Derechos de autor para el nuevo milenio Carlos Suárez Gutiérrez Unidad Académica Mazatlán, Instituto de Ciencias del Mar y Limnología Universidad Nacional Autónoma de México. Email:
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Desde hace varios años, el tema de los derechos de autor ha ido a la saga de los avances tecnológicos, la velocidad con que se diseñan nuevos dispositivos y nuevas formas de compartir contenidos ha hecho que las legislaciones de la mayoría de los países vayan uno o dos pasos atrás en relación con las acciones que los usuarios de estas tecnologías realizan en la vida diaria. La primera gran batalla por la liberación de los derechos de contenidos la libraron los programadores mediante el movimiento del software libre y las licencias GNU cuya punta de lanza es el sistema operativo Linux. Desde hace varios años, las comunidades informáticas se han polarizado entre los que apoyan esta forma de distribuir sus programas y los que optan por un esquema más tradicional de licenciamiento. Estas posturas han llevado a que países completos, como Brasil, adopten el software libre para todas las aplicaciones que dependen del gobierno en sus distintos niveles. Lentamente, las empresa fabricantes de software se han dado cuenta que seguir con el esquema tradicional de licencias hará que vendan cada día menos a la vez que muchos usuarios ya tienen la opción de buscar en el mundo del software libre una aplicación que cumpla con sus necesidades. Ahora el problema de la licencias tiene otro campo de batalla que mueve millones de dólares en todo el mundo y que se ha resistido a adecuarse a los nuevos tiempos, me refiero a la industria de la música. Música pagada suena mal La industria disquera mundial tiene años de capa caída, entre la piratería descarada y los sistemas de intercambio de archivos vía Internet han llevado al límite el esquema de ventas actual que exige dinero por adquirir un CD que usted sólo puede escuchar, no tiene permiso para intercambiar el disco o las canciones sueltas, mucho menos tiene derecho para usarlas dentro de una composición que usted mismo haga. La industria disquera está metida en una guerra perdida contra la tecnología. Cada día millones de personas en todo el mundo utilizan la tecnología digital para intercambiar música mientras que las compañías disqueras entablan demandas contra sitios que permiten el intercambio de archivos musicales. Recordamos ahora con cierta nostalgia al viejo Napster y Audiogalaxy, ambos cerrados por las presiones legales de las disqueras.
En nuestros días, el esquema de licencias para música reserva todos los derechos para el creador permitiendo muy poco margen de acción para el comprador cuando en la práctica la gente está compartiendo sus archivos, creando nuevas versiones de sus canciones favoritas y expandiendo el alcance de la música. Definitivamente es necesario adecuar los derechos de autor para un mundo digital. La licencia Creative Commons La primera propuesta seria viene de Lawrence Lessig, un profesor de la escuela de leyes de Stanford y creador de Creative Commons, un esquema de licencias y una organización sin fines de lucro que pretende ofrecer a los artistas opciones para distribuir su trabajo sin atarse a los rígidos esquemas de las compañías disqueras. De entrada, Creative Commons permite un esquema de licencias flexible que ofrece a los artistas la posibilidad de ceder algunos de sus derechos en beneficio de los usuarios, por ejemplo, todas las canciones liberadas bajo las licencias de Creative Commons permiten el libre intercambio de las mismas sin que esto signifique un delito, siempre y cuando sea sin fines de lucro además de quedar prohibido el uso de estas piezas para publicidad o para difusión masiva. En América Latina, uno de los primeros artistas que se animó a buscar una forma diferente de hacer llegar su música al mayor número posible de personas fue el panameño Rubén Blades. Hace unos meses puso un disco completo para que fuera descargado desde su sitio web, ahora intenta algo más interesante al poner un nuevo material en línea e intentar pasar la charola entre los interesados en escucharlo, así presenta Blades el disco "Esta es una compilación de creaciones originales rock-pop por distintos artistas que no han tenido oportunidad, y/o distribución. Cópienla. Envíenos después lo que consideren justo por el trabajo, a las direcciones indicadas. Este experimento decidirá si en el futuro podremos prescindir de intermediarios y ofrecer nuestro trabajo a un costo menor, conservando para el artista los beneficios directos de su labor. ¡Gracias! Rubén". Blades apela así a la buena voluntad de los cibernautas. La cooperación mínima es US $ 5.00 y con tarjeta de crédito. Los archivos están en formato MP3 Bajarlos es muy sencillo y son de buena calidad. Aunque Rubén Blades no ha optado por la licencia de Creative Commons, tácitamente está haciendo eco de la necesidad de adecuarse a las nuevas tecnologías. En el fondo las licencias de Creative Commons no están haciendo más que codificar lo que la cultura moderna ha hecho con la música: un ambiente híbrido de influencias externas, de préstamos abundantes que se mezcla con sonidos llegados de todo el mundo.
Arte y ganancias Está muy bien eso de la liberación de las letras y la música pero el arte también debe dar de comer a sus creadores. Necesitamos otorgar a los artistas incentivos para crear y que puedan vivir bien de su trabajo. Evidentemente los artistas también necesitan saber que sus obras están protegidas. Durante muchos años, existió un débil balance entre estas posiciones encontradas, entre dar libremente su trabajo y el costo que debemos de pagar por disfrutar de una obra artística. Hoy este balance se ha roto y los dueños de los derechos de autor han endurecido sus posiciones contra la llamada piratería y la libre distribución de contenidos, los más duros entre todos son los dueños de la industria disquera. Una estrategia para abatir el altísimo porcentaje de piratería musical puede ser la disminución de los precios de los discos; en vez de que cuenten $170 o $200 bajarlos a $80 o algo parecido, esto implica replantear el esquema de ganancias para estudios, artistas, disqueras, arreglistas, etc. Algunos más radicales han planteado que la música grabada debe ser distribuida gratuitamente y los artistas deben de vivir de las giras, presentaciones y conciertos. Evidentemente, estas posturas merecen ser discutidas y evaluadas, además de que debemos encontrar, y pronto, una posición que satisfaga a los involucrados: creadores, compradores y empresas; una forma de pago justo por la creación artística que deje a todos contentos, claro que esto no es fácil y llevará varios años antes de lograr un acuerdo. Las licencias Creative Commons son sólo la punta de lanza de un movimiento que está creciendo a pasos agigantados; otros creadores como el cineasta Robert Greenwald ha lanzado un par de documentales bajo esta licencia y el mismo Lawrence Lessig ha lanzado su libro “Free Culture” en esta modalidad para que cualquiera lo pueda bajar libre del Internet. Estamos llegando a un punto en el que las legislaciones y las empresas productoras de contenidos tienen que adecuarse a las nuevas realidades, la tecnología nos ha puesto muy cerca y muy fácil obtener canciones, libros y películas en formato electrónico, de la industria depende transformar esto que ahora considerar un problema en una oportunidad de crecimiento y desarrollo.
http://creativecommons.org/ http://www.rubenblades.com/