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DESCARTES (1596-1650). René Descartes nació en La Haye (Touraine) en 1596. Perteneciente a una noble familia, a los ocho años entró a la escuela jesuita de La Flèche, una de las más famosas de Europa en aquella época, donde permaneció hasta la edad de 16 años. Luego estudió Derecho en Poitiers hasta el año 1617. Fueron estos años de su juventud una etapa marcada por la disipación y la incertidumbre, sin que nunca llegara a apagarse en él la inquietud por conocer. Con afán de aventura se enroló, primero, en el ejército protestante de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange, y luego en el ejército católico del Duque de Baviera. Poitiers
Neuburg
El 10 de noviembre de 1619, estando acampados en Neuburg, en espera de que amainara la tormenta para entrar en combate, y entregado Descartes a sus reflexiones, vivió una noche de entusiasmo, de sueños exaltantes y reveladores, en los cuales tomaron forma las primeras intuiciones de un nuevo método capaz de fundar una ciencia universal. En esos tres sueños, que anota e interpreta en su diario personal que titula Olympica, vislumbra el camino que conduce al fundamento de la ciencia mediante la aplicación de un método similar al de las matemáticas. Agradecido por aquel don, prometió peregrinar a los pies de la Virgen de Loreto, y cumplió su promesa al viajar a Italia tres años después.
Desde el principio de su filosofar, Descartes abandonó la filosofía de corte escolástico que había aprendido en La Flèche, -la cual, según él, poco tenía de utilidad-, para entregarse a la búsqueda de un saber fundado en el modelo del conocimiento matemático y, cada vez con mayor intensidad, la ambición de efectuar una síntesis que, en cuanto alternativa a la escolástica, constituyese un marco sistemático a la vez comprensivo y definitivo. Hubo dos momentos decisivos en este camino: uno fue el encuentro, en 1618-19, con I. Beeckmann, matemático y físico holandés de formación galileana, a raíz del cual abandonó también su tentación de adentrarse por el camino del ocultismo de inspiración renacentista, al cual mirará desde ese momento como a otro enemigo que combatir; el segundo fue en los años 1628-29, cuando halló el fundamento metafísico que le permitió la fundamentación de la física en la metafísica a través de la deducción a priori de las leyes fundamentales de la naturaleza a partir de un atributo de Dios, como es la inmutabilidad de la acción divina. A estos años se remonta la genial contribución matemática de Descartes, con la elaboración de la geometría analítica, la cual, al permitir la reducción de los problemas geométricos a ecuaciones algebraicas, implicaba una gran universalización y, en consecuencia, una gran simplificación de los problemas.
En 1621 ya había abandonado la vida militar. Vendió sus propiedades, y del dinero que obtuvo vivió toda su vida, sin penurias, pero austeramente. Durante nueve años se ocupó en experimentar y precisar su método, que expone en las Regulae ad directionem ingenii. Esta obra, compuesta entre 1628 y 1629, si bien está inacabada contiene en germen lo fundamental de su pensamiento.
En los años que van hasta la composición de las Regulae, viaja a Italia, aunque reside la mayor parte del tiempo en Francia, donde frecuenta el trato de Mersenne, con quien mantendrá después una fecunda correspondencia. Su encuentro, en 1627, con el cardenal Bérulle (fundador del Oratorio) reforzó su decisión de consagrarse a la investigación filosófica. Se ocupa también en diversos experimentos científicos y tratados, muchos de los cuales no concluyó.
En 1628, buscando la paz y la libertad necesarias que requería su trabajo científico y de reflexión, se trasladó a Holanda, donde permanecerá hasta un año antes de su muerte. Son años de intensa especulación filosófica, en los que escribe la mayor parte de sus obras. Allí conoció la fama, pero también las dificultades, pues las controversias contra sus teorías le venían tanto de parte de los católicos como de los protestantes.
De 1630 a 1633 trabaja en un Tratado del mundo que consta de una parte dedicada a los cuerpos inanimados y otra a la naturaleza del hombre. Al enterarse de la condena de Galileo decide no publicarlos, por lo que serán publicados por separado después de su muerte.
En 1637 publica tres ensayos, escritos en diferentes fechas, que tratan sobre los meteoros, la dióptrica y la geometría. Dichos ensayos van precedidos de un Discurso del método para conducir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias. A pesar de que pasó casi inadvertida, es ésta su obra más célebre, pues constituye la primera exposición del conjunto de su doctrina. Se dedica después a redactar un breve tratado de metafísica que consta de seis meditaciones: Meditationes de prima philosophia (1641), y que constituyen la exposición más amplia y profunda de su metafísica. En 1644 publica los Principia Philosophiae, obra con la que pretende, por un lado, exponer el conjunto de su pensamiento físico y metafísico, y, por otro, introducir su filosofía en la enseñanza escolar, sustituyendo a los manuales escolásticos entonces vigentes. En 1649, aceptando una invitación de la reina Cristina, pasó a vivir a Estocolmo. En ese mismo año es publicado en Holanda su tratado sobre Las pasiones del alma, en el que exponía su psicología y las bases de una ciencia moral definitiva que no llegaría a escribir. En la corte sueca prosiguió su intenso trabajo, el cual, unido al riguroso clima de Estocolmo, minó su salud, hasta acarrearle la muerte el 11 de febrero de 1650.
Estocolmo
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