PRIMER CONCURSO DE CUENTOS
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Cuentos Participantes Título
Autor
Pagina
27
El Guapo
1
Busco una ciudad
Octopus
5
Un pacto para el Reino
Colrami
7
Diferencial
Mago Tim
13
Don Juan
Calvin
16
El Escritor
Octágono
31
Sirena Negra
41
Federico Quiróz
48
Kairaba
53
Mané
55
Niördhr
62
Agapito Pérez
65
Kran
72
Elquiroco
78
Esteban Bosque Mendoza
91
Julio Emilio Sorba
95
Selvático
122
Soñar con la muerte puede resultar peligroso
Piricho
132
Una extraña propuesta
Hobbes
139
Hada Purpurina
147
Dituquien
150
El Periscopio Entonces lo supe... Existía una casa de lado... Globos Rojos Hada de Otoño La Piedra Brillante La Princesa y el Vagabundo Las últimas horas de Winston González Nacimiento Relato Infinito Si querés, voy yo...
El Nuevo Milenio Diario de un chiflado
27 por: El Guapo
M
artín, después de ver a su hermana llorado y quejándose de lo poco caballeroso que fue su novio, saca de su bolsillo el teléfono celular y marca un número que casi no recuerda (antes había decidido que
no podían ser amigos del alma y cuñados al mismo tiempo, eso era en la escuela y de vez en cuando se arreglaba a cañazo limpio), habla un poco, pero como no reconoce la voz que le contesta, mira la pantalla y se da cuenta que marco un 9 por un 6, cuelga. Thelonius terminaba su canción justo en el momento que Arturo apagaba el equipo de sonido y deja el periódico a un lado, con su manos en la espalda se inclina hacia atrás y bosteza. Camina por el pasillo que comunica la sala con su cuarto, al que el llama su octavo por lo pequeño e incómodo, pero lo detiene el teléfono que no alcanza a sonar dos veces. .-¿Aló? .-¡Pedazo de mierda! Cómo la dejaste ir en ese estado .-¿Gustavo? .- ¿Aló? .-¡Aló! Arturo miro el auricular, como si por el pudiera ver a la otra persona y saber si colgó. Cuelga y por un momento olvida lo sucedido, termina de caminar a su
3
cuarto, prende la tele y se duerme casi inmediatamente. Entre sueños primero ve a su madre que lo peina y lo besa antes de ir a la escuela. se levanta y toma agua. Casi son las 6, hora de vestirse y trabajar. Una mañana como cualquier otra. ¿Tráfico? Poco, realmente poco. Camino a la oficina ve una ambulancia, desciende un poco la velocidad y mira por la ventana del carro como montan lo que parece cuerpo tapado y como, lo que parecen policías, toman medidas y notas mientras sonríen y hablan, algunos toman café. Esto le parece corriente, hace ya rato que Arturo dejó de pensar como lo enseñaron en su pueblo, se estaciona donde siempre y compra un pastelito y café en la panadería de la esquina (también como siempre). Termina su corriente mañana. Se sienta a almorzar en una mesa cerca del televisor, le gusta ver las noticias cuando almuerza. Pierde el Dep. Táchira 2 a 0 y el dólar sube a 3600 Bs. Le sirven una ensalada que no pidió, pero igual esta muy rica y no se queja. Una mujer caminaba en estado de embriaguez, es arrollada en la autopista. Sus familiares, llenos de preguntas y muy sorprendidos no quisieron brindar declaraciones. Un mesonero, a petición de otro cliente que, temeroso por lo que las fuertes imágenes del noticiero le puedan causar a la mente de sus hijo de 7 años que no se entera de nada por jugar con su Gameboy, apaga la TV, justo cuando el reportero termina de decir el nombre de la victima. Arturo suelta el tenedor, el nombre de la mujer es como un cubo de hielo corriendo por su espalda después de una caminata de 2 horas, instantáneamente recuerda la llamada que la noche anterior recibió, un libro que leyó sobre el efecto mariposa y a su novia del quinto año.
4
Busco una ciudad Por: Octopus
P
or motivos ajenos a mi voluntad, debo salir de mi país. Si alguna persona sabe de
cualquier
ciudad
que
reúna los siguientes
requisitos:
Busco una ciudad que este inmensamente llena de buhoneros; que no se pueda
caminar
por
las
aceras
y
haya
que
hacerle
el
quite
a
los
automóviles para poder transitar por las vías, y el escándalo y ruido que
haya
entre
ellos
me
entretenga
y
me
distraiga
su
variada
mercancía. Busco una ciudad que tenga un tráfico horrible, que no se pueda circular por ellas y menos en las horas pico en donde tarde más de cinco horas en llegar a mi trabajo y más de seis para llegar a casa a descansar. Busco una ciudad que sea ruidosa; llena de sonidos de claxon y de aullidos de ambulancias chillonas, que pasen todo el día de un lado para
otro
y
aunado
al
mortífero
sonido
de
las
sirenas
de
las
radiopatrullas y sumado al sonido estridente de los equipos de sonido a todo volumen tanto de día y de noche, que no dejen descansar ni dormir a los vecinos, y que todo esto que llegue a reconfortarme.
5
Busco una ciudad; que tenga una buena cantidad de indigentes pidiendo limosna. Madres con sus hijos en salidas de las estaciones del metro, en las paradas de los autobuses, en las iglesias, niños con su carita sucia
alzando
sus
manitas,
pidiendo
algo
para
llevar
a
casa,
todos
pidiendo limosna. Busco una ciudad, donde no funcionen los hospitales, y que sus enfermos tengan que ir en los autobuses pidiendo dinero para poder comprar sus medicinas, los que van con sus enfermedades a cuestas llevando
sus
sillas
de
ruedas
y
sus
bastones,
mostrando
sus
miserias, pidiendo dinero. Busco una ciudad donde el sistema de transporte sea deficiente y malo,
que
las
unidades
estén
destartaladas
y
los
chóferes
traten
a
los pasajeros como borregos. Busco una ciudad, que no exista el respeto, que tenga un alto contenido de inseguridad, donde el asalto a mano armada es la orden del día, que todos sus habitantes tengan que vivir enrejados y que la delincuencia reine. Busco una ciudad estresante, llena de angustias y apuros que después de las siete de la noche tenga que correr a casa con miedo de no ser robado. Una ciudad donde se golpee a la mujer, que esté atiborrada de bares, y que los niños deambulen por las calles en las noches buscando sus sustento. Si Uds. conocen una ciudad que reúna todas estas características, favor... Comunicarse conmigo de inmediato, para mudarme allá... 6
UN PACTO PARA EL REINO Por: Colrami
E
l camino hacia el mercado negro suele estar mal iluminado. Sientes la presencia de muchos ojos que te miran, no sólo superficialmente, sino hasta el fondo de tu alma, buscando motivos y temores. Para un mago
novato, bastaría esa sensación para hacerlo desistir de su búsqueda. Decidí que para darme valor, debía tomar algo, una bebida normal, no ese vino espumoso que me había dado un dolor de cabeza descomunal, ni el licor de las tres caderas, puesto que estaba en una misión de investigación. Así que entré a la taberna donde los héroes, magos y uno que otro engendro suelen recuperar las energías perdidas en las duras batallas por el control de Terra. Aunque la entrada es pequeña, el local es amplio, tiene varias mesas y una barra larga, con taburetes de madera de treant muerto. ¡Vaya ironía! El final de estos recios luchadores es servir de apoyo a los que los derrotaron. Me senté y pedí un poco de licor de hierbas, suficientemente fuerte como para reanimarme, pero también bastante suave como para no embriagarme.
El
cantinero, un hechicero renegado, cansado de los campos de batalla, me sirvió de mala gana, celoso de mi condición, mucho más honorable que la suya.
7
Apuré mi trago, y sentí el calor en mis hombros primero y luego en mi estómago. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Creo que subestimé la potencia de la bebida. A mi lado un hombre joven, de unos 22 años, aparentemente un bárbaro, esbozó una sonrisa al ver mi reacción. Para disimular un poco mi falta de experiencia en estas lides, levanté mi vaso y apuré el resto del verde líquido. Esa fue la tarde en que conocí a Cheropyx Wexler. Iniciamos la conversación, mientras los vasos de licor de hierbas iban y venían, y así pude saber que el joven Cheropyx era, efectivamente, un bárbaro y con vocación de guerrero de fortuna, en busca de una oportunidad con algún mago que le permitiese pelear en su ejército. Lamentablemente, su corta edad y su falta de experiencia en combate, se interponían entre sus deseos y la realidad. Su apariencia, en realidad, tampoco era la de un fiero combatiente:
cabello
ensortijado y revuelto, ojos negros, facciones redondeadas, con pómulos salientes y una fuerte mandíbula, un incipiente desarrollo muscular y un olor impresionante, similar al de los pantanos en la tierra de Xena. Puesto que también yo era relativamente nuevo en Terra, me identifiqué plenamente con su situación. Apenas con siete hechizos básicos estudiados, una montaña que llamaba mi hogar, unas cuantas hectáreas de tierra, un ejército muy débil y algunos artefactos de defensa encontrados luego de largas horas de estudio de los libros mágicos, no era yo el mejor candidato a contratante de alguno de los héroes famosos que frecuentaban la taberna. Recuerdo aún mi decepción cuando conversé con Urre Nightland, el caballero negro, y escuché sus estrepitosas carcajadas de rechazo a mi pobre oferta por sus servicios.
Esa
8
noche me di cuenta que debía comenzar desde abajo, y labrarme mi destino a pura fuerza de trabajo y estudio. Cheropyx venía del norte de Ank-Durath, la tierra de las dunas eternas. Allí había vivido con su familia, aprendiendo las artes de la guerra y soñando con ser un comandante famoso, temido y rodeado siempre por bellas doncellas.
Su
padre, Pardomer Wexler, tenía los pies en la tierra y siempre trató de inculcar en su hijo la dureza que se requería para la batalla, pero también las cualidades que lo harían un buen servidor de su amo. Ank-Durath ya no tenía atractivos para el joven Wexler, quien decidió emprender su camino hacia la nueva capital de Terra, utilizando el camino que rodeaba el territorio de los Joats, pues no era cosa de que lo capturaran y lo hicieran esclavo, él que estaba deseoso de ganarse su lugar en la historia. Así, en la cuarta llena de Diadema, partió cargando sólo su espada, un pequeño escudo de escamas de dragón rojo y sus sandalias aladas. El resto se lo procuraría por el camino. Mientras su padre y su hermana Rowalfia lo despedían, les prometió volver por ellos cuando fuera famoso. Me gustó el entusiasmo de este joven guerrero. Me pareció una buena adquisición para la causa, así que allí mismo le ofrecí contratarlo, por unos cuantos cientos de monedas de oro, alojamiento, comida y una participación justa de los despojos de todas las batallas que ganásemos.
Sus ojos negros se
iluminaron, y gustosamente aceptó mi oferta. Como condición a su firma, pidió un adelanto en efectivo para asearse, comer y comprar algo de ropa. Así, cerramos el trato y lo celebramos con otro vaso de licor de hierbas.
9
Salimos en busca de algunos engendros hacia la tienda de Duras, el invocador, y contando ahora con el consejo experto de mi nuevo general, Cheropyx. Sin embargo, cuando nos acercábamos, vimos una gran pelea, casi en la entrada del criadero de monstruos. Un hombre, bastante mayor, se defendía de una horda de campesinos hambrientos que intentaban arrebatarle sus pocas pertenencias: un báculo de madera con empuñadura brillante, una bolsa de piel pequeña, y aparentemente vacía, y un libro muy viejo, que apretaba con fuerza bajo su brazo izquierdo, mientras intentaba golpear a los campesinos con su bastón. Realmente llevaba todas las de perder, al menos en número, porque cada garrotazo que lograba llegar a su destino, causaba estragos entre los asaltantes: brazos rotos, cabezas sangrantes, hombres privados de conciencia en el suelo, que eran pisoteados por las oleadas que seguían llegando de todos los callejones y balcones. Sí, realmente estaba perdido. Compartí una mirada cómplice con Cheropyx, y dando un paso atrás, saqué de mi bolsa un artefacto de forma esférica, más o menos del tamaño de mi puño, con unas estrías diagonales.
Cerré los ojos para recordar el hechizo de
activación... La esfera tembló en mi mano y la arrojé con tanta fuerza como pude hacia el centro de la turba saqueadora. Mi bárbaro sacó su espada y se colocó frente a mi. De repente se hizo el silencio, mientras los campesinos hambrientos se fijaban en la bola que temblaba, se deformaba y crecía.
La explosión no
demoró mucho, y de manera instantánea, mil monstruos aparecieron en escena, atacando a los asaltantes, y dispersándolos en un minuto, lo cual dio el tiempo
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suficiente para alejar al anciano del lugar a marcha forzada, mientras Cheropyx nos cuidada la retirada. Miré hacia atrás y vi como los monstruos desaparecían tan pronto como habían sido formados, pero su presencia inspiró el suficiente temor como para evitar que los campesinos hambrientos nos siguieran.
El anciano arregló su
cabello e intentó recuperar algo de la dignidad perdida en el altercado. Alisó un poco sus ropajes, enderezó la bolsa, limpió el mango de su bastón y revisó el libro. El agradecimiento se manifestó de diferentes formas.
Oberón, que así era el
nombre de este anciano, era un erudito, que había dedicado su vida al estudio de la magia en todas sus formas, y testimonio daba su libro de anotaciones. Consideré que habían sido demasiadas emociones para una tarde, y, de acuerdo con Cheropyx, invité a Oberón a reposar esa noche en el Monte de Fuego, donde había establecido mi hogar.
Sin dudarlo un momento aceptó,
añadiendo palabras de lealtad al mago que había salvado su vida sin conocerlo. No obstante, rechazó la oferta del bárbaro para ayudarlo con sus pertenencias. Así pues, estos tres, hasta entonces, desconocidos, decidimos unir fuerzas para lograr el control de una porción de Terra, con o sin el favor de los dioses, dispuestos a encontrar el camino, o a trazarnos uno.
Ignoraba yo, en ese
momento, cual era el destino que se había forjado para nosotros. Esa noche supe que Oberón era más viejo de lo que podía recordar, y que en su juventud, ¡ah, su juventud!, pudo darse cuenta de sus extraordinarias habilidades eidéticas, las cuales aprovechó consumiendo todos los libros que quedaban a su alcance. Con el tiempo pudo desarrollar una gran recopilación de runas, hechizos, fórmulas mágicas, encantamientos, invocaciones y cánticos, las 11
cuales copió amorosamente en su gran libro, del cual no se desprendía ni de día ni de noche. Su espíritu insaciable de conocimientos le pedía seguir estudiando, y casi lloró de emoción al mostrarle la biblioteca que encontré en el Monte de Fuego cuando tomé posesión de él, y se mostró sumamente sorprendido por los escritos criptográficos en sus paredes. Según me explicó, eran de una antigua leyenda, mucho más antigua que sus propios tiempos, pero cuyo fondo parecían confirmar esos jeroglíficos. Solamente pude agregar que ya estaban allí cuando había llegado, aunque, por alguna razón, me eran vagamente familiares, como si ya los hubiera visto en otra vida. Compartimos el pan y el vino, así como algo de salvajina que había comprado en el mercado negro. El cansancio hizo presa primero de Oberón, y le cedí una cama en la biblioteca, mientras que Cheropyx insistió en dormir cerca de la entrada, para estar atento a posibles visitantes indeseables. Finalmente, en mi aposento, desde la gran ventana que descubría en los cielos a todas las estrellas y a la luz azul de Epeira, creí ver destellos de batallas lejanas a los límites de mi reino, luces que pronto brillarían para nosotros.
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DIFERENCIAL Por: Mago Tim
H
e pasado mucho tiempo provocando a las palabras para que se valgan por sí solas. Aprendí a escribir escribiendo, dando a cada palabra la oportunidad de encontrar su propio significado, a
resultas del deseo de utilizarla aún ignorando su contenido verdadero. Mientras terminaba mi licenciatura en ciencias exactas, realquilado en una casa de huéspedes a medio paseo de la facultad, decidía un día que la aquiescencia se refería a una especie de satisfacción sedentaria de té, cortinas y zapatillas. En otra ocasión, tras haber leído una reseña de pediatría, escribí acerca del calostro del derecho y del revés, como objeto y sujeto, hasta descubrir en él la forma inconfundible de una jarra de alabastro destinada a las abluciones nocturnas de una adolescente; y la barba bifurcada de don Anselmo, que impartía por aquel entonces las clases de cálculo, terminó revelándose una noche como una imponente y oportunísima diatriba. Entre carpetas y hojas de formulación matemática, las letras y símbolos me parecían pesados ladrillos de una estructura y orden únicos. De izquierda a derecha, y de arriba a abajo, una incógnita no admite interpretaciones, solamente equivalencias. Gammas y alfas concretas en forma y exactas en materia, por más que yo me esforzara en trazarlas más pequeñas, más grandes, o con un rabillo socarrón subrayando la igualdad que precedían. A los profesores no les gustaban
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los énfasis en forma de exclamaciones al despejar una variable, y todos mis intentos por dotar de cualidad al desarrollo de una ecuación se contaron por fracasos. En mi primer examen de tercer curso, resuelto a darme una identidad, tracé un sinuoso poema visual a partir de un artificioso cuadro de matrices, dibujando una hipérbole cuya estremecedora analogía con la solución del sistema bien podía haber valido una mención especial de mi ejercicio. Desengañémonos: mi gozo se redujo a dejar las hojas sobre la mesa boca abajo, reprimiendo una sonrisa. En las correcciones sólo me sorprendieron aburridas alusiones a mi pulcritud. Nadie pareció apreciar que incluso los encabezados de cada página estaban esmeradamente labrados, sacando todo el partido a mi bolígrafo bicolor. Pasé así meses insistiendo y aceptando a regañadientes, cediendo lo justo para aprobar. Y me desquitaba por las noches, en mi pequeña habitación. Cambiaba los dibujos obsesivos y las decoraciones obscenas de tantos escolares por pequeños atentados deliberados contra el corpus matemático. Gráficas con arabescos dignos de un Escher, triángulos imposibles (catetos curvos como una ingle de mujer, lados elásticos y sonrientes) o ecuaciones palindrómicas con los parámetros del segundo término al revés. Y guardaba en dos cajones hojas y hojas de hermosos despropósitos con solución finita. Como es de suponer, era cuestión de tiempo que los números perdieran su encanto. Las formulaciones se tornaron pequeños jeroglíficos, dibujos, frases. En cada párrafo escrito, una o dos palabras se definían línea tras línea. A veces descubría que los ruidos agudos eran sibilinos, otras que ramonear requería una azada y un campo sembrado de hortalizas. Despejaba las palabras con cada
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escrito, levantando un diccionario propio a medida que las propias palabras se revelaban, aportando sentidos ocultos que jamás inventé, sino que descubrí. Tanto tiempo después, lejos de mi tranquila aquiescencia en la pensión y de la larga diatriba de don Anselmo, ese libro de acepciones secretas y únicas se confunde con la enciclopedia que no tengo más remedio que consultar de vez en cuando. Pero sigo sin poder negarle a la alborada su pertenencia exclusiva a la espalda dormida de mi mujer, y soy aún incapaz de ver en la inmanencia otra cosa que el calor flotante de mi manta de invierno. Ahí afuera el mundo sigue despejando incógnitas. Yo, mientras viva, preferiré atesorarlas y dejar a veces que se expliquen –caprichosas, cómplices- por sí mismas, arriesgándome quizá a no comprender el mundo más allá del sentido de la sonrisa que me arranca lo que escribo.
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Don Juan Revisión de un clásico Por: Calvin
Alá contempla al hombre desahuciado y le recrimina: Talaste todos los árboles, cortaste todas las flores, arrancaste la hierba, cazaste todos los animales, contaminaste el aire y el agua... y ahora contemplas el pozo seco de la esperanza, esperando que brote de el, la llama del desierto y te queme por todo lo que destrozaste... la próxima vez no esperes a plantar un árbol, cuando solo te quede un desierto.
E
l calor seca hasta el alma en un desierto que se presta indomable y eterno ante los ojos del hombre, sus pisadas, son caricias en un mar de arena, así ha avanzado la caravana de
camellos hasta llegar al reposado oasis, poco a poco, entretanto caía la tarde, las “jaimas” (tiendas) han crecido entre el alboroto de los lugareños, intercambio de noticias y mercancías, ha caído la noche y un fuego anima la conversación de los dos últimos hombres, Ahbraim, tuareg de sabia edad, ojos oscuros y profundos, tez tostada y arrugada, sobre la que descansa un impoluto turbante, interroga con pausada curiosidad a Don Juan: -
No sé de qué huyes o qué pretendes encontrar en estas tierras, en las que el reloj que llevas puede costarte la vida, sin que aquí sirvan de mucho las horas
16
que marca, pero sea lo que sea, debe ser muy importante para ti. ¿Quieres hablar de ello? -
No es cuestión de una hora... ni de dos...
-
No hay cuestión de tiempo en un oasis, en el reposo de las noches de calma, el tiempo, junto al fuego y bajo el cielo, parece adquirir otra dimensión, mas pausada, que el de esa vida que debías llevar...aunque, como dice un viejo proverbio árabe: si lo que has de decir no es mas bello que el silencio, mejor no digas nada.
-
Me hacen gracia tus palabras, parecen salidas de un libro.
-
A mí, me lo parece tu aventura.
-
Pues, es cierto... bien, no se como empezar, el caso, es que... andaba un poco perdido, no se si me explico, como desorientado, viviendo al día, pero días que al final, solo dejaban sensación de vacío... Llegó un punto en que tuve la sensación de llenar el vacío de tareas, que no me llenaban, de vicios que no me saciaban, de recuerdos que apenas recordaba, de palabras que no decían nada y a pesar de todo ello el reloj no se había parado y el tiempo había transcurrido, mas rápido que yo, entonces, decidí hacer un alto en el camino, un descanso, un respiro para pensar, recordar, analizar, conjeturar, reencontrarme conmigo mismo... no se si me entiendes...
- Si, más o menos... a tu treintena larga, y con tu porte, andar solo, no es normal, vamos, digamos que padeces mal de amores. -
Si, podríamos llamarlo así.
-
Pero dime, ¿Allí no tenéis médicos para eso?
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- Sí, y he estado en varios, pero como entenderás, sustituir un amor por una pastilla es un poco burdo, ¿No crees? Por muchas que tomes, no te llenan.. - Ya, te comprendo. ¿Pero mujeres, no te habrán faltado? Vamos, cuando has llegado al campamento, eras el centro de atención de éstas. - Hombre, no es habitual, ver por aquí rubios de mi envergadura.. - Ya, ya, modestias aparte, alguien te partió el corazón y te cerraste. - Maaás o menos... -
Dime, ¿cómo fue?
-
Uffff, bueno, bueno, vamos a ver, de amores, hay muchos y de muchos tipos, el Platónico, el Intelectual, el Trovadoresco o Provenzal, el eterno, pero todos ellos vienen a ser amores revestidos de una cierta dificultad, lo que los hace mas amores, mas humanos, mas allá del instinto animal. ¡Ufff! creo que me estoy liando..
-
Sigue, sigue, que de tus ojos brota el color de la esperanza, pero tus palabras son el murmullo de la fuente que llora...
-
Pues bien hay un amor de ellos, que es el más auténtico, el más puro, el primer amor, aquel que aún carece de los instintos primarios, que son para este caso el sexual y el reproductor, pero que a pesar de ser primarios, a tan temprana edad aún no se manifiestan, aunque a una edad avanzada es inconcebible... creo... pues bien, este primer amor se presta de vital importancia, pues serán los cimientos de un edificio que deberá crecer en la perfección, pero si esta primera piedra se pone mal, luego todo será más difícil de construir, y en cualesquiera de los casos, el edificio siempre será menos estable y seguro... me explico. 18
-
Ya veo por donde vas...
-
Bien, todo empezó con una Mariposa.
-
¿Así llamas a las mujeres?
-
¡Nooo!! Sólo a dos, siii, ya sé que te parece un poco cursi.
-
Hombre no del todo. Mas si pensamos que Mariposa, deriva de una palabra griega, que significa alma.
-
Exacto. Pero en mi caso su origen real es más inocente... es de mi primer poema, escrito para mi primera novia: Eres preciosa, y hay que tratarte delicadamente, como una Mariposa. Ya sé que no es gran cosa, pero debía tener unos 6, 7 años y me pasé una noche de insomnio pensándolo. Recuerdo el pánico que tenía a contárselo, pero al final pensé que si no me daba vergüenza los líos en que me metía, ni una torta del director de vez en cuando, tampoco debía temer por esto.
- Lo hiciste. - Sí, lo recuerdo perfectamente, andaba paseando solo por el patio, solía hacerlo, la encontré: - ¿Quieres que te diga algo bonito?, Lo he pensado para ti. - Aún recuerdo la sonrisa que dejo ir, y el brillo de sus ojos tras las gafas. - Debía ser alguien muy especial para ti. ¿Cómo empezó?. -
Pues como todos los amores, despacito, a poco a poco, es como una semilla que alguien planta en ti, y a base de regarla y cuidarla, poco a poco va creciendo una enredadera que va envolviendo tu cuerpo, hasta dejarte 19
dulcemente atrapado, si el amor naciese de la vista, “amor a primera vista” como decimos en mi tierra, todo sería mucho más sencillo, es evidente que una buena primera impresión ayuda mucho, pero es el día a día, la relación constante, aunque a veces titubeante, la que va dando el uno al otro, amoldando esos dos satélites a su nueva órbita, hasta deslizarse en sincronía, armonía, y si un primer vistazo puede resultar decepcionante, este proceso pude llevarlos al enamoramiento y viceversa. No, no creo que sea tan simple como el flechazo de Cupido, el amor se crece, se gana en el pulso diario, aunque como todo, nace y muere en un preciso instante. - Bellas palabras, pero pocas explicaciones. - Bien, no es fácil recordar, además olvide durante muchos años todo eso, sabes, tan sólo recordaba una imagen y una sensación. - Te estas volviendo a ir por las ” ramas”. - De acuerdo, pero me temo que me harás llorar; bien, en todas las clases, suele haber, un tonto, un listo, un alto, un bajo, un gordo, un flaco, un buen deportista etc. yo era, el raro. - ¿El raro? - Sí, bueno, ya te digo que no recuerdo muy bien esa época, y durante años, apenas si la recordaba, bien, el caso es que siempre andaba metido en trastadas, y por consiguiente cuando no estaba de cara a la pared, estaba en el despacho del director, cuando no castigado sin patio, haciendo los deberes o copias, para postre, tenía un problema con la lectura oral, tartamudeaba, así que cada vez que me tocaba leer se convertía en un suplicio, ya sabes, a esa edad
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somos muy crueles, así que era conocido en la clase, pero tenía pocos conocidos, no brillaba por mi sociabilidad. -
¿Y las notas?
-
¡Ja!, Bastante buenas, bien el caso, es que cada vez que me ponían de cara a la pared o me mandaban al despacho, a la vuelta, en la primera mesa de la clase, me encontraba siempre con una mirada muy dulce, la de la lista de la clase y además la guapa, una clásica... pero jamás se me había ocurrido decirle nada, hasta que un día, si no recuerdo mal, andaba paseando por el patio y la encontré sentada, sola, con mala cara, como nadie me veía, me atreví a preguntarle que le pasaba y si quería que la animara, aunque no recuerdo la conversación, el final se que fue algo así, faltaba poco para que sonara el timbre de vuelta a clase:
-
Bueno me voy a clase
-
¿Por qué?
-
Bueno, pronto vendrán todos.
-
¿Y qué?
-
Bueno, pues, que te van a ver conmigo.
-
¿Y qué?
-
¿Es que no te da vergüenza que te vean conmigo?
-
Nooo, ¿por qué?
-
Pues bien, yo, aluciné, en el sentido más estricto de la palabra, y subimos juntos a clase, un tiempo, más tarde, creo o quiero creer, que fue después del poema, decidimos sentarnos juntos, así que se lo propuse al profesor, a
21
cambio le prometí portarme bien, condición que me había impuesto ella, así que el profesor debió frotarse las manos. -
¿Y, te portaste bien?
-
Sí. Siempre recordare sus ojos y su boca diciendo aquel: “ Pórtate bien”. Con ella descubrí la solidaridad, un día hablábamos mas de la cuenta, así que la profesora se hartó, y con la excusa de que estaba entorpeciendo los estudios de Ana, decidió cambiarme de sitio, cual fue mi sorpresa al ver que Susi, una chica un tanto rebelde de la clase salió protestando en mi defensa, perdón, nuestra defensa, aquello me emocionó, finalmente nos separaron y organicemos una huelga en clase, le dije a Ana que saliera un momento para prepararle una sorpresa, cuando entró, empezó la clase, ella sacó sus cosas, el esto de la clase permanecimos en silencio con los brazos cruzados, finalmente apareció el director y pidió quién era el responsable de aquello, yo salté y expliqué mis razones, recuperar mi lugar junto a Ana, el profesor me amenazó con darme una torta, a lo que yo repliqué que me resultaba mas doloroso separarme de Ana que la torta que me pudiera dar...en fin no llegué a buen puerto... también descubrí la soledad, pues la soledad, no se descubre hasta que no hay una ausencia, un día al llegar a clase, Ana no estaba, la profesora entró, yo no se que cara debía tener, pero recuerdo la cara de angustia de la profesora y su:
- ¡Aaaay!! Don, está enferma, no llores, pronto volverá. Me sentía también junto a ella que el mundo pareció empequeñecerse a mí alrededor mientras yo crecía junto a ella, como prueba de ello basta esta conversación que mantuvimos durante una clase: 22
- ¿Quieres que te explique la teoría de la evolución de las especies? - Bueno. - ¿Qué fue primero? - El mono. - ¿Y después? - El hombre. - ¿Y después? - Ummm. No sé. - Tú y yo. También recuerdo aquel último día de clase, Ana me daba su teléfono, pero no se lo cogí, yo no tenía, ¡Diooos!. Unos días más tarde, la volví a ver, me crucé con ella al ir a recoger las notas al colegio. Al curso siguiente me cambiaron de colegio, por mi bien, a uno privado, fue el principio del fin, poco a poco entendí la dimensión de esa frase, que dice así: Cuando ames a alguien, ámala cada día como si fuese el último día de tu vida que pudieses verla. Fui algunas veces al antiguo colegio para ver si conseguía verla, pero siempre llegaba tarde, al final opte por buscar a un ex-compañero de clase para que hablara con ella por mí, al día siguiente nos vimos: -
¿La has visto Rafa?
-
Sí.
-
¿Que te ha dicho?
-
Que no se acuerda de ti.
-
Algo parecido sucedió con Susi. El mundo se me vino encima, el trauma estaba servido, era evidente, no perdonaría mi marcha. Del siguiente curso 23
recuerdo poco, las horas del patio las pasaba con dos amigos, Pedro y Juan – Antonio, que tenia problemas, era invalido, me dedicaba a pasearlo, un día se puso insoportable, le dije que se calmara, a lo que contesto: -
¡Cálmate tú!
-
Se como te sientes.
-
¡Tú no sabes nada!
-
Sí lo sé, me he quedado sin mi novia, eso me dolerá toda la vida, mira si supiera que así volvería, haríamos un cambio, tú estarías bien, y yo inválido pero con ella. El proceso de socialización se detuvo ahí. Yo achaqué mi ida del colegio a la huelga que había organizado. El curso siguiente suspendí mi primera asignatura, música, también pegué a alguien por primera vez, ya nadie más volvió a controlar mi actitud, poco a poco mi rendimiento escolar fue decreciendo, y aumentando los castigos, emigré a un pueblo, mi siguiente novia llegaría a los 14,15 años, fue la que más duró, un mes, el resto fueron escarceos eventuales. Tan siquiera mantengo amigos, pues soy proclive a acabar en la cama con sus mujeres. Así, se hacía evidente la vigencia de la teoría popular del caos, donde el aleteo de una Mariposa en una punta del océano, produce un vacío, que a su vez produce una corriente de aire, que a su vez produce una brisa, luego un viento, así reaccionando en cadena hasta llegar a la otra punta del océano convertido en huracán, nunca subestime el poder de una simple Mariposa, yo me convertí en ese aire.
- ¿Aún piensas en ella? - Sí, una vez creí verla, nos reconocimos, aunque parezca increíble, fue 20 años mas tarde, ya tenía carrera y estaba casada, su recuerdo aún aparece como la 24
aurora boreal en la eterna noche eslava, como ese arco iris que un niño intenta alcanzar y se desvanece al acercar la mano. -
¿Aún la quieres?
-
Sí, y más después de volverla a ver.
-
Por cierto, ¿ De qué vives?
-
Escritor. Bueno, esto es todo, sabes, voy a estirar las piernas un poco, antes de ir a dormir, ya despunta el alba.
- De acuerdo, pero cuando vuelvas, procura soñar con los que están, no con los que se han ido. Don comienza su matutino paseo ascendiendo una duna, al descender, el oasis desaparece tras ella, un extraño impulso que parece salir de su corazón le orienta o mejor dicho conduce por el mar de arena. El desierto se presta como el mapa visual de su corazón, y lo sabe, entretanto el astro rey se eleva al unísono con las temperaturas, su mente hierve en recuerdos pasajeros, en fervientes noches de deseo, en copas de anhelo, en largos letargos en espera de soluciones irresolubles, en páginas en blanco llenadas para vaciar la soledad, en premios reconocidos que jamás gustó de reconocer y un largo sinfín de auto desavenencias efímeras y etéreas, camina sin rumbo, no lo sabe, pero su corazón sigue buscando aquello que perdió, conscientemente inconsciente, náufrago social, son sus libros un mensaje en una botella lanzada al mar, no con la intención de ser recogidas por cualesquiera, sino por alguien en concreto, lo que aún ha dificultado más el rescate, hundido el barco de sus sentimientos, nada en el mar de arena, en el destierro social, sigue así, paso tras paso, absorto en sus cavilaciones a medida que avanza el día. Ha caído la tarde y Don sale de su 25
encrucijada mental, para sorpresa suya se halla en medio de ninguna parte, gira sobre sí mismo oteando los alrededores, arena y más arena, la brisa alza el vuelo, y este decide volver tras sus pasos, deshaciendo el camino hecho, que no llevaba a ninguna parte, como tantas veces hiciera en vida, vuelve sobre si mismo, sobre sus pasos, tarea fácil piensa, nada más lejos de la realidad, el desierto no gasta bromas, a medida que aparece la Luna, desaparecen sus huellas, borradas por una brisa, que ya es viento. Ha caído la noche, Don, totalmente desorientado cae de rodillas al suelo, recoge arena y la deja escurrir, en un vano intento por escapar de la angustiosa situación, intenta refugiarse, sino físicamente, al menos mentalmente, sustrae una pequeña libreta y una pluma del bolsillo y empieza a escribir: Solitud Como el que tiene frío y se envuelve en un manto de espinas, me sumerjo yo en el vacío llenando de recuerdos las retinas, en la soledad recuerdo tus ojos apagados y veo la tempestad en tus silencios. Cuantas veces el fuego de mi angustia se ha apagado en el regazo de tu sonrisa. Cuantas veces en el desierto fuiste tú mi brisa. De rodillas en el suelo, 26
contemplo como se derrama, la arena entre mis dedos. Igual huyen los días, escurriéndose la vida. Miro mi corazón y el alma me atrapa en tu anhelo. Enfrenta el torero la muerte con capa y no puedo soportar yo este amor que se me escapa.
Transcritas las líneas, Don desvanece en sueños... Han pasado varios días, la hambruna es soportable, pero la sed, la sed mata antes que el hambre, se arrastra mas que no camina, sobrevive mas que no vive, como hiciera siempre, la esperanza se desvanece, los recuerdos se apagan, la mente yace agotada, pero el corazón aún late de esperanza, asciende una duna más, tras ella advierte unas ruinas, medio enterradas, yacen en el suelo toda una serie de columnas caídas, dibujando la forma de un corazón, siendo esto lo más próximo a la humanidad que ha encontrado, decide arrastrase hasta ellas, al acercarse advierte que las columnas están grabadas, al llegar, se respalda en una de ellas, al recostar brazo y cabeza contempla que las letras están grabadas en su idioma, se arrastra hasta el capitel de la columna y atónito contempla el nombre de una de las muchas mujeres que enamoró y dejó, y como la curiosidad mata al hombre, decide leer el resto de la columna, a medida que avanza descubre las líneas que hablan del corazón de esta mujer y todo lo que sintiera por él, empezando por amor y acabando por la palabra odio, durante unos momentos cree estar soñando, pero
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tras un pequeño esfuerzo de voluntad decide recorrer a la otra columna, donde advierte el nombre de otra mujer de las que conociera, al igual que la otra la historia inicia con la palabra amor y finaliza con odio, así una columna tras otra Don Juan va descubriendo su verdad, y la de la mujeres que fingió amar, una tras otra la historia se sucede, completada la vuelta al corazón, descubre una pequeña columna en el centro de este, se arrastra hasta ella, y allí lee el nombre de su primer amor, la columna permanece en pié, pero es la de menor tamaño, apenas si llega a la rodilla, en esta, la historia es breve, pues sólo habla de lo que sintió ella y no que sentía él, desesperanzado, al contemplar el diminuto origen de tanto mal, arrodillado acaricia la columna, al tocarla, esta se desvanece, se escurre como arena entre sus dedos, deja escapar entonces un grito seco, grave y desolador: - ¡¡Nooooo!!. ¡¡Murió!! Cae de espaldas al suelo, contempla el cielo, nítido, de azul perfecto, un “Señor, perdóname” lánguido y apagado se estremece entre sus labios, acto seguido, tras de sí la arena inicia un remolino, poco a poco, el pequeño torbellino se va alzando y acelerando, poco a poco desde el interior hacia a fuera este parece ir solidificándose, hasta que finalmente cesa, transformado en la más grande de todas las columnas, Don Juan se arrodilla de nuevo, alzando la mirada hacia el capitel, donde se van grabando las letras de aquel amor, aquel segundo amor, que mantuvo en recóndito secreto, aquel amor inconfesable que mantuvo en eterno silencio, poco a poco se fue transcribiendo la historia de aquel amor, ahora se daba cuenta. Nunca lo supo, pero la amaba, llegó el final, y esta vez no se reprodujo la palabra odio, sino amor, el Don Juan se abrazó a la columna, pero 28
esta empezó a resquebrajarse, se levanto a gritos de “¡Nooo, nooo!”, Pero el proceso fue irreversible, de forma paulatina la columna fue despedazándose, finalmente cayó de espaldas sobre aquel montículo, intentó llorar, pero era demasiado tarde, los lacrimales se habían secado, adivinó su final, ya próximo y se dejó llevar, suavemente, merecido final, pensaba, poco a poco fue desvaneciéndose su mente. De la oscuridad de su mente acierta a advertir humedad en sus labios, y un lejano “Despierta”, poco a poco sin saber aún si está en el cielo o en la tierra, sus ojos se reabren, hasta descubrir la mirada serena y profunda de Ahbraim: - ¡Por Alá! Muchacho, vaya con el paseo, nos ha costado mucho encontrarte, de hecho, hoy íbamos a desistir de tú búsqueda. Don se reincorpora de un salto, contempla su alrededor girando sobre sí mismo: - ¡El corazón, el corazón! ¡Las columnas! ¡Por Dios! - Bueeeno, ya veo, o has soñado, o has tenido una alucinación, o como dicen por aquí, has escuchado la voz del desierto, que es la de tu corazón. Dicho esto, Ahbraim gesticula un sígueme, y pasa adelante hacia los camellos, Don Juan le sigue, tropieza y cae: - ¿Te bastas tú sólo o quieres que te ayude? - No, no tranquilo, estoy bien, bueno relativamente bien. Al ponerse de rodillas para incorporarse, descubre que a tropezado con un canto de piedra, lo coge, lo desentierra, a espaldas de Ahbraim, del tamaño de un palmo, contiene grabado un nombre, el de ese amor aún vivo, y ahora, ahora sí,
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puede llorar y llora. Ahbraim se lo mira, sonrie, le pasa la mano sobre la cabeza, suavemente se acerca a su oído: - Hay un viejo proverbio árabe que dice así; Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo. Vuelve a casa, búscala, no esperes a plantar una flor, cuando solo te quede un desierto.
Como dice un viejo proverbio Español: El corazón es el único instrumento que aún destrozado trabaja. 28/12/02 La Coromina. Marko.
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EL ESCRITOR Por: Octágono
A Lelo, mi viejo.
S
iéntate hijo, que de una vez por todas te voy a contar algo por lo que siempre me preguntas. Creo que ha llegado el momento de que no sea yo el único que sabe la verdad. Ahora que has
madurado y vivido lo suficiente, podrás comprender por lo que he pasado, aunque quizá esto, paradójicamente, te impida entender lo sucedido con mi amigo. - ¿Me vas a contar sobre aquel escritor amigo tuyo, del que nunca pude leer nada? - Así es, querido Manuel, sobre todo lo que pude saber acerca del gran misterio que envolvió la vida de mi único amigo, Alberto Sala. - Estoy más que ansioso, te escucho. Primero, permíteme recordarte brevemente nuestra común historia. Conocí a Alberto Sala desde que nací, por que nuestros padres eran compañeros de trabajo en los pozos petroleros cercanos a aquel recóndito pueblito de la Patagonia. Por ser él de mi edad y no habiendo muchos niños en varias leguas a la redonda, nos vimos casi obligados a cultivar una amistad, de la que por supuesto no me arrepiento, sino por el contrario, por lo férrea, la recuerdo con orgullo. Juntos hicimos el colegio primario en una vieja escuela rural, y el 31
secundario en el internado, con los curas. En una sola valija, pusimos nuestras pocas pertenencias cuando viajamos para estudiar en la facultad, Letras él y Matemáticas yo. Aquí conseguimos trabajo y nos establecimos definitivamente. Le debo a Alberto mi amor por la poesía y este aire soñador que me contagió, logrando despojarme de cierta parte de mi extrema estructuración intelectual, fruto de mis áridos estudios. Cierto es que quise yo transmitirle algo de esa lógica a su vida desordenada, pero su pasión por la escritura, no le permitía caer en cuentas de la realidad, navegando a la deriva por diversos mundos inventados. Y no es que no supiera lo que pasaba a su alrededor, simplemente se negaba a aceptarlo como la única verdad posible, y se jactaba de ello. Con respecto a nosotros, decía: “Hemos roto todas las reglas, no le hemos hecho caso ni a Mendel ni a Rousseau, pues fíjate, si por la genética nos guiamos, nuestros padres son hombres rudos, de trabajo, sin más sensibilidad que las de sus manos callosas, y, sin embargo, nosotros somos dos personas altamente emotivas y afectuosas. Si discurrimos por el lado de nuestros condicionamientos sociales, hemos vivido prácticamente la misma vida, las mismas escuelas, la misma “orfandad con padres”, el mismo poco éxito con las mujeres, la misma pieza húmeda de la pensión y tantas otras cosas. Y a pesar de todo ello, ya ves, somos como el aceite y el vinagre, podemos complementarnos perfectamente para un mismo fin, pero nuestras sustancias se asemejan solo en lo mínimo. Ah! Por cierto que la parte del vinagre es la tuya”, remataba siempre con una sonrisa. Esto nunca me hizo gracia, probablemente por que era cierto. Cuando estuvimos en condiciones de salir de la pensión, alquilamos un departamento. Una vez superada esta etapa, sentimos la necesidad de tener 32
nuestros propios espacios y alquilé un monoambiente en el mismo edificio. Independientes, sí, pero cerca. Conservábamos mientras podíamos la costumbre de cenar juntos, y charlar a la hora de la sobremesa, con un cigarrillo en una mano, y si las condiciones económicas lo permitían, un whisky en la otra. Mi trabajo en los colegios me llevaba toda la mañana y por la tarde atendía algunos alumnos particulares en casa. En eso no he cambiado. Alberto daba clases en la facultad y dedicaba el resto de su tiempo a leer y fundamentalmente a escribir. Era muy creativo y fructífero. En cuanto tenía una idea en la cabeza, se sentaba frente a la máquina, para escribir aunque sea un esbozo, que luego completaba con tranquilidad. Más de una vez me dejó hablando solo, gracias a esa necesidad de plasmar urgentemente sus ocurrencias en un papel. “Las ideas no son nuestras, solo pasan frente a nosotros de la mano de una musa, y hay que saber atraparlas con velocidad, antes de que emprendan un vuelo de dudoso retorno”, se excusaba. Una noche, habiendo dado yo por terminado nuestro diálogo habitual, me disponía a partir, cuando de pronto noté que Alberto tenía algo más para decir. Volví sobre mis pasos, me paré frente a él y le dije: - Nos conocemos lo suficiente como para darme cuenta que hay algo raro dando vueltas por esa cabeza hueca, puedo escuchar una idea rebotando de parietal a parietal. - Las evidencias están en mi contra Su Señoría, llame al escribiente por que debo confesar algo -suspiró con resignación, con la cabeza gacha y la vista clavada en el vaso que masajeaba con sus manos, como tratando de exprimir una
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última gota de alcohol- Lo que decís de la cabeza hueca, no dista mucho de lo que me está pasando. - ¡Traed pañuelos para Magdalena! -vociferé agitando el brazo derecho en alto, mientras volvía a sentarme a su lado-. - Estoy más que preocupado con algo que me está pasando, así que si podés dejar el sarcasmo de lado te lo voy a agradecer. - Reconozcamos que el primer sarcástico fuiste vos. Pero si es algo realmente serio, entonces aquí estoy. Te escucho -le aseguré palmeando suavemente su rodilla-. - ¿Te acordás ese cuento que te di la semana pasada para que leyeras? - ¿Ese en que un tal Oleg contaba como Odín había condenado al destierro a una Walkiria, por que esta se enamoró de Tor? - Ese mismo. Hoy lo releí, y no entiendo nada de lo que dice. -¡Ah!¿es eso? Entonces no te preocupes por que a decir verdad, yo tampoco entendí mucho -dije riendo-. - Por favor... - Lo siento, lo siento. Seguí. - Es que no entiendo de qué estoy hablando en el cuento, es decir, es como si toda la mitología germana hubiera sido borrada de mi memoria. - Es que estás cargado de trabajo, no dormís nunca, seguramente es la fatiga mental que... - No, no entendés. Estoy bien, no tengo problemas, aunque debo reconocer que me canso cada vez con mayor facilidad, pero mi memoria anda bien. Me
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acuerdo de cualquier cosa que me preguntes, pero de mitología germana nada. Tuve que leer de nuevo un libro que tengo sobre el tema, por que no sabía quién era Odín, ni las Walkirias, ni Tor, ni nada de nada. En blanco. Para colmo, cuando terminé el libro, habiendo recuperado mis conocimientos al respecto, volví a leer el cuento, y cada vez que leía el nombre de un personaje, automáticamente olvidaba su significado. Inclusive era como un golpe, que minaba mis fuerzas, y me impedía seguir leyendo, a pesar de eso lo leí entero, y entonces me di cuenta que estaba como al principio. De esas malditas leyendas bárbaras, nada. - Te digo que es la primera vez que escucho algo así, no te quiero asustar, pero...¿ por qué no vas a ver a un médico? - No te preocupes, que asustado ya estoy. Tenés razón, mañana mismo voy a ver a un especialista, y ahora andá a dormir que hay que ir a trabajar temprano. Lo dejé solo, y me fui a mi departamento, para evitar las perniciosas elucubraciones que hubiéramos ensayado juntos, sobre algo tan alarmante. Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir. Tres días después, mi entrañable amigo, llegó hasta mí con algunos papeles en la mano. Los extendió y me dijo: - Tomá, leelo. Este cuento lo terminé de escribir anoche - Con todo gusto le leeré, pero ahora me tengo que ir al banco a pagar la luz, o no lo voy a poder leer, por lo menos de noche –repliqué-No!... Por favor, tenés que leerlo ahora –me rogó con gesto suplicante-Bueno, esta bien. Sentate y dame y un rato... Leí el cuento, lo más rápido posible porque advertí la impaciencia que se reflejaba en el rostro de Alberto. Era un cuento policial, que se desarrollaba en la 35
década del treinta en un barrio de la Boca. Un policía se infiltraba entre los malevos del barrio, para investigar el asesinato de una prostituta de la isla Maciel. Al terminar, quise aprovechar para sacarme una duda respecto de algunas palabras en lunfardo, de las cuales no sabía su significado exacto. - Bien –empecé- Antes de discutir el cuento, me gustaría saber si el funyi es el sombrero y el lengue es la bufanda,¿o es al resve? -
Eso es lo que a mí también me gustaría saber –respondió preocupado-
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Dale, no te hagas el otario...
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¿El qué?
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El otario... el tonto, el distraído ¿me estás cargando?
-
No. Definitivamente me ha sucedido otra vez. Terminé de escribir este cuento, y al leerlo no entendía una sola palabra.
-
¿De lunfardo? –Pregunté extrañado-
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De nada... –y rompió en llanto desconsolado-
Las cosas empeoraron paulatinamente, por que Alberto se veía con el transcurrir de los días cada vez más desmejorado. Innumerable fue la cantidad de estudios que le hicieron los médicos que vio, y no encontraban ninguna causa. No existía, decían los facultativos, ninguna patología que coincidiera con los síntomas que presentaba. La pérdida de memoria, se extendía a distintos temas, pero siempre a algo específico y bien delimitado. Su físico mostraba un aspecto alarmante, a comparación con lo que El Greco pintaba en sus cuadros, hasta podría decirse que la suya era la típica imagen manierista, que contrastaba con su robustez de siempre.
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En busca de otras opiniones, vimos a distintos médicos de aquí y de la Capital, pero lo único que lográbamos era trasladar el desconcierto a un abanico más amplio de galenos. Me costaba entender cómo hacia Alberto para seguir escribiendo con su memoria cercenada y lo que era más llamativo, su creatividad parecía exacerbada. Siempre tenía algún argumento nuevo. Daba la impresión de que quería escribir todo lo posible antes de un fin que auguraba cercano. Con cada nuevo cuento, perdía más conocimientos. Escribió sobre la vida del cantinero a quien Van Gogh, pagaba el licor con sus cuadros, y olvidó por completo lo que era el impresionismo. Cierta vez escribió sobre un soldado que participaba de las matanzas de indios que promovió Roca en el sur, y luego su amnesia se extendió por toda la Patagonia, ni siquiera recordaba nuestro pueblo. Su actitud de desesperación inicial, cedió terreno ante un estado de laxitud propio de aquel que cae abrumado por la resignación, al no encontrar la solución a sus problemas. Yo por el contrario corría de clínica en clínica con los análisis y diagnósticos tentativos entre las manos, hasta que por fin desmoralizado, comencé a buscar respuestas alternativas, en donde tampoco creía poder encontrarlas. De esa pesquisa, surgió un hombre, uno de los tantos
brujos,
adivinadores y sanadores que había visto, que resultó no ser uno más. Se hacía llamar Andhra-Raji, nombre que había adoptado al abrazar el budismo, para reemplazar al original. Era, según él, solamente un consejero que en un principio se había dedicado a la contemplación, hasta que comprendió que su misión era ayudar a los que buscan alcanzar un estado superior. Para mí, lo que contó en nuestra primera entrevista eran puras patrañas. Me habló del Nirvana, del cordón 37
de plata, y de muchos conceptos que no compartía. Al escuchar lo que le conté sobre Alberto, quiso conocerlo de inmediato. Concertamos una entrevista en el departamento de mi amigo para el día siguiente. Hacía ya quince días, que me había mudado con Alberto para cuidarlo, desde que quedó postrado, y no tenía fuerzas ni para bañarse. Solo le restaba ánimo para escribir. Andhra-Raji, estuvo el primer día charlando con Alberto a solas, por más de siete horas. Esta rutina se repitió por tres semanas, en donde la charla era interrumpida por alguna mantralización, de cadencia tan monótona como el hilo de humo que desprendían sus sahumerios. Al vigésimo tercer día, me llamó aparte y me dijo que ya sabía lo que estaba pasando. Que me sería muy difícil de creer, pero que me lo contaba porque de mi influencia sobre Alberto, dependía que él siguiera con vida. Se sentó en una de las sillas del comedor, me indicó que hiciera lo mismo, y me dijo: - Lo que le voy a contar, Alberto ya lo sabe. Él me sugirió que usted se negaría a entenderlo, así que se lo explicaré de una forma simple. ¿¿Ha escuchado hablar a los actores, de cómo explotan sus facetas dormidas? - Alguna vez, aunque si pudiera ser más exacto... - Los actores, suelen sacar de su interior, algunas caras de su personalidad, que se encuentran ocultas, las maduran y las utilizan para dar a luz a un personaje. Por ejemplo, buscan su lado femenino y exploran en él, para representar bien a una mujer, bien a un homosexual. Este es un ejemplo sencillo para que usted pueda interpretar un proceso muy extraño y por demás complejo que se está desarrollando en Alberto. Cada uno de los personajes que él incluye en sus obras, no es sino la exteriorización de una de sus vidas pasadas, porque 38
tiene la rara capacidad de poder “recordarlas”, aunque no sea consciente de ello. Esto que cualquiera de nosotros los budistas busca afanosamente, es para él un peligro mortal, es más, es un peligro existencial, por que él pierde con cada “recuerdo” una parte de su esencia acumulada durante milenios. Él, quita verdaderamente una parte de su ser, para volcarlo en su obra. - ¿Usted me está hablando de reencarnaciones? - Absolutamente. - Mire, yo no creo en nada de eso, pero si existe en lo que dice una mínima posibilidad de salvarlo, haré al pie de la letra lo que me pida. Me explicó todo durante varias horas, y anotó detalladamente los rituales que deberíamos seguir. Cuando concluyó, me suplicó: - Por favor, es fundamental que no siga escribiendo. Al conocerme, comenzó a escribir un cuento en el que relata diálogos suyos con Sidharta Gautama. No debe de ningún modo terminar ese cuento, por que si lo hace acabaría con su propia existencia, y no le hablo de su actual vida, sino de toda su existencia. Yo he tratado de hacerlo recapacitar, pero él está empecinado. De su poder de convicción depende ahora. - Espero que todo esto sirva para algo. Hace rato que no veo como está, así que si me permite... - Por supuesto, yo me voy, cualquier cosa que pase búsqueme de inmediato. Acompañé a Andhra-Raji hasta el pasillo del edificio, y volví al departamento. Preparé un té negro, para iniciar los rituales y me dirigí a la pieza.
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En el momento que entré a la pieza, me quedé paralizado ¡la cama estaba vacía!, y sobre ella había un lápiz y un cuaderno en blanco. Imaginando lo que podía haber sucedido, corrí a la pequeña biblioteca a ver las carpetas en donde Alberto guardaba sus cuentos. Todas las hojas estaban en blanco. Las fotos de los portarretratos, en las que antes había estado la imagen de Alberto, ahora mostraban solamente el paisaje de su entorno, y por supuesto a mí que lo acompañaba en todas. Entonces hijo, fue cuando lo confirmé:¡Alberto había terminado sus diálogos con Sidharta! No pude encontrar a nadie que lo recordara, ni siquiera sus padres. Extrañamente, éramos solo dos personas las que lo manteníamos vivo en nuestra memoria: Andhra-Raji, quien falleció un año después de aquel suceso, y yo. Ahora, tu también conoces la historia, y debes creerla por que así fue.
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El Periscopio P o r: Si re n a Ne g ra
¨ He comprendido. La certeza de que no había nada que comprender, ésa debía ser mi paz y mi triunfo. Pero estoy aquí, habiéndolo comprendido todo, y Ellos me buscan, convencidos de que puedo revelarles el objeto de su sórdido deseo. No basta con haber comprendido, si los otros se niegan a aceptarlo y siguen interrogando. Me están buscando, deben de haber encontrado mis huellas en París, saben que ahora estoy aquí, aún quieren el Mapa. Y por mucho que les diga que no hay mapas, seguirán queriéndolo. Belbo tenía razón: Jodéte, imbécil, ¿qué querés, matarme? ¿Pero dónde vas? Matáme, pero no te voy a decir que el Mapa no existe, aprendé a buscarte una vida.¨ Umberto Eco, El péndulo de Foucault, (MALKUT).
T
enía que llamarla de inmediato. Desesperadamente busqué un teléfono hasta encontrar uno cerca de una oficina de correos, que resultó estar ocupado como en todos los casos de urgencia.
Un hombre con aspecto de lunático estaba sentado en la cabina, comiéndose el tubo, jugando con sus manos temblorosas y haciéndole muecas a una mujer que inquieta le golpeaba el vidrio. Tardó unos cuatro minutos en salir. Cuatro minutos que podrían haber significado mi vida, o la de Belbo. Afortunadamente, la mujer no quiso hablar por el mal olor. Me cedió su lugar e introduje mi última ficha salvadora para hablar con Lía y poner en práctica mi estrategia de pobre víctima: si esa noche no llegaba a salir vivo de ahí, ella
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sería la culpable y tendría que cargar por siempre con la conciencia de conciencia de ambos. -Tenés que venir urgente a París. Esta historia es increíble, necesito verte ya. Vení con él, por supuesto. -Pero... ustedes y sus inventos... -Vení, estoy enloqueciendo y se me está por... -corté en seco por si Ellos me estaban escuchando, con la certeza de que si lo hacían los capturarían en el camino, me extorsionarían con dejarles caer la guillotina sobre sus frágiles cuellos y entonces sólo habría dos opciones: la muerte o la confesión. Ella estaba advertida. Yo seguí caminando, en extremo cansado pero animado porque sabía que sólo me faltaban un par de pasos para llegar. Entraría, me haría el interesado en cualquier cosa -menos en el péndulo- y minutos antes de cerrar me ocultaría en algún artilugio hasta la medianoche. Cuando ya estuvieran Ellos, con un discurso armado los convencería de la incredibilidad del Plan e iría con Belbo al hotel para buscar a Lía y Giulio y volver los cuatro a Milán. El hombre-lunático me detuvo en la esquina. Me pidió que le prendiera un cigarrillo porque sus manos temblaban demasiado y ya tenía experiencia en quemarse cara y dedos con el encendedor. Nuestra terrible angustia no se podía disimular. Nos preguntamos las causas al unísono, lo que nos hizo sonreír (y digo nos hizo y no sonreímos porque no éramos nosotros, estábamos demasiado abrumados; fue la coincidencia inexistente de la pregunta la que esbozó una risa). -Discúlpeme, pero es demasiado importante el asunto como para contárselo a un desconocido. Mejor enciendo su cigarrillo y seguimos cada uno nuestro camino. 42
-Pero no, por favor, no me pasa todos los días esto. Por lo menos no voy a tener que hablarte en mi mediocre francés, hago un esfuercito en tanto y nos entendemos bárbaro. Vamos, te invito a tomar algo y yo hablo primero. -Bueno, pero no aseguro nada -claro que no pensaba contarle-. ¿Por qué le tiemblan las manos? ¿Está nervioso, enfermo, preocupado? -Todo junto. Justamente le acabo de comentar a un amigo que anoche se me dio por cortar un pan francés y cuando le metí el cuchillo se puso a llorar. Yo estaba acá, en París, el pan francés de Buenos Aires lloraba y me desperté. Lloraba como un bebé... no sé para qué te cuento si igual no vas a entender... debés pensar que soy un chiflado entristecido por las lágrimas de un pan onírico. -Lo entiendo perfectamente. Lo angustia el despertar de las lágrimas y su despertar, darse cuenta del llanto en su sueño y de que también es posible en su realidad. Es que es así, no hay nada que hacer. Esa desesperación surge cuando uno se vuelve consciente de que puede cambiar al pan y está absolutamente convencido de que esa bolita de masa no es más que una extensión nuestra o nosotros una continuación de esa flautita o milonguita. Pero en realidad el problema no es ese, sino que es la gran minoría la que puede sentirlo, lo que nos lleva a enfrentar esa soledad incompleta, eterna, que nos mata porque nos hace corroborar que fuimos lanzados al mundo y que no podemos llenar el vacío original. -Exacto, ¿cómo sabías que era eso, che? -Sentí lo mismo que usted durante muchos años, hasta que conocí a Belbo, todo un personaje que me sacó del pozo negro. Pero no duró mucho tiempo. Ahora
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estamos metidos juntos en uno mucho más tétrico que hace peligrar nuestras vidas. -Ah! ¿Por eso andás con la cara pálida mirando desconfiado a todo el mundo? -Es que temo que Ellos nos encuentren, sería una catástrofe. Tengo que estar en constante alerta, tengo que detener a Belbo. -¿Ellos? ¿Vos también creés que existen? -Claro que existen. No sólo eso sino que nos están buscando para en vano, sacarnos el secreto. -Pero si Ellos... ¡ todo es un invento, nada más que eso! -Yo creía lo mismo que usted, pero ¿alguna vez se preguntó cuál es la diferencia entre fabricar un acontecimiento o un sentimiento, y que simplemente se nos manifieste? -Si, varias veces. Lo que te puedo decir es que si ese algo es lo que dicen real o una fantasía, en el fondo es exactamente lo mismo, siempre y cuando lo lleves hasta el final y te hagas cargo durante todo el camino de esa causa y sus consecuencias. Si no lo hacés te termina destruyendo, sin importar su naturaleza. Además, ¿por qué tantas preocupaciones, si todo es una gran mezcla en esta vida? Yo ni siquiera sé si estoy en verdad hablando con vos... -Yo también lo dudo pero en todo caso, yo parezco más real que usted... ¿ cómo sabré que realmente nos conocimos? -Sencillo. Si nos volvemos a encontrar alguna vez o si llegás a tener en el futuro algún indicio nítido que te conduzca a lo que es esta charla, es porque soy de carne y hueso. De lo contrario... no te puedo asegurar nada... y aún así pienso que
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te estoy mintiendo con esta pueril explicación. Te repito: todo se mezcla. Puedo ser un sueño o no, pero a esta altura no interesa separar los tantos. -Mejor cuénteme cómo se enteró de todo esto. -Sí, paso por paso. Comenzó hace unos años, una noche que llovía a cántaros. Yo estaba en un barcito oscuro, repleto de velas recicladas, pensando un rato en compañía de mi soledad y unos tragos. Una mujer muy chiquita estaba dando un concierto, parecida a la rata esa que me golpeaba el vidrio por el tema de los seis minutos, ¿viste? Bueno, este gnomo con anteojos tocaba la trompeta terriblemente mal. Los borrachos la insultaron sin cesar, con vasos sobre su cabecita, hasta que se fue corriendo bajo la lluvia. Me dio pena y fui tras ella acompañándola hasta su casa donde me invitó a seguir tomando un brebaje, horrible también, que ayudó a desinhibirnos. Acá viene la parte que te va a interesar. Me contó sobre un amigo suyo que dice llamarse Agliè pero tiene no sé cuántos nombres más. El tipo no está nada cuerdo, habla continuamente del Ombligo del Mundo, de las corrientes telúricas y cosas por el estilo. Aproveché cuando ella se quedó dormida en el sillón para revisar el departamentito. Al encontrar la dirección del hombre este me fui a contarles a los del Club; les dije todo cuanto había pasado y estuvimos un buen rato encerrados maniobrando un juego que resultó, por lo que me contás, bastante macabro. Cuando todo estuvo arreglado, nos fuimos a buscar a Agliè. Tardamos más o menos seis meses en ganarnos su confianza, y al séptimo ya nos había contado todo sobre los templarios y el Mapa. Hasta lo llevamos varias veces al Club, donde
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nos leía sus impecables apuntes y algunos libros extraños, muy antiguos. Con sus aires melodramáticos nos enternecía a todos. Claro que sí, además de divertirnos nos enganchamos en la historia pero sabiendo que es un invento. Hay realidades, ficciones y pseudo realidades y la suya es de las últimas, una realidad forzada, una compenetración que le es imposible deshacer. Él se cree inmortal, al igual que su historia, y ya ninguno de nosotros se anima a contradecirlo. Una noche nos confesó que si alguien le dijera que todo es un gran artificio, él, sin más, se sentiría alguien en el mundo. Y lloró. Lloró desconsoladamente durante horas. Es un tipo que está muy solo, es un pobre tipo porque no sabe valorar su soledad. imagináte un Apocalipsis agliano: nada existe, ni siquiera vos, Agliè, sos una gran-men-ti-ra, como nosotros. El tipo sucumbe, humillado, le da un paro cardíaco respiratorio, le brotan ríos de sangre de sus ojos... me gustaría grabar su silencio de indignación Pero no, nada de eso, se pondría loco de contento, entendés, alguien... habría una personita preocupada por él ! -Así que esa es su versión de la historia... -levanté mi vaso para que me trajeran otro whisky-. Le contaré cómo conocimos nosotros a Agliè. -Ah, bueno! Viste? Lo casual también existe... Pero créeme, estoy seguro de que está rogando a sus divinidades imaginarias para que le manden a alguien que le diga que ese Todo por el que vive es en realidad la nada. Él sabe que es un producto de su imaginación, sólo necesita un hilo que incinere su historia y deje en libertad su verdad inconsciente. Pero no puedo ser yo ni nadie del Club porque 46
nos conoce demasiado, aparte nos divierte tanto el loco... y nuestra vida no está en peligro. Supongo que tu amigo es el indicado para hablar, pero sus planes son otros y eso me parece perfecto. Todavía tengo sueño, esta garita se volvió insoportable. Mi cuerpo no me responde, pero ya la medianoche se aproxima y Ellos deben estar por llegar. Me alegro de haberme encontrado con este hombre, al menos avivó una pequeña esperanza. Cuando salga de esto, no importa en qué circunstancias, voy a ir a buscarlo a la dirección que me dejó. Tal vez, como se están dando las cosas, no esté tan loco; tal vez él sea el único cuerdo entre nosotros. Belbo no dijo ni una palabra. Aprovechó su momento, llegando hasta las últimas consecuencias. Fui a buscarlo pero no existe el número y nadie conoce a ese tal Oliveira. Ya no estoy somnoliento, ahora recuerdo una frase, creo que él me la dijo: no se puede ir en contra de lo inevitable. Ya lo entiendo todo. Cuando el deseo se mezcla con el orgullo, se emplea la pasión como cruz y la venganza como Biblia. Cuando ya no importa respetar las reglas de este siniestro juego, cualquier maldito artificio es válido para intentar ser descalificado. Pero si se es como Belbo, es uno quien lo elige, quien deja las agujas a la deriva del olvido, cuando el orgullo duerme en el cubilete y el deseo no es más que el de salir por los propios medios, cuando ya el destino ni siquiera nos empata, entonces no ganamos ni perdemos porque quedamos solos en la mesa de nuestra religión, en el centro de nuestra propia fábula. Entonces nos encontramos con la segunda oportunidad en la vida para esta vez aprovecharla, aunque nuestro momento coincida con lo que algunos osados llaman Muerte. 47
ENTONCES LO SUPE... Por: Federico Quiróz
...E
ntonces lo ignoraba. Frente a mí estaban 22 años de distancia concentrados en un gesto, cuando dijo con un abandono incomprensible: "ahora soy
varios viejos". Era mi primer ex-marido y le contaba mis malísimas experiencias con los cinco siguientes. Al segundo, después de él, se le ocurrió morirse el día que no había ataúdes en la ciudad para hacerse sepultar con mis manos. El tercero, se había suicidado frente a los dos hijos de ambos para ser retratado con una escopeta en la mano, condición exigida para la fotografía. El cuarto, un extranjero, se drogaba para sentirse diferente de los míos logrando sólo confundirse con los demás. El quinto, un verdadero verdugo, dirigía campañas de género contra la violencia doméstica, suspendiendo sus golpizas, hasta después de las jornadas de trabajo, en las réplicas mías que tenía por toda la ciudad. El último, por fin, mientras me preparaba para ser feliz, porque era perfecto, renunció a mi gordura del momento y a mi vejez inevitable, por una chica delgada y bella. Mientras le contaba todo esto, no olvidaba que, de todos, sólo a él le había sido infiel con el segundo. La víctima narraba frente a la víctima. Si él y yo éramos "otros"; si ahora, también, somos "otros" y mañana lo seremos de igual manera,
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cuándo, en realidad, somos los verdaderos. Una anticipación de 22 años, en este instante frente al reflejo, me dice que "verdaderos" no somos nunca. Era extraño que siendo "otros" pudiéramos recordar que en otros tiempos éramos también "otros". Cadenas de "otros" y "otros" hasta llegar a la observadora que soy, integrarme como "otro" más, y seguir girando y girando. Y disolverme. El sólo observaba mi abdomen colgante como el de un Buda en miniseta, mis brazos adiposos como alfombras de grumos sacudidas en ventanas italianas y las enormes piernas que se tardaban, por su volumen y peso, en su vuelo, más de lo debido para cruzarse una sobre otra. Si regresara con él --me dije--podría presentarlo a mis amigas como "mi primer marido y el último". Me acerqué para verlo mejor y ví que tenía el número correcto de arrugas para su edad. Exactamente las mismas que yo. Miraba, incluso, en mi misma dirección. Estaba totalmente calvo, su estómago era inmenso y descargaba ventosidades discontinuas. Había, sin embargo, algo opaco en sus pupilas que me impedía conocerlo de un modo inmediato, como si lo persiguieran varias personas parecidas. Como si jugara al escondite conmigo. Masculló algo inaudible que terminaba en "...ella". Me dijo, "tu segundo esposo murió el día que la revolución triunfó y ocupó todos los féretros para enterrar a sus muertos; el tercero, un día bajó la guardia ante el principio que la vida es soportable tan sólo con la idea de que podemos abandonarla cuando queramos y se mató para parecer eterno y feliz en la fotografía de su único cumpleaños propio; el cuarto, se perdió en el exceso de diferencias que ocasionan los conflictos que vienen de evitarse por ellas y en la saturación de igualdad que ocasiona las diferencias que anula; el quinto, sólo 49
continuó la tradición de separar la espiritualidad de los discursos para engañarse a sí mismo y violar a las demás; el último, donde casi me reconocés, si no hubiese sido porque, a punto de lograr lo máximo, siempre nos olvidamos del tiempo que nos derrumba todo y nos hace pararnos sobre unos escombros que somos nosotros, sólo te traicionó con vos misma cuando eras joven". Comprendí que él era todos los demás y que yo, al hablar conmigo misma frente al espejo, era él. Entonces lo supe.
II
E
ntonces lo ignoraba. 22 años es un instante para decirme desde su locura "todas soy yo". Le conté que, después de separarnos, establecí cinco relaciones, dejándome un sabor, más bien una
intersección, como la de los aros de los juegos olímpicos, entre amargo y dulzón. La segunda, después de ella, me entregó una fidelidad de ida que me deleité en traicionar para averiguar cómo era un asesino; la tercera, me hizo viajar hacia la luz con la naturalidad de quien ignora estar feliz y deshace un adiós en sus bolsillos neutros; la cuarta, un ave de cristal, destruyó mi inconsciente para aparecer en él todos los días con la más extraña de las preguntas; la quinta, se envolvió en una tristeza infinita que transmitió para siempre a una hija que nació brincando por las aceras; la última, hizo de la ambigüedad el sitio para reclamar una libertad que la hizo parecerse mucho a lo peor de los hombres.
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Mientras le contaba todo esto, me dije que con la segunda había efectuado una vulgar venganza. El verdugo narraba frente al verdugo. El daño que hacemos a otros siempre regresará, con el tiempo, a nosotros, no importando si lo iniciamos o no. El dolor, el sufrimiento, es un inmensa ciénaga en la que participamos todos por creernos únicos donde, ciertamente, no hay nada. Si de verdad conociéramos lo que pasará mañana nadie se movería. Pero queremos siempre regresar atrás o imaginar que el futuro es construible. Nadie nos ha definido como una bolita de estiércol. Todos nos creemos escarabajos destinados a empujarla. Llegué, no sé cómo, a saberlo más rápido que los demás: todo es un secreto que los viejos no queremos decir. Ella observaba mi cabeza sin ningún cabello, como un Buda sin sombrero, mi cintura como tonel de ron a punto de vencer la resistencia de los aros y, sobre todo, me dejaba escuchar flatulencias a discreción, como si nadie me viera, apenas levantando una pierna que permitiera la descarga en sordina. Eran como ahogos de violines pellizcados. Si regresara con ella le diría a mis amigos, les presento a "mi primera esposa y la última". Estaba gorda en su silla y, después de cambiar sus piernas, se levantó para acercarse al espejo, agitando las lonjas de sus brazos. Vi unas manos finas que, con las palmas, deslizó en la superficie del cristal acariciándome y señaló mis ojos haciendo una horquilla como la que hacen los luchadores para picárselos. Había, en los suyos, una sombra que me saludaba desde un lugar conocido y que obligaba a buscar en mis propias fotos. Murmuró incoherencias como que "era yo".
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Me dijo "tu segunda esposa la traicionastes porque no pedistes lealtad y disfrutastes al confesar tus delitos que algún día tendrás que contar a nuestra hija como cometidos por otros; la tercera, fue la pasión más ardiente y la relación más delicada en un invierno tropical, pero extranjero, mientras te enseñaba que la felicidad sólo dura un día, como en las moscas, y se te alejó silbando, viendo las vidrieras, dejándote con las manos extendidas hacia mí; a la cuarta, nunca le contestaste la pregunta que te hacía todas la mañanas: ¿amás a un cisne viejo volando en el centro amargo de una playa sucia?; de la quinta, fuiste el culpable de su tristeza goteante salvada sólo por una niña alegre en revoloteo de un recuerdo limpio; la última, la que parecía el final de tu reposo de guerrero, en la que no pudiste verme repetida por haberme olvidado, decidió un día servirse de tus ilusiones al anunciar su búsqueda y perderse en sus límites sobre tus propias ruinas". Comprendí que siempre estuvo repartida entre todas las demás y que, al verla desde el otro lado del espejo, jamás dejé de ser ella. Entonces lo supe...
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Existía una casa de lado... por: Kairaba
E
xistía una casa de lado en las afueras de un pequeño pueblo. Una casa de lado quiere decir de lado, o sea que se tiene que echar uno al suelo para poder pasar por la puerta, ¡jo que rollo!,
siempre me manchaba los pantalones al entrar. En esta casa entraban todos los jefes de estado y gobernantes del mundo durante una semana al año sin poder salir de ella, vivían de lado, o sea, acostados todo el tiempo, discutían los problemas de sus respectivos pueblos de lado, hablaban de lado, conspiraban de lado, hasta intercambiaban bastones de lado. La gente al principio se sorprendió de esta casa tan extraña. Pero cuando empezaron a ver en los noticiarios y los periódicos que las guerras terminaban y la paz prevalecía sobre todo conflicto político o religioso todo el mundo se mostró a favor de esta casa de lado. Ahora debería describir esta casa, ya que al ser la primera casa de lado de la historia, su diseño interesará al sagaz lector: esta casa era de madera, madera nueva, recien barnizada, brillante sin luz y con luz aún más, estaba vestida de flores, flores de colores sobrios y a la vez acogedores, su puerta era de un verde oscuro y gastada como camisa de inglés, como si casa y puerta vinieran de distinta partida y la hubieran juntado allí en bendita comunión, hablando de la
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puerta no nos podemos olvidar de su cerradura en bronce, que si bien no tenía ningún signo o letra se podía apreciar una flecha mirando hacía arriba que vista de lado parecía apuntar a la derecha. El interior de la casa era práctico para una vida de lado y más bien discreto. Ahora creo que es el momento de presentarme, me llamo Jerome, soy el jefe del departamento de marketing de SINPRISA, empresa vinculada a las soluciones constructivas. De la nada aparecí en las Enciclopedias, como lo oyen, y todo por algo tan sencillo, la casa de lado. Si os cuento como se me ocurrió la idea creeríais que lo estoy inventando, pero no, sucedió así: - Una tarde mientras descansaba después de la comida en casa de Constanza, mientras Constanza y Andrea discutían por cualquier nimiedad, me gusta repetir el nombre de Constanza, me recuerda a mi niñez, a las 356 veces que vi los tres mosqueteros, nos vamos del tema que nos ocupa o más bien que nos desocupa, volviendo al momento del "fogonazo" o "iluminación", respiraba tendido en un sillón viejo con el relleno saliendo de su forro pero a la vez adaptado al cuerpo por los años de servicio, cuando vi encima de la mesa un libro raído con un papel dentro a modo de señal, cogí el libro, lo abrí, la señal era una postal de un cuadro, un cuadro italiano rechazado primero por los monjes y comprado después por un rey francés, en el cuadro aparecía un ángel apuntando con su dedo hacia una actitud, el dedo de aquel ángel apuntaba hacia allí, hacia el mismo lugar que la flecha de la cerradura. Tenía la solución constructiva más inteligente jamás creada, y que hay más inteligente que la bondad, nada.
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Globos Rojos Por: Mané
D
etesto las multitudes. No entiendo porque la gente dice que estamos en crisis, cuando a fin de año todos se la pasan comprando
como
locos
en
las
tiendas
regalos
que
probablemente no durarían hasta la siguiente Navidad. Si no fuera porque le había prometido a mi hermana que le compraría a mi madre unas flores esa tarde de Nochebuena, me hubiera dirigido a mi casa después del tradicional brindis de la oficina, y no hubiera tenido que atravesar el centro de la ciudad para tomar el autobús (el cual, naturalmente estaba atestado de gente) que me llevaría al cementerio. Por fortuna el trayecto hasta el Cementerio Municipal de Tampico no es muy largo. Me bajé del autobús y compré varios ramos de claveles y gladiolas a la señora que ya me considera su clienta. Al contrario de la mayoría de la gente, voy a visitar la tumba de mi madre para cuidar la propiedad, más que para platicar con ella. Además, me gusta mucho el lugar. A pesar de estar frente a la Avenida mas transitada de la ciudad, siempre hay un ambiente de paz y extraña belleza. Hay tumbas con bellos monumentos de principios del siglo pasado que están muy descuidadas. Entre los árboles de mango y aguacate encuentro una estatua de un Sagrado Corazón, un Cristo Crucificado, o un Ángel de la Guarda, manchados de moho y con dedos o rostros mutilados. De vez en cuando me gusta leer los 55
nombres de las personas que ya nadie recuerda, y pienso en todos los planes que tiene mi hermana (colocar un monumento sobre la lápida o construir una pequeña cripta) y se me ocurre que en 50 años, los hijos de mis sobrinos si acaso sabrán que su bisabuela se llamaba Guillermina. Iba rumbo a la tumba de mi madre (primer pozo de agua y luego a la izquierda hasta el árbol de mango) cuando vi algo que no cuadraba en el ambiente: varios globos metálicos rojos se distinguían entre el verde de los árboles y el gris del cielo. Conforme más me acercaba, vi que los globos estaban atados a la cruz de la tumba que estaba al lado de la de mi madre, y a un joven que estaba sentado en una banca con sus codos en sus rodillas y descansando su cabeza en sus manos entrelazadas frente a la lápida, como si estuviera orando. “Buenas tardes” –dije-. El joven (a quién no calculé más de 25 años) se levantó. “Buenas... Perdón por sentarme en su banca.” “No se apure, no es mía. Además para eso es.” El joven se sentó nuevamente. Quité los papeles que envolvían los ramos de las flores que compré, y con ellos comencé a limpiar las hojas y la tierra de la tumba. “Usted sabe si... viene gente a visitar esta tumba...” Era de una joven que fue enterrada días después de mi madre, hacía ya 3 años. “Pues... no sabría decirle... yo solo vengo algunos domingos cuando estoy libre... y no he visto a nadie.” “Claro... al menos parece que alguien viene. La tumba esta cuidada. Eso es bueno.. es bueno venir a ver los gente que se ha muerto. Aunque .... ¿Para qué?.. 56
‘Nunca visites panteones, ni llenes tumbas de flores’. No lo digo por usted”, -aclaró al ver que detenía la labor de limpieza sintiéndome un poco ofendida-. “Lo digo por mí.” Sin saber porque repliqué: “Cada quien carga sus cruces como puede.” “Eso sí. No sé si usted ha visto la lapida de esta tumba... en la que usted visita dice “F de C”. En la de Ana solo vienen sus dos apellidos de soltera. Ella murió siendo “Señorita”. Ella era.. una mujer hermosa a pesar de lo que creía de sí misma. Y me amó. Hace 5 años. Ella tenía como unos 30 años.. y yo quede impresionado con su inteligencia, su amor por los libros.. nos hicimos amigos muy rápido. Ella era muy insegura de sí misma. La lastimaron muy joven, el amor de su vida la dejó cuando ella pensaba que la felicidad estaba al alcance de su mano... y creo que nunca lo superó. De vez en cuando veía un dejo de tristeza en sus ojos... pero no era amargada. Y yo era un chavo maduro, muy avanzado para mi edad.. Había visto la muerte muy cerca. No me enamoré de ella.. pero me atraía, no sé explicarlo. Era la mejor amiga que había tenido... hasta que cometí un grave error. . Comencé a tratarla como si la amara.” Su gesto de evocación feliz cambió al del arrepentimiento. “Le decía que su rostro era el más hermoso que había visto en mi vida, cosas como esas. Era tanta nuestra amistad que le pedí algo arriesgado: Le pedí que durmiéramos juntos. Nada de sexo, solo eso. Quería no sé.. sentirla a mi lado dormida. Ahí fue donde todo cambió. Ella aceptó. Esa noche antes de ir al hotel...
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estábamos muy unidos... y... no recuerdo que dije... algo así como si nuestras edades no fueran tan dispares... yo le pediría ser mi novia. Ella dijo ‘A mí no me importa la edad’. Entonces lo vi en sus ojos... vi su declaración de amor y me asusté. Sabía que no la amaba. Fue una sacudida tremenda. Le dije ‘Preferiría seguir siendo amigos’. Fue un instante de verdadero pánico que ella disipó con un ‘Claro. No hay problema.’ Todo fue como una nube que paso en un instante.” “Volvimos a ser los mismos, ella con su hermosa sonrisa, yo con mi plática. Inclusive fuimos caminando por la Laguna del Carpintero, yo la llevaba del brazo... y venía hacia nosotros una joven con varios globos y flores. Ella me dijo ‘Cómprele unos a su novia’. Vi como ella sonrió y bajó su cabeza.. Y yo dije, estúpidamente, ‘No es mi novia, gracias’. Pude sentir como sus dedos se endurecieron en mi brazo. Sentí su silencio, su cambio de actitud... su andar más pesado... cuando llegamos al hotel... ella sólo me dijo ‘Sabes... eres un gran chico... te sientes tan maduro, tan centrado pero no sabes nada de la vida. No te culpo porque yo sé bien que aquel que se ilusiona, siempre sale desilusionado, pero no esperes salir del corazón de una mujer que te quiere sin lastimarla.’” “Ella me dejó en el lobby del hotel... y yo no supe que decir. Me sentí como un perfecto idiota por varios días... ella siguió hablándome... hasta que me dijo un ‘No puedo seguir viéndote como un amigo... disculpa’”. “Pasó el tiempo... y lo olvidé. Conocí a una linda chica de la cual me enamoré perdidamente... y me casé con ella. Esta esperando mi primer hijo... mi vida es buena. Cuando pensaba en ella yo decía ‘Ella tiene que ser feliz, porque lo merecía. Más que nadie... ella lo merecía’ Pero... hoy en la mañana en un brindis
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de Navidad me enteró por un amigo mutuo que murió sola. Con su familia... pero soltera. No me arrepiento de no amarla porque yo no la merecía, pero si de haberla lastimado sin necesidad como lo hice. Quizás no fui nada en su vida... y sólo la hice vivir nuevamente lo que sufrió por su gran amor... ¿quién sabe?.” La voz del joven se quebró con las lágrimas. “Chingada madre... ¿Qué me costaba comprar unos malditos globos y pretender que era mi novia? Era una mentira, pero ella vio la realidad en mí, que yo sólo era un mocoso tonto, y cuando la rechacé ella quizás dijo ‘Lo sabía’. Ella aceptaría eso. Pero si algo conocía de Ana era que soñaba despierta, se ilusionaba al tiempo que se torturaba fácilmente. Quizás algún día soñó que caminábamos en esa laguna que tanto amaba y que yo le compraba unos globos y unas flores. A pesar de todo el dolor que recibió ella, aún tenía ilusiones, quizás sus sueños se reducían a pretender ocupar un lugar que en realidad no ocupaba. Pero yo y mi pinche verdad le destrozamos su sueño.” “Y ahora estoy aquí adornando su tumba con todos los globos de corazones rojos que pude encontrar y las rosas que encontré con las señoras de allá afuera.” -Hizo una pausa y suspiró- ‘No llenes las tumbas de flores’... ya es muy tarde para mí. Ella se fue con las manos vacías, porque me ofreció su amor y yo le negué lo poco que pude haberle ofrecido.” A esas alturas de la historia yo ya estaba sentada en la lápida de mi madre sin saber que decir. Solo pensé, egoístamente, en que tenía razón en darle gracias a Dios porque tuve la oportunidad de decirle que la amaba mientras agonizaba.
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El joven de pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se levanto componiéndose. “Disculpe... le he dicho todo esto y... “ “No se apure. Quizás ella sabe.” “Ella siempre lo supo. Sabía de mi inmadurez, y sé bien que me perdonó. El problema es perdonarme a mí mismo. Gracias... “ “De nada.“ El joven se retiró caminando entre las tumbas. Yo miré los globos y no sé porqué dije. “Quizás pueda cumplir la mentira.” “¿Perdón?” “Bueno, mi madre siempre me dijo que cuando muriera, no la visitara ni le llevara flores porque no tenía caso y tenía razón. Pero lo hago porque la recuerdo y también porque me da tristeza ver las tumbas tan solitarias, no de aquellas que murieron hace muchos años, pero si de los que fallecieron hace poco y ya fueron olvidados. Además, dicen que cuando la gente muere es cuando nos pertenecen por completo y podemos hacer con ellos lo que no pudimos cuando ellos vivían.” Miré en los ojos de ese joven un poco de esperanza. “Tiene razón. Gracias.“ A partir de esa Navidad me arrepentí del consejo, pues la tumba blanca de mi madre se ensuciaba con las pisadas de los niños que iban a la de al lado, bajo el
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árbol de mango, a robarse los globos del joven que los dejaba ahí para quien, según le contaron a mi hermana, quizás era su esposa.
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HADA DE OTOÑO Por: Niördhr
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ace frío... quizá sea tan sólo ese sueño perdido, ese velo azul que aletea ante mis ojos, nublándome la visión del mundo. Quizá desde el otro lado, desde la realidad que todos viven, no
existan tantas desilusiones, ni se perciba de manera tan intensa el helor de las decepciones que provocan todas las caídas. Y ese suspiro tantas veces escuchado, no sea más que la voz del viento, que habla mudo, que brama y solloza porque también ha sucumbido a la soledad del mundo.... Ese velo azul... Esas horas infinitas, esperando, anclada tras una esperanza desvirtuada, tras una ilusión desvaída. ¿Dónde se fueron los años, dónde quedó la infancia que resguardaba las sonrisas y los deseos...? Ha llegado el crepúsculo, la hora de las hadas. Aún en ocasiones me asomo a la ventana con la confianza de que las veré danzar entre los astros y la niebla, titilando como luces lejanas y perdidas que únicamente almas inocentes pueden percibir. Pero me doy cuenta de que el candor ya no tiene cabida en un ánima tan vieja. Cierro los ojos y me pierdo en el laberinto de los recuerdos. Es la hora de los fantasmas, de los misterios, de la magia. El velo azul se estremece en un suspiro, lo veo tremolar bajo las alas del viento, bajo sus súplicas y sus llantos, y me pregunto por qué nadie más le oye, por qué nadie más lo siente
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y nadie más comparte su dolor, que es el dolor del mundo, de la soledad infinita y el abandono. Quizá sin este velo también estaría sorda, como el resto de los humanos. Sorda y ciega y ajena a la verdadera naturaleza, la que gime, la que sufre, la que grita a través de los ocasos y en los brumosos amaneceres. ¿Ves esa lágrima? No la ha derramado el cielo, ni rezuma de una tierra triste y quejumbrosa. Es mía. Nace y muere en el páramo de mi cuerpo, en el instante de un suspiro, apenas percibida ni siquiera por mis pupilas o mi corazón marchito. Pero tú la has visto. Como si hubiese volado hacia tus manos, como si la hubieses retenido entre tus dedos y la acariciases bajo el destello de la luna vanidosa. Hoy no han venido las hadas. Hace tiempo que no aparecen más que en la niebla de mis sueños, donde la irrealidad se torna, si cabe, aún más abstracta. Donde el mundo está regido por normas diferentes y tan dispares que a menudo lo juzgamos una locura. Aunque a veces quisiera que la locura, el sueño y lo imposible fuese la tragedia de esta vida, de cada batalla, de cada lucha, de cada herida. Aún continúo aguardando la llegada de los feéricos seres, como si yo perteneciese a su mundo, en vez de a esta cotidianeidad incomprensible. Me perdí, hace tantos años que no guardo memoria de los días en que jugaba en los bosques, entre las flores, bajo la hierba fresca y salvaje de algún lugar imposible. Me perdí, y ahora sólo siento el abandono. ¡Ah, soledad, soledad! Indefinible y certera, como todas las llagas, como todas las mentiras. Quisiera alzarme sobre la tierra y gritarle al viento que no está
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solo: a él nunca lo abandonan los poetas, las aves que retozan en su seno, las nubes que se disuelven y lloran o el sol que alumbra el otoño de mis días. Pero tras este velo azul, escondida del mundo, yo no estoy segura de que se acuerden de mi los rayos del mundo. Tal vez cayeron, como hojarasca, pequeños retazos de mi recuerdo y ahora sea apenas la esencia de la melancolía, bailando entre la nostalgia de estos días ocres que empiezan y terminan en la memoria.
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LA PIEDRA BRILLANTE Por: Agapito Pérez.
¡N
o te vayas todavía , abuelo! ¿ después qué pasó? - Después nos fuimos a dormir, ¿no ves que estábamos cansados?
- ¿ Y quién guardó la bolsita? - Siempre la guardaba Ben Said, que era el más cuidadoso. Cuando queríamos que algo no se perdiese se lo dábamos a guardar a él. - ¿Y vos nunca la guardaste? - Si... después la guardé yo un ratito. Ahora dormite, que si no nos van a retar. - ¿Quién te va a retar ,abuelo si vos sos el papá de mi papá? Contame, contame, ¿después qué hicieron? - ¿No te dije que estábamos cansados?, nos fuimos a dormir y abuelo nos contó un cuento. El viejo sonrió mientras recordaba...¿recordaba? Ya no sabía si lo que contaba al niño era verdad o fantasía. En parte estaba seguro que había sido. Entre jirones de recuerdos, y entre sombras, entre dolorosas sombras, volvía a ver el rostro triangular y algo pálido del hermano, el que cuidaba, el ordenado Ben Said, su hermano más querido, volvía a ver al ágil y fuerte Juan, su hermano
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mayor -dos años mayor que él-, el de su hermana María y el de Maneco, el amigo dilecto. Los recuerdos lo enmudecieron un instante y el niño, impaciente, lo instó a seguir contando las aventuras de la bandita de rapaces, cerca del río Uruguay, en Palmira, su tierra natal. El viejo se enterneció de pronto y sus ojos se empañaron. Hizo lo que podía hacer un viejo con un niño. Le tomó la mano y se la acarició despacito y se la besó suave. El niño parecía dormido y él apagó el velador, para irse sin perturbarlo. - ¿Y estaba la piedra brillante, abuelo? ¿ había vuelto? El viejo se resignó: - Si, había vuelto sola, después que Juan se la tiró al muñeco que cuidaba las sandías de don Pedro. Le pegó en el sombrero. Nunca fallaba con la piedra brillante. - ¿Nunca, nunca fallaba abuelo? - Claro, la piedra brillante era infalible...donde queríamos, allá iba ella. - ¿Y había muchas piedras en la bolsita abuelo? , y mientras lo decía acariciaba el brazo del viejo y se sonreía. Se arrimaba al borde de la cama donde él se había sentado. El viejo sentía su calor. - Unas diez piedritas de agua, pero esas no eran como la piedra brillante, con esas fallabas a veces. - ¿Cómo la habían conseguido abuelo? preguntó el niño poniendo en jaque al viejo. Este pensó un momento, enredado en su propia imaginación, al fin rescató un recuerdo y lo iluminó con la magia de su palabra, con la seducción del cuento. 66
-La consiguió Juan... nosotros...,dale que dale, queríamos que le tirara una piedra a un nidito de palomas que había en un árbol. El ya tenía en la mano la piedra, para tirarla, cuando dijo ¡no!, ¡que no iba a matar a un pajarito! Y tiró la piedra al suelo. Y allí ¿sabés? se volvió brillante de a poquito. .Entonces Juan la recogió y la metió en la bolsita de las piedras. De noche brillaba como un farolito. El niño tomó la mano del viejo con emoción. El lo miró a los ojos y vio su sonrisa... ¡Qué raro!, nunca me emocioné así con mis hijos. Habrá que ser viejo para gozar con un niño. Hay que ser su cómplice. No pensó que lo estaba engañando, mejor dicho, lo pensó un momento pero no le importó. No quiero ser su amigo, quiero que me ame. Además no sabía bien ya dónde comenzaba el engaño, ni siquiera si era un engaño o un ensueño. El niño estaba excitado. - ¿Y cómo descubrieron que siempre acertaba, abuelo? - Porque Juan le tiraba a las latitas que encontrábamos y a los carteles y a los postes. Siempre acertaba. Si cerraba los ojos cuando la tiraba, también acertaba. Era una piedra mágica. Y...¿sabés? después no había que buscarla, ¡volvía sola a la bolsita!. - ¿ Vos nunca la tiraste abuelo? - ¡Claro que si!, pero no muchas veces porque Juan no quería que se gastara. Ben Said la tiraba en el río y rebotaba que era una delicia. Era una lucecita que saltaba sobre el agua. Después siempre volvía. El viejo hablaba bajito y dulcemente para que el niño se durmiera, pero éste se aferraba al cuento que lo encendía mágicamente y retenía al viejo tomándolo del dedo meñique de una de sus manos, para que no se fuera. 67
- Y después, cuando crecieron, ¿perdieron la bolsita, abuelo? -¿Quién te dijo que la perdimos? murmuró el viejo quedamente, como para adentro, y en seguida se dio cuenta del error que había cometido. - ¿Entonces la tenés todavía? preguntó el niño con ansiedad. El viejo pensó rápido, se sentía feliz pero estaba en un apuro. - No... yo nunca la guardaba. ¿No te dije que la guardaba Ben Said? - ¿No podrías pedírsela para mostrármela?. Dijo el niño acariciándole la mano. El viejo pensó entonces en su hermano muerto y sus ojos se opacaron. Dijo turbiamente: Ben Said se fue, no sé si volverá. Y después vio la cara de decepción del niño y no pudo resistirlo: - A lo mejor la dejó en su casa ¡quién te dice! - Te quiero, abuelito, dijo el niño. El viejo supo entonces que sí lo amaba y que él también lo amaba. El niño cerró los ojos y una sonrisa apareció en su cara. Su respiración se fue haciendo suave y regular al entrar en el sueño. El viejo se levantó despacio, atenuó el velador para que no lo molestase y se quedó en silencio vigilante, amándolo. Tenía todavía la mano del niño entre las suyas y no sabía cómo dejarla sin perturbar el sueño. Lo hizo muy suavemente y luego cubrió la manito con la cobija. Cuando salió era como una sombra silenciosa. En la puerta encontró a su hijo que iba a ver al niño antes de acostarse. En su cuarto, en lugar de meterse en el lecho, el viejo revolvió sus cosas hasta encontrar la bolsita de gamuza en que guardaba sus recuerdos más queridos: un anillo de su mujer, un camafeo, un escapulario con la fotografía de ella, dos monedas de cobre, las primaras que tuvo cuando llegó, exiliado después 68
de la aventura de Aparicio Saravia, y un jazmín seco entre las hojas de su librito de órdenes del Ejército Blanco. Puso todo dentro de una cajita y la bolsita debajo de su almohada. Se tiró vestido mirando el cielorraso y apagó la luz. Pensaba en su soledad y en su necesidad de amor. ¿por qué, se decía , si tengo hijos, no los siento cercanos? He dejado de ser importante para ellos, he perdido mi aura. Están tan ocupados en vivir que se han olvidado de mi. Y con vergüenza recordaba a su padre, muerto en la soledad. Recordó a su propio abuelo y al amor que los unía, él le había hablado por primera vez de la piedra brillante y de sus poderes mágicos. Finalmente se desvistió como en un rito y se metió en el lecho. La magia de la piedra brillante debía saltar de abuelos a nietos, saltaba siempre una generación ,se dijo. ¿Cuál sería la magia que su padre transmitió a su hijo? Esas magias están siempre ocultas, son secretos entre los viejos y los niños. El, que había recibido el secreto de un viejo cuando niño lo transmitía ahora ya viejo a su niño amado. Al día siguiente se levantó temprano y marchó a una construcción cercana donde recogió diez piedritas de agua y las metió en la bolsita. Luego caminó hasta la iglesia y en la santería vecina compró una imagen de la Virgen construida con la masa fosforescente que brilla en la oscuridad después de ser iluminada. Volvió a su casa y en el galpón de las herramientas rompió la imagen y obtuvo un trozo sin forma, del tamaño de una piedra chiquita. Lo puso en la bolsita y enterró los restos en un pozo hondo. No sentía vergüenza por el engaño, mas bien estaba aliviado por no haber fallado.
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El niño también se despertó temprano. Cuando el viejo entró a verlo se sentó en la cama y cuando el viejo se acercó se colgó de su cuello. - Buen día abuelo...¿ te acordaste? ¿te acordaste? . El viejo sintió en la cara el aliento fresco y oyó que respiraba anhelante. - ¡Claro que me acordé! , Ben Said dejó la bolsita cuando se fue, ahora voy a buscarla para traértela. El viejo vió la sonrisa y la impaciencia del niño. -Ahora mismo voy a buscarla. Lo volvió a cubrir con las cobijas y lo observó sonriente. El niño le tomó las manos. -Levántame abuelo, quiero que me cuentes otro cuento de la piedra brillante. -Un día quisimos cazar una perdiz con la piedra brillante. -¿Qué es una perdiz, abuelo? -Una gallinita chiquita que vive en el monte. -¿Y qué es el monte, abuelo? -Un montón de plantas con espinas y árboles y yuyos. -¿No tenían miedo de entrar en el monte abuelo? -No, porque teníamos la piedra brillante. El niño cerró los ojos. Se veía que había entrado en el monte y corría tras la perdiz. -¿Le tiraron la piedra brillante, abuelo? -No pudimos, no la pudimos sacar de la bolsita. A la piedra brillante no hay que usarla para cazar. -¿Entonces para qué sirve, abuelo? -Sirve para tenerla y para mirarla, sólo hay que usarla cuando es justo. -¿Qué es justo, abuelo? -Justo es lo bueno 70
-¿Entonces vos sos justo? El viejo no contestó. -Soy un pecador, pensó. El viejo metió la mano en el bolsillo y sacó la bolsita de gamuza. -Mirá, ves que te la traje...El niño quedó atónito y luego se colgó de su cuello y lo apretó en un abrazo estrecho. -¡Abuelo! , y sus manos impacientes la abrieron y volcaron las piedras en la cama. Suavemente acarició la piedra blanca, la tomó con dos dedos y la acercó a sus ojos para verla mejor. Estaba extasiado. El viejo pensaba : ¿Por qué me será necesario su amor? ¿querré que me recuerde cuando me muera? Quizá renazca un poco cada vez que piense en mí. ¿Por qué deseo no ser olvidado del todo? y sentía que a lo mejor, todo su amor no era más que engaño y egoísmo. El viejo se echó a llorar por haberlo pensado y el niño vio que el abuelo lloraba. -¿Por qué llorás, abuelo?, le preguntó inquieto. El viejo se mantuvo callado un ratito, no sabía qué decirle al niño, que lo miraba entristecido. Por fin dijo: -Lloro porque como soy muy grande, antes que crezcas me voy a morir y no podré verte más. -¿Qué es morirse, abuelo? -Es irse, lo vienen a buscar a uno cuando ya ha vivido mucho y es muy viejo. Viene una señora a llevárselo. -Entonces no tengas miedo abuelo, yo la echaré cuando venga ¿no ves que tengo la piedra brillante?
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La Princesa y el Vagabundo Por: Kran
rase una vez un mundo aparte, una isla aislada desdibujaba un
É
castillo entre la espesa niebla, a sus pies un escritor venido a menos pedía caridad apoyado en la puerta, pronto la multitud se
abrió, dejando paso a la portentosa caballería real, los guardianes montados sobre caballos albinos de piel y ojos, vestían pitreras y casquetes dorados, cubiertos por una túnica rojiblanca, tras ellos apareció la carroza real, caballos azabache y bridas doradas, a la altura del mendigo, esta se detuvo, desde la ventanilla una niña le señalaba con el dedo, mientras reía, acto seguido el chofer bajó de la carroza y se dirigió al mendigo, este contemplaba el espectáculo con estupor, el chofer le indicó, con correcta desgana, que lo acompañara, subió el mendigo al carruaje junto al chofer, en silencio entró en el castillo, le hicieron esperar en el salón, finalmente apareció el Rey, con indiferencia se dirigió a él y le propuso hacerse Bufón de la corte, el vagabundo no podía por menos que alegrarse, por fin había encontrado un trabajo que le proporcionaría el sustento necesario para continuar con sus escritos... pasó el tiempo y el vagabundo a base de hacer reír se había ganado una preciada amistad con el Rey, parte de los caballeros y sobretodo de la hija del rey, la Princesita con quién, con el paso de los años fraguó una relación que iba mas allá de la gracia pasajera, el bufón, como tal, con pocos
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podía entablar una relación revestida de seriedad, y la niña, en la corte, no tenía a nadie de su edad, así que poco a poco aquella relación fue fraguando, de manera simbiótica, como el cangrejo ermitaño y la anémona, en la que cada uno aportaba al otro aquello de lo que carecía, el uno, aportaba formación moral, ayudando a la niña a superar sus problemas por medio de cuentos, que este escribía para ella, y animándola con sus gracias, la otra, aportaba cariño y un oído para sus historias, los años fueron pasando y la Princesa fue creciendo, espigándose y dorándose con las joyas y los halagos de los no pocos caballeros que la pretendían, poco a poco el interés por su juguete favorito, el Bufón, fue decreciendo de manera proporcional a la que decrecía la gracia del Bufón, con el tiempo la relación se convirtió en un saludo entre conocidos olvidados, para este punto el Bufón había perdido toda su gracia y el rey tuvo que sustituirlo, en los meses siguientes el Bufón vagaba en pena por la corte, de vez en cuando estallaba en ira por cualquier tontería, derivado de ello la Princesa, había empezado a preocuparse, lo que no gusto, ni al Rey, ni a sus pretendientes, finalmente, preocupados, decidieron reunirse, tras una larga charla, llegaron a la conclusión que debían separarlos, por el bien de los dos, así pues, y pensando en el futuro del Bufón, su cultura y su especial don de gentes, decidieron proponerle, que si quería hablar con la Princesa, primero debería demostrar que era mejor que los demás, así el Bufón intentaría superarse y mejorar así su condición, entretanto, estaría entretenido en su tarea, por otra parte imposible, pues, siempre habrá alguien mejor, y de paso lo mantendrían alejado de la corte.
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Llegó la propuesta, y como no, el Bufón, aceptó el reto de buen grado, la propuesta era la siguiente, sería formado para intervenir como intermediario en los conflictos, pues su isla estaba en guerra. Pasaron dos años, en los que el Bufón fue formado, con éxito, en una universidad extranjera, se graduó el primero de su promoción y consiguió el título de Pacificador. El Rey y los Caballeros se asombraron de tan precoz y exitosa graduación y tuvieron que volver a reunirse, pues el Pacificador, se había presentado en la corte y había pedido una audiencia con la Princesa, audiencia claro está, que esta denegó por medio del Mayordomo, con un: No es suficiente. Así que el Pacificador se volvió a deprimir. Ante la situación la corte decidió actuar del mismo modo, así que aprovechando los nuevos y exitosos conocimientos del bufón- pacificador, decidieron enviarlo al castillo enemigo a probar suerte, el Pacificador, como no, ante la posibilidad de conseguir la audiencia, aceptó de buen grado. Días mas tarde, una comitiva de Caballeros, seguidos del Pacificador, que con su nuevo sueldo se había comprado una bicicleta, pues no le llegaba para el caballo, se dirigía al castillo enemigo. La reunión fue un éxito y por primera vez en muchos años reinó la paz en la Isla. El pacificador y su acto voló por todas partes, diarios, T.V, Internet... etc. Como no, de nuevo, y en vista de su éxito, el Pacificador volvió a pedir audiencia, que evidentemente, fue denegada, así que de nuevo volvió a entristecerse, pero su fama ya había corrido, y poco a poco otros Reyes de otros países recurrieron en su ayuda, y el pacificador siempre aceptaba con la esperanza de conseguir la audiencia, ponía tanto entusiasmo en su labor, que este se contagiaba en sus reuniones, y poco a poco, fue pacificando país tras 74
país, en espera de que su amor, por fin fuese correspondido, así tras cada misión, volvía a pedir audiencia y la respuesta, siempre era la misma, una vez tras otra: ¡No es suficiente!, y así, año tras año, el Pacificador, fue solventando un conflicto tras otro, hasta llegado un día en que consiguió la paz en el mundo entero, y de nuevo, y esta vez embriagado de ánimos y cegado de amor volvió a pedir audiencia, pero esta volvió a ser denegada, frustrado y hundido el Pacificador cogió su bicicleta, vagó por la costa, a orillas del mar, donde se sentó junto al acantilado y rompió en llantos. Al caer la tarde un pescador que embarrancaba su barcaza en la arena, lo vio y se acerco a él, le puso la mano sobre el hombro y pregunta él por que de su llanto, a lo que respondió: - Por el amor de una Princesa, he construido un universo lleno de estrellas, pero ella solo ha visto el vacío. Al decir esto, el Pacificador separó las manos de su cara
y miró al
Pescador, el cual, lo reconoció y en un intento por apaciguar su alma, para que abriera los ojos y darse cuenta así que la princesa no era nadie especial, explico a este todos los devaneos y escarceos de la princesa con los Caballeros de la corte, el Pacificador, quedó entonces helado y atónito ante aquellas palabras, mas cuando al apreciar que el punto común de todos aquellos caballeros, no era más que su físico espectacular de guerreros avezados, sintióse entonces humillado y menospreciado, sintióse defraudado, sintióse menos que nada y, pensar que todo había sido una treta para mantenerle alejado de la princesa, mientras él arreglaba el mundo, ella abría sus encantos a los caballeros de la corte, sintióse enloquecer, cogió su bicicleta y se alejó a las montañas, allí con el dinero ganado, se compró una pequeña cabaña, en la que se aisló y volvió a su antigua pasión, escribir, y un 75
objetivo, apagar una por una todas las estrellas que había creado y dejar sólo, oscuridad. Poco a poco en el mundo fueron apareciendo nuevos conflictos, y reabriéndose antiguos, los Reyes acudían al Pacificador, pero este siempre les contestaba. - ¡Yoooo!!! Yo no se nada, yo no he hecho nada. Pero todos intuían, que el Pacificador había enloquecido, y estaba utilizando sus conocimientos y sus contactos para destruir cuanto había construido. El amor se había convertido en odio y el Pacificador en el Loco de la Colina, que era como se le conocía ahora. Pasado un tiempo el Rey, la Princesa y los caballeros se reunieron, y preocupados, más por el Loco de la Colina que por los conflictos, decidieron hacer algo al respecto. Unos días mas tarde los Caballeros se presentaron en la Cabaña, el loco de la Colina abrió con cara de pocos amigos, uno de ellos dio un paso adelante y habló: - La Princesa quiere verte, te necesita. El Loco de la Colina, alegró la cara, pero acto seguido, recuperó la seriedad y contesto: - Decidle que si quiere verme, me demuestre que es mejor que las demás. A esto los caballeros, rompieron a carcajadas y uno de ellos contestó mientras se alejaban: -¡¡¡Siempre serás un Bufoooón!!!
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Aquella misma noche alguien vio al Loco de la Colina alejarse con un hatillo, horas mas tarde, una dama, encapotada y encapuchada de negro, de finos modales, preguntó en algunas casas del pueblo por el Loco, alguien le explicó que se había ido, y le indicó la dirección, acto seguido la dama hizo girar el caballo en esa dirección, al galopar, el alza vuelo de la capa dejó entrever el destello dorado de un escudo, presumiblemente real que adornaba la carroza. Nunca mas volvió a reinar la paz en el mundo, ni nuca mas se supo ni de la Princesa ni del Vagabundo.
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LAS ÚLTIMAS HORAS DE WINSTON GONZÁLEZ Por: Elquiroco
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allado, introspectivo y timorato. Debido quizá a su baja autoestima, no se destacaba ni por su prolijidad, ni por su limpieza. Así era Winston González. Uruguayo, natural de la
ciudad de Mercedes, Departamento de Soriano. Su nacimiento había costado a su madre sangre, sudor y lágrimas; de allí su nombre. Estaba peleado con la gente y con la vida, desde aquel día en que era tan sólo un infante y tuvo su primer sueño premonitorio. -Mamita... ¿Por qué hoy papito se va a morir a la vuelta del trabajo? –le había dicho a su madre. -Pero Winston! ¿Cómo se te ocurre decir semejante cosa? -Un señor me lo dijo en un sueño mamita –contestó con simpleza. -¡Vaya ya mismo para su pieza botija malnacido! Va a aprender a no decir esas porquerías –lo retó Vilma, su madre.
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Esa tarde, el micro en que Rubén González volvía del trabajo, chocó contra un Camión. Hubo dos muertos. Uno de ellos fue el papá de Winston. Vilma culpó al primogénito, no entendió que lo del niño fue una premonición y no un deseo. Él amaba, casi idolatraba a su padre, un hombretón morochazo, con su corazón charrúa lleno de amor. A tal punto lo amaba Winston, que él mismo terminó por darle la derecha a su madre y también se culpó por haber perdido la mano rectora de Don Rubén, como lo llamaban en el barrio. El dinero escaseaba, y Vilma tuvo que salir a campear la tempestad. En busca de nuevos horizontes decidió llevar a sus cinco hijos a la Argentina, porque en Lanús, un pariente le ofrecía trabajo. Sacó boletos en un ferry, pero no lo tomaron, más por terror que por un razonamiento coherente. Winston había soñado que el buque zozobraba en las fauces dulces del león del Plata. Y así sucedió, sin sobrevivientes. La familia González salvó esta vez su vida gracias al pequeño Winston. El niño esperaba una reconciliación con su madre, pero en cambio encontró temor y discriminación. Instalados ya en Lanús, y a través de los años, Winston sufrió las desgraciadas consecuencias de otros cuatro sueños premonitorios, uno de los cuales trajo de la mano la muerte de su madre. Los parientes de Winston, y sus hermanos, se mudaron a Santa Fe, y él sobre el fin de su adolescencia, quedó solo en aquella humilde casa. Soledad que se extendería por más de doce años. Su vida era opaca. Pasaba sus días entra la oficina pública en que trabajaba y la lectura mórbida de tristes poesías. Agachaba la cabeza ante cualquier grito. Era incapaz de rebelarse ante nada. Aunque lo deseaba 79
fervientemente. Pero claro, debía como primer paso, rebelarse a su falta de rebeldía, una contraposición que lo vencía al primer análisis. Ni siquiera lograba rebelarse frente al constante abandono. La gente que por alguna razón se le acercaba, de inmediato lo rechazaba, tanto por su hosca actitud defensiva, como por su aspecto insignificante. Salvo Mirta, la secretaria de su jefe. Tantos sinsabores le habían aparejado sus sueños, que comenzó a negarlos sistemáticamente, hasta aquella noche. Aquella noche no podía negarla, ese sueño sería realidad y él lo sabía. El holocausto estaba tan cerca... Sismos, maremotos, tifones y huracanes, fabulosos incendios en bosques y ciudades, la tierra vomitando lava y los polos derritiéndose al unísono. El fin del mundo en pocas horas. Esa gigantesca piedra estelar no daría tiempo ni para desatar el pánico. Winston estaba tan seguro de que no sería capaz de convencer a nadie de lo que sucedería, como de que esta vez no podría pasar por alto lo que había soñado. Se despertó sobresaltado, excitado y efervescente. Cada vez que tenía un sueño premonitorio le sucedía, pero esta vez además se despertó impresionado por los horrores que palpó. Le quedaban pocas horas a él y a la humanidad. Entendió que nada sería igual a partir de ahí. Se había producido un punto de inflexión que su vida necesitaba. Las próximas horas serían distintas a todas, un nuevo Winston González nacería. Debía imperiosamente cambiar de inmediato. Sin más trámite, dar un vuelco de ciento ochenta grados a sus pobres y denigrantes actitudes... Por vez primera en su triste existencia tenía todo para ganar, porque ya no había nada que perder. Qué le importaba ya lo que pudieran decir los demás. Asumir cabalmente su carácter de mortal, lo había transformado 80
en un extraño ser indestructible. Era una paradoja. Debía atreverse a vivir sus últimas horas, y para ello debía atreverse a todo. En primer lugar debía sacarse un gran peso de encima. Su vecina, Dora, debía saber que él la amaba con desesperación. Todas las lágrimas que había derramado en soledad, cada vez que veía a Dora besar a su novio, serían dagas poderosas. A esa hora, Dora que era enfermera estaba de guardia, así que se atrevería a dejarle un mensaje escrito. Escribir, esa era otra deuda pendiente. La desgracia lo llenaba de optimismo. El ignoto vate oriental estaba inspirado. Su vena poética estaba inflamada por la sangre de Temuco, sentía que Neruda había poseído su espíritu para apoderarse de su pluma. Sencillamente escribió: Pertinaz y silente como la aurora, despiadado e inapelable como la muerte, así es el amor que me ha tocado en suerte, y que sufro a cada instante por ti: Dora
Lamentablemente, sus cualidades líricas habían sido extraviadas en algún recóndito suburbio de su vida, y muy precozmente. Pero no le importó. Salió de su casa y deslizó la misiva en un sobre con su nombre y apellido, por debajo de la puerta de su vecina. ¡Había escrito algo y lo había firmado! Sin sentir vergüenza, sin temer al rechazo. ¡Ah! ¡Que poder sentía! Volvió a su casa y sacó de una olla guardada en la alacena de la cocina, todo el dinero que tenía escondido. Sin esperar el micro, se tomó un taxi y partió rumbo a su trabajo ¿a trabajar? No. A gritar todo que tenía guardado. Llegaron, pero Winston no hizo detener el taxi hasta haberse pasado dos cuadras de su destino. Se bajó del coche sin pagar. El chofer reclamó a los gritos y Winston se 81
despachó con un gesto obsceno, otrora impensable en él, y echó a correr en contramano por la avenida hasta alcanzar la puerta de la municipalidad en que trabajaba. El edificio estaba casi vacío. Ya en su oficina, desplegó los papeles sobre su escritorio, como si nada pasara, esperando su próxima presa: la secretaria de su jefe. Mirta era una mujer madura, con un rostro poco agraciado, pero con un físico que se notaba cuidado, seguramente para no traspasar la puerta que separa la exuberancia de la gordura. Todo lo que tenía de sensualidad en su cuerpo carnoso, lo compensaba con una terrible estupidez. Ella le decía que era un hombre misterioso e intrigante, y sostenía esta postura frente a sus compañeros de oficina, que lo calificaban simplemente de estúpido. Winston creía que Mirta lo buscaba, aunque le costaba discernir si esto era así, o si le tomaba el pelo, y como era la secretaria de su jefe no tenía el valor como para intentar sacarse la duda. Dado que el resto del personal entraba media hora más tarde que ellos, Mirta, como todos los días, luego de darle un sonoro beso en la mejilla (muy cerca de la boca), le pidió que la acompañara al archivo del subsuelo, de donde traían los expedientes. Él tomó el carrito y la siguió. El húmedo y oscuro subsuelo, no era ni tan húmedo ni tan oscuro como los planes de Winston. Mirta se inclinó sobre un archivo y él como una pantera, saltó desde la profunda y cerrada selva del deseo. La tomó por detrás apretándole los senos con sus garras y apoyó la bragueta, con su férreo contenido, contra las pulposas nalgas. Le acercó la boca a la nuca y mientras la mordía levemente le dijo: -Basta! Estoy harto. Te deseo desde hace años...
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La sorprendida mujer no perdió un instante y presionó con sus manos sobre las de Winston, provocando que el profundo escote se viera desbordado, inclinó la cabeza a un lado ofreciendo su cuello a los mordiscos del sátiro. Este la hizo girar, poniéndola frente a él, y después de un largo y profundo beso, la empujo sobre una escritorio desvencijado. Tiró al piso los papeles que se apilaban entre el polvo y las telarañas. Extendió a Mirta boca arriba y le descorrió sus polleras, y una bombacha negra que limitaba con una panza que le resultó excesivamente sensual. La montó entre gemidos. Era la primera vez que Winston se sentía envuelto por el calor de una entrepierna. En pocos segundos eyaculó años de frustración. Placer. Por fin sabía que era eso. No les bastó y lo hicieron nuevamente. Mirta, aún jadeante, peinó al uruguayo con sus dedos y prácticamente arañando su cabeza le suspiro un: Te amo. Winston, que se había demostrado que había alguien que se interesaba por él, se sentía un ganador. Se subió el pantalón. Con un dejo sobrador y una sonrisa burlona, le respondió de manera escueta y tajante: Yo no. Subió las escaleras, mientras aún se estaba metiendo la camisa en el pantalón. Al llegar a la oficina, la arena se preparaba para otro reto. Su jefe, estaba parado con las manos en la cintura, los brazos en jarra y el gesto adusto. -¿Se puede saber de dónde venís González? -¿Y se puede saber a vos que carajo te importa? –Le gritó con rabia. -¿Qué? Escuchame bien inútil ¿Te acordás con quién estás hablando? Decime de dónde venís. -De bajarle la caña a tu secretaria boludo. Que lástima que seas puto, gordo, porque no sabés lo que te perdés. 83
El jefe miraba atónito como Winston tiraba papeles al aire, mientras se reía a carcajadas. Cuando reaccionó intentó frenarlo, pero Winston se lo sacó de encima de un empellón. Que maravilloso era para Winston sentir las cascadas de adrenalina que corrían por su cuerpo. En ese momento advirtió que quería más. Pasó junto a su ya ex-jefe, que intentaba reincorporarse y lo escupió a la carrera. Ganó la calle. Se frenó, giró sobre sí mismo como buscando orientarse, señaló en el aire indicándose su nueva dirección. Trotó varias cuadras hasta llegar a una armería. El fin del mundo se acercaba, y Winston quería vivir sus últimas horas al límite. No olvidaba a Dora, pero eso debería esperar algo más. Antes de entrar a la armería, contó el dinero que tenía en el bolsillo. Los cuatrocientos pesos que tenía guardados y otro poco. Se acercó al mostrador, miro por sobre el vidrio. Todas las armas tenían el precio puesto, así que eligió la más grande que le permitió su dinero, y el sobreprecio exigido por el comerciante para evitar “cierto papelerío” por tratarse una arma de guerra. Una pistola Taurus 9 mm y una caja de balas. No sabía si era un arma buena, pero no le importaba mucho, como tampoco le importó firmar la declaración jurada del Registro de Armas. El corazón le palpitaba muy fuerte porque ya pensaba en su nuevo destino, aquel que le provocara nuevas sensaciones. Un Banco. En el centro había muchos, y hacia allí se dirigió. Paso por la puerta de tres entidades financieras, y eligió la que le resultaba más antipática. Buscó las cajas y se paró frente a una de ellas, sin reparar en la cola de gente, que de inmediato comenzó a protestar. Winston buscó en su cintura y sacó la pistola, mientras giraba alzando el brazo para apuntar en su recorrido a
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todo el que se cruzara en su camino. Terminó de dar una vuelta sobre sí mismo y apuntó con decisión a la cajera. -Dame toda la plata que haya en tu caja y en la de tus compañeros –ordenó. Los pulmones se le vaciaron y se le volvieron a llenar de un golpe, acto seguido se agitó su respiración y su vista se le hizo borrosa, el sudor lo bañó de repente. Los vasos sanguíneos del cuello se le hincharon y pensó que la cabeza le estallaría. La cajera juntaba con desesperación su dinero y el de las otras dos cajas, metiéndolo frenéticamente en una bolsa. Todo ocurrió velozmente. Winston vigilaba en derredor y vio bajar de la garita a un policía. Con una velocidad que hubiera preocupado al mejor sheriff de las películas del oeste norteamericano, y desoyendo la advertencia del oficial, sin pensarlo le disparó, haciéndole estallar la rodilla derecha. El policía cayó sobre ese costado soltando su arma. Winston “El chacal”, había probado la sangre. Corrió hacia él y alzó el revolver. Sólo entonces se percató de que la alarma ya estaba sonando. El policía insultó a Winston mientras intentaba ponerse de pie. El improvisado asaltante, que por fuera actuaba como un profesional y por dentro se sentía como un niño jugando a los vaqueros, le asestó una patada en el rostro, partiéndole la nariz. “Knock out”. Saltó por sobre las personas que se habían tirado al piso, y estirando el brazo tomó el dinero que la cajera, mientras intentaba superar su histeria, le alcanzaba. La acción no llevó más de dos minutos. Antes de irse del lugar de los hechos, se acercó a una de las cámaras de seguridad, la miró fijamente, sonrió y sacando su documento de identidad del bolsillo trasero del pantalón, lo puso abierto delante de la cámara, para que no quedaran dudas de quien era. Huyó sin mirar atrás, pistola 85
en mano. Paró su loca carrera a pocas cuadras del Banco. Entró en una obra en construcción que estaba vacía. Llenó sus bolsillos con todo el dinero que pudo, sin contarlo. Bastante más de la mitad quedó en la bolsa. Junto a la obra, una mujer con un bebé pedía limosna. Winston le dejó la bolsa con el dinero. Más tranquilo ahora, se alejó caminando, mientras se regocijaba pensando que las últimas horas de aquella mujer serían de una alegría desbordante. Las ganas de vivir lo que nunca había imaginado, se habían convertido en vorágine. Su rencor en furia. En la esquina compró un diario, buscó en los clasificados hasta encontrar una dirección y arrojó el diario en un cesto para basura. Se empezó a alejar, pero se detuvo y volvió sobre sus pasos. Sacó el diario del cesto y lo tiró a la calle. Retomó su camino, rumbo a una de esas “Casas de masajes”, que esconden a los prostíbulos de Buenos Aires. Alquiló un auto. Encendió la radio, sintonizando los noticieros. En ninguno de ellos se hizo mención del asalto al Banco, mientras duró el viaje. Estacionó frente a una casa de tres plantas. Tocó el timbre y esperó. Un hombre de considerable estatura abrió la puerta. -¿Señor? -Preguntó, poniendo cara de ¿Qué busca? -Un servicio– Contestó Winston. -No lo recuerdo como cliente... ¿Su nombre es...? Winston sacó un fajo de billetes de uno de sus bolsillos y se lo mostró. El hombre le franqueó el paso y le dijo con una sonrisa: -Que bonito nombre caballero...
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Lo acompañó hasta un salón en donde una señorita le acercó una carpeta con fotos. Eligió tres mujeres. El hombre asintió con la cabeza y lo hizo acompañar hasta una pieza en el primer piso. Unos cinco minutos más tarde, las tres mujeres, de entre veinticinco y treinta años, cuyo único atuendo consistía en diminutas tiras de encaje que formaban su ropa interior, entraron a la pieza. -Hola muñeco –Inició el diálogo una de ellas, que parecía la mayor y mascaba chicle- ¿Querés una fiestita? -Quiero una buena encamada con las tres a la vez, quiero que me dejen hacerles todo lo que se me ocurra. -Bueno pero sin pegar ¿viste? –Le aclaró la misma que había hablado antes y que parecía tener la voz cantante. -No, no. Sin pegar, pero muy chancho. Quiero que sean muy mimosas conmigo y entre ustedes ¿Entendés? ¿Cuánto me puede salir? -Dos horas con las tres, con todos los chiches, serían unos mil pesos. -¿Por cinco mil qué son capaces de hacer? –Preguntó de manera pícara. -Por cinco lucas, soy capaz de casarme y tener un hijo, papito- Aseguró nuevamente la más veterana. Dos horas de goce completo. Era lo que Winston buscaba y se lo dieron. A esta altura, el uruguayo ya no sabía ni quien era, mas recordaba y tenía muy en claro dos cosas: El fin del mundo se aproximaba y que Dora sería su última estación. Subió al coche que había alquilado, buscó un restorán y comió algo. Emprendió el camino de regreso a su casa escuchando la radio. Del asalto nada.
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Pensó si la policía lo estaría esperando ya en su casa. Recién entonces se percató de que podían interrumpir su encuentro con Dora. Esto lo preocupó. El barrio estaba tranquilo, como siempre. Al doblar en la esquina de su casa no divisó ningún movimiento extraño. Suspiró aliviado. Bajó del auto y en ese momento el novio de Dora salía a la calle, con el perro de su vecina. Ese maldito ovejero alemán que más de una vez intentó morderlo. El novio de Dora, un rubio musculoso, con pinta de modelo masculino le cortó el paso. -Con vos quería hablar antes de que Dora vuelva del trabajo, idiota- Le espetó con arrogancia desde unos diez metros de distancia. -¿Qué pasa? -Preguntó Winston haciéndose el tonto. -Así que ahora le dejás cartitas de amor a Dora... Vos estás buscando que te rompa los huesos ¿no? El perro, como era su costumbre, gruñó y ladro tirando de la correa. Winston le hizo una burla provocadora. El novio de Dora lo dejó suelto y el can se desbocó, abalanzándose sobre Winston, que sacó la pistola de entre sus ropas y le descerrajó un tiro. El perro gimió y cayó muerto sin alcanzarlo. -Pero... ¿Qué hacés, estás loco? –Se exaltó el novio de Dora y gritando avanzó hacia su oponente -¡Te voy a matar! Winston le ganó de mano. El primer disparo impactó contra su tórax. El segundo contra el rostro. El resto, una vez que el cuerpo cayó inerte y quedó tendido en el piso, junto al perro, los disparó apuntando a la cabeza. Las sirenas se escucharon a lo lejos. Winston se sentó, pistola en mano, al lado de los cadáveres. Dora lo odiaría, ya nada importaba. Volvía a ser el mismo 88
Winston de siempre, sin ánimo para rebelarse ni contra la soledad. Comprendió que no había ganado nada, que todo fue una ilusión, y que tan solo durante algunas horas, incluso esa soledad que lo acompañó la mayor parte de su vida, también lo había abandonado.
II Las rejas del salón de visitas se cerraron tras su paso. Winston se sentó en uno de los bancos. En silencio, como siempre. Del otro lado del vidrio, Mirta lo esperaba. Winston alzó la vista y la vio acongojada. -Winston... la fecha del parto se acerca, así que esta es la última vez que vengo, no quiero que mi hijo vea a su padre en la cárcel. Prefiero que lo piense muerto. Jamás imaginé que a mi edad iba a tener un hijo, y menos aún fruto de un momento de pasión. Pero ahora lo quiero más que a nada en el mundo. Sé muy bien que no me amas, por lo tanto no tiene sentido que te espere. Además... son veinte años Winston, es mucho tiempo. No espero que me digas nada, sólo te pido que si algún día se te ocurre buscarme, no lo hagas. Winston... – Echó a llorar desconsolada - adiós... Mirta se levantó y se alejó con el paso más rápido que su gravidez le permitió. Winston quedó petrificado, hasta que un guardacárcel lo tomó por el abrazo y tiró hacia arriba. -Vení lindito –Le susurró con sorna- ¡Qué fea la mina esa! ¿Quién era? No te preocupes por ella, que acá adentro hay muchos muchachos que te quieren. ¿Así 89
que desde que sos la novia oficial del pabellón te dicen Bambi? Qué lindo ¿No? Soltó una sonora carcajada que resonó en todo el penal. Las rejas del salón de visitas se cerraron nuevamente tras su paso. Los sueños premonitorios de Winston, siempre se habían cumplido de modo inexorable. Salvo el que le avizoraba el fin del mundo. O por lo menos, no se cumplió totalmente.
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Nacimiento Por: Esteban Bosque Mendoza
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ejo estas líneas y toda la documentación que reuní a través de los años para aquel ser humano que lo encuentre. Solo espero que sepa encontrar el camino que le permita llegar al final de lo
que considero es nuestra meta. Desde chico me apasionaba la investigación de todo lo extraño que aconteció en la historia de nuestro planeta. En la edad antigua y en la edad media se dio un gran caudal de hechos sin explicación. Los estudiosos se limitaron a enumerar acontecimientos, pero no ir mas allá. No podían, o no querían, encontrarse con pruebas o con fuerzas que sus mentes obtusas no pudieran manejar. Por eso me gustaba recorrer bibliotecas, y si estas poseían libros muy antiguos, mejor. Si alguien abre su mente a nuevas posibilidades, es factible encontrarse con los descubrimientos importantes realizados por los grandes pensadores de aquellas épocas. Gente que deseaba elevar su cuerpo y espíritu hasta confines fuera de lo material a lo que estamos atados. Por eso me dediqué a indagar las leyendas griegas, celtas, persas, chinas, templarias, góticas, etruscas, y de todas aquellas antiguas civilizaciones o movimientos que en sus escritos dejaban traslucir su cercanía con algo más
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cósmico, más universal, más espiritual que el simple hecho de que somos materia y nada más que eso. Y esto no es ir en contra de Dios. Al que acepto como fuerza universal creadora de todo. Él nos dio la posibilidad de ser inteligentes, el deseo de aprender, investigar, elevarnos más allá de este estado en que vivimos. Al que podría llamarlo nuestra infancia. Fue así que, además de leer y tratar de comprender aquellos escritos aceptados por la historia oficial, me dediqué a bucear en aquellos que eran tomados como desvaríos de mentes enfermas. Tal vez algunos lo fueran, pero no todos. Eso es una de las posibilidades que nos brinda tener una inteligencia sin ataduras. Poder discernir entre lo enfermo y lo real. Dediqué diez años de mi vida a reunir información, catalogarla, estudiarla, comprenderla, combinarla. Y lentamente fui adquiriendo el conocimiento de como aumentar el empleo de nuestra mente. Dejar atrás esa barrera de solo utilizar el diez por ciento de nuestro cerebro. A partir de investigaciones griegas y persas realizadas en el Medio Oriente y de escritos hindúes, que se encontraban perdido.
¿Perdidos?
En lugares
accesibles, pude realizar uno de los más viejos anhelos de aquellos seres humanos que deseamos ir hacia adelante. Fue mi primer gran descubrimiento. Me sentaba en mi lugar preferido de mi casa, me concentraba, tenía fe en lo que aprendí, y me trasladaba a lugares a donde deseaba ir. Pero no solo con mi mente. Lo hacía inclusive con mi cuerpo. La gente podía verme, podían conversar conmigo, podían sentirme cerca de ellos.
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A pesar de que mi cuerpo permanecía en mi habitación, podía desdoblarme en dos, o en tres, o en la cantidad de entidades que yo deseara. Uniendo este conocimiento que había adquirido a estudios realizados por sacerdotes druidas - celtas, llegué, inclusive, a lograr que mi cuerpo atravesara la materia sólida. Podía trasladarme de una habitación a otra sin necesidad de pasar por las puertas. Mi cuerpo es capaz de fundirse con otros sólidos, combinarse con ellos y luego volver a ser yo mismo. No negaré que en algunas ocasiones asusté a algunas personas. Pero intentar hacerles comprender era darles la posibilidad de que me tomaran por loco, o por un fenómeno raro al que hay que estudiar. Tuve esa mala experiencia cuando intenté demostrar lo que había logrado a un grupo de científicos a los que erróneamente había considerado más comprensibles que el común denominador. Me hicieron encerrar y me privaron de mi libertad. Por supuesto no les sirvió de mucho. Escapé fácilmente y desde entonces tuve que seguir con mis estudios escapando de un pequeño grupo de personas que me quieren, supongo, como arma para sus enfermizas metas. Durante los primeros tiempos tuve dificultades para evadirlos, hasta que conseguí
estudios
chinos los
cuales me
permitieron incorporar
a
mis
conocimientos él poder cambiar delante de quien yo quisiera mi aspecto físico. A partir de ese momento pude retomar mis estudios con más tranquilidad y poder reducir los tiempos para cada nuevo paso. A medida que aumentaban mis, ¿Podré llamarlos poderes? En realidad no. No son poderes. Es ser lo que podemos ser. Lo que Dios nos ofreció al crearnos. 93
Paso a paso pude lograr cosas como sumergirme en el agua sin ahogarme, caminar desnudo en los hielos antárticos sin congelarme, subir al Everest o al Aconcagua sin necesidad de equipos de oxígeno y supervivencia, controlar las necesidades de mi cuerpo, como comer o dormir, manejar el fuego sin quemarme. Y hasta lanzarme desde lugares elevados controlando las fuerzas de gravedad para descender lentamente como si mi cuerpo fuera un paracaídas. Para aquel que encuentre estas notas junto con toda la información que reuní a lo largo de quince años, le digo que solo es cuestión de creer en nosotros mismos. No puedo enseñarle el camino como yo lo seguí. Somos parte de un todo pero a la vez individuales para madurar. Cada uno tiene que encontrarlo siguiendo su propio camino. Pero le dejo el comienzo. Solo es cuestión de verlo. Si desea encontrarme deberá llegar al final del camino, o al principio de otro más maravilloso, ya que al terminar esta nota transformaré esta materia de la cual estoy compuesto en energía cósmica. Volveré a formar parte del Universo. De ese maravilloso Universo al que pertenecemos.
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Relato Infinito Por: Julio Emilio Soray
D
urante aquel aciago y triste día, habría de invadirme la peor de las inquietudes, que hasta el hombre de mayor temple no podría soportar. No diría que se haya tratado de un sueño,
simplemente porque esa noche no dormí. Y ésta, tan solo fue la menor de mis preocupaciones y tormentos. Lo único que puedo decir es que jamás experimenté una sensación semejante, ni volveré a experimentar... en este mundo. Todo dio inicio cuando estando ya en mi cama, dispuesto a leer un poco antes de dormir, sucedieron cosas, que no puedo, ni podría explicar –al menos, sin que piensen que estoy loco-. De todos modos, si quisiera explicar que es lo que sucedió, no tengo a quien relatarle lo acontecido, salvo a ti, si es que este manuscrito ha llegado a algún congénere que pueda interesarse por mi historia. Tal vez tu puedas darme una respuesta, o aun mejor... ¡podrías salvarme!. Reconozco que “Diario del año de la peste” de Daniel Defoe, no es la clase de lectura apropiada para motivar el espíritu e iniciar un sueño placentero. Pero no soy un niño que se pueda asustar por un relato trágico, aunque tristemente verídico. Es bien sabido, que los estragos producidos durante el siglo XVII, debido al devastador recorrido de la peste bubónica por el noroeste europeo, destacando a Holanda e Inglaterra, como las zonas mas afectadas; es algo que a la sociedad
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de hoy no puede intimidarla, dado los avances de la medicina. A decir verdad, las sombrías páginas de este conocido relato no hicieron mella en mí. Aunque fueron las mismas páginas de este libro las que comenzaron a jugar con mis temores, precisamente cuando llegué a la página 62, donde pude leer la siguiente frase: -“Sr. Robbins, ¿Está preparado para acompañarnos a nuestra dimensión y librarse del mundo autodestructivo donde vive?” -¿Señor Robbins? –dije para mis adentros, siendo consciente que en el relato no había ningún Robbins. Pero aunque mi primera intención fue atribuírselo a la casualidad, el párrafo siguiente consiguió convencerme de lo contrario cuando retomé la lectura: -“Sr. Edward Robbins, no ha contestado mi pregunta”. -¿Qué está ocurriendo aquí? –balbucee cuando reconocí que.. ¡El destinatario de esa pregunta era yo! -Debe ser casualidad –quise convencerme nuevamente, al mismo tiempo que observaba con pavor que una ilustración comenzaba a dibujarse en la página 63. Era la imagen de un hombre de unos 30 años, que describía el mismo terror en su rostro, que imaginaba, yo mismo transmitiría en ese instante. Ese hombre se parecía mucho a mí, lo cual comenzó a inquietarme sobremanera. Sin saber que me estaba sucediendo, cerré el libro en un intento desesperado por evadir el miedo que me provocaba seguir leyendo esas páginas. Pero peor fue mi sorpresa cuando descubrí que la tapa del libro no era la del “Diario del año de la peste”. Si bien respondía a un titulo perturbador, lo peor era que éste era alusivo a mí:
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“LA DESAPARICIÓN DEL SEÑOR ROBBINS”
Ante tal manifestación escrita, de un suceso paranormal, cuyo protagonista no era ni más ni menos que yo, Edward William Robbins, no pude evitar que el libro se deslizara de mis manos, golpeando con un estruendo poco común el suelo de mi habitación. Cayó abierto entre las páginas 80 y 81, permitiéndome ver una imagen en el centro de la 81. Mi primera reacción fue intentar volver a la página 63, sin siquiera detener mi vista en la ilustración, pero lo vano de mis esfuerzos me convencieron que el resto de las hojas estaban pegadas, a excepción de estas dos. Un hombre con un libro en sus manos, en una habitación igual a la mía era la representación de la nefasta imagen. -Todavía sigo en el libro –dije sin poder ahogar un grito de angustia entremezclado con una fingida incredulidad. -Debo leer lo que dice –agregué, al tiempo que me daba cuenta que estaba gritando. Tal vez pensaba, que elevando mi voz despertaría de esta pesadilla, que parecía la única explicación lógica a este tormento. Cuando me disponía a leer el primer párrafo de unos 7 u 8, en la página 80, con estupor noté que desaparecían para darle espacio a una breve frase: “Sr. Robbins, lo estamos esperando”. -¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? –pregunté sin saber a quien o a que. -Sus preguntas serán respondidas, a su debido tiempo –fue la respuesta impresa en el renglón siguiente. Pero antes quisiera que vea algo –respondió un poco mas
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abajo, al tiempo que unas pocas páginas volvían hacia atrás, para finalmente detenerse entre la 70 y 71. Me pareció extraño que la página 70 permaneciera en blanco, mientras que la 71 se diferenciaba de esta, solo por algo que estaba escrito en forma aislada, es decir, fuera del contexto original de la obra. Aunque ahora, no sabía si seguía leyendo la novela de Defoe o el titulo que me sentenciaba a desaparecer. Al parecer, lo que leí debió pasmarme, dado que me quedé inmóvil repitiendo la fecha que me arrojaba el almanaque colgado en la pared delante de mí, pues mi mirada seducida por la cobardía, se rehusaba a confrontar la realidad –si es que puedo discernir entre realidad e irrealidad- que estaba devastando mi espíritu. Al volver la vista hacia el libro, pude verificar que el 4 de septiembre, allí impreso era parte de un mensaje que debía descubrir antes de que fuera demasiado tarde. -Sr. Robbins, creo que ya se ha dado cuenta lo que esa fecha significa –se dejó leer debajo de la mencionada fecha. -No crea que porque esa fecha coincide con la de hoy, está logrando intimidarme –mentí a voz alzada. -Nadie quiere intimidarlo. Tan solo debe ser consciente que hoy es el día... -pude leer al tiempo que escrutaba los contornos de la habitación, para asegurarme tan siquiera, que todavía permanecía ahí. -No sé que quieres, pero te aseguro que no lograrás tu cometido –dije -. Y me incorporé desafiante, mirando con desdén la parte inferior de la página 71, en espera de una respuesta. Pero no hubo tal respuesta...... o tal vez si, porque las páginas nuevamente se adelantaron hacia la página 79. 98
Invadido por una especie de furia e impotencia, desconocida aun por mí; tuve la intención de insultar a mi desconocido interlocutor que no se dignaba a responder. Tan solo fue la intención, dado que no lo logré, o podría decir que en cierta manera sí. Descubrir que no podía emitir sonido alguno, no hizo mas que hundirme cada vez más en la desesperación. Y más aun cuando comprendí que los agravios que quería propinarle a ese despreciable ente, se plasmaron por toda la página 79. Preferiría no mencionar los desagradables epítetos que le dediqué tanto a él, como a su árbol genealógico. Y al parecer, la mismísima atribulada página, que había sufrido tales injurias, desapareció de mi vista para ocupar su lugar la número 87. Solo pude descubrir la palabra “epidemia” un poco antes de la mitad de página. ¿Qué podría significar aquella palabra suelta? –me pregunté suponiendo que se trataba de algún mensaje. De todos modos, queda muy claro que se trataba de una palabra extraída del relato de Defoe, dado que el tema central es la peste, que no dista mucho del significado “epidemia”. En cuanto comprendí, que seguir mirando esa única palabra, a la cual todavía no le hallaba ningún sentido, no me brindaría las respuestas que buscaba; me apresté a dar vuelta la página. Pero antes de que pueda lograrlo, unas cuantas páginas lo hicieron por mí y se detuvieron entre la 96 y 97. A lo que pude inferir que la página importante era la 97, ya que la 96 permaneció en blanco, mientras la 97 permitió que lea lo siguiente: “Oh, muerte, muerte, muerte” -¿Pero que demonios significa esta frase?-me pregunté para mí, mientras horrorizado veía como mi pensamiento se impregnaba en la hoja. Además, ¿por 99
qué razón las páginas se voltean por sí mismas? Estos y otros interrogantes seguían invadiendo los amplios espacios en blanco de la página. Evidentemente, las páginas seguían alguna clase de patrón, tal vez para indicarme alguna clave, señal, pista, o quizás, estaba leyendo algún libro de “Elige tu propia aventura” y aun no me había percatado. Cuando ya no quedaba espacio para contener todos mis pensamientos y conjeturas, nuevamente las páginas se dieron vuelta, pero esta vez, hacia atrás. En esta ocasión el destino fue la página 88, donde mis desvaríos se prolongaron hasta que incluso, sin saber aprovechar lo limitado de mi capacidad intelectual, comencé a repartir improperios a mi extraño interlocutor, que hacía bastante no se manifestaba. De todas formas, su respuesta no se demoró en llegar: -Sr. Robbins, no se precipite. Estoy de su lado, aunque no lo crea. –esas fueron las amables, pero firmes palabras de mi interlocutor, que brindo su respuesta en la página 89. Si mis sentidos no me engañaban -lo cual en esa instancia, no me hubiera sorprendido mas de lo que estaba- las páginas estaban en blanco, casi en su totalidad, salvo por la respuesta, que extrañamente aparecía en forma manuscrita, lo cual era más sorprendente aun. Todo lo que había leído hasta entonces, no dejaba de ser una impresión con caracteres de imprenta. Además, la caligrafía, perfecta y orgullosa, realizada por las expertas y firmes manos de un especialista en el uso de la pluma; era una señal, una clave, o alguna clase de criptograma del que estaba prisionero, y debía desentrañar si quería que todo volviera a la normalidad. 100
-Esta escritura parece de hace algunos siglos atrás –me decía para mí, sorprendiéndome aun más, cuando notaba que mis pensamientos se volcaban a la página 88. Pero en mi caso, no menos sorpresivamente vislumbré que mis pensamientos adquirían forma escrita, bajo la denominada “Times New Roman”, que tan conocida es para mí, dado que es el tipo de fuente que suelo usar en la computadora. Evidentemente, yo representaba al hombre del siglo XXI, mientras que mi extraño interlocutor.....al del siglo XVII. Acaso, ¿Tendría algo que ver con la historia de Daniel Defoe? ¿Se trataría de una victima de la peste? Tal vez, era un espíritu que no hacia mas que buscar la paz, sin saber cómo y dónde. Con esto en mente, observé pasivamente, como las páginas en un rápido batir de hojas, desplegaron las páginas 106 y 107. Aun sin saber por que había avanzado tantas páginas, mi mente comenzó a hacerse nuevas preguntas, tales como: ¿Acaso este espíritu puede manifestarse en aquellas páginas que encierren alguna característica especial? ¿La clave esta en la numeración? ¿Será que los números conectan dos dimensiones, actuando como portales?. Súbitamente salí de mi abstraído pensamiento, que debidamente había quedado plasmado en la página 106, cuando percibí que en la 107 tenía compañía nuevamente. -Sr. Robbins, usted ya cuenta con mis respetos –escribió el enigmático personaje-. Sus deducciones van por la senda adecuada. Ya se dará cuenta de ello. -¿Por qué lo dice?- inquirí apresuradamente -. Necesito saber que esta ocurriendo aquí. ¡Hable!
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-No se apresure, ya habrá tiempo para explicaciones. Pero muchas de esas explicaciones, las tendrá que averiguar por sí mismo. -afirmó mi interlocutor, dando la impresión que daba el diálogo por concluido. -¡No se vaya! –le pedí mentalmente, sin obtener respuesta alguna. Ensimismado por las dudas que me provocaban las palabras de este ser misterioso, no pude menos que intentar ordenar aquellos elementos que pudieran tener algún potencial significado. De tal manera, conjeturas, hipótesis y demás pensamientos, ocupaban mi mente, así como el resto de la página 106. Abrumado por la angustia y la incertidumbre apelé a los limitados, pero prácticos conocimientos de numerología que alguna vez aprendí. En realidad, mi conocimiento en dicho tema es bastante escaso, pero sabía conscientemente que podría ser una herramienta importante para desentrañar el enigma en el que me hallaba inmerso. Ya no me quedaba duda alguna, que los extraños sucesos acontecidos serían explicados por el sentido enigmático y secreto de la cabalística. La doctrina cabalística se caracteriza por el procedimiento arbitrario para interpretar los textos bíblicos, ya cambiando de lugar la posición de las letras que forman una palabra, ya tomando estas en su valor numérico, ya consideradas como iniciales de otras palabras, etc. Si bien, no soy un especialista, sé que en este libro, el orden particular en que debo leer sus páginas, así como el valor numérico de algunos elementos; pueden revelar un sentido oculto que por infortunio me ha tocado a mí descubrir. Por lo tanto, infundido con nuevos bríos, me avoqué a la tarea de buscar aquellos valores numéricos que pudieran brindarme algún patrón lógico.
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-¿Qué datos tengo? –me pregunté, al tiempo que mi pregunta se vislumbraba en el último tramo de la página 106. -DANIEL DEFOE, fue lo que mi pensamiento permitió imprimir en la página..... ¿124? No entendía porque de la página 106, pasé a este singular número. Pero lo primero seria analizar el primer dato, según el alfabeto normal o internacional de la numerología: 1
2
3
4
5
6
7
8
A B C D
E
F G H I
9
J
K L M N O
P Q R
S
T
Y Z
U V W X
Entonces procedí a analizar el primer elemento convirtiendo en dígitos numéricos el primer termino del dato, es decir, “Daniel”, para luego repetir la misma acción con el apellido. Los números asignados fueron: Daniel = 4.1.5.9.5.3 =27
y
Defoe =
4.5.6.6.5=26. La suma total (27+26) fue 53 = (5+3)=8. El método no implica ningún misterio: Cada letra del alfabeto tiene un valor numérico que la define. Una vez obtenidos los guarismos, comencé a sumarlos, para luego obtener la suma total de ambos miembros, la cual me devolvió el valor “8”. Estos números no parecían significar nada, pero tal vez había un patrón lógico que pudiera brindarme alguna pista para entender lo que sucedía. Hasta antes de la página 62 yo estaba leyendo a Defoe. Eso me hace suponer que el valor 53, pertenece a la página, donde mi lectura aun era normal. Por lo tanto, la clave tendría que buscarla mas adelante. 103
El 8 en particular, no me dijo mucho en una primera instancia. Así que repetí la operación, pero esta vez con mi propio nombre: Edward: 5.4.5.1.9.4 = 28 (8+2=10) “1”
Robbins: 9.6.2.2.9.5.1 = 34 “7”. Por consiguiente, procediendo a
la suma de ambos términos (28+34) obtuve el número de la página, la 62,donde por primera vez me comuniqué con el ente que se manifestó ante mí. A su vez, si sumo los dígitos de la página 62, obtengo el no poco familiar 8. Al parecer, la clave se encuentra en el valor 8. No solo mi nombre y el de Defoe responden a este intrigante numero, sino que los acontecimientos que se relatan en su libro, tienen cabida en el siglo XVII, desde fines de 1664. De esta manera, el valor del siglo es 17, es decir, sumando sus dígitos, obtengo el tan aclamado 8, así como también lo obtendría de la suma de los dígitos del año: 1664: (17) =1+7= “8”. Puede parecer que estoy loco, pero sé positivamente que todo esto forma parte de alguna clase de criptograma, al mejor estilo verniano. De esta manera, sumergido en mis cavilaciones que seguían cubriendo la página 124, comencé a darme cuenta que mi interlocutor, desde unas cuantas páginas atrás no se hacia notar. Paradójicamente, pude intuir, que la no menos desagradable manifestación de este ser, podía ser mas grata que la incertidumbre que sentía por sentirme perdido en un desierto camino sin rumbo. Sintiendo que necesitaba despejarme un poco, me dirigí hacia la ventana del 8vo piso de mi departamento que da hacia la ciudad, para descubrir invadido por el espanto que el único edificio de la ciudad era el mío, mientras que el resto de las construcciones se trataba de casas.
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-¿Qué es lo que esta sucediendo? –me pregunté, emitiendo un grito de desasosiego por lo incomprensible de la situación. Tras el sopor de semejante panorama, advertí que había recuperado el sentido del habla mientras no me encontraba leyendo ese maldito libro. Aunque era grato sentirme un tanto más normal que antes, bien sabía que lo que estaba experimentando era de una connotación negativa para la escasa salud mental que mantendría luego de tan desgraciado episodio. Dudando demasiado si volvería a tomar ese libro nuevamente, me fui acercando a este con la cautela que mi acobardado ser me aconsejaba. Al parecer mis piernas se empeñaban en mostrarme como un cobarde a quien le temblaban, producto del miedo. Al posar mi vista en la página 124, donde aun estaban aquellos guarismos que quien demonios sabe por que extraña razón me empeñe en descifrar, descubrí que otra vez me faltaba la voz, para darle lugar a mis pensamientos en la hoja.
Ya no quedaba mas espacio en la página. Pero la
pagina 125 estaba en blanco y mis pensamientos no la llenaban. ¿Por qué no? Sorprendentemente, las páginas se movieron y se detuvieron entre las páginas 142 y 143. Pero aun me preguntaba por que mis pensamientos no hallaron lugar en la página 125, para sí hacerlo en la 142, es decir, en la que ahora estaba volcando estas implicancias. -Sr. Robbins, tal vez yo pueda responderle, o quizás usted ya lo ha notado sin darse cuenta –fue la inesperada respuesta, dada en el comienzo de la página 143, de quien podría decirse: era mi única compañía. Ojalá hubiera podido preguntarle que me habría querido decir, pero mi falta de voz no me lo permitió, así como tampoco pude plasmarlo en la página. La 105
espera por una explicación fue en vano. Así que comencé a preguntarme ¿qué sería lo que habría de notar, aun
sin darme cuenta? Me parecía una
incongruencia poder decir que se puede notar algo sin darse cuenta de ello. Súbitamente, como venia ocurriendo frecuentemente, las páginas volvieron atrás entre las páginas 134 y 135. Extrañamente, descubrí una página totalmente en blanco, a excepción de la conocida palabra “epidemia” que se podía leer claramente al final de la página. Era la segunda vez que me topaba con esta palabra, que antes había omitido sin darle mayor importancia. Seguramente tendría alguna clave por descubrir en ella. De esta manera, creí que lo más conveniente era obtener su valor numérico de la manera convencional: Epidemia: 5.7.9.4.5.4.9.1 = 44 =4+4= “8” ¡Eso es! –me dije a mí mismo, mientras repasaba todas sus apariciones en los diferentes elementos que analicé – Nuevamente, había observado que el 8 era un número importante para descifrar este galimatías. El libro ya no me permitía que me paseara por sus páginas, mejor dicho, nunca lo hizo. Parecía haber adquirido vida propia. Por lo tanto, inicié un paseo mental por las páginas que había leído, desde la 62 en que mi odisea había comenzado. Lo cual me hizo notar nuevamente que de la suma de los dígitos que componen a este numero obtengo el “8”. -¡Eso es! Debo recordar las páginas en las que se contactó conmigo –me animé a mí mismo. Cada página estaba grabada en mi mente. Una vez reunida dicha información en mi muy atribulado cerebro, las páginas del libro pasaban rápidamente
sin dejar adivinar en cual se detendría. De repente se detuvo
nuevamente entre la página 142 y 143. Si bien, la 142 estaba casi completa, había 106
espacio suficiente para cubrir con aquellos razonamientos hechos en mi mente las páginas que había recorrido en mi aleatoria lectura: 62, 63, 81, 80,71,79, 87, 97, 88, 89, 88, 106, 107,106,124, 142,143,134,142 Ahora todo lo que debía hacer era ordenar aquellas páginas en las que el extraño personaje se había presentado. Pero ahora el espacio ya se me había acabado, aunque no por eso, mis razonamientos no encontrarían donde depositarse. De tal manera obtuve el siguiente orden en la página 160: 62, 80, 71, 107 y 143 eran las páginas claves para seguir investigando. Todas ellas me devolvían el “8”, como era de suponer. Esto era lo que había advertido, sin darme cuenta que había un patrón lógico. Esto significaba que si estoy en la página 160 analizando estos datos, entonces al comienzo de la 161 volverá a contactarse conmigo. Pero también pude inferir que este no fue el único patrón lógico presente en el correlato de las páginas. Así, pronto descubrí que las imágenes que me representaban se hallaban en las páginas cuyos dígitos sumaban 9, así como mis respuestas impresas, puesto que no tenía voz. De la misma manera, observé que las páginas que recibieron todas mis conjeturas, cálculos y pensamientos, arrojaban “7”, como resultado de la suma de sus dígitos. También pude advertir, que dependiendo de las valencias de cada página, los avances o retrocesos de las mismas puede variar, según puede verse en este diagrama que pude volcar en la totalidad de la pagina 160:
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Valencia “6”
Valencia “7”
Valencia “8”
Valencia “9”
i) 62 69
70
78
v) 71 vi)
vii)
72
79 iv) 80
87 ix, xi) 88
96
ii) 63
iii) x) 89
90
viii) 97 98 105
xii,xiv)106
114 xv) 124
141
xvi,xix)142
132
133
150
151 159
99 xiii) 107 108
115 123
81
xx) 160
116
117 125
126
xvii)143
144
xviii) 134
135
152
153 xxi) 161 162
Con tal descubrimiento, no pude menos que sentirme satisfecho. Aunque entender el misterio, no ayuda a resolverlo precisamente. Pero de lo visto en este cuadro, pude deducir, además de lo mencionado anteriormente,
que en las
correlatividades de páginas, cuya suma es 17=1+7=”8”, es decir, en aquellas que se suman valencias “8” y “9”, siempre se manifestara este espíritu. Esto me indujo a realizar una asociación libre con la disciplina de la cábala, dado que me encuentro realizando esta clase de cálculos supersticiosos. Se ha dicho que el origen de la cábala da inicio cuando el Señor le entrega a Moisés, en el monte Sinaí, las Tablas de la Ley, además de comunicarle secretos y misterios encubiertos bajo enigmáticas formas, que después Moisés comunicó a un pequeño grupo de sabios hebreos.
108
Esta doctrina se ha dado a conocer principalmente, a partir del siglo xv, por el celebre teólogo y filosofo, Pico de la Mirándola, quien junto a sus partidarios la acogió y propagaron con verdadero entusiasmo. Según los cabalistas, dios ha establecido un numero de grados de analogía y subordinación entre el y los ángeles, entre estos y los astros, y entre los astros y los cuerpos sublunares. Los caracteres de esta relación se hallan impresos, en los símbolos, en las letras y los números, y ha revelado el modo y manera de aplicarlos para encontrar en ellos la relación existente entre todos los seres reales. Soy plenamente consciente, que mis divagues cubren mi ser, cual prenda de vestir lo haría con cualquier hombre. Pero ciertamente, ante la desnudez que me provoca la incertidumbre, prefiero aferrarme a aquellas ideas que puedan guardarme de la humillación de sentirme desnudo si no puedo manejar lo que no entiendo. Lo que también pude observar, es que dependiendo de la clase de valencia que identifique a la página en cuestión, ésta se adelantará o retrocederá según la siguiente formula general: x/x es página de valencia =6,7,8 o 9, donde la suma del posible avance y retroceso de la misma debe ser igual a 17, lo cual indicaría que el desplazamiento realizado por dicha página seria de valencia “8”. Esto quedaría mas claro, viendo los casos particulares, que han sido los patrones que he seguido yo en mi lectura:
109
Página de valencia "9" avanza 7 = "7" Página de valencia "9" retrocede 10= "8" Página de valencia "8" avanza 8="7"
Página de valencia "8" retrocede 9="8"
Página de valencia "7" avanza 8 = "6" Página de valencia "7" retrocede 9=”7” Página de valencia "6" avanza +10="7"
Página de valencia "6" retrocede-7="6"
También existen casos particulares, donde los avances se manifiestan con una valencia igual a “9”, es decir, hay un salto de páginas igual a 18, que se da porque busca la próxima página de la misma valencia, pero debe contar con la característica de ser par o impar, según de donde haya partido. Esa es la precisa razón por la cual el salto es el doble del común. De esta manera, si sumáramos los dígitos de este guarismo (1+8), obtendríamos “9”. Son casos particulares que pude percibir, en aquellos momentos en los que los saltos de páginas de una valencia a otra homóloga se manifestaban en la continuación de un dialogo, en los casos de valencia “8”; o bien en la concatenación de conjeturas e ideas plasmadas en aquellas páginas de valencia “7”, así cuando de una ilustración, pasaba a otra inmediatamente. Antes de finalizar con el reducido espacio de la página 160, intenté dejar impresa la pregunta que le haría a mi compañero de aquella indeseable noche. Pero por mas que mi intento fue persistente, el resultado fue evidente. Es decir, que no lo logré. De todas formas, ocurrió lo que la lógica indicaba. -Sr. Robbins, tal como pensé. Usted empieza a entender el mecanismo de nuestra interacción –pudo leerse en las primeras líneas de la pagina 161.
110
Sin saber como preguntarle, privado de mi voz y encima sin la página pertinente para imprimir mi pensamiento, me quedé absorto leyendo lo que había escrito poco antes. -No se preocupe Sr. Robbins, puedo percibir sus inquietudes e interrogantes – alardeó saboreando mi desconcierto-.Como usted ya se habrá dado cuenta, yo no soy mas que un espíritu sin paz. Ni siquiera puedo ser como aquellos espíritus que deambulan por la tierra, aunque no tengan un paraíso o infierno que los acepte – manifestó ahogando la angustia que lo torturaba-. No soy mas que un espíritu que merodea las páginas de la más triste historia que me ha tocado vivir. -¿Acaso tú eres un protagonista de la peste acontecida en el siglo XVII en Londres? –pregunté intrigado, palpitando que mis suposiciones se iban confirmando. -Así es. La peste se llevó consigo a mi familia, manifestando su crueldad al dejarme vivo sin siquiera poder acompañarlos. Viví el resto de mi vida sumergido en la depresión, tratando de olvidar lo que no se puede olvidar y deseando lo que no se debe desear –la muerte-. Y cuando finalmente morí, me convertí en un espíritu errante, sin destino –las palabras que páginas atrás parecieran tan orgullosas y sublimes, ahora se presentaban temblorosas y con manchas. -Pero... ¿Por qué puedes comunicarte conmigo y de esta manera? –pregunte sin imaginar la respuesta que obtendría. -Por alguna extraña razón, me enteré que un afamado escritor relataría los acontecimientos de tal trágico episodio, y nació en mí el deseo de ayudarlo con la información. Tal vez para afrontar el amargo recuerdo que vivía en mí. Si bien yo
111
era
un
viejo
para
aquella
época,
no
tenía
problemas
de
memoria
desafortunadamente. -¿Quiere decir que revivió cada detalle nuevamente? -Pregunté sabiendo que mi pregunta salía de los cánones normales de un entrevistador inteligente. -Sí, por supuesto. Pero lo que no mencioné es que ya estaba muerto para ese entonces... bueno, era un espíritu sin cuerpo, tal como ahora –expreso con una caligrafía más cercana a la excelsa que me había impresionado anteriormente -Eso significa que... -Sé lo que esta pensando Sr. Robbins. –prosiguió en la página 179-. Pude comunicarme con el Señor Defoe de la misma manera que con usted. En todas aquellas páginas cuyos dígitos sumaran “8”. En un comienzo se sobresaltó por mi presencia, pero poco a poco nos empezamos a entender, y trabajamos muy bien en equipo. -¿El hecho de que nuestros nombres equivalen a 8 hizo posible que nos pudiera contactar? -Esta en lo correcto, Sr. Robbins. El número 8 es un símbolo de mi triste paso por la vida. Así como lo que nos permite comunicarnos. -Creo que no entiendo muy bien –atiné a expresar con sorpresa -Todos los espíritus que abandonamos nuestros cuerpos, respondemos a un número simbólico que nos identifica. En mi caso, desde la composición de mi nombre he sido signado por este número que no es mas que la representación de lo “infinito” si lo voltea 90°. Infinito ha sido, y sigue siendo mi sufrimiento, así como la memoria de aquellos amargos momentos que usted ha leído en las páginas del señor Defoe. 112
-Si bien conozco la historia, no he leído el libro en su totalidad. Creo que usted sabe muy bien porque. –Respondí con un cierto dejo de reproche -Entiendo que usted pueda estar un tanto molesto conmigo, Sr. Robbins. Pero créame que no es nada fácil para mí estar atrapado en la remembranza de los días más terribles de mi vida –enfatizó su respuesta con sendos signos de admiración. -Dígame, ¿cómo fue que quedó atrapado en el libro?-pregunté creyendo que me acercaba al final del enigma. -Como bien le dije antes, mi sufrimiento es y será infinito. Esa es la marca de mi desgracia. A medida que avanzaban las páginas, yo sentía cada vez mas que el nefasto pasado se iba convirtiendo en este insoportable y eterno presente que sigue aquejándome. El problema se suscitó por la conjunción de equivalencias “8” en una misma página. Usted bien sabe que mis manifestaciones son en las páginas cuya valencia es “8”. Esto significa que si me manifiesto en esta clase de páginas, el valor de mi nombre y la página es de la misma valencia. Por ende, no hay problema alguno. -¿Usted como se llama? –pregunte para saciar mi curiosidad -Por ahora puede decirme H.F. No hace falta saber mas, Sr. Robbins. -Entonces... ¿Qué fue lo que le ocurrió? –continué preguntando, queriendo llegar al fondo de la cuestión. -Si usted observa bien la ultima página del libro, se dará cuenta que en esa página son muchas las valencias 8 que se aglutinan ahí. Pues, ese fue el desencadenante de que el libro me absorbiera y me hiciera su prisionero... -
113
interrumpió
su relato para luego continuarlo en la página 197-.Cuando
terminemos el recorrido de estas páginas comprenderá lo que le digo. -¿Cuándo terminemos? –pregunté, no sin sentir cierto estremecimiento. -¿Qué es lo que usted quiere de mí?. ¿Acaso quiere llevarme a la dimensión que me mencionó al principio? –seguí preguntando temiendo que lo peor, no había sucedido aun. -Cálmese Sr. Robbins, debo admitir que no fue muy correcta la manera de llamar su atención cuando me presenté ante usted. Discúlpeme, creo que perdí la compostura cuando noté que su valencia de designación era igual a la mía. Ya le he dicho que yo estoy aquí por ayudar a redactar este relato al Sr. Defoe..... -Eso ya lo sé –interrumpí bruscamente, sin sentir complejo alguno ante la falta de modales que mi buena madre me había inculcado desde pequeño-. Entonces, como mi valencia de designación es de 8, al igual que la suya, supone que yo lo podría ayudar. -Así es mi estimado Sr. Robbins. Yo he sido absorbido por estas páginas por puño y letra del Sr. Defoe. Quizás usted, pueda romper este maleficio cuando llegue a la última página. -Pero yo no se como podría ayudarlo –me expresé tratando de ser convincente. Pero no hubo respuesta alguna de parte de mi interlocutor. Por lo tanto, traté de apartar mi vista del libro por un instante. Y me asomé por la ventana, no pudiendo contener un grito de incomprensión, dado que no podía dar crédito a lo que veían mis ojos: desde mi edificio pude distinguir claramente, que a su alrededor se levantaba una aldea, cuyos aldeanos simulaban –o mejor dicho, parecían ser- aldeanos del siglo XVII. 114
-¿Debo suponer que ya estoy en la otra dimensión que H.F. me había mencionado? –me pregunté a mí mismo, temiendo que esa fuera la respuesta. Hallándome hundido en lo más profundo de mi desconcierto, medité la situación y decidí que lo más conveniente sería analizar todos los elementos de los cuales disponía, y así dilucidar todos los patrones de esta funesta experiencia. A esta altura, ya sabía claramente las valencias de las páginas, así como los posibles saltos de páginas que podría tomar. Pero aun faltaba conocer el significado oculto de algunos elementos, que en un principio me fueron desapercibidos. De este modo, aparecieron en la página 196, bajo el impulso de mi mente, tres cosas que ya había leído antes: 4 de septiembre, epidemia, y “Oh, muerte, muerte, muerte” Ya antes había descubierto que “epidemia” tenia valencia “8”. Así que procedí a descubrir la valencia de los dos elementos restantes: 4 de septiembre: 4 4.5 1.5.7.2.9.5.4.2.9.5
4 + (9)
+ (49)=62=”8”
Oh, muerte, muerte, muerte: 6.8 4.3.5.9.2.5x3 =14 + (28x3) =5+84= 5+3 “8” 5+ (8+4)=17=”8”
Al determinar que los tres elementos tenían en común la misma valencia, supe que lo que H.F. me quería mostrar es que todo lo que responde al valor 8, tiene una subsiguiente connotación de lo infinito. Es decir, la epidemia que lo llevo a él a un sufrimiento y recuerdo infinito de aquellas miserables muertes, que no dejan de ser identificadas con el infinito cúmulo de malestar y terror que provoco en aquellos testigos como H.F. Pero... ¿el 4 de septiembre?... ¿No me querrá decir que es el día que desapareceré en lo infinito de esta dimensión? 115
Aún aturdido por la abrumadora cantidad de conjeturas desplegadas en la página 196, observé un leve movimiento de páginas; la pagina 187 seguía acaparando mis divagues, pero lo extraño sucedería en la 186... “La ventana”- pude leer al inicio de la página. Con no poco nerviosismo, me acerqué a la ventana para presenciar uno de los espectáculos más terribles que pueda recordar. Un hombre totalmente desnudo, cantando y bailando por las calles, como en trance, víctima de un tormento atroz provocado por infames bubones prominentes en su cuerpo. Ante tal manifestación de sufrimiento y locura, no pude menos que alejarme de la ventana, con la única esperanza de alejar de mi mente aquellas infaustas imágenes. Pero en la confusión de mi mente se atisbaba un interrogante, que se plasmaría en la página 187, para dar inicio a una serie de razonamientos y conclusiones que no hallarían respuesta, sino en lo fecundo de mi imaginación. Mas, ¿qué se puede esperar de un cerebro agotado por la incertidumbre? Me inquietaba no entender porque en la página 186, que es de valencia 6, apareció ese mensaje que me indujo a mirar por la ventana. Puesto que, H.F solía comunicarse por medio de las de valencia 8. Por un instante pensé que al tratarse del numero 6, cuya condición de numero perfecto, según Euclides; podría encontrar la respuesta aliviadora. Mientras estas cuestiones me atosigaban, las páginas avanzaron hacia la página 195, donde nuevamente pude vislumbrar un mensaje. En este pude leer lo siguiente: “peste bubónica”. Por consiguiente, ya sabía lo que debía hacer. Sin mas preámbulos, comencé a asignarle sus equivalentes numéricos a ambas palabras: 116
Peste: 7.5.1.2.5=20;
bubónica: 2.3.2.6.5.9.3.1=31 Por
lo tanto, de la suma
obtenida de ambos guarismos obtuve el valor 51, a su vez, de la suma de estos dígitos (5+1), pude descubrir que su valencia era 6. Si bien no entendía que podría significar este enigma, supuse que lo más conveniente seria dirigirme hacia la ventana, y quizás así, podría obtener alguna pista. Ante la intimidante imagen del marco de la ventana, aun sin imágenes, me preguntaba con que horrorosas escenas me encontraría. Pero la mejor manera de averiguarlo era acercándome, aunque mis piernas no pensaban lo mismo, así como tampoco mi amilanada hombría. Resuelto a confrontar mis temores, me dirigí a la ventana, pudiendo observar como las puertas de diversas viviendas, algunas de marcada pobreza, mientras que otras no tanto; eran marcadas por cruces rojas, supongo que señalando aquellas que se encontraban infectadas, para luego ser clausuradas. Era angustiante oír los llantos y gritos de aquellas personas privadas de su libertad, aun cuando se trataba de evitar males mayores para el resto de la población. Nuevamente, presa del pánico que me provocaba ser testigo de dicha escena, me encontré alejado de la ventana, dispuesto a retomar la lectura. El libro develó las páginas 188 y 189, mas no ocurrió lo que yo esperaba, es decir, H.F. seguía sin dar señales. Tan solo pude observar puntos suspensivos en la página 188, pudiendo así, interpretar que H.F. no tenía nada que decir, o que no querría comunicarse conmigo. Debo admitir, que esta segunda posibilidad me alarmaba, aunque no supiera por que razón lamentaba su incomunicación. Puesto que esta página no tenía mayor importancia, detuve mi vista en la 189, en la cual se veía 117
una imagen bastante perturbadora: yo me encontraba en medio de la aldea que había visto por la ventana. Esto me llevó a pensar nuevamente en la incógnita del número seis como portador de algún tipo de mensaje. Ya había entendido que los mensajes adquirían diversas formas, los recibía directamente en forma escrita de H.F en las páginas de valencia 8, o en forma de ilustraciones, en las de valencia 9, como ahora en la página 189. Pero los mensajes de valencia 6 eran mas reales. Y esto me hizo pensar que se trataba de un numero perfecto, ya que se trataría del portal que podía unir ambas dimensiones en un punto, en una recta, o tal vez en un espacio, a través de mi ventana, en combinación con las páginas de valencia 6 del libro, generando así un espacio intemporal para quien dispone de dichas herramientas, es decir, yo. Pero la verdad de este enigma no puedo brindarla yo, mas si puedo suponer que estoy atrapado en alguna dimensión, mas me veo privado de mi comprensión para entender como salir de aquí. Sabiendo que si quería que esto acabe, debía terminar el libro cuanto antes. De esta manera, el libro dio vuelta sus páginas, deteniéndose entre la 206 y 207. Al ver la valencia de la primera página, creí que H.F se manifestaría nuevamente. Pero eso no fue lo que ocurrió, sino lo que hacia ya bastante no sucedía: en la página 207, surgió una imagen mostrando la aldea alrededor del edificio, que yo había visto por la ventana. Demás está decir, el sobresalto experimentado por mí. No por la escena en si, sino por sospechar que ya era parte de ese libro. Absorto en mis cavilaciones, perdido en un sinfín de interrogantes, fui llamado a la realidad –suponiendo que la realidad fuera lo que no estaba sucediendo en mi departamento –por gritos y llantos provenientes de afuera. Me 118
asomé a la ventana sin poder ocultar mi sorpresa al descubrir en las calles el carro de la muerte, que debería llevar unos veinte cadáveres; pero lo peor era revivir la angustia de aquellos aldeanos que debían entregar los cuerpos de sus seres queridos carentes de toda vida. Un instante después, pasmado por la congoja, me retiraba de la ventana para proseguir con la lectura interrumpida. Una vez más, las páginas del libro giraron rápidamente hasta detenerse entre la 224 y la 225. Sin embargo, H.F. no daba señales de vida... ¡perdón! Quise decir que no se comunicó conmigo. Evidentemente, seguía avanzando solo por aquellas páginas que contenían ilustraciones, y la 225 no sería la excepción. Pero esta en particular logró infundir en mí una espantosa sorpresa. Todas las imágenes anteriores, representaban escenas del presente que me venia aquejando; pero lo que creí ver en esa ilustración, aun no había ocurrido, o eso era lo que yo suponía. Ahí estaba yo, de cuerpo entero, luciendo prendas de un aldeano corriente del siglo XVII...... Y aunque creí que no podría moverme por el asombro, seguí sorprendiéndome a mí mismo porque un minuto después, el espejo me devolvía mi propia imagen ataviada con las mismas prendas del dibujo. -Debo tomar aire –dije al tiempo que me dirigía nuevamente a la ventana Pero mi sorpresa fue aun mayor cuando descubrí, que mi ventana dejó de ser la del departamento del octavo piso, en que yo vivía, para convertirse en la de una casa mas en aquella aldea. Creía que me estaba volviendo loco, no podía seguir viendo por la ventana la dimensión donde irremediablemente ya estaba atrapado. Así que voltee, dándole la espalda a la ventana, suponiendo que la visión de mi apartamento me devolvería a mi mundo. Pero evidentemente, yo ya 119
no estaba mas en mi domicilio. Al menos las hoscas paredes de barro de la casa, así como la falta de corriente eléctrica, sustituida por un candelabro decían lo contrario. En ese instante, sospeché lo inevitable. Ya había ayudado a escapar del relato a H.F., dado que había dejado de aparecer desde la página 197. Y en su lugar yo estaba ocupando un lugar de privilegio en el relato de Daniel Defoe. Pero aun no había llegado a la página 233, en la cual finalizaba. -¡Maldito demonio, no te saldrás con la tuya! –exclamé alzando mi voz-. ¿Cómo es posible? Ahora puedo hablar sin problemas. Eso quiere decir que indudablemente ya estoy dentro de la presagiada dimensión. Las páginas parecieron escuchar mis gritos, y voltearon deteniéndose entre la 232 y la 233. Si bien, yo sabía que en la página 233, a quien le correspondía la palabra era a H.F. Pero este ya se había ido. De esta manera, comencé a analizar los diferentes elementos que componían la página, y observé que estaba transcripta la ultima página de “Diario del año de la peste” donde al final se podía leer: “Una terrible peste hubo en Londres En el año sesenta y cinco Que arraso con cien mil almas ¡Y, sin embargo, estoy vivo! H.F “
En la página 232 comenzaron a imprimirse mis pensamientos. Volcando de esta manera aquellos elementos de valencia 8. Por lo tanto, pude inferir que de la suma de los dígitos de la página 233 es igual a 8. La H en el alfabeto
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numerológico vale 8. Así como la sumatoria de las equivalencias obtenidas en los versos aportados por H.F. también valen 8. -Maldito seas, volverás a este condenado lugar. Lugar del que no tendrías que haber salido.-exclamé a viva voz, al tiempo que tomaba una lapicera y escribía mi nombre debajo de las iniciales H.F. No sé muy bien que fue lo que ocurrió, pero de improviso me vi en un suntuoso apartamento, observando a un anciano finalizar de escribir algo que parecía ser la última página de una novela o algo por el estilo. Este, al parecer sin percatarse de mi presencia ordenó todas las hojas de las que constaba la obra; y horrorizado pude vislumbrar, al tiempo que me sumí en la mas profunda oscuridad, el siguiente título: “La desaparición del Sr. Robbins” por Herbert Finlay
FIN
121
Si querés, voy yo... Por: Selvático
N
unca hubiera podido imaginar que al ingresar a ese Banco me sucedería lo que me sucedió. Por eso deseo relatarlo, para que otros no tengan que sufrirlo.
Al entrar, un señor, aparentemente de Informes, muy amablemente me consultó a donde deseaba dirigirme. - Voy a Suscripción de Inversores. - Muy bien. Siga el pasillo derecho y doble en la segunda entrada a la izquierda. Cuando se encuentre con una escalera, no la suba o saldrá al edificio de la Intendencia. Siga por el costado, baje los escalones y se va a encontrar con un ascensor. - Lo tomo. - No. Ese es el Montacargas. Siga por el pasillo y entonces encontrará dos ascensores. Cualquiera la lleva al piso 25. Allí le indicarán. - Gracias.- Pronuncié muy débilmente y no muy convencida de haber entendido el camino a seguir. Pero debía llegar a esa oficina. Así que me armé de valor y comencé mi caminata. El problema se originó al llegar a la segunda entrada a la izquierda. Estaba clausurada por no se que arreglo. Así que, en ese sitio, un señor muy amable me
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explicó que podía seguir derecho y en el quinto pasillo, no estoy del todo segura si era el quinto, doblara a la izquierda y al final del mismo encontraría un ascensor. - Con ese llego. - No señorita. Por ese usted va al piso 22 pero del edificio “Juan José Paso”. En ese va a encontrar un corredor que comunica el piso 22 con el 18 del “Hernandarias”. En ese sitio toma el ascensor y sube al piso 29. Al bajar debe ir al pasillo tercero a la derecha del ascensor que la comunica con el piso 27 del “Belgrano”. Deberá entonces bajar hasta el piso 25 y en ese lugar le indicarán. Me debo haber quedado varios segundos con la boca abierta, en algún tipo de ridícula mueca, pues el hombre se fue protestando entre dientes que para que le preguntaban si después ni las gracias le daban. Inspiré hondo y traté de avanzar por ese laberinto bancario. Cuando llevaba algo así como media hora subiendo y bajando por distintos ascensores, jamás tome el mismo dos veces, me senté en un sillón de un pasillo bastante desolado. Ya comenzaba a preocuparme pues debía salir de ese lugar con el trámite realizado y poder llegar a mi turno con el médico. De pronto un muchacho paso por el lugar. Me incorporé y le pregunté por la oficina que buscaba. - Lo siento flaca. Yo no soy empleado. Estoy buscando el edificio “Dorrego” desde hace una hora y media y ya no tengo la mas remota idea de donde me encuentro. Inclusive intenté llegar a la salida y volver a comenzar. Pero lamentablemente no encuentro ninguna de las que se supone tiene el Banco. - ¡Pero esto es increíble! Estamos atrapados aquí dentro. -
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- No seas tan pesimista. Tal vez encontremos a un empleado que tiene que volver a su casa y nos diga como salir de este embrollo. Decidimos que cada uno tomaría uno de los dos pasillos que comenzaban al final de ese pequeño descanso. Así lo hicimos y como si fuera una película repetida me encontré nuevamente subiendo y bajando escaleras y caminando por largos e interminables pasillos. En una de esas tantas vueltas me encontré con tres hombres y dos señoras. Ellos estaban vestidos de Gauchos. Estaban sentados en el piso tomando mate. Me acerqué esperanzada, aunque algo incrédula por el cuadro gauchesco, por si podían indicarme algo para salir. - Lo sentimos mucho pequeña. Nosotros llegamos hace un día al Banco por un crédito agropecuario. No pudimos encontrar la oficina que veníamos a buscar y tampoco pudimos salir. Suerte que yo traía el equipo de Mate preparado con un termo de los que se enchufan a la electricidad, no salgo a ningún lado sin el, y estamos tomando algo. ¿Querés uno hijita? - No, le agradezco. ¿Pero no pasó nadie? – Pregunté desesperada. - Si te referís a empleados del Banco, no, ninguno. Pero tenemos esperanzas de que en algún momento encontremos a algún mocito de este lugar y nos ayude a salir. Mientras tanto descansamos un poco. - ¡Pero esto es inconcebible! ¿Cómo puede ser que nadie de las personas que se supone nos deben indicar a donde debemos ir no sepan nada de nada?- Desde ayer pienso en eso y he forjado dos hipótesis. – Comenzó diciendo el Gaucho que cebaba mate. – La primera es que no tienen idea de la disposición de las oficinas del Banco y por lo tanto se quedan cerca de las salidas para poder 124
regresar a sus ranchitos. La segunda es que este inmenso granero puede estar ubicado en alguna especie de intersección cósmica que hace que diariamente las posiciones de las distintas oficinas cambien de lugar en el espacio. La verdad no sabía si estaba soñado o era C o - estrella de una película de misterio. Saludé a esos extraños gauchos y continué caminando un largo trecho. Pasados varios minutos llegue a lo que parecía ser un hall muy grande. “Un claro” pensé. Como cuando uno se pierde en un bosque. Me situé en el medio y con todas mis fuerzas grité: - ¡Cómo puedo salir de este lugar! – Mis palabras retumbaron por las cuatro paredes y se metieron por los pasillos. Como por arte de magia escuché a alguien detrás de mí que me decía en tono ofuscado: - ¡Señorita no grite! Esta es la biblioteca del Banco y se necesita silencio.Terminado de decir esto salió por la puerta que tenía detrás cerrándola. Corrí enloquecida tras el empleado y abrí la puerta. Mi desconsuelo fue tremendo. Dentro había otras cinco puertas en abanico y ninguna indicaba cual era la de la biblioteca. Me senté en el piso un rato y sollocé como una bebita. Ya comenzaba a temer que esto no tendría fin y jamás podría salir de ese endemoniado lugar. - ¿Qué puedo hacer?- Me pregunté a mi misma. Decidida me incorporé, me puse delante de las cinco puertas y apuntando con el dedo índice elegí de la forma más clásica. - “DE TIN MARIN DEL DOPINGÜE LA CUCARAMATARA TITIRIJUE” – Cuando el destino eligió una, la abrí y entré. No era la biblioteca, pero al menos, al final del largo pasillo, pude ver a mis “amigos” los ascensores. Tomaría uno hasta la planta baja del edificio y seguramente, desde ese lugar, se me haría más fácil 125
encontrar la salida. Ya, a esa altura, comenzaba a sentir síntomas de claustrofobia. Corrí alegre hacia ellos y al llegar pegué un grito desgarrador. Los dos estaban con el cartelito de “Ascensor en reparación”. - Me arrodillé desconsolada. Esto ya era trágico. Para colmo no había ventanas como para poder salir por ellas e intentar ganar la calle como una andinista. Estuve un rato sentada y al levantarme me apoyé con fuerza en una pared. ¡Oh sorpresa! No era una pared. Era una especie de portón disimulado y al abrirlo había una escalera con un cartel en la pared que especificaba: “Escalera de servicio”. La verdad, me entusiasme bastante. Era mi primer golpe de suerte dentro de ese monstruo insaciable que no permitía escapar a sus víctimas. Comencé a recorrer las escaleras cuesta abajo. Según mis cálculos, debía haber bajado entre 15 o 20 pisos, aunque no con mucha seguridad. Durante todo ese tiempo no vi a nadie. Ni empleado, ni visitante. De pronto pude observar una puerta. Era la primera que parecía no estar disimulada como continuación de la pared. Abrí la misma y me encontré en una gran sala en donde había mesas y sillones de estilo antiguo. Pasé, y a pesar de sentir una inquietante sensación de haber viajado en el tiempo hacia el pasado, me acerqué a uno de los sillones y me senté a descansar. Al rato apareció una joven con cara de gran angustia. - ¿Qué te sucede? – Le consulté preocupada. - Vine a entregar unos papeles por unos Bonos de la empresa en donde trabajo, es la primera vez que vengo ya que el empleado que se encarga de estos
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trámites está enfermo. Entré a las 10 de la mañana y todavía estoy aquí sin poder salir. Hace un buen rato que no veía gente. - ¿Pudiste entregar los papeles? – Pregunté - Si. Me perdí al salir de la Oficina. - Has tenido mas suerte que yo. La esperanza de completar mi trámite la perdí hace rato en no se que pasillo.- Realicé una pausa suspirando y le consulté: - ¿No pudiste regresar al Departamento y que un empleado te acompañara? - No. Porque yo tomé el ascensor, pero se descompuso antes de llegar a planta baja y me hicieron bajar en el piso noveno. En ese lugar encontré un mozo y me dijo que como no tenía casa en donde vivir lo hacía en la cocina de ese piso del Banco. Por esa razón nunca se preocupó en averiguar como hacer para irse. Además, las autoridades ni siquiera le preguntan como es que vive en las Instalaciones. De hecho, me dijo que jamás vio a las autoridades. Le pedí a Cecilia, así se llamaba, que nos quedáramos juntas para seguir adelante, haciéndonos mutua compañía. Le comenté mi anterior encuentro con un muchacho y que al separarnos no volví a saber más nada de él. Mientras caminábamos por los interminables pasillos, estilo laberinto del Rey Minos, recordaba tristemente como esa mañana mi hermano se había ofrecido para ir en mi lugar: - ¿Querés que lo haga yo el trámite? – Me había preguntado. - No Esteban. Yo tengo que ir al médico después. Así que me da lo mismo salir un rato antes de casa. - En serio. Si querés, voy yo... – repitió insistentemente. - No. No te preocupes. – Le respondí como bondadosa hermana. 127
Una inmensa sala circular me regresó a la realidad. Pero lo realmente increíble era que había un mostrador y detrás del mismo... Un hombre... Y sobre el mostrador... un cartel que decía “Informes”. Corrimos desesperadas hacia él y le preguntamos en tono agradecido: - Gracias a Dios. Ya no sabíamos que hacer. Llevamos horas sin poder descubrir una salida de este endiablado lugar. ¿Podría indicarnos la salida? - Como no.- Respondió muy amablemente y con una extraña sonrisa en sus labios. Y agregó: - ¿Me permiten los papeles de salida? Creo que no respondimos muy rápido. Miré con ojo clínico al sujeto e intenté averiguar: - ¿Qué papel? - El de salida.- Respondió muy seguro y agregó: - En las oficinas donde estuvieron les entregaron un papel para poder retirarse, firmado por el Jefe de Sección.Eso fue el colmo. Exaltada grité con desesperación: - ¡Qué oficina! Yo no pude llegar a la sección donde me tenía que dirigir y ya no me interesa encontrarla. ¡Sólo quiero salir de este manicomio! Cecilia, algo mas calmada, me tomo del brazo para frenarme y en tono conciliador comentó: - Señor, yo si estuve en el Departamento al cual me habían enviado. Pero el empleado que me atendió no me dio ningún papel. Y tampoco mencionó que lo necesitara. - Debe ser un empleado nuevo, señorita, y por tal razón no conoce las estrictas reglamentaciones del Banco. Yo no puedo permitir que ustedes se retiren del 128
Banco sin la debida autorización. – Nos respondió pausadamente y sin quitar de sus labios esa extraña y estúpida sonrisa. Suspiré profundamente, me calenté mis manos con el aliento de mi boca y en forma lo mas calmada y amable posible le relaté al señor que tenía delante todo lo que me había sucedido desde mi llegada a ese siniestro lugar. Al finalizar mi relato, le consulté, si a él le parecía que después de semejante odisea era necesario que le presentáramos un ridículo papel firmado. - Lo considero muy necesario señorita. Yo respeto las leyes del Banco y no pienso dar un paso al costado y mirar para otro lado. Hay muchos infractores en este lugar que permiten esquivar las leyes como para que yo me convierta en uno mas. Lo siento pero sin la debida autorización no se pueden ir. Buenas tardes.Terminado de decir esto, borro su sonrisa de la cara, se dio media vuelta, abrió una puerta que tenía detrás, salió y cerró de un portazo. Bien se ve, nos quedamos unos segundos mudas de la sorpresa. Al reaccionar vociferé: - ¡No puede ser! ¡Este engendro Anti biológico de ser humano me va a escuchar! Voy a seguirlo y le cantaré unas cuantas.- Cecilia me frenó y con sabiduría oriental me dijo: - De que te va a servir. Insistirá en sus reglamentos. Con las cosas que hemos visto hoy, ya me parecer verlo moribundo en el campo de batalla repitiendo en un susurro: “Mi número de legajo es 0909 y mi rango Auxiliar de Información. No diré otra palabra de acuerdo a la convención de Bancos firmada en Monrovia”. Miré a Cecilia y no pude menos que reírme. La ocurrencia no estaba lejos de la realidad. 129
- ¿Qué hacemos ahora? - Realmente no lo sé Cecilia. Volver a las oficinas no podemos. - Obvio. - Ni siquiera se donde están las benditas oficinas. Pero tampoco podemos darnos por vencidas. Seguiremos adelante hasta triunfar.- Exclamé con el brazo en alto y riéndome para tratar de ocultar mis nervios. Seguimos subiendo y bajando por horas, hasta que Cecilia me informó: - Faltan dos minutos para las cinco y cuarto. Es la hora de salida de los empleados. - Es cierto. – Afirmé resignada. – Ya no podré ir al Médico. Tendré que dejarlo para otro día. ¿Tendrán médicos dentro de este edificio? - Yo no se como voy a explicarle a mi Jefe que no podía salir, no se... En ese momento le pedí silencio a Cecilia. Estaba escuchando algo así como un murmullo distante. Mientras intentaba concentrarme para poder escuchar mejor, observé que un reloj, que estaba en una pared, daba las cinco y cuarto. Realmente, aún hoy, no sé como sucedió. Por arte de magia comenzaron a salir oleadas de personas de todas partes gritando incoherencias. Lo máximo que llegué a descifrar fue: “Por fin se termino el día”. Sin saber como me sentí arrastrada por esa marea humana, por esa tromba huracanada que salía en todas direcciones. Perdí a Cecilia, a pesar de mis esfuerzos por mantenerme a su lado. Estaba casi perdiendo la respiración cuando alcé la vista y me encontré en la calle. Los empleados, de alguna manera, me habían empujado hacia ella. No se si por una puerta o atravesamos una pared. Pero estaba a salvo por fin. Intenté buscar a Cecilia y la encontré a unos pasos de mi. 130
- ¿Estás Bien? - Si, gracias. Estamos afuera... ¿No es así? – Y agregó: - ¿No es una ilusión óptica? - No Cecilia, salimos. Nos fuimos caminando juntas hasta la parada del colectivo. Antes de doblar en la esquina. Mire para atrás y observé el frente del edificio, del maligno edificio. Puedo asegurar que el condenado reloj de la fachada se rió.
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SOÑAR CON LA MUERTE PUEDE RESULTAR PELIGROSO Por: Piricho
M
is fuerzas están llegando a su límite. El filoso borde del abismo me desgarra la piel de los brazos, mientras mis manos aprisionan desesperadamente el tallo seco de un
arbusto, que lentamente va cediendo a su entierro. Trato de trabar mi mentón contra una pequeña saliente, pero no puedo. El viento caliente que asciende desde el río de lava que corre a unos cincuenta metros debajo de mis pies, insiste en hacerme sentir su presencia, aunque no sea necesario. El sudor, provoca que una de mis manos se desprenda de su enclave salvador. Araño el polvo intentando alcanzar nuevamente el arbusto, pero mis movimientos y estertores, no hacen más que aflojar sus raíces muertas. Pienso en la horrible posibilidad de caer. Sin lograrlo, intento alejar de mi mente un pensamiento que me petrifica: ¿Qué sentiré mientras me hundo en la piedra incandescente? ¿Me desintegraré al instante de tocar la lava, o el sufrimiento será hondo y paulatino? Aún me resta
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una posibilidad y trataré de aprovecharla. Me concentro, debo lograrlo, de ello depende mi existencia. Cierro los ojos. Dejo de ver aquel paisaje que se extiende entra grises y rojizos, para focalizar mi atención en un solo objetivo. Creo que lo lograré... Al fin, empapado, logro despertarme nuevamente. Esta reiteración de pesadillas que me golpea con insistencia, no me permite descansar. He consultado un psiquiatra, por miedo a perder la cordura, ya que cada vez me resulta más difícil conciliar el sueño. Temo por mi vida, pues no sé que sucedería si no logro despertar a tiempo, tampoco estoy ansioso por averiguarlo. Sumado a mis problemas personales, ahora sufro también por estar exhausto. Mi cuerpo ya no soporta la tensión y el agotamiento, mientras mi analista dice, con admirable simpleza, que todo es consecuencia de lo mismo. Me siento en la cama y veo como mi esposa duerme con placidez, soñando probablemente con algo que prefiero no confirmar. Otra vez lo mismo, levantarme, bañarme para que junto a la transpiración, el agua se lleve por el resumidero la sensación de que le muerte estuvo nuevamente a punto de alcanzarme. Luego, me preparo yo mismo el desayuno. Recuerdo que en los primeros años de nuestro matrimonio, Marisa se levantaba conmigo todos los días, me servía un café con tostadas recién hechas, acomodaba mis papeles, y me acompañaba hasta la puerta, desde donde me saludaba con una sonrisa, ansiando ya mi regreso. Hoy las cosas han cambiado, y creo que nadie puede comprender el hastío que esta rutina solitaria me produce. Nuestra vida en común es sólo cuestión de costumbre, a la que se suma la comodidad que le produce a Marisa tener quien la mantenga. Sólo eso. Durante los primeros tiempos buscamos un hijo que no llegó. Los análisis que nos hicimos 133
dicen que no es por mi culpa, pero ella no pierde la oportunidad de echármelo en cara, como si no fuera yo quien sufre más esta tristeza. Al manotear el picaporte de la salida, Marisa me grita desde la pieza: - Acordate que hoy es viernes, y vienen a comer Walter y Lidia... Walter, por supuesto, quién más. Mi agradable vecino. Sé a la perfección lo que pasa entre ellos, aunque no pueda demostrarlo. Tampoco lo preciso. Sus miradas, sus charlas en la vereda, sus invitaciones recíprocas a cenar, aún cuando Marisa no muestre mayor interés en intimar con Lidia. Es más, no pierde la oportunidad para criticarla. Yo no sé que hace Walter con una mujer tan insípida, él es un hombre tan... dice Marisa cada vez que los despedimos, sin completar jamás la frase ¿Tan qué? ¿Tan qué, más que yo? ¿Pensará Marisa que no la merezco? Con seguridad a esta altura de nuestras vidas, su opinión se ha volcado en mi contra. Pero... ¿Por qué ella no me pide el divorcio? ¿Por qué no nos separamos? Ella por comodidad. Yo por este humillante amor que aún siento. Porque ya perdí la dignidad, pero me resisto a perderla a ella. El día transcurre como cualquier otro. Un bamboleo acotado, que va desde el letargo constante que me produce mi falta de reposo, hasta la pereza que me induce un trabajo en el que sé que cualquier esfuerzo por avanzar resulta inútil. Vuelvo a casa temprano. Las ventanas de nuestros vecinos están cerradas, indicando que ellos no han vuelto todavía. Entro. El living esta impecable y la mesa preparada. Un casi imperceptible olor a comida, corta la fragancia a violetas con la que Marisa rocía la casa cuando esperamos invitados. Sobre todo a Walter que repite hasta el cansancio la misma cursilería: ¿De donde sale el olor a
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violetas, si en esta casa solo veo una rosa?. Marisa le regala una sonrisa y una caída de ojos. Lo de ellos es repugnante. Lo mío es patético. Marisa me recibe con un gentil: Tratá de no ensuciar, que esta todo ordenado. Me ofrece la mejilla como una graciosa concesión, para que le dé un beso. Cierro los ojos y me deslizo hasta su cuello. Mi intención es clara. Ella se corre y me indica que me bañe. Tenés olor a cigarrillo -me dice- Ah, y apurate por que yo todavía me tengo que arreglar. Cuando nos preparábamos esperando visitas, solíamos escuchar música. Hoy el único sonido que se oye, es el del secador de cabello. La veo mirarse al espejo y deduzco que no usa el aire caliente para secarse el pelo, sino para inflar su vanidad. Está radiante. Se acomoda el escote y sonríe lujuriosa. Sé que no piensa en mí. Suena el timbre y Marisa corre a abrir la puerta. Escucho un beso sonoro. Es el que le da a Lidia, cargado de chispeante falsedad. El otro, aquel con recibe a Walter, es mudo, oculto, como su relación. La cena transcurre entre temas tan banales como aburridos. Lidia se ríe sin saber lo que sucede. No le tengo lástima, ella es tonta y no advierte la realidad, yo en cambio soy deshonesto, poniéndome excusas para no reaccionar. Soy consciente de ello y lo lamento. Walter apura la cena, porque debe llevar a Lidia al aeroparque. Viaja para ver a su madre y estará fuera dos semanas. Marisa, diligente, comienza a levantar los platos. Advierto la lascivia de sus miradas que se cruzan. Saben que son dos semanas para ellos. Marisa busca una excusa para no perder tiempo. Dice que al otro día a la mañana temprano, se levantará para ir a la peluquería. La trama está lista. Me quedo con Lidia en el comedor, mientras Marisa y Walter llevan las cosas a la cocina. Entre el ruido de los platos estallan 135
sus carcajadas. Ya están gozando lo que les espera. Los despedimos. Marisa insiste como siempre: Yo no sé que hace Walter con una mujer tan insípida, él es un hombre tan... Odio que jamás termine esa frase. Odio la incertidumbre. Nos acostamos. Ella trata de alejarse de mí todo lo posible. Ya no me importa. Ahora comienza otra lucha. Tengo que dormir, y tratar de descansar. Tengo que vencer el temor a otra pesadilla, y a no poder despertar. Marisa se durmió pronto. Claro, debe levantarse temprano para ir a la peluquería, es decir a encontrarse con Walter. Trato de poner mi mente en blanco, no sé cuanto tiempo ha pasado desde que cerré los ojos intentando conciliar el sueño, pero ya empiezo a pensar en forma desordenada e incoherente, signo inequívoco de que estoy ingresando al limbo onírico... ...Mis pensamientos son ahora más claros. Sin duda, ya estoy viviendo en sueños. Me encuentro en un patio colonial, probablemente a principios del siglo XIX. Hubo un levantamiento popular, y los soldados se mueven con impaciencia a pesar de que la rebelión ha sido sofocada. Corren de un lado al otro, entre gente de diversa condición, que se ha refugiado en esta especie de ciudadela fortificada. Las mujeres aprietan contra sus largos vestidos a los niños, que tratan de sacarse las manos de sus madres de sobre los ojos. Ellas intentan impedir que vean lo que va a suceder. Los cabecillas de la conjura deben ser castigados de manera ejemplar. En un palo se encuentra atado uno de los rebeldes, sin venda en el rostro. A unos quince pasos, se acomodan los seis fusileros. Casacas color verde oscuro, con doble abotonadura dorada, gorros de piel negros, pantaletas blancas, botas negras de caña alta. Son Húsares del Tercer Regimiento. Seis justicieros y un futuro ajusticiado. Siete personas mirándose fijamente, esperando la orden del 136
primer teniente, que se acomoda al costado de la fila, con el sable en la mano. Como no podía ser de otra forma, yo soy uno de los protagonistas de la historia, jugando nuevamente con la muerte. El primer teniente eleva el brazo, blandiendo el sable, que queda apuntando al cielo. El silencio gana la plaza. Los hombres y mujeres presentes contienen la respiración. Quiero bajar la vista, pero no puedo. Mi orgullo no me lo permite. Como en otros sueños, cuando la parca camina lenta para ocupar su posición en el escenario, el sudor me brota con abundancia por los poros. Siento que tirito. Trato de sobreponerme, afirmando mis piernas y contrayendo los glúteos. Tengo que escapar, mas no sé si esta vez lo deseo. De alguna vez por todas debo saber qué sucede si el sueño sigue con su argumento hasta el final. Me dejo llevar. Miro de reojo al primer teniente, esperando que el sable dicte el momento de la muerte. Los seis disparos, se unieron y resonaron con el eco interminable del infinito espacio de los sueños. Sentí un fuerte sacudón. Muy a lo lejos, el llanto de una mujer, se iba incrementando. Otro sacudón. Abrí los ojos y vi como Marisa me sacudía del brazo llorando desconsolada. -No sabés lo que pasó... –dijo intentando una pausa en el lloriqueo- Es horrible, horrible, horrible!!! Me senté en la cama. La tomé con fuerza de los hombros, le di un leve zarandeo. -Explicate, por favor –le ordené-Es espantoso, en la calle está la policía, acaban de encontrar a Walter en su cama, con el pecho destrozado por seis disparos... Es horrible, horrible...
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Se alejó rumbo a la calle repitiendo sus últimas palabras. Yo me recosté, pensando que nunca hubiera creído que algo así podía suceder, y todo por dejar que el sueño terminara. Lo que nunca imaginé, por cierto, es que podría serme tan útil. Esta vez estuve del lado correcto. Para otra oportunidad deberé cuidarme, y ver bien cual es mi papel, porque soñar con la muerte puede resultar peligroso.
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UNA EXTRAÑA PROPUESTA Por: Hobbes
H
a caído la noche en una urbe cualquiera, suntuoso centro del capitalismo, ofreciéndose al mundo como un ostentoso escaparate, panacea de la cultura del pelotazo, heredera de los
hijos del "franquismo" y mayo del 68, esponja de ensoñados inmigrantes, capital de estudiantes, centro neurálgico de una comunidad prospera en él centralismo, de diseminada y disfrazada igualdad social, resacosa de una olímpica lavada de imagen, donde la cultura mediática y la calle se disputan, sin ruido, el bilingüismo, una ciudad en al que el ritmo frenético solo se detiene a golpe de semáforo, en un casco antiguo, renovado bajo coste de subvención, hay un pequeño rincón que parece vivir aislado del mundo, a él no han llegado las olímpicas renovaciones ni las subvenciones burocráticas, es un placeta cerrada al tráfico, presidida desde su centro por un enorme sauce llorón, desparramando su verde esperanza sobre el gris plomizo de las desconchadas fachadas, prestando su nombre a la plaza, bajo él, una pequeña, casi ridícula fuente, acompaña a este en su llanto, con un pequeño y suave murmullo que junto a algún gato despistado dan vida a la plaza, al fondo asciende un oscuro y estrecho callejón sin salida, adoquinado, de irregulares y desgastadas aceras, es el callejón de la Esperanza, donde los bares del desaliento se alinean unos con otros, de desenfrenados y frenéticos jueves 139
estudiantiles en busca de fiesta económica, el resto de la semana se convierte en el correcalle de desolados y angustiados despojos sociales, no alineados y algún corazón roto, recorriendo los bares como si de locales sociales se tratara, en busca de alguien con quien compartir esa abrumadora soledad, suelen estos acabar de madrugada en el bar que cierra el callejón, el que más tarde cierra y conocido como el bar del olvido, debido esto a que cuando llegan a el los desafortunados transeúntes, tras
recorrer el callejón y sus bares, tras varias
copas, suelen haber olvidado o mejor dicho, ahogado sus penas, es un bar pequeño, mugriento, de suelo pegajoso y cajas amontonadas por falta de espacio, sin ningún tipo e estética, adornan las paredes fotos de una peña futbolística de barrio y un escudo del Betis, regentado por un hombre pequeño, entrado en carnes, de entrañables ojos azules, sonrisa fácil y acento andaluz, el Sevillano, tras la barra, discute con dos taciturnos el anual partido del siglo entre Barça y Madrid, a un metro escaso, recostado sobre la barra, un bohemio absorto, contempla en una copa el subir de las burbujitas, esperando que una de estas llegue arriba, estalla y salga el genio, pero el genio no sale, por que el genio esta ahogado frente a ellas, al fondo en las mesas, un cuarto noctámbulo, Don Nadie, de estética skin, con apenas edad para votar, duerme por fin tranquilo, desparramado sobre la mesa, con un brazo colgando en un intento por coger la botella que ha caído con él, el otro sobre la mesa sujeta una foto, la foto de una ausencia, una chica a la que un accidente de tráfico arrancaría la vida y dejaría a Don cojo para siempre, este entreabre los ojos y contempla la foto, se le presta borrosa, por un momento el recuerdo le arranca una sonrisa, se presta como la aurora boreal en la eterna noche eslava, magnífico espectáculo de colores que 140
aparece y desaparece sin más, luego cae dormido, ya no le abruma el remordimiento de conciencia, a conseguido mitigar el dolor de ser el conductor ebrio que desparramo la vida de su novia en una cuneta. Poco a poco, entrando la madrugada, los hombres grises abandonan el local, el Sevillano con una lánguida mirada contempla a Don, hijo del barrio, lo conoce de crío, sabe su historia y no quiere romper el momento de paz en que se ha sumido el chico, suena el teléfono, lo coge, es el padre de Don, pregunta por él, cuelga, llena las neveras, recoge y barre, por último se dirige al rincón del chico: - Vamos chaval es hora de cerrar, deberías ir a casa. Don, sin abrir los ojos balbucea un, no puedo, con estima el Sevillano lo agarra por las axilas y le ayuda a levantarse, sujetándolo por la cintura, con la otra mano recoge la muleta y le ayuda a salir, no sin antes ofrecerse para llevarlo a casa, a lo que Don responde con un no, no soy un inútil, una vez en la calle, se tambalea aguantando a duras penas el equilibrio con la muleta, apenas recorre unos metros hasta la plaza y se sienta en un banco, deja caer la odiosa muleta al suelo, contempla el sauce, en el que aún hay gravado a punta de navaja un corazón con sus iniciales y las de la fallecida chica, por un momento Don sonríe, el recuerdo se le presenta como el arco iris que un niño intenta alcanzar y desaparece al llegar a este con la mano, suelta un gruñido, saca un papel del bolsillo y un poco de maría, se hace un porro, cuatro caladas escasas y la plaza empiezan a dar vueltas alrededor de Don, las imágenes de su ex y la plaza se intercalan a ritmo frenético en su turbia mente, finalmente tras un grito de agonía, se convulsiona, se arquea hacia delante vomitando todo su dolor revuelto con alcohol, sentado en el banco, doblado sobre sus rodillas, babeando bilis, advierte 141
unos zapatos salpicados de sus restos, se respalda sobre el banco, mientras, levantando cabeza descubre una enorme silueta rigurosamente trajeada de negro, de tez calva, de edad incalificable, rasgos suaves y mirada profunda, y le suelta: - ¡Que coño miras!! - A ti, chico a ti. -¿¡y!? - Vengo a hacerte una propuesta -¿¡?! - Durante un año podrás ser lo que quieras... -¿Quién eres Aladino? Ja, ja, ja... - Aunque te dijera quién soy no te lo creerías, pero eso no importa, mira hijo, serás lo que quieras, pero a cambio deberás demostrar que eres mejor que los demás. - Ya, ya, y yo ¿qué gano con eso? - Serás lo que quieras... - Y, si no quiero ser nada, ¡¿eh?! , ¿Entonces qué?. - ¿Umm, dinero? Don con no poca ironía sigue el juego: - Bueno hombre, va, un kilo... - Deacuerdo, pero deberás ser mejor que los demás, no lo olvides, nos veremos dentro de un año aquí, ¿vale?. - Bueno, no me lo creo, pero bueno, vale. Dicho esto, el anónimo transeúnte se da la vuelta y se aleja, hasta desaparecer en la noche, Don atónito y perplejo por la extraña visita empieza a hacerse preguntas, ¿mejor que los demás, y qué es ser mejor que los demás?¿Un 142
kilo? Ja, ja, ja en fin, tampoco pierdo nada, se mira la peta con extrañeza, no sé, no sé, esta maria, lanza el peta, ahora mas despejado, recoge la muleta, se incorpora, mira el reloj, las cuatro de la madrugada, aún es pronto, empieza a caminar, durante un largo rato pasea su soledad sin rumbo, desorientado en sus pensamientos, confuso en sus sentimientos, perdido, finalmente retoma el camino de casa, empieza a subir las escaleras, las odia, llega al cuarto piso, observa la puerta de su casa, se siente extraño, no entra, continúa subiendo, hasta el terrado, hace frío arriba, pero no le importa, nada le importa, deja la muleta y se sienta en el borde de la terraza con los pies colgando en el vacío, lo observa, en un principio siente el abrazo traidor del vértigo, luego se estabiliza, levanta la cabeza y contempla el dormir de la ciudad, la infinidad de tejados, las grúas del puerto y al final el mar, el inconmensurable e infinito mar, empezando a despuntar el alba, le encanta contemplar el amanecer, piensa, piensa que este podría ser el último, con un pequeño balanceo hacia adelante acabaría para siempre con este eterno dolor, durante unos segundos lo considera, acabar con todo, de una vez por todas, ¿qué es la vida?, recuerda a Shakespeare, "ser o no ser, ¡esa es la cuestión!", ¿Acaso no es la vida una interrupción del eterno no ser?" , ¿O quizá el suicidio es de cobardes?, ¡ Pero valientes!, ¿Valiente ante qué?, ¿Ante una infinidad de problemas, ante la amargura eterna de ese recuerdo?, Cómo diría Nietsche, " la espera del eterno retorno de lo idéntico”, sus padres y sus amigos
¿qué
pensarían de él si lo hiciera?, ¿Quizá hundido en aquella tortura se había olvidado de los que tenía cerca?, Pero, acaso, ¿no morirán todos?. ¿No es la vida el camino más largo a la muerte? , la vida, ¿qué es la vida?, ¡ Serás lo que quieras!, ¡Ja! , ¡ Él solo quiere morir!, ¡ Dejar el tormento!, ¿ O no?, Su familia, sus amigos 143
¿les haría a ellos lo mismo que se ha echo a él, no, no lo haría, no se tiraría por hoy, por lo menos hoy no, aunque la vida no sea ese camino de rosas que le enseñaron en el colegio, no sé, no sé, desde la convalecencia en el hospital había leído tanto que creía que se estaba volviendo "majara", tantas y tantas cosas por hacer, pero ¿qué hacer?, ¿Ser mejor que los demás?. Es una buena tarea, total, no tiene nada mejor que hacer se dice así mismo, debería intentarlo, quizá haya sido la marihuana, quizá no ha habido ninguna visita, pero sí, sí era tan real el dinero, ¡ ja!, ni se lo cree, pero la propuesta es una buena propuesta, pero, ¿ ser mejor?, ¿Estudiar?, ¿Ser amable?, ¿Ser un cabrón?, estos triunfos egoístas, competidores, subproductos universitarios y mediáticos, productos arrogantes Estos se forrarán, ¿son estos, acaso, los mejores? No, no puede ser, debe de ser otra cosa, debe de ser... ¿qué debe ser?....un portazo arranca a Don de sus cavilaciones, mira hacia abajo, es su padre, son las 5,30, se va a trabajar a la fabrica, eso, trabajar, debería empezar hoy, desde arriba contempla el despertar de la ciudad, poco a poco los hombres grises vuelven a su ajetreo diario, y piensa, piensa que quizás debería empezar por ser como los demás, debería dejar de ser un inútil, empezar a trabajar, pero ¿donde?, Quizá empezar por asistir a las tediosas recuperaciones del hospital, le duele, le duele ser inútil, ser cojo, ¿o quizá ser cojo no es tanto? Esos paralímpicos empecinados en correr con piernas de titanio y kevlar, quizás sí, quizás el camino a seguir era empezar a ser como los demás, empezar por ir a recuperación, bueno, piensa que por hoy ya es suficiente, se retira, poco a poco a casa, entra en silencio procurando no despertar a su madre que se ha dormido en el sofá frente al televisor, seguramente le estaba esperando, no la despertará, torpemente se dirige a la habitación, entra, un último 144
esfuerzo para quitarse las botas, se tumba en la cama vestido, mira el techo, apaga la luz, mañana será otro día, afuera ha amanecido ¡que no es poco!. Son las cuatro de la tarde, hoy podría ser un día cualquiera para la madre de Dan, pero no, es un día muy especial, está con los ojos llorosos de ilusión, mira a través de la ventana la vida de la plaza, mientras en el reflejo del cristal, orgullosa, contempla a Dan desayunando, hoy se ha levantado, aunque hecho polvo ha decidido ir a recuperación, la cabeza le estalla, come por obligación más que por necesidad, en silencio recuerda una vieja frase, "un viaje de mil millas se empieza con un simple paso", y hoy está dando ese paso, ese primer paso de un largo viaje, hasta ahora restaba los días, ahora empezaba a sumarlos, por la cabeza aún le da vueltas la extraña proposición de anoche y se ríe por dentro, acabado el desayuno su madre recoge la mesa, suena el timbre, Dan coge la muleta, se levanta, abre la puerta y se lleva una gran sorpresa, es Chico, un viejo amigo de la infancia y compañero de la peña de fútbol en la que jugaba Don, menudo, de ojos saltones y vivarachos, Chico le saca un compromiso a Don, si este quiere le llevará cada día en coche a recuperación a cambio, Don, deberá levantarse cada día temprano pues Chico trabaja por la tarde y solo podrá llevarlo por la mañana. Ha pasado un año desde la extraña visita, Don regenta el Bar del Olvido, ahora cerrado por vacaciones, lejos de allí reposa en compañía bajo un cielo eslavo, anochece, parpadean las primeras estrellas mientras el continua allí sentado, esperando que ocurriera lo que tanto tiempo había deseado. Se levantó una brisa agradable y fresca, se agradecía aquel airecillo, suavemente veraniego, aunque hay que reconocer que en Finlandia, los veranos no son muy severos, no 145
estaba de más. Silgrid volvía con el papel de fumar, se disculpó en un castellano titubeante, por descuidárselo en el coche, mientras deshacía los cogollos le miraba de reojo y sonreía la par que repetía: Vas a flipar, vas a flipar... Tras el “fumeteo” se estiraron sobre la manta, se besaron una vez más, aunque Don no pudo dejar de mirar el cielo, oscuro y nítido, luego reposaron largo rato, mirando las estrellas, en esperando que sucediese. Entretanto recordó el mal año, la extraña propuesta y su última suerte al dar con Silgrid en aquella discoteca, luego unas noches más y todo había cambiado, dejó sus desenfrenadas vacaciones en Ibiza y se fue con ella a ese rincón del mundo a exprimir los últimos días de verano más los últimos billetes... creyó dormirse en un sueño evanescente y colorido, cosas de la “maría”, al rato notó la mano de Silgrid tirar de la suya: Ya estaaá aquiií... Su voz suave, casi un susurro le arrastró a la realidad, abrió los ojos, el cielo apareció teñido de un verde pastel, las formas se contorneaban y difuminaban, poco a poco los colores fueron apareciendo y desapareciendo, se convirtió el cielo en una paleta de pintor con vida propia, así permaneció estupefacto durante aproximadamente cuarenta y cinco minutos, luego el espectáculo se desvaneció, auténtica maravilla de la naturaleza, que aparece y desaparece sin más, aurora boreal en la eterna noche eslava, como la enigmática Silgrid... como aquel hombre y aquella insólita propuesta que le había sacado del atolladero y esa eterna noche en la que había caído.
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El Nuevo Milenio Por: Hada Purpurina
C
orre el año 2548... Todo lo que se puede divisar en la lejanía son las montañas pedregosas, oscuras. Lo único que me rodea son cenizas y restos de lo que antes fue un paisaje lleno de
vida. Comienzo a caminar sin rumbo fijo. Mi reloj marca las doce del mediodía. Un sol abrasador cae como piedras arrojadas desde el cielo, sin barreras que lo detengan. Sigo caminando y aún no veo más que un espectáculo desolador, frustrante, desesperanzado. Me siento desanimada, no hay nada para hacer y el tiempo corre. Ha transcurrido ya media hora, aunque el reloj sólo marca las doce y cinco. Las doce y cinco de un día de invierno en el año 2048... Entonces es cuando razono, y me digo: "¿Que no era el invierno la estación fría? ¿Cómo es posible que el sol esté quemando mi piel?". Algo no está bien en este lugar. Pero ¿qué? ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Dónde estoy? ¿Por qué? Mi corazón se llena de interrogantes al ver tanta tristeza. Y más aún al no saber siquiera si todavía estoy parada sobre el planeta Tierra. Lo dudo. En la Tierra habría nieve sobre las montañas lejanas; o al menos habría pasto, vegetación. En este suelo habría árboles y arroyos. Tal vez hasta una playa, un mar, casas, automóviles, animales. Personas... Pero no, nada de eso está aquí. Sólo un suelo oscuro y arruinado. No hay animales, no hay gente, no hay plantas. Permanezco durante horas sentada sobre una piedra gris y fría.
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Cae la noche y el cansancio comienza a vencer mis párpados hasta adormecerme. Pero en seguida me despierto otra vez; y ya no puedo conciliar el sueño. Tengo una sensación extraña, como si hubiese dormido durante días enteros. Y así parece ser, porque cuanto más lo intento menos recuerdo lo que ocurrió antes de verme en este lugar. Sola. Un viento helado que azota mi rostro me hace volver a la realidad. Un rocío que luego se torna fina llovizna empapa todo a su paso. Comienzo a tiritar de frío, pero no hallo dónde guarecerme. Las sombras tiñen de ennegrecida soledad el vasto paisaje, y me siento más desorientada que nunca, como en una nebulosa de extraña tristeza. Llego al despiadado extremo de dudar sobre mi propia identidad. Es un sentimiento enloquecedor; "¿quién soy?... ¡¿Quién soy?!" grito. Pero mi voz resuena en el vacío y éste me devuelve un deformado eco. Es obvio que no hay nadie para escucharme. Finalmente logro dormir algún tiempo. Cuando despierto es ya de día y mi nuevo compañero, el sol, vuelve a abrasar (y abrazar) mi cuerpo. Busco algo, una señal, no sé con exactitud qué, pero busco un algo. La imperiosa necesidad de saber qué ocurrió oprime mi pecho con fuerza. No puedo cesar de caminar sin dirección dentro de esta inmensa monotonía. Ya no tengo esperanzas de hallar una pista, un sendero que me lleve de vuelta a mi vida anterior. Hasta tengo la rara sensación de que he estado caminando en círculos todo el tiempo. Pero me doy cuenta de que no. He llegado otra vez a mi punto de partida. A esa extraña cúpula con forma de tubo donde desperté ayer. La examino 148
y sólo veo un recipiente plateado, sin textura ni otros colores. Creo que no está aquí la señal que busco. Desesperanzada me siento recostándome sobre esta especie de nave. Giro mi cabeza y veo un pequeño papel pegado sobre el tubo. "AÑO 2004. HAS SIDO ENCERRADA EN ESTE TUBO POR TU PROPIA VOLUNTAD. ESTÁ PROGRAMADO PARA QUE SE ABRA Y TE LIBERE EN EL AÑO 2548. SERÁS LA ÚNICA PERSONA DE ESTOS TIEMPOS QUE TENGA LA POSIBILIDAD DE VIVIR EN ÉPOCAS FUTURAS. ENTONCES PODRÁS CONTAR A LOS POBLADORES DE LA TIERRA TU EXPERIENCIA." Fue en ese momento cuando recordé todo. Pero ¿a quién voy a contarle esto? En el mundo ya no queda vida de ningún tipo. Las guerras han destruido todo. Tal vez algún extraño cuerpo caído del cielo acabó con lo poco que quedaba. Es exactamente lo que creí que iba a pasar. Siempre lo supe. Pero ahora me encuentro sola, perdida. ¿Qué será de mí, si en el mundo ya no queda nada?
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Diario de un chiflado Por: Dituquien
No hay pero morriña, que añorar lo que nunca jamás sucedió
Introducción
S
eptiembre de 2003, acababa de regresar de vacaciones de la “Costa Brava” en concreto de un pueblecito llamado: “Playa d´Aro”.
Era uno de los momentos más felices de mi vida, acababa de hacer un curso excepcional, aprobando todas las asignaturas de las que me había matriculado y se esperaban unas fiestas de San Mateo muy bondadosas, pero algo ocurrió el día que fui a hacer la matrícula. Voy a revelar una historia que unas veces es mentira y otras es verdad. Ese día iba con mi amiga Paula en el bus. Íbamos hablando sobre cuando el Moro nos echó la bulla en clase, de lo que nos reíamos, en definitiva de pijotadas. Entonces empezó un tío a decir - ¡Qué andas rajando por ahí! - ¿Yo? - ¡Sí, tú!
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- No sé que me hablas - Si, el día de la fiesta de topo, era colega mío, José. ¿Qué paso con José? - Pos nada ya esta todo arreglado. Ya hable con todo el mundo - ¡Y un rabo, a mí no me dijeron eso! Te voy a pegar unas hostias cuando pare el autobús... - Y por que esperar a que pare. Dije yo, mientras me quitaba la cazadora. - ¿Eh? - Venga vamos. En ese instante entro Paula en acción: - Es una broma - Anda escúchala chaval, mira lo que te va a decir tu amiga - No jodas. Solo había sido una broma y yo pensaba que me tenia que pegar con aquel tipo, el cual me sacaba una cabeza y unos cuantos kilos. En aquella conversación salieron varias movidas a relucir, en definitiva hablábamos de jaris diferentes y conté la historia de un colega con un vaso... Todo esto entre insulto e insulto mientras él decía: “pero chorbo que te voy a matar” Una vez nos bajamos del bus, le ofrecí mis apuntes de cartografía, pues me había dicho que la tenia suspensa, y le deje bien claro que no quería ningún problema con él ni con nadie de la facultad, todo esto tras saber su nombre y que todo había sido una broma. Y ahí quedo la cosa con Luis. Varios días después me dijo que a ver si tenia huevos a contarle la historia del vaso a un colega suyo, y yo para no variar acepte y le di mi dirección de Internet, para hablar con él y contar la historia sin que supiese quien era. 151
Luis me dijo que se la iba a dejar con una nota en la puerta de su casa, porque si era verdad la historia que el tío ese me iba a curtir. El nick con el
que va a entrar es josin de otero con la dirección
[email protected]. Dijo Luis. - A ver si tienes huevos a contársela. - Pos claro que sí porque no. Conteste yo
La conversación Un jueves como otro cualquiera estaba en el msn leyendo emails, riéndome con chistes que me mandaban mis colegas, cuando de pronto entró alguien con la dirección
[email protected] -Hola -Hola -Soy José, me dijeron que querías hablar conmigo -Coño, Joselito. ¿Eres tú?, ¿Que tal por Mora? Pensaba que era mi amigo Joselito, el de Toledo, al cual hacia mucho tiempo que no veía. ¿Quién te dio mi dirección, el Mati? Me dijo que habías venido pa piraguas. Y no me avisaste eres un perro. -Pero que dices -¿Quién eres? - Adivínalo - Eres Danas - No soy Jose - Ah 152
- ¿Que José, el del Antiguo? - Sí - ¿Qué tal por los antiguos de Dios? - Bien muy bien - Que tal Sonia - Bien esta aquí conmigo - Salúdala de mi parte - Hola soy Sonia - Hola - La verdad es que no soy Sonia - Soy un amigo tuyo. Pero tienes que adivinar quien es - Danas - No - Jotijoti - No - Chirily - No - Que no hombre, que no. Que soy Danas - Pos entonces cuéntame la conversación que tuvimos en el chaquetas el otro día - Te conté que era gay - Jajja - No eres danas - No soy joti - Pos cuéntame la de la pota de bonito 153
- Que mi madre me mando apagar la comida y se me quemo - No eres jota - No mira soy una chica de Canarias, que me he confundido, pero cuéntame algo - Pos no sé que contarte - Alguna historia - Una vez monte una yegua brava que nadie había montado nunca - Jajaj - Sigue contando - Una vez le queme el pelo a un chaval - Yo una vez le eche de comer golosinas a mis peces y se murieron todos - Una vez estaba en un bar por ahí y bueno estudio topografía - Ahí quería llegar yo Y se lo dije y se queda un rato todo pensativo y me dice: “como si a ti y a mí nos importase lo que comen los topos” - Jajaj Fue una broma muy buena, todavía me rió cada vez que la pienso. Como la de la oveja. - Pero vamos a ver, tú a quien le diste esta dirección - No sé - Piensa un poco - Me dijeron que querías hablar conmigo de una movida - Ah - Meca eres Josin el de Otero - Sí 154
- Pos mira no te vas a quedar sin saber como fue la cosa: Yo iba con Fer por la calle y tropecé con una copa por mirar pa una rubia, entonces tu colega rompió un vaso y me quería rajar. Pero dijo que había roto por mal sitio y que no podía. Le iba a pagar la copa, pero no tenia dinero, así que se lo pedí a Fer. Y me dijo que ni de coña le daba al faltoso ese dinero y que yo tampoco, mientras el tío nos insultaba. Así que entre insulto e insulto me lo lleve de allí.
Fer estaba muy
borracho, esto fue delante de la pongueta, un bar. A la vuelta, yo no quería pasar por allí, para no volver a cruzarme con el tío ese, pero Fer insistió tanto que al final cedí, me decía que si le tenia miedo que no me preocupase, que le pegaba él. Entonces cuando pasamos por delante otra vez se oyó el ruido de un vaso roto y el tu colega vino detrás nuestro con un vaso roto por la mitad mientras decía: “mira como me dejaste mi copa” Yo se la quería pagar, era un ron con coca-cola. pero Fer insistía en que esa no esa no era su copa. Y se monto un corro alrededor nuestro. Fer dijo solo necesito un poco de cacharro mas, así que le dio un trago un chavalete que estaba por allí, parecía la pócima de Obelix. Y a por él. El tío empezaba a mover el vaso de un lado para otro, yo sujetando a Fer, mientras oía el móvil, era joti que me llamaba para saber donde estábamos, ya que me había dado a fer hacia un cuarto de hora diciéndome que tuviese cuidao que estaba muy borracho y con ganas de trifurca. Fer intentaba entrarle como podía, pero no encontraba manera, el otro con el vaso haciendo tuxé y lanzándose. “Tira el vaso y pégate como un hombre, no seas maricón” le decía Fer al otro, pero este ni pa Dios soltaba el vaso. Yo le dije que no soltase el vaso y que se fuese que Fer sabia full y le pegaba unas ostias de la virgen, así que el tío empezó a recular. Había un paisano 155
que llamo a la policía, eso me tranquilizo un poco. Pero lo peor fue cuando Fer empezó a perseguirle después de quitarse la camisa que llevaba y empezar a decir que nadie le llamaba hijo de puta y que le daba igual morir pero que las iba a llevar bien llevadas. Lo persiguió durante tres calles, mientras el otro reculaba haciendo zigzag con el vaso, y yo mientras le sujetaba como podía, incluso caímos una vez y el tío se dio la vuelta y quiso rajarnos, pero logramos zafarnos pegándole patadas. Fer siguió persiguiéndole, hasta que de un manotazo en el pecho se libro de mí, y justo cuando aquel tipo cambiaba de mano el vaso, le atizo un puñetazo en la cara, desplomándose este al suelo, mientras se oía el ruido del vaso rompiendo contra la pared. En estos momentos llego Joti, sujetando a Fer para que no le pegase mas a aquel tipo. Luego le miramos la dentadura a ver si tenia todos los dientes y en efecto solo tenia un poco de sangre por la cara. Mientras sujetábamos a Fer aquel tipo huyo como viento que llevaba el diablo y nosotros seguimos de copas por ahí después de devolverle el móvil. - A mi no me contó eso-dijo josin de otero - Pues es la verdad. Lo siento pero tengo que irme ya estuvo bien de tanto rollo - No te vayas - Lo siento tengo que irme, que mi hermano necesita el ordenador para hacer las practicas. - No te vayas - Déjame en paz, si ese era tu amigo, yo no hice mas que ayudarle - Quiero hablar contigo 156
- No déjame en paz. En la facultad no quiero problemas - Pos un sábado por ahí - No – y cerré la conversación Al día siguiente todo fue normal en el transcurso de la clase hasta que oí a Luis decirme: -déjame esos apuntes - eh - esos apuntes Pa cuando - déjale en paz dijo una amiga suya - que más da que me va a hacer, que se va a poner a llorar - pero que dices gilipollas - no te pases que te enchufo - que ponías el otro día en Internet - a ver que le parece a tus amigos que te rías de ellos de esa manera - todo lo que puse en esa conversación, me atrevo a decírselo a ellos a la cara - a ver - que ponías de Iván - Que nos reímos de él, le llamamos “follomucho”, y una vez nos contó que llamo a su novia por teléfono y esta le dijo que estaba embarazada entonces según cuenta él, respiro profundamente cuando le dijo que era de otro. Jeje - no me lo creo - Ivan es verdad eso? - Si, pero eso fue a un colega mío, no a mí Todo esto delante de toda la clase 157
Me pase mogollón con Luis según me iba diciendo algo, yo le respondía como una fiera. Y ahí quedo la cosa porque llego el profesor de matemáticas, el cual puso fin a la discusión. Hubo un silencio en la clase y se oyó el ruido de un papel caer contra mi mesa, era una nota. “Te voy a matar” Estaba claro que era de Luis y no pude evitar decir en voz alta: “Yo si que te voy a matar”. ¡¡¡Basta!!! Dejad vuestras tonterías para después de clase – dijo el profesor Al terminar la clase yo salí tranquilamente por la puerta y acto seguido salió Luis gritándome que fuésemos al aparcamiento que me iba a dar de ostias, siendo sujetado por si amiga y otra chica más. -Pasa de mi chorbo-dije yo Y ahí se quedo la cosa durante al menos un tiempo.
Fiesta de San Mateo Por fin llegaron las esperadas fiestas de San Mateo, esperadas con gran ilusión, ver conciertos, pila peña por la calle........ Todo transcurría como todos los años salvo una excepción, cada persona que me encontraba, me decía que me estaba buscando rocín el de otero, incluso gente que no conocía se ponía delante mío pintorreándose diciendo que me buscaba rocín el de otero, era algo rarísimo. Cuando alguien me decía algo de esto, yo respondia: -a mí por que, si yo no hice nada - No se, tú sabrás, a mí me mandaron que te lo dijera. 158
Con ese me mandaron que te lo dijera me tuvieron en ascuas todo San Mateo. Uno de estos días me encontraba en un bar de la zona antigua, acababa de enrollarme con una gallega impresionante, que había venido a pasar el fin de semana, entonces se me acercó una rubia, que vino directa hacia a mí casi empujándome. Yo me di la vuelta y con una sonrisa le pedí perdón, aun sabiendo que no fue culpa mía y ella me dijo: - no si ya sabia yo que me ibas a pedir perdón - Y eso?¿porqué? - te conozco - pos yo a ti no te conozco de nada - es porque currabas en el Antiguo - si es verdad - nos tomamos unas copas - por supuesto. - ¿Que tomas? - Una cerveza-y llamo a la camarera, pidiéndole dos coronitas. - Pero a parte de eso también se me historias tuyas, como por ejemplo que estuviste con esta chica que esta en la barra - Eh - Jejej - Eso puedes saberlo por que me viste con ella - Noo. Frio frio. También sé que te pitorreabas de todos los chungos en clase, cuando ibas al Auseva. 159
- Bah! ¿que eres amiga de Esther o de alguna de estas? - No. Cuéntame alguna de tus historias - Pero si no tengo casi - También sé que estuvo saliendo con una chica que se llamaba Marina. Y la de la oveja y la de........ - Mec. - Jeje - ¿Cómo sabes tu todo eso? Me das miedo - Ah. A que no lo adivinas. - Pues no - Lo sé porque hablaste con una amiga mía por Internet. Por que no nos vamos a dar una vuelta... - Vale, pero primero vamos a terminar las cervezas. - Ok, pero no te mosquees si me piro sin decirte nada. Es que no me puede ver nadie hablando contigo - De acuerdo- y mientras hablaba con la camarera, de pronto se fue corriendo, y llego un tipo alto y cuadrado con una pluma por pendiente en la oreja derecha diciéndome - Hola - Hola - Perdona pero tengo que decirte algo, es sobre la chica que estaba aquí antes - No me lo digas, ¿era tu novia? - No peor, mi mujer - No sé yo estaba aquí hablando con ella y de repente se piro 160
- Se piro al verme llegar a mí - Pues mira tío, lo siento yo si hubiese podido me la hubiese pillao, pero si vuelve te prometo que no - Pues ya que te has portado bien conmigo, voy a decirte una información muy valiosa. Te esta buscando uno muy chungo de Otero y van a venir a buscarte en breves, así que pírate del bar y no digas a nadie que te lo conté, cuando Josín va a por alguien nadie le avisa. - Yo no le hice nada a nadie y a ese que dices tú lo único que hice fue romperle un vaso sin querer un día en la Guarida (el bar de Josín) - Yo solo te aviso de lo que hay - Pues oye no te preocupes por lo de tu novia que yo no me la voy a pillar y no se lo voy a contar a nadie - ¿y como lo sé yo ¿ - Lo sabes porque te doy mi palabra además ya no me acuerdo ni de su cara no ves que estoy medio pimplao. En ese momento vi a Barragán con su pose para dar hostias, es decir puños cerrados y sacando pecho. - Oye tío yo he sido legal contigo te he dicho exactamente lo que había dicho tu mujer, porque me esta mirando mal aquel tipo, que pasa que no té vastas tu solo para pegarme a mí, si comparado conmigo eres un animal. - es colega mío lo que pasa es que como erais dos quiso venir él conmigo, como tienes fama de agresivo por ahí - ¡Pero que dices!
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- ¡Cómo me pase algo a mí o a mi amigo te juro por Dios que te rajo! y me fui del bar por la parte de atrás, pero por desgracia estaba cerrada, así que salí por la de adelante todo acojonao por si era verdad lo que me había dicho el maromo aquel También recuerdo que me dijo que su mujer hacia ese tipo de cosas cuando estaba borracha la solución era fácil, no dejarla beber y también que era medio ninfo. En definitiva que se me jodio el rollo con una tía medio ninfo Yo hasta aquel entonces pensaba que eso era un chollo, pero que va el tío me dijo que eso te mataba y visto lo que hacia esa tía, se le quitan a cualquiera las ganas de tener novia.
La Factoría Al día siguiente hice una cena con los colegas y les tuve que explicar lo sucedió el día anterior ante su incredulidad y me calentaron tanto las pilas que tuve que contarles todo lo que puse en aquella conversación, menudo telar. Luego me llevaron a la Factoría, un bar del Oviedo antiguo. De pronto llegaron Luis y Nachete. Me sirvió dos copas Luis y me cobro 10 euros por ellas, mientras Chirily daba vueltas por allí como un mono, me hicieron repetir la conversación, sin que yo me diese cuenta. Me lanzaron una botella a la cabeza, pero no me dio, era solo un botellín de agua, lanzado supuestamente para que yo dijese que me habían lanzado un botellazo a la cabeza. Luego no me dejaban salir del bar, diciéndome que iban a venir unos muy chungos, así que cuando subía las escaleras para salir. -por favor, déjame salir- dije yo 162
- no - o le dejas salir o te tiro escaleras abajo-dijo el primo de un colega - No quiero que te metas en movidas, en tal caso lo tiro yo. - Vale, vale ya abro, pero espera fuera-dijo Nachete - No, no!!!-decía Luis -que si no es él, pagamos nosotros la culpa Estuve un rato fuera de la factoría esperando y nada Hubo un momento en el que Luis se quedo con la cabeza fuera y las manos y pies dentro, mientras me gritaba. Aproveche para decirle:”mira hijo de puta, ese de ahí es mi hermano, es una de las personas que más quiero y como vaya alguien a decirle algo de la broma te rajo. -todo es broma, es broma. A que ayer te entro una tía rubia. - si y supongo que también sabes que vino el marido detrás - si se lo mande yo - eres un hijo de puta -te voy a meter una serpiente en la boca-decía Luis-eso pa que te acuerdes. -Venga sal-le dije-aquí estoy. Pero no salió nadie. Luego le dijeron algo más a un amigo mío para que me lo dijese. Decidí partirles las lunas cuando marchase mi hermano y eso iba a hacer pero gracias a que estaban allí mis amigos persuadiéndome para no hacerlo. La noche termino en la Santa, luego acompañamos un poco al primo de Charlys, mientras chutaba alguna botella por ahí, cosas así, pero la despedida fue quemar un cartel delante del Sweet Home.
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El lunes El lunes siguiente transcurrió, como si nada pasara, llegué a la facultad con mis amigos en la furgo de Meli y cuando íbamos en el ascensor me dijo un coleguilla: -San Mateo bien eh! -sip -que paso? Al final - eh? - No sé a que te refieres - Te measte? - ¿Cómo dices? - Es igual ya me lo contara Luis Aquello me resultó muy raro pero no esperaba que todo fuese a suceder como sucedió. Después de topografía, se me acercaron Luis y su amiga Paula ( la rubia) -Me buscabas?-dijo Luis -no -me dijeron que querías hablar conmigo Y empezó a relatarme acerca de la conversación, mientras se pitorreaban de mí. -Así que te acuerdas de cosas que sucedieron el año pasado en la fiesta de topo eh? -hombre de algo sí -pues nadie se debía acordar de nada, lo dijo Andrés en su pregón 164
-te acuerdas de todas las bromas eh? - Jejej - A ver cuéntame bromas que te hayan gastado en San Mateo, les mande a todo el mundo que te gastase bromas - Pues no sé, lo de la rubia fue una broma ¿no? - Si, se lo mande yo - Eres un cabron - Que te parece si quedamos este viernes el marido de ella contigo y tu colega del vaso aclaramos las cosas. - Mira tío ya me has tirado abajo con tus bromitas y he quedado mal con mucha gente. - Cuéntame mas - ¿Los jaris fueron de verdad? - No sé yo mande que hubiese uno en plan comedia, el otro no sé. - Este viernes no puedo por que tengo la fiesta de Danas - Es mentira - Si, claro es otra de las guasas de San Mateo. Todo el mundo te avisaba que era una broma, pero ahora vamos a mandarte bromas sin que nadie te diga si es verdad o mentira y té apuesto lo que quieras a que picas. - Venga ya tío! Déjame en paz! Yo no te he hecho nada. - Pero tienes buena memoria - Y que - Es justo lo que necesitamos para presentar los premios al limón - No pienso hacerlo 165
- Pos escribe un libro de chistes con todas las guasas que te gastamos hasta que entres en el guiness de los records - Ni de coña, tú estas volao - Pues estate un mes sin pasar por la facultad, y en la academia tienes que levantarte y decir:”estoy asta los cojones de este pitorreo” - ¡Pero que dices! - O eso o presentar los premios al limón y naranja, contando bromas que te hayan gastado, sino mandare esta conversación a todo el mundo, o si no quedamos el sábado y nos pegamos. - No puedo marcho a ver a Placebo al Santirok - Pero que dices. Eso me lo invente yo. Les mande a tus amigos que te lo dijesen. Así que yo que tu escribiría una historia, una para tu familia, otra para tus amigos y otra para todo el mundo o un libro, pero tienes que darme la mitad del beneficio para mí - Ja - Si, yo voy a mandar a todo el mundo que se pitorree de ti, para que lo escribas además te voy a dar el comienzo de la historia. Todo comenzó un día en el autobús y la conclusión Luis es un tío de puta madre que ha hecho posible todo esto.-yo no daba crédito-quieres que digamos algo a algún profesor para que te lo diga de risas?¿Algo?. - No, solo quiero que me dejéis en paz. - Pos escribe todo esto, si no tendrás que pagar mil duros a cada uno que te gaste una broma. ¡Ah! Cada uno que te gaste una broma queda salvado de dar los premios al limón. Es una norma que no puedes quitar y cada vez que quieras 166
cambiar las normas del juego tienes que hablar con Llamas o con Meli, para que ellos hablen conmigo y yo le comente a mi amigo si vale o no vale. Las normas te las puedes inventar en cualquier momento. - Pero, que quieres que escriba el quijote de las guasas. - Es una buena idea. Hazlo y yo me encargare personalmente de que todo el mundo te diga siempre la verdad - Esa es la mayor mentira que se puede decir. Pasa de mí, por Dios te lo pido! Y entre en la clase. Esa conversación cambió mi vida por completo. Cada vez que se me acercaba alguien y me gastaba una broma yo inevitablemente intentaba memorizarla, me creí sin querer todo lo que aquel tipo me había contado y me enfadaba cada vez que alguien me gastaba alguna guasa pensando que podía ser obra de Luis. Así que fuese o no fuese bromas mandadas por él, me las empecé a tomar a mal, tanto que llegue a enloquecer y a apuntar las cosas que veía que me parecían para contar, como por ejemplo cuando Belar me hizo levantarme en clase y decir:” caguenros no aguanto mas este pitorreo”, las historias que me contaban, en fin que todo lo que me sonaba extraño lo apuntaba para luego hacer una historieta y contarla el día de los premios y como esto no se me daba muy bien recurrí a viejas historias que había hecho en el colegio por ejemplo el día que le quemé el pelo a Ángel, cosas de por ahí de juerga, pero aun así no encontraba la paz y tuve que ir a un psicólogo que me llevaron mis padres por que me veían totalmente ido y triste. Yo para no variar seguía con mi paranoia de que todo era una broma y me cachondeaba, por ejemplo con el psiquiatra, el doctor Sotomayor, medico de 167
urgencias, le dije que mis padres me llevaban al psicólogo por que creían que estaba pasao de meterme pastillas, pero lo único que hice fue comerme una aspirina. Todo para mí era una broma. Hasta que me llevaron a un medico privado y empecé a darme cuenta de que todo era una estupidez, por la cual lo estaba pasando fatal, incluso escribí la historia para mis padres, para que me dejasen de gastar bromas, estuve un mes sin pasar por la facultad, por recomendación del psiquiatra y me semi-levante en clase particular diciendo lo que me había mandao Luis. Como no soy un buen cómico, decidí hacer este libro para quien lo quiera leer, contando historietas que son todas o la gran mayoría verdad. Jamás se me olvidara la noche del jueves 30 de octubre de 2003. Por la tarde salí a tomar algo con Chiri y Coco. Fuimos al Chiri a tomar unas cervas. Coco me invitó, lo que me hizo sospechar. Chiri empezó a hablar muy raro y decir frases sueltas como por ejemplo:”cavas como un perro” y palabras rarísimas. -es que venimos de ver una peli, ¿a ver si adivinas cual es?-dijo Chiri. Coco me contó un chiste: este es un borracho que va al baño y había un negro meando, entonces en una de estas se agarro al trozu del negro y este le empezó a dar de ostias. Y sale del baño y se encuentra con otro y le dice:” ten cuidao que hay un cable negro pelao que pega unos latigazooosssss”. Estaba claro, aquel chiste lo había oído antes en la conversación así que dije:”si es verdad que lo dice Josín el de Otero será verdad”. Ese chiste formaba parte de la conversación así que me empecé a mosquear y me fui del bar, no me gustaba que me tomasen así el pelo. 168
-¿Vas mañana al concierto? jajaja. Dijo Coco -No ya sé que es mentira, pero quien hizo la web, vaya como os lo currais. -No, no es verdad ¿cómo va a ser mentira? Además a ti Placebo te gusta mucho. -Sí sí seguro que sí. Me voy. Chiri me dijo:”hasta luego ermitaño”. Lo que me hizo recordar que a lo mejor en la conversación había puesto que Chus siempre me decía que iva a acabar de ermitaño por ahí perdio, “paya pal monte perdio” con un rebaño de cabras. Jaja A las 11 me dejaron el ordenador libre, mi hermano se fue a ver sólo, Alien el octavo pasajero, la versión del director (versión del director, estaba claro que era mentira).Así que me puse a controlar todo lo que pasaba en la calle cada 30 minutos y lo apuntaba en el ordenador, todo por que me lo había mandado Luis para ver si sacaba otra conversación como la de aquel día, apuntaba todas las cosas que pasaban pensando que Luis iba a estar ahí haciendo paranoias como me había dicho, me había mandado escribir todas las cosas para ver si me acordaba de todo con mis reglas mnemotécnicas y a que me recordaba cada cosa y luego enseñárselo a él y a su amiga Paula. Era otra forma de poner fin a la broma. Nunca se me olvidará que paso una tía con una garrafa y un embudo por sombrero. Me reí, primera paranoia cazada. En ese mismo momento oí el timbre del micro era Carlos venia con una botella de sidra un tanto peculiar; era verde con una funda blanca y una etiqueta rosa que ponía vino en portugués. -Gústate el mi coche-dijo Carlos -¡si oh! Ta guapo. 169
-ten cuidado con la sidra que igual te sale disparada. -ok Así que cogí la garrafa y la puse en la bañera, por si saltaba, que mejor sitio. (Fijo que le mandaron traer esto a Carlos, segunda cazada,¡bien!) Continué escribiendo cosas como que los recatas de telepizza guardan las motos en el garaje delante de mi casa, la gente que pasaba, comentarios de una pareja que se había puesto a enrollarse debajo de mi ventana, lo que había encima de la mesa.....cosas sin sentido y a la hora a la que habían sucedido. Toda la noche en vela hasta que llego mi hermano y me tuve que acostar, pero esa noche no dormí pensando en la tarea encargada. ¿Cómo iba yo a salir delante de todo el mundo a contar una historia para que se pitorreasen? Yo que soy una persona tímida, introvertida y la verdad con poca gracia. Era imposible, ni aún poniéndolo todo de mi parte. La única vez que había hablado en público, fue una vez que hable en misa, leyendo uno de los evangelios. Buffffffff. Al día siguiente oí voces que me llamaban: -Rulo, Rulo! Pero no conteste, pensaba que estaba soñando. Tenia mucho frió y me arropaba con la colcha, todo para mí era una pesadilla.
Sonó el móvil. Un
mensaje: te estamos esperando para ir al concierto.¿dónde estas? No me creo nada, pensé yo. Pero joder como se están tomando la broma. Tenía más dinero del que necesitaba, y unas ganas terribles de ver a Placebo además, luego salir por Santiago, era un fin de semana ideal, pero pensaba que todo era mentira después de planearlo un mes. 170
Llego mi hermano y me levantó de la cama. - ¿cómo no fuiste al concierto? - Porque era mentira - ¿cómo va a ser mentira? - Si, es una broma que me están gastando y no quiero caer - Buff. Tú estas mal del tarro - ¿Te paso algo con alguno? - No - Entonces ¿cómo no vas? - Porque es mentira En mi casa nadie me creía, yo estaba muy disgustado porque pensaba que estaban siguiendo la broma Por la tarde fui a dar una vuelta con mi hermano en el coche y vi venir un “alsa” con el nombre mal escrito en el lugar exactamente donde me había dicho Luis. Estaba totalmente asustado, la broma se salía de madre. Luego pararon tres coches delante mío un “Málaga” un “320” y un todo terreno y mi hermano me mando que leyese las matriculas. Ponía ChauCH, como la raza de perro de mi vecina. En ese momento supe que mi hermano estaba en el ajo y mientras tanto me puso en la radio el concierto de Placebo. Mire la radio a ver si por casualidad era una grabación pero no. Me sentía como en el show de Truman. Esto fue el viernes, pero recordando lo del miércoles cuando no fui a comer con mis amigos porque pensaba que estaban también en el ajo, fue terrible. Fui a esperarlos al bar y mientras me tomaba una coca cola y tío se puso a hacerme cortes de manga, me 171
sentía abrumado. Antes pensaba que si alguien me hiciese burla de ese modo le partiría la cara, pero estaba asustadísimo por que ese fijo que era el primo de Luis y si le pegaba vendría él y entonces empezaría todo de nuevo así que me fui de allí y mientras me iba me seguían él y otro amigo suyo, repitiéndome cosas de la conversación. Ya venia de la biblioteca donde
me hicieron burla Paula y sus
amigos. No sabia que hacer, ahora comprendía al “Suso”, un loco de mi pueblo que andaba con las manos en los oídos para no oír a la gente, estaba asustadísimo así que subí el volumen de la radio a tope. Fueron días
terrible de duda y desesperación, parecía que el mundo
estaba en mi contra. Por la noche hable con mi padre -que té pasa hijo -nada -Sí, ¿cómo que no? algo té pasa -no, nada -¿te drogas?¿tienes algún problema con alguna moza? -No -entonces que té pasa. -que nadddaaaaaaaaaa-grite -¿quieres ir a ver a un psicólogo? -no -pos vas a tener que ir, como no me cuentas lo que pasa -pues voy - y me fui a mi habitación sin ni siquiera haber terminado la cena.
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Al día siguiente me despertó mi hermano poniéndome un programa de radio que se llama no somos nadie, presentado por Pablo Motos. Estaban contando una conversación que tuvo un chico con su jefe por Internet que se llamaba Rubén estudiante de topografía. Así que metí una cinta virgen y lo grabe haber las cosas que decía, estaba claro que estaba hablando de mí. Estaba claro era el niño probeta de un programa de radio, la gente escuchaba la radio por la mañana y luego me gastaba las bromas, de ahí que Luis me dijera que cada vez que quisiera cambiar las normas del juego tenia que decírselo a Meli, para que se lo dijese a él y este hablase con su amigo Pablo Motos para cambiar las normas del juego. Así que por la tarde llame a Meli para que hablase con Luis y que le dijese que me dejasen de gastar bromas que ya tenia suficiente repertorio para hacer una historia, pero aún así las bromas cesaron y yo creía que iba a entrar en el libro Guiness de los Records como el hombre que más guasas le gastaron como me habían dicho Luis y Paula. A las 21:30 sonó el teléfono, era Chus, me llamaba para avisarme de que echaban por la tele el guerrero número 13 Me recordó que Luis me había dicho que tenia que hacer una historieta por cada escudo que saliera en el duelo. Salieron 6 escudos y también me acorde de las frases sueltas que me había dicho Chirily en el momento en que Antonio Banderas aprende el idioma de aquellas gentes. Todo para mi tenia un significado oculto, cualquier cosa me recordaba a algo y pensaba que estaba hecho a propósito para escribir esta gran historia.
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Pasados unos días fui a ver a un psiquiatra, allí fue cuando empecé a sospechar que todo era mentira y hoy todavía confundido, no consigo desvelar que fue real y que no, así que tenia que escribir esta historieta para intentar aclararlo, aunque esta claro que fue todo fruto del estrés. El médico me dio unas pastillas que tuve que tomar a mi pesar, de hecho hasta me fui de casa ese día a tomar el aire yo sólo. No se me olvidara en mi vida que por primera vez estaba echado el cerrojo de la puerta de mi casa con el fin de impedirme salir, pero no fue suficiente. Entre en un bar a tomar un café y le pedí un boli a la camarera, para escribir una historieta, pero no pude pues no estaba nada inspirado lo único que tenia claro era que era un mentiroso compulsivo. Al pedir el café y la camarera olvidarse me hizo darme cuenta de que estaba mal así que me levante y me fui del bar a casa. Me tome las pastillas y por fin pude dormir aquella noche. Tengo innumerables recuerdos turbios, como por ejemplo la noche que hable con mí ex novia después de mucho tiempo sobre algo que me había dicho una amiga suya un día en la fiestas de San Mateo, pero sin decírselo y que al día siguiente pongas una peli, (gente corriente) justo cuando el tío dice:”lo siento mucho, es que ayer no me guste a mí mismo , fui un imbécil, me gustara volver a intentarlo”, que casualidad pero hoy en día sé que son todos mentira, incluso hable con Luis el día de nochevieja y me dijo que no tenía nada que ver, aunque yo por supuesto no le creí. Hoy en día si le creo, creo que lo que pasó fueron tonterías a las cuales yo les di importancia la importancia que no merecían, incluso pensaba que hasta en la tele me gastaba bromas, escuchaba los monólogos de cómicos para copiar algo 174
y hacer mi propio guión pero hoy en día todavía me acuerdo de esta historia cuando alguien me gasta una broma. ¿Que os parece si ahora os jurase que todo lo escrito es cierto?¿Flipariais no? Pos os aseguro que fue verdad en algún momento dentro de mi mente. Demos gracias a Luis que es un tío de puta madre que ha hecho posible todo esto.
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