LA ECONOMIA DESCALZA S eñal es d es d e el M undo Invi s i bl e
Colección Pensamiento Descalzo - 1 Coedición de CEPAUR-...
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LA ECONOMIA DESCALZA S eñal es d es d e el M undo Invi s i bl e
Colección Pensamiento Descalzo - 1 Coedición de CEPAUR-Centro de Alternativas de Desarrollo y NOR DAN-C om uni dad, bajo l a respons abi li dad de Manfred Max-Neef y Ruben G. Prieto.
MANFRED MAX-NEEF
ECONOMÍA DESCAL ZA Señales desde el Mundo Invisible Tr a d u c c ión d e Es t el a Lo r c a P r ól o go d e L e op o ld K oh r
Edición original en inglés: From the Outside Looking In: Experiences in 'Barefoot Economics' Dag Hammarskjöld Foundation, 1982 Edición en sueco: Fran andra sidan Förlaget Nordan-Comunidad,1984 ©Manfred Max-Neef Editorial Nordan, 1986 Estocolmo, Buenos Aires, Montevideo Diseño de tapa: Ruben G.P rieto ISBN 91 7702 142 8
nordan
c o muni dad
A Matías Felipe, mi primer nieto, que nació junto con este libro. Mi anhelo es que él y todos los de su generación puedan gozar de un mundo más justo que el que describo aquí.
Prólogo a la edición castellana
Este libro nac ió en Sue cia , escrito en inglé s por un chileno que m uch as co sas la s pien sa en alemá n. ¿Por qué no h ic e yo m ismo la v er sión ca stellan a? M e lo han pr e guntado v arias v eces. La respuesta e s simple. Como autor no soy capa z de tra duc irm e a mi mismo. Si lo intento, a ca bo escribien do otr a co sa. Es un poco la ma gia y el m isterio de lo s idioma s. Cam biar de idioma e s como c am biar de m un do, y en ca da m un do vemo s y sentimos los mismos sentimientos con ritmos, texturas y tonalida de s dist int a s. No po demo s p erm an ec er n e utra le s. E n c a da m un do no s c omprom etemo s de m ane ra difer ente co n la r ea lida d o co n la f anta sía. De a llí que a gr a dez co m uy de v er a s a Estela Lorca, mi traductora, por haber realizado este esfuerzo. Agr a de zco ta m bién a mis a migo s de Nor danCom unida d por el cariño libertario con que han producido esta edición. He dec idido a gre gar un Po st ludio que no e stá en la s e diciones in glesa y sueca . Se trata de un a ref lex ión e scr ita cuatro año s de sp ué s de ha be r term ina do la ver sión or igin al de e ste libro. Pien so que v iene al c a so para tratar de entender la inmen sa crisis en que se debate nuestro mundo actual. Santiago, Invierno de 1985
Prólogo
Es una mera coincidencia que me encuentre precisamente en Liechtenstein escribiendo este prólogo para el libro de Manfred Max-Neef sobre el desarrollo de algunas regiones pobres de América Latina. Pero tal vez no esté totalmente vacío de sentido el que haya vuelto finalmente a tomar la pluma en este principado encantador que se descuelga como una tapicería medioeval desde la s montañas majestuo sas que cr uzan sus 160 kms.2 de territorio, y que se extiende a lo largo del Rhin, cerca del Lago Constanza, entre los límites de Austria y de Suiza. Digo que pue de no estar desprovisto de sentido, por varias razones. En primer lugar, Liechtenstein es una de las comunidades soberanas más pequeñas del mundo. Esto debería ser especialmente atractivo para Manfred Max-Neef para quien lo pequeño no es sólo un slogan hermoso sino como en el caso de Fritz Schumacher, una filosofía que impregna todo su pensamiento. Su dimensión es la ideal para un estado tal como lo definiera Aristóteles, es decir la que p uede abarcar se de una sola mirada. Su población es de 25.220 habitantes, de los cuales 15.974 son ciudadanos y 9.246, extranjeros. La densidad de la población es de 157,6 por km.2. Sus habitantes viven en 10 aldeas, armoniosamente distribuidas en conglomerados que van desde 280 personas a 4.552, que rodean la capital con 4.614 habitantes. Esta se cobija al pie de la montaña del castillo del Príncipe, curador de la Galería Liechtenstein, una de las colecciones de pintura de mayor prestigio mundial. Hay un automóvil por cada dos habitantes, la tasa de desempleo varía 11
en un punto increíblemente fraccional por sobre cero y la pobreza no existe. Hay problemas. por cierto. T odavía mueren diez de cada diez personas: las inundaciones y torrentes producen dolores de cabeza todos los años; y demasiados extranjeros son atraídos por su floreciente economía. Pero no hay nada que quede fuera del control de los mortales corrientes. T al como me lo dijera Alexander Fr ick, un ex-Primer Ministro: «Para cuando una gran potencia se entera de algún desastre, ya estamos a medio camino en la reparación del daño». Hay muchos que consideran que esta situación de bienestar social y personal se debe a factores externos, tales como el apetito insaciable de los filatélicos del mundo por los hermosos sellos postales, constantemente renovados, que el principado emite al tenor de 50 millones de francos suizos al año; a los turistas que se detienen brevemente en su paso del Este al Oeste, o del Norte al Sur en sus viajes trans-europeos; o, sobre todo, a los consorcios transnacionales, a los grandes «holdings» que han escogido a Liechtenstein como refugio tributario, en tal número, que la población «corporativa» del estado ha llegado a ser tan grande como la física. Es así como, mientras otros países tienen hoteles y moteles. Liechtenstein tiene además «Bureau-tels que ofrecen a los presidentes de las compañías visitantes no sólo albergue, sino servicios secretariales y de teletipo. No es sorprendente entonces que muchos expertos en economía atribuyan la prosperidad de Liechtenstein a estas influencias foráneas. Sin embargo, la verdad se encuentra en dirección opuesta. Parodiando un famoso dicho de David Ricardo: «Liechtenstein no es rico porque tantas empresas se encuentran ahí; las empresas están ahí porque Liechtenstein es tan rico». Esto significa que no hay peligro de que nadie —gobierno, nacionalistas, obreros, campesinos, reformadores— se interese en expropiarlos. Y esto ha sido lo que ha atraído a las corporaciones internacionales. No han venido en busca de beneficios tributarios, sino por la seguridad y estabilidad que da una población que en sí misma es lo suficientemente rica como para no envidiar 12
envidiar a los que son aún más ricos... y que, al mismo tiempo no es tan rica como para condenarse a la holgazanería que es una causa de perturbación social aún más grave que la pobreza. Pero si ni los sellos postales ni las corporaciones extranjeras son responsables de la prosperidad intrínsecamente autónoma de Liechtenstein... ¿qué lo es? Y es aquí donde entra a jugar lo pequeño. Porque así como las olas toman su dimensión del volumen de agua que atraviesan, así los problemas sociales, ya sean de agitación, retardo económico, desempleo, inflación, crimen, terrorismo o guerra, tienen una escala que se ajusta a la dimensión de la sociedad que afligen. Es así como incluso los problemas más graves son tan reducidos en una sociedad pequeña, que aquello que en una sociedad grande no puede ser resuelto ni por un genio, puede ser manejado en la primera por todos y cada uno de los que tengan una medida normal de sentido común. Porque en la transparencia de sus estrechos límites nada puede quedar oculto a la visión natural. No existen los «invisibles», como llama Manfred Max-Neef a los anónimos actores de la Historia, a las masas, sobre cuyos hombros construyen los economistas, sociólogos e historiadores sus preciosas abstracciones que se desvanecen mucho antes de tocar tierra y que sólo sirven para impresionar a los expertos en vez de mejorar las condiciones de aquellos que están llamados a ayudar. Pero aún hay otra razón que imparte un significado especial al hecho de que Liechtenstein me ha impulsado a escribir este prólogo dentro de sus fronteras. A unos 800 mts. en las montañas, más arriba de mi pequeña hostería, vive Josef Haid, viejo condiscípulo mío de mis tiempos de Salzburgo. Su carrera fue la de un consultor de negocios de gran prestigio que logró cambiar las fortunas de muchas empresas que iban cue sta abajo, para llevarlas a las alturas del éxito. Sin embargo, lo que él considera como la verdadera obra de su vida, es un pequeño volumen de pensamientos que ha titulado «On the Side of Life». Cuando su secretaria lo escribió a máquina, le rogó insistentemente que no permitiera que sus clientes sospecharan que él era su autor. «Van a creer que Ud. es un excéntrico» le dijo. 13
Ahora bien, las ideas de Josef Haid son simples, económicas, eficientes y revolucionarias. Pero lo que lo capacitó para inducir a sus clientes a aceptar sus ideas revolucionarias para reestructurar sus empresas, su producción, su filosofía de comercialización y sus relaciones con la sociedad, el Estado, los trabajadores, los clientes e incluso las artes, fue una idea básica: «si algo anda mal en cualquier aspecto: si una persona en pos del éxito, fracasa; si otra que busca la salud se enferma; si el que persigue la felicidad es desgraciado y el que anhela paz, atormentado, la causa es siempre la misma: de alguna forma, en alguna parte, dicha persona está violando el orden de la naturaleza. Está actuando 'lebenswidrig'; su comportamiento es contrario a los designios de la vida. De ahí que lo único necesario para mejorar su condición sea descubrir qué ley universal está quebrantando y llevarlo a actuar 'lebenrichtig', es decir, en armonía con el orden de la vida». El único problema es que e sto no es tan simple como parece: exige un estudio en profundidad y una penetración de las relaciones ocultas de la existencia. Cuando esto se realiza, se puede conducir a las revelaciones más inesperadas y a las percepciones filosóficas más hondas que podrían parecer poco realistas, fantásticas y misteriosas a una persona que sólo vagara por la superficie, así como las formas de la vida submarina aparecen ante el buzo que se desliza entre bancos de coral y descubre que la vida al fondo del océano sobrepasa en variedad todo lo que pudieran imaginar nuestros novelistas de la era espacial. Sin embargo, si sigue bajando más aún, observará que las formas de vida se hacen nuevamente simples, revelando la unidad subyacente de todas las cosas e indicando en su análisis final que todo principio que se aplica en un campo podrá ser aplicado «mutatis mutandi» en millares de otros campos. Lo que tiene sentido en cualquier parte, es sentido común en todas partes. Y no hay principio con mayor sentido o más fundamental para el esquema de las cosas que lo pequeño. Por lo tanto, la persona capaz de ayudar en un problema aparentemente tan materialista como el desarrollo económico, we we
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es el filósofo, más que el mero especialista técnico; aquel que es guiado por el concepto de 'lebensrichtig' más que por la sola conveniencia económica, aunque se le considere como un romántico o un excéntrico. Fue por esto que Schumacher tituló su último libro «Guía para los Perplejos», título más significativo que el que diera a su primer libro: «A Guide to Intermediate Technology», que no habr ía tenido mayor eco si su inspira do editor no hubiera intervenido para acentuar su dimensión filosófica más que práctica, llamándolo: «Small is Beautiful». Pero ¿qué relación tiene todo esto con el concepto de desarrollo de Max-Neef? Muchísima. Porque su libro no sólo sirve de valioso guía, capaz de conducir a expertos y legos, a gobiernos y pueblos, a economistas e historiadores y a los «visibles» que están arriba así como a los «invisibles» que están abajo, hacia una nueva comprensión del proceso de desarrollo y del papel vital desempeña do por lo pequeño, no por el hecho de que funcione bien en Liechtenstein, sino porque es «lebensrichtig» y que, en ese sentido funciona en todas partes. Revela también a esos escasos autores que, como Josef Haid en su labor de consultor, muestra el camino del éxito introduciendo al lectorcliente a una comprensión general, no tanto de las leyes de la economía sino de las leyes más profundas de la naturaleza. MaxNeef es un meta-economista en el verdadero sentido de la expresión: el que ilumina su materia con un discernimiento que alcanza a llegar más allá de la materia misma. Se ha liberado de las amarras académicas de los especialistas del desarrollo, que no sabrían qué hacer con sus conocimientos en las llanuras de Brasil o con las tribus de Ecuador, dándonos un ejemplo de lo que hoy día se e stá conociendo en términos tan dudosos como el «enfoque de abajo hacia arriba» (bottom-up approach), diez años antes de que los expertos lo vislumbraran. Experimentando los problemas que le habían llamado a resolver como economista, con un celo que a veces ha debido acercarse al de los mártires y que nos hace recordar la crónica ecuatoriana de Moritz Thomsen cuando miembro del Cuerpo de Paz, «Living Poor». Bien puedo im a gin a r que un a c o m un ida d a gr a de c ida c o m o la
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de los artesanos de T iradentes, queriendo emular la Plaza Trafalgar de Londres, bautizara alguna capilla del camino con el nombre de «San Manfred de los Campos» (St. Manfred in the Fields). Pero la parte más valiosa del libro de Max-Neef, así como de su estudio anterior sobre «Trabajo, Tamaño Urbano y Calidad de Vida» bien podría no ser la lección práctica que podemos extraer de él. Su verdadera realización está más bien en lo que pareciera dar a entender al margen, como cuando se aboca a un análisis filosófico profundo y riguroso de las relaciones tiempo-espacio, que, tal como muchos de sus comentarios marginales, sólo puede ser absorbido si se lee a ritmo lento. Pero una vez captada su esencia, uno siente el impulso de releerlo una y otra vez y, no sólo para el propio deleite. sino también —como lo he hecho yo— para leerlos en voz alta en beneficio de otras personas. Es evidente que no se trata de meras digresiones. Como en el caso de «On the Side of Life» de Josef Haid, conforman la base filosófica de la que extrae sus teorías del desarrollo. No me cabe duda de que si Manfred Max-Neef hubiera vivido hace 50 años o si Heilbronner hubiera escrito 50 años más tarde, éste lo habría incluido en su obra «Wordly Philosophers», destinada a destacar el hecho de que los logros más significativos en economía han sido invariablemente aportados por los filósofos más que por los practicantes de la materia. Manfred Max-Neef tiene la distinción de ser ambas cosas. Pero hay otras razones que hacen que este libro sea tan atractivo como lleno de enseñanzas. En sus conmovedoras confesiones de decepción y fracaso, tiene algo del encanto y sinceridad de Rousseau y San Agustín. Las personas con quienes trabaja están descriptas con rasgos muy nítidos, como cuando los niños que estudia le confían que su idea de la «buena vida» es poder comer sardinas, y su noción de lo malo que podría sucederles es que una nave espacial se desintegrara sobre su pueblo. Algunos de sus paisajes están impregnados de poesía. Su descripción de sí mismo como un gigante rubio, de ojos azules, una especie de vikingo en T iradentes, recorriendo
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a zancadas la región que ha venido a ayudar, indica que por lo menos uno de los factores del éxito de una misión es la figura carismática de un líder que inspira confianza, por razones ajenas al papeleo y a la burocracia. Leopold Kohr
Liechtenstein, septiembre de 1982
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Preludio
Las historias tras del libro Si Ud. es un viajero en Llao-Llao —idílica ciudad de la Patagonia argentina— y trepa desde el pequeño puerto por el cerro, se verá rodeado por todas partes de montañas y lagos, antes de penetrar en un bosque nativo de antiguos coigües. Al dar la curva, se encontrará repentinamente frente a una hermosa mansión de troncos, que hoy día es la sede de uno de los mejores institutos de investigación de su género en América Latina: La Fundación Bariloche, donde tuve el privilegio de trabajar un par de años como investigador. Al acercarse, tendrá la sensación de que los elementos naturales y los de la fabricación humana parecen integrarse en una armonía casi perfecta. Se entra a la mansión después de pasar bajo un arco formado por dos gigantescos maxilares de ballena azul, experiencia especialmente sorprendente en ese lugar situado a unos 500 km. de las costas atlánticas. La historia de la mansión es casi tan extraña como su pórtico. Hace varias décadas —exactamente cuántas no sé— fue construida por un ballenero retirado, llamado Rangvald Nielsen que llegara al lugar desde su nativa Escandinavia. Mi imaginación se encendió al enterarme del origen de la casa y traté de evocar al hombre y a sus circunstancias, hasta que fragmentos de una posible realidad empezaron a tomar cuerpo en mi mente. Desilusionado por la horrible devastación producida por
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la Guerra Europea, este moderno vikingo salió en pos de un lugar donde establecerse. Incapaz de despojarse de su identidad, el hombre que había perdido un mundo, se convirtió en el hombre en busca de un paisaje. Y fue aquí donde encontró de nuevo sus montañas y sus lagos nórdicos. Aquí se instaló, construyó, soñó y murió. Fue en este mágico lugar donde conocí en octubre de 1980 a Sven Hamrell, otro escandinavo que había cubierto las distancias desde Uppsala para participar en un seminario organizado en la mansión por la Fundación Bariloche. Nos comunicamos bien desde el primer momento. Descubrí que estaba realmente interesado en mis experiencias de terreno en América Latina y disfrutamos de largas conversaciones por las noches, después de las sesiones del Seminario. Era muy hábil y sus preguntas calaban hondo en mis experiencias, motivaciones, anhelos y creencias. De hecho, me extrajo tanta información, que lle gué a tener la sensación de estar sometido a un análisis introspectivo en manos de un psico-terapeuta de capacidad poco común. Cuando durante nuestro último encuentro me preguntó si me gustaría escribir un libro sobre mis experiencias y mi filosofía del desarro llo que inc luyera la per spectiva hum ana de mis vivencias en Brasil y en Ecuador, le respondí que ése había sido mi de seo desde hace mucho tiempo, pero que, careciendo de fondos para sostener a mi familia y a mí mismo durante el tiempo que lleva escribir un libro, había renunciado a hacerlo. Había recibido anteriormente comisiones y financiamientos para escribir libros técnicos y ensayos, pero me parecía muy poco probable encontrar apoyo financiero para un libro como el que estábamos discutiendo. Mi sorpresa fue gratísima cuando Sven Hamrell me extendió en el acto una invitación para pasar seis meses en Uppsala y escribir mi libro, bajo los auspicios de la Fundación Dag Hammarskjöld. El libro sería una contribución al seminario por etapas que la Fundación estaba realizando sobre el tema «Desde la Aldea hasta el Orden Glo bal». Conforme el plan, llegué a Uppsala siete meses más tarde.
Si Ud. es un viajero en Uppsala que va caminando por el parque de la Universidad, desde el edificio principal, hasta enfrentar el antiguo y venerable edificio Gustavianum, encontrará nueve piedras rúnicas vikingas a lo largo del camino. T odas, menos una, talladas en memoria de los muertos: padres, hijas, hijos, hermanos o amigos. La excepción es la primera de estas piedras que llama la atención durante el paseo. Si logra encontrar a alguien capaz de leer e interpretar las runas, descubrirá que dicen lo siguiente: «Vikmundr hizo tallar esta piedra en memoria de sí mismo, el más diestro de todos los hombres. Dios guarde el alma del capitán Vikmundr.» Mi imaginación se encendió al conocer el sentido de la inscripción y traté de imaginar al hombre y sus circunstancias, hasta que fragmentos de una posible realidad empezaron a tomar cuerpo en mi mente. Queriendo ampliar su horizonte, e incomprendido tal vez por los demás, este vikingo se había visto reducido a sustentar sus acciones en su propia capacidad de auto-dependencia. Ansioso de proyectar su identidad, el hombre que renunció a un paisaje se convirtió en el hombre en busca de un mundo. Siendo la curiosidad más fuerte que la nostalgia, alzó las velas y absorbió todo lo que se cruzó en su camino. No se instaló en ningún lugar y murió en un rincón desconocido para nosotros. Nos dejó, sin embargo, un mensaje de fe y auto-dependencia que es tan inspirador y válido hoy día como lo fuera hace novecientos años. En mayo de 1981, a l lle gar a Upp sa la, Sv en Ha mre ll me presentó a los demás miembros de la Fundación Dag Hammarskjöld: 01 1e Nordberg, Lotta Elfström, Gerd Ericson, Kerstin Kvist y Daniel von Sydow. Habiendo sido desde hacía mucho tiempo admirador de la filosofía del desarrollo de la Fundación y, conocedor del bien ganado prestigio de que gozaba en el Tercer Mundo, me pareció increíble que todo eso fuera
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producto del trabajo conjunto de seis personas solamente. Fue para mí la confirmación de la eficiencia que puede lograrse por medio de la «pequeñez» organizada. La ausencia de burocracia, combinada con un trabajo frenético, plazos apremiantes y una atmósfera frecuente de caos creativo, conformaban el entorno humano más estimulante que me había tocado conocer. Además, la casa de la institución que tanto había hecho por promover la autodependencia, se encontraba a escasa distancia de la piedra de Vikmundr, el hombre que creía en ella y que la practicaba novecientos años antes. Esto me daba una grata sensación de coherencia intemporal. Como ambiente para escribir un libro, cuyo «leitmotiv» era lo «pequeño» y la autodependencia, éste era —así lo pensé— el lugar más perfecto. El toque supremo de calidad fue que me otorgaron el privilegio de usar, para escribir mi libro, el escritorio que fuera de Dag Hammarskjöld. Va mi sincera gratitud para esos seis seres humanos excepcionales que tanto me enseñaron y que me honraron con su estimulante e inolvidable compañía. Pero hay otras dos personas a quienes debo gratitud: Olivia Bennet, la editora más acuciosa que he conocido y Gabriela, mi compañera de vida, a c uyo juicio crítico sometía todas las noches mis escritos del día. Toda historia tiene su conclusión. En este caso se trata de un libro y, además, de un enigma. El libro es una realidad material en manos del lector. En cuanto al enigma... el hecho de que tuviera que ser un hilo conductor escandinavo, tendido desde el Báltico a la Patagonia el que me permitiera desentrañar, e incluso comprender, dos historias latinoamericanas que pertenecen, como diría Pablo Neruda, «a lo más genital de lo terrestre», es un misterio que nunca quisiera dilucidar. El libro tras las historias Este es un libro sobre economía «descalza». T al como podría haberlo dicho Fritz Schumacher: «de economía como si la gente importara». En cierto sentido surgió de mi crisis personal como
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economista. Hace unos quince años me di c uenta de que los economistas se estaban convirtiendo en gente peligrosa, algo de lo que debí haberme percatado mucho antes. Su disciplina, a pesar de las a dvertencias de Lord Keynes de que no se debería sobreestimar la importancia de los problemas económicos en desmedro de materias más importantes y de significado más permanente que resultan sacrificadas en aras de sus supuestas necesidades, dicha disciplina se transformó de golpe en la ciencia mágica, en la única capaz de dar respuesta a los problemas más agudos que aquejan a la sociedad. Sus expertos se vieron repentinamente investidos del poder de ejercer su influencia sobre empresas, grupos de interés y gobiernos, papel que se apresuraron a asumir con gran orgullo, convirtiéndose así en los nuevos hechiceros poderosos e inaccesibles. La economía, que originalmente se derivó de la filosofía moral, perdió de pronto gran parte de su dimensión humana que f ue reemplazada por teorías caprichosas y trivialidades técnicas, incomprensibles para la mayoría e inútiles para todos, excepto tal vez para sus autores que suelen ganar premios por haberlas elaborado. Después de muchos años de trabajar como economista en diversos organismos internacionales, mi entusiasmo y optimismo de los primeros tiempos empezaron a ceder el paso a una creciente desazón. Seguir siendo testigo o participante directo en esfuerzos por diagnosticar la pobreza, por medirla y diseñar indicadores que permitan establecer el umbral estadístico o conceptual más allá del cual se define el porcentaje de los clasificados como extremadamente pobres; participar después en costosos seminarios y conferencias aún más costosas para comunicar los resultados, interpretar el sentido de los hallaz gos (¡Dios mío!); criticar las metodologías tras los hallazgos; expresar profunda inquietud (a menudo durante el cocktail), por lo que dichos hallazgos indican y, finalmente, emitir recomendaciones para solicitar más fondos destinados a proseguir con las investigaciones y discutirlas en una próxima reunión, todo eso se me apareció de pronto como un ritual un tanto obsceno en el cual yo estaba participando alegremente.
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No todo fue negativo, por cierto, en mi experiencia de funcionario internacional. Me beneficié considerablemente de los ejemplos de abnegación y sabiduría que me dieran algunos colegas y superiores. T ambién conocí o participé en algunos programas bien concebidos e inspiradores, en la medida en que contribuían realmente a mejorar las condiciones de vida de la gente para la cual habían sido diseñados. A pesar de estas experiencias positivas guardo la impresión de que en la mayoría de los organismos internacionales, estos casos son la excepción más que la regla. De ahí que no lograran tranquilizar mi mente ni postergar la erupción de mi inminente crisis personal. Me parecía que algo tenía que andar mal en un sistema que, siendo capaz de reunir un enorme caudal de información y conocimientos se demuestra tan impotente y ambiguo cuando tiene que responder con acciones vigorosas y adecuadas a la realidad derivada de dicho conocimiento e información. Mi propia interpretación de las razones subyacentes en las perturbadoras contradicciones del sistema se discuten más adelante. En todo caso, mi conciencia de estas contradicciones, junto con el hecho de vivir en un mundo donde, a pesar de las conferencias trascendentales, la información y el conocimiento acumulados, los grandes planes sociales y económicos y las «décadas de desarrollo», la pobreza creciente. en términos absolutos y relativos, es una tendencia estadística indiscutible, (algo que puede comprobar cualquiera que esté dispuesto a observar y a ver) me indujeron a reevaluar mi papel de economista. En resumen, este ejercicio crítico me llevó a identificar cuatro áreas de inquietud personal: nuestra admiración ilimitada por el «gigantismo» y las grandes soluciones; nuestra obsesión con las mediciones y cuantificaciones; nuestro enfoque mecanicista para la solución de los problemas económicos; y nuestra tendencia a simplificar en exceso, reflejada en la preferencia por una «objetividad técnica» a costas de la pérdida de una «visión moral», un sentido de la Historia y una inquietud por la complejidad social. Es justo reconocer que algunos economistas no se vieron afectados por esta enfermedad y mi contacto con ellos resultó
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decisivo, en la medida en que las incursiones críticas en las que me aventuré bajo su influencia, bastaron para cambiar el curso de mi vida, no sólo como profesional sino también como ser humano. Corté mis lazos con las tendencias impuestas por el «establishment» económico, me liberé de las «objetivas abstracciones» y decidí entrar al barro «con los pies descalzos». El mundo rico e insospechado que descubrí después de dar ese paso, es el tema de este libro. De ahí que su objetivo no sea el de proponer una teoría general ni de hacer una contribución académica, sino el de describir episodios de la vida en que los hechos y sentimientos humanos —míos y de otros— reemplazaron a las estadísticas abstractas. Sin embargo me he permitido teorizar un poco («mea culpa») en algunos interludios incluidos en el texto. Que lo haya hecho porque era realmente necesario o porque aún no estoy lo suficientemente maduro como para liberarme totalmente de ese hábito, es algo para lo cual no tengo una respuesta satisfactoria. En todo caso, entrego al lector esos pensamientos para que juzgue el valor que pudieran tener. He escogido dos historias para mi relato. La primera se refiere a las privaciones de los campesinos indios y negros de la Sierra y de la selva costera del Ecua dor. La segunda, ha bla de la pobreza de los artesanos y artífices de una pequeña región de Brasil. En cierto sentido, la primera es la historia de un éxito que fracasó, y la segunda la de un fracaso que alcanzó el éxito. Ambas son una lección de economía a escala humana. Dejemos que las historias hablen por sí mismas. Uppsala, verano de 1981
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I Parte
«El Proyecto ECU-28» Comunicación horizontal para la partic ipac ión y auto- dependenc ia de los campesinos
1 Int roducció n
L a c rea c ió n d e un nue vo fre nte Dieciseis años antes de mi llegada a Quito en enero de 1971, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), había fundado la «Misión Andina del Ecuador» con el propósito de mejorar las condiciones de vida en las comunidades indígenas. Esta acción era parte de un programa regional más ambicioso, llamado Acción Andina, que, bajo la sensata dirección de hombres tales como Jef Rens y Carlos D'Ugard, había emprendido y estimulado empresas similares en otros países de la región andina. Cuando me incorporé a la escena, la Misión Andina del Ecuador (MAE) ya había dejado de ser una agencia de la OIT y se había convertido en institución nacional, dependiente del Ministerio del T rabajo y Bienestar Social, encargada de llevar a cabo el Plan Nacional de Desarrollo Rural. Incluso después de su nacionalización la MAE mantuvo un Grupo consultor de expertos internacionales. Al cabo de una década y media la MAE tenía a su haber muchos logros. La experiencia acumulada comprendía, evidentemente, tanto éxitos como fracasos. Por 1969 se estimó que una etapa fundamental se había completado y que había llegado el momento propicio para una nueva orientación, con nuevas estrategias. Dos años de análisis y diálogo entre el gobierno ecuatoriano, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la OIT desembocaron en un Plan de Operaciones llamado «Planificación de Programas Zonales para la Modernización de la Vida Rural en los Andes» popularizado después por su sigla ECU-28. Fui contratado por la OIT como Director del
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Proyecto y se me encomendó la responsabilidad de iniciar esta nueva fase. Aunque la agencia ejecutiva era la OIT, otras agencias tales como la FAO, UNESCO y OPS/OMS nombraron expertos, para llenar los cargos indicados en el Plan de Operaciones. El Proyecto ECU-28, de acuerdo a la filosofía de la Acción Andina, debía integrarse dentro de un esquema más amplio. En realidad de bía ser uno de tres proyectos nacionales (los otros dos en Perú y Bolivia) bajo la coordinación general de un Programa Regional único. Lamentablemente el esquema nunca se completo, y los únicos esfuerzos que salieron adelante fueron ECU-28 y el Programa Regional aunque sin participación de los otros dos países. Después de nueve años, aún pienso con tristeza en esta empresa frustrada. Me inclino a creer que si la idea hubiera cristalizado, podría haberse transformado en una impresionante movilización de las bases campesinas para lograr una mayor participación, a través de un proceso no violento. A pesar de lo cual, también es posible que hubiera fracasado. Si consideramos los juegos de poder obscurantistas y a menudo siniestros que se dan en tantos países del T ercer Mundo, el éxito de semejante movilización habría bastado tal vez para que un gobierno reaccionario la destruyera. En cierto sentido, esto fue lo que ocurrió con ECU-28, pero no nos adelantemos, ya que el relato nos los irá diciendo. ECU-28 representaba un nuevo frente, una nueva forma de encarar el problema de la pobreza rural. El Gobierno estaba solicitando la cooperación para eliminar los obstáculos que impedían un proceso más acelerado de desarrollo rural en la Sierra. El objetivo debía ser alcanzado por medio de: la selección de una zona rural prioritaria, al nivel regional, para la cual habría que formular un programa de desarrollo integral y multi-sectorial como modelo y demostración para otras áreas; el establecimiento de métodos perfeccionados para la ejecución de programas de desarrollo rural y el diseño de estructuras y procedimientos administrativos más eficientes para realizar esta tarea;
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la formulación de programas para asistir al gobierno en la asignación de recursos para acelerar el desarrollo de los sectores rurales de la Sierra y para mejorar su capacidad para absorber créditos bilaterales y multilaterales; el diseño de proyectos específicos que podrían ser posteriormente financiados por el Fondo Especial del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (P.N.U.D.). Para evitar que estos requisitos fueran satisfechos de manera tecnocrática, el Plan de Operaciones establecía disposiciones en el sentido de que «era necesario promover medidas para asegurar una participación más activa de la población rural y para facilitar la mejor utilización de los recursos reales y potenciales». Otro párrafo insistía en que era necesario «revisar los métodos aplicados en la actualidad para asegurar la participación popular en el proceso de desarrollo y para examinar las posibilidades de introducir nuevos métodos y organizaciones con objeto de garantizar dicha participación». El mensaje resultaba sumamente claro. Todas las acciones por realizar debían originarse al nivel de las ba ses. Yo fui incluso más lejos e interpreté estos conceptos como un mandato para movilizar a los campesinos del área seleccionada, dándoles la oportunidad de diseñar su propio plan de desarrollo. El Plan de Operaciones fue firmado formalmente el 1° de febrero de 1971 por representantes de las tres partes interesadas y dos semanas más tarde, declarado oficialmente operacional. Se inicia la organización El papel de un Director de Proyecto es extraño en muchos aspectos. Una vez que el proyecto está organizado y en marcha, él se encuentra en situación poderosa. T iene libertad de acción y de criterio. Está respaldado por el apoyo eficiente de la sede y sus decisiones son generalmente aceptadas y respetadas. Sin
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embargo, no tiene injerencia alguna en el diseño del Plan de Operaciones. Este documento es producido por personas que no van a estar en el terreno y que, probablemente, nunca han estado ahí. Es esencialmente un documento político. Su redacción no puede ser cuestionada y, según sean los objetivos del Proyecto, contiene conceptos y expresiones considerados «progresistas» en el momento en que fue escrito. Después de todo, la palabra escrita tiende a ser permanente y es aconsejable dejar una buena impresión para la posteridad. La expresión oral no goza de igual inmortalidad y, lo que es más, siempre puede ser negada. Cualesquiera que sean sus antecedentes, el Plan de Operaciones se entrega al Director del Proyecto como un mandato. A mi entender, nadie le dice al Director del Proyecto que lo que el documento exige que se haga no es necesariamente lo que debe hacerse. Mi experiencia al respecto fue muy dura, como se verá más adelante. Si el Director del Proyecto se ve en problemas por no haber cumplido con la letra del Plan de Operaciones, el texto puede ser usado en su contra. Si sus problemas se derivan precisamente de haber hecho exactamente lo que estaba estipulado en el Plan, el respaldo oficial que pueda obtener será escaso o nulo, e incluso es posible que lo abandonen en la solitaria lucha emprendida, si es que le permiten seguir luchando, lo que también es poco probable. El principio reinante es el mismo que en una tienda: «el cliente siempre tiene la razón», y conviene recordar que en este caso, el cliente es el gobierno y no la gente para quienes fue concebido el proyecto. La influencia del Director del Proyecto en la selección de los expertos que van a trabajar bajo su mando es también muy restringida. En primer lugar, los representantes del gobierno beneficiario tienen injerencia en la materia, lo que estimo absolutamente correcto. En segundo lugar, consideraciones subjetivas, además de la calida d y el mérito, influyen en este proceso de selección. Cualquiera que sea la situación, el Director del Proyecto recibe la carga de un Plan de Operaciones que puede ser una espada de doble filo y de un grupo de expertos cuya calidad conjunta depende, en cierta medida, de la suerte.
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En lo que se refiere a los expertos internacionales, he detectado tres tipos: En primer lugar, los que están sinceramente motivados, creen en lo que hacen y lo realizan con la máxima dedicación. En segundo lugar vienen aquellos que se interesan primordialmente en sus propios privilegios e inmunidades y tienden a adoptar una actitud de arrogancia y superioridad, especialmente en su trato con los técnicos o contrapartes locales. En tercer lugar vienen los cínicos que declaran abiertamente su falta de fe en el va lor de lo que e stán realizan do, pero que lo hacen para mantener un buen empleo. Por este último grupo tengo un cierto respeto, porque por lo menos son honestos y, si están bien dirigidos, pueden llegar a realizar una buena tarea. La segun da categoría me parece totalmente repugnante. Sea cual sea la combinación de estos tipos en la formación del personal del proyecto, el azar juega un papel importante. Mi proyecto incluía el espectro total. ECU-28 tenía que designar a nueve expertos fuera del Director del Proyecto. Sus disciplinas eran: desarrollo agrícola, desarrollo comunitario, comercialización, artesanías y pequeñas industrias, cooperativas, comunicación, educación rural, salud pública y administración pública. Se había realizado ya una parte considerable deltrabajo cuando fue designado el último experto. Percepción del entorno formal Las oficinas centrales de la MAE eran modestas y un tanto estrechas. Parece ser una regla del T ercer Mundo que las instituciones encargadas de mejorar las condiciones de los pobres sean ellas mismas notoriamente pobres. Pero la pobreza material de la MAE estaba ampliamente compensada por el caudal de motivación y abnegación de sus trabajadores, tanto profesionales como administrativos. Esto me causó una profunda impresión, impresión positiva que se vio reforzada cuando conocí a muchos de los que trabajaban en el terreno. La calidad de su espíritu misionero, en el mejor sentido del concepto,
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era muy conmovedora. T enían gran cariño por su trabajo, por mal pagado que fuera, y se identificaban claramente con los campesinos indígenas. Este sentimiento era con frecuencia recíproco y se podía observar el afecto con el que muchos de ellos eran acogidos en las comunidades indígenas. Esto representó un alivio para mí ya que indicaba que las futuras actividades en el terreno podrían realizarse en un entorno positivo. Más aún, podía contar con excelentes colaboradores y contrapartes para cada uno de los expertos del Proyecto. Los contactos a nivel ministerial también eran alentadores y se me aseguró que tendría todo el respaldo necesario. Sostuve muchas entrevistas con los jefes de las instituciones gubernamentales así como con técnicos de la MAE, para llegar a comprender sus ideas, métodos y expectativas. T uve la impresión de que sus esperanzas estaban más allá de sus posibilidades y de que pensaban que ECU-28 iba a representar el final de sus penurias. Fue un tanto duro para mí e l tener que desilusionarlos al respecto. No obstante, pude persua dirlos más ade lante, de que el desafío real consistía en diseñar, en conjunto, estrategias y tácticas sólo con los recursos disponibles. Experiencias de terreno anteriores me habían convencido de que con frecuencia la imaginación puede lograr más cosas que el dinero. Por otra parte, la falta de recursos representa la naturaleza misma de todo el juego del desarrollo. Una vez discutidos y comprendidos estos puntos, nos consideramos listos para empezar. Una nota sobre participación Como ya lo describí, el Plan de Operaciones del Proyecto ECU-28 insistía en la participación activa de la población rural en el proceso de desarrollo. La participación se estaba convirtiendo poco a poco en un concepto importante dentro del contexto de las discusiones sobre desarrollo, especialmente en relación con la pobreza rural.
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En esa época eran escasos los estudios sistemáticos sobre la pobreza. Algunos estudios aislados habían abordado el problema, como los de Oscar Lewis en México y Gunnar Myrdal en Asia, entre otros. Los organismos internacionales concedieron prioridad a e ste tema a partir de la déca da de lo s setenta. La OIT creó su Rama de Políticas de Empleo Rural en 1975, la que se ha dedicado desde entonces a lograr una mejor comprensión de estas materias. El Banco Mundial y la CEPAL, también concentraron en ellas los esfuerzos de importantes investigaciones. Sin embargo, a principios de 1971 no existía mucho material comparativo para la organización metodológica del Proyecto. Teníamos que atenernos principalmente a nuestras experiencias personales, a estudios históricos y antropológicos, generalmente muy localizados, y a la intuición. Muchas de las reuniones que tuve con los expertos nacionales de la MAE me indicaron que ellos interpretaban su papel principalmente como uno de concientización de las comunidades campesinas. Ellos consideraban que la concientización tenía que preceder a todo esfuerzo de participación en y para el desarrollo. Aunque este concepto estaba muy de moda en esa época —yo ya lo había detectado en experiencias de terreno anteriores en Guatemala, México y Perú— sentía un rechazo instintivo por él. Me parecía que contenía el supuesto implícito —y con frecuencia explícito— de que los pobres del área rural eran tan ignorantes que no tenían conciencia de sus verdaderos problemas. Siempre he rechazado este supuesto. A pesar de que la pasividad de los campesinos se cita con frecuencia para apoyar este concepto, creo que hay aquí un error de fondo. En otras palabras, un síntoma se interpreta como la causa. Consideraba yo que la pasividad en sus diversas manifestaciones no era la causa del «status quo» rural, sino más bien el resultado de ciertas interrelaciones estructurales tradicionales entre el trabajo y los propietarios de los medios de producción. Pensaba, por lo tanto, que cua lquier acción coherente debería orientarse hacia la disolución de algunas de e stas interrelaciones, suponiendo a la vez, que, contrariamente a la opinión de muchos, los pobres del campo
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estaban perfectamente conscientes de sus verdaderos problemas. El trastocar creencias muy arraigadas no es tarea fácil, aunque más no fuera porque es muy frustrante pensar que se ha recorrido un dificultoso camino, en dirección errada. No costó mucho llegar al consenso de que la participación es función de un proceso de cambio previo. Que este cambio estuviera relacionado con la torna de conciencia de los campesinos o con interrelaciones estruct urale s er a materia que esta ba por verse, opinaba la mayoría. Pero en cambio, todos estaban claramente de acuerdo en que este cambio, cualquier que f uera su fuente, era necesar io. Re sulta ba evidente también que e ste cambio hacia la participación no se da espontáneamente y que debe ser «provocado» y en este punto se centraron de nuevo las discusiones sobre el papel que debían desempeñar los agentes externos. Puesto que el agente, siendo un extraño, podría percibir las cosas de manera significativamente diferente de aquella de los interesados, el curso de cualquier cambio provocado por su presencia e influencia, tenía que ser impredecible. El problema fundamental podía plantearse en los siguientes términos: si los agentes externos de «alteración» son necesarios para que se produzca el cambio ¿quiénes deben ser y cómo deben comportarse estos agentes para superar el peligro implícito en estas diferencias de percepción? No parecía haber una solución satisfactoria para este problema. T al vez la única respuesta viable era la de una capacitación adecuada de estos agentes, lo que aparecía como una solución bastante pobre. Después de todo, y a pesar de cualquier e sfuerzo, el agente seguía siendo un extraño en términos culturales. Finalmente propuse un enfoque radicalmente distinto. Sugerí que el «efecto de a lteración» viniera de los propios campesinos, a través de un proceso horizontal de «confrontación y toma de conciencia». Por tradición las comunidades campesinas dependían de eslabones verticales de comunicación. Es decir que ca da comunidad planteaba sus problemas ante las autoridades
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gubernamentales superiores y trataba de obtener ayuda desde arriba hacia abajo. Sus líneas de comunicación eran como las varillas de un paraguas invertido: todos convergían hacia una vara central. La comunicación horizontal era inexistente. Resultaba plausible, por lo tanto, que al establecerse comunicaciones horizontales y al analizar, interpretar y comparar recíprocamente los problemas, el «efecto alternador» se produjera sin riesgos de distorsión en la percepción. En cada caso, el agente de alteración vendría de fuera, pero actuaría dentro de un marco cultural común. No todos los expertos estuvieron de acuerdo con este enfoque. Algunos insistieron en que era necesaria la concientización previa para llevar a cabo el esquema, lo que significaba volver a plantearlo todo desde el principio. Hubo algunos que estimaron que valía la pena ponerlo a prueba. Finalmente prevaleció esta última actitud y, según se verá en los capítulos siguientes, la totalidad del proyecto y su metodología se organizaron y realizaron de acuerdo a lo propuesto. * * * Mi variada experiencia de economista, especialmente entre los pobres del sector rural, me indica que la ciencia económica, tal como se ha aplicado tradicionalmente, es demasiado «mecanicista» como para ser valiosa en la evaluación e interpretación de los problemas que afectan a las comunidades campesinas que en su mayoría viven a nivel de subsistencia. La ciencia económica se ha convertido en una disciplina selectiva que deja al margen de su quehacer muchos elementos y procesos que influyen directamente en el cambio y en el desarrollo. La Historia y algunas ideologías también adolecen de este mal y se ven limitadas por rigideces similares. De ahí que para lograr una mejor comprensión de la historia que voy a relatar, dedicaré los próximos dos capítulos a describir mi propia interpretación del problema.
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2 Inte rludio te órico (I)
H isto ria , e c o no m ía y a lguna s inv is ib ilid a d e s La Historia es hecha por los historiadores y ningún acontecimiento se convierte en acontecimiento histórico a menos que un historiador lo declare como tal. El famoso historiador inglés E.H. Carr escribió en su ensayo «¿Qué es la Historia?»: «Se solía de cir que los hecho s hablan por sí mismos, lo que por cierto es falso. Los hechos sólo hablan cuando el historiador los hace presentes: es él quien decide a cuáles va a darles tribuna, y en qué orden y contexto.» 1 Citando una declaración de Vilhelm Moberg respecto a Suecia, podemos decir que la Historia se refiere «sólo a un grupo de individuos: aquellos que toman las decisiones y que, a nombre del pueblo, deciden las condiciones bajo las cuales éste tiene que vivir».2 Aunque cierta investigación histórica moderna está adoptando una mentalidad más sociológica, por tradición la voz de las masas no ha sido escuchada ni su presencia sentida. Podemos afirmar, junto con Moberg, que en nuestras lecturas de Historia faltaron aquellos «que sembraron y cosecharon los campos, derribaron bosques, abrieron caminos, construyeron palacios, castillos, fortalezas, ciudades y casas. De todos los que pagaron impuestos, mantuvieron a clérigos, ediles y funcionarios sólo hemos tenido visiones fugaces, aquí y allá. De todos aquellos ejércitos caídos por la Madre Patria en tierra extranjera nos 1. Ver Moberg, Vilhelm,«A History of the Swedish People»,P .A. Nordstedt & Söners Förlag, Stockholm, 1970, vol. 1, pág. 2. 2. Ibid., pág. 2.
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faltan los soldados rasos, sus esposas que los esperaban en el hogar, toda la clase de los servidores, hombres y mujeres... los vagabundos desposeídos, los 'indefensos' que no tenían ni tierra ni hogar».1 Esta gente que integra las filas de aquellos «invisibles» a los ojo s de la Historia es, para dojalmente, la misma gente que ha hecho posible la Historia «visible». La economía es diseñada por los economistas. Ningún acontecimiento se convierte en acontecimiento económico a menos que calce con ciertas reglas establecidas por el economista. Como disciplina, la economía se ha convertido repentinamente en una de las materias más importantes de la actualidad. No habría nada de malo en ello si la importancia dada a la ciencia económica correspondiera realmente a su capacidad de interpretar y resolver los problemas que afectan a la Humanidad. Este no es el caso. Sus grandes abstracciones, tales como el P.N.B. (Producto Nacional Bruto), sistemas de precios, tasas de crecimiento, razón capital producto, movilidad de factores, acumulación de capital y otras, aunque reconocidas como importantes, son selectivas y discriminatorias cuando se refieren a la masa de los seres humanos. A través de estas abstracciones la ciencia económica, en vez de convertirse en «disciplina abierta», se convierte en una especie de «club exclusivo». En realidad, el análisis económico sólo cubre a aquellos cuyas acciones y comportamiento están ajustados a lo que sus cuantificadores (tales como los mencionados) pueden medir. T omando como ejemplo el P.N.B. lo que pue den medir son actividades que se generan a través del mercado, sin considerar si dichas actividades son productivas, improductivas o destructivas. El resultado de estas limitaciones es que las teorías económicas dominantes no asignan valor a las tareas realizadas a nivel doméstico o de subsistencia. En otras palabras, estas teorías son incapaces de incluir a los sectores más pobres del mundo o a la mayoría de las mujeres. Esto significa que casi la mitad de la población mundial —y más de la mitad de los habitantes del T ercer Mun1. Ibid., pág. 2.
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do— resultan ser, en términos económicos, estadísticamente «invisibles». Los sectores «invisibles» para la Historia son prácticamente los mismos que resultan «invisibles» para la Economía. Estos «invisibles» son de la mayor importancia y el hecho de que hayan permanecido como tales por tanto tiempo no es casual. Las razones descansan en nuestras tradiciones y evolución cultural, es decir, en la evolución de la rama cultural Occidental, Judeo-Cristiana. Trataré de demostrar este criterio en las siguientes páginas. Sólo quisiera agregar a estas alturas que estos sectores invisibles de la humanidad se han convertido en el principal interés de mi quehacer, no sólo desde un punto de vista teórico, sino también como una experiencia concreta de vida. E s por este motivo que, después de haber trabajado cierto número de años como «economista puro», decidí transformarme en «economista descalzo» y vivir y compartir la realidad invisible. Los próximos pasajes y el capítulo siguiente están destinados a describir e interpretar el pensamiento de los sectores «visibles» de la Histor ia y de la E conom ía, a sí c omo la s ate rr a dor a s consecuencias que han acarreado para la Humanidad en su conjunto y para los sectores «invisibles» en particular. Antropocentrismo y el mito original Para que exista la tecnología se requiere tanto de los seres humanos como de la naturaleza. Es concebible que los humanos puedan abstraerse en gran medida de la tecnología para vivir, pero en cambio, no pueden desentenderse de la naturaleza. Por su parte la naturaleza no necesita ni de una ni de otros para cumplir con su programa evolutivo. No se debe quebrantar esta jerarquía orgánica si es que la evolución ha de progresar en condiciones de equilibrio dinámico. Se requiere una forma de integración en la que las reglas de interdependencia primen sobre las de la competencia. Lamentablemente, el esquema no ha operado de esta manera y, aunque es cierto que el mundo ha
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resistido los embates del comportamiento antropocéntrico por largo tiempo, permaneciendo aparentemente incólume, sus efectos se están empezando a sentir de forma clara en cuanto a la posibilida d muy rea l de una cr isis que afe cte no sólo al mundo sino a toda la biósfera. Cuando hablo de «largo tiempo», sólo lo hago en términos relativos. Si nos imaginamos una línea de dos metros de largo como representación del tiempo transcurrido desde el nacimiento del planeta hasta hoy. la existencia total de la humanidad e st aría sólo inc luida en el ú ltimo milímetro . De ntro de e st a perspectiva es imposible negar la eficacia de los seres humanos para alterar tan rápida y dramáticamente, un programa que data de más de mil millones de años. Resulta aún más sorprendente cuando uno se percata de que los esfuerzos más intensivos para arrastrarnos a una crisis total sólo han ocurrido en un diez milésimo de milímetro dentro de esta línea imaginaria. También ha sido dentro de este segmento infinitesimal en que la humanidad se ha dividido en lo que he llamado los sectores «visibles» e «invisibles». Si agregamos a esto que los seres humanos fueron los últimos entre las criaturas superiores en emerger a la faz de la tierra, resulta sin duda inquietante preguntarse por qué un sistema tan antiguo ha hecho surgir un componente nuevo (podríamos decir extraño) dotado de una capacidad tan sorprendente para destruir el sistema, así como para destruirse a sí mismo. Está más allá de mi alcance el descubrir una respuesta a este enigma y sólo lo planteo porque con frecuencia golpea mi imaginación. Estoy convencido de que la crisis total que nos amenaza a nosotros, a nuestro mundo e incluso a nuestra biósfera, no tiene su causa final (causa finalis*) en errores de planificación, ni en el alcance limitado de las teorías sociales, políticas y económi* En el sentido aristotélico « causa finalis» es la relación entre la meta u objetivo (ya sea que se le suponga existente en el futuro como entidad de naturaleza especial, fuera de las series de tiempo, o simplemente como una idea del proponente) y la tarea realizada para lograrlo. En este sentido el concepto es teleológico porque explica el presente y el pasado en términos del futuro.
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cas, ni tampoco en las limitaciones de una u otra ideología. Todos estos elementos, aunque no exentos de responsabilidad, sólo son «causas eficientes» (causa efficiens*) de la situación. La realidad cala mucho más hondo. Estimo que la «causa finalis» fluye de la esenc ia misma de nue stra cultura o de lo que, en otras palabras, podríamos llamar el «mito original» sobre e l cual ha sido construida. Conforme a la Biblia el hombre y la mujer fueron creados al sexto día. El «mito original» adquiere el rol de ente normativo y, por lo tanto generador de cultura, según el relato del acontecimiento en el Libro del Génesis. Después de completar su tarea de ese día: «... Dios los bendijo diciendo: Creced y multiplicao s, llena d la tierr a y dominadla» 1 . Yo creo que este mandato otorgó sanción divina, por lo menos dentro de la cultura Judeo-Cristiana-Musulmana, a lo que habría de convertirse en aspiraciones ilimitadas de expansión y conquista, que inevitablemente desembocaron en dominio, explotación y en el establecimiento de jerarquías de clase**. El hecho indiscutible es que los seres humanos, especialmente los hombres, como también lo indica el relato del Génesis, fueron puestos por encima de la naturaleza que se extendía a su alrededor con el propósito exclusivo de servirlos. El mandato no era de integr arse, lo que habr ía po dido generar una cierta actitud de humildad; el mandato era de someter a la naturaleza, y como tal sólo podía estimular acciones y emociones de arrogancia y desdén para con el entorno, así como para aquellos seres humanos más débiles o menos inclinados a involucrarse en juegos de poder y dominio. La inquietud actual respecto a una crisis total se está pro1. Génesis, Capítulo 1 versículo 28. (Las frases en cursiva son mías).
* « Causa efficiens» , es también en el sentido aristotélico la relación entre la fuerza motriz y el resultado de su acción. En este sentido el concepto es mecanicista en la medida en que explica el futuro, en términos del presente o del pasado. ** Estoy dispuesto a aceptar que el mandato haya sido mal interpretado. No obstante, parece lo suficientemente simple y directo como para que las malas interpretaciones hayan sido poco probables.
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fundizando y hay quienes buscan y proponen soluciones. Sin embargo, es necesario detenerse, analizar y comprender las causas que nos están llevando, con impulso creciente, hacia una situación que a veces nos parece desconcertante y otras aterradora. El llegar a una comprensión de este panorama desastroso supone descifrar una dialéctica que oscila entre el drama de las contradicciones y la comedia del absurdo (una suerte de dialéctica de la dialéctica). Supone interpretar no sólo los conflictos, sino la estupidez. No s obliga a catalogar no sólo los errores, sino la irresponsabilidad. En resumen, exige un esfuerzo «holístico» que al exceder generosamente el alcance de cualquier enfoque o análisis mecanicista, restablece el pensamiento filosófico, y tal vez metafísico en un lugar preponderante. Y es dentro de este ámbito (y no dentro del de la técnica) don de de ben ocurrir en el futuro cercano las revoluciones más trascendentales, suponiendo siempre que la técnica no nos haya hecho estallar antes. No resulta difícil predecir que nada permanecerá igual, pero deberíamos agregar que nada pue de permanecer igual. La problemática total desplegada ante nosotros, como un abanico que al abrirse revela más y más, sorpresas debido a las novedades que encierra, no es sólo una crisis como tal, sino una realidad que exige una reformulación igualmente integral. La «crisis de los fundamentos» que a principios de siglo derribó gran parte de la matemática y mecánica clásicas, se aboca a fines de este siglo a derribar teorías económicas, filosóficas, políticas y sociales. Por lo tanto ha llegado el momento de revisar las materias y las causas a partir de sus orígenes, sin considerar «a priori» que hay cosa alguna lo suficientemente sagrada como para que no se pueda cuestionar su validez. Nuestra actitud debe ser resumida —por lo menos en cuanto a miembros de los sectores «visibles» que deben ser culpados por la crisis en primer lugar— en la frase del poeta argentino Juan Gelman: «¡Hurra! ¡Por fin ya nadie es inocente!». T rataré, por lo tanto de dar una visión rápida, que para algunos puede parecer iconoclástica o irreverente,
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del período que culmina en la situación actual que tanto nos inquieta, y proponer algunas bases para la filosofía del futuro a la que adhiero y que he tratado de poner en práctica como «economista descalzo». La importancia que otorgo a lo dicho en párrafos anteriores no se funda en una supuesta validez histórica, algo de que carece el relato bíblico, porque es un mito. Se basa más bien en el hecho de que un «mito original», debido al programa teleológico que implica, es un generador de cultura; incluso de una cultura —y esto deber enfatizarse— que, siendo capaz de dar vida y fuerza a una racionalidad adversa al mito, paradójicamente llega a su aparente madurez cuando el comportamiento humano se hace congruente con el «mito original», por mucho que éste haya sido olvidado, invalidado o abolido por una nueva racionalidad que, de hecho, nunca es nueva sino siempre antigua. Las ideologías, especialmente las que se consideran a sí mismas como científicas, surgen inevitablemente como oposición al mito. No obstante, incluso al negarlo no logran eliminar su influencia (tal vez podríamos decir su «hechizo»), por la sencilla razón de que sus armas y argumentos racionales son parte intrínseca del ente cultural que el mito ha generado. La prue ba no es difícil de encontrar. Las ideologías se han expandido por el mundo estableciendo fronteras dentro de las cuales pueden consolidar su eficiencia o por lo menos sus ventajas. Han creado y establecido sistemas supuestamente opuestos entre sí. Han obligado a la gente a tomar posiciones que van desde las barricadas hasta el curul parlamentario. Todo esto a nombre de la legítima confrontación entre alternativas parcial o radicalmente diferentes. Así se ha trazado el curso de nuestra historia. Los conflictos han sido percibidos como específicos e inevitables. Sin embargo, resulta curioso que en relación con las inquietudes ecológicas o ambientales, ninguna ideología haya desacreditado la potencia del «mito original»: Continúan actuando en concordancia con él. Todas contribuyen a un escalamiento persistente del espíritu antropocéntrico sobre el que pesa la mayor responsabilidad de la situación que afecta al mundo.
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Durante el período en que el Occidente (la rama cultural Judeo-Cristiana-Musulmana) estaba dominado fundamentalmente por el «mito original», el efecto del antropocentrismo no fue más allá de expresarse en términos de una mezcla de superstición e indiferencia. La naturaleza estaba ahí, para entregar sus frutos a los seres humanos o para actuar como un simple telón de fondo. Esto se hace evidente, incluso en la literatura o la pintura, hasta muy entrado el siglo dieciocho, donde el único papel que representaba la naturaleza era el de llenar los vacíos alrededor del tema central: la divinidad o el ser humano. Este largo período de indiferencia fue lentamente cediendo el paso a ataques conscientes en contra de la naturaleza, fenómeno que coincide con el inicio de lo que quisiera identificar como el periodo de las ideologías. Estimo que este último período se estableció, en el sentido moderno, con el pensamiento de T homas Hobbes (1588-1679) y se consolidó con el de John Locke (1632- 1704), creadores ambos del liberalismo. En esta nueva época, la Razón es adorada como en ninguna era anterior, desde la de los filósofos griegos. Es importante recordar que éste es el período de Spinoza (1632-1677), Descartes (1596-1650), Newton (1642-1727) y Leibnitz (16461716), entre muchos otros. El mito aún no ha sido rechazado, pero tampoco se le acepta sin cuestionamiento. Con la cautela que domina a estos primeros ideólogos, se busca un apoyo racionalista para el mito. El mito aún no ha muerto, pero ha comenzado el principio de su fin. Los golpes finales vendrán de los pensadores del siglo diecinueve, en medio de la Revolución Industrial. Un tema central del pensamiento político de Locke es el del crecimiento; tema que no sólo será central en la filosofía del estado liberal, sino también en otras filosofías que han de surgir en el curso de los doscientos años posteriores a la muerte del filósofo. Este énfasis en el crecimiento económico, o en la riqueza de las naciones (para usar el lenguaje de los tiempos), acarreó —como bien se sabe— modalidades concertadas y variadas de explotación. Los ideólogos respondían sólo a una de
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estas formas de explotación: la del hombre por el hombre. Por supuesto, sólo unos pocos la reconocían como explotación: para la mayoría era simplemente la relación «natural» entre el poder y los subor dinados. En todo caso, la lucha por el poder entre los seres humanos obscurecía todo reconocimiento de los ataque s en contra de la naturaleza, que, tal como lo hemos descubierto en perjuicio nuestro, son igualmente importantes. John Stuart Mill (1806-1873) poco más de un siglo después de la muerte de Locke, expresó su inquietud por el daño hecho por el hombre a la naturaleza, y se demostró escéptico respecto a las supuestas ventajas del crecimiento indefinido de la producción y de la población, tal como eran postulados por el liberalismo. Sus argumentos no tuvieron mayor eco. El liberalismo, así como el conservantismo y socialismo, surgieron como alternativas para la sociedad humana. Sus diferencias frente a varios problemas fundamentales son bien conocidas, pero —dentro de este contexto específico— resulta más pertinente destacar los aspectos que tienen en común. En primer lugar, todos aceptan el crecimiento como indispensable, aunque difieren en cuanto a las formas y mecanismos más adecuados para la distribución de sus frutos. En segundo lugar, todos limitan sus inquietudes filosófico-políticas primarias a las relaciones de poder entre los hombres, a la vez que ignoran el poder directo que, tanto la naturaleza como la tecnología al nivel existencial, son capaces de ejercer en el destino de la humanidad. De hecho esto significa «ignorar dos de los tres factores básicos en el drama de la historia humana» 1. En tercer lugar, todas cultivan una admiración ilimitada por la tecnología en cuanto instrumento para resolver problemas. Finalmente están de acuerdo en que uno de los medios inevitables para lograr un destino humano superior reside en el control y dominio de la naturaleza, para lo c ual la tecnología r epresenta de n uevo el arma principal. De esta manera, los mitos de Génesis y Prometeo se han fundido en una ecuación única. 1. Ver Ferkiss, Victor,« The Future of Technological Civilization» ,George Brazillcr, Ncw York, 1974, pág. 7.
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El pensamiento de Marx (1818-1883) refleja la creencia en las posibilidades de un crecimiento ilimitado y en la victoria de la humanidad sobre la naturaleza, ayudada e influenciada por una tecnología cabalmente desarrollada. Para T rotsky (18791940) la tecnología, entre otras cosas, hará posible que el hombre socialista se convierta en «superhombre», capaz de mover montañas y modificar a su antojo todo cuanto le rodea. «En vano se busca en Marx, a pesar de sus alusiones a la armonía proyectada del hombre con la naturaleza bajo el socialismo, algún sentimiento para con la naturaleza al nivel existencial concreto. El hombre es un hacedor, un realizador, un conquistador» 1 . Por otra parte, Engels (1820-1865) en su capacidad de científico más completo que sus colegas, pone en guardia contra los peligros involucrados en la conquista indiscriminada de la naturaleza. Sostiene que «cada una de esas conquistas tomará venganza en contra nuestra»2 . Las advertencias de Engels, tal como lo ha indicado Ferkiss, «han sido virtualmente ignoradas por todos los pensadores socialistas» 3 . Esta misma actitud, común a las principales corrientes ideológicas, se observa también en el hecho de que «en ninguno de los numerosos modelos económicos existentes se encuentre una variable relativa a la contribución perenne de la naturaleza» 4 . La relación establecida por estos modelos con el entorno se limita a la noción de David Ricardo (1.772-1823) respecto a la tierra, que no es más que un sinónimo de espacio, inmune a cualquier cambio cualitativo. Los diagramas de reproducción económica de Marx ni siquiera incluyen esta deslavada coordenada» 5 . Por otra parte, el conservantismo (que en su sentido má s puro es tal vez el credo político más antiguo de Occidente) ha invalidado su esencia original hasta tal punto que sólo tiene es1. Ibid., pág. 68.
casa o ninguna relación con su forma actual. De hecho, el conservantismo tiende actualmente a confundirse, en su expresión más contradictoria, con la filosofía del estado liberal llevada al extremo y en su manifestación más inocua, aunque peligrosa, con la filosofía de la nostalgia, llevada al colmo de la futileza. «No todo lo que es posible es deseable», fue uno de sus principios básicos en virtud del cual llegó tan lejos como a proteger los intereses de los campesinos y de los pobres amenazados por la naciente burguesía. Esto mereció que Marx y Engels en su Manifiesto Comunista identificaran al conservantismo como «socialismo anti-socialista». Sus fundamentos ideológicos emanaban de la «Ética» de Aristóteles que sostiene que la esencia del hombre es fija e inmutable, error básico (con perdón de maestro), porque los humanos son seres en evolución. «La naturaleza humana es real, pero una parte esencial de ella es su capacidad de cambio. La humanidad evoluciona. Como resultado de esto, lo que es adecuado para la humanidad en un tiempo y lugar como expresión legítima de la naturaleza humana no lo será universalmente»1 . La inquietud inicial del conservantismo para retener las fuerzas tecnológicas incontroladas y anti-naturales desencadenadas por el capitalismo, que sólo podían estimular una codicia creciente, mostraba un amor evidente e incondicional por el estado natural (aunque, naturalmente, de estructura elitista). Esta actitud se ha transformado hoy día en un amor igualmente evidente e incondicional por la «magia» del mercado, por la libre competencia como esencia de la justicia social y por el crecimiento y expansión ilimitados. En oposición al liberalismo capitalista, el que transformado en liberalismo corporativo, bajo el impulso del desarrollo tecnológico, se ha tomado esencialmente irreverente para con el pasado y para con cualquier institución que obstaculice su objetivo de crecimiento como fin en sí mismo, el conservantismo se hace fútil cuando trata de promover la misma carrera tecnológica,
2. Engels, Fri edri ch, « Dialecti cs o f N ature» , Int ernation al P ublishers ,
New York, 1940, pp. 291-292. 3. Ferkiss Victor, op. cit., pág. 68.
1. Ferkiss, Victor, op.cit. p. 63.
4. Georgescu-Roegen, N., op. cit. pág. 2. 5. Ferkiss Victor, op. cit. pág. 63.
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porque la coloca dentro de un marco institucional que emana. no de una actitud congruente, sino de una participación por partes iguales de nostalgia y del «mito original». Bastaría con escuchar a algunos de los voceros del gobierno de Reagan para ilustrar este punto. Podría concluirse de lo antedicho que, aunque las ideologías difieren en su interpretación de las relaciones de poder entre los seres humanos, son básicamente iguales en cuanto al papel que asignan a la naturaleza, así como a la tecnología. Más aún, yo iría tan lejos como para decir que, en este sentido, son todas hijas del liberalismo. Sin embargo, lo que es más importante que esta última aseveración, es el hecho de que la paradoja planteada al principio de este capítulo parece confirmarse. En otras palabras, mientras el mito dominaba, los humanos no se aventuraron más allá que creer en él. Una vez descartado por la razón, el comportamiento humano se conformó a él más que nunca. El ataque a la naturaleza no se produjo mientras el «mito original» era ley, sino cuando dejó de serlo. Este es un hecho extraño pero verdadero que merece por sí mismo una investigación profunda y seria. Quisiera resumir de otro modo lo que he dicho hasta aquí. Si observamos nuestro mundo de hoy, podemos detectar una nueva etapa en el proceso de evolución que he tratado de describir. Quisiera plantearlo de la siguiente manera: en el principio fue el mito, y el mito solo. En seguida vino la razón y el hombre trató de usar la razón para justificar el mito. Después la razón triunfó sobre el m ito y la razón go bernó sola. Ahor a bien, si escuchamos a algunos voceros del gobiemo de Reagan, por ejemplo, tenemos la sensación de que, en manos de semejantes fundamentalistas, el mito se está utilizando para justificar a la razón. Y esto resulta alarmante. ¿Qué nos espera más adelante? ¿De nuevo el mito y el mito solo? Me aterra pensar en el liberalismo corporativo actual aliado al mito original».
3 I nte rludio te ó rico ( II )
La cuestión de los estilos de desarrollo Existen altemativas ideológicas en el terreno social, económico y político, y por lo tanto es posible escoger — pueden hacerlo, al menos los detentores del poder— entre distintos estilos de desarrollo. No obstante, si tomamos en cuenta la inquietud por los problemas del medio ambiente, que, más que agre gar un elemento nuevo supone el planteamiento de un problema esencialmente nuevo, debería reconocerse que hasta hoy sólo ha predominado un estilo: el vandálico. En otras palabras, existen alternativas, limitadas, características del esquema analítico ortodoxo. Varias alternativas teóricas interesantes y valiosas se han propuesto para un planteamiento global de la problemática de la biósfera, pero hasta aquí ninguna ha sido puesta en práctica a escala nacional o mundial. 1 Trataré de demostrar este punto de vista. Hay una forma de opinión, tal vez la más difundida, que considera la crisis potencial de la biósfera en general y los aspectos ecológicos en particular, como elementos que deben tomarse en cuenta en la planificación del desarrollo. En otras palabras, es cuestión de considerar simplemente, una o más variable s y parámetros para perfeccionar e l mode lo. Si esto fuera así, sería perfectamente lógico concebir un capitalismo ecológico, un conservantismo ecológico o, finalmente, cual1. Algunas de las proposiciones más interesantes están contenidas en «What now: Another Development, The 1975 Dag Hammarskjöld Report on Development and International Cooperation» . Fundación Dag Hammarskjöld, Uppsala 1975.
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quier otra mezcla o combinación igualmente ecológica y ecléctica. Son éstas las posibilidades que considero ilusorias. Creo que, por diversas razones que explicaré más adelante, las formas de organización socio-económicas y políticas actualmente vigentes en el mundo, son esencialmente antagónicas al logro de una armonía tripartita entre Naturaleza, Seres Humanos y T ecnología. Pero antes de continuar explorando un campo que considero delicado quisiera h acer cie rtas disquisicion es a modo de re capitulación. Estimo haber dejado lo suficientemente claro el alcance de la actitud antropocéntrica y creo haber demostrado también que su origen se remonta a la base misma de nuestra cultura occidental y que, por lo tanto, es un factor común a todas las filosofías o ideologías políticas vigentes a la fecha.* Es entonces, el producto de una «causa final» que, en consecuencia; no puede resolverse por la inclusión de factores correctivos en esquemas o modelos cuyas deficiencias son el resultado de «causas eficientes». En otras palabras, un modelo de desarrollo puede ser perfeccionado en términos formales todo lo que se quiera, pero las modificaciones de bases culturales consideradas desfavorables, trascienden toda posibilidad de formalización y sólo son posibles como producto de una profunda revolución estructural, capaz de alterar o sustituir por otros algunos caracteres ontológicos dominantes. Suponiendo que éste sea un argumento plausible, debería declarar en suma, que si el comportamiento antropocéntrico se origina en «causas finales» y la ineficiencia de las ideologías así como de las organizaciones socioeconómicas y políticas que emanan de ellas se originan en «causas eficientes», cualquier intento de modificar o perfeccionar estas últimas, que no esté sustentado en una reorientación radical del primero, será en vano. El necesario advenimiento de una especie de humanismo ecológico capaz de sustituir, o, por lo menos de corregir el antropocentrismo que prevalece entre nosotros, es ciertamente * El anarquismo filosófico puede ser hasta aquí, la única excepción.
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una perspectiva tan revolucionaria que no es posible incluirla como un simple elemento en un plan de desarrollo, por ambicioso y sofisticado que sea. Pero quiero volver ahora a la proposición. He sostenido que los sistemas actualmente vigentes no son compatibles con la solución integral del problema planteado. Esta consideración se basa en el hecho de que todos, en constitución y contenido, fluyen de una matriz cultural común que, debido a sus características, los ha impulsado, a pesar de sus divergencias y diferencias en otros aspectos, por una vía opuesta a la que un equilibrio dinámico entre Naturaleza, Humanidad y T ecnología requiere, o más bien dicho, exige. Este argumento parecería ser suficiente como para justificar una revisión crítica global. Pero aún quedan aquellos que, rechazando la validez de mi teoría de «causas finales», se aferran a la creencia de que la solución perseguida sólo descansa en la posibilidad mecanicista de corregir errores dentro de sistemas reconocidos como esencialmente buenos y positivos. Debo entrar, por lo tanto, a la segunda etapa en esta incursión crítica que consiste en destacar la manera en que cada sistema individual se ve afectado, ya no solamente por «causas finales» adversas, sino también por «causas eficientes» igualmente adversas e igualmente comunes a todos. Si la «causa final», como se ha dicho, es responsable del antropocentrismo, este último también es responsable, por vía de la s ideologías, de la forma que han asumido los sistemas socio-políticos y económicos. Esto en cuanto se refiere a la concatenación de las «causas finales». Lo que se deduce es que los estilos de desarrollo, o más bien las metodologías concretas que cada sistema ha diseñado para resolver sus problemas de acuerdo con sus objetivos últimos, se convierten en «causas eficientes», cuyos resultados pueden ser generalmente individualizados y medidos. Los estilos de desarrollo se convierten en fuerzas programadas que, al ser activadas, generan procesos identificables en el espacio y el tiempo. El producto final de los estilos de desarrollo, en cuanto éstos son «causas eficientes», es generalmente conspicuo, y es posible identificarlo en términos temporales, así como en términos
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de ubicación y magnitud. Así se ha difundido la creencia de que al resolver caso por caso, o al evitar la proliferación de nuevos casos a través de nuevas medidas tecnológicas, y legislativas, el problema global se solucionará tarde o temprano. Mi tesis no admite esta posibilidad, ya que aquellos aspectos en que los actuales estilos de desarrollo difieren notablemente entre sí, son neutrales respecto al medio ambiente, mientras que aquellos aspectos que le s son comunes, son precisamente adversos para con el entorno. Pero, lo que es aún más crucial, el grado de importancia que alcanzan estos factores comunes dentro de cada sistema individual .es tal, que el efecto de alterarlos equivaldría a una completa reformulación de cada sistema. En otras palabras, la corrección drástica de las «causas eficientes» del problema ambiental, dentro de un Sistema Capitalista —para tomar un ejemplo— significaría el final de lo que define al Sistema Capitalista. No sería un capitalismo reformado, sino algo enteramente diferente. Otro tanto ocurre, por cierto, con los demás sistemas existentes. Hay más elementos comunes ambientalmente adversos, de los que podría analizar en este capítulo. Por lo tanto me he decidido seleccionar sólo dos, lo suficientemente importantes como para ilustrar mi punto de vista. Me referiré al problema del mecanicismo y a algunas materias relacionadas con el concepto de magnitud. Sin embargo quiero indicar previamente que, aunque todos los sistemas no se verán afectados con la misma intensidad por cada uno de los puntos mencionados, todos ellos son vulnerables en mayor o menor grado.
por elevar su disciplina a la categoría de ciencia, realizaron todos los esfuerzos posibles para asimilarla a los patrones relativos a la física de aquel tiempo. Esto se detecta en los trabajos de Jevons (1835-1882) y de Walras (1834-1910) inglés y francés, respectivamente, que trataron de encontrar analogías con la mecánica clásica. El propio Irving Fisher (1867-1947) como lo saben todos los economistas, se empeñó en un esfuerzo digno de un relojero suizo, por completar la construcción de un mecanismo particularmente ingenioso e intrincado cuyo objetivo era demostrar la naturaleza puramente mecánica del comportamiento del consumidor. La Ley de Say (1767-1832) que tuvo una influencia tan importante en el pensamiento económico liberal («la producción genera su propio poder de compra») es igualmente mecanicista. El concepto de «Homo Oeconomicus» lo es indiscutiblemente y, finalmente, los diagramas de reproducción económica de Marx están sujetos a la misma limitación. Esta tendencia no presentaría problema alguno si los procesos económicos fueran realmente mecánicos. Por supuesto que muchos economistas todavía creen que lo son y las políticas económicas que propician así lo demuestran. Después de todo, una de las características de muchos economistas consagrados a la formulación de políticas, es su talento para abstraerse de la realida d, lo que provoca un c aos para los que viven en e lla. Pero el hecho es que los procesos económicos, susceptibles de interpretaciones mecánicas en ciertos casos aislados, son de naturaleza entrópica en su tendencia más amplia y generalizada.*
El problema del mecanicismo Cada sistema ha generado su propia teoría económica. Pero «la verdad completa es que la ciencia económica, en la forma en que es profesada generalmente esta disciplina, es mecanicista en el mismo sentido en que generalmente estimamos que lo es la mecánica clásica»1 . Cuando los economistas se obsesionaron 1. Georgescu-Roegen. N., op. cit. pág. 1.
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* Este concepto de entropía se deriva de la Segunda Ley de Termodinámica que, en su formulación más simple, establece que el calor siempre fluye en una dirección, es decir desde el cuerpo más caliente al más frío. P orque este proceso es unidireccional, además de ser irreversible, prueba la existencia de procesos que no pueden ser explicados en términos mecánicos. En este sentido debería recordarse que un fenómeno mecánico sólo es tal, en la medida en que es reversible. De esto se desprende que los procesos entrópicos sólo pueden ser descritos por métodos ajenos a la mecánica (concretamente, por medio de ecuaciones termodinámicas). La entropía revela aquello que en otros términos es generalmente identificado como una tendencia irrevocable hacia
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Contrariamente a lo expresado en libros de texto, el último eslabón en el proceso económico no es el consumo sino la generación de desperdicio. Esto significa una transformación de baja entropía en entropía alta, y aunque este proceso es inevitable, resulta posible al menos, disminuir su aceleración. Este es un punto que muchos economistas todavía rehúsan reconocer: el hecho de que «puesto que el producto de los procesos económicos es el desperdicio, dicho desperdicio es el resultado inevitable del proceso y 'ceteris paribus', aumenta en mayor proporción que la intensidad (creativa) de la actividad económica».1 La hiperurbanización y la creciente contaminación que conllevan estos centros considerados como los de más alto desarrollo, es una prueba de esta aseveración, prueba que surgió como sorpresa desconcertante para todas las teorías económicas. Uno debería preguntarse cómo reconciliar el producto de la «eficiencia» apoyado por todas las teorías económicas, con el desastre ambiental resultante. Debido al hecho de que la ciencia económica nunca otorgó al entorno —sistema afectado por la entropía— su peso real, le fue posible a esta disciplina mantenerse encerrada en su torre de marfil mecanicista hasta la hora de la verdad. Es así como la economía se ha tomado en una disciplina (ciencia, si se quiere) tan a-histórica como cualquier proceso mecánico: sólo lo que es irreversible representa el surgimiento de una novedad auténtica; en su sentido más puro, sólo lo irreversible es un acontecimiento nuevo.* Lo mecánico no es más
la degradación de la energía contenida en un sistema cerrado, situación que alcanza su cúspide cuando la energía de todos los componentes del sistema es igualizada. Así el sistema queda incapacitado —como resulta evidente hasta en torna intuitiva— de alterar su estado final, excepto por estímulos exógenos. En lenguaje de física el estado de máxima entropía es sinónimo de caos o de desorden absoluto (lo que es lo mismo, va que el orden es concebido como producto de la diversidad). Finalmente, lo que es importante tener en 1. Georgescu-Roegen, N., op. cit., pág. 19. * Una persona enamorada puede tal vez comprender mejor que un economista, la verdad de esta aseveración, a menos que sea un economista enamorado.
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que la posibilida d de la repetición. La economía está dispuesta a jugar elegantemente con esto último, pero se encuentra en gran medida, desprovista de argumentos y herramientas para enfrentar lo que es realmente novedoso. Es extrañamente conmovedor observar los esfuerzos persistentes de tantos economistas para elevar su quehacer a la categoría de ciencia libre de contradicciones, mientras que la física —inspiración del mecanicismo económico— renunció hace años a esa falacia. Así como el «princ ipio de comp lementar ie da d» de Nie ls Bohr (1885-1962) surgió de la necesidad ineludible de tener que aceptar que el electrón puede comportarse a veces como onda y a veces como partícula, formas de comportamiento mutuamente incompatibles, así también las teorías económicas deberían estar dispuestas a aceptar la coexistencia de procesos mecánicos y entrópicos que también parecen contradictorios entre sí. Sin embargo, lo curioso es que la ciencia económica se originó —sin que sus creadores se percataran de ello— en una noción entrópica: la escasez. Es evidente que «si el proceso entrópico no fuera irrevocable, es decir, si la energía ele un trozo de carbón o uranio pudiera ser utilizada una y otra vez 'ad infinitum', la escasez casi no existiría en la vida del hombre. Hasta un cierto nivel, incluso un aumento de la población no causaría escasez; la humanidad simplemente tendría que usar las reservas existentes con mayor frecuencia» 1. No obstante, la escasez existe porque los procesos entrópicos son irrevocables. En la medida en que los economistas no estén dispuestos a aceptar la crisis que afecta a los fundamentos de las teorías económicas para poder emprender su reconstrucción, toda esperanza de que contribuyan positivamente a la interpretación adecuada y a la posible solución de los problemas biosféricos es sumamente remota. Finalmente, hay un aspecto adicional que quisiera acentuar. Los procesos económicos, especialmente aquellos generados por el
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por el establecimiento liberal corporativo, aumentan la entropía mundial a un ritmo aterrador. La generación de crecientes cantidades de desperdicios innecesarios está sellando el destino —de miseria— de los sectores económicamente «invisibles» del mundo. Esto significa que aquellas teorías económicas que dan apoyo teórico a las acciones del liberalismo corporativo no sólo son erradas desde el punto de vista técnico, sino también desde el punto de vista moral. Sobre cuestiones de magnitud Aristóteles sostenía que una gran ciudad no debía confundirse con una ciudad populosa, y llegó hasta proponer que el límite óptimo de la población de un estado es el número máximo que pueda abarcarse de una sola mirada. Esta noción puede parecer absur da a los pensa dores y al público general de hoy día que se ha acostumbrado a confundir la grandeza y la eficiencia con el gigantismo. Sin embargo, en vista de los nuevos problemas que afectan a la humanidad, no parece sensato rechazar, sin mayor consideración, la posibilidad de revisar conceptos que fueran descartados en el curso de la evolución del pensamiento y de la historia. Nuestra situación actual no tiene analogías en el pasado; no es el resultado de una continua extrapolación. Hay circunstancias enteramente nuevas que nos obligan a buscar inspiración en todas las fuentes del conocimiento y la experiencia humana. Lo que es anticuado en este caso, no lo es porque sea viejo, sino porque es obsoleto. Es así como los conceptos contemporáneos (tales como la economía mecanicista, ya discutida) deberían destacarse también debido a su obsolescencia, mientras que proposiciones de un pasado remoto pueden volver a surgir, sorprendentemente rejuvenecidas y adecuadas. Las observaciones de Aristóteles que acabo de mencionar me parecen muy pertinentes. De hecho, en el Interludio T eórico III de la segunda parte de este libro, he desarrollado ampliamente las ideas de Aristóteles y otros, en relación 58
con la magnitud de los sistemas, especialmente sistemas urbanos y sus entornos.. Por lo tanto dedicaré esta sección a comentarios sobre otras materias relativas a los problemas de la magnitud. Durante mucho tiempo se ha creído que el crecimiento económico es bueno para la humanidad, lo que por supuesto es cierto. El problema surgió cuando lo «bueno» se convirtió en sinónimo de «más y más». Finalmente esta obsesión generó un nuevo concepto de justicia social, especialmente bajo el capitalismo. La justicia social se confundió con el crecimiento mismo. No se trata ya de distribuir mejor una torta que ya es lo suficientemente grande, para que aquellos que poseen menos tengan una mayor proporción. Por el contrario, se trata de hacer una torta aún más grande para que todos reciban una porción mayor que antes, pero manteniendo la misma proporción que les fuera otorgada por el sistema. Por supuesto, lo que tiende a ocurrir es que, incluso con el crecimiento, la parte de torta de los pobres disminuye. La evidencia creciente de este realida d no parece haber afectado el comportamiento de estos sistemas económicos o de las teorías que los respaldan. Aún se insiste en el sentido de que procesos tales como el efecto del «chorreo» son operantes, a pesar de la evidencia abrumadora de lo contrario, especialmente en muchos países del T ercer Mundo. El concepto antedicho (siendo especialmente típico del capitalismo, principalmente bajo la forma de liberalismo corporativo) afecta también, en cierta medida, a otros sistemas. Los países del T ercer Mundo, con escasas excepciones, se fascinan con la tentación de seguir el camino trazado por las grandes potencias industriales, olvidando que la única manera de alcanzar y consolidar su identidad y reducir su dependencia, es la de promover un espíritu creador e imaginativo capaz de generar procesos alternativos de desarrollo que aseguren un mayor grado de auto-dependencia regional y local. La cuestión de la magnitud se torna en apoteosis de la estupidez cuando se aplica a la proliferación de armamentos, sin duda el más rápido y mayor generador de entropía en el mundo
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de hoy. El hecho de que el poder explosivo actualmente acumulado en el mundo sea equivalente a tres toneladas de dinamita por cada ser humano es tan increíble que sólo puede explicarse con el supuesto de que algún sabio influyente debe haber demostrado que es posible matar a la misma persona, una y otra vez. La cuestión de la gran magnitud también ha causado un caos conceptual en otras áreas: esto es especialmente tangible en lo que se refiere al llamado problema demográfico. Me quiero referir a este punto con cierta latitud. Los argumentos y advertencias sobre el tema son bien conocidos y no necesitan repetición. Sin embargo, quiero llamar la atención sobre una situación que me parece peligrosamente engañosa. La población se considera generalmente como un componente cuantitativo con valor absoluto, cuando se hacen proyecciones relativas a los recursos capaces de sustentarlo. Muchos trabajos se han realizado para detectar la población total que la tierra podría supuestamente sostener. Hay quien cree que este total podría ser de hasta cincuenta mil millones, y otros que no se atreven a proyectar una décima parte de esa magnitud. T odo esto sólo me parece especulación ociosa que a nada conduce, porque ignora un hecho fundamental: la expansión demográfica, cuando se relaciona con la disponibilidad de recursos —real o potencial— no puede ni debe ser tratada en términos absolutos, sino en términos relativos. Hablar de cien millones de personas no significa nada; hablar de cien millones de norteamericanos o de cien millones de personas en la India, lo significa todo. Estoy apuntando a lo siguiente: cien millones de norteamericanos, medidos en términos de los recursos naturales (tanto renovables como no renovables) que utilizan, son equivalentes a muchos miles de millones de hindúes. Es así que, en términos ecológicos, sería perfectamente legítimo sostener que las naciones relativamente más sobrepobladas son, de hecho, las más ricas y no las más pobres. En términos globales, una disminución drástica de la población en las regiones más pobres de Asia, Africa y América Latina, tendría un impacto infinitamente menor que una disminución de sólo un 5% de los
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actuales niveles de consumo de los diez países más ricos del mundo. Cuando se piensa en estos términos, es fácil captar el absurdo y la débil racionalidad de los argumentos que se esgrimen en contra de la ayuda para los países pobres cuando no se trata de países que «realmente están haciendo esfuerzos para reducir las tasas de crecimiento de sus poblaciones» 1. Todo esto me lleva a pensar que se debería desarrollar un nuevo cuantificador en demografía. Propongo una medida que llamaré «persona ecológica» («ecoson», para abreviar). La idea es establecer una escala aproximada de un drenaje razonable de los recursos que una persona necesita para lograr una calidad de vida aceptable. Me doy cuenta de que esto encierra muchos aspectos subjetivos, pero estos también están presentes en otros cuantificadores actualmente en uso. En todo caso, no se trata de un problema insoluble. No es difícil establecer una escala semejante en términos de requerimientos de energía, nutrición, vestuario y vivienda. En realidad las llamadas «canastas de productos» han sido calculadas para muchos propósitos, y se trataría simplemente de seguir la misma línea para establecer el drenaje de recursos, directos e indirectos, necesario para un «eco-son». Si se lograra semejante objetivo estadístico, sería interesante calcular por primera vez, por regiones o países, el número de «ecosones» que compone a las diferentes poblaciones. No sería sorprendente, por ejemplo, descubrir que un habitante de los Estados Unidos equivale a cincuenta «ecosones» y que un sólo habitante de India o de T ogo no alcanza a ser más que una fracción de «ecoson». Me atrevería incluso a predecir que si midiéramos la población en términos de «ecosones», descubriríamos que el mundo ya está cargado con cerca de cincuenta mil millones, de los cuales la mayor proporción se encontraría en unos pocos países, los más ricos. Además, si consideramos que dentro de mi tesis, la proporción en la cual la población de "ecosones" excede a la población 1. Hardin. Garret, «Lifeboat Ethics: The Case against helping the Poor», P syc hology Tod ay, 8 , 1974 . P a ra un a bu ena críti c a de l as ide as d e H ardin , v er Bay, Christian. « Toward a World of Natural Communities., Alternatives IV, N° 4, P rimavera de 1981.
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absoluta sería una medición concreta de la cantidad de «excedente de desperdicios»*, tendríamos finalmente una noción clara de la magnitud destructiva del problema causado por esta predilección por las dimensiones gigantescas. Creo que mi proposición nos capacitaría no sólo para contemplar el problema desde su perspectiva real, sino que sería tan esclarecedora como ilustración estadística, que podría servir de elemento de persuasión para aplicar políticas internacionales más humanistas. Aún confío en que algo se puede hacer, a pesar de que los procesos dominantes hoy en día no parecen inquietarse en lo más mínimo por los sectores «invisibles» del mundo, excepto para acusarlos de ser una carga que debería ser tratada como desechable. ¿Qué debemos hacer entonces? Espero haber descrito en forma satisfactoria la crisis de los fundamentos que nos afecta a todos de distinta manera. No sería adecuado indicar un curso de acción, aunque está implícito, en cierta medida, en mis argumentos anteriores. Seré más explícito en los capítulos siguientes, al relatar las experiencias concretas en el terreno, en las cuales traté de poner en práctica mis ideas. No obstante, quisiera hacer unas disquisiciones adicionales. Estimo que, considerando la crisis global que estamos viviendo, nos encontrarnos de nuevo frente «al inicio de la Utopía». La búsque da de la Utopía no es sólo la búsque da de una sociedad que sea posible, sino de una sociedad que sea, desde una perspectiva humanista, deseable. La noción de Utopía o de eutopía, como prefiero llamarla, es rica porque trasciende los eclecticismos en derrumbe dentro de los cuales se realiza la actual búsqueda de soluciones. Las transacciones y las soluciones parciales ya no son útiles, son en realidad engañosas: contaminar o engañar a la gente un poco menos, no es equivalente a vivir un poco mejor o a morir * Al hablar de «excedente de desperdicio» de una población. me re fiero a la
un poco menos, así corno un puente que cubre tres cuartas partes de un río, no nos ayuda a llegar a la otra orilla. El tipo de desarrollo en el cual creemos y que buscamos, supone un humanismo ecológico integral. Ninguno de los sistemas actuales lo proporciona, ni tiene la capacidad de corregirse a sí mismo (para poder proporcionarlo) sin perder su identidad. Y, puesto que no creo que ninguno de los sistemas actuales pretenda auto-eliminarse, he dejado de creer en el valor de cualquier medida correctiva. Ya no se trata de corregir lo existente, esa oportunidad se perdió hace mucho tiempo. Ya no se trata de agregar nuevas variables a los antiguos modelos mecanicistas. Se trata de rehacer muchas cosas partiendo de cero y de concebir posibilidades radicalmente diferentes. Se trata de comprender que si el papel de los humanos es el de establecer los valores, el papel de la naturaleza es el de establecer las reglas. El asunto radica en pasar de la mera explotación de la naturaleza y de los más pobres del mundo, a una integración e interdependencia creativas y orgánicas. Se trata de llevar los sectores «invisibles» a la primera plana de la vida y permitirles que finalmente se manifiesten y «hagan lo suyo». Se trata de una redistribución drástica del poder, por medio de la organización comunal horizontal. Se trata de pasar de un gigantismo destructivo a una pequeñez creativa. Semejante sociedad eutópica que concibo inspirada en una filosofía política que yo identificaría ( sólo para dar le un nombre) como un «eco-anarquismo-humanista», consolida según mi criterio, muchas de las posibilidades para una adecuada solución del problema. Pero no puede haber nada definitivo ni permanente, incluso en este intento, porque frente a nosotros se extiende un futuro, más allá del futuro imaginable, que nos puede colocar frente a nuevas encrucijadas que nos obliguen a repensarlo y reconstruirlo todo de nuevo una vez más. Pero a estas alturas no podemos preocuparnos de inquietudes aún no concebidas. T enemos más que suficiente con los desafíos que enfrentamos ahora.
cantidad de desperdicio que resulta de niveles de consumo más altos de lo que requiere una población. si se la midiera en términos de « ecosones».
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Debo declarar simplemente que no creo en ningún tipo de solución permanente. Todos los milenarismos han causado estragos. Mi proposición sólo se orienta a las condiciones actuales: la flexibilidad a largo plazo y la voluntad de cambios van implícitas en mi filosofía. Mi filosofía es ecológica en el sentido de que se basa en la convicción de que los seres humanos, para realizarse, deben mantener una relación de interdependencia y no de competencia con la naturaleza y el resto de la humanidad. Igualmente supone que ésta sea una relación consciente, porque la perspectiva ecológica proyectada sobre el entorno proporciona analogías fértiles para un ordenamiento social. Es una filosofía humanista porque sostiene que los humanos tienen conciencia de sí mismos y que realizan sus relaciones con la naturaleza y con otros seres humanos, por medio de la cultura. T ambién sostiene que el equilibrio ecológico no debe ser entregado al automatismo, sino que debe quedar sujeto al conocimiento, voluntad y criterio humanos, en términos de una acción política consciente. Finalmente es anarquista, no en el sentido vulgar, sino en la medida en que se basa en el concepto de que toda forma de concentración de poder (y todos los sistemas actuales nos llevan a ello) aliena a la gente de su entorno, natural y humano, y limita o anula su participación directa y sentido de responsabilidad, restringiendo su imaginación, información, comunicación, capacidad crítica y creatividad. Considero estas condiciones como esenciales para la realización de las dos condiciones anteriores: es decir, una conciencia ecológica respaldada por un comportamiento humanísticos.1 Mantengo mis creencias vigorosamente, por lo tanto he tratado de llevarlas a la práctica y vivir de acuerdo a ellas. La historia que sigue narra mi propia experiencia al trabajar y vivir
dentro del sector «invisible». Es un experimento importante en la participación y comunicación de comunidades horizontalmente interdependientes que en su conjunto contenían más de cien mil personas económicamente «invisibles». Fue un experimento de tanto éxito que fracasó: los sustentadores tradicionales del poder tuvieron miedo. Sin embargo, me probó que esto podía hacerse y, por sobre todo, que de bía hacerse.
1. P ara los pri meros dos puntos to mé ideas de Ferkiss po rque me
identifiqué con él aun antes de lee r sus obras. Agregué el te rce r aspecto que él no to ma en cu enta, co mo mu chos otros, porque lo considero lógico y esencial par a consolidar la posibilidad real de los dos primeros. No hay fo r ma de humanismo que me parezca sensata sin una redistribución drástica del poder.
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4 La pe rce pción de la re alidad
Re c o no c im ie nto y d e lim i ta c ió n d e la re gió n La división política y administrativa del Ecuador es de provincias divididas en cantones que a su vez son subdivididos en parroquias. El país contiene una Sierra alta, parte de la cadena de los Andes, bordeada al este y al oeste por tierras bajas tropicales que incluyen grandes bosques de selva virgen. La población de la Sierra, especialmente en las áreas rurales, se compone principalmente de indios que pertenecen a la rama cultural quechua, a pesar de sus muchas diferencias tribales. En las tierras bajas costeras se encuentra una gran proporción de negros y mulatos, además de ciertas tribus indias no relacionadas con la cultura quechua establecidas principalmente en las áreas boscosas. Las tierras bajas del este también tienen una población de varias tribus de indios no quechuas. Blancos y mestizos se encuentran en las tres regiones. Los centros urbanos más grandes de la Sierra misma y de las tierras bajas tropicales han tenido un crecimiento continuo de la población debido al gran número de indios que emigran desde las áreas rurales más empobrecidas de la Sierra. Estos indios están ligados por un lenguaje común y por una tradición cultural que se originó en la integración de muchas tribus bajo la hegemonía inca, conocida como el «T ahuantinsuyo». El lenguaje quechua es aún predominante, con variaciones regionales menores, no sólo en Ecuador, sino en el sur de Colombia, Perú y Bolivia así como en los altiplanos más septentrionales de Chile, donde también predomina la lengua aymara. Sin embargo, en las regiones selváticas prevalece una
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multitud de lenguas y dialectos. A. pesar de que el lenguaje quechua se usa en forma tan extensa, Ecuador no se reconoce legalmente como país bilingüe y sólo el español se acepta como lengua oficial. Después de varios meses de estudios y análisis, el Proyecto escogió corno área prioritaria para sus actividades, el segmento nor-occidental del país. Este se compone de las provincias de Carchi. Imbabura y el cantón de Eloy Alfaro en la provincia de Esmeraldas. A pesar de que, según su mandato, la MAE debería haber concentrado su trabajo en la Sierra, por sobre la cota de 1.500 metros, el cantón de Eloy Alfaro en las tierras bajas costeras fue incluido, debido a consideraciones que se explicarán más adelante. La región comprendía ocho cantones, que a su vez contenían 95 parroquias (ver Tabla 1). La población total ascendía a 365.593 habitantes, de los cuales un 73% eran campesinos (ver T abla 4). El área total cubría aproximadamente 16.600 kilómetros cuadrados (ver T ablas 2 y 3) con una densidad promedia de población de 21,5 personas por kilómetro cuadrado siendo la densidad más baja de 5,3 personas por kilómetro cuadrado en el cantón de Eloy Alfaro. Ta bl a 1 Subdivisión política del área del Proye cto Pr ovi nci as
C ant one
Parroquias
Carchi
Espejo Montúfar Tulcán
8 11 10
Imbabura
Antonio Ante Cotacachi Ibarra Otavalo
6 10 20 11
Esmeraldas* Total
Eloy Alfaro
19 95
* La provincia de Esmeraldas tiene cuatro cantones pero sólo uno fue incluido en el área del P royecto.
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Ta bl a 2
Población del áre a del Proye cto*
Provincia
Cantón
Urbana
Rural
Total
Carchi
Espejo
4.304
25.037
29.341
Montúfar
7.410
30.993
38.403
Tulcán Sub-total
21.025 32.739
25.559 81.589
46.584 114.328
Antonio Ante
11.750
12.084
23.834
4.507
25.318
29.825
34.189
68.193
102.382
Otavalo
9.108
40.000
49.018
Sub-total
59.464
145.595
205.059
4.043
33.163
96.246
260.347
37.206 356.593
Imbabura
Cotacachi Ibarra
Esmeraldas
Eloy Alfaro Total
* Estimación pa ra 1968, de a cuerdo a l a Sec retarí a Gen eral de P lanificación Económica.
Las razones aducidas a favor del área escogida eran numerosas, pero pueden resumirse de la manera siguiente: 1. el noroeste del Ecuador es la región que permite una integración económica y, en general, un aumento en las interrelaciones de cuatro grupos étnicos: indios de la Sierra, indios de los bosques tropicales de la costa, blancos y mestizos; 2. la región está geográficamente y naturalmente integrada a través de las cuencas de los ríos Mira, Cayapas y Santiago; 3. había menos grupos, privados o públicos, nacionales o internacionales empeñados en promoción de desarrollo o asistencia en la región que en otras zonas del país. Por otra parte, la inclusión del cantón de Eloy Alfaro, se basaba en que muchos de los problemas que surgen en la Sierra no pueden solucionarse «in situ» ya que existen vinculaciones naturales en términos de comercio y migración con las tierras bajas vecinas. Aunque hay muchas rivalidades, y antagonismos complejos y serios entre la Sierra y la costa en la mayor parte del Ecuador, no se encontró evidencia de semejantes conflictos en el nor-oeste. 69
Desde que los conquistadores españoles y los primeros colonizadores destrozaron la civilización inca hasta sus cimientos, sus descendientes han sufrido hasta el día de hoy, toda suerte de servidumbre, discriminación, humillación y explotación. Su voz y sus reivindicaciones más legítimas han sido implacablemente silenciadas una y otra vez. Se les ha despojado de su tierra y, agregando el agravio a la injuria, han sido acusados insistentemente de ser flojos, indolentes, indignos de confianza y viciosos. Un argumento común entre los segmentos más reaccionarios de la sociedad dominante, es que el número de indios de la población ha retardado el de sarrollo. En e ste sentido, nunca olvidaré el escándalo que provoqué al presentar un trabajo durante una conferencia sobre desarrollo. Aunque el episodio se produjo en Perú, po dría ha berse da do en c ualquier país de población indígena en América Latina, tal vez con la única excepción de México. Durante el período de preguntas y respuestas, alguien me indicó que no había considerado el hecho de que el problema principal del país era su población, con «un 60% de indios, y que los indios representaban un peso muerto en la economía». Respondí que má s bien me parecía que los problemas se generaban en el 40% de la población que no era india. Después de que se calmó un tanto la reacción de ofensa que provocó mi respuesta, propuse dos hipótesis: En la primera se suponía que por razones telúricas o mágicas, la población indígena desaparecería totalmente de la noche a la mañana. La
pregunta planteada era ¿qué ocurriría con el país y el restante 40% de blancos? Con reticencia admitieron que el país se derrumbaría. Después de todo, una sociedad construida sobre la explotación no puede prescindir de sus explotados. En la segunda hipótesis se proponía justamente lo contrario: los miembros de la sociedad dominante desaparecían por arte de magia de la noche a la mañana. La nueva pregunta era: ¿qué ocurriría con el país y con el 60% de indígenas? Nuevamente se admitió con reticencia y a pesar de que a esas alturas algunos miembros del auditorio se habían retirado disgustados, que probablemente no sucedería nada, ya que los explotados se desenvuelven mejor sin los explotadores que con ellos.
Provincias
Cantones
C archi
Es pejo M ontúfar Tul cán Promedio Antonio Ant e C ot acachi Ibarra Ot avalo Promedio Eloy Al faro
Im babura
Ta bl a 3 Densidad de la población en el área del Proyecto Área (km2)
Población
Densidad por km2
C ar chi I mbabu ra Eloy Al faro
4 .138 5 .469 7 .000*
114 .328 205 .059 37 .206
27 ,6 37 ,5 5 ,3
Total
16.607
356.593
21,5
* Área estimada.
70
Porcentajes de las poblaciones urbanas y rurales
Ta bl a 4
Esm eral das
Promedio del Proyecto
Ur bana
Rur al
14, 7 19, 3 45, 1 28, 6 49, 9 15, 1 33, 4 18, 4 29, 0 10, 9
85, 3 80, 7 54, 9 71, 4 50, 1 84, 9 66, 6 81, 6 71, 0 89, 1
27, 8
73, 0
No estoy diciendo que la actitud anterior sea típica de todos los miembros de la sociedad blanca, e incluso pue de que ni sea típica de la mayoría. Sólo quiero decir que aquellos que sustentan estas opiniones han dominado la escena política y económica y por ende determinado el estilo de interacción social, a pesar de algunos interludios, dignos de encomio, propiciados por gobiernos bien intencionados. 71
La Sierra es un entorno trágico. El resentimiento acumulado es tan grande, que cualquier persona con alguna sensibilidad puede percibir cómo aflora, incluso a través de la actitud pasiva y humilde del campesino indio. Se requiere, por lo tanto, mucho esfuerzo, dedicación y sobre todo sinceridad para ganar su confianza. Ha sido engaña do tantas veces y por tanta gente, que ya no bastan las palabras para convencerlo de nuestras buenas intenciones. Esta era la situación que imperaba en la Sierra ecuatoriana, aunque ya se habían mejorado las interrelaciones entre un cierto número de comunidades indígenas, gracias a la sensibilidad y abnegación de muchos promotores de la MAE. En otras comunidades aún no se superaba la desconfianza y algunos miembros de la MAE habían sido muertos porque se les había confundido con ladrones de tierras o explotadores potenciales. En este tipo de comunidades seguían vigentes sentimientos y reacciones alimentados por más de cuatro siglos de injusticia. Las tierras bajas tropicales de la provincia de Esmeraldas, y particularmente del cantón de Eloy Alfaro, que en su mayor parte es selvático, tienen una historia diferente. Los habitantes negros de esta región deben ser seguramente únicos dentro del contexto americano. A pesar del hecho de que sus antepasados llegaron en el siglo dieciséis, nunca trabajaron como esclavos. Lo que sucedió es fascinante: En un barco que zarpó de Panamá, en octubre de 1553, el sevillano Alonso Illescas transportaba un cargamento de esclavos negros para el Perú. Las corrientes de sfavora ble s retardaron el avance hasta tal punto, que cuando el barco llegó frente a la costa de Esmeraldas llevaba 30 días de atraso en su itinerario. Escaso de provisiones, el capitán navegó hacia el cabo de San Francisco y tocó tierra en la ensenada de Portete. El capitán, junto con los marineros, diecisiete negros y seis negras bajaron a tierra en busca de alimentos. Mientras estaban en tierra, vientos y olas repentinas soltaron las amarras del barco, azotándole contra las rocas y destruyéndolo totalmente. Los sobrevivientes no tuvieron más remedio que salir en pos de la civilización en medio de un paisaje
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desconocido y virtualmente impenetrable. Algunos blancos sobrevivieron en su larga odisea y finalmente llegaron a establecimientos de españoles, con una valiosa custodia de plata que habían traído de España para el monasterio de Santo Domingo en la Ciudad de los Reyes (El Cuzco). Los negros, mejor ambientados en un entorno que era <<más suyo», se aventuraron en la selva hasta llegar a una ciudad llamada Pidi que pronto fue aban dona da por sus habitantes. Cuando los indios trataron de recuperar sus propiedades fueron derrotados por los negros, encabezados por Antón. Antón murió poco tiempo después de la confrontación, dejando siete hombres y tres mujeres. Se sucedieron nuevas escaramuzas, pero los negros triunfaron y finalmente ocuparon la tierra. A esas alturas, su líder era Alonso Illescas, nativo de Cabo Verde. Re sulta claro que él había adoptado el nombre del capitán del desventurado barco. Illescas se casó con la hija del cacique de los indios Niguas, que en ese entonces se habían convertido en aliados de los negros. Fortalecidos por esta alianza, los negros emprendieron la conquista de los territorios vecinos, hasta que la noticia de la existencia de una banda de negros rebeldes llegó a oídos de los españoles. El capitán Alvaro de Figueroa partió de Guayaquil para atacar a Illescas. No tuvo éxito. En 1568 se envió una nueva expedición, al mando de Andrés Contero y de su yerno Martín Carranza, que también fue derrotada por la. alianza negro-india. Illescas sólo fue capturado en 1570, junto con su familia. en Portete. Un joven novicio de la orden de los Mercedarios, llamado Escobar, se encontraba en el grupo español victorioso y quiso el destino que desempeñara un papel especial en este caso. En circunstancias en que se encontraba abandonado en la Bahía de San Mateo en una ocasión anterior (nadie sabe cómo ni por qué) Escobar había sido tratado con bondad por Illescas. No es sorprendente entonces que tratara de ayudarlo a escapar a él y a su familia. Contó con la ayuda de Gonzalo de Avila, uno de los soldados españoles que, entre tanto, se había enamorado de la hija de Illescas con quien se casó más tarde.
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Algunos años después, en 1577, se produjo otro naufragio en el lugar. Entre los salvados por Illescas se encontraban Juan de Reina y su esposa María Becerra, quienes continuaron viaje a Quito e informaron a las autoridades del deseo de Illescas de entrar al servicio del Rey. La Audiencia, o Corte del distrito, envió el presbítero Miguel de Cabello Valboa a tomar las previsiones del caso. El intento no tuvo éxito, a pesar de la buena disposición de Illescas, ya que aparentemente algunas de sus gentes desconfiaron del grupo visitante. Otro grupo encabezado por el Deán Cáceres también fracasó porque los guías adujeron temor de entrar en los territorios de Illescas. Después de que varios años transcurrieron sin otro contacto, los propios esmeraldeños decidieron ir a Quito. Juan Mangache visitó Quito en 1585 y 1586. Regresó con Fray Pedro Romero que se estableció entre los esmeraldeños, los ayudo a construir una ciudad a la que pudieran llegar los barcos españoles, los convirtió al cristianismo y llegó a ser una figura legendaria, respetada y amada de los indios y negros por igual. Los descendientes de Alonso Illescas nunca abandonaron la región y en el momento de iniciarse el Proyecto ECU-28 habían vuelto a ser uno de los grupos más aislados y marginados del Ecuador. Muchas de sus tradiciones africanas se han preservado en su forma más pura, notablemente sus viviendas y otras construcciones. La gente es alta, digna, altiva y un tanto pomposa, a pesar de su pobreza extrema. Son muy formales, de modales corteses, abiertos, extrovertidos y gustan de celebrar en sus momentos felices con fiestas de mucho colorido. Su idioma español es hermoso, barroco y lleno de metáforas. A través del tiempo han establecido una pacífica coexistencia con los indios Capaya, el otro grupo sobreviviente a nuestra llegada. Así era la gente de la región escogida para el Proyecto. Su naturaleza heterogénea planteaba un desafío fascinante. Ba se s p a ra una m e to d o lo gía
completamos con éxito un reconocimiento de la región. Pudimos contar con la ayuda y asistencia de algunos de los promotores de la MAE. Las conclusiones a que llegamos fueron debidamente registradas y comunicadas en un documento fechado en diciembre de 1971, a todas las autoridades nacionales interesadas. En esencia eran las siguientes: 1. Cada comunidad demuestra una clara conciencia respecto de un número de problemas que la afectan y sus miembros expresan la necesidad de que se solucionen dichos problemas que, con frecuencia, son de suma urgencia. 2. Los medios tradicionales usados hasta la fecha para lograr la solución de sus problemas han sido pedir en cada caso, ayuda directa a las más altas autoridades políticas y administrativas del Gobierno. 3. Cada comunidad actúa como si sus problemas fueran exclusivos y sus miembros no se percatan de que muchos de estos problemas son de mayor alcance y que afectan también a un gran número de otras comunidades. En consecuencia, la noción de que las soluciones no pueden ser perseguidas a nivel local porque deben ser aplicadas en un contexto regional más amplio, es inexistente. 4. Fuera de ciertos problemas específicos que afectan a determinadas comunidades y que por lo tanto exigen soluciones locales, se detectaron cinco áreas de preocupación general, después de ver los reclamos de la gente en reuniones comunitarias que se realizaron en toda la región. Estos problemas se referían a lo siguiente: a) educación, b) salud y salubrida d, c) comercialización de productos locales, d) caminos y comunicaciones y e) dificultades enfrentadas por los pequeños agricultores así como por los campesinos sin tierras. 5. Las comunidades habían abrumado a las autoridades de Gobierno tomando contacto individual con ellas y haciendo peticiones que no podían ser atendidas satisfactoria y coherentemente. 6. La incapacidad de las autoridades gubernamentales para satisfacer estas innumerables peticiones había provocado
Con la cooperación eficiente de varios expertos del Proyecto
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frustración entre los campesinos y agravado su desconfianza. Semejante situación de creciente deterioro, sólo podía ser superada por medio de acciones y programas que emanaran de una participación coherente y coordinada a nivel de grupos de base y realizadas por personas imbuidas de una conciencia regional. Mientras todas las diferentes comunidades habían establecido sus canales individuales de comunicación con las más altas autoridades gubernamentales, carecían absolutamente de canales similares de comunicación entre sí, a nivel horizontal. Esta comunicación horizontal fue considerada por nosotros como fundamental para la formación de una conciencia regional, indispensable para el diseño de soluciones coherentes a ser emprendidas con apoyo del Gobierno. De estas observaciones emanaron la estrategia y metodología del Proyecto propuesto a las agencias de Gobierno interesadas. Las ideas fundamentales eran las siguientes: 5.
Un Plan de Desarrollo Regional coherente debe ser el resultado cíe la participación directa y activa de los grupos de base, utilizando la asistencia de expertos sólo en caso de. necesidad. No debería ser el resultado del enfoque opuesto, es decir de las proposiciones emanadas de los técnicos e impuestas después a la gente. 6. En oposición a la creencia de los técnicos que han evitado el contacto directo y frecuente con la gente del campo, se detectó la buena disposición de esta gente por participar, así como una clara conciencia de los problemas locales, junto con la suficiente percepción y madurez como para justificar su responsabilidad activa y directa en el proceso de planificación y en la acción. 7. En vista de estas consideraciones, se propuso que se estableciera en cada parroquia del noroeste, un «Comité de Informaciones, Comunicaciones y Relaciones» (CICR) de estructura apolítica. Cada comité estaría compuesto de cinco
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personas, representantes de: a) las autoridades administrativas locales; b) la educación; c) las artesanías; d) las pequeñas empresas y e) la agricultura campesina. 1. Las
funciones básicas del Comité serían de a) establecer contacto con los demás comités para crear conciencia de los problemas comunes a la región en su totalidad; b) preparar un informe (antes de febrero de 1972) describiendo todos los problemas que afectan a su parroquia, cuyo texto estaría dividido en capítulos, según instrucciones impartidas de antemano; c) servir como punto de contacto permanente entre la MAE y ECU-28, por una parte, y la parroquia por otra, de manera que cualquier decisión adoptada contase con el respaldo de la gente, y d) establecer la cooperación con los técnicos sobre una base permanente, de modo que los proyectos fueran lo suficientemente realistas como para lograr el apoyo de la población, garantizando así su éxito. 2. Los expertos harían una síntesis de los proyectos preparados por cada parroquia la que serviría de dia gnóstico socioeconómico de la Región. Este diagnóstico sería diferente del preparado por los técnicos, en el sentido de que presentaría la situación según el propio sentir de la gente y no como una interpretación hecha por profesionales. 3. El documento con el diagnóstico sería distribuido a todos los comités para poder discutirlo en las asambleas comunitarias, como primer paso hacia la formación de una conciencia regional. Más adelante serviría para la organización de Encuentros de Campesinos en los que participarían todos los comités. Estos Encuentros provocarían una discusión conjunta entre los representantes de la región, como segundo paso decisivo en la formación de una conciencia regional. 4. Los participantes en los Encuentros elegirían un grupo de 15 personas (cinco por provincia) para que fueran miembros de la Comisión de Planificación Regional a ser formada. Esta comisión con la asistencia de expertos nacionales o internacionales diseñaría la base de un Plan de Desarrollo Regional, identificando proyectos concretos y prioridades y dando detalles sobre la disponibilidad de
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aporte local, tal como trabajo voluntario, herramientas u otro equipo. Este plan diseñado directamente por representantes elegidos por el pueblo para este fin, y en permanente contacto con él a través de los comités, sería el primero de su tipo de América Latina y serviría de modelo para otras experiencias internacionales. ECU-28 fue un programa diseñado para promover el desarrollo de una vasta región rural del país, que aseguraba la participación popular. Puesto que la participación es función de la comunicación, el sistema propuesto significaba la creación de una red de comunicaciones completa y eficiente. Esta red debía conformar la estructura del Proyecto. Dentro del esquema los CICR tenían que desempeñar un papel bipolar y catalítico. Por una parte debían servir a la MAE y a ECU-28, particularmente a sus expertos, en cuanto a información, interpretación y crítica constructiva. Por otra parte, debían cumplir funciones similares a nivel intra e intercomunitario. El aspecto realmente novedoso de nuestro concepto rector era el hecho de que los campesinos a través de los CICR, no serían los recipientes pasivos de decisiones y acciones canalizadas desde una cumbre distante y desconocida, sino que se convertirían realmente en el punto focal de todo el proceso. El lenguaje de los expertos contiene expresiones obscuras y el de los campesinos tiene sus propios términos y modismos. La comunicación entre ambos sectores suele ser, por lo tanto, bastante difícil. En este sentido, los CICR estaban llamados a desempeñar un papel importante: debían generar un código de comunicación en el punto focal de las interrelaciones y actuar a la vez de filtro y procesador de la información generada en ambos extremos de la cadena. Esto otorgaría coherencia al esquema total y lo haría eficiente, por lo menos en teoría. L a s num e ro sa s y la rga s jo rna d a s
las autoridades de la MAE. Sin embargo, recogimos en privado comentarios muy escépticos. Muchos consideraban que estábamos sobrestimando la capacidad de los campesinos para organizarse y responder. Pero ya habíamos llegado a un punto sin retorno y decidimos continuar adelante. Debería mencionar a estas alturas que las bases de la metodología fueron concebidas durante una reunión de discusión con los campesinos de la Comunidad de Borbón en Eloy Alfaro. Las ideas de los campesinos, especialmente las contribuciones imaginativas del Sr. Caicedo, uno de sus representantes más respetados, fueron decisivas. La organización final del sistema de comunicaciones fue fundamentalmente la criatura de Gonzalo de Freitas el experto en Comunicación del Proyecto, que transformó las ideas en un esquema viable. Más adelante durante las largas jornadas emprendidas para que los campesinos se organizaran, se logró el éxito, gracias a la dedicación y capacida d de persua sión de un buen número de personas. No puedo mencionar a cada uno, aunque mi aprecio se extiende a todos ellos. Sin embargo, hubo cinco personas, además de de Freitas, que merecen destacarse: Alejandro Covarrubias, el sabio, imaginativo e infatigable experto de la UNESCO, André Theissen, el experto en Desarrollo de la Comunidad; Jorge T erán de la MAE; Heiko Brunken, el experto en comercialización y su esposa Ursula. Aunque ella no había sido contratada por ECU-28, colaboró constantemente, como si hubiera sido un miembro formal. T anto T heissen como los Brunken habían trabajado anteriormente en el mismo Ecuador como voluntarios de Bélgica y Alemania, respectivamente. La acción se inició el 16 de noviembre de 1972. Ya que consideramos que era física y logísticamente imposible promover directamente la formación de los CICR en cada una de la s 94 parroquias, escogimos 54, con la esperanza de tener éxito en por lo menos 47 de ellas, lo que equivalía al 50% del total. La idea era que cada CICR organizado en esta etapa preliminar promoviera más adelante la organización de otro CICR en la parroquia vecina, alcanzando así la meta regional, lo más cerca
Aunque nos sentíamos satisfechos de nuestra construcción teórica, las posibilidades tangibles de su realización estaban por verse. La idea fue oficialmente bien recibida y respaldada por 78
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posible del 100%. Las 54 parroquias elegidas eran casi exclusivamente rurales y representaban un 67% de todas las parroquias rurales de la región. Iniciamos nuestro trabajo en el cantón de Eloy Alfaro, en primer lugar porque allí había sido concebida la metodología, y en segundo lugar porque era el segmento más aislado de la región y que carecía totalmente de cualquier forma de asistencia. La primera reunión se realizó en Borbón. una aldea rodeada de selva y río. La recepción fue entusiasta, tal como la esperábamos. Y al día siguiente se creó el primer CICR, celebrándose con una fiesta llena de risas, tambores, marimbas, bailes y aguardiente. A continuación vinieron viajes por los ríos, hasta los caseríos más remotos y aislados. La miseria era a veces abrumadora y en muchos lugares la gente consideraba nuestra llegada como un milagro. En muchas áreas hacía años que no llega ba un visitante. Nuestro guía era una persona inolvidable: se llamaba Angel Guevara. Era un profesor de escuela de unos cincuenta años de edad que, rehusando ascensos y traslados, había permanecido en la región por más de veinte años. Consideraba que, por pequeña que fuera su contribución, ésta representaba mucho para aquellos que no tenían nada. Un aumento entre 1 y 2, decía, es de ciento por ciento, pero un aumento de 0 a 1 es infinito. Después de días de navegación, contemplando una desolación absolutamente inhumana, comprendimos muy bien lo que quería decir. Espero que se encuentre bien, ya que el mundo, y especialmente el sector «invisible», necesita a gente como él. T uvimos éxito en todas las parroquias. Se fundaron todos los CICR de Eloy Alfaro y nos alejamos de la región, aliviados pero tristes. Durante varios días no hicimos comentarios, pensando tal vez, que lo que habíamos visto y experimentado estaba más allá de las palabras. Cualquier comentario habría sido frívolo, ya que no podíamos apartar de nuestras mentes las imágenes. Personalmente, nunca había visto igual miseria soportada con tanta dignidad. Pensaba que cualquier aristócrata podría llegar a sentirse inferior junto a estos negros altos y delgados
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que tenían algo de señorial, en el mejor sentido, en su porte, movimientos, gestos, manera de an dar y hablar. Por primera vez en mi vida comprendí que pue de haber gente superior, incluso en medio de una pobreza obscena. Nuestras tareas continuaron por dos meses más en el resto de la región. Al final de este período comprendimos que habíamos completado una tarea primordial: se habían organizado los 54 CICR. Puesto que cada miembro de un CICR era elegido por sus pares (e l maestro por los maestros: el artesano por todos los artesanos; el campesino por todos los campesinos), habíamos promovido en realidad 270 procesos electorales. Además habíamos instruido a los miembros de cada comité respecto a lo que esperábamos de ellos. Insistíamos en el hecho de que ca da comité estaba compuesto de «iguales», de modo que ningún miembro debería presidir sobre los demás. Más aún, les pedimos que prepararan la contribución más importante para el Proyecto: el informe sobre las condiciones de vida y los problemas de su parroquia. Les indicábamos que escribieran libremente sobre cualquier tema que estimaran interesante, incluso relatando experiencias per sonales. No hac íamos preguntas; ellos debían decir lo que querían, a su manera. Sólo les pedíamos una cosa y únicamente por razones prácticas: que dividie ran su informe en capítulos: Educación, Salud, Comunicación, Problemas de los Artesanos; Problemas de los Pequeños T erratenientes y Problemas de los Campesinos sin T ierras. Esta división era necesaria para el análisis comparativo que permitiría una síntesis de los informes, que a su vez haría posible el Diagnóstico Sentido de la Región. Indicábamos también que sus informes debían ser leídos, discutidos y aprobados en asambleas comunitarias, dando así la oportunidad a que la gente añadiera o eliminara aspectos de su contenido. El informe debía ser despachado a Quito, dentro de 30 días. De regreso a la capital, tuvimos que enfrentar nuevamente a los escépticos: sonrisas irónicas por doquier. En cierto sentido estábamos atemorizados: tal vez tenían razón después de todo, y éramos un puñado de forasteros ingenuos. Evitábamos hablar
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del tema, tal vez par a no atemorizarnos má s los unos a los otros. Reanudamos nuestra rutina diaria, pero yo sé que todos soportamos la espera en un estado de gran ansiedad. La sabiduría develada Nuestra reacción cuando el cartero entró a las oficinas y nos entregó un sobre grande dirigido al Proyecto y escrito con letra desigual, f ue de una euforia increíble. Era el primer informe que nos llegaba de Borbón, en Eloy Alfaro. T otalmente escrito a mano, contenía un caudal de información. Las numerosas firmas y huellas digitales en la última página atestiguaban que el informe había sido aprobado en una asamblea comunitaria. A partir de esa fecha, empezaron a llegar más y más informes por correo, prácticamente todos los días. Al cabo de seis semanas habíamos recibido los 54 informes requeridos. Esto superó nuestras máximas expectativas y provocó gran perplejidad, sobre todo entre los escépticos. Cuando empezamos a leer los informes, descubrimos un mundo insospechado. Cada página golpeaba nuestra conciencia. Nos sentíamos confundidos y nos percatábamos de que, voluntariamente o no, habíamos sido cómplices por demasiado tiempo de estereotipos y mitos tales como «esa gente no comprende sus problemas»; «es necesario concientizarlos»; «son ignorantes, torpes y perezosos». En estos informes enfrentamos descripciones y definiciones tan vívidas, reales y profundas, y a la vez tan simples, que ningún experto con sus conocimientos formales habría podido mejorarlas. Decidimos que una muestra de los testimonios contenidos en los informes debería ser difundida de la manera más amplia posible. Hicimos una selección de párrafos, frases e ideas que distribuimos entre muchas personas para obtener sus reacciones. Algunos se conmovieron de verdad, pero otros reaccionaron con críticas y con el típico escepticismo: «Esto no puede ser verdad», nos dijeron; «Los que escribieron esto no son representativos de las comunidades » ; «Probablemente todos
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estos informes fueron escritos por los maestros que impusieron sus opiniones». Frente a estas críticas sólo cabía una respuesta: aún no habíamos logrado alcanzar una representación auténtica, ni siquiera en nuestro ambiente. En cambio, aquellos que escribieron los informes, quienes quiera que fueran, tenían la representabilidad moral que les cabía por compartir la miseria, la desnutrición y las enfermedades de los pobladores. En otras palabras, lo que habíamos logrado era la mejor representabiidad posible. ¿Qué mejor representatividad podíamos esperar de una parroquia de 500 habitantes, de los cuales sólo dos sa bían leer y escribir que un informe escrito con gran dificultad por estas dos personas? Las críticas eran extrañas, y sin embargo, típicas. He tenido que enfrentarlas muchas veces. Los así llamados «técnicos», o más bien dicho, los «tecnócratas» que rehúsan consistentemente contaminarse con la vida tal como es en el terreno, lejos de sus cómodas oficinas con aire acondicionado, siempre están dispuestos a criticar las inexactitudes metodológicas de los que están llanos a caminar descalzos en el lodo. Sin preocuparnos de estos perfeccionistas de «escritorio», produjimos un libro que contenía los testimonios de los campesinos, titulado: «En el Mundo Aparte», trozos del cual se reproducen en el próximo capítulo. La publicación que también contiene fotografías fue distribuida entre las autoridades de Gobierno y entre los campesinos mismos cuando llegaban a Quito para realizar sus Encuentros. Todos los campesinos estimaron que el libro representaba fielmente su realidad, y para nosotros, ésta era la única opinión valedera. Los informes causaron gran impacto entre nosotros. En cierto modo provocaron un cambio en nuestro enfoque, tanto en lo relativo a nosotros mismos como al papel que debíamos desempeñar. Pertenecíamos a una especie llamada «expertos» — nacionale s e internacionale s— y nuestra profesión era la misma. Era la profesión de conocer las cosas, de diagnosticar situaciones, de interpretar realidades y problemas, para llegar algún día a ofrecer soluciones. Nos habían educado para saber y
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enseñar; habíamos desarrollado técnicas para despertar la «conciencia» de los demás y así habíamos llegado a ser importantes. Pero después de leer esos informes nos sucedió algo extraño. Sentimos repentinamente que aquellos que nos habían elevado a una posición de importancia no eran los que verdaderamente contaban. Descubrimos que, aunque sabíamos mucho, comprendíamos muy poco. Por lo tanto decidimos modificar las cosas. Fuera de nuestras funciones técnicas, teníamos que ser ahora la voz de los que viven y mueren en el mundo aparte, los voceros de sus derechos y de las enseñanzas que son capaces de entregar. El diagnóstico sentido Analizarnos seriamente los informes para resumirlos. Como todos habían sido divididos en capítulos, de acuerdo a lo solicitado, cada materia (educación, salud, etc.) iba presentada como documento aparte. Separamos los planteamientos que eran comunes para todos o para la mayoría, de aquellos que eran únicos o que se referían a algún caso especial. Esto nos facilitó la formulación de una jerarquía de planteamientos en el que nada quedó marginado. Una vez que cada uno de los temas había sido resumido de esta forma, se combinaron todos para formar un documento coherente que se convirtió en el Diagnóstico Regional Sentido. Este dia gnóstico f ue r eproducido y en ria do a to dos lo s CICR para acoger comentarios, sugerencias y correcciones, en el caso de que hubiéramos interpretado mal alguna de las contribuciones. Esperábamos además, que, al leer el documento en asambleas comunitarias, los campesinos pudieran dar el primer paso hacia la formación de una conciencia regional. La versión final que incorporaba las enmiendas sugeridas por algunos CICR fue reproducida n uevamente para servir de documento de base en los Encuentros de Campesinos que estaban programados para dentro de algunas semanas, en Quito.
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Me imagino que el lector de este libro, esperará, y con razón, que se le informe sobre el contenido principal del Diagnóstico. Es muy lamentable que esto ya no sea posible, por razones que explicaré detalladamente en el Capítulo 7. Nos basta con decir a estas alturas, que todos los documentos básicos, como por ejemplo los informes de los CICR, los resúmenes y el Diagnóstico, fueron confiscados por las autoridades militares porque consideraban que el proceso era potencialmente peligroso. Lo mismo ocurrió con los documentos producidos en el Encuentro de Campesinos y en un Congreso que se realizó más tarde, descritos ambos en el Capitulo 6. En vista de estas circunstancias, la única contribución que puede hacer este libro es de naturaleza metodológica. La evaluación e interpretación de los acontecimientos hecha por el autor, así como los resultados, en ausencia de apoyo documentado, sólo puede ser acogida con buena fe. Lo único que se pudo salvar fue la contribución de los campesinos para el libro «En el Mundo Aparte» que se resume en el próximo capítulo. Esto bastará para dar al lector por lo menos una idea de la riqueza de los materiales con los cuales trabajamos. Las citas son absolutamente textuales y sólo se han corregido las faltas de ortografía, para facilitar la lectura. El texto que enlaza las distintas citas fue escrito por Gonzalo de Freitas. Las fotografías fueron tomadas por Pierre Adamini, un joven francés que trabajaba en forma independiente.
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5 E n e l mu ndo ap arte
Una vez t ravaj ava en el reci nto de Col ón de Onzol e, por el año 1963, donde era una com unidad de 93 alum nos con un solo profes or que t ení a hast a t res grados, esto de l as dos de l a madrugada, s e m orí a un alumno con fuert es grit os ay m e m uero, es cuchando has ta que después de una hora m ás o menos, m e l evant é, recurrí a mi botiqui n, bus qué si ert as pastil las y inyecci ones, l a j erinjill a t odos mis aparejos neces arios, baj e a la cas a del adol ori do ni ño, habl é con el padre que era de es cas ís imos recurs os económ i cos para poderlo t rasl adar hast a l a ci udad de Lim ones donde hay un facul t ati vo, de inm edi at o l e di si ert as pas till as y una i nyecci on, con l as que baj e del hogar de es e niño, fue el enorme s at is facci ón al es cuchar esto de una hora que el ni ño no aquej aba m ás, vol ví al ot ro dí a a darle la mism a dosis, has ta que s e al ent ó por com pl eto, com o el padre no t enía m ás que darm e, aun yo no l e cobrava, pero t al fue el cont ento que s inti ó es e padre que a los ci nco dí as ll egó hast a l a cas a donde yo viví a y me dij o m aest ro, l e regal o el muchacho, est e es s uyo, con es as palabras l e dij e graci as don M arceli no Orti z. Dej e no m ás. (Del Informe de Anchayacu Esmeraldas).
La lancha se atraviesa en la corr entada del Santia go y enfila a l c a ser ío de m a der a a lz a do so br e un islote. Casa s igua le s, c omo animales de largas patas clavados sobre el borde del río. Lo s ne gr itos sa ludan lev antan do lo s brazo s. Han p ue sto p ira gua s so bre e l p antano pa ra alcan zar la or illa . Por lo s c alle jones vienen corriendo los que faltan. Ahí e stá el p ue blo : a dos hor as de río rev ue lto y suc io, la se lv a atra pa a lo s hom br e s contr a la co sta ; lo s emp uja a v iv ir con el barro pegado en la piel, en las manos resecas de los 87
los macheteros, en la cara de los niños que se pintan con barro jugando a los blancos. Disentería, fiebre, parásitos, tétanos, miseria sin viejos. Negros durmiendo en el barro bajo el sol abrasador del mediodía. Niños desnudos. Basura que el río pone y saca debajo de las casas. Zapatos para algunos. Para el resto el lodo que carcome las uña s, que aplac a el dolor de l pian, que se tra ga hasta la cintura a la s concheras. Un niño m urió de una pequeña herida en la ceja: «— T enía poca sangre. Esperando se quedó vacío». Esperando una lancha que lo llevara al hospital lejano donde se esterilizan las jeringas en un tacho de agua contaminada, que apenas hierve sobre un puñado de carbones. Cuando los gringos dejan la lancha, parecen conquistadores de una comarca que acaba de saltar del fondo de la tierra; viajeros que hay que mirar de cerc a, que hay que tocar en las botas de goma lustrosas, oler en el humo perezoso del tabaco de Virginia y sonreír, después, con un rostro cansado que se va quedando dormido en el sopor de la siesta.
Familia cayapa en su piragua. En la orilla del río se puede ver una serpiente.
Los enferm os carecen de m edios para ll egar a ot ros cent ros, por cuant o, en m at eri a de transport e, se hace dos horas a rem o a S an Lorenzo o Lim ones en l a que s e cobra la s um a de cuarent a sucres, debi endo pagar hast a dos ci ent os sucres cuando hay una urgenci a... En S an Lorenzo, el enferm o s e hace regist rar, s e com pra en un sucre una fi cha de 6 a 7 de la m añana. Des pués cobran qui nce s ucres por cons ul t a. ( Del Infor me de C ar ondel et, Es meraldas) .
A las orillas del Santiago, del Onzole, del Mira, de todos los ríos y arroyos del Cantón de Eloy Alfaro, en la Provincia de Esmeraldas, las chozas de los indios y de los negros se alternan en un paisa je de selva imp enetra ble. Nun ca hubo mé dico. Aquel que salió a talar un árbol, en tres días de trabajo, por quince sucres, se cura las heridas de machete con un trozo de
Pian: Enfermedad de la piel Concheras: P escadora de conchas
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víbora recomendado por el brujo; ese niño se muere de anemia, de diarrea, de tétanos. La gente toma agua de un pozo hecho en la tierra, agua sucia. En invie rno s e pu ede to mar agu a d e lluvi a . ( Del Inform e d e Tambillo, Esmeraladas) Comunidades indígenas de Abatag, Imbaburita, Cusin-P amba y Tunagu ano Alto . Estas co munid ades indígen as rep res entan un total de apro xi mada mente 1 .400 habitantes. A ctual mente s e proveen de agua mediante el acar reo de grandes distancias que llega hasta 5 kilómetros y en las époc as lluviosas, consumen agua de lluvia que almacenan en grandes hoquedades del ter reno que hacen juntos a sus casas. Fácil es deducir de esto que estas pobres gentes consu men un agua terribl e mente conta minad a y en pésimas condiciones higiénicas, razón por la cual, los índices de mortalidad infantil y de morbilidad como consecuencia de las enfermedades parasitarias son de los más altos del país. ( Del Informe de San Pablo del Lago, Imbabura)
«Casas iguales, como animales de largas patas clavados sobre el borde del río.»
El maestro pequeño y diligente, sonríe ante un plato de comida caliente: —Sí señor, nosotros venimos a compartir la miseria de esta gente y sus parásitos, también, por supuesto. Hace apenas dos horas, en la asamblea popular reunida en el barracón de la escuela, alguien que observaba atentamente los números escritos en el pizarrón, preguntó: —¿Por qué en esa escuela hay 120 niños inscritos y sólo 28 asistentes? Se puso de pie un hombre cortés, de cabeza polvorienta y pidió permiso para hablar. —Yo soy el maestro de esta escuela. Sucede que cuando fueron a controlar la asistencia, era el mediodía. A esa hora, yo dejo ir a los muchachos a cortar caña a la selva para el almuerzo. El cu adro es r eal ment e esp antoso y hor rori zant e , pues l a gr an mayoría de los je fes de fa milia , per ciben un salario que va de los diez a los quince sucres diarios, los ho mbres en c alidad de peo nes de una hacienda ganan miserables salarios que sirven para cubrir gastos
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de primer a necesidad en condiciones infrahumanas. Si sabemos que la mayor parte de los hogares son numerosos, ya tenemos para pensar de cómo se resignan a vivir en condiciones espantosas. El padre quiere que su hijo crezca pronto para que le ayude a mantene r el hogar; tan pronto como el hijo ha crecido , si estuvo en la escuela, l e ponen fuer a de ella par a que siga sien do explotado por el patrono, es decir, que él y su familia están sentenciadas a vivir eternamente esclavos. Durante el periodo de cosechas, tendrá que salir segur a ment e toda l a fa milia p ara ga narse la vida, las mujeres desgranando el maíz, se ganan la astronómica suma de tres sucres diarios. Mientras que este es el cuad ro que pr esenta la gran mayoría , por el otro lado, se nota el der roche , el lujo de unos pocos feudales que disponen de miles y miles de hectá reas de tierras incult as por enci ma d e un pueblo qu e se mu er e de h a mb re . (De l
Niños que beben agua en un río contaminado
I nforme de Urcuqui, Imbabura).
La anemia, el miedo, la ignorancia, el hambre, los ritos ancestrales, la explotación, la voluntad del río, la falta de trabajo, la paga miserable, el trago blanco, la marimba o la banda, el agua de coco para el recién nacido, la chicha del domingo, la papa y las habas, el plátano de siempre, la choza miserable, la basura, la estera compartida con el perro y el cerdo, la montaña legendaria, las fiebres, el chuchaqui. Una región entera del país que arranca en las sierras de Imbabura y de Carchi, en el trabajo sordo del campesino indígena y se enferma de muerte en Esmeraldas donde la selva se abalanza sobre el Pacífico. La sierra con el indio que alimenta su odio antiguo y paciente; la dramática geografía de la montaña, el páramo inhabitable, las hondonadas a pique donde el maíz crece, sobre la vertical del abismo, en la única tierra que da de comer. Por eso no hay que extrañarse cuando recién llegado a una aldea de campesinos. un indio saluda con su mano doblada hacia adentro, bajo el poncho, mostrando su desconfianza. Chicha: Bebida a base de maíz fer mentado Chuchaqui: Estado de malestar que sigue a la borrachera
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El ca mpesino no quiere con fiars e en for áneos o en pro mesas estériles, sino en sus propios recursos en sus auténticos valores que sienten en carn e propia el motor de la rea cción c reado ra . El indio necesita el al fab eto con urgencia , pero a su te mp rana ed ad, cuando su mente está despejada y predispuesta y no cuando agobiado por la edad, maltrecho por el forz ado trabajo y aniquilado por el vicio del guarapo, e mpieza su agonía en el rodar inexora ble de la involución. ( Del Informe de La Esperanza, Imbabura)
El habitante de la costa es locuaz, expansivo, cortés. Ríe a menudo y está siempre dispuesto a dialogar en una prosa barroca, plagada de imágenes tropicales. El indio de la sierra es reservado, estático, inmutable. Sonrisa corta y solemne. Ambos tienen también el pedazo de alegría que les deja vivir en el mundo aparte. La marimba en Esmeraldas. Un ritmo frenético que sac ude a los negros durante horas en un trance hipnótico, que los empapa de sudor y trago blanco, mientras los tambores golpean en la noche y se repiten a lo largo del río. Hay reverencias, sombreros blancos, polleras de colores, pies descalzos sobre el piso de tablas. Los gritos avivan la curiosidad de los que no se animan a entrar. La danza es una conquista amorosa llena de rechazos y galanterías. Música de viejos, herencia milenaria que los jóvenes admiran, mientras sus corazones se queman en el ritmo de la cumbia colombiana. Y el indio baila también. Baila al son de su bandita de tambor y flauta. Una música larga, un ritmo que parece venido del viento. Con las manos cruzadas a la espalda, la cabeza erguida, el cuerpo tieso. Los negros y los indios bailan y juegan: a las damas en Borbón, al cuarenta en Mariano Acosta, donde la ventana abierta de la Casa Parroquial, dejar oír los gritos del cura que va ganando. Afuera llueve, pero ellos han hecho una hoguera que lanza fogonazos contra la pieza oscura donde los jugadores rodean la única vela que les queda. Suenan las guita-
Un trocito de caña de azúcar; es todo su almuerzo.
Guarapo: Bebida fermentada y tóxica Marimba: Instru mento musi cal p ar ecido al xiló fono p ero construido con l enguas de madera y cañas, que se toca acompañado de tambores
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rras y los gritos. La jarra de chicha no descansa. Las muchachas bailan con el niño sujeto a la espalda y dormido. Ahora ríen y el alcohol les va poniendo la sangre de fiesta. Allá en Borbón, un niño recorría la barraca, martillo en mano, aplastando los clavos que lastiman los pies de los bailarines. Aquí en Mariano Acosta, la llovizna no alcanza a mojar la tierra secada por el fuego y los pies desnudos de los incansables. El negro sabe contar su pena y su alegría, rodeándolo todo de palabras saboreadas y antiguas, con metáforas que se pegan como los colores de sus vestidos de fiesta, que retuercen las frases hasta una fantasía que sólo puede heredar de la selva.
Un cayapa tocando la marimba
Es el caso de un hombre del lugar que se llamó Maclovio Cortés, agricultor y de escasos recursos económicos, se enfermó del hígado y de mucha g raved ad; por no habe r aquí facultativo de cidió viajar a Li mon es a cur arse , pe ro co mo no tenía có mo pag ar el fl ete d e una, ni p ara alquilar un a c anoa y paga r un boga, esp eró que ll ega ran los ba rcos , el juev es qu e y a habí a este medio de transporte ya se encontraba más delicado de salud. Emprendió el viaje, pe ro al llegar a Li mones , el doctor est aba fu era del lugar; quiso viajar a San Lorenzo, pero no había bar co de salida para dicho lugar; hubo que esperar la salida del bar co para Esmerald as hast a las cinco d e la mañ ana d el día vi ern es, llegando a la c iud ad indic ada despu és d e o cho ho ras . P or la ta rde asistió al Hospital aún más postrado que después de dos días y reposaba dormido en la eternidad. Es penoso ver cuando niños sin cuidado y pe rsonas mayores e n o cas iones se p egan al río pa ra cal ma r su s ed , ot ros en los servicios están arrojando los desperdicios al líquido apreciado como cumpliendo o cerrando el ciclo ecológico. El c aso d e un a seño ra que por d elic ade za no l a identi fico, manda a una niña a que le pase agua, co mo no había en casa , la pequeña to ma c a mino al río y se p rovee d e agua en una calaba za , regresa la niña a oscuras y la señora solicita beber en la cala baza. Al pegar los pri meros tr agos siente que sus labios son aca riciados por algo ya sólido, se sorprende, escancia el líquido para Cuarenta: Juego de naipes Boga: Remero
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satisfacer su sorpresa y ésta se agiganta al ver que cae una obra maestra del aparato digestivo. (Del Informe de Borbón, Esmeraldas)
El indio sin tierra está sometido a la providencia de sus brazos. Emigra cuando las cosechas son malas y pone su fuerza desgastada por un plato de comida. Así se le ve en los subur bios de Quito o Guayaquil, como cargador de pesados bultos a la espalda. Es un friso que se alarga en el paso corto y rápido por los caminos de la montaña, que se detiene a la puerta de la choza de barro, que se pasea borracho los domingos, seguido de su mujer impasible. Jornale ro es el que no posee terreno de cultivo, habitación, profesión, poca o ninguna instrucción, pero muchos hijos, privaciones y necesidades . Cuando llega a la ciudad se aco moda a vivir —si así puede llamarse— en tugurios, en condiciones infrahu ma nas sin comodidad y abandonado a su propio destino, sin esperanza de reivindicación. Es una clase silenciosa y muda que vive a la de riva, drogada d e r esignación. No sab e si al despertar ten drá o no la conquista del pan ama rgo para llevar a su desnutrida y desarrapada familia. Los jornaleros tienen una paga diaria de diez sucres sin comida y o cho suc res con d er echo a ell a , cu ando tr abaj an en la po blación, pero cuando trabajan en haciendas el salario es de seis sucres con comida y, anualmente cada hombre debe, en forma obligatoria, devengar tres días de yanapa en la hacienda vecina, por haber utilizado c a minos , hie rba de pastor eo o leños d e los montes , esto en trat ándose de los indios que no son huasipungueros.( Del informe de La Esperanza, Imbabura)
Plaza de barro, iglesia de barro y paja. Cerdos atados a la puerta hociqueando el barro. Pueblo caído de la montaña. Niños
Yanapa: Obligación de trabajo voluntario que adquiere el campesino con el patrono de una hacienda, un número de días a la semana o al mes,según convenio por ciertos beneficios que recibe; como utilizar caminos, leña o tierras de pastoreo Huasipungueros: Indio que trabaja una parcela de tierra otorgada por el dueño de la hacienda y donde levanta su choza y cultiva
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Campesino de la sierra.
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descalzos, con una camisita corta, empapada, que apenas tapa el ombligo. Piel reseca y oscura. ancho pie, uñas carcomidas por el barro. —Buenos días doctorcito. —Mucho gusto patroncito. La muchacha blanca bajo la lluvia, regalando: — Para usted. A tí ya te dí. La fiesta. Los regalos. Una bolsita de plástico con frijoles hervidos, una papa, una zanahoria. Bolsitas bajo los ponchos azules empapados. Historia de la región: Hace cincuenta años atrás, un puñado de aventureros invadieron estas montañas, gente humilde y pobre, con su perseverancia y sacri ficio llegaron a obtener una parcela de cinco hectáreas de t erreno laborable y así hago conocer que en Sigsipamba, existe el mini fudio. (Del In forme de San F rancis co, Imbabura)
—Mucho gusto. —Es el Reverendo, pues. Piel cetrina, sotana raída, ojos de pájaro. —Chicha doctorcito ¡En jarra limpita! —Llevo cuatro años aquí: ¡Imagínese!' —Traguito doctor. —¡Dame por ver nomás! El niño corre con los piecitos torcidos escondiendo su regalo bajo el poncho. —Mucho gusto. Camisa mugrienta. Encantado Presidente. Chumado y riendo. Sin dientes. Encías marrones de tabaco. Ojos apagados por el chuchaqui. —Como Presidente del Cabildo, quiero decirles... —Aquí no llueve. En el corredor patroncito. Ellos como condenados, como clavados en la paciencia de la lluvia helada. Campesina de la sierra. Chumado: Ebrio
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El indio productor de ponchos, chalinas, cobijas, etc. para poder solucionar el sustento diario, se ayuda con la venta de sus animales domésticos co mo cuyes, gallinas y otros animales, otros indígenas que no disponen de esta ayuda de los animales, de dedican al hurto. (Del Informe de San Roque, Imbabura)
Presidente de Puetaquí. Presidente descalzo. Indio Honorio Presidente. Poncho hasta abajo. El pecho desnudo y flaco. Las manos pequeñas y anchas como piedras oscuras escondidas a la espalda. Sesenta y dos años indio bajo el sombrero achaparrado como una hoja muerta. —La chicha en jarrita lavada, doctor. La hizo ella, pues. Se levanta del barro y entrega una mano pegajosa y vieja. —¡Que gusto la fiesta! —Soy el coordinador. ¿T uvieron mal viaje? —Que vengan los niños aquí abajo: ¡vamos! A ver. Aquí no llueve. Para usted. Ahí está bien. Ahora tú. A ti también. ¡Vamos! ¡Vamos! Aquí abajo. El regalo se calienta en las manos, se deshace contra el estómago vacío. —Quieren mirarlo doctorcito. Usted trae el camino. Mire el cerro. Desde allá bajan treinta niños todos los días. Vienen a pie. T res horas bajando a la escuela. No se vaya a olvidar de este indio pobre, no se olvide de la escuela allá arriba. ... ade más la vieja escuela de Bareque, a menaza con venirse abajo, ya que no puede soportar sus t reinta y cinco años d e e xisten cia, representando de esta man era un constante peligro; sus condiciones higiénicas son deplorables con un piso de tierra que produc e mucho polvo y provo ca en fe r medad es en los niños .
( Del Informe de Chugá, Imbabura)
—¡A comer! Pase usted primero doctor. Piso de tierra, tablón y bancos. —Salgan ustedes que estamos jodidos si se apaga la vela. —Ya tienen los regalitos: ahora se van, pues. —¿Más cuy patroncito?
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Campesino de la costa en la Provincia de Esmeraldas.
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La mano va a la boca y se queda como pegada entre los dientes rotos. La puerta tapada de ponchos húmedos. Hay olor a tierra después de la lluvia. A animal dormido. Ojos resbalando sobre los platos. Una risa llena de maíz blanco. Barriga hinchada y fiebre. —Disculpe. He visto tanta gente... —En el valle de Chota crece todo hermanito: tomates, ciruelas, uvas, papaya. —¡Linda la fiesta! —Saca ese perro. Deja luz a la puerta. —El Chota es la barriga del Ecuador. —No sé qué quiere decir Imbabura, pero no es quechua. —Nosotros no podemos hacer el camino, fíjese, pero ellos vienen y se llevan el oro arqueológico con buldozers. —El Imbabura llora de noche, es cierto. La fiesta de a pedacitos en la puerta. Caña mascada. Silencio en la lluvia sobre el Imbabura que llora. —Llora taita curita, sí que llora. —Es el viento que pasa por las piedras. —Gracias. —No. Es la nov ia de A tahualpa que a ca ba de sacar se el vestido de oro y plata para salvarlo. —Chicha patroncito. —En el Chota hay negros de dos metros de alto. De allí salen las mejores sirvientas del país. —Aquí, además de Dios, se precisa otra cosa... -- Jesús nació en el Chota, pero no pudo llegar a «Mariano Acosta». La Iglesia aún no hace nada. Apenas ofrece la salvación del alma o la felicidad ultrate rren a. Más ese fatalis mo producto de c reen cias pasadas y de religión mal nutrida, le hacen presa fácil de exploradores
Campesina de la costa en la Provincia de Esmeraldas. Taita: P adre, protector Atahualpa: Ulti mo inc a del I mpe rio Inc aico . Captu rado y cond enado a mo rir , en el garrote vil, por Francisco Pizarro después, de que cumpliera con el pago de su rescate en oro y plata.
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mal intencionados que, co mo el conquistador colonial le hizo creer que era un Wiracocha. La Iglesi a debe ayuda rle a consegui r lo que hu mana mente necesita: pan, techo y salud no en for ma de dádiva ni de caridad que son ofertas hu millantes, sino desprendiéndose de sus propiedades extensas, entregando la tierra que necesita con facilidades de pago que le per mita convertirse d e paria en ele mento p roductor. (Del Informe de La Esperanza, Imbabura)
Debe tener unos cincuenta años, pero la cara chata y cobriza, el pelo negro, el cuerpo magro y recto, le hacen todavía joven. Está sentado a la puerta de su choza, en un escalón de barro que le sirve de poyo, sin un saludo, sin una mirada fuera de su ensimismada tarea, escondido tras el sombrero negro de lana machacada. El pueblo se extiende por una sola calle polvorienta, cruzada a veces por las polleras de colores, por los perros, las gallinas y los cerdos. Sale humo por las ventanas. Una niña aviva el bracero donde hierven los granos y la papa del almuerzo. Parece que nada puede ocurrir aquí. En este pueblo perdido en la montaña, sin agua, sin caminos, sin comida, el hombre parece el único empeñado en demostrar que la gente está viva. Con fuerza, con precisión con larga paciencia, pasa la palma de su mano sobre el cuero mojado encima de la horma de madera. Es un talabartero con la mano en carne viva. Ya vendrá quien le compre su trabajo, quien le compre su paciencia, quien detenga su mano hasta que sane y por unos pocos sucres, consiga demostrar que el talabartero sigue vivo y sangrando.
Niños de la sierra en la escuela
El obrero indígena , par a produci r un poncho y medio , inviert e en materia pri ma una arroba de lana , que cuesta doscientos veinte sucres, en algodón, cuatro libras con un valor de dieciseis sucr es. P a ra qu e salg a al me rc ado un poncho ti ene qu e t rab aja r trece días, vendiendo al intermediario a doscientos sucres y luego el intermediario lo rev ende obteniendo ya una ganancia d e cincuenta sucres y mucho más, mientras que el productor apenas gana
W iracocha: No mbr e de un dios de la mitologí a in ca . E ra un dios que vendría por el mar.
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productor apenas gana en trece días cuarenta y seis sucres, dando un diario aproxi mado de cuatro sucres. (Del Informe de San Roque, Imbabura)
En la sierra el analfabetismo llega al cincuenta por ciento y aumenta en la costa. En Esmeraldas hay pueblos enteros que no saben leer ni escribir. No se ve un papel impreso. A veces, el dueño de la radio a transistores transmite las noticias que le parecen importantes. Alguien preguntó por un presidente que había muerto hace doce años. Todos padecen de desnutrición en primero y segundo grado: se duermen mientras alguien les habla, acosados por una debilidad que no pueden desterrar comiendo caña y plátanos. Las escuelas están casi vacías. Algunos bancos de madera tosca, un pizarrón para el maestro, una palangana con agua, en un rincón, para el aseo mínimo de los niños. «Comemos lo que da la tierra», dijeron unos campesinos que iban al trabajo sin desayunar. «Pero lo que da la tierra aquí siempre es lo mismo»: papas, habas y arroz en la montaña. Caña, coco y algún pescado cuando el río Santiago deja pescar, en la costa. Ropa escasa y pobre, pie desnudo casi siempre. Poncho y sombrero. El campesino indígena trabaja de sol a sol. Se dice que es indolente, pero nunca se le ve ocioso. Sus trabajos de labrantío recuerdan a veces ciertas memorias bíblicas, sobre todo, por la tenacidad que se necesita para trabajar en tierras altas, en el páramo, con instrumentos primitivos y con pocas fuerzas para entregar en la jornada. No hay caminos. Van a pie flanqueando las mulas cuando las tienen, en días de viaje hasta el mercado más próximo donde entregan sus productos a precios en los que siempre pierden. Los chulqueros les fijan sus ganancias. Los chulqueros le compran la cosecha en verde, es decir: les prestan dinero
Chulquero: Intermediario Cosecha en v erde: El inter media rio le presta dine ro al c a mpesino calculando el rendi miento de la cosech a sobre el trigo o maíz re cién se mbrado v luego éste debe salda r la deuda en el mo mento de la venta. C asi nunc a pued e cu mplir su co mpromiso.
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Mujeres campesinas en el mercado, para ofrecer sus productos.
para plantar y luego se quedan con todo. El jeep anduvo tres horas por una sola hacienda poblada de cocoteros y ganado enfermo. Lo que cosecha en sus parcelas se reduce a: cereales, tubérculos, legumb res , esc aso ganado vacuno , ovejas, chanchos , gallinas y cuyes. Los campesinos los distribuyen de acuerdo a las exigencias de la época y auscultando el tie mpo reinante y el porvenir según sus experiencias. Es así que de su cosecha, una parte las venden en «hierba» para suplir necesidades de emergencia: fiestas, compadrazgos, pleitos, en fe r medad es o adquisiciones urgentes. Otra parte la destinan a la alimentación; otra guarda para semilla y, el remanente, que desde luego es insignificante, para vender en las consignaciones
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consignaciones a los negociantes acaparadores que imponen arbitrariamente, el precio en el me rcado sin ser controlados por ninguna autoridad. (Del Informe de La Esperanza, Imbabura)
Se iniciaba el camino «Mariano Acosta-Ibarra». La minga estaba lista. Sobre el barranco habían clavado, atada a un palo, la bandera de Ecuador. Bajo la lluvia del páramo escuchaban los discursos en silencio, apoyados en sus palas, en sus picos, en sus machetes. Una banda indígena hacía sonar siempre la misma melodía. Corría el anisado caliente. Debajo de una choza improvisada, preparaban la comida para los invitados. La senda se abría después de un arco fabricado con ramas y papeles de colores. Un hombre se adelantó y alzó la cabeza hacia donde estaban ubicados los visitantes. Pequeño, empapado y sosteniendo con una mano la brida de su caballo, levantó la otra hacia el cielo y gritó: ¡Al fin le vamos a ver la cara a Dios!
¿Qué puede esperar él del futuro?
Minga: Trabajo voluntario
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6 Los campe s inos se une n
L o gíst ic a p a ra la m o v iliza c ió n Era una mañana terriblemente calurosa y húme da. Habíamos dejado abierta la puerta y las ventanas del viejo y decrépito edificio de madera, pero, en vez de la esperada brisa refrescante, sólo nos llegaba el olor nauseabundo del metano de los pantanos circundantes. Empapados de transpiración y amodorrados, nos parecía que las palabras de Gonzalo de Freitas, explicando las razones de la reunión, venían desde muy lejos. Los delegado s de la mayor parte de los CICR de Eloy Alfaro habían venido a recibir instrucciones respecto al lugar y a la hora en que debían reunirse para trasladarse a Quito para los Encuentros. Era tarea considerable la de movilizar a unas 300 personas dispersas en un área de más de 16.000 km 2 . La tarea se complicaba más aún en la selva debido a la falta de transporte. Para muchos, el llegar a este punto de reunión representaba un viaje de un par de día s, o má s, según f uera la «voluntad» del r ío, en canoas o piraguas. Ha bían hecho este sacrif icio para asistir a esta reunión y tendrían que repetirlo si es que querían llegar a la capital dentro de dos semanas. Faltaban algunos delegados, pero alrededor del mediodía alguien avistó una canoa en lontananza. Una m edia hora de spués, el remero alcanzó la orilla y, dejando su primitiva embarcación, atravesó el pantano. Alto, negro y extremadamente delgado, su cuerpo cubierto de barro -seco, vistiendo pantalones deshilachados y con el pecho descubierto, tenía un aspecto fantasmal. Al extender su largo brazo para estrechar nuestras manos, se desmayó. Después de recuperarse,
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nos dijo que había remado durante dos días sin alimentos, porque su piragua se había volcado dispersando todas sus provisiones por el río. Le dimos café fuerte, sopa y algunos sandwiches para que pudiera integrarse a la reunión. Cuando entró en el recinto, todos se quedaron silenciosos. Él permaneció de pie y solicito permiso para hablar. Con voz profunda y solemne, en un español hermoso muy bien modulado, expresó lo que había venido a decir. Estoy seguro de que se había repetido estas palabras muchas veces a sí mismo, durante los días y noches de solitaria jornada por el río hostil. Dijo: «Soy un hombre pobre. T odos somos muy pobres en mi aldea. Pertenecemos a los 'olvidados' de esta tierra. Soy tan pobre, que el día en que muera tendré que mirar a mi alrededor para no caer muerto en lugar ajeno». Echando atrás la cabeza, con los ojos entrecerrados, como lanzando un a invocación, nos miraba. Continuó: «Estoy aquí porque creo en ustedes, porque creemos en nuestro ECU-28. Ustedes vinieron a nuestra aldea y nos dijeron cosas interesantes. Los escuchamos y ustedes nos prometieron que volverían; y volvieron y nos invitaron a esta reunión donde veo a m uchos hermano s que también son pobres, es por esta razón que estoy aquí: porque cumplieron su promesa. Ahora nos dicen que iremos a la gran capital de Quito y les creo. Dicen que unos señores importantes nos escucharán de verdad esta vez, y yo les creo.» Intercambiamos una mirada de grata sorpresa cuando le oímos usar el posesivo en relación con ECU-28, pero rápidamente nos volvimos a concentrar. Después de un silencio tenso, extendió su brazo lentamente, alzando un dedo y agregó en voz muy baja y triste: «Ya no tengo recuerdo de las muchas veces en que nos han dicho mentiras. No tengo recuerdo de las veces en que nos han traicionado. Ninguna de las promesas que nos hicieron señores importantes que vinieron de visita fue jamás cumplida. Pero ahora nos parece que ustedes son personas que cumplen sus promesas. Nuestro querido maestro el señor Guevara también nos ha dicho que ustedes son personas de bien. De modo que ahora les creemos».
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Y alzando la voz en forma repentina, a la vez que nos señalaba con un dedo a los que estábamos sentados en la mesa principal, terminó en tono de advertencia: «Pero debo agregar una última palabra: ¡Si se nos traiciona una vez más, les prometo que ningún extraño volverá a poner pie en nuestra aldea!». Entornando la cabeza muy lentamente, observó a los asistentes como si aceptara la tácita aprobación de sus pares. Consideramos que era muy poco lo que podíamos agregar, de modo que, después de algunas instrucciones adicionales levantamos la sesión. Nos alejamos del viejo recinto preñados de pensamientos candentes. Reuniones similares para dar instrucciones a la gente respecto a su via je a Quito se rea lizaron en m ucho s lugare s de la región. La logística era difícil y compleja. No obstante, tuvimos la suerte de contar con el apoyo, técnico y material del ejército y de la f uerza aérea para transportar a los delega dos a la capital. En Quito los delegados se alojarían y celebrarían sus reuniones en la Escuela Normal Manuela Cañizares. Había intensa actividad en nuestras oficinas. Nos ayudaba la mayor parte del personal de la MAE, así como miembros de otras instituciones públicas y de los ministerios. Se estableció un sistema de atención médica, así como una red de información interna. Las cocinas estaban muy bien abastecidas y se organizaron dos oficinas administrativas, incluso un centro para reproducción de documentos. Un «pool» de secretarias estaba a la disposición de los delegados. Parecía que no se nos había escapado ningún detalle y estábamos todos francamente entusiasmados; cuando por fin llegó el día del Encuentro. Los Encuentros Provinciales Los tres Encuentros Provinciales y el Congreso de Campesinos que siguió, se realizaron entre el 19 de julio y el 6 de agosto de 1972. Asistieron más de 300 campesinos, ya que, además de los delegados, algunos vinieron como observadores. El primer grupo vino de la provincia de Imbabura; el segundo de la provincia de Carchi y, finalmente del cantón de Eloy Alfaro, en la provincia de
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de Esmeralda s. Ca da gr upo se reunió durante dos días, dividiéndose los delegados en comisiones de educación, salud, artesanías, comercialización, agricultura y comunicaciones. Cada comisión utilizó como documento de base para sus reuniones, la síntesis preparada a partir de lo s informes de los CICR, por los expertos de la MAE y de ECU-28. Por cada comisión se encontraban presentes tres consultores: un experto internacional, uno de la MAE y otro nombrado por el ministerio respectivo. El papel de los consultores era de intervenir sólo cuando se lo solicitaran los delegados para aclarar materias técnicas o dudas que pudieran surgir de las discusiones y ponencias. Actuaban además como relatores y, junto con tres miembros elegidos de entre los delegados, tenían que redactar el informe final de la comisión respectiva. Las discusiones eran animadas y se analizaban los problemas con gran profundidad. Pronto empezó a aflorar una conciencia regional, se destacaron proyectos específicos y se establecieron prioridades. Resultó sorprendente observar cómo se modificaban dramáticamente actitudes tradicionales que percibían los problemas como estrictamente locales. Todos los delegados, al encontrarse entre iguales y al compartir problemas mutuos, estaban llegando a la etapa en que comprendían que el único camino para satisfacer sus necesidades más esenciales era el de actuar en conjunto, formando un frente común. Esto se hizo patente en todos los informes de las comisiones. Antes de los Encuentros, algunos miembros de la MAE, así como de instituciones gubernamentales, habían expresado su temor de que el resultado de las reuniones fuera una colección de petitorios que pondrían al Gobierno en situación muy difícil. Estos temores resultaron infundados, ya que en vez de petitorios, el resultado final fue un paquete de proyectos y proposiciones admirablemente coherente. Durante las jornadas de organización habíamos insistido ante los miembros de los CICR en que todas las proposiciones a ser aprobadas durante los Encuentros deberían tomar en cuenta: a) los recursos financieros muy reducidos que estaban disponibles y b) la máxima incorporación de recursos generados a nivel local. Esta segunda condición creó grandes dudas entre los miembros
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de los CICR, en vista de la pobreza existente. Sin embargo, después de percatarse del potencial de su recientemente adquirida comunicación horizontal, llegaron a convencerse de que, por medio de una cooperación mutua y de una organización dinámica iban a ser capaces de lograr mucho más de lo que habían imaginado. Fue realmente fascinante descubrir que la mayor parte de los proyectos presentados eran de bajo costo y, por cierto, mucho menos onerosos que muchos otros diseñados en una oficina de planificación nacional. Cada grupo provincial se reunió durante dos días. A continuación se destinaron tres días a la redacción de los informes finales, antes de la llegada del grupo siguiente. Se pagó una suma fija a cada delegado para compensarlo por la pérdida de ingresos durante su participación en el Encuentro. Al terminarse éstos, se habían producido 18 informes especializados, seis por cada provincia, que cubrían todas las materias en las que se habían dividido los Encuentros. A nivel regional, esto representaba tres informes sobre cada tema. Cada informe se dividía en: a) descripción y diagnóstico del problema; b) evaluación crítica de las medidas adoptadas en el pasado, o actualmente en curso, para resolver los problemas; c) división de la provincia en áreas de prioridad; d) lista de los proyectos propuestos, en orden de prioridad; e) contribuciones que supuestamente serían generadas a nivel local (trabajo voluntario, herramientas y maquinarias, intercambio de experiencias); f) evaluación de la necesidad de contribución externa, especialmente financiera y de asistencia técnica. Los expertos elaboraron una nueva síntesis de los informes como documento de base para el Congreso Regional de Campesinos que se realizó inmediatamente después de los tres Encuentros. El Congreso Regional de Campesinos Dur ante lo s Enc uentros se acor dó que ca da uno de lo s CICR eligiera a uno de sus miembros para participar en un 117
un Congreso Regional. El objetivo principal de este congreso era el de sentar las bases para un Plan Regional de Desarrollo Rural. El Congreso se realizó entre el 4 y el 6 de agosto. Estaban presentes 54 delegados, más un cierto número de observadores regionales, además de los expertos nacionales e internacionales. Algunos funcionarios de alto nivel participaron en diferentes sesiones, incluso algunos miembros del gabinete ministerial. Debido al interés suscitado por los Encuentros en diversos círculos, varios miembros del cuerpo diplomático solicitaron permiso para asistir como observadores. Los delegados, en conmovedora afirmación de su recientemente adquirida solidaridad regional, eligieron como presidente al único indio Cayapa que se había quedado para el Congreso. El representaba al grupo más aislado de la región — un grupo de habitantes de la selva, en Eloy Alfaro— y era el primero de su tribu que había llegado a ser profesor primario. Hombre de singular inteligencia había asumido su papel con gran eficiencia y dignidad. Su habilidad demostró ser un factor decisivo en momentos difíciles, como se verá en un capítulo siguiente. Los delegados del congreso estaban actuando a estas alturas, como «veteranos»; los acuerdos se lograban con una taza de café en la mano y las propuestas se redactaban en los pasillos; se ponían de acuerdo sobre estrategias de grupo para discutirlas en las sesiones plenarias. Era una dinámica en su mejor expresión, y los resultados fueron excelentes. Después de largas discusiones se acordó dividir la región en 12 zonas. Un sub-plan debía diseñarse para cada zona. Se daba por entendido que todas las parroquia s comprendida s en una zona actuarían como un frente común en la ejecución de los diversos proyectos con sus prioridades establecidas. T odos los proyectos individuales propuestos por las comisiones del Encuentro fueron discutidos hasta llegar a establecer una lista de las prioridades finales que se ajustaban a las nuevas sub-divisiones zonales de la región. Después de completar la revisión, discusión y documentos, la plenaria eligió a 15 miembros (cinco por cada provincia) para integrar la Comisión Regional de Planificación. Esta comisión
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estaría encargada de la versión final del Plan de Desarrollo Rural, en cooperación con los expertos nacionales e internacionales. En cuanto entidad permanente, actuaría de enlace entre las autoridades nacionales y los CICR de la región. Además, supervisaría la ejecución de los proyectos y actuaría como canal de retroalimentación. Para garantizar un mínimo de eficiencia en la acción, ECU-28 había decidido contribuir con 11 radio-transmisores. Uno debería ser colocado en la central de la MAE y el resto instalado en diferentes puntos de la región. Se esperaba aumentar el número más adelante, para que cada una de las 12 zonas tuviera su propio equipo. De esta forma se podría establecer una comunicación diaria y estaría disponible la información actualizada del avance y de los problemas de cada proyecto individual. El emplazamiento de los equipos fue decidido por los miembros de la Comisión de Planificación Regional. El acontecimiento había tenido un éxito completo. Los delegados rurales eran los principales responsables de este éxito, pero la entusiasta cooperación de muchas otras personas también había sido decisiva. No podría nombrarlos a todos. No obstante, y pensando en ECU-28, quisiera destacar la abnegación y eficiencia de algunos en particular: Samuel Ruiz Luján, el experto en cooperativas; Carlos Argüello, nuestro oficial administrativo y Gonzalo de Freitas, el experto en Comunicaciones. La calidad de su trabajo así como la dedicación a su tarea, facilitó grandemente el desarrollo armonioso y favorable de la empresa. Diecinueve días de una experiencia importante llegaron a su f in y nosotros consideramos que el resultado había excedido con mucho nuestras expectativas más optimistas. Se habían destruido mitos que perjudicaban a los campesinos. Estos habían probado su valor y nadie podía argumentar ahora que no estaban preparados para su participación total. Estimamos que producir un Plan de Desarrollo Rural Regional más coherente que el producido por los habitantes rurales durante las reuniones de Quito, habría sido una tarea difícil para cualquier equipo de expertos. Aunque la empresa había tenido éxito, nosotros nos habíamos
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agotado en el proceso. Meses de preparación, planificación y viajes, má s de 19 día s de intensa concentración y actividad nos tenían exhaustos. Estábamos listos para la celebración y después... a descansar. Sin embargo, no habría de cumplirse nuestro anhelo. En el éxito mismo de las reuniones se gestaba su vulnerabilidad. La experiencia más abrumadora, más devastadora nos esperaba a la vuelta de la esquina. Por alguna razón, la advertencia de nuestro amigo negro se presentaba a mi mente en forma insistente: «Si se nos traiciona una vez más yo les prometo que ningún extraño volverá a poner un pie en nuestra aldea». Y lo que nos esperaba, tal como algunos ya lo sospechábamos, era la traición... una vez más.
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7 En e l mu n do pro pi o
Ine sta b ilid a d y a ngustia El Proyecto tal como fuera concebido originalmente, debía durar cinco años, divididos en dos fases, de dos y tres años. Mi propia estada tuvo una duración de 18 meses. Algunos expertos se quedaron algunos meses después de mi partida, pero la segunda fase nunca se inició. No sólo se destruyó el Proyecto y la MAE fue absorbida por varios ministerios, sino que el proceso de participación campesina, estimulado con tanto éxito, también fue totalmente destruido. Este capítulo trata de la forma en que se produjo este desastre. No tengo respuesta a todas las preguntas relativas a este problema, ya que mi interpretación de los hechos puede ser incompleta. Sin embargo, hay bastante materia de reflexión en la historia que sigue. El Proyecto tuvo que operar en condiciones muy difíciles. Durante mi estada de 18 meses, tuvimos 'dos gobiernos, el segundo como resultado de un golpe de estado; cuatro ministros de Trabajo y Bienestar Social; cuatro Directores Ejecutivos de la MAE y cuatro Co-Directores de ECU-28. El cambio de gobierno representó una transición dramática de un autoritarismo civil fuerte a una dictadura militar, con todos los cambios ideológicos y políticos que semejante proceso implica. Los cambios no sólo afectaron a los niveles más altos de las instituciones nacionales, tales como la MAE, sino también al personal técnico. Durante el primer gobierno, mientras ECU28 aún estaba en sus etapas de organización e investigación, fueron despedidos varios Jefes de Departamentos y el Director Ejecutivo de la MAE. Despidos similares se produjeron con la
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ascensión al poder de los militares, de modo que nunca pudimos gozar de un nivel mínimo de continuidad. La metodología del Proyecto había sido aprobada por el primer Director Ejecutivo de la MAE y ratificada después por el segundo, Dr. Eduardo Borja. El fue incluso más allá de la ratificación y se convirtió, en teoría y práctica, en un partidario entusiasta de la filosofía del Proyecto. Durante los seis meses de su gestión, debido principalmente a su interés personal, pudimos realizar nuestra tarea en condiciones casi ideales. Fue durante este período que se emprendieron los numerosos viajes al terreno y que se organizaron los CICR. Habíamos avanzado tanto en nuestras actividades que los Encuentros de Campesinos se programaron para abril y mayo. La toma del gobierno por parte de los militares ocurrió en febrero de 1972 y un mes después se nombró a un coronel de la Fuerza Aérea como Director de la MAE. T odas nuestras actividades tuvieron que postergarse hasta que el nuevo Director estuviese bien informado, no sólo de la organización y objetivos de la MAE, sino también de las razones y metas del Proyecto PNUD-OIT . T uvimos la impresión de que el coronel Carlos Bandera s Román era una persona sensata, abierta a las ide as que el Proyecto trataba de impulsar. Nuestra impresión se vio confirmada cuando dio instrucciones al personal técnico de la institución para que cooperara totalmente con nosotros. Fue durante su gestión que empezaron a llegar los informes de los CICR. Impresionado por el contenido y la calidad de los informes, autorizó la publicación del libro «En el Mundo Aparte». Se estableció una nueva fecha tentativa para la reunión de los campesinos. Fue a esas alturas que empezó a aflorar una inesperada hostilidad para con el Proyecto. Todos los lunes, los expertos de ECU-28 y de la MAE destacados al Proyecto se reunían con el Director Ejecutivo. Fue en un a de esas re union es en que do s de lo s experto s de la MAE, uno de ellos Co-Director de ECU-28, repentinamente manifestaron dudas respecto a la representatividad de los miembros que constituían los recientemente creados CICR.
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Considerando que ambos, especialmente el Co-Director de ECU-28 habían estado directamente involucrados en el proceso, esto nos resultó muy desconcertante. Aunque sentíamos temor por el resultado de nuestra empresa, nada podíamos hacer. Finalmente decidirnos que estas dos personas que duda ban de la representatividad de los CICR hicieran un viaje por la región y dilucidaran dichas dudas. Ellos probablemente no esperaban semejante decisión de parte del Director Ejecutivo e indicaron entonces que no tenían objeciones respecto a los CICR de Carchi y de Eloy Alfaro (curiosamente las dos áreas más inaccesibles), sino solamente a los de Imbabura. El resultado de este viaje fue que de un total de 160 representantes de los CICR, sólo se substituyó a seis. Este aparente error de parte de ellos les alimentó un resentimiento que se manifestó más adelante en una serie de intrigas muy perjudiciales. Dos semanas antes de la fecha programada para la iniciación de los Encuentros de Campesinos, el coronel Banderas fue trasladado a los Estados Unidos y se nombró a un nuevo Director Ejecutivo, un mayor de la Fuerza Aérea. Nuevamente tuvieron que detenerse las actividades y se postergaron las reuniones. Transcurrieron dos meses antes de que estuviéramos listos para empezar de nuevo. Habiendo obtenido el apoyo del nuevo ejecutivo, se fijaron las fechas de los Encuentros. Fue así como los campesinos se juntaron en Quito entre el 12 de julio y el 6 de agosto de 1972. La mayor parte de los expertos, nacionales e internacionales, incluyéndome a mí, estábamos tan ocupados en la preparación del acontecimiento, que no teníamos tiempo o inclinación para inquietamos por otras cosas, o, incluso para percatarnos de algo que no estuviera directamente relacionado con nuestra tarea inmediata. Esta falta de percepción resultó ser desastrosa. Persona Grata «En el Mundo Aparte» salió de la imprenta diez días antes de los Encuentros de Quito. Muchas copias fueron distribuidas,
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incluso a miembros del Ga binete. La primera copia estaba reservada para el Presidente de la República, general Rodriguez Lara. Fue en ese momento en que recibí una invitación del jefe de Gobierno para visitarlo en el palacio presidencial en compañía de los expertos del Proyecto. Cuando entramos a su despacho nos recibió con gran cordialidad y nos invitó a sentarnos en los cómodos sillones que rodeaban su escritorio. Estaba de uniforme y sobre su mesa podíamos ver la copia del libro. Después de unos minutos de conversación informal alzó el libro diciendo: «Es una vergüenza que a estas alturas del siglo XX exista todavía en nuestro país un mundo aparte. Sin embargo es una realidad y es preciso realizar todos los esfuerzos necesarios para ponerle fin. En este sentido ustedes cuentan con mi respaldo para la tarea que están llevando a cabo. Quiero agradecerles personalmente a nombre de mi Gobierno y del pueblo ecuatoriano por lo que están haciendo». Mencioné que la red de participación que habíamos organizado y que esperábamos consolidar durante el Encuentro de Campesinos, era totalmente congruente con lo que él había descrito en su Plan y Filosofía del Gobierno Nacionalista Revolucionario. Esto pareció agradarle, por lo que agregó: «No puedo concebir una mejor manera de planificar que la que ustedes han diseñado». No sólo expresó su satisfacción dirigiéndose a mí y a mi equipo, sino también al Director de la MAE que estaba presente. Nos retiramos de su despacho muy satisfechos y con renovado optimismo. Estimábamos que el Encuentro de Campesinos no podía iniciarse bajo mejores auspicios. No obstante, pronto comprobamos que nuestro optimismo era infundado. Intriga y traición Cuatro días antes de que se realizara el primer Encuentro, recibí un lacónico memorandum del director del MAE que decía lo siguiente: «Cúmpleme comunicarle que, siguiendo órdenes superiores, las siguientes disposiciones deberán cumplirse durante el Encuentro de Campesinos: 124
1. No se debe distribuir ninguna publicidad o información. 2. Se prohíben todos los actos fuera del recinto de las reuniones técnicas. 3. Todos los actos deben realizarse dentro del Colegio Normal y ahí debe disponerse el espacio necesario para cualquier agasajo de tipo social.» Ciertamente nos sorprendió esta comunicación, pero continuamos nuestra tarea sin mayor objeción. Más adelante nos informamos, en una conversación personal con el Director, que se temía que la Federación India del Ecuador infiltrara la reunión o influenciara a los delegados si abandonaban el recinto. En otras palabras, se temía que la ocasión pudiera ser usa da con fines políticos, por instituciones ajenas a los Encuentros. T ambién se me informó de que habría control policiaco permanente durante las reuniones. En conciliábulo con mis expertos les insistí en que todo debía realizarse con el máximo cuidado para evitar problemas o malas interpretaciones. Me invadía un gran malestar y el presentimiento de un peligro inminente. El primer encuentro fue entre los delegados de la provincia de Imbabura. Los resultados superaron nuestras expectativas. Todos los delegados trabajaron con gran dedicación y no se produjo ninguna situación que pudiera tener connotación política. El éxito en este sentido fue tan completo que el propio director de la MAE participó activamente en una fiesta realizada la última noche, cantando y tocando la guitarra. Nos sentimos muy aliviados y esperábamos los próximos Encuentros con la mente más tranquila. El segundo Encuentro, el de los delegados de Carchi, se desarrolló con el mismo ritmo y estilo que el primero. De nuevo se organizó una alegre fiesta con competencias de «cuarenta», un juego de naipes, en el que el Director de MAE y yo éramos contendores. T odo fue seguido de muchas risas y gran alegría. Resultó, sin embar go que ésta sería la última ocasión en que yo vería al Director, ya que, de ahí en adelante ni siquiera se me permitió entrar en su oficina. Se suponía que debíamos reunimos de nuevo al iniciarse el
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tercer Encuentro, esta vez de los delegados de Eloy Alfaro. Él no se presentó a la sesión inaugural. Supe después se estaba realizando otra reunión en la oficina del representante residente del PNUD, el Dr. Erich Lang, en la cual los ejecutivos de la MAE le estaban informando de que se iba a solicitar mi salida del país. Cuando el Dr. Lang me comunicó esta situación fue para mí el golpe más inesperado ya que se da ba en medio de un proceso cuyo éxito era espectacular. Informé a los expertos del Proyecto de esta situación, pero decidirnos que todo debía continuar com o si nada hubiera sucedido. Fue así como el tercer Encuentro se completó para satisfacción de todos y, tres días después, se inauguró el Congreso de Campesinos. Mientras estábamos intensamente ocupados con la organización de los Encuentros, se había movilizado toda una red de intrigas, llegando hasta las instituciones de Gobierno que tenían relación directa o indirecta con las actividades del Proyecto. Como resultado de esto, se hizo patente que se había tomado una decisión respecto a mi situación y que tendría que abandonar el país. El Dr. Lang hizo todo lo posible por concertar una entrevista conmigo y el Director de la MAE para discutir en conjunto la situación. Sus esfuerzos no dieron resultado y, después de insistir varias veces, se le dio a entender que si persistía en el intento, me vería obligado a dejar el país dentro de 24 horas. Otras circunstancias penosas se me hicieron presentes: descubrí, por ejemplo, que uno de mis expertos, nada menos que el que yo había nombrado Director Adjunto, había estado envuelto, directa y activamente en las intrigas lo que f ue para mí una gran decepción. Cualesquiera que fueran las ac usaciones en mi contra, el sentido común me indica que no es razonable enumerarlas y analizarlas aquí. Baste con decir que si el Proyecto hubiera continuado funcionando normalmente después de mi partida y del nombramiento de un nuevo Director, dichas acusaciones podrían haber sido fundadas. Pero no fue así. Pocos meses después, el Proyecto llegó a su fin, e incluso la MAE dejó de existir como institución independiente y su personal fue
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absorbido por los diversos ministerios. Mirando hacia atrás, al cabo de nueve años, me resulta evidente que el blanco de las intrigas era la neutralización de todo el proceso participativo y libertario desencadenado por ECU-28 y que en ese juego yo sólo era un obstáculo que había que eliminar. P e rso na no n gra ta Es sumamente difícil describir la sensación que produce la traición. Repentinamente todo se derrumba. Uno se siente abrumado por las acusaciones sin tener la oportunidad de defenderse ni de enfrentar a sus acusa dores. Se siente perplejo a la vez que impotente frente a los traidores. Todo aparece trastocado: la lógica, los valores, el comportamiento, las percepciones, el mundo entero. Lo malo es bueno, la deshonestidad es honradez, las mentiras son verdad y la traición llega a ser virtud. Pero por sobre todo, uno se siente aislado. Nadie puede compartir nuestra circunstancia. No hay comprensión ni apoyo moral que puedan dar sentido a lo ocurrido. Todo se derrumba, hasta uno mismo. Al escribir estas líneas después de nueve años, puedo decir sinceramente que pocos acontecimientos de mi vida me han deja do un a hue lla tan profun da como éste. La de dicac ión a la tarea había sido tan intensa que resultaba difícil descartarla como una experiencia más... La reacción de los campesinos Aunque la situación pasó desapercibida durante el Encuentro de los dele gados de Eloy Alfaro, habían llegado rumores, por canales que me son desconocidos, a los campesinos que se habían quedado para el Congreso. Estaba yo sentado en la tarima con otras autoridades de los campesinos durante una de las últimas sesiones plenarias, cuando ocurrió algo inolvidable. Uno de los delegados pidió la palabra y expresó más o menos lo
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siguiente: «Compañeros: T engo que hacer una proposición. Todos sabemos que nuestras comunidades son muy pobres, pero también hemos aprendido que podemos lograr muchas cosas si actuamos unidos. Les propongo lo siguiente: juntemos pequeñas contribuciones de todas nuestras aldeas para comprar un pasaje para que nuestro presidente viaje a las Naciones Unidas en Nueva York, se entreviste con el Secretario General. a nombre de los campesinos del noroeste del Ecuador, y le agradezca lo que las Naciones Unidas han hecho por nosotros por medio del Proyecto ECU-28. Sé que podemos hacerlo porque nuestros amigos se lo merecen». Este pequeño discurso nos conmovió profundamente. El Presidente pidió otras opiniones y un cierto número de delegado s apoyó la moción. Finalmente fue aproba da por unanimidad. El Presidente, el joven maestro Cayapa, declinó el hacer uso de la palabra y, dirigiéndose hacia donde yo estaba sentado me pidió que me pusiera de pie y me abrazó. Todos los asistentes se levantaron con una espontánea ovación y se dio por terminada la sesión. Este gesto valía más que mil palabras. Pocos meses después me encontré en Chile con uno de mis expertos y él me informó de que el Gobierno le había negado al Presidente el pasaporte, de modo que, a pesar de los sacrificios de los campesinos, el viaje no se había podido realizar.
Navarro una de las damas más distinguidas de Ecuador, me ofreció su apoyo incondicional y su posible influencia al más alto nivel. No acepté su ofrecimiento pero le guardo sincera gratitud. Mi jefe en Lima, y mentor en muchos sentidos, don Carlos D'Ugard, fue un amigo sólido y leal durante todo el proceso. Eduardo Ribeiro de Carvalho, Director Regional de la OIT y su Adjunto Julio Galer, me aseguraron que, a pesar del desastre, consideraban que el Proyecto había sido un éxito. Y, lo que no es menos importante, Abraham Guachamín, el chofer del Proyecto y Carmen Collahuaso, nuestra cocinera, estuvieron tan lealmente de mi parte, que su apoyo se convirtió en amistad de por vida. En realidad son los únicos amigos del Ecuador con quienes mantengo correspondencia permanente.
Otras reacciones Muchas personas, además de los campesinos, se vieron sorprendidas y afectadas por este inesperado re sultado. Despué s de todo, sólo habían transcurrido dos semanas desde que el Presidente de la República aprobara nuestro trabajo; dos semanas entre el Status de «persona grata» al de «persona non grata». Algunos miembros del Gobierno me dieron su apoyo moral. El capitán Reyes, de la Fuerza Aérea, uno de los ejecutivos de la MAE, expresó abiertamente su desaprobación ante lo ocurrido. Siempre le estaré agradecido. Doña María Cecilia de 128
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8 Muy lejos y hace mucho tiempo
Desarrollo e ilusiones Durante mis primeros años de economista cuando «miraba desde a dentro hacia fuera», yo creía que mi disciplina estaba evolucionando muy rápidamente. Cuando estudiaba en la Escuela de Economía de la Universidad de Chile, a principios de la década de los cincuenta, el tema central era el desarrollo económico, entendido generalmente como crecimiento económico. A fines de esa década y a principios de los sesenta se hablaba de los «aspectos» sociales del desarrollo, económico. Por ese entonces y algo más tarde, algunos iconoclastas, entre los que me contaba, incurriendo el desprecio de los economistas ortodoxos, hablábamos sobre la sociología del de sarrollo. Vino luego el período del desarrollo económico y social que fuera se guido sucesivamente por conceptos tales como desarrollo social puro y simple, «desarrollo integral» (había quién lo llamaba «desarrollo integrado»), el «enfoque unificado de l de sarrollo» y lo que fuera postulado principalmente por la Fundación Dag Ha mmar sk jöld en su inform e «What No w» de 1975, como «Otro Desarrollo». Permanecí dentro del grupo «in» hasta 1960. Después de escribir mi tesis sobre «Estructura Social y Desarrollo Económico», logré obtener mi título, pero ya no era muy bien mirado por los miembros de mi profesión. En ese tiempo, período de gran chauvinismo economicista en Chile, los temas que me inquietaban eran considerados como mera charlatanería. En consecuencia, me alejé de mi país para volver sólo 12 años más tarde, y por corto tiempo, ya que circunstancias políticas inesperadas 131
inesperadas me llevaron una vez más a abandonar voluntariamente Chile a principios de 1974. Durante mis años de peregrinación me fui desarrollando lentamente hasta llegar a ser lo que llamo un economicista descalzo». Descubrí a los «invisibles» que describo en los capítulos 2 y 3. Viví y trabajé durante años en su medio y me di cuenta de cuán lamentablemente inadecuada resultaba mi disciplina cuando debía interpretar la realidad «invisible». Desde entonces he estado «mirando desde afuera» he tomado conciencia de hechos que nunca me habían llamado la atención. Lo que había interpretado anteriormente como una evolución de la economía, resultó ser evolución sólo de palabras. Contábamos con un vocabulario más rico pero en lo concerniente a los sectores invisibles, sólo a eso se limitaba el alcance de la evolución. La miseria y el abandono continuaban siendo obscenos, a pesar de la insistencia en palabras y conceptos puestos de moda tales como «justicia social» y «participación». Es verdad que muchos economistas se inquietan hoy día por problemas fundamentales como la pobreza, las necesidades básicas y las necesida des humanas en general. Parecería que la disciplina está acercándose lentamente a la verdadera realidad. Sin embargo, aún queda por ver si investigación, teoría y acción llegarán realmente a converger. Estimo que suponer que serán gobiernos los que tengan la voluntad de mejorar realmente la condición de los sectores invisibles es ingenuo. La mayor parte de ellos, si no todos, tienen prioridades más urgentes, como la de construir represas gigantescas, por ejemplo. («Damn big dams», como lo dijo alguien en una frase intraducible). Se trata a los sectores invisibles como sectores «desechables». Se supone que pueden esperar y que de ben esperar. Ya les llegará su turno cuando el país esté económicamente fuerte. La experiencia demuestra que el desarrollo, ya sea como concepto o como acción concreta, nunca puede suponer la existencia de una armonía de clases. Representa —y con vigor— los intereses de clases y el estilo escogido será el que convenga a la clase dominante. Esto no sólo es cierto en términos históricos sino como expresión de sentido común. y
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De ahí que la asistencia técnica y financiera siempre será un acuerdo entre las agencias de desarrollo y la clase gobernante. El hecho de que muchos acuerdos, como lo mencioné en la introducción, estén redactados en «terminología progresista» y concebidos para propiciar la «participación» y la «justicia social», muy rara vez representa las verdaderas intenciones de los que detentan el poder. Es un ritual, aprobado internacionalmente, y por ende, observado con fidelidad. El lenguaje se torna ecléctico en un esfuerzo por reconciliar posiciones irreconciliables. Marshall Wolfe ha destacado este punto con gran claridad: «El eclecticismo del discurso internacional, la heterogeneidad de los sistemas que en él participan, la insatisfacción profunda con lo que se ha realizado a nombre del desarrollo y la búsqueda de políticas innovadoras, han esfumado cada vez más la línea divisoria entre las ideologías desarrollistas y las revolucionarias y han provocado una receptividad ambivalente al cuestionamiento radical de los artículos de fe. Las realidades del mundo, demasiado duras para ser camufladas con informes discretos, presionan continuamente a las agencias internacionales en esa dirección, mientras que la continuidad institucional, los intereses creados en los programas en curso y las admoniciones gubernamentales para que sean «prácticas», las empujan continuamente a verter el vino nuevo en sus vie jas botella s, a suponer que todos los estados son bien intencionados y que prácticamente todas las posiciones ideológicas pueden llegar a conciliarse. Es así como formas de acción social que han surgido dolorosamente de luchas revolucionarias en sociedades nacionales determinadas, se discuten como si fueran recetas prometedoras que podrían ser adoptadas a voluntad por cualquier ré gimen, junto con una selección de las herramientas más convencionales de acción social. Uno de los resultados es lo que yo he llamado «proliferación de utopías diseñadas por comités».1 1. La cita fue tomada del primer capítulo de “ Elusive Development” en 1982, por el “ Research Institute for So cial Dev elopment and the Economic Commission for Latin America", de las Naciones Unidas.
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Lo que ocurrió con ECU-28 es un ejemplo concreto. Hicimos exactamente lo que nos exigía el Plan de Operaciones: garantizar la participación total de los campesinos en el proceso de desarrollo. T al vez yo era todavía inexperto y aún creía en las «buenas intenciones del estado», o por lo menos que los estados a través de sus representantes realmente son responsables de lo que firman. Esta experiencia, además de otras observaciones hechas durante los últimos nueve años, me han enseñado mucho. Hay algunas cosas que están mucho más claras en mi mente, y quisiera dedicarles algunas líneas. Los sistemas nacionales de desarrollo suelen suponer erradamente que un país es una unidad homogénea, y en consecuencia, generan desequilibrios regionales, serios y prejudiciales. Más aún: representan los intereses de la clase o grupo dominante. Por ende, los procesos de desarrollo regional diversificados sólo pueden darse como consecuencia de la redistribución y descentralización del poder, perspectiva poco probable. Lo que es más, aunque es posible fortalecer la participación a nivel local, esto nunca significará una participación más destacada de estos mismos grupos, a nivel nacional. La situación se torna paradójica: no hay manera válida y eficaz de promover el bienestar humano y la justicia social si no es a través de una participación real. Sin embargo, tal como acentúa Marshall Wolfe, «en la práctica, dicha participación sigue siendo esquiva y efímera, tanto para las estrategias de desarrollo dominadas por el Estado, como para los contra-movilizadores revolucionarios» 1. Otro supuesto errado es creer que muchos de los problemas que afectan a los sectores invisibles son casos especiales o fenómenos aislados. La verdad es que la pobreza, rural y urbana, es parte intrínseca del sistema económico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo. Como con frecuencia no se la reconoce como un componente estructural del sistema, las actuales estrategias de desarrollo tienden, no sólo a eludir a estos sectores, sino con frecuencia empeoran sus condiciones económicas. En la mayor parte de los países del T ercer Mundo los estilos de desarrollo 1. Ibid.
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impuestos tienden a aumentar la marginalización de los campesinos, sin generar alternativas de empleo. Lo que es más, la creciente «industrialización de la agricultura» tiende a destruir las habilidades tradicionales existentes. El resultado final de esta situación es que, mientras la clase dominante diseña su propia estrategia de desarrollo, se abandona a los sectores invisibles a que elaboren sus propias «estrategias de supervivencia». Las estrategias de desarrollo y las «estrategias de supervivencia» no pueden ser concebidas como procesos que tan sólo coexisten. La verdad es que los pobres continuarán atrapados en el sistema. Su supervivencia con frecuencia sólo depende de relaciones de explotación como la de aparcería, mala asignación de salarios, servidumbre por endeudamiento y otras formas de relaciones patriarcales. El resultado es que la posibilidad de que los pobres mejoren sus condiciones de vida como consecuencias de las estrategias de desarrollo diseñadas a nivel nacional, ha demostrado ser nula en la mayoría de los casos. Las únicas excepciones, alarmantemente escasas, se han dado en países en que las autonomías regionales y locales han sido fortalecidas. ¿Cómo romper semejante círculo vicioso? Es posible que de ba transcurrir mucho tiempo y que haya que desplegar muchos esfuerzos antes de que encontremos respuestas más satisfactorias. Mientras tanto hay cosas que podemos y que debemos hacer. El testimonio como alternativa Estoy lejos de mis amigos campesinos, mientras escribo sobre un episodio ocurrido hace tiempo. Este ejercicio me ha inducido a re-evaluar lugares, situaciones y circunstancias, así como mi propia participación en ellas. He llegado a una etapa de mi vida en que tengo muchas más preguntas que respuestas. Pero las pocas respuestas que me quedan han demostrado ser útiles. Por ejemplo, sé que esperar soluciones grandiosas emanadas de la cumbre no sólo es contraproducente sino que me convierte en cómplice pasivo de una situación que rechazo. Al mismo tiempo
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sé que uno debe hacer lo que es capaz de hacer. Por poco que esto sea, es al menos el testimonio humano, y los testimonios humanos, siempre que no estén fundados en la codicia o en la ambición personal del poder, pueden lograr efectos positivos inesperados. He deja do muy en claro que mi inquietud personal es por los sectores invisibles que corresponden a más de la mitad de la población mundial. Ya no creo en «soluciones nacionales» o «estilos nacionales». Ya no creo, para simplificar, en ninguna forma de gigantismo. Por ende, creo, como economista descalzo, en la acción local y en pequeñas dimensiones. Es sólo en esos entornos donde la creatividad humana y las identidades significativas pueden realmente aflorar y prosperar. ¿Y ahora qué? Mi respuesta es: Si los sistemas nacionales han aprendido a eludir a los pobres, los pobres tienen que aprender a eludir a los sistemas nacionales. Esto es lo que se puede y debe hacer a nivel local, según mi criterio. Pensar en pequeño y actuar en pequeño, pero en tantos lugares como sea posible. Todo lo que se puede realizar a nivel local debe realizarse a nivel local. Estimo que la vía debe partir desde la aldea, hacia un orden global. La segunda parte de este libro relata un intento por seguir esta vía.
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II Parte
El P ro yecto Ti ra dentes Revitalización para la auto-dependencia de las ciudades pequeñas
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9 Introducción
Una idea oportuna Todo comenzó durante un cocktail vespertino en un bello jardín de Asunción, Paraguay, en la primavera de 1977. Unas horas antes había hecho la presentación de mi trabajo a una audiencia latinoamericana reunida para el encuentro anual de CINTERFOR*. Mi principal argumento había sido que la capacitación vocacional, tal como se imparte tradicionalmente en la mayor parte de los países de la región, es discriminatoria, en el sentido de que tiende a favorecer a las grandes áreas metropolitanas más bien que a las pequeñas ciudades, pueblos y aldeas. Es más, decía yo, la orientación y contenido de cualquier programa vocacional de biera ser determinado por y a daptado a las características regionales y locales, y no ser el resultado de la extrapolación de tendencias nacionales o globales. En vista de la distribución demográfica irregular que caracteriza a la mayor parte de las naciones latinoamericanas —cuya prueba es la hiperurbanización de unos pocos centros en comparación con un gran número de pueblos y pequeñas ciudades empobrecidas y deterioradas— mi conclusión era que había una necesidad urgente de revitalizar los pequeños centros urbanos y que una nueva orientación en el estilo de la capacitación vocacional era primordial para lograr dicho objetivo. Esta nueva orientación tendría que tomar en cuenta el potencial y las necesidades locales
* Centro Interame ricano de Investigación y Documentación sobre Formación P rofesional (CINTERFOR) es una agencia especial de la OIT creada en 1964, con el propósito de alentar y coordinar la acción de los Institutos Latinoamericanos, organizaciones y agencias involucrados en la capacitación vocacional.
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y podría servir, a mi entender, no sólo para reducir la migración forzada, sino también para mejorar la calida d de vida en las pequeñas ciudades, y por lo tanto, su valor como alternativas urbanas legítimas y atractivas. Había insistido en que era conveniente tomar en cuenta que las pequeñas ciuda des están deprimidas «no porque sean pequeñas» sino debido a la voracidad de los centros metropolitanos que absorben, en beneficio propio, una buena porción de los excedentes generados en la periferia. Existe un ritual universalmente conocido por todos aquellos que han participado en reuniones internacionales: las palmaditas en la espalda y todas las lindas palabras después de que uno ha hecho su presentación. Hay intercambio de tarjetas y promesas de mantenerse en contacto permanente. Transcurren algunas horas y todo se olvida. Otro trabajo, otra proposición van a insertarse en las actas de la reunión, lo que equivale al pasaporte más expedito hacia el reino bienaventurado del olvido. T uve la impresión de que algo era diferente esta vez. Estimulado quizás por las coloridas y sabrosas bebidas tropicales, el Director General de SENAC* se mostró sinceramente interesado en la presentación de mis argumentos. En presencia de Eduardo Ribe iro de Carvalho 1 que en ese entonces era Director de CINTERFOR y que participaba en la conversación, habló de un lugar ideal en Brasil para llevar a cabo el experimento de revitalización. Fue la primera vez que me percaté de la existencia de una ciudad a la cual iba a dedicar dos años intensos de mi vida: T iradentes, en el Estado de Minas Gerais 2 . Nuestro estusiasmo por el tema y su potencial * SENAC es el servicio de capacitación Vocacional de Brasil para el sector terciario. Su director era Mauricio de Magalhaes Carvalho.
aumentó hasta proporciones casi extravagantes. Arrastrado: por hipótesis románticas y utópicas, nuestra conversación se prolongó hasta avanzada la noche. Cuando me fui a dormir tenía la mente embotada, no tanto por lo que había bebido (que en algo contribuía) sino por el libre vuelo de mi imaginación. Las posibilidades parecían ilimitadas. Al día siguiente, gracias a la notable habilidad diplomática de Eduardo Ribeiro de Carvalho, la sesión plenaria aprobó que en la reunión que había de realizase en México el año próximo, se organizara un seminario sobre el tema: «Trabajo, Calidad de Vida y Formación Profesional en las Ciudades Pequeñas», de cuya coordinación yo estaría encargado. Estimábamos que la idea nacía en el momento oportuno. Preparando el terreno Fui contratado por CINT ERFOR y mi primera tarea fue la de viajar por la mayor parte de les países de América Latina para discutir el sentido y objetivos del seminario, con los jefes de las instituciones de capacitación vocacional. Se esperaba que todas las delegaciones, una vez conscientes de estos objetivos, aportarían sus experiencias e ideas a la reunión de México. Las visitas resultaron muy alentadoras aunque los esfuerzos por despertar interés y apoyo se desplegaron en vano. Cuando se efectuó la reunión sólo tres de los muchos funcionarios visitados se encontraban presentes. Todos lo demás, en consonancia con la predictibilidad latinoamericana, habían perdido sus puestos entretanto. De modo que, fuera de la explicación resumida en el título, el contenido del seminario y su objetivo final eran una incógnita para la mayoría de los presentes.
1. Eduardo Ribeiro de Ca rvalho murió en 1979 de poco mas de cincuenta
años. Su muert e pre matura repr esentó una pérdida irrepar able para todos aquellos que con su estí mulo pudieron p ro move r y re aliz ar l as ideas más audac es e innovadoras, algo que se ve con poca frecuenci a en las organizaciones inter nacionales. 2. Tiradentes signi fica literal mente « arranca -dientes» . Este era el apodo de Joaqu ín m Jos é de Silv a Xavi er , líd er d el pri me r intento d e indep enden cia d el Brasil a fines del siglo XVIII. Este intento se llamó la «lnconfidencia Mineira» . Tiradentes fue ejecutado en Ouro P redo después de
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que fuera aplastado el movimiento. Su cue rpo fue des me mbrado y su cabez a y extr e midades e xhibidas en las principales ciudades de la región, como advertencia a la población. Había nacido cerca de la ciudad que hoy lleva su apodo.
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Estábamos en octubre de 1978. Además de las numerosas delegaciones de los países, había un número considerable de expertos de alto nivel y de autores de distintos lugares del mundo invitados por CINT ERFOR para contribuir con material escrito y para dirigirse al auditorio, por medio de conferencias y paneles. Durante un día y medio se produjo una verdadera «tempestad» de ideas y de creatividad. Una gran cantidad de presentaciones poco ortodoxas, de proposiciones y de visiones alternativas de desarrollo empezaron a desconcertar a una parte de los asistentes. Las reacciones pronto empezaron a manifestarse: ¿Qué tenían que ver CINT ERFOR y las Instituciones de Capacitación Vocacional con la revitalización de las pequeñas ciudades? ¿No se trataba acaso de un problema que debería ser discutido por los Ministerios de Planificación o las autoridades nacionales urbanas? ¿Y esta reunión, interesante sin duda, no se estaría dando ante un auditorio inadecuado? Las reacciones no fueron inesperadas para los organizadores. Lo que es más, reconocían que había cierto fundamento en algunas de las objeciones, lo que merecía una respuesta seria. En realidad, casi cualquier institución podría encontrar razones para iniciar un programa similar. Por ejemplo, las autoridades sanitarias ya que hay serios problemas de salud en las pequeñas ciudades. O bien las autoridades educacionales porque los establecimientos escolares tienden a ser deficientes en las pequeñas ciudades. Y otro tanto podría decirse de las autoridades de planificación, agricultura y así sucesivamente. Sin embargo, dichas iniciativas sectoriales, aunque indispensables, no provocan los efectos deseados, implícitos en el concepto de revitalización. Dicho concepto supone el surgimiento de fuerzas positivas desde el seno de los pobladores mismos, estimulados por su toma de conciencia colectiva del nuevo significado de su latente identidad, local o regional, resultado de nuevas posibilidades y oportunidades que reflejen coherentemente las condiciones y características locales o regionales. Una revisión crítica del estilo de capacitación vocacional, determinada de acuerdo a las habilidades
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existentes o potenciales del lugar, que respetara las identidades culturales, podría ser el vínculo adecuado (aunque no el único) para iniciar el proceso de revitalización en pequeñas ciudades, pueblos y aldeas y, por supuesto en su entorno rural. Los argumentos en pro y en contra empezaron a intercambiarse. Algunos delega dos estimaron que las ideas eran válidas y que merecían ser puestas a prueba. Otros, tras sonrisas benévolas, pensaban que toda la idea era romántica, utópica e impracticable. La mayor parte, como suele suc eder, permaneció en silencio, sin comprometerse. Pero, gracias a las brillantes presentaciones de los autores invitados y de los oradores, más la capacidad de persuasión del Director del CINT ERFOR, se logró establecer el caso y captar un apoyo importante. Se aprobó oficialmente que el CINT ERFOR tratara de promover un proyecto de acuerdo a las líneas trazadas. Fue la delegación brasileña de SENAC la que recogió el desafío y decidió invitarme por un período inicial de seis meses para explorar las posibilidades de emprender un proyecto de revitalización demostrativo en la ciudad de T iradentes, en el Estado de Minas Gerais. Me sentía a la vez feliz y preocupado. No es frecuente que se le dé a uno la oportunidad de poner en práctica las propias creencias y teorías, y era precisamente ése el desafío que se me presentaba. En realidad es una sensación alarmante, porque es en circunstancias como éstas en que, inicialmente seguro de un pensamiento, uno se ve de pronto abrumado por la inseguridad y la duda. Sentí el fuerte impulso de revisar mi marco de referencia teórico. La revitalización de las pequeñas ciudades —y de eso no tenía duda alguna— era mucho más que las acciones concretas y sensatas para mejorar las condiciones de vida locales. Suponía toda una filosofía de estilos de vida alternativos. Significaba cuestionar las opiniones y tendencias prevalecientes. Las consideraciones que por tradición han estado ausentes de las teorías de desarrollo predominantes tenían que salir a la luz y de una manera convincente. Afortunadamente algunos años de investigación y reflexión sobre una materia sin interés para muchos
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economistas, me habían proporcionado un buen bagaje de material útil para emprender mi tarea. Después de completar mi ejercicio de revisión comprobé que había confirmado mi enfoque de los distintos conceptos contenidos en mis escritos anteriores. Las discusiones con mis colegas también fueron decisivas. E l ár ea es cogi da
Vista parcial de Tiradentes
El Estado de Minas Gerais tuvo gran importancia en los tiempos coloniales, debido principalmente a su gran riqueza de minerales. Se encontraba oro en abundancia, así como mineral de hierro, estaño y piedras preciosas y semi-preciosas. Esto estimuló el desarrollo de ciudades opulentas y cultas, así como la concentración de artistas plásticos, arquitectos y músicos de gran talento. Muchas de estas ciudades se han ido deteriorando considerablemente con el curso de los años, pero varias de ellas aún contienen tesoros y tradiciones inapreciables de los siglos XVII, XVIII y XIX. Ouro Preto, Congonhas do Campo, Diamantina, Mariana, Sabará, Prados, São João del Rei y T iradentes son las más importantes. Ouro Preto que durante un tiempo fuera la capital de Minas Gerais fue declarado Monumento Mundial por la UNESCO, en 1980. El arte de los orfebres, plateros, escultores y arquitectos alcanzó grandes niveles de perfección. Particularmente interesante —y relativamente desconocida en Améric a Latina y en el resto de mundo— fue la creatividad musical y su desarrollo. Un gran número de compositores produjeron música importante durante esos siglos, en un estilo predominantemente barroco. Aún se descubren nuevos compositores y hay muchísimas partituras por clasificar. La tradición musical ha sobrevivido hasta el día de hoy y cada ciudad tiene una o más
Debo expresar mi especial gratitud a los profesores Carlos Mallman, Oscar Nudler, Sergio Montero, Isidro Suárez, Luis Izquierdo, Gonzalo Alcaíno y Leopold Kohr. La oportunidad que tuve de trabajar con los dos primeros y los extensos diálogos mantenidos con los demás fueron una experiencia inapreciable y enriquecedora para mí.
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orquestas que todavía ejecutan música de la región, especialmente en los servicios religiosos y en ocasiones especiales. La calidad de muchas de estas composiciones se compara favorablemente con lo que se producía en Europa en el mismo período. Es en estas ciudades donde se encuentran las esculturas, tallas y obras arquitectónicas de Aleijadinho. Fue tal vez el mejor artista de su tipo en toda América Latina. Toda la construcción y la creación artística generaron artesanías muy refinadas, cuyos vestigios aún se encuentran en algunos artesanos aislados. En un determinado momento del desarrollo histórico de Minas Gerais, la jerarquía de la Iglesia perdió su influencia y las iglesias cayeron bajo el control de «cofradías», que incluso llegaban a contratar y pagar al sacerdote que seleccionaban. Hasta el día de hoy, cada iglesia tiene su cofradía que, además de sus quehaceres religiosos, actúa como institución de beneficencia, proporcionando alimento y techo de emergencia, atención médica elemental y ayuda para los que se encuentran en dificultades. Su influencia es muy considerable ya que penetra todos los aspectos de la vida comunitaria. La Municipalidad de T iradentes, con una población aproximada de 10.000 habitantes, está situada a 350 kms. de Río de Janeiro, a 250 kms. de Belo Horizonte y a 500 kms. de São Paulo. Está dividida en dos distritos urbanos y un área rural de suelo pobre donde predominan pequeñas propiedades que apenas alcanzan un nivel de subsistencia. Después de un período de gran esplendor el oro se agotó, la mayor parte de las actividades mineras habituales se descontinuaron y T iradentes pronto se desvaneció en el olvido. Durante más de la mitad de este siglo se deterioró, pero continuó sobreviviendo en un aislamiento casi total. Fue sólo a fines de la década de los se senta que, por medio de la construcción de 5 kms. de camino pavimentado que unía la ciudad con la carretera de São Paulo-Belo Horizonte, T iradentes fue «redescubierto». Paradojalmente fue el empobrecimiento y aislamiento de la ciudad lo que permitió que se preservaran la mayor parte de sus tesoros artísticos y arquitectónicos, así como sus instituciones 146
tradicionales, sin desconocer su evidente deterioro. Es así como los vestigios de las viejas instituciones, tradiciones y artesanías representan un área rica en oportunidades de revitalización. T iradentes tiene siete Cofradías y muchos artesanos, sobre quienes descansaba un gran potencial para el mejoramiento de la calidad de vida de la ciudad y la posibilidad de alcanzar una mayor autodependencia local.
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10 I nte rludio te órico (II I)
El p ro b le ma de la d im e nsió n La dimensión o magnitud de los sistemas, especialmente de sistemas artificiales tales como negocios, firmas y otro tipo de empresas, así como de ciudades, ha sido problema en economía sólo en relación con la eficiencia de la unidad productora. Las llamadas economías de escala y la correspondiente ley de rendimientos decrecientes son casos conspicuos al respecto. Las economías de escala en nombre de la eficiencia, tienden a favorecer lo grande y, en muchos casos, el gigantismo. La eficiencia está referida a la producc ión, y concretamente a una produc ción llevada de manera que minimice los costos y maximice las utilidades. Si la producción a gran escala y los grandes centros metropolitanos facilitan la satisfacción de esta fórmula de eficiencia, se presume que éstos son los sistemas que deben ser promovidos y favorecidos. El hecho de que la gran dimensión, o el gigantismo de los sistemas puedan tener por sí mismos un efecto adverso en el bienestar relativo de la gente que en ellos participa, nunca ha inquietado a los economistas. Aunque yo mismo soy economista, desde hace mucho tiempo tuve la intención de explorar este tema, a pesar de que se suponía que no era parte de mi disciplina. Me resultaba difícil estar de acuerdo con esta opinión. De hecho la economía «tiene» que ver con el biene star de la gente: Ésta es en realida d una de sus preocupaciones centrales. El hecho de que lo maneje en forma mecanicista, suponiendo por ejemplo, la existencia de personas cuyo comportamiento económico es en general racional, no impide un esfuerzo para enfocarlo de manera no ccc
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mecanicista, como sería el caso de suponer que haya gente cuyo comportamiento económico esté también influenciado por la emoción y la intuición y caracterizado por reacciones y sentimientos impredecibles. 1 Este concepto que actualmente recibe escasa atención fue una vez problema de importancia central. Sobre el tema de los seres humanos y de la dimensión de sus ciudades es conveniente prestar atención a las palabras de Aristóteles: «El primer recurso de una ciudad es la población, y habrá que considerar cuántos ciudadanos debe haber y de qué clase, y lo mismo respecto del territorio, cuál debe ser su extensión y cualidad. Los más creen que la ciudad para ser feliz debe ser grande; pero si bien en esto están en lo cierto, desconocen por completo qué ciudad e s grande y cuál pequeña, porque juzgan que la ciudad grande lo es por el número de sus habitantes, cuando se debe mirar más bien, no la población, sino la potencia. En efecto, hay también una función de la ciudad, y la que mejor pueda llevarla a cabo deber ser considerada la más grande, lo mismo que puede decirse que Hipócrates es más grande, no como hombre sino como médico, que otro que lo aventaje en estatura... Por otra parte, los hechos ponen también de manifiesto que es difícil y acaso imposible que la ciudad demasiado populosa se legisle bien; de hecho, entre las que tienen fama de gobernarse bien no vemos ninguna en que no se limite la población. Esto puede demostrarse también mediante una prueba teórica: la ley es, en efecto, un cierto orden y la buena legislación tiene que ser una ordenación buena, y un número excesivamente elevado no puede participar del orden; esto requeriría sin duda una fuerza divina, como la que mantiene unido el Universo. La belleza se realiza siempre según número y magnitud, y así la ciudad que una a su tamaño el límite que hemos dicho será necesariamente la más hermosa. Pero hay también una medida de la magnitud de la ciudad, lo mismo que de todos los demás seres, animales, plantas e instrumentos, pues ninguno de ellos conservará su propia capacidad si e s demasiado pequeño o extremadamente grande, sino que, o quedará completamente privado de su naturaleza, o será defectuoso... 1. En este sentido Tibor Scitovsky hizo una contribución funda mental en « The Joyless Economy» , Oxford University P ress, 1976. No se aboca al problema de las di mensiones co mo lo hago yo aquí, pe ro se aso ma « al fondo d el al ma del consumidor» .
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Por tanto empezará a haber ciudad allí donde el número de ciudadanos sea tal que empiece a bastarse para vivir bien en una comunidad política. La ciudad cuyo número exceda al de ésta podrá ser una ciudad mayor, pero ese exceso, como hemos dicho, no es ilimitado. Cuál sea el límite de ese exceso, es fácil de ver por los hechos. Las actividades de la ciudad se reparten entre los gobernantes y los gobernados; corresponden al gobernante el mando y la administración de justicia; ahora bien, para juzgar y para distribuir los cargos de acuerdo con los méritos, los ciudadanos tienen forzosamente que conocerse unos a otros, y sus respectivas cualidades, de modo que, donde no puede ser así, necesariamente el ejercicio de los cargos y la administración de justicia serán defectuosos, pues en estas cosas no se puede improvisar, como ocurre evidentemente cuando el número de ciudadanos es excesivo... Es evidente, por tanto, que el límite perfecto de la población es la cifra más alta posible para la autarquía de la vida y susceptible de ser abarcada en su totalidad (de una sola mirada). Quede así determinada la cuestión relativa a la magnitud de la ciudad.» 1 Incluso antes de Aristóteles, su maestro Platón había establecido como planteamiento fundamental que: «La ciudad sólo debe crecer hasta que pueda hacerlo sin desvirtuar su unidad.2 Cuan do uno de clara que «lo s ciuda danos tiene forzosamente que conocer se uno s a otros y sus re spectiva s c ua lida de s» y el otro destaca la importancia de la «unidad», ambos revelan una preocupación común. Se podría decir que ellos consideran la comunicación entre los ciudadanos como condición «sine qua non» para lograr una buena vida regida por la justicia y la virtud. Estos ideales están directamente relacionados con el concepto de escalas, y más concretamente, con una escala relativamente reducida. El gigantismo, según su criterio, debía evitarse. Es interesante observar que no sólo los maestros griegos relacionaban la calidad de vida con unidades sociales de escala comparativamente pequeña. Ninguna de las utopías posteriores cayó en tentación de conceder méritos al gigantismo. Tomás Moro propuso una comunidad ideal de 6.000 familias. Los falansterios de Fourier no excedían las 1.600 personas. Los paralelogramos de Robert Owen admitían de 500 a 2.000 miembros d 1. Aristóteles,«Política» , 1326 a y 1326 b. 2. P latón «La República» ,423 b.
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y otro tanto ocurría con las asociaciones cooperativas de Horace Greeley. En cada caso las razones son las mismas: la unidad platónica y la necesidad aristotélica de que los ciudadanos conozcan mutuamente sus condiciones personales. Más tarde, cuando vivía en T iradentes, pude comprobar la importancia y el inmenso valor contemporáneo de estos principios. Las ventajas de una dimensión social a escala humana se mantuvo tanto en Atenas como en Esparta. Las ciudades-estados del Renacimiento italiano siguieron el ejemplo a distintos niveles, así como las ciudades libres y notablemente prósperas de la Liga Hanseática. En tanto ciudades, ellas fueron las que generaron riqueza y diversidad cultural, a pesar del impulso hegemónico de grandes imperios tales como el Sacro Imperio Romano Germánico que finalmente se derrumbó bajo el peso de sus proporciones absurdas y humanamente insostenibles. Por más de 2.000 años, el imperio y la ciudad, considerados ambos en su sentido más amplio, se han confrontado como alternativas de modos de vida y formas de identidad. Este sigue siendo el caso, porque aunque carecemos de imperios, tenemos un substituto eficaz en las formas modernas de imperialismo. Unitarismo o federalismo, integración o balcanización, centralización o descentralización, nacionalismo o regionalismo, son todas manifestaciones de preferencias alternativas, tan válidas hoy como ayer. Representan distintas opciones y como tal, suponen «costos y beneficios». Al escoger, deberíamos estar conscientes de lo que esa elección implica. Si la intención es la comunicación y participación humanas, el gigantismo debería evitarse a cualquier precio. Me parece indiscutible que los seres humanos se desarrollan de acuerdo a las relaciones que mantienen con su entorno. Toda su integridad, su equilibrio interno y externo, así como su alienación, dependen del grado en que se sientan integrados con su medio ambiente. Esto depen de a su vez, de la dimen sión, homogeneidad o heterogeneidad del mismo. Todo tipo de entorno económico, espacial, político, cultural y natural, puede tener tanto una dimensión óptima como una dimensión crítica.
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Yo defino la primera como «humanizadora» y la segunda corno «alienante». En la primera los humanos son capaces de alcanzar un sentido de identidad e integración, mientras que en la segunda sólo pueden endosar a otros su integridad individual. Dentro de una, la persona percibe las consecuencias de lo que hace o decide por sí misma. En la otra, el ser humano se resigna a dejar que otros actúen y decidan por él. En la primera se hace posible el desarrollo de las personas; en la otra sólo el desarrollo de los objetos. El logro de un equilibrio dinámico entre Naturaleza, Seres Humanos y T ecnología —lo que por supuesto, es una meta muy deseable— sólo es posible c uando los seres humanos tanto al nivel colectivo como individual, se sienten directamente responsables de las consecuencias de sus acciones dentro de su entorno y, a su vez, esto sólo es posible si las dimensiones de dicho entorno se mantienen a escala humana. Considerando que la escala de actividad económica tiene influencia directa en la escala de otros sistemas tales como las ciudades, quisiera volver atrás y analizar algo más sus consecuencias. La economía ha adorado la eficiencia y, en su nombre, hemos evolucionado de economías de escala a lo que quisiera llamar «deseconomías de dimensiones incontrolables». La eficiencia económica de este proceso es indiscutible y otro tanto puede decirse de su poder para saquear los recursos naturales, de su capacidad de contaminar y de su contribución al aumento de los ataques cardíacos y de la hipertensión. Y cuando se han consolidado las dimensiones de gran escala, su evolución sólo es posible en términos de crecer cada vez más. El sistema ya no se expande para servir las necesidades de consumo de la gente; es la gente la que consume para servir las necesidades de crecimiento del sistema*. Mientras la alienación, el tedio, la insatisfacción, el deterioro urbano y rural, la inseguridad y finalmente, * Creo firme mente que mientras un sistema sirva a las personas y a su entorno, su existencia está moralmente justificada. Sin embargo, cuando la función de la gente y de su entorno es la de servir al sistema, este último deja de tener interés humano y todos los esfuerzos dirigidos hacia su eventual
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la deshumanización no sean contabilizados como costos del proceso, éste continuará pareciendo eficiente y de gran éxito de acuerdo a los criterios tradicionales que lo juzgan. Debería reconocerse de una vez por todas que una medida tan abstracta como el PNB (Producto Nacional Bruto) es un indicador engañoso del nivel y calidad de vida, ya que c ubre cualquier actividad sin considerar si es beneficiosa o no para la sociedad. 1 Por otra parte, ya existe evidencia poderosa de que la mejora del estándar de vida (necesidades básicas y suntuarios) constituye una fracción decreciente de cada unidad de aumento del PNB; el resto se gasta en los cambios estructurales requeridos por el propio crecimiento, en sus efectos secundarios y en el manejo de los desperdicios.2 Debería quedar en claro que el aumento constante en la escala de la actividad económica aliena a los que en ella participan y destruye elelemento humano en el marco circundante. En las actuales circunstancias el mantener sistemas tan onerosos, a la vez que se busca ansiosamente una suerte de equilibrio, sólo para continuar rindiendo tributo a la «religión de la eficiencia», puede calificarse con indulgencia como uno de los grandes desaciertos. Usando las palabras de Fouché: «Es peor que un crimen... es un error». De lo que ya hemos dicho sobre el problema de las dimensiones, podríamos deducir que los humanos, aunque crecientemente impresionados y afectados por las grandes dimensiones, aún no han sido capaces de redescubrir su propia dimensión. Siendo la inercia su único ímpetu, no hacen sino fortalecer la falacia. Participan cada vez menos y se dejan llevar cada vez más. De modo que esta falta de participación que es, en parte producto de las dimensiones más alienantes en las que hemos caído, se convierte en terreno fértil para que los pocos ganen aún más poder sobre los muchos. Y si recordamos la advertencia de Lord Acton de que «El poder corrompe y el poder total corrompe totalmente», debería-
1.Ver Valaskaskis, K., y col.« The Conserver Society» , Harper & Row,P ublishers, New York, 1979. 2.Bent Sorenssen,«Energy and Resources» , Science, Vol.189, N°4.199, julio de 1975, pp. 255-260.
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mos darnos cuenta de que estamos en una encrucijada donde la negligencia, la indiferencia y la incapacidad de reaccionar sehan convertido en una forma de suicidio. Y ni siquiera de suicidio cometido en aras de un ideal superior, sino de suicidio en defensa de la estupidez y la obstinación. Volvamos ahora a la ciudad y preguntémonos cuáles se supone que deben ser sus funciones. Quisiera proponer, basándome en evidencia cultural e histórica autorizada, que hay por lo menos cuatro funciones que se espera que cumpla una ciudad: debe proporcionar a sus habitantes sociabilidad, bienestar, seguridad y cultura. Tales funciones sólo pueden realizarse si la comunicación humana entre los ciudadanos es satisfactoria y auténtica y si la participación es completa, responsable y eficaz. La comunicación y la participación fueron las inquietudes iniciales de este capítulo, cuando evocamos algunas voces del pasado. Podría ser adecuado explicar ahora en términos teóricos lo que es la comunicación como función del espacio y del tiempo humanos. Espacio humano subjetivo Todo sistema comprende un conjunto de elementos interrelacionados que operan unidos para lograr un objetivo común. Por ejemplo: cumplir una meta establecida. Sin una condición de finalidad, es simplemente un conjunto pero no un sistema. Un ser humano individual puede ser estudiado en cuanto sistema, así como una sociedad o una ciudad. En el caso de una ciudad considerada como sistema, las personas son los elementos o los subsistemas. Ahora bien, si una ciudad es un sistema cuya función es proporcionar a sus habitantes sociabilidad, bienestar, seguridad y cultura, el cumplimiento de estos objetivos dependerá de la manera en que sus ciudadanos (o elementos) se interrelacionen tanto entre sí como con los demás elementos que componen el sistema (o la ciudad). Los otros elementos pueden ser objetos naturales o artificiales u otros seres vivientes, como animales y plantas. Definiremos en el sentido más amplio cualquier interrelación
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de elementos en la cual intervienen una o más personas (de persona a persona, de persona a objeto) como enlace de comunicación. No importa que la comunicación resulte buena, mala necesaria o inútil. Semejantes juicios de valores no nos conciernen por el momento, aunque lo harán más tarde. Las nociones avanzadas hasta aquí son suficientes para abrir el debate que nos interesa. Decir que toda comunicación humana ocurre en un tiempo y en un espacio puede parecer una verdad demasiado obvia —y así sería si nos refiriéramos solamente al tiempo cronológico y al espacio métrico. Pero como nos interesa un sentido más subjetivo, esta declaración adquiere un significado especial. Con esto en mente, definamos el espacio y el tiempo como fenómenos humanos subjetivos. Empezando con el espacio, propongo la siguiente definición: el espacio (tal como es percibido) es el conjunto de relaciones abstractas que definen un objeto. Las relaciones pueden clasificarse de acuerdo a la forma, distancia, proximidad, profundidad, etc., todo lo cual supone la existencia de otros objetos. Por ejemplo: la distancia es distancia en relación a... ; la proximidad es proximidad ... de; la dimensión es mayor, igual o menor... que. Un objeto no puede ser definido ni tiene sentido sin referirlo a otra cosa. Wittgenstein declara que: «Así como somos incapaces de imaginar objetos espaciales fuera del espacio u objetos temporales fuera del tiempo, así también no hay ningún objeto que podamos imaginar excluido de la posibilidad de combinarse con otros»1 . Agrega más adelante que: «Cada cosa está, por así decirlo, en un espacio de situaciones posibles. Puedo imaginar a ese espacio vacío pero no puedo imaginar a la cosa sin el espacio.» 2 Los seres humanos son responsables de las clasificaciones y por lo tanto de las relaciones abstractas que definen los objetos.
1. Ludwig Wittgenstein, « Tractatus Logicus P hilosophicus» , P roposición
2012, cuarta frase. 2. Ibid. P roposición 2103 (Las cursivas son mías). Estoy de acuerdo con
Esta es la forma en que perciben los espacios y, al percibirlos, en realidad están creándolos o, para ser más preciso, creándolos para sí mismos. Su vínculo con el espacio, es por lo tanto un vínculo con una realidad percibida subjetivamente. Los espacios métricos sólo son convenciones útiles para medir, evaluar y clasificar aquellos cambios y distorsiones que afectan a los espacios humanos subjetivos. Ilustremos esto con algunos ejemplos simples. Cualquier persona que haya visto una construcción habrá observado el siguiente fenómeno. Cuando contemplamos los contornos de los cimientos, las futuras habitaciones nos parecen más pequeñas de lo que semejaban en el plano. Una vez que se levantan los muros, tenemos la extraña sensación de que las habitaciones han crecido. Del mismo modo, cuando las habitaciones están terminadas, pero vacías, se ven más pequeñas que cuando se las ha amoblado, siempre que el número de objetos y de muebles no sea excesivo. ¿Cuál es la razón de este fenómeno? Tal vez la hipótesis más plausible sea que: la percepción de la magnitud espacial es función de la cantidad de información que recibe y almacena el cerebro en relación con el espacio en cuestión. En otras palabras, una habitación vacía, con su cantidad limitada de información, impone al cerebro un mínimo de relaciones abstractas. La habitación amoblada aumenta el número de relaciones abstractas y, por lo tanto, el cerebro almacena una cantidad mayor de información y el espacio se percibe como más grande. Exploremos otro ejemplo. Si nos recostamos de espaldas para contemplar la noche colmada de estrellas, percibimos un espacio inmenso. El gran número de estrellas representa una enorme cantidad de información, cuando la percepción simultánea de su cantidad capta casi toda nuestra atención. Si sólo viéramos una estrella, la sensación de inmensidad del espacio disminuiría drásticamente. Finalmente, si estuviéramos rodeados de oscuridad total, la sensación de espacio desaparecería casi totalmente. Es así como la dimensión espacial percibida no depende de la distancia métrica en la que están situados los objetos en observación sino de la cantidad de información que dicho espacio entrega al cerebro.
Wittgenstein en que uno puede imaginar un espacio vacío, aunque con cierta dificultad, ya que algún tipo de objeto tenderá a aparecer a modo de límite de dicho vacío. Sin embargo, no podemos percibir un espacio vacío.
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La existencia de una relación entre la magnitud espacial percibida o la cantidad de información almacenada en el cerebro, me parece ser una hipótesis probable, aunque no puedo a estas alturas, verificarla con evidencia probatoria. En todo caso, la relación que propongo parece ser menos que lineal. Es decir que la sensación de magnitud espacial crece con el aumento de información, pero con menor intensidad que este último. La función podría ser logarítmica, tal vez, o si existe un punto de saturación, una exponencial negativa. Estas especulaciones pueden aparecer como disgresiones innecesarias, pero en realidad son esenciales al tema central, ya que el espacio subjetivo influye de manera importante en el comportamiento de la gente. La aglomeración humana de los grandes centros metropolitanos, puede implicar solamente distancias métricas entre personas, pero en verdad la cantidad de información espacial es tan grande que los vínculos de comunicación se han tornado muy difíciles o imposibles. De hecho las personas se encuentran separadas por grandes espacios subjetivos. En las pequeñas ciudades ocurre lo contrario, como lo puede confirmar la experiencia de cualquiera. Concluyo por lo tanto, que para propósitos de análisis y de planificación, las soluciones urbanas que sólo surgen de conceptos espaciales exclusivamente métricos no corresponden al problema real que afecta a las personas. Tiempo humano subjetivo El éxito para definir el tiempo y penetrar su esencia ha sido la aspiración eterna de incontables filósofos y hombres de ciencia. No seré tan intelectualmente arrogante como para intentar dar una respuesta aquí. De hecho, me limitaré a sugerir que, tal como nos referimos a un tiempo cronológico o astral, también podemos hablar de un tiempo humano subjetivo. Me refiero a la sensación de duración que nosotros, como personas, tenemos de un acontecimiento determinado. Cinco minutos de dolor de muelas aparecen como más largos que cinco minutos pasados
en grata compañía. Por lo tanto, y en vista de nuestros objetivos, definiré el tiempo humano subjetivo como el conjunto de relaciones abstractas que vinculan el ser con el acontecer. Roben Ornstein define esta forma de experiencia temporal al decir: «... nuestra experiencia normal del transcurrir del tiempo, de las horas que se acortan o se alargan, de un acontecimiento reciente que nos parece 'muy lejano', de un intervalo que transcurre más rápido para una persona que para otra, o para una persona en una circunstancia determinada más que en otra, ése es el tiempo continuo, perseverante en el cual vivimos nuestras vidas.» 1 En su libro donde se examina un gran número de experimentos, vemos una clara confirmación de la subjetividad de las experiencias temporales de la gente. El demuestra la validez de lo que llama «la Metáfora de la Dimensión del Almacenamiento» y la define como aquella que... «relaciona la experiencia de duración de un intervalo dado, a la dimensión del espacio de almacenamiento para este intervalo, en términos generales de procesamiento de información. En el almacenamiento de un intervalo determinado, al aumentar el número de acontecimientos almacenados o la complejidad de dichos acontecimientos, aumentará a su vez la dimensión del almacenamiento.» A medida que aumenta la dimensión del almacenamiento, la experiencia de duración se «alarga». Podríamos decir que lo mismo puede darse en lo que he llamado la «intensidad» de la información, y que no tiene que ver con el número de acontecimientos almacenados ni con su complejidad. Un buen ejemplo es el tiempo desmesuradamente largo que toma una olla de agua en hervir cuando la estamos observando y esperando que hierva. La impaciencia con la cual aguardamos que se produzca un acontecimiento determinado, representa un aumento en la dimensión del almacenamiento que el cerebro ha reservado para procesar la información. Mi supuesto es que el espacio de almacenamiento realmente crece, porque la impaciencia obliga a reprocesar la misma información varias veces.
1. Robe rt Ornstein « On the Expe rience o f Ti me» , P enguin Books. New York. 1975, pp. 21-22.
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Mi hipótesis es que el procesar en un intervalo determinado de tiempo «n» cantidad de acontecimientos diferentes es más o menos equivalente a procesar, en el mismo intervalo, el mismo acontecimiento un número «n» de veces. Léniz y Alcaíno, con diferentes enfoques, sugieren que al planificar el bienestar de la gente debe considerarse el tiempo subjetivo y no el cronológico 1 . En este sentido declaran que un año «transcurre lentamente» lleno de cambios e impresiones para los niños, mientras tiene tendencia a transcurrir más rápido mientras avanza la edad. Según los autores esto es así, debido a que la s comparaciones de cualquier intervalo se hacen con intervalos ya vividos y no con unidades mecánicas de medición. Proponen que el tiempo, tal como es percibido por cualquier persona, parece ser proporcional a la raíz cuadrada de la edad cronológica de la persona. Las observaciones de Ornstein se refieren a microexperiencias, es decir a experiencias singulares, mientras que Léniz y Alcaíno se interesan por la macro-experiencia de la vida total. En este sentido ambas contribuciones se complementan. En el curso del estudio y análisis de estas investigaciones, el profesor Carlos Mallmann, de la Fundac ión Bariloche en Argentina, y yo, llegamos a la conclusión de que un elemento adicional debía ser tomado en cuenta. Nos parecía que una constante cultural debía ser incluida en cualquier fórmula que pretendiera interpretar la sensación del transcurrir del tiempo de una persona. La identificamos como «constante cultural de la valuación del tiempo». Su justificación como componente necesario de cualquier fórmula general se deriva del hecho de que culturas diferentes, incluso entornos diferentes, determinan distintos tipos de vinculaciones entre el ser y el acontecer. La antropología cultural presenta evidencias para corroborar esta aseveración. El vínculo, por falta de una mejor expresión, que coloca a una persona en un continuo
1. El trabajo de Léniz y Alcaíno fue presentado en el Seminario sobre « Tiempo, Calidad de Vida y Desarrollo Social» , Bariloche, Argentina en octubre de 1980.
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temporal que la envuelve, la arrastra y determina su acontecer propio y compartido, es diferente para un habitante rural sedentario que para un nómade. Del mismo modo, el vínculo de un campesino con el tiempo es diferente y tiene sentidos y consecuencias diferentes que el de un individuo urbano, especialmente de uno que vive en un entorno metropolitano industrial. No hay duda de que la famosa (y muy destructiva frase) «el tiempo es oro» no tiene sentido alguno para el campesino. Este está vinculado a un tiempo determinado por el metabolismo de sistemas naturales, mientras que el individuo urbano lo está a un tiempo determinado por el «metabolismo industrial».
Perturbaciones espacio-temporales Ya hemos dicho que una ciudad e s un sistema cuya función es, cuando menos, la de proporcionar sociabilidad, bienestar, segurida d y cultura. La naturaleza y la calidad de los vínculos que la gente establece entre sí y con los demás elementos que constituyen la ciudad y sus entornos, están subyacentes en esta posibilidad de cumplir semejante función. T ambién dijimos que estos vínculos de comunicación se dan en tiempo y espacio subjetivos. Aunque no era necesario calificar estos vínculos anteriormente, ahora resulta adecuado el hacerlo. El propósito es proporcionar algunos argumentos para establecer ciertas características y condiciones para que una ciudad sea más que humana (ya que todas son humanas), humanizadota. La teoría, (aún no completamente desarrollada) que pretendo proponer, la he llamado «teoría de las perturbaciones espacio-temporales». Se desarrolla de acuerdo a las siguientes orientaciones. La gente que vive en una ciuda d, vive en un espacio. Esto les presenta dos alternativas: estar en el e spacio o integrarse en el espacio. Integrarse significa ser parte del espacio que uno mismo contribuye a generar como parte determinante del mismo, y por lo tanto, crea para sí mismo. Identifico dicha condición com 161
como «estado humano de sinespacía espacial».1 En otras palabras, «soy parte (objeto-elemento) de un espacio que es mi espacio porque, mientras yo contribuya a su creación, simplemente por estar presente y por hacerlo definible por medio de mi presencia, por ser un elemento que en él es, alcanzo y adquiero identidad.» El estar, solamente, en un espacio, representa una ausencia de identidad. Es decir: «Camino y me muevo, floto, por decirlo así, en una magnitud espacial que no puedo comprender y en la cual soy demasiado insignificante como para aspirar a ser un elemento necesariamente definible, capaz de generar espacio». Identifico esta situación como un «estado humano de asinespacía». La gente que vive en una ciudad vive en un tiempo. Esto significa que están permanentemente expuestas a micro y macro experiencias temporales. El elemento subjetivo de ambas está influenciado por el tipo y calidad de los vínculos de comunicación permitidos por el entorno. Cuando el tiempo subjetivo, vivido por un período determinado, inhibe la capacidad de crear y de completar satisfactoriamente un vínculo de comunicación que la per sona con sidera ob jetivamente posible para este pe río do (período cronológico), yo definiría la situación como un «estado humano de asincronía temporal». Estas asincronías producen diversos grados de angustia y ansiedad, según la importancia dada por la persona interesada a los vínculos de la comunicación frustrada. En este contexto es profundamente conmovedor leer la anotación en el Diario de Franz Kafka, para el 16 de Enero: «Esta semana fue un desca labro total. Imposible dor mir, imposible la vigilia, imposible soportar la vida o más exactamente, la continuidad de la vida. Los relojes no se sincronizan, el reloj interior palpita de manera endiabla da o demoníaca, o por lo menos inhumana; el reloj externo prosigue cojeando, con su ritmo habitual. 2»
1. Así co mo sincronía se deriva del griego sin=juntos y d e
cronos=tie mpo, he construido sinespacía de sin =juntos y spaien=espacio.
El tiempo subjetivo y el espacio subjetivo podrían ser considerados como campos de investigación separados. Sin embargo cuando el problema es la ciudad, esa separación no tendría sentido, ya que ambos se influencian mutuamente. De muchos ejemplos he elegido sólo dos. El primero se refiere a las relaciones entre el espacio y las micro-experiencias temporales y es relativamente trivial. El segundo se refiere al espacio en relación con la macro-experiencia temporal. Imaginemos un embotellamiento del tránsito en una super carretera metropolitana. Imaginemos además que nos encontramos en uno de los vehículos. Finalmente, examinemos todo lo que ocurre a la luz de los conceptos que acabamos de explicar: 1) un espacio métricamente grande se convierte en subjetivamente pequeño para nosotros; 2) la reducción subjetiva del espacio produce en nosotros impaciencia; 3) la impaciencia determina un reprocesamiento continuo de la misma información, es decir que la información que el cerebro procesa es monotónica pero de alta «intensidad»; 4) la intensidad de la información prolonga nuestra sensación de duración del acontecimiento; 5) esta prolongación indeseada del acontecimiento bloquea nuestra capacidad de establecer y diversificar los posibles vínculos de comunicación, ya sea con otras personas, el paisaje o nosotros mismos; 6) este bloqueo provoca degeneración a vínculos de anticomunicación, tocamos la bocina y lanzamos insultos a los demás; 7) esta anticomunicación genera aún más impaciencia y el circuito se repite con creciente intensidad. Finalmente llegamos a casa... y todos sabemos lo que ocurre. Todo nos molesta; no hay tiempo para conversar con nuestras hijas e hijos y el problema más nimio se hace desproporcionadamente irritante. Este modelo aparentemente frívolo describe las consecuencias de un «estado humano de perturbación espaciotemporal». Sospecho que estos estados son responsables de muchas crisis familiares en las grandes ciuda des. El «stress» resultante obstaculiza seriamente el éxito de los vínculos de comunicación, indispensables para mantener relaciones humanas equilibradas.
2. La teo ría e mbrióni ca que pr esento aquí s e inspiró en gran medida
en este párrafo dramático de Kafka.
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Considerado en forma aislada el modelo puede parecer trivial. Sin embargo, por muy triviales que sean estas alteraciones en sí mismas, se repiten sistemáticamente, día tras día en la mayor parte de las grandes ciudades, de manera que sus efectos perjudiciales son acumulativos. El segundo ejemplo se refiere a la macro-experiencia temporal. Todas las personas, cualquiera que sea el lugar donde viven, son afectados simultáneamente por tres formas de envejecimiento: el envejecimiento cronológico, el envejecimiento biológico y el envejecimiento social. Me ocuparé de los últimos dos, ya que el primero es importante sólo por razones legales y burocráticas. La edad biológica es comparativamente simple y no requiere mucha explicación. Por otra parte, la edad social es más compleja: es la que la sociedad nos asigna a través de su actitud. Uno lo siente por la forma en que la sociedad lo trata y por el creciente número de oportunidades que ya no se nos ofrecen. Si la edad biológica y la edad social no están sincronizadas, el resultado puede ser bastante perturbador, y eso es, precisamente, lo que deseo analizar. La edad biológica puede estar influenciada, entre otros factores, por la herencia, el medio ambiente y las costumbres. El envejecimiento social está influenciado principalmente por factores ambientales y culturales. Si consideramos las costumbres como parte de la cultura, entonces la influencia de la cultura y del ambiente son comunes a ambas formas de envejecimiento. Cualquiera que haya vivido en un gran centro urbano metropolitano y en una comunidad rural o pequeña ciudad, tiene que haber observado una sutil diferencia en el proceso de envejecimiento entre ambas categorías. O para expresarlo de otro modo, las implicaciones no son las mismas. En un entorno urbano-in dustr ia l, la in stituc ión del ret iro for za do e s la sanc ión social que oficializa la ancianidad. Esta práctica es menos prevaleciente en las zonas rurales. Más aún, si el retiro o jubilación va acompañado de una falta de alternativas de actividad, la persona puede sentirse inútil y como carga para su familia, la que, a su vez, puede empezar a considerarla como un estorbo, lo que finalmente redunda en la
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internación de un nuevo paciente a un asilo. Este tipo de envejecimiento social puede acelerar dramáticamente el proceso de envejecimiento biológico. En las comunidades rurales y en las pequeñas ciudades sucede normalmente que una persona de edad avanzada llega a ser respetada por su sabiduría; se le asignan nuevas funciones, se le escucha (a él o a ella); participan activamente e influyen en la toma de decisiones. Continúan siendo activos, se sienten integrados a la sociedad y por lo tanto, útiles. Los gerontólogos y psicólogos están de acuerdo en que el envejecimiento biológico se acelera si una persona se siente de más e inútil. Estos sentimientos de «superfluidad» son ciertamente más comunes en las grandes ciudades y centros urbanos que en las pequeñas ciudades de las áreas rurales. Podemos decir, por lo tanto, que si el envejecimiento social es más rápido que el envejecimiento biológico, tenemos un «estado de asincronía temporal». Más aún, si el envejecimiento social tiende a ser más rápido en los centros metropolitanos que en las pequeñas ciudades del área rural, nos vemos frente a una situación en que la «perturbación espacio-temporal» está afectando a los grandes conglomerados urbanos. Los factores culturales también son importantes. Según mi conocimiento, en los países orientales o africanos, el envejecimiento social no es una experiencia tan dramática como para los occidentales, pero incluso ahí, puede ser mejor envejecer en un entorno pequeño que en uno demasiado grande. Una c iud a d p a ra se re s hum a no s Ahora bien, no quiero dar la impresión de que soy un fanático de «lo pequeño». La relatividad es válida para todo. Hay por ejemplo, grandes ciudades y... ciudades grandes. Nos sentimos mejor en una que en otras, por similares que sean sus dimensiones. Es interesante especular por qué. A riesgo de ser repetitivo, quiero declarar nuevamente las 165
cuatro condiciones mínimas que supuestamente debe cumplir una ciuda d: sociabilidad, bienestar, seguridad y c ultura. Y ahora, permítaseme pedirle al lector que examine su propia experiencia de vida, en su propia ciudad, en relación con estos cuatro puntos. Me atrevería a apostar que si las cuatro condiciones se ven satisfechas en una ciudad grande, es porque esa ciuda d tiene espacios pequeños dentro de sus grandes dimensiones. Quisiera explicar esto con ejemplos de mi propia experiencia. Uno de los períodos más felices de mi vida fue durante los años que viví en Montevideo, Uruguay. Es una ciudad grande, que concentra la mitad de la población del país, pero sin embargo estimo que cumplía satisfactoriamente con los cuatro requisitos enumerados. Eso fue hace quince años, lo que resulta importante destacar, ya que mis visitas en años recientes han sido una desilusión.1 Cuando yo vivía ahí, la sociabilidad se daba en cada esquina y en cada bar o café. El bienestar podía sentirse en las ambiciones materiales relativamente modestas, características de los uruguayos, en comparación con otras nacionalidades. La seguridad estaba garantizada por un sistema de bienestar social casi global y por una baja tasa de criminalidad en relación con otras capitales latinoamericanas. Existía pobreza, pero no miseria intolerable. La cultura era accesible en todas sus manifestaciones y en grandes proporciones. Había teatros y conciertos para satisfacer los gustos de cualquiera. Había una biblioteca pública que nunca se cerraba, donde se podía ver gente a toda hora del día o de la noche. Era una ciuda d donde caminar era un placer; estaba llena de misterios y nos incitaba a descubrirlos. Era una ciudad en la que uno se sentía en «estado de coherencia espaciotemporal». Buenos Aires también tuvo gran atracción para mí en el pasado. He meditado mucho en estas experiencias, especialmente cuando me he sorprendido reaccionando muy desfavorablemente frente a otros centros metropolitanos donde he vivido. Mi conclusión es que las ciudades grandes que me han gustado —es
decir, en las que me he sentido bien— son grandes pero contienen gran proporción de «pequeñez». Ciudades como Montevideo y Buenos Aires están compuestas de muchos barrios, que tienen su propio sello, que conservan su propia identidad y costumbres tradicionales y que preservan un sabor de intimidad. Hay un sentido de diversidad que impide la monotonía. Esto es lo que la s hace atractivas, pero sobre todo, gratas para vivir en ellas. Pero ¿por qué se encuentran estas características en algunas grandes ciudades y no en otras? Me parece que si uno tuviera que individualizar otras ciudades que reflejaran la misma imagen que acabo de describir, descubriría que casi todas ellas habían llegado a ser grandes antes del período de rápida industrialización. Esto es ciertamente así en América Latina, por lo menos. Las ciudades que crecieron como consecuencia de la industrialización generalmente carecen de un sello distintivo y parecen agobiadoramente monótonas. Hay además otras ciudades — São Paulo, por ejemplo— donde todo el encanto pre-industrial fue simplemente arrasado en nombre del progreso. Mi imagen —entonces— de una ciudad para seres humanos es la de una ciudad pequeña, u otra que ofrezca alternativas de pequeñez dentro de su grandeza. Ya que las dimensiones «humanizadoras» son dimensiones pequeñas, en todos aquellos lugares donde las grandes ciudades carecen del encanto de la diversidad interna, la iniciativa sensata es la de revitalizar las pequeñas ciudades que están luchando por sobrevivir, víctimas de un concepto errado de progreso. La historia que se presenta en los capítulos siguientes narra un intento en este sentido.
1. Nótese que esta observ ación fue escrita en 1981; es decir bajo una dictadura militar que destruyó los encantos que enumero a continuación.
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11 E nc ue nt ro co n l a re ali d ad
La ciudad, su espacio y su tiempo
Subiendo por la calle escarpada que lleva hacia la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los Negros, se puede ver la vetusta cár cel con sus viejas r ejas de fierro que dan a la calle para que los reclusos puedan conversar con sus amigos.
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Hace algunos años, sintiéndome sólo y solitario, situación en la que me suelo encontrar con frecuencia, escribí las siguientes líneas, pensando en mi hija Magdalena: «Cuando tú no estás, es como escuchar un violín en la distancia... hace mucho tiempo atrás». Al trazar esas palabras tuve la sensación repentina de que distancia y pasado eran una misma cosa, suponiendo que la distancia representara la separación de alguien o de algo que consideramos muy precioso. Y ahora, en que nuevamente me siento solitario, me sorprendo pensando en T iradentes como en algo muy remoto. Pienso que tal vez sea porque estoy tan lejos y que esta distancia implica la separación de algo que fue —y por lo tanto es — intenso. Esta sensación es muy real, de tal modo que las relaciones interrumpidas hace sólo un mes pueden llegar a parecerme tan lejanas que me llevarán a escribir este relato como si fuera un anciano tratando de revivir recuerdos de juventud. Solicito la indulgencia de otros testigos de esta historia ya que, habiendo asumido el papel de un anciano que recuerda su pasado, es posible que algunos de los acontecimientos estén descritos de acuerdo a la forma en que yo los sentí, y no según un criterio frío e impersonal. Pero esto no me inquieta en lo más mínimo, ya que no se puede esperar otro resultado cuando se reviven situaciones en las que uno ha estado profundamente envuelto. No obstante, consciente como estoy de esta debilidad humana, me propongo asegurar que cualquier posible distorsión sea sólo leve. Por lo tanto ahí va mi versión de la historia a rrrr 169
la que dediqué dos inmensos años de mi vida. Espero que el lector comprenderá por que los llamo inmensos. En tanto músico, soy muy sensible a los sonidos. No me resulta sorprendente, entonces, el haber «escuchado» a T iradentes antes de haberla «visto». Cómodamente instalado en un hotel de propiedad de amigos del amigo responsable de mi venida al pueblo, me había ido a la cama pero experimentaba dificultades para dormirme. Mi mente vagaba y mis sentidos estaban inusualmente alertas. A una distancia imposible de determinar, tomé conciencia de un grupo de perros que aullaban simultáneamente, como si estuvieran integrando un coro surrealista. Me concentré atentamente para detectar su número. Después de un rato pude identificar a seis y los clasifiqué como una soprano, tres tenores, un barítono y un bajo. Extraña combinación pensé, pero que merece ser escuchada. Otros sonidos se me hicieron presentes después, seguidos de más y más. Había cientos, tal vez miles de sonidos, cada uno con existencia propia, que al conjugarse con los demás de pronto adquirían un sentido mágico. Descubrí que podía elegir cualquiera de ellos y seguirlo en sus expresiones más interiores y externas sin ser perturbado por los demás. No era una cacofonía sino una sinfonía sutil y discreta. Sólo entonces descubrí por qué no podía dormir: no había ruido. Estaba rodeado, en cambio, por una fascinante jerarquía de sonidos que permitía preservar la individualidad de cada uno en medio de la totalidad. Al día siguiente, aún bajo la influencia de mi experiencia de la noche anterior, recordé al viejo indio en el sur lejano de mi país que cuando yo tenía unos diecisiete años me decía tantas cosas sobre los sonidos y los muchos lenguajes de la naturaleza. En varias ocasiones me repitió, mientras paseábamos por la orilla del mar: «Quédate en silencio y escucha. Está alerta y observa: Ella siempre está tratando de enviarte un mensaje». Cada vez que se refería a la naturaleza simplemente la llamaba «ella».
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¿,Pura coincidencia, la verdad, o simple anhelo? No importaba. Decidí que había un mensaje contenido en dos de mis impresiones: «cada uno con existencia propia y, en conjunto, un sentido mágico»; «preservar la individualidad de cada uno en medio de la totalidad». Estas frases que repetía en mi mente se convirtieron en un principio que había de influir en la orientación y actividades del Proyecto y, además, definir su estilo para los años venideros. Después de que mi silencio nocturno me había permitido oír, ya estaba listo para mirar y poder ver. Un hombre acarreando dos grandes vasijas de leche sobre una mula. Un campesino en bicicleta vendiendo queso fresco. Un grupo de turistas de Río de Janeiro en su «Passat» último modelo buscando antigüedades a precios de ocasión y haciendo chasquear sus cámaras fotográficas frente a los vestigios de un opulento Siglo XVIII. Una elegante dama citadina tratando de mantener el equilibrio sobre sus altos tacos mientras avanza como una acróbata sobre el irregular empedrado de la calle. Unos niños jugando sus importantes juegos con juguetes improvisados. Un gr upo de viejo s be bien do su «cacha ça»* frente al televisor del bar. Las campanas de una de las sietes iglesias tañendo en lontananza. Un chico que me muestra el «Chafariz»** con sus doscientos cincuenta años de edad y que me dice: «Si Ud. bebe de los chorros de los costados, siempre volverá a T iradentes; si bebe del chorro del centro, se casará aquí». Casado como estoy, y feliz, bebo del chorro de la derecha. Media cuadra más abajo, cruzando una callejuela llena de verdor, encuentro un artesano pedrero tallando, en un trozo de granito azul-grisáceo, el reloj de sol más hermoso que he visto en mi vida. Subiendo por la calle escarpada que lleva hacia la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los Negros, me enfrento a la vetusta cárcel con sus viejas rejas de fierro que dan a la calle para que los reclusos puedan conversar con sus amigos que están afuera. t * Cacha ça es una aguardient e de cañ a de azú ca r. Nor mal mente el mejor es el hecho en casa. ** Chafariz es la fuente de la ciudad. Está en uso desde 1749.
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La Rua Direita, a la izquierda se puede ver la cárcel
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Nadie permanece en ella por más de un par de días y, generalmente, debido a rencillas de borrachos. Los casos más serios, si los hay alguna vez, son trasladados a la ciudad grande donde la s celdas, por cierto, miran hacia el interior de la prisión. La espectacular Sierra de São José, como un muro ciclópeo que parece proteger esta pequeña joya, donde el ensueño y la nostalgia pueden lle gar a ser e l estado de ánimo normal de un forastero. Me senté en la plaza bajo el techo de sombra formado por las ramas de cinco «ficus» gigantes, tratando de captar lo que había visto y sentido. Ahí estaba el tiempo, por supuesto, y también el espacio: pero había algo diferente, además. Tenía la fuerte sensación de estar viviendo la «contemporaneidad de lo no contemporáneo». Las mulas y los automóviles, el Chafariz y la televisión, el reloj de sol y mi reloj Cassio-litio. Diversas eras coexistiendo en medio de un espacio de perspectivas increíblemente generosas. Recor da ba ha ber esta do antes en muchas otras ciudades viejas y haber tenido casi siempre una sensación de «asincronía temporal»: la vida moderna que continúa con su ritmo rápido habitual en medio de un entorno de museo. Aquí todo era distinto. Los tiempos parecían haberse sincronizado debido al ritmo y al estilo básicamente tranquilos de la forma de interacción humana de la gente. Las personas no estaban «en» un espacio, se integraban «dentro» de su espacio. Definían su propio espacio y forjaban su propio tiempo, generando así una espléndida coherencia espacio-tiempo. Se me ocurrió repentinamente que sería tal vez muy difícil desarrollar úlceras gástricas en semejante lugar. Más adelante me tocó descubrir varias formas de perturbación espacio-temporal, pero esta impresión inicial predominó durante todo el tiempo que viví en T iradentes. Me gustaba lo que veía a unque me llevó bastante tiempo adaptarme a ello. Siendo probablemente la única persona del pueblo sometida a los dictados de un reloj, con frecuencia me irritaba lo que interpretaba como irresponsabilidad de parte de los demás al no respetar los horarios establecidos, o más bien
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El Chafariz, fuente de la ciudad. En uso desde 1749.
dicho, los horarios del reloj. Sólo corregí mi actitud, cuando descubrí que el tiempo de la gente estaba regulado por acontecimientos. A corto plazo, por los acontecimientos diarios: las cosas se hacen antes o después de la misa, antes o después de la s clases, después de la reunión del concejo municipal, y así sucesivamente. El largo plazo es planificado y regulado de ac uerdo a las fiestas religiosas o patrióticas, que son por cierto numerosas. La responsabilidad de una persona en la organización de una fiesta es un deber que está por encima de cualquier otro compromiso. El tipo de relación entre las personas y el tiempo influye en el entorno total de manera tan decisiva que, al convertirse inevitablemente en parte de dicho entorno, uno enfrenta experiencias poco usuales. Cuando recibía visitas de la capital ocurría con frecuencia que después de una conversación que subjetivamente parecía haberse prolongado por horas, descubríamos de repente que sólo había durado tres cuartos de hora. La reacción era siempre de incredulidad y la experiencia se repetía una y otra vez. Esto resultaba maravilloso cuando estaba en buena compañía pero se convertía en dura carga cuando enfrentaba la soledad. Me sentí muy atraído por la distribución social del espacio. En esta pequeña ciudad el espacio está integrado en toda su variedad humana. No hay barrios o distritos que separen a los pobres de los ricos. Todos, cualquiera sea su situación, viven puerta a puerta con los demás. La pobre za no se «esconde» corno ocurre en las grandes ciudade s, de los ojos demasiado sensibles de los pudientes. La pobreza puede ser aguda, pero conserva cierta dignidad. La proximidad espacial fue una experiencia altamente educativa. El papel de los informantes y una lección de percepción Había llegado a T iradentes sin un programa pre-establecido y para quedarme ahí durante seis meses. Estaba solo, con un ew
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El Chafariz con la iglesia de Santo Antonio al fondo.
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proyecto que existía solamente en mi mente y en la mente del Director General de SENAC (quién me había invitado); sin oficina, sin ayudas o infraestructura alguna. En realidad podría haber hecho cualquier cosa... o nada, porque ni siquiera tenía términos de referencia. Dada la situación, decidí dedicarme como primer paso, a comprender mi entorno. Tal como lo he descrito, empecé por captar el entorno físico, pero el factor humano continuaba siendo una incógnita. Además en ese tiempo no tenía un conocimiento adecuado del idioma portugués, lo que dificultó muchísimo mi comunicación inicial con la gente. Como abun damiento, mi estatura de 1.96 m., mi barba y mi aspecto de vikingo, no hay duda de que me convertía en un personaje sumamente extraño en esta pequeña ciudad tradicional. Sospecho que fui causa de muchos comentarios y especulaciones en los bares y demás sitios de reunión. Como anteriormente había trabajado en áreas rurales y en comunidades indígenas, ya estaba acostumbrado a esta situación y no me inquietaba mayormente. Estaba tratando de acostumbrarme a la ciudad y la ciudad, a su vez, terminaría por acostumbrarse a mí. El problema es que durante el período de «integración» uno no puede simplemente sentarse, relajarse y esperar. Y es aquí donde entra en escena un personaje indispensable: el informante. Se gún lo puede confirmar cualquier antropólogo la relación que se establece con los informantes es de naturaleza sumamente delicada. Durante un período importante son los únicos vehículos de comunicac ión disponibles. T enemos que confiar en ellos y sus respuestas y observaciones son contribuciones determinantes en la construcción de nuestro modelo de la realidad. Sin embargo, esta relación debería ser siempre de corta dura ción. Cuando lo vínculos entre el receptor y el informante se prolongan por un período demasiado largo, se puede producir una ruptura indeseable y perjudicial. Por supuesto que lo que constituye un período demasiado largo es subjetivo y debería dejarse a la intuición del receptor. No obstante, en algún momento pueden aparecer signos concretos de peligro: cuando el receptor se muestra demasiado dependiente, el informante gt
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El viejo Foro y la iglesia de Santo Antonio.
tiende a convertirse en demasiado posesivo. Ése es el momento en que uno debe apartarse o establecer un tipo de relación diferente, como una simple amistad sin compromisos, de ser posible. De otro modo, llega el momento en que el informante informa cada vez menos y manipula cada vez más. Si surgen discrepancias entre la información recibida y la realidad percibida en forma independiente, la ruptura bien puede estar a la vuelta de la esquina. A pesar de mis experiencias previas en el terreno, cometí precisamente ese error. Debido tal vez a una falta de sensibilidad por ambas partes, mi informante inicial y yo llegamos a un punto de ruptura que lamentablemente nunca se remedió. Sin embargo le quedé muy a gradecido por los datos muy valiosos, sobre cultura, tradiciones y experiencias que me comunicó. Yo concedía gran valor a los hechos informados, pero en muchos casos no lograba estar de acuerdo con la interpretación del informante. El epílogo fortuito de esta relación me dio una lección: Ningún lugar puede ser «el lugar» si la experiencia vital de una persona ha de ser la experiencia vital de otra. El sólo hecho de estar donde estoy me cambia y cambia todo lo demás. El descubrir no es ver lo que ,”hay” (esto es imposible a cualquier nivel), sino más bien proyectarse hacia una realidad en continua creación. Ya no soy lo que era, sino lo que he de ser, como consecuencia de que todo lo demás deja de ser lo que era para tornarse en lo que será, en una síntesis dialéctica constantemente renovada. Soledad y percepción Gabriela, mi compañera de vida, me había acompañado durante los dos meses iniciales de mi trabajo y fue una ayuda incalculable durante el proceso de descubrimiento. Pero ahora, después de esta desafortunada relación que acabo de describir, me encontraba solo y entregado a mis propias fuerzas. Mis contactos más cercanos fueron una pareja joven, Norma, psicóloga
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psicóloga y Ademar, músico, cuya reciente llegada a la ciuda d los descalificaba para servirme de informantes. No obstante, nos comunicamos muy bien y ellos resultaron ser mis intermediarios más capaces en mis esfuerzos por establecer comunicación con la población en general. Sentí que con su ayuda el hielo se iba rompiendo, aunque quedaba mucho por andar en esa jornada, funda mentalmente solitaria. La soledad puede ser una carga muy pesada en cualquier circunstancia, pero suele llegar a proporciones destructivas si se da en un entorno ajeno. El riesgo de que esto ocurriera me pesaba. Recordaba además a muchas personas que había conocido en mis experiencias de terreno que lle gaban a quebrantarse, y con dramáticas consecuencias, porque no podían soportar la soledad. Decidí tomar precauciones reforzando mi autodefensa. Lo que hice fue simplemente persuadirme de que, en vez de estar sufriendo una soledad forzada, estaba viviendo un aislamiento voluntario. Logré convencerme, repitiendo esta idea en mi mente una y otra vez, especialmente antes de dormirme. Fui tan lejos como para dar una forma concreta a la soledad, convirtiéndola en una «dramatis persona» y estableciendo un diálogo con ella. Hablaba en voz alta, como frente a un interlocutor vivo proponiéndole una tregua: Yo trataría de sacar los elementos más positivos de su presencia, dignificando así su existencia, y ella a su vez, trataría de dañarme lo menos posible. Este pequeño pero importante juego psicológico obró maravillas, y pronto me sentí más a mis anchas con mi soledad recientemente adquirida y extraje de ella inspiraciones fecundas. Lo que acabo de describir puede parecer a algunos totalmente fuera de lugar y de contexto. Pretendo, sin embargo, que los que piensan así estén dispuestos a reflexionar algo más sobre la materia. La verdad es que no se me ocurre nada más importante al estudiar una experiencia de terreno, que descubrir lo que oc urre en la mente y en la p siquis de l tra bajador. Mi experiencia me ha enseñado que muchos fracasos de proyectos pueden atribuirse precisamente a procesos mentales y psicológicos incontrolables que afectan a los participantes, hechos
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El ant i guo r el oj s ol ar de l a ci udad.
que no caben en los informes y que pasan desapercibidos en las clásicas evaluaciones finales. Cuando me encargaron que escribiera este libro, se dio por sentado que mi experiencia interior surgiría con la misma intensidad que los objetivos, acciones y resultados del proyecto mismo. Estimo que al hacer estas confesiones íntimas puedo estar prestando un servicio valioso a otros que están
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envueltos en o que pretenden iniciar empresas de terreno parecidas a las mías. Habiendo alcanzado un nuevo estado de ánimo —equilibrio con dinamismo— descubrí el sorprendente potencial de una verdadera compatibilidad con la soledad: realza nuestros sentidos y aguza nuestra percepción. Fue en esa etapa y como resultado de mi nueva actitud, que todo el Proyecto empezó a tomar forma concreta, no sólo en mi mente sino también sobre el papel. Vi las cosas mucho más claras y empecé a interactuar con la gente en forma cada vez más estimulante y natural. T uve la impresión clara de que había dejado de ser un elemento ajeno y que me estaba integrando bien y sin tropiezos. El momento cumbre se dio cuando una noche en que me encontraba profundamente dormido, sin aviso previo me despertó una serenata en mi honor, al pie de mi ventana. Este episodio que se repitió muchas veces, especialmente cuando Gabriela venía a visitarme, significaba que me habían aceptado. Finalmente sentí que pisaba en tierra firme. Habían transcurrido cinco meses y ya tenía muchos amigos. Completé el documento con las proposiciones para un Proyecto y éste fue aprobado en una reunión «ad-hoc» en la que participaron numerosos representantes de instituciones públicas y privadas, potencialmente interesadas. Fuera del documento del Proyecto, había iniciado algunos trabajos interesantes, con la ayuda de la joven pareja que mencioné antes. Se decidió que me que dara seis meses más para poner en práctica mi propuesta. La dimensión descubierta Creo sinceramente que todos los misterios del mundo están al alcance de mi mano, de mi sensibilidad y de mis poderes inquisitivos. Están aquí, dentro de mi casa, en los senderos circundantes y en los rincones de mi jardín. T engo mi propio jirón de cielo y mi parcela de aire. Mi cuota de luz y de colores.
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Estoy rodeado de suelo, de aire, de paredes y de cortezas, de flores en botón y de raíces, de las angustias de mis hijas, de las tristezas de mi mujer y de mis propias tristezas, del alimento que compartimos en nuestra mesa, de las costumbres y del pelaje de mi perro, de las voces y silencios de mis amigos, de los sonidos de mi piano, de mis sueños y del zancudo que cercena mis sueños, de la araña que no veo pero que sé que está y que me angustia que esté, de la fragancia del café, de la infalibilidad de las yerbas medicinales que están en la despensa y de las hormigas que siempre logran penetrar en la despensa, de las razones del pintor, del poeta y del artesano que vienen a tomar una copa con nosotros, de las ideas para la construcción de un mundo mejor que se discuten de noche en mi biblioteca, de las cartas de saludo que nos llegan de otros hogares. Estoy rodeado de todas las formas de vida y de muerte, de amor y de angustia, de gloria y decadencia, de humildad y vanidad, desaliento y esperanza. Las leyes de la naturaleza están aquí, o es aquí donde se reflejan sus efectos inflexibles. Las leyes humanas están aquí o es aquí donde se reflejan sus falacias. Este grano infinitamente pequeño de universo es, después de todo, un Universo. Descubro que el Universo se desgrana para repetirse en infinitos Universos de alcance personal. Conocer el mundo significa ante todo conocer la casa en que vivimos, sus senderos, su jardín. Porque si es cierto que todas las casas y todos los senderos y todos los jardine s componen un mun do, también es c ierto que el mundo se despliega para encontrar un lugar total en cada casa, en cada sendero, en cada jardín. Toda la inmensidad está contenida en lo pequeño. Lo pequeño no es otra cosa que la inmensidad a escala humana. Confiado, pero con la dosis necesaria de humildad, me acerqué a la inmensidad de esta pequeña ciudad. El tratar de comprender es una tarea gigantesca, que tal vez nadie llegue a completar en su totalidad, mucho menos yo. Hay sin embargo unas cuantas cosas que yo sé. Sé, por ejemplo, que lo pequeño no es necesariamente hermoso. Puede ser feo y malo. Puede ser deprimente, destructivo y agobiador. Puede ser monótono y aburrido.
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aburrido. En verdad lo pequeño puede contener cualquier cualidad natural y humana, buena o mala. Pero tiene una ventaja abrumadora sobre el gigantismo. Cualquiera que sea lo que está contenido en lo pequeño, lo está a escala humana. En este sentido, para bien o para mal, lo pequeño hace a los humanos más humanos. Y en esto reside la esencia de su belleza. T iradentes no es la excepción a esta regla. Existen la amistad y la intriga pero uno llega a saber quién es quién. Hay solidaridad y explotación, pero es posible distinguir a los que se preocupan de las necesidades de los demás de aquéllos que sólo se interesan por satisfacer su propia codicia. La virtud y el vicio son visibles: tienen rostro y nombre. Tiradentes es una pequeña ciudad donde la gente, según el criterio aristotélico, conoce los caracteres de cada cual. Y es a partir de este conocimiento que es posible construir. Antes de llegar a T iradentes me habían hablado mucho de su belleza, de su maravillosa arquitectura colonial, de su fascinante historia, pero nada sabía de su gente. Cada vez que tomaba contacto con forasteros bien informados, descubría que estaban más preocupados de restaurar los edificios que de mejorar la calidad de vida de aquellos que los habitaban. Al cabo de cinco meses me había dado cuenta del drama humano que se desarrollaba detrás de esos muros tan ansiosamente fotografiados por los turistas. La verdadera dimensión de T iradentes —la dimensión descubierta— es la dimensión humana. Y el caso de T iradentes se repite en miles de pequeñas ciudades. En los diseños de los planificadores se convierten en pequeños puntos anónimos, sin identidad, a pesar del hecho que bien pueden ser los últimos lugares del mundo donde la gente haya logrado preservar su identidad. ¿No es ésta acaso una de las condiciones humanas más valiosas que pudiéramos recuperar? Entonces ¿por qué no hacerlo en aquellos lugares donde todavía existe?
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12 Es que ma p ara l a ac ció n
Bosquejos del proyecto En la mayoría de los países de América Latina se dan desequilibrios regionales serios y perjudiciales. Aunque esos dese quilibrios ya existían en tiempos coloniales, en muchos casos se han agudizado debido a la aplicación del modelo de rápida industrialización. Brasil es un ejemplo dramático. El sur industrial, rico y poderoso, coexiste con el noreste agotado y empobrecido. Algunas de las metrópolis más grandes del mundo se encuentran en el mismo país donde miles de pequeñas ciudades languidecen y se deterioran por falta de recursos. El Proyecto T iradentes fue concebido en razón de esta realidad. Debía ser un modelo demostrativo cuyo propósito era «promover la revitalización de pequeños centros urbanos como sociedades alternativas frente a la creciente disfunción de las grandes áreas metropolitanas, que permitiera mejorar la calidad de vida y la productividad de los sectores económicos informales». El Proyecto fue concebido como un ejercicio interdisciplinario que, basándose en el potencial de un estilo adecuado de capacitación profesional, pretendía cumplir los siguientes objetivos fundamentales: 2. Promover el desarrollo de la vida cultural de la región, estudiando sus manifestaciones y estimulando su acción y el potencial de los representantes locales; 3. Desarrollar formas de cooperación mutua entre los miembros de la comunidad, así como una interrelación más
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aburrido y orgánica entre la comunidad y su entorno cultural y natural. 1 3. Impulsar la búsqueda de grados de equivalencia entre las necesidades humanas fundamentales y su satisfacción para todos los miembros de la comunidad; 4. Promover las condiciones necesarias para la supervivencia y productividad de las empresas pequeñas y familiares, tanto urbanas como rurales; 5. Desarrollar la capacidad técnica y la productividad de las unidades artesanales; estimular una creciente producción preservando a la vez las formas tradicionales de producción y manteniendo una alta calidad; 6. Organizar un proceso de comercialización para los artículos producidos por las empresas pequeñas o familiares; 7. Desarrollar un estilo de capacitación técnica que aproveche las habilidades potenciales o existentes de los miembros de la comunidad, permitiendo así la formación de una estructura ocupacional que llegue a ser un vehículo auténtico para la autorealización de la persona; 8. Preparar el terreno para crear en Tiradentes un «Centro de Estudios y Promoción de Alternativas Urbanas y Rurales» (CEPAUR)* con el objetivo, entre otros, de promover la reunión regular de expertos de distintas partes del mundo, interesados en la revitalización de las pequeñas ciudades y su entorno rural que así podrán intercambiar ideas, diseñar nuevas estrategias y difundir sus experiencias y realizaciones. Considerando sus características demostrativas, el Proyecto debía realizarse dentro de un contexto especial. En primer lugar, era
1. Tiradentes está situado en la base de la Sierra de São José que es un remanso espectacular de flora e xótica y de interesante fauna. Ha estado y sigue estando en peligro continuo de agota miento y d estru cción . Algunas especi es ya han desap are cido. Tir adentes mis mo contiene un patri monio histórico y culturaI inapreciable, a pesar de su prolongado abandono, deterioro y ruina. *El CEP AUR fue cr eado en ene ro de 19 82 y tien e su s ede en S anti ago de Chile pero mantiene vínculos con Brasil y otros países latinoamericanos.
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preciso obtener la cooperación nacional e internacional, tanto de instituciones públicas como privadas. Las agencias nacionales interesadas deberían unirse en un Consejo Consultivo para estimular y evaluar las acciones del proyecto. Las actividades principales debían ser diseñadas de tal manera que los habitantes de menores ingresos pudieran adquirir conocimientos y técnicas de aplicación inmediata dentro de sus tradiciones artesanales. El Proyecto tenía que dar preferencia a una capacitación que no exigiera inversión de equipos costosos. Los instructores, escogidos entre artesanos y artífices distinguidos debían tener preferencia si eran locales, y la capacitación debía combinarse con una producción comercializable. En cierto sentido, la idea era adoptar el principio «educación con producción», tal corno se ha promovido en algunas regiones de Africa, adaptándolo a la realidad regional de este lugar de América Latina. Se debía dar especial atención a la capacitación de las mujeres, más allá de las áreas consideradas como tradicionalmente femeninas. Al mismo tiempo se debía ofrecer oportunidades a los niños y jóvenes por medio de la instalación de «talleres creativos». Finalmente, y consecuentes con la filosofía del Proyecto, era preciso favorecer ciertos mecanismos, entre los cuales los más importantes eran los siguientes: 2. Llevar a cabo la acción de tal manera que se reforzaran las raíces de la gente, para evitar la migración forzosa, debida a la falta de oportunidades; 3. Reforzar y estimular el potencial cultural de la región, de tal manera que, una vez revitalizado, pudiera determinar el estilo regional de desarrollo y generar oportunidades de trabajo; 4. Promover y estimular las formas de participación de manera que incluyeran a todos los sectores de la comunidad, especialmente a las mujeres, jóvenes y niños; 5. Integrar a los niños como sujetos activos, en vez de objetos pasivos, estimulando sus capacidades creativas, convirtiéndolos así en parte de un proceso permanente y fértil de
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de capacitación vocacional que destaque las habilidades y talentos revelados; 5. Introducir y estimular el uso de tecnologías alternativas que, de ser posible, emanen de los talentos locales, para disminuir la dependencia local o regional, de las áreas metropolitanas; 6. Organizar el proceso de capacitación vocacional de manera que no sea una mera repetición de los procesos aplicados en grandes ciudades. La realidad y exigencias de una pequeña ciudad siendo diferentes de aquellas de los grandes centros, el sistema adoptado no debía imponer el aprendizaje de nuevas habilida des, sino más bien utilizar y reforzar las existentes; 7. Todas las acciones debían estar inspiradas en la idea de un desarrollo para aumentar la auto-dependencia regional y local. Cuando las autoridades ejecutivas de SENAC aprobaron los objetivos fundamentales y las consideraciones especiales del Proyecto, se preparó una lista de las acciones específicas. Sería tedioso enumerarlas aquí, de modo que sólo diré que llegaban a un total de 25. Eran esencialmente el producto de mis cinco meses de permanencia y observación y representaban más bien un marco de referencia y un conjunto de pautas que obligaciones rígidas. No habiendo tenido la oportunidad de llevar a cabo ninguna investigación científica formal en el terreno, me apoyé en la percepción y en el sentido común. Una vez terminado, el Documento del Proyecto T iradentes fue distribuido entre todas las personas interesadas y fue ahí donde reveló su flanco más débil: Objetivos demasiado ambiciosos, por una parte, y exceso de acciones por otra. Según descubrí más adelante, varias personas habían declarado en ese entonces, aunque no lo hicieran oficialmente, que el proyecto, tal como había sido concebido, estaba condenado a fracasar. La realidad de smintió este enfoque pesimista. Ba sado en mis experiencias y en los muchos errores cometidos en mis aventuras anteriores, simplemente he dejado de creer en términos referencias rígidas. Creo más bien en la utilidad de una gama
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amplia de objetivos y de acciones como marco de orientación. La exploración continua de la realidad local proporcionará los indicadores de cualquier a daptación o reorientación que pudieran ser necesarias. La experiencia demostró que tenía razón. No todos los objetivos se cumplieron, pero todo lo que se logró estaba contenido en la proposición original. La gama de lo «deseable» cubría todo lo «posible». El subconjunto de lo posible estaba totalmente contenido en el conjunto de lo deseable. T engo que agregar que, dadas las muchas circunstancias y condiciones adversas que describiré más adelante, lo que finalmente logramos fue mucho más de lo que habíamos anticipado. Justificación del proyecto Las grandes ciudades del T ercer Mundo están creciendo a un ritmo tan acelerado que se han hecho agobiadoras y difíciles de manejar. Este proceso no tiene precedente en la historia. El desempleo y los barrios marginales cunden en forma alarmante como consecuencia de esta ola sin fin de migración, desde las zonas rurales y pequeñas ciudades. Al mismo tiempo, estas pequeñas ciudades se deterioran y las áreas rurales se empobrecen cada vez más. Las Naciones Unidas realizaron un estudio de población que indicó que en 1950 sólo dos de las 15 ciudades más grandes del mundo se encontraban en el T ercer Mundo. Para el año 2000, éstas habrán aumentado a 12. La mayor de todas será Ciuda d de México, con 31 millones de habitantes; São Paulo en Brasil, con 26 millones y Río de Janeiro, la séptima, con 19 millones. En 1970, el T ercer Mundo sólo tenía 16 ciudades con más de cuatro millones de habitantes. Para el año 2000 éstas serán 61. El crecimiento desmesurado que se da junto con la decadencia de las pequeñas ciudades y el empobrecimiento de las áreas rurales, representa para las naciones más pobres un problema de magnitud incalculable, para el cual aún no se han diseñado soluciones adecuadas, pese a los esfuerzos de algunos grupos
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grupos alarmados por esta situación. Las tendencias actuales, son producto del fracaso de una estrategia de desarrollo que impulsó la rápida industrialización a costa de descuidar el desarrollo rural. La consecuencia impredecible fue esta hiperurbanización. No cabe duda de que estos criterios de desarrollo que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial aún prevalecen en el mundo de hoy. No obstante, el debilitamiento de la agricultura en ciertos lugares del mundo ha alcanzado proporciones tan aterradoras que los esfuerzos para el mejoramiento rural y la revitalización de las pequeñas ciudades parecen ser la prioridad más sensata y urgente del futuro inmediato. Una verdad se hace evidente. Aunque parezca una paradoja, para solucionar en forma eficiente los problemas que aquejan a las áreas metropolitanas, es preciso concentrar las acciones de desarrollo en las áreas rurales y en las pequeñas ciudades. Casi todos los países del T ercer Mundo han expresado su inquietud por la manera en que los está afectando esta hiperurbanización. Las Naciones Unidas realizaron un estudio al respecto en 1977 que reveló que de un total de 119 gobiernos entrevistados, 113 consideraban que su distribución demográfica era inaceptable. Noventa y cuatro de estos gobiernos declararon que ya estaban empeñados en solucionar el problema o que tenían proyectos para hacerlo en el futuro. Las posibilidades de encontrar soluciones, por el momento al menos, no son muy numerosas, y esto por una curiosa razón. Hasta ahora, el pro blema no ha susc itado suf iciente interés entre los economistas y cientistas sociales del T ercer Mundo. De ahí que los líderes políticos y los administradores no hayan conseguido el apoyo necesario para profundizar la materia y descubrir soluciones factibles. La razón de la falta de interés es un tanto extraña: se debe principalmente a que el fenómeno de hiperurbanización que afecta a los países más pobres nunca fue anticipado en las teorías de desarrollo, y, por lo tanto, no se suponía que pudiera ocurrir. Por el contrario, éstas suponían una serie de mecanismos auto-reguladores (o controles planificados) que supue stamente llevarían el proceso de desarrollo hacia un
equilibrio global relativo. El hecho de que dichos mecanismos se rehusaron a funcionar, ha desconcertado a muchos teóricos del T ercer Mundo. De modo que nos encontramos frente a un problema que aún no sabemos corno manejar, ya que no disponemos de las herramientas necesarias para su análisis e interpretación, a pesar de algunos esfuerzos realizados en países del Primer Mundo, especialmente en Suecia. Más aún, un argumento que se suele esgrimir para justificar la falta de acción correctiva es que no hay manera de medir la hiperurbanización y que es imposible determinar cuándo empieza o qué magnitud pue de llegar a tener. Aunque este argumento no es en absoluto convincente desde el punto de vista científico, se le repite insistentemente. Nos encontramos en una encr ucija da. Sabemos lo que hay que hacer pero no sabemos a ún cómo hay que hacerlo, porque no tenemos una teoría alternativa de desarrollo que sea convincente. Mientras esperamos que se materialice esta gran teoría, lo que hacemos es escaso o nulo. Y sin embargo, lo más extraño es que tal vez lo último que necesitamos sea una gran teoría. Estas han fracasado con demasiada frecuencia. Lo que necesitamos en su lugar es un propósito. Un propósito que permita la más plena participación por medio de procesos de acción de múltiples niveles, que se origine en las bases y que se extienda desde la aldea hacia el orden global. Un propósito dentro del espíritu del Proyecto del T ercer Sistema que postula que empezando desde la ba se de la socie da d, ca da unida d de ber ía ser capaz de iniciar su propio curso de acción y resolver todos los problemas que puede resolver. Esta es la esencia de la auto-dependencia y de la auto-gestión. Los problemas que están más allá del alcance de las comunidades primarias serían resueltos por unidades más grandes, según la naturaleza de la tarea, y de tal manera que permitieran la participación de todos los interesados, así como el control de las responsabilidades de aquellos que ejercen el poder.1
1. Ver AIDA», Dossier 17 «International Foundation for Development Alternatives» mayo/junio de 1980,pp.11-13 y «Development Dialogue», 1981:1.
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La necesidad de intensificar vigorosamente el desarrollo rural (y de las pequeñas ciudades) es aceptada en la mayoría de los países, aunque no se la lleva a la práctica. El empleo subsidiado, los mayores ingresos, los incentivos fiscales y una mayor posibilidad de amenidades continúan favoreciendo a los grandes centros urbanos, de tal manera que las zonas rurales y las pequeñas ciudades no están en condiciones de rivalizar con las áreas metropolitanas. La reducción, e incluso la eliminación de tales tratamientos preferenciales es un de ber imperativo para los gobiernos de las naciones más pobres, a pesar de que supongan la aplicación de medidas radicales e impopulares. Si estas postergaciones de las soluciones del problema se prolongan, es posible que los países del T ercer Mundo nunca alcancen los ni veles de bienestar a los que aspiraron y que la rápida industrialización les prometió. Es posible que todos los beneficios se vean anulados por los problemas urbanos crónicos. El mayor absurdo sería —y ya lo es en muchos casos— que los beneficios derivados del proceso de desarrollo se utilicen para resolver los graves problemas causados por ese mismo proceso de desarrollo. Urge encontrar nuevas orientaciones y actuar. La postergación es suicida. Buscando apoyo Mi experiencia en América Latina me ha enseñado que se promete apoyo con facilidad pero que rara vez se llega a un compromiso concreto. Yo ya había sufrido esta experiencia y estaba destinado a sufrirla de nuevo. Con toda fidelidad seguí los pasos rituales de informar a toda clase de agencias de nuestros objetivos e incluso organicé, con el patrocinio del Director general de SENAC, una reunión en T iradentes con ejecutivos de agencias federales, estatales y privadas que pudieran interesarse por una empresa como el Proyecto T iradentes. Hubo muestras de entusiasmo y expresiones alentadoras, pero ninguna ayuda concreta ni participación de las agencias representadas en la reunión llegó a cristalizarse.
Durante los primeros meses, una fundación privada, la Ro berto Mar inho , propor c ionó a lguno s fon do s pa ra p a gar mis honorarios, además de algún material menor para las oficinas del Proyecto. Después de seis meses e sta ayuda fue descontinuada, principalmente porque el funcionario a cargo del asunto consideró que el proyecto era demasiado vago. Yo no estaba preparado ni dispuesto a entregarle los cronogramas y proposiciones detalladas que él exigía, fundamentalmente por las razones que indiqué en la sección anterior1. De ahí que el apoyo financiero durante la vida completa del Proyecto, incluyendo mis honorarios (con la excepción de tres meses en que fue cubierto por CINTERFOR-OIT ) fuera proporcionado casi exclusivamente por SENAC. Fuera de mis honorarios, lo que SENAC podía proporcionar era lo mínimo; espacio de oficina, el arriendo de un auto de segunda mano, una secretaria y, durante los últimos doce meses, el salario de tres jóvenes colaboradores locales que había logrado reclutar y de un mozo de oficina. Algunas medidas concretas como cursos de capacitación vocacional fueron financiadas con fondos regulares de SENAC como parte de sus actividades normales y los cursos impartidos por artesanos locales fueron financiados con una donación del Ministerio del Trabajo. Para algunos trabajos de fotografía se nos permitió usar el laboratorio y materiales del Secretariado del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (SPHAN). El Banco Bamerindus y la Kodak de Brasil contribuyeron también a la impresión de un catálogo y de carteles para una exposición organizada por el Proyecto. Como se puede apreciar, fuera de SENAC, las contribuciones fueron escasas y muy por debajo de lo que esperábamos inicialmente en cuanto apoyo adicional. El resto fueron promesas, constantemente renovadas, pero que nunca se materializaron. 1. La Funda ción contribuyó al fin ancia miento de la Terc er a Reunión Latinoa me ri c ana sob re Investi ga ción y Ne cesid ad es Hu manas , p atro cinad a por UNESCO en Tiradentes. en octubr e de 1979. Aunque yo fui el coordinador de esta reunión no fue de hecho actividad del P royecto.
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Esta continua escasez de recursos era desalentadora, pero aunque parezca sorprendente, también tuvo un aspecto positivo. Nos obligó a desarrollar la imaginación y el ingenio para realizar el máximo con lo poco que teníamos. Al final todo resultó bien y ahora podemos recordar con gran satisfacción esas realizaciones. Las carencias de dinero del Proyecto fueron compensadas por la motivación y empeño de los que se habían comprometido en la empresa.
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Un proyecto no ortodoxo El proyecto había sido concebido de manera poco usual y hasta el final se mantuvo en su heterodoxia. No seguí las pautas tradicionales establecidas para los proyectos que cuentan con la participación de agencias internacionales. En cierto sentido, el proyecto representaba la formalización de lo informal. Su realización fue más bien la convergencia de ideas de individuos que de intereses y políticas institucionales. La ausencia de vínculos institucionales claramente formalizados, genera una deficiencia crónica de recursos materiales y financieros, pero por otra parte, permite una mayor libertad y creatividad así como rapidez en la acción. Nuestra aparente debilidad se trocó en fortaleza ya que generó solidaridad y «esprit de corps» entre los integrantes. Sin embargo, esta fortaleza fue adquirida a un costo emocional y psicológico considerable. Seguimos adelante con la esperanza de recibir mayor apoyo. De hecho, las reuniones generales de CINTERFOR-OIT de 1979 y 1980 habían confirmado su interés por el Proyecto T iradentes como una demostración para las instituciones de formación vocacional en América Latina, recomendando insistentemente que se negociaran contribuciones financieras internacionales. De manera que proseguían las negociaciones al más alto nivel mientras nosotros forzábamos la imaginación para sobrevivir y lograr un resultado positivo. Los esfuerzos en la c umbre no tuvieron éxito, mientras que los nuestros, al nivel más bajo, ya estaban dando frutos. Uno de los motivos de permanente inquietud era que no podíamos predecir la duración total del Proyecto. Mi propia
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permanencia fue renovada siete veces durante dos años. Otro tanto ocurrió con mis ayudantes que me acompañaron durante los últimos doce meses. Una inseguridad como ésta es mentalmente agotadora y da origen a períodos de aguda depresión. Pero las reacciones humanas son extrañas e impredecibles. Nuestra constante ansiedad se convirtió en una suerte de desafío. La sensación de vernos abandonados e incomprendidos nos hizo reaccionar: «Ya les demostraremos lo torpes que son, probándoles lo que somos capaces de hacer, incluso sin su ayuda». Nuestra motivación y fe en lo que estábamos haciendo se convirtió en la fuerza motriz de nuestra empresa. Creo que es importante destacar estos factores porque nos permiten evaluar las realizaciones finales dentro de su perspectiva humana real. Tal vez lo más interesante del Proyecto T iradentes fue que la falta de recursos fue compensada con mucho amor. Mirando hacia atrás siento la convicción de que semejante amor puede realizar maravillas. T uve mucha suerte, por cierto, al encontrar colaboradores capaces de tanto apego y pasión por su tarea y para ellos va mi gratitud 1. Al final nos convencimos —y así lo expresamos públicamente— de que si el Proyecto no se hubiera realizado de esta manera poco ortodoxa, habría permanecido por siempre jamás en el terreno de las ideas. Fase N° 1: Los niños dicen lo que piensan Una de mis preocupaciones centrales durante los primeros meses era encontrar la manera de asegurar la participación de los niños para este proceso de revitalización. Me parecía que si los niños pudieran revelar libremente su visión de la sociedad, de la escuela, de la autoridad, del trabajo y del futuro, los problemas más fundamentales y urgentes de su sociedad
1. Ellos fueron: Fernando Rocha P itta, pintor; Vania Lima Barbosa, economis ta; Olinto Rodrigues dos Santos Filho, historiado r regional; Ann Mary Fi ghieira P erpetuo, sec retaria; Edson dos Santos, mozo de oficina . Sus edades iban de los 19 a los 28 años.
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podrían presentarse de la manera más pura posible. Creía firmemente en la validez de mi hipótesis. Discutí este asunto con personas calificadas de instituciones allegadas al tema, quienes considera ron que la idea era interesante pero la tarea difícil. Más aún, el resultado podría ser dudoso ya que «los niños pueden ser influenciados tan fácilmente», o «porque uno puede hacerles decir lo que uno quiere». No me convencieron estas observaciones y persistí en mi idea. Mi sentimiento en cuanto a los niños siempre fue y sigue siendo diferente. Creo que los niños generalmente mantienen con vigor sus sentimientos y creencias aunque aparenten ceder. Puede que cedan sólo superficialmente porque es de su interés mantener buenas relaciones con sus mayores, pero siguen firmes en sus convicciones. De ahí que una persona «neutral» bien pudiera servir de catalizador positivo para la revelación de su mundo interior. No tenía posibilidades de llevar a cabo esta tarea por mi mismo, lo que significaba que tenía que encontrar la persona precisa, algo muy poco probable, por lo menos en T iradentes. No obstante, tuve la suerte, como mencionara anteriormente, de encontrar una pareja recién llegada. Ella era psicóloga y él músico, y ambos se mostraron interesados en el esquema. Pude contratarla a ella durante algunos meses y su buena comunicación con los niños me infundió confianza1 . Los párrafos siguientes son el resultado de su contribución. Decidimos probar con una muestra correspondiente al veinte por ciento de los niños de T iradentes, tanto rurales como urbanos. Las edades iban de 7 a 12 años. Las áreas a estudiar eran su visión de: escuela y educación; trabajo y condiciones de trabajo; la ciudad; y sus percepciones —mejores, peores y más probables— del futuro. El método consistía en conversaciones libres que eran graba das. Los diálogos se repetían y por cada niño se obtenía un material considerable. Después se extraían 1. Norma Nasser y Ademar S alomão . La in for mación y datos siguientes respecto a los niños fueron tomados de una versión (inédita): de su trabajo « Visões da Infancia; o caso de Tiradentes» . Esta versión fue producida en 1980.
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de las cintas las revelaciones más notables que luego se clasificaban. T ambién se conservaban las transcripciones completas para quien quisiera estudiarlas o analizarlas aún más. El material recogido fue muy revelador, con frecuencia sorprendente y sumamente útil. Ya que no es posible reproducirlo aquí en su totalidad, a continuación presentamos las revelaciones más importantes. Entrevistamos a un total de 107 niños: 51 hombres y 56 mujeres. Se dividieron en tres categorías de acuerdo al nivel socio económico de sus padres: 1) hijos de empleadores; 2) hijos de empleados; 3) hijos de personas autónomas o autoempleadas. Treinta y cinco niños venían de las áreas rurales y 72 del entorno urbano. La división en tres grupos no era muy sofisticada, especialmente en el grupo 3 que podía incluir tanto a hijos de un abogado como de un artesano, pero era adecuada para nuestro objetivo. El primer tema de investigación fue la relación de los niños con la escuela y la educación, lo que arrojó contrastes muy interesantes. Respecto a la relación maestro-alumno el 85 por ciento de las respuestas dadas por los niños urbanos revelaron su naturaleza sumamente autoritaria, mientras que sólo un 51 por ciento de los niños del campo expresaron la misma característica. El resto no denunció ningún tipo de autoritarismo. A pesar de sus muchas críticas y quejas, el 85 por ciento de los niños urbanos y el 74 por ciento de los rurales consideraron que la escuela era «algo bueno». El resto estimaba que la esc uela debería abolirse. Un resultado extraño fue que, aunque se quejaban de los castigos, muchos pensaban que eran necesarios y hasta buenos. Varios niños dijeron incluso que «gritarles e insultarles a veces no era suficiente, que el maestro debía pegarles también cuando era necesario». Estas contradicciones aparentes eran el claro resultado de una sociedad patriarcal tradicional. Se aborrece el autoritarismo pero se le acepta y sanciona como la única posibilidad. Su desagrado ante el edificio de la escuela era casi unánime. Cuando se les preguntó cómo podrían mejorarlo, la mayoría se
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pronunció por tener árboles y flores y por pintar las paredes con colores bonitos. En cuanto a otras mejoras, pidieron biblioteca, lecciones de instrumentos musicales, horticultura y pintura libre. Los niños más pobres pidieron almuerzo y trabajo. Cuando los resultados de las entrevistas se revelaron en un seminario, las reacciones de los maestros y autoridades educacionales fueron sumamente adversas. Hubo quejas en el sentido de que la investigación había sido prejuiciada, de que muchas de las revelaciones eran fabricadas y algunas simplemente difamatorias. Nos sentimos realmente amenazados: era la primera crisis seria del Proyecto y sólo estábamos empezando. Al interrogarme después por qué las cosas habían salido mal, llegué a la conclusión de que el método de comunicar los resultados había sido demasiado duro. Un gran número de citas directas, algunas extremadamente criticas, habían sido leídas en un Seminario, frente a un auditorio internacional1 . Los maestros se habían sentido muy heridos y este error de parte nuestra nos impidió hacer un análisis conjunto de los hallazgos para introducir mejoras. Las revelaciones eran probablemente válidas, pero el haberlas hecho públicas sin que los maestros hubieran tenido la posibilidad de opinar fue considerado como ofensivo. Afortunadamente, después de un tiempo se restablecieron los vínculos entre Proyecto, escuela y maestros, pero no se volvió a tocar el tema. Habíamos recibido una lección y no volvimos a cometer semejante error. Los demás resultados del estudio no produjeron reacciones adversas, o si lo hicieron, no nos lo comunicaron. El segundo tema era el trabajo y las condiciones de trabajo. Debe destacarse que, de bido a la migración de los jóvenes, una creciente proporción de responsabilidades de trabajo ha recaído en niños tan jóvenes como los que estábamos estudiando: entre 7 y 12 años. Se descubrió que el 76 por ciento de los niños urbanos y el 1. Fue la tercera reunión sobre « Investigación y Necesidades Humanas» (Latinoa meri cana ) pat rocinada por la UNESCO y re alizada en Tir adentes en octubre de 1979. El tema de la reunión de ese año fue « Necesidades Humanas y la Infancia» , de ahí que se presentara nuestra investigación en esa oportunidad.
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Los niños dicen lo que piensan.
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66 por ciento de los de las áreas rurales realizaban trabajos regula res. Muchos trabajaban para sus padres y otros fuera de casa. Los horarios de trabajo eran de 3 a 5 horas diarias para la gran mayoría. Sus actividades eran principalmente de ayuda a sus padres en su trabajo: ventas de puerta en puerta de productos alimenticios o de joyería; ayudantes de plateros; cuidado de niños; fabricación de quesos; lavandería; fabricación de fuegos artificiales; ayudantes de picapedreros; guías de museos y lugares de interés y otras tareas manuales. De aquéllos que recibían pago, el ingreso mensual (expresado en el equivalente en dólares) fluctuaba entre un mínimo de 50 centavos y un máximo de 40 dólares. Un 80 por ciento recibía un promedio de 15 dólares al mes. Los demás no recibían dinero y trabajaban sólo por el alimento. A pesar de estas condiciones de explotación, era sorprendente que sólo el 21 por ciento de los niños urbanos y el 34 por ciento de los rurales pensaban en alejarse de la zona cuando fueran algo mayores. Se establecía que prácticamente en todos los casos el dinero percibido era una contribución al ingreso familiar. Hay que precisar que prevalece en la región la desnutrición infantil. Lo que es más, la mayoría de los niños han perdido los dientes cuando llegan a los 15 años o tienen dentaduras sumamente deterioradas. T ambién se dan afecciones a la piel, debido principalmente a la falta de vitaminas y proteínas. En lo que se refiere a la percepción de la ciudad, salieron a la luz datos interesantes. Aunque han empezado a surgir construcciones modernas de estilo agresivo y de pésimo gusto, T iradentes tiene un estilo arquitectónico predominantemente colonial, que, a unque en mal e stado, es de gran valor artístico y sigue siendo la principal atracción de la región. En verdad, si no hubiera sido por la distinción y belleza de sus antigüedades hace mucho tiempo que la ciudad habría muerto. T eniendo en cuenta esta realidad resultó un tanto sorprendente el que muchos niños quisieran deshacerse de lo viejo y reemplazarlo por una ciudad llena de casas «modernosas», como las llamábamos, por ser de construcción agresiva, de estilo no identificable, con materiales
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llamativos y costosos tipo «kitsch». En este caso resultó significativo clasificar las opiniones según el status social de los padres. Los que estaban por la modernización total eran el 73 por ciento de los hijos de los empleadores; el 71 por ciento de los hijos de empleados y sólo el 43 por ciento de los hijos de trabajadores autónomos que son en su mayoría artesanos y campesinos independientes. Los diálogos con los niños nos dieron la clave de su visión de lo moderno. Las viejas construcciones son sumamente atractivas para los forasteros que no alcanzan a ver la pobreza y, con frecuencia, la miseria que se oculta tras las fachadas. E s lógico que los niños identifiquen lo viejo con lo miserable. En cambio ven que los que viven en casas modernas no sufren privaciones. De ahí que para ellos la antigüedad signifique privaciones. Este descubrimiento nos confirmó que todo proceso de revitalización debe concentrarse en el mejoramiento de la calidad de vida de la gente. Sólo entonces tendrá sentido la importante preservación y revitalización del entorno físico. Si ha de salvarse una hermosa ciudad antigua —y hay que salvarla— es imperativo salvar antes a su gente. Los futuros adultos que un día serían responsables de la ciudad nos estaban dando una advertencia muy clara. El tema siguiente era tal vez el más fascinante de todos: la visión infantil del futuro. La primera pregunta era ¿cuáles eran sus imágenes del futuro mejor y del peor posibles? Detectamos entre los niños urbanos que su noción del futuro tenía mucha relación con procesos colectivos, es decir, que no lo percibían de forma especialmente individual1 . Sin embargo, éste no era el caso de los niños del campo. Su visión era de naturaleza mucho más individual. En el caso urbano, al referirse al mejor futuro posible, el 71 por ciento tuvo una visión colectiva y el 61 por ciento mantuvo dicha visión al referirse al peor posible. En el área rural
1. Los hallazgos de Eleonora Masini que había estudiado a niños en pequeñas ciudades d e Italia , fu eron total ment e opuestos. Su investigación está conte nida en «El papel de la infancia en distintos estilos de desarrollo» presentado en el Se minario sobre « Investigación y Necesidades Hu manas» , patrocinado por UNESCO.
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sólo el 29 por ciento tuvo una visión colectiva al pensar en el mejor futuro posible. Pero, cosa curiosa, un 49 por ciento de los niños rurales tuvo una visión colectiva al describir el peor futuro posible. El próximo paso fue preguntarles sobre el futuro más probable. Aquí un 68 por ciento de los niños urbanos tuvo una visión optimista y en el medio rural un 51 por ciento. Al estudiar las estadísticas resulta interesante contemplar el futuro a través de las imágenes de estos niños- El futuro mejor para los niños urbanos suponía los siguientes componentes básicos: menos violencia (lo que incluía que la gente se gritara menos entre sí), un entorno mejorado y que «el mundo no se acabara». Hablaron —usando estas expresiones precisas— de más justicia social, menos desigualda d, de que no hubiera guerras, explotación de los pobres ni peleas en las calles. Varias respuestas revelaron su deseo de que desaparecieran los sistemas represivos y las jerarquías locales. Aspiraban a canchas de juego para ellos y hasta «lluvia de rosas». Los niños del campo, como hemos dicho, expresaban el futuro en términos más individuales y por razones muy válidas. Su visión predominante era: tener alimento, leña y agua. Algunos llegaban a detalles específicos, diciendo que lo mejor que podría ocurrirles era poder comer sardinas. Uno de ellos, para superar sus necesidades expresó que le gustaría ser una vaca «porque las vacas están satisfechas sólo comiendo pasto». En cuanto al peor futuro imaginable, las respuestas eran justamente contrarias a las que correspondían al futuro mejor. Sin embargo se agregaban algunos elementos. Las imágenes religiosas tradicionales conservaban su fuerza e influencia. Imágenes del infierno, del fin del mundo, de un castigo universal, de la extinción de la raza humana y del juicio final, generaban gran temor. A esto se añadía el temor a perder el empleo o a verse obligado a convertirse en mendigo. Y corno contrapartida al deseo de una lluvia de rosas, y sin duda influenciado por la televisión, hubo quien temía que los restos del Skylab cayeran sobre T iradentes. La etapa final era preguntarles si existía en sus mentes la
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El fotógrafo de la ciudad con amigos al principio de siglo.
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distinción de ese futuro personal deseado y el futuro probable. Nos sorprendió ver una gran disparidad de opiniones, entre un 77 por ciento de los niños de la ciudad y un 46 por ciento de los del campo. En todos los casos ellos querían ser algo que sabían era imposible de lograr. No demostraban una actitud de rebelión sino más bien parecían conformarse con lo que la sociedad les había reservado. Sólo un 23 por ciento de los niños urbanos expresó su fe en su capacidad para superar su actual situación indeseable. Los niños del campo eran aún más sumisos en su aceptación del destino. Fuera de algunas limitaciones metodológicas menores y el error inicial en el manejo de la información respecto a la escuela y a los maestros, llegamos a la conclusión que nuestra encuesta había sido muy ilustrativa. Mantengo hasta el día de hoy, que todo esfuerzo de desarrollo en una región, ciudad o aldea debería iniciarse con una encuesta entre los niños. El suyo es un mundo rico e inexplorado y la materia de reflexión que nos da su pensamiento es de suma utilidad. No sólo debemos preocuparnos de hacer cosas para los niños: debemos permitirnos que ellos hagan algo para nosotros. ¿Y qué mejor regalo que el de su verdad? Mientras realizábamos la investigación, se crearon cuatro talleres creativos para los niños, destinados a desarrollar la expresión musical, visual, literaria y corporal. En la expresión visual se incorporaron varios tipos de artesanías. El objetivo fundamental de esta estructura era permitir que los talentos y habilidades personales pudieran aflorar, para así estimular su desa rrollo. Se esperaba que de esta manera, al llegar el momento de su capacitación vocacional los jóvenes estuvieran mejor preparados para elegir una especialidad adaptada a sus condiciones. Esto permitiría al mismo tiempo, que los esfuerzos de capacitación vocacional fueran consistentes con el potencial local. Los talleres funcionaron muy bien durante tres meses, bajo la dirección de cuatro trabajadores voluntarios. T odos nuestros esfuerzos para obtener el apoyo mínimo para nuestra iniciativa fueron, sin embargo, infructuosos y el experimento tuvo que terminarse. Afortunadamente, poco más de un año después, éste 205
fue revivido por otro grupo que, aunque no dependiente del Proyecto, mantenía con nosotros estrechos lazos de cooperación recíproca. Bajo el patrocinio dinámico del Dr. Yves Ferreira Alves, un alto ejecutivo de Sao Paulo, que había abando nado la metrópoli para venir a establecerse en T iradentes se organizó el Centro Infantil de Artesanías y Horticultura. Una casa y recursos adecuados permitieron que esta idea tuviera mucho éxito. En abril de 1981 se inauguró la primera exposición de Arte y Artesanías Infantiles que reveló la existencia de mucho talento y creatividad. No cabe duda de que el impacto de esta iniciativa se hará sentir en un futuro no muy lejano. Fase N° 2: Los artesanos rescatados del anonimato Uno de los expertos de SENAC, el profesor Sebastián Rocha, había completado una especie de censo de los artesanos y artífices de la región del Rio das Mortes, a la que pertenece la municipalidad de T iradentes. Había detectado un gran número de ellos, a pesar de que sólo uno, un famoso ceramista, estaba registrado en el distrito de T iradentes. Continuando nuestra tarea con voluntarios sin sueldo, decidimos ahondar en la materia. El primer paso fue tratar de clasificar las artesanías tradicionales. Para ello seleccionamos uno de los edificios más importantes y bellos de la ciudad, semi abandonado y en muy mal estado. Lo estudiamos hasta en sus detalles más mínimos y ello nos permitió identificar todas las especialidades utilizadas en su construcción. No descuidamos ni un solo detalle y por medio de investigación de archivos y testimonios de gente de edad avanzada, logramos reconstruir la imagen de la casa solariega tal como era originalmente. El pintor Fernando Rocha Pitta, uno de mis colaboradores, produjo una serie de diseños que describían desde el componente más pequeño de la construcción hasta los planos originales y la perspectiva. Olinto Rodrigues dos Santos Filho, historiador local, junto con otro colaborador, se preocupó de la historia del edificio. Ambas contribuciones
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permitieron que se editara una hermosa publicación que había de ser la primera de una serie. Al iniciar este esquema teníamos tres objetivos en mente: Primero, producir esta publicación que identificamos como «documento de seducción» para tentar a instituciones públicas o privadas a que llevaran a cabo la restauración o por lo menos, a que participaran en ella. En segundo lugar, se trataba de clasificar con un enfoque directo todas las artes tradicionales incluidas en la construcción. En tercer lugar, y con esta clasificación en mano, tratar de encontrar a la gente entre las cuales aún sobrevivían dichas habilidades. El concepto tras este proyecto era de que toda restauración — y ahora hay varios proyectos similares en curso— debería originarse en la revitalización de las artesanías tradicionales, para contribuir así al mejoramiento de la calidad de vida de los artesanos y sus familias. En este sentido, la revitalización física y humana podrían ir unidas, satisfacien do la filo sofía profunda del Proyecto, filosofía compartida por varias personas interesa das que no estaban vinculadas directamente con nosotros. Una vez completada nuestra clasificación y la publicación, iniciamos la pesquisa para encontrar los artesanos. Establecimos contacto con un buen número de ellos y, después de prolongados diálogos tendientes a disipar su desconfianza natural, los persuadimos a que participaran en una muestra que iba a ser organizada y patrocinada por el Proyecto. Queríamos causar el mayor impacto posible con esta exposición, de manera que elegimos la semana de Pascua de Resurrección como la fecha más adecuada para inaugurarla. Invitamos además ocho pintores, dos de ellos, Mario Mendonça y Roberto Vieira, de prestigio internacional, a que presentaran sus obras junto con la de los 14 artesanos que integraban nuestra lista. T odos los pintores tenían que presentar obras producidas en T iradentes. La exposición era la primera de su tipo en la ciudad y resultó muy impresionante. Produjo impacto a nivel nacional, provocando comentarios en los principales periódicos del país así como imágenes en la televisión. Los comentarios respecto a
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la calida d de la mue stra fueron muy alentadores y los artesanos del distrito sintieron que por primera vez en sus vidas su dignidad y su trabajo habían recibido su espaldarazo público. Se vendió prácticamente todo y el dinero se entregó a los artesanos. Algunos apenas podían creerlo pues nunca habían tenido tanto dinero en sus manos. Se ha bía inicia do una nueva etapa en la vida de esa gente. Rescatados de su anonimato tradicional, estaban adquiriendo confianza en sí mismos y en su trabajo. Se había dado el primer paso pero aún quedaba mucho trecho por recorrer. Un resultado adicional del esquema fue la buena relación que establecimos con el Secretario Ejecutivo del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, Dr. Aloisio Magalhaes. Su institución cooperó más adelante en otra empresa importante del Proyecto. Descubrimos además, para nuestra satisfacción, que su filosofía tenía muchos puntos de contacto con la nuestra.
Un pat r i ar ca con s us f ami l i ar es en el año 1880.
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Fase N° 3: El miedo a la libertad Estábamos satisfechos y los artesanos también. Pero, siendo la naturaleza humana tan impredecible, esta satisfacción no duró mucho tiempo. Muchos artesanos habían vendido numerosas obras durante la muestra y habían recibido otros encargos, estaban vendiendo directamente por primera vez y la sensación de independencia recién adquirida los tenía un tanto perplejos pero contentos. Había transcurrido menos de una semana cuando llegaron a la oficina varios artesanos sumamente inquietos. Algunos incluso parecían muy atemorizados y pronto descubrimos porqué. Habían sido amenazados por sus empleadores, en algunos casos o bien por intermediarios en el sentido de que era ilusorio que pretendieran trabajar por su cuenta; que necesitaban permisos, difíciles de obtener (lo que era totalmente falso); que los inspectores del gobierno vendrían a aplicarles multas y otras cosas por el estilo. A otros los habían reprendido por vender directamente en la exposición, diciéndoles que eran torpes porque un 209
Miembros de la orquesta Ramalho ofreciendo un concierto en Tiradentes.
porque un siniestro plan de explotación se ocultaba en las mentes de los dirigentes del Proyecto T iradentes. No sólo estaban aterrados sino que además resentidos con nosotros. Esta reacción fue un golpe duro y una desilusión para todos nosotros. Nos indignaba el comportamiento de cierta gente falsa y codiciosa. Fue una tarea larga y dificultosa la de reconquistar la confianza de la mayoría, pero lo logramos. Los convencimos de que su libertad reciente no representaba una amenaza. Inevitablemente hubo algunos que se perdieron y volvieron a su estado de dependencia total, para júbilo (me imagino...) de sus instigadores. Habíamos descubierto que teníamos enemigos y que debíamos organizarnos adecuadamente. Una cosa estaba clara: lo peor que podíamos hacer era demostrar temor o debilidad. Nos sentíamos aun más comprometidos con nuestra tarea y en ese sentido los intrigantes nos hicieron un favor. Algunas reflexiones pueden ser pertinentes a estas alturas. Ciertas personas tienen actitudes muy extrañas frente a los artesanos. Fuera de los diferentes tipos de explotadores, bien conocidos en todas partes, están aquellos que «toman posesión» de un artesano. Lo descubren a él o a ella, se entusiasman con su trabajo, compran sus obras, lo mantienen en «secreto» creando un ambiente de inaccesibilidad a su alrededor. Lo consideran como «su artista» y pretenden ejercer derechos exclusivos sobre él. Llegan a justificar estas acciones so pretexto de que están «preservando la pureza» del artesano y su trabajo, manteniéndolo en una saludable reclusión. Estas ideas pueden parecer disparatadas pero hay muchas personas que la sostienen y que pueden llegar a convertirse en adversarios de cuidado. Toda tarea realizada con artistas y artesanos tiene que tomar en cuenta su existencia. Fa se N° 4 : L a se d d e c o noc im ie nto s d e la ge nte A través de SENAC tuvimos la oportunidad de organizar cursos de capacitación vocacional en áreas del sector terciario.
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Aprendices de la guilda de artesanos trabajando en la revitalización del tradicional trenzado de plata.
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Después de imprimir una lista de todos los cursos disponibles les pedimos a las «Cofradías» que la hicieran circular entre las familias de sus miembros para ver si había suficiente interés. Nos sorprendió el número de matrículas, de modo que decidimos seguir adelante. Se organizaron cursos en cuatro campos: salud y salubridad; higiene corporal; turismo y hospitalidad. Se matriculé un total de 442 personas y al final de los cursos distribuimos 430 diplomas. La pequeñísima proporción de los que no terminaron el curso indica la sed de conocimientos y de progreso de la gente. A pesar del hecho de que T iradentes no tenía mercado como para absorber a todas estas personas recientemente capacitadas, no se produjo migración. Era interesante observar que la mayoría de ellos estaba utilizando sus conocimientos para mejorar las condiciones de vida de su familia. Hubo, sin embargo, un buen número que empezó a aplicar sus nuevas capacidades en ciudades vecinas, con viajes pagados por sus clientes. Un grupo de muchachas de una aldea muy pequeña y extremadamente pobre, a 8 km. de T iradentes también se había registrado. Su aldea carecía de los agrados y necesidades mínimos: ni agua corriente, ni electricidad ni transporte regular hacia T iradentes. A pesar de estas dificultades, caminaban 16 km. diarios para asistir a clases y no perdieron una sola. Algunas tomaban dos o tres cursos y hubo una que llegó a seguir cuatro cursos, obteniendo el mejor pontaje en todos ellos. Nos conmovió de tal manera su actitud, que al cabo de dos semanas conseguimos con el alcalde que las enviara a casa por las tardes en el automóvil municipal. De esta manera su caminata se redujo a 8 km. diarios. Vale la pena agregar que el camino que recorrían era sumamente irregular y que su aldea que daba totalmente aislada después de una lluvia, aunque fuera leve. Los cursos impartidos no fueron del tipo que teníamos en mente al discutir los sistemas de capacitación vocacional adaptados a las necesidades locales. Hubo algunos que cumplieron con estos requisitos y otros que no fueron tan adecuados. Sin embargo, no teníamos otras posibilidades disponibles. La satisfacción de la gente fue nuestra propia satisfacción. 213
Aprendices de artesanos se pr epar an para derr etir plata en una fragua cas era. A la derecha Fernando Rocha Pitt a, pintor. miembro del equipo de trabajo del Proyecto y coordinador de los cursos.
satisfacción. Pero habíamos aprendido algo más: la gente responde con avidez y en forma abrumadora a toda posibilidad de mejorar sus condiciones personales. Un esfuerzo relativamente pequeño y a costo moderado puede lograr grandes resultados. Uno de estos resultados, importante a su manera, fue la creciente simpatía de la gente por el Proyecto. Fase N° 5: El Proyecto es descubierto A partir de septiembre de 1980 se empezaron a producir una serie de acontecimientos que tenían ramificaciones importantes para nosotros. Fue el momento en que el «Proyecto T iradentes» fue descubierto a nivel internacional. A pesar de que yo había firmado mi contrato con CINT ERFOR, agencia especializada de la OIT , nunca había visitarlo su oficina en Brasilia, de modo que decidí hacerlo. Fue sorprendente e incluso divertido comprobar que las autoridades de la OIT en Brasilia ni siquiera habían oído hablar riel Provecto. Además yo no estaba en sus registros, de tal manera que tanto la existencia del Proyecto como la mía propia resultaron una gran sorpresa para ellos. Después de una cálida recepción por parte del Director Dr. Carlos Alberto de Brito, v de su segundo, Mr. Anthony Travers se nos declaró (al proyecto y a mí) como oficialmente existentes. Esto había de tener sus frutos más adelante. Dos viajes que realicé a México y Argentina sirvieron para despertar el interés de CEEST EM*, y de la Fundación Dag Hammarskjöld, a cuyo director conocí en Bariloche, Argentina. Las relaciones establecidas con ambas instituciones representaban la posibilidad de ampliar el alcance del Proyecto. El interés demostrado desde afuera era una forma de fortalecer internamente el Proyecto y esto fue exactamente lo que sucedió. La oficina de la OIT en Brasilia decidió ayudar al Proyecto de una forma diferente, como se describirá en la sección correspondiente * C e nt r o d e E stu di os E co nó mi c os y S o ci al e s de l Te r c e r M un do e n M é xi c o .
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correspondiente. Nuestras relaciones internacionales nos dieron mayor segurida d, segurida d que necesitábamos urgentemente porque, a pesar de nuestros éxitos, seguíamos sin lograr apoyo interno. Fase N° 6: Una cita con el pasado Durante los últimos ocho meses, mis colaboradores (que después de trabajar voluntariamente y sin renumeración por ocho meses, estaban recibiendo ahora un sueldo) y yo nos habíamos empeñado en un esquema que estaba cumpliéndose con todo éxito. Buscando un tema que pudiera interesar y unir a toda la comunidad se nos ocurrió la idea ingeniosa de montar una muestra de «Cien años de fotografía de T iradentes». No er a una tarea fácil, pero la emprendimos con entusiasmo. La metodología fue simple pero lenta y sensible. Visitamos a las familias, una por una y, después de mucha conversación, las persuadimos de que buscaran en sus desvanes, baúles viejos y rincones olvidados, todas las fotografías que pudieran encontrar. Dedicamos varios meses a esta búsqueda y empezaron a aparecer documentos fotográficos extraordinarios. Hicimos una selección inicial de 600 fotografías, las redujimos a 3(X) y terminamos con una selección final de 120 para la exposición. El material cubría exactamente cien años y la fotografía más antigua era de 1880. La colección se dividió en algunos temas básicos: Cultura Musical, Acontecimientos Religiosos, Arquitectura y Medio Ambiente y Acontecimientos Sociales. Estos últimos incluían partidas de caza, boda s, visitas importantes, grupos familiares, deportes, carnavales, picnics y funerales. El resultado fue una maravillosa ilustración de cien años de la vida y de la historia de la ciudad. Habíamos desenterrado las fotografías, pero el proceso de montarlas resultaba costoso. Muchas de las fotos se habían deteriorado y fue necesario ampliarlas todas. Empezamos entonces a buscar ayuda. El Secretariado del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, por instrucciones del Secretario General Dr.
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Aloisio Magalhaes, costeó las ampliaciones. Bamerindus, el banco local, financió la impresión de varios cientos de hermosos carteles, mientras Kodak de Brasil se hizo cargo de la impresión del catálogo. La exposición se inauguró el 5 de febrero de 1981, en el edificio del antiguo Foro. Casi todo el mundo, incluso los más ancianos que apenas podían caminar, acudieron a este encuentro con el pasado. A cada instante se oían las exclamaciones de la gente cuando reconocían alguno de sus antepasados o recordaban algún acontecimiento olvidado desde hacía mucho tiempo. Muchos viejos y algunos jóvenes tenían lágrima s en los ojos. La gente se quedó hasta muy tarde esa primera noche y continuó visitando la muestra durante los días siguientes. La exposición adquirió fama nacional y se decidió que visitara otras ciudades. Todos los negativos se guardaron en los Archivos Históricos y Artísticos Nacionales, porque se les consideraba sumamente valiosos. Hay muchas posibilidades de que se emprenda una tarea similar en otras ciudades pequeñas de Brasil, considerando los importantes documentos históricos y sociológicos que un método tan simple como éste puede sacar a luz. Esta muestra resultó ser un excelente aporte no sólo en T iradentes sino para todo el país. Fase N° 7: Una guilda de artesanos Las reuniones continuaron dándose en forma regular con los artesanos y la posibilidad de crear una forma de organización empezó a tomar cuerpo en sus mentes. Dos exposiciones importantes se habían realizado en Belo Horizonte, la capital y en Juiz de Fora, una de las ciudades más importantes del Estado. Algunos de los artesanos asistieron a la muestra y observaron cómo se hacían buenas ventas. Aumentó grandemente su entusiasmo y decidieron que había llegado el momento oportuno para crear un gremio. La oficina de la OIT en Brasilia envió un experto, el sr. Ivan Hasslocher, para discutir con los artesanos las características de
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El maestro “Babá” esculpe en granito uno de sus relojes solares.
semejante organización. Además. el proyecto empezó a recibir asistencia de uno de los consejeros regionales de la OIT, el Profesor Roberto Whitaker Penteado. La presencia de estas dos personas resultó ser muy importante para el éxito del esquema. Se llevó a cabo una reunión entre los artesanos y los expertos, y después de haber satisfecho todas las inquietudes e interrogantes, se tomó la decisión final. Los artesanos formaron un comité para redactar los estatutos de la futura « Corporaçao dos Artesanos de T iradentes». Se les dio dos semanas para que enviaran el resultado de sus deliberaciones a la asamblea. El trabajo se realizó a satisfacción de todos los interesados y el 22 de abril de 1981, en presencia de muchas autoridades y otros invitados destacados, se inauguró oficialmente. la «Corporaçao». Esta fue otra ocasión muy emotiva. Después de que los miembros ejecutivos recién elegidos tomaron sus puestos, expresaron su primera decisión: la de nombrar miembros honorarios de la Corporación a los tres artesanos mas ancianos de la comunidad. Con gran sabiduría nombraron jefe de Relaciones Públicas al Dr. Yves Ferreira Alves, que estaba a punto de abandonar su cargo de Director de Negocios en la Red de T elevisión Globo, la más grande e influyente de Brasil. No podían haber encontrado a alguien mejor calificado para esta posición la única que requería una persona que no fuera artesano. La nueva «Corporaçao» no sólo proporcionaría a los artesanos un número considerable de beneficios sociales, sino que les permitiría obtener, por medio del Ministerio del T rabajo, capital de trabajo. Esto ponía fin a su constante problema de tener que vender tina pieza antes de poder comprar nueva materia prima. Un comité de control de calidad estudiaría las calificaciones de los nuevos miembros y los requisitos exigidos para cada producto. Los invitados a la inauguración de la «Corporaçao» se retiraron con la sensación de que mucha s persona s que un año atrás apenas se ganaban el sustento, aisladas en su anonimato, habían logrado que su trabajo fuera finalmente reconocido y valorizado. 218
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El maestro Tadeo Silva trabajando un pedido, una escultura de San Miguel.
Fase N° 8: Los artesanos se convierten en maestros Durante siete meses habíamos estado negociando una donación con uno de los Departamentos del Ministerio del Trabajo, a través de la oficina regional de SENAC y con la ayuda eficiente de su director, Dr. Agostinho Miguel Pardini. Esta donación nos permitiría pagar a los artesanos más distinguidos durante unos meses para que actuaran como instructores a tiempo parcial de un grupo de jóvenes. La aprobación llegó oportunamente, de modo que el establecimiento de estos cursos fue la primera actividad concreta de la nueva corporación. La estructura de los cursos tenía que ser muy funcional. Se establecieron cuatro áreas: piedra, madera, metal y textiles. Cada medio estaba cubierto por varios maestros cuyos estilos y productos diferían entre sí. Cada estudiante escogía un área y, una vez aprobado, debía tomar dos cursos obligatorios de dibujo y diseño. Después de esto, entraba a estudiar con tres maestros sucesivamente, en el campo elegido. La idea tras esta modalidad de hacer que los alumnos estudien con tres maestros distintos era la de estimular su creatividad y evitar la tendencia a copiar, como suele ocurrir cuando se tiene un solo maestro. Además, el esquema estaba concebido como una combinación de educación y producción. Los cursos resultaron muy bien y surgieron talentos insospechados. Esto produjo una sensación muy grata, porque significaba que se había completado un ciclo humano. Del aislamiento y anonimato al reconocimiento público, de ahí a la formación de una organización propia y ahora a la perpetuación del proceso creativo traspasado a la próxima generación. Fase N° 9: Evaluación por parte del pueblo En febrero de 1981, el mismo día de la inauguración de la muestra fotográfica, recibimos un golpe casi fatal. Mauricio Carvalho, Director General de SENAC, con quien había sido ff
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El maes tr o Fernando Rosa, s ecr etari o de l a guil da de ar t esanos, decor ando uno sus armarios.
concebida la idea del Proyecto una tarde lejana en Asunción, había dejado su puesto unas semanas antes. El Director interino nos vino a visitar y nos anunció que no había más fondos disponibles, de modo que el Proyecto tenía que terminar. Nos sentimos realmente desesperados, ya que las actividades más importantes iniciadas, estaban a punto de entregar sus frutos. El dar por terminado el Proyecto en ese preciso momento nos parecía un desastre, una tragedia total. Afortunadamente recibimos en privado, de parte del Director Regional, Dr. Pardini, cierta seguridad de que haría todo lo que estaba en sus manos para garantizar la supervivencia del d
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proyecto por dos o tres meses más. Considerando estas circunstancias decidirnos organizar un seminario de evaluación del Proyecto por parte de la comunidad de T iradentes. Un número grande de los pobladores fue invitado a participar, así como representantes de la OIT y de las instituciones nacionales que habían mantenido relaciones con nosotros. El seminario esta ba patrocinado por la Fun dación Dag Hammarskjöld, como contribución a su seminario por etapas «Desde la Aldea hacia el Orden Global». Más de cuarenta personas estaban presentes y todas dieron sus opiniones francas. El aspecto más importantes, constante mente mencionado por la gente, era que el Proyecto T iradentes, a diferencia de muchos otros, había generado acciones concretas y tangibles de gran beneficio para la comunidad. Pedían insistentemente que se le permitiera continuar y fue este testimonio lo que nos ayudó a sobrevivir un poco más. El Proyecto entró en un período de transición. Quedaba por ver si esta transición iba encaminada a ponerle fin o si permitiría la gestación de una fuerza nueva y una mayor difusión de la filosofía de la revitalización de pequeñas ciudades. La empresa fue un éxito, pero mis años de «economista descalzo» me habían enseñado que el éxito no siempre logra evitar el fracaso de una empresa. He presenciado fracasos, precisamente debido al éxito alcanzado. Sólo nos quedaba la esperanza y que el tiempo nos diera la razón.
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14 Nave gación y Re gre so
Fase N° 10: Cortando el cordón umbilical En la primera semana de mayo, después de muchas fiestas de despedida y ceremonias, me alejé de T iradentes lleno de sentimientos encontrados, de esperanza y ansiedad. La esperanza se fundaba en el hecho de que, gracias al entusiasmo de Carlos de Brito y Anthony T ravers, los jefes de la oficina de la OIT en Brasilia, se había obtenido una pequeña subvención de la OIT en Ginebra para realizar un estudio de terreno sobre las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los habitantes de la región. Los fondos garantizaban un ingreso modesto para los miembros locales del equipo hasta fines de año, evitando así la desintegración total del Proyecto en este período vital de consolidación y madurez. Más aún, el trabajo y actividades de los meses siguientes iban a estar a cargo de Roberto WhitakerPenteado, en ese momento Consejero Regional de la OIT para América Latina y el Caribe. Su abnegación, experiencia y sincero compromiso para con la filosofía del Proyecto fueron un elemento decisivo en su éxito final. Mi ansiedad, por otra parte, provenía del temor expresado por mucha gente, incluyendo a miembros del equipo, que pensaban que mi partida, en un momento tan crítico, los iba a dejar peligrosamente vulnerable s. Creían que se podía producir una desilusión general y que todo terminaría derrumbándose. Aunque parezca contradictorio, fueron precisamente estas reacciones las que me indicaron que había llegado el momento oportuno de mi partida. Tenía la sensación de que me había convertido en una especie de figura paternal, proveedora de
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proveedora de seguridad y protección, por lo menos para aquellos que demos traban tanta inquietud. Comprendí que era preciso, si no destruir, por lo menos hacer desaparecer esa imagen, para estimularles sus propios potenciales de crecimiento humano y de una mayor auto-dependencia. Mi amigo Roberto WhitakerPenteado fue especialmente útil en esos días al explicarles que el éxito de un Proyecto se establecía precisamente cuando su promotor dejaba de ser indispensable. Nuestros argumentos en este sentido convencieron a algunos, pero no a la mayoría. Me parece que aquí cabe una disgresión. Hay una duración óptima para todo proyecto, pero determinar exactamente cuál es esta duración es una cuestión sumamente sutil y delicada. No existen reglas fijas, y cualquier decisión en ese sentido depende por cierto, de la naturaleza de cada proyecto. Un proyecto para construir un puente o una represa, por su esencia misma es distinto de un proyecto concebido para mejorar la calidad de vida de un grupo determinado, por medio de la participación. En este último caso, todo se inicia con una fase de «descubrimiento». En términos ideale s, esta fa se de bería ir seguida de otra fase de integración real entre los forasteros que son miembros del equipo y las personas para cuyo beneficio se ha organizado el proyecto. Se supone que este período será de creatividad, y que conllevará una vigorosa toma de conciencia y de transformación que en forma natural conducirá al proyecto a su fase final de madurez, consolidación y mayor autodependencia. No obstante, esta fase debe a lcanzarse necesariamente después de que hayan partido los promotores del proyecto, pues debe ser la obra y realización de la gente misma. Ahora bien, esto sólo puede darse si la fase intermedia es lo suficientemente rica y estimulante para la gente y si no se extiende más allá del límite de su durac ión crític a. No es posible esta blecer a p rio ri e ste límite, pero aunque no hay reglas fijas, se dan síntomas reveladores. Suponiendo que hay una buena integración durante la fase intermedia, después de un cierto tiempo, inevitablemente aflorará alguna crisis. Puede tomar la forma de un desacuerdo creciente, de confrontaciones o disputas
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disputas entre los miembros del equipo y la gente (lo que podría ser una señal favorable), o bien de sometimiento y dependencia crecientes de la gente respecto al proyecto (lo que es definitivamente poco saludable y negativo). Cualquiera que sea la alternativa en un caso dado, resulta evidente, más allá de toda discusión, que ha llegado el momento en que es imperativo cortar «el cordón umbilical». Cruzada esta línea, ya no queda nada positivo que un experto foráneo pueda o deba hacer. De ahí en adelante el futuro escogido y los caminos a seguir son en forma única e inalienable de la propia gente. Lamentablemente en muchos proyectos estas manifestaciones psicológicas sutiles, pero muy importantes, no suelen tomarse en cuenta. Se fija de antemano con mucha rigidez la duración del Proyecto; se determinan las metas y alcances y los resultados son predeterminados por tecnócratas, sin consulta alguna con la gente interesada. Los expertos de tales proyectos, actúan en forma errada ya que en vez de ser «catalizadores» del desarrollo de un potencial oculto, se convierten en «ejecutores» de cosa s que con frecuenc ia ni siquiera son de sea da s por la gente. El resultado final en estos casos es siempre el mismo: no acaba aconteciendo ni lo que propusieron o predijeron los tecnócratas, ni lo que la gente habría deseado. Solamente fracaso y en un momento dado, el derrumbe. A pesar de que nuestro proyecto había sido flexible y había promovido una participación total, todas las consideraciones anteriores pesaban en mi mente cuando llegué a la conclusión de que había llegado el momento de despedirme. Así lo hice, y dos semanas más tarde me instalaba en Uppsala, invitado por la Fundación Dag Hammarskjöld para escribir este libro. Fa se N° 1 1 : Sa tisfa c c ió n a la d ista nc ia Dos meses habían transcurrido desde esa tarde brumosa en que llegué a Uppsala. Era una de esas mañanas de primavera tardía, de una luminosidad nórdica casi irreal. Estaba instalado en mi escritorio pero me sentía incapaz de escribir. Más allá de
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la ventana mis ojos jugaban al escondite con el castillo de Uppsala a través de las ramas inquietas de un arce frondoso. Era uno de esos días en que no cabía la oscuridad, ni en la atmósfera ni en el alma. Uno de esos días en que uno siente el impulso, más aún el ansia de volver a creer. Los pasos discretos de Kerstin me proyectaron de nuevo, en cuerpo y alma, dentro de la ha bitación. La expresión de mi rostro debe haber sido un tanto extraña, ya que simplemente me miró y, entregándome un sobre grande, me dijo: «Para ti». T uve la impresión de que se alejaba apresuradamente. En forma mecánica mis manos (no yo), abrieron el sobre. Volví la mirada a la ventana y cuando comprendí que ya me resultaba imposible sumergirme en el fugaz encanto de los momentos anteriores, recapacité y me obligué a concentrarme en lo que tenía entre manos. Encontré seis cartas dentro del sobre y, contrariamente a mi costumbre, las abrí todas juntas, saqué las hojas y las puse una sobre otras en mi escritorio. T uve que reírme de mi mismo cuando descubrí que, por un instante, me había preocupado el hecho de que, siendo de diferentes tamaños, no me iba a ser posible formar una pila ordenada y congruente de ellas. Me sentí un tanto ridículo. Y sólo entonces cogí la primera carta y me puse a leer. Una era del alcalde de T iradentes; otras de los miembros de la Municipalidad y el resto de ciudadanos. Todos me expresaban sus mejores deseos y me informaban de los progresos que se estaban dando en Tiradentes gracias al proyecto. Al mismo tiempo me repetían que en e sa tierra yo siempre tendría un hogar abierto. Dejé la última hoja sobre la mesa, me estiré en mi silla y repentinamente me vino a la mente la frase de un poema que mi madre me recitaba cuando era niño: «Este es el fin de un día perfecto...» Salí de mi oficina y pasé el resto del día paseando por los bosques.
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Fase N° 12: Tiradentes: Un reencuentro seis meses después Un día, a mediados de septiembre, el sol y yo habíamos cumplido con nuestras misiones respectivas. Yo había escrito mi libro y él había entregado toda su luz. Ambos nos despedimos de Uppsala y juntos nos encaminamos hacia el Sur. Durante la jornada se me ocurrió pensar que en ciertos aspectos, mi vida tenía algo de común con el fluir de las estaciones: era una cadena interminable de llegadas y despedidas... sólo que en mi caso rara vez con retomo. Este viaje iba a ser una excepción. Dos aviones, un autobús y veinte horas de viaje me llevaron desde París a Tiradentes. Me parecía todo muy gracioso porque quería disfrutar del contraste sin transición alguna. Mi buen amigo Roberto Whitaker-Penteado, mis «muchachos» del Proyecto, Ann Mary, Vania, Fernando y Olinto, me esperaban en el terminal del autobús, en São João del Rei, la ciudad vecina a T iradentes. Durante los 15 minutos que duró el trayecto sólo hablamos de cosas triviales, tal como suele suceder en tales ocasiones, cuando uno tiene demasiadas cosas que comunicarse. Nos limitamos a conjugar el verbo estar: «Yo estoy bien, tú estás bien, ellos están bien». La primera persona en saludarme con risa gutural y ademanes de gozo fue «o Preto», el idiota de la aldea, un viejo encantador que proba blemente no era tan tonto como se creía. Por de pronto era el único del pueblo que se enteraba de todo lo que le ocurría a cada uno de sus habitantes. Vinieron después muchos abrazos y los interminables brindis de bienvenida con cachaça fabricada en casa. Bastante amodorrado me fui a la cama, disfrutando de ésta mi primera noche como invitado en T iradentes. Me quedé durante una semana y lo que descubrí fue realmente muy grato. No sólo comprobé que se habían completado ciertas tareas, sino que había procesos en vías de consolidación, así como planes inteligentes e interesantes para el futuro. La Corporación de los Artesanos había logrado reconocimiento
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reconocimiento oficial del gobierno federal, por medio de su Programa Nacional de Desarrollo de la Artesanía. Esto les había permitido ampliar sus mercados, tanto nacionales como extranjeros, para los nuevos productos que estaban elaborando. T ambién se hacía posible ahora el financiamiento para la adquisición de materia prima. La Escuela de Artesanos estaba funcionando sin tropiezos, sacando a la luz muchos talentos creativos. Los resultados de la encuesta sobre calidad de vida estaban siendo tabulados y los problemas más agudos detectados en la encuesta iban a ser enfrentados con programas de acción comunitaria patrocinados por la Corporación. Esto merece un comentario adicional. La estructura final que estaba adoptando la Corporación era interesante y bastante única. No era simplemente una corporación de artesanos para los artesanos; se estaba convirtiendo lentamente en un núcleo de revitalización para T iradentes en su totalidad. Según los planes de entonces, tres centros, además del local de la Escuela de Artesanos que ya estaba funcionando para satisfacción de todos, iban a integrarse a la Corporación: el Centro de Estudios y Promoción de Acciones Comunitarias (CEPAC); un Centro de Artes y Tradiciones Populares y un Centro Infantil de Artesanía y Horticultura. CEPAC se originó como una necesidad sentida, a consecuencias de la investigación ya mencionada. Su función sería la de realizar encuestas periódicas y diseñar acciones concretas para resolver los problemas más urgentes detectados. Cualquier asistencia técnica o financiera más allá de la capacidad local, debía ser negociada entre la Corporación y las correspondientes agencias federales o del estado, con el apoyo de autoridades locales para quienes esta nueva organización de base se había convertido en piedra angular. Las funciones del Centro de Artes y Tradiciones Populares eran las de revitalizar y difundir el folklore musical regional así como la música formal, el arte culinario, las danzas, la historia y la leyenda oral, por medio de grabaciones. Al mismo tiempo tenían a su cargo el ampliar la colección de «Un siglo de fotografías de T iradentes». Finalmente, el Centro Infantil de Artesanías y Horticultura que, tal como
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ya lo indicamos, se había desarrollado muy bien bajo la supervisión de Yves Ferreira Alves, con la cooperación de la escuela local, también se integraría a la Corporación. De esta manera, los talentos revelados y estimulados en la infancia podrían encontrar salidas adecuadas para su mayor crecimiento y desarrollo en la Escuela de Aprendices de la Corporación. Hacía sólo seis meses que me había alejado de T iradentes con sentimientos encontrados de esperanza y angustia. Esta vez me alejé, nuevamente confundido, pero con sentimientos de tristeza y satisfacción. Tristeza por la gente tan valiosa y por la experiencia inolvidable que dejaba tras de mí, esta vez quizá para siempre. Y satisfacción, porque había tenido el privilegio de ser testigo —y también un poco promotor— de la metamorfosis significativa de un pueblo, que, habiendo sido invisible hace muy poco tiempo, había llegado a ser importante para su comunidad, y notablemente «visible». Además estaba satisfecho de ver que todos mis «muchachos» del Proyecto estaban ahora integrados en el proceso por voluntad expresa del pueblo mismo: Fernando Rocha Pitta, como coordinador de los cursos de la Esc uela de la Corporación; Vania Lima Barbosa, como Director de CEPAC; Olinto Rodrigues dos Santos, como futuro coordinador del Centro de Artes y Tradiciones Populares y Ann Mary Figuieira Perpetuo, a pesar de sus 22 años de edad y de sus cuatro hijos, como abnegada secretaria de todos ellos. Que todo vaya a continuar y a consolidarse de acuerdo a los planes y de seos, no lo sé. Proba blemente no sea así, ya que todo proceso de crecimiento humano lleva en sí el germen de su propia contradicción. No obstante, se está dando una experiencia rica y honrada de organización de las bases. Como consecuencia de ello, en un lugar del mundo, en un lugar llamado T iradentes, hay un puñado de gente cuya vida e s algo mejor que antes. Y este hecho justifica toda satisfacción.
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Reflexiones finales Es evidente que no considero que el Proyecto T iradentes sea de por sí una empresa de naturaleza espectacular. Sin embargo, lo que sí es importante es la lección que nos permite recabar. El hecho de que mejoras considerables se lograron en tan corto tiempo y con recursos tan limitados a nivel local, merece una consideración más detenida. Programas inmensamente costosos y complicados de desarrollo nacional han logrado realizar muy poco o nada para la gente que vive en la periferia. Ha habido casos en que las condiciones de la gente se han deteriorado aún más como consecuencia de la aplicación de programas diseñados a escala nacional, sin consideración por las necesidades o características locales y regionales. Puesto que los recursos financieros suelen ser escasos, vale la pena destacar que se puede lograr mucho con muy poco al nivel local o regional, siempre que el pueblo sea estimulado por las oportunidades personales que se le ofrecen, por reducidas que sean. En todas las regiones, en todas las ciudades es posible encontrar a jóvenes con motivación, espíritu y voluntad para promover la revitalización de sus ciudade s natales, en vez de tener que emigrar a otros lugares. El problema es que muy rara vez, o nunca, tienen la orientación o la oportunidad de actuar. Los diseñadores de políticas y los planificadores están demasiado absortos en sus grandes problemas. Siguen al pie de la letra el concepto de que «los grandes problemas requieren de grandes soluciones». No creo en la validez de este axioma. En realidad creo que «los grandes problemas requieren de una multitud de pequeñas soluciones». No digo que sea posible solucionarlo todo, pero sí que un gran número de problemas pueden resolverse a nivel local y con gente de la localidad. T iradentes ha cambiado, y estoy seguro de que ha cambiado para mejor. El letargo producido por la depresión y el sentimiento de abandono, ha dado paso a un nuevo dinamismo y a una fe renovada en el potencial de la comunidad. No sólo el
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Proyecto, sino que otras instituciones locales se han desarrolla do entre tanto, tal como la Socieda d de Amigos de T iradentes lo que representa una vida nueva y mayores esperanzas para la ciudad y sus alrededores. El costo anual del Proyecto (sin contar mis honorarios), fue de menos de US$ 30.000. Con esa suma, 430 personas siguieron cursos de capacitación y otras 80 (a la fecha en que escribo) estudiaban en la Escuela de la Corporación de Artesanos de T iradentes. Se han organizado exposiciones y los artesanos tradicionales han triplicado sus ventas o más. Lo que es más importante, ha surgido una nueva confianza local que puede conducir a mejoras más espectaculares en el futuro cercano. A pesar de ciertos elementos perturbadores, el pueblo aumentó su participación en la vida de la comunidad así como su sentido de unidad. Si estos resultados pudieran ser calculados en términos de razón capital/producto, el resultado sería bastante asombroso. Un proyecto de este tipo es una buena inversión, porque funciona. Es mucho lo que se puede realizar cuando se piensa y se actúa «en pequeño». Esto no debería sorprendernos, ya que, después de todo, lo pequeño no es sino la inmensidad a escala humana.
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Postludio Economía , polít ica y salud: Una síntesis ineludible 1. Preámbulo 1.1 Estas notas simplemente son la reflexión de un economista que, con urgente sentido de crítica y autocrítica, pretende plantear interrogantes que ya no obtienen respuestas ade cuadas por parte de las tradicionales disciplinas políticas, económicas y de salud. 1.2 La evidencia central es que las nuevas calamidades sociales se nos revelan, cada día má s, ya no como problemas específico s, sino como problemáticas holística s que no pueden seguir atacándose satisfactoriamente mediante la aplicación de políticas convencionales, inspiradas por disciplinas reduccionistas. 1.2.1 T al como la enfermedad de una persona puede traducirse en un problema médico, y esa misma enfermedad transformada en epidemia trasciende el campo estrictamente médico; del mismo modo nuestro desafío actual no consiste tanto en enfrentar problemas, como en enfrentar la tremenda magnitud de los problemas. 1.2.2 Es la cuestión de la ma gnitud, má s que nin guna otra, la que determina la transformación de problemas con claros contornos disciplinarios, en problemáticas generadoras de complejos entornos transdisciplinarios. 1.2.3 Exclamaba el Marqués de Sa de, en medio del terror de la Revolución Francesa: «Ya no existe ninguna hermosa muerte individual». De manera análo ga po demos exclamar nosotros, en medio de una realida d actual que nos ago bia: «Ya no nos queda ningún hermoso problema particular». 1.3 La política, la economía y la salud han convergido hacia una encrucijada. Esto último significa que la salud está siendo crecientemente 235
crecientemente influida por la política y la economía. En otras palabras, descubrimos casos cada vez más numerosos donde la mala salud es el resultado de la mala política y de la mala economía. 1.3.1 Podemos decir, por ejemplo que: si las políticas económicas diseñadas por economistas, afectan totalmente —como, de hecho, lo hacen— la totalidad de una sociedad, los economistas ya no pueden pretender que su única preocupación son los problemas económicos. Tal pretensión sería poco ética, puesto que implicaría asumir la responsabilidad por la acción, pero no por las consecuencias de la acción. 1.4 Nos enfrentamos a situaciones desconcertantes, porque cada vez entendemos menos. De ahí que las cosas están realmente mal, y se volverán peores, a menos que dediquemos mucha más energía e imaginación al diseño de transdisciplinas coherentes y significativas. 1.4.1 Vivimos una época de transición trascendental, lo cual significa que los cambios de paradigma no sólo son necesarios, sino que inevitables. Frente a tal inevitabilidad histórica la desidia —parafraseando a Fouché— «no sólo es un crimen; ¡es un error!». 2 . Un po stulad o y a lguna s p ro po sic io ne s 2.1 «El desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos». Este es el postulado básico de una Nueva Economía y de Otro Desarrollo. 2.2 Aceptar este postulado —ya sea por motivos éticos, racionales o intuitivos— nos conduce a formulamos la siguiente pregunta fundamental: «¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que otro?». Dentro del paradigma tradicional, se tienen indicadores, tales como el Producto Geográfico Bruto, el cual es, de alguna manera y caricaturizando un poco, un indicador del crecimiento cuantitativo de los objetos. Necesitamos ahora, un indicador del crecimiento cualitativo de las personas. ¿Cuál podría ser?
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2.2.1 Contestemos la pregunta en los siguientes términos: «El mejor proceso de desarrollo será aquél que permita elevar más la calidad de vida de las personas». La pregunta siguiente se desprende de inmediato: «¿Qué determina la calidad de vida de las personar?». 2.2.2 «La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales». Surge la tercera pregunta: «¿Cuáles son esas necesidades f undamentales? y/o ¿quién decide cuále s son?». Deben hacerse algunas disquisiciones antes de responder a esta pregunta. 2.3 Se ha creído, tradicionalmente, que las necesidades humanas tienden a ser infinitas; que están constantemente cambiando; que varían de una cultura o medio a otro, y que son diferentes en cada período histórico. Nos parece que tales suposiciones son incorrectas, puesto que son producto de un error conceptual. 2.3.1 El típico error que se comete en la literatura y análisis acerca de las necesidades humanas es que no se explicita la diferencia fundamental entre lo que son propiamente necesidades y lo que son satisfactores de esas necesidades. Es indispensable hacer una distinción entre ambos conceptos —como se demostrará más adelante— por motivos tanto epistemológicos como metodológicos. 2.3.2 Las necesidades humanas deben entenderse como un sistema: es decir, todas las necesidades humanas se interrelacionan e interactúan. Con la sola excepción de la necesidad de subsistir; es decir, de estar vivo, no existen jerarquías dentro del sistema. Muy por el contrario; simultaneidades, complementariedades y compensaciones (trade-offs) son características de la dinámica del proceso de satisfacción de las necesidades. 2.4 Ya estamos en condición de contestar la pregunta pendiente. Si desagregamos las necesidades de acuerdo a los criterios: según categorías existenciales y según categorías de valores, proponemos el siguiente sistema de necesidades fundamentales. Por una parte las necesidades de Ser, Tener, Hacer, Estar; y por la otra, las necesidades de Permanencia (o Subsistencia), Protección, Afecto, Enten237
Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad. 1 Ambas categorías se entrelazan como en una matriz. 2.4.1 De dicha clasificación se desprende que, por ejemplo: vivienda, alimentación y vestuario no deben considerarse como necesidade s sino como satisfactores de la necesidad fundamental de Permanencia (o Subsistencia). Del mismo modo, la educación —ya sea formal o informal— el estudio, la investigación, la estimulación precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de Entendimiento. Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, en general, son satisfactores de la necesidad de Protección. 2.4.2 No existe correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades o, a la inversa, una necesidad dada puede requerir de diversos satisfactores para ser satisfecha. Ni siquiera estas relaciones son fijas. Pueden variar según tiempo, lugar y circunstancias. 2.4.3 Valga un ejemplo como ilustración. Cuando una madre le da el pecho a su bebé, a través de ese acto, contribuye a que la criatura reciba satisfacción simultánea para sus necesidade s de subsistencia, protección, afecto e identidad. La situación es obviamente distinta si el bebé es alimentado de manera más mecánica. 2.5 Habiendo diferenciado los conceptos de necesidad y de satisfactor, es posible formular dos hipótesis básicas: Primero: «Las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables». Se gundo: «Las necesidades humanas fundamentales (como las contenidas en el sistema propuesto) son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades». 2.5.1 Las necesidades propuestas en el sistema no son
1. Véase M.A. Ma x-Neef, C. Mallmann y R. Aguirre, -La sinergia humana como fundamento ético y estético del desarrollo» . Fundación Bariloche, Argentina, 1978. Hay otros trabajos anteriores de Mallmann que pueden considerarse pioneros sobre todo en la diferenciación entre necesidades y satisfactores.
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ciertamente todas las necesidades humanas. Son sólo las fundamentales y, por lo tanto, las únicas que en nuestra opinión pueden ser objeto de hipótesis generalizadoras. 2.5.2 Cada sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema, éstas se satisfacen (o no se satisfacen) a través de la generación (o no generación) de diferentes tipos de satisfactores. 2.5.3 Es posible incluso llegar a afirmar que uno de los aspectos que definen una cultura es su elección de satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un individuo que pertenece a una sociedad consumista son las mismas que aquél que pertenece a una sociedad ascética. Lo que cambia es la elección de cantidad y calidad de los satisfactores, y/o las posibilidades de tener acceso a los satisfactores requeridos. 2.5.4 En resumen: «Lo que está culturalmente determinado no son las necesidades humanas fundamentales, sino los satisfactores de estas necesidades». El cambio cultural es —entre otras cosas— consecuencia de abandonar satisfactores tradicionales para reemplazarlos por otros nuevos y diferentes. 2.6 El sistema de las necesidades humanas fundamentales, tal como lo describimos, puede aparecer como un tanto estático. Con el fin de no dejar dicha impresión, debe agregarse que cada necesidad puede satisfacerse a niveles diferentes y con distintas intensidades. Más aún, se satisfacen en tres contextos: a) intra-humano o en relación con uno mismo; b) inter-humano o en relación con el grupo social y c) extra-humano o en relación con el medio ambiente. La calidad e intensidad tanto de los niveles como de los contextos dependerá de tiempo, lugar y circunstancias. 2.7 El sistema propuesto permite la interpretación del concepto de pobreza. El concepto tradicional es limitado y restringido, puesto que se refiere exclusivamente a la situación de aquellaspersonas que pueden clasificarse por debajo de un determinado umbral de ingreso. La noción es estrictamente economicista. 2.7.1 Sugerimos no hablar de pobreza, sino de pobrezas. De hecho, cualquier necesidad humana fundamental que no es
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adecuadamente satisfecha revela una pobreza humana. La pobreza de Subsistencia (debido a ingreso, alimentación, techo, etc. insuficientes); de Protección (debido a sistemas de salud ineficientes, a la violencia, la carrera armamentista, etc.); de Afecto (debido al autoritarismo, la opresión, las relaciones de explotación con el medio ambiente natural, etc.); de Entendimiento (debido a la deficiente calidad de la educación); de Participación (debido a la marginación y discriminación de mujeres, niños y minorías); de Identidad (debido a la imposición de valores extraños a culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político, etc.) y así sucesivamente. 2.7.2 Pero las pobrezas no son sólo pobrezas. Son mucho más que eso. Cada pobreza genera pat ologías. Y he aquí la médula de nuestro discurso. 3. Economía y patologías 3.1 La gran mayoría de los analistas económicos estarían de acuerdo en que el crecimiento generalizado del desempleo, por una parte, y la magnitud del endeudamiento externo del T ercer Mundo, por otra, constituyen dos de los problemas económicos más importantes del mundo actual. A pesar de que el desempleo es un problema que siempre ha existido en el mundo industrial, en mayor o en menor grado, todo parece indicar que nos estamos enfrentando a un nuevo tipo de desempleo, que tiende a permanecer, y que, por lo tanto, se está transformando en un componente estructural del sistema económico mundial, tal como lo conocemos. 3.2 Es sabido que un individuo que sufre una prolongada cesantía cae en una especie de «montaña rusa» emocional, la cual comprende, por lo menos, cuatro etapas: a) shock, b) optimismo, c) pesimismo, d) fatalismo. La última etapa representa la transición de la inactividad a la frustración y de allí a un estado final de apatía donde la persona alcanza su más bajo nivel de autoestima. Tal como se indica en un estudio canadiense acerca del tema: «Perder el empleo puede provocar un lento y agónico proceso de muerte».1
3.2.1 Es bastante evidente que la cesantía prolongada perturbará totalmente el sistema de necesidades fundamentales de las personas. Debido a los problemas de Subsistencia, la persona se sentirá cada vez menos protegida; las crisis familiares y los sentimientos de culpa pueden destruir las relaciones afectivas; la falta de participación dará cabida a sentimientos de aislamiento y marginación, y la disminución de la autoestima puede fácilmente provocar crisis de identidad. 3.2.2 La cesantía prolongada produce patologías. Sin embargo, esto no constituye la peor parte del problema. Dadas las actuales circunstancias de crisis económica generalizada; es decir dada la magnitud del problema, no podemos seguir pensando en patologías individuales. Debemos necesariamente reconocer la existencia de patologías colectivas de la frustración, para las cuales desconocemos formas adecuadas de tratamiento. 3.2.3 Aún cuando son procesos económicos los que generan el desempleo; una vez que éste rebasa magnitudes críticas tanto en cantidad como en duración, no hay tratamiento económico alguno que sea capaz de resolver la problemática en que el problema original se ha transformado. Como problemática, pertenece a una transdisciplina que aún no se ha comprendido ni organizado. Esto último, en términos de un programa para el futuro, representa el primer desafío. En lo que se refiere a tendencias, estas patologías colectivas aumentarán. 3.3 La deuda externa del Tercer Mundo también será responsable de otro tipo de patologías colectivas. Con el fin de mantener al sistema bancario internacional robusto y sano, una gran cantidad de países y sus poblaciones tendrán que «colaborar» a costa de quedar debilitados y enfermos. 3.3.1 Señaló, a comienzos de este año, el Presidente del Partido Conservador británico, John Gummer: «Estados Unidos importa los ahorros del resto del mundo y exporta la inflación. Esto constituye un grave problema». Ahora bien, debido a un dólar americano sobrevaluado y a tasas de interés exorbitantes, las naciones deudoras deberán pasar todas las penurias para poder maximizar sus ingresos por concepto de exportaciones. Este hecho,
1. C anadian Mental Health Association, por Sharon Kirsh, « Unemployment: Its impact on body and soul» . Canadá, 1983.
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hecho, inevitablemente, se realizará a costa de la depredación irreversible de muchos recursos, del aumento de hambrunas y de un creciente empobrecimiento, no coyuntural, sino estructural. Determinar cuales serán las terribles patologías colectivas que irán surgiendo en los países más pobres, como consecuencia de esta aberrante situación, es el segundo desafío. 1 3.4 Hemos aportado sólo dos ejemplos. Sin embargo son muchos más los procesos económicos que, cuando concebidos y diseñados en forma tecnocrática y con visión reduccionista, son generadores de patologías colectivas. Cada economista, especialmente los ubicados en posiciones de influencia, debiera hacer su propio esfuerzo de honesta autocrítica para descubrirlos y reconocerlos. Ello implica, por cierto, asumir como principio que «la economía está para servir a las personas, y no las personas para servir a la economía». 4. Política y patologías 4.1 Las persecuciones, producto de intolerancias políticas, religiosas y de otros tipos, son tan antiguas como la humanidad. Sin embargo, nuestro «logro» más novedoso es la tendencia de los principales liderazgos políticos actuales, de orientar sus acciones de acuerdo a generalizaciones tan increíblemente esquizofrénicas acerca del «enemigo», que nos están conduciendo directamente hacia el omnicidio; es decir, hacia la matanza de todos nosotros. 2 4.1.1 Dicha esquizofrenia política no se encuentra sólo a nivel de confrontaciones globales entre los grandes poderes: también se dan casos similares (imágenes-espejo) en muchos niveles nacionales. Todos son responsables de la generación de diversas patologías colectivas del miedo . 1. Manchester Guardian, 16 de febrero de 1985. 2. Véase el brillante artículo de Hannes Alfvén , «Annihilators and
Omnicide» , Development Dialogue 1984: 1-2, Fundación Dag Ha mma rskjöld, Uppsala, Suecia.
4.2 Proponemos aquí que por lo menos cuatro categorías de patologías del miedo deberían reconocerse de acuerdo a su origen: a) por confusión semántica; b) por violencia; c) por aislamiento, exilio, marginación y d) por frustración de proyectos de vida. Seguramente hay otros, pero éstos parecen suficientes para nuestro ejemplo. 4.2.1 Los discursos del poder están llenos de eufemismos. Las palabras ya no se ajustan a los hechos. A lo que deberíamos llamar ANIQUILADORES, lo llamamos armas nucleares, como si se tratara simplemente de versiones más poderosas de las armas convencionales1 . Llamamos «mundo libre» a un mundo lleno de ejemplos de las más obscenas inequida des y violaciones de los derechos humanos. Nos encontramos con Repúblicas Democráticas (o Repúblicas Populares) donde el pueblo simplemente debe acatar, de manera obediente, los dictámenes de un Estado Todopoderoso. Marchas pacíficas de protesta son severamente castigadas y los que en ellas participan son detenidos y condenados por «atentar contra el orden público y subvertirlo». Sin embargo, y al mismo tiempo, las variadas formas del terrorismo de Estado, se aplican en nombre de las leyes y el orden. Podrían llenarse muchas páginas con ejemplos. El caso es que las personas dejan de comprender y, por lo tanto, se transforman en cínicas, o bien, en masas perplejas, alienadas e impotentes frente a la realidad. 4.2.2 La violencia perturba directamente la necesidad de protección y, de este modo, da paso a una profunda ansiedad. Por otra parte, el aislamiento, la marginación y el exilio político destruyen la identidad de las personas y causan rupturas familiares con destrucción de afectos, y generan sentimientos de culpa, a menudo acompañados de fantasías o intentos reales de auto-aniquilación. Además, la frustración de los proyectos de vida debido a una intolerancia política aniquiladora de la libertad, destruye la capacidad creativa de las personas, lo cual conduce lentamente, a partir de un profundo re sentimiento, a la apatía y pérdida de la autoestima.
1. Ibid.
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4.3 Los esfuerzos por reconocer y evaluar las patologías colectivas que los diversos sistemas socio-políticos son capaces de provocar —cada uno a su manera y con su propia intensidad— como resultado del bloqueo sistemático de necesidades tales como Entendimiento, Protección, Identidad, Afecto, Creatividad y Libertad, constituye nuestro tercer desafío.
remos cómplices de generar sociedades enfermas. Y no hay que olvidar que... 5.5.1 ... si «en elpaís de los ciegos eltuerto es rey»; «en las sociedades enfermas son los necrófilos los que sustentan el poder».
5. Comentarios finales
5.1 Lo que se ha sugerido en esta reflexión es que: a) cualquier necesidad humana fundamental no satisfecha de manera adecuada produce una patología; b) hasta el momento, se han desarrollado tratamiento para combatir patologías individuales o de pequeños grupos; c) hoy en día, nos vemos enfrentados a una cantidad de patologías colectivas que aumentan de manera alarmante, para las cuales no se han creado tratamientos; d) para poder comprender estas patologías colectivas necesitamos desarrollar las necesarias transdiciplinariedades. 5.2 La posibilidad de desarrollar un diálogo fecundo que apunte a una síntesis ineludible entre las disciplinas económicas, políticas y de salud constituye el cuarto desafío. 5.3 Nuevas patologías colectivas se originarán en el corto y largo plazo si continuamos con enfoques tradicionales y ortodoxos. No tiene sentido sanar a un individuo para luego devolverlo a un ambiente enfermo. 5.4 Cada disciplina, en la medida en que se ha hecho más reduccionista y tecnocrática, ha creado su propio ámbito de deshumanización. Volver a humanizarnos desde dentro de cada disciplina, es el gran desafío final. Sólo la humanización puede ser el cimiento fecundo para cualquier diálogo o esfuerzo transdisciplinario que tenga sentido, y que apunte a la solución de las problemáticas reales que afectan a nuestro mundo actual. 5.5 La humanización y la transdisciplinariedad responsables son nuestra respuesta a las problemáticas y son, además, nuestra única defensa. Si no asumimos el desafío, nadie será inocente. Todos se-
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INDICE
Prólogo a la edición castellana............................................. 9 Prólogo de Leopold Kohr................................................... 11 Preludio ............................................................................ 19
I Parte El Proyecto ECU-28. Comunicación horizontal para la participación y auto-dependencia de los campesinos 1
Introducción.................................................................29 La creación de un nuevo (rente Se inicia la organización Percepción del entorno formal Una nota sobre participación 2 Interludio teórico (1) ................................................... 39 Historia, economía y algunas invisibilidades Antropocentrismo y el mito original 3 Interludio teórico (II) .................................................. 51 La cuestión de los estilos de desarrollo El problema del mecanicismo Sobre cuestiones de magnitud ¿Qué debemos hacer entonces? 4 La percepción de la realidad......................................... 67 Reconocimiento y delimitación de la región Bases para una metodología Las numerosas y largas jornadas La sabiduría develada
5 En el m un do apa rte .................................................. 87 6 Lo s c ampe sinos se unen.......................................... 113 Logística para la movilización Los Encuentros Provinciales El Congreso Regional de Campesinos 7 En e l m un do prop io ................................................ 121 Inestabilidad y angustia Persona grata Intriga y traición Persona non grata La reacción de los campesinos Otras reacciones 8 M uy le jo s y ha ce m ucho tiempo............................ 131 Desarrollo e ilusiones El testimonio como alternativa II Parte El Proye cto Tiradentes. Re vitaliz ación para la auto-de pe ndencia de las ciudades pe queñas 9 Intro ducc ión ............................................................ 139 Una idea oportuna Preparando el terreno El área escogida 10 Interludio teór ico (III) ........................................... 149 El problema de la dimensión Espacio humano subjetivo Tiempo humano subjetivo Perturbaciones espacio-temporales Una ciudad para seres humanos 11 Enc uentro con la r ea lida d ...................................... 169 La ciudad, su espacio y su tiempo El papel de los informantes y una lección de percepción Soledad y percepción La dimensión descubierta
12 E squema p ara la ac ción ............................................I85 Bosquejos del proyecto Justificación del proyecto Buscando apoyo 13 Se in ic ia la ac ción .............................................................................195 Un proyecto no ortodoxo Fase N° 1: Los niños dicen lo que piensan Fase N° 2: Los artesanos rescatados del anonimato Fase N° 3: El miedo a la libertad Fase N° 4: La sed de conocimientos de la gente Fase N° 5: El Proyecto es descubierto Fase N° 6: Una cita con el pasado Fase N° 7: Una guilda de artesanos Fase N° 8: Los artesanos se convierten en maestros Fase N° 9: Evaluación por parte del pueblo 14 Nave gac ión y Re gre so ...................................................................225 Fase N° 10: Cortando el cordón umbilical Fase N° 11: Satisfacción a la distancia Fase N° 12: Tiradentes: un reencuentro seis meses después Reflexiones finales Postludio E conomía, po lítica y salud: Una síntesis in eludible ... 235 2. Preámbulo 3. Un postulado y algunas proposiciones 4. Economía y patologías 5. Política y patologías 6. Comentarios finales
Editorial Nordan es parte de un proyecto de vida a ut o ge st io n a r ia s - C omu ni da dque in t e gr a m o s latinoamericanos y europeos. Estocolmo, Bueno s Aire s, Montevideo y Santia go de Ch ile son lo s prim ero s p untos de apoyo par a una produc c ión en com ún, par a un p uente en don de se un en lo s e sf uerzo s de quiene s v iven ba jo la Cr uz del Sur y quienes lo hacen bajo la estrella de Septentrión. E xilio s y migra c ion e s v an dan do luga r a una c a den a de m ano s e xten dida s en a bra zo so lidar io , e n donde e st amo s to do s em bar ca do s en e l dur o tr a ba jo de darnos voz y buscar respuestas.
TIT ULOS PUBLICADOS NARRAT IVA El Guardaespalda Nelson Marra
Invención de los sole s Teresa Porzecanski
Rastrojo de un ve rano Manuel Vargas
La gue rra de los Albatros Ana Luisa Valdés
Las mujeres del Cono Sur escriben Fue ra de fronte ras Varios
Con acento extranje ro Fernando Ainsa
Los mie dos, las vidas, las alucinacionesy las muertes Luis Sepúlveda
POESIA Trenes en la noche SergioAltesor
Apuntes para la reconstrucción del silencio Alberto HugoHedman
Poemas y dibujos de la prisión
INFANTILES/CHICOS Historia de Julia que tenía una sombra de niño ChristianBruel
El rostro hermoso Leszek Kolakowski
El pueblo que no quería ser gris
DaymánCabrera
BeatrizDoumerc
La máquina escindida/ Den kluvna maskinen
Cuando Blanco es un caballo Silvana Recchi
Furia volcánica (Illkupillán)
BeatrizDoumerc
Juan Carlos Piñeyro Jauría
El viaje d e ida – el viaje de regreso Alguien llora
Hojas de una historia
ChristianBruel
Antología de poesía sueca contemporánea
HelmeHeine
Ricardo
Aserrín, aserrán BeatrizDoumerc
La jirafita Carulí Víctor Iturralde Rua
COLECCION PALABRAIZ El ojo privado de la ira Carlos Geywitz
Retrato de época
INFANTILES/GRANDES El Bosque-Raíz-Laberinto
Sergio Infante
Italo Calvino
Estacionario
Rosa Caramelo
Roberto Mascar
Adela Turin
Síntomas pasajeros/ Övergaende symptom
El puente de los niños
Enrique O'Farril Julien
Tambor de medianoche René Vázquez Díaz
La galaxia y el tiempo Graciela Taddey
Exilio en la prehistoria Jaime Vieyra Poseck
De barro y de palabras Herman House
Max Bolliger
Jonas y la cosechadora Kurt Baumann
El oso y el guardabosque Ivan Gantschev
Pájaro de viento RobertoOmar Ramírez
INFANTILES/NORDICOS ¿Quién te asusta, Alfonso? GunillaBergström
¡Q ué duermas bien, Alfonso! GunillaBergström
La mamá y el bebé salvaje BarbroLindgren
¿Comen perros los alces? LennartFrick
VARIOS El libro de todos IgnacioSeger
ENSAYOS El derecho al juego RaimundoDinello
Economía descalza ManfredMax-Neef
Comisión del Papel. Edi ci ón amparada en el Art. 79 de la Ley 13.349. - Impresa en noviembre de 1986 en la imprenta mercur s.a. - Canelones 1231. - Montevideo. Dep. Legal N9 218.043/86 Edición digital P DF – Marzo 2008 ENROQUE – Soluciones Estratégicas WWW.ENROQUE.CL