France Vernier.
¿Es posible una ciencia de 10 literario?
5
France Vernier
¿Es posible una ciencia de lo literario?...
77 downloads
852 Views
4MB Size
Report
This content was uploaded by our users and we assume good faith they have the permission to share this book. If you own the copyright to this book and it is wrongfully on our website, we offer a simple DMCA procedure to remove your content from our site. Start by pressing the button below!
Report copyright / DMCA form
France Vernier.
¿Es posible una ciencia de 10 literario?
5
France Vernier
¿Es posible una ciencia de lo literario? Traducción: María Olmedo Mardne-¿ y
Juan Alfredo Bellón Ca7.abán
11
AKAl EDITOR
1.
Introducción
La cucstión es saber si la -crítica_ está consa·
grada a no ser más que una práctica ideológica, un discurso que dobla un discurso, o si una ciencia de .10 literario» o de la «literatura» es posible y cómo lo es. En consecuencia, no se puede transformar una práctica ideológica en ciencia por la simple importación de métodos o conceptos científicos prestados de otras cicncias que no han sido constituidas como tales más que a partir del momento en que su ob· jeto ha sido dcfinido científicamente. No se trata de responder, en términos O por métodos desde ahora «científicos», a cuestiones que hemos hereda· do, sino de plantear otras cuestiones. Así, la definición misma de un dominio y de un objeto científi· co las determina. Mientras que se buscaba la pie· dra filosofal, las experiencias de los alquimistas no bacían progresar la química, que na ha sido constituida hasta después del l'ccha:1.O de este objeto ilu· sorio. Tampoco puede eludirsc ni dejar de lado pro· visionalmente la cuestión del dominio y del ob· jeto (1). Si hay que volver a insistir sobre este punto es porque son muchos todavía los que creen que pueden descuidar este problema: asf, no definir el ob· jeto científico de la crítica no es «darle de lado» ni «atenerse a una práctica»; es, se quiera o no, ratifi· car, ejecutar «prácticas» ligadas a una «concepción» de la «literatura» y de la lengua que no se pone en discusión. No hay ningún trabajo crítico -sea sobre variantes o cotejo de manuscritos- que no pre· (1) Como Pierre Machcrcy ha su,brayado claramente (página IS de Pour une tlléorie ele la productioll littera;7·e).
7
suponga o no ponga en .luego una c:onccpcu)Il del «Texto» del «Autor». de la «Literalura•. La confusión que actualmente se mantiene entre «método» y uteoria» no debe embaucamos. Muy a menudo. el «método.. (ifrecuentemente romado de otra ciencia y traspuesto sobre la basc de una analogía. que en general le hace perder lo que tcnía de «científico» en su ciencia de origen! ) alcanza el lugar de la teoría y su «aplicación» acaba por convertirse en un fin en sí. Y no fueron cierlamenrc los métodos. sín embargo. científicos. de la fíSica mldc•. t • los qUl' ayudaron a Marx a elaborar la Icol'ín dd capltalis. mo, aunque hubiera tcnido .. SI.I diSPOSICión un la· boratorio para analizar la composici6n molecular del oro o del papel moneda. EXcllscseme la excesiva insistenda en este punto; las «evidencias» son precisamente t.,s que resultan más difíciles de poner en entredicho. Por lo tanto, Ja cuestión tiene importancia: lo que se ha entor· pecido es la finalidad misma de los estudios literarios y de la crítica; .es su función la que. en vez de ser cuestionada, es ratificada. siendo «desplazado» d problema (en el sentido que Freud da a lCdespla· I.amiento») hacia cuestiones cn suma secundarias: de entre los diferentes «caminos» que llevan a co, nocer mejor al "autorlO (la biografía lagarde·Michar· diana, la psicocritica o el sociologismo individual del tipo que Sartre emplea en sus artículos sobre Flaubert), el que más se aparta de un estudio cien· tífico es quizá el último en la medida en que parece integrar de antemano una critica fundada en el mar· xismo, mientras que lo que en realidad hace es desvirtuar las cuestiones para reducirlas a la eterna búsqueda (pequeño·burguesa) del individuo-testimonio·del·hombre: ¡el problema de la relación entre la lucha de clases." el fenómeno literario se reduce a la situación de clase de Gustave Flaubert! El hecho es particularmente grave cuando se piensa que. dada la estructura escolar y universita8
ría actual dc Francia, el aprendizaje de la lectura se hace en la escuela y que el fenómenu literario -tanto escritura como Icctura- está prioritaria· mente determinado pUl' (y para) la enseñanza. La toma de conciencia, bastante reciente, dcl he· cho de que el aprendizaje del «francés. (lengua y Ii· teratura) está ligado más o menos directamente a las «ideas dominanteslt ha provocado en el caso de los enseñantes dc todos los grados una interrogación positiva acerca de ]a finalidad de su enseñanza y de su práctica (.nada se enseña inocentemente.). Sin embargo, ello conduce, por falta de métodos «de recambio., a un malestar que' se traduce, en el caso de unos, en una afición a la explicación del texto o en la afición por la disertación cuyo aspecto caduco sienten (aunque la cuestión no sea ésta) y en las que no creen, pero que tampoco saben por qué reemplazar: en el casu de otros, por un replanteamiento tcuricisla, generalmente separado de toda aplicación práctica y que se dobla -necesariamen· te- cuando se trata de prepararse para el bachille· rato o las «oposiciones» con una triste sumisión a las «recetaslO del deber. Oc este modo, la enseñanza está demasiado de· terminada en el funcionamiento del fenóm'eno lite· rario porque no se la puede colocar entre paréntesis. Pues, de hecho, los discursos teoricistas de los enseñantes más lIal díalO no pueden ser, tal comp funcionan lus cursos, más que paréntesis dirigidos a la «élite» de los alumnos, y doblados por una práctica, no sólo caduca, sino ligada a la propagación de la idcologia dominante que cuntinúa rOl"mando '! seleccionando la masa dc los alumnos y enseñantes. De este modo es indispensable poner al dia los presupuestos de partida y que sustentan los métodos que se empican someterlos a la critica, tanto en el plano de su \'aJid~z teórica como en el de su aplicación metudulúgic:a. La finalidad de este articulo es contribuir a definir el objeto dc lo que podría
ser una ciencia del fenómenu literario, someterlo a critica y elaborar los métodos de investigación qu{' podrían derivarse de esto. incluyendo sobre todo a la enSeñan7.8. que sigue siendo la clave de toda lectura/escritura.
10
n.
J.
Definición de un objeto
Puntos de partida a aitica,'
Las teorías, métodos o prácticas de la crítica li· teraria descansan, implícita o explícitamente, en el reconocimiento como pel·tinenle de uno de estos dos puntos de partida siguientes. Dicho de otra forma, toman el uno o el otro como «algo dado.. , (Así. he citado más arriba a Macherey para apl'Obar su exi· gencia en cuanto a la definición de un objeto. aun· que me parece discutible la primera frase del ca· pítulo 2: «Decir: la crítica literaria es el estudio de las obras literarias, es darle un dominio, pero no un objeto». Esto no es «darle.. un dominio, es tan sólo reconocer una separación provinente de juicios de valor que ha privilegiado ciertos escritos como si tuvieran una cualidad especial o un modo de funcionamiento irreductible respecto a otros.) l." El primero de estos «puntos de partida» im· plícitos es el siguiente: la «literatura- sería «el con, ¡tinto de [os textos literarios»: esta suma, acumula· da con el transcurso del tiempo, sería algo .dado» para estudiar, y los métodos ganando en cientifici· dad gracias a los préstamos de la lingüística O del psicoanálisis. permitirían transformar su estudio en Ciencia. Todo depende, pues, del método. permane· ciendo inmutable el campo de aplicación. Así, los dextos literarios. no constituyen ni siquiera un dominio empírico. Si quisiéramos interrogar bien la expresión .Ios textos literarios» nos veríamos obli· gados a constata" que d conjunto que designa varía Por comodidad. yo la n.-emplazarla por esta Oll-a:
11
corpus literarios. (2), es decir, el conjunto de los escritos .sagradoslO, de los «textos» que son reconocidos como lC literarios» en una época dada por una clase social (3). Se constata fácilmente que esto~ IlcorpuslO varían con el tiempo y el régimen social. '! no varían sólo por adjunción de «textos» nuevos sino que registran separaciones e integraciones. Así. pues, a pesar de su aparente evidencia, no puede hacerse una formulación como ¿sta: «existen textos, de aquí es de donde hay que partirlO, pues la evi· dencia no está más que en una simple analogía con las ciencias llamadas exactas (ejemplo: «hay mine· rales •. Pero la analogía es ilusoria, pOl'que lo neceo sario sería una mineralogía que tomara como domi· nio no «los minerales», sino «los minerales preciosos», del mismo modo que los lCtextos. son ..escri· lOS preciosos»). Del mismo modo, y para limitarnos provisionalmente a la cuestión del .. dominio» de textos literarios (o paralitcrarios), siendo relativa y dudosa, no sabría designar nuestro dominio de estudio, y menos aún nuestro objeto. Por el contrario, la evolu· ción, la transformación de estos «corpus., forma parte del dominio de nuestro estudio. •.10:;
2:' El segundo punto de partida tomado como base implícita o explícitamente es un cardcter par· ticular, especifico, una «lilcrariedad» que estaría más o menos presente en todos los «textos., yendo (2) Soy pcrh:Clamcntc conscienle del hechu dc que el término de Corpus no es l.-strictamenle aplicable aquí (sal. \'0 en caso de caer en el vicio que denunciaba antes: la transferencia de conceptos) en la medida cn que Olcorpus. desi~na un conjunto que sc ha defillido, aunque sea arbitranamcnte, con cfaridad v sobre el que se decide traba· jaro Por el contrario, Olcl conjunto dc los textos literarios. que es -dado. como relevante de la Olevidencia. no está precisamente delimitadu, sino siempre justiricado _.. pos· teriari.. También la c:'tpresión .corpus lilcrarlo- necesita una definición. (3) Está claro que l.:uan<.lu St: trala <.le la clase dominan· te la ideologla dominante liende a imponer su corpus á las clases dominadas Este ~ompleio problema será exami· liado más adelante
12
desde un grado cero cn el teorema matemático hasta un máximo en un poema de Mallarmé. por ejemplo. Este punto no es más sólido que el precedente: por una parte. los criterios de Iiterariedad son tan variables como los «corpus. y no senan 'capaces de definir un dominio de cstudio mejor que éstos, Por otra parte, como siempre, han sido «sacados:- o «abstraídos- de «textos.. constituidos como tales. no escapan a los juicios de valor que los han designa· do, dependiendo de su -tccnicidad. a pesar de su apareme independencia. En fin, la atemporalidad de esta noción (carácter particular que -estaría. en las obras de toda época. identificable por su ine· ductible eSJX.·cificidad) acaba pOI' hacerla inaceptable para delimitar lo que no seria más que: un dominio de estudio. Oc hecho, ~tos dos puntos de partida no se oponen más que en apariencia y revelan una misma concepción, resolviéndose el segundo en una racionalización del primero: lo que determina los .cor· pus litel'arios» es un presupuesto accl'ca de la llcsen· cia- de la .literariedad» que deseluboca en la c1asifi· cación -espontánea» de ciertos escritos como textos literarios, así como la .literariedad- llega a extraer de eslOs mismos «corpus». si no una «csencia., si al menos una «cualidad intrinsccaJt, En los dos ca· sos, «conjunto de textos- o -literaricdad», no nos hacen escapar a los juicios de valor que querríamos evitar, refiriéndonos en el primer caso a la .evlden· cia» o al «consensus», y en el segundo a la especi· ficidad de lo literario. La inestabilidad misma del «corpusJt, de tos cl'iterios d~ .literariedad-, revela su segundo carácter: no se puede negar que lo que ha presidido (y preside) ta elecció" de entre los cs· critos dc algunos de dios como «textos" o como «obras maestras. es un juicio de valor y toda la -cientificidad» de los métodos no sabría eludir el hecho de que. sea cual sea el método que se les apli. que a los .textosJt. éste ha sido previamente sepa·
rado, aislado. por juicios de valo,' históricamente analizables (4). ¿Se podría por ~sto decir que se está en un pun10 muerto y condenado. _. -
ya s~a a renunciar a todo estudio científico en el dominio 11 literario». Lo cual llevaría prácticamente a abogar por la supresión de los lIIestudios literarios. y, en consecuencia. a abandonar el ejercicio y la práctica de las ideologías idealistas de la burguesía. apareciendo entonces la 1II110ción. de literatura como atacable sólo desde el exterior; .va sea a considerar que, no permitiendo que ningún criterio científico determine un campo especifico, «literario., entre las obras del lenguaje. éstas deben ser puestas desde el comienzo en un mismo plano, y no servirse de la lingüística, del psicoanálisis. de la sociología o de la historia; dicho de otro modo. que, no siendo la literatura más que una no· ción, no tienen cabida para una ciencia par· ticular?
A esta última actitud es hacia donde parecen di· rigirse. al mellos implícitamente, ciertas críticas que sustituyen una «investigación», que parece en justicia irrisoria o incluso nociva, por trabajos inter· disciplinarios (lingüística. psicoanálisis-historia-sociología). Pero lo hacen sobre... «textos. y no hacen, pues, más que dejar de lado el problema. Vuelvo, pues, a la pregunta: ¿Se está en un puno lo muerto y hay que admitir que no puede haber una ciencia de «lo literario. o de la literatura? Es cierto que la literatura es una cuestión inabar· cable y. sin embargo. corrientemente tratada como (4)
El hl:cho de que los rormalístas rusus hayan apli-
cado a textos no reconocidos como literarios sus métodos de análisis del relato no afccta para nada al h(.ocho de que talcs m':todos est~n sacados del estudio de los -textos li· terados..
14
evidente. no discutible; este carácter de falsa evi· dencia es propio de todos los presupuestos ideológicos y debe ser 'prioritariamente puesto en dis· cusión. Así, pues, ya podemos afirmar que el término .. literario» designa a la vez personas, cosas. actitu· des. palabras, profesiones, instituciones, apremios». etcétera, es decir. un complejo muy heterogéneo. Voltaire hacía notar ya en el Diccionario filosófico (y esta afirmación es muy sintomática puesta al frente del articulo .. Litcratura-, del Diccionario Ro· berl): .. Literatura: esta palabra es uno de esos tér· minos vagos tan frecuentes en todas las lenguas... Tales son todos los términos generales cuya acepo ción precisa no está determinada en ninguna lengua más que por los objetos (1 los que se aplicalll (soy yo, France Vernier, quien subraya). No podríamos decir mejor hasta qué punto el término «literatura» es inapto para delimitar un ob· jeto científico, ni incluso un campo o un dominio de estudio. Por el contrario. la heterogeneidad de los objetos a los que puede aplicarse este término revela que lo que designa no es una ..escncia». El materialismo histórico proporciona los clc· mentos necesarios para plantear la cuestión de otro modo. El pretendido «impasse» o punto muerto se· ñalado más arriba aparece entonces como una cuestión mal planteada o más bien una falsa cuestión. En efecto, bajo el colol' de un replanteamiento rae dical, conserva la allcrnativa, idealista: «literatura o nada», mientras que la noción de literatura procede (enmascarándola al mismo tiempo) de un ren6meno históricamente analizable que tiene pOI' fun· ción atemporali7.ar, sublimar. a fin de hacerla t:sca· par a un análisis materialista.
15
2.
Definición de
W1
dominio
Es preciso encarar el problema de este modo. En vez de buscar desesperadamente dónde se encarna esta noción de literatura es necesario interrogarse sobre lo que de ella procede y sobre lo que ella desplaza (5).
En el conjunto de los fenómenos sociales. es un algo -no irreductible-, sino perfectamente discer· nible en su funcionamiento y no en su esencia, en la medida en que hace siempre intervenir la noción de «belle7.a» en la práctica de las obras de lengua· je (escritura, lectura, discurso critico, enseñanza de las «bellas» letras, etc.). Llamaremos a esto «fenómeno literario», comprendiendo en él las condiciones de emergencia de los «textos., su producción. edición, difusión. instituciones escolares y universitarias, las condiciones de aprendizaje de la lengua. lectura, diferentes instancias legislativas en este dominio, como las academias. los premios literarios, las revistas, la definición del «dominio cultural» y de los «corpus literarios», cte., sin que, por el mo· mento, decidamos que uno de estos elementos está primero en relación a los otros, ni incluso que uno de entre ellos pueda ser el primero. De lo que se trata es del tipo de funcionamiento, específico de verdad, pero histórica y políticamente analizable, de ese fenómeno social, y por tanto discernible, que es el fenómeno literario en su conjunto. Veamos un ejemplo para dar una idea de ello, esquemática y bastante grosera: entre la «explicación del texto», que es )a i~terpretación de un texto legal por los jueces. la «explicación» que puede ha· cer del mismo texto un historiador y la llamada «Ii· teraria- que puede hacer un profesor de francés en un instituto o en un liceo no es en el texto donde ha· (5) Igual que la noción burguesa de lo humano/-inhumano- se anali7.a como la máscara de la supremacía del burgués erigido en tipo humano universal.
16
brá que buscar una especificidad, puesto que ha sido escogido idéntico por hipótesis, sino en el tratamiento del que se le hará objeto en cada uno de los tres casos, tratamiento ligado a la institución en la que se encuentra cada uno de los tres comentadores. Así, para la expresión «un profesor de francés en un li· ceo. he hecho intervenir toda una serie de instituciones que están implicadas en nuestro dominio de investigaciones. La delimitación de nuestro .dominio de investi· gaciones» sería entonces: el conjunto del feJlómeno literario (en la acepción más amplia que acabamos de ver) que debe ser estudiado en su funcionamiento socio-histórico y no en su esencia. Si se acepta esta definición se verá que la dife· rencia de toda delimitación de un dominio a partir de un «corpus literario» o de una «literariedad. tie· ne la ventaja de haber sido definida. es decir, que no puede ofrecer duda respecto a lo que remite y a lo que no remite. ESta definición tiene una segunda venlaja: no elude el famoso problema del «valor», lo sitúa en el (y no «en la raíz deb.) dominio de estudio. Es decir, que permite ponerlo en su lugar: el «valor» reconocido (¿cuándo? ¿dónde? ¿por quién?) a talo cual «texto» es históricamente analizable y contribuye a erigir un escrito en «texto». Ni eludido ni diviniza· do, es uno de los componentes del proceso que un análisis marxista puede y debe analizar. Se podrá salir así del círculo tautológico: el «valor», disfra· zado de diversas maneras, tiene siempre entrada en la definición (muy a menudo implícita: «la eviden· cia») del campo de la literatura, y ningún análisis. tan «técnico» o «científico» como se quiera, ha sabido evitar jamás este condicionamiento previo que desemboca en hacer reencontrar, a vet:es con un asombro ingenuo, lo que, de buena o mala gana, se había puesto al comienzo en el objeto.
17
3.
Definición de
Utl
objeto
Queda todavía. después de haber delimitado un dominio de estudio, definir un objeto. Igualmente aquí el materialismo histórico nos propordbn~ los instrumentos necesarios: I.
U
2."
El fenómeno literario es un hecho so~iQI,
Hay que situarlo entre lBS superestructuras,
3.1> Como tal. el conjunto del fenómeno definido más arriba mantiene ciertas relaciones con otros ele· mentos de las superestructuras y. en última instan· cia. con la infraestructura. sin que ca priori. nada autorice a privilegiar como primero o determinan· te uno y otro de los elementos que componen el con· junto del fenómeno (<
Hay que insistir en dos puntos: a) Es el conjunto del fenómeno literario el que mantiene necesariamente las relaciones --ciertamente mediatizadas- con la infraestructura. b) Nada autoriza a reducir estas :-~la\,;10ncs a re. flejos.
Sin entrar por el momento en 1<\ dh,cÚsión dCt:r. ca de la aportación' política e inelulJu teórica de los artículos de Lenin sobre Tol~to' (6)1 quiértJ hin s610 poner en guardia contra 10$ Usos mecanicistas y cm. pobrecedores de la teoría leninista del reflejo tal como aparece en Materialismo y empiriocriticismo. Lenin. refrendando a Engels. propone que «las sen. saciones y las r~presentaciones del hombre. (página 241. Obras Completas, tomo XIV. Editions Sociales) son «copias... fotografías ... reproducciones ... proyección de las cosas como en un espejolt; como para lCnuestros conocimientos» con «un cuadrolt que (6) .P?r una parte volveré a ello más adelante; por otra, el análiSIS de el. Prévost en esta publicación (ma17.o de 1971) me parece plantear muy pertinentemente el problema.
18
.. r~produce un modelo existente objetivamente» (página 339); afirma que «la consciencia no es, en cualquier caso, más que un reflejo del ser» (pág. 339). Pero la noción de reflejo hace intervenir: l." La existencia independiente de un objeto fuc· ra de todo espejo. de toda mirada;
2,"
un espejo:
3."
una \0 varias) mirada(s).
Así, pues, en la problemática que ordena )' muo tiva Matcri(llismo y empiriocriticismo, libro polémi:0. recordémoslo, todo el acento está puesto, contra el idealismo y todos sus rebrotes, en la existencia ob¡etlva de la realidad fuera de las representaciones que de ella se hacen los hombres y, por otra parte, en la afirmación de que existe un lazo entre t!stas y aquélla. Es decir, que la insistencia es mucho menor sobre la lwtllralez.a de este lazo que sobre su existencia. mucho menor sobre lo que en la imagen del reflejo implica la conformidad de la re· presentación con la realidad que sobre la existencia im1epemliente de esta realidad y el estado dc depell' deJlda en que están todas las representaciones hu· manas respecto a ella. Así, todas nuestras representaciones no son «más que» (pág. 339) el reflejo, «en el mejor de los casos un reflejo aproximadamente exacto». Es, pues, en el sentido débil de «ligado a «dependiente dc», como se ha tomado la palabra reflejo, y no en su sentido fuerte de conformidad, de semejanza. Por otra parte, Lenin no habla más que de la re· ación general de las llrepresentaciones» o de la cconsciencia» o de los «conocimientos» humanos J:on la realidad objetiva. Tiene bucn cuidado de ci· t.ar a EngcJs (pág. 137): « ... el pensamie1lto humallD es tan soberano como no soberano y su facultad de ,:onocimicnto es tan ilimitada como limitada. Sobe· D ,
19
rano e ilimitado, por su naturaleza (o por su t:structura), su \locaci6n, sus posibilidades y su prop6sito hisI6rico final; no soberano y limitado por su ejecución individual y su realidad sinRtllar. (El subra· yado es de France Vernier.) También todas las teorías que hacen de tal pensamiento individual, a lorliori de lal o lal «obra» literaria, un reflejo de la realidad, son un empobrecimiento mccanicista e incluso una grave deformación de 'la teoría leninista. Hasta en sus artículos sob're Tolstoi, Lenin está tan lejos de fundar una teoría de la obra-reflejo que vale la pena precisar -para conservar la metáfora óptica- quc el objeto (= ciertos aspectos de la realidad) no se «refleja» más que a condición de una mirada dcterminada. que no es la de la «prensa liberal». Dicho de otro modo, el «espejo» no «refleja». no es, pues, cspejo. La cuestión esencial que plantea Lcnin. tal corno la ha mostrado Claude Prévost, a través de términos marcados por la ideología literaria de la época, es la siguiente: ¿reflejo ti los ojos de quién? El olvido o la omisión de este problema, apoyado en la eficacia retórica de la vieja metáfora del cuerpo humano, asimilada al organismo social, se encuentra en el hipócrita «nosotros» de los críticos y, .. de las disertaciones: «c\ autor nos muestra... nosotros vemos.... etc.». o mejor. en la ausencia tolal de mención del lector (.se ve»): «el texto muesIra, descubre, etc.•. ¿Quién es este Nosotros o este Se, si no es una vez más el Hombre universal. el Hombre-en-general de los manuales? Pues, hay que recordarlo, lodos .nosotroslO no vemos la misma realidad. Así, muchos críticos, incluso marxistas, olvidan este punto esencial en el funcionamiento del fenómeno literario. Así, G. Lukács exagera lo que su propia interrogación de los textos debe al hecho de que él sea marxista, y cae en la ilusión de que es el .lt~xto» el que por sI mismo es un espejo. Por ejemplo, en el prefacio de Balzac y el reaUsmo fral1cés. 20
donde expone sus puntos de vista teóricos. escribe (página 14): «es la imagen del mundo dado por la obra la que es decisiva para la historia. lo que la obra proclama es lo decisivo» (el subrayado es de France Vernier). No, no es el «texto» quien «proclama lt , y lo que Lukács ve en él no es sino el resultado de una rcla· ción de tres términos, cada uno de los cuales es como pIejo: la realidad objetiva (y la percepción que de ella tiene Lukács a través del análisis de Marx en el /8 de BrumarioJ, un «texto» (= un escrito con· vertido en texto como resultado de un proceso social complejo), una ocmiradalt (formada contradictoriamente por un cierto aprendizaje de la lectura .v por el marxismo). Esta puesta a punto tiene por objeto precisar que nada está más alejado del análisis de Lcnin (y de las prolongaciones que exige) que las teorías de la «obra·reflejo»; éstas impiden plantear las verdaderas cuestiones olvidando los mecanismos esencia· les e impiden analizar de manera dialéctica las relaciones que enlazan el fenómeno literario con las superestructuras y la infraestructura. Podemos, en fin, preguntarnos, habida cuenta de lo que se acaba de decir, si la metáfora del reflejo. útil y operatoria en las condiciones de lucha en que se encontraba Lenin con el objetivo preciso de una batalla contra el idealismo, debe ser mantenida -aunque sea con las precisiones y matizaciones neo cesarias. Parece que, más bien que operatoria. sea molesta por las ambigüedades a que ha dado lugar y que continúa provocando, puesto que se trata sobre todo de analizar las condiciones de posibilidad de lodo «reflejolt en el dominio .literario» y de fabricar la teoria de las ocdeformacioneslt o «rupturas» del «espejo•. Tenemos más intcrés en conservar el elemento esencial, que es cl de una dependencia del fenómeno literario respecto a la realidad de las re· laciones sociales. que es su fuente, sin negarnos tampoco a la existencia de una imagen que ha lenido 21
su utilidad, pel'O que se ha prestado a tantas defor maciones por las que se ha desfigurado. y esto tanto más cuanto que las teorías defor madas de la «obra-reflejo» implican -o entrañanuna concepción estática, eminentemente antidialéc tica, de las relaciones sociales, que impide analizar las acciones de retorno que puede ejercer el fenómeno literario sobre otros elementos de las super· estructuras e incluso de la infraestructura. Al ins· taurar una relación de sucesión: el objeto a reflejar/el reflejo, que viene a completar la pretendida universalidad del órgano visual metafórico, estas teorías impiden analizar las relaciones que mantiene dialécticamente el fenómeno Uterario con las superestructuras e infraestructura. ¿Cuál será entonces nuestro «objeto-? Hay que precisar aquí un punto: puesto que las ciencias lIa. madas 4lexactas» han constituido cada una progresivamente su objeto a partir de una práctica empi. rista poco a poco criticada, en el dominio que nos ocupa me parece indispensable dar un salto: si el objeto científico que vamos a definir ha sido desig· nado por un proceso-verbal de carencia, como con· secuencia de los puntos I1merlOS encontrados al fi. nal de todas las interrogaciones literarias sobre la literatura, no es ni lo uno ni lo otro lo que permite fundarlo ni formula;Jo{al objeto). Su formulación no puede venir más que de un análisis exterior a la «práctica» literarla·crltica, No puede aparecer como homogénea más que en la me· dida en que se hubiera aceptado ya el considerar el fenómeno literario como un fenómeno social -lo que precisamente está en el origen del IItlgio, Igual. mente, para evitar toda tergiversavión al respecto. se puede afirmar deliberadamente que el ob,leto científico que propondremos es exterior a la prác· tica Iiteraria·crítica -que, en el mejor de los casos, ha servido para conferir valor a la necesidad de su definición. Por esto, en relación a ella, formularé un presupuesto de este modo: 22
El objeto científico que propongo es: la natura· leza histórica ne las diversas mediaciones, variables segt.fn las épocas y los modos de dominaci6n de las ideologías dominantes, por las que pasan las rela· ciones entre infraestructura. otros elementos de las superestructuras y el fen6meno literario en una época dada y en una sociedad dada. A partir de aquí es desde donde se podrdn determinar las leyes que ri· gen estas relaciones. (A partir de aquí es desde donde precisamente se podrá analizar el trabajo especifico del escritor). Estas mediaciones son cxtremadamente complejas. y habría que desconfiar de las reducciones abusivas dol tfpo de las que han llevado a tratar el fc· nómeno literario como el Derecho, cuaodo lo quc los !'epara no es sólo cuantitativo. sino cualitativo. pues el derecho es esencialmente un instrumento de dominación de clase. El fenómeno literario es actualmente como (-desviado como-) tal; sin embargo. no puede ad· quirir totalmente una especificidad verdadera m~s que en una sociedad llegada al socialismo. La existencia dc estas relaciones entre iotra.:"· tructura y fenómeno literario. por complejas que sean. elimina todas las teorías que se apoyan en la :mtonomía dc la literatura (comprendidos su brotes >l modernos» , como la cerrazón del texto. L,; espcd· ficidad de la «escritura literaria- y, en general. todo formaUsmo, incluso aunque el formalismo ruso ~n· tre ltislóricametlte como una reacción positivv. en nu~stro dominio de estudio). La autonomía relativa del fenómeno literario en· tra~a. entre otras cosas, el que se someta a discusión la noción misma de historia de la literatul'a: como si una historia separada y separable de la ti· ~eratura pudiera rendir cuenta a través de una ~s· p..::cie de gcnetismo, de su funcionamiento. Así, la r~' lación que une a una novela del siglo XIX francés con otra del siglo XVIII o XIX norteamericano no puede ser considerada como una relación niño/adulto
23
o entre primos hermanos (es lo que implican las historias de la literatura y, más generalmente, los programas escolares). Ello no quiere decir que no haya ninguna relación entre ambas, sino que estas relaciones no son de «obra» a «obra» y deben ser consideradas desde una perspectiva radicalmente distinla y mucho más compleja que no tiene nada quc.~ ver con las relaciones «olímpicas» que se concede en nuestros manuales a lodos los «académicos» del Panteón internacional de la cultura (Homero, Shakespcare, Dante, Cervantes, Robbe-Grillct) «interes· cribiéndose» «infierno» y apretándose una tenaza tan internacional como atemporal. Si se admite, no sólo este dominio. sino este ob· jeto. la primera cosa a estudiar es el tipo de reladones que se instauran entre el fenómeno literario y las ideologías.
24
111.
Fenómeno literario e ideologfa(s)
Si se ha descartado la autonomía del fenómeno literario (y por ello el formalismo) y, por otra parte, una interpretación mecanicista (y no leninista) de la teoria materialista del reflejo. el primer punto a estudiar es el de la articulación fenómeno litera· rio/ ideología dominante o, dicho de otro modo, de su(s) relación(es).
J.
Dos funcionamiemos históricameme analizables
No se trataria de poner en relación las ideologías como estructuras con el funcionamiento del fe· nómeno literario. Ni, tampoco, de reducir este último a una estructura con el fin de hacerla superponible o. al menos, comparable a la ideología dominante. No se trata de atemporalizar o de abstraer los dos términos para compararlos. Tampoco de estudiarlos en términos de antes para después, como si un ya-allí ideológico condicionara el fenómeno literario. De Jo que se trata es de poner en relación lo que son dos funcionamientos históricamente analizables. teniendo en cuenta sus interacciones y de que no son aislables el uno del otro. Y recuerdo esto a pro· pósito de un análisis necesariamente cxtraliterario, puesto que debe conocerse no sólo el funcionamien· to del fenómeno literario, sino también el de las ideologías desarrolladas en su contenido y cuyo fun· cionamiento condicionan. Dicho de otro modo. ¿cn qué lugares, según qué modalidades, se articulan: el Irmcionamiellto del fenómeno lilel'tlrio!el fllucionamientu de la ideología
25
dQminame? ~n I~ medida en qu~ el funcionumlento y ~l (Q 10&) fllodo(s) de dominación de la ideología dominante no SOn idénticos en todas las épocas y en todas las estructuras sociales, me parece prematuro intentar una teoría general de estas relaciones de funcionamiento ~ al menos no soy ~~p{lt de ello. Me contentaré, pue~, ~º!l cir~411fjcriblr Oitfl aná· lisis al moda d~ PfoduccióJ1 capit~1i~ta h:on 01 rillor precapit~listª)~
2.
Un instrumento de acción al servicio de una cwse
Emplearé, pues, aquí «ideología dominante» en una acepción particular, dando una definición ex· clusivamente dinámica (ni estática, ni estructura)) que la examine como instrumento de acción al ser. vicio de una clase. Ideologia dominante será emplea. da aquí en el sentido de: «impacto objetivamente coml~n a las formas variadas de fclS relaciones imaginarias en el mundo que se ha eloborado 'Y que ut j. /ila la clase dominante el! una époCQ dada en un~ sociedad dada». (Desde este punto de vista, las repr6sentaciones idealistas y la idcoloeia tecnocrática aparecerán como variantes segundas y coyunturales, no siendo sus tipos de funcionamiento orgánico radicalmente di· ferentes desde el punto de vista del impacto que producen. Esto no es más que un ejemplo.)
3.
El papel de la ideología dominante
Si este papel es, globlamente, el contribuir al mantenimiento del poder de ]a cIase dominante insertándose en los procesos (complejos y contradicto26
rios) por los que el capital lucha para reproducir las relaciones de producción que le son necesarias, es de capital importancia para el objeto que nos ocu· pa analizar más precisamente cómo se desenvuelve esta tarea global. Propongo aquí un rápido análisis que debe permitirnos discernir con más objetivi. dad, no sólo su funcionamiento, sino también las re· laclones de éste con el fenómeno literario. A)
En el ínter/or de la clase dominante 1) La ideoiugia tiene por misión constituir los intereses de )a clase dominante en «valo· res,. universales (morales, espirituales, esté· ticos... ) y justificarlos. 2) Por otra parte, tiene que asegurar de mane· ra permanente una función difícil: la de abo sorber (o digerir, o recuperar. como se quie· ra) los elementos extraños a la ideología que amenazan constantemente con conmover su sistema ficticio Debe integrarlos, al menos en apariencia, en su sistema que, por defini· ción, debe «tener respuesta para todo•.
Grosso modo, estos elementos peligrosos son de dos clases: al Los del)Cubrimientos científicos: siendo el sistema de la ideologia dominante ficticio por defi· nición y estando fundado sobre una deformación in· teresada de la realidad, no puede por menos de ver· se: amenazado a la corta o a la larga por los descu· brimientos científicos. También cada uno de ellos debe, por un doble movimiento, por una parte ser utilizado directamente en provecho de la clase dominanta, y por otra. ser «explicado., es decir, desnaturalizado y -reducido» para poder entrar en el «sistema_ (aunque éste deba paradójicamente sufrir alguna6 modificaCiones para digerir esta absorción). No pondré más que un ejemplo porque me pare· ce simple y claro, pero es obvio que los hay aman· 27
tones. En una época en la que la ideología estaba en manos de la Iglesia Católica y «reposaba» sobre el razonamiento de «autoridad~, presentándose como la intérprete de los textos sagrados cuya «letra- tenía la reputación de ley, el descubrimiento de Gali· leo era eminentemente peligroso, puesto que (con todas sus implicaciones) estaba en exacta oposición con la letra del Antiguo Testamento: losué habla detenido el sol tres días. De ahí la censura a la que al principio fue sometido. Esta, revelándose insuficiente para detener el proceso corrosivo a que era sometida la ideología, consiguió encontrar una ejemplar «solución ideológica-: no era la «letra» de la Escritura lo que contaba, sino su «espíritu»: la tie· rra podía girar, y de golpe. la importancia del papel interpretativo de la Iglesia se había reforzado con ello. El peligro se había conjurado y transformado en provecho. Este esquema, burlesco por su enor· midad, es. sin embargo, válido siempre. Las aventuras de Freud desde fines del siglo XIX hasta nuestros días están entre otras para testimo· niarlo. Sin embargo, no hay que subestimar, "a pesar de lo grosero de estos casos, el enorme despliegue de energía intelectual que necesita esta tarea constante de la ideología. b) Los elementos subversivos provinientes de la organi7.aci6n y de la conciencia de clase crecientes del proletariado, de sus luchas y de la expan· sión de las ideas socialistas: todo el mundo puede «saber. hoy día que el verdadero problema no es ya la alternativa capitalismo/socialismo, sino un problema de gestión económica frente al desarrollo de las fue17.as productivas; que nadie está más atado a la existencia de los sindicatos obreros «fuertes» que M. Ceyrac... ; que es la burguesía la que está en el origen de todas las libertades democráticas (¡en particular del derecho a la huelga!) que burlan todos los países socialistas. etc. He aquí aún una razón más. el intenso desplic28
gue de energía. de «intelig~ncialO, ~tc.. que debe im· pedirnos subestimar a la ideología burguesa: está muy lejos de ser estúpida y desamparada, como al· gunos prematuramente afirman. 3) La tercera tarea de la ideología dominante consiste en unificar las contradicciones internas de la clase dominante: su heterogeneidad entraña oposiciones internas que pueden ser muy violentas (er. Karl Marx: 18 de Brumario). Así, pues, es una necesidad vital para la clase dominante asegurarse tanto como le sea posible su cohesión frente al enemigo dé clase. En esto la ideología asegura una función difícil,!,' esencial. B}
En dirección a las e/ases
eXpIOl(lda.~
Hay que hacer notar desde el principio una dificultad mayor que debe resolver la ideología: debe necesariamente presentars~ como poseedora de Valor universal (al menos en apariencia) tanto para quienes sirve como para quienes explota. Decimos simplemente que en conjunto tiene por tarca hacer reconocer y defender los «valoreslO (== in· tereses enmascarados) de la clase dominante por quienes son incluso víctimas de esos valores. Es decir, no sólo evitar la revolución que la derribaría, sino enviar a la clase obrera a sacrificarse a diario por sus propios intereses. Aquí la tarea no es tampoco simple y. sin ~nlrar en los detalles de los mecanismos de la ideología dominante, me contentaré con señalar los imperati· vos que impone una empresa tan paradójica. a) La ideologia debe presetJlarSe como un «sistema_ científico, es dedr, capaz de rendir cuenta de todos los fenómenos. A este efecto, todos los instrumentos de «representación» le son extremadamente útiles, en la medida en que, reduciéndolo todo a un denominador común, sigue la definición que 29
Burfon da de «sistema., que el «lodo, reunido, pueda presenlat al clIpíritu un gran cuadro de especuIdeiones seguidas, o al menos un vasto espe.ctdculo, todas cuyas cs,,-enas se liguen y se relacionen por medio de ideas consecuentes y de hechos adecua· dos •. (Hist. Nil!. Minér., chada por el Diccionario Robert.) (Asi, «huelga» debe remitir a «libertad. y a «trabajo., que a su vez remiten a los Derechos del Hombre, a «salario., a «mérito- y a «dignidad hu· mana. o a los «deseos. de la colectividad nacional, etcétera.) b) La ideologia debe, para ser eficaz, no sólo der (y !re ven claramente las consecuencias de este cuestiones = debe, pues, convertir en imposible, en jnformulable, toda cuestión a la que no sepa respon· der) y se ven claramente las consecuencias de este hecho en el aprendi7.aje de la lengua, del que habla· ré más adelante).
E.,
consecuencia, una tdctica de base y l~ons e) lante en el mecanismo de la idcologia burguesa actualmente dominante, consiste en rechazar todas las cuestiones molestas hacia dos polos que no son opuestos más que en apariencia: la evidencia .v el misterio. Funcionan conjumameme con una exacta como plementariedad, pues ambos designan dominios que tienen esto en común: son los lugares donde no hay necesidad de pruebas (Cf. definición de «evidencia» en el Diccionario Rober!) (ef. en los manuales la transparencia de la «obra» en la «realidad» y Cf. al historiado.r de lo real rodeando alegremente el misterio del «estilo» y el «genio visionario», los arca· nos de lo 41 Bello» en el umbral donde viene a morir toda crítica, impotente y pasmada). d) En fin, el «desplazamiento» (en el sentido freudiano del término) es un mecanismo que como pleta el precedente, orgánicamente ligado a la fun·
30
ción misma de la ideología dominante de la que eS difícilmente separable. Haciendo aparecer, cuando no puede ignorarlos de hecho. Jos conflictos de cia· se en un plano integrable en el pretendido sistema (por ejemplo, los conflictos .psicológicoslt) su incidencia 60bre el fenómeno literario es ahora pcrcepHJ."l .h/le.
4. Funcionamiento de la ideologla dominante La amplitud y la importancia -'Y:~~~~; ~ara la clase en el poder- de los papeles que asume ]a ideología explican la necesidad de una política concer· tada: la burgu~sfa¡ 'lUto -en f:U periodo revolucionario- había sabido tan bien tener en sus mano" los .instrumentos de concepción y difusión de la ideo· logut, he. I.:omprendido rápidamente la importancia oc organizarlos y de asegurarse su monopolio. La política de unificación nacional ha sido una de las primeras tareas de la Revolución (burguesa). Remito aquí al artículo de Althusser en La Peno sée sobre los «Aparatos ideológicos de Estado», al menos para lo que concierne al dnáJisis global de la función de un «cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y espcdali7.adas- (página número 13). Sin embargo, sin que se trate aquí de hacer un análisis apret:ado de este artículo, me parece importante. para el objeto que ahora nos ocupa. emitír una reserv:j. sobre la sistematización de lo que Althusser lIamn las .intuiciones» de Gramsci (página 12, nota 7): emplear el mismo término de .aparatolt para el a.parato represivo y el aparato ideológico de Estad {) parece tener una cierta venta· ja teórica: subray~ ,r la complementarcidad de amo bos y el papel org ánico qUt~ juegan en la reproducciÓn de las relaci( Jncs de producción estas diversas 31
institudones. Pero, por el contrario, el ~mpleo común del término «aparato» instaura un paralelismo estrecho entre instituciones como el ejército, la policía y los sindicatos o la escuela. por ejemplo. Los segundos no me parecen diferir de los primeros úni· camente porque ellos «transcurran en la ideología», en vez de «transcurrir en la violencia». Mientras que los aparatos represivos de Estado son instrumentos formados unilateralmente por la clase en el poder y directamente concebidos para reprimir a las clases dominadas (lo que marca su conslitución misma y su organil.ación) la mayor parte de las instituciorlt'~ que Althusser coloca entre los A(parntos) I(deológicos) de E(stado) deben su formación a luchas de clases y esto marca su funcionamiento. Lo que -habrá que convenir en ello de buen grado- no es el caso de los A(paratos) I(deológicos) de E(stado). Esta característica ¿no es. teórica y polilicamente, 10 bastante esencial para justificar que no se designe a las instituciones en cuestión con el mismo término de aparatos? No se trata aquí de una trampa terminológica, sino de la exactitud de un término teórico que oriente el análisis. El hecho de que existan «contradicciones», de que «la resistencia de las clases explotadas pueda encontrar el medio y la ocasión de expresarse» y pueda conquistarlo «por la lucha de las posiciones de ~om bate», es (al menos) tan determinante como el hecho de que la clase dominante disponga de medios suficientes para intentar (yen muchos casos conse· guir) transformarlos en sus propios «aparatos»: la cuestión no acaba nunca para eHa. Resta decir que la ideología dominante dispone del conjunto de funcionamiento institucional, estructurado, que penetra todas las instancias de la vida social. Esta precisión es esencial a nuestro propósilO: nos permite al fin poner en tela de juicio las teorias críticas que reducen la incidencia de la ideología dominante sobre la literatura a un 14nico puno to de impacto o a un único nivel.
5.
La escuela y el funcionamiento del fenómeno literario
El fenómeno literario está. en nuestra sociedad. absolutamente determinado por la escuela: en eIJa es donde se aprende a leer (en todos los sentidos de la palabra), a hablar francés, a conocer .los auto· res», a juzgarlos, a discurrir sobre ellos, etc. Así, la enseñanza del francés (lengua y literatu· ra) está dividida en ciclos, cada uno de Jos cuales corresponde a públicos diferentes, no sólo por su edad, sino por el lugar que ocupan respectivamente en la producción. En la escuela primaria (en la que se detendrán los obreros y los pequeños campesinos), la enseñan· 1..8 del «francés» (lengua y estilo) es estrictamente normativa hasta en sus detalles (hay palabras «pin· torescas». «giros vivos., «imágenes poéticas», todas dentro de ur: repertorio, que no sufren crítica ni discusión. I.:a repetición es una falta. el empleo de los verbos ser, hacer o poner, una torpeza: es ltel buen francés»). Un arsenal de autores procedentes de un cielo atemporal y separado de toda historia proporciona dictados y lecturas en voz alta (leer y hablar); aHí aparecen todos como modelos. De este modo se aprenden las virtudes y la lengua propias en su .estado»; se aprende que «greve. (huelga) en buen francés es sinónimo de playa, cte. (Basta con ver la oposición frente al modesto plan de reforma del francés para comprender la importancia que la burguesía concede a este aprendizaje.) En la enseñanza secundaria, la en~ñam:a norma· tiva del francés (según una gramática calcada del latín y que no tiene para nada en cuenta el funcio· namiento efectivo de la lengua ni el de la lingüísti· ca) se combina con una enseñanza literaria donde la Historia no tiene más papel que contar la filiación de los genios individuales de los que cada ltobra» es el «mensaje». Se considera lo mejor aprender biografías y algunos Jugares comunes esenciales (la 33 3
fria razón del XVIII Y la sensibilidad del siglo XIX, el gusto destructor de Voltaire. los dos infinitos que dividen al Hombre... ). En fin, no es sino en la Universidad (en principio se trata de la futura élite) donde la lingüística es tolerada (la lingüística que no considera «la lengua» como medio de expresión). donde se ha convenido en considerar a los «escritores» con alguna distancia y donde se ha tratado de criticarlos. (El aprendizaje familiar no puede sino confirmar esta jerarquía.) Esta caracterización tan breve (y superficial) no tiene por objeto más que subrayar la complejidad del fenómeno literario y. por ejemplo. la hipócrita ambigüedad de expresiones como «el lectOr» o «la lectura. (variantes «nosotros- o «se-). Antes de seguir adelante hay que explicitar muchos corolarios que conciernen a las relaciones de funcionamiento entre la ideología dominante y el fenómeno literario:
=
La ideología dominante se inviste, a muchos niveles y según diferentes modalidades, en el fenó' 1)
meno literario. Además, lo mismo que la ideoiogía dominante no tiene siempre en todas las sociedades y todas las épocas el mismo modo ni los mismos ;llstmmeIllQ$ de dominacidn, asimis~o es variable la naturaleza de las relaciones por las que se manifiesta su im· pacto a diferentes niveles del fenómeno literario. 2) El aprendizaje, la práctica, el manejo pala· bra/lectura/escritura, sin reducirse a el1a~, se reali· 1.an en el interior de ideologías sobre la «literatura», el «autor», el «francés» y a través de códigos de utilización aprendidos en la escuela, pero percibidos como espontáneos. Su acción. a la vez forman te y deforman te, y por supuesto sin inocencia, es prác. ticamente indivisible. la escuela produce códigos «espontáneos» de pa34
labra/lt:ctura/escritura de los que más adelante (d. V ) intentaré un estudio. 3) Es, pues, erróneo reducir las relaciones entre fenómeno literario e ideología dominante a las que ~sta mantuviera con t:I «contenido explícito. de los textos:
Por una parte, la noción de contenido remite a la creencia (ideológica) en la transparencia del lenguaje. en el papel de .expresión. de la escritura, en la universalidad de .la lectura •. -
Por otra parte. los pretendidos «contenidos explicitos» no son en los textos sino resultados de elaboraciones segundas cuyas modalidades son variables (ef. infra IV.),
Por esto, tomar como único objeto de estudio el .contenido ideológico. de los textos es aceptar, sin darse cuenta, una ficción útil a la clase dominante. colocarse en el terreno que ella trata de imponer y privarse del avance de las armas para atacarla. Desde el punto de vista científico, este error teórico fundamental bloquea dcfiniti\'ame'llte el análisis del fenómeno literario. Si el fenómeno literario debe ser siempre examinado en tanto que fenómeno social supereStructural que funciona con una autonomía relativa, esto no quiere deci." que sea totalmente reductible a su función de servidor de la ideología dominante. Ciertamente, ella lo condiciona a todos los niveles, pero no agota con esto su funcionamiento. Ahora se trata dt: indicar en qué y cómo su papel puede ser activo y revolucionari<.'
35
IV. El fenómeno literario no es reductible a su papel de servidor de la ideología dominante. Distorsiones y disfuncionamientos
La ideología dominante no es omnipotente, y en una sociedad dada, en una época dada, tropieza con elementos que no puede reducir, bien estén éstos estructurados como sistema, o bien incluso dispersos y fragmentarios. y que remiten objetivamente a intereses de clase fundamentalmente opuestos a los que soportan la ideología dominante. Estos elementos pueden ser vestigios atrasados de un sistema social anterior, pero los más importantes son los que están ligados a los intereses de clases explotadas y «en auge», y por tanto, en la época que nos ocupa, ligados a los intereses de las clases de las que el proletariado es la vanguardia, la fracción más consciente. En este caso, estos elementos «extraños» a la ideología dominante son a la vez antagonistas y «nuevos» (por lo cual son más netamente irreductibles) y su papel en el fenómeno literario es mucho más determinante.
J.
Desde un punto de vista teórico
Dado el número, la complejidad y la imbricación de las mediaciones a través de las' que pasan las relaciones entre infraestructura/otros elementos de las superestructuras/fenómeno literario, la clase dominante no puede controlar ente.-amente su funcionamiento. La naturaleza misma de las instancias o institu· ciones que culminan esta elaboración es tal que no pueden evitar ser lugar constante de contradicciones. Para comprender esto basta con un ejemplo 37
muy simple: si la escuela gratuita y obligatoria correspondía a una exigencia del desarrollo del capi. talismo, ha sido, en unión con el desarrollo de la socialización de la producción (otra exigencia del capitalismo) un factor importante para la toma de conciencia y organización del proletariado (por esto, el término «aparatolO me parece que no tiene en cuenta más que una de sus funciones y, en el fondo. no es apenas dialéctico). Así pues, nada nos autori7.a a atribuir los .fa· 1l0SlO e «imperfecciones- de estas grandes «máquinaSlt o «aparatos» sólo a los defectos o carencias d~ la clase dominante o de su ideología. Por el contra· rio, un análisis marxista nos lleva a ver en estos .fa· 1I0slO la emergencia, a través de la represión ideoló· gica, de los intereses de cIases antagonistas: no son « agujeros lt, sino las partes v"isibles de un iceberg. Para abandonar el lenguaje sospechoso de la crío tica: el tipo y la naturaleza de las mediaciones a tra· vés de las que se manifiestan los intereses de las cla· ses explotadas por la cIase que rige y difunde la ideo· logía dominante, no son del mismo orden que los que rigen la influencia y los modos de acción de ésta, en una época dada en una sociedad dada. Se propondrá, pues, que todas las «dificultades» (entorpecimientos de funcionamiento o «revoluciones formaleslt) tienen que ser analizadas en su rela· ción con los intereses positivos de las clases explotadas. En efecto, la complejidad misma del fenómeno literario explica por qué, a pesar de todas ¡as ceno suras y barreras ideológicas impuestas por la" clase en el poder, las cIases explotadas pueden encontrar los medios de lI;expresarse» y de batirse. Es la consecuencia de una contradicción del capitalismo, de la «democracia burguesa» que concede una autonomía relativa al fenómeno literario: grao cias a ella es como puede tCconvertir» sus intereses en «valoreslt, pero de golpe pierde el control directo y muy a su pesar debe permitir a las concepciones 38
antagonistas que ~ncuentren también dla!> su puno to de impacto (7) y ciertamente por los caminos más difíciles. Así, desde un punto de vista teórico, el fenóm~no literario aparece como una apuesta (enjeu) y un fuf!.ar de lucha de clases, tanto más cuanto que en nin· gún caso, como se ha visto, no puede limitarse su papel al de un reflejo pasivo, sino a participar -con· tradictoriamcnte- por una parte en el manteni· miento en el poder de la clase dominante, por otra parte en la discusión indirecta, como factor de la toma de palabra y de conciencia. Pero la naturaleza de estas mediaciones varia según el modo de dominación de la ideología domi. nante. No pondré más que un ejemplo: en el si· glo XVIII, en Francia, la lengua, los cánones estéti· cos, aunque estén determinados por la clase domi· nante, no son exclusiva propiedad de la aristocracia. Así, la «literatura» se encuentra con que es un cam· po de batalla donde los adversarios -aristocracia y burguesfa- pueden luchar abiertamente, aunque no sea con los mismos medios (pues aunque el poder dispone de la censura, los escritores y los lectores se reclutan neccsariame'nlC en el seno de la bur· guesía). Por el contrario. después de la Revolución de 1789, la lengua francesa (aprendizaje y normas), los códigos estéticos y, de una manera general, todos los «medios de expresión. reconocidos como lales (8), terminaron por ser exclusiva propiedad de la burguesía en el poder. También seria aberrante intentar aplicar la mis· ma «rejilla- en los dos casos para discernir en el fenómeno literario de los siglos XVIII y XIX las mo(7) ef. A. Casanova, .La Pensée., febrero 1971. página 4S -último parágrafo- y 46.
(8) Se verá más adelante cómo la burguesía, por la peyoración y la ridiculización, ha borrado del .dominio culo tural_ todos los .medíos de e~prcsión- Que corrían peligro de escapársele.
39
daHdades de emergencia respectivas de los intereses de la clase burguesa revolucionaria y de los del proletariado.
2.
Desde un punto de vista histórico
Disponiendo de dos armas maestras para reducir el fenómeno literario al papel de servidor de la ideología dominante. la censura y el condicionamien· to (9). las clases dominantes han tenido siempre. sin embargo. dificultades en este dominio. Esta simple constatación es suficiente para confirmar la ambi· güedad del fenómeno literario. En los dos «polos. puede. por una parte. hacerse referencia a los regí· menes fascistas que han practicado la censura total, hasta el punto de suprimir el fenómeno litera· rio. Los escasos textos respetados no son incluso ya tratados como «textos literarios., sino como instru· mentos de propaganda directamente política. Asi, la Alemania nazi. Por otra parte, el sistema de condi· cionamiento encuentra sin duda su ilustración más perfecta en los Estados Unidos. donde el condicionamiento ideológico está tratando de vacunar sufi· cientemente a la mayor parte de la población para que los «textos» considerados como subversivos puedan circular sin extender la epidemia. De ahí el ingenuo embelesamiento de los liberales ante la «Ii· bertad. de prensa y de edición de los Estados Unir dos de América. De hecho. de lo que siempre se tra· ta es de una dosificación de dos sistemas: aquí baso ta, sin entrar en el detalle de las modalidades de ataque y defensa puestas en práctica por las clases en el poder, constatar que tanto cuidado señala un peligro serio. (9) I~ como actualmente. y en otros ~lanos. la bur· guesfa ejecuta concurrentemente la (pretendIda) participa· ción y la represión.
40
Así, pues, se ha visto hasta qué punto las clases dominantes, y en particular la burguesía capitalista, que se ve constreñida por sus propias contradicciones, tienen carta blanca sobre el material (lcnguaje, símbolos, representaciones imaginarias), el espacio y los instrumentos del fenómeno literario. Aquí se intenta, pues, discernir y verificar, si es posible, la teoría del funcionamiento subversivo del fenómeno literario según el tipo dc sociedad de que se trate.
3.
Un proceso social complejo
Lo que aquí importa sobre toeJo es tomar el fe· nómeno literario en su conjunto. en tanto que proceso social complejo -despla7.ado. pero esencialy no de reducirlo, incluso positivamente o por ra· zones de método, a los .textos ... Dicho de otro modo, si se acepta el análisis que precede, es falso plantear el problema en ~tos términos: «se trata de discernir e~' los textos lo que en ellos es irreductible a la ideología dominante». Es, pues, igualmente erróneo investigar prioritariamente un «microsistema. que se diferencie del sistema de la lengua, una «estructura profunda» que, habida cuenta de la especificidad del funcionamiento literario del lenguaje, esca· paría a la influencia de 13 ideología dominante, y que, según algunos. hasta sería clave del poder subversivo de la .literatura». Por otra parte, se ve que la divinidad recientemente conC'edida al Autor/Creador no es, en esta óptica, sino desplazada hacia el texto divino. Hace falta, pues, para escapar a la trampa del lenguaje, hacer saltar en dos la noción de texto:
1) Por una parte, los textos como resultado de un proceso social complejo. 41
2) Por otra, los textos corno punto de partida de diferentes tipos de utilización. sin que ni en el primero ni en el segundo caso el término -texto» recubra el mismo objeto de estudio. El estudio de las condiciones de emergencia, así como el de los tipos de utilización de los textos, hay que hacerlo históricamente y en su relación con las condiciones de ejercicio de la ideología dominante. Así, en el papel de la Escuela, que es determinante para el fenómeno literario, hay que estudiar precisamente la estructura y el funcionamiento a medida que se desarrolla el capitalismo. En Francia, sobre la base de la enseñanza recibida en el segundo y tercer ciclo escolares, se escriben los textos que son diversamente utilizados en la enseñanza primaria. secundaria y superior. En cuanto a los -textos» que sOn anteriores o extraños a Ja dominación de la burguesía, su tipo de utilización, su admisión en el «corpus-. obedecen a las mismas leyes: sus condiciones de emergencia deben ser estudiadas en relación con la estructura económico-social de la sociedad y de la época en la que han aparecido.
Importa, pues, distinguir: 1) Las relaciones que establecen los textos, como productos culturales, con la ideología dominante y los elementos que remiten objetivamente a una ideología antagonista. 2)
Las relaciones que establecen los tipos de lectura de los textos (sus condiciones de uti· lización) con la ideología dominante y los intereses de clase antagonista.
El problema es explicar la manera como se desarrolla en el fenómeno literario una lucha cuyo origen y riesgos están en otra parte, que no es, sin em· bargo. contrapuesta a los textos (en el sentido de 42
un proceso metafórico). La relativa autonomfa del fenómeno literario entraña un conflicto, que tiene sus leyes, al nivel del lenguaje y de los criterios estéticos, y por otra parte entraña una acción de retomo sobre superestructuras e infraestructura, cuyas modalidades hay que analizar en cada época. Como el análisis que precede ha intentado de· mostrar, no se trata del enfrentamiento claro y sim· pIe de dos sistemas ideológicos organizados. el uno dominante, el otro dominado, que, a través de las senes de mediaciones indicadas más arriba, chocarían entre si en el terreno neutro y técnicamente específico de la lengua y de la «literatura- y de los que bastaría encontrar los hilos respectivos y concurrentes. El fenómeno literario no debe, pues, ser examinado como una simple categoría del conflicto ideológico, donde. disfra7.ados bajo una común especificidad, volvería a encontrarse a los mismos combatientes. Además de la ilusión consistente en reducir los «textos» a pretendidos equivalentes ideológicos (sus «contenidos» >, quedando la lengua relegada a un papel de traductor mientras que ella es en realidad el lugar y el riesgo de un conflicto que la sobrepasa, hay que descartar otra, complementaria: la de los métodos .formales» que no toman el fenómeno literario en sus relaciones con la Historia, sino que lo aislan en su especificidad. No se trata de negar la aportación de los formalistas rusos, sino de situar sus investigaciones y de ajustarlas a un objeto di· ferente. Continuar apoyándose en los fines de los formalistas rusos más que en los resultados de sus análisis que permiten hacer progresar la problemática de una ciencia del fenómeno literario, es inmovili7.ar su aportación misma. Así, cuando V. Chklovski (10) escribe: .lIamaremos objeto estético, en el sentido propio de la palabra. a los objetos creados con la ayuda de los procedimientos particulares. (10) En Théorie de la littérature. Seuil 1965, pág. 78. 43
cuyo fin es asegurar una percepción estética para estos objetos., o cuando Eikhenbaum (11) afirma: «Habría que mostrar que la sensación de la forma surge como resultado de ciertos procedimientos aro tísticos destinados a hacérnosla sentir., no se pue· de ignorar que estas declaraciones escamotean el problema centra!: ¿«percepción. por quién?, ¿quién es el nosotros que «siente.? Sin hablar de los corolarios de esta perspectiva (la noción de creación, la de intencionaltdad), el no hacer intervenir este ele· mento esencial del funcionamiento del fenómeno Ii· terario es, quiérase o no, apoyarse sobre una «naturaleza humana. que, a través de las diferencias de lugares, de tiempos, de clase, respondería en este dominio a una constante. Ni el texto-transparencia ni e] texto-opacidad bastan para rendir cuenta -respuestas opuestas a una misma cuestión, sin embargo, conservada- del funcionamiento del fenómeno literario. Propondré dos conceptos para tratar de expli. car la lucha específica, en efecto, pero no autónoma, que se entabla en el (yen medio del) fenómeno literario, evitando las teorías que han llevado a reducirla a un reflejo o a transformarla en una historia autónoma de las formas.
4.
Distorsiones
En una sociedad dada, la ideologfa dominante se presenta como un sistema donde c todo tiene su lugar., y que puede rendir cuenta de todo. y cuya legislación impone a través de múltiples mediaciones, tanto las normas estéticas como las de ]a moral. Los elementos que remiten objetivamente a ideologías antagonistas y que son, pues, irreducti· bIes a la ideología dominante. no pueden manifes(J 1)
44
Op. cit., pá¡. 44.
tarse positivamente, sino sólo por la distorsión de las normas en vigor. No por una estética constitui· da --que supondría el triunfo de la clase antagonista- ni tampoco, por definición, por otras normas. El término «distorsiones_ designa las de/ormaciones o contravelzciones a las 1I0rmas estéticas en vigor en una época dada (las del «buen francéscomo las de la retórica o las de los géneros litera· rios). No todas las innovaciones o .hallazgos» estilísticos, sino las que contravienen a las normas (las primeras son atribuidas, como luego se verá a propósito del efecto estético, al «talento_; las segundas, cuando no son censuradas, al «genio»). Habida cuenta de lo que precede, estas distor· siones son la manifestación (mediatizada) de los deseos y aspiraciones de las clases dominadas. Es su apariencia de innovaciones en «la forma» o en «la técnica» de un género, por ejemplo, lo que le da un falso aire de especificidad irreductible o in· cluso de autonomía (12). Esto es lo que haee po· sible su aparición misma. En la medida en que es· ias innovaciones remiten a datos sociocconómicos cuya relación con eHas es informulada o incluso in· formulable por los dctentadores del «lenguaje» y de la .literatura- en una época dada, es por lo que escapan a la censura ideológica tanto al nivel de la escritura como al de la edición. Lo que es, en efecto, «específico- es el tipo de mediaciones que preside los desplazamielllos, las formaciones de compromiso que las dejan aparecer (tengo que pre· cisar que no me pongo aquí al nivel del escritor o del sujeto escritor, sino al del conjunto del fe. nómeno literario). Es por lo que en la época su aparición, o bien son imperceptibles como tales, o bien «pasan» como innovaciones estilísticas o etéc· (12) Hay que anticipar a lo Que sigue: el hecho de ~uc apar<..'Zcan asf (formales) resulta de la ideología extcndlda sobre «la literatura- como dominio irreductible que remita al Mis:erio y a lo Bello.
45
okas., Jo qUé I~s permite ser consideradas a la vez como «interesantes» y relativamente poco peligrosas, puesto que se les puede tener en cuenta la originalidad individual del autor -cuando no se las ha podido censurar- gracias a una ideología de la literatura que rige su uso (este punto será desarrollado más abajo). Pondré inmediatamente dos ejemplos a modo de ilustración. Cuando pronunciaba un discurso bien pensante en la Cámara de Diputados en 1849, Víctor Hugo se vio obligado, después de muchas tentati\ras para explicar que la miseria podía ser destruida, a res· ponder a las acusaciones de los dipulados de la derecha: .la miseria no es un sufrimiento, la mi· seria no es la pobreza misma (ruidos); la miseria es una cosa sin nombre». En efecto, las palabras de la «lengua francesa» disponibles en aquella época para designar este hecho eran palabras que, de entrad~. lo clasifica· ban en una óptica determinada, la de la ideología dominante: pobreza y miseria (<< lo que convierte a nuestra (sic) suerte en digna de piedad», Diccicr nario Robert) no son más que categorías de la desgracia (<<situación, condición penosa, tl"iste, dolorosa, en la que el hombre (sic) ve a m~nudo la acción de un destino adverso, de una suerte rigurosa. (ibid.). El término «explotación» existía también, pero ¿estaba en «francés»? Si nos remitimos de nuevo al Diccionario Robert, no apárecerá allí más que al final del artículo como uno de los usos de la rúo brica: «en mal sentido. Acción de abusar de al. guien en provecho propio... explotación de inocen· tes por un estafador.... y en todo caso sin una sola cita de ningún escrito marxista ( ¡edición de 1960!). O sea. la única palabra que designa el hecho en cuestión por medio de un concepto claro que permite analizar y .destruir la miseria» no tenfa de· 46
recho de ciudadanía en la lengua francesa, es decir, la que se habla en la Cámara de Diputados. Así, decir cla miseria es una cosa sin nombre» es una contravención patente de las normas del lenguaje. La frase es propiamente absurda, puesto que viene a decir: cLa cosa designada por un nomo bre no tiene nombre». Decir que se trata de un «sorprendente efecto de estilo» o ver en la frase cel lado punzante de una generosidad impotente», etcétera, sería reducir esta contravención de las normas a un hallazgo formal o a la individualidad del Hombre-Hugo. Dc lo que aquí se trata más exactamente es de una distorsión formal, pues pone en entredicho el funcionamiento de «la lengua.. Sin embargo, he elegido intencionadamente un ejemplo simple donde la implicación socioeconómica es ela· ra. está objetivamente ligada a los intereses del proletariado explotado. Pone de manifiesto, muy parcialmente, a su nivel, la incapacidad interesada de la «lengua francesa» para denominar un hecho que la clase dirigente tiene intcrés en ocultar, cs decir, la función ideológica del bucn francés. Por esto, si la censura (y aquí la autocensura del ora· dor) no ha podido suprimirla. no puede por menos de ser tachada en el sistema ideológico domi. nante de: -
ridícula: es absurda (cL las «risas irónicas en muchos bancos» que registra el acta de la sesión);
-
poesía: en otro contexto. un poema, por ejemplo, un «absurdo» de este género se coloca en la cuenta de la «visión» del poeta, como, por ejemplo, -el sol negro de la me· lancolía».
Para insistir sobre el hecho de que las distor· siones no están propiamente hablando en el texto, sino en sus contravenciones, citaré más brevemen·
47
le el poema de Apollinaire «Les Femmes», que ha sido entendido como una audacia poética, una innovación formal: todos los diálogos (las partes en itálica) no están en ruptura con las normas más que en la medida en que figuran en una colección de poemas, con un título, una paginación (estrofas y tipografía), rimas y el emparejamiento con «verdaderos versos» como «el ruiseñor ciego trató de cantar•. No es tal palabra, tal metáfora. la que «innova., sino el hecho de transportar a _la poesía» fragmentos de diálogo «realista.. que pasarían desapercibidos en una novela. Contraven· ción ésta del género más simple y de la que se en· cuentran abundantes ejemplos (13). De hecho, cuando se trata de «textos literarios., nos encontramos frente a distorsiones infinitamenle más complejas. que reaccionan unas contra otras, sin medida en común con los dos sencillos ejem. plos aislados que acabo de poner con el único fin de precisar lo que entiendo por distorsión. Está claro que no se podrá comenzar a estudiar las distorsiones de una forma seria mientras no se hayan realizado investigaciones sistemáticas sobre las normas a las que contravienen en su relación funcional con la ideologia de la «lengua fran· cesa ll , la manera como es enseñada (modos de aprendizaje de la oral y de la escrita) en los distintos ciclos escolares, en nuestra época. Por ejemplo, es fácil comprender la función ideológica de un ejercicio escolar tan «evidente. como: «Poned la frase siguiente en imperfectoll o «en pasivall o «en tercera persona del singular». La formulación misma implica que la «esenciall de la frase (= su contenido) permanece idéntica anle la variación (13) Envío a todos los estudios .críticos.. ~ue se las ingenian para adscribir tal o tal .obra. a los dIversos géneros para reducirlas. Ejemplo: Ma~ron Ú!scalll: ¿es una .historia. o una "novela.?, así como la última página de la Explicación de El Extran.jero, por Sartre (Siwatiotrs, 1): "y cómo clasificar esta obra... No nos atrevemos a llamarla relato., etc.
48
de los tiempos, voz o personas. Pero es el conjun. to del sistema desde el aprendizaje de la lectura (en el sentido de «desciframiento.. de la escritura) el que debe ser analizado sistemáticamente en sus funciones culturales complejas de constitución de las normas. y esto vale igualmente para el estudio de las figuras retóricas desde este punto de vista, para el de las nociones de «géneros literarios.., etc. En fin, hay que analizar las condiciones que determinan en cada época la constitución del con· junto de los «textos.. reconocidos como «litera· rios .., de los «corpus. literarios. Pero no es este el lugar de establecer el enor· me programa de las investigaciones indispensables -y previas- que no han sido emprendidas más que parci.almente. Sólo trato de señalar que, desde luego, debemos primeramente buscarnos los instrumentos sin los que todo análisis de las distor· siones no se fundaría sino en bases intuitivas y subjetivas (= sin esto se caerá en un discurso ideológico). No hay que confundir «Distorsión. con «Transgresión... El último término creo que encubre lo que ahora me propongo estudiar: los funciona. mientos y disfunciotlamienros. • Transgresión» pa· rece implicar la idea de una eficacia del texto por sí mismo. No podemos contentarnos con analizar «en los textos.. las virtualidades sin tener en cuen· ta el impacto efectivo que han tenido o que no han tenido, según el tratamiento de que han sido objeto y que depende de una serie de instituciones creadas por la clase dominante, y en primer lugar la escuela. Así, tal «distorsión.. analil.able ahora y a partir de un sistema conceptual dado, puede no haber funcionado en absoluto en su modo de uti· lización escolar o universitaria. Por el contrario, puede haber sido percibida/utilil.ada (según las modalidades que quedan por definir y de las que hablaré después) por las clases explotadas, bien sea
49
en d movimiento de su aparición, bien más tarde. Es con esta condición, y sólo con esta condición, como puede convertirse en transgresión, es decir, no un simple testimonio salido de un conflicto de clases, sino un elemento de lucha. Aquí, una vez más, es el conjunto del funcionamiento del fenó' meno literario el que debe ser considerado. De ahí el límite forzado de todo formalismo. Las distorsiones no pueden ser analizadas de modo absoluto o solamente por su relación con los códigos y normas que «transgreden», sino que deben ser ana· lizadas por su relación con su conjunción efectiva (en una época dada y en una sociedad dada) con los elementos que provienen objetivamente de los intereses de las clases dominadas; por su re· lación con el tipo de eficacia que han tenido, ti~nen o pueden tener, según el modo de utilización de que se las haga objeto.
Funcionamientos y disfunciones Conforme al objeto definido más arriba (el fun· cionamiento del fenómeno literario y las leyes que rigen las mediaciones entre conflictos de clases y el efecto estético) no se pueden analizar las diversas «lecturas» o tCcríticas» como simples variantes metodológicas y formales. Toda lectura, toda crítica (comprendidas las que toman la forma de puesta en escena o puesta en pantal1a), todo comentario de un texto, hay que abordarlos como si fueran (en último análisis y a través de mediaciones) un tipo de utilización del texto y, de manera más general, de la .literatura». Por relación con las mediaciones que rigen la es· critura y la difusión de «textos», las que presiden su utilización, pueden ser simétricas o complemen· ~o
tarias, pero son probablemente (ello hay que cstu· diarIo) fundamentalmente las mismas para un sis· tema social y una época dados. Habrá que distinguir, pues: 1) El .funcimzamiento conforme-, es decir, to· dos los tipos de lectura o de utilización (en par· ticular escolar) que provienen de la explotación de los textos en provecho de la clase dominante. Pero hay que recordar a continuación, una vez más, que es el conjunto del funcionamiento del fe· nómeno literario el que hay que considerar. Asi, no podemos apreciar las relaciones que se establecen entre tal o tal «explicación. o .Iectura. de un texto particular COn la lucha ideológica y, más allá, con la lucha de clases. Por esto es necesario haber estudiado sistemáticamente la función ideológica precisa que ocupa la enseñanza del .francés. en tal época, con respecto a tal público. y ello exige en primer lugar que se cstablc7.ca la relación entre la estructura escolar y cultural de Francia y los ti· pos de .Iectura-comentario
51
-
o bien: «Cientificidad .. serena que estudie especificidad de la escritura según una al tecnicidad; - o bien: un simplismo reductor que manip le las «obras.. como cosas inertes en pro'J cho de las clases explotadas y en despreo del «misterio de la belleza•.
El espectro del realismo socialista es excesiv mente utilizado para cubrir de burla toda tenta va que trate de poner al día el lazo de unión ent el «desinterés.. de la Estética y los intereses de clase dominante. Afirmo, pues, que si se acepta lo que hasta aq se ha dicho, la I~nica gestión científica posible ca siste en tener en cuenta a la vez la relativa espe ficidad del fenómeno literario (= no tratar «la li1 ratura_ como si fuera Derecho, error del realisJ socialista. Pero, hay que decirlo, error sin duda cesarío, pues era quizá entonces la única mane de luchar contra las teorías idealistas y, sobre t()(j porque llevaba al tratamiento dialéctico. cr. artículos de Claude Prévost sobre «Lenin y TQ toh. en La nouvelle critique de marzo de 1971) la función que ocupa efectivamente la .literatuI en un país dado en una época dada: en Francia, el aprendizaje de la «lengua» en los diferentes elos de la enseñanza con sus papeles específicos gados, no tanto a la «edad» como a los «público a quienes «se trata» de manera adecuada a su turo lugar en la sociedad. De modo que no se explicará jamás el funcio miento del fenómeno literario,. contentándose analizar la diferencia entre la lección de vocabula o de gramática practicada sobre los «dictados- er escuela primaria y de la «lectura» estructural o r coanalítica enseñada en la Universidad. Por ejt' plo. hay una relación estrecha, una exacta comi mentariedad, entre:
52
l.
La utilización dictada de un _texto- de Ch. Vildrac (15) tomado de Bridinette: -toda la familia, por la noche, se encontraba reunida en tomo a la gran mesa. La abuela hada punto, mamá cosía alguna pieza de len. cería, papá leía su periódico...• con el ejerci. cio apropiado: «Reemplaza los puntos con las palabras enhebra, lienzo, familia, fami. liar, reunión: "Qué agradable es la noche en La velada nos ... alrededor de la mesa , etc.•
2.
El estudio de los -tipos humanos» de la Comedia Humana con cuestiones de apoyo en el Lagarde et Michard (es un ejemplo entre mil).
3. La «explicación de El extranjero» que da Sar· tre en Situations 1. etc.
Estos tres ejemplos de .. lectura. reemplazan, dada la estructura escolar universitaria de la Fran· cia actual, las funciones, más que paralelas comple. mentarias, adaptadas al público específico a quien se dirigen. Cada una de ellas implica las restantes. de modo que su funcionamiento constituye orgáni· camente un apoyo bastante coherente a la idcologia de la clase dominante. Este aspecto fundamental del funcionamiento de la -literatura» no puede, ni si· quiera provisionalmente, dejarse a un lado: ello re· velaría un simplismo tan grande al menos como el del realismo socialista, aunque mcnos «visiblc», por· que sirve a la cIase dominante. 2) Los «disftmcionamie"tos» (voluntariamente escribo esta palabra con i y no con y para subrayar que no se trata de una dificultad de funcionamien· to, sino de un funcionamiento diferente, incluso aunque este último pueda tener, como generalmen. OS) Mi nuevo vocabulario, gínas 24-25.
e.
E. primer año. A.
e..
pá.
53
te tiene, por índice un «dysfuncionamiento» (*). Se podría decir también «dislectura», pero este término me parece que da una idea quizá demasiado estrecha si se toma lectura en su sentido .corriente. (ef. Diccionario Robert = «acción de leer, tener conocimiento del contenido de un escrito») o quizá demasiado vaga, si se toma, como la moda in· vita, .lectura» en el sentido de «interpretación» con la idea implícita acarreada por las nociones de .lec· turas plurales. o «múltiples., que los textos son objetos inertes, o en todo caso neutros, a los que los tratamientos que indiferentemente Se les puede apli. car confieren sentido, valor o estatuto (16). Llamo, pues, disfuncionamiento a toda utilización de los textos que (habida cuenta, como ya se ha dicho, del conjunto de las condiciones que ri· gen en una época dada en un país dado. el funcionamiento del fenómeno liteI'ario) está ob jetivamente conforme con los intereses de las clases explotadas (insisto, objetivamente. pues con la intención no basta. de ahí el límite del realismo socia· lista). Sin embargo, no se está aquí en el dominio de la pura relatividad, ni, como se acaba de ver, no es la cuestión el tratar los textos como objetos indiferentes de los que lo único que variaría serían los diferentes tratamientos de los que se les hace objeto. Creo que todo lo que hemos visto hasta aquí lo demuestra de sobra. Siendo las distorsiones, como se ha visto, la emergencia «mediatizada., «diferida» o «desplazada», como se quiera, de los conflictos de cIases, su (*) La autora diferencia entre disfonctionnement/dysfonctionnement. [N. de los T.) (16) La alternativa: un contenido o una infinidad de contenidos posibles me parece falsa y remite aún a ese modo de análisis dicotómico heredado del cristianismo del que nos cuesta tanto trabajo dcsembara7.amos y que tan bien sirve para no decir nada.
54
funcionamiento conforme consiste siempre en en· mascarar o -recuperar. dichos conflictos. Así, pues, como se verá más abajo, son precisamente estas distorsiones las que entrañan la erec· ción de los escritos en dextos•. Son, pues, parte integrante y constitutiva de lo que se ha llamado «literalidad. (17). El funcionamiento conforme consiste, pues, necesariamente, en ocultar aquello mismo que funda la -Uteralidad- de las «obras maestras. y, de una manera general, de los «textos.; y esto a pesar de la extraordinaria pirueta actual· mente desplegada para ocultar el hecho fundamental con los espejismos de la cientificidad o de la tecnicidad. Por el contrario, los .. disfuncionamientos- (siendo la utilización de los «textos...dados. por el «corpus. literario reconocido en una época dada en un sentido conforme a los intereses de las clases explotadoras) consisten, teóricamente, en utilizar de manera sistemática las distorsiones. Insis. to en «teóricamente_ porque la ideología dominante, «dominante- por definición, enreda la claridad de este esquema. Sin embargo, -dominante» no equivale a «todopoderosa», .\' á pesar de la confusión en la que actualmente nos encontramos, la tendencia existe. Mientras que los intereses de la clase dominante ticnden a enmascarar lo que en los textos funda de hecho lo que se ha llamado su (17) Debu. para responder l:n principio a una ubjeción. precisar un punto: en una ~ociedad sin clases está claro qu~ no podrá haber distorsiones que remitan a conflictos de clases. ¿Quiere esto decir que no habrá .literatura.? Al contrarlo. se podría decir que habrá al fin literatura. Las contravenciones de las normas remitirán entonces al desacuerdo entre ellas '1 el progreso del conocimicnto. El lenguaje, habiendo dejado de scr instrumento de opresión. tcndrá siempre. sin embargo, que ser puesto en cuestión, al tiempo que será instrumento y lugar de investigación perpetua. Pero no es éste el lugar para desarrollar este punto. Digamos simplemente que esta función de la -literatura. cs. en la sociedad en la que vivimos, constantemente obli· terada por la utilización que de ella hace la clase dominante y gue no puede desarrollarse, por tanto, en toda su -espe· ciflcidad•.
55
.literalidad.. afirmando por otra parte la irreductibilidad de este carácter «misterioso», los intereses de la clase explotada se encaminan a desenredar (a través del laberinto de las mediaciones y la presión de la ideología sobre la • literatura») las distorsiones que SOn a la vez constitutivas de .10 literario» y subversivas. No se trata, pues, de proponer una lectura entre otras (Cf. lecturas plurales) ni incluso una lectura inversa. Se debe constatar el lazo necesario que en nuestra sociedad une distorsiones y disfuncionamientos: en efecto, si es posible constatar las contravenciones a los códigos que remiten, no a los intereses de las clases explotadas y en alza, sino a los de las clases antiguamente dominantes y ven· cidas, estas -contravenciones» nostálgicas casi no son distorsiones: prolongamientos encasillados en códigos anteriores que hacen referencia a .10 conocido»: así, la anacrónica persistencia de la tragedia raciniana cuando triunfa el drama burgués no habria de constituir una distorsión. Por otra parte, todos los esfuenos empicados no han conseguido hacer de Zaire o de Mérope obras maestras (quizá tan sólo «obras» gracias a las Lettres anglaises y a Ca ndideJ, en una perspectiva donde la unidad del genio de un autor se plantea como dogma. Es decir, que el único análisis científico posible del funcionamiento del fenómeno literario no puede hacerse más que conforme con los intereses de la clase explotada. es decir, desde el marxismo. Lo que quiere decir, aceptada la autonomía relati· va del fenómeno, que los «métodos criticos» que remiten en su conjunto a la ideología dominante -como el estructuralismo-- pueden producir elementos de análisis utilizables y parcialmente justos, siempre que se les ponga en su lugar, en un análisis marxista. Más arriba se ha visto el caso análogo del formalismo y hay también otros. Tam. poco se trata de oponer a todas las investigaciones S6
llamadas «modernas» una dogmática con el fin de no claudicar. Por el contrario, esto sería una acti· tud muy poco dialéctica. Pero también hay que 1!uardarsc de ceder a los prestigios de los espeiis~os pseudocientíficos. Los «textos literarios .. desempeñan el papel de soluciones ficticias a problemas desplazados (en el sentido que Freud da a este término) y su utilización consiste en una puesta a punto o en una discusión a través de la ideología que rige su escri· tura, su difusión. su erección en textos... La pri. mera (la puesta a punto) consiste en enm3.iCarar y reducir sus distorsiones, sosteniendo en otra parte y en abstracto la irreductibilidad de la .literatura»; la segunda (la discusión) consiste en tratar los «textos» a la vez como resultados de un proce· so social previo y como lugares de un conflicto traspuesto, en definitiva, consiste en sacar a la luz y con provecho las distorsiones que los han fundado como textos y dan cuenta de su .literalidad- (cada una de estas operaciones cambia según las épocas consideradas). No se trata. pues. en ningún caso de discernir, bajo el término de «disfuncionamiento», un nivel o un elemento singulares (aislables) de los textos, sino el conjunto de las contravenciones de los có· digos admitidos que, una vez analizadas como emergencia mediatizada de conflictos de clases, dan cuenta de lo que mina o contradice el funcionamiento conforme, es decir. en nuestra sociedad, ]a forma que toma la .literalidad.. de los textos. Por definición, los «disfuncionamientos .. están, pues, li· gados al .funcionamiento conforme» y se manifiestan - 8 condición de que se quiera ver- por los disfuncionamicntos (con «y. en francés). Corres· ponden necesariamente, en el plano de ]a .Iectura .., a lo que he llamado .distorsiones. en el plano de la «escritura. y en el de la disfunción. Es, por tanto, fácil de comprender que -lectu· ras» y .dislccturas., .funcionamientos conformes. 57
y .disfuncionamientoslt no hay que investigarlos únicamente en los textos ni considerarlos inmóvi· les, sino dependientes de las condiciones de la lucha ideológica en la época dada, y del modo de dominación de la ideología dominante, es decir, de· pendientes de una relación histórica entre las condiciones de emergencia de los textos y sus condiciones de recepción. De ahí la necesidad de analizar estas últimas.
58
V. Códigos y modos de escritura/lectura
Si aceptamos, pues, no englr «el. o .:los tex· tos. como punto de partida, en elemento primero del análisis; si reconocemos los textos como una etapa de un fenómeno social complejo; si admiti· mos que el «texto» resulta ya de un condiciona· miento a nivel de la lengua, de una transformación social y de una selección social de los escritos, que es el producto, no sólo de la escritura, ni del tra· bajo del escritor (18), sino de un proceso complejo; si aceptamos, por otra parte, que los textos «no existen» como tales, sino que funcionan como tex· tos (esta vez hay que considerarlos como uno de los elementos que, con 01 tos, constituyen lo que se llama lecturas), entonces, lo mismo que se ha· brá podido desechar la falsa cuestión del «textoexpresión», se podrá también descchar la no menos falsa cuestión de «la lectura». Plantear la cuestión de «la lectura» es reducir de antemano todas las diferencias que se le pue· dan encontrar a variantes de un fenómeno plan. teado como determinante. Plantear «escritura», en vez de «lectura», es de antemano inferir que las diversas escrituras son variantes de un fenómeno del que se haría depen· der otro, la «lectura», con sus variantes también. Esto es privilegiar en un análisis teórico un crite· rio que se pretende «técnico» (sin prueba = «ello es evidente», es la «evidencia» misma) por relación con otros criterios, convertidos de golpe en varian· tes, con un papel secundario. (18) Lo que nO quiere decir que desde el punto de vista del objeto de otras ciencias (economía, psicoanálisis, lin· giUstlca), los textos o tales textos no puedan muy legítimamente ser considerados en este sentido.
S9
Así c~mo «la escritura» no es transparencia de «un pensamiento., la .lectura. tampoco es ni interpretación de este pensamiento ni percepdón de algo «dado» (el texto) por «el ingenio•. y esto, aunque, creyendo por ello conectar este lenómeno con la infraestructura. se llame «lectura_ de consumo. frente. al «texto» producto. Este razonamiento analógico no resuelve nada y enreda la cuestión: por una parte, ratifica la reducción del campo literario practicada por la clase dominante que acepta. sin criticarla. la herencia de los «textos.; por otra, parece introducir los fcnómenos económicos y socialcs mientras que en realidad no lo hace -pcligrosamente- más que por analogía. a fin de cuentas. En fin, rctoma un binomio ideológico: producción/consumo. que oculta el de explotadores/explotados o el de productores/aprovechadores. De hecho, en este caso se desecha el análisis marxista, aunque invocándolo, de una forma para· lela a la que empleaba Sartre en sus artículos sobre Flaubert en Le.t; temps modemes: el problema de la lucha de clases y de la situación de clase del autor surge a nivel del individuo-escritor y no al del funcionamiento de los textos en una sociedad dada. La escritura/la lectura -el autor/el lectorel productor del texto/el consumidor del texto son variantes del mismo binomio ideológico. Pero, se dirá, habla ya casi de «la lectura. (si se continúa invocando «la escritura») y se pone más bien el acento en la multiplicidad o la pluralidad de las lecturas. A continuación decimos que incluso bajo esta forma es preservada la oposición cscritura(s)/lectura(s). La primera puesta en entredicho de .la Icctura» se ha hecho bajo la forma de la infinita mul· tiplicidad de las lecturas: como toda discusión, tenía ciertamente un aspecto positivo. el de subrayar la importancia de la transformación de los tex· tos, pero esta noción remitiría a los individuos y
a un relativismo vago, como si todo depepdicra de los lectores·individuos con todos los parámetros que ello supone, Una variante más reciente del mismo «desplazamiento. es la noción de «lecturas plurales»: aquellas que se ha creído oportuno diferenciar, no ya a nivel individual, sino. a nivel del método empleado. Por relación con la precedente tiene una clara ventaja: -
por una parte, ha desmitificado la «evidencia» de la lectul'a, subrayando con ello la actividad de transformación y el aspecto «construido» a partir de presupuestos;
-
por otra parte, pone de relieve el hecho de que las diferencias no hay que remitirlas a los misterios individuales, sino a un conjun. to escogido de cuestiones, que deben ser plan. teadas, determinado desde fuera del tc..xto.
Así, hablar de una lectura «psicoanalitica» es admitir que se van a utilizar los textos para responder a cuestiones determinadas fuera de ellos por el psicoanálisis. Sin embargo, la noción de lecturas plurales pone el funcionamiento histórico y social del fenómeno literario entre paréntesis, y al menos no lo considera como determinante, Así, hablar de una lectura socio-crítica es aceptar implícitamente una entre otras y negarse a ver que en última instancia los diferentes «métodos» de lectura remiten a conflictos de clases, Forma vanguardista de la transo ferencia a nivel de la tecnicidad del problema de la lucha de clases, esta noción de lecturas plura. les me parece oportuno rechazarla como no pertinente para plantear el problema del funcionamien. to del fenómeno literario (19). (19) Esto no quiere decir que se hayan de rechazar los diversos trabajos realizados con esta óptica. con tal de que se reconsideren sus resultados.
61
Tendremos, pues, que estudiar los diversos tipos de lectura en su funcionamiento histórico y social, no como variantes «técnicas., sino como parte integrante del funcionamiento mismo del hecho literario dentro de sociedades dadas en épocas da· das. En tal sentido, ninguna lectura puede parecernos .errónea. o .sin sentido. o .no válida.: es objeto de estudio en tanto que medio de utilización de los textos. Las diversas lecturas nos aparecen, pues, situadas en el dominio definido más arriba; el analizarlas forma parte del objeto definido. En ningún caso talo cual lectura puede servirnos como instrumento neutro de análisis. Tampoco es una «nueva lectura. de los textos lo que propondré. Aunque el -texto. no es un punto de partida (pues no hay texto sin todo el proceso social que, en una época dada, ha condicionado la emergencia que ha transformado ciertos escritos en textos) no hay textos sin lectura: el conjunto de este fe· nómeno es el que, en última instancia, remite a la infraestructura y puede tener a su vez influencia sobre ella. No se debe inmovilizar el o los textos para intentar extraer sus relaciones con la infra· estructura, puesto que esto es ya aislarlos de su funcionamiento efectivo, sin el que no existen corno textos. Recíprocamente, no habría que analizar las lecturas como si se ejercieran sobre un objeto (el texto tomado como algo .dado.), sino más bien como si contribuyeran a fabricar los objetos socia· les que son tales textos (¿escritos, escogidos, cuándo, cómo?... leidos (¿por quién, cuándo?... ). El primer punto a examinar es el funcionamiento de la lengua en su relación con el funcionamien· to de la ideología dominante (en el sentido definido más arriba), «escritura. y .lectura. que se ha· cen en y por la lengua. No tomaré aquí por objeto más que la Francia capitalista salida de la Revolución burguesa de 1789. La .Iengua francesa. es presentada como un bien común a todos. como un instrumento fabricado 67
por el Hombre para reproducir su pensamiento. Es por 10 que ella tiene su historia propia (20), la del afinamiento progresivo de un instrumento que se enriquece con el paso del tiempo y que acaba ~ien· do transparente al «pensamiento. y a la «realidad. (curiosamente intercambiables. como en los ma· nuales la obra de Balzac es «la expresión de su pensamiento» o de su -visión. y al mismo tiempo el reflejo de la «realidad•... ). Los datos históricos y sociales no intervienen sino secundariamente. pa· Ta rendir cuenta del enriquecimiento de la lengua y su papel determinante es por ello eludido 'J en· mascarado. Esta perspectiva entraña igualmente el que la «corrección de la lengua. (el «buen- francés) no es más que la aplicación de reglas de expresión útiles a todos para expresarse y comprenderse. y como hay que rendir cuentas de las diferencias en· tre las lenguas, se remite alegremente su causa a la diversidad de las naciones, o sea, al -genio» diferente de cada «pueblo•. En resumen, si esta concepción no correspon· de a las investigaciones actuales en lingüística. es ella en todo caso la que es generalmente «admiti. da» y, más o menos explícitamente, es la que está en la base del aprendizaje escolar del francés (len. gua y «literatura»). Así, desde la Revolución de l789, precisamen. te, la clase dominante, más o menos consciente· mente, y siempre de manera muy reglamentada, ha acaparado para su uso exclusivo no sólo la legisla· ción estética de la que hablaré más abajo, sino la totalidad de los medios de expresión tradicionales (21) y, en primer lugar, la lengua. Acaparado no significa solamente que la clase dominante se haya amparado en la lengua como un instrumento -neutro por si mism~ y del que ella se sirve. (20) Cf. la Hísto{re de la langue franfaise. de Brunol. (21) Cuando se crean otros medios no son -reconoci· dos.. y SOn juzgados inferiores, .populares•...
63
En primer Jugar, es la clase dominante la que ha forjado y extendido la noción ilusoria de una len· gua comun, nacional: Michelet la designaba ya bastante justamente como «el lenguaje convenido., deplorando que no pudiera expresar otras ideas que las dominantes y que los poetas obreros se vieran obligados a escribir en estilo pseudo-Lamartine (ef. Le peuple, págs. 178-179, ed. Julliard, 1965). Este pretendido medio «de expresión- (pero ¿expresión de quién?) ha sido modc1ado de tal modo en su provecho por la clase dominante que: l. Sea apto para servirla. 2. Sea inapto para servir a la clase que ella explota y excluya la formulación misma de los problemas que permitirían la toma de conciencia, la organi7.ación y la lucha. 3.
La «lengua francesaJO no aparece como es (= instrumento al servicio de una clase), si·
no como el fruto de los esfuerzos humanos, como un instrumento transparente a la na· turaleza humana y a la naturale7.a de las cosas, al servicio de todos, para expresar y comunicar. Así, la cuestión fundamental (el pensamiento ¿de quién?, ¿al servicio de quién?) resulta al fin imposible de plantearse. El ocultamiento del papel de utilidad de la lIllengua» a la clase dominante es, pues un aspecto esencial de su funcionamiento de ahí el mito de la «lengua comun» seftalado más arriba. Una observaci6n se impone desde ahora: decir que la clase dominante «ha acaparado la Jengul para su uso., que la ha «modelado» en su prove cho, es una afirmación parcialmente inexacta (to dos nosotros escribimos en un lenguaje atrapado y que hay que precisar: así, en efecto, se corre el riesgo de hacer pensar que la clase dominante e~ 64
rodopoderosa. que hace exactamente 10 que quie· re. y esto sería un error grave. El proceso es histórico y dialéctico. No es en absoluto a partir de una tabla rasa como la clase dominante modela la lengua. Ella se ocupa: De una parte, de una adquisición tradicional que no ha sido determinada y a la que se ve obli. gada a tener en cuenta. La lengua francesa no ha nacido al día siguiente de la Revolución. Y son tales las contradicciones que la burguesía revolucionaria del Antiguo Régimen ha contribuido ampliamente a transformar la lt:ngua de manera muy molesta para la burguesía dominante. No hay más que vel- su embarazo frente a la fórmula «libertad-igualdad-fraternidad- que le había servido de instru· mento de combate cuando aún no estaba en el poder; no hay más que ver la terrible dificultad en que se ha encontrado la burguesía para conciliar «todos los hombres nacen lib,-es e iguales» y el sufragio censata.io que se apoya en «no es ciudadano más que el propietario». oposición que desmantela la ecuación :: los hombres son ciudadanos. Ni es sólo el l~xico lo que está en entredicho, sino el funcionamiento mismo de la sintaxis. De otra parte, se ocupa de lo que le impone la clase que explota por medio de sus luchas, como prendidas las del plano lingüístico: ei Manifiesto del Partido Comunista pudo ser escrito y leído en francés en 1848. Marx pudo escribir o ser traduci· do al francés, definiendo acertadamente con ello uno a uno todos los conceptos operativos que «la lengua» no comportaba. De ahí la apelación peyo· rativa de derminología marxista». Imponer el término «explotación», sustituyendo el de «miseria», que remite a un análisis moral, hace estallar Hom· bre-en.general en cIases. lo que son victorias políticas. De ahí la constante represión lingüística a la que se ve obligada la clase dominante: o bien excluye del «buen francés» los términos «vulgares_ como «lucha de clases». lChuelga» o oeproJetariado» 65
sustituye «problemas sociales» o «proletario» (22); o bien responde por la peyoración sistemática (así. «materialista» es precedido de «con doblez.), la burla, la desviación (<<producción» se opone a ... «consumición»), la recuperación: después de haber sido una palabra diabólica, lCfevolución» sirve para garantizar la política gubernamental y para vender los detergentes (<
66
lengua más «evolucionada», a la que se le ha ve· dado el acceso (el manejo de la lengua que se aprende en los Liceos y Facultades). Distinguir el .buen francés» del «malo», supone ya todo un aprendizaje orientado y reservado, mediante una selccción que comienza antes de la escuela. a una fracción solamente de los «franceses». Es tan cierto que hablar de «buen francés» significa manejar confor· me a sus normas la lengua de una clase, que en 1876 un senador de la derecha se desenmascaraba inconscientemente respondiendo a Víctor Hugo (en· tonces en la cima de su carrera y coronado con todas las distinciones que la burguesía podía con· ceder a un escritor) que él «no hablaball francés, cuando acababa de exigir, en un «período» aparentemente «correcto»... , la amnistía de los Comuneros. Seguy, aparentemente, no hablaba sin duda correctamente «francés» cuando se negaba a comprender en qué se oponía ~c1a libertad» al derecho de huelga, como le expUcaba tan claramente M. Ceyrae, a propósito de una célebre frase «A armas iguales». ¡Hay que ser bueno para «dialogar» con gente que no «comprende» el sentido de libertad!, ni el de .diálogo», ni el de «participación», ni el de «humano»... ni nada. El impacto ideológico es doble: hablar bien francés -en el sentido en que lo entienden nuestros gobernantes y sus académi· cos- es no sólo poner en escena idcas recibidas (y por lo tanto, dadas), sino también confirmarlas. y no he lomado aquí ejemplos más que a nivel del léxico, cuando es todo el funcionamiento de la .lengua» lo que hay que examinar desde este punto de vista. Así. el funcionamiento de los pronombres personales en .francés» es tal que «nos» se revela como un pronombre eminentemente político. En la lengua cuidada, «nos» no designa más que una serie de «yo» o el «tú y yo» del conjunto de los hombres, pero jamás una clase. (Quizá sería interesante desde este punto de vista estudiar la horrible .incorrecciÓn» popular -nos, se... » que, Ji. 67
gándose a una colectividad a la que el sujeto ha· blante pertenece, a lo impersonal, se revelaría qui. zá como una subversión del individualismo de que hace gala el buen francés.) Oc todas formas, no es ésta la ocasión para cm· prender un análisis del funcionamiento de la len· gua francesa. El único punto que quisiera subra· yar y que justifica los pocos ejemplos que acabo de evocar es que -escritura, lectura o habla-, la lengua no es un instrumento neutro, sino uno de los lugares donde se inviste la ideología dominante, uno de tos lugares donde se libra la lucha de cia· ses. Esta sería la tarea de un lingüista materialista que consistiría precisamente en analizar este fun· cionamiento (23). Toda aserción sobre «el contenido» de un texto, loda utiJi7.aci6n del reflejo, en la medida en que ignora este nivel del impacto de la ideología dominante al tratar la lengua como transparencia, es, pues, víctima de un efecto que remite a la ideología dominante. La primera conclusión que vamos a sacar de estas breves precisiones, y que importa hasta el más alto grado para el estudio del funcionamiento del fen6meno literario, es que escribir o leer en fran· cés implica que uno se sirva de un instrumento que no es inocente y cuyo funcionamiento, como la revisi6n, no depende de una decisión individual, ni de tal escritor, ni de tal lector. Lo que no quiere decir que no se pueda hacer nada al respecto, sino que hay qU(~ conoc~r las condiciones del combate para poder luchar. Así, no depende de un individuo -aunque sea ccscritoh- el cambiar por sí solo el e1emento·clave de las superestructuras que es «el francés •. No es que no pueda en un sentido (que se anali1.ará más adelante) contribuir a ello, sino que el resul(23) er. por cj~mplo: la tesis de J. Dubois sobre El voc:abulario politico y social en Francia clesde 1869 a 1872 11962).
68
tado no depende de su intención. Así, cuando P. Gu· yotat dice (Nouvelle Critique, marzo de 1971. página 65): «Trabajo en la supresión, en la reducción a la nada de ciertas palabras, de ciertos giros, de conjunciones. de pronombres .., cte., toca el vcrda· dero problema: precisando «trabajo en ...•, parece aceptar situarse en una lucha colectiva que no po· drá desembocar en una transformación de «la len· gua. más que tras la victoria del socialismo. pero que puede también ayudar a ella. Pero la cuestión que se ha planteado por los interlocutores revela el otro aspecto del problema: .¿Cómo hay que comprcnder la Argcli... de tu Ii· bro? la cuestión misma pone de manifiesto hasta qué punto. aunque sea entre marxistas. la int~n ción de transformación lingüística no es suficiente para imponer su modo de empleo. Y la verdadera cuestión es (o debería ser): .. Veste trabajo es el d~ WUl recomposiciótt IOtal ele 1t4 lengua: poder escribir u.n texto que conste de 280 páginas con las I¡nicllS palt,brCls que yo juzgo digltlls ahora de figurar en el vocabulario materialista...., la inten· ción es ciertamente chocante. pero apenas remite a un análisis del funcionamiento de la lengua en relación con la infraestructura. Del mismo modo que una .lectura» individual no conseguiría cambiar por sí sola los mecanis· mos de la lectura tales como han sido ensenados. No obstante, si este funcionamiento de la len· gua condiciona el fenómeno literario en su con· junto. a pesar de su carácter determinante, no es suficiente en modo alguno el dar cuenta de ello. Esto constituye, desde el punto de vista del análi· sis, un primer nivel. En efecto, no se lee solamente .francés. cuando se lee un poema, una novela o una metáfora. Por otra parte, la actualización del código-«Iengua. que es toda escritura, toda lectura cen francés., )a simplc percepción de un fragmento de «texto. como .descripción», por ejemplo. ac· tualiza loda una serie de reglas de creprcsentaci6n»
69
infinitamente más complejas que las «leyes» de la perspectiva que condicionan la «visión» de un cua· dro, reglas tan rápida y «evidentemente» aprendidas que no se tiene conciencia de ellas como de una adquisición. como del resultado de un apren· dizaje. sino como de una «evidencia». Así, estas regias, tácitas la mayoría de las veces, no emanan en absoluto de «la naturaleza dc las cosas», ni tamo poco de la del «Hombrc», ni dc «la lengua», sino de la dominación de una clase. Claro que, como para la lengua esa dominación está diferida, mediatizada, sería simplista decir que «la metáfora. o el sistema de los pronombres personales son instru· mentos políticos directos en las manos de la clase dominante. Y tanto más cuanto, como para la len· gua. esta última no ha legislado jamás en absoluto y sin oposición. A este nivel también se trata de una resultante, pero aquí tampoco es neutro el instrumento. Volvamos al ejemplo evocado más arriba: «leer. un fragmento de «texto. como una -descripción» supone -sin que sea incluso cuestión del juicio vuelto sobre si mismo. sino más bien del único funcionamiento de la «lectura- que se acepte, al menos implícitamente. que cela lengua» tiene por función «represcntar- la realidad. Es decir, que hay «una realidad» visible para todos y que los proce· dimientos de la escritura o el talento del escritor «pintan. más o menos fielmente. Reenvío a la definición dcl Diccionario Robert: «Descripción. Lit. pintura de las cosas concretas, más o menos cvocadora. según los procedimientos empicados». Se apoya en una cita de Albalat, Formación del estilo: «Hemos definido la descripción: un cuadro que hace visibles las cosas materiales.. Leer un texto como una «descripción- supone también que se acepte la mentira que representa «la lengua_ y el conjunto de procesos retóricos como instrumentos de representación del mundo y no como instrumento de acción sobre él. Ello supone que se Ica el 70
texto como transparente a un 4Ilreferente». cuando es el encuentro del texto y de los lectores educados en leerlo según ciertas normas lo que provoca el efecto de 4Il1"Calidad»: se pone desde luego un cui· dado especial en inculcar que los procesos de escritura son medios fieles de expresión. ¡En efecto, son .fieles» al efecto que han producido! Así. el solo hecho de leer un pasaje como una .descripción» -mecanismo, sin embargo. «automático». pues un imperfecto o un término tal de actitud lo señala al principio de párrafo «el valle se extendía...• o .fumando su pipa, cl...,.- realiza toda una serie de ideas recibidas sobre la realidad, el lenguaje y sus funciones, el .estilo» como medio de expresión, el carácter universal de la percepción (cf. «visible.... ¿a quién?), cte., que aparecen así corroboradas, operatorias y «evidentes». Todavía no he hecho alusión más que a .una descripción». ¡Y qué decir de una descripción en una novela que supone, entre otras cosas, toda una serie de códigos aprendidos: por ejemplo, la correspondencia entre el «cuadro» donde se ve al héroe y la psicología de éste, gracias a la cual los lcctores saben de antemano .leer. en la usura de un tapete sobre el que tal personaje está apoyado o en la ra· re1.a de su cabellera, la rapacidad de su alma, etc! Así, pues, leer un fragmento de un texto como una descripción es por esto mismo privarse de ver una reconstrucción y, sobre todo. la emergencia de un conflicto a mvel de lenguaje. Esto es tomar un trampantojo por un cristal. De golpe, todos los estudios de estilo son inconscientemente juegos de prestidigitación. centrados en el «arte de expresar», como si lo que hubiera .de ser expresado» pudiera pasar, a través de la transparencia del texto, in· dependientemente de este «estilo- mismo. Remito a un análisis de Valéry que revela con la mayor simpJe7.3 este proceso. en general muy hábilmente enmascarado (cf. Valéry, PI. l, páginas 775-776). Pero es a todos los niveles como hay que estudiar 71
sistemáticamtmte, en su relación de funcionamien· to histórico con la infraestructura y las superestructuras, los códigos tácitos cuya confusión con· diciona. no sólo el .iuicio. sino la simple icctura: en efccto. cuando se lee (24) un «texto» se lee no sólo «francés» -con todo lo que esto implica y de lo que yo no he dado antes más que unas cuan· tas ideas-, sino un «texto. --con todo lo que el aprendizaje escolar ha inculcado de ideas recibi· das y convertidas en «evidentes.. gracias a esta noción (así. una «falta de gramática.. en un «texto» es leida. bien como una • licencia poética., bien como un .arcaísmo», bien como una errata del editor. como una «falta.). Pero se lee también re· tórica --con todo 10 que las reglas del arte del discurso implican (25}-, se lec una novela o un poema. etc. --con todo 10 que la noción que se tiene de cada «género» lleva consigo: una «descripción» en una novela se lee como un indicio del «carácter» de los «personajes». mientras que un poema se Icc como la «expresión del estado de ánimo del pocta». etc.-, se lee además un «texto de X» y se lee, pues. a través de las ideas que se han recibido de los diferentes genios del Panteón literario (asi. las alusiones a los problemas de dinero se cr Icen» en un «texto» del Abate Prévost como «los obstácu· los que. fatalmente, se interponen al amor; sin em· bargo, en una «novela de Balzac» se leen como «la pintura de la sociedad.. hecha por un historiador de costumbres), En fin. se leen todos «los textos.. como si fueran parágrafos del gran discurso sobre el Hombre que, de Montaigne a Sartre, o de Platón a Kafka. pasando siempre por Pascal (lugar de paso (24) Aun habrá que precisar. para un análisis profundo. que representa OIse.. (OIon.. en francés). con las varianles de lectura esenciales que ello supunc. (25) ef. a título de ejemplo el análisis de Guedj: OILe ,lrfonde.. eH "la; 1968 y las funciones de la simetría en los pCliodos. Aún será preciso mostrar cómo esta simetría s.... pone loda una tradición cristiana para ser .. reconocida .. convincente.
72
obligado de toda disertación) se mueve más altu que toda Historia. en el cielo del genio y del co· razón humano reunidos. Aún no he abordado más que el condicionamiento de «lectura» aprendido rá· pidamente t:n la escuela que es la «Iectura.parapreparar.una-explicación.de texto» o para • haceruna·disertación» y de las que las «cuestiones» del Lagard et Michard dan una buena idea: sin embargo forma, de modo privilegiado, la manera de leer que el «alumno» deberá tener. Sin entrar por el momento en detalles de aná· lisis que son no obstante esenciales y no han sido emprendidos todavía, se puede afirmar que el funcionamiento del fenómeno literario reposa sobre (si no es que se reduce a) la ejecución enmascara· da, escritura tanto como lectura, de «códígos» sobre un «código» (la «lengua») y cuyo análisis his· tórico y dialéctico es indispensable en el estudio del .fenómeno literario». Además, estos .códigos» no son instrumentos de expresión o de transmisión neutros. sino que son producidos y utilizados por la clase dominante. no bajo la forma de un sistema estático, sino en una lucha incesante cuyo origen está en los conflictos de clase y que le da por el momento la preeminen. cia. Así, la ideología dominante (en el sentido que se le ha dado mds arriba), contrariamente a lo que concluyen los teóricos mccanidstas del reflejo (in. cluso del reflejo deformado), se inviste a diferen· tes niveles de funcionamiento del fenómeno litcrario. según diversas instancias y diversas modali· dades. Preciso aún que este análisis del fenómeno !itcrario, como ejecución de códigos sobre un códi· go, no tendría en ningr4tl caso que rendir cuenta de su funcionamiento de una forma exhaustiva. No se puede reducirlo sin simplismo: sin embargo, éstas son sus condiciones. Defino por otra parte los «códigos» en uu sen· tido muy amplio, como lodos los mecanismos
73
aprendidos, convertidos etl automáticos y sentidos como «evidentes., que permiten escribir y leer en una época dada en una sociedad dada. exactamen· te igual como la simple percepción de un espectáculo de no japonés implica, de parte del público, de los actores, del autor, la práctica de un código de símbolos sin el que los gestos no pueden .leerse» ni concebirse. Estos c6digos no so,) nerdros, sino modelados, a partir de una herencia que se ha re· cibido y contra las tentativas incesantes de la cia· se a quien domina, por la clase dominante que. además. los oculta en tanto que instrumentos de sus intereses y los presenta como instrumentos de expresión y de comunicación al servicio de too dos (26). Ahora hay que exponer el problema más difícil. Las ideas dominantes, las de la clase dominante, dominan al conjunto de la clase dominante y dc la clase dominada. Sin embargo, no son todopoderosas. Justamente porque, sicndo máscaras de in· terescs parciales, no pueden rendir cuenta más quc de una cierta interpretación de la «realidad. y porque, por definición, tienen por tarea enmascarar y no .desvelar., como pretenden. No son operatorias más que en un campo definido de la clase dominante y no podrían explicar lo que de antemano «han expuesto» como .evidente., es decir (d. definición del Diccionario Robert): .que no tiene neo cesidad de ninguna otra prueba.. La fuerza misma del análisis marxista es cambiar las cuestiones y precisamente pedir pruebas a las pretendidas .evi· dencias», que no pueden aportarlas, También e~ indispensable analizar cómo y por qué la «lengua» y todos los «medios de expresión 10 ~stán atrapados, del mismo modo que hay que guardarse de un radicalismo desesperado que sería políticamente, pero también científicamente, erróneo. No sólo Marx, (26) En este semido, la oc1itcralura.. es baSlante como parable en su funcionamiento 1.\ la liturgia (ef. el articulo de Antoine Casanova en .. La PcnséclO. febrero de 1971).
74
ya se ha dicho, ha podido escribir en esta .lengua.. atrapada lo que ella estaba hecha para no decir, sino que la existencia misma de la censura es síntoma de las contradicciones en las que se ha enre· dado la ideología dominante, y por ello, una vez más, el fenómeno literario debe analizarse dialéc· tieamente. La escuela gratuita y obligatoria. una vez conseguida por las luchas de la clase explota. da, ha sido muy bien utilizada como vehículo de las ideas dominantes, lo que no impide que haya servido también mucho a la clase obrera. dándole los medios -aunque estuvieran «atrapados»- para expresarse, organizarse y extender sus ideas. En la Francia actual es cierto que es la clase explotada la que Corre el riesgo de ser más fuertemente influenciada por los 4lvalores culturales» que la burguesía intenta inculcarle, y no es ella la que escoge plantear la falsa alternativa -cultura burguesa» o «no cultura», enmascarada bajo los términos «cultura» o «incultura». Ante este falso dilema, la clase explotada no puede sino escoger -y es lo que hace- -cultura», poniendo en ello otra intención y comenzando por reclamarla para todos, lo que no quiere dedr que esté engañada. Pero la clase explotada casi no tiene ya nada, después de un siglo de cultura propia, si no es en el dominio político. La burguesía reinante ha liquidado muy cuidadosamente, en nombre de la unión nacional. todos los vestigios de cultura -popular». Es cierto que la clase explotada. no -aprovechando» más que los primeros ciclos de la enseñanza, concebidos por la clase dominante para educar reclutando (bajo la pena de no ser educado del todo), teniendo, pues, menos útiles críticos en este dominio y menos tiempo crítico que la burguesía. estando mucho más exclusivamente sometida a la televisión y a la radio. así como a los films llamados «comerciales». pero que son sobre todo vehículos ideológicos, se ve empujada -tan paradójica como lógicamente- a hacer suyos los valores culo 7S
turales ~stablccidos por la clase domimlllt~. Tar.· to más cuanto que, al menos durante largo tiempo. la urgencia de la lucha no se llevaba sobre este: punto y la clase obrera no ha tenido apenas tiempo de forjarse útiles en este nuevo combate. Sin embargo, sería tan peligroso subestimar la autonomía de la ideología dominante, y en general de las superestructuras, como limitarnos a su sim· pie análisis. Esta actitud lleva directamente a la conclusi6n de que los únicos legisladores auténti· camente revolucionarios -siendo la clase explota· da por sí misma incapaz de escapar a las coacciones ideológicas que tanto pesan sobre dla- serían los artistas y los intelectuales que, unidos por una parle a las posiciones de la clase obrera. y arma· dos por otra de «mejores. instrumentos criticos que ella. escaparían por ello doblemente a la in· fluencia de la ideología dominante, al menos en el dominio llamado «cultural •. Por una parte, esto supone que se ratifica la noción de un dominio cultural específico, mientras que, por el momento, la delimitaci6n de las fronteras y de la especifici. dad de este «dominio. es de la jurisdicción de la clase dominante, que excluye de él cuidadosamen. te todo sobre to que no tiene medios para legislar soberanamente (por eso he insistido al principio sobre la necesidad de definir como dominio de estudio un tipo de funcionamiento particular y no un conjunto de «textos» que estaria «ahí.: extraer 'a especificidad de un conjunto delimitado por la cla· se dominante, incluso si debe rendir cuentas de lo que le imponen las luchas de la clase dominada. acaba legitimando su elección). Por otra parte, confiar ia soberanía crítica bajo el pretexto de que son especialistas en la materia a un grupo de individuos que, así aislados, no pueden ya, quiéranlo o no, escapar a la influencia de la ideología dominante, no es solamente un error político. Por difícil que sea este problema, la unión con la clase obrera es teórica y prdclicamente csen·
76
cial. Teóricamente, porque la especificidad dd fenómeno literario está, en nuestra sociedad de clases, detenninado de hc.'Cho, no desde su naturale· za, sino desde su función social (sólo en una socie· dad sin clases podría adquirir su verdadera espe· cificidad que actualmente está dominada por la de su función). Así, la pertinencia misma de un análi· sis científico depende de su r~conocimicnto como fenómeno social -cualquiera que sean las media· ciones que le confieran una aparente autonomía y a pesar de la presión ideológica que lleva, bajo formas sabias, a hacerla aparecer como irreduc· tible. Es, pues, necesario avanzar por el camino abier· to por Lenin y que Claude Prévost ha analizado aqui (número de la Nouvelle Critique de marzo de 1971). Señalando en todo momento que Lcnin, «en el dominio de la literatura» no «enseña un lenguaje nuevo. y que «participa espontáneamente de la ideología del «genio» y del «gran escritOr» (página 75), Claude Prévost subraya el aspecto positivo de la crítica de ~nin sobre Tolstoi: «Lo que puede, pues, implicar que la eficacia de la literatura se mani· fieste a muchos niveles. (página 77). En efecto, a pesar del carácter ideológico de las nociones de las que se sirve, Lcnin pone de rdicvc dos puntos esenciales: 1) Que la literatura puede tener una eficacia que no es necesariamente la que le es reconocida.
2) Que esta eficacia no depende sólo de los textos, sino de la utilización que se les dé -o que se les puede dar. Además, calificando ciertos textos de «geniales» o de «grandes», Lenin se manifiesta contra la idea de que todo depende de la lectura o de la utilización de los textos como objetos inertes. Establece. pues, la noción que yo intentaba definir antes en· tre lIldistorsiones» y «disfuncionamicntos•. Lo pr~·
77
dsa incluso, en términos que ciertamente se deben discutir, afirmando que la .prensa libera]» «nO tie· ne derecho» a calificar a Tolstoi de .gran escritorlt. Hay que subrayar que las dos .lecturas lt , la de la «prensa liberal- y la suya, no sólo son «diferen· tes», sino que la una es manipulación «ilegítima» y la otra análisis «legitimo». Si nos desembarazamos de estas metáforas jurídicas reconoceremos con facilidad que para Lcnin las diferentes lectu· ras no son «igualeslt y que la pertinetlcia teórica de la suya está fundada en su relación con la infraestructura socioeconómica: en efecto, lo que funda la «grandeza» de Tolstoi a sus ojos es que él «plantea» los problemas, «expresa» los «aspec· tos esenciales» del «movimiento real». Es decir, que «un gran texto» deja emerger a su manera los con· flictos de clases por otra parte enmascarados. ¿ Po· demos decir, como lo hace Lcnín, que Tolstoi «plan. lea» los problemas o «expresa» estos «aspectos esenciales»? Los términos son ciertamente inexactos porque el texto de Tolstoi no «expone» a los ojos de todos, los verdaderos problemas ( ¡Testimonio, la prensa liberal que Lenin ataca!), ni tampoco «expresa» los aspectos esenciales del movimien· to real para todos. Si vuelvo a tomar los términos que he propuesto más arriba podemos decir que el texto comporta las distorsiones que pueden ser. ya enmascaradas o recuperadas en el csteticismo (prensa liberan, ya bajo condiciótl de una lectura motivada por intereses de clase opuestos a los que ella legisla (ejemplo: la lectura que hace Lenin), o ser, por otra parte, analizadas en su relación -mediatizada- con la lucha de clases (cf. «plantear» los .problemas», etc.), por otra parte utilizadas como disfuncionamientos: los únicos que rendirán cuenta de la .grandeza» del texto, es decir, de lo que ha fundado su erección como obra maestra. Sobre el primer puntQ: «otra» eficacia: hay que combatir aún la falsa alternativa impuesta: utili· dad/gratuidad. La «)jteratura» es siempre útil (com·
78
prendiendo en ella sobre todo lo que se llama «poesía pura»). El problema consiste en analizar a quién y c6mo. Esto no es fácil porque la clase dominan. te ha enmascarado siempre con «gratuidad- 10 que le era útil y ha llamado «utilitario» (peyorativamente) a lo que le era hostil o al menos 10 que le pa· recía uti1i7.able por su adversario. Es así como la noción, tan «evidente», de «obra de tesis- no ha servido jamás de hecho más que para designar las obras que parecían remitir a una ideología antagonista o las que, bien pensantes, eran demasiado burdas: las que parecían peligrosas (27). Sobre el seglmdo punto: La utili1..ación que se hace, que se puede hacer, de los textos. La clase dominante pretende siempre, por una trasposición interesada, ponerse al servicio de los textos, escla· recerlos, interpretarlos, mientras que los pone a su servicio, primero, condicionando a lodos los nive· les su producción, luego, manipulándolos en su provecho. Así, «leer» un texto en «francés_ significa «/ta· blar» de un texto, incluso mentalmente. Esto es tan verdad que ahora está «de moda. titular un curso (= un discurso) «lectura de»: Hacer una «lectura de» es producir un discurso sobre. y se encuentra al otro extremo la trampa del lenguaje. Esto implica que lo que no se puede decir no es .lectura-, pues precisamente la eficacia que pueden tener los «textos_ no se limita a lo que se diga de ellos, o sea, a lo que se pueda decir de ellos. Te~' timonio de esto, la confesión que cierra todas las tesis: los cientos de páginas que preceden no pretenden agotar el irreductible .misterio» del «genio» de! «autor.. Dicho de otro modo, la explicación (puede ser de más de mil páginas) no explica ni siquiera lo que motivaba la empresa: el genio del autor. Un segundo índice tiene que despertar la descon(27) Ver la definición qUt: da Sartre en SituatiOllS 11. )áginas 238 y siguientes. de las .obras de tesis •.
79
fiam.a: d famoso .. nosl> da las críticas, que remite de hecho a lIlnosotros que sabernos leer., designa, no sólo a la clase dominante, sino a todos los que leen a través de los códigos que ella enseña, desde la escuela primaria. Así, pues, si en nuestra sociedad la burguesía tiene el monopolio del aprendizaje de los códigos de leeturaiescritura, por una parle, ellos se revelan inaplos para definir ese «residuo» que «escapa al análisis» y que remite alegremente al «misterio del genio- (¡inefable!); por otra parte, nada auto· riza a limitar la eficacia de los textos a los discursos sobre ellos, ni incluso a lo que un lenguaje sin inocencia permite decir o escribir. También, frente a los olcódigos» definidos ano tes, propondré, a titulo de hipótesis, que existe lo que llamaré: Modo~ de percepción: Designo así los modos de aprehensión de Jos textos que, no pasando por los «códigos» aprendidos, no están sometidos a la le· gislación lingüistica y estética de la clase dominante. Manifestándose bajo la forma de «impresión,. y a veces de actos, son casi informulables en "Clengua común-, el «bucn francés» (hecho para sustituir su formulación). Su relación con los textos de los cuales dan testimonio escapa, pOI' definición, a la!\ «críticas•. Corresponden a un tipo de «utililadón» de los textos diferente del que va en provecho de la cIase dominante y que ella enseña; corresponden a la utilización de la «literatura. desde el punto de vista de la clast." explotada: suscitados por la experiencia concreta de la explotación, a des· pecho del aprendizaje escolar. constituyen un tipo de aprehensión de los textos tan alejado como ~ca posible del discurso y de su redoblamiento Ilam::!· do .lectura•. Es tarea de una crítica marxista tl" nerlos prioritariamente en cuenta, analizarlos yen· contrarIes una formulación. Es lo que hacía Lenin en sus artículos sobre Tolstoi, a través de las tramo pas de un lenguaje que reprime. 80
desde el punto de vista del funcionamiento del fenómcno literario. tcndremos que sustituir la tradicional oposición escritura/lectura (que no es más que seglltldaJ por la oposición entre, por una parte, los códigos de lectura/escritura (Jos que condicionan la escritura y lectura en una época dada en una sociedad dada), y, por otra parte, los modos de percepció,,/dis/or. siones. Se aprecia que estos moclos de percepción son los que hace ti posibles los disfuncionamicntos más arriba definidos. la oposición «técnica. de dos operaciones tan «evidentemente» diferentes como escribir y leer no debe ser puesta, como lo es, como primera y de· terminante. Su pertinencia no existe si no se la si· túa en su lugar. que es el segundo. Escribir, como leer, es siempre plantear al lenguaje. a las normas «estéticas- establecidas, cuestiones. El punto fun· damental no es: «¿escribir o leer?, sino «¿qué cuestiones?. Porque plantear cuestiones al lengua· je, a la retórica, al soneto o a la novela (escribién. dolos o leyéndolos) es pl~ntcarlas, a través de múl· tiples mediaciones de las que se ha dado nOlicia más arriba, a la sociedad en la que vivimos, habla· mos, escribimos. Así, pues, si nos
,
plant~mos esto
81
VI.
Definición dcl objeto estético
La lucha que se entabla a nivel del conflicto de lenguaje y de ejecución o discusión de los códigos ~e escritura/lectura es a la vez. para cada -tcxto». en cada época. una meta (de las -distorsiones») y un punto de partida (de los -disfuncionamientos»). Pero ello no es perceptible en todo momento más que según las normas mismas del -sistema» ideológico dominante: esto reduce automáticamen· te todo lo que remite. desde una ideología irreductible a la suya. a:
negaciones; carencias; o a una «originalidad» que proviene del miste· rio del individuo. Siendo Incapacidad. Ridiculo o Genio las varian· tes de una misma oposición que no habría de ex· plicarse por criterios _técnicos» o «literarios», sino que puede analizarse muy bien en relación con la función del fenómeno literario en la batalla ideológica. La fórmula más sintética que ha encontra· do jamás la burguesfa en este dominio es la famo· sa -Ay, Víctor Hugo! », de Gide, como respuesta a la cuestión -¿Cuál es el mejor poeta francés?». Ella une -paradójicamente» -pero de la manera, de hecho. más -dójica». es decir. la más conforme con los deseos de la clase dominante- el máximo de alaban7.a (= Genio: el mejor poeta francés), con el máximo de escarnio (= ce iAy! »). 'El lugar geomé· trico de esta aparente paradoja es: peligro. y ello porque esta fórmula se ha convertido en un sujeto privilegiado de .disertación», ejercicio consistente en reducir el rompecabezas de una cita 83
al contenido ideológico esperado, que el alumno enunciar en términos claros (= buen alumno), traduciendo lo que el genio crilico ha sintetizado «misteriosamente •. A partir de una contradicción: Victor Hugo = = ridículo + genio, el proceso es el siguiente: (= no-genio) debe
a) El genio-critico encuentra una .fórmula. misteriosa y realiza metafóricamente una síntesis imposible: una fórmula profunda. b) El alumno reduce esta fórmula a su .Iecciónlt. e) El alumno. cuando llega a ser adulto. cree .Ieer» a Victor Hugo y tener .ideas personales» reproduciendo .libremente» las de Lagard et Michard & Gide. Dicho de otro modo, el adulto (= infor. mado. hombre y capaz de juicio) sabe entonces di· lucidar espontáneamente: -
lo que, en diversos grados, corrobora el .discurso sobre el hombre., que se perpetúa; las carencias «humanas. que limitan la perfección en talo cual texto;
-
los misterios que lo subliman. C. Q. F. D.
Esta .molestia» que el «sistema» reduce según la coyuntura (cuando, y no hay que olvidar estc.' punto, no ha conseguido buenamente censurar los escritos que son, incluso indirectamente. portadores de ella) a la incapacidad o al .. genio» individual del hombre-autor, tiene. como ya se ha dicho. sus razones objetivas en la emergencia de elementos qU(; remiten a una ideología antagonista de la de quien reina y legisla. Los modos de emergencia de esta última no son del mismo orden que los que resultan de la ideología dominante. No son elementos o un «nivel .. separables, aislablcs. sino obstáculos para bailar en 84
círculo. También el mOVimiento de- I:ontradiccíón perceptible en el «texto» entre todo lo que remite. a diferentes niveles. a un sistema afirmado y por otra parte todo lo que. a través de diversas mediaciones. pone en discusión sus cimientos o las máscaras justificativas produce el efecto estético. Este movimiento permanece perceptible a trae vés de la sucesión de épocas y regímenes sociales. aunque sea diversamente explotado: lo que explica que ciertos textos .literarios» no se «sobrepa· sen,. una vez explicitado, por otra parte, lo que en ellos no era más que oscuramente perceptible (bajo forma de disonancia o de innovación formal en el momento de su aparición); la tensión que se produce entre órdenes de naturaleza diferente permanece «legible», es decir, utilizable. Esto explica tamo bién que ciertos «textos», reconocidos como obras maestras. cambien de «campo» en una época dada: así, las novelas de Balz3c, recientemente pasadas «a la izquierda». Ante el hecho mismo de la existencia de los «modos de percepción», sobre los que la ideología dominante no tiene poder, la legisla· ción de esta última no puede ser omnipotente. Son. pues, en una época dada, en un sistema social dado. considerados como .literarios» los textos cuyas distorsiones son perceptibles. es decir. los textos que «plantean problema» y se encuentran con que tienen una utilidad coyuntural (<
aparecen muy «simples». aquellos cuyas dis· lOrsiones no son perceptibles (ejemplo. H Bordeaux o Delly); 85
-
pero también los textos teóricos, el lenguaje científico, los periódicos o los discursos políticos; aquellos en que la «opacidad» del lenguaje, como se dice metafóricamente, no parece, en un momento dado, estorbar la transmisión del «mensaje». Ocurre, sin eme bargo, que estos .textos» cambian de esta· tuto y entran en el .corpus. de otra época (ejemplo. E. Sue, o incluso Descartes. sobre el que en la Sorbona no se podía hacer una tesis literaria no hace mucho, ¡porque era un .filósofo. y no un -autor literario.!).
Asi. la palabra .Belle7.a. (como la de -misterio.) enmascara, bajo la ficción de una esencia universal. las contradicciones. Ante la misma obra de arte o el mismo texto, unos experimentan un placer motivado por la percepción de elementos subversivos o de ruptura -aunque no los reconoz· can como tales bajo el disfraz de sus mediaciones 01 formales »-, otros experimentan el placer ligera. mente vertiginoso (y complementario del primero que acabo de referir), que proviene del cosquilleo tranquilizador de sentir perceptibles, pero conteo nidas. las rupturas y contradicciones del sistema ideológico dominante del que ellos son paladines -aunque este placer les parezca desinteresado. ~,utónomo o específico.
86
Los disfuncionamientos de las normas del cuento en • Candlda.
Partiremos aquí de un punto de vista que no es posible fundamentar en este artículo -será explicado en otra parte-, y por eso pedimos a los lectores que lo acepten provisionalmente, aun· que sólo sea a titulo de hipótesis. No tomamos como objeto de estudio uno o varios textos en el sentido en que texto designa una obra hecha para decorar, y que posee un «verdadero sentido» que los lectores sucesivos desvelan o traicionan; para nosotros, la noción de texto no es un punto de par· tida sino un momento en un proceso social complejo. Definamos, pues, nuestro objeto: el funcionamiento, y no la esencia, del hecho literario, como prendiendo en él lo que condiciona su existencia, constitución de diferentes códigos estéticos, estructura de la enseñanza y de la edición, etc. Nos contentaremos aquí con un estudio parcial sobre el funcionamiento de lo que las clases en el poder han erigido primero en texto por la edición y la difusión, y después en obra maestra por la utilí· lación escolar y crítica, tomando como ejemplo el Candide de Voltaire. Entre los diversos tipos de impacto que ha podido tener y que tiene Ca~ldide según las legislaciones estéticas en vigor en diversas épocas y según sus lectores, no nos detendremos aquí a estudiar las diferentes lecturas conformes, es decir, las di· ferentes maneras de utilizar este -texto" que han parecido sucesivamente aprovechables a tal o tal fracción de la clase dominante. Lo que aquí nos interesa es el estudio de lo» disfuncionamientos, digamos de las fallas aparen· temente técnicas o estilísticas que, a través de di·
89
versas mediaciones, corresponden a los intereses de las clases explotadas y son perceptibles en una lectura adversa, aunque siempre eludidas o recua peradas por las lecturas conformes. Esto implica algo que no podemos enunciar aquí más que a tí· tulo de postulado: l." Que, habida cuenta de la relativa autonomía del hecho literario y de las mediaciones muy complejas por las que se manifiestan y se invisten los intereses de las clases antagonistas, son, en última instancia, estos intereses los que determinan los criterios de juicio «estético». 2.° Que el funcionamiento mismo del hecho Ii· terario entraña la necesidad, para que un escrito sea constituido en texto y posteriormente en «obra maestra., de que dicho escrito encubra disfuncio· namientos cuyo peligro señalen, y por tanto su interés, es decir. el despliegue de una particular in· dustria intelectual para reducir al «texto» a un efecto «conforme•. 3." Que estos disfuncionamientos (de apariencia estilística) corresponden más o menos oscuramente a los imperativos estéticos reprimidos de una ideología antagonista de la que reina. Así. en el hecho literario, tal como globalmen· te se presenta. existen lo que se llama «géneros». producciones de un grado diferente al que poseen individualmente las obras maestras. Lo que define los géneros, el sistema de referencias que los encierra y los sitúa, entra, por tanto, dentro de nuestro objeto. Si se intenta aislar los caracteres que definen -sincrónicamente- el «género. del cuento, que lo diferencian. a partir de las normas estéticas en vi· gor, de otros tipos de escritos y que por ello con· dicionan su lectura. parece que los caracteres si· guientes son a la vez necesarios y suficientes: 90
En un cuento -o más bien, en la idea recibi. da que el lector se hace de él, de entrada, y que define las condiciones de su lectura- se exige y espera como una .ley del género». 1.° Que el encadenamiento de los aconteci. mientos sea dado como fantasista sin cuidado de legitimaci6n por ]a .verosimilitud» que se exige en la novela y que sin embargo «entorpecería la vivacidad necesaria al cuento». 2.° Una acumulación de aventuras -sea cual sea la importancia relativa que se les dé- que desafíe lo que pudiera definirse como «posible en la vida».
3." Intervenciones o acontecimientos sobrena· turales o milagrosos. 4.° Que los «personajes» -que no son .más» sino «de otra forma» convencionales que en la novela- sean dados como convencionales y a menudo señalados como tales por cualquier rasgo par· ticular y anodino como el tupé de Riquet.
5.° Rasgo ligado al precedente, que la ficción sea exhibida como tal constantemente, mientras que en la idea que uno se hace del «género» nove· la se espera que sea enmascarada por diversos procesos de los que el lector se convierte en cómplice. Todo lector de cuentos espera que se le advierta y readvierta que «esto es un cuento». 6.° La ausencia deliberada de toda referencia a la Historia o a la Geografía, o al menos a lo que es, en una época dada, presentado por otros como Historia. El cuento lCocurre» en tiempos o lugares definidos por la convergencia del mito y de la atemporalidad (una cabaña en el bosque, un país lejano y «érase una v~.).
9]
Pero estos caracteres del cuentu no sun una simple serie de signos estilísticos distintivos: están orgánicamente ligados unos a otros -como el aspecto de «marioneta» que se subraya a menudo en los .personajes» del cuento está orgánicamente ligado al encadenamiento y a la acumulación de aventuras, igualmente constitutivas del género. Sobre todo, estos diferentes caracteres convergen para producir en la lectura un efecto definible cuyo papel ideológico trataremos brevemente de demostrar. El cuento se presenta deliberadamente como no-realista. Hay que precisar esta noción confusa de rea· lismo. La palabra misma es una trampa porque implica la conformidad con lo .real. sin poner en entredicho la idea de lo real que puede formarse talo cual clase de la sociedad en una época dada, o peor aún, como si «la realidad. se impusiera por su evidencia al buen sentido universal. Se llama realista a toda obra de arte que parece conforme a la idea que uno se hace de la realidad. Asi, de una parte, esta idea está ligada a la situación de clase (todo depende de lo que se es), de otra par· te, los sistemas de representación, la ilusión de la conformidad, están igualmente ligados a todo un aprendizaje estético segregado del sistema ideológico. Dicho de otro modo, es percibida como rea· lista toda obra que produce sobre tal público un efecto de reconocimiento, que corresponde a los criterios aprendidos de .realidad. y responde a los códigos aprendidos de representación. De donde el desplazamiento de los criterios del .realismo» de una época a otra, de una clase social a otra y el efecto subversivo producido por la utilización en un cuento de elementos que pasan por realistas en su época. Así, todos los caracteres que hemos aislado más arriba tienen por resultado poner deliberadamente de relieve las convenciones del cuento, situarlo en un mundo de ficción visible. Esto lo diferencia
claramente de la novela, donde la convención y la ficción, también presentes, .deben. ser enmasca· radas (cf. en el siglo XVIII la frecuencia de proce· dimientos utili7.ados para autentificar las novelas: manuscritos encontrados en un granero, intcITup, ción disimulada o cortes del texto. cte.). El cuento se da como un exilio provisional; como una vaca· ción en un mundo donde todos los condicionamientos (sociales y naturales. puestos en un mismo plano) desaparecen. y es a ello hacia donde convergen todos los caracteres enumerados más arri· ba: mundo de sueño con la consciencia de sueño. Todo ocurre, en fin. como se lo sueña. como se ha aprendido a soñarlo. Lo que en otras partes es definido como imposible (las alfombras vuelan y los... pobres se convierten en ricos) se vuelve aquí má· gicamente posible. Compensación-exutoria. el cuen· to confirma paradójicamente ci orden de cosas que transgrede. La ficción presente y desvelada. cso es lo que son también las hadas o los genios. personajes «fuera de clase» definidos tan sólo por su altura. su peinado o cualquier anodina parlicula. ridad. Sin situarnos aquí sobre el plano de las pretendidas intenciones de Voltaire. descuidando de· liberadamente el «sentido profundo» de Candide. querríamos tratar de analizar al nivel del efecto producido cómo los procedimientos del cuento fun· cionan en él de manera ambigua. legibles a la VC7. en su funcionamiento «conforme» -y Candide res· ponde perfectamente a las oc normas. del cuento-. pero también perceptibles a contrapelo para aquellos cuyos intereses de clase se oponen a los de la clase dominante -que era lo que ocurría para la burguesía en el siglo XVIII. A ello limitaremos nuestro estudio. que, sin embargo, debe ser prolonga· do al siglo XIX por la investigación de las diferentes lecluras que hará de Ca"dide la burguesía. esta vez reinante. En el siglo XVlIl. las relaciones de la ideología 93
y del hecho literario no son asimilables a las que
mantienen después de la revolución de 1789. Aun· que es una afirmación aproximada, y a pesar de la dificultad de criterios no es la aristocracia que está en el poder, sino una de las clases dominadas (la burguesía) la que, sin embargo, tiene amplio acceso a los medios de expresión e incluso es aro· pliamente mayoritaria en la producción de las cobras literariaslt (l). En tanto que después de la revolución la burguesía en el poder ha monopolizado enteramente los medios de expresión sobre los que es la única en legislar, y el proletariado está en tanto que clase completamente despojado del lenguaje y de una manera general de todos los medios de expresión. Por esto no es extraño encontrar en las obras del siglo XVIII la huella de ideologías contradictorias. Y ello no sólo bajo el l1nico aspecto de los contenidos patentes, sino incluso en el funciona· miento y en los disfuncionamientos «estilísticos» o «estéticos- de los cánones literarios. No nos he· mos detenido aquí en la consideración del cautor», aunque fuera bajo el ángulo de su pertenencia de clase. Desde nuestro punto de vista -el del efecto producido y del funcionamiento de los textos- no es ciertamente el estudio de Montesquieu o de sus intenciones, lo que permite analizar cómo el espía ritu de las leyes ha podido ser utilizado por la bur· guesía revolucionaria (2). Nuestro intento consiste en discernir en qué sentido los caracteres constitutivos del cuento que, como se ha visto, militan a su nivel como mantenedores del orden establecido, funcionan de hecho en Candide sobre un doble registro: -De una parte, «conforme», que permite al cuento ser un «cuento» y, por tanto, ser leido como tal. (1) Cf. Aa SoBOUL, La civílisatúm el la Révolution Iran~aíse.
(2) Cf. A.
94
SoBoUL,
op. cit., pág. 3$1.
- De otra, «subversivo., que socava el cuento desde el interior para aquellos lectores que tienen interés en hacer de él esta lectura (3). Hay, sin embargo, que tener en cuenta, bajo pena de esquematización reductora, el hecho de que las dos funciones están ligadas y de que el se· gundo no existe más que por su relación al pri. mero. Tomaremos sucesivamente el funcionamiento de cada carácter del cuento en Caudide analizando primero su efecto conforme y después los disfun· cionamientos que nos parecen corresponder obje· tivamente a las necesidades de la clase en auge, la burguesía (4).
J.
El encadenamiento tantasista de aventuras
Desde un punto de vista «conforme., tiene por efecto establecer Ja red misma y el ritmo de lo im· posible: que una o dos aventuras extraordinarias puedan dar la impresión de verosimilitud o al menos de ejemplaridad, es lo que en una novela sirve para fundamentar eJ resto: 400 páginas para un suicidio, cuatro evangelios para la resurrección. El golpe teatral es, al contrario, Jo cotidiano del cuento donde, por otra parle, no existen días. Esto no alcanza solamente a la naturalC7.a de las aventuras o de los «acontecimientos», sino a la ausencia de(3) Esto debe ser probablemente puesto en relación con la duda manifestada para .c1asificar. Candide: ¿Novela o cuento? Cf. Diderot: Ceci n'est pas WI conte. (4) No se trata de afinnar ~ue los lectores burgueses discernieran como tales estos dlsfuncionamientos y apredaran su impacto subversivo. sino que pensamos que el placer particular, el «efecto estético. producido sobre ellos procede de esto y que, paralelamcnte, la .belleza. que aquí podría encontrar la aristocracia vicne de la seguridad tranquilizadora de encontrar perceptibles, aunque aparen· temente encauzadas. las fallas de su sistema.
95
liberada de transiciones que podrían darle el olas· pecto de la verdad•. En este sentido Candide ofre· ce una serie tal de encadenamientos inesperados, de cambios de situación, que basta con indicarlo. Se puede incluso hacer notar la aplicación con que son subrayados como fantasistas, con la que las coincidencias son marcadas como tales. También Candíde funciona muy bien desde este punto de vista como cuento, y nadie le reprochó jamás ser «lánguido•. Pero -y nos hemos visto obligados a anticipar el último carácter, puesto que todos se interrela· cionan- todos los acontecimientos de Candide son, si no propiamente históricos, sí al menos anclados en la historia contemporánea; casi todos están Ii· gados a los problemas sociales de su tiempo, casi todos son objetivamente tan «verosímiles», que son presentados en la narración como inverosímiles. Pues si la burguesía tiene interés en el siglo XVIII por poner en entredicho los fundamentos del sistema de «pensamiento. que sirve de máscara y justificación a la opresión de que es víctima, ella no tiene aún los instrumentos conceptuales ni el apa· rato científico necesarios para fundar su propio sistema. Todos los sistemas filosóficos entonces en vigor eran teológicos, o incluso laicos, metaffsicos. La burguesía, con ese agudo sentido de sus intere· ses que la caracteriza, ha sabido perfectamente uti· lizar en Descartes el método de la tabla rasa y de la duda universal sin reconocer, sin embargo, el sistema cartesiano. La idea justa, incluso si es aún oscura, de que todo sistema metafísico está ligado a la tiranía (esto cs. a la opresión sufrida por la burguesía) no puede aún apoyarse sobre un siste· ma antagonista sólido. Todas las tentativas precoces de sistematización estaban, pues, dedicadas, sea a la utopía que quema etapas construyendo abs· tractamcnte un sistema antes de haber podido exa· minar los hechos concretos, sea a la extrapolación abusiva. de )a que la teoría de los climas de Mon· 96
lesquieu nos da un ejemplo perfecto. A esta situación corresponde, en su terreno, el uso del enca· denamiento fantasista de acontecimientos cuya re· lación a la Historia y a la sociedad contemporáneas era inmediatament~ perceptible en Candide. El cuento servía de punto estratégico, permitiendo una discusión universal cuya utilidad es evidente para la burguesía, sin que espere a tener elementos seguros, para una respuesta científica. Lejos de poder leerse como una refutación de Leibniz O de Wolf, es una burla del método inductivo que, cua· lesquiera que fuesen las premisas, era perjudicial a la burguesía de entonces. Candide no puede leer· se como respuesta a las cuestiones planteadas, y precisamente una de sus fuerzas consiste en ayudar a plantear otras cuestiones, incluso sobre la moda de lo imaginario. Esta ley del género permite igualmente utilizar el poder (cosa nada despreciable en aquella coyuntura) de la utopía. sin caer sin embargo en la trampa de su debilidad, puesto que es presentada como tal y circunscrita: la inserción del episodio utópico de El Dorado, cuento en el cuento, revela por 'una especie de efecto óptico la utilidad y los límites de la Utopía. El Dorado no aparece en Candide con la debilidad -inherente a la utop(a- de una respuesta simbólica. A diferencia de Zadig, por ejemplo, donde la utopía está en el cuento, El Dorado es exhi· bido como tal en Candide. Marca un fal!io fin, una conclusión excluida del cuento, paraíso medio entr~ el ridículo paraíso de Westfalia y el triste paraiso burgués del capitulo xxx. Su papel de im· pulsión en los -personajes» del cuento es muy claro y Candide resulta rico y al fin dueño de su criado. Si, en el plano de la toma de conciencia, es el falso crimen del barón lo que hace del héroe -sin clase. un burgués enfrentado al noble por vez primera, la adquisición de las riquezas de El Dorado es lo que hace de Candide un burgués frente a su criado. 91 7
Subrayemos esta eficacia, ligada a la precedente, del encadenamiento fantasista tal como funciona en Candide. Si, como hemos hecho alusión más arriba, no existe entonces un sistema sólido opuesto al de la aristocracia. la idea de una unión objetiva entre fenómenos hasta ahora reputados independientes y prudentemente divididos en categodas irreductibles, se abre paso. Así, pues, la unión que permite la fantasía misma de los encadenamientos entre episodios aparent~mente sin relación permite !lproximaciones subvcrsivas: el paralelis· mo (hasta en el detalle de la expresión) entre la guerra eminentemente «civilizada» de los Abares en el capítulo III, coronada por los Te Deum, y de la guerra eminentemente .. bárbara., hecha para el botín. que libran los «salvajes» en M:\rruecos (capítulo XI) sugiere, de modo intuitivo al menos, la idea de un análisis lúcido de las causas de la guerra. Pero esta aproximación no es perceptible mds que gracias a la libertad dejada a los lectores por la inverosimilitud dcliberada de los encadenamientos; sin ésta. los lectores se verían demasiado «cogidos., como en las noveJas, por la relación de los personajes con los acontecimientos para tener tiempo de redistribuirlos así, en prejuicio del desarrollo cronológico de la ficción. Entre los nume· rosos ejemplos citaremos todavía el auto de fe del capítulo VIn y la quema tan epoco cristiana» de los Orejones en el capitulo XVI. Por otra parte, el lazo, manifiestamente para· dójico y grotesco entre los hechos más sobresa. Iientes del siglo que constituye la «búsqueda» de Cunegunda, da -sin tomárselo a broma- la in· tuición alegórica de un lazo objetivo entre los fenómenos sociohistóricos.
98
2.
lA acumulación de aventuras
La acumulación de acontecimientos está. muy lógicamente. ligada en el funcionamiento del cuento a otros caracteres: no se entretiene en crear la «verosimilitud. ni en -explorar la psicología» y lo que cuenta es lo que -ocurre. y. eminentemente, el hecho de que ocurren muchas cosas. El funcionamiento conforme de CaPldide en este sentido es tan visible qut' nos limitamos a mencionarlo. Pero. como para el rasgo precedente. este fun· cionamiento se acompaña de un disfundonamiento orientado: si las aventuras de Candide son tamo más irreales cuanto más numerosas, es fácil ver, para un lector de la época sensible a las numerosas y transparentes alusiones, que no son irreales mds que porque son acumuladas. En vez de ser un desdoblamiento de lo imposible como es la regla. aquí la acumulación designa 10 posible. De otra parte, la acumulación produce un efecto cualitativo y no sólo cuantitativo. La burguesía no estaba ya dispuesta a combatir, como era el caso de la nobleza, contra las aristas. las injusticias y las fanas de un sistema. Era la base misma lo que debía voltear y poner primero en entredicho, bajo pena de aplastamiento. Así, este rasgo produce también un doble impacto: funciona perfectamente dentro de las normas como aumento de irrealidad, pero disfunciona igualmente designando como institucionales y generalizadas las «aristas», elimina su explicación por el «accidente».
J.
Lo maravilloso
Aunque no se encuentren en Candide ni hadas, ni genios. ni acontecimientos propiamente sobre· naturales. sí se encuentra, desde el punto de vista 99
del funcionamiento en el cuento, todo un arsenal de los cuentos más fabulosos: la aparición de la vieja, al final del capítulo VI, interviene exacta· mente, por su intención, su imprevisto y su feliz éxito, como la del hada de Cenicienta: «Ya se volvía, sosteniéndose apenas, sermoneado, vapuleado, absuelto y bendito, cuando una vieja lo abordó y le dijo: hijo mío, toma ánimo y sígueme•. Igual· mente, la llegada de Cacambo al comienzo del ca· pítulo XXVI, hasta en la formulación: «Una noche que Candide iba a poner manos a la obra (... ) un hombre, con rostro tiznado de hollín, se le acercó por detrás y, tomándole el brazo, le dijo: .Prepá· rate a partir con nosotros...• En el capitulo IV es un fantasma quien revela a Candide la suerte de la familia Thunder-Ten· Tronk; como los magos acostumbran a hacerlo, «el fantasma le miró fijamente lO . Las modalidades y el éxito de estas apariciones son exactamente las que señalan a las madres o a los genios en los cuentos. Igualmente, aunque no se encuentran en Candi· de anillos mágicos que permitan franquear el es· pacio, sí hay en dos ocasiones objetos que juegan este papel maravilloso de transportar al héroe a un lugar «donde nadie podía llegarlO, como se dice en el capítulo XXIV. En el capítulo XVII, la causa que, cuando los héroes extremados sostienen apeo nas «su vida y sus esperan7.as lO los lleva al paraíso de El Dorado; la máquina que les hace franquear montañas que «tienen l.()()() pies de altura y son rectas como murallas». Se encuentra también ani. males fabulosos que parecen pertenecer a la fauna de los cuentos: carneros rojos y monos amantes de damas que persuaden a Candide de que los «fau· nos y los sátiroslO no SOn fábulas. En fin, el mila· gro de los milagros, la resurrección, aparece varias veces en Candide: el lector sabe por Pangloss en el capítulo IV que Cuncgunda «ha muerto.; en el ca· pitulo VII. Candide -cree ver a la señorita Cune· 100
gunda; la veía, en efecto, era ella misma •. Su des· vanecimiento confirma lo sobrenatural de la re· surrecciÓn. Lo mismo ocurre con su hermano el barón, a quien Candide, tras haber caído de rodi· llas, dice: .Vos, que fuisteis muerto por los búl· garos» y que, re-matado en el capítulo XV, re-resucita en el XXVII: «¿Es esto un sueño?, dice Can· dide, ¿estoy despierto? ¿estoy en esta galera? ¿y aquel señor, es el barón que yo he matado?. Pan· gloss resucita igualmente después de haber sido colgado y disecado. Todos estos elementos funcionan bien confor· memente y el resultado de estos milagros es sen· sible: la vieja hace surgir a Cunegunda, que esta· ba muerta; ]os carneros están cargados de pedre. ría, etc. Pero todos ellos tienen también, y al mismo tiempo, un funcionamiento invertido que no co· rresponde sólo a la exigencia racionalista que es la de la burguesía de entonces por destruir un mun· do de privilegios fundado sobre el milagro de] de· recho divino. Así, las muertes que preceden a las resurrecciones no son muertes más que en el dis· curso y no en la narración: juegos de lenguaje (la vieja en el capítulo XI no está «muriéndose- más que en un plano figurado), falsas noticias: Candi· de cree a Cunegunda y al varón muertos, según lo dicho por el fantasma Pangloss, no es un fantasma más que por metáfora, Candide dice que él ha matado al barón porque tenía la intención de ha· cerIo, etc. Es decir, que el lector está obligado a caer en flagrante delito de credulidad, de aperci· birse de que él mismo ha fabricado los milagros. En ninguna parle de la narración se dice que nin· guno de los personajes haya muerto. En cuanto a la resurrección de Pang]oss. es una operación quirúrgica, y los «carneros rojos» pierden su ca· tegoría de fabulosos, si como el texto fuef7.a a ello rápidamente son reducidos a llamas, los monos no tienen «bondad de alma. más que la que Candide 101
les ha fabricado en su imaginación. La canoa tamo poco tiene nada de mágico: se hace añicos contra las rocas como una modesta canoa de madera, y Cacambo tiene cuidado de colocar en ella provi. siones comestibles, cuidado bien extraño entre los navegantes de naves encantadas o de alfombras va. ladoras: En vez de ocurrir como en los cuentos, donde los acontecimientos y personajes sobrena· turales son aceptados de buenas a primeras por el lector, que conoce las reglas del juego, la lectura de Candide fuerza al lector más descuidado a ver paródicamente en la obra, sobre si mismo, el me· canismo mismo por el cual la ideología se impone: la construcción de falsas evidencias. Por otra parte, la imbricación de elementos his· tóricos precisos y conocidos de los lectores con es· tos «milagros» desemboca, por contraste, en em· pujar la evocación de los hechos históricos al absurdo. Este tipo de efecto está en aproximar a Vbu rey y Arturo Vi, puesta en escena exagerada de los hechos que rodea y revela la máscara burlona y feroz de su interpretación por la ideología domi. nante. Los seis reyes destronados que se reencuentran para cenar juntos son presentados en Candi. de como una de las más extrañas «maravillas». eNo se había jamás oído contar..... Pues los lectores sao ben en esta época que se trata de seis reyes cona. cidos. efectivamente destronados, y que su reen· cuentro en el carnaval de Venecia es apenas un azar: Faruk y Perón han debido reencontrarse en el ca· sino de Montecarlo o en una banca suiza. ¿Dónde está, pues, el milagro, si no es por relación a ideas impuestas y recibidas como un acontecimiento, que llega a ser o se llama milagro? La burguesía tenía rlecesidad de que se plantearan estas cuestiones.
102
4.
Aspecto convencional e inconsistencia psicológi. ca de los personajes
Este rasgo, absolutamente general en los cuentos, es el resultado de otros caracteres subrayados más arriba y juega Su papel en !a producción del efecto global. En la medida en que se le llama «conformador psicológico., «vida. de los personajes de ficción, es la ejecución de los códigos tradicionalmente admitidos en una época dada como indicativos de la «vida real», de la «complejidad del ser humano lt , tales como la ideología dominan· te nos da su imagen; la ausencia misma de este espesor contribuye al efecto de irrealidad exhibido como inherente al cuento. El aspecto «marioneta» de los héroes, su transparencia y su automatismo forman parte del personaje general del momento. De este modo, basta que un rasgo anodino distinga y señale la silueta del héroe del cuento. Este carácter esencial funciona perfectamente en Can. dide como es debido, pero también y de manera visible, en sentido contrario, o al menos diferente. a) Al nivel de los nombre~ .propios lt . «Candide lt ; funcionamiento conforme: como el gato con botas, o Pulgarcito, «Candidelt indica explícitamente un aspecto físico notable; Capitulo 1: .Su fisionomía anunciaba su alma.» Se trata, evi· dentemente, de una expresión y, sobre todo, de la transparencia de la cara al alma, de la ausenc:a subrayada y redundante de todo «misterio-, de un espesor fisiológico; esto se ve recordado en el texto a cada instante: Candidc no cesa de ser «asustado y predidolt, etc.; disfuncionamiento: Candide, «que había sido educado en no juzgar de nada por sí mismo. (cap. XXV). En este sentido, la palabra Candide no designa un rasgo de carácter. sino el resultado normal de un sistema de edrlcación, y este carácter distintivo no tiene nada de individual JI nada de anodino, tanto más cuanto en la diferen103
cia de los signos particulares habituales cm tos cuentos, éste es negativo (ceducado en no juzgar de nada») y que en lugar de llamar la atención sobre la estatura, el peinado, el traje, nos la llama sobre un comportamiento esencial: el juicio. Este disfuncionamiento -técnico» se aprecia en que aún corresponde, en su dominio, a una exigencia im· periosa de la burguesía de entonces: atreven;e a .re·juzgar» por sí misma. • Pangloss.; funcionamiemo cotl/orme: cba· vard.; como ocurría con Candide, este rasgo es recordado sin cesar en esta acepción anodina; dis· funcionamiento.' cel que no es más que palabra., '1 no alcanza nunca los hechos. Esta acepción es tan a menudo empicada y subrayada en Candide, que basta con indicarla. En cuanto a la coinciden· cia de este funcionamiento .estético. con los in· tereses de la burguesía está también muy clara: la burguesía tiene -tenía entonces- interé~ en apoyarse sobre los hechos, su fuerza económica y en repudiar los discursos. «El barón»; luncionamienw conforme: como ocurre en los cuentos de personajes dc~ignados por un indicio simbólico de poder, «el rey, la reina, el príncipe-, o más bien de pompa, pues su función social es en general acumulada por el aspecto decorativo de su título, conformemente al efecto del suefto del cuenlo, en Candide se encuentra al .ba· rón •. Y aunque este título, más precisamente .si· tuado_ que el rey o reina, con·nota más claramen· te la jerarquía social del Antiguo Régimen, funciona bastante bien en la producción del efecto cs· perado. El barón está primero en un castillo en Westfalia y en el nuevo mundo contimla viéndose rodeado de un decoro principesco y llevando sobre la cara el índice de su rango, .el aire altivo-• • pero de una altivez que no era ni la de un español ni la de un jesuita»; disfunciotlamiento: está aquJ aún más íntimamente ligado al funcionamiento con· forme, tan importante es entonces el no definir. 104
incluso ~n un cuento, al nobl~ más que por su cua· lidad de noble, su aire de superioridad y sus privi. legios. Como en los films de Eisenstcin, los capita. listas no son jamás hombres, sino únicamente explotadores, el barón no 'es más que barón (er. en el capitulo XV el asombro de Candide cuando ve .humeante. la espada que él mismo acaba de in· crustar hasta la guarda en el cuerpo del barón, como si la presencia de sangre en el cuerpo del barón fuera una marca de humanidad inesperada). Su papel, su función, su lugar en la estructura del cuento no son más que los de un barón. Aquí el esquematismo sirve como revelador. pues importa sentir que, dominando toda la característica personal, la cualidad de noble es la única pertinente en la lucha que va a llevar la burguesía y designa al adversario. La precisión del título obliga al lector a refe· rirse a la jerarquía social contemporánea y le im· pide situarse en el mundo fabuloso de los reyes y de las reinas de cuento. Este rasgo de disfuncionamiento se ve corroborado por el cúmulo de los títulos intercambiables en Candide: barón, jesuita. comandante; no puede tratarse del decoro mágico de los palacios. La alianza de los poderes opresivos concretos, nobleza, sable e hisopo. funciona irónicamente y con seguridad. Enviamos al final del capítulo XV al cómico baile de titulos que designan al hermano de Cunegunda: «el barón... mi reverendo barón... el jesuita barón... el barón jesuita-. No se puede designar más claramente lo que en el enemigo es enemigo. b) El título del cuento: «Candide o el optimis· mo-, funcionamiento conforme: con la más escru· pulosa conformidad, este título doble está en la línea de los títulos de cuento, tradicionalmente compuestos de un nombre propio doblado por un resumen evocador (S); disfuncionamiento: el he· <5> Puede encontrarse d mismo juego subversivo so·
lOS
cho de sustituir con el nombre de una doctrina fi· losófica el habitual adagio de sentido común sobre el peligro de la curiosidad o el éxito de la astucia es ya una distorsión significativa y ligeramente sao crilega en la medida en que toda5t las doctrinas fi· losóficas que justifican un sistt:ma social existente son «optimistas. en el sentido del siglo XVIII, es d~cir, reconocen la necesidad que tienen las cosas de ser lo que son. Además, el juego de -Candide» o el «optimismo. produce a su vez otro sentido «normal»: -es preciso haber sido educado en no juzgar nada por sí mismo para aprobar el orden existente». Insis· timos una vez más en )a necesidad de doble registro para que se produzca un efecto «estético.. Es preciso que el segundo registro aparezca en disonancia, no se adivine apenas, mientras que el primero parezca imponerse, para que se produzca .el misterio de la belleza», sin el que sólo habrfa dedaración política y no efecto literario (6). e) Los caracteres de los personajes; funciona. miento conforme: se ha visto en qué desemboca en el cuento su esquematismo. Como el nombre de los héroes, su .carácter- se limita a un rasgo fun· cional en la intriga: la joven pobre y buena, la mal· vada reina, la buena hada, etc. Este principio es respetado en Candide: no hay más que fijarse en la presentación del héroe; disfuncionamiento: aquí hay dos órdenes. De u~a parte, el automatismo de _marionetas. es demasiado constante en Candide, demasiado apoyado. demasiado visiblemente en rebre JustiPle ou les mallreurs de la vertu. y ello no es en absoluto por azar. [N. del Traductor: La Justina o Los infortunios de la virtud está publicada en Akal, Madrid. 1974.) (6) Aquf no trataremos de «poner en claro" un «sentido oculto". v cuando escribimos: .El título da también.._" es por simple necesidad de formulación. Transponiendo en claro lo que por definición no puede ser· más que oscura· mente sentido o adivinado como disonancia, traicionamos forzosamente su ruuuraleza para analizarla.
106
lación con d contexto histórico para que Su efecto pueda limitarse a la aplicación de la «ley del gé. nerOlt. Aquí, como por una huelga de celo. el proccdimiento es dirigido a otro fin que el de las «necesidades» dcl cuento y, aunque cn efecto contri· buy~ a hacer de Candide un cuento como sc espe· ra, disfunciona revolviéndose contra su propio pa· pel. Las repeticiones y la insistencia convierten esta «comodidad» en procedimiento teatral: así. en el capítulo VI, «Candide, espantado, perdido, san· grando por lodas partes... se decía para sí: Si éste es el mejoc de los mundos posibles. ¿qué son, pues, los otcos ?». Esta punzante exclamación de asombro habrá que confesar que sobrepasa la necesidad de una psicología prematura. tanto más cuanto lo im· pcrfecto la hace sobresalir. Así. el automatismo, sobrepasando su papel funcional, toma un impac. to bien diferente, sobre todo cuando, puesto en re· lación cn el texto con las guerras de conquista o con el colonialismo, invita al lector a establecer re· lacioncs subversivas enrre los hechos. Los pasajes donde este procedimiento es el más notorio son significativos: en el capítulo V, Pangloss, conti· nuando su discurso, está a punto de dejar morir a Candide. En el capítulo 111, la masacre de «9 a 10.000 granujas» es evocada en dos parágrafos que empie7.an por «nada» y acaban por «brazos y piernas cortadas». Entre la nulidad y el fraccionamiento, el individuo se ve anonadado. Todas las frases tienen por sujetos a seres inanimados: «trompe· tas, cañón, mosquetería, bayoneta» y por comple· mentos de objeto a hombrcs. Los términos emplea· dos son los que se esperaría en la descripción de una partida de bolos: «Los cañones derribaron de entrada alrededor de 6.000 hombres de cada ban· dOlt. Luego la frase siguiente hace intervenir como por azar a los «reyes» y a los Te Deum. Candide produce, a pesar de la suerte «individual» que le es impartida como «héroe_ del cuento. un pareci· do efecto de automatismo: ctomo el partido de ir 107
a otra parte a razonar efectos y causas». En el ca· pítulo XI, en la guerra de Marruecos, el descuar· tizamiento de 'Ia madre es descrito como una par· tida de cuatro rincones donde sólo importan los detalles topográficos (quién tenía la pierna dere· cha o el brazo izquierdo) y se trata todavía de una guerra. En el capítulo XIX, la enfermedad del esclavo de Surinan es descrita en términos análogos (1a pierna izquierda y la mano derecha). Pero no se trata ya de una aventura anodina, sino de una explotación colonial. Aquí se ve claramente que la esquematización constitutiva del cuento desembo· ca en otro impacto muy diferente. Lo que se llama en los casos precedentes el «estilo alerta» o la cmor· daz ironía- de Voltaire es un efecto eminentemen· te «estético» que corresponde, al mismo tiempo que funciona en las normas del cuento, a la reivindi. cación individualista de la burguesía frente a los privilegios heredados y familiares de la aristocracia. Hemos hablado del esquematismo propiamen. te dicho, pero hay que estudiar también los ras· gos de esquematización de cada personaje. Las marcas distintivas de los héroes de Candide no son únicamente pintores y caracterizantes como lo es la norma. Son reveladoras, no de una psicología, sino de los mecanismos mismos por los males que se impone a quienes oprimen la ideología de ]a cla· se en el poder. El «candOr» de Candide, la altivez del barón, la logomanía de Pangloss, la bestialidad de Cunegunda, forman por su complementariedad el esquema de las diferentes formas de credulidad que son necesarias (y, por tanto, provocadas) para mantener la dominación de una ideología que en· mascara la opresión bajo su .moral». Candide. bueno y dulce por definición, «el mejor hombre del mundo», mata a tres hombres a quienes la socie· dad ha dado funciones dirigentes. La bestialidad de Cunegunda, como su candoroso sadismo, no se dan en absoluto como una originalidad de su ca·
lOS
rácter: basta comparar (y el lector más conspicuo no debe dejar de hacerlo)· los capítulos VI y VIII, donde se encuentra dos veces ~contado» el auto de fe, una vez por el narrador y la segunda por Cu. negunda. La perfecta coincidencia entre el apara· to teatral descrito en el capítulo VI y las reacciones de Cunegunda en el capítulo VIII revela baso tante bien hasta qué punto estas últimas son previstas y suscitadas por la Inquisición. No pueden leerse como un ~tudio psicológico, sino que funcionan como una prueba. El discurso de Cunegunda es la confirmación esperada y cada uno de los términos que ella emplea corresponde exactamen· te a los del capitulo VI; «actúa» como tiene que «actuar» el pueblo al que se le «da» bellos autos de fe. Nada, pues, de accidental, sino un sistema feroz que funciona perfectamente. Además, este disfuncionamie.nto global, que da a un carácter tradicional del cuento un impacto subversivo, vuelve a encontrarse en otros disfun· cionamientos: si Candide guarda a todo lo largo del cuento la misma simpleza, ésta se ejerce en circunstancias diferentes que, bajo la uniformidad, cambian su efecto. Un análisis detallado de las pa· labras atribuidas a Candide en el estilo directo revela, bajo la repetición de las fórmulas y la per· sistencia del tono, que después del episodio de El Dorado todas las palabras de Candide llevan, tie· nen un resultado efectivo sobre la intriga, mien· tras que antes eran siempre inútiles o desdichadas. Así, pues, el único elemento que cambia en sus discursos, que le permite hacer sugerencias en vez de esperar las de Cacambo, dar órdenes -a su criado en particular- es que él posee un capital y las piedras preciosas de los carneros rojos hacen acceder sin ruptura aparente, pero de manera sen· sible en la lectura, a este personaje del cuento, sin clase, al «status» de burgués que le llevará a la dirección de la explotación agrícola del eapitu109
lo XXX (7). Es, al nivel del funcionamiento estético, dar la intuición del hecho (no el análisis) de que, sin cambio de carácter, fuera de toda «psicología lt , el peso de un personaje viene de su situación social. Un análisis análogo puede ser hecho con lo que concierne al doble y paralelo automatismo de Pan· gloss y de Martín.
5.
La pueslIl de relieve de la ficción en el cuento
No se trata aquí de un juicio objetivo sobre la mayor o menor ficción de tal o cual género, sino del hecho de que por definición el cuento exhibe su propia ficción mientras que la novela la enmas· cara. El lector es advertido sin cesar de que esto ces un cuento»; no vamos a tratar de averiguar por cuál de entre los varios procedimientos obligados se obtiene aquí esta exhibición de la ficción: léxi· co propio y fórmulas fijas, lógica partkular mostrada como extraña a la «realidad•. es decir, a la que tiene curso en una sociedad dada. lemas obli· gados cuya repetición misma importa, afectación de no seriedad que designa sin cesar su propia dis· tancia. Se encuentra todo esto en Candide, funcionando todavía sobre un doble registro. Léxico y fórmulas: Todos los cuentos utilizan un vocabulario particular que se compone de estereotipos como el «príncipe encantador. o de expresiones corrientes a las que una repetición sistemá· tica da valor mágico como «tira de la anilla y el pestiJIo se abrirá», o incluso palabras misteriosas como «abracadaba lt. En relación con los otros ca· (7) Hasla enlonces, Candide es lo que :le quiera: noble en un 72 por 100 aproximadamente, criado por la manera en que se le expulsa del castillo. y si parece acceder a la condición de burgués durante el breve espacio del capitulo XV permanece, sin embargo, en una situación vaga has· ta su salida de El Dorado.
LlO
racteres del cuento, contribuyen a crear y mantener la atmósfera irreal, cuya relación con la ideología dominante ha sido senalada más arriba. Se encuentra en Candide un buen número de fórmu: las, así como un léxico particular (entre otras la «metafísico-cosmo-nigología. de Pangloss). Pero mientras que lo que funda el efecto de las fórmu· las dd cuento es que se las acepte sin ni siquiera preguntar su sentido (<<ábrete sésamo.), el vocabulario particular, como las fórmulas q1le figuran en Candide, no pueden nunca leerse a ese único nivel. No damos más que un ejemplo de ello en el capítulo XXIX: «El tierno amante Candide, viendo a su bella Cunegunda ennegrecida, los ojos rasgados, la garganta seCIl, las mejillas arrugadas, los brazos rojos escamados, reculó tres pasos presa de h
Este aspecto se aprecia en Candide, que ofrece un lujo particular de «pues-, «así pues», «de esto se desprende que-, etc. Pero si a un primer nivel este arsenal lógico funciona, es empleado siempre de manera que la lógica formal se encuentra en él en perfecta contradicción con el «sentido común». Desde el primer capítulo, el discurso de Pangloss. plagado de «pues-, de «también», de «por consi· guiente-, es una ilustración de ello; el ejemplo, sin duda, más vertiginoso es la rigurosa «lógica del discurso» de Cacambo a los Orejones. Esta distor· sión que da al cuento «relieve-, «misterio», «ironía., es decir, «belleza. pone de hecho en entredi cho la adecuación del lenguaje a los hechos, desig. nando a «la. lógica como una entre otras posibles. Los ti: lemas» del cuelzto: evoquémoslos aquí brevemente; están todos. El castillo, la amante fiel. la bella joven, el amor absoluto que nada lastima, las aventuras, el viaje, el exotismo, etc. Todos en un sentido tienen allí su función acostumbrada y la que liga aparentemente los capítulos es la búsqueda de Cunegunda. Pero el castillo no es más que una granja, el héroe se transforma no en príncipe encantador, sino en explotador agrícola, la bella muchacha no es ni bella, ni joven. ni muchacha. etc. Así, la insistencia sobre lo ficticio de la ficción se ve perfectamente en Candide, pero al mismo tiempo que contribuye a hacer del cuento un cuen· lO funciona como instrumento de retorno y, en vez de ayudar a soñar tranquilamente, impide sonar.
6.
La ausencia deliberada de referencia a la historia
A diferencia de los otros caracteres del cuento, éste está totalmente transgredido en· Candide: la atemporalidad no funciona aquí más que de manera interna a la intriga; como en los cuentos. no 112
se sabe jamás, en efecto, d tiempo que transcurre de una aventura a otra y no se lee una cronología de la vida de Candide. Pero las referencias transo parentes a la Historia SOn de una precisión perfecta, ya se trate de la Guerra de los Siete Anos, del temblor de tierra de Lisboa, de la guerra en Ma· rruecos o del imperio jesuita. la ola misma de la cronología de las aventuras permite una lectura directa de la Historia contemporánea y las desventuras de la vieja en el capitulo XI, pasadas (en la intriga), se sitúan, como se leen, y no como «ocurren. en la ficción, en una época contemporánea. La lectura se ve abocada a dar primacía a la na· rración. En ésta no hay, como se sabe, aparte de la utopía de El Dorado, la cual es presentada como tal, apenas un detalle del cuento que no se refiera a un hecho exacto, que no esté situado en su lugar preciso. Este solo hecho de presentar en un cuento una tal abundancia de hechos históricos es en sí subversivo, es decir, que esta presencia de la historia en un género donde no tiene cabida trastorna el efecto de todos los otros caracteres del cuen· to, cambia su centro de gravedad y su impacto. A partir de aquí las otras normas del cuento son respetadas (formalmente), pues esta presencia de la actualidad funciona como distorsión. A partir de aquí nos vemos ,forzados a leer -esto es un cuen· to», pues los elementos que, de manera transparente, se afirman en el sentido de «esto no es un cu~n· to. causan impacto, y por esto el efecto «estéticoes fuerte. Sin contar que, paradójicamente, el hilo irrisorio, que es la búsqueda de Cunegunda, hace sentir sobre un mundo paradójico, pero eficaz, la arbitrariedad y la gratuidad de las justificaciones hipócritas y provisionales que ese. da de los hechos históricos. Parece, pues, que lo esencial del impacto producido por el juego de las (y sobre las) normas constitutivas del cuento es una inversión. Mientras que su resultado (y su razón de ser) es exilar pro113
visionalmente al lector, ~n una vacaClOn compensadora y soñadora, al país de lo irreal, los disfuncionamientos y distorsiones que permite Candide, y a los que su lectura obliga, fuerzan a una aprehensión brusca, agresiva y a veces violenta, de aquello que, precisamente, los lectores han sido educados para no ver. Bien entendido que no tados los lcctores (y volvemos con ello a los postulados planteados al principio): si, efectivamc.mte. hay -habida cuenta de la relativa autonomía del hecho literario (producción-difusión-Iectura)- una coincidencia objetiva entre, de una parte, los cá· nones estéticos de la ideología dominante, de otra parte los disfuncionamientos «estéticos. y los intereses de la clase en auge (aquí la burguesía revolucionaria) se puede ver en el funcionamiento de Candide, «cuento., lo que sostiene y funda el efecto estético que le fue reconocido. Es, en efecto, pensamos, esta ruptura lo que funda el «valor literario» de un «texto., es decir, el indicio de su peligro y la necesidad de reducir· lo -en particular por el embalsamiento del misterio eterno de la belleza. Todos los escritos no pueden funcionar así. Nosotros no nos hemos ocupado aqui más que de dos niveles de funcionamiento: el que corresponde a la ideología dominante en el siglo XVIII y a las ndrmas estéticas que e))a entraña, y el que, de manera más «oscura-, en todo caso no «racianal., corresponde a los intereses de una ideología en auge, aunque no en el poder, la de la clase bur· guesa revolucionaria. Pero no hemos estudiado aquí un tercer nivel de disfuncionamiento que ya socava el segundo y corresponde -habida cuenta siempre de numerosas mediaciones- a los intere· ses de las masas populares que la burguesía va a utilizar para su Revolución y a las que inmediatamente burla. Queda igualmente por estudiar cómo el juego de estos tres niveles de funcionamiento 114
obliga a la burguesía. esla "el. reinante. a lecturas reductoras y entre ellas contradictorias del texto en los siglos XIX y xx. Esto constituirá el objeto de estudios ulteriores. Lo que hemos tratado de demostrar sobre algunos puntos al menos -el funcionamiento de Candide como «género..- . cómo lo que hace la tIlbelleza- de Candide y su "encanto» no es en absoluto misterioso, sino que corresponde en un dominio no conceptual a la lucha oscura y transpuesta de intereses de clase antagonistas.
115
1ndiet'
1. 11.
(11.
IV.
V.
Introducción Definición de un objeto l. Puntos de partida a criticar 2. Defh!ición de tm domitlio 3. Definición de WJ objeto Fenómeno literario e ideología(sl l. Dos funcionamientos históricamente wwlizables 2. Un instrumento de acción al .'ierv;· cio de una f.·lase 3. El papel de la ideología dominwlIe Al En el ;meriur de la dase domi· IILmte B l En cl¡re,'óóPI a las dúses explo. ladas 4 FunciOtum,Ífmto ele la ideulo~íu doo Ininante 5. lA escuela ." el !wldu"amie"to del ferlómeuu literario
7 11 11 16
18 2S
25
26 26 27 29 31
33
El fenómeno literario no es reduclibl~ a su papel dI: servidor de la ideología dominante. Distorsiones y disfunciona· mientos l. Desde U" punto
37 40 41 44 50
Códigos y modos de escritura/lectura
59
VI. Definición del objeto estético Los disfuncionamicntos de las normas del cuento en .. Candide»
37
83 87 117
El c,K",Ic:IltIlU;C"1o (uulista ele m'cutlll'tl... 2. Lu llCIIlIllIlucivlI tic: u\'clllUras 3, 1.0 IIIctrClvilloso ... Aspecto cOlll'CIlciUllal e ;1/I.:OUSi.~lC"· cill psic:(J/áa:;ClI d,' los persOIIlJ;c\ 5. La plteSill de relif!\'C de la /ic:dvu l.
en el cuento 6. La ausencia deliberada de re/ertmc:ia a la historia
118
9S
98 99 102 110
112