección. Butler apunta que Beauvoir parece haberse apoyado en tales ideas de Sartre cuando afirma que vamos adoptando un género de acuerdo con un proyecto laborioso ~n. gr;~Jltñ~dida encubierto que -consiste en la progreslva: il1terpretación, reinterpretación, de las normas y restricciones otorgadas por nuestra cultura. La elección de género no es, en tal caso, una elección en sentido absoluto, incondicionada. No se elige al modo de la creación radical, pero la elección, en algún sentido, tiene lugar. Esta propuesta dialéctica entre voluntarismo y coacción cultural no permanece exenta de problemas. Beauvoir no explicita los mecanismos concretos que dan vida a ese estilo corporal que es el género ni la complejidad de la materialidad de la opresión de género. No obstante, Butler muestra más interés en sus ensayos sobre Beauvoir en detectar los elementos positivos de la teoría del género de la filósofa francesa, en parte porque Butler está en esa época recopilando materiales, por así decirlo, para elaborar su propia y diferenciada óptica crítica sobre el género. Butler subraya, en esta línea, cómo la apuesta de Beauvoir se inclina en favor del potencial emancipador. De Beauvoir se deduce que la opresión no funciona sin una cierta aceptación por parte de la persona sometida. Hay complicidad con el amo. La cultura no se impone pasivamente sobre los individuos porque estos pueden elegir apropiarse de unos rasgos y no de otros. La cooperación de las personas es decisiva. Al mismo tiempo, esto supone también y sobre todo que existe la acción transformadora, porque la voluntad de sometimiento es, en su otro rostro, voluntad de rebeldía. La oprimida puede dejar de ser tal oprimida.
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Adt:más, las tesis de Beauvoir, dado su planteamiento dialéctico del Llegar a ser un género dentro de un contexto cultural particular, pueden llevar a enfocar la mirada, así lo hace Butler más que la propia BeaU\'oir, hacia la fuerza del peso de las normas de género, lo que no deja de ser tampoco un agudizar la ,ista hacia el lado de la emancipación porque permite conocer la medida de la energía coerciti"a que no, proponernos enfrentar así corno el grado de nuestra libertad de elección. La inserción en un medio social exige a toda persona la adopción de un género femenino o masculino sin ambigüedad, en consonancia con las normas establecidas. Traspasar abruptamente esos límites de género puede significar la pérdida de la existencia misma. Por esta razón, el miedo y la angustia acompañan a! abandono de los géneros normativos. Se nos impone ajustarnos a las interpretaciones culturales de género, lo que da la clave no solo del constreñimiento de las normas sino de hasta qué punto no hay géneros naturales, reforzándose con ello la afirmación beauvoriana de que no se nace mujer, u hombre. Libertad y presión socia! se interrelacionan complejamente. El ejemplo de la maternidad que trae Butler a colación es muy ilustrativo. La maternidad se acepta antes como motivada por un impulso natural e instintivo que como prescrita por una institución social, con la carga de decisión opcional que ello conlleva. La resistencia ante la representación de la maternidad como una práctica voluntaria, la tendencia a encubrir su no naturalidad se debe a que junto con la maternidad se sometería a revisión qué otras cuestiones son asimismo objeto de elección. La identidad de género caería bajo sospecha. Nuestro lugar social, en su supuesta solidez, se tambalearía y el «vértigo» [47] entraría en escena. El carácter descriptivo de la fórmula «se llega a ser mujer» es evidente. En El segundo sexo se nos describe la experiencia \~vi.da del devenir mujer, desde la infancia y hasta la vejez, pasando por la iniciación sexual, el matrimonio, la maternidad, la madurez, para mostrar cómo las mujeres adquieren un sen-
[47J J'SGE,p. 199; v.S"G,p. 27.
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tido de inferioridad que frecuentemente les lleva a aceptar su situación de opresión antes que a reclamar su libertad. Pero Beauvoir no explicita cuál es la manera más adecuada de asumir el género. Butler sostiene que, no ob~tante, hay una intención prescriptiva en la obra de Beauvoir que puede ser detectada. Beauvoir argumenta cómo las mujeres han ocupado el lugar de «lo Otro», y en el proceso de su explicación pueden hallarse sus intenciones prescriptivas, la dirección del camino para la emancipación, para dejar de habitar el espacio de «lo Otro». La transcendencia es la propuesta que Beauvoir dicta a las mujeres. Esto significa, en principio, que Beauvoir proyecta la idea de que se puede ir más allá del género desarrollando un modelo de libertad no generizada. Esto parece que debeIÍan hacer las mujeres ya que para ellas el género mujer les ha supuesto la pérdida de autonomía, el vivir en la inmanencia cerrada, atadas a sus anatomías. Ello implica que la libertad para las mujeres reside en identificarse con la conciencia, con esa actividad de transcendencia que han practicado los hombres en la creencia de que no dependían de sus cuerpos. Las mujeres deberían adecuarse a los valores estipulados para los hombres; ellas debeIÍan ser como los hombres, en definitiva. Así ha sido entendido, en muchas ocasiones y siempre por parte de lecturas precipitadas y poco minuciosas, el tipo de feminismo prescrito por Beauvoir. El cuerpo es, en Beauvoir, tema fundamental de reflexión, sin embargo. Beauvoir dice mucho más y dice en un sentido distinto a aquel de una existencia descorporalizada. De otro modo no se podría entender ni su conceptualización de la mujer como «lo Otro» ni su consiguiente crítica al proyecto masculino de una vida sin cuerpo. &J.ltler recoge la discusión de Beauvoir sobre el Yo y el Otro y la relaciona con la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel [48]. En la versión de Hegel,
[48] Butler, en su texto «Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex», desarrolla más por extenso que en su escrito «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, Wittig, Foucault» el análisis de la dialéctica beauvoiriana del Yo y el Otro en conexión con la hegeliana del amo y el esclavo.
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como ya señaló Butkr en su Subjerts úf Destre, el amo no alcanza verdadera autonomía a través del esclm'o sino que el esclm'o es una parte alienada de sí mismo. En Beauvoir el amo es el hombre descorporalizado y el esclavo la mujer determinada por su cuerpo. El uno, el amo, solo puede representarse a sí mismo como ser sin cuerpo, radicalmente libre, con la condición de que las mujeres sean cuerpo, no cuerpo vi\ido y pleno de significados culturales sino solo cuerpo escla\izante donde su conciencia y sus proyectos son meras urgencia,> del cuerpo. Las mujeres son «lo Otro» en este sentido, así definidas, así recluidas en la esfera del cuerpo por los hombres y con el fin de pensarse a sí mismos como desposeídos de sus cuerpos, como almas descarnadas, porque sus cuerpos están negados y desplazados fuera de sí, en «lo Otro». Las mujeres como «lo Otro» representan la corporalidad misma. Beauvoir cuestiona ese modelo masculino de autonomía por ser un engaño ilusorio e insatisfactorio. El hombre no puede "i\"Ír al margen de su cuerpo. Al negar el cuerpo lo que hace es «existir el propio cuerpo en el modo de la negación» [49]. Una vez desmitificado el diseño de libertad y autonomía masculino, se hace dificil mantener que para Beauvoir la emancipación de las mujeres viene acompañada de la adopción de los valores y comportamientos de los hombres. Ante las posiciones dicotómicas, existencia masculina descorporalizada, existencia femenina encarcelada en el cuerpo y en un cuerpo del que se presupone ser realidad natural inconmO\ible, Beauvoir nos acerca a pensar el cuerpo, todos los cuerpos, como «situación»: «si el cuerpo no es una cosa, es una situación: es nuestra aprehensión del mundo y el esbozo de nuestros proyectos» [50]. Es materialidad que se da siempre dentro de un contexto cultural de sentido y es, en tanto vehículo de nuestras metas, a la vez el ámbito del ejercicio de nuestra capacidad de elección. Hemos dado de nuevo con esa ambigua, no resuelta del todo, [49] VSGE, p. 200; I'SG, p. 28. [50] Simone de Beau\'oir,.E1 segundo sexo. vol. 1.1LiS hechos), los mitos, op. cit., p.58.
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relación dialéctica entre determinación cultural y voluntad de elección que define el llegar a ser mujer. El cuerpo es situación y en ese su carácter de estar situado el género le acompaña siempre. El cuerpo es cuerpo. generizado y no puede ser de otro modo. Asumir esta lección, el cuerpo como situación, sería la enseñanza otorgada por Beauvoir tanto a las mujeres como a los hombres, aunque harían falta bastantes precisiones más, que no nos ofrece Beauvoir, para que a partir de esa idea el sendero de la emancipación pudiera ser transitado sin vacilación. Tal vez, como nos hace observar Butler, no se trate de perseguir un concreto ideal de llegar a ser mujer ni de caminar por un camino único y lineal, ya que no hay esencia definidora de lo que es y de lo que deviene mujer. Cierto, pero Beauvoir no va tan lejos como Butler en la problematización de las categorías del feminismo; aquella pretende hablar a la «mujem y dictarle que en la «fraternidad» [51] de mujeres y hombres está su «liberación». No obstante, la ambivalencia de las afirmaciones de Beauvoir es abundante. Nos presenta a la mujer como un ir haciéndose en sociedad y, paradójicamente, como un ser en el que las funciones biológicas tienen un peso denso [52]. Beauvoir resalta, en ocasiones, los rasgos fisicos, biológicos y psíquicos, incluso, que se adscriben tradicionalmente a la diferencia sexual, y que la sostienen interesadamente: La mujer es más débil que el hombre; posee menos fuerza muscular, menos glóbulos rojos y menor capacidad respiratoria; corre menos velozmente, levanta pesos más livianos, y no hay
[51] Ibíd., vol. 2, p. 518. Con la mención de la fraternidad entre mujeres y hombres concluye el libro de Beauvoir, precisamente.
[52] ena autora que critica a Beauvoir por la contradicción que expresa entre el valor de la cultura y el determinismo biológico es SusanJ. Hckman, Gender and Knowledge: Elements of a postmodern fem in ism , Cambridge MA, Routledge, 1990. Otras autoras, sin embargo, defienden que Beauvoir, antes que asumirlas, muestra los límites de las interpretaciones biológicas. Véase, en este sentido, :\Iichelle Le DOClIff, «Simone de Beallvoir and Existencialism», Feminist Studies, 6 (2), 1980, pp. 277-289.
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casi ningún depune t'Il el que pueda competir cun él: no puedt' afrolltar ;!1 maclJO ell la lucha. :,\, esa debilidad se agregan la inestabilidad, la ralta de «control» y la fragilidad de que hemos hablado: C·"tos SOIl hechos. Po;' lo tanto, su ,!prehensión del mundo es m;'¡s restringida, y tiene menos firmeza y perseverancia en proyectos que también es menos capaz de realizar, Esto quiere decir que su vida indi,'idual es menos rica que la elel homhre [53].
Con ello, parecería obvia su defensa de una diferencia sexual irrebasable, dificil de conjugar con las metas feministas igualitarias en las que, particularmente por parte del feminismo angloamericano [54], ha sido incluida Beauvoir y como una de sus pioneras del siglo xx. Mas el texto continúa así: «No sena posible negar esos hechos, en verdad, pero no llevan su sentido en sí mismos. Desde que aceptamos una perspecti\'a humana, definiendo el cuerpo a partir de la existencia, la biologia se convierte en una ciencia abstracta» [55], En otro lugar escribe: «La mujer no es determinada por sus hormonas ni por instintos misteriosos, sino por la forma en que recupera, a través de conciencias extrañas, su cuerpo y su relación con el mundo» [56]. Y, también: «el cuerpo de la mujer es uno de los elementos esenciales de la situación que ella ocupa en este mundo. Pero tampoco él basta para definirla; ese cuerpo no tiene realidad vivida, sino en la medida en que es asumido por la conciencia a través de sus acciones y en el seno de una sociedad» [57], La no naturalidad del cuerpo, y del cuerpo generizado que, en efecto, Beauvoir insistentemente proclama. es lo que retiene, finalmente, el análisis de Buder en lugar de su también persis[53] Simone de Beauvoir. El segundo sexo, op. cit., \'oL L p. 58. [54] Una defensa de que Beauvoir lanza el mensaje de la erradicación de la diferencia sexual en favor de la identificación de mujeres y hombres, puede verse en Tina Chanter. Ethics of Eros: Irigara)' 's reu:riting of /he philosophers, New York, Routledge, 1995. [55] Simone de Beauvoir, El segundo sexo, ,'oL l. Los hechos)' los mitos, op. cil.,
p.58. [56] lbíd" voL 2, p. 511. [57] Ibíd., voL 1, p. 60.
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tente exposición detallada de las importantes desigualdades fisicas, y más que fisicas, entre mujeres y hombres. El cuerpo se nos da inserto en un medio cultural y el intento de acceder a él sin ese atravesamiento de significados es imposible porque, además del cuerpo objeto de investigación, la persona que lo observa también está provista de un lenguaje cultural. Extendiendo esta idea, en una dirección no contenida, sin duda, en el texto de Beauvoir, Butler se plantea no solo la distinción entre sexo y género sino si la conexión entre sexo y género no será, quizá, un vínculo convencional, culturalmente establecido. 0, si tal vez, no será que el sexo tampoco es una realidad natural. Aproximándose a lo que se convertirá en uno de los pilares de su teoría sobre el género, Butler extrae de Beauvoir la posibilidad de que la reinterpretación de las normas de género que ocupa a nuestro devenir un género pueda conducir a una «proliferación y variación de estilos corporales» [58]. Dicho de otro modo: «Que uno llega a ser el propio género parece ahora tener más implicaciones que la mera distinción entre sexo y género. No solo la anatomía no dicta más el género sino que la anatomía no parece presentar necesariamente ningún límite al género» [59]. Beauvoir, ni dice ni siquiera sugiere que pueda haber más de dos géneros. Butler lo admite directamente [60], pero considera que en Beauvoir sí se sugiere la no necesidad ontológica del sistema binario de géneros. Beauvoir desafia las normas de género establecidas cuando plantea el llegar a ser mujer como un proceso dialéctico entre cultura dada e invención. Y este crucial punto, y ello es lo importante para Butler, no había sido propuesto con anterioridad. En general, en sus líneas fundamentales, Butler mantiene esta su primera lectura de Beauvoir en su obra Gender Trouble, donde al inicio, justo como encabezamiento de su primer capítulo, está impresa la frase «No se nace mujer: llega una a serlo», compartiendo espacio con citas deJulia Kristeva, Luce lrigaray, [58] VSCE, pp. 200-2001; v:S-C, p. 29. [59] SGE, p. 19. [60] [bU., p. 2 1.
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:Michd foucault y ?-.Ionique Wittig, en un claro indicio de su reconocimiento a los pensamientos donde, en diálogo crítico, ha fermentado su propia teoría del género. Allí resalta Butler que si bien Beauvoir no se afana en problematizar la categoría mujer sí sei'iala cómo esa categoría es un resultado cultural [61]. Sostiene que en Beauvoir el sexo no es discutido: se nace con un sexo fisico inmutable, pero el sexo no es la causa del género. Sexo y género están radicalmente separados. El cuerpo sexuado, entonces, para Butler, está abierto a múltiples ·elaboraciones culturales de género, más allá de los dos géneros acostumbrados. Los géneros no tienen por qué quedar reducidos a la supuesta dualidad de sexos, porque el género es un proceso, una actividad con capacidad transformadora. Sin embargo, en Gender 7í'ouble, Butler admite un cierto desplazamiento de su primera interpretación de Beauvoir. En contra de su propio esfuerzo por alejar a Beauvoir del «fantasma cartesianQ»), Butler afirma en Gender Trouble que en El segundo sexo, a pesar del intento de establecer una síntesis entre los términos, se mantiene el dualismo mente-cuerpo [62J. Beauvoir reproduce la distinción mente y cuerpo y esa distinción trabaja siempre en favor de la relación jerárquica entre los géneros, como abundantemente ha demostrado la filosofia y el feminismo. Cuando Beauvoir plantea su noción de cuerpo como situación y como instrumento de libertad, cuando alude a cómo el sexo puede dar lugar a un género no opresivo sino elegido, es posible leer ahí la propuesta de una síntesis entre conciencia y cuerpo. Pero, no obstante, nos advierte Butler, quizá esa síntesis se sostenga en el mantenimiento de la diferencia ontológica entre mente y cuerpo y, en consecuencia, en la superioridad de la mente y de lo masculino sobre el cuerpo y
[61] GD, pp. 142-143 (la traducción española contiene dos prólogos, el de la primera edición en 1990 y el de la segunda en 1999); GT, pp. I I 1-112 (las páginas citadas corresponden en este caso y en los sucesivos a las de la edición de 1990. Sin embargo cuando se citan páginas del segundo prólogo de 1999 ellas corresponden a la segunda edición de la obra). [62] GD. p. 45; GT, p. 1:2.
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sobre lo femenino. Este es un tema fundamental a lo largo de toda la obra de Butler, de ahí su interés por escudriñar el trazado de su formulación en Beauvoir: cómo pensar 10 humano, la materialidad del cuerpo y su capacidad de acción transformadora, bajo presupuestos que inhabiliten el dualismo ontológico de la tradición filosófica y la oposión binaria entre los géneros; cómo pensar lo humano generizado fuera del marco de la diferencia sexual. En el trabajo «What is a Woman? Butler and Beauvoir on the Foundations of the Sexual Difference» [63], Sara Heinamaa discute la interpretación de Butler de la filósofa francesa. El punto inicial de la crítica sostiene que Beauvoir no llevó a efecto una teoría sobre el género sino una descripción fenomenológica del complejo fenómeno de la diferencia sexual, con lo que toda aproximación a El segundo sexo desde la óptica, ajena a la propia obra, de la relación entre sexo y género está errada; la de Butler entre ellas por ser deudora, en este sentido, de la recepción angloamericana de Beauvoir. Heinamaa resalta particularmente la comprensión de Butler, que estrictamente solo puede ser hallada en Gender Trouble, que encuentra en Beauvoir el voluntarismo sartre ano. De acuerdo con el análisis de Heinamaa, no solo no es lícito utilizar la distinción sexogénero para abordar el texto de Beauvoir sino que tampoco es adecuado el uso del marco existencialista de Sartre como clave de acceso. Desde el enfoque de Heinamaa resulta Beauvoir próxima, incluso, a la ética de la diferencia sexual de autoras como Luce lrigaray. En todo caso, en El segundo sexo no está, para Heinamaa, a pesar de que reconoce la ambigüedad y dificultad del texto, la afirmación de que los procesos de socialización sean los determinantes del llegar a ser mujer por encima de los factores biológicos, como hormonas y cromosomas, y que en definitiva sean
[63] Sara Heinamaa, ,,\\'hat is a Woman? Butler and Beauvoir on the Foundations of the Sexual Difference», fl.ypatia, vol. 12, n." 1, Winter 1997, pp. 20-39. Traducción española: «¿Qué es ser mujer? Butler y Beauvoir sobre los fundamentos de la diferencia sexual», Alora, n.o 4, 1998, pp. 27-44.
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aquellos elememos socializadores la causa de la diferencia ~exual. Las explicacione" causales del !/('gar a ser muja, de tipo socioló!,"'¡co, y también las biológicas, psicoanalíúcas y las basadas en el materialismo histórico, sun, dice Heinamaa, rechazadas por Beam"Oir para abrir paso a una exposición de la experiencia de ser mujer y de sus significados. El contexto de pensamiento adecuado, cntonce,\ para entender la perspectiva de Beam'oir es, según Heiniimaa, el de la fcnomenolosría, en particular en la versión de l\1erleall-Ponty, donde se pone especial énfasis, diferenciándose de los dualismos cartesianos y sartreanos, en pensar al sujeto de la experiencia no como conciencia aislada del mundo sino como cuerpo viviente que habita en relación con otros cuerpos. La intelección del cuerpo de Merleau-Ponty es la que adopta Beauvoir para su proyecto feminista, subraya Heinamaa. Para este cuerpo, que es cuerpo vivido, y que se relaciona con su mundo mediante relaciones internas de expresión, no mediante relaciones causales y externas, la sexualidad es manera de ser; la sexualidad, femenina o masculina, lo caracteriza en su totalidad. Beauvoir, en tal caso, no pretende teorizar sobre el origen o la causa de ser mujer, tampoco sobre alguna suerte de forma común de ser mujer. Beauvoir describe la diversidad de acciones, prácticas, comportamientos que configuran el significado de ser mujer, teniendo en cuenra que ese modo de ser, que es ser mujer, no es «una cualidad ftia, sino una estructura abierta» [64]. En realidad, dice Heinamaa, ni el modelo del \'oluntarismo, donde el género se elige, ni el del constructivismo, donde el género viene determinado por la presión social, son adecuados para comprender el enfoque de la diferencia sexual de Beauvoir que se pregunta sobre qué significa ser mujer. Sexo no es en Beauvoir el suelo natural de la construcción de género, ni género es una interpretación cultural del sexo. Sexo y género son abstracciones teóricas que se organizan sobre una experiencia de vida, femenina o masculina, que es el asunto
[G+] Ibid., p. 3G (de la traducción espaii.ola); p. 28 (de la edición inglcsa) ..
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que Beauvoir indaga desde una perspectiva fenomenológica. Por lo tanto, concluye Heinamaa, «cuando Beauvoir pregunta cómo se llega a ser mujer, en realidad pregunta cómo es posible que un cuerpo, interrelacionado con el mundo y con otros cuerpos, pueda repetir ciertas posturas, gestos y expresiones y, asimismo, cambiarlos y modificarlos. Su respuesta a este interrogante quizá no sea del todo coherente. Sin embargo, para criticar su resolución, habría que comprender correctamente la pregunta» [65]. De acuerdo con su análisis del texto de Beauvoir, Heinamaa considera que Butler entiende incorrectamente la fórmula <
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meta, de la dificultad, ambigüedad y contradicción de la narración de Bcauvoir así como de la c1i\'ersidad de interpretaciones, irreconciliables muchas de ellas, a que ha dado lugar. Dos paradigmas feministas di\'ergentes hall retomado El segundo sexo buscando ahí las huellas de sus propios postulados: la teoría del género y la de la diferencia sexual. La dedicación de Butler a Beauvoir, al margen de si se ajusta más o menos a la verdad del texto -y es discutihle incluso que se pueda hablar en esos términos-, es provechosa, insistimos, en cuanto que halla ahí materiales para la activación de su inquieto pensamiento sobre e! género como problema.
3, ~lERLEAc-PO!\TY Ex'-\..\Il!\"ADO
El estudio que desarrolla Butler sobre la obra de MerleauPonty Fenomenología de la percepción [68], Y que se titula «Sexual Ideology and Phenomenological Description. A Feminist Critique of Merleau-Ponty's Phenomenology of Perception» [69], muestra, además de su temprano interés por la fenomenología, lo que ya hemos apuntado con anterioridad en relación con el contexto de realización de su Tesis Doctoral sobre Hegel, su conocimiento de la noción de cuerpo del filósofo francés así como su también temprana orientación feminista. Cabría pensar, quizá, que sí Butler no rastrea más pormenorizadamente e! influjo de Merleau-Ponty sobre Beauyoir se deba a que su preocupación por el cuerpo gene rizado está alentada por su potencialidad feminista y que tal utilidad para la teoría de! género se la proporciona antes y sobre todo Beauvoir. En El segundo sexo hay ciertos conceptos, relativos al cuerpo en especial, tomados de Merleau-Ponty pero Beauvoír los reformula y los.. extiende en una dirección feminista que, según Butler, no permite claramente Merleau-Ponty. Aún más, e! seguimiento del escrito de [68] Maurice Merleau-Ponty, Phénoméllologie de la jJerception, Paris, Gallimard, ) 945. [G9] SIPD.
Butler sobre Merleau-Ponty evidencia su crítica a MerleauPonty, en parte a través de las tesis de Beauvoir. El juicio de Butler sobre Merleau-Ponty presenta, por otra parte, variados matices. Aprecia sus argumentos en contra de las afirmaciones sobre la sexualidad de carácter naturalista y se plantea en qué medida pueden ser útiles para refutar los puntos de vista normativos sobre la sexualidad. En principio, Merleau-Ponty parece aportar a la teoría feminista una perspectiva interesante cuando, lejos de su consideración como instinto biológico, piensa la sexualidad en relación con la existencia desde una situación histórica concreta, restaurando los componentes históricos y volitivos de la experiencia sexual en una dirección que podría abrirse al reconocimiento de la diversidad sexual. Butler se detiene en el apartado de la Fenomenologia de la percepción dedicado al cuerpo y a su ser sexual, donde el cuerpo se conceptualiza como «idea histórica» antes que como «especie natural» [70] y anota seguidamente la influencia de esta formulación en la comprensión del género de Beauvoir. Como es para Beauvoir el género, el cuerpo para MerleauPonty es un «lugar de apropiación» y «mecanismo de transformacióm> [71]; no es un hecho de la existencia estático sino una modalidad de existencia donde, a partir de una más extensa experiencia histórica, el individuo realiza, dramatiza, una serie de posibilidades. Que el pensamiento de Merleau-Ponty potencie esta apertura de la teoría sobre la sexualidad es, sin embargo, solo una apariencia engañosa porque en su ftlosofia se lleva a efecto un giro hacia la asunción de las normas que rigen la sexualidad heterosexual. Además de considerar que la relación sexual es heterosexual, dice Butler, caracteriza la sexualidad masculina como mirada descorporalizada que enfoca a su objeto de deseo como cuerpo y solo crudo cuerpo. Cierto que discute el supuesto de una estructura natural de la sexualidad pero ftia la relación cultural entre los sexos sobre una base a la que llama «esencial» o «meta[70] lbíd., p. 85. [71] lbíd., p. 86.
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física». Quizá, indica BUllcr, sea el ca:,.o dé que en l\lerleau-PolHy \lila específica construcción cultural de: la sexualidad de\iene natural. De ahí que para Butler el feminismo que lucha en COI1tra de la naturalización de la sexualidad como forma de dominación puede hallar en ~\'lerleau-Ponty elementos positiyos ~; a la vez, negativos [72]. La estructura de la percepción descrita por ~lerleau-Ponty se des\·cla, en la minuciosa disección de Butler, como misógina. El sujeto que mira es masculino y el cuerpo que ese sujeto percibe es femenino y ese cuerpo femenino aparece a la vista de tal modo como si sus propios atributos, con independencia de la mirada masculina detenida sobre ellos, provocaran los gestos sexuales masculinos. No se trata entonces de que el hombre proyecte sus deseos sobre el cuerpo femenino sino que considera eso que es su proyección como la estructura misma del cuerpo percibido. Para Merleau-Ponty «el cuerpo expresa existencia» pero el cuerpo femenino contiene una «esencia», como mujer, esencia fundada en su cuerpo. Esta contradicción es subrayada por Butler [73], ai1adiendo que la esencia del cuerpo femenino parece ser una esencia fisica que lo determina como objeto de la percepción en lugar de como sujeto. El cuerpo femenino no es nunca sujeto, es siempre esencia fijada y no existencia abierta; por tanto, ese cuerpo, cuerpo que se nombra de forma general, sin especificaciones, ese cuerpo que es existencia, tiene que ser masculino y la existencia no pertenece a la mUJer. El proyecto de la Fenomenología de la percepción de mantener un sujeto abstracto al tiempo que se describe una concreta experiencia de vida es calificado por Butler de imposible. El sujeto al que Merleau-Ponty se refiere es un sujeto determinado, masculino. No se puede invocar una estructura universal de la existencia corporal mediante la puesta en escena de casos particulares y singulares. Y el resultado de ese camino recorrido por Merleau-Ponty es que reclama universalidad y legitimidad para f72] ¡bid. [73] ¡bid., p. 94.
una forma concreta de sexualidad organizada culturalmente. Que el marco fenomenológico no sea normativo y que nos proporcione una comprensión mayor de la sexualidad que otros . marcos de intelección, se muestra para Butler, de este modo, como una expectativa ilusoria. La sexualidad, para Merleau-Ponty, nos sitúa en un mundo común, nos hace partícipes de una comunidad universal, pero el mundo que él describe es el de las relaciones de dominación entre los sexos, caracterizado por una dinámica no recíproca entre el hombre que mira, el voyeur, y la mujer objetualizada. Postula que esta dialéctica universal se sostiene en la experiencia vivida. Y en el análisis de la experiencia vivida lo que hace Merleau-Ponty no es otra cosa que investir al cuerpo de una estructura ahistórica, estructura que está, de hecho, precisa Butler, motivada históricamente. Merleau-Ponty explica esta estructura diciendo que la experiencia sexual es una oportuni. dad para que el individuo se familiarice con lo humano en su conjunto en su aspecto general de autonomía y dependencia. Debido a la estructura metafisica del cuerpo la vida humana universal está implicada en esa dinámica de autonomía y dependencia, que forma parte de la dialéctica del yo y del otro, que no es otra cosa que la dialéctica del amo y el esclavo. Porque tengo un cuerpo puedo ser reducido a objeto por la mirada de otra persona para quien yo no soy persona; también puedo convertirme en el amo y mirar yo a la otra persona [74]. Rastreando la conexión de la ideología sexual de MerleauPonty con la dialéctica del amo y el esclavo, y entendiendo que la percepción, en el contexto sexual, significa deseo, Butler señala cómo el sujeto que desea es equivalente al amo y el objeto deseado al esclavo. El amo que desea es ser sin cuerpo, y el esclavo es el cuerpo que le falta al amo. Como el esclavo es un cuerpo objeto, es un cuerpo sin deseo. De lo que se sigue, entonces, que en esa relación no hay cuerpos deseantes: a esta consecuencia llega Butler en su comentario crítico de esa
[74] ¡bid., pp. 95-96.
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estructura metafisica de la existencia corporal a la que remite el texto de Merleau-Ponty. Butler, por otro lado, no oculta que 11erleau-Ponty no identifica al amo con el cuerpo masculino ni al esclavo con el femenino, pero nos hace obse¡yar que el filósofo francés tiende a considerar el cuerpo femenino como un cuerpo descontextualizado y fragmentado. Situándose bajo la óptica de Beam'oir )' su consideración de la mujer como «lo Otro», como ser reducido a cuerpo, a sexo, la descripción de MerleauPonty de la existencia corporal desemboca, según Butler, en una consolidación de la dinámica cultural de la relación heterosexual. Merleau-Pon~; critica Butler, ,·acía·ta e),:periencia de ,ida de referencias culturales específicas convirtiéndola en una estructura metafisica, y cuando la contextualiza la dota del marco de la construcción cultural de la heterosexualidad. Butler concluye que La Fenomenología de la percepción nos deja en una situación de «confusión metafisica» al respecto de la experiencia sexual; confusión que mantiene irreconocible la relación de dominación y sumisión que vivimos [7.5]. Sobre el valor que pudiera tener la fenomenología para el feminismo, Butler reflexiona todavía, y de modo explícito, en el último apartado de su ensayo sobre Merleau-Ponty. La obra póstuma del fenomenólogo francés, Lo visible)' lo invisible [76], es mencionada aquí por cuanto ofrece la sugerencü:i de una ontología del tacto en lugar de una ontología de la mirada en la que la ,-isión detenta el privilegio. Aquella sería Ulla descripción de la vida sensual donde el ámbito compartido de la carne podría resistirse a ser categorizado en términos de sujeto y objeto. Butler se plantea si en su última teoría ~ferleau-Ponty ha logrado distanciarse de sus anteriores tesis sobre el vOJleurismo y la objetualización [77], al tiempo que insiste en que en la Fenomenología [75] IUd .. p. 97. [76] Maurice Merleau-Ponty, 11 visible el ¡'imisible, Paris, Gallimard, 1964. [77J A este respecto, en su trabajo «¿Qué es ser mujer? Butler y Beauvoir sobre los fundamentos de la diferencia sexuah" op. cit., p. 37: p. 29 (de la edición inglesa), Heinamaa critica la interpretación de Butler de Merleau-Ponty con el argumento de que solo atiende a los pasajes de la Fenonlfl/ología de la pero cepción donde se habla de la visión y deja fuera del análisis los referidos al
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de la percepción el autor acepta la dialéctica del amo y el esclavo como una dinámica invariante de la vida sexual. Sujeto y objeto son antes constructo s metafisicos que experiencias vividas, y la rriayor «confusión metafisica» de Merleau-Ponty es pensar que su teoría vuelve transparente la experiencia vivida [78]. Además, su concepción del sujeto es problemática en tanto que en su formulación abstracta pretende representar no a un género sino a todo género. De este modo, el género como categoría de análisis no es en Merleau-Ponty relevante en la descripción de la experiencia corporalmente vivida. y, por otro lado, como el sujeto descrito refleja a un sujeto masculino culturalmente construido, su pensamiento «consagra la identidad masculina como modelo de sujeto humano, devaluando, de ese modo, no al género sino a las mujeres» [79]. Estos dos factores, su renuncia al género para explicar la experiencia vivida ysu implícita universalización del sujeto masculino, se conjugan con el hecho de que la filosofia de Merleau-Ponty no da reconocimiento a la historicidad de la sexualidad y de los cuerpos, lo que es una ausencia clave porque en el intento de acceder a la experiencia vivida es fundamental la referencia a la concreta sexualidad y al concreto cuerpo del que se pretende hablar. Las sexualidades son muy diversas y asimismo sus contextos lingüísticos y psicosomáticos. Siguiendo este razonamiento, Butler afirma la ingenuidad del planteamiento de Merleau-Ponty que reduce la vida a una abstracción donde están ausentes las situaciones singulares de los tacto. Esa es la razón, según Heinamaa, por la que Butler concluye que el proyecto filosófico de Merleau-Ponty experimenta un cambio en Lo visi~{e J' lo invisible. Heinamaa remite, además, a la lectura de Luce lrigaray en su Ethique de la diffirence sexuelle (Paris, :\Iinuit, 1984) donde la autora francesa cuestiona la fenomenología de Merleau-Ponty no tanto por centrarse en la visión cuanto por privilegiar un cierto e~tilo de \·er, de tocar y de escuchar que conduce a la objetualización del otro. ~ea la mujer, el hombre o el mundo. De ahí que la apuesta de lrigaray consista en desarrollar un modo de ver y tocar que permita ser al otro por derecho propio (véase, p. 37, nota 46; p. 35, nota 13 de la edición inglesa). [78] SIPD, p. 98. [79] lbíd.
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incli\·iduos particulares y en la que se pri\ilegia la idea de una estructura metafisica por encima de la~ realidades históricas y. culturales. La aproximación feminista a l\1erleau-Ponty, en consecuencia, deberá cuestionar estos aspectos de su planteamiento e insistir en el estudio de los modos en los que su texto universaliza y da legitimidad a las estructuras de la opresión sexual. En todo caso, una positiva apropiación feminista de I\'lerleauPonty implicaría entender el cuerpo y la sexualidad en una dirección no recorrida en su texto: el cuerpo como lugar de expresión y puesta en escena de elementos existenciales dotados de un género y de una historia, y la sexualidad como ámbito de luchas culturales susceptible de innovación y de cambio. Vuelve a dejar claro Bucler que ella, en la labor de exégesis de un pensamiento, se dirige más allá de los límites de sus formulaciones escritas.
4. l\10DELO
FENO~JEr\OLÓGICO y ~10DELO TEATRAL
DE APROXI:-'1ACIÓr\ AL GÉNERO
En el ensayo titulado, «Performative :\cts and Gender Constitution: An Essay in Phenomenology and Feminist Theol)·}} [80], es posible rastrear también el acercamiento de Butler a la fenomenología existencialista de Simone de Beauvoir y de Merleau-Ponty en relación con su producti\idad para el feminismo. En esta ocasión, Butler hace intervenir en su discurso a las teorías de la representación y actuación y a la teoría de los actos de habla, que convenientemente desplazada de su lugar de origen, y en una dimensión sobre todo lingüística, formará parte esencial, algo más tarde y en lo sucesivo, de su definición del género. Citando de nuevo la sentencia de Beauvoir <
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una identidad substancial sino a una identidad c9nstruida en el tiempo mediante actos discontinuos y repetitivos; el género es «un resultado performativo» [82J abierto a la transformación. Su propósifo es rebatir las concepciones que naturalizan el género, en tanto que en ellas resulta el género cosificado y petrificado, para dar entrada a otra comprensión del modo de constitución del género, el modo performativo, donde los actos constituyen la identidad del sujeto actor y donde los actos tambiéri producen la creencia en la identidad. El modelo teatral y el fenomenológico serán, en consecuencia, revisados en tanto asumen, en contra de la tesis performativa, la existencia de un yo anterior a sus actos. El desmantelamiento de este supuesto, el yo preexistente y núcleo fundante, en tanto lugar de origen de las acciones, comportamientos, enunciaciones discursivas, será tema recurrente en el pensamiento de Butler. En este escrito, este trabajo critico requerido por el concepto de performatividad de Butler, está meramente en sus inicios y, por ello, aún no se aprecia en todas sus dimensiones y ricos matices; tampoco es el adecuado, por lo demás y como se comprobará, el contexto de referencia que maneja. También en este texto, Butler apunta que la concepción de la mujer de Beauvoir como situación histórica y no como hecho natural se apoya en la comprensión del cuerpo como «idea histórica» de la Fenomenología de la percepción de MerleauPonty. La materialidad y naturalidad del cuerpo no quedan negadas pero se distinguen del proceso específico e histórico por el que el cuerpo adopta significados culturales. Sin embargo, Butler opina que la teoría fenomenológica requiere de una ampliación de la consideración de los actos que dé cuenta no solo de cómo el cuerpo lleva significados sino de cómo se representan, se dramatizan, los significados. En este sentido, el funcionamiento de los actos performativos en el contexto teatral es de utilidad para investigar los actos corporales que construyen el género.
[82] ¡Md., p. 297.
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1\0 solo se es un cuerpo: el cuerpu 3é hace. El cuerpo no es simplememe materia fáctica; el cuerpo dramatiza, en el sentido de que materializa, posibilidades. Pero aludir a un yo o a un nosotros como precedemes descorporalizados que ejercen sus decisiones sobre el cuerpo exterior es, dice Burler, un uso «desafortunado» [83] del vocabulario. Señalando este problema, Burler nos propone considerar el género como acto «a la vez intencional y performativo» [84J. Burler re\"isa pero no renuncia del todo aquí al marco fenomenológico en el que nociones como la de «intencionalidad» o como la de «proyecto» de Beauvoir no pueden dejar de traer a la presencia al yo de \·oluntad libre aunque este yo sea un yo corporalizado tal y como pretenden lvlerleau-Ponty y Beauvoir. El concepto de performatividad es más adecuado como instrumento de crítica al recurso al yo previo a la acción. Indica que no hay esencia de género, que son los actos de género los que crean el género, y que esos mismos actos de género son los que ocultan el mecanismo de construcción del género posibilitando la ilusión de que el género es natural [85J. Pero, junto con la postulación de la performatividad deL género, Butler mantiene al género como acto intencional. Además, la idea de performatividad está en este ensayo más asociada a la noción teatral de peiformanee, actuación y dramatización, que a su dimensión lingüística y discursiva, con lo que la presencia directa del sujeto, del cuerpo ,que actúa, dificulta la comprensión del cuestionamiento, que pretende Butler, de la existencia de un yo anterior que gobierna su actuación. Si la fenomenología puede de algún modo sen"ir de apoyo a la teoría feminista que discute el carácter natural del género y también del sexo y de las sexualidades es, en todo caso, el tema principal al que somete a estudio Butler a lo largo de este trabajo. Ya sabemos de las insuficiencias e, incluso, problemas graves, que muestra la fenomenologia, de Merleau-Ponty en
[83]lbíd., p, 299. [84-] lbid.• p, 300. [85] IMd., l' :10 1,
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particular, a la mirada de Butler. También aquí, Butler se detiene en detallar su juicio critico pero con respecto a la fenomenología en general. El feminismo interesado en analizar cómo los cuerpos se estructuran en géneros puede hallar un elemento de arranque en la preocupación fenomenológica por rastrear el modo en que los cuerpos van actuando las diferentes posibilidades culturales ofrecidas. Ahora bien, no parece en absoluto adecuada para pensar la opresión de las mujeres una teoría que, como la fenomenológica, tomas los actos individuales como punto de partida del análisis, porque si bien la opresión se sostiene en parte en los agentes que en sus actuaciones mantienen y reproducen la opresión, hay que considerar asimismo las condiciones sociales de la opresión. El ámbito de los contextos sociales y de las convenciones tiene que ser estudiado ya que es ahí donde ciertos modos de opresión se hacen posibles y pensables. El enfoque fenomenológico revela su deficiencia en esta dirección por ser demasiado individualista, en exceso existencialista. La consideración de los actos en su aspecto teatral es la que Butler añade en la idea de que aporta la perspectiva de la acción colectiva y compartida. De modo semejante al del lema feminista de «lo personal es político» que extiende el valor de lo individual hacia un horizonte cultural más amplio con el que se halla entrelazado, el acto de escenificación por el que se configura un género indica que el acto de género no es un «acto solitario» [86]. Realizamos un género en función de matizaciones personales y singulares pero a la vez en relación con las sanciones y normas imperantes que desalojan el género de la reclusión en lo meramente individual. A sus posteriores y más desarrolladas formulaciones de la performatividad del género, Butler se aproxima especialmente cuando afirma que los actos que efectuamos no son nunca completamente originales, que ya han sido puestos en escena con anterioridad. Es como un «libreto» [87], de existencia per[86] ¡bíd., p. 306. [87] ¡bid.
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durable por encima de sus puntual e!' \" reproducidas dramatizacione~. La actuación de un géncfCo es Ulla suerte elC ritual repetitivo de significados socialmente establecidos. Butler aplica al género la noción del antropólogo Victor Turner, desarrollada en sus estudios sobre el teatro social ritual, de «jiCJforlllGllre social» [88]. El género, entonces, así entendido, en su ,·ertientc pública, no es un asunto de elección indi,·idual exclusi,·ameme aunque tampoco está impuesto de modo absoluto porque el cuerpo no es materia pasiva sobre la que se inscriben los códigos culturales. Tal es el sentido de la anterior afirmación de BUller del género como acto intencional y performativo. El modelo teatral ha sido efectivo para guiar el discurso de Butler en su réplica al enfoque fenomenológico. La ,ida real no es como la escena de un teatro, sin embargo. Butler reflexiona sobre ello e indica que las restricciones punitivas y los peligros implicados en la transgresión de la norma, fuera del espacio de lo imaginario, son, en efecto, contundentes e intranquilizadores. :Mas. la distinción entre apariencia y realidad, que e\identemente funciona como base de gran parte del pensamiento habitual sobre la identidad de género, puede ser también desarticulada. Por ejemplo, en la persona del travesti (dmg) [89J para quien su género, el que expresa en sus actuaciones, tiene la misma realidad que para el indi,iduo sometido a los géneros dictados socialmente. La versión acrítica y más popular del género da por sentado que el género es anterior a los actos, gestos, que lo representan y que esas actuaciones pueden o no estar en conformidad, expresándolo o disfrazándolo, con ese núcleo identitario que se organiza sobre el sexo biológico. Por el contrario, en la teoría performa-
[88] Butlcr cita la ohra de Victor Turner. Dralllas. Fidds. and MclapllOl:f, ltlJaca, Cornclll~niv('rsity Press, 1974. Véase, A.PCG, p. 307 Y nota 9. [89] Ruder menciona en rclación con la figura del travesti la importante obra de la antropóloga Esther r\ewton, ello/ller Camp: Female 11Ilpersollators in :llllerica, Chicago, The Vnivcrsity of Chicago Press, 19i2, en dondc sc postula que el género, cualquier género, puede ser entendido de acuerdo con el modelo del tra,·esti. \·éasc, APCG: p. 310 Y nota 12. Bu!lcr ,·oh-crá a referirse a csta obra de Esther l'\c\\"ton en escrito.' postcriorcs.
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tiva del género, las performances de género no expresan ninguna esencia interior sino que ellas mismas son las que constituyen la identidad de género. Butler considera clave esa diferenciación entre expresión y performatividad, porque si aceptamos la performatividad del género tendremos asimismo que aceptar que no hay géneros más reales o más verdaderos que otros ya que no hay una identidad de género natural, auténtica. Las nociones de sexo esencial o género verdadero son creaciones culturales que encubren el mecanismo de la constitución performativa del género. En esta propuesta de Butler, el supuesto yo interior como substancia que sostiene la representación, ha sido desplazado, aún solo timidamente, hacia el «afuera», hacia el lugar de los significados sociales y culturales. El concepto de «interioridad» es movilizado sugiriéndose que está socialmente «fabricado» con el fin de mantener el valor de la «esencia» [90]. Butler se pregunta si la evidencia de la fa<;:ilidad con la que la sociedad penaliza a los individuos que «actúan mal su género» [91], no pone ante la vista de modo suficientemente claro que los géneros no son realidades ontológicas sino que están socialmente obligados. En esta línea argumentará mucho más enérgicamente y con apoyo teórico más amplio en sus escritos posteriores. Por el momento, todavía restan por elaborar otras cuestiones importantes, entre ellas, además de las ya mencionadas, el problema de cuál es y dónde reside la capacidad de transformación y de acción, la libertad, que permite este dibujo del género que renuncia al postulado de un yo, y a su voluntad radical, como fundamento de su acción. El alcance político de una teoría del género como la que aquí se postula es apuntado en la última sección de este texto que venimos comentando. No duda Butler de que pensar en el modo de la constitución social del género es necesario para la configuración de todo proyecto político feminista. Pero tampoco renuncia a considerar que la política feminista podría verse en [90] APeG. p. 310. [91] ¡bid., p. 311.
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alg'una medida benefIciada si, en determinada, circumtancias, elude 1" discmión ,obre el esencialismo del término «mujeres» y hace un uso de la categoría uni\'ersal «mujeres», siempre y cU
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el orden masculino y también la defendida por las posiciones feministas, plantea serios problemas porque sus efectos son constrictivos. La filosofía occidental debe ser replicada en su identificación de lo masculino con lo universal para que puedan cobrar presencia espacios culturales marginados. Pero la preocupación de Butler es que la crítica hecha desde la diferencia sexual no concluya invariablemente en una consolidación del binarismo cerrado de los géneros así como de la sexualidad . heterosexual. El género no está fijado, ni por el cuerpo, ni por la naturaleza, ni por lo simbólico, ni por el lenguaje [94]. Su teoría de la performatividad del género nos sitúa en esta óptica para abrirnos al reconocimiento de la complejidad de géneros existentes y para luchar en contra de las sanciones sociales impuestas a las identidades de género alternativas.
5. MOJ'l,"IQUE WITflG: SEXO
I~IAGli\'ARIO
y CUERPO LESBlA.J"iO
Entre el conjunto de lecruras especialmente significativas para la elaboración de su teoría del género y su consiguiente crítica al imperio de la heterosexualidad, se hallan las referidas a los textos de Moruque Wittig [95]. La obra de esta pensadora, poeta y novelista francesa, ha llegado a constituir un importante punto de referencia dentro de la producción feminista de la segunda ola. Sus escritos teóricos y sus ensayos literarios poseen, sin duda, además de algunas claves y polémicas formulaciones, sugestivos, inquietantes, estimulantes pensamientos que no dejan de abrir la reflexión y la imaginación a futuros desarrollos feministas [96]. A esta autora, cuyo pensamiento no es deudor del marco de la [94] Ihíd., p. 3 J.t. [9j] Véase mi trabajo «El pensamiento de :\Ionique "'itrig- y su presencia en la teOlía deJudith Butlen', Thémata. Revista de Filosofia, n." 31,2003, pp. I j31. En lo que sigue, se recogen. se reformulan v se amplían algunas de las ideas ya expresadas en el texto citado. [96] Véase como muestra del creciente intcré~ por la obra de Wittig, el texto de Marie-Hélene Bourcier y Suzette Robichon (eds.), Paree que les lesbien-
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lénuJl1ellulügía existencial pero mm:stra, clesdl" otro ánt,'UIo, su conexión polémica con la obra de Simol1e de BeaU\'oir, alude Butler tanto en «Sex and Gender in Beauvoir' s Second Sen>, como en «Performative .. \cts and Gender Constitution: .\11 Essay in Pbenomenology and Feminist Theory». En «Variations on Sex and Gender: Beau\"oir, \Vittig, Foucault», el peso de \\'ittig, ya en el mismo titulo, se expone a la luz, En Gcndrr 'Ji-oublc, tendrá su espacio igualmente destacado. Si la revitalización y e! aumento de las discusiones en torno a El segundo sexo se vio promovido, al menos en parte, por la interpretación butkriana. también, y de forma bastante más sobresaliente dado el menor reconocimiento internacional de \Vittig, los escritos de Butler han sido la ocasión para volver a introducir en la escena de la conversación pública la obra de esta escritora francesa asentada en Estados Unidos, Para no pocas investigaciones feministas la lectura de Butler ha sido, incluso, la que ha proporcionado e! primer conocimiento de! pensamiento de \\'ittig y de su importancia, En «Variations on Sex and Gender: BeaU\'Oir, \\'ittig, Foucault», uno de los trabajos que, como observábamos, muestra e! proceso de gestación, por así decir, del feminismo de Butler explicitándose las influencias que lo alimentan, e! punto de partida es la beauvoiriana sentencia «!\o se nace mujer: llega una a serlO) }; a continuación, el correspondiente escrito de \Vittig «One is Not Born a \Voman», en el que se retoma la formulación de Beauvoir y en el que se radicalizan sus tesis. Ambas autoras, incluso representando posiciones muy distintas dentro de! feminismo francés contemporáneo, rechazan la noción esencialista de la feminidad y, de este modo, contribuyen a pensar el género como problema. Pero partiendo de Beauvoir \Vittig irá más lejos en sus planteamientos sobre e! sexo y e! género al cuestionar ya directamente la naturalidad no solo de! género sino de! sexo mismo, Wittig determina que e!
deJ femmeJ, Paris, Éditions Gaies et Lesbiennes, 2002, El libro recoge las actas del congreso sobre l\lonique \\'itúg celebrado en París en el aiio 2001. nl's ne .Ion! /las
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sexo es una unidad ficticia y, en coherencia, indica la inoperatividad de la distinción entre sexo y género. Ambas nociones son resultado de elaboraciones socioculturales y lingüísticas. En el nombre dado por Wittig a su escrito, «üne is Not Born a \Voman» [97], se aprecia inmediatamente lo que a lo largo de su argumentación se irá desarrollando: que ni se nace mujer ni hay necesidad de llegar a ser mujer. Para un análisis teórico feminista de la categ<;>ría «mujem, como el que But,ler lleva a efecto, este texto de Wittig es, sin duda,' de co"nocimiento obligado. El feminismo materialista al que explícitamente Wittig se adscribe lleva a «üne is Not Born a vVomam> a postular, desde el comienzo, la idea de que las mujeres no constituyen un «grupo natural», que las mujeres son socialmente integradas en un grupo de carácter artificial. Wittig, además, sustenta su afirmación en la existencia de la comunidad lesbiana. Es la sociedad lesbiana la que hace visible la dimensión política de la reconstrucción de las mujeres como «grupo' natural». Una reconstrucción que trabaja tanto sobre las mentes como sobre los cuerpos con el objeto de someter a las mujeres a lo que ha sido dictado para ellas como naturaleza y como naturaleza que se presupone de existencia anterior al engranaje de la opresión. Para Wittig, sin embargo, «naturaleza» nombra tan solo a una idea; las lesbianas son en sus vidas prueba de ello. Wittig reconoce que con anterioridad Beauvoir había insistido en la crítica a las tesis defensoras del determinismo biológico para las mujeres. «El conjunto de la civilización elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado que se suele calificar de
[97] Monique 'vVittig, "Qne is Not Born a Woman», Feminist Issues, vol. 1, n." 2, invierno de 1981. En su recopilación de los textos más representa!i\'os del feminismo de la segunda ola. Linda Nicholson incluyó de \\"ittig precisamente el de "Qne is );ot Born a "'omam>. Véase, Linda Nicholson (ed.), The Second ¡'~ave. A Reader In Feminúl Theo~v, New York, London, Routledge, 1997, pp. 265-271. Este trabajo de \ \'ittig fue en principio presentado en la conferencia Slmolle de Beallwir que [1.1\'0 lugar en Nueva York en 1979. Traducción castellana: }'O se nace mujer, en :\Ionique \Vittig, El pensamiento he/erosexua!.v o/ros ensayos, 'Madrid, Editorial Egales, 2006, traducción de Javier Sáez y Paco Vidarte, pp. 31-·1-3.
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lé:mclliI1O», subraya \ Vittig [98] citando el texto de Beau\"oir. ::\0 obstante, \ \"ittig persiste en denunciar el determinismo biológico porque a p('sar de la obra de Be-au\'oir sigue perviviendo, y aun dentro del feminismo, la interpretación biologicista de la opresión ele las mujeres. Además y más allá de Beauvoir, \\"ittig considera que es un hecho social, no natural, no solo la suhordinación ele las ml~e res sino la división misma de lo humano en mujeres y hombres. El planteamiento de \'\'ittig, de este modo, lo que discute enérgicamente es, como dijimos, la naturalidad del sexo y no únicamente del género. La afirmación de que hay dos sexos dados por naturaleza y de que la relación heterosexual es la legiúma y natural es la que el texto «One is Not Born a "'aman» pone claramente en cuestión. De ahí que considere problemática la apuesta por un matriarcado tanto como la vigencia del patriarcado, porque la sociedad matriarcal, sosteniéndose en la diferencia sexual y en la relación heterosexual, no deja de mantener la idea de que la maternidad, la capacidad biológica de procrear, es lo qu(' define a las mujeres. Tampoco, por consiguiente, las reivindicaciones de la superioridad biológica de las mujeres, y las correlaúvas condenas de los hombres que dictaminan la inevitabilidad biológica de sus comportamientos \iolentos, convencen a \ Vittig en absoluto, quien, por el contrario, discute el escrito de Andrea Dworkin «Biological Superiori~; the "'orld' s Most Dangerous and Deadly Idea» [99]. Reclamar una superioridad biológica y la naturalidad de la maternidad es asentar la di\ isión sexual; es dotar del valor de lo natural a la opresión de las ml~eres; es imposibilitar el impulso hacia la transformación social. En lugar de resaltar la positi\idad de la maternidad, 'Vittig nos propone como fructífero para la acción feminista «\-er la reproducción como una producción forzada» [100] o
[98] l\foniquc "'ittigo «Qne is Not Born a ,\Ooman», en Linda Nicholson, Thr Secolld JI ave. A Read/'T in Frminist Tlleo1); op. cit., p. 265. [99] Andrea Dworkin, «Biological Superiority, the World's Most Dangcrous and Dcadly Idea», Hereries, 6: 46, 1978. [IDO] l\lonic¡uc Wittig, «Qne is Not Born a "'oman», en Linda l\"ic:holsono Tlle Scrond H ave. A Reader in Felllinist T/¡eo~): O/l. rit., p. 266.
También de modo central discute Wittig el privilegio de la heterosexualidad en su conocido escrito «The Straight Mind» [10 1J. Con esta expresión se refiere la autora a la cultura normativa heterosexual, que su trabajo pretende desmantelar. La relación heterosexual, como relación obligatoria entre hombres y mujeres, plantea Wittig, tradicionalmente no ha sido sometida a análisis, ni en las disciplinas humanísticas ni por parte de algunos feminismos, porque es punto de partida presupuesto, como si fuera un núcleo de naturaleza que resta inscrito en el interior de la cultura. Considerada principio evidente, la cultura heterocentrada organiza sobre la heterosexualidad un diseño completo de toda actividad social e individual, lo que tiene unos claros y contundentes efectos opresivos. La heterosexualidad dicta su ley sobre el conjunto completo de la actividad humana así como universaliza su producción de conceptos. Bajo esta lógica, las mujeres son conceptualizadas como «lo Otro)) diferente, siendo siempre ese otro lo subordin~do y dominado, al hombre en el caso concreto de la mujer. Wittig considera urgente y necesaria la transformación no solo de las condiciones sociales y económicas de vida sino de los conceptos cuyas consecuencias son claramente materiales. El lenguaje, el pensamiento, la ciencia, pertenecen a un orden de materialidad. De ahí que, al circunscribir, lo que no hizo Beauvoir, la diferencia entre los sexos al ámbito de la heterosexualidad obligatoria, rechace el término «mujeo), lo que otorga sentido a su postulación final de «La pensée straight)): «las lesbianas no son mujeres)), porque «mujeres) es palabra que tiene un significado, y significado opresivo, dentro de una trama de pensa-
[101] :\lonique \\'ittig, «The Straight Mind». Este texto fue presentado en 1978 como conferencia en la Afodern Language Associ~tion Convenlion, en Nueva York. Se publicó como «La pensée straight», QJ/estions Féminisles, n." 7, 1980, Y en inglés, «The Straiglu ~Iind», FeminisIIsS/leJ, \'01. 1, n." 1, \'erano de 1980. El texto se recoge en, The Slraight Mind and Olher Essa:vs, Boston, Beacon Press, 1992. Posteriormente ha sido editado por Marie-Héléne Bourcier en La penJée slraight, Paris, Balland, 200 l. Traducción castellana: El pmJamienlo heterosexual, en ;\lonique Wittig, El pensamimlo helemsexual.v nlm5 ensqvos, op. cil., pp. 45-57.
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mjcllto y ele \'ida h('terosexuales. Con la negación de la inclu,¡ClJ] de b~ lesbi;ma~. dentro de la categ'oría «mujer», "'ittig se propone problematizar el patriarcado y, además, subvertir el kmÍl lismo hererocen n-a do. «l\fujer» es una marca acuí'iada a lo largo de una historia que es una historia de opresión, se argumenta en «One is Not Born a "'oman», E" una marca que trabaja de modo similar a la nocióll de «raza» elaborada en la época de la esclmitud, cuando reinterpreta, en función de una interesada red de poder, unos rasgos fisicos en sí neutrales. Esta denuncia de Colette Guillaumin en «Race et nature: systeme des marques, idée de groupe naturel et rapports sociaux» [102] es retomada por 'Vittig para su aprovechamiento. Comparando los conceptos de sexo y de raza y sometiéndolos a un cierto análisis genealógico, Wittig, apoyándose en Guillaumin, concluye que «lo que creemos ser una percepción fisica y directa es solo una construcción sofisticada y mítica, una 'formación imaginaria', que reinterpreta rasgos fisicos (en sí mismos tan neutros como otros pero marcados por el sistema social) mediante la red de relaciones en la que son percibidos» [103], Otorgándole al sexo aquello que Guillaumin adjudicara a la raza, Wittig, no debe ohidarse, formula una idea, la del sexo como «formación imaginaria», que ha llegado a ser muy aplaudida en los textos feministas posteriores que se han ocupado también de des\'elar el carácter no natural de nociones como las de sexo, cuerpo, deseo y mujel~ Butler cita explícitamente el párrafo señalado de Wittig, tanto en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, ''Vittig, Foucault» [104] como en su Gender Trouble [105]. La lesbiana no es una mujer, decíamos, la lesbiana rehúsa ser una mujer, esto es, ella no acepta la dictada por el patriar-
[102] Colette Guillaumin, «Race el nature: systeme des marques, idée de groupe naturcl el rapports sociaux», Plunel, n.o 11, 1977, pp. 39-55. [103] Monique Wittig, "One is ]\;01 Bom a "'oman», en Linda Nicholson, The Second IVaue. A Reader in Ferninist Theo7J; op. cit., p. 266. [104] VSGE, p. 202; I:5'G, p. 30. . [105J G'D, p. 145; (iT. p. 114.
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cado necesidad de habitar un cuerpo fisica y biológicamente determinado. En la figura de la lesbiana dibujada por Wittig, fracasa esa lógica de la opresión que consiste en lograr que las personas lleguen a ser, para sí y para las otras, tal y como el opn~ sor dice ver que son. A esta lógica, que sin anunciarlo apunta hacia la performatividad lingüística donde se anuda decir con hacer, se refiere vVittig del modo siguiente: «Ellas son vistas como negras, por lo tanto, ellas son negras; ellas son vistas como mzgeres, por lo tanto, ellas son mujeres. Pero antes de ser vistas de esta manera, primero ellas tuvieron que ser hechas de esta manera)) [106]. También queda sugerida la acción de la performatividad cuando Wittig enuncia que cierta declaración del opresor vertida sobre las lesbianas en el sentido de que ellas no son mujeres verdaderas, está indicando que «mujer no es algo que suceda sin un decim [107]. Lo que pretende la figura de la lesbiana de Wittig es poner en evidencia la artificialidad y la opresión de las marcas sexuales a la vez que el modo de trabajo de la opresión. Con interés y provecho recoge Butler las declaraciones de Wittig sobre cómo la diferencia sexual no es un dato previo, anterior a la interpretación que se hace sobre la diferencia, sino que es resultado de «un acto interpretativo cargado de supuestos normativos sobre un sistema de género binariO)) [108]. Afirmando esta idea a partir de su interpretación de VVittig, Butler sugiere que la noción de sexo se halla en dependencia de la de género. Este es un úpo de inversión, del género hacia el
[106] Monique Wittig, "üne is Not Born a \\'oman», en Linda Nicholson, The Second Wave. .t:I Reader in Feminist Theor}, op. cit, p. 266. El texto de Wittig dice así: «They are seen black, therefore they are black;. [hey are seen as women, therefore, they are ,,"amen. But befare being seen that way, (hey first had to be made that way». Hemos traducido tlzli)' por ellas respetando e! mayor uso de vVittig de! género femenino pero ello no implica, obviamente, que \Vittig se esté refiriendo aquí de modo exclusivo y específico a los seres que e! patriarcado determina como mujeres, sino que Winig alude con tlz~v a los humanos. [107] ¡bid., p. 267. . [108] VSGE, p. 202; VSG, p. 29.
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sexo. en lug-ar de la tradicional·dirección del sexo al género. que estará Illuy preseme, en lo sucesi\'o, en la obra ele Butler. ele modo que el género se convierte en lo que centralmente hay que problematizar en cuanto punto de arranque de las categorías sexuales: dualidad de sexos, relación heterosexual. El constructo cultural del binarismo de género actúa en favor de la jerarquía, del hombre sobre la mujer, \. al senicio de la considn<íción de la heterosexualidad, y de la dualidad de sexos en la que se dice que se sostiene, como una realidad ontológica. De acuerdo con ello, damos sentido e importancia a aquellas partes del cuerpo que son instrumentos necesalios para la reproducción, en lugar de atender a otros órganos, como la boca, las manos. Mas, cuando Butler escribe «Para 'Vittig, cuando nombramos la diferencia sexual, la creamos» [109], está reformulando el texto de '\'ittig para que preste mejor apoyo a las reflexiones sobre la performati\idad, en su dimensión lingüística, que en 'Vittig solo están sugeridas, como decíamos, mientras que en Buder formarán parte nuclear de su pensamiento feminista. En este lugar, en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, 'Vittig, Foucault», Buder hace notar que la propuesta de "'ittig, de la creación de la diferencia sexual mediante la acción de nombrarla, resulta contraintuitiva y aclara que su valor reside en mostrar cómo la intuición está mediatizada por una educación política. No es que V\,'ittig, nos dice Butler, niegue las diferencias materiales constatables entre los cuerpos, lo que cuestiona es la estrategia social de dar preponderancia a unas distinciones anatómicas por encima de otras, porque de este modo el destino de las personas, desde su nacimiento (cuando la pregunta repetiti\'a es si el bebé es niña o niilo), se determina por los rasgos anatómicos sexualmente diferenciados, por el binarismo, de género y por la heterosexualidad que han sido pri\ ilegiados. La quiebra del binarismo sexual y de la institución de la heterosexualidad que impulsa Wittig ha sido ejemplificada lite-
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p. 202: J:5G, p, 3D.
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rariamente en sus obras narrativas. En El cuerpo lesbiana [110] la retórica de Wittig se hace fuerte en la desarticulación del modo usual de expresión, lógico, lineal, coherente, no contradictorio, dando aliento a un universo creativo propio, fecundo en imágenes evocadoras de inhabituales mundos de ensueño. Quizá no pueda ser de otro modo cuando de lo que se trata es de poner en palabras el pensamiento de una manera distinta a la patriarcal dominante de concebir, de sentir y de habitar el cuerpo. Si la cultura masculina desmembra en piezas la figura femenina tomando una parte rebajada de su cuerpo, los órganos genitales reproductores, por el todo de su ser, la estrategia critica textual de Wittig se opone a la anterior operación quebrando esa imagen masculina de la mujer a través de un dar vida plena y significativa a todas y a cada una de las partes, de los miembros, de los órganos, vísceras, fluidos, que conforman una nueva escritura del cuerpo. El libro de Wittig, El cuerpo lesbiana, recita las palabras del cuerpo; las palabras del cuerpo son las palabras que componen el libro. Todas las palabras que aluden al cuerpo femenino tienen explícita cabida en la obra de Wittig en clara, a veces violenta, oposición a esa selección patriarcal de un reducido número de órganos femeninos, la boca, los pechos, la vagina, como los únicos susceptibles de ser objeto de deseo. Wittig da presencia textual también a aquellos elementos vitales culturalmente considerados como repugnantes. Así, absolutamente todo lo propio del cuerpo vivo de la mujer es mostrado por Wittig como gozoso, atractivo y deseable, y no de un modo metafórico sino con la meta de llevar a cabo una íntegra afirmación de la realidad del cuerpo femenino; una realidad del cuerpo alejada de los estereotipos masculinos dominantes. El cuerpo lesbiano es, justamente, el nombre otorgado a esa plenitud corporal resultante de la innovadora mirada' no patriarcal, no sexual, no generizada, del texto de Wittig. En la operación critica que realiza aquí Wittig, el lenguaje es protagonista. En el propio título de la obra resalta inmediatamente [110] Monique Wiuig, Le corps iesbien, Paris, Minuir, 1973. Hay traducción castellana de esta obra: El cuerpo lesbiano, Valencia, Pre-Textos, 1977.
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b dificlIltacllingüÍstica que supone que el C07jJS, masculino. sea in/i/(III i l J l En los poemas que contiene la obra, además, se
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expresa la \;olencia vertida sobre la~ mujeres, el quebrantamiento de su subjetividad, por medio de un uso rasgado, entre otros términos, dd pronombre de primera persona:j/I'. Pero en la extraordinaria narrativa de Vúttig ese j/e marcado por una diagonal adquiere el \'alor de un yo ab~úluto. Ese yo absoluto es el sujeto ksbiano. Buder se apoya en El (111']1)0 lesbia/lo en tanto que reconoce en esa narración la intención de escribir de otro modo, lejos de la restricción binaria, las partes anatómicas configuradoras de una identidad sexual que se susTenta no ya en un cuerpo fisico inmediatamente percibido, y sobre todo genitalmente percibido, sino en un rearticulado cuerpo, pleno de placer erótico polimorfo. Que El CUe7PO lesbiano es, al menos, una oportunidad para romper el modo patriarcal de pensar la integridad corporal y una oportunidad para ree!aborar desde otro ángulo la coherencia corporal, es apuntado por Bucler además de en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, 'Vittig, Foucault», y en Gender Trouble, en su posterior Bodies tlzat A1atter [112]. Pero Bucler no solo reconoce el mérito del trabajo de Wittig. Bucler apunta los aspectos problemáticos que distancian su pensamiento de! de Wittig: ¿Ha decidido \\'ittig que las normas heterosexuales son normas culrurales, mientras que las normas lesbianas son naturales por alguna razón? ¿El cuerpo lesbiana que propone como algo que de algún modo es anterior y excede a las restricciones binarias wrdaderamente es un cuerpo? ¿Se ha apropiado la lesbiana del puesto del polimorfo psicoanalítico en la particular cosmogonía sexual de Wittig? [1 13). En contra de lo que parece sugerir ''''ittig, para Butler ni la heterosexualidad es la única causa monolítica explicativa de la [111] Véase, Lorraine Code red.), EnCJ!c/oprdia qf Frminist Theories, London
and New York, Routledgc, 2000, p. 492. [J 12] CI, p. 115, nota 17; BA!' pp. 259-260. nora 17. [1 13] ¡:S'(;E p. 20+; J'SG, p. 31.
subordinación de género ni el lesbianismo es una relación sexual liberada del poder: este es un punto importante de la reflexión de Butler sobre Wittig. En efecto, dejar al margen de la crítica realizada a las normas de género hegemónicas al lesbianismo como si el lesbianismo nombrara el lugar de lo natural, es un punto inaceptable para el feminismo de Butler que se niega a admitir un más allá o un más acá, sea cual sea su diseño, del ámbito de lo cultural, social, lingüístico. Butler rechaza la disyunción radical que plantea Wittig entre homosexualidad y heterosexualidad y afirma en Gender Trouble, también en contra de Wittig, que la heterosexualidad puede ser internamente re significada [114], que puede, en ciertos casos, trabajar por la desestructuración de las normas de género hegemónicas. Ahora bien, la crítica de Wittig a la heterosexualidad es constante y radical, pero la lesbiana es una imagen muy ambigua, de dificil lectura: es un concepto que no remite solo ni exactamente a la relación homosexual, que ya está marcada por el sexo, sino a un modo de pensamiento y de vida ajeno y anterior a las marcas de sexo. Es, en definitiva, la tesis central del texto de Wittig «One is Not Born a vVoman», que la lesbiana, y solo ese concepto, «está más allá de las categorías de sexo (mujer y hombre), porque el sujeto designado (lesbiana) no es una mujer, ni económica, ni política ni ideológicamente» [115]. Lesbiana nombra una liberación, la liberación de la servidumbre que padecen las mujeres en su relación de dependencia con los hombres. La lesbiana es así una forma de vida en libertad, para Wittig la única que ella conoce, que se cumple mediante la destrucción de la heterosexualidad, entendida como sistema social, que es asimismo una destrucción de la diferencia entre los sexos. Butler tiene en cuenta también este significado de la lesbiana, cuando afirma que vVittig pretende, en realidad, transcender una categoría, la de sexo, que remite a una dicotomía donde mujeres y hombres, [1 ¡.¡.] Véase, GD, p. 153: GT, p. 121. r115] l\Ionique \Vittig. «One is No! Bom a Woman», en Linda Nicholson, T/¡e Second nave. A Reader in Frmzi~ist Theo']; op. cit., p. 271.
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y la práctica heterosexuaL agotan todo el campo ele aplicación. l\las, esta otra perspectiva de análisis, tampoco satisface a Butler. Por un lado, el problema es que el e~tar fuera de la cultura ejemplificado por la lesbiana dificilmente puede sustraerse a ese juego cultural de oposiciones binarias que es, justamente, lo pretendido. El afuera de la cultura está, de algún modo, relacionado con la cultura. Queda vigente, entonces, el sistema de oposiciones con sus jerarquías implicadas, aunque ahora se trate de la oposición entre cultura heterosexual y sujeto «postculturah~ lesbiano. Por otro lado, ''''ittig quiere salir al encuentro de una nueva definición de humanidad, y de un sujeto individual de alcance feminista, por ello exige la eliminación de la categoria de sexo. Este programa humanista defendido por Wittig no lo comparte Butler. Está de acuerdo en objetar el binarismo por sus implicaciones jerárquicas, pero no así por el camino que postula un sujeto humanista, natural, asexuado y anterior al orden de lo cultural. A Butler no le parece, además, ni conveniente ni productivo mantener el supuesto estructuralista que dice que la cultura trabaja siempre al servicio de las oposiciones binarias. La labor feminista de Butler, al contrario, apuesta por una lucha contra la oposición binaria de las normas de género que actúa desde dentro del ámbito de lo cultural, abriendo nuevas líneas de intelección de lo humano: «fuera de los términos de la cultura no hay ninguna referencia a la realidad humana que tenga significado. El programa político para superar las restricciones binarias deberia preocuparse, por tanto. por la innovación cultural más que por los mitos de la transcendencia)) [116]. Esta es la razón de que en lugar de la eliminación del sexo, Butler defienda la multiplicación de géneros. Lo que no contradice la afirmación de que la crítica de '\'ittig a la categoria de sexo, a la idea de sexo natural sea productiva para Butler: «Por una parte "Vittig exige una total transcendencia del sexo, pero
[116] V,G"E, p. 205; VSG, p. 32.
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su teoría igualmente podría llevar a una conclusión inversa, a la disolución de las restricciones binarias a través de la proliferación de géneros» [117]. En Gender Trouble, las referencias a la pensadora francesa, que recorren el conjunto del libro, se encuentran especialmente contenidas en el apartado titulado «Monique Wittig: Bodily Disintegration and Fictive Sex». Wittig sigue siendo en esta obra para Butler motivo de reflexión y de profundización del pensamiento feminista, mas también a través del cuestionamiento de algunas de sus tesis. Sobre todo el fondo humanístico al que remite la lesbiana de Wittig es en Gender Trouble negativamente desvelado. Wittig defiende la noción de sujeto. La lesbiana es ese sujeto que se reivindica, sujeto liberado del sexo, sujeto autónomo, sujeto libre que se encuentra en disposición de alcanzar la universalidad concreta. La lesbiana es, en cuanto no mujer, no hombre, una persona anterior al ámbito de lo social y cuya libertad también asume un carácter presocial. Ello supone, para Butler, el mantenimiento por parte de Wittig de la metafísica de la substancia, que busca el ser, la plenitud radical, presente en la filosofia occidental [118], justo de aquella metafisica que es la que produce como resultado la categoría de sexo y su naturalización. El camino de la lesbiana seguido por vVittig, no está pues, según Butler, exento de contradicciones, tampoco de ambigüedades, ciertamente. Butler considera que es otra distinta, y más fructífera, la línea planteada por Wittig en sus reflexiones sobre cómo el género gramatical actúa para dar significado lingüístico a las personas [119] Y en sus afirmaciones sobre el poder del lenguaje para subordinar a las mujeres creando efectos de realidad, construyendo sus cuerpos, pero poder del lenguaje que puede ser empleado asimismo en un sentido inverso, en una dirección feminista. Es cuando Wittig realiza la crítica a la naturalización de las categorías que efectúa el trabajo del lenguaje y de la cultura cuando Butler le reconoce más aciertos a su pensamiento, (11 i] VSGE, p. 20-i-; VSG, p. 32. [118] GD, pp. 52-53; GT, pp. 19-20. [119] GD, p. 54; GT, p. 21.
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admiticndo que ahí hay una cierta impugnación de lti metafisica de la substancia [120] en tanto que se aproxima a la idea de la comtrucción performati\"a del sexo, indicando que el sexo no es causa sino un producto instituido por las prácticas materiales de la cultura; y es cuando \Vittig sei'iala un lugar, 1" lesbiana, de transcendencia de las categorías, del lenguaje, de la cultura, cuando Butler halla más desaciertos en su propuesta de liberación feminista, Butler observa, dicho de otro modo, dos ni,'eles ontológicos en la obra de \Vittig, Uno e~ el del orden de lo construido sociocultural y lingüísticamente, donde se situaría la noción de «sexo» y de «género», género gramatical también, así como las históricas y contingentes estructuras de la heterosexualidad obligatoria; y el otro, concebido como más fundamental, es e! orden de lo presocial y prediscursi\'o, donde habitan las personas en unidad e igualdad [121], En el texto titulado «La marca del género» [122], \Vittig insiste, en efecto, en poner e! acento en lo que ha sido aliento constante tanto de su producción más teórica como de sus obras literarias, también de su activismo feminista y lésbico: la lucha contra la categoría de género, contra la marca de! género inherente al lenguaje como sistema y de contundentes implicaciones sociales, políticas, filosóficas, para los seres humanos, sus pensamientos, sus relaciones, sus \-idas, \Vittig se propone destruir el género en el lenguaje o al menos modificarlo intensamente en su uso, Es en su obra literaria donde su peculiar empleo del lengu~e da cauce a su manifiesta intención de transformación lingüística, Las palabras, para \ Vittig, y no solo aquellas afectadas directamente por las marcas de género gramatical, sino todas las palabras, incluso las más alejadas de esas marcas de género, están comprometidas con el género, en sus formas, en sus significados,
[120J en, p, 58: eT, p, 25, [121] en, p, 146; GT, p, 115, [122] l\1oniqur Wittig, «The Mark of Genden" FeminÍJt
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vol. 5, n,U
2, otoi'io de 1985, Traducción castellana: La mnrca del género, en Monique \ \'ittig, El jJl7uamimto heterosexual)' ofros ensl!)'os, op, rit., pp, 103-116,
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De lo que se trata, por consiguiente, es de provocar una alteración estructural en el lenguaje. Para ello, Wittig trabaja, en especial, con los pronombres personales que considera que son los que vehiculan el género a través del lenguaje, convirtiéndolos, por esta causa, en temas principales de sus libros. En L 'Opoponax [123], interesada en este sentido por el sujeto, por el hablante que habla, y, en particular, por el proceso de formación del yo en el lenguaje, Wittig construye su texto mítico sobre la infancia a partir del pronombre indefinido on en francés, que no tiene ni género ni número. En El cuerpo lesbiano, como se ha comentado, los pronombres y términos que remiten a la voz protagonista, se escriben rasgados por una diagonal. Les Guérilleres [124J es una crónica épica de un sujeto conquistador del mundo y de las palabras que se expresa ante todo mediante un bello lenguaje alusivo, poético y fragmentario más que a través de un claro y nítido hilo narrativo conductor. Ese sujeto que en Las Guerrilleras se apropia de la vida y del lenguaje se nombra bajo el pronombre personal elles, con el que Wittig no pretende en buena lógica referirse al grupo de las mujeres dada su problematización del género sino precisamente trastocar el uso del lenguaje dotando a elles del poder de remitir al universal, de ser el sujeto absoluto del mundo. Se entiende, entonces, que no se trata en Wittig de trabajar en favor de la feminización del mundo ni de defender la existencia y el valor feminista liberador de una supuesta escritura, literatura femenina, como así lo hicieran autoras centrales del pensamiento francés de la diferencia sexual, entre ellas las conocidas Hélene Cixous o Luce Irigaray. Apostar por una escritura femenina sería para \Vittig defender justo aquello contra lo que su pensamiento y su texto se dirige, esto es, la existencia de una humanidad diferenciada social y políticamente en sexos dicotómicos y marcada en el lenguaje por el género
[123] Monique \\"ittig, L 'Opoponax, Paris, Minuit, 196-1-. Hay traducción castellana en Barcelona, Seix Barral, 1969. [12+] Monique \\"irrig, ús Guérilleres, Paris,Minuit, 1969 . Traducción castellana en Barcelona, Seix Barra1, 1971.
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gramatical. La t'xpreslOn «escritura femenina» permanece atrapada en el uni\'(:rso cultural masculino dominante. Para \Vittig la lengua permite que la escritura pueda ser un espacio de libertad doncle la convención de los sexos no sea determinaute, donde se dé la posibilidad de construir la idea de un neutro vencedor de la diferencia sexual [125]. Para aquellas defensoras de la diferencia sexual, es la lengua materna, la \'oz de la madre la que debe ser buscada y rememorada ya que en esa lengua eminentemente femenina habita la esencia de la mujer. \\'ittig, por el contrario, alude en el texto que escribe en colaboración con Sande Zeig, BrouilLún pour un dictiú/maire des amantes [126J, a que la «madre», entendiendo que ese término remite a la función biológica femenina, es la deformadora de la «lengua original», porque esa lengua perdida que las autoras fabulan como vehículo expresivo del ser unitario unido en lazo amatorio, ser recreado en la figura de las amantes amazonas, es lengua de unidad, de lo humano, y no la lengua del cuerpo y de la diferencia femenina. Una innovadora y utópica comunidad de afectos, amores, sentimientos, relaciones, de relaciones de parentesco también, de modos de acción y organización vital que vuelven inapropiadas las categorías de sexo y de género es lo que Las Guerrilleras persigue, asimismo, comunicar. Al contrario de algunas interpretaciones dadas en ocasiones, Las Guerrilleras no se alza en defensa de un lesbianismo separatista ni de una supuesta clase sexual, la de las mujeres. De ahí que \ \'ittig afirme ser un tremendo error la traducción inglesa que convirtió elles en la palabra «womem~. «Mujeres» es una de esas palabras que por ser visibilizadora del género \Vittig e>..'plícitamente rechaza.
[125] Wittig manifestó sus opiniones al respeclO de la noción de escritura femenina, entre otros lugares, en Libération, el 1í de junio de 1999. Puede consultarse a este respecto la dirección web hnp:l /ww\\'.Iiberation.fr/ page.php?Article=íBH:¡(J#top [126] I\Jonique Willig y Sande Zeig, Brouillon pour un dietiomzaiTe des amantes, Paris, Bernard Gra,s("t, 1976. Traducción castellana: Borrador paTa un diccionario de las aman/es, Barcelona, Editorial Lumen, 1981.
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No extraña, entonces, que Butler aprecie en particular las novelas de Wittig, porque presentan un valioso desafio lingüístico en contra de las categorías de identidad a través del esfuerzo por dar vida a categorías nuevas, nacidas de los materiales destruidos, y a nuevos lenguajes expresivos de modos distintos de ser los cuerpos [127]. Sin embargo, el lesbianismo absolutizado por Wittig como lo radicalmente otro de la heterosexualidad y de las marcas de sexo, como el lugar del sujeto humano genuino y como lugar que, observa críticamente Butler, podría acabar convirtiéndose en obligatorio, es sometido a incisiva revisión por el discurso butleriano cuya dinámica constante es la problematización de la identidad en cualquiera de sus formas y desde el interior del ámbito de lo lingüístico y cultural. lVlás tarde, con ocasión de una entrevista realizada en el año 2000 [128] donde se le preguntaba sobre cómo evitar la violencia ejercida en el acto de nombrar, Butler afirmará que en Gender Trouble era más favorable a la tesis de Wittig de que era posible evitar nombrar a una persona como mujer u hombre. Diez años más tarde, Butler piensa que hay que nombrar, que hay que vivir asumiendo las consecuencias del nombrar. Usamos el lenguaje, pero sabemos que nos designa de modo inapropiado. Entonces, el trabajo político feminista debe emplear los términos identitarios, como el de mujer, en un cuestionamiento sin descanso, como así se dejó dicho más arriba.
6.
EL SISTE:\L\ SEXO/GÉNERO y LA TEORÍA RADICAL DE LA SEXL"..\LIDAD DE GAYLE RCBIN
Entre los pensamientos críticos con respecto a la heterosexualidad entendida como disposición natural, que contribuyen de modo importante a la elaboración, y desde sus primeros momentos, de las obras de Butler, resulta clave el trabajo de Foucault, cuya presencia en Butler, como comentamos anterior[127] GD, p. 158; GT, 127. [128] CHS, p. 337.
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mente. s(' mantiene, con mayor o menor incidencia, a lo largo COlljUlllo de su producción teórica. Y como también se elijo, el interés de la antropóloga feminista Gayle Rubin por los escritos de Foucault sobre sexualidad influyó directamente en Butler. La misma Rubin ya a ser asimismo una autora señalada en el ámbito kminista por su cuestionamiento de la heterosexualidad y por sus análisis sobre el sexo y el género desde la perspectiva ele la antropología cultural. El primer escrito de Rubín que ha llegado a ser muy conocido y valorado, a pesar de que en él la autOra aún no se había apropiado de! pensamiento de Foucault, abundantemente citado por Butler en Gender Tíouble )', en menor meclida, en sus textos anteriores, es el ensayo de 1975 «The Traffic in Women: Notes on the "Political Economy" of Sex» [129], Junto a Foucault y a \Vittig, como [ormuladores de críticas incisivas que ella rastrea y aprO\'echa, Butler menciona e! escrito de Rubin en sus trabajos «Performatiye Acts and Gender Constitution: An Essay in Phenomenology and Feminist Theory» [130], en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, Wittig, Foucault» [131], y asimismo en ((Critical Exchanges: the Symbolic and Questions of Gender» [132], del
[129] Gayle Rubin, «The Traflic in \\'omen: l\'otes of the "Political Economy" of Sex», en Rayna R, Reitcr (ed.), 7ó¡¡;aTd an Ant/¡ropo!og)' oJ ¡10men, :\fe'" York, 1\10ndlly Re\1cw Prcss, 1975, pp. 157-210. Traducción castellana como «El u-:tfieo de mujeres: notas sobre la "economía política" del sexo», en ~Jana L'lmas. El gil/rro: Ln construcciólI cultural dr In djfrrencia sexual. oJ!. ciL pp. 35-96. [130] APCG, pp. 304-305. [131] ¡'SCE, p. 211; YSG, p. 37, [132] Judith Butler, «Critical Exchanges: the S~mbolic and Questions of Gcndcr», en Hugh. J. Sil\'erman (ed.). Contillrntal Philosopl!r F Qjlfstioning FO//llda/iolls. 7i'ut/¡/SuQiectiólj/Culture, :\e\\' York. Roudcdge, 1993, pp. 134271. En la nota 1 de la página 269, Butler dice que este trabajo lo escribió en 1988: también afirma que partes de este ensayo fueron publicadas en Gmder 7ioublc. Y que algunos de los punto~ de \~sta que expone en él han sido rcformulados en posteriores publicaciones. Particularmente en pp. 1·1-3-145 Butler cita el texto de Rubin. Butler lleva a cabo aquí una re\1sión crÍtica del discurso l'structuralista de Lévi-Strauss )' de Lacan fundamentalmente, discursos que cucstiona Butler en tanto consideran la ley paternal como universal e illll1odificalJle. Sus argumentos en contra de esta pretensión estructuralista "TÚIl retornados)' ampliados en Gendel' Troublc.
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La fórmula sistema de sexo/género es la aportación del texto de Rubin que será más ampliamente difundida, particularmente en el ámbito de las ciencias sociales y humanas. El interrogante feminista más planteado en la época del escrito de Rubin versaba sobre por qué la diferencia sexual supone una desigualdad social. Los análisis habituales apuntaban hacia explicaciones de carácter universal, ahistórico. Así se esgrimía como motivo la distribución del trabajo, la separación de las esferas de lo público y doméstico, la estructura familiar. Rubin orientó la investigación hacia otra dirección, interesada por el análisis de las situaciones históricas y sociales concretas y distanciada críticamente del uso universalizador de la categoría mujer. Como resultado de su interés focalizó el problema en el modo en que cada sociedad organiza las diferencias entre mujeres y hombres, en la determinación social del sexo y la sexualidad. Las sociedades elaboran el material biológico «crudo» del sexo, de la reproducción, de acuerdo con ciertas pautas. A esto le llamó el sistema de sexo/ género. Observa Rubin que la procreación ha sido entendida como actividad primaria, instintiva, y que ello ha facilitado su naturalización. Sin embargo, no todas las sociedades la comprenden del mismo modo. Se aprecian diferencias culturales en cuanto a las prácticas de la reproducción y al respecto de los fenómenos asociados a ella. De ahí se sigue que la sexualidad reproductora es un asunto sociocultural. El sistema de sexo/género es definido como un conjunto de relaciones sociales mediante las que se transforma la sexualidad biológica en un producto de la actividad humana. Ese conjunto de relaciones sociales determina también el modo concreto de satisfacción de la sexualidad que ha sido transformada [133], que se ha desplazado de lo meramente biológico hacia lo sociocultural. Ello implica que el género, la feminidad y la masculinidad, no se organiza sobre la sexualidad natural, sino que género, sexualidad, deseo, se vincu[133] Gayle Rubin, «El tráfico de mujeres: notas sobre la «economía política» del sexo», en Marta Lamas, El género: La construcciÚfl wltural de la diferencia sexual, op. cit., p. 37.
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lan íntim:lmente en el marco de la ~o('i(:"c!ad. El C(ll~unto sexo/ género nombra un modo de la acti\idad humana que recae sobrc la reproducción biológica, y nombra un modo de la acti\idad humana que Cl! ('uanto lal puede ser cambiado mt'diante la lucha política. La causa de la opresión de las mujeres no es biológica ni se puede reducir al tráfico de mercancías. al modo de producción :C0I110 habían subrayado las tesis marxistas); reside en e! tráfico de mujeres, en el sistema sexo/ género que está implicado en la organización del parentesco. Por lo tanto, la opresión tiene una causa social, y ello es lo que se quiere indicar con el concepto de «tráfico de mujeres», que muestra el control de la sexualidad femenina, su domesticación como producto de cambio, a través del intercambio de mujeres por parte de los hombres del grupo. De acuerdo con el análisis de Rubin, e! acento del sometimiento de las mujeres, y de las «minorías sexuales» [134] por las que ella también se preocupaba en contra del feminismo heterocentrado, recaía en la organización de la sexualidad como práctica heterosexual forzada que conlleva la imposibilidad de la autonomía para las mujeres y un rechazo de la homosexualidad así como de otras prácticas sexuales alternativas. El feminismo debía buscar, entonces, una revolución de la heterosexualidad normativa, lo que implica una revolución de! parentesco. Rubin examina los sistemas de parentesco discutiendo particularmente con la obra de Lévi-Strauss, Les structurcs élémentaires de la paren té [135], pero también con ~1arx, Engels, Freud y Lacan. Las culturas organizan la reproducción, los intercam-
[134] ¡bid. Butler en eHS, p. 347, afirma que emplea el término introducido por Rubin de «sexual minorities», que no remite a una base identitaria. Con este término no se pretende trabajar a [a"ol" de los derechos de ga\"s, lesbianas, transgéneros, sino que se lucha por «todo tipo de personas quc por di"ersas razones no son inmediatamente representadas o legitimadas por las normas disponibles y que "iven con la amenaza de "iolencia o de no conseguir empleo o de que le quiten algo en virtud de su aberrante relación según las normas». [135] Claucle U"'i-Strauss, Las estructuras e/t'lllentales del parentesco, Buenos .-\ires, Paídós. 1969. L, I'Ilición francesa original es de 19-t-9.
bios y consumos de bienes y, además, los vínculos de parentesco. El tabú del incesto, defiende Rubin, organiza las identidades de género, de modo que, y esto es lo que subraya Butler, estas muestran huellas de los sistemas de parentesco que están al servicio de la heterosexualidad obligatoria. Las identidades de género, las sexualidades, y las organizaciones de parentesco ahí implicadas, son productos históricos que a través del tiempo se han sedimentado adquiriendo el aspecto de naturales. Así que, lo importante de las tesis de Rubin es para Butler que abren la posibilidad de ir más allá de las identidades de género establecidas mediante la intervención en los sistemas del parentesco. La revisión feminista que realiza Rubin de la presentación de la prohibición del incesto llevada a cabo por Lévi-Strauss, Freud y Lacan es retomada por Butler en Gender Trouble [136], lo que no va a impedir, no obstante, la critica a algunos de los elementos contenidos en los análisis de Rubin. Apoyándose en Rubin, Butler concibe el tabú del incesto como una sanción que impone la exogamia, que actúa sobre el fenómeno de la procreación, que determina la elección sexual de los individuos y que es un medio también que constituye la identidad de género de las personas. La prohibición del incesto, tal como lo formuló Rubin, no solo excluye la relación sexual con los miembros de la propia familia sino que también exige el rechazo previo de la homosexualidad. El género que se elabora a partir del parentesco supone asumir la identificación con un sexo y, asimismo, asumir que tu deseo sexual se tiene que dirigir hacia el otro sexo. En suma, el género implica dos aspectos: feminidad y masculinidad, por un lado, heterosexualidad, por el otro. Con anterioridad a la imposición de este mecanismo cultural de sexo/ género que transforma los sexos biológicos en géneros diferentes y jerarquizados, Rubin postula la existencia de individuos que encierran la totalidad de las posibilidades sexuales humanas.
[136] GD, pp. 106-109: GT, pp. 72-76.
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Como ocurriera con la propuesta de la [f.5bimw de "'itrig-. Butln Clll'stiona, cienu que J. través del instrumento de las teurías sobre el poder de FQucault. este recurso de Rubín hacía una sexualidad anterior a la ley, anterior a la producción ele la sexualidad que efectúa la ley prohibiti\·a.. Se evidencia en ello, para Butlel~ que Rubin sigue siendo deudora de la idea de la existellcia ele una realidad ontológica, de un sexCJ, que es pre\'ia a la conn-rsión efectuada por la ley dd ~exo en género. Situada en el momento del después, en el ámbito del ejercicio de la ley que nos ha transformado en géneros, Rubin, plantea crÍticamcnte Buder, pretende conocer lo que hay antes de esa acción cultural. La revolución en el sistema de parentesco que defiende Rubin, por otra parte, plantea que una \"ez erradicado el intercambio de mujeres que determina la identidad de género y la sexualidad en términos heterosexuales, surgirian sexualidades bisexuales y homosexuales y que, incluso, ello desembocaria en la eliminación del género mismo ya que el género es el resultado de la imposición cultural de la heterosexualidad sobre una anterior pluralidad sexual biológica. Derrocada la heterosexualidad, se desvaneceria el género. En opinión de Butler. puede ser muy atractiva esa suposición de una \-ida cultural sin géneros pero Rubin no desarrolla suficientemente en su ensayo cómo podría ser efecti\'amente esa existencia sin géneros. Rubin está pensando en que la ley pueda evitarse y en que los cuerpos sexuados puedan actuar sin referencia a la dualidad de géneros. Cierto que la heterosexualidad puede alterarse, que el intercambio de mujeres no tiene por qué implicar siempre la imposición de la heterosexualidad. Ahí la crítica de Rubin al estructuralismo ahistórico de Lé\-i-Strauss, en sus aspectos misóginos, en su formulación de la ine\'Ítabilidad cultural del tabú del incesto, es adecuada. :Mas, para Butler, lo que no es tan e\-idente es que el género dependa exclusivamente de la heterosexualidad, como así propone Rubin, ni que sea factible el giro hacia un lugar utópico primigenio, no contaminado por la culturay por las relaciones opresoras que dictamina. Que las identidades de género contemporáneas sean estrechas, rígidas y
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constrictivas no es algo que solo se pueda afirmar a través de la recreación de ese espacio al que nos remite Rubin. Con posterioridad a su trabajo de 1975, Rubin elaboró su texto «Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality» [137]. Rubin dirigió ahí sus esfuerzos hacia el análisis de las sexualidades con un enfoque distinto a su anterior atención al género. En Gender Trouble, Butler advierte que en este segundo texto Rubin utiliza a Foucault para su propio proyecto sobre teoria sexual radical. Comenta además cómo la exposición de Rubin, en la época de confección de «Thinking Sex», sobre el tema poder y sexualidad, realizada en 1979 con ocasión de la celebración de un congreso dedicado a Simone de Beauvoir (en el «New York Institute for the Humanities»), ya influyó en sus ideas sobre la sexualidad lesbiana y su carácter construido [138]. En «Thinking Sex» Rubin analiza los sistemas concretos de poder que configuran las sexualidades, no solo las heterosexuales normativas sino que también afectan al lesbianismo y demás prácticas no convencionales, como el fetichismo, sadomasoquismo, travestismo, transexualidad o sexo en público. Investiga los mecanismos por los que unas sexualidades son consideradas normales, legítimas, buenas, saludables y otras como anormales, antinaturales, malas, pecaminosas. Separa aquí la sexualidad del género de modo que revisa la opresión ejercida sobre las sexualidades a partir de otros elementos, como la raza, la clase social, la regulación sexual. A esta desconexión llevada a efecto por Rubin entre la esfera de la sexualidad y la del género se refiere Butler en Bodies that AlatteT, subrayando que ello permite oponerse a formas rigidas
[137] Gayle Rubin, «Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality», en Carol S. Vanee (comp.), P[casllre and Danger, )iew York. Routlcdgc. 198+. pp. 267-319. Traducción castellana: «ReflexionancIo sobre el sexo: notas para una teoría radical de la ~exualídad». en Carol S. Vanee (comp.). Placer)' peligro. :\Iadrid, Talasa, 1989, pp. l! 3-190. [138] GD, p. 106 Y nota +5; GT. p. 7'2 Y nota 4-.S en pp. 163-164. En este momento fue cuando Butler, a través de Rubín, levó la Historia de [a .Iexllalidad de Foucault, suceso ;¡l que se ha hecho mención anteriormente. Este libro de Foucault fue traducido al inglés por primera vez en 197R.
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de:' posIcIOnes estrucruralistas en la~ que la sexualidad queda siempre fijada dentro del marco de la diferencia de género sin tenerse en cuenta otros aspectos que pueden intervenir en las técnicas disciplinarias de las sexualidades. No obstante, si bien Butler defiende que la sexualidad y el género no han de pensarse según relaciones causales cerradas, que implicarían que toda subordinación sexual determina diferencias de género, no cree acertado, por otra parte, separar de modo extremo las sexualidades de las normas de género y propone entender los términos en dinámica y recíproca relación [139]. Esta es la crítica vertida por Butler sobre «Thinking Sex)) de Rubin, quien defiende la necesidad de realizar una teoría autónoma sobre la sexualidad, y dejar para el futuro la interrelación entre las teorías feministas del género y las teorías radicales de la sexualidad; a esta última orientación se le ha venido en llamar en nuestros días teoría queer, la que no por casualidad considera a Rubin como una de las pensadoras pioneras que abrieron el espacio para el surgimiento de los estudios y de la política queer. En este ensayo, piensa Burler, sexualidad y género están en exceso escindidos, mientras que en «The Traffic in \'Vomem), que se inserta en el ámbito del feminismo preocupado por el tema de la opresión de las mujeres, sexo, sexualidad (heterosexual) y género están en exceso \~nculados. Sobre las circunstancias teóricas y políticas que rodearon su mO\·imiento desde «The Traffic in "'omen)) hacia «Thinking Sex)), nos relata Rubin [140] su distanciamiento de su primera atención a las oposiciones binarias del estructuralismo de LéviStrauss y Lacan y su posterior acercamiento a los planteamientos discursivos del postestructuralismo. Los modelos binarios son más \"álidos para trabajar sobre el género, piensa Rubin, porque entendemos habitualmente el género y la diferencias de género en un sentido dualista, pero cuando se decide investigar, como así fue su caso, ya no la heterosexualidad ni la oposición entre heterosexualidad y homosexualidad sino las múltiples l139] GJ, p. 335; BM, p. 239. [140] Sr, pp. 76-77.
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diferencias de las conductas sexuales, entonces, el marco binario no es el apropiado y se requiere de un entendimiento más complejo de la dinámica de la vida social. En un primer momento, Rubin se planteó su investigación sobre las sexualidades debido a que no le convencían las interpretaciones feministas existentes por entonces sobre los comportamientos sexuales. También reaccionó en contra del contexto político de derechas que repudiaba las prácticas sexuales no hegemónicas. El debate, en torno a finales de los setenta, sobre la transexualidad, por ejemplo, se hallaba, a la vista de Rubin, demasiado centrado en el determinismo biológico. De ahí que comenzara a cuestionar que el feminismo fuera el ámbito idóneo para adentrarse en el tema de las sexualidades, y menos un tipo de feminismo esencialista como el de Catharine MacKinnon [141] que se alza en lucha contra la pornografia y como reacción al cual fue interpretada la obra «Thinking Sex». Los trabajos preparatorios para la redacción final de «Thinking Sex» se iniciaron con anterioridad a que Rubin se introdujera en el discurso de Foucault, pero, como ella nos informa, la obra de Foucault inspiró y dio claridad a su estudio en su versión definitiva [142]. Foucault le orientó hacia el reconocimiento de la importancia de otras líneas de fuerza, de dinámicas sociales y culturales distintas de las relativas a la familia, el parentesco, el género, el psicoanálisis. La focalización de Rubin hacia Foucault la aprovechó Butler con éxito aun sin compartir la postergación de las cuestiones concernientes al género y al parentesco. Precisamente en [1+1] Rubin alude a las obras de Catharine MacKinnon, «Marxism. Feminism, ~Iethod and the Slate: An Agenda for Theory», Signs, 7.3, 1982, pp . .') I 5-5+!-: y «l'vlarxism, Feminism, Method and the State: Toward Feminist Jurisprudence», Signs, 8'+, 1983, pp. 635-658. [1.J:2] ST, p. 78. Rubin nos cuenta, además, cómo antes de leer a foucaulr tuvo un encuentro con él siendo ella estudiante en Francia en los \'cranos ele.: 1972 y 1973, encuentro que le impresionó por la amabilidad y cercanía mostradas por Foucault. Después, hacia 1978, Rubin tuvo que ir a Francia a impartir una conferencia y de nuevo coincidió con FOllcalllt. Entre r)(ras cosas, FOllcalllt le aportó la confirmación de que sus preocupaciones (' illtt'reses no eran absurdos (véanse las páginas 89-92).
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su comentario a «Tbe Traffic in ,,'omen» resalta la \'alía de la comprensión del género ahí desarrollada, en una dirección divergente a la de la fijeza otorgada por el marco estructuralista, lo que fue, dice Butler explícitamente [143J, una de las razones que le llevaron a centrarse en el género en su Ge?lder TíDuble, Por otra parte, Butler sigue poniendo de relieve en el presente la importancia concedida a las relaciones de parentesco en su \'inculación con el género; así sucede, por ejemplo, en una de sus últimas obras, Antigone '5 e¡aim, !(inship Betu.'ee?l Life and Dea!/¡ [144J, donde, además, el primer texto de Rubin, «The Traffic in ""omen», es citado de nuevo,
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SEXCALIDAD y PODER,
A TRA,\'ÉS
DE FOCC.-\CLT
Aun por caminos distintos, nada desdeñables en sus diferencias, \Vittig y Foucault cuestionan directamente la idea de sexo natural. La tarea perseguida por Butler de liberar al género del sexo transcurre por un camino iniciado con la ayuda de Beauvoir, que vislumbra útiles guías en aportaciones discontinuas de Wittig y Rubin, así como en la noción teatral de peiformance y en ciertos elementos re\'isados de la fenomenología existencial, y que culmina su primer tramo, con el apoyo cla\'e, aunque no exento de aristas, del encuentro con Foucault. La peculiar perspectiva de aproximación al poder de Foucault, además de su genealógica desnaturalización del sexo y de la sexualidad, es incorporada, siempre con matices críticos, en la problematización del géncro incesante en Butler, En sus análisis denominados «arqueología del saber», Foucault se preocupa por las condiciones que posibilitan la
[I43J ST, pp, 73-74, Al final de este diálogo entre Butler y Rubin, aquella le muestra su deseo de que ,'uel\'a a retomar el tema del género, Rubin replica, con humor, que le deja a Butler los futuros comentarios sobre el género, dada su capacidad como «rrina» actual del género (<
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emergencia de los distintos saberes establecidos. A partir de 1970 comienza su etapa de análisis del poder, su «genealogía del poder», donde conceptos nietzscheanos como el de «genealogía» y el de «voluntad de poder» son puntos evidentes de influencia. Foucault escribe en 1971 el texto «Nietzsche, la Généalogie, I'Histoire». Su primer volumen de la Historia de la sexualidad aparece en 1976 con el subútulo de La voluntad de saber. Ahí, saber y poder se enlazan productivamente; saber y poder se piensan como íntimamente imbricados; el saber es un modo del ejercicio del poder y no un elemento ajeno, resistente o contrario al poder. En su investigación sobre el devenir del saber sobre el sexo y la sexualidad se irá mostrando su entendimiento del saber, de cómo y en función de qué objetivos se organiza la producción y distribución discursiva de las nociones de «verdad» y «mentira», y su singular concepción del poder como fuerza no exclusiva ni fundamentalmente represiva, prohibitiva. La «hipótesis represiva», la tradicionalmente más aceptada, que dice que sobre todo a partir del siglo XVII se deja ver la imposición progresiva de un mecanismo de poder enfocado hacia la represión del sexo y la sexualidad, es puesta en cuestión por Foucault en su Historia de la sexualidad. Le interesa no tanto demostrar la falsedad de esa «hipótesis represiva» cuanto encuadrarla dentro de la dinámica general de los discursos sobre el sexo que se formulan en las sociedades modernas, entrelazando saber y poder como estrategia de análisis. Se observará entonces cómo los distintos canales, medios, instrumentos, instituciones, lugares, que efectúan la «puesta en discurso» del sexo configuran una serie de «técnicas polimorfas del poder», de las que lo importante no es averiguar si formulan la verdad sobre el sexo o si la disimulan sino comprender que vehiculan una «voluntad de saber» [14j] como soporte y ejercicio de poder. La voluntad de «verdad», como afirma Foucault en El orden del discurso, es una instancia de poder que se ejerce a partir del entramado discursivo, de la formación de dis[¡'¡·S] Michel Foucau![, Historia de la sexualidad, vol. 1. La mluntad de saber.
op. cit., p. ! 9.
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cursos que son los que establecen la lógica de la «verdad» y la «mentira»: «en la voluntad de verdad, en la voluntad de decir, ese discurso verdadero ¿qué es por tanto lo que está en juego sino el deseo y el poder?» [146]. Esto es, la cuestión para Foucault no es dilucidar qué es lo que el enunciado «verdadero» dice, cuál es su referente y si lo capta más o menos acertadamente. De lo que se trata es de apreciar lo que llama la «voluntad de verdad» o de «saben> que alimenta al discurso verdadero: la maquinaria de poder que pone en funcionamiento. Esa voluntad de saber-poder no se dirige, principalmente, a negar o prohibir el sexo y la sexualidad. Antes bien, tiene un alcance de incitación; produce, difunde y hace proliferar sexualidades múltiples. Los discursos sobre el sexo no son signos de censura, desplazan, modifican, reorientan en nuevas direcciones la sexualidad y el deseo. El pensamiento occidental no se propone ocultar el sexo sino que insta a hablar más y más sobre sexo, porque el sexo no es algo que está fuera del discurso, algo dado previamente con un carácter o naturaleza y sobre lo que pueda actuar el discurso en el sentido de su fortalecimiento o en el de su empequeñecimiento. El sexo está fabricado por ese entramado de saber-poder que hace surgir deseos y sexualidades a la vez que excluye, niega, otras posibilidades del deseo y de las sexualidades. El saber-poder sobre el sexo es productivo también en su invención de patologías, enfermedades, peI\!ersiones, en su formulación de reglas para el juego del deseo y los placeres. Desde la perspectiva de Foucault, no es el más adecuado el modelo jurídico del poder, donde el poder se representa como energía que condena, como fuerza de negación, como ley prohibitiva, como dinámica de una única dirección, del opresor al oprimido, de un legislador hacia un sujeto sumiso y obecliente. En esa concepción jurídica del poder, el poder se asume como instancia empobrecida, monótona, de excasos recursos. De acuerdo con la analítica del poder de Foucault el poder es prio[146] Michel Foucault. El orden del discurso. Barcelona, Tusquets, 1983, p. 20. Edición francesa original: L 'Ordlf' du DiJroUls, Paris, Gallimard, 1971.
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ritariamente elemento productivo, de eficacia positiva, móvil, rico en técnicas y estrategias, de diversificados centros y sentidos. El poder no se entiende como conjunto de instituciones y aparatos que se imponen sobre unos individuos pasivos; el poder nombra un conjunto inmanente y constitutivo de relaciones de fuerzas que son productivas allí donde actúan y que no pueden comprenderse según el orden de las oposiciones binarias de dominador-dominado. El poder no reside en un punto determinado, no tiene un centro soberano concreto desde el que irradia, de arriba hacia abajo; el poder está presente en todo momento y en todos los lugares: «el poder no es una institución, y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada» [147]. Con la expresión «biopodem [148], además, Foucault investiga cómo, fundamentalmente desde el siglo XVII, fue desarrollándose una dinámica de poder que tuvo como objeto a la vida. Este poder cuya función no giraba en torno a la muerte, sino que su destino era organizar la vida misma se impuso sobre el cuerpo, en su aspecto de máquina, con el fin de educarlo, acrecentar su fueza, sus actitudes, y, por otro lado, se ejerció sobre el cuerpo, en su dimensión biológica, controlando la natalidad, la salud. El poder invade todos los fenómenos de la vida, la sexualidad es uno de estos asuntos de los que el poder se hace cargo . . y si el modelo jurídico resulta ser, sin embargo, el más aceptado se debe, afirma Foucault, a que la mecánica del poder oculta su propia lógica de funcionamiento para lograr ser tolerable, para garantizar su éxito: «¿lo aceptarían acaso, si no viesen en ello un simple límite impuesto al deseo, dejando intacta una parte -incluso reducida- de libertad? El poder, como puro límite trazado a la libertad, es, en nuestra sociedad al menos, la forma general de su aceptabilidad» [1 -1-9]. Esta ana-
[¡"¡'7] ~Iichel Foucault, HÓoria de la sexualidad, 113. [148] ¡bid., pp. 168-171. [149] ¡bid., p. 105.
op. cit., p.
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1. La voluntad de mber.
lítica del poder que realiza Foucault, no implica la incapacidad para la resistencia a pesar de no admitir el recurso a la «libertad», a un espacio propio y genuino no contaminado por el poder. No habiendo un exterior absoluto al poder, la resistencia al poder se tematiza como interna al poder, no como rechazo sino como un tejido de nudos, ágiles, creativos, diseminados en la misma red de poder. La resistencia puede modificar, desde dentro, la dirección de! poder. En tal caso, nunca la sujeción ejercida por el poder es estable ni global. Y los discursos vehículos del poder son también vehículos de resistencia al poder. El nuevo planteamiento sobre e! poder de Foucault persigue, entonces, deshacer la imagen del poder como ley negati\'a para abordar desde un ángulo mucho más complejo y positivo las «tecnologías» del sexo que se desprenden del análisis de! material histórico. La crítica genealógica de Foucault desemboca, de este modo, e·n la desnaturalización de! sexo y la sexualidad. No hay verdad del sexo, esto es, no hay libertad del sexo; e! sexo no está en contra de! poder, está atravesado por e! poder en tanto que es una elaboración de! poder. Se constatan diversos procedimientos hitóricos para producir la verdad del sexo [150], desde, en el caso concreto de la civilización occidental cristiana, la técnica de la confesión, pasando por la pedagogía y las relaciones familiares, hasta la medicina y la psiquiatría. De la aplicación de estos dispositivos, que atraviesan la historia conectando la confesión con la clínica en tanto que ambos son modos de escucha, emana, para FoucauIt, lo que llamamos sexualidad, de ahí que la historia de la sexualidad sea una historia de los discursos, porque la sexualidad fue concebida como un «campo de significaciones» que es preciso «descifran> [151]. Las consecuencias de estos planteamientos de Foucault para el feminismo [1 j2] han sido objeto de e\"aluaciones contrapuestas
[lSO]lbíd., pp. [ISIJ lbúl., pp. [lS2J Pueden FOllcault: Isaac D.
72 ss. 86-87. consultarse las siguientes interpretaciones feministas de Balbus, «Michel Foucault y el poder del discurso fcminis-
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dependiendo de la perspectiva feminista que se aplique al texto de Foucault. En el caso de Butler, que aquí nos interesa, se evidencia la utilidad del uso de la estrategia de Foucault sobre el poder para la subversión del binarismo de género y su jerarquización. Foucault no defiende una sexualidad emancipada, al margen del poder, como propugna Wittig. Butler comenta [153] que el ideal de Marcuse, en Erosy civilización, de una sexualidad progresivamente liberada de las relaciones de dominación, no es la opción de Foucault, para quien ese supuesto deseo liberado está igualmente estructurado por el poder. No se trata de transcender el poder, por tanto, sino de diseminarlo y diversificarlo como instrumento para resistir su faz más rígidamente dominadora. Foucault se encamina hacia la puesta en práctica de múltiples y diversas estrategias de poder con el fin de luchar contra la configuración binaria del poder que está al servicio de la instauración de relaciones jerárquicas y opresivas a las que envuelve hábilmente con el ropaje de lo «natural», la «verdad». La noción de sexo es una de esas categorias de las que el poder dispone en una dirección binaria y, por lo tanto, su conceptualización, según la dinámica dualista de oposición entre los sexos, debe ser discutida por sus efectos coercitivos. Foucault critica esa idea de sexo des naturalizándola, argumentando que ta», en Seyla Benhabib y Drucilla Comell, Teoríajeministay teoría crítica, op. cit., pp. 169-191, donde se ofrece una crítica a Foucault desde el feminismo; Nancy Fraser, Cnru(y Practices. Power, DiscouTse and Gender in Contemporary Social Theory, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1989, obra en la que Fraser defiende que Foucault, en todo caso, puede ser usado por el feminismo de modo ocasional; 1. Diamond y L. Quinby (eds.), Feminism and Foucault. Rdlections on Resistence, Boston. Northeastem U niversity Press, 1988, texto donde se plantea de modo sistemático la relación de Foucault con el feminismo y que es, para este tema, de obligada referencia; SusanJ. Hekman (ed.), Feminist Interpretations qf ,\;fichel Foucault, University Park (Pennsylvania), The Pennsylvania State üniversiry Press,1996; Aroy Allen, The Power of Feminist Theo~v. Domination. Resistance. Solidarity, Colorado, Boulder, 1999; Nancy Hartsock, «Foucault on Power: A Theory for \Vomen?», en Linda J. Nicholson (ed-.l, Feminism/Postmodernism, New York and London, Routledge, 1990, pp. 157-175; Rosa :\1.' Rodríguez Magda, Foucault.Y la geneaología de los sexos. Barcelona, Anthropos. 1999. [153] VSGE, pp. 205-206; VSG, pp. 32-33.
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el sexo no es nuestro «secreto», mostrando que es un «punto ideal y "uelto necesario por el dispositi,'o de la sexualidad y su funcionamiento» [154]. Dice Foucault: la noción de «sexo» permitió agrupar en una unidad artificial elementos anatómicos, funciones biológicas, conductas, sensaciones, placeres, v permitió el funcionamiento como principio causal de esa misma unidad ficticia: como principio causal, pero 'también como sentido omnipresente, secreto a descubrir cn todas partes: el sexo, pues, pudo funcionar como significante único y como significado universal [155].
Esta línea de pensamiento es la retomada por Butler en su teoría del género. Explícitamente cita el anterior texto de Foucault [156], en el que se apoya para rei, -indicar el carácter ficticio del «sexo», la equivocidad del término, aglutinador de una disparidad de elementos de sentido, así como para señalar su utilización por parte de la cultura dominante. Desde ahí, entonces, desde Foucault y en contra de la mirada de \Vittig vuelta hacia un espacio libre, de unidad de lo humano anterior al sexo, Butler proyecta su movimiento de crítica al género binario mediante la táctica de la proliferación de géneros. Esos géneros múltiples, que ya no se ven constreñidos por el imperati\"o de ser elaboraciones culturales de los sexos naturales al haberse desvelado el «sexo» tan construido como el «género», siguen siendo, no obstante, instrumentos de poder. Pero en su resistencia al modelo hegemónico de opresor-oprimido, debilitan el peso de ese juego del poder, haciendo que el dualismo de [154] ¡"Iichel Fouraulr, Húlol1'a de la sexualidad.
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1. Ú1l'oluntad de sabl'T.
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[ISS] ¡bid., p, IOí. [156] VSGE, pp, 206-207; ¡'SG. p. 33. También se recoge esa cita de Foucaült en APeG, p. 304, nota S; además en GD, p. 12S y nota 18, pp. 127128: GT, p. 92 Y nota 18, p, 165; \' asimismo en APO, pp. 1-30. Ahí aparece citado el texto de Foucault en nota 2. p. 25. Con eIJo. no pretendemos dar cuenta de todas y cada una de las ocasiones en que Burler reproduce el pasaje de Foucault, pero sí mostrar la gran fuerza significativa que Burler otorga a estl" concreto párrafo de FOllcault.
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género no sea el único modo de significar y de dar sentido al género. La teoría del poder de Foucault formulada en su Historia de la sexualidad es, sin duda, un material en donde Butler ha podido encontrar apoyo tanto para su desplazamiento del sexo al género como para su defensa de géneros diferentes al dualismo establecido. Que el sistema diádico de género debe ser cuestionado se sigue también del recorrido por los efectos perniciosos sobre la vida de las personas que ocasiona la vehemente proclamación del carácter natural tanto de la heterosexualidad como del sexo verdadero, de un solo sexo verdadero en el interior de cada cuerpo. Butler retoma en su «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, Wittig, Foucault» ·Ios diarios de Herculine Barbin editados y prologados por Foucault. Reconoce que Foucault presenta a Herculine bajo el aspecto de cierta ambigüedad sexual, pero niega que con ello Foucault afirme la posibilidad de la transcendencia del sexo [157]. Le interesa más, por el momento, poner ante la vista a través de la narración de Foucault cómo e! problema que llevó al suicidio a Herculine no fue su anatomía sino la exigencia del poder eclesiástico, médico y jurídico, de que su cuerpo y sus deseos sexuales se ajustasen a lo establecido. Hacer visible e! mecanismo del trabajo de la obligatoriedad de la dualidad de sexos y de la relación heterosexual ya es un instrumento para su crítica, porque destaca cómo lo supuestamente natural tiene una procedencia cultural y que «lo que llamamos una esencia o un hecho material simplemente es una opción cultural reforzada que se ha disfrazado de verdad natural» [158]. El desmantelamiento de la oposición binaria es en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, Wittig, Foucault» también motivo de su desafio al pensamiento de la diferencia sexual, diferencia que se postula como dato irreductible en buena parte de! feminismo francés ocupado en la búsqueda de
[157] f;:CJCE, pp. 207-208; VSC, pp. 33-3+. [158] VSCE, p. 211; Ií:5"C, p. 37.
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lo dislÍnti\'amcnte femenino, de la especificidad de lo femenino, y r¡ue, para Butler, nos acerca a aquella tesis contra la que luchara Beauvoir, la de que la biología señala el destino de los seres. Si, de acuerdo con Foucault, no hay sexo natural, lo femenino es solo el resultado provisional del despliegue histórico del sexo. De hecho sucede que ciertas personas a las que incluimos bajo el rótulo de mujeres, o de hombres, como así --como hombre- fue obligada a reconocerse a sí misma Herculine Barbin en un proceso de modificación, por imperativo legal, del que fue en inicio su sexo y su género de adscripción, no consiguen identificarse con esa que se dice que es su esencia insuperable. A pesar de llevar a efecto un cuestionamiento intenso del carácter ontológjco, natural, del sexo, y aunque abre el género hacia su diversificación en tanto inundado por pluralidad de instancias culturales de poder, Butler, en este texto suyo, presenta una teoría del género como «radical invention» [159] de la que anticipa las objeciones que pueden ser planteadas desde el marxismo y desde el psicoanálisis. En el primer caso, el problema, desde la perspectiva marxista, es que la identidad de género depende en gran medida del contexto social, de las otras personas que nos dan o no reconocimiento. En el segundo caso, el psicoanálisis podría replicar que la superación de las oposiciones binarias de género que proyecta Buder nos devuelve al ámbito preedípico, ámbito de la ambigüedad del espacio anterior a la cultura. En sus obras posteriores, Buder reflexionará con agudeza sobre estas cuestiones y su crítica al psicoanálisis se hará incisi\·a. Ahora, en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, 'Vittig, Foucault», ante las dificultades obser\'ables en esta comprensión del género nos sugiere la apertura hacia la consideración de que la realidad no es algo dado fija y definitivamente. Cabria pensar que lo que hoyes una fantasía cultural sea una forma de organización social en un futuro.
[I59J ¡:S'GE, p. 208; J:S'(,'. p. 35.
Se va aproximando pero no ha llegado aún a formular el género como proceso performativo en sus más potentes implicaciones. No quiere asumir que el género sea consecuencia de una elección libre en sentido fuerte, dado su rechazo del sujeto humanista. Tampoco considera que sea asunto exclusivo de una imposición cultural de la que no es posible escapar, ya que entonces no cabrían las diferencias múltiples de género no reducidas al binarismo ni tampoco habría capacidad de acción alguna por parte de los individuos atrapados por las normas dominantes. Evitar anclar el género en una de estas opciones cerradas al tiempo que recuperar sus aspectos más positivos, es la dificil tarea intelectual sobre la que Butler volverá una y otra vez. A la critica de la idea del cuerpo como suelo dispuesto para que sobre él se «inscriban» las directrices culturales, y en relación explícita con el pensamiento de Foucault, Butler dedica otro de sus trabajos que también anticipa tesis importantes de su Gender Trouble y de obras posteriores. Se trata del texto, de 1989, «Foucault and the Paradox of Bodily Inscriptions» [160]. El cuerpo construido, el cuerpo como sitio sobre el que se aplican los discursos y el poder, nos remite a Foucault. Al menos es desde ahí desde donde Butler plantea su discusión sobre de qué modo se realiza, y qué implica, la construcción del cuerpo. Si el cuerpo, en Foucault, posee una materialidad separable de los significados culturales que lo constituyen en el interior de un contexto social es el asunto que se trata de dilucidar. Porque cuando hablamos de construcción del cuerpo podemos o no entender que el cuerpo y la construcción a la que se lo somete son dos elementos diferenciados. En su Historia de la sexualidad, había dicho que el sexo, sin duda lo que podria pensarse como un rasgo fáctico de la existencia corporal, es «un punto ideah), un «punto imaginario», «el elemento más especulativo, más ideal y también más inte[160] FPB, pp. 601-607. En Gender Trouble, Butler retomará algunas de las ideas contenidas en este trabajo anterior. Véase GD, pp. 161-166; GT, pp. 129-13+.
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rior en un dispositivo de sexualidad que el poder organiza en su apoderamiento de los cuerpos, su materialidad, sus fuerzas, sus energías, sus sensaciones y sus placeres» [I 61 J. Se esfuerza Foucauit por investigar los mecanismos mediantes los que el cuerpo muestra ser una construcción cultural pero deja en la imprecisión si hay un invariante cuerpo externo, con sus «fuerzas», «sensaciones», «placeres», lugar de apropiación de las estructuras culturales y lugar de resistencia también al poder cultural. Foucault, en efecto, escribe: «Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo del contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los placeres» [162]. Butler subraya que en la Historia de la sexualidad asimismo se afirma con claridad que no hay sexualidad sin poder y que el cuerpo no preexiste a la ley. El análisis de Buder argumenta que, por una parte, Foucault defiende que los cuerpos se constituyen en el interior de un sistema de discurso y poder en el sentido de que no hay materialidad del cuerpo con independencia de esos regímenes específicos de discurso y poder. Pero, por otra parte, «concibe al cuerpo como una superficie y como un conjunto de «fuerzas» subterráneas que son, en efecto, reprimidas y transmutadas por un mecanismo de construcción cultural externo a ese cuerpo» [163]. Este mecanismo, prosigue Buder, se entiende como trabajo de «inscripción» de la «historia», la cual es como un «writing instrument» [164] que imprime su grafia sobre el cuerpo tal como si fuera una página dispuesta para ello. Aquí reside el problema, en la concepción del cuerpo como «superficie» preparada para ser «inscrita», en su acercamiento a la dinámica de la construcción cultural según el modelo de la «inscripción», porque el proceso de inscripción remite a un poder externo al cuerpo a pesar de que ello es lo que Foucault quiere evitar.
[161] MicheJ Foucaulr, Hist01ia de la sexualidad, vol. 1. ÚI voluntad de saber,
op. ci/., pp. 188-189. [162] Ibíd., p. 191. [163] FPB, p. 602. [164-] Ibíd., p. 603.
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En el escrito «Nietzsche, la Genealogía, la Historia» [165], Butler también identifica pasajes donde el cuerpo es presentado como superficie y conjunto de fuerzas multidireccionales sobre el que se realiza la labor cultural de inscripción. «El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos» [166J, escribe Foucault. Y también afirma Foucault que entre el cuerpo y la historia se ofrece una articulación, «el cuerpo impregnado de historia)) y por su parte «la historia como destructora del cuerPO)) [167]. La historia como fuerza destructora del cuerpo le sugiere a Butler la idea de un cuerpo en el que los impulsos son reprimidos, de un cuerpo que es siempre sitiado por el curso de la historia. Y de una historia como creadora de valores y significados en cuyo ejercicio sujeta al cuerpo para producir al «sujeto hablante y sus significaciones)) [168]. Esta descripción realizada por Foucault en esos términos es considerada por Butler como signo de un planteamiento ahistórico ya que no se trata de un cierto tipo de historia sino de «la historia)), que, como instrumento de escritura, actúa a través de este mecanismo de inscripción sobre el cuerpo para crear valores. Ello supone además, como se dijo, que Foucault mantiene al cuerpo existiendo con anterioridad a la inscripción cultural. De nuevo, sin embargo, emerge la paradoja que Butler no quiere dejar de recordarnos: no solo en su Historia de la sexualidad Freud y Nietzsche son cuestionados en tanto asumen una ontología prediscursiva del cuerpo y sus impulsos, sino que la crítica a la «hipótesis represiva)) del poder, ampliamente desarrollada allí, afirma que no hay energía que precede a la represión, que los deseos e impulsos son simultáneos a la ley o su consecuenCla.
[155] Michel Foucault, «)lietzsche, la Genealogía, la Historia», en Michcl Foucault, Microfuica del poder, ~ladrid, Las Ediciones de La Piqueta, 1980. Edición francesa original: «~ietzsche, la Généalogie, I'Histoire», Paris, pu.F, 1971. [155] ¡bid., p. 14. [l5i] ¡bíd., p. 15. [158] FPB, p. 503.
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En Vigilar)' castigar [169] encuentra Buder apoyo también, en cierto sentido, a la tesis del cuerpo como superficie de inscripción. Observa ahí una reconversión del lenguaje de la doctrina de la interiorización en los términos de la inscripción. En el ámbito de la prisión, la ley no se interioriza sino que se incorpora sobre los cuerpos de los prisioneros, disimulándose en sus cuerpos como signo de su alma, de su conciencia, no siendo reconocida como externa al cuerpo. La estrategia del poder consiste aquí en que el alma inscrita en la superficie del cuerpo se presenta bajo la ilusión de ser la más profunda interioridad del individuo. El alma desplaza la distinción entre interior yo exterior llegando a ser, en los términos de Foucault, la prisión del cuerpo, invirtiendo la formulación tradicional del cuerpo como cárcel del alma [170]. En la introducción a Las palabras J las cosos [1 í 1], Foucault advierte que no se siente constreñido por los términos del estructuralismo a pesar de que pueda usar su vocabulario filosófico. Buder considera que en ese lugar la noción de Foucault de que la significación es una ley cultural universal que sujeta a los cuerpos como medio para producir significados, se asemeja, no obstante, a la tesis de Lévi-Strauss sobre las estructuras del
[169] Michel Foucault, Vigilar)' castigar: r.aámiento de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 1976. Edición francesa original: Sur,:ciller el PUI/i1: .\áissance de la Prison, Paris, Gallimard, 1975. [170] En su texto posterior «Sometimiento. resistencia. resignificación. Entre Freud y Foucault» «<Subjection, Resistance, Resignification. Between Freud and Foucault»), Butler retomará la rcfle:ión sobre la conceptualización del alma en Vigilar)' castigar y aludirá a su escrito FPB, en panicular a la cuestión allí planteada sobre el paradójico planteamiento de Foucault de la relación entre cuerpo y poder: «.'\unque en oca~i(lnes Fourault niega que pueda existir un cuerpo que no sea producido a lra\'és de relaciones de poder, a menudo sus explicaciones exigen un cuerpo material ontológicamente distinto de las relaciones de poder que lo toman como lugar de im'estidura» (.HPP, p. 102; PLP, pp. 89-90). El texto «Subjecüon. Resistance, Resignification. Between Freud and Foucault», se publicó originalmente en John Rqjchman (ed.), T/ze Questiol1 oJ ldenll~)', Ncw York. ROlldedge, 1995. [1 71] l\lichel Foucau d, Las palabras), las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Madrid, Siglo XXI, 1968. Edición francesa original: Les Mots el /.es Choses, París, Gallimard, 1966.
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parentesco, donde la materialidad de los cuerpos es como la naturaleza «cruda» y las prohibiciones que constituyen la organización social mediante la represión de la sexualidad es lo cultural, lo «cocido». Foucault da entrada, según Butler, a la oposición -entre naturaleza y cultura- mantenida por el estructuralismo que justamente parece querer discutir. Cuando Foucault está explicando el modo en que la historia está inscrita en los cuerpos, cuerpos que no son históricos, se expresa de un modo que sugiere para Butler tanto que el cuerpo es superficie material, precondición de la historia, como, más aún, que el cuerpo es el lugar que resiste el trabajo de la historia. Ello no se ajusta al programa de Foucault de concebir la historia de acuerdo con el modelo generativo del poder y no solo desde sus modos jurídicos. En opinión de Butler, el problema en Foucault es que emprende una investigación genealógica que descarta del análisis la distinción entre los actos históricos de inscripción y el cuerpo como superficie y como resistencia. Así que esa distinción permanece incuestionada e implícitamente aceptada, de modo que su proyecto de explicar el carácter construido de los cuerpos aparece debilitado. En ocasiones, además, en la Historia de la sexualidad y en su introducción al diario de Herculine Barbin, acude al recurso de unas fuerzas múltiples corporales -prediscursivas- con capacidad de atravesar la superficie del cuerpo para oponerse a las prácticas que le imponen coherencia. Son dos aspectos estos que Butler no comparte del discurso de Foucault. Ella nos plantea: si se rechaza esa fuente prediscursiva dotada de fuerza de resistencia y si se somete a revisión genealógica esa noción del cuerpo como superficie sometida a actos externos de inscripción, lo que efectivamente ella lleva a cabo en sus obras en relación crítica con el pensamiento de Foucault, entonces el reto es describir «"el" cuerpo como una práctica cultural o discursiva» [172]. Esta es la tarea de Butler, lo que ella persigue pensar: «El cuerpo construido culturalmen-
[1 i2] FPB. p. 607.
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te podría ser el resultado de una estructuración difusa y activa del campo social sin orígenes mágicos u ontoteológicos, sin distinciones estructuralistas, ni ficciones de los cuerpos, subversivos o de otro tipo, ontológicamente intactos con anterioridad a laley~~ [173]. Suficientemente claro deja en su ensayo «Foucault and the Paradox of Bodily Inscriptions» que el cuerpo, en sus relaciones con el ejercicio del poder sociocultural, merece seguir siendo dilucidado profundizando y reorientando las observaciones de Foucault, ambiguas e imprecisas en ocasiones. Todo argumento que tienda, aun inadvertidamente o en contra de sus propósitos iniciales, a hacer anidar en el cuerpo y en su acción resistente un residuo independiente, ajeno, a las elaboraciones del entramado del poder es minuciosamente rastreado por Butler. Esta es la vía para continuar ahondando en la formulación de sus propias opciones de pensamiento que se proponen desbaratar aquel recurso a lo dado ahí desde el primer momento como suelo sobre el que operan los significados y prácticas culturales. La obra de Foucault seguirá, en este sentido también, apareciendo y reapareciendo en los escritos de Butler. En particular el texto «El sexo verdaderQ)~ [1 74], del que ya en «Foucault and the Paradox of Bodily Inscriptions» asomauna referencia, breve pero nítidamente crítica, será objeto de una precisa disección, más allá de lo ya dicho sobre él en sus textos anteriores, en Gender Trouble, donde uno de sus apartados se titula: «Foucault, Herculine, and the Politics of Sexual Discontinuity» [175]. En «El sexo verdadero», como en el primer volumen de su Historia de la sexualidad, se analizan las interrelaciones, complejas, obscuras, entre el sexo y la verdad. El sexo y la sexualidad
(173] IUd. [174] Michel Foucault, "El sexo verdadero». en Herculine Barbin, llamada Alexilla B., op. cit., pp. 11-20. Este prólogo fue publicado por primera vez para su edición en inglés: Herculine Barbin. Being lhe Recent~v Dúcovered Mrmoirs oJ a .\íncteenth Cenlur:J' Hermaphrodite . l\'e-w York, Colophon, 1980. [175] GD, pp. 126-142; GT, pp. 93-111.
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están imbricados con el poder de modo tan íntimo que no es posible entender que los cuerpos sean sexuados sin la mediación de la intervención de los poderes discursivos e instituCionales. Que el sexo de los cuerpos no es un dato en sÍ" mismo evidente, claro y distinto, lo ejemplifica Foucault aquí narrando críticamente el cambio de apreciación sobre el hermafroditismo que la historia de los discursos nos pone ante la vista. En la Edad Media se admitía la existencia de hermafroditas, personas compuestas de modo diverso según los casos por los dos sexos. Pero en los Estados modernos se ha ido progresivamente negando aquella realidad: «en adelante, a cada uno un sexo y uno solo» [176], escribe Foucault. Si las apariencias no permiten una lectura inmediata, hay que descifrar, indagar bajo la superficie para hallar el «sexo verdadero», lo que es de extrema importancia porque en nuestro sexo reside nuestra verdad, el sentido completo, el ser, de nuestra existencia toda. Las anatomías pueden ser equívocas pero el sexo, en último término, no, y los llamados hermafroditas no son sino «pseudo-hermafroditas». En el siglo XVIII ya se privilegió, y se aplicó, esta idea a varios casos destacados. Cuando a finales del siglo XIX Herculine entra en escena, era ya larga la tradición del sometimiento a examen de la identidad sexual verdadera y del enjuiciamiento de las anomalías y perversiones sexuales. Si los cuerpos no se dan sexuados de antemano, si el sexo y la sexualidad es una instancia de poder, en tal caso, ni el sexo ni la sexualidad pueden liberar del poder. En Gender Trouble, Butler subraya más fuertemente aquello que estaba ya anunciado en «Foucault and the Paradox of Bodily Inscriptions» pero que aún no se indicaba en los escritos anteriores. Dice Butler: «cuando consideramos los pasajes en que Foucault critica las categorías de sexo y el régimen de poder de la sexualidad, advertimos claramente que su propia teoría mantiene un ideal emancipador no reconocido que resulta cada vez más dificil de sostener aun dentro de los límites de su propio apara[176] Michel Foucault, «El sexo verdadero», en Haculine Barbin, llamada Alexina B., op. cit., p. 13.
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to ("nUco» [177]. Butler observa aquí una contradicción entre las t('sis sobre la sexualidad del primer \'olumen de la Historia de la ,Icrualidad y las afirmaciones contenidas en su prólogo a H('/('uline Barbin. En «El sexo verdadero>' es posible leer, efecti"amente, fragmentos donde la sexualidad de este, esta, hermafrodita, es relatada de un modo que sugiere la vivencia gozosa de' un ámbito de placeres no atravesado aún por la norma que obliga a la adopción de un sexo. La norma, en la búsqueda de la vrrdad del sexo, compele judicialmente a Alexina -----este era el nombre de su modo femenino de existencia- a ser Herculine, a asumir el sexo de hombre, que no es el que inicialmente le fue adscrito y en cuya esfera se educó y llegó a ser una persona inteligible. Leemos: Cuando Alexina redacta sus memorias no se encuentra lejos del suicidio; ella sigue sintiéndose sin un sexo determinado, pero esta vez privada de las delicias que experimentaba al no tenerlo o, al menos, al no tener el mismo que aquéllas con las que vivía y a las que amaba y deseaba tanto. Lo que entonces evoca en su pasado son los limbos felices de una no identidad [1 78].
y también: En nuestro caso, la intensa monosexualidad de la vida religiosa y escolar sirve para revelar los tiernos placeres que descubre y provoca la no identidad sexual cuando se extravía en medio de todos esos cuerpos semejantes [179].
Esa «no identidad», mencionada con devoción por Foucault, indica un lugar distinto, y de alcance liberador, al mundo tejido, disciplinado, por las categorías de sexo e identidad. Tvlientras que, sin embargo, en la Historia de La sexualidad, la
[177] GD, p. 127; GT. p. 94. [178] I\'fichcl Foucault, «El sexo verdadero», en He1'culine Barbin, llamada A./f.\'iIlO B., op. cit., p. 17. [179] Ibíd., p. 18.
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noclOn artificial de sexo como constructo dependiente de la reglamentación social de la sexualidad, enfoca al cuerpo y los placeres como resultado de esa categoría de sexo que ha sido desplazada y así postulada como causa, esencia, de cada individuo. El sexo, que es un efecto, ha sido movilizado para· que ocupe el sitio del origen y dé legitimidad a los placeres corporales. Es la sexualidad, definida como sistema histórico de poder, la que produce la noción de sexo y la que en la misma operación oculta su carácter de construcción con el fin de perpetuarlas arbitrarias relaciones de poder establecidas. La dinámica de esta lógica de poder descrita por Foucault es también en Gender Trouble, como lo fuera en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, vVittig, Foucault» en menor medida, aplaudida y afirrriada por Butler. Ella mantendrá firmemente en su teoría esas tesis de Foucault: que es ese ejercicio de poder el que separa el sexo de la acción del poder, determinando que el sexo es realidad ontológica autosuficiente, auto idéntica, no atravesada por la historia y distinta del poder en sí. Con ello se falsea la relación entre sexualidad y sexo haciendo depender la sexualidad del sexo y se impide la investigación histórica de la categoría de sexo y sexualidad. Al desvelar este mecanismo de inversión, Foucault pone el acento asimismo en que el poder tiene un alcance productivo, generativo y que es manisfestación de su función generativa la construcción, incluso, de su aspecto jurídico, represivo, y la ocultación de su proceso de producción. La oposición a las teorías emancipadoras de la sexualidad es explícita, como se dijo, en la Historia de la sexualidad, porque en ellas no se reconoce el carácter histórico y construido de las categorías de sexo y sexualidad. De ahí dice Butler parece provenir el problema de Foucault con el feminismo, con ese feminismo que asienta sus demandas en la categoría de sexo, de sexo binario, en una dirección que contradice la investigación de Foucault, que también incide en que la diferencia sexual es un rasgo producido por el discurso del poder. Esta es una crítica que Foucault sugiere y que Butler mantendrá y ahondará en sus obras. El cuerpo sexuado no puede ser tomado como punto de partida de los proyectos emancipadores, de unos proyectos
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que al no cuestionar la formación del sl~ieto que clicen liberar pueden ocasionar, antes que su liberación, un acrecentamiento del sometimiento de las personas. La categoría de sexo es siempre una fuerza que genera y normaliza «el sexo, el género, los placeres y los deseos» [180J. El análisis que no cuestiona esa categoría legitima aún más ese sistema de reglamentación. Sin embargo, Butler considera que en «El sexo "erdadero)) Foucault presenta a Herculine como un ser que es capaz de desbaratar esas estrategias de regulación del poder. El sexo, había dicho Foucault, es una noción ficticia que articula arbitrariamente un conjunto disperso e inconexo de funciones, órganos, conductas y significados. Ahora, en la narración de Herculine, es posible romper esa unidad trabada y dar expresión libre a una pluralidad de significados y placeres ya no constreñidos por el marco binario de los sexos. Los placeres y el sexo, en tal caso, no remiten los unos, como efectos, al otro, como causa. Ahí encuentra Butler lo que no había aún admitido en su escrito «Variations on Sex and Gender: Beau\'oir, \"'ittig, Foucault)), la transcendencia de la categoría de sexo hacia la plácida proliferación de placeres y sensaciones de una sexualidad no contaminada con el poder. Ese es el cliscurso emancipador que había sido negado en la Historia de la sexualidad: De acuerdo con este modelo de política sexual emancipadora foucaultiano, el derrocamiento del «sexo» da como resultado el desahogo de una multiplicidad sexual primaria, una noción que no está muy lejos de la postulación psicoanalítica del polimorfismo primario o de la noción de ~1arcuse de un Eros bisexual original y creativo, después reprimido por una cultura instrumentalista [IBI].
Aunque Butler interpreta que se da una disparidad de planteamientos entre el primer libro de la Historia de la sexualidad y el
[180J GD, p. 129; GT, p. 96. [181 J Ihíd. (se ha modificado ligeramente la traducción de la edición espaliola).
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prólogo de Herculine Barbin, resalta también que esa ambivalencia de criterios se observa, en efecto, en el interior mismo de la Historia de la sexualidad, algo que había advertido, más brevemente, en «Foucault and the Paradox of Bodily Inscriptions». No hay sexo fuera de los regímenes de poder pero sí hay, para Foucault, placeres plurales previos a la ley, a pesar de ser reiterada su afirmación de la coextensividad de sexualidad y poder. Con la ayuda de los diarios de Herculine, esto es importante, se hace más clara esa tensión del pensamiento de Foucault. Esta es la táctica seguida por Butler. Ella considera que Foucault lee equivocadamente la propia narración de Herculine como un ejemplo de un ámbito de placeres no reglamentados por «el sexo verdadero». Según el diario escrito por Herculine pareciera que ella disfrutaba de esa felicidad hasta que la ley le impuso la «verdad» de que su sexo era masculino, motivando su suicidio final. Lo decisivo, para Butler, es, antes que dejarse seducir acríticamente por la expresión autobiográfica, interrogarse sobre el tipo concreto de prácticas y normas que conducen a la producción de esa forma de sexualidad que se supone liberada del poder. Sería esta una pregunta foucaultiana que, sin embargo, no propone en este caso Foucault sino Butler. Esa sexualidad narrada por Herculine, recordando cuando todavia no había recaído sobre ella la ley, cuando habitaba con sus compañeras deseadas entre besos y caricias, es una sexualidad inserta dentro de un marco de convenciones establecidas sobre la homosexualidad femenina, que los conventos propiciaban y a la que las obras literarias de la época otorgaban significado haciendo emerger ese tipo de deseos. Igualmente en contra de esta línea de interpretación propuesta por Butler, el texto de Herculine muestra, además, constante tendencia a remitir la causa explicativa de los deseos de Herculine por otras niñas y mujeres a la biología de su cuerpo. Es un cuerpo con rasgos genitales y caracteres sexuales secundarios de ambos sexos, pero del texto se desprende la sospecha de que si sus amores son hacia otras mujeres es porque su dotación masculina es la determinante, siendo entonces heterosexual la dirección de su deseo. Su sexo preponderante masculi[C.~PiTLLO
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no engendraría su especificidad sexual. Es del análisis de Butler, y no del de Foucault, de! que se desprende ese juego de inver-
siones que Butler, no obstante, hace suyo a partir de Foucault. Que el «sexo verdadero» de Herculine_ sea finalmente e! de hombre se decide en consideración a sus deseos hacia las mujeres. Ha sido la sexualidad la que ha dictado su sexo. La estrategia de! poder disimula esta operación y hace depender su sexualidad de su sexo originario. El binarismo sexual y la relación heterosexual quedan así mutuamente reforzadas y legitimadas. El ejemplo de Herculine no deja de ser de análisis especialmente complicado dada su configuración hermafrodita. Butler nos advierte de ello. A veces Herculine entiende que sus deseos divergentes están motivados por su peculiar cuerpo, como si ella tuviera una esencia que escapa a la ley natural. Pero lo interesante para Butler no reside ahí, en entender que es su cuerpo extraño la causa de sus deseos y de su escritura, sino en leer su cuerpo como un indicador de aquello que produce e! discurso sobre e! sexo unívoco. El resultado no es que tras la univocidad descubramos la multiplicidad, como afirma Foucault; nos encontramos con «una ambivalencia fatal, producida por la ley prohibitiva, que, a pesar de sus efectos de feliz dispersión, culmina en e! suicidio de Herculine» [182]. Este tema, justamente, e! de los efectos ambivalentes de la ley, va a ser muy trabajado en e! conjunto de las obras de -Bucler, desde e! ámbito de las normas sociales y culturales, desde la performatividad lingüística y a través del psicoanálisis, porque es un potente marco de intelección de su teona sobre el sujeto generizado, sujetado y a la vez habilitado para la acción resistente. Es la doble dirección del mandato de! poder la que organiza y hace emerger la ambivalente posición sexual que Herculine narra en sus páginas autobiográficas. Según Butler, las convenciones culturales dominantes en los conventos exigían el amor entre las «hermanas» y «madres» allí encerradas al mismo tiempo que limitaba la extensión, e! alcance, de ese amor. La ley pro-
[182]
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cn. p. 132; CT,
p. 99.
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híbe la homosexualidad en e! convento pero según un movimiento que conlleva la erotización de la prohibición misma. Desde ese ~arco inumpen los placeres transgresores de la ley. La quiebra de la ley no es una salida absoluta de la ley sino que permanece relacionada con ella porque está motivada por la ley misma: esta es la idea que postula e! análisis de Butler en contraposición al que ella atribuye a Foucault. No es, por tanto, la similitud de unos cuerpos en intimidad, cuerpos femeninos en este caso, lo que condiciona, como sugiere Foucault, los afectos felices de las jóvenes en el convento. Parece, continúa Butler, que Foucault, de modo implícito, con la fórmula de la «no identidad» atribuida a los placeres de Herculine indica que esa «no identidad» es producto de los ambientes homosexuales y que la homosexualidad es, entonces, un instrumento capaz de romper la categoría de sexo. Sin embargo, nos dice Butler, Foucault no tiene en cuenta ni e! hecho de que e! cuerpo de Herculine es hermafrodÍta -no tan semejante, por tanto, al de sus compañeras- ni e! propio texto de Herculine donde ella resalta desde e! principio y sobre todo su ambigüedad sexual. Herculine percibe su diferencia sexual en aquel contexto de apariencia homosexual. Disfruta de ella sabiendo también que tiene una dimensión transgresora porque está apropiándose de un privilegio que corresponde a lo masculino, un privilegio que ella repite, aunque no reproduciendo exactamente la norma hetorosexual, y que cuestiona asimismo dado que su cuerpo no es, según los cánones, leído inmediatamente como masculino. U na ocasión para cuestionar la naturalización de categorías como femi'nidad, masculinidad, y para mostrar e! carácter móvil de estas categorías cuando no se hacen depender del supuesto de un sexo fijo, la encuentra Butler en e! relato de Herculine, de una persona cuyo cuerpo, si bien no está fuera de la categoría de! sexo, puede distorsionar su rigidez y e! modo normativo de su aplicación: «Sus confesiones, así como sus deseos», escribe Butler, «son a la vez sujeción y desafio» [183].
[183] GD,p.137:GT,p. 105.
(CAPiTL'W
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Butler apro\'echa, para, a través de Herculine, llevar a cabo una crítica de las normas de género y, además, de la distinción entre relación sexual heterosexual y lésbica. La sexualidad de Herculine, aun estando producida por la ley, disputa, no obstante, a ambas, a la ley del género y a la de la sexualidad. «Los placeres y deseos de Herculine de ninguna manera son la inocencia bucólica que prospera y prolifera antes de la imposición de una ley jurídica» [184]: en este sentido, Butler se distancia del análisis de Foucault. Pero no con la finalidad de eliminar toda posibilidad de resistencia al poder sino para formular la resistencia desde el poder, lle\"ando el pensamiento de Foucault sobre el modo productivo del poder por un camino que ya a ella pertenece. A final del apartado que en Gender 1i-ouble dedica al estudio de Herculine, y con el ánimo de mostrar cómo en las sociedades contemporáneas sigue actuando el poder reglamentador mediante la búsqueda de la identidad, Butler menciona una investigación que en 1987 dieron a conocer David Page y sus colaboradores en el campo de la biología celular y que es recogi- . da, también criticamente, por la bióloga feminista Anne FaustoSterling, a quien cita Butler. Bajo la óptica de que el sexo debe ser unívoco, Page dice haber encontrado el «master gene» [185] que es la causa determinante del sexo, del dimorfismo sexual. Se trata de una secuencia concreta del ADN en el cromosoma Y Para la realización de la investigación, lo primero que llama la atención, resalta Butler, es que las muestras que se tomaron pertenecían a personas nada comunes. Algunas tenían cromosomas XX pero habían sido consideradas como hombres y otras con cromosomas XV eran médicamente designadas como mujeres. Page concluyó de su análisis que alguna parte del ADN, no fácilmente detectable, es la responsable del sexo masculino y que puede desplazarse de su normal localización en el cromosoma Y Page basó sus conclusiones no solo en los casos observados, también en los datos estadísticos de que un diez por ciento de [184] GD,p.137;GT,p.106. [185] GD,p. 138;GT,p.I06.
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los individuos poseen variaciones cromosómicas en relación con las categorías establecidas de XX y XY Entonces, ese «gen maestro» de Page ofrecería un sistema más seguro para la determinación sexual que los criterios cromosómicos señalados. Pero resultó que esa supuesta parte del ADN responsable de la masculinidad, según Page, estaba presente asimismo en los cromosomas X de las mujeres. Ante ello, Page postuló que quizá se tratara de que en los hombres estaba «activa» esa secuencia de genes de la masculinidad y en las mujeres, aun existiendo, estaba «pasiva». Irónicamente exlama Butler: «¡Aristóteles está vivo!» (<
[186] GD, p. 139; GT, p. 107. [187] Butler cita el texto de Anne Fausto-Sterling, «Life in the XY corral», Wómen's Studies lnternational Forum, vol. 12 (3), 1989, pp. 319-331. Fausto-Sterling se refiere a la investigación recogida en David C. Page et al., «The sex determining region of the human Y chromosome encodes a finger proteim>, Cell, n.o 51, pp. 1091-1104. También menciona Fausto-Sterling el siguiente estudio: Eva Eicher and Linda Washburn, «Gene tic control of primary sex determination in mice», Annual Reuiew of Genetics, n.o 20, 1986, pp. 327-360. Una obra más reciente de Anne Fausto-Sterling sobre este terna es la siguiente: Sexing /he Boq'J. Gendtr Politics and the Construction of Se.tualiry, New York, Basic Books, 2000 (traducción castellana, CUtrPOS sexuados, Barcelona, Editorial ~Iclusina, 2006). Traducido al castellano se encuentra el texto de Anne Fausto-Sterling, «¿Por qué varón y mujer no son suficientes?», enJosé Antonio Nieto (comp.), Transexualidad, transgenmsmo y cultura. Antropología, identidad y gmm, Madrid, Talasa Ediciones, 1998, pp. 79-89.
[CAPiTL"LO 1]
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alcance descriptivo, siendo que llama mujer a una persona XV y hombre a una XX. No debería dar por supuesto, como hizo,
que esas categorías no son objeto de discusión. Además, continúa la crítica de Butler, Page adoptó, igualmente de' un modo acrítico, el criterio común de que es lo masculino, y los testículos, lo que determina el sexo. No reparó en absoluto, en función del prejuicio cultural dominante, en que los ovarios pueden ser utilizados, en el mismo sentido, para la atribución de sexo. Los supuestos incuestionados, los significados culturales, se deslizan en el lenguaje de la biología y en los objetos que pretende describir con imparcialidad. El ejemplo de la investigación de Page es así traído al texto de Butler como una vía para apuntar hacia cómo los presupuestos culturales sobre el binarismo de género inciden en la investigación biomédica sobre el sexo. En tal caso, plantea Butler, «la tarea de distinguir entre el género y el sexo se dificulta mucho» [188]. Cuando se parte de un punto de vista explícitamente desnaturalizado, como el de Butler claramente, es cuando se puede percibir el modo en que se produce la categoría de lo natural y sus efectos sobre los cuerpos sexuados. Las personas que no encajan bien dentro de las categorías naturalizadas ponen en cuestión precisamente la supuesta naturalidad de las categorías sexuales y nos hacen pensar que sería posible construir de un modo distinto las categorías. A esta reflexión nos conduce Butler. La crítica de Foucault de la categoría de sexo continúa e\·idenciando su pertinencia. La investigación de Page es una muestra de ello.
7.1. La lógica de la inversión Que el sexo, en las sociedades modernas, no es solo un atributo, una actividad de nuestra vida, sino que es el lugar fundamental de la identidad, aquello que nos dota de inteligibilidad, es un tema foucaultiano que Butler analiza en su escrito poste-
[ISS] GD, p. 141; GT, p. 109.
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rior a Gender Trouble titulado «Sexual Inversions» [189]. El sexo, categoría ficticia, dijera Foucault, que unifica rasgos anatómicos, funciones biológicas, prácticas sexuales, elementos psíquicos, ha llegado a ser el signo de nuestra identidad esencial. No es que tengamos un sexo, es que somos sexo y ese sexo que somos se dice que se manifiesta en todos los aspectos de nuestra existencia, fisica y psíquica. De ahí la fundamentalidad de la asignación de sexo. Porque el poder construye los objetos sobre los que aplica su fuerza, y la categoría de sexo es instrumento de esta lógica productiva del poder. Mediante el sexo somos generados en tanto objetos controlables. La categoría de sexo es el efecto del poder; en este efecto del sexo el poder produce su objeto de control: «la formación misma del sexo constituye una declaración del podem [190], afirma Butler. Especialmente interesante del análisis de Butler de la teoría de Foucault es cómo subraya la capacidad de cambio, el dinamismo de inversión, que el poder activa y desarrolla sobre sí mismo, de un modo interno. Así, la categoría de sexo no es que haya surgido como resultado de un cambio rustórico entre dos tipos de poder diferentes y diferenciados, del poder jurídico al poder productivo; es consecuencia más bien de un cambio inherente al poder. El poder jurídico es poder productivo, un poder productivo que se disimula mostrando un aspecto invertido, el rostro coercitivo que pertenece a la vez a la dimensión productiva del poder. El poder produce y define el sexo vinculando el sexo a la identidad, postulando dos sexos uniformes y coherentes que se expresan mediante el género y la sexualidad. Después, una vez hecho esto, el poder dice estar situado fuera del sexo como objeto externo al que regula y controla, siendo [189JJudith Butler, «Sexual Inversions», en Domna C. Stanton (comp.), Disco/mes of Sexuality. From Aristotle to ...J.IDS, Ann Arbor (Michigan), The U ni\'ersity of ~\'lichigan Pre". 1992. También se ha publicado este texto de Butler en John Caputo and ylark Yount (eds.), Foucault and the Critique oJ 1nstitutions, Pennsilvania State L'niversity Press, 1993, pp. 81-98; Y en SusanJ. Hekman (ed.;, Feminist 1nterpretations oJ Jlichel Foucault, op. cit., pp. S9-7S. Traducción castellana: lS, pp. 9-28. [190]1S, p. lS.
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de hecho que el poder controla no en el momento de «hallar» el sexo sino en el de definir el sexo como algo idéntico a sí mIsmo. La lógica de inversión del poder se manifiesta también en el mecanismo que hace aparecer el sexo como la precondición y como el fundamento biológico de la sexualidad. Para Foucault la sexualidad no aflora desde los cuerpos. La sexualidad instrumentaliza a los cuerpos, despliega sus dispositivos extendiendo sobre los cuerpos su poder a través de la categoria de sexo como principio de identidad. La sexualidad conduce los placeres, los sentidos y sensaciones y como su efecto construye los cuerpos sexuados en femenino o en masculino, dispuestos a su interacción heterosexual. La astucia del poder que sitúa al sexo como la causa de la sexualidad le permite al poder ocultar su ejercicio de producción y visibilizar tan solo sus facetas prohibitivas. Buscando apoyo en lrigaray, en su tesis de que los sexos femeninos y masculinos no son construidos de modo análogo, de que el sexo femenino ha sido excluido y repudiado en beneficio del masculino, Butler advierte una limitación en el análisis de Foucault del sexo como principio de identidad y de inteligibilidad que, a diferencia de lrigaray, no tiene en cuenta cómo el poder trabaja no solo mediante el control y la producción sino también a través de estrategias de exclusión y rechazo. Butler desarrollará después más ampliamente y de modo fructífero esta idea de que las formaciones discursivas crean inteligibilidad produciendo identidad pero también excluyendo y limitando. Sin embargo, Butler reconoce el mérito de Foucault de haber cuestionado el recurso a la identidad, femenina o masculina, como vehículo de liberación. Anclar en la identidad la liberación es reproducir el efecto regulador del poder que proclama que en el sexo se esconde lo esencial de nuestro cuerpo y de nuestra psique. No deja de ser un ejercicio de sometimiento la defensa de la identidad como lugar de liberación. Foucault nos enseña que las categorias totalizadoras deben ser rechazadas. Antes que reivindicar un tipo de identidad como la verdadera desveló la problematicidad del discurso de la verdad que supone que otras identidades son falsas o erróneas. La
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labor de resistencia teórica y política de Foucault es así descrita por Butler: «si el discurso, ávido por establecer diagnósticos, haría de Foucault un «invertido», él invertiría entonces la misma lógica que posibilita el proceso de «inversión», y lo haría precisamente, invirtiendo la relación entre sexo y sexualidad» [191]. La disputa de las categorías consiste en el análisis y en el desvelamiento de su modo de funcionar dentro del entramado de saber y poder. No pudo, no obstante, Foucault prever hasta qué punto la categoría del invertido o del homosexual iba a ver pronto acrecentados sus significados patológicos. Butler somete el texto de Foucault a una inversión que, habiendo aprendido de Foucault, él mismo no pudo realizar. Discute Butler la hipótesis de Foucault de que el sexo es una categoría del poder centrada en la regulación y producción de la vida. A lo largo del siglo XVIII, según el estudio de Foucault del primer volumen de la Historia de la sexualidad, las epidemias comienzan su descenso y el poder se encauza ya no, como antes, hacia la prevención de la muerte sino hacia la regulación de la vida. El sexo es el encargado de garantizar la vida, el sexo naturalizado como heterosexual. Ante estas tesis de Foucault, Butler, como se ha argumentado reiteradamente, no cuestiona, sino que acepta y reformula con mayor coherencia y radicalidad que Foucault, que el sexo en ningún caso está libre del poder. Pero replica la idea de que en la época moderna el sexo está al servicio de la vida, desvinculado de la muerte, como poder que intensificando y difundiendo la vida puede frenar la muerte. Butler enfoca la mirada hacia el sexo también como regulación de la muerte. Si el sexo garantiza la vida y la reproducción, las prácticas sexuales no reproductivas pueden ser evaluadas como signos de muerte. Es la epidemia del sida,'que no pudo tener en cuenta en toda su dimensión Foucault cuando escribió su primer volumen de la Historia de la sexualidad, la que Butler utiliza para disputar a Foucault. El homosexual es ahí representado como un indivi-
[191] lbíd., p. 23.
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duo «invertido» que se dirige hacia la muerte. Los discursos médicos sobre el sida indican que el poder distribuye vida y muerte. lv1ientras la heterosexualidad produce, reproduce vida, la sexualidad (invertida» causa muerte. El poder continúa gestionando la muerte. Bajo la apariencia de que su finalidad es la vida el poder también conduce a la muerte, delimita la dirección de los recursos médicos y tecnológicos, decide quién merece la muerte.
7.2. Una actitud ética de desqfio al poder
La obra de Foucault es indiscutiblemente una de las ricas herramientas teóricas que el pensamiento de Butler retoma una y otra vez revisándola y reelaborándola. En Undoing Gender [192] las citas de Foucault son abundantes, por ejemplo. Y su trabajo «What is Critique? An Essay on Foucault' s Virtue» [193], escrito originariamente en el año 2000, está dedicado íntegramente al pensador francés. En particular, el análisis de Butler está ahí motivado por el texto «Qu' est-ce la critique?» [194] ((What is Critique?») que Foucault leyó como conferencia en 1978 en la Societé Fran~aise de Philosophie y que anticipa ideas preparatorias de su más conocido ensayo de 1984 «''''hat is Enlightenment?» (<)) (<
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do aquello que nos constituye, poder luchar teórica y políticamente contra el modo más peligroso del sometimiento que sin embargo no deja de ser una elaboración temporal e histórica concreta y, por lo tanto, susceptible de 'su transformación. Las instituciones no habitan al margen del pensamiento. Conceptos, teOIías, discursos se sedimentan en las instituciones que nutren. Por eso, la acción transformadora es una acción de pensamiento, que indaga en el pasado para realizar una ontología crítica del presente, de nosotros mismos, y con la meta de plantear en todas sus consecuencias la pregunta de cómo sería posible pensar de otro modo, pensarnos de una manera distinta, bajo conceptos y categorías innovadoras, lo que es una pregunta sobre cómo podemos vivir bajo otras posibilidades. En «Qu'est-ce la critique?» Foucault enfoca la mirada hacia los actos de resistencia del sujeto analizando temas clásicos de la filosofia, como la ética, la libertad, la responsabilidad, invistiéndolos con nuevos significados. No es un. moralista, no aporta en este sentido ni orientaciones ni prescripciones fundamentadoras del comportamiento ético y político, tampoco avanzajuicios a priori sobre el bien o el mal, pero no por ello renuncia a la moral ya que rearticula la virtud ética moderna en los términos de una actitud crítica que examina los límites de las normas institucionalizadas, retomando la empresa crítica kantiana sobre los límites de la razón; esto subraya la interpretación de Butler. En este sentido, la referencia foucaultiana a una «libertad originaria» [196] es considerada por Butler no como una afirmación filosófica, lo que entraría en contradicción con la negación foucaultiana de un sujeto libre diferenciado de las normas que lo constituyen, sino como un enunciado performativo de insubordinación voluntaria no a todo tipo de gobierno, al hecho mismo de ser gobernado, sino. a determinadas prácticas concretas de la autoridad y a sus políticas de la verdad. En su «What is Critique? An Essay on Foucault' s Virtue», Butler relaciona la interrogación crítica con la cuestión de [196] :-'Iichael Foucault. «Whm is Critique?», en Dm'id Ingram (ed.), Tlle Political, i\Iassachusset~-Oxford, Blackwell Publishers, 2002, p. 208.
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quién es considerado un sujeto y qué "ale como una vida. Lee el texw «Qu' est-ce la critique?» y el segundo volumen de la Hisloria de la sexualidad, El uso de los placeres, como una indicación foucaultiana relati,'a a cómo un modo ético de la autoconstrucción de uno mismo supone enfrentar los límites epistemológicos y ontológicos, en sus aniculaciones dentro del entramado de saber y poder, absteniéndose de ofrecer respuestas o definiciones últimas y asumiendo vivir en el riesgo que ese desafio conlleva. La crítica en Foucault es así reapropiada por Butler como una acción ética de autocuestionamiento y de autoproducción que, sin embargo, se efectúa siempre dentro de las prácticas normativas ya existentes que son las que delinean los modos posibles de subjetivación y que son las que nos compelen también hacia la autoformación. Eso es la ,~rtud, una crítica de la ley, de las normas que nos configuran como sujetos; una crítica capacitadora de la transformación a partir de la interrogación de las estructuras discursivas, de los términos de nuestra producción como sujetos, No se trata de dar lugar a un nuevo yo opuesto a la ley, ajeno al poder. La crítica, la auto crítica se realiza dentro de los vínculos entre saber y poder investigando sus relaciones, de modo que la autotransformación se dirige hacia la aventura de una vida sin certezas ontológicas ni epistemológicas, de una vida arriesgada pero que no se hunde por ello en el vacío sil10 que es capaz de resistir los discursos particulares cuyo producto petrificado es aquello denominado comúnmente lo dado. Esta práctica crítica de autoconfección del yo perseguida en este ensayo sobre Foucault es, como indica Sara Salih [197], una estrategia similar a la parodia y al drag a las que Butler recurre en Gender 1i'ouble yen Badies lha! 1I1atter como instrumentos de subversión de las normas al revelar su contingencia e inestabilidad; de ello nos ocuparemos más adelante. Parodia y drag, al mostrar cómo la constitución del s~jeto es inestable y vulnerable, son tácticas de resistencia a la creencia en certezas
[197] Sara Salih withJudith Butler led.) T}¡e ]uditl! Butler R.eade1; op. cit.. p. 303.
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ontológicas y epistemológicas que pueden ser vinculadas al funcionamiento de la acción crítica de este escrito posterior, «vVhat is Critique? An Essay on Foucault' s Virtue», donde la crítica, foucaultiana y butleriana, es un modo ético de desafio al poder, a su empeño en asentar criterios ontológicos y epistemológicos sobre un suelo inmóvil, desatendiendo los contextos históricos y discursivos en los que la conformación del sujeto tiene lugar. Pero para comprender en todo su alcance el pensamiento de Butler sobre el sujeto es preciso seguir rastreando su noción clave de performatividad.
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CAPÍTULO
II
l. EL GÉ:\ERO COMO PROBLEMA
1.1. La fuerza del término género Su obra publicada en 1990 y reeditada en 1999 (y más recientemente en el 2006), Gender Trouble, es sin duda el texto de Butler más leído y citado, también en la actualidad, por la crítica feminista internacional. El impacto feminista de este libro todavía no ha dejado de causar efectos aunque la producción intelectual de la propia Butler se extiende mucho más allá de Gender Trouble y no cesa de incrementarse día a día. Ocurre que en aquel texto Butler explicita y desarrolla con sólidos y audaces argumentos unas tesis innovadoras, algunas de ellas esbozadas, con ciertas prevenciones aún, en sus escritos anteriores, contextos de su gestación; tesis sobre las que volverá ampliándolas y recreándolas en sus trabajos sucesivos. ¿Cuál es el mérito y la importancia de este su primer libro feminista? La contundente y lúcida problematización del género, de la identidad de género, que allí se despliega, cabe decir sintéticamente. El género es un problema. Justo ahí, en el hecho de que sea un problema, radica la fuerza del género para el feminismo. No se pretende la resolución o solución del problema sino la constante revitalización del problema del género, pensado y repensado desde cada vez más diversificados ángulos y perspectivas, porque este es el cauce que convierte al género, en tanto problema y en la [CAriTU.o II 1
127
medida en que continúe siendo un problema, en una categoría, en un instrumento, eficaz para la transformación social. En un momento, los años ochenta del siglo veinte, en el que la teoría feminista se veía estancada en una disputa estéril en buena medida, el enfrentamiento entre la defensa de la igualdad entre mujeres y hombres, por un lado, y la proclamación de una irrenunciable e irreductible diferencia, de raíz natural -biológica- o de dimensiones culturales o simbólicas, por otra parte; una tensión esta donde las posiciones giraban en torno a la debatida cuestión del esencialismo, de hasta qué punto era mantenido por unas u otras teorías y en qué medida era con\"eniente para las demandas feministas; en ese conflictivo panorama teórico el texto de Butler vino a proporcionar una nueva e inteligente dirección para el feminismo capaz de enfocar el pensamiento sobre la problemática del género y de la sexualidad de un modo tan productivo que todavía no alcanzamos a vislumbrar sus futuras consecuencias, tanto para la teoría como para la vida misma. Lois McNay ha subrayado cómo Butler, «quizá más que ninguna otra teórica feminista, ha elaborado sistemáticamente un camino de entendimiento de la identidad de género como profundamente arraigada pero no inmutable y ha situado de ese modo a la teoría feminista más allá de las polaridades del debate esencialista» [1]. Su obra, afirma además McN ay, tien-
[1] Lois McNay, ((Subject, Psyche and Agency. The \\'ork of Judith Butlem, Theory, Culture alld Socie!y, vol. 16 (2), 1999, p. 175. No obstante, el texto de McNa)' consiqera que la teoria de la performatividad de Butler ofrece cienos límites. En panicular en lo relaúvo a la noción de agencia que según McNay permanece formulada de un modo muy abstracto y carente de la necesaria especificidad social. La acción del sujeto posibilitada en la teoria de Butler está basada para 1\1cNay en un modelo negaú\'o de la acción, lo que supone que el sujeto reacciona contra las normas sociales constricúvas. Hace falta, para Md\'ay, ofrecer también un modelo creativo para la acción que potencie la emergencia de nuevas formas de idenúdad colecú\·a. Conviene advenir, sin embargo, que MeNa)' reconoce, aunque de un modo demasiado débil, en nuestra opinión, que en las propias tesis de Butler se conúene, aun sin estar plenamente desarrollada, esa dimensión creaú"a de la acción que ella persigue orrecer y ampliar a panir del análisis de la obra de Butler (p. 176).
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de un puente sobre la brecha abierta entre >, pp. 328-329. [4] CD, p. 18; CT, «Preface (1999)>>, p. xvii. El texto de Butler continúa así: «al mismo tiempo que Queer Nation hizo suyo e! libro, y que en algunas de sus reflexiones sobre la teaualidad de la autopresentación de los queer resonaban las tácticas de Act-Up, la obra estuvo también entre los materiales que empujaron a los miembros de la i\sociación Psicoanalítica de Estados Unidos y de la Asociación Psicológica de Estados Unidos a revaluar parte de su doxa vigente sobre la homosexualidad. Las cuestiones del género performativo lueron incorporadas de distintas formas en las artes visuales, en las exhibiciones de 'Vhitney, y en la Otis School for the Arts de Los Ángeles, entre ·otros. Algunas de sus formulaciones sobre el tema de «la muje!'» y de la relación entre la sexualidad y e! género también encontraron acomodo en lajurisprudencia feminista y en el trabajo académico de! ámbito juridico antidiscriminatorio de la obra de Vicki Schultz, Katherine Franke y Mary Jo Frug» (CD, p. 18; CT, p. xYii). En el contexto del Estado español también se hace cada vez más e\'idente la fructífera utilización de la obra de Butler por parte de diferentes movimientos sociales y artísticos.
[CAl'iTCI.O II J
129
Hay un aspecto acerca de las condiciones en que se produjo el texto que no siempre se entiende: no lo compuse simplemente desde la academia, sino también desde los moúmientos sociales con\"('rgentes de lo~ cuales he formado parte, y en el contexto de una comunidad lésbica y gay de la costa este de Estados unidos, donde \'i,í durante catorce aiios antes de escribirlo. Pese a la dislocación del sujeto que el texto lleva a cabo, hay una persona aquÍ: asistí a muchas reuniones, bares y marchas, y vi muchos tipos de géneros: entendí que yo misma estaba en la encrucijada de algunos de ellos. y me topé con la sexualidad en varios de sus bordes culturales. Conocí a muchas personas que estaban tratando de definir su camino en medio de un importante mm'Ímiento en favor del reconocimiento y la libertad sexuales, y sentí el júbilo y la frustración que conlleva formar parte de ese mm1miento tanto en su lado esperanzador como en su disensión interna. Estaba instalada en la academia, y simultáneamente estaba \·1,1endo una vida fuera de esos muros; y si bien El género en disputa es un libro académico, para mí empezó con un momento de transición, sentada en Rehoboth Beach, pensando si podlía \'Íncular los diferentes lados de mi '1da [5].
La revisión en profundidad del feminismo, de los conceptos y categorías difundidos en sus elaboraciones, se e\l.dencia, para
Butler, como tarea imprescindible dada la rigidez de unos planteamientos incapaces de acoger sin autoritarismo y sin fundamentalismo la emergente pluralidad de sujetos. Hacía falta una obra que, como Gender TroubLe, es, sin duda, «una «intervención» provocadora en la teoría feminista» y «uno de los textos fundadores de la teoría queem [6]. Es una obra que cuestionando ciertas versiones feministas es un discurso feminista, de autocrítica feminista inmanente; no un texto de crítica negativa al feminismo y desde posiciones externas o ajenas al feminismo que pretenda socavar la fuerza y com'eniencia de la teoría feminista orientando al pensamiento por un sendero no necesitado
[5] GD, p. 17; GT, p. xvi s. l5] GD. p. 0; GT, p. ,·ii.
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del feminismo, como así se entiende, en ocasiones, a la teoría queer, cuando lo queer se reduce a homosexualidad, a un estudio sobre sexualidades con independencia de la variable de género que considera asunto exclusivo del feminismo, de un feminismo centrado en el género, en el binarismo de géneros al que replica su tendencia heterosexista. Que su trabajo haya podido ser evaluado como una salida queer del feminismo le indica a Butler hasta qué punto el feminismo está dominado por el he terosexismo [7]. El programa teórico de Butler, si ha podido, en efecto, ser punto de referencia de la teoría queer lo ha sido en una línea de análisis donde género y sexualidad deben pensarse en interrelación mutua, entencliendo lo queer en una dirección más inclusiva, abierta a múltiples posibilidades y provechosa para el feminismo, donde lo cuestionado es la política identitaria cerrada y el privilegio del concepto de lo «normal», «naturab~ [8]. Además de Butler, Eve Kosofsky Sedgwick [9], en especial, y [7] Véase a este respecto, APO, pp. 1-30. [8] En una entrevista realizada en mayo de 200 l por Regina l'vlichalik (para LOLApress), durante una estancia de Butler en Berlín con motivo de una invitación por parte de la Academia Americana, comenta Butler: «El movimiento queer era anti-institucional con una critica a la normalización: uno no tiene que volverse normal para convertirse en alguien legítimo. Para mí «queer» es una expresión que desea que uno no tenga que presentar una tarjeta de identidad antes de ingresar en una reunión. Los heterosexuales pueden unirse al mo\·imiento queer. Los bisexuales pueden unirse al mOvimiento queer. Ser queer no es ser lesbiana. Ser queer no es ser gayo Es un argumento en contra de la especificidad lesbiana. Que si soy lesbiana tengo que desear de cierta forma, o si soy gay tengo que desear de cierta forma. Queer es un argumento en contra de cierta normativa, de lo que una adecuada identidad lesbiana o gay constituye» (la entre\;sta, titulada «El deseo como filosofi~), puede consultarse en: http://www.lolapress.org/elec2/artspanish/butl_s.htm). [9] Véase el influyente libro de Eve Kosotsky' Sedgwick, Epistemolog), '!f tite Close!, Berkeley, e ni\'ersity 01' California Press, l C)C)O: traducción castellana: Epistemología del armario, Barcelona, Ediciones de la Tempestad, 1998. La mayor parte de las veces en que se estudia lo qlleer en esa dirección abierta, opuesta a la reivindicación de una identidad tundante, encontramos a Sedg",ick citada junco con Butler como las' autoras que han defendido y quc han desarrollado esta línea de análisis de lo qlleer.
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Diana F uss [10] son autoras importante~ atentas a lo queer en esta segunda dimensión apuntada. E.-, a Teresa de Lauretis a quien se remite haber acuílado la expresión «teoría queer» [11]. Butler nos comenta cómo en un primer momento, siendo conocedora del ensayo de Lauretis titulado «Queer Theory», consideró en consecuencia que de ella era la expresión, sorprendiéndose ante la noticia de que no era otro texto sino Gel/der 1í'oubLe el apreciado en el ámbito de la teoría quecr [12]. Lauretis, sin embargo, abandonó pronto y explícitamente e! uso de! término «queer» en favor de la palabra «lesbiana» [13], palabra más potente y apropiada, en su opinión, para dirigir los estudios lésbicos y gays. Mientras que Butler, por su parte, valorando lo queer en e! sentido sailalado, ha continuado insistiendo en lo sucesi\'o en la necesidad de articular género y sexualidad, feminismo, estudios queer y estudios lésbicos y gays.
1.2. Debate sobre las caleg01iasfeministas Propósito fundamental de Gender TroubLe es cuestionar los abundantes supuestos implícitos heterosexistas, en la mayoría de los casos, presentes en las teorías feministas. Butler dirige su primer capítulo de la obra [14] hacia la puesta en evidencia de los [10] Véase, Diana Fuss (ed.), ln.ride/Oul: úsbian Tluories, Gql' Theo7'l'es, New York, Routlcdge, 1991. (1 1] \\;ase, Teresa de Lauretis, «Queer Theory: Lesbian and Gay Sexualities», Dijfere/lres: A ]oumal if Fnninist Cultural Studies, n. u 3 (2), 1991, pp. iii-x\'iii. Abundante y clara información introductoria sobre lo queer se proporciona en lengua castellana en el libro de Ja\'ier Sáez, Teoria Queer.l' jJsicoanálisis. i\1adrid. Editorial Síntesis. 2004. [12] Véase, GAP, pp. ~2-39. Léase en particular la p. 32. [13] Véase, Teresa de Lauretis, Tite Pra(/í(( if Lovc: Lesbial/ Sexuali!l' al/d PC1'l'mc Desire, Indianapolis, Indiana Uni\'Crsit\" Press, 1994. [14] El primer capítulo de Gender Trouble se titula: «Subjects of Sex/Gender/Desirc» (<<Sujetos de sexo/género/deseo»). Este es el primer texto de Gender 7i'oub/r que ha contado con una traducción castellana. Véase, Neus Carbonell y T\1eri Torras (eomps.), Feminismos literarios, Madrid, Arco/Libros, 1999, pp. 25-76. Las autoras inclu\'en el texto de Butler en el apartado titulado «De las categorías del feminismo»,
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problemas que entraña reivindicar una estable identidad de género como punto de partida de las demandas feministas. La categoría de «mujer» o de «mujeres» es desde esta óptica sometida a revisión en su presuposición de contar como necesario sujeto del feminismo. Que sea preciso el diseño de un sujeto previo para sostener el feminismo, y su acción política, es un tema cada vez más debatido desde los años noventa del siglo xx y hasta nuestros días, momento en el que las usuales hasta entonces categorías del feminismo empiezan a no darse ya por sentadas de modo acrítico. Se incide en que los términos, términos como «mujer», «sujeto», «diferencia sexual», no muestran un significado ni homogéneo ni inmediatamente transparen te. La política feminista decía representar a las mujeres, hablar en su nombre con la meta puesta en su liberación y emancipación de la opresión. Según esa lógica el sujeto mujeres estaba configurado y dado previamente a su representación por parte del feminismo. Butler, apoyándose en los análisis sobre el trabajo del poder de Foucault y en el comentario de Derrida del texto de Kafka «Ante la ley» [15], nos advierte de cómo el sistema político feminista es el que produce al sujeto feminista, a la categoría mujeres; al sujeto que dice que va a emancipar. Aprendió del mencionado escrito de Derrida que quien espera a la ley, quien espera de ella un significado fiel la dota de una fuerza de autoridad que se instala como efecto en el sujeto que la anticipa. La ley produce al sujeto que posteriormente sitúa en un lugar anterior a la ley. De aquí se sigue el carácter problemáti[15] Butler se refiere al texto de Derrida «Kafka's Before the Law», en A1an Udolf (ed.), KaJka and the ContemporaT)' Critical Performance: Centenal')' Readings, Bloomington, Indiana University Press. 1987. Derrida realiza ahí una deconstrucción de los si~ificados espaciales y temporales del término «before». La ley, en su carácter performativo, para Derrida, es la que produce de modo retroactivo el momento del «antes» (<
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df' esta llamada feminista hacia la liberación que primero construye al sujeto para poder luego proclamar su liberación. Este modo de la acción feminista tiene. para Butler, unas connotaciones autoritarias, impositivas, constrictivas, pues establece con bastante rigidez qué, quiénes y cómo son las mujeres. Por eso, más que de investigar el modo en que las mujeres pueden alcanzar mejor repr<:>sentación manteniendo la idea de la existencia de una especie de estado de naturaleza, se trata en la teoría de Butler de analizar la manera en que la política feminista construye la categoría «mujeres» y cómo la construye con un alcance restringido que no d~ja de provocar malestar y angustia en las personas. La tesis de la universalidad del patriarcado, tesis ampliamente difundida en la teoría feminista, es asimismo objeto reciente de discusión. Se apelaba a ella para fortalecer la necesidad del feminismo y su carácter representati\·o. Pero, sin embargo, la critica e\idencia que mantener e! patriarcado como rasgo universaL ahistórico, no permite la atención sobre los contextos concretos, culturales y temporales, en los que se ejerce la dominación de género. No obstante, aunque la defensa de la universalidad de! patriarcado ya no es tan compartida dentro de la teoría feminista continúa siendo aún dificil abandonar la apelación a una categoría común de «mujeres». Buder nos plantea ante ello que deberíamos pensar si tienen las mujeres algo que las unifique con anterioridad y con independencia del hecho de su opresión. No parece evidente que haya una especificidad femenina que una a las mujeres y que las diferencie de la masculinidad. La pregunta no ha de ser qué son las mujeres sino cómo se las configura y cuáles son los mecanismos de dominación. El marco de la oposición binaria entre feminidad y masculinidJ.d es el único en donde puede encontrar apoyo esa supuesta diferencia y especificidad femenina y es e! ámbito desde e! que la categoría «mujeres» reclama para sí coherencia y estabilidad. Y ese marco es enérgicamente discutido por Butler porque pri\'ilegia la heterosexualidad, naturalizándola, y porque conlleva consecuencias heterosexistas. Buder denuncia la huella llOITlofübica presente, inadvertidamente la mayoría de las ('Q
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veces, en esas políticas feministas identitarias que, no en vano, son enfrentadas por muchas de las mujeres a las que esas políticas afirman, patadójicamente, representar. Cierto es también que a pesar de estas contundentes argumentaciones de Butler, aunque teniéndolas en cuenta, continúa en gran medida presente en la teoría contemporánea la exigencia feminista de una política identitaria [16]. En este sentido, ha sido defendida, desde diferentes frentes, la idea de la construcción de un sujeto «mujer» con fines estratégicos [17]. Se trataría de un sujeto no ontológicamente fundado sino cultural, social y discursivamente situado, localizado en una posición determinada, concreta, y de alcance provisional; pero que permitiría dotar al feminismo de! mínimo de unidad necesaria para la acción política emancipadora. Gayatri Ch. Spivak, en esta línea, intentando ev;tar e! alcance metafisico de los términos de identidad, nos habla de! «sujeto subalterno» [18] -la
[16] A esta cuestión de la critica de Butler a las políticas feministas identitarias y a la postulación por parte de algunas propuestas feministas de una categoria «mujer» con fines estratégicos, ya me había referido con anterioridad en mi texro titulado, «Género y sexo en la teoria feminista contemporánea», enJoan B. Uinares y 0iicolás Sánchez Durá (eds.), Ensayos defilosofia de la cultura. [17] .-\ esta idea del «sujeto estratégico» se ha referido, en el contexto lingüístico-cultural español, Rosa Maria Rodríguez :\Iagda, Foucault J la genealogía de los sexos, op. cit., pp. 148-149: «de esta crisis asumida de la Modernidad habremos de rescatar no su metafísica, sino sus retos emancipadores, que hoy -postmodernamente (transmodernamente)- nos llevan a transformar operati\'amente la aceptación de los simulacros que los sustentaron, para garantizar de esta forma equidistante entre la omología y el nihilismo un sujeto estratégico, el ejercicio racional, nuestra presencia v reconocimiento en el de\'enir histórico, y la transformación de la realidad. Y estos mismos logros se requieren para el sujeto lCmenino, asumiendo su \'acío metafísico, su carácter de im'ención, pero tamhién su «concreción situada», su pragn1<Ítica política». [18] Gayatri Chakra\'orty Spivak, «Los estudios suhalternos: la deconstrucción de la historiografía», en ~eus CarboneU y :VIeri Torras icomps.), Feminislllo.f liternrioJ, op. cit., pp. 265-290. Spi\'ak trahaja en fa dirección dd entrecruzamiento del feminismo y del postcolonialismo.
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mujer, el negro, el indio, etc.--; una posición de sujeto caracterizada por ocupar ese lugar de «el Otro», del margen, al que lo ha abocado el sujeto hegemónico en su ocupación abusiva del «Centro», pero una posición de sujeto que reclama para sí el derecho al discurso y la enunciación. Diana Fuss, en relación a la fórmula de Spivak, se plantea: «Sin embargo, tengo serias reseryas a la hora de tratar el esencialismo como «una estrategia para nuestros tiempos». Aunque estuviera de acuerdo con Spi\'ak en que el retorno provisional al esencialismo puede actuar con éxito en cienos contextos como una estrategia intervencionista. también me veo obligada a preguntarme ¿en qué momento esta acción deja de ser provisional y se convierte en permanente? Existe siempre el peligro de que el efecto a largo plazo de dicha intervención «temporal» pueda, en efecto, llevar una vez más al atrincheramiento de una forma de esencialismo más reaccionario»; no obstante, tras señalar los problemas, la autora afirma: «pero al final estaría de acuerdo en que vale la pena asumir "el riesgo"». Para Fuss, en definitiva, este tipo de «esencialismo estratégico» es aceptable o no dependiendo de quién lo pone en práctica, de la «posición sujeto desde la cual uno habla» [19]. Butlel; por el contrario, insiste en mantener que la construcción de un sujeto del feminismo tiene como consecuencia problemática la exclusión de aquellos indi,iduos que no se sienten representados bajo la categoría diseii.ada, y esto aun en el caso en que se postule solo con fines estratégicos; porque, además, la \'ida semántica de los términos \iaja a través de los discursos; porque es posible que los términos adquieran nuevos significados ontológicos; porque permanecen «significados que exceden los objetivos para los que se crearon» [20]. Por lo tanto, para Butler, de lo que se trata es de liberar al feminismo de las categorías universales y de la necesidad de elaborar una noción de «mujer» como suje[19] Diana Fuss. "Lecr como una feminista», en Neus Carbonell y l\.feri Torras (comps.), Feminismos literarios, op. cit., pp. 127-146; véanse. espccialmen¡e, las páginas 139-140. [20] GD. p. 37; GT. p. -J..
to del feminismo. Un tal sujeto, afirma Butler, en realidad socava las metas del mismo feminismo. No obstante, en coherencia con su apuesta por una tarea critica de rasgo positivo que implica que los términos cuestionados no por ello deben ser rechazados en sentido absoluto y que supone la revisión autocritica de sus propias afirmaciones, Butler, en su prólogo de 1999 a Gender Trouble [21]] explica cómo en aquella obra tendía a admitir una noción de universalidad como necesariamente negativa y excluyente mientras que, más tarde, comprendió que en el uso de la universalidad cabe también una aplicación más abierta, no substancial y, sobre todo, capaz de no cerrar de antemano el devenir futuro del concepto. En particular, la idea de universalidad del patriarcado y de opresión universal de las mujeres es e! tipo de universalidad frente al que Gender Trouble se posicionaba, pareciendo con ello no dar entrada a ninguna otra noción de universalidad no violenta ni a su segundo punto de vista sobre la universalidad formulado con posterioridad. Butler reconocerá que no siempre hablar de universalidad es «un gesto totalizante» [22], que puede ser afirmada la universalidad precisamente cuando se favorece la movilidad de! concepto en caminos que exceden las intenciones y los fines de su formulación [23], porque esta [21] GD, p. lB; GT, «Preface (1999)>>, pp. xvii-xviii. [22] eHS, p. 339.
[23 J Sobre la uni\'ersalidad en este sentido afirmativo y apropiado para la acción oolírica Buder escribió en el libro colectivo, Judith Buder, Ernesto Laclau ~d Slamj Ziíek, Conlingrocy, Hegemony, [;niversali!Ji. Conlempora~y Dialogues on ¡he L:':'. uJr.don, :'\ew York. \'erso, 2000. Hay traducción castellana del libro como Cm:insmcia, hegemonía, unIL'ersalidad. DUílogos contemporáneos ro la i;:quierda, Buenos .-\lres. FCL 2003, reimpreso en 2004 (p. 264): «... siguiendo las formas más rece:ltes de cleconstrucción afirmativa, se puede borrar momentáneamente ',:" (CJr.cepto y ejecutarlo al mismo tiempo: que no hay motivo para que, por ejC::7"::;>-b :-:0 "e continúe ::J"cstigando y usando el concepto de «universalidad». E."¿5re. sin embargo, una esperanza de que la interrogación critica del térrr.i:-:-: :~,::c.:cione un uso más eficaz, especialmente considerando las criticas a las fG~~c:ione5 espurias que se han ensayado justificadamente, en los últimos ;:;i:.~;. -::-: cm.:diús posCúlúnialcs, leministas y culturales». Traducido'al castellar-o -:::'--.z,r.emo, también ¿el texto de Buder «La universalidad de la cultu-
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1l100ilidad y este' exceso puede contribuir no solo a sedimentar la., acciones de rechazo sino ante todo a (',-itar los efectos perniciosos de los términos universales. Por otra parte, esto dicho sobre la posible dimensión producti,·a de la universalidad no elimina ni debilita la crítica de Butler al recurso a la identidad substancial «mujer», ni tan siquiera a la identidad estratégica, como punto de partida ineludible de ia~ políticas feministas. Ante la pregunta, que continúa sie:1do pertinente a lo largo de la obra de Butler, de cómo llevar a cabo una política feminista no apoyada en la unidad de una base identitaria prediseilada, Butler responde con la política de coalición: Sin la presuposición ni el objetivo de «unidad», que en ambos casos se instituye en un nivel conceptual, pueden surgir unidades provisionales en el contexto de acciones concretas que tienen propósitos di!i,tintos a la articulación de la identidad. Sin la expectativa obligatoria de que las acciones feministas deben instituirse desde una identidad estable, unificada y acordada, ésta~ bien podrían iniciarse más rápidamente y parecer más compatibles con muchas «mujeres». para quienes el significado de la categoría es permanentemente discutible [24]. ra», en l\1anha G.l\ussbaum, Los límites del patriotismo_ Identidad, pertenencw)' "ciudadanía mundial", Barcelona, Paidós, 1999, pp_ j9-66_ :\llí se lee: «El carácter cultural y contingente de las convenciones existentes que rigen el alcance de la lllli'-crsalidad no niega la utilidad o importancia del término universaL Simplemente, significa que el supuesto de uni'-ersalidad no ha sido plena o finalmente' realizado y que queda por ''er si y cómo se podrá articulan> (p_ 60)_ Y también: «Así pues, la importante tarea que nos plantea la diferencia cultural no es otra que articular la universalidad a tra,-és de un dificil proceso de traducción. Esta tarea pretende transformar los términos mismos de que está formada la univcrsalidad y darles nue,·a significación: de ahí que el mO\;miento de esa transformación no anticipada establezca el universal como aquello que lOdada ha de lograrse y que, a fin de resistir a la domesticación_ nunca sc podrá lograr de forma total o definiti,-a» (p_ 66'_ En texto de gran interés y de contenido muy actual en el que Butler trata de este tema de la universalidad desde la perspccti\-a de los derechos humanos, es «El modelo Guantánamo», El viejo tlJPO, n." I ¡8. abril de 2003, pp_ 58-69_ [24] GD, p_ 48; GT, p_ 15_ Hav que subrayar que la política de coalición ha sido también defendida_ de modo semejante, para el feminismo por DonnaJ Hara,,"ay y su política ~vborg_
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Este tipo de coaliciones abiertas, tendrían la ventaja, para Butler, de permitir la apertura a múltiples y móviles identidades que se configuran y se abandonan en función de los objetivos y que, en consecuencia, no quedarían obligadas a una norma preestablecida. El feminismo entendido de este modo podría ver positivamente disminuida la huella autoritaria y coercitiva presente en las políticas identitarias, permitiendo e! surgimiento y la expansión de nuevos conceptos de identidad. Claro que la manera concreta en que pueda surgir esta conjunción de posiciones identitarias dispares es algo que no puede ser predicho de antemano. Si se establece un ideal anticipado como camino para la consecución de la meta de ·la unidad, entonces puede quedar impedido el propósito de la formación de la coalición. Aceptar la contradicción interna, la fragmentación de la acción política forma parte de la política no fundacional, democrática, que Butler comparte. La política de coalición no se haya necesitada de la categoría «mujer» ni de W1 concepto identitario, aun pensado de manera compleja, que pueda manifestarse de forma acabada: «una coalición abierta afirmará identidades que alternativamente se instituyen y se abandonan de acuerdo con los objetivos de! momento; será un conjunto abierto que permita múltiples convergencias y divergencias sin obediencia a un telas normativo de definición cerrada» [25]. El género es precisamente un proceso nunca concluido en e! tiempo, imposible de ser acotado en límites temporales concretos. El género ni es idéntico a sí mismo en todo momento ni es una identidad unitaria e internamente coherente.
1.3. Del género al sexo
En la dirección del concepto de política feminista potenciada por Butler, antes que dar por sentado que «mujer» es el sujeto, sujeto unitario y no problemático del feminismo, hay que dis-
[25] GD, p. 49; GT, p. 16.
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cutj¡~ por el contrario, las categorías de género e identidad como un requisito también para la acción política feminista de alcance liberador. Se impone la indagación critica sobre las categorías de «sexo" y «género» y sm modos de articulación. Este es un trabajo que, como se ha podido observar, Buder "iene desarrollando desde sus primeros ensayos feministas. En Gendcr 7í'Oublr la formulación de este decisivo tema, aun retomando, lógicamente, sus estudios anteriores, logra mayor precisión, fuerza y rigor argumentativo. La relación entre sexo, género y deseo "a a ser dislocada por Buder, pensada de nuevo quebrando el orden tradicional en el que los elementos se hacían encajar de acuerdo con la norma de la coherencia y estabilidad y de la regla de la naturalidad de los sexos y de la práctica de la heterosexualidad. La critica de Buder aquí incluye, obviamente, también la disputa de formulaciones propias de la te aria feminista. La separación entre sexo y género, que ya Buder, como se analizó más arriba, encontraba en Simone de Beauvoir, es vuelta a ser subrayada como punto de arranque del cuestionamiento tanto del binarismo de género, de la idea de que los géneros han de ser dos, como de la naturalidad del sexo mismo. Temas estos que han sido ya el motivo de buena parte de sus reflexiones anteriores. Pero las sucesivas y penetrantes interrogaciones que en Gender Trouble se enlazan unas con otras evidencian cómo sus criticas se han ido afianzando progresi,'amente con la amplitud de sus argumentaciones y con la extensión de sus fuentes de referencia [26]:
¿Podemos referirnos a un sexo «dado,) o a un género «dado» sin investigar primero cómo se da el sexo y/o el género y a tra\'és de qué medios? ¿Y qué es el «sexo» a fin de cuentas? ¿Es natural, anatómico, cromosómico u hormonal, y cómo puede
[26] Butler menciona en Gender Trouble, y en relacióll con su c:ritica a la naturalidad del sexo, obras procedentes de \'arios campos de investigación, filosóficos, antropológicos, así como investigaciones del ámbito de la biología y de la historia de la ciencia. Véase, GD, notas 8, 9 Y 10, p. 39; GT, pp. 151152.
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una crítica feminista valorar los discursos científicos que pretenden establecer tales «hechos»? ¿Tiene el sexo una historia? ¿Posee cada sexo una historia diferente, o varias historias? ¿Hay una historia de cómo se estableció la dualidad del sexo, una genealogía que presente las opciones binarias como una construcción variable? ¿Los hechos supuestamente naturales del sexo se producen discursivamente por medio de diversos discursos científicos al servicio de otros intereses políticos y sociales? [27].
El acento interrogativo de estas enunciaciones indican la conveniencia de insistir en la investigación de estas cuestiones que no teniendo un significado claro e inmediato y que no hallando una respuesta directa y única son problemáticas; son problemas que merecen seguir siendo pensados porque en ellos nos va la vida, sin duda. Que estos problemas son vitales, que afectan a las vidas de las personas, es uno de los aspectos que la obra de Butler ha sabido destacar con contundencia. Considerar el sexo y el género como una realidad establecida y no discutible provoca violencia, dificulta, cuando no imposibilita, la vida de los individuos. En el prólogo de 1999 nos dice: Crecí entendiendo algo de la violencia de las normas de género: un tío encarcelado por tener un cuerpo anatómicamente anómalo, desprovisto de familia y de amigos, y que pasó el resto de sus días en un «instituto» en las praderas de Kansas; primos gays que se \ ieron obligados a abandonar el hogar por su sexualidad, real o imagínada [28].
l\tIediante este anteriormente citado encadenamiento de preguntas, Butler defiende, en línea con Foucault, la fundamentalidad de la tarea que se ocupa de estudiar los medios, los mecanismos, los discursos que son los instrumentos históricos de la construcción del sexo. A ellos se debe asimismo que el [27] GD, pp. 39-+0 (he modificado ligeramente la traducción castellana); GT, pp. 6-7. [28] GD, p. 20; GT, «Preface (1999)>>, p. xix.
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~exo aparezca como dato natural. ::\"0 puede seguir manteniéndose por má~ tiempo la idea de que el género e~ una construcción cultural y social que se organiza, y que se sostiene, sobre el sexo natural. Butler afirma ahora no solo que el sexo y el género no pueden distinguirse ya que amhos son elaboraciones culturales (lo que ya se apuntaba en H\'ariations on Sex and Gender: Beauvoir, "\ "ittig, Foucault>, ~ino que. aplicando al sexo y al género la lógica de la inversión de Foucault pero que él no había llegado a definir en este terreno, postula que acontece un desplazamiento del género al sexo. En el marco de la producción cultural y discursiva del género: en ese marco y desde ahí, se produce la noción de sexo natural y como parte de esa producción se establece que el sexo es una realidad prediscursi"a, anterior al orden de lo cultural:
El género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el género también es el medio discursi\"ol cultural mediante el cual la «naturaleza sexuada» o «un sexo natural» se produce y establece como <<prediscursivo», previo a la cultura, una superficie políticamente neutral sobre la cual actúa la cultura [29J. Por lo tanto, en un sentido ontológico sexo y género no se diferencian, pertenecen al mismo ámbito de realidad, la construida por la cultura. Cuando se sedimenta en el tiempo, ia cultura llega a tener efectos ontológicos, naturalizadores; hace aparecer sus construcciones como realidades en sí, como existentes al margen e independientemente de ella. Sexo y género se pueden separal~ no obstante, en un plano analítico, donde se muestra que la noción de «sexo natural» es un efecto deri,'ado del trabajo cultural de la construcción del género. La inversión ha tenido lugar: si lo comúnmente aceptado dice que el sexo es anterior al género y su base fundante, Butler hace girar esta relación que siendo de carácter conceptual tiene implicaciones vitales, La pregunta central que permanece en tal caso es: «¿cómo, entonces, debe reformularse el género para abarcar las [29J GD, p. 40: GT, p, 7.
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relaciones de poder que producen el efecto de un sexo prediscursivo y ocultan así esa misma operación de producción discursiva?» [30]. Este es el objetivo de Gender Trouble, pensar el género desde un ángulo inhabitual, sin considerar suficientes las aproximaciones al género ya realizadas, tampoco las que provienen de la teoría feminista. Desnaturalizar el sexo desde la óptica del género, a tra\·és de un trabajo crítico enfocado sobre la categoría de género, es una clara aportación de la teoría de Butler. Sus precedentes negadores de la idea de «sexo natural», como se ha podido comprobar más arriba, no centraban la labor critica en el complejo entramado del género y sus implicaciones ontológicas. Wittig proyectó su utopía de un lugar humano sin sexo ni género; Rubin derivó hacia la separación de la sexualidad y el género; Foucault hizo depender el sexo de la sexualidad.
2.
CRÍTICA A L\ Ol\TOLOGÍA DEL GÉ.:\"ERO DE U. ~IETAFÍSICA DE LA SCBST:\l\"CI.\
Cno de los apartados de Gender Trouble lleva por título «Género: las ruinas circulares de la discusión actual» [31]. Su propósito, como decíamos, va más allá de abundar en la tesis de que el género es una construcción cultural. Porque, podemos entender que el género es la interpretación cultural del sexo, como así lo expusieron muchas feministas en lucha contra la asentada fórmula de que la biología marca nuestro destino. Pero ello no evita que la ley cultural pueda ser estipulada con la misma inexorabilidad y rigidez que se atribuía con anterioridad a la ley natural. La atención puesta sobre lo cultural puede implicar un determinismo tal que inhabilite la acción transformadora del slUeto, si establecemos que la ley cultural se impone irremisiblemente sobre unos cuerpos pasi\"os y sobre linos cuerpos previa-
[30] lb íd.
[31 lIbid.
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mente sexuados, anatómIcamente ciiíCrenciados. I3utler no quiere: renuncial~ de ninguna manera. al esfuerzo de pensar la posibilidad de la transformación social desde una pcrspecti\'a que concibe al género como un ejercicio de construcción cultural que no es sostenido ni dirigido por un sujeto constructor existente de modo prc\'io a la dinámica de la construcción misma. Esta es una dificil tarea en la que: insiste él lo largo de su obra y para la que precisa de la minuciosa y paciente lectura crítica de materiales filosóficos y feministas. En particular, debe re visitar, a tra\'és de Simone de BeaU\'oir, la conocida polaridad filosófica entre libertad -voluntad libre- y determinismo, Los análisis de Butler a este respecto, sobre Simone de Beauvoir, retoman resumidas, y en algún aspecto dcsplandas, sus ideas anteriores. que quedaron explicitada~ más arriba con cierta extensión. Sobre Irigaray, sin embargo, se ofrecen en Gender Trouble apreciaciones añadidas que se hacen interactuar con las tesis de Simone de Beauvoir, Irigaray incide en la situación paradójica de las mujeres que son ese «sexo que no es uno» [32], porque es plural y múltiple; que son el se:xo que no halla representación en el lenguaje unívoco de! orden masculinista. !vIientras que para Beauvoir las mujeres son «lo Otro», e! reverso negativo del hombre, Irigaray afirma que el sujeto y «lo Otro», ambos, pertenecen al sistema masculino «falogocéntrico», donde la mujer y lo femenino quedan radicalmente excluidos, como falta, ausencia, como signo de lo irreprec;entable en el orden simbólico totalizador de la Ley del Padre. De acuerdo con este análisis de lrigaray, lo femenino no se entiende como una expresión de la metafisica de la substancia sino como lo excluido de ese orden. r n orden que basa la significación en la negación de lo femenino. Por eso, lo femenino como aquello que es repudiado por el sistema masculinista es precisamente lo que posibilita el trastorno del sistema hegemónico de la metafísica de la substancia, porque lo femenino es la [32] Luce Irigaray, Ce Jexe qui
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1977, Traducción caslellana: Ej( sexú
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un, Paris, Éditions' de I\linuit. !lo ladncl, Salté's, 1981.
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«diferencia» con respecto al esquema de oposiciones binarias; esquema que, en consecuencia, remite exclusivamente a lo masculino, constituyendo una economía significante masculinista. Esa metafisica de la substancia atacada por lrigaray y que el discurso de Butler se propone desmantelar, si bien desde otra línea de pensamiento, define al sujeto, de modo humanista, como núcleo humano dado de antemano, con disposición racional, de voluntad libre y capacitado para el lenguaje. Sobre ese fondo se organizan después los atributos de género. Si lo femenino es, como dice lrigaray y en contra de Beauvoir, el sexo no marcado en tanto que es lo borrado por la economía significante del «falogocentrismo», entonces lo femenino no se inserta dentro del sistema masculinista ni siquiera como demento que negativamente apoya la definición del sujeto. Lo femenino, no teniendo representación en ese sistema, no siendo una substancia, puede quebrar la idea de substancia al mostr;Jf su carácter ilusorio. A esta orientación de la reflexión de lrigaray, Butler le reconoce el mérito de ampliar en nuevas direcciones el pensamiento feminista. Pero le discute a lrigaray, por otra parte, su recurso a un placer específicamente femenino que hace derivar de la anatomía femenina [33] y que no permite fácilmente huir de postulados esencialistas. Sea que la referencia a lo biológico presente una intención estratégica o bien pretenda la vuelta al esencialismo biológico, no deja de ser problemática, ni en uno ni en otro caso, porque establece una tajante separación entre la sexualidad femenina y la sexualidad fálica. Las mujeres que se reconocen de algún modo dentro del sistema de sexualidad fálica resultarían marginadas por aquella teoría de la diferencia sexual. Butler advierte en lrigaray un deslizamiento hacia la idea de que la sexualidad femenina está al margen de la cons[33] [bid. Allí remite lrigaray a la configuración de la vulva como «dos labios que se tocan». Ello se entiende como la base de un placer femcnino no unitario y autoerótico. Lo que no deja de ser una \·¡sión de la mujer como ,cr dividido en partes anatómicas diferenciadas.
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trucrión cultural de la sexualidad, de que es ajena a la dinámica dd podeL :\CJ.uí se acerca Irigaray a 12. conceptualización de \ \'ittig de una sexualidad liberada y liberadora del poder. Para BurIeL lo productiyo es, por el contrario. pensar el camino para alterar el régimen regulador de la~ sexualidades, y de los géneros. desde dentro de los términos de sus construcciones. Denuncia también J¡¡ debilidad elel análisis ele Irigaray en tanto que {ormula un principio globalizador que- pretende alcance universal \" que, por ello, desatiende las \'ariaciones culturales de la diferencia sexual. En Irigaray, la economía masculinista, el «falogocentrismo», se localiza como la causa monolítica contra la que debe luchar el feminismo. Butler cuestiona este «gesto» totalizador provenga de quien provenga; en este caso concreto, del feminismo de Iri~(.,;¡y: El esfuerzo por identificar al enemigo como una forma singular es un discurso im'erUdo que imita la estrategia del opresor sin cuestionarla, enJugar de ofrecer un conjunto de términos diferentes. El hecho de que la táctica pueda funcionar tanto en contextos feministas como antifeministas indica que el gesto colonizüdor no es mascuJinista de modo primordial o irreductible [34].
Las revisiones de estos planteamientos de- Irigaray le ayudan a Butler a formular su propia teoría sobre e! género. El concepto de identidad no puede ser pensado, para Butler, con independencia de! concepto de identidad de género porque toda identidad es una identidad generizada. Las normas de género son las que dotan de inteligihilidad a la persona, son las que la hacen reconocible. La identidad de género es, por tanto, prcscripri\'a, normati\'a, no es el resultado de una simple y mera descripción. Esas normas de género prescriben la coherencia y estabilidad de la identidad de género; producen lo femenino y lo masculino en oposición y designan la heterosexualidad del deseo, al tiempo que construyen la idea de- sexo verdadero. Estas prácticas re~ladoras del género rechazan a la
[::H] C;D, pp. ·J(j-47; (,1, p. ¡J.
[Ql'L CTE\"T.\ C()\IO l'\.-\ \·IIJ.\
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\'ez la existencia de identidades donde no hay correspondencia entre el sexo, el género y el deseo. Las identidades incoherentes aparecen señaladas como fallos del proceso de desarrollo. Butler considera que precisamente el que se den esas identidades indica la posibilidad de que las normas de género sean desordenadas, subvertidas, trastocadas, y desde dentro de ese marco mismo de inteligibilidad del género, el cual puede ser así abierto en nuevas orientaciones de género. Se precisa comprender bien la dinámica reguladora de! género, no obstante, para poder valorar la función y e! alcance de esas identidades dislocadas. Y si se postula, subraya Butler, que es la heterosexualidad obligatoria la práctica reguladora por excelencia, como hicieran Wittig y Foucault, queda retomada la dificultad de basar el análisis en un horizonte totalizador; esa dificultad presente en lrigaray cuando funda la opresión en la causa única del «falogocentrismo». Hay que seguir indag-ando sobre el mecanismo del género en el contexto de pensamiento de la metafisica de la substancia. \Vittig, Foucault, lrigaray, explican la categoría de «sexo» de modos diferentes pero coinciden en señalar que es él lenguaje e! que establece el sexo como substancia. lrigaray afirma que la gramática habla de oposiciones binarias, femenino-masculino, para ocultar la univocidad del discurso masculinista y para silenciar lo femenino como espacio de sub\·ersión. Hay que buscar otro lenguaje -la escritura femenina- como camino de acceso a lo femenino. Foucault se refiere a la gramática en su tendencia impositiva de la dualidad de sexos y de la sexualidad heterosexual con el fin de impedir las sexualidades subversivas. Wittig insiste en que la categoría de «sexo» es una ficción lingüística ocasionada por el sistema de la heterosexualidad obligatoria. Ella espera el retorno del sltieto humano universal -«la !esbiana»- tras el derrocamiento del sexo. 'Vittig, como Beauvoir, confia en el ideal humanista de la metafisica de la substancia y en sus beneficios para el feminismo, por eso ella no impu.~na esa metafisica, como sí la cuestionan Foucault e Irigaray, sino la marca concreta de «sexo».
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1-17
.\ .:\ictzscllc remite además Buuer para profundizar en su U1lica de la metafisica de la substancia. «Sen> \" «substancia» [35] son ilusiones provocadas por la gramática que impulsa la cn.:l:ncia en la \'crdad de sus calegorías. Sujeto y predicado sc presentan como Índices de la realidad ontológica independiente dc substancia y atributo. La disputa, ejercida por Butler, de esta mClafisica le conduce a rechazar la noción de substancia, en tanto que el COlüunto de atributos de género disonantes, ~jemplificados, entre otras, por la figura de Herculine analizada por Foucault, rompe la consideración de la existencia de un núcleo de género, de mujer y hombre, como substancias íntegras y constantes, e\iden ciando que la idea de substancia es un artificio contingente organizado alrededor del ordenamiento de una serie de atributos y al scn icio de la reglamentación cultural de la inteligibilidad. Más aún, Butler deduce no solo que la realidad de la substancia es un efecto construido sino que es un efccto supcri1uo. Es en este contexto de critica a la metafisica de la substancia cuando Butler concluye por formular su concepción maestra del género como performativo. A ella ya se había acercado, si bien desde otro marco de análisis, en su ensayo, comentado más arriba, «Performative Acts and Gender Constítution: An Essay in Phenomenology and Feminist Theory». En Gender Trouble la performati\,idad del género se enclava en una línea argumentativa de potentes resultados y persistente en sus obras posteriores: En este sentido, género no es un substantivo, ni tampoco es una serie ele atributOs \'agos, porque hemos \1sto que el efectO substantivo del género se produce performati\'amenlf> y es impur:sto por las prácticas reglamentadoras de la coherencia de género. Así, dentro elel discurso heredado de la metafisica de la substancia, el género resulta ser performati\'o, es decil~ que consliluy<:: la identidad que se supone que es. En este sentido, el género siempre es un hacer, aunque no un hacer por parte de un sujeto que se pueda considerar preexistente a la acción [36].
[35] GD, p. 53; GT p. 20. :)~; GT pp. 2+-2~
[%] G]), p.
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Pensado como proceso performativo, el género implica el rechazo de la idea de una identidad previa a la acción de la culrura . .-\ tra\'és de las normas de género se organiza esa identidad en la que habitamos pero que, sin embargo, la propia cultura nos presenta como verdad prioritaria, como anclaje natural de ese sujeto que, según la cultura, somos desde el principio. La performatividad del género discute la noción de identidad subs;:ancial fundante y, además, discute el habitual supuesto de ',1 necesidad de un agente ya dado que realice y sostenga la J.cción. Esta idea del género como una acción en la que se halla ausente un sujeto de la acción es la subrayada en la comprensión del género como performativo. Lo que hay son acciones, actuaciones, pero no un actor anterior a ellas. Estas actuaciones son performativas, lo que implica que hacen aparecer el efecto de un sujeto. Hay entonces sujeto, como hay género, pero como efecto. Butler, por lo tanto, no se dirige hacia la destrucción aniquiladora, sin duda estéril, de los conceptos y de las categorías sino hacia la posibilidad ya inaugurada por Nietzsche, y continuada por Foucault y Derrida, de quebrar desde dentro las directrices dictadas por la metafísica de la presencia desmantelando su valor de «verdad». Como continuación del texto inmediatamente citado de Gendrr Trouóle, Butler explicita la importancia de la crítica de ::\ietzsche a la categoría metafisica de «sujeto de la acción» como uno de los materiales básicos en que se apoya su comprensión de la performati\idad del género: El desafío que implica replantear las categorias de género fuera de la metafísica de la substancia tendrá que tomar en cuenta la pertinencia de la afirmación que hace Nietzsche en La genealogía de la moral en cuanto a que <<no hay ningún "ser" detrás del hacer, del actuar, del devenir; "el agente" ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo» [37].
[37] GD, p, 58; GT, p. 25, El texto de :\'ietzsche está en l.a ge/!eal~liíll de la ·',aml. \ladrid, .\lianza Editorial, 1990. Introducción, Traducción y :'-iotas de .\ndr,~s
Sáncha Pascual, «Tratado primero", «Bueno y mah-ado», «bueno y
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r\plicando al género la csmncgia ~Lncalógic;.l nietzscheana que' ('\'idencia el carácter construido (Ir- ac¡uello que la tradición metafísica nombra como realidades, \'crdades en sí no contaminadas por la mediación de lo humanc). Butler afirma que: :\"0 hay una identidad de género detrás de las expresiones ele gi'ncro: esa iclcnticl,lel se con-:iltl\'C performati\'amentr por la, l1li,mas «expresIOnes» qUe'. según se dice, son sus
resultados [38 J. Esta nueva manera de mirar el género que introduce Butler difiere dc los estudios feministas que, en su mayor parte, considcran necesario mantener un sujeto como portador y sostén de la acción. No de otro modo ha sido entendido el sujeto feminista con potcllcia para ia transformación de las relaciones de dominación. El desafio de la teoría del género de Butler a la metafisica de la substancia y a los postulados feministas mayoritarios halla en su concepción performativa del género, donde se rechaza el sujeto previo a la acción al tiempo que se defiende la capacidad de acción transformadora por parte del sujeto -sujeto generado y generizado-, uno de sus más complicados núcleos teóricos que Butler retomará una y otra vez en sus obras con e! ánimo de acercarnos a su comprensión. Dentro del primer capítulo de G"mder Y¡'ou ble, en el que Butler se apropia del texto de Nietzsche de La gcneaología de la moral, se nos ofrece ya una reflexión sobre cómo puede acontecer esa acción sub\'crsi\'a de! género normati\·o y de la práctica sexual que prescribe. Ahí aparece la noción de «parodia», de «repetición paródica» [39], que posteriormente será anali~~ada malo», § 13, p. 52. De lal importancia es esta idea de ~ietzsche para el concepto dc performali\'idad que BUlkr ren" ¡'C ;, ,..11? /'11 ntros lugares. Véase, como cscrilo en el que el citado fragmento de :\ictzsche ocupa un lugar destacado, UJ!, p. 82: ES, p. 45. [38] GD. p. 58 (he modificado ligeramente la traducción castcllana): GT,
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[39] CD, p. G5; GT p. 31.
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más por extenso en el mismo contexto de Cender Trouble. La relación homosexual, nos dice Butler, no está al margen de las convenciones heterosexuales.' Sin embargo, no puede afirmarse que la identidad homosexual proceda de una original identidad heterosexual ni que asuma supuestos heterosexistas.Justamente el que se puedan reproducir en el marco homosexual dinámicas heterosexuales pone en evidencia que la idea de la heterosexualidad como relación sexual original no es más que una construcción sociocultural que es susceptible de ser desplazada y modificada por la sexualidad homosexual en su acción de repetición de las convenciones heterosexuales. Butler está así considerando que la repetición, la repetición en este caso del modelo heterosexual por parte de la relación homosexual, es un sitio posible de cuestionamiento de la naturalización de la heterosexualidad y al mismo tiempo un sitio posible de subversión de las normas de género. Enfrentar críticamente la tesis dl" que la hl"terosC'xualidad es el original y que la homosexualidad es la copia con el ¡in de disputar el concepto mismo de «original» -lo que lleva a efecto la estrategia genealógica desde Nietzsche y en adelante-, es un camino de movilización de las categorías de género. Parodiar lo original no es copiar cómicamente lo original sino mostrar que no hay original, que lo que llamamos original no es sino una copia de una copia. El regimen de heterosexualidad obligatoria utiliza la repetición para naturalizar su lógica, pero la repetición no se detiene en este punto, no siempre trabaja al sef\icio de la consolidación de las identidades. Ciertas repeticiones son subversivas al revelar que no hay identidad de género original. El propio pensamiento de Butler, entonces, al incidir en este punto, al ofrecer argumentos en contra de la ontología del género, del supuesto de que hay un ser del género, auténtico, verdadero, es una vía de subversión de la identidad de género. En su texto «Imitation and Gender Insubordination», que en parTe fue presentado en 1989 en la Conferencia sobre Hnmnsexualiclad ele la e niversidad de Yale pero que en su versión completa apareció publicado por primera vez en 1991,
: (' \Pl tT 1.0
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BUller se autorreconoce bajo la categ-oría de «lesbiana» pero con la intención de contestar la ri¡.,ridcz y la estabilidad, de efectos opresiyos y excluyentes, de una cate~oría de identidad que no es suficiente para definir lo que dla es. El lesbianismo es aquí descrito dentro del marco heterosexual como medio para acentuar que la heterosexualidad no posee un carácter previo y anterior a otros ejercicios de la rdaciún sexual. Buller trabaja críticamente ~obre la idea de que el lesbianismo es imitación, copia de la heterosexualidad original. Aquí, como en Gender TroubLe, lo que demuestra es que la noción de heterosexualidad originaria es ilusoria, dicho de otro modo, que la heterosexualidad se constituye performari\·amenre mediante un conjunto de imitaciones que se atribuyen el \'alor de ser fundamento originario de cualquier imitación posible. Su estrategia es la de confundir el orden causal de la relación entre original -heterosexualidad- y copia -lesbianismo-. Butler sospecha de la noción de origen en tanto que esa noción necesita de unas derivaciones posteriores que confirmen retrospectivamente su posición de origen. El sentido del término origen es establecer una diferencia jerarquizada con respecto a otros elementos que se postulan como dependientes suyos. De ahí que, según Butler, la idea de la homosexualidad como copia sea requerida, como su justificación, por la idea de la heterosexualidad como origen. La heterosexualidad como origen, en tal caso, presupone la noción de homosexualidad como copia. En el juego de il1\·ersiones que Bucler analiza muy productivamente, la homosexualidad, la copia en principio, ha modificado su lugar habitual; se ha mO\ido hacia el lugar del origen, y la heterosexualidad se ha convertido en la copia. Obviamente, la pretensión de Burler es hacer inoperante el \·alor de la distinción entre original, heterosexualidad, y copia, homosexualidad: Pero no es realmente posible He\ar a cabo simples im·ersiones de este tipo. Pues sólo en cuanto copia se puede afirmar que la homosexualidad precede a la heterosexualidad como origen. En otras palahras, todo el entramado de copia y origen se \'uelve
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radicalmente inestable cuando cada posició~ se com'ierte en su im'crsa y [rustra la posibilidad de cualquier forma estable de fijar la prioridad temporal o lógica de ambos términos [+0].
La consecuencia de lo dicho es que la dinámica de la imitación, en cuyo medio se organiza el género, pone ante la vista que antes que imitarse un original se efectúa un desmantelamiento de la relación entre original y copia. Decir que la homosexualidad se ve afectada por la heterosexualidad no implica que' sea una identidad meramente derivada y determinada por la identidad heterosexual sino que supone alterar el orden entre el origen '/ lo que se deriva de él, evidenciando que el origen depende de sus producws deri\·ados ..\quello que nombramos como origen no lo es en sentido absoluto. El origen se construye performativamente como tal origen. y aquí, en «Imitation and Gender Insubordination», romo en (;ender TroubLe) objeta Buuer, desde el concepto de performatividad, el supuesto de un sujeto voluntario que precede a sus actos de repetición paródica; unos actos que sin remitir a un sujeto libre hacedor de la acción pueden ser capaces de romper con la creencia en nociones como las de «original», «verdad» e «interioridad». Buuer dice: y si el «yo» es el resultado de determinada repetición, una repetición que crea la apariencia de continuidad o coherencia, no hay ningún «yo» que preceda al género que supuestamente se representa; la repetición, y su fracaso, produce una cadena de actuaciones que constituyen y ponen en tela de juicio la coherencia de este «yo» [41].
La repetición que es exigida por el proceso performativo a través del que se configura la identidad es lo que determina la inestabilidad de la categoría identitaria que produce. Así, en el
[+0] 1se, p. 99 he moditicado ligeramente la traducción castellana: 1G1, p. 128. [+ 1] 1Se, p. 9+; 1(;1, p. 12j.
[C.\PITU.O 1I ;
hecho dt' la inestabilidad de su com:i:ución, se abre el espacio para la transf()rmacióll de la categoría de g-énero. Este es un argulllclllo fundamental, al que necesariamente \'o1\-eremos más ad(;lante. que no~ aporta BUller: Pues si el «yO» es un espacio d(' repetición. esto es, si el «yo» sólo alcanza la ap;uiencia de idclllidad mt"diante una determinada J"(-pt'tición de sí mismo. ent0;1Ces si!:mpre "e produce un d("~plazamienlú de ese «yo» delJidcj a la misma repetición que lo sustellta. En otras palabras, ¿puede el «yO» n:petirse, citarse, con absoluta fidelidad a sí mismo. o hay siempre un desplazamiento desde un momcnto prc\'io quc establece e! estatus ptrmanentementc no idéntico a sí mi
La im'estigación genealógica de Butler indaga en los mecanismos de construcción del género, en los modos discursivos de producción del género, seílalando aquellas configuraciones culturales que se asientan y que son las responsables de la ontologización del género, esto es, de que los géneros aparezcan como reales y naturales. Butler afirma en Gmder Trouble: El género es la estilización repetida del cuerpo, una serie de actos repetidos demro de un marco regulador muy rígido que se congela con el tiempo para producir la apariencia de substancia. de una especie natural de ser. l' na genealogía política de ontologías de! género. si se logra hacer, decClllstruirá la apariencia substanti\'a del género en su;; actos constitutivos y ubicará \. dará cuenta de esos actos dentro de los marcos obligatorio~ fijados por las diversas fuerzas que \"igilan la apariencia social del género. Poner en evidencia los actos contingentes que crean la aparicncia de una necesidad naturalista, lo cual ha formado parte de la crítica cultural por lo menos desde ;-"1an.:, es una tarea que ahora echa sobre sus hombros la carga adicional de mostrar cómo la noción misma del sujeto, inteligible sólo
r·12]ISG, pp. 1(,1. p. 125.
I
i~
~3·94
(he modificado ligeramente la traducción
ca~tellana):
por su apariencia de género, aclmite posibilidades que antes habían quedado excluidas fOl-lOsamente por las diver;;as reificaciones del género que han constituido sus ontologías contingentes [43].
La óptica de Butler, en consecuencia, interesada en la pregunta acerca del modo dé constitución cultural de! género, desplaza al género al lugar del efecto formulando la tesis de la performatividad del género y, por tanto, de la producción performativa de la identidad. La performatividad será, precisamente, lo que determine la constante inestabilidad de una identidad que nunca halla su conclusión; de una identidad íntimamente vulnerable. Pero con ello no se quiere decir que una vez postulada la identidad como resultado provisional de una acción inces,mte finaliza e! problema del género. Disputar el género significa cuestionar cnticamente las tea nas que piensan la identidad de género como dato previo, fundante, y, más allá de ello y de modo más importante, defender que el género, e! género como performativo, es siempre un efecto problemático, mas un efecto problemático que justo muestra en esta su problematicidad que lo hace vulnerable el positivo rostro de su abierta configuración, que es productiva, sobre todo, en tanto se somete a permanente revisión. La disputa de! género es así un rasgo inmanente al género. Ni como efecto e! género deja de ser el ámbito de una \;brante tensión. El género, pensado por Butler aprm'echando los análisis sobre el poder de Foucault, presenta una doble faz indisoluble: el género es mecanismo de control y de sujeción al tiempo que fuerza productiva de resistencia. El género es un problema que debe ser problematizado pero no con la mirada puesta, como ya dijimos antes, en la solución dd problema, porque su carácter problemático es su propia vida y porque no hay \;da humana hoy conocida fuera del género. Queda, sin embargo, todavía abierta, entre otras varias, la dificil cuestión de qué significa que la acción procesual, repeti[f3] GD, p. 67 he modificado p.33.
rC.\PITU.O II I
li~cramentc
la traducción castellana: (;T
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li,'a, configuradora del género no rcmita a un agclllc prn'io de la acción pero quc, no obstante, sea posible la acción transfor-
madora de las normas sociales de género, Butler nos orienta a pensar el SlÜeto de Q(ro modo. Hay sujeto pero no se encuentra en el lugar donde la tradición metafisica nos ha acostumbrado a buscarlo, detrás de los actos. Voh-er a l\'ictzsche, apuntar la mcdida dc su influencia sobre ButlCl: é" Ull asunto oe imerés a este rcspectoo.
3. L.\ HCI::LL\ DE :\IETZSC:HE La filosofia de Nietzsche nos aproxima el pensamiento de una nue\'a posibilidad de hacer filosofia y de \'i\Oir filosóficamente de manera abierta, atenta y sensible al fluido mO\imicnlo inatrapable en que la vida se nos da. Afirmamos que la de Butler es también una filosofia de la \ida en este sentido nietzscheano [44]. Burler lle\Oa a cabo un nue\'o modo de entender y hacer feminismo en la dirección del innO\oador modo de hacer filosofia inaugurado por Nietzsche. l\"ietzsche cuestiona el sujeto moderno. Butler, en su Gender Trouble, afirma que hay que reformular las categorías de identidad con el fin de que la misma categoría de identidad: en cualquiera de sus formas: sea permanentemente problemática. Y tanto Nietzsche como Butler realizan su crítica desde dentro de la propia tradición que someten a re\'isión, utilizando los materiales. los conceptos, las tesis proclamadas, vohiéndolos contra sí mismos. Podemos sostener que ni l'\ielzsche lli Butler consideran necesario acuíi.ar una categoría estable de sujeto para abrir la filosofia y el feminismo hacia nue\'as posibilidades de \ida y haci;¡
[-14] En eSle apartado tilulado «La huella de :\ielzsche». retomo, con pequcüas modificaciones. el contenido de mi lrabajo "La cuestión del sujeto, ~i(,lzsche y Bullen>, en Fina BiruJés y ~laria Isabel Peña Aguado ¡eds." Úl jmsJió f!cr la lIil)(7'lal. j jJassionforji'eedonz. Amó. passiá i jJolítica. COlllroi'Í'lsics jeTllinú{cs. Action. Pa.uion an PoliticJ. rrminists Contlw'eTs7es, Barcelona. Publiracions J Ediciol1S de la Uni\nsilal de Barcelona, 20C).J. pp. 1:20-124.
[Qn. c:n::\I.\
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posibilidades de vida que solo pueden prosperar en la transformación del entramado conceptual-cultural-social hegemónico que LIs ha alimt"nndo. Desde el marco postestructuralista f'n el que se sitúa, Butler reconoce explícitamente la influencia de Foucault, de Derrida; autores que, como ellos mismos afirman, son deudores de esa inicial crítica a la tradición occidental inaugurada por :'\ieu:sche. Desde este ángulo, es claro que hay una cierta comunidad inrclccwal desde :\"ictzsche hasta Butler. Además, las referencias directas que Butler dedica a Nietzsche son prueha de ello: :\"i tampoco sorprende que la teoria de la sexualidad de foucault y su historia de los clIapos esté escrita sobre la base de La roluntad de poder y la Genealogía de La moraL de ~ietzsche, cuyo método de critica existencial revelaba regularmente cómo se pueden reducir los \'alores que parecen naturales a sus orígenes culturales contingentes [45].
La teoría sobre el poder y el método genealógico de :'\ietzsche [46] son elementos del pensar nietzscheano que Butler retoma directamente, también a través de Foucault, y que comid('ra sumamente provechosos para sus propósitos. En efecw, la labor crítica nietzscheana se sustenta en el cuestionamienw dd \alor del origen, en la desnaturalización de nociones cumu bien y verdad, en Hé'lmar la atención sobre la importancia de realizar la historia críoca genealógica de los conceptos, de las creencias, de los pensamientos, de los comportamientos y acciones, mostrando su carácter «humano demasiado humano», su [+jj r:,GE, p. 211; VSG. p. 37. [+i3J La erilica feminista contemporánea reconoce abiertamente la procedenc:a nietzq-heana del recur,o feminista a la crítica gcnealóg1ca. Puede con::ultar>e. en este senlido, la entrada «Genealogp' contenida en Lorraine Code ed .. E!l(1"dopedia vf Feminisl Theon",·s. op. cit .. pp. 22-1--225. Otra cuestión distinta es el hecho de que la crilica feminista sc halla di\'idida entre las posiciones que uc:Iizan prm"Cchosamcntc el instrumento genealógico y las posiciones quc rechazan la conveniencia de esta estrategia de análisis para el feminismo.
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carácter contingente y provisional, su caráctCf modificable y tr::msfórmable. :\simismo mostró ~ietz"che lo que es una consecuencia de lo anterior, de su genealogia, esto es, la urdimbre densa entre el podlT, la ,·ida y el saber, cuyo resultado es la negación del recurso a un más allá del poder. La \"ida siempre se halla contaminada. atravesada por el poder; por un poder que asume. ames en .\"ierzsche que en Foucault, un rostro fundamentalmente produni\'o-creati\·o. En su interés no por acceder a una adecuada descripción del sujeto sino por mostrar el modo en el que el sujeto se construye, Butlcr reconoce ("n Gmdcr 7í-oublc que la foucaultiana idea de la producti\idad del poder, de que el poder produce a los sujetos, se halla ya en Nietzsche [47]; además, afirma que de l'\ietzsche toma Foucault su distinción entre poder jurídico y poder productivo y c:ue Vigilar)" castigar se inspira en La genealogía de la moral [48]. Butler aplica, como venimos comprobando, estas nietzscheanas nociones y estrategias al feminismo, a la problematización del género, de la identidad de género. La categoría de sujeto, concretamente, será sometida por Butler a este análisis que ya iniciara Nietzsche. El presupuesto de un sujeto concebido como ya dado, como pre\io al elemento del poder y por ello como línea de fuga del poder, como núcleo originario y como polo fundan te de la acción es re,isado por Butler apoyándose explícitamente en afirmaciones nietzscheanas. Cuando en Gcndcr 7í"Oubú' I3utlcr cuesúona la idea de la existencia previa de una identidad como asiento natural de una determinada adquisición cultural de género, la crÍúca nietzscheana al sujeto que incide en su carácter de constll..lcción lingüística es un camino valioso en el que se apoya. En el proceso lingüístico de producción del sujeto acontece, según Butler, un ocultamiento del propio proce'so de producción a tra,·és de' un movimiento de inversión en el que aquello que es un efecto se sitúa en el lugar de la causa. Así, el sujeto detenta el \·alor del origen, de lo que ya
[47] GD, nota 1, p. 34; GT, p. 150. [48] GD, Ilota 30, p. 91; GT, p. l(jl.
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ClT'\T.\ (:O~IU L"i\.\ \·II).\J
está ahí dado de antemano romo substrato de sus atributos o predicados consiguientes. Por su parte, ciertos textos póstumos del :"Jietzsche de los años ochenta de! siglo XIX, textos breves, esquemáticos, en efecto, son, sin embargo, contundentes en su afirmación del carácter producido del sujeto: Contra e! positivismo, que se detiene en e! fenómeno «sólo hay l¡cchosJ), yo diría: no, precisamente hechos no hay; sólo hay interpretaciones. );0 podemos constatar ningúnJactum «en sí»: quizá sea un sinsentido querer algo como eso. «Todo es subjetivo», decís: pero ya eso es interpretación, el «sujeto» no es nada dado, sino algo añadido con la imaginación, ocultado detrás. -¿Es preciso, a la postre, poner todavía al intérprete detrás de la interpretación? Ya eso es imaginación, hipótesis [49].
La critica nietzscheana a la metafisica de la substancia es aquÍ inequívoca. Además, no solo vemos en e! texto cómo '.'J"ietzsche apunta el carácter construido del sujeto sino que, como ButIer, afirma que e! sujeto construido se oculta y se desplaza de! lugar del añadido al lugar de lo dado: Donde comienza nuestra ignorancia, donde ya no podemos ver más allá, colocamos una palabra, por ejemplo la palabra «yO», la palabra «hacer», la palabra «padeceD>: quizá sean líneas de! horizonte de nuestro conocimiento, pero no son «verdades» [50].
En su df'smantelamiento de la metafisica de la substancia, desarrolla una critica al concepto fuerte, tradicional, de verdad. El sujeto no es un en sí dado, no es una verdad: El yo es puesto por e! pensar; pero hasta ahora se creía, igual que el pueblo, que en el «yo pienso» hay algo de inmediata-
[+9] Friedrich )iietzsche, Fragmento póstumo de los ailos 1885-1887, traduciJo por Andrés Sánchez Pascual en .-!r(/lIjJiélago. n."' 23, in\"Ícrno ele 199,). p.89. [50] Ibíd., p. 89.
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mente cierto y que ese (':'0» es la (alisa dada del pensar. por analogía con la cual comprenderíamos todas las demás relaciones causales. Por muy habitual e imprescindible que resulte ahora esa ficción, eso por sí solo es algo que no prueba toda\ía nada en contra del carácter ficticio de ella: una creencia puede SlT condición de Yida y ser, ¡)C.I{ a tUv. falw [51].
Junto a la quiebra del sujeto cartesiano se muestra en el texto citado una crítica a la relación de causa y efecto en la que, aun sin alusión expresa al proceso de im'ersión, se apunta con nitidez hacia él. El yo es una ficción, dice l\'ietzsche, no es una \wdad en sentido clásico. Pero, el yo no deja por ello de ser algo. Decir que el sujeto es construido no es lo mismo que decir que no existe. Existe como ficción -en términos de Nietzsche-, como construcción -en términos de Butler--; y como una ficción o construcción que es condición de \ida, que hace posible la \ida, que, en cierto sentido, nos da la ,ida. Como dirá Butler en The PS)'chic Life of Power, el sujeto es un constructo que nos dota de inteligibilidad lingüí,tica, cultural y social: Los individuo.; llegan a ocupar el lugar del sujeto (el sujeto emerge simultáneamente como «Iugam) y adquieren inteligibilidad sólo en tanto que están. por así decir, prc\'iamente establecidos en el lenguaje. El sujeto ofrece la oportunidad lingüísLÍca para que el indiúduo alcance y reproduzca la inteligihilidad, la condición lingüística de su existencia y su potencia (ageuC)')
[5 2J .
¿Cómo podríamos vivir en ausencia de esa inteligibilidad? Lo importante no es empeñarse en \i\ir sin ficciones; empeño imposible, por otra p;1rte, si aceptamos la óptica del Nietzsche de Sobre ve/dad)' mentira en sentido ex/ramoral que afirma que la misma idea de verdad es una ficción: «las verdades son ilusio-
[51] ¡bid. [52] J[PP, pp.
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21-2~;
PLP, pp. 10-11.
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nes de las que se ha olvidado que lo son» [531. Al situarnos en la perspectiva de que e! sujeto es una ficción o construcción ponemos e! acento en su carácter histórico, contingente, y por tanto en su carácter susceptible de transformación. Se trata de resignificar la noción de sujeto y no de suprimir la noción. Se trata de mostrar e! modo de la construcción de! sujeto para permitir su resignificación. Esta apuesta clave butleriana fue antes una apuesta nietzscheana. En términos de Butler, como dijimos más arriba, el ocultamiento de! proceso de construcción de! sujeto produce efectos substancializadores. Continuemos con Nietzsche: Sujeto: es la terminología de nuestra creencia en una unidad entre todos los varios momentos de! supremo sentimiento de realidad: entendemos esa creencia como eficto de una sola causa, creemos en nuestra creencia hasta tal punto que, por mor de ella, imagínamos en general la «verdad», la «realidad», la «substanl.ialidad». «Sujeto» es la ficción de que muchos estados iguales en nosotros son e! efecto de un solo substrato: pero somos nosotros los que hemos creado primero la «igualdad» de esos estados; lo que de hecho se da es el igualar y arreglar esos estados, no la igualdad (ésta, antes bien, cabe negarla) [54].
Contra la noción de lo dado en sí, contra la noción de la verdad en sí, contra la noción de lo uno idéntico a sí mismo, Nietzsche formula su hipótesis: <'v,His hipótesis: El sujeto como multiplicidad» [55]. Estos apuntes breves sobre el sujeto son en Nietzsche fragmentos, ráfagas de pensamiento intenso. Butler, transcurrido un devenir temporal que en figuras como Foucault y Derrida ha sabido rumiar los brillantes aforismos nietzschea-
[53] Friedrich ="fictzschc, SJbre verdad), mentira en sentido extramoml, en .\i'et:;,sche. Antolugía. Sekcción e introducción de Joan B. Llinare~ ChO\-cr. Traducción de Joan B. Llinarcs Cho\'er y Germán :\Idéndez '-\cuI'la. Barcelona, Ediciones Península. 1988, p. 45. I Rcedición en 2003). [.5.~] Friedrich );ielzsche, Fra~ento póstumo de los arioo; 188.5· 1887. Ii/J. át., p. 90. [55] ¡bid., p. Sl2.
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nus. IlO~ ofrece una reflexión mucho más minuciosa y pormenorizada sobre el proceso de construcción del sujeto y sobre sus implicaciones. Ahí donde .:\"ietzsche hablaba del sujeto como multiplicidad halJLrá Butler de una construcción del sujeto que lo aboca siempre a la inestabilidad e incoherencia, a una problemática identidad. Se adquiere el género a tr3xés de un proceso repetitiwl de imitación que no cuenta con ningún original. Este es el carácter performati\·o de la identidad de género. El género que se adopta, aunque en ningún caso de un modo definiti\"o, no halla detrás de sí un sujeto de voluntad libre que decide y que es capaz de cumplir su decisión. Es justo el hecho de que existe una necesidad de repetición como \Oía para la configuración de la identidad de género lo que muestra que la identidad nunca es completa. La repetición no consigue la meta de una identidad que sea idéntica a sí misma. Cuando Butler se introduce en su ensayo «Imitation and Gender Insubordination» en el tema de la configuración de la psique (asunto que trataremos más minuciosdmente con posterioridad) sus argumentos continúan poniendo ante la vista por qué la identidad de género no logra la identidad de lo idéntico a sí mismo: «el sujeto psíquico está sin embargo internamente constiruido por unos Otros de diferentes géneros, lo que hace que, como género, nunca puede ser idéntico a sí mismQ» [56]; «el «Otr0) instalado en el yo marca así la permanente incapacidad de ese «yo» para alcanzar la auto-identidad» [57]. Por su propio modu de configuración, entonces, el yo es siempre un lugar de conflicto y multiplicidad. Ln lugar que al construirse por medio de la repetición incesante de una actuación mimética de unos otros que muestran diferentes géneros, está siempre sometido al riesgo de fracasar en el logro de la identidad que se está construyendo. Lo que llamamos psique es justamente el nombre dado a esa inestabilidad de la repetición. Sin embargo, seria erróneo pensar que tal entendimiento del sujeto psíquico, [56] lSG, p. 1OG; lGl, p. 133. [571 lbíd.
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donde se subraya su permanente fracaso, no asumiera un perfil positivo abierto hacia el futuro, hacia lo aún no acontecido. Al contrario, el elemento del fracaso es para Butler -en línea, como se apreciará más adelante, con Derrida- el índice de la posibilidad de la acción subversiva transformadora: «la psique es el permanente fracaso de la expresión, un fracaso que tiene sus aspectos positivos, pues favorece la repetición y reinstaura así la posibilidad de ruptura» [58]. Al sujeto psíquico dedica Butler su obra The Psyehic Lije oI POlL'eT. Butler realiza su estudio en parte a la luz de planteamientos nietzscheanos. Aquí, Butler sigue mostrando que de ~ietzsche aprecia en particular su obra genealógica con su innovadora perspectiva de análisis sobre el poder; una perspectiva sobre el poder que permite dar cuenta de la formación del sujeto mediante la acción del poder mismo: «si, en un sentido nietzscheano, el sujeto es formado por una \'oluntad que se vuelve sobre sí misma, adoptando una forma reflexiva, entonces el sujeto es la modalidad del poder que se vuelve contra sí mismo; el sujeto es el efecto del poder en repliegue» [59]; el efecto de una voluntad vuelta sobre sí misma pero de una voluntad que hay que e'ntender no en una dimensión ontológica sino figurada. En tal caso, «¿podemos postular algo anterior a esta «vuelta sobre sí» que constituye la fundación trópica del sujeto y de todo el arte, incluyendo la imaginación y la vida conceptual?» [60]. Esto es, justamente, lo que Butler persigue en la genealogía de Nietzsche, su exposición del trabajo del poder en la producción de la ficción del sujeto, y de un sujeto que es a la vez el lugar de la reiteración del poda; porque la tesis que Butler ha venido formulando desde sus primeros trabajos defiende la imposibilidad de hallar un lugar previo y ajeno al
[58) ISG, pp. 108-109; IG/. p. 13+. [59) .IIPP, p. 17 'he modificado ligcramcnrc la traducción castellana: PLP, p. 6. Obsér;csc que el capítulo 2 de esta obra se titula «Circuitos de la mala conciencia . .\it"t::.sclle)" Fr<'1ld". [60] .\1PP, p. 87; PI.P, p. 76.
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poder -que hablaría de un sujeto como ongen del poder..\hora bien. cuando se plantea la formación del sujeto en el elemento del poder, nos surge inmediatamente la pregunta de cómo pensar la oposición al poder ya que se está en todo momento comprometido con él. Butler nos dice que el sujeto es un lugar de ambivalencia, que no está completamente determinado por el poder y que tampoco el sujeto determina de modo absoluto al poder. Entonces, cabría pensar, y por decirlo de un modo sintético aún necesitado de ulteriores matizaciones, «que el sujeto' deriva su potencia ag{'I1()' precisamente del poder al que se opone» [61]. En C;(,lldcr Troub/e son las normas de género hegemónicas que nos impelen al logro de la coherencia de género, de solo dos géneros coherentes e incompatibles entre sí, las que al mismo tiempo que nos construyen como sujetos sujetados nos dotan, con su mandato de repetición compulsiva, de la capacidad de acción subversiva. Si en el ámbito de la teoría feminista Beauvoir es el inicial punto de referencia para la formulación de la probIematicidad dd género, en el horizonte de la crítica filosófica a la metafisica de la substancia es :\íiet:.:sche el v:nsador pionero, de lectura inexcusable. :\fietzsche, ciertamente, no aplicó explícitamente su noción dr sujeto como multiplicidad, ni su análisis genealógico, como tampoco con claridad su filosofia de la ~~\'()Iuntad de poden:, a la cur~tión concreta de los géneros, pero, sin dud'l. mucha,. de su observaciones y sugerencias pueden ser útilmente rcc(lrridas en la dirección butleriana [62] mientras que no se prestan fácilmente a ser reapropiadils por parte de las teorías esencialistas
[61] .HPP, p. 28; PLP, p. 17. [62) Cna ddcnsa de la impOnéllHC presencia en la obra de Budcr del pensamiento de !\ietzschc, en particular de su critica a la noción metafísica de sujeto, a la \"Cz que una defensa del carácter filosóficamente productivo e innQ\'ador de la teoria de esta autora, la encontramos en: Ajan D. Schrift, (~Judith Butler: une nou\'elle cxistentialiste?». Plzilosopl!l' Toda.r, 4j: 1,200 1, pp. 12-:23.
del género. Nietzsche, no en vano, disputa intensamente los discursos que hablan de la verdad en sí de la mujer en sí [631.
4. HACIA LA IDEj\iIDAD DESDE EL PSICO.\;\ ..\LISIS
En el capítulo segundo de Gender Trouble (<
[63] Véase, Sarah Kofman, «Baubó: Theological Perversion and Fetishism», en Kelly Oliver and Marilyn Pearsall (eds.), Fl'TIlinist lnterpretatiol/s of Friedricldietzsche, Cniversity Park, The Pennsylvania State University Press, 1998, pp. 21-49. Aquí, Kofman nos proporciona un valioso trabajo sobre la mujer en Nietzsche en el que identifica multiplicidad de figuras de mujer en el texto de :\ietzsche. Para Kofman, de manera similar a la lectura propuesta por Derrida en Espolol/es. Úis estilos de }viet::.sche, Valencia. Pre-Textos, 1981. hay en Nietzsche una mujer afirmativa y ella es la mujer que no busca la verdad en sí de la mujer en sí. Sobre cste tema puede consultarse támbién mi escrito «Mujer. Mujeres. Figuras polisémicas en la escritura de Nietzschc», en Joan Bautista Uinares ChO\'er (ed.), .. \ietzsdle, lOO años después, Valencia, PreTextos, 2002, pp. fl9-112.
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como núcleo inexcusable sobre el que se organiza la adquisici('m ele una identidad de sexo y de género coherentes, La crítica de Butler es una crítica a la concepción de la heterosexualidad como matriz primaria, El recurso a la idea de lo original, genuino, a un lugar o situación anterior a la imposición de la ley cultural, es replicado por Butler, también aquí, en tanto que elude pcmar el género en la dirección m:l~ j)ro\'echos
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donde se sigue que lo femenino, cuerpo pasivo, debe someterse, para alcanzar significado, al cjncicio racionalizador del sujeto activo masculino. Butler se pregunta qué es lo que se define como natuni.leza dentro de un determinado contexto cultural y a qué finalidad, a qué prácticas de subordinación sirven los dualismos de naturaleza y cultura, y de sexo y género. Advertir que la noción de sexo es una noción cultural y que lo que hay, en último término, es género, género construido, es un modo de desmantelar las tesis de la antropología estructuralista. Se trata, además, de incidir en que la construcción del género es contingente porque es entonces cuando se posibilita la apatura a configuraciones de género ampliadas, más allá del marco binario. El proyecto teórico y político de Butler se centra en mostrar cómo la ley cultural que articula la formación del género no es ni universal ni solo opresiva: «la ley crea involuntariamente la posibilidad de su propio desplazamiento cultural» [64]. Con este propósito se desarrolla en este segundo capítulo de Gender TroubLe, su crítica al estructuralismo y al psicoanálisis. El estructuralismo de Lévi-Strauss concibe la ley como estructura universal que regula las relaciones de parentesco. Tal y como se establece en Las estructuras eLementales deL parentesco de Lévi-Strauss son las mujeres las que se intercambian según un esquema de finalidad no solo comercial sino de valor simbólico y ritual. A través de las mujeres se logra la identidad colectiva del clan pero porque ellas mismas no tienen identidad propia y pueden así reflejar la identidad masculina. Las mujeres funcionan como términos de relación, estableciendo VÍnculos entres los din:r:;os danes, integrados solo por hombres. Dentro de esta lógica descrita, el interés de Butler se centra en analizar el lugar que ocupa en ella la identidad y la relación que guarda con la subordinación de las mujeres. Esta estructura uniwrsal otorga identidad él. los hombres mediante la negación de la identidad para las mujue-s. Las mujf'rcs ocu-
[6+] GD, p. 72; GT p. 38.
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pan la pOSlClOll de lo excluido del sistema identitario, pero cklx entenderse que esa posición de lo excluido es una posición requerida, exigida, por la lógica identitaria qUf' Juego oculta la operación que ha realizado. Butler considera que desde ahí se explica la crítica de Irigaray al esquema «falogocéntrico»; si bien una crítica, la de lrigaray, que reclama no el desplazamiento, como es el caso de Butlcr, sino la eliminación d(' ese sistema masculinista. Contra esa pretensión de universalidad que persiguen tanto las estructuras identitarias de Lévi-Strauss como la intelección del lenguaje en tanto totalidad sistemática cerrada del estructuralismo de Saussure, se desarrolla el impulso postestructuralistao En Saussure la relación entre significante y significado, aun habiendo sido reconocido su carácter arbitrario, queda encajada en una totalidad lingiiística de estructuras a la que debe remitir cualquier término para adquirir significado, lo que concluye por eliminar la diferencia entre significante y significado. En Derrida, que es el autor postestructuralista al que aquí cita Butler, permanece siempre abierta la significación lingiiística y cultural. Su concepto de dijJérance señala eSf ámbito de disyunción entre significante y significado; el desplazamiento constante e ilimitado del lenguaje. El sistema de parentesco delineado por Lé\1-Strauss organiza la identidad masculina a partir del establecimiento de unos \Ínculos entre los hombres -\1nculos mediados por las mujeres-, que les permiten a los hombres a la vez que alcanzar la identidad marcar la diferencia entre ellos. «Ésta es», dice Butler, «una identidad-en-la-diferencia» [65]. Lo llamativo es que esos \Ínculos sociales entre los hombres, que remiten a la esfera del deseo homoerótico, se efectúan a trm·és de la heterosexualidad y el intercambio de mujeres. Butler encuentra en el texto de Lé\i-Strauss una conexión entre el tabú del incesto del que deriva la regla de la heterosexualidad exogámica y el VÍnculo homoerótico.
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J (;[l, p. 74; GI, p. 40.
Pero la diferencia entre los hombres y las mLDeres sucede de otro modo. Entre unos y otras no hay reciprocidad porque la condición de la reciprocidad masculina es la no reciprocidad entre hombres y mujeres. En el medio estructurado de la cultura, para que ese orden funcione, las mujeres, como las palabras, afirma Butler citando a Lé\i-Strauss, deben ser «cosas que se intercambian» [66J. Butler busca aquello que ha sido excluido por la ley cultural porque mediante la intervención de lo excluido se puede lograr la subversión de la ley. Una ley que revela, en su mismo ejercicio de exclusión, que no es universal, que no se extiende de un modo total absoluto, sino que es únicamente la que por el momento prevalece. La prohibición del incesto es la ley universal de la cultura, la ley fundante de la culmra, se~n r~ivindica Lévi-Strauss de modo claramente taxativo. Lo que Butler observa en e! desarrollo de la argumentación de Lé\i-Strauss referida a la relación entre hijo y madre es, además de su carácter totalizador (el incesto como acción condenada por todas las culturas y en todo tiempo), que da por supuesto, sin haber realizado un análisis previo, tanto que el acto incestuoso es un acto heterosexual como que el sujeto del deseo es masculino. Lévi-Strauss naturaliza la heterosexualidad como la matriz originaria del deseo y naturaliza el deseo como esencialmente masculino. Homosexualidad y mujer como sujeto de deseo han quedado rechazadas, no planteadas, en la formulación de la ley del tabú del incesto. Y justo en el tema de la prohibición del incesto la antropología estructural se conecta con el psicoanálisis. Lacan, en su replanteamiento de Lévi-Strauss, considera la condena del incesto entre niño y madre como el inicio del sistema de parentesco que se desenvuelve a través del ámbito del lenguaje. Son las estructuras del lenguaje, para Lacan, las que constituyen lo simbólico y es la prohibición del incesto la que posibilita el lenguaje. El sujeto, el hablante, surgen a partir de la insatisfacción provocada por la ley prohibitiva de! incr.sto. El sujeto se'
[G0] GD, p. 75; GT, p. JI.
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luneb en una repreSlO11 primana. El lenguaje procede de esa rcprcsit'm primaria que supolle la prohibición del incc~lü para llc\'ar a cabo un intento, siempre frustrado, de cumplir ese deseo insatisfecho mediante su sublimación en la producción cultural. De ahí, de! hecho de que es la prohibición cllugar de su procedencia, que el lenguaje nunca consiga por complC'to signiiicar. que sean inútiles sus esfuerzos por ajustarse con éxiro a la lógica de la refcrencialidad. De acu('rdo con la teona del lenguaje de Lacan, el objeto de im'estigación no es qué seli el ser del sexo o del género. No se trata ele formular una pregunta de carácter ontológico, sobre lo qUé' es, sobre e! ser. La ley paterna estructura al lenguaje, los procesos de significación, y es, en este sentido, preontológica. Esa leyes la que determina. entonces, la especificidad del ser 'y de sus relaciones. No hay acceso directo al ser, al ser por sí mismo. La diferencia sexual está presupuesta en razón de la propia inteligibilidad de la ley paterna, la ley del Falo que estructura el lenguaje. De modo que en este sistema planteado por Lacan la diferencia sexual es una diferenciación primaria sin la que no es posible adquirir capacidad lingüística alguna. El :Falo es una función simbólica que establece las estructuras a las que serán sometidas las relaciones entre los sexos: unas relaciones que se organizan en torno aun «sen> y a un «tenen> donde la medida para ambos sexos, el significante único, es el Falo [67]. Lacan se refiere a los conceptos de «sen> el Falo y de «tener» el Falo como posiciones, posiciones sexuales. dentro del lenguaje. «Ser» el Falo supone ser el significante del deseo del Otro, esto es, ser el objeto de deseo de un Otro que es masculino y que está heterosexualizado. Ese objeto de deseo refleja el deseo masculino y es antes que el límite de la masculinidad cllugar donde lo masculino se autoelabora. Las mujeres «son» el Falo en tanto que como sitio de la amencia de Falo, como espacio donde el Falo penetra, otorgan al Falo la confirmación de su poder. Las mujeres, así, no teniendo Falo, «son», sin [G7] \·éasc . .Iacqllc<; Lacan. «La sig-nificarion du phallusl>. Érri/I, Paris. tditiom dll Seuil. 1966. p. 6CJ-t.
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embargo y paradójicamente, e! Falo, porque el sujeto masculino necesita de esa posición de las mujeres de carencia de Falo para que en una operación dialéctica -que no deja de recordar a la hegeliana dialéctíca de! amo y e! esclavo-- otorguen reconocimiento al poder de! Falo que él sí «tiene». Se observa de este modo cómo es la estnlctura de significación la que proporciona e! efecto, la apariencia de ser. Esa estructura de significación, el orden simbólico, organiza la inteligibilidad mediante las posiciones de «ser» y de «tener» el Falo y a través de sus interrelaciones recíprocas. Dentro de este marco binario cualquier intento por c~tablecer la identidad ha de remitir a la noción de «carencia», «pérdida», en que se apoya su construcción. Lacan, desde el modelo del estructuralismo, piensa al sujeto como el resultado de una represión primaria de corte masculino. Es esa represión primaria de los placeres del incesto, del cuerpo de la madre, la condición de la formación del sujeto, de! hablante, y de su presentación ante sí como ser autónomo, con la que pretende ocultar, precisamente, aquella represión de la que procede y que le indica la posibilidad constante de perder su apariencia de autofundación y su apariencia de ser e! origen de los significados. Además, ese aparente poder masculino está necesitado de que las mujeres constantemente reflejen dicho poder masculino y su ilusoria autonomía, con lo que se revela la esencial dependencia de su constitución. El sujeto masculino niega su dependencia pero también la busca; requiere a la mujer en tanto es el cuerpo materno desplazado, la promesa del regreso a ese goce (jouissance) anterior a la indiúduación. Así, apunta Butler, en la teoría de Lacan se muestra el conflicto de la masculinidad que, por una parte, quiere su autonomía y su reconocimiento a la vez que, por otra parte, quiere lo que esa dinámica de autonomía y reconocimiento le promete: la vuelta a los placeres previos a la represión. La posición femenina tampoco puede entenderse sino desde dentro de ese orden simbólico, la ley paterna, que le da signilicado. «Siendo» el Falo, las mujen~s son siempre «seres para), el sujr.to ma~culino cuya función tSencial deben reflejar y conJir-
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mar. Las mujeres son instrumentos de la ley del Falo. signos de ~u poder. y por ello se elice de ellas que «son» el Falo. Pero, la posición de las mujeres, «ser» el Falo, es insatisfactoria porque no pueden cumplir por completo la ley del Falo que les exige reafirmar el poder del Falo. La posición de los hombres, por su parte, también supone un fracaso ya que ellos «tienen» el Falo jJClU el pene no es el Falo, el pene no puede simbolizar completamente esa ley elel Falo. Sin embargo, ambas posiciones fracasadas están obligadas a interactuar y a repetir su imposibilidad. En el caso de las mujeres, en el intento por explicar su extraii.a posición de «sen) el Falo, Lacan remite al concepto de «mascarada» en su texto «La signification du phallus». Las mujeres, caracterizadas por la «falta» -ellas «S011» el Falo pero no «tien e \1» el Falo-, deben enmascarar esa «falta» para aparentar «ser» el Falo. Butler analiza los sentidos contradictorios que se aprecian en la ambigua noción lacaniana de mascarada referida a las mujeres. En primer lugar, si el «ser» el Falo es una mascarada, entonces ello remite el ser a la apariencia, a un parecer ser, de modo que la ontología de género queda enmarcada en una dinámica de apariencias. En segundo lugar, la mascarada de «ser» el Falo que realiza la mujer apunta hacia la existencia de un ser de la mujer, de la feminidad, anterior a la mascarada misma y cuyo desvelamiento podría suponer una quiebra del sistema «falogocéntrico». En el primer caso, el concepto de mascarada remite al ámbito de la producción performativa donde un «parecer» adquiere com1ncentemente la categoría de «sen>. Este será el camino recorrido por la teoría de Butler, el que conduce a un replanteamiento de la ontología de genéro en la dirección de la critica paródica en la que se \uelven quebradizas las líneas divisorias entre el «ser» y el «parecer» y en la que la feminidad es articulada como producto de la mascarada misma. En el segundo, se presupone una feminidad ontológica que fundamenta un deseo femenino al que la economía fálica obliga a renunciar. Es esta versión de la noción de mascarada la que potencia el desarrollo de teorías femini:,tas, como la de rrigaray, empcii.adas en desf'nmascarar, en liberar, el deseo femenino «autélltico» que ha quedado reprimido.
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4.1. La feminld,J{f como
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La cuestÍón de qué sea aquello que la mascarada oculta puede' ser respondida de diversas maneras: Butler investiga, a este respecto, también la noción de mascarada desarrollada en el texto de Joan Ri"iere «Womanliness as a Masquerade» [68], de 1929. La formulación de Riviere de la feminidad como mascarada parte de la revisión de la teoría de Ernest Jones sobre la sexualidad femenina. De acuerdo con la clasificación de Jones, los diferentes tipos de desarrollo de la sexualidad femenina se pueden encuadrar en dos grupos, uno heterosexual y el otro homosexual. Jones maciza, además, la existencia de formas intermedias. Ri"iere se fija en estas formas intermedias, precisamente, para llevar a cabo su teoría. Recurriendo a lo que ella dice que puede ~er obervado en la vida cotidiana, afirma que ciertos individuos, mujeres y hombres, aun mostrando un desarrollo sexual heterosexual manifiestan rasgos característicos del sexo opuesto. ~o especifica, desde luego, qué se entiende -y qué se oberva- como rasgos del sexo propio y del otro sexo. Ri"iere da por supuesta la coherencia entre sexo, género, deseo y orientación sexual. No obstante, como así subraya Butler, el hecho de que Ri"iere fije su análisis en este grupo intermedio tiene el interés de que remite a unos individuos que poncn en cuestión [as fronteras rígidas entre heterosexualidad y homosexualidad y que, por lo tanto, ponen en duda las clasificaciones naturalizadas. El punto de vista adoptado por Riviere en sus explicaciones sobre la feminidad como mascarada se enmarca dentro de una teoría de la interacción \" resolución de conflictos. Las manifestaciones sexuales no obedecen, entonces, tanto a unas tendencias innatas cuanto a un iqtento de resolver conflictos. La adopción de atributos de género mixtos es para Ri\ iere una manera de enfrentar la angustia y es esto lo que determina, según el grado variable de la angustia, la orientación heterosexual u [68] Joan Rivi,\rc. ,,\\'omanliness as a ).[ascarac!t:,>. Inll'rnalional ]o/lmal o/
PS)'cho-Anarysis, n." X, 1929. pp. 303-313.
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homosexual dd desarrollo sexual. Fere;1(zi había ~eñalado que hombres homosexuales exageran su comportamiento helerosexual con el fin de «defenderse» de su homosexualidad_ y Ri\icre se apoya en la obseryaeión dé Ferenezi para argumenlar en favor de que las mujeres que a~piran a la masculinida -mujeres, según Riviere, intelectuales. académicas y profesionales en general. interesada~ por el i:nbito de lo públicoadoptan la máscara de la feminidad -cumpliendo con los roles tradicionales de esposas y madres- para protegerse contra la angustia y comra las represalias que suscitan en los hombres. El caso concreto tomado como ejemplo por Ri\iere es el de una mujer que, de modo inhabitual para su tiempo, desarrollaba su acti\idad profesional mediame el uso de la escritura y de la palabra en conferencias públicas. Para Ri\iere el miedo al castigo experimentado por esta mujer se explica porque en su fantasía ella tomaba el lugar de los homhres y de su padn: en particular, aunque mo\-ida pur un deseo cuyo objeto no era su madre sino el llegar a ocupar la posición de ~ujeto del discurso. Su temor a la censura de los hombres, sobre todo después de sus intervenciones en público, la conducía a utilizar la feminidad como máscara de sus rasgos masculinos, en especial a través de una actitud enfocada a despenar el interés sexual de los hombre~ de su alrededor, actitud que contrastaba fuertemente con el comportamiento impersonal y objeti\'o mantenido durante sus conferencias. La homosexualidad enmascarada de la mujer descrita por Riviere se refiere a su identificación masculina, a su voluntad de ser tratada como un hombre, pero no a su deseo sexuaL Riviere considera a este tipo de mujer más bien como asexual en el sentido de que su identificación masculina no persigue desempei'íar un lugar en un intercambio sexuaL Por tanto, su alusión a Ferenczi no comporta una equiparación entre la llOffio:,exualidad masculina) la femenina. La feminidad como mascarada es más bien una manera de marcar una distancia con respecto a la homosexualidad masculina. Butler conduce la interpretación de la noción de feminidad como mascarada hacia el punto clm'e, desde su propia perspectiva, del texto de al~-unos
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Riviere. A la pre3Unta de dónde reside la diferencia entre una feminidad genuina y una como mascarada, Riv;ere responde negando la existencia de una tal diferenci~. La feminidad, ya sea superficial o fundamental, es propia de toda mujer, según Riviere. Para Butler, esto significa que Riviere rechaza la existencia de una feminidad anterior a la máscara y que, como apunta Stephen Heath en (~oan Riviere and the Masquerade», la feminidad (womanliness) auténtica es la mascarada [69]. Supuesta la inserción del deseo en una matriz heterosexual, la feminidad como máscara resuelve una identificación masculina que podría provocar el deseo de otra mujer. Es desde esa matríz heterosexual desde donde se postula que todo deseo cuyo objeto es una mujer proviene de una posición heterosexual masculina. Se entiende ahí a la libido como masculina y como el lugar de origen de la sexualidad. A partir del texto de Riviere, el análisis de Butler se halla interesado en investigar la producción cultural del género y de la sexualidad, reconsiderando las nociones de feminidad y masculinidad. En contra de la tesis defendida por algunas teorías psicoanalíticas de que la bisexualidad es primaria y de que sobre ella actúa la cultura, reprimiendo, para establecer la heterosexualidad, Butler considera que la cultura no es posterior a la bisexualidad sino que la cultura es la que impone el marco de inteligibilidad desde el que puede llegar a pensarse en la bisexualidad. Es después, una vez que ha sido posibilitada por el discurso, cuando la bisexualidad se instituye como fundamento psíquico primario y prediscursivo.
J.2. La iriflexibilidl.l.dde la ley lacaniana En relación a la (eoria lacaniana, Butler valora positivamente la lectura de Jacqueline Rose que afirma que para Lacan no hay rcalidad prediscursiva. que no existe lugar previo a la ley suscep-
[69] GD, p. 87; GT p. 53.
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til)!c ek ser recuperado. Así, lo femenino no es si no es en cIlcn2:uajc. Pero, se plalllCéI Butlcl~ si para Lacan la leyes la causante de esa escisión fundamental del sujeto que desemboca en la dualidad de los sexos, entonces, lo que no es e\idente es que la ley tenga que producir siempre e in\"ariablemente el resultado de la dualidad sexual. A juicio de Butler. el problema es que perlllaIICCe en Lacan la idea de una bisexualidad inherente . .\unque esa interpretación de Lacan que acentúa la imposibilidad de lo prediscursivo tenga el interés de acercarse a una concepción de la ley a la vez como prohibiti\'a y como producti\'a, el dualismo sexual prescrito por Lacan actúa de modo que delimita de ante mamo el campo sobre el que se ejerce la represión de la ley. Cabria pensar que esa ley prohibiti\'a crea lo reprimido mediante la represión. Pero de este modo no se justificarla la presencia f'n la teorla de Lacan de una nostalgia por el goce perdido e irrecuperable. No podemos conocer ese pasado desde nuestro presente como sujetos. No obstante, ello no implica, para Lacan, que no pueda tener realidad. Butler menciona en este sentido la tesis kantiana de la existencia de la realidad nouménica, incognoscible por definición. El hecho de que ese goce primario nos sea innaccesible indica que es la realidad fundamental para Lacan. La leyes en Lacan una ley simbólica de carácter fantasmático -esto es, que tiene un fantasma como ideal [70]- en la que, por ello mismo, por su dimensión fantasmática, el destino de cualquier identificación es el fracaso. Lo simbólico es inconmensurable con lo real y produce un diseño determinado y estrecho de la sexualidad que además de desembocar en el drama dd fallo dé' la identificación tiende al inmO\ilismo cultural. La crítica de Butler incide en este aspecto de inflexibilidad de la ley lacaniana que no propicia su reformulación cultural en direcciones más abiertas. Bucler encuentra cuestionable también en la postura de Lacan una cierta idealización de tonos romántico-religiosos que observa en su formulación del fracaso d" la identificación y del som<.:timicnto a la ley: Esta ley que no
170) GD, P 89; GT p.
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puede cumplirse pero que exige inexorable cumplimiento le recuerda a la narración bíblica del Antiguo Testamento. De este modo compara el ejercicio de! poder de lo simbólico lacaniano con la deidad inalcanzable que todo lo determina. Queda, con ello, imposibilitada desde Lacan toda política cultural que proponga una dinámica distinta para la práctica de los deseos. Siguiendo con la analogía propuesta entre lo simbólico y e! dios bíblico, Butler afirma que la ley lacaniana no persigue otra meta más que producir en e! sujeto sufrimiento y la aceptación de su limitación ante la ley. Introduciendo otra acertada asociación, Butler postula la cercanía de la teoría lacaniana a la moral de esclavos tal y como la postuló i'\ietzsche en La genealogía de la moral. En la escena nietzscheana es el poder -la voluntad de poder en los términos de su filosofia- el que establece, degradándose, su propia falta de poder cuando crea la noción de dios y la correlativa noción de la impotencia humana. En la denominada moral de esclavos el elemento central es e! desconocimiento de estos sujetos de que es su propio poder generativo e! causante de esa ley en su dimensión de imposible de cumplir. En lo simbólico lacaniano y en la moral de esclavos de Nietzsche, el poder actúa sobre sí autonegándose, disimulando su potencial creativo implicado en la ley prohibitiva misma. Ante ello, la cuestión es para Butler indagar sobre los motivos e intereses culturales que conducen a sostener ese modelo autonegativo de! poder con e! objetivo de averiguar el modo de sustraer al poder de tal autosujeción.
4.3. La ambi"alencia de !a ,hers/HCliul J;-wdiana De la teoría de Freud se detiene Butler en este momento, en Gender Trouble [71], en su formulación del concepto de mdancolía, y de duelo, en rc1J.ciün con la formación del yo y su confi-
[~1] Butlcr analiza particularmente los texws de Freurl El)"o.l' el ello, de 1923, y Duelo} melancolía, de 1917. Véase GD, pp. 91-105; GT, pp. 57-72.
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~uraciún de género. E~lC es un tema importante para Butler que, en cUl1Sccuencia, no abandonar:l sinu que: particularmente en The P~)'clzic Lffe ql Power será especial objeto de atención, en concreto en los capítulos titulados «~lelancholy Gender / Refused Identificatian» y «Psychic Inceptions». En ~I proceso de pérdida de un ser amado, según la teoría de frcucL la persona que: se: ha querido se incorpora a nuestro yo formando parte de la estructura de ese yo. El yo imita y así mantiene a ese otro ser amado como uno de sus atributos. De este modo se lb'a a cabo una superación de la pérdida dI" la persona amada mediante la idl,ntil¡c(lción del con aquella pcr,nl1;.¡. Aquí de lo que se trata es de un proceso de identificación que no es momentáneo ni pasajero sino que conlleva la interiorización del otro en e! yo. Los atributos de! otro forman parte, y una parte crucial, de la estructura de identificación del yo. Con ello, con este tipo de incorporación que es la incorporación melancólica del otro, el yo puede sobrelle\'ar la pérdida de los vínculos afrni,'os con esos otros a los que se ha amado. Para la formación del género, el proceso melancólico descrito es claramente significativo. Con el tabú del incesto se ÍIÚcia una pérdida del objeto de deseo que es recuperada por el camino de su incorporación al yo. Cuando lo prohibido es la unión homosexualla renuncia afecta tanto al objeto amado como a la dirección del deseo hacia personas del mismo sexo. Butler mantiene que Freud afirma la disposición bisexual de la libido como un elemento que complica el proceso de formación del yo y que justificaría el amor sexual de! hijo hacia e! padre. El texto de Freud ,'acila, sin embargo. Parece negar, en ocasiones, el carácter ~I.'xual de esta identificación entre hijo y pJ.dre, si bien en otros momentos Freud alude a la elc:cción por parte del hijo tanto del objeto de amor, entre padre y madre, como de posiciones sexuales, entre masculinidad \" feminidad, Si se decide por el deseo heterosexual es debido al miedo a la castración, e~to es, al temor a adoptar la posición femenina que sería interpretada en el seno de la cultura heterosexual como di~po~ición homosexual masculina. Esta ambivalencia contenida en los escritos de Freud induce a Butler a sospechar que aquello que se debe castigar en pri\(1
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mer término en las culturas heterosexuales es, más que el amor heterosexual del hijo hacia la madre, e! vínculo homosexual entre hijo y padre. Como causa explicativa del repudio de la feminidad por parte de! niño y de la ambigüedad de su relación con el padre, mayor importancia tendría, entonces, la bisexualidad primaria que la narración edípica de la rivalidad entre hijo y padre. Quedaría así puesta en cuestión la idea de una heterosexualidad primaria y el supuesto de una también primaria unión con la madre. En todo caso, se interprete de uno o de otro modo -desde la óptica edípica o desde la bisexualidad originaria- para Freud e! repudio de la madre por e! niño es e! momento fundador de la «consolidacióll>~ [72] del género. Precisamente ese término usado por Freud, el de «consolidación», es el aprovechado por Butler para indicar que el niño puede encaminarse en la dirección heterosexual, consolidando su masculinidad, y que el niño puede también encauzar su libido hacia disposiciones femeninas y hacia la renuncia de la heterosexualidad. En la psique las disposiciones y tendencias masculinas están difusas y no necesariamente se organizan hacia la heterosexualidad. Y e! caso de la niña ofrece un resultado análogo. El tabú de! incesto la lleva a la pérdida del padre. A partir de ahí, puede o bien identificarse con e! padre y consolidar su masculinidad o bien des"iar su relación con e! padre y orientarse hacia la heterosexualidad. Son múltiples las preguntas abiertas por los ensayos de Freud. Butler se plantea cómo han de entenderse las disposiciones primarias. Las oscilaciones interpretativas presentes en Freud, su recurso a las nociones de disposición primaria y de identificación en relación con la feminidad y la masculinidad, le conducen a Butler a postular que las «disposiciones» de la bisexualidad pueden ser comprendidas no tanto. como primarias sino como productos resultantes de un proceso de interiorización. La obsel':ación de Butler pone el acento en que a pesar de la afirmación de Freud de una bisexualidad primaria, si deduce
[72] GD, p. 94; GT, p. 59.
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del deseo del niño por el padre la presencia de una disposición fl'lllenina, en lugar de concebirlo romo un amor de carácter homosexual, es porque el punto de partida de Freud es la configuración heterosexual del deseo y no la bisexualidad. Este es el centro de la critica de Butler: el hecho de situar Freud en el origen de la formación del género una matriz heterosexual. Las disposiciones femeninas y masculina~ integrantcs dc la bisexualidad son comprendidas por Freud como tendencias siempre de objetivos heterosexuales sobre la base de que la atracción es entre sexos opuestos. En la tesis de la bisexualidad primaria lo que se postula es la coexistencia en la misma psique de deseos heterosexuales, negándose así la posibilidad del deseo homosexual, de la niña hacia su madre, del niño hacia su padre. Ka hay forma sin embargo para Butler de probar la existencia de disposiciones primarias ni, por lo tanto, de comprobar que la configuración de género se establece sobre las disposiciones y no mediante un proceso de identificaciones interiorizadas. La línea explicativa de la formación del género a tra\'és de la interiorización de las identificaciones del yo, halla sustento, como decíamos, asimismo en Freud. El objeto de amor perdido se incorpora melancólicamente al yo que así no renuncia sino que preserva el objeto amado -interiorizando también la dimensión ambivalente, de ira, de culpa, de esa relación mantenida por el yo con el objeto exterior en calidad de un ideal del yo, esto es, de una instancia critica interior. Acontece mediante este mecanismo de autocritica del yo, del yo vuelto sobre sí mismo, una recondución del deseo que propicia la consolidación de la identidad de género. Significa esto que en la interiorización del padre o de la madre amados estas figuras no solo aparecen como objetos prohibidos de amor sino que ejercen la función de ser instancias que prohíben. Y a la vez que estos ideales del yo niegan el deseo hacia el padre o la madre instauran un «espacio» interior en el que ese deseo queda preservado. Queda abierta la posibilidad de que el amor heterosexual se cll"place hacia el d('seo homosexual. Burler defiende que en la
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identificación de género está implicado el tabú del incesto y con anterioridad el tabú contra la homosexualidad [73], si bien explicita que esta idea no aparece argumentada en los textos de Freud a pesar de que puede derivarse de ellos ya que de otro modo no podría actuar el conflicto edípico que sanciona las tendencias incestuosas heterosexuales. En e! caso del tabú de! incesto heterosexual la pérdida del objeto de amor se sufre como un duelo. Esto es, e! objeto se pierde y se reconoce como tal objeto perdido. Como consecuencia se produce un desplazamiento del objeto de amor pero no del objetivo heterosexual. En la narración psicoanalítica e! objeto perdido es el cuerpo de la madre y es esta pérdida la que inaugura el proceso de individuación y del habla significativa. En la prohibición de! incesto homosexual, se pierde e! objeto y se niega también el deseo homosexual aseverando que nunca se perdió y que nunca se amó a esa persona. Este proceso se realiza no de acuerdo con la figura del duelo sino con la de la melancolía. La pérdida no se reconoce y así se mantiene melancólicamente e! objeto amado y e! deseo homosexual. El amor homosexual se preserv'a mediante la adopción de una identidad de género opuesta, resultando, cuando se trata de la homosexualidad masculina, que el indi"viduo intensifica su masculinidad. Claro que la persona homosexual que rechaza el deseo heterosexual puede, asimismo, mantener la heterosexualidad a través de la incorporación melancólica. La diferencia, no obstante, es importante porque la prohibición de la homosexualidad es impuesta culturalmente, de ahí que no sea absolutamente comparable con la negación de la heterosexualidad efectuada por el homosexual melancólico. Es la melancolía heterosexual y no la homosexual la que se instituye y se sostiene culturalmente constriñendo hacia la adopción de una identidad de género estable basada en el deseo hacia las personas de sexo opuesto. Son las prohibiciones del incesto y de la homosexualidad las [73] Esta idca, como habíamos dejado dicho más arriba, había sido ya dclcndida por Gayle Rubin en su ensavo «The Trallic in \ ';"0 m en: :\'ütcs 01" the "Polítical Economy" 01" Se-x», o/J. rito Blltler se refiere a estas tesis de Rubin en GD, p. 107; GT, p. 73.
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que dictan el camino del g~n('ro) diferenciando y localizando ]", pbe<'!TS en función del binarismo ele géncro. Esa, nomas dC' género deciden las partes del cuerpo susceptibles del placer ~exual y legitiman un concreto tipo de: placeres al tiempo que enmudecen a los demás. Es este, el de la incorporación melancólica, el mecanismo (¡\l(, Butler sitúa t'n la organización dC' la idC'ntidacl de género y d que le permile defender la posibilidad de identidades de género incoherentes y sub\·ersivas. Lo interiorizado no es solo la identificación con el progenitor del mismo sexo sino además el deseo homosexual hacia H En el proceso de identificación melancólica se preservan relaciones que no han sido resueltas; también de carácter homosexual. La formación de la identidad de género funciona mediante la interiorización de la prohibición de la homosexualidad de manera que esa prohibición forma parte de la formación de la identidad de género, masculino o femenino, )' de la modulación del deseo sexual. Es después de que la prohibición haya fijado la dirección del deseo sexual cuando se recurre como fundamento del deseo, por lo tanto de un modo inauténtico, a las disposiciones entendidas como hechos sexuales primarios. A la luz de su análisis, ButIer postula, en consecuencia, que las disposiciones son el resultado de una ley cultural que reglamenta la heterosexualidad. Las disposiciones no son hechos psíquicos primarios; no acogen un deseo original de significado independiente y pre\~o a la cultura y al lenguaje. Este era su objeti\'o desde el principio, desentraúar con minuciosidad los lextos de Freud para que en el intersticio de sus ambiguas y ambivalentes pronunciaciones fuera posible abrir un cauce interpretativo favorable a la formulación de la tesis de la génesis cultural de la identidad de género y del deseo sexual. Las «disposiciones», dice Butler: «son rastros de una historia de prohibicioll~s sexuales impu~stas que no se ha contado y que dichas prohihiciones intentan hacer inenarrahle» [74]. La ley
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(;T, p. 61.
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prohibitiva es una ley cultural, discursiva, de fundament;t1 dimensión productiva. La noción de deseo originario reprimido, la delimitación de lo que está y de lo que no está permitido, son algunos de los efectos que ha generado. A través de Lacan, Ri,,-iere y Freud y sus diferentes propuestas sobre la identidad de género, Butler pone en e,,-idencia la complejidad de! género y la dificultad del funcionamiento de las iclentificaciones de género. La diversidad y divergencia de estas identificaciones, sensibles a la variabilidad histórica de la ley cultural, podrían explicar tanto la complejidad como la disonancia del género, el hecho de que la atribución de género no es unívoca. de que son posibles géneros subversivos y paródicos no encerrados en los límites binarios de feminidad y masculinidad. Queda cuestionado e! determinismo de la ley paterna así como, incluso, el postulado de que la ley de la identidad de género es exclusivamente una. En panicular, porque es un punto clave de su teoría, Butler persigue ahondar en la comprensión del poder productivo de la ley prohibitiva. La perspectiva foucaultiana del poder como producción guía su análisis crítico de la formulación psicoanalítica de la ley en tanto que instancia represiva. Butler nos propone introducir una des,,-iación en la intelección de la prohibición del incesto como ley que gobierna las posiciones de género binarias y jerárquicas en una dirección en la que esa prohibición del incesto pueda ser afirmada como poder generati\·o de \'ariadas identidades de género no limitadas ni a la dualidad de sexos y géneros ni al marco de la heterosexualidad. No se trata de intentar conciliar o armonizar por la fuerza y arbitrariamente dos planteamientos distintos, contrapucstos, sobre el sujeto y el poder, el psicoanalítico y el de Foucault. De lo que se trata es de «reformular la prohibición como poder» [7.5J: de prestar atención él lo psíquico y a lo social en pcrmeable interacción, contribuyendo a quebrar esa habituaL mas necesitada de re\;sión, tendencia a mantener lo psíquico [7.íJ (;1). p. lf)tJ: GT, p: ;2. "Rc1orniularing Prohibition as PO\\er» subtítulo que encabeza esta ar~umcntación de Burler.
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en un ámbito de fijeza e inm0\11idad, aislado y separado del ámbito, proclin~ a la \'ariación, de lo sClcial. El foco visual de Butler recae en estos momentos sobre la critica de Foucault de la hipótesis represi\'a, expuesta en el primer \olumen de la Historia de la sexualidad, y sobre lo que de ella se puede deducir. Según Foucault, esa ley a la que alude el planteamiento estructuralista es una configuración del poder histórica ) específica, con la que no se pretende. como pudiera parecel~ reprimir e! deseo, que es un producto de la le); sino reprimir la multiplicidad de las configuraciones del poder; multiplicidad que atenta contra la idea de la uni\'crsalidad y de la necesidad de la ley represiva. La ley genera y reprime el deseo con e! fin de consolidar su poder. De esa critica de Foucault se desprende, cuando la aplica Butler al tabú del incesto, que la prohibición no actúa reprimiendo disposiciones primarias sino que la prohibición misma crea la diferenciación entre lo primario y lo secundario, entre la heterosexualidad y la homosexualidad. No hay deseo original, ni bisexualidad primaria ni polimorfismo sexual con anterioridad a la k); como tampoco una vida de sexualidad no contaminada por las marcas de! género. Es la ley contra el incesto la productora de una heterosexualidad como sexualidad legítima y de una homosexualidad como acti\1dad transgresora, así como es la ley la que genera e! efecto de postular una sexualidad temporalmente pre\1a a la ley: Solo desde los términos del lenguaje, del lenguaje que el psicoanálisis concibe como una consecuencia de la k~; se afirma saber la existencia de un antes de la ley; se dice conocer entonces lo que en estricto sentido no se puede conocer. La descripción de ese antes de la ley se realiza, en consecuencia, bajo la óptica deri\'ada del después de la le): con lo que la defensa de ese momento pre\10, de ausencia de le): se realiza en beneficio del momento posterior, de la ley misma. Rechazar esa ilusión de una sexualidad libre no significa en Butler, claro está, incapacidad para detectar relaciones de opresión ni impotencia para alentar configuraciones de género menos represivas. La antropología se debate entre aseverar o impugnar la uni\'crsalidad dd tabú del incesto. No obstante, incluso cuando se
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sostiene la universalidad de la prohibición dd incesto ello no implica que actúe de idéntico modo en todas las culturas ni que afecte a la vida .;ocial en todas sus climensiones. Butler más que por mostrar culturas donde no· opera e! tabú de! incesto se interesa por señalar e! poder productivo de esa ley cuando sí está presente en una cultura. La ley, además de censurar y organizar e! género y la sexualidad en una dirección, también produce, de modo involuntario, identidades, deseos y sexualidades no anticipados de antemano. La tesis que Butler quiere demostrar apoyándose en Foucault es que e! aspecto represivo y e! productivo de la prohibición de! incesto no se dan por separado. Así, la censura de! deseo por la: madre a la vez induce y mantiene ese deseo. Esta función productiva de! tabú del incesto reconoce Butler que es en cierto modo admitida por e! psicoanálisis, pero en unos términos que prácticamente imposibilitan e! trabajo de la subversión de la ley. Para e! psicoanálisis la prohibición conlleva, como su efecto creativo, la organización de! deseo heterosexual y de la identidad de género binaria. Sin embargo, esta costosa labor se clice que se sostiene sobre la represión de un deseo anterior a la cultura y a la ley; deseo reprimido que es, supuestamente, al que se puede recurrir como motor de la transgresión. El problema que observa Butler en esta interpretación es que al diferenciar en relación con la cultura los momentos temporales del antes y de! durante se están descartando desde el inicio posibilidades culturales. El camino de la subversión queda inutilizado al ser situado en un lugar externo y clistinto al orden de lo cultural, en un lugar que no puede ser ni recuperado ni conocido; al que no se puede acceder, por tanto, desde las prácticas culturales. En contraposición, Butler argumenta que aquello aludido por el psicoanálisis como deseo originario y precultural es una posibilidad cultural concreta, realizable aunque marginada como lo impensable: «lo «impensable» está totalmente incluido en la cultura, pero totalmente excluido de la cultura dominante» [76]. Cobra fuerLél \. vigencia desde ahí la subversión de género.
[76] C/D, p. 111; GT, p. 77.
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En su examen crítico de la narrati\'a psicoanalítica, en el contexto de GClldl'l' !í'oublc. Butler vuelve a re\i.sar el pensamiento de Kristc\'a sobre todo invcstigando, en esta ocasión, el alcance de ,ti teoría para la acción tramgre-ora, Kristc\'a busca un mod(J espccíficamclltc íCmeniuo de alterar la ley paterna eu su formulación lacaniana, Para ello, cuestiona la lcsis lacaniana que hace depender toda inteligibilidad lingüística y cult).lral --el orden de lo simbólico--, la emergencia de un leng-uaje significativo y de sentido unívoco, del repudio de lo femenino, de la represión del vinculo primario con el cuerpo de la madre, Mcdiantf' lo «semiótico», y a ello ya se había referido Butler en su Sub)ccts of Desire, Kristeva nombra el tipo de lenguaje propiciado por el contacto materno; un lenguaje empeñado constantemente en suhvertir el orden de lo simbólico, Si lo semiótico expresa multiplicidad libidinal, el lenguaje poético, metafórico, equÍ\"oco, polisémico, es su \'ehículo de expresión, Esta estrategia kriste\'iana de transgresión de lo simbólico lacaniano plantea claras dificultades de operatiúdad desde la óptica de Butler, Kriste\'a cuestiona la uni\'ersalización lacaniana de la ley paterna en el lenguaje, la equiparación lacaniana del orden simbólico con todo significado lingüístico, pero mantiene la dependencia de lo semiótico del orden de lo simbólico que siempre ostenta la hegemonía, Lo semiótico aparece, por tanto, disminuido en su eficacia al no lograr derrocar la \'icLOria dt: la estructura simbólica, :\dt:más, por otra parte, lo semiótico incluso pudiendo aparecer en el lenguaje poético está dotado de la cualidad de ser una dimensión libidinal prediscursiva, con los problemas que ello entraña de \'iabilidad cognosciti\'a y, más aún, de \'iabilidad existencial, porque su irrupción en la cultura, si resulta continuada, puede conducir a la psicosis, como lo admite Kriste\'a, De ahí que lo semiótico oscile entre su poder liberador y su incapacidad para sostenerse durante mucho tiempo en el plano cultural.
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Como en sus críticas ameriores a los postulados psicoalJJJíticos, Butler discute la concepción de Kristeva de la maternidad y del cuerpo materno como portadores de un conjunto de significados de carácter precultural. 'Ello supone que la cultura se identifica con la estructura paterna y que se rechaza pensar la noción de maternidad y de cuerpo materno como un efecto de un discurso histórico y cultural determinado. Kristeva adopta la teoría psicoanalítica de los impulsos primarios y esto le conduce al fracaso de su estrategia de intervención en el orden de lo simbólico. En la descripción de Kriste\'a de lo semiótico, en consecuencia, Butler puntualiza serios invonvenientes [77J. En contra de Lacan, Kristeva admite un lenguaje no basado en la represión de los impulsos primarios. Este es el lenguaje poético, múltiple y heterogéneo; transmisor de una energía libre que rompe la significación unívoca propia del régimen de lo simbólico que, por su parte, se instituye sobre la represión de los impulsos primarios. Lo semiótico se entiende como esa multiplicidad de impulsos de los procesos primarios capaz de manifestarse en el lenguaje. Kristeva conecta los impulsos primarios con los impulsos maternales, los impulsos característicos de la dependencia del bebé del cuerpo de la madre. No se trata, en tal caso, de que la madre sea un específico objeto de deseo dentro de una relación entre sujeto y objeto cuanto de que los impulsos maternales indican una relación de continuidad previa a la dicotomía de sttieto y objeto. Lo simbólico se basa en el rechazo de la madre y lo semiótico, por el contrario, yueh-e al cuerpo materno mediante el lenguaje poético. Son dos modos lingüísticos distintos. lo simbólico y lo semiótico. El primero reprime al segundo, mas lo semiótico, según Kristeva, puede alterar ocasionalmente la estructura simbólica de significación organizada en reglas gramaticales. Ocurre esa alteración mediante repeticiones sonoras y rítmicas o a tra\'és de metáforas de significados difusos o multiplicados, [77] GD, pp, 113-126; GT pp, 79·93, Burler remite a la, siguientes obras. ele Kriste\'a: R,,'o/u/ion in POt'/ie Langl/flge, "/" (:t,: D,<~," :'11 úm!jllllge, ..J ,~~'/I'¡o/ie AppTO(/ch /0 LlMalllTe Ilnd Art, l\ew York, Columbia L"nin'rsity Pre~s, 1980,
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por ejemplo, en las que acomece un rerorno P0l:tico a la materialidad primaria y continua del cuerpo de la madre. Ellenguaje poético sJ:lpone la irrupción de la heterogeneidad de los impulsos en e! lenguaje y conlb'a también el regreso a esa dependencia libidinal, a la ausencia de la identidad diferenciada que es el cuerpo de la madre, De ahí que e! lenguaje poético propicie la psicosis, y si, como dice Kriste\'a, el retorno a la madre que efectúa el lenguaje poético de una mujer ha de entenderse como homosexualidad prediscursiva, en tal caso, esa homosexualidad femenina es asimismo psicótica. Butler denuncia en Kriste\'a que mientras que admite cierta posibilidad de mantenimiento cultural del lenguaje poético en su manifestación en lo simbólico, no reconoce, sin embargo, la misma posibilidad de presencia social no psicótica a la homosexualidad, A juicio de Butler, Kristeva enlaza la homosexualidad con la psicosis porque queda anclada en la tesis estructuralista de la coextensi\,idad de heterosexualidad y orden simbólico, La homosexualidad es un quebramiento total de la ley de! padre, Puede expresarse en el lenguaje poético, que es una vía -como también la maternidad en tanto acto de dar a luz que úncula a la mujer con su madre, con los impulsos instintivos primarios- para la presencia de lo semiótico en la cultura, pero la homosexualidad cuando se declara no puede ser una acti\idad sostenida en la cultura, Kristeva equipara cultura, orden simbólico y ley del padre y mantiene como no psicótico solo a aquello que participa de algún modo de lo simbólico, por lo tanto, a aquello que participa también de la ley de! padre, El propósitO de lo semiótico en Kristeva no es llegar a sustituir a lo simbólico, ni tan "iquiera cOl1\'ertirse en un espacio alternativo, sino que mediante la manifestación de lo semiótico en prácticas culturalmente aceptables, en la poesía y en la maternidad, lo simbólico reconozca sus límites, Como de lo que se trata es de que la heterogeneidad instintiva, lo semiótico, tenga una representación, aunque esta sea frágil, en lo simbólico, lo semiótico no puede transgredir por completo el tabú del incesto, viéndose así obligado a permanecer asociado a
dicha ley. El resultado es que la liberación es imposible en la medida en que lo simbólico no puede ser negado radicalmente ya que es concebido como la ley que funda la cultura. Caben, en todo caso, desviaciones de la ley paterna, mas a partir de lo que la ley ha reprimido, los impulsos heterogéneos, y no desde versiones culturales diferentes. Para las mujeres, en particular, la teoría de Krísteva dificulta enormemente la vivencia del deseo homosexual. Porque en ellas la homosexualidad no es culturalmente inteligible. La homosexualidad activa sin la mediación poética o maternal quiebra el tabú del incesto y el de la homosexualidad, conduciendo a la psicosis. En las mujeres, la coherencia de la identidad se une irremisiblemente a la heterosexualidad. Butler pone en evidencia e! mantenimiento por parte de Kristeva del prívilegio de la ley paterna heterosexual que desemboca en el supuesto de que e! lesbianismo efectúa una psicótica pérdida de! yo. Antes que aceptar la tesis psicoanalítica de la necesidad de la represión para e! desarrollo de la individuación habría que pensar, según Butler, que el rechazo drás'tico de la experiencia lesbiana es un mecanismo de defensa utilizado por un tipo de cultural, la cultura heterosexual, ante el temor a perder su lugar hegemónico, lo que sucedería si se asume e!lesbianismo como una forma cultural entre otras. Entender el lesbianismo de este modo, como una práctica cultural y no como un estadio libidinal anterior a la cultura, supone admitir la capacidad subversiva de las prácticas culturales y este es el objetivo de Butler. Kristeva, al contrario, acepta solo una estrategia subversiva temporal, el lenguaje poético y la maternidad que ine\itablemente concluyen en e! sometimiento ante aquello que replican, convirtiendo, finalmente, en ineficaz a la acción subversiva misma. Desde un punto de \ista epistemológico, la afirmación de Kriste\'a de que son los impulsos múltiples anteriores él la cultura, pero manifiestos únicamente en la cultura, los capacitados para la subversión plantea el problema de que no se esclarece el modo en el que podemos comprobar su dimensión ontológica anterior a la cultura sin recurrir a un razonamiento circular; [C.... PITI·1.0 II 1
el que resulta de ¡undar el lcn~uaje p()(:[ico en la ex.istencia de llno~ impulsos pre,-ios a b vez que !:>L dice que esos impulsos quedan justificados por el lenguaje poético_ En realidad solo aqurllo que sucede en el lenguaje puede obtener significado mientras que Kriste,-a considera que lo" impulsos, la represión de los impulsos prelingüísticos, es lo que explica la existencia dd lenguaje_ Y desde dentro del lcn~-u~jc no es razonablc el giro hacia un lugar externo, los impubos, como causa originaria dcllenguaje mismo, porque no hay modo com-incente de acceder a algo como un afuera_ Los impulsos son conocidos exclusivamente como efectos_ en sus representaciones, de ahí que Butler subraye que son antes las representaciones que los impulsos, que los impulsos son construcciones discursivas_ Remitir los impulsos al cuerpo materno y entender esta materialidad corpórea maternal como ,-ehículo de un destino biológjco, añade todavía mayor dificultad a la teona de Kriste,-a_ Según esta autora, de diferentes modos se expresa esa postulada heterogeneidad materna de lo semiótico: a través de los primeros estadios de la filosofia occidentaL en creencias no occidentales, en producciones artísticas de vanguardia o resultado de estados psieóticos_ Todas estas manifestaciones, que serian lo semiótico como multiplicidad irreductible a la identidad, disputan lo simbólico, esto es, la identidad, univocidad y no contradicción del logos_ Pero, Butler eúdencia que en Kriste\"a esa multiplicidad a la que recurre en contra de la identidad funciona parad~jicamente como un principio de identidad, ya que la multiplicidad queda remitida al polo de referencia aglutinador del cuerpo materno. A.demás, aun suponiendo cierta capacidad de quiebra de la ley paterna identitaria en lo semiótico materno. con acierto BUllcr nos sei'lala que tal acti,idad transgresora no deja de orientarse hacia la recuperación de un ámbito arcaico, biológico e idéntico a sí mismo que concepmaliza unívocamente al sexo femenino_ Se trastorna un principio identitario, el paterno, para regresar a otro principio también identitario, el cuerpo materno que Kriste,·a concibe como portador de un deseo eterno, en la especie; el deseo de procrear. Su apuesta por el instin-
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to maternal no le permite entonces plantear la ley paterna como la causa de ese deseo maternal al que dice reprimir. Si articulara el impulso maternal como producto de la ley cultural paterna, en lugar de como su condición previa, podria pensar, en consecuencia, cómo la maternidad ocupa el lugar de ser una práctica social impuesta como obligatoria por el parentesco y por sus fines reproductivos. Pero, en tal caso, la distinción entre lo semiótico y lo simbólico, en los términos de Kriste\·a, dejaria de tener sentido. Esa distinción, en efecto, queda desautorizada en el análisis de Butler que reconduce lo semiótico, el instinto materno, a la posición de ser un deseo generado culturalmente y que se recubre con el velo del lenguaje de lo natural para garantizar la perpetuación de un sistema concreto e histórico de sexualidad y poder. El marco de pensamiento foucaultiano, en su desnaruralización de la noción de sexo, es, explícitamente, el apoyo textual de eqa crítica de Butkr a Kristeva. El camino para abrir posibilidades culturales nue\·as no es el elegido por Kristeva porque para ello el trabajo consiste, de acuerdo con Butler, en la acción mO\ilizadora de la ley legitimada que se ejerce desde dentro del campo de la cultura. Butler reconoce el valor de la teoría de Kristeva en tanto acentúa el rechazo del cuerpo femenino que ejecuta el orden simbólico. Pero lo femenino repudiado no es un principio anterior y externo a la cultura, para Butler, sino que es la acción represiva la que produce el objeto de represión. La efectividad de la subversión de la ley exige permanecer dentro de los dominios de la ley para que ella, la ley, se dirija contra sí misma y de su propio quebrantamiento puedan irrumpir, incluso inesperadamente, innovaciones culturales. De otro modo, se corre el riesgo de que rei\indicando la existencia de lo femenino prediscursivo 'i su fuerza liberadora propiciemos, antes que una eficaz emancipación de la opresión, una re\italización de la ley opresiva. Que el cuerpo está culturalmente construido y que (Oda posible liberación no debe ser pensada desde el recurso a un cuerpo, placeres, deseo o sexualidad naturales sino desde el ángulo de la cultura que internamente permite su apertura hacia permutaciones futuras menos constrictivas, más liberaclü-
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ras, e~ una tesis sohre la que Butlrr extiende sus hábiles argumentos en Gcndcr Tí'ouble también a tra\·és de sus re\1siones críticas de los textos de Foucault y de Winig. Foucault es un buen guía para la defensa de esta tesis pero en sus escritos, a propósito del tema del cuerpo y de Herculine Barbin en particular, se deslizan ambigüedades y contradicciones que Butler explícitamente hace e\1dentes. \Vittig realiza una provechosa puesta en cuestión de la naturalidad del sexo, del binarismo de género y de la heterosexualidad, mas su crítica reclama el anclaje de la existencia de una realidad humana anterior a los dictados culturales. De estos análisis de Butler, sobre Foucault y sobre "\ \'ittig, ya hemos dejado constancia, sin embargo, en lugares pre\1us.
6. PARODIA y SCB\'ERSIÓI\
Es el tradicional duali<;mo de mente y cuerpo, o de cultura) naturaleza, que supone al cuerpo como materia inerte, pasiva, y como materia existente, preexistente, a la espera de las inscripciones culturales, dadoras de valor y significado, que sobre su superficie deberán imprimirse; es ese binarismo, con su implícita jnarquía, el que la teoria del género debe meticulosamente cuestionar evitando que resurja, o que duerma latente, en los términos del discurso feminista, En contra de ese marco de pensamiento de las «inscripciones corporales» Butler apuesta por las «subversiones performativas» [78], En la última parte de GCIlder Troublc, y como la misma Butler señala, su discurso sobre el género, en efecto, se desplaza hacia el lenguaje de la performati\'idad eludiendo sus anteriores comentarios qUf' encuadraban el género en el análisis de la psique y de la melancolía de género, e~to es, en una pcrspecti\'a psicoanalítica que ahora parece quedar ausente en la formula[i8] GD, p. 160; GT, p. 128. ObséI"\"ese el subtítulo elegido por Butler «Bodil)" Inscriptions, Pertormati\'c Sub\'ersions» (
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ción de la penormatividad del género. Sin embargo antes que concluir que hay una disyunción, irreconciliable, entre la teoría del mundo psíquico y la teoría de la penormatividad (entre, en este caso, unos y otros capítulos de Gender Trouble), Butler subraya que el error es partir de que la psique es una realidad interna de contornos diferenciados tal y como pretende la lógica binaria que separa lo interior de lo exterior. El llamado mundo interno se constituye mediante la interiorización de vínculos, de pérdidas, de actos que configuran nuestras vidas. Cierto que, como Butler reconoce, esta propuesta suya de llevar a cabo una «teoría psíquica de la penormativ;dad» [79] está más desarrollada en artículos y obras posteriores como The PS)'chic Lifo qf Power, pero también consideramos, de acuerdo con el juicio antes apuntado de Lois :\IcNay, que es un valioso mérito de la obra de Butler su esforzado trabajo de articulación del ámbito de lo psíquico y de lo social, que al ofrecer un nuevo marco conceptual para pensar la identidad de género constituye un fructífero camino para desalojar los debates en torno al esencialismo muy presentes en la teoría feminista. La definición de lo abyecto dada por Kristeva en The Powers qf Horror: .-in Essay on Abjection [80], y a la que se refiere Butler dentro del subcapítulo «Inscripciones corporales, subversiones penormativas» de Gender Trouble, es clarificadora al respecto de este cuestionamiento de la naturalidad de los limites entre interioridad y exterioridad. De acuerdo con Kristeva, la exclusión es un mecanismo mediante el que se realiza la constitución de un sujeto diferenciado. Lo abyecto remite a aquello que se ha expulsado del cuerpo, como si se tratase de un excremento. Eso que ha sido eliminado ha sido convertido en lo Otro, en no yo. Sin embargo, aunque se supone que lo expulsado es algo ajeno al cuerpo, lo ajeno no es algo prev;amente al hecho de su elimi-
[79] En su scgundo prólogo a Gmder Trouble, Butlcr hace mención de cstas criticas \'ertidas sobrc su obra. \"éase GD. p. 16: GT p. xv. [80] Julia Kristc\'a, The Pm.i:trs ol Horror: .-In Esstl)' VI/ .·Ibjectiol/. ~cw York. Columbia Cni\"(:rsir\" Prcss, 1982. Publicado originalmente como POIlC"oirr de' l'horreur, Paris, Édirions dc Seuil, 1980.
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1<1 dinámica misma de la cxpulsi¡Jll la que eSLablecc ele ;üeno, :\lcdialllc la desiS'llacic'm de lo ahycno se instauran los límites del cuerpo y también del sujeto, Lna parte de mi identidad queda expulsada y traIlSformada en algo otro e impuro, configurándose de este modo la distinción entre lo interno y lo externo. Este es un proceso que puede dar explicación a [cnól11eno~ de exclusión y repudio como el sexismo, el racismo, la homo[obia, al incidir en cómo se construye la identidad a trm'és de la exclusión y dominación del Otro. ella estrategia de control social es la que delimita lo interno ele lo externo, pero esas frontera~ son débiles. Lo interno y lo externo se confunden en el modelo ejemplificado por los excrementos donde lo interno se transforma en externo, y ese modelo pU("de Ser aplicado a los procesos de configuración de identidades diferenciadas en los que los otros son conceptualizaclos como basura repugnante, La distinción entre lo interno y lo externo, que es una distinción binaria cultural, persigue la coherencia del sujeto, su estabilidad, Butler considera que la puesta en cuestión de esa impuesta coherencia permite el desplazamiento de los términos interno y externo. Es así que la supuesta interioridad y fijeza de la identidad de género se rc\'e!a problemática. Entonces, cobra fuerza la pregunta de a qué propósitos sirve la distinción entre interno y externo. En Gender 7í'Ouble, esta reflexión que encuentra apoyo además en la crítica de Foucault a la doctrina de la interiorización -comentada ya con anterioridad- conduce a Butler a retomar su indagación sobre los penormativos de
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En la conformación corporal del género intef\-ienen los tabús del incC'sto \' df' la homosexualidad. La identidad de género resultante, delineada en función de la obligatoriedad de la heterosexualidad, muestra una aparente coherencia entre sC'xo, deseo. sexualidad; una coherencia de género que en realidad oculta las inestabilidades de género que se presentan tanto en los ámbitos lésbicos, gays, bisexuales como en el contexto heterosexual. Las disyunciones de género ponen en evidencia que el funcionamiento del género no obedece a una ley I Ql'i: Cl'I:YL\
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del desarrollo sino a una norma cultural. El género que se visibiliza en la superficie del cuerpo mediante actos y gestos no expresa una identidad de género interior que fuera su causa substantiva, aunque, sin embargo, esas acciones y gestos aparentan ser la consecuencia de un núcleo interior. Ahíjustamente reside e! carácter performativo de! género sobre el que Butler se extiende en argumentos: El hecho de que el cuerpo con género sea performativo indica que no tiene una posición ontológica distinta de los diversos actos que constituyen su realidad. Esto también indica que si dicha realidad se inventa como una esencia interior, esa interioridad es un efecto y una función de un discurso decididamente público y social, la reglamentación pública de la fantasía mediante la política de superficie del cuerpo, el control fronterizo del género que diferencia lo interno de lo externo, y así instituye la «integridad» del sujeto. En otras palabras, los actos y los gestos, los deseos articulados y realizados, crean la ilusión de un núcleo de género interior y organizador, ilusión mantenida mediante el discurso con el fin de reglamentar la sexualidad dentro del marco obligatorio de la heterosexualidad reproductiva [81].
Es el discurso público y social, ha dicho Butler, e! que impele a la fabricación de una identidad de género interna y verdadera -produciendo la distinción entre interior y exterior-con e! fin de desviar la atención de sus propios ejercicios de constitución disciplinaria de! sujeto al focalizar la razón del género en una esencia interior. Si e! género es consecuencia directa de una verdad interior, la norma social puede eludir fácilmeme su responsabilidad al respecto. Para incidir en esta tesis de la construcción social del género, Butler retoma a los análisis proporcionados por la amropóloga Esther :\"ewton en su obra Jlother Camp: Female Imper\'Ollato)"s ;n Amen"ca [82J . .'\e\\·ton, fijando su atención en la figura e/m.!!, [81J GD, pp. 167-168; GT p. 131i. [82] ESlhcr :\Tc\\'lnn, .IJo/ha Can/ji: Fen/r¡/e Im/J1'f\ona/r;I"\' in .J/l/crim, and London. Thc üni\'crsil\" 01' Chicap;o Press, 1979,
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:dmg f/wrn, en concreto, afirma que ceas persona~ tra\'cstidas rt'alizan un ilustrati\'o doble mO\·imienw. Por una parte su apariencia exterior es femenina a la vez que su interior, en el sentido de su cuerpo, es masculino; ); por otro lado, rei\'inclican que mientras que su aspecto externo, esto es, su cuerpo, es masculino, su yo interior es femenino [83]. Butler subraya cómo de cqe modo se quiebra completamente la estabilidad de la distinción entre intrrioridad :- exterioridad al mismo tiempo que se cuestiona la noción de un género propio, verdadero, y la diferenciación entre original y copia. La drag, en sus actuaciones, efectúa una parodia de la idea de identidad de género original al poner en escena, en su imitación de género, cómo cualquier género -todo género y no solo el femenino que representa la drag queen- obedece a una estructura imitativa [84]. El SlUeto travestido no imita un género que en propiedad pertenece a un indi\'Íduo con un cuerpo distinto, con un sexo diferente; la drag queen no se apropia ilegítimamente del género femenino porque [83] Esther Newton escribe: «Al the simplest le\'eL drag signilies that the person wearing it is a homosexual, that he is a male who is beha\"ing in a specilically inappropriate way, tha! he is a male who places himsclf as a woman in relation to otber meno In this sense il signilies stigma. At the most complex, iL is a double im'crsioJl that says «appcarance i~ an illusion». Drag says, «my outsidc» appearancc is rcminine. but my essence "imide" (the bodYi is masculinc». Al the same time it symbolizes the oppositc im'ersion: «my apperance "outside" Imy body, my gender¡ is masculine but my essence "inside" (mysclG is femenino»> (:lIolhel" Cam/): Fcmale lmpmonalors in Americo, op. cil.. p. 103), [84] Butler cila la obra de Esther :\ewton como apoyo a su tesis de la cslrucllIra imitati\'a de todo género también en su texto ISG, p. 97; lGl. p. 127: «y sin embargo, recuerdo con bastante claridad la primera \'ez que leí en ¡\folhrr Camp: Femalr blljlmonalors in Amen·ca. de Esther :\ewton. que cltra\'cstismo no es una imitación o copia de un género pre\"Ío y auté,lltico: sCf:,>lm :\"e\\"lOn, el trm'estÍsmo representa la mi~ma cstructura imiratÍ\'a «
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el género, los géneros, son consecuencias complejas de unos procesos imitativos contingentes que no se hallan sustentados en la existencia de un modelo original. Es la acción imitativa la que provoca el efecto de la noción de original. El ejemplo de la drag es una vía, no es la única, para desmantelar el supuesto de que e! género es un concepto unitario que remite a un ser coherente y natural. Son varias las dimensiones que ficticiamente quedan atrapadas bajo e! rótulo del género: el sexo anatómico, la identidad de género y la actuación de género. Estos niveles no tienen por qué coincidir en una misma dirección. Es así que la actuación de género es capaz de mostrar la disonancia entre sexo y género indicando el carácter no necesario de la norma cultural de la coherencia heterosexual. En las acciones paródicas, los significados de género implicados forman parte de la cultura misógina dominante. Butler lo afirma a la vez que subraya que en esas parodias de género, a pesar de todo, no deja de producirse un desplazamiento fluido de las identidades de género susceptible de abrirse a la resignificación y de romper con la tesis de la naturalidad del género. Esa tesis sobre e! género original es la que motiva la risa en la escenificación paródica y no, por e! contrario, que en la representación e! género adoptado evidencie ser una copia, copia cómica -como mantiene e! crítico de! postmodernismo Fredric Jameson [85]-, de un género original. Butler interpreta que la comicidad de la parodia estriba en el hecho de mostrar que el supuesto género original es a fin de cuentas una copia. [85] Butler comenta cIÍücamente el análisis de FredricJameson sobre la diferencia entre parodia y pastiche en el que otorga al pastiche \" no a la parodia la intención ele crítica del concepto de original. \'bse la rcli:rencia (h: Butler a esta cuestión en CJ). pp. IG9-170: GT. pp. l:lB-13~). \"l'asc dc Frl'tlric Jameson, «Postmodernism and Consumer Socie~·». en Hal Foster comp.), Tlze Allti-.·jcsllzelic: E.H{!)'S 011 POJIII/odem CultuTe, POr! Tmq¡send, \ \'.-\. Ba\' Prcss. 1983; traducción castellana como «Postmodernismo y sociedad dt' consumo», en Baudrillarel. Crimp. Foster \" otros. La j!o\/Iwlemidnd. Barcelona. Kairós, 1988.
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Que la parodia pur sí mi:-;I1l:l sea una acción sub,"crsi,"a no cs" en absoluto, lo que Burler dcfIcnde" Hay repeticiones paródicas de resultados sub\'ersi\'os y otras que trabajan en beneficio de la cultura dominante" Los contextos en los que la parodia se 11e"a a efecto, y los modos de su recepción. son importantes y han de ser tenidos en cuenta. ~o es posible, en tal caso, ofrecer Ull listado ele acciol1c's concretas de efectos sulwcrsi,'os" De antemano no se pucdc precisar el tipo de estrategia específica que logrará desnaturalizar las categorías de género. Si el género, como pone en escena la parodia de género subH:rsi"a, no puede ser comprcndido como un dalo natural: tampoco es apropiado concluir que el género es un proyecto. implicando con esa idea que es el estilo corporal, existencial, ClLl(' adopta una "oluntad libremente ..-\un en su recurso a la parodia como instrumento de problematización del género, esto es, a una representación de género donde la intencionalidad de un sujeto parece quedar resaltada, Butler insiste en dcjar claro que las estrategias de género se hallan sometidas a las coacciones culturales. Los sistemas culturales, es más, castigan duramente a los indi,iduos que no se ajustan a los criterios de género que han sido establecidos como los normales, originales, naturales, \'erdaderos. La cultura oculta esta génesis del género, que el género es un producto de actos reiterados, repctiti,ios, y nos compele a creer, también a través de sus ejercicios punitivos, en la necesidad y originalidad de! género. A esta creencia contribuye además la sedimentación en el tiempo de las normas de género que compartimentan lo humano en dos modelos diferenciados de existencia corporal sexuada. Por lo tamo, en su argumentación Butlcr quiere resaltar que si bien los anos de género son individuales. en el s<.>ntido de quc son actos que ejecutan los individuos, estos actos son públicos en tamo tienen una dimensión tt'mporal y colectiva. El sujeto no posee un género como lugar donde asientan sus actos de género, su capacidad de acción. Es el marco binario de género, organizado culturalmente y en un devenir temporal, el que funda al sujeto, e! que constituye su identidad de g~IlCro.
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Pero las normas de género no pueden ser interiorizadas por completo; no es posihle cumplirlas del todo porque son fantas. máticas. Los actos de género son repetitivos y discontinuos y de ahí que en su intento de acercarse al ideal de una identidad de género substancial, estable y coherente, no logren sino el fracaso; indicando así la carencia de fundamento de ese ideal substantivo de! género. Y de nuevo Butler focaliza en ello, en e! fracaso, en que la repetición de los actos puede conlle\'ar una deformidad de la norma, la posibilidad de transformación de las normas de género. Determinante en e! análisis de Butler es acentuar la diferencia entre la concepción expresi\"a de! género y la concepción performati\'a del género. Según la primera, los actos de género serían la expresión de una substantiva identidad de género preexistente a esos mismos actos mediante los que la identidad interior se revela. En ese caso, se legitima e! discurso sobre géneros verdaderos y originales y géneros falsos y distorsionados. Ahora que, si e! género es performativo, la identidad de género, el yo interior, resulta ser un efecto, un producto de las actuaciones de género que una cultura reglamenta. Entonces, así entendido el género, las nociones de género esencial y verdadero, de feminidad o masculinidad auténticas, se cOl1\·ierten en nociones interesadas, en instrumentos culturales de control. Tal comprensión del género como performativo es la que permite postular la viabilidad de configuraciones de género que desde la perspecti\'a de la norma dicotómica predominante habrían de ser juzgadas como «increíbles» [86].
6.1. Capacidad de accióll del sujeto construido
«De la parodia a la política» es el título de las púginas CU!1Clll(,'p,'/da ·¡;'ollb!t'. Ll multiplicidad eh- género" 111 es 1111 fenómeno lúdico y estético, en él St:ntido estrecho y el11pobnor.i-
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[86] GD, p. 172;
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du del término. La apertura y proliferación de los g(neros que Id parudia escenifica, en (;mdcr Tí"Oublr, se extiende más allá COl/taminando el ámbito de la política donde se defienden otros modos de haéer política diferentes a los practicados por las políticas feministas identitarias. Ni la actuación de género ni la acción política requieren para su existencia que sea localizado un sujeto, un agente, como portador y sostén de la acción porque, como así nos lo había indicado Burler a tra\'és de :\'ietzsche, el agente surge, emerge, en la dinámica de la acción, de la interacción de unos individuos con otros. El nudo de resistencia a la performati\idad del gt'-nero que se propone Butler desenredar en estas líneas finales de su texto se refiere a la presuposición de que solo desde el anclaje de un sujeto, de un sujeto existente con anterioridad a la esfera de la cultura, se justifica la potencia para la acción; de lo contrario, se dice, el feminismo es inoperante en el terreno político. Tal es la denuncia vertida sobre el pensamiento de Butler. Retoma de este modo Butler el tema de la política feminista con el que iniciaba su Gender Tí"ouble. Generalmente ha parecido necesario a la teoría fenúnista ubicar un sltieto con una capacidad de acción propia sobre el que la cultura impone sus restricciones. Esa capacidad de acción se formula en muchos casos como instancia reflexi\"a a partir de la que el sujeto inicia y fundamenta su acción. Así, en BeaU\'oir, por ejemplo, el yo, aun siendo un yo situado, es un yo que lIe\'a a cabo el proceso de adqui,ición de su género y que no acaba nunca de confundirse e identificarse con su género porque es un yo que conserva una separación ontológica con respecto al mundo cultural en el que se reviste dr adjnivos \. cualidades, tales como el st"xo, la raza, la sexualidad. la clase social) otros \"arios predicados. Pero, para Butler, lo subrayable es que esos predicados no concluyen nunca por fijarse :: de este modo, quedando abiertos, están indicando, a pesar de los esfÍJerzos en contra desarrollados por las teorías identitarias, que el mO\imiemo de la significación no es finito sino que el exceso acompaña a la identidad. Únicamente de este modo, suele afirmarse, a trm'és de un SUjeto distanciado dd mundo, se posibilita que la acción del
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Sl0eto no f:sté determinada por la cultura y el discurso. Butler plantea que tales teorías presuponen equivocadamente que', por una parte, es imprescindible para el establecimiento de la acción la existencia de un yo prediscursivo aunque sobre ese yo se admita que' se instauran atravesamientos culturales diversos; y que, por otra parte, mantienen quc defender que el sujeto está constituido por el discurso es defender que el sujeto está necesariamente detcrminado por el discurso y, por lo tanto, incapacitado para la acción. Si nos acercamos al lenguaje, como hace Burler, advirtiendo que e! lenguaje no es un simple instrumento externo que un sujeto pueda utilizar a conveniencia como vehículo de expresión de lo que en él se contiene con independencia del lenguaje, si entendemos que la misma noción de sujeto, y de identidad, procede del lenguaje, del proceso lingüístico de significación, entonces, no se puede postular al sujeto, a su capacidad de acción, como elemento anterior a la significación. La tradición occidental ha establecido una distinción epistemológica entre e! sujeto y e! objeto, entre e! yo y e! Otro, que dificulta -piénsese en e! modelo de reconocimiento de Hege!, nos indica Butler-- tanto el conocimiento como la vinculación con el Otro. La crítica de Butler observa en este modelo epistemológico, que es la base de las políticas idencitarias, una estrategia de poder consistente en la ocultación de la factura discursiva que es la que produce la dualidad de sujeto y objeto. Disimulando e! mecanismo de su fabricación, la relación binaria se ofrece como necesidad. Desde la perspectiva butleriana de los procesos de significa..:ión, aquel modelo epistemológico no es sino una posibilidad contingente entre otras de! ejercicio de la dinámica de la significación. La pregunta pertinente en torno a la capacidad de acción es, desde ahí, una pregunta que indaga por el funcionamiento de la significación y por la \ i.abilidad de su mo\ ilidacl. La identidad significada no permanece fijada de un modo estático y para siempre. El sistema de signos, fluido y abierto, que es el lenguaje, configura lo que es inteligible y también se opone a la inteligibilidad que ha producido en un momento dado,
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dentro de un contexto lingüístico e hi~tórico específico, porque son múltiples los discursos e impredecibles los efectos de sus il1\w'aciones repetiti\'as que estnlcturan temporalmente el campo ele lo inteligible. De acuerdo con lo dicho, Butler afirma que entonces aquello que se denomina desde el modelo epistemológico capacidad de acción (agl'lICl') está contenido, y no, por tanto, anulado, en la práctica de la significación. Es a partir de esta comprensión de lo discursi\'o como proceso de significación como adquiere sentido la formulación de Butler de un sujeto discursivamente construido y capacitado para la acción, y para la acción sub\'crsi\"a y transformadora, en cuyo beneficio, y a rayor de su clarificación. trabaja insistentemente su pensamiento, como obsen'aremos, también, en el tranSCllr~o de la, rcflexiones que ocupan la obras posteriores a Gel/da 1Im/ble. El sujeto construido es un sujeto producido, hecho inteligihle, por un conjunto de reglas que logran su efecto a través de la repetición. Por eso, porque la repetición es fundamental para la significación, afirmar que el sujeto se configura discursivamente no es afirmar que está determinado de modo pleno y absoluto: El sujeto no está determinado por las reglas mediante las cuales es generado. porque la significación no es un arto fundador, sino más bien un jiroceso reglan/mIado de repetición que a la vez se uculta e impone sus reglas precisamente mediante la producción de efectos sustancializaclores. En cieno sentido, toda significación se da dentro de la órbita de la obligación de repetir; la «capacidad de acció!1» (agcncy), pues, es estar situado dentro de la posibilidad de variar esa repetición [87].
Justo en la intelección de la significación como mecanismo animado por la repetición reside la inteli.r,,:ribilidad de la potencia para la acción. Las reglas de la significación son [('stricti\'as en un sentido pero abren campos alternativos de significación
[87] GD.p.176;GT.p.145.
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en otro sentido. De ahí que sea factible pensar en nue\·as posibilidades de género no sometidas al binarismo dominante y de ahí que esas iimovadoras configuraciones de género deban producirse dentro del marco, y no fuera de él, de los procesos significativos de repetición. En la repetición cabe el fracaso de las reglas que generan la coherencia de género. Porque ser un género no depende de un sujeto transcendental prediscursivo sino de la interacción de una multiplicidad variable de discursos conflictivos. Esos discursos son los instrumentos que constituyen el género y que, por esta misma razón, pueden ser manejados en direcciones subversivas. La subversión está ahí. En el hecho de que lo nombrado «real» es, a fin de cuentas, algo fantasmático, una «ilusión de substancia» [88]. Las repeticiones subversivas deben dirigirse a mostrar ese carácter fantasmático de lo conceptualizado como real, a evidenciar que el cuerpo no es una superficie natural. Las parodias de género, aunque mayoritariamente han sido evaluadas como reconsolidaroras del mensaje de la naturalidad del género, al poner en escena el fracaso de la imitación de un género «natural» antes que indicar la marginalidad inevitable de los géneros no «originales» subrayan que el fracaso es elemento que constituye a todos los tipos de género, también a los géneros supuestamente naturales, porque no es posible vivir sin fisuras bajo las reglas que dictan qué es un género natural. Aquí radica la fuerza crítica de la parodia. Esta línea de pensamiento que concibe la identidad como efecto es, según Butler y por paradójico que pueda parecer, la más propicia para impulsar la capacidad de acción del sujeto. Las acciones del sujeto que quedan excluidas por las políticas de identidad, basadas en nociones substantivas de sexo, son potenciadas por esta concepción de la identidad como un producto discursivo, siempre que se retenga la idea de que la identidad como electo no supone ni que el discurso determine exhausti\·amente la identidad [88) GD, p. 177; GT, p. 1~6: "The «re a!» and lhe «sexually belio> are phanlasmatic con.\lructiOIb -illusions uf subslancc-- ¡hal boclies are COI11pclled 10 approximale, but nc\·er can».
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Ili que la identidad sea entonces algo meramente arti1lcial y arbiu·ario. Para Butlcr si el feminismo identitario no ha sabido entender el sentido de su propuesta de la identidad como efecto es porque ha permanecido encerrado bajo la dicotomía irreconciliable entre "oluntad libre o determinismo rígido. Situarse en un punto de ,'ista exteríor a la identidad construida es un rasgo imperialista que el feminismo, a juicio de Butler, debería e\·itar y que de hecho puede e\itar al localizar su acción, y una acción que es política, dentro del ámbito de las repeticiones constitutivas de la identidad. que es desde donde es posibk enfrentar las constricciones de las normas de género. Butler hace radicar la política feminista en el interior de las prácticas significantes. No puede ser de otro modo, ya que los sujetos estamos siempre inmersos en esas prácticas de repetición de las normas de género, ante las que no cabe no repetir pero ante las que sí es posible repetir en direcciones que trastornen la estrechez de las normas, sus pretensiones normali;::adoras. Identidades de género diferentes ya existen pero existen marcadas como ininteligibles, como imposibles. Butler rei\-indica una apertura de las normas mediante el cuestionamiento de la naturalidad del sexo y de la identidad de género original que otoq?;ue inteligibilidad cultural a esos sujetos marginados.
7. RÉPLICAS A EL
C;t\ERO E\' DIPl 'T.-l
Un amplio campo de debate suscitó, y continúa pro\'ocando, la publicación y difusión de Gender Trouble; lo que e\ idencia, de modo fundamental y en primer lugar, la fuerza del pensamiento de Butler sobre la identidad de género. Comentaremos en este momento algunas de las principales y más persistentes objecione~ que son formuladas a sus planteamientos. Es importante conocerlas también porque en obras posteriores Buder se preocupa por despejar los malentendidos a los que dio lugar su primer libro feminista así comu por intentar ahondar en aquellos aspectos relativos al género que pudieron quedar menos intensificados en el desarrollo de sus argumentaciones.
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La cuestión de si la noción de performati\ idad del género capacita o por el contrario anula por completo la potencia para la acción del sujeto, es enfocada inmediatamente como elemento central de la discusión. Ya en 1990, en relación con el tema «Feminismo y Postmodernismo», tuvo lugar un intercambio de posiciones feministas que se publicó en 1995 con el nombre de Feminisl Conlenlions. A Philosophical Exchange [89], Y en el que participaron junto a Butler, Seria Benhabib y Nancy Fraser; con posterioridad Drucilla Cornell se sumó además al debate. A pesar de que en Gender Trouble se afirma por extenso el sentido y el alcance feminista de la existencia, como efecto, del sujeto, Benhabib considera que la postura de Butler, como filosofia feminista que se apropia del pensamiento de Nietzsche, implica la muerte del sujeto. El rechazo del supuesto de una identidad de género como fundamento de las expresiones de género es el punto inaceptable para Benhabib, para quien este vaciamiento de una identidad como origen de los actos de género supone imposibilitar la acción, y la acción transformadora, por parte del sujeto. En su trabajo «Feminism and Postmodernism: An Uneasy Alliance», Benhabib reconoce cierto valor a la crítica postmoderna de la racionalidad occidental en tanto que abre la mirada hacia los márgenes, pero, mostrando, Benhabib, su voluntad
[89] Judith Butler, '-'iancy Fraser y Seyla Benhabib participaron en septiembre de 1990 en un simposio organizado por Tlze Greater Philadelphia Philosophy COl/Sortiwn. En Praxis International, II (2), July 1991, se editaron tex[Os sobre el debate. y posteriormente la polémica, que se extendió incluyendo a Drucilla Cornell, se recogió primero en Der Streit U111 Differen::., frankfurt, Fiseher Ve rI ag, 1993, y después en Seyla Benhabib, Judith Butler, Drucilla Cornell y )¡ancy Fraser. Feminist COl/tenlions. A PhilosojJhical Exchal/ge. ;-'¡ew York and London. Routledge, 199.5. Un estudio donde se analizan las posturas enfrc:ntadas de Benhabib y de Butler nos lo ofrece Firma \\'cbster, «Thc Politics of Sex and Gender: Benhabib and Butler Debate Subjectivity», H;palia. vol. 1.5, n." 1, Winter 2000. pp. 1-22. La autora se interesa en particular por mostrar cómo el debate entre las dos autoras ha provocado una confusión sobre las implicaciones polític
ele continuar anclada, aunque re\'isúndola y rcpcns,índola, en la subjeti\'idad moderna, considera muy discutible que la teoría ICminista pueda ser a la \'ez postmodcrna y seguir interesada en la emancipación; que es difícil que el feminismo pueda ((;ner como aliado teórico al pensamiento postmodcrno, Benhabib defiende que es imprescindible para la tarea de la emancipación Id formulación de «un concepto de autonomía feminista», ele «indi\'idualidad autónoma»; que es necesario mantener, en contra de la postmodernidad, la «esperanza utópica en lo totalmente otro» [90] para sostener una éLica y política feminista, La interpretación de Benhabib al reducil~ equi\'ocadamente sin duda, el concepto de penormati\idad a los términos dclas perfonnances teatrales, entiende que Butler propone que los individuos no somos más que el conjunto de nuestras actuaciones de género, con lo que no hay núcleo de arranque para promo\'er un cambio en la dinámica de las peiformanres que nos constituyen, Las estrategias subversivas apuntadas por Buder, la parodia, la resignificación, son juzgadas por Iknhabib como triviales e ineficaces, Valorado de eSL(; modo, el feminismo de Burler es para Benhabib inoperativo, inútil para la lucha feminista e incluso debilitador de las implicaciones emancipatorias del feminismo, Denuncia en Buder, esta lectura de Benhabib, una apuesta por un constructivismo social y cultural en el que el sujeto concluye por permanecer completamente atrapado, determinado de un modo exhaustivo y definitivo, Benhabib se sitúa dentro df'l marco de esas políticas identitarias de pronunciamientos favorables a la idea humanista de un sujeto en alguna medida autóno-
U10] Scyla Bcnhabib, «Fcminism and Postmodcrnism: An Uncasy ,-\lliancc», en Scyla Bcnhabib,Judith Butlcr, Drucilla Cornell y :\ancy Fraser, Felllinisl Con/ellliollJ, A PhilosojJhical E>:clzallpe, O/l. cit" pp, 17-34, \'éansc en particular las pp. 29-30, Traducido como «Fcminismo y post modernidad: una ditlcil alianza», en Celia Amorós (eoord,), Historia de la te01iaJemill1sUl, Madrid, Comunidad de !lladrid-Dirrcción General dc la !\lujer-Instituto de 111\'csti~aciones Fcministas-Univcrsidad Complutcnse de Madrid, 1994, pp. L') I-L:Jb; \'éansc en panicular las pp. 255-256.
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l Ql-r CU:\"T.·\ cmlo
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mo, dotado de intencionalidad, responsabilidad y reflexividad; de un sujeto hacedor que siempre está sustentando sus actos. El de Benhabib es un sujeto situado [91] pero situado en un contexto que no deja de ser, a fin de cuentas, externo al sujeto. Por su parte, Nancy Fraser, de orientación filosófica pragmático-falibilista, reconoce que el feminismo no debería tener problemas para reutilizar formulaciones teóricas provenientes de diversos, e incluso heterogéneos, marcos conceptuales, y afirma -junto con Linda ~icholson [92]- que el feminismo puede renunciar a los fundamentos filosóficos pero no así a la fuerza emancipadora y a la critica social. Fraser, en polémica con Benhabib y Butler, define su propuesta feminista como aquella que puede superar la «falsa antítesis» entre Teoría Crítica y Postestructuralismo. En el debate con Butler acepta, a diferencia de Benhabib, que el sujeto formulado por Butler como el c~pacio de la resignificación tiene capacidad para la acción. Sin embargo, Fraser mantiene la necesidad para el feminismo de poder distinguir entre «buenas» y «malas» estrategias [93], advirtiendo que la teoría de Butler, aun siendo hábil para la insubordinación, en su opinión no proporciona los instrumentos teóricos y éticos que permitan efectuar tal discriminación. El momento de la resignificación señalado por Butler no es para Fraser suficiente. La critica no puede ser substituida por la
[91 J Sevla Benhabib, Situaling Ihe se!! Gender, Commllnity and Poslmodernism in CO/llelllporm~)"
Et/I/ú, Oxford, BlackwelI, 1992. [92] 0iancy Fraser and Linda.J. ~icholson, ,<Social Criticism witholl[ Philosophy: .-\n Encoumcr netween Feminism and Poslmodcrnisl11», cn Linda]. Nicholson (ed.), FnninismIPostmod(!rnism, op. cit., pp. 19-38. [93J :'\anc\' Fraser, «False Antithcses: .-\ Response to Scyla Benhabib and Juclith Butle!"», cn Scyla Benhabib,]udith Butler. Drucilla Comell amI :\
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1.0 II
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n:sig¡úficación porque solo la crítica rcconstructi\-a y sus postubclo!' emancipatorios, mantiene Fraser, nos otorgan un marco normativo propicio para el feminismo_ Benhabib cierra su posicióll e11 torno a la Teoría Crítica y Butler se inscribe en el ámbito de! Postestructuralismo; una y otra plantean sus propuestas de un modo dicotómico que Fraser discute y que pretende poder sup~'rar al proclamar que aquella es una «falsa antítesis»_ Frascr concluye que el pensamiento de Butler entiende por liberación la renuncia a la identidad y que admite la igual valía de cualquier tipo de resignificación_ Pero e! análisis minucioso de! contenido de Gender Tí-ouble y del conjunto de las obras de Butler no justifica en absoluto los comentarios de Fraser_ La subversión de la identidad hacia la que incita Butler no supone ausencia de identidad sino la quiebra de la noción ontológica, esencialista, de identidad y la reorientación de la identidad hacia su consideración no ya como punto fijo, compacto, de partida sino como efecto de las dinámicas, plurales y móviles, de los ámbitos culturales v discursivos. Y con el fin de la subversión de la identidad, en este sentido apuntado de su desnaturalización, en ningún momento mantiene Butkr que todas las acciones están dotadas de un valor transformador semejante_ Indica, lo que no es lo mismo, que de antemano no se puede precisar con certeza las consecuencias de nuestras líneas de actuación :--' que lo crucialmente importante es someter nuestros conceptos, juicios y normas habituales a una re\-isión crítica incesante_ En tal caso, antes que observar confusión y falta de productividad en la teoría de Butler, como enuncia Fraser, la confusión se aprecia en la comprensión de Frascr del texto de Butler [94]_ [9+J Con posterioridad a la disputa contenida en FC7IIinúl Conlenliol1J, Butler y Fraser hacen público su desacuerdo en relación con el tcma de la distinción entre orden material de la ,~da )' orden cultural_ El marco teórico de Fraser se basa en la difercnciación normati,-a entre justicia de redistribución y justicia de reconocimiento que ella dice valorar en igual medida pero a partir de cu,-a separación analítica puede ofrecer un criterio normativo para discriminar el tipo de diferencias merecedoras de una atención prioritaria, a saber, aquellas diferencias relacionadas con desigualdades económica~_ Fra~er considera que la distinción entre lo eC0l1úmieo j" lo cultural, en tamo se la hace funcionar dialécticamente, es útil
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Ante estas réplicas de Fraser, Butler comenta, años después de la publicación de Gender Trouble [95], cómo, en efecto, su pretensión no es activar toda clase de posibilidades sin discriminación. Mas le preocupa qUe las directrices que guían nuestras decisiones sobre la clase de vida que se debe vivir y sobre el conjunto de acciones que se deben colectivamente fomentar surgan al margen de una reflexión sobre nuestras nociones, ya dadas y establecidas previamente, de lo que es una vida vivible o posible. Si, por ejemplo, continúa Butler, estamos ocupados en la cuestión de los derechos humanos, en cómo lograr su consecución, pero no revisamos el significado y la extensión del término mismo que nos sirve de base, podríamos estar aplicando una intelección de los derechos humanos donde las vidas de las lesbianas y de los gays no estén incluidas. Los juicios normativos que postulamos no pueden omitir una interrogación crítica sobre su propia constitución, sobre la serie de exclusiones que están llevando a efecto en sus formulaciones, sobre el campo de posibilidades que están dejando en suspenso. Esta actitud no para el análisis critico de la sociedad ya que posibilita desvelar los aspectos culturales contenidos en los procesos económicos así como los aspectos económicos em,ueltos en los procesos culturales. Butler discute enérgicamente la pertinencia de la separación entre lo económico y lo cultural-simbólico argumentando sobre las graves consecuencias de carácter material-económico que están implicadas en la falta de reconocimiento social e institucional, en la carencia de inteligibilidad cultural, que padecen ciertos individuos en razón de su género )i sexualidad transgresores. La tesis de Butler es que el género )i la sexualidad no son meros asuntos derivados, subsidiarios o triviales sino que ambos forman parte de la ~ida material de las personas, con lo que lo material y lo cultural están implicados de tal íntimo modo que no se justifica e! desprecio \'ertido, por parte de sectores autodenominados marxistas y progresistas, sobre los mo\-imientos sociales de los que dicen que se dedican a cuestiones «meramente culturales» y que contribuyen al abandono del proyecto materialista de! marxismo, a la desatención de los problemas re!ati\'os a la redistribución económica, Véase sobre ello el texto de Butler, «El marxismo y lo mc.:ramellte cultural», .\{¡;; /di Rzúew, n," 2, mayo/junio 2000, pp, 109-121; y e! texto de Fraser, «Heterosexismo, bita de reconocimiento y capitalismo: una respuesta a JUditll Butler», .¡\ew /di Rrúeu;, n," 2, mayo/junio 2000, pp, 1'23-13-1-)a publicación original en inglés de! texto de Butler fue en Social Text, 52-53, 19971. rg 5j CHS, p, 355,
[ CAPiTL LO
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supone la paralización de la toma de dccisiones sino una potcnciación de la dimensión crítica de la normati\·idad que podría e\·itar la contradicción que surge cuando nuestras normas reaIizall una exclusión de la que no asumimos la responsabilidad. Capacidad de acción, sin embargo, no le niega Fraser al sujeto butleriano. Una y otra desacuerdan en tanto que el impulso para la acción positi\'a recae en Fraser en el criterio l1ormati\·o y en Butler en la problcmatización critica de la normati\idad. Pero la polémica mayoritaria en torno a Gcnder 7í'ollble ha continuado organizándose sobre el punto destacado por Benhabib: la disyuntiva entre voluntarismo y determinismo: 1;1 cuestión de cómo pensar la agencia [96] del sujeto. AsÍ, Amy Allen [97] precisa que en Gmder 7í'oubLe, en donde ella percibe una primera formulación de la performatividad basada en las paradqjicas tesis foucaultianas sobre el sujeto, el discurso es ambiguo; oscilante entre una postura voluntarista en la que la resistencia resulta ser demasiado fácil y otra determinista en la que, al contrario, la resistencia se hace imposible. ABen, injustificadamente, no aprecia ni la re\isión critica de la obra de Foucault ni la huella de la perspectiva teórica derridiana ya contenidas, ambas, en Gender TroubLe. No de otro modo puede enfocarse el énfasis de Butler en explicar el ejercicio del discurso como un proceso de «repetición» de significados; un proceso que se con-
[96J EJ término inglés «agenc)'» e~tá siendo traducido, de un modo cada vez más usuaJ en el contexto de la teoría feminista, por la palabra castellana «agencia». «agency» indica un modo de pensar la capacidad de acción del sujeto que cuestiona deliberadamente el modelo tradicional en el que se partede- la idea de un sujeto de "oJuntad libre y de carácter autónomo y racional. El sujeto dotado de «agenc)"» es un sujeto dependiente del contexto --cultural, social, político. lingüístiro- y de la, rclaciones estahlrciclas ron los otros sujetos. Los análisis de Foucault sobre el podcr son, de este modo, los que están en la hase de esta concepción del sujeto y de su «agenc~~> que se dc~ arrolla en el pensamiento feminista al menos desde los aí'los 80 del siglo x.."\:. Puede consultarse a este respecto la entrada «Agency», en Lorraine Code red.;, EI1~Jrclo/}edia qf Feminist Tlzeones, op. cit.. pp. 15. r97J Amy AlIen, The Power qf Feminist Theo~J: Domination, ResisulIlcc, Solldari!}", o/J. cil., pp. 71-73.
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cibe como abierto a la posibilidad del fracaso dt' la tarca de la sedimentación de los significados más convencionales. Al menos Allen reconoce, f-n todo caso, que cuando Butler, particularmente a partir de Bodies lha! ¡\l/alter, retoma directamente el concepto de Derrida de «iterabilidad» o de «citacionalidad» -lo que Allen denomina segunda formulación de la performatividad, y qut', en nuestra opinión, es más apropiado entender como una profundización y matización de la noción de pcrformati"1dad-, entonces encuentra el camino para abordar la agencia del sujeto más allá de la dicotomía entre voluntarismo y determinismo. Esta polaridad de lecturas se observa, además, comparando la realizada por Allison Weir, por una parte, y la de Susan Bordo, por otro lado. \\'eir [98] coincide con Benhabib en que el planteamiento de Burler es determinista en tanto acepta la perspectiva postmoderna de análisis de la identidad del sujeto. Bordo [99] defiende el punto de \1sta opuesto, el que halla en Butler una postmoderna celebración de la resistencia a las normas a través de la parodia y de la figura drago Según Bordo, la subversión resulta fácil para Butler porque conceptualiza el cuerpo como simple y puro texto, como una mera función del discurso susceptible de desestabilización, en lugar de acercarse al cuerpo, como así debería a juicio de Bordo, desde su materialidad, o realidad, desde la propia experiencia y desde la complejidad de los contextos y prácticas particulares, sociales e históricas además de discursivas. Este es el núcleo de la crítica de Bordo a Burler, el que a su juicio desatiende los elementos materiales, experienciales, sociales e históricos que están implicados en el cuerpo y en la identidad del sujeto, desembocando en un constructiásmo Lingüístico radical [100]. [98] .-\Ilison \\'cir, SaoiJirial ÚJgics: Feminisl Theo~)" (wrl Ihe Criti'lu,: of !dentil)' • .\'e\V York, Routlcdgc, 1996. [99] Susan Bordo, Unbearable Hé(ghl: Feminism. ¡~éstem Culture, and Ihe Boqv, Bcrkelcy, Universiry of California Press, 1993. [100] Vé¡L~C el comentario de SusanJ. Hekman sobre los planteamientos ele Cnbmrabll' ¡ It'~¡;ht de Bordo y de Boilies TI/al .\falta de BUllcz; en "Re\'ic\\' uf Bar/ies Ihal Malter, by.Judith Buden>, Hypatia, n." 10 (4-1, 1995, pp. 151·157.
rC.\PITlW ¡¡ 1
solo Weir v Bordo ofrecen inteiecciones distintas de ias tt'sis de Bmkr sino que son inversas sus respecti\'as \'aloracione~ sobre las implicaciones de la postmodemidad, Sin duda, bajo el término «posunodernidaci» quedan atrapados indebidamente un conjunto plural de pensamientos no reductibles a unidad; de ahí la incomodidad manifestada por Butler ante tal rúbrica [10 1], Sin duda, también, la obra de Butler merece- una dedicación mucho más cuidadosa, alejada de miradas fragmentarias y parciales, Buena parte de la incorrecta comprensión de la que Gendl"r 'Jí-ouble ha sido objeto se debe, como decíamos con ocasión de la crítica de Benhabib, a la confusión en:re las nociones de poformanee y performatividad [102]; confusión potenciada por la fija;-';0
Hekman, en «Beyond identiry, Feminism, ici;:ntity and idemit)" politics», Feminist Tlzeo~)', n," 1 (3), 2000, pp. 289-308, cuestiona como insostenible la noción de sujeto de Butler que define como un sujeto ficcional carente de substantividad. Pero el interés de Hekman es, en todo caso, eliminar la específica problemática identitaria del campo de la.; políticas feministas, [101] Véase judith Butlel; «Encuelltro~ ¡ra¡1s[ormadores», en Elisabcth Beck-Gernshcim,judith Butlcr y Lídia Puig\'en_ Jf,geres)' tran{.fúrmacionts sociales, Barcelona, El Roure, 2001, p. 77: «Pero sé por experiencia que este término aparece relacionado conmigo, que es utilizado por otras para describirme, y que siempre se utiliza, no para defender la relevancia política de mi ¡rabajo, sino para cue,¡ionarlo». [102] Autoras como Ann Ferguson, «?\.'Io~al ResponsibiJity and Social Change: A New TheoT'y o[ Sel[», ~lj1alia. Spc:·1:/Issuc. Tlzird Jli1¡'c Feminisms. vol. 12, n." 3, summer 1997, editado por jacquelyn K Zita, p, 121, aun cuestionando ciertos aspectos de la obra de Butler -en particular por lo que ~e refiere al tema de la responsabilidad moral de la acción- aluden a estas lecturas estrechas del concepto de performance que ignoran la complejidad de su planteamiemo del sujeto. Sara Salih, en Judith Butler, London and :\ew York, Routledge, 2002, p. 69, se refiere en concreto a la poco clara comprensión de la noción de performatividad de But!cr Ib'acla a cabo por Benhabib. Salih menciona además otros cuestionamientos de l¿ performati"idad, como el de Toril Moi (What 15 a r+ÍJmall? And Other Essa).'. Oxford. Oxford L'ni"ersi¡y Press, 1999, p. 45) que objeta a Butler -a cu"a obra le reconoce de todos modos el mérito de ser d más important,· esntdio en los aiio~ noventa sobre el sexo)' el género- que otorgue al poder, al ámbito discursi,'o, una fuerza semejante a lo di"ino al postular que el sexo no es más que género y al reemplazar al sujeto estable y coherente por un sujeto inestable, incoherente y perlormati,-o. :\simismo, Salih recoge las críticas efectuadas, esta "ez, desde el
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ción de la mirada de un modo excesivo en las performances ejecutadas por las drags. El libro de Butler ha quedado reducido ante esos ojos de cono alcance a tan solo un mínimo conjunto de frases que, por lo demás, tampoco han sabido leer con agudeza. (,:'\hyoritariamente soy conocida» --escribe Butle,-- - «por la discusión que tiene lugar en unos ocho púrrafos del libro sobre las performances drag y su potencial subversivo» [103]. La drag era un modelo de performatividad, comenta Butler [1 04J, Y UD modelo del que se advierte que no está exento de restricciones, pero fue entendido, desde una interpretación voluntarista, como el paradigma de: la performatividad y de la subversión del género. La gran popularidad alcanzada por esta obra, opina la autora, pudo contribuir a la incomprensión de lo que ahí se quena decir [105J. En ('sta línea, Butler aludirá también [106] a su sorpresa al comprobar cómo se había supuesto que en Gender Trouble performatividad era sinónimo de performance, cuando el uso del ejemplo drag queen pretendía ser una alegoría de la performatividad de género en la que toda persona está implicada. La performance de la drag hace explícito el funcionamiento de la norma a través del cuerpo. La performance de género es una parte de la performacampo de la sociología_ En este sentido cita, en p. 69, aJohn Hood WiJliams ya \\'endy Cealy Harrison (<
f C.~píTl"T_O
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ti\'idad que, como taL está condicionada por las normas de géneru que no se pueden elegir, Y ante la pcifon7lallc{ también hay que considerar el contexto de recepción, no anticipado por completo de antemano, Por tamo, el significado de las perjórmallces de género no queda establecido por las intenciones de quien actúa,
7. J. }) contexto hispano de recepción
Lecturas no muy distintas a las que acabamos de aludir son toda\ía las más dominantes en el campo de la Glosofia feminista escrita en lengua española [10 7]. Fue en el año 1990 cuando se dispuso por primera vez de un texto de Butler traducido al castellano, En ese aíi.o, Butler empezaba a ser muy tenida en cuenta por su Gender h-ouble, como hemos indicado. Sin embargo, el texto primero que de ella pudimos leer en castellano era el escrito sUyú anterior «Variaciones sobre sexo y género. Beau\"oir, \Vittig y Foucaull». Y junto a él, llegaban, además, ciertos ecos de la polémica feminista en torno a sus arriesgadas tesis. Con ello empezaba a quedar cierta constancia de la envergadura de su pensamiento dentro del marco de la teoria feminista r108]. [107] ~obre esta cuestión ya he tralado con anterioridad en el trabajo, «Lecturas de Butler desde la fllosofia feminista española», Rjff RaJ(, n." 021. 2" época, im'ierno 2003, pp, 85-98; trabajo que se publicó además en lengua alemana: <~udith Butlers Rezeption im spanischen feministichcn Dcnkem>, Dir Philoso/min, Forumfiirfeministische Theon'e und PhilosojJlzie, n." 26, Dezember 2002, pp, 43-j6, La actual es una vcrsión en pane diferente del escrilO cilado. [108] Prueba dc lo que decimos es que un año antes de la edición de Bodie.r Tlla/ AfaUa, esto es en 1992, Butler fue imitada a nexponer una \'ersión abre\'iada de: esta obra, Ello tuvo lugar en el contexto del curso Femillismo. Filr",,!!ia .l' Ciencia dirigido por Giulia Colaizzi (\'alencia, Uni\'ersidad Internacional ~lcnéndez Pclayo;. Aquella fue la primera presencia de Butlcr en Espaiia, Después, debido al Centre de Recerca Social i Educativa de la l:niversitat de Barcelona, y a SIlS jornadas Cambie, Educativo)' Social In Af/ljere" .l' TioniformacioncJ Sociales (200 1) fue posible escuchar a Butler de nuevo en Espaiia, Constatamos en ('se foro que Butler es una potente teórica que no dejó en absolulO indiferente a la numerosa audiencia que allí se reunió guiad" por el imeres suscitado por el pre\'io conocimiento de sus conceptualiza,
Sobre todo fue fl juicio de Celia. \morós sohrf la obra de Butler el que en principio orientó el modo de su recepción dentro de la f¡Josofia feminista española. Del público intercambio de posiciones teóricas que protagonizaron junto a Butler, Nancy Fraser y Seyla Benhabib, da noticia Amorós en la obra por ella coordinada Hislon'a de la teoría feminista; una obra que ha sido ampliamente leída y que continúa siendo un punto de referencia sobre el tema [109]. En su texto «Feminismo, ilustración y post-modernidad: notas para un debate» [110], Amorós recoge el planteamiento de Benhabib y las tesis de Fraser y ofrece su propio punto de vista sobre esta discusión acerca del 'valor, o utilidad, de las oriemaciones postmodernas para el pensamiento feminista. Si para Benhdbib el feminismo debería mostrar escepticismo hacia la postmodernidad porque puede llegar a poner en cuestión los ideales emancipadores mismos de los movimientos de mujrres. para Amorós, en esta misma dirección, el feminismo es «una modernidad radicalizada» que trata, antes que de nombrar la muerte del sujeto, de llevar a cabo su redefinición. Aunque Amorós señala que la idea butleriana de resignificación, que discute la pertinencia de los roles de género asignados, no carece de interés en cuanto instrumento dirigido contra el esencialismo, no puede aceptar, de acuerdo con la crítica de Fraser, que la resignificación funcione sin orientación normativa que permita establecer qué tipo de resignificaciones son las emancipadoras. Particularmente polémica es Amorós con la idea de Butler de «proliferación paródica de géneros» a la que ciones. Recient('me~te, en junio de 2007, Butler ha \'uclto a Barcelona inútada por el Espai Francesea Bonnemaison '! también por el .\Iuseo de .\nc Contemporáneo de Barcelona. [109] Recientemente, Celia Amorós junto con Ana de .\Iigüel han editado una extensa obra sobre teoria feminista donde se recogen nllc\'OS texto, adernús de alguno> de los ya publicados en el anterior libro citado Hútoria de la teoTÍafeminista. Véase, lloria feminista: de la Ilustración a la globali.::.ación, 3 \'015., Madrid. Minerva Ediciones. 2005. [110] Celia Amorós, «Feminismo, ilustración y post-modernidad: notas para un debate», en Celia .\morós ':coorcl.:' HiJton'a de la t('orínjemini.\ta. o/J. ,.il., pp. 341-352.
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cOll\·icrre en una afirmación del género como «ficción» carna\'alcsca con L qUé' libremente se puede jugar [111]. Aquella incomprensión de Gender Tí'ouble que tanto sorprendió a Butler es la que c;stá presente también en las réplicas, insistentes y reiteradas. de Amorós que, no en vano, se dejan guiar por los comentarios de Benhabib y de Fraser. El estudio «SlÚt'tO, sexo y género en la polémica modcrnidad-postmodernidad» [112] de Alicia Pule o, quien desarrolla asimismo en sus escritos la perspectiva del feminismo ilustrado, alude al pensamiento de But..ler en relación con las revisiones postmodernas del horizonte conceptual ilustrado. Puleo encuentra en lo que ella denomina visión postmoderna un desplazamiento de las críticas al patriarcado en favor del cuestionamiento del humanismo. Butler, nos informa Puleo, detecta un inadmisible «esencialismo humanista» en autoras como Beauvoir y Wittig. En razón de estas críticas butlerianas, Puleo concluye que Butler comierte al sujeto en una «ficción» ya que lo concibe como cfe-cto de las múltiples prácticas de poder; lo que Puleo enlaza con la propuesta de Butler de lucha contra la tradicional opresión dc género binario a tra\·és de la proliferación de géneros. Puleo entonces, como Amorós. ve un serio problema en esta noción de proliferación de géneros antitética al concepto ilustrado de sujeto. Retomando ideas de Amorós, considera quc el planteamiento de Butler muestra un rasgo epicúreo de alejamiento de lo político y de acercamiento al ámbito de lo ético y de lo estético-lúdico, que imposibilita que el camino de la proliferación de géneros logre los previstos resultados de ruptura del sistema hegemónico de sexo-género. [! II J Celia Amorás, TiemjJo de jcllliniJ/lIO, )'Iadrid, Ediciones CátedraL'ni\'ersitat de \"alcncia-Instituto de la ~huel; 1997, p. 458. También, Celia .-'\morós, «Feminismo y peryersió!1», en Luisa Posada Kubissa, Sexo)" esencia. De cSC/lcia/ismos C/Icubicrtos)' esencia/ismos /¡crtdadoJ: desde un ji:minis1I1o nominalista, Madrid, Horas y Horas, 1998, p. J40. En su posterior libro, Feminismo )"fi/osofia, l\1adrid, Editorial Sintesis, 2000, pp. 72-82, Amorós continúa disputando las tesis de Butler con los mismos argumentos. [1 J2J Alicia Puleo, «Sujeto, sexo y género en la polémica modernidadposlmodernidad», Anales de La Ca/edra Francisco Suare.;:, 31, 199-1, pp. J 1-121. _
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Según Puleo, el movimiento butleriano de diversificación de los géneros no altera la permanencia de relaciones asimétricas de poder. Estas solo podrían verse eliminadas, al decir de Puleo y de acuerdo con Amorós, por el trabajo de anulación. de las diferencias de género, porque género y patriarcado, género y relación jerárquica de poder, son conceptos equivalentes. Mas, desde la perspectiva de Butkr, es claro que estas políticas identitarias sostenidas sobre la noción de un sujeto humanista, antes que lograr la anulación del poder y de sus consecuencias excluyentes producen un fuerte efecto de poder, vehiculan el poder de la acción autoritaria y normalizadora que impide otras diferentes posibilidades de vida, pues la vida, toda vida, nunca sucede al margen del género, de los géneros, los deseos, las sexualidades. Y si la diversificación de los géneros no consigue el derrocamiento final del patriarcado puede, sin embargo, lograr agrietar sus sedimentaciones más constrictivas. En fechas más recientes, Cristina Malina Petit no deja tampoco de referirse al pensamiento de Butler desde su óptica del feminismo ilustrado. En «Debates sobre el género» [113], al explicar la proliferación paródica de géneros vuelve a catalogar a Butler bajo la rúbrica de pensadora postmoderna e insiste en calificar su estrategia como estética y lúdica siguiendo, como en los casos anteriores, las tesis de Amorós. Pareciera como si la obra de Butler empezara y concluyera con Gender Trouble para estas autoras, quienes, por lo demás, aun prestando atención a una única obra, reflejan en sus observaciones la precipitación de sus lecturas. Así, Cristina Malina, en su texto «Género y poder desde sus metáforas. Apuntes para una topografía dd patriarcado» [111-], afirma que en Butler el géneru «no tiene más realidarl.
[113] Cristina ~Iolina Pnit, ,
(C\l'in·l.l1 11]
que sus propias representaciones UJCIfo.·'17,anccs)>> [115J Y que su propuesta hablil de elegir el género, lo que implica, a su juicio, que el discurso de Butler se clirige solo a la elite del «Estado del BieIlestar» además de ser una voz procedente de un «sujeto lésbica» fl16], Toda la argumentación butleriana, detallada y sólida, sobre la improcedencia de la clicotomía \'oluntarismo-determinismo, sobre la mclancolb de género, sobre la problematicidad de lo:> cunceptos idemitarios: todo ello así como su minuciosa crítica a la categoría de «la lesbiana» de Witúg y el sentido de su uso de lo quecr siempre conectado con una clara preocupación por extender las posibilidades de \1da en fm'or de las personas culturalmente no dotadas de inteligibilidad, han desaparecido por completo del alcance de la mirada de Crisúna l\101ina, y tampoco dejan de ser inadecuados los come marias que ha dejado impresos la filósofa, ig-ualmente discípula de Celia Amorós, Asunción Oliva Portolés [117], quien resuelve la com]Jlicada cuestión sobre el modo butleriano de pensar el sujeto afirmando: «La concepción de Butler de que el sujeto está constituido por el discurso, aunque no determinado por él, es un ejemplo de una política antiesencialista y constructi\'ista radical», Antiesencialismo y construcU\1SmO radical no significan, sin más argumentación, la misma cusa, como parece, sin embargo, sugerir la referencia citada de Oliva Portolés, ~Iás recientemente, esta autora vueh'c a Butler afirmando que «desarrolla una perspectiva constructi\i.sta extrema sobre el género» r118J. i\ juicio de Oliva Portolés, para la tarea feminista la perspectiva adecuada es la de raíz ilustrada ya que el cons[115] l/M, p. 133. Ibír/., p. 137. [11/] :\~unción Oli"a Ponoll-s, «Sujeto ~. diferencias cullurales de~d(' la perspecti,·¡¡ del feminismo filosófico", en Teresa López Pardina )' A~un('ión Oli\'" Ponolés ,cds .... Cl'ítiw jilllilllJ/n al jJsirualiti/iJiJ )' a /a jlosc1ia, ~ladrid, EdilOrial Complulense: 2(l03, pp. 241-242. [1 le] .\sunción Oli"a Ponob, «Debates sobre el género», en Celia Amorós y Ana de l\Iiguel (eds.), Troriafc71lillis/a: de la Ilus/raciólI n la globalú:.aóólI, Oí;· cit., \'01. 3.", p. 36. En este texlo Oli\'a Portolés: no obstante, se esfuerza por expliGlr la~ línca, I;ú,icas del pcnsamicmo de Butlcr sobre el género.
1I I 6]
tructivismo extremo «nos aboca a callejone~ de muy dificil salida» [119] aunque, sin embargo, en su afirmación no explicita cuáles son estos calü:jones. Además, la filósofa argentina Maria Luisa Femenías mantiene en sus líneas fundamentales esa dirección critica interpretativa inaugurada, en el panorama internacional, por Benhabib y Fraser, y por Amorós en e! contexto de! Estado español. En Sobre sujeto)' género. l.ecturas feministas desde Beauvoir a Butler [120], donde dialoga con autoras feministas como Beauvoir, Amorós, Pateman, lrigaray, FemenÍas destaca que el pensamiento de Butler debilita e! proyecto político feminista. En Butler, según Femenías, las diferencias son todas admitidas por igual sin quedar sometidas a previos criterios que pudieran distinguir las diferencias significativas de las que no lo fueran. Y al respcí.to de la proliferación de géneros, Femenías observa que ni conlleva unas claras consecuencias políticas ni sirve para eliminar las relaciones de subordinación entre los géneros [121]. [119] 11M. p. 51. [120] Maria Luisa Femenías, Sobre szgeto] género. Lecturas feministas desde Berzuvolr a Butler, Buenos .-\ires, Catálogos, 2000. En obras posteriores, Femenías, formada en el ámbito del feminismo de Celia Amorós, mantiene esta misma discutible perspecti\'a de análisis sobre Butler. Véanse,]udith Buller (1956), :\Iadrid, Ediciones del Ono, 2003;]udith Bu/ler: Introducción a su lectlLra, Buenos .-\ires, Catálogos, 2003. [121] Siguiendo en gran pane la lectura contra la positividad del feminismo de Butler realizada por Femenías, la estudiosa también argentina .\ndrea D' Atri ha escrito los textos «Igualdad y diferencia. El feminismo y la democracia radical... mente liberal", Lucha de clases. Revista .I!arxúla de TcO/ia Polít/((l, Buenos .-\ires, nO"l.;embre de 2002. El texto se puede encontrar además en http://www.rebelion.org/izquierdo/ datri2111 02htm. Otro texto de dura crítica a Butler, ya las tesis de la democracia radical, de la misma Andrea D'Atri es «Feminismo y democr:lcia enJudith Butler. Entre la metonimia del mercado y la metáfora:imposiblc de la re\·oluriónn. (;¡'¡'(Itl, idrrdji'll1inillll. En la \\"(~h: http://ww\\".crcati\·idaelkmil1isla.or~/articlllos/rem_2()()3_bllttlcr.htm . D' .-\tri, desde el postulado marxista ele que la dilerencia de clases es la base explicativa de toelo tipo ele opresión y, por tanto, de que es esta categOlia de la diferencia de clases la que ele be orientar la lucha. se manitiesta con dureza contra los planteamientos de la demo("[;lcia pluralista r:ldical, planteamientos defendidos en sus trabajo., por HUller.
rc.WiT\\.() 11]
ena aproximaclOn al concepto hutkriano de cIÍ'ica C01110 resignificación que, por el contrario, respeta la presentación que Butler hace ele sí misma como pensadora postestructuralista antes que como postmoderna, nos la ofrece :\eus Campillo en su escrito «El significado de la crítica en el feminismo contemporáneo» [122], Campillo alude, ella también, al debate entre Buder, Benhabib y Fraser. Pero en su narración de esta polémica hay que subrayar que sc detiene en explicar la concepción ele sujeto de' Burler de un modo bastante más preciso que en los casos anteriormente mencionados. Campillo nos indica que la negación de Butler de la existencia de un sujeto pre\'Ío y dotado de autononúa \'a acompañada de la afirmación de la posibilidad de que La! sujetO tenga capacidad de acción en Lanto que es, precisamente, el hecho de que el sujeto esté constituido -lo que es distinto de estar determinado- lo que permite su agencia. y esta agencia del sujeto se mueve en la dirección de una acción, que es acción política, que no precisa de la formulación previa, o posterior, de un sujeto del feminismo. La capacidad de acción que es capacidad de rcsignificación es la que le da al sujeto butleriano la posibilidad de resistir sin tener necesidad de un marco de referencia, de una instancia crítica, transcendente al propio mO\'Ímiento de resignificación. Campillo se nos muestra, en r1efinitiva, preocupada sobre todo por hallar la fortaleza del feminismo en su configuración como crítica autónoma. Yes desde este ángulo desde el que da cuenta, en lugar de encaminarse' a su dc~calificación, de la noción de resignificación de Butlcr guiada por el convencimiento de que se ha de hacer posible el diálogo entre diferentes perspecti\'as feministas con independencia de los paradigmas filosóficos que subscriban. De ahí que, en su trab~io «Paradojas y rompecabezas de las política~ feministas» [ 123], Campillo continúe subrayando el "alor positivo para la política feminista de la orientación de Butler.
[122] I'\eus Campillo, «El significado de la crítica en el feminismo contemporáneo», en Celia Amorós led.), Feminismo)" Filo.rojia, op. cit., pp. 287 -318. [123] :\"eus Campillo, «Paradojas y rompecabezas de las políticas feministas», Riff Rnff Jlc;·i.\ta dI' PCl/salllimto.l' Cultura, n." 27, 2:' época, im'icrllu
2"': '
También una mayor atención a las tesis de la filosofía de Rutler se percihe (':n el texto de María José Guerra Palmero «¿«Subvertir» o «situaD> la identidad? Sopesando las estrategias feministas de Judith Butler y Seyla Benhabib» [124]. Aquí el pensamiento de Butler no es citado de modo colateral, con ocasión de una exposición argumentativa que pretende otros fines, sino que Butler es protagonista, junto con Benhabib, del texto de Guerra. La intención de Guerra es analizar los planteamientos enfrentados en torno a la problemática de la identidad con la ,ista puesta en reflexionar sobre las consecuencias ético-políticas que subyacen a las diferentes propue~t.as:_ y, -para ello, Guerra nos expone las tesis de Butler y Benhabib porque, según afirma directamente, son dos modos muy «lúcidos» de pensar el difícil tema de la identidad [12j]. El trabajo de Guerra nos ofrece un sería esfuerzo por desentrañar la complejidad del
2005, pp. 102-116. Véase también su artículo «Ontología y diCerencia de los sexos», en Sih-ia Tubert (ed.), Del sexo al género. Los equh'ocos de un conceplo, op. cil., pp. 83-120, donde Campillo analiza con esmero tesis Cundamentales del pensamiento butleriano, entre las que se encuentra la de la performatividad del género. Además en otros trabajos esta autora recoge las ideas butlerianas mostrando su interés por ellas. Veáse: «De la identidad sexual a la identidad política», en ;"I/eus Campillocoord.), Género, ciudadanía] s/!jelo /)olílico. En lomo a las políticas de igualdad, Valencia, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Uni\'ersidad de Valencia, Colección Quaderns Feministes, Publicaciones de la U niversitat de Valencia, 2002, pp. 161-175; e «Idcntidad y sexo: un rompecabezas ontológico», en Angel "Ianue! Faerna y :\Icrcedcs Torrevejano (eds.), Identidad, individuo e histona, Valencia, Pre-Textos, 2003, pp. 265-285. [124] :\Iariajosé Guerra Palmero, «¿«Sub\'crtir» o «situar» la identidad? Sopesando las estrategias feministas de Judith Butkr y Seyla Benhabib», Daimon. Ret'isla de Filosofia, n." !-l, 1997, pp. 1+3-154. [125]lbíd., p. 145. En otros de sus trabajos, Guerra Palmero alude, aunque de modo deri\'ado, al pensamiento de Butler: .\bljer, idenlidad)" recollOcimifll' lo. Habermas)' la ailicajf1/1iIlÚla, hlas Canarias, Instituto Canario ele la ~IujLT. Centro de Estudios de la Mujer. Uni\"Crsidad de La Llguna, Colección \'oces Feministas, n, 1998; «Género: debates feministas en torno a una categoría». Arel/al, n." 7 ~ 1¡o 2000, pp. 207-230; Teoriajimúnisla corllem/JOrlÍ.llea. ['Ila aproxilllil' ción desde la ética, ;\ladrid, Instituto de In\'estigaciones Fcministas-Uni\"Crsiclad Complut<.:nse de Madrid, 200 l.
[C.\PiTCLO
11]
22)
nuclear planteamiento bmleJiano sobrc la configuración de la identidad de g-énero y sobre la posibilidad de su suh\·ersión. Buller enscüa al feminismo, según Guerra, a usar el instrumento del análisis decollstructi\'o y genealógico. Incide, además, en las razones por las que Butler se opone desde el feminismo a las políticas de identidad, esto es, por sus nada liberadores 'i sí críticas a Butler que se pueden encontrar en: E/modelo FrGlJ;CTls!cil/. De la djfcrmcw a la C/lllura /Josl, ~1adrid, Ternos. 19~17; v en FOl/m1/11 J /a l!.Cllca/ogía de 10.\ se~OJ. oJ!. ril. De modo muy diferel1le. sin embargo, se refiere Tercsa Oliate a la propuesta de Hutler. Entrando a n.'flexionar sobre cl debate' modernidad-postmodernidad entiende Oi'late que ahí se encuadra el conOicto entre feminismo y postfeminismo. Concibe la postlllodernidad de raíz nictzschl:
2.22
te igualitarista, los aspectos problemáticos de la noción de sujeto de Butlf'r [1 ~7J, cabe resaltar, no obstante, cómo en textos m:ls recientes y muy bien elaborados juzga positivamente la p'ropuesta constructivista hutleriana para la política feminista al considerar que es compatible con el igualitarismo [1281. Sonia Reverter Bañón [129J se interesa en especial por el concepto de performatividad. Además, hay que destacar, por la finura de su análisis y por la valoración positiva del pensamiento de Butler, el tr;:¡bajo de Pablo Pérez Navarro [l30J; '1; en especial, el de \lIaría Prado Bailarín [131 J, quien profundizando con acierto en las tesis de Butler cuestiona con dureza las críticas de las que [12i] Véase, Án!!;cles jiménez Perona, "Sexo y género. De la imposibilidad del constructi\ismo radicah" RijJ RajJ ReviJta de Pensamiento y Cultura, n." 21, 2:' época, imierno 2003, pp. 100-109 . . [128] \"éase, Angelesjiménez Pr ro na , «Ciudadanía más allá de la ley'), RijJ Ral}." R,,:ista de Pensamiento)' Cultura, n." '27, '2:' época, im'ierno 2003, pp. 93-100. [129] Sonia Reverter Bañón, «Actos de habla y feminismo», en Actas del X/V Congrés de Filosojia ~ocietat de Filosojia del PaiJ rálencid, Valencia, 2002, pp. 167 -180; Y «Los límites de la subversión», en Fina Birulés y Maria Isabel Peña Aguado (eds.), La pa.mó per la I/iberta!. A ¡¡asJian/ór freedolll. Acció, passió i /Jolitica. Controténies janinistes. .-lction. Passion an Politics. Feminists Controt'asies, op. cit., pp. 205-210. [1301 Pablo Pérez Nm'arro, «Performati\idad y subversión de la identidad: A propósito de la obra de judith Butle!"», Laguna, n.o l4-, 2004, pp. 14-7164-; "Cuerpo y discurso en la obra dejudith Butler: Políticas de lo abyecto», en Da\'id Córdoba.Jaúer Sáez y Paco Vidarte (eds.), Troria queer. Políticas bol/eras, maricas, tranJ; mestizas, :\ladrid, Editorial Egales, 2005, pp. 133- H8. Y "Biopolítica y performati\ielad», en RijJ RajJ Rósta de Pensamiento)' Cultufa, n." 34-. 200i. En este mismo número de RijJ RqD' se contienen los siguientes trabajos dedicados al pensamiento de Butler: Eh'ira Burgos Díaz, «Proposiciones /l/corregibles}); Aránzazu Hernández Piñero, "Cuerpo a cuerpo eon Braidotti y Butlen>; Ana L Alvarez Hidalgo, . [131) :\laría Prado Ballarin, «¿Qué es el feminismo postcstructuralista de Judith Butler y por qué están diciendo cosas tan horribles sobre él?», Rij/ R(/jf Reárla dI' Pl'Ilsamiento ,l' Cultura, n." 27, 2:' ~poca, imierno 2005, pp. 163-1 iR: también, «Imitación y sub\'ersión de género: parodia y resignificación de las
l C.\riTL"I.O
Il ¡
su obra ha sido objeto. Y desde otros ámbitos teóricos no exclusi\'amcnte filosóficos es claramente apreciable este reconocimiento de la óptica feminista de Butler [132].
representaciones normati\'as de la feminidad en]. Butlcr y L. Hutcheon», en Jorge \: Arregui (ed.). Debates sobre las antropologías, Thémala Re¡·ista de Filosqfia, n," 35, 2005,pp. 733-736, r132] Como no es posible dar cuenta aquí, por su amplio \'olumen, de todos y cada uno de los trabajos que aprovechan el pensamiento de Bmlcr, mencionamos solo los, en nuestra opinión, más rele\·antes. En el ámbito de los estudios queer, se incluyen: Ricardo Llamas (comp.), Cons/ru..J'endo sidentidades. Estudios desde el corazón de ulla palldemia, Madrid, Siglo x.,~I, 1995; Juan Vicente Aliaga y J. M. G. Cortés, Identidad)' diferer¡cia. Sobre la cul/uTa l:q)' en E'/J(1lla. Barcelona-Madrid, Egales, 1997 (segunda edición en 2000); Manuel A1magro,juan Carlos Hidalgo y Carolina Sánchez-Palencia, «The Queer, the Prosthetic Body, and the Cyborg: Nue\'as anatomías para el nuevo milenio~~, en Mercedes Bengoechea y Marisol Morales íeds.), (Trans)/ormacwnes de las sexualidades] el géneru, Universidad de Alcalá, 200 1, pp. 23-42; l\'laite Escudero Alías, «Transfeminismo: Hacia una alianza entre el feminismo y la teoria «queep»>, enJ. B. L1inares y N, Sánchez Durá íed~.), Filosrif'Ul de la cultura. Actas del n' Congreso Internar/anal de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF), Valencia. Uni\'ersidad de Valencia-Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica, 2001. pp. 633-637; Beatriz Preciado, J/anifiesto contra-sexual. Prácticas subversivas de idel/tidad sexual, !\ladrid, Opera Prima, 2002; Rafael :\1. l\1érida Jimé'nez, Snuolidodrs tral/JgrcJoras. eno antología de estudios queer, Barcelona, Icaria, 2002; Da\id Córdoba García, <, úctora. n." +, 1998, pp. 83-91: Javier Sáez, TroTÍa queer_)' psicoanálúis, ofi. ciL Desde el terreno del arte cahe citar:Juan Vicente Aliaga, Bqjo vientre. Representaciones de la sexualidad er¡ la cultura)' el arte contemporáneos, Valencia, Generalitat Valenciana, 1997; J. Martínez Oliva, Slljc(cione.!, Valencia, Consorci de 2\luseus, Generalitat Valenciana, 1998.
l Qu:
CLT.'\IA (;0\10 L',A \'ID\J
CAPÍTCLO
III
l. Los CCERPOS EX SC :\L\TERIALIDAD
E::.crito con posterioridad a Gender Trouble, e! libro Bodies tha! .Haller. On ¡he Discllrsive Limits of «SeX» se propone, aunque sin duda tiene un alcance mucho más amplio [1], deshacer algunos de los malentendidos provocados por e! primero. Esta segunda obra ve progresivamente acrecentada su lectura a medida que el pensamiento de Butler es reconocido justamente como de atención imprescindible dentro de la filosofia feminista de última generación. Las reflexiones sobre e! cuerpo, por otra parte, adquieren en la sociedad contemporánea un lugar central. Ello contribuye también a la difusión de Cuerpos que importan, cuya peculiar perspectiva de análisis no puede suscitar indiferencia. Cuestiones como las de cuerpo, materialidad del cuerpo y su relación con la performatividad, son centrales en este texto donde se investigan las construcciones discursivas de los cuerpos, esto es, los modos en los que la performativ;dad discursiva ope:ra en la materialización de! sexo y de los cuerpos en
[1] Vl'a:;e, Carol \ Vatts. ,
[C.\riTl:l.e, 111:
gcneral. ;\, juicio dé' la propia Buller i2], en (;morr Tíoll/;/r su noción de performati\'iclad se apoyaba particularmente ell el ensayo de Derrida sobre el texto de Kafka «.\nte la ley», dejalldo sin examinar directamente la teoría de 10<: acto" de habla de Austin; teoría que estaba en el trasfondo del escrito de Derrida sobre Kafka. La performati\'idad, tal y como es fxplicada en Bodics IhallHattcr, en una continuación y ampliación de la discusión iniciada en sus estudios anteriores, adquiere mayor precisión teórica al atender las tesis de AusLÍn y en buena medida porque Butler vincula su concepto explícitamente con la noción de citaciollalidad y de itcrabilidad de 1krrida, h(.lliendo más evidente así, por otra pane, la dependen cid de su conceptualización de la performati\'idad de la formulación derridiana sobre el lenguaje. Persiguiendo el rastro del cuerpo en su materialidad, tras las critica, vertidas ,obre Gender ]í'oubLe en el semido de que ahí parecía quedar impensado el cuerpo -el cuerpo en su dimensión más biológica [3]- como algo que, precisamente, no importa, Buder se pregunta hasta qué punto y en qué sentido los cuerpos son importantes. Esta es una pregunta por los mrcanismos que materializan, que otorgan significación, que hacen a los cuerpos que importen o que no importen. De lo q\le se trata es de pen~ar la matcrialiddd dl' Olro modo: Lo que constituye el carácter fijo del cuerpo. sus contornos, sm movimientos, será plenamente mate'naL pero la matelialidad deberá reconcebirse como el efecto del podel: como el efecto más productivo del poder. Y no habrá modo de interpretar el «género» como una construcción cultural que se impone sobre
[2] Véase, OSRJI. pp. 163-171; en particular la p. 164. En TPH. p. 9, también afirma Butlcr que en Gender 1í'Oubic desarrolla la idea de pcrformati\'idad a partir de la obra de Derrida y no directamente de Austin. [3] En TPH. pp. 13-14, Buuer comenta que en Calda 1íoublc se aproximó al cuerpo como <<principio de acti\idad", como acto de potencia, como aquello que «está eonstantememc penormándose» pero que no abordaba el cuerpo en su aspecto pasivo'y vulnerable, ni tampoco en su carácter biológico. La concepción dd cuerpo, afirma, quedaba en esa obra "inconclusa».
[ Qu::
ClT:'\T.\ (:C I\IU l·~.\ \·ID.\
1
la superficie de la matlTia, entendida o bien como «el cuerpo»
o bien como su sexo dado [4].
La materia del cuerpo es inseparable de las normas que regulan el proceso de materialización y de los significados que el proceso hace circular. Cuando el trabajo del poder logra éxito, entonces delimita su objeto otorgándole inteligibilidad. Forma parte de este proceso el que los resultados materiales de la labor del poder se consideren como datos materiales primarios, como un campo ontológico de realidades en sí que funciona de modo independiente al poder y al discurso. Este momento, el momento en el que la materia se considera punto de partida para posteriores elaboraciones teóricas y políticas, es, afirma Butler, la ocasión propicia para que el poder oculte sus mecanismos de producción velando el conocimiento de que aquel llamado lugar epistemológicamente fundante es resultado de complejas relaciones de poder y discurso [3].
1.1. Genealogía crítica del concepto de materia En el título mismo, Bodies tlzat AJatter, se subraya, con la palabra «lVIatter», con su doble, al menos, acepción de «materializam e «importam, que el cuerpo no es sin más material, no es materia pura; que lo que llamamos materia es un proceso de materialización consistente en una dinámica de atribución de significado, inteligibilidad y valor. Ello no es un trivial juego de palabras sino una compleja cuestión de dimensiones vitales. De ahí la afirmación de Butler de que el feminismo no debería ocuparse en «tomar la materialidad como un concepto irreductible, sino en hacer una genealogía crítica de su formulación» [6]. Con este fin, Butler analiza las definiciones de materia, de cuerpo, en diferentes obras. [+] CI, p. \8; B.H. p. 2. [5] el, p. 1)+; B.I!, p. 35. [fl] C!. p. 6\; BJI, p.:32.
re \riTLI.O [[[ 1
ElI :\ristóteles, considera Butlcr que no se encuentra una de materia separada del principio que le otorga su inteli~ihilidad y reconocimiento, Pero su intelección del cuerpo tampoco es aquella que quiera recuperar el feminismo porque «il1~talar el principio de inteligibilidad en el desarrollo mismo dc un cuerpo es precisamente la estrategia de una teleología natural que explica el desarrollo de la mujer mediante la lógica de la biología» [7]. Foucault, por otra parte, no en todos sus textos, pero sí en Vigilar)' castigar, investiga cómo el alma -cárcel del cuerpo, de acuerdo con su definición- es instrumento mediante el que el poder modela, forma, materializa, sujeta, encarcela al cuerpo. Aquí obser,'a Butler un esfuerzo, por parte de Foucault, por pensar la conexión entre el régimen de poderdiscurso y la noción de materialidad [8]. Mas Foucault, según Butler, no repara, en todo caso, en las operaciones de exclusión realizadas por el poder. La pregunta por aquello que queda excluido en el proceso discursi\'o de poder es justo una interrogación que Butler halla en la obra de Irigaray Y es a esta autora a la que Butler dedica su análisis critico en este contexto de reflexión sobre las implicaciones feminista~ del uso del concepto de materia, Irigaray formula que aquello a partir de lo cual sr ha con~tituido la historia de la filosofia occidental es el rechazo de lo femenino al haber sido identificado lo femenino con la materia, con el elemento relegado en el «falogocéntrico» esquema binario de materia y forma. A esa exclusión de lo femenino, afirma Butler [9], le otorga Irigaray el rango de ser la exclu11,,('I('JlI
!7J el. ]J,
61 (he modificado ligeramente la traducción castellana); BM, p,
3:i.
18J Subre este planrcamiento de Fuucault que Bu¡]er entiende que es «una r('elaboración implícita de la formulación aristotélica según la cual el alma es la forma y el principio dc la matcria del cuerpo». \'éase, además. JIPP, p, 103: PLP, p. 90, [9J eJ, p. 68: B.\l, p. 37, Butlcr rastrea en panicular, aunque no solo, la iI1lerprctación que del Timeu de Platón rcaliza lrigaray en especial en la obra, que Butler cila en su traducción inglesa, Specul1/11I of lhe O/her floma1/, Ithaca, Corncll liniversit\' Press, 1985, traducida al castellano como Sj¡frulUlII. Esp((II/o de la olm muja, }'Iadrid, Saltés, 1978.
22~
sión constitutiva del pensamiento filosófico; es la exclusión que sostiene el funcionamiento de esa economía que oprra mediante oposicionc:s binarias. Estableciendo una clara diferencia con las opciones feministas que consideran, aunque no sin critica, la asociación, por parte del pensamiento occidental, de lo femenino con la materia inerte, pasiva, lrigaray postula que lo femenino no viene representado por esa materia amorfa sino que es lo que queda rechazado en la oposición filosófica entre materia y forma o cuerpo y razón. Lo frmenino no halla representación ninguna en ese esquema dualista; no puede ser expresado en los conceptos filosóficos porque su exclusión es sobre lo que se apoya el sistema filosófico occidental. Y esa fundamental exclusión de lo femenino ocurre, para lrigaray, a través de la noción de materia. El concepto de materia, en un sentido, se formula en relación con el polo opuesto del concepto de forma. Pero, en otro sentido, la materia, como lugar donde acontece la inscripción de la dualidad entre materia y forma, remite a una categoria de materia que no puede ser tematizada. Ese sitio no articulable es el receptáculo de lo femenino, para lrigaray. En este punto, Butler recurre a la tesis del «suplemento» de Derrida [10] que aplicada a la distinción filosófica de materia y forma sugiere que la materia aparece duplicada. Actúa dentro de la oposición entre materia y forma y, por otro lado, excede esa distinción de un modo que no hace posible sistematizar esa materia excesiva. Derrida plantea la grave dificultad de la existencia de un concepto de un «exterior ahsoluto»; de un concepto de materia como alteridad radical. Esa materia excesiva es lo excluido de la oposición pero hay que entender que lo excluido es una producción de la oposición misma con la que se halla, por lo tanto. en relación de dependencia. La argumentación de Butler -y se trata de una argumentación que ocupa un puesto especialmente destacado en su obra-- defiende que esa [10) Buriel' remite a la obra de Jacques Derrida. PnJi/io/ls. Chicago, university ol' Chicago, 1978, traducida al castellano como PIJ.\iuIJ/lt'J, Valencia. Prc-Textos. 19i1.
r C.\l'iTl'I.O
lll)
materia como lugar de lo excluido no es el lugar ele un exterior absoluto sino que ha de comprender~c bajo la figura de un «exterior constituti\·o»: ell exterior cOIIstituli\'o o relali\"o eSl:l compuesto, por ~upue~ lO. por una serie de exclusiones que, sin embargo, son inferiores ~; es\" sistema cumu su propia l1ece.
La peculiar estrategia de análisis del Till/I'o platónico, empleada por Irigara)' en SjJeculum, interesa a Butler particularmente porque supone una imitación de la lógica platónica que en su inccs0nte acción repetitiva no lo~ra la consolidación del original sino su desbaratamiento, la puesta en cuestión del valor del origen. Irigaray, afirma Butler, soca\'a el texto platónico no desde una posición filosófica externa al mismo sino desde dentro de los propios términos de su lenguaje [12]. Esta táctica de Irigaray se diferencia de la empleada en Ese sexo que 110 es uno donde en contra del «logocentrismo» recurre a un elemento supuestamente ajeno, a la rei\indicación de un placer específicamente femenino -lo que, como ya ha sido comentado anteriormente, es objeto de la réplica de Butler--. Pero, por otra parte, Butler insiste en discutir a Irigaray que reduzca estrechamente la esfera de lo excluido a lo femenino, c\l considerar Irigaray que el ámbito de lo excluido contiene solo a lo femenino, cerrando así la posibilidad de pensar en otro tipo de exclu-
[11] CJ. p. 71; EH p. 39. [12] En eSla misma línea. en relación con «la mimesis crítica» que efi..'clúa lrigaray cn Spnuul/II. BUller afirma en su ensayo posterior DG'. «¿El fiu ele la diferencia sexuaP», p. 284; CG'. «ThC' End of Sexual DifTcrencc?», p. 20 1: "Creo que es erróneo pensar quc estc tipo de mimesis solo deri\'a en una moralidad de cscla\·o', que acepta y refuerza los términos de la aUloridad. Irigaray hace algo más con estos términos. Ella les da la \'uelta; crea un lugar para la mujer donde amcs no lo había: expone las exclusiones a tra\'és de las cuales proceden algun05 discun,os: y muestra que dichos lugares de ausmcia pueden ser lllo\·ilizados».
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siones efectuadas por el sistema masculinista, Butler se pregunta por la clase de exclusiones que está efectuando el discurso mismo de lrigaray. En el reduccionismo de su mirada, de lrigaray, radica el problema de Butler con el análisis de lrigaray. Las exclusiones son inherentes a los procesos de significación, a todos ellos. De lo que se trata para Butler es de mantener alerta el cuestionamiento de la \iolencia de las exclusiones que ejecutan nuestros discursos aunque sin oh idar tampoco que ese ámbito de la exclusión es un límite, una frontera, un margen, que tiene el sentido positivo de señalar el lugar desde donde pueden ser amenazados los regímenes normativos. Con respecto al concepto de materia, la lección butleriana es que no es adecuado para la práctica f(~mi nista mantener ese concepw como La~e irreductible porque de este modo podemos estar perpetuando, sin c:lisputarla, la operación de exclusión que circunscribe el término. No siendo el propósito de Butler, entonces, ni negar la materialidad ni tampoco presuponerla, lo que nos ofrece es justamente esa genealogía critica de la noción de materialidad, o, en otras palabras, una visión performativa de la materialidad, de los cuerpos en su materialidad. Porque para Butler el campo· del trabajo teórico no queda reducido a dos opciones; una que parte de la materia como dato indiscutido previamente dado y la otra que rechaza por completo la materia. Butler se encamina hacia un cuestionamiento de la materialidad de los cuerpos que no rechaza el concepto sino que ali,;a el término de sus más pesadas y dogmáticas cargas posbilitando su apertura en direcciones menos opresi,·as: Poner en tela de juicio un supuesto no equivale a desecharlo; antes bien, implica liberarlo de su encierro metafisico para poder comprender qué intereses se afirman en -yen ,·irtud de- esa locación metafisica y permitir, en consecuencia, que el término ocupe otros espacios y sirva a objetivos políticos muy diferentes. Problematizar la materia de los cuerpos puede implicar una pérdida inicial de certeza epistemológica, pero una pérdida ele cenaa no es lo mismo que el nihilismo políti-
I C.\PITll.O 11I ;
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cn. Por ("1 contrario. esa pádida hil'!1 pucde indicar un cambio promctedor e11 el pensamiento político. Esta dcslocalización de la materia pucdt' ('ntenderse como una manera ele abrir nLH'\"as posihilidades, de hacer que los cuerpos importen de otro modo [13].
si~nificati\'o y
Con ocasión de una entn?\ista realizada en 1996 por Irene CCJm:ra :\Ieijer y Baukje Prins l 1+]. BUller pudo \'ol\-er a incidir en la intención principal de' su Bi;(j¡CJ Iltal JIatlcr. Su crítica a lo natural, afirma, está guiada ames que por la negación inhabilitadora sobre todo por el afán de cuestionar las diversas maneras en las que se recurre al concepto de naturaleza para establecer férreos límites sobre las \idas sexuadas y generizadas. Con sus incisivas re\'isiones de" los usos de alcance ontológico de los términos pretende potcnciJ.r el surgimiento de posibilidades tradicionalmente excluidas para la ,.ida corporal. l:~ sin embargo, a pesar di: las reiteradas explicaciones sobre cllugar, el sentido y el alcance de su pensamiento, este no ha dejado de suscitar el apelati\'o de constructivismo radical o de monismo lingüístico.
2.
~I ESE:'\CL\LIS~[O :'\1 CO:\STRl'CTIYIS:-IO
La polémica planea sobre la obra de Buller. En ciertos pasajes de sus textos, en Genda rJí-ouble )' en particular en Bodies llzal Matlo; se ha percibido un determinismo lingüístico antibiologicista sin remisión que consistiría en sostener que todo, incluso el cuerpo, es lenguaje o que no hay nada más que la substancia de las palabras, Conocedora de estas lecturas no acordes con sus tesis, tesis que desde el principio de su trayectoria además enfocaron una y otra vez el arduo problema de desalojar el pensamiento de su reclusión en la aparentemente irresoluble dicowmía entre voluntarismo y determinismo -o también entre
[13] C1, pp. 5G-57; B.\!. p. 30. [1+] HBCJ1, p. 2í7.
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ClT\"T.\ CO\IO l"\".\ \·ID.\ )
esencialismo y construcu\lsmo' ,Butler vuelve en Cuerpos que importan, como uno de sus temas principales, a revisar esta espinosacuestión incidiendo en que su posición no es la del conse tructivlsmo sino aquella que transita por la senda de la deconstrucción, preocupada por poner en e\idencia los ejercicios de exclusión, rechazo y marginación presentes en las construcciones discursivas. El lenguaje de b perJormatiádad y no el del constructivismo es el adecuado para abordar su aproximación al sexo, al género, al cuerpo también. El término «construcción», sobre todo cuando es entendido en su acepción habitual como índice de lo fácilmente cambiable, alterable, o directamente eliminable, plantea confusiones importantes que no permiten entender la formulación performativa de la materialidad como proceso de significación en el que está implicado la repetición de normas. No se trata, decimos, de negar taxativamente la materia de los cuerpos. Butler escribe en este sentido: Los cuerpos viven y mueren; comen y duermen; sienten dolor y placer; soportan la enfermedad y la violencia y uno podría proclamar escépticamente que estos «hechos» no pueden descartarse como una mera construcClon. Seguramente debe de haber algún tipo de necesidad que acompaii.e a estas experiencias primarias e irrefutables. Y seguramente las hay. Pero su carácter irrefutable en modo alguno implica qué significaría afirmarlas ni a través de qué medios discursivos [15].
[15] el, p. 13; B.\I, p. xi. Esta idea la expresa Butler de un modo muy similar en páginas más adelante de este mismo libro: «Tiene que existir la posibilidad de admitir y afirmar una serie de «materialidades» que corresponden al cuerpo, la serie de signilicaciones que le asignan las es leras ele la biología, la anatomía, la tisiolo¡,ria, la composición hormonal y química, la enfermedad, la edad, el peso, el metabolismo, la vida. Ninguna de ellas puede ser negada. Pero el carácter innegable de estas «matcrialidades» en modo alguno implica qué signilica alirmarla, en realidad, qué matrices interpretativas condicionan, permiten y limitan esa afirmación necesaria» ~CJ, p. 108: B.\I, pp. G6-G7~.
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Los elementos discursivos acompañan a aquellos tradicionalmente considerados «hechos» de realidad independiente y ajena al orden del lenguaje. Butler prosigue preguntándonos por qué debemos concebir la construcción discursiva como algo que podría ser suprimido arbitrariamente. Más bien sucede que con ellas, con las configuracion~s discursivas, vivimos y pensamos, y sucede que renunciando a ciertas construcciones discursivas, como es el caso de la noción misma de «yo», de' identidad, no serían viables algunas de las operaciones corporales. Parece haber, afirma Butler, construcciones discursivac; constitutivas en el sentido de que sin ellas no parece posible la vida. En tal caso, dirigir la mirada hacia el cuerpo como algo en cierto modo construido exige un ejercicio de reflexión ~obre qué significa lo que lIamamo!S construcción. El sentido dado al término por parte de la teoría feminista que replica a Butler, de la que hemos ofrecido algunos ejemplos -entre ellos la difundida interpretación de Susan Bordo-, no es, de acuerdo con lo dicho, el más com'eniente para comprender su pensamiento. Si atendemos, por otra parte, a que en otra de sus direcciones la tesis del constructivismo aún puede permitir mantener la noción de sexo como dato prediscursivo sobre el que se erige la construcción, como así lo defienden, por ejemplo, ciertas lecturas que sitúan a Be(J.uvoir dentro del constructivismo, entonces, también desde ahí se justifica el rechazo de Butler a reconocerse bajo la opción constructivista. Butler subraya que las normas son las que materializan el sexo y que este proceso de materialización se hace posible por la reiteración, repetición obligada de las normas. Ello mostraría que la materialización del sexo, del cuerpo, no implica determinismo -tampoco, desde luego, voluntarismo- porque no es de ningún modo y nunca completa, ya que se exige persistir en ese proceso repetitivo de materialización. El cuerpo materializado no se ajusta del todo a las normas. Queda un espacio, por la misma dinámi'€la del proceso de una inestable materialización, para la apertura, para qu~ las normas se vuelvan en contra de sí mismas poniendo "en cuestión su carácter hegemónico.
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Esta concepción, concepción performativa, de la materialidad sitúa la noción de performatividad bajo la guía explícita de la «citacionalidad» derridiana. «La performati\idad debe entenderse», dice Butler, «no como un «acto» singular y deliberado, sino, antes bien, como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra» [16]. A partir de esta revisión butleriana de la noción de materia se explica que el género no pueda ser afirmado más como aquella construcción que se elabora a partir de una materialidad, del cuerpo, del sexo, anterior al artificial acto constructor. Sin embargo, tampoco se concluye de la idea de la elaboración performativa del sexo que el sexo sea una engañosa ficción lingüística que podamos suprimir puesto que el que sea un producto no elimina que el sexo sea ámbito de nuestra vida, que el sexo sea espacio de nuestra inteligibilidad cultural. Las relaciones entre el sexo y el género son, en tal caso, objeto de una reconceptualización que abarca al significado habitualmente dado al constructivismo. El constructivismo, en definitiva, argumenta Butler, abre una polémica de dificil solución: o bien mantiene el sexo como suelo natural de la construcción o bien desemboca en un no menos problemático monismo lingüístico o constructivismo lingüístico radical. La primera versión del constructivismo conlleva poner límites al constructivismo. La objeción a la que ha dado lugar pone el acento en la cuestión de que si la construcción del género requiere la figura de un sujeto que lleve a cabo la construcción de su propio género, entonces se vuelve a traer a escena el sujeto voluntari,ta que el construni\ismo, pn:cisamente, pretendía poder superar. El constructi\ismo lingüístico
[16] el, p. 13; B.\!, p. 2. En la formulación original inglesa, se aprecia el uso, lraducido al inglés, obviamente, del rérmino dc Derrida, lo que no succde en la rraducción caslellana donde en lugar de «ciraciona]" se encuentra la palabra «referencial»: «nOI as a singular or deliberale «aCI», bUI, ralher, as (he rC'iterarivr and citalional practice by \\'hich discourse produces the enÚIS thal il names».
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radicaL por otr,l parte, parcce conducir hacia lo c¡ue Butler denomina «lo pcrformativo di\·ino» r17]. esto es, a la acción dc un COllSlrUC10J~ semejante a un dios, capacitado, por el poder de su voluntad soberana y libre, para crear y para determinar exhaustivamente el objeto de su construcción. La más persistente objeción en contra de esta segunda versión plantea que una tal construcción determinista construye tamhién al propio ~u.icw humane) y de un modo que se le arn:bata toda capacidad de acción, la libertad de su voluntad, lo que significa que la construcción se impone por encima del sujeto y que, en consecuencia, no se puede recuperar luego al sujeto pre\iamente negado. La profundización crítica en las asunciones del constructi\ismo le permite a Burler subrayar el interés de su pensamiento no por suprimir al sujeto, como afirmaba en su conocida réplica Seyla Bcnhabib, tampoco por \·olverlo a recuperar en el sentido humanista sino por rastrear las condiciones de su formación así como de sus modos de acción, de la capacidad de acción que le permite el propio proceso de su producción. El modo de operar la construcción del sujeto lle\·a consigo, de acuerdo con la óptica de Buder muy preocupada, como decíamos, en la deconstrucción de la acti\idad de la construcción, una serie de ejercicios de exclusiones mediante los que se establece qué e~ lo humano inteligible y qué queda fuera de las fronteras de Jo humano, rechazado como inhumano, como lo abyecto inconcebible. Este límite de lo humano, es para Buder el «exterior constitutivo» (<
[17] C/, p. 2-1; BM, p. 6. [lB] Gl, p. 26; BM, p. 8. r19] lhid.
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opuesto al ámbito del discurso; es exterior a lo construido por el discurso pero solo puede concebirse en relación con el discurso, en los márgenes del discurso. Esta es la razón por la que Butler afirma, 'f con rotunda claridad, que su pensamiento no puede ser aproximado ni desde el esencialismo ni desde el construcúvismo: El debate entre rl C0TIstrUCtlvISmO y el esenciJ.lismo pasa completamente por alto la cuestión esencial de la dcsconstrucción, porque la cuestión esencial nunca fue que «todo se construye discursi\'amente»; csta cuestión esencial, cuando se plantea, corresponde a una especie de monismo discursivo o lingüisticismo que nic~a la fuerza constitutiva de la exclusión, la supresión, la forc!usión y la abyección violentas y su retorno destructi\'o dentro de los términos mismos de la legitimidad discursiva r20].
El problema del constructivismo es que afirma, en ocasiones, la existencia de unas estructuras, el discurso, la cultura, el poder, que sitúa en el lugar del sujeto que ha sido desalojado. El lugar queda así inalterado aunque se modifique al ocupante, con lo que en definitiva se refuerza la tesis metafisica de la necesidad de un sujeto detrás de la acción, privilegiándose, por una parte, la concepción de la construcción no como actividad sino como acto único 'f definitivo de efectos permanentes, y obviándose, por otra parte, la esfera de lo excluido -el «exterior constitutivo»- que emerge en el ejercicio mismo de la construcción discursiva estando ahí en los bordes de lo que ha sido dotado de inteligibilidad; y que por ello, por hallarse en ese espacio de contacto próximo, posee el ímpetu preciso para en
[20) el. p. 27: B.\!. p. 8. El texto en inglés dice así: «Thc debatc betwecn constructiúsm and esscntialism thus mis.,es the point ol' deconstruction altogethcr"lor the point has never bern that «c\'t~t;;thing is discursi\"l~ly COllstrllCted»; thar point, when and whcre it is made, belongs to a kind of discursi\'C monis m or linguisticism rhar refuses the consrituti\'c force of cxclusiol1. craslIre, violent foreclosure, abjection and its disruptivc return within the very tcrms of discursi\'c Iegitimac)'»,
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III 1
cualquier momento, insospechado a ,·eee::;. irrumpir en el interior del discurso desbaratando. desplazando. las fronteras " el significado de las categorías formuladas. El constructi,-ismo que no retiene esa dimensión de actividad de la construcción c:':tendida en el tiempo)' que tampoco repara en los mecanismos de abyección inherentes a la construcción; ese constructi,-ismo sí es determinista y sí elimina la capacidad de- la acción humana. En la propuesta de Buúer que apela a la dimensión per[ormati"a de la construcción, la construcción se ha de entender antes que como un aclO o como un proceso causal iniciado por un sujeto, como un proceso que en el curso de su de"enir temporal funciona por la reiteración, citación, de unas normas que son la ocasión para la formación del sujeto, de las nociones de sexo y género, y que son al mismo tiempo la ocasión para la desestabilización de! sujeto sexuado y generizado. Es, justamente, esta idea de la reiteración, eri la que se acentúa a la vez que lo que se enuncia lo que no se dice, lo que se cierra en cada acción de reperición discursiva, la que indica que las construcciones se constituyen de modo inestable; porque en la reiteración se estabilizan las normas y se ofrece asimismo el espacio para e! surgimiento de fisuras que imposibilitan el completo y definitivo asentamiento de las normas y de sus producciones. La perf'1rmati,idad, a la ,-ista de estos apuntes críticos sobre el constructivismo, es concebida por Buder, bajo la inspiración de Dnrida, como una práctica discursiva de reiteración de normas, y de reiteración de prácticas de exclusión, en la que el poder de hacer lo que se nombra no St- halla en la voluntad del sujeto hablante sino que este poder es una función deri\'ada de la cadena ritual de la reiteración. La posición constructivista del idealismo lingüístico, además de entrañar los problemas drl determinismo incapaz de dar cuenta de la acción humana, es acusada de negar los cuerpos, con sus procesos de modificaciém, envejecimiento y muerte. Burler advierte cómo en contra de ese idealismo lingüístico se postula la existencia de elementos relativos al cuerpo \' al sexo ajenos a la labor de la construcción. Pero Buúer, sin admitIr, como se ha dicho, ese construni,i"iTIo radicaL se plantea
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que la afirmación del sexo ocurre siempre dentro de un proceso discursivo de materialización donde se forma aquella misma afirmación del sexo. La tesis de Butler no es que el discurso origina o causa lo que enuncia, ni tampoco que lo forma exhaustivamente, sino que «no hay ninguna referencia a un cuerpo puro que no sea al mismo tiempo una formación adicional de ese cuerpo» [21]. Esto significa que la referencia lingüística a los cuerpos no es meramente descriptiva sino que tiene un alcance performativo. Decir que existe la materialidad del cuerpo es una manera de materializar el cuerpo. Cuando, prosigue la argumentación de Butler, la opción anticonstructivista diferencia lo que en el cuerpo no es construido de lo que sí es construido, ya está ahí, en la diferenciación misma, actuando la operación discursiva que define lo construido y lo no construido. El término «referencialidad» debe ser, entonces, reelaborado en una dirección performativa en la que no quede ocultada esta tarea de significación que actúa incluso cuando decimos «referirnos» al cuerpo no construido, a una realidad extradiscursiva. Lo llamado «extradiscursivo» no deja de estar nombrado como tal por un ejercicio discursivo del que no puede lograr la liberación que reclama. y esta operación que decide qué es lo material, cuál es el objeto al que nos referimos, es una operación de selección, de cierta violencia, que delimita qué es lo incluido dentro de la categoría de sexo, de cuerpo material, y qué lo excluido. De ahí que Butler nos plantee discutir la fijeza del criterio que diferencia los sexos dentro del marco dicotómico de la le\' heterosexual desde ese «exterior constitutivO» engendrado por las elaboraciones discursivas predominantes, porque es así como puede ser posible que lo excluido subvierta la lógica heterosexual. Por ello, también, que en Cuerpos que importan Butler revise las críticas al constructi\ ismo no para asumir esa posición sino para cuestionar, desde su enfoque de la performatividad, el dualismo sostenido por el anticonstructivismo entre materialismo e idealismo.
[21] el. p. 31; 8.\1, p. 10.
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III 1
A la teatralidad de las peiformanres de Gender 'Ji-ouble, el planteamiento de Bodies thal ¡\latler apona el subrayado de la historicidad de la acción performativa del discurso que en aquel primer libro, aun no estando ausente, podía parecer quedar disimulada: «La performatividad no es ni libre juego ni autopresentación teatral; ni puede asimilarse sencillamente con la noción de peifor711Glicc» [22J. Voh·erá más tarde Butler, en particular en su obra Excitable .Sjj((dI. A Politics oJ the Peiformative, a retomar, y con mayor extensión, su noción de performatividad a partir de la indagación crítica en la teoría de los actos de habla, de Austin y de Derrida en especial. En este lugar, en su estudio sobre la materialización del cuerpo, menciona la teoría de Austin señalándola partícipe de la concepción divina del performativo que sitúa el poder performativo de hacer lo que se dice en la fuerza de la voluntad de un sujeto. Es la reformulación de Derrida la que es afirmada en tanto guía de su propio análisis. La «ciracionalidad» y la «iterabilidad», como rasgos identificatorios del funcionamiento y del carácter del performativo, conllevan que el poder del performativo reside no en un sujeto singular sino en la dinámica de la cita de una convención, sin la que, por ejemplo, no tendría efecto la celebración de un matrimonio. Aplicando la citacionalidad al campo del sexo, Butler infiere que la autoridad de las normas del sexo proviene del hecho de que se las cita. Por este mecanismo de la cita nos identificamos con las normas del sexo deviniendo sujetos corporales sexuados. Y habrá de ser asimismo citando como podrá ser factible el desplazamiento de la ley de la heterosexualidad. El sujeto está comprometido con el poder al que se opone dado que son las normas que discute las que están implicadas en su formación como sujeto. Butler subraya nue\·amente que la acción del sujeto es interna y no externa al poder y que, por ello, la capacidad de acción no puede concebirse desde el ángulo del sujeto voluntarista, libre para elegir sin condiciones. Pero hay
[22] el, p. 145; BM, p. 95.
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potencia para actuar. El entrelazamiento de las citas puede ser desbaratado en favor de otorgar significación a cuerpos y estilos de vida que la lógica simbólica hegemónica ha excluido como abyectos para fortalecer por este medio el valor de aquellos cuerpos normativos que han quedado designados, materializados, como cuerpos que importan. Butler afirma que esta es, si es que hay alguna, la «dimensión normativa» [23J de su Bodies lhal Malter: En este libro, mi propósito es llegar a una comprensión de cómo aquello que fue exCluido o desterrado de la esfera propiamente dicha del «sexo» -entendiendo que esa esfera se afirma mediante un imperaóvo que impone la heterosexualidadpodría producirse como un retorno pertubador, no sólo como una oposición imaginaria que produce una falla en la aplicación de la ley inevitable, sino como una desorganización capacitadora, como la ocasión de rearticular radicalmente el horizonte simbólico en el cual hay cuerpos que importan más que otros [24].
Estas son fuertes limitaciones que Butler detecta en el constructivismo de signo determinista: que ese modelo no permite pensar en los actos de exclusión de lo discursivo ni en la potencia del sujeto humano para la acción. En la aclaración de la performatividad que Bodies lhat ¡vIatter lleva a cabo, se acentúa, precisamente, ese ámbito de lo excluido y su energía para la transformación de las categorías; de las categorías sedimentadas pero de existencia siempre inestablemente sostenida en la necesidad de la repetición. Si Butler continúa usando el término «construcción» no lo hace sino desde el subrayado de la dimensión performativa de la construcción. En «How Bodies Come to Matter», además de en su Bodies lhal Matter, Butler había negado adscribirse al constructivismo radical, insistiendo en que lo que pretende mostrar es cómo la polémica entre el esencialismo y el constructivismo se funda en
[23] Cl, p. -1-7; B.H, p. :21. [2-1-] CI, p. -1-9; BJI, p. 23.
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una paradoja de no fácil superación. Decir que no hay materialidad pre\-ia que pueda ser accesible al orden discursi\'o, puesto que si accedemos a ella, a la materialidad, es en tanto que está ya inserta en lo discursivo, no es afirmar que el cuerpo no es nada más que el producto de una construcción. El constructivismo halla aquí otro límite, un límite en un camino distinto al sei1alado anteriormente como su incapacidad para reflexionar sobre las exclusiones internas al mecanismo de construcción discursiva. Este otro límite es el indicado por aquel «lugar» -la denominada materialidad previa, el cuerpo previo- al que la significación discursiva no puede acceder: «afirmar que el cuerpo es un referente escurridizo no es lo mismo que afirmar que es sólo y siempre construido. En algún sentido, esto es precisamente afirmar que existe un límite a la construcción, un lugar, por decirlo de alguna manera, donde la construcción necesariamente encuentra su límite» [25]. Cierto que Butler, ella misma lo admite, desliza su análisis sobre el cuerpo hacia el campo del lenguaje. El «Prefacio» de Cuerpos que importan se inicia con las siguientes palabras: «Comencé a escribir este libro tratando de considerar la materialidad del cuerpo, pero pronto comprobé que pensar en la materialidad me arrastraba invariablemente a otros terrenoS) [26]. Es igualmente evidente su interés en dejar claro que el cuerpo no se reduce a lenguaje aunque sea compleja la vinculación entre cuerpo y lenguaje. Uno de los subtítulos contenidos en esta obra de Butler nos arroja la pregunta: «Los cuerpos, ¿son puramente discursivos?» [27]. Esa supuesta materialidad del cuerpo, se nos dice ahí, a la que intentamos referirnos con términos lingüísticos es
[25] HBGM, p. 278 (la traducción es mía'. [26] Gl, p. 11; BM, p. ix. Butler insistirá en esta idea en obras posteriores como en Excitable Speech y también en Undoing Gender. En esta última escribe: "There is always a dimension of bodil)' Jife that cannot be fully representcd, ('''en as it works as the condition and acti\'aúng condition of language», UG, pp. 198-199; DG. p. 281. [27] eJ, p. 109; BJ!, p. 67.
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justo aquello que el lenguaje fracasa en captar pero que insistentemente intenta denotar. Es algo que el lenguaje «demanda» y que en ese sentido tiene que ver con el lenguaje aunque no es de modo estricto una parte del lenguaje. La materialidad formulada en el lenguaje «conservará esa postulación como su condición constitutiva)). «La distinción absoluta)), prosigue Butler, «entre lenguaje y materialidad que procuraba asegurar la [unción referencial del lenguaje socava radicalmente esa misma funcióm) [28], porque el lenguaje no puede indicar a aquello que ha sido postulado como radicalmente exterior a sí mismo. Mas, de aquí no se puede concluir ni que el cuerpo sea exclusivamente una realidad lingüística, como ya ha sido dicho, ni que el cuerpo no tenga que ver con el lenguaje. Materialidad y lenguaje no son, en último término, la misma cosa y, por otro lado, no dejan de estar profundamente imbricados en una mutua interdependencia. Butler dice: «el lenguaje y la materialidad nunca son completamente idénticos ni completamente diferentes)) [29].
2.1. Sofisticado constructivismo Una mirada centrada en la polémica sobre ~l constructivismo que ha motivado Bodies tha! iV/alter así como también atenta a las refutaciones presentes en el mismo texto, es la ofrecida por Veronica Vasterling en su escrito «Butler's Sophisticated Constructivism: A Critical AsseSSmenb) [30]. Aunque esta autora considera que el paradigma de Butler es el del construc-
[28J Gl, p. 109; BM, p. 68. [29] CI, p. 111; B.\/. p. 69. Retomando ideas de esta obra, Butler dirá en ~HPP, p. 96; PLP. p. 84: «La afirmación de que el cuerpo es "formado" por un discurso no es sencilla, y de emradadebemos aclarar que esta '"formación" no equivale a "causa" o "determinación", y menos aún significa que los cuerpos estén de algún modo hechos de discurso puro y simple». [30J Veronica Vasterling, «Butler's Sophisticated Constructivism: A Critical Assessment», Hypatia, vol. J.l., n. u 3, Summer 1999, pp. 17-38.
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ti"ismo radical, reconoce, no ohstante, que en sus argumentaciones desarrolla una «sofisticada» "ersión que logra superar el monismo y el determinismo lingüísticos. Vasterling se ocupa fundamentalmente en dilucidar si la propuesta de Butler tiene solo un alcance epistemológico o si también contempla un pronunciamiento ontológico. El primer caso, el del argumento epistemológico, no concluye por sí mismo en un monismo lingüístico ya que de lo que se trata es del modo en el que el cuerpo es accesible al conocimiento, manteniéndose su accesibilidad únicamente a través de sus construcciones discursivas. Pero lo que no se sostiene es que sea el lenguaje el que determina la realidad en su faceta ontológica. En «How Bodies Come to l\Ianen>, Butler, interrogada sobre si su obra no tiene implicaciones ontológicas en las que se formulan juicios sobre cómo es el mundo, especifica que su teoría de lo que sí trata es de los efectos ontológicos que se movilizan en el discurso, y que desde ahí, solo desde ahí, es desde donde sería aceptable relacionarla con cuestiones ontológicas. Su trabajo con las enunciaciones de carácter ontológico no es para investigar su «verdad» o «falsedad» sino para provocar en ellas una grieta que permita resignificarlas y reorientarlas en una dirección divergente a la de la metafisica dominante. Butler dice, en una formulación muy potente, que lo importante es producir ontología como «campo de contestación» [31]. De acuerdo con Butler, y también en relación con el tema ontológico, los términos no hay que prohibirlos. Ella usa los términos ontológicos con el fin de impedir, mediante su repetición, que continúen ejerciendo sus más habituales efectos constrictivos de poder; de impedir que persistan en distribuir realidad a unos cuerpos a costa de la abyección de los otros, esto es, del rechazo de ciertos cuerpos cuyas \-idas son estimadas, mediante un proceso discursivo, como no ,-i\-ibles. De «How Bodies Come to Matte!"», sin embargo, Vasterling retiene, en particular, el pasaje donde Buder se aproxima en
[31] HBC\1, p. 279.
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cierta medida, y «temporalmente», a la versión derridiana de la orientación epistemológica kantiana argumentando que «la afirmación ontológica no puede nunca capturar su objeto por completo» porque e! referente hacia e! que indica «no está completamente construido en e! lenguaje» [32). Nos es inaccesible aquello que no sea un efecto lingüístico y el referente se entiende que es algo distinto de! efecto lingüístico; por ello, entonces, el referente no puede ser atrapado y por ello,. también, que existan variados modos de referirse a algo. Vasterling resalta cómo estas tesis de Butler implican su aceptación, como en la tradición kantiana, de los límites del lenguaje y de! conocimiento, lo que supone que lo que depende del lenguaje es el conocimiento, la inteligibilidad de las cosas, no negándose con ello la posibilidad de que en su ejercicio e! lenguaje deje un «resto ontológico» [33]. Pero como Butler es tajante en observar que no hay realidad más allá del lenguaje a la que se pueda acceder de algún modo, Vasterling, que ha leído con atención esta idea [3-!], discute la conveniencia de aquella asunción epis-
[32] Ibíd., p. 279. [33] Veronica Vasterling, «Butler' s Sophisticated Constructivism: A Critical Assessment», op. cit., p. 22. Vasterling en su posterior trabajo «Body and language: Butler, Merleau-Ponty and Lyotard on the Speaking Embodied Subject», International]ournal of Philosophical Studies, Vol. II (2), 2003, pp. 205223, en particular en pp. 207-210, también se refiere a lo que ella denomina giro lingüístico de la epistemología kantiana en el pensamiento de Butler, donde lo que en Kant es el sujeto transcendental es en Butler el lenguaje. La distinción de Butler, afirma Vasterling en p. 207, entre referente y efecto lingüístico corresponde a la distinción kantiana entre cosa en sí y fenómeno. Aunque, a nudtro juicio, esta equiparación no se puede admitir sin más matizaciones. En Butler el referente no tiene ni el sentido ni la fuerza ontológíca de la cosa en sí kantiana. Además, es dificil vincular el sujeto transcendental -estructurado bastante rigidamente- a una noción del lenguaje en la que se afirma que el lenguaje. en m discurrir histórico, móvil y temporal, tiene efectos ontológícos. [34] Otras criticas, sin embargo, no nos parecen que hayan sabido acertar a comprender el pensamiento de Butler en este punto. Así, Maria Luisa Femenías en su obra ]udith. Butler: introducción a su {ectura, op. cit., pp. .189-190. considera que en Gender Trouble mantiene Butler una postura «hiperconstruc-
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\emológica a la que considera excesi\·amente rcstricti\·a ya que sitúa en el lenguaje tanto la inteligibilidad de las cosas como su accesibilidad. Opina \ ·asterling que Butler está vinculando accesibilidad e inteligibilidad, no dando ocasión a que pueda haber un camino extralingüístico que conecte con las cosas al margen de su inteligibilidad. Un cierto acceso a los fenómenos que no conlleve a la vez su conocimiento o su entendimiento, sí es posible para Vasterling. La vivencia fenomenológica del cuerpo es la que la autora considera en este contexto. De acuerdo con la fenomenología, el cuerpo es una materia que persiste y Vasterling relaciona esta concepción del cuerpo con un pasaje del texto de Butler donde se alude a la materialidad del cuerpo como algo que persiste)' donde queda especificado que lo que persiste es (
tivista» mientras que en Bodies tha! Ala/ter se inserta en un «dualismo metafísico». La convincente, a nuestro juicio, réplica de Butler al debate entre esencialismo y constructi,·ismo radical la aleja tanto del hiperconstructi,-ismo como del dualismo metafisico que, no olvidemos, es una opción filosófica que hace depender la habitable realidad humana de un orden otro al que considera más plenamente ser, el lugar de la verdad y el bien en sí inconmO\ibles; mundo transcedente este que algunos, como Platón, postulan como cognoscible, y otros, como Kant, aun considerándolo incognoscible, defienden en tanto que referente inexcusable que debe guiar nuestra razón teórica y la práctica, la acción moraL Butler, como ha sido explicado, no otorga valor determinante a ese «algo» no capturable por completo por el lenguaje. Si se refiere a ello es únicamente en el contexto en el que está rebaóendo el idealismo dcl monismo y del determinismo lingüísticos, Ni BodicJ /ha/ Malla implica, como afirma Femenías -p, 190-, una «segunda etapa" en su pensamiento ni aquí «sobre,'uela» «un fantasma kanóano». Butler remite a Kant en el aspect0 en el que incide en los límites del conocimiento, pero no comparte en absoluto ni su concepción de la ontología ni su encuentro de una vía de acceso, la razón práctica, a esa realidad ontológícamente plena, la cosa en sí. Butler afirma, lo hemos citado, que es crucial producir ontología como «campo de contestación», [35] CJ, p, 108; BM, p, 67,
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ción entre cuerpo y lenguaje que, en general, conecta sobre todo con la perspectiva derridiana; también ha sido señalada con anterioridad la revisión critica de la orientación fenomenológica que contiene el pensamiento de Butler. Sin embargo, Vasterling, detectando cierta aproximación hacia la fenomenología en el fragmento citado de Butler, convierte aquello que persiste como «demanda en y por el lenguaje» en el «cuerpo ininteligible» [36] al que tenemos acceso a través de la experiencia vivida. De este modo, Vasterling replica la tesis que vincula accesibilidad e inteligibilidad, y que ella lee en la obra de Butler como su principal postura epistemológica, mediante un punto de vista fenomenológico [37] que asimismo, aunque solo en momentos aislados y más implícita que explícitamente, detecta en Bodies that Alatter. La preocupación por lo abyecto, muy presente en Butler y en concreto en este libro de Cuerpos que importan, no puede por menos que hacernos desestimar en este punto la critica de Vasterling. Lo llamado abyecto por Butler es lo rechazado, lo considerado como no significativo, y como no vivible. El cuerpo abyecto seria así un cuerpo no inteligible, un cuerpo que no importa. A ese cuerpo abyecto hay acceso pero no a través de la vivencia fenomenológica pura sino mediante lo discursivo mismo, porque, y aquí está el nudo crucial para rebatir a Vasterling, Butler no da por supuesto el cuerpo abyecto como realidad previamente dada sino que afirma que el carácter de ininteligible, de abyecto, de ese cuerpo está instituido discursivamente. Como dijimos en su momento, lo excluido de la sig[36] Veronica Vasterling, «Butler' s Sophisticated Constructivism: A Critical Assessmem», op. ci/., p. 25. [37] En su texto «Body and language: Butlcr, :'vlerleau-Pomy and Lyotard on the Speaking Embodied Subject», o/). cit., Vasterling explica más con detalle el pumo de dsta sobre la relación cuerpo y lenguaje ele ~lerleau-Pontv y lo confronta con la perspectÍ\'a de Butler y de Lyotard. Vasterling considera que es mérito de ~lerleau-Pontv el haber rehabilitado el cuerpo sensible. un cuerpo expresivo e intencional del que depende, y no solo del lenguaje, lo que vemos y emendemos. ~lerleau-Ponty, opina Vasterling, da respuesta a cuestiones que en Butler permanecen insatisfechas.
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nificación, el ámbito del «exterior constitutivo», que no de un «exterior absoluto», está inmanentemente producido por y en el proceso de significación y de ahí su capacidad para irrumpir sub\"Írtiendo los límites y las definiciones de las categorías hegemónicas. Ello implica que, por una parte, Butler no identifica sin más accesibilidad e inteligibilidad si bien sí asimila accesibilidad y lenguaje, pero entiéndase que ambas formulaciones no dicen lo mismo puesto que de ese ámbito de lo lingüístico deriya tanto lo inteligible como lo ininteligible, lo que se puede nombrar tanto como lo que no se puede nombrar -asunto que tratará Butler en Excitable Speech-; )", por otra parte, implica que la posibilidad de acción de lo despojado de inteligibilidad no depende de la fenomenológicamente inmediata vivencia corporal. En «Ho\\! Bodies come to I\latten> [38], Butler afirma que la abyección es «un proceso discursivo» y afirma, además, que los «discursos habitan en los cuerpos», «son parte de su propia sangre v"Ítal»; no podemos considerar, entonces, que el proceso discursivo transcurre por un camino y el cuerpo vi.vido por otro distinto. Coincidimos con Vasterling en que el cuerpo ininteligible puede ser una gran fuerza crítica y una potente fuente creativa [39], mas en términos butlerianos ese núcleo de resistencia [38J HBC:\1, p. 282. Es muy interesante. además, relener de esta entrevista cómo defiende Butler su tendencia teórica a ser cautelosa a la hora de proporcionar ejemplos concretos que puedan aclarar sus posiciones. El peligro que encierran los ejemplos es que pueden acabar por convertirse en normativos, cerrando el significado de los términos para otros usos útiles no pre\'istos todavía. Sin embargo, Butlcr desciende a dar alguna imagen más concreta sobre qué entiendc por abvecto. Lo abyecto, nos dice. no solo tiene que vcr con cuerpos cuyos sexos, géneros, sexualidades están fuera de la norma hegemónica; también alude a cuerpos y vidas que son rechazados por su piel, raza, etnia, religión, cultura, entre otras posibilidades. En Estados Unidos, precisa aún más, las vidas no occidentales son, en muchos casos, consideradas abyectas. [39J Veronica Vasterling, «Buller' s Sophisticated Constructivism: A Critical Assessment», op. cit., p. 25. Vasterling titula uno de sus apartados del modo siguiente: «The Unintelligible Body as Critical Force and Creative Resource».
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no es un elemento extralingüístico, no es, como en Vasterling, un cuerpo ajeno al poder discursivo e inabordado por los significados lingüísticos. El lenguaje es, sin duda, un ámbito dinámico de posibilidades no predeterminables, siempre al acecho de traer a la presencia imaginativos mundos aún, por el momento, no disponibles. Como Vasterling concibe el cuerpo ininteligible únicamente como aquella realidad vivible en el exterior del lenguaje y como es en él donde hace radicar la energia para la critica y para la transformación, no extraña que juzgue de utilidad política débil la teoría de Butler; aunque, matiza Vasterling, sobre todo en tanto que, influida por el esquema psicoanalítico, equipara accesibilidad e inteligibilidad pero no, obviamente, cuando sugiere una noción fenomenológica de accesibilidad [40]. No es esa, no obstante, ni la última ni la definitiva valoración de Vasterling. Interesada en la noción de agencia articulada en la teoría de Butler, Vasterling afirma que aquella teoría sí permite una cierta capacidad de acción. En principio, la iterabilidad derridiana hace recaer el peso de la movilidad del significado, de su estabilización o desestabilización, en el funcionamiento interno del lenguaje. Es el propio mecanismo lingüístico, mecanismo de espacialización y temporalización, el que genera significados a partir de una dinámica de diferenciación de signos lingüísticos. Indica Vasterling a este respecto que para que sea posible hablar de capacidad de acción del sujeto no es suficiente que el sujeto se vea envuelto en este proceso de reiteración y repetición; es preciso que el sujeto pueda participar, actuar en el proceso. Aunque pueda parecer que la concepción derridiana utilizada por Butler excluye la agencia del sujeto, Vasterling reconoce que Butler admite la intencionalidad del sujeto, que el sujeto sea capaz de proponer significados cuando
[-!-O] lbíd., p. 26. En «Body and lan.guage: Butler, :\Ierle;J.u-Ponty and Lyotard on the Spcaking Embodicd Subject», oj!. cit., pp. 21.9-220, Vasterling resalta justamente y en contraste con las teorias de Merleau-Ponty y de Lyotard la perspccti\'a política que se halla en el planteamiento de Butler, en el que ellen~aje, concebido como institución social, es pensado como fuerza política.
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habla o actúa. Cierto que esos actos intencionales no pueden ser controlados por completo en sus efectos o consecuencias pero, aun así, podrían, pueden, provocar una alteración en la cadena de significados. Comprendida de este modo, es como Vasterling sostiene que la teoría del lenguaje de Buder no elimina la agencia del sujeto sino que da cabida a la iniciativa del sujeto y a que su intervención logre éxito, eso sí, siempre que esa iniciati\"a sea seguida y extendida por las otras personas. Desde aquí es, efectivamente -y este es un puma importante que queremos resaltar-, desde la teoría del lenguaje y no desde una concepción fenomenológica del cuerpo que como tal no suscribe sino que cuestiona Buder, desde donde se logra claridad sobre el carácter subversivo y transformador de la propuesta de Butler. De la concepción del lenguaje de Butler y de su influencia derridiana, no obstante, daremos más detalles con posterioridad. Acierta, además, Vasterling en su comentario sobre el impulso para la contestación social y política que ofrece el pensamiento de Butler. A este respecto se debe destacar cómo la ley hegemónica, aquella de cuyo cumplimiento depende nuestra aceptabilidad como sujetos humanos, funciona mediante la producción de una serie de exclusiones violentas y agresivas. Conocer esta fuerza negativa de la norma nos determina a su oposición, no para eliminar por completo las normas sino para abrirlas en direcciones más humanizadoras. Buder, bien lo subraya Vasterling, no nos habla de que sea alcanzable la meta de la inclusividad total o radical; ni siquiera sería conveniente porque ello podría tener el efecto totalitario, antidemocrático, de coartar la pluralidad, de impedir ese juego de diferencias positi,·as en donde fructifican las posiciones subjetivas. Todas las categorías y definiciones, de acuerdo con Buder, funcionan mediante actos de exclusión pero no todas las exclusiones son iguales. Las problemáticas son las exclusiones violentas que arrojan fuera de lo humano a un conjunto de individuos según el dictado de la norma hegemónica. La inclusividad radical, sin embargo, es deseable cuando funciona como ideal que
siempre está dispuesto a revisar sus posibles ejercicios de exclusión; y como ideal que ha de entenderse en su pretensión de lograr el reconocimiento de toda vida humana bajo la categona de sujeto inteligible y no como orientación que persigue la opresiva anulación de toda clase de diferencias. Vasterling reconoce de este modo lo que había quedado negado en la lectura de Fraser, que la formulación de Butler sí establece criterios para discriminar el valor de las distintas estrategias de resignificación [41 J. En la apropiación butleriana, la teona de la democracia radical de Chantal Mouffe y de Ernesto Laclau -a los que se cita explícitamente en Bodies that j\l/atter [42]-, opera [41] En su texto CTS, p. 28 (en DC, pp. 315-320; CC, pp. 223-227, se amplían considerablemente -en relación al texto castellano inicial de «La cuestión de la transformación social»- los comentarios de Butler sobre «La resignificación como política»), Butler afirma que en el caso de que toda resignificación fuera válida no tendriamos criterio para rechazar la resignificae ión de! socialismo que supuso e! nacional-socialismo ni para aprobar e! movimiento anti-Apartheid. La reapropiación puede trabajar en contra de la libertad, sin duda. Buder apuesta por las resignificaciones en favor de la extensión de la vida vivible, pero esta extensión no puede apoyarse en e! racismo o en la misoginia o en la violencia. Entonces, e! movimiento antiAparheid, al que ella alude, sería aprobable en cuanto que lucha en contra de! racismo y de la ..iolencia. En último término la resignificación no puede hallar valor solo en sí misma, ha de ser evaluada de acuerdo con e! criterio que supone el proyecto sociopolítico de! que Butler participa, e! de la democracia radical. Butler es muy clara en ese punto: «¿qué innovación tiene valor y cuál no? Las normas que consultaríamos para responder a esta pregunta no pueden deri· varse ellas mismas de la resignificación. Tienen que derivarse de una teoría radical democrática y, por tanto, la resignificación tiene que contextualizarse de ese modo». Esta idea ya la he comentado con anterioridad en mi trabajo «Hacia la libertad. Contra la violencia. La apuesta de Judith Burlen>, en Domingo García Marzá y Eisa González (eds.), Entre la Ética.JI la Política: Éticas de la Sociedad Civil, Publicacions de la Universitat Jaume 1, Col-lecció eHumanitats, 1, Libre Electrónic, 2003, pp. 730-768. El texto se ha publicado también en Varios :\utores, Las mujeres en la (/lltum..l' los medios de comul/icacióll, Sevilla, ArCiBe! Editores, 2005, pp, 15-28. [42] Butler cira, entre otras, la conocida obra de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemon)' alld Socialist Strategl', Londres, Verso, 1985. Traducción castellana, Hegemonía)' estrategia socialiJta: hacia la mdicali:;acióll de la democracia, l\Iadrid, Siglo x..'XI, 1985.
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positi"a y producti\"amente otorgando pautas para la aCClOn: para la actuación de un sujeto que, esta vez en contra de Benhabib. sí está configurado, desde el discurso y en el discurso, con potencia para la innovación crítica.
3. !l\TERPELA.CIÓ!\ y SUUETIVACIÓl\
Persistiendo en su preocupación por la cuestión de la constitución del sujeto, Butler constató en Bodies that A1atter que el marco foucaultiano que principalmente había utilizado no le permitía dar cuenta de modo preciso de cómo el sujeto está constituido solo parcialmente por el discurso y de cómo los elementos de la constitución del sujeto no se pueden anticipar exhaustivamente. El proceso de constitución del sujeto es vulnerable y está sometido a la posibilidad del fracaso. Esta idea, que es fundamental para Butler, no la hallaba en la teoría de la sujeción de Foucault [43]. Vigilar)' castigar, en particular, le ofrecía una formulación sobre la sujeción en su opinión demasiado unilateral y carente de matices. La figura del prisionero ahí narrada resultaba mecánicamente construida, obviando la problemática de la psique, de ese ámbito que desborda y que resiste los efectos de la regularización de los discursos normalizadores. Foucault no recoge el central aspecto del carácter vulnerable de la dinámica misma de la configuración del sujeto. Este fue uno de los motivos por el que fijó su atención en la noción de interpelación de Althusser. La obra de Althusser retiene la llamada verbal como elemento básico en la constitución del sujeto. En el llegar a ser de un sujeto inteniene un acto
[43] Un trabajo que analiza las teorías del poder de Foucault y de Butler insistiendo en que el poder en Butler se inserta en el terreno de lo lingüístico, que la subjetiyación se produce en el seno de las prácticas lingüísticas, y que argumenta que con ello la teoría de Butler se aleja de la de Foucault, es el ofrecido por Catherine Milis, «Contesting the Political: Butler and Foucault 011 Power and Resistance», Thr }ournal ~r Poli/iral PhilosoP'!l', Volume 11. :\umber 3, 2003, ppo 2j3-272o
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ClOE!\"TA CO~IO lO"o\ \"lD.oll
de habla, emitido por un sujeto y dirigido hacia otro individuo, que en su dimensión performativa hace al sujeto, provoca su emergencia y a la vez la posibilidad de su agencia, esto es, lo construye y lo capacita para emitir sus propios actos de habla. Butler observa que el acto de habla ocupa dos lugares en relación con el sujeto. La escena de la interpelación de Althusser le ofrece el primer momento, el momento en el que el sujeto es constituido, y la teoría de Austin le conduce al segundo momento, al espacio del acto de habla del sujeto. Es la propia Butler [44] la que de este modo, en conexión con las inquietudes intelectuales promovidas por sus lecturas de Foucault y de Austin, encuadra la presencia de Althusser en su texto. A Althusser, por otro lado, se referirá también en Excitable Speech y en The Psychic Lifo if Power, donde dedica un capítulo concreto a su teoría de la sujeción. La relación de su noción de performatividad con el concepto de interpelación es analizada por Butler en su relectura del texto althusseriano «Ideology and Ideological State Apparatuses» [45]. La llamada de atención, o interpelación, que el policía dirige hacia un individuo, es, para Althusser, no solo una acción de control vertida sobre el sujeto sino que, de modo más importante, es el acto a través del cual se da inicio al sujeto, a su formación en tanto que ser jurídico y social. La ley, concebida de este modo, tiene el poder de producir temor al mismo tiempo que otorga reconocimiento al sujeto y un reconocimiento que supone la inserción del sujeto -su sujeciónen el terreno discursivo que es del que recibe un orden de existencia social. Ello significa, para Butler, que en la interpelación althusseriana el sujeto alcanza su carácter de ser tal sujeto reconocible, no estando ya difuminado en el conjunto de individuos indiscernibles, mediante el temor al castigo que le conduce al acatamiento de la ley. Castigo y reconocimiento se entrelazan [44] OSR.\!. pp. 16+-165. [45] Louis .\.Ithusser, «Ideology and Ideo1ogical State Apparatuses (:\otcs towards an Im'estigation»>, en Lcllinlllld P/¡ilosoJ)/~r alld Otha EjJ(~l's, :\'c\\' York, Monthlv Re\'iew Press, 1971 :pub1icado por primera \'ez en LA Pmsée, 1970\.
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en el enunciado interpelante. Butler se pregunta, entonces, por la posibilidad de pensar de otro modo este ejercicio discursiyo de formación del sujeto. Le discute a Althusser el no haber considerado el campo de las posibles desobediencias del sujeto a la . ley que le interpela. En la propuesta de Althusser, la ley, concebida al modo de la voz soberana, ejerce un poder obligante y unilateral. Sin embargo, es importante subrayar para Butler cómo el sujeto puede no solo desobedecer sino lleyar a cabo unas rearticulaciones tales de la ley que rompan su legitimidad y su pretendida uniformidad así como que pongan en cuestión la autoridad de quien la formula: «Aquí lo performativo, la I1amada que hace la ley que pretende producir un sujeto legal, provoca una serie de consecuencias que exceden y confunden lo que aparentemente es la intención de imponer disciplina que motiva la ley» [46]. En este interés crítico empeñado en oponerse con rigor, con la fuerza de los argumentos bien trabados, a los planteamientos inmovilizadores, cuando no directamente negadores, de la capacidad de acción, múltiple y sub\·ersiva, de los sujetos discursivamente formados, Butler nos dirige la mirada hacia una concepción de la performatividad donde el momento de su fracaso como tal acto performativo en su sentido clásico austiniano -esto es, el que logra la realización efectiva de aquello que nombra- queda resaltado con el valor de lo fundamental y de lo constitutivo. La posibilidad de que el enunciado performati\·0, como asimismo el grito interpelante, fracase no es ni lamentable ni accidental sino que el fallo forma parte constitutiva de la \ida misma del performativo. Es ahí, en el fracaso, donde el performalÍvo abre el espacio para la agencia del sujeto: «Este fracaso constitutivo de lo performatiyo, este deslizamiento entre el mandato discursivo y su efecto apropiado es lo que proporciona la ocasión y el índice lingüísticos de la desobediencia resultante» [47]. [46] Gl, p. 180 (he modificado ligeramente la traducción castellana); BM, p. 122.
l47] CJ, p. 181; B.\I, p. 122.
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cu:~T.-\. (:0\10 L":\ .... \ IDA
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La fórmula de Gayatri Chakravorty Spivak de «una violación habilitan te» (<
[-1-8] el, p. \31; B.H, p. 122. \"éasc también la referencia a Spi\'ak contenida en DG (<,). pp. 322-327; cr; (<
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que resultr un desplazamiento de sus propósitos iniciales. La formulación explícita de Butler es altamente esclarecedora de su pensamiento: «La fuerza de la, repetición en el lenguaje puede ser la condición paradójica por la cual se hace derivar cierta capacidad de acción -no vinculada con una ficción del yo como amo de las circunstancias- de la imposibilidad de elección» [49]. Este sujeto ambi\'alente nos es también presentado a través de la metáfora que otra de las autoras gratas a Butler ha hecho circular. Gloria Anzaldúa nos habla de «crossroads» [50] de fuerzas discursivas, políticas, culturales, con el fin de transmitir la idea de que la tradicional noción de sujeto resulta inadecuada en tanto no podemos postular un sujeto preexistente a la dinámica de su constitución y tampoco un sujeto plenamente determinado tras la labor de construcción. El sujeto como «encrucijada» remite al ámbito de un «nexo, el no-espacio de una colisión cultural, en la que la demanda de resignificar o repetir los términos mismos que constituyen el «nosotros) no puede rechazarse sumariamente, pero donde tampoco puede acatarse en estricta obediencia. El espacio de esta ambivalencia es lo que da la posibilidad de reelaborar los términos mismos mediante los cuales se da o no se da la sujecióm) [51]. Cuando en Bodies tiza! }'1atter se re\ i.sa la obra de Slavoj Zizek Tlze Sublime Object oJ Ideology [52] , \uel\'e a ser discutida la teoria de la interpelación de Althusser en conexión con la noción de performati\'idad. Butler insiste en subrayar su lejanía de la más común afirmación de que en la performatividad se da expresión lingüística a la voluntad humana soberana. Para Butler, la performatividad es una modalidad del poder entendido como discurso, como un complicado conjunto de reiteradas cadenas de
[+9J CJ,p.182;BM,p.124. [50J Gloria Anzaldúa. Bordcdands/ÚI Frontera. San Francisco. Spinters, Aunt Lutc, 1987. [51 J GI, p. 183; B.\!, p. 124. Véase también la rcferencia a Anzaldúa COIltenida en DG ((La cuestión de la transformación socia],»), pp. 320-322; Ce((The Question oC Social Transformation»), pp. 22i·228. [52J Sla\"oj Zizek, The Sublime Objcr( rif IdrologJ', London, Verso. 1989.
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invocaciones que produce efectos materiales al delimitar el ámbito de lo que es y de lo que no es inteligible. La materialización efectuada por el discurso no alcanza, sin embargo, el rango de lo estable inconmovible porque, como se advertía más arriba, el mandato discursivo instituye un «exterior constitutivO». De ahí que la performatividad concebida por Butler funciona tanto a través de la reiteración como por medio de la exclusión que señala lo indecible, lo que no es viable, vivible. Al respecto de los cuerpos, esta dinámica de exclusión, como hemos señalado con anterioridad, establece lo abyecto, lo que debe quedar repudiado. Pero hay una contundente diferencia entre las teorías que mantienen que el discurso opera fijando y para siempre posiciones de exclusión de la esfera de la inteligibilidad, como es el caso de ciertos usos del psicoanálisis, y la teoría que, como es la propia de Butler, se pregunta insistentemente por el modo de transformar lo excluido en seres que importan. En su crítica a la obra de Zizek en la que el autor enlaza la interpelación althusseriana con la simbólica lacaniana en un explícito rechazo de los enfoques postestructuralistas sobre la discursividad, Butler, justamente, se propone poner de relieve las limitaciones del psicoanálisis que considera inmodificables, en tanto ahistóricas y universales, una serie de prohibiciones fundamentales; al mismo tiempo persigue mostrar el modo para hacer más dinámicas y móviles las exclusiones constitutivas. Este es el objeto principal de su indagación dado que, como ya se dijo, ni su noción de performatÍ\ idad puede reducirse a un monismo lingüístico que considera que el discurso atrapa por completo el campo de lo social ni su reconocimiento de un ámbito de exclusión efectuado por el trabajo mismo de la performati\idad mantiene esa dimensión de lo abyecto a modo de trauma irrecuperable, imposible de llegar a ser simbolizable en el lenguaje y de adquirir una presencia en lo social. Butler afirma que su obra es postestructuralista en ese sentido; porque plantea la apertura y la temporalidad de las normas de la subjetivación [53].
[53] A ello se refiere Butler en OSRJI, p. 168.
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Zizck utiliza, en la re\'isión que lle\'a a cabo de la obra de Lacall, la figura lacaniana de lo real para indicar aquello que no es simbolizable, que permanece excluido de la simbolización. Lo real es «aquello que ninguna versión de la «realidad» logra incluir» [5+]. Es una especie de «roca» [55] de férrea resistencia, ajena por siempre a la figuración discursiva, Lo que Butler úbsclya a este respecto es que Zizck, cuando habla de lo real, produce un deslizamiento de esta figura definiéndola unas veces como substancia y otras como pérdida y privación, Esto es lo que a Butler le interesa destacar, que lo real en Zizek más que mostrarse como un cimiento irre\'ocable es el resultado de un proceso previo que sin embargo queda cubierto por el efecto que ha producido, Lo real reclama protección ya que está relacionado con una serie de amenazas. Por lo tanto, lo real, resalta Butler, es contingente y se halla necesitado de defensa ante las posiciones, que el propio Zizek apunta, que pretenden desestabilizar la solidez de lo real. Zizek, en efecto, cuestiona al postestructuralismo, al feminismo y al pensamiento de Foucault, en tanto los considera intentos de disolver lo real. En su pretensión de mantener la idea de algo inalterable, Zizek, por ejemplo, le critica al feminismo marxista que sitúe el valor de la crisis eclipica dentro de un concreto modelo de familia patriarcal históricamente condicionado, porque según Zizek la familia patriarcal es solo un cauce de expresión, entre otros, del antagonismo sexual que como núcleo constitutivo de la familia persiste idéntico ante las diversas configuraciones históricas y sociales que pueda adoptar, Tampoco los campos de concentración son reducibles, para Zizek, a sus contextos particulares de emergencia sino que son indicios del trauma que constituye lo real de lo humano y que, por tanto, no puede ser circunscrito a un determinado momento histórico o a un COI1creta disei'1o social. Con lo expuesto en su análisis crítico de los planteamientos de Zizck, Butler pretende, por un lado, reforzar a través de [5.J.] CJ, p, 273; BM, p, 192, [55J Cl. p, 281; BJl, p, 19H,
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Zizek su tesis de que hay un exterior al ámbito de lo social y de lo discursivo inteligible pero, por otro lado, persigue mostrar su elaborada, y fundamental para su te aria, oposición a la definición de ese exterior como ley prediscursiva de validez ahistórica universal que sirve para dotar de valor ontológico a la diferencia sexual y a la relación de subordinación implicada en ella. Postular la existencia de un límite fijo y cerrado entre el exterior y el interior de la inteligibilidad además de que excluye el análisis histórico y de que dificulta el reconocimiento de que el exterior es un efecto de! trabajo de variadas leyes combinadas, no permite abrir la posibilidad de que se lleve a cabo una rearticulación modificadora de las fronteras marcadas; tarea esta que para Butler es fundamental para lograr dar vida al proyecto democrático en el que ella, junto con Mouffe y Laclau, participa y en el que Zizek, a pesar de los problemas subrayados por Butler en sus planteamientos, también se reconoce [56]. Aunque las exclusiones, en efecto, forman parte de la dinámica de lo discursivo, no presentan todas el mismo valor, como quedó dicho más arriba., Por ello es preciso para la tarea política,poder lograrla movilización de lo que en un momento determinado se considera un sujeto aceptable y de lo que, por e! contrario, se considera rechazado de tal calificación. La óptica de Bu'tler que conceptualiza la distinción entre lo real y lo simbolizado discursivamente como el producto de unas relaciones de poder contingentes, actúa en favor de aquella movilización necesaria para lo político; no parece, sin embargo, que el movimiento transformador sea factible desde el ángulo de la teoria de Zizek que fija lo real. De la obra de Zizek también somete Butler a revisión critica su teoria sobre la performatividad política. Para Zizek los términos usados para la unificación de grupos políticos funcionan al modo de los nombres propios, esto es, son términos que no describen algo ya previamente dado, sea un contenido o un objeto, sino que actúan como designado res rígidos que crean y
[56] CJ, pp. 292-293; B.I1, pp. 206-207.
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que mantienen nueyas posiciones de sujeto dentro del campo político. De acuerdo con ello, palabras como «mujeres» o como «democracia» ni describen ni representan adecuadamente una realidad ya existente. Su eficacia política depende de su capacidad performativa para instaurar y para estructurar la esfera de lo político. Así, las categorías de identidad, en lugar de referirse a identidades configuradas con amerioridad como aseguran las políticas esencialistas, son productoras de aquellos movimientos sociales que dicen representar. Pero, según el análisis de Butler, es Laclau el que subraya e! valor, para una política democrática radical, de la performatividad en tanto que entiende que la performatividad abre la posibilidad para desbaratar y para rearticular de otro modo las identidades sociales ya establecidas. Sin embargo, en el acercamiento de Zizek a la performatividad se enfatiza por el contrario el aspecto inflexible e inalterable de los términos políticos al afirmarse que funcionan según el modelo de los nombres propios que a su vez son concebidos como designado res rígidos donde la movilidad se vuelve imposible. En la exposición de Zizek, los términos performativos son términos que constituyen de un modo rígido, independientemente de las circunstancias, aquello que nombran. Ello determina a Butler a poner en cuestión que la teoría de la performatividad de ZiZek pueda servir para el proyecto antiesencialista de la democracia radical. Además, el análisis de Zizek es para ella problemático porque el enunciado performativo es un tipo de acción mientras que la designación rígida requiere de la existencia de un referente del que sea índice el término en cuestión, de lo que se concluye que e! término performativo no puede ser equivalente a una designación rígida. En Zizek se pone en suspenso e! referente de la designación rígida, ciertamente, pero ello no e\'ita los problemas. Que el término «mujeres» no alcance nunca a describir lo que nombra no se explica ni porque se refiera a algo sin describirlo (al modo de la designación rígida) ni porque «mujeres» sea algo que no existe, un referente perdido (como apunta Zizek). La razón, afirma Butler, es la propia inestabilidad constitutiva de! término que necesariamente
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CTE"TA C:0.\l0 L'!\A \'ID.-\.]
funciona a partir de un ejercicio de exclusión. Tal ejercicio de exclusión constitutivo del término implica que no puede fijar definitivamente lo que nombra. Mas, de ahí no se sigue que ese exterior constitutivo haya de ser un referente perdido; la mujer que no existe. En contra de esta elaboración conceptual que sitúa a las mujeres en el lugar del referente perdido y que implica aceptar que el feminismo realiza una inútil labor de resistencia, Butler defiende una intelección de la performatividad que hace viable la rearticulación del término en una dirección menos excluyente en la que la categoría sea un permanente lugar de oposición y por ello de apertura. Este es el potencial democrático de unos términos que si bien deben usarse se ha de hacerlo sometiéndolos a una permanente problematización.
4.
REAPROPIACIOl\'ES SliBVERSIVAS
4.1. Qyiebra de la posición simbólica privilegiada del Falo Que la rigidez y la inmovilidad de las estructuras psicoanalíticas pueden ser útilmente resquebrajadas a través de la estrategia de una repetición subversiva de los términos, lo evidencia Buder en su singular e inteligente ficción del «Falo lesbiano» [57] en Bodies that Matter. Ahí se ejemplifica cómo el símbolo del Falo puede ser expropiado eficazmente de esa parte del cuerpo llamada pene y cómo puede circular en el contexto de cuerpos sin pene que se reapropian del valor de autoridad inscrito en el Falo. Queda puesto en cuestión el Falo en su dimensión psicoanalítica de significante privilegiado al mostrarse la posibilidad del desplazamiento del falo desde su supuesto «origen» mascu-
[57] CI, pp. 95-H2; B.\/, pp. 57-91. El capítulo dedicado al «Falo lesbiano» lleva por título (.The Lesbian Phallus and the Morphological Imaginary». Este mismo texto está publicado también en Di.fferences: .-J.]ournal oJ Feminist Cultural Studies, \'01. -! í 1), 1992, pp. 133-171; Y en Sara Salih with Judith Butler (eds.), The Jlldith Butler Reader, op. cit., pp. 138-179.
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lino, desde su lugar estructural «apropiado», hacia otras partes del cuerpo como podrían ser e! brazo, la mano, un muslo o cualquier otro sitio corporal, en fin, susceptible de ser instrumentalizado. El Falo significa pero no en tanto momento que da inicio a una cadena de significación sino porque está sometido a un movimiento de significación que es e! que sostiene su carácter de significante pri\ilegiado. Pero e! Falo puede ser desterritorializado. Ello e\idencia la apertura de una práctica significante reiterada capaz de significar en lugares y de maneras que exceden la posición simbólica pri\ilegiada por Lacan, para quien es desde esa posición desde donde se controla e! significado y el acceso al mundo. Butler denuncia, insiste en denunciar, e! falocentrismo, e! androcentrismo fálico de! esquema lacaniano. Sería una interpretación desafortunada, afirma Butler en «Gender as Performance» [58], reducir e! «Falo lesbiano» a la noción de dildo. La fuerza de la argumentación que cuestiona la estructura de las posiciones lacanianas de tener el Falo -la masculina- y de ser el Falo -la femenina- perdería con ello su potencia. Queda desarticulado ese marco conceptual cuando las posiciones se cruzan, se entrecruzan de modo que no se sostienen más como mutuamente excluyentes sino que muestran que las identificaciones acontecen en una gran variedad de caminos. En e! contexto lésbico la narración del «Falo lesbiano» es una táctica de dar autoridad al lesbianismo. En el caso de la mujer heterosexual, abre la pregunta sobre qué podría significar aquí tener el Falo fuera de la psicoanalítica figuración terrorífica de la madre fálica. La fundamental transferibilidad del Falo que fabula Bodies tha! A1atler tiene el propósito no solo de romper la integridad del imaginario masculino psicoanalítico y de quebrar ese vínculo que ha sido naturalizado entre el Falo y la morfología masculina. A diferencia de la \'oluntad de lrigaray de crear un contraimaginario lacaniano, un imaginario femenino, Butler anuncia
[S8] GAP, p. 37.
su puesta en cuestión también del recurso a un tal imaginario femenino porque desde su óptica la sexualidad femenina no deja de estar construida; ni, en consecuencia, de la sexualidad lésbica está ausente la economía «falogocéntrica». El Falo lesbiana no persigue en sentido estricto eliminar el Falo sino desplazarlo hacia nuevos significados ni masculinistas ni heterosexistas; significados críticos con respecto a la lógica hegemónica de la diferencia sexual que en Lacan remite tanto a una cuestión anatómica como lingüística; y significados capaces de suscitar imaginarios alternativos de placer. En un sentido más amplio, por otra parte, Butler [59] indica que su texto de «El Falo lesbiana» apunta a cómo el lenguaje, los significados corporales, no pueden capturar con plenitud al cuerpo, a un cuerpo que elude ser el producto de una estática construcción lingüística completa. No ya en el contexto de ese ejercicio paródico del «Falo lesbiana» pero sí en relación con su denuncia del esquema de sexuación lacaniano, Butler afirma aquello que niega Lacan, que las interrelaciones complejas y múltiples entre identificación y deseo que dan lugar a identificaciones no normativas, pueden ocasionar la rotura del marco binario y pueden, por tanto, afectar a la estabilidad del orden simbólico. Para Butler las identificaciones pertenecen a la esfera de lo imaginario; fruto de un deseo que nunca acaba por concretarse del todo. Son ocasión para la desestabilización del yo porque «son la sedimentación del «nosotros» en la constitución de cualquier <
[59] Véase, 7PH, p. 14. [60] Cl, p. 159; BU, p. 105. Este apartado de Bodies ¡lrat.\falter llc,·a por título: "Idcntificación fantasmática y la asunción del sexo», pp. 1-~1-17a: «Phantasmatic Identification and the Assumption of Sex», pp. 93-119. Butler explicita que una parte de estc texto fue presentada en Tire ..lmen"cnll Plrilosoplrical Association, Central Division, en abril de 1991; Y que fue puhlicado en una corta ,·ersión en Elizabeth \ \·right (ed.), Fcl/lillisll! l/lid P~}-cI/Oalll/()"Ii.i: .1 Critical Dictiona~)', London, Basil Blackwell, 1992.
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con el elemento de la iterabiJidad y, por ello, están capacitadas para resistir la ley, para alterar la esfera de lo simbólico. En Lacan, sin embargo, el fracaso de las identificaciones, que acontecen en el campo de lo imaginario, no consigue en absoluto debilitar una ley, lo simbólico, que es concebida como inmutable. Butler subraya cómo la teoría de Lacan no permite ir en contra de la obligatoriedad de la heterosexualidad, ley perteneciente al terreno de lo simbólico, porque mantiene firmemente una distinción inquebrantable entre el orden de lo imaginario y e! orden de lo simbólico. Las identificaciones disconformes correspondientes al espacio de lo imaginario, en síntesis, no penetran de ningún modo en el espacio de la ley de lo simbólico. La lucha contra e! sexismo y contra la homofobia queda desarticulada como inoperante desde la perspectiva de Lacan. Esta es una consecuencia de esa separación sostenida entre e! orden de lo imaginario y el de lo simbólico. En todo caso, la resistencia antisexista, antihomofóbica, localizada en una otra esfera diferente a la de lo simbólico, sería una acción temporal pero no capaz de penetrar en la estructura simbólica para resignificar con eficacia la reiteración de su poder. Como en Butler lo simbólico no es una ley fija sino el resultado de una serie de actos performativos sostenidos por la dinámica de la iterabilidad, e! poder de lo simbólico, dependiente de esa cadena de citas, puede ser quebrado en direcciones inesperadas. Rebeldes acciones en su repetición, como la de la «lesbiana falicizada» o la de! «marica afeminado» [61], no constituyen solo, como piensa Lacan, modelos de lo abyecto que están ahí como posibilidades, engendradoras de castigos horribles, que deben ser rechazadas en beneficio del acomodo al único modo "iable de sexuación, el binarismo heterosexual. Tales figuras indican para Butler el modo en el que la ley puede volverse contra sí misma dando lugar a placenteras formas insurrectas
[61J U p. 166; E.H, p. 110.
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de sexualidad que no tienen por qué ser ni fantasías irrealizables [62] ni meramente pasajeras, efimeras en lo imaginario, sino que podrian alcanzar a lograr la reformulación de lo simbólico para que dé cobijo, legitimidad cultural, a esas sexualidades no normativamente heterosexuales. Pero conviene precisar en este punto que la disputa de Butler contra la ley heterosexual lacaniana no se extiende a todo tipo de práctica heterosexual. Es contra la heterosexualidad heterosexista, repudiadora de la homosexualidad -la que es mantenida por Lacan-, contra la que dirige Butler sus argumentos, admitiendo explícitamente que no en todos los casos es la heterosexualidad una práctica fundada en la abyección de la homosexualidad [63]. El punto central de este análisis de Butler determina que la búsqueda de una identidad cerradamente coherente es el motivo principal de la exclusión de posiciones que se perciben como abyectas en tanto se las considera una amenaza para la coherencia del sujeto. Butler incita hacia la proliferación de identidades. Ahora bien, en este contexto de Bodies that JVlatter, Butler va más allá del hecho de formular de nuevo esta ya conocida tesis suya. Aquí se enuncia con claridad que de lo que se trata no es, sin más, de una ampliación numérica de las identidades, de las identidades afanadas cada una de ellas en su propia coherencia. Porque, entonces, junto con el mayor número de divisiones de
[62] Butler trata el tema de la fuerza de la fantasía, de su poder para invertir el discurso de la ley, en su texto «The Force of Fantasy: Mapplethorpe, Feminism, and Discursives Excess», Diffl!T'ences: .él ]ournal qf Fmzinist Cultural Studzes, vol. 2 2), 1990, pp. 105-125. El trabajo está también publicado en Sara Salih withJudith Butler (eds.), The]udith Butll!T' Readl!T', op. cit., pp. 183-203. En la introducción de Salih al escrito de Butler (pp. 18318-!), comenta que Butler problematiza la distinción entre la fantasía y lo «real» en tanto que lo «real» puede ser una construcción !antasmática, una variable construcción que esta en relación con su «exterior constitutivo». La fantasía es fundamental para lo «real» ya que lo «real» se construye sobre la base de su diferenciación con la fantasía. La fantasía, en síntesis, puede romper el binarismo de la heterosexualidad normalh·a. [63] CI, p. 168; 8.\1, p. 111.
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identidades también aumentarían sus ejerCICIos de exclusión. Como especificará Butlel~ más tarde, en Undoing Ccnder: «Una tendencia dentro de los estudios de género ha sido asumir que la alternati\'a al sistema binario del género consiste en multiplicar los géneros. Este punto de vista inyariablemente provoca la pregunta: ¿cuántos géneros puede haber y cómo se llamarán? Pero la alteración del sistema binario no debería necesariamente conducirnos a una cuantificación del género igualmente problemática» [64]. Es preciso modificar el modo de concebir las posiciones idemitarias: no hay que retenerlas como posiciones estructurales rígidas sino como lugares temporales, dinámicos, que conectan y se interrelacionan unos con otros, y que, además, bajo un impulso democrático, no cesan de replantearse criticamente las acciones de exclusión que efectúan. Nos advierte Butler: la identidad coherente se sustenta en una serie de exclusiones, de actos de crueldad; crueldad contra uno mismo también ya que nos prescribe mutilar facetas que anidan en nuestra constitución múltiple, en la de todos los sujetos. y esto ocurre en la producción de la heterosexualidad coherente pero también en la de la homosexualidad coherente [65]. Reivindicar la supresión o superación de la identidad, tampoco es el propósito del texto de Butler. Este seria asimismo un acto de violencia, de autoviolencia, ya que supone exigir al sujeto la renuncia a aquello, la identidad, que le otorga \iabilidad cultural. Sin embargo sí es la intención de su análisis contrarrestar mediante la aceptación del entrecruzamiento [64) DG (<<El reglamento del género»), p. 71; VG (<
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de variadas identificaciones esa concepción estrecha según la cual solo se puede lograr la identidad repudiando taxativamente a las otras identidades.
4.2. La raza también importa A esa complejidad de las plurales identificaciones del sujeto contribuye la combinación de otras categorías además de las de _sexo, género, sexualidades. Bucler se refiere a ello en cierto tono de autocrítica cuando afirma: Prescribir una identificación exclusiva a un sujeto constituido de maneras múltiples, como lo estamos todos los sujetos, es ejercer una reducción y una parálisis y algunas posiciones feministas, incluyendo la mía, han dado prioridad de manera problemática al género como el sitio identificatorio de la movilización política a expensas de la raza, la sexualidad, la clase o el posicionamiento! desplazamiento geopolítico [66].
Estas diversas categorías configuradoras de la identidad no deben concebirse como entidades separadas unas de otras. Un simple listado enumerativo fracciona al sujeto en compartimentos aislados dificultando cuanto menos el entendimiento de la conexión íntima en la que se entretejen, articulándose y condicionándose mutuamente. Lo que se debe investigar, indica Bucler, es lo que implica el género para la raza, o la raza para la sexualidad, por ejemplo. Esto sigue siendo un planteamiento sobre la identidad pero un planteamiento en el que la identidad no se concibe como preestablecida o como uniformemente dada sino que se comprende en el marco de un proceso dinámico de poder. Desde Bodies lhal ",.falter, precisamente, Butler se acerca a la reflexión, ausente en Gender Trouble, sobre las intersecciones entre género, raza, sexualidad en los procesos de subjetivación. La [66] el, p. 174; E/vI, p. 116.
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raza es otra de las estrategias reguladoras de la materialización del cuerpo que trabaja junto al imperati\'o de la heterosexualidad produciendo e instituyendo, en una acción entrelazada, diferencias sexuales y raciales. No obstante, el estudio concreto sobre cómo la raza está performati\'amente constituida o sobre cómo proceden las normas de racialización, no está desarrollado por Butler en la misma medida en que se extiende sobre la performati\idad del género y de la sexualidad. Además de en la sección dedicada a «El Falo lesbiano» y en la que atiende a la re significación del orden simbólico efectuada a través de la ocupación del nombre paterno en las obras de ficción de Vúlla Cather cuyos personajes se oponen a la coherencia sexual y de género [67], Butler aporta otro ejemplo del poder subversivo de la repetición en su análisis de la película producida y dirigida por Jennie Livingston París is Burning [68]. En el contexto de una sala de baile de Harlem a la que acuden individuos afroamericanos y latinos fundamentalmente, en su mayoría bajo el «ropaje» drag con el que vitalmente se identifican, es subrayable cómo los términos simbólicos del parentesco, las normas del parentesco heterosexual, son productivamente sometidos a reelaboración [69]. Aquellas minorías raciales y [6i] Véase, Cl, pp. 20i-239; BM, pp. 143-166. [68] (,1, pp. 179-203; BM, pp. 121-140. El análisis de ButIer de eSla película. Pans i.s Burning, que se ofrece bajo el tílulo «Gender is Burning: Questions of Appropriation and SubH'rsion», se publicó también en Sue Thornham, Ftminisl Film Theo~l: A Reader, Nc\\' York, Uni\'ersity Press, 1999, pp. 336-349. [69] Al tema del parentesco, a la posibilidad de resignificación de los modelos hegemónicos, dedica Butler su obra Ant~¡;onc 's Claim. llinsll1j, Between Lije and Dca/k. Sobre este lema también ha publicado Butler su ensayo .
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sexuales visualizadas por la cámara de Livingston e interpretadas por la mirada de Butler, sostienen su dificil existencia intercambiando afectos y apoyo incondicional en el seno de innovadoras formas de familia donde se gestan discursos de oposición al orden establecido y donde los lazos comunitarios dadores de reconocimiento permiten luchar contra la violencia, el racismo, la homofobia, la transfobia [70]. Aquí, en este ámbito documentado por la narración filmica y textual, el tema de la raza deja sentir también su fuerte presencia, mostrándose que en la constitución de los sujetos la diferencia sexual no es más prioritaria que la diferencia racial; que la concepción del sexo está atravesada por la de la raza; y que, al mismo tiempo, la clase social no puede ser tampoco obviada como vector de subjetivación. La discusión sobre esta categoría de la raza es abordada por Butler asimismo en su capítulo dedicado a la novela de Nella Larsen Passing [71], en la que una persona de cuerpo no sensiblemente negro se hace pasar por blanca. En contra de teóricas como lrigaray defensoras de la primordialidad de la diferencia sexual y del carácter autónomo de esa diferencia -no marcada por otros vectores de poder como el de la raza-, el propósito de Butler es incidir en que raza y sexualidad se implican mutuamente no siendo una más esencial o más importante que la otra, y en que cabe la desestabilización de ambas, de las normas de raza y de sexualidad, en una acción conjunta. J\¡fantener la diferencia sexual como relación no atravesada por la raza supone concebir a las personas blancas como mujeres y como hombres pero al margen, equivocadamente, de las normas de racialización. Así como la heterosexualidad se organiza y establece sus límites mediante la confrontación con la homosexualidad, la blancura requiere a la negritud para emerger marcando sus fronteras. [70J En relación con Pans is Burning, Butler resalta esta idea también en CTS, p. 17 (DG, «La cuestión de la transformación sociah>, p. 305; UG, «The Question o[ Social Trans!ormatioll», p. '216). [71J Cl, pp. 241-266; B.lI, pp. 167-185.
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Las teOJías que separan los procesos de generización de los de racialización como si fueran dos mecanismos claramente distintos suscitan cautela en Butler. Esto deja dicho en la entrevista realizada por Vikki Bell [72] y publicada con el título de «On Speech, Race and lvlelancholia». Es un error, comenta Butler, considerar al género )' a la raza como una «doble conciencia» [73]. Habria que lle\'ar a efecto un análisis de «lecturas secuenciales» en el que no fuera posible leer a uno sin la otra pero que no implicara tampoco la síntesis o analogía absoluta de género y raza. La racialización consiste en una serie de actos de habla, a veces no explícitamente verbalizados, que estructuran las instituciones según la dinámica temporal de la reiteración de esos actos de habla, lo que permite que se den las condiciones para su subversión. La racialización es, piensa Butler, una modalidad de la performatividad relacionada con una práctica de lectura verbal y visual. En Excitable Speecl¡ los enunciados racistas, el poder del daño que ocasionan, serán objeto de atención. A esta cuestión, a cómo la mirada racializadora no es un acto de mirar objetivo, neutral -una mirada no marcada ver-
[72] Vikki Bell, en «~.fimesis as Cultural SUI"\1\"al:judith Butler and AntiSemitism», T/¡eOI); Culture and Socie!)', 16 (2), 1999, pp. 133-161, aplica la teoría de Butler de la performatidad de! género al contexto de la raza, racismo y etnicidad. (73] OSRA1, p. 168. En esta entrevista (pp. 170-171), Butler comenta el interés de realizar trabajos sobre la aniculación de las nociones de melancolía y de raza. En panicular se refiere a la imponancia de reflexionar sobre la imposibilidad de retornar a los origenes históricos de la racialización en e! contexto del problema de la esclavitud en Estados Unidos. Butler cita como estudio relc\'ante sobre este tema, el texto de Saidiya Hartman, Serne.1 q! Subjection, Oxford, Oxford University Press, 1997. Además se refiere al trabajo de Deborah McDowell. quien analiza las imágene~ aparecidas constantemelllc en los periódicos de Estados Unidos de hombres negros asesinados en las calles de las ciudades. El resultado de esa iconografia repetiti\'a en la que los hombres asesinados parecen ser intercambiables unos por otros, careciendo de nombre y de singularidad propia, es que se imposibilita la superación del dolor que esas muertes suscitan. Ese tipo de melancolía propiciado por el discurso público se inLroduce a modo de condición constituti\'a en la cultura negra urbana, cuyo dolor no encuentra límites ni un final.
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ti da sobre un cuerpo ahí dado de modo natural-, sino que está constreñido por el marco racista en el que se produce, por el campo discursivo que determina de antemano la modalidad de la percepción del cuerpo, Butler dedicó su texto «Endangered/Endangering: Schemitc Racism and White Paranoia» [74].
4.3. El '!Jemplo del término queer Argumentos a favor de la viabilidad de la resignificación subversiva de consecuencias afirmativas, y a la vez de la importancia de no detener nunca el trabajo de la autocrítica problematizadora de los ejercicios de exclusión practicados por las categorías, nos proporciona también el último capítulo, el texto de cierre de Bodies that Malter, «Critically Queem [75]. El término queer, una palabra en absoluto exenta de dificultades -sobre ello reflexiona el escrito de Butler--, ha alejado su sentido crudamente despectivo en favor de un reciente uso de implicaciones políticas como palabra de reconocimiento positivo. Aquí se lee el fracaso de la repetición a la hora de lograr fidelidad al poder [74] Judith Butler, «Endangered/Endangering: Schemitc Racism and White Paranoia», en Robert Gooding-\Villiams (comp.), Reading Rodney King. Reading Urban Uprising, Nueva York, Routledge, 1993, pp. 15-22. El texto está publicado también en Sara Salih with Judith Butler leds.), The ]udith Butler Reader, op. cit., pp. 204-211. Butler analiza cómo se leyó, en el contexto jurídico, el vídeo que documenta la paliza brutal infligida por la policía de Los Ángeles a Rodney King en 1991. Butler se vuelve a referir al caso de Rodney King, en particular a la decisión del Tribunal Supremo que en 1992 decidió la absolución de los cuatro policías que le agredieron, en LPl, p. 103; ES, p. 59. [75] el, pp. 313-339; B.\!, pp. 223-242. Este texto, «Critically Queen" se publicó por primera vez, en una versión en parte diferente, en Gf.Q. A ]ournal oJ Lesbian and Gay Studies, n." 1, 1993. Aparece también publicado en Erin StrilT, Performance Studies, Hampshire, Palgra\'e, 2002. En castellano el trabajo se recoge bajo el título "Críticamente sub\'ersi\'a», en Rafael :\1. ~Iérida jiménez (ed.), Sexualidades tran~s:resoras. Una antología de estudios 1l1eer. op. cit., pp. 55-79.
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dominante. Y en el fracaso, como decíamos, está la oportunidad para la subversión. La vida temporal de las palabras permite la movilidad de sus significados, haciendo factible que el uso despectivo de un término se modifique hacia la adquisición de significaciones afirmativas e innovadoras: «En realidad, la temporalidad del término es precisamente lo que me importa analizar aquí: ¿cómo es posible que una palabra que indicaba degradación haya dado un giro tal -haya sido «refundida» en el sentido brechtiano- que termine por adquirir una nueva serie de afirmaciones afirmativas?» [76], se pregunta Butlel~ Cierto que no se niega que la dinámica de la repetición de los términos pueda desembocar, y que de hecho desemboque en ocasiones, en el retorno de la significación dominante ya establecida en las relaciones de poder. No se oculta que las resignificaciones no son siempre tan positivamente radicales puesto que se admite que los cambios en las esferas del poder y del discurso no se producen a cada instante. Y, sin embargo, sucede que es por medio de los discursos y en contra de ellos mismos como las personas despreciadas, excluidas del orden de la inteligibilidad, logran un reconocimiento productivo. El discurso injurioso no deja de ser un instrumento, un ins-trumento doloroso, a través del cual el sujeto abyecto plantea sus demandas resignificadoras de los términos mediante los que el repudio fue ejercido. En Excitable Speech se extenderá Butler ampliamente en el análisis del lenguaje que hiere. El discurso, en su existencia histórica temporal, no solo precede al surgimiento del sujeto sino que es condición de la formación del sujeto. Pero que esa construcción discursiva del sujeto es inestable se muestra en el hecho de que el sujeto no puede cumplir de un modo pleno y acabado las categorías que por otra parte le han dado vida. El sujeto, entonces, no puede ser concebido como aquello que es un centro presente y en
[76] el, p. 3 J 3; BA!, p. 233.
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cuanto tal origen firme y seguro de su decir. Las palabras lo definen con anterioridad a su toma de conciencia identitaria. En este sentido, el sujeto no se hace responsable del significado despectivo de las palabras que lo nombran. Tampoco puede, en consecuencia, hacer brotar de la nada aquellos términos que puedan trabajar para el logro de su libertad: La performatividad describe esta relación de estar implicado en aquello a lo que uno se opone, este modo de volver el poder contra sí mismo para producir modalidades alternativas de poder, para establecer un tipo de oposición política que no es una oposición «pura», una «trascendencia» de las relaciones contemporáneas de poder, sino que constituye la dificil tarea de forjar un futuro empleando recursos inevitablemente impuros [77].
Bajo esta óptica, de lo que se trata es de usar los términos mediante los que somos definidos, y tanto en el espacio de la intervención política cuanto en el de la vida privada y cotidiana, como medio para conseguir la reelaboración de los significados peyorativos que esos mismos términos hacen circular. Lo que se propone Buder subrayar en su argumentación y en relación con el término queer al que se refiere con el valor del ejemplo es, por un lado, el hecho de que la palabra queer ha alcanzado un desplazamiento de significado desde una posición negativa hacia otra positiva y afirmativa debido al trabajo interno de resignificación efectuado por las mismas personas a las que el término se arrojaba como desprecio. El mismo término vehículo de degradación es usado como signo de liberación: «De manera paradójica, aunque también implica una importante promesa, el sujeto encasillado como «queem en el discurso público a través de interpelaciones homofóbicas de diverso tipo retoma o cita ese mismo término como base discursiva para ejercer la oposición» (78].
[77] cl, p. 338; BAI, p. 24l. [78] Cl, p. 326; BM, p. 232.
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:\1as, por otro lado, Butler insiste en considerar que incluso en su dimensión positi\"a de elemento de reconocimiento social e! término queer no evita llevar a cabo un ejercicio de exclusión de aquellos sujetos que e! término no admite bajo su protección, lo que implica que queer presenta una faceta afirmativa para los sujetos reconocidos bajo e! término y a la vez asume una faceta negativa, de desprecio lanzado hacia aquellos otros que no son admitidos por el término pero que sin embargo quieren llegar a estarlo (algunas personas heterosexuales comprometidas con las luchas antihomófobas están en esta situación en particulares contextos de uso del término). Ante ello, Butler nos anima a desarrollar una actitud de vigilante revisión de los mecanismos de exclusión de los términos que reivindicamos al tiempo que nos incita a estar abiertos a los aún no predecibles significados futuros de las palabras. Entre los términos que realizan la construcción del sujeto se encuentran las normas de género que reclamando coercitivamente su incesante repetición evidencian lo improcedente de la clásica imagen voluntarista del sujeto. Ocurre que el sujeto no puede abstenerse de repetir las normas y que en ese sentido e! sujeto no es libre sino que es el resultado de la repetición que lo constituye. La concepción performativa del género señala hacia este mecanismo de las normas de género que funciona mediante la cita, a través de su repetición. No obstante, e! sujeto tiene capacidad de acción. De nuevo, Butler se preocupa por resaltar esta dimensión de su pensamiento aquí en «Critically queer» e igualmente como respuesta explícita a las críticas \·ertidas contra su Gender 7i·ouble. Justamente la libertad de! sujeto, que ella entiende de manera concreta como posibilidad de acción y no como algo abstracto y de carácter presocial, se sostiene en e! modo de funcionamiento de unas normas que al interpelar al sujeto exigiéndole su repetición abren el espacio para la producción de unas grietas desestabilizadoras de la regulación de! poder. Las mismas normas son, entonces, las que permiten su vuelta hacia sí en una dirección subversiva porque e! sujeto que ellas alimentan no puede, a pesar de su reiterado empeño, cumplirlas
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nunca del todo quedando ahí atrapado; de modo que en algunas ocasiones, ocasiones que no pueden ser eficazmente calculadas p.or anticipado, antes que llegar a aniquilar al sujeto este es capaz de transformarlas en un lugar de resistencia. El ejemplo es, otra vez, la palabra queer. En el comienzo y en el final de Bodies that Matter cobra presencia textual Gender Trouble como discurso sobre la construcción performativa de la identidad donde la capacidad de acción, la libertad, halla, aun con sus limitaciones, un modo apropiado de proceder.
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CAPÍTULO
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IV
DE lA PERFOR~L\TIVIDAD DE LOS ACTOS DE HABL<\
Sometido por Butler a continuas reformulacÍones dado su constante y explicito replanteamiento de los mecanismos que estructuran la identidad y que, a la vez, hacen posible la subversión de la identidad, el concepto de performatividad es objeto principal de análisis en su obra, de 1997, Excitable Speech. A politics qf the Performative [1], donde atiende minuciosamente al modo del trabajo de la performatividad lingüística [2] centrán[1] Con anterioridad a la traducción completa al castellano de esta obra, en el 2004, bajo el título Lenguaje, poder e identidad (LPI), se disponía en lengua española de los siguientes capítulos: «Soberanía y actos de habla performativos», Acción Paralela, n.o 4, mayo 1998, pp. 105-134 (corresponde al capítulo 2 titulado «Sovereign Performati\'es», que ha sido traducido en LPI como «Performativos soberanos». Este trabajo en su edición original se publicó primero en Anselm Haverkamp ied.), Deconstruction is/in Amenca: A New Sense qf the Po/itical, New York, New York Univesity Press, 1995, y después en Eve Kosofsky Sedgwick and Andrew Parker (eds.), Peiformativity and Peiformance, New York, Routledge, 1995); "Palabra contagiosa. Paranoia y «homosexualidad» en el ejérciw», Reverso, n:' 1, 2000, pp. 15-34 (corresponde al capítulo 3 titulado «Contagious Word: Paranoia and «Homosexuality» in the l\'lilitary»). [2] Pueden consultarse, como estudios de las tesis de But!er de Excitable Speech, mis anteriores trabajos «Habitando en el interior del lenguaje. De las palabras que hieren», Er, Re~'ista de Filoso.fia, n." 28, 2000, pp. Hi -119; Elvira Burgos Díaz y José Luis Aliaga Jiménez, «Estudio Preliminar», en Delia
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close particularmente en esta ocasión en los actos de habla y en concreto en los actos de habla que hieren. Que hay actos de habla capaces de causarnos una herida es signo indicativo, claramente, de que somos seres lingüísticamente \ulnerables. Y si podemos ser dañados por el lenguaje es porque necesitamos el lenguaje en orden a ser; necesitamos el lenguaje para dotarnos de existencia, para otorgar inteligibiliciad a nuestra \ida: este es un contundente razonamiento. El nombre que se nos impone al nacer es muestra de ello, el primer signo de que la nuestra es una existencia habitada en el lenguaje. Incidir en el término herida, en que el lenguaje es capaz de producir una herida, semejante a un instrumento afilado cuya fuerza penetra con dolor la materia orgánica, es otro modo de traer a escena el complejo problema de la relación entre cuerpo y discurso que desde un encuadre diferente había sido tema de estudio en Bodies thal,Matie1: El lenguaje al que Butler califica con el término inglés de «excitable» es aquel que está «fuera de nuestro control» [3]. y, para ella, esta es su hipótesis, en algún sentido el habla es siempre «excitable». Su argumentación a este respecto tiene en cuenta directamente y por extenso la teoría de los actos de habla de Austin, formulada en Cómo hacer cosas COl1 palabras: palabras)' acciones [4]; la revisión de las tesis de Austin realizadá por
Esther Suardiaz, Ef sexismo en la lengua espmiola, Zaragoza, Libros Pónico, 2002. Véase en panicular el apartado titulado «Modelos fluidos en el análisis de la interacción lengua-género: las tesis deJudith Butlen" pp. 80-85. [3] LPI, p. 36: «En la ley, los enunciados «que se excitan» son aquellos lle\'ados a cabo bajo coacción, normalmente se trata de confesiones que no pueden utilizarse delante de un tribunal porque no reflejan el equilibrio mental del que las pronuncia. l"vfi hipótesis es que el habla está siempre de algún modo fuera de controh,; ES, p. 15: (
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Derrida fundamentalmente en «Firma, acontecimiento, contexto» [5]; y, además, y ocupando un lugar destacable, las reflexiones criticas, también en relación a la obra de Austin, elaboradas por Felman sobre el «cuerpo que habla» [6]. En la ya clásica distinción propuesta por Austin entre expresiones constatativas y expresiones realizativas (performatiue utterances), se precisa que las primeras son afirmaciones en las que algo, un referente objetivo, es descrito. Estas oraciones, de significado estable y universal, son susceptibles de ser sometidas al valor de autoridad de la verdad, de acuerdo con la lógica clásica de oposición entre enunciado verdadero y falso. Las segundas, las expresiones performativas, son aquellas que realizan una acción por medio de las palabras. Estas, indicó Austin, no se rigen por el criterio de verdad dado que no describen algo existente fuera del lenguaje sino que han de ser medidas según el grado de su fuerza y eficacia. Mérito de Austin fue mostrar interés teórico por este tipo de enunciados no descriptivos que desplazan el lugar privilegiado del valor de verdad, y orientar con ello el campo de estudio sobre el lenguaje en una dirección que desde entonces muestra ser claramente fructífera. [5] Jacques Derrida, «Firma, acontecimiento, contexto», en Ivlárgenes de la filosofia, Madrid, Cátedra, 1989, pp. 347-372. La versión inglesa que cita Butler es «Signature, Event, Context», in Limited Inc., Northwestern University Press, E\'anston, 1988, pp. 1-23. [6] Shoshana Felman, The Literary Speech Act: Don Juan with J L Austin, 01 Seduction in Two Languages, lthaca, Cornell University Press, 1983. El útulo original de esta obra es Le Scandale du COTPS parlant: Don Juan avec Austin, ou, la séduc!ion en deu:r: langues, Paris, Éditions du Seuil, 1980. La nueva edición de la obra en lengua inglesa ha recuperado en su titulo el término cuerpo anteriormente omitido: Tfze Scandal qf (he Speaking Body. Don Juan With] L Allslzn, or Seduc!ion in Two Languages, Stanford, California, Stanford University Prcss, 2003. En esta segunda edición se ha introducido el texto de Butler «Afterword» (AF~It), pp. 113-123. Al pensamiento de Butler sobre la relación entre cuerpo y lenguaje y al uso que hace de las tesis de Felman, me he referido con anterioridad en mi texto, «Cuerpos que hablan» enJorge V Arregui y Juan A. Carda Conzález !eds.), S~l0ijicados corporales. ~Iálaga, Contrastes. Colección ~Ionografia 11, 2006, pp. 93-109.
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En el desarrollo de su teona, Austin propuso la diferenciación entre tres tipos de dimensiones de los actos lingüísticos: la dimensión locucionaria o acto locucionario, que son eh-presiones consta. tati\·as; la dimensión ilocucionaria o acro ilocucionario, que son no la~ expresiones que realizan meramente el acto de decir algo sino las que además realizan un acto al decir algo, las que producen la realidad que nombran en el acto mismo de nombrarla (prometer, insultar, la declaración de una unión matrimonial); y la dimensión perlocucionaria o acto perlocucionario, que son aquellos efectos que se derivan, no necesariamente de un modo inmediato, del hecho de decir algo, esto es, las consecuencias sobre nuestras sentimientos, comportamientos, acciones, ocasionadas por las palabras emitidas (intimidar, convencer, ofender, alarmar). La performativad de las palabras, la capacidad para «hacer cosas con palabras», Austin la hizo residir en la fuerza ilocucionaria (iLlocutionar)l force). Butler subrayará cómo está implícita en la teona de Austin la idea de que en los actos ilocucionarios los efectos se producen sin que transcurra ningún intermedio temporal entre el acto de habla y la acción realizada. Palabra y acción senan así acontecimientos simultáneos [7]. Además, Butler relacionará el acto de habla ilocucionario de Austin con la interpelación althusseriana en tanto que uno y otra asientan su eficacia en la dimensión convencional. ritual, donde se integran. Si bien, mientras que el sujeto en Austin emite su acto de habla, en Althusser el sujeto es constituido por la llamada de la voz del otro [8J. «Firma, acontecimiento, contexto» ofrece el replanteamiento derridiano de la performatividad. Observa sobre Austin Derrida el acierto de un enfoque no restringido al ámbito de la lingüística, de la autoridad del código, ni de la semántica, de los [7] LPI, p. 39; ES, p. 1i. [8] LPI, pp. 49-51; ES, pp. 24-26. En LPI, pp. 4-63; ES, pp. 24-34, Butler retoma el análisis de la interpelación de i\.Ithusser cuestionando el privilegio de la voz. Butler insiste en defender que la eficacia de la interpelación, que no puede comprenderse bajo el modelo del poder divino-soberano, no se reduce a la voz que enuncia sino que la interpelación debe entenderse también como discurso y de acuerdo con la noción de citacionalidad que muestra que el origen y el /in de la interpelación no pueden determinarse plenamente.
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usos de! lenguaje. Aprecia e! carácter «paciente, abierto, aporético» del análisis de Austin, pero, sin embargo, encuentra sobre todo su fecundidad más en «el reconocimiento de sus puntos muertos que en sus posiciones» [9]. A pesar de que en su puesta en cuestión de la validez del criterio de verdad para toda clase de actos lingüísticos abre la posibilidad para una crítica eficaz de! idealismo metafísico que privilegia en e! lenguaje e! significado y la verdad y que mantiene una distinción jerárquica entre un supuesto uso normal y otro anormal del lenguaje, Derrida comenta cómo Austin permanece, no obstante, deudor de la tradición ftlosófica clásica. En su empeño por determinar las situaciones de fracaso del performativo, su origen y sus condiciones -lo que supone también un estudio de las circunstancias del éxito del performativo-, Austin conserva la idea de que los contextos son determimibles y permanentes y sostiene que la intención del hablante es e! soporte de su acto enunciativo. El sujeto hablante comunica en la expresión performativa un sentido intencional aunque su locución no busque un referente en algo exterior. Austin defíende, según Derrida, que el contexto es definible de modo exhaustivo y que el sujeto posee una conciencia libre y soberana que controla plenamente su habla; un habla donde la presencia de la unidad del sentido no queda quebrada, entonces, por ningún orificio de fuga. Cuestión problemática, finalmente, es para Derrida que el fracaso del performativo sea pensado por Austin como una interrupción circunstancial del funcionamiento normal del lenguaje ordinario -concebido como un sistema unívoco-; como un riesgo accidental y no como elemento estructural del fenómeno lingüístico. La mirada deconstructiva de Derrida retiene precisamente esto que para Austin es secundario y marginal, la posibilidad del fallo del performativo, como rasgo estructural, como la interna condición de posibilidad del funcionamiento mismo del performativo. Fijándose en las tres circunstancias de enunciación de un performativo, la enunciación en una ('sccna, en un [9] Jacques Derrida, «Firma, acontecimiento, contexto». "/,, cit., p. 363.
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poema o en un soliloquio, mencionadas por Austin como situaciones que por no ser ordinalias conducen a un uso \'acío del performativo, afirma Derrida: «Pues, en fin, lo que Austin excluye como anomalía, excepción, «no serio», La cita (en la escena, en un poema, o en un soliloquio), ¿no es la modificación determinada de una citacionalidad general -de una iterabiliciad general, más bien- sin la cual no habría siquiera un performati\'o «exitoso»?» [10]. Austin, según Derrida, incurre en la paradoja de situar al lenguaje ordinario fuera de esa lq -la iterabilidad- que define al lenguaje como tal. El acontecimiento de enunciación ni es puro ni singular; la expresión performativa no podría tener lugar sin ese mecanismo de disolución de la singularidad que es la cita. Para Austin es la cita una excepción en la dinámica de la performati\'idad, un accidente que ocasiona su fracaso. Para Derrida la citacionalidad e iterabilidad es condición de existencia del performativo y, más aún, del lenguaje en general. Desde su pensamiento sobre la escritura como différance es en principio desde donde Derrida, en este ensayo sobre la teoría de Austin, postula su concepto de iterabilidad. La escritura requiere en su estructura de esta instancia de la repetición para que logre su carácter de legibilidad: «Esta iterabilidad (iter, de nuevo vendría de itara, «otro» en sánscrito, y todo lo que sigue puede ser leído como la explotación de esta lógica que liga la repetición a la alteridad) estructura la marca de escritura misma» [11]. Este \'Ínculo de repetición y alteridad nombrado en el concepto de iterabilidad -repetición o citacionalidad alterada en cada contexto nuevo- indica que la escritura rompe la lógica metafisica de la necesidad de la presencia (lo que Derrida denomina logocent11s17l0), esto es, de una autoridad última legitimadora, ya que funciona, y ha de funcionar, en ausencia tanto de todo destinatalio determinado como en ausencia asimismo del emisor Oliginario, en ausencia de la conciencia, de la intención del sujeto productor del texto. [10] lbíd., p. 367. [11] lbíd., p. 356.
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De la iterabilidad subraya Derrida tres consecuencias [12]: que el signo significante continúa permaneciendo al margen del momento de su surgimiento; que rompe con el contexto de su inscripción: con el marco de vida del escritor, con la intención de su escritura y también con el contexto semiótico interno al texto ya que se puede reescribir o injertar todo sintagma en otro escrito diferente a aquel del que ha sido tomado; y que el signo escrito viene constituido por el espaciamiento que no solo le posibilita ser extraído de su contexto interno sino que le permite ser separado de todos los referentes, objetivos y subjetivos. y lo dicho sobre la escritura se extiende hacia el acto de habla -y a todo lenguaje--. En el performativo, en particular, porque Derrida aprovecha la teoría de Austin, se observa esta estructura de la iterabilidad. Es cuando una fórmula se cita -resulta iterable- según un modelo convencional cuando es reconocible y cuando es entonces capaz de producir el efecto performatiyo de efectuar un contrato matrimonial, por ejemplo. Derrida puntualiza, sin embargo, que hay diferentes tipos de citacionalidad; que no es exactamente la misma citacionalidad la que se pone en práctica en una obra de teatro que en el desarrollo de un performativo que logra hacer lo que dice. Lo fundamental en este punto es la afirmación de la existencia de una estructura general de iterabilidad que arruina la pretensión de una enunciación entendida como acontecimiento único, singular y original, que gobierna y controla en todos sus aspectos la operación de enunciación. La oposición entre enunciados singulares y enunciados citacionales no tiene lugar. Desde este óptica «la intención que anima la iteración no estará nunca presente totalmente a sí misma y a su contenido»> [13]. Esta ausencia de la intención conlleva además que el co~texto de la enunciación no puede ser determinado de modo pleno ya que para ello sería requerible la presencia, actualidad y transparencia de la intención del acto de habla. Hay ciertos efectos de conciencia en el acto [12] Véase. ibíd.. pp. 358-359. [13] Ibíd., p. 368.
pcrformativo, ad\·ierte Derrida, pero la deconstrucción de la metafisica occidental implica el desplazamiento de las oposiciones y de sus sistemas de jerarquías; entre ellas, entre las dicotomías que han de ser criticadas, está la oposición entre enunciados-acontecimientos singulares y enunciados citacionales (entre habla y escritura; entre usos normales y usos anormales del lenguaje; entre lo esencial y lo accidental; entre el éxito y el fracaso). Si Austin privilegia el acto ilocucionario haciendo recaer la fuerza performativa en el poder de la \·oz, de una voz potente, como un ser divino, para crear lo que dice eliminando toda suerte de efectos imprevistos, Derrida incide en la iterabilidad en tanto motor de la performatividad. Esto supone, además, que en el planteamiento de Derrida las fronteras entre actos ilocucionarios y actos perlocucionarios quedan difuminadas bajo el aliento común de una iterabilidad que es repetición y alteridad. Esa dimensión del lenguaje de «excitable», de no absolutamente controlable, sobre la que argumenta Butler, se apoya en la noción de iterabilidad derridiana, si bien, como se comprobará más adelante, tampoco dejará, en algunos aspectos, de someterla a revisión. Butler enfrentará críticamente la teoría de Derrida y la del poder social de Bourdieu, pero sus desacuerdos con ambos autores se deben sobre todo a que en su obra el concepto de agencia es central. Desde la introducción de Excitable Speech su propósito estriba en ofrecer un acercamiento al lenguaje que permita pensarlo no solo como sistema sino sobre todo bajo la figura de una agencia que no implica en absoluto la noción de controlo de dominio. Una parábola de Toni Morrison le sirve de ilustración: se trata del caso de una mujer ciega a la que unos niños preguntan sobre si está vivo o muerto el pájaro que encierran en sus manos. El pájaro ocupa en Morrison el lugar del lenguaje. y la respuesta dada por la mujer, que desviando la pregunta dice saber únicamente que el pájaro está en sus manos -en las manos de los niños-, alude para Butler a una concepción del lenguaje como realidad viva. El lenguaje es ahí comprendi1Ql'f:
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do como agencia en e! sentido de «acto con consecuencias» [14]; lenguaje es algo que hacemos, una cierta acción caracteristica, y los efectos que producimos.
1.1. La dimensión corporal del habla Decir que e! habla es un acto no es suficiente. Es una acción cuya peculiaridad es su crucial dimensión corporal. Aquí Butler remite al estudio de Shoshana Fe!man para quien entre habla y cuerpo se da una relación «escandalosa», una relación de «incongruencia y de inseparabilidad», donde «e! escándalo consiste en e! hecho de que e! acto no puede saber lo que está haciendo» [15]. Que entre lenguaje y cuerpo hay un íntimo y problemático vínculo que reclama seguir siendo pensado; que materialidad y lenguaje no son la misma cosa pero que estrechan lazos de interdependencia no siendo nunca ni «completamente idénticos ni completamente diferentes», son observaciones presentes en Bodies that Matter y destinadas a indagar en el proceso discursivo -performativo- de materialización de! cuerpo. Pero el análisis de Felman centra la cuestión en la espinosa, mas evidente, conexión entre habla y cuerpo en una dirección que permite a Butler defender, desde una distinta esclarecedora perspectiva -no, esta vez, la de la estructura iterable del lenguaje, hallada, en principio, en la escritura, sino la del habla del cuerpo que habla-, ese rasgo caracteristico de su [14] LPI, p. 24; ES, p. 7. [15] LPI, p. 28; ES, p. 10. Vuelve Butler a aludir a esta obra de Felman en DC (<<¿El fin de la diferencia sexual?»), pp. 281-282; UC (<
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concepción del lenguaje de una agencia en ausencia de control soberano. En esa habla que es del cuerpo, el acto de habla, según Felman, no alcanza a conocer por completo aquello que produce mediante su habla; el acto de habla no es, por tanto, capaz de ejercer sobre su intencionalidad un dominio y un control como la mayoría de las veces pretende. El cuerpo del hablante significa no solo lo que dice su habla. Butler, en este sentido, compara al hablante de Felman, para el que su cuerpo no es totalmente conocido porque sus acciones no son todas voluntarias y conscientes, con aquella mujer ciega de la narración de Morrison [16]. Esos aspectos ciegos, desconocidos, del cuerpo, del habla del cuerpo, señalan el límite de la intencionalidad de un acto de habla que dice más o que dice menos, o en forma distinta, de lo que se propone decir. La idea fundamental de Felman no es que son realidades independientes habla y cuerpo. Como dirá Butler en su posterior texto «Afterword)) [1 7], sobre el escrito de Felman, el cuerpo es condición y vehículo del habla. Pensar que el acto de habla transmite la intención del hablante, supone situar la conciencia en un lugar anterior y distinto al habla que entonces queda concebida como un medio que refleja un previo contenido de conciencia. Sin embargo, no es posible prescindir del cuerpo, como elemento orgánico que es del habla; ni tan siquiera puede evitarse el cuerpo cuando el habla pretende comunicar una intención de la conciencia. Felman cuestionando la presuposición de Austin de que el yo del hablante es una conciencia pura cuya intención es correcta y transparentemente representada a través de su lenguaje, nos propone considerar que lo que representa en el lenguaje el yo es su vida corporal. En tal caso, el punto de vista de Felman incide en acentuar una relación entre cuerpo y lenguaje que rompe con la noción de representación sostenida en la tesis metafisica del yo soberano intencional. [16] LPI, p. 29; ES, p. 10. [17] AFlt; pp. IIS-Il7.
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Del análisis de Felman retiene Excitable Speech esta puesta en evidencia de que la intencionalidad en el acto de habla queda quebrada por esa dimensión corporal del habla. Las dualidades metafisicas no son sostenidas sino, al contrario, desbaratadas. Este texto cita Butler de Felman: «El acto, una producción enigmática y problemática del cuerpo parlante, destruye desde su comienzo la dicotomía metafisica entre el dominio «mental» y el dominio «fisico», desmonta la oposición entre cuerpo y espíritu, entre la materia y el lenguaje» [18]. No son existencias aisladas las del habla y el cuerpo pero tampoco se vinculan fácil y transparentemente. El cuerpo es el lugar de la verbalización. Pero, además, Felman, apoyándose en la teoría psicoanalítica afirma que el cuerpo es también el lugar del deseo corporal en tanto fantasías inconscientes [19]. En esta línea, entendido como instrumento de lo inconsciente, el cuerpo se mueve en una dirección contraria a la intención consciente; el cuerpo es lo no intencional. Ese yo que en su habla dice su vida corporal no puede, en consecuencia, conocerse a sí mismo por entero. En su acto de habla performativo no acaba nunca de saber exactamente lo que hace porque el suyo no es un yo soberano. Tal y como se recoge en Excitable Speech, el acto de habla del cuerpo realiza una acción doble: la acción de la enunciación y la acción de lo dicho por el cuerpo. En la amenaza, ejemplifica Butler, puede darse una situación en la que el acto performativo de amenazar se vea debilitado por la actitud del cuerpo emisor de la amenaza; o, por otro lado, puede que la expresión pronunciada no contenga una amenaza desde un análisis gramatical pero que el cuerpo del hablante, su comportamiento, haga irrumpir una amenaza. Ambos actos, aun siendo corporales los dos, no son lo mismo y, sin embargo, están relacionados. A la relación entre uno y otro la denomina Butler quiasmo. [lB] LPI, p. 29; ES, p. 11. El texto citado por Butler se encuentra en Shoshana Felman, Tlze Scandal of the Speaking Boq)( Don Juan r-Vitlz] L rlustin, or Seduction in Tu.:o Languages. op. cit., p. 65. [19] AFI'V.pp. IIB-119.
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En la amenaza el acto de habla en el que se formula se cumple en cuanto tal acto de habla, pero ese acto de habla de la amenaza anuncia otro acto posterior que será el que pueda o no cumplirse, materializando con ello, o no, el acto de habla de la amenaza. La amenaza en su eficacia es vulnerable; el acto de habla puede fracasar no materializándose. Entendida la amenaza, prosigue Butler, como acto soberano, como acto ilocucionario según la fórmula de Austin, se da por sentado que la amenaza, la enunciación de la amenaza, realiza la acción que dice. Esto discute Butler argumentando que está abierta al fracaso, que hay respuestas imprevistas a la amenaza que impiden concebirla bajo la óptica de un acto de habla que controla netamente lo que dice. La amenaza podría conllevar antes que la falta de réplica por parte de la persona amenazada una contestación resistente que puede aprovechar esa circunstancia de la doble faz de la amenaza -lo intencional y lo no intencional del habla corporal-o De ahí que, la amenaza, acto de habla y acto corporal que excede el habla, señala hacia su estar fuera de su propio control. Y de ahí que el habla que hiere, en general, pueda ser observada desde este prisma de «la inseparable incongruencia», como decíamos, entre habla y cuerpo; entre lo dicho y los efectos de lo dicho. Ni el cuerpo del que habla ni tampoco el cuerpo al que se dirige el habla quedan sin más bajo el control del acto de habla. Desde otra perspectiva todavía Butler analiza la dificil relación entre el lenguaje y el cuerpo. En su texto titulado «Bodily Confessions» [20], indaga en los actos de habla de confesión retomando elementos de Foucault y de la teoría psicoanalítica fundamen talmen te. En su primer volumen de la Histon·a de la sexualidad se refiere Foucault al poder pastoral ejercido en la confesión cristiana [20] DG (<, en San Francisco y en la primavera de 1999.
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desde la perspectiva ofrecida por su elaboración de la hipótesis represiva. Según ello, se trata en la confesión de descubrir, desvelar mediante el lenguaje, los deseos más ocultos y verdaderos; ofrecerlos al conocimiento del pastor para que por este medio ejerza la función de dirigir y gestionar, de controlar, en definitiva, el alma del confesado. Afirmar la represión del sexo, de los deseos, es ante todo, afirmaba Foucault, un mecanismo de poder que impone revelar aquello supuestamente reprimido, y ya existente, para lograr e! aumento del poder de la autoridad pastoral. Butler está interesada en este caso particularmente en la distinta versión del acto de confesión que el propio Foucault proporciona, en su texto posterior de 1980 «About the Beginning of the Hermeneutics of the Self») [21], cuando interpreta que en la confesión «El yo no es algo que deba ser descubierto o descifrado como una parte muy oscura de nuestro yO)) [22] sino que la confesión es una actividad en donde mediante e! habla el yo se constituye a sí mismo ante la presencia propiciadora de otra persona. Queda destacada bajo esta luz la fuerza performativa de la enunciación. En e! psicoanálisis pervive de alguna manera ese poder pastoral. De lo que se trata no solo es de que ha sido hecho un acto sino que sucede que ese acto es narrado y que al ser verbalizado e! hecho ha sido alterado en cierto sentido. El cuerpo que ha realizado el hecho actúa otra vez en e! acto corporal que supone la confesión de! hecho. A través del acto de habla es cuando e! hecho y el sujeto de! hecho y de! habla son vulnerables y se hallan abiertos a su reinterpretación. Recurriendo a la Antígona de Sófocles, Butler afirma que es su acto en e! lenguaje, su confesión, con la que da publicidad al acto de haber enterrado a su hermano, ante Creonte -quien, como si dijéramos,
[21] Este texto de Michel Foucault, «About the Be~nning of the Hermeneutics of the Self», fue publicado en Mark Blasius (ed.), Polítical Theo~v, vol. 21, n." 2, ~lay. 1993, pp. 198-227; Y más tarde fue publicado en Jeremy Carrette (ed.j, Religion and Culture, New York, Routledge, 1999, pp. 158-181. [22] DC, p. 231; CC, p. 163.
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ocupa el lugar del psicoanalista-, lo que supone de algún modo la terminación del hecho. Antígona desafia a Creonte al no cumplir su edicto; y al rechazar verbalmente negar que ella ha enterrado a su hermano desobedece de nuevo a Creonte. Ella reitera su acto de insubordinación por \"ía de su declaración lingüística. La escena de la confesión, en toda su complejidad, también pone en e,;dencia, por tanto, el carácter excesivo del acto de habla. Excesivo porque el habla otorga al hecho una otra dimensión. Pero, además, porque las intenciones, tanto de la persona que se analiza como asimismo de quien ejerce de psicoanalista, pueden ser confundidas en e! transcurso de la comunicación; siempre permanece e! riesgo de hacer algo que no sea lo que se haya pretendido hacer. La atención, frecuente en el modo de la escucha del psicoanalista, del aspecto retórico del lenguaje, de las palabras elegidas o del ritmo de la verbalización, por ejemplo, pueden provocar comentarios no bien recibidos por parte del emisor del habla, este que está sometiéndose a la terapia, a quien le preocupa sobre todo el contenido de su enunciación. Butler incide en cómo en la terapia puede darse relevancia a significados que no necesariamente tienen que ver con e! contenido de lo que se dice. Puntualiza, no obstante, que e! contenido no puede ser completamente transcendido ya que e! modo de la enunciación es con probabilidad un aspecto vinculado con el contenido y con su intención. Entonces, la cuestión que debe ser destacada es que, a pesar de las divergencias, hay una cierta unidad en la conversación constituida por el significado imencional y por el efecto no imencional de! habla [23]. Por otra parte, en «Bodily Confessions» Butler destaca también este exceso del lenguaje insistiendo de nuevo en la esfera corporal del acto de habla. La «laringe», los <
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habla que pretende transmitir significados descorporalizados, como emanados de una mente sin cuerpo que se dirige a otra mente desencarnada, incluso entonces, esa habla no puede evitar su relación con el cuerpo en tanto habla descorporalizada. Un extraño ofrecimiento corporal son las palabras habladas [25]. En la terapia, continúa su argumentación, se despliega algo más que una intención. A la opinión relatada acompaña una mostración de una parte de sí desconocida para el propio sujeto del habla. Al exponerla la entregamos a la otra persoria con el fin de que nos la devuelva de una manera tal que es imposible de prever por anticipado. Ese yo que habla en el transcurso de la conversación se reelabora en nuevos y diferentes caminos. Butler apunta que en estas escenas de habla aquello que ambos intervinientes enuncian se extiende «más allá de su control (beyond their control)>>, sin embargo no por ello su decir está «fuera de control (out if contro~» [26]. Sabemos que el habla es una forma de hacer algo. Lo que hace el habla tiene que ver en alguna medida con el yo; el yo que se va rehaciendo mediante el habla y en el habla. Por lo tanto, es la conversación un decir y un hacer algo juntos en donde es posible una modificación de los sujetos aunque lo que ahí se cumpla no pueda ser conocido hasta que suceda [27]. [25] DG, pp. 244--245; CG. p. In [26] DG, p. 246; CG, p. 173. El texto original dice así: «In these scenes of speech, both interlocutors find that what they say is to sorne extent beyond their control but not, for that reason, out of controb>. Sin embargo, la traducción castellana no recoge el texto completo de Butler, con lo que se pierde parte del sentido de lo escrito: ,(En estas escenas del habla, ambos interlocutores se dan cuenta de que, hasta cierto punto, lo que dicen está fuera de control». [27] En otro contexto y desde otra perspectiva, Butler subraya esta idea: la posibilidad, y toda"ia más, la conveniencia, de que en el intercambio comunicatiyo se produzca una modíficaciónde las personas implicadas, de sus puntos de \ista, de sus certezas \" seguridades conceptuales y vilales. En su texto CTSpp. 7-30 IDG, pp. 289-327; UG, pp. 204-231), llama a esta conversación transformadora una tarea de «traducción culturah>. En la traducción cultural la transformación se produce a través de un encuentro con lo otro, con lo desconocido, en el. que las dos partes se modifican. Es así como Butler comprcnde el poder fructífero del diálogo.
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Este es el sentido en el que nuestra habla no permanece encerrada cxhausti\"amente bajo nuestro control. Y es también el sentido en el que nuestra habla no nos es completamente ajena porque en e! desarrollo de la misma nos ,'amos haciendo a nosotros mismos, Aunque aquí Bucler no lo enuncia e:>.."plícitamente, no deja de estar apuntando hacia esa agencia -capacidad de acciónque emerge en el de\'Cnir de! ejercicio lingüístico: en el di,'ersificado movimiento dellengu~je; «excitable», «excesivo» lenguaje,
Dada la complejidad, movilidad, vitalidad del lenguaje que Burler nos acerca desde diferentes ángulos, cabe esperar que su análisis sobre el poder de las palabras para herir no sea ni simple ni unilateral. No está claro, de entrada, el carácter ni la fuerza del vínculo entre la palabra y el daño que ocasiona o que puede ocasionar. Butler se propone oponerse con matizados y sutiles argumentos, desde su concepción del lenguaje, a la tesis que afirma que determinadas palabras son siempre, inequívocamente, ofensivas; que hay palabras que no dejan de hacer en ningún momento lo que dicen; que la esencia del acto performativo es cumplirse; que palabra y conducta son prácticamente indisolubles. Er:citable Speech quiere dar cuenta de cómo las palabras exponen una ofensa pero también, y sobre todo, de cómo lle\'an a efecto un contraejercicio de la ofensa lingüística, porque las palabras -y los cuerpos que hablan-, ya sabemos, despliegan significados y efectos en variadas, y no siempre previstas, , direcciones y en discontinuos momentos y contextos temporales. Una de las importantes consecuencias de esta apertura de las palabras en la línea de un contradiscurso es que permite pensar la agencia lingüística, la acción subversi\"a contra el lenguaje de odio, sin necesidad de recurrir a la instancia represiva legal [28]. Será afirmativa su respuesta a la pregunta de si se [28J Butler discute pormenorizadamente sobre el tratamiento dado, en Estados Unidos, por el Tribunal Supremo a situaciones concretas en las que
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puede dar una repetición de las palabras que al alejarlas de su marco convencional elimine la dimensión injuriosa a ellas asociada. Butler defiende, en el rechazo de la idea de que la afirmación de la agencia es una reinstauración o una reformulación de la soberanía en el lenguaje, que «la agencia comienza allí donde la soberanía declina». Esto es: «Aquel que actúa (que no es lo mismo que el sujeto soberano) actúa precisamente en la medida en que él o ella es constituido en tanto que actor y, por lo tanto, opera desde el principio dentro de un campo lingüístico de restricciones que son al mismo tiempo posibilidades» [29]. Como decíamos, ni su concepción del lenguaje ni su concepción del sujeto están de acuerdo con la noción tradicional de poder soberano. Butler piensa al lenguaje como actividad iterable de significación, temporal y abierta; piensa al sujeto en el lenguaje y desde ahí piensa a un sujeto vulnerable y dotado, en tanto que vulnerable precisamente, para la acción. El suyo es un sujeto lingüísticamente vulnerable y a la vez lingüísticamente capaz de una respuesta crítica resistente. Sobre esta nada sencilla cuestión se extiende Butler en argumentos analizando en particular el lenguaje de odio ya que este tipo de acto de habla evidencia, de manera directa, la fragilidad y, no obstante, también la capacidad del ser humano. Pone el acento en que el habla injuriosa, un habla contingente y evitable, manifiesta la vulnerabilidad constitutiva del sujeto, de la que aquel habla se aprovecha. Somos seres constituidos estaba en juego la cuestión de en qué medida la palabra y la acción podían o no distinguirse la una de la otra. En sus argumentaciones, sobre diferentes sentencias emitidas en Estados Unidos, Butler incide en la problematicidad que implica legislar sobre el lenguaje de odio. Además, su texto muestra (on detalle cómo en los tribunales se penalizan sobre todo las representaciones de las sexualidades no normati\'as mientras que las expresiones racistas no son en general objeto de prohibición. Véase, LPI, en particular el capítulo 1, «Actos ardientes, lenguaje ofensivo», y en concreto las pp. 92-111; ES, «Burning Acts, Injurious Speech», pp. 52-65. Este texto citado se publicó con anterioridad en Crilicallnqlú~l', 32: 2 (Wintcr 1997). [29] LPI, p. 37; ES, p. 16.
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por la llamada del otro que necesitamos para exislÍr. En esre sentido somos sujetos primariamente dependientes: subordinados a la interpelación del otro de la que no hay modo de prescindir. El nombre mismo que nos identifica es otro quien nos lo ha proporcionado. Esas palabras que nos fundan también son, sin embargo, las que nos permiten ejercer el poder de hablar nosotros hacia los otros. Somos así vulnerables a un lenguaje que nos preexiste, un lenguaje del que no somos los creadores porque tiene una historicidad que excede nuestra historia de sujetos hablantes. Por ello, incluso a las palabras que nos hieren nos acogemos cuando al menos ellas nos dan un lugar, un reconocimiento lingüístico y social: una posibilidad de acción. Nuestra agencia, en tal caso, porque e! lenguaje no es un mero instrumento que usamos sino que es nuestra condición constitutiya, nunca puede ser pensada como «autonomía radical»: «La llamada que inaugura la posibilidad de agencia cierra, de un plumazo, la posibilidad de autonomía radicah> [30J. De esta nuestra constitución en el lenguaje mediante las palabras dichas por los otros depende nuestra agencia. Por esta razón no podemos evitar por completo las potenciales consecuencias dañinas de las palabras pero ello no implica que no se pueda distinguir entre los diferentes tipos de lenguajes que elaboran nuestra constitución lingüística. Esta tarea crítica se propone Buder resaltando, además, que en su teoría no queda eliminada o anulada la responsabilidad de! sujeto que habla. El lenguaje injurioso circula invocando una convención; ni comienza ni termina con el sujeto que lo enuncia en un momento dado, pero el sujeto no deja por ello de ser responsable de lo que dice. La responsabilidad está ahí donde al decidir repetir un habla injuriosa de una cierta manera convencional y acrítica fortalecemos esa habla y su contexto de odio. Se trata de entender la responsabilidad no en el sentido de que el sujeto es el origen singular de su habla sino en tanto que el sujeto puede repetir en una dirección ofensi,·a. que
[30J LPf, p. 52; E,>, p. 26.
amenaza nuestra existencia lingüística, o en otra contraofensiva, que posibilita nuestra existencia Iingiiística. No obstante, Buder es cuidadosa, en todo momento, a la hora de señalar las "ías de repetición de efectos subversivos. Mantiene que es una pregunta abierta la cuestión de cuál es el mejor camino de la repetición. Desde las opiniones favorables a la censura de los términos injuriosos se concibe al hablante como culpable porque se considera que él es el origen de su lenguaje de odio y porque se afirma que ese tipo de lenguaje es un acto ilocucionario que necesariamente hace lo que dice. Para Butler, por el contrario, la: responsabilidad está en el hecho de repetir y sobre todo en el modo de la repetición. La idea largamente comentada por Butler, por ser central en su noción de' performatividad, de la no existencia previ~ a la acción de un sujeto ontológicamente dado; esta idea que encuentra apoyo en el nietzscheano texto de la Genealogía de la moral, es aquí, en Excitable Speech, retomada desde la perspectiva de la culpa y de la responsabilidad. Situar al actor detrás de su acción tiene unas consecuencias morales al ser un modo de su culpabilización.' El sujeto queda establecid9 como el lugar de la responsabilidad. Es más, la exigencia de instaurar un centro de responsabilidad es la que impulsa la, , ff:?qnación del'stXjeto y su establecimiento como foco originario,y'cau.sal del habla y de la acción. Dada la imposibilidad de rastrear la historia de la constitución del sujeto, que la postulación de un ficticio origen del suj~to se encarga, por otra parte, de obstruir, se atribuye al sujeto que habla la responsabilidad única, moral y judicial de su habla. Esta conceptualización del sujeto es la qur. reclama una solución jurídica a la \ iolencia del habla de odio, sin tener en cuenta que el habla del aparato jurídico está ejerciendo violencia aldiscrirninar sobre qué es y qué no es un lenguaje que hiere, por ejemplo cuando elabora sus sentencias prohibitivas, cuando discute si palabra y acción son o no indisolubles, cuando establece cuál es el -lenguaje protegido y qué enunciados neben ser por d contrario penalizados: [CAl'iTU.O 1\':
Es necesario recordar que la persecución legal del discurso de odio en los tribunales corre el riesgo de conceder a los tribuna-
les la oportunidad de ejercer aún más violencia. Y si los tribunales empiezan por decidir lo que constituye o no una forma de lenguaje violento, entonces esta decisión corre el riesgo de convertirse en la más vinculante de todas la violaciones [31].
No es que con ello Butler esté diciendo que no se debe peren ningún caso al sujeto de habla ofensiva. Su preocupación es poner en evidencia la complejidad del problema motivando la reflexión sobre de dónde extrae su poder el lenguaje injurioso. Desde luego no de un sujeto particular. ~s ~ fueq.,q, de la iterabilidad la que dota de poder a la palaQra para Ga~~ una herida. Esta iterabilidad es justamente la que hace dificil poder limitar la responsabilidad al sujeto singular' que habla [32]. El habla de odio, por lo demás, si bien en ocasiones hiere, no siempre consigue sus propósitos. Este tipo de lenguaje no queda englobado bajo aquella definición estrecha y cerrada de actu ilocucionario sino, en todo caso, bajo el acto perIocucionario --como, por otra parte, sugiere Austin según subraya la lectura de Butler [33]-, más claramente abierto a la posibilidad de invertir los efectos, evitando el daño. Pero, principalmente, el lenguaje de odio es para Butler acto de habla performati\·o: ~eguir
Entender la pelformatividad como una acción renovable sin origen ni fin claros implica que el lenguaje no se ve restringido ni por su hablante específico ni por su contexto originario. Ese lenguaje no sólo viene definido por su contexto social, también está marcado por su capacidad para romper con ese contexto.
(31) !.PI, p. 111; ES, p. 65. (32) LPI, pp. 91-92 ; ES, p. 52. [33) LPI, p. 39; ES, p. I i: «Ausrin señala asimismo que algunas consecuencias de un acto perlocucionario pueden ser "no intencionales" y da el ejcmplu del imulto no intcllciunal, situando así el dalio verbal en la óptica de la perlucución. Por tanto, A.ustin su~erc que el ddño no es inherente a las com'ellciom:~ que un arto dl' hahla dado im·oca. ~illo que dt"pende de las consecuencias csp('cífic
.\sí, la performati\idad tiene su propia temporalidad social dentro de la cual sigue siendo dectiva gracias a los contextos con los que rompe [34].
Excitable Speech alienta esta dimensión de la resignificación a través del trabajo a favor del surgimiento de nuevos contextos y por medio de un uso del habla que haga irrumpir formas de legitimación aún no presentes.
2.1. Contra la censura El lenguaje racista, sexista, xenófobo, homófobo, el lenguaje de odio es un ejercicio de poder, sin duda. Butler muestra interés en analizar qué versión, en concreto, de la pcrformati\idad lingüística está por detrás sosteniendo las propuestas más difundidas en Estados Unidos para luchar contra el lenguaje de odio. Al hilo de la discusión de esas propuestas, Butler delinea las suyas propias acordes con su concepción de la performatividad. El camino del establecimiento de una legislación que determine qué es y qué no es discurso de odio con e! fin de disponer de criterios para la prohibición de determinadas enunciaciones, también para censurar imágenes, es, como decíamos, e! objeto de las críticas de Butler. La idea que funda estas iniciativas de legislación es la concepción del lenguaje como e! lugar de residencia del poder, de un poder que se entiende, en contra de Foucault y a favor de la metafisica del sujeto, bajo la figura de! soberano que gobierna eficazmente su acto de habla. El hablante soberano controla su acto de habla, hace siempre lo que dice; controla la intención de su enunciado, su correcta transmisión, la transparencia de su significado y el efecto que produce. En este sujeto soberano se unen indisolublemente decir y hacer; su acto verbal es una conducta, de modo que un acto verbal de intención sexual, por
[34] LPI, p. 71; ES, p. fO.
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din:.ctame!1lc una acción ~cxual: la afirmación sr!) se idcmifica con la realización del acto se\:ual homo-
sexual. En su insistelltt: defensa de la censura, Catharine :\hc Kinnon considera que la pornografia es un tipo de lenguaje de odio. En función de esta asociación, l'vIacKinnon postula b n('cesidad dC' legislar tamo en contra ele la pornografia como en contra del lenguaje de oelio. Su atac!ue a la pornografia se basa en el argumento de que la imagen ,isual hace lo que dice, produce lo que representa [35], esto es, que la imagen pornográfica inequívocamente consigue el erecto de la subordinación ele las mujeres, quedando así enajenadas de sus derechos civiles. Aun no negando el carácter ofensi,'o de algunas escenas pornográficas, Butler cuestiona que la realidad social sea tan cerrada, que esté tan exhaustivamente determinada por la pornografia como indica MacKinnon. Antes que constituir a las mujeres, la pornografia. afirma Buder, ofrece un muestrario de formas de relación y de posiciones masculinas y femeninas que son irrealizables en las ,idas de las personas y que, por tanto, si bien pueden gobernar el marco social en el que esas ,idas se desarrollan no las constituyen propiamente. El poder de la pornografia es fantasmático, lo que indica que falla en producir la realidad de las mujeres: «Se hace así necesaria una lectura feminista de la pornografia que resista a la interpretación literal de esta escena imagjnaria, una leccura que leng~ en cuenta
[3,)] \·éasc. CalharillC:: ~lacKinnon. 01l(r ¡¡'"ds. Har\"ard l'ni\'cr~ity Prcss, 199G, p. 25: «La pornografia no simplemente expresa o interpreta la experiencia sino que la reemplaza. :\lás allá de: representar un mensaje de la realidad. la pornogralla se presenta C0l110 la realidad [.. .]. Para hacer pornografía \'iq¡al, y para estar a la altura de su' impcrati\·os, el mundo. es decir. las mujeres. dehen haeer lo que la pornog-rafia quiere «dccin>. La pornografia transmite las condiciones de su producción al consumidor [.. .]. La pornografi
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la inconmensurabilidad que existe entre la:; normas y las prácticas de género que la pornografia parece obligada a repetir .:iin solución» [36]. :\las solo se podrá volver la ofensa pornográfica contra sí misma si dejamos de entender la performatividad como poder soh~rano. En estos ejemplos, en las tesis de MacKinnon, lo que se observa, según Butler [37], es que el malestar provocado en ciertos ámbitos contemporáneos por la actual diseminación del poder en múltiples dominios de la sociedad civil, más allá de la antigua localización en el aparato del Estado, ha conducido a un intento de paliar esa pérdida histórica promoviendo el retorno de la concepción soberana del poder bajo la figura del performativo soberano. Con la recuperación del modelo soberano del poder y con su desplazamiento al lenguaje, el habla injuriosa adquiere la categoría de acto atribuible a la conducta del hablante. Se da vida de nuevo al sujeto bajo la forma del sujeto culpablr, responsable, origen y causa del daño causado con su acto de habla. El sujeto hablante es así el agente del poder, y es el único agente del poder. En su alejamiento crítico de ese modelo del poder soberano, Butler cuestiona que el daño ocasionado por el lenguaje se dirija sencillamente del hablante hacia las personas receptoras de los enunciados que hieren. Ni el racismo, ni el sexismo, ni la horno fobia pueden ser encerrados en los contornos de una enunciación sobredeterminada sino que su fuerza para dañar y someter resulta de la sedimentación del uso reiterado a lo largo de una secuencia histórico-temporal. Para que el discurso de odio se produzca, y para que produzca efectos, se precisa que sea una cita de un otro enunciado. Porque sabemos de antemano su poder para herir puede en efecto herir. Ello implica que el lenguaje tiene una vida social que excede la concreta vida del hablante y que, en este ~entido, como se dijo con anterioridad, [36] [PI, p. 117: ES, p. 69. [37] Butler ~e adentra en la crítica de las propuestas en ra\"or de la censura particularmente en LPI, capítulu :2, «PcrloriTIati\"os :;oIJeranos», pp. 12j173; ES, '<SO\"Crci>.,TJ1 Performatiw's,), pp" 71-10'2"
somo<; nIlncrables en una dirección lingüística. l\las la cifacionahdad que alienta al acto de habla performativo explica no solo la eficacia del habla de odio; abr{" asimismo el camino para que las palabras que tratan de herir no consigan sus propósitos, porque en la reiteración de lo ya dicho la repetición no logra identidad sino que está dispuesta hacia la diferencia. como también ha quedado ya dicho. En contra de la posibilidad de que las palabras que hieren puedan ser formuladas en otras direcciones no agresivas se sitúan los defensores de que la ley prohiba las injurias. Así, Butler menciona, además de a Catharine 1\IacKinnon, el caso de Richard Delgado, quien mantiene que palabras como «nigger» y «spik» (<
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cadena ritual que continuará repitiéndose hasta que el odio del que está llena no sea desalojado. El odio es resultado de su repetibilidad misma puesto que la palabra de odio funciona porque es una cita de otra anterior, porque reproduce com-enciones lingüísticas previas, establecidas con anterioridad. Y repetir la ofensa es, para Butler, también el modo de lograr su superación. No es posible eliminar la injuria sin repetirla. En la repetición es donde se da la oportunidad para el establecimiento de una distancia entre palabra y acción de efectos transformadores. La acción contra el lenguaje de odio no es la acción prohibitiva; es la acción de repetición de la enunciación ofensiva. Como argumentaba Derrida en su revisión de las tesis de Austin, la posibilidad siempre abierta del fracaso del performativo, de que no cumpla aquello que dice, es la condición misma del funcionamiento de la performati\idad_ Esta posibilidad del fracaso nombra la posibilidad de la resignificación de los términos; es el espacio de la capacidad de acción del sujeto; es lo que nos permite entender la performatividad a la vez que como fuerza que hiere y que somete como un ejercicio de subversión. Interrogada sobre el modo del trabajo de los términos injuriosos en «Changing the Subject: Judith Butler' s Politics of Radical Resignification» [391. Butler retoma la palabra queer para explicar cómo en una época anterior ese término le producía miedo_ Pensaba entonces que no estaba justificado repetir un nombre tan insultante_ En algunos ámbitos, queer continúa siendo un instrumento de violencia pero, sin embargo y a pesar de ello, obseryó que el uso de la palabra en un contexto distinto lograba disminuir la ofensa e incluso conseguía transformar el término en un signo de reconocimiento afirmativo. Aquí reside el interés de ese tipo de términos, en que de antemano no se puede conocer qué sucederá con el término, lo que e\-idencia que la relación entre la palabra y la herida es arbitraria.
[39] CHS, p_ 351_
I CIPiTLLO 1\-1
De ahí que la censura no sea d camino para lograr la elimiIldción de la ÍI~juria; )' de ahí que, por el contrario, la censura misma sea en determinadas circunstancias la ocasión para producir aclOS de habla que hieren. El Estado, en lugar de lograr su eliminación, produce performati\'amente el discurso de odio cuando determina que un enunciado concreto es ofensivo. Buller rCCOllOCC \'alor a la illlelyención normati\·a en algunos C,!sos. pero le preocupa que el Estado establezca una diferencia entre una clase de lenguaje que no debe ser reprimido. al ser conceptualizado como habla libre, y otra serie de expresiones que han de ser censuradas, porque las identifica inequí\"Ocamente con conductas [40]. De este modo, el acto de habla racista queda protegido mientras que el habla de afirmación homosexual queda atrapada bajo la categoría de acción ofensiva. Las enunciaciones tienen diferentes semidos y significados según los momentos y lo~ contextos. No es posible establecer un catálogo fijo de palabras e imágenes injuriosas. Reflexionar sobre ello es lo que Buder persigue en su discusión sobre la censura. Un caso paradigmático de las consecuencias problemáticas, y de los efectos potenciado res de la violencia incluso, que con11e\'an las normas prohibitivas, que hacen circular los términos en la esfera pública, es el de las fuerzas armadas estadounidenses [41] cuando discutió, en una línea argumentativa favorable [40] CHS, p. 353. Butlcr explicita que defiende algunas de las políticas de su Cni\'ersidad en relación con cuestiones raciales y sexuales. Pero no está en absoluto de acuerdo con l\IacKinnon cuando asegura que todo tipo de relación entre el profesorado y el alumnado (;s de carácter cxplotador y por definición. J\1acKinnon se niega a realizar interpretaciones sobre contextos concrdos y puntuales. Para Butler es un anúlisis panicular para cada situación lo que se debe hacer, [11 J Butler dedica el capítulo 3 de su obra E\c1ldlt' .5j)(Cdi al análisis tlc! tratamiento del actO de habla de afirmación de homosexualidad en el ámbito de las fucTlas armadas de Estados unído;. \"éase, LPl, «Palabra contagiosa, Paranoia y «homosexualidad,) en el ejército», pp. 175-209; ES. «Contagious "'ord: Paranoia and «Homosexuality" in the Militan·», pp. 10312G, En nota I (Uf, pp. 207-208; ES, pp, 176-177), Buuer detalla el debate ocasionado por las direc!lices políticas que en 1993 y 1994 pretendían regu[¡L!. la hOlllUscxualidad en el ejército de Estados Cnidos. Cuestión problemá-
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a la censura, sobre si la manifestación verbal de homosexualidad debía ser identificada con la declaración de realizar un acto sexual homosexuaL lo que implicaba, por una parte, la consideración de que la enunciación de ser homosexual es un acto ofensivo, y, por otra parte, e! poder entender que la ofensa no solo estaba en la intención de actuar sino en la mera enunciación de la intención. Aquí se ejemplifica cómo el enunciado n:;rbal se equipara a un acto sexual y Butler se pregunta si esa vinculación, con su consiguiente calificación legal de acto ofensivo, no está inducida por la previa formulación de las leyes sobre la pornografía y sobre el lenguaje de odio [42]. En esta regulación de! término homosexual sucede que justo se hace proliferar e! término cuando la norma se propone su restricción. La ley limita su uso como término de autodefinición al considerar que funciona como un performativo de efectos mágifos, que hace lo que expresa, y al valorar que eso que hace es un acto ofensivo y de consecuencias fOntagiosas [+3]; un acto capaz de transferir la homosexualidad de una persona a otra. Paradójicamente, la norma convierte al término en más pronunciable en e! ámbito público, en e! que el debate está abierto, y en el contexto precisamente en el que se legisla en contra de su utilización en el seno del ejército. El Estado, y no los individuos, es e! que tiene entonces e! poder de nombrar al homosexual y tiene este poder que implica no solo evitar los actos homosexuales sino prohibir al homosexual nombrarse a sí mismo. En el caso de las mujeres, especifica Butler, la prohibición de hablar de la homosexualidad se debe a que con ello se asegura e! marco heterosexual y la con-
tica fue no tanto la identificación de aclO \·crbal con conducta, que en general se asumia más o menos cxplicitamcI1lc. sino si ello era moti\·o para la expulsión del cjércilO. La lectura de nte debate ilustra cómo las normas rr;(¡izan ejercicios violemos de exclusión. ['¡'2] LPI. p. 133; ES, p. 76. [·~3) LPI, pp. 185-186; ES. p. 110. Butler analiza cómo la homosexualidad es considerada en (";te ámbito estadounidense según rl modelo ele una cnff'rmedad, de la enfermedad morral y contagiosa del sida.
(C.\PITU.ü [\·1
~ig-uiellle
subordinacióll de género que conllc\'a: en el caso de I(J.' hombres. hablar ele homosexualidacl queda prohibido porque pondría en cuestión, al explicitarla, esa homosociabilidad que es condición de la cohesión del grupo de los hombres [44]. Pero en lOdo caso, lo que se constata es que la prohibición del tlTmino no logra impedir el uso del término -ni, por lo tamo, b difusión de esa agrtliúl/ y elifenncdad que- para el discurso dominante es la homosexualidad·- sino que- establece quién está legitimado para detentar el poder de nombrar y quién no. Hablar, escribir, legislar sobre la homosexualidad tiene una dimcmión producti\'a y no solo represi\'a: es una forma de construir socialmente la homosexualidad. Lo importante para Butlcr es mantener que peformatiúdad y reí"erencialidad no son la misma cosa. La construcción social de la homosexualidad no constituye por completo a la homosexualidad. Entre los actos lingüísticos y los referentes a los que remiten hay un espacio abierto. Ningún nombre, ni aquel que nos sirve de vehículo de autorreconocimienro, puede definir del todo a la persona a la que se refiere. De ahí que Butler defienda las posibilidades resignificadoras, transformadoras, del uso, en la repetición, de las palabras, porque «nuestra \ida en el lenguaje» tiene un futuro disponible para una «rearticulación democrática» [+5].
3.
DE L\ AGE:\Cl.\ E.:\" EL DISCL"RSO
El trabaju de la censura no puede entenderse tan solo desde el limitado punto de \ista del poder juridico represi\·o. Como ha sido apuntado en líneas precedentes, Butler se afana en mostrar ("(\mo la censura tiene un alcance producti\'o: cómo también produce habla cuando decide sobre qué está permitido hablar
[+1] LPI. p. 200: ES, p. 121. En LPI. p. 217; ES. p. 131. Butler incide también a este respecto en que para las mujeres la prohibición de la homosexualidad ticne que ver además con su introducción cn el marco de una asexualidad que de mododomillame sc asocia con la mujer heterosexual. l+5 J LN p. :2U6; 1:..::', p. 125.
y sobre qué no lo está. El texto que es objeto de censura está
implicado en el propio discurso del censor donde cobra una nueva dimensión y donde se revela que el acto de censura no puede llegar a ser completo. La acción de censura no logra cumplir su propósito de impedir el pronunciamiento de los términos. Esta contradicción performativa pone en cuestión el poder del propio acto de censura; un acto que no es soberano, que no hace lo que dice. El fracaso de la censura indica asimismo que ni el Estddo ni las normas detentan un control compacto y sin fisuras sobre los individuos. Se distingue, además -y esta es, en el último capítulo de Excitable Speech [46], una preocupación de Butler--, una censura explícita y una implícita. En el segundo caso no es preciso realizar una regulación directa de lo que está permitido y de lo que no está permitido decir. Se trata de un mecanismo del poder que de forma \'elada determina lo que ha de quedar no dicho. Este mecanismo indica que la censura no es exclusiva de los aparatos del Estado. Esta censura tácita es por otra parte incluso más efectiva que la explícita al no ser inmediatamente evidente. Cabe resaltar que el poder de la censura que tiene que \'er con el habla y que posee también una funcionalidad social dando legitimidad a unos sujetos y desligitimando a otros presenta para Butler un importante alcance. La censura, en su dimensión productiva, forma a los sujetos mediante la regulación del habla que lleva a efecto y que supone además una regulación del campo social del discurso que se posibilita que sea viable. Es dentro del ámbito discursivo de lo enunciable donde el sujeto, su habla, será concebido como sujeto. El punto crucial es para Butler no tanto que ciertas expresiones puntuales sean prohibidas, lo que sería una censura explícita que se impone una vez que el sujeto está ya constituido, sino el hecho de que la censura trab
l C.\PiTU,ü
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¡O,
maruJ que di~crimina qué incli,·iduos pueden ~cr interpretados como sujetos en función de que su habla Sé': ajuste a las normas dictadas del habla que son las que confieren inteligibilidad y las que, por tanto, cOllStruyen al sujeto en tamo ser lingüístico y sociaL y en tanto ,ida corporal que habla. Esta censura tácita organiza los parámetros del sujeto. :\0 atenerse a las normas « wjJ(!I1( !)l)l1cr rn jJeligro rI ('51011110 dI' lino mislI10 (Olllr) SI!J"rtO. AS/Jll/ir CII la jJlIJ/1ia habla las norlllas que regulan lo tIIllIIciable signffira adquirir el estatuir) de sujeto de discurso» [47]. :\0 en ,·ano, es su tipo de habla -habla delirante, habla incoherente, hahla imposible- el que. por ejemplo, induce a la consideración de un sujeto como psicótico, como asocial, e incluso es ello lo que puede moti,·ar el internamiento de un indiúduo en un psiquiátrico o en una institución penitenciaria. ElUegar a ser un sujeto ,"Íable tiene que ver con el ingreso en la esfera del lenguaje que está atravesada por unas reglas que ob,iamente son anteriores al sujeto y que en este sentido son normas que rigen la formación del sujeto. Aquello que queda excluido del orden de lo expresable forma parte también, entonces, del proceso de constitución del sujeto. Ahora que mientras que en Lacan, según la lectura de Butler, este mecani<mo de exclusión que funda al sujeto es primario y acontece en la ·infancia, en Butler esas reglas que establecen los contornos de la inteligibilidad, que inauguran y que mantienen la supcf\iwncia lingüística y social de los sujetos, se estructuran a lo largo de toda la ,ida sin hallar nunca completud. Según las reflexiones de los psicoanalistasjean Laplanche y J. B. Pomalis, esa acti\idad de la censura no es propiamente un acto de represión sino que sucede discriminando a través de normas lo decible de lo indecible. Tampoco es una acción ejecutada por un sujeto determinado sino la consecuencia de una estructura -de un «corte primordial»- que posibilita, como su cJecto, la emergencia del sujeto. A esa censura implícita le dan el nombre de «foreclosure» r:«forclusión», indicando lo [él,] LPI, p. 220 :hc modificado ligcramcIllc la traducción castellana); ES, ]J.
133.
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eLE'"!.\ CO~IO L':\.\ \·ID.\
1
prohibido, lo irreJ.lizable, lo «dejado fuera por completo» [48]. ,\ partir de esta escena de prohibición psicoanalítica, Butler propone re\;sar el significado del término «foreclosure» relacionándolo con el concepto de «exterior constitutivo», abriendo con ello esa acción de exclusión a un productivo devenir temporal indefinido, no reductible a ese puntual momento fundante que reclama el psicoanálisis. Interrogarse por el «antes» de la exclusión o por el quién de la acción ~Butler lo aprendió de Nietzsche, como ya ha ~ido comentado con anterioridad~, es resultado de la gramática y de su fuerza de ilusión. Desde la gramática formulamos esas preguntas que lo que indican es, precisamente, el límite de la gramática misma. El interés aquí es comprobar el carácter productivo de esa censura que es exclusión constitutiva. Observar que el discurso permitido, el que prolifera, está en relación de dependencia con respecto al discurso no permitido. y el centro de atención es también comprender cómo ese sujeto producido por la [orclusión está limitado pero no determinado de antemano por esa dilatada en el tiempo operación constituyente. La agencia del sujeto queda abierta por esa acción de exclusión de la forclusión a la que está vinculada todo el tiempo, porque el sujeto no es pensado desde la noción de voluntad libre o de individuo soberano capaz de someter unilateralmente al otro. El sujeto es calificado en este contexto como «postsoberano» [49]; un sujeto sostenido por una dinámica de repetición de las acciones de exclusión que porque son repetibles
U81 LPI, p. 226; ES, p. l38. Bucler explica que el término «forclusion» es el término francés usado por Lacan para traducir el alemán «\'erwerli.ll16»> <.'Illplcado por Freud. Laplanche y Pontalis lo interpretan como rechazo primordial, como lo que permanece fuera dd orden simbólico del sujeto, y lo distinguen de lo reprilllido que puede aflorar, mediante d recuerdo, en la conciencia. Butler relaciona la ,dordusion» con d concepto de Derrida del «exterior cU¡btituti\"O» indicando con ello que eso que permanece en el exterior es lo que da unidad al ámbito dado de lo simbólico porque si eso repudiado se introdujera en lo simbólico desbarataIÍa su unidad y coherencia ¡\'éase, LPI, nota 17, pp. 263-2li·f; E\ pp. l70-l80'. En Cl, p. 27; B.IJ, p. 8, Butler usó ya el término "Iorcc!osum>. [+9] LPI. p. 228; ES, p. l39. fí
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pueden dar lugar a lo inesperado. La censura, en este sentido, funda el habla y la censura permite la oposición a ella misma dado qu~ la norma prohibiu\'a no es externa al habla. La tart'a de la agencia estriba en la capacidad, recibida de la forclmión, para reorientar en direcciones futuras los trazos de la exclusión.
3. J. Bourdieu)' Dem'da corifrolltados
Del habla al cuerpo que habla: permanece aún la inquieta cuestion de cómo las normas constituti\'a~ del habla, del sujeto que habla, habitall el cuerpo dando forma a la \'Ída corporal del sujeto. Butler sigue el rastro de la teOlía del habitus de Bourdieu [50] contrastándola con la noción de performati\ 'Ídad de Derrida para arrojar luz sobre su propio entendimiento de la agencia discursiva y; a la vez, corporal, de acuerdo con su postulado de que el acto de habla es en la misma medida lingüístico y corporal. Bourdieu, por una parte, plantea que la performati\'Ídad es consecuencia del poder social, de una serie de contextos de autoridad prev'Íamente establecidos; Derrida, por otro lado y en oposición a dicha tesis, considera que el elemento de fuerza de la performatividad reside no en su inserción en un marco de autoridad social ya conformado sino justamente en su acción de ruptura con los contextos dados con anterioridad. Cierta utilidad concede Butler [51] al habitus de Bourdieu al dar explicación al proceso de incorporación de las normas pero [50] Butler se refiere fundamentalmente a las siguiente~ obras de Pierrc Bourdieu: Language al/d ~hl/bolic Aclint/, Cambridge, Mass., Haryard Cni\'ersity Press, 1991; Thc ÚJgic oj Practicc, Stanlord, Standord L niversiry Press, 1990. Sobre la crítica de Butlcr a la teoría de Buurdieu y sobre la incomprellSión de Bourdieu de la teoría de Butler, pueden comultarse los trabajos de Pablo Pérez l'\a\'arro, "Pe¡{ormati\'idad y subversión de la identidad: A propósito de la obra deJudith Butkr», op. á/., pp. 159-160: y "Cuerpo v discurso en la obra de Judith Butler: Políticas de lo abvecto», op. át., pp. 133-148. [51] Butlcr ha dedicado otro de sus textos. donde retoma, y amplía, idea, \'a expresada, en Excitable ~/Jeech, a anali~ar la teoría del habilus y de la performali\idad de Bourdicu. \"éasc, P5JJ, pp. I ],)-123.
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acentúa que tal propuesta no es capaz, sin embargo, de dar razón de la resistencia del sujeto a las normas que lo constituye·n. Bourdieu se inclina por una comprensión del performativo que hace depender su eficacia de las convenciones autorizadas, no dando cabida explicativa, por tanto, a las situaciones en las que los discursos legitimados son disputados por una subversiva fuerza performati\"a quebrantadora de las reglas que discriminan lo que se puede y lo que no se puede decir. Butler subraya criticamente que para Bourdieu el lenguaje es un sistema estático y cerrado cuya autoridad procede, mediante un mecanismo mimético, de un lugar exterior al lenguaje mismo, del poder social que detenta la persona que habla. Mientras que Butler defiende la habilidad de las palabras para adquirir nuevos sentidos no sujetos a contextos previos; sentidos no comunes u ordinarios que pueden lograr hacer entrar en crisis el concepto mismo de significado ordinario y su distinción con respecto a un supuesto significado extraordinario o no común. Dada esa conceptualización estática del lenguaje, y de las instituciones sociales también, que mantiene Bourdieu, su teoria rechaza la lógica derridiana de la iterabilidad y su potencia para la transformación social. Lo que decide, según Bourdieu, que un performativo tenga o no éxito no depende del elemento lingüístico del habla sino del hecho de que la persona que habla esté o no legitimada socialmente para que su lenguaje dé lugar a un hecho. Queda desatendida, con ello, la capacidad re significadora que se sustenta en que una fórmula convencional puede ser repetida de un modo no convencional al romper con el contexto de origen. En este sentido, Butler cita el comportamiento dé Rosa Parks [52] cuando no estando legitimada [52] LPI, p. 239; ES, p. 147. En aquella ocasión (en 1955, en Montgomery, Alabama:, en la que se negó a levantarse del asiento que ocupaba y que le reclamaban dejar libre para que fuera ulilizado por las personas blancas quienes eran las únicas legilimadas para ocuparlo, Rosa Paiks sufrió las consecuencias del encarcelamiento y del pago de una multa. La respuesta no se hizo esperar: cincuenta mil personas durante 381 días evitaron usar los autObuses como acto de protesta ante el trato dado a Rosa Parks. Desde entonces se ha convertido en un claro símbolo de la libertad ciudad a-
pre\-iameme, en función de las normas segre~ac\Onista" que entonces regían en ('] Sur ele Estaclos Unidos, ucupó en un autobús un asiento prohibido para ella. Esa acción inició un proceso exitoso de abolición de las leyes establecidas. Resalta Butler cómo, en contraposición a Bourdieu, Derrida fija su mirada en la iterabilidad del performati\·o. en su podcr para dCSCOlllextualizar y ciar lugar a llUC\'O:-. COl1i.eXlOS. La fórmula convencional en que consiste un performari\-o. se repite sucesi\'amente y es ahí, en la necesidad de repetición, donde se explica que no esté atrapada por ningún contexto determinado. Butler entiende que esto significa que la delimitación de un contexto está sujeta siempre a re\i.siones. En la teoría de Derrida lo importante son los rasgos estructurales que se dan independientemente del contexto social y de los aspectos semánticos. El signo es iterable, lo que indica que está separado de un origen al que se supone que está ftiado. La iterabilidad es. para Derrida, constituti\'a de todo signo; es su característica estructural. De este modo, a diferencia de Bourdieu para quien el performativo halla su fuerza fuera del lenguaje, para Derrida esa fuerza del performativo reside en la iterabilidad del signo. Sin embargo, el propósito de Bucler es examinar la iterabilidad como una lógica social [53]. En opinión de Bude!', Bourdieu sobredimensiona la esfera de lo social no pudiendo explicar la capacidad de transformación del performativo, su capacidad para asumir nue\'os contextos; y Derrida Ile\"a a cabo un vaciado de la dimensión social del ritual de la enunciación. Dado que Deni.da considera asunto estructural del signo la ruptura del contexto no permite desde ahí, desde esa separación de la iterabilidad del marco social, la indagación sobre dónde reside el hecho de que ciertas enunciaciones logren más que otras resistir la cOl1\'ención o que alguna.<: palabras y no otras ocasionen una herida. !la y de la lucha en fa\'ol" del reconocimiento de los derechos ci\'ik~ para las personas marginadas en razón de su color de piel. Rosa Parks ha fallecido con 92 aijos en oClubre del 2005. . [53J fJJI, p, '2,13; ES, p, 150
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Todos los pe-rformativos están sujetos a la itcrabilidad y por ello fracasan, desde la teOlia de Derrida. En Bourdieu, como el poder del lenguaje es exterior al lenguaje-procede de! campo social-, e! fallo del performativo acontece cuando no tiene el apoyo de esa autoridad social. Lo curioso, subraya Butler [54], es que la tesis de Derrida es la que da más cabida a la posibilidad de la transformación. La consideración de ambas propuestas en conjunto, no obstante, es lo que Butler persigue. Es lo que nombra como «la iterabilidad social de! acto de habla» [55], donde distingue e! habla de la escritura retomando la idea ya expuesta de la peculiar dimensión corporal de la oralidad. La noción de Bourdieu de Izabitus atiende al cuerpo al situarlo como lugar de incorporación de los rituales sociales con los que se alcanza un sentido práctico de la vida. Pero el cuerpo no se analiza desde la teoria de la performatividad ya que en Bourdieu la performati\idad se contempla desde un formalismo lingüístico al que critica con dureza con e! fin de substituir ese supuesto formalismo o inte!ectualismo por una explicación de carácter social en la que las posiciones de poder de los sujetos legitimados, únicos capaces de usar con éxito un performativo, están determinadas de manera bastante rigida. Sin advertir, Bourdieu, que las posiciones sociales están producidas, y reproducidas, en e! tiempo y performativamente, y sin constatar, además, que la fuerza pcrformativa no siempre procede de un sujeto concreto autorizado por e! poder social sino que proviene, en muchas ocasiones, de difusos lugares, como sucede cuando se le asigna raza o sexo -o género- a las personas [56]. [5+J LPI, p. 2·1-5; ES, pp. 151-152, [55] LPI, p. 2+5; ES, p. 152. [56] Es importante tener presente cómo en los últimos años, particularmente, se están lIe\"3ndo a c3bo interesantes estudios lingüísticos que c\'idl'ncian explícitamente la inlluencia de las tesis lormulad3s por Butler, Se trata de una nueva manem de entender las relaciones entre la lengua y el género en la que el interés se centra no ya en la búsqueda de \'inculaciones entrc d género y ciertos usos \'crbales sino en el modo flexible y Iluido en que los seres humanos ,,'re'('onstm\'en d género discursi\"3mente (el propio vel de las demás personasl, En este sentido pueden consult3rse los trabajos:]. Swann, «Gender
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La consecuencia del planteamien~o de Bourdieu es la sep,:ración, en lo~ actos de habla, de lo social y lo lingüístico, y la reducción de lo lingüístico a un reflejo del sistema social, según el modelo de infraestructura-superestructura. Butler se pregunta si no será que el /zabitus funciona al modo de la performati\'idad. Como un fenómeno de «magia socia!» califica Bourdieu a la fuerza producti\'a del performati\'o. Y ese carácter de «magia social» [57] con el que Bourdieu explica la fuerza de ciertos tipos de performativos -los que están arropados por el poder social autorizado- para producir efectos sociales colectivamente "inculantes, Buder lo aplica al /zabitus, a su capacidad para provocar consecuencias sociales. En su texto «Performati\'ity' s Social Magio), Buder también se plantea en relación con la teoría de Bourdieu si no se puede vincular la dimensión generati,'a del habitus con esa eficacia que muestran los actos de habla performati\'os; y junto con ello se interroga sobre si está justificada en la práctica la separación entre lo social y lo lingüístico del acto de habla performativo en la que se empei1a Bourdieu, dado que es el Cll':r-
and language use», en R. l\1esthrie el alá ,eds.): IntToducing sociolin.,auistics, Edinburgh, Edinhurgh üni\'crsity Press, 2000, pp. 216-247; .-\11n \\"cathcraIL «Re-visions of gender and language research for the 21 SI ccnlury», en J. Holrncs (ed.), Gendered Sfieech in Social COlllext. Perspecliveó from GOlL'1l & 7Ou'n, \ \dlinglOn, Victoria Uni\'crsity Press, 2000, pp. 39-51; Drborah Jones. (,Gendcr lroubk in lhe workplace: "Ianguage and gender" rneets "fcrninisl organisational cornrnunication"», en J. Holrncs ',ed.;, Gmdered Speech in Social CUlllexl. Pm!JCCllá.1 fron! GO¡CI/ &' 70,1:'11. ofJ. cit .. pp. 192-210: Ingrid Piller. «Linguislic imerrnarriagc: Language choice and ncgotiation of idemity», en Ancta Padenko cl alá (eds,i, Multilingualis71l, Second Languagc Learning and Gelldl'l; Berlin-:\Iew York, :"IfoulOn de Gruyler, 200 1, pp. 199-230; Susan A. Spccr y Jonathan POller, «From Perforrnatives lO Practices. Judilh Butler, Discursi"c Psychology and the :-'fanagernem of Heterosexist Talk», en Paull\1cllvenny led,), TaU:ing Gel/deT alld Sexuali~J', Arnsttrdarn-Philadclphia, John Benjamins Publishing Compan~; 2002, pp, 151-180; Lia Litosseliti y Jane Sundcrland, G'cnder Idcntif)' alld Discourse Alla6'sis, Amslerdarn-Philadelphia,John Benjarnins Publishing Cornpan); 2002; Judith Baxter, PúSitiOllillg Gel/da il/ DiscouTse. A Feminist .1I.fet/wdúlog)', l\cw York, Palgrave l'vlad\'Iillan, 2003, [57] LPI, P 217; ES, p. 153.
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po el lugar donde ambos elementos, lo social y lo lingüístico, convergen y se muestran productivos [58]. Bourdieu, sin embargo, obscurece la comprensión del aspecto productivo del habitus al dificultar el entendimiento de la mutua relación [ormati\'a entre habitus y campo social cuando establece que el dominio dellzabitus es subjetivo y que el del campo social es un dominio objetivo -el mercado, además, es en Bourdieu el campo último-o Considera, de este modo, que el campo, en tanto hecho social preexistente, y casi inalterable, no se ve afectado por el habitus sino que es el habitus el que sufre modificaciones debidas a los requerimientos del campo objetivo. Para Butlet, si el habitus es formado en el tiempo por las convenciones sociales y si el habitus ejerce una consolidación del ámbito social en el que se circunscribe, entonces muestra poseer un alcance formativo. En este sentido, el habitus, en la interpretación de Butler, es un tipo de performatividad. Si ello es así, si habitus y performati\idad se interrelacionan, ya no queda justificada la separación entre lo social y lo lingüístico -ni entre lo objetivo y lo subjetivo- que mantiene Bourdieu. La vida social del cuerpo está, para Butler, construida tanto discursiva como socialmente; por la llamada interpelan te que hace al sujeto ser a la vez que por los rituales sociales sedimentados en el cuerpo. Además, como ha sido expuesto en diversos momentos de su obra, la consideración performativa de la interpelación -en una revisión crítica de AIthusser-- conlleva en Butler que esa llamada produce al sujeto en una dirección donde lo lingüístico y lo social no pueden dejar de estar íntimamente vinculados. E implica también que los actos de habla interpelantes pueden fracasar; que hay un exceso en la interpelación, un espacio para la resistencia. Este f:xceso, que ejemplifica la noción de escándaLo del cuerpo que habla de Felman, es lo que Butler dice que olvida Bourdieu, en CU)d teuria la incorporación de bs normas en el cuerpo aparece como efectiva. Con esta omisión de la contin-
[581 P\;\J, P 115,
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gCIIcia cn el proceso de formación de los cuerpos, Bourdicu no permite cxplicar la posibilidad de una agencia aCluantl' al margen del poder establecido, insistiendo en que solo desde la autoridad eleI poder social las palabras dan lugar 1IIágicamClltr a hechos, En Bourdicu, afirma Buder, se equipara «estar autorizado a hablar» con «hablar con autoridad» [59]. miemras que BUller mantienc la posibilidad de Ull hdbla que consiga autoriciad sin que prn'Íamente haya estado amarizada para ello, La intensa defensa de Butler de la capacidad de sub\'ersión y de re significación le determina, en contra dr BOllfdicu, a puntualizar cómo los discursos dominantes e institucionalizados pueden ser alterados y cómo pueden ser dislocados con fines transformadores, Está sucediendo así con términos como quea, mujer, negro, en cuyos usos resistentes no podemos decir ni mucho menos que tan solo se reflejan condiciones sociales ya exi<.tentes, El habla y el cuerpo que habla, donde se ha sedimentado, con dolor y sufrimiento, la carga hiriente -psíquica y fisica, ambas cosas- de los términos injuriosos. es capaz de apropiarse los términos para quebrar su historia pasada y mirar hacia el futuro [60], El pnformativo no se reduce. para Butler, a un enunciado furmuladíJ por un sujeto autorizado: es también un ritual, una práctica social potente y dificil de percibir, Este performativo social tácito forma parte fundamental del proceso de elaboración de los sujetos, del sentido de sus cuerpos, de las \1\'encias corporales y de su inserción en un campo social. ?\las, por dio mismo, este performati\'o es también parte central en la acti\'idad contestataria que los sujetos son capaces de generar, y que puede tener un alcance político en contra del orden hegemónico, En Bourdicu, sin embargo, esa distinción que mantiene entre prácticas sociales y lingüísticas conlIc\'a una serie de dificultades conceptuales que comprometen el efecto político prometedor del discurso performati\'o [61], [Sq] LPf, p, 253; ES, p, l,)í. [60] LPf, p, 255; ES, piSO, rGl] P.5JI, p, 120,
Vulnerabilidad de los tCTminos a sus reapropiaciones en distintos contextos políticos que indica su poder de apertura a un fU(uro aún no conocido. Sobre los términos utilizados por los discursos de la modernidad, Butler afirma, en este sentido señalado, la posibilidad de su reutilización en direcciones en las que se eviten las consecuencias de opresión a las que aquellos términos daban lugar: lJ n término como <
Esta fuerza del acto de habla para romper con los contextos y para funcionar en otros contextos a los qu~ en principio no
pertenecía, es una fuerza política que Butler reivindica, si bien admitiendo con Bourelieu que no se trata de que los actos de habla, simplemente y por sí mismos, estén siempre en condiciones de evitar e! contexto de! que surgen. Si se paraliza el trabajo de revisión y cuestionamiento de los términos, de los términos que deben seguir usándose porque su problematización no implica su prohibición, entonces se cierra e! pensamiento y no se da la ocasión para e! habla y la acción subversivas. El riesgo que supone cuestionar los términos en los que sucede nuestra vida y bajo los que aparentemente adquirimos una seguridad lingüística y vital, no debería inmO\ilizarnos ya que las palabras tienen efectos impre\·istos y ambi\·alentes: nos constriñen y nns capacitan asimismo para la acción de resistencia. El lenguaje de oelio evidencia que la vida lingüística de las personas injuriadas ya es una \-ida en peligro y ante ese lies.Q;o la respuesta sub\·ersi\"a es asumir el nesgo de la repetición, resignificadora, de los términos.
[62] !PI, p. 257; ES, pp. 160-lb l.
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CAPÍTULO
V
l. L\ DIERGEl\iCIA DE
L\ PSIQUE
La conformación performativa del sujeto que nos ofrece Butler no olvida en absoluto el ámbito de la psique, como así ha sido comentado con anterioridad sobre todo en relación con Gender Trouble. A la compleja cuestión de cómo el poder social presenta una dimensión psíquica -tiene una vida psíquica- que constituye la identidad del sujeto dedica su obra The Psychic Lije rif Power. Al respecto de esta obra, en «Changing the Subject: Judith Butler's Politics of Radical Resignification» [1] se le requiere a Butler que explique por qué considera necesario formular una teoría de la conciencia para dar cuenta de la formación del sujeto. En su respuesta alude a cómo ser un sujeto implica que naces y vives en un mundo y de acuerdo con una lógica que estando ya ahí con anterioridad actúa sobre ti desde el prímer momento. La emergencia del sujeto sucede en función de las normas, y de los castigos que conllevan, que son las que te dan lugar como sujeto. En particular, la capacidad de tomarse a uno mismo como objeto, de pensarse uno a sí mismo, de llegar a desarrollar una
[1] CHS, pp. 340-343.
l C.\PITL:LO
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reflexividad, es lo que las normas, en algún sentido, nos proporcionan. l'vlediame un proceso de internalización las normas n05 regulan y nos permiten regulamos a nosotros mismos. Pero ello no sucede de una forma mecánica sino que la variedad de caminos, significados e intensidades en que acontece la internalización indica que existe una vida psíquica de! poder que no es una exacta copia d¡> la vida social del poder, si bien ambas dimensiones de! poder están profundamente imbricadas la una con la otra. La conciencia es esa complicada relación con uno mismo -la estructura psíquica de la reflexividad- que formada a partir de las normas, de la relación con el otro, tiene una cierta independencia de esos otros socialmente existentes. y sin la conciencia, sin la reflexi\1dad mediante la que las normas se reiteran psíquicamente, no hay sujeto. Tal y como también comenta en «Changing the Subject: Judith Butler' s Politics of Radical Resignification» [2J, Butler trata de acercarse al sujeto posibilitando su agencia y, al mismo tiempo, evitando la noción fuerte de sujeto de! humanismo liberal. En e! contexto filosófico americano domina, según Butler, un concepto individualista de! yo caracterizado por una enérgica capacidad de acción. Su propósito, en este sentido, es poner en conexión e! marco de pensamiento político americano con e! más inte!ectualista francés. Lacan nos llevó a la idea de que e! sujeto es producido por la exclusión y la prohibición, lo que supone que para el sujeto no se da un autoentendimiento pleno sino que permanece en alguna medida desconocido para sí mismo. Ese desconocimiento es una condición de su llegar a ser. El yo no es soberano en tanto que algo -una red lingüística, para Lacan- separado de su consciencia e intencionalidad motiva su ser. Este sujeto descentrado está, por ello mismo, conectado con los otros. Sin embargo, a diferencia de Lacan, Butler no considera que la prohibición sea el momento fundante de! sujeto, que la prohibición que produce al sujeto esté fijada y sea inalterable en e!
['2] eHS. pp. 332-334.
tiempo, sino que concibe que se desplaza en una dimensión temporal donde cabe la renovación de su significado. Butler afirma que en su obra retoma la noción psicoanalítica de prohibición para transformarla en. una dirección específicamente social en la que la prohibición queda movilizada, alterada, según la dinámica de la iterabilidad. Aunque sin la sujeción y la subordinación no sería posible ni el sujeto ni su agencia, esas limitaciones no son estructuras estáticas del yo. Se pueden cuestionar y cambiar si bien no pueden ser por completo eliminadas. A indagar en el proceso de formación de ese sujeto de ambivalente relación con las leyes prohibitivas y normativas, incidiendo en cómo del ámbito emergente de la psique aflora un exceso potencialmente fructífero para la transformación, está dedicada Tlze Psychic Lije if Power. Aquí se trata de la dimensión psíquica del poder social y del poder, como potencia para la subversión, de la psique. Cuestiones que dejó impensadas la teoría del poder de Foucault. Porque para Foucault, en Vigilar y castigar, el alma es un ideal normativo que actúa, como dijimos más arriba, como una prisión donde el cuerpo queda sujetado. Ello indica para Butler que Foucault reduce «la noción de la psique a las operaciones de un ideal enmarcador y normalizador externo [... ]. La transformación del alma en un marco exterior encarcelador del cuerpo vacía, por así decir, la interioridad de éste, comirtiéndola en una superficie maleable que recibe los efectos unilaterales del poder disciplinario» [3]. Este modo de pensar el alma dificulta explicar la resistencia psíquica a la normalización. Aunque Butler, claro está, discute, asimismo, esa concepción psicoanalítica que hace de la psique instancia de una resistencia como puro rechazo, que puede socavar únicamente el logro del pleno sometimiento a la ley simbólica pero que es incapaz de rearticular y de reconducir las condiciones de la producción del sujeto. Si Butler critica la noción de alma de Foucault desde una cierta mirada psicoanalítica de la psique no deja tampoco, obviamente, de cuestionar
[3] JIPP, pp. 98-99; PLP, pp. 86-87.
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al psicoanálisis aprovechando los planteamientos foucaultianos en los que lo simbólico se concibe como relaciones de poder y donde la resistencia se formula como efecto del poder con viabilidad para alterar sus pretensiones originales. Re,'¡sa Butler además de la de Lacan y Foucault las teonas sobre la sujeción elaboradas por autores como Hegel, Nietzsche, Freud y Althusser. En todos ellos, y a pesar de sus peculiaridades distintivas, observa que se conceptualiza la formación del sujeto a partir de la metáfora de la acción de girar sobre sí mismo que el sujeto efectúa en el proceso de su constitución. Comentando en concreto la obra sobre la genealogía de Nietzsche, apunta Butler que el sujeto es la consecuencia de un poder que se hace v'¡olencia a sí mismo. El sujeto es el lugar surgido de esa vuelta del poder sobre sí. Es el efecto de una relación de reflexividad donde el sujeto es, existe, con ocasión de esa reflexividad. Este repliegue, señalado por Butler como el momento de emergencia de la psique, parece sugerir que hay algo previo que a causa del ejercicio de un poder externo inicia y sostiene esta acción de doblamiento, como cuando un cuerpo se dobla por una fuerza ajena. Aunque el modo problemático de expresión utilizado induce a equívocos, no se trata para Butler de que el sujeto ni su psique existan con anterioridad y de modo independiente a esta acción del poder que nombramos como vuelta, giro o repliegue sobre sí. Ante la aparente circularidad de esta concepción del sujeto en la que el sujeto parece estar situado en los dos extremos del proceso, tanto como algo presupuesto y aún no formado cuanto como algo ya formado, Butler afirma que dicha circularidad puede resolverse entendiendo que esa reflexividad, esa voluntad vuelta sobre sí misma no se presenta -como apuntamos más arriba- en una dimensión ontológica sino figurada. La extrañeza resulta del hecho de que con esa vuelta de la voluntad sobre sí pretendemos representar figuradamente un proceso que precisamente no podemos entender al margen de dicha figuración [4].
[4] MPP, pp. 80-81; PLP, p. 69.
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Está claro, para Butler, a pesar de los inconveniente señalados, que esa vuelta es la que constituye al sujeto y que no podemos postular la existencia de algo anterior a esa vuelta. Butler aquÍ, como en ocasiones anteriores, subraya la idea contenida en la Genealogía de la moral de Nietzsche de la constitución del sujeto como efecto de un proceso, de una acción, que no supone un actor que sostenga la acción o que inicie el proceso. Ni se nace sujeto ni la psique es una interioridad ya establecida en la que el poder introduzca sus normas discursivas. De lo que se trata es de pensar al sujeto como un lugar de ambivalencia. Emerge como efecto del poder, de un poder anterior, y al mismo tiempo el sujeto es condición de posibilidad para una acción de poder. El poder es externo al sujeto y el poder es constitutivo del sujeto; el poder forma al sujeto y el sujeto ejerce poder. No hay resolución para esta ambigüedad. Dada esta problematicidad del sujeto, lo que en esta obra se propone Butler en particular es, por una parte, reflexionar sobre la relación entre la formación del sujeto y la psique, lo que supone articular la teoría postestructuralista del poder con el discurso del psicoanálisis, y, por otra parte, defender una noción de sujeto que implique capacidad de acción y eficaz potencia política. Como decíamos, será en las operaciones de la psique donde Butler encuentre un potencial para la acción subversiva del sujeto; un sujeto que deriva su potencia del poder al que se enfrenta. La psique irrumpe dentro de las estructuras de poder del discurso y la ley. Depende constitutivamente del sometimiento a ley pero no por ello deja de ser un lugar de exceso y de resistencia a la ley, porque la resistencia es efecto de la ley misma; es la autosubversión del poder. En este sentido, Butler retoma en The Psychic Lifi of Power la teoría de la interpelación de Althusser para oponerse a la tesis de la plena eficacia performativa de la ley ante la que los sujetos interpelados obedecen mecánicamente. Pensar en el momento del fallo, siempre posible, de la leyes lo importante, de nuevo. El sujeto puede girarse en una dirección imprevista por la ley; puede no responder a la llamada, no reconocerse bajo la invocación de la ley.
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En «Melancholy Gender / Refused IdentificatioJ1» [5], Butler indaga en el proceso de emergencia de la psique a partir de la noción de identidad de género melancólico, reflexión que ya había iniciado con anterioridad, especialmente, como apuntamos en su momento, en Gender Trouble. Las ideas aquÍ desarrolladas [6J nos parecen de gran importancia para comprender su concepción de la psique en relación con el poder así como su apuesta por un sujeto atravesado por el género y capacitado para la acción. El género se concibe como una especie de melancolía en el sentido de que la identificación melancólica es esencial para el proceso de formación de la identidad de género. El análisis de «Duelo y melancolía» de Freud [7], le ofrece sugerencias al respecto de cómo el yo puede desligarse de un objeto sin romper definitivamente el vínculo con él mediante la incorporación del objeto que queda así preservado en la psique. La identificación melancólica, como sabemos, es la forma de acoger al objeto en la psique de un modo que acaba formando parte del yo. El objeto perdido aparece en la psique, habitando ahí, y siendo una de las identificaciones constitutivas del yo. Por lo tanto, la operación que de ello resulta es la de que el objeto, no habiéndose abandonado del todo, modifica su carácter: deja de ser externo y pasa a ser considerado como interno. He aquÍ la incorporación melancólica. Y a la luz de esta incorporación melancólica, el interés de Butler se centra en dar respuesta a la pregunta de si la identidad de género puede ser producida por el mecanismo de la identificación melancólica.
[5] Este ensayo que se expuso por primera \'ez en 1993 y se publicó ya en 1995 junto con los comentarios de Adam Phillips, forma parte de MPP, «Género melancólico / Identificación rechazada», pp. 1+i -180; PLP, «Melancholy Gender / Refused Identification», pp. 132-166. [6] Patricia Romano, en <0udith Butler y la formación melancólica del sujeto», Economía, Sociedad), Territorio, \'01. 1I, núm. 6, 1999, pp. 313-327, subraya la importancia, para comprender la dimensión psíquica del poder, de la elaboración de Butler de la noción de identificación melancólica. [7] Véase, Sigmund Freud, «Duelo y melancolía,), en Obras Completas, :rvfadrid, Biblioteca Nueva, 1983, tomo \'1, pp. 2091-2100, traducción de Luis Lópcz-Ballcstcros y de Torres.
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En contra de Freud, Butler sostiene en Tlle Psychic Life of Power, como también lo dejó manifiesto en Gender Trouble, que la feminidad y la masculinidad no son disposiciones inherentes sino que se producen como consecuencia o como resultado de la heterosexualidad normativa. Es la heterosexualidad la que determina la asunción de la feminidad o de la masculinidad. Este logro de la heterosexualidad se consigue a través de la práctica de la prohibición del incesto pero asimismo mediante la previa imposición de la prohibición de la homosexualidad. Esto es lo que resalta Butler, que la exigencia del abandono del vínculo homosexual se da como una condición anterior a la prohibición del incesto. Por lo tanto, antes que el tabú del incesto la represión de la homosexualidad es la que conlleva la formación de la feminidad y de la masculinidad. Y esta homosexualidad rechazada produce una ansiedad de género, lo que puede provocar, por ejemplo, que una mujer, sintiendo pánico al deseo homosexual, manifieste temor a ser considerada como poco femenina o como demasiado masculina, como un ser monstruoso o abyecto, lo que le puede conducir a la hiperfeminidad, a poner en escena una representación exagerada, hiperbólica, de la feminidad. El rechazo de los vínculos homosexuales forma parte así de la adquisición del género. Pero ese deseo eliminado se instala en el yo como identificación melancólica. La niña en su advenimiento como niña se aleja de la madre evitando el contacto homosexual al tiempo que la incorpora a su yo como parte suya. Ello significa que tanto la prohibición como el deseo están presentes en la identificación melancólica. Lo que explica el terror al deseo homosexual que es, desde esta perspectiva, un poner en cuestión el género que se va adoptando por imperativo de la ley. De acuerdo con esta lógica, ser mujer implica el repudio de la masculinidad; ser hombre el repudio de la feminidad. De tal modo que la mujer desea al hombre, pero, significativamente, lo que desea es aquello que ha rechazado como forma posible de ser, aquella identificación que ha repudiado. La feminidad y la masculinidad dentro del marco heterosexual se alimentan, en consecuencia, de los repudios que efectúan. Butler se plantea que es sobre esta problemática base sobre la que se organiza la [C.\piru.o \'j
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heterosexualidad y su naturalización. El sujeto heterosexual irrumpe de la negativa a reconocer un vínculo y de la consiguiente negativa a realizar el duelo, y emergiendo de este modo muestra la marca de una autocensura donde el sentimiento de culpa se relaciona con el deseo homosexual. En la identificación melancólica de este sujeto heterosexual, el deseo homosexual \·ueh·e sobre sí y ello es lo que explica la autocensura y el sentimiento de culpa. Retornando a la figura drag en «~1elancholy Gender / Refused Identificatio)1», Burler se propone mostrar la relación de la melancolía y de la performatividad. La drag queen ni usurpa la feminidad ni indica que el género sea un asunto de ágil y sencilla flexibilidad, sino que pone en escena la pérdida que no puede ser llorada porque no se permite su reconocimiento público y consciente; ejemplifica la incorporación melancólica señalando las prácticas a la vez psíquicas y performativas que forman las identidades de género heterosexuales organizadas sobre el repudio de la homosexualidad. Y aunque Burler no se adentra tanto en su análisis tampoco desestima que las identidades lésbicas y gays impliquen una negativa a reconocer sus vínculos constitutivos con la heterosexualidad. La heterosexualidad es melancólica y también la homosexualidad. El problema es para Burler el empeño por defender una identidad coherente que siempre conlleva exclusión y repudio. Esas exclusiones, precisamente, nombran el momento en que las posiciones fuas del sujeto son amenazadas. Las normas de género nos construyen como seres frágiles. En este importante sentido lo que Burler propone es aceptar el riesgo de la incoherencia de la identidad: Esto plantea la cuestión política del coste de articular una posición identitaria coherente a partir de la producción, la exclusión y el repudio del ámbito de espectros abyectos que amenaza el ámbito arbitrariamente cerrado de las posiciones de sujeto. Quizá la conexión sólo sea posible si nos arriesgamos a la incoherencia de la identidad [8].
[8] AlPP, p. 164; PLP. p. 149.
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La melancolía de género nos pone ante la vista que solo somos un yo mediante la incorporación de aquellos otros que hemos asumido para constituirnos como nosotros mismos. No somos de ningún modo seres independientes, por lo que la noción de sujeto autónomo debe ser abandonada: «Persistir en el propio ser significa estar entregado desde el principio a condiciones sociales que no son nunca del todo propias» [9]. Solo reconociendo la huella del otro, y de lo otro, en nuestro yo, podemos llegar a ser algo. Además, esos otros constitutivos del yo pueden ser también ideales, conceptos, un lugar [10], con lo que este marco de intelección propuesto por Butler presenta, sin duda, utilidad para el análisis, no restringido al género, de identidades colectivas como las identidades nacionales, o nacionalistas, de etnia o raza. La identidad cerrada y rigurosa queda puesta en cuestión dado el proceso de configuración melancólica de la identidad. Pero, de nuevo, es ahí donde reside la posibilidad de la subversión, abrazando y no rechazando la alteridad; la posibilidad de que aquello nunca del todo perdido irrumpa abriendo nuestro yo hacia un dinamismo más habitable, menos sometido a la dolorosa lógica del repudio negativo y autonegativo.
2.
PARE:\'TESCO ABER&LI¡7E
Un camino de subversión del orden social dominante y de las identidades de género establecidas -que conlleva sin duda una modificación del ámbito de la vida psíquica- al que desde muy temprano se refiere, si bien puntualmente, la obra de Butler es el que afecta a las relaciones de parentesco. Atiende a los análisis de Gayle Rubin; realiza su propia crítica de las tesis de Lévi-Strauss y de Lacan en Gender Trouble; y proporciona una sugerente lectura de Paris is Burning incidiendo en las no con-
[9] .IIPP, p. 211; PLP, p. 19i. [10] .IIPP, p. 210; PLP, p. 196.
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\'encionales comunidades de afectos y en las nuevas formas de familia que esa película pone en escena. La figura de Antígona es el núcleo a partir del que Antigone's Claim. Kinship Bel-Locen Lije and Death [11] hilvana una detallada y compleja réTisión cuestionadora de las teorías del parentesco imperantes todavía en la cultura occidental. Es mayoritaria, afirma Butler en «Changing the Subject: Judith Butler' s Politics of Radical Resignification» [12], la opinión de que Antígona representa la resistencia individualista a la ley del Estado. Butler discute esta interpretación explorando cómo Antígona, en su acto)' en su acto de habla, no es ajena al lenguaje de la soberanía sino que produce, citando el poder, una esfera pública nueva, que en su contexto no existe. Desde dentro de las convenciones del poder establecido, y citando las normas en una dirección nueva, Antígona lleva a cabo un discurso que proporciona una base para un habla política legitimadora de un deseo que el Estado ha deslegítimado. Antígona no está fuera del poder tradicional pero estando dentro del poder ocasiona una profunda crisis del poder imperante. Es un ejemplo, para Butler, no de una ,ía de liberación del poder, pero sí de la posibilidad de una insurrección política a través de la citación de normas; de una resignificación radical capaz de inaugurar algo nuevo. Importantes interpretaciones de Antígona que son discutidas en Antigone 's Claim. Kinship Between Lije and Death, mantienen una separación, muy cuestionable para Butler, entre las esferas de lo simbólico y de lo social. En Lacan, Antígona remite a normas del parentesco, a una estructura lingüística, esto es, a la inteligíbilidad simbólica que se sustrae del dominio de lo social.
[11] En CA. nota 2, p. 15; AC, p, 83, Butler comenta que su interpretación de Antígona se basa en las obras de Sófocles, Antígona, Edipo en Colono y en EdijlO R~J'. Butlcr comenta criticamente la lectura de Hegel contenida en l..afmomeno/{Jgia del espín'tu y en la Filosofia del derecho; también la realizada por Lé\;-Strauss en LaJ estructuras elementales del parentesco; y la ofrecida por Lacan fundamentalmente en su Seminan'o 11 y 111. [12] CHS, p, 335,
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Asimismo para lrigaray Antígona está dentro de lo simbólico y separada de lo social. Hegel piensa el parentesco más que como un asunto de normas como una cuestión de sangre que no penetra en lo soóal en tanto que lo social comienza a partir de una imposición que reemplaza al parentesco. En Lafenomenología del espíritu Antígona no tiene la fuerza de llegar a ser una ley alternativa sino que es culpable de un crimen contra el Estado al defender y al dar prioridad a la familia. Hegel se proclama en contra de lo individual y de la feminidad que él concibe como representativa de la individualidad; de aquello que la comunidad debe reprimir para mantenerse a sí misma. En La filosofia del derecho está Antígona asociada a una ley opuesta a la ley del Estado; la ley no escrita de los antiguos dioses que es presupuesta pero que no puede ser contenida en los términos de la esfera pública. En Hegel es la ley del Estado la que no puede ser rebasada. Un futuro escandaloso [13J del ámbito de lo público; una transgresión de las normas del parentesco y de las normas del género también, es lo que Buder defiende en su originallectura de Anúgona. Como dijimos en la alusión anterior a «Bodily Confessions», en Antigone 's Claim. Kinship Between Lifo and Death Buder acentúa que Anúgona actúa dos veces. Entierra a su hermano y, además, actúa verbalmente rehusando negar su acto; hace público su acto y de este modo lo completa. Este comportamiento de Antígona es calificado por Creonte -y por el coro y los mensajeros- de varonil [14]. Antígona asume en su desafio a Creonte una soberanía masculina que a la vez feminiza a Creonte. Se opone a la ley apropiándose del lenguaje de la ley, de la retórica del mismo Creonte, de su discurso de soberanía. Provoca una desestabilización de las normas de género precisamente mediante la puesta en evidencia de la vulnerabilidad de las normas del parentesco. Sobre ello argumenta con detalle la obra de Butler.
[13] CA, p. 62; ...le. p. 40. [14] CA, p. 24;AC, p. 8.
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Tanto para Lé\'i-Strauss como para Lacan el parentesco es una estructura no sujeta a maleabilidad. Sobre e! fondo de la tesis de Lévi-Strauss de que las normas culturales son uni\'ersales e inalterables se configura la noción lacaniana de lo simbólico; y esa ley irrebasable de lo simbólico -ley de! Padre, ley del Falo-, que es lo que codifica e! parentesco y lo que lo marca como no social en tamo norma pre\ia y condicionante de lo sociaL impide la posibilidad de que e! parentesco sea susceptible de ser reconfigurado socialmente. Desde ahí, desde esa ley lacaniana, Anúgona, su legalidad alternati\'a, es imiable. Cierto que en Lacan el parentesco, la familia, incluso e! tabú del incesto, no se remite a una causa biológica. El intercambio de mujeres planteado por Lévi-Strauss se vincula a un intercambio de palabras. Sobre esta idea e! parentesco se organiza no en función de re!aciones de sangre naturalizadas sino de acuerdo con estructuras lingüísúcas, en las que cada término significa en conexión con los otros; estructuras lingüísticas pensadas como universales y que son las que consútuyen lo simbólico. Considerando Lacan que Anúgona representa una especie de verdad metafisica, «e! carácter imborrable de lo que es)) [15], y considerando, desde la óptica de una ontología prelingüística, que «lo que es)) permanece bajo lo simbólico, Anúgona, en tanto figura de regreso a esa ontología pre!ingüística, va en contra de lo simbólico y; por ello mismo, supone una figura de muerte. Bucler le cuestiona a Lacan el no dar cauce a la pregunta sobre las vidas concretas a las que no se permite vivir; el no haber considerado que Anúgona es condenada a muerte por quebrar e! tabú del incesto que da articulación al parentesco y a lo simbólico, por llevar a efecto una crítica de esa noción de lo simbólico desde dentro mismo de lo simbólico y de lo público planteando la posibilidad de rearticular la vida, y la viabilidad de la vida, sobre nuevas bases. Signo de un parentesco aberrante [16] es Antígona al indicar cómo las posiciones simbólicas son incoherentes y al incidir en (15] CA, p. 75; AC, p. 52. [16] CA, p. 32;.4.C, p. 15.
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que la distinción entre lo simbólico y lo social no se puede seguir manteniendo. Anúgona es, en Butler, la ocasión para oponerse a la versión estructuralista del parentesco afirmando, de acuerdo con su teoria de la performatividad, el carácter temporal y repetitivo, en ocasiones en direcciones aberrantes [17], de las normas. En su mirada escrutadora Butler subraya cómo para Antígona, en la obra de Sófocles, padre y hermano son intercambiables. Edipo es padre y a la vez hermano de Antígona. Pero, además, en la narración se sugiere el equívoco de si ese hermano amado por Antígona es Polinices o Edipo. La fragilidad del parentesco, el deslizamiento de las posiciones, se acrecienta aún más porque en Antígona se confunden identificación y deseo. Ella ocupa también, en cierto sentido, el lugar de un hombre, y de todos los hombres de su familia. Hay, afirma Butler, «una especie de problema de parentesco en el corazón de Sófocles» [18]. Antígona ejemplifica que transgrediendo el tabú del incesto se pueden configurar lazos afectivos que rediseñan las normas del parentesco y las del género. Incluso acatando la prohibición del incesto otras formas de parentesco no convencionales tendrian cabida y sobre ello recomienda Butler trabajar al psicoanálisis. Quizá, se formula la pregunta en Antigone 's Claim. Kinship Between Lije and Death, sea factible «articular un parentesco futuro que sobrepasa la totalidad estructuralista, o sea, un postestructuralismo del parentesco» [19]. La critica al parentesco [17] CA, p. 50; AG, p. 29. [18] CA, p. 86; AG, p. 62. [19] CA, p. 91;AG, p. 66. En CA, nota 5, pp. 91-92;AG, pp. 93-94, Butler da cuenta por extenso de un conjunto de trabajos antropológicos que demuestran las limitaciones del marco del pensamiento estructuralista a la hora de explicar las relaciones de parentesco. Sobre todo es la cuestión de centrar el parentesco en lo simbólico excluyendo lo social el núcleo de las clÍticas de los estudios comentados por Buder. Además. en CA, p. 95; AG, p. 69, Butler explicita nuevas posibilidades de parentesco que evidencian el no cumplimiento de las posiciones eSlructuralistas: así en las sociedades actuales es pensable que cuando una niña dice «madre» haya más de una persona que
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estructuralista no implica la anulación del parentesco en absoluto. Significa dar cabida a acuerdos afectivos no sujetos a estructuras fijas o universales; a acuerdos que cumplen funciones sociales; que regulan y sostienen la vida material y que cobijan relaciones íntimas, perdurables o no en el tiempo; que legitiman también intercambios sexuales más allá de la heterosexualidad normati\·a. El parentesco actúa como contexto en el que se define lo que cuenta como humano. Dentro del esquema estructuralista, Antígona no usa e! lenguaje de lo humano y, sin embargo, habla y actúa. Su discurso, emitido no teniendo derecho reconocido a ser pronunciado, es capaz de alterar e! parentesco y de movilizar la noción de lo humano [20]. Este es e! desafio de! legado de Antígona.
2.1. Nuevas comunidades de afictos Eligiendo la tumba en lugar de la «cámara nupcial»; rechazando llegar a ser esposa y madre; vistiendo un género cambiante, Antígona indica, para Butler, la destrucción del matrimonio, la desinstitucionalización de la heterosexualidad [21]. A discutir la necesidad de \;ncular el parentesco a la heterosexualidad dedica su ensayo «ls Kinship Always Already Heterosexual?» [22]. Es otra forma de enfocar la perversión, en sentido positivo, de la repetición de la norma. Butler revisa la idea generalizada que afirma que el parentesco solo admite
responda a su llamada; que una niña adoptada use <<padre» para referirse al biológico y al que en su vida ocupa ese lugar; que el amor de la niña por su hermanastro le ocasione un dilema; que la posición de padre sea, quizá, inexistente para la niña de madre sola; que en el caso de la niña con dos madres o dos padres del mismo género resulte problemático mantener la necesidad de las posiciones simbólicas de madre y padre para su formación psíquica. [20] CA, p. 110; AC, p. 82. [21] CA, pp. 103-104;AC, p. í6. [22] DC, «¿El parentesco es siempre heterosexual de antemano?», pp. 1+9-l8í; UC,
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una forma de relación familiar reconocible, la familia nuclear heterosexual, a la que se considera como la única que no pone en peligro las leyes naturales y culturales que permiten sostener 'la inteligibilidad humana. No se trata, sin embargo y como decíamos, de anunciar la muerte o la superación del parentesco sino de abrirlo a otro modo de entendimiento: el que lo concibe como «una serie de prácticas que instituyen relaciones de varios tipos mediante las cuales se negocian la reproducción de la vida y las demandas de la muerte» [23]. En tal caso, el parentesco articula formas de dependencia humana emocional y material, que se refieren a la vida, a la enfermedad, a la muerte. Es un hecho que se dan configuraciones de parentesco no convencionales, y sobre bases biológicas y no biológicas. Las recientes regularizaciones legales de las uniones homosexuales plantea, no obstante, el interrogante de si con esta normalización estatal no se propicia la exclusión de otra serie de relaciones alternativas, de otras prácticas sexuales externas al matrimonio y a sus obligaciones. Sobre esta cuestión reflexiona también Butler desde su punto de vista favorable a una cultura sexual radical. Sin duda, el matrimonio puede ser una opción para personas no heterosexuales pero ello no implica que deba ser el único modo de legitimación de la sexualidad, de lo contrario se vería muy reducida la esfera de las relaciones sexuales y de las elecciones de vida. La legitimación del Estado conlleva el diseño de un espacio de ilegitimación. Butler sigue manteniendo con fuerza la idea de que no hay un lugar de libertad radical pero defiende [23] De, p. 150; ve, p. 102. Butler se refiere en este texto a estudios sobre el parentesco que lo desvinculan del matrimonio y de las relaciones heterosexuales en general y que cuestionan e! punto de vista de Lévi-Strauss (De, pp. 150-15 1, notas 4 y 5 en p. 363, además en p. 175 Y en notas 25 '! 26, pp. 365-366; ve, p. 103, notas 4 y 5 en p. 255; p. 121 Y notas 25 y 26, p. 257). También alude, por otro lado, a cómo, en particular en Alemania y en Francia, el matrimonio ha sido disociado de! parentesco con el fin de excluir a los matrimonios homosexuales de los derechos de adopción y de la utilización de las tecnologías rcproducti\'as (De, pp. 151-152; ve, p. 104).
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asimismo la existencia de un campo sexual que no busca la meta de la legitimación, que podria decirse que se sitúa al margen de la disyuntiva entre legitimación e ilegitimación. Son regiones de «ontología incierta» [24], que no tienen aún un nombre claro mas desde ahí surge una llamada critica que debe tenerse especialmente en cuenta. No es que pretenda que esos lugares sean celebrados y ocupados masi\·amente sino que persigue que se repúe en los ejercicios de exclusión, en el cierre de lo posible que se deriva de la naturalización de las prácticas sexuales legitimadas. Debería haber un camino de reconocimiento, de inteligibilidad y autointeligibilidad al margen de las leyes del Estado. El dilema es que, por un lado, la vida -en sus dimensiones culturales, materiales y psíquicas- no se hace sostenible en ausencia de alguna legitimación proporcionada por las normas; pero, por otro lado, la legitimación reclamada al Estado tiene como consecuencia la imposición de un sistema de jerarquías sociales excluyentes, y, además, es una vía para extender el poder del Estado y para ocultar otras fórmulas de reconocimiento surgidas de la sociedad civil. El Estado no debe establecerse como el lugar donde presumiblemente hallemos la coherencia de lo humano. Por esta razón, es fundamental la búsqueda de esos otros, no estatales, vehículos de legitimación, más acordes con la idea de una democracia radical. El activismo político al mismo tiempo que debe realizar propuestas concretas debe mantener la critica ante las exclusiones que efectúa. Solo de este modo, piensa Butler, la política podrá ser autocritica y no dogmática. No es que Butler pretenda despejar el dilema señalado; su insistencia teórica se encamina hacia el desarrollo de una práctica crítica que demandando inteligibilidad cuestione y transforme las normas que deciden sobre las alianzas y sobre el parentesco. En el contexto francés, del que Butler se ocupa, donde se debate sobre la clase de uniones sexuales y de sistemas de
[2+] DC, p. 157; C/C, p. 108.
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parentesco susceptibles de ser admisibles, se da la circunstancia de que lo subrayado como problemático no es tanto el matrimonio homosexual cuanto los derechos de filiación. Y ello porque reproducción de la vida y reproducción de la cultura francesa se asocian íntimamente. Que las parejas homosexuales puedan ejercer de madres y padres se presupone que es un atentado contra un llamado orden simbólico, esto es, contra el «destino de la nación» [25]. Más que recurrirse al argumento de que ese tipo de parentesco agrede lo natural, como es lo habitual en Estados Unidos, en Francia se utiliza la fórmula del orden simbólico. Sobre ese fondo se alzan las opiniones contrarias a la teoría del género y queer provenientes de Estados Unidos -y de Butler en concreto-, y al parentesco homosexual en particular, vertidas por la conocida filósofa francesa Sylviane Agacinski a la que replica Butler directamente [26]. Para Agacinski es impres[25] DG, p 162; UG, p. 112. [26] DG, pp. 163-183; UG, pp. 113-127. En DG, nota 16, p. 365; UG, p. 256, Butler se refiere a sus anteriores argumentos a favor de esas formas de familia cuestionadas por Agacinskij formas de familia que para Butler son socialmente viables. Butler remite a su obra Antigone 's Claim. Kinship Between Life and Deatlz y a su escrito «Universalidades en competencia», en Judith Butler, Ernesto Laclau and Slavoj Zizek, ContingencW, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la i<.quierda, op. cit., pp. 141-184; •• Competing Universalities», en Contingency, Hegemony, Universalitv. Contemporary Dialogues on the Lefi, op. cit., pp. 136-181, donde Butler discute también las tesis lacanianas contrarias a las uniones de personas del mismo sexo y donde investiga el camino por el que el complejo de Edipo de Freud se convierte en Lacan en una inaugural estructura del lenguaje y del sujeto. De Sylviane Agacinski, Butler cita sus textos «Contre r effacement des sexes», Le .Honde, 6 de febrero de 1999 -aquí Agacinski cita muy negativamente la teoria de Butler-; y
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cilldiblc para la integración en el orden simbólico -en las reglas que determinan el sentido de la realidad y de lo inteligible- que niñas y niños tengan el referente de una madre y de
un padre. Para que la cultura se reproduzca se hace necesaria la reproducción a partir de parejas heterosexuales. La maternidad y paternidad homosexuales son, en este sentido, un ataque ;:¡ la cultura, según la filósofa francesa. Le interesa plantear a Butler por qué motivo se siguen defendiendo en nuestros días, y en ocasiones por parte de teóricas feministas, unas tesis que siendo originarias de LéviStrauss, y de los años cuarenta, han sido superadas por los estudios antropológicos más actuales. La explicación reside en entender que sobre el fundamento del complejo de Edipo, y sus implicaciones sobre el género y la sexualidad, se establece una concepción de la cultura como un todo unitario que se reproduce a sí mismo mediante la gestación de niñas y niños. De acuerdo con el mecanismo del Edipo que se instaura como la condición previa del lenguaje y de la inteligibilidad cultural, solo habiendo asumido el género a través de la heterosexualidad se formará parte de la cultura y esta se podrá transmitir. La diferencia sexual queda, desde este punto de vista, encumbrada con el valor de fundamento de la cultura. En el desarrollo de sus argumentaciones críticas, Butler incide en mostrar cómo en Lévi-Strauss la norma exogámica -el intercambio de mujeres- es requerida tanto para defender un tipo de reproducción, la exogámica, como para asegurar la perpetuación de un tipo de identidad cultural. Las mujeres pueden provenir de diferentes lugares pero siempre están al servicio del mantenimiento de la unidad y de la transmisión de la cultura de sus maridos. Y ello ocurre así porque el mandato exogámico tiene un límite en Lévi-Strauss, y este es la prohibición del mestizaje. Entre esos dos imperativos se organiza la cultura del esta última autora, L 'Exercice de la paren té, Paris, Gallimard, 1981, Y Masculill/Féminin: La pensée de la diflerence, Paris, Odile Jacob, 1996 (traducción española: A1asculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia, Barcelona, Ariel, 1996).
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hombre blanco europeo como una identidad cultural que se entiende a sí misma como lo universal cultural [27]. En la Europa actual. -yen Francia en especial- la llamada a la familia heterosexual asume la función de sostener esa noción de cultura que es, para Butler, una forma de «racismo» [28]. Por una parte, se asevera que la heterosexualidad asegura la reproducción de la cultura como una unidad identitaria, pero, además, por otra parte, la concepción de la cultura como un todo que se autotransmite en el tiempo apoya la naturalización de la heterosexualidad. Se da ahí un círculo donde heterosexualidad y cultura monolítica se refuerzan mutuamente. Cuestionar el marco estructuralista es para Butler un medio de revisar esa noción de heterosexualidad y esa noción de cultura. La cultura no es un todo unitario; los límites y las interrelaciones entre las culturas muestran su provisionalidad ontológica. Ante ello, Butler nos insta a que abandonemos la tesis del intercambio de mujeres que trabaja en beneficio de una problemática comprensión de la cultura, del Estado y de la Nación; a que entendamos que las culturas se definen de modos impredecibles y que no se organizan necesariamente sobre la idea de una heterosexualidad primaria, concebida como orden simbólico que antecede y que determina la esfera social y con el carácter de estructura fundante del campo del parentesco. Otras configuraciones del parentesco -es una afirmación insistente en Butler-- son socialmente válidas y operativas, porque el parentesco es «un fenómeno cultural complejamente interrelacionado con otros fenómenos, culturales, sociales, políticos y económicos» [29]. Los vínculos, de amistad, de afectos, sexuales, no quedan constreñidos al ámbito de la familia normativa. Los derechos de las personas que transitan esas nuevas formas de alianzas no pueden dejar de ser reconocidos.
[27] DC, p. 177; VC, p. 122. [28] DC, p. 176; ve, p. 122. [29] DC, p. 180 (hemos modificado ligeramente la traducción castellana); VC, p. 125.
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Que el parentesco es una cuestión simbólica inamovible y no social, es una tesis criticada por Butler también en su trabajo «Quandaries of the Incest Taboo». Allí se dice con claridad: Insistir en que el parentesco se inicia a través de medios lingüísticos y simbólicos que definiti\'amente no son sociales, creo que implica no comprender que el parentesco es una práctica social contingente. Desde mi punto de vista no existe una posición simbólica de Padre y Madre que no sea precisamente la idealización y la calcificación de normas culturales contingentes [30].
3, HACIA LA TR.-\l\'SFOR..\1ACIÓl\' SOCIAL
Plantear de qué modo se puede reconfigurar la relación entre lo simbólico y lo social con el fin de posibilitar que desde lo social se lleve a cabo una alteración de lo simbólico, es un proyecto recurrente en ButIer, como se ha podido comprobar ampliamente -en último lugar mediante su crítica a la noción estructuralista del parentesco-o Prosigue esta tarea en el texto «The Question of Social Transformation» a través de la disputa del marco feminista de la diferencia sexual. Fundamental para el feminismo es trabajar, desde la teoría y desde la práctica, imbricadas la una con la otra, por la transformación de la sociedad [31]; a favor de un modo de pensamiento y de organización de la vida donde las personas no permanezcan sometidas o rebajadas en función de la aplicación de categorías como sexo, género, sexualidad, Mostramos nuestro
[30] DC, «Los dilemas del tabú del incesto», pp. 224·225; VC, «Quandaries of the Incest Taboo», pp. 15i-158. Este texto fue publicado por primera vez en Peter Brooks and A1ex "'"oloch (eds.), 11'71Ose Freud! TIte Pince if PS)'choal/a[ysis in ContempoTnT)' Culture, New Haven, Yale University Press, 2000. [31] Véase mi trabajo «Sobre la transformación social. Butler frente a Braidotti», RijJ RaJf. Revista de Pensamiento)' Cultura, n.o 027 extra, 2" época, im;erno 2005, pp. 144-161. En lo que sigue se -recogen y se reformulan ideas ya expresadas en el texto citado.
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total asentimiento a la siguiente definición que Butler nos proporciona: «El feminismo trata la transformación social de las relaciones de género,. con lo que probablemente estaríamos todas de acuerdo, aunque «género» no sea la palabra preferida por algunas» [32]. Sin dejar de reconocer la necesidad de acciones y prácticas políticas e institucionales coincidimos asimismo con su defensa de la teoría como tarea transformadora. Porque «en el mismo acto de transformación social todas las personas somos filósofas no expertas, presuponiendo una visión del mundo, de lo que está bien, de lo que es justo, de lo que es detestable, de lo que la acción humana es o puede ser, de lo que constituyen las condiciones de vida necesarias y suficientes» [33]. En el más reciente panorama feminista qué sea la transformación social o cuál sea un ejercicio transformador son preguntas distintamente contestadas dependiendo del marco teórico feminista que las formule. Sobresale el conflicto -que no puede, en absoluto, reducirse al antagonismo entre igualdad y diferencia--- entre las teorías del género y las de la diferencia sexual, conflicto que trae a escena un importante conjunto de problemas más allá de la cuestión de si mujeres y hombres poseemos o no un unitario núcleo humano. Butler y Braidotti se insertan en paradigmas conceptuales no coincidentes pero [32] CTS, p. 7 (DG, «La cuestión de la transformación socia!», p. 289; ce, «The Question of Social Transformation», p. 204). Aunque en la redacción española que hemos citado se ha usado el género gramatical femenino en las palabra «todas» y «algunas», el texto en inglés utiliza palabras no marcadas ni en femenino ni en masculino. El texto dice: «Feminism is about the social transformation of gender relations. Probably we could all agree on that, even if «gender» is not the prelerred word for sorne». Hay que resaltar a este respecto que la escritura de Buder muestra una intencionada predilección por los términos reálmente genéricos, que no presentan marca de género y que engloban sin ambigüedad semántica a las mujeres y a los hombres. Esta pn.:ocupación de Buder por ellcngt¡¡~e de sus ensayos y su renuncia a escribir en femenino forman parte, claro está, de sus tesis feministas subversoras de las idcntidade, de género normati\'as asentadas en un cerrado binarismo de Sl·XOS.
[33] CTS, p. 7 .De, «La cuestión de la transformación social», p. 290; ce, «The Question of Social Transformation», p. 205).
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ella~ disputan de un modo enriquecedor para el feminisRúsi I3raidotti es una ele las más afamadas teóricas de segunda generación de la diferencia sexual. Como Buder, tampoco Braidoni, nacida en Italia, educada en Australia y en Francia y actual me me instalada en Holanda, deja de estimar el \'alor del cruce de fromeras culturales, lingüísticas y \itales. La teúrÍa de la diferencia sexual no facilita pensar la prolifCTación de sexualidades di\'ergemes en sus disonancias con la dualidad de géneros y de sexos y en interacción con cuestiones clave como las de raza, clase, posición colonial. En cuamo al género, el feminismo de la diferencia sexual, al considerarlo un concepto producido y encerrado irremisiblemente en e! orden masculini<;td, «falogocéntrico», de la cultura patriarcal occidental, no permite más que la renuncia a tal categoría de análisis. El género es entendido como un producto cultural que se sobrepone a un sujeto pre\'iameme dado, esto es, el género es un suplemento, un significado añadido, un rol. El feminismo de la diferencia sexual vueh'e entonces la mirada hacia e! sexo; busca insistentemente aquello, el sexo, como dato no accidental, auténtico, que ha quedado impensado, irrepresentado en e! dominio de! orden simbólico masculino que es el que ha impuesto la conocida lógica de lo mismo -lo uno, e! ser, el hombre- y lo otro -lo negado, lo subordinado, la mujer--. !\'Iientras que para el feminismo igualitario el término mujer remite al orden de lo cultural y es el término sujeto human,), individuo racional, el que se refiere al núcleo previo que debe ser liberado de las constricciones socioculturales, «mujen> para el feminismo de la diferencia sexual tiene una doble connotación: es palabra que alude a género femenino Oa mujer como lo Otro) y en tanto tal su significado está en manos del patriarcado; )' «mujer» en cuanto sexo, cuerpo, diferencia femenina, es lo repudiado por e! orden masculinista y es, por consiguiente, lo que está fuera de ese orden (la mujer como lo otro de lo Otro). En contra de la \isión simplista que en ocasiones se ofrece de la teoría de la diferencia sexual, BUller, sin embargo, insiste en que el concepto de diferencia sexual es irreductible, en con-
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secuencia con lo dicho, tanto al concepto de género como al concepto de sexo cuando sexo significa mera asignación sexual desde la perspecti\'a médico-biológica. Butler se refiere explícitamente [34] a Rosi Braidotti como autora que desde el marco de la diferencia sexual no puede ser reducida, en su obra, a un pensamiento ni de corte biologicista ni próximo a la noción sociológica de género. Braidotti conceptualiza la diferencia sexual en una dirección en la que desafia tanto al biologicismo como también al culturalismo, porque reflexiona sobre la corporalidad en términos semióticos y simbólicos al tiempo que considera que la diferencia sexual aunque tiene una vida discursiva no puede ser reducida a discurso. Rosi Braidotti nos propone, en efecto, «redefinir una teoría materialista transmóvil de la subjeti\-idad feminista que trabaje dentro de los parámetros de la dificil situación posmoderna, sin idealizarla románticamente, pero sin caer tampoco en la nostalgia por un pasado supuestamente más. saludable» [35]. Para esta tarea, nombra como piedra básica angular el cuerpo, pero el cuerpo que no ha de ser entendido en términos esencialistas, de los que ella constantemente intenta escapar en coherencia con su apucsta nomádica de inspiración deleuziana. El cuerpo no funciona en su proyecto «ni como una categoría biológica ni como una categoría sociológica, sino más bien como un punto de superposición entre lo fisico, lo simbólico y lo sociológico» [36]. Desde el punto de .-ista de la diferencia sexual, considerar el género como significado añadido al sujeto supone desconsiderar cómo trabaja en el lenguaje la diferencia sexual para establecer la noción de sujeto y cómo ese sujeto construido, de carácter masculino, excluye lo femenino de la formación del sujeto. Incluso aceptando que pueda haber un sujeto femenino, las teóricas de la diferencia sexual postulan que ese sujeto femenino no deja de ser un efecto de la diferencia sexual. Afirman [34] [35] fmlinista [3fiJ
APO, p. 19. Rosi Braidotti, Sujetos nómades. Curporiz.aáón] diferencia snualm la teoría contemporánea. Bueno; .'\ires, PaidG;. 20(1). p. 27. lbíd., pp. 29-30.
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que la teoría del género malintcrprew el modo en que se instala él tra\"és del lenguaje la relación asimétrica entre los sexos: que el giro hacia el género disimula las estructuras más fundamc:ntalcs dellcnguaje, de la inteligibilidad, y que no comprende que el sujeto se elabora sobre la base de una grieta que produce el inconsciente. ASÍ, Braidotti opina que en el contexto (·ufOpeo. algunas \"Crsiones de los estudios de género consideran la producción cultural de la feminidad y de la masculinidad como análogas, con lo que se contradice el impulso feminista tendente a resaltar las posiciones asimétricas de los sexos que emergen en el lenguaje y en el inconsciente. Estos estudios de género adoptan una perspectiva anti-feminista que desradicaliza la política feminista. Además, esas europeas focalizaciones exclusivas en el género niegan la historia feminista de Estados unidos que reclama radical libertad sexual así como al feminismo específico de las mujeres negras, que han hecho más complejo el marco feminista al tener en cuenta las n Jaciones de poder que constituyen el género. Cabe pensar, entonces, que si en el contexto de Estados Unidos, la teoría del género se ha dirigido a ir más allá del horizonte de la diferencia sexual que pri\ilegia la diferencia entre masculinidad y feminidad por encima de otras diferencias, relaciones e instituciones, en el contexto europeo, el género, por el contrario, ha llegado a ser un modo de rechazar la política feminista al afirmar la simetría de las posiciones de mujer y hombre. AJ respecto de la diversidad de planteamientos ofrecidos, a Butler lo que en este caso le interesa indicar es la importancia de la pregunta sobre desde qué posición feminista se reclama la destrucción de la teoría del género. Es preciso afinar el análisis y evitar juicios demasiado generalizadores porque ni bajo el rór!llo de teoría del género ni bajo el de diferencia sexual se ofrece un único y monolítico pensamiento. Partiendo de la diferencia sexual el análisis feminista investiga el modo en que están constituidos diferente y asimétricamente la feminidad y la masculinidad. Se recurre a un dominio de lo simbólico considerando que es en ese dominio donde se
organizan las posiciones divergentes y donde se dan los parámetros de lo social. Dicho de otro modo, la diferencia sexual analiza la asimetria de la relación entre los sexos y también la separación de las esferas de lo simbólico y de lo social, postulando que lo simbólico precede y organiza lo social. Por otro lado, los estudios de género, en ocasiones, muestran inclinación hacia el sociolog;ismo, reconoce asimismo Butler, no teniendo en cuenta la dimensión simbólica y psiconalítica por la que se establecen en el lenguaje lo femenino y lo masculino. Irigaray sostiene que lo femenino existe dentro del orden masculinista como un significante y que, además, lo femenino existe fuera de esa economía como aquello repudiado para simular la representación de lo femenino como lo femenino mismo. En este sentido, podría ser que la teoría del género identifique erróneamente la construcción de lo femenino dentro de la economía masculinista con lo femenino mismo, con lo que se pierde la distancia crítica para llevar a efecto un cuestionamiento de esa construcción de lo femenino. Lo que hace Irigaray es situar a lo femenino en un lugar que excede su articulación dada, porque considera que toda articulación de lo femenino está gobernada por el «falogocentrismo». Butler indica, que desde esa argumentación de Irigaray se sostiene una inconmensurabilidad entre lo femenino, o la mujer, y el ser viviente que plantea una serie de cuestionamientos cruciales. Las preguntas de la teoría del gfncro practicada por Butler son: si las representaciones existentes son «fantasmas normativos» [37], ¿cómo podemos contestar la fuerza de esas representaciones?; ¿cómo debe proceder el feminismo en su esfuerzo por representarse a sí mismo cuando considera lo femenino como el límite de la representabilidad? . El problema para Butler es que desde la diferencia sexual se concibe lo simbólico como la escena fundadora del repudio de lo femenino. Ese repudio es así lo que capacita y estructura la
[37].JPO, p. 22.
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aniculación de lo simhólico mismo y lo simbólico, como campo de normati\idad, estructura lo dado socialmente. Por lo tanto, es central para el pensamiento de Butler, que replica esa radical disyunción afirmada por la diferencia sexual, reflexionar sobre la relación entre lo simbólico y lo social-como insistenu'mente ha sido dicho y desde distintas perspectivas-o Ella nos ad\·ierte de si no serú que esa teoria, al reclamar la prioridad de la estructura del repudio de lo femenino en relación con el dominio de la organización social, de\iene un modo de reforzar el repudio de lo femenino y un modo de impedir la transformación social. Los presupuestos teóricos de la diferencia sexual dificultan enormemente precisamente la acción transformadora al insistir en un dominio simbólico anterior al ámbito de lo social y del que lo social depende. ¿Qué significa -nos interroga Butler-- decir que la diferencia sexual es un orden simbólico en lugar de afirmar que es un orden social? La cuestión es si al defender su carácter simbólico no se está defendiendo con ello su naturaleza inmodificable. Al considerar al Falo como significante primario y a lo femenino como lo siempre repudiado, la heterosexualidad de la escena psicoanalítica queda reconsolidada. Se percibe, de este modo, que mantener que lo masculino y lo femenino son inevitablemente asimétricos contribuye a afianzar el sexismo y el heterosexismo de la cultura dominante. Butler escribe: ¿Y qué pasaría si no hubiéramos hecho nada más que abstraer el significado social de la diferencia sexual y exaltarlo como estructura simbólica y, por tanto, presocial? ¿Es ésta una manera de asegurarnos que la diferencia sexual está por encima de cualquier oposición social? r38].
Aun no mamenirndo una simplista concepción esencialista, la teoría de la diferencia sexual muestra, no obstante, cierta
[38] CTS, pp. 13-14 ísc ha modificado ligeramente la traducción castellana' ,DC, «La cuestión de la transformación social», pp. 2~iC)-300; VC. «Th( QUl"slioll of Social Trans[ormation», p. 212',.
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preocupante tendencia a concebir la dominación patriarcal bajo el signo de lo inevitable. «¿Existe realmente una diferencia sexual que no sea su forma instituciC?nalizada, la dominante, que es la heterosexualidad en sí misma?» [39], formula Butler. La distinción entre lo simbólico y lo social debe ser problematizada y así lo hace e! discurso de Butler, en el que lo social no se reduce a lo ya dado socialmente ni se entiende la acción transformadora dentro de! marco marxista de una teleología histórica. Quizá, nos plantea Butkr. esta problematización de la distinción entre lo simhólico y lo social pueda aliviar la tensión entre la teoría del género y la de la diferencia sexual. Butler defiende la productividad para el análisis, y para la acción transformadora, de la interrelación entre feminismo y teoría queer, así como el entrecruzamiento de los marcos de la teoría del género y de la diferencia sexual en el seno de! pensamiento feminista.
3.1. Diálogo con Rosi Braidotti Sobre todo, en la tensión observada entre teorías de! género y teorías de la diferencia sexual, es e! pensamiento de Braidotti, como decíamos, e! valorado por Butler como de mayor provecho para e! intercambio crítico. Butler reclama la importancia de establecer distinciones entre las diversas autoras de la diferencia sexual. Algunas, como la feminista alemana Barbara Duden [40], desarrollan sus argumentos al respecto de la necesidad de la distinción entre los sexos sobre una base biológica. Otras, las estructuralistas y las postestructuralistas no interesadas en discutir el género, defienden la diferencia sexual como fondo del que surge el lenguaje y la cultura:
[39J CTS, p. J.j. íDe, "La cuestión de la transformación socia!», p. 3()(J; [/e. «The Question of Social Transformation», p. 213). [+0] CTS, p. 13 :De. «La cuestión de la transformación socia!». p. 298; Ce, «Thc Quesuon of Social TransformatioI1», p. 211). Butler cita la obra de Barbara Duden, TÍ/e Húman Balea/h Ihe Skin: ..j Doclor 's Patimt.s il! Eight,mlhCenlll~l' German)', Cambridge. H;¡rvard Universiry Press, 1991.
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Pero entonces aparece otra distinción. Hay quien sólo encuentra útil el paradigma estructuralista porque- ilustra la continua diferencia de poder entre hombres y mujeres en ellenguaj~ y la sociedad, y nos proporciona una forma de entender la profundidad con que esta diferencia determina el orden simbólico en que vi,-imos. Entre estas últimas, creo, sigue existiendo una diferencia entre las que consideran que' el orden simbólico es ille\'Ítable, y así ratifican el patriarcado como estructura ine"itable de la cultura, y las que piensan que la diferencia sexual es ineyitable y fundamental, pero que su forma patriarcal es rebatible. Rosi Braidotti pertenece a estas últimas. Se puede ver por qué es con ella con la que he tenido tan útiles conversaciones [+ 1].
Teniendo presentes las voces deconstructi\'as -Deleuze y Foucault, además de Irigaray- . Braidoni, ciertamente, formula la diferencia sexual en tfrminos de aquellas diferencias «que las mujeres pueden establecer en la sociedad» [42J, como condición de posibilidad para pensar en todas sus otras diferencias y con el fin de conformar una re definición de la subjeti,,:idad femenina distanciada de determinismos biológ:icos o psíquicos. Recogemos, en lo que sigue, fragmentos de un intercambio comunicati\'o entre Butler y Braidotti [43J. I\1antiene Braidotti, con insistencia, la tesis de que centrarse en el género y no en la diferencia sexual es evitar reflexionar sobre el problema de la asimetría entre mujeres y hombres y, por tanto, imposibilitar el pensamiento feminista sobre la dominación masculina; un pensamiento este que Braidotti encuentra ya formulado en el análisis de Beau\'oir donde los hombres, en tanto representantes de lo universal abstracto, se nos presentan desincardinados r desde ahí capaces de transcendencia, y
[+ 1] CTS, p. 13 (he modificado ligeramente la traducción cas[ellana':
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"La cueqión de la transformación social", pp. 298-299; U(,: «The Question of Social Transformation», p. 211;. [42] Rosi Braidoni, Sujetos nómades. Corjlori;;.ación)' diferencia sexual en la leO/ia jcrninisto contemjloránea, afi. cit., p. 123. P3] \'éasc, FCo. \', pp. 69-106; FAOX, pp. 31-67.
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donde las mujeres aparecen relegadas, perdiendo su subjetividad, al confinamiento en el espacio de sus cuerpos y así ancladas en la inmanencia. Butler impulsa, firme de igual modo, la idea de que la vuelta hacia el género es también, y sobre todo, un modo de enfrentar la noción rigida de la asimetna de los sexos defendida por la teoria de la diferencia sexual, aunque Braidotti no comparte esa intelección de la diferencia sexual como teoria «monolítica» y «ahistórica». Para Butler, Braidotti no deja de mantener que la asimetría es irreductible e irreversible al tiempo que sostiene que esa asimetría debe ser el fundamento de la política feminista. «¿:\caso no se limita simplemente a reificar una asimetría social como una necesidad eterna, instalando de ese modo el pathos de la exclusión como la «base» del feminismo?» [44J, inquiere Butler. Existe un margen para las mujeres en el que ellas no están sujetas al orden simbólico patriarcal, expone Braidotti, y ese margen, sostenido por la experiencia \i\ida, es el que se debe aprovechar para la acción feminista. Para Braidotti: El punto de partida del proyecto de la diferencia sexual consiste en la voluntad política de afirmar la experiencia corporal, vi\ida, de la mujer. Esto implica el rechazo de la diferencia sexual desincardinada mediante la valorización de un nuevo sujeto supuestamente «posmoderno» y «antiesencialista»; en otras palabras, el proyecto de la diferencia sexual conlleva la voluntad' de reconectar todo el debate sobre la diferencia con la existencia corporal y la experiencia de las mujeres [45].
La lucha feminista implica la adopción de un planteamiento deliberado y consciente, aunque la identidad femenina tiene que ver con el inconsciente, pero esa acción feminista defendida por Braidotti rei\-indica la C0nexión de la política con la experiencia vivida de las mujeres. Braidotti se apropia del concepto de deseo, de gran fuerza en Deleuze. como instrumento
[-1-+] Feo\". p. 82; F.-!o.\', p. -1-3. [-1-5] FeO'\ pp. 82-83; F.W;v; p. -1-+.
producti,'o para el feminismo. El deseo, el deseo de libertad, es a lo que da cauce el feminismo, entendiendo que la libertad, la justicia, no son solo \'alores racionales; son, sobre todo, objeto de deseo. De ahí que la política no deba ser fría y dogmática sino que deba estar vinculada con el cuerpo, su experiencia, sus deseos. y a pesar de que este recurso a términos como cuerpo, experiencia, pueda ser interpretado fácilmente como rasgo esencialista -de tal modo se lo plantea Butler dando cuenta con detalle de la complejidad de tales términos, especialmente en Bodies tiza! "HalfC7~, Braidotti discutiendo esa lectura subraya que si bien la posición simbólica es común para las mujeres ello no implica que todas las mujeres sean iguales ni que exista algo como una esencia fija femenina. Lo importante del pensamiento de la diferencia sexual, «el punto de partida esencial es, pues, la no coincidencia fundamental de la identidad con la idca tradicional cartesiana de conciencia» ,161. Cierto que el concepto de diferencia presenta una serie d~' prohlemas y que a ~u alrededor han surgido diversas contradicciones. Braidotti nu se ahorra el realizar una breve historia del uso europeo del concepto de diferencia a la vez que afirma la necesidad de aceptar ese núcleo de contradicciones. «Diferencia» ha tenido una aplicación racista; ha tendido a justificar jerarquías a través de la categoría de lo otro de claras connotaciones esencialistas. Se debe reflexionar sobre la historia del término e intentar liberarlo de sus conexiones con e! poder y con la dominación. La estrategia stguida por Braidotti para ello es la de «una repetición mimética y crcati"a» [47]. 1\10 se trata, en consecuencia, de rechazar el término como ine,·itablemente esencialista. Lo no aceptable es abandonar el marco de la diferencia sexual para substituirlo por el de! género. Braidotti argumenta en este semido relatando los resultados lamentables, acontecidos en Europa, de la introducción de los estudios de género en las
r·j 61 FCQ.,\·, p. 86; fA o. \', p. 47. l;~J FCo.\~ p. 89:
ElO.\ p. 50,
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U niversidades. El estudio de la masculinidad, en ciertos Departamentos, ha ocupado el privilegio y los fondos económicos de la institución, relegando los estudios feministas. En Holanda, los llamados irónicamente por Braidotti«muchachos brillantes» [+8], han llegado, en ocasiones, a dirigir y controlar los estudios de género. Ante tales situaciones no deseables para el feminismo, el concepto de diferencia sexual persigue la potenciación simbólica de lo femenino. Reclama la no disolución de las mujeres en otras categorías como género o postgénero pero niega que ello suponga la adopción de una postura hctnosexista; crítica que en efecto le arroja la teoría queer con respecto a la que la teoría de la diferencia sexual se mantiene, en coherencia, resistente. La diferencia sexual no comparte las posturas del lesbianismo radical, matiza Braidotti, pero el deseo homosexual femenino está en el núcleo de la teoría de la diferencia sexual y no la heterosexualidad. Braidotti comenta que la heterosexualidad es pensada como una posibilidad a la que es posible dirigirse. 1.;no de los puntos más cuestionados por Butler del paradigma de la diferencia sexual es, como decíamos, su intelección del orden de lo simbólico en tanto se postula su carácter anterior y estructurador del ámbito de lo social. Esta crítica persistente en la obra de Butler alude a cómo la separación entre lo simbólico y lo social tiende a considerar lo simbólico como estructura vacía de su socialidad, como una idealización de la organización social. Butler le imputa a Braidotti el mantenimiento de categorías universalizado ras como la de «sistema patriarcal de dominación» [49], cuando categorías como esa han sido ya sometidas a incisivas y consistentes problematizaciones. Ha sido puesta en duda la universalidad del patriarcado porque las relaciones de poder son culturalmente variables y porque el tema del poder no puede ser abordado tan solo desde la óptica de la dominaciún, tal y como nos enseñó lúcidamente Foucault.
[+8) F{;o\, p 87; F:·IO.'·. p.~8. [49] FCm; p. 100; FAO.\: p. 60.
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,-\ este respecto. Braidotti seiiala su apuesta en fm'or de la interrelación entre las esfCras de lo simbólico y lo social aunque afirma que uno y otro ámbito están \iolentamente separados. Ello supone, para Butler, que aun pensados en relación no deja de postularse su diferenciación así como la insuperabilidad de su distinción. Permanece, para Butler, la confusión, cierta ambigüedad e. incluso, contradicción. en la defensa de Braidotti del dinamismo c historicidad de lo simbólico en tanto que al mismo tiempo distingue lo simbólico de lo social y de lo material. Braidotti, mientras tanto, afirma querer ofrecer una e\'oluación del modo de operar del simbólico patliarcal. por un lado; mostrar un proyecto utópico feminista orientado hacia la destrucción de ese orden simbólico patriarcal con el fin de inaugurar un orden alternativo, por otra parte; y, en tercer lugar, motivar la conversación sobre este tema del orden simbólico masculino. En Deleuze, más que en Lacan, cuyo simbólico asume el rasgo de un «esencialismo psíquico» (JO J, halla Braidotti una conceptualización de lo simbólico, como proceso dinámico de prácticas significantes donde se entreteje lo lingüístico y lo social [51 J, mucho más propicia para el desarrollo y la formulación de su programa feminista. En otros \'arios y abundantes textos -de alguno de ellos hemos dado anteriormente cuenta-, Butler discute el concepto laca ni ano de lo simbólico, Junto con Gayle Rubin [52J, observa en Lacan consecuencias totalizadoras, desconectadas de lo social, en su formulación de lo simbólico, donde lo simbólico parece indicar algo dentro de una supuesta naturaleza de la estructura cerebral como sede del lenguaje, Lo simbólico tiene que ver con la estructura del lenguaje posibilitadora de la emergencia del sujeto hablantc, y d(' la condición de lo inteligible, en el marco de la diferencia sexuaL lo que conlleva qu(' el lenguaje y la diferencia sexual son coextensivos, Se torna imposible adquirir una posición en el lenguaje al margen de la dife[jO] Feo",; p. 103; FAOX, p. 1'2. [51] Feo",'. p. 102;
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p. 62.
[52] Hase, ST, pp. ji-15.
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rencia sexual, fuera del mo\imiento que establece los lugares de la madre y del padre así como la prohibición del incesto, determinando rígidamente ese sistema de parentesco. Rubin y Butler subrayan esta problemática de un sistema que establece la diferencia sexual como diferenciación primaria sin la que no es posible adquirir capacidad lingüística alguna. Ocurríría, desde la perspecti\'a lacaniana, que si los humanos fuésemos hermafroditas o estmiéramos dotados para una asexual reproducción, careceríamos de lenguaje. De ahí que el feminismo elaborado a partir de Lacan no estime el valor de lo social y desatienda la íntima implicación de las estructuras psíquicas con las estructuras sociales. No todas las cuestiones problemáticas se reducen para Butler, sin embargo, a la asunción del marco lacaniano. Aunque el pensamienro de Deleuze sea más dinámico en su conceptualización de lo simbólico, en su intercambio comunicativo con Braidotti no deja de ser contundente al afirmar: ;\le pregunto si lo simbólico está destinado a operar de esa forma, vale decir, como un conjunto de estructuras y dinámicas reguladoras que ponen un límite a lo que puede y no puede ser elegido. ¿Quién, por ejemplo, es el autor que decide estas cuestiones y por qué la autoría misma está decidida de antemano precisamente por este funcionamiento simbólico? Pienso que lo simbólico designa el carácter idealizado del poder regulador y que ese poder debe situarse y criticarse, en última instancia, dentro de una concepción intensificada de lo social. Se trata, pues, de una clara diferencia entre nosotras [53]. De la exposición y comentario de este debate entre el paradigma del género y el de la diferencia sexual, del cruce de preguntas y respuestas entre Butler y Braidotti, no perseguimos, sin embaqo, poder dar por concluida la tensión del conflicto, ahora o en un futuro. Lo contrarío es más bien lo acertado. La polémica es el núcleo mismo de la productividad del pensa-
[53J FCG.\; p. 102; FAOX p. 62.
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miento feminista. Reconocer y apoy
3.2. Ante el paradigma de La diferencia sexual En su ensayo «The End of Sexual Differenceh> [54] Butler vuelve a referirse a los planteamientos de Braidotti y a retomar el análisis de la dificultad encerrada en los términos que necesitamos usar. El feminismo, en sus diferentes versiones, no entiende unánimemente el concepto de igualdad como una defensa de que mujere~ y hombres son intercambiables . .Nociones como las de igualdad,justicia, libertad, no son unÍvocas y hacen compleja una formulación de carácter internacional de significado plenamente compartido. La cuestión, y es cuestión subrayable, es que continúa el debate sobre qué es una mujer, cómo se define la categoría y quién la define. Este es un problema no resuelto y de ahí su interés y su potencialidad productiva para Butler. Porque el feminismo no puede proceder postulando un conjunto de premi::;a~ Lomo punto de partida \ como fundamento para la confc
[51] DG, «¿El fin de la diferencia sexuaP)), pp. 247-287; CG. «Thc End of Sexual Difference?», pp. 174-203. ESle' lcxlO se publicó por primera vez en forma dislinta en l\lisha Ka\-ka and Elizabeth Bronfen (eds.i, Fcll/iniJI COl/.requcnces: Theol)"for a .\fU· Cmlu/)", ~C\\' York. Columbia U¡Ü\USily Press. 2001.
de mira de la cntica sus premisas y presupuestos dentro de un irrenunciable marco democrático abierto al conflicto de sus identidades. Ello no supone la renuncia a la activa intervención en el mundo sino comprender que es justamente su vinculación directa con las prácticas sociales y políticas e! motivo de la emergencia de las internas disidencias del feminismo. Buder afirma que «precisamente la resistencia a resolver esta disensión y convertirla en una unidad es lo que mantiene vivo el mOvimiento» [55]. Entendiendo además, y como ya fue comentado, que e! feminismo en cuanto movimiento social no es nunca algo completamente distinto de! feminismo en tanto teona, ya que el mOvimiento guarda siempre relación con actos de teoría y esta, la teona feminista, carecena de contenido sin e! mOvimiento. Perder e! miedo a la cntica interna, aceptar que no hay premisas incuestionables, que los valores no proceden de! silenciamiento de la polémica; así como actuar en el reconocimiento de la complejidad que somos, constituyen claras apuestas del feminismo elaborado y practicado por Butler. En este sentido y en e! contexto concreto de este ensayo, «The End of Sexual Difference?», Butler se ocupa en indagar, de nuevo, en las rela[55] DC, «¿El fin de la diferencia sexuaP", p. 249; CC, «The End of Sexual Dilference?". p. 1i5. Solo desde un fuerte desconocimiento de! pensamiento de Butler se pueden ¿n tender, en nuestra opinión, afirmaciones como las siguientes que se transmiten en nuestro contexto espailol: «Sin duda la crítica de Butler a las identidades labricadas por la sociedad o la cultura cs intercsantc y necesaria para de,pojarnos de falsas \·erdades. Pero una de las mayores insatisfacciones con que nos deja e! pensamiento postmoderno es la falta de análisis prospccti\·o, la carencia de un proyecto. Todo parece empe· zar y acabar en la crítica a la modernidad, a las categorías acuñadas. La postmodernidad no se interesa por las consecuencias teóricas y práccicas de sus propuestas ni por la tran'ccndencia social o política de la teoría. sino que se presenta como suh\'crsión filosófica, como transgresión. :\sí lo hace el at,tque radical de Judith Butlcr contra la noción de sujeto al rechazar tanto las caracterizaciones esencialistas como la noción de género como categoría de análisis» :n\tse, Elena Beltrán, Virginia \Iaquieira, Sih-ia .-\I\·an:z y Cristina Sánchez (eds.I, Feminismos. Depates teóricos contemporáneos, i\Iadrid, Alianza Editorial, Ciencias Sociales, :200 1, pp. 26i -268).
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ciolle~ conflicti\'as obsel\"ablcs entre los conceptos de «diferencia scxual», «género» y «sexualidad», Su interés, lejos de luchar por la \lctoria en e! combate, incide en pensar por qué son tan importantes los términos para aquellas personas que los utilizan y cómo a la vez que abren posibilidades en una dirección cierran otra \'ariedad de caminos \lables, La diferencia sexual es defendida, la mayor parte de las \'cces, como base irrenunciable de la que surge el pensamiento, el lenguaje, el ser de! cuerpo en e! mundo, Incluso lo que contra ella se puede argumentar, se afirma, está ya dependiendo de la diferencia sexual puesto que la diferencia sexual estructura nuestro decir, Buder se pregunta, nos pregunta, si de la diferencia sexual, en un sentido primario, procede toda significación, De Irigaray resalta Buder a este respecto cómo en su Ética de la difermcia sexual considera a la diferencia sexual no como un hecho o como algo dado ni como lo «real» de Lacan, sino como «la cuestión de nuestro tiempo» [56J, marca de la modernidad que inaugura la problemática de' lo irresuelto como la nuestra propia, La diferencia sexual afirmada por Irigaray es, en palabras de Braidotti, «la gran paradoja de nuestro tiempo» [5 7J, Una cuestión que lrigaray se esfuerza en pensar; una cuestión que persiste como así lo indican tanto los argumentos a fa\'or de la diferencia sexual como los que a ella se oponen, En opinión de Butler, en esa afirmación de lrigaray sobre la diferencia sexual, esta no adquiere el carácter de lo fundacional: la diferencia sexual, antes que llegar a configurarse como la base del feminismo, incita la pregunta feminista, la acti\'idad de la interrogarían, Esto explíca la atención prestada a lrigaray porque para Butler los términos deben ser usados, reapropiados, incluso aquellos que en ocasiones han sido instrumentos de exclu-
[5G) DG, «¿El fin de la difncncia sexuaP". p, 251; L'C;. «The End of Sexual Difference?", p, 177, \'éase, Luce lrigaray, Élhique de la diffCrCllcc "CXUI'Iff, Paris, Éditions de ¡",linuit, I ~8+, [57) Rosi Braidoni, «Deleuzc, ética y derechos humanos», entrc\'ista realizada por Amalia E, Fischer P. a Rosi Braidotti, publicada en Rosi Braidotti, Frm il/iJm o, r/¡fiwncia srxlIa(r J/lbje/iridad lIIí/llodr, Barcelona, Gedisa, 200+. p, 22C),
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sión y opresión, pero comprendiendo su apertura en direcciones divergentes, no previsibles de antemano. Cierto que puede ser fuerte el deseo de cerrar esa incertidumbre del futuro provocadora de ansiedad. La actividad que interroga nuestros presupuestos, nuestras com'icciones, es considerada peligrosa pero porque solo se percibe como un impulso hacia la pérdida de nuestras convicciones, no teniendo en cuenta la posibilidad de que ese trabajo dc puesta en cuestión se encamine hacia una re\'italización de los conceptos e ideas en su alejamiento de sus lugares fundacionales. Butler describe ese «miedo a pensar» como un miedo que ha sido moralizado como sig;no de la dctensa de lo político, advirtiendo que en ese sentido la política requiere de una cierta actitud «anti-intelectualista». Negarse a pensar, a volver a pensar las opciones políticas elegidas es, dice Butler, «optar por una posición dogmática al precio tamo de la \ ida como del pensamiento» [58]. Cuestionar el feminismo, inquirir sobre las alteraciones de sus categorías, no es renunciar al feminismo ni al uso de sus términos. Quizá ese terror producido por la interrogación de los términos, terror que asimila la dislocación de los términos con la imposibilidad de su uso y con la puesta en duda de la vida misma, apuma, nos propone Butler, a que términos como «sujeto», «universalidad», son asumidos en un sentido «mamó', bajo la «forma de un imperativo» [59] cuyo incumplimiento es terroríficamente penalizado. Ello explicaría, pero no legitimaría, la paralizante negati\'a a cuestionar los términos en los que se desarrolla la vida. La tendencid, una tf'ndencia fundaciona!ista, del marco político contemporáneo a elaborar una firme base teórica para la acción política, la ejemplifica Butler aquí comentando, no sin cierta ironía, cómo la propuesta metodológica de ciertos estudios queer concluven que mientras el género es el asunto propio [:l8) De. «¿El lin oc la diferencia sexua!?», p. 25h; Sexual Dit[en.:ncc?", p. 130, [59) DG, ,,¿El lin ,le la difcn:ncia ,e:"'tla!?», p, 2;j(); Sexual DifTerence)", p, 18 1.
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ele! feminismo, el sexo y la sexualidad es el tema de análisis de los estudios lésbicos y gays. Género y sexualidad no deben confundirse, según se propone desde esos mo\-imientos teóricos y pulíticos. \ sin embargo, nos cuenta Buder, en tOno claramente crítico, que en 199.') ::y en la actualidad continúa en la misma línea intensificándola aún más [60]) el Vaticano propuso que la plataforma subre la condición de las mujeres de las organizaciones no gubernamentales de las ;\iaciones L'nidas (Unifed ..lI,alions .Yon-GovenzamenlaL Organizaliolls) debía condenar el término «género» con d argumento de que esa noción es un código para la homosexualidad [61]. Para el Vaticano es el término «sexo» el que se debe emplear como da para asegurar la conexión entre feminidad y maternidad y como medio de mostrar la naturalidad )' la di\ -inidad de ese orden necesario de los sexos. De hecho, algunos estados miembros de la ONU, dominados por las tesis del Vaticano pretendieron eliminar la palabra «género» para substituirla por «sexo» en sus disposiciones preparatorias del encuentro de 1995 en Beijing. Con razón y con acierto, otros miembros del comité reaccionaron afirmando que las tesis de la Iglesia Católica eran insul-
[GO] Es de dominio público que en las declaraciones del alío 2004 del \·aticano. el entonces cardenal Joseph Ratzinger, encargado dentro de la Cim::regarión ¡Jara /a doctrina dr IflJr de' redactar el documento «Carta a los obi,pos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo», condenó al feminismo radical y a la ideología de género con el argumento de que desconsidera la nalUral diferencia de sexo alentando la idea de la posibilidad de la elección del género y porque equipara la homosexualidad con la heterosexualidad incitando hacia una sexualidad polimorfa. Para Ratzinger es ese feminismo radical el culpable de la lucha de sexos \. el responsable de la desestructuración de la familia natural, esto cs. la unidad compuesta de padre y madre. Lo intncsame. por otra pane, de este conjunto de despropósitos de caráC"ter dogmático moralizante al estilo más tradicional y reaccionario, es que re\'ela la importancia de la teoria y de la práctica feminista como instrumentos capaces de una ef(;c!i\'a transforma,ión ,acial. ~o de otro modo se explica el afán del Vaticano por adoctrinar sobre la naturaleza del hombre, de la mujer y sobre el único modo natural de su relación. [61] DC. «¿El fin de la diferencia sexual?», p. 257: CC. «The End of Sexual DifTácnce!», p. 181,
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tan tes, que su finalidad era in\'l~rtir los logros conseguidos por las mujeres intimidándolas y bloqueando todo progreso futuro. Se oponían a que las mujeres volvieran a ser consideradas bajo la tradicional lógica de «la biología es el destino» que las confina y las reduce a sus «características sexuales fisicas)) [62]. Reclamaban en contra del Vaticano la reafirmación del uso del término género. Por lo tanto, en esta polémica señalada en torno a la noción de género se observa cómo, paradójicamente, «género)) es tomada, en un caso, como palabra que sostiene a la homosexualidad y, en otros casos, en los estudios lésbicos y gays, «género)) es considerada como palabra opuesta a homosexualidad. Además, ocurre también que desde dentro de la teoría feminista, en algunas de sus versiones y como se ha dicho más arriba, se desprecia la categoría de género como signo de cualidades construidas y variables al tiempo que se defiende el concepto de diferencia sexual en tanto que este concepto sí remite a diferencias fundamentales. De acuerdo con el análisis de Butler, son dos movimientos políticos, si bien opuestos en muchas direcciones, los que rechazan el término género. Para el Vaticano género se vincula con homosexualidad al potenciar la idea de que la homosexualidad es un género más, que ser homosexual es no ser ya ni mujer ni hombre, como si la persona homosexual renunciara a su sexo de adscripción. De ahí que la homosexualidad sea conceptualizada como una proliferación de géneros. Este es el miedo del Vaticano. Junto al género masculino y al femenino se situarían la lesbiana, el homosexual, transexual, etc. El sexo reproductivo, el mandato de la necesidad de la heterosexualidad, perdería su lugar de privilegio en favor de las sexualidades. Los estudios queer que mantienen la división metodológica entre teoría queer y feminismo, por su parte, participan de la presunción de que la sexualidad excede y desplaza al género proyectando la utopía de una vida posible más allá del género. Sin embargo, se hace evidente que mientras que el Vaticano rechaza al género [62J DC, «¿El fin de la diferencia sexual?». p. 238; CC, «Thc Ene! 01' Sexual Diffcrcnce?», p. 182.
par" yol\"(T al sexo la teoría qucn se mueve no hacia el sexo sino hacia la sexualidad. El \ 'aticano. no queriendo la ~cparacióll entre sexo y sexualidad que pone en peligro el supuesto de la naturalidad de la reproducción se opone al género y a la teoría qua}". Y la negatiya al género de la teoría qua! es, a la ilwcrsa, porque es la base del feminismo y de su presunto asiento en la hetC'wsexualidad. Pero tampoco se puede dejar de considerar el hecho de que el término «género», también en Estados l~nidos, es en ocasiones aplicado, como indicador de meras características culturalmrnte construidas, al margen del feminismo y dc· su dimensión política. En programas de estudios de género, algunos de ellos desarrollados asimismo en la Europa del Este, el género adquiere legitimidad académica eludiendo la polémica feminista. e na única y cerrada definición de género no es suficiente. Esto aprendemos del dC'bate apuntado. Lo importante para Butler de este conflicto de perspecti,·as e interpretaciones es la puesta en ('\'idencia de la habilidad del término, de los términos, para deslizarse de modo múltiple y dinámico a tra,·és del ámbito de lo público y de la cultura. La problematización del género por la que aboga reiteradamente Burler se inserta en este marco de:' intelección de la tarca del feminismo. La complejidad de la tensión prm·ocada por la polisémica categoría «génC'ro» se '·c acrecentada aún más cuando, como ya se observó con anteriOl;dad, se atiende a la teoría que opone al concepto de gl'nero el de diferencia sexual. .-\hí, frente al significado de género como construcción social de la feminidad y de la masculinidad se alza el ,"alor simbólico de la diferencia sexual y la especificidad de lo femenino en el terreno político. Junto a Braidoni, Butler menciona denrro de esta crítica al género efectuada por el modelo de la diferencia sexual a ::\aomi Schor y Elizabeth Grosz. sin por ello pretender agotar la enumeración de teóricas que se reconocen en esta línea de pensamiento. Pero qué sea la diferencia sexual no es un asunto de fácil y sencilla resolución. Burler insiste en que si no es una simple facticidad, si es algo psíquico es también algo social y de ui1a manera que:' todavía no está articulada. Esta es la cuestión de
nuevo subrayada por Butler. Las estructuras psíquicas están conectadas con la dinámica del poder social. La diferencia sexual trae a escena la dificultad de delimitar el principio y el final, las lindes y fronteras, de aquello denominado como lo biológico, lo psíquico, lo discursivo, lo social. Braidotti niega la reducción de la diferencia sexual a lo biológico, a lo cultural, a lo social. Entonces, nos interroga Butler, cabe preguntar sobre dónde se asienta la base ontológica de la diferencia sexual. Tal vez sea que la diferencia sexual permanentemente dificulta su determinación, que en parte sea dada y en parte construida, ambas cosas. Si ello es así, la diferencia sexual plantea una cuestion, no una respuesta, la cuestión de la relación de lo biológico con lo cultural y con lo social como tensión que reclama no su resolución sino ser pensada y repensada. Productivo para el feminismo, antes que decidir en qué consiste la diferencia sexual, es dejar abierta e ¡rresuelta en su problematización la pregunta sobre la diferencia sexual. De este modo se posibilita, en el presente y para el futuro, rearticulaciones de la categoría en direcciones de consecuencias ni naturales ni necesarias para la organización social de la sexualidad. En su libro lHetamorphoses [63] Braidotti, nos dice Butler, argumenta sobre la necesidad de poner límites a las transformaciones del cuerpo. No en todas las direcciones están legitimadas, desde un punto de vista ético, político y feminista, las modificaciones corporales y, por tanto, la aplicación del desarrollo tecnológico. Aquellas que trabajan por desdibl0ar o superar la diferencia sexual, que pretenden ir más allá de la diferencia corporal, son las rechazadas por Braidotti sobre la base de que se acomodan al «falogocentrismo» reistaurando el dominio de lo masculino e impidiendo la presencia del simbólico específico femenino. El cuerpo y la diferencia son para Braidotti las condiciones y el instrumento de la transformación y sin ellos la alteración de la norma no puede acontecer. Cierto [63] Rosi Braidotti, .HetamOlJihoses: Tou:ards a .lIa/erialist Theo~)' rif Beco/lling, Cambridge ,England'l, Polit;., Prcss, 2002 traducción óstdlana: '\felalllotjv,ú. Hacia l/na ¡poria maten'alista del deu71ir. ~ladrid, Akal, 200ji,
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que Braidotli, en contra de algunas opiniones críticas con las teorías pOSlestructuralistas en lantO reclaman la necesidad de un sl~ieto unitario para la tarea de la transformación, sostiene la capacidad de transformación en un sujeto concebido deleuzianamcnte, pero también psicoanalíticamente, de modo múltiple y móyil, siendo esta una de sus aportaciones principales de su trabaju filosófico. Sobre la multiplicidad se eb'a la voluntad afirmati\'a y ahí reside no su negación sino la potencia para la acción del ~ujl'to. La interacción de la.-; fucr:cas múltiples es generadora de nuevas posibilidades de vida. Pero el punto de \ista adoptddo por Braidotti afirma que parte de estas fuerzas de capacidad transformadora y que trabajan a trm'és de significados corporales son inconscientes, que el sujeto no es pura consciencia, en el sentido de que algo hay que precediéndome me constituye como yo. Que la diferencia sexual produce al sujeto quiere decir en Braidotti, según Butler, que el sujeto es un cuerpo afectado por otros cuerpos. Solo desde el cuerpo, entonces, se puede dar la transformación porque los procesos corporales, procesos que son especificados en términos de diferencia sexual, son las condiciones de posibilidad de la transformación. La diferencia sexual pensada por Braidotti «es el nombre para un simbólico futuro que viene a valorar lo no-uno como la condición de la \ ida misma» [64]. Ambas autoras feministas, Braidotti y Butlel~ son incluidas dentro del marco feminista postestructuralista. Aunque ciertas posiciones son coincidentes en una y en otra. no por ello dejan de enfrentarse en otros aspr:ctos, como ac¡uÍ se vienc mostrando, porque sus fuentes de referencia y sus problemáticas pri\ilegiadas son distintas. Butler se esfuerza por reflexionar sobre estas facetas de ~us respectivas divergencias, mas como camino para cnriquccer el debate feminista. Reconoce que su propia teoría incorpora la dimensión de la falta, el trabajo de la negación en sentido hegeliano: por ello se ocupa de la melancolía, r64] DG. «¿El fin de la diferencia sexua]?». p. 2i5 (he modificado en parte la traducción castellana;; CG, «The End of Sexual DilTerencc'», p. 1~·t.
del duelo, de la culpa, el terror, y dirige su pensamiento hacia cuestiones relativas a la vida, a la posibilidad de \·ida, y a la diversas formas de violencia social. Analiza el sufrimiento, el dolor, la pérdida de aquellas personas, por ejemplo, que se ven obligadas a emigrar o que son expulsadas de sus casas, países. Braidotti, por su parte, se centra más fundamentalmente en conceptos como el de afirmación y transformación. Se propone pensar la dificil cuestión de la transformación desde la afirmación. ~o se trata de que rechace el ~ufrimiento sino dl' que lo considera un lugar posible para la instauración de nuevas posibilidades, un sitio para la afirmación transformadora. Esta forma de lectura propiciada por el texto de Braidotti retiene el interés de Butler quien valora su capacidad para contrarrestar el pesimismo de ciertas teorías que proclaman que nuestras vidas son efectos del trabajo tramposo de los procesos sociales. También subraya Buder la potencia de Braidotti para proponer formas de agencia inspiradas en la dinámica de la multiplicidad, distintas a las «falogocéntricas» dominantes negadoras del cuerpo y de la diferencia sexual. Pero, entre Butler y Braidotti hay, no obstante, puntos de desacuerdo que el aprecio butleriano por la riqueza producti\'a del encuentro crítico no quiere dejar de analizar. La diferencia sexual es, con insistencia, el tema de la polémica. Para Butler no querer ajustarse al marco de la diferencia sexual no supone sin más la adopción de una perspectiva devaluada sobre lo femenino ni, menos aún, el giro hacia una actitud misógina. La búsqueda de la proliferación de la feminidad en múltiples direcciones, que subscribe asimismo Braidotti, no tiene por qué someterse necesariamente al horizonte de la diferencia sexual en su conceptualización binaria. Butler nos pregunta si no será posible desplazar la categoría de diferencia sexual fuera de la constricción del binarismo y en favor de la multiplicidad. Este es el trabajo esforzado perseguido por Buder a lo largo de su obra: quebrar la estrechez impositiva de consecuencias violentas y opresivas, incluso negadoras de \ida, de la ley imperati\·a, que reclama coherencia;: estabilidad, de la dualidad de sexos-géneros. Y esta es, en nuestra opinión, una meta realmen.
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te \'aliosa para el fEminismo, para lo humano. ~lujeres amando él mujeres; mujeres que sin renunciar a la feminidad no se acomodan a la categoría mujer si no es a través de la permutación de la categoría; mujeres cuyo deseo (como el deseo butdz) indica no solo participación en el deseo de las mujeres y de lo femenino, también juega con la masculinidad, con una masculinidad no fundada en los hombres, como se ejemplifica en los estudios de Judith Halberstam sobre Fcll1ale J1asculini{y [65], sobre masculinidades encarnadas en cuerpo~ de mujeres que no pueden ser simplemente entendida~ como una consecuencia dd repudio de lo femenino, que, por el contrario, exigen ser pensadas como una mutación posible de lo frmenino y de lo masculino no reductibles a la lógica «falogocéntrica». La masculinidad puede emcrger en cuerpos de mujeres porque lo masculino y lo femenino no pertenecen en exclusiva a cuerpos diferentemente sexuados. El lenguaje de la diferencia sexual no es suficiente. La constitución del cuerpo obedece a una multiplicidad de fuerzas. No se justifica que esa multiplicidad también perseguida, por otra parte, por Braidotti quede recluida en el marco binario de la diferencia sexual. Si la diferencia, dice Butler, «no es un código para la normati\idad heterosexual, entonces seguramente necesita ser articulada para que la diferencia sea entendida como lo que desorganiza la coherencia de toda postulación de identidad» [66]. Estas cuestiones, los diferentes caminos de apropiación del deseo y del género, no deben dejar de ser cruciales centros de interés de la teoría feminista si lucha por abrir espacios más liberadores para la~ mujrres, para los hombres y sus relacione" mutuas \" si, asimismo, persigue extender el concepto de lo humano para posihilitar la vida de aquellas personas que sic:¡do expulsadas dc la carcgoría no halbn C(ll)ijo para Ilc\'c;r z:
[55] Judith Halberstam, Fi:nwk Jfasrulilli!J; Durhan and Londoll, Dukc Cni\'ersity Press, 1998. [55] DG, «¿El fin de la direrencia sexua!?", p. 286 (he modificado en par[r la traducciún castellana'!: ['G. «The End of Sexual DiITerence?". pp. 202-203.
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efecto sus vidas. El feminismo de Braidotti ofrece variados elementos producti\"oS para la tarea de la transformación social. Butler los ha especificado con acierto. Sin embargo, aquí coincidimos con la filósofa norteamericana en replicar las limitaciones del marco conceptual de la diferencia sexual. Es la problematización del género en su atravesamiento con el deseo y las sexualidades practicada por Butler con una fuerza y una inteligencia inigualada, por el momento, por ninguna otra teoría de nuestros días, la que sin duda valoramos como la más potente acción capaz del logro de una transformación social de alcance extensivo a la pluralidad de fluidas identidades presentes en la sociedad contemporánea.
3.3. Haciendo)' deshaciendo el género (intersexualidad y transexualidad) En una línea que no concuerda con la tesis de Braidotti deslegitimadora de las transformaciones orgánicas que confunden los límites corporales de la diferencia sexual, Butler analiza en varios ensayos contenidos en Undoing Gender la compleja y debatida cuestión de la intersexualidad y de la transexualidad. Desde Butler, y no desde Braidotti, es desde donde la reflexión serena sobre la problemática implicada en tales asunciones de identirlad puede motivar un cambio fructífero del concepto de lo humano y del campo de lo social que sea capaz de hacer viviblc la vida también de aquellas personas que no tienen cabida dentro del esquema dicotómico de la diferencia sexual. Si los sexos -y los géneros- son dos, solo dos, bien distintos, ¿cómo concebir y reconocer una vida humana en el individuo intersexo? El género no es un asunto meramente personal y que nos afecte de manera exclusivamente indi\·idual. Es el marco social, colectivo y común, el que da sentido y significado a eso que llamamos identidad de género. Ahí llegamos a ser; obtenemos, o no, legibilidad y reconocimiento '1 desde ahí nos autorreconocemos o nos convertimos en irreconocibles para nosotros mIsmos.
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[67] DG, «Acruar conccrtadamentc». pp. 13-14; UG, «Acting in Concen», p. l. A estas cuestiones me he referido con anterioridad en mi texto, «Haciendo y deshaciendo el género». Riff RaJf Re;:ista de Pellsamien/I!)' Cultura, n," 30, 2." época, il1\ierno de 2006, pp, H9-164. [(;8J D(,', «:\ctuar concenacJamcme», p. 17: [·G, «Aning in Concert", p, +
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debe seguir siendo disputada pero la identidad de género es un concepto más extenso que no solo se refiere a mujeres y hombres sino también a indiúdllos que viven en un cruce de identidad: transgéneros, transexuales, intersexo. Estas personas son objeto de violencia de género. En esta intelección del género reside -aquí también se comprueba- una clara virtualidad del pensamiento de Butler. Una cierta tensión se observa entre el mo\"imiento intersexo y el transexual, por una parte, y la teoría queer, por otra, si entendemos que lo queer se posiciona en contra de toda categona de identidad -lo que tampoco está tan claro ya que fundamentalmente lo rechazado por lo queer es la determinación de la identidad en función de un criterio anatómico esencialista-. No obstante, se da una más importante unión entre los tres grupos: se oponen unánimemente a la asignación de una identidad no querida. También coinciden en su oposición a la homofobia con independencia de cuál sea la orientación y la práctica sexual. Cabe pensar, además, que el deseo transexual no tiene por qué ser un deseo por ajustarse a categorías estables de identidad; puede ser, y lo es en el caso de algunas personas transexuales, un deseo por vivir la identidad como una actividad de transformación. En el centro de estos movimientos y teonas está el concepto de lo humano, mas no como cuestión abstracta sino como categoría en la que la ",ida y la muerte se forjan. La peculiar, tremendamente inteligente, mirada de Butler, retiene esta idea y nos la ofrece hilvanando argumentos persuasivos. Contra esa versión de lo humano que requiere morfologías ideales constrictivas de los cuerpos que no admitiendo indeterminaciones de sexo prescriben violentas intervenciones quirúrgicas, se dirigen los mo\ imientos intersexo afirmando que tales personas forman parte de un continuo de lo humano y que sus vidas pueden desarrollarse sin la mediación im·asi\"a de las instituciones médicas. El modelo normati\"o de la coherencia de género no reconoce como humanos a esos cuerpos. Esa prescripción social de coherencia de género también patologiza a las personas que manifiestan deseos de vivir bajo otro género o
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que simplemente manifiestan comportamientos asignados al gh1lTO al que se dice que no pertenecen. «Disforia de género» es el nomhre de ese presunto trastorno psicológico que supuestamente padecen. Butlcr, sin embargo, sin dejar de c:jercer la crítica contra las implicaciones conceptuales y las cons<.:cuencias ,itales de tales diagnósticos muestra fina sensihilidad :lJlle la urgente necesidad para muchas personas de recibir un diagnóstico de enfermedad mental. Solo hajo ese rótulo patologizador esos indi,iduos, en las presentes circunstancias legales, pueden llevar a caho su deseo de un cambio médico y legal de sexo. La autodeterminación solo esposihle dentro del horizonte de un contexto social que posibilite el ejercicio de la agencia, lo que muestra la complejidad del concepto de autonomía. Y lo que muestra cómo la capacidad de acción individual está Íntimamente unida a la critica social. La meta, claro está, es pensar cómo reorganizar el mundo para que esos procesos de patologización, de afiladas aristas y de ambivalentes resultados, no fueran las condiciones requeridas socialmente para lograr la satisfacción de los deseos. La n:larión crítica con las normas del género y la sexualidad tiene un amplio alcance en el pensamiento de Butler. Las normas otorgan reconocimiento, pero para otras personas, para las que no se acogen a sus criterios, las normas dictan su abyección, la ilegitimidad de sus formas de ,ida. ASÍ, Butler se refiere también aquÍ, en «Acting in Caneen» al hecho de que la regulación del matrimonio para individuos homosexuales supone una manera de lucha contra la homofobia pero si este, el del matrimonio, llega a ser el camino exclusivo para dotar de valor social a las relaciones sexuales, y a los ,ínculos afectivos, y para estahlecer los término, de la familia y el parentesco, entonces, como decíamos, esta ley ampliada del matrimonio estará desligitimando a los intercambios sexuales y a los afectos de las personas que ,iven fuera de la unión matrimonial. Para tales personas las condiciones de ,i,·a quedan muy restringidas. Las normas actúan en una doble dirección: en una positi,·a, dando apoyo a un grupo de individuos, y en otra negatiya, no dando cobijo a otro conjunto de individuos. Esto sei'iala que
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en un sentido ético la universalización tiene un límite, porque son muchos los modos de 'vida y las dinámicas de! deseo. De ahí que no sea la propuesta de Butler ofrecer legislaciones para imponer su autoridad a todas y a cada una de las 'vidas. La critica a las normas debe atender a los contextos y preguntarse por la manera en que las normas facilitan las posibilidades de vida o, por e! contrario, por e! modo en que implican muerte social v literal. Dentro de esta preocupación de Butler por el hacer y el deshacer del género, el feminismo ocupa un lugar estimable. En su opinión los mOvimientos intersexo, transexuales y qlleer utilizan conceptos y categorias feministas. Efectivamente, Butler amplia la noción de género y la de 'violencia de género, no reduciendo la discriminación de género a la experimentada por las mujeres, aunque tampoco la desconsidera. La fobia contra los cuerpos es lo que debe ser pensado. Ello une al feminismo con los movimientos qlleer, intersexo, transgénero y transexuales. Únicamente es una versión del feminismo la que afirma en tono critico que una apropiación de la diferencia sexual es lo que llevan a efecto los mO'vimientos transo El género, en Butler, es una categoria histórica y performativa que trabaja de modos múltiples y temporales. Si se reduce el género a masculinidad y feminidad no se logra comprender la transexualidad y la violencia que padecen las personas transgenerizadas. Desear ser hombre no se explica por un rechazo, sin más, de la feminidad, como tampoco es acertado suponer que todo cuerpo de mujer posee, como si fuera una propiedad innata de su cuerpo, la feminidad. En_ función de esta última idea se ha cuestionado el paso de hombre a mujer por ser conceptualizado como una indebida usurpación de una feminidad perteneciente por derecho natural y en exclusiva a los cuerpos de mujer. En la obra de Butler el género se comprende como una vía cultural de configuración elel cuerpo ahierta siempre a un proceso de hacer y rehacer. También anatomía y sexo son elementos significados dentro de un campo cultural, y esto lo ha hecho evidente asimismo el discurso intersexo. Atribuir feminidad a un determinado cuerpo y masculinidad a otro es un ¡ C.\I'I ITI.O \"1
mecanismo normativo usado por la cultura para producir el gé:llero de acuerdo con un reducido y reduccioni~ta esquema binario. Sin duda, e! esperma y el óvulo son necesarios para la reproducción y en tal sentido forman parte de lo humano pero de ahí no se sigue, especifica Butler, que esa diferencia sea más fundamental que otras diferencias sociales como las económicas o raciales. La im'csLÍgación sobre las nuevas tecnologías reproductivas ha sido objeto de análisis del feminismo y del pensamiento sobre el género y sobre el concepto de lo humano en general. Sectores feministas, como sabemos, consideran que esas tecnologias son negativas en tanto las interpretan como instrumentos patriarcales para eliminar el cuerpo materno y, por tanto, la diferencia sexual. Sin embargo, ese feminismo no debería desatender cómo a muchas mujeres las tecnologías las han dotado de una mayor autonomía. Además, ese tipo de feminismo que considera primaria la diferencia sexual naturaliza la reproducción heterosexual. Los mO\,imientos intersexo y trans que aplauden las tecnologías, y también los movimientos antihomofóbicos, disienten de los puntos de \·ista dd feminismo de la diferencia sexual. Desde otro ángulo, cabe advertir que las feministas defensoras de las tecnologías no pueden oh·idar reflexionar sobre factores problemáticos como la posibilidad de elección del sexo y de la raza. En definiti\'a, la cuestión es que la tecnología es un lugar de poder mediante el cual lo humano se produce una y otra vez. De ahí que lo importante sea no dejar de pensar en las implicaciones para lo humano y para la \ida de esas suposiciones sobre el dimorfismo sexual y corporal y del uso de las tecnologia~. Buder resalta en este sentido cómo mientras para un grupo de personas transexuales la tecnología aplicada a la producción de cambios corporales es básica para lograr su sentido de! yo, el feminismo de la diferencia sexual considera en peligro lo humano a causa de unas tecnologías que pueden lograr reducir lo humano a un producto tecnológico. El concepto de \ ida, de modo similar, también es divergente en los distintos discursos. El feminismo que lucha en contra
de la interrupción del embarazo ha tomado el término \ida en favor de todo embrión. Mas esta perspectiva está limitando las posibilidades de vida, la libertad y la autonomía, de muchas mujeres, porque libenad y autonomía requieren, para ser efectivas, del apoyo social y legal. Los términos vida y humano, por lo demás, no son equivalentes desde que la vida, el rango de los seres que viven, excede la vida humana. Así, el concepto «\ida» pone en relación lo humano con lo no humano y la vida humana no puede dejar de estar implicada con aquella \.ida que está fuera de lo humano. La imagen del cyborg a la que se refiere Butler en este punto [69] pone el acento en la dependencia de lo humano, de la vida humana, respecto de la tecnologia. Ante esta indagación problematizadora del concepto de lo humano que nos ofrece, Butler hace explícito que con ella no pretende en absoluto un retorno al humanismo. A lo largo del desarrollo de su pensamiento, en sus diversas obras, nos ha ido mostrando reiteradamente cómo su posicionamiento postestructuralista le conduce a una crítica de las tesis humanistas, por esencialistas, ahistóricas y autoritarias, y a una defensa de la capacidad de acción individual -aunque no entendida como absolutamente libre, autónoma e independiente del mapa de poder social- que está siempre implicada en una tarea de revisión transformadora de las normas sociales y culturales en cuyo contexto emerge, como producto, el sujeto humano, y que son las que a la vez que abren unas posibilidades de vida están realizando un ejercicio de exclusión y de rechazo de otros modos de vida. Los ejercicios de poder que efectuamos en nombre de la categoría de lo humano es lo que debe ser examinado y desde una perspectiva que entiende lo humano como una categoría histórica que se crea y que se consolida en el tiempo y que pri\.ilegia a un grupo en detrimento de los otros; pero que también entiende que la categoría no es exhausti\'a, que no atrapa defi-
[69] DG, «Actuar concrrtadamcntc», p. 29; UG, «Acting in Coneert»,
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nitiyamentc lo humano y que, por ello mismo, puede ser contestada desele, precisamente. aquella yicla que ha sido marginada por la categoría, y sus dinámicas de poder, pero que es capaz de hablar en su nombre para dar lu~ar a nue\·2.S y futuras rearticulaciones de lo humano. La exclamación de Franrz Fanon «un negro no es un homhre» [701 ejemplifica para Buder, por un laelo. el hecho de que' el concepto de lo humano ha pri\'ile2iado a la masculinidad blanca -yen este sentido e! negro ha sido feminizado y deshumanizado-, ); por otro lado, que el excluido no está por completo aniquilado y que con su afirmación es capaz de abrir la categoría en una dirección diferente. y aquí Butler nos remite a cómo lo humano debe ser rearticulado para dar cabida a paisajes sociales y psíquicos modificados como esos que dibujan las nue\'as relaciones de parentesco, la5' uniones matrimoniales entre homosexuales, las tecnologías rcproducü\'as y de cambio de sexo. Vidas infantiles nacen bajo condiciones afecti\·as. psicológicas y sociales nue\·as. l\luchos psicoanalistas asumen que es imprescindible para el desarrollo psíquico del individuo e! nacer y vivir en el seno de la diferencia sexual. la de una pareja heterosexual progenitora. Con ello se está considerando amenazante para la infancia y para la cultura a las parejas no reproductoras, homosexuales o heterosexuales, las uniones afecti\'as no sujetas al matrimonio. la~ tecnologías reproductivas. Sin embargo, este es solo un uso del psicoanálisis y uno desde luego no muy producti\·o. Butler subraya -porque en efecto no hay por qué malllencr fUa la idea de que solo hay una estructura psíquica habitable, \i\'ible, posible- que de lo que se trata es de reconceptualizar lo humano para que aloje a nue\'as topografias psíquicas que pudieran deri\'arse de las nuevas relaciones de afectos y sus condiciones sociales así como de! uso de las tecnologías. (70J DG, "Anuar eoneertadamClllt», p, ::!~: ['G, «:\cting in Coneen». p, 13. Buder remirc a la obra de Frantz Fanon. Blnrk Ski". r Iflilc .\Jas/:s, !\c\\ York. GrOl'c, 1%7,
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El psicoanálisis, por otro lado -y la obra de Butler ha seguido insistentemente este rastro-, también sirve para comprender el fallo de la sexualidad a la hora de adaptarse a las normas establecidas que pretenden regularla en esquemas rígidos. La sexualidad no queda completamente controlada por las normas; se desplaza, gira y es capaz de oponerse a las normas, pero tampoco esto significa que sea natural, salvaje y libre porque actúa, incluso en su actuar subversivo, a partir de un campo de constricciones. y, sobre todo, el psicoanálisis es útil para incidir en que una parte de nosotros mismos y de nuestra relación con los demás nos es desconocida y que este desconocimiento -el ser otro para mí mismo- funciona como condición de nuestra existencia. En nuestra constitución trabajan unas normas que no imponemos nosotros. Esos afectos y deseos que consideramos como absolutamente propios están conducidos a ese lugar por esas normas que, nacidas de la sociabilidad, nos preceden y sobrepasan y que nos envuelv'en en una densa red de afirmaciones ontológicas y de dilemas epistemológicos. De una fuente que no nos pertenece completamente procede el género que somos y la sexualidad que practicamos y que no tienen por qué adecuarse coherentemente el uno a la otra. De ahí que Butler plantee que el género deshace a ese yo que se supone que es el que sostiene al género [71]. y esta operación de deshacer forma parte del significado del yo que no es algo ontológicamente dado, ftio y cerrado. La sexualidad tampoco nos pertenece con el valor del atributo incuestionable. Es la sexualidad, aun cuando la viva como mía, un significado que al surgir y al ser animado desde otro ámbito dirige al yo hacia su
[71J DC, «Actuar concenadamente», pp. 33-3-!; CC, «Acting in Coneen», p. 16: «¿O resulta que el "yo» que debería soportar su género se deshace al estar siendo un género, que el género siempre proúenc de una fuente que está en otra parte y que está dirigida hacia algo que está más allá de mí. constilUid0 en una socialidad cuya autoría no es totalmente mía? Si éste es el caso, entonces el género deshace el «yo» que se supone que es o qUl' lle\'a el género. veste deshacer es parte del mismo sigúificado y de la compremibilidad de este "yo"».
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despnsesiól1. ;\.fj g~nero, mi sexualidad, mis afirmaciones me remiten hacia un otro, unos otros anteriores a mí mismo que quiebran la idea de que el yo, mi yo, me pertenece a mí, prO\-iene de mí. Pero esto, exclama Butler, no anuncia la imposibilidad de realizar una afirmación de carácter político sino que subraya que tales afirmaciones tienen una extensión mayor que la rcIati"a a la persona singular que la formula. Teniendo ante la vista este objetivo central del pensamiento de Burler, la reflexión crítica sobre la categoría de lo humano -en la que género, deseo, sexualidad, cuerpo, integran aspectos fundamentales- y el análisis de los ~jercicios de poder, dramáticos en ocasiones, que en su nombre se efectúan: y teniendo en cuenta además su concepción histórica y performati,'a de las categorías con las que producimos y organizamos vidas reconocibles e inteligibles al tiempo que llevamos a otras vidas hacia el límite de lo que ya no es una vida vivible, no perdiendo la referencia de tales consideraciones, estaremos en mejores condiciones para comprender que es al conjunto de los individuos, a todas y a todos -a las normas que nos configuran en una vulnerabilidad constitutiva hacia el contexto afectivo, social, cultural de nuestra emergencia como sujetos, a quienes interrogan esas historias de ,,-ida concretas de personas intersexo y transexuales o transgéneros. Sus problemas son nuestros problemas y porque son nuestros problemas son sus problemas. «Doing Justice to Someone: Sex Reassignment and .Allegories of Transsexuality» [72] es un ensayo de Undoing Gcnder que indaga en lo que Foucaulr llamara políticas de verdad, en las leyes que gobiernan nuestra intrligibilidact y que delimitan de antemano los caminos que orde'nan el mundo y que le dan leg'itimidad en tanto lo consideramos como lo real. Estos
[72] DC, «Hacerle justicia a alguien: la reasignación de sexo y las alegorias de la transexualidad», pp, 89-112; r..;e, «Doing Justice lO Someone: Sex Reassignment and AlIegories of TranssexualilY», pp. 57-74. Este ensayo se publicó en una \'ersión antrrior en eLO; A ]ournal oJ Ca)' and úsbian Stl/dies, \'01. 7,11." 4,2001.
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regímenes de verdad delinean aquello que puedo llegar a ser de acuerdo con unos significados dados con anterioridad sobre lo que cuenta y no cuenta como humano. Dentro de esta lógica algunas personas se enfrentan con la problemática cuestión de que empiezan a llegar a ser aquello para lo que no hay espacio en el interior de un determinado criterio de verdad. Estas personas muestran la urgencia de la pregunta por la articulación entre las normas de inteligibilidad y el concepto de lo humano. Y esto, qué normas deciden lo que reconocemos como humano, es, para Butler, una cuestión que tiene que ver con la justicia. La coherencia de género es una de estas normas, y tanto por sostener lo estimado socialmente como humano cuanto porque en el aspecto íntimo y psicológico es cauce para el reconocimiento, o no reconocimiento, de nosotros mismos, de nuestros sentimientos y deseos, de nuestrO cuerpo y de nuestro género. El no reconocimiento de nuestro género es, así, un no reconocimiento de nosotros mismos como personas. Butler aúna aquí la fuerza de sus argumentos teóricos con el análisis de la eJo.."periencia de \ida de una persona concreta [73]. A Brenda/David Reimer le fue asignado al nacer el sexo masculino. Aconteció que a los ocho meses de edad como resultado de una, en principio, sencilla operación (una circuncisión) sus genitales resultaron dañados en exceso. Tras un año de des[73] Butler anota el listado de documentos que le sirven de base para su análisis: un artículo escrito por el endocrinólogo :\Iilton Diamond 'i por Keith Sigmundsen, «Se X Reassignment at Binh: A Long-Term Re,iew and Clinieal Implications», en Archives oJ Pediatrics and Adolescent Jledicille, n."' 151, :\larch 1997, pp. 298-30+; el libro de John Colapinto, As }¡"ature .Hade Him: The Boy H"!1O Hás Raised lIS a Cid, 1\"C\\' York, Harper-Collins, 2000, y su texto «The [rue Sto!)' of John/Joan», RoLling StOI/e, December 11, 1999; diversas publicaciones de John Mone)', como el libro escrito con Richard Grcen, Tramsexualism and .)eX Reassig'lmenl. Baltimore,Johns HopkillS Uni\'ersity Prcss, 1969; y los comentarios criticos de Suzanne Kesslcr, Lessol/Jjimn [he lll/mexed. New Brunswick, 01. J., Rutgers Univcrsity Press, 2000, y de Anne FaustoSterling, Sexing /he Body: Cender Poli/ics and /he Construction oJ Sexuali~v, op. cit. En el contexto español el caso Brenda/David [ue dado a conocer públicamente ~n la prensa con oClsión de la muerte de Da\id Rcimer en mayo de 2004 y a la edad de 38 años.
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concierto de los padres, y a consecuencia de un programa de tcleúsión en el que el doctor John }'Joney defendía que un nii10 podía ser socializado y \ iúr sin problemas en un género diferente al asignado al nacer, esras decidieron explicar al médico el caso de David. Aceptaron el consejo de que David fuera adaptado a ser una chica en el Gender ldenti?;' Institule (Instituto de la Id{'//Iidad de Gé71l'rn) de ;vloney. a trm'é~ de la cirugía, tratamiento médico y sobre todo mediante instrucción psicológica y social. David fue desde entonces llamado Brenda. Entre los ocho y nueve años de edad, Brenda mostró deseos de adquirir juguetes tales como armas bélicas. Poco más tarde, entre los nueve y once ailos, empezó a rechazar autocomprenderse como chica. Un episodio singular sucedió en aquel tiempo. Brenda se comportaba al orinar como si tuviera pene. Compañeras del colegio que le vieron en tal actitud reaccionaron violentamente, afirmando que le matarían si persistía en su conducta. Butler en su texto «La cuestión de la transformación social», donde alude a esta misma escena, nos interrogaba significativamente: «Debemos preguntarnos acerca de esta amenaza de violencia. ¿De dónde proviene? ¿Qué es tan «terrible» para las niñas que al ver este acto les inspira amenazar con \-iolencia y muerte? ¿Y cuál es su objetivo? ¿Y cómo se podría transformar?» [7+]. Butler es potente en sus preguntas. Sus preguntas inciden en e! núcleo del problema. Brenda intenta asumir su nue\'o género que le imponfn las normas y que no termina nunca de cumplir. Claro, se podrá decir, el desplazamiento obligado y \'iolento de! género masculino al femenino no es lo esperable, no es lo que las normas habitualmcnte prcscriben y de ahí la dificultad de esa \-ida concreta. En un caso como este se hace clara la violencia de las normas. Pero las interrogaciones de Butler no tienen, aquí, en su texto «La cuestión de la transformación social». al Lomporta-
[74) CTS, p. 19. Este pa'ajc citado no se incluye en la versión inglesa de O', [
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miento del niño-niña ,David/Brenda) como objeto directo sino al de las niñas-niñas. Ellas muestran inequívocas actitudes de violencia hacia el otr%tra diferente y, sin embargo, ellas no se ven sumergidas en un proceso de modificación de género. Entonces, serán la propias normas de género, que desde el principio se afanan en prescribirles la categoría de lo femenino, las que activan su amenaza. Lo «terrible» para ellas es el enfrentar de modo contundente la arbitrariedad, inestabilidad e ineficacia de las normas que Brenda visibiliza. Brenda les acerca la idea de que ellas están comprometidas, por imperativo de las normas, a la realización de un ideal imposible. El vértigo, el desconcierto, el miedo que esta comprobación les supone intentan contrarrestarlo con la eliminación de esa vida extrañamente calificable. Buscan con el acto violento no saber, ocultar su propia fragilidad esencial en la vana esperanza de que el acatamiento de la norma es posible y de que llevarlo a efecto les dotará de una vida segura; y en la rígida creencia de que el incumplimiento de las normas equivale a una condena de muerte. La violencia muestra la pretensión de restaurar el fingido orden de la norma que clice que hay modos inteligibles y modos no inteligibles, no humanos, de ser, y muestra al mismo tiempo la decisión de rechazar la posibilidad de pensar el mundo y lo humano de otro modo, de un modo no sujeto a la idea de lo necesario, natural e inconmovible. En lugar de no reconocer nuestra ignorancia afirmando que ya nos conocemos y que conocemos al otr%tra, deberíamos aceptar nuestro no saber, nuestro desconocimiento de lo que define lo humano y de su devenir futuro; esto abriría el espacio para la respuesta no \iolenta capaz de iniciar el camino de la transformación. Aceptar el reto que Butler nos propone es fundamental porque la violencia de las normas de género nos afecta a todas las personas, como \1ctimas y como verdugos. Butler nos pregunta: ¿Qli'~'
podría significar aprender a vivir en la ansiedad de ese desafio, sentir que desaparece la segurídad del propio anclaje epistemológico y ontológico, pero querer que lo humano se
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com'it'rt<1 en algo mús de lo gUl' tradicionalmente s<: ha asumido que dcb<: ser:' Esto significa que debemos aprender él V"i"ir, y aceptar, la d<:strucción y rearticulación de lo humano en nombre dl' un mundo más abierto y, en último término, menos "iolento, a no saber de antemano qUt forma precisa toma y tomar,í nuestra humanidad, a estar abierta~ a sus permutaciones en nombre de la no-,'iolencia [75J.
El equipo psiquiátrico que superYisaba a Brcnda-y volvemos de nuevo al ensayo «Doing Justice to Someone: Sex Reassignment and Allegories of Transsexuality»-, ante los deseos de Brenda por la autocomprensión masculina, le propuso la ingesta de estrógenos para intensificar su feminidad, Ella rechazó el tratamiento así como se opuso a la solución que 1\10ne)' le ofrecía de construirle una \'agina con la que según el doctor podría incluso hasta llegar a engendrar, Las técnicas de Money incluían también la puesta en escena de simulacros de actividades coitales que Brenda y su hermano gemelo eran impelidos a representar. Para. complicar más la situación, los psiquiaLras del hospital de la localidad donde Brenda vivía intervinieron opinando que había sido un error reasignarle a David el sexo femenino. Brenda (lc<::ptó modificar su sexo y comenzó a los 14 años a \ivir como un chico, bajo el nombre de Da\id. El falo que se le construyó entonces solo le acercaba algunas de sus funciones habituales y le ocasionó la inmersión en la ambivalencia de las normas de género, La polémica Se difi.ll1dió en los medios de comunicación [76]. Money aseveraba que el trabajo hecho con Brcnda
[75] CTS, p. 20. Tampoco t"Sll' fra¡:[mrnlo se inclu\"(' el1 la \'er~ión inglesa de CG. [76] El lexro de Butler da cuellla con detalle del carácter ele esta polémica y de su desarrollo. Alli Icemos, por ejemplo, que !\atalie Angier informó en el ,"'eu'lor/; Times: I +de marzo de 1997) de la historia de David como una narración que refutaba la tcoria de ~loney. También leemos que !\1ilton Diamond defendió que la masculinidad reside en la presencia del cromosoma Y, a la \'cz quc también dcfl'lldió que como la mayuría de los intersexo presentan tal cru-
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había sido un éxito, de acuerdo con su tesis favorable al construccionismo social. Y que ahí se mostraba la maleabilidad del género, de lo femenino y de lo masculino, así como el valor primario de la socialización en la producción de la identidad de género. Críticos de las tesis de Money, comoJohn Colapinto , ~Iilton Diamond, aprovecharon la transformación de Brenda en David para insistir en la idea de que el género es una necesaria verdad interior que reside ~n los genitales, en la anatomía y en lo biológico, y que ningún proceso de socialización puede alterar. De este modo, la vida, el sufrimiento de una persona, se convirtió en un expediente para la formulación de tesis y contratesis sobre la identidad de género, lo que no dejó tampoco de revertir en la emisión de juicios sobre el feminismo, particularmente por parte de los críticos a las propuestas de Money quienes, como Colapinto, aprovecharon
mosoma deberian ser asignados al sexo varón y no al de mujer como suele ser lo habitual sobre la base de que construir una vagina es más sencillo que construir un falo. Contra esta tesis se manifestó Cheryl Chase, fundadora y directora de la Sociedad Intersexo de Norteamérica. Anne Fausto-Sterling mantiene que el género es un tipo de identidad compleja cuya relación con la anatomía no es en absoluto sencilla. En consonancia con ella, Chase considera que aunque a los individuos se les ha de a~ignar un sexo con e! fin de que se integren en la sociedad, esto no justifica que se les deba someter a procesos violentos para ajustar sus cuerpos a la imagen social de! género 'i para con ello fortalecer la idea de que el género se asienta en la anatomía. Se trata de que cuando estos indi\iduos intersexo maduren puedan elegir su sexo y su género y puedan decidir si se someten o no a tratamientos. Lo cuestionable es esa mutilación de los cuerpos que muy a menudo padecen los intersexo, incluso sin conocimiento de sus padres, y que se defiencle con el paradójico argumento de que así alcanzan un «aspecto normal» [DG, "Hacerle justicia a alguien: la reasignación de sexo y las alegorias de la transexualidad», p. 97; [JG, «DoingJustice to Someone: Sex Reassignrnent and Allegories of Transsexuality», p. 63. Butler cita e! texto de Che!)'l Chase, «Hermaphrodites with Artitude: :'Iapping the Emergcnce of Intersex Political Activism». GLO; A ]oumal G,!), ami úsbian SllldieJ, vol. ·t, n." 2, Spring 1998, pp. 189-211. Este texto se ha traducido al castellano, véase «Hermafroditas con actitud: cartografiando la emergencia de! acti"ismo político intersexual», en Grupo de Trabajo Queer led.), El de del mal es heterosexual. Fi¡;lIraciones. moámienlos)' /mirticas feministas ,!/leer, Madrid. Traficantes de sueños, 2005, pp. 87-108.
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para de'cir que la afirm:lción de que el comportamiento femenino y masculino puede ser alterado había dado apoyo de un modo indebido a las demandas de liberación de las mujeres. El mO\·imiento intersexo por su parte pone ante la \ista a tra\"és del caso David/Brenda la brutalidad de las tecnologías no queridas libremente. Sobre' todo este debate, el análisis de Butler resalta cómo en su transcurso se hace presente el problema que implican las tecnologías en el contexto de la intersexualidad y de la transexualidad. Aunque David/Brenda ni es intersexo ni transexual, es el lugar donde convergen las discusiones sobre la aplicación de las tecnologías al sexo. Aquello que está en el centro de la cuestión eS el concf'ptO de lo humano; la pregunta sobre qué cuerpo es concebible como humano y qué cuerpo no lo es. El trabajo es para Butler el pensar un mundo en el que esas personas de caraCLeres sexuales mixtOs pudieran ser reconocidas, y reconocerse a sí mismas, sin necesidad de tener que ajustar sus cuerpos, deseos y comportamientos a las normas de coherencia de género, a esa versión social imperame del género que habla de que el dimorfismo de género es requisito pre\"Ío para el desarrollo de lo humano. Incli\.iduos existen que \i\'en en el intcrsticio de los géneros mostrando que el binarismo de género es arbitrario y no necesario, que no es el úruco modo de ser y de \-ida posible. Además, también desde ciertas tendencias del mO\-imiento transexual se pone' el acento en la critica al dimorfismo de género al definirse el género como ejercicio mismo de transformación, cumo un proceso que no culmina, que no está dentro de un campo binario. Enfocando con más detalle la historia de \'ida de David/Brenda, Butler encuentra ahí significativos elememos para una reflexión sobre la transexualidad. Cuando Brenda quiere ser chico no podemos afirmar que ello se deba a la fuerza del cromosoma \~ Más bien Brenda/Da,-id se mue\'e en el contexto de la transformación transexual al ingerir hormonas y al someterse a la producción de un falo. Desde la perspectiva médica se da la paradoja de que los endocrinos aplauden esta transformación, que requiere de la
tccnologia, en nombre de la naturaleza ~orque, dicen, David ha nacido hombre); con ello esa reivindicada naturaleza es tal que se haya necesitada de la tecnología, rsto es, de lo no natural. Mientras que Money. de modo inverso pero igualmente paradójico, prescribe la transformación de David en Brenda en nombre de la normalización. La supuesta maleabilidad del género es violentamente impuesta. Para Butler ocurre, y esto es lo más interesante, que la historia de David no proporciona evidencias ni en un sentido ni en otro, ni en el del esencialismo de género ni en el del construccionismo social [77]. Hay que leerla de otro modo. Leída desde la teoría del género de Butler, los resultados son bie-n diftrentrs y mucho más productivos. Se trata de poner en claro el marco disciplinario que motiva el autoendendimiento de Brenda/David y el conjunto de las afirmaciones que atraviesan todo este complejo proceso. Es el horizonte normativo el que proporciona el criterio de inteligibilidad por el que David se autointerpreta y por el que desde los diversos discursos su humanidad es cuestionada o, por el contrario, aceptada. Esa supuesta verdad del género de David se inserta en un contexto en el que Brenda/David es supervisado desde su infancia por un equipo médico y psiquiátrico que le instruía en los comportamientos de género y en las actividades sexuales. Todo un dispositivo de conocimiento se pone en funcionamiento. y, sin embargo, parece no tenerse en cuenta a la hora de calibrar las respuestas de David a las preguntas que indagan sobre sus sentimientos verdaderos de género. Un ideal normativo se impuso a Brenda/David, a su sexo, a sus sentimientos, a su [77] En DG, «Hacerle justicia a alguien: la reasignación de sexo y las ale.!Sorias de la transexualidad», p. 10 1; CG, «Doin.!S Justicc to Someone: Sex Reassignment and A.llc.!S0ries of Transsexuali~'», p. 66. Butlcr afirma a este respecto: «Hay maneras de defender la construcción social que no tienen ninguna relación con el proyecto de :\Ioney, pero éste no es ahora mi objetivo. y sin duda hay formas de recurrir a los determinantes genéticos que no conducen al mismo tipo de conclusiones inter..encionistas a las que llegan Diamond y Sigmundsen. Pero éste tampoco es precisamente el terna que quiero tratar».
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cuerpo. Así la pregunta sobre si esa persona es o no !'uiicienlcml'lltt' femenina se c:ncuadra dentro de ese modelo regulatiyo que se esfuerza, repetiti\·amentc. por obtener, a toda costa. el cumplimiento de la norma y por institucionalizar el poder de realización de la norma. En las revisiones del caso que se han efectuado en los último~ ailus. se ha prestado atención a la propia narración de Da\·id. como si ella re\'Clara la autenticidad de su género. Butler afirma querer hacerjusticia a Da\id. Y en esta dirección considera crucial analizar con cuidado, con sumo cuidado, las palabras con las que Da\id se describe a sí mismo y las palabras con las que Da\id es presentado -en este y en otros textos, y aquellas c¡ue fueron las grabadas y las publicadas-; porque las palabras, y las palabras que son las elegidas y las subrayadas, acercan solo una parte de la persona; son fragmentos de una persona. Hacer justicia a David es tener en cuenta las palabras con las que se autocomprende; son palabras que él formula. Pero también hay que retener que son palabras que ya están ahí, en un contexto lingüístico normativo, antes de que él las utilice, si bien el camino de su habla no tiene por qué ser el camino exacto de un habla anterior. Comenta Da\id en una entre\ista [78] que desde muy pronto sintió ser diferente incluso de lo que él suponía ser. De acuerdo con Buder, ahí se manifiesta que Da\id conoce las normas de género, y en particular la norma femenina, y que considera que ha fracasado en su cumplimiento. Las normas son externas y en función de ellas se crean unas expectati\'as que ejercen presión sobre David. Además, están los sentimientos que recorren a David y que él considera divergentes con las normas prescritas para el género femenino. Su sentir no es entonces completamente atrapado por las normas pero ese su sentirse un ser extraii.o no deja de estar vinculado, e inducido, por el conjunto de significados que las normas le transmiten y [78J DG. «Hacerle justicia a alguien: la reasignación de sexo y las alegorías de la transexualidad», p. 104: CC;, «Doing Justice ro SOOleone: Sex Reassignll1cnt and Allegorics of Transscxualir\'». p. 69.
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que le abren la posibilidad incluso de verse a sí mismo, en este caso, como un individuo aberrante, como un individuo contra el que las normas trabajan pero que es producido por esta operación de las normas. Cuando Brenda/David, por ejemplo, dice no gustarle tal tipo de ropas (las supuestamente femeninas), o preferir juguetes diferentes a los que le proporcionan, y cuando a partir de ello concluye que su género no es el femenino, sin duda está juzgándose a sí misma/ o dentro de un marco normativo que une un modo de vestir y unos ciertos juguetes a un género específico. Solo dentro de un contexto normativo determinado las ropas y los juguetes pueden funcionar como e"idencias de pertenencia a un género concreto. De lo contrario, las preferencias de esa clase expresadas por una persona indican nada más que cuestiones relativas aljuego y al atuendo. Si para David, y para los expertos que lo "igilan, esos son elementos significativos es porque sobre él se ha instalado una fuerte presión normativa provocadora de una gran ansiedad de género. El análisis de Butler acentúa de este modo que la cuestión no es que haya un género verdadero que se debe descubrir -o que se ha de sentir-- sino que lo que se ha de destacar es el marco normativo y el trabajo de ese marco en el proceso de la identidad de género. La persona que busca modificar quinírgicamente su género experimenta la necesidad de recurrir a posiciones esencialistas de género porque de otro modo no es fácil convencer a los especialistas para que la operen. Comenta en este sentido Butler, cómo en San Francisco existen personas que enseñan narrativas escncialistas de género a quienes desean transformar médicamente su género. De importante interés es que en el caso de David se observa no solo la imposición de las normas sino un cuestionamiento de las normas de género. Él elige tener un falo pero él no admite que su ser persona se reduzca a esa parte del cuerpo que ha adquirido. Piensa sobre sí mismo algo más que lo que piensan los otros. Vivir su deseo implica, desde su perspecti\"a, una modificación de su anatomía y, no obstante, es algo mucho más complejo. Butler afirma que «Da\-id no rambia una norma de
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g¿'nem por otra, no exactamente» [79]. Su distancia de lo que la;; ~v,:-:-na~ dicen que es lo humano cognoscible e5 la energia en la que halla el valor de sí mismo y lo que le capacita para no autoc:cmccbirse como un ser fracasado por completo. El hueco entre la norma y su autocomprensión es el espacio de donde procede su fuerza para dotarse de \·alor. DieLo de otro modo, la humanidad de Da\id emerge desde ese "u 'ier no completamente categorizable, no sencillamente reconocible; desde esa su crítica a las normas. David ofrece una posibilidad de ser que excede la norma aceptada que confiere inteligibilidad. Sin embargo, Butltr \ueh-e a precisar que no está defendiendo la tesis humanista de la existencia de un núcleo fuerte de la persona que queda salvaguardado de las constricciones del sexo y del género: que no está defendiendo la idea de que el yo está más allá del discurso. ÉL Da\'id, soca\"a las políticas de \"Crdad de la norma de la sexología. Concibe una forma de amar y de ser amado que aquellos no entienden porque no se acopla a la norma establecida. Da\'id está en relación con la norma pero no la cumple del todo. Pone en riesgo su reconocimiento como sujeto. Lo que significa, para Butler, no que David ocupa otro mundo sino qil<" Da\'id, estando entre la norma ;su fallo, irrumpe en el límite de la inteligibilidad proporcionándonos una visión sobre los caminos, variables, en los que las normas circundan lo humano. Da\id nos cuestiona aquello que pensamos que conocemos: la condición de lo humano. ¿Cuál es el problema -nos interroga Butler- que llevó
[79] DG'. «Hacerle justicia a alguien: la reasig-nación de sexo y las alegorías de la transexualidad", p. 109 (he modificado ligeramente la traducción castellana'!: CG', «OoingJusticc to Somcone: Sex Reassignment and :\Ikgorics of Transsexuality», p. 72. [80J DG', «Hacerle justicia a alguien: la rcasignación de sexo y las alegorías de la transcxualidad". p. 112; UG', «Doing Justice to Someollc: Sex Rcassig-nmem and Alkgories of Transscxualit:"». p. /-l.
En [-ndoing Gender otro ensayo más se dedica al ejercicio del pensamiento crítico a partir de la transexualidad y su decir ,obre la noción de lo humano: «Undiagnosing Gender» [81]. Que las transiciones de género. no son una exclusiva cuestión de' dección libre y autónoma en tanto que se requiere de una justificación médica; que los diagnósticos exigidos para los tratamientos y para las intervenciones quirúrgic'as conllevan la patologización de la persona, son cuestiones que, aludidas en la Introducción (<
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[81] De;, «De~diagnosticar el género», pp. 113-1 +8; «Undiagnosing Gendcr», pp. 75-10 l. Este ensayo está también publicado en Paisley Currah ). Shannon :'[interec!s .. , 7'an.rgrndcr Rights: Cu Itll re. Polities flnd Lm., Y[inneapolis, Cni\"ersity of y[innesota Press, 200+.
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se malentiende el campo de la sexualidad y del génc-
[() y asÍ, por ejemplo, no se puede comprender lo que ella deno-
mina cruces queer en la heterosexualidad [82]: como el de un hombre heterosexual íeminizado que ama a una mujer femenina dándose de este modo la ocasión para el establecimiento de una relación entre chicas; o como cuando una mujer masculina quiere a un hombre que es para ella un chico y una chica a la vez. En la homosexualidad acontecen similares cruces: mujeres butclz amándose según el modelo de homosexualidad masculina. y la bisexualidad tampoco puede ser pensada como un lado femenino que desea a un objeto masculino y un lado masculino que desea a un objeto femenino. Tanto la heterosexualidad como la homosexualidad están sujetas a cruces semcjanres. Permitir fl reconncimiento de la habitabilidad de esta disyunción entre identidad de género y orientación sexual, y visualizar la diversidad de los caminos "ivibles del deseo, es, sin duda, un claro e importante logro de la teoria del género de Butler. La apuesta por comprender la ,ida como un Llegar a Set, como un proceso de cambio)' movimiento en el que determinadas circunstancias te ofrecen posibilidades de vida, para tu propia vida, en las que no habías pensado antes, es una cnnstante en la reflexión butleriana. En coherencia con dlo, Butkr indaga en 10< <'1Spcctos problemáticos de ese empeúo en fijar de modo rigido los si¡!nifirados de \"ida aceptable. Sostener que las normas son cambiables, que una persona como tú podria vivir como trans en comunidades transexuales, con experiencias de género modificables, suele conllevar una acusación de enfermedad sobre la ba~e de que todo el mundo conoce y acepta las normas de género y sobre el supuesto de que la identidad de género es permanente, coherente y estable. El Llegar a S('l" defendido por ButIer queda bajo e<;a ópticd dramáticamente congelado.
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Pensar maneras en las que esas vidas en transformación sean reconocibles y afirmadas es la larea, pero mientras tanto el diagnóstico, a pesar de la violencia que implica --'----y que tiene que ver también con no poder acceder a la custodia de hijas e hijos; con no tener empleo o casa-, no puede sin más ser eliminado porque para muchas personas es la yia para lograr sus desws. Butler dice: «no hay duda de que lo mejor sena vivir en un mundo donde no existiera ese estigma, ni ese diagnóstico, pero no vivimos aún en tal mundo» [83]. Personas que sufren bajo el diagnóstico, personas corrientes, se preocupan, no obstante, por las consccUl'ncias ele la anulación del diagnóstico dado que no pueden ellas pagarse los tratamientos y las operaClones. Quizá sería recomendable, mientras tanto, valorar el diagnóstico solo como un instrumento de uso estratégico, con el fin de suspender la carga de enfermedad mental que sobre los individuos arroja. Desde este ángulo, ha sido propuesto que el diagnóstico sea asunto meramente médico y no psiquiátrico o psicológico, de modo similar a cuando alguien asiste a una consulta médica para que le operen los pechos. Sin embargo, no parece fácil que los médicos no hagan funcionar criterios de salud mental porque la mayor parte de los discursos médicos -y los psicológicos, así como las instituciones financieras y legales- hacen recaer sobre las transgresiones de género una profunda duda sobre la normalidad psíquica de quienes las practican. Además, quienes emplean estratégicamente el diagnóstico tienen que aprender a utilizar, bajo la promesa del cambio, un Icng;uajc CJue no es el suyo y que dice cosas que no son la.;; que querrían (krir. Estar a favor o en contra del diagnóstico tiene que ver, según Butler, con la noción de autonomía que se adopte. Así, la opo~ición al diagnóstico suele partir de un punto de \ista, sobre la autonomía, individualista, pero entonces queda pendiente
[83) DG, «Dcsdiagnostior el género», p. 131 'hemos modificado ligeramente la traducción castellana!; L'G, "Cndiagnosing Gender», p, 88,
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quién debe costear un proceso de cambio que ha sido concebido como expresión de una libertad pri\'ada; y la defensa del diagnóstico se apoya en la idea de que la libertad concreta no se puede ejercer sin el suelo de una~ condiciones materiales y sociales, En otros casos, se apoya con whemencia el diagnóstico con el fin de consolidar la estabilidad de la familia heterosexual y de e\'itar la homosexualidad a través de la potenciación de figuras identitarias fuertes acordes con las normas de masculinidad v feminidad, ,\utonomÍa y libertad no se dan en Butler sin una protección social y k~al; sus formas específicds requieren de condiciones legales e institucionales y de sus diseños singulares de lo que rige como humano, Que' los individuos transexuales se vean sometidos a unos mecanismos muy restrictivos para cumplir sus deseos revela que su concepto de identidad y su práctica vital están claramente discriminados porque las mujeres, por ejemplo, cuya voluntad es modificar sus pechos no necesitan para ello de ningún tipo de dictamen psicológico. Se sobreentiende en tales casos que esas peticiones de las mujeres, de aumentar o disminuir sus pechos, se acoplan sin quiebra a las normas de género dominantes; sería otro el juicio, por el contrario, si las mujeres quisieran no tener pecho en absoluto. La cuestión clave que aquÍ nos plantea Butler es .por qué es expresión de una elección el que una mujer modifique el volumen de sus' pechos y es indicio de enfermedad el que se incline por una e~tirpación total. En el primer caso, se trata de hábitos y de prácticas, que corrib los de seguir una dieta alimenticia, trabajan en consonancia con el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios buscando que el cuerpo evidencie el sexo correspondiente, Lo material y lo cultural del cuerpo sexuado se entrelazan en "esas prácticas cotidianas indicando que la legi": bilidad sexual del cuerpo requiere tanto de elementos materiales como de signos culturales; ambos, signos materiales y culturales, están imbricados estrechamente, Es desde el interior de una matriz cultural de significación y en referencia a un mundo wcial desde donde se \'ive, se experimenta, el sexo y el género, Por ello, aunque el diagnóstico l c..l..! T
el T~T.\ (.U~IO L"l\A \·ID ..~]
parece estar interesado en saber si un individuo puede V1V1r bajo el otro sexo con independencia de la valoración de las ventajas sociales que podría adquirir con el nuevo género, deslindar e! deseo de ser de! sexo opuesto del poder que -se obtiene socialmente con la transformación no parece posible. El diagnóstico no acaba de entender las fuerzas culturales que alimentan los deseos. El sexo se inserta dentro de un sistema normativo que le da sentido; no es una categoría exclusivamente singular sino que excede toda apropiación personal. Los beneficios sociales que puede aportar el nuevo sexo pueden formar parte de los deseos vitales y Sf'f la oportunidad para la realización de las metas de las personas. Tampoco indaga e! diagnóstico lo que es crucial: si en realidad e! problema de que un individuo no se sienta bien con su sexo asignado no es que está en el sexo equivocado sino que lo inapropiado son las normas de género que presumen la rigidez y solidez del género y que son el motivo del malestar y del sufrimiento. Si hablamos de sexo asignado es porque el sexo no es un sentimiento privado que nos atribuimos a nosotros mismos; está socialmente producido. Entonces, que una chica, por ejemplo, se reconozca bajo un nombre masculinn, practique juegos y vista ropas que las férreas versiones de género atribuyen al masculino, no es sin más un síntoma de un interno desorden de género. Tal vez se trata de un cuestionamiento de la categoria social que le abre líneas de acción y que fortalece su agencia. El sufrimiento, si lo padece esta chica, se debe a que no obtiene el apoyo social para su hacer su género. La presión social, el riesgo, real, de violencia y muerte son desatendidos por el diagnóstico cuya única preocupación es aquello que dice ser el sentir interno de los transo El mismo diagnóstico, además, es una forma de agresión social con su insistencia en la adaptación a las normas de género vigentes. Pero, de nuevo, Butler puntualiza que el diagnóstico otorga, aunque bajo constricción, reconocimiento social y una cierta forma de libertad y que, por tanto, no se puede, por el momento, prescindir por completo de él.
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Esta es la situación parad~iica que: se deriYd de las condiciones socidc~ é.lctuales en las que las normas de género se estructuran en un marco convrncional: el diagnóstico puede a1i\1ar el sufrimiento y el diagnóstico puede intensificar el sufrimiento. La auronomía, en nuestro mundo, es paradójica. En el mO\1miento de hacernos persona dependemos de lo que no somos, de las cO:1diciollcs sociales. «Hasta que las condiciones sociales -afirma Buder- sean radicalmente modificadas. la libertad requiere no libertad y la autonomía está comprometida con la sujeción» [84). Este discurso de Butlel: tomando como o~jeto panicular de análisis la intersexualidad y la transexualidad se dirige. no se debe oh1dar: al conjunto de la sociedad.
[8+] DG, «Desdiagnosticar el género», p. 148 (he modificado ligeramente la ¡¡-aducción castcllana:: CG, "Cndiagnosing Gcndcr", p. lO\.
EPÍLOGO PENSAMIENTO EN PROCESO
L'n nítido hilo conductor dd conjunto de la obra de Butler es su empeñada inteligencia en maximizar las posibilidades de vida; su contundente esfuerzo por ('1 futuro de un mundo donde la realización de la pasión de cada individuo no solo encuentre cobijo sino que sobre todo sea un elemento integral del florecimiento de la vida. Imprescindible resulta para esta tarea, como dejamos dicho al inicio de este trabajo y como ahora esperamos se haya hecho más evidente, un activo y despierto cuestionamiento, reflexivo, con argumentos sólidos, de ese uso llamado común del lenguaje que con tranquilidad presupone que los conceptos -y conceptos tan teórica y vitalmente determinantes como la categoría de lo humano- refieren una realidad en sí e inmediatamente autoevidente. La crítica a ese lenguaje ordinario, la consciente negativa a utilizar los términos en su empleo corri(:ntc, ha contribuidu sin duda a que la teoría de Butkr haya sido calificada de dificil acceso y, por otra parte, a que sobre ella se haya dicho que es abstracta, que no atiende a lo real, que no se ocupa de las cuestiones materiales, sociales, económicas; que ignora los núcleos cruciales donde sr tejen las discriminaciones y las exclusiones viokntJ.s. Sin embargo, una cuidada, detallada y paciente lectura dr sus textos -y únicamente ese tipo de lectura es la adecuada para enfrentar los pensamientos filosóficos relevantes- nos ha mostrado, eso nos hemos propuesto, que son tales réplicas las que
[El'il.()(;O
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subre\'udan i¡"'11orando la complejidad d(' su dis('ur~o. no queriendo arries~ar la entrada en la densa riqueza, teórica y práctica, ele una eSCl;tura que al interrogar los conceptos habitualmellte dados lOmo ya cumcnsuados prO\'oca una reúsión de aquello que tomamos por nuestro ser y hacer más propio y seguro. 1\1artha ~ussbaum, filósofa y teórica feminista, con \-irulencia ha cnfr('ntado las propuestas -no bien entendidas- ele Butler. En particular ha sido conocido el texto ele :\ussbaum titulado «The ProfCssor al' Parad)"» [1J. En él acusa a BU1..ler de ser una pensadora elitista de feminismo exclusi\'amente académico )" de estilo autoritario. cuyo pensamiemo de tipo simbólico, y que otorga centralidad allengu~e, no puede dar cuenta de la materialidad de la vida ni de la opresión ni dd sufrimiento, ya que no logra conectar con lo que ?\ussbaun llama «la situación real de las mujeres reales». ,'\úade l'\ussbaum que el feminismo de Butler no posibilita la acción pulítica sino que finalmente concluye en un quietismo político que colabora con el mal (eti!) [2]. Ha continuado ~ussbaum con posterioridad a su texto paródi{() valorando negau\'amente la obra de Bullel: En «Ho\,' Should
[1] :\lartha .\"ussbaum, «Thc Professor of Parody: Th<: Hip Dcfcatism of Judith Burlen>. re"ic\\" of Judith BUller, E\rilabk S/I((ell. TII( P~ldli( LiF qf PUi.ar. BodicJ IlIal .\falln and (;mder ]i"(llIb/c, TI/{. \¡.~. RCfiubhr, 220/8 fcbruary 22, 199~rl. pp. 37--15. Onlinc: hllp:/ IInnnnr.com/archi\"C /(J::!99/0:?22<J9/ Ilusbaum02229~).html.
[2] ena muy argumcntada y arcrtada Cl;tira a la interpretación quc rcaliza ;'\ ussbaum de BUllel: resaltando <:Il panicular cómo desde su anclaje cn (,1 fcminismo lilwral y, ]1odclllm 'lliadir. en su cscnciali,mo ari,lOlélico, :\ us,baum comprende erróneamcnte el selllido y el alcance del conccpto ele performali"idad de BUller. puede !el"'rs(' en ~daría Prado Bailarín «¿Qué es el feminismo postcstruclllralista de Juclilh Butler y por qué cSl,in dicirndo cosas tan horribles sobrc t'I? o/J. cil. Cabe deslacar. adcmás. que autoras como Drucilla Corndl realizaron una dcfCnsa de Burlcr en contra del alaquc de :\ussiJaum al que consid<:raban drlllasiado simplista y dcpendiclllc de una mala leclura dc la obra de Burlcr. Yéas<:, en eSl(' scntido, Drucilla ComclL «Lencr in Exchangc aboul ~ussbaum», RClin,· of Judilh Burler. Tllr. \(¡{' Rc/wblic, 220/16 ,April 19, 1999;, pp. 43-44. La contestación de :\"ussbaum a <:,IC escrito de Corndl y a otros lCXtos lambién fa\'orablcs a Bmler sc cncuentra en ~Iartha ~uss]¡aul1l, «Replics lO LCll('I'S aboll! Re\'ie'" of Butlen> .. \ril'
Feminists Criticize One Another?» [3] dirige su ataque al feminismo que es autocritico en tanto considera que la lucha solo debe ser contra el «enemigo». Butlcr discrepa de toda línea de acción que tienda hacia el separatismo y de ahí, en parte, su desacuerdo con el feminismo americano. Asimismo, considera que definir de modo cerrado valores exclusivamente femeninos contribuye a mantener la desigualdad de poder entre los sexos en la sociedad. Para Nussbaum, ante el feminismo, un grupo que ella cataloga como marginado y subordinado, procede sobre todo el comportamiento solidario. Si bien afirma haber dedicado mucho tiempo a leer los textos de Butler, a tenor de sus apreciaciones, más de carácter hiriente que fundadas en argumentaciones minuciosas, no parece que haya sido un esfuerzo suficiente, ya que sus proclamas C\idencian la incomprensión del pensamiento de Butler. El comPOtario de Butler al respecto de la critica de Nussbaum aporta, sin duda, la claw para entenderla. En «Changing the Subject: Judith Butler' s Politics of Radical Resignificatioo» [4], incide precisamente en la idea de que Nussbaum no es una lectora «cuidadosa» como, por el contrario, sí pueden serlo otras autoras, tales como Fraser, que disienten de sus planteamientos. La frustración de Nussbaum ante la obra de Butler obedece a su propósito de realizar afirmaciones fuertes sobre las condiciones de las mujeres, a su negativa a interrogar los términos universales que estima imprescindibles tam-
Repllblic, 220/16 (April 19, 1999'" pp. 43-+5. Por otra parte, una clara muestra de los desacertados pronunciamientos de :\"ussbaum -sobre todo en relación al supuesto ditismo ele w teuría \. a la amencia en ella ele una atención a la materialidad de la \'ida- es el hecho de que la obra de Butlcr tiene tanta influencia y repercusión que ha merecido ser traducida al menus a catorce idiomas y, asimismo. que es mu\" estimada y ";llorada tanto tn contextos <\c\démicos como cxtraacaclémicos" l3] :'lanha :\"ussbaum. "HUI," Shoulcl feminists CriLicize üne .\llotllcr!». AP.eI . Vew.rletlm. Xeu"s/ella on Fmlinism and Philosopl!J~ 5.J'mposillm: llllra-Femilli.rf Critiái/ll and lile ({RuleS of El/ga::'<'/II1'llbJ, Spring :2001. \"olumc OIJ, \"ulllbn ~" Online: http://I-\"w\\".apa. udel.edu/ apa/publications/ nc\\"slettcr~;/\"O()ll:2/ kminism/lO.asp [l] CHS, p. 356"
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hii'n cuandu se trata de disputar las culturas locales en nombre de la «razón». :\ussbaum no quiere saber de diferencia~: no halla aprendizaje en la escucha de los otros discursos . .Ko se plantea la capacidad transformadora de la pregunta por lo que puedan siplificar conccpto~ como el de lo humano. ~o cuestionar aquello que aceptamos desde nuestro contexto lingüístico bmiliar como lu ya conucido conduce. para Budel: a reforzar un sentimiento de seguridad que limita estrechamente nuestro potfncial para la comprensión en caminos más fructíferos tanto de las otras personas como de nosotras, nosotros mismos. En sus trabajos más recientes, la reflexión sobre la \ida, sobre lo humano en la vida, no deja de ser, en absoluto, el eje central. La lucidez de sus análisis se aplica asimismo al acontecer particular de la política contemporánea. también a la que se ha ido rlesarrollando a partir de los sucesos del 11 de septiembre' de 200 l. En Precanous Lije: The Powers of Afourning and T'ioLence [5J, edita un conjunto de ensayos donde dedica su esfuerzo a ofrecer Ulla mirada crítica v certera sobre los elementos - 'y entre ellos destaca la polírica exterior de Estados enidos contra la que Buder desarrolla una minuciosa y contundente réplica- que en las circunstancias actuales hacen la vida invivible para muchos sujetos a los que se expulsa, con violencia, de lo humano y a los que se comierte en seres abyectos. Su rei\'indicación del valor para la vida, para la transformación social, del pensamiento crítico se hace audible con claridad en estos textos en un lenguaje emori\'o y elocuente. La critica es fundamental para ampliar las posibilidades de \ida; y si cabe más todaVÍa en una época como la actual en la que se extienden estrategias para anular el disenso sobre la creencia de que las \'oces discrepantes son nada más que voces enemigas y sobre la idea de que promueven un relati\ismo moral tendente a
[5] PI.. Traducción castellana: Vida prerrrna. El poder del duelo)' UI úúlmcia. Buenos Aires, Barcelona, i\Iéxico, Paidós, 2006. Puede leerse una acertada r('seria de esta ohra en Pablo Pércz l\a\'arro, (~udith Butler, Prccan'ol/J Life. Tlle POim., o( '\¡ol/min,!; (l/ul 1¡o/film'. C/ef!~l"dra. Rr.:úla de Estudios del Géneru)' Teoría Frll/il/l,'/II. L"ni\'ersiclad de La Las:una. n.'· ..L 200:'>. pp. 167-168.
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la inactividad y a la pasividad, cuando no ~e calilican directdmente como enunciados que dITopan y protegen a los actos ele \lolcncia y a las acciones terroristas. Contra esta tesis se posiciona Butler, aquí y a lo largo de toda su obra, indicando cómo la escucha de las otras perspectivas puede contribuir a comprender las situaciones y sucesos que nos rodean. Restringir el debate público implica decidir quién merece ser un sujeto hablante; supone controlar lo que se puede oír, ver, leer, sentir 'i conocer; establecer qué es y qué no es la realidad; delimitar, en fin, qué vidas son valoradas como vidas y qué muertes no cuentan como muertes [6]. La reflexión sobre los motivos que pudieron desencadenar, por ejemplo, los atentados del 1 1 de septiembre de 200 1, nos puede ayudar a reconocer la vulnerahilidad de la existencia y el hecho de la inevitable inrerdependencia de la vida, y podría haber sido una oportunidad para pensar un modo de reducir la \'iokncia desde la apuesta por una comunidad política global; ); sin embargo, quienes optaron por pensar las condiciones económicas, sociales, políticas, en las que tuvieron lugar aquellos ataques, y quienes cuestionaron la política de Estados Unidos en Oriente Medio, fueron censurados entendiéndose sus discursos como exculpatorios de los comportamientos violentos. Sobre ello indaga en su texto «Explanation and Exoneration, or \ Vhat We Can Hear» [7], poniendo el acento en la negatividad de la censura y del ambiente antiintelectual que se difundió como resultado del ataque del lI de septiembre. A esta atmósfera descrita aplica los conceptos psicoanalíticos de duelo y melancolía en el escrito «Violence, ~Iourning, Politics» [8]. La dependencia, la vulnerabilidacl 3nte el otro, ante la otra, son dimensiones de lo humJ.no. La pregunra es, entonces, qué sucede con ese dolor que debe ser acallado, que no es reconocido públicamente, porque resultado de aquellos sucesos fue un estado de mebn-
[6] PL, pp. x....'\.-x..'ü [i] PL, pp. 1-18. Estt: tt:xto apar<'ció primero t:n
TÍleoe)' al/el Erellt, J: +, v fiJe reimpreso en Social Text, n." 72. [8] PL, pp. [9-49. Este ensayo se publicó primero en Studit!s in Gender alld Sexuali!J', +: l.
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eolia nacional que negando d dolor, el dolor de ciertas muertes que l1U pudían ser nümbracla~ ni narradas, propagó más ,iolencia. Las "íctimas ocasionadas por Estados Unidos fueron ,idas deshumanizadas cuyas muertes no eran di~as de ser lloradas. Sobre.: consecuencias concretas de esa concepción de lo humano que produce ,idas no ,i\'ibles, no humanas, trata tambil'l1 ei tcxto «lndcfinitc DClentiol1» [~JJ. en el que.: ~C' aborda d modo en el que indi"iduos detenidos en la prisión de Guantánamo son considerados y tratados como seres que no tienen derechos, que no merecen ninguna protección legal ni política. para los que la tutela de la ky internacional está indefinidamente suspendida. Retomando la teoría del poder de Foucault, y su concepto de gobernabilidad -que indica un entendimiento del poder en sus operaciones difusas y poli"alentes y que actúa sobre la población a tra\"(~~s de instituciones y discursos estatales y no estatales [IOJ-. pone Butler en e,idencia que el Estado Norteamericano usa la ley, que aplica o no aplica a voluntad, como instrumento que reanima la idea de poder soberano, sustituyendo las reglas legales por códigos militares que deciden sobre la ,ida y la muerte. Al conflicto entre Israel y Palestina. en un intento por subravar cómo "idas que no se pueden ,i,ir y muertes que no se pueden llorar son asimismo las de los palestinos bajo la ocupación de Israel, dedica «The Charge of Anti-Semitism: Je,\'s, Israel and the Risks of Public Critique» [11 J. Butler, que fue educada C'n su infancia dentro del sionismo y que se identifica como posrsionista, se posiciona en contra de la política de Estados Unidos sobre el tema del Estado de Israel. Discute en panicular esa asociación difundida por d Presidente de la Cni"ersidad de
rel]
PI.. pp, ,'iO-IOO. En una \Tr,ión m,is reducida estc texlO se puIJliC('¡ anreriorl11t'lllt' en \"irtor Goldberg ('(l. .. J¡ '.< o Free CO/il/lrr: Pcnúl/o! Librrtic,\ a(ter 9/11. :\L'\\" York. R~dD Press. 200:2, También aparcciú en otra \'crsión quc se ¡ituló «Guanranamo Limbo» .. \ {¡¡"!l/, .-\pril l. 2002. En castellano apareció el texto «El modelo Guallt<Ínamo», "IJ, cil. [10] PL. p, X\~ [1 1] PL pp, 10 1-1 27, Es¡e rrahajo se publicó en forma más abre\"iada en LOlldoll Rmác o/ Hoo!;J, .-\ugusl 21. 2U1J3.
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Hdrvard -en septiembre de 2002-, Lawrence Summers, entre crítica a Israd y antisemitismo. Summcrs acusa de antisemitas, cuanto menos en sus efecros, a los discursos que cuestionan la política de Israel, equivocándose, para Butler, en no distinguir entre Israel y los judíos. Enunciado~ de esa clase conllevan una cc:nsura, de consecuencias públicas, que regula lo que puede ser dicho y lo que no puede decirse si no se quiere recibir la carga del estigma del antisemitismo. Butler defiende, porque prohibir el habla, interrumpir el pensamiento crítico, no elimina los prejuicios, que abrir el debate público, libre y sin intimidaciones, sobre la c~tructura política de Israel y Pakstina puede contribuir al cese de la vioIenria [12]. Cna argumentación ~obre el carácter ético y político de su obra es «Precarious Life» [13], el último texto del volumen y el ql\e da el título principal al libro. Considera en él la concepción de la ética de Emmanuel Levinas que nos puede acercar a la comprensión de la precariedad de la \ida y, en definitiva, a la paralización de la violencia. Mantiene Butler que a pesar de que el punto de vista de Levinas es teológico, que el «rostro» del que trata no es exclusivamente el rostro humano, nos puede conducir a una reflexión sobre qué es lo humano, sobre el dolor y el sufrimiento de lo humano, y a un entendimiento de que para admitir al otro, y al otro contra el que luchamos, lo adecuado no es evitar su rostro o convertirlo en signo del mal cuya muerte no merece ser llorada sino mostrar una representación pública de su rostro que no ignore la vulnerabilidad de lo humano y el dolor de la pérdida. Perder la capacidad de llorar la muerte es perder un sentido de la vida que es necesario para la oposición a la violencia [l-l-]. La crítica cultural es importante en el momento actual y su tarea tiene que ser, afirma Butler, hacernos girar hacia lo humano allí «donde no esperamos encontrarlo» [131- En el [12] PL, p. XVII. [13] PI. pp. 128-151. l14] PL, pp. XVIII-XIX. [15] PL, p. 15l.
[Epil.OGO I
proyecto il1lc!c(:tual de la crítica. el disenso, las voces di\'ergenll~ ..,. allles que ser atacadas o degradadas han de se;- e\·J.luadJ.~ en tanto instigan un sentido democrático de lo público. En su texto aún más reciente Giving all Accoulll q/ Gneseif [1 G] , articula, con fuerza, un sentido de la responsabilidad desde su teoría de la formación del sujeto. Un sujeto opaco hasta cieno punto para sí mismo peru que no ignor,¡ su relación con el otro, con el otro concebido singularmente y también con el otro que supone el horizonte normativo donde emerge el sujero y donde surge su posibilidad de crítica. Esa relación con el otro, con la otra. es fuente de su opacidad y es la \'ía abierta para su responsabilidad ética. La op<1cidad del sujeto para sí mismo es la dimensión que sostiene importantes vínculos éticos. En el desarrollo ele esta idea, en diálogo con textos de :\"ietzschc, Adorno, Foucault, Levinas, Laplanche, Butler da respuesta a cómo su teorización del sujeto como no autofundado e incoherente no arruina en absoluto la posibilidad de un dar cuenta de sí mismo baio la óptica de la responsabilidad tanto persúnal como social. La cuestión d(~ lo humano, qué sea aquello que cuenta como humano, en un sentido colectivo y en una dimensión personal: qué caminos de vida y manifestaciones de amor son reconocidos como inteligibles ,. "iúbles: de qué modo este sujeto no absolutamente autónomo ni autosuficiente, esta ,ida vulnerable y precaria puede dirigirse hacia el cultivo de una ética no ,,;olenta. son interrogaciones cruciales en la obra de Butler, en
[1 G] JlIdilh BUllcr, Girin.!!, (m AcwU1/1 l'nivcrsily Prcs~. ~()U.J.
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ENTREVISTA CONjUDITH BUTLER
PRESEi\T:\CrÓl'i
(Eh,ira Burgos) En rl mes de julio de 2006 fue cuando tuvo lugar la entrevista con Judith Butler que presentamos aquí. A María Prado Ballarín le debemos el haber hecho posible este encuentro. Desde el primer momento en que i\JarÍa le escribió a Butler para comentarle nuestro interés en recoger sus opiniones sobre los temas que nos preocupaban y con el objeto de incluir sus respuestas en este libro dedicado monográficamente a su pensamiento, ella, Butler, mostró su absoluta receptividad a nuestra petición. ¡\quella no na la primera vez que :María Prado se dirigía a Butler. \Iaría es en la actualidad y desde julio del 2U05 becaria Fulbright en Estados Unidos. En octubre del 2005 tm'o la oportunidad de conocer a Butler en persona con ocasión de una conferencia que impartió en New York. Desde aquel día, han mantenido un intercambio epistolar en el que Butler ha mostrado todo tipo de facilidades para qUf' María pueda realizar con su apoyo y sobre su filosofía ,m tésis doctoral. :\mbas, María y yo, animadas por nuestra profunda pasión por la oura de Butkr y también por nuestra admiración a ~Ll calidez humana, ('laboramos las preguntas que le planteamos
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('11 cOI1\"ersación oral. ese día 13 de julio, el1 su despacho de ia l-lIi\'crsiclad el\' Califurnia en Dcrkclc\', Allí !lOS recibió haciendo gala de gran generosidad y de un talante sencillo, humilde y cordial. Dedicó paciencia y un serio esfuerzo a responder unas pregumas que con anterioridad no conocía, :\lguna~ de ellas fueron conceptualmente complejas: otras, como se puede comprobar en su lectura, se referían él un contexto cultural. político y ~ocial. el español. que"' no e" ('1 propio y familiar de Butle-r, Aunque nos parecía lógico esperar que no quisiera dar respuesta a todas nuestras cuestiones, Butler, con amabilidad y COIl una actitud siempre cercana, no dejó de aplicar su brillante capacidad intelc-ctual al análisis de' cada una de nue~tras m terrogaclOnes, ~uestra última pregunta, lo sabíamos, dio lugar a una contestación en la que Burlcr remite a unas \~sitas a Europa que en el mome'nto en el que la entre\~sta pueda ser leída ya habrán tenido lugar, Sin embar¡w, dado el carácter \~\"o de lo que es una entre\~sta, y teniendo presente que no se- puede- prever con certeza el tiempo preciso de su publicación, nos ha parecido adecuado recoger íntegramente, sin eliminaciones, el conjunto de su conversación, Queda como un testimonio, sin duda \'alioso, de aquel intercambio comunicati\'o, Con posterioridad, una vez realizada la trascripción de sus respuestas orales, Burler re\'isó el texto escrito de la enl!T\~sta, Ella también en esto mostró esa cuidadosa atención que dedica a aquello que hace, que piensa, El agradecimiento a María por su relación con Butler que ha permitido la realización de esta entrevista, así como por su habilidad en usar la lengua inglesa y por su maestría en la traducción al castellano, no quiero dejar de subrayarlo, Tampoco, claro está, mi agradecimiento, nuestro agradecimiento a Butler quien nos ofreció un encuentro inoh~dable. ,
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(Por María Prado Ballann y Elvira Burgos Díaz)
1. En el ensayo titulado «The Question of Social Transformatiofi» ofreces unas reflexiones sobre tu libro Gender Trouble en las que dices: «tenía dos objetivos en aquel entonces: «el primero era exponer lo que entendía como un heterosexismo generalizado en la tcona feminista; el segundo era un intento por imaginar un mundo en el que aquellas personas que viven a cierta distancia de las normas de género, o que viven en la confusión de las normas de género, put'dan todavía considerarse a sí mismas no solo viviendo vidas vibibles, sino como merecedoras de un cierto tipo de reconocimiento». ¿Qué podrias decirnos sobre los presupuestos heterosexistas presentes en la teoría feminista contemporánea? Reconociendo el hecho de que toda generalización es necesariamente simplificadora, ¿estarías de acuerdo en que tanto el feminismo de la diferencia sexual como la corriente denominada feminismo liberal o humanista todavia tratan de resistir los desafios al marco binario mujerhombre planteados por la teona queer y por las minorías sexuales? ¿Crees que ambas maneras de entender el feminismo asumen que el éxito de su lucha política depende de mantener y proteger un binarismo estable, basado en el modelo jundico opresor-oprimido, y que así ceden a la tentación de inmovilizar a las mujeres ya sea en la posición de eternas víctimas de relaciones de poder asimétricas o como el paradigma de la exclusión (considerándose que todas las demás diferencias excluidas serían, citando a lrigaray, «secundarias»)? Por otra parte, ¿te han mostrado tus conversaciones con Rosi Braidotti que, es posible una versión no heterosexista de la rliferencia se'mal? En este sentido, ¿por qué afirmas que es con ella con quien has tenielo un diálogo más productivo?
J. Butler: no creo que haya una sola escuela denominada «feminismo de la diferencia sexual» y pienso que si se analiza a feministas como, digamos,jacqueline Rose en Gran Bretaiia, la «Escuela (k Milán» en Italia y luego a Rosi Braidotti, o incluso r ¡::'TRF\·I'iT.\ eo'\
Ir'DITH BI'TLER I
a la última l'\aomi Sehor. que era una de las editoras de DlffilClm.l, te das cuenta elo:: que hay distintos puntO' ele \·iSla. Por lo tan tu, no estoy segura de si hablaría de una escuela tal como «feminismo de la diferencia sexual». Con respecto al feminismo igualitario, permitidme decir que no sé exactamente lo que es. En cuanto a si creo que hay toda\'ía un helcrosexismo dominante en la teoría feminista. creo que citrtamente lo hay. ?\fis peocupaciones más recieJ1le~ tienen que ver con el modo en el que se consideran los derechos reproductivos. Cuando las feministas afirman que las mujeres ticnen, o deberían tener, ciertos derechos reproductivos en \-¡rtud de su función reproductora, entendida biológicamente, creo que malinterpretan la institución social de la reproducción. Esto naturaliza la reproducción heterosexual; no nos permite pensar en el parentesco o en la filiación como una relación mantenida entre madres solteras y sus hijos/as, o entre dos hombres)' sus hijos/as, o entre dos mujeres como madres, o entre familias mezcladas o reconstituidas. Lo que me preocupa es que al fundamentar las políticas reproducti"as en una función reproductora naturalizada acabemos idealizando un determinado modelo de maternidad biológica que pertenece a un marco de mujeres heterosexuales. Se trata de un marco heterosexual específico en el que una mujer heterosexual está casada con un hombre y tiene un hijo o una hija en \'Írtud de esa capacidad biológica reproductora. En realidad, las instituciones de la heterosexualidad son más complejas: una mu.ier heterosexual puede formar parte de acuerdos sociales de parentesco muy complejos, con antiguos o actuales compañeros o cónyuges, con hijos o hijas biológicos o adoptados. Idealizar la función reproductora como el fundamento del parentesco no es un punto de ,-¡sta que favorezca especialmente a las personas heterosexuales. Estn no significa que esté en cuntra de todas las demanda, identitarias, especialmente en el caso eJe las mujeres. Tengu claro que determinados grupos sufren discriminación y \-¡olencia, pero tenemos que ser críticos y cuidadosos con respecto a la base sobre la cual empezamos a determinar quiénes son estos
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colecti\·o<;. 010 creo, por ejemplo, que podamos decir que las mujeres sufren de un modo diferente debido a su diferencia biológica. La diferencia biológica no es la causa de la opresión (del mismo modo que no es la «causa» de todas las formas de parentesco y filiación). Es posible que las mujeres sufran cierto tipo de violencia y discriminación, ¿pero podemos realmente, aunque solo sea analíticamente, distinguir esa discriminación y violencia de la persecución que padecen las minan as sexuales? Yo creo que no podemos. Ni siquiera estoy segura de que podamos separarla de un análisis de la violencia racista, dado que muchas mujeres maltratadas son en realidad mujeres de color. De modo que si tomamos la categona «mujeres» y queremos afirmar que ellas sufren violencia o discriminación de un modo específico o dikrencial, debemos eliminar la dimensión racial de la categoria IV con ello a una enorme porción del planeta), así como las similitudes con las minorias sexuales, que pueden también haber sido feminizadas o sexualizadas de modos que están relacionados con la violencia o la discriminación llevada a cabo contra las mujeres. Por todo ello, considero que es absolutamente necesario trazar conexiones, tanto intelectual como políticamente, entre todos esos movimientos. No estoy segura de lo que es una feminista igualitaria, quiero decir que supongo que me estáis hablando de cierto tipo de liberal que simplemente quiere salarios o tratamiento igualitario, que quiere que las mujeres sean tratadas del mismo modo que los hombres. Creo que la igualdad como ideal tiene una importancia considerable. Pienso que hay maneras de sostener que la igualdad es más importante, digamos, que la libertad (que es, yo creo, lo que MacKinnon dice) que son muy problemáticas. y no estoy segura de que toda reclamación de justicia sea, al final, una reivindicación de igualdad. Se podria decir que las mujeres deberian ser iguales a los hombres, pero si esa proposición se convierte en la base de una política feminista, entonces no solo hemos estabilizado la categoria «mujeres», sino que también hemos eliminado la posibilidad de un cucstionamiento critico de e',a categ;oria como parte de la política feminista. ¿Por
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qué la reiúndicación de igualdad debería requerir que la." :c;,lÍni stas dejen de rcOexionar acerca de Iz formación del q:jec n . acerca de quién llega a ser una mujer y qui¿~n no, acerca del ditt:rencial dc; poder que determina la constitución del génem:J Si parte de lo que el término feminismo significa es que la~ 1l1L~ie res debe dan ser libres para "ivir \'idas generizadas en modos que pueden muy bien impugnar la cate;Olia «mujer». entO:lCe' no podemos conformarnos con las propuestas de un estricto igualitarismo. Necesitamos igualdad tanto como necesitamos libertad. Y si es esencial para el feminismo que las mujeres cuestionen las condiciones bajo las cuales tiene lugar el proceso de llegar a ser una mujer, entonces parece que las propuestas de la igualdad no pueden agotar los objeti\·os políticos del feminismo. Creo que necesitamos tener una constelación de términos normativos. La igualdad sería uno de ellos. La justicia, creo, es el segundo. Y pienso que no siemprf' es exactamente lo mismo que la igualdad. Finalmente, también la libertad es una categoría extremadamente imp0ftante. ~o sé si esto responde a \uestra pregunta, pero quil.á ~ea un comienzo. En cuanto a Braidotti, creo que las dos estamos de acuerdo en que hay una crítica muy importante del sujeto \' de la identidad que surge de un uso po~testrucmralista. Ella \'iene de una ciena tradición francesa que es diferente a la mía. La suya es Deleuze, mucho Deleuze. Solía ser más Lacan e Irigaray pero ahora creo que está más en el modo deleuziano. Y yo probablemente \'cngo más de Witlig y quizás también del trabajo del feminismo materialista que se hacía en QyCStiOIlS Fémin islcJ'. De modo que tenemos trayectorias muy diferentes. A mí siempre me preocupó la construcción de las categorías de sexo y de raza. Con respecto a Lacan, sin duda. estoy interesada en su trabajo. Quiero decir: me ocupo de él, pero nunca he sido una lacaniana. ~ unca he creído en ello del modo en el que la mayoría de sus seguidores parecen hacerlo. Es útil, así que me apropio de algunas cosas; lucho contra otras, pero nunca lo he aceptado en su totalidad. Me parece que Braidotti y yo no estamos de acuerdo en nuestro modo de entender la categoría «mujeres». También
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creo que tenemos diferentes puntos de vista sobre la tecnología. Ella critica el uso de la tecnología como instrumento falocrático. Yo pienso que la tecnología está más abierta a diferentes usos y reutilizaciones. Desde mi punto de vista, su idea de solidaridad es en gran medida solidaridad entre mujeres, y cruzando las líneas entre lesbianas y heterosexuales. De manera que, según Braidotti, la categoría «mujeres» nos uniría de un modo más fundamental, digamos, que nuestras preferencias sexuales. Por otra parte, estoy segura de quc Braidotti y yo acudiríamos a las mismas manifestaciones, de que compartimos muchas opiniones políticas y de que apoyamos el trabajo de los/as es[Udiantes y las luchas institucionales de la otra. Vamos a intef\cnir juntas en Polonia a finales de agosto, con motivo de la «Sexta conferencia europea sobre género», y esto es un indicarlor de nuestra solidaridad, aunque agonista solidaridad. Sin duda, ella me desafia, como hacen otras denominadas feministas de la diferencia sexual, a considerar si existe una distinción estricta entre biología y cultura. Y ella tiene sus propias ideas acerca del «llegar a ser» que difieren de las mías (yo dejo más e'spacio para la negatividad, por ejemplo). Creo que entablar con\"t:rsación con ella seguramente me ha llevado a reconsiderar algunas de mis ideas, y lo mismo me ha ocurrido con los estudios feministas de la ciencia, especialmente el trabajo de Cynthia Kraus y .\nne Fausto-Sterling. Me ha obligado a repensar lo que se sigue de la crítica al determinismo biológico. Aunque la biología no determina la categoría cultural de género, ¿existe sin embargo una relación entre biología y cultura que no sea determinista? Esta es una pregunta importante, y es útil para mi pensamiento. COf!1o veis, no tengo que estar de acuerdo con las personas de cuyas ideas sin embargo encuentro útil ocuparse. YIi «línea compartida» no está tan firmemente trazada. Supongo que esto es también parte de mi idea de solidaridad, una solidaridad que atraviesa las diferencias. Y en la medida en que Braidotti sigue afirmando su solidaridad conmigo, quizá ella tenga una idea similar. Las dos hemos descrito nuestra relación como un «antagonismo cariñoso».
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2. En tus lecturas de Luce Irigaray haces algunas afirmaciones que consideramos contrO\·ertidas. Sobre ellas nos gustaría que hablaras más. Por ejemplo, en ú-ndoiJlg Gender sostienes que: «su invocación de la diferencia sexual no es fundacional. La diferencia sexual no es un h('cho dado, no es una premisa, no es una base sobre la cual se pueda construir e! feminismo» . .:\osotras creemos que debería distinguirse entre S/)('(1I11l111 (!t / "(/II!rr.fl'lIl117e y el' sex(' qlli 11 "CII es! jJas 1Il1. por una parte, y Étlzique de la DiDeren(e Sexue/le, Sexcs el Paren/és, Le lemps de la diDerence: pour une révolution pacifique, le, tu, nous y] "oime d toi, por otra, porque hay una modificación en su metodología, un cambio de estrategia que implica el abandono de su intento de deconstruir, por medio de la «mimesis» y de la repetición paródica o subversiva, aquello que ella misma denomina «la lügica del discurso construida sobre la indiferencia sexual, sobre la subordinación de un sexo al otro», a fa\'or del desarrollo de una teoría de la feminidad u ontologia de lo femenino claramente normativa y pr('scripti\·a. Como resultado de este cambio, la diferencia sexual se presenta como «la ineludible presencia de lo «real» del vocabulario lacaniano», un «hecho» que se describe en términos que nos recuerdan a los de! esencialismo naturalista. De modo que, con la ("xcepción de los dos primeros títulos mencionados más arriba, consideramos que los textos de lrigaray no pueden fácilmente proporcionar lo que tú describes en Gender 7i-oubLe como «un punto de partida para la critica de la representación occidental hegemónica y de la metafisica de la substancia que estructura la misma noción de sujeto». Parece importante hacer notar que en 1977, en Ce sexe qui n "en es! pos un, lrigaray había sostenido que «la cuestión no es elaborar una nueva teoría de la cual la mujer sería el sujeto o el objeto, sino que es interferir en la mi~ma maquinaria teórica, suspender su pretensión de producir una verdad y un significado que son excesi\'amente unívocos [... ]. EIla~ (las mujeres) no deberían presentarla (la cuestión), por lo tanto, en términos de ¿qué es una mujer?, sino más bien deberían interpretar el modo en el que, d~ntro del discurso, lo femenino se encuentra a sí
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mismo definido como falta, como deficiencia, como imitación e imagen negativa del sujeto»; mientras que, por otra parte, en 1992, enJ'aime atal; escribió: «Quería empezar a definir lo que es una mujer [... ], esbozar una espiritualidad en femenino [... J. Según dicta nuestra tradición, el hombre proviene de Dios, y la mujer del hombre. Mientras el genérico femenino :«mujer») no sea determinado en su especificidad, eso será verdad [... J, la liberación de las mujeres [... ] depende de la definición de un genérico femenino, es decir, de una definición de lo que es una ml~er, no simplemente esta o aquella mujer. Para que las mujeres puedan escapar de un modelo de sumisión jerárquica a la identidad masculina necesitamos definir el género femenino, la identidad genérica de las ml~eres». Siguiendo la estela marcada por YIonique Wittig, Monique Plaza, Toril Moi y Shoshana Felman, consideramos que el compromiso teórico temprano de Irigaray con una concepción no substancialista de la identidad, su insistencia en Ce sexe qui n 'en est pas un en la idea de que la diferencia presente en toda identidad excluye la posibilidad de una categoría unitaria de identidad, es abandonado a favor del redescubrimiento y expresión esencialista de una feminidad o identidad femenina auténtica y originaria que ha de ser liberada de la represión y subordinación impuesta por el sistema simbólico monolítico, monológico y universal conocido como patriarcado. En nuestra opinión, bajo su énfasis en la diferencia sexual se oculta no solo lo que Lyotard describe como un gran metarrelato moderno de emancipación o liberación (cuya teleología está marcada por una retórica del redescubrimiento o reapropiación y auto-expresión) sino también una ontología substancialista del sujeto sexuado. El). otras palabras, en lrigaray el determinismo biológico de la afirmación «la biología es el destino» es parcialmente ocultado y atemperado recurriendo a una retórica existencialista de libre expresión y liberación. ¿Qué objetarías a esta lectura? ¿Compartes nuestra preocupación por la fuerza prcscriptiva, y por lo tanto excluyente, de la yúsión normativa de la feminidad implícita en sus invitaciones a «llegar a ser quienes somos» y en permanecer fiele, a ese f [,,'1 IU:\ IST,\ eo"
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«uni\'ersal ~exuado»), o «identidad genl'nca», al que nencllecemos y por el cual las personas estamos «objeti\·2.mente limitadas)); una «diferencia inscrita en la naturaleza y en la subjetiyidad mismas)) que debemos culti"ar y espiri:ualizar con la finalidad de desarrollar «una cultura compa:i~Jle con nuestra naturaleza)?
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Buder: bueno, me parece que estáis trabajand r ) e:1 una importante crítica y que estáis mucho más ocupadas en su trahajo de lo que yn lo rsto)' en este momento, Lo estuve hace una o dos décadas, pero ya no. Sin embargo, puedo \'er q',lt estáis actiyamente preocupadas por ello, os preocupa el efecro que pueda tener sobre el pensamiento feminista. Esto me hace preguntarme quién kr la obra de Irigaray. ¿Tiene influc:1Cia en España? 1\'0 lo sé, así que confieso que la pregunta me ha sorprendido. La prrguntd otorga a su trabajo un tipo de importancia y urgencia que proh8blemente yo no le doy en este momento de mi "ina. Xo 1;1. leo desde hace muchos años, y no estoy segur,,- de poder rf':fáir completamente las razones por las que no lo hago . . \sÍ que aC]llí tengo una oferta para establecer una oposición fuerte. Pero tengo que ser sincera: mi interés no se centra en ckcir «me opongo a lrigaray)) o «Irigara)' está equi\'ocada)) o «debcnlo" luchar contra lrigaray»). De modo que esto:, intentando descifrar muy rápidamente el contexto implícito de \uestra pregunta. Ciertamente creo que su último trabajo e<; muy diferente del anterior y que es posible identificar un importante cambio metodológico. Pero) ¿sabéis?, mi interés está menos en la obra de lrigara"): en valorar su trayectoria completa. que en averiguar si hay ciertas ideas que ella propone y que pueden serme útiles. Por ello, en este sentido, como sucede CO:1 Lacan, la cuestión no es «sen> una lacaniana o una irigariana sino encontrar en ellos algo que nos ayude a pensar, o no. Por lo tanto quiero apla~ar la cuestión de- si su obra en conjunto es correcta o no. Esa no es la pregunta que yo le hago. Y si ella ha dicho cosas en su último trabajo con I(I~ que yo no estOy de acuerdo -y lo ha hecho-- eso no significa que no pueda hacer
uso de otras partes de su obra. ,\ mi juicio, lo importante no es decidir de una vez por todas si lo que ella dice es «verdad». Dicho esto, sin duda estoy de acuerdo en que su último trahajo es cada vez más prescriptivo y normativo; de un modo muy explícito se orienta hacia un modelo y un etilOS heterosexual. Creo que probablemente está tratando de estabilizar categorias, como sug·eris, de modo que el significado mismo del término «dilCrencia» ha cambiado en su obra. No sé si es esenciali~ta; quizá sÍ, quizá no. Hay muchos debates sobre esto, y yo ya no los sigo. Pero en su trabajo reciente, sí, coincidiría con vosutras en que está intentando estabilizar categorías por cierto tipo de razones polémicas y políticas. Pero esto, desde luego, sería diferente a un argumento metafisico a favor de una esencia femenina. E incluso si tenemos un argumento metafisico a favor de una esencia femenina, y lo tenemos por razones políticas, entonces los fundamentos del argumento son políticos, no metafisicos. La metafisica se convierte en el instrumento para una polémica. Puedes considerilrlo un peligro. En otras palabras, la metafisica ya no funciona como un «fundamento» sino como un «instrumentm) para tal visión política, lo que significa que finalmente no es metafisica en absoluto_ Pero quiero ad\·ertir contra este tipo de lucha oposicional estricta. ¿Por qué algunas veces actuamos como si debiéramos renunciar totalmente a un planteamiento si este contiene algunas afirmaciones con las que no estamos de acuerdo?, ¿qué modelo de pureza y violencia gobierna nuestro pensamiento en este caso? En este sentido, no tengo miedo al trab
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imperialismo cultural en tribunaks imernacionaks? Quizá este sea un momento para dljar claras nuestras prioridades, por así decirlo. J\Ie parece que la audiencia del último trabajo de Irigaray sería esas feministas que quieren encontrar en el concepto de lo femenino una especie de centro o punto de partida o marco de referencia claro. Esto va a dejar a mucha gente fuera, distanciada, excluida del programa político. y, al final, no importa si lo «[emenino» es parte de un argumento mcrafisico o de uno político. El efecto político es el mismo: establecer una especificidad femenina a trm'és de una serie de exclusiones radicales. Es muy, muy limitado. Y también pienso que incluso lingüísticamente había en sus primeros textos una capacidad de lectura que era muy crítica, hasta cierto punto deconstructiva. La teoría del lenguaje hacia la que se ha orientado en su obra posterior formula un concepto de reciprocidad transparente que ella basa en un estudio empírico de la comunicación y que realmente no nos permite prestar atención a lo no dicho en lo dicho. Esto supune una pérdida, porque era precisamente su modo de detenar lo «no dicho» y lo «indecible» lo que constituía la dimensión más poderosa y crítica de su obra temprana. Así que creo que su última obra se ha \'uelto menos interesante. Pero precisamente porque es menos interesante tambicn pienso que es menos peligrosa. Viajo bastante y muy poca gente me pide que me una a una batalla contra Iligaray. Casi nunca oigo a alguien invocarla contra mí, o pidiéndome que formule una oposición crítica a su trabajo. 3. Opinamos que bajo la diversidad de temas en los que has elegido centrar tus análisis hay un sostenido proyecto filosófico orientado no solo a poner de manifiesto la vulnerabilidad y el carácter precario del sujeto, sino también a formular una crítica inmanente que reconozca, en un sentido claramente nietzscheano, lo que está en juego en las afirmaciones que hacemos y eIllas pü::;turas que sostenemos. Tal y como rú misma dices en Fcminist Contcntions: «la búsqueda de lo razonable es, como sabía Nietzsche, el lugar y el instrumento de otro tipo de intereses [oo.] ¿cómo es que llegamos a ocupar y defender el territolio que .: o~
ocupamos y defendemos, qué nos promete, de qué promete protegernos? [ ... ] un debate en el que podríamos estar abiertos a una serie de interrogantes que pongan en cuestión nuestras más irrazonables y no examinadas adhesiones a los fundamentos y presuposiciones de nuestro modo de pensar». La crítica postestructuralista del sujeto soberano ji los nostálgicos intentos de resucitar esta fantasía indudablemente tranquilizadora pero al mismo tiempo implacablemente destructiva, es posible que puedan ser la razón por la que tus propuestas parecen srr, para algunas personas, tan aterradoras ji amenazantes. ¿Cómo podría la resignificación del sujeto moderno que tú propones ser percihida como algo positivo o capacitador? Es decir, ¿cómo podrían la violencia y el dogmatismo ser sustituidos por una actitud má, constructiva hacia este desafio planteado al héroe épico de la modernidad occidental? En tu reciente Gú:ing an Accounl oJ Onese!! nos parece que intentas responder a estas preguntas. ¿Podrías presentar el concepto de responsabilidad que desarrollas en sus páginas?
J. Butler: la pregunta tiene muchas partes. Por ello me estoy planteando si debería abordar la cuestión de la precariedad, o mejor la preocupación por la crítica del sujeto, o quizá la teoría de la responsabilidad. Todos estos son asuntos diferentes aunque relacionados. Permitidme contestar a mi manera, quizá de un modo oblicuo en relación a vuestra pregunta. Creo que en mi trabajo más temprano me centré mucho en la acción, en la capacidad de actuar, en el hacer, en que el género era algo hecho. Y quena entender este hacer en relación a lo que puede hacerse o ser hecho, especialmente si tenemos en cuenta los constreñimicntos marcados por el poder y las convenciones establecidas. Quería ser capaz de formular una teoría de la capacidad de actuar que, por una parte, no fuera radicalmente voluntarista y que, por otra, no estuviera tan sujeta al determinismo que las posibilidades de nuevas acciones estuvieran totalmente excluidas. De modo que ilina que mi trabajo temprano se proponía establecer que es posible actuar incluso aunque -o precisamente porque- estamos atrapados por las
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ll(Jrllla~, ESlall10~ atrapados por todo tipo dc sisicm;¡s dc poder, lo cual parccería limitar nuestra capacidad ele acción, Así que en cicno modo podría decirse que Gmdcr Ti'oubLc está escrilO Cll una especie dc horizol1le post-I'C\'ol ucionario, elonck la idea no es rehacer el mundo o disoh'er todas las relacioncs de poder sino \'er en qué medida se puede actual~ y actuar cambiando las cosas, incluso dentro del CO!1tCXto ele las relaciones de poder, Pero creo que el objeti\'o político -tratar de asegurar la capacidad de actuación y acción- me hizo un poco insensible a la cuestión de la sensibilidad, es decir, a la cuestión de cómo somos afectados por otros y otras, Cómo experimentamos experiencias, no de un modo acri\'o, sino más bien en un estado de recepti\ idad que es en sí mismo esencial para la acción, Y creo que la idea del otro, la otra. tampoco estaba especialmente bien teorizada, dado que mi interés se centraba en lo social en la medida en que esto habita en convenciones y normas, Pero realmente yo no estaba pensando en promO\'er un encuentro con el otro, o en una especie de escena ética de obligación)' responsabilidad, De modo que creo que lo que quizá sea en mis primeros textos una teoría demasiado centrada en la capacidad de actuación se con\'Írtió en algo que necesitaba ser matizado o modificado prestando atención a cómo somos afectados por las normas, por los otros, las otras, y a cómo es que somos afectados de un modo pasivo o de un modo que no es totalmente querido por nuestra voluntad, Esto también da lugar a un tipo de escenario o estructura para la capacidad de actuar, .-\sí que creo que en Precarious Lijé, más que en cualquier otro de mis textos, intenté elaborar una teoría del duelo y de la melancolía para tratar de entender qué ~ignifica ~ufrir cierto tipo de pérdidas y estar sujeto a la violencia, ¿Cómo es que, por ejemplo, al experimentar esa pérdida o violencia nos enfrentamos con algunos problemas de respuesta y responsabilidad? Una de las cosas que se hicieron patentes en el contexto del 11 de septiembre en los Estados Unidos fue que mucha gente, '/ sin duda el actual gobierno, buscaba restablecer una concepción del sujeto americano como siempre activo, no afligido -aunque matizaré
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d('ntro de un momento- como impermeable e invulnerable. Lo m,ls importante parecía ser afirmar un sujeto nacional, un sujeto nacional masculino, que no seria, que no podria ser atacado de nuevo. Y la idea era formular la impermeabilidad como la base de una masculinidad americana reconstituida. De modo que la cuestión de la permeabilidad se \"ohió interesante. Las fronteras de los Estados Unidos fueron violadas de una manera en la que no lo habían sido, digamos, desde Pearl Harbar. Y creo que lo que vimos fue una retórica de impermeabilidad masculina que surgió con ferocidad como respuesta. Hubo duelo histriónico por aquellos que fueron asesinados en el \Vorld Trade Center o en el Pentágono. Pero este duelo preparaha el camino para la venganza. Y así, George Bush pudo decir muy claramente diez días después de los ataques: «De acuerdo, el tiempo para el duelo se ha terminado, actuemos». Este tipo de hiperagencia, acción frenética, que pertenece a un sujeto que busca establecer su propia impermeabilidad ge convirtió, creo, en más ob'via y más sospechosa para mÍ. Es hasta cierto punto masculina, hasta cierto punto nacionalista, y sin duda alguna militarista. Una de las cosas que esta agencia parece negarse a reconocer es un cierto tipo de dependencia de cada gobierno nacional con respecto a los demás, y con respecto a otras naciones y poblaciones. Ciertamente, trajo a primer plano todo un sistema global en el que existe una interdependé'ncia económica y política de enormes proporciones. ¿Qué posibilidades tiene ese sujeto exagerado, autónomo e impermeable, en semejante red de interrelaciones? Para mí, desde un punto de vista filosófico, la pregunta es: ¿qué significaria reconocer, aceptar, cierto tipo ele permeabilidad, cierta manera en la que somos afectados por otros a los que no conocemos o por los que no elegimos ser afectados? Sin duda, hay muchas maneras de pensar sobre la dependencia y la interdependencia. ella de ellas es la ele Leúnas, que afirma claramente que los modos en los que somos afectados por los otros nos constituyen a un ni\·el limdamental, que no podemos entender a"! sujcto-;ill ('sta iele:l. de ser interpelados o invadidos por el otro. 01 r:l ('S la del psicoanalista Jean I E"TR~:\"I.\ co" .JL"OITII
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Laplanche, que en mi o]Jll1lOn tiene
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sal1lCs Cjue decir que las ofrecidas por la industria bcaniana
contemporánea. Laplanche tambitn 'habla del niilo, la nii'i.a. que desarrolla un sentido de sí mismo ~()ICJ a lra\·és al' tener que defender~e contra ciertas abrumadoras incursione~ por parte del otro, de la otra. ¿Qué significaria emonces repensar el sujela como un tipo de ser que está a~2.do él lo, CJl;"J' ck,de el comienzo, que es social en ese sentido fundamenraJ:J Esto estableció, quiú, un modo diferente de pensar el dominio de lo social en mi trabajo. Lo social no se define simplemente por com'enciones o norma.' sino también por un tipo de interdependencia que implica el ser constituido por el otro, por la otra, en la misma estructura del sujeto. Creo que esta es una importame diferencia con respecto aGenda TI·ouble. En este libro quizá encontramos esta óptica en la sección dedicada a la melancolía, pero solo allí. Y en ese caso el otro se convierte en una dimensión perseguidora del ego. Creo que una \'ez que aceptamos la idea de que estamos en un mundo en el que sufrimos la intromisión de otros, contra nuestra \'üluntad, y por necesidad, en tal caso hay determinados modos de pensar nuestra \'ida social juntos que cambian y esto tiene conscr.uencias sobre la manera en la que reflexionamos sobre la ética y la responsabilidad. Si intento ser un sujeto que desde el principio no es afectado por el Olro, entonces no puedo ser un sujew ético en absoluto porque habría negado mi sensibilidad hacia el GIro. ¿Cómo podemos ser responsables ante el otro. la otra, si hemos establecido una impermeabilidad, o una defensa absoluta contra el otro en el nivel de la constitución del sujeto? En cierto modo esta es la cuestión en este momento para la cultura amF:ncana. El mayor peligro para mí es el pelig-ro del sujeto autónomo y monolítico que intenta establecer limites e impermeabilidades absolutas, porque ese es el sujeto que se niega a reconocer su carácter fundamentalmente social y su interdependencia. Y me parece que sobre este tipo de base no puede construirse ninguna ética o política sólidas.
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4. Undoing Gel/der se publico en castellano en la primavera del 2006. Según algunas lecturas, y como se sugiere en la contraportada (de la traducción española), en este libro podría haber un cambio en tu modo de entender la performatividad del género. :'\Tosotras, sin embargo, no encontramos ninguna modificación importante, sino más bien una persistencia en tu esfuerzo por hacer frente tanto a las interpretaciones vol untaristas y deterministas de la performatividad como a la confusión entre el concepto de performati\idad y el de performance. En nuestra opinión, esta colección de ensayos constituye una intensificación del tipo de problematización del género que has estado promoviendo desde la publicación de tu primer texto sobre teoria feminista.
J. Buder: me temo que yo soy la menos indicada para decir si este libro es continuista o representa un cambio. Pienso que es interesante si se percibe que es continuista y también es interesante si la gente piensa que supone un cambio. No lo sé, no soy la autoridad aquí ni puedo serlo (los autores, las autoras, generalmente son los últimos en notar estas cosas). Son cuestiones de lectura y por lo tanto los lectores, las lectoras, lo sabrán mejor que yo. En este aspecto no tengo ninguna autoridad particular sobre mis textos. Creo que hay algunas cosas sobre las que estoy intentando pensar más y sobre las que no había reflexionado antes. Ciertamente la cuestión de la capacidad de acción está toda\ ía presente. Quiero saber lo que se puede hacer en el contexto de las relaciones de poder. Esta es toda\ía una pregunta importante para mí. Pero creo que quizá la idea de estar fuera de uno mismo, de una misma, o la redefinición del concepto de autonomía como implicando una relación extática con el otro, con la otra; la idea de ser hasta cierto punto constituido por una sexualidad que no es de mi propia creación o de ser hasta cierto punto para otros a los que no se ha elegido, son elaboraciones diferentes. No creo que sea un repudio de mi trabajo anterior. No diría eso. Más bien se trata de seguir pensando, de un in temo de repensar algunos de los mismos problf'mas. ~
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S, La sociedad cspailola está muy p!'l'(Jcup2e:~: ]YX' ,:1 probleele la \'iolcncia ele gc;ncro y el gohiernu ha aprc':):ld(l leyes con el objeto ele hacer fi'ente a la \'iolencia con,rd la~ mujeres. [n nuestro país la ('~prcsión «\iokncia de gé';ll'rO)) ¡"da\'í;¡ se rdlere e~c1usi\'amente a la \'iolencia fisica o p,icolóQ'Íca ejercida por hombres contra mujeres. Sin hacer ninguna rcferencia c\:plícita a "tI tr;,h;~j(). las mcdidas adoptadas por las autoridacles estalale~ COIl el apoyo dc hucna parte del feminismo institucional parecen inspirarse' en el «l11odelo» de victimización femenina desarroliado por la feminista estadounidense Catharinc ~IacKinnon \' en la relación causal e'ntre género y sexualidad que ella detlendc. Como parte de este discurso de \'ictimización y demonización que quizá pueda llegar a identificarse con el feminismo en su conjunto, detectamos una cspecic de reacción puritana en contra de la tradición de libertad sexual que constituye una parte esencial del mo\'imiento feminista desde sus orígenes, Atendiendo a tus análisis, creemos que sería más efectivo reconocer el hecho de que la violencia de género es causada, en primer lugar, por las mismas normas de género, y no por una supuesta tendencia natural de los hombres hacia la agresi\idad, En cualquier caso, ¿crees que este tipo de leyes que protegen a las mujeres y culpan él los hombres puede contribuir de un modo significati\'o a reducir la \'Íolencia contra las mujeres sin al mismo tiempo estabilizar el binarismo de' género y sin naturalizar aún más los significados y atributos tradicionalmente asociados con cada elemento de esta oposición binaria? Illa
J. Buder: bueno, el problema sin eluda es que yo no conozco esas leyes, de modo que dependo de vosotras para que' me las e\:pliquéís, Y si respondo a \'uestra desClipción de' las mismas estoy emitiendo un juicio de \'alor sin conocer las leyes ele primera mano, yeso puede ser problemático, De modo que quizá de un modo más general puedo decir que cualquier ley que se proponga proteger a las mujeres contra la \iolencia ha de hacer frente a dos problemas, Desde luego no esto\' diciendo que no debería haber leyes, esto\' segura de -tl.2
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que debe haberlas. Estoy a favor de las leyes que prohíben la violación (incluida la violación en el seno del matrimonio), la violencia y ('1 maltrato. No tengo ninguna duda de que tales leyes son necesarias. Pero, como ya he dicho, hay dos problemas que han de ser pensados con mucho cuidado por académicos y especialistas legales y que han de ser debatidos de un modo más general por la ciudadanía. Uno de esos problemas tiene que ver con qué entendemos por violencia, y el otro con cómo conceptualizamos al agresor y al agredido. Si proponemos leyes que están específicamente pensadas para proteger a las mujeres, para proteger a ciertas identidades del daño, entonces surgen algunas dificultades. En primer lugar, ¿por qué no aprobar leyes que prohíban cualquier tipo de acción injuriosa sin importar contra quién \-aya dirigida? Si hay leyes para proteger exclusivamente a las mujeres, entonces creo que debemos preguntar, ¿quién es una mujer, quién cuenta como una mujer? ¿Diríamos que cuenta, por ejemplo, una persona transgénero que es social o públicamente una mujer? E incluso si esta persona en particular es reconocida como una mujer, ¿abarcamos así toda la violencia ejercida contra los transgénero? ¿Y qué pasa con los «hombres trans»?, ¿no queremos afirmar también que las minorías sexuales cuentan?, ¿no queremos incluir también a los hombres homosexuales que son feminizados o tratados como mujeres o embrutecidos en virtud de su aparente feminidad? 'r~ en cualquier caso, ¿a quién querríamos considerar una mujer? ¿Por qué no podemos aprobar leyes que desde un marco más general prohíban actos de violencia? Pero si existen formas de \iolencia sexual o «gene rizada» creo que deberíamos ser muy claros sobre cuáles son esas formas de \;olencia en todas sus variedades y sobre cómo las interpretan las leyes. ;"t!c preocupa que nuestra caracterización de esas formas. de violencia sea demasiado restrictiva, e incluso creo que la explotación de la gente joven podría ser incluida de un modo controvertido e interesante. Sabemos que algunas normas asumen que el agresor es masculino y las víctimas son femeninas. No estoy segura de que este sea siempre el caso_ Creo que hay mujeres agresoras y víctimas masculinas_ Y pienso que debc-
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mm ser cautos a la hora de decidir qué entendemo, por autoría y por \·ictimización. Tenemos que decidir cuidadosamente sobre qUt· e-stamos hablando, y con qué amplitud aplicamos esos tipos de reglas. Ciertamente, me opongo a cualquier intento de atribuir a los hombres una agresiYidad natural. Creo que es una estupidez. La mavor parte de los hombres se forman en relación con unas normas de género que afirman que la agresi\idad es UIla prerrogativa de la masculinidad, pero eso no nos dice nada de la actitud que ellos adoptan en relación con esa idea de masculinidad. Una vez más, la cuestión es cómo plantear una crítica o una «reelaboración» de esas normas de género de un modo más amplio. Pero, desgraciadamente, la ley misma puede contlibuir a ratificar esas normas. Dicho de otro modo, la ley se col1\ierte en un lugar en el que esas normas de género son articuladas y reforzadas. Y si una ley acepta la afirmación de que los hombres poseen cierto tipo de agresi\'idad hacia las ml0eres que necesita ser reprimida, entonces esa misma ley produce esa idea de masculinidad que ha de ser cuestionada y repensada. A~í qU r , ya sabéis, todo esto es muy problemático. Por otra parte, hay personas que adoptan posturas mucho más libertarias, que defienden que la sexualidad no debería estar regulada, que las leyes contra la \iolencia sexual son punitivas o parte de una cultura sexual punitiva. Yo no soy una libertaria, pero tampoco soy una «mackinnoniana». Tenemos que trabajar para combatir la \'iolencia sexual en sus muy complejas manifestaciones; y esa \iolencia, por cierto, está también, muy a menudo, «racializada», lo cual es crucial tener en cuenta, una vez más, Reflexionar sobre la relación entre \'iolencia sexual y racial es extremadamente importante, especialmente ahora, especialmente en Europa, pero también en cualquier otra parte, Lo que los soldados estadounidenses hacen a las mujeres iraquíes es un asunto tanto de \'iolcncia sexual como racial, \iolencia étnica, y también \iolencia estatal. ¿Cómo tratar con todas esas complejidades a la vez? Desconfio de esas teorías que intentan reducir la YioIcncia a dos factores: el agresor es un hombre, la agredida es una
mujer. Él es violento porque es un hombre, ella es una víctima porque es una mujer. Esta simplificación no nos ayuda a interpretar el complejo mapa de poder político y cultural en el que vi\imos. En realidad, ese tipo de modo de pensar no:; convierte en ignorantes con respecto a nuestra época y situación cultural. Por todo ello creo que, quizá, incluso es irresponsable pensar, en este momento, de un modo tan simplista sobre el género y la violencia.
6. Recientemente el gobierno español está adoptando medidas legales con el fin de promover la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Esas leyes integran como '."Ía de acción lo que se denomina políticas de discriminación o de acción positi\·a. Esto implica establecer cuotas de participación en función del género de las personas. Las organizaciones v movimientos feministas del Estado español están di\·ididos en cuanto a la valoración de estas políticas: para unos es una política adecuada para las mujeres, y para otros no. Los grupos que se oponen consideran que con este tipo de medidas se incrementa aún más la discriminación en contra de las mujeres al insistir en la diferencia sexual como factor determinante de lo humano, además de que no tiene en cuenta otras posibilidades de existencia y de auto-reconocimiento como las de las personas intersexo, transgénero, transexuales. ¿Te parecen adecuadas estas estrategias para trabajar en contra del sexismo imperante en la sociedad contemporánea?
J. Butler: bueno, usar el término «discriminación posúi\·a» ya es algo contrm·ertido en sí mismo. En Estados Cilicios es un concepto de derechas, porque la idea de que la «acción alirmativa» es una forma de discriminación es, en este país, una idea conservadora. Si pensamos en la «acción alirm~lI i\·;t" como incremento ele po~ihilidades de acceso a la celucaci(lll. empleo, y representación política para grupos de pohlaci(·)]] que han sido tradicionalmente excluidos de estos terrenos, entonces todo lo que estamos haciendo rs def<~nder una n'rsión de la democracia que exige la inclusi\idad radical. Y esto no podría
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interpretarse como discriminación posltl\·a en el sentidu de conceder a csas minorías derechos o dispensas especiales. Creo que todo lo que estaríamos haciendo es afirmar una noción de igualdad m<'¡s sólida. Estoy siguiendo este de:bale: en Francia, por (jemplo, donde tienen la ParÚI y supongo que lo que está sucediendo en España tiene una estructura similar. Pero incluso fJ1 Francia. creo, había di,·crgc'nci,!" muy significati,·as cntre la, feministas de b Parité. Algunas de ellas afirmaban: la igual representación de mujeres y homhres en la Assrmblér ."{¡Iianafc es crucial porque la diferencia sexual es esencial para pensar lo humano. Y, por lo tanto, no podemos representar lo humano sin representar la diferencia sexual. Sin embargo, otras insistían en que la diferencia sexual tiene significados específicos. y, finalmente, las había que solo querían establecer la ig-ualdad num ..'Tica como un principio formal, semánticamente ,·aeío, en el que: no se adoptaban posturas hacia los significados de la diferencia sexual misma. Bajo mi punto de vista, establecer la diferencia sexual como un principio formal, semánticamente ,·aeío, supone de todos modos negar un cierto tipo de conlill11Um que existe entre lo que es femenino y lo que es masculino. Y aunque digamos que es semánticamente yaeío, esto no impide que todo el mundo le atribuya sus propios contenidos semánticos. Esto es lo que sucede con los significantes «vaeíos» en todos los casos. Y si aceptáramos la idea de que lo humano \"lene dado en femenino o en masculino pero nunca ("n los dos a la vez, entonces me parece que eliminamos nuestras alianzas con toda una serie de p(lsiciones políticas pertenecientes a la nue,·a política del género: no habría alianzas entre el feminismo y lo queer, los hermafroditas, los intersexo, transexuales, transgénero. los que problematizan el género. En realidad, no habría problematización del género en absoluto, y no habría minorías qur('r. Creo que lo que acaba sucediendo es que un determinado feminismo liberal reconstituye su hegemonía sobre y comra otro mO\·imie!1lo, el de las minorías sexuales. Y esto produce su propio problema, el de una atribución hegemónica de las políticas sexuales y de género. De modo que, leído políticamente, esto es problemático.
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Por otra parte, apoyo algunos puntos de vista del feminismo liberal. También estoy generalmente de acuerdo con lo que se entiende por «acción afirmativa» en este país. Entiendo que presenta diversas formas y que todas no son iguales. Quizá tendríamos que tener mucho cuidado en distinguir entre lo que pasa, digamos, e-n Estados Unidos y en España y en Francia. 7. Otro asunto que di\"ide a los diferentes movimientos feminist~ls en España es el tema, también muy actual, de la prostitución. H
J. Butler: Estoy sin ninguna duda a favor de la legalización de la prostitución. Creo que las prostitutas, como colectivo, sufren de un modo diferencial el VIH y el SIDA; también sufren de un modo diferente al resto de la población la violencia sexual, la dificultad para conseguir un seguro médico y el derecho al acogimi~nto y a la protección. Necesitan buenas condiciones laborales, que su trab
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8. Tu trabajo, sobre tocio eo 'l¡ \"CTtiCl1tC más política, ckfiC'ode la tesis de la democracia radical. La teoría ele la democracia r;:¡clical se está difundiendo cada \"Cz más en el contexto español. ¿Podrías resumirno~ los puntos principales de encuentro y de desellcuentro entre tu propia \lsión de la democracia radical \' la de otros autores como lvIouflc y Ladau J
J. Buder: es verdad que tengo cierta lealtad hacia ellos. Quiero decir que me han influido mucho y que hemos trabajado bastante juntos a lo largo de los años. Laclau, Zizek y yo escribimos un libro con nuestras com·ersaciones. Si me preguntáis sobre Laclau y ~loufIe supongo quc os referís al libro de 1985, Hcgemon)' and Sú¡ialisf Stratrgr. Es importante recordar qw.: ambos han desarrollado trabajos independientes desde entonces, )' que ya no podemos colocar sus nombres juntos como si representaran una postura unitaria. Y si os referís a ese modelo temprano, la pregunta sigue siendo muy amplia y compleja. Creo que los tres hemos aceptado el hecho de que el postestructuralismo ha prO\-ocado una importante aprrtura en la política. Por ejemplo, coincidimos plenamente en la crítica de la política identitaria y en la idea de que toda identidad está constituida por un cierto tipo de fracaso en alcanzar la identidad. También estamos de acuerdo en que el futuro político no está constreñido por la teleología o la dialéctica, sino que es un horizonte abierto, y en que conceptos como «democracia» y (~usticia~~ están constantemente siendo elaborados en rdación con este horizonte abieno. Los tres estamos interesados en intentar establecer un horizonte más amplio para la política democrática. Creo que' en lo~ últimos años Chantal Moufle se ha desplazado hacia la teoría de la democracia deliberati\-a y que por ello está interesada en un tipo ue fil(J~ofia política más liberal, tratando de entender la inclusi\idad dentro de ese terreno. También se ha ocupado de Carl Schmitt de un modo contro\"ertido e interesante, sugiriendo que no hay ninguna manera de superar rápidamente las relaciones adversariales . .~
Laclau ha escrito en los últimos años ensayos muy importantes sobre el poder y la emancipación, y yo he aprendido mucho de mis conversaciones con él. Creo que van en direcciones diferentes a la mía pero no me opongo a ellos. No tengo con ellos una relación de adversaria. Ernesto Laclau y yo tenemos opiniones diferentes sobre Hegel. Yo lo encuentro más útil que él. También discrepamos sobre eómo leer el psicoanálisis. Él usa un Lacan mucho más restringido que el que yo uso, y usa menos a Freud. También creo que él se ha interesado por un tipo de análisis lógico que yo considero que puede ser problemático si se comierte en fetiche el estatuto de la lógica. En mi opinión, lo~ conceptos lógicos son conceptos que se han sedimentado, son el resultado de las estructuras culturales de poder. Tampoco coincidimos en nuestro concepto de urU\'crsalismo, pero este es un desacuerdo fecundo. Yo considero que puede haber varios conceptos de universalidad diferentes y que tiene que haber una labor de traducción cultural entre esas diversas maneras de entendcr la universalidad. Esto lo veo especialmente claro en el terreno de los derechos humanos. Y él cree, desde el punto de vista de la lógica, que no tiene sentido hablar de conceptos en conflicto. Y esto es cierto si adoptas una lógica de no contradicción como tu punto de partida. Pero lo que yo estoy tratando de decir es que hay diversas lógicas, y él cree que esto es ilógico. En cualquier caso, estas son discrepancias entre un grupo de pensadores comprometidos con un proyecto de democracia radical, intentando explorar nuevos conceptos y reflexionar sobre la promesa del futuro, sobre las categorías fundamentales de la vida política más allá de los conceptos tradicionales de la dialéctica y más allá de los tradicionales marcos liberales. De modo quc, en este sentido, ellos son mis aliados. 9. En el Estado español la relación entre los grupos feministas y las minorías sexuales no es fieí!. lo que hace complejo d establecimiento de Lllian~as y coaliciones. ¿Crel:s que esta dificultad para trabajar juntos se debe, al menos ('n 'parte, al hecho de que ni el feminismo liberal ni el de la difcrf:ncia sexu;¡l, las
dos tendencias dominantes el1 nuestro país, parccen di~puestos (\ tener en cucnta los clcsafios plameaclns a sus presupuestos hcteroscxistas y a sus concepciones normativas del género por partC"' de las minorías sexuales?
J. Butler: de nue\'o, no conozco el contexto español. Pero crco que lo que realmclllc se tiene que hacer es definir lo~ a~un tos políticos que son más importamcs ..\sí que si pensamos, por ejemplo, en ];-1 violencia, o rn el parentesco, o en las luchas antirraeistas, en la reproducción, en la violencia estatal, etc., cr..:o que lo que debemos preguntarnos es: ¿a quién reúnes para que se reflexione conjuntamente sobre estos problemas, y a tra\'és de qué perspectivas? Porque me parece que las denominadas feministas y los llamados queer o transgénero discrepan porque unos temen que las otras son homófobas y las otras temen que los otros son misóginos. Tienen disputas territoriales o se califican el uno -la una-, al otro - a la otra- de determinada manera. y esto son luchas identitarias. Creo que en general los conf1ictos identitarios solo son desplazados cuando las personas tienen algo más importante en lo que pensar: A.sí que yo me pregunto, ¿.qué pasaria con estos conflictos territoriales si empezáramos con el problema de la violencia o de la discriminación en el mundo laboral? lT n esfuerzo de colaboración tendria que empezar pensando, estudiando con mucho cuidado la pregunta: ¿cómo funciona esto para afenar de un modo e~pecífico a las ml~jercs, a los transgénero, a los queer? Y podríamos añadir a la agenda otras cuestiones, tales como: ¿qué tipos de parentesco son reconocidos por el estado y cuáles no? La ley de adopción, la ley de reproducción, el reconocimiento de unidades de parentesco altcrnati\"as, todm estos asuntos rec¡uieren un análisis complejo lle\'ado a cabo por un grupo de persona~ comprometidas desde el principio con la reflexión sobre estas complejas cuestiones desde varias perspectivas. Creo que esw ayuda a las personas a pensar má~ allá de sus comprnmisos identitarios. La política no puede quedarse en una lurha entre idemidades. I\ecesita vencer el problema identitario recordando la importancia de las ".!.l
tareas políticas que tenemos frente a nosotros. Podemos pensar en lo que ocurrió con el activismo contra el SIDA cuando se convirtió en no identitario, cuando todo lo que necesitabas para ser parte de un colectivo de acti\,istas era ser antihomófobo () estar a favor de la investigación de la enfermedad o de dedicar más fondos a su tratamiento. A nadie le preocupaba tu «id('ntidad». Podías apuntarte y trabajar juntos. Creo que tenemos que mantener la vista puesta en los asuntos políticos cruciales del momento.
10. :'-Jos gustaría, finalmente, C1ue nos hablaras sobre tus contactos académicos con instituciones europeas. ¿Tienes intención de impartir, en el futuro próximo, alguna conferencia en el Estarlo español?
J. Buder: sí.
En el último año me han imitado varias veces a visitar España. Iré a Barcelona creo que en junio del 2007, la !'eg,-unda o la tercera semana de junio. Y ya he estado en España. Fui a Valencia hace muchos años y también conozco Barcelona. Y esas visitas fueron muy interesantes para mí, especialmente trabajar con Lídia Puigvert. Esta vez ha sido Patricia Soley-Beltran, a la que conozco y admiro desde hace muchos años, quien me ha imitado. Y espero concretar pronto los detalles con ella. En los últimos añns he estúdo yendo a Francia a menudo porque mi trabajo acaba de difundirse en francé:; por primera \'ez después de muchos años. Es importante tomar parte en algunos de los debates sobre la maternidad y paternidad homosexual y los derechos de lesbianas y gays. De modo que en los últimos dos años he dado \'arias conferencias y participado en varios talleres allí. Antes de eso iba a Alemania muv a menudo. Hablo alemán y he ido a Frankfurt, al «Institut für Sozialforschung;». y también solía viajar a Berlín, donde conwca a Sabine Hark, cuyo trabajo admiro mucho. Algunas veces doy clases en un lugar llamado «Europcm Graduate School», en Saas-Fee ,Suiza), y estaré allí durante una semana en agosto del 2006. Di un curso de filosofía en la
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Cni\'lTsidad de Amsterdam hace aproximadame:i:e cuau'o aiios, y \·i<.~é a ESlocolmo, donde conocí a Tina RosC:;'.~)t:-;. \ 'oy a Londres casi todos los años, En Basilea hay un "Gender Consortium» que está dirigido por una amiga mía, E~wy muy interesada en los problemas que han surgido en Europa. Por supuesto, voy air a Polonia a finales de agosto para asisur a la «Europcan Confercnce on Gender». En realidad, P:-;:11t;·0 YO)" a ir a una «Queer Conference» en \ ,'arséI\\' y luego 2. la crmfcrencia sobre género, que se celebra en Lodz. Es imponante porque en Polonia las leyes contra la homosexualidad son verdaderamente escandalosas, y parece que muchas de la~ i:1stituciones educati\'as estatales se han opuesto con fuerza a que se celebre una conferencia queer allí. Así que en este contexto pareceiri1portante contribuir a abrir nue\"as posibilidades para los más jóvenes. En Italia mi trabajo también ha salido a la luz en los últimos años. Al comienzo de la guerra estadounidense contra Iraq y Afganistán escribí algunos artículos que aparecieron en la prensa italiana. De modo que sí intento mantenerme en contacto con Europa, con Rosi Braidotti en Utrech, Denise Riley en Londres, importantes amigas! O~ y aliadas! os.
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Judith Buder con
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Prac1o.
Juclith Bu tler con Eh'ira Burgos .
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