PLATÓN CRÁTILO
Introducción, traducción y notas de CLAUDIA T. MÁRSICO
Κ ρατ υ/λ οϕ / Crátilo
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Introducción 1. Cita...
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PLATÓN CRÁTILO
Introducción, traducción y notas de CLAUDIA T. MÁRSICO
Κ ρατ υ/λ οϕ / Crátilo
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Introducción 1. Cita con el hijo de Hermes Hay obras como laberintos, como juegos de espejos que muestran y ocultan al mismo tiempo. El Crátilo es una de ellas. Es larga y sorprendente la variedad de interpretaciones que ha concitado. Y es larga también la lista de equívocos, señales y guiños opacos que, como una valla, dificultan la llegada al meollo del texto y constituyen en sí mismos un claro ejemplo de las dificultades que ha de afrontar quien pretenda hablar del lenguaje. De modo sugerente, la obra se abre con un juego que vale la pena jugar. Sócrates llega justo a la trama para asistir a la desazón de Hermógenes porque Crátilo se burla de él: su nombre no es Hermógenes.1 Como un Edipo expeditivo Sócrates resuelve el enigma: su interlocutor no es de la estirpe (génos) de Hermes, porque esta deidad apadrina la adquisición de riquezas y Hermógenes es pobre. Su nombre no es adecuado. Pero esta primera lectura es una trampa. Se trata solamente de un efecto de superficie que es preciso superar. En este sentido, la provisionalidad de la solución no se le escapa al mismo Hermógenes, que, llegados al análisis de los nombres de los dioses, no pierde la oportunidad de pedir, otra vez, que se vuelva a Hermes. La respuesta abre un nuevo nivel, ya que Sócrates revela que el nombre de Hermes es “algo relacionado con el lenguaje”. En verdad, a ningún griego se le escapaba que Hermes era el mensajero divino y, por lo tanto, su perfil estaba inextricablemente unido a la lengua y su función de comunicación. He 1
Véanse los pasajes 383b-384a; 384c y 408b ss.
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aquí, entonces, una nueva razón para que Hermógenes no sea de la estirpe de Hermes, ya que según él mismo afirma, su dominio del lenguaje y la argumentación carece de la calidad necesaria. Pero eso es sólo el principio. En rigor, Sócrates no dice que Hermes represente al lenguaje, sino “algo relacionado con” él. ¿De qué relación puede tratarse? La incógnita se revela inmediatamente cuando irrumpe Pan, el hijo de Hermes, y por lo tanto de su pura estirpe, un “Hermógenes” sobre cuyo nombre nadie sembraría dudas. Pan sí es directamente identificado con el lenguaje. Podemos colegir de ello que es a través de él que Hermes tiene que ver con la lengua. ¿Por qué no Hermes mismo? En la respuesta, como veremos, está el quid del Crátilo: porque Hermes es un dios, y los dioses no pueden tener las carencias que afectan al lenguaje. Pan, en cambio, el sátiro mitad hombre mitad cabra, revela su doble naturaleza excelsa y ruda a la vez, ésa por la cual el lenguaje tanto puede decir la verdad como sumir en el error. Hermógenes y su nombre, inaugurando el diálogo, constituyen una síntesis del problema del diálogo, que poco tiene que ver con el origen del lenguaje o el análisis de los perfiles convencionalista y naturalista. El problema central, a todas luces, es el problema de la verdad, una verdad que vive en el lenguaje, pero que comparte su morada con su completo antagonista, el error. El Crátilo es, entonces, un intento de enfrentarse a esa entidad tan parecida al éros que en el Banquete es también una naturaleza doble e intermediaria entre dioses y hombres.2 Ambos permiten al filósofo acercarse a lo inteligible, pero 2
Véase Banquete, 201e ss., donde se caracteriza al éros como un demon, divinidad menor e intermedia entre hombres y dioses, que podría compararse con la naturaleza del sátiro.
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guardan a la vez numerosos callejones sin salida, desvíos que hacen que sólo los verdaderamente entrenados lleguen a destino. Ser filósofo será para Platón aprender a dominar esa cualidad multiforme y ponerla al servicio de la expresión de la verdad, es decir potenciar la parte mejor de su naturaleza. La preocupación por la relación entre la verdad y el lenguaje estaba ampliamente extendida cuando, en los últimos años del siglo V a.C. Platón ingresó en las lides intelectuales.3 La duplicidad del lenguaje, sin embargo, no estaba entre los presupuestos de otras líneas teóricas contemporáneas. Antes bien pululaban los cuestionamientos. El criterio de verdad como adecuación del pensamiento a lo real, según el cual es verdadero un enunciado que exprese un pensamiento orientado a lo real y es falso el que no lo haga, era puesto en duda desde numerosos frentes, lo cual volvía problemática la pretensión de fijar parámetros objetivos. El ámbito más sensible a esta imposibilidad de fundamentar taxativamente es sin duda el ético-político, sensación que, a juzgar por las fuentes, es la que orientó la práctica de Sócrates centrada en la búsqueda de pilares que sostuvieran el tembladeral axiológico en que se sumía apresuradamente la Atenas de su tiempo. La misma línea seguiría Platón, buscando modos de afianzar bases sólidas para el conocimiento que 3
En buena medida, los mayores obstáculos para la intelección del Crátilo proceden de priorizar una lectura exclusivamente interna, encerrada en los límites de la obra de Platón, sin recurrir a la reconstrucción del contexto intelectual que motivó un examen con estas características. Es preciso recurrir para ello a la historia de las ideas que ofician como marco general para la comprensión del diálogo, tal como intentaremos hacer en 4.2.1. Para los datos biográficos generales, véase el primer punto de la Introducción en Platón, República, Introducción, traducción y notas de M. Divenosa y C. Mársico, Buenos Aires, Losada, 2005.
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ofrecieran un modelo para justificar la conducta en el plano personal y social. Gestados en este clima, sus diálogos de juventud y transición a la madurez reflejan básicamente dos cuestiones: por un lado, el retrato vivo de la práctica socrática, orientada a postular la necesidad de admitir un plano que sintetice y fundamente la multiplicidad de los fenómenos.4 Por otro, en esta época se asiste a un trabajo de objeción respecto de enfoques teóricos alternativos que reñían con el enfoque de Platón, ya sea por su rechazo de la intención de buscar un fundamento sólido, ya sea porque para este propósito elegían otras estrategias. Esta última es la perspectiva que emerge prioritariamente en el Crátilo. Basta pensar que la época clásica está atravesada por la práctica de la “adecuación de los nombres” (orthótes onomáton), que comprende al lenguaje de un modo muy diferente de Platón. Para los cultores de la orthótes, el lenguaje no es una entidad de doble naturaleza que cobija la verdad y el error, sino un correlato exacto de la realidad automáticamente verdadero. El lenguaje resulta entonces una vía legítima para el conocimiento de lo real: quien conoce los nombres, conoce también las cosas. El Crátilo está enteramente dedicado a rebatir esta idea, a los efectos de despejar el terreno para el desarrollo de la Teoría de las Formas, señalando que el 4
Esta búsqueda se plasma en la recurrente pregunta “qué es x”, que se aplica a los valores como lo sagrado, la valentía, la amistad, etc., y guía los primeros diálogos en lo que ha sido visto como la protoformulación de la Teoría de las Formas. Sobre el origen de la Teoría de las Formas, véase D. Ross, Teoría de las Ideas de Platon, Madrid, Cátedra, 1993; M. Baltes, “Zum Status der Ideen in Platons Frühdialogen Charmides, Euthydemos, Lysis, en Th. Robinson – L. Brisson (eds.), Plato. Euthydemus, Lysis, Charmides. Proceedings of the V Symposium Platonicum, Sankt Augustin, Academia, 2000.
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lenguaje puede servir para mostrar lo real, pero también es habitualmente vehículo para el error.5 Ya que el Crátilo trata del lenguaje en su relación con lo real, en el marco de la búsqueda de criterios para identificar lo verdadero, es preferible entender el término orthótes como “adecuación”, antes bien que como “rectitud, exactitud” o “corrección”, para señalar que en la base de este enfoque está siempre el problema de la verdad, pensada como adecuación del pensamiento a lo real. El Crátilo es, en suma, una invitación para buscar al hijo de Hermes, arrojándonos desde el inicio a la incógnita permanente que nunca deja de despertar, esa de saber con cuál de sus partes nos habla cada vez: aquélla delicada, divina y verdadera o aquélla áspera y trágica, con tantas habilidades para el engaño.
2. Datación y personajes Como en todas las obras de Platón, nos enfrentamos con una doble cuestión de datación: la fecha dramática y la de composición. En el caso del Crátilo ambas son problemáticas. En cuanto a la primera, contamos con pocos indicios. Se ha argüido que la mención del encuentro con Eutifrón, mencionado en 396d y 399a, emparentaría este trabajo con los diálogos referidos al juicio de Sócrates, acaecido en el 399 a.C.6 Con ese momento se conectan también el Teeteto, proyectado ficcionalmente como un diálogo previo al que Sócrates desarrolla en el Eutifrón, además 5
Sobre la influencia de las fricciones con el naturalismo en el desarrollo de la Teoría de las Formas, véase el punto 4.6.2. 6 Esa es la hipótesis que sostiene D. J. Allan, en “The Problem of Cratylus”, en American Journal of Philology 75, Baltimore, 1954, pp. 271ss.
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de los diálogos del juicio. No es imposible, en cambio, que el diálogo se refiera en general a esa época, de la cual Platón habría sido testigo directo. Sin embargo, la hipótesis en general más aceptada supone una fecha anterior, alrededor del 423 a.C. Las razones para esta datación se apoyan principalmente en el hecho de que las lecciones de Pródico mencionadas en 384b parecen ser algo asequible, de modo que debe tratarse de una fecha en la cual el sofista se encontraba en Atenas, lo cual nos ubica entre el 430 y el 415 a.C., según suele conjeturarse. Con esta datación, Crátilo y Hermógenes resultan jóvenes que dialogan con un Sócrates cercano a los cincuenta años y que, por lo tanto, podía considerarse maduro, como se alude en 429d.7 Por otra parte, en 428b se dice que Crátilo estaba en condiciones de tomar discípulos, incluso al mismo Sócrates, lo cual no puede hacerlo demasiado joven. Apoyando esta fecha dramática, Sedley afirma que este diálogo retrataría el punto en que Crátilo, inicialmente preocupado por cuestiones lingüísticas se vuelca al heraclitismo. Esta lectura resulta algo difícil, ya que si bien es Sócrates el que introduce la tesis del flujo en 411b-d, Crátilo la acepta como algo usualmente ligado con el naturalismo y no como algo novedoso, por lo que debiera cambiar de opinión.8 7
Esto permitiría salvar las diferencias entre el testimonio sobre Crátilo que transmite Aristóteles (Aristóteles, Metafísica, IV.1010a ss) y el perfil que le atribuye Platón, especialmente porque en este último caso se lo muestra con plena confianza en el lenguaje, mientras Aristóteles dice que había renunciado a él por completo. Volveremos sobre este punto más adelante. 8 En rigor, Platón interpreta la ligazón entre naturalismo y materialismo usual en las líneas cultoras de la “adecuación de los nombres” como una vertiente del heraclitismo, asociando a ella presupuestos incompatibles con una teoría del conocimiento. Sobre este punto, véase más adelante 4.4.
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El último dato relevante, pero no decisivo, es el status de Hermógenes, que le impide disponer de sus bienes, como se dice en 391c. Si esto se debía a que todavía no había heredado los bienes de su padre todavía vivo, dado que Tucídides testimonia que Hipónico era estratega en el 426 a.C., habría que pensar en una fecha dramática previa a ese momento. Lo mismo sucede si sus impedimentos se debían a que Hermógenes era un hijo ilegítimo reconocido sólo más tarde.9 Por otra parte, la posibilidad de que sus problemas se debieran a una condena de degradación civil (atimía), tal vez por dilapidar sus bienes,10 parece igualmente posible, y en ese caso no serviría a los efectos de la datación. Mayor debate aun ha ocasionado la determinación de la fecha de redacción del Crátilo. Se ha sostenido que se trata de un diálogo del período de transición entre juventud y madurez, pero también se ha propuesto una datación en la época que cierra el período medio y otra mucho más tardía.11 Los 9
K. Davies identifica a Hermógenes con el embajador que menciona Jenofonte en Helénicas IV.8.13 y plantea que se lo reconoció recién al final de la Guerra del Peloponeso (Athenian Properties Families 600-300 B.C., Oxford, Oxford University Press, 1971. 10 Casos como esos se mencionan en Esquines I.28.31 y Demóstenes 58.1. Véase S. Todd, The Shape of Athenian Law, Oxford, Oxford University Press, 1993. 11 En el primer grupo se encuentran, por ejemplo, D. Ross, “The Date of Plato's Cratylus”, en Revue Internationale de Philosophie 32, Bruxelles, 1955, pp. 187-96; J. V. Luce, “The Date of the Cratylus”, en American Journal of Philology 85, Baltimore, 1964, pp. 136-54; C. Kahn, “Language and Ontology in the Cratylus”, en E.N. Lee, A. P. D. Mourelatos y R. M. Rorty (eds.), Exegesis and Argument, New York, 1973, pp. 152-76. Sobre el final del período medio lo ubican M. Warburg, “Zwei Fragen zum Kratylos”, en Neue Philologische Untersuchungen 5, Berlin, 1929; R. Barney, Names and Nature in Plato's Cratylus, New York – London, Routledge, 2001 y G. S. Kirk: “The Problem of Cratylus”, en
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argumentos para la primera opción reposan en la lectura de las Formas referidas en el diálogo como entidades no separadas, similares, por lo tanto, al modo en que se ha entendido usualmente las Formas del período de juventud. Por otra parte, las similitudes en argumentos y temáticas respecto de República, paradigma de las obras de madurez, ha llevado a pensar en una fecha más tardía. Lo mismo sucede cuando se relevan los puntos de contacto que el Crátilo tiene con el Teeteto, pero esta vez para asociarlo con una pertenencia al período medio. Recientemente Sedley ha intentado zanjar la cuestión proponiendo una doble redacción, de la cual los pasajes textualmente problemáticos serían un indicio. Sedley caracteriza al Crátilo como “un híbrido posiblemente único” (p. 16), compuesto en el período medio, pero sujeto a revisión más tarde. Esta afirmación se apoya en la conjetura de que el pasaje 437d10-438a2, transmitido por el códice Vindobonense, constituye una versión previa de 438a3-b4. Lo mismo sucedería con el pasaje 385b2-d1, que para algunos autores está fuera de lugar.12 En rigor, dado que los estudios estilométricos13 tienden a subrayar la afinidad con los diálogos del período medio, y que la problemática central conecta esta obra con el Eutidemo y el Gorgias, asociados con American Journal of Philology 72, Baltimore, 1951, 225-53. Los principales defensores de la fecha tardía son G. E. L. Owen, “The Place of Timaeus in Plato's Dialogues”, en Classical Quarterly 47, Oxford, 1953, pp. 79-95 y M. M. Mackenzie, “Putting the Cratylus in its place”, en Classical Quarterly 36, Oxford, 1986, 124-50. 12 Véanse notas a la traducción en esos pasajes. A esto se agrega el uso del término “eter” en 408d, que no se encuentra en época temprana, lo mismo que la idea de que la tierra está entre los cuerpos que se mueven (397c-d). (D. Sedley, Plato’s Cratylus, Cambridge, Cambridge University Press, 2003). 13 Sobre la caracterización de los métodos y líneas de datación de la obra platónica, véase el punto 2 de la “Introducción” en Platón, República, Buenos Aires, Losada, 2005.
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la transición entre las obras de juventud y las de madurez, cobra más sentido colocar este diálogo en esa etapa, en el momento en que Platón está dedicado a impugnar otras prácticas y enfoques para trazar el cinturón protector de su propia teoría.14 Así, Platón podría haber compuesto el Crátilo en una fecha no posterior al 385 a.C. Los tres personajes principales son Sócrates, Hermógenes y Crátilo. El perfil de Sócrates coincide también con la ubicación del Crátilo como obra de transición, ya que como personaje Sócrates está a medio camino entre el tipo de inquisiciones de los diálogos de juventud, donde presume de plena ignorancia, y la presentación de doctrinas propias que caracteriza al Sócrates de las obras de madurez. Si bien su presencia es constante en esa etapa de la producción platónica, en este diálogo la función nuclear de Sócrates ha sido repetidamente señalada, especialmente porque Platón lo opone al otro hombre que según la tradición ha sido su maestro: Crátilo. Su interlocutor durante la mayor parte del diálogo es Hermógenes. Diógenes Laercio (III,6 y II,121) se limita a decir de él que era un seguidor de Parménides, lo cual puede obedecer, en realidad, a una interpretación de su oposición a Crátilo, en tanto heraclíteo, precisamente a partir de esta obra. Jenofonte lo asocia al grupo socrático como partícipe de su Banquete (IV.47-49). Asimismo, su cercanía con Sócrates está subrayada por su presencia en los momentos cercanos a la muerte, como testimonia Platón en Fedón, 59b y confirma Jenofonte en Memorabilia I.2.48. De la obra de Platón surge que Hermógenes era hijo, tal vez ilegítimo, de Hipónico, 14
Sobre este punto, véase lo relativo a la Teoría de las Formas en 4.6.
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según Andócides el hombre más rico de Atenas,15 cuya familia estaba tradicionalmente ligada al culto de Eleusis. Era, por lo tanto, hermano de Calias, mencionado en 391c como un frecuentador de los sofistas. Precisamente en su casa transcurre la ambientación del Protágoras, verdadero muestrario de luminarias intelectuales de la época (337d). De Calias dice también Platón en Apología, 20a que pagó más a los sofistas que todos los demás hombres juntos.16 Así, Hermógenes pertenece a este círculo selecto, pero Platón hace hincapié en que no dispone de los recursos financieros necesarios para costear los estudios con sofistas. De hecho, el conocimiento que tiene de las teorías de Protágoras parece provenir de la lectura de una de sus obras (391c) y no de un contacto directo. Hermógenes sostiene inicialmente una tesis de convencionalismo extremo, que modera cuando se señalan sus inconvenientes, y pide entonces a Sócrates que desarrolle su explicación de las tesis naturalistas. Durante todo el pasaje de las etimologías guarda una cautela lúdica, aceptando las propuestas de Sócrates, pero señalando reiteradamente las exageraciones y artilugios rebuscados que se interponen en la explicación.17 Esto indica que Hermógenes mantiene una distancia crítica respecto del naturalismo, lo cual 15
Sobre los misterios, 130. Las conexiones familiares son amplias: el padre de Hipónico, también llamado Calias, había sido el responsable de las negociaciones que pusieron fin a la segunda guerra médica en 449 a.C. (Heródoto, VII.151). La madre de Calias se casó con Pericles (Platón, Protágoras, 314e y Plutarco, Vida de Pericles, 24.5) y su hermana Hipareta con Alcibíades, según testimonia Plutarco en Vida de Alcibíades, 8. Es probable que Protarco, el personaje que dialoga con Sócrates en el Filebo, sea su hijo. Andócides menciona a Calias como uno de los propulsores de las acusaciones de profanación de los misterios de Eleusis que conmovieron a Atenas en 416 a.C. (Sobre los misterios, 117 ss.) 17 Véase, por ejemplo, 396d, 409c, 414c, 420d, 421c. 16
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permite que la obra se cierre con un llamamiento a Crátilo a seguir a Hermógenes, es decir, a avenirse a un convencionalismo, ya no extremo como el propuesto inicialmente por el hijo de Hipónico, pero sí apartado de las pretensiones naturalistas de correlato automático entre lenguaje y realidad.18 Sobre la última parte del diálogo se deja oír Crátilo, personaje que se ha mantenido callado durante toda la obra y que muestra plena coincidencia con el enfoque propuesto por Sócrates durante su presentación del naturalismo. Según Aristóteles, Platón se acercó a Crátilo tras la muerte de Sócrates (Metafísica I.6.987a). Diógenes Laercio, por el contrario, lo liga con Crátilo antes de su período socrático (III.6 y Proclo, In plat. Crat. 10.1-2). Cualquiera haya sido el caso, la relación no prosperó, ya sea porque Platón prefirió a Sócrates –lo más probable– o porque, muerto Sócrates, Crátilo no bastaba para sustituirlo. Tradicionalmente, los dos problemas exegéticos asociados con este personaje tienen que ver con la delimitación del pensamiento que se le atribuye y con la definición precisa de su perfil. En cuanto al primer punto, siempre llamó la atención que Crátilo aparezca sosteniendo a la vez naturalismo y heraclitismo, suponiendo que la creencia en una realidad cambiante ofrece un pobre basamento para una correlación estable entre lenguaje y realidad. A diferencia de otros autores, no creemos que esta conjunción sea imposible, precisamente porque el núcleo de la doctrina heraclítea que recuperamos a partir de los fragmentos postula un elemento ordenador que rige lo real, cuya caracterización como lógos está directamente ligada con el lenguaje. Por otra parte, dado que los cultores del naturalismo suelen ser materialistas, la conexión con el aspecto de la filosofía 18
Véase nota a 440e.
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heraclítea que subraya la inestabilidad de lo sensible es incluso esperable. La posición de Crátilo sí contrasta, en cambio, con el testimonio de Aristóteles en Metafísica, IV.1010a7-15, donde dice que Crátilo había renunciado al lenguaje, precisamente por ser un heraclíteo radical, y por eso se limitaba a hacer signos con las manos. La pregunta inmediata es, sin duda, cómo pasó Crátilo del extremo naturalismo al rechazo del lenguaje. Por esta cuestión llegamos al segundo punto conflictivo: muy habitualmente se ha intuido que, a través de la figura de Crátilo, Platón está criticando a otros pensadores. E. Dupréel no ha dudado en postular que se trata de una figura literaria,19 lo cual puede sostenerse incluso cuando se piense que existió un Crátilo histórico, el mismo que las fuentes sindican como maestro de Platón. Vale la pena tener en cuenta que Platón suele ser poco explícito en sus referencias e incluso enmascarar ideas de un pensador poniéndolo en boca de otros.20 En este sentido, la atribución a Crátilo 19
E. Dupréel, La légende socratique et les sources de Platon, Bruxelles, Ed. Robert Sand, 1922, pp. 322 ss. 20 Este “ocultamiento” de los adversarios constituye una estrategia argumentativa típicamente platónica, como hemos sostenido en “Ocultatio oponentis: una estrategia argumentativa en el Crátilo de Platón”, en Logo. Revista de retórica y ciencias de la comunicación (Madrid) 6, 2005. Un ejemplo similar se encuentra en el Banquete, visto por V. Brochard como diálogo de los discípulos (“Sobre el Banquete de Platón”, Estudios sobre Sócrates y Platón, Buenos Aires, Losada, 1940, pp. 42-81), donde cada participante –excepto Aristófanes– representaría a un sofista famoso. También puede vérselo como un diálogo entre disciplinas, donde cada uno representa ya no a otro autor sino a un tipo discursivo en particular (véase V. Juliá, “Reseña a C. J. Rowe, Il Simposio di Platone. Cinque lezioni sul dialogo con un ulteriore contributo sul Fedone e una breve discussione con Maurizio Migliori e Arianna Fermani. A cura di Maurizio Migliori, Sankt Augustin”, Méthexis XII, Sankt Augustin, 1999 y C. Mársico, “Estudio preliminar al Banquete”, en Platón, Banquete, Buenos Aires, GEA, 2002.
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no es definitoria y bajo esta figura puede haber otros pensadores a quienes se dirige la crítica. Entre ellos se ha propuesto a Heráclides del Ponto, Protágoras y Euclides de Mégara,21 pero ninguno ha recibido más atención que Antístenes. Durante la segunda parte del siglo XIX, retomando las tesis de Schleiermacher,22 hubo una tendencia a ver rastros de sus doctrinas en los más variados ámbitos, especialmente en las obras de Platón. Estos excesos de la crítica tuvieron su reacción, hasta el punto de que G. S. Kirk llegó a afirmar que la lectura antisténica de los diálogos estaba casi muerta.23 Los avances posteriores en la edición de testimonios permiten enfoques más precisos que ameritan la revisión de la figura de este socrático.24 Volveremos sobre este aspecto en el punto 4.2, para subrayar la importancia de tener en cuenta la figura y el pensamiento de Antístenes a los efectos de entender cabalmente el sentido del Crátilo. 21
Sobre Heráclides, véase M. Warburg, “Zwei Fragen zum Kratylos”, en Neue Philologische Untersuchungen 5, Berlin, 1929. Sobre Protágoras, M. Narcy, “Cratyle par lui-même”, en Revue de philosophie ancienne 5, Paris, 1987, pp. 151 ss. y sobre Euclides de Mégara, L. Dorion, L., “Euthydème et Dionysodore sont-ils des Mégariques?”, en Robinson, Th. – Brisson, L. (eds.) Plato. Euthydemus, Lysis, Charmides. Proceedings of the V Symposium Platonicum, Sankt Augustin, Academia, 2000. 22 Véase F. Schleiermacher, Platons Werke, Berlin, 1804-10, II/2, 3 éd. 1885, p. 19, G. Zuccante, “Antistene nei dialoghi di Platone”, en Rivista di Filosofia 19, Bologna, 1916, pp. 550-81. Más recientemente, ha vuelto a la lectura antisténica J. Derbolav, Platons Sprachphilosophie im Kratylos und die späteren Schriften, Darmstadt, 1972, 221-312 y F. Blaise y otros, “Antisthène: sophistique et cynisme”, en B, Cassin (ed.) Positions de la sophistique, Paris, Vrin, 1986, pp. 119 ss. 23 G. Kirk, “The problem of Cratylus”, American Journal of Philology 72, Baltimore, 1951, p. 238. 24 Véase especialmente F. Decleva Caizzi, Antisthenis Fragmenta, Milano, Varese, 1966 y G. Giannantoni, Socrates et socraticorum reliquiae, Napoli, Bibliopolis, 1990.
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Además de los tres interlocutores, sobrevuela el diálogo un cuarto personaje: Eutifrón, mencionado en los pasajes 396d, 399e, 407e y 409d, como inspirador la actividad de Sócrates y en cierto modo –en 399 e– como un cultor de etimologías. A este respecto, G. Steiner25 sostuvo que el pasaje etimológico apuntaba a una ridiculización de la actividad de Eutifrón, suponiendo que efectivamente su práctica iba más allá del culto religioso que se le atribuye en el diálogo homónimo y consistía además en una vertiente del análisis lingüístico. Esta tesis fue retomada recientemente por Ch. Kahn, que pretende encontrar apoyo adicional de material papiráceo.26 En este material, sin embargo, no hay indicios de que Eutifrón –que ni siquiera es nombrado en el papiro de marras– practicara algún tipo de teosofía alegórica sino sólo pasajes muy similares a los del Crátilo esperables en un ambiente donde la adecuación de los nombres era profusamente cultivada. En el contexto del diálogo, estas menciones bien podrían tratarse de una crítica irónica orientada al hecho de que quienes practicaban la adecuación de los nombres se asemejaban más a sacerdotes excéntricos que a intelectuales. Por otra parte, es de notar que en 384b y 391c se afirma que la cuestión de la “adecuación de los nombres” es fundamentalmente una preocupación sofística. En clave platónica, se trata, sin duda, de una manera de asociar a cualquier figura con las críticas que en las obras platónicas reciben estos adversarios intelectuales. En efecto, en 391d, cuando Hermógenes pide a Sócrates que presente su posición respecto de la 25
G. Steiner, Die Etymologien in Platons Kratylos, en Archiv für Geschichte der Philosophie 22, Berlin, 1916, p. 125 ss. 26 Ch. Kahn, “Les mots et les formes dans le Cratyle de Platon”, en H. Joly (ed.), Philosophie du langage et grammaire dans l'antiquité, Bruxelles, Ousia, 1986, pp. 97 ss.
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orthótes, éste plantea que la vía natural de investigación es la tesis de los sofistas, que según afirma no está a su alcance. Este comentario sirve a Platón para presentar una de sus caracterizaciones típicas de estos intelectuales como vendedores de saberes más bien fraudulentos cuyas prácticas carecen de solidez teórica, 27 a la vez que subraya la falta de originalidad de la doctrina de la adecuación de los nombres entre sus contemporáneos, en relación con la cual son mencionados Pródico de Ceos y Protágoras de Abdera, usuales visitantes de Atenas. Vale la pena notar que el análisis lingüístico no se limitó a la segunda mitad del s. V a.C., sino que estaba extendido y en plena ebullición también entre los contemporáneos de Platón. Que la figura central de Sócrates obligue a fijar la fecha dramática una generación antes no implica que las referencias a la época de Platón estén ausentes. En este sentido, podría decirse que el Crátilo tiene, sumidos en el silencio, más personajes de los que la trama muestra, precisamente porque está dirigido a objetar una manera de analizar el fenómeno de la verdad y su relación con el lenguaje que contaba en tiempos de Platón con numerosos adherentes.
3. Estructura de la obra
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El hecho de que Crátilo se niegue a explicar claramente su posición puede ser una crítica de Platón al hecho de que estos maestros se negaban a enseñar si no era contra un pago. Lo mismo sucede con Trasímaco en República, I.337d, por ejemplo. Esto contrasta con la dialéctica, en donde los interlocutores no son pasivos, sino agentes imprescindibles del avance de la investigación.
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Frente a la complejidad de diseño de algunos diálogos, el Crátilo presenta una estructura lineal y una narración directa que proyecta al lector en la conversación entre Hermógenes y Crátilo en el punto mismo en que Sócrates se suma a ella. Tras el breve diálogo inaugural en que Sócrates se une a la discusión y se pone al tanto de la posición que cada uno sostiene (383a-384c), se inicia una larga primera parte de diálogo con Hermógenes en la que, bajo la excusa de poner a prueba la posición convencionalista, Sócrates presenta los lineamientos de una versión de la teoría naturalista que servirá para montar el trabajo de impugnación de la segunda parte (384c-390e). Inmediatamente comienza una revisión del naturalismo que desemboca en el extenso pasaje de las etimologías (391e-427c), que ha hecho pensar a muchos que Platón creía de hecho en algún tipo de naturalismo. Dicho pasaje, como veremos en 4.3.1, comprende una primera parte en la que se remeda el análisis lingüístico y una segunda parte que, bajo la apariencia de un análisis de sus presupuestos teóricos, prepara su refutación. Cuando todavía el naturalismo parece incólume, Sócrates procede a conversar con Crátilo, en un diálogo que se extenderá hasta el final de la obra (427e-440e). Es al interlocutor naturalista al que le tocará asistir directamente al naufragio de la teoría, que se dispone en dos momentos: la síntesis de la teoría en un breve y llamativo pasaje (428e-430a) y la demostración de la incompatibilidad de las teorías que conviven en las propuestas de adecuación de los nombres. La estructura general puede organizarse del siguiente modo: 1. Conversación introductoria
383a-384c
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2. Conversación con Hermógenes: I. El convencionalismo Rasgos principales Análisis crítico 1. La estabilidad de lo real 2. El nombre como instrumento 3. El nominador y el dialéctico II. El naturalismo Rechazo del marco sofístico Pasaje de las etimologías A. Primera parte Ejemplos homéricos Nombre y herencia: hombres y héroes Dioses, démones y héroes Hombre, cuerpo y alma Nombres de dioses Nombres de elementos naturales Introducción de la tesis del flujo Nombres de virtudes y vicios Nombres de sentimientos Nombres de actividades intelectuales Nombres en torno del problema del lenguaje: Verdad, falsedad, lo que existe y nombre B. Segunda parte Tesis de los nombres primarios (i) Tesis del nombre como imitación Tesis de los nombres primarios (ii) Método de correspondencia
384d ss. 384d-385e 385e-387d 387d388d 388d-390e 391a ss. 391b-d 391d427d 391d393b 393b-397a 397a-399b 399b-400c 400d408d 408d-410e 411b-c 411c-419b 419b420b 420b-420e 421a-421c 421d422d 422d-424c 424c-426b 424d426b
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Análisis de los elementos fónicos 3. Conversación con Crátilo I. Pasaje descriptivo II. Contradicciones del naturalismo 1. Imitación vs. adecuación estricta 2. Nombres primarios y método de correspondencia 3. Tesis del flujo y coherencia semántica 4. Punto de partida del conocimiento 5. Estabilidad vs. tesis del flujo 4. Epílogo
426c-427e 427e-430c 430c ss. 430c-433b 433b435d 435d437d 437d-439c 439c-440d 440d-e
4. Síntesis exegética de los problemas centrales El complejo panorama intelectual de la época clásica, donde el lenguaje constituye una variable fundamental de las discusiones, hace del Crátilo un espacio donde se combinan numerosos problemas. No haremos aquí un análisis detallado de cada tema, sino un relevamiento de algunas cuestiones fundamentales.
4.1 Al hombre, caballo y al caballo, hombre Hermógenes, el hombre del nombre problemático, es un entusiasta del convencionalismo radical que no duda en sostener que la capacidad de imponer nombres incumbe incluso a los individuos. Una lectura rápida del pasaje 385b-390e da toda la impresión de que su postura queda superada. De hecho, Hermógenes pide a Sócrates una presentación del
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naturalismo y lo acompaña en el análisis lingüístico que emprenden. Sin embargo, esta opción fracasará desmesuradamente ante los ojos de los interlocutores. Más aun, en 434e el convencionalismo resurgirá como instrumento para objetar al naturalismo por su recurrencia a la noción de uso. ¿Qué sucede entonces con la posición convencionalista? Una revisión de las interpretaciones sobre la porción de texto inicial dedicado al examen de esta teoría muestra la división entre quienes consideran que está efectivamente refutada y quienes ven en el planteo una opción plausible.28 En rigor, el mayor obstáculo para dimensionar el análisis de esta postura es la actitud deliberadamente ambigua del examen. Dado que Platón está construyendo su acercamiento al naturalismo, en todos los casos la relación entre lenguaje y realidad aparece reforzada, lo cual hace que la crítica al convencionalismo constituya más bien una excusa para acercarse a su real adversario y objetarlo por sus contradicciones internas. En cuanto a su estructura, el pasaje está organizado en base a una breve síntesis inicial (384d385a) y una explicitación posterior seguida de tres pasos argumentales que la cuestionan. El pasaje 385a-e es sin duda el más problemático y sujeto a malas interpretaciones. Luego de una presentación del convencionalismo radical, según el cual cada hablante puede modificar la asignación de nombres (385a), 28
Por la primera se inclinan, por ejemplo, B. Williams, “Cratylus’ Theory of Names and its Refutation”, en M. Schofield – M. Nussbaum (eds.), Language and logos, Cambridge, Cambridge University Press, 1982, p. 90 y T. Baxter, The Cratylus: Plato’s Critique of Naming, Leiden, Brill, 1992, pp. 17 ss. Por la segunda, R. Barney, “Plato on conventionalism”, en Phronesis 42.2, Leiden, 1997, pp. 143 ss. y S. Keller, “An Interpretation of Plato’s Cratylus”, en Phronesis 45.4, Leiden, 2000, pp. 284 ss.
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irrumpe un argumento que pone sobre el tapete la cuestión de la verdad y la falsedad, cuya ubicación en el texto ha levantado controversias.29 A menudo se ha interpretado que Sócrates plantea allí la existencia de enunciados verdaderos y enunciados falsos, a lo cual agregaría la premisa de que las partes tienen los rasgos del todo, de modo que habría nombres verdaderos y nombres falsos. Algo así produciría múltiples inconvenientes y se ajustaría mal a otros pasajes, ya que encontraríamos a Sócrates cifrando la verdad en los nombres y aceptando que hay nombres que dicen “cosas que no son”, lo cual contradice la postura de Platón frente a este problema. Más aun, una interpretación de este tipo está en la base de los problemas para conectar este pasaje con su contexto. Esta lectura hace de este pasaje un argumento en contra del convencionalismo, cuando en rigor, puede interpretárselo como una contextualización teórica que Sócrates ofrece a Hermógenes y que no riñe con el convencionalismo sino que lo explicita. Es poco convincente pensar que el Platón del Crátilo no había pensado todavía que la verdad se manifiesta en enunciados proposicionales y no en nombres, ya que precisamente este argumento comienza subrayando que la verdad y la falsedad se dan primariamente en los enunciados y sólo indirectamente en los nombres. Más aun, la base textual no conduce naturalmente a la lectura tradicional.30 El argumento sostiene, en verdad, que los nombres se integran en 29
Véase nota a 385b. Véase notas ad loc. La interpretación del texto en esta clave ha sido adelantada por W. Pfeiffer, “True and false speech in Plato's Cratylus 385b-c”, en Canadian Journal of Philosophy 2.1, Calgary, 1972, pp. 87-104 y especialmente N. Cordero, “Platone non dice che l'onoma può essere vero o falso (Crat. 385 c-d)”, en prensa.
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unidades mayores, los enunciados, que pueden ser tanto verdaderos como falsos, de modo que sus partes, los nombres, pueden ser funcionales tanto a la verdad como al error y sólo en ese sentido son verdaderos y falsos, pero no en sí mismos. Con este movimiento, resulta que, dado que un nombre obtiene su valor de verdad del enunciado en que se inserta, no hay un compromiso directo entre nombre y realidad. Así, la modificación convencional del léxico no afectará la expresión de enunciados verdaderos y da lo mismo que los nombres se cambien o no. Precisamente por eso el pasaje se cierra con una profesión de confianza de Hermógenes, que siente bien interpretada su postura (385d-e). Inmediatamente, sin embargo, arreciarán las críticas. El primer argumento (385e-387d) plantea que las cosas existentes tienen una naturaleza estable y, dado que las acciones se encuentran entre estas cosas existentes, es esperable que se atengan también a parámetros estables. El nombrar en tanto acción es también así y no está sujeto a la ocurrencia momentánea de hablantes individuales. Nótese que con esto no se impugna la naturaleza convencional del nombre sino su versión radical, según la cual cada hablante puede modificar el léxico. Los dos argumentos que siguen iniciarán abiertamente el tránsito hacia el naturalismo y plantearán las condiciones que debería cumplir el lenguaje para pretender efectiva adecuación con lo real. En el segundo argumento emerge una categoría central: la del nombre como instrumento. La estabilidad de la nominación se concretiza en la instrumentalidad de los nombres, lo cual implica que deben ser afines a aquello que nombran. Esa afinidad es puesta en conexión con la Teoría de las Formas en el pasaje 389b-390b. Esa conexión ha hecho pensar que Platón plantea un lenguaje efectivamente ligado a las cosas. Vale la pena
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notar, sin embargo, que en 435c, sobre el final de la obra, la Teoría de las Formas se vuelve una alternativa totalmente diferente del naturalismo, lo cual muestra que asistimos a condiciones que no habrán de cumplirse.31 El tercer argumento permite dimensionar el planteo agregando la figura del dialéctico, que completa la comparación con la Teoría de las Formas, en tanto el dialéctico es en otros textos precisamente el filósofo que busca lo inteligible valiéndose del lenguaje. Así, no se limita al análisis de nombres, sino que será quien juzga sobre la adecuación entre lenguaje y realidad, es decir quien identifica cuándo el hijo de Hermes dice la verdad. Su propia denominación, en la cual está explícito el término lógos, entendido como “lenguaje, argumento, enunciado, discurso”, hace que su tarea ponga la nominación en segundo plano, subordinada al problema mayor de la determinación de la verdad de los enunciados y argumentos. El panorama que delinean estos pasajes, entonces, es el de un acercamiento al naturalismo haciendo intervenir la Teoría de las Formas para indicar el grado de consistencia teórica que necesitaría esta postura para ser admisible. Lo que se le pide es prácticamente que se convierta en un instrumento de la dialéctica y sólo de ese modo podría decir que muestra lo real. El mecanismo de acercamiento paulatino al naturalismo da la impresión de rechazo del 31
Véase sobre la Teoría de las Formas, más adelante, 4.6.1. Coincidimos con M. Schofield (“The denouement of the Cratylus”, en M. Schofield – M. Nussbaum (eds.), Language and logos, Cambridge, Cambridge University Press, 1982, p. 67 ss.) en que la afirmación de Sócrates de que preferiría el naturalismo en 435c es solamente una vaga expresión de deseos, que equivaldría a un “ojalá las cosas fueran tan simples”, y de ninguna manera constituye una adhesión a un naturalismo que en ese momento de diálogo está ya en ruinas.
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convencionalismo, pero cuando la adecuación de los nombres sea refutada y emerja nuevamente la noción de uso en 434e, queda claro que es necesario volver a esa postura con los rasgos que quedan en pie. Por eso precisamente el diálogo se cierra con un llamamiento a “seguir a Hermógenes”.
4.2 La identidad de los adversarios Durante la época clásica, la práctica del análisis lingüístico estaba extendida y ocupaba los más distintos ámbitos. Hay que notar, sin embargo, que no todos ellos tenían el mismo tipo de impacto sobre el sistema que Platón estaba estructurando. Las tesis sofísticas constituían un riesgo especial, no sólo porque confrontaban con sus posiciones intelectuales, sino sobre todo porque habían dejado numerosos discípulos en la generación de Platón, que eran sus críticos. Para comprender el problema del Crátilo es importante saber quiénes integran la cohorte de adversarios y, entre ellos, quiénes son los receptores primarios de las críticas.
4.2.1 La sofística y el fantasma de Antístenes Las teorías ligadas a las adecuación de los nombres están conectadas con los nombres de Protágoras y Pródico, que aparecen una y otra vez en los testimonios. Platón liga a Pródico con la noción de “adecuación de los nombres” (Eutidemo 277e-278a =DK 84A16) en un pasaje sin duda irónico que culmina con el juicio de que este procedimiento no es más que un juego de palabras puesto a los efectos de burlarse de la gente, especialmente porque no permite conocer la naturaleza de los objetos acerca de los que se habla
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(278b). Sobre la base de este pasaje y otros similares puede colegirse que el procedimiento de Pródico estaba orientado a desentrañar el correcto significado de un término y apuntaba a revelar la exacta adecuación entre nombre y cosa. Así, en Protágoras 337a-c (= DK 84A13) Platón presenta un ejemplo que consiste en la diferenciación de términos similares desde el punto de vista semántico. Este tipo de análisis se repite en la mayoría de los testimonios.32 Es claro que una postura así se fundamenta mejor en un significado objetivo de los términos, ya que aceptar algún tipo de formulación que suponga la convencionalidad del lenguaje sumiría a toda la teoría en la fragilidad extrema.33 Protágoras es igualmente asociado por las fuentes con la práctica de la adecuación de los nombres. Su impronta puede inferirse a partir de pasajes como el de Aristóteles Refutaciones Sofísticas, XIV.173b17 (= DK84A28), donde se le atribuye la idea de que hay una inadecuación entre lenguaje y realidad, aprehensible en términos como ménis, “cólera” y pélex, “celada”, que son morfológicamente femeninos, pero están asociados semánticamente a rasgos como la agresividad y la guerra que tienen que ver con lo masculino. Restituirle artículos con morfología masculina sonaría al hablante medio como un solecismo, cuando en rigor se estaría corrigiendo una inconsecuencia del uso. La misma actitud parece ser víctima de una ridiculización en Nubes, 657-683 por parte de Aristófanes. Estas líneas continuaron su desarrollo. Lejos de agotarse, en el clima intelectual en el que Platón compuso sus obras, estaban en plena ebullición, lo cual hace más llamativo que las figuras de su tiempo sean 32
Cf. especialmente DK 84A14-18. Véase A. Brancacci, Oikeios Logos. La filosofia del linguaggio di Antistene, Napoli, Bibliopolis, 1990, pp. 63 ss.
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sistemáticamente silenciadas y encontremos en su lugar las de la generación anterior. El hecho de que Sócrates sea el personaje principal en la mayoría de los diálogos justifica esta elección de los interlocutores, pero esto no debe ocultar el hecho de que Platón discute con sus contemporáneos, varios de los cuales fueron también discípulos de Sócrates. Según mencionamos en el punto 2, de todas las figuras probablemente aludidas bajo el personaje Crátilo, Antístenes es la más relevante, especialmente porque las fuentes helenísticas coinciden en colocarlo entre los pensadores de primera línea por su pensamiento y estilo (SSR V.A.46-8). Por otra parte, Platón y Antístenes fueron ambos discípulos de Sócrates y sus visiones sobre la práctica socrática son radicalmente diferentes. Eso puede haber desatado la disputa testimoniada por las fuentes, según la cual Platón aludió de manera indirecta, como es su costumbre, a las teorías de Antístenes y éste le contestó parodiándolo en un diálogo de título agraviante, el Sáthon.34 Varios de los testimonios acerca de la polémica entre Antístenes y Platón se dan en torno de respuestas diferentes a los planteos abiertos por Sócrates, sintetizados en la pregunta “qué es x”.35 Si la actividad 34
Antístenes juega con el parecido lingüístico entre Pláton y Sáthon, éste último un derivado de sáthe ‘pene’. Sobre el Sáthon, véase Diógenes Laercio, VI.3 y 7 = S.S.R. V.A.27 y 28, Gnomologia vaticana 743,13 y 437 = S.S.R. V.A.30; Estobeo III.2.40 = S.S.R. V.A.29 y la interpretación sobre el título en G. Giannantoni, Socratis et socraticorum reliquae, Napoli, Bibliopolis, pp.328-9 y A. Brancacci, op. cit., pp. 173-5. 35 Sobre el status de la pregunta, véanse las interpretaciones “definicionistas”clásicas como las de R. Robinson, “Socratic Definitions”, en Plato´s Earlier Dialectic, Oxford, Oxford University Press, 1953, pp. 49-60, y más recientes como las de A. Nehamas, “Confusing Universals and Particulars in Plato´s early Dialogues”, en Review of Metaphysics 29, Washington, 1975, pp. 287-306, G. Vlastos, “What Did Socrates Understand by His
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socrática llamaba la atención sobre la necesidad de pensar un fundamento cierto para las nociones del ámbito ético que rigen la vida del hombre, sus discípulos se entregaron a la tarea de desentrañar la naturaleza de ese fundamento y a describir su funcionamiento. En ese sentido, podríamos decir que, a partir de este cuestionamiento, sus discípulos desarrollaron la respuesta lingüística en el caso de Antístenes y la ontológica en el caso de Platón y prorrumpieron en un choque inevitable. Describamos brevemente los pilares de la filosofía antisténica, para identificar luego los rasgos que permiten inferir su presencia velada en el Crátilo. La teoría de Antístenes aparece testimoniada en las fuentes como “uso de los nombres” (khrêsis tôn onomáton)36 o “investigación de los nombres” (epískepsis tôn onomáton). Esta última aparece testimoniada en un pasaje de Epicteto, donde se atribuye a Antístenes haber dicho que “la investigación de los nombres es el principio de la educación” (arkhé paideúseos).37 Esa función se desprende de la noción de lenguaje con que opera Antístenes, manifiesta en la definición que transmite Diógenes Laercio (VI. 3 = ‘What is F?’ Question?”, en Platonic Studies, Princeton, Princeton University Press, 1976, pp. 410-17 y H. Benson, “Misunderstanding the ‘What-is-F-ness?’ Question”, en H. Benson (ed.) Essays on the Philosophy of Socrates, Oxford, Oxford University Press, 1992, pp. 123-36. Para una hipótesis que debilita la lectura “definicionista” basándose en el contexto sociopolítico como variante hermenéutica de la posición socrática, véase C. Eggers Lan, Platón, Apología de Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1971, pp. 97-9. 36 Véase S.S.R. V.A.187 = Porfirio, Escolios a la Odisea, a 1 y S.S.R. V A 208 = Dion Crisóstomo, Oraciones, XIII.16e19 y especialmente el testimonio de una obra antisténica con el nombre Sobre el uso de los nombres (Perì onomáton khréseos) (S.S.R. V A 175, XXV). 37 Véase S.S.R. V.A.160 G. = Epicteto, Disertaciones, 1.17.
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S.S.R. V.A.151), donde dice que Antístenes “definió por primera vez el lógos, “lenguaje”, diciendo: “lógos es lo que muestra lo que era o es (ho tò tí ên è ésti delôn)”. Esta frase, que ha sido objeto de numerosos análisis, hace del lenguaje un elemento que permite revelar la naturaleza de lo real, un plano que para Antístenes es material y al que se refiere como “lo cualificado” (tò poión).38 Con este rasgo se niega toda existencia a realidades inteligibles del tipo propuesto por Platón. Así, sus testimonios más conocidos están en relación con la ridiculización de la Teoría de las Formas con la frase “veo el caballo, pero no la caballeidad”.39 La visión de esta correspondencia entre una realidad material mostrada por el lenguaje se completa con otro pasaje en el cual Aristóteles, en un contexto donde se discute acerca del status del lenguaje falso, afirma que Antístenes sostenía la existencia de un “nombre propio” para cada cosa, con la consecuencia de que al pronunciar un nombre siempre se establece un correlato con algo real y no es posible el error.40 Esta 38
Véase Simplicio, Sobre las Categorías de Aristóteles, 8b25, p. 211.15. 39 Sobre la interpretación de las Formas como cualidades, véase N. Cordero, “L´interprétation anthisthénienne de la notion platonicienne de ‘forme’ (eidos, idea)”, en M. Fattal (ed.), La philosophie de Platon, Paris, L'Harmattan, 2001, pp. 323-43. 40 “Por eso Antístenes creía ingenuamente que no se puede decir nada salvo el “lógos propio”, uno para cada cosa, a partir de lo cual concluía que no es posible contradecir y casi no es posible decir algo falso” (Met. v 29 1024b32-33 = S.S.R. V.A.152). El modo en que hay que entender esta afirmación viene dado por la frase asociada “uno para cada uno” (hèn eph’ henós), cuya formulación en género neutro y no masculino, como tendría que estar si constituyera una atribución a lógos, hace pensar que se trata de una cita textual de Antístenes o una referencia a una fórmula igualmente característica de su pensamiento. El hecho de que hén esté refieriéndose a un antecedente neutro lleva a pensar, como nota N. Cordero (op. cit., pp. 331-332), que tiene que referir en su contexto original a “nombre” (ónoma).
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idea implica dos tesis que serán fundamentales para la intelección del Crátilo: la postulación de un “nombre propio” para cada cosa y la imposibilidad de hablar falsamente. De acuerdo con la primera, el lenguaje no sólo permite mostrar la realidad sino que funciona como correlato unívoco de su estructura. Esto permite que quien conoce la organización de la lengua conozca al mismo tiempo lo real. La segunda tesis, referida a la imposibilidad de contradecir, mencionada en numerosos testimonios,41 coincide en los hechos con la imposibilidad de hablar falsamente, ya que en ambos casos la argumentación se apoya en la adecuación automática entre lenguaje y realidad, que viene dada por el hecho de que todo nombre tiene correlato real: “quien dice, dice algo; el que dice algo, dice lo que es y el que dice lo que es, dice la verdad”, según atribuye Proclo a Antístenes (S.S.R. V.A.155). Este sistema es un ejemplo de economía teórica, ya que con estos mínimos supuestos se está en condiciones de dar cuenta de una ética objetiva, precisamente el desideratum de Sócrates.42 En una teoría naturalista, la estructura de la lengua es 41
Aristóteles, Tópicos A.11.104b19-21 = SSR V.A.153 (= Schol. In Aphthon. 13; Doxópatro, Hom. in Aphthon. 13); Aristóteles, Tópicos, 79.7-22, Asclepio, In Arist. Metaph. 353.18-25; Elías, In Arist. Categ. Prooem. 108.25-6; Diógenes Laercio, IX.53 = SSR V.A.154; Proclo, In Plat. Crat. 37 = SSR V.A.155; Isócrates, Helena = SSR V.A.156. 42 El rechazo del relativismo es manifiesto en un testimonio de Plutarco, donde se cuenta la anécdota de la reacción de Antístenes en el teatro ante una tragedia de Eurípides en que se planteaba la relatividad del bien: “Tampoco son despreciables las correcciones con las cuales operaron Cleantes y Antístenes, quien habiendo visto que los atenienses festejaban a gritos en el teatro <el verso> ‘qué cosa es vergonzosa, si no lo parece a los que se valen de ella’, arrojándose sin reservas : lo vergonzoso es vergonzoso, parezca o no parezca”. (Plutarco, Quom. adul. poet. aud. deb. XII.33c = S.S.R. V.A.195).
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inalterable y todo lexema de la lengua es comprendido de la misma manera por todos los hablantes. Efectivamente, la “investigación de los nombres” apunta a fijar la estructura semántica de la lengua, procedimiento que resulta en la exclusión de cualquier relativismo. Ahora bien, la “investigación de los nombres” implica además un método que entra en completa colisión con los lineamientos de Platón y es fundamental para comprender la problemática del Crátilo. En Metafísica, VIII.2.1043b23ss. (= S.S.R. V.A.150) Aristóteles afirma: “De modo que tuvo cierta razón de ser la dificultad que dejó perplejos a los epígonos de Antístenes y a otros tan incultos como ellos. Pues pensaban que no es posible definir el qué es (tí estin), pues la definición es un enunciado largo; aunque es posible enseñar a otros cómo es una cosa (poîon éstin), por ejemplo la plata, no es posible decir qué es sino que es como el estaño.” De aquí podemos colegir que Antístenes sostenía que la vía del “qué es x”, por la cual avanzará Platón, es intransitable y proponía en su lugar la vía del “cómo es x”. De este modo no se llegará a una definición, sino a una clarificación de la delimitación entre los nombres que forman la lengua. La “investigación de los nombres” resulta ser, entonces, un método de análisis semántico que no apunta a la definición de cada término inserto en un campo, sino a la explicitación de sus rasgos distintivos, esto es, de las marcas opositivas respecto de los demás. El modo en que el lenguaje “muestra lo que era o es” reposa en un análisis de tipo semántico que podemos llamar, usando terminología
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contemporánea, como una lexicología de contenido.43 En efecto, el ejemplo de la plata cobra sentido si se piensa que no se puede dar de ella una definición, i.e. decir “qué es”, sino decir “cómo es”. Esta descripción se lleva a cabo mediante el análisis del campo semántico en el cual se desenvuelve el término en cuestión. Así, en el breve ejemplo de la plata, el procedimiento será insertar el lexema “plata” en el campo “metal” y dentro de él establecer rasgos distintivos, de los cuales se presenta aquí uno de muchos posibles, el de semejanza material con el estaño, pero al cual podrían agregarse otros muchos: + valor comercial (respecto del bronce), - dureza (respecto del hierro), color similar al platino, etc. Puede decirse que la propuesta de Antístenes construye una protonoción de campo semántico con muchos puntos de contacto con la contemporánea, pero con la gran diferencia de su pretensión de correlato real.44 Para confirmar esta lectura contamos con los testimonios en los que se muestran ejemplos de este tipo de investigación. Un testimonio de Porfirio, por ejemplo, nos transmite el análisis que Antístenes hacía del epíteto de Odiseo, polýtropos, literalmente “de muchos aspectos”, entendido a menudo como una referencia a la astucia engañosa del héroe.45 Para probar 43
Véase E. Coseriu, Principios de semántica estructural, Madrid, Gredos, 1977. La diferencia, por supuesto, es que se considera al signo lingüístico como no arbitrario. 44 Hemos ahondado en esta línea de lectura en “Argumentar por caminos extremos”, en L. Castello – C. Mársico (eds.), ¿Cómo decir lo real? El lenguaje como problema entre los griegos, Buenos Aires, GEA, en prensa. 45 Para una evaluación del testimonio de Porfirio (Quaest. hom. ad oddysseam 1.1.10ss. = S.S.R. V.A.187) en el contexto del pensamiento de Antístenes, véase M. Luzzatto, “Dialettica o retorica? La polytropia di Odisseo da Antistene a Porfirio”, en Elenchos 17, Napoli, 1996, pp. 275-358.
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que no tenía sentido negativo, Antístenes recurría al análisis semántico de los elementos del compuesto polýs y trópos-. Las estrategias que se usan son variadas e incluyen referencias a la etimología46 y la semántica47, para investigar la noción de multiplicidad indicada en polýs48 e inferir finalmente que el epíteto de Odiseo no era despreciativo sino elogioso, ya que su “multiplicidad” lo hacía dúctil como para adaptarse a contextos variados y no indicaba una falla ética. Este método permitía revelar la asociación constitutiva de los nombres y su organización, más allá de las confusiones que pudiera suscitar el uso. Muy similar es el pasaje, transmitido igualmente por Porfirio en un escolio a Odisea 9.106,49 donde el problema es, esta vez, si al decir que los cíclopes son hyperphíaloi kaì athémistoi, que se entiende en principio como “arrogantes e injustos”, había que colegir una intención general de censura. La intensión de Antístenes era, al parecer, restringir esta crítica sólo a Polifemo y dejar al margen al resto de los cíclopes que no dañaron a la tripulación de Odiseo. Para ello encontramos la postulación de un campo semántico en torno de la noción de exceso, estructurado con compuestos que llevan la preposición hypér.50 Con el 46
Por ejemplo: trópos se asocia con trépo “girar, dar vuelta”, de modo que eútropos es “el que se orienta al bien” (eis tò eû tetramménos) 47 Por ejemplo: trépo se asocia con plásso, de modo que toma el sentido de “modelar, forjar”. 48 Se traen a colación para ello las nociones de “inestable” (palímbolon) y “cambiante” (polymetábolon) para oponerlas a la “multiplicidad de aspectos” que permite el uso variado del discurso. 49 Porfirio, Quaest. hom. ad Oddyseam 9.106 ss. = S.S.R V.A.189. 50 Así, se dice que alguien es hyperphíalos por la hyperokhé “superioridad” de su cuerpo, pero Polifemo es hyperphíalos porque es hyperóptes “desdeñoso” respecto de Zeus. Poco después se
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análisis semántico se logra contraponer términos que tienen connotaciones negativas, como “soberbio”, con otras neutras o incluso positivas, como “superioridad” o “excelencia” –todas con prefijo hypér-, que connotan “poder” pero no “exceso”. Polifemo sería, entonces, “desdeñoso” respecto de Zeus, mientras que los demás quedarían asociados a los términos positivos del campo. Por otra parte, en el libro IV de las Memorabilia de Jenofonte, considerada por varios autores como un pasaje con ecos de la filosofía de Antístenes,51 se analiza la noción de enkráteia, “continencia, autodominio”, estableciendo relaciones semánticas derivadas del par enkráteia – akrasía (“continencia – incontinencia”). Con este procedimiento se asocia la continencia a todas las nociones positivas –libertad, las cosas excelentes, lo que produce placer– y la incontinencia a las negativas –falta de libertad, esclavitud, cosas vergonzosas, ausencia de placer–. En cuanto al procedimiento, vale la pena notar que uno de los nombres del método que transmiten las fuentes es “uso de los nombres”, para hacer referencia al hecho de que, en el marco de esta teoría, una instauración originaria y perfecta no supone la pervivencia exacta de la forma, sino que está sujeta a modificación y desgaste paulatino. Por esa razón se requiere un análisis adecuado que revele la lógica intrínseca del sistema lingüístico, basada en el principio de “un nombre para cada cosa”. Dicho análisis se lleva compara al Cíclope con los gigantes hypérthymoi “presuntuosos” y luego se retoma esta idea general diciendo que sólo Polifemo es hyperéphanon kaì ádikon “altanero e injusto”. 51 Véase H. Maier, Socrate. La sua opera e il suo posto nella storia, Firenze, La Nuova Italia, 1943, pp. I 68-70, F. Decleva Caizzi, op. cit., pp. 72-3, A. Chroust, Socrates. Man and Myth, London, Routledge, 1957, pp.101-34 y A. Brancacci op. cit., pp. 138-44.
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a cabo estudiando el “uso”, es decir el sentido que los hablantes dan a los nombres. Lejos de incorporar un rasgo convencionalista, como interpretará Platón en Crátilo 434e,52 se recurre al uso para señalar que, cuando hay que enfrentar un caso de ambigüedad, no hace falta corregir la lengua, como puede inferirse que se hacía en la propuesta de Protágoras, sino remitirse al examen de oposiciones entre términos que revelan la organicidad de la lengua. El conocimiento de la estructura semántica, por su correlato con lo real, permitirá al sabio decidir fundadamente. Así, el sistema de Antístenes combina potencia y economía teórica de un modo que constituía para Platón un desafío que necesariamente debía enfrentar.
4.2.2 Los ecos en el Crátilo El Crátilo parece a todas luces un intento de superar la práctica de análisis lingüístico, sin duda extendidas en la época y encarnadas en un sistema que rivalizaba fuertemente con el platónico, especialmente porque pertenecía a uno de los discípulos dilectos de Sócrates. Sobre la base del análisis de las principales tesis de Antístenes se puede colegir hasta qué punto era importante impugnar naturalismo. En este sentido, que la versión del naturalismo objeto de críticas es muy probablemente la antisténica puede inferirse de la concentración de tesis reunidas en el “pasaje descriptivo” que va de 428e a 430a. Allí Sócrates plantea los lineamientos generales de la postura naturalista que pretende rebatir y en ella encontramos un complejo de tesis antisténicas. En primer lugar, se dice que la adecuación de los nombres es aquella que 52
Véase sobre este tema el punto 4.4.
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nos muestra la cosa (428 e). En segundo lugar, que los nombres se dicen en vistas de la instrucción (428 e) y en tercer lugar, que quien cultiva tal arte es el nominador y es infalible (429 a-c), a partir de lo cual se plantea la cuarta tesis, aquella que sostiene que es imposible hablar falsamente (429 d-e) Tres de estas tesis están claramente atestiguadas en testimonios sobre Antístenes y la última podría colegirse por vía indirecta. La primera tesis es, en efecto, un pasaje paralelo del texto de Diógenes Laercio VI.3 que, como hemos visto, transmite la definición de lógos. La segunda tesis se parangona directamente con el testimonio de Epicteto, según el cual la “investigación de los nombres” (epískepsis onomáton) era para Antístenes el principio de la educación.53 La importancia que le atribuye Crátilo en 427e debe ser entendida como un indicio de la relevancia de la tesis en el marco del naturalismo. Es claro que para quien piensa que el lenguaje revela la estructura de la realidad el saber se basará en el conocimiento del lenguaje. Esta tesis aparece reforzada en 435d donde se repite la idea de que la función de los nombres es enseñar, porque “el que conoce los nombres, conoce también las cosas”. La correspondencia entre lenguaje y realidad aparece aquí asegurada por la tercera tesis, que plantea la existencia de un nominador infalible que coloca los nombres, uno para cada cosa, de acuerdo con la tesis del lógos propio, también de origen antisténico. Por otra parte, en el estoicismo encontramos trazas de la presencia de una doctrina muy similar a ésta: el lenguaje es instaurado por un nominador, de modo que se da una correspondencia exacta entre nombre y cosa, que luego se va erosionando con el tiempo y que sólo
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Disertaciones, 1.17.11-12 = S.S.R. V.A.160.
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puede ser restituida a partir del ejercicio etimológico.54 Dados los repetidos testimonios que informan sobre la predilección estoica por la filosofía antisténica y por su intento de filiar su propia doctrina con la de este socrático, la presencia de la figura del nominador en el estoicismo permitiría tal vez colegir su presencia ya en época de Antístenes.55 Como corolario surge la cuarta tesis, la más extrema: no se puede hablar falsamente y su tesis asociada, no es posible contradecir. En efecto, del mismo modo que en Eutidemo 283d ss., en el Crátilo está presente el problema de la imposibilidad de hablar falsamente, atribuida a varios personajes de la época, incluido Antístenes.56 Este argumento tenía la función, en el contexto naturalista, de asegurar la correspondencia entre nombre y cosa, de modo que se viera subrayada la coherencia entre la estructura del lenguaje y la de la realidad, dada precisamente la imposibilidad de que haya más de una formulación que se ajuste a un mismo fenómeno. Además de los ecos de este pasaje, que mencionamos especialmente por su carácter compacto y sintético, podríamos citar muchos otros.57 Los más relevantes son, sin duda, los que aparecen repetidamente en el pasaje de las etimologías, cuya primera parte (391d-421c) muestra una rapsodia de exégesis similares a las del enfoque semántico que hemos visto en los testimonios de Porfirio y Jenofonte, tal como señalamos en 4.2.1. Este trasfondo hace del 54
Véase Orígenes, Contra Celso, 1.124, Filón, Opif, 150. También D. Blank, Ancient philosophy and grammar, California, Scholars Press, 1982, pp. 21-22. 55 Sobre la relación entre los estoicos y Antístenes, véase SSR V.A.135-140. 56 Cf. S.S.R. V.A.152-56 y lo dicho en 4.2.1. 57 Estos pasajes se identifican en las notas al texto.
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Crátilo un escrito polémico, no simplemente porque trate con tesis opuestas, sino porque está diseñado para irrumpir violentamente en el clima intelectual teñido de “adecuación de los nombres” alzando la lanza de una adecuación muy distinta, aquella que brega por ajustar el pensamiento a lo real y supeditar a él el lenguaje.
4.3 La construcción del caballo de Troya Tras el tratamiento del convencionalismo en 384d-390e, Platón se orienta a la impugnación del naturalismo en dos pasos. En el primero, grafica la práctica de la “adecuación de los nombres” en el llamado “pasaje de las etimologías”, que ocupa la conversación con Hermógenes entre 391d y 427d. En el segundo, en diálogo con Crátilo (427e-440e), con la excusa de una reflexión teórica sobre los supuestos de esta práctica, se objeta la plausibilidad de sus puntos de partida, como veremos en 4.4. Ahora bien, esa conversación con Crátilo se apoya enteramente en una construcción previa que tiene lugar durante la segunda parte de la conversación con Hermógenes: el llamado “pasaje etimológico”. Contra las lecturas habituales, que ven allí un texto compacto, es preciso notar que bajo su aspecto constructivo hay, en rigor, dos momentos bien diferenciados: el primero refleja cabalmente la práctica corriente de adecuación de los nombres, que se ajusta especialmente al modelo antisténico analizado en 4.2.1 (391d-421c), mientras el segundo sienta las bases para la impugnación del naturalismo proponiendo una serie de tesis aparentemente inocuas, que revelarán su poder destructivo sólo más tarde (421d-427d). En lo que sigue, analizaremos estos dos momentos.
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4.3.1 La habilidad “etimológica” de Sócrates El llamado “pasaje etimológico” ha desconcertado a la crítica de todos los tiempos. Dado que ocupa la mitad de la obra, parece difícil descartarlo simplemente como un momento irónico, tal como a veces se ha hecho. Por otro lado, tomando en cuenta que el naturalismo sostenido por el pasaje va a ser objetado, no tiene mucho sentido insistir en la seriedad a ultranza del planteo. Recientemente han surgido varios enfoques que subrayan la importancia de esta porción de la obra. Entre ellos, Dalimier subraya la necesidad de integrar la perspectiva lingüística y la filosófica, y para ello hace hincapié en los mecanismos de análisis de la lengua puestos en juego en el pasaje.58 Por otra, Sedley remarca su importancia filosófica interpretándolo desde el punto de vista gnoseológico.59 Así, el análisis de los nombres mostraría que algunos nominadores impusieron nombres de acuerdo con la tesis del flujo y otros lo hicieron siguiendo una perspectiva de estabilidad, de modo que ambos enfoques viciarían la claridad de la estructura léxica de la lengua. En esta lectura se interpreta literalmente la idea de que determinados términos indicarían sentidos opuestos, como se desprende del ejemplo de sklerótes, “dureza” en 434c-435a. Hay que señalar, sin embargo, que de este modo se pasa por alto toda una serie de indicios críticos que señalan más bien que en estos pasajes Platón está construyendo morosamente un ejemplo de práctica de análisis lingüístico para que queden al descubierto sus puntos oscuros. 58 59
C. Dalimier, op. cit., p. 26 ss. D. Sedley, op. cit. 41 ss.
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Este pasaje tiene puntos de contacto con otros dos textos que han desconcertado a la crítica por los mismos motivos: los relatos de Sócrates en el comienzo del Fedro (237a ss.), especialmente el que apoya la tesis de Lisias de que se debe conceder favores al hombre no enamorado, y el análisis del poema de Simónides en Protágoras, 339a ss.60 La explicación puede ser la misma en los tres casos: Platón muestra mediante estos ejercicios que su personaje Sócrates, como cultor de la dialéctica, tiene sobradas condiciones para realizar discursos retóricos como el de Fedro, interpretaciones literarias como la de Protágoras o análisis lingüísticos como el de Crátilo, y en este sentido no elige la dialéctica por incapacidad en otras prácticas, sino porque ésta es taxativamente superior. Todo el “pasaje etimológico” es, entonces, un ejemplo de análisis lingüístico que apunta al doble propósito de mostrar su facilidad de manejo por parte de un lego, tal como se declara Sócrates en 391a y 428a-b, y al mismo tiempo de sentar las bases teóricas para su refutación a partir de la segunda parte del pasaje que comienza en 421d. El hincapié de Dalimier en la calidad técnica de algunos momentos del análisis61 no muestra sino que esos recursos se desarrollaron efectivamente en el seno del naturalismo y Platón los retomó para adaptarlos al contexto de su obra. Es preciso tener en cuenta que del uso en ese contexto no puede colegirse que Platón crea en ellos, como no se puede creer en Fedro y en Protágoras que Sócrates se tome en serio sus destrezas discursivas ocasionales. El tono general de la primera parte del pasaje de las etimologías es, en rigor, el de un ejercicio que se desliza inexorablemente hacia la 60
Esto fue notado ya por R. Barney, en Names and Nature in Plato's Cratylus, New York - London, Routledge, 2001, pp. 60 ss. 61 C. Dalimier, op. cit., p. 38 ss.
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asociación libre. La importancia capital de este texto radica precisamente en el modo en que Platón se vale de las tesis naturalistas para construir pacientemente su impugnación. Es de notar muy especialmente que siempre se tiende a entender este pasaje desde la perspectiva etimológica, aun cuando se reconozca que los análisis no son en general etimologías en sentido técnico, sino conexiones de una palabra con otra de su misma raíz.62 Más preciso sería decir que en esta primera parte estamos frente a estudios semánticos, con muchos puntos de contacto con los mencionados en 4.2.1 respecto de Antístenes. Esto se constata en el análisis de los nombres que abren el estudio: los de Astianacte y Héctor (392b-394c), ambos asociados con la idea de poseer, y luego el de los nombres que significan “General” (Agis, Polemarco y Eupólemo). El punto señalado es que estos nombres se oponen entre sí por medio de rasgos distintivos de contenido que hacen que, manteniendo su solidaridad semántica, cada uno tenga una peculiaridad que le da identidad propia. Este tratamiento se repite prácticamente en todos los casos. Ejemplo elocuente es el análisis de psykhé, “alma” (399 d-400 b). Para dar cuenta de este término, Platón comienza por asociar con psykhé el término anapsýkho, “refrescar”, pero inmediatamente lo juzga facilista e intenta una explicación más compleja basada en la tesis atribuida a Anaxágoras de que el alma es la que ordena y soporta la naturaleza de las demás cosas (400 b), por lo cual liga psykhé con ókhei, “porta”, ékhei, “soporta” y phýsis, “naturaleza”, conjeturando un posible nombre alternativo por combinación de estas 62
Véase, por ejemplo, J. Calvo, Platón, Diálogos T.II, Madrid, Gredos, 1992, pp. 87 n. 29 y L. Meridier, “Introduction”, en Platon, Ouvres Complètes, vol. V, 2º partie: Cratyle, Paris, Les Belles Lettres, 1950, pp.18ss.
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nociones: physékhe. En este caso, el elemento fónico marca profundamente los ejemplos de análisis, razón por la cual probablemente se ha tendido a caracterizar esta porción de texto como “pasaje etimológico” y no como “pasaje semántico”, por ejemplo. Sin embargo, el peso de la descomposición léxica no debe ocultar el hecho de que las solidaridades no parten exclusivamente de la asociación fónica, sino que esta asociación está guiada por un eje semántico previo que orienta el análisis. 63 Si nos remontamos al momento en que se analizan los nombres de virtudes, encontraremos un pasaje en el que se estudia la adecuación del nombre sýnesis, “comprensión” (412 a-b). En este caso prácticamente no hay asociaciones fónicas: se dice que parece igual a syllogismós, “raciocinio”, y que syniénai es semánticamente equivalente a epístasthai, “conocer” y a symporeúesthai, “acompañar”. El único elemento fónico común –al que sin embargo escapa epístasthai– es el prefijo sýn que indica compañía y que remeda de algún modo el tipo de análisis que hemos visto utilizado por Antístenes para explicar hyperphíalos, “arrogante”, el nombre aplicado en la Odisea, según Antístenes, sólo a Polifemo.64 En todo lo demás, el único punto en común es la noción implicada en sýn y, por sobre todo, 63
Así, no se asocia sin más el lexema psykhé con cualquier otro fonéticamente afín, sino que se parte de una noción previa, determinada semánticamente que liga psykhé con una actividad específica -primera restricción semántica- orientada a las cosas – segunda restricción- que genera orden y soporte. Con estas restricciones, los términos que integran el campo son sólo psykhé, phýsis, ékhei, ókhei. De todos modos, podría objetarse, el elemento fónico es determinante, ya que la noción de “orden” mentada por kosmeîn y mencionada en el pasaje no encuentra lugar en la estructura. En este caso es cierto, pero sigue en pie la idea de que la determinación primordial es semántica y no fonética. 64 Véase en 4.2.1 la referencia al testimonio de Porfirio (SSR V.A.189).
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la concepción general de subordinación a la idea de flujo que se aplica desde 411b. Dentro de este enfoque primariamente semántico, el método general de la primera parte del “pasaje etimológico” consiste en la reducción de un nombre (ónoma) a una expresión (rhêma). El primero de los dos términos tiene en este contexto el sentido general de palabra, mientras que el segundo, traducido muchas veces como “verbo”, tiene en rigor el sentido de “predicado”, en tanto expresión que dice algo sobre las cosas.65 Vale la pena notar que en esta matriz teórica un nombre no se puede aclarar recurriendo a una definición, en consonancia con las tesis sobre la imposibilidad de definir que transmiten las fuentes sobre Antístenes.66 Es muy probable que esta tesis estuviera integrada en el naturalismo, ya que la reducción de un nombre a una expresión predicativa revela que el nombre entraña ya una descripción de la naturaleza de las cosas que nombra, de modo que la definición resulta menos necesaria. Podría decirse que el nombre cuenta con una potencia predicativa que no apunta a la definición sino a mostrar la solidaridad semántica con los otros nombres que conforman la red de la lengua. Si se estudia la estructura del pasaje etimológico, surge a la vista que la organización global está dada por campos semánticos sucesivos. En primer lugar se procede a analizar nombres de héroes y hombres (391e397a), se sigue con los nombres que identifican las clases de vivientes racionales: dioses, démones, héroes y luego el hombre con sus atributos esenciales, alma y cuerpo (397a-400c). Hermógenes pide entonces analizar los nombres de los dioses, a lo cual Sócrates 65 66
Sobre el sentido de ónoma y rhêma, véase la nota a 399b. Véase la contextualización de esta tesis en el punto 4.1.1.
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accede (400d-409c). Los últimos, el sol y la luna abren el espectro de los astros, los períodos de tiempo y los elementos (409c-410e). Precisamente cuando por un nuevo pedido de Hermógenes el análisis se orienta hacia los nombres de las virtudes (411a) se produce una modificación que será funcional en la segunda parte del “pasaje etimológico”. Ese cambio está dado por la idea de que existe una noción rectora que unifica el sentido de todos los términos: la noción de flujo, según la cual se habrían puesto los nombres. Hay que notar, sin embargo, que desde la misma instauración de esta tesis se subraya lúdicamente su poca credibilidad, ya que se hace de los nominadores hombres que se marean y por eso creen que todas las cosas giran y se mueven (411 bc). Tras esta inflexión, que indica a las claras la intención crítica del pasaje, todo el análisis que sigue tiende a interpretar los términos desde la oposición flujo – reposo, de modo que se asocia al primer elemento todo lo positivo y al segundo lo negativo, como veíamos que se hacía en el testimonio de Jenofonte ligado con Antístenes mencionado en 4.2.1. En este contexto se analizan los nombres por “campos semánticos”, comenzando por los de las virtudes, siguiendo con sentimientos y actividades intelectuales, hasta culminar con verdad, falsedad, nombre y ser (411c-421c). Así, los ámbitos tratados coinciden con grupos léxicos entre los cuales se sugiere una idea directriz y unificadora –la de flujo universal– que, en términos de semántica estructural, oficia de archilexema.67 En esta parte, consecuentemente con esto, es en donde se vuelve mayoría el tipo de análisis que prescinde en mayor grado de lo fónico, como en 419a, donde se dice que ophélimon, “ventajoso”, 67
Véase Coseriu, op. cit., passim.
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lysiteloûn, “útil”, kerdáleon, “provechoso”, agathón, “bueno”, symphéron, “conveniente” y eúporon, “fácil”, significan lo mismo. Estos términos, como se ve, se asocian exclusivamente por significado. Ahora bien, el desarrollo está atravesado de indicios de un enfoque crítico que se repite en 414c, 417e, 420d y 421c, por ejemplo, donde Sócrates o Hermógenes desconfían de la solidez del planteo. En el mismo sentido se pueden entender otros dos rasgos repetidos en el pasaje: la multiplicación de análisis diferentes sin que se indique el preferible y las menciones a la aceleración del análisis. En buena medida ambos procedimientos se potencian mutuamente, lo cual crea la imagen de un procedimiento poco riguroso más parecido a la asociación libre que a un método confiable.68 Aun si se piensa que los procedimientos lingüísticos son de valor –y pueden reproducir los que efectivamente usaban los cultores de la orthótes onomáton–, el uso que Platón hace de ellos está orientado a minar los principios de la teoría y no a sostenerla, como indica la calificación de los análisis de ridículos, lamentables, fruto de un trance o simplemente apresurados. En la primera parte del pasaje, entonces, se construye un acercamiento al naturalismo que demuestra las habilidades “etimológicas” de Sócrates, 68
Encontramos numerosos casos de análisis múltiple: 395e (Tántalo), 398d-e (héros), 399d-400b (psykhé), 400c (ousía), 402e403a (Poseidón), 404c (Hera), 406b (Ártemis), 407b-c (Atenea), 409a (hélios), 410b (aér), 411d (phrónesis), 412d-413a (díkaion), 418c-d (heméra), 420b (dóxa) y finalmente 437a-d, donde se presenta un cúmulo de nociones que contradicen su relación esperable con la noción de flujo. Además de estos ejemplos, se puede contar también los casos de 395c (Atreo), 396b (Cronos), 405a-406a (Apolo), 407d (Ares), donde en la explicaciones de las nociones se combinan varios nombres conectados fonéticamente. Hay referencias a la aceleración del análisis en 407d, 414b y 421a.
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guiadas, en realidad, por el análisis semántico. En la segunda parte, que se inicia en 421d, contando con la tesis del flujo postulada en 411b-c, comienza un paulatino distanciamiento que permite acumular una serie de elementos que serán funcionales a la refutación que se operará a partir de 427e en la conversación con Crátilo. Esos elementos son la teoría de los nombres primarios, la noción de imitación y el método de correspondencia. Los tres aspectos, que analizaremos en detalle en el punto siguiente, están diseñados como una explicitación de los puntos de partida del naturalismo. En 427d-e Hermógenes, saludando la exposición de Sócrates, señala que Crátilo no explicaba sus presupuestos. Podríamos decir que Platón se tomará el trabajo de otorgarle algunos, que serán, por supuesto, un presente griego: en el basamento teórico que se proyecta para el naturalismo está implícita su destrucción.
4.3.2 Los supuestos peligrosos Del mismo modo que los aqueos no podían vencer frontalmente a Troya, Platón tampoco podía oponerse directamente al naturalismo. Con su teoría gravosa en supuestos, la mejor estrategia frente a la economía naturalista era exponer sus contradicciones para que fuera el naturalismo mismo, como los troyanos que introdujeron el caballo en su ciudadela, quien sellara la derrota de la teoría. Casi imperceptiblemente y con un tono lúdico se había introducido en 411b-c la tesis del flujo, que incorporaba el problema del cambio de lo sensible asociado al heraclitismo. Muy probablemente, en las matrices originarias el acento primordial estuviera puesto en la negación de planos inteligibles rectores del
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mundo de las cosas, con un enfoque materialista del tipo del que hemos visto en Antístenes, para quien la realidad era material y cualificada. Platón hará del planteo un elemento disruptor. La tesis del flujo va cobrando fuerza paulatinamente hasta que sobre el final del diálogo será puesta en duda planteando que, si el cambio es permanente, no hay posibilidad de contar siquiera con la mínima permanencia de sujeto y objeto de conocimiento, de modo que todo saber queda anulado (439c-440d). En su primera formulación, sin embargo, constituye una liviana idea de que los términos de la lengua revelan una concepción común. La segunda parte del “pasaje etimológico” se abre en 421d con la incorporación de la teoría de los nombres primarios como segunda tesis llamada a ofrecer fundamento a todos los análisis previos. La primera formulación en 421e ss. plantea simplemente que debe haber algunos nombres estructuradores de los cuales derive el resto. Vale la pena notar que este argumento produce un viraje violento que pone en primer plano lo etimológico, mientras, según hemos visto en 4.2.1, en la primera parte del “pasaje etimológico” el acento estaba puesto en lo semántico. Es claro que la práctica de análisis lingüístico basada en la coherencia semántica no satisface las exigencias de Platón, que pide, para que el sistema funcione, un método deductivo con nombres primarios cuya adecuación con lo real sea evidente, y otros derivados, cuya adecuación dependa de los primarios.69 Que la adecuación se mantenga por equilibrio de todos los lexemas es algo que nunca se tiene en cuenta, y cuando Crátilo atisba a proponer que en la lengua coexisten 69
Recuérdese que en 385e ss, al diseñar el acercamiento al naturalismo se puso como modelo la relación con un elemento sensible y una Forma que le otorgaría fundamento. Véase Introducción, 4.1.
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campos distintos de mayor y menor adecuación, es silenciado de inmediato retornando al presupuesto de que debe haber una sola noción que organice la lengua (438c). En 424b-c se presenta la tercera tesis, que transforma el lenguaje que muestra en un lenguaje que imita, lo cual hace que se incorpore un procedimiento mimético que no aparecía en las versiones de la orthótes conocidas. El encargado de efectuar esta imitación es el nominador, quien imita la esencia de cada cosa con letras y sílabas (423e). Este presupuesto tiene variados indicios de ser una reelaboración platónica, en tanto decir que el lenguaje “muestra” lo que es, no es lo mismo que decir que lo “imita”, lo cual puede entenderse de un modo similar al que hace que en las modernas teorías lingüísticas sea admisible decir que el nombre refiere, pero nunca que imita aquello de lo que es nombre. A primera vista, sin embargo, y en el contexto intelectual en el que se desarrolla esta polémica, tal vez ambas nociones no hayan parecido en extremo disímiles, lo cual abonó el terreno de la estrategia platónica. La mayor ventaja de esta modificación es, sin duda, que permitirá, en 430d, subrayar la diferencia ontológica entre el modelo y la copia y enfatizar que esa relación puede estar bien o mal establecida, de modo que no todos los nombres tienen adecuación con lo real, confrontando así el núcleo mismo del naturalismo. Este propósito se refuerza con la segunda versión de la teoría de los nombres primarios que irrumpe en 424b-c, donde ya no se pide que haya nombres primarios, sino elementos fónicos, en el nivel de las letras y sílabas, que sostengan la adecuación. A pesar del juicio negativo, en el que se llega a tratar de ridícula esta pretensión (425d y 426b), Sócrates procede a plantear cuáles debieran ser estos elementos
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primarios, que coinciden, como hemos dicho, con fonemas cargados semánticamente. De este complejo de tesis que configuran la idea de un nominador que imita por medio de letras y sílabas y a partir de allí diseña los nombres, se deriva un precepto metodológico: este diseño consiste en establecer una correspondencia entre el material fónico y la realidad, lo cual prepara la mayor objeción que se dirigirá contra este planteo: para establecer esta correspondencia –y también para analizarla– hace falta conocer lo real, lo cual está fuera de los alcances del naturalismo. El análisis de la semántica de los fonemas que se lleva a cabo a partir de 426c es un ejemplo de aplicación de este enfoque que, en rigor, no se apoya en este principio metodológico, a pesar de que fue presentado como un intento de dotar a la adecuación de los nombres de un fundamento de precisión.70 La asociación entre significados y letras es intuitiva y sus fallas se revelarán más tarde durante la conversación con Crátilo. Hay, sin embargo, una apariencia técnica, hasta el punto de que numerosos autores han buscado en estos pasajes indicios de una teoría genuinamente platónica que culminaría en una lengua lógica o ideal de absoluta correspondencia con lo real. Los golpes que recibirá el planteo poco después hacen esta vía poco promisoria. En realidad, la interrupción de la presentación del naturalismo en este punto es una buena estrategia, porque las tres tesis y el supuesto metodológico no han mostrado todavía sus falencias ocultas. El final abrupto propicia, sin duda, la aceptación de Crátilo. Esa aceptación, que equivale a la ingenua creencia troyana
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Esto está claramente declarado en 425b en que se liga el procedimiento de los nombres primarios con un tipo de abordaje “conforme a la técnica”.
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de que los aqueos se han retirado, es precisamente lo que desencadenará la parte destructiva del diálogo.
4.4 La caída del naturalismo La trampa montada en la segunda parte del “pasaje etimológico” da sus frutos cuando Crátilo acepta sin ambages la construcción de Sócrates. El final, sin embargo, no se precipita, sino que avanza lenta pero inexorablemente hacia la refutación del adversario. El cambio de tono es bien claro: a la aceptación de Crátilo, Sócrates contesta diciendo que él, en cambio, no está en absoluto convencido de la pertinencia del planteo (428a-b). La preparación de los argumentos finales está prologada por el “pasaje descriptivo” de 428e-430a, al que nos hemos referido en el punto 4.2.2. El cambio de interlocutor habilita precisamente el planteo sintético de las tesis naturalistas, que pone de relieve aquello que será objetado: el nombre como mostración de la cosa, la infalibilidad de los nombres derivada de la infalibilidad del nominador y la imposibilidad de errar. A partir de allí, se revela que las tesis aceptadas en la segunda parte del pasaje etimológico no pueden convivir en el sistema sin crear problemas. Para ello se desplegarán cinco argumentos sucesivos. El primer elemento de confrontación será la relectura crítica de la teoría de la imitación, que sirve a los efectos de impugnar dos tesis centrales del naturalismo: la imposibilidad de hablar falsamente y la correspondencia entre lenguaje y realidad. Crátilo, conforme con los supuestos naturalistas, sostiene que no hay nombres mal puestos y que aquellos que son susceptibles de recibir esta denominación no son, en rigor, nombres sino mero ruido (429c). Con estos
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presupuestos, como hemos visto, se concluye que errar no es posible. A efectos de quebrar este razonamiento, Platón exhuma la tesis del nombre como imitación, de modo que éste resulta una imagen (mímema) de la cosa (430b). Esta definición le permite plantear, por un lado, la posibilidad de que el nombre, dado que es una imagen y por lo tanto no guarda con su modelo una relación esencial, puede ser atribuido de modo erróneo, i.e. el legislador puede fallar en la instauración del nombre, como se dirá más tarde en 436c-e. Por otro lado, habilita la idea de una inadecuación entre lenguaje y realidad que se deriva de la naturaleza misma de la imagen. En el primer planteo, como queda claro en 430d431e, se introduce la noción de dianomé, “distribución”, para indicar que es allí, en la combinación de los nombres, donde reposa la verdad de los enunciados, de un modo que preanuncia los desarrollos de Fedón y Sofista a los que nos referiremos en 4.5. Este punto es de suma relevancia en la argumentación, dado que el lenguaje mismo aparece en su doble naturaleza –verdadera o falsa– e impide cualquier adecuación automática. A esto habrá de agregarse que la diferencia entre cosas y nombres reposa en la diferencia ontológica entre modelo y copia, por lo cual, finalmente, el lenguaje encarnará imprecisiones respecto de la realidad y no existirá correspondencia estricta entre ambos planos (432a-e). El corolario llega en 433b: no se puede mantener a la vez la teoría del nombre como imitación y la tesis de que no se puede errar. De este modo, se pierde la correlación automática entre nombre y realidad que constituía el núcleo inalienable del naturalismo, construido con la combinación de estos dos supuestos.
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El segundo argumento se dirige hacia la teoría de los nombres primarios. Dado que se ha aceptado que hay grados de perfección en la representación lingüística de lo real, se pone en primer plano la calidad combinatoria de las letras. En 434c asistimos al análisis del término sklerótes, “dureza”, que revela una combinación supuestamente indebida y contradictoria de fonemas que indican a la vez lo duro y lo blando. Este punto revela que el precepto metodológico según el cual debía guardarse correlación entre el plano real y el lingüístico en los elementos primarios no se cumple. Lógicamente, la actividad del nominador termina ejerciéndose en un terreno distante del análisis semántico que guió la primera parte del “pasaje etimológico”, sobre todo porque la postulación de los nombres primarios hace de la instauración de nombres un proceso cuasi matemático de combinación de lexemas mínimos que requeriría un alto grado de precisión. La pregunta inmediata es qué hace que de todas maneras un término que no tiene este grado de adecuación sea entendido y utilizado por los hablantes. Con ese cuestionamiento en mente se crean las condiciones para que Crátilo recurra a la noción de costumbre y Sócrates interprete esto como una concesión al convencionalismo, que estaría viciando el núcleo mismo de la teoría. Vale la pena notar que esta torsión bien puede ser una desviación de la noción de “uso de los nombres” (khrêsis onomáton) trasmitida entre los testimonios sobre Antístenes.71 Es muy posible que Platón haya sacado de contexto esta noción antisténica para subrayar la extrañeza del lugar atribuido al uso en una 71
Sobre la utilización de esta noción en el naturalismo antisténico en un contexto muy diferente al que le atribuye Platón, véase el punto 4.2.1.
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postura radicalmente naturalista. Con la introducción de la costumbre en 434e irrumpe en el esquema el sujeto que articula el lenguaje, es decir el tercer elemento para pensar los planos en juego en la determinación del criterio de verdad: realidad, pensamiento y lenguaje. Con esto se enfatiza que la relación directa entre realidad y lenguaje con que operaba el naturalismo no basta para dar cuenta de la verdad. Para ello es imprescindible explicar su relación con el pensamiento, que es precisamente el elemento que por su orientación o no a lo real determinará que haya conocimiento. Minada como está la correlación entre nombres y cosas, se la vuelve a atacar en el tercer argumento recurriendo a la figura del nominador, que ya había sido utilizada en el comienzo para objetar el naturalismo extremo de Hermógenes (388e ss.). El nominador era el agente que por su infalibilidad aseguraba la calidad de la imitación en la que consistía el nombre. Pero dado que se acordó que la imitación no siempre es exitosa, el terreno está preparado para declarar que el nominador es falible. Así como se reveló que la teoría de la imitación es incompatible con la de que no se puede errar y, por lo tanto, se rompe la adecuación automática entre nombre y cosa, ahora se mostrará que tampoco puede sostenerse al mismo tiempo el principio de imitación y la teoría del flujo tal como fue planteada, es decir como una creencia orientadora que opera en el momento de poner los nombres. El criterio semántico que en el segundo argumento estaba oscurecido por el énfasis en la teoría de los nombres primarios vuelve en el tercero al lugar central para proceder a su impugnación (435d-437d). Sócrates objeta a Crátilo que la teoría que ha aceptado no se sostiene, precisamente subrayando que el principal problema reside en que la teoría indica la incompatibilidad semántica de la lengua. Cuando
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Crátilo sostiene, desde un enfoque semántico, que los campos revelaron coherencia interna, se le contesta que eso se explica por errores iniciales en el establecimiento de los nombres primarios, es decir que no se cumplió con el precepto metodológico de correlación establecido en 424d ss. Para ejemplo se ofrecen análisis de términos que esta vez no apuntan al flujo como elemento positivo sino negativo (436c-437c).72 Se supone, por lo tanto, que si la lengua fuera un sistema apto para erigirse en un medio de acceso al conocimiento de la realidad, todos sus campos semánticos debieran estar integrados y ser coherentes unos con otros, además de responder todos a una noción central. Así, en el cuarto argumento esta contradicción entre nociones asociadas al flujo y al reposo, que se ha vuelto repentinamente generalizada, se explica por la falla del precepto metodológico de correspondencia, lo cual evidencia que el sistema entero requiere el conocimiento previo de lo real. Así, en 438d-439b se concluye que hay que “ir a las cosas”. Habiendo llegado a este punto ya no hay vuelta atrás. El personaje de Crátilo, que encarna la posición antisténica, acaba de aceptar que hay que comenzar la investigación por el estudio de lo real, de un modo que equivale a modificar el apotegma antisténico “la investigación de los nombres es el principio de la educación” para hacerlo
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Así, por ejemplo, en 437b-c se propone una ampliación del pasaje 412a-b referente al término sýnesis, que mencionamos en el punto 4.3.1. Ahora se dice que la misma idea de sýnesis, “comprensión”, que se asoció a la noción de acompañamiento –y por lo tanto a un tipo de movimiento–, puede asociarse, desde el punto de vista lingüístico, también con los términos de sentido negativo como hamartía, “yerro” y symphorá, “accidente”. Con esto se quiere demostrar que no hay verdadera coherencia semántica, ya que la noción de flujo no reúne sólo rasgos positivos.
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decir “la investigación de las cosas existentes es el principio de la educación”. El quinto argumento, que cierra la rapsodia de argumentos contra el naturalismo, señala una contradicción entre la adopción del materialismo, que se funde aquí con el mote de heraclitismo, y la pretensión de conocer. Esto es, ya que se ha acordado que se debe conocer las cosas para luego establecer correspondencias con el lenguaje, se clausurará ahora la posibilidad de que un naturalista modere su posición y acepte esta premisa. Para ello se enfatiza que ese conocimiento de “las cosas existentes” es incompatible con la creencia de una realidad material en cambio continuo. Desde este punto de vista, si sólo existe lo sensible regido por las reglas del flujo, el conocimiento es imposible, porque para ello se requiere cierta estabilidad tanto en el objeto conocido como en el sujeto cognoscente que el cambio constante anularía. Esta estabilidad necesaria está dada por la Teoría de las Formas, esbozada en 439c ss.73 Con este panorama, Sócrates logra que Crátilo acepte las tesis contrarias a las que adhería sobre el final del “pasaje etimológico”: la imitación en la que consiste el nombre no es exacta, el lenguaje permite errar, la lengua no forma un sistema semántico coherente, la realidad no consiste en flujo permanente, sino que debe haber una instancia que le de solidez y fundamento. Todos estos corolarios constituyen, en rigor, lo que Platón cree respecto del lenguaje. Tarea de diálogos posteriores será plasmar este complejo de manera más completa e integrarlo plenamente en su propuesta.
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Sobre la función de la Teoría de las Formas en el diálogo, véase punto 4.6.1.
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4.5. Corolarios sobre el lenguaje: cómo jugar con fuego El final del Crátilo parece extremadamente negativo respecto de los rasgos del lenguaje. Pero incluso sin tener en cuenta el Crátilo, Platón suele hacer gala de una actitud de suma desconfianza en ese ámbito. Así, una interpretación ajustada de la alegoría de la caverna (Rep. VII 514a-517a), muestra que en el mundo sensible el lenguaje no asegura conocimiento. En efecto, allí los prisioneros hablan y argumentan acerca de los objetos de su microcosmos que no son más que apariencias, con lo cual el lenguaje que sobre ellos se vierte es una suma de vacuidades. En ese contexto, sólo quien haya salido de la caverna para contemplar la realidad efectiva tendrá conocimiento, pero no, por supuesto, en virtud del análisis lingüístico, sino a causa de la percepción intelectual del plano de las Formas. Analizar, entonces, el lenguaje para alcanzar la verdad corre el peligro de ser sólo una charla sin sentido entre seres engañados, excepto cuando el lenguaje se subordina y oficia de instrumento del quehacer dialéctico. Así, el filósofo es aquel que “alcanza el lógos de cada realidad” (Rep. VII 534b-d) y, por lo tanto, está en condiciones, entonces, de preguntar y responder sabiamente, esto es, no de acuerdo con los parámetros engañosos del lenguaje común, sino con el lenguaje depurado que surge de tomar como punto de partida las realidades certeras. Por otra parte, encontramos que el método platónico por excelencia es la dialéctica, en cuyo nombre está presente el lógos. Para comprender el lugar del lenguaje, este elemento multiforme, en la obra platónica hay que contextualizar el Crátilo, que concentra los enfoques críticos y polémicos. Para ilustrar la parte
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constructiva de su posición tomaremos como ejemplo dos pasajes de Fedón y Sofista. Para la época de redacción del Fedón, Platón ya se había explayado contra el naturalismo en el Crátilo y el Eutidemo. En el Fedón, Platón se dedica a dar muestras de la dialéctica en acción, orientada a analizar un tema donde el plano de las Formas cobra absoluta relevancia. Uno de los aspectos habitualmente subrayados de este diálogo es el pasaje metodológico donde se plantea el llamado “método hipotético”, al que nos referiremos brevemente para señalar el lugar que cobra el lenguaje en el método platónico, que en República, VII.532a ss. Platón llamará dialéctica. El pasaje de Fedón, 99d-100c parte precisamente de la temática que cierra el Crátilo. Allí se decía que para aplicar el naturalismo había que conocer las cosas y después establecer correspondencias con el lenguaje. En Fedón, 99c Sócrates plantea que ha fracasado en el intento de estudiar directamente las cosas. Más aun, temió quedar “ciego del alma”, si pretendía conocer las cosas mediante los sentidos. En términos del Crátilo podemos colegir que el conocimiento de lo real no tiene que ver con la captación de ese plano sensible en cambio permanente (Crátilo, 439d ss.). La mención de las Teoría de las Formas se esbozaba ya en el Crátilo como una salida, pero faltaban precisiones que aquí se amplían. En Fedón, 99d Platón hace decir a Sócrates: “Juzgué, pues, que era necesario refugiarme en las proposiciones (lógoi) y buscar en ellas la verdad de las cosas”. El lenguaje, que en el Crátilo era anulado como vía de acceso a lo real, vuelve a ocupar aquí ese espacio. Las diferencias contextuales, naturalmente, hacen que el sentido sea radicalmente diferente. Para empezar, en Fedón Sócrates no acepta que “quien examina las cosas en las proposiciones las examine en imágenes más que quien lo hace en los hechos” (99e-
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100a). La aclaración indica que el lenguaje no es una imagen, entendida como un correlato exacto del plano real, pero de menor densidad ontológica, sino que se trata de un modo de representación que sirve para llegar a lo real cuando es fiel, pero lleva a error si es equívoco. ¿Qué quiere decir entonces Platón cuando habla de refugiarse en las proposiciones?74 Esto se explicita en la formulación del llamado “método hipotético”, con el cual Platón propone una manera de lidiar con la doble naturaleza del lenguaje. Así plantea: “tras tomar como hipótesis en cada ocasión la proposición que juzgo más sólida, considero como verdadero lo que me parece concordar con ella –tanto respecto de las causas como de todo lo demás–, y como no verdadero lo que no concuerda con ella” (100a). La propuesta es, entonces, tomar una proposición como base y analizar el plexo de proposiciones asociadas.75 De este modo, la multiplicación de estas proposiciones asociadas crecerá hasta formar una red de creencias plausibles que conformará los peldaños por los cuales avanza el filósofo. Dadas las conexiones de este pasaje con el símil de la línea que cierra el libro VI de República, estos peldaños podrían culminar en la captación del plano de las Formas, que daría confirmación a todo el
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Optamos por traducir lógos en este contexto como ‘proposición’, siguiendo la línea de Eggers Lan (1987:47ss.) precisamente para subrayar que el lenguaje codifica los datos del mundo sensible de un modo que pueda ser objeto del razonamiento humano. 75 Sobre este pasaje, véase C. Eggers Lan, El Fedón de Platón, Buenos Aires, Eudeba, 1976, ad loc.; A. Poratti, “Estudio preliminar”, en Platón, Fedón, Buenos Aires, GEA, 2003, pp. lxxix ss.; Vlastos, “Reasons and causes in the Phaedo”, en Platonic Studies, Princeton, Princeton University Press, 1973; J. Gentley, “’symphoneîn’ in Plato´s Phaedo”, en Phronesis 35.3, Leiden, 1991, pp. 265 ss.
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proceso.76 El lenguaje se vuelve entonces un medio para organizar los datos del mundo sensible de un modo que sea asequible para el análisis filosófico, que tendrá por objeto discriminar los casos en que el lenguaje muestra lo real de los casos en los que falla. Podríamos decir que el Crátilo es una aplicación de ese método, donde Sócrates se dedica precisamente a controlar la coherencia de las tesis asociadas con el naturalismo y sobre el final, dadas las incompatibilidades encontradas, vuelve a su “hipótesis sólida”, la Teoría de las Formas. Por otra parte, es de notar que este pasaje del Fedón anticipa el planteo que se explicitará en el Sofista, según el cual el lenguaje es entendido como un complejo de proposiciones y no como una sumatoria de nombres. Cuando en 431b Sócrates se refiere a la progresión nombre (ónoma), expresión predicativa (rhêma), proposición (lógos), proyecta el modo en el que él mismo comprende el lenguaje: la realidad compleja requiere un “reflejo” complejo. Hace falta, sin embargo, una explicitación general del funcionamiento del enunciado para el que habrá que esperar hasta los diálogos de vejez. La novedad del Sofista, en varios sentidos adelantada en el Crátilo, reside, entonces, en la clara explicitación del mecanismo por el cual la verdad o 76
Se ha entendido a veces que el método aquí planteado se limita a indicar procedimientos prácticos para rebatir a un adversario en una discusión común, lo cual contrasta con la puntualización de 101e, donde se deja claro que el método apunta a “descubrir algo real”. El método hipotético, entonces, no es un método erístico sino la base del método dialéctico que opera con dos supuestos: a) la realidad está ordenada de un modo coherente y puede ser representada de ese modo por enunciados que serán también coherentes; b) existe el obstáculo de que un enunciado puede o no tener correlato real, de modo que no todos los enunciados son coherentes entre sí, porque existen enunciados que reflejan lo real y otros que no lo hacen.
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falsedad se plasma en los enunciados. El Crátilo se abre precisamente con la discusión de Sócrates y Hermógenes en torno de si Hermógenes puede llevar o no tal nombre. A la luz del Sofista, tal cosa se revela errónea, en tanto la verdad habrá de residir exclusivamente en los enunciados.77 Esta conclusión se fundamenta en el pasaje 259d268d, donde se parte precisamente de los resultados nefastos de tomar unidades aisladas, ya sean Formas o palabras, porque “la aniquilación más perfecta de todo lógos es separar cada cosa de todas las demás, ya que el lógos ha surgido para nosotros de la combinación de las Formas unas con otras” (259e). En efecto, el corolario es que “privarnos del discurso (lógos) sería privarnos de la filosofía” (260a). Aquí emerge la noción clave de combinación (symploké), que en rigor presenta problemas que escapan a nuestros intereses. Digamos solamente, evitando todos los puntos álgidos, que es la expresión más cabal de la profesión combinatoria del Sofista y sanciona la necesidad de anular la asociación entre verdad y nombres aislados. Siguiendo esta línea, en 261d-262e se presenta la definición de los elementos del lenguaje: nombre (ónoma), expresión predicativa (rhêma) y enunciado (lógos), que ya encontrábamos mencionados en Crátilo 431b-c.78 No habrá, en lo que queda del diálogo, una profundización de esta idea en la que reside un golpe estremecedor para el naturalismo. Es claro que el 77
Así, por ejemplo, el enunciado del Sofista “Teeteto vuela” de 263a es falso porque es incompatible con el hecho de que Teeteto está efectivamente sentado, es decir porque no tiene correlato ontológico, pero no porque sus términos individuales tengan algún tipo de carencia semántica o sintáctica. 78 Estos pasajes son antecedentes de lo que luego se convertirá en la teoría de las partes de la oración (mére toû lógou o merismós) y que llegará a constituir la columna vertebral de las discusiones gramaticales de la época helenística y bizantina.
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Crátilo pretende ser un diálogo en el que se muestran las contradicciones internas de esa teoría, antes bien que la tarima desde donde Platón propone doctrina propia, que apenas se esboza bajo la forma de la Teoría de las Formas sobre el principio y el final del diálogo. De todos modos, el planteo de 430b ss. deja claro que la intuición inicial de 385b ss., según la cual es sólo la verdad de los enunciados la que permite referirse indirectamente a la verdad de los nombres, se convierte en la certidumbre de que es la distribución (dianomé) de los nombres lo que determina la verdad de los enunciados. Podríamos decir que de todo el planteo emerge firme la figura de Pan, presto para lo más excelso y para lo más vulgar al mismo tiempo (408b-d). Del mismo modo, el lenguaje se revela en su doble valor, como expresión de lo real, pero a la vez como fuente de engaño. Las condiciones para que revele su cara amable son, por cierto, muchas. Este aspecto peligroso es lo que el Crátilo pone en primer plano, para desenmascarar lo que, a juicio de Platón, son las “soluciones fáciles” de corte naturalista. La alternativa, como es usual en Platón, parte de la aceptación de una naturaleza problemática y del desafío de arbitrar los medios para que lo más excelso se manifieste y lo peor se retraiga. Así, por ejemplo, en el mito del carro alado de Fedro, 253c ss. el auriga, expresión de la racionalidad, debe controlar y armonizar al caballo blanco y al caballo negro, de tendencias opuestas, y en el símil de la bestia en República, VI. 493a ss. se ve al pueblo como una entidad voraz e incontrolable, precisamente porque políticos y sofistas alimentan su parte peor. En ese caso el desafío del filósofo es corregir esa situación y darle un sentido, supeditando esa fuerza a la razón. Del mismo modo, en el Crátilo el lenguaje ha de ser visto bajo esta perspectiva y los
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esfuerzos deben dirigirse a despertar su parte mejor, la parte divina del hijo de Hermes.
4.6 Naturalismo y Teoría de las Formas: productos de la fricción No solamente la posición de Platón frente al lenguaje ha dado lugar a las interpretaciones más disímiles. Tal vez incluso mayor ha sido la variedad de opiniones respecto del papel de las Formas en este diálogo. En lo que sigue, relevaremos los problemas conexos con este punto, para referirnos finalmente al modo en que el naturalismo puede haber influido en la modificación de la versión temprana de la Teoría de las Formas.
4.6.1 Las Formas en el Crátilo De un modo marcadamente sugestivo, Charles Kahn subrayó la estructura anular del Crátilo, en el cual encontramos una doble referencia a las Formas, dispuestas al principio y al final de la obra. Con este procedimiento, que sirve para enmarcar toda la discusión sobre el lenguaje, Platón habría resaltado la importancia central de las Formas como clave de intelección y solución del problema de la captación de la verdad.79 Estas dos instancias de aparición de las 79
“Les Mots e les Formes dans le Cratyle de Platon”, en H. Joly,. Philosophie du Langage et Grammaire dans L'Antiquité, Bruxelles, Ousia, 1986, pp. 91 ss.
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entidades inteligibles no han sido fáciles de desentrañar. En el trabajo clásico de David Ross, dedicado al estudio de la evolución de la Teoría de las Formas, se insistía en su carácter inmanente, lo cual condecía con la datación del Crátilo como diálogo del período de juventud, donde las Formas estarían postuladas como universales y no como entidades separadas.80 Frente a esta opción se alzaron quienes, al optar por una datación posterior, subrayaban los puntos de contacto con argumentos de República, lo cual implicaba que el status de las Formas debía ser similar al de los diálogos típicos del período de madurez. Según plantearemos, el contexto argumental de diálogo con el naturalismo es, en buena medida, responsable de los malentendidos en este ámbito. El primer tratamiento de las Formas irrumpe como argumento dispuesto para moderar el convencionalismo radical de Hermógenes, pero que sirve a la vez para explicitar los requisitos teóricos que debería cumplimentar una solución naturalista.81 En 386e se subraya la existencia de una naturaleza estable en la que aparecen las formulaciones típicas de las Formas. En este caso, sin embargo, el planteo señala una estabilidad “en las cosas”. A las Formas se acercará el argumento sólo más tarde. Lo relevante de este momento es su aparición asociada con la noción de “naturaleza” (phýsis), para subrayar que dado que hay un parámetro estable y “natural”, hay que ajustarse a él. De la idea de naturaleza surge, precisamente, la denominación usual de “naturalismo” para la teoría de “adecuación de los nombres”, porque se basa en esta relación constitutiva mentada en 389c. 80
D. Ross, “The Date of Plato's Cratylus”, en Revue Internationale de Philosophie 32, Bruxelles, 1955, pp. 187-96. 81 Véase Introducción, 4.1.
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La mención inequívoca de las Teoría de las Formas irrumpe en 389a, con la Forma de lanzadera, a la que se recurre para explicar la relación entre las cosas y los instrumentos orientados a operar sobre ellas. Los rasgos del planteo se ajustan a los diálogos de madurez, con la particularidad de que se trata de un objeto fabricado, como veremos en 4.6.2. El problema central de este planteo irrumpe en 389d, cuando Sócrates traza la analogía entre el carpintero que construye la lanzadera y el nominador: así como el carpintero mira la lanzadera en sí, el nominador mira el nombre en sí. Para explicar este pasaje de manera literal, Ch. Kahn llega a postular una Forma de nombre de la cual dependen Formas más específicas: así como hay una Forma de lanzadera y además modelos para cada tipo de tejido, así también habría una Forma de nombre y además modelos específicos. Este esquema haría que la Forma general de nombre fuera translingüística, mientras las específicas se aplicarían a la configuración de parámetros específicos que operan en cada lengua. Esto es lo que Kahn llama “relación de signo”, que en última instancia indicaría que los nombres se refieren a las Formas. En rigor, una solución de este tipo complica increíblemente la teoría. Si, como veremos en 4.6.2, con la irrupción de las Formas de objetos el ámbito inteligible crece y se problematiza, si agregamos además Formas de nombres se produce un incremento que determina una duplicación de entidades, ya que cada Forma tendría una Forma gemela vacía de contenido y reducida a la indicación del nombre de la Forma “primaria”. Para aclarar este problema, tenemos a disposición un pasaje con complicaciones en cierto sentido similares. En efecto, en el argumento final del Fedón, más estrictamente en 105c ss., algunos intérpretes han colegido la referencia a una Forma de alma, lo cual
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implicaría que las Formas no sólo serían objeto inteligible de conocimiento, sino también oficiarían la captación de ese objeto. Del mismo modo, en el caso del Crátilo, que haya Formas de nombres implicaría que las Formas no sólo son aquello que el filósofo pugna por expresar en lenguaje, sino que estarían presentes en el dispositivo de expresión. En rigor, en ninguno de los dos casos es necesario interpretar algo así. En Fedón, lo que se subraya es la afinidad del alma con las Formas, en tanto es quien las intelige, pero sin señalar que el alma es una Forma. Del mismo modo, en el Crátilo se trata de plantear la posibilidad –que se verá frustrada– de un nombre naturalmente ligado con el plano de las Formas, punto que se extrema para propiciar el acercamiento con la teoría de la adecuación de los nombres. En ambos casos, entonces, las Formas son modelos pertenecientes al plano real y funcionan como una garantía de estabilidad de aquello que se ha de conocer y no se dan en lo cognoscente (el alma), ni en aquello que lo expresa (el lenguaje). Por otra parte, dado que una adecuación exacta entre nombre y realidad será gravemente impugnada en la última parte del diálogo, la noción de “nombres en sí” se anula como rasgo insostenible. Una postulación de este calibre se explica simplemente como corolario de la comparación con los demás ejemplos de instrumentos. De nuevo, estaríamos frente a una analogía, como en Fedón, y no ante Formas de nombres, lo cual obligaría a ampliar innecesariamente el ámbito inteligible. Contamos además con otro indicio. En 432c-d, en ocasión de objetar la adecuación entre modelo y copia, se afirma que la asimilación del modelo y su copia crearía dos entidades idénticas. Esta situación, que se ejemplifica en lo sensible, afectaría igualmente el plano inteligible: si pensamos que los nombres tienen
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naturaleza mimética y que las Formas son perfectas, entonces las Formas nominales imitarían de modo tan perfecto que se convertirían en “clones” de las Formas originales. Esto resalta que el lenguaje tiene que ser un medio de representación con una naturaleza diferente de aquello que expresa. Por otra parte, en el planteo no hay una mención especial de la separación de las Formas, lo cual se ha entendido como un indicio de su inmanencia. Al contrario, todo el pasaje cobra sentido si se piensa que esa omisión es una estrategia orientada al diseño de un modelo de naturalismo que Crátilo no rechace. Su materialismo lo aleja inmediatamente del planteo del ámbito inteligible. Estas Formas, por lo tanto, están “disimuladas”, casi se confunden con una simple mención de algo natural y estable que funciona como modelo, lo cual es precisamente el punto que Platón comparte con el naturalismo y que le permite a ambos enfoques rechazar el relativismo.82 Tan plástico es el planteo que se asocia con elementos que serán luego totalmente rechazados hacia el final del diálogo, donde las Formas reaparecen en su prístino señalamiento de un plano estable (439c). Allí Sócrates vuelve a mencionarlas para construir el último argumento con suma brevedad. Se las compara con un sueño que le dicta que existen cosas en sí. Esta postulación, en la que el sueño funciona casi a la manera de una hipótesis, sirve como contrapunto frente a la tesis del flujo, que según el último argumento anularía el conocimiento, al sumir en la inestabilidad no sólo al objeto sino también al sujeto que conoce. Con esto se subraya que el naturalismo yerra al aceptar a la vez la estabilidad reflejada en la lengua y una inestabilidad del mundo circundante encarnada en el 82
Véase el punto 4.2.1.
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materialismo. Más aun, yerra en su incapacidad de dar cuenta de las jerarquías de los fenómenos. Así, el naturalismo permite escapar al relativismo apelando a la estructura semántica fija de la lengua, pero si se llega a afirmar de “x” que es bello, pues bien, su conclusión se extingue en la afirmación de que lo bello es bello, y no se vislumbra, al menos desde la perspectiva en que Platón la reseña en el Crátilo, cómo es posible decidir si “x” es más bello que “y”.83 En este sentido, el naturalismo es, a los ojos de Platón, deficiente y no permite dar cuenta de la organización gradual de los fenómenos. Por el contrario, la Teoría de las Formas surge en el plano axiológico para dar cuenta de los grados de plasmación de un valor y está provista de un constructo argumental que explica por qué las Formas no poseen fuerza coactiva, o lo que en el contexto socráticoplatónico es más o menos lo mismo, por qué las Formas no son captadas por todos los hombres de modo que puedan acomodar a ellas su conducta naturalmente y con un bajo o nulo nivel de conflicto. La teoría reposa, hay que colegir, en la aceptación de un eje trágico que atraviesa la vida humana y la convierte en un fenómeno complejo y multiforme. La tragedia reside en que la existencia en el mundo sensible hace que se pierda la referencia al mundo inteligible –el cruce de las aguas del Leteo, en la formulación mítica de República 621a– 83
Si se interpreta la teoría antisténica desde la noción de campo semántico podría afirmarse que la “investigación de los nombres” (epískepsis tôn onomáton) proporciona un instrumento para captar la concatenación entre distintos fenómenos aludidos por medio de distintos nombres, ya que lo que el método permite mostrar es precisamente su “estructura de campo”. Es plausible, sin embargo, que Platón no haga hincapié en esta posibilidad porque de todos modos esta presentación de relaciones está basada en microsistemas semánticos y reniega de la postulación del plano Ideal, por lo cual no puede revestir para Platón ninguna utilidad.
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y que, por lo tanto, las manifestaciones del plano sensible se perciban como absolutas y desligadas tanto respecto de su paradigma como entre ellas. Especialmente en el caso de las diversas manifestaciones de una Forma, la gradualidad pasa desapercibida y en lugar de comprendérsela en su estructura de “escala” se la percibe como una sumatoria de fenómenos inconexos.84 Sólo el filósofo es capaz de captar por medio de la dialéctica de base ontológica la plasticidad de la plasmación de las Formas en diferentes formas concretas y comprender sus relaciones, precisamente aquello que hace del mundo sensible un entramado complejo que responde a los modos de darse de las Formas. El resto de los hombres absolutiza algunas manifestaciones y pierde de vista los grados de ascenso hacia el plano Ideal, lo cual los condena a vivir según las leyes de manifestaciones mediocres. Es importante notar que, en buena medida, estas confusiones están ocasionadas por la lógica del lenguaje, diseñado para dar cuenta de la compartimentación de lo sensible y no de la articulación del plano inteligible. Atrapados en la 84
Esto está claramente expresado en el Banquete, por ejemplo, donde se presenta el símil de la poesía y el amor (205b ss.). Así como la poíesis, por su correspondencia con el verbo poieîn debería aplicarse a cualquier hacedor y sin embargo su semántica está restringida a los que componen obras literarias, del mismo modo el amor no debería aplicarse sólo a quienes están inmersos en una relación erótica sino que amor es también la inclinación a la belleza de las leyes y normas, de los conocimientos y sobre todo del plano Ideal, donde reside la Idea de Belleza, origen y fin al que aspiran todas las manifestaciones sensibles (Banquete, 211b-12a). Esto es, en el plano sensible existe toda una serie de manifestaciones disímiles, que en el caso de la belleza están dadas por los cuerpos bellos, las bellas normas y los bellos razonamientos, que a los ojos no entrenados pueden parecer inconexas, pero que para el filósofo se muestran como un sistema coherente, que no reside en la lengua sino en lo real. En este caso, precisamente la lengua traiciona el plexo de lo real.
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fragmentación del lenguaje los hombres no logran establecer los lazos entre las Formas y sus distintas manifestaciones sensibles. El desafío del filósofo será, entonces, poner el lenguaje al servicio de la captación del plano inteligible.
4.6.2 La versión ampliada de la Teoría de las Formas En el Crátilo es, en efecto, donde se encuentra el primer ejemplo de algo que puede entenderse como Forma de un objeto construido por el hombre. Como hemos dicho en 4.6.1, la falta de referencias a la oposición entre plano sensible e inteligible y la ausencia de la doctrina de la participación ha hecho sostener a algunos intérpretes que las Formas tienen en este diálogo un status inmanente y corresponden, por lo tanto, a un estadio temprano de la Teoría de las Formas. Los paralelismos con los diálogos de madurez y la manera en que éstos retoman argumentos del Crátilo son, sin embargo, definitorios. Resulta mucho más convincente pensar que la adaptación a la matriz teórica del naturalismo es lo que predispone a Platón a plantear la Teoría de las Formas sin todos los rasgos de las obras de madurez.85 Más aún, la fricción con el análisis lingüístico puede haber constituido para la teoría no sólo una ocasión para una presentación parcial, sino además un primer momento de crítica y reajuste en algunos aspectos similar a los que se operan en los diálogos de vejez. En este momento de modificación temprana se habría producido el pasaje de la Teoría de 85
Algo similar sucede en el Teeteto, donde la referencia a las Formas es evitada. Véase este punto en D. Bostock, Plato's Theaetetus, Oxford, Oxford University Press, 1988; M. Burnyeat, The Theaetetus of Plato, Hackett, Indianapolis, 1990; T. Chappel, Reading Plato's Theaetetus, Hackett, Indianapolis, 2005.
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las Formas standard, centrada en lo axiológico, a la Teoría de las Formas ampliada que abarca también las Formas de cosas.86 En el pasaje de acercamiento al naturalismo, que culmina con la postulación del nominador (387a-390a), Sócrates recurre a la función paradigmática de las Formas para proyectarla al caso del lenguaje, en una estrategia sin duda provisoria, pero que afectó marcadamente la evolución de la teoría. Para acercarse al naturalismo, se traza la analogía entre instrumentos que permite homologar al lenguaje con elementos concretos del plano sensible: el lenguaje, que sirve para enseñar, resulta similar al taladro que sirve para taladrar y a la lanzadera que sirve para tejer. El nombre queda caracterizado, entonces, como un “instrumento para enseñar y distinguir la realidad” (388b-c), que para poder señalar todas las cosas debe tener su misma extensión. Para eso, de ningún modo puede reducirse al ámbito ético. Esta analogía permite introducir la figura del nominador en tanto constructor del instrumento. Por esta vía surge la cuestión de los modelos que toman estos artesanos, que llevan a la mención de las Formas: el carpintero construye mirando la lanzadera en sí (389a-b). Este pasaje es similar al de República, X.596a-7e y está planteado en un contexto prácticamente idéntico. También allí se discute cuál es el modelo que usa el carpintero, esta vez para hacer una 86
A este punto se refiere el acertado juicio de Bostock: “De acuerdo con esto, nuestra reacción es que la teoría de Platón tiene un fundamento filosóficamente respetable sólo en el caso de palabras especiales tales como “bien”. Pero evidentemente Platón vio las cosas de otro modo, y llegó a sentir que todas las palabras en general estaban en la misma situación.” (“Plato on Understanding Language”, en S. Everson (ed.), Companions to Ancient Thought III: Language, Cambridge, Cambridge University Press, 1994, pp. 14-5).
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cama y se afirma que es la cama en sí (596b-c). En estos ejemplos, no sólo se mencionan Formas de objetos, sino Formas de objetos fabricados por el hombre, más problemáticos todavía que los naturales. Si la República es posterior al Crátilo, como es usualmente aceptado, entonces bastaría con entender por qué se planteó el ejemplo del Crátilo y podríamos suponer que el pasaje de República responde a una repetición del argumento.87 Si se tiene en cuenta que todo nombre tiene correlato en un objeto existente, a primera vista el enfoque naturalista parece más abarcador, un punto que sin duda puede haber molestado a Platón y lo puede haber llevado a forzar su propio esquema para que pueda aplicarse con la misma amplitud a todos los entes. Probablemente la crítica a la teoría de la adecuación de los nombres tuvo una secuela en la introducción de elementos disruptores en el seno de su propia teoría, que serían luego de difícil resolución, sobre todo si pensamos que todavía en el Parménides, escrito en la vejez de Platón, la pregunta por la existencia de Formas de objetos se reedita sin que la respuesta sea del todo clara (Parménides, 130c).88 En este sentido, el texto de República, X.596a es claro 87
Es de notar que no aparece aquí sólo el símil del modelo sino también la referencia al valor del juicio del que usa algo como definitorio y superior del de aquel que lo construye (Crátilo, 390d, República, X.601d-602a), argumento que por otra parte está presente también el Fedro, 274e, lo cual da la pauta de que se trata de un esquema estructurador que Platón tiene en el período madurez muy incorporado. 88 En Parménides el status de las Formas está en el centro de la discusión de la primera parte. Sobre este problema versan las críticas de Aristóteles a la teoría de las Formas. Véase F. Fronterotta, “Les Formes n’existent pas de la façon dont il dit. La critique aristotélicienne de Platon”, en J. Pradeau (éd.), Platon. Les formes intelligibles, Paris, Presses Universitaires de France, 2001, pp. 129 ss.
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cuando, resumiendo el procedimiento introducido en el Crátilo, dice “tenemos por costumbre postular una única Forma para cada pluralidad a la cual atribuimos un mismo nombre” (596a). El problema más acuciante de esta ampliación es que habilita un doble tipo de participación: el de cada cosa en la Forma que la define sustantivamente y le da nombre y el de cada cosa en la Forma que la define axiológicamente. La diferencia entre ambas es que en la última la gradualidad es constitutiva, mientras en la primera no. Partiendo del presupuesto de que la Teoría de las Formas en su versión standard se orienta naturalmente a la esfera axiológica, es muy probable que Platón incorporara ejemplos de Formas de objetos, con lo que complicó notablemente la justificación de la teoría, llevado por el contexto de discusión de la teoría naturalista en que los nombres son nombres de cosas. Esta estrategia produjo un deslizamiento en el propio pensamiento platónico, de modo que lo que por defecto sólo explicaba los valores y las relaciones matemáticas, pasa a dar cuenta también de las cosas a través de Formas de objetos naturales e incluso artificiales. Esta ampliación no aumenta la potencia argumentativa, sino que, por el contrario, complejiza la “población”, como la llama Ross,89 del mundo de las Formas y desdibuja bastante la especificidad que las Formas tienen como paradigma axiológico perfecto. Por otra parte, incluir Formas de objetos abre el problema de la relación entre Formas y obliga a repensar la naturaleza del procedimiento de participación. En este sentido, los objetos del mundo sensible tendrán ahora que participar de Formas muy distintas entre sí, algo que complica bastante la 89
D. Ross, Teoría de las Ideas de Platón, Madrid, Cátedra, 1986, pp.196ss.
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intelección de algunos pasajes canónicos, ya que, por ejemplo en Fedón, 74a-c habría que pensar que hay una Forma de leño y que los leños no aspiran sólo a la Igualdad sino también a ser leños, lo cual parece absurdo, porque ya lo son –aun cuando no fueran perfectos–, mientras que la Igualdad en sí es algo inalcanzable. Con todo, la postulación de la versión ampliada de la Teoría de las Formas presenta ventajas en lo que hace a la explicación del discurso verdadero y de la justificación de su uso para dar cuenta de los resultados de la investigación dialéctica. El costo para extender los límites del conocimiento cierto más allá de la ética es ampliar el plano inteligible, ampliación probablemente propiciada por la intención de potenciar la teoría para rivalizar con el naturalismo. El Crátilo es en buena medida un testimonio de la colisión teórica de las dos orientaciones. Más aun, podría decirse que es también el testimonio de la manera en que la solución ontológica dispuso las armas para vencer a contrincante, pagando el precio de incorporar parte de sus presupuestos.
5. Nuestra traducción La presente traducción sigue la edición del texto griego de W. Nicoll y E. Duke, publicada en Oxford (1995), que renueva la anterior versión oxoniense de Burnet. En los lugares en que hemos preferido propuestas diferentes, las lecturas elegidas han quedado indicadas en notas. Los criterios generales se ajustan a los explicitados en Platón, República, Buenos Aires, Losada, 2005. Sin duda los mayores límites de traducción afectan al llamado “pasaje etimológico”, en tanto
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muchas veces es imposible verter al español los juegos de palabras que reposan en parecidos fonéticos irreproducibles fuera de la lengua original. Para suplir esta situación se ha explicitado el término griego en cuestión entre paréntesis y en muchos casos se ha complementado la explicación con notas aclaratorias, especialmente en los casos en que las conexiones lingüísticas no son explícitas, como por ejemplo en 426d, en el caso de la etimología de stásis. Esas referencias debían ser completadas por el lector contemporáneo de Platón, que en tanto hablante nativo del griego no tenía inconvenientes en seguir la asociación de términos. En algunos casos se consigna en las notas las etimologías aceptadas modernamente, de acuerdo con los análisis de P. Chantraine, en Dictionnaire étymologique de la langue grecque: histoire des mots, Paris, Klincksieck, 1968. Vaya mi más sincero agradecimiento a Luis Ángel Castello, cómplice permanente de la más amplia gama de aventuras; a Victoria Juliá, por sus invaluables symbouleúmata y a Néstor Cordero, por haberme hecho mirar el Crátilo con otros ojos.
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CRÁTILO
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/383a/ Herm. – ¿Quieres, entonces, que consultemos también a Sócrates, que está aquí, acerca de este argumento?90 Crát. – Si te parece... Herm – Crátilo en persona dice, Sócrates, que hay una adecuación del nombre91 para cada una de las cosas que existe por naturaleza y que eso no es un nombre que algunos dan, al llegar a una convención para designar, cuando pronuncian una parte de su propio lenguaje, sino que existe naturalmente /383b/ una cierta adecuación de los nombres y es la misma para todos los griegos y los bárbaros.92 Entonces yo le pregunto si Crátilo es en verdad su nombre y él está de acuerdo. “¿Y cuál es el de Sócrates?”, dije. “Sócrates”, dijo él. “¿Entonces en el caso de todos los demás hombres, cada nombre que damos es el nombre de cada uno?” Y él dijo: “De ningún modo es Hermógenes tu nombre, aunque así te llamen todos los hombres.” Precisamente, cuando le pregunto y me desespero por saber qué cosa está diciendo, /384a/ no sólo no me aclara nada, sino que es irónico conmigo, simulando que lo medita para sí, como si supiera sobre ese punto algo que, si quisiera hablar claro, podría hacer que incluso yo estuviera de acuerdo y dijera lo mismo que él dice.93 Si pudieras interpretar, entonces, de algún modo el oráculo de 90
Sobre los personajes Hermógenes y Crátilo, véase Introducción,
2.
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“Adecuación del nombre” traduce la expresión orthótes onomáton, denominación de la teoría naturalista que postulaba una correspondencia exacta entre lenguaje y realidad y hacía por lo tanto del primero una vía legítima de conocimiento de la segunda. Es preferible la traducción “adecuación” antes que las usuales “rectitud” o “exactitud”, para enfatizar la relación con la noción de verdad como adecuación del pensamiento a lo real. Véase Introducción, 1. 92 No hay en “bárbaros” una intención peyorativa. Lo mismo sucede en 390a, 409e, 416a, 421c y 425e. 93 Sócrates resolverá la ironía poco después, en 384c. Sobre la relevancia de este juego inicial en la obra, véase Introducción, 1.
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Crátilo,94 te escucharía con sumo placer. Y con mayor placer aun escucharía cómo te parece que es el asunto de la adecuación de los nombres, si quieres. Sóc. – Hermógenes, hijo de Hipónico, hay un antiguo proverbio: difícil es aprender /384b/ cómo son las cosas bellas.95 En efecto, tampoco el de los nombres resulta ser un pequeño tema de aprendizaje. Si acaso hubiera yo escuchado ya de Pródico la lección de cincuenta dracmas que enseña sobre este tema al oyente, según él dice, nada habría impedido que supieras inmediatamente la verdad acerca de la adecuación de los nombres, /384c/ pero hasta ahora no he escuchado sino la de una dracma.96 De ningún modo sé, entonces, cómo es la verdad sobre estas cosas. Estoy dispuesto, no obstante, a investigar en común junto contigo y con Crátilo.97 Por otra parte, sobre lo que te está diciendo, 94
La presentación de las palabras de Crátilo como una ironía con tono oracular se puede comparar con la referencia a Eutifrón de 396d (véase nota ad loc.) y, en general, con la opinión de Platón sobre los heráclíteos, asociados en este diálogo con el naturalismo, en Teeteto, 179e, donde los caracteriza como un grupo extravagante y un poco ridículo presto a los enigmas. 95 Proverbio aludido en 416b y citado también en Hipias Mayor, 304e y República, IV.435c, 497d, etc. El escolio conservado referido a este pasaje comenta su origen en Solón. Es además el comienzo de un poema de Simónides de Ceos citado por Platón en Protágoras, 339a ss. 96 Sobre la teoría de Pródico acerca de la adecuación de los nombres, véase Introducción, 4.2.1. No es éste el único lugar en donde Platón toma la figura de Pródico como ejemplo prototípico del tratamiento del saber como mercancía (véase Hipias Mayor, 282c y Apología, 19e, que coinciden con la opinión de Jenofonte, en Banquete, IV.62). La objeción principal reside en que quienes quedan atrapados en la lógica del conocimiento como mercancía no pueden proponer teorías políticas generales, que suponen ampliar los límites del grupo que accede al conocimiento por dinero. Esto se suple en República con una educación superior a cargo del Estado a la que puede acceder todo aquel con vocación y capacidad para el ejercicio intelectual. 97 La investigación compartida es la base de la dialéctica platónica como método filosófico. Platón suele subrayar la importancia de los interlocutores lúcidos como garantía metodológica frente a las
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que Hermógenes no es en verdad tu nombre, según supongo, se está burlando, probablemente porque cree que fracasas sistemáticamente en tu deseo de poseer riquezas.98 Sin embargo, como recién decía, es difícil saber respecto de este tipo de asuntos, así que tras ponerlos en común, es preciso investigar si es como dices o como dice Crátilo. Herm. – En realidad, Sócrates, yo personalmente, después de haber dialogado muchas veces con él y con muchos otros, no puedo /384d/ convencerme de que la adecuación del nombre sea otra cosa que convención y consenso, porque me parece que si alguien le coloca un nombre a algo, ése es el adecuado. Y si de nuevo lo cambia por otro y aquél ya no lo usa para denominar, el segundo no es en nada menos adecuado que el primero, del mismo modo que nosotros cambiamos los nombres a los esclavos,99 porque no hay por naturaleza ningún nombre para ninguna cosa,100 sino por costumbre y hábito de los que acostumbran a denominar. Pero si es propuestas orientadas a lo verosímil, que prescindían de la opinión de los interlocutores, por ejemplo en los discursos retóricos. Véase más adelante 415a. 98 Se entiende “Hermógenes” como “de la estirpe (génos) de Hermes”. Esta deidad estaba asociada, entre otras cosas, a la suerte, y por eso era protectora del conseguir dinero, ya sea por medio del comercio o del robo. Para esta interpretación, véase 408b ss. e Introducción, 1. Sobre el estado financiero de Hermógenes, que se menciona también en 391c y 408a, véase Introducción, 2. 99 La edición de Nicoll y Duke elimina por tratarse de glosas dos expresiones transmitidas por la mayoría de los códices, que repiten la idea de que en nada es menos correcto el nombre que se coloca después, que el primero. 100 El caso del cambio de nombres propios servirá de modelo preliminar para el planteo del convencionalismo radical, donde se pretende que también el resto del léxico de una lengua se puede modificar individualmente. La presentación del argumento convencionalista se construye como imagen especular del naturalismo: los nombres son siempre adecuados porque jamás se espera de ellos compromiso con lo real. Eso explica la irrupción temprana del tema de la verdad.
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de algún otro modo, /384e/ yo, por mi parte, estoy dispuesto a aprender y escuchar no sólo a Crátilo sino también a cualquier otro. /385a/ Sócr. – Probablemente estés diciendo algo cierto, Hermógenes. Examinemos: ¿dices que como alguien llama a cada cosa, ¿ese es el nombre de cada cosa? Herm. – Así me parece. Sócr. – ¿Tanto si el que llama es un particular como si es una ciudad? Herm. – Eso estoy afirmando. Sócr. – ¿Entonces qué? Si yo llamo a cualquiera de las cosas existentes, por ejemplo lo que ahora llamamos hombre, si ahora lo designo caballo, y lo que ahora se llama caballo, hombre, ¿el nombre del primero será en público hombre y en privado caballo? Y a su vez, ¿el otro será en privado hombre y en público caballo? ¿Eso dices? /385b/ Herm. – Así me parece. Sócr. – [Vamos, dime lo siguiente.101 Llamas “decir cosas verdaderas” y “decir cosas falsas” a algo? Herm. – Yo al menos, sí. Sócr. – ¿Entonces habría un argumento verdadero y otro falso? 101
M. Schofield, en “A Displacement in the text of the Cratylus”, en Classical Quarterly 22, Oxford, 1972, sostuvo que el pasaje de 385b2-d1, que marcamos entre corchetes, es una interpolación, que originariamente puede haber estado después de 387c5, donde sería más consistente con el contexto. Dalimier (ad loc.), por su parte, sostiene que la formulación incompleta del argumento, objeción principal de Schofield, tiene que ver con su ubicación en la parte introductoria del diálogo. Sedley utiliza este problema como indicio de variantes de diferentes ediciones llevadas a cabo en época de Platón (Plato’s Cratylus, Cambridge, Cambridge University Press, 2003). En rigor, la mención de esta tesis tiene como objeto conectar tempranamente en el diálogo el problema de la adecuación de los nombres con el de la verdad, que tiene su lugar en el lenguaje. La misma tesis, desde la perspectiva naturalismo está planteada en 429dss., en Eutidemo, 283e-284c y Sofista, 262d-263d. Sobre su atribución a Antístenes, véase Introducción, 4.2.1.
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Herm. – Claro. Sócr. – ¿Acaso, entonces, aquél que diga lo que es tal cual es es verdadero, mientras que el que lo diga como no es es falso? Herm. – Sí. Sócr. – Por lo tanto, ¿con un argumento es posible decir lo que es y no hacerlo?102 Herm. – Claro. /385c/ Sócr. – Pero el argumento, el verdadero, ¿puede ser completamente verdadero, pero que sus partes no sean verdaderas? Herm. – No, sino que también lo son sus partes. Sócr. – ¿Y las partes grandes son verdaderas, pero las pequeñas no? ¿O lo son todas? Herm. – Todas, creo yo. Sócr. – Entonces, ¿es posible que llames parte más pequeña del argumento a otra cosa que al nombre? Herm. – No, al contrario, eso es lo más pequeño. Sócr. – ¿Por lo tanto, también se dice eso, la parte del argumento verdadero? Herm. – Sí. Sócr. – Como verdadero, claro, tal como dices. Herm. – Sí. 102
Seguimos en este pasaje la lectura de N. Cordero (“Platone non dice che l'onoma può essere vero o falso (Crat. 385 c-d)”, en prensa). Partiendo de la noción de verdad como adecuación del pensamiento a lo real, el lenguaje puede expresar lo verdadero o su contrario, ya sea que refleje o no lo efectivamente existente. Contra la interpretación tradicional de este pasaje, nótese que Platón no plantea que hay nombres verdaderos y falsos, sino que los mismos nombres pueden participar de enunciados de valor veritativo opuesto. Mientras en el naturalismo cada cosa tiene un nombre propio por el que se la conoce, en el convencionalismo se parte de los nombres como elementos integrados a complejos mayores, dentro de los cuales pueden servir para referir lo verdadero o lo falso. Así, no son los nombres los que garantizan la verdad y eso habilitaría el cambio sin perjuicio de la expresión de la verdad. En 430b ss. Platón agregará que la verdad de los enunciados reposa en la calidad de distribución y combinación de los nombres. El Platón del Crátilo tenía ya en mente la relevancia del plano proposicional (véase Introducción, 4.1 y 4.5).
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Sócr. – ¿Y la parte del falso no dice lo falso? Herm. – Así es. Sócr. – ¿Es posible, por consiguiente, que un nombre diga lo falso y lo verdadero, si también es posible que lo haga un argumento? /385d/ Herm. – ¿Pues cómo no?] Sócr. – En consecuencia, ¿lo que cada uno dice que es el nombre para algo, ¿eso es el nombre para cada cosa? Herm. – Sí. Sócr. – ¿Y cuantos se dice que son los nombres para cada cosa, tantos serán y en el momento en que se los diga? Herm. – Pues yo, personalmente, Sócrates, no conozco otra adecuación del nombre que ésta: me es posible llamar a cada cosa con un nombre diferente, el que yo haya colocado, y a ti con otro, el que a su vez hayas colocado tú. /385e/ Y así también veo que en cada una de las ciudades hay nombres que se aplican en particular a las mismas cosas, tanto entre los griegos frente a los demás griegos, como entre los griegos frente a los bárbaros.103 Sócr. – Vamos.104 Veamos, Hermógenes, si te parece que también son así las cosas existentes, que hay una 103
Hermógenes no establece diferencias entre la imposición social y la individual, como ya se ejemplificó en 385a con los ejemplos de “hombre” y “caballo”. A partir de aquí, la discusión del convencionalismo se extenderá hasta 390c en tres pasos argumentales: 1) 385e-387d: hay un plano de realidad estable y eso determina relaciones estables entre acción y objeto afectado; 2) 387d-388c: el nombre es un instrumento; 3) 388c-390c: el nominador depende del juicio del dialéctico. Con este despliegue se limitará el convencionalismo radical de Hermógenes y se producirá un acercamiento estratégico hacia el naturalismo. Véase Introducción, 4.1. 104 El primer argumento, hasta 386e, analiza diferentes relaciones posibles entre pensamiento y realidad, presentando una alternativa polar: 1) no hay realidad constante sino captaciones subjetivas, como en el convencionalismo radical (386a-d); 2) la realidad es constante y aprehendida exactamente por cada hombre, como en el naturalismo (386d). La solución plasmada en 386d-e intenta combinar las dos posibilidades al desvincular los rasgos de la
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esencia para cada una de ellas en particular, como decía Protágoras al plantear que el hombre es “medida /386a/ de todas las cosas”, y por lo tanto, como me parece que son las cosas, así son para mí, y como te parece a ti, así son para ti. ¿O te parece que tienen una cierta constancia en su esencia?105 Herm. –Ya antes, Sócrates, en la incertidumbre, yo también me dejé arrastrar allí, hacia lo que dice Protágoras, pero no me parece que sea así de ninguna manera. Sócr. – ¿Y qué? ¿Te dejaste arrastrar hasta el punto de que no te /386b/ parece que exista en modo alguno un hombre dañino? Herm. – No, por Zeus. Al contrario, realmente he padecido eso muchas veces, de modo que me parece que existen algunos hombres muy dañinos, y son muy numerosos. Sócr. – ¿Y qué? ¿Nunca te pareció que los hay muy buenos? Herm. – Realmente muy pocos. Sócr. – ¿Pero te pareció que sí, entonces? Herm. – A mí, al menos. Sócr. – Entonces, ¿cómo sostienes eso? ¿Acaso así: los muy buenos son muy sensatos y los muy dañinos son muy insensatos? /386c/ Herm. – Así me parece a mí. Sócr. – Entonces, si Protágoras decía algo verdadero y la verdad misma es que tal como le parezca a cada uno
realidad y el pensamiento. Así, subraya la estabilidad de lo real, como en la segunda alternativa, pero sosteniendo una calidad de captación que varía de hombre a hombre, como en la primera. Por esta vía se instala la posibilidad de diferenciar la verdad y el error en términos de su respectivo éxito para conocer la realidad, algo que en las otras dos posibilidades no existía. Este argumento será fundamental en la crítica al naturalismo de la última parte del diálogo. Véase 429a y 431e con notas ad loc. 105 Se trata del fragmento DK 80B1 de Protágoras, mencionado además en Teeteto, 151e ss.
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así son las cosas, ¿es posible que algunos de nosotros seamos sensatos y otros insensatos? Herm. – De ningún modo. Sócr. – Y, según creo, estás convencido de esto: que habiendo sensatez e insensatez no es posible en absoluto que Protágoras estuviera diciendo algo verdadero, porque en verdad en nada sería más sensato uno que el otro, si /386d/ lo verdadero para cada uno será lo que a cada uno le parece.106 Herm. – Así es. Sócr. – Pero seguramente, creo, tampoco te parece, como a Eutidemo, que todo existe para todos del mismo modo, al mismo tiempo y siempre, porque así tampoco serían unos buenos y otros dañinos, si la perfección y el vicio existieran del mismo modo, para todos y siempre.107 Herm. – Dices la verdad. Sócr. – Entonces, si no todo existe para todos, del mismo modo, al mismo tiempo y siempre, ni cada cosa existe en particular para cada uno, es evidente, por cierto, que las cosas /386e/ existen con una esencia propia constante, no relativa a nosotros, ni tampoco arrastradas arriba y abajo por nuestra imaginación, sino que existen por sí mismas en relación con la esencia propia que tienen por naturaleza. Herm. – Así me parece a mí, Sócrates.
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Sobre los múltiples problemas asociados con esta tesis de Protágoras, véase B. Cassin, L’ effet sophistique, Paris, Gallimard, 1995, p. 225-36; L. Brisson, “Los sofistas”, en M. Canto-Sperber y otros, Filosofía griega. De Tales a Aristóteles, Buenos Aires, Docencia, 2000, pp. 107-132; J. Solana Dueso, Protágoras de Abdera. Dissoi logoi. Textos relativistas, Madrid, Akal, 1996. 107 Eutidemo es el personaje de un diálogo de Platón del mismo nombre dedicado a la erística, que admite tesis que en muchos aspectos coinciden con las del naturalismo. Muchos han visto detrás de este personaje a los interlocutores polémicos de Platón como Antístenes o Euclides de Mégara (véase Introducción, 4.2.1). Las relaciones entre el Eutidemo y el Crátilo son profundas, especialmente en los pasajes 277e, 278b y 283c ss.
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Sócr. – Entonces, ¿las cosas serían así por naturaleza, pero sus acciones no serían de ese modo? ¿O no son también ellas, las acciones, una clase entre las cosas que existen?108 Herm. – Por cierto, también ellas lo son. /387a/ Sócr. – En consecuencia, también las acciones actúan según su propia naturaleza, no según nuestra opinión. Por ejemplo, si nosotros intentamos cortar algo de lo existente, ¿debemos cortar cada cosa como queramos y con lo que queramos, o si queremos cortar cada cosa según la naturaleza del cortar y del ser cortado y con lo que es natural, cortaremos, y en verdad nos saldrá bien, y lo haremos adecuadamente, mientras que si cortamos contra la naturaleza, fracasaremos y no haremos nada?109 /387b/ Herm. – Así me parece a mí. Sócr. – Entonces, ¿si intentamos quemar algo, es necesario quemar no de acuerdo con cualquier opinión, 108
El final del primer argumento, hasta 387d, subraya que la estabilidad del plano real implica que se lo debe abordar con acciones e instrumentos coherentes con su naturaleza. Estos ejemplos dan cuenta de cómo se conjuga una acción (cortar / quemar / hablar) sobre lo real (lo cortado / lo quemado / lo dicho) por medio de un instrumento (con un cuchillo / con fuego / con lenguaje), para mostrar que la modificación de estas relaciones puede afectar la calidad de la acción, cuyo elemento determinante es lo real, como se concluirá en 387d. Así, la lógica lingüística implica una estabilidad en el léxico, que se vería afectada si el cambio operado por particulares estuviera habilitado y generalizado. Sobre la Teoría de las Formas en este pasaje, véase Introducción, 4.6.1. 109 En República, I.352d ss. se utiliza un ejemplo similar para ejemplificar la noción de érgon, “función” propia de una cosa. Dalimier (ad loc.) subraya que “cortar” y “quemar” son acciones asociadas con operaciones sacrificiales y procedimientos médicos para restaurar la salud. Sin embargo, el pasaje de Gorgias, 476c-d que se cita como apoyo subraya más bien la dinámica de actividad y afección que se establece en estas acciones y permite la referencia a instrumentos. Estos verbos son utilizados frecuentemente en la gramática helenística ejemplificar construcciones transitivas.
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sino de acuerdo con la adecuada?110 ¿Y ésta consiste en el modo en el cual cada cosa tiende naturalmente a ser quemada y quemar y aquello con lo cual naturalmente se hace? Herm. – Eso es. Sócr. – ¿Por lo tanto también lo demás es así? Herm. – Claro. Sócr. – ¿Acaso, entonces, el hablar no es también una de las acciones? Herm. – Sí. Sócr. – Por consiguiente, ¿del modo que a cada uno le parezca que hay que hablar, hablando así /387c/ se hablará adecuadamente, o si se llama del modo y con los medios con los cuales naturalmente se llama a las cosas y ellas son llamadas, se conseguirá algo, es decir se hablará, mientras que si no, se fracasará y no se hará nada? Herm. – Me parece así como dices.111 Sócr. – ¿Entonces el nombrar es una parte del decir? Porque los hombres dicen sus argumentos nombrando. Herm. – Claro. Sócr. – ¿De modo que también el nombrar es una acción, si es que decir era una acción en relación con las cosas? Herm. – Sí. /387d/ Sócr. – ¿Y se nos hizo evidente que las acciones existen no en relación con nosotros sino con su naturaleza particular?112 Her. – Eso es. Sócr. – ¿Entonces también hay que nombrar del modo y con aquello que es natural nombrar las cosas y que ellas sean nombradas, y no como nosotros queramos, si es que va a haber algún acuerdo con lo dicho 110
Sobre la “opinión correcta”, véase Menón, 96e-99e, donde se la identifica con el principio de la técnica. 111 Aquí traslada Schofield el pasaje 385b2-d1 (véase 385b y nota ad loc.). En este lugar, sin embargo, interrumpiría la secuencia argumental de este pasaje, que trata de la lógica de la acción. 112 Véase 386 e y nota ad loc.
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anteriormente? Precisamente, así lograríamos algo, es decir podríamos nombrar, pero de otro modo no. Herm. – Me parece que sí. Sócr. – Ahora bien, lo que era preciso cortar, decíamos, ¿era preciso cortarlo con algo? Herm. – Sí. /387e/ Sócr. – Y lo que era preciso tejer, ¿era preciso tejerlo con algo? Y lo que era preciso taladrar, ¿era preciso taladrarlo con algo? Herm. – Claro. Sócr. – Y, en este sentido, lo que era preciso nombrar, ¿era preciso nombrarlo con algo?113 /388a/ Herm. – Eso es. Sócr. – ¿Qué era aquello con lo cual era preciso taladrar? Herm. – Un taladro. Sócr. – ¿Y qué era aquello con lo que era preciso tejer? Herm. – Una lanzadera. Sócr. – ¿Y aquello con lo que era preciso nombrar? Herm. – Un nombre. Sócr. – Dices bien. Por lo tanto, el nombre es un cierto instrumento. Herm. – Claro.
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El segundo paso argumental, hasta 388c, se centra en la noción de instrumento aplicada al nombre. Este rasgo lo convierte en un elemento derivado del par primario: acción - objeto afectado. El mismo enfoque, pero fuera del marco naturalista, está presente también en Fedón, 99d ss. y Sofista, 261d ss. y determinó la imposibilidad de que el lenguaje se constituyera como objeto de una disciplina independiente, provocando lo que H. Joly llamó “bloqueo lingüístico” (“Platon entre le maître d'École et le fabriquant de mots. Remarques sur les grammata”, en H. Joly, Philosophie du langage et grammaire dans l'antiquité, Bruxelles, Ousia, 1987). Nótese que la instauración de la gramática como disciplina técnica autónoma ocurrió recién en la época helenística. Véase F. Ildefonse, La naissance de la grammaire dans l’ antiquité classique, Paris, Vrin, 1997 y L. Castello – C. Mársico, “Discurso filosófico y surgimiento de la disciplina gramatical”, en Anuario de Letras 53, México, 2003.
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Sócr. – Si entonces yo te preguntara ¿qué tipo de instrumento era la lanzadera? ¿No es aquello con lo que tejemos?114 Herm. – Sí. /388b/ Sócr. – ¿Y qué hacemos cuando tejemos? ¿No distinguimos la trama y las urdimbres que están enredadas? Herm. – Sí. Sócr. – ¿Entonces no podrás decir lo mismo acerca del taladro y los demás instrumentos? Herm. – Claro. Sócr. – ¿Puedes, por cierto, decir lo mismo también acerca del nombre? ¿Qué hacemos cuando nombramos con el nombre como instrumento? Herm. – No puedo decirlo. Sócr. – ¿Acaso no nos enseñamos algo unos a otros y distinguimos la cosas como son? Herm. – Claro. Sócr. – Por lo tanto, el nombre es un cierto instrumento que sirve para enseñar y /388c/ distinguir la esencia como la lanzadera el tejido.115 Herm. – Sí. Sócr. – ¿Y la lanzadera, por su parte, es un instrumento para tejer? Herm. – ¿Y cómo no? Sócr. – Por consiguiente, alguien que teja hábilmente usará bien la lanzadera, y bien es orientado al tejido, mientras que alguien presto a la enseñanza usará bien el nombre, y bien es orientado a la enseñanza. 114
El ejemplo del tejido se incorpora a los de cortar y quemar porque permite introducir la idea de distinción aplicable al nombre que vendrá inmediatamente. Véase también Político, 282b. 115 El acercamiento al naturalismo se acelera, al mismo tiempo que se diseñan las condiciones que debería cumplir una teoría consistente. Véase Introducción, 4.1. Nótese los puntos de contacto con la idea de “educación a partir de los nombres” que reaparecerá en 428e (véase nota ad loc.). La dialéctica sustituirá esta idea por la de recurrir a los argumentos, tal como se desprende de Fedón, 99 b-d y República, VII.532a. Véase Introducción, 4.5.
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Herm. – Sí. Sócr. – ¿El tejedor usará bien el trabajo de quién, cuando use la lanzadera?116 Herm. – El del carpintero. Sócr. – ¿Pero cualquier carpintero o el que conoce la técnica? Herm. – El que conoce la técnica. /388d/ Sócr. – ¿Y el taladrador usará bien el trabajo de quién, cuando use el taladro? Herm. – El del herrero. Sócr. – ¿Acaso, entonces, cualquier herrero o el que conoce la técnica? Herm. – El que conoce la técnica. Sócr. – Bien. ¿El que enseña usará el trabajo de quién, cuando usa el nombre? Herm. – Eso no puedo decírtelo. Sócr. – ¿Tampoco puedes decir quién nos dio los nombres que usamos? Herm. – De ningún modo. Sócr. – ¿Acaso no te parece que es la costumbre117 la que da estas cosas? 116
El tercer paso argumental tiene dos partes: en la primera, hasta 390a, dado que todo instrumento tiene fabricantes, se busca el que corresponde al nombre –el nominador– y se describe su tarea. En la segunda parte (390b-c) se plantea la figura del usuario experto que juzga sobre la tarea del nominador-fabricante: el dialéctico. Esta dependencia limita las posibilidades de nominación postuladas por Hermógenes en 385d-e. La lógica del argumento es la misma del pasaje de República, X.601c-602a y Fedro, 274e, en el que se identifican los planos del que usa, el que fabrica y el que imita, ordenados según su grado de conocimiento. En tanto la imitación no es en este punto relevante (aunque lo será a partir de 422d), sólo aparecen aquí los planos del que usa y el que fabrica. Véase además 399a ss. y nota ad loc. 117 El término que traducimos por “costumbre” es nómos, que también suele vertirse por “norma” o “ley”, en tanto ésta era en la antigüedad básicamente consuetudinaria. Sobre este término está acuñado nomothétes, usualmente traducido como “legislador”. Aunque no se pueda preservar el juego etimológico, dado que en este contexto se subraya la transmisión por el uso y no por algún medio “legal”, es preferible traducir nómos como “costumbre” y
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Herm. – Eso parece. /388e/ Sócr. – Por lo tanto, ¿el que enseña usa el trabajo del nominador, cuando usa un nombre? Herm. – A mí me parece que sí. Sócr. – ¿Y te parece que el nominador es cualquier hombre o el que conoce la técnica? Herm. – El que conoce la técnica. Sócr. – Entonces, no es propio de cualquier hombre, Hermógenes, instaurar /389a/ un nombre, sino de un creador de nombres. Y este es, según parece, el nominador, que resulta, por cierto, el más escaso de los artesanos entre los hombres.118 Herm. – Tal parece. Sócr. – Vamos, investiga mirando hacia dónde el instaurador coloca los nombres. Considera atentamente lo que dijimos antes. ¿Mirando hacia dónde el carpintero hace la lanzadera? ¿Acaso no es hacia aquello que es por naturaleza para tejer? Herm. – Claro. /389b/ Sócr. – ¿Y qué? Si se le rompe la lanzadera mientras la hace, ¿hará de nuevo otra mirando a la que se ha roto o a aquella Forma según la cual estaba haciendo también la que se rompió?119 nomothétes como “nominador”, en el sentido de “instaurador de los nombres que se volvieron consuetudinarios”, como lo indica el segundo elemento de su composición, ligado con el verbo títhemi, “colocar, instaurar”. 118 La figura del nominador será funcional a la crítica del naturalismo desarrollada en la última parte del diálogo, más específicamente en 431e ss. En este contexto importa notar que de haber nominadores, no es una función que pueda ejercer cualquiera, como pretendía Hermógenes. 119 Dado que se están esbozando las condiciones que debería cumplir el naturalismo para ser una teoría consistente, se produce un acercamiento a la Teoría de las Formas. La posibilidad de amalgamar ambas cosas se descarta en 435c. La aparición el término eîdos, “Forma, Idea”, subraya el paralelismo con República, X.596b ss., en relación con la Forma de cama. Sobre este punto, véase la Introducción, 4.6.2. Los problemas de ambos pasajes se relacionan con la postulación de Formas de objetos fabricados.
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Herm. – Hacia esa Forma, me parece a mí. Sócr. – ¿A eso podríamos llamarlo con toda justicia la lanzadera en sí? Herm. – Me parece que sí. Sócr. – Entonces, cuando sea necesario hacer una lanzadera para un manto fino o grueso, de lino o lana, o lo que sea, ¿es necesario que todas tengan la Forma de lanzadera, y /389c/ aplicar a cada labor esa naturaleza que es naturalmente la mejor para cada una? Herm. – Sí. Sócr. – Y, del mismo modo, por cierto, en el caso de los demás instrumentos. Tras encontrar el instrumento que naturalmente corresponda a cada cosa, es necesario aplicarlo al material que se trabaja, no como uno quiera, sino como es natural. Sin duda es necesario saber plasmar en el hierro el taladro naturalmente adecuado en cada caso, según parece.120 Herm. – Claro. Sócr. – Y la lanzadera naturalmente adecuada para cada caso en la madera. Herm. – Eso es. /389d/ Sócr. – Porque cada lanzadera se aplicaba por naturaleza a cada forma de tejido, según parece, y lo mismo con el resto. Herm. – Sí. Sócr. – ¿Acaso, entonces, querido amigo, también es necesario que el nominador sepa colocar en sonidos y sílabas el nombre que naturalmente corresponde a cada cosa, y mirando hacia el nombre en sí121 haga y coloque
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Todos los ejemplos enfatizan, como se hizo en 387a ss., que en el diseño de la acción lo definitorio es el logro de la adecuación entre los diferentes elementos –material, instrumento y Forma correspondiente– que se da de una manera objetiva, en tanto sigue un modelo estable. De este modo, la modificación subjetiva sólo puede causar desequilibrio. 121 El planteo de un “nombre en sí” plantea contradicciones teóricas, porque requeriría que cada Forma esté acompañada de otra Forma que encarnaría el nombre. Véase Introducción, 4.6.1,
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todos los nombres, si va a ser un legítimo instaurador de nombres? Pero si cada nominador no coloca las mismas sílabas, no hay que sorprenderse, /e/ porque tampoco todo herrero moldea en el mismo hierro cuando fabrica el mismo instrumento para el mismo fin. Al contrario, mientras apliquen la misma forma, /390a/ ya sea en el mismo o en otro hierro, de todos modos el instrumento es adecuado, ya lo haga alguien aquí, ya entre los bárbaros. ¿No es así? Herm. – Claro. Sócr. – ¿Acaso no considerarás que tanto el nominador de aquí como el de entre los bárbaros, mientras aplique la Forma del nombre122 que conviene a cada cosa en cualquier sílaba que sea, no es en nada peor nominador el de aquí que el de cualquier otro lado? Herm. – Claro. /390b/ Sócr. – ¿Quién es, entonces, el que sabrá si la Forma conveniente de la lanzadera está presente en alguna madera? ¿El que la fabricó, el carpintero, o el que la va a usar, el tejedor? Herm. – Es más razonable que sea el que la va a usar, Sócrates.123 Sócr. – Entonces, ¿quién es el que va a usar el trabajo del fabricante de liras? ¿Acaso no es ése el que estaría mejor capacitado para supervisar lo hecho y, una vez listo, sabría juzgar si se ha trabajado bien o no? Herm. – Claro. Sócr. – ¿Quién es? Herm. – El citarista. Sócr. – ¿Y quién es el que lo hace respecto del constructor de navíos? /390c/ Herm. – El piloto. Sócr. – ¿Y quién podría supervisar mejor el trabajo del nominador y juzgar lo hecho tanto aquí como entre los sobre los argumentos que muestran la inviabilidad de una lectura de este tipo y la alternativa más plausible. 122 Véase 389d y nota ad loc. 123 Véase 388c y 389a con notas ad loc.
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bárbaros? ¿Acaso no es precisamente el que lo va a usar? Herm. – Sí. Sócr. – ¿Acaso ese hombre no es el que sabe preguntar? Herm. – Claro. Sócr. – ¿Y ese mismo sabe también responder? Herm. – Sí. Sócr. – Y al que sabe preguntar y responder lo llamas de algún otro modo que dialéctico?124 Herm. – No, sino que así lo hago. /390d/ Sócr. – Por lo tanto, la labor del carpintero es hacer un timón supervisado por el piloto, si es que el timón va a ser de buena calidad. Herm. – Evidentemente. Sócr. – Y, según parece, la del nominador es hacer el nombre con la supervisión del hombre dialéctico, si es que va imponer bien los nombres.125 Herm. – Eso es. Sócr. – En consecuencia, es posible que no sea algo vulgar, como tú crees, la imposición del nombre, ni propio de varones vulgares ni improvisados. Asimismo, Crátilo dice la verdad al decir /390e/ que las cosas tienen los nombres por naturaleza y que no cualquiera 124
Acercándose al corolario del argumento, se plantea que no cualquiera puede poner nombres y se adelanta un punto que será útil contra el naturalismo: la nominación depende del conocimiento de lo real, de modo que de haber adecuación entre lenguaje y realidad, de todos modos hace falta el dialéctico. En tanto la dialéctica es para Platón el método filosófico por excelencia, el dialéctico no es solamente el que domina el diálogo, sino aquél que está comprometido con la comprensión de lo real y de ningún modo se limita al lenguaje. Véase República, VII.532a ss. e Introducción, 4.1. 125 Evidentemente, el dialéctico no es temporalmente previo al nominador, sino que queda en sus manos juzgar sobre la adecuación del lenguaje, porque no se trata sino de la determinación de la verdad de los enunciados. El análisis de las etimologías será un ejemplo de “ejercicio dialéctico”, precisamente para mostrar que tal adecuación es defectuosa y que el esquema de modelo e instanciaciones en lo real que se esbozó analógicamente en 389d-390a es provisorio y fallido.
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es artesano de nombres, sino sólo aquél que mira hacia el nombre que cada cosa tiene por naturaleza y puede colocar su Forma en letras y sílabas.126 Herm. – No sé, Sócrates, cómo debo oponerme a lo que dices. /391a/ Probablemente, en efecto, no es fácil dejarse convencer de repente, pero me parece que en esto me podrías convencer mejor si me señalaras cuál dices que es la adecuación natural del nombre. Sócr. – Yo, bienaventurado Hermógenes, no digo nada. Por el contrario, olvidaste lo que poco antes decía: que no sabía, sino que investigaría contigo. Pero ahora, al haber indagado, se nos hace evidente, a ti y a mí, en contra de lo anterior, que el nombre tiene por naturaleza una cierta adecuación y /391b/ no es propio de cualquier hombre saber imponerlo bien a cualquier cosa. ¿O no? Herm. – Claro. Sócr. – Entonces, después de esto, es preciso investigar, si es que quieres en verdad saber, qué tipo de adecuación es, a su vez, la suya. Herm. – Por supuesto que quiero saber. Sócr. – Examina. Herm. – Entonces, ¿cómo es preciso investigar? Sócr. – La más adecuada investigación, querido amigo, se hace junto a los que saben, pagándoles dinero y dándoles gracias.127 Y esos son los sofistas, por quienes
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A partir de este pasaje se procede a analizar la posición naturalista. Este acercamiento servirá para probar que la relación entre lenguaje y realidad no se produce automáticamente, sino por la mediación del dialéctico, que identifica qué formulaciones tienen efectivamente correlato real. Véase Introducción, 4.3. A partir de 391b se analizará si el nombre tiene adecuación natural según parámetros que se ajustan al método hipotético propuesto en Fedón, 99d ss. Véase Introducción, 4.5. 127 La ironía de este pasaje está en conexión con otros como República, I.337d, donde Trasímaco exige un pago y agradecimiento por sus enseñanzas. La dialéctica, al contrario, supone la construcción conjunta, rechazando los argumentos de autoridad que paralizan u obstaculizan la búsqueda personal. La
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/391c/ tu hermano Calias,128 al haberles pagado mucho dinero, tiene fama de sabio. Dado que no dispones de los bienes de tu padre, es preciso instar a tu hermano y rogarle que te enseñe la adecuación en estos asuntos que aprendió junto a Protágoras.129 Herm. – Absurdo sería para mí el ruego, Sócrates, si de ningún modo admito la Verdad de Protágoras, pero acepto las cosas dichas en semejante verdad como de algún valor. Sócr. – Pues si no te satisfacen tampoco estas cosas, es preciso /391d/ aprender de Homero y los demás poetas.130 Herm. – ¿Y qué dice Homero, Sócrates, acerca de los nombres, y dónde?131 Sócr. – En muchos lugares. Y los más grandiosos y bellos son aquellos pasajes en que diferencia los nombres con los que llaman a las mismas cosas los hombres y los dioses. ¿O no crees que dice algo necesidad de un procedimiento basado en la cooperación se planteó ya en 384c y 391a. 128 Sobre Calias y su relación con los sofistas, así como la situación familiar ligada con la pobreza de Hermógenes que se mencionará inmediatamente, véase Introducción, 2. 129 Estas menciones ponen en juego el trasfondo del diálogo Protágoras, donde el sofista se hospeda en casa de Calias. Protágoras y su relativismo constituyen el primer marco teórico que Sócrates ofrece para el análisis. Sobre la relación de Protágoras con la adecuación de los nombres, véase Introducción, 4.2.1. La irrupción del tema de la verdad, ya mencionada en 385bd, muestra que el problema del diálogo trasciende ampliamente lo lingüístico. 130 Se trata de la misma práctica de análisis literario extendido en el medio intelectual de la época, y no del contenido de las obras, ya que las críticas a los poetas residen precisamente en que no pueden dar cuenta de su supuesto saber y, por lo tanto, ofrecer enseñanzas legítimas (véase Ion, passim y República II.376d-III.403b y X.595a-608b). Véase Introducción, 4.3.1. 131 Sócrates inicia de este modo el “pasaje de las etimologías” que se extenderá hasta 427d. Específicamente a Homero se refieren sólo los primeros pasajes, si bien muchos pasajes tratan sobre lo que se piensa de los nombres de dioses.
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grandioso y admirable en esos lugares acerca de la adecuación de los nombres? Sin duda es evidente que los dioses al menos llaman adecuadamente a las cosas con los nombres que existen por naturaleza. /391e/¿O no lo crees así? Herm. – Sé bien, personalmente, que, si los llaman así, lo hacen adecuadamente. Pero, ¿de qué cosas estás hablando? Sócr. – ¿No sabes que acerca del río de Troya que sostuvo combate singular con Hefesto dice “ al que los dioses llaman Janto y los hombres Escamandro”?132 Herm. – Yo sí. /392a/ Sócr. – ¿Y por qué? ¿No crees que es algo digno de conocer por qué es más adecuado llamar a aquel río Janto que Escamandro? O si prefieres, acerca del ave de la cual dice que “los dioses la llaman khalkís y los hombres kýmindis”,133 ¿consideras vulgar el conocimiento de cuánto es más adecuado llamar a la misma ave khalkís que kýmindis? ¿O el caso de Batiea y /392b/ Mirina134 y otros muchos ejemplos de este poeta y de otros? Aunque quizás estos asuntos son muy grandes como para descubrirlos entre tú y yo. Sin embargo, sobre Escamandrio y Astianacte, que dice que son nombres del hijo de Héctor, es más propio de hombres, según me parece, y más fácil investigar cuál dice que es su adecuación. Sin duda conoces, por cierto, esos versos en donde está lo que yo digo. Herm. – Claro. 132
Véase Homero, Ilíada, XX.74. Véase Homero, Ilíada, XXIV.291. Aristófanes menciona este animal y lo clasifica entre las aves de garras ganchudas en Aves 1181. Aristóteles, en Historia Animalium 615bss., repite el pasaje de Homero y lo caracteriza como un ave de las montañas. El léxico homérico del sofista Apolonio se limita a decir que es un tipo de pájaro (s.v. kýmindis). 134 Véase Homero, Ilíada II.813-4. Los dos nombres se refieren a la reina de las amazonas, que comandó la lucha contra los Atlantes y las Gorgonas, entre otros. Los detalles del mito son, en general, tardíos. 133
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Sócr. – Entonces, ¿cuál de los nombres crees que Homero considera más adecuado colocar al niño: Astianacte o Escamandrio? /392c/ Herm. – No sé decirte. Sócr. – Examina lo siguiente. Si alguien te preguntara si crees que aplican los nombres más adecuadamente los más sensatos o los más insensatos... Herm. – Diría, evidentemente, que los más sensatos. Sócr. – Entonces, ¿te parece que son más sensatas en las ciudades las mujeres o los hombres, tomando en sexo en general?135 Herm. – Los hombres. Sócr. – ¿Sabes, en este sentido, que Homero dice que el hijo de /392d/ Héctor era llamado por los troyanos Astianacte, y es evidente que por las mujeres, Escamandrio, puesto que los hombres lo llamaban Astianacte?136 Herm. – Así parece. Sócr. – ¿Entonces también Homero consideraba más sabios a los troyanos que a sus mujeres? Herm. – Eso creo yo. Sócr. – Por lo tanto, ¿consideraba más adecuado ponerle al niño el nombre “Astianacte” que “Escamandrio”? Herm. – Evidentemente. Sócr. – Examinemos, precisamente, por qué es así. ¿O él no nos señala el porqué maravillosamente? Porque dice: /392e/ “pues él les defendía la ciudad y los largos muros”.137 Por eso en efecto, según parece, es adecuado llamar al hijo del salvador “Astianacte” (“señor de la ciudad”) que su padre protegía, como dice Homero. 135
Con la aclaración final se amortigua la diferencia de perspectiva con República (especialmente V.451c-471b) donde las capacidades intelectuales están explícitamente disociadas del género y las mujeres pueden ejercer la filosofía sin obstáculos. 136 Sin embargo, Héctor lo llama Escamandrio, en Ilíada, VI.402. 137 Véase Homero, Ilíada, XXII.507. El hijo de Héctor era llamado “rey”, como se dice en 393b-c, en tanto su nombre es un compuesto de ásty “ciudad” y ánax “señor”.
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Herm. – Me parece bien. Sócr. – ¿Y por qué? Pues yo mismo al menos todavía no lo comprendo, Hermógenes. ¿Tú lo comprendes? Herm. – ¡Por Zeus! Yo no. /393a/ Sócr. – Pero acaso, mi querido, ¿también a Héctor Homero mismo le puso el nombre?138 Herm. – ¿Por qué? Sócr. – Porque me parece que este caso es algo similar a “Astianacte”. En rigor, estos nombres parecen griegos. Sin duda ánax (señor) y héktor (posesor) casi significan lo mismo: ambos son nombres de realeza, porque de aquello que alguien es señor, también de eso es por supuesto posesor,139 pues es evidente que /393b/ lo gobierna, lo posee y lo tiene. ¿O te parece que no digo nada cierto y que me engaño incluso a mí mismo al creer que capto algo, como una pista, de la opinión de Homero acerca de la adecuación de los nombres?140 Herm. – ¡Por Zeus! Seguramente no, según me parece. Al contrario, probablemente estás captando algo. Sócr. – Es realmente justo, según creo, llamar león a la prole del león y caballo a la prole del caballo. No me refiero al caso en que, como una monstruosidad, nace del caballo algo diferente de un caballo,141 /393c/ sino a 138
Este pasaje tiene similitudes con aquél donde Heródoto afirma que Homero y Hesíodo inventaron los dioses y les dieron sus nombres y atributos (II.53). 139 Chantraine, s.v. Héktor, confirma la composición a partir del verbo ékho “tener, poseer”, y un sufijo agente. Este nombre parece haber existido además como epíteto en época antigua. 140 La relación entre error y engaño está tematizada también en República II.382a ss., donde se afirma que la mentira verdadera es la que afecta al alma. Por otra parte, en República V.451d ss. se tematiza lo temible de propagar el error y la necesidad de que el interlocutor vigile la argumentación. Lo mismo se menciona aquí en 393c y constituye la garantía adicional de la dialéctica frente a los demás tipos discursivos. 141 Como “una especie de monstruo” es tratado el asno por Aristóteles en De generatione animalium, 767b, en tanto es contrario a la generación natural. Véase también Metafísica, VII.8.1033b.
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la prole natural del género del cual se trate; eso quiero decir. Si un caballo engendra contra la naturaleza un ternero, prole de la vaca por naturaleza, no hay que llamarlo potro sino ternero. Así, creo, si de un hombre no nace la prole de un hombre, tampoco hay que llamarla hombre. Y no sólo con los árboles sino también con todo lo demás sucede lo mismo. ¿O no estás de acuerdo? Herm. – Sí lo estoy. Sócr. – Dices bien. En rigor, vigílame, no vaya a ser que de algún modo te confunda. Pues de acuerdo con el mismo argumento, también si nace prole de un rey, debe llamársela rey, /393d/ y si significa lo mismo en unas u otras sílabas, no hay problema. Ni tampoco si sobra o falta una letra, mientras prevalezca la esencia de la cosa mostrada en el nombre.142 Herm. – ¿Qué quieres decir con eso? Sócr. – Nada rebuscado. Sabes, al contrario, que decimos los nombres de las letras, no las letras mismas, excepto en cuatro casos, la “e” breve, la “y”, la “o” breve y la “o” larga.143 /393e/ En cambio, sabes que a las otras vocales y consonantes144 las decimos agregando letras cuando componemos sus nombres. Sin embargo, mientras coloquemos su potencia de modo manifiesto, es adecuado decir aquel nombre que nos va 142
El excursus sobre lo natural enfatiza que el nombre debe mostrar la esencia de la cosa nombrada, aunque el plano fónico varíe. Compárese además la similitud que presenta esta formulación con la definición de lógos de Antístenes como “lo que muestra lo que era o es” (Introducción, 4.2.1). 143 Únicas que se pronunciaban reproduciendo el fonema correspondiente. Posteriormente, en época bizantina, se le agregó el adjetivo psilón “desnuda” a la “e” breve –epsilón– y a la “y” – ýpsilon–, mikrós a la “o” breve –omicrón–, y méga a “o” larga – omega–. El argumento afirma que, aunque el caso de estas vocales parezca el nombre más adecuado, el del resto de las letras, no lo es menos. A partir de allí se sostiene que a lo que es igual en el plano real se lo puede denominar de diferente manera sin perder adecuación. 144 Sobre la clasificación de las letras, véase 424c y nota ad loc.
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a indicar esa letra. Por ejemplo, “beta”. Ves que aunque se agregaron la “e” larga, la “t” y la “a”, nada causó molestias tales que con el nombre entero que quería el instaurador no se mostrara la naturaleza de aquella letra. Tan bien supo colocar sus nombres a las letras. /394a/ Herm. – Me parece que dices la verdad. Sócr. – ¿Entonces ese mismo argumento se aplica también al rey? Sin duda, de un rey surgirá un rey, de un hombre noble uno noble, de uno bello uno bello y así en todos los demás casos: de cada género surgirá una prole similar, a no ser que nazca un monstruo. Precisamente, hay que llamarlos con los mismos nombres. En rigor, es posible complejizarlo con sílabas, de modo que al que es ignorante le podría parecer que son diferentes unas de otras a pesar de ser las mismas, como a nosotros los remedios de los médicos, cuando están mezclados con colores y olores, a pesar de ser los mismos /394b/ nos parecen diferentes, mientras que al médico, dado que examina la potencia de los remedios, le parecen los mismos y no se perturba por los agregados. Y así, del mismo modo, también el experto en nombres examina su potencia y no se perturba si se agrega, cambia o falta una letra, o incluso si la potencia del nombre se da en letras completamente diferentes.145 Como decíamos hace poco, “Astianacte” y “Héctor” no tienen ninguna de sus letras iguales /394c/ excepto la “t”, pero sin embargo significan lo mismo. Y, en ese sentido, ¿cuál de las letras tiene en común con éstos “Arquépolis”?146 Y sin embargo manifiesta lo mismo. 145
Esta enumeración es un antecedente de lo que la gramática, en relación con la teoría de los accidentes morfológicos, considerará como operaciones que pueden darse en distintos niveles de la lengua: adición, metátesis, sustracción, sustitución. 146 Arquépolis tiene el sentido de “gobernante de la ciudad”, por su composición a partir de arkhé “gobierno” y pólis “ciudad”. Inmediatamente, se referirá a Agis “Conductor”, del verbo ágo “conducir”; Polemarco, Jefe de guerra”, de pólemos “guerra” y arkhé “gobierno”; Eupólemo, “Bueno en la guerra”, de eû “bien”, y pólemos “guerra”; Iatrocles, “Famoso médico”, de iatrós
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Incluso hay muchos otros nombres que no significan otra cosa que “rey”, y otros a su vez significan “general”, por ejemplo “Agis”, “Polemarco” y “Eupólemo”. Y otros tienen que ver con la medicina: “Iatrocles” y “Aquesímbroto”. Igualmente, podríamos encontrar otros muchos que difieran en sílabas y letras, pero que en potencia digan lo mismo. ¿Te parece así o no? /394d/ Herm. – Por supuesto. Sócr. – En efecto, a los que nacen de acuerdo con la naturaleza hay que darles nombres iguales. Herm. – Claro. Sócr. – ¿Y qué hay que hacer con los que nacen contra la naturaleza, esos que nacen con forma de monstruo? Por ejemplo, cuando de un hombre bueno y piadoso nace un impío, ¿acaso no es como en los argumentos previos: si un caballo engendra prole de vaca, esa prole no obtiene, en rigor, su denominación por la forma de su progenitor, sino por la de la especie que le sea propia? Herm. – Claro. /394e/ Sócr. – Así, por lo tanto, al impío que nace de un piadoso hay que aplicarle el nombre de su especie. Herm. – Así es. Sócr. – Ni “Teófilo”, según parece, ni “Mnesíteo” ni ninguno por el estilo,147 sino uno que signifique lo contrario de ellos, si es que los nombres alcanzan la adecuación. Herm. – Necesariamente, Sócrates. Sócr. – Como también es realmente probable, Hermógenes, que “Orestes” sea adecuado,148 ya sea que
“médico” y kléos “fama” y Aquesímbroto, de ákesis “cura” y brotós, “mortal”. 147 Teófilo, “amado por la divinidad”, de theós, “divinidad”, y phílos “amado” y Mnesíteo, “que piensa en la divinidad”, de mnéstis “recuerdo” y theós “divinidad”. 148 Orestes es en la mitología el hijo menor de Agamenón y Clitemestra, que venga a su padre matando a su madre y a su
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algún azar le puso el nombre, ya sea algún poeta, para señalar con el nombre lo feroz, lo salvaje y lo montaraz (oreinón) de su naturaleza. /395a/ Herm. – Es evidentemente así, Sócrates. Sócr. – Y, en rigor, parece que también su padre tiene el nombre en consonancia con su naturaleza.149 Herm. – Evidentemente. Sócr. – Sin duda, es posible que “Agamenón” fuera alguien así, capaz de esforzarse por lo que cree y alcanzar el fin fijado por sus creencias por medio de la perfección. Señal de ello es la unidad y tenacidad de su ejército en Troya. /395b/ El nombre “Agamenón” significa que este hombre es admirable (agastós) por su perseverancia (epimoné). Quizás también “Atreo” sea adecuado, porque el asesinato de Crisipo cometido por él y las cosas tan salvajes que hizo contra Tiestes, todas esas cosas son dignas de castigo y funestas (aterá) en relación con la perfección. Entonces, la denominación del nombre se desvía y se oculta un poco, de modo que no sea evidente para todos la naturaleza de este hombre.150 Sin embargo, para cuantos han oído acerca de los nombres suficientemente, manifiesta lo que quiere decir “Atreo”. Precisamente, /395c/ en relación con lo inflexible (ateirés), lo intrépido (átreston) y lo funesto (aterón), en todo lleva puesto el nombre adecuadamente.151 Incluso me parece que también amante Egisto. El mito es tratado en la trilogía de Esquilo dedicada al tema, la Electra de Sófocles y el Orestes de Eurípides. 149 Sócrates aplica lo dicho sobre el género en 393b-d y analiza el linaje de los Atridas remontándose en las generaciones: a partir de Orestes, analiza a Agamenón, Atreo, Pélope, Tántalo y, por su intermedio, a Zeus. 150 Atreo y Tiestes eran hijos de Pélope. Ambos asesinaron a su hermanastro Crisipo. Los hermanos se disputaron luego el trono de Micenas y cayeron en múltiples enfrentamientos que llegaron al límite cuando Pélope asesinó a tres hijos de Tiestes y se los sirvió como comida a su padre, revelándole al final el origen del banquete. 151 Se propone un cúmulo de términos con parecidos formales que podrían explicar un término, usualmente sin decidir cuál
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Pélope lleva puesto un nombre a su medida, pues ese nombre señala al que ve las cosas de cerca. Herm. – ¿Cómo? Sócr. – Por ejemplo, se dice en algún lado sobre este hombre que en el asesinato de Mírtilo en nada fue capaz de pronosticar ni prever el futuro de toda su estirpe –de cuánta /395d/ desgracia la colmó–, por ver sólo lo cercano y lo momentáneo –es decir lo que tenía al lado (pélas)– cuando quería lograr de cualquier modo el matrimonio con Hipodamia.152 Y también, en el caso de Tántalo, cualquiera podría pensar que el nombre le fue puesto adecuadamente y de acuerdo con su naturaleza, si es verdad lo que se dice acerca de él.153 Herm. – ¿Qué cosas con esas? Sócr. – No sólo los infortunios numerosos y terribles que le ocurrieron, cuando aún estaba vivo, con los cuales también perturbó hasta el límite a su patria entera, sino también cuando estuvo muerto en el Hades, la masa de piedra /395e/ suspendida (talanteía) sobre su corresponde, lo cual riñe con la pretensión de conocimiento que tendría que ofrecer el naturalismo. Véase sobre este procedimiento, Introducción, 4.2.1. 152 Pélope, hijo de Atreo, se enamoró de Hipodamia, cuyo padre, Enómao, rey de Pisa, en la Élide, desafiaba a los pretendientes a una carrera de aurigas a muerte, en la que siempre triunfaba porque tenía caballos divinos, que eran regalo de Ares. Con ayuda de Hipodamia, Pélope sobornó a Mírtilo, hijo de Hermes y auriga de Enómao, para descomponer el eje del carro, que cedió en el momento oportuno provocando su muerte. Después de eso, Pélope mató a Mírtilo y recibió, entonces, del moribundo una maldición que lo afectó a él y a sus descendientes. 153 Tántalo era Hijo de Zeus y una ninfa de las primeras generaciones de dioses. Reinó en Frigia o Lidia, según las versiones. Tampoco hay acuerdo sobre la razón de su famoso suplicio ni sobre su precisa naturaleza. Al parecer, tuvo algo que ver con la desmesura (hýbris) ligada con la revelación de secretos de los dioses o el robo de ambrosía para entregarlo a mortales. En algunas versiones se menciona el filicidio de Pélope, a quien los dioses habrían revivido. Además del castigo de la piedra tambaleante sobre su cabeza, también se asocia a su nombre el castigo por hambre o sed eternas.
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cabeza, sorprendentemente tan concordante con su nombre. Parece sencillamente como si alguien, queriendo denominarlo “el mayor sufriente’ (talántatos) lo hubiese nombrado disimuladamente y dicho “Tántalo” en lugar de aquello. Un nombre de este tipo parece haberle dado el azar de la fama. Y parece que también /396a/ al que se dice que es su padre, Zeus, el nombre le fue puesto maravillosamente. Pero no es fácil de comprender. Sin duda, simplemente, el nombre de Zeus es como su definición:154 separándolo en dos partes unos usamos una parte y otros otra, porque unos decimos “Zena” y otros “Día”, pero al juntarlos en uno solo se manifiesta la naturaleza del dios, precisamente lo que decimos que conviene que un nombre pueda lograr. No hay para nosotros y para todo el resto alguien que sea más responsable del vivir (zên) que el comandante y rey de todo. Sucede, entonces, que es posible que este dios, por el cual (di’hôn) existe siempre el vivir (zên)155 para todos los vivientes, sea nombrado adecuadamente. /396b/ Y siendo uno el nombre, como digo, está dividido en dos partes: “Día” y “Zena”. Que sea hijo de Cronos podría parecerle impertinente al que lo escucha de repente,156 pero es 154
“Definición” traduce lógos. Es una referencia a la expresión predicativa que en 399b se llamará rhêma. Se trata en este caso de la expresión di’hon zên “por el cual es posible vivir”, que daría lugar a las dos formas flexivas asociadas: Zeús y Día. Sobre la flexión del término, véase Chantraine, s.v. Zeús. 155 En 399d se aplica la misma expresión al alma. 156 Se han dado múltiples explicaciones para esta línea. Dalimier (ad loc.) sostiene que lo impertinente es que Zeus tenga padre, si se acaba de decir que es causa de todo. El reparo podría referirse también a la historia de Cronos ya mencionada. Véase Hesíodo, Teogonía, 453-506, donde se narra la costumbre de Cronos de comerse a sus hijos, que sume a esta figura en el oprobio. La propuesta más viable, incluso sin necesidad de enmendar el texto, parece ser la de D. Robinson, que propone partir de Korónous, término en el cual la primera parte kóros, puede tener el sentido de “insolencia” proveniente de la saciedad, y por lo tanto, estar asociado a hybristikós “impertinente”, ya que sería “de intelecto (noûs) insolente”. (Krónos, Korónous and Krounós in Plato's
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lógico que Zeus sea hijo de alguien de gran inteligencia (diánoia), porque significa “limpieza” (kóros), no muchacho ni saciedad, sino lo puro (katharón) en él y lo simple (akératon) de su intelecto.157 Precisamente es hijo de Urano, según el relato. De nuevo, está bien que la mirada hacia arriba sea llamada con este nombre, /396c/ ouranía,158 lo que mira hacia arriba (horôsa tà áno), de donde precisamente, Hermógenes, dicen los meteorólogos159 que nos adviene una mente pura y que el nombre le fue puesto al cielo adecuadamente. Si recordara la genealogía de Hesíodo,160 cuáles dice que son los progenitores todavía más antiguos, no cesaría de explicar detalladamente cuán exactamente están puestos sus nombres, hasta que tenga probado qué podrá hacer esta sabiduría que me sobrevino ahora así /396d/ de repente no sé de dónde, si acaso se acaba o no. Herm. – Y por cierto, Sócrates, simplemente me parece que de golpe profetizas como los posesos. Sócr. – Realmente, Hermógenes, hago responsable en primer lugar a Eutifrón Prospaltio161 de que esta sabiduría me sobreviniera, porque desde el amanecer he estado mucho con él y le presté oídos. Me temo, Cratylus, en Passionate Intellect. Essays on the Transformation of Classical Traditions presented to Professor I. G. Kidd, (Rutgers University Studies in Classical Humanities vol. VII), New Brunswick and London, 1995, pp. 57 ss. 157 El parecido del final del nombre con noûs, “intelecto”, y su relación con diánoia, “inteligencia”, y con Día, forma flexiva de Zeus, lleva a descartar la primera asociación, con kóros, “insolencia”, así como con korós “niño”, de modo que sólo queda korós, “puro”. Así, el nombre implicaría una “inteligencia (noûs) pura (korós)”. En 402b1se propondrá otra etimología. 158 Una mención irónica a la etimología de este término se encuentra en República, VI.509d. 159 En República, VII.529a ss. se critica a los meteorólogos porque pretenden tener este tipo de conocimiento y en realidad nunca salen de lo sensible, lo cual se repite en Fedro, 269e y más adelante en Crátilo, 401b. 160 Véase la genealogía previa a Cronos en Hesíodo, Teogonía, 116-452. 161 Sobre Eutifrón, véase Introducción, 2.
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entonces, que estando él poseído no sólo me halla llenado los oídos de sabiduría demónica, sino que también haya cautivado mi alma. Me parece, /396e/ entonces, que debemos actuar así: hoy la usamos e investigamos el resto acerca de los nombres y mañana, si están ustedes también de acuerdo, la conjuraremos y nos purificaremos tras encontrar a alguien /397a/ hábil para purificar estos asuntos, ya sea alguno de los sacerdotes o de los sofistas.162 Herm. – Yo estoy de acuerdo, pues escucharía con mucho agrado el resto sobre los nombres. Sócr. – Es preciso hacer así. ¿Comenzaremos entonces a investigar desde donde prefieras, puesto que nos hemos embarcado en una tipificación para ver si, en consecuencia, los nombres mismos nos han de testificar que no está puesto cada uno arbitrariamente, sino que tienen una cierta adecuación? Tal vez entonces /397b/ los nombres mencionados de los héroes y de los hombres nos podrían engañar, pues muchos de ellos están puestos de acuerdo con el apelativo de sus antepasados, y no se ajustan en nada a algunos, como decíamos al principio, mientras que muchos fueron colocados como expresión de deseos, por ejemplo “Eutíquides”, “Sosias” y “Teófilo”163 y muchos otros. 162
A la luz de la crítica a la inspiración en Ion, hay que darle a esta idea un sentido negativo. Este estado de trance tampoco es recuperado en el tratamiento de la manía en Fedro, 241a ss. En Fedón, 67ss. se afirma que es la filosofía la que purifica las almas. La idea de que Sócrates está poseso y debe ser purificado puede constituir una referencia burlesca semejante a la de República, II.364b ss. respecto de los sacerdotes que timaban a la gente prometiéndole purificaciones de sus culpas propias y heredadas. Una crítica similar se extendería a los sofistas, que serían entonces personajes tan poco creíbles como los primeros. De este modo, se ligarían las dos prácticas para tildar a los cultores del naturalismo de ejercer una práctica no argumentativa. 163 Eutíquides, “Afortunado”, de eû “bien” y týkhe “suerte, fortuna”; Sosias, “Salvador”, derivado del verbo sôzo “salvar” y Teófilo, “Amado por la divinidad”, nombre ya mencionado en 394e en un contexto similar al presente.
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Me parece, entonces, que a esos hay que pasarlos por alto. Al contrario, es muy razonable que descubramos los que están puestos adecuadamente respecto de las cosas que existen siempre y por naturaleza, porque allí es donde más conviene que sea estudiada /397c/ la instauración de los nombres.164 Tal vez algunos de ellos hayan sido colocados por una potencia más divina que la de los hombres. Herm. – Me parece que tienes razón, Sócrates. Sócr. – ¿Acaso, entonces, no es justo comenzar por los dioses, investigando cómo el nombre mismo “dioses” fue aplicado adecuadamente? Her. – Realmente, es razonable. Sócr. – Yo al menos sospecho algo por el estilo. Me parece que los primeros hombres de la Hélade creían sólo en los dioses en los que ahora creen muchos de los bárbaros: /397d/ el sol, la luna, la tierra, las estrellas y el cielo. Entonces, dado que veían a todas estas cosas ir siempre a la carrera, es decir corriendo (theónta), a partir de esta naturaleza del correr (theîn), los llamaron “dioses” (theoí).165 Luego, al concebir a todos los otros, se referían a ellos con este nombre. ¿Lo que digo se asemeja a lo verdadero en algo o en nada? Herm. – Se asemeja mucho, ciertamente. Sócr. – ¿Entonces qué tendríamos que investigar después de esto? /397e/ Herm. – Es claro, por cierto, que a los démones, dioses y hombres. 164
Aquí comienza a producirse el deslizamiento hacia los nombres comunes, que es el lugar donde supuestamente el naturalismo puede probar su potencia como método de conocimiento de lo real. Véase Introducción, 4.3.1. Se volverá a los nombres propios de dioses en 401b en relación con nociones que preparan la tesis del flujo incorporada en 411b-c. 165 La elección es funcional al adelanto de nociones de movimiento que aparecerán luego. Por eso se evita la ligazón con títhemi, “colocar, establecer”, que es la que refieren Heródoto (II.53) y Esquilo (Persas, 283), y haría pensar en reposo antes que en movimiento. Actualmente no hay consenso sobre el origen del término.
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Sócr. – En verdad, Hermógenes, ¿qué podrá significar el nombre “démones”?166 Examina si te parece que digo algo cierto. Herm. – Dime. Sócr. – ¿Acaso sabes quiénes dice Hesíodo que son los démones? Herm. – No lo tengo en mente. Sócr. – ¿Y tampoco sabes que dice que la primera estirpe de hombres era de oro?167 Herm. – Eso sí lo sé. Sócr. – En rigor, respecto de esto dice: Luego que esta estirpe quedó oculta por la fuerza del destino,168 /398a/ algunos fueron llamados démones, puros, terrenos, nobles, protectores del mal, guardianes de los hombres mortales Herm. – ¿Y entonces qué? Sócr. – Que yo creo que él la llamaba estirpe de oro no porque fuera por naturaleza de oro, sino porque era buena y bella.169 Testimonio de eso me parece el hecho de que dice también que nosotros somos una estirpe de hierro. 166
Los démones son divinidades menores intermediarias entre dioses y hombres, que acompañan la vida de los hombres. Son mencionadas por Platón en Apología 31d, República, IV.427b; V.469, VI.496 y X. 617c y 620d, Banquete, 174e y 220c ss.; Leyes, IV.717a-b, V.738d, especialmente en relación con la habilidad de Sócrates para captar sus mensajes. Plutarco le dedicó a este tema el tratado Sobre la deidad personal de Sócrates (Moralia 579I-582C y 588B-589F). 167 Véase Hesíodo, Trabajos y días, 109. 168 Véase Hesíodo, Trabajos y días, 121-3 con modificaciones, donde la fuerza es de la tierra. Véase también 109-26, 174-201 y República, V.469 y X.617e. 169 Esta concepción está recalcada en Político, 271c-272d y en el mito de los metales de República III.416d, como se desprende del hecho de que actualmente puede haber hombres de oro, que serán los sensatos, es decir los potenciales filósofos. Por lo tanto, no hace falta morir para ser un demon, como se dirá en 398c.
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Herm. – Dices la verdad. Sócr. – ¿Entonces crees que él afirmaría también que entre los hombres actuales, si alguno /398b/ es noble, es de la estirpe de oro? Herm. – Es ciertamente probable. Sócr. – ¿Y los hombres nobles son otra cosa que los sensatos?170 Herm. – Son los sensatos. Sócr. – Esto define por sobre todo, según creo, a los démones: porque eran sensatos y sapientes (daémones) los llamó “démones”. Incluso en nuestra lengua arcaica aparece este nombre. En consecuencia, dice bien tanto él como muchos otros poetas que dicen que, cuando alguien que es noble muere, obtiene un gran destino y honra y /398c/ se vuelve un demon, en concordancia con la denominación de su sensatez.171 Entonces, por eso, también yo postulo que todo hombre, toda vez que sea noble, es demónico, tanto en vida como después de muerto, y es llamado “demon” con adecuación. Herm. – Efectivamente, me parece que estoy totalmente de acuerdo contigo. Pero, “héroe” (héros), ¿qué sería?
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Véase Menón, 89a; Gorgias, 507c; Protágoras, 329c; República I.349e, etc. 171 Es decir, se vuelve un demon por su daemosýne (sapiencia). Dalimier, siguiendo a M. Leroy (“Sur un employ de phoné chez Platón”, en Revue des études grecques 80, Paris, 1967) supone una posibilidad de grafía idéntica. El parecido entre los términos, no obstante, se sostiene incluso sin esa posibilidad. Ambos términos tienen la raíz *dao, que comparte con didásko el sentido de “enseñar”, pero tiende a especializarse en el sentido de “ser experto, estar instruido, conocer, saber”, etc. Así, genera derivados como daémon “que sabe, capaz, experimentado”, daemosýne, “saber, capacidad”, y sus negativos adaémon, adaemoníe, adaés, ligados a la ignorancia, el desconocimiento y la incapacidad. Del mismo modo, autodaés “autodidacta, que ha aprendido por sí mismo”.
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Sócr. – Esto no es muy difícil de imaginar. Sin duda, su nombre está poco alterado, de modo que muestra su origen a partir del amor (éros).172 Herm. – ¿Cómo dices? Sócr. – ¿No sabes que los héroes son semidioses? Herm. – ¿Y entonces qué? /398d/ Sócr. – Todos, por cierto, han nacido de un dios enamorado de una mortal o de un mortal enamorado de una diosa. Entonces, si examinas también este punto de acuerdo con la antigua lengua ática, lo sabrás mejor, porque te hará manifiesto que está apenas alejado del nombre de éros, de donde han nacido los héroes. Así, o esto define a los héroes, o que eran sabios, oradores finos y dialécticos, hábiles para preguntar (erotân), pues decir (eírein) es sinónimo de hablar. Entonces, como recién decíamos, en la lengua ática, /398e/ los llamados héroes son oradores e interrogadores, de modo que la raza heroica resulta una estirpe de oradores y sofistas. Sin embargo, este nombre no es difícil de imaginar, sino que lo es más respecto de los hombres, por qué se llaman “hombres” (ánthropoi). ¿Tienes algo para decir? Herm. – ¿De dónde puedo tenerlo, querido? Incluso si fuera capaz de descubrirlo, tampoco me esfuerzo, porque creo que tú lo descubrirás mejor que yo mismo. /399a/ Sócr. – Confías en la inspiración de Eutifrón, según parece.173 Herm. – Evidentemente. Sócr. – Y realmente confías adecuadamente. Por cierto, ahora me parece haber pensado con suma sutileza174 y 172
Héros, “héroe”, y éros, “amor”, en la grafía del tiempo de Platón no se diferenciaban, por la falta de espíritus e indicación de longitud vocálica. Éros se tratará en 398d y 420b. 173 Véase 396d. Es decir, no surge de él mismo sino de afuera. Ser “demasiado sabio”, implica no ser un filósofo, un “amante de lo sabio”, que debe estar en actitud de búsqueda permanente, porque en rigor la sabiduría es patrimonio exclusivo de los dioses. 174 Sócrates usa el adjetivo kompsós, que traducimos por “sutil” y puede tener el sentido de “rebuscado, refinado”. Sin contar
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me temo que, si no tengo cuidado, hoy puedo resultar aun más sabio de lo debido. Ahora bien, examina lo que digo. Primero, sin duda, es preciso pensar esto respecto de los nombres: muchas veces añadimos letras, otras las quitamos, para nombrar a partir de lo que queremos, y asimismo cambiamos los acentos. Por ejemplo, “amigo de Zeus” (Diì phílos). /399b/ Para que esto fuera para nosotros un nombre en lugar de una expresión,175 República, texto mucho más extenso, donde “sutil” suele ser una crítica de los argumentos erísticos, el Crátilo es el diálogo en el que más veces aparece atestiguado este término (399a, 400b, 402d, 405d, 426a, 429d), siempre referido a los artilugios de los cultores de la adecuación de los nombres. Esta repetición es un indicio léxico de que la crítica fundamental al naturalismo es precisamente la de ser una teoría pretenciosa y rebuscada, pero sin verdadera potencia explicativa. 175 Esta es la primera mención del término rhêma, “verbo” en la tradición gramatical posterior, pero no todavía en este estadio, donde significa “expresión, frase, grupo de palabras”. Esto se aplica también a los pasajes de Apología, 17c, Cármides, 161d, Prótágoras, 342e, etc. donde falta sin embargo la confrontación con la noción de ónoma, “nombre”, que hace más relevante el contexto del Crátilo. Entre ónoma y rhêma hay una oposición estructural originaria: el primero mienta entidades, lo cual se puede inferir de su contrucción con verbos con la idea de imposición y compuestos con la preposición epí, “sobre”, como si se tratara de “etiquetas” puestas sobre las cosas. Rhêma, por el contrario, está emparentado etimológicamente con eíro asociado al polirrizo légo, “decir” y suele referir a fórmulas y órdenes, esto es básicamente al hecho de “hablar” y no de “nombrar”. Contra lo que suele repetirse, la oposición entre ónoma y rhêma está presente ya en el Crátilo. En este caso, la expresión –rhêma– Dií phílos “amigo de Zeus” se puede convertir en el nombre –ónoma– Díphilos. Se trata sin duda de la oposición entre una expresión predicativa –que sirve para formar oraciones del tipo “x es Díi phílos”– y un nombre. Rhêma nunca tiene en Platón sentido de “verbo”, sino que señala siempre el valor predicativo de una expresión y, por lo tanto, se lo puede oponer a ónoma en tanto nombre. Véanse las otras apariciones del término en 421b, 421e, 425a, 426e y 431e y notas ad loc. Sobre el sentido de rhêma en Aristóteles, véase E. Bieda, “Una aproximación a la noción de rhêma en Aristóteles”, en L. Castello – C. Mársico (eds.), ¿Cómo decir lo real? El lenguaje como problema entre los griegos, Buenos Aires, Altamira, en prensa.
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quitamos la segunda “i” y pronunciamos la sílaba del medio como grave en lugar de aguda, y en otros casos, al contrario, introducimos letras y pronunciamos como agudas las sílabas graves. Herm. – Dices la verdad. Sócr. – Uno de estos cambios lo ha experimentado176 el nombre de los hombres, según creo. Sin duda, el nombre surgió de una expresión, quitando una letra, la “a”, y volviendo grave la última. Herm. – ¿Cómo dices? /399c/ Sócr. – Así. Este nombre, “hombre” (ánthropos), significa que los demás animales no inspeccionan ni reflexionan ni examinan (anathreî) ninguna de las cosas que ven, mientras que el hombre, al mismo tiempo que ha visto –es decir “ha observado” (ópope)–, también examina (anathreî) y reflexiona sobre eso que ha observado (ópopen). De allí que, en rigor, el hombre es el único de los animales que ha sido denominado adecuadamente “hombre” (ánthropos), porque examina lo que ha observado (anathrôn hà ópope).177 Herm. – Entonces ¿qué pasa después de esto? ¿Te pregunto lo que con gusto quisiera saber? Sócr. – Claro. /399d/ Herm. – Según creo, un asunto sigue a éstos, pues de algún modo atribuimos al hombre “alma” y “cuerpo”. Sócr. – ¿Cómo no? Herm. – Intentemos también dilucidar eso, como en los casos anteriores.
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Esta “experiencia” es mentada con el término páskhein, “sufrir, ser afectado”, que tendrá una función léxica capital en la gramática, ya que de su derivado páthos “afección”, surgirá el modo de referirse a los accidentes gramaticales –de lo cual el uso de este pasaje puede ser un antecedente–, y también la manera de nombrar a la voz pasiva. 177 Nueva conversión de “expresión” en nombre. Algunas etimologías modernas han propuesto que la noción de vista (óps) integra el compuesto originario. Véase Chantraine s.v. ánthropos.
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Sócr. – ¿Dices que examinemos respecto del alma cuán razonable resulta su nombre, y luego, a su turno, el cuerpo? Herm. – Sí. Sócr. – En rigor, para decirlo rápido, creo que los que pusieron nombre al alma pensaban algo así como esto: cuando está presente en el cuerpo, es responsable de su vida,178 le da la fuerza /399e/ para respirar y refrescarse (anaps• khon),179 y, en el momento mismo que lo que la refresca le falta, el cuerpo se destruye y muere. Por eso me parece que la llaman alma (psykhé). Pero si te viene bien, ten paciencia, porque me parece que avizoro algo más convincente que esto /400a/ para el grupo de Eutifrón.180 Porque, según me parece, despreciarían esto y considerarían que es grosero. Examina, por lo tanto, si este planteo te satisface también a ti. Herm. – Sólo dime. Sócr. – ¿Qué otra cosa que el alma te parece que mantiene (ékhein) y soporta (ókhein) la naturaleza de todo el cuerpo, de modo que vive y también se mueve? Herm. – Ninguna otra cosa. Sócr. – ¿Y qué? No confías, con Anaxágoras, en que un intelecto, es decir un alma, es lo que ordena y mantiene la naturaleza de todas las demás cosas?181 Herm. – Al menos yo sí. 178
Lo mismo se aplica a Zeus en 396a. En ese caso se trata del principio general, mientras que aquí el alma es causante de la vida individual. 179 Sobre la noción de alma como “soplo vital”, tal como aparece en Homero, véase C. Eggers Lan, El concepto del alma en Homero, Buenos Aires, OPFyL, 1990, donde se subraya que, hasta Platón, la oposición entre alma y cuerpo que se hizo tradicional no estaba constituida y el alma era considerada como principio de vida y movimiento, como se dirá en 400a, con poco compromiso con la noción de responsabilidad moral. 180 Se ha entendido esta referencia literalmente, como una mención a los seguidores de Eutifrón con probables influencias pitagóricas. Nosotros interpretamos que se trata de la misma referencia irónica presente ya en 397a. 181 Véase DK 59B12 y Fedón 97c.
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/400b/ Sócr. – En consecuencia, estaría bien que este nombre, physékhen, designe a esta potencia que soporta y mantiene a la naturaleza (phýsin okheî kaì ékhei). Pero también es posible llamarla, con sutileza, psykhé. Herm. – Por supuesto. Y me parece, por cierto, que este planteo es más sistemático que el anterior.182 Sócr. – Sin duda lo es. Sin embargo, es evidentemente ridículo decir el nombre como en verdad fue colocado.183 Herm. – Pero, y lo que sigue, ¿cómo diremos que es? Sócr. – ¿Te refieres al cuerpo? Herm. – Sí. Sócr. – Este asunto me parece realmente confuso, tanto si se lo varía un poco /400c/ como mucho. Efectivamente, algunos dicen que el cuerpo es la tumba (sêma) del alma,184 como si estuviera actualmente
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La segunda alternativa parece “más sistemática” porque requiere el pasaje de una expresión compleja a un nombre, mientras la primera era una derivación de nombre a nombre. La mención de esta sistematización esconde una crítica: la de que se trata de una “sutileza” alambicada, como indica la presencia del término kompsós (véase 399a con nota ad loc. e Introducción, 4.3.1). 183 La ridiculez puede provenir de la posible confusión del término ph• sa, que significa “viento”, pero también “flatulencias”, de modo que el alma sería “portadora de flatulencias”. Véase República, 405d sobre lo ridículo del término ph• sa como producto de la excentricidad de los médicos. Además de este tono cómico, puede haber una burla adicional, si se tiene en cuenta que en una línea naturalista como la antisténica (véase Introducción, 4.2.1) se plantea que la etimología no tiene por objeto corregir sino sólo explicar. Lo ridículo en este caso es que la explicación, en lugar de aclarar, sumiría al concepto de “alma” en el oprobio. 184 Esta definición se usa también en Fedón, 61e-62c. Su relación con “tumba”, viene de que sêma es la señal (sêma), es decir la lápida que marca el lugar de inhumación de un cuerpo. La fórmula sôma sêma “el cuerpo es una tumba” suele atribuirse a los grupos órfico-pitagóricos, especialmente porque en Fedro, 250c, donde también se la menciona, está en relación con Filolao. Véase A. Bernabé, “Una etimología platónica: sôma sêma”, en Philologus 134, Berlin, 1995, pp. 204ss. Ideas similares se mencionan en
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sepultada. Asimismo, dado que al mismo tiempo, por su intermedio el alma señala (semáinei) aquello que señala, precisamente por eso se la llama adecuadamente “señal” (sêma). Me parece, sin embargo, que especialmente los órficos colocaron este nombre, como si el alma pagase una culpa por lo que hizo, y tuviera al cuerpo como envase, para resguardarse (sóizetai), a la manera de una cárcel. El “cuerpo” es, entonces, tal como se lo nombra, una prisión del alma, mientras expía sus culpas, y no es preciso alterar ni una sola letra. /400d/ Herm. – Me parece que esto está planteado de modo suficiente, Sócrates. Pero, acerca de los nombres de los dioses, precisamente como hace un momento decías sobre “Zeus”, ¿tendríamos que investigar, en rigor, según el mismo parámetro, con qué adecuación están colocados sus nombres? Sócr. – Sí, por Zeus, Hermógenes. Si realmente somos lúcidos, tendríamos que investigar con el único parámetro perfecto: que nada sabemos sobre los dioses, ni sobre ellos mismos ni sobre los nombres que ellos se dan a sí mismos. Es evidente, en efecto, que ellos se llaman con los verdaderos. /400e/ Pero a su vez hay un segundo parámetro de exactitud: del mismo modo que en las súplicas tenemos la costumbre de rogar “a quienes y del modo que gusten llamarse”,185 así también los llamamos nosotros, /401a/ porque no conocemos otra manera. Me parece, por cierto, que es una buena costumbre. Entonces, si quieres, investiguemos como si hubiésemos prevenido a los dioses que no investigaremos nada sobre ellos –pues estimamos que no seríamos capaces de hacerlo–, sino sobre la opinión con la cual los hombres les colocaron los nombres, pues esto no es ofensivo.
Gorgias, 493a y República IX.586a, donde el cuerpo es “envase” del alma. 185 Para esta expresión, véase Filebo, 12c y Fedro, 246d.
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Herm. – Me parece, Sócrates, que hablas con mesura. Hagamos así, claro. /401b/ Só. – ¿Vamos a comenzar por otra distinta de Hestia, como es la costumbre?186 Herm. – Es lo justo, por supuesto. Só. – Y bien, ¿pensando en qué cosa podría decirse que nombró a Hestia el que la nombró? Herm. – Por Zeus, creo que esto tampoco es fácil. Só. – Es posible, en todo caso, querido Hermógenes, que los primeros que instauraron los nombres no fueran mediocres sino unos meteorólogos y hombres sagaces.187 Herm. – ¿Por qué? Sócr. – Se me hace evidente que la instauración de los nombres es /401c/ labor de hombres de este tipo, y si alguien examina atentamente los nombres 188 no dejará de hallar lo que cada uno extranjeros, quiere decir. Por ejemplo, a lo que nosotros llamamos “realidad” (ousía), hay quienes lo llaman essía e incluso quienes osía. En primer lugar, entonces, de acuerdo con su nombre alternativo, tiene sentido que la realidad de las cosas sea llamada Hestia (Hestía), y que a su vez nosotros digamos que lo que participa de la realidad “existe” (éstin).189 Así, de acuerdo con esto, con toda adecuación se la podría llamar “Hestia”. En 186
Hestia, primera hija de Crono y Rea, hermana de Zeus y Hera, permanecía siempre en el Olimpo y representaba la dimensión religiosa del hogar. Véase, para expresiones similares, Eutifrón, 3a y Aristófanes, Ranas, 845. 187 Es decir “estudiosos del cielo”. Para la crítica implícita, véase 396c y nota ad loc. 188 En este caso, se refiere a otros dialectos. 189 En este nuevo ejemplo de etimologías múltiples, la primera compara el nombre Hestia con variantes de ousía, derivado del participio del verbo eimí “ser, existir” y la segunda, con derivados de othéo “impulsar”. Nótese que la primera refiere a lo estable y la segunda a lo que está en movimiento. Por lo tanto, un mismo nombre puede referir a cosas totalmente contrarias. Esto se subraya en 401e cuando se indica lo poco cierto y provisorio que resulta el análisis.
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rigor, al parecer, antiguamente también nosotros llamábamos essía a la realidad (ousía).190 Incluso, teniendo en mente los sacrificios, /401d/ se podría considerar que quienes los instauraron también pensaban así, porque ofrecer sacrificios a Hestia antes que a cualquiera de los dioses es natural en aquellos que denominaron essía a la realidad (ousía) de todas las cosas.191 Pero al mismo tiempo, cuantos la llamaron osía, tal vez podrían creer con Heráclito que todo lo que existe se mueve y nada permanece.192 Entonces, su causa y guía sería lo que impulsa (othoûn), por lo cual está en verdad bien denominarla osía. Así pues, /401e/ quede dicho esto como de quien nada sabe. Después de Hestia, es justo investigar a Rea y Cronos. En verdad, ya explicamos el nombre de Cronos. Sin embargo, tal vez no estoy diciendo nada cierto. Herm. – ¿Por qué, Sócrates? Sócr. – Mi querido, me viene a la mente un enjambre de sabiduría.193 Herm. – ¿Cómo es eso? /402a/ Só. – Es muy gracioso de decir, sin duda. Pero creo que tiene alguna verosimilitud. Herm. – ¿Cuál es? Só. – Me parece observar que Heráclito dice cosas antiguas y sabias, sin ir más lejos las que atañen a Crono y Rea, esas que también decía Homero. 190
En Platón, ousía oscila entre el sentido de “realidad, lo que existe”, por su relación con el verbo eimí “ser” y el sentido derivado de “lo que vale, riqueza”, tal como en República, I.329e. Aristóteles le conferirá un registro técnico para referirse a la entidad o sustancia. 191 Se dice que es “primera en ser honrada”, como si el nombre Hestia estuviera compuesto del adjetivo eîs “uno solo” en sentido jerárquico y thýa “honrada”. Al mismo tiempo, hay una referencia a las festividades a través del verbo estiáo “festejar, dar un banquete”. 192 El nombre osía se conecta con el verbo othéo “impulsar, empujar”, que implica un tipo de movimiento. 193 Sobre los estragos de la pretensión de sabiduría, véase 399a y nota ad loc.
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Herm. – ¿Por qué dices eso? Sócr. – Heráclito dice en algún lugar que “todo fluye y nada permanece” y, comparando lo que existe con la corriente de un río, dice que “no podrías entrar dos veces en el mismo río”.194 Herm. – Así es. /402b/ Sócr. – ¿Y entonces qué? ¿Te parece que el que estuvo colocando los nombres “Rea” y “Cronos” a los padres de los demás dioses pensaba de manera muy diferente de Heráclito?195 ¿Acaso crees que a los dos les colocó por casualidad nombres de flujos (rheúmata)? En ese sentido dice Homero “Océano, padre de los dioses y Tetis, su madre”,196 y creo que también Hesíodo.197 Y además Orfeo dice en algún lado que “Océano, de hermosa corriente (kallirroé), fue el primero en casarse, /402c/ pues tomó por esposa a Tetis, su hermana por parte de madre”.198 Observa, 194
Véase DK 22B91 y DK 22B49a. Sobre los problemas de autenticidad referidos a los fragmentos “del río”, véase W. Kohan, “Heráclito y un río que no deja de moverse”, en Cuadernos de filosofía 24, Buenos Aires, 1993, pp. 81-92. Este planteo constituye un adelanto de la tesis del flujo que se desarrollará a partir de 411b. 195 El nombre de Rea se pone en relación con rheîn “fluir” y el de Cronos, con krounós “fuente”. Sobre esta última asociación, véase D. Robinson, Krónos, Korónous and Krounós in Plato's Cratylus, Passionate Intellect. Essays on the Transformation of Classical Traditions. Rutgers University Studies in Classical Humanities, New Jersey, 1995, pp. 57 ss. 196 Véase Homero, Ilíada, XIV.201. 197 Véase Hesíodo, Teogonía, 337-70. La reserva suele leerse como una referencia a la complejidad de la genealogía. 198 Orfeo era un poeta legendario que participó de la expedición de los Argonautas, con los cuales superó a las Sirenas en la belleza de su canto, al mantener a pesar de sus cantos fabulosos la atención de sus compañeros. Descendió al inframundo en busca de su esposa Eurídice. En torno del mito de Orfeo se gestó una teología en parte integrada a los misterios de Eleusis. Estas referencias al agua primigenia están efectivamente presentes en cosmogonías orientales, como el Enuma Elish, el Poema de Gilgamesh y el relato hebreo del diluvio. En este sentido, puede pensarse que la
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entonces, que todas las cosas concuerdan unas con otras y apuntan hacia el planteo de Heráclito. Herm. – Es bien claro lo que me dices, Sócrates, pero no obstante no comprendo qué quiere decir el nombre de Tetis. Sócr. – En rigor, en sí mismo, por poco dice que lleva oculto el nombre de “fuente” (pegé), porque lo tamizado (diattómenon) y /402d/ lo filtrado (ethoúmenon) son representaciones de una fuente, y de estos dos nombres está compuesto el nombre “Tetis” (Tethýs). Herm. – Eso, Sócrates, es realmente sutil.199 Sócr. – ¿Y por qué no iba a serlo? ¿Y qué viene después de esto? Ya mencionamos a Zeus. Herm. – Sí. Sócr. – Hablemos entonces de sus hermanos, Poseidón y Plutón, y el nombre alternativo con que lo llaman. Herm. – Claro. Sócr. – En rigor, me parece que el de Poseidón fue puesto por el que primero /402e/ lo nombró porque la naturaleza del mar se extendió frente a él cuando marchaba y ya no le permitió avanzar, sino que le resultó como un nudo en los pies. Entonces llamó al dios que dominaba este poder “Poseidón”, como si fuera un “nudo en los pies” (posídesmos). La “e” está presente, tal vez, a manera de adorno. Aunque quizás no quisiera decir eso, sino que al principio se pronunciaban dos “l” /403a/ en lugar de una “s”, en el sentido de que el dios “sabe muchas cosas” (pollà eidótos). Incluso es posible que se lo haya denominado “el que conmueve” (ho seíon), a partir de “conmover” (seíein) y se añade la “p” y la “d”. Por otra parte, en el caso de Plutón, fue llamado así en relación con su entrega de riqueza, porque la riqueza (ploûtos) sube desde las profundidades de la tierra. En cuando a propuesta teórica de Tales adapta estas ideas a un contexto argumentativo. 199 Véase 399a y nota ad loc.
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“Hades”, me parece que la mayoría supone que con ese nombre se designa lo invisible (aidés) y por temor lo llaman “Plutón”.200 /403b/ Herm. – ¿Por qué crees eso, Sócrates? Sócr. – Me parece que muchas veces los hombres se equivocan totalmente respecto del poder de este dios y le temen sin que lo merezca. En efecto, cada vez que uno de nosotros muere, temen que exista allí por siempre y que el alma, despojada del cuerpo, se vaya con él. Precisamente eso es lo que se ha temido, pero me parece que todo tiende hacia lo mismo, tanto el poder del dios como su nombre. Herm. – ¿Cómo? /403c/ Sócr. – Yo te voy a explicar lo que me parece.201 Dime: ¿para cualquier ser vivo que permanezca en el lugar que sea, ¿cuál es la atadura más poderosa, la obligación o el deseo? Herm. – El deseo prevalece totalmente, Sócrates. Sócr. – Entonces, ¿no crees que muchos escaparían del Hades, si no atase a los que llegan allí con una atadura poderosísima? Herm. – Es evidente, sin duda. Sócr. – En consecuencia, según parece, es necesario que los ate con algún deseo, si es que lo hace con la atadura más fuerte, y no con obligación. Herm. – Evidentemente.
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Se entiende Hades como compuesto de alfa privativa y la raíz de eidénai “ver”, por lo tanto “invisible”, tal como sucede en Gorgias, 493a-b y Fedón, 80d y 81c. La forma poética no tiene aspiración y por lo tanto los términos se vuelven muy similares. Véase 404b, donde se vuelve a este nombre. 201 El análisis del nombre de Hades es ocasión para bosquejar una serie de típicos temas platónicos: 1) los dioses no pueden ser malos ni causantes del mal, como se plantea también en República, II.379a ss.; 2) la muerte no es algo temible, como se sostendrá en Fedón, 67e y 3) hay un deseo legítimo de cuño intelectual que puede hacer feliz al hombre, tal como se bosqueja en República, IX.580d ss.
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Sócr. – ¿Pero acaso los deseos no son, a su vez, numerosos?202 Herm. – Sí. /403d/ Sócr. – Por consiguiente, los ata con el mayor deseo entre los deseos, si es que va a retenerlos con la atadura más fuerte. Herm. – Sí. Sócr. – ¿Entonces existe algún deseo mayor que aquél que se da cuando alguien, al convivir con otro, cree que por ese otro será un hombre mejor?203 Herm. – Por Zeus, Sócrates, no hay ninguno. Sócr. – En consecuencia, digamos, por eso, Hermógenes, que ninguno de los de allí quiere volver aquí, ni /403e/ las Sirenas mismas,204 sino que ellas y todos los demás están fascinados. Discursos tan hermosos sabe pronunciar Hades y, al menos según este argumento, este dios, que hace llegar tantos bienes a los de aquí, es un perfecto sofista y también un gran benefactor de los que habitan con él. Tantas son allí las cosas que lo rodean. Precisamente por eso recibió el nombre de “Plutón” (Ploúton).205 Y al mismo tiempo, el hecho de no querer convivir con los hombres cuando tienen cuerpos, pero sí /404a/ relacionarse con ellos en el momento en que el alma está purificada de todos los males y deseos relativos al cuerpo,206 ¿no te parece que
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Sobre la teoría de los deseos y los riesgos que entrañan, véase República, IX.577b ss. 203 Esta idea se relaciona con el principio del intelectualismo de corte socrático que Platón adopta, según el cual siempre se quiere el bien. Sobre este punto, véase Menón, 77b-78b; Protágoras, 358c; Gorgias, 468c. 204 Las Sirenas son mencionadas en Odisea, XII.39 y 184. Posteriormente fueron ligadas a los cultos funerarios (véase, por ejemplo, Eurípides, Helena, 167-8). Se las incorpora en este pasaje por la relación de su nombre con seirá “atadura, cuerda” y por su legendario poder de seducción, aquí superado por el de Hades. 205 Es decir “rico”, como se dijo en 403a. 206 Véase Fedón, 84d y 114c-e, donde se establece que el contacto y las concesiones al cuerpo causan la excitación y la locura. En
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es propio de un filósofo y de quien ha reflexionado bien que así podría controlarlos, atándolos con el deseo de la perfección, mientras que, si tuvieran la excitación y la locura del cuerpo, ni su padre Cronos podría retenerlos con él, aunque los atara con los lazos que le atribuyen los relatos? Herm. – Me parece que dices algo cierto, Sócrates. /404b/ Sócr. – Así, en realidad, Hermógenes, el nombre “Hades” (Háides) está lejos de haber sido puesto a partir de “lo invisible” (aidés), sino mucho más a partir de “conocer” (eidénai) todas las cosas bellas. A partir de eso fue llamado Hades por el instaurador.207 Herm. – Bien. ¿Y qué pasa con Demeter, Hera, Apolo, Atenea, Hefesto, Ares y los demás dioses? ¿Qué decimos? Sócr. – Es evidente que Demeter fue llamada “Demeter” en relación con dar el alimento, porque lo “da como una madre” (didoûsa hos méter), mientras que Hera (Héra) es alguien /404c/ deseable (eraté). Así precisamente se dice que Zeus la tomó “porque la deseaba” (erastheís).208 Aunque tal vez el instaurador, practicando la meteorología, la llamó “Hera” disimulando el término “aire” (aér), colocando el principio al final. Te puedes dar cuenta, si dices muchas veces el nombre de Hera. En relación con “Ferréfata”, muchos temen este nombre, como también “Apolo”, por desconocimiento, según parece, de la adecuación de los nombres. En efecto, cambiándolo, lo examinan como “Ferséfone”209 y les parece temible. Y sin embargo /404d/ revela que la diosa es sabia, pues dado que las cosas se mueven, lo que las capta (ephaptómenon), las contacta (epaphôn) y puede
República, IX.585a ss. el hincapié está no en el cuerpo mismo, sino en los deseos ligados al cuerpo. 207 Véase 403a y nota ad loc. 208 Véase Homero, Ilíada, XIV.328. 209 Sobre las variantes del nombre de esta divinidad, véase Chantraine, s.v. Persephóne, de etimología oscura.
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seguirlas (epakoloutheîn)210 sería sabiduría. Entonces, la diosa podría ser llamada adecuadamente Ferépafa por la sabiduría y el contacto de lo que se mueve (epaphé toû pheroménou) o algo así –por eso también vive con ella Hades, que es sabio,211 porque ella lo es–, aunque ahora desvían su nombre valorando más la elocuencia que la verdad, de modo que la llaman “Ferréfata”. Lo mismo sucede también /404e/ con Apolo, como digo. Muchos han temido el nombre del dios, como si revelara algo temible.212 ¿O no lo has percibido? Herm. – Por supuesto. Realmente dices la verdad. Sócr. – Y, sin embargo, este nombre, según me parece, está puesto del modo más bello en relación con el poder del dios. Herm. – ¿Cómo? Sócr. – Yo voy a intentar mostrar lo que a mí me parece, porque no /405a/ hay un nombre que se hubiese podido adaptar mejor, siendo uno solo, a los cuatro poderes del dios, de modo que los capta todos y muestra, de algún modo, la música, la mántica, la medicina y el arco. Herm. – Explícalo, porque me estás diciendo que es un nombre extraño... Sócr. – Armonioso, mejor dicho, dado que el dios es músico. En primer lugar, la purificación y los ritos de expiación, tanto en relación con la medicina como con la adivinación, y las consagraciones con /405b/ fármacos medicinales o elementos mánticos, los baños y las salpicaduras que se hacen en esos casos,213 todas
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El pasaje se construye con tres compuestos con epí (ephápto = epí + hápto, “captar”; epapháo = epí + apháo, “contactar”, y epakoloutheîn = epí + akolouthéo, “seguir”), que ofrecen los rasgos que estarían codificados en el nombre de la diosa. 211 Véase 403a-404a. 212 Por la supuesta relación con el verbo apollýo, “destruir”. Véase 405e y nota ad loc. 213 Se trata de parte del ritual de purificación, similar al rociado de agua bendita en la tradición cristiana.
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estas cosas tendrían un único rasgo: dejar al hombre puro tanto en cuerpo como en alma. ¿O no? Herm. – Por supuesto. Sócr. – ¿Entonces el dios que purifica y el que lava (apoloúon) y libera (apolýo) de estos males no sería él? Herm. – Por supuesto. Sócr. – Así, de acuerdo con estas liberaciones (apolýseis) y lavajes (apoloúseis), /405c/ dado que es como un médico de estas cosas, se lo podría llamar adecuadamente “Apoloúon”, mientras que de acuerdo con la mántica, lo verdadero y lo simple (haploûn) – porque es lo mismo- se lo podría llamar con absoluta adecuación como lo llaman los tesalios, porque todos los tesalios llaman Áplous a esta divinidad.214 Por otra parte, por ser siempre un disparador (aeì bolôn) poderoso con el arco es “siempre presto al disparo” (aeibállon). En lo que concierne a la música, se debe suponer, como en los términos “compañero” (akóluthos) y “conyuge” (ákoitis), que “con-“ (“a-”)215 significa a menudo “conjuntamente” (homoû). Aquí significa el recorrido conjunto (homoû pólesis) tanto alrededor del cielo –recorridos que son llamados órbitas (pólous)–, como en relación con /405d/ la armonía en el canto, que se llama sinfonía, porque todo esto, según
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Haploûs significa “simple” y a la vez “franco, sincero, directo”, lo cual referido a los oráculos de Apolo, famosos por sus múltiples sentidos, es sin duda equívoco. En rigor, el oráculo ofrece respuestas, pero de difícil interpretación. Podría pensarse que se trata de un nombre para conjurar los rasgos oscuros de la verdad oracular. Por otra parte, para Platón no todo lo simple es fácilmente captable. Nótese que esos atributos se reúnen en la Teoría de las Formas, referida a realidades que tampoco son fácilmente captables por todos los hombres cuyos sentidos están acostumbrados a la variedad de lo sensible. 215 Se identifica el valor de la alfa acumulativa –la privativa se mencionó en 403a– para para conjeturar el término apólesis “recorrido conjunto”, según el modelo de a-kóluthos “compañero” y á-koitis “conyuge”.
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dicen los expertos216 en música y astronomía, recorre conjuntamente (poleî háma) todo con una armonía. Precisamente este dios controla recorriendo conjuntamente (homopolôn) todo con una armonía, tanto entre los dioses como entre los hombres. Entonces, como al que marcha conjuntamente (homokéleuthon) y a la que se acuesta de manera conjunta (homókoitin) los llamamos “compañero” (akóluthos) y “conyuge” (ákoitis), tras cambiar “con-” (“a-”) en lugar de homo, así también llamamos “Apolo” (Apóllon) al /405e/ “que recorre conjuntamente” (homopolôn), agregando otra “l” porque resultaba homónimo de un nombre penoso,217ése que incluso algunos también ahora, basándose en suposiciones, por no examinar adecuadamente el poder del nombre, temen como si señalara una destrucción. /406a/ Por el contrario, el nombre está puesto, como se decía hace un momento, porque capta todos los poderes del dios: simple (haploû), siempre presto al disparo (aeì bállon), purificador (apoloúon) y que recorre conjuntamente (homopolôn). Asimismo, a las Musas, y en general a la música, este nombre le fue puesto, según parece, a partir de “buscar” (môsthai) tanto la investigación como la filosofía.218 Y Leto lo recibió a partir de la suavidad de la diosa,219 porque es complaciente (ethelémona) con lo que alguien necesita. Pero tal vez es como la llaman los extranjeros –porque muchos la llaman Lethó-. Al 216
El término “expertos” traduce en este contexto el término kompsoí, que venimos traduciendo por “sutiles” (véase 399a y nota ad loc.). Dada la abundancia de este vocablo con connotación crítica en el diálogo, la ironía puede extenderse también aquí. 217 El aludido inicialmente en 404e. El agregado de l permite diferenciar esta forma del participio de futuro de apolýo “el que provocará la ruina”, que es la etimología que se utiliza en Esquilo, Agamenón, 1080-2. 218 Sobre la relación entre musas y filosofía, véase Fedro, 245a ss. 219 Leto es hija de dos Titanes y con Zeus engendró a Apolo y Ártemis. Se propone para explicar su nombre una doble etimología: la primera en relación con “querer” (ethélo) y la segunda con “carácter suave” (leîon éthos).
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parecer, entonces es llamada /406b/ Leethó por los que la llaman así en referencia a que no es de carácter (éthos) áspero, sino amable y delicado (leîon). Por su parte, “Ártemis” muestra lo seguro (artemés) y ordenado, por su deseo de virginidad. Tal vez el que le dio nombre llamó a la diosa “conocedora de la perfección” (aretês hístor), y quizás también porque odiaba la siembra (ároton misésasa) del varón en la mujer. Ya sea por una de esas cosas o por todas ellas el instaurador le puso este nombre a la diosa. Herm. – ¿Y “Dioniso” y “Afrodita”? Só. – Preguntas algo de suma importancia, hijo de Hipónico. Pero, en rigor, estos dioses tienen el sentido de sus nombres de un modo a la vez serio /406c/ y lúdico. Pregúntale a otros por el serio, pero nada impide explayarse en el lúdico, pues también los dioses aman el juego. Así, Dioniso sería, sin duda, “el que da el vino” (didoùs tòn oînon), llamado en broma “Didoínysos”. En cuanto al vino, porque hace creer que son lúcidos (oíesthai noûn) a muchos de los que beben, aunque no lo sean, se lo podría llamar con toda justicia “que da creencia de inteligencia” (oiónous).220 Sobre Afrodita, por el contrario, no vale la pena contradecir a Hesíodo, sino /406d/ aceptar que fue llamada “Afrodita” por su nacimiento de la espuma (aphrós). Herm. – De Atenea, Sócrates, ya que eres ateniense, no te vas a olvidar, ni tampoco de Hefesto y Ares. Sócr. – No sería natural, por cierto. Herm. – Realmente no.
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Platón liga el verbo oíomai “creer” con noûs “inteligencia” para crear un compuesto que suene parecido a oînos “vino”, ya que por ese medio el dios crearía una falsa conciencia de inteligencia. Esta idea está reforzada por el parecido fonético con oionós “pájaro grande”, de los utilizados para la adivinación a partir de las entrañas de las aves, y por extensión “presagio”. De esto se deduce que esa “inteligencia” que ofrece el vino, como es de esperar, está más cerca de la mántica que de la capacidad teórica. Véase sobre este tipo de adivinación, Fedro 244c-d.
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Sócr. – Sin duda, no es difícil decir por qué fue puesto su segundo nombre. Herm. – ¿Cuál? Sócr. – A veces la llamamos “Palas”.221 Herm. – ¿Cómo no? Sócr. – En rigor, si pensamos que este nombre le fue puesto a partir de la danza con armas, /406e/ según creo, lo pensaríamos adecuadamente, porque al hecho de alzarse uno mismo o a otra cosa, ya sea desde la tierra o en /407a/ las manos, lo llamamos, “hacer oscilar” (pállein) y “oscilar uno” (pállesthai), es decir hacer danzar y danzar. Herm. – Por supuesto. Sócr. – Por eso, precisamente, se llama “Palas”. Herm. – También es adecuado, claro. Pero respecto del otro, ¿qué dices? Sócr. – ¿El de Atenea? Herm. – Sí. Sócr. – Eso es más serio, mi querido. Parece, por cierto, que los antiguos consideraban a Atenea como lo hacen los actuales /407b/ expertos en Homero. En efecto, muchos de ellos, cuando interpretan al poeta, dicen que Atenea ha creado la inteligencia misma y el pensamiento. Además, el que creó los nombres parece que pensaba algo así sobre ella, y para hablar todavía mejor de la inteligencia de la diosa (theoû nóesis) dice, más o menos, que ella es “la de inteligencia divina” (ha theonóa), valiéndose de la “a” foránea en lugar de la “e” larga y eliminando tanto la “i” como la “s”.222 221
Palas es un epíteto ritual de Atenea. Según una versión tardía surgió del nombre de una hija de Tritón a quien Atenea dio muerte por accidente, y en honor de quien diseñó el Paladio, una estatua con poderes divinos que confería seguridad a la ciudad que lo poseía y que está en el centro de numerosos mitos del ciclo troyano. 222 Las tres posibilidades son variaciones sobre noûs “inteligencia”; algo esperable, ya que Atenea está ligada a la actividad intelectual. En las primeras dos se la asocia a la noción de divinidad variando la conexión de los elementos del compuesto: por atribución, de
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Aunque tal vez no es así, sino que la llamó “Teónoe” (Theonóe), porque ella conoce (nooúses) los asuntos divinos (tà theía) mejor que todos los demás. Y nada impide incluso, dado que esta diosa es la inteligencia en el carácter (tèn en tôi éthei nóesin), que quisiera llamarla Ethónoe, /407c/ y que, variando el nombre él o algunos más tarde para embellecerlo, según creían, la llamaran “Atena” (Athenáa). Herm. – ¿Y con Hefesto qué pasa? ¿De qué modo lo explicas? Sócr. – ¿Acaso preguntas sobre el noble “conocedor de la luz” (pháeos hístor)? Herm. – Eso parece. Sócr. – ¿No es evidente para cualquiera que él es “Radiante” (Phaîstos), si se agrega la “e” larga? Herm. – Es muy plausible, si es que a ti, como es probable, no te parece otra cosa. Sócr. – Para que no me lo parezca, pregúntame por Ares.223 Herm. – Te pregunto. /407d/ Sócr. – Entonces, si quieres, “Ares” estaría en relación con lo masculino (árren), es decir con lo valiente. Y si, a su vez, está en relación con lo duro y lo inalterable, eso que es llamado sólido (árratos), también por eso convendría en todo sentido llamar al dios guerrero “Ares”. Herm. – Por supuesto. Sócr. – ¡Por los dioses!, apartémonos de las divinidades, porque estoy asustado de hablar de ellas. modo que la inteligencia de la diosa es divina, o por indicación del elemento activo mediante el acento, de modo que Atenea es “la que conoce lo divino”. El artículo en forma dialectal ha –en lugar del ático he– se incorpora al nombre con el valor de una alfa intensiva. En la tercera, se recurre a la conexión con éthos “carácter”. 223 Nuevo indicio de que en este marco teórico no hay necesidad de análisis exhaustivo y de que se pueden producir respuestas múltiples y contradictorias sin llegar a establecer una que sea efectivamente cierta. Un punto se cancela superponiéndole otro.
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Pero proponme lo que quieras acerca de lo demás, “para que veas cómo son los caballos” de Eutifrón.224 /407e/ Herm. – Eso haré, sin duda, después de preguntarte una vez más sobre Hermes, dado que Crátilo me dice precisamente que no soy Hermógenes. Intentemos, entonces, examinar también qué significa el nombre “Hermes”, para que además sepamos si él está diciendo algo cierto. Sócr. – En rigor, parece que “Hermes” es algo relacionado con el lenguaje,225 al menos en un punto, pues al ser hermeneuta (hermeneús), mensajero, artificioso y /408a/ engañoso en sus argumentos y también comerciante, toda esta actividad es una capacidad basada en el lenguaje. Entonces, como decíamos también anteriormente, “hablar” (eírein) es utilizar el lenguaje.226 Además, eso que incluso Homero menciona muchas veces y le dice “pensó” (emésato), eso es “maquinar” (mekhanésasthai). Por ambas cosas, el nominador nos colocó a este dios como si fuera el que piensa el decir, es decir el lenguaje: /408b/ “Hombres, quien pensó el hablar (eírein emésato) podría ser llamado con toda justicia por ustedes Eiremés.” Pero ahora nosotros, embelleciendo el nombre, según creemos, lo llamamos “Hermes”.227 Herm. – ¡Por Zeus! Por lo tanto me parece que Crátilo dice bien que yo no soy Hermógenes. Realmente no soy ingenioso con el lenguaje. 224
Véase Ilíada, V.221-2 sobre los caballos de Eneas. La insistencia en la influencia de Eutifrón está en línea con la de los pasajes 396d y 400a. 225 Podríamos verter igualmente aquí lógos como “argumentación”, tal como hacemos en 408a1,ya que en el pasaje se subraya especialmente la relación intrínseca entre la capacidad lingüística y la aplicación de estrategias argumentativas. 226 Véase 398d. 227 Proclo testimonia aquí una frase no transmitida por los códices y omitida por los editores, con toda la apariencia de una glosa: “En todo caso, probablemente se llamó así a Iris a partir de eíro (“decir”), porque es mensajera.” (Sobre la República, II.255.23-5)
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Sócr. – Además, incluso, que Pan sea hijo de Hermes por partida doble es lo natural, compañero. /408c/ Herm. – ¿Y eso por qué? Sócr. – Sabes que el lenguaje señala, rodea y recorre (poleî) siempre todo y es doble, verdadero y falso.228 Herm. – Claro. Sócr. – Entonces lo verdadero de él es delicado, divino y vive arriba entre los dioses, mientras que lo falso habita abajo entre la mayoría de los hombres, áspero y trágico.229 Allí, en el modo de vida trágico, son muchos los mitos y las cosas falsas. Herm. – Muy cierto. Sócr. – Por lo tanto, el que revela todo (pân) y es recorredor constante (aeì pólon) sería con toda corrección /408d/ “Pan pastor de cabras” (Pàn aipólos), hijo de Hermes por partida doble, delicado en las partes superiores y áspero y con forma de cabra en las inferiores.230 Asimismo, Pan es o el lenguaje o 228
Sobre la ambivalencia del lenguaje se trató en 385b ss. y se volverá en 429d ss. para impugnar el naturalismo. Las múltiples posibilidades de interpretación de los nombres son un señalamiento del problema que presenta este enfoque respecto de la verdad. Más aun, en la doble naturaleza del lenguaje que se describirá inmediatamente se plasma la dualidad constitutiva que hace que cualquier enunciado pueda ser, en principio, verdadero o falso. Véase Introducción, 4.5. 229 Todo el pasaje sobre Pan es un juego de palabras en torno de su doble naturaleza: parte superior de hombre e inferior de cabra. La mención de la tragedia responde a la composición del término tragoidía, canto (aoidé) que acompañaba el sacrificio de una cabra (tragós) en las fiestas de Dioniso. Esto permite asociar la poesía trágica con la parte inferior de Pan y por lo tanto con el tipo de lenguaje de menor calidad, que induce a error. 230 La introducción de la idea de “recorrer” (poleîn), ya utilizada en el caso de Apolo en 405d, permite tener presente la idea de movimiento, que se plasmará en la tesis del flujo en 411b, y asociarla cómicamente con la actividad de pastoreo, ya que la contracción de aeí polôn “que recorre siempre” da por resultado aípolos “pastor de cabras”. Esta actividad rústica contrasta con las actividades intelectuales de la parte superior del lenguaje, que lleva a la verdad.
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hermano del lenguaje, si es precisamente hijo de Hermes, y no es nada sorprendente que un hermano se parezca a su hermano. Pero como yo decía, bienaventurado, apartémonos de los dioses. Herm. – De este tipo al menos, Sócrates, si quieres. Pero sobre los otros, ¿qué te impide explayarte, por ejemplo acerca del sol y la luna, las estrellas, la tierra, el éter, el aire, /408e/ el fuego, el agua, las estaciones y el año? Sócr. – Me ordenas demasiado, y sin embargo, si es que te va a agradar, estoy dispuesto. Herm. – Realmente me va a agradar. Sócr. – ¿Entonces qué quieres primero? ¿Tratamos, acaso, el sol (hélios), como dijiste? Herm. – Claro. Sócr. – Parece que resultaría evidente, especialmente si se usa este nombre en /409a/ dórico –pues los dorios lo llaman hálion-. Entonces sería hálios en referencia a que reúne (halízein) en un mismo lugar a los hombres cuando se eleva, aunque podría ser también que “gira siempre mientras avanza” (aeì heílein ión) alrededor de la tierra, y parecería que al avanzar decora las cosas que surgen de la tierra. Por cierto, decorar (poikíllein) y jaspear (aioleîn)231 es lo mismo. Herm. – ¿Y qué pasa con “luna” (seléne)?232 Sócr. – Evidentemente, este nombre pone en aprietos a Anaxágoras. Herm. – ¿Por qué? Sócr. – Parece que muestra en fecha más antigua lo que /409b/ él decía recientemente, que la luna toma su luz del sol. Herm. – ¿Y cómo? Sócr. – De algún modo, brillo (sélas) y luz (phôs) son lo mismo. 231
Como si aeì íon heileîn “girar siempre mientas avanza” se contrajera en aioleîn “jaspear”. 232 La derivación que se efectuará es correcta. Sélas agrega sufijo – na, igual que el latín forma “luna” a partir de lux y el mismo sufijo.
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Herm. – Sí. Sócr. – Y esta luz alrededor de la luna es siempre nueva y vieja,233 si es verdad lo que dicen los seguidores de Anaxágoras. Al hacer un recorrido circular proyecta siempre luz nueva, mientras que es vieja la del mes anterior. Herm. – Claro. Sócr. – Por eso muchos la llaman selanaía. Herm. – Claro. Sócr. – Porque al brillo que es siempre nuevo y viejo (sélas néon te kaì henón ékhei aeí) podrían llamarlo con toda justicia /409c/ selaenneoáeia, pero contrayendo el nombre se la llama selanaía. Herm. – Ese nombre tiene forma de ditirambo, Sócrates. ¿Pero que dices del mes234 y las estrellas? Sócr. – “Mes”, a partir de menguar (meioûsthai), sería correctamente llamado meíes, mientras que las estrellas parecen recibir su nombre del relámpago (astrapé). El relámpago, por su parte, tendría que ser anastropé, porque perturba los oídos (tà ôta anastréphei), pero ahora es llamado astrapé, para embellecerlo. Herm. – ¿Y en el caso del fuego y el agua? /409d/ Sócr. – “Fuego” (p• r) me trae problemas. Incluso es posible que la musa de Eutifrón me haya abandonado, o que este caso sea muchísimo más difícil. Examina, entonces, el artilugio que introduzco en todo esto que me podría traer problemas.235 Herm. – ¿Cuál? 233
Esta teoría se ha atribuido a menudo a pensadores anteriores a Anaxágoras. Véase C. Eggers Lan y otros, Los filósofos presocráticos III, Madrid, Gredos, 1980. 234 “Mes” aparece en esta enumeración junto con los astros, porque el término se usó para referirse a la luna, antes de ser sustituido por seléne. La raíz de este término tiene que ver con la idea de “medida”. 235 A la calificación de “ditirámbico” en 409c, señalando lo excesivo, se suma ahora la declaración de metodología espuria. La atribución de un origen no griego, tanto como un origen suprahumano, será rechazada luego en 416a precisamente como una artimaña para evadir explicaciones.
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Sócr. – Yo te lo voy a decir. Contéstame: ¿podrías decirme de acuerdo con qué parámetro se da nombre al fuego? Herm. – ¡Por Zeus! Yo al menos no. Sócr. – Examina, precisamente, lo que yo supongo sobre él. Sin duda, pienso /409e/ que los griegos, y especialmente los que viven bajo gobierno bárbaro, han tomado de los bárbaros muchos nombres. Herm. – ¿Y entonces qué pasa? Sócr. – Si alguien busca cómo está naturalmente puesto, de acuerdo con la lengua griega y no de acuerdo con aquella a la cual pertenece precisamente el nombre, sabes que estaría en problemas. Herm. – Naturalmente, claro. /410a/ Sócr. – Mira, por lo tanto, no sea cosa que también este nombre, “fuego” (p• r), sea de orígen bárbaro, porque no es fácil de fijar en lengua griega, mientras que es evidente que los frigios lo llaman así, desviándolo un poco.236 Y también sucede con “agua” (hýdor), “perros” (kýnes) y otros muchos. Herm. – Así es. Sócr. – Por eso, es necesario no forzar estos casos, aunque se pudiera hablar sobre ellos. Entonces, por esa razón /410b/ destierro al fuego y al agua. Pero, en rigor, Hermógenes, ¿acaso el aire fue llamado “aire” (aér) porque toma (haírei) lo que está sobre la tierra? ¿O porque fluye siempre (aeì rheî)? ¿O porque surge de él un viento que fluye (rhéontos)? Porque los poetas llaman a los vientos “ráfagas” (aétai). Tal vez, entonces, quiere decir que “corre como ráfaga” (aetórroun), como si dijera que corre como viento
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En rigor, p• r es de raigambre propiamente indoeuropea y posee paralelos en numerosas lenguas (pir en umbro, hur en armenio, fuir en germánico, etc.) y mienta el fuego como elemento inanimado. La variante animada, que el griego no conserva, se encuentra en el sánscrito agni y el latín ignis, por ejemplo, a partir del cual se dan en castellano los términos “ígneo, ignición”, etc.
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(pneumatórroun).237 Y entiendo el eter de este modo: porque siempre corre (aeì theì) fluyendo alrededor del aire (aér), se lo puede llamar con justicia aeitheér. La tierra (gê), por su parte, indica mejor lo que quiere decir /410c/ si se la llama gaîa, porque se la llamaría adecuadamente engendradora (gennéteira), según dice Homero, pues a “ser engendrado” (gegennêsthai) le dice gegáasin.238 Bien. ¿Entonces qué teníamos después de esto? Herm. – Las estaciones, Sócrates, el ciclo y el año. Sócr. – Hay que referirse a las estaciones con el antiguo dialecto ático, si es que quieres conocer lo verosímil, pues son estaciones (hôrai) porque definen (horízein) los inviernos y los veranos, los vientos y los frutos de la tierra. Precisamente porque definen (horízousai) se las podría llamar con justicia hórai.239 /410d/ Me parece que ciclo y año es una sola cosa, porque lo que promueve hacia la luz, por turnos, a cada cosa que crece y nace y la supervisa (exetázon) en sí mismo (en autôi), eso, como antes al nombre de Zeus dividido en dos unos lo llamaban Zeus y los otros Día,240 así también aquí unos lo llaman “ciclo” (eniautós), porque actúa en sí mismo (en heautôi) y otros “año” (etós) porque examina (etázei). El argumento entero es que la expresión “examina en sí mismo” (en heautôi etázon), 237
En este pasaje se conjuga la desestimación de la posibilidad de análisis de algunos términos con la sobrecarga de interpretación respecto de otros: para “aire” (aér) se proponen cinco composiciones apenas conectadas sin indicar preferencia por ninguna. A partir de aquí se acelera la producción de análisis, como se desprende del “avance” aludido en 410e. Véase Introducción, 4.3.1. 238 La forma gaía permite aislar un elemento básico ga-, que se encuentra en el perfecto homérico citado gegáasin, con el sentido de “que ha engendrado” más un sufijo –ia formador de sustantivos. 239 Para conectar hôrai “estaciones” y horízein “definir”, se cambia la cantidad de la vocal inicial (omega por omicrón). Se le atribuye a Pródico un tratado con el título Hôrai o sobre la naturaleza (DK 84B2) en la que puede haber constado una idea como ésta. 240 Véase antes 396a.
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aunque sea una, se pronuncia de dos maneras, de modo que quedan dos nombres, “ciclo” (eniautón) y “año” (étos), a partir /410e/ de una única frase.241 Herm. – Realmente, Sócrates, estás progresando mucho. Sócr. – Parece, creo, que ya voy avanzando en la vía de la sabiduría. Herm. – Por supuesto. Sócr. – Quizás vas a decir más. /411a/ Herm. – Al contrario, después de esta clase, yo, por mi parte, contemplaría con gusto con qué tipo de adecuación están puestos estos bellos nombres, los que tienen que ver con la perfección, por ejemplo, sensatez (phrónesis) y comprensión (sýnesis), justicia (dikaiosýne) y todos los demás similares. Sócr. – Remueves, compañero, un grupo de nombres no desdeñable. Pero, sin embargo, dado que precisamente me puse la piel de león,242 no me tengo que acobardar, sino examinar, según parece, la sensatez, la comprensión, el juicio, el conocimiento y /411b/ todos los demás bellos nombres que mencionas. Herm. – Por supuesto que no debemos desistir pronto. Sócr. – Realmente, ¡por el perro! Me parece que no adivino mal lo que en este preciso momento se me acaba de ocurrir:243 que los hombres muy antiguos que 241
Tanto eniautós como étos significan “año”, lo cual explica que aquí se los quiera reunir en una única expresión originaria. El primero de ellos, sin embargo, puede referir además a “ciclos” o extensiones temporales mayores a un año. Esta expresión originaria no se denomina rhêma, como en otros contextos (véase 399b), sino lógos, que aquí traducimos como “frase”. Este uso puede responder a que se reconoce en este caso una estructura oracional que trasciende la predicación. 242 Se ha visto en esta mención de la “piel de león” una referencia a Antístenes, en tanto en su filosofía colocaba a Heracles como paradigma de conducta (véase SSR V.A.92-9). A partir de aquí se inicia el análisis de los nombres de excelencias morales e intelectuales. 243 Este cambio temático va acompañado de la postulación de la hipótesis del flujo, adelantada en 402a-b, que signará el diálogo
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colocaron los nombres de todo, como la mayoría de los sabios actuales, por girar constantemente buscando cómo son las cosas que existen,244 se marean, y luego les parece que las cosas giran y se mueven completamente. /411c/ En rigor, señalan que la causa de esta creencia no es la afección interna en ellos, sino que las cosas mismas son así: ninguna de ellas es estable ni sólida, sino que fluyen, se mueven y están llenas de todo movimiento y constante generación. Y lo digo después de pensar en todos los nombres de hace un momento. Herm. – ¿Y cómo es eso, Sócrates? Sócr. – Tal vez no te percataste de lo que acabamos de decir: los nombres están puestos en todas las cosas como si se movieran y fluyeran y estuvieran en proceso de generación. Herm. – No me había dado mucha cuenta. /411d/ Só. – En rigor, en primer lugar, ese nombre que mencionamos primero tiene completamente estos rasgos. Herm. – ¿Cuál? Sócr. – “Sensatez” (phrónesis), porque es “la intelección del movimiento y el flujo” (phoràs kaì rhoû nóesis). También sería posible entenderlo como “aprovechamiento del movimiento” (ónesis phorâs). Aunque, entonces, de todos modos, se refiere al hasta el final, por sus contactos con la filosofía heraclítea (véase Introducción, 4.3.1 y 4.4). Esta hipótesis viene teñida de referencias a la mántica, que se habían presentado ya en las referencias a Eutifrón (véase 397a y nota ad loc.). Ahora se agrega la idea de que el legislador está mareado, es decir, no ve movimiento porque las cosas efectivamente se muevan, sino porque su percepción falla. Este enfoque evidencia la actitud crítica e irónica del pasaje de las etimologías. 244 Con este giro orientado al “cómo es” se refuerza la plausibilidad de la referencia a Antístenes, dados los testimonios sobre la doctrina de la imposibilidad de definir, es decir de contestar a la pregunta “qué es x” (tí esti x), y la postulación alternativa en términos de “cómo es x” (pôs ékhein x). Sobre este punto véase Introducción, 4.2.1.
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movimiento. Si te place, “juicio” (gnóme) muestra enteramente el examen y la observación de la generación (gonês ... nómesis), porque “observar” (nomân) y “examinar” (skopeîn) es lo mismo. Y si te place, el término mismo “intelección” (nóesis) es el impulso de lo nuevo (neoû hésis). Que las cosas existentes son jóvenes significa que están en constante devenir. /411e/ Entonces, el que le puso el nombre neóesis revela que el alma apunta a eso, porque al principio no se llamaba “intelección” (nóesis), sino que en lugar de la “e” larga había que pronunciar dos “e” breves, noéesin. “Moderación” (sophrosýne) es la preservación (sotería) de lo que recién investigábamos, de la sensatez (phrónesis). /412a/ Asimismo, el conocimiento (epistéme) revela que el alma valiosa sigue (hepoméne) a las cosas que se mueven y no las abandona ni las deja atrás. Por eso, precisamente, agregándole un espíritu áspero, hay que llamarla hepistéme.245 A su vez, “comprensión” (sýnesis) parecería que es tal como un razonamiento, y cuando se dice “comprender” (syniénai), sucede que se dice 245
Los manuscritos transmiten “agregándole ‘e’”, por lo cual se ha sostenido que Platón se refiere a un supuesto término originario *epeistéme, y por lo tanto a la relación con el verbo peíthomai “confiar”. Dado que se trata de un pasaje paralelo de 437a y allí se dice que la modificación se da en el principio de la palabra, esta opción es problemática. Como alternativa, podría pensarse que la epistéme no es el punto de partida de la modificación, sino el resultado del agregado de “e” a *pistéme, lo cual referiría a la noción de pístis “confianza”. Esta opción hace poco usual la expresión “hay que llamarla”, asociada habitualmente a las formas originarias y no las alteradas que efectivamente se usan. Lo más convincente parece la corrección de Schmidt, a la que se atiene la edición de Nicoll y Duke, que propone que lo que se agrega es un espíritu áspero, graficado como • , lo cual podría haber sido confundido posteriormente con E. En este caso, se establecería una relación con el verbo hépomai “seguir”, lo cual está en consonancia con 417a, donde se dice que epistéme indica el movimiento conjunto del alma con las cosas, lo cual se ajusta mejor a la idea de “seguir” que a la de “confiar”. Lo mismo se aplica a 437a.
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exactamente lo mismo que “entender” (epístasthai), pues “comprender” (syniénai) quiere decir que el alma marcha junto (symporeúesthai) con las cosas.246 /412b/ Por su parte, “sabiduría” (sophía) significa que capta el movimiento. Esto es más oscuro y foráneo. Pero es preciso recordar que los poetas muchas veces, sobre las cosas que casualmente comienzan a avanzar de golpe, dicen “se precipitó” (esýthe). Un hombre espartano de esos famosos tenía incluso el nombre Soûs. Sin duda, los lacedemonios llamaban así al impulso rápido.247 Entonces, sabiduría significa ese “contacto” (epaphé) con el movimiento”, porque los seres se mueven. Ahora bien, /412c/ “bueno” (agathón) quiere decir que este nombre se aplica a lo admirable (agastós) de toda la naturaleza. Dado que las cosas existentes circulan, por lo tanto algunos tienen rapidez y otros lentitud. Entonces, no todo es rápido, sino su parte admirable. Precisamente, lo admirable entre lo veloz (thooû... agastôi) tiene el nombre “bueno” (tagathón). “Justicia” (dikaiosýne) es fácil de explicar, porque este nombre se aplica a la comprensión de lo justo (toû dikaíou synésis). Y sin embargo, lo justo (díkaion) mismo es difícil, puesto que, en rigor, parece que hasta cierto punto incluso hay /412d/ acuerdo en la mayoría, pero 246
Para establecer esta relación se toma syniénai como si fuera infinitivo de eími “ir” y, por lo tanto, derivado de un verbo de marcha, precisamente como poreúesthai “marchar”. En rigor, syniénai proviene del verbo híemi “arrojar, poner en movimiento”. El compuesto con sýn “con”, tiene el sentido de “colocar junto” y de allí se desarrolla su sentido intelectual de “comprender”. Sýnesis es el doble etimológico del latino coniectura, que da el español “conjetura”, en tanto juicio que se “arroja” sobre algo. El sentido adicional en griego es que siempre se trata de una conjetura correcta, que indica que se comprende. 247 Se recurre a thoós, forma nominal de théo “correr”, para explicar que la primera sílaba de sophía “sabiduría” implica rapidez, de modo que sería una nominalización de la expresión thoós epaphé “contacto con el impulso”. Sobre el nombre propio Soûs, véase Plutarco, Licurgo 2, donde ése es el nombre de uno de sus antepasados.
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más allá de eso se discute. Cuantos creen que todo está en circulación, suponen que la mayor parte de ello es de tal naturaleza que no es otra cosa que correr, y que a través de ese todo hay algo que lo atraviesa, por lo cual surgen todas las cosas que surgen. Eso es lo más rápido y ligero, porque de otro modo no podría recorrer todo lo que existe, si no fuera lo más ligero, de modo que nada lo contenga, y lo más rápido, de modo que se valga de las demás cosas como si estuvieran quietas. /412e/ Entonces, dado que gobierna todo lo demás atravesándolo (diaión), le fue puesto con adecuación este nombre “justo” (díkaion), agregando la fuerza de la “k” para que suene mejor. Entonces, hasta aquí, como decíamos hace un momento, /413a/ la mayoría está de acuerdo en que eso es lo justo. Pero yo, Hermógenes, dado que soy infatigable en este tema, me he informado de todo esto en charlas secretas:248 lo justo y la causa es lo mismo, porque aquello por lo cual (di’ hó) sucede algo, eso es la causa – y se dice que por eso es adecuado llamar así a Zeus (Día)–.249 Sin embargo, cuando tras escuchar eso les pregunto de nuevo 248
Con “foráneo” se refiere a no ático. La mención de lo secreto (apórretos) se aplica al ámbito de lo religioso, especialmente a los cultos mistéricos. En el contexto de este diálogo guarda relación especialmente con dos aspectos ya mencionados: en primer lugar, con lo que se dice en estado de inspiración (véase 397a y nota ad loc.) y, en segundo lugar, con lo que se comparte con pocos, como las lecciones de Pródico, aludidas en 384b, y de los sofistas en general (391b-c), en este caso porque se socializan sólo a cambio de dinero. 249 Para el análisis de díkaion, “justo”, una opción toma a diá en sentido locativo –“a través”– y la otra en sentido causal –“por lo cual”–, asociada en los dos casos con el participio de eími “ir”. Sobre el rechazo de la pregunta “qué es” (tí esti) en la línea de análisis lingüístico, véase Introducción, 4.2.1 y 411b. Este pasaje tiene múltiples puntos de contacto con la “autobiografía intelectual” de Sócrates en Fedón, 96a ss., donde se plasma la insatisfacción frente a los planteos tradicionales. En este caso, el tono es más lúdico y no se mencionan las Formas como solución, pero aparecen igualmente la noción de causa y las críticas a Anaxágoras.
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tranquilamente lo mismo: “¿entonces, mi amigo, qué es lo justo, si eso es así?”, parece que ya pregunto más de lo conveniente y que sobrepaso la raya. /413b/ Porque dicen que ya he preguntado suficientemente y, cuando quieren satisfacerme, intentan decir entonces cada uno una cosa diferente y ya no son de la misma opinión. Uno dice que lo justo es el sol, porque sólo él gobierna lo existente atravesando y quemando (diaiónta kaì káonta).250 Entonces, cuando se lo digo a otro, contento porque escuché algo bello, ése se burla de mí al escucharme y pregunta si creo que no existe nada justo entre los hombres /413c/ cuando el sol se pone. Así, cuando yo, infatigable, le pregunto lo que a su vez dice él, dice que es el fuego mismo. Pero eso no es fácil de comprender. Otro dice que no es el fuego mismo, sino lo caliente presente en el fuego. Pero otro sostiene que se burla de todo eso y que lo justo es lo que dice Anaxágoras, es decir la inteligencia (noûs), pues, por tener autodominio y no estar mezclada con nada, dice que ordena todas las cosas recorriéndolo todo. Precisamente en este punto, mi amigo, yo estoy en mucha mayor confusión que antes de intentar estudiar qué es lo justo. /413d/ Entonces, ese nombre, cosa por la que estábamos examinando, parece que le fue puesto por eso. Herm. – Me parece, Sócrates, que esto se lo has escuchado a alguien y no estás improvisando.251 250
Como si díkaion estuviera compuesto de dià-ión, como ya se dijo, o de di-kaíon, de káo “quemar”, de allí la conexión con el sol y lo caliente, en lo cual se ha visto una referencia a Heráclito (DK 22B16). 251 La repetición mencionada no es un indicio de saber cierto sino un demérito. Sobre una defensa de la improvisación (autoskhediázein) en la retórica, véase Alcidamante, Sobre los que escriben discursos escritos, passim. Del mismo modo, lo que se repite tiene, para Platón, una calidad menor, porque no surge del verdadero saber interno. Véase a ese respecto las críticas a la escritura en Fedro, 274e ss., que pueden ser trasladadas también a la repetición de contenidos orales, como sucede con el poema de Simónides de Protágoras¸ 339a ss. Véase G. Fernández Walker,
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Sócr. – ¿Y en los demás casos? Herm. – En esos no mucho. Sócr. – Escucha entonces, porque tal vez también en lo que resta te engañe con que hablo sin haberlo oído. Después de la justicia, ¿qué nos resta? Todavía no describimos la valentía (andreía), creo. /413e/ Porque es evidente que la injusticia (adikía) es un obstáculo de lo que atraviesa, mientras que la valentía significa que es en la lucha donde la valentía recibe su nombre – aunque, en realidad, la lucha, si es que fluye, no es otra cosa que el flujo contrario– entonces si alguien le quita una “d” al nombre de la valentía (andreía), esta tarea revela el nombre anreía.252 Es evidente, por cierto, que no en todo flujo el flujo contrario es valentía, /414a/ pero sí en el que fluye junto a lo justo, porque de otra manera no se hubiese elogiado la valentía. Asimismo, “masculino” (árren) y “hombre” (anér) son similares al flujo hacia arriba (áno rhoê), mientras que “mujer” (gyné) me parece que pretende ser “generación” (goné). Y, por otra parte, “femenino” (thêly) evidentemente recibió su denominación a partir de mama (thelê). ¿Acaso la mama no se llama así, Hermógenes, porque hace florecer (tethlénai), como en las plantas regadas? Herm. – Así parece, Sócrates. Sócr. – En realidad, creo que el mismo “brotar” (thállein) se compara con el crecimiento de los jóvenes, porque /414b/ sucede rápido y de golpe. Entonces, precisamente eso se ha imitado con el nombre, dando armonía a ese nombre a partir de correr (theîn) y saltar (hállesthai). Pero no te estás dando cuenta cómo me voy fuera de la carrera cuando logro llegar a terreno
“Los jardines de Adonis. Platón entre la oralidad y la escritura”, en L. Castello – C. Mársico (eds.), ¿Cómo decir lo real? El lenguaje como problema entre los griegos, Buenos Aires, Altamira, en prensa. Por otra parte, que Sócrates repitiera algo ajeno iría en contra de la supuesta inspiración que guía el análisis a partir de 396d. 252 Como si fuera un prefijo negativo + rheo, “fluir”.
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liso.253 No obstante, tenemos todavía un montón de asuntos que parecen serios. Herm. – Estás diciendo la verdad. Sócr. – Uno de ellos es precisamente ver qué quiere decir “técnica” (tékhne). Herm. – Por supuesto. Sócr. – ¿No significa posesión de inteligencia (héxis noû), si se /414c/ quita la “t” y se agrega la “o” en medio de la “kh” y la “n” y de la “n” y la “e” larga?254 Herm. – Eso es realmente lamentable, Sócrates... Sócr. – Bienaventurado, no sabes que los primeros nombres colocados han sido ya sepultados por los que querían volverlos trágicos, agregando y quitando letras para que sonara mejor y revolviéndolas de cualquier modo, como también por embellecimiento o por el tiempo transcurrido. Porque, ¿no te parece absurdo que en “espejo” (kátoptron) se agregue una “r”?255 Y, sin embargo, creo que eso hacen los que no se preocupan en nada por la verdad, /414d/ sino que modelan la boca de modo que, insertando muchos cambios en los nombres primarios, hacen finalmente que ninguno de los hombres comprenda lo que significa un nombre. Por ejemplo, a la Esfinge la llaman “Esfinge” (sphíx) en
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Precisamente, el ámbito de los nombres comunes permite asociaciones fáciles. Esto culminará en 414d en la idea de que se puede adaptar cualquier nombre a cualquier cosa. De allí que los asuntos “tengan la apariencia” de serios, pero que su enfoque vicie el análisis. 254 Tékhne provendría entonces de ekhonóe, compuesto de ékho, “tener” y noûs, “inteligencia”. La acumulación de modificaciones merece la burla de Hermógenes, lo cual promueve la explicitación de la lógica del cambio lingüístico por alteración del material originario. A este punto se retornará en 434d-e, pero para impugnar el naturalismo, porque el cambio generalizado haría depender toda comprensión del uso y no de la captación del sentido intrínseco del nombre. 255 Ya que impide captar la relación directa con la idea de “ver” presente en la raíz de horáo.
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lugar de “Finge” (phíx), y hay muchos otros ejemplos.256 Herm. – Así es esto, precisamente, Sócrates. Sócr. – Y si, a su vez, se va a permitir agregar y quitar a los nombres lo que se quiera, habrá plena facilidad y cualquier nombre se podría adaptar a cualquier cosa.257 /414e/ Herm. – Dices la verdad. Sócr. – La verdad, precisamente. Pero es preciso, creo, que tú, como sabio supervisor, custodies la mesura y la verosimilitud. Herm. – Eso quisiera. Sócr. – Y yo lo quiero contigo, Hermógenes. No obstante, /415a/ no seas demasiado riguroso, querido, “no sea que vayas a debilitar mi fuerza”,258 porque voy hacia la cumbre de lo que he dicho, cuando después de “técnica” vaya a examinar “artificio” (mekhané). Sin duda, me parece que “artificio” (mekhané) es signo de “finalizar la mayor parte” (aneîn epì polý), porque “distancia” (mêkos) significa de algún modo “mucho” (tò polý). Entonces, el nombre “artificio” (mekhané) está compuesto de ambos, de “distancia” (mêkos) y de “finalizar” (aneîn). Pero, como acabo de decir, es preciso llegar hasta la cumbre de lo dicho, pues hay que 256
Phíx se lee en Hesíodo, Teogonía, 326. Véase 414b y nota ad loc. 258 Véase Homero, Ilíada, VI.264-5, donde Héctor rechaza el vino antes de una batalla. En este caso, la rigurosidad del interlocutor, que haría las veces del dialéctico mencionado en 390c, sería un obstáculo para el desarrollo del método. Eso está en las antípodas de lo que sucede en la dialéctica, que reposa enteramente en la lucidez y precisión de quienes dialogan. La prescindencia de controles rigurosos externos asemeja este proceder al de los oradores y su relación con la noción de verdad como coherencia de enunciados. En rigor, no importa realmente la certidumbre de las etimologías, aun cuando de ello depende supuestamente la adecuación entre nombres y cosas. Esto va más allá de un planteo sobre el grado de exactitud de una disciplina y es una impugnación a las prácticas descuidadas entre las cuales se cuenta la etimológica. Que en la parte que se menciona como “cumbre” esté el análisis del término mekhané “artilugio” puede entenderse como una ironía en este sentido. 257
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buscar lo que quieren decir los nombres “perfección” (areté)259 y “vicio” (kakía). /415b/ Uno, lo veo así, y el otro, me parece que es evidente, porque coincide con todo lo anterior. Efectivamente, dado que las cosas van en movimiento, todo lo que va mal (kakôs ión) sería “vicio” (kakía). Y toda vez que eso se da en el alma, el ir mal hacia las cosas, lleva especialmente el nombre general de vicio (kakía). Qué es “ir mal”, me parece que se manifiesta también en “cobardía” (deilía), término que todavía no describimos, sino /415c/ que lo pasamos por alto, aunque debía haber sido examinado después de la valentía.260 Me parece, además, que hemos pasado por alto también muchas otras cosas. Entonces, la cobardía (deilía) del alma significa que hay un nudo fuerte (desmòs iskhyrós), porque lían (muy) es un poder (iskhýs), de modo que la cobardía sería un nudo poderoso (desmós ho lían), precisamente el más grande del alma. Del mismo modo, no sólo es un mal la confusión, sino también todo lo que, según parece, sea un obstáculo para el movimiento y la marcha. Parece, entonces, que eso es lo que muestra el ir mal (kakôs iénai): marchar deteniéndose y con obstáculos, eso que cuando el alma lo posee, se llena de vicio. Y si “vicio” (kakía) es el /415d/ nombre de estas cosas, lo contrario de esto sería “perfección” (areté), que significa en primer lugar la solución, y, en segundo lugar, que el flujo del alma buena está siempre libre, de modo que tomó este nombre porque fluye siempre de modo irreprimible y sin estorbos (askhétos kaì akolýtos aeì rhéon), según parece. Es adecuado llamarla aeireíte, pero se la comprimió y se la llamó areté. Y quizás, a su vez, dirás que yo la estoy modelando, pero yo sostengo que, si lo /415e/ que antes dije, “vicio” (kakía), es 259
Se mencionó en 411a. Este orden preferible en el análisis evidencia la estructuración semántica del enfoque. Véase Introducción, 4.2.1 y 4.3.1. El estudio de términos opuestos se hizo ya en ocasión de “justo” e “injusto” en 413a-e y “masculino” y “femenino” en 414a.
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adecuado, también es adecuado el nombre “perfección” (areté).261 /416a/ Herm. – Y “mal” (kakón), por medio del cual planteaste mucho de lo previo, ¿qué significaría ese nombre? Sócr. – A mí personalmente me parece, ¡por Zeus!, que trae a cuento un asunto absurdo y difícil. Introduzco en este caso, entonces, aquel artilugio. Herm. – ¿Cuál? Sócr. – El de decir que también éste es un caso de uso bárbaro.262 Herm. – Parece, realmente, que lo dices con toda adecuación, pero si te parece, dejemos eso e intentemos ver de qué modo “bello” (kalós) y “feo” (aiskhrós) tienen sentido. Sócr. – De hecho, me parece que es absolutamente /416b/ evidente lo que significa “feo” (aiskhrón), porque eso se acordó antes. Creo, en efecto, que el que colocó los nombres reprocha en todo momento lo que obstaculiza y estorba el flujo de las cosas existentes, y, en este caso, a lo que siempre detiene el flujo (tôi aeì ískhonti tòn rhoûn) le puso el nombre aeiskhoroûn. Pero ahora, contrayéndolo lo llaman aiskhrón. Herm. – ¿Y lo bello (kalón)? Sócr. – Eso es más difícil de desentrañar.263 Aunque él mismo lo dice. Sólo está alterado en la armonía y la cantidad de la “o”. Herm. – ¿Cómo? Sócr. – Este nombre parece ser la denominación del pensamiento (diánoia).264 261
El condicionamiento de buscar “sistemas de coherencia semántica” hace que areté “excelencia” se defina especularmente como lo que no es vicio (kakía), lo cual justifica el análisis confesadamente forzado. Véase 436c-d. 262 Nótese que se desestima el análisis de un término fundamental sobre el que se han apoyado otros, declarando el uso de un artilugio ya condenado en 409d-e. 263 Referencia al proverbio khalepà tà kalá, “arduas, las cosas bellas”, ya mencionado en 384b (véase nota ad loc.).
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Herm. – ¿Cómo dices? /416c/ Sócr. – Vamos, ¿cuál crees tú que es la causa de que cada cosa existente tenga su nombre? ¿Acaso no es aquello que puso los nombres? Herm. – Totalmente. Sócr. – ¿Y eso no sería el pensamiento, ya sea de los dioses o de los hombres o de ambos? Herm. – Sí. Sócr. – ¿Y lo que nombró las cosas (kalésas) y lo que las está nombrando (kaloûn) es lo mismo, el pensamiento?265 Herm. – Evidentemente. Sócr. – ¿Y cuantas cosas hagan la inteligencia y el pensamiento, esas cosas son elogiables, pero las que no, son reprochables? Herm. – Claro. /416d/ Só. – ¿Entonces, lo medicinal hace cosas medicinales y lo constructivo hace cosas constructivas? ¿O qué dices? Herm. – Eso creo yo. Sócr. – Por lo tanto, ¿lo bello (kalón) hace cosas bellas (kalá)? 264
El argumento que sigue se basa en un juego de palabras referido al parecido entre kaloûn “lo que nombra”, participio del verbo kaléo, y kalón “bello”. Para sostener que “bello” (kalón) equivale a “pensamiento” (diánoia) se plantea lo siguiente: 1. El pensamiento es “el que nombró” (kalésas) las cosas; 2. “El que las nombró” es “el que las nombra” (kaloûn) también ahora; 3. Cada cosa tiene efectos similares a su naturaleza; 4. “Lo bello hace cosas bellas”. El parecido entre kalón y kaloûn hace que se lea a la vez “lo que nombra hace cosas bellas”; 5. “Lo que nombra” es el pensamiento, lo cual permite concluir, oscilando de nuevo entre kalón y kaloûn, que kalón (bello), en tanto equivalente de kaloûn (lo que nombra), es un nombre para diánoia (pensamiento). 265 Se oponen dos formas participiales de kaléo “nombrar”, el primero de aoristo y el segundo de presente, de modo que la oposición es no sólo temporal sino también aspectual: el primero se refiere al momento de imposición del nombre y el segundo a la actividad de nombrar que se produce durativamente, en el tiempo posterior, introducida aquí por su parecido con kalón (véase nota previa).
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Herm. – Necesariamente. Sócr. – ¿Y eso es, según decimos, el pensamiento (diánoia)? Herm. – Por supuesto. Sócr. – Por consiguiente, “bello” (kalón) es la denominación misma de la sapiencia, que lleva a cabo el tipo de cosas que saludamos, al afirmar que son realmente bellas. Herm. – Es evidente. /416e/ Sócr. – Entonces, ¿qué cosa de este tipo nos resta todavía? Herm. – Las que tienen que ver con lo bueno y lo bello, las que son /417a/ convenientes, útiles, ventajosas, provechosas y las contrarias de éstas. Sócr. – ¿No podrías descubrir ya el término “conveniente” (symphéron), si examinas a partir de lo dicho? Porque parece algo asociado con el conocimiento (epistéme).266 Sin duda, no mostraría ninguna otra cosa que el movimiento simultáneo (háma phorá)267 del alma con las cosas. Asimismo, parece que las cosas hechas por él son llamadas convenientes (symphéronta) y afortunadas (sýmphora) a partir de “mover junto” (symperiphéresthai). Y, en rigor, “provechoso" (kerdaléon) recibe su nombre de provecho (kérdos). /417b/ Asimismo, “provecho”, por su parte, manifiesta lo que significa, si se pone en el nombre una “n” en lugar de una “d”,268 pues nombra lo bueno de otra manera: dado que mezcla (keránnytai) atravesando todo, el nombre le fue puesto denominando su poder mismo. Tras colocar la “d” en lugar de la “n” se pronunciaba kérdos. 266
Véase 412a y más adelante 437a. Homologando sýn “con” a háma “al mismo tiempo”. Inmediatamente se asociará symphéron con symphorá, que en este contexto toma la acepción de “afortunado”. El sentido negativo aparece en 427b para impugnar la idea de que el movimiento implica siempre algo positivo. 268 Como si se tratara de una referencia a kérnos, un tipo de ánfora utilizada corrientemente en los rituales. 267
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Herm. – ¿Y qué pasa con “lo que es útil” (lysiteloûn)? Sócr. – Parece, Hermógenes, que no es como lo usan los vendedores, toda vez que se amortiza el costo.269 /417c/ Me parece que “provechoso” no se dice por eso, sino porque al ser lo más rápido de lo que existe no permite que las cosas se detengan, ni que el movimiento, al llegar a su fin, pare y cese de moverse. Por el contrario, si algún fin intenta imponerse, siempre lo disuelve y lo convierte en incesante e inmortal. Por eso me parece que lo bueno es tachado de “útil” (lysiteloûn), porque lo que disuelve el fin (lýon tò télos) del movimiento se llama lysiteloûn. Por su parte, “ventajoso” (ophélimon) es un nombre extranjero del cual también Homero se vale muchas veces, bajo la forma “agrandar” (ophéllein), y este término es la denominación de producir crecimiento. /417d/ Herm. – Y los nombres contrarios a éstos, ¿qué son para nosotros? Sócr. – Cuantos niegan a éstos, al menos según me parece, no es necesario explicitarlos.270 Herm. – ¿Cuáles son? Sócr. – “Inconveniente” (asýmphoron), “no ventajoso” (anópheles), “inútil” (alysitelés) y “no provechoso” (akerdés). Herm. – Dices la verdad. Sócr. – En cambio, sí hay que explicitar “dañino” (blaberós) y ruinoso (zemiôdes). Herm. – Sí. Sócr. – Precisamente, “dañino” (blaberós) quiere decir que es “lo que daña el flujo” (blápton tòn rhoûn), /417e/ y, a su vez, “lo que daña” (blápton) significa “lo que quiere sujetar” (boulómenon hápton), y “sujetar” y “atar” es lo mismo, y eso es reprobado en todos lados. Entonces, “lo que quiere sujetar el flujo” (boulómenon 269
En el mismo sentido que es usual referirse a la ganancia comercial como “obtener utilidades”. 270 Véase 415c y nota ad loc. No hará falta explicitarlos porque todos los contrarios están construidos con alfa privativa.
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háptein rhoûn) sería con toda adecuación boulapteroûn, pero me parece que es llamado blaberón para embellecerlo. Herm. – Rebuscados, realmente, Sócrates, te salen los nombres. Hace un momento me pareció, en verdad, como que silbabas el preludio de la tonada de Atenea, cuando pronunciaste ese nombre /418a/ de boulapteroûn.271 Sócr. – No soy el responsable, Hermógenes, sino los que le pusieron el nombre. Herm. – Dices la verdad. Pero, justamente, “ruinoso”, ¿qué sería? Sócr. – ¿Qué sería entonces “ruinoso”? Mira, Hermógenes, cómo digo la verdad al decir que agregando y quitando letras alteran mucho el sentido de los nombres, tanto que /418b/ algunas veces, haciendo a un lado muy poco, hacen que signifique lo contrario.272 Por ejemplo, en el término “debido” (déon). Reflexioné sobre él y recordé ahora mismo, a cuento de eso, lo que te iba a decir: éste, nuestro bello lenguaje actual, también revolvió “debido” y “ruinoso” para que revelen lo contrario, escondiendo lo que significan, mientras que el antiguo muestra en ambos casos lo que significa el nombre. 271
Para críticas similares, véase 402d, 414c y más adelante 420d y 421c. En República, VIII.558c y 561e se usa poíkilos, que aquí se traduce como “rebuscado”, para mentar la confusión social que impera en la democracia y la torna un desorden irreductible a principios claros, de modo que las medidas orgánicas orientadas al bien común se disuelven. 272 Antes de proseguir el análisis de zemiôdes “ruinoso”, se intercala el estudio de deón “debido”, como ejemplo de graves alteraciones del sentido, lo cual abre la posibilidad de que la explicación de los términos se aleje totalmente del sentido presente de los vocablos. Para el análisis se plantea en 418c una serie de cambios fonéticos que serán ejemplificados con “día” (heméra) y “yugo” (zugós), que permiten volver al caso de déon y desligarlo de la noción de “nudo” (desmós) (418e). Así, se retorna finalmente a zemiôdes y se le asigna un sentido originario contrario al actual (419b).
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Herm. – ¿Cómo dices? Sócr. – Te lo voy a explicar. Sabes que nuestros antepasados usaban mucho la “i” y la “d”, especialmente las /418c/ mujeres, que conservaron más el antiguo lenguaje.273 Pero ahora, en lugar de la “i” cambiaron por “e” breve o “e” larga, y en lugar de la “d”, por la “z”, como si en verdad fueran más impresionantes. Herm. – ¿Cómo? Sócr. – Por ejemplo, los más antiguos llamaban al día (heméra) himéra, luego heméra y los actuales heméra.274 Herm. – Así es. Sócr. – ¿Sabes, entonces, que ese antiguo nombre solo muestra el pensamiento del que lo puso? Porque, sin duda, los hombres se regocijaban /418d/ y ansiaban (himeírousin) cuando la luz surgía de lo oscuro, por eso lo llamaron himéra.275 Herm. – Es evidente. Sócr. – Ahora, sin embargo, no podrías comprender qué significa “día” porque quedó cargado de tragedia.276 En rigor, algunos creen que el día (heméra) hace dóciles (hémera) a las cosas, por eso fue llamado así. Herm. – Me parece que sí. Sócr. – Y en ese sentido, sabes que al “yugo” (zygón) los antiguos lo llamaban duagón. Herm. – Por supuesto. Sócr. – Estrictamente, “yugo” no manifiesta nada, mientras que en virtud de la unión de una /418e/ yunta 273
La mujer como factor ligado a las tradiciones es un tópico usual –véase, por ejemplo, Aristófanes, Asambleístas, 221 ss.–, aquí llevado al extremo de señalar un rasgo lingüístico identificable. Véase también 392c y nota ad loc. 274 Cambio sucesivo de la vocal inicial “i”, a “e” breve y finalmente a “e” larga. 275 Sobre “ansia” (hímeros), véase 419e-420a. 276 Referencia a la tragedia como estilo que propicia un lenguaje rebuscado y propenso al error. Véase el uso de esta noción en el análisis de Pan, figura ligada con el lenguaje, en 408b ss.
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para el transporte (duoîn ... agogé) se lo puede denominar duagón con toda justicia. Pero ahora se lo llama “yugo”. Y así sucede en muchos otros casos. Herm. – Evidentemente. Sócr. – De acuerdo con eso mismo, en primer lugar, “debido” (déon), así dicho, significa lo contrario de todos los nombres en relación con el bien (tò agathón), porque parece que lo debido, que es una forma de bien, es un nudo (desmós) y un estorbo del movimiento, como si estuviera asociado con lo dañino.277 Herm. – Así parece, realmente, Sócrates. Sócr. – Pero no si se usa el nombre antiguo, que es natural que esté /419a/ puesto mucho más adecuadamente que el actual. En rigor, estará de acuerdo con las cosas buenas antes mencionadas, si en lugar de “e” se devuelve la “i”, como en el nombre antiguo, porque, al contrario, “lo que atraviesa” (diión), y no “lo que ata” (déon),278 significa un bien, precisamente lo que se elogia. Y así, el que coloca los nombres no se contradice a sí mismo, sino que “debido” (déon), “ventajoso” (ophélimon), “útil” (lysiteloûn), “provechoso” (kerdáleon), “bueno” (agathón), “conveniente” (symphéron), “fácil” (eúporos) parece que con diferentes nombres significan lo mismo: lo que ordena (diakosmoûn) y atraviesa (diión) todo, 419/b/ lo cual es elogiado, mientras que se reprueba lo que sujeta y ata. Precisamente, en el caso de “ruinoso” (zemiôdes), si de acuerdo con la antigua lengua se devuelve la “d” 277
En tanto lo debido está asociado con el bien, tal como se plantea no sólo en Platón sino también en la moralidad popular, el hecho de que lo debido sea un obstáculo sería ampliamente contradictorio. Esta asociación podría ser funcional en el final del diálogo, donde se recuentan nociones posiblemente problemáticas. La noción de desmós, “lazo”, se ha utilizado en 402e y el término zemiôdes, “dañino”, se analizó en 417e. 278 El parecido entre déon (“debido”) y desmós (“lazo, atadura”) surge de la homonimia accidental entre déo, verbo con sentido de obligación, y déo, “atar”, de modo que déon podría responder a los dos orígenes. Sobre la etimología de “bueno” (agathós), véase 412e.
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en lugar de la “z”, se te hará evidente que el nombre se aplica a “lo que permite la marcha” (doûnti tò ión), eso que es denominado demiôdes. Herm. – ¿Y qué pasa con “placer” (hedoné), “pena” (lýpe), “deseo” (epithymía) y los similares, Sócrates. Sócr. – Me parece que no son muy difíciles, Hermógenes, porque el nombre “placer” (hedoné) comprende, al parecer, la actividad que tiende hacia el beneficio (hé ... ónesin) –pero está agregada la “d”, de modo que se lo llama hedoné /419c/ en lugar de heoné– . Y parece que “pena” (lýpe) recibió su denominación de la disolución (diálysis) del cuerpo, eso que en esta afección sufre el cuerpo. Y “aflicción” (anía) es lo que obstaculiza la marcha (empodízon toû iénai).279 Por su parte, me parece que “dolor” (algedôn), nombrado a partir de doloroso (algeinós), es un término extranjero.280 “Pesar” (odýne), parece que recibió su nombre de la aparición (endýsis) de la pena. También es evidente para cualquiera que “fastidio” (akhthedón) compara el nombre con el peso del movimiento (tôi tês phoràs bárei).281 “Alegría” (khára), por el contrario, parece recibir su nombre de la difusión (diákhysis) y la facilidad del flujo (rhoé) del alma. /419d/“Deleite” (térpsis) viene de “delicioso” (terpnós), y terpnón toma su nombre del deslizamiento (hérpsis) a través del alma comparado con un soplo (pnoé), que con justicia habría que llamar hérpnoun, pero con el tiempo se convirtió en terpnón. “Regocijo” (euphrosýne) en nada necesita agregar por qué se llama así, pues para cualquiera es evidente que tomó este nombre –lo justo es, en rigor, eupherosýne, no obstante lo llamamos euphrosýne– porque el alma acuerda bien (eu ... symphéresthai) con
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Como si iénai “ir” tomara un prefijo negativo. Dalimier (ad loc.) supone que probablemente se lo siente jónico, como se puede colegir por su uso habitual en Heródoto y los tratados hipocráticos. 281 Es decir, estaría emparentado con ákhtos “carga”. 280
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las cosas.282 Tampoco “deseo” (epithymía) es difícil, porque es evidente que se usa ese nombre por su capacidad de ir hacia el impulso (epì tòn thymón). /419e/ E “impulso” (thymós) tendría este nombre derivado de la rabia (thýsis) y el hervor del alma. Por otro lado, “ansia” (hímeros) recibió su nombre con motivo del flujo que arrastra completamente el alma, porque fluye moviendo e impulsando (hiémenos rheî kaì ephiémenos) las cosas, y así, /420a/ precisamente, arrastra vigorosamente al alma por medio del ímpetu del flujo (ésis tès rhoês), y entonces, a partir de toda esta capacidad, es llamado hímeros.283 En efecto, a su vez, “nostalgia” (póthos) tiene ese nombre porque significa que no es de lo presente, sino de lo que está lejos y ausente (allothí pou óntos kaì apóntos), razón por la cual se ha llamado “nostalgia” al deseo que era llamado “ansia” (hímeros), cuando estaba presente aquello que se deseaba. A eso mismo, cuando ya no estuvo, se lo llamó “nostalgia”. “Amor” (éros) tiene ese nombre porque “derrama desde afuera” (esreî éxothen) y el flujo mismo no es propio /420b/ del poseedor sino causado por los ojos.284 Por eso antiguamente se lo llamaba ésros, derivado de “derramar” (esreîn) –porque usábamos o breve en lugar de o larga- mientras que ahora se lo llama éros, por el cambio de “o” larga en 282
El orden de mención de los tres placeres coincide con el de Filebo, 19c. Aristóteles atribuye esta tripartición a Pródico, que probablemente haya usado para justificarla algún argumento lingüístico (Tópicos, II.6). 283 En Fedro, 251c se propone otra explicación. La que aquí se ofrece permite poner el término en conexión con póthos “nostalgia”, diferenciándo ambas nociones por la presencia o ausencia respectiva de su objeto de deseo. 284 Esta no es una definición platónica de las que aparecerán en diálogos de madurez como Banquete y República. Dado que el éros será el impulso motor que permite llegar al plano de lo inteligible, difícilmente necesite los ojos. Se ajusta más bien a una visión popular que correspondería, en todo caso, a las formas más bajas del éros, desde la perspectiva del ascenso de Banquete, 211c ss.
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lugar de “o” breve. ¿Pero por qué no dices lo que aun podemos examinar? Herm. – ¿Y qué te parece “opinión” y los similares? Sócr. – “Opinión” (dóxa) ha recibido su denominación o por la persecución (dióxei) que el alma emprende, al perseguir para saber cómo son las cosas, o por el lanzamiento del arco (tóxos bolé).285 Más bien parece esto. Por lo menos, /420c/ “creencia” (oíesis) está de acuerdo con eso, porque parece que manifiesta la “marcha” (oîsin)286 del alma hacia todo asunto, es decir cómo es cada uno de los seres, del mismo modo que también “reflexión” (boulé) significa, de alguna manera, “lanzamiento” (bolé) y “querer” (boúlesthai) significa “impulsar” (ephíesthai) y “deliberar” (bouleúesthai). Todos estos nombres que siguen a “opinión” son evidentemente similitudes de “lanzamiento” (bolé), como a su vez también lo contrario, “irreflexión” (aboulía) parece ser “infortunio” (atykhía), en el sentido de que no alcanza ni encuentra aquello hacia lo cual disparaba, es decir eso que quería, acerca de lo cual reflexionaba (ebouleúeto), eso que deseaba (ephíeto). /420d/ Herm. – Me parece, Sócrates, que éstos te salen en ristra.287 Sócr. – Porque ya corro hacia el final.288 Entonces, quiero todavía completar “necesidad” (anánke), porque 285
En el análisis de estos términos ligados con la actividad intelectual se subraya que se trata de impulsos que se dirigen a su objeto con una cuota de azar. En la reflexión y la deliberación está presente este mismo elemento, ya que no son necesariamente sistemáticos, tal como se ve en el hecho de que su negación no es solo la irreflexión (aboulía), sino también la “mala suerte” (atykhía). 286 Forma acuñada sobre oíso, futuro de phéro, “llevar”. El parecido con oistós, “flecha”, justifica que se diga que los análisis de “opinión” y “creencia” están de acuerdo. 287 Sobre la crítica irónica, véase 417e y nota ad loc. 288 La metáforas de carrera habían aparecido ya en 407d y 414b, en el marco de las nociones de movimiento y del apresuramiento que vicia los razonamientos, dado el poco contralor sobre la
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es lo inmediato a estos nombres,289 y también “voluntario” (hekoúsion). Así pues, “voluntario” (hekoúsion), es lo que cede (tò eîkon) y estaría indicado con este nombre no lo que resiste, sino, como digo, “lo que cede a la marcha” (eîkon tôi iónti), que se da de acuerdo con la deliberación (boúlesis). “Necesario” (anankaîon), es decir “lo que resiste”, sería, dado que está contra la deliberación (boúlesis), lo que tiene que ver con el yerro (hamartía) y la ignorancia (amathía), y se parece a una 420/e/ marcha por desfiladeros (ánke), porque al ser difíciles de atravesar, escabrosos y escarpados detienen el avance. Por eso, entonces, tal vez se dijo “necesario” (anankaîon), porque se parecía a una marcha a través de desfiladeros. Mientras la fuerza esté presente, no la relajemos. Así que tampoco tú te relajes y pregunta. /421a/ Herm. – Te pregunto, precisamente, lo más importante y más bello: “verdad” (alétheia), “falsedad” (pseúdos), “lo que existe” (tò ón) y eso mismo sobre lo cual versa nuestro actual argumento, “nombre” (ónoma), por qué tienen ese nombre.290 Sócr. – ¿Llamas a algo “buscar” (maíesthai)? Herm. – Yo personalmente sí, a investigar (zeteîn). Sócr. – Realmente, parece un nombre contracto derivado de una frase que dice que “nombre” es aquello existente (ón) sobre lo cual trata una investigación (hón ... zétema). En rigor, lo podrías reconocer mejor en eso que llamamos “nombrable” (onomastón), porque ahí argumentación alentado en 415a. La misma idea es retomada en 420e como una fuerza que no hay que relajar. 289 Esta asociación revela la ligazón semántica que se puso ya de relieve en relación con los opuestos en 415c, en este caso porque la deliberación está ligada con lo necesario y lo voluntario, como tematizará ampliamente Aristóteles en Ética nicomaquea, III.1-5. 290 Son efectivamente los conceptos capitales del diálogo, en tanto el planteo gira en torno de la capacidad del nombre (ónoma) para representar lo real (tò ón) con verdad (alétheia) o sin ella, es decir con falsedad (pseúdos). Sobre la posibilidad de que el discurso sea verdadero o falso dependiendo de su capacidad de representar lo real se trató en 385b ss. y se volverá en 429d ss.
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dice claramente que es “aquello existente sobre lo cual se /421b/ busca” (hòn hoû másma estín). En esta conformación, “verdad” (alétheia) se parece a los otros nombres, porque parece que con esta expresión, “verdad”,291 se hace referencia al movimiento divino de lo que existe (theía toû óntos phorá), como si fuera un divino deambular (theía ále), mientras que “falsedad” (pseûdos) es lo contrario al movimiento. De nuevo, a su vez, se presenta fustigado292 lo que paraliza y lo que obliga a apaciguar, y se lo compara con los que duermen (katheúdousi),293 aunque la adición de “ps” oculta el significado del nombre. “Lo que existe” (ón) y “existencia” (ousía) concuerdan con “verdad”, apartando la “i”, /421c/ porque significa lo que se desplaza (ión), mientras que, a su vez, “lo que no existe” (ouk ón), como también lo llaman algunos, es “lo que no se desplaza” (ouk ión).294
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Sobre el término rhêma, que traducimos como “expresión” o “expresión predicativa”, véase 399b, 426e, 431b y notas ad loc. 292 Dalimier (ad loc.) ve en este término un tono injurioso por la similitud fónica entre ps y la interjección pso, usada para indicar desprecio. 293 La razón principal de esta asociación es el parecido fonético entre pseûdos “falso” y heúdo “dormir”, aquí referido con el compuesto katheúdo, de sentido similar. Adicionalmente, la mención de los dormidos podría tratarse de una referencia a Heráclito (por ejemplo, DK 22B1 y 2), tal vez pensando, en este contexto, que los dormidos no captan la lógica del cambio permanente de lo sensible, de acuerdo con la perspectiva con que Platón suele interpretar a Heráclito. 294 La escritura continua (mayúsculas sin separación entre palabras) usada en tiempos de Platón facilitaba las lecturas alternativas del compuesto OUKION, como oukí on “que no existe” –negación con iota final enfática (oukí) aplicada al participio del verbo eimí “ser”–; o bien como ouk íon “que no se desplaza” –a partir de la negación aplicada al participio del verbo eími “ir”–, o incluso como ou kíon “que no se mueve” –con la negación aplicada al verbo kío “desplazarse” (véase 426c)–. De este modo, en el marco de la tesis del flujo, se consagra una ligazón entre lo que existe y lo que se mueve.
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Herm. – Me parece que has desarmado esto muy valientemente. Pero si alguien te preguntara, “lo que se desplaza” (ión), “lo que fluye” (rhéon) y “lo que ata” (doûn), qué adecuación tienen estos nombres... Sócr. – ¿Qué le responderíamos? ¿Eso quieres decir, no es verdad? Herm. – Precisamente eso. Sócr. – En realidad, hace unos momentos nos procuramos una solución, de suerte que parezca que al contestar decimos algo cierto. Herm. – ¿Cuál? Sócr. – Afirmar que el nombre que no conocemos es bárbaro.295 /421d/ En este sentido, tal vez pueda ser, en verdad, uno de esos, pero también podría ser que, a causa de su antigüedad, los primeros entre los nombres sean inhallables. Por andar girando los nombres en toda dirección, no sería nada sorprendente que la antigua lengua, en comparación con la actual, no difiriera de una bárbara. Herm. – Realmente no dices nada fuera de lugar. Sócr. – Porque estoy diciendo cosas razonables. Sin embargo, no me parece que la querella admita evasivas.296 Por el contrario, hay que lanzarse 295
Es decir, no ático, como en 409d ss. y 416a. La crítica de la metodología espuria ronda todo este pasaje, como se desprende de la idea de que Sócrates “desarma” nombres. Aquí se agrega el dato de que la distancia temporal pone a cualquier término en la misma situación que un término extranjero, y por lo tanto su análisis tiene las mismas limitaciones. 296 El escoliasta cita este último giro como un proverbio usual. Platón lo menciona también en Leyes, 751. A partir de aquí se inicia la segunda parte del pasaje etimológico, donde con la excusa de dotar al naturalismo de un andamiaje técnico, se presentan las tesis que desde 427e, en la conversación con Crátilo, propiciarán la refutación de la teoría. La primera presenta la teoría de los nombres primarios, que tiene dos estadios: 1) Los nombres primarios deben ser los que sostienen la tesis del flujo planteada en 411b ss. (421d-422d); 2) Dado que no está claro el criterio a usar para analizar su naturaleza y cantidad, se propone recurrir a los componentes de los nombres: letras y sílabas (424c-426b). Para las implicancias de este argumento, véase Introducción, 4.3.2 y 4.4.
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ardientemente a analizar este punto. Pero reflexionemos. Si se inquiere siempre por aquellas expresiones (rhémata) /421e/mediante las cuales se articula el nombre, y de nuevo, a su vez, se ha de preguntar por aquello mediante lo cual se articulan las expresiones, y no se cesa de hacer eso, ¿acaso no es necesario que el que responde finalmente se tenga que quedar callado? Herm. – A mí me parece que sí. /422a/ Sócr. – ¿Entonces cuándo, con justicia, el que renuncia debería cesar de hablar?297 ¿Acaso no es cuando llegue a esos nombres que son como los elementos de los demás enunciados, así como de los demás nombres? Porque, si son así, ya no es justo que parezca que están compuestos de otros nombres. Por ejemplo, hace un momento decíamos que “bien” (agathón) se compone de “admirable” (agastós) y “rápido” (thoós),298 y tal vez podríamos decir que “rápido” (thoón) se compone de otros, /422b/ y ésos de otros. Sin embargo, si alguna vez captamos lo que ya no está compuesto de otros nombres, con justicia podríamos decir que ya estamos en el plano del elemento y ya no nos es necesario referirnos a otros nombres.299 Herm. – A mí me parece que hablas adecuadamente. Sócr. – ¿Acaso, entonces, también ahora los nombres por los que preguntas resultan ser elementos y es 297
En este punto se advierte una contradicción en la lógica del análisis previo. Hasta ahora, para explicar un nombre se recurría a expresiones (véase 399b y nota ad loc.) e incluso a frases (véase 410d-e), es decir formas de mayor complejidad que el nombre. Por esa vía, puede pensarse, que el análisis de nombres se resolvía en un análisis del discurso, pero se objetará ahora que para dar cuenta de las expresiones se debe recurrir al estudio de los elementos de menor complejidad, es decir a una metodología contraria. 298 Véase 412c. 299 Esta “anáfora” ilimitada de un nombre a otro permite, precisamente, la asociación indiscriminada que se mencionó en 414d y se constatará en 437a ss., donde un mismo nombre puede explicarse desde parámetros opuestos.
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necesario analizar cuál es su adecuación de algún otro modo? Herm. – Es probable, claro. Sócr. – Es probable, ciertamente, Hermógenes. En rigor, parece que todo lo /422c/ anterior se ha venido orientando hacia ahí.300 Y, si eso es así, como me parece que es, examina a su vez conmigo que en este punto no esté delirando, al decir cuál debe ser la adecuación de los nombres primarios. Herm. – Sólo habla, que en tanto tenga fuerza voy a examinar contigo. Sócr. – En rigor, creo, y estás de acuerdo, que hay una única adecuación de todo nombre, tanto primario como derivado, y ninguno de ellos se diferencia en cuanto al hecho de ser un nombre. Herm. – Por supuesto. /422d/ Sócr. – Sin embargo, esa adecuación de los nombres que hemos descripto hace un momento pretendía ser la que muestra cómo es cada uno de las cosas existentes.301 Herm. – ¿Y cómo no? Sócr. – Por lo tanto, es necesario que tanto los nombres primarios como los derivados no dejen de tener este rasgo, si es que van a ser nombres. Herm. – Claro. Sócr. – Sin embargo, los nombres derivados, según parece, eran capaces de lograrlo por medio de los primarios. Herm. – Evidentemente. Sócr. – Bien. Pero los nombres primarios, que ya no suponen otros, ¿de qué manera nos harán evidentes /422e/ los seres lo más posible, si es que van a ser 300
Todo lo previo es una preparación para la teoría de los nombres primarios. Se puede entender que quien se proponga hacer etimología como se mostró anteriormente, es decir guiado por lo semántico, en rigor debería aceptar una teoría de los nombres primarios, que constituye la única manera de fundamentar la práctica y evitar que se convierta en una asociación arbitraria. 301 Esta definición se esbozó ya en 393d. Véase nota ad loc.
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nombres? Contéstame esto: si no tuviéramos lenguaje ni lengua, pero quisiéramos mostrarnos unos a otros las cosas, ¿acaso no intentaríamos, como los que ahora son mudos, señalar con las manos, la cabeza y el resto del cuerpo?302 Herm. – ¿Y de qué otro modo, Sócrates? /423a/ Sócr. – En rigor, creo, si quisiéramos mostrar lo de arriba y lo liviano, elevaríamos la mano hacia el cielo, imitando la naturaleza misma de la cosa. Al contrario, si quisiéramos mostrar lo de abajo y lo pesado, hacia la tierra. Asimismo, si quisiéramos mostrar un caballo que corre o algún otro de los animales, sabes que pondríamos nuestros cuerpos y posiciones de la manera más similar a ellos. Herm. – Me parece que necesariamente es como dices. Sócr. – Así pues, creo, surgió la mostración /423b/ de algo con el cuerpo, cuando el cuerpo imitó, según parece, aquello que quería mostrar. Herm. – Sí. Sócr. – Y cuando queremos mostrar con el lenguaje, es decir con la lengua y con la boca, ¿acaso lo que entonces surge de ello no será para nosotros la mostración de cada cosa, toda vez que surja a través de eso una imitación de algo?303
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Se introduce aquí la segunda tesis orientada a la “fundamentación” del naturalismo: el supuesto del nombre como imitación, que se desarrollará entre 422d y 424c. 303 La postulación de elementos irreductibles con adecuación directa con lo real requiere explicitar su status. La idea de mostración, impregnada de lo visual, permite la comparación del acto de nombrar con la imitación. Se propone, entonces, que la relación con lo real es mimética, pero esa mímesis no lo es de rasgos superficiales como color o sonido, sino de la esencia misma de cada cosa. Esto está en concordancia con la definición antisténica de lógos como “lo que muestra lo que era o es”, aludida en 422d. La estrategia platónica radica en ligar la noción de mostración con la de imitación y plantear luego las contradicciones que supuestamente entraña. Véase Introducción, 4.3.2. Sobre la crítica ontológica a la noción de imitación en el marco del rechazo
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Herm. – Me parece que es necesario. Sócr. – Por lo tanto, el nombre es, según parece, una imitación por medio del lenguaje de aquello que se imita y el que imita por medio del lenguaje está nombrando eso que imita. Herm. – Me parece que sí. /423c/ Sócr. – ¡Por Zeus! Pero a mí ya no me parece que esté bien dicho, compañero. Herm. – ¿Por qué, exactamente? Sócr. – Estaríamos forzados a acordar que esos que imitan al ganado, a los gallos y a los demás animales están nombrando eso que imitan. Herm. – Tienes razón. Sócr. – ¿Entonces te parece que está bien? Herm. – A mí, personalmente, no, pero ¿qué tipo de imitación, Sócrates, sería el nombre?304 Sócr. – En primer lugar, creo, no es una imitación, si imitamos las cosas así como imitamos en la /423d/ música, aunque en ese caso también imitemos con el sonido. Luego, si también nosotros imitamos lo que imita la música, no me parece que vayamos a nombrar. Quiero decir, ¿qué es esto? ¿Las cosas tienen un sonido y una figura para cada una, y en muchos casos incluso un color? Herm. – Por supuesto. Sócr. – Parece, por cierto, que si alguien imita esos aspectos, la técnica onomástica tampoco es la que versa sobre estas imitaciones, porque ésas son la música y la pintura. ¿No es verdad? Herm. – Sí. /423e/ Sócr. – ¿Y qué pasa con esto? ¿No te parece también que cada cosa tiene una realidad, como también un color y los rasgos que mencionábamos hace del poder educativo de la poesía tradicional, cf. República, X.595e ss. 304 Este enfoque, hasta 424a, coincide con el tipo de especificaciones que se pide a quien define una técnica, por ejemplo en Gorgias, 448e ss.
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un momento? En primer lugar, ¿el color mismo y el sonido no tienen cada uno de ellos una realidad y también todos los demás que merecen esta designación, la de ser? Herm. – A mí me parece que sí. Sócr. – ¿Entonces, qué? Si se pudiera imitar con letras y sílabas ese aspecto mismo de cada cosa, la realidad, ¿acaso no mostraría lo que es cada cosa? ¿O no? /424a/ Herm. – Por supuesto. Sócr. – ¿Y cómo llamarías al que puede hacer eso? Del mismo modo que, en el caso de los anteriores, a uno lo llamabas músico y al otro pintor, ¿cómo llamas a éste? Herm. – Me parece, Sócrates, que eso es lo que antes estábamos buscando: ese hombre sería el instaurador de nombres.305 Sócr. – Por lo tanto, ¿si esto es verdadero, parece que hay que examinar inmediatamente acerca de esos nombres por los que inquirías, acerca de “flujo” (rhoé), “desplazarse” (iénai) y “estado” (skhésis), si es que con las letras y /424b/ las sílabas se capta su ser, de modo que se imita o no la realidad? Herm. – Por supuesto. Sócr. – Vamos, entonces. Veamos, por lo tanto, si éstos son únicos entre los nombres primarios o hay también otros muchos.306 Herm. – Yo, personalmente, creo que hay también otros. Sócr. – Probablemente, claro. ¿Pero cuál sería el método de distinción a partir del cual comienza a imitar quien imita? ¿Acaso, ya que la imitación de la realidad opera precisamente con sílabas y letras, lo más 305
Esta figura, presentada en ocasión de la discusión del convencionalismo (388e ss.), será fundamental en el tercer argumento contra el naturalismo en 435d ss. Véase Introducción, 4.4. 306 Con la introducción de esta segunda formulación de la tesis de los nombres primarios se instituye la necesidad de un análisis semántico de letras y sílabas que llevará a las objeciones de 433b ss.
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adecuado no sería distinguir primero los elementos, /424c/ del mismo modo que los que tratan de los ritmos distinguieron primero las potencialidades307 de los elementos, luego los de las sílabas y así van inmediatamente a examinar los ritmos, pero no antes? Herm. – Sí. Sócr. – ¿Acaso, entonces, también nosotros debemos distinguir de la misma manera primero las vocales, luego las consonantes, es decir las mudas, de acuerdo con la clase de cada una –porque así dicen más o menos los expertos en estos temas–308 y, a su vez, las que no son vocales pero tampoco mudas? ¿Y también entre las vocales mismas, cuántas clases diferentes hay entre ellas? /424d/ Y cuando hayamos distinguido eso, además debemos efectuar bien las distinciones respecto de todas las cosas a las cuales hay que asignar nombres, si existe algo hacia lo cual se refiera todo, como en el caso de los elementos, a partir de donde sea posible verlos y también si en ellos, de acuerdo con el mismo parámetro, están presentes las clases, como en los elementos.309 Cuando todo esto esté bien analizado, debemos saber aplicar cada uno de acuerdo con su semejanza, ya sea que fuera preciso aplicar uno para cada uno, ya sea mezclando muchos en uno, como los pintores que, al pretender crear semejanzas, algunas veces aplican sólo púrpura, mientras que otras cualquier otro de los /424e/ pigmentos, y hay casos en que mezclan muchos, por ejemplo cuando preparan una 307
“Potencialidad” traduce dýnamis, es decir la potencia o capacidad que el elemento tiene para expresar determinadas realidades. 308 En Filebo, 185b-c se distingue entre vocales, mudas e intermedias, clasificación que coincide con la propuesta por Aristóteles en Poética, XX. 309 Con este planteo se presenta el método de correspondencia, según el cual hace falta una doble clasificación que permita luego un establecimiento término a término entre elementos y cosas existentes. Esto requiere un conocimiento ontológico independiente del lenguaje que está matriz teórica no puede cumplimentar, como se dirá en 436c ss. Véase Introducción, 4.3.2.
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figura humana o alguna otra cosa por el estilo, porque les parece, creo, que cada imagen necesita de un pigmento específico. Así también nosotros aplicaremos los elementos a las cosas, tanto uno a cada una, el que parezca que necesita, como varios juntos, para producir precisamente lo que llaman sílabas, y, a su vez, /425a/ combinando las sílabas, a partir de donde se componen los nombres y las expresiones. Y, de nuevo, a partir de los nombres y las expresiones constituiremos ya algo grande, bello y completo.310 Del mismo modo que allí, en la pintura, constituimos un retrato,311 aquí, en la nominación, o la retórica, o cualquiera que sea esta técnica, constituimos un enunciado. O mejor dicho, no nosotros, sino que me dejé llevar mientras hablaba, porque lo compusieron los antiguos, así como está compuesto. Al contrario, si es que vamos a saber /425b/ examinar esto mismo con técnica,312 distinguiendo de 310
En 431c se planteará explícitamente que el plano oracional, es decir el plano del lógos, se compone de nombres y expresiones predicativas (véase 399b y nota ad loc.). Esta progresión de letras – sílabas – palabras (divididas según sus clases léxicas) es un antecedente de la estructuración de partes de la expresión en Aristóteles, Poética, XX y XXI y, por esta vía, de la que se encuentra en la dialéctica estoica, tal como testimonia el compendio de Diógenes Laercio VII.57 ss., que influirán de manera decisiva en la teoría de las partes del discurso (merismós) de la gramática como disciplina independiente a partir del s. II a.C. Nótese además que el proceso se declara completo cuando se llega al plano oracional. Véase 430d y nota ad loc. 311 Zôion significa “ser vivo”, pero también por extensión “retrato. La pintura de retratos es llamada zoografía “pintura de seres vivos”. Esta dualidad del término zôion es utilizada por Aristóteles en Categorías, I.1a6 ss. para ejemplificar el fenómeno de homonimia (entidades diferentes que comparten un mismo nombre). 312 Este elemento técnico es el que faltaba en todos los análisis previos, que estaban guiados por una supuesta inspiración y entusiasmo por acumular resultados sin contralor de rigurosidad teórica. Véase, en este sentido, 396d, 420d. El mismo Sócrates, que preso de una súbita fuerza produjo numerosos análisis (415a), declara ahora sus limitaciones para el análisis que viene, precisamente porque se agregaron condiciones técnicas.
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este modo, nosotros debemos observar de la misma manera si los nombres primarios y los derivados se disponen según este parámetro o no. Seguir de otra manera sería torpe y poco metódico, querido Hermógenes. Herm. – Probablemente, ¡por Zeus!, Sócrates. Sócr. – ¿Entonces qué? ¿Confías en que tú mismo serías capaz de distinguir así esto? Porque yo, seguro que no. Herm. – Por lo tanto, yo estoy lejos de lograrlo. Sócr. – Dejémoslo pasar, entonces, ¿o quieres que lo intentemos tanto como podamos, /425c/ aunque seamos capaces de entrever una pequeña parte de este asunto? ¿Tras advertir a los dioses, como poco antes, que sin saber nada de la verdad estamos comparando las creencias de los hombres sobre ellos, así también ahora, a su vez, avanzamos diciéndonos a nosotros mismos que si nosotros o cualquier otro debiera distinguirlos técnicamente, debería distinguirlos así? ¿Ahora, de acuerdo con lo dicho, deberemos dedicarnos a ellos en la medida de nuestras fuerzas? ¿Eso te parece bien, o qué dices? Herm. – Me parece perfecto. /425d/ Sócr. – Creo que es evidentemente ridículo, Hermógenes, que las cosas se vuelvan patentes cuando son imitadas con letras y sílabas.313 Pero, sin embargo, es necesario, porque no tenemos algo mejor que eso hacia lo cual referirnos respecto de la verdad de los nombres primarios, a no ser que quieras que, como los autores trágicos que cuando están ante un problema se refugian en los dioses elevándolos en máquinas, también nosotros nos liberemos así diciendo que los dioses establecieron los nombres primarios y que por 313
Sócrates tacha de ridícula la idea de una imitación con letras y sílabas –lo cual se repite en 426c–. Ésa es precisamente la vía que se señaló como única manera de salvaguardar el naturalismo. Pronto quedará claro, por lo tanto, que este intento naufraga estrepitosamente.
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eso son adecuados.314 /425e/ ¿Acaso entre nuestros argumentos éste será el más poderoso? ¿O aquél de que los recibimos de algunos bárbaros y los bárbaros son más antiguos que nosotros? ¿O el de que a causa de su antigüedad es imposible examinarlos, como pasa también con los nombres bárbaros?315 /426a/ Sin duda, todas estas serían excusas y muy sutiles para el que no quiere dar cuenta de cómo están dispuestos adecuadamente los nombres primarios. Sin embargo, quien no conoce de alguna manera la adecuación de los nombres primarios, es imposible que conozca la de los derivados, esos que hay que mostrar necesariamente a partir de aquellos sobre los que no sabe nada. Por el contrario, es claro que el que afirma que es un técnico en los nombres derivados, debe poder efectuar demostraciones /426b/ respecto de los nombres primarios de la forma mejor y más íntegra, o saber bien que sobre los nombres derivados estará enseguida diciendo tonterías. ¿O te parece que es de otro modo?316 Herm. – Nada diferente, Sócrates. Sócr. – En realidad, lo que yo he escuchado sobre los nombres primarios me parece que es totalmente soberbio y ridículo. De todos modos, lo compartiré contigo, si quieres. Pero, si llegas a tener algo mejor de donde asirte, intenta compartirlo también conmigo.317 314
Este planteo adelanta la crítica aristotélica de Poética, XV.54b, en donde el recurso del deus ex machina es visto como una salida fácil y defectuosa a un problema. 315 En rigor, estos argumentos fueron efectivamente aducidos en el curso del análisis previo, adelantando su carácter espurio: origen bárbaro (409d ss. y 416a), antigüedad de los nombres que los hace irreconocibles (421c-d). Eso indica que el análisis está viciado. 316 El condicionamiento metodológico propuesto propicia un supuesto procedimiento deductivo basado en la fundamentación de la adecuación de los elementos primarios, lo cual contrasta con la prueba por coherencia entre nociones que aplicaba el método de análisis semántico que guió las etimologías. 317 Véase 425d. A partir de aquí se aplicarán los principios supuestamente técnicos esbozados en 426c-427e sin mostrar todavía sus contradicciones, como se hará en 430c ss.
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Herm. – Eso haré. Habla con confianza. /426c/ Sócr. – En primer lugar, me parece, realmente, que la “r” es como un instrumento de todo el movimiento (kínesis), del que tampoco dijimos por qué tiene este nombre.318 Sin embargo, es claro que quiere decir “impulso” (hésis), porque antiguamente no usábamos “e” larga sino “e” breve. Por otro lado, el principio viene de “andar” (kíein) –un nombre extrajero– es decir “ir” (iénai). Entonces, si alguien encontrara su nombre antiguo adaptado a nuestra lengua, lo llamaría adecuadamente “impulso” (hésis). Pero ahora, a partir del extranjero kíein y del cambio de la “e” larga y del agregado de la “n” se lo llama kínesis, aunque habría que /426d/ llamarlo kieíesis o kíesis. Por su parte, “reposo” (stásis) quiere decir negación de la marcha (apóphasis toû iénai), pero para que suene mejor se lo llama stásis.319 Entonces, el elemento “r”, como estoy diciendo, le pareció al que estableció los nombres que es un buen instrumento del movimiento para reproducir la traslación. En este sentido, muchas veces se vale de él para eso. En primer lugar, en “fluir” (rheîn) y “flujo” (rhoê) imita la traslación por medio de esta letra, o en /426e/ “temblor” (trómos), o en “correr” (trékhein),320 e incluso en expresiones321 tales como
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Nótese que el largo desarrollo de la tesis del flujo se basó en la carencia absoluta de análisis del término principal. Algo similar sucedía con “vicio” en 415a ss. Por otra parte, respecto del análisis de kínesis, si kíein es no ático, asistimos a una referencia a nombres extranjeros, método que acaba de ser impugnado en 425e426a. El uso de principios explícitamente rechazados indica que el pilar mismo de la teoría, la noción de movimiento, no se puede sostener por medios exclusivamente técnicos. 319 La fórmula “negación de la marcha” parece indicar la forma aiénai, fonéticamente muy diferente de stásis. Se ha propuesto, en vistas del pasaje 437a-b, la referencia a la raíz *sta –de hístemi “establecer, detener”– asociada con la forma hésis, que acaba de mencionarse en 426c. 320 Trakhý “aspero”, como alternativa codicológica de trékhein, da la idea de dureza que se menciona en 434c.
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“golpear” (kroúein), “quebrar” (thraúein), “destrozar” (ereíkein), “romper” (thrúptein), “fragmentar” (kermatízein), “arremolinarse” (rhymbeîn) asemeja mucho todas ellas por medio de la “r”, porque veía, creo, que en esta letra la lengua no permanece quieta, sino que se agita de modo extremo. Por eso, me parece que se ha valido especialmente de ella para eso. Y, a su vez, de la “i” para todas las cosas delicadas, que, en rigor, podrían especialmente marchar a través de todo. /427a/ Por eso imita perfectamente “ir” (iénai) e “impulsarse” (híesthai) por medio de la “i”, como asimismo con la “f”, la “ps”, la “s” y la “z”, ya que son letras aspiradas, ha imitado nombrando con ellas todas las cosas por el estilo, por ejemplo “frío” (psykhrón), “hirviente” (zéon), “agitar” (seíesthai) y, en general, “agitación” (seismós).322 Inclusive, cuando imita de algún modo lo ventoso (physôdes), parece que ahí el que colocó los nombres asigna especialmente este tipo de letras en la mayoría de los casos. Y, a su vez, parece que consideraba útil la fuerza de compresión de la lengua en la “d” y de fijación en la “t” /427b/ a los efectos de la imitación de “atadura” (desmós) y “reposo” (stásis). Por otra parte, al ver que la lengua resbala especialmente en la “l”, puso nombres cuando reprodujo las cosas “tersas” (leîa), el mismo “resbalarse” (olisthánein), “aceitoso” (liparós), “viscoso” (kollôdes) y a todas las demás por el estilo. Ya que, cuando la lengua se resbala, la fuerza de la “g” la detiene, imitó perfectamente “pegajoso” (glískhron), “dulce” (glykú) y “glutinoso” (gloiôdes). /427c/ Y, al 321
Esta ejemplificación mediante infinitivos ha propiciado la interpretación de rhêma como “verbo”, pero debe notarse que se trata de un contexto exactamente paralelo de 421b3, donde rhêma remite a alétheia “verdad”. Véase además 399b y nota ad loc. 322 En este pasaje se consigna una llamativa cantidad de términos ligados con el campo semántico de la imitación, que refuerzan este aspecto de la teoría de los nombres primarios: imitar (miméomai), imitar perfectamente (apomiméomai), asemejar (apeikázo), reproducir (aphomoióo).
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mismo tiempo, al percibir lo interior del sonido de la “n”, puso los nombres “dentro” (éndon) y “adentro” (entós), para reproducir los fenómenos con las letras. A su vez le asignó la “a” a “grande” (mégas), y la “e” a “extensión” (mékos), porque esas letras son grandes.323 Por otra parte, como necesitaba la “o” como signo de “circular” (góngylon), mezcló sobre todo de esta letra en vistas del nombre. Así, parece también que el instaurador agregó el resto de acuerdo con las letras y las sílabas para crear un signo, es decir un nombre, para cada una de las cosas existentes, y a partir de ahí compuso directamente el resto haciendo con ellos una perfecta imitación. /427d/ Ésta me parece que ha de ser, Hermógenes, la adecuación de los nombres, a no ser que Crátilo, aquí presente, diga otra cosa.324 Herm. – Realmente, Sócrates, muchas veces Crátilo me presenta muchos asuntos, como decía al principio, mientras afirma que existe una adecuación de los nombres, pero sin decir claramente cuál es, de modo que yo no puedo saber si en cada oportunidad habla tan oscuramente acerca de estos temas voluntaria o involuntariamente. Ahora, entonces, /427e/ Crátilo, dime frente a Sócrates: ¿te satisface cómo habla Sócrates acerca de los nombres o puedes hablar mejor con otro planteo? Y si puedes, habla, para que aprendas de Sócrates o nos enseñes a ambos. 323
La explicación más plausible de esta asociación es la del grado de apertura de la boca al pronunciarlas, que servirá, por procedimiento mimético, para representar cosas grandes. Esto se confirma con la comparación de la “o” con lo circular. 324 Aquí culmina el “pasaje etimológico”. Con la presentación del naturalismo por parte de Sócrates se suple una explicación por parte de un efectivo sostenedor de la teoría y se lo presenta de tal modo que el esbozo contiene los elementos para refutarlo. El análisis de Sócrates se detiene estratégicamente en este punto donde todavía no han emergido las contradicciones. La impericia de Crátilo para reconocer los puntos conflictivos, coherente con el apresuramiento teórico subrayado en 420d, darán por tierra con el enfoque que Sócrates declara provisorio y falible en 428a-b. Véase Introducción, 4.3.2.
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Crát. – ¿Por qué, Hermógenes? ¿Te parece que es fácil aprender y enseñar tan rápido cualquier asunto, y especialmente uno de tal magnitud que parece estar entre los más importantes?325 /428a/ Herm. – ¡Por Zeus! A mí no, pero me parece que está bien lo de Hesíodo: si se coloca un poco sobre otro poco, es ventajoso.326 Entonces si eres capaz de hacer un poco más, no desmayes y haznos un bien a Sócrates, aquí presente, y también a mí, porque es lo justo. Sócr. – En rigor, Crátilo, yo mismo tampoco podría sostener con firmeza nada de lo que he dicho. Lo estuve examinando con Hermógenes como me parecía, de modo que, por eso mismo, dime con confianza /428b/ si tienes algo mejor, porque yo lo voy a aceptar. En realidad, si puedes decir algo mejor que eso no me sorprendería, pues me parece que has examinado tú mismo estos asuntos y además los has aprendido de otros. Entonces, si dices algo mejor, inscríbeme a mí también como uno de tus discípulos sobre la adecuación de los nombres. Crát. – En realidad, Sócrates, como tú dices, me he preocupado por estos mismos temas y probablemente podría haberte hecho mi discípulo. /428c/ No obstante, temo que pasa todo lo contrario de eso, porque me viene a la mente decirte lo que Aquiles le dice a Ayante en las Súplicas: “Divino Ayax Telamonio, rey de pueblos, sé que me has dicho todo de corazón”,327 y me parece, Sócrates, que cantas oráculos con bastante inteligencia, ya sea por haberte inspirado junto a Eutifrón, ya sea que alguna otra Musa te hubo tomado antes inadvertidamente. /428d/ Sócr. – Mi querido Crátilo, yo mismo me sorprendo de mi propia sabiduría anterior y desconfío. 325
Sobre la relación entre enseñanza y naturalismo, véase 428e y nota ad loc. 326 Véase Hesíodo, Trabajos y días, 361-2 con ligeras modificaciones. 327 Véase Homero, Ilíada, IX.644-5. Sobre Eutifrón, véase Introducción, 2.
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Me parece, entonces, que debo reanalizar qué estoy diciendo, pues que uno se engañe a sí mismo es lo peor de todo, porque cuando el que engaña no se aparta ni un poco sino que está siempre presente, ¿cómo no va a ser terrible?328 Es necesario, según parece, volver la atención frecuentemente a lo dicho antes e intentar lo del poeta, mirar “hacia delante y hacia atrás al mismo tiempo”.329 Así, miremos ahora nosotros qué hemos dicho. La adecuación del nombre, decimos, es aquella que /428e/ señala cómo es la cosa.330 ¿Decimos que esto se ha dicho adecuadamente? Crát. – A mí me parece que está muy bien, Sócrates. Sócr. – Por lo tanto, ¿los nombres se dicen en vistas de la enseñanza?331 Crát. – Claro. Sócr. – ¿Diremos entonces que existe esta técnica y sus artífices? Crát. – Claro. Sócr. – ¿Y quiénes son? /429a/ Crát. – Esos de los que estabas hablando al principio, los nominadores.332 328
Sobre el peligro de equivocarse, véase también República, V.451d ss. 329 Véase Homero, Ilíada, I.343. 330 A partir de aquí, hasta 430a, encontramos una serie de tesis atribuidas a Antístenes que hacen plausible que este ex condiscípulo de Platón haya estado especialmente en la mira de las críticas de este diálogo: 1) La definición de lógos en 428d-e; 2) Los nombres como principio de todo estudio (429e); 3) La idea de que no es posible contradecir (429d ss.). La primera puntualización es similar a la que Diógenes Laercio atribuye a Antístenes respecto de la noción de lógos (“lenguaje, discurso”), como “lo que muestra lo que era o es” (DL VI.3 = SSR V.A.151). Para las conexiones e importancia con este planteo en la economía de la obra, véase Introducción, 4.2.1 y 4.2.2. 331 Este segundo punto en relación con la filosofía de Antístenes coincide con el testimonio de Epicteto: los nombres son el principio de la enseñanza (arkhè paideúseos), es decir un elemento con cuyo conocimiento se accede al conocimiento de lo real (SSR V.A.160). 332 Véase 388e ss.
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Sócr. – ¿Entonces diremos que esta técnica es connatural a los hombres, como también a las demás cosas, o no? Quiero decir lo siguiente: ¿los pintores son en algún sentido unos peores y otros mejores? Crát. – Claro. Sócr. – ¿Entonces los mejores producen sus obras, los retratos, más bellos, mientras que los otros, más feos? Y lo mismo los albañiles: ¿unos construyen casas más bellas y otros más feas?333 Crát. – Sí. /429b/ Sócr. – ¿Acaso, entonces, también en el caso de los nominadores, unos producen sus obras más bellas y los otros más feas? Crát. – Esto ya no me parece bien. Sócr. – ¿Por lo tanto, no te parece que en el caso de las costumbres,334 unas sean mejores y las otras más defectuosas? Crát. – No, de ningún modo. Sócr. – Y, en rigor, en el caso del nombre, al parecer tampoco crees que uno esté puesto peor y otro mejor. Crát. – No, de ningún modo. Sócr. – Por consiguiente, todos los nombres están puestos adecuadamente. Crát. – Cuantos son nombres, sí. Sócr. – ¿Entonces qué? Como decía hace un momento, en el caso de Hermógenes, 429c/ diremos que no lleva puesto ese nombre, a no ser que en algún sentido le 333
Se trata de una nueva aplicación del argumento que apela a la existencia de grados de calidad en el uso del lenguaje. Platón se vale de él para objetar las posiciones extremas: fue usado en 386de contra Hermógenes para sostener que hay modos de nominar preferibles (véase Introducción, 4.1). Aquí señala la posibilidad de una asignación errónea del nombre, de modo que no habría una correlación exacta y automática entre lenguaje y realidad. Esta conclusión se alcanzará en 431e, cuando se postule que hay nominadores mejores que otros. 334 El término para “costumbre”, nómos, significa también “ley” (véase nota a 388d), por lo cual no es insostenible que se plantee que todas tienen el mismo status.
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corresponda335 la estirpe de Hermes, o que lleva puesto ese nombre, pero no adecuadamente? Crát. – A mí me parece que no lo lleva puesto, Sócrates, sino que parece que lo lleva, y que ese nombre es de otro, a quien sí pertenece la naturaleza que indica el nombre. Sócr. – ¿Uno no dice algo falso cuando afirma que él es Hermógenes? ¿En rigor, ni siquiera es posible afirmar que él es Hermógenes, si no lo es? Crát. – ¿Cómo dices? /429d/ Sócr. – ¿Acaso el argumento significa para ti que es absolutamente imposible decir falsedades? Muchos son pues los que lo dicen, querido Crátilo, tanto ahora como antes.336 Crát. – Naturalmente, Sócrates. ¿Cómo al decir alguien eso que dice, no estaría diciendo lo que es? ¿Acaso no es eso decir falsedades: no decir las cosas que son? Sócr. – Ese argumento es demasiado sutil337 para mí y para mi edad, compañero. Sin embargo, dime lo siguiente: /429e/ ¿te parece que no es posible decir falsedades, pero sí expresarlas? Crát. – No me parece posible tampoco expresarlas.338 335
Esta es la primera de trece apariciones de formas ligadas al término prosêkein en el pasaje 429c-435c, que traducimos sistemáticamente como “corresponder”, en el sentido de “tener como correlato efectivo algo real”. 336 Entre quienes adhirieron a esta tesis, muy difundida en la época, se cuenta Antístenes, según testimonia Proclo (SSR V.A.155) a propósito de este pasaje del Crátilo, lo cual constituiría la tercera referencia a este filósofo. Esta paradoja cobra sentido en el contexto de la tesis de la adecuación de los nombres: si todo nombre se refiere a algo que existe, siempre tiene correlato real; por lo tanto siempre se dice algo que existe y no es posible decir algo falso. La formulación es similar a la de 385b-c. Véase además Eutidemo, 283c ss. e Introducción, 4.2.1. 337 Sobre la crítica irónica en el término “sutil”, véase 399a y nota ad loc. 338 En este pasaje se asiste a un nutrido conjunto de términos del campo semántico del decir: “expresar” (phánai), “declarar” (eipeîn), “referir” (proseipeîn), “decir” (légein), “pronunciar” (phéngesthai). La acumulación indica que no se trata de un
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Sócr. – ¿Ni declararlas ni referirlas? Por ejemplo, si alguien al encontrarte en el extranjero te dijera al tomarte la mano: “Hola, extranjero ateniense, Hermógenes, hijo de Esmicrión”, él habría dicho algo o lo expresaría o lo declararía o lo pronunciaría o referiría así no a ti sino a Hermogenes? ¿O a ninguno? Crát. – A mí me parece, Sócrates, que él pronunciaría eso esterilmente. /430a/ Sócr. – Hay que aceptar también eso. ¿El que pronuncia, estaría pronunciando lo verdadero o lo falso? ¿O una parte de ello es verdadera y otra falsa? En rigor, incluso eso sería suficiente. Crát. – Yo, personalmente, afirmaría que un hombre así hace ruido, moviéndose en vano, como si se moviera golpeando una vasija.339 Sócr. – Vamos. A ver si reconciliamos las diferencias, Crátilo. ¿Acaso no afirmarías que el nombre es una cosa y otra aquello a lo cual pertenece el nombre? Crát. – Yo sí. Sócr. – Entonces, ¿estás de acuerdo también en que el nombre es una imitación /430b/ de la cosa?340 Crát. – Por sobre todo. Sócr. – ¿Entonces también dices que las pinturas, aunque de un modo distinto, son imitaciones de algunas cosas? Crát. – Sí. problema en el modo del decir, sino en la posibilidad misma de que el nombre errado se relacione con la cosa, lo cual lleva a Crátilo a decir que éste equivale a mero ruido. En rigor, la mención que sirve de ejemplo es incorrecta a medias, ya que Crátilo es efectivamente hijo de Esmicrión. El padre de Hermógenes es, como se dice en 384a, Hipónico. Esta referencia doble prepara el camino para la tematización de la verdad como resultado de la combinación de los nombres y las expresiones predicativas que se hará explícita en 430b-431c (véase notas ad loc.). 339 En Prótágoras, 329a se usa el mismo símil para referirse a la vacuidad de la palabra política corriente, ejemplo paradigmático de la verdad cifrada en la coherencia de enunciados y no en la intención de buscar lo real. 340 Tal como se dijo en 423b ss.
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Sócr. – Vamos. Puede que tal vez yo no entienda qué es lo que estás diciendo, y sin embargo podrías estar hablando adecuadamente. ¿Es posible distribuir y referir estas dos imitaciones, las pinturas y esos nombres, a las cosas de las que son imitaciones, o no?341 /430c/ Crát. – Es posible. Sócr. – En primer lugar, entonces, examina lo siguiente: ¿acaso se podría atribuir a un hombre la imagen de un hombre y a una mujer la de una mujer, y así en los demás casos? Crát. – Por supuesto. Sócr. – ¿Y al contrario, no se podría también atribuir a una mujer la imagen de un hombre y a un hombre la de una mujer? Crát. – Eso también es posible. Sócr. – ¿Acaso, entonces, ambas distribuciones son adecuadas o sólo la primera? Crát. – Sólo la primera. Sócr. – Creo que es la que atribuye a cada cosa lo conveniente, es decir lo similar. Crát. – Eso creo yo.
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Aquí comienza el análisis de las contradicciones del naturalismo. (Véase Introducción, 4.4.) El argumento tiene dos partes: 1) el lenguaje se puede referir a lo real bien o mal, según su calidad de combinación (430b-432a) y 2) la imitación implica siempre una cuota de inadecuación (432a-433b), lo cual permite concluir la incompatibilidad entre imitación y adecuación automática entre nombre y cosa. Por medio de la noción de imitación, Platón interpone en el esquema naturalista un elemento extraño, que es la actividad del pensamiento. Si en el planteo original el lenguaje es correlato exacto de lo real, Platón subraya que estrictamente es la actividad noética la que “distribuye” y “refiere” las imitaciones a lo real. Esta mediación crea una distancia que bloquea la relación directa y diseña las condiciones para que tal “distribución” (dianomé) sea correcta o errada.
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/430d/ Sócr. – Por lo tanto, para que tú y yo, que somos amigos,342 no peleemos en los argumentos, acéptame lo que digo. Yo, compañero, llamo adecuada a este tipo de distribución en ambos tipos de imitaciones, tanto en los retratos como en los nombres. Y en el caso de los nombres, además de correcta, es verdadera. Por el contrario, a la otra, la atribución e irrupción de lo disímil, la llamo no adecuada, y cuando sucede en el caso de los nombres, también falsa.343 Crát. – Pero, Sócrates, no vaya a ser que eso, que se puedan distribuir de modo inadecuado, /430e/ suceda en las pinturas, pero no en el caso de los nombres, sino que es necesario que se dé siempre de forma adecuada. Sócr. – ¿Cómo dices? ¿En qué difiere este caso de aquél? ¿Acaso no es posible aproximarse a un hombre y decirle “ésta es tu figura” y mostrarle, si toca en suerte, su imagen y, si toca en suerte, la de una mujer? Y con mostrar quiero decir poner ante la percepción de sus ojos.344 Crát. – Claro.
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Puede leerse también como “aliados”, caso en el cual se haría referencia a la postura aparentemente común que sostuvieron frente al convencionalismo radical de Hermógenes. 343 Esta intervención constituye un resumen de la posición de Platón, que sustenta la noción de verdad como adecuación del pensamiento a lo real, lo cual implica la alternativa entre la verdad, en tanto lenguaje que surge de un pensamiento que capta lo real, y el error, en tanto ausencia de garantía real y consecuentemente pensamiento y lenguaje errantes. A la prueba de esta dualidad se encamina lo que resta del diálogo. Nótese además que la distribución (dianomé), mencionada cinco veces en 430b-431b, ratifica, como se adelantó en 424d ss., que la verdad no radica en nombres aislados sino que es producto de la combinación, tal como se dijo que sucede en los retratos, a partir de la mezcla de colores. Véase N. Cordero, “Platone non dice che l'onoma può essere vero o falso (Crat. 385 c-d)”, en prensa, e Introducción, 4.5. 344 La referencia al “mostrar” (deíxai) puede cumplir la función de aclarar que se toma el término en sentido amplio y no en una acepción técnica que podrían haber usado, por ejemplo, quienes se atuvieran a la definición antisténica de lógos, aludida en 428d-e.
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Sócr. – ¿Y qué? De nuevo, ¿al aproximarse a este hombre, es posible decirle “éste es tu nombre”? De algún modo, también el nombre es una imitación, como la pintura. Precisamente esto es lo que quiero decir: ¿acaso sería posible /431a/ decirle “éste es tu nombre” y, después de eso, llevar otra vez a la percepción de su oído, si toca en suerte, su imitación, que dice que es hombre, y si toca en suerte, la del género humano femenino, que dice que es mujer? ¿No te parece que esto es posible y que a veces sucede? Crát. – Estoy dispuesto a acordar contigo, Sócrates, y que así sea. Sócr. – Estás haciendo bien, mi querido, si es posible que esto sea así, pues ahora no se debe polemizar demasiado sobre este punto. /431b/ Así, si existe también aquí esta distribución, estamos dispuestos a llamar a una de ellas “decir la verdad” y a la otra “decir falsedades”. Y si esto es así, y es posible asignar inadecuadamente los nombres y no atribuir lo que corresponde a cada uno, sino algunas veces lo que no corresponde, también sería posible hacer eso mismo con las expresiones predicativas.345 Y si es posible colocar así expresiones predicativas y nombres, /431c/ necesariamente también es posible hacerlo con los enunciados, pues los enunciados, según creo, son de algún modo la síntesis de éstos.346 ¿O qué dices, Crátilo?
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Es preferible entender el término rhêma como “expresión”, subrayando en este contexto que se trata de “expresiones predicativas”. Para las razones, véase 399b y nota al loc. 346 La postulación de la distribución como clave de la verdad de los enunciados lleva a puntualizar su estructura de predicados y nombres, de modo que desde la perspectiva inversa puede decirse que nombres y predicados son partes de la oración, i.e. mére toû lógou, con lo cual se inicia esta tradición de examen lingüístico que se convertirá en la columna vertebral de la gramática. Este esbozo está clarificado y expuesto taxativamente en el Sofista, 262a y Carta VII, 342c. Véase Introducción, 4.5.
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Crát. – Eso mismo, pues me parece que estás hablando bien. Sócr. – Entonces, si a su vez comparamos los nombres primarios con las letras, como en las pinturas, es posible atribuir todos los colores y figuras correspondientes, y al mismo tiempo no todos, sino pasar algunos por alto, y además agregar otros, en mayor número y tamaño. ¿O no es posible? Crát. – Lo es. Sócr. – ¿Entonces el que atribuye todo hace bellas las letras y las imágenes, mientras que el que agrega o quita, ése también produce letras e imágenes, pero de mala calidad? /431d/ Cr. – Sí. Sócr. – ¿Y qué pasa con el que imita perfectamente la realidad de las cosas por medio de sílabas y letras? ¿Acaso, de acuerdo con el mismo argumento, toda vez que atribuye todos los rasgos que corresponden, la imagen será bella, es decir el nombre, mientras que si algunas veces le falta o le sobra un poco, habrá una imagen, pero no será bella? ¿De este modo, algunos nombres estarán bien hechos y otros mal hechos?347 Crát. – Tal vez. /431e/ Sócr. – ¿Tal vez, por lo tanto, habrá un buen artesano de nombres y otro malo? Crát. – Sí. Sócr. – Y su nombre era “nominador”. Crát. – Sí. Sócr. – Tal vez, entonces, ¡por Zeus!, como en las demás técnicas, un nominador será bueno y otro malo, si es que realmente estamos de acuerdo en ese punto ya tratado.348
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Dado que la unidad mínima de análisis en el naturalismo es el nombre, Sócrates aplica las conclusiones sobre la calidad de combinación también a ese plano para probar que no hay correlación estricta entre nombres y cosas. 348 Véase 429a y nota ad loc.
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Crát. – Así es. Sin embargo, mira, Sócrates. Cuando atribuimos esas letras, la “a”, la “b” y cada uno de los elementos a los nombres de acuerdo con la /432a/ técnica gramatical,349 si quitamos, agregamos o cambiamos algo, nos queda escrito el nombre, pero no adecuadamente, y, estrictamente, no queda escrito en absoluto, sino que directamente es otro, si es que algo así le sucede.350 Sócr. – No sea cosa que no examinemos bien, si examinamos de ese modo, Crátilo. Crát. – ¿Por qué? Sócr. – Tal vez les suceda eso que tú dices a cuantas cosas existen o no existen necesariamente a partir de un número. Por ejemplo, el diez mismo o cualquier otro número que quieras, si se le quita o agrega algo, /432b/ inmediatamente se vuelve otro. En cambio, la adecuación de una cualidad y de toda imagen quizás no sea la misma, sino que, al contrario, no deba en absoluto atribuir todo lo que imita tal cual es, si va a ser una imagen. Examina si estoy diciendo algo cierto. ¿Acaso habría dos cosas, por ejemplo Crátilo y la imagen de Crátilo, si uno de los dioses no sólo asemejara tu color y tu figura, como los pintores, sino que hiciera también todas tus partes internas, tal como las tuyas, y les diera no sólo blandura y /432c/ calor, sino también colocara en ellas movimiento, alma y una inteligencia como la tuya, y, en una palabra, pusiera junto a ti otra forma con todo lo que tú tienes? ¿Habría
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En la época de Platón no existía aún la gramática como disciplina técnica independiente, con una definición de su quehacer y su espacio teórico, sino más bien como una práctica sobre la lecto-escritura. No faltan, en embargo, testimonios de reflexión empírica sobre cuestiones lingüísticas, como las que cita Dalimier, op. cit., pp. 34ss. 350 Sobre la noción de accidente gramatical implícita en el pasaje, véase 399b y nota ad loc.
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en ese caso Crátilo y la imagen de Crátilo o habría dos Crátilos?351 Crát. – Me parece que habría dos Crátilos, Sócrates. Sócr. – ¿Ves, entonces, mi querido, que es preciso buscar una adecuación de la imagen distinta de aquello que decíamos hace un momento, y que no es necesario, si falta o se agrega algo, que deje de ser una imagen? /432d/ ¿O no comprendes cuán lejos están las imágenes de ser iguales a aquellas cosas de las que son imágenes? Crát. – Yo sí. Sócr. – Realmente sufrirían ridículo, Crátilo, a mano de los nombres, esas cosas de las cuales los nombres son nombres, si se les parecieran absolutamente en todo. Porque todo resultaría doble y no se podría decir entre ellos cuál es la cosa misma y cuál el nombre. Crát. – Es verdad lo que dices. Sócr. – Entonces, con confianza, mi buen amigo, permite también que un nombre esté bien /432e/ puesto y otro no, y no lo obligues a tener todas las letras, para que sea exactamente como aquello de lo que es nombre. Permite, por el contrario, que imponga una letra que no corresponda. Y si permites una letra, permite también un nombre dentro de un enunciado. Y si permites un nombre, permite también que se imponga un enunciado dentro de otro que no corresponda con las cosas y que no por eso deje de nombrar a la cosa y expresarla, mientras esté presente el modelo de la cosa sobre la cual versa el argumento, como en /433a/ los nombres de 351
Con la aceptación de que la imagen implica una diferencia básica y estructural respecto de aquello a lo que refiere, se quiebra la posibilidad de una adecuación exacta entre lenguaje y realidad. Véase 430b y nota ad loc. La distancia entre la imagen y su modelo está llevada a su máxima expresión en el argumento dirigido en República, X.595e ss. contra la posibilidad de que los poetas conozcan lo real, que se apoya igualmente en su asociación con la imitación. Nótese que los efectos indeseables de la identidad de naturaleza entre nombre y cosa, que implicaría duplicación de entidades, lleva a descartar la plausibilidad de una lectura literal de 389d ss., donde se mencionan Formas de nombres. Véase Introducción, 4.6.1.
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los elementos, si recuerdas lo que Hermógenes y yo decíamos poco antes.352 Crát. – Claro que lo recuerdo. Sócr. – Realmente bien. Sin duda, cuando eso está presente, aunque no tenga todo lo que corresponde, expresará la cosa, bien cuando tenga todos los rasgos y mal cuando tenga pocos. Permitamos, entonces, bienaventurado, que se diga eso, para que no terminemos multados como los de Egina por caminar tarde de noche353 y también a su vez nosotros parezcamos llegar a las cosas /433b/ en verdad más tarde de lo debido, o busca alguna otra adecuación del nombre y no aceptes que el nombre es una mostración de la cosa con sílabas y letras, porque si vas a decir estas dos cosas, no podrás ser coherente contigo mismo. Crát. – Me parece que hablas con mesura, Sócrates, y eso sostengo. Sócr. – Dado que estamos de acuerdo en este punto, examinemos después de eso lo siguiente: si decimos que el nombre va a estar bien puesto, ¿debe tener las letras correspondientes?354 Crát. – Sí. /433c/ Sócr. – ¿Y corresponden las que son similares a las cosas? Crát. – Claro.
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Véase 393e. Con este planteo se amplía la síntesis previa de 430d para consagrar la estructura combinatoria del lenguaje en sus diferentes niveles, ya mencionado en 431c. Sobre este punto, véase Introducción, 4.5. 353 No hay menciones explícitas en las fuentes que iluminen el sentido de la referencia. Suele citarse en apoyo de alguna costumbre similar el pasaje de Poliorcetica, VI.7.X.10 de Eneas el Táctico. 354 Aquí se inicia el segundo argumento contra el convencionalismo, que señala que la teoría de los nombres primarios es incompatible con el método de correspondencia planteado en 424d-426b, que aseguraría adecuación con lo real. Para corroborarlo se procederá en 434c ss. al análisis de un término que contradice abiertamente el planteo.
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Sócr. – Por lo tanto, las que están bien puestas están puestas así, mientras que si algún nombre no fue bien colocado, una gran parte tal vez podría surgir de letras correspondientes y similares, si es que va a ser una imagen, pero tendría también algo que no corresponde, por lo cual el nombre no sería bello ni estaría bien hecho. ¿Decimos esto o algo distinto? Crát. – Creo que no es necesario pelear, Sócrates. Aunque realmente no me convence decir que hay un nombre, pero no está bien puesto. /433d/ Sócr. – ¿Y esto no te convence: que el nombre es una mostración de la cosa? Crát. – A mí, personalmente, sí. Sócr. – ¿Y no te parece que está bien decir que algunos nombres están compuestos a partir de los primarios y otros son primarios? Crát. – A mí sí. Sócr. – Pero los primarios, si van a ser mostraciones de algo, ¿tienes alguna otra manera más bella de que /433e/ resulten mostraciones que hacerlos lo más similares posible a aquellas cosas que deben mostrar? ¿O te convence más la manera que mencionaba Hermógenes355 y otros muchos, que los nombres sean convenciones y muestren para aquellos que convinieron porque han visto antes las cosas y ésta sea la adecuación del nombre, la convención, y en nada difiera si alguien establece la convención como ahora está organizada, o, al contrario, a lo que ahora se llama chico lo llama grande y a lo que ahora se llama grande, lo llama chico? ¿Cuál de las dos maneras te convence? /434a/ Crát. – Es mejor completamente y en todo, Sócrates, mostrar con una semejanza lo que se muestra y no con un elemento casual. Sócr. – Tienes razón. Entonces, ¿si el nombre va a ser semejante a la cosa, es necesario que los elementos a partir de los cuales se compondrán los nombres 355
Véase 384c-d y 385d-e, donde se planteó la tesis del convencionalismo radical.
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primarios sean por naturaleza semejantes a las cosas? Quiero decir esto: ¿acaso alguien hubiera compuesto la pintura que hace un momento llamábamos semejante a una de las cosas existentes, si no existieran por naturaleza /434b/ tinturas a partir de las cuales se componen las cosas pintadas que son semejantes a aquellas que imita el arte gráfico. ¿O es imposible? Crát. – Es imposible. Sócr. – ¿Del mismo modo, tampoco los nombres resultarían nunca semejantes a nada, si no existieran primero aquellas cosas a partir de las cuales se componen los nombres, que tienen una semejanza con aquellas de las cuales el nombre es una imitación? ¿Y aquellas cosas a partir de las cuales hay que componer son los elementos? Crát. – Sí. Sócr. – Ahora, en rigor, también tú compartes el argumento que hace poco sostenía /434c/ Hermógenes. Vamos, ¿te parece bien que digamos que la “r” se asemeja a la traslación, el movimiento y la dureza, o no te parece bien?356 Crát. – A mí me parece bien. Sócr. – ¿Y la “l” se asemeja a lo terso, lo blando y las cosas que acabamos de decir?357 Crát. – Sí. Sócr. – ¿Sabes, entonces, que a la misma cosa nosotros le decimos “dureza” (sklerótes), mientras que los de Eretria le dicen skleróter?358 Crát. – Claro.
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Véase 426c. Véase 427b. 358 Se refiere a una característica fonética del jónico de Eubea. Véase al respecto A. Meillet, Apercu d’ une histoire de la langue grecque, Paris, Hachette, 1913, p. 77 y M. Lejeune, Traité de phonetique grecque, Paris, Klincksieck, 1947, p. 279. El obstáculo consistirá en que las nociones de los nombres primarios no están claramente separadas y pueden aparecer combinadas de manera inconsistente. 357
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Sócr. – ¿Entonces la “r” y la “s” se parecen ambas a lo mismo, y la palabra les muestra a ellos lo mismo terminada en “r” y a nosotros terminada en “s”, o no nos muestra nada a ninguno? /434d/ Crát. – En realidad, nos muestra a ambos. Sócr. – ¿En tanto la “r” y la “s” resultan ser semejantes, o en tanto no? Crát. – En tanto son semejantes. Sócr. – ¿Acaso son entonces absolutamente semejantes? Crát. – Al menos en que muestran de igual modo la traslación. Sócr. – ¿Y la “l” que está presente? ¿No muestra lo contrario de la dureza? Crát. – Tal vez no está puesta adecuadamente, Sócrates. Del mismo modo que hace poco tú le explicabas a Hermógenes, quitando y agregando letras donde era necesario, y a mí me parecía adecuado, también ahora, tal vez, en lugar de una “l” se debe pronunciar una “r”. /434e/ Sócr. – Tienes razón. ¿Entonces qué pasa? ¿Ahora, según decimos, no nos entendemos mútuamente cuando alguien dice “duro” (sklerón), ni tú sabes ahora lo que yo estoy diciendo? Crát. – Sí, pero por la costumbre, mi queridísimo amigo. Sócr. – ¿Al decir “costumbre” crees decir algo diferente de “convención”?359 ¿O llamas costumbre a algo distinto del hecho de que, cuando pronuncio esto, yo lo concibo, y tú sabes que yo lo concibo? ¿No estás diciendo eso?360 359
Sócrates iguala “costumbre” (éthos) y “convención” (synthéke) e interpreta que ambas nociones no pueden convivir dentro del naturalismo. Sobre el modo en que esta noción operaba en el contexto original, véase Introducción, 4.2.1. 360 De nuevo, como en el primer argumento (véase 430b ss. y notas ad loc.) el pensamiento resulta un elemento mediador entre la realidad y el lenguaje, y por lo tanto un obstáculo para la adecuación automática pretendida por el naturalismo, en este caso implicando directamente el convencionalismo.
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/435a/ Crát. – Sí. Sócr. – Entonces, ¿si sabes, cuando yo lo pronuncio, te viene de mí una mostración? Crát. – Sí. Sócr. – Una mostración que surge de algo desemejante de aquello que yo pronuncio al concebirlo, si es que la “l” es desemejante de lo que tú llamas dureza (sklerótes). Si esto es así, ¿que otra cosa sucede sino que tú estableces una convención contigo mismo y la adecuación resulta para ti la convención del nombre, porque tanto las letras semejantes como las desemejantes muestran, cuando están tomadas por costumbre y convención? Incluso si la /435b/ costumbre no es estrictamente convención, no estaría bien decir que la similitud es una mostración, sino una costumbre, pues muestra, según parece, tanto con lo semejante como con lo desemejante. Dado que estamos de acuerdo en esto, Crátilo, -tomo tu silencio como un acuerdo- es de algún modo necesario que tanto la convención como la costumbre contribuyan con la mostración de aquello que decimos al pensarlo.361 Porque, excelente amigo, si quieres volver al número, ¿de dónde crees que será posible aplicar nombres semejantes a cada uno de los números, si no permites /435c/ que tu acuerdo y convención tenga una preponderancia sobre la adecuación de los nombres? A mí mismo también me place que en lo posible los nombres sean semejantes a las cosas, pero en verdad, como decía Hermógenes, para que no sea molesta la presión misma de la semejanza, es necesario valerse de este elemento vulgar, la convención, en relación con la adecuación de los nombres. Porque tal vez se podría 361
Nueva síntesis de la relación entre lenguaje y verdad: el uso y la convención son connaturales al modo en que estructuramos la relación entre la realidad (aquello que), el lenguaje (decimos) y el pensamiento (al pensarlo). De esto se deduce: 1) que no hay relación directa entre lenguaje y realidad, y 2) que el pensamiento es un elemento decisivo para relacionar los dos planos que el naturalismo obliteraba.
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hablar de la manera más bella cuando se habla con elementos todos o la mayor parte semejantes, /435d/ es decir correspondientes, y de la manera más fea, cuando sucede lo contrario. Después de esto, todavía dime lo siguiente: ¿qué capacidad tienen para nosotros los nombres y qué bien decimos que producen? Crát. – A mí me parece que enseñan, Sócrates, y es muy simple que quien conoce los nombres, conoce también las cosas.362 Sócr. – Tal vez, Crátilo, quieres decir lo siguiente, que cuando alguien conoce el nombre tal cual es –y es tal como /435e/ la cosa– conocerá por supuesto también la cosa, precisamente porque resulta ser semejante al nombre, y, por lo tanto, la técnica de todas las cosas mutuamente semejantes es una misma. En este sentido, precisamente me parece que estás diciendo que quien conoce los nombres conocerá también las cosas. Crát. – Lo dices con toda verdad. Sócr. – Presta atención. Veamos cuál sería ese modo de enseñanza de las cosas existentes que tú mencionas ahora, y si hay también otro, pero ése es el mejor, o no hay ningún otro que éste. ¿Cuál de las dos cosas crees? /436a/ Crát. – Yo, personalmente, creo que realmente no hay otro y que éste es el único y el mejor. Sócr. – ¿Y crees que el descubrimiento de las cosas existentes es eso mismo: el que descubrió los nombres también ha descubierto aquello a lo que los nombres refieren, o se debe buscar y descubrir de otra manera, pero aprender de ésa?363 362
La misma formulación es negada enfáticamente en Eutidemo, 278b. Esta pretensión del naturalismo es precisamente lo que se objetará en el tercer argumento: si el método de correspondencia no se respeta, como surge del segundo argumento, el nominador, en quien reposa el sistema, puede equivocarse al guiarse por la tesis del flujo, de modo que la coherencia semántica resulta un error generalizado. Eso llevará a la impugnación de la tesis del flujo, que en 437a ss. será abiertamente rechazada. 363 Éste es el corolario que Platón ve asociado a la frase “la investigación de los nombres es el principio de la educación”,
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Crát. – Creo de la manera más firme que se debe buscar y descubrir de esta misma manera de acuerdo con los mismos lineamientos.364 Sócr. – Vamos, entonces, Crátilo, pensemos: si alguien al buscar las /436b/ cosas siguiera los nombres, examinando qué ha de ser cada uno, ¿acaso piensas que no existe el menor peligro de equivocarse? Crát. – ¿Cómo? Sócr. – Es evidente que el primero que instituyó los nombres, como pensaba que eran las cosas, así instituyó también los nombres, según decimos. ¿No es así? Crát. – Sí. Sócr. – Entonces, si ese hombre no pensaba adecuadamente, pero que los ponía como pensaba, ¿en qué crees que lo obedecemos nosotros, que lo seguimos? ¿En otra cosa que en equivocarnos?365 Crát. – Pero no es así, Sócrates. Al contrario, /436c/ es necesario que el que instituyó los nombres los colocara en la medida en que conocía. Y si no, como yo decía antes, no serían nombres. Que tu mayor testimonio de que el que instauró no erró la verdad sea, sin duda, que nunca hubiese sido todo tan coherente. ¿O no pensabas mientras hablabas que todos los nombres surgían de acuerdo con lo mismo y en referencia a lo mismo? Sócr. – Pero eso, querido Crátilo, no es ninguna defensa, porque si, al equivocarse en el primero, el instaurador /436d/ forzaba a los demás hacia ése y los obligaba a ser coherentes con él, no es absurdo que, atribuida a Antístenes. Así, no se hace del naturalismo un simple principio didáctico de transmisión y aprendizaje, sino que intenta plasmarse como una legítima vía de investigación (véase Introducción, 4.2.1). Con esta explicitación se subrayan sus amplias pretensiones y se potencia el efecto de las críticas que vendrán inmediatamente. 364 La última expresión presenta dos lecturas: katà taûta “de acuerdo con ellos (sc. los nombres)” o katà tautá “de acuerdo con los mismos (sc. lineamientos)”. El sentido es el mismo. 365 Esto retoma la idea del nominador mareado de 411b-c que inauguró la tesis del flujo.
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como en los diagramas,366 cuando el primero resulta un poco e imperceptiblemente equivocado, los demás que lo siguen, aunque sean numerosísimos, concuerden también unos con otros. En efecto, sobre el principio de cualquier asunto, todo hombre debe dedicar un largo argumento y una gran investigación acerca de si está establecido adecuadamente o no. Si ese principio está suficientemente examinado, se hace evidente que el resto lo sigue. Pero realmente, no me sorprendería /436e/ si también los nombres son coherentes entre ellos. Examinemos de nuevo lo que describimos antes. Dado que todo corre, se mueve y fluye, decimos que los nombres nos señalan la realidad. ¿Te parece que muestran algo diferente? /437a/ Crát. – Por supuesto que es así, y lo señalan adecuadamente. Sócr. – Partiendo de estos supuestos, examinemos primero el nombre “conocimiento”, qué ambiguo es. En rigor, parece más que señala lo que “detiene” (hístesin) nuestra alma sobre (epí) las cosas que lo que tiene intercambio con ellas. Incluso es más adecuado pronunciar su comienzo como ahora, más que hepistéme, insertando un espíritu áspero,367 y al contrario, hacer el agregado sobre la “i” en lugar de 366
Se ha entendido a veces el término diagrámmata como “demostraciones”. La comparación previa con la pintura hace preferible “diagrama”, que por otra parte es la versión léxica directa, para mantener el paralelo entre lo lingüístico y lo visual. En los dos casos, de todos modos, se subraya que un principio errado condiciona el error del resto del sistema. Esto entraña una advertencia contra la noción de verdad como coherencia de enunciados: de la apariencia de coherencia no puede inferirse un correlato real con esos rasgos. Discursos coherentes pueden ser enteramente erróneos. Por eso el método dialéctico entraña un contralor permanente del avance de la argumentación. Véase Introducción, 4.5. 367 El sentido es el mismo que en 412a y 417a, con problemas textuales similares. No es una buena opción la variante ekbállontas “suprimiendo” en lugar de embállontas “insertando”, poque anularía la relación de este pasaje con 412a.
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sobre la “e”.368 Después “sólido” (bébaion), que es imitación de una base (básis),369 es decir un reposo, y no de traslación. /437b/ Después, “investigación” (historía) significa “que detiene el flujo” (hístesi tòn roûn). Y “confiable” (pistón) significa decididamente “lo que detiene” (histán). Después, “memoria” (mnéme) le revela a cualquiera “que está sola” (moné) en el alma, y no traslación. Y, si quieres, “yerro” (harmartía) y “desgracia” (symphorá), si uno se deja llevar por el nombre, manifiesta lo mismo que “inteligencia” (sýnesis), “conocimiento” (epistéme) y todos los demás nombres sobre cosas valiosas.370 Además, incluso “ignorancia” (amathía) y “desenfreno” (akolasía) parecen similares a ellos, porque “ignorancia” parece una marcha del “que va /437c/ junto a la divinidad” (háma theôi ióntos), mientras que “desenfreno” parece decididamente el seguimiento (akolouthía) de las cosas. Y así, los nombres que consideramos que estaban entre los peores, resultarían totalmente semejantes a los que están entre los mejores. Y creo que, si uno se toma el trabajo, se podría encontrar otros muchos a partir de los cuales se podría creer que, a su vez, de nuevo, el que instauró los nombres no señalaba que las cosas corren ni se mueven, sino que permanecen. /437d/ Crát. – Y, sin embargo, Sócrates, ves que la mayoría señalaba de esa manera. Sócr. – ¿Y entonces qué es esto, Crátilo? ¿Contamos los nombres como votos y en eso consistirá la 368
Este comentario sobre “el agregado sobre la ‘i’” fue omitido por algunos editores. En rigor, la aclaración cobra sentido si se entiende que lo agregado es un espíritu áspero, de manera que no debería colocárselo sobre la primera “e” para asociarlo con hépomai, “seguir”, como se hizo en 412a, sino sobre la “i” para asociarlo con hístemi, “detener”. 369 El juego lingüístico, intraducible, radica en que básis significa “base”, pero en tanto derivado de baíno “marchar”, significa “paso, marcha”, y por lo tanto refiere a la vez al reposo y al movimiento, entre los cuales aquí se elige el primer sentido. 370 Ya en 406b y 407c se había analizado hístor, con el sentido de “conocedor”. Sobre symphorá, véase 412a y 417a.
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adecuación? ¿Los nombres que evidentemente señalen de manera más numerosa, esos serán los verdaderos? Crát. – Realmente no es verosímil. Sócr. – De ninguna manera, mi amigo. Pero dejemos esto.371 [VERSIÓN A:372 Examinemos si estás de acuerdo con nosotros también en este punto o no. /437e/ Vamos. Los que en cada ocasión instituyen los nombres en las ciudades, tanto en las griegas como en las bárbaras, ¿no acabamos de acordar que son los nominadores y la técnica de instauración capaz de eso? Crát. – Por supuesto. Sócr. – Dí, entonces: ¿los primeros nominadores colocaron los nombres primarios conociendo las cosas a las cuales les colocaban el nombre, o desconociéndolas? Crát. – Yo creo que conociéndolas, Sócrates. /438a/ Sócr. – Sin duda no fue desconociéndolas, compañero Crátilo. Crát. – Me parece que no. 371
Habiendo llegado en 437c-d al corolario del tercer argumento (el nominador que sigue la teoría del flujo se equivoca y la semántica de la lengua resulta incoherente), se plantea el cuarto argumento dirigido a señalar la imposibilidad de aplicar el método de correspondencia entre lenguaje y realidad planteado en 424d ss. Esto implicaría que el nominador conociera lo real antes de poner nombres, de modo que la investigación de los nombres no sería la única vía de conocimiento como se había afirmado en 436a. Dalimier (ad loc.) entiende que el tema se debe dejar porque se corre el riesgo de adentrarse demasiado en una cuestión política, pero podría tratarse simplemente de dejar la cuestión semántica para pasar al nuevo argumento. 372 Consignamos de manera seguida las dos versiones que transmiten los manucritos. La mayoría conserva la versión B, mientras la A consta en uno solo. Esta última se diferencia de la versión B, básicamente por su referencia a nominadores múltiples, como sucede también en 389d, y ha sido considerada espuria a menudo. Nicoll y Duke, en la edición de Oxford, atribuyen ambas versiones a Platón. Sedley lo considera un indicio de una doble redacción del diálogo por parte de Platón (Plato’s Cratylus, Cambridge, Cambridge University Press, 2003). Véase Introducción, 2.
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Sócr. – Entonces, ¿de qué manera diremos que ellos colocan los nombres con conocimiento o que son nominadores, hasta que colocan algún nombre y conocen algunos, si no es posible aprender las cosas sino a partir de los nombres?] [VERSIÓN B: Retomemos otra vez desde donde nos desviamos hasta aquí. Hace un momento, en los argumentos anteriores, si recuerdas, decías que era necesario que el que instituyó los nombres los colocara sabiendo a qué cosas se los colocaba. Entonces, ¿todavía te parece que es así o no? Crát. – Todavía. Sócr. – ¿Y acaso dices que el que instauró los nombres primarios lo hizo sabiendo? Crát. – Sí, sabiendo. Sócr. – ¿Entonces, a partir de qué nombres hubiese aprendido o descubierto /438b/ las cosas, si es que los nombres primarios todavía no estaban puestos, y decimos a su vez que es imposible aprender y descubrir las cosas de otro modo que aprendiendo los nombres o descubriendo nosotros mismos cómo son? Crát. – Creo que lo que dices tiene sentido, Sócrates.373 [Sócr. – Entonces, ¿de qué manera decimos que ellos colocan los nombres con conocimiento o que son nominadores, hasta que colocan algún nombre y conocen algunos, si no es posible conocer las cosas sino a partir de los nombres?]] Crát. – En rigor, yo creo que el argumento más verdadero sobre esto, /438c/ Sócrates, es que existe un poder mayor que el humano que instauró los nombres
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Nicoll y Duke siguen la sugerencia de Kapp de eliminar esta línea y trasladar las líneas que siguen al final de la versión A (“Entonces, ¿de qué... a partir de los nombres?), dado que la mención de varios nominadores coincide con el registro de ésta más que con la versión B. Los manuscritos que transmiten esta última consignan esa porción de texto, de modo que, para reproducir las versiones, optamos por conservar la línea y repetir el pasaje en cuestión entre corchetes.
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primarios a las cosas, de modo que es necesario que sean adecuados. Sócr. – ¿Por lo tanto, crees que el instaurador mismo hubiese colocado nombres contradictorios con él mismo, aun si era un demon o una divinidad? ¿O te parece que hace un momento no decíamos nada cierto? Crát. – Pero es posible que los nombres de uno de los grupos no lo fuesen. Sócr. – ¿Cuáles, hombre magnífico, los que conducen al reposo o los que conducen a la traslación? Porque, de acuerdo con lo que se acaba de decir, no será decidido por mayoría. /438d/ Crát. – Realmente no sería justo, Sócrates. Sócr. – Entonces, si los nombres están en conflicto,374 ya que unos y otros repiten que ellos mismos son los semejantes a la verdad, ¿con qué criterio decidiremos, o yendo hacia qué parámetro? Sin duda no hacia otros nombres diferentes de éstos, pues no existen. Al contrario, es evidente que hay que buscar otra cosa diferente de los nombres que nos refleje sin nombres cuáles de ellos son verdaderos, indicando claramente la verdad de las cosas existentes. /438e/ Crát. – Me parece que es así. Sócr. – Por lo tanto, Crátilo, según parece, es posible aprender las cosas existentes sin nombres, si es que esto es así. Crát. – Evidentemente. Sócr. – ¿Mediante qué otra cosa crees todavía que se podría aprender esto? ¿Acaso por otro medio diferente del que es natural y más justo: unas cosas por medio de otras, por vía recíproca, si de algún modo son afines, y cada una por sí misma? Porque lo que es diferente y ajeno a ellos podría señalar algo diferente y ajeno, pero no a esas cosas en cuestión. Crát. – Me parece que dices la verdad. 374
Juego lingüístico con el doble valor de stásis, que puede ser tanto “estabilidad” como “conflicto”. Véase además 438c. Para un fenómeno similar, véase 437a y nota ad loc.
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/439a/ Sócr. – Presta atención, ¡por Zeus! ¿No estuvimos de acuerdo muchas veces en que los nombres que están bien puestos son similares a aquellas cosas en referencia a las cuales están puestos los nombres, es decir son imágenes de las cosas? Crát. – Sí. Sócr. – Entonces, si es posible aprender del mejor modo las cosas a través de los nombres y es posible también a partir de ellas mismas, ¿cuál sería el estudio más bello y claro? ¿Aprender a partir de la imagen la imagen misma, si es una buena imitación, y además la verdad de la que era /439b/ imagen, o a partir de la verdad aprender no sólo la verdad misma sino también su imagen, si está hecha convenientemente? Crát. – Me parece que es necesario que sea a partir de la verdad.375 Sócr. – La manera, en efecto, en que se debe aprender o descubrir las cosas existentes tal vez es más de lo que podemos conocer tú y yo. Es deseable, por lo tanto, acordar también esto: que no hay que aprender e investigar a partir de los nombres, sino mucho más a partir de las cosas mismas que de los nombres.376 Crát. – Así parece, Sócrates. Sócr. – Pero examinemos todavía esto, para que no nos /439c/ engañen esos muchos nombres que tienden a lo mismo, si los que en realidad los instauraron los 375
Con este paso se vuelve a la disyuntiva de 436a sobre el modo en que se conoce, ahora para descartar la vía lingüística, tal como obliga a colegir el planteo de 437e y 438a. 376 Esta negación de la utilidad del lenguaje que cierra el cuarto argumento, tal como la de 438d en que se habla de un conocimiento “sin nombres”, puede hacer pensar que se reniega totalmente de él, algo imposible cuando la metodología filosófica propuesta es la dialéctica, que en su mismo nombre refiere al lógos. Los pasajes de Fedón, 99ss. aclaran la perspectiva: dado que no se puede acceder a lo real directamente es preciso refugiarse en las proposiciones, pero sin perder de vista que el objetivo es la “caza de lo real”. De esta manera, el lenguaje es limitado a la calidad de instrumento derivado de la actividad de captación de lo real. Sobre este punto, véase Introducción, 4.5.
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pusieron pensando que todo corre y fluye –pues me parece que ellos pensaban así–, pero si casualmente no es así, sino que ellos mismos están confundidos, como si se hubiesen caído en un torbellino y nos empujan arrastrándonos. Examina, por eso, admirable Crátilo, lo que yo sueño muchas veces. ¿Decimos que existe algo bello en sí y algo bueno y así con cada una /439d/ de las cosas existentes,377 o no? Crát. – A mí me parece que existen, Sócrates. Sócr. – Investiguemos, por lo tanto, eso mismo. No si existe un rostro bello o alguna de las cosas por el estilo y parece que todo eso fluye. Por el contrario, ¿decimos que lo bello en sí es así siempre tal cual es? Crát. – Forzosamente. Sócr. – ¿Acaso, entonces, si siempre se desliza, es posible decir adecuadamente respecto de él, primero que es esto y luego que es de tal cualidad,378 o es forzoso que al mismo tiempo, mientras nosotros hablamos, se vuelva inmediatamente otra cosa, se deslice y ya no sea más así. Crát. – Es forzoso. /439e/ Sócr. – ¿Entonces cómo podría ser algo aquello que nunca es igual? Porque, si en un momento se 377
Platón construye el argumento final del diálogo recurriendo a las Formas, que tienen rasgos difusos para propiciar la adhesión de Crátilo. En tanto naturalista, Crátilo cree igualmente en parámetros firmes que evitan el relativismo, pero no acepta su status separado e inteligible. Igual que en el primer tratamiento (389c ss.), las Formas aparecen para garantizar una estabilidad que haga posible el conocimiento en relación con el objeto (439d-440a) así como con el sujeto (440a-c). 378 Esta identificación de dos aspectos (ser esto y ser de tal cualidad) puede ser una referencia al “qué es” frente al “cómo es”, modos de enfocar la investigación propios de la dialéctica y la semántica antisténica respectivamente. Véase Introducción, 4.2.1. El punto relevante aquí es que, sin algo estable, las dos posibilidades quedan anuladas. No hay razón para pensar, como M. Mackenzie, que el acto de nominación crea el cambio en lo inteligido, lo cual desvirtuaría todo el argumento (M. Mackenzie, “Putting the Cratylus in its place”, en Classical Quarterly 36, Oxford, 1986, p. 124ss).
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mantiene igual, en ese tiempo es evidente que no cambia en nada. Pero si es siempre igual y es lo mismo, ¿cómo podría cambiar o moverse, sin alterar en nada su forma?379 Crát. – De ningún modo. Sócr. – Además, tampoco podría ser conocido por nadie. Porque al mismo tiempo que el que ha de conocerlo /440a/ se acerca, se volvería diferente y ajeno, de modo que no se podría conocer incluso de qué cualidad es o cómo es.380 Ningún conocimiento conoce cuando lo conocido no existe de ninguna manera. Crát. – Es como dices. Sócr. – Pero tampoco es verosímil decir que hay conocimiento, Crátilo, si todas las cosas varían y nada permanece.381 Porque, si esto mismo, el conocimiento, no varía de ser conocimiento, el conocimiento permanecería siempre y sería conocimiento. Pero si varía /440b/ la forma misma del conocimiento, al 379
Este pasaje ha sido objeto de exégesis, suponiendo que hay lagunas textuales (Stokes, Strachan) o desplazamientos (Robinson). En rigor, no hace falta recurrir a estas soluciones: esta primera parte del razonamiento (439d-440a) está estructurado del siguiente modo: 1) si la realidad cambia, no hay estabilidad del objeto de conocimiento; 2) al contrario, si tiene existencia estable, éste no cambia; pero 3) esto último va contra la tesis del flujo, entonces habría que sostener 1); entonces 4) la realidad no es cognoscible. El pasaje tradicionalmente problemático es el punto 2. El razonamiento apunta a mostrar que la tesis del flujo implica la negación del conocimiento. Véase Introducción, 4.4. 380 La referencia, igual que en 439d, apunta a subrayar que en este contexto ni siquiera es posible un conocimiento de los rasgos cualitativos de las cosas como planteaba la semántica antisténica al sustituir la respuesta “qué es x” por “cómo es x”. Sobre este punto, véase Introducción, 4.5.1. 381 El segundo momento de este argumento final (440a-d) sostiene la necesidad de estabilidad para que el conocimiento mismo exista, lo cual no es posible en la tesis del flujo: 1) si el conocimiento no varía, existe y permanece; 2) al contrario, si varía, cambia hacia algo que no es conocimiento, pero 3) esto es absurdo porque no habría ni conocedor ni objeto conocido. Esto permite concluir que, si se acepta la existencia de lo estable, se garantiza el conocimiento, pero hay que renunciar a la tesis del flujo.
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mismo tiempo variaría hacia una forma diferente del conocimiento y no sería conocimiento. Pero si siempre varía, nunca habría conocimiento, y por este argumento tampoco habrá conocedor ni objeto conocido. Pero si siempre existe lo que conoce, existe lo conocido, existe lo bello, existe lo bueno y existe cada una de las cosas existentes, no me parece que esas cosas que nosotros mencionamos sean semejantes en nada /440c/ al flujo ni a la traslación. Entonces, si es así o del modo en que dicen los seguidores de Heráclito y otros muchos,382 puede que no sea fácil de investigar. Pero tampoco es propio de un hombre muy lúcido cuidar de sí mismo y de su alma entregándose a los nombres, y habiendo confiado totalmente en ellos y en los instauradores, insistir como si supiera algo, y asimismo advertir, en contra de él mismo y de las cosas existentes,383 que no hay nada de nada sano, sino que todo chorrea como una vasija,384 y /440d/ pensar simplemente que, como los hombres que se enferman de catarros, también las cosas están así dispuestas y que todos los eventos se mantienen por flujo y catarro.385 Tal vez, en efecto, Crátilo, es así, pero tal vez no. Entonces, se debe examinar valientemente y bien, y no admitir fácilmente –pues todavía eres joven y estás en edad- y tras examinar, si descubres algo, lo puedes compartir también conmigo. Crát. – Eso haré, claro. Sin embargo, sábete bien, Sócrates, que tampoco ahora lo tengo sin examen, sino 382
En esta masa indeterminada se incluye a todos los antagonistas del diálogo, especialmente los ligados al materialismo y, por lo tanto, a juicio de Platón, comprometidos con el conocimiento del flujo de lo sensible. Sobre este punto, véase Introducción, 4.4. 383 Quien aceptara algo así lo haría “en contra de él mismo”, porque al aceptar la tesis del flujo contradiría su propia posibilidad de conocer, y “en contra de las cosas existentes”, porque se impugnaría la existencia del objeto de conocimiento, de modo que caería en una paradoja escéptica. 384 Véase Empédocles DK 31B100. 385 Se trata de la traslación al uso médico de la noción de flujo. Véase el tratado hipocrático Sobre las epidemias, 1.19.
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que me parece, tras haberlo examinado y /440e/ entendiendo el asunto, que es mucho más como dice Heráclito. Sócr. – Otra vez, compañero, me enseñarás, cuando vengas. Pero ahora, como estás preparado, márchate al campo.386 Hérmógenes te va a escoltar. Crát. – Así será, Sócrates, pero intenta también tú pensar todavía en este tema.
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Este epílogo ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Cassin cree que se trata de desestimar a Crátilo echándolo fuera del ágora, porque su consistencia intelectual es defectuosa (“Le doigt de Cratyle”, en Revue de Philosophie Ancienne 5, Bruxelles, 1987). Dalimier (ad loc.) plantea que puede haber corrupción textual y que el término agrón, “campo”, fuera ágra, “caza”, de modo ue podría referir a la caza de realidades de Fedón, 66a. También ve la posibilidad de que se mencione la pólis de Agra. Si así fuera, en tanto allí había un santuario al dios Pan, la referencia podría constituir una referencia al lenguaje, ya que se dijo que Pan representaba al lenguaje, con sus dos dimensiones (408b ss.). Frente a estas posibilidades un tanto alambicadas, es de notar que lo más relevante no es hacia dónde se dirige Crátilo sino que Sócrates sanciona la guía y escolta de Hermógenes, lo cual indica que, ante el naufragio del naturalismo, debe avenirse al convencionalismo. La línea final es una indicación de que quedan respecto de lenguaje cuentas pendientes que Platón tendrá que saldar en otras obras, pero siempre partiendo del rechazo del naturalismo. Véase Introducción, 4.5.
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Índice Introducción 1. Cita con el hijo de Hermes 2. Datación y personajes 3. Estructura de la obra 4. Síntesis exegética de los problemas centrales 4.1 Al hombre, caballo y al caballo, hombre 4.2 La identidad de los adversariosLa construcción del caballo de Troya 4.2.1 La sofística y el fantasma de Antístenes 4.2.2 Los ecos en el Crátilo 4.3 La construcción del caballo de Troya 4.3.1 La habilidad “etimológica” de Sócrates 4.3.2 Los supuestos peligrosos 4.4 La caída del naturalismo 4.5 Corolarios sobre el lenguaje: cómo jugar con fuego 4.6 Naturalismo y Teoría de las Formas: productos de la fricción 4.6.1 Las Formas en el Crátilo 4.6.2 La versión ampliada de la Teoría de las Formas 5. Nuestra traducción Bibliografía 1. Ediciones, comentarios y traducciones de República 2. Bibliografía complementaria sobre el Crátilo CRÁTILO
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