La filosofía como un panóptico Un perfil de Enrique Marí. Por Claudio Martyniuk
El filósofo dice: Para encontrar la ver...
17 downloads
850 Views
113KB Size
Report
This content was uploaded by our users and we assume good faith they have the permission to share this book. If you own the copyright to this book and it is wrongfully on our website, we offer a simple DMCA procedure to remove your content from our site. Start by pressing the button below!
Report copyright / DMCA form
La filosofía como un panóptico Un perfil de Enrique Marí. Por Claudio Martyniuk
El filósofo dice: Para encontrar la verdad hay que organizar el cerebro. Y el poeta: Para encontrar la verdad hay que reventar el cerebro, hay que hacerlo explotar. Puesto que no sé quién soy... que lo decida la suerte. ¿Cara o cruz? León Felipe, El poeta y el filósofo 1. Hoy los modernos parecen antiguos e ingenuos en una bárbara lectura. Son sancionados por sostener la romántica desviación iluminista; son excluidos por una ideología que sujeta cada vez más conciencias con la sola eficacia del mercado. Y el espacio filosófico -desde el cual se piensa qué podemos pensar, qué hemos dejado de ser y qué podemos hacer- parece, más que achicarse, aislarse de las problemáticas y obsesiones de los hombres y de la sociedad. La filosofía, como técnica unidimensional, abandona el espacio público de la razón; deja de intervenir; considera que es mejor no hablar de ciertas cosas. Pero hay resistencias y acidez en el aparato teórico de digestión. La filosofía aún puede concebir sus trabajos a partir de un horizonte de crítica a los costados más sombríos de las sociedades contemporáneas; aún puede, también, impresionar con búsquedas, experimentaciones y estilizaciones abarcativas de zonas distantes y luces insólitas. 2. Enrique Marí se acerca a ese horizonte desde diversos lugares. En su último libro, Papeles de filosofía II. La teoría de las ficciones en la política y la filosofía (Buenos Aires, Biblos, 1997), que compila artículos aparecidos en revistas o presentados en congresos, abundan ejemplos de ello. Veamos uno. Ingresa al mundo imaginado por Robert Musil en el contexto de la Viena de principios de siglo. Se ubica junto a El hombre sin atributos, inmensa forma literaria de reflexiones filosóficas que llevaron a Musil a desbordar los estrechos márgenes de la estilística filosófica tradicional. La crisis de la subjetividad y la pérdida de significación de las cosas, fenómenos localizados en Kakania, el reino de El hombre sin atributos, son reencontrados en nuestro presente. Musil describe la presencia de los peluqueros en el reino de Kakania, sus visitas a las casas más aristocráticas y cómo comparten sus ideales con las damas mientras realizan su trabajo. Narra Marí cómo entonces los peluqueros adquieren peso político y social y colocan, en el reino de Kakania, el reino-de-la-pizza-con-champán. La reflexión, como envuelta en una aventura, le permite usar al hombre sin atributos para pensar a la ciudad y al shopping. Dice Marí: "Hazlo rápido, café, cine, diversión y compras, para cumplir con tu ritmo, tu tiempo, y puedas dejar taza, asiento y stand a otro que ocupe tu lugar en el
espacio en que entregas tus cualidades, tus atributos". Marí es el autor de Neopositivismo e Ideología (Buenos Aires, Eudeba, 1974), un amplio análisis de la filosofía analítica y de la historia semántica de la noción de ideología, con un final que revisa las tesis de la epistemología popperiana a partir de categorías desarrolladas por Gastón Bachelard y Louis Althusser. El libro cuenta con una introducción de Jorge Lucio Rébori. Rébori fue secuestrado y desaparecido durante la última dictadura. El libro fue prohibido. Y hoy, como si algún en algún depósito olvidado pudiéramos hallar restos de un pasado clausurado por decreto, admite ser leído como la búsqueda apasionante de armas racionales en un árido desierto que hace de las teorías polvo de arena y de los hombres poco más que dunas. Marí no ha cesado de participar en los debates propios de la filosofía de la ciencia, estableciendo siempre la necesidad de abordar la relación entre el conocimiento científico, sus condiciones sociales de producción y las dimensiones ideológica, ética y política de las teorías. Esto se percibe en los trabajos que integran Papeles... II, en especial en "El marco jurídico del movimiento positivista argentino" y en "La teoría de la ideología y sus orígenes moderno", los cuales permiten entrecruzar la evolución de categorías surgidas en Europa, durante el siglo pasado, con su impacto y recepción en el pensamiento argentino. Así narra Marí como, en los inicios de la secularización de la enseñanza filosófica en la Argentina, se crea en el Colegio de la Unión del Sud una cátedra llamada "Ideología", desde la cual Juan Crisóstomo Lafinur difundía las ideas de Destutt de Tracy ya en 1819. Es interesante constatar cómo en otros trabajos de la compilación, por ejemplo: "Las ficciones de legitimación en el derecho y la política: de la sociedad medieval a la sociedad contractual" y "Las teorías y su influencia política y socio-jurídica en los problemas de la democracia", las mismas categorías epistemológicas son herramientas de trabajo para esbozar desmontajes de sistemas de representación integrados a dispositivos histórico-sociales. Son tanto la forma estético-política de ejercicio de su actividad intelectual como la concepción pragmática y contextual de abordaje de sus temas, las que lo diferencian con radicalidad de partidarios de concepciones epistemológicas formalistas e instrumentalistas. Lejos de todo dogmatismo reductivista, estos Papeles tienen como hilo conductor el abordaje de las condiciones de constitución de las ficciones e imaginarios sociales que se acercan y entrecruzan con una realidad que se va haciendo. Como caso, el de Marí es peculiar. Se trata de un lector de Marx y Sartre que pronto se interesa por la filosofía analítica y la epistemología, para desde esos lugares iniciar un tratamiento sumamente abierto y pluralista en el campo de la filosofía social, política y jurídica. Quizás algo similar, en España, pudo haber hecho con anterioridad Manuel Sacristán. El círculo de sus amigos franceses reconoció sus aportes, a pesar de que ellos no dejaban de contener aspectos extraños para algunos marxistas adoradores de formas omnipotentes. Althusser, en El porvenir es largo -un libro quizás comparable a las Confesiones de Rousseau- relata que, ante el evidente impasse del marco teórico estructuralista, resulta pertinente la sugerencia de Marí y de otros filósofos como Dominique Lecourt, consistente en explorar el camino de la filosofía anglosajona, y en especial el abierto por la obra de Wittgenstein. 3. La filosofía es un espacio de tensiones donde conviven diferentes estrategias de rigor intelectual. Hay gimnasias destinadas al cultivo de una seriedad complaciente y hay ejercicios de racionalidad que desarrollan la fuerza de combate crítico y participan en la extensión -hasta alcanzar zonas inimaginadas- de los límites de la tolerancia, de las fronteras de lo posible y de lo permitido. Como detectives, algunos filósofos persiguen esclarecer la relación entre formaciones de
subjetividad, emergencia de materialidades, lazos de sociabilidad y sus correlativas representaciones simbólicas. Por eso hay investigaciones filosóficas con suspenso y tramas de final incierto. Marí, que supo producir iniciáticas lecturas de Michel Foucault, parece así entenderlo. Claro, él escribió La problemática del castigo. El pensamiento de Jeremy Bentham y Michel Foucault (Buenos Aires, Hachette, 1983). Podría decirse, entonces, que su mirada teórica usa las lentes divergentes del arqueólogo y del genealogista. La filosofía puede pensarse como históricamente signada por la utopía del panóptico. No para vigilar, controlar y castigar, esas intervenciones tan comunes aún en el campo del saber. Creyó la filosofía -a través de sus héroes- que podría adueñarse de una transparencia que le harían atravesar montañas de profundidades secretas. Ver e iluminarlo todo fue una ilusión absolutista. Su abandono implicó para unos la destrucción del modelo panóptico-filosófico. En cambio otros -como Marí- parecen convencidos de que algo del mirador se preserva; quizás su carga utópica, quizás cierto perfume emanado de las pestilentes ficciones. El panóptico (es decir el filósofo) queda como un dispositivo de observación reflexiva que, con sus flaquezas, intenta observar cómo construye su mirada, mientras busca otras perspectivas. Quizás en ello consista la práctica filosófica. Como si desde allí se pudiera extender siempre más su campo o, por lo menos, sus metáforas. Ese, podríamos pensar, es el lugar desde el cual Marí contrapone el orden medieval al capitalismo tardío; desde allí encuentra en el romanticismo alemán aquella poesía y verdad barrida por la globalización del mercado. De aquí también que pudiera construir Elementos para una epistemología comparada (Buenos Aires, Punto Sur, 1989) como si en algún punto infinito lograran encontrarse el pensamiento continental europeo y la tradición anglosajona, esos senderos intelectuales bifurcados. Desde un panóptico erosionado por dentro y por fuera, la filosofía puede ir tras el enfoque de la diferencia. Busca un poco de aire fresco. Otros tiempos, otras figuras y otras obras, para hacer con ellas nuevas visiones y comparaciones, para comprender otras cosas del presente y de sus representaciones. Ludwig Wittgenstein pensaba que ser profesor de filosofía era una especie de muerte en vida. Pero la filosofía puede abrir arterias que conduzcan a los órganos poéticos. La teoría, ese ver anticipado, puede desafiar fronteras y traspasar concepciones de orden; de orden social y de modos de concebirlo. Es cuando lo poético, tejido con el hilo del rigor crítico -y la crítica no es más que una definición de racionalidad- hacen política. Quizás por ello cada respuesta se convierta en un obstáculo a vencer. La acidez critica erosiona ilusiones, incluidas las ilusiones de la razón y las mistificaciones en que cae la propia filosofía. Algunos raros filósofos, luego de perderse en laberintos, llegan a las ruinas de un panóptico. Desde allí, con una mezcla de tristeza y serena alegría, describen luces tenebrosas y sabias penumbras. 4. La práctica teórica puede concebirse como crítica de las miserias de teorías y de las miserias sociales. Y Marí, cercano siempre al círculo althusseriano, nunca bajó las banderas del humanismo. Con frescura juvenil, amabilidad y elegante prosa, no cesa de criticar a los partidarios de la razón cínica y de la falsa conciencia ilustrada. En sus Papeles la cuota de rebeldía no es acompañada por la ilusión de un futuro promisorio que nos espera; sí, en cambio, contiene una carga estética que alimenta la noción del poder racional de los sujetos para construir mundos alternativos al presente. Son papeles para arrojar al alba, dice Marí citando al poeta Raúl González Tuñón. Y así también Marí se arroja a la peligrosa escritura periodística. Marí no es periodista, como tampoco es
autor de papers filosófico-burocráticos. Escribe papeles. Y no teme hacerlo como quien canta opinando. Quizás esto se relacione con la práctica jurídica, constituida por una especie de lógica adversativa o, más bien, consistente en un ejercicio de esgrima nietzscheano. Sin duda que los abogados hablan y escriben cuando no tienen nada que decir. Y eso Marí lo sabe; entonces acusa, pero sin grandilocuencia y fanatismo. Esto último lo deja para el tango y Atlanta, el club del barrio de su infancia. Los Papeles son defensores de la modernidad, de la razón que argumenta y critica; pero ello no impide que estén anclados en el mar del mundo romántico. Conocimiento, política, creatividad participan de un estiramiento del espacio de la filosofía. Como papeles filosóficos, los de Marí reorganizan la representación de una problemática. Como ficciones, algunos papeles arrojados parecen explotar al caer. Unos lectores leerán sobre el ruido de la explosión, mientras que otros lo oirán. Cara o cruz, dice el poeta. Disfrutar del entendimiento y criticar al juicio. Cara y cruz, pretende el filósofo.