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Alimentos transgénicos Ciencia, ambiente y mercado: un debate abierto Julio Muñoz Rubio (coordinador) Ana Barahona Echeverría Luis Herrera Estrella Miguel Martínez Trujillo Alejandra A. Covarrubias Robles Silvia Ribeiro Agustín López Munguía Julio Muñoz Rubio Jaime Padilla Acero León Olivé Morett José Luis Solleiro Rebolledo Víctor Manuel Toledo Manzur Elena Álvarez-Buylla Roces Amanda Gálvez Mariscal Liza Covantes Torres Ana de Ita Rubio Francisco G. Bolívar Zapata Jorge Fuentes Morúa Les Levidow
biblioteca aprender a aprender
coordinadores de áreas y especialidades
Luis de la Peña ciencias de la materia Pablo Rudomin ciencias de la vida Pablo González Casanova ciencias humanas Rolando García teoría y metodología Raymundo Bautista matemáticas Luis Benítez-Bribiesca ciencias de la salud Felipe Lara Rosano ingenierías y tecnologías
COMITÉ EDITORIAL DEL CEIICH
Luis Benítez-Bribiesca Norma Blazquez Graf Daniel Cazés Menache Enrique Contreras Suárez Rolando García Boutigue Alejandro Labrador Sánchez Rogelio López Torres John Saxe-Fernández Guadalupe Valencia García
ALIMENTOS TRANSGÉNICOS. ciencia, ambiente y mercado: un debate abierto por ana barahona echeverría * luis herrera estrella y miguel martínez trujillo alejandra a. covarrubias robles silvia ribeiro * agustín lópez munguía julio muñoz rubio * jaime padilla acero león olivé morett * josé luis solleiro rebolledo * víctor manuel toledo manzur elena álvarez-buylla roces * amanda gálvez mariscal * liza covantes torres ana de ita rubio * francisco g. bolívar zapata * jorge fuentes morúa * les levidow JULIO MUÑOZ RUBIO coordinador
edición al cuidado de concepción alida casale núñez portada de maría luisa martínez passarge primera edición, 2004 © siglo xxi editores, s. a. de c. v. en coedición con el centro de investigaciones interdisciplinarias en ciencias y humanidades, unam isbn 968-23-2544-7 derechos reservados conforme a la ley, se prohíbe la reproducción total o parcial por cualquier medio mecánico o electrónico sin permiso escrito del editor. impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
BIBLIOTECA APRENDER A APRENDER
Esta colección se propone transmitir a los lectores los conocimientos necesarios para aprender una disciplina, una especialidad interdisciplinaria o un concepto determinado. Se propone asimismo dar a conocer lo último sobre el tema. La colección también tiene el propósito de dar cuenta de las llamadas “nuevas ciencias”, vinculadas al creciente desarrollo del análisis de sistemas complejos y autorregulados, que corresponde a una gran revolución científica, técnica y humanística. Esta revolución científica y humanística que vivimos se caracteriza por cambios de paradigmas de investigación y reestructuración de categorías y conceptos, de nuevos métodos y técnicas de análisis, interpretación y acción, y abarca las ciencias de la materia, las ciencias de la vida y las ciencias humanas. Su alcance y profundidad replantean los problemas de la cultura general y la especialidad en todos los campos del pensamiento y de la acción, de las ciencias y las humanidades. La colección busca acercar al lector a sus temas y problemas y adiestrarlo. Está destinada a lectores con educación media y superior, y a los especialistas que quieran actualizar sus conocimientos en las disciplinas que cultivan o en otras de su interés.
ÍNDICE
presentación, por julio muñoz rubio
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ingeniería genética: origen y desarrollo, por ana barahona echeverría
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plantas transgénicas: potencial, uso actual y controversias, por luis herrera estrella y miguel martínez trujillo
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ventajas y limitaciones de la biotecnología en la obtención de variedades resistentes a estrés ambiental, por alejandra a. covarrubias robles
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cultivos transgénicos: contexto empresarial y nuevas tendencias, por silvia ribeiro
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aspectos polémicos de la introducción de las plantas transgénicas en la alimentación, por agustín lópez-munguía
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ciencia y reduccionismo: una crítica a la concepción cartesiana del mundo en la producción de alimentos transgénicos, por julio muñoz rubio
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análisis de riesgos y percepción pública de los alimentos transgénicos, por jaime padilla acero
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transgénicos, riesgo y participación pública, por león olivé morett
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biotecnología para un desarrollo agrícola sustentable, por josé luis solleiro rebolledo 149
ciencia, sustentabilidad y sociedad del riesgo. el caso de la biotecnología agrícola (transgénicos), por víctor manuel toledo manzur
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aspectos ecológicos, biológicos y de agrobiodiversidad de los impactos del maíz transgénico, por elena álvarez-buylla roces
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consecuencias para la industria alimentaria de la utilización de organismos genéticamente modificados, por amanda gálvez mariscal
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contaminación genética del maíz, por liza covantes torres
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maíz transgénico en méxico: apagar el fuego con gasolina, por ana de ita rubio 251 biotecnología moderna para el desarrollo de méxico, por francisco g. bolívar zapata
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comentarios al proyecto de ley de bioseguridad de los organismos modificados genéticamente, por jorge fuentes morúa
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¿democratizando la tecnología o tecnologizando la democracia? respuestas europeas a los cultivos transgénicos, por les levidow
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PRESENTACIÓN julio muñoz rubio
El presente libro surgió como una consecuencia del ciclo de mesas redondas intitulado Alimentos Transgénicos: Un problema y una Solución desde la Interdisciplina, que fue organizado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (ceiich) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), y que se llevó a cabo del 26 al 28 de noviembre de 2002 en el Auditorio Alfonso Caso de la propia unam, en Ciudad Universitaria. La intención que se tuvo al organizar ese ciclo de mesas redondas fue la de propiciar una reflexión integral, global, sobre el problema de los alimentos transgénicos (llamados también organismos modificados genéticamente o simplemente omg). Es decir, una reflexión que incorporara no solamente los diferentes puntos de vista que existen sobre este controvertido aspecto del desarrollo científico-tecnológico, sino que integrara al mismo tiempo las diferentes disciplinas y aspectos de su problemática, en la inteligencia de que una solución satisfactoria para ésta requiere por fuerza de esa reflexión integral e interdisciplinaria, particularmente en nuestro país. Para tales efectos, y habiendo sido esas jornadas una iniciativa proveniente de un centro universitario de investigación, se consideró imprescindible invitar a distinguidos académicos a participar en dicho evento. No obstante, se consideró que la reflexión sobre los alimentos transgénicos no podía quedarse encerrada en los marcos de lo estrictamente académico, a riesgo de producir una serie de discusiones meramente intelectuales, sin relación clara con la problemática social más amplia. De esa manera se invitó a participar a representantes de organizaciones no gubernamentales, de la conabio, de la iniciativa privada impulsora de la producción de alimentos transgénicos y de organizaciones campesinas mexicanas. Además, se contó con la presencia de un académico proveniente del extranjero invitado a México por el propio ceiich. Es de hacerse notar que este ciclo de mesas redondas tuvo un éxito rotundo por varias razones. En primer lugar porque se logró reunir en un solo evento a buena parte de las personas que, desde un ámbi[1]
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to u otro, están opinando y participando en México en la discusión sobre los transgénicos. En segundo lugar por el nivel mismo de las participaciones que en él se dieron y por la seriedad, y en ocasiones la vehemencia, de los debates y discusiones que de manera natural surgieron a lo largo de esos tres días. En tercer lugar, y de manera muy importante, por la excelente respuesta del público asistente que abarrotó prácticamente en todas las ocasiones el auditorio Alfonso Caso, uno de los más grandes de la universidad, y participó con preguntas y opiniones en las discusiones, expresando abiertamente su acuerdo o desacuerdo con lo que uno u otro de los ponentes expresaba. Fue gracias a todo esto que al final del evento, y tomando en consideración su éxito, se consideró imprescindible editar una memoria de lo acontecido. No obstante, en el transcurso de la preparación de la misma, se modificó un tanto la idea original, pues se consideró necesario invitar a participar a algunas personas con un profundo conocimiento del problema de los alimentos transgénicos, que por diversas razones no pudieron participar en el ciclo de mesas redondas de noviembre de 2002. El resultado final fue la participación de 17 personas, entre académicos de la unam, la uam, el cinestav, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la Open University de Londres, así como miembros de varias organizaciones no gubernamentales. Tratándose de un tema por naturaleza polémico, se trató de encontrar un equilibrio en los distintos puntos de vista expresados en este libro, sin que predominara claramente ninguno de ellos sobre los demás. Para que el público en general, así como los especialistas no entrenados en temas de biología, puedan tener una idea clara de los orígenes históricos de las discusiones en torno a los alimentos transgénicos, se consideró necesario poner en primer lugar de este libro un trabajo en el que se hiciera un resumen de los principales acontecimientos en genética y biología molecular desde inicios del siglo xx. Es esta la valiosa aportación de Ana Barahona Echeverría, quien no se interna en las polémicas propias sobre los organismos genéticamente modificados, pero nos ofrece el marco histórico de referencia, imprescindible en toda discusión sobre relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad. Luis Herrera Estrella junto con Miguel Martínez Trujillo inician propiamente la discusión sobre los transgénicos, señalando las ventajas históricas que tiene la elaboración de plantas de este tipo. En su
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defensa de los alimentos transgénicos, manifiestan que con las técnicas de la biología molecular es posible hoy fabricar variedades de plantas comestibles resistentes a antibióticos, virus, bacterias y hongos fitopatogénicos; al ataque de insectos o con mayor tolerancia a los factores ambientales. La ciencia, de esta manera, puede contribuir a aliviar o mitigar muchos de los problemas derivados de la escasez de alimentos. Ésta es también la línea argumentativa básica desarrollada por Alejandra Covarrubias, quien pone especial atención en las variedades resistentes a estrés ambiental. Las ventajas de la fabricación de estos alimentos son apoyadas por ella, quien sin embargo señala que estas técnicas pueden no ser ambientalmente seguras cien por ciento y que los métodos tradicionales en la agricultura podrían seguir manteniéndose paralelamente al desarrollo de los referentes a los transgénicos. En oposición a los puntos de vista anteriores, se alzan las opiniones de la investigadora Silvia Ribeiro, quien sostiene que son los intereses de grandes empresas transnacionales, muchas de ellas conocidas por ser las mayores contaminadoras del planeta, los que están privando en relación con la producción y distribución de alimentos transgénicos. Para tales compañías el interés por los problemas del hambre y la nutrición es nulo. Su afán es de lucro, y por ello buscan someter a campesinos y consumidores (es decir, a la humanidad toda) a las dinámicas generadas por tales intereses. Agustín López Munguía continúa el debate haciendo una elocuente defensa de la biotecnología y de sus aplicaciones en diversas áreas de la producción como la industria química y la farmacéutica, y centra su argumentación en refutar la tesis de que los transgénicos producirán grandes daños a la salud y al ambiente. No existen evidencias científicas de que esto esté sucediendo ni de que en el futuro vaya a ocurrir, por lo tanto, tales temores son infundados e irresponsables. En oposición a esto, Julio Muñoz Rubio expone que la ciencia moderna se basa en una visión reduccionista del mundo, la cual tiene como consecuencia una serie de limitaciones para comprender la naturaleza de los sistemas vivos. Esta ciencia tiene una gran capacidad predictiva en física clásica, pero cuando trata con fenómenos como los de los seres vivos esta capacidad disminuye considerablemente debido a la extrema complejidad espacio-temporal de los organismos. Por ello, las argumentaciones que defienden la inocuidad de los transgénicos tienen que ser tomadas con reserva, pues no es posible
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conocer con precisión cuáles serán los efectos de la manipulación genética en plantas para las próximas décadas o aun siglos. Jaime Padilla Acero aborda el problema de los alimentos transgénicos desde el punto de vista del esquema del análisis de riesgos, expresando que éste es el método más adecuado para ampliar la percepción pública sobre estos productos de la biotecnología, para así lograr que el público en general comprenda los beneficios de los transgénicos. Señala que ninguna tecnología es absolutamente segura, que existen diversos grados de certidumbre y que en el caso de los transgénicos la labor predictiva es difícil mas no imposible. Otra interesante contribución en referencia al análisis de riesgo y la participación pública sobre los transgénicos es la presentada por León Olivé Morett. Él expresa que la diversidad valorativa existente en la sociedad —resultado de una diversidad cultural— tiene que ser tomada en cuenta por quienes evalúan la biotecnología y sus efectos, y hace así una defensa de la participación, tanto de expertos como de no expertos provenientes de los diversos sectores de la sociedad, en la vigilancia de los sistemas biotecnológicos y de sus artefactos, a fin de tomar decisiones y actuar para evitar sus efectos negativos en la medida de lo posible. El tema de la sustentabilidad y del papel de la ciencia en su promoción e impulso es, sin duda alguna, uno de los temas ineludibles en la discusión sobre los alimentos transgénicos. José Luis Solleiro y Víctor Manuel Toledo Manzur abordan este problema desde perspectivas contrapuestas. Solleiro utiliza una argumentación semejante a la de Herrera y Martínez, y a la de Covarrubias en el sentido de apoyar los grandes avances que representa la biotecnología en la agricultura; se manifiesta a favor de la utilización de transgénicos, particularmente en México, para garantizar la sustentabilidad de las actividades agrícolas, contando con el apoyo del sector empresarial. Toledo, por su parte, se opone a concebir a la ciencia como neutral; expresa que hoy está subordinada a las fuerzas e intereses del mercado, que los organismos genéticamente modificados son producto de esta ciencia y que su imposición representa una destrucción de los sistemas tradicionales de cultivo y del conocimiento popular acerca de la naturaleza acumulado durante milenios. Finaliza argumentado que la industrialización agrícola significa la creación y mantenimiento de sistemas muy simplificados y que dependen para su mantenimiento de gran cantidad de insumos externos, lo cual es la antítesis de la sustentabilidad.
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Hasta este punto, la mayoría de los trabajos que se presentaron, si bien en ocasiones mencionan la situación de México, abordan la problemática de los alimentos transgénicos desde un punto de vista más bien general. Se consideró necesario, por razones obvias, incluir en el presente volumen varios trabajos que centraran su atención en la situación generada en México por la introducción de los alimentos transgénicos. Pues bien, el problema que más ha llamado la atención en nuestro país en relación con estos alimentos es el de las consecuencias que su introducción está teniendo en la producción de maíz. Cuatro son los trabajos recibidos que abordan esta problemática de manera central. El primero de ellos es un reporte elaborado por Elena ÁlvarezBuylla Roces, del Instituto de Ecología de la unam. En este documento, originalmente preparado para la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte,1 se indica la posibilidad de la introgresión de caracteres propios de las variedades transgénicas a las silvestres, la cual sería difícil de evitar con la introducción de variedades transgénicas. Las consecuencias de tal flujo génico serían, por ejemplo, la aparición de teosintes-malezas y de plagas de insectos difíciles de controlar. Asimismo, surgirían efectos inesperados por causa de efectos pleiotrópicos y por el impacto de esta contaminación sobre especies distintas a las usadas en biotecnología. No obstante, los efectos negativos sobre la variabilidad genética se reducirían a una parte muy pequeña del genoma del maíz. En función de esto, la autora considera altamente prioritario saber si ha ocurrido, y hasta qué punto, introgresión de variedades transgénicas de maíz a las variedades locales en México. Las disertaciones sobre el maíz continúan con el trabajo de Amanda Gálvez Mariscal. En él, después de señalar la importancia que tiene en México el cultivo y el consumo del maíz, también alerta sobre los desconocimientos que se tienen sobre el nivel de introgresión de genes transgénicos en Oaxaca y Puebla, y sobre sus efectos. Para mejorar las evaluaciones de riesgos y proteger la biodiversidad mexicana se requieren, entre otras cosas, una mayor comunicación entre las instituciones de salud y de agricultura de México y Estados Unidos, completar la reglamentación nacional y mejorar los sistemas de monitoreo y vigilancia. 1 Dado que es un reporte previamente publicado, se decidió, con permiso de la autora, publicar in extenso, a pesar de que su longitud excede a la de las demás contribuciones que se recibieron.
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Liza Covantes Torres critica los modelos tecnocráticos de desarrollo agrícola tales como la “revolución verde” y el actual, continuación de aquél y basado en la producción de transgénicos. Considera que el riesgo para el ambiente y la salud que se está corriendo en México con la introducción de maíz transgénico es razón suficiente para demandar la prohibición de la liberación de estas variedades y hace un llamado a la sociedad a movilizarse en contra de estas alternativas tecnocráticas. En su oportunidad, Ana de Ita Rubio continúa con la crítica a la introducción de organismos genéticamente modificados en la agricultura, especialmente en México, señalando los peligros que tienen, por ejemplo, la introducción de maíz Bt (resistente a insectos) y el tolerante a herbicidas, uniéndose a las voces de alerta sobre los efectos de la contaminación por maíz transgénico en México. Continuando con la problemática en México, pero referida a la ley de bioseguridad, sigue el turno de Francisco G. Bolívar Zapata, quien en un artículo previamente publicado,2 señala que el hecho de que una determinada tecnología tenga riesgos no implica que haya que rechazarla; que la biotecnología ha logrado enormes avances en diversos campos; que a pesar de los riesgos que pudieran implicar los transgénicos, nada grave ha sucedido hasta ahora y no hay pruebas de que algo grave pueda suceder a causa de su introducción, y que en este país se requiere una ley de bioseguridad que garantice la protección ambiental, de la biodiversidad y de la salud. En caso de rechazar la introducción de transgénicos, México se vería sumido en el atraso tecnológico. En relación con este mismo tema de la bioseguridad y la ley que en México se está debatiendo (y que ya fue aprobada por el Senado), Jorge Fuentes Morúa, luego de mostrar los aspectos importantes relacionados con el concepto de riesgo en la ley de bioseguridad, critica la desinformación que existe sobre los organismos genéticamente modificados para el conjunto de la ciudadanía de nuestro país y señala que la manera como se ha ido conduciendo el tema de la bioseguridad lleva el riesgo grave de hacer que la ley sea un instrumento para legalizar las actividades de las empresas transnacionales e ilegalizar las de aquellos que se opongan a ellas. El trabajo que cierra esta compilación es el de Les Levidow. En él se analiza el concepto marxista de fetichización y la manera como se 2 También se reproduce aquí con permiso del autor y del editor de la revista en que fue originalmente publicado.
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expresa en las discusiones que en Europa se están llevando a cabo en torno a los alimentos transgénicos, concluyendo que, por la manera en que estas discusiones se llevan a cabo, se traducen en un impulso, por parte del Estado, de tecnologización de la democracia más que de democratización de la tecnología. Como se puede observar, la complejidad del problema en cuestión es grande y abarca numerosos campos y disciplinas. Solamente con la integración de ese conocimiento y su comprensión global podrán encontrarse las mejores vías de solución a su problemática. Dado que este libro (a pesar de algunas ausencias lamentables) reúne a una parte considerable de las personas que, con uno u otro punto de vista, son autoridades reconocidas en la materia de los alimentos transgénicos en nuestro país, seguramente cumplirá el objetivo que se persigue con su publicación: ofrecer por primera vez en México una visión global de la problemática de los alimentos transgénicos. Además de cumplir este objetivo, este libro deberá cumplir con otro adicional: en momentos en que no más de un puñado de personas que manejan las esferas del poder de las grandes potencias intentan echar a la basura la razón, la inteligencia y la sensibilidad, productos todos ellos de milenios de desarrollo humano; en momentos en los que se pretende imponer el olvido de la historia y de la cultura, así como el sometimiento de la humanidad al pensamiento único, se hace imprescindible el ejercicio del pensamiento autónomo y creativo y el ejercicio implacable de la crítica a través de la confrontación de puntos de vista. Sin duda, el lector encontrará en estas páginas un interesante ejemplo del ejercicio de ese pensamiento autónomo, de la confrontación de argumentos, del ejercicio de la razón, de la crítica y de la inteligencia, todas las cuales son condiciones ineludibles de cualquier convivencia que se califique de humana. Queda claro que en México, las instituciones de educación pública, y en particular la unam, han mostrado una gran capacidad para conducir este tipo de discusiones y de esta manera cumplir con su función de difusoras de la cultura. Las acciones a seguir en torno al complejo problema de los alimentos transgénicos deberán ser resultado de esa reflexión y de ese ejercicio de la razón y de la inteligencia. Una sociedad informada es una sociedad capaz de tomar determinaciones de manera consciente. Si este libro logra contribuir a fomentar la preocupación de la comunidad universitaria y de la sociedad mexicana sobre el complejo
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problema de los alimentos transgénicos y orientarla a tomar conscientemente las decisiones que procedan, entonces habrá cumplido con sus objetivos. Una última cuestión: esta presentación no estaría completa sin los agradecimientos a todas las personas que hicieron posible la realización de aquel ciclo de mesas redondas, sin quienes el presente volumen sería inexplicable. Deseo agradecer por un lado a Daniel Cazés Menache y a Norma Blazquez Graf, respectivamente director y secretaria académica del ceiich, por el entusiasmo mostrado y el apoyo brindado desde el surgimiento de la idea de las mesas redondas (en junio de 2002) hasta la publicación de este libro. Igualmente agradezco el apoyo y participación de Ricardo Mansilla Corona y Elke Köppen Prubmann, investigadores del programa Estudios Interdisciplinarios del ceiich, al cual pertenezco. Agradezco la ayuda de los técnicos académicos Juan Carlos Villa Soto, Rosa María Mendoza Rosas y Rogelio López Torres; mención especial merece la ayuda continua brindada por la técnica académica Laura Moncada Marín, quien verdaderamente funcionó como el brazo derecho de la organización de aquellas jornadas de discusión de noviembre de 2002. Es digno de reconocerse y agradecerse el eficiente y solidario trabajo de Gladys Castillo Guerrero, jefa del Departamento de Difusión del ceiich, por el apoyo logístico, a Isauro Uribe Pineda, jefe del Departamento de Publicaciones del ceiich, y Ma. Ángeles Alegre Schettino, del mismo departamento, por el diseño de la publicidad para el evento. Deseo agradecer a Lev Jardón Barbolla por la traducción al español del texto de Les Levidow y last but not least, mi sincero agradecimiento al propio Lev Jardón y a Mónica Vázquez Arellano, Rosario Aguirre Mendoza, Sara Martínez Flores, Meztli Méndez Méndez, Karla Flores Lot, Xitlali Aguirre Dugua, Emiliano Jacobo Arteaga, Cristina Cervantes Arrioja y Paulina Cifuentes Ruiz, todos ellos estudiantes de la carrera de biología de la Facultad de Ciencias de la unam, quienes incansablemente hicieron todo el trabajo de pega y repartición de propaganda del ciclo de mesas redondas y el de inscripción de asistentes al mismo. Sin su participación, el éxito de aquellas jornadas y la edición del presente libro hubieran sido más que dudosos. Ciudad Universitaria, México, D. F., octubre de 2003
INGENIERÍA GENÉTICA: ORIGEN Y DESARROLLO ana barahona echeverría*
introducción La ciencia es una de las actividades características del mundo contemporáneo y, más que ninguna otra actividad humana, distingue la época actual de los siglos anteriores en la medida en que sus resultados tienen profundas repercusiones sociales, políticas, económicas y éticas. La ciencia es una forma de conocer y explicar el mundo que nos rodea, pero se diferencia de otras formas de conocimiento en que utiliza maneras particulares de observar, pensar, experimentar y probar, las cuales constituyen los aspectos fundamentales de su naturaleza. La ciencia puede entenderse como un proceso de producción de conocimientos, que no sólo cuenta con instrumentos que extienden los sentidos y que permiten hacer observaciones cuidosas e intervenciones en los fenómenos, sino que cuenta también con el establecimiento de teorías que les dan sentido. Uno de los aspectos fundamentales de la ciencia es su historicidad. La ciencia, al igual que otras actividades humanas, es una actividad social compleja. La comprensión del papel de la ciencia en la cultura y la sociedad se debe precisamente a la conjunción entre la historia y la ciencia. Uno de los resultados de la historia de la ciencia es el reconocimiento de la naturaleza de ciertos rasgos científicos, de los fines y valores que están asociados a la ciencia, y de manera muy importante, el papel que en la dinámica de la ciencia juega el cambio científico. En tanto proceso, la ciencia tiene una historia; la forma en que los seres humanos han observado y explicado la naturaleza ha sido diferente en distintas épocas de su historia. A principios del siglo xix, por ejemplo, no se sabía de la existencia de los genes, pero sí de qué pasaba al cruzar ciertas variedades de plantas entre sí; en la actualidad contamos con la secuencia, casi completa, del genoma humano. El cambio en el conocimiento es evidente e inevitable. Aunque en la * Departamento de Biología Evolutiva, Facultad de Ciencias, unam.
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actualidad los científicos rechazan la idea de que un objetivo de la ciencia es alcanzar la verdad absoluta y están de acuerdo en que existe cierta incertidumbre que forma parte de su naturaleza, se puede decir que la mayor parte del conocimiento científico es duradero. Sin embargo, la modificación del conocimiento es una de sus normas. Lo que sabemos ahora puede ser desmentido, modificado o rechazado por observaciones o proposiciones teóricas futuras. Así, estabilidad y cambio son parte integral de la naturaleza de la ciencia. Actualmente estamos viviendo la tercera revolución industrial. La primera surgió de la aplicación de nuevas fuentes de energía a la producción masiva de bienes (máquina de vapor); la segunda, con la transferencia de la teoría de la información a los procesos industriales. Estas dos revoluciones fueron manifestaciones de la capacidad cada vez mayor del ser humano para controlar y manipular su entorno y dieron como resultado importantes cambios sociales y políticos. La tercera es una revolución científico-técnica (o tecnocientífica),1 e involucra principalmente a la robótica, la computación y la ingeniería genética. En el caso de la ingeniería genética, esta tercera revolución se diferencia de las anteriores ya que involucra a los seres vivos, es decir, está relacionada con el mundo biológico al que pertenece el ser humano; la capacidad de manipular en forma directa los genes que determinan la forma y función de los organismos vivos utilizando medios técnicos sofisticados tiene repercusiones inmediatas en los seres humanos, particularmente en la producción de alimentos y en la salud. Desde el inicio de la “agricultura”, hace aproximadamente entre 10 000 y 12 000 años, las plantas y animales se han cultivado y criado selectivamente para obtener nuevas variedades de utilidad para el ser humano, pero este mejoramiento por procesos naturales de reproducción es lento y es una técnica limitada a aquellos organismos con reproducción sexual. Las nuevas tecnologías surgidas de la ingeniería genética permiten transferir directa y rápidamente el material genético de organismos poco emparentados entre sí, produciendo formas “nuevas” o variedades en corto tiempo; esta transferencia permite “crear” organismos con determinadas características deseadas para 1 En 1987 Bruno Latour acuñó el término “tecnociencia” para superar la idea de que la “ciencia” y la “tecnología” son actividades completamente independientes una de la otra.
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llevar a cabo ciertos procesos particulares, superando las limitaciones de la reproducción sexual, en la medida en que permite añadir, combinar o quitar funciones de los organismos vivos. La ingeniería genética se desarrolló como una rama de la biología molecular. Ésta involucra el estudio de los tres procesos de transmisión hereditaria (duplicación, transcripción y traducción), y el estudio de las tres clases de macromoléculas (adn, arn y proteínas). Aquélla es el conjunto de técnicas que permiten la recombinación del adn en el laboratorio, se basa en la manipulación directa de los genes o segmentos de adn (que codifican para una determinada proteína), y en la de sus mecanismos de expresión. Esta manipulación y recombinación se puede llevar a cabo debido a la universalidad del código genético que permite utilizar las enzimas de restricción para que corten una determinada secuencia de adn de cualquier origen, formando sitios idénticos y complementarios con la finalidad de modificar los organismos. La técnica más utilizada es la del adn recombinante, aunque ya se han desarrollado otras nuevas técnicas con resultados palpables y con implicaciones no sólo económicas o sociales, sino también éticas. En este contexto, y ante las recientes controversias que han generado tanto la producción como el uso de los llamados “organismos modificados genéticamente”, se hace necesario entender de dónde surgen el conocimiento y las técnicas que permiten justamente la manipulación genética. Es necesario revisar la historia de la ingeniería genética, ya que su desarrollo significó un avance sin precedentes de la capacidad del ser humano de modificar su entorno. En este trabajo, por tanto, describiremos los principales hechos que condujeron a la consolidación de la ingeniería genética como una rama de la biología molecular que ha tenido un desarrollo vertiginoso en los últimos decenios.
la biología molecular El término “biología molecular” apareció por primera vez en 1938 en un reporte científico que el físico y biólogo Warren Weaver, del Instituto Rockefeller de Nueva York, dirigió a la comunidad científica. Para él, la biología no progresaría a menos que estuviera apoyada en métodos provenientes de la física y la química y que comprendiera
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el funcionamiento de una célula viva a nivel molecular. Es decir, la biología se tendría que convertir en molecular. Con este reporte se iniciaría el proceso considerado como “la molecularización de la biología”. En un principio, la biología molecular fue considerada como una nueva disciplina científica que resultaba de la hibridación de la química estructural de las proteínas y de la genética. Su propósito sería dilucidar los mecanismos moleculares utilizados para leer los mensajes contenidos en el adn y que eran traducidos en secuencias de aminoácidos constituyentes de las proteínas. El desarrollo de la biología molecular se debió principalmente a la influencia de los adelantos en las ciencias físicas y químicas, y a la investigación directa que científicos de estas ramas comenzaron a llevar a cabo dentro de la biología. La transformación radical de los problemas y el tipo de soluciones en biología ocurrió debido a la migración de intelectuales del continente europeo hacia Estados Unidos e Inglaterra, y al viraje de muchos físicos teóricos decepcionados de los resultados del uso de la bomba atómica en la segunda guerra mundial (Stent, 1968: 390-395). Para Niels Bohr, en Copenhague, los problemas que le quedaban por resolver a la física teórica eran pocos, en comparación con la materia viva, la cual ofrecía un campo de estudio inexplorado en el que hacían falta explicaciones de la mayoría de los procesos. Según Gunter Stent, la biología molecular naciente se podía dividir en dos escuelas. Para la primera, la escuela informacional o el grupo del fago, la influencia de la mecánica cuántica fue determinante en cuanto a sus objetivos, metodologías y principios axiológicos (o juicios de valor). Para la segunda, la escuela estructuralista, la influencia fue la de la utilización de los principios de la cristalografía de rayos x que se habían desarrollado desde 1912, y los estudios sobre la naturaleza del enlace atómico de Linus Pauling (Pauling, 1931: 1367-1400).2 De los físicos que emigraron a Estados Unidos y a la biología, Max Delbrück fue el más destacado. En 1935, publicó un artículo en donde señalaba algunas propiedades de lo vivo, sobre todo de las moléculas genéticas, que no podían ser deducidas de la física y química tradicionales; cada gen es una molécula especial y no una especie química homogénea como las que estudian la química analítica y la termodinámica estadística (Timofeeff-Ressovsky et al., 1935: 190-245). 2 Para un estudio más detallado del proceso de fisicalización de la biología y del nacimiento de la biología molecular, véase Suárez y Barahona (1992).
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Para Delbrück, la estabilidad de los genes a lo largo de millones de años sólo podía ser entendida en términos atómico/cuánticos, es decir, Delbrück entendía la estabilidad de la molécula genética como un caso especial de la estabilidad atómica. Después de la segunda guerra mundial, estas ideas se difundieron gracias a la publicación, en 1944, del libro ¿Qué es la vida?, de Erwin Schrödinger, en donde se anunciaba una nueva época en la investigación biológica: “la evidente incapacidad de la física y la química actuales para dar cuenta de los fenómenos espaciotemporales que tienen lugar dentro de un organismo vivo no significa en absoluto que ello sea imposible para estas ciencias” (Shrödinger, 1944). El problema que planteaba Schrödinger hizo eco en los físicos, quienes voltearon a la biología para encontrar nuevas perspectivas a su investigación. Para Schrödinger, los genes eran capaces de preservar su estructura porque los cromosomas en que se encuentran no son más que cristales aperiódicos formados por isómeros repetitivos que formarían un código genético similar al Morse. Esta derivación de una “forma cuántica”, meramente especulativa, fue la primera aproximación cuantitativa al problema de la herencia. Este libro significó pues, la divulgación de las ideas de Bohr y Delbrück acerca de la especificidad de la información genética, e impulsó el diseño y análisis de experimentos en la biología, primero dentro del grupo del fago y posteriormente en los trabajos de Linus Pauling sobre los enlaces atómicos.
El grupo del fago Los bacteriófagos o fagos son virus que infectan especialmente a bacterias. Su ciclo de vida se había descrito desde 1926: la unión de un virus con una bacteria, la multiplicación del virus en el interior de ella, y la liberación de la progenie mediante la lisis de la célula infectada. Aunque los datos eran indirectos, pues todavía no se contaba con el microscopio electrónico (el cual se utilizó a partir de 1939), Delbrück y Emory Ellis3 mostraron, por un lado, la secuencia del ciclo del bacteriófago y la regularidad del proceso de lisis y, por el otro, que el modelo de crecimiento bacteriano ponía más preguntas que respuestas (Ellis, 1939: 631-642). 3 Al llegar a Estados Unidos en 1937, Delbrück se integró al grupo de investigación de Emory Ellis en el Instituto Tecnológico de California.
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El modelo fago-bacteria representaba un modelo sencillo donde estudiar los problemas de la reproducción y la herencia. De hecho se consideró, en un principio, que la herencia bacteriana era el último reducto del neolamarckismo. Con la utilización del microscopio electrónico se pudo conocer la estructura y complejidad del fago, parecido a un espermatozoide, hacia los años cuarenta del siglo xx. Este descubrimiento fue una de las grandes aportaciones de la física a la biología ya que permitió una delimitación precisa de los problemas reduciéndolos casi estrictamente a problemas cuantitativos.4 (Véase la figura 1.)
figura 1. Bacteriófagos que parasitan bacterias. Están compuestos de adn encapsulados en una cubierta de proteína.
Finalmente, en 1943, al unirse Delbrück con Salvador Luria y Alfred Hershey, se constituyó el núcleo duro del grupo del fago. Delbrück y Luria se habían conocido en 1940 en una reunión de físicos y decidieron emprender investigaciones conjuntas ya que Luria, al igual que Delbrück, trabajaba con fagos. Estos experimentos empezaron al año siguiente en Cold Spring Harbor, Massachussets. En 1943, al unirse Hershey, empezaron a producirse los primeros resultados de sus investigaciones. Entre los primeros hallazgos estuvo el hecho de que las bacterias sufrían mutaciones genéticas al igual que los or-
4 Durante ese decenio se trabajaba también en los aspectos metabólicos y bioquímicos de ciertos organismos. En 1941, G. Beadle y E. Tatum (1941: 499-506) publicaron un artículo, resultado de sus investigaciones con el hongo Neurospora crassa; debido a las características especiales de este hongo ascomicete, sus mutaciones son distinguibles fácilmente ya que impiden el crecimiento de las colonias en medios carentes del nutriente producido por el gen normal.
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ganismos superiores;5 éstas aparecían espontáneamente y eran seleccionadas de acuerdo con el mecanismo propuesto por Darwin en el siglo xix. Gracias a la buena elección del objeto de estudio, el diseño cuidadoso de los experimentos y la utilización de metodologías provenientes de la física (estadística y matemáticas, por ejemplo), el grupo del fago pudo resolver problemas que no habían sido claramente establecidos por los métodos convencionales de la genética clásica (Luria y Delbrück, 1943: 491-511). Para dilucidar la naturaleza química del gen, Avery, MacLeod y McCarty propusieron en 1944 al adn como el agente transmisor de la información genética (Avery et al., 1944: 137-158). Su trabajo con neumococos no fue aceptado rápidamente pues se creía que eran las proteínas, y no el adn, el agente hereditario. Dos aspectos más tuvieron que ver con el hecho de que no fueron aceptados estos resultados inmediatamente; el primero, era el hecho de que Avery pertenecía a la comunidad médica y no a la naciente comunidad de “biólogos moleculares”, y menos al grupo del fago y, segundo, que existían problemas técnicos en la purificación del adn, lo cual hacía dudar de las concentraciones reportadas por Avery. Sería más tarde, con R. Hotchkiss, cuando se afinarían los resultados de Avery, reduciendo la contaminación de las proteínas a 0.02% del preparado de adn (Hotchkiss, 1949: 40-55); en 1948, Hotchkiss junto con Erwin Chargaff mostraron que las cuatro bases constituyentes del adn (adenina, guanina, citosina y timina) no estaban presentes en las mismas proporciones; para estos estudios utilizaron la recién inventada técnica de la cromatografía de papel, que servía para separar y estimar los constituyentes de las moléculas, en este caso, del adn. Chargaff hizo notar también una característica estructural del adn, a saber, que las proporciones molares de las purinas y las pirimidinas totales son iguales, es decir, (a)=(t) y (g)=(c) (Chargaff, 1950: 201). En 1952, finalmente, Alfred Hershey y Matha Chase, utilizando las nuevas técnicas de isótopos radiactivos que habían sido desarrollados durante la guerra por investigadores físicos, demostraron sin lugar a dudas que el adn era el material de la vida (Hershey y Chase, 1952).
5 Anteriormente se pensaba que las bacterias mutaban, por la influencia del ambiente, en una suerte de mecanismo lamarckiano de adaptación.
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La escuela estructuralista Como se había mencionado, la escuela estructuralista estuvo influenciada por los trabajos que Sir Lawrence Bragg y su padre, William Bragg, habían desarrollado en el terreno de la cristalografía desde 1912, al hacer pasar un haz de rayos x paralelos sobre una disposición cristalina de átomos, que al difractarse produce un patrón característico del peso atómico y de la disposición espacial de los átomos de cada molécula. Al analizar este patrón de rayos x desviados por el cristal hacia una placa fotográfica, se puede inferir la disposición espacial de los átomos que lo produjeron. Gracias a estas técnicas, fueron determinadas las constituciones de cadenas cortas de aminoácidos hacia los años treinta del siglo xx por W. T. Atsbury y John D. Bernal, ambos discípulos de Bragg. Posteriormente, Atsbury, en 1948, propuso una estructura del adn en la cual los nucleótidos se apilaban paralelamente, esta estructura no fue considerada aunque sí fueron tomadas algunas de sus mediciones como correctas, por ejemplo, la separación entre los nucleótidos de 3’4 amstrongs. En el Instituto Tecnológico de California, Linus Pauling y sus colaboradores lograron determinar la estructura tridimensional de gran cantidad de moléculas sencillas utilizando la complementariedad de los estudios cristalográficos y los cálculos atómico-cuánticos. Gracias a estas investigaciones, Pauling pudo establecer la naturaleza del enlace covalente, la formación de orbitales híbridos de enlace, la resonancia y los ángulos de enlace y las distancias interatómicas (Pauling, 1929: 1010-1026). A partir de estos estudios, Pauling se enfocó a la determinación de la estructura de las proteínas como la queratina, de donde dedujo que los aminoácidos podrían girar formando una hélice, en la que cada vuelta mediría aproximadamente 5’4 amstrongs o 3’6 aminoácidos, formándose enlaces de hidrógeno entre los átomos de cada tres o cuatro aminoácidos. De estos resultados, Pauling estableció modelos estructurales a escala de los átomos y enlaces, en donde se veían con gran precisión los detalles de la estructura de las proteínas y sus hélices alfa y beta (Pauling, 1960). Por su parte, Maurice Wilkins y Rosalind Franklin trabajaban en la estructura del adn, bombardeando cristales purificados con rayos x, fotografiando los patrones de difracción resultantes. Aunque el patrón no proporcionó una imagen directa de la estructura de la molécula, las mediciones de diversos aspectos del patrón sugirieron que se trataba de una hélice. Esta fotografía del adn fue presentada
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por Wilkins en un congreso en Nápoles en 1951, al que asistió James Watson. Impresionado por esta fotografía, Watson se incorporó al Laboratorio Cavendish dirigido por Sir Lawrence Bragg con el objeto de aprender cristalografía, en principio bajo la dirección de Max Perutz. La idea de Watson era que tal vez el adn fuera el cristal aperiódico del que hablaba años antes Schrödinger y al mismo tiempo, el transmisor de la información hereditaria. Con la llegada de Watson al Cavendish, él y Francis Crick se conocieron y rápidamente formaron un equipo interesado en el adn. Crick era un físico teórico con conocimientos sobre cristalografía y estaba interesado en el modelo de Pauling de la alfa-hélice. Sus conocimientos y las conversaciones con Watson sobre la fotografía de Wilkins y Franklin, lo hicieron sospechar que la estructura del adn también podría ser helicoidal, explicando de esta forma su regularidad; esto le permitió desarrollar una primera teoría cristalográfica helicoidal hacia 1951 y, en 1952, una segunda sobre las hélices trenzadas. Estos estudios se basaban en restringir el problema a los mínimos supuestos posibles y tomar la menor cantidad de datos. Watson trabajó durante estos años en el reconocimiento de las estructuras helicoidales de la cápside del virus del mosaico del tabaco, en genética bacteriana y sobre la relación adn-arn-proteínas. Estos trabajos en conjunto lo acercarían al enfoque que pensaban debía de tener la estructura del adn. Así, en 1953, Watson y Crick desarrollaron el modelo de la doble hélice, en donde sintetizaban las evidencias empíricas y las necesidades funcionales del adn (Watson y Crick, 1953: 737-738). Este modelo proponía una estructura de dos cadenas de polinucleótidos dextrógiras, enrolladas en forma de hélice alrededor de un mismo eje; también proponía que ambas cadenas eran antiparalelas y que su separación sólo podía darse una vez desenrolladas; según este modelo las bases púricas y pirimídicas de cada hebra estarían apiladas en el interior con sus planos paralelos entre sí y perpendicularmente al eje de la doble hélice; las bases de una hebra estarían apareadas en los mismos planos con las bases de la otra hebra mediante enlaces de hidrógeno, habiendo sólo dos pares permitidos, a-t y g-c. Para explicar la periodicidad de 0.34 nm observadas en las fotografía de rayos x, postularon que las bases se apilan a una distancia respectiva de 0.34 nm de centro a centro (en cada vuelta completa de la doble hélice hay exactamente 10 nucleótidos), que representa la distancia secundaria repetida de 34 amstrongs o 2.3 nm. Según este modelo, el
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esqueleto de azúcar-fosfato se encuentra en el exterior de la hélice, mientras que las bases nitrogenadas están en el interior. Este modelo explicaría de forma por demás convincente la duplicación y la mutación de la molécula de adn. (Véase la figura 2.)
figura 2. La doble hélice puede copiarse de manera semiconservativa. La información del adn se transfiere a un arnm durante la transcripción, que es decodificado en los ribosomas para formar las proteínas.
El código genético Una vez aceptado el modelo de la doble hélice de Watson y Crick, se derivaron diversos programas de investigación para explicar desde el punto de vista molecular los procesos de mutación del adn y la forma en que la información estaba contenida y era descifrada posteriormente. Este último llegó al establecimiento de lo que ahora conocemos con el nombre de “código genético”. Con el modelo de Watson y Crick, lo que Mendel había postulado un siglo antes ahora tenía una explicación química. Sin embargo, no quedaba establecido cómo la información contenida en el adn, es decir, la secuencia de las cuatro bases nitrogenadas, podía “traducirse” en los 20 aminoácidos constituyentes de las proteínas.
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En las células eucarióticas, las proteínas son sintetizadas en los ribosomas que se encuentran localizados en el citoplasma, mientras que el adn se encuentra sólo en el núcleo. De esta forma se empezó a sospechar que intervenían diversas moléculas en la transferencia de la información del núcleo al citoplasma. En 1952, Alexander Dounce postuló que el primer paso en la transmisión de la información debía ser una copia de arn, ya que los ribosomas están constituidos de arn y proteína. La lógica indicaba que el arn en los ribosomas contenía el mensaje para la síntesis proteica, lo cual quería decir que diferentes ribosomas eran responsables de la producción de proteínas específicas. A principios de los años sesenta del siglo xx se postuló la existencia de diferentes clases de arn; la copia de arnm o mensajero se producía durante el proceso de transcripción dentro del núcleo siguiendo las reglas de complementariedad, g-c y a-u (uracilo en el caso del arn), al dejar el núcleo, éste era transferido a los ribosomas donde ocurría la traducción, la cual empezaba cuando los ribosomas se pegaban al arnm y sintetizaban la cadena proteica, un aminoácido cada vez. Estos aminoácidos serían transportados por otra molécula, el arnt o de transferencia. Con estos hallazgos, Crick postuló el dogma central de la biología molecular: el adn contiene la información genética que se transcribe en arn que se traduce en proteínas.6 Este proceso de transmisión fue un paso muy importante para poder comprender la forma en que la información contenida en el adn era traducida a proteínas, pero seguía sin entenderse la relación entre las bases nitrogenadas del adn/arn y los aminoácidos. Con el descubrimiento de la enzima polinucleotidofosforilasa por S. Ochoa en 1955, y el desarrollo de sistemas de traducción in vitro por M. W. Nirenberg y H. Matthaei en 1961 (Nirenberg y Matthaei, 1961: 1588-1602), se pudo avanzar en descifrar el código genético. Estos sistemas de traducción in vitro, en donde se marcan radiactivamente los aminoácidos, permiten establecer qué secuencia en el arnm es responsable de la incorporación de qué aminoácidos. En un proceso de ensayo y error usando arnm sintéticos, en 1965, se completó la identificación bioquímica de los vocablos del código genético: una combinación de tres bases, codón o triplete, codifica para un aminoácido sencillo; cuatro bases (a, t, g, c) se pueden combinar 6 Este dogma tuvo que ser modificado más tarde, en los años setenta del siglo xx, debido al hallazgo de una enzima, la transcriptasa reversa, encontrada en ciertos virus, con la capacidad de formar adn a partir de arn.
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en 64 codones; un número de tripletes pueden codificar para más de un aminoácido lo cual hace que el código sea degenerado (esta degeneración exhibe cierta regularidad y proporciona algunas ventajas biológicas); la última letra del triplete es menos importante que las otras posiciones, y existen secuencias que indican el término de la síntesis de proteína (Crick, 1961: 1227-1232). (Véase la figura 3.) Segunda posición
UUU U
UUC UUA UUG
C Phe
Leu
Primera posición
CUU C
CUC CUA
G
UAC
UCA
Ser
UCG
CCC CCA
ACC ACA
A
UGG
Trp
G
CAC CAA
AAC AAA
GCU
GAU
GUC
GCC
GAC
GUG
GCG
C
ámbar
AAU
Ala
U
UAG
GUU
GCA
Cys ópulo
AAG
Val
UGC UGA
ACG
GUA
Met
UGU
Ocre
CAG
Thr
G Tyr
UAA
CAU Pro
ACU lle
AUA AUG
UCC
CCG
AUU AUC
UAU
CCU Leu
CUG
A
A
UCU
GAA GAG
His
Gln
Asn
Lys
Asp
Glu
CGU CGC CGA
U Arg
CGG AGU AGC AGA AGG
GGA GGG
A G
Ser
Arg
GGU GGC
C
U C
Tercera posición
U
A G U
Gly
C A G
figura 3. El código genético.
El código genético es universal,7 es decir, es el mismo en toda la naturaleza, y la secuencia de bases siempre es traducida en la misma proteína. Este hecho (y el descubrimiento de las enzimas de restricción) constituyó la base teórica para el desarrollo de la ingeniería genética, particularmente de la técnica del adn recombinante.
Enzimas de restricción A mediados de los años cincuenta del siglo xx, Arthur Kornberg aisló y purificó una enzima responsable de la replicación del adn, a la que llamó adn polimerasa (ahora adn polimerasa i), la cual confirmó el 7 La multiplicidad de vocablos del código de la mayoría de los aminoácidos supuestamente indican una diferenciación evolutiva. Sólo se han encontrado variaciones en las mitocondrias y se supone que éstas son adaptaciones secundarias posteriores a su inserción como endosimbionte de las células eucarióticas. Este punto sigue en debate.
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mecanismo de duplicación implícito en el modelo de la doble hélice de Watson y Crick. Aunque no es la única enzima que interviene en la duplicación génica, su estudio llevó a que otros investigadores se interesaran por el papel de ciertas enzimas en los procesos genéticos. Un gran avance en la biología molecular fue el descubrimiento de las llamadas enzimas de restricción,8 capaces de reconocer las mismas secuencias de adn de cualquier origen (humano, bacteriano, etc.) y cortarlas en pequeños fragmentos. En los años sesenta del siglo xx, Smith y Wilcox, en la Universidad de John Hopkins, aislaron una enzima que corta el adn en sitios específicos generando pequeños fragmentos, a la que llamaron endonucleasa de restricción (Smith y Wilcox, 1970: 379). A la fecha se han descrito más de cien endonucleasas de restricción que reconocen y cortan secuencias específicas de adn. Los trozos de adn varían de tamaño y, debido a que los extremos que se generan pueden reunirse o ligarse covalentemente utilizando otra enzima llamada ligasa, pueden reconstruirse moléculas de adn en una gran variedad de formas diferentes. Esta metodología es denominada recombinación in vitro de ácidos nucleicos.9 En 1974, S. Cohen y H. Boyer demostraron que estas endonucleasas reconocen el adn cromosomal de cualquier origen y lo rompen en sitios específicos; la implicación de este descubrimiento es el hecho de que existen sitios idénticos, generalmente secuencias de entre cuatro a seis pares de bases, en todos los adn, desde los seres humanos, las bacterias hasta los plásmidos que se localizan dentro de ellas. Esta característica del adn y las propiedades de las enzimas de restricción permitieron llevar a cabo los primeros experimentos de hibridación de moléculas de adn. Como las enzimas de restricción reconocen y cortan sitios específicos y sus extremos son complementarios, es posible unir fragmentos de adn diversos. Este descubrimiento es una de las piedras angulares de la ingeniería genética que abrió las puertas al desarrollo de técnicas moleculares de manipulación de adn. (Véase la figura 4.)
8 El nombre de “restricción” se deriva del comportamiento de un virus bacteriano, el fago lambda, en diferentes hospederos. Este fago crece favorablemente en la cepa c de E. coli, pero lo hace con deficiencia en la cepa k de la misma bacteria. Esto hace suponer que existe una restricción del fago en la cepa k debido a la presencia de una enzima que corta el adn del fago. 9 Estas enzimas son ampliamente utilizadas para identificar o encontrar genes de ciertas enfermedades, pruebas de paternidad, medicina legal, entre otras muchas cosas.
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figura 4. Célula bacteriana con su adn cromosomal y varios plásmidos. Las enzimas de restricción abren el adn circular de un plásmido en sitios específicos cuyos extremos son complementarios. Un gen de otro organismo puede insertarse en el sitio de restricción. El resultado es una molécula recombinante. Este plásmido es introducido posteriormente a una célula huésped (bacteria u hongo) en donde se produce la proteína a gran escala.
ingeniería genética La ingeniería genética es un conjunto de técnicas que se encargan de la recombinación del adn en el laboratorio, basadas en la manipulación directa de los genes o segmentos de adn que codifican para una proteína deseada y de sus mecanismos de expresión. Esta recombinación no se puede llevar a cabo sin las enzimas de restricción ya que son ellas las que cortan determinada secuencia de cualquier origen formando sitios idénticos y complementarios cuya finalidad última es poder añadir nuevas funciones a los organismos. La recombinación del adn ocurre también de manera natural mediante procesos como la reproducción sexual, la transformación bacteriana y la infección viral. De cualquier forma, ésta comprende dos procesos, a saber, el cambio de la composición de nucleótidos del adn de una sola célula,
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unas cuantas o el organismo completo, y la selección de combinaciones de adn valiosas. En el caso de la reproducción sexual, la recombinación genética o crossing-over que ocurre durante la formación de los gametos permite el intercambio de material genético de los cromosomas homólogos, formando nuevas combinaciones genéticamente únicas. En la transformación bacteriana ocurren procesos que permiten transferir genes entre especies, por ejemplo, la adquisición o intercambio de plásmidos es probablemente la forma más común. En una infección viral se puede transferir adn ya que el material genético del virus puede insertarse en un cromosoma de su huésped eucarionte y permanecer días, meses o años. Al abandonar a su huésped, el adn viral puede llevar consigo material del cromosoma que al invadir a otro huésped le transfiere material de otro organismo. Estos métodos naturales de transferencia genética son ampliamente conocidos y comparten con la tecnología del adn recombinante en el laboratorio el hecho de que hay intercambio de adn entre organismos de individuos o especies diferentes, pero se diferencian principalmente en que en la naturaleza los intercambios no son dirigidos, es decir, los genes no se mueven de manera preferencial y su utilidad está determinada por la selección natural. En el laboratorio, en cambio, se mueven secuencias específicas de adn de organismo escogidos deliberadamente para obtener un producto específico; la utilidad de estas nuevas combinaciones de laboratorio está dada por los intereses humanos, ya sean comerciales, médicos u otros.
La tecnología del ADN recombinante La tecnología del adn recombinante transformó la biología molecular desde una ciencia fundamental y descriptiva hacia una tecnología aplicada. En un principio, esta nueva tecnología tenía objetivos meramente científicos. Paul Berg estaba tratando de encontrar un método para producir suficiente adn del virus sv40 que produce cáncer. Se propuso introducir el adn en una bacteria de tal manera que el adn se duplicara automáticamente. Si este método resultaba satisfactorio, decía Berg, y el gene introducido podía expresarse en la bacteria, entonces nos encontraríamos con una fuente barata y eficaz de proteínas útiles que podrían ser cultivadas en grandes cantidades en cajas de Petri.
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Como vimos anteriormente, las enzimas de restricción reconocen y cortan secuencias específicas de adn, formando pequeños fragmentos cuyos extremos pueden reunirse e insertarse en otro adn, formando una molécula híbrida o recombinante que contiene los genes de interés y los del vehículo molecular o vector (generalmente un plásmido bacteriano).10 Esta molécula recombinante puede ser introducida en una bacteria por el proceso de transformación y al dividirse producir copias del segmento del cromosoma de interés o clones. Esta metodología se denomina clonación molecular de adn. A partir de esta técnica, se desarrollaron otras que resultaron importantes tanto para la introducción de genes de otros organismos en los plásmidos de las bacterias, como para obtener las secuencias precisas de los genes o trozos de adn y para la construcción de vectores moleculares. Tal es el caso de la técnica desarrollada por E. M. Southern, llamada el Southern blotting o mancha de Southern. Esta técnica permite la localización de ciertas secuencias de adn al cortarlo con enzimas de restricción y luego separando los fragmentos de acuerdo con el tamaño por electroforesis en un gel de agarosa. Otras técnicas fueron las desarrolladas por Walter Gilbert y su colega Fred Sanger para secuenciar trozos de adn y así conocer exactamente la “secuencia” de sus bases. Todas las técnicas que se desarrollaron posteriormente estuvieron disponibles en los años setenta del siglo xx, y produjeron proteínas como la somatostatina, insulina, alfa-interferon, y muchas más. La posibilidad de manipular los genes debido al incremento de nuevas tecnologías ha crecido sustancialmente y ha dado como resultado un impulso para el desarrollo de métodos de análisis del adn, como la técnica de la reacción en cadena de la polimerasa (pcr, por sus siglas en inglés) que permite encontrar e identificar una molécula simple de adn. Esta técnica tiene aplicación tanto en el laboratorio como en la medicina clínica. Otras técnicas de manipulación genética son la técnica de la cadena antisentido, la de los oligodesoxinucleótidos, la de la formación de la triple hélice y la de transferencia nuclear que dio lugar a Dolly. Los plásmidos fueron descubiertos en los años cincuenta y no son más que adn extracromosomal. Transportan genes de resistencia a los antibióticos y otros fármacos, y se han convertido, junto con el fago lambda, en los vectores moleculares por excelencia. 10
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Con el desarrollo de la ingeniería genética, la posibilidad de estudiar propiedades genéticas de los humanos se ha convertido en un problema tanto científico como ético. El tipo de problemas depende del nivel de la investigación, ya que ahora se cuenta con la secuencia completa del genoma humano. Sus posibles usos en medicina para la producción de fármacos, en la reproducción asistida, la terapia génica o la identificación de sospechosos o en juicios de paternidad son sólo algunos de los de estas nuevas técnicas. Vemos así cómo el desarrollo de técnicas de manipulación genética, surgidas de la biología molecular, han dado un vuelco considerable a nuestro entendimiento de la molécula de la herencia, pero también a nuestras posibilidades de transformar el mundo. Estos desarrollos han planteado, sin lugar a dudas, controversias acerca de su uso racional y de los resultados que pueden ser obtenidos.
conclusiones La ingeniería genética surge como una rama de la biología molecular. La búsqueda de los determinadores de la herencia que se inició con Mendel en el siglo xix siguió un largo camino tanto en los trabajos de la genética clásica, como en el desarrollo de la biología molecular, surgida gracias a la intromisión de la física en la biología, por un proceso que se puede denominar como la fisicalización de la biología. Posteriomente, este impulso de analizar las macromoléculas orgánicas desde el punto de vista de la física experimental y en particular de la física cuántica culminó con el proceso que se denominó como la molecularización de la biología hacia mediados del siglo xx. Estos desarrollos se vieron coronados con el modelo de la doble hélice de Watson y Crick en 1953. Desde entonces, el desarrollo de nuevas técnicas y nuevos enfoques teóricos han permitido un avance sustancial en nuestro conocimiento del genoma y de su manipulación. El desarrollo de la ingeniería genética ha generado controversias sociales, económicas, éticas y ecológicas dignas de tomarse en cuenta. Estas controversias generalmente tienen que ver con los riesgos que implica la introducción en el medio de organismos desarrollados en el laboratorio y de su potencial para producir cambios significativos en el genoma humano.
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El uso de estas técnicas puede mejorar nuestro nivel de vida en la medida en que proporcionen bienestar social, en la medicina y la producción de alimentos; pero está altamente cuestionado su uso en otras esferas, como por ejemplo, en el ser humano para la producción de clones o seres idénticos a uno mismo. Los debates que han de surgir y el resultado de ellos, será muy importante en el desarrollo sucesivo de esta disciplina científica. Por ello, la solución a muchos de los problemas que se plantean tienen que analizarse y resolverse desde la interdisciplina; deberán tomarse en cuenta los factores éticos, sociales y económicos, así como los históricos y filosóficos. De esta forma, las decisiones que se tomen sobre el futuro de los organismos modificados genéticamente estarán más informadas y, por lo tanto, serán más duraderas.
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PLANTAS TRANSGÉNICAS: POTENCIAL, USO ACTUAL Y CONTROVERSIAS luis herrera estrella∗ miguel martínez trujillo∗∗
introducción La permanente necesidad de disponer de satisfactores que atiendan las demandas humanas de alimento, vestido y obtención de materias primas para la elaboración de diversos productos ha sido la causa de que, desde el surgimiento de la agricultura, las plantas de interés para el hombre hayan sido cultivadas, seleccionadas y consecuentemente mejoradas en características tales como mayor rendimiento, calidad nutricional, facilidad de cultivo y resistencia a agentes bióticos o abióticos que las afectan. El fitomejoramiento tiene sus bases en los experimentos realizados hace más de un siglo por Gregorio Mendel, en los que concluyó que las características de los organismos están dadas por factores discretos heredables (genes), y no son resultado, como se creía anteriormente, de la mezcla azarosa de las cualidades de los progenitores. Con este conocimiento comenzó, entre los cultivos de mayor importancia, el método tradicional de producción de cultivares mejorados mediante cruzas dirigidas entre individuos, de la misma especie o de especies estrechamente relacionadas. Los individuos sobresalientes son seleccionados en ciclos subsecuentes de cultivo, hasta que después de numerosos eventos de cruzas y retrocruzas, aunadas a laboriosas pruebas de campo, se obtiene una generación portadora de la característica deseada que es reconocida como una nueva variedad. Todo el proceso de selección va acompañado de colectas, tanto de semillas como de plantas completas, que son almacenadas en bancos de germoplasma quedando a disposición para posteriores usos. Es destacable que una importante limitante de todo proyecto de producción Departamento de Ingeniería Genética de Plantas, Unidad de Biotecnología Vegetal del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del ipn. ** Facultad de Biología, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. *
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de nuevas variedades vegetales es la incompatibilidad sexual entre las especies de plantas seleccionadas como progenitores y que si la divergencia genética entre las especies involucradas es muy grande, la probabilidad de obtener semillas viables de tal cruza es muy baja y mayor será el número de generaciones requerido para incorporar en la progenie el carácter elegido. La técnica descrita, también conocida como fitomejoramiento tradicional, se ha empleado ancestralmente y sus logros resultan innegables. Sin embargo, dichos métodos, además de ya resultar insuficientes para incrementar la producción agrícola a un ritmo que permita satisfacer la creciente demanda de alimentos impuestas por el permanente crecimiento demográfico, tienen el inconveniente de haber producido variedades vegetales extremadamente dependientes de agroquímicos, cuyo uso desmedido impacta negativamente el ambiente. Los objetivos principales de los programas de fitomejoramiento actuales siguen siendo aumentar el rendimiento, disminuir las pérdidas ocasionadas por plagas y enfermedades y reducir los costos de producción. No obstante, ahora también se tiene interés de emplear los cultivos agrícolas para generar productos de alto valor agregado para usos en la industria química, alimenticia y farmacéutica. Así, hoy en día la ingeniería genética, definida como la manipulación en el laboratorio de la información genética de un organismo utilizando las técnicas de la biología molecular, se presenta como una poderosa alternativa para obtener cultivares transgénicos que superen en su productividad y calidad a sus contrapartes obtenidas por métodos tradicionales. La ingeniería genética permite el acceso y manipulación directa de la información genética de cualquier ser vivo, e incluso posibilita la creación de genes sintéticos. Por ello, esta tecnología, también conocida como del adn recombinante, rompe con las barreras impuestas por la incompatibilidad sexual y hace posible introducir en plantas, genes provenientes no sólo de otras especies vegetales evolutivamente distantes, sino incluso de hongos, virus, bacterias y animales; esta modificación se lleva a cabo en un ciclo. Esto se basa en el principio de que el código genético de los organismos vivos es universal. De tal manera, la obtención de plantas transgénicas (portadoras de un gen ajeno o heterólogo), empleando alguna de las técnicas disponibles para tal efecto, representa hoy en día uno de los medios más versátil y preciso para producir variedades vegetales mejoradas.
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métodos de transformación genética de plantas Con las metodologías del adn recombinante ahora es posible la producción de organismos modificados genéticamente o transgénicos, en los que se han insertado genes heterólogos mediante su manipulación en el laboratorio. Particularmente en plantas, el poder introducir nueva información genética requiere de que se cumpla con los siguientes dos requisitos: a] disponer de un método para la regeneración in vitro de la especie de interés y, b] contar con un método de transformación eficiente para la misma. Puesto que las técnicas de cultivo de tejidos hacen posible que a partir de cualquier célula o tejido se puedan regenerar plantas completas, su uso resulta indispensable para la regeneración de individuos transgénicos que contengan la nueva información genética. En cuanto a la transformación se refiere, es necesario contar con un método que permita tanto la introducción del material genético que se pretende incorporar, como su integración estable, funcional y heredable en el genoma vegetal. Las plantas transgénicas que se han logrado obtener a la fecha, provienen del uso de diversos métodos de transformación genética. Entre ellos se tiene un método biológico y por lo tanto natural, basado en el empleo de una bacteria que vive en todos los suelos del mundo llamada Agrobacterium tumefaciens. Debido a que inicialmente se pensó que el sistema basado en Agrobacterium sólo se podía aplicar a un número limitado de especies vegetales (ahora se sabe que puede no sólo transformar todas las especies vegetales sino también otros organismos como hongos), surgió la necesidad de desarrollar métodos de transformación genética alternativos. Entre estos métodos alternativos se pueden mencionar protocolos fisicoquímicos de transformación directa, como la electroporación de protoplastos y los tratamientos con polietilenglicol y cloruro de calcio, y métodos físicos, como el bombardeo con micro partículas recubiertas de adn. El primer método diseñado para la transformación de células vegetales, que ha resultado el más exitoso y por consecuencia el más usado, surgió del estudio detallado del mecanismo de infección de la bacteria fitopatógena Agrobacterium tumefaciens. Desde entonces, los esfuerzos se enfocaron en conocer los mecanismos de transferencia de este adn, con la idea de adecuar este sistema para transferir genes a plantas.
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Estudios orientados a establecer la funcionalidad de genes provenientes de otros organismos en sistemas vegetales mostraron que los genes procarióticos o eucarióticos heterólogos intactos no son reconocidos por la maquinaria de la planta y, por consiguiente, no son expresados. Esto llevó a la conclusión de que la expresión de genes heterólogos en sistemas vegetales sólo sería posible si las secuencias codificantes de los genes foráneos se colocaban bajo el control de señales transcripcionales funcionales en plantas. El primer ejemplo exitoso de la expresión de un transgen en células vegetales fue reportado en 1983 (Herrera et al., 1983) y al año siguiente se obtuvo la primera planta de tabaco transgénica diseñada por ingeniería genética, tomándose estos avances como el nacimiento de la época del fitomejoramiento agrícola por ingeniería genética. La supuesta incapacidad de Agrobacterium para infectar plantas monocotiledóneas, limitó por mucho tiempo la transformación de cultivos tan importantes como arroz, trigo y maíz. Este hecho impulsó la búsqueda de técnicas alternativas y así surgieron la introducción de adn en células desprovistas de pared celular (protoplastos), utilizando sustancias permeabilizantes de la membrana plasmática, como el polietilenglicol, la aplicación de pulsos eléctricos de alto voltaje que abren poros en la membrana (electroporación) y la microinyección, que no es otra cosa que la introducción directa de adn en el núcleo de las células vegetales. La aplicación de estos métodos ha sido muy limitada, ya sea por las inconveniencias que representa el poder regenerar plantas completas a partir de protoplastos o por lo difícil e impráctico que resulta utilizar la microinyección con fines masivos y comerciales. Las dificultades para la transformación de cereales fueron vencidas cuando, en 1987, se diseñó un acelerador de partículas con el cual es posible bombardear células o segmentos de tejido vegetal con micro partículas recubiertas de adn. Este método, también conocido como biobalística, que permitió la transformación de maíz y arroz, también se ha empleado exitosamente para transformar diferentes especies vegetales de gran importancia alimenticia a escala mundial.
aplicaciones de la ingeniería genética de plantas Al igual que el fitomejoramiento tradicional, la biotecnología se ha enfocado principalmente en la búsqueda de incrementos en la pro-
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ducción y protección de cultivos agrícolas contra plagas y enfermedades. Sin embargo, los rápidos adelantos de las técnicas de biología molecular han ampliado los horizontes y en el futuro próximo la industria, el ambiente y la salud humana y animal, también se verán beneficiados por la aplicación de estas novedosas técnicas. Con ellas se intenta no sólo obtener variedades vegetales tolerantes a plagas, enfermedades y condiciones ambientales adversas que permitan mejorar los rendimientos, sino plantas capaces de producir insumos de alto valor económico y ambiental. La lista de productos susceptible de obtenerse en plantas transgénicas incluye enzimas, alimentos con alto valor nutritivo, productos farmacéuticos, vacunas y plásticos biodegradables. Las expectativas de la producción y uso de plantas transgénicas se discuten a continuación.
mejoramiento de la composición y cualidades de semillas y frutos Las semillas representan la fuente de alimento más importante en las plantas, ya que contienen proteínas, lípidos y carbohidratos y pueden ser almacenadas y transportadas sin sufrir cambios considerables en sus propiedades nutricionales. Los humanos y los animales no pueden sintetizar 10 de los 20 aminoácidos esenciales y por lo tanto deben obtenerlos como parte de la dieta. La composición de aminoácidos en las semillas es variable y ninguna especie vegetal produce semillas con la proporción óptima de aminoácidos necesarios en la dieta humana. Las fuentes principales de proteínas para una gran parte de la población humana son las semillas de cereales y leguminosas, sin embargo, una característica de éstas es la deficiencia de lisina en cereales y de cisteina y metionina en leguminosas. Aunque una solución a este problema sería el consumo de ambas clases de semillas en las proporciones adecuadas, en el caso de los humanos existen tradiciones y factores económicos que hacen poco práctica esta solución. Una alternativa consiste en cambiar la composición de las proteínas en algunas semillas ya sea por métodos convencionales de mejoramiento genético o mediante el uso de la ingeniería genética. Algunos esfuerzos de ingeniería genética orientados para este propósito son el incremento hasta en 33% de metionina en las proteínas de las semillas de plantas transgénicas de canola y lupino, mediante la expresión
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en semilla de una proteína de maíz rica en metionina en estos cultivos. El contenido de lisina en semillas de soya se incrementó hasta en 43%, mediante la introducción y expresión de un gen sintético que codifica una proteína rica en este aminoácido. Mediante la modificación de las propiedades regulatorias de las enzimas implicadas en la biosíntesis de aminoácidos esenciales se ha incrementado la lisina libre en soya y en canola. Estos éxitos permitirán posteriormente la modificación de otras plantas como maíz, arroz y frijol. Otra aplicación potencial de la ingeniería genética en el mejoramiento de la calidad nutricional de los alimentos es la de aumentar el contenido de vitaminas. La deficiencia en vitamina a es un problema muy importante en varios países, especialmente en Asia, donde 124 000 000 de niños padecen la deficiencia de esta vitamina, lo cual conduce a la ceguera. La aplicación oral de esta vitamina es problemática, debido principalmente a la carencia de infraestructura. Una alternativa es la producción de esta vitamina en la semilla de arroz, el cual es consumido preferentemente en estas poblaciones. Mediante la introducción de 3 genes foráneos en plantas de arroz, ha sido posible la producción de β-caroteno (pro-vitamina a) en el endospermo de las semillas de este cereal (Ye et al., 2000). Debido a que el β-caroteno puede ser transformado en el cuerpo humano en vitamina a, este arroz transgénico tiene un enorme potencial de disminuir la avitaminosis que padecen muchos niños en Asia. El cultivo de esta variedad transformada o bien la transferencia de los genes a otras variedades mediante cruzamiento y selección permitirá el cultivo extensivo del arroz dorado (como se le conoce comúnmente) rico en pro-vitamina a. Se considera que los lípidos de origen vegetal tienen mejores cualidades nutricionales con respecto a los lípidos animales, principalmente debido a que no contienen colesterol y a que son ricos en ácidos grasos poliinsaturados. Con el propósito de mejorar aún mas la calidad de los aceites vegetales, sobre todo para disminuir la incidencia de enfermedades del corazón causadas por el consumo de grandes cantidades de ácidos grasos saturados, se han obtenido plantas de canola transgénicas, con una mayor proporción de ácidos grasos poliinsaturados (40% de ácido láurico) en estas semillas.
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alteración de la vida de anaquel de frutos Puesto que el proceso de maduración de frutos es continuo e irreversible, otro de los graves problemas a los que se enfrenta el manejo de productos agrícolas en el área de fruticultura es el reducido tiempo del que se dispone para el traslado y distribución de frutos frescos desde los lugares de cosecha a los sitios de venta y consumo. Por ello, la ingeniería genética ha intentado retardar la maduración y reducir las pérdidas poscosecha al aumentar la llamada vida de anaquel. Usando genes antisentido es posible transformar plantas y bloquear la expresión de genes importantes en el proceso de maduración, tales como los relacionados en la biosíntesis de etileno (hormona vegetal que dispara el proceso de maduración de muchos frutos) o de enzimas hidrolíticas directamente involucradas en el ablandamiento de los frutos. Usando estas estrategias se han producido tomates, melones y algunos otros frutos cuya vida de anaquel se ha prolongado desde unos días hasta varias semanas. En la actualidad, los tomates de mayor vida de anaquel ya han sido comercializados por tres diferentes compañías. Esta estrategia tiene un potencial enorme para su aplicación en frutos tropicales, producidos principalmente en países en vías de desarrollo, donde las condiciones de almacenamiento y transporte son deficientes, ocasionando pérdidas severas.
resistencia a virus, bacterias y hongos fitopatogénicos Una de las aplicaciones de la ingeniería genética que más ha sido explorada tanto en laboratorios públicos como privados es la generación de plantas resistentes a enfermedades. El éxito de estos estudios ha sido variable, por ejemplo, plantas resistentes a más de 30 enfermedades virales han sido obtenidas con éxito, mientras que el desarrollo de resistencia a enfermedades causadas por hongos es aún muy incipiente. A continuación se describen algunos de los avances obtenidos en este respecto. Los virus, considerados entidades no celulares compuestos de ácidos nucleicos y proteínas, representan a los agentes fitopatogénicos más devastadores que se conocen porque no existe ninguna medida de control efectiva contra su ataque. Por esta razón, se piensa que el control de las enfermedades virales será el campo donde la ingeniería genética de plantas puede tener su mayor impacto.
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El uso de genes virales y su introducción en plantas ha permitido el desarrollo de resistencia, lo cual se conoce como resistencia derivada del patógeno, este fenómeno ha sido explicado considerando que la planta reconoce un exceso en la expresión de los genes virales introducidos y evita su expresión, impidiendo, además, la infección por el virus de la cepa utilizada y cepas relacionadas. Usando el gen que codifica para la proteína de la cápside, se obtuvieron en 1986 las primeras plantas de tabaco resistentes al virus del mosaico del tabaco. Utilizando una estrategia similar se obtuvieron plantas de calabacita amarilla y de sandía resistentes a virus. La papaya ha sido severamente atacada por el virus de la mancha anular y los esfuerzos para generar plantas resistentes usando las técnicas convencionales de hibridación han fracasado, por lo que fue necesario transformar plantas con el gen que codifica para la proteína de la cápside de este virus. A partir de 1994, se obtuvieron plantas resistentes al virus y ha sido posible mantener cultivos redituables de papaya en diferentes lugares, como es el caso de Hawai. Actualmente, la papaya y la calabacita amarilla han sido comercializadas. Además, tomates transgénicos resistentes al virus del mosaico del tabaco, papas transgénicas resistentes a los virus x y y de la papa, y pepinos transgénicos resistentes al virus del mosaico del pepino han sido producidos. Las pérdidas derivadas de enfermedades bacterianas, en el nivel global, son consideradas menos importantes que aquellas causadas por virus y hongos. Sin embargo, en el nivel regional infecciones bacterianas causan pérdidas muy importantes en algunas especies. Diferentes estrategias han sido utilizadas para disminuir el daño causado por las enfermedades bacterianas, como es la producción de plantas transgénicas resistentes a toxinas o que expresan genes de resistencia a la infección bacteriana. El arroz silvestre Oryza longistaminata es resistente a Xanthomonas oryzae pv. Oryzae (Xoo) causante de la enfermedad del tizón del halo, la cual causa importantes pérdidas en la producción comercial de arroz en Asia. En 1995, se identificó y aisló un gen de resistencia a esta bacteria (Xa21), el cual fue transferido posteriormente a variedades de arroz Indica, y éstas mostraron una mejoría en la resistencia a Xoo. Actualmente, se están realizando ensayos para determinar la resistencia de las plantas de arroz en condiciones de campo, así como la conservación de características deseables de la semilla. Aunque los hongos producen importantes pérdidas en cultivos de plantas, hay pocos logros sustantivos en la producción de plantas
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transgénicas resistentes a estos patógenos. La expresión de genes que codifican enzimas capaces de degradar los constituyentes mayores de la pared celular de los hongos (quitina y β-1,3 glucanos) ha sido usada como una estrategia para controlar a estos organismos. La expresión de dos genes que codifican para estas enzimas en plantas de tomate mostró un nivel útil de resistencia al ataque por el hongo Fusarium.
plantas transgénicas resistentes al ataque de insectos En condiciones naturales, las interacciones planta-insecto son de vital importancia para ambos organismos. Particularmente, las plantas se ven beneficiadas en procesos como polinización, remoción de tejido muerto y eliminación de insectos dañinos. De tal modo, puede decirse que el control de insectos que se alimentan de plantas es un evento común en la naturaleza. Sin embargo, la mayoría de las plantas cultivadas, al sembrarse en regiones diferentes a sus centros de origen, se vuelven susceptibles de ser atacadas por especies regionales de insectos que, de hecho, son una de las principales causas de pérdidas de productos agrícolas en todo el mundo. Sin duda, el problema es mucho mayor cuando se consideran las pérdidas que causan los insectos durante el periodo de almacenamiento de granos y semillas. Por tal razón, la obtención de cultivares resistentes a plagas es una de las prioridades de cualquier programa de fitomejoramiento. Para enfrentar este problema, la ingeniería genética se ha interesado en dos grupos de genes (Estruch et al., 1997). Uno de ellos incluye los provenientes de la bacteria Bacillus thuringiensis (Bt), que codifican para proteínas cristalinas con propiedades insecticidas conocidas como δ-endotoxinas. Cuando estas δ-endotoxinas son ingeridas por los insectos, éstas ejercen su toxicidad mediante la unión a células intestinales del tracto digestivo ocasionando una lisis osmótica. Estas proteínas manifiestan una actividad específica en diferentes grupos de insectos, por ejemplo, las proteínas llamadas Cry1 son activas contra lepidópteros (polillas y mariposas) y los Cry3 solamente contra coleópteros (escarabajos). Los genes que codifican para δ-endotoxinas inicialmente mostraron una expresión baja en plantas, por lo que tuvieron que ser mo-
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dificados mediante cambios en el uso de codones, incremento en el contenido de gc y eliminación de algunas regiones. De esta manera, ha sido posible la generación de plantas transformadas que pueden efectivamente ser utilizadas para resistir el ataque de insectos específicos. El primer cultivo resistente a insectos fue el de tabaco, en el año 1987, en la actualidad también se tiene tomate, algodón, papa, maíz, canola, soya y arroz. En el caso del maíz, las plantas transformadas con genes Bt muestran excelente protección contra el barrenador europeo incluso usando poblaciones de insectos cien veces mayores en relación con las que se presentan de manera natural. Aunque el maíz ha sido un éxito biotecnológico, los insectos que atacan este cultivo difieren de acuerdo con la región geográfica y son necesarios ensayos de campo para evaluar la efectividad para el control de insectos en diferentes ambientes. Algunos ensayos ya han sido realizados en México por parte de algunas compañías privadas. Recientemente (2001) se ha reportado la producción de plantas híbridas de arroz, las cuales muestran resistencia a dos de las más importantes plagas de lepidópteros, sin una reducción en la productividad. En Cuba se han desarrollado líneas transgénicas de caña de azúcar (un cultivo importante para ese país) resistentes al ataque de insectos y otros en vías de desarrollo. Debido a que muchas especies de insectos no son sensibles a las proteínas Cry, la búsqueda de otros genes cuyos productos tengan propiedades insecticidas, es una labor permanente en el campo de la biotecnología vegetal. Entre los candidatos más destacados se mencionan los inhibidores de proteasas que interfieren con el funcionamiento de las enzimas digestivas de los insectos y que son parte del sistema de defensa de algunas plantas. Usando inhibidores de proteasas de origen vegetal ha sido posible obtener plantas transformadas de canola, papa, alfalfa y tomate, aunque en estos casos las plantas todavía no han sido comercializadas.
plantas transgénicas con mayor tolerancia a factores ambientales La sequía, salinidad y el frío son los factores abióticos más importantes que disminuyen la producción agrícola. Una de las estrategias para incrementar la tolerancia a tal estrés es la producción de com-
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puestos osmoprotectores (osmolitos), tales como azúcares, alcoholes, aminoácidos y compuestos cuaternarios de amonio (glicina-betaina), los cuales incrementan el potencial osmótico de la célula y estabilizan membranas y estructuras macromoleculares. Algunas especies vegetales producen estos osmolitos debido a que están naturalmente adaptadas a crecer en condiciones de sequía, alta salinidad o bajas temperaturas, sin embargo, muchas de las plantas cultivadas de importancia económica no acumulan suficiente cantidad de compuestos osmoprotectores que les permitan ser tolerantes al estrés, por lo que se han hecho esfuerzos encaminados a la producción de plantas transgénicas con un incremento en la producción de osmolitos. La glicina-betaina ha sido producida en plantas de tabaco y Arabidopsis, transformadas con un gen bacteriano y muestran una mejor tolerancia al estrés producido por nacl y frío. Además, en tabaco se ha logrado la sobreproducción del azúcar trehalosa y se ha obtenido un incremento en la tolerancia a la sequía. Otros osmolitos, tales como el manitol han sido sobre producidos en Arabidopsis y se observa un mejoramiento en la germinación de las semillas en condiciones de alta salinidad (Nuccio et al., 1999). Otra estrategia para incrementar la tolerancia al estrés es la sobre-expresión de genes que codifican transportadores de iones, por ejemplo el de na+/h+ de la membrana vacuolar, que transporta na+ del citosol hacia la vacuola donde se acumula, permitiendo un balance osmótico adecuado. Plantas de Arabidopsis transformadas que sobreproducen el transportador na+/h+ muestran un crecimiento sostenido en suelos con concentraciones de nacl de hasta 200 mm. Recientemente (2001), se han producido plantas de tomate sobreproductoras del transportador na+/h+ de Arabidopsis, las cuales son capaces de crecer, florecer y producir frutos en presencia de altas concentraciones de sal (200 mm), además de preservar la calidad del fruto, ya que éstos muestran un contenido bajo de sodio. En condiciones de estrés abiótico, los mecanismos de tolerancia que permiten el crecimiento de una planta bajo esas condiciones desfavorables involucran el establecimiento de cambios bioquímicos y celulares que requieren la participación coordinada de muchos genes. Esta expresión orquestada de genes está controlada por factores de transcripción. La manipulación de los factores de transcripción que regulan la expresión de genes de tolerancia al estrés abiótico es, por ende, una estrategia prometedora para la generación de plantas con mayor tolerancia al frío y a la sequía.
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Los suelos ácidos representan un problema en las regiones del mundo con alta precipitación, como los bosques tropicales lluviosos y bosques de coníferas. Se estima que 40% de la superficie arable del mundo presenta este problema (68% de América tropical, 38% de Asia tropical y 27% de África tropical). El aluminio es el elemento metálico más abundante en el suelo y es tóxico para muchas plantas, en soluciones de baja concentración. De manera natural, algunas plantas presentan estrategias para tolerar las concentraciones tóxicas de aluminio, como la producción y exudación de ácidos orgánicos al suelo (citrato y otros), lo que permite la formación de compuestos quelados que carecen de toxicidad. El uso de un gen bacteriano que codifica para la enzima citrato sintasa, encargado de la síntesis de citrato, ha permitido generar plantas transgénicas de tabaco y papaya que producen 5 a 6 veces más citrato en las raíces y muestran tolerancia a concentraciones tóxicas de aluminio 10 veces mayores a las concentraciones toleradas por las plantas originales (De la Fuente et al., 1997). La contaminación de suelo con metales pesados producto de diversas actividades industriales cada vez se convierte en un problema ambiental y de salud más importante. Para tratar de resolver este problema se han propuesto estrategias en las cuales se utilicen organismos vivos para extraer los metales pesados que contaminan el suelo y así limpiarlo, estos procesos han sido denominados como biorremediación. Debido a que las plantas producen raíces que penetran hasta capas muy profundas del suelo, el uso de plantas para eliminar la contaminación por metales pesados ha sido propuesta. La fitorremediación de suelos contaminados con metales pesados es un problema complejo, lo que ha llevado a la búsqueda de estrategias menos costosas y más efectivas. El uso de plantas para remover selectivamente y reciclar los metales del suelo es potencialmente efectivo, como se ha demostrado con plantas transgénicas de Arabidopsis, transformadas con el gen bacteriano merA que codifica para la enzima reductasa del ion mercúrico, que permite transformar la forma catiónica del metal a Hg(0) una forma volátil y no tóxica de este elemento (Chaney et al., 1997). Sin embargo, es necesaria una mayor investigación básica y aplicada en este campo con respecto a otros metales tóxicos.
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las plantas como biorreactores La producción de proteínas foráneas en plantas tiene varias ventajas, ya que su producción puede ser en semillas, frutos o tubérculos, con la posibilidad de colectarlos y almacenarlos, para ser consumidos directamente o ser procesados para obtener el producto de interés. Otras ventajas son: 1] el costo bajo a una escala agrícola; 2] reducción de los costos de capitalización en relación con el uso de métodos de fermentación; 3] escalamiento relativamente sencillo de la producción; 4] producción de proteínas multiméricas complejas, tales como los anticuerpos, que son perfectamente ensamblados y, 5] producción segura de las proteínas, considerando que las plantas no son hospederos naturales de patógenos de humanos (Lavick y Thomas, 2001; Giddings, 2000). Este último punto toma una enorme importancia con el reciente surgimiento del sars, causado por un virus que al parecer originalmente infectaba a gatos salvajes consumidos como alimento en China y que por una mutación se volvió virulento para el ser humano, lo cual implica que la producción de proteínas recombinantes de uso farmacéutico sería mucho más segura en plantas transgénicas que en cultivos de células o animales transgénicos.
producción de vacunas orales en plantas transgénicas Investigaciones recientes han demostrado que los frutos de plantas transgénicas tienen la capacidad de sintetizar y acumular proteínas antigénicas y, por lo tanto, podrían eventualmente ser usadas como vacunas orales contra agentes infecciosos como virus y bacterias. Los objetivos inmediatos son las infecciones gastrointestinales y respiratorias, que representan las principales causas de mortalidad infantil en los países en vías de desarrollo. Muchas enfermedades diarreicas son causadas por bacterias, como Escherichia coli, que producen toxinas responsables del cuadro clínico. Los genes de dichas toxinas se han aislado e introducido a plantas de papa lográndose su acumulación en tubérculos. Ratones alimentados con papas transgénicas produjeron niveles elevados de anticuerpos contra la toxina y manifestaron resistencia a la infección. Los ensayos en humanos con antígenos producidos en plantas se encuentran en desarrollo, particularmente con la toxina termolábil de E. coli, virus de la hepatitis b y virus de
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Norwalk; en los tres casos mencionados existen respuestas sistémicas mucosales inmunes, sin efectos adversos demostrados, lo que permitirá en un futuro próximo su uso como vacunas (Walmsley y Arntzen, 2000).
uso comercial de plantas transgénicas En 1994, la compañía Calgene obtuvo el primer producto transgénico liberado para consumo: el tomate Flavr savr® de maduración retardada. En este caso no existe ningún componente adicional en la planta ya que solamente se inhibe la expresión del gen nativo mediante una estrategia de antisentido; no obstante, la información en los medios de comunicación se manejó en el sentido de que las personas podrían tener problemas por su consumo. Este tomate se vendió durante 1995 en los Estados Unidos, aunque posteriormente se retiró del mercado debido a sus problemas de cultivo, por ser una variedad susceptible al ataque de patógenos. Un tomate similar se lanzó al mercado por la empresa Zeneca en 1995, con propiedades nutritivas iguales al tomate convencional y sin problemas alergénicos, actualmente se vende como puré de tomate con un etiquetado que menciona su procedencia transgénica, ha tenido un verdadero éxito entre los consumidores debido al mejor sabor por la utilización de temperaturas de procesamiento más bajas. Una situación similar se ha dado con la soya (Roundup) con tolerancia a un herbicida de rápida descomposición en el suelo, liberada para su consumo en 1996 y rechazada inicialmente por algunos países de la Unión Europea como Dinamarca, pero aceptada en la mayoría de los países, considerando que no existen diferencias desde el punto de vista nutritivo con respecto a la soya producida de manera convencional. Esto demuestra que los consumidores no están en contra del empleo de la tecnología moderna si pueden obtener las ventajas y beneficios de la misma. El área global de cultivos transgénicos comercializados se ha incrementado gradualmente: en 1996 se cultivaban 1.7 millones de hectáreas; 11 en 1997; 27.8 en 1998; 39.9 en 1999; 44.2 en 2000 y 52.6 en 2001, lo que representa un incremento de más de 30 veces en cinco años. Los países industrializados tienen las tres cuartas partes de la superficie cultivada con plantas transgénicas, principalmente
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Estados Unidos (68%) y Canadá (6%), mientras que los países en desarrollo tienen una cuarta parte, destacando Argentina (22%) y China (3%). Por lo que respecta al número de países, en 1996 sólo 6 aceptaban el cultivo de plantas transgénicas, y se ha incrementado a 13 en 2001 (Estados Unidos, Argentina, Canadá, China, Sudáfrica, Australia, Rumania, México, Bulgaria, España, Alemania, Francia, Uruguay e Indonesia). Las plantas transgénicas más cultivadas de acuerdo con reportes del 2001 son la soya (63%), el maíz (19%), el algodón (13%) y la canola (5%); en menor proporción se encuentran la papa, la calabacita y la papaya, con menos de 1% cada una de ellas. Los fenotipos de las plantas transgénicas que más se cultivan son la tolerancia a herbicidas (77%), resistencia a insectos (15%), combinación de tolerancia a herbicidas y resistencia a insectos (8%), resistencia a virus y otros (menos de 1%). Las superficies cultivables de plantas transgénicas con respecto a no transgénicas para algunos cultivos fueron en el año 2001: 46% de soya, 20% de algodón, 11% de canola y 7% de maíz; el área global de estos 4 cultivos (transgénicos y convencionales) es de 271 millones de has, por lo que los cultivos transgénicos representan 19%. (Una revisión completa sobre estos datos se encuentra en James 2002). A principios de los años noventa del siglo xx la mayoría de los agricultores estaban escépticos respecto de los cultivos transgénicos y esto continúa en los países en desarrollo. No obstante, el hecho de que los agricultores de algunos países industrializados y en desarrollo hayan tomado la decisión de incrementar sus áreas de cultivos transgénicos hasta en 30 veces habla del volumen de confianza que los agricultores han puesto en los cultivos transgénicos, que pueden hacer una contribución vital a la alimentación global. La transferencia de la tecnología de plantas transgénicas a los países en desarrollo tiene aspectos económicos, políticos y sociales, no obstante que desde el punto de vista técnico los problemas son menores. La creación de centros de investigación agrícola en países en desarrollo (Filipinas, México, Colombia, Nigeria, India, Perú, Siria, Taiwán y Costa de Marfil) y la participación de organizaciones internacionales tales como la fao representan las etapas iniciales en la transferencia de esta tecnología.
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algunos aspectos de la bioseguridad relacionados con la siembra y consumo de productos transgénicos Como siempre sucede, el surgimiento de nuevas tecnologías despierta inquietud, tanto entre la comunidad científica, como entre el público en general. El uso generalizado de los productos de la ingeniería genética no podría ser la excepción. Un ejemplo lo tenemos en las campañas que grupos ambientalistas han realizado en contra de los productos de la biotecnología, por lo que la Unión Europea determinó que a partir del 31 de julio de 1997 quedaba prohibida la entrada a sus países de plantas transgénicas generadas en otros países, aunque tal parecería que existe un componente económico en esta decisión (Hails, 2000). Una clara muestra del compromiso mundial de atender la problemática de la bioseguridad con respecto a las plantas transgénicas y otros organismos es el proceso de negociación de un protocolo sobre bioseguridad para el movimiento transfronterizo de organismos genéticamente modificados (ogm) en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica. Este proceso inició en 1994 y las dos primeras rondas de negociación tuvieron lugar en Montreal, Canadá (1998) y Cartagena, Colombia (1999). Un análisis de los riesgos y beneficios debe hacerse considerando el cultivo de plantas transgénicas y plantas no transgénicas para valorar y ponderar si los riesgos ecológicos son mayores, menores o iguales. Hails (2000) hace un análisis del debate que existe actualmente entre los defensores y detractores de las plantas transgénicas y sugiere que el mejor árbitro en la toma de decisiones debe ser el análisis científico por medio de ensayos de campo, donde se analicen las diversas variables ecológicas que pueden ser alteradas. En principio, el análisis de los beneficios y riesgos de las plantas transgénicas debe considerar el fenotipo que se está modificando en la planta, ya que cada uno de los casos debe tratarse de manera diferente. Las primeras pruebas en campo con cultivos transgénicos de tabaco se realizaron hace ya más de 10 años (1986), en Francia y Estados Unidos; a la fecha estas pruebas han sido numerosas y suman varios miles, principalmente en maíz, canola, papa, tomate, soya, algodón, tabaco, melón y pepino. Otra inquietud se refiere a que los genes de resistencia a antibióticos, utilizados como marcadores de selección en el proceso de producción de plantas transgénicas, pudieran pasar a los microor-
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ganismos que habitan el tracto digestivo del ser humano y generarse agentes patogénicos resistentes a dichos antibióticos. Particularmente este temor es infundado, ya que varios estudios realizados para evaluar esta posibilidad mostraron que o no ocurre, o sucede con una frecuencia extremadamente baja. En comparación, ha sido muy bien documentado que el intercambio genético entre diversas bacterias es común y la transferencia de genes de resistencia a antibióticos es frecuente, por lo que en todo caso, existe un riesgo mayor en el uso generalizado e indiscriminado de antibióticos que se utilizan en los hospitales, ya que esto permite la selección de bacterias patógenas portadoras de genes de resistencia a muchos antibióticos. Más extrema aún ha sido la preocupación que han externado algunos grupos sobre la posibilidad de que el consumo de genes sea dañino a la salud o que los genes de plantas transgénicas pudieran incorporarse a las células del ser humano y causar cáncer. No hay evidencia alguna de que esto pudiera suceder y si así lo fuese, debe aclararse que las plantas normales contienen decenas de miles de genes y que si el adn de las plantas causara daños a la salud o se pudiese incorporar en los cromosomas del ser humano, esto vendría sucediendo desde que el hombre apareció en la tierra. La posible generación de alergias por alimentos transgénicos también ha sido mencionada como un problema potencial para el consumo de productos derivados de esta nueva tecnología. Aquí cabe mencionar que la mayoría de los productos que de manera natural causan alergias son de origen vegetal, primordialmente proteínas, y que ya se cuenta con mucha información sobre las características que hacen una proteína potencialmente alergénica. De tal modo, la introducción de genes en plantas que codifican proteínas que ya se sabe que no causan reacciones alérgicas no debe causar preocupación. Para aquellas proteínas de las que no se tiene información, se debe hacer una evaluación previa a su aprobación para consumo humano ya que se cuentan con ensayos que permiten determinar si son potencialmente alergénicas. En este respecto, vale la pena mencionar que las plantas transgénicas representan una herramienta poderosa para eliminar componentes alergénicos de productos, tales como el cacahuate, que anualmente causan la muerte de algunas personas al ser consumidos por personas susceptibles. Recientemente se ha reportado que usando técnicas de ingeniería genética se ha tenido éxito en eliminar la proteína que constituye el principal alergeno en el frijol de soya.
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Otro aspecto debatido es si la introducción de genes en los cromosomas de plantas puede causar efectos inesperados que puedan ser nocivos a la salud o a los ecosistemas. Estos efectos inesperados o también llamados pleiotrópicos podrían generarse por dos factores principales: 1] que los genes introducidos de alguna manera afecten la expresión de genes de las plantas ubicados en regiones cercanas a donde ocurrió su inserción (por ejemplo, que regiones reguladoras de la transcripción de los genes introducidos afecte la expresión de genes vecinos) y, 2] que la proteína producida por algún gen introducido tenga funciones inesperadas que puedan alterar el desarrollo o composición química de la planta. Si bien es importante considerar que estas posibilidades ciertamente pueden ocurrir, se debe analizar si estos fenómenos pueden presentarse de manera frecuente y si ocurren de manera natural en las plantas. En este contexto se debe mencionar que en la mayoría de las plantas y probablemente en todas existen elementos móviles llamados transposones que brincan de manera natural de una posición en el cromosoma a otra y aún a otros cromosomas. Estos transposones contienen elementos reguladores de la transcripción que se ha demostrado que alteran de manera positiva o negativa la expresión de genes ubicados en la inmediata vecindad de la nueva ubicación del transposón. Estudios recientes indican que los efectos de los elementos regulatorios de la transcripción de un gen sobre la expresión de otros está limitada a distancias muy cercanas, debido a que existen de manera natural barreras o bordes naturales que flanquean cada unidad transcripcional para precisamente evitar que genes vecinos sujetos a diferentes tipos de regulación o patrón de expresión tejido específica se afecten unos a otros. Por lo tanto, sería relativamente fácil determinar si la inserción de genes en plantas transgénicas afecta la expresión de los dos genes ubicados a ambos lados del sitio donde se integró el segmento de adn introducido. Es importante también considerar que probablemente este tipo de alteraciones en la expresión de genes ocurre con frecuencia en la mayoría de los genomas vegetales, cuando un transposón se mueve a una localización cromosómica distinta, y que hasta la fecha esto no ha causado alarma, ni se ha demostrado que cause problemas de salud o en el medio ambiente. Finalmente, se podría proponer que los genes a introducirse en variedades transgénicas fueran modificados de manera que quedaran localizados en medio de dos secuencias barrera para evitar que alteraran la expresión de genes aledaños al sitio de inserción.
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La posibilidad de que la proteína codifica por gene introducido en plantas transgénicas tenga una función adicional a la esperada es ciertamente real. Existe evidencia creciente de que muchas proteínas tienen funciones totalmente distintas a las que se les conocía, por lo que es necesario realizar un análisis profundo de las plantas transgénicas que se pretende liberar en el medio ambiente y ser consumidas por humanos. Sin embargo, es necesario señalar que, con el creciente conocimiento de las funciones de los genes de plantas derivados de la caracterización de los genomas de las mismas, la mayoría de las variedades transgénicas que se producirán en el futuro serán derivadas del uso de genes de origen vegetal y probablemente del uso de genes de la misma planta, por lo que los potenciales riesgos derivados de funciones no conocidas de genes incorporados a variedades transgénicas sería equivalente a lo que sucede de manera natural cuando se generan nuevas variedades de plantas por mejoramiento genético convencional. Una nueva preocupación externada por quienes consideran que la tecnología de transgénesis no debe ser usada en la agricultura es el riesgo potencial de que genes de plantas transgénicas sean transferidos a variedades criollas o especies silvestres y que esto pueda poner en peligro su viabilidad biológica o su integridad genética. Como muchos de los aspectos que se han comentado sobre bioseguridad, esta preocupación debe ser considerada seriamente y analizada con base en el conocimiento científico. Para este análisis debe tomarse en cuenta que genes de variedades comerciales e híbridos han sido transferidos a variedades criollas o especies silvestres desde hace muchas décadas y que la permanencia de dichos genes depende de muchos factores, pero primordialmente de que la planta receptora tenga una ventaja competitiva que le permita reproducirse y transmitir dichos genes más eficientemente que las originales. Es difícil imaginar que un solo gen pudiera tener un efecto catastrófico en la supervivencia de una especie vegetal o que la alterara de tal manera que la convierta en una supermaleza o una especie capaz de extinguir otros organismos, ya que las interacciones en los sistemas biológicos son muy complejas y dinámicas y la competitividad de una planta depende de muchos genes. En este sentido es mucho más peligrosa la introducción de organismos exóticos en un ecosistema donde no existen depredadores u otros factores que limiten su multiplicación. Es importante comentar que mucho se ha discutido sobre los aspectos éticos del la producción y uso de las plantas transgénicas y su
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posible efecto en la biodiversidad. Aunque este debate está lejos de terminar y de que se tenga un consenso sobre si es ético o no usar esta manipulación artificial del genoma de las plantas para crear satisfactores, hay varios aspectos que deben mencionarse: 1] El ser humano lleva cerca de 10 000 años manipulando el genoma de plantas y animales, tanto para la producción de alimentos como por motivos de recreación. 2] El genoma de todos los organismos es altamente dinámico y el intercambio de genes entre diferentes especies ocurre de manera natural. Tal vez en este aspecto, el ejemplo más dramático sea el mismo origen de las plantas; los organismos fotosintéticos superiores tuvieron su origen en la evolución mediante un proceso de endosimbiosis entre una bacteria fotosintética y una célula eucariótica, que significó la transferencia masiva de genes de origen bacteriano al genoma de la célula eucariótica. 3] La agricultura es probablemente la actividad humana más altamente nociva para la biodiversidad, ya que representa el reemplazo de la gran mayoría de la biodiversidad nativa por una o pocas especies cultivadas y el uso de compuestos químicos como son los fertilizantes, pesticidas y herbicidas, que contaminan el medio ambiente. Teniendo en cuenta éstos y otros factores se debe determinar si el uso de plantas transgénicas puede ayudar a establecer una agricultura menos dañina al medio ambiente y la biodiversidad, así como hacer un análisis sobre el balance costo-beneficio que representaría el uso de plantas transgénicas. Para hacer esto es importante que se tomen en cuenta tanto los potenciales beneficios económicos del uso de esta tecnología en cada país, así como sus posibles repercusiones tanto sociales como culturales. Por lo que respecta a los alimentos derivados de plantas transgénicas, se utiliza como criterio para su consumo lo sugerido por la fao y oms, que se refiere a la equivalencia sustancial por lo que se comparan las propiedades del alimento transgénico con respecto al no transgénico, y cuando no existen diferencias en sus propiedades nutritivas y alergénicas se sugiere la aprobación del alimento transgénico para el consumo. En México, la Secretaría de Salubridad y Asistencia es la encargada de la aprobación del consumo y comercialización de alimentos transgénicos y hasta el año 2000 se habían autorizado los siguientes: jitomate (Lycopersicum esculentum) de maduración retardada, papa (Solanum tuberosum) resistente a la catarinita de la papa, canola (Brassica napus) resistente al herbicida glifosato,
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soya (Glycine max L) resistente al herbicida glifosato, canola (Brassica napus) resistente al herbicida glufosinato de amonio.
perspectivas y consideraciones La generación de plantas transgénicas ha dependido principalmente de dos factores, el desarrollo de métodos de transformación de plantas cultivadas y el conocimiento de nuevos genes y su función. Actualmente existen protocolos de transformación para cereales, leguminosas, pastos y plantas ornamentales y medicinales. El conocimiento de los genes de plantas y su función se ha llevado a cabo mediante mutaciones que afectan diferentes procesos, tales como la fotosíntesis, respuesta a luz, desarrollo de flores y semillas; esta estrategia ha permitido disectar procesos importantes de las plantas. Aunado al trabajo anterior se suman los proyectos conocidos como genómicos, que consisten en una primera etapa en secuenciar el genoma completo de algunas plantas y posteriormente analizar la expresión de miles de genes a la vez (utilizando la tecnología de micro-arreglos), en condiciones ambientales y fisiológicas particulares, como estrés ambiental, desarrollo de la semilla, etc. Se cuenta actualmente con la secuencia completa de la planta modelo Arabidopsis thaliana y del arroz, con conclusiones interesantes que serán aplicadas a muchas especies de interés agrícola. Basándose en este nuevo conocimiento será posible el diseño de plantas transgénicas usando primordialmente genes de origen vegetal, particularmente genes de la misma especie, que tengan una mayor productividad, mayor calidad alimentaria o que toleren mejor factores ambientales adversos como son la salinidad y la sequía. Estas nuevas generaciones de variedades transgénicas, por contener genes de origen vegetal deberían tener una aceptación mucho mayor por aquellos grupos preocupados en la transferencia de genes de microorganismos a plantas. Finalmente, conviene puntualizar que la ingeniería genética de plantas es una realidad, pero queda todavía un campo en experimentación cuyas expectativas de aplicación han despertado un enorme interés en el ámbito mundial. Asimismo, si bien aún no se demuestra plenamente lo contrario, no hay bases sólidas para asegurar que sus productos sean peligrosos. Por lo tanto, los llamados de alarma deben ser escuchados con prudencia, pues resulta evidente que
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los productos transgénicos solamente serán utilizados masivamente cuando hayan satisfecho rigurosas pruebas que garanticen que su liberación no representa riesgos, ni para la salud, ni para el ambiente.
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VENTAJAS Y LIMITACIONES DE LA BIOTECNOLOGÍA EN LA OBTENCIÓN DE VARIEDADES RESISTENTES A ESTRÉS AMBIENTAL alejandra a. covarrubias robles∗
La necesidad del ser humano de obtener diferentes fuentes que le proporcionen alimentos en diferentes regiones y ambientes dio lugar al nacimiento y desarrollo de la agricultura. Aun cuando la “biotecnología” es un término relativamente reciente, sus orígenes se pueden rastrear en los albores de la civilización humana, cuando para subsistir, los campesinos del neolítico empezaron a modificar su ecosistema al seleccionar de sus cosechas cierto tipo de semillas para sembrar en el siguiente periodo. Sin saberlo seleccionaron a favor de plantas que, por ejemplo, producían más semillas, resistían el ataque de ciertas plagas, resistían periodos de sequía o de congelamiento, etc. Así, las civilizaciones sedentarias favorecieron la producción y el uso de plantas y animales modificados y, consecuentemente, sus fuentes de alimentación se redujeron a aquéllas que cumplían con sus expectativas de rendimiento y calidad. Esta práctica ha llevado a que la mayor parte de nuestra alimentación dependa de un número reducido de especies vegetales si consideramos la gran variedad de especies existentes en la Tierra. Así, la emergencia de la agricultura cambió radicalmente el curso de la historia del ser humano y estableció las bases de las civilizaciones actuales. Los beneficios que se han obtenido en los últimos dos siglos a partir de la modificación de diferentes organismos ha favorecido el mejoramiento y la generación de transformaciones en diversas tecnologías. Éste sería el caso de la aplicación de la genética al mejoramiento de diferentes cultivos, lo cual ha acelerado el cruzamiento entre diferentes variedades para obtener cultivos mejorados. Más recientemente, la aplicación sistemática de esta forma de selección ha llevado al mejoramiento masivo de diferentes granos básicos, como maíz, arroz, trigo, frijol, soya, etc., los cuales se han introducido en diferentes regiones del mundo. En muchas áreas en *
Departamento de Biología Molecular, Instituto de Bioetcnología, unam.
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donde la agricultura es intensiva, esta práctica ha desplazado a las variedades locales. Esta tecnología, conocida como “mejoramiento genético”, permite seleccionar aquellas plantas que poseen los genes más deseables desde el punto de vista agronómico con la finalidad de reproducirlas para su siembra y cosecha. Por otro lado, los mejoradores agrícolas además de poder seleccionar características útiles en cierto cultivo, también son capaces de combinar plantas con diferentes características ventajosas para obtener la progenie que las posea. Aun cuando el “mejoramiento genético” ha sido durante siglos el principal método para el mejoramiento agrícola, y ha permitido seleccionar variedades con características específicas a partir de variantes naturales, presenta algunas desventajas. Una de las más evidentes es el hecho de que cuando se cruzan, en particular especies que se autopolinizan, éstas se vuelven más homocigotas (más homogéneas genéticamente) que sus progenitores, de tal forma que conforme los genes de interés son más homocigotos en la población, aquellos genes indeseables, que en los progenitores estaban enmascarados por estar en una forma heterocigota, ahora se expresan. Estas observaciones indican que el mejoramiento de los cultivos no necesariamente depende de la introducción de nuevos genes, éste se puede dar por ganancia o pérdida de función, o bien por una combinación de ambas (Poehlman, 1987). Puesto que el mejoramiento agrícola requiere, en la mayor parte de los casos, de la producción de una progenie fértil, es necesario cruzar plantas de la misma especie (con el mismo juego de genes), pues la introducción de genes en especies similares o diferentes (con distintos juegos de genes) es progresivamente más difícil en función de la divergencia entre sus juegos de genes. En algunos casos esta barrera se puede salvar mediante el uso de técnicas de cultivo de tejidos, si se conocen las características reproductivas de las especies de interés. Cabe hacer notar que diferentes variedades seleccionadas por los primeros agricultores, dadas sus características de alto rendimiento o vigor, resultaron ser poliploides, lo cual significa que estas plantas contienen más de los dos grupos de cromosomas con los que normalmente cuenta un organismo superior. Las plantas poliploides han jugado un papel importante en la evolución de los cultivos que ahora consumimos. Éstas pueden surgir espontáneamente en la naturaleza, o bien, se pueden inducir con ciertos químicos específicos. También se pueden generar plantas poliploides como resultado
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de la combinación de cromosomas de dos especies diferentes. Por ejemplo, las variedades de trigo más modernas son hexaploides, en comparación con sus ancestros que son diploides. Se piensa que las variedades diploides que contenían dos grupos de 7 cromosomas (aa) se cruzaron con alguna especie de un pasto silvestre (bb) y dieron lugar a una variedad tetraploide (aabb), la cual, a su vez, se combinó con otra variedad silvestre (dd) para generar el trigo moderno con naturaleza hexaploide (aabbdd), con 42 cromosomas. En tiempos recientes se tomó ventaja del fenómeno de poliploidia para generar un híbrido entre dos especies diferentes, trigo y centeno, al cual se le ha llamado “triticale”. Este híbrido resultó de un intento de combinar las características ventajosas del trigo (Triticum), alto rendimiento y alto contenido de proteína en la semilla, con la capacidad de adaptación a ambientes adversos y el alto contenido de lisina del centeno (Secale). El cruzamiento intensivo entre la progenie de esta cruza, así como el tratamiento con ciertos químicos, ha permitido la obtención de derivados fértiles de “triticale” que tienen un alto rendimiento, un alto contenido de proteína, resistencia a limitación de agua, madurez temprana, y resistencia a enfermedades (Chrispeels y Sadava, 1994). En paralelo, avances científicos adicionales han influido en el desarrollo de la agricultura. En los últimos decenios, el desarrollo de la biotecnología vegetal ha inducido un cierto “entusiasmo tecnológico” que podría impactar las formas en las cuales se obtienen los cultivos que consumimos, la producción de fármacos y algunos otros químicos que se utilizan en la industria (por ejemplo, plásticos). Una de las contribuciones más importantes que permitieron el desarrollo de la biotecnología vegetal moderna ha sido el descubrimiento de que es posible obtener plantas completas y funcionales a partir del cultivo de pequeñas piezas de hojas o tallos, o de masas diminutas de células vegetales que se dividen activamente (meristemos), las cuales se encuentran frecuentemente en la punta de tallos o ramas. Esta característica natural de las plantas dio lugar a un método para multiplicar plantas in vitro al cual se le conoce como “propagación clonal”, ya que las plantas se obtienen a partir de una “clona” o grupo de individuos genéticamente idénticos. El uso de esta metodología permite obtener millones de plantas, esencialmente idénticas, a partir de una sola, en periodos cortos de tiempo. La clonación de plantas por técnicas de cultivo de tejidos estableció las bases para la “industria de la micropropagación”. Así, se han generado diferentes tipos de cultivos de meristemos. En algunos casos, este cultivo da lugar a masas indi-
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ferenciadas de células que se conocen como “callos”, los cuales bajo ciertas condiciones generan estructuras embrionarias llamadas “embriones somáticos”. Estos embriones se pueden desarrollar normalmente y dar lugar a tallos que más tarde forman raíces y finalmente producen una planta completa. A la fecha, muchas especies vegetales han sido propagadas por ambos métodos. En particular, ha sido exitoso en la generación de plantas ornamentales, pero también se aplica a ciertas plantaciones agrícolas como papa, fresa, palma de aceite, plátano, algunas plantas medicinales y algunos árboles. El hecho de que es posible obtener especies “elite” que pueden ser multiplicadas rápidamente representa una ventaja obvia de la “micropropagación”, particularmente en el caso del mejoramiento de especies arbóreas y de los programas para reforestación. Otra ventaja de la micropopagación es que es posible obtener plantas libres de enfermedades (virus, bacterias u hongos) las cuales pueden ser utilizadas como materia prima para plantar. Es así como los productores de papa y fresa, entre otros, generalmente, obtienen cada año su material para siembra (Hernan, 2002). Las técnicas de cultivo de tejidos también permiten cultivar los “callos” bajo ciertas condiciones, en medio líquido, de tal manera que se puede establecer un cultivo de células vegetales en suspensión. Esta clase de cultivos ofrece la alternativa de producir ciertos compuestos de origen vegetal que pueden ser usados como fármacos, cosméticos, saborizantes o agroquímicos (Cocking, 1986). La capacidad natural de las plantas para generar una planta completa y funcional a partir de una célula (totipotencialidad) no sólo dio lugar a una nueva tecnología por sí misma, sino también permitió la producción de plantas modificadas por “ingeniería genética”. La ingeniería genética implica la introducción de uno o más genes, previamente aislados, en organismos de la misma o de diferentes especies. Un proceso natural de transferencia de genes entre especies diferentes sucede en el caso de la transferencia que realiza una bacteria del suelo, patógena para ciertas plantas, llamada Agrobacterium tumefaciens. Esta bacteria causa tumores en ciertas especies vegetales al infectar por medio de alguna herida e interferir con el proceso de cicatrización, de tal manera que, en lugar de que se forme un callo que cierre la herida, las células proliferan sin control y forman un tumor. Este proceso tumorogénico es inducido por la transferencia de genes de una sola bacteria a un cromosoma de la célula vegetal. La expresión de ciertos genes en la célula transformada con los genes
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bacterianos se altera de tal forma que produce cantidades anormalmente grandes de ciertas hormonas vegetales por lo cual se induce la proliferación. Todas las células provenientes de esta célula infectada heredarán, por lo tanto, los genes bacterianos. Aún cuando este proceso de transferencia de adn puede considerarse promiscuo, puesto que sucede entre organismos no relacionados, es un proceso natural (Buchanan et al., 2000). El conocimiento que derivó de la caracterización de este proceso de infección dio lugar a la idea de substituir los genes de la bacteria que se integran en el genoma vegetal por genes, ya sea de la misma especie vegetal o de organismos de otras especies. Para lograrlo fue necesario modificar el fragmento de adn bacteriano capaz de insertarse en el genoma vegetal con la finalidad de obtener la inserción del gen exógeno con la menor cantidad de adn bacteriano posible. El adn bacteriano que se inserta en el genoma vegetal es parte de un plásmido llamado Ti, al cual se le removieron los genes bacterianos causantes de la formación del tumor y se conservaron ciertas regiones que son esenciales para que la inserción ocurra. Así, el gen de interés, equipado con una región de control apropiada (que permita su expresión en plantas), se introduce primero entre estas regiones y, junto con un gen que permite la selección de las plantas transformadas, en la mayoría de los casos hasta ahora, ha sido un gen que confiere resistencia a un antibiótico. Este plásmido Ti modificado, junto con el gen de interés, se debe introducir primero a una cepa adecuada de Agrobacterium para que después la bacteria transformada se ponga en contacto con fragmentos de tejido vegetal, de tal manera que se transfiera el plásmido Ti modificado y el fragmento con el gen seleccionado se inserte en el genoma de la célula vegetal. Mediante las técnicas de regeneración in vitro es posible obtener plantas completas en las que cada una de sus células expresan tanto el gen de interés como aquél que permitiría seleccionar las plantas transformadas al conferirles resistencia a algún antibiótico (por ejemplo, kanamicina). Así pues, las plantas cuyas células contienen el fragmento arriba descrito serán capaces de sobrevivir en un medio que contenga antibiótico, en tanto que las que no lo contengan (las no transformadas) morirán en este medio. Esta tecnología dio lugar a la “biotecnología vegetal moderna” y también contribuyó a la generación de nuevas estrategias para abordar preguntas relacionadas con los diferentes procesos llevados a cabo por las plantas, las cuales difícilmente habrían sido contestadas sin esta alternativa metodológica (Torrey, 1985).
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Aun cuando la transformación de plantas mediada por Agrobacterium pareciera ser el método más conveniente (pues con éste se han transformado un buen número de especies diferentes), existen algunas que no son susceptibles a la infección por esta bacteria, en particular, los cereales y los pastos (arroz, trigo, maíz, sorgo, caña de azúcar, etcétera). Esta limitación indujo la búsqueda de métodos alternativos, y una tecnología que ha resultado exitosa para estos fines ha sido la llamada “biolística”. Esta metodología consiste en introducir directamente las moléculas de adn en las células vegetales utilizando una pistola que dispara microproyectiles recubiertos con el adn que contiene el (los) gen(es) de interés. Por razones que aún se desconocen, el adn que entra a las células se integra en alguno de los cromosomas y de esa manera se transmite al resto de la progenie (Klein, 1992). A la fecha, los diferentes métodos de transformación han permitido transformar y regenerar un número importante de especies vegetales incluyendo cereales (arroz, maíz, trigo, cebada, avena), fibras (algodón), algunas leguminosas y semillas aceitosas (lino, canola, soya, girasol, chícharo), hortalizas (zanahoria, coliflor, apio, pepino, lechuga, melón, petunia, papa, tabaco, tomate, etc.), pastos (alfalfa, trébol, pasto de jardín, etc.) y algunos árboles (manzano, nogal, álamo) (Chrispeels y Sadava, 1994a). Cabe mencionar que el mayor y mejor conocimiento de la regulación de la expresión genética en plantas, así como de los genes involucrados en diferentes procesos fisiológicos ha permitido mejorar esta tecnología. Entre otras cosas, es posible hacer uso de diferentes “promotores” (regiones que controlan la expresión de los genes) que permitan controlar la expresión del gen que se introduce por diferentes estímulos (hormonas, temperatura, déficit hídrico, etc.), o bien, restringir la expresión del gen en cuestión a ciertos tejidos u órganos, o a ciertas etapas del desarrollo de la planta. También es posible controlar los niveles de expresión del gen y, consecuentemente, la cantidad de la proteína que se produciría en la planta “transgénica”. La capacidad de transferir a una planta genes de organismos de diferentes especies no es exclusiva de la tecnología arriba descrita. En el proceso de “mejoramiento tradicional” también se obtienen plantas “transgénicas”, es decir, plantas que han adquirido los genes o caracteres de variedades de la misma especie y, en algunos casos, incluso de especies vegetales diferentes. Cuando un mejorador desea introducir un carácter particular en un cultivo busca variedades sil-
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vestres o cultivadas que posean el carácter de interés (por ejemplo, resistencia a un hongo patógeno, resistencia a sequía, etc.). Posteriormente, realiza varias cruzas entre la variedad que se quiere mejorar y aquélla que posee la característica de interés, de tal forma que logra transferir y estabilizar el gen o los genes responsables de esta característica en la variedad cultivable. En este proceso de mejoramiento el intercambio genético entre las variedades o especies utilizadas es abundante, de tal forma que el o los genes de interés se transfieren acompañados de cientos de genes no relacionados con la característica deseada. En cierta forma, este procedimiento tiene la ventaja de que no es necesario conocer el o los genes involucrados en la característica agronómica deseada, ya que esencialmente se basa en la selección de las plantas que las posean, independientemente de cuántos genes se transfirieron y por qué mecanismo. En el caso de la transformación por ingeniería genética es necesario conocer el gen que se va a introducir, así como las características funcionales de la proteína para la cual codifica. Esto último pudiera representar una ventaja, pues se conoce con precisión la información genética a introducir, de tal forma que es posible llevar a cabo una caracterización fina de la planta transgénica a obtener en cuanto a la localización de la inserción en el genoma de la planta y los posibles cambios genéticos. Aun cuando esta nueva tecnología deja abierta la posibilidad de introducir genes de origen muy diverso y eso se pudiera considerar como una forma de introducir variabilidad o diversidad, esto deja preguntas, aún no contestadas, en cuanto a las alteraciones en los mecanismos normales de intercambio y recombinación genética del genoma vegetal (Nap et al., 2003). A la fecha, se han identificado muy pocos genes que puedan ser utilizados eficientemente en el mejoramiento de cultivos de importancia agrónomica, entre éstos se encuentran genes de origen viral los cuales codifican para proteínas que restringen la multiplicación del virus y evitan su dispersión en la planta infectada, evitando así daños y pérdidas del cultivo causadas por la infección con este tipo de virus (Wilson, 1993; Shin et al., 2002; Smith et al., 1994). Otro ejemplo bien conocido es el de la introducción de genes de origen bacteriano que codifican para proteínas con actividad insecticida. Las plantas que las expresan o producen son resistentes al ataque de ciertos insectos, ya que la larva del mismo se muere por intoxicación al comerse trozos de sus hojas o raíces (Ferre, 2002). De manera similar sería posible obtener plantas modificadas en caracteres agronómicos en los que
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sólo estuviera involucrado un sólo gen, tales como la resistencia a ciertos patógenos (Campbell et al., 2002; Hirt, 2002; Salmerón y Verrnooij, 1998). Sin embargo, en muchos de los caracteres de importancia agronómica están involucrados numerosos genes. Tal es el caso de la resistencia a diferentes condiciones de estrés ambiental como sería la sequía, las altas temperaturas, el congelamiento, las altas concentraciones de sales, la acidez del suelo, la inundación, etcétera. A la fecha, las diferentes variedades que existen en el mercado con características de resistencia a estas condiciones de estrés ambiental han sido obtenidas por “mejoramiento tradicional”, utilizando como fuentes de resistencia variedades silvestres o cultivadas que poseen la resistencia deseada aunque carezcan de otras de importancia agrícola. Tal sería el caso de cruzar una variedad a, con buenas cualidades agronómicas y cierta resistencia a sequía, pero con sensibilidad a ciertos patógenos, con otra variedad b que fuese sensible a sequía pero resistente a enfermedades. Después de realizar una primera cruza entre estas variedades (a x b), se requiere realizar otra cruza con la variedad parental (a), que posee el mayor número de características deseables (retrocruza), con la finalidad de incrementar la probabilidad de obtener entre la progenie individuos que contengan las características deseables de a más la resistencia a patógenos de b, por ejemplo. Después de ello se requiere autocruzar la progenie para homogenizar genéticamente la población (durante 5 a 7 ciclos de cultivo) para posterioremente seleccionar en la progenie obtenida aquéllas que presenten las características favorables, resistencia a sequía y a patógenos. Este proceso, dependiendo del caso, pudiera durar entre 5 y 8 años en algunos cultivos como frijol y quizás más (10 a 12 años) en otras situaciones. El proceso es largo, sobre todo en estos casos en los que se desea seleccionar por caracteres multigénicos (o de baja heredabilidad) (Chrispeels y Sadava, 1994b; Poehlman, 1987). Aun cuando la ingeniería genética, aplicada a la biotecnología agrícola, representa una oportunidad para acortar el tiempo invertido en el mejoramiento, la obtención de plantas con características de resistencia a factores del medio ambiente aún representa un reto a salvar por su naturaleza multigénica. A la fecha se han logrado avances considerables en cuanto al conocimiento de algunos de los mecanismos básicos involucrados en la respuesta adaptativa de ciertas especies vegetales y, con ello, a la identificación de diferentes genes que pudieran ser útiles en conferirle a la planta algunas caracterís-
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ticas de tolerancia. Algunos ejemplos de ello son: genes de origen bacteriano como betA que codifica para la colina deshidrogenasa, enzima que participa en la síntesis de glicin-betaína, y el cual incrementa la tolerancia a salinidad cuando se sobrexpresa en plantas de tabaco (Lilius et al., 1996); codaA que codifica para la colino-oxidasa que también participa en la síntesis de glicin-betaína, y que confiere tolerancia a salinidad y a bajas temperaturas en plantas transgénicas de Arabidopsis y arroz (Maheswari et al., 1999; Sakamoto et al., 1998; Huang et al., 2000); mtlD cuyo producto es la manitol-fosfato-deshidrogenasa, involucrada en la síntesis de manitol, que confiere cierto grado de tolerancia a salinidad y sequía en tabaco y Arabidopsis (Tarczyinski et al., 1993; Thomas et al., 1995). Entre los genes de origen vegetal están: el P5CS que codifica para la pirrolín-carboxilato sintasa, enzima que participa en la síntesis de prolina, y cuya sobrexpresión ectópica, aparentemente, genera tolerancia a salinidad y sequía en tabaco y arroz, y a estrés osmótico y calor en soya (Kishor et al., 1995; Zhu et al., 1998); entre los genes que codifican para ciertas proteínas abundantes en semillas secas, conocidas como proteínas lea, la sobrexpresión ectópica de COR15a y Hva1 incrementa los niveles de tolerancia a sequía y salinidad en Arabidopsis, arroz, trigo y avena. También se ha reportado un efecto favorable, en cuanto a la tolerancia a sequía y congelamiento, de la expresión regulada de ciertos factores transcripcionales que regulan la expresión de los genes involucrados en la respuesta a limitación de agua (Tamminen et al., 2001; Jaglo-Ottosen et al., 1998; Tsai-Hung Hsieh et al., 2002; Kasuga et al., 1999). Este último caso pareciera ser el que ha dado lugar a un mejoramiento más significativo desde el punto de vista agronómico, al menos en el caso de canola. Así, a pesar de que la sobrexpresión ectópica de algunos de los genes identificados como participantes de la respuesta a déficit hídrico, o a otras situaciones ambientales estresantes, son capaces de conferir ciertos niveles de tolerancia a algunas condiciones de agobio, los niveles de tolerancia que se alcanzan en algunas plantas modelo, como Arabidopsis o tabaco, bajo condiciones controladas de laboratorio, no necesariamente se reflejan en otras plantas de interés agronómico, o bien en las mismas especies, una vez que éstas se someten a condiciones naturales de estrés en el campo, si consideramos que para el agricultor la resistencia a un factor estresante implica, al menos, mantener la productividad del cultivo. La naturaleza multigénica de estas características de resistencia, así como la gran variabilidad de las condiciones de los cultivos, predice que la
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obtención de plantas transgénicas que expresen un solo gen no será la solución para ello. Por otro lado, lleva a considerar la complementación de esta metodología con el uso de otras tecnologías con un potencial importante como lo es la localización genética de loci ligados a caracteres cuantitativos (Poehlman, 1987). Esto último, no sólo para generar “marcadores moleculares” que pudieran auxiliar en la selección de las variedades deseadas sino también para tratar de identificar aquellos genes ligados a estos marcadores. También resulta evidente de estas experiencias, la necesidad de conocer con mayor profundidad los diferentes mecanismos que utilizan las plantas superiores, en particular, las de interés agrícola para resistir situaciones ambientales adversas como la sequía o la erosión de los suelos, condiciones cada vez más frecuentes en nuestro planeta. Lo arriba mencionado no subestima el hecho de que la biotecnología agrícola moderna ofrece un vasto número de posibilidades para generar diversas estrategias para el mejoramiento de los cultivos, por lo cual no suena aventurado predecir que podría tener impacto no sólo en la agricultura sino también en las prácticas para la producción y procesamiento de alimentos. Incluso se invierten esfuerzos en desarrollar el llamado “cultivo de moléculas” en el que las plantas pudieran ser utilizadas para la producción de grandes volúmenes de productos con poco valor agregado, como almidones y aceites industriales; así como para la producción de volumenes pequeños de productos con un alto valor agregado, como vacunas y otros fármacos (Daniell et al., 2001; Pridmare et al., 2000). Aun cuando la “nueva biotecnología agrícola” representa un potencial considerable, ésta no representa la solución a los problemas a los cuales se enfrenta la agricultura mundial. Cabe puntualizar que la integración de esta metodología, aunque reduciría el tiempo del proceso de mejoramiento, no elimina la aplicación de los procedimientos usados en los métodos de “mejoramiento tradicional”, ya que en muchos casos será necesario transferir el gen de interés de una variedad transformable a otra no-transformable, o bien a otra que posea características agronómicas adicionales. Por otro lado, compartiría todos los problemas asociados al estilo de agricultura que se ha implantado en el mundo. La agricultura “convencional” es una práctica que depende enormemente de una inversión elevada y de insumos tecnológicos. Algunos de los avances tecnológicos han llevado a que el agricultor minimice los costos de producción por unidad; sin embrago, su utilización es altamente dependiente de subsidios guber-
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namentales o de investigación realizada en industrias del sector. De hecho, muchos de estos avances han llevado a una disminución de las oportunidades de trabajo en el campo, a favor de más empleos en las ciudades en donde se producen los insumos, maquinarias y químicos. En este sistema, los bajos costos de producción, que en algunos casos se refleja en alimentos más baratos, impacta a los consumidores y al negocio agrícola; sin embargo, los inconvenientes recaen sobre toda la sociedad. Las consecuencias negativas de estas prácticas son, principalmente, la contaminación por fertilizantes y pesticidas y la degradación o erosión de la tierra, entre otras. De ahí que exista una preocupación importante y surjan dudas sobre el balance de beneficios contra perjuicios de la “agricultura intensiva” la cual no preserva sino que daña el medio ambiente y por tanto se considera una actividad “no sustentable”. Desafortunadamente, este tipo de práctica es la que domina y se promueve en las áreas cultivables del mundo “desarrollado” y “no desarrollado”. Ante este panorama, la “nueva biotecnología agrícola” posee el potencial de aliviar algunos de los efectos negativos de la “agricultura intensiva” al poder generar plantas resistentes a algunos insectos, hongos, bacterias o nematodos, lo cual consecuentemente reduciría el uso de pesticidas y, por tanto, los niveles de contaminación por estos químicos tóxicos. También pudiera ayudar a obtener cultivos que utilicen mejor el nitrato o el fosfato del suelo, en cuyo caso disminuiría la contaminación por nitrato de los mantos freáticos. Como todas las tecnologías, no en todos los casos la “biotecnología agrícola moderna” haría de la agricultura una actividad ambientalmente amigable o segura. Por ejemplo, las compañías que producen herbicidas han invertido en la generación de plantas que toleran herbicidas, generalmente, el herbicida para el cual tienen el mercado más grande (Charles, 2001). Así que si se continúa con un enfoque como éste para controlar el crecimiento de hierbas en los campos de cultivo, esto aumentará el uso de químicos en la agricultura y, con ello, la consecuente contaminación. Una situación similar, que afectaría la conservación del medio ambiente y el equilibrio de nuestros ecosistemas, pudiera ser el que esta tecnología llevara al uso indiscriminado, guiado por intereses económicos, de ciertos ecosistemas que antes no habían sido utilizados, como pudieran ser los desiertos o las zonas de playa. Así que no es difícil llegar a la conclusión de que si se continúa estimulando una “agricultura intensiva”, el escenario más probable en el futuro será que la “biotecnología agrícola moderna” reforzará
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la tendencia hacia una agricultura industrial, altamente dependiente de químicos y de altos niveles de insumos. Este análisis lleva a la conclusión de que las sociedades del mundo deben enfrentar el reto de decidir la dirección que las prácticas agrícolas deben tomar en el futuro. Por tanto, sería importante definir si queremos una mayor industrialización que dependa de inversiones millonarias, o bien si preferimos una mayor sustentabilidad que requeriría de menos insumos externos. En este contexto, podríamos considerar a la “biotecnología agrícola moderna” como cualquier otra tecnología que, dado los incentivos apropiados, y en combinación con prácticas tradicionales, pueda conformar sistemas agrícolas más eficientes y sustentables. De hecho, cabe recalcar que el hambre en el mundo no es un problema que se resolvería con esta tecnología, como algunos claman; ya que nuestros sistemas agrícolas actuales producen suficientes alimentos. La razón de la persistencia del hambre en el mundo reside en otras causas que no se discutirán aquí. Aun cuando es verdad que el crecimiento de la población mundial tiende a incrementarse de forma alarmante y esto lleva a la preocupación de si el ser humano será capaz de producir la cantidad de alimentos suficiente, la solución de este problema no recae necesariamente o solamente en la producción de alimentos, sino también en su distribución adecuada, entre otras cosas. Una preocupación surgida en relación con el cultivo de plantas modificadas por ingeniería genética está relacionada con la “erosión” y “contaminación” genética. Con referencia a ello recordaremos que, desde su nacimiento, la agricultura ha llevado a restringir la base genética de los cultivos que constituyen nuestra alimentación. La combinación y selección de las diferentes variedades de los cultivos ha llevado a la rápida adopción de muchas de ellas dado el éxito inicial que el agricultor percibe ante el mejoramiento y, consecuentemente, ha descartado la riqueza y diversidad genética de razas y variedades silvestres. Por ello se ha generado una uniformidad genética que representa un cierto riesgo en términos de susceptibilidad a plagas, por ejemplo. Este problema de “erosión genética” es algo que se debe considerar durante el diseño de las estrategias para la producción de plantas modificadas por ingeniería genética, así como en cuanto a las regiones en donde se distribuirían para su siembra (Conner et al., 2003). Otro factor a considerar es el relacionado con la “contaminación genética” ocasionada por el “flujo génico”. Todos los cultivos tienen parientes silvestres en
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algún lugar de la Tierra y, de hecho, cierto “flujo génico” ocurre entre los cultivos y sus variedades silvestres, sobre todo cuando estas poblaciones crecen en regiones cercanas. Así, cuando los agricultores compran sus semillas para sembrar es probable que induzcan el “flujo génico” entre sus cultivos y las variedades silvestres cercanas, en particular cuando existe una presión selectiva para mantener ciertos caracteres (genes), que pudieran darle una ventaja selectiva a las variedades silvestres (Quist y Chapela, 2002). A pesar de que se ha detectado “flujo génico” entre cultivos de maíz e híbridos de la misma especie originales de Oaxaca, México, desafortunadamente, a la fecha no se cuenta con evidencia suficiente que pueda asegurar qué tan intenso puede ser este flujo y si representa un problema real para los ecosistemas. Sin embargo, por esta razón, es importante aplicar una regulación rigurosa en cuanto a las regiones en donde será posible sembrar variedades transgénicas, así como cuáles o qué tipo de variedades transgénicas será realmente necesario cultivar en cada país. Todo este tipo de preocupaciones deben ser consideradas para poder establecer políticas gubernamentales dirigidas a contrarrestar problemas agrícolas locales que favorezcan a la gente y al equilibrio mundial más que a la economía de algunos.
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CULTIVOS TRANSGÉNICOS: CONTEXTO EMPRESARIAL Y NUEVAS TENDENCIAS1 silvia ribeiro*
En todo el mundo, los cultivos transgénicos son presentados por sus promotores —la industria biotecnológica y los científicos financiados por ella— como la nueva revolución tecnológica que traerá múltiples beneficios para la humanidad: prometen que aumentará los rendimientos en la cosechas y disminuirá el uso de agroquímicos, que producirá cultivos tolerantes a enfermedades, a sequía y suelos salinos, así como alimentos más nutritivos. Anuncian que será la solución para el hambre y la desnutrición en el mundo. Se enorgullecen de que es un fenómeno global porque en 6 años el área cultivada con transgénicos se multiplicó por 30, pasando de 1.7 millones de hectáreas en 1996 a 52.6 millones de hectáreas en 2001.2 Recientemente, un representante de la Organización de la Industria Biotecnológica (bio por sus siglas en inglés), escribía: “Hay una razón por la que los cultivos mejorados mediante de la biotecnología moderna han sido adoptados mucho más rápido que lo nunca antes visto en la historia de la agricultura: la biotecnología da resultado, y lo que le da al productor es mayor libertad de elección, mayores ganancias, y mayor sostenibilidad. De hecho, donde los propios agricultores se han podido expresar, la libertad de elección ha definido el ritmo metéorico de adopción de las variedades biotecnológicas” (Val Giddings, 2002). La realidad de los transgénicos, sin embargo, contradice estas promesas, y el análisis riguroso de las estadísticas nos muestra aspectos que la industria biotecnológica y los científicos financiados por ella se empeñan en desconocer. No se trata de un fenómeno global: los cultivos transgénicos no muestran aceptación por parte de la vasta mayoría de los agricultores 1 El presente artículo está basado en la investigación colectiva del Grupo etc <www.etcgroup.org>. * Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo etc). 2 isaaa es la fuente de las estadísticas sobre cultivos transgénicos citadas en este artículo, a menos que se especifique otra cosa. Véase también James (2002).
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que producen una gran diversidad de cultivos alimentarios a lo largo y ancho del mundo. Tampoco han aumentado los rendimientos más que marginalmente en casos específicos y por cortos periodos de tiempo. En la mayoría de los casos no han disminuido el uso de plaguicidas, lo han aumentado. La industria biotecnológica ha debido invertir enormes sumas en propaganda para forzar la aceptación de una tecnología introducida en el mercado prácticamente por una sola compañía multinacional, en regiones geográficas muy limitadas. La realidad de los cultivos transgénicos nos muestra lo siguiente: • Sólo cinco empresas dominan la totalidad del mercado de semillas transgénicas plantadas comercialmente en el mundo hasta 2002: Monsanto, Syngenta (Novartis + AstraZeneca), DuPont, Bayer (incluida Aventis) y Dow. (basf se incorporó posteriormete). Estas cinco compañías están entre las 6 mayores productoras de agroquímicos del mundo, controlan 70% del valor de ese mercado en el nivel mundial. Dos de ellas están simultáneamente entre las 8 farmacéuticas más grandes del mundo • Apenas cuatro cultivos de exportación —soya, algodón, canola, maíz— responden por casi la totalidad de semillas transgénicas cultivadas en el mundo • Tres países —Estados Unidos, Argentina y Canadá— tienen 96% del área total de cultivos transgénicos, y si agregamos a China, se alcanza 99% • Dos características de modificación genética totalizan el área plantada comercialmente en el mundo; 77%, es decir, más de las tres cuartas partes de los cultivos transgénicos plantados comercialmente en 2001 estaban manipulados con una sola característica: la tolerancia a herbicidas patentados por la compañía que vendió las semillas. Del resto, 15% fueron manipulados para ser plantas insecticidas, introduciéndoles el gen de la toxina de la bacteria Bacillus thurigiensis (Bt), y el 8% restante fue una combinación de ambas características • Una sola empresa —Monsanto— vendió 91% de las semillas transgénicas plantadas comercialmente hasta diciembre de 2001.3 Dato tomado del sitio Web de Monsanto, se utilizaron las estadísticas del isaaa para el área global plantada con transgénicos. De acuerdo con Monsanto, la tecnología de transgénicos cubrió 48 000 000 de hectáreas (o 118 000 000 de acres) en 2001. 3
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Lo que mejor describe los cultivos transgénicos desde su introducción comercial en 1996 es la agricultura industrial, la concentración corporativa y la uniformación. Más que “libertad de elección”, se trata de un virtual monopolio del mercado de semillas transgénicas, introducido en mercados prácticamente “cautivos”, donde la agricultura industrial ha establecido relaciones de fuerte dependencia de los agricultores con las compañías semilleras y de agroquímicos, por medio de sistemas de contratos y otras formas de dependencia estructural, tales como condicionamientos de compra, créditos o préstamos.
la hegemonía corporativa La concentración corporativa es un fenómeno que no atañe solamente a los transgénicos, se ha venido acentuando en todos los rubros industriales en el último decenio. Desde 1990, el valor mundial de las fusiones y adquisiones empresariales saltó de 462 000 millones de dólares estadunidenses a más de 3.5 billones de dólares en el año 2000.4 Este valor global de fusiones y adquisiciones fue equivalente a 12% del total del producto bruto mundial en el año 2000. El poder de estas megaempresas multinacionales va mucho más allá del mercado. Utilizan su poder económico para ganar enorme poder político. Por alianzas, presencia de representantes de las corporaciones en los gobiernos, dependencias estructurales (por ejemplo, deuda externa, tratados de libre comercio), presiones, o directamente corrupción o chantaje, los gobiernos se convierten en servidores de las corporaciones en vez de servir a los ciudadanos, conviertiendo la democracia en un apéndice nominal de la plutocracia. Los poderes económicos han ido tomando más y más esferas de las decisiones sobre la vida pública, tanto en los gobiernos nacionales como en los foros internacionales —cuyas asambleas se componen también de representantes de gobiernos. De esta forma van logrando, además de la dominación de mercado, que se formulen normas y legislaciones a su favor. Siguen algunos ejemplos en cifras del desarrollo histórico de la concentración en los sectores directamente vinculados con la alimentación, la agricultura y la farmacéutica, ya que son los sectores donde 4 Thomson Financial Services, “m&a in 2000: Fast start... fading finale”, 3 de enero de 2001. En internet: <www.tfsd.com>
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las autodenominadas y mal llamadas “industrias de la vida” desarrollan productos transgénicos. • Hace 20 años existían miles de empresas semilleras, la mayoría de ellas pequeñas empresas familiares. Ninguna llegaba a dominar 1% del mercado mundial. Hoy, las 10 empresas de semillas más grandes del mundo controlan aproximadamente la tercera parte del comercio mundial de semillas, que factura anualmente más de 24 000 millones de dólares estadunidenses • Hace 20 años existían unas 65 empresas de agroquímicos que producían insumos agrícolas. Actualmente, las 10 mayores empresas de agroquímicos controlan 90% del mercado mundial, valuado en 27 700 millones de dólares por año • En 1989, las 10 empresas farmacéuticas mayores controlaban 29% de las ventas mundiales. Actualmente las 10 mayores controlan 58.4% de las ventas, estimadas en 322 mil millones de dólares por año. Las tablas siguientes muestran quiénes son actualmente las mayores empresas de cada sector, en el nivel mundial. tabla 1. Las 10 mayores empresas de agroquímicos en el mundo Empresa Bayer (incluye Aventis CropScience)
Venta de Agroquímicos 2001 (millones de dólares)
Porcentaje del mercado mundial
5 600 pro forma
20.1%
Syngenta Monsanto* basf
5 430 3 760 3 240
19.5% 13.5% 11.7%
Dow Agrosciences
2 330
8.4%
DuPont Arysta LifeScience (Tomen + Nichimen)
2 260 703
8.1% 2.5%
Makhteshim-Agan Industries
700
2.5%
Sumitomo Chemical fmc
580 560
2.1% 2.0%
Fuente: Grupo etc , basado en materials de Agrow World Crop Protection News, 28 de junio de 2002, núm. 403, y de Allan Woodburn Associates. * Pharmacia se desprendió totalmente de Monsanto en agosto de 2002.
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Las diez empresas agroquímicas más grandes controlan 90% del mercado mundial, valuado en 27 800 millones de dólares estadunidenses. Las 10 mayores compañías de semillas controlan aproximadamente 30% del mercado comercial de semillas, valuado en 24 400 millones de dólares estadunidenses (estimación de International Seed Federation para 49 países: <www.worldseed.org/statistics.html>). tabla 2. Corporaciones líderes en semillas a nivel mundial Empresa
Venta de semillas 2001 (millones de dólares)
Total de ventas 2001 (millones de dólares)
Dupont (Pioneer) EU
1 900
27 700
Monsanto EU
1 700
5 500
Syngenta (Novartis + AstraZeneca) Suiza
938
6 323
Groupe Limagrain Francia
678
1 028
Savia (Seminis) México
450
702
Advanta Holanda
420
420
KWS AG Alemania
388
388
Delta & Pine Land EU Sakata Japón
306 230 (estimado)
306 n/a
Dow EU
200 (estimado)
27 800
Fuente: Grupo etc. tabla 3. Las diez mayores farmacéuticas a escala mundial Empresa
Ventas farmacéuticas 2001 (millones de dólares)
Porcentaje del mercado mundial
Pfizer + Pharmacia*
40 786 pro forma
GlaxoSmithKline Merck & Co Bristol-Myers Squibb
24 775 21 347 19 423
7.7 6.6 6.0
AstraZeneca Aventis
16 480 15 844.7
5.1 4.9
Johnson & Johnson Novartis
14 851 11 980
4.6 3.7
Wyeth
11 716.5
3.6
Eli Lilly
11 542.5
3.6
fuente: grupos etc y Scrip’s 2002 Pharmaceutical Company League Tables. * Pfizer anunció en julio de 2002 que compraba Pharmacia.
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Las diez mayores compañías farmacéuticas tienen juntas 58.4% del mercado mundial de ventas, valuado en 322 000 millones de dólares para el año 2001.
las fusiones corporativas y los transgénicos En términos de control, es importante observar que muy pocas empresas dominan porcentajes importantes en cada rubro. Más significativo es que varias de ellas están simultáneamente entre las mayores en dos o los tres rubros. Son los mayores productores de transgénicos, razón por la cual en el Grupo etc les denominamos “los gigantes genéticos”. Las empresas agroquímicas y de semillas comenzaron el proceso de fusiones y adquisiciones mutuas con la idea de lograr mayor control de los compradores de sus productos: los agricultores. Posteriormente, comienza una fusión con la industria farmacéutica que tiene su punto culminante en 2001, momento en el cual las cinco empresas que controlan la venta de semillas transgénicas estaban todas, simultáneamente, en el rubro farmacéutico. Este proceso se debió en parte a que los tres rubros parten de bases similares para la investigación y desarrollo de transgénicos —incluyendo las actividades de bioprospección, o más adecuadamente llamada biopiratería— de recursos genéticos y conocimientos indígenas, que potencialmente podrían tener aplicación sea para modificación de semillas, como químico agrícola, en biorremediación o en farmacéuticos. Las fusiones les facilitaron también el acceso a las patentes que las diferentes compañías detentan sobre estos recursos y sobre genes o componentes de éstos. En el año 2000, Pharmacia (que entonces incluía Monsanto), DuPont, Syngenta, Dow, Aventis (actualmente propiedad de Bayer) y el Grupo Pulsar (ahora Savia), tenían 74% de las patentes agrobiotecnológicas. En 2001, Pharmacia y DuPont hicieron un acuerdo para acceder mutuamente a sus patentes, logrando entre estas dos empresas controlar 41% del total. Al contrario de lo que mercadean los promotores de los transgénicos sobre sus éxitos comerciales, Monsanto ha venido sufriendo pérdidas significativas en el valor de sus acciones, al igual que Seminis. Aventis tuvo que pagar más de 1 000 millones de dólares para solventar el retiro del mercado de la variedad de maíz transgénico Bt “Starlink”, que pese a estar prohibida para el consumo humano en
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Estados Unidos se coló en la cadena alimentaria llegando a cientos de procesadores de maíz y a una gran diversidad de productos en venta al público. La industria farmacéutica, que es el ramo industrial con mayores porcentajes de ganancias en el planeta, se mostró ansiosa por separarse de las mal reputadas productoras de transgénicos agrícolas, manteniendo en varios casos lazos más discretos que no afectaran su propia imagen. En el curso de los dos últimos años, Pharmacia se desprendió de Monsanto y DuPont vendió su división farmacéutica a Bristol-Myers Squibb. Bayer, sin embargo, aprovechó la crisis para adquirir Aventis, comprándose así un lugar significativo en el negocio de las semillas transgénicas. Otros 26%
Pharmacia (incluye Monsanto) 21%
Grupo Pulsar 3% DuPont 20% Aventis 6% Dow 11%
Syngenta 13%
figura 1. 74% de las patentes agrobiotecnológicas son de 6 gigantes genéticos. fuente: Grupo etc. Tomado de “Globalización s. a.”, etc Communique, núm. 71, julio/ agosto de 2001, <www.etcgroup.org>.
Actualmente, los gigantes genéticos con importante presencia en agrobiotecnología son, como señalamos anteriormente, Monsanto, Syngenta, Bayer, DuPont y Dow. Con excepción de Dow, son las mismas empresas que junto a la multinacional mexicana Savia, presidida por Alfonso Romo, integran la “asociación civil” Agrobio México, que dice tener como objetivo la promoción (¿desinteresada?) de la biotecnología agrícola en México. Siendo las mismas empresas que fabrican la mayoría de los agroquímicos a escala mundial, es lógico que más de las tres cuartas partes de las semillas modificadas genéticamente, en lugar de resistentes a enfermedades o contener ventajas agronómicas o de nutrición, sean resistentes a sus propios herbicidas. Las mismas megaempresas que dominan este mercado y que nos han vendido agrotóxicos por de-
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cenios, ahora nos dicen que los transgénicos disminuirán o harán innecesario su uso.
¿libertad de elección? Según la industria biotecnológica, el uso de transgénicos tiene grandes ventajas económicas para los agricultores. Por eso, si tuvieran “libertad de elección”, los adoptarían rápidamente, tal como ya lo han hecho en Estados Unidos, país que tiene 66% de la superficie plantada con transgénicos en el mundo. Contrariamente a esta afirmación, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos difundió, en junio de 2002, un informe donde analizaban por qué los agricultores de ese país habían adoptado el uso de transgénicos. Una de sus conclusiones dice textualmente: “Quizás, el tema pendiente más importante, es explicar por qué ha habido un ritmo de adopción tan acelerado mientras que los impactos económicos parecen ser variados o incluso negativos” (Fernández-Cornejo et al., 2002). Particularmente sorprendente es que, según este informe, la adopción de la soya tolerante a herbicidas tuvo “un impacto económico no significativo”. Mas aún, teniendo en cuenta que 65% de la soya en Estados Unidos se produce con variedades RoundUp Ready —tolerantes al herbicida glifosato— y que la mitad de la soya cultivada en el mundo utilizó estas variedades. Esto muestra fehacientemente que no es necesario que un producto sea bueno ni tenga buenos resultados para que de todos modos llegue al mercado. Posiblemente preocupada por los resultados reales de los transgénicos y las pérdidas económicas de las principales compañías inversoras en el rubro, la industria financió un estudio que muestra aparentes buenos resultados actuales y perspectivas futuras aún mejores. El informe fue producido por una institución estadunidense llamada National Center for Food and Agricultural Policy (ncfap), que dice haber hecho 40 estudios de caso de 27 cultivos transgénicos en Estados Unidos (Gianessi, 2002). Es relevante analizarlo ya que en este estudio se basa gran parte de la información utilizada tanto en la propaganda de las empresas, como por algunos académicos que no han analizado realmente las estadísticas de producción y uso de agroquímicos en los transgénicos.
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El informe de la ncfap dudosamente puede llamarse independiente, pues fue mayoritariamente financiado por Monsanto, bio (Organización de la Industria Biotecnológica), el Council for Biotechnology Information (un aparato de propaganda de las mismas industrias) y varias sociedades con claros intereses comerciales en el tema. Según ncfap, los seis cultivos aprobados comercialmente en Estados Unidos —soya, maíz, algodón, canola, papaya y calabaza— habrían producido 1 000 814 toneladas adicionales, incrementando el ingreso agrícola en 1 500 millones de dólares y reducido el volumen de plaguicidas en 2 865 toneladas. Por su parte, el Dr. Charles Benbrook, economista agrícola autor de varios estudios sobre los resultados de los transgénicos en Estados Unidos, afirma que el informe de la ncfap tiene fallas importantes. Por ejemplo, la mayoría de los datos positivos se basan en dos cultivos: el aumento del ingreso económico debido a la soya transgénica (1 000 millones de dólares) y el aumento de volumen de producción debido al maíz (1 000 580 toneladas), cifra que representa solamente 0.6% de la producción de maíz de Estados Unidos. El cálculo de las entradas de los agricultores en este estudio, no se basa en ingresos, sino en el “ahorro” de lo que habrían gastado el total de los productores de soya, si con la soya hubieran usado otros herbicidas más caros que el glifosato. Este escenario nunca existirá, porque los que no cultivan soya transgénica tolerante a un herbicida, advierte Benbrook, no necesariamente aplican otros herbicidas, compran la semilla a precios más baratos y, en muchos casos, aun sin hablar de cultivos orgánicos, tienen métodos complementarios no químicos que les abaratan el costo. La semilla de soya transgénica es más cara, requiere mayor volumen de herbicidas (un promedio de 11% más, según Benbrook, en un informe de mayo de 2001 para Northwest Science and Environmental Policy Center), produce menos que la soya convencional (2 a 8% menos), y ya se está presentando resistencia en las hierbas que se supone combatir (Benbrook, 2001). En el caso del maíz, el aumento de volumen es real, aunque sólo sea un porcentaje mínimo de la producción de maíz en Estados Unidos, pero no compensa el gasto extra de los agricultores en las semillas transgénicas, que son más caras. Según otro estudio de Benbrook (When does it pay to plant Bt-corn?) (Benbrook, 2002) donde analiza la producción de maíz en el periodo 1996-2001, los agricultores pagaron 659 millones de dólares extra por la semilla transgénica mientras que el valor del volumen adicional producido realmente por éstas
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fue de 567 millones de dólares, es decir, perdieron 92 millones de dólares. El mismo informe muestra que la efectividad del maíz Bt sólo compensa la inversión en casos de ataques severos (más de cuatro veces por cosecha), de la plaga para la que se ha manipulado, que en su mayoría es el barrenador europeo del maíz (Ostrinia Nubilalis) y que en México no existe. En general, en el caso de los cultivos manipulados con genes del Bacillus thuringiensis (Bt), surge resistencia de los insectos al Bt incorporado en las plantas luego de algunas cosechas, que lo vuelven poco efectivo frente a las plagas que supuestamente combatiría y hacen que posteriormente se necesiten mayores volúmens de plaguicidas (Benbrook, 2002). Las propias empresas que comercializan este maíz sugieren que los agricultores conserven 40% de su predio con maíz no transgénico para crear “refugios” para las plagas y retardar el surgimiento de insectos resistentes. Pero ni siquiera esta estrategia está dando los resultados deseados. El surgimiento de resistencia en la población-plaga objetivo es una de las causas principales por las que el porcentaje de cultivos Bt ha disminuido su porcentaje de presencia en el total de características transgénicas. Con respecto al algodón transgénico, modificado en su mayoría también con Bt, luego de aparentes buenos resultados de inicio, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (epa) prohibió en septiembre de 2001 su cultivo en Florida, Puerto Rico, Hawai e Islas Vírgenes por el surgimiento de malezas resistentes y por los posibles impactos en la biodiversidad debidos a la trasferencia de transgenes a parientes silvestres y a otras plantas de algodón. México es mucho más propensa a esta transferencia por tener mayor diversidad de algodón. En el caso de la soya, es un hecho que las variedades transgénicas producen menos que las convencionales y usan mayor volumen de químicos, lo que ha tenido que ser reconocido incluso por la propia industria, aunque por supuesto, la industria evita mencionar el tema. En el caso general de los transgénicos, analizando la producción de algunos años, se muestra lo mismo: no aumentan la producción, pero sí aumentan el uso de plaguicidas y definitivamente son más costosos para el agricultor. La pregunta que se hace el Departamento de Agricultura de Estados Unidos de por qué de todas maneras han sido adoptados por los agricultores, posiblemente se explica más por la relación de los cultivadores estadunidenses con las empresas
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semilleras y de agronegocios, a las que muchas veces están ligados por contratos de compra de cosecha. En el caso del maíz Bt, varios analistas predijeron que la siembra iba a declinar en el año 2002 por los escasos resultados obtenidos y por la moratoria europea que hizo disminuir considerablemente el mercado para maíz transgénico. Los analistas sugirieron que los agricultores tratarían de sembrar maíz de variedades convencionales. Esto no sucedió, sino que la siembra de transgénicos se mantuvo aproximadamente en el mismo nivel. Según varios agricultores consultados, se debió a que no encontraron suficiente cantidad de semillas no transgénicas en el mercado.
más presos que agricultores Un aspecto que muchas veces queda oculto en el debate sobre transgénicos es que esta tecnología promueve la desocupación rural. Las políticas agrícolas de Estados Unidos, siempre a favor de las grandes corporaciones semilleras y de agronegocios, partieron ya de una baja población rural, e incluso falta de mano de obra. Por esto a la oficiliadad de Estados Unidos no le preocupa este aspecto, de hecho, actualmente, hay más población en las cárceles de Estados Unidos que agricultores en sus campos. En Argentina, el segundo productor mundial de transgénicos, la introducción de esta tecnología aceleró el proceso de concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra, favoreciendo una verdadera “reforma agraria” al revés, dejando más pequeños productores sin tierras cuando éstos no pudieron pagar los créditos que recibieron para comprar las semillas transgénicas a un costo mucho mayor que la semilla convencional. Según los estudios de Walter Pengue, “en un periodo de alta movilidad productiva y tecnológica (1992-1999), la escala mínima de producción en Las Pampas pasó de 243 hectáreas a 357, y de 170 000 establecimientos agropecuarios quedaron solamente 116 000 (una reducción de 32%)” (Pengue, 2001). La supuesta ganancia económica por usar transgénicos no se basó en el aumento de producción, sino en el menor número de aplicaciones de herbicida pero en volúmenes cada vez mayores y, por tanto, en el ahorro de mano de obra. Esto aumentó la desocupación entre los asalariados rurales. Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina (faa), expresó en su Congreso del año 2002 que
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quienes se apropiaron de los beneficios de la expansión de la producción agrícola argentina fueron los proveedores de insumos químicos y de semillas transgénicas, todos ellos empresas multinacionales o sus subsidiarias (Buzzi, 2002). A la luz de los hechos, de los pobres resultados obtenidos y los impactos que se van demostrando en los pocos países que han aprobado la siembra comercial de transgénicos, las empresas que los producen necesitan desesperadamente nuevos mercados, donde todavía no se tenga información suficiente y a los que llegan con datos parciales o falseados. Invierten grandes sumas en presiones a gobiernos del Sur para que abran sus mercados, insistiendo en que los transgénicos serán la solución a sus problemas. Pero la agricultura mecanizada, el monopolio corporativo y la falta de posibilidades de elección son las características que mejor describen a los transgénicos; y nada tienen que ver con solucionar el hambre en el mundo. Los cultivos modificados genéticamente son una herramienta para la agricultura industrial y los beneficiarios de esos productos son las multinacionales, no el público, y mucho menos los campesinos del tercer mundo. Son productos diseñados para quitar la producción de alimentos de manos de las comunidades locales y crear mayor dependencia con las corporaciones gigantes de los agronegocios.
los nuevos transgénicos: atrapando al consumidor Además de los problemas en la producción, las primeras generaciones de transgénicos han sido rechazadas por grandes grupos de consumidores en muchos países del mundo. Un factor que influyó para esto es que estas primeras generaciones de transgénicos son cultivos resistentes a químicos de la misma empresa (no a enfermedades ni problemas de suelo o climáticos) y cultivos insecticidas, que en pocos años han mostrado su inefectividad. Algunos pocos casos se han dedicado también a características que podrían favorecer a las grandes compañías procesadoras de alimentos, como los tomates de maduración retardada. Estas características no tienen ventajas agronómicas que rindan beneficios a los agricultores, pero sobre todo no ofrecen ningún tipo de beneficio a los consumidores. Los alimentos modificados genéticamente disponibles en el mercado no son más baratos, no tienen mejor sabor, no son más saludables, ni más nutritivos. La
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mayoría de la gente se pregunta, como es lógico, ¿por qué aceptar cualquier nivel de riesgo —aún si dicen que es mínimo o que los daños no están probados— si no dan ningún beneficio y podrían tener muchos problemas potenciales? Hasta la propia industria biotecnológica admite que la estrategia de introducir transgénicos a los mercados por medio de estos primeros productos fue muy torpe. Pero las corporaciones parecen haber aprendido la lección. Estamos frente a cambios de estrategias de mercadeo importantes que sobre todo intentan manipular la imagen de los transgénicos ante los consumidores . La próxima generación de productos biotecnológicos serán productos que se pretende sean percibidos por los consumidores como beneficios nutricionales y para la salud, sobre todo para gente con poder de compra. También serán productos transgénicos diseñados para ser atractivos para los mayoristas y minoristas de ventas al público de alimentos y medicamentos (supermercados) e incluirán alimentos “biofortificados” (con vitaminas y minerales incorporados), plantas y animales modificados para producir fármacos y vacunas. Se nos presentan como alimentos que tendrán “valor agregado”, como arroz con vitamina a, lechugas con vitamina c, maíz con hierro para combatir la anemia y cultivos con con ácidos grasos omega-3 para la prevención de enfermedades cardiovasculares, etcétera. Estos nuevos transgénicos, además de aparecer como “moralmente legítimos”, competirán en el enorme mercado ya existente de los productos con agregados minerales y vitáminicos, llamados “alimentos funcionales” o nutracéuticos. Este mercado, sin transgénicos, tiene actualmente un valor de 65 000 millones de dólares a escala global. Según los analistas, los mercados combinados de alimentos, salud y nutrición tendrán un valor de 15 billones (millones de millones) de dólares estadunidenses para el año 2027, constituyéndose en el rubro de mercado más importante del planeta. Esto no quiere decir que los productos de esta tercera generación, efectivamente, serán más sanos, más baratos o más nutritivos, ni siquiera necesarios, ya que existen alternativas naturales para lo que pretenden atender. Pero serán hábilmente mercadeados y emocionalmente atractivos para la gente que tenga dinero y pague por ellos, preséntandolos como beneficios al consumidor. Adicionalmente, serán mercadeados en nombre de los pobres desnutridos del tercer mundo, alegando que será una forma de hacerles llegar vitaminas y vacunas a las que no podrían acceder de otra forma.
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Por eso es que oímos tanta propaganda de productos como el “arroz dorado” de AstraZeneca. Según sus promotores, este arroz modificado genéticamente para contener vitamina a es un producto que va a alimentar a los pobres, a la vez que curará sus deficiencias nutricionales. Sin embargo, hay muchas alternativas de una dieta natural sana que esas personas podrían disfrutar si no vivieran en la marginalidad y si tuvieran acceso a la tierra y los recursos naturales y pudieran, entre otras cosas, seguir utilizando sus métodos tradicionales de cultivo y su cultura alimentaria diversa, factores todos ellos que serán empeorados con el avance del monopolio corporativo y el consecuente aumento de la marginación. Por ejemplo, hay mucho más hierro y vitaminas en los quelites que rodean los cultivos de arroz en Asia que lo que podría aportar este arroz transgénico, del que deberían consumir en grandes cantidades para lograr el aporte nutricional prometido. Pero estos quelites, considerados malezas por la agricultura industrial, desaparecerán si se introducen cultivos con tolerancia a herbicidas que serán rociados con grandes volúmenes de químicos. Tal como la revolución verde hace 40 años, la tercera generación de productos biotecnológicos se quiere vender en nombre de los pobres de los países del Sur. Y tal como sucedió con la revolución verde, no tendrá nada que ver con alimentar a los pobres ni con la agricultura sustentable. El mercado al que se dirige es a los grandes propietarios agrícolas, a los dueños de los agronegocios y a los consumidores con poder adquisitivo. Los campesinos y los pobres siempre tendrán más opciones si logran mantenerse en sus parcelas con producción diversificada y aprovechando los múltiples elementos vegetales y animales que acompañan esa diversidad, que no requieren de dinero para su acceso. La presión por introducir transgénicos a los países del Sur está relacionada también con la necesidad de la industria biotecnológica de vender los productos que le sobran o que han fracasado en sus mercados en el Norte porque no han podido demostrar propiedades atractivas para los productores ni consumidores, o porque ya han comenzado a generar resistencias en las malezas y los insectos que dicen controlar. Las multinacionales, por su fracaso económico y ético con las primeras generaciones, presionan por entrar y usar a los pobres del Sur para poder legitimar su producción y sus ventas en el Norte, al mismo tiempo que quieren aumentar sus ganancias vendiendo sobrantes y tecnología obsoleta a los países del Sur.
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Se aprovechan de la falta de legislación y control, para introducir los excedentes de cosecha que no pueden vender a Europa (porque tiene una moratoria sobre éstos) o a Japón (porque requiere etiquetado), y así introducen estos granos en países como México donde no hay control y donde ha provocado una grave contaminación de los maíces criollos, o mediante programas de ayuda alimentaria, fundamentalmente de los programas de usaid y el pl 480, pero también a través del Programa Mundial de Alimentos (pma), en ayuda alimentaria a países como Ecuador, Guatemala, Nicaragua, Bolivia, Zimbabwe, Zambia y otros. Es notorio el caso de varios países africanos que luego de conocer la contaminación de maíz en México se rehúsaron a recibir maíz transgénico como ayuda alimentaria, pero Estados Unidos y el pma (que es una estructura de legitimación para verter los desechos de las multinacionales a los pobres) los presionó para recibirlos de todas maneras, diciendo que la alternativa era que sus poblaciones murieran de hambre. Argumento hipócrita y cruel, ya que el hambre en esos países está estrechamente ligada con las políticas comerciales que Estados Unidos y las mismas multinacionales imponen con las regulaciones comerciales. Estas estrategias son fundamentales para “inundar” los mercados y los cultivos locales por medio de contaminación, facilitando así que luego se diga que como de todos modos esos países ya están comiendo transgénicos y no se han visto consecuencias negativas —nadie las evaluará— no hay problema para consumirlas o plantarlas allí. Paradójicamente, se utilizan a los mismos pobres que serán los más negativamente afectados, para justificar la introducción de las nuevas biotecnologías agrícolas para los ricos. Necesitamos reflexionar sobre todo esto y preguntarnos constantemente quién controla y quiénes se benefician de estas tecnologías. Pese a todos los discursos de que los transgénicos resolverán el hambre en el mundo, ninguna tecnología será la solución porque la raíz del problema está en la injusticia y la desigualdad.
difíciles de tragar La próxima generación de transgénicos presentará además nuevos riesgos ambientales y de salud, más peligrosos que los ya existentes.
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En Estados Unidos se vienen realizado desde 1991 más de 300 experimentos secretos —pero legales— en granjas que utilizan cultivos agrícolas para producir químicos industriales y fármacos en plantas transgénicas, sin que los vecinos ni el público tengan conocimiento de éstos ni el reisgo que corren. Se está utilizando maíz, soya, arroz, alfalfa, tomate, tabaco y otros. El cultivo preferido, usado en 70% de los experimentos, es el maíz. Las sustancias producidas son, entre otras, vacunas veterinarias y de uso humano, anticuerpos, abortivos, espermicidas, plásticos y adhesivos. Según la industria, esto ahorra mano de obra y es más barato. A fines de 2002, se desató un escándalo en Estados Unidos luego de que se hiciera público que la Administración de Alimentos y Fármacos (fda) ordenó destruir 500 000 bushels (aproximadamente 17 600 metros cúbicos) de soya porque se podría haber mezclado con granos de maíz modificado genéticamente para producir una sustancia no comestible, al parecer una vacuna veterinaria. La soya se utiliza como insumo en 70% de los productos que se compran en un supermercado, desde comida para bebés hasta conservas, helados, panes, mermeladas y sopas. La fda sentenció a Prodigene, la compañía responsable del experimento, a pagar 250 000 dólares de multa y 2.7 millones de dólares por la soya incinerada. El descubrimiento se hizo en Nebraska, donde un agricultor plantó unas cuantas hectáreas de este maíz farmacéutico por encargo de la empresa Prodigene. Le pagaron más que por un simple cultivo, pero debía ser secreto y tomar algunas medidas de seguridad, tal como sembrar una cortina de plantas estériles alrededor para que el polen no pudiera diseminarse más allá de su campo. Así lo hizo, pero algunas plantas de maíz que quedaron en su terreno rebrotaron cuando ya había plantado una cosecha posterior de soya. Luego cosechó todo junto inadvertidamente y lo envió a un silo donde se mezcló con la producción de muchos otros agricultores. Este caso fue descubierto por la fda en octubre pasado. No fue el primero: ya se había descubierto otro caso similar en setiembre, en Iowa. Según las autoridades, esto demuestra que los controles funcionan, y por tanto no hay de que preocuparse. La propia industria biotecnológica no coincide: en octubre pasado (y seguramente ya alertada sobre estos casos) decretó normas voluntarias para estos farmacultivos. Por ejemplo, recomiendan no sembrarlos en los cinturones cerealeros de Estados Unidos. Luego de los incidentes de Nebraska y Iowa, la Secretaria de Agricultura les hizo llegar una lista proponiéndoles 15 medidas
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para elaborar nuevas regulaciones, entre ellas, introducir genes de color diferenciado, no utilizar cultivos alimentarios para este tipo de producción y usar, por ejemplo, tabaco. A esto último se niegan rotundamente: su cultivo preferido para modificar genéticamente y producir sustancias no comestibles es el maíz y no piensan cambiarlo. Dicen que es el que funciona mejor; que se conoce ampliamente su biología, lo que facilita su uso. La industria del procesado de alimentos está furiosa y dice que quiere garantías absolutas y riesgo cero para no volver a contaminar la cadena alimentaria, como sucedió hace dos años con el maíz prohibido para consumo humano Starlink, que se filtró a restaurantes y diversos productos envasados. El gerente de Prodigene, Anthony Laos responde: “nada en este mundo está libre de riesgos” (Los Angeles Times 23 de diciembre de 2002). Es verdad, no hay aparato de control que pueda contener los múltiples factores de riesgo de hacer transgénico un cultivo tan extendido como el maíz. Si la contaminación no es en el campo por polen, viento o insectos, puede ser en el transporte, en el silo, en el molino, etcétera. Debería bastar con ver la contaminación que ha habido de maíces criollos, en México, donde incluso la experimentación con maíz transgénico es ilegal. ¿Qué sucedería si la contaminación —intencional o accidental— se diera con maíces manipulados para producir abortivos o anticonceptivos? ¿Sería mejor si fuera maíz para producir plásticos o combustibles? Y si fuera para producir fármacos ¿quién querría estar “vacunándose” todo el tiempo o consumiendo los fármacos recetados al vecino? No tiene ningún sentido que todos tengamos que correr esos riesgos, para que las poquísimas empresas que producen transgénicos sigan enriqueciéndose a costa de la salud de todos.
patentes y TERMINATOR : hacia la bioesclavitud El objetivo principal de los gigantes genéticos son las ganancias y no la salud, el hambre o el medio ambiente. Para aumentarlas, sus estrategias están dirigidas a lograr cada vez más control sobre los mercados, los consumidores y los productores. Un complemento para ellos, además de las estrategias tecnológicas y de mercado, son las patentes.
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Todos los transgénicos están patentados y estas patentes están concentradas en las manos de un puñado de empresas que controlan las semillas, los agroquímicos y sectores importantes de la industria farmacéutica. Las patentes han planteado grandes restricciones a la investigación en general, que es una de las razones por la cual otras formas de “propiedad intelectual” sobre variedades, tales como los derechos de obtentor otorgados en la Ley de Variedades Vegetales, prevén excepciones para su uso no comercial, sea en investigación o para que los agricultores puedan usar parte de su propia cosecha como semilla. Esto último es reconocido como “Derechos del agricultor” en Naciones Unidas y es apenas un mínimo reconocimiento a la contribución a la alimentación de todos, que los campesinos han hecho mejorando semillas en sus campos por miles de años. Los sistemas de patentes desconocen y violan estos derechos. El uso de cualquier transgénico agrícola implica pagar regalías por su patente y convierte en ilegal el uso de éstas para la próxima cosecha. Todos los gigantes genéticos han desarrollado sistemas para detectar este uso “ilegal” y en Estados Unidos y Canadá hay en este momento más de 2 000 juicios en curso contra agricultores a los que se acusa de uso indebido de patente. Esto quiere decir que si se usan semillas trasngénicas o si un campo es contaminado accidentalmente con éstas, los agricultores pierden sus derechos ancestrales y deben pagarle a las empresas. El caso más conocido es posiblemente el de Percy Schmeiser, agricultor canadiense de Saskatchewan, Canadá, acusado por Monsanto de haber “robado” la semilla de canola transgénica de esta compañía e infringido su patente monopólica. Percy (agricultor de 71 años) nunca compró estas semillas, ni las plantó: su campo se contaminó con polen de campos vecinos y plantas que crecían espontáneamente en los caminos aledaños. La canola que invadió sus campos fue manipulada genéticamente para hacerla resistente al herbicida glifosato. Percy no usó este herbicida en sus cultivos, ya que no sabía de la contaminación. En un juicio histórico que asestó un duro golpe a los derechos de los agricultores de todo el mundo, un juez canadiense dio razón a Monsanto en marzo de 2001, alegando que Schmeiser había violado su patente. Monsanto lo demandó por más de 100 000 dólares, pero el juez sentenció a Percy a pagar 19 000 dólares, por no tener pruebas de que Schmeiser hubiera obtenido ilegalmente la semilla. El razonamiento del juez fue sorprendente: Percy debía haber
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avisado a Monsanto que en su campo podría haber contaminación y pedirle que retirara esas plantas. Al no hacerlo, fue considerado culpable. En el año 2002, Percy Schmeiser fue condenado a pagar a Monsanto otros 153 mil dólares por los gastos del juicio. El caso va ahora a la Suprema Corte de Canadá. Esto se podría repetir en México y en cualquier otro lugar a partir de la expansión y consolidación de las leyes de patentes que existen en la Organización Mundial de Comercio y que obliga a todos los países miembro a adoptarlas. Sin embargo, no contentos con el control mediante las patentes, los gigantes genéticos han desarrollado también una “patente biológica”: la tecnología Terminator, que produce semillas estériles en la segunda generación. Una patente típica le otorga al propietario un monopolio legal exclusivo por 20 años. Con Terminator, este monopolio no tiene fecha de expiración. Es la herramienta perfecta para la industria corporativa de semillas en el mercado global, porque deja totalmente vacío el concepto de soberanía nacional en semillas. En 1999, debido a la enorme oposición pública a las semillas suicidas, Monsanto y AstraZeneca hicieron un compromiso público de no comercializar semillas Terminator. Esto llevó a mucha gente a creer que la crisis había pasado. Nada podía estar más alejado de la verdad. Tanto Monsanto como AstraZeneca se fusionaron con otras empresas después de este anuncio. En agosto de 2001, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (usda) anunció que había licenciado sus patentes Terminator a Delta & Pine Land Seed Co. —la compañía de semillas de algodón más grande del mundo—. Delta & Pine Land anunció públicamente su intención de comercializar las semillas Terminator. Otras compañías continúan desarrollando y refinando la esterilización genética de semillas. Los propietarios de patentes Terminator incluyen a las más grandes corporaciones de semillas y agroquímicos e instituciones de investigación tales como Syngenta, Monsanto, DuPont, basf, Delta & Pine Land, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, y las Universidades de Cornell, Purdue y Iowa, en Estados Unidos. Recientemente, exacerbados por el trágico caso de la contaminación con transgénicos del maíz nativo en México, la industria y científicos allegados a ella están argumentando que Terminator es una tecnología para la bioseguridad, como método para prevenir el escape genético y la contaminación. Terminator no fue concebido con este uso: su nombre original fue “sistema de protección de la tecnología” y
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se proponía evitar que nadie pudiera “robarles” el uso de sus semillas. Ahora cambian el discurso para legitimar su aplicación. Si la industria biotecnológica no sabe como controlar su tecnología contaminante, sencillamente, ésta no debería ser permitida, en lugar de agregar “soluciones” cada vez más sofisticadas tecnológicamente, que apuntan a una mayor dependencia de los usuarios. La bioseguridad a costa de la seguridad alimentaria es un planteo cínico e inmoral. Otras tecnologías estrechamente ligadas a Terminator son potencialmente aún más insidiosas. Tal es el caso de las llamadas “tecnologías de restricción del uso genético” —o tecnologías “traidoras”. Con el control de la expresión genética la meta es lograr que las características de un cultivo se puedan “prender” o “apagar” al aplicarle un químico determinado. Si, por ejemplo, las compañías pueden modificar genéticamente las semillas para que reaccionen solamente ante la aplicación de su propio plaguicida o fertilizante patentado, van a reforzar enormemente la dependencia en la agricultura. Tanto los agricultores como la seguridad alimentaria se convertirán en rehenes de los gigantes genéticos. A menos que los gobiernos tomen acciones urgentes para prohibir estas tecnologías, serán comercializadas con consecuencias devastadoras para los agricultores y agricultoras, la soberanía alimentaria y la biodiversidad.
un estricto principio de precaución Los transgénicos son más caros, producen menos, contaminan más y son objeto de las más acres controversias sobre sus posibles efectos en la salud, tema que no hemos abarcado en esta ponencia, pero sobre el que existe abundante literatura. Producen también un aumento de la dependencia económica y tecnológica y si pese a todos estos hechos su uso se expandiera, en un futuro muy cercano entrañarán riesgos nunca antes vistos mediante cultivos alimentarios manipulados para expresar sustancias no comestibles y/o con el potencial de ser activados para provocar esterilidad. Los transgénicos muestran, como ya ha sucedido con muchos otros productos fabricados para las ganancias y no para el interés público, que no es necesario que sean realmente buenos, inocuos o tengan beneficios, para que lleguen al mercado. Por todo esto, la única opción sensata es aplicar un estricto principio de precaución que impida su liberación en el ambiente,
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evitando poner en riesgo la enorme diversidad agrícola, natural y cultural de México, el aumento de la contaminación de las semillas campesinas y la introducción de nuevas herramientas de sojuzgamiento de las economías campesinas y de la soberanía alimentaria.
bibliografía y fuentes consultadas Benbrook, Charles, 2001, “Tiempos problemáticos en medio del éxito comercial de la soja rr”, mayo, Idaho, Estados Unidos, <www.biodiversidadla.org/ documentos/documentos154.htm>. Benbrook, Charles, 2002, “¿Cuándo es rentable sembrar maíz Bt?, Idaho, Estados Unidos, <www.biodiversidadla. org/ documentos1/documentos250. htm>. Buzzi, Eduardo, 2002, “Tendencias en el agro: muchas hectáreas en pocas manos”, La Nación, <www.agrobit.com/gestion/GE000088ge.htm>. Fernández-Cornejo, Jorge et al., 2002, “Adoption of bioengineered crops”, Agricultural Economics Report, mayo, núm. 810, 24, Department of Agriculture, Economic Research Service, Estados Unidos. Gianessi, Leonard et al., 2002, Plant Biotechnology: Current and potential impact for improving pest management in U.S. agriculture: An analysis of 40 case studies, Washington D. C., Estados Unidos, National Center for Food & Agricultural Policy, junio. James, C., 2002, “Global review of commercialized transgenic crops: 2001”, ISAAA Briefs, 24, Ithaca, Nueva York, International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications (isaaa). Pengue, Walter, 2001, “Impactos tecnológicos y ambientales de la liberación de organismos genéticamente modificados”, Centro de Estudios Avanzados, Universidad de Buenos Aires, pnuma, Conferencia Internacional sobre Comercio, Ambiente y Desarrollo Sustentable. Perspectivas de América Latina y el Caribe, febrero, México. Val Giddings, 2002, “Correspondencia con el editor”, Nature Biotechnology, vol. 20, noviembre, p. 1081.
ASPECTOS POLÉMICOS DE LA INTRODUCCIÓN DE LAS PLANTAS TRANSGÉNICAS EN LA ALIMENTACIÓN agustín lópez-munguía*
Los últimos dos decenios del siglo pasado fueron de espectaculares logros y de tiempos difíciles para la biotecnología. Algo similar al asombro, las expectativas y los temores que vivió la sociedad del siglo xix cuando Pasteur descubrió la naturaleza microbiológica no sólo de la producción de alimentos milenarios como la cerveza y el vino, sino también de las enfermedades como el ántrax y la rabia, lo que dio nacimiento a la microbiología como ciencia y al desarrollo de métodos para su manipulación y control, todo esto es importante señalarlo, en medio de una fuerte oposición a la pasteurización, que sólo podía ser aplicada por las empresas y amenazaba con desplazar a los pequeños granjeros; en medio también de un temor generalizado al encuentro con microorganismos infecciosos en aire, agua y el medio ambiente en general. Algo similar sucedió a mediados del siglo xx cuando Florey y Chain lograron llevar a nivel industrial el descubrimiento de Fleming, es decir, la producción de penicilina mediante microorganismos en cantidades y volúmenes suficientes para satisfacer las necesidades de antibióticos que demandaban las víctimas de la segunda guerra mundial. Las expectativas fueron rebasadas con creces (no creo necesario describir aquí lo que los antibióticos han representado para la humanidad) y los temores de que el uso masivo de antibióticos generase rápidamente agentes infecciosos resistentes e invencibles no se cumplió; de hecho, la industria biotecnológica ha encontrado estrategias para contender con la generación de resistencia a los antibióticos surgida tanto de manera natural, como por consecuencia del uso irresponsable de los mismos. La industria biotecnológica se convirtió en tan sólo tres o cuatro decenios en una opción de proceso a la petroquímica para la producción de bienes y servicios, y la lista de productos que de ella derivan es muy amplia, e incluye ácidos orgánicos, aminoácidos, colorantes, *
Instituto de Biotecnología, unam.
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vitaminas, gomas, edulcorantes, saborizantes, inoculantes para leguminosas, proteínas unicelulares, etc., una larga lista de productos industriales resultado de haber hecho de la microbiología una industria (Moses y Caope, 1991). Cuando el petróleo se agote, la biotecnología será sin duda la opción más atractiva para la producción de energéticos y materias primas. Señalo estos dos grandes logros históricos para contextualizar los orígenes de la biotecnología moderna, cuyo nacimiento culmina en los años setenta del siglo xx, época en la que, resultado del inexorable avance del conocimiento y de la necesidad inherente al ser humano de conocer el mundo, de conocerse a sí mismo y de aplicar este conocimiento en su propio beneficio, fue posible desarrollar metodologías para manipular la información genética de la célula. No pasó mucho tiempo antes de que este conocimiento se concretara en aplicaciones de interés para la sociedad. La investigación básica de hoy es la aplicada de mañana y en la biotecnología esos tiempos se acortan, lo que resulta en una ventaja para países como México. Fue así como en los años ochenta del siglo xx se inició la producción de proteínas recombinantes que, para aplicar el léxico que los medios han adoptado para las plantas, deberíamos llamar también “proteínas transgénicas”. Gracias a desarrollos en esta área, millones de diabéticos en México y en el mundo ya no dependen de la insulina de puerco para su tratamiento, lo que ocasionaba trastornos y riesgos, sino de un medicamento más natural, para seguir con el léxico de moda. De igual manera podemos citar el caso de quienes padecen de hemofilia, de los anémicos o de quienes se recuperan de los estragos de la quimioterapia; a todos ellos, las proteínas transgénicas les cambiaron la calidad de vida. El ya más de un centenar de medicamentos en el mercado, resultado de la primera ola de productos transgénicos ha tenido un impacto en el sector salud, cuyas dimensiones quizás la sociedad aún no alcanza a apreciar, en parte porque no las ha necesitado, en parte también porque no son económicamente disponibles para las mayorías. Existe una consecuencia adicional de gran impacto social y es el hecho de que esta primera ola de productos acabó prácticamente con el despiadado y riesgoso mercado de las proteínas de la sangre. Para mayor información sobre el impacto de la biotecnología moderna en ésta y otras áreas, se recomienda la consulta de la revisión coordinada por F. Bolívar y publicada por el conacyt y el Fondo de Cultura Económica (Bolívar, 2001) y La biotecnología (López Munguía, 2000).
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Sin embargo, es frecuente leer o escuchar en los medios: “genes de humanos o de animales expresados en bacterias, levaduras o en células de ratón dan lugar a proteínas que pasan al torrente sanguíneo o nos sirven de alimento” o, peor aún, “estamos siendo usados como conejillos de Indias para la evaluación de productos de la biotecnología”, e incluso, “existen graves riesgos para la salud como consecuencia del consumo de alimentos transgénicos”. Toda esta cruzada de desinformación ante una opinión pública no informada promueve ciertamente el desconcierto y la zozobra. Para las grandes mayorías, el que los genes formen parte de sus alimentos es una novedad, y en el manejo de la información se aprovecha este hecho para infundir temores. Poca gente es consciente de que desde los principios de la humanidad comemos no sólo proteínas, sino también genes: genes de maíz, trigo, soya, frijoles o de cuitlacoche, de jumiles y escamoles y de todas esas maravillas que conforman la dieta nacional. De hecho, se tiene poca conciencia de que desde principios de los años noventa del siglo xx las proteínas de interés alimentario fueron objeto de esta primera ola de tecnología, la primera de ellas que se aprobó para consumo humano en Estados Unidos salió de una bacteria crecida industrialmente a cuyo genoma se introdujo el gene de una vaca. Esta proteína constituye lo que la gente conoce como el “cuajo”, producto que permite coagular la leche para obtener el queso. Claro que el consumidor difícilmente percibe el impacto de este desarrollo; quizás sí en la calidad del queso, o en su abasto, pero la gran mayoría conoce su origen, su función y los problemas de abasto, pues la proteína debía extraerse del cuarto estómago de las terneras. Curiosamente sí lo aprecian los vegetarianos, pues ahora ya pueden consumir queso, que hasta antes de la biotecnología moderna requería de un producto obtenido del sacrificio de un animal. Pues bien, la evaluación que se hizo de esta proteína transgénica en materia de seguridad alimentaria fue tan rigurosa que a ya casi 10 años de que entró en los mercados, incluido el mexicano, no ha existido el menor problema asociado con su consumo. A pesar de eso, las pruebas asociadas con el consumo de proteínas se han hecho cada vez más rigurosas. Otro ejemplo es la somatropina bovina, una proteína transgénica que inyectada a las vacas estimula la producción de leche. Éste es quizás un ejemplo donde claramente se muestra la necesidad de ser muy cuidadosos en separar el impacto que un producto alimentario puede tener en la salud, sus riesgos y sus alcances, de su impacto económico y social. Así, es muy claro que cuando esta-
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dos como Wisconsin en Estados Unidos, declararon una moratoria al uso de la somatropina a mediados de los años noventa del siglo xx, lo hicieron claramente por el impacto que este producto tendría en el sistema productivo. Por otro lado, en la Unión Europea, la misma prohibición se dio ante el absurdo de introducir un producto que incrementara la producción de leche, de cuyos excedentes no saben cómo deshacerse, mas no porque el producto representase algún riesgo para la salud humana. Esta reacción a las consecuencias de la biotecnología, mas no a la tecnología per se no nos es ajena. Es similar a la situación que se vive en la industria del azúcar: las importaciones y futuro libre comercio de la fructosa tienen un impacto brutal en el contexto económico y social de la industria de la caña de azúcar. Las medidas en materia de protección a dicho sector no requerirían de justificaciones basadas en supuestos efectos que el producto pudiera ocasionar a largo plazo en contra de la salud de los mexicanos, por el hecho de proceder de maíz transgénico o de haber sido obtenidas mediante procesos en los cuales se emplean proteínas producidas y mejoradas por ingeniería genética (hidrólisis del almidón a glucosa e isomerización de glucosa a fructosa); más bien lo que se haga al respecto, tiene la justificación de estar basado en una política con prioridades nacionales. Desafortunadamente esto es justamente lo que pasa cuando lo biotecnológico se refiere a las plantas, en particular a plantas comestibles, es decir, a los alimentos transgénicos, resultado de la segunda ola de desarrollos de la biotecnología moderna. Dejando por un momento de lado los aspectos relacionados con su impacto ambiental, aspecto que también es abordado por expertos en las jornadas que dieron lugar a este texto, me referiré de manera particular a su impacto en la salud. En este sentido, existe un ambiente de desconfianza y de zozobra, resultado de la inagotable insistencia con que se repiten aquí y allá, rumores y asociaciones de la tecnología biológica con la imagen de Frankenstein; se habla de daños a la salud del consumidor, de resistencias a los antibióticos, de alergias, de cáncer, de la muerte de mariposas, del aumento en los casos de enfermedades que van desde el Alzheimer hasta las vacas locas, e incluso de embarazos transgénicos (Ribeiro, 2002) todo esto sin que exista ninguna evidencia de tales efectos tóxicos. Ningún dato sobre alergenicidad, cáncer, o cualquier otra enfermedad ha sido detectado como consecuencia del consumo de alimentos transgénicos, y quienes así lo afirman, lo hacen sin aportar evidencia alguna, como es el caso de los embarazos
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transgénicos (López Munguía, 2003). Sin embargo, todos estos males parecen estar ya inexorablemente ligados en la mente del consumidor con los alimentos transgénicos; es necesario reconocer que esto es parte también de una crisis de credibilidad de las instituciones, y que es nuestro deber de académicos tratar de restablecerla dado el carácter emocional que priva en la forma en que el público concibe el riesgo. Para documentarse al respecto se recomienda la lectura de las declaraciones que ha hecho la Organización Mundial de la Salud (oms, 2000), grupos como el Colegio Americano de Nutriólogos (2002), o alguna de las decenas de documentos emitidos por instancias tales como las Academias de Ciencias (incluida la mexicana, la americana, la francesa y la Royal Society), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (fao) y otras tantas asociaciones médicas. El público debe saber que, en materia de seguridad alimentaria, las reglas de evaluación son hoy más estrictas que nunca. Nos toca a nosotros vigilar los aspectos ambientales por ser ésta nuestra riqueza. Pero en cuestión de seguridad alimentaria, ningún alimento en la historia moderna ha sido tan escrupulosamente revisado como los que resultan de la biotecnología moderna y existen protocolos recomendados por la fao y la Organización Mundial de la Salud que sirven de referencia para su evaluación y aprobación como alimento. Documentos recientes emitidos por la fao <www.fao.org/biotech/stat.asp>, la oms <www.who.int> o la Sociedad de Toxicología <www.toxicology.org/ information/governmentmedia/gm_food.doc> pueden ser consultados para mayor información al respecto. Para cada alimento se revisan aspectos agronómicos, químicos y nutricionales, bioquímicos, fisiológicos y genéticos. En breve, las técnicas de los microarreglos permitirán analizar incluso los patrones de expresión genética en las variedades modificadas. Por otro lado, en las pruebas nutricionales, las nuevas proteínas se analizan con animales de laboratorio alimentándolos con dosis que escandalizarían a cualquier miembro de sociedades protectoras de animales. Sólo cuando se ha demostrado su inocuidad en modelos animales es que son aprobadas para consumo humano. Cuando señalo que ningún alimento ha sido tan cuidadosamente evaluado como los transgénicos, me equivoco. La ciencia nos ha revelado que ningún alimento es 100% seguro y existen múltiples compuestos tóxicos en muchos de nuestros alimentos tradicionales. Tal es el caso de los frijoles, cuyo contenido de factores antinutricio-
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nales es tal que si éste fuese un producto de la biotecnología moderna, por ejemplo con la proteína bt, difícilmente pasaría las pruebas antes señaladas, debido a este arsenal de compuestos químicos. De ahí la necesidad de basarnos en lo que se denomina “la equivalencia sustancial”. Es decir, que para iniciar la evaluación de cualquier alimento es necesario compararlo con la contraparte silvestre de la que proviene. Curiosamente, la peor crisis que ha sufrido la industria alimentaria en los tiempos modernos, la crisis de “las vacas locas”, se dio dentro de los países donde no se consumen productos transgénicos y fue resultado del uso de tecnologías que hoy ya nadie cuestiona en el mundo, usando una lógica de reciclado tendiente a aprovechar todo residuo agroindustrial (López Munguía, 2001). En efecto, se trataba de dar de comer a unos animales los residuos de otros, práctica que en un principio no parece descabellada pues el reciclaje pareciera sinónimo de sustentabilidad. Las vacas fueron entonces alimentadas con residuos de animales, principalmente de borregos y fueron contaminadas con “priones”, proteínas tóxicas que logran la transformación de proteínas similares en el cerebro y su depósito en forma de fibras, causando la pérdida de las capacidades mentales. Éste es un claro ejemplo de que no hay tecnología 100% segura, y que lo importante es analizar fundamentalmente los productos y no los procesos tecnológicos con los que se elaboran. Los problemas que enfrenta la sociedad son de gran envergadura; el gran reto consiste en ser cautelosos y al mismo tiempo aprovechar las herramientas que brinda la biotecnología para contender con ellos. No sólo los agrícolas sino también los que se refieren al medio ambiente. La contaminación, el calentamiento global, la escasez de agua y la crisis energética son tan sólo algunos de ellos. Para progresar en esta dirección necesitamos una biotecnología responsable; una tecnología comprometida que resuelva problemas y no sólo diagnostique y regule el impacto de los desarrollos que se hacen en el exterior. ¿Cómo aprovechar la riqueza de nuestra biodiversidad cuando todo pareciera apuntar al hecho de que para muchos la única alternativa y propuesta viable para conservarla es salirnos de ella? No es difícil imaginar un escenario de mayor contaminación genética si no se forma a los productores en esta disciplina y se fijan reglas de una convivencia armoniosa y sustentable. Se requiere definir “qué sí y qué no” se puede hacer; “dónde sí y dónde no”; “para qué sí y para qué
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no” usar la biotecnología. Las posturas de “todo o nada”, como en muchos otros aspectos de la vida, acabarán retrasando la oportunidad de desarrollar una estrategia nacional y, paradójicamente, permitirán que continúe el desaprovechamiento, pérdida o degradación, de nuestros recursos genéticos. El reto es combinar con sabiduría nuestra riqueza, nuestros recursos, desarrollar nichos y, sí también, nuestra necesidad ya inevitable hoy en día de participar en un mundo global. ¿No es ahí donde quisiéramos colocar no sólo tequila y cerveza, dos excelentes productos de la biotecnología nacional, sino también pozol, tesguino, pulque, mezcal, tuba, sotol y otros tantos productos de nuestra biotecnología tradicional, así como una gran variedad de frutos y productos agrícolas específicos de nuestras condiciones climáticas y geográficas y de nuestra tradición cultural? Éstos y muchos otros productos han estado por muchos años al margen de la inversión científica y tecnológica, ¿seguirán siendo gratuitos los aportes de México al mundo?, ¿bastará con cerrar las puertas para evitar el saqueo de recursos genéticos o evitar su ingreso como ya sucedió en el caso del maíz?, ¿cuántas veces más se repetirá la historia de Zymomonas mobilis, bacteria aislada del pulque, cuyos genes hoy le sirven a otra bacteria, E.coli, para producir alcohol en Estados Unidos? Sin un impulso claro y decidido a la biotecnología nacional como ha sido propuesto por biotecnólogos mexicanos (Bolívar, 2001) pocas alternativas nos quedan. Hay además un problema de cantidad, aunque éste se mire siempre como un simple problema de distribución: la producción mundial de cereales, fuente principal de calorías que se da en 1 400 millones de héctareas, es de cerca de 2 000 millones de ton/año. Con estos cereales, en teoría, se puede alimentar a 1 000 millones de habitantes, si todos tuvieran un régimen alimentario oriental; pero sólo alcanzaría para 2 500 millones, si se come como en Occidente, pues buena parte de los granos se convierte a productos animales con baja eficiencia. Así que hay pocas alternativas para la población en el mundo: o los occidentales se vuelven vegetarianos o se aumenta en más de 50% el rendimiento agrícola; con biotecnología o sin ella (Wilson, 2002). Otra opción interesante es la llamada agricultura orgánica. Sin embargo, de acuerdo con un estudio de 21 años en Europa Central, publicado en mayo de este año en la revista Science, aunque reduce los insumos de fertilizantes y plaguicidas, disminuye el rendimiento de los cultivos en 20% (Maeder, 2002). Además, el costo de los pro-
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ductos no es accesible a las mayorías y resulta sumamente difícil de regular, propiciando los fraudes por falta de controles y la ingerencia igualmente de instancias externas al país para la certificación. Necesitamos dar un paso hacia un ambientalismo sí, pero un ambientalismo científico. Aspirar a mejores condiciones de vida para todos requiere de tecnología. La pregunta es ¿cuál? El planeta no da para más: de acuerdo con un artículo publicado recientemente en la revista Scientific American y al que he hecho ya referencia (Wilson, 2002), necesitaríamos 4 planetas tierra si los 6 000 millones de terrícolas aspirásemos a vivir con el nivel de vida de alto consumo energético como en Occidente. ¿Cómo conjuntar, si no es con tecnología, productividad con sustentabilidad sin seguir cargándole el costo del crecimiento económico al medio ambiente? Por otro lado, no es la biotecnología, sino la humanidad la que está destruyendo la biodiversidad, lo que puede documentarse fácilmente dado el deterioro de bosques y selvas en el país, ya sea por sobreexplotación y corrupción, o bien por hambre. También hay un problema de calidad: aunque llegue el arroz, el maíz o el trigo, no llegan zanahorias, betabeles o tomates, y más de 400 millones de personas en más de 100 países incluido México sufren de deficiencias totales o parciales de vitamina a causante de ceguera. ¿Es ético no usar esta tecnología para tratar de atacar este problema? No es menos grave el problema de deficiencias de hierro, ante el escaso consumo de espinacas, lentejas o berros: millones de niños sufren de anemia en México y el mundo. Se sabe ya cuál es la maquinaria que permite a las plantas bombear hierro del suelo, por lo que no está lejos una nueva generación de plantas que impacten directamente la salud en beneficio del consumidor o plantas que permitan sembrar en diversos ambientes hoy adversos para la producción agrícola, como las zonas áridas, de suelos salinos o ácidos, incluido el gravísimo problema de la cada vez menor disponibilidad de agua. Plantas comestibles a las que se pueda eliminar los factores que causan alergia (como es el caso del gluten de trigo) o frutas del país que puedan hacerse resistentes al manejo para poder ser mejor distribuidas. Es inconcebible que cerca de 40 millones de seres humanos que padecen de hambruna en África rechacen la ayuda alimentaria, por el supuesto riesgo a largo plazo que podría ocasionar el maíz, que además de haber sido evaluado por numerosas instancias ajenas a las compañías que lo produjeron, ha sido consumido por millones de seres humanos, incluidos los mexicanos.
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Los biotecnólogos estamos convencidos de que urge una legislación sobre bioseguridad; una legislación que sea cuidadosa del medio ambiente, pero cuidadosa también de que la biotecnología moderna promueva y fortalezca nuestra tradición agrícola y alimentaria. Para ello se requiere de imaginación y arraigo: para no desperdiciar esta extraordinaria herramienta de la que disponemos para resarcir el daño causado al planeta y resolver sus más agobiantes problemas; para usar el potencial de la biosfera, para correr riesgos sí, pero pensando a largo plazo, desarrollando cada vez más productos biodegradables resultado de las tecnologías biológicas, desarrollando nichos, siendo eficientes y, desde luego, siendo humildes. La biotecnología, es tan sólo una herramienta.
bibliografía Bolívar, F. (coord. gen.), 2001, Biotecnología moderna para el desarrollo de México en el siglo XXI: retos y oportunidades, México, Conacyt, fce. Colegio Americano de Nutriólogos, 2002, “Food safety evaluation of crops produced through biotechnology”. Journal of the American College of Nutrition, vol. 21, núm. 3, pp. 166S-173S. López Munguía, A., 2000, La biotecnología, 1a. ed., México, Conaculta, (Serie: Tercer Milenio). Lopez Munguía, A., 2001, “Vacas locas: la enfermedad”, ¿Cómo ves?, año 3, núm. 30, pp. 10-17. López Munguía, A., 2003, “Sobre cerdos y maíz transgénico”, ¿Cómo ves?, año 5, núm. 50, pp. 20-25. Maeder P. et al., 2002, “Soil fertility and biodiversity in organic farming”, Science, 296, 1694-1697. Moses, V. y R. E. Caope, 1991, Biotecnology. The science and the business, Harwood Academic Publishers. oms, 2000, “Safety aspects of genetically modified foods of plant origin. Report of a joint fao/who expert consultation on foods derived from biotechnology”, Ginebra, Suiza, World Health Organization, Headquarters, mayo 29-junio 2, pp. 1-37. Ribeiro, Silvia, 2002, “Embarazos transgénicos. Disminuyen partos de animales alimentados con maíz transgénico”, La Jornada, 15 de junio. Wilson E. O., 2002, “The Bottleneck”, Scientific American, febrero.
CIENCIA Y REDUCCIONISMO: UNA CRÍTICA A LA CONCEPCIÓN CARTESIANA DEL MUNDO EN LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS TRANSGÉNICOS julio muñoz rubio∗
Una de las características más importantes en la elaboración y comercialización de los alimentos transgénicos y de la polémica que han generado en muchas partes del mundo es que son producto de la ciencia y por lo tanto de la actividad de los científicos. Sin duda alguna, esta polémica en particular se extiende hasta abarcar el carácter mismo de la ciencia contemporánea. Mientras los defensores de estos productos sostienen la defensa fundados en buena parte en la convicción generada desde finales del siglo xvi [con Bacon (1961) como uno de sus principales impulsores] del inmenso potencial que el ser humano tiene para, utilizando la ciencia, dominar la naturaleza y en encontrar explicaciones verdaderas; los críticos de la producción de estos alimentos señalan entre otras cosas algunas deficiencias y limitaciones que la ciencia misma tiene para poder evaluar el impacto de su producción y comercialización. Por ello, resulta ineludible tomar una posición con respecto al carácter que la ciencia ha tenido y tiene. En este trabajo, tomando partido por una posición crítica, me propongo justamente mostrar algunas deficiencias conceptuales y metodológicas características de la ciencia contemporánea, las cuales reflejan el caso específico de las investigaciones sobre organismos genéticamente modificados, y que resultan en un obstáculo para comprender de manera clara el carácter de su funcionamiento Es frecuente que quien levanta críticas a la ciencia es calificado de oscurantista, retrógrado o dogmático. A fin de evitar la asignación de estos calificativos deseo expresar mi convicción de que la ciencia ha revolucionado nuestra forma de vida, en muchos sentidos para bien de la humanidad: ha cambiado de raíz nuestra visión del mundo en un sentido progresivo, tratando de explicarlo en términos dinámicos y materialistas; ha descubierto gran cantidad de verdades; ha echado por tierra explicaciones misteriosas y derrotado en muchos ∗
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momentos y lugares la ignorancia y el dogma, y ha incrementado enormemente nuestro conocimiento del mundo. Con todo ello, la ciencia ha contribuido decisivamente al mejoramiento de la condición humana. Sin embargo, también es cierto que la ciencia se ha desarrollado con base en una concepción reduccionista. Debido a ello, en ocasiones, ha ofrecido explicaciones muy simplificadas del mundo, las cuales llevan frecuentemente a limitaciones en nuestra concepción del mismo, tal es el caso de aspectos importantes de las ciencias biológicas. Esta simplificación se debe en buena parte a la filosofía cartesiana.
características del reduccionismo cartesiano Las características relevantes del modelo reduccionista de René Descartes para el caso que nos ocupa son las siguientes: cualquier sistema está compuesto en su totalidad por un conjunto natural de unidades o partes, las cuales son homogéneas dentro de sí mismas y básicamente iguales entre sí. Estas partes son ontológicamente previas al todo, existen aisladas y concurren una a una para formar los todos, por lo cual el todo es igual a la suma de sus partes (Levins y Lewontin, 1985: 269). (Véase la figura 1.)
figura 1. Representación cartesiana de la relación entre las partes y el todo.
Pero ¿cómo explicaba el propio Descartes esta concepción? Existen en su obra numerosas alusiones a ello. En la quinta de sus Reglas para la dirección del espíritu, lo explicaba de la siguiente manera:
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Todo el método consiste en el orden y disposición de las cosas a las que se ha de dirigir la mirada de la mente a fin de que descubramos alguna verdad. Y la observaremos exactamente si reducimos gradualmente las proposiciones complicadas y obscuras a otras más simples, y si después intentamos ascender por los mismos grados desde la intuición de las más simples hasta el conocimiento de todas las demás (Descartes, 1996a: 87).1
Esta afirmación está elaborada como un criterio metodológico, como una forma de abordar y facilitar el planteamiento y la resolución de los problemas, pero es un reflejo de la manera como Descartes piensa que se deben comprender los objetos de estudio mismos. Esto queda claro en la sexta regla, en donde el mismo autor señalaba que: Para distinguir las cosas más simples de las complicadas e investigarlas con orden, conviene en cada serie de cosas, en que hemos deducido directamente algunas verdades de otras, observar cuál es la más simple y cómo todas las demás están más o menos o igualmente alejadas de ella (Descartes, 1996a: 88).
Y, más adelante, en la regla nueve, defiende la validez de esta concepción de las cosas y de este método, a fin de llegar a conocer la verdad: Conviene dirigir toda la agudeza del espíritu a las cosas más insignificantes y fáciles y detenerse en ellas largo tiempo hasta acostumbrarnos a intuir distinta y claramente la verdad (Descartes, 1886a: 106).
Siendo más explícito, señaló en la regla trece: Si entendemos perfectamente una cuestión, debemos abstraerla de todo concepto superfluo, reducirla a la mayor simplicidad y dividirla en las partes más pequeñas que se pueda, enumerándolas (Descartes, 1996a: 135).
Por si esto no fuera suficiente para comprender su concepción reduccionista, podemos remitirnos a sus Los principios de la filosofía, en donde plantea la extensión como la propiedad esencial de los cuerpos y la que los hace divisibles. Allí explicó que:
1 Descartes repetiría esta tesis más tarde en sus Reglas para la dirección del espíritu (Descartes, 1996: 56).
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Así pues, sólo existe una materia en todo el universo y la conocemos en virtud de que es extensa; todas las propiedades que apercibimos distintamente en ella se reducen a que es divisible y a que sus partes están en movimiento y que, en consecuencia, puede ser susceptible de todas las diversas disposiciones que observamos que pueden acontecer en razón del movimiento de sus partes (Descartes, 1995: pte. seg., 23).
En la misma obra, Descartes agrega otra propiedad de las partes más simples: su esencialismo: Cuando concebimos la substancia, solamente concebimos una cosa que existe en forma tal que no tiene necesidad sino de sí misma para existir (Descartes, 1995: pte. prim., 51).
Y un poco más adelante agrega: Hay atributos que son propios de las cosas a las que son atribuidos y otros atributos que dependen de nuestro pensamiento (Descartes, 1995: pte. prim., 57).
Estas tesis se han aplicado a lo largo de la historia también a las ciencias biológicas, en especial a la genética, y han sido un elemento central en la teoría sintética de la evolución. Al menos desde finales del siglo xix hubo una fuerte tendencia a dividir el cuerpo de los organismos en tantas partes como fuera necesaria hasta encontrar las partículas esenciales que provocaban el fenómeno de la vida (Mayr, 1982: 653-727). El paradigma reduccionista cartesiano, en las ciencias de la herencia, pareció anotarse un triunfo decisivo a partir del último medio siglo, con la determinación de la estructura tridimensional de los ácidos nucleicos y el consecuente desarrollo de la biología molecular (Watson y Crick, 1953a y b). A partir de ese momento los genes y los nucleótidos han sido vistos como esas partes esenciales del mundo vivo. Los organismos son concebidos como el resultado de la suma de esas partes esenciales, que tienen una vida propia, que no tienen necesidad sino de sí mismas para existir. Todo esto ha dado lugar a un amplio programa de investigación (si deseamos expresarnos en términos de I. Lakatos (1993) o a un paradigma [en términos de T. S. Kuhn (1971)] que se basa en la tesis de que la vida tiene como propiedad fundamental la transmisión de caracteres de una generación a otra y, por otra parte, que al aplicarle
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a esta tesis las del reduccionismo cartesiano, resultará ser que la vida tiene una “esencia”, la cual estará localizada en las unidades últimas o “esenciales”: los nucleótidos, los cuales, al ser los portadores de todas las características del individuo y de la propiedad de replicarse, estarán confiriendo al ser vivo con esa propiedad determinante. En el interior de las comunidades que se interesan por trabajar en este programa de investigación o este paradigma, se ha disparado una irresistible tentación —por no decir obsesión— por averiguar las “esencias” de todo tipo que se encuentran en esas partículas elementales del mundo vivo, y que se ha reflejado en la producción de gran cantidad de artículos, libros, conferencias, programas de radio y de televisión con una amplia cobertura, etc. Ejemplos de disciplinas derivadas de este modelo reduccionista son la sociobiología y la psicología evolutiva, las cuales han pretendido encontrar las raíces genéticas del comportamiento de seres humanos y animales considerados como “sociales”; las investigaciones acerca del genoma humano y sobre clonación y, desde luego, la biotecnología y su expresión particular en la elaboración de organismos genéticamente modificados y los alimentos transgénicos. Es indudable que todas y cada una de estas disciplinas han logrado resolver una buena cantidad de problemas, lo cual, de acuerdo con Laudan (1977), les daría una superioridad sobre otras tradiciones de investigación que laborasen con objetos de estudio similares (aun cuando los hallazgos de todas estas disciplinas no fueran verdades), pero desde un punto de vista epistemológico, contienen una deficiencia que se expresa especialmente en las investigaciones sobre los alimentos transgénicos, ésta es que, al aplicar una metodología reduccionista, no se considera la enorme complejidad del mundo vivo.
la crítica del cartesianismo Lewontin (1991) señala que este modelo cartesiano es una manera de expresar la concepción individualista del mundo. En ella, la sociedad está constituida por una serie de elementos o partes a las que se les considera “esenciales”: los individuos, los cuales, merced a su capacidad de raciocinio, concurren de manera voluntaria e independiente de cada uno de los demás, a establecer relaciones entre ellos. Por tanto, las relaciones sociales mismas están, bajo esta concepción,
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subordinadas a la voluntad de los individuos. Esta filosofía surge justamente con la decadencia del modo feudal de producción, cuando la burguesía impone una nueva concepción del mundo basada en las explicaciones materialistas y dinámicas, y en la que la libertad es vista como la capacidad del individuo de labrarse conscientemente su propio destino, en vez de seguir siendo, como en la Edad Media, un sujeto subordinado eternamente a la voluntad de Dios. Esta concepción individualista hace una analogía de la sociedad en los organismos y en sus componentes. La suma de los órganos (en los organismos más complejos) es lo que explica al individuo; la suma de las células explicará la formación de cualquier parte del cuerpo del organismo, y será la suma de las moléculas la que explique la formación de las células. Finalmente, las unidades últimas de las moléculas son las que serán responsables de las propiedades de éstas. Con todo esto, el reduccionismo contemporáneo característico de la biología molecular y de la biotecnología puede ser considerado como esa extensión de la filosofía y sociología individualista. Es pues, un fiel reflejo de la concepción burguesa del mundo. Esto se hace más claro si consideramos que el reduccionismo de la filosofía cartesiana tiene su origen y explicación en la influencia que el desarrollo del trabajo manufacturado, elemento central de la organización capitalista del trabajo, ejerció sobre diversos ámbitos, incluido el intelectual, de la sociedad del siglo xvii (Labastida, 1987). Es necesario comprender este sistema filosófico, además, como una forma de dar una explicación del mundo físico de aquella época. La física era en ese entonces la ciencia por excelencia y la relativa simplicidad de los sistemas físicos estudiados permitía ocultar la falsedad de muchas de las tesis filosóficas que se encontraban (y encuentran) detrás de esa concepción. Las características del movimiento de un cuerpo en el espacio, tal como una bola de billar sobre el paño de su mesa o el de un planeta alrededor del Sol; el grado de desviación de un rayo de luz al pasar a través del agua o el tiempo necesario para elevar x grados la temperatura de un volumen determinado de un líquido son todas ellas magnitudes relativamente simples de calcular, dada la simpleza de los sistemas estudiados. Incluso fenómenos sociales en apariencia muy simples, como la democracia burguesa, que llega a un punto de auge a fines del siglo xviii con la Revolución francesa, parece un sistema fácil de estudiar, comprender y adoptar: los individuos ejercen el derecho de participar en la vida pública de su país, haciéndose representar por aquel o aquellos que son electos
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por ellos mismos, en un sistema en el que los votos individuales se suman y se elige al candidato que más ha obtenido, representante del todo o suma de las partes. De esta manera, sería desproporcionado afirmar que la ciencia cartesiana no sirve para nada o no ha hecho aportaciones de importancia al conocimiento del mundo. Al contrario, si se ha mantenido como la visión hegemónica de la ciencia es debido a su elevada capacidad heurística con respecto a problemas trascendentales. Pero esta pujanza y vigor que muestra el reduccionismo en la ciencia de los siglos xvi al xix, se trueca en debilidad con el ascenso de las ciencias biológicas. La simpleza del mundo cartesiano queda puesta en cuestión y se ponen en relieve sus limitaciones. Examinémoslas: Al igual que es imposible pensar que un individuo aislado de la sociedad pueda hacer algo, es decir, algo que tenga una mínima relevancia para la sociedad, o bien que pudiera desarrollar alguna actividad sin que medie una previa relación social; también se puede afirmar que por sí solos los nucleótidos, los genes, y las moléculas de ácidos nucleicos contenidas en un organismo no hacen nada, no tienen ninguna función, es más, su existencia carece de sentido. Al revés de como se considera en biología molecular y en biotecnología, donde el gen es pensado como la parte que por sí sola ya contiene todos los elementos fundamentales de la vida, se puede afirmar que ni las células, ni los organismos, ni la sociedad, entendidas como todos pueden comprenderse como la suma de las partes. Es justamente al revés, es el todo el que, entendido como una multitud de relaciones en su interior y con otros sistemas similares, el que puede explicar la existencia de las partes y sus roles específicos en contextos espacio-temporales (Lewontin 1992, Litchmann 1990). Para decirlo de otra manera: en el universo, lo mismo en el universo físico, biológico, como cultural y social, las relaciones que se establecen dentro de esos sistemas son las que pueden explicar el papel específico jugado por cada una de las partes que lo componen. De otra manera se cae en una especie de fetichismo dentro del cual las partes consideradas como esenciales (sin explicarse por qué se les considera así) parecen serlo debido a una misteriosa cualidad interna que las hace comportarse de manera natural de ese modo, como si por sí mismas ya tuvieran las propiedades que las hacen ser lo que son. Estas unidades y todos los demás componentes de la vida son capaces de hacer lo que hacen solamente en la medida en que establecen relaciones con otros componentes del sistema en el que
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están, es decir, de establecer interacciones en el espacio-tiempo. Es así como podemos explicar los procesos de evolución en cualquiera de sus escalas. En otras palabras: el conjunto de interacciones de las partes con el todo, de éste con las partes y de las partes entre sí, en un complejo espacio-tiempo, es lo que explica las características morfofisiológicas de un organismo. Esta concepción dialéctica niega la existencia de una parte o componentes esenciales y, por tanto, que tengan una jerarquía superior a las demás, a partir de las cuales todo lo demás se construya unilinealmente. (Véanse las figuras 2 y 3.)
figura 2. Representación dialéctica de la relación entre las partes y el todo.
figura 3. Relación dialéctica entre partes y todo en el complejo espacio-tiempo.
Ahora bien, el tipo de ciencia en la que se han basado las investigaciones sobre alimentos transgénicos, debido al ya mencionado carácter reduccionista que tiene, no llega a comprender la complejidad inherente a los organismos y nos ofrecen una visión simplista de ellos. Al descomponerlos hasta sus partes más “sencillas” y considerar éstas
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como “esenciales”, elabora un modelo fisicalista de los seres vivos; los tratan como si estos sistemas se comportaran como partes de un motor o astros en movimiento. La idea básica de la que se parte es que si queremos obtener un organismo con una determinada característica, por ejemplo, la producción de una vitamina; lo que hay que hacer es trasladar de un organismo de una especie en la que se haya detectado la producción de esa vitamina, el gen que codifica para producirla e insertarla en el genoma del primer organismo. Debido a la constancia en el comportamiento del gen trasladado, se esperará que el nuevo organismo, genéticamente modificado, produzca la sustancia esperada. Así, podemos ir trasladando genes de un organismo a otro, jugando con las propiedades de cada uno de aquéllos para fabricar lo que uno quiera. Las limitaciones para esto serían meramente técnicas, pero dado el grado de avance en este tipo de investigaciones, no serían insuperables. Con ello, la biotecnología estaría respetando una característica fundamental del modelo inductivo de la ciencia: la predictibilidad. Y aquí es donde entramos en un problema especialmente polémico: cuando los críticos de la fabricación y comercialización de alimentos transgénicos advierten de los peligros para la salud o el ambiente no sólo a corto, sino a mediano y largo plazos, que estos alimentos pueden tener (Apoteker 1999, Anónimo 1999), se responde con un argumento débil, que puede sintetizarse en la frase: “no hay pruebas de que esto haya sucedido”. ¿Por qué califico de débil el argumento? Por una parte, desde un punto de vista lógico, porque no hay nada que pueda garantizar que el hecho de que, aun en el caso de que en realidad hasta ahora no se haya detectado algún daño en la salud o el ambiente producto de un alimento transgénico, ello no nos dice nada de que en el futuro no se vaya a presentar. En otras palabras, la deficiencia que tiene un enunciado universal es que no existe ninguna garantía de que la siguiente ocasión en que éste sea sometido a una contrastación vaya a ser igualmente verificado. Al afirmar: “Todos los cuervos son negros”, se está haciendo una consideración del color de los cuervos conocidos hasta el momento. Por abrumadora que sea la evidencia que apoye este enunciado, no hay ninguna seguridad de que el siguiente cuervo que sea observado no sea blanco, rosa o multicolor. No hay ninguna diferencia con el enunciado: “Los alimentos transgénicos no han provocado daños a la salud o al ambiente”. La crítica que Popper (1962, 1967: 57-87) dirigió al inductivismo, que tan fuertemente es
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defendido por los apologistas de los alimentos transgénicos, encuentra aquí uno de sus puntos más sólidos. Desde luego, en el caso del color de los cuervos o, por poner otro ejemplo, en el de la ley universal de la gravedad, a pesar de la imposibilidad lógica de que el enunciado universal que da sustento a la ley sea respetado en la siguiente experiencia, de manera intuitiva se puede pensar que para un fenómeno tantas veces corroborado, su violación en unas cuantas ocasiones no lo invalidaría automáticamente, sino que se podrían construir hipótesis ad hoc para los casos excepcionales. Pero para fenómenos tan novedosos como los de la manipulación genética de organismos, con la falta de evidencia experimental y con las lagunas que aún se tiene en el conocimiento de este problema, afirmar que por el hecho de que supuestamente no existen evidencias de daños no las habrá en el futuro, carece de sustento lógico. Pero debemos agregar más. En el párrafo anterior se puso un ejemplo referente a un proceso relativamente sencillo: el de la atracción entre dos cuerpos. Pero el caso de los alimentos transgénicos es considerablemente más complejo por tratarse de un proceso en el que están involucrados el material genético de dos organismos de distintas especies y sus interacciones con el ya de por sí complejo ambiente en el que se encuentran. Entre mayor sea la complejidad del sistema de estudio, mayor será la posibilidad de que la predictibilidad falle, debido a las numerosas posibilidades que se presentan en cada paso de la vida de un organismo, considerado en la totalidad de sus relaciones. En ese sentido, aparece de nuevo la crítica al reduccionismo de las ciencias biológicas, pues es incapaz de evaluar adecuadamente la elevada complejidad del mundo vivo y por lo tanto no puede aceptar que exista un grado mayor de impredictibilidad de los efectos a mediano y largo plazos derivados de la modificación genética de los organismos. La biotecnología trata a los organismos como entes en los que un efecto particular de la manipulación genética se deriva de una causa igualmente particular y sólo de ella, es decir, relaciones uno a uno de causas y efectos. Ésta es otra de las características simplificadoras del mundo presente en el modelo cartesiano aquí criticado (Levins y Lewontin, 1985: 269; Lewontin, 1992: 39-57).
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concepción clasista y prepotencia científica Ahora bien, en la medida en que el reduccionismo en ciencia se encuentra fuertemente limitado para hacer predicciones a mediano y largo plazos en sistemas vivos, expresa un paralelismo con el pensamiento economicista característico del capitalismo, el cual está, por su propia naturaleza, preso de los problemas inmediatos de producción, circulación y consumo de mercancías, en una lógica de ganancias también inmediatas y por todo ello fuertemente limitado, cuando no imposibilitado para planear, predecir y hacer consideraciones a mediano y largo plazos en la economía mundial, regional o nacional. El reduccionismo economicista no es extraño al reduccionismo en ciencia natural. Al contrario, como Wise (1989 a y b) lo muestra, comparten muchas características entre sí y sus interacciones son más fuertes de lo que a primera vista parecen. Quizá es debido a esta lógica inmediatista y fragmentaria de la que están embebidas la economía burguesa y la biotecnología, que existe una tan profunda identificación entre ambas ramas y que se apoyen mutuamente, mostrando también con ello el carácter de clase que tiene la investigación sobre alimentos transgénicos. Lo importante no es la reflexión acerca del largo plazo, ni sobre la complejidad de las interacciones, sino la maximización del éxito inmediato. Por esto, la ciencia cartesiana se identifica con el pensamiento de una clase social: la burguesía. Su visión del mundo es materialista y racional, pero también parcial, fragmentaria e inmediatista, su visión del mundo nunca es integral y completa. Este modelo separa las partes entre sí y del todo; el individuo de la sociedad, el organismo del ambiente, el pensamiento del cuerpo, el espacio del tiempo, las causas de los efectos, las cualidades “primarias” de las “secundarias”. Todas estas fragmentaciones son también fragmentaciones propias de la visión burguesa del mundo, la cual incluye al menos una más, que es fundamental en este análisis crítico: la separación sujeto-objeto (Marx, 1953; Schaff, 1976), los cuales siguen existencias independientes el uno con respecto al otro. Las propiedades de uno no tienen que reflejarse o que interponerse con las del otro. La investigación científica debe partir de este hecho. Dicho de otra manera: la tesis sobre la existencia independiente del sujeto con respecto al objeto lleva a concluir que la verdad sobre el universo físico debe ser investigada dejando de lado los prejuicios, pues son elementos distorsionantes de la realidad (Descartes, 1995: 63-70).
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De aquí se desprende de manera implícita que sólo el sujeto capaz de actuar frente a su objeto de estudio de manera desprejuciada y neutral, será capaz de aprehender y comprender las propiedades esenciales de esos objetos y, lo que es igualmente importante, opinar y decidir con autoridad y conocimiento de causa acerca de los usos y aplicaciones de las propiedades que le han sido descubiertas. Todo esto lleva a situaciones caracterizadas por lo que podríamos calificar como la “dictadura del experto”. Si el científico, a quien se supone un sujeto entrenado para comportarse de esa manera fría y neutral frente a sus objetos de estudio, llega a una determinada conclusión, los únicos autorizados para refutarlo son otros sujetos igualmente preparados en caso de que llegasen a conclusiones diferentes. El resto de la sociedad está parcial o totalmente incapacitada para tomar parte en el debate, al menos si no ubica su argumentación desde el lado de la ciencia misma. Éste es un fenómeno propio del capitalismo. De esta manera, el capitalismo agudiza una serie de conflictos que ya estaban presentes desde otras épocas: en primer lugar, el conflicto entre ciencia y conocimientos tradicionales, tan agudamente percibido por Feyerabend (1982, 1986), el conflicto entre el tecnócrata y el campesino, y el conflicto entre campo y ciudad. Aquí debemos ubicar uno de los orígenes del conflicto generado con la producción de los alimentos transgénicos. Cuando el apologista de la comercialzación de estos productos genéticamente modificados resulta ser, además, un “hombre de ciencia” o cuando sin serlo se apoya en las tesis y afirmaciones de los científicos que también defienden la investigación sobre estos organismos, la posibilidad de establecer un diálogo con quien no está dedicado a la investigación científica y que por razones distintas a las de la ciencia se opone a la fabricación de estos organismos, queda cerrada. Sólo otro experto estaría autorizado para refutar. Esto plantea un problema adicional no menos importante: el debate sobre los alimentos transgéncios no solamente es un debate que se desarrolla en el interior de las comunidades académicas y científicas acerca del carácter de la ciencia y sus métodos, es, además, un debate en el que se pone en cuestión el carácter de la relación de la ciencia con la sociedad y deja en evidencia que, mientras se siga utilizando una concepción de la ciencia basada en la separación del sujeto y el objeto, pensando que el único modo legítimo de conocer los objetos del mundo es el de la ciencia, sólo los expertos están autorizados para opinar. Las consecuencias negativas
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que esta concepción de ciencia que uniforma el conocimiento tiene para la vida democrática de las sociedades han sido señaladas (Feyerabend, 1982; Dupré, 1993: 244-264) y no pueden ser menospreciadas. La concepción cartesiana del mundo, basada en la existencia de esas dualidades y escisiones tales como las de cualidades primarias y secundarias, y que identifica a las primeras como las únicas objetivas, elabora una concepción de la verdad accesible solamente mediante el método científico que aborde los problemas en torno a esas cualidades primarias. Con ello, relega la subjetividad y la sensualidad a un segundo o tercer plano en la vida del ser humano, considerándola casi como un mal inevitable, como un defecto inherente a nuestra especie o, en todo caso, como una característica de las personas débiles de carácter. Por ello mismo hay que intentar evitarlo o dejarlo para actividades que no pretendan contribuir al conocimiento real del mundo, tales como la poesía o los rezos. Por ello construye un esquema en el que la naturaleza es únicamente vista como esas propiedades comprensibles sólo a través del frío análisis cuantitativo de esa ciencia, y tiende a construir un abismo que aparta al ser humano de la naturaleza (Pepper, 1984). La tradición cartesiano-baconiano-positivista de la ciencia, además, deja implícito que ésta tiene una capacidad infinita para resolver problemas. Lo anterior puede considerarse correcto solamente en la medida en que nunca será posible admitir que ya todo lo que hay que conocer del mundo está conocido y no hay más preguntas por formular. Afortunadamente, siempre habrá algo nuevo por investigar y saber. Pero esto no quiere decir que la ciencia sea capaz de resolver cualquier problema que se le presente. Hay algunos enigmas que será difícil que algún día tengan una explicación más o menos completa y coherente. El problema de los efectos en la salud y el ambiente a mediano y largo plazos causados por la introducción masiva de alimentos transgénicos en los ecosistemas quizá sea uno de esos problemas imposibles de predecir con exactitud. Por estas razones es necesario tomar una actitud más modesta sobre las capacidades de la ciencia y, sin hacerla a un lado, echar mano, además, de un tipo de argumentación no científica (en la medida en que pueda ser trazada una línea entre ciencia y no ciencia, tarea por demás ardua y dificultosa). Los criterios éticos y estéticos deben jugar un papel central en este caso. Ante la duda que provoca entre importantes sectores de la sociedad los efectos de la elaboración y producción masiva de alimentos transgénicos y ante la falta de evidencias
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contundentes que lo nieguen, lo más adecuado es deshacerse de las restricciones que se derivan de una argumentación estrictamente basada en el discurso de la ciencia y desarrollar una línea argumentativa que ponga en el centro de su atención al ser humano. Pero no al ser humano comerciante (Homo oeconomicus) ni al ser humano enajenado en el mundo de las cosas y las posesiones, ni al ser humano estricta y únicamente racional, sino al ser humano total, considerado en su multidimensionalidad, sus potencialidades y sus capacidades intelectuales, físicas, afectivas y sensuales, y en su diversidad cultural. Por todo lo anterior, creo que existen argumentos de peso suficientes para pensar que es necesaria una transformación tal de nuestra forma de ver el mundo, y el mundo vivo en particular, que se deshaga del lastre que representa la hegemonía del reduccionismo cartesiano. No es necesario pensar en una erradicación total del mismo, pues en primer lugar es imposible pensar en una ciencia despojada de todo reduccionismo, éste es necesario en un momento o en otro y, en segundo lugar, es claro que siempre será capaz de hacer importantes aportaciones al conocimiento. Lo que planteo es que a la luz de una serie de problemas del desarrollo científico y tecnológico del mundo actual, que no son otra cosa que el desarrollo social, el modelo reduccionista cartesiano ha mostrado sus límites. El de la producción de alimentos transgénicos es uno de los principales problemas en donde estas limitaciones se han hecho patentes, lo cual se evidencia por las objeciones que ha generado entre amplios sectores sociales. Por ello es necesario construir una nueva hegemonía que, en el aspecto epistemológico, enfrente esta obsesión reduccionista derivada del modelo cartesiano, especialmente en la biotecnología; que ubique al reduccionismo no como una esfera autónoma y dominante del conocimiento, menos aún como la única metodología adecuada, sino como una herramienta limitada a los problemas a los que realmente pueda ofrecer alguna solución, todo subordinado a un sistema dialéctico y por lo tanto antitético al reduccionismo. Considero que la concepción dialéctica que intento defender ofrece grandes ventajas con respecto al reduccionismo hegemónico actual. Como ya se dijo, rompe con las parcialidades e inmediatismos propios del cartesianismo, con su visión fragmentaria del mundo y, además, toma en cuenta la complejidad real de los organismos e integra su acción y existencia en el complejo espacio-tiempo en el que se mueven. La visión dialéctica logra hacer eso porque rechaza concebir al sujeto escindido del objeto de estudio. Reivindica la interacción
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entre esos dos elementos en el conocimiento del mundo, y reivindica, además, la unidad entre teoría y práctica, manifestando que el conocimiento del mundo es, antes que nada, una relación social (Marx 1953). Con todo ello, la ciencia queda integrada al conjunto de actividades humanas. Por ello, la concepción dialéctica puede unificar el conocimiento de la ciencia con el de la ética y las metodologías tradicionales e integrar los argumentos de últimas esferas en los debates científico-tecnológicos, sin considerar de entrada alguna de estas esferas como privilegiada, esencial o dominante frente a las demás. De esta manera, la sociedad entera queda a su vez integrada en estos debates. Eso es lo que en este moemento se requiere en el debate sobre los alimentos transgénicos. Queda por responder la pregunta de si esto es posible dentro de los marcos del capitalismo. La respuesta que doy es negativa. Aunque desde hace años existen intentos de introducir un pensamiento de este tipo en la ciencia, considero que es necesaria una transformación de la sociedad desde su raíz para lograr otra forma de concebir el mundo, pero eso ya es materia de otro trabajo.
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ANÁLISIS DE RIESGOS Y PERCEPCIÓN PÚBLICA DE LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS jaime padilla acero*
En esta ponencia se describen y comentan varios elementos que integran el sistema de evaluación técnica de los alimentos transgénicos, en los ámbitos sanitario, nutricional y ambiental, dentro del marco de la divulgación académica. Se discute su relación con diversas consecuencias del surgimiento de esta innovación productiva y de este tipo de agroindustria de base científico-técnica; en particular, con los impactos en la certidumbre o confianza de la población en estos productos. Los alimentos elaborados con base en cultivos transgénicos o procesados con ayuda de componentes de otros organismos modificados genéticamente (omg) han aparecido en los anaqueles y en las notas periodísticas cada vez con mayor frecuencia. La percepción de su naturaleza, intención, utilidad y riesgos, por distintos sectores sociales, ilustra de diversas maneras la desarticulación entre el desarrollo científico-tecnológico y el conocimiento público, en ambos sentidos. Los alimentos transgénicos se derivan, de manera genérica, de variedades dentro de especies vegetales, animales o de microorganismos conocidos que han sido “modificados genéticamente” y se utilizan desde hace casi un decenio, ya sea como componentes principales o desde antes, como insumos complementarios el procesamiento de los mismos.1 Esta modificación genética se entiende actualmente y de manera convencional, como la producida por procedimientos derivados de la biotecnología moderna, es decir, los que involucran la movilización (artificial, mas no totalmente azarosa) de fragmentos de adn —genes recombinantes o transgenes—, del genoma de un organismo a otro, el cual se propaga luego para constituirse en una variedad mg. Si bien se considera que las cruzas y la selección (artificial) de variedades vegetales y de razas animales por mejoramiento Centro de Investigación en Energía-unam/ Comité de Divulgación en Morelos. Se excluyen de esta ponencia otros omg cuyos productos tienen una aplicación en el área farmacéutica, ambiental e industrial, los cuales requerirían de un estudio adicional en términos del análisis de riesgos y percepción pública. *
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tradicional, generan, asimismo, distintos tipos de modificación genética (también, relativamente azarosa), con el uso de la ingeniería genética se han trascendido barreras reproductivas que permiten, desde hace unos 30 años, hacer funcionar genes particulares en otros ambientes celulares y obtener ya sean los productos asociados, las funciones o propiedades particulares de ciertas especies biológicas (antibióticos, hormonas, bioinsecticidas, anticuerpos, nutrimentos), en otras especies cultivables donde el rendimiento, el costo y otras ventajas agronómicas —y hasta ambientales—, resultado de su expresión, brindan una alternativa de mejoría productiva. No obstante, desde diversas perspectivas dentro del ámbito alimentario (sanitaria, agroecológica, socioeconómica) existen otras posibles consecuencias que es necesario considerar de modo sistemático.
percepciones encontradas En principio, algunas experiencias de divulgación y el análisis somero de la cobertura de prensa sobre este tema sugieren que existe un considerable grado de desconocimiento, tanto en el público general —sobre los conceptos y aspectos técnicos alrededor de los alimentos transgénicos—, como en los grupos empresariales —sobre las necesidades y la realidad productiva de la sociedad mexicana. Es decir, existen diferencias acentuadas en la percepción de los motivos, la confiabilidad en los métodos y los efectos finales de la ingeniería genética aplicada a la producción agroalimentaria. Las causas son diversas pero, por un lado, los modos de difusión e intercambio de información sobre la naturaleza y alcances de la biotecnología agrícola no han sido suficientemente directos, amplios y plurales, lo que ha fortalecido la polarización de opiniones en torno a su generación, uso y regulación. Por otro lado, si bien se reconoce un derecho indiscutible para la elección personal en materia de consumo, lo cual se fundamenta en un espectro contrastante de concepciones sobre la gestión productiva y ambiental, en lo relativo a las opciones de política pública, el asunto es más complejo. Tales políticas deben promover, en principio, la mejora de las condiciones productivas, sanitarias, educativas y otras, para amplios sectores de la población. Para lograr una mejoría en el bienestar físico (es decir, en cuanto a seguridad alimentaria y ambiental, cuando menos), no se vislumbran
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a corto plazo muchas alternativas distintas a la adopción de formas de organización productiva, consecuentes con la incorporación de innovaciones tecnológicas de mayor efectividad y en el marco del desarrollo sustentable. La finitud de las tierras arables y del agua disponible; los impactos continuos de enfermedades causadas por microorganismos —aparte de las plagas de insectos— y las limitaciones de los sistemas de abasto en nuestros países, no serán resueltos solamente con cambios en la estructura social o las políticas comerciales. Por tanto, para examinar mejor estas innovaciones debemos utilizar una terminología común y promover consensos con base en informaciones de distinto tipo, para promover y adoptar colectivamente las opciones más favorables o menos dañinas para la sociedad y el medio ambiente en su conjunto.
riesgos y beneficios Una de las discrepancias más evidentes entre los promotores de la biotecnología agrícola y sus detractores está en los balances finales respecto de beneficios y riesgos tanto de la tecnología misma, como de sus productos y medios de control. Se discute globalmente sobre las grandes soluciones o las graves amenazas que reportaría a la salud, al equilibrio ecológico o al progreso económico, mediante argumentos —o “evidencias”— que son fácilmente cuestionables desde el punto de vista metodológico, técnico e histórico. Actualmente, por ejemplo, se hacen alertas, denuncias y suposiciones sobre los transgénicos (todos), que frecuentemente carecen de sustento en pruebas empíricas reproducibles, publicadas o discutidas abiertamente. Así como “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia” —motto preferido de grupos muy atentos al principio precautorio—, la mera suposición de riesgos —por muy evidentes que parezcan—, no nos releva de la necesidad de pruebas aplicables, lo que también es una mal entendida actitud que sostienen otros grupos muy afectos al método científico. Alternativamente, los datos de presuntos beneficios se fundamentan con cierta insistencia en extrapolaciones de otras condiciones productivas, relativamente distantes o especiales, que no son comparables a las que podrían ser el “blanco” a atinar dentro de la problemática agroalimentaria de nuestro país (por ejemplo, plagas locales, aridez o acidez de suelos, prácticas productivas ineficientes,
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malos hábitos alimenticios y otras). Por esto, nuestra idea aquí es promover una actitud más crítica —escepticismo informado, dirían los más ambiciosos—, y no alimentar posturas intolerantes, complacientes o peor aún, indiferentes respecto de los omg. Sólo así nos permitiremos discutir abierta y productivamente nuestra posición al respecto, como individuos y como sociedad. Un punto de vista insoslayable es asumir que cada tecnología o producto derivado tiene riesgos y beneficios potenciales que motivaron su generación o adopción. Sin ir más lejos, nuestro sistema alimentario depende mayormente de cultivos intensivos de temporal; almacenamiento rústico y transporte terrestre, así como el procesamiento y empaque en zonas industriales. Aunque tales procedimientos se traducen normalmente en un mayor volumen de productos saludables, frescos o no perecederos a costos poco variables, diversas eventualidades podrían provocar peligros graves si no hubiera un marco regulatorio y mecanismos de control que los eviten. Entonces, la obtención de balances más justos entre ambos tipos de efectos, en el contexto de los cultivos mg, requiere una metodología que arroje datos específicos, científica y técnicamente sustentados sobre las principales aseveraciones que se plantean, por ejemplo, en los medios impresos. Nuevamente, este abordaje es necesario para contrarrestar mitos, falacias y ambigüedades que impiden tener un nivel de certidumbre —que resultaría de aplicarlo—, que poseen otras cosas como los jabones, las computadoras o las vacunas.
¿cómo se origina la percepción pública? Una medida de la opinión social (percepciones favorables, contrarias o divididas en diversos grados) ante un producto tecnológico es, cabalmente, un resultado instantáneo y promediado de algunos factores culturales (peso de experiencias ajenas, actitud ante cambios, costumbres, etc.) y de elementos informativos disponibles. Ambos tipos de componentes pueden analizarse y —como lo demuestran las intensas campañas de publicidad de ambos lados— modificar activamente la percepción. En este contexto, un debate más profundo en torno a los omg requiere incorporar el conocimiento de mayor número de elementos, de distintos ámbitos, para promover una percepción más dinámica (digamos hacia el entendimiento), y enmarcada
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en criterios de seguridad y elección informada, en el nivel personal y comunitario.
objetivos de una política de comunicación en bioseguridad La percepción pública, considerada así como un proceso dinámico, sujeta a monitoreo y análisis continuos, permite suponer que podría aprovecharse como una medida del entendimiento público del cambio técnico y social. En general, algunas metas de la comunicación social en ciencia y tecnología, son aumentar el nivel de reflexión y comprensión de los problemas o disyuntivas del desarrollo mismo. Esto es, conocer, lo más ampliamente posible, los factores que influyen y la dinámica de este proceso. Este conocimiento es más firme si se nutre de información plural, con base en reflexiones atractivas y explicativas sobre aquél; se sigue que éstas surgen de algún tipo de investigación y análisis, que serán consistentes si se sustentan en un método y una justificación explícitos. La definición apropiada de este método y su justificación han estado ausentes en el actual debate nacional de pros y contras de los omg. En este sentido, un esquema de análisis de riesgos (en lo general, y en su acepción casuística, es decir, caso por caso) es considerado aquí el sustento más adecuado para contribuir a la transformación de la percepción pública (como instantáneas de un proceso educativo), hacia un entendimiento más claro de los omg como herramienta de investigación o como alternativa alimentaria o de muchas otras variantes productivas actualmente disponibles y que serán más o menos adecuadas para cumplir con los fines del desarrollo. Bajo este esquema y en el espíritu de estas jornadas, esta contribución2 tiene por objeto: a] aportar mas elementos básicos para el análisis interdisciplinario de los alimentos mg o transgénicos; b] fortalecer las estrategias y oportunidades de comunicación directa y multilateral al respecto y, necesariamente, c] colaborar en la toma de decisiones, individuales y colectivas, en torno a los productos de la biotecnología en el marco de la bioseguridad y el desarrollo sustentable. Sin poder cubrirlo con propiedad en este espacio, el eje principal Esta ponencia se presentó al tiempo de la publicación de una quinta y definitiva iniciativa de ley sobre bioseguridad y organismos modificados genéticamente. (Véanse referencias). 2
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de la discusión se centra en varios puntos de la iniciativa de ley de bioseguridad de organismos genéticamente modificados (lbogms), aprobada ya por el Senado (2003) y agenda pendiente en la actual Cámara de Diputados (lix Legislatura, 2003-2006).
el sustento y el reto académicos La justificación inicial es fortalecer la participación de los académicos en una tarea educativa para mejorar el nivel en este delicado diálogo,3 que a veces sólo se reduce al ámbito periodístico y al legislativo. Es importante resaltar, primero, que este sector tiene capacidad para compilar, organizar y contrastar desde una perspectiva académica (científica, idealmente), tanto aspectos de la evaluación de los alimentos, como también de los contenidos y tendencias de la opinión pública y publicada; segundo, que recurrir a enfoques multi e interdisciplinarios casi siempre es más productivo, en términos de conocimiento significativo, que las conclusiones derivadas (y frecuentemente sesgadas o desarticuladas) de una o pocas especialidades o sectores; tercero, que por definición y convicción es importante sostener que un debate dentro de la comunidad académica, universitaria —aun con cargas ideológicas evidentes—, no admite “cláusulas de exclusión” en temas o posturas, salvo en términos metodológicos y, en algunos casos, de pertinencia. Finalmente, se asume también que los resultados de la discusión —siempre continua, y como productos de comunicación— pueden generar o fortalecer distintos posicionamientos, los cuales no son equivalentes a los que resultan de simples campañas informativas o “de medios”. No es ocioso insistir en que para la situación mexicana este proceso de diálogo es particularmente especial, ya que además de ser un país con gran diversidad, centro de origen y domesticación de varios cultivos de importancia mundial, poseemos también una infraestructura de investigación y desarrollo que puede permitir generar soluciones propias, urgentes y complementarias a variados problemas de productividad, calidad nutricional, aprovechamiento y conservación de recursos y hasta comHa habido diversas contribuciones (Véanse referencias), pero destaca la participación de la Academia Mexicana de Ciencias en el proceso redacción de la iniciativa de ley, lo cual es una experiencia casi inédita. 3
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petitividad comercial. Llegar a reflejar estas disyuntivas al tiempo de ir estableciendo reglas claras de promoción y regulación sigue siendo un reto académico complejo que ha ido incorporándose en este tipo de debates y, afortunadamente, aunque más dilatadamente, en otras instancias en el nivel nacional, así como en la legislación específica que se ha elaborado en el Congreso.4
riesgos: parte de un marco de referencia amplio Algunos de los valores constitutivos del desarrollo sustentable, asumidos como inseparables luego de múltiples discusiones en foros mundiales, incluyen la articulación de garantías para la seguridad alimentaria, sanitaria, ambiental y socioeconómica. Cada una de las opciones tecnológicas productivas, de construcción, de comunicación, de transporte e incluso de conservación del ambiente que adopten las familias, las comunidades y las sociedades en conjunto —que deberían o de hecho se adecuan a este modelo de desarrollo—, se topa con diversas dificultades o riesgos de fallar, de producir nuevos problemas (tal como persistir en las opciones convencionales conlleva diversos riesgos). Por tanto, el análisis y comparación de las distintas consecuencias previsibles —lo que los planificadores llaman escenarios— permitirá hacer balances más completos de las alternativas disponibles, adecuadas o evitables. En esta práctica se incluye el análisis de riesgos, el cual puede concebirse en tres etapas. Primera, la evaluación: aplicar técnicas efectivas para la identificación y caracterización misma de los riesgos. Segunda, su gestión por medio del establecimiento de posibilidades para el manejo de los riesgos conocidos o valorados, para eliminarlos o reducirlos a un umbral “aceptable”, definido y explícito. Finalmente, la comunicación del riesgo, que implica genéricamente hacer consciente a todos los usuarios de las situaciones potencialmente peligrosas, de sus consecuencias y de las medidas preventivas o correctivas a tomar. (Véase la tabla i.) Los ejemplos más ilustrativos, aunque no tan aplicados, pueden ser la automedicación, los viajes en avión y la descarga o uso de archivos obtenidos de Internet. Por esto, un argumento general que justifica 4 La versión dictaminada de esta iniciativa de ley (junio de 2003) está disponible en Internet (Véanse referencias).
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la crítica a los medios de comunicación por su “manejo informativo”, es deformar la percepción de riesgos con el uso de terminología o sustento inadecuados. La estrategia debería ser plantear, de manera clara pero no determinista —o peor, fatalista—, la probabilidad de que una situación pueda resultar adversa, peligrosa o hasta mortal en caso de no tomar medidas preventivas, y de sus efectos remanentes, aun considerando las medidas correctivas. Para adoptar ambos tipos de medidas frente a diversos riesgos se requiere información confiable, actualizada y precisa, pero ésta normalmente se proporciona de modo superficial. tabla i. Pasos generales en el análisis de riesgos con respecto a tecnologías, productos específicos y procesos de producción y aplicación (modificado de Padilla y LópezMunguía, 2002). Nivel
Procedimientos
Secuencia
Evaluación de riesgo
Evaluar antecedentes, factores y niveles de riesgo
1a
Identificación de agentes peligrosos
1b
Caracterización de efectos dañinos
1c→2a 1d
Posibilidad o frecuencias de exposición Manejo del riesgo
Identificación de alternativas de manejo disponibles ó construccion de capacidades
1c→2a
(Gestión 1)
Selección de opciones considerando estándares de seguridad (nivel aceptable de riesgo)
2b
Decisión final sobre manejo (prohibición, restricción, liberación)
2c→3a
Establecimiento de instrumentos de control y reglamentos operativos
2d
Comunicación del riesgo
Comunicar y evaluar resultados mediante el monitoreo, la percepción pública y el establecimiento de confianza/certidumbre
3a
(Gestión 2)
Intercambio continuo de información sobre (cambios en) niveles de riesgo
3b
Evaluación de la eficiencia de controles y reglamentación
2d→3c
Análisis, comparación e integración de nuevos datos/casos
3d→1a 3d→2a
análisis de riesgo y percepción pública
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componentes y modalidades de la modificación genética En términos generales, la ingeniería genética involucra varias técnicas para modificar la localización y expresión de unidades genéticas (genes) en todo el organismo o en un tipo particular de células del mismo. Los genes, mediante un lenguaje químico universal en el que se deposita el diseño molecular de variadísimas proteínas, confieren infinidad de atributos estructurales y funcionales a los seres vivos. Considerando las estrategias para cambiar alguno de estos atributos, existen tres modalidades: a] expresar genes nuevos —incorporados de nuevo en un genoma receptor— para obtener sus productos génicos (las proteínas como tal y su actividad molecular) en un nuevo contexto biológico; b] la sobrexpresión genética, con un subsiguiente incremento relativo en la cantidad y efecto de las enzimas, de los reguladores o de proteínas determinadas en un mismo organismo, o bien, c] la supresión de su expresión para bloquear un atributo (o fenotipo, tales como estructuras o funciones bioquímicas) que se considera dañino o indeseable desde el punto de vista productivo. Los ejemplos conocidos por sus aplicaciones comerciales se derivan normalmente de la primera y última estrategias que se mencionan aquí, a partir de sus objetivos: Ejemplos de cultivos transgénicos del primer caso (nuevas funciones) llevan incorporado un gene de otro tipo de organismos que, al producir toxinas específicas o poseer mecanismos de defensa contra patógenos, hacen posible la protección de cultivos contra plagas y enfermedades usando “armas” de naturaleza biomolecular (aquí se incluyen los diversos cultivos Bt); o dan tolerancia contra herbicidas de amplio espectro para el control de malezas. Hay ejemplos paradigmáticos de proyectos multinacionales —aún en fase de desarrollo—, donde se ha incorporado con unos pocos genes adicionales la facultad de producir nutrimentos particulares, como el caso de variedades de arroz cuyos granos acumulan el β-caroteno, precursor de la vitamina a, o bien la ferritina, una proteína que acumula hierro biológicamente asimilable para contrarrestar, respectivamente, la ceguera infantil y la anemia. Una estrategia similar a la segunda modalidad ha permitido la modificación en la proporción relativa de ácidos grasos en oleaginosas como la canola y la soya para diversificar o abaratar la producción de aceites especiales de uso alimentario.5 Utilizando la 5 Sin entrar en detalles, esto podría acarrear problemas a la producción tradicional de copra y cacao en México; pero el caso ilustra nuevamente los efectos múltiples de
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tercera estrategia se han hecho modificaciones diseñadas para influir en el desarrollo del cultivo; por ejemplo, la supresión de algunas funciones en la formación final del fruto en jitomates —mediante información proveniente del mismo organismo—, permite retrasar la maduración y prolongar la llamada “vida de anaquel” de los mismos, conservando mejor su sabor, textura y color. Éste fue el primer caso de un cultivo mg aprobado por tres agencias regulatorias estadunidenses (fda, epa y usda), para su uso comercial y alimentario. Esta estrategia se considera aplicable en México para productos muy perecederos como el mango, la papaya y otros frutos tropicales. La posibilidad de modificar (transformar) genéticamente diversos cultivos está limitada técnicamente por los métodos aplicables y la viabilidad resultante en cada variedad de cultivo. Las modificaciones necesarias o posibles (funcionales o estructurales) dependen no sólo de cada cultivo, sino del atributo y el uso que se le pretende dar a éste, el cual podría ser obtenido por otros medios. Si bien podríamos suponer que esta tecnología es sólo una herramienta complementaria para lograr ciertos fines y no un objetivo genérico y global en sí misma, en diversos casos ha mostrado una rapidez, precisión y estabilidad que ha opacado aparentemente otros logros en mejoramiento genético o control biológico. tabla ii. Algunos tipos o categorías de riesgo sobre ogm más mencionados en foros y publicaciones recientes (datos no publicados) Tipo Sanitarios
Ambientales
Categorías
Nivel de Atención a riesgoa solucionesb Posibles efectos fisiológicos adversos del alimento en humanos, animales de cría Toxicidad de nuevos ingredientes
Bajo
Alta
Alergenicidad de proteínas recombinantes en individuos no susceptibles
Bajo
Alta
Transferencia de resistencia a antibióticos a la flora intestinal
Casi nulo
Media
Posibles consecuencias del cultivo de un OMG en ecosistemas agrícolas o silvestres Formación y dispersión indetectable de híbridos a partir de flujo genético
Alto
Media/ creciente*
Interacciones ecológicas alteradas del omg o sus híbridos; efectos mutagénicos de transgenes
Alto
Alta
disponer de alternativas tecnológicas para obtener productos específicos a partir de otras fuentes, o bien, para proteger a algunas variedades agrícolas de la sobreexplotación.
125
análisis de riesgo y percepción pública Desplazamiento de variedades tradicionales, ancestrales contra comerciales por aprovechamiento diferencial (erosión genética) Económicas
Legales
Éticos y culturales
Variable (según zona)
Variable
Repercusiones negativas en aspectos comerciales/mercantiles Inadecuación productiva del omg para ambientes específicos
Bajo
Media
Elevación de precios sin obtención de mejoras significativas del producto
Bajo
Alta
Dificultad para rastrear o documentar; registro o monitoreo insuficiente de liberaciones
Medio
Alta
Desplazamiento de variedades tradicionales, ancestrales contra comerciales por aprovechamiento diferencial (dependencia tecnológica)
Medio
Baja
Complicación de problemas asociados con la falta o la excesiva reglamentación Conflictos entre prácticas culturales y propiedad intelectual
Alto
Media
Carencia de normatividad para experimentación y liberaciones
Alto
Media
Falta de infraestructura física y humana capacitada para monitoreo
Alto
Media
Inconsistencias de la información al consumidor (etiquetado)
Alto
Media
Agudización de conflictos entre políticas y actores sociales Incompatibilidad entre conservación ecológica y desarrollo agroindustrial (ambiente contra producción)
Variable/ alto
Baja
Indefiniciones para el manejo de recursos genéticos y la asignación de beneficios comunitarios (bioprospección contra biopiratería)
Variable/ alto
Baja
Reglamentación insuficiente sobre nexos de organismos públicos y empresas multinacionales (servicios contra negocios)
Medio
Baja
Según varios documentos de asosciaciones profesionales mundiales. De acuerdo con agencias regulatorias y diversos reportes de investigación [énfasis en México]. * A raíz de la introgresión en maíces oaxaqueños. a
b
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tabla iii. Algunos tipos y categorías de beneficios potenciales de la producción, procesamiento y consumo de omg (estudio inédito) Tipo
Categoría
Abundancia relativa de proyectos
Utilidad nacional
Ejemplo
Nutrimentales Ventajas significativas en valor nutricional o funcional Mayor acceso, mejor biodisponibilidad, más diversidad de nutrimentos Sanitarios
Media
Media
Contribución a la preservación de la salud Disminución de residuos de agroquímicos (fertilizantes, plaguicidas, contaminantes)
Media
Alta
Menor dispersión de fitopatógenos y vectores; calidad fitosanitaria
Ambientales
Económicos
Arroz dorado
Hortalizas, oleaginosas (algodón) resistentes a plagas
Resistencia a insectos y virus en hortalizas, frutales
Decremento en la contaminación por fitotoxinas (alfatoxinas)
Baja
Alta
Almacenamiento de maíz, cacahuate
Vacunas comestibles
Alta
Alta
Plátanos para inmunización
Mejoría en servicios o indicadores ambientales regionales Preservación de comunidades bióticas, áreas naturales con regiones agrícolas sustentables
Baja
Alta
Inoculantes*
Aprovechamiento y recuperación de terrenos no aptos o deteriorados
Baja
Alta
Biorremediación en zonas salinas, semiáridas, suelos ácidos
Media
Granos básicos, hortalizas y frutas de maduración retardada
Beneficios materiales a productores Mejor rentabilidad (insumos/ rendimiento),
Media
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análisis de riesgo y percepción pública Fuentes alternas, renovables de bioproductos
Alta
Media
Oleaginosas, papa, frutales
Oportunidad de negocios (comunitarios), distribución de beneficios a fitomejoradores
Baja
Alta
Especies de origen o interés regional (chile, frijol, verduras y otras)
* Puede no involucrar cultivos de omg, pero si microorganismos mg (rizobios, azospirilos, micorrizas).
condiciones previas y alcances de un enfoque precautorio integral Reconocer los riesgos potenciales y posibles beneficios de los alimentos transgénicos actuales y venideros es imprescindible. Seguramente habrá que excluir con más atención los riesgos antes de establecer la amplitud de los beneficios. Pero para tomar decisiones “oficiales” en cada momento, no se trata de hacer un “promedio global” o selectivo de éstos y aquéllos, sino de adoptar un proceso de revisión caso por caso —que no ha sido el procedimiento o la tendencia usual en el debate público— y considerar las particularidades de cada tipo de cultivo o alimento en términos de la información genética (gen/ genes) a transferir, el contexto genético de la especie y variedad que lo(s) recibe, el ambiente agroecológico en el cual se puede desarrollar el cultivo resultante y otra serie de condiciones vinculadas con el problema agronómico, económico, ambiental o hasta estético que se quiere resolver o atenuar (rendimiento, abasto, hetero u homogeneidad, calidad fitosanitaria, propiedades organolépticas). El análisis de riesgos como estrategia formal y parte sustancial de, por ejemplo, la innovación tecnológica, conjunta capacidades y herramientas de diversas especialidades (teoría de probabilidades, control de proceso, evaluación clínica, impacto ambiental y otras) para sustentar, matizar o rechazar las suposiciones sobre consecuencias negativas potenciales, en este caso, de un nuevo alimento (transgénico o no). De hecho, bajo diversas versiones, este enfoque ha sido adoptado por dependencias responsables de solicitudes de este tipo; desde la anterior Comisión Nacional de Bioseguridad, uno de los antecedentes de
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la actual cibiogem, y mejor ejemplificado con el esquema de Análisis de Riesgos, Identificación y Control de Puntos Críticos (aricpc), que aplica la Dirección General de Control Sanitario de Productos y Servicios de la Secretaría de Salud. Considerando la evaluación y gestión de los riegos mencionados en la tabla ii es posible que algunos de ellos sean comunes a otras variedades tradicionales ya que, en diversos casos, se desconoce el tipo de mutación o rearreglo genómico que permitió la aparición de las características distintivas de la nueva obtención vegetal. Así, ante los presuntos riesgos sanitarios de un producto —y no necesariamente de una tecnología—, es mejor tener protocolos adaptados a cada caso concreto (cultivo, parte comestible, ingrediente, etc.), independientemente de su origen. De tal suposición a una medición precisa para determinar que el umbral del riesgo examinado sea aceptable hay dos obstáculos metodológicos: un parámetro apropiado para hacerlo y una interpretación unívoca sobre el resultado. Aunque así se trabaja en la investigación científica y académicamente se reconocen estas limitaciones, en el ámbito social (y político) se exacerban los ánimos ya que se exige certidumbre total (inocuidad absoluta) o se abusa de argumentos circulares para ignorar, en la práctica, consecuencias implícitas del principio precautorio. Es decir, que la consideración de prácticas alternativas (incluido el inmovilismo), aun con la disminución de riesgos, no elimina totalmente otras consecuencias actualmente indeseables y, en muchos casos, tampoco brinda beneficios adicionales. ¿Por qué insistir en este método? Una investigación directa nos permite cambiar el nivel de certeza relativa (idealmente, cada vez mayor) o, en todo caso, determinar un valor absoluto de la incertidumbre en un experimento determinado. Las moratorias no. Para empezar, la evaluación basada en criterios científicos reúne en términos generales algunos requisitos distintivos que permiten realizar una valoración más firme o conclusiva —nunca definitiva— que las simples opiniones o apreciaciones de uno o más individuos (por generalizadas o tajantes que sean). Su efectividad se deriva más de descartar contra-hipótesis, es decir, refutar la(s) explicación(es) alternativa(s), que de confirmar directamente las propias predicciones; implica el uso de las técnicas más directas y claras, entre varias posibles, para medir los parámetros determinantes con rapidez, precisión y bajo costo; la repetibilidad es imprescindible, o al menos la determinación de grados de libertad generados por variables múltiples y su interacción;
análisis de riesgo y percepción pública
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genera una interpretación (o varias) sometida o contrastada (una y otra vez) en foros de discusión abiertos y en su caso, la publicación arbitrada de los resultados. Este modo, cuando es posible y funciona —cuando no se le hace equivalente a los “hallazgos” periodísticos u opiniones descontextualizados— es la mejor manera de contrarrestar algunas inconsistencias del sistema de propiedad industrial y los defectos de la burocracia y las agendas exclusivamente políticas. En consecuencia, la opinión o la participación de la comunidad académica, de los ambientalistas, de organizaciones de productores, de empresarios y del gobierno mismo, respecto de la promoción, fomento o restricción y de los omg en la alimentación, debe apegarse más a los resultados independientes y rigurosos de la evaluación sanitaria de los productos reales de la biotecnología moderna. Esto es a lo que en la iniciativa de ley se refieren como “criterios científica y técnicamente sustentados”. Hay otros ámbitos de esta evaluación en los cuales el análisis de riesgos (que incluye frecuentemente la investigación participativa y sondeos de opinión) es, de momento, la única garantía para hacer que los recursos públicos y privados, invertidos para que cumplan sus responsabilidades, tengan una aplicación efectiva en términos de confianza (o rechazo) documentados, más allá de campañas, etiquetas, eslóganes y pronunciamientos mediáticos.
perspectivas finales Un análisis de riesgos completo (evaluación, manejo y comunicación de los mismos), le confiere un valor más significativo —de credibilidad— al concepto de certidumbre o a la incertidumbre real (como parámetros), que permite transitar desde una percepción efímera y frágil hacia posiciones más sólidas y definitorias en la toma de decisiones ante opciones múltiples y críticas. La certidumbre o la desconfianza de la gente en relación con cierto tipo de productos alimenticios depende de varias condiciones analizables, y representa, de algún modo, la accesibilidad o traducción de la información derivada del análisis de riesgos. Mientras más legible sea esta información más firmes serán los argumentos que puedan derivarse para apoyar, postergar o rechazar cada elección, en este caso, los productos de omg. Existe una multitud de aspectos sobre su origen, estrategias, procedimientos, intenciones y consecuencias que pueden conocerse,
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comentarse, ampliarse, por separado o en conjunto, con mayor apertura y actitud crítica, porque actualmente no hay historias acabadas, aun tomando en cuenta los ejemplos más sonados (maíces transgénicos en Oaxaca, polen Bt y las mariposas monarca, patentes de canola en Canadá, etc.). Afortunadamente, contamos con cada vez más información, pero un método para contender con ella, que sea además más común, sería también una fortuna.
bibliografía y fuentes consultadas “Biotecnología y sociedad” en Internet, Agencia de Noticias de la Academia Mexicana de Ciencias. Un sitio con referencias fundamentales al quehacer y al desarrollo (alcances y limitaciones) de la biotecnología en México, <www.amc.unam.mx/Agencia_de_Noticias/agencia.html>, liga biotecnología y Sociedad. Bolívar, F. (coord.), 2003, Recomendaciones para el desarrollo y la consolidación de la biotecnología en México, conacyt-Academia Mexicana de Ciencias, México. cibiogem en Internet, sitio de la Comisión Intersectorial de Bioseguridad y Organismos Modificados Genéticamente (cibiogem-México), <www.cibiogem.gob.mx>. Dictamen de 4 comisiones unidas de la Cámara de Senadores a la Iniciativa de Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (lbogm), y su contenido (accesible vía Internet) en: <www.senado.gob.mx/ gaceta.php?&1k=152/Dictamen_Bioseguridad_Final_22ABR03.html>. Exposición interactiva, Alimentos transgénicos (en Universum, en la Sala “Cosechando el Sol”, en el Pabellón de Alimentación. Copatrocinada por Agrobio y producida por la dgdc con la colaboración de varios investigadores universitarios y politécnicos). Inaugurada desde julio del 2002 y abierta al público. Galindo F., Enrique y Amanda Gálvez M., 2001, “Percepción pública de la biotecnología”, Bolívar, F. (comp.), Biotecnología moderna para el desarrollo de México en el siglo XXI: retos y oportunidades, México, conacyt, pp. 117-140, cap. 5. Padilla Acero, Jaime y Agustín López-Munguía Canales, 2002, Alimentos transgénicos, México, adn eds./conaculta, 214 (col. Viaje al centro de la ciencia, 19).
TRANSGÉNICOS, RIESGO Y PARTICIPACIÓN PÚBLICA león olivé morett*
resumen En este trabajo se discute una caracterización de los objetos biotecnológicos, entre los cuales se incluyen los “transgénicos” o los “organismos genéticamente modificados”. Los objetos biotecnológicos constituyen un tipo particular de objetos tecnológicos, pero muchos de ellos también son objetos “tecnocientíficos”. Además de discutir estos conceptos, en el trabajo se distingue entre “sistemas biotecnológicos” y “artefactos biotecnológicos”. Por su propia naturaleza, los principales sistemas biotecnológicos generan tanto beneficios como riesgos y situaciones de incertidumbre y de ignorancia. Las evaluaciones de los sistemas biotecnológicos, de los artefactos que producen, y de sus consecuencias en las sociedades y en la naturaleza, dependen tanto de valores constitutivos de esos sistemas biotecnológicos, como de diferentes valores externos a ellos, que varían de un grupo social a otro. Si bien esos diferentes sistemas de valores suelen traslaparse, muy difícilmente llegan a coincidir completamente. Los procesos de evaluación de la biotecnología y de sus consecuencias, por parte de expertos y por parte de diversos sectores sociales (agentes estatales, empresarios, organizaciones no gubernamentales, grupos ciudadanos), por ejemplo sobre cuestiones de bioseguridad, deben reconocer esa diversidad valorativa. En consecuencia, deben establecerse instancias de participación de expertos de diferentes disciplinas naturales, sociales y humanísticas, así como de no expertos, representantes de muy diversos sectores sociales, que vigilen el impacto de los sistemas biotecnológicos y de sus artefactos, y que tengan la capacidad de tomar decisiones y de realizar acciones para paliar o contrarrestar efectos negativos de los sistemas biotecnológicos. Tales mecanismos también deben propiciar el aprovechamiento positivo de la biotecnología, a partir de acuerdos entre diversos sectores sociales. Dichos mecanismos deben desarrollarse en los ámbitos locales, nacionales, regionales y mundiales. ∗
Instituto de Investigaciones Filosóficas, unam.
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introducción El desarrollo científico y el tecnológico en el siglo xx, particularmente en su segunda mitad, estuvo marcado por el surgimiento y el crecimiento de los sistemas que muchos autores llaman “tecnocientíficos”. Algunos ejemplos paradigmáticos de esos sistemas tecnocientíficos los encontramos en la investigación nuclear; en la espacial, en la informática y en el desarrollo de las redes telemáticas. Sin duda, entre los ejemplos de tecnociencia que hoy en día más acaparan la atención pública, y atraen a los mayores intereses económicos y militares, se encuentran la investigación genómica, la ingeniería genética y la biotecnología en general. En este trabajo discutiremos una caracterización de los objetos biotecnológicos como un tipo particular de objetos tecnológicos. Los transgénicos son sólo un tipo de objetos biotecnológicos, por lo cual la discusión se centrará en la clase más amplia. Veremos que conviene distinguir entre sistemas biotecnológicos y artefactos biotecnológicos, y que muchos sistemas y artefactos biotecnológicos son además tecnocientíficos. No se trata sólo de proponer una nomenclatura aparentemente novedosa (y farragosa) para referirse a fenómenos y objetos bien conocidos. El problema es que en la segunda mitad del siglo xx surgieron disciplinas tecnocientíficas —notablemente biotecnológicas— que actualmente están teniendo un gran impacto social (en lo económico y en lo cultural), así como ambiental, y es previsible que sus efectos aumenten en el futuro. Para comprender ese impacto, y en su caso para tomar decisiones que permitan intervenir en la sociedad y en el ambiente, por ejemplo para paliar efectos negativos, para prevenirlos, o para remediarlos, se requiere entender primero la naturaleza de esos objetos. Y puesto que se trata de objetos novedosos en la historia de la humanidad, que tendrán consecuencias en la sociedad y en el ambiente hasta ahora no conocidas, necesitamos nuevos conceptos, para percibirlos, observarlos, entenderlos y poder actuar sobre ellos. Una de las preguntas que nos interesa discutir es: ¿cómo situarse frente, y cómo juzgar, a la biotecnología? ¿Cómo situarse frente a los objetos biotecnológicos, y cómo evaluar su uso y sus consecuencias? El problema axiológico, el problema de la evaluación y de los fines y valores implicados, no puede abordarse adecuadamente si no se comprende la naturaleza de los objetos y fenómenos a evaluar.
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técnicas, artefactos y sistemas tecnológicos Comencemos por recordar que no hay una única manera legítima de concebir la ciencia, ni la tecnología, ni la tecnociencia. Muchas veces se entiende a la tecnología como reducida a un conjunto de técnicas, o en todo caso de técnicas y de artefactos. Pero entendida así no es posible dar cuenta de ella y de su importancia en el mundo contemporáneo, y menos hacer propuestas sensatas para su evaluación. Una buena aproximación a la tecnología la ha ofrecido Miguel Ángel Quintanilla (Quintanilla, 1989, 1996 y 1998), quien ha aclarado la distinción entre técnicas, artefactos y sistemas tecnológicos.1 Las técnicas son sistemas de habilidades y reglas que sirven para resolver problemas. Las técnicas se inventan, se comunican, se aprenden y se aplican. Por ejemplo, podemos hablar de un grabado hecho con la técnica de “punta seca”, de técnicas para resolver sistemas de ecuaciones, de técnicas de propaganda para ganar el mercado para un cierto producto, o de técnicas para clonar organismos vivos. Los artefactos son objetos concretos que se usan al aplicar técnicas y que suelen ser el resultado de las transformaciones de otros objetos concretos. Los artefactos se producen, se fabrican, se usan y se intercambian. Vivimos rodeados de artefactos: televisores, teléfonos, computadoras, aviones, organismos genéticamente modificados. También un organismo clonado, como Dolly, es un artefacto, porque es el resultado de un sistema de acciones intencionales humanas, que han aplicado técnicas, y con base en un complejo de saberes científicos y tecnológicos han transformado objetos concretos para generar un nuevo objeto: el artefacto (la criatura Dolly). Pero la tecnología es mucho más que el conjunto de artefactos. Ni las técnicas ni los artefactos existen al margen de las personas que las aplican o los usan con determinadas intenciones. Una piedra bruta no ha sido fabricada por nadie, no es un artefacto, pero puede ser usada como instrumento para pulir otra piedra, para romper una nuez o una cabeza. Cuando alguien la usa intencionalmente para transformar un objeto concreto y producir así un artefacto, entonces se ha creado un sistema tecnológico. Éste es el principal concepto para entender y evaluar la tecnología y sus impactos en la sociedad y en la naturaleza. 1 Esta sección se apoya en la parte segunda del libro de Olivé (2002), donde se desarrollan más a fondo los conceptos que aquí se explican.
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Un sistema tecnológico consta de agentes intencionales que persiguen al menos un fin. Digamos un grupo de científicos y de empresarios que buscan producir una nueva vacuna para luego comercializarla. El sistema incluye también los objetos que los agentes usan con propósitos determinados (una piedra que se utiliza para pulir otra piedra y fabricar un cuchillo, o instrumentos utilizados para modificar genes y producir así organismos con determinadas características fenotípicas). Asimismo, el sistema contiene al menos un objeto concreto que es transformado (la piedra que es pulida, los genes que son modificados). El resultado de la operación del sistema tecnológico, el objeto que ha sido transformado intencionalmente por alguien, es un artefacto (el cuchillo, o un organismo genéticamente modificado). Al plantearse fines, los agentes intencionales lo hacen contra un trasfondo de creencias, de conocimientos y de valores. Alguien puede querer pulir una piedra porque cree que le servirá para cortar frutos. La piedra pulida es algo que el agente intencional considera valiosa. Un grupo de personas puede querer producir un medicamento o un órgano obtenido mediante técnicas de clonación, porque creen que el primero servirá para curar enfermedades, o el segundo para restablecer el funcionamiento normal del organismo de una persona; en ambos casos se presupone que la salud de las personas es valiosa. Los sistemas tecnológicos, entonces, también involucran creencias y valores. Los agentes intencionales que forman parte de un sistema tecnológico tienen la capacidad de representarse conceptualmente la realidad sobre la cual desean intervenir. Los seres humanos tienen la capacidad de abstraer de la realidad ciertos aspectos que les interesan, y de construir modelos y teorías para explicarse esos aspectos de la realidad y para poder intervenir sobre ellos, para modificarlos o para manipularlos. Los seres humanos también son capaces de asignar valores a estados de cosas en el mundo, es decir, de considerar como buenos o malos ciertos estados de cosas, o de considerarlos como deseables o indeseables. En muchas ocasiones la evaluación de un mismo objeto, o de las consecuencias de un proceso, llevan a juicios encontrados. Por ejemplo, los materiales de construcción que se obtienen mediante la explotación de un bosque, digamos la madera, pueden ser valiosos para un grupo humano. Pero si eso conduce a la deforestación de un valle, el proceso de tala puede ser juzgado indeseable por algunos grupos. La sustitución de determinados cultivos tradicionales por otros con semillas modificadas genéticamente puede ser valiosa para ciertos sectores sociales, por ejemplo por razones económicas, pero
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indeseable para otros grupos, digamos porque se afecte de manera negativa e irreversible la riqueza de la biodiversidad. Todo esto significa que los seres humanos son capaces de tomar decisiones y promover la realización de ciertos estados de cosas en función de sus representaciones, intereses, valoraciones, deseos y preferencias, todos los cuales pueden formar elementos constitutivos de un sistema tecnológico, y pueden chocar con otros sistemas de valores e intereses. Los resultados de un sistema tecnológico pueden ser aparatos (aviones de combate o pulmones artificiales), sucesos (la muerte de personas, la destrucción o el empobrecimiento de la biodiversidad de una región o del planeta entero), o pueden ser procesos dentro de un sistema (la paulatina recuperación del estado de salud de una persona enferma o de un ecosistema en crisis, la constante reducción de la inflación en un sistema económico), o modificaciones de un sistema (las alteraciones en un sistema ecológico por la construcción de una presa, el cambio climático). Hoy en día los sistemas tecnológicos pueden ser muy complejos. Pensemos tan sólo en una planta núcleo-eléctrica, en sistemas de salud preventiva en donde se utilizan vacunas, o en un sistema agrícola donde se cultivan organismos genéticamente modificados. Estos sistemas, además de ser complejos de acciones, involucran conocimientos científicos entre muchos otros elementos (de física atómica en un caso y de biología en los otros). En estos sistemas está imbricada indisolublemente la ciencia y la tecnología, por eso suele llamárseles sistemas tecnocientíficos (Echeverría, 1995 y 2001). Por “sistemas tecnocientíficos” entenderemos pues sistemas tecnológicos que constan de un complejo de saberes, de prácticas, de sistemas de acciones y de instituciones, en los que la ciencia y la tecnología son interdependientes. Para Javier Echeverría, “la tecnociencia se caracteriza porque no hay avance científico sin avance tecnológico, y recíprocamente […] cuando el conocimiento científico depende estrictamente de los avances tecnológicos, de modo que no es posible observar, medir ni experimentar sin recurrir a grandes equipamientos, entonces estamos hablando de tecnociencia” (Echeverría, 2001: 222). Los sistemas tecnocientíficos, como los científicos, buscan describir, explicar o predecir lo que sucede, pero no se limitan a ello, también tienen, como la tecnología, el propósito central de intervenir y transformar partes del mundo natural y social. Aunque las tecnociencias han tenido un crecimiento espectacular en las tres
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últimas décadas, y han desplazado en importancia económica y social a las ciencias y a las tecnologías tradicionales, éstas están lejos de haber sido eliminadas. Más bien asistimos hoy a una convivencia de técnicas, sistemas científicos, sistemas tecnológicos y sistemas tecnocientíficos.
sistemas biotecnológicos y artefactos biotecnológicos: lo natural y lo artificial Los artefactos son productos de sistemas de acciones intencionales, pero no todo artefacto es producido intencionalmente, ni sólo los aparatos son artefactos. Hay consecuencias de los sistemas tecnológicos que no son intencionales y por lo general no son previstas, y sin embargo son artificiales. Los sucesos, los procesos o las modificaciones de los sistemas naturales o sociales son artificiales, tanto como los aparatos, cuando son efecto de la operación de un sistema tecnológico. La muerte de una persona puede ser natural, debida a una enfermedad que su cuerpo ya no puede superar, pero es (un suceso) artificial si resulta de la acción intencional de alguna persona (aunque la intención de quien actuó no haya sido producir la muerte de aquella persona, es decir, aun cuando esa muerte haya sido una consecuencia no buscada, ni deseada, ni prevista). La muerte de la princesa Diana, como consecuencia de la persecución de fotógrafos sensacionalistas, fue un suceso artificial, pero no fue buscado intencionalmente por nadie (o al menos eso podemos suponer). La destrucción de una ciudad por un terremoto es natural, pero es artificial si es causada por la explosión de una bomba nuclear. Fernando Broncano menciona un bello ejemplo de un grupo de cazadores y recolectores que, cada día, después de la ardua jornada, regresan a su aldea. Su objetivo intencionalmente buscado es llegar a casa por el trayecto más sencillo. Con el tiempo, regresando por la misma ruta todos los días, el resultado es un sendero en el paisaje (Broncano, 2000: 102). Broncano sostiene que la intencionalidad con la que se produce un cierto resultado es una condición necesaria pero no suficiente para distinguir lo natural de lo artificial. Para él, la característica esencial de lo artificial se encuentra en lo que denomina “composicionalidad de segundo orden, o capacidad para
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fabricar instrumentos que produzcan instrumentos”, y se trata de una “característica específicamente humana” (Broncano, 2000: 130). “Muchos animales disponen de técnicas, es decir, de patrones estables de conducta que transforman el medio, y son también muchos los animales que fabrican artefactos.” Pero él prefiere en definitiva la idea de la composicionalidad de segundo orden, que toma del antropólogo Steven Mithen: “hay un salto cualitativo en la evolución cuando se comienzan a construir instrumentos para fabricar instrumentos” (Broncano, 2000: 114). Desde nuestro punto de vista, que un objeto sea producido intencionalmente (deliberadamente), no es una condición necesaria para ser un artefacto. La intención de los cazadores nunca fue construir el sendero. Su objetivo intencionalmente buscado era regresar a casa. El sendero no es un objeto producido intencionalmente, sin embargo es un artefacto, no es un producto natural, pues no hubiera existido de no ser por las acciones intencionales de un grupo de seres humanos, aunque su fin deliberadamente buscado era otro. La intencionalidad es necesaria, y suficiente, como componente del sistema de acciones bajo el cual se busca obtener un cierto fin, y el artefacto es una consecuencia de ese sistema de acciones, pero muchas veces no es el producto deliberadamente buscado, sino una consecuencia tal vez ni siquiera prevista. El adelgazamiento de la capa de ozono no fue un resultado buscado intencionalmente por nadie, y es producto de una compleja cadena de relaciones causales. Pero en la medida en que algunos de los elementos que entran en esas cadenas causales son sistemas de acciones intencionales de seres humanos, que produjeron y utilizaron los cfc para fines muy diversos (refrigeración, latas de aerosol, etc.), el adelgazamiento de la capa de ozono es un resultado artificial, es un artefacto. Broncano ha señalado acertadamente que el problema no es el de encontrar una línea de demarcación tajante entre lo natural y lo artificial, sino distinguir dentro de los objetos naturales aquéllos que además son artificiales (Broncano, 2000: 101). Así, la capa de ozono es un objeto natural, y el fenómeno que llamamos su adelgazamiento, o el objeto llamado “agujero de ozono”, no deja de ser un objeto de la naturaleza. Pero también es artificial, es un artefacto, en la medida en la que una condición necesaria de su existencia ha sido un sistema de acciones humanas intencionales, cuyos fines buscados deliberadamente eran otros (por ejemplo, la producción de cfc y su uso como
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propulsores “eficientes” en las latas de aerosol). El adelgazamiento de la capa de ozono es, entonces, una consecuencia no buscada, ni prevista, de un sistema de acciones humanas intencionales, y por eso es artificial. A continuación veremos la importancia de esta nota para la evaluación de los sistemas tecnológicos.
la noción de riesgo y la biotecnología Una de las características de los sistemas biotecnológicos, especialmente de los tecnocientíficos, es que en virtud de su propia naturaleza producen en su entorno —social y ambiental— efectos a corto, mediano y largo plazos, muchos de los cuales son significativos para los seres humanos, y son imposibles de predecir en el momento de la puesta en funcionamiento del sistema tecnocientífico (por ejemplo, la liberación en el ambiente de un organismo genéticamente modificado). Esto sugiere que los sistemas biotecnológicos generan situaciones de riesgo, de incertidumbre o de ignorancia. Una situación de riesgo es aquella en la que se pone en juego algo valioso para los seres humanos a partir de ciertas consecuencias posibles de la acción o de la operación de un cierto sistema, y se conocen las probabilidades de que ocurra cada uno de los resultados. Una situación de riesgo es además de incertidumbre, si se desconocen las probabilidades con que pueden ocurrir esos sucesos. Una situación es de ignorancia, si ni siquiera se conocen los sucesos posibles que pueden ocurrir como consecuencia de la aplicación de un sistema biotecnológico. El riesgo además tiene estas tres características: 1] Un riesgo surge en situaciones de elección, a partir de decisiones humanas de actuar y producir algo, o de omitir acciones y dejar que pase algo (López Cerezo, 2000: 23). 2] Si se trata de daños que son el resultado de decisiones humanas, o por lo menos cuya ocurrencia ha sido posible en virtud de decisiones humanas, el riesgo lleva a la imputabilidad de alguna responsabilidad. 3] El riesgo involucra problemas de justicia social, pues en las sociedades contemporáneas “los conflictos sociales sobre riesgos pueden entenderse, por lo menos en parte, como conflictos respecto de
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la compensación por los riesgos, lo que necesariamente entraña también conflictos sobre el reparto de bienes” (López Cerezo, 2000: 25). En suma, aquello que calificamos como riesgo sólo existe si hay seres humanos que tengan razones para considerar como posible el suceso que, sin embargo, no pueden predecir con certeza, pero cuya ocurrencia afectaría algo valioso para una persona o para un grupo de seres humanos (Jaeger, 2001). La ocurrencia del suceso, además, o bien resulta de una decisión humana de actuar de cierta manera, o bien su ocurrencia tiene ciertas consecuencias debidas a que algunas personas omitieron ciertas acciones. Por consiguiente, los daños causados en una situación de riesgo son imputables a ciertos agentes, a quienes puede y debe exigirse responsabilidades, morales entre otras. En las sociedades contemporáneas, además, los riesgos son omnipresentes y su distribución conduce muchas veces a conflictos que plantean cuestiones de justicia social. Enfocando el riesgo de esta manera es un corolario que su identificación, estimación, valoración, aceptabilidad y gestión, visto todo esto como un continuo y no como compartimentos estancos, necesariamente dependen de valores. Aunque no todos los valores involucrados son de tipo ético (Echeverría, 2002), existe un problema ético de base en las formas de enfrentar los problemas del riesgo que generan los sistemas biotecnológicos. Pues la información y el conocimiento pertinentes para la identificación, estimación y gestión del riesgo siempre dependen de un contexto, de la posición de quienes evalúan, de sus fines, intereses y valores, y “tomar una posición, y estar en una posición, es inevitablemente una cuestión de ética” (Adam et al., 2000: 4). Las percepciones del riesgo están íntimamente ligadas a la forma como los seres humanos, desde diferentes posiciones, comprenden los posibles fenómenos que constituyen peligros o amenazas. No hay una única comprensión correcta del riesgo, como tampoco hay una única y correcta manera de estimar el riesgo. Esta idea es la que se ha ocultado mediante la tradicional asociación del “lenguaje del riesgo”, con el mundo de la economía, del comercio y de los seguros, de los profesionales de la medicina y de sus clientes, así como con los deportes peligrosos y los individuos que “‘arriesgan’ sus vidas por otros” (Adam et al., 2000: 7). Bajo este punto de vista se sostiene engañosamente que “la percepción del riego implica una relación particular con un futuro desconocido cuya posibi-
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lidad, de llegar a realizarse, podría sin embargo calcularse mediante extrapolaciones de ocurrencias pasadas” (Adam et al., 2000: 7). Bajo esa concepción, la evaluación del riesgo se reduce equivocadamente a una mera cuestión matemática que debe quedar en manos sólo de expertos. Esta interpretación del riesgo cumple una función ideológica al ocultar que la estructura misma de las situaciones de riesgo y las condiciones bajo las cuales es posible obtener conocimiento de la realidad admiten una pluralidad de puntos de vista distintos, que pueden ser todos correctos, al percibir, identificar, evaluar y gestionar el riesgo. Cuando se trata de evaluar los riesgos de la aplicación de sistemas biotecnológicos, la liberación de un organismo modificado genéticamente en el ambiente por ejemplo, no hay un acceso privilegiado a la verdad, a la objetividad o la certeza del conocimiento, y por eso en este aspecto se encuentran en el mismo nivel los científicos naturales, los científicos sociales, los tecnólogos, los humanistas, los trabajadores de la comunicación, los empresarios, los políticos y los ciudadanos y todas las personas cuyas vidas pueden ser afectadas. Esto no significa desconocer que diferentes sectores de la sociedad, y diferentes miembros dentro de esos distintos sectores, tienen un acceso diferenciado a la información pertinente, al saber especializado, y a ciertos recursos necesarios para conocer y evaluar las consecuencias de la biotecnología. Pero sí quiere decir que cuando se trata de evaluar resultados y decidir acciones en torno a un sistema biotecnológico que afecta a la sociedad o al ambiente, la visión y las conclusiones de cada sector serán necesariamente incompletas, y ninguno tiene un privilegio que justifique su participación a costa de excluir otros sectores que pueden aportar puntos de vista valiosos y pertinentes.
consecuencias para la bioética y políticas públicas en torno a problemas planteados por la biotecnología ¿Cómo situarse frente, y cómo evaluar, a los sistemas biotecnológicos y a los artefactos que producen, así como a las consecuencias que generan, cuando se afectan intereses colectivos de diversos sectores de la sociedad? ¿Cómo contender con estos problemas en las sociedades contemporáneas que aspiran a vivir bajo una organización democrática?
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Las sociedades modernas se basan en un modelo de ciudadano que proviene de uno de los supuestos mejor atrincherados del pensamiento moderno, a saber, que las personas son racionales y autónomas. Por otra parte, las modernas sociedades democráticas se caracterizan por la convivencia de muy diversos grupos y sectores sociales, con diferentes visiones del mundo y diversos sistemas de valores. La identificación, evaluación y propuestas de gestión del riesgo depende de esos sistemas de valores, y puesto que no existe ningún sistema privilegiado por encima de los demás, entonces no hay una única manera correcta de identificar los riesgos, ni una única estimación acertada, ni una única valoración que sea la única justa. Por lo tanto tampoco es posible una única visión sobre la gestión del riesgo que sea la única correcta y éticamente aceptable. En cuestión de identificación y evaluación de riesgos puede haber diferentes puntos de vista tan legítimos unos como otros. No se trata de una visión relativista que sostenga que cualquier punto de vista es tan bueno como cualquier otro. Se trata más bien de una concepción pluralista que sostiene que no existe un único punto de vista que sea el único correcto. Esta situación de pluralidad, que se da tanto para los problemas del conocimiento en general, como para cuestiones éticas, y en particular para los problemas de la identificación, evaluación y gestión del riesgo, exige que para encontrar una solución justa, la toma de decisiones resulte de un amplio proceso dialógico, donde se intercambie información, donde se propongan y se rebatan con razones los métodos a seguir, y finalmente se ventilen abiertamente los intereses, fines y valores de todos los sectores sociales involucrados y afectados por los riesgos en cuestión y por las formas propuestas para evaluarlos y gestionarlos, para intentar atenuarlos o para compensar los daños, buscando alcanzar acuerdos aceptables para las diversas partes. Es decir, se requiere un conjunto de “normas éticamente justificables”, que animen y regulen la participación pública en el proceso de la identificación, la evaluación y la gestión del riesgo generado por los sistemas biotecnológicos. En el contexto plural de las sociedades modernas, la estabilidad de los acuerdos exige que tales normas sean consideradas como legítimas por los diversos grupos sociales. Esto se logrará sólo cuando los miembros de cada uno de los grupos significativos acepten esas normas por razones que ellos consideren válidas, aunque tales razones no sean las mismas para todos los sectores sociales ni para todos los ciudadanos, pues dependerán de sus particulares visiones del mundo, y de sus diversos principios morales y religiosos.
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Por ejemplo, ésta es la situación típica que se plantea en los estados democráticos laicos con respecto a la legislación sobre el aborto. Puesto que un estado laico no debe comprometerse con ningún punto de vista moral particular en torno a la admisibilidad o condena moral del aborto, el estado y los ciudadanos deben llegar a un acuerdo acerca de las normas que regularán las decisiones y acciones del estado al respecto. Tales normas deberían permitir que los ciudadanos actúen de acuerdo con sus particulares principios morales, pero no deberían por ejemplo obligar al estado a imponer un castigo a las mujeres, o a las parejas, que decidan un aborto, pues la condena del aborto depende de valores y principios morales específicos que varían de un grupo social a otro. La legislación del estado laico entonces debería basarse en una norma ética que no obligue a castigar a quienes no creen que el aborto sea moralmente condenable. Dicha norma debería ser aceptable para todos los ciudadanos —incluyendo aquellos que condenan moralmente el aborto— en aras de una actitud tolerante con otros puntos de vista morales, para lograr una convivencia armoniosa entre diversos grupos sociales, religiosos o étnicos. Podemos resumir de la siguiente manera las razones para justificar la participación pública en el diseño, la evaluación y gestión de políticas en materia de biotecnología, así como en la identificación, estimación y gestión del riesgo generado por los sistemas biotecnológicos: i] Si se niega la participación pública, y las decisiones en estas cuestiones se dejan sólo en manos de los expertos, entonces se genera una “tecnocracia”—es decir, un sistema donde las decisiones que afectan a todos los ciudadanos y al ambiente son tomadas sólo por pequeños grupos de especialistas— que resulta incompatible con los valores democráticos de equidad en la pluralidad de los puntos de vista, el derecho a la decisión libre de todos, y la igualdad de todos en la decisión del gobierno (Villoro, 1997: 336). ii] El desarrollo de la biotecnología afecta a tal grado a la naturaleza y a la sociedad, que el diseño, la evaluación y la gestión de políticas y de riesgos en materia de biotecnología implican decisiones sobre restricciones de posibles cursos de investigación y de posibles aplicaciones porque podrían ser perniciosas. En la evaluación del impacto de los sistemas biotecnológicos están involucrados problemas de distribución de bienes y beneficios, atribución de responsabilidades y sanciones, así como de exigencia de compensaciones. Es decir, se trata de dirimir cuestiones de justicia social, cuya resolución en una sociedad democrática resultaría ilegítima sin una amplia participación pública.
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iii] Si bien todas las sociedades requieren de expertos para resolver muchos de sus problemas, entre ellos la generación de medios para satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos —es decir, las necesidades indispensables para la realización de cualquier plan de vida—, y eso justifica la asignación de recursos sociales a esos grupos de expertos, en las sociedades democráticas es éticamente justificable exigir, primero, que los dineros públicos se asignen con el convencimiento y aprobación del público y, segundo, que los sistemas de ciencia y tecnología respondan a genuinas demandas de los ciudadanos que los mantienen, es decir, es un deber que tengan resultados que satisfagan genuinas necesidades sociales. Pero la identificación de esas genuinas demandas sociales, incluyendo la determinación de las necesidades básicas de los ciudadanos, sólo puede ser legítima si surge de una amplia participación ciudadana, y no de la manipulación de grupos de interés y de poder. Mencionemos finalmente sólo un par de ejemplos de mecanismos de participación ciudadana que es posible desarrollar: Coloquio de consenso. Reuniones públicas que permiten a grupos de ciudadanos participar en la evaluación de sistemas tecnológicos específicos. Se trata de un diálogo entre ciudadanos y expertos, abierto al público y a los medios de comunicación. Por ejemplo, a partir de este tipo de reuniones, en Dinamarca se han tomado decisiones para prohibir ciertas tecnologías de preservación de alimentos, o para prohibir a las empresas que exijan un perfil de salud de adn a sus empleados y a quienes soliciten empleo.2 Talleres de discusión de escenarios. Reuniones locales para propiciar el diálogo entre cuatro grupos de agentes: a] responsables de la elaboración de políticas; b] representantes de empresarios; c] expertos; d] grupos de ciudadanos. En Dinamarca se ha utilizado para discutir temas como “ecología urbana” o “la biblioteca del futuro”.3
2 En publicaciones como Science and Public Policy, vol. 26, núm. 5, octubre de 1999, pp. 289-380. 3 Ibidem.
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conclusiones 1] Es absurdo hacer juicios generales tales como: “la ciencia es buena” o “la ciencia es mala”, “la tecnología es buena” o “la tecnología es mala”, “la biotecnología es buena” o “la biotecnología es mala”, “los organismos genéticamente modificados son buenos” o “los organismos genéticamente modificados son malos”. Las evaluaciones deben hacerse siempre sobre sistemas tecnocientíficos específicos y sobre sus resultados y consecuencias (intencionalmente buscados o no). 2] La biotecnología y sus aplicaciones llevan consigo riesgos. Por esto, en materia de biotecnología, deben establecerse mecanismos de identificación, evaluación y gestión del riesgo que generan. 3] El desarrollo de la biotecnología y la aplicación de sus resultados, como la globalización, es un proceso que nadie puede detener, ni conviene intentarlo. Pero los seres humanos en los diferentes papeles sociales que desempeñan: científicos, tecnólogos, políticos, gobernantes, legisladores, administradores públicos, funcionarios de organizaciones internacionales, empresarios y los ciudadanos de la calle, pueden tomar medidas y promover acciones que podrían influir el desarrollo de los sistemas biotecnológicos y sobre todo encauzar sus beneficios y su impacto en la sociedad y en el planeta. 4] Se debe reconocer que en torno a la biotecnología y sus aplicaciones se congregan y enfrentan intereses económicos, militares, sociales, culturales y ambientales, que muchas veces son incompatibles. 5] Dado que los sistemas biotecnológicos generan incertidumbre e ignorancia, y en virtud de que existe una amplia diversidad de valores y de intereses en juego, ya no es aceptable en las sociedades democráticas que las decisiones se tomen sólo con base en la opinión de expertos. Para la toma de decisiones se requiere la participación de muy diversos grupos de expertos y de no expertos. 6] La obligación de los estados y de los organismos internacionales es evitar moratorias o prohibiciones generales absurdas —como moratorias generales sobre investigaciones biotecnológicas—, y en cambio, cuando haya razones, deben establecer moratorias específicas o prohibiciones concretas, como por ejemplo sobre clonación humana con fines reproductivos. En niveles nacionales y globales debe legislarse para establecer mecanismos sociales de vigilancia, de toma de decisiones y de posibles formas de actuar,
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así como para fincar responsabilidades y dirimir disputas, con la participación de los diferentes sectores que tengan intereses en juego. 7] En el campo legislativo y jurídico debe propiciarse el establecimiento de los debidos mecanismos de vigilancia y control de los posibles efectos de los sistemas biotecnológicos que permitan: a] tomar decisiones en cuanto a restricciones sobre posibles cursos de investigación y sobre posibles aplicaciones de sistemas biotecnológicos específicos porque podrían ser perniciosos; b] tomar decisiones sobre cómo determinar cuándo ciertas investigaciones o determinadas aplicaciones podrían ser perniciosas; c] tomar decisiones sobre la atribución de responsabilidades (morales y políticas), sobre todo cuando se dañen bienes públicos (como el ambiente o un entorno cultural); d] tomar decisiones para exigir compensaciones. Dichos mecanismos deben desarrollarse en niveles regionales, nacionales e internacionales. 8] ¿Quiénes deberían participar en esas discusiones? La legislación no puede prever de antemano todos los agentes interesados y pertinentes en relación con cada problema específico. Por lo tanto, debe prever los mecanismos que garanticen en cada caso la participación de diferentes grupos de expertos y de diferentes sectores sociales cuyos intereses van en juego. 9] Los expertos tienen las siguientes obligaciones: a] ser transparentes en cuanto a lo que saben y en cuanto a lo que ignoran; b] ofrecer siempre razones que respalden sus opiniones, y hacerlas accesibles a todo el público; c] nunca despreciar a la gente (ni al ciudadano de la calle ni al legislador); d] tomar en cuenta que la gente sabe mejor que nadie lo que quiere; e] reconocer que el papel de los expertos tiene un límite. 10] Los problemas que plantea la biotecnología ya no pueden resolverse sólo con “más ciencia” o sólo con más expertos (aunque en general sea conveniente investigar más, e incrementar el número de especialistas). No existe ya un único grupo, ni un conjunto definido de grupos de expertos, que puedan tomar las decisiones importantes (por ejemplo, sobre atribución de responsabilidades, determinación de compensaciones o sobre medidas de seguridad). Se requieren también novedosas formas de organización social que estimulen mayor participación ciudadana, lo cual supone mejor educación, así como un “nuevo contrato social sobre la ciencia y la tecnología” (unesco, 2000).
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11] Según el “nuevo contrato social sobre la ciencia y la tecnología”, a la sociedad le conviene apoyar el fortalecimiento y desarrollo de núcleos de expertos que generen conocimiento fiable y útil para resolver sus problemas. La biotecnología sin duda constituye uno de los instrumentos de mayor fiabilidad para resolver muchos de esos problemas. Pero las comunidades de expertos por su parte deben reconocer que en virtud de los riesgos que generan los sistemas biotecnológicos, la vigilancia y la propuesta de soluciones a problemas específicos, como los que pueden derivarse de la aplicación de sistemas biotecnológicos, deben ser tomadas por medio de mecanismos que aseguren tanto la participación ciudadana como la de los grupos de expertos pertinentes. Por otra parte, puesto que los recursos que permiten el desarrollo de la biotecnología, sean públicos o privados, provienen del trabajo de los ciudadanos, los sistemas biotecnológicos deberían abocarse a la resolución de problemas planteados por los diversos sectores sociales, y no responder únicamente a los intereses de los sectores empresariales o militares. 12] La tecnología en general, y la biotecnología en particular, cambia las formas de vida de la gente. La decisión de aceptar o no los cambios en su forma de vida corresponde a la gente, no a los expertos, ni al estado. Por eso debe haber discusión pública acerca de cuáles cambios en la forma de vida, inducidos por los sistemas biotecnológicos, son deseables y éticamente aceptables.
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BIOTECNOLOGÍA PARA UN DESARROLLO AGRÍCOLA SUSTENTABLE josé luis solleiro rebolledo*
introducción. el problema ambiental del campo mexicano En el mundo, cada año se destruyen cerca de 17 millones de hectáreas de bosque tropical, se pierden miles de variedades de plantas que no pueden reemplazarse y millones de hectáreas de tierra se transforman en desiertos (Wilson, 2002). Este gravísimo problema ambiental tiene en México una expresión alarmante, según los datos manejados por el Dr. Gabriel Quadri (2003). México ocupa uno de los primeros lugares en el mundo en deforestación. La destrucción de bosques y selvas tiene como causa primordial las actividades agropecuarias, que cada año eliminan entre 400 000 y un millón de hectáreas de ecosistemas forestales. El costo ecológico, social y económico es incalculable, más aún si añadimos la erosión, que afecta 80% de nuestro territorio, y el agotamiento de los recursos hídricos, especialmente de acuíferos subterráneos. Recordemos que la agricultura consume cerca de 80% del agua disponible en el país, y que desperdicia casi las dos terceras partes.
Por otro lado, al problema ambiental del país se agrega el de las precarias condiciones de la mayoría de la población rural; 27% de la población de México vive del campo, pero genera apenas cerca de 5% del pib. Este porcentaje, además, tiende a decrecer, lo cual guarda estrecha relación con el hecho de que, en los últimos veinte años, el desarrollo agropecuario no ha tenido efectos positivos sobre la producción. Así, por ejemplo, se tiene que la producción, en kilogramos per cápita, de los ocho principales granos en 1999 se había reducido 27.6% respecto de 1981; la producción de carnes rojas disminuyó 34.6% en ese lapso; la producción de leche se redujo 15.5% y la producción forestal maderable fue de 37.4% inferior a la registrada en 1981 (Calva, 2000). Es fácil concluir que otro problema de urgen*
Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico, unam.
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te solución es el escaso rendimiento de la producción agropecuaria: producimos poco, deteriorando el medio ambiente al presionar las reservas de tierra cultivable y los bosques y con muy poco beneficio para la población rural. Estos datos hacen evidente la urgencia de generar respuestas efectivas al doble reto de aumentar la productividad, de manera que se pueda obtener mayor producción en la misma tierra mientras que, al mismo tiempo, se alcance un manejo ambientalmente adecuado de los recursos para la actividad agropecuaria, de forma tal que ésta pueda ser más sustentable, lo cual significa que las generaciones futuras también puedan asegurar su sustento con base en el uso de los recursos que hoy usufructuamos como sociedad mexicana. Estamos convencidos de que esta relación negativa entre población creciente, escasa productividad, pobreza y degradación ambiental solamente puede romperse con la base de una agricultura más productiva, lo cual desaceleraría la invasión de bosques, laderas y tierras marginales poco aptas para la agricultura. Además, para el caso de las áreas dedicadas a la agricultura comercial, se requiere hacer cambios encaminados a reducir el impacto ambiental negativo que ha tenido la intensificación de la agricultura, las más de las veces por el uso indiscriminado de los fertilizantes, los plaguicidas y la irrigación.
biotecnología para la agricultura sustentable La biotecnología puede ser una respuesta para mejorar la productividad agrícola, promoviendo simultáneamente el uso sustentable de los recursos naturales. A pesar de que se ha demostrado contundentemente que las aplicaciones de la biotecnología han traído importantes beneficios para la salud humana y animal, la producción de alimentos, el combate de la contaminación y la generación de nuevos productos útiles, es relativamente común encontrar que, específicamente, la biotecnología moderna, basada en el uso de técnicas de ingeniería genética, sea criticada en función de un producto aislado. Quienes acostumbran esto incurren en un grave error, pues la biotecnología constituye un conjunto de técnicas con múltiples aplicaciones y posibilidades, según ilustramos en las siguientes líneas. Así, hoy puede emplearse esta tecnología genérica en la agricultura como base para diagnosticar enfermedades de plantas con enorme
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precisión y rapidez, identificar los rasgos genéticos de una especie o variedad específica con el fin de planificar su mejoramiento, incorporar nuevos rasgos productivos que mejoren el desempeño agronómico de la variedad y conferir a las plantas características novedosas que las hacen más útiles para la alimentación, provisión de sustancias terapéuticas y combate a la contaminación. Efectivamente, las aplicaciones de la biotecnología han derivado en la generación de múltiples productos que actúan como mejoradores de suelos, biofertilizantes, bioplaguicidas e inhibidores de congelación de cultivos.1 Para el primer caso, debe resaltarse el desarrollo de bacterias fijadoras de nitrógeno. Las plantas obtienen nitrógeno del suelo, donde se ha liberado por la degradación bacteriana de plantas y otros organismos. Las bacterias fijadoras de nitrógeno asociadas con las leguminosas están en el género de Rhizobium y su efecto es la prevención de la erosión al aumentar la disponibilidad de nitrógeno en el suelo. Investigadores mexicanos han tomado liderazgo internacional en el mejoramiento genético y uso de estas bacterias. En el caso de los bioinsecticidas, se han desarrollado múltiples productos de origen microbiano que facilitan el control biológico de plagas. Existen, por ejemplo, virus que producen toxinas para ciertos insectos y que sirven para producir comercialmente agentes biológicos para combatir gusanos que atacan cultivos como el tabaco y el algodón. Los insecticidas basados en la bacteria Bacillus thuringiensis se han usado durante más de cincuenta años para controlar plagas de los más diversos cultivos y aun insectos que se encuentran usualmente en zonas turísticas como mosquitos, sin efecto nocivo para el ambiente y la salud. Por otro lado, la biotecnología basada en la ingeniería genética representa un paso más en la búsqueda por el germoplasma ideal que sea la base de una nueva ola de progreso agrícola. Este germoplasma ideal debe responder a un conjunto de expectativas de innovación que se caracterizan por (Krimsky y Wrabel, 1996): • Plantas que puedan utilizar óptimamente el agua, adaptables a condiciones de sequía. En 1987, se realizaron en California las primeras pruebas de campo de un microorganismo genéticamente modificado, la bacteria Pseudomonas syringae, la cual reside en la superficie de las plantas y cumple con la función de retardar la formación de cristales de hielo en las mismas, cuando hay disminuciones bruscas de temperatura. El producto comenzó a usarse a mediados de los años noventa. 1
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• Plantas de alto rendimiento que permitan obtener producciones mayores, sin presionar más la frontera de tierras cultivables. • Dado que el sistema agrícola vigente es muy dependiente de insumos químicos, el germoplasma ideal debe optimizar la eficiencia en el uso de estos insumos, minimizando la emisión de agentes contaminantes en el ambiente. • Ahora que mayores cantidades de luz ultravioleta están penetrando la biosfera, es deseable desarrollar germoplasma que no acuse daños por radiaciones. • Germoplasma que pueda contribuir a objetivos de salud, contribuyendo con productos del campo que aporten mayores niveles de nutrientes y minimicen el contenido de sustancias tóxicas y antinutrientes. De hecho, los avances recientes han comenzado a entregar los primeros resultados. Por un lado, la biotecnología es ya una herramienta muy efectiva para superar las pérdidas de cultivos ocasionadas por plagas (insectos, hongos, bacterias, etc.), enfermedades de plantas, malezas (las cuales merman la producción al competir con el cultivo por los nutrientes, agua y luz) y condiciones ambientales extremas. Evidencia de lo anterior puede ser observada en los siguientes datos: • Las semillas modificadas genéticamente han mostrado la mayor tasa de difusión en la historia de la tecnología agrícola. En 1996, dichas semillas comenzaron a usarse comercialmente, sembrándose un total de 1.6 millones de hectáreas a nivel mundial. Para 1998, el área sembrada pasó a 28 millones de hectáreas, en 2000 a 44 millones y, en 2002, a más de 58 millones de hectáreas (James, 2003). Las razones para que cerca de seis millones de agricultores en el mundo hayan adoptado esta tecnología tan rápidamente son básicamente: la obtención de mayores rendimientos debidos al mejor control fitosanitario de plagas y malezas, la reducción en costos de producción y la disminución en el uso de plaguicidas químicos. • En México, el algodón resistente a insectos ha incidido en aumentos de rendimientos hasta de 22%, lo que representa una ganancia promedio de 505 de fibra por hectárea, con disminuciones del costo de control de plagas de hasta 57%. En 2000, de acuerdo con las evaluaciones hechas por inifap en La Laguna, se redujo la aplicación de insecticidas para el control del complejo de gusanos chupadores de 18 kg de ingrediente activo por hectárea, a solamente 2 kg de ingrediente activo por hectárea. La ventaja económica
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Millones de hectáreas sembradas
es reforzada por el hecho de que la calidad de la fibra obtenida es óptima, con lo cual el precio obtenido por el productor es el mejor posible (Ginco, 2002).
Año fuente: “isaa. 2002. “Global Status of Commercializer transgenic crops: 2002”. ISAA Briefs International Service for the Acquisition of Agri-Biotech Applications, Ithaca. <www.isaaa.org>.
Rendimiento de fibra (kg/ha.)
Rendimiento del algodón Bt en México (2000)
Sinaloa
Sonora sur
Sonora norte
Chihuahua
Laguna
Tamaulipas
fuente: elaboración propia con base en Monsanto Comercial. 2000. Informe de rendimiento de algodón Bollgard. México.
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cuadro 1. Impacto de cultivos biotecnológicos adoptados y sembrados en 2001 Estu- Cultivo Tipo dio de caso
Producción (al año)
Volumen (000 lb.) 1
Papaya vr
2
Calabaza
24
Valor (000$)
Valor neto total (000$/año)
Uso de plaguicidas (lb. IA/año)*
Superficie en acres
Costos (000$)
+53 000
+17 000
0
+17 000
0
1 600
vr
+6 000
+2 000
+375
+1 625
0
5 000
Canola
ht
0
0
-11 000
+11 000
-531 000
871 000
26
Soya
ht
0
0
1 010 765
+ 1 010 765
-28 703 001
50 016 000
28
Maíz forrajero
ir (1)
+ 3 540 992
+126 466
+1 110
+125 356
-2 603 456
14 927 000
31
Maíz forrajero
ht
0
0
-58 050
+58 050
-5 805 000
5 805 000
32
Algodón
ir (1)
+ 185 373
+115 002
+12 034
+102 968
-1 870 100
5 144 000
34
Algodón
ht
0
0
-132 676
+132 676
-6 169 000
9 301 000
+ 3 785 365
+260 468
1 198 972
+ 1 459 440
-45 681 557
———**
Total
tipo: ir, resistencia a insectos; ht, resistencia a herbicidas; nr, resistencia a nemátodos; br, resistencia a bacterias; vr, resistencia a virus; fr, resistencia a hongos. * ia se refiere a ingredientes activos. ** nota: La superficie en acres no es total debido a que, en algunos casos, se pueden sembrar cultivos con varios rasgos en el mismo acre. fuente: Elaboración propia con base en Monsanto Comercial, 2000. Informe de rendimiento de algodón Bollgard. México.
• En el caso de la soya tolerante a herbicidas, los productores de Estados Unidos están logrando un ahorro conjunto de mil millones de dólares anuales en sus costos de herbicidas (Gramesi et al., 2002). El cuadro 1 resume los resultados de un estudio del National Center for Food & Agricultural Policy, realizado recientemente para evaluar el impacto de la biotecnología moderna en diversos cultivos aprobados en Estados Unidos. Es evidente la reducción en el uso de agroquímicos.
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• Como se mencionó previamente, la biotecnología moderna también representa la posibilidad de obtener plantas con propiedades nutricionales superiores que las hagan más atractivas para las agroindustrias procesadoras, con el consecuente beneficio para el agricultor quien podrá obtener mejores precios, y para el consumidor quien recibirá productos más sanos para la integración de su dieta. Así, se pueden obtener productos agrícolas mejorados en cuanto a su composición de aceites y fibras; aumentar su contenido de vitaminas o minerales específicos; mejorar el contenido de aminoácidos esenciales; aumentar su vida de anaquel; y hacer innecesario el uso de aditivos para procesamiento. Ejemplos de estos productos son los siguientes: • Maíz, soya y canola modificadas para disminuir su contenido de ácidos grasos saturados. • Papas modificadas para aumentar su contenido de almidón, lo que repercute en menor absorción de aceite y disminución del tiempo de cocción, con el consecuente beneficio para el procesamiento. • Tomates con mayor contenido de licopenos, lo cual influye en la reducción de la incidencia de cáncer de próstata y gastrointestinal. Pero uno de los principales beneficios de la biotecnología vegetal es su impacto positivo sobre el cuidado del ambiente. Todos los datos mostrados son reveladores y demuestran que la aplicación de la biotecnología moderna trae consigo un alivio para los suelos y el agua, al disminuirse la utilización de agroquímicos. En enero de 2003, el Instituto de Investigaciones Ambientales de Dinamarca publicó un estudio sobre los efectos sobre el medio ambiente de una variedad de remolacha forrajera modificada genéticamente para tolerar herbicidas. Después de tres años de pruebas de campo, los resultados indican que la cantidad y variedad de artrópodos detectada en los campos fue superior a la de los campos convencionales, lo cual incide positivamente en la biodiversidad de aves. Pero esto no es todo lo que la biotecnología puede ofrecer. Desde hace algunos años, se ha logrado mejorar plantas que ayudan en la remediación de problemas de contaminación. Ya es común utilizar plantas para capturar metales pesados que contaminan aguas residuales, constituyendo un conjunto de técnicas conocidas como fitorremediación. Más recientemente, en un ejemplo de desarrollos prometedores, un equipo de investigación ha desarrollado un sistema vegetal para remover el arsénico contaminante de suelos, utili-
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zando plantas modificadas genéticamente. La contaminación de suelos con arsénico representa en todo el mundo una amenaza creciente para el ambiente y la salud humana y animal.2 Los científicos de la Universidad de Georgia han trabajado con Arabidopsis para que esta planta pueda tomar el arsénico del suelo y transportarlo a sus hojas, de tal forma que ya no esté disponible en el ambiente. Para disponer de este contaminante, entonces, es mucho más fácil manejar las plantas que lo han capturado que lidiar con la remediación del suelo.3 Este nuevo sistema es, sin duda, un gran paso para lograr la limpieza ambiental usando plantas. Pero, por otro lado, hay que tomar en cuenta que las aplicaciones de la biotecnología a la agricultura están apenas en su infancia. (Persley y Doyle, 2002). El rápido crecimiento que se está dando en el estudio de los genomas de plantas y otros organismos transformará la propagación de las plantas, a medida que se identifiquen más funciones de los genes que se van descubriendo.4 La generación de rasgos complejos tales como tolerancia a la sequía (controlada por muchos genes) debería llegar a hacerse común. Un proyecto alentador en este sentido es el de identificación de genes de tolerancia a sequía y estrés climático que se realiza actualmente en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, donde ya se han transformado plantas experimentales que muestran propiedades de resistencia a condiciones extremas, propias de diferentes regiones agroecológicas del país. Los suelos ácidos, la baja fertilidad y la falta de acceso a nutrientes para los cultivos a precios razonables también son problemas que podrán atacarse mediante la siguiente ola de productos de la biotecnología agrícola. Nuevamente, es satisfactorio encontrar que la investigación sobre resistencia a suelos ácidos se realiza en el cinvestav Irapuato, donde se han aislado genes de tolerancia prometedores. Las soluciones a estos problemas beneficiarán tanto a los productores como a los consumidores y, aunque la biotecnología no puede ofrecer solución a todos los problemas, sí se concluye de estos ejemplos que puede hacer aportes muy significativos, si es guiada por políticas apropiadas. 2 La contaminación con arsénico ocurre tanto por eventos naturales, como por derrames y drenaje de plantas químicas y manufactureras, lo cual tiene serias consecuencias al contaminar, en última instancia, los depósitos naturales de agua potable. 3 <www.isaaa.org/kc>. 4 La investigación en genómica se encuentra en sus etapas tempranas, pero progresa muy rápidamente, gracias al involucramiento de científicos de muchos países entre los que se encuentra México, así como al apoyo financiero de gobiernos y diversas organizaciones públicas y privadas.
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elementos básicos de una política biotecnológica para la agricultura sustentable La discusión sobre las oportunidades y limitaciones para la explotación (desarrollo, adopción, difusión y uso) de la biotecnología en un país debe ubicarse en el contexto de los sectores económicos en los que se aplicará, así como de su sistema de ciencia, tecnología e innovación y de sus instituciones políticas y económicas. Por ello, la definición de políticas de fomento a la biotecnología no puede limitarse a la mera inversión en investigación. De hecho, hace poco más de diez años, la Office of Technology Assessment del Congreso de Estados Unidos (ota, 1991), al evaluar la competitividad de la biotecnología de ese país, propuso un marco de análisis muy completo que consiste en identificar el nivel de actividad industrial y productiva, y el número de empresas que participan en la comercialización de las biotecnologías. (Véase el cuadro 2.) Como segundo paso, se establece una imagen general del ambiente competitivo, evaluando un conjunto de factores contextuales que influirán en la capacidad del país en cuestión para comercializar biotecnologías y capitalizar así sus beneficios. En el cuadro 3, se ilustran los elementos básicos para la existencia de un ambiente propicio para el desarrollo de la biotecnología en un país, los cuales, como se apunta anteriormente, establecen una indicación de los componentes de una política efectiva de promoción del desarrollo responsable y competitivo de aplicaciones en diferentes sectores. cuadro 2. Elementos para la competitividad de la biotecnología Capacidad de traducir resultados de investigación en productos. La existencia de un tejido empresarial fuerte y articulado: proveedores de servicios, insumos y equipo; empresas biotecnológicas; empresas usuarias. Un ambiente propicio conformado por políticas activas e instrumentos efectivos. Disponibilidad de recursos naturales. Actitudes empresariales frente al riesgo.
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cuadro 3. Elementos de un ambiente propicio para la biotecnología Políticas específicas
Financiamiento gubernamental a la i&d
Estímulos a la inversión
Regulaciones efectivas
Relación universidadindustria
Capital de riesgo
Protección de la propiedad intelectual
Fomento a flujos de tecnología, inversión y comercio
La importancia de un programa de biotecnología agrícola. Una política de estado participativa. Identificación de aplicaciones prioritarias. Objetivos claros: productividad y atención de problemas y oportunidades. Instrumentos efectivos de intervención. Asignación de recursos suficientes. Gobierno apoya investigaciones básicas. Redefinición de criterios de evaluación con énfasis en posibilidades de aplicación. Un proceso socialmente distribuido con participación interinstitucional. Acorde con áreas prioritarias o necesidades de formación de capacidades. Atracción de otros donantes y cooperación internacional. Una economía estable en sus reglas y condiciones básicas y dinámica en su crecimiento. Incentivos fiscales y financiamiento blando. Fomento a modelos asociativos. Políticas industrial y agropecuaria activas. Atención inmediata a las grandes carencias del país. Balance entre la protección de la salud, el ambiente y la biodiversidad, y el fomento a la innovación y la inversión. Transparente, ágil y basada en el mejor conocimiento científico disponible. Evaluación, manejo y comunicación de riesgos. Legislación antimonopolios. Capaz de adaptarse al ritmo de cambio técnico. Respuesta a la intensidad científica de la biotecnología. Capacidad para definir proyectos conjuntos. Cultura cambiante de la evaluación académica. Asignación de mayor importancia a la i&d en empresas. Instrumentos de fomento a la vinculación. Formas novedosas de promover la creación de empresas. Ángeles, capital semilla, capital de riesgo. Incubadoras de empresas. Capacidad gerencial para promover negocios y entender la lógica de la inversión productiva. Patentes: claridad sobre materia protegible. Derechos de obtentor. Acceso y aprovechamiento sustentable de recursos genéticos. Atención a acuerdos internacionales. Promoción de la inventiva. Relación entre centros de i&d, empresas y productores. Comercio internacional de tecnología. Desarrollo de proveedores tecnológicos. Mecanismos efectivos de difusión amplia de los beneficios.
biotecnología para un desarrollo agrícola sustentable Fortalecimiento de servicios de apoyo*
Recursos humanos
Conciencia pública
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Certificación de calidad. Pruebas y validaciones. Asistencia legal. Desarrollo de producto: conjunto de actividades para lograr aprobación comercial. Provisión de insumos y equipos. Científicos en áreas relevantes. Ingenieros, agrónomos, veterinarios, etc. Reguladores. Abogados. Banqueros. Gerentes de proyectos y de tecnología. Ambiente para la elección fundamentada por parte del consumidor. Evitar temores infundados. Conciencia sobre beneficios, riesgos y cómo son manejados. Conciencia sobre el valor real de las alternativas tecnológicas y del impacto de no adoptar la Bt.
fuente: elaboración propia con base en ota (1991) y Solleiro (1995).
Más allá de la adopción de un determinado enfoque para la generación de una política específica para el desarrollo de la biotecnología agrícola en México, es importante partir de un principio básico: es esencial definir nuestra postura como país ante la biotecnología moderna y, a partir de ella, generar una política congruente que sirva de base para los procesos de toma de decisiones en los diferentes ámbitos de autoridad en esta materia, pues uno de los elementos que más puede entorpecer el desarrollo de esta área es la actitud contemplativa y dubitativa que conduce a la parálisis y a la ausencia de decisiones, la cual busca justificarse con argumentos especulativos. La falta de información no debe caber en las acciones de gobierno. Por ello, es menester adoptar una visión amplia en cuanto a las posibles aplicaciones de la biotecnología en la solución de los problemas del campo mexicano, responsable en cuanto a la evaluación y manejo de los eventuales riesgos, estratégica en cuanto a la ponderación de los beneficios sociales y económicos derivados a corto, mediano y largo plazos, e integral en cuanto a los sectores que pueden ser beneficiados por la difusión de estas técnicas. Las visiones simplistas, especulativas y carentes de bases científicas nada aportan al pensamiento estratégico en una materia tan compleja y prometedora.
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bibliografía y fuentes consultadas Calva, J. L., 2000, México más allá del neoliberalismo, opciones dentro del cambio global, México, Plaza y Janés. Cinco, R., 2002, “Impacto del algodón Bolgard”, ponencia presentada en el Seminario sobre Impacto de los Cultivos Genéticamente Modificados en la Agricultura, Agrobio México, agosto. Gianesi, P. et al., 2002, Plant Biotechnology: Current and potential impact for improving pest management in U.S. agriculture, Washington, D. C., National Center for Food & Agricultural Policy. James, C., 2003, Global status of genetically modified crops. Ithaca: The International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications, <www.isaaa.org>. Krimsky, S. y R. Wrubel, 1996, Agricultural biotechnology and the environment, Urbana y Chicago, University of Illinois Press. ota, 1991, Biotechnology in a Global Economy, Washington, D. C., Office of Technology Assessment, ota-ba-494. Persley, G. y J. Doyle, 2002, “Biotecnología para la agricultura de los países en desarrollo. Problemas y oportunidades”, Pinstrum-Andersen y PandyaLorch, La agenda inconclusa. Perspectivas para superar el hambre, la pobreza y la degradación ambiental, Washington, Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, pp. 239-243. Quadri, G., 2003, “Conflicto urbano. El campo a largo plazo”, El Economista, enero 24. Sollero, J. L., 1995, “Biotechnology and sustainable agriculture: the case of Mexico”, Technical Papers, 105, París, oecd Development Centre. Wilson, E., 2002, “Las calamidades ambientales de la tierra, ¿es la agricultura parte del problema o de la solución?”, Pinstrum-Andersen y Pandya-Lorch (eds.) La agenda inconclusa, Washington, D. C., Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, pp. 103-107.
CIENCIA, SUSTENTABILIDAD Y SOCIEDAD DEL RIESGO. EL CASO DE LA BIOTECNOLOGÍA AGRÍCOLA (TRANSGÉNICOS) víctor manuel toledo manzur∗ We cannot solve the problems we have created with the same thinking that created them albert einstein
introducción Como sucede con buena parte de los principales bastiones de la modernidad, la ciencia está en crisis no sólo porque no ha logrado contribuir como se esperaba al bienestar de la especie humana, sino porque en su versión dominante o convencional hoy se ha vuelto incompetente para comprender la complejidad del mundo contemporáneo. En efecto, la creciente complejidad, a la que la ciencia misma contribuyó, ha desbordado los actuales métodos y enfoques de la investigación científica convencional, contribuyendo a incrementar la incertidumbre, la sorpresa y el riesgo. “La ciencia —afirma Leff (2000: 31)—, que se pensaba liberadora del atraso y de la opresión, del primitivismo y del subdesarrollo, ha generado un desconocimiento del mundo, un conocimiento que no sabe de sí mismo; que gobierna un mundo alienado del que desconocemos su conocimiento especializado y las reglas del poder que lo gobiernan. El conocimiento ya no representa la realidad.” El paraíso que ofrecía la civilización industrial es hoy una realidad reducida a un número limitado de seres humanos. Las tendencias del mundo globalizado han echado por tierra la promesa de un mundo mejor, con más progreso, justicia y seguridad para todos los miembros de la especie humana. La utopía industrial se encuentra hoy seriamente cuestionada pues ni el mercado ni la tecnología, ni la ciencia en su versión dominante han sido capaces de ofrecer a los seres humanos las condiciones de bienestar y calidad de vida previamente vislumbrados. Al contrario, cada vez aparece más nítida la imagen ∗
Centro de Investigaciones en Ecosistemas.
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de un mundo donde la injusticia, la inseguridad y la incertidumbre se han vuelto comunes. Se vive cada vez más en una “sociedad del riesgo” (Beck, 1998). Para los millones de seres humanos marginados de los beneficios del mundo industrial, la “sociedad del riesgo” aparece como falta de oportunidades para sobrevivir en un mundo sumamente peligroso. Carentes de alimentos suficientes y sanos, agua potable, viviendas, medicamentos oportunos y disponibles, información, educación y cultura, y oportunidades de trabajo digno y bien remunerado, los “condenados de la tierra” deben enfrentarse a un mundo lleno de amenazas que reducen drásticamente sus expectativas de vida y los reducen a un estado de elemental supervivencia. Por otro lado, a los beneficiarios de la civilización industrial, el modo de vida moderno los enfrenta a un mundo que no por dotarles de suficientes satisfactores materiales les garantiza una vida plena y segura. Obligados a la competencia individualista, a la cotidianidad marcada por los ritmos de la maquinaria industrial, a la satisfacción mediante el consumo compulsivo, a la “vida instantánea”, los ciudadanos modernos también se enfrentan a un mundo inseguro: deterioro de la unidad familiar, ciudades peligrosas, alimentos inseguros, medicamentos riesgosos, patología individual y colectiva y, últimamente, terrorismo civil y de Estado (Fukuyama, 1999). Finalmente, sobre todos los miembros de la especie humana se cierne cada vez de manera más tangible, el espectro del riesgo ecológico. En los últimos veinte años, se ha pasado de catástrofes puntuales de carácter local, a acaecimientos regionales sin consecuencias expansivas, a accidentes y sucesos localizados regionalmente pero con consecuencias más allá de su área de origen, hasta incidentes de dimensión claramente global. Además, en los últimos años se acumularon suficientes evidencias que demuestran la existencia de fenómenos no registrados anteriormente tales como el incremento en el número e intensidad de los ciclones, la producción de gases contaminantes de la atmósfera derivados de las quemas agrícolas, pecuarias y forestales, y el registro de 1997 y 1998 como los años más calientes de la historia reciente. Destacan también dos acontecimientos preocupantes que revelan una pérdida de control a escala global sobre dos elementos naturales: el fuego (los incendios forestales de 1997 y 1998) y el agua (las inundaciones de Europa central y Asia en 2002). En suma, el proceso de globalización, que es por cierto un fenómeno histórico irreversible, en tanto se encuentra dominado por las
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pautas, la racionalidad y los mecanismos económicos y tecnológicos del libre mercado, la acumulación de capital y la privatización de la vida social, no hace más que engendrar y expandir una modernidad cada vez más riesgosa. Conforme esta “sociedad del riesgo” escala los peldaños de la incertidumbre, se reducen las posibilidades de tomar decisiones basadas en el pensamiento racional, y se incrementa el número de seres humanos, independientemente de su filiación social, que se hacen vulnerables a los peligros del mundo moderno (por ejemplo, no obstante la propaganda de los fabricantes, cada año el automóvil cobra la vida de entre 750 mil y 900 mil seres humanos y deja heridos a otros 25 a 30 millones (Toledo, 2002). Frente a la “sociedad del riesgo” los ciudadanos del mundo echan mano de tres recursos que aún permanecen inviolados por el avance de la industrialización (Toledo, 2003): 1] su alianza con la naturaleza, es decir, el uso conservacionista del mundo vivo y el aprovechamiento respetuoso de los procesos orgánicos, que son locales, baratos y seguros; 2] la recuperación del recuerdo, en donde la espiritualidad aparece como el elemento de salvación frente un mundo materialista, individualista y mercantilizado y, 3] la reformulación de un conocimiento que despojado de sus atributos normales se vuelve una suerte de “ciencia de y para los pueblos” porque pone en práctica nuevas maneras de elaborar, transmitir y aplicar el conocimiento científico.
ciencia para una sociedad sustentable Intentando enfrentar el panorama anterior, en los círculos más avanzados de la comunidad científica han aparecido voces que reclaman una transformación de las maneras habituales como la ciencia aborda los fenómenos del mundo contemporáneo. Destaca, por ejemplo, el Congreso Mundial de Científicos realizado en el verano de 1999 en Budapest, donde delegados de 150 países suscribieron lo que ellos mismos llamaron un “nuevo contrato social” entre la ciencia y la sociedad. Para ello, los participantes de ese congreso, auspiciado por la unesco y el International Council for Science (icsu), produjeron por consenso dos documentos en los que se reconoce que dado que el contexto político, económico, cultural y ecológico dentro del que se realiza la ciencia ha cambiado sustancialmente en los últimos
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años, es necesario redefinir colectivamente los papeles de las ciencias y llegar a un nuevo compromiso en el que por una parte la sociedad se obliga a apoyar decididamente la investigación científica y, por el otro, los científicos aceptan y asumen sus responsabilidades para con la sociedad: Sciences, should be at the service of humanity as a whole, and should contribute to providing with a deeper understanding of nature and society, a better quality of life and a sustainable and healthy environment to present and future generations... <www.helix.nature.com/wcs>. Una visión similar fue planteada por J. Lubchenko (1998) durante su discurso como nueva presidenta de la American Association for the Advancement of Science: “The current and growing extent of human dominance of the planet will require new kinds of knowledge and applications from science —knowledge to reduce the rate at which we alter the Earth´s systems, knowledge to understand Earth´s ecosystems and how they interact with numerous components of human-caused change, and knowledge to manage the planet.” Éstas y otras declaraciones han surgido en paralelo a la emergencia de reflexiones y planteamientos realizados desde diferentes corrientes epistemológicas tales como la “teoría del pensamiento complejo” (Morin, 2001), “los sistemas complejos” (García, 1994), “la complejidad ambiental” (Leff, 2000), la “teoría de la resiliencia socioecológica” (Berkes y Folke, 1998; Gunderson y Holling, 2001), o la llamada “ciencia posnormal” (Funtowicz y Ravetz, 1993). Todas estas (contracorrientes han surgido como reacciones frente a las limitadas capacidades de la ciencia actual y la necesidad de reformularla. Finalmente, en los últimos años todas estas corrientes han comenzado a aglutinarse en torno al nuevo paradigma del llamado desarrollo sustentable, sustentabilidad o sociedad sustentable, una propuesta surgida durante la Cumbre de Río de Janeiro de 1992 sobre medio ambiente y desarrollo, y que en esencia busca satisfacer las necesidades de todos los seres humanos sin afectar los sistemas físico-biológicos o naturales del planeta. En efecto, cada vez toma más fuerza la idea de revisar y reformular la teoría y la práctica científicas para construir una “ciencia para una sociedad sustentable”. Esta idea que ha comenzado a desarrollarse en contribuciones específicas (por ejemplo, Funtowicz et al., 1998; Folke et al., 2002), ha terminado por convertirse en una propuesta colectiva (Kates et al., 2001; Folke et al., 2002), que hoy reúne en el llamado Forum on Science and Technology for Sustainability
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<www.sustainabilityscience.org> a un número creciente de investigadores, proyectos e instituciones. Esta “ciencia para la sociedad sustentable” que comienza a hacerse realidad en la práctica (Toledo y Solís, 2001; Pandey, 2002), tiene entre sus principales tesis la de hacer una ciencia: 1] basada en un marco conceptual donde los paradigmas centrales son las relaciones entre la sociedad y la naturaleza, y la satisfacción de las necesidades humanas, sin afectar los sistemas naturales; 2] abordada de manera transescalar (desde lo local hasta lo global); 3] en sus dimensiones históricas todo lo cual obliga a adoptar enfoques de carácter; 4] interdisciplinario (es decir, bajo una visión holística o integradora); 5] e internacional (con conglomerados de científicos tanto del Norte como del Sur); 6] y donde los diseños y resultados de la investigación deben ser evaluados, mediante el diálogo y la cooperación, por el conjunto de actores sociales involucrados en la problemática que se busca resolver (investigación participativa), lo cual incluye 7] tomar en cuenta la experiencia adquirida a través de otras formas de conocimiento (local, indígena, tradicional o popular), 8] de tal manera que se garantice que los beneficios de la práctica científica lleguen a todos los actores involucrados. Se trata en fin, de abordar la complejidad de los procesos del mundo contemporáneo en un contexto donde se deben tomar decisiones urgentes, con información limitada o incierta y donde siempre hay valores en disputa (Funtowicz y De Marchi, 2000).
la industrialización y corporativización de la ciencia La ciencia no es neutra, no obstante los argumentos de quienes defienden una ciencia política e ideológicamente inmaculada. Y mucho menos en estos tiempos en que el mundo se vuelve más complejo, más injusto, más dominado por los intereses de las grandes corporaciones, más presionado por las demandas sociales y, sobre todo, de mayor riesgo. En efecto, las contribuciones recientes de la ciencia han estado profundamente influidas por las pautas, los valores y los intereses de los sectores sociales dominantes, pues como producto cultural, “la ciencia es una construcción humana, una institución progresivamente elaborada, e históricamente condicionada” (Thuillier, 1990). En un mundo cada vez más polarizado y cada vez más dominado por las fuerzas del mercado, la actividad científica cobra sentido so-
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cial como beneficiadora de uno de los dos polos (sectores sociales o países privilegiados), al tiempo que se va paulatinamente plegando a los intereses de las grandes corporaciones (farmacéuticas, alimentarias, informáticas, biotecnológicas, automovilísticas, etc.) de carácter transnacional, y a los cada vez más poderosos bancos internacionales. De esta forma, la práctica científica que en el pasado reciente (y esto sucede todavía en varios países) era una actividad predominantemente de carácter público, realizado por universidades o instituciones gubernamentales, se ha ido paulatinamente transformando en un quehacer orientado por las grandes corporaciones. La ciencia actual no sólo se ha industrializado, en la medida en que reproduce esquemas, métodos y objetivos dirigidos a consolidar y expandir el modo civilizatorio industrial, sino que se está corporativizando al responder a los intereses particulares de las grandes compañías privadas de carácter transnacional (un ejemplo es el caso de la investigación sobre el genoma humano). En contraposición con los planteamientos del apartado anterior, la ciencia corporativizada contribuye a agudizar la crisis ecológica y social y es un factor que acrecienta, no reduce, la sociedad del riesgo. Esto es especialmente evidente en los campos de la alimentación (los sistemas tecnoproductivos prevalecientes han arruinado buena parte de los suelos agrícolas, afectado severamente los mantos acuíferos, provocando erosión genética y sobrexplotando los recursos pesqueros del mundo), la energía (con tecnologías de alto riesgo o de elevada contaminación) y el transporte (con diseños tecnológicos notablemente despilfarradores de energía y otros recursos). Por lo anterior, las modalidades que ha tomado la investigación científica han dado lugar a una paradoja socialmente absurda: hoy en día, la plena satisfacción material de todos los seres humanos es, bajo los actuales patrones científicos y tecnológicos, prácticamente imposible porque conduce a la destrucción del ecosistema global o planetario.
el triunfo del pensamiento simple: los organismos genéticamente modificados Bajo las pautas de una racionalidad industrial basada en las leyes del mercado y la innovación tecnológica, la ciencia se ha ido orientando, paulatina e irremediablemente, hacia la generación de conocimien-
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tos que facilitan el proceso de acumulación, centralización y concentración del capital (y, en una dimensión paralela, el poder militar). Ello ha conducido al conocimiento científico hacia una reiterativa simplificación de la realidad. Frente a la complejidad de la naturaleza, la industrialización de la agricultura y de los otros procesos productivos primarios (ganadería, pesca, producción forestal) dio lugar a una ciencia dirigida a crear y mantener sistemas sumamente simplificados y dependientes de insumos externos: el monocultivo agrícola o ganadero (pastizales), la plantación forestal especializada, la pesca de una sola especie. De manera similar, frente a la complejidad del ser humano, en el que se entrelazan cuerpo, mente y espíritu, la industrialización de la salud dio lugar a una medicina (corporal y mental) de carácter reduccionista donde las inestabilidades, disfunciones y enfermedades se arreglan mediante el uso de sustancias químicas dirigidas a controlar efectos somáticos u orgánicos, independientemente de los procesos que las originan. La ideología que engendra esta modalidad científica conlleva la adopción de un pensamiento simple o simplificador en las mentes de quienes se supone están especialmente entrenados para realizar análisis sumamente complejos: los propios científicos. Ello confirma, por supuesto, que pertenecer al mundo de la ciencia no es garantía de imparcialidad u objetividad, pues al fin y al cabo cada ser humano, incluyendo el científico, es víctima y actor de su propia ideología. Unos de los asuntos de mayor controversia del último decenio han sido aquellos avances, invenciones o descubrimientos gestados desde la biotecnología, la biología molecular y la genómica (Kwiatkowska y López-Vilchis, 2000), y de manera especial la de los organismos modificados genéticamente (omg). En el caso de la agricultura industrializada la experimentación de variedades genéticamente modificadas comenzó hace más de dos decenios y su aplicación práctica hace menos de una. En general, esta nueva tecnología ha estado dirigida a arreglar limitaciones y problemas de la tecnología agroquímica en la agricultura; por ello se habla de la segunda versión de un mismo modelo (de la “green revolution” a la “gene revolution”). Mucho se ha escrito sobre los daños y peligros potenciales de los omg para la salud humana y los sistemas y procesos naturales (Altieri, 1997; Lappé y Bailey, 1998; Pengue, 2000; Anderson, 2001), y sobre la necesidad de adoptar el llamado principio precautorio (Riechmann y Tickner, 2002); todo lo cual ha llevado a numerosos países (enca-
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bezados por los de la Unión Europea) a establecer moratorias para el cultivo o importación de los omg y, más recientemente, a firmar el protocolo de bioseguridad (Montreal, 2000) que es el primer tratado internacional que reconoce en los omg un asunto de riesgo. En el presente ensayo nos restringiremos a cuestionar la validez de esta tecnología teniendo como marco lo revisado en los apartados anteriores.
la biotecnología como religión: tres dogmas sobre los cultivos transgenicos El primer rasgo de los omg es que son, mayoritariamente, un producto de la investigación corporativa, es decir, de una ciencia al servicio de gigantescas y poderosas compañías. Aunque existe también experimentación y producción en centros académicos u organismos públicos, por lo común siguen las pautas marcadas por la investigación en las corporaciones. Ello es parte de un proceso de concentración de poder económico, tecnológico y científico dirigido a la formación de un “oligopolio planetario”. Hoy las semillas transgénicas son producidas y comercializadas por sólo cuatro empresas: Syngenta (fusión de Astra-Zeneca y Novartis), Aventis, Dupont y Monsanto, las cuales, además, controlan 60% del mercado mundial de plaguicidas y la cuarta parte de las semillas que se venden en el planeta. Estas semillas modificadas genéticamente son celosamente controladas por medio de patentes y, en algunos casos, como producto de una investigación orientada mercantilmente, poseen una cualidad perversa: las plantas obtenidas no poseen ya la capacidad de germinar, propiedad que ha sido bloqueada (tecnología terminator), de tal forma que el agricultor se ve impedido de reciclar las semillas de sus propios cultivos, como se ha hecho durante toda la historia de la agricultura. Con sus poderosos medios de propaganda, las compañías afirman que los omg, y en particular las semillas transformadas genéticamente, son descubrimientos científicos indispensables para alimentar al mundo y reducir la pobreza. Lo anterior parte de tres razonamientos simplistas y por lo mismo falsos: a] que el hambre se debe a una brecha entre la producción de alimentos y el incremento en la densidad de la población, b] que la ingeniería genética es la única o la mejor opción para incrementar la producción agrícola y por lo tanto para
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remediar el hambre y, c] que esta nueva tecnología será apropiada por los sectores más empobrecidos de las áreas rurales: los pequeños productores y sus familias (campesinado). El primer argumento no resiste la crítica pues de sobra es conocido que el fenómeno de la malnutrición y el hambre es resultado de una compleja red de factores económicos, sociales, productivos, tecnológicos y culturales (véase especialmente el libro ya clásico de Lappé y Bailey et al., 1998, World hunger, twelve myths). Bastaría con modificar ciertos mecanismos económicos o sociales de carácter estructural para disminuir drásticamente el problema del hambre en el nivel mundial. El problema no es por lo tanto esencialmente tecnológico. Por ejemplo, la mayor parte de la ayuda internacional que busca “modernizar” los sistemas de producción de alimentos está dirigida a transformar los sistemas productivos preindustriales (campesinos o tradicionales) que han garantizado la autosuficiencia y la seguridad alimentarias de sus propios dueños, en sistemas agroindustriales especializados, altamente dependientes en insumos externos y muchas veces orientados a la generación de productos de exportación (en muchos casos, “postres” para los ciudadanos del primer mundo). En el área de la circulación de los alimentos destaca también el hecho de que bajo los esquemas de la rentabilidad económica, la mayor parte de los alimentos vegetales básicos (cereales, leguminosas y oleaginosas) son dirigidos a satisfacer los requerimientos alimenticios no de los seres humanos sino del ganado. Esta desviación provocada por los intereses de la acumulación económica y legitimada jurídica y socialmente mediante el respeto a las “leyes del libre mercado”, no sólo tiene implicaciones de carácter energético (pues resulta más eficiente obtener proteína vegetal que animal en términos de la energía y, por lo mismo, en función del espacio requerido durante la producción), socialmente priva a millones de seres humanos del consumo directo y más barato de los alimentos vegetales. Los volúmenes de alimentos vegetales desviados del consumo humano directo para alimentar a los animales de la ganadería industrializada son descomunales. Se estima que 70% de todo el grano básico producido en Estados Unidos se va para los alimentos balanceados, y cerca de un tercio de la producción mundial tiene el mismo destino (Rifkin, 1992). En México, donde el modelo de producción de alimentos ha imitado al del resto de los países industriales, este fenómeno no deja de ser igualmente irracional (Toledo, 1987). (Véase la figura 1.)
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vaca cerdo pollo huevo AGRICULTURA
Sorgo (100% nacional + 75% importado) Oleaginosas (70% nacional) Soya (100% nacional + 150% importada) Trigo (10%) Maíz (10% - 15%) PESCA
Anchoveta Sardina Otras especies (40% nacional)
figura 1. Una radiografía de los componentes de los alimentos balanceados utilizados en México para alimentar cerdos, pollos y reses durante los años ochenta (Toledo et al., 1989) mostró la extrema irracionalidad de este fenómeno. Los animales se comieron toda la producción nacional de sorgo más un volumen importado equivalente a 72% de lo producido internamente, hasta llegar a un total de ocho millones de toneladas de ese grano. Lo mismo pasó con 70% de la producción nacional de oleaginosas, pues contra lo que normalmente se piensa las oleaginosas tienen fundamentalmente un uso forrajero y sólo se utilizan en la industria aceitera de manera secundaria. Toda la producción nacional de soya (686 mil toneladas) más un millón de toneladas importadas de este producto, y entre 10 y 15% del maíz y 10% del trigo producido, terminó también en el estómago de los animales. Para coronar el absurdo, los mexicanos dejaron de comer cerca de 40% del total de la producción pesquera nacional, pues unas 400 mil toneladas de pescado fresco se convirtieron en harinas de pescado compuestas por dos especies: anchoveta y sardina para alimentos para pollos y cerdos.
En suma, la ecuación “mayor población, más hambre” es un monumento a la simplicidad. Entre las abundantes evidencias empíricas que desmienten ese supuesto, destaca el libro de Durham (1979), sobre El Salvador y Honduras, una de las áreas de mayor densidad demográfica en el mundo. Mediante una rigurosa investigación, ese autor mostró cómo el problema de la falta de alimentos no fue consecuencia del incremento de la población sino de otros factores tales como la injusta distribución de la tierra y las estrategias especializadas dirigidas a producir solamente productos de exportación, sacrificando la diversidad de productos alimenticios para el consumo local, regional y nacional. El supuesto de que la tecnología de las semillas transgénicas es vital para una mayor producción de alimentos en el planeta es igualmente
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dogmático. En principio, buena parte de los cultivos transgénicos no son de especies alimenticias (como el algodón o la colza) y otros se emplean como forraje (soya). Con excepción del arroz transgénico enriquecido con β−caroteno, que busca cubrir la deficiencia de vitamina a que padece una enorme parte de la población asiática, el resto de los cultivos transgénicos no tienen un objetivo claro y directo en relación con los problemas de hambre y desnutrición. Cuando se trata de aumentar los rendimientos por unidad de superficie resulta más barato, sencillo, independiente y sin riesgo adoptar ciertas técnicas y estrategias de carácter agroecológico que la nueva tecnología transgénica. Aun en el caso de cultivos tan esenciales como el maíz (caso de México), las variedades transgénicas que se ofertan son fácilmente superadas en términos de productividad por prácticas tradicionales, endógenas o agroecológicas. Tal es el caso del empleo de leguminosas como los llamados “abonos verdes”, capaces de incrementar los rendimientos del maíz hasta por 2 y 3 veces, además de ofrecer otros servicios, ésta ha sido una tecnología típicamente campesina que se ha expandido en el último decenio en las regiones tropicales húmedas de México y Centroamérica. (Véase la figura 2.) ABONOS VERDES (leguminosas) Fertiliza orgánicamente Evita erosión Elimina malezas Incrementa humedad Forraje Alimento Control de nemátodos
MILPA
Incrementa los rendimientos del maíz x2 / x3
Macuna spp. (frijo terciopelo, nescafé, picapica) Canavalia spp. (frijol, haba) Crotalaria spp. (chipilín) Cajanus cajan (chícharo gandúl) Thitonia sp. (árnica)
figura 2. La llamada “revolución de los abonos verdes”, práctica extendida entre los productores campesinos del sureste de México, permite incrementar los rendimientos de maíz hasta 2 y 3 veces mediante la siembra y manejo de leguminosas, las cuales abonan con nitrógeno el suelo de las milpas, eliminan malezas, aumentan la humedad del suelo y sirven como forraje y alimento. Una biotecnología agrícola apropiada debería contribuir a perfeccionar, no a sustituir, esta técnica agroecológica que es local, barata y sin riesgo alguno (para más información véase Buckles y Perales 1994 y <www.infoagro.go.cr/tecnología/priag/abonvmaiz.html>).
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Existe, por último, un desacoplamiento estructural entre los pequeños productores campesinos y las variedades de cultivos transgénicos que ofrecen las compañías. Mientras que los transgénicos, como sucedió con la llamada “revolución verde”, han sido diseñados para operar bajo los esquemas del monocultivo agroindustrial, altamente demandante de insumos externos y sobre medianas y grandes extensiones de tierra totalmente convertidas a la agricultura (agricultores medios y ricos); las familias campesinas tienen como estrategia de producción parcelas altamente diversificadas (policultivos) de pequeña escala y donde la búsqueda de la autosuficiencia hace que las prácticas agrícolas se encuentren articuladas e integradas a áreas ganaderas, forestales y agroforestales. (Véanse las figuras 3 y 4.)
Ekuaru
Milpa
Bosque de pino-encino
Otros cultivos
Potreros figura 3. En las zonas templadas de montaña, como la Meseta Tarasca en Michoacán, los sistemas campesinos combinan la milpa basada en la trilogía maíz, frijol, calabaza, además de amaranto y otros cultivos, con los potreros, las áreas forestales para extracción de madera, resina y otros productos y los huertos familiares llamados “ekuarus”.
Dicho de otra forma, los cultivos transgénicos no representan más que una versión más sofisticada de la misma tecnología agroindustrial que resulta de principio ajena a toda la racionalidad ecológica campesina (Toledo 1990) y dislocadora de sus modelos de uso múltiple, estrategia muy cercana a los planteamientos teóricos más avanzados del manejo ecológico de los recursos naturales (Berkes et al., 2000; Toledo et al., 2003).
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Potreros
Cocotal
Cañital
Otros cultivos
Milpa
Platanar Platanar
Palmar
huerto
Laguna Pantano
Río
figura 4. La articulación de la agricultura con la ganadería, la recolección, los huertos familiares e incluso la pesca, se pone de manifiesto en la estrategia de las comunidades chontales de los humedales de Tabasco.
biotecnología, agroecología y sociedad sustentable Como sucede con la mayor parte de los críticos, este autor no está en contra de la investigación biotecnológica, la cual correctamente diseñada constituye un instrumento con un enorme potencial. Ello significa que pueden visualizarse y llevar a la práctica modalidades de investigación biotecnológica realizados desde las universidades o los organismos públicos con estrategias y objetivos moralmente legítimos. En esta perspectiva, destacan las propuestas de, por ejemplo, G. Conway (2000), agroecólogo y presidente de la Fundación Rockefeller, quien invoca una modificación sustancial de la tecnología transgénica, que sea lo más libre posible, que sea adoptada por las instituciones científicas y públicas de los países menos desarrollados, y que responda realmente a las necesidades de los más de 800 millones de seres humanos que se estima padecen problemas de malnutrición en el mundo. De manera similar llama la atención el reporte elaborado por un grupo de destacados investigadores e impulsado por siete academias de ciencias (Inglaterra, Brasil, China, México, Estados Unidos y del
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tercer mundo), y que bajo el título de “Las plantas transgénicas y la agricultura mundial” (Anónimo, 2002) se inclina por un uso público, adecuado y responsable de la nueva tecnología. No obstante estos intentos bien intencionados, la biotecnología agrícola (y no sólo las semillas transgénicas) seguirá siendo cuestionada si continúa cautiva de un estilo de investigación que hoy ya no responde a la complejidad de las problemáticas. De entrada, la idea de que una simple modificación genética en una especie de planta logrará remontar situaciones moralmente injustas (en este caso, el hambre, la desnutrición o la pobreza rural), o es una declaración demagógica que intenta legitimar una investigación o es un acto de ingenuidad. La biotecnología sólo será realmente útil cuando deje atrás las ilusiones derivadas de una ciencia ideológica y políticamente neutras, y logre insertarse en las nuevas modalidades de hacer ciencia y, más específicamente, en los objetivos más generales de una ciencia para la sustentabilidad. Más allá del asunto ideológico hay, además, una limitante metodológica que atañe a la escala o el nivel de complejidad donde la innovación tecnológica actúa. En un ensayo reciente, Holling (1998) distingue dos principales enfoques en la investigación científica contemporánea, lo que él llama “la ciencia de las partes” y “la ciencia de la integración de las partes”. La primera, que domina la mayoría de las instituciones, publicaciones y proyectos de investigación contemporáneos, está basada en los paradigmas establecidos desde el siglo xvii (por autores como Newton, Descartes y Bacon), es analítica y de carácter mecanicista, monodisciplinaria, experimental y finalmente reduccionista. La segunda proviene de la biología evolutiva y de los enfoques sistémicos y es fundamentalmente interdisciplinaria. Su objetivo es incluir como parte del análisis procesos de diferentes escalas, y para ello combina los enfoques experimental, comparativo e histórico, y termina siendo el puente con sus contrapartes en las ciencias sociales. A pesar de la aparente disparidad de estos dos enfoques, Holling dejó establecido el siguiente axioma: Tanto “la ciencia de las partes” como “la ciencia de la integración de las partes” son esenciales para la comprensión y la acción. Todos los investigadores que se sienten más confortables trabajando en sólo una de estas dos corrientes están obligados a entender la otra corriente. De lo contrario, la ciencia de las partes puede caer en la trampa de proporcionar respuestas precisas a
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preguntas equivocadas y la ciencia de la integración de las partes en generar respuestas inútiles a preguntas correctas” (Holling, 1998: 6).
Si seguimos los razonamientos anteriores, para el caso de la producción agrícola de alimentos, la biotecnología opera como la contraparte de la agroecología, que busca ser interdisciplinaria, holística, integradora de los saberes milenarios y empíricos de los productores (investigación participativa) y socialmente útil. Todo ello mediante el diseño y aplicación de sistemas productivos sustentables (Altieri, 1996). Examinemos el caso de los campesinos mexicanos cuya agricultura tiene como eje el maíz, que es sin duda el alimento vegetal más importante del país (especialmente en las áreas rurales). Una biotecnología agrícola apropiada debería ser diseñada en permanente interacción con los agroecólogos y debería responder a las necesidades concretas y específicas de los sistemas maiceros (por ejemplo, resistencia a las sequías, heladas y otros eventos), las milpas poliespecíficas de pequeña escala, la integralidad de la agricultura con la ganadería y las áreas forestales, y la estrategia campesina de uso múltiple, autosuficiencia alimentaria y manejo de la biodiversidad. (Véanse las figuras 5 y 6.)
De temporal Sin barbecho De humedad Sistemas de producción de maíz (1081)
De riego
Tradicional de zonas áridas 16.4 Anual de secano 56.3 Intensivo 4.5 ……………………………… 1.9
1 año………………………6.3 Con barbecho
2-7 años………………… 13.2
20.9
> de 7 años……………… 1.4
figura 5. De acuerdo con el detallado estudio de Montañéz y Warman (1985), que ante la falta de información sigue siendo la referencia más confiable, 72% de los productores de maíz en México se localiza en zonas con fuertes limitantes de lluvia (sistemas tradicional de zonas áridas y anual de secano), mientras que 20.9 % enfrenta limitantes edáficas, de tal suerte que se ven obligados a dejar descansar las parcelas de 1 a varios años. Una biotecnología agrícola apropiada debería concentrarse en la búsqueda de variedades de maíz capaces de resistir o de remontar estas limitaciones, dentro de una estrategia de carácter agroecológico, y matizando la investigación de acuerdo con cada región ecogeográfica.
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figura 6. El nivel de complejidad de la producción de una sola comunidad campesina se hace evidente en el caso de Plan de Hidalgo, Veracruz, una comunidad indígena totonaca integrada por 166 familias, cada una de las cuales dispone un promedio de 8 hectáreas de tierra. Cada familia combina hasta 6 unidades de paisaje o de “uso del suelo”: 1] milpa (donde el maíz se combina con hasta 25 de otras especies de plantas útiles); 2] huertos familiares (que ofrecen toda una gama de alimentos); 3] cultivos comerciales (cash crops); 4] potreros para ganado; 5] selvas para producción de vainilla y, 6] selvas secundarias (para extracción de frutos, hojas de palma, leña y otros productos). La figura muestra el porcentaje de familias que adoptan alguna de las 6 combinaciones posibles e indica la superficie promedio en hectáreas. Un diseño apropiado de biotecnología agrícola para productores campesinos del trópico húmedo debería dirigirse a solucionar problemas específicos (de plantas cultivadas, ganado, especies forestales y agroforestales, etc.) dentro del contexto de la estrategia del uso múltiple, la cual resulta ecológica y económicamente exitosa (para detalles véase Toledo et al., 1994 y 2003).
En suma, no se puede realizar una biotecnología socialmente responsable, si la investigación se diseña únicamente desde los laboratorios y sin ninguna interacción con los investigadores de las otras disciplinas (naturales y sociales) dedicados al tema de la producción de alimentos, los propios productores y una visión amplia que permita contextualizar el significado de lo que se investiga en el marco de las relaciones entre los sistemas ecológicos y los sociales (Kates et al., 2001).
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final El dilema actual de la ciencia será cada vez más entre una investigación inescrupulosa al servicio de intereses mercantiles o bélicos, que servirá para apuntalar, no para remontar, la sociedad del riesgo, y una nueva modalidad de “ciencia para la sociedad sustentable” que implica una re-formulación profunda de los principios, enfoques, métodos y aplicaciones de la investigación científica. Llevado al campo de la agricultura y la producción de alimentos, la disyuntiva anterior se traduce entre una nueva generación de investigación agroindustrial basada cada vez más en la manipulación biotecnológica (genómica), o en la búsqueda de opciones alternativas de carácter agroecológico, en donde por supuesto las contribuciones de la biotecnología deben incluirse. Todo indica que, sin una reformulación y una autocrítica profundas de quienes se dedican a la investigación biotecnológica, los omg lejos de lo que pregonan sus creadores sólo contribuirán a incrementar la “tragedia de la agricultura industrializada” (Kimbrell, 2001) y, por lo mismo, a ensanchar la llamada “sociedad del riesgo”.
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ASPECTOS ECOLÓGICOS, BIOLÓGICOS Y DE AGROBIODIVERSIDAD DE LOS IMPACTOS DEL MAÍZ TRANSGÉNICO1 elena álvarez-buylla roces∗
resumen
Estado del conocimiento: áreas de consenso México como centro de origen y diversidad de maíz: estado actual de la biodiversidad en razas locales y teosintes silvestres La planta de maíz es una Graminae anual, Zea mays ssp. mays L., y su grano es el que alcanza la mayor producción en el mundo. En México es el cultivo más importante por área sembrada (más de siete millones hectáreas en 2001) y el segundo en términos de producción gruesa (18.6 millones de toneladas en 2001, incluyendo un millon de hectáreas de maíz híbrido). México es el centro de origen y diversidad de las razas de maíz, con más de 60 razas reconocidas hasta ahora y muchas más subrazas y variedades locales. En México también crecen varios de los teosintes, parientes silvestres del maíz, entre los cuales se encuentra el ancestro putativo del maíz y el teosinte perenne. Varios de estos teosintes y razas de maíz se encuentran en peligro de extin1 Documento preparado para la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte. * Instituto de Ecología, unam. The author(s) acknowledge(s) the generous support of the Commission for Environmental Cooperation of North America in the development of this research. An earlier version of this paper was prepared as a background document for the Commission for Environmental Cooperation Article 13 Report on Maize and Biodiversity: The Effects of Transgenic Maize in Mexico that will be submitted to the North American ministers of the environment in 2004. La autora agradece el apoyo generoso de la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte para el desarrollo de esta investigación. Una versión anterior de este artículo se preparó como un documento de respaldo para la Comisión de Cooperación Ambiental, “Artículo 13, Reporte sobre maíz y biodiversidad: los efectos del maíz transgénico en México”, que se enviará a consideración de los ministros del medio ambiente en 2004.
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ción por cambios de uso del suelo recientes y degradación ambiental general. Su conservación es prioritaria independientemente del posible impacto de la introducción de transgénicos.
Efectos de la liberación al ambiente de variedades transgénicas de maíz En términos ecológicos, los riesgos hasta ahora más discutidos de la liberación de transgénicos en el ambiente son los que se derivan del movimiento no intencional de los transgenes a poblaciones —de variedades tanto cultivadas como silvestres— para las cuales dichas transformaciones genéticas no fueron diseñadas. En el caso del maíz en México, los datos se resumen en dos aspectos fundamentales: 1] la posibilidad de introgresión (que los transgenes entren y persistan) de las variedades transgénicas hacia las razas de maíces locales o criollos y hacia los parientes silvestres del maíz que se encuentran en México y, 2] las consecuencias biológicas de esta introgresión.
Flujo génico El flujo génico de maíz a teosinte (Z. m. ssp. mexicana) ocurre a tasas bajas en cada generación, pero cuando las plantas crecen en proximidad, los alelos de los cultivos introgresan a las poblaciones de los parientes silvestres después de varias generaciones. También se ha documentado introgresión de caracteres genéticos de variedades mejoradas a nativas cuando ambas crecen incluso a distancias mayores de varios cientos de kilómetros. Por lo tanto, el flujo génico y la introgresión a variedades locales cultivadas y silvestres será difícil de evitar una vez que crezcan plantas transgénicas en los campos mexicanos. Además, los individuos de teosinte y maíz portadores de los transgenes pueden constituirse en puentes para la introgresión de los transgenes a nuevas variedades. Finalmente, el intercambio de semillas entre agricultores puede también hacer que las áreas en las cuales ocurra la introgresión sean mayores a las que se esperan por el flujo génico vía polen.
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Consecuencias del flujo génico Persistencia de transgenes Una vez que ocurre el flujo génico, la permanencia de los transgenes dependerá de los efectos que tengan éstos en la adecuación de los individuos como consecuencia de la expresión de los transgenes. Si estos efectos son neutrales, el transgén permanecerá en la población con una frecuencia que dependerá de la frecuencia del flujo génico. Si el transgén aumenta la adecuación de los individuos que lo portan, éste aumentará hasta fijarse, y si disminuye, bajará en frecuencia hasta desaparecer. Se resumen los efectos esperados de la introgresión a variedades silvestres y nativas de maíz en México de los transgenes objeto de los desarrollos biotecnológicos desregulados hasta ahora en Estados Unidos. Generación de malezas por resistencia a herbicidas y plagas Para el caso particular del maíz, la introducción de resistencia a herbicidas y plagas podría ser problemática en sitios en donde el teosinte se considera maleza y se controla con el herbicida en cuestión o, de manera natural, por las plagas afectadas por la expresión del transgén. En ambos casos se espera la aparición de teosintes-malezas difíciles de controlar y en ninguno se espera la evolución de malezas a partir de variedades de maíz. Esterilidad masculina No se espera ni permanencia ni consecuencias negativas producto de genes cuya expresión confiere esterilidad masculina al maíz. Erosión genética En especies de polinización abierta, como el maíz, la recombinación aseguraría que los efectos detrimentales sobre la variabilidad genética producto de la introgresión de transgenes se restrinja a porciones del genoma sumamente pequeñas.
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Evolución de insectos resistentes y generación de nuevas plagas Resulta claro que si ocurre el flujo no intencional de los transgenes que expresan la toxina Bt, que confiere resistencia a plagas de lepidópteros a poblaciones no sujetas a regulación, se pueden originar plagas de insectos que serán difíciles de controlar. Efectos no esperados Se podrían presentar efectos no esperados tanto por la posibilidad de impactar especies que no son el blanco del desarrollo biotecnológico como por efectos pleiotrópicos. Para el primer caso se ha explorado el posible impacto de la toxina Bt en las larvas de mariposa monarca en México. Los resultados más recientes sugieren que el impacto será menor dados los niveles de exposición esperados. En el segundo caso se han registrado efectos pleiotrópicos de la expresión de la toxina en condiciones experimentales. En cualquier caso es recomendable monitorear los efectos de los transgénicos a largo plazo bajo las condiciones ambientales en las cuales se liberan.
Estado de conocimiento: áreas de debate México como centro de origen y diversidad del maíz: estado actual de la biodiversidad en razas locales y teosintes silvestres Es importante resolver el debate en torno al número y las relaciones genealógicas de las razas de maíz para que el resultado sea referencia de cualquier análisis sobre el impacto de los transgénicos.
Efectos de la liberación en el ambiente de variedades transgénicas de maíz Flujo génico Se ha enfatizado el flujo de las variedades transgénicas a las silvestres, pero el flujo de cultivar transgénico a no transgénico es igualmente importante. A partir del artículo de Quist y Chapela (2001) publicado en Nature, se ha debatido la posibilidad de que hubiera ya introgresión a maíces criollos de Oaxaca. Datos recientes recabados por dos laboratorios mexicanos bajo encargo del ine y la conabio sugieren la
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presencia de transgénicos en los genomas de razas locales colectadas de Oaxaca y Puebla. Pero son necesarios más experimentos para corroborar lo anterior.
Consecuencias del flujo génico Se debate ya la importancia de este tipo de efectos, pero es necesario recabar más información y desarrollar modelos para analizar los posibles impactos a largo plazo.
Áreas con asuntos no resueltos y controvertidos: temas prioritarios en los que se necesita mayor investigación para mejorar el entendimiento de los riesgos que la biodiversidad reviste Resulta de altísima prioridad saber a ciencia cierta si ha ocurrido ya flujo génico e introgresión de transgénicos a variedades locales. Dado que el flujo génico y la introgresión de variedades transgénicas a variedades locales de maíz que se usan para alimento humano o animal son claramente posibles, si no ya un hecho, es particularmente preocupante que pueda haber introgresión en variedades utilizadas para el consumo animal o humano por variedades creadas para producir sustancias industriales o fármacos. Estos desarrollos podrían afectar la seguridad alimentaria, de ahí que resulte prioritario evaluarlos y en su caso tomar medidas de contención o freno. Otros aspectos en los que resulta importante hacer más investigación por su posible impacto son: transferencia horizontal incluyendo la transferencia de la resistencia a antibióticos; acumulación en el ambiente de adn desnudo, como posible desecho biotóxico, y posible inestabilidad genómica de los transgenes.
estado del conocimiento: áreas de consenso La planta de maíz es una especie de pasto (familia: Graminae) anual, Zea mays ssp. mays L., que produce el grano de maíz (técnicamente, el fruto) en la infrutescencia femenina o mazorca. El maíz es un cultivo
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muy versátil que se destina al consumo animal y humano en bruto o procesado de múltiples maneras. La mayor parte de su producción se concentra en América y Estados Unidos, que es el mayor productor —aproximadamente 40% de la producción mundial—, seguido de China, Brasil y México. En México, el maíz es el cultivo más importante por área sembrada (más de siete millones de hectáreas en 2001) y el segundo en términos de producción gruesa (18.6 millones de toneladas en 2001, incluyendo un millón de hectáreas de área sembrada de variedades de híbridos mejorados).
México como centro de origen y diversidad del maíz: estado actual de la biodiversidad en razas locales y teosintes silvestres Toda evidencia arqueológica y biológica señala que el maíz se originó en México, quizás en el occidente del país (Benz, 1986) o en la cuenca del Balsas (Iltis, 1987; Doebley, 1990) hace entre 7 500 y 10 000 años (Wang et al., 1999; Tenaillon et al., 2001). México ha aportado al menos 50 razas de maíz adaptadas a diferentes condiciones climáticas y altitudes que van desde 0 hasta 2 700 msnm (Hernández-X., 1985; Sánchez, 1993; Iltis y Doebley, 1980). Sin embargo, se considera que en México debe haber 60 o más razas de maíz nativas (B. Benz, comunicación personal), además de que a las razas principales se suma una gran cantidad de subrazas y variedades locales aún no bien caracterizadas. Los teosintes o maíces silvestres tuvieron y tienen una función importante en la generación de esta variedad de razas de maíz en México (Welhausen et al., 1952; Wilkes, 1972 y 1977; Hancock, 1992). En su mayor parte, los teosintes obedecen a las prácticas agrícolas tradicionales (Sánchez y Ordaz, 1987) y son reconocidos como los parientes silvestres más cercanos del maíz (Doebley e Iltis, 1980; Doebley, 1980). De hecho, a uno de los teosintes se le considera el ancestro del maíz: Zea mays subesp. parviglumis (Doebley, 1990; Iltis, 2000). Otro de los teosintes goza de particular importancia porque es perenne y puede ser la base para el mejoramiento de razas cultivadas que puedan permanecer y no tener que cultivarse cada año. Además de su importancia como ancestro del maíz o fuente de variabilidad genética para mejoramiento, el teosinte (Zea mays L. subsp. parviglumis; Iltis y Doebley, 1980) tiene un alto potencial como planta forrajera, en particular para la engorda de ganado vacuno y equino (Miranda et al., 2001), aunque en la mayoría de los casos es una male-
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za. Representa un recurso estratégico sobre todo para la agricultura de subsistencia, que normalmente se lleva a cabo en suelos de mala calidad agrícola, propicios para el crecimiento de los teosintes. Muchas de las razas de maíz y la mayoría de las subespecies de teosinte se empiezan a considerar en peligro de extinción (Blancas, 2001; Sánchez, comunicación personal). El tamaño y la distribución de sus poblaciones se han visto afectadas por el cambio de uso del suelo, la agricultura intensiva y la urbanización (Wilkes, 1996; Sánchez y Ruiz, 1996). Por lo tanto, independientemente del posible impacto de la introducción de variedades transgénicas de maíz, la conservación de las razas mexicanas y de las especies de sus parientes silvestres es prioritaria, asunto de seguridad alimentaria para México y el resto del mundo, y depende de esfuerzos in situ y ex situ. A pesar de que se dispone de recolecciones considerables de las variedades de maíz en México, sabemos que hay razas no registradas. Por ejemplo, el cimmyt cuenta con 8 264 colecciones de maíz, pero faltan al menos 2 mil para alcanzar la colección completa de las razas de maíz mexicano (Taba, comunicación personal). De teosintes hacen falta muchas más colecciones. Una buena fuente de información sobre el estado actual de la distribución, conservación en bancos de germoplasma y caracterización de la diversidad regional de teosintes de México se puede encontrar en Sánchez et al. (1998). Las variedades mejoradas representan casi 24% de la diversidad genética de las razas locales de maíz en México (Tenaillon et al., 2001 y 2002). Los patrones de diversidad genética poblacional para las razas de maíz y las poblaciones de teosinte asociado con estas razas se han estudiado muy poco (Blancas, 2001). La biodiversidad de maíces cultivados y silvestres se relaciona con una diversidad de sistemas productivos que forman mosaicos, porciones de áreas naturales diversas que van desde bosques de coníferas en las zonas templadas hasta selvas altas perennifolias en las zonas cálidohúmedas. El grado de conservación de estos ecosistemas agrícolas y naturales es variable a lo largo del país y constituye el contexto ecológico en el que se habrán de evaluar los posibles impactos de la introducción de variedades transgénicas.
Efectos de la liberación en el ambiente de variedades transgénicas de maíz La mayor parte de las discusiones sobre los efectos ecológicos de los transgénicos se centra en las características o atributos que se
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expresan en las plantas como resultado de la introducción de genes particulares por medio de la tecnología del adn recombinante. Sobre todo se han discutido la posibilidad de que los transgenes no se puedan contener en las áreas aprobadas para su cultivo, el impacto ecológico de estos posibles escapes a zonas no planeadas y la introgresión o permanencia de los transgenes escapados en poblaciones de especies (silvestres o cultivadas) para las cuales no se desarrollaron originalmente. En contraste, los riesgos ecológicos derivados del proceso de modificación genética por medio de técnicas de adn recombinante se han discutido mucho menos. Estos riesgos se derivan de: a] las incógnitas actuales sobre el proceso de transformación genética de plantas y animales, y b] los efectos difíciles de predecir o inesperados de la liberación ambiental de animales o plantas transgénicas. Estos últimos efectos dependen de la complejidad espacio-temporal de los sistemas ecológicos. Son muchas las lagunas de conocimiento y muchos los puntos de debate en relación con estos dos aspectos. Por tanto, dejamos su discusión para la sección de puntos de debate y áreas por estudiar. A continuación discutimos los riesgos para la biodiversidad que se derivan de la expresión de los genes objetivo de los desarrollos biotecnológicos que se siembran en campos abiertos, en el caso de escapes de los transgénicos a sitios y especies no contemplados en el desarrollo inicial ni aprobados para su cultivo. Nos centramos en las posibles consecuencias para el maíz y las condiciones naturales de México de este flujo génico no deseado. Flujo génico La dispersión de polen es diferente para cada especie cultivada o silvestre pero, dentro de una misma especie, la dispersión polínica de las plantas transgénicas es muy similar a la de sus contrapartes no transgénicas. En el caso de los transgénicos, la mayor preocupación es que los transgenes se incorporen en las poblaciones de parientes silvestres de los cultivos objeto de la biotecnología. En una revisión reciente (1999), Ellstrand y colaboradores presentaron evidencia clara y extensa de la ocurrencia de hibridización espontánea entre la mayoría de los cultivos y sus parientes silvestres. En algunos casos se documenta la producción de malezas, con consecuencias devastadoras, como producto de la hibridización (Ellstrand, 2001). La dispersión a largas distancias ocurre sólo con una pequeña fracción del polen pro-
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ducido. Sin embargo, el hecho de que una fracción del polen viaje distancias considerables hace que el aislamiento total sea una práctica casi imposible. Además, la progenie de plantas polinizadas de manera no intencional por variedades transgénicas puede servir de “puente” para transferir esos transgenes a otras variedades cultivadas o a sus parientes silvestres (National Academy of Sciences, 2002). Es menor la evidencia de flujo entre cultivares (Ellstrand, 2001). Sin embargo, dada la evidencia resumida en el párrafo anterior, es posible esperar altas tasas de entrecruzamiento entre distintas variedades cultivadas de una misma especie. De hecho se dispone ya de varios casos documentados de flujo de transgenes a variedades para las cuales no fueron diseñados. Éste es el caso, por ejemplo, de la canola (Hall et al., 2000). Estos casos y otros apuntan hacia el hecho de que la contención de transgénicos será prácticamente imposible una vez que se comercialicen o desregulen (Hodgson, 2002), a menos de que se desarrollen métodos muy eficientes para su contención. El maíz es un grano de polinización abierta o fertilización cruzada (Frankel y Galun, 1977). Por lo tanto, las distintas variedades de maíz locales y mejoradas (híbridos mejorados industrialmente) se pueden entrecruzar de manera natural entre sí y con sus parientes silvestres, los teosintes. En caso de crecer en cercanía, las variedades transgénicas podrían, de manera natural, polinizar y ser polinizadas por las variedades nativas y los maíces silvestres o teosintes. En este trabajo se resume la evidencia de este flujo génico para el maíz en México. Los parientes silvestres más cercanos del maíz, los teosintes, agrupan a varias especies dentro del mismo género: Zea (Sánchez y Ruiz, 1996). La presencia de teosintes se extiende a Centroamérica, hasta Nicaragua (Sánchez y Ruiz, 1996; Serratos, en preparación). Es probable que algunas de las especies o poblaciones de teosintes se extinguieran por la introgresión del maíz (Small, 1984). La mayoría de los teosintes se pueden polinizar artificialmente y dar híbridos fértiles (Goodman, 1995); las cruzas con Z. m. ssp. mexicana son más complicadas (Kermicle, 1997), y los híbridos de maíz con Z. perennis resultan estériles (Doebley, 1990). El maíz se puede incluso cruzar con especies de Tripsacum (Goodman, 1995), aunque esto no se ha documentado en condiciones naturales. En campos donde domina Z. m. ssp. mexicana, es común encontrar híbridos espontáneos (Wilkes, 1996 y 1977). Análisis de aloenzimas en muestras de Z. luxurians, Z. diploperennis, y Z. m. ssp. mexicana sugieren niveles muy bajos de introgresión de maíz a estos teosintes (Doebley 1990). Esta conclusión se
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apoya con datos del espaciador interno del adn ribosomal (Buckler y Holtsford, 1996). En contraste, los análisis citogenéticos de Kato (1997) muestran que no ha habido introgresión, y lo mismo se ha encontrado con el análisis de aloenzimas de colecciones de semillas de teosintes que crecieron entremezclados con maíz (Doebleyl, 1990). Pero este tipo de evidencia no se ha recabado para Z. m. ssp. parviglumis ante la falta de marcadores específicos. La evidencia más clara de introgresión de alelos de maíz a poblaciones de teosintes recabada hasta ahora, sin embargo, proviene del trabajo de Blancas (2001). Este trabajo utilizó 18 loci aloenzimáticos y analizó poblaciones de maíz y teosinte simpátricas y alopáticas. Encontraron que las parejas de poblaciones de maíz-teosinte simpátricas tenían distancias genéticas menores a cualquier otra pareja de poblaciones, incluidas aquellas que consistían de dos poblaciones alopátricas de la misma especie. Al analizar individuos morfológicamente intermedios entre el maíz y el teosinte, encontraron en ellos alelos distintos a las líneas parentales, y concluyeron que éstos son híbridos pero que representan un linaje que evoluciona de manera independiente de los linajes parentales. En campos de cultivo experimentales también registraron introgresión de maíz a teosinte, pero en tasas menores a 1% por generación (Ellstrand, Clegg, Blancas y Garner, trabajo en preparación). El flujo génico entre diferentes variedades nativas y mejoradas de maíz en México se ha documentado en varios estudios (por ejemplo, Castillo González y Goodman, 1997; Louette et al., 1997). En este caso, las tasas de polinización cruzada son muy altas: hasta 60% de las semillas de una raza criolla provenían de una variedad mejorada que crecía en proximidad. Esto ha ocasionado que algunas variedades locales se parezcan mucho a algunas variedades mejoradas (véanse referencias en Castillo González y Goodman, 1997). Los resultados anteriores sugieren que es difícil mantener una variedad de maíz genéticamente aislada de las variedades circundantes. Sin embargo, se ha determinado que para la producción de semilla certificada es suficiente separar 200 m las parcelas. Esta distancia limita bastante el flujo génico pero no lo impide totalmente. Datos sobre el estado de Nayarit en México sugieren que a 200 m ocurre flujo génico entre una fuente experimental y una variedad receptora, aunque ya no lo hay a 300 m (Ellstrand, comunicación personal). Por otro lado, en la India se establece que la distancia mínima es de 400 m (Tunwar y Singh, 1988), mientras que para la fao es de 600 m
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(Kelly y George, 1998). Quizá lograr desfasamientos en las fenologías de las variedades sea una forma de aislamiento más eficiente que la separación física (Kelly y George, 1998). Pero, en resumen, en el campo mexicano parece bastante difícil aislar una variedad transgénica de otras y de las poblaciones de teosintes. Estimulados por el riesgo de flujo génico no deseado, se hacen esfuerzos por incorporar en las construcciones transgénicas secuencias que afecten la viabilidad del polen y por tanto impidan el flujo de genes vía polen transgénico. La migración genética en plantas no es producto sólo del movimiento de polen (gametos) sino también del de semillas y granos (cigotos), así como de estructuras vegetativas como tubérculos, rizomas, rosetas, bulbos y bulbillos (módulos o ramets). En las poblaciones naturales, este movimiento depende de agentes naturales. Pero para el caso de los cultivos como el maíz, depende sobre todo de los agricultores. A pesar de que hay importantes normas de regulación del intercambio de semillas en México (la ley federal de variedades vegetales, los derechos de mejoradores vegetales y la ley federal de producción, inspección y certificación de semillas), las prácticas de almacenamiento de semillas para futuras temporadas son comunes y en general, las semillas a las cuales los agricultores tienen acceso se intercambian sin regulación estricta. En México, los flujos de semillas de maíz por intercambios (intencionales o no) desempeñan un papel importante en la determinación del flujo génico entre variedades de maíz y la diversidad de este cultivo en las localidades. Estos flujos sociales se sobreponen al flujo biológico y pueden afectar significativamente la composición y estructura genética de las poblaciones. Además, el hecho de que la mayor parte de los pequeños agricultores posea varias parcelas pequeñas esparcidas en el paisaje los vuelve incapaces de predecir y controlar el flujo génico natural entre variedades (Bellon y Brush, 1994). Esta situación crea una condición en la cual numerosas poblaciones diferentes se siembran unas al lado de otras, lo que favorece el flujo génico entre diferentes variedades y razas de maíz, así como con sus parientes silvestres: las parcelas de maíz están intercaladas en áreas naturales en regeneración, y en éstas y en las orillas de las parcelas crecen los teosintes. En algunos casos, los teosintes se encuentran también asociados o dentro de las parcelas de maíz. De hecho, las actividades agrícolas tienen un impacto directo en la regeneración del teosinte y en la regulación de la introgresión entre el maíz y el teosinte —por ejemplo, Zea diploperennis necesita de perturbaciones antrópicas (roza, tumba y quema o perturbaciones
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similares) para asegurar su permanencia y evitar su extinción local (Sánchez-Velásquez, 2001). La entrada de los transgenes en una población no asegura que puedan persistir en las poblaciones receptoras, sean silvestres o cultivadas. Es decir, el entrecruzamiento no asegura la introgresión. Para que los genes permanezcan en las poblaciones silvestres y ocurra la introgresión, es necesario que la adecuación de los híbridos sea igual o mayor que la de la de los individuos de las variedades parentales. Los datos apuntan a que, en la mayoría de los casos, los híbridos son tan adecuados (fit) o más que los individuos silvestres puros (Ellstrand et al., 1999), al extremo de dar lugar, en la mayoría de los casos, a la evolución de malezas nuevas (Ellstrand y Schierenbeck, 2000). También hay evidencia, aunque mucho menos documentada, de que la hibridación aumenta el riesgo de extinción de los parientes silvestres (Ellstrand et al., 1999). Una vez que la introgresión ocurre, el efecto biológico de los transgenes depende del efecto fenotípico del gen insertado (Ellstrand y Hoffman, 1990). Contamos ya con datos de efectos biológicos en relación con algunas de las 22 variedades transgénicas aprobadas y liberadas en Estados Unidos <www.agbios.com>. Los transgenes en estas variedades confieren al maíz resistencia a herbicidas, resistencia a una o varias plagas de lepidópteros, esterilidad masculina o una combinación de estas tres características. Para cada caso son diferentes, tanto la posibilidad de persistencia de los transgenes después de su introgresión a variedades locales no transgénicas o a los teosintes, como el efecto biológico de su introgresión. Además de los procesos naturales involucrados en determinar la permanencia de los transgenes en las variedades cultivadas y naturales, probablemente la influencia más importante y menos documentada en el mantenimiento de las razas de maíz, provenga de las prácticas del agricultor. Particularmente, de las prácticas de selección de semillas para la siembra que a su vez afecta el flujo génico. Sin embargo, los transgenes pueden no ser detectados por los agricultores a menos de que determinen caracteres fenotípicos claros que puedan ser identificados por los agricultores y sujetos a selección. Algunos de estos aspectos se tratan en el trabajo del profesor Altieri. Consecuencias del flujo génico Persistencia de transgenes después del flujo génico. La persistencia de los transgenes dependerá de su efecto en la adecuación relativa (igual al
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producto de la probabilidad de sobrevivencia y reproducción de los individuos que expresan los transgenes en comparación con aquellos que no lo expresan) de los receptores. Si la adecuación que confieren los transgenes es igual a la que tienen los individuos sin los transgenes, entonces decimos que estos alelos transgénicos son neutros. Por ejemplo, la tolerancia a herbicidas será una característica neutra en las plantas a menos de que éstas sean tratadas con el herbicida para el cual fueron diseñados los transgenes de resistencia. Pero la resistencia a lepidópteros aumentaría la adecuación en sitios en donde estos insectos normalmente merman la probabilidad de sobrevivencia o reproducción de las plantas. Finalmente, se espera que la esterilidad masculina merme la probabilidad de reproducción vía polen en cualquier caso y ambiente. Es claro que en algunos casos (resistencia a insectos) se espera persistencia en las poblaciones nativas o cultivos locales receptores, incluso después de un solo evento de introducción de transgenes. Por esta razón es importante mantener en México esquemas de monitoreo eficientes que evalúen la presencia de transgenes en poblaciones nativas de teosintes y en maíces criollos. La posibilidad de que estos transgenes hayan introgresado en los maíces criollos en México aún se debate a partir de la publicación de Quist y Chapela (2001). Detallamos este debate en la siguiente sección. Aquí profundizamos en las condiciones que pueden mediar la persistencia de los transgenes una vez que llegan a una población receptora. Consideremos el caso en que ocurre un solo hecho de hibridación entre algunos individuos para los cuales está fijo un transgén (donadores) y una población de plantas no transgénicas (cultivadas o silvestres). Supongamos que en la progenie que resulta de este evento de hibridación los transgenes tienen una proporción p. La teoría de genética de poblaciones propone que con este único hecho de flujo génico, el transgén permanecerá con esta frecuencia si no tiene efectos fenotípicos en la población receptora. Es decir, si la adecuación de los híbridos portadores del transgén es igual a la de los individuos sin el transgén. Pero si el transgén produce un aumento en la adecuación, su frecuencia aumentará en cada generación hasta llegar a uno, es decir, hasta fijarse en la población receptora. En contraste, si el transgén provoca un decremento en la adecuación de los individuos que lo portan en comparación con los que no lo portan, entonces su frecuencia disminuirá en cada generación hasta llegar a cero o perderse (Ellstrand, 2003). Éste es el caso más simple. En el caso en que el flujo génico es recurrente y proviene de una fuente uniforme,
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aun cuando los transgenes sean neutrales, los individuos que los portan aumentarán en frecuencia con cada generación. Es claro que en este caso los trangenes que confieren ventajas se fijarán muy rápido; pero si confieren desventajas, también se mantendrán a frecuencias intermedias, que dependerán del balance entre la presión de selección negativa por la desventaja que confieren y la tasa de flujo génico (Ellstrand, 2003). Generación de malezas por resistencia a herbicidas y plagas. Existe evidencia abundante de que los cultivos mejorados por prácticas tradicionales para resistir a plagas y enfermedades pueden hibridarse con sus parientes silvestres y propiciar la evolución de malezas más competitivas. En el caso de plantas transgénicas con modificaciones que proporcionan resistencia a plagas que no se encuentran en los parientes silvestres, el flujo de transgenes puede tener un valor selectivo distinto, en parte porque en estos casos no existe una historia coevolutiva entre el cultivo y la plaga o patógeno. Como se dijo líneas arriba, en el caso de transgenes que proporcionan resistencia a herbicidas, en principio no se esperaría ninguna ventaja adaptativa del portador en un ambiente natural en el que no se utiliza el herbicida. Sin embargo, en muchos casos los cultivos y sus parientes silvestres se distribuyen en el mismo ambiente o en su proximidad. En estos casos, la transferencia de tolerancia a herbicidas puede hacer plantas silvestres difíciles de controlar, como en el caso de los parientes silvestres de las plantas cultivadas (Hall et al., 2000). Por ejemplo, los parientes silvestres de la canola con introgresión se pueden vovler difíciles de manejar. En canola hay ahora cuatro variedades resistentes a herbicidas (tolerancia a Bromoxnyl de Rhone-Poulenc Rorer, que es ahora parte de Bayer Cropscience) y la variedad pursuit generada por mutagenesis. En el afán de buscar plantas resistentes distintas a las silvestres se han generado plantas triple-resistentes, recombinaciones genéticas de las tres líneas originales. Aunque estas plantas aún pueden manejarse con otros herbicidas, es claro que se pueden enfrentar problemas agrícolas difíciles de solucionar una vez que hay introgresión de genes de variedades transgénicas que confieren resistencia a herbicidas en poblaciones silvestres que crecen cerca del cultivo tratado con herbicidas. Aunque la tendencia actual es producir herbicidas cada vez menos nocivos para el ambiente, si se inicia una carrera de inserción de transgenes para mantener el valor comercial de los productos, se puede llegar a casos como el anterior y esto puede también conducir
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a la necesidad de utilizar herbicidas cada vez más poderosos y más nocivos para el ambiente. Una medida para evitarlo sería no introducir más de un tipo de resistencia en cultivos que pueden entrecruzarse, como es el caso del maíz. Para el caso particular del maíz, la introducción de resistencia a herbicidas podría ser problemática en sitios en donde el teosinte se considera maleza y se controla con el herbicida en cuestión. En este caso, la inserción del transgén de resistencia en el teosinte llevaría a la evolución de una maleza difícil de manejar. Algo similar podría ocurrir con la resistencia a plagas por la expresión de la proteína Cry, cuya toxicidad depende de la especie de insecto y de la variante proteica utilizada (Sears et al., 2001). Es previsible que si esta resistencia pasa a un teosinte que naturalmente se controla por lepidópteros susceptibles a la proteína expresada en las plantas transgénicas, también podría darse la evolución de supermalezas. Sin embargo, en este caso el teosinte sería resitente a la plaga de lepidóptero pero no a un herbicida adecuado para su control. En cualquier caso, no se espera que alguno de estos dos tipos de resistencia pueda convertir una variedad de maíz criolla en maleza. Esterilidad masculina. La expresión de esterilidad masculina no debe producir efectos biológicos dañinos para el caso mexicano porque es poco probable que estos transgenes lleguen a México y porque la expresión de este carácter acarrearía desventajas tanto a las plantas de maíz como al teosinte que lo llegaran a expresar. Evolución de insectos resistentes y generación de nuevas plagas. En condiciones naturales, la resistencia de las plantas a los insectos que las consumen es resultado de un proceso dinámico que ha evolucionado por muchos millones de años. Generalmente ocurre una carrera coevolutiva entre las poblaciones de plantas y las poblaciones asociadas de insectos en las que se seleccionan los individuos que superan los mecanismos de resistencia de las plantas. Esto promueve la evolución de nuevos mecanismos de resistencia en las plantas, y a su vez nuevas variantes de insectos resistentes, y así sucesivamente. Este patrón también ocurre entre las plantas cultivadas y sus plagas, y es probable que también ocurra de manera similar en la mayoría de los casos en los que se generalice el uso de cultivos que expresan la proteína Bt. Existen diversas variedades desreguladas en Estados Unidos, modificadas genéticamente para expresar la proteína Cry1Ab de una
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bacteria del suelo muy común: Bacillus thuringiensis. La mencionada proteína forma cristales que se solubilizan en el intestino medio de determinados insectos, en este caso el gusano barrenador europeo —la larva del lepidóptero Ostrinia nubilabis. Una vez solubilizadas estas toxinas se activan y se pegan a las membranas de las células columnares del intestino formando canales iónicos que provocan la ruptura de las células epiteliales y consecuentemente la muerte del insecto (Strizhov et al., 1996). En este caso, aumentarán las probabilidades de que se seleccionen plagas con resistencia a estas proteínas tóxicas. El B. thuringiensis se ha usado como insecticida microbiano, incluso en agricultura orgánica, por más de 30 años. Debido a que se degrada relativamente rápido en el ambiente, los insectos se ven expuestos de manera limitada y es quizá por esta razón que no se ha registrado resistencia al Bt usado de esta forma. Esto ha sustentado el desarrollo biotecnológico de resistencia a plagas mediante la expresión de Bt. Sin embargo, para el caso de los transgénicos que expresan esta toxina, la aparición de plagas resistentes al Bt puede ser más factible si no se usan las prácticas adecuadas. Esto se debe a que el uso de los transgénicos que expresan Bt puede llegar a ser indiscriminado y la exposición de la plaga a la toxina puede llegar a ser mucho mayor y más directa que la experimentada en las prácticas orgánicas. La generación de resistencia sería negativa porque se perdería, además de la efectividad de los cultivos Bt, la posibilidad de utilizar este insecticida biológico (Gould, 1998). Por esa razón se han desarrollado varias prácticas para disminuir la velocidad con la que se seleccionan insectos resistentes a las toxinas producto de la modificación transgénica (Andow, 2002). Estas prácticas incluyen la utilización de zonas de refugio en las que se cultivan plantas sin transgenes; la generación de nuevas variedades de la toxina para evitar que se fije la resistencia en los insectos a una variedad particular, y la precaución de no introducir de manera simultánea diferentes genes de resistencia a plagas en la misma variedad agrícola para que la presión de selección sobre las plagas no las lleve a fijar resistencia a varias toxinas diferentes. También se han practicado rotaciones de cultivos resistentes y no resistentes para evitar una presión de selección constante sobre los insectos e impedir así que desarrollen resistencias. Por lo tanto, es claro que si ocurre el flujo no intencional y controlado de estos transgenes de resistencia a poblaciones no sujetas a regulación en la aplicación de este tipo de prácticas, se pueden originar plagas de insectos nuevas y difíciles de controlar y en
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ese caso será necesario usar otros insecticidas. Es importante hacer énfasis en que el éxito en el uso de las plantas-Bt depende del uso de un plan integral de manejo de plagas que es muy poco factible que se implemente en países como México. Erosión genética. En la mayoría de los casos, la introducción de nuevos alelos por flujo génico aumenta la diversidad genética local, al menos temporalmente. Las circunstancias en las cuales la introducción de un alelo puede reducir la diversidad génica son restringidas. Pero esto puede ocurrir si este alelo confiere ventajas adaptativas importantes y si la selección natural en su favor y en contra de otras variantes alélicas nativas es muy grande. En este caso, el alelo nuevo y cualquier otro alelo cercanamente ligado a éste sustituirán la variación alélica local en los loci involucrados. Al fenómeno por medio del cual se seleccionan varios loci cercanamente ligados a uno que confiere adecuaciones muy altas se le conoce como hitchhiking en inglés. Sin embargo, en especies de polinización abierta como el maíz, la recombinación aseguraría que los efectos detrimentales sobre la variabilidad genética ocurriera raramente y se restringieran a porciones del genoma sumamente pequeñas (Ellstrand, 2003). Efectos no esperados. Los descendientes de plantas transgénicas que de manera no intencional han polinizado plantas para las cuales no fueron diseñados los genes introducidos por la técnica de adn recombinante, pueden tener consecuencias no esperadas. Por ejemplo, la expresión de toxinas puede dañar insectos que no son plagas y sí son benéficos. El caso más estudiado corresponde al posible efecto nocivo de la toxina Bt en la mariposa monarca. Losey et al. (1999) presentaron evidencia de que el polen de maíz transgénico depositado sobre las hojas de las asclepias de las que se alimentan las larvas de la mariposa monarca, afectaba significativamente la sobrevivencia y crecimiento de las larvas de esta mariposa en condiciones de laboratorio, y ellos mismos reconocieron la necesidad de hacer estudios de campo. Como respuesta a este trabajo, muchos otros investigadores exploraron los efectos del polen de maíz Bt en las larvas de la mariposa monarca y otras, tanto en condiciones de laboratorio como en condiciones naturales (Hellmich et al., 2001; Oberhauser et al., 2001; Sears et al., 2001; Stanley-Horn et al., 2001; Zangerl et al., 2001). No faltaron las controversias: en algunos casos se descubrieron efectos sobre el crecimiento y la sobrevivencia de
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algunos estadios larvarios, aunque en otros estudios no se observaron diferencias significativas con estos parámetros entre las larvas expuestas a polen de maíz Bt y los controles. El resultado general más importantes es que los efectos dependen de los niveles de exposición y del suceso del que se trate (de la variedad especifica de Bt), y los niveles de exposición que se esperan en el campo son muy bajos. Sin embargo, de esta serie de estudios surgen recomendaciones de manejo de riesgos, como seleccionar transgénicos que no expresen las endotoxinas del Bt en el polen sino únicamente en las partes de la planta de las que se alimenta la plaga. Aun cuando los efectos documentados en el caso del maíz Bt en campo parecen practicamente inexistentes, es claro que los efectos ecosistémicos de los transgenes son posibles y por tanto resulta importante extender este tipo de investigación a todos los eventos liberados al ambiente. Por ejemplo, aunque que la proteína Cry se produce naturalemente por bacterias del suelo, las proteínas de plantas transgénicas pueden ser cualitativa y cuantitativamente distintas a las producidas naturalmente por las bacterias, y ya que ahora sabemos que las proteínas Cry persisten en el suelo durante periodos mucho más largos que los previstos, se especula sobre sus posibles efectos ecológicos (Stotzky, 2002) y se refrenda la necesidad de hacer estudios a más largo plazo. Además de los efectos sobre organismos que no blanco de este uso, se espera que la introducción de un gen tenga efectos múltiples, algunos no esperados y dependientes del ambiente en donde crece una planta. A los efectos colaterales de los genes se les conoce como pleiotrópicos y ocurren por lo general en los genomas de todos los organismos. Durante la etapa de desarrollo de los organismos modificados genéticamente (omg), las industrias y los laboratorios de investigación llevan a cabo programas extensivos de selección en los que se evalúan efectos no esperados en las líneas transgénicas generadas. Estos programas han revelado que sólo una pequeña fracción de las líneas transgénicas obtenidas cumplen todos los requerimientos esperados por los biotecnólogos. La dificultad para encontrar líneas adecuadas tiene relación, además, con el hecho de que la expresión de los transgenes depende de dónde se inserten dentro del genoma de la planta receptora. El sitio de inserción no se puede predecir, ni determinar a priori, con base en las técnicas actuales de adn recombinante disponibles para plantas y animales. Además, los estudios incluyen ambientes relativamente limitados y exploran efectos en los
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fenotipos a corto o, rara vez, a mediano plazo. Es necesario, por lo anterior, mantener monitoreos sistemáticos en todos los ambientes donde se liberen los omg, ya que la expresión de éstos puede resultar influida por el medio y la recombinación. La literatura sobre efectos no esperados de la modificación genética tiene un interesante ejemplo relacionado con diferentes sucesos relacionados con el maíz Bt. Saxena y Stotzky (2001) compararon diferentes híbridos de maíz Bt, correspondientes a tres hechos transgénicos distintos, con sus respectivas líneas isogénicas relacionadas con el contenido de lignina. Encontraron en el tallo de las plantas de maíz transgénico un contenido de lignina significativamente mayor (33 a 97%) que sus respectivas líneas isogénicas. Esta tendencia se mantuvo tanto en plantas crecidas en cámaras de crecimiento como en plantas en el campo. Más aún, el contenido de lignina fue consistentemente mayor en plantas genéticamente modificadas crecidas en el campo que en las que se desarrollaron en los ambientes controlados dentro de cámaras de crecimiento. Los autores analizan una serie de implicaciones ecológicas que esta característica, producto de interacciones genéticas, podría acarrear al ambiente. Algunas son potencialmente benéficas, como la mayor resistencia mecánica de los tallos o el efecto positivo de la lignina sobre la materia orgánica del suelo y el control de la erosión. Otras son potencialmente nocivas, como la mayor permanencia de la proteína tóxica en el suelo y la baja digestibilidad del maíz transgénico usado como forraje. El punto central, sin embargo, es lo inesperado del efecto y lo poco que sabemos hasta ahora del mecanismo genético y metabólico que vincula la producción de la proteína Cry1Ab con la producción de lignina y probablemente con otros procesos hasta ahora inexplorados.
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estado de conocimiento: áreas con asuntos no resueltos y controversiales En este apartado se resumen los debates más importantes en cada área del conocimiento desglosada en el apartado anterior.
México como centro de origen y diversidad de maíz: estado actual de la biodiversidad en razas locales y teosintes silvestres Aún se debate sobre el número de variedades de maíz, sus relaciones genealógicas y su historia evolutiva con respecto a los teosintes. El debate se debe a que distintos autores siguen criterios diferentes para delimitar las variedades. Este panorama debe esclarecerse para poder hacer evaluaciones de los impactos de los transgenes en la biodiversidad cultivada y silvestre de maíz en México. En la última sección de este ensayo se plantean recomendaciones concretas y prioritarias para resolver esta laguna del conocimiento y promover la conservación de la riqueza genética del maíz en México. Efectos de la liberación en el ambiente de variedades transgénicas de maíz Flujo génico Se han destacado el estudio y la importancia del flujo de las variedades transgénicas a las silvestres, pero el flujo de cultivo transgénico a no transgénico es igualmente importante. A pesar de que en México se mantiene desde 1998 una moratoria de facto a la siembra semicomercial y comercial de maíz transgénico, reportes recientes apuntan a que variedades remotas de maíz criollo en Oaxaca pueden ya tener transgenes provenientes de distintas líneas desreguladas en Estados Unidos. Esto ha despertado una polémica de trascendencia por las consecuencias biológicas (discutidas en apartados anteriores), agrícolas y socioeconómicas (discutidos en otras partes de este documento) que ese fenómeno podría alcanzar. Presencia de transgenes en variedades criollas de maíz en México. El estudio de Quist y Chapela (Dalton, 2001) constituye la primera evidencia empírica publicada de la presencia de transgenes en cultivos criollos de maíz en México. Estos autores encontraron bandas de pcr positi-
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vas que indican la presencia del promotor del 35S del virus del mosaico de la coliflor en el genoma de maíces criollos. Este promotor se ha utilizado en prácticamente todos los desarrollos biotecnológicos de plantas transgénicas hechos hasta ahora. También se encontró la presencia del terminador nos de Agrobacterium tumefaciens y el gen Cry1Ab, que codifica para la proteína insecticida Bt, Bacilus thuringiensis. Sin embargo, una nota publicada poco después del estudio de Quist y Chapela (Hodgson, 2002) refuta los hallazgos de Chapela. Su principal argumento se basa en un estudio, publicado en la página electrónica del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Castillo González y Goodman, 1997; Christou, 2002), donde se muestra que análisis de investigadores de este centro no encontraron, siguiendo la técnica de pcr, la construcción transgénica que contiene el gen promotor 35S del virus del mosaico de coliflor en muestras de maíz de Oaxaca colectado entre 1999 y 2001. Meses después de la publicación de Quist y Chapela (2002) apareció en Nature una carta de su editor, en la que señala que la revista no se hace responsable de lo publicado por Quist y Chapela. El deslinde se basa en en las conclusiones de un grupo de científicos que cuestionan tanto las técnicas utilizadas como el reporte original, los resultados y las conclusiones de Quist y Chapela. Dos de las cartas recibidas por Nature, con críticas a Quist y Chapela, se adjuntan a la nota del editor (Metz y Fütterer, 2002; Kaplinsky et al., 2002). Los científicos argumentan que la técnica de pcr puede estar sujeta a artefactos especialmente cuando se usan dos rondas de la reacción para obtener bandas positivas. También argumentan que para poder asegurar la presencia de transgenes en el genoma de los maíces criollos es necesario contar con experimentos de hibridación tipo Southern. Finalmente cuestionan las conclusiones del artículo de Quist y Chapela, según las cuales los transgenes se encuentran en múltiples contextos genómicos en los maíces criollos. En este caso demuestran que varias de las secuencias clonadas por Quist y Chapela a partir de la técnica inverse- pcr son artefactuales y se deben a que el genoma de maíz reviste secuencias muy similares a ciertas regiones de las secuencias del promotor del 35S utilizado en las variedades transgénicas objeto de las búsquedas de Quist y Chapela. Sin embargo, los dos grupos concluyen que es probable encontrar los transgenes en las variedades criollas, a pesar de que, por falta de resultados contundentes, es prematuro derivar conclusiones sobre su efecto en la diversidad de maíces locales. También rechazan la posibilidad de que los transgenes sean inestables. En
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el mismo número, Quist y Chapela (2002) publicaron una carta con datos nuevos de hibridación de muestras no digeridas (dot-blot) que corroboran sus hallazgos y reconocen que algunos (no todos) de sus resultados de i- pcr pueden ser artefactuales. Sin embargo, reafirman su conclusión de que los transgenes están presentes en las variedades criollas de México. Motivados por los estudios de Quist y Chapela, el ine y la conabio encargaron a dos laboratorios (el de Rafael Rivera en el cinvestav de Irapuato, y el de Elena Álvarez-Buylla en la unam) la elaboración de estudios más exhaustivos para documentar la posible introgresión de transgenes a variedades criollas en México. Los primeros estudios derivados de este esfuerzo se enviaron a Nature, pero no fueron publicados con base en una serie de críticas técnicas —en evaluación en este momento para revisar y en su caso repetir algunos experimentos antes de someter nuevamente el estudio para su publicación. (Véase en apéndice el resumen de este hallazgo.) Los resultados recabados hasta ahora apuntan a corroborar la presencia de los transgenes en razas criollas de maíz de Oaxaca y Puebla. Resolver la incertidumbre sobre esta problemática será fundamental por las consecuencias biológicas (y de otra índole) del posible flujo e introgresión de transgenes a variedades locales. Las consecuencias aún sujetas a polémica o respecto de las cuales existen lagunas de conocimiento se discuten en los apartados que siguen. Consecuencias del flujo génico Efectos ecosistémicos en especies no emparentadas y especies que no son el blanco. Las variedades transgénicas pueden alterar la biodiversidad por sus efectos en el ambiente y en otras especies no emparentadas que no son el objetivo o blanco del desarrollo de una variedad transgénica particular. El ámbito de estos impactos es el ecosistémico. Los datos para documentar estos efectos son aún muy escasos. Entre los efectos negativos sobre organismos que no son el blanco destacan aquellos que impactan a insectos benéficos y polinizadores o incluso a parásitos de las plagas que sí son blanco de los transgenes. El estudio más conocido es el de la mariposa monarca y el polen de maíz Bt, resumido en el apartado anterior. Aunque en este caso los experimentos hasta ahora disponibles concluyen que el efecto no será significativo, es importante seguir investigando los efectos a largo plazo en este caso y otros similares.
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temas prioritarios en los que se necesita mayor investigación para mejorar el entendimiento de los riesgos para la biodiversidad En los apartados anteriores se hizo mención de algunas áreas en las que hace falta investigación. Aquí se resumen aquellas con mayores urgencias.
Biodiversidad en razas locales y teosintes silvestres Los criterios para distinguir las razas y variedades deben cambiar a métodos moleculares modernos que permiten establecer las relaciones genéticas o de parentesco entre las razas y comparar estas relaciones con las establecidas por criterios morfológicos y con los criterios de los agricultores. Con esto se podrá uniformar la documentación y caracterización de la biodiversidad de maíces y parientes asociados en México. Ésta es una base imprescindible para evaluar el impacto de la biotecnología en esta biodiversidad. En el apéndice ii se detallan algunos aspectos prioritarios por estudiar y las acciones concretas que hacen falta para impedir la extinción de razas de maíz y especies de sus parientes silvestres.
Efectos de la liberación al ambiente de variedades transgénicas de maíz Flujo génico Presencia de transgenes en variedades criollas de maíz en México. Es prioritario corroborar los resultados de Quist y Chapela (2001). De corroborarse la presencia de transgenes en razas criollas de maíz mexicano tendrán que extremarse las medidas para evitar que el flujo alcance a criollos y teosintes. Es importante determinar si ha habido flujo génico a teosintes y si los bancos de germoplasma están completamente libres de transgenes. También será muy importante evaluar la dinámica espacio-temporal de la presencia de los transgenes, sus contextos genómicos y las razas criollas afectadas. Asimismo, será fundamental averiguar el origen de los transgenes encontrados. Una posible fuente de entrada es la venta en tiendas rurales de granos fértiles de maíz importado, algunos de los cuales provienen de va-
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riedades transgénicas desreguladas en Estados Unidos. Esto se debe evaluar. Para cada caso deberán impulsarse estudios detallados que aborden todos los aspectos discutidos en los apartados anteriores y evaluar su posible impacto en términos de los apartados que se discuten a continuación. Consecuencias del flujo génico Transferencia horizontal: transferencia de la resistencia a antibióticos. Se ha extendido la polémica en torno a la posibilidad de que cualquiera de las secuencias insertadas por la tecnología de adn recombinante se pueda transferir horizontalmente a bacterias, virus u otros organismos rompiendo las barreras naturales al entrecruzamiento entre especies emparentadas. Esto ha ocurrido en la historia evolutiva natural de la vida en la tierra. La duda es si las nuevas combinaciones creadas por la tecnología de adn recombinante pueden implicar riesgos novedosos para la ecología. Las consecuencias de las transferencias horizontales son difíciles de predecir por ahora, pero podrían ser importantes, por ejemplo, en caso de generación de nuevos microorganismos patógenos. Este tema adquiere una relevancia inmediata en relación con la posible transferencia de los genes de resistencia a antibióticos, que portan casi todas las plantas transgénicas desreguladas hasta ahora, a microorganismos que podrían ser patógenos y volverse resistentes a varios antibióticos. (Véase apéndice iii.) Acumulación de ADN desnudo en el ambiente: ¿desecho biotóxico? Algunos investigadores han manifestado su preocupación por la acumulación en el ambiente de desechos de la biotecnología en forma de adn desnudo (secuencias amplificadas muchas veces por la reacción en cadena de la polimerasa, agregaciones de secuencias que no se encuentran juntas naturalmente y se generan por la técnica de adn recombinante, plásmidos y otros vectores, etc.) debidos a escapes no intencionales de laboratorios o plantas biotecnológicas. Pero también puede acumularse adn recombinante después de que los organismos transgénicos liberados al ambiente (maíz transgénico, por ejemplo) se mueren. Estos dejarán en el ambiente grandes cantidades de adn desnudo recombinante después de muertos e incluso después de su degradación. Hay evidencia de que los ácidos nucleicos pueden retener actividad biológica mucho después de la muerte de los organismos (por ejemplo, Lorenz y Wackernagel, 1994; Niel-
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sen et al., 1998). ¿Pueden éstos ser biotóxicos? ¿Cuál será el efecto ecológico de estos ácidos nucleicos a corto y largo plazo? Este tema está íntimamente ligado con el anterior por la posibilidad de que estos ácidos nucleicos, producto de la tecnología del adn recombinante y novedosos para la naturaleza tanto por su calidad como por su cantidad, sean incorporados por bacterias o virus (transferencia horizontal). Es urgente desarrollar investigaciones en estos temas. Inestabilidad genómica de los transgenes. Hay grandes incógnitas en torno a la estructura y dinámica del genoma. Responderlas es importante para saber si existen regiones que puedan considerarse más idóneas y seguras que otras para la integración de los transgenes. Por el momento no se puede predecir el sitio de inserción de los transgenes en plantas y animales, de ahí que la selección de las mejores líneas transgénicas se lleve a cabo con base en pruebas de laboratorio, invernadero y campo a posteriori y de manera empírica (prueba y error). Se prevé que en este decenio se avanzará de manera considerable en el conocimiento necesario para perfeccionar este aspecto tecnológico en la generación de plantas y animales transgénicos. A partir de este conocimiento se podrán entender mejor las anomalías en la herencia transgénica y se podrán elaborar hipótesis más precisas de su dinámica ecológica y evolutiva. Pero en relación con las variedades de maíz (y de plantas en general) se han presentado algunas discusiones relevantes. (Véase su resumen en el apéndice iv.) Para abundar en este tema y en muchos relacionados con la necesidad de echar a andar programas de monitoreo eficaces es prioritario que las empresas u organismos que desarrollan maíz transgénico faciliten la descripción no sólo de las construcciones transgénicas, sino de la secuencia de al menos cinco kilobases de adn a cada costado del transgén insertado, así como la ubicación, mediante marcadores moleculares, de los transgenes en los mapas cromosómicos del maíz. De esta manera se podrá detectar y caracterizar de manera fina, a medida que aumente nuestro conocimiento de la organización del genoma del maíz y su dinámica, la estabilidad de los transgenes dentro del genoma y sus consecuencias a largo plazo. Pero, en general, las compañías generadoras y comercializadoras de las variedades transgénicas deben poner a disposición de la comunidad científica y de la ciudadanía toda la información y materiales necesarios para diseñar prácticas de monitoreo con los controles adecuados. (Véase en apéndice iv las discusiones relacionadas con este tema.)
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Posible impacto de nuevos desarrollos en maíz, aún no desregulados, que producen fármacos y sustancias de uso industrial. Dado que el flujo génico y la introgresión de variedades transgénicas a variedades locales de maíz destinadas al consumo humano o animal son claramente posibles, si no ya un hecho (véase discusión de datos de Quist y Chapela), es particularmente preocupante que pueda haber introgresión en variedades utilizadas para el consumo animal o humano por variedades creadas para producir sustancias industriales o fármacos (Ellstrand, 2001). Esto podría afectar la seguridad alimentaria, de ahí que su evaluación resulte prioritaria y, en su caso, tomar medidas de contención o freno. Resumimos aquí los riesgos que revisten los desarrollos más recientes en maíz. El “Information Systems for Biotechnology website and database of United States field tests of trasgenic plants” <www.nbiap.vt.edu/cfdocs/fieldtests1.cfm> proporciona una lista de 1 065 pruebas de campo aprobadas desde enero de 2001. Cada prueba puede incluir más de un campo de cultivo y la mayoría de éstos (más de 700) son para maíz con fenotipos parecidos a los ya desregulados y discutidos en este ensayo (resistencia a herbicidas y a plagas de insectos y variedades de esterilidad masculina). Sin embargo, 216 pruebas de campo incluyen otras alteraciones: perfil del contenido de aminoácidos o aceites, variedades con mayor producción de proteínas, variedades de mayor rendimiento, con alteraciones morfológicas, fenológicas, etc. La información de éstas es muy limitada, pues aún no se desregulan (National Academy of Sciences 2002) y por lo tanto no podemos evaluar su probable efecto biológico. Sin embargo, es relevante notar que 37 de los registros para maíz, asentados desde enero de 2001, corresponden a variedades caracterizadas como “proteínas farmacéuticas”, “proteínas novedosas” o “enzimas industriales”. Este número de nuevos desarrollos viene creciendo de manera acelerada. Hay que notar que para todas las otras especies de plantas existen solamente nueve entradas de estas características, de donde queda claro que los biotecnólogos han seleccionado precisamente el maíz para convertirlo en “biorreactor” para la generación de químicos de distinta naturaleza. ¿Cual será el efecto de estos nuevos compuestos? Probablemente, el consumo de muchos de ellos no tendrá consecuencias graves, pero preocupa que se estén desarrollando tantos productos de esta naturaleza sobre maíz. En caso de que cualquiera de estos productos resulte con efectos nocivos en la salud humana o animal y su polen fertilice cultivos de maíz para el consumo animal y humano, se pueden
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esperar consecuencias muy negativas. En este caso, una mera contaminación, sin introgresión, podría ser problemática si el producto de la concentración de la toxina en las semillas híbridas y la tasa de hibridización fueran suficientemente altos. Dadas las medidas de regulación actuales en Estados Unidos, es posible pensar que puede haber escapes de los campos de prueba de las variedades no desreguladas (aphis 1997, National Academy of Sciences 2002). Aun pequeños escapes a campos de maíz “no transgénicos” podrían tener consecuencias devastadoras al multiplicarse por introgresión y reproducción subsecuente en Estados Unidos y luego fuera del país. Debido a que por el momento no es posible identificar fácilmente la semilla que acarrea un transgén, que a su vez expresa alguna sustancia para uso industrial, de otra que no lo lleva, será muy difícil evaluar si un gen de esta naturaleza llega a una población de maíces criollos en México. El caso del reporte de Quist y Chapela demuestra lo difícil que es alcanzar estándares científicos (para transgenes desregulados, de los cuales tenemos mucha más información) que ameriten su publicación. El problema de monitoreo será, entonces, mucho mayor con este nuevo tipo de variedades para las cuales hay poca información disponible. Los antecedentes expuestos hacen claro que si el polen y las semillas de estas nuevas variedades no son contenidas totalmente, es probable que lleguen a México. Esto ocurriría seguramente aunque se mantenga la moratoria a la siembra de estas variedades y otras transgénicas. Si estos genes que expresan productos industriales llegaran a las poblaciones de teosintes sería imposible “limpiarlos”, a menos que confirieran desventajas claras en las plantas híbridas. Por tanto, la contaminación de las razas locales de maíz en México o en cualquier otro sitio con genes que codifican para la producción de sustancias tóxicas, es probablemente el asunto más preocupante ligado al flujo génico de variedades transgénicas de maíz y de sus consecuencias para la biodiversidad, pero también para la salud humana. Por lo tanto es un tema de la más alta prioridad y urgencia. (Véase en apéndice v un ejemplo particular.)
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apéndice i. avances de los estudios sobre la posible introgresión de variedades transgénicas a variedades criollas de maíz en oaxaca y puebla, méxico A partir de la publicación de Quist y Chapela (2001), el ine y la conabio encargaron a dos laboratorios de México realizar estudios más detallados para corroborar la posible introgresión de transgenes a maíces criollos de Oaxaca. Se hicieron colectas en este estado y en Puebla y se obtuvieron resultados de pcr, de actividad de la proteína Bt, de hibridación tipo Southern y de resistencia a basta. Los resultados disponibles hasta el momento apuntan a que sí hay transgénicos en los maíces criollos colectados. Este estudio está aún en proceso, sin embargo. Se esperan pronto los resultados definitivos.
apéndice ii. estrategias para prevenir la extinción de variedades de maíz y especies de teosintes • Iniciar un programa de actualización de colecciones y de fortalecimiento de la infraestructura de los bancos de germoplasma tanto de teosinte como de razas locales de maíz. En las recolecciones es importante elaborar estrategias de muestreo que permitan estudiar la variación genética, la estructura genética espacio-temporal de algunas razas de maíz y teosinte. En este esquema de actualización de las colecciones se recomienda incorporar sistemas de información geográfica para el estudio de la diversidad y para la concentración de información, así como para la revisión de poblaciones de maíz y de la difusión de maíz transgénico y análisis de riesgo (lamp, 1992; Sánchez et al., 1998; Ruiz et al., 2001; Serratos et al., 2001). Entre los criterios a considerar para establecer los posibles riesgos, debidos a la introducción de transgénicos, está la extensión que ocupa una raza, los riesgos de ser sustituida o eliminada, los riesgos de hibridarse o adquirir transgenes que reduzcan su potencial agrícola o adaptabilidad a su medio agrícola por cercanía a la entrada de híbridos mejorados o transgénicos. Por ejemplo, los criollos están en mayor riesgo de desaparecer en los sitios en donde penetran los maíces híbridos de alto rendimiento, donde es más probable que entren las variedades transgénicas. También será importante considerar el riesgo de desaparición de razas endémicas de sitios en
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los que su siembra está en decremento por efectos de la migración de la población activa. En muchos sitios sólo quedan agricultores de más de 50 años cultivando maíz criollo. Será importante, por último, tener en mente que las razas son dinámicas en su constitución, pues resultan de una selección constante a condiciones ambientales y gustos (adaptación local) y un flujo conveniente que evita la depresión por endogamia y mantiene el vigor de una raza. Por lo tanto, debe haber un programa de actualización continua de los bancos de germoplasma. • Será fundamental corroborar que las colecciones de los bancos de germoplasma nacionales e internacionales están libres de transgenes. Resultará muy importante contar con este material bien corroborado para posibles programas futuros de reintroducción de semilla libre de transgénicos en sitios en donde haya habido flujo de transgenes por hibridación o introgresión. En este sentido, se vuelve prioritario revisar, y adaptar a las circunstancias actuales, la metodología que siguen los bancos de germoplasma para asegurar que sus acervos no incorporen transgenes. • A la par de la actualización de las colecciones es importante revisar y modernizar los criterios para determinar las razas de maíz y sus relaciones genéticas con los teosintes. En este último caso hay algunos avances citados arriba, pero aún no se conocen las relaciones genealógicas de las razas de maíz con base en marcadores moleculares. Estos datos serán referencia obligada para evaluar la posibilidad de hechos pasados de flujo génico entre variedades de maíz y entre éstas y sus parientes silvestres. Estos análisis genéticos deben sobreponerse a los criterios tradicionales con base en los caracteres morfológicos que se han usado para distinguir las razas de maíz. También es importante actualizar los criterios socioculturales que definen a las razas de maíz (ejemplo, gustos y tradiciones) y sobreponerlos con los criterios genéticos y morfológicos. Es importante contar con marcadores moleculares neutrales confiables con los cuales hacer las filogenias o genealogías de las razas para mapear sobre éstas los datos de variación morfológica y fisiológica. Esta información, además de aportar datos valiosos y muy interesantes sobre la historia evolutiva de la domesticación del maíz en México, puede servir de base para establecer criterios para la recolección y conservación de la diversidad de maíces y teosintes y evaluar el impacto de la introgresión en la biodiversidad del maíz en México. Las colecciones deben tener representado todo el rango de variación
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de una raza, incluidos individuos de poblaciones tanto simpátricas como alopátricas. Puede ser un ejercicio muy interesante comparar la variación genética y fenotípica (morfología y fisiología) dentro de las razas para localizar algunos genes que pueden ser responsables de diferencias fenotípicas importantes que se han seleccionado y fijado en las distintas razas. Es probable que la diferenciación genética entre las razas sea baja y que sólo algunos pocos genes sean responsables de las claras diferencias fenotípicas distinguidas por los agricultores. Dado que las diferencias genéticas entre razas debe ser pequeña, será importante montar un sistema de marcadores hipervariables (por ejemplo, microsatélites) para poder detectar diferencias entre razas y sus relaciones genealógicas. Estos marcadores también serán importantes para evaluaciones de tasas de flujo génico. (Véase abajo.) Considerando que las especies silvestres de Zea representan menos de 2% en relación con las colecciones de maíz en los bancos de germoplasma de México y a la desaparición, fragmentación y reducción del tamaño de algunas poblaciones de teosinte, es muy importante impulsar un programa especial de recolección exhaustiva, conservación in situ y ex situ y monitoreo sistemático de los teosintes en México. Adicionalmente, se deberá obtener la información necesaria que permita identificar los factores ambientales que afectan a las poblaciones naturales; asimismo, deberá entenderse más acerca de la percepción de los agricultores hacia el teosinte, incluidas sus prácticas para fomentar o eliminar las poblaciones. Establecer una red de bancos de germoplasma regionales con capacitación técnica local que controlen el acceso y la extracción de germoplasma del banco y de las áreas naturales a otros sitios de México y fuera del país. Con este sistema será importante fomentar una mayor retroalimentación entre los programas de conservación in situ y ex situ. Establecer un esquema de prioridades para asignar recursos a la conservación de razas de maíz con mayor riesgo de desaparecer. También será importante crear un sistema de incentivos económicos para favorecer que los campesinos conserven sus variedades criollas puras y viables, pero libres de transgénicos (evitando, por ejemplo, las cruzas con híbridos mejorados no bien identificados o maíces de las tiendas rurales). Por tanto, será muy valioso echar a andar un sistema de monitoreo para corroborar que el maíz que llega al campo está libre de transgenes. Iniciar un esquema de revisión espacio-temporal de la entrada y
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diseminación de transgenes en México. Como parte de esta acción será muy importante mantener una inspección sistemática que evite que los bancos de germoplasma se conviertan en “dispersores” de transgénicos. • Dada la precariedad de la conservación de muchos teosintes en México, se propone que todos los teosintes sean considerados especies en peligro de extinción. Incorporar los teosintes a la lista de cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres). Promover reservas naturales para la conservación de los teosintes. En México la única reserva in situ para un maíz silvestre es la de la sierra de Manantlán, Jalisco, para Zea diploperennis. Por esa razón se deberán promover reservas para otros teosintes y condiciones que también favorezcan la conservación de las razas de maíz en el campo. apéndice iii. resistencia a antibóticos de plantas transgénicas El desarrollo de bacterias resistentes a antibióticos no es un problema nuevo, pero sí es un problema creciente relacionado con el uso indiscriminado de los antibióticos (Kruse y Sørum, 1994). Las construcciones transgénicas insertadas en plantas contienen normalmente un gen que hace a las plantas transgénicas resistentes a algún antibiótico. De tal manera que este gen de resistencia se usa como marcador durante el proceso de generación de la variedad transgénica al permitir seleccionar las células o individuos que han incorporado el transgén cuando se las cultiva en presencia del antibiótico idóneo, ya que solamente las transgénicas crecerán en este medio. Una vez seleccionadas las células transformadas, los marcadores han cumplido su función en el proceso tecnológico y ya no son necesarios. Sin embargo, las plantas transgénicas generadas con esta tecnología mantienen el gen marcador y lo expresan. Hasta ahora, casi todas las variedades transgénicas liberadas en el ambiente tienen algún gen de resistencia. Los nuevos desarrollos prescinden de estos genes en las variedades finales. Para ello, los genes marcadores se insertan entre dos secciones homólogas que muestran fuerte atracción entre sí. Durante la meiosis celular, al momento de la recombinación, se promueve la separación del fragmento de dna marcador entre ambas secciones homólogas, debido a que éstas se unen por sus bases complementarias (Meyer, 2000). Otra forma de mitigar los posibles riesgos derivados de la expresión de genes de resistencia
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a antibióticos en las variedades transgénicas es disminuir el espectro de marcadores utilizados, para a su vez disminuir la probabilidad de generar resistencias múltiples difíciles de controlar; esto es posible y conveniente si no se requiere retransformar un omg.
apéndice iv. transferencia horizontal y estabilidad de las inserciones en las plantas transgénicas El mejoramiento tradicional de variedades vegetales, “mezclando” (favoreciendo la hibridación) artificialmente genomas enteros de variedades distintas de plantas o animales y luego seleccionándolas implica riesgos distintos a los que implica la generación de nuevas variedades transgénicas por medio de la tecnología del adn recombinante. Ésta permite la introducción de genes que han evolucionado en un contexto totalmente distinto al de su organismo receptor y que trasciende las barreras reproductivas fijadas mediante el proceso evolutivo. Por lo tanto, debe de evaluarse científicamente el efecto de la biotecnología en, por ejemplo, la posibilidad de que ésta aumente la probabilidad de transferencia horizontal o de que la que ocurre naturalmente abra la posibilidad de dar origen a nuevos virus potencialmente patógenos, como se ha discutido en otros apartados. (Véanse revisión y ejemplos en Ho et al., 1999, 2000a, 2000b.) Relacionada con este punto está la pregunta: ¿tendrá algún efecto el uso de adn que contienen zonas de recombinación elevada en la adecuación de las construcciones introducidas al genoma o en los organismos que lo conllevan? Esta pregunta debería de ser resuelta antes de realizar experimentos de contexto (por ejemplo, ¿cuál es el efecto sobre la probabilidad de reproducción y sobrevivencia de la planta receptora, el contexto genómico de una inserción; por ejemplo, la proximidad de los transgenes a otras regiones genómicas pueden alterar su nivel de expresión? ¿Tal es el caso de la asociación con secuencias reguladoras, asociación con cromatina, etc.?). Por ejemplo, se sabe que los promotores usados (véase adelante) en prácticamente todos los desarrollos biotecnológicos en plantas se constituyen en sitios de mucha recombinación, alterando así las probabilidades de recombinación de los sitios de inserción de transgenes (Kohli et al., 1999). Esto hace difícil predecir cuál va a ser la segregación genética de los transgenes y por tanto su dinámica evolutiva.
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Hay muy poca evidencia con respecto a estas interrogantes. En particular, el artículo de Kohli et al. (1999) habla de una zona de alta recombinación dentro del promotor 35S de cmv en plantas transgénicas de arroz. El tipo de recombinación estudiado es plásmido-plásmido, es decir, recombinaciones entre los plásmidos utilizados durante la transformación de la planta por medio de biobalística. En este estudio se observó que ciertas secuencias de los plásmidos involucrados en la transformación del promotor recombinaron a través del promotor 35S con mecanismos tanto de microhomolgía como de recombinación ilegítima. En otros estudios (Srivastava et al., 1996) se observó que las secuencias transgénicas se eliminaron en el curso de unas cuantas generaciones, quizás debido a inestabilidades estructurales ocasionadas por la recombinación entre las múltiples copias de los transgenes. Queda por estudiar si la pérdida de transgenes conlleva pérdida de genes de la planta.
apéndice v. riesgos asociados a la generación de transgénicos que producen fármacos o sustancias de uso industrial Existe una tendencia a desarrollar cultivos genéticamente modificados para fines distintos a la alimentación humana o animal. Por ejemplo, existen en Estados Unidos solicitudes de patente para la producción a gran escala de fármacos o químicos de uso industrial. Estos casos representan enormes retos para los que regulan los omg debido a que se debe anticipar cuáles son los posibles efectos de cualquier residuo químico de estos cultivos inéditos sobre la biodiversidad, el suelo o la calidad del agua —en particular en los casos en que estos químicos no se degraden rápidamente o sean bioacumulables. Se vislumbra un problema sumamente grave para los casos en los que existe la posibilidad de que ciertos químicos o fármacos pudieran entrar en la red trófica si el polen de los cultivos transgénicos industriales no aptos para consumo llega a los cultivos para uso alimenticio o a sus parientes silvestres, o si las semillas de los primeros se mezclaran con las de los segundos. El connotado caso del maíz genéticamente modificado StarLink es ejemplo de cómo, pese a la regulación, un producto aprobado únicamente para consumo animal puede llegar a la cadena alimenticia humana incluso en países con regulaciones claramente establecidas y aplicadas de manera estricta. En México,
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las normas de regulación de transgénicos están apenas en proceso de evaluación, y su ejecución implica retos muy grandes ante la falta de control sobre el uso y distribución de semillas y la diversidad de realidades ecológicas, agrícolas y ambientales en donde se usan. Basta imaginar las graves consecuencias que generaría el que un producto genéticamente modificado como el “maíz anticonceptivo”, que expresa anticuerpos que atacan el esperma humano (Víctor y Runge, 2002), llegara por flujo génico accidental a la cadena de consumo y las mesas de miles de casas. Sería imperativo discutir la posibilidad de que escapes de este tipo de nuevos desarrollos ocurran, incluso antes de su desregulación en Estados Unidos.
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CONSECUENCIAS PARA LA INDUSTRIA ALIMENTARIA DE LA UTILIZACIÓN DE ORGANISMOS MODIFICADOS GENÉTICAMENTE amanda gálvez mariscal∗
resumen En el presente documento se analizará la situación actual de la liberación de los organismos modificados genéticamente (omg) en el nivel global y los que se cultivan en México. Se revisará en específico el flujo génico encontrado en maíces criollos mexicanos y su posible impacto en el comercio mexicano y la alimentación. Se harán también algunas recomendaciones para el manejo de los omg en un país que es centro de origen y diversificación como lo es México del maíz y otros cultivos de importancia comercial en el mundo.
antecedentes ¿Qué cultivos transgénicos existen actualmente? A escala global los cultivos manipulados genéticamente se encuentran dominados por dos rasgos o características principales: la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas. Ambos rasgos agronómicos tienen como propósito facilitar el cultivo de estas variedades en particular y, eventualmente, permitir mejorar al agricultor su economía, al reducir los costos de producción ya que se cultivan más fácilmente ante la presencia de plagas o de malezas en el campo. Otra posible ventaja es que estas variedades requieren menos agroquímicos para lograr buenas cosechas, lo que es ecológicamente conveniente. Sin embargo, hasta ahora, el consumidor final no ve una ventaja clara en los alimentos transgénicos, puesto que las variedades transgénicas comerciales actuales no le reportan ningún beneficio directo. ∗
Facultad de Química, unam.
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En la tabla 1 aparecen los datos sobre la superficie sembrada en años recientes y la proporción que ocupan del área cultivable global, es decir, en el nivel mundial, de cultivos transgénicos. Esto da una idea de la extensión de las áreas actualmente sembradas con transgénicos en el mundo. tabla 1. Cultivos transgénicos más difundidos en la agricultura mundial Cultivo
Millones de hectáreas
Soya tolerante a herbicidas
% del total de transgénicos
25.8
59
6.8 2.1 1.4
15 5 3
Canola tolerante a herbicidas
2.8
6
Algodón tolerante a herbicidas Bt y tolerante a herbicidas Bt
2.1 1.7 1.5
5 4 3
44.2
100
Maíz
Bt tolerante a herbicidas Bt y tolerante a herbicidas
Total fuente: modificada de Clive James, 2001.
En resumen, puede decirse que en la actualidad se cultivan cuatro variedades modificadas genéticamente: la soya, con 63% de la superficie total; el maíz (19%); el algodón (13%) y la canola, a veces denominada colza (5%). (Datos del año 2001); <www.isaaa.org>; (James, 2001). Hay dos actividades comerciales que involucran el movimiento transfronterizo, es decir, el transporte entre países para importación y exportación de omg. La primera es el movimiento de granos para alimentación, proceso y consumo directo, y la segunda es el movimiento transfronterizo de plantas y semillas transgénicas para realizar pruebas agronómicas. La diferencia importante entre estas dos actividades es que la segunda implica la liberación en el medio ambiente de cultivos transgénicos, ya que requiere de la siembra en el campo de plantas modificadas genéticamente para comprobar su funcionalidad y estudiar su adaptación e impactos en el medio ambiente que las recibe. En el caso de la primera actividad, que sólo implica el movimiento de granos a granel, no debería haber impacto alguno en el medio ambiente puesto que son granos que se destruyen durante su aplicación:
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molienda, fabricación de alimentos y extracción de aceite y almidón. Al perderse la integridad del grano, éste ya no será capaz de germinar y producir una planta capaz de transferir su material genético. Sin embargo, actualmente se ha comprobado que su control no es simple. Ya en México, en Oaxaca y Puebla, se han utilizado estos granos como semillas y se han sembrado inadvertidamente, por lo cual un escape importante de genes ya ocurrió (Ezcurra, 2002). Su impacto debe estudiarse cuidadosamente, sobre todo porque ha sucedido en México, centro de origen y diversidad de esa planta: el maíz.
méxico como país centro de origen y diversificación (cod) El ser cod implica que en ese territorio se originó un cultivo y que, además, allí se encuentra el mayor número de variedades de dicha especie. La significación de este hecho reside, justamente, en la necesidad de conservar esa biodiversidad para el mundo entero. Además, en estos territorios cod existe una interrelación entre las plantas cultivadas y sus parientes silvestres, que en el caso del maíz es el teosinte o teocintle. La variabilidad del maíz (Zea mays) se ha logrado mediante la evolución de sus características gracias a la adaptación a microclimas, a tipos de suelos diferentes, a diferentes condiciones de cultivo, como pueden ser las adaptaciones que requiere la planta a suelos pobres o contaminados, etc. La evolución de esas variedades se debe en gran parte a las actividades de los campesinos que las cultivan. Esta diversificación y la gran adaptación que ha tenido el maíz en México hace que las variedades criollas mexicanas se conviertan en una especie de “banco de germoplasma” vivo y que evoluciona constantemente. Esta conservación in situ del germoplasma del maíz permite “guardar” en las plantas toda clase de genes que se expresan y se mantienen justamente porque están vivas las plantas que los contienen (Van Aken, 1999; Global Biodiversity Outlook, 2001). En otras palabras, los genes particulares del maíz que han evolucionado en México son sumamente valiosos puesto que ya contienen la información necesaria para permitir su adaptación a condiciones climáticas distintas, a plagas o a enfermedades. Los agricultores y los fitomejoradores recurren a esa base genética para lograr nuevas variedades, por ejemplo, al hacer cruzas para obtener variedades de
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polinización libre. Esto a su vez permite continuar la evolución de la especie. Otra información genética de gran importancia es la resistencia a enfermedades desarrollada en maíces criollos: es vital que se pueda contar entonces con ese germoplasma poder remediar enfermedades. A pesar que algunas de estas variedades criollas no tienen altos rendimiento comerciales, generalmente desarrollan resistencias a las condiciones de estrés biológico mencionadas, lo que las convierte en depositarias de información genética valiosa. Esta conservación no necesariamente se logra con bancos de germoplasma ex situ, es decir, con muestras de granos en congeladores, que no dejan de ser importantes para el futuro de la agricultura. Pero es también importante promover el cultivo de esas variedades criollas para permitirles seguir adaptándose y cambiando. Conservar esta “biodiversidad agrícola” está ligado a la conservación de la forma tradicional de cultivo: en la milpa, y a la de la supervivencia de las poblaciones agrícolas que la realizan. Sus principales enemigos son la urbanización y la migración de los campesinos hacia las ciudades, que abandonan la agricultura. Un cambio hacia la utilización exclusiva de variedades híbridas mejoradas podría resultar en una amenaza a la biodiversidad agrícola. Pero hay una consideración más en una país donde es difícil cuantificar el papel del “maíz de autoconsumo”. Las milpas se consideran unidades productivas de baja eficiencia, que no se subsidiarán a partir del año 2008, de acuerdo con la percepción del gobierno de México. El uso sustentable de esta biodiversidad agrícola se encuentra en peligro si se continúa con esta inclinación a forzar la agricultura mexicana a sistemas que no necesariamente son útiles en nuestro país, como la agricultura extensiva. La solución integral que contemple una mejora de las condiciones de los campesinos respetando el uso sustentable de la biodiversidad no es simple, y de hecho es un gran reto para nuestro país: desafortunadamente no hay un esfuerzo coordinado para lograrlo. Debe recordarse ahora que México es también cod de otros cultivos comercialmente importantes: tomate, cacao, papa, frijol, entre otros.
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algunas consideraciones sobre la alimentación en méxico El ser cod del maíz, va emparejado con un altísimo consumo de maíz entre la población. Se considera que 40% de nuestro consumo diario de proteínas viene del maíz (Bourges, H., 2000) y las estimaciones del consumo per cápita van de 285 a 480 gramos al día, dependiendo de las fuentes de los datos utilizadas para hacer el cálculo y del segmento de la población particular. La forma de consumirlo en México no se compara con el consumo en países industrializados, es decir, que no sólo se consume en forma de subproductos como aceite, almidón, jarabes edulcorantes o maltodextrinas. Se consume con más frecuencia como cereal integral en la forma de elotes, tortillas, tamales, esquites, etc., etc. (Serna-Saldívar et al., 1990) y, además, se involucra una gran variedad de condiciones de cocinado y proceso que pueden ser tan simples como la ebullición o tan astringentes como la nixtamalización, cuyos efectos no se han estudiado en términos de impacto en la desnaturalización de las proteínas expresadas en el maíz o en la integridad del adn transgénico. En el campo mexicano se han sembrado desde hace aproximadamente cinco años algunos cultivos transgénicos, bajo la vigilancia de la Secretaría de Agricultura. Las empresas que pretenden liberar experimentalmente en el campo plantas transgénicas piden un permiso a la Dirección General de Sanidad Vegetal de la sagarpa. Es menester mencionar que una vez que las autoridades mexicanas de la sagarpa han realizado las evaluaciones de riesgos a la biodiversidad de acuerdo con la nom-056-fito-1995, a su comité de bioseguridad se invita a los expertos del sector salud para que evalúen la seguridad del consumo de estos alimentos. Sin embrago, no hay normas en el sector salud para realizar las evaluaciones de riesgos en alimentos y las evaluaciones de riesgos se hacen, pero se corre el riesgo de tomar decisiones hasta cierto punto discrecionales. Esto no quiere decir que los alimentos transgénicos importados en este país no sean seguros. De hecho son los alimentos más estudiados de la historia, y no por ser transgénicos tendrán mayores riesgos que los alimentos ya conocidos, y en México la ssa hace esas consideraciones. Con todo lo anterior se pretende dar las bases para comprender que no todos los transgénicos son iguales. Deben considerarse caso por caso, pues algún cultivo que es seguro de liberar en un sitio, puede no serlo para otro territorio.
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los cultivos transgénicos de méxico Un ejemplo interesante es el algodón Bollgard que ha demostrado su utilidad en el norte de México. Actualmente se cuenta con ese doble o politransgénico de Monsanto, que expresa doble toxina y que en México finalmente logró controlar el complejo bellotero que es la principal plaga en Tamaulipas. En este estado se siembran actualmente superficies de 10 mil hectáreas o mayores, que mientras no se apruebe la nueva nom-fito/ecol para ensayos precomerciales y siembras comerciales de plantas transgénicas, se seguirá monitoreando con la nom-056-fito-1995. Resulta además de sumo interés la experiencia que los agricultores locales y también las autoridades de la sagarpa, en Tamaulipas y en Sonora donde también se siembra algodón Bt, han adquirido en estas siembras de gran escala. La familiaridad que se ha obtenido con respecto al manejo integrado de plagas, y del manejo de las pastas residuales de la extracción de aceite en despepitadoras designadas, es también de gran interés. Esta familiaridad se ha desarrollado para con el algodón Bt o tolerante a herbicidas, la soya tolerante a herbicidas y tomates de larga duración en el estado de Sinaloa permite realizar evaluaciones de riesgo más eficientemente. No hay que descartar los cultivos transgénicos de las posibilidades de negocios en nuestro país. Un caso controversial es el cultivo de maíz transgénico en México para el que hay una moratoria de facto, aun para hacer pruebas experimentales. Ésta es una medida astringente que la sagarpa impuso desde 1998. Por otro lado se importa maíz transgénico sin identificación de Estados Unidos y Canadá por las cuotas del tlcan para consumo y procesamiento, por medio del sector salud. El maíz transgénico de los almacenes y silos de diconsa, y que no está identificado como tal, es una de las fuentes de los transgenes hallados en Oaxaca y Puebla. Existen otras posibles fuentes del flujo génico, como es el contrabando de semillas y los bancos de germoplasma entre otras. No se conoce a ciencia cierta el nivel de introgresión de los transgenes en Oaxaca y Puebla. Y algo que no se ha logrado es iniciar pruebas experimentales que permitan responder preguntas acerca del comportamiento de los transgenes en el campo en una variedad de polinización abierta como es el maíz. Las plantas eliminan a veces información genética que les resulta una carga energética excesiva, de forma que algunos transgenes probablemente se perderán con el paso del tiempo, o bien pueden “silenciarse” perdiendo entonces
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su expresión. Pero también es posible que la planta y los genes sufran cambios que sean inesperados o imposibles de predecir. Otra posibilidad es la movilización de la información genética, dentro del propio genoma del maíz y acarrear algunos efectos secundarios de la expresión de los transgenes. Lo anterior le sucede a las plantas transgénicas y también se esperaría que sucediera en las plantas que han sufrido flujo génico, como un efecto de haber adquirido el o los transgenes. Este tipo de efectos debe estudiarse en el caso del flujo génico en las plantas de maíz en México, pero no existe un mandato claro de las instituciones del gobierno para comisionar este trabajo. Además, hay que mencionar que en el país no hay un organismo que certifique análisis o laboratorios para la detección de secuencias transgénicas y su identificación y monitoreo en plantas, alimentos o granos a granel. Surgen en este punto nuevas incógnitas dadas las posibilidades anteriores: ¿Se incrementa alguna de las posibilidades de efectos secundarios inesperados en los criollos que han sufrido introgresión de transgenes? ¿Qué pasará si las características se heredan subsecuentemente en varias generaciones del criollo? ¿Hay formas de “medir” las consecuencias, cuando ni siquiera se conoce la variabilidad intrínseca de nuestros criollos? Las respuestas a estas preguntas están en el tintero, pues desafortunadamente a la moratoria de facto para la liberación de maíz, no se le aunó un programa de estudio de los posibles impactos del flujo génico. La investigación que dé las respuestas está todavía por hacerse. Y algo que agrava la situación es que las variedades criollas, tan valiosas en términos de biodiversidad, no se conocen desde el punto de vista bioquímico. No se sabe cuál es la expresión diferencial de proteínas en la especie Zea mays en condiciones ambientales variadas. En pocas palabras, se desconoce la variabilidad intrínseca de la especie, por lo que se torna aún más difícil realizar estudios que visualicen la expresión de proteínas extrañas a la especie y no esperadas, debido a posibles efectos secundarios a la manipulación genética. Los riesgos de efectos secundarios o inesperados mencionados anteriormente no son exclusivos de los transgénicos, puesto que en las plantas existe la introgresión interespecífica, es decir, dentro del genoma de las plantas hay transferencia de fragmentos largos de cromosomas, que en el caso del fitomejoramiento tradicional dan lugar a plantas ni apropiadas agronómicamente ni para el consumo. Y esto
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nunca ha sido vigilado como sucede con las plantas transgénicas: las plantas obtenidas por fitomejoramiento no se han evaluado tan exhaustivamente. Por lo tanto, mientras se trate de modificaciones genéticas como las que hasta ahora han sido aprobadas, y mientras no se trate de genes que permiten la expresión de productos farmacéuticos o industriales en variedades alimenticias, los riesgos para la salud provenientes de los transgénicos no necesariamente son mayores que los tradicionales. Pero algo que sí debe mejorarse es la capacidad de monitoreo de las plantas transgénicas y de las que han sufrido flujo génico. Es necesario aprovechar la capacidad de detección y herramientas de estudio de proteínas heterólogas, es decir, de las proteínas foráneas que ahora son expresadas en las plantas transgénicas, para minimizar las preocupaciones de su potencial alergénico y tóxico, sin pasar por alto las evaluaciones toxicológicas que normalmente se realizan en una planta novedosa, transgénica o no, para vigilar la posibilidad de que se expresen sustancias tóxicas naturales como serían algunos alcaloides o glucosinolatos, etc., así como también deberán realizarse las evaluaciones del valor nutricional de la nueva planta, arrancando con el principio de equivalencia sustancial (es) como el punto de inicio para una evaluación completa (Millstone et al., 1999; Schenkelaars, 2002). Dentro de las posibilidades de cambios en el valor nutricional, será importante prevenir que en el futuro hubiera escapes de genes en las variedades comestibles, importantes para la nutrición de los mexicanos, de genes capaces de producir grasas modificadas y nutracéuticos que no necesariamente se deben consumir en grandes cantidades o indiscriminadamente. La industria nacional debe estar al tanto de estas posibilidades ya que no sólo es importante monitorear y evaluar los riesgos en la producción nacional, sino que podrían poner en peligro sus exportaciones, pues en Europa y Japón estas cosas se vigilan estrechamente. Cualquiera de estas cosas se dificulta si no se tiene forma de saber qué variedades de genes se están liberando en Estados Unidos, sino qué escapes de genes han sufrido en su territorio, puesto que justamente de allí provienen los granos que dieron lugar al flujo génico en México. Debemos recordar que han sucedido al menos dos escapes graves: El primero denunciado en septiembre del 2000, se trató del ya bien conocido maíz Starlink. Ésta es una variedad de maíz Bt con una toxina distinta de las bien conocidas toxinas Cry1Ab y Cry1Ac del mismo
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microorganismo: la Cry9C que no tenía la aprobación en ese momento para consumo humano, sólo para alimentación animal puesto que la proteína heteróloga expresada, es decir, la toxina, se consideraba potencialmente alergénica porque es termorresistente, o sea que no se desnaturaliza fácilmente con calor. Estas características le permiten resistir los tratamientos térmicos normales del procesamiento de alimentos, aumentando la posibilidad de que llegue intacta al tracto gastrointestinal de los consumidores y potencialmente causar, de esa forma, reacciones alérgicas (Harl et al., 2000). El año pasado se descubrió un segundo escape grave, en Nebraska, del que resultó responsable la compañía Prodigene. El hallazgo se realizó un año después de que la empresa rentó un lote de cultivo, y entre la soya cosechada en la temporada siguiente se descubrió rastrojo de maíz que expresaba una proteína experimental para una vacuna porcina, a decir del usda. El rastrojo transgénico provino de granos de maíz que quedaron en el suelo posterior a la cosecha del transgénico experimental productor del fármaco, que fue cultivado negligentemente a cielo abierto, sin nivel de contención alguno (Gillis, 2002). La preguntas ahora se completarían de la siguiente manera: ¿Qué hacemos si sabemos que los genes de los cultivos estadunidenses pueden llegar hasta Oaxaca o llegar a las variedades nacionales comerciales? ¿Qué hacemos con los alimentos mexicanos de maíz, si es una variedad de polinización abierta y por lo tanto las variedades criollas pueden ser fertilizadas con polen transgénico? ¿Es un problema de legislación? ¿Es un problema de control? ¿Es un problema de ética? ¿Cómo reaccionará nuestra industria? Hay una complicación más. Los modelos experimentales para la evaluación de riesgos en alimentos no están a punto. Falta generar conocimiento sobre las proteínas expresadas normalmente en el maíz, es decir, generar la proteómica del maíz y su genómica también, ya sea mediante el uso de huellas digitales de las proteínas y los ácidos nucléicos por medio de la generación de “mapas” producidos por electroforesis bidimensional o por cromatografía de sus hidrolizados u otros métodos modernos. También se puede recurrir a la metabolómica, pues sería de gran interés conocer los metabolitos o sustancias que se producen normalmente en la planta y cuando ésta se encuentra en condiciones de estrés. Pero considerando los muchos criollos y los microclimas de México, esta tarea resulta muy complicada y este tipo de estudios básicos se han dejado a un lado en este país.
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Respecto de lo que actualmente se hace por mejorar las evaluaciones de riesgos en México, es claro que se requiere de una mejor comunicación en este rubro con las autoridades de salud (fda) y de agricultura (usda) en Estados Unidos, mediante interlocutores bien informados y entrenados en el área de nuestro gobierno. Actualmente, México obtuvo un donativo sustancial del Global Environment Facility (gef) para llevar a cabo el entrenamiento de los oficiales del gobierno mexicano encargados de las evaluaciones de riesgos <www.cibiogem.gob.mx>. Como corolario, pueden listarse las áreas donde la investigación en México tiene campo abierto, pues es necesario generar información nacional sobre: • Importaciones, es decir, cuáles variedades, evaluadas o no desde el punto de vista de salud en México, se están liberando en Estados Unidos y que por lo tanto podrán ser importadas para consumo y proceso. • Impacto en dieta mexicana, dados los niveles de exposición de nuestra población. • Datos nutricionales de las variedades a importarse (habrá que revisarlos más de cerca). • Información toxicológica, mediante la aplicación de posibilidades realistas pues actualmente no se tienen modelos animales adecuados para estas evaluaciones. • Generar conocimiento acerca de los efectos del procesamiento, como la nixtamalización, sobre la integridad del adn, que en realidad no presenta problemas de toxicidad, pero en el caso de las proteínas sí falta información sobre su integridad, sean heterólogas o autólogas, para evaluar su potencial alergenicidad y su impacto en términos de su posible rechazo si son detectadas en un cargamento de exportación a Europa o Japón. • Caracterización de los maíces criollos para conocer mejor su variabilidad intrínseca, sin olvidar darles el valor apropiado para su uso sustentable.
recomendaciones En este caso, puesto que tienen que tomarse decisiones de alto nivel e impacto, se requieren recomendaciones al gobierno de México y a
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sus socios comerciales del tlcan para armonizar el comercio con la investigación que se requiere en un país que debe proteger su biodiversidad. La reglamentación nacional necesita ser completada: faltan normas para poder ejercer lo que ya se encuentra en los reglamentos y las leyes. Hay que poner a punto el monitoreo y vigilancia, que no necesariamente implica que se hagan detecciones de laboratorio en las fronteras o en los puertos de entrada de los cargamentos de granos a granel. Pero ya que México es parte del Protocolo de Cartagena, éste así lo requiere, pero es claro que falta generar esa capacidad en el gobierno. Sin embargo, ya se trabaja en esto a través del Proyecto gef del Gobierno de México <www.cibiogem.gob.mx>. Debe iniciarse la certificación de laboratorios y de las metodologías que no están a punto ya que las instancias involucradas en las evaluaciones de riesgos de los transgénicos debe responsabilizarse de capacitar y equipar a sus evaluadores. Se requiere la voluntad y el esfuerzo de las secretarías involucradas en estas evaluaciones, como ya lo están realizando la sagarpa y la semarnat y, por su lado, el sector salud con la nueva coferpis (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios) <www.ssa.gob.mx/unidades/dgcs/> que sería el equivalente de la fda en México, y la Secretaría de Economía en lo que respecta a normas y al sistema de aduanas que debe estar más integrado en un esfuerzo nacional. Para la industria es necesario un mayor escrutinio en las importaciones y proponer a nivel internacional la prohibición de expresar productos industriales en maíz, como lo están haciendo ahora en Estados Unidos en el estado de Dakota del Norte y la asociación de productores de granos en ese país <www.bio-scope.org, marzo 1, 2003>. La defensa de la biodiversidad de maíz en México es un reto complejísimo que querámoslo o no, debemos enfrentar.
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CONTAMINACIÓN GENÉTICA DEL MAÍZ liza covantes torres *
activando la memoria y la reflexión A cuatro años y medio de iniciado el debate público sobre las importaciones de maíz transgénico y el riesgo de que estas semillas contaminarán genéticamente las variedades de maíz mexicano o sus parientes silvestres, la situación nacional en general no ha cambiado mucho, no hay, por ejemplo, avances en cuanto a políticas y marco legal en bioseguridad o manejo seguro de organismos transgénicos. Sin embargo, la situación sí ha empeorado, las importaciones de maíz transgénico siguen a la alza, y lo peor, está comprobada la contaminación de maíces nativos con secuencias de adn transgénico. El análisis y discusión por parte de científicos sociales sobre el uso e implicaciones diversas de la biotecnología y sus productos (entre ellos los organismos transgénicos) se inicia en México a principios de los años ochenta del siglo xx. No obstante, es hasta 1990, cuando promovido por investigadoras de la uam-Azcapotzalco y de la unam, de los Institutos de Investigaciones Económicas y el de Investigaciones Sociales, que se instituye un primer foro de discusión interinstitucional y multidisciplinario, en un seminario permanente que concluyó en 1991 con un Simposio Nacional sobre “Efectos socioeconómicos de la biotecnología”. El foro, considerado por sus organizadoras como “un hecho significativo en sí mismo”, fue muy importante para plantear una preocupación básica de este sector académico: “La reflexión social sobre este campo resulta necesaria por diversas razones: definir las condiciones y las limitaciones de la ciencia y la tecnología, determinar los efectos reales de su aplicación en la sociedad y finalmente definir las orientaciones de la política científica y tecnológica que tengan repercusiones sociales y económicas” (Casas et al., 1992). En palabras del doctor Ricardo Pozas Horcasitas, los científicos participantes en el simposio plantearon “este debate, opacado por un *
Coordinadora de la campaña de ingeniería genética Greenpeace, México.
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clima intelectual y político, que convierte el patrimonio público y social en derecho privado, no es soslayado por los científicos sociales que participan en los textos del presente libro (las memorias del simposio), quienes mantienen viva la tradición humanista del científico y su preocupación por el beneficio racional de los hallazgos tecnológicos”. A once años de este seminario, las preocupaciones siguen siendo las mismas, las preguntas por parte de muchos miembros de la sociedad sobre las repercusiones de este cambio tecnológico siguen siendo las mismas. Ambas siguen siendo vigentes y aún no hay suficientes respuestas. Después de años de discusión vale la pena preguntarnos ¿qué queremos saber y hacer como sociedad mexicana con los organismos transgénicos? La iniciativa de ley de bioseguridad votada por el Senado de la República parece más una propuesta de ley para proteger el interés privado que el interés público; más para promover la liberación en el ambiente de organismos transgénicos porque “no hay” alternativa tecnológica para proteger la riqueza biológica de México; más para evitarle a la industria de alimentos informar a sus clientes qué materia prima utilizan que para brindar el derecho a la elección del consumidor y proveer a la Secretaría de Salud de un elemento para el monitoreo, rastreo y vigilancia de los productos transgénicos que aprueba para consumo humano, como lo puede ser el etiquetado obligatorio. Si no tenemos clara la respuesta, seguiremos caminando en círculos, ante la complacencia de los únicos que se benefician de esto: las grandes corporaciones agrobiotecnológicas y de la industria de alimentos. Para Greenpeace, la liberación en el ambiente de organismos transgénicos implica riesgos para los ecosistemas, muchos de ellos incluso son desconocidos. Lo peor es que una vez liberados en el ambiente, retirarlos será prácticamente imposible. Para el caso del maíz transgénico, Greenpeace considera que la liberación de esta especie, simplemente porque somos centro de origen y diversidad genética, debe ser prohibida. Es un error arriesgar a los cientos de variedades nativas de las cuales se alimentan millones de mexicanos. El maíz es estratégico en términos de seguridad alimentaria nacional y mundial y en su centro de origen ya está contaminado con secuencias de adn transgénico. Ante la gravedad de los hechos, no creo que muchos estemos dispuestos a seguir perdiendo el tiempo en debates, mientras la dis-
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persión y la frecuencia de los transgenes en la diversidad biológica de maíz en su centro de origen avanza, el gobierno federal hace lo imposible por no hacer nada y el Congreso se preocupa por proteger al capital privado. En el caso del gobierno federal, por ejemplo, por consigna, no se habla públicamente del asunto por parte de la Secretaría de Agricultura, al contrario, el señor secretario, Javier Usabiaga, ha demostrado una y otra vez que desconoce el significado del maíz para la población de México al insistir en que los campesinos no siembren más maíz porque no es negocio. Además, Usabiga es un excelente vendedor de transgénicos. También la Secretaría de Salud ha comprado el boleto de los transgénicos. Juntas estas secretarías han aprobado diversos productos transgénicos importados para consumo humano y para siembra experimental, sin el cuestionamiento riguroso que amerita el asunto. Nosotros preguntamos: ¿A quién consultaron? ¿En qué marco legal se basaron para dichas aprobaciones? ¿Qué estudios de impacto ambiental y de salud realizaron para aprobar esta tecnología y cuáles otros realizan para confirmar su efecto en el ambiente y la salud? El gobierno federal ha aprendido bien la publicidad de Monsanto, Syngenta y otros, y la repiten hasta el cansancio: dice que hay que elevar la producción de alimentos, pero no apoyan la producción nacional. Dice que como México no produce lo suficiente, entonces aprueban más importaciones. Dice que los transgénicos elevan la productividad en la agricultura y así se podrá resolver el problema del hambre en el mundo, un discurso gastado desde la promoción de la revolución verde. Todos estos argumentos denotan una falta de respeto a la población, pues para muchos nos es claro que la producción de alimentos no es sólo una cuestión de falta de desarrollo tecnológico, que para el caso existen otras alternativas a la ingeniería genética para resolver los mismos problemas que los transgénicos pretenden resolver. El hambre en el mundo es un problema complejo con variables como: deterioro ambiental, distribución de la riqueza, guerras, por mencionar sólo algunas. Después de estos 4 años y medio de trabajo público de Greenpeace y oros grupos sobre las importaciones de maíz transgénico merecemos, por hacer público lo que con tanto esmero ha mantenido oculto el gobierno, un cambio de actitud, tanto del poder ejecutivo, como de los legisladores y del resto de la sociedad sobre estos asuntos.
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queremos una nueva actitud A todo lector debe quedarle claro que toda propuesta tecnológica aplicada en una sociedad tiene efectos sobre la misma. “La tecnología, vista como producto de la acción humana, ha sido ampliamente estudiada desde aproximaciones teóricas que centran su análisis en el consumo de bienes y servicios, la aceleración de los flujos económicos, etc. Pero la tecnología, además de producto, también es práctica social, donde intervienen técnicas, fórmulas y herramientas en estrecha interacción con aspectos sociales, políticos y culturales que afectan nuestra forma de vivir” (Massieu et al., 2002). En la historia más reciente, la aplicación del uso de la tecnología derivada de la síntesis química y la energía nuclear no fue evaluada por la población a quien se destinó su uso final. Hay casos derivados de estas tecnologías, promovidas principalmente por las corporaciones creadoras, que han sido impuestos por organismos internacionales y por gobiernos, sin mayor cuestionamiento que cuánta ganancia o ahorro económicos significan, pero sin una evaluación costo-beneficio, que considere efectos socioeconómicos y mucho menos ambientales. Si bien muchos productos de las tecnologías derivadas de la química y de la física han tenido efectos positivos, como por ejemplo en el área médica, también ha habido casos de efectos negativos sobre los usuarios (agroquímicos) o consumidores finales, así como afectación del medio ambiente. Estos últimos, desgraciadamente, han sido observados varios años después, sin que gobiernos responsables de su aprobación ni empresas creadoras y comercializadoras de estos productos enfrenten algún cargo legal por responsabilidad del daño causado a personas, animales ni ecosistemas. Lo más increíble es que en los países pobres, aun cuando está comprobado que tal o cual compuesto es tóxico, cancerígeno o teratogénico y además con evidencia de personas afectadas por los mismos, estos compuestos aún se producen y se venden al amparo y complacencia de los gobiernos y la satisfacción de sus productores. En México, por ejemplo, se venden compuestos que ya están prohibidos en otros países: paratión metílico, paraquat o endosulfán (Bejarano, 2002). Nos toca vivir en la era de las ciencias biológicas, gracias al avance del conocimiento de los seres vivos. En esta era se revaloran los productos y procesos naturales sobre los sintéticos, la preocupación por la protección de la diversidad biológica y sus ecosistemas.
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Desde hace algunos decenios la propuesta tecnológica era que, la biotecnología sería la gran apuesta de muchos para remediar casi todos los problemas del mundo. Al mismo tiempo, hay desequilibrio de los ecosistemas derivados del modelo agrícola utilizado, cuya solución implica cambiar las formas de producir y no sólo tratar de resolver parcialmente el problema con tecnologías novedosas, sin atacar de raíz la causa de los mismos. Dentro de la biotecnología, definida como el uso de los seres vivos para obtener bienes o servicios, hay múltiples técnicas y con aplicaciones muy diversas, como las áreas médica, industrial, ambiental y agrícola, pero la técnica que nos ocupa y nos preocupa es la ingeniería genética. Ésta, como nueva herramienta de la ciencia, representa uno de los elementos más polémicos de nuestro tiempo por sus alcances e implicaciones, pero también por sus incertidumbres. Consideramos que la era de la biología nos lleva a un urgente y necesario cambio de actitud en la sociedad, ante los productos derivados de la ingeniería genética: los organismos transgénicos. La sociedad que está siendo afectada, de una forma u otra, por la nueva propuesta tecnológica, debe decidir si quiere que se utilice tal o cuál técnica para resolver un problema, previniendo así que su uso no nos lleve a un problema mayor. Se requieren discusiones éticas, legales, ecológicas, económicas, sociales, etc. Es muy importante reconocer las fallas del pasado, para evitar cometerlas de nuevo. Aprender de los errores es más sabio que dejarnos intimidar por los sabios científicos de las grandes corporaciones, secundados por los gobiernos, que quieren imponernos, una vez más, el uso y consumo de sus productos sin mayor cuestionamiento. Todos aquellos que hemos emitido críticas a la propuesta de los cultivos transgénicos tenemos claro que la nueva tecnología biológica implica un mayor conocimiento de los seres vivos y los ecosistemas, que está aún en desarrollo. Pero lo más importante ante la embestida tecnológica es, primero, el entendimiento real del problema que se pretende resolver y el análisis de cuál puede ser la mejor opción para su solución. Ante la capacidad humana de crear nuevas combinaciones genéticas sin precedentes, también tenemos claro que hay una gran incertidumbre. Los conocimientos actuales son insuficientes para evaluar los beneficios y riesgos de los organismos modificados genéticamente (omg).1 1 Taller Científico Internacional Pugwash: Impacto y riesgos de la biotecnología agrícola, ciudad de México, mayo 2002, <www.pugwash.org>.
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El planteamiento de los nuevos retos y nuevas responsabilidades como sociedad requiere, sin duda, de nuevas actitudes. En diversas ocasiones se ha puesto en cuestión el comportamiento de los científicos de una institución pública tan prestigiada como lo es la unam, así como del carácter “neutro” que se le asigna al conocimiento científico. La biotecnología moderna y los cambios en materia legal de propiedad intelectual para privatizar la materia viva, más la promesa de mucha ganancia económica debido al monopolio de comercialización de los productos biotecnológicos durante 20 años, menoscaban el interés público y general y el interés privado se va apoderando de la capacidad científica pública. Esto ha ocurrido ya en Estados Unidos, como en otros países desarrollados, en donde cada vez es más difícil encontrar científicos que realizan trabajo independiente del interés privado. Por lo anterior, una vez más, insistimos en que es urgente un cambio de actitud de toda la sociedad.
historia breve del modelo tecnológico en la agricultura “moderna” Hace varios decenios surgió la llamada “revolución verde”, un modelo de producción promovido como la vía por la cual se acabaría con el hambre en el mundo. Los promotores del modelo (países en desarrollo) convencieron a los gobiernos de países pobres para que se adoptara. Este modelo agrícola se basa en el uso de semillas híbridas, semillas de alta homogeneidad genética;2 uso de fertilizantes químicos 2 Estas semillas en muchos casos son semillas híbridas. Los híbridos se obtienen al cruzar una planta de una línea madre pura y una planta de una línea padre pura. Las líneas puras son plantas que durante mucho tiempo se cruzaron consigo mismas. La semilla híbrida da origen a una planta que mostrará las mejores características seleccionadas de su madre y las de su padre. Las semillas nietas de abuelos puros, o sea, las semillas que nacen de un híbrido y que son la segunda generación, no serán igual de “magníficas” que sus padres, manifestarán características no tan deseadas de los abuelos y de los bisabuelos, por lo que su producción nunca será tan buena como la de la madre. Los agricultores que usan semillas híbridas una vez, cosechan y venden sus semillas para consumo, no las vuelven a sembrar, así que para la próxima siembra vuelven a comprar nueva semilla híbrida que venden las empresas como Pioneer, Monsanto y otras semilleras. Muchos campesinos en México fueron engañados por
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para que esas semillas produzcan mucho; agroquímicos biocidas (que matan lo vivo), como insecticidas, herbicidas, fungicidas, nematicidas, etc., uso de maquinaria agrícola y agua de riego. Con todo este suministro de energía al sistema agrícola, la producción de alimentos se elevó, aunque los rendimientos, consideramos, no compensan la inmensa inversión energética. Lo interesante es que el hambre en el mundo, 40 años después de la aplicación intensiva del modelo, es mayor. Por un lado, los sistemas con alta homogeneidad genética son muy frágiles. Por otro, los cultivos derivados de estos sistemas son plantas que se debilitan con los fertilizantes y con los biocidas. Hay que recordar que las plantas son también seres vivos y entonces los biocidas las matan o las debilitan. Además, por su alta homogeneidad genética y por su debilidad, son presa fácil de enfermedades causadas por hongos o bacterias y del ataque de insectos. Pero para la lógica del modelo no hay problema, esto está previsto, siempre habrá otro producto biocida para resolver el nuevo problema, generando así una dependencia de sustancias para que el cultivo sobreviva. A 40 años de la receta de “revolución verde”, debido al uso intensivo del modelo de “alta productividad”, el remedio ha salido más caro que la enfermedad, ha generado gran cantidad de problemas ambientales: contaminación de suelos y aguas, salinizado los suelos por los fertilizantes; y si bien ha eliminado insectos plaga, también aquellos que no lo eran; se generaron nuevas plagas; se eliminaron muchas plantas por considerarlas malezas; en el mundo, según la fao3 (Hammer, 1998), en el siglo xx se perdió 75% de las semillas nativas de muchos cultivos (erosión genética) para alimentación humana, debido a la sustitución por semillas híbridas; en México, se desmontaron muchos bosques y selvas para establecer grandes exel gobierno, quien para otorgar apoyo económico para la siembra, les condicionó este apoyo siempre y cuando se usara semilla híbrida, supuestamente para mejorar la producción. No les aclaró que una vez que se siembran, tienen que seguirla comprando cada siembra. El apoyo no fue para siempre y eso ha generado que muchos campesinos perdieran sus semillas nativas, semillas que producen menos que un híbrido, pero que están bien adaptadas al lugar de donde son y que además siempre, aunque poco, producen. Al perderse las semillas nativas por el cambio obligado a variedades híbridas, se perdió un tesoro genético que pone en riesgo la seguridad alimentaria de los campesinos, en primera instancia. 3 Cita núm. 10, pág. 6, del documento “Cita en Centros de Diversidad: La riqueza biológica de los cultivos tradicionales, herencia mundial amenazada por la contaminación genética” (1999), Greenpeace.
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tensiones de monocultivo o de atos ganaderos y con esto último, de paso, se incrementó la erosión de los suelos y se perdió la capacidad de infiltración de agua en el suelo por la eliminación de la cubierta vegetal, causando escasez de agua. De paso y rápido, menciono que por el uso y abuso de los biocidas también se han perdido o afectado vidas humana por intoxicaciones, cáncer, problemas del sistema nervioso y otros efectos negativos de los compuestos agroquímicos. Después del primer episodio, nos quieren obligar a continuar con la segunda parte de esta película, esto es, con la “revolución verde ii”. El modelo no cambia, sólo es una segunda parte. El cambio ahora es el uso de semillas híbridas, pero transgénicas. El resto de los insumos son los mismos. Consideramos que la manipulación genética de los organismos vivos puede tener implicaciones serias. Los organismos transgénicos u omg son organismos nuevos, inéditos en la naturaleza, pues poseen información genética nueva que no existía en la especie que se transforma, por eso se trata de combinaciones genéticas sin precedentes. Desde 1999, Greenpeace inicia una campaña en contra de la liberación de organismos transgénicos, por considerar que su liberación en el ambiente posee riesgos, los cuales no han sido suficientemente estudiados. No se conoce su comportamiento ni los efectos que sus modificaciones puedan generar sobre su metabolismo y el de otros, ante distintas condiciones ambientales como variaciones de temperatura, limitaciones de agua, capacidad para desplazar otras especies, etcétera. Son organismos que, en principio, resultan exóticos en un ecosistema. Su liberación puede tener efecto negativo sobre el equilibrio natural de los ecosistemas, la biodiversidad, la salud humana y animal. Aunque en este momento no veamos consecuencias, pueden llegar a representar problemas ambientales a mediano y largo plazos que se sumarían a los ya existentes. Una preocupación es que una vez liberados los organismos transgénicos y cuando se hayan mezclado con los organismos convencionales o silvestres (flujo genético de los transgenes), la situación será irreversible. Algunos riesgos discutidos mundialmente acerca de los organismos transgénicos se añadirían a los daños ya conocidos derivados de la “revolución verde i”: 1] erosión genética; 2] competitividad extrema, debido a características que brindan mayor capacidad de
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competencia comparadas con las variedades locales; 3] eliminación de diversidad vegetal por el uso de agroquímicos (la mayor parte de las variedades transgénicas comerciales son resistentes a herbicidas), contaminándose también suelo y agua; 4] contaminación genética (flujo genético entre plantas transgénicas, variedades locales o parientes silvestres), cuyos efectos se desconocen; 5] desconocimiento del comportamiento de transgenes en variedades de maíz mexicano; 6] al caso de maíz se sumaría la incertidumbre y riesgo debido a sus secuencias genéticas móviles (trasposones), 7] desarrollo de resistencia por parte de las plagas, debido a que se continúa con monocultivos altamente homogéneos y se mantiene la carrera armamentista contra los insectos, en lugar de convivir dentro de cierto umbral con ellos; 8] efectos sobre otros organismos, esto es, afectación dentro del ecosistema (suelo y los de la superficie); 9] desconocimiento sobre el comportamiento de secuencias virales de las construcciones genéticas, y 10] para el caso de maíz Bt, se desconocen los efectos de la toxina exudada en el ecosistema suelo, en donde habitan miles de organismos macro y micro y que juegan un papel importante en la degradación de materia orgánica y disponibilidad de minerales para que las plantas los absorban, 11] otros aún no vislumbrados.
¿por qué el tema de bioseguridad y liberación en el ambiente de organismos transgénicos es importante para méxico? La riqueza biológica que existe en el territorio nacional es uno de los principales elementos. Existen otros de índole sociocultural y económico que no son menos importantes. México es uno de los países con más diversidad del planeta, junto con otros países como Colombia y Brasil, Perú, Indonesia, Madagascar, India, China y Australia. También es uno de los centros de origen y diversidad de plantas cultivadas del mundo. Pertenece a una de las regiones que más aportes ha dado a la agricultura mundial en términos de recursos genéticos para la alimentación mundial: maíz, frijol, calabaza, papa, yuca, tomate, chile, cacao, algodón, camote, aguacate, entre otras especies. Es en esta región mesoamericana, como lo es en los otros centros de origen y diversidad de plantas cultivadas (Andes, Suroeste asiático, China, Sureste asiático, Indo-Burma, Asia central, Mediterráneo y Abisinia), en donde se desarrollaron las
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grandes culturas de la civilización humana, basada en sus inicios en el surgimiento y desarrollo de la agricultura. Dentro de la riqueza biológica mexicana está el maíz, uno de los cereales más importantes para la alimentación humana, considerado como “el gran regalo de Mesoamérica para el mundo” (Taba, 1995). Se origina y desarrolla en México como cultivo y como cultura.4 Su gran diversidad se debe no sólo a la diversidad de climas y ecosistemas, sino a la diversidad cultural de México. Es imposible para la mayoría de la sociedad y culturas actuales de México pensar en el maíz sólo en términos de un producto alimenticio, tal como se concibe en otros países del mundo. Este cereal representa una cultura, una forma de vida, parte de nuestra raíz y muchos mexicanos no concebimos a este país sin maíz, a pesar de opiniones contrarias como las del ahora secretario de agricultura de México, el gobierno de Estados Unidos y diversos empresarios mexicanos y estadunidenses, quienes también consideran que no le “conviene” a México seguir cultivando maíz, porque no es negocio. La cultura tampoco lo es. En México existe aún esta gran riqueza genética del maíz gracias a que cientos de variedades criollas se siguen sembrando. Según datos de cimmyt, para México y el resto de América Latina, maíces criollos se cultivan en 54% de la superficie destinada a este cereal. Para México, este porcentaje es mayor para muchos estados. En México se considera que aún se siembran variedades de 50 razas (Taba, 1995). Es una responsabilidad para la nación proteger y preservar dichos recursos, no sólo para la población del país, sino para la población mundial. Además de las múltiples variedades criollas y de variedades mejoradas, existen en México varias poblaciones de teocintle, considerado el ancestro del maíz, recurso que también debe ser protegido. Poblaciones de teocintle se reportan para Chihuahua, Durango, Jalisco, Nayarit, Colima, Michoacán, Guerrero, Morelos, estado de México, Guanajuato y Oaxaca (Sánchez y Ordaz, 1987).
4 El 6 de marzo de 2003, se inaguró en el Museo de Culturas Populares (pleno centro de Coyoacán, D. F.), la exposición “Sin maíz no hay país”. Esta exposición permaneció el resto de año. Diversas actividades (conferencias, mesas redondas, debates, muestras gastronómicas, obras de teatro, etc.) se llevaron a cabo durante la exhibición.
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contaminación de maíz por secuencias de adn transgénico Desde 1999, cuando inicia la campaña pública de maíz transgénico de Greenpeace, se pidió detener su importación por el riesgo que este significa para los maíces mexicanos. La preocupación mayor era que se pudiera contaminar genéticamente el maíz mexicano con los transgenes del maíz estadunidense. Desafortunadamente, lo tantas veces advertido, tanto por diversas organizaciones civiles y campesinas, así como por diversos miembros de la comunidad científica mexicana (conacyt y conabio, 1999), la contaminación ocurrió. Esta contaminación fue detectada por campesinos de Oaxaca, quienes al iniciar un proceso de certificación de sus maíces nativos como orgánicos (cultivados sin el uso de agroquímicos) encontraron presencia de transgenes. Esto ocurrió con ayuda dos investigadores de la Universidad de California en Berkeley (Quist y Chapela, 2001). Greenpeace, ante el silencio de las autoridades sobre el asunto, decide hacer público el caso el 17 de septiembre. Un día después, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (semarnat) da a conocer resultados preliminares de una investigación en proceso, iniciada a partir del aviso de los campesinos de Oaxaca. Sus resultados confirmaron la presencia de transgenes en variedades nativas y en semillas en venta para consumo humano en un almacén de distribución de alimentos básicos de Distribuidora e Importadora Conasupo, s. a. (diconsa). Este hecho es realmente grave, se trata del primer centro de origen y diversidad de un cultivo —de los tres que existen en el mundo— que es contaminado por organismos transgénicos. El maíz para México es un asunto de seguridad nacional; su contaminación por transgenes pone en riesgo la diversidad genética del grano y es una grave amenaza para la seguridad alimentaria del mundo. El hecho de que existan maíces nativos contaminados en el estado de Oaxaca, en una comunidad en la sierra y donde el maíz importado transgénico es distribuido por diconsa,5 significa que todo el territorio nacional puede estar ya contaminado. Oaxaca no es un caso especial, es únicamente el caso del que se tiene noticia.
5 diconsa distribuye alimentos básicos en aproximadamente 23 mil comunidades rurales de México. <www.diconsa.gob.mx>.
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apéndice. la respuesta ciudadana a la contaminación de maíz transgénico Se presenta a continuación una breve reseña de las acciones ciudadanas en México desde la muestra de la evidencia de que en México se importan semillas de maíz transgénico proveniente de Estados Unidos; el hallazgo de la contaminación genética del maíz mexicano, hasta la fecha de terminación de este texto (31 de marzo de 2003). • Enero, 1999. Greenpeace inicia una campaña contra las importaciones de maíz transgénico, advirtiendo del riesgo de una contaminación. • Abril, 1999. Científicos mexicanos entregan a la presidencia un informe en donde se reconoce el riesgo de una contaminación. • Mayo, 1999. Greenpeace demuestra la presencia de maíz transgénico. • Junio, 1999. El Gobierno Federal [Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (sagarpa)] anuncia una moratoria de facto para experimentos con maíz transgénico. • Desde finales de 1999 y hasta la fecha se han multiplicado las voces. Algunas de las organizaciones en México que se han ido incorporando, desde 1998, al debate sobre la introducción a México de cultivos transgénicos y a la defensa del maíz Greenpeace México Colectivo Ecologista Jalisco Grupo de Estudios Ambientales Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (rapam) Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productos del Campo (anec) Guerreros Verdes Grupo Vicente Guerrero Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (ceccam) Unión Nacional de Organizaciones Rurales Campesinas Autónomas (unorca) Grupo etc Consejo de Médicos y Parteras Indígenas Tradicionales de Chiapas (compitch) Red Ambiental Morelos
Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular (Casifop) Consejo Nacional Indígena Huicholes y Plaguicidas Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (rmalc) Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales Ambientalistas de Tlaxcala Red de Información y Acción Ambiental de Veracruz (riaaver) Bios Iguana Red de Estudios para el Desarrollo Rural (red) Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (cenami) Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria (ciepac) Entre otras
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algunas acciones a partir del conocimiento de la contaminación genética de maíces mexicanos
En 2001 • 17 de septiembre. Greenpeace revela la contaminación genética. • 18 de septiembre. Gobierno Federal (Semarnat), como reacción, hace públicos los datos de la contaminación. • 24 de septiembre. Cuarenta organizaciones ambientalistas y campesinas entregamos al gobierno una propuesta de Plan de emergencia para enfrentar la contaminación. • 29 de noviembre. Ochenta científicos de todo el mundo firman una carta pidiendo evitar la contaminación de más variedades de maíz mexicano. • 11 de diciembre. Cinco organizaciones y 13 individuos interponemos una denuncia popular ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
En 2002 • 23 y 24 de enero. Se lleva a cabo el seminario “En defensa del maíz”. Nos reunimos en la ciudad de México cerca de 138 organizaciones campesinas, indígenas, ambientales, sociales y académicos, para discutir la problemática del maíz. El objetivo: construir colectivamente propuestas y estrategias de acción en el nivel local, nacional e internacional para enfrentar la situación de emergencia en que se encuentra el maíz mexicano. En este seminario nos comprometemos a: 1] multiplicar con urgencia la información en todo el territorio nacional, 2] formar comités de vigilancia y monitoreo, 3] exponer el caso de la contaminación del maíz mexicano en el mundo, entre otras tareas. • 18 de febrero. En una primera reunión de países megadiversos afines, Greenpeace entrega a de los representantes de gobiernos asistentes (12) información sobre la contaminación. Éstos acuerdan promover firma y ratificación Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología. • 24 de abril. Reunión del Protocolo de Cartagena, en sesión plenaria y frente a más de 135 países, Greenpeace y un representante
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de las comunidades oaxaqueñas afectadas, exponen el caso de la contaminación genética en México. 25 de abril. Afectados de Oaxaca, con apoyo de 4 ong ambientales solicitan a la cca-tlcan (Comisión de Cooperación AmbientalTratado de Libre Comercio de América del Norte) un estudio de las implicaciones ambientales, socioeconómicas y culturales de la contaminación de sus maíces nativos. En mayo y junio, más de 90 ong de México, Estados Unidos y Canadá, y algunas de otros países, se suman a la petición de la ccatlcan. Greenpeace expone el caso de México en Nicaragua, donde participa en una denuncia internacional de presencia de maíz transgénico en ayuda alimentaria enviada a ese país desde Estados Unidos. Se propone formar la red mesoamericana de defensa del maíz. Greenpeace expone el caso de México al gobierno de China. ceccam, Casifop y Grupo etc organizan una conferencia pública con científicos de otros países que cuestionan seriamente la liberación en el ambiente y aprobación para consumo de cultivos transgénicos. En junio, anec, ceccam y unorca exponen el caso de la contaminación genética de maíz en México, en Roma, reunión de la fao. Greenpeace, en reunión internacional de maíz (Chicago, Estados Unidos), expone el caso y de ahí también se propone formar una red mesoamericana de defensa del maíz. Reuniones diversas: Plan Puebla-Panamá, sobre diversidad biológica y cultural, encuentros campesinos varios, reuniones en contra del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, entre otras, han discutido el tema de la contaminación y han emitido declaraciones públicas en contra de las importaciones de maíz transgénico. Seminario internacional (agosto), resultado de un gran esfuerzo de rapal (Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en América Latina), organizaciones ambientalistas, campesinas, indígenas y algunos representantes de la academia nos reunimos en Chapingo para discutir esta problemática y buscar alternativas para solucionarla. Noviembre de 2002, dan inicio las movilizaciones campesinas6 en búsqueda de una nueva política para el campo mexicano, en las
6 Conformación de la coalición de organizaciones campesinas bajo el nombre “El campo no aguanta más” (noviembre 2002).
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que además de la petición de renegociación del tlcan y sacar el maíz y el frijol del tratado, por ser estratégicos para México, piden se detengan las importaciones de maíz transgénico • Noviembre de 2002, en estas jornadas “Alimentos transgénicos, un problema y una solución desde la interdisciplina”, diversas organizaciones civiles exponemos, una vez más, nuestra preocupación por la contaminación.
En 2003 • Marzo de 2003, se realiza el ii Seminario América del Norte, Evaluación de los Efectos Ambientales derivados del Comercio (ccatlcan).7 Académicos y organizaciones no gubernamentales de Estados Unidos y México presentan estudios sobre: la importancia de conservar la diversidad genética de maíz in situ y otro sobre el problema de especies invasoras como problema derivado del comercio agrícola y forestal, en el que la contaminación genética de maíz en Oaxaca y Puebla fue presentada como uno de estos casos.
algunos logros o avances en méxico y el mundo, gracias al esfuerzo de ciudadanos mexicanos en 2002 y 2003 1]La contaminación genética de maíz mexicano se conoce ya en México y en gran parte del mundo. 2]Se forma la Red Mexicana en Defensa del Maíz, lista electrónica:
[email protected]. 3]El Senado mexicano ratifica el Protocolo de Cartagena. 4]Ante críticas a científicos, descubridores, junto con las comunidades de Oaxaca, de la contaminación, señalamiento de industriales y algunos científicos, que la contaminación existe en el “imaginario colectivo” y presión pública, la Semarnat confirma los resultados positivos. 5]El gobierno de Etiopía pide en la reunión del Protocolo de Cartagena, en La Haya, se incluya en agenda de discusión el asunto de la contaminación transgénica de centros de origen y diversidad de cultivos. 7
Ponencias en <www.cec.org/symposium>.
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6]Aceptación de la solicitud de estudio de las implicaciones de la contaminación por la cca-tlcan. No sólo estudiará Oaxaca, sino todo el país. 7]El gobierno de Zimbawe rechaza ayuda alimentaria con semillas viables de maíz transgénico, para evitar contaminación de sus variedades de maíz. 8]Decisión del gobierno de China de establecer zonas de prohibición de liberación de soya transgénica para evitar contaminación de la diversidad genética soya ahí presente. Por todo lo anterior, y con toda autoridad moral, por el esfuerzo que como ciudadanos hemos hecho, en muchas ocasiones prácticamente sin recursos económicos, pero con la seguridad de que proteger al maíz es proteger nuestra identidad y recuperar nuestra soberanía y seguridad alimentaria, así como ejercer el derecho a un entorno limpio y sano, exigimos: • Respeto a la cultura del maíz. • Alto a las importaciones de maíz transgénico. • Remediación de la contaminación. • Acción legal contra los responsables. • Una ley de bioseguridad de interés público y no para las trasnacionales, que contemple: la aplicación del principio precautorio para el uso de organismos transgénicos; prohibición de cultivos transgénicos en centros de origen y diversidad biológica; el derecho a información clara y transparente; la consulta pública para la toma de decisiones; identificación y etiquetado de omg y productos derivados; responsabilidad civil y penal de los creadores de los omg.
bibliografía y fuentes consultadas Bejarano, F., 2002, La espiral del veneno: guía crítica ciudadana sobre plaguicidas, de la serie Cuadernos para una agenda ciudadana, Red de Acción sobre Plaguicidas y alternativas en México (rapam),
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contaminación genética del maíz
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MAÍZ TRANSGÉNICO EN MÉXICO: APAGAR EL FUEGO CON GASOLINA ana de ita rubio*
Hace más de un año, en septiembre pasado, el ine y la conabio (2000) confirmaron con base en los resultados de los análisis realizados por el cinvestav el hallazgo de los científicos de la Universidad de Berkeley, Ignacio Chapela y David Quist (2001: 541-543), de maíz nativo contaminado con maíz transgénico en las comunidades de Oaxaca y Puebla. Hasta ahora, el gobierno mexicano no ha tomado ninguna acción seria, mientras los promotores de los cultivos transgénicos buscan eliminar la prohibición de siembra de maíz transgénico en el país. En México, por ser país centro de origen, diversidad y domesticación del maíz, hasta ahora está prohibida la siembra y liberación en el ambiente del maíz transgénico. En 1995, los especialistas nacionales e internacionales de maíz, convocados por el cimmyt, el inifap, y el Comité Nacional de Bioseguridad Agrícola (cnba), preocupados porque la liberalización comercial del cultivo de maíz Bt se daría en Estados Unidos para 1996 —dos empresas habían ya recibido la aprobación del gobierno— señalaron que “si en Estados Unidos se desregula el maíz transgénico, lo más probable es que éste llegue a México en un tiempo muy corto. Aun cuando parte de ese maíz transgénico no se adaptara bien a México es casi seguro que habrá polinización cruzada con el tiempo (cimmyt et al., 1995). A fines de 1998, el Comité Nacional de Bioseguridad Agrícola estableció una moratoria de facto al no aceptar nuevas solicitudes para realizar pruebas de campo. Entre 1993 y 1998 se habían permitido 22 ensayos de campo de maíz transgénico bajo condiciones de alta seguridad: en extensiones no mayores a 50 metros y deteniendo el desarrollo de la planta antes de la reproducción. Diez de ellos los llevó a cabo el sector público —cimmyt y cinvestav— entre 1993 y 1999, y doce, las corporaciones privadas —Asgrow, Monsanto, Pioner y Mycogen— entre 1996 y 1998.1 Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (ceccam). sagar, registro de ensayos de maíz transgénico en México 1998-2000. Serratos, J. A., comunicación personal 2000. *
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Sin embargo, las importaciones de maíz de Estados Unidos —alrededor de 6 millones de toneladas anuales— que contienen mezclado maíz genéticamente modificado ingresan al país sin ninguna regulación, requisito de segregación, ni etiquetado. La siembra del maíz transgénico importado provocó la contaminación de variedades de maíz nativo.
impactos en la biodiversidad México supera a cualquier otro país en la riqueza de sus razas y variedades de maíz (cimmyt et al., 1995). Existen 53 razas y 16 mil accesiones2 o muestras de materiales mexicanos, con presencia endémica de sus parientes silvestres o teocintles.3 El teocintle se cruza con el maíz y ha tenido gran influencia en la formación de las principales razas de maíz.4 Los agricultores y los fitomejoradores requieren de una base genética muy amplia para buscar características deseables de los cultivos. La causa principal de la disminución de la diversidad genética es la sustitución de variedades tradicionales por nuevas variedades homogéneas. Según datos de la fao de las variedades locales de maíz que se conocían en México en 1930, sólo queda actualmente 20 por ciento. El maíz es un cultivo de polinización abierta o cruzada, a diferencia de los otros cereales básicos como el trigo y el arroz que se autopolinizan. Cuando el maíz se reproduce el polen de una planta fecunda a las plantas vecinas y todas las plantas de un campo de maíz serán diferentes de la generación anterior y entre ellas (cimmyt, 2000: 26). Bajo condiciones favorables el polen se puede trasladar grandes distancias y ser efectiva su fertilización.
2 Una accesión es cada variedad de semilla recogida en una comunidad determinada. Así, el número de variedades es menor que el de las accesiones, pues una misma variedad puede estar guardada como accesión en varios bancos. 3 Zea perennis (teocintle perenne tetraploide); Zea diploperennis (teocintle perenne diploide silvestre). Los teocintles anuales, todos diploides, se designan como Zea mexicana. Para establecer diferencias entre los teocintles anuales es importante separar las poblaciones de teocintles anuales del sur de Guatemala, Zea luxurians, y el teocintle del norte de Guatemala más parecido a Tripsacum. Wilkes, 1979, en cimmyt (1995: 15). 4 Wellhausen, 1951; Mangelsdoorf y Reeves, 1959; Mangelsdorf, 1974 y 1986; Wilkes, 1979, en cimmyt (1995: 20).
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A pesar de que muchos cultivos son genéticamente diversos, el maíz es notable por la extensión en que la diversidad genética se maneja en el nivel de la parcela. Es común encontrar en cada parcela tres, cuatro, o quizá más variedades distintas de maíz. La selección y el intercambio de semillas entre los campesinos es de gran importancia y existe un flujo constante de material genético entre diferentes comunidades y áreas geográficas (Lovette, 1995: 60). La contaminación transgénica amenaza la diversidad de razas de maíz ya que sólo es cuestión de tiempo el que las variedades de maíz nativo contengan transgenes. Según Ellstrand, el flujo de genes es capaz de contrarrestar otras fuerzas evolutivas como la mutación o la selección. “Una consecuencia evolutiva del flujo genético es su tendencia a homogeneizar la estructura de la población. El flujo genético entre un cultivo de manejo industrial es más importante que la mutación. La tasa de incorporación de alelos foráneos bajo esos niveles de hibridación parece ser de órdenes de magnitud mayores que los de una mutación típica. La homogeneización depende de si los alelos inmigrantes son neutrales, tienen ventajas o desventajas en el ambiente ecológico y genómico de la población que los recibe” (Ellstrand et al., 1999: 539-563). El maíz transgénico estará intercambiando información genética con una gran variedad de maíces nativos. La velocidad de expansión de los transgenes depende del área plantada con maíz convencional y de la cantidad inicial de maíz transgénico. Mientras la tasa de difusión sea mayor que cero, es sólo cuestión de tiempo el que los transgenes se introduzcan a todo el maíz convencional. Es muy fácil integrar nuevos genes al sistema pero es muy complicado, si no imposible, erradicarlos (Serratos-Hernández et al., 2001: 6). No existen formas prácticas al alcance de los mejoradores o de los productores, para eliminar los genes no deseados de una población (Nigh et al., 2000). Varios especialistas en maíz han demostrado que el flujo de genes desde el maíz al teocintle ocurre.5 Según Ellstrand, el flujo de genes del maíz transgénico al teocintle puede tener como consecuencia su evolución como maleza agresiva o el aumento de la probabilidad de su extinción (Ellstrand et al., 1999). 5 “El flujo genético entre el maíz y dos especies de teocintle (Zea mexicana y Zea perviglumis) es mayor que cero, porque sus cruzas son compatibles, coexisten en el espacio y su época de floración se traslapa”, Sánchez y Ordaz, 1987, en Serratos-Hernández, J. A. et al. (2001: 5).
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impactos económicos y ambientales El maíz es el segundo cultivo transgénico en importancia después de la soya, ocupa 19% de la superficie plantada con cultivos transgénicos. En el mundo se siembran 140 millones de hectáreas de maíz y de éstas 9.8 millones —equivalentes a 7%— son de maíz transgénico; 87% de la superficie de maíz transgénico está plantada con semillas propiedad de Monsanto (esto en el año 2001). Durante los años 2000 a 2001, la superficie plantada con maíz transgénico en el mundo se redujo. Pasó de 11.2 millones de ha en 1999 a 9.8 millones de hectáreas. Las mayores reducciones se dieron en Estados Unidos y, según los expertos de las empresas biotecnológicas, se explican por los bajos niveles de infestación de la plaga (barrenador europeo de maíz) durante 1999, la pérdida de confianza de los consumidores y los bajos precios del grano (James, 2001). Estados Unidos es el mayor productor de maíz transgénico, absorbe 77% de la superficie de maíz transgénica en el mundo. De las 32 millones de hectáreas sembradas con maíz en Estados Unidos, 7.5 millones (23%) están cultivadas con maíz transgénico (en el 2001). El maíz es el cultivo más importante de México. Anualmente tres millones de campesinos —la mayoría (90%) con parcelas menores a 5 hectáreas— producen 18.2 millones de toneladas, en una superficie sembrada de 8.5 millones de hectáreas. Después de cincuenta años de “revolución verde” en el país, los híbridos o variedades mejoradas de maíz, únicamente se utilizan en 15% de la superficie, el resto se siembra con maíz nativo (cimmyt et al., 1995). Éste es el mercado que las transnacionales semilleras quieren invadir. Las empresas productoras de semillas transgénicas afirman que los cultivos genéticamente modificados representan significativos beneficios ambientales y económicos: aumento de productividad, reducción de costos, menores aplicaciones de insecticidas convencionales, sin impactos negativos sobre los ecosistemas. Los impulsores de la liberación de la siembra de maíz transgénico en México declaran que estos beneficios deben llegar a los millones de campesinos que cultivan el maíz (Martínez Soriano, 2001). Sin embargo, para el caso de México los tres tipos de maíz transgénico que existen en el mercado no provocarán ningún beneficio y sí muy altos riesgos.
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Durante el año 2001, en el mundo se sembraron 5.9 millones de hectáreas con maíz Bt, y 2.1 millones de hectáreas fueron de maíz transgénico resistente a herbicidas; las restantes 1.8 millones de hectáreas se plantaron con maíz transgénico que combina la tolerancia a herbicidas y la resistencia a insectos (James, 2001). El maíz Bt es el más importante en extensión sembrada, fue diseñado específicamente para controlar al barrenador europeo del maíz Ostrinia nubilalis, la plaga más importante de Estados Unidos y Canadá, pero que en México no existe.6 La agencia de protección Ambiental de Estados Unidos aprobó el maíz Bt en agosto de 1995. Su uso aumentó hasta 1999, antes de disminuir en el año 2001. Los agricultores de Estados Unidos han hecho varios análisis de costo beneficio, pues únicamente les conviene sembrar maíz Bt cuando tienen una infestación alta de barrenador europeo. Si no es el caso, el costo de las semillas transgénicas y la licencia es mayor que la reducción de pérdidas.7 “Con una mínima incidencia de la plaga, la reducción del daño del barrenador es menor que el costo adicional del maíz Bt. El uso del maíz Bt únicamente está justificado cuando la población de barrenadores provoca un daño mayor a una cavidad por cada dos mazorcas. [...] En ausencia de la plaga, un maíz Bt reporta rendimientos iguales a los híbridos similares no transgénicos.”8 Además la tecnología Bt puede reportar ganancias únicamente cuando los rendimientos son superiores a 8.4 toneladas de maíz por hectárea (Jeffrey Hyde, 2001). Los rendimientos promedio en México para el año 2001, son de 4.6 toneladas por hectárea en riego y de 1.99 toneladas por hectárea en temporal. La adopción de esta tecnología está también relacionada con el comportamiento de los precios. Si los precios son bajos, el uso de esta semilla no es rentable. Los precios del maíz mexicano se han reducido en 45% en términos reales entre 1993 y 2001, en tanto que los precios internacionales se han reducido en 18% a partir de 1999, respecto de los vigentes durante los primeros años del decenio de los noventa, sin considerar los años de precios más altos (1996-1998). La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (epa) esperaba una reducción de 1 a 2% en el uso de insecticidas, a raíz de La plaga más común de México es el gusano cogollero Spodoptera frugiperda que la toxina del Bt no controla. 7 Las semillas Bt cuestan 14 dólares más por bolsa. Ric Bessin, extension Entomologist, Bt Corn, University of Kentucky, Entomology. 8 Ric Bessin, extension Entomologist, Bt Corn, University of Kentucky Entomology. 6
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la siembra de maíz Bt. Sus estudios demuestran que esto no ocurrió: “La mayoría de productores de maíz en Estados Unidos no utiliza insecticidas químicos para controlar plagas específicas, de ahí que no se registren beneficios de reducción plaguicidas.”9 Muchos de los productores que ahora usan maíz Bt, anteriormente no utilizaban ningún insecticida, y otros deben usar distintos insecticidas para controlar plagas que el Bt no controla. Otra gran preocupación es que los insectos desarrollan resistencias al Bt, por ello los agricultores de Estados Unidos deben comprometerse a prevenir el desarrollo de resistencias y poner zonas de amortiguamiento, sembrando 20% de maíz convencional. Algunos estudios demuestran que después de ocho generaciones de uso de Bt, se presenta la resistencia en insectos, y para reducirla los productores deben intercalar ciclos enteros de siembra de cultivos no Bt, o aumentar el porcentaje de sus predios sin transgénicos a 40% (Jeffrey Hide, 2001). En Estados Unidos, con muy distintas condiciones de producción a las de México y en donde la plaga existe, el uso de esta tecnología reporta beneficios económicos sólo bajo determinadas circunstancias y no ha reportado beneficios ambientales. En México, en donde la principal plaga que combate el maíz Bt no existe, los rendimientos del maíz no aumentarán, ni disminuirá el volumen de insecticidas empleado, pero los productores aumentarán sus costos en la compra de las semillas y deberán pagar derechos por el uso de la licencia. El maíz tolerante a herbicidas es el segundo más sembrado, pues reduce considerablemente el uso de mano de obra y equipo en el deshierbe, que resulta muy importante en la agricultura industrial de grandes extensiones de monocultivo. Es negocio redondo para las compañías como Monsanto pues la semilla está adaptada para tolerar el herbicida —RoundUp Ready a base de glifosato— que produce la misma compañía. El glifosato es un herbicida persistente. Según pruebas realizadas por Monsanto se necesitan 140 días para que la mitad del producto aplicado a los suelos agrícolas se degrade. Residuos de glifosato se encontraron en cosechas de zanahoria, lechuga y centeno plantadas un año después de haber tratado el campo con el producto. El glifosato puede dispersarse por el viento en un área de hasta 400 m 9
epa, Bt Plant-Pesticides Biopesticides Registration, Action Document, 2000.
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en aplicaciones terrestres y 800 m en aplicaciones aéreas.10 Según la Organización Integral para el Control Biológico el RoundUp Ready también mata insectos benéficos. El maíz tolerante a herbicidas presenta problemas de comercialización y el RoundUp Ready de Monsanto no está aprobado para los mercados de exportación europeos. La Asociación de Productores de Maíz de Iowa recomienda a sus integrantes segregarlo y considerar los problemas de comercialización que enfrentarán, antes de decidirse a plantarlo. En el caso mexicano, al existir flujo de genes entre el maíz y el teocintle, el maíz tolerante a herbicidas puede convertir al teocintle en una maleza. Además, este tipo de maíz terminaría con la cultura de la milpa, al destruir los cultivos asociados al maíz, como el frijol, el chile, la calabaza, los quelites, las plantas medicinales, además de homogeneizar las variedades de maíz. El tercer maíz transgénico comercial es el que combina ambas características: tolerancia a herbicidas y resistencia a insectos. La siembra de maíz transgénico en México no resuelve los principales problemas que enfrentan los productores —falta de rentabilidad, competencia con las importaciones, bajos precios internos e internacionales, altos subsidios a los productores de Estados Unidos, control monopsónico de los mercados— sino que, por el contrario, aumenta su dependencia de las empresas transnacionales. Las empresas transnacionales que controlan los mercados agrícolas mundiales fortalecieron su participación en el mercado mexicano de maíz a raíz del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (tlcan) y de la desaparición de la empresa estatal comercializadora de granos básicos conasupo. Actualmente, operan en el país tres de los principales carteles de empresas industrializadoras y comercializadoras de maíz: Arancia-Minsa-Corn Products International; MasecaArcher Daniels Midland (adm)-diconsa; Cargill-Continental. Estas empresas controlan las exportaciones de maíz de Estados Unidos y son, a su vez, las principales importadoras de maíz a México y casi las únicas opciones de compra de las cosechas a los productores. Las importaciones de maíz han crecido exponencialmente durante el tlcan, pasaron de 152 000 toneladas en 1993, a 5.6 millones de 10 Extension Toxicology Network, Pesticide Information Profiles Glyphosate, Cooperative Extension Offices of Cornell University, Oregon State University, the University of Idaho, and the University of California at Davis and the Institute for Environmental Toxicology, Michigan State University. Revised June 1996.
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toneladas en 2001. El gobierno mexicano durante seis de los ocho años de vigencia del tlcan —1995, 1996, 1998, 1999, 2000 y 2001— eliminó los aranceles para las importaciones por arriba de las cuotas negociadas en el tlcan para favorecer a estas empresas. Las importaciones presionan los precios internos a la baja, que se han reducido en más de 45% durante el periodo tlcan (1993-2001). Cargill está ligada a Monsanto el gigante mundial de semillas transgénicas, adm está vinculada a Novartis. La liberación de la siembra del maíz transgénico en México les permitirá cerrar el círculo de dependencia campesina. Los estudios del ine y la conabio revelan que la contaminación puede ser un hecho generalizado en otras regiones de México y no exclusivo de la Sierra Norte de Oaxaca, y apoyan el hecho de que el maíz de diconsa está contaminado con transgénicos (ine, conabio, 2002). La siembra de maíz transgénico se inició en 1996 en Estados Unidos, de esa fecha hasta el año 2001 puede considerarse estadísticamente que México ha importado 5.5 millones de toneladas de maíz transgénico. diconsa distribuye anualmente más de 600 000 toneladas de maíz, por medio de 300 almacenes rurales y 23 000 tiendas comunitarias ubicadas en 93% de los municipios del país. Más de 200 000 toneladas distribuidas por diconsa son de maíz importado, mientras que las restantes 400 mil provienen de comercializadoras privadas, que también pueden contener maíz importado y en menor medida de cosechas compradas a organizaciones de productores. diconsa abastece maíz a la población rural —consumidores, pero también productores— sin ningún etiquetado que alerte sobre la posibilidad de contener granos transgénicos, ni les prevenga sobre los riesgos de su siembra para las variedades nativas. Los agricultores y campesinos en distintas partes del mundo —Francia, India, Brasil, Canadá— enfocan su lucha en contra de los derechos de propiedad intelectual de las compañías biotecnológicas que les impiden mantener la práctica milenaria de seleccionar, conservar y replantar sus propias semillas. Percy Schmeiser es un agricultor canadiense demandado por Monsanto. La compañía afirma que plantó semillas Monsanto sin comprarlas ni pagar la licencia. En realidad, el campo de Percy se contaminó con canola transgénica de los campos vecinos. Percy hasta ahora lleva perdido el juicio frente a Monsanto, a pesar de nunca haber comprado una semilla a Monsanto, ni haber firmado ningún contrato con esta empresa. El contrato de Monsanto le retira a los agricultores todos sus derechos, pero además, como es el caso de Percy, el contrato aplica aunque los agri-
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cultores no lo hayan firmado. En Canadá, Monsanto tiene una fuerza policiaca propia que la usa para imponer su contrato y además utiliza una carta de extorsión. La policía de Monsanto transgrede uno de los valores fundamentales del capitalismo: la propiedad privada. Mientras el taller internacional de Pugwash sobre los impactos y riesgos de la biotecnología agrícola11 destacó como una de sus conclusiones que: “Los conocimientos actuales son insuficientes para evaluar los beneficios y riesgos de los organismos modificados genéticamente (omg), especialmente a la luz de las consecuencias a largo plazo que estas tecnologías puedan tener en la biosfera y las futuras generaciones”, la industria biotecnologíca presiona al gobierno mexicano para conseguir la liberación de la siembra de maíz transgénico en México, lo que significa intentar apagar el fuego con gasolina.
bibliografía cimmyt et al., 1995, Flujo genético entre maíz criollo, maíz mejorado y teocintle: implicaciones para el maíz transgénico, Memoria del Foro, México, septiembre. cimmyt, 2000, “Assessing the benefits of International Maize Breeding Research: An overview of the global maize impacts study”, cimmyt, World maize facts and trends, p. 26. Chapela, I. y D. Quist, 2001, “Transgenic dna introgressed into traditional maize landraces in Oaxaca, Mexico”, Nature, vol. 414, noviembre 29, pp. 541-543. Ellstrand, N. C. et al., 1999, “Gene flow and introgression from domesticated plants into their wild relatives”, Annu. Rev. Ecol. Syst., 30: 539-563 (citado en: Serratos-Hernández, J. A. et al., 2002). ine, conabio, 2002, Evidencias de flujo genético desde fuentes de maíz transgénico hacia variedades criollas, enero. James, Clive, 2001, Global Review of Commercialized Transgenic Crops, International Service for Acquisition of Agri-biotech Applications (isaaa). Jeffrey Hyde, Marshall et al., 2001, The economics of within-field Bt corn refuges, Purdue University. Louette, D., 1995, “Intercambio de semillas entre agricultores y flujo genético entre variedades de maíz en sistemas agrícolas tradicionales”, cimmyt, inifap, cnba, Flujo genético entre maíz criollo, maíz mejorado y teocintle: implicaciones para el maíz transgénico, Memoria del Foro, México, septiembre, 60. Martínez Soriano, J. P., 2001, Angélica Enciso, La Jornada, diciembre 27. 11
Realizado en la ciudad de México del 28 al 31 de mayo de 2002.
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Monsanto, 2001, The Year in Review, Plant Biotechnology, 5. Nigh, R. et al., 2000, “Transgenic crops: A cautionary tale”, Science, 287: 1927. Serratos-Hernández, J. A. et al., 2001, Maize production, landraces of maize and teosinte distribution in Mexico: Elements for gene flow scenarios and risk assessment of transgenic maize release, Expert Group Meeting held from 4-6, septiembre, en la conferencia “gmos: real risks or chimeras”, Brasilia, Brazil, binas, unido.
BIOTECNOLOGÍA MODERNA PARA EL DESARROLLO DE MÉXICO1 francisco g. bolívar zapata∗
Cancelar o incluso limitar el uso y el desarrollo de las técnicas de la biotecnología moderna y, en particular, las que permiten la construcción de organismos modificados genéticamente (omg), significa cancelar nuestra capacidad para contender con muchos problemas y por ello arriesgar la soberanía de la nación; señalo ejemplos y escenarios. Es posible pensar en la aparición de nuevas y poderosas enfermedades, contra las cuales, las técnicas más tradicionales tengan muy baja oportunidad de éxito. Por ejemplo, nuevas plagas que pueden atentar contra la destrucción de cultivares autóctonos. Renunciar al uso de técnicas de la ingeniería genética para su solución podría implicar, incluso, perder estas especies. El uso de las vacunas para inmunizarnos contra enfermedades implica riesgos. Sin embargo, el no utilizarlas implica escenarios de destrucción de muchísimos seres humanos. Por ello se usan aun cuando hay riesgos. Vacunas modernas, como por ejemplo la que protege contra la hepatitis, se han podido desarrollar usando las técnicas de la biotecnología moderna; antes no había vacuna contra hepatitis y si se hubiera prohibido usar la ingeniería genética, no habría ésta y otras nuevas vacunas recombinantes. Si alguna vez existe vacuna contra el sida, estoy seguro que será producto de las técnicas modernas de la biotecnología. El uso de organismos transgénicos para la solución de problemas específicos se inicia hace 25 años. Participé en la construcción de los primeros microorganismos transgénicos diseñados con el propósito perfectamente acotado de producir hormonas humanas recombinantes. Sin el concurso de esta tecnología, de haberse prohibido su uso como se solicitó por muchos, y de manera violenta en algunos casos, no tendríamos hoy en las farmacias muchísimas nuevas proteínas hu1 Artículo publicado en Este País (140: 56-59, noviembre de 2002), se publica aquí con autorización del autor y del director de esa revista. * Instituto de Biotecnología, unam. El Colegio Nacional. Academia Mexicana de Ciencias.
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manas recombinantes para el tratamiento de muchas enfermedades: insulina, interferones, factores anticoagulantes de la sangre, anticuerpos humanos contra el cáncer y para detectar enfermedades. Antes de estas técnicas no se podían obtener industrialmente estos nuevos medicamentos; sólo de cadáveres o tejidos humanos en pequeñas cantidades, no para uso clínico, masivo. Hace 25 años aparecieron las mismas preocupaciones, que hoy resurgen, en relación con los transgénicos. En particular, que su uso implicaba riesgos desconocidos muy altos, incluyendo los escenarios de poder ser los humanos invadidos y colonizados por estos organismos y por lo cual muchos enfermaríamos y moriríamos de nuevas enfermedades. También, que su liberación en el medio ambiente causaría grandes problemas, contaminando mantos freáticos y generando nuevas enfermedades en animales. Después de 25 años de diseñar, construir y utilizar muchísimos organismos transgénicos, nadie puede asegurar que no haya pasado absolutamente nada por haberlos utilizado, pero sí se puede decir que, después de todos estos años, nada grave o importante ha sucedido por la utilización de los transgénicos, y que estos nuevos organismos, totalmente naturales, no sólo han permitido resolver un buen número de problemas sino que han abierto también avenidas novedosas y extraordinarias para satisfacer las necesidades de la sociedad humana y del planeta. Indudablemente, si algo grave o importante pasara por la utilización de los transgénicos, habría que reevaluar la situación, tanto en lo general como en lo particular. Pero insisto, como se ha constatado, hasta ahora esto no ha sido el caso, aunque aceptamos que la posibilidad existe. Es importante señalar también que hay ejemplos muy claros en los cuales todos coincidimos desde un inicio, en que estas técnicas no deberían utilizarse. Por ejemplo, en la construcción de nuevas armas biológicas: la clonación de la toxina proveniente del bacilo del botulismo en E. coli, comensal humano. Desde entonces, hace 25 años, el principio que ha guiado y que ha prevalecido en el uso de esta tecnología, para la solución de problemas específicos, que a mi juicio y el de muchos debe seguir utilizándose, es el principio de analizar el uso de transgénicos caso por caso. Por esto, es fundamental que la nueva ley de bioseguridad adopte este principio. Pensamos que el llamado “enfoque precautorio”, el cual implica no utilizar una tecnología dada mientras no se demuestre la ausencia de riesgo, es inadecuado porque, además de que inmobiliza, el uso
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de cualquier tecnología implica riesgo y no vamos a poder demostrar nunca la ausencia de riesgo cuando se utiliza la biotecnología moderna, lo cual cancelaría su aplicación. México enfrenta grandes retos para proporcionar una vida digna a sus habitantes. Tenemos problemas (enfermedades) y demandas de la sociedad (grandes volúmenes de alimentos sanos, nutritivos, un medio ambiente no contaminado), que han implicado y seguirán implicando el uso de tecnología y, ciertamente, la biotecnología moderna es herramienta poderosa para contender con estos retos. Lo importante entonces, insistimos, es que analicemos caso por caso las alternativas tecnológicas con las que se cuenta para resolver los problemas, incluyendo el análisis comparativo de sus posibles riesgos, y no cancelar a priori el uso de los omg, en particular los transgénicos, para la solución de problemas relevantes solamente por el hecho aislado, descontextualizado, de los posibles riesgos que implica su uso, ya que el no utilizarlos, en ciertos escenarios puede implicar riesgos más altos; éste es el caso de seguir utilizando pesticidas químicos para contener con las plagas de los cultivos que destruyen la biodiversidad de manera inespecífica, que contaminan el medio ambiente de manera permanente porque no son biodegradables y que generan problemas a la salud. México es un país biológicamente muy diverso con la responsabilidad de desarrollar una visión diferente, propia y especializada de la biotecnología. La biotecnología moderna debe servir para el manejo y preservación de estos recursos, indispensables para el mantenimiento sustentable de los ecosistemas nacionales y globales. Por otro lado, el potencial de la biotecnología en un país tan diverso como México es muy vasto. La biodiversidad es riqueza renovable, patrimonio nacional, que de ser utilizada de manera inteligente y sustentable, con el concurso de la biotecnología, puede potenciarse enormemente y constituirse en un soporte constante, no sólo para resolver problemas importantes y demandas actuales de la nación, sino también para convertir a nuestro país en líder mundial por su capacidad de generar y exportar tecnología biológica y productos terminados de alto valor agregado, de origen biológico. Sin embargo, es importante reconocer también que nuestra enorme diversidad nos expone a riesgos que no enfrentan otras regiones de menor diversidad biológica. Con base en lo anterior, es prioritario apoyar decididamente la investigación de la biodiversidad y el desarrollo de la biotecnología básica y aplicada en las instituciones
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públicas, y generar también la capacidad para analizar y evaluar las múltiples implicaciones del uso de la biotecnología en lo ecológico, respecto de la salud humana, en los sectores de la producción y en lo social. Por todo lo anterior, resulta indispensable desarrollar en México una cultura amplia de bioseguridad, para dar cabida al establecimiento de medidas y acciones de evaluación de riesgos y monitoreo de los impactos de productos químico-biológicos en todos los sectores de actividad y en particular el del medio ambiente. Dentro de esta perspectiva general, un paso importante en esa dirección sería el establecimiento, como lo ha señalado el doctor José Antonio de la Peña, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, de una ley de bioseguridad para el manejo de organismos genéticamente modificados que establezca las bases que garanticen la protección del medio ambiente, la biodiversidad, la salud humana y la sanidad vegetal y animal, en particular en un país tan diverso y centro de origen como México, mediante la regulación de aspectos concretos de evaluación y monitoreo de posibles riesgos en el manejo de estos omg resultantes de las técnicas de la biotecnología moderna, pero que al mismo tiempo no obstaculice el desarrollo científico y tecnológico del país. Con base en lo expuesto, es necesario insistir en que desarrollar un marco jurídico restrictivo que implicara el no utilizar o limitara de manera importante el uso de organismos transgénicos en México sería improcedente e inadecuado y, además, sería rebasado rápidamente por varias razones: a] los transgénicos ya están en México y el maíz Bt es un ejemplo; b] estos organismos se siguen construyendo en el mundo para ser utilizados como alimentos y seguirán produciéndose en cantidades gigantescas. Es prácticamente imposible pensar en que, a largo plazo, será factible impedir su entrada al país, pues hay muchos caminos, muchos vectores, que lo propiciarán y lo permitirán; el caso de enfermedades, como la gripe, el cólera, el sida son ejemplo de la ausencia de fronteras para los organismos vivos. Lo mismo podemos decir de muchas plagas de cultivos y de otros tipos como las abejas africanas. El cancelar en México el uso de esta tecnología tendría también otras consecuencias muy graves. La investigación y el desarrollo de nuevas variedades mejoradas por estas técnicas no se harían en México. Eventualmente, habría variedades transgénicas de plantas como la papaya, el agave, el aguacate, con propiedades mejoradas, que indudablemente se empezarán
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a cultivar en otros países y ocasionalmente, aparecerán en el territorio nacional pues incorporarán características superiores en muchos aspectos (nutricionales, económicas), a las originales autóctonas. En un escenario a largo plazo, esta situación va a ocurrir en muchos casos, porque no se puede detener, por mandato judicial, la entrada de estos nuevos organismos vivos, como no se ha detenido la entrada del cólera o de la gripe o de las abejas africanas y de otras plagas. Además, debemos estar también preparados para contender con la aparición de nuevas plagas y para desarrollar nuevas variedades de cultivos y plantas mexicanas capaces de colonizar y crecer en nuevos nichos ecológicos (terrenos con alta salinidad o baja humedad), y ampliando los terrenos cultivables (como ha ocurrido en Israel), así como contender con el peligro del bioterrorismo. Por ello, resulta vital desarrollar nuestra propia estrategia y capacidad en el área de la biotecnología moderna, para enfrentar y conducir los cambios de manera orientada y con los menores efectos negativos posibles. Así, por ser indispensables en la defensa y el potenciamiento de la biodiversidad mexicana no es posible renunciar al uso de las técnicas de la biotecnología moderna. Por otro lado, tampoco queremos que el escenario de la industria petrolera se repita en el área de la diversidad biológica: exportando petróleo e importando productos derivados de alto valor agregado; exportando plantas y cultivos autóctonas e importando alimentos y productos farmacéuticos y de otros tipos de alto valor agregado, fabricados a partir de ellos; esto es absurdo y atenta contra nuestra soberanía a largo plazo. Finalmente, si bien en principio aceptamos la existencia de posibles riesgos por el uso de omg, es fundamental insistir y señalar que, hasta la fecha, en el área de la salud, no existe ninguna evidencia sustentada científica y técnicamente que indique que el uso de los productos derivados de organismos transgénicos o los propios transgénicos, utilizados como medicamentos, vacunas, alimentos, cosméticos, textiles, entre otros, generen problemas novedosos y relevantes o adicionales a los ya existentes cuando se utilizan organismos o productos llamémosles convencionales, no transgénicos. Es decir, los transgénicos y sus productos para efecto de la salud son equivalentes a los organismos convencionales. También es importante señalar, aceptando los posibles riesgos, la inexistencia de evidencia de que los transgénicos liberados en el medio ambiente hayan generado problemas novedosos, relevantes.
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En lo personal, la presencia, que no contaminación, del maíz Bt en el campo mexicano, no ha generado, hasta ahora, ningún problema importante, incluyendo el hecho de la presencia del transgene en maíces criollos. Ciertamente, y estoy de acuerdo también, ahora hay que monitorear con cuidado y detalle a corto, mediano y largo plazos lo que ocurra con estas plantas y este transgén. La información y experiencia será muy importante para evaluar realmente los posibles riesgos biológicos. Sin embargo, no considero que la presencia de este transgén en particular vaya a significar la desaparición de los maíces criollos en México. ¿Por qué tanta preocupación por los transgénicos? Me permito recordarles que el genoma humano está constituido, en cerca de 50%, de material repetido derivado de reliquias retrovirales, resultado posiblemente de diversos sucesos de transferencia horizontal por infecciones virales como el sida, a lo largo de la evolución. Por otro lado, compartimos 98% de nuestro genoma con el chimpancé, 90% con el ratón, 70% con la mosca y un alto porcentaje también con las plantas. También tenemos muchos genes que tienen un origen bacteriano, probablemente debido a infecciones o transferencias virales y bacterianas (mitocondrias), ocurridas a lo largo de diferentes etapas de la evolución de nuestra especie. Si los seres vivos compartimos tanta información y no somos tan diferentes, desde el punto de vista genético, ¿no debería ser esto un elemento para mitigar la preocupación de la transferencia de material genético entre especies, mediada por el hombre, ya que este tipo de fenómeno ocurre a diario en la naturaleza? Nuestro genoma y el de todos los animales y plantas tienen muchos genes de origen bacteriano, tanto en el nivel de los cromosomas del núcleo, como en el propio cromosoma de la mitocondria de todas nuestras células. Por ello, sinceramente, pienso que si alguna planta o animal adquiere algún o algunos genes por transferencia horizontal o transgenosis mediada por el hombre, no significa que esto sea en principio un hecho antinatural. La construcción de organismos transgénicos por el hombre debe tener un propósito definido y tendiente a conocernos mejor, a entender y defender mejor la naturaleza y a enfrentar nuestras enfermedades y nuestras necesidades. Habrá siempre propuestas y alternativas no adecuadas, como la fabricación de armas biológicas y el bioterrorismo, las cuales hay que rechazar y prohibir, pero habrá otras profundamente pertinentes e indispensables para la propia defensa del medio ambiente, la biodiversidad y la salud.
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Por ello, concluyo insistiendo en la importancia de tener una legislación avanzada, moderna, flexible, que garantice la protección del medio ambiente, la salud humana y la biodiversidad, pero que al mismo tiempo facilite y fomente el desarrollo de la biotecnología para los mismos fines y también para contender con las grandes demandas de alimentos, sanos, nutritivos, medicamentos avanzados y un medio ambiente no contaminado. Para alcanzar lo anterior, la ley de bioseguridad debe contemplar, como parte de sus principios, que el uso de transgénicos para la solución de problemas específicos debe analizarse y evaluarse caso por caso, e incorporar en el análisis los riesgos de las alternativas tecnológicas (por ejemplo, pesticidas químicos) con los que se cuenta para resolver un problema. De este análisis comparativo debe surgir la decisión de usar y en su caso liberar, transgénicos en el medio ambiente, para la solución de un problema específico. Ciertamente, existen posibles riesgos por el uso de transgénicos en diferentes escenarios, pero los riesgos de cancelar el uso de transgénicos para la solución de problemas específicos son enormes y seguramente implican y conllevan a la dependencia tecnológica y a la pérdida de la soberanía nacional. No debemos olvidar que a lo largo de la historia se ha señalado en diversas ocasiones que hay ciertos asuntos, ciertas áreas, en las cuales el hombre no debe incursionar, ni conocer, por el riesgo o peligro que implica su conocimiento. Sin embargo, no podemos estar de acuerdo con el hecho de que si bien cierto tipo de conocimiento implica riesgo y peligro, la solución para a esto sea la ignorancia, la prohibición o la condena. La solución debe ser la inteligencia y la sabiduría. No debemos simplemente rechazar el peligro y el riesgo, sino aprender a manejarlos. Después de todo, éste ha sido desde su inicio y seguirá siendo el reto de nuestra especie: desarrollar conocimiento y tecnología para comprender su existencia y para su supervivencia y, simultáneamente, aprender a contender con los riesgos que implica el uso de este conocimiento y la tecnología que de él se deriva y, hoy más que nunca, en armonía con el medio ambiente.
COMENTARIOS AL PROYECTO DE LEY DE BIOSEGURIDAD DE LOS ORGANISMOS MODIFICADOS GENÉTICAMENTE jorge fuentes morúa*
1] La lectura del comentario a la iniciativa de ley sobre bioseguridad y el mismo proyecto de ley se encuentran saturados de la palabra riesgo, esto se debe no tanto a la carencia de sinónimos sino al hecho de que tal palabra es más que eso, es un concepto jurídico que hace referencia a instituciones propias de la legislación mexicana (unam/ profepa, 2003) y a algunas otras propias de la legislación internacional (Betancor, 2001). Además, en los últimos años la sociología alemana ha desarrollado aportes notables a propósito de este concepto, mismo que expresa problemas sociales, económicos y políticos, originados por el impulso industrializador y tecnológico contemporáneo (Beck, 1998, 1998a y 2002; Luhman, 1998). En consecuencia, los desarrollos jurídicos y sociológicos permiten comprender las razones que explican por qué en la iniciativa de ley examinada, el concepto riesgo y otros como precaución y peligro, figuran de modo reiterado. El 12 de noviembre de 2002 se presentó al pleno de la Cámara de Senadores del H. Congreso de la Unión la iniciativa de lbomg, materia de este dictamen, suscrita por 17 legisladores integrantes de las Comisiones de Ciencia y Tecnología, Salud y Seguridad Social, de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, de Gobernación, de Comercio y Fomento Industrial, de Hacienda y Crédito Público, de Administración, de Relaciones Exteriores América Latina y el Caribe, de Justicia, de Puntos Constitucionales, de Equidad y Género, de Distrito Federal, de Trabajo y Previsión Social, de Recursos Hidráulicos, de Vivienda, de Marina, y de Juventud y Deporte, quienes también forman parte de todas las fracciones parlamentarias que integran el Senado de la República.1
Departamento de Sociología, uam-Iztapalapa. Gaceta Parlamentaria, núm. 101, jueves 24 de abril, 2003. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación. *
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El amplio espectro de tendencias políticas y sociales revela la importancia social, política y económica contenida en la problemática de la biotecnología moderna, asunto cada vez más debatido y discutido en México (Rivas H., 2022; Pérez H., 2001). Esta iniciativa de ley es de orden público y de interés social tal como lo establece en el artículo 1. Por estas razones tiene relevancia examinar un aspecto que aparece reiteradamente: la preocupación por prevenir riesgos. Ésta tiene relevancia, tanto por la manera como repite este asunto como por los bienes tan significativos que pretende tutelar: la salud humana, el medio ambiente, la diversidad biológica, la sanidad animal, vegetal y acuícola. Por lo anterior, se preocupa por el establecimiento de procedimientos administrativos para la evaluación de los riesgos. Define la bioseguridad como el conjunto de acciones y medidas destinadas al control de los riesgos que implican las actividades concurrentes para el desarrollo de la biotecnología moderna. Reconoce el enfoque metodológico paso a paso: [...] conforme al cual todo omg que esté destinado a ser liberado comercialmente debe ser previamente sometido a pruebas satisfactorias conforme a los estudios de riesgo, la evaluación de riesgos y los reportes de resultados aplicables en la realización de actividades de liberación experimental y de liberación en programa piloto de dichos organismos, en los términos de esta ley.2
La liberación de organismos modificados genéticamente exige estudios de riesgo y evaluaciones de riesgo de acuerdo con la mejor técnica disponible. También para el análisis de soluciones a los problemas derivados del uso de los organismos modificados genéticamente será necesario tener presente los posibles riesgos que esto implique.3 En relación con la distribución de facultades corresponde a la Secretaría de Agricultura Ganadería Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación: Analizar y evaluar caso por caso los posibles riesgos que las actividades con omg pudieran ocasionar a la sanidad animal, vegetal y acuícola, así como al medio ambiente y a la diversidad biológica, con base en los estudios de 2 3
Artículo 3, fracción xxii. Artículo 9, fracciones viii, ix, xv y xvii.
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riesgo y los reportes de resultados que elaboren y presenten los interesados, en los términos de esta ley. [...] Suspender los efectos de los permisos, cuando disponga de información científica y técnica superviviente de la que se deduzca que la actividad permitida supone riesgos superiores a los previstos.4
Corresponde a la Secretaría de Salubridad y Asistencia: Evaluar caso por caso los estudios que elaboren y presenten los interesados sobre la inocuidad y los posibles riesgos de los omg sujetos a autorización en los términos del título quinto de esta ley. […] Solicitar a la semarnat o a la sagarpa,5 según se trate, con apoyos en elementos técnicos y científicos, la suspensión de los efectos de los permisos de liberación al ambiente de omg, cuando disponga de información de la que se deduzca que la actividad permitida por esas Secretarías supone riesgos superiores a los previstos que pudieran afectar la salud humana.6
Las secretarías correspondientes podrán negar el permiso de liberación de omg cuando “[...] concluya que los riesgos que pudieran presentar los omg de que se trate afectarán negativamente la salud humana o la diversidad biológica o la sanidad animal, vegetal o acuícola, pudiéndoles causar daños graves o irreversibles”.7 Por otra parte, el artículo 37 propone medidas de monitoreo, prevención y control de los posibles riesgos; así, la fracción ii establece: “medidas de seguridad para que el posible riesgo se mantenga dentro de los límites de tolerancia aceptados en la evaluación y monitoreo de la actividad de que se trate, en relación con los posibles riesgos que dicha actividad pudiera generar”.8 El artículo 38 establece: La secretaría que expida el permiso podrá modificar las medidas de monitoreo, control y prevención, requerir al interesado la implantación de nuevas medidas, así como suspender o revocar dicho permiso, previa audiencia que se otorgue a los interesados, cuando disponga de información científica o Artículo 13, fracciones ii y vi. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación. 6 Artículo 16, fracciones ii y vi. 7 Artículo 34, fracción ii, inciso c. 8 Artículo 37, fracciones ii y iii. 4 5
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técnica de la que se deduzca que la actividad puede suponer riesgos superiores o inferiores a los previstos originalmente en los estudios correspondientes. Lo anterior deberá ser establecido en los permisos que expidan las secretarías competentes.
El artículo 42 establece: La solicitud del permiso para realizar la liberación experimental en el ambiente de omg incluyendo su importación para esa actividad, deberá acompañarse de la siguiente información: [...] En su caso, se presentarán consideraciones sobre los riesgos de las alternativas tecnológicas con las que se cuente para contender con el problema para el cual se construyó el organismo modificado genéticamente que se pretende liberar.
El artículo 50 establece un conjunto de condiciones cuyo cumplimiento deberán garantizar las secretarías correspondientes. Tales garantías alertan sobre los riesgos que implican la liberación de omg. Es muy clara la preocupación ambiental contenida en ese artículo, pues señala los riesgos que puede acarrear dicha liberación para la diversidad biológica, la sanidad ambiental, vegetal o acuícola. El artículo 53 establece la responsabilidad que tiene el titular del permiso de liberación por los riesgos que las liberaciones de omg puedan significar para el medio ambiente y la diversidad biológica; en consecuencia, la responsabilidad por los efectos de la liberación de los omg obliga tanto a las instituciones de gobierno como a los permisionarios. Refrenda la responsabilidad para el particular en el artículo 54: “El titular del permiso estará obligado a informar inmediatamente a la secretaría correspondiente, cualquier situación que en la realización de la liberación permitida, pudiera incrementar o disminuir los posibles riesgos para el medio ambiente, la diversidad biológica o la salud humana.” El título segundo, capítulo iii, “Estudio y evaluación del riesgo”, plantea en su articulado lo siguiente: La evaluación del riesgo es el proceso por el cual se analizan caso por caso, con base en estudios fundamentados científica y técnicamente que deberán elaborar los interesados, los posibles riesgos o efectos que la liberación experimental en el ambiente de omg pueden causar al medio ambiente y a la diversidad biológica, así como a la sanidad animal, vegetal y acuícola.
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Los posibles riesgos a la salud humana serán materia de estudio de riesgos para la obtención de la autorización del omg de que se trate, en los términos de esta ley.
El artículo 61 establece los lineamientos para realizar estudios y evaluación del riesgo. La fracción iii de este artículo determina: “la falta de conocimiento o consenso científico no se interpretará necesariamente como identificador de un determinado nivel de riesgo, de ausencia de riesgo o de la existencia de un riesgo aceptable.” El artículo 62 establece las etapas básicas a seguir en el estudio y evaluación del riesgo, conviene anotar algunas fracciones de este artículo: i. La identificación de características nuevas asociadas con el omg que pudieran tener posibles riesgos en la diversidad biológica. ii. La evaluación de que estos posibles riesgos ocurran realmente, teniendo en cuenta el nivel de tipo de exposición del omg. iii. La evaluación de las consecuencias, si posibles riesgos ocurrieran realmente. iv. La estimación del posible riesgo global que represente el omg, basada en la evaluación de la probabilidad de que los posibles riesgos y las consecuencias identificadas ocurran realmente. v. La recomendación sobre si los posibles riesgos son aceptables o manejables, o no lo son, incluyendo la determinación de estrategias para el manejo de esos posibles riesgos.
En relación con la incertidumbre, el artículo 63 establece: Cuando haya incertidumbre acerca del nivel del posible riesgo que los omg puedan causar a la diversidad biológica, las secretarías correspondientes solicitarán dentro del procedimiento administrativo de permiso de la actividad de liberación en el ambiente de omg de que se trate, información adicional sobre cuestiones concretas del estudio de riesgo o adoptarán estrategias apropiadas para el manejo del riesgo y el monitoreo de omg en el ambiente receptor. En caso de peligro de daño grave o irreversible, la incertidumbre acerca del nivel de los posibles riesgos que los omg puedan causar a la diversidad biológica o a la salud humana, no deberá utilizarse como razón para que la secretaría correspondiente postergue la adopción de medidas eficaces que impidan la afectación negativa de la diversidad biológica o de la salud huma-
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na. En la adopción de dichas medidas, la secretaría correspondiente tomará en cuenta la evidencia científica existente que le sirva de fundamento o criterio para el establecimiento de la medida o medidas; los procedimientos administrativos establecidos en esta ley, y la normatividad comercial contenida en tratados y acuerdos internacionales de los que Estados Unidos Mexicanos sean parte. Artículo 64. El interesado podrá presentar de manera adicional al estudio de los posibles riegos, otros estudios o consideraciones en los que se analice tanto la contribución del omg a la solución de problemas ambientales, sociales, productivos o de otra índole, las consideraciones socioeconómicas que existan respecto de la liberación de omg en el ambiente, como una evaluación de los riesgos de las opciones tecnológicas alternas para contender con la problemática específica para la cual el omg fue diseñado. Estos análisis deberán estar sustentados en evidencias científicas y técnicas, en los antecedentes sobre uso, producción y consumo, y podrán ser considerados por las secretarías competentes como elementos adicionales para decir sobre la liberación experimental en el ambiente, y consecuentes liberaciones en el ambiente en programa piloto y comercial, respectivamente, del omg de que se trate.
. Cabe preguntar, rigurosamente, ¿ventajas o pseudoventajas, para quién? Sin embargo, no hay respuesta, porque de modo ambiguo, la iniciativa de ley abre una posibilidad para atenuar el riesgo, podría ser que el uso de omg contribuyera a resolver problemas persistentes, tales como los descritos en este artículo. Sin embargo, la generalidad propia de la ley, sirve para evadir la definición del sujeto jurídico, por eso no se sabe cómo comprender nociones como sociales o productivas, pues tan social es un grupo de empresarios, como lo son las organizaciones en regiones indígenas, anotando de este modo un ejemplo deliberadamente polarizado, no por este texto sino por la realidad histórica contemporánea, no sólo en México, también en otros lugares del mundo (Montemayor, 2003). Título segundo, capitulo vi, “de la revisión de los permisos”, está compuesto por tan solo un artículo, lo cual permite advertir las dificultades que serán necesarias superar para dejar sin efecto un permiso ya otorgado. Artículo 69. La secretaría correspondiente, en cualquier momento y sobre la base de nueva información científica o técnica acerca de los posibles riesgos que puedan provocar los omg a la salud pública o al medio ambiente y a la diversidad biológica, podrán revisar los permisos otorgados y, en su caso, sus-
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pender sus efectos o revocar dichos permisos, conforme a los procedimientos que establezcan las disposiciones reglamentarias que deriven de esta ley, cuando considere como causas que: i. Se presente un cambio en las circunstancias de las actividades que puede influir en el resultado del estudio de la evaluación de los posibles riesgos en el cual se basó el permiso o, ii. Se cuente con información científica o técnica adicional que pudiese modificar cualesquiera condiciones, limitaciones o requisitos del permiso.
No es posible olvidar que bajo la discusión científica y jurídica permanecen con gran fuerza los intereses comerciales inherentes al impulso que la biotecnología moderna generados por las grandes corporaciones transnacionales. Por esta razón, la iniciativa de ley se ocupa de la secrecía así sea de modo frágil en el capítulo vii, “Confidencialidad”. Este apartado se integra tan sólo por dos artículos, el 70 y el 71, este último relaciona confidencialidad y riesgo: No tendrán carácter de confidencial: i. La descripción general de los omg; ii. La identificación del interesado o responsable de la actividad; iii. La finalidad y el lugar o lugares de la actividad; iv. Los sistemas y las medidas de bioseguridad, monitoreo, control y emergencia y, v. Los estudios sobre los posibles riesgos a la salud humana o al medio ambiente y a la diversidad biológica. La información a que se refieren las fracciones anteriores será de uso exclusivo de semarnat o sagarpa, según su ámbito de competencia conforme a esta ley, una vez que se expidan los permisos respectivos en los términos del presente ordenamiento. Lo anterior también será aplicable a la formación para la autorización de omg que expide la ssa de conformidad con esta ley.
Preocupa el uso del término exclusivo, en relación con información sobre cuestiones que son de interés público. Cuando el lector ha llegado al artículo 71, está consciente de que este ordenamiento ha confesado que la materia de la que se ocupa es peligrosa, riesgosa, no sólo para el medio ambiente todo, también para la sociedad, por ello son inaceptables exclusivismos en asuntos de evidente interés público. De nueva cuenta, ya hacia el final de la Iniciativa de ley se incluyen cuestiones relevantes, es decir, el capítulo destinado a establecer “Medidas de seguridad o de urgente aplicación”:
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Artículo 118. Las secretarías, en el ámbito de su competencia conforme a esta ley, ordena alguna o algunas de las medidas que se establecen en este artículo en caso de que en la realización de actividades con omg se presente lo siguiente: I. Surjan riesgos no previstos originalmente, que pudieran causar daños o efectos adversos y significativos a la salud humana o a la diversidad biológica o a la sanidad animal, vegetal o acuícola. II. Se causen daños o efectos adversos y significativos a la salud humana o a la diversidad biológica o a la sanidad animal, vegetal o acuícola, o III. Se liberen accidentalmente omg no permitidos o no autorizados al ambiente. En estos casos, las medidas podrán ser las siguientes: A. Clausura temporal, parcial o total, de los lugares y de las instalaciones en que se manejen o almacenen omg o se desarrollen las actividades que den lugar a los supuestos que originan la imposición de la medida; B. El aseguramiento precautorio de omg, además de los bienes, vehículos, utensilios e instrumentos directamente relacionados con la acción u omisión que da lugar a la medida; C. La suspensión temporal total o parcial de la actividad que motive la imposición de la medida; D. La repatriación de omg a su país de origen; E. La realización de las acciones y medidas necesarias para evitar que se continúen presentando los supuestos que motiven la imposición de la medida y, F. La destrucción de omg de que se trate a costa del interesado, para lo cual se deberá atender lo siguiente: a] Procederá únicamente en caso de que los riesgos o daños sean graves o irreparables y sólo mediante la imposición de esta medida sea posible evitar, atenuar o mitigar los riesgos o daños que la motivaron; b] Para determinar la imposición de la medida, la secretaría competente deberá emitir un dictamen, sustentado técnica y científicamente, mediante el cual de justifique la procedencia de la destrucción del omg de que se trate, debiéndolo hacer del conocimiento del interesado, para que éste dentro de los cinco días siguientes exponga lo que a su derecho convenga y, en su caso, aporte las pruebas con que cuente y, c] En tanto la secretaría competente dicta la resolución que proceda, podrá ordenar, de manera previa, el aseguramiento precautorio de los omg, pudiéndolo llevar a cabo la propia secretaría o a través del interesado. Asimismo, la secretaría competente que imponga las medidas a que se refiere este artículo podrá promover ante las otras secretarías competentes
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la ejecución de alguna o algunas medidas que se establezcan en otros ordenamientos.
“Palo dado ni Dios lo quita”, conviene atender esta conseja popular, pues en este artículo no se proponen medidas destinadas a reparar el daño ambiental. Es importante subrayar cómo la iniciativa reconoce la posibilidad de que surjan riesgos imprevistos. Esto es adecuado y congruente con la caracterización riesgosa que la ley señala una y otra vez, por eso, las prácticas científicas y comerciales relacionadas con los organismos genéticamente modificados deben autorizarse con la condición de que los autorizados directamente, es decir, los permisionarios, depositen fianzas que aseguren los fondos necesarios para la reparación del daño ambiental. Contra lo que pudiera pensarse, una medida de tal naturaleza no es excesiva, basta con reflexionar sobre el hecho de que un contrato de arrendamiento exige al inquilino la presentación de una fianza; también, un contrato de compraventa establece las figuras jurídicas capaces de garantizar lo pactado, si así ocurre, en prácticas mercantiles añosas, que no implican el interés público, ¿por qué no exigir las condiciones necesarias para reparar el daño ambiental? Afectación que es por definición a la sociedad en su conjunto y de consecuencias ubicuas. 2. La iniciativa de ley recurre a otro concepto, a otro principio característico del derecho ambiental como lo es el de precaución. En consecuencia, la complejidad y los peligros que implican la producción, distribución y consumo de omg se aprecian por medio de las múltiples referencias al riesgo así como por la invocación del principio precautorio. El artículo 9 de esta iniciativa reglamenta aspectos de la formulación y conducción de la política de bioseguridad, en la fracción iv establece: Con el fin de proteger el medio ambiente y la diversidad biológica, el Estado mexicano deberá aplicar el enfoque de precaución conforme a sus capacidades, tomando en cuenta los compromisos establecidos en tratados y acuerdos internacionales de los que Estados Unidos Mexicanos sean parte. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente y de la diversidad biológica. Dichas medidas se adoptarán de conformidad con las previsiones y los procedimientos administrativos establecidos en esta ley.
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También la fracción xv de este artículo señala: La aplicación de esta ley, los procedimientos administrativos y criterios para la evaluación de los posibles riesgos que pudieran generar las actividades que regula esta ley, los instrumentos de control de dichas actividades, el monitoreo de las mismas, sus reglamentos y las normas oficiales mexicanas que de ella deriven, los procedimientos de inspección y vigilancia para verificar y comprobar el cumplimiento de esta ley y de las disposiciones que de ella deriven, la implantación de medidas de seguridad y de urgente aplicación, y la aplicación de sanciones por violaciones a los preceptos de esta ley y las disposiciones que de ella emanen son forma en que el Estado mexicano actúa con precaución, de manera prudente y con bases científicas y técnicas para prevenir, reducir o evitar los posibles riesgos que las actividades con omg pudieran ocasionar a la salud humana o al medio ambiente y la diversidad biológica.
El artículo 11 de esta iniciativa delimita las facultades de la semarnat; así, en la fracción vii dice: “Ordenar y aplicar las medidas de seguridad o de urgente aplicación pertinentes, con bases científicas y técnicas y en el enfoque de precaución, en los términos de esta ley.” El artículo 13, fracción vii, establece exactamente la misma disposición para la sagarpa. El artículo 16, fracción v, estipula la misma facultad para la ssa. Lo significativo reside en el hecho de que para las tres secretarías el principio precautorio es reconocido nítidamente. Conviene presentar algunos aspectos útiles para explicar las características del principio jurídico ambientalista: precaución. Este principio, en su acepción más contundente, se fundamenta en las siguientes ideas: a] el daño ambiental no puede ser conocido previamente pues son desconocidos los efectos inmediatos y también los que se manifestarán posteriormente. Además, es limitada la capacidad para conocer previamente el modo en que avanzará la metodología científica que posteriormente pueda descubrir lo que en el momento inicial de arriesgar el uso de una sustancia probablemente dañosa se conocía. b] Es casi imposible adoptar medidas para prevenir daños futuros cuyas manifestaciones dañosas son incalculables en el momento de decidir el uso de los omg (Betancor, 2001: 155). La cautela, la precaución, se convierte en principio inspirador de la política y de la acción ambiental debido a la limitación del
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conocimiento, a la incertidumbre (Betancor, 2001: 159). No hay manera de saber con precisión los efectos tóxicos que puedan generar tanto para los hombres como para todos los seres vivos los omg. Lo que encontramos tanto en la discusión mexicana, como en la internacional, son posiciones enfrentadas o “neutrales”, agnósticas. Esto demuestra que la verdad científica, en esta materia, está en proceso de construcción. La imposibilidad de establecer verdades científicas, absolutas, definitivas, capaces de definir los efectos que pueda tener la introducción de factores cuyos efectos no pueden conocerse inmediatamente, abre la posibilidad de construir otro tipo de verdad, que bien puede denominarse verdad social.9 Este tipo de certeza reconoce inmediatamente su carácter pasajero, transitorio, pero al mismo tiempo subraya su solidez. La firmeza de esta verdad social se origina en el hecho de que la sociedad juzga determinada práctica científica o ciertos elementos como riesgosos y peligrosos y que en tanto no se demuestre lo contrario se debe evitarlos, rodeándolos de todo tipo de medidas precautorias. Sin embargo, el relativismo inherente al principio precautorio supone un activo ejercicio de acciones comunicativas, un amplio diálogo social, con la finalidad de relativizar las afirmaciones que sustentan la cautela y hasta el temor. No obstante, esta actividad dialógica requiere estar presidida de fuertes contenidos éticos que reconozcan como principal valor el estado de la verdad, el avance del conocimiento y no los intereses pecuniarios (Habermas, 1991: 57-199). Esto significa que para poder construir la verdad social, aproximándola, relacionándola con la verdad científica es necesario que los ciudadanos puedan acceder a la información, dicha información deberá rebasar la mera formalidad y estar presentada de modo accesible para los interesados. Esta perspectiva plantea serios cuestionamientos a la iniciativa de ley sobre bioseguridad, pues no se aprecia una orientación destinada a fomentar la información y la participación de los sectores productivos más depauperados como son indígenas y campesinos, es difícil afirmar que la cibiogem (Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados) constituya la alternativa informativa que se requiere. En efecto, figura como una institución compuesta a partir de altos funcionarios del poder ejecutivo y por notabilidades científicas, esto se aprecia en el apartado: “De la 9
“Verdad científica” contra “verdad social” (Betancor, 2001: 160).
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coordinación y participación”, integrado por los artículos 19, 20, 21 y 23. En relación con la problemática informativa, es pertinente exponer la normativa del Consejo Consultivo Mixto: Se crea el Consejo Consultivo Mixto de la cibiogem que fungirá como órgano auxiliar de consulta y opinión de la propia cibiogem. Se integrará por representantes de asociaciones, cámaras o empresas de los sectores privado, social y productivo. Su función fundamental será conocer y opinar sobre aspectos sociales, económicos, y otros aspectos relativos a las políticas regulatorias y de fomento, así como sobre las prioridades en la normalización y el mejoramiento de trámites y procedimientos en materia de bioseguridad de los omg. Las funciones específicas del Consejo Consultivo Mixto y los mecanismos para la incorporación de sus integrantes serán establecidas por la cibiogem.
Ni en este artículo ni en el apartado en su conjunto figuran las condiciones para la participación de organizaciones, asociaciones, municipios integrados por campesinos e indígenas depauperados o no, esas ausencias son significativas pues en medios informativos distintos han explicado la liberación de cereales transgénicos como el maíz, afectando zonas propias de la agricultura campesina. 3. Después de realizar la lectura de esta iniciativa de ley, deteniéndose en los nichos problemáticos concernientes tanto al riesgo como a la precaución originada por este factor, aparecen las siguientes interrogantes: ¿por qué permitir el desarrollo de una actividad como la que produce organismos modificados genéticamente?, ¿cuáles son las necesidades sociales prioritarias que podría resolver el empleo de estos omg?, ¿el ciudadano, de qué instrumentos jurídicos y sanitarios dispone para enfrentar los efectos inciertos que rodea el consumo de alimentos en cuya composición se detectan omg?, ¿están informados los ciudadanos de aquellos alimentos impregnados por los omg?, ¿la agricultura campesina y aun la pequeña empresa agrícola tiene información, mapas, descripciones, etc. de los lugares donde se han empleado para la producción agraria omg? Fácilmente pueden enunciarse muchas interrogantes, problematizando el tema de los omg hasta el punto de empezar con la cuestión inicial: ¿para qué recurrir a los organismos modificados genéticamente? Los omg, independientemente de los muchos juicios que puedan formularse sobre estos nuevos productos e insumos sociales, son
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resultado de un largo proceso de investigación, pruebas, análisis, etc., es decir, son productos humanos para cuya manufactura se han requerido voluminosas cantidades de dinero, de modo más específico, de dólares. Estamos entonces ante un hecho fundamental, mejor, fundacional en tanto que se está efectuando el proceso de producción de nuevas cosas que como toda cosa ha requerido para su manufactura de trabajo social; dinero, es decir, capital. Los omg son pues mercancías emanadas de la laboriosidad de un sector específico del trabajo social: los científicos, los técnicos, los ingenieros y también del capital, concentrado en grandes corporaciones que durante decenios se han dedicado a la producción de mercancías surgidas de la ingeniería química industrial y actualmente de la biotecnología. En consecuencia, los omg son mercancías que una vez producidas exigen circular por el mundo libremente hasta ser consumidas. Una vez establecido el estatuto social de los omg, es decir, habiendo reconocido su rostro genuino, que no es otro que el de una mercancía, es factible comprender que todas las preguntas planteadas anteriormente y otras tantas que pudieran hacerse, son vacuas, en tanto no se parta de su naturaleza genuina: es una mercancía que como toda mercancía exige un mercado. Una vez colocada en el ámbito mercantil, presenta las mismas exigencias que cualquier otra mercancía, control del mercado, es decir, eliminación de otras mercancías que impidan su flujo omnipotente. La producción de omg trabaja afanosamente para eliminar biológicamente a otros organismos que no han sido modificados genéticamente, esto se advierte claramente en el caso de la agricultura. Entonces se trata de una forma de control del mercado que no se conforma con la destrucción de las empresas rivales, la lucha por el monopolio o al menos por la estructuración del oligopolio va mas allá que la eliminación comercial, se trata de anular físicamente, genéticamente, a las otras mercancías. Para tales propósitos, es indispensable emprender una lucha por abrir el mercado. Los omg no vagan suspendidos en el espacio social, por el contrario, están fuertemente asidos a la sólida fortaleza de las corporaciones que le dan sustento. Para cierta concepción de la política, el escenario propio de dicha actividad está constituido por la esfera de las instituciones tradicionalmente legalizadas, legitimadas, en suma, institucionalizadas. Sin embargo, al lado de tan amplio espectro conformado por instituciones añosas, ya centenarias, ha surgido otra forma de politicidad, originando lo que algunos especialistas denominan
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la subpolítica10 (Beck, 1998a: 104-109; 2002: 143-173). Para caracterizar esta práctica es posible recurrir a la coyuntura que da origen a la iniciativa de ley multicitada. La revisión hemerográfica de los últimos cinco años advierte del lento pero constante incremento de noticias y artículos editoriales, analizando, o simplemente describiendo, reuniones o manifestaciones en torno al surgimiento de una nueva y peculiar mercadería: semillas transgénicas. Pero al mismo tiempo que se mencionaba la inmigración a México de este nuevo personaje mercantil, omg, también aparecía un personaje social inesperado: las organizaciones ambientalistas, los científicos críticos, las organizaciones ecologistas. Para escribirlo de modo directo, también sintético, la nueva problemática se define como la reacción adversa, desde abajo, ante un sutil proceso de introducción de mercancías (omg) rodeadas por la incertidumbre, cuya carta de presentación consiste en una pregunta: “¿Cuánta seguridad es suficiente seguridad?” (Beck, 2002: 92), ante productos que aún no manifiestan sus estragos. Recurriendo a la analogía histórica, ¿será necesario un Chernobil en materia de omg para así temerles? Planteada de otro modo la problemática: a pesar de las insistentes proclamas sobre las cualidades y seguridades que ofrecen estos nuevos productos, los omg son mercancías insuficientemente conocidas en cuanto a sus efectos negativos, tóxicos, para esperar pacientemente a que rompan el cordón sanitario, el cordón precautorio. Lo cierto es que la introducción en México de los omg abrió un espacio para el ejercicio de una práctica política distinta: ecopolítica. De la duda metódica del ambientalismo a la crítica certera del ecologismo. De este modo, esta crítica descubrió un horizonte inesperado, una politicidad que trasciende determinaciones clasistas, y pone en la mesa de la discusión el destino de los bienes comunes (Ostrom, 2000). La debilitada soberanía nacional ya había sido burlada con la introducción de omg. Sin embargo, esto descubrió y también propició reconocer que aquí como en otros países se mantenía una firme lucha desigual, en contra de los intereses de los productores de los omg. En consecuencia, ocurrió una globalización desde abajo, pues pronto el ambientalismo crítico percibió sus iguales en otros lados del mundo.11 El descubrimiento del valor de la naturaleza 10 El concepto subpolítica no implica devaluación, tan sólo que esta politicidad se desarrolla de modo paralelo al tradicional. Tal vez resulta más conveniente denominarla parapolítica. 11 Medios de comunicación nacionales han cubierto ampliamente aspectos de la lucha de Bové contra la contaminación de la agricultura francesa con transgénicos.
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generó rápidamente una politicidad extra institucional que, a pesar de ser así, rápidamente inició la construcción de la política del débil, que por eso tenía que construir una crítica ética moral y finalmente política, hasta desembocar en un nuevo proyecto, la democracia ecológica (Beck, 2002: 108-112) a la cual se oponen las grandes transnacionales de la biotecnología cuyas matrices se encuentran en Estados Unidos, expandiéndose en aquellos países cuyos gobiernos adoptan políticas crecientemente desnacionalizadoras. La presión, el activismo, la conformación de una opinión pública, debates y escritos propiciaron crecientemente la denuncia y el desacuerdo ante la ilegal intromisión de los omg, mercancías, cuyos efectos tóxicos se debaten hasta la fecha. Estas circunstancias, obligan a la política institucional a impulsar la legalización de los intercambios, de la circulación de los omg. Las mercancías no concurren por sí solas al mercado, ni se cambian por sí mismas, deben recurrir a la fuerza o al derecho, para imponer su férula en el mercado (Pashukansis, 1976: 107). Los mecanismos de fuerza, la fuerza de los hechos, ya han sido usados para la introducción de omg, pero al hacerlo han politizado y desarrollado la politicidad ecológica. El poder, el de las transnacionales y el gubernamental, debe recurrir entonces al poder del derecho, de la ley, construyendo las relaciones jurídicas suficientes para legalizar el camino de las mercancías, de estas mercancías. Si observamos la iniciativa de ley como un momento muy relevante en el proceso de legalización y legitimación de la circulación, de la mercancía novedosa, entonces se comprende el doble carácter de este tipo de iniciativas, por una parte legalizan la mercancía riesgosa, peligrosa y, por otro lado, levanta un valladar a la politicidad ambientalista que ha mantenido la crítica a la nueva mercancía. La iniciativa de ley consagra la estructura piramidal indispensable para asegurar el proceso por lo pronto de distribución y consumo de los omg, también para complicar hasta el infinito la lucha legal de quienes hasta ahora han mantenido la politicidad ecológica a parir de argumentos éticos morales y científicos. Sin duda la iniciativa de ley legaliza los omg y crea las condiciones para ilegalizar las acciones que se desarrollen fuera del ámbito legal establecido. Esta iniciativa de ley es en consecuencia el inicio de los eslabones protectores de la difusión de los omg, acotando y complicando el proceso democratizador ecológico.
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bibliografía Beck, Ulrich, 1998a, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Barcelona, Paidós. Beck, Ulrich, 1998b, ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Barcelona, Paidós. Beck, Ulrich, 2002, La sociedad del riesgo global, España, Siglo xxi. Betancor Rodríguez, Andrés, 2001, Instituciones de derecho ambiental, Madrid, La Ley. Casado, María (comp.), 2000, Estudios de bioética y derecho, Valencia, Tirant lo blanch. Habermas, Jürgen, 1991, Conciencia moral y acción comunicativa, Barcelona, Península. Luhmann, Niklas, 1998, Sociología del riesgo, México, Triana/uia. Montemayor, Carlos, 2003, “Piamonte y transgénicos”, La Jornada, 19 julio, México, p. 17. Ostrom, Ellinor, 2000, El gobierno de los bienes comunes, México, fce/unam. Pashukanis, E. B., 1976, La teoría general del derecho y el marxismo, México, Grijalbo. Pérez M. Rafael, 2001, Biotecnología, sociedad y derecho, México, uam/M. A. Porrúa. Rivas H., M., del Carmen, 2002, “Marco jurídico de los productos biotecnológicos del consumo humano. Estudio preliminar”, Cifuentes, S. et al. (coord.), Protección jurídica al ambiente. Tópicos del derecho comparado, México, Porrúa, pp. 45-108. unam/profepa, 2003, Ley General de Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, comentarios y concordancias, María del Carmen Carmona Lara, Título cuarto, Protección al ambiente, cap. v, vii y viii. México, unam/ profepa. Villeneuve-Les-Maguelone, 2003, “Aclamado por partidarios, el sindicalista francés José Bové abandona la prisión”, La Jornada, 3 de agosto, México, p. 27.
¿DEMOCRATIZANDO LA TECNOLOGÍA O TECNOLOGIZANDO LA DEMOCRACIA? RESPUESTAS EUROPEAS A LOS CULTIVOS TRANSGÉNICOS* les levidow**
introducción Las nuevas tecnologías se han vuelto el centro del debate acerca del futuro de la sociedad. El proceso de diseño de la tecnología ha sido criticado por favorecer la maestría especialista, mientras que por otra parte excluye otras perspectivas más amplias. Como un remedio, los críticos han demandado la participación pública en la evaluación de tecnología como una vía para democratizar la tecnología y de influir en su diseño. Los procedimientos deliberativos se proponen abrir temas al debate público —no sólo de discutir riesgos y beneficios, sino de reconsiderar el problema que necesita ser resuelto, en lugar de simplemente argumentar a favor o en contra de una tecnología. En esos procedimientos, surgen conflictos acerca de los términos de participación —por ejemplo, quién debería participar y sobre qué base. Esos conflictos nos llevan a preguntarnos: ¿por qué la tecnología es antidemocrática?, ¿es debido a la falta de participación o a una forma estrecha de especialización? Aunque estos aspectos pueden ser importantes, yo argumento aquí que las soluciones tecnológicas son antidemocráticas por el modo en que definen los problemas, de manera que involucran el fetichismo y la reificación. El fetichismo puede ser familiar cuando se usa en frases metafóricas como armas inteligentes, tecnología limpia, bancos de genes, capital natural e incluso bienes valuables. Capacidades o calidades humanas son fetichizadas como propiedades de cosas, las cuales deben por tanto tomar una vida propia, por ejemplo, como una medida o incluso un sustituto de capacidades humanas. En el intercambio de bienes como mercancías,
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Traducción: Lev Jardón Barbolla Centro para estrategia de tecnología, Open University, Londres, Inglaterra.
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[…] [la mercancía] refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas […] A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías […] […] [para los productores] por ende, las relaciones sociales entre trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas.1
De esta manera, las relaciones entre personas son reificadas como si fueran relaciones entre cosas. Esta reificación no es meramente una apariencia o concepción errónea. Más bien, las relaciones sociales aparecen como lo que son. El resto de este artículo aplicará estos conceptos a conflictos alrededor de la biotecnología agrícola, especialmente en Europa. La conclusión vuelve al tema general de democratizar la tecnología.
problemas y metáforas biotecnológicos Los productos de la biotecnología agrícola fueron originalmente llamados “genéticamente diseñados” o “dirigidos” o “transgénicos”, luego fueron llamados “modificados” y ahora algunas veces cultivos “mejorados”. En general, en estos productos se cambia un carácter controlado por un solo gen, por ejemplo: resistencia a herbicidas o resistencia a plagas. ¿Cuál es el problema para cuya solución están diseñados? Durante al menos un par de decenios ha habido un amplio debate acerca del daño ambiental y los problemas sistémicos del monocultivo intensivo, el cual recrea las condiciones para las epidemias de plagas y la dependencia en una “rueda sin fin de pesticidas”.2 Sin 1 En “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”, de El Capital (vol. 1, 88-89) de Karl Marx (1975) [1865], se presentan los fragmentos que cita el autor tal y como aparecen en las traducciones al español directamente de la obra original hecha por Pedro Scarón y publicada por Siglo XXI Editores. [t.] 2 También llamadas “ruedas para roedor”, en las que aunque el animal corre, no avanza. El autor se refiere al proceso en el que la presión de selección que constituyen los pesticidas fija las características de resistencia a los mismos en las poblaciones de
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embargo, por medio de la biotecnología, esos problemas inherentes son fetichizados como deficiencias genéticas. Para corregir estas deficiencias, la investigación biotecnológica intenta descubrir defensas en el nivel molecular (buena naturaleza) contra amenazas externas (mala naturaleza). La dependencia socioeconómica de los agricultores hacia insumos comprados es reificada como una relación entre cosas —como lo es, por ejemplo, una relación entre los cultivos y las amenazas externas. Irónicamente, esa dependencia es mostrada como la liberación de los cultivos de las amenazas naturales. Así, un compromiso institucional con el monocultivo intensivo es reificado como una relación entre cosas. Mientras la biotecnología agrícola forma parte de una estrategia político-agronómica, tal opción es mostrada como un descubrimiento de relaciones naturales entre genes. Cualquier límite o falla debe ser remediado mediante más de las mismas soluciones, por ejemplo, mediante una rueda sin fin genética-pesticida. La estrategia de control biotecnológico es frecuentemente expresada por medio de metáforas sociales —por ejemplo, códigos, combate y mercancías. Mediante una metáfora computacional, los genes se convierten en información codificada en un lenguaje molecular universal —por ser leído, intercambiado, editado, etc. Mediante una limpia precisión quirúrgica, se rediseña la naturaleza para el combate militar —por ejemplo, para atacar pestes o para proteger cultivos de aerosoles herbicidas. El proyecto biotecnológico de mercantilización ha sido expresado como “genética de valor agregado”, es decir, una búsqueda de cambios genéticos que mejoran el valor de mercado de insumos o productos agrícolas. Esta búsqueda está ilustrada por una caricatura donde la famosa doble hélice se convierte en un árbol de dinero —retoñando billetes y siendo cultivada por un técnico de laboratorio. (Véase la figura 1.) En esa vena, los cultivos son reconceptualizados como materias primas intercambiables, abastecidas flexiblemente. Mediante estas metáforas, la naturaleza es modificada a la imagen de la biotecnología; las elecciones de diseño toman la forma reificada de propiedades naturales por ser descubiertas y mejoradas.
plagas, generando la llamadas “súper plagas”. La respuesta a estas “súper plagas” suele ser el desarrollo de pesticidas más potentes que vuelven a depurar las poblaciones de la plaga sin resolver el problema. [t.]
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figura 1. La doble hélice como árbol de dinero.
promoción y críticas iniciales de la agrobiotecnología El fetichismo también ha permeado el marco de la política neoliberal de promoción de la biotecnología agrícola. Sus promotores advertían que la industria agroalimentaria debería ser “dependiente de la biotecnología” en aras de su propia sobrevivencia económica, por ejemplo, por medio de la mayor eficiencia en la producción. Asimismo, la economía entera debería ser “dependiente de la biotecnología” para atraer la inversión en investigación y desarrollo. Así, la competitividad económica fue fetichizada como una propiedad de una tecnología particular. A mediados del decenio de los noventa del siglo xx, los promotores abogaron por muchas políticas para ayudar a la biotecnología. Desde su punto de vista: • Los derechos de patente eran indispensables para garantizar una recompensa financiera por “invenciones biológicas”, el nuevo nombre para el descubrimiento y transferencia de material genético. • Las cargas regulatorias deben ser “proporcionales a los riesgos” y, por lo tanto, presumir un conocimiento adecuado de esos riesgos antes de asentar criterios reguladores. • Los “problemas agrícolas” familiares deben ser aceptables o irrelevantes para la regulación de los cultivos transgénicos, porque esos problemas (por ejemplo, malezas resistentes a herbicidas e insectos tolerantes a pesticidas) no son exclusivos de estos productos. • El etiquetado mg3 no debería ser necesario para productos que han sido aprobados como seguros. 3
Genetically Modified (modificado genéticamente). [t.]
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Los críticos y los escépticos plantearon muchos tipos de contraargumentos: • Los derechos de patente sobre plantas incrementan la biopiratería. • La novedad genética de los cultivos transgénicos plantea incertidumbres especiales acerca del riesgo e impone un “paso irreversible” hacia una naturaleza genéticamente diseñada. • La biotecnología es una medida más para industrializar la agricultura, por ejemplo, mediante nuevos vínculos entre químicos y cultivos resistentes a herbicidas, mediante una imperativo de eficiencia mal guiado, mayor dependencia hacia insumos comprados y mediante la mercantilización. • Los cultivos transgénicos amenazan con imposibilitar alternativas benéficas, por ejemplo, aquéllas que podrían realzar la biodiversidad, evitar las plagas, fortalecer la independencia de los campesinos, etcétera.
ejercicios deliberativos: un arma de doble filo En respuesta a las críticas y protestas iniciales, algunos gobiernos europeos llevan a cabo experimentos sociales llamados de forma diversa: conferencias de consenso, conferencias ciudadanas, etc. En general, esto se traduce en la selección de un pequeño número de gente ordinaria para un “panel de legos”. El panel pasa por sesiones preliminares intensivas, examina los puntos de vista de expertos y bosqueja un reporte, el cual a su vez informa el debate público. Estos encuentros ganaron una audiencia más amplia para el debate público y las voces críticas. Temas prominentes incluyeron: la dependencia hacia las compañías multinacionales, problemas de sustentabilidad, incertidumbres científicas acerca de los riesgos, entre otros. Sin embargo, al hacer recomendaciones, el panel generalmente reducía los temas a directrices para controlar los riesgos biofísicos; implícitamente, ellos daban por supuesto que los problemas del monocultivo intensivo serían solucionados por la biotecnología. Aunque criticando por inadecuados los estudios oficiales hechos por expertos, las recomendaciones generalmente sirvieron para apoyar la reforma institucional de procedimientos de análisis de riesgo-beneficio. Así, estos ejercicios deliberativos tendieron a funcionar como un arma de dos filos. Los conflictos sobre el control sociopolítico son
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reducidos a controles regulatorios. En lugar de democratizar la tecnología, los procedimientos participativos tienden a tecnologizar la democracia. Los prospectos de alternativas dependerán más bien de protestas de masas como estímulo.
protestas de masas a finales de los años noventa Cuando Europa recibió los embarques de maíz transgénico de Estados Unidos en 1997-1998, los manifestantes se enfocaron en la comida que se derivaba de este grano y demandaron alternativas. En respuesta a tales protestas, las cadenas menudistas y los procesadores de alimentos decidieron excluir el grano transgénico de sus productos de marca propia. Consecuentemente, pocos agricultores europeos han comprado las semillas transgénicas que fueron aprobadas para su cultivo allí. Los comerciantes de Estados Unidos han intentado segregar los envíos de grano no transgénico especialmente para la exportación a Europa. De esta manera, los cultivos transgénicos se han vuelto una desventaja económica y las fuerzas comerciales han sido más importantes que los controles regulatorios en la limitación al uso de los cultivos transgénicos. La protesta de masas creó una crisis de legitimidad de la biotecnología agrícola y de sus reguladores gubernamentales. Inicialmente, la tecnología fue promovida mediante imágenes cornucopias de productos “limpios”, los cuales corrigen de manera precisa deficiencias genéticas y mejoran la eficiencia productiva. Los reguladores ponían énfasis en su preparación para manejar cuidadosamente el riesgo biofísico. Sin embargo, los críticos debilitaron esos marcos favorables y contrapusieron formas de remplazar el monocultivo intensivo.
figura 2: Cultivos transgénicos como un símbolo de daño biológico
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En Reino Unido, los que protestaban estigmatizaron a los productos transgénicos como contaminantes, por ejemplo, al asociarlos con el símbolo de peligro biológico. Ellos se presentaban a sí mismos como una bola de nieve barriendo esos contaminantes. (Veáse la figura 2.) La metáfora de la contaminación tuvo varios significados: • Inestabilidad: al amenazar las combinaciones genéticas no naturales el “delicado balance ecológico”; • lucro obsceno, al pervertir los intereses del dinero a la ciencia y a la investigación sobre riesgos; • la globalización corrompiendo los procedimientos nacionales democráticos; • métodos intensivos perpetuando la dependencia tecnológica hacia las compañías multinacionales; • herbicidas de amplio espectro esterilizando los hábitats de la vida silvestre; y • flujo de polen contaminando los cultivos no transgénicos, impidiendo así al consumidor elegir comida no transgénica. Por medio de estos significados la gente que protestaba ganó apoyo público a su actividad de “descontaminación” en tanto “responsabilidad civil”, mientras deslegitimaban al gobierno como antidemocrático. En Francia, un gran movimiento de oposición ha englobado un amplio rango de organizaciones, incluyendo ambientalistas y campesinos. Algunos agricultores a gran escala buscaron inicialmente tener acceso a los cultivos transgénicos como una manera de mejorar su competitividad económica, aunque otros habían tomado la visión contraria. La Confédération Payssane Française rechazó el término moderno “fermier”, asociado a la agricultura industrializada. Contrapusieron una visión positiva: Pour autre agriculture: maitriser et repartir les productions pour installer et mantenir des paysans nombreux.4 Desde esta perspectiva ellos observaban a los cultivos transgénicos como una amenaza para su independencia económica, para sus habilidades, para los productos franceses de alta calidad, para la capacidad de elección del consumidor e incluso para la democracia.
4 Por otra agricultura: controlar y repartir las producciones para instalar y mantener el número de campesinos, en francés en el original. [t.]
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Cuando los activistas campesinos fueron perseguidos por efectuar sabotajes en las tiendas de grano modificado genéticamente, ellos usaron el juicio para ganar mayor apoyo público. Contra los insumos mercantilizados, ellos contrapusieron su propio paysan savoir-faire.5 Esta visión resonó en la tendencia francesa hacia producir comida como terroir,6 etiquetada de acuerdo con su origen de localidades específicas y cultivadores campesinos. Visiones similares guiaron las afiliaciones nacionales de la Confédération Paysanne Europeán al oponerse a los cultivos transgénicos.
agricultura sustentable La controversia sobre cultivos transgénicos se ha intersectado con un interés popular mayor en la “agricultura sustentable”. Las compañías de biotecnología han mostrado los cultivos transgénicos en esos términos, por ejemplo, en terrenos en los que ellos incrementarán la eficiencia en el uso de recursos. Pero otros significados de “agricultura sustentable” entran en conflicto con los cultivos transgénicos. En respuesta a la protesta, los procedimientos regulatorios ya no aceptan los peligros del monocultivo intensivo como punto de partida para los efectos de los cultivos transgénicos. Ejemplos de algunos países: Dinamarca ha impulsado una política de reducción drástica en el uso de pesticidas, de manera que el agua superficial pueda ser usada directamente para beber; desde esta posición, los cultivos tolerantes a herbicidas amenazan la calidad del agua. Desde los años noventa del siglo xx Austria ha promovido y subsidiado la agricultura orgánica, como ventaja de exportación y como norma ambiental; desde esta posición, los reguladores exigen evidencia de que los cultivos transgénicos no causan más daño que la agricultura orgánica. En Reino Unido, dos tercios del territorio es propio para la agricultura y es ampliamente reconocido como parte del ambiente, donde el uso de agroquímicos ha dañado hábitats de la vida silvestre; desde esta posición, los cultivos tolerantes a herbicidas animarán el uso de herbicidas de amplio espectro, los cuales podrían eliminar más eficientemente esos hábitats. 5 6
Saber-hacer campesino. [t.] Literalmente “terruño”. [t.]
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Mientras tanto, la protesta contra la biotecnología ha estimulado y reforzado las alternativas. Por ejemplo, la industria alimentaria pequeña ha establecido “cadenas de abastecimiento verde”, es decir, abastecimiento de granos que han sido producidos con menos agroquímicos. Esta presión favorece el manejo integrado de cultivos y así realza el conocimiento de los campesinos sobre cómo evitar los problemas de plagas. Algunas compañías de semillas desarrollan variedades resistentes a las plagas y a la enfermedad; esto revierte la tendencia a criar semillas principalmente para una mayor cosecha, protegidas de las pestes por una “sombrilla de pesticidas”.
¿democratizando la tecnología? La biotecnología ejemplifica cómo la nueva tecnología en general promueve modelos de sociedad futuros y de esta manera provoca controversias tanto acerca de los riesgos como de los problemas por resolver. La protesta ha bloqueado en gran medida el modelo biotecnológico de agricultura en Europa. Mediante varias organizaciones de la sociedad civil, la gente ha debatido los cultivos transgénicos y la alternativas. Los procedimientos participativos han sido vistos como medios para democratizar la tecnología, pero en la práctica tienden a tecnologizar la democracia. Por medio de los procedimientos deliberativos oficiales, por ejemplo, las conferencias de consenso, los ciudadanos ordinarios han criticado la regulación por inadecuada para manejar los riesgos. Sus conclusiones todavía aceptan la biotecnología como una herramienta neutral para incrementar la eficiencia ecológica o la competitividad económica. Los asuntos del control políticoeconómico se reducen a medidas directivas para controlar el riesgo biofísico. Más aún, el debate público se refiere comúnmente a “la tecnología”, como si ésta significara solamente cultivos transgénicos. Los métodos alternativos rara vez son llamados “tecnologías”. ¿Por qué? Quizá porque este término es aplicado sólo cuando cualidades humanas son fetichizadas como propiedades de cosas, y donde las relaciones sociales toman la forma de relaciones entre cosas. Tal lenguaje excluye definiciones alternativas de problemas, procesos, habilidades, entre otras. Así, existe una paradoja necesaria en los desarrollos actuales. Para democratizar la tecnología, entonces, será necesario desafiar los mo-
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delos prevalecientes tanto de democracia como de tecnología. Esto significa desreificar “tecnología” en dos sentidos: • Como relaciones sociales de poder. • Como elecciones de metáforas para cultivar la naturaleza. En el rediseño de la tecnología, necesitaremos hacernos preguntas fundamentales: • ¿Qué problemas hay que resolver? • ¿Qué tipo de sociedad y de naturaleza queremos?
LOS AUTORES
elena álvarez-buylla. Investigadora titular en el Laboratorio de Genética Molecular, Desarrollo y Evolución de Plantas del Instituto de Ecología, unam. Doctorada en Genética en la Universidad de Berkeley y posdoctorada en la Universidad de San Diego en genética molecular del desarrollo en plantas. Sus líneas de investigación giran en torno a la biología del desarrollo y la evolución de los mecanismos del desarrollo. Premio de la Sociedad de Naturalistas de usa, Premio unam a Jóvenes Universitarios, Premio de Investigación (biología) de la Academia Mexicana de Ciencias. Fue miembro del Consejo Consultivo de Bioseguridad y ha participado en la organización de talleres sobre el posible impacto de organismos geneticamente modificados. ana barahona echeverría. Bióloga, profesora titular de la Facultad de Ciencias de la unam. Pionera en los estudios históricos y filosóficos de la ciencia. Desde 1980, ha publicado una extensa obra consistente en artículos y libros especializados. Como epistemóloga se ha preocupado por el análisis y evaluación de la ciencia en educación básica. Nombrada consejera técnica del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, para el periodo 2002-2010. francisco gonzalo bolívar zapata. Doctor en química (bioquímica), investigador y ex director del Instituto de Biotecnología. Pionero de la investigación y desarrollo tecnológico a escala mundial en el área de la biología molecular y la biotecnología; tiene más de 140 publicaciones en revistas y libros, miembro de El Colegio Nacional. Por su trabajo, ha recibido varias distinciones y 12 premios, entre los que destacan: Premio Nacional de Química; Premio Investigación en Ciencias Naturales; Premio Manuel Noriega; Premio Universidad Nacional; Premio Príncipe de Asturias, entre otros. liza ma. covantes torres. Ingeniera agrónoma, colaboradora en Greenpeace México. Su área de especialidad es el metabolismo secundario de plantas y las políticas y regulaciones en bioseguridad. [295]
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autores
Tiene varias publicaciones sobre organismos transgénicos tales como: Expedientes ambientales: maíz transgénico, Organismos transgénicos: sus implicaciones ambientales y su presencia en México, entre otras. alejandra a. covarrubias robles. Doctora en genética y biología molecular; investigadora del Instituto de Biotecnología de la unam. Su área de especialidad es genética y biología molecular; biología molecular y celular de plantas. Pertenece al Comité Editorial de la revista Plant Physiology. Es autora de más de cincuenta publicaciones en su área de conocimiento. jorge fuentes morúa. Doctor en estudios latinoamericanos, profesor investigador en el Departamento de Sociología, uam-i. Ha participado en procesos sociales y jurídicos emprendidos por organizaciones civiles opuestas a la biopiratería y al saqueo genético. Ha publicado trabajos sobre derecho ambiental, en la coyuntura del movimiento indígena actual, entre otros, La comunidad negada. También es autor del libro: José Revueltas. Una biografía intelectual, M. A. Porrúa-uam-i. amanda gálvez mariscal. Doctora en biotecnología; profesora de la Facultad de Química de la unam. Sus áreas de investigación son: la modificación y aplicación de proteínas funcionales, y la detección molecular de secuencias transgénicas en alimentos de maíz. Sus trabajos han sido reconocidos con el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos en 1990 y en 2002. luis herrera estrella. Es egresado de la carrera de ingeniería bioquímica de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del ipn. Realizó estudios de maestría en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del ipn (Cinvestav) y de doctorado en la Universidad Estatal de Gante, en Bélgica. Actualmente es investigador y director de la Unidad de Biotecnología Agrícola del Cinvestav en Irapuato, Guanajuato. Por sus contribuciones al desarrollo de la tecnología para la producción de plantas transgénicas y el estudio de los mecanismos moleculares que regulan la expresión de genes en plantas, fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y recientemente electo miembro extranjero de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. ana de ita. Maestra en sociología; investigadora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (ceccam). Sus líneas
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de investigación son: libre comercio y agricultura, políticas agrícolas comparadas y movimientos sociales campesinos. Asesora de organizaciones campesinas y ha escrito varios artículos en prensa. les levidow. Doctor e investigador en la Open University de Londres, Inglaterra. Donde está estudiando la regulación sobre seguridad e innovación de cultivos transgénicos. Esta investigación abarca la Unión Europea, Estados Unidos y sus conflictos de Comercio. Editor de la Revista Science as Culture, y coeditor de varios libros incluyendo Science, Technology and the Labour Process: Marxist Studies; Anti-Racist Science Teaching y Cyborg Worlds: The Military Information Society. agustín lópez-munguía canales. Investigador del Instituto de Biotecnología de la unam en proyectos relacionadas con la aplicación de enzimas en la producción y transformación de alimentos. Cuenta con varias obras de divulgación en el tema de la biotecnología, en particular sobre los alimentos transgénicos. miguel martínez trujillo. Biólogo (1983) por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, maestro en ciencias (1989) por el Departamento de Genética y Biología Molecular y doctor en ciencias (2002) por el Departamento de Ingeniería Genética de Plantas, del cinvestav-ipn. Actualmente es profesor investigador titular en la Universidad Michoacana y trabaja mecanismos de regulación genética en plantas. Candidato a investigador nacional. julio muñoz rubio. Biólogo egresado de la Facultad de Ciencias de la unam (1983), maestro en ciencias (biología) por la misma Facultad (1996) y doctor en filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona (2000). Su campo de trabajo es la filosofía de la ciencia, en el que está desarrollando investigaciones críticas del reduccionismo en biología. Es investigador titular de tiempo completo del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la unam. león olivé moret. Doctor en filosofía, investigador y ex director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la unam. Autor de seis libros como autor único; ha editado diez libros colectivos, y ha publicado alrededor de setenta artículos sobre temas de epistemología y de filosofía de la ciencia y de la tecnología, así como de filosofía política
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y social. Recibió el Premio de Investigación de la Academia Mexicana de Ciencias (1988). jaime padilla acero. Biólogo, doctor en ciencias. Investigador del Centro de Investigaciones en Energía, unam/ Temixco. Su área de especialidad es la bioquímica y biología molecular de plantas: fisiología molecular de interacciones planta-microorganismos/ estrategias y aplicaciones del análisis genómico en plantas. Ha participado en varios foros de discusión sobre los impactos de la biotecnología en la agricultura y ha publicado en revistas especializadas y escrito varios artículos de divulgación. silvia ribeiro. Periodista y trabaja como investigadora del Grupo etc (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración,). Ha desarrollado actividades como editora, periodista y campañista en temas ambientales en Uruguay, Brasil, Suecia y México. Tiene una amplia trayectoria en la crítica, documentación y activismo ambiental, particularmente en diversidad biológica y cultural, recursos genéticos, propiedad intelectual, biopiratería, transgénicos y globalización corporativa, entre otros temas. Sus artículos han aparecido en diversas publicaciones de América Latina, Europa y Norteamérica. Actualmente colabora en el diario La Jornada de México. jose luis solleiro rebolledo. Doctor en ciencias técnicas con especialidad en desarrollo tecnológico; su línea de investigación se concentra en el tema de estrategias de innovación en la evaluación de la competitividad de la industria de alimentos y sistemas sectoriales de innovación. Ha sido evaluador, docente y asesor de empresas privadas, públicas, universidades y organismos internacionales en cuestiones relacionadas con la gestión de la innovación. víctor manuel toledo manzur. Investigador del Instituto de Ecología de la unam, se dedica al estudio de las culturas indígenas y la biodiversidad, la ecología política y el desarrollo sustentable. Autor de más de 200 publicaciones científicas, de divulgación, incluyendo 12 libros. Fue distinguido con el Premio al Mérito Ecológico en 1999 por el gobierno de México.
formación de betzabé valdez familia tipográfica: new baskerville 10/12 se terminó de imprimir en octubre de 2004 en los talleres de impresora publimex, s.a de c.v. calz. san lorenzo 279-32 col. estrella, iztapalapa, 09850, d.f.