SUEÑO Y PESADILLA DEL REPUBLICANISMO
ESPAÑOL CARLOS ESPLÁ: UNA BIOGRAFÍA POLÍTICA
COLECCIÓN HISTORIA BIBLIOTECA NUEVA Dirigida por Juan Pablo Fusi
PEDRO LUIS ANGOSTO VELEZ
SUENO Y PESADILLA DEL REPUBLICANISMO ESPAÑOL CARLOS ESPLÁ: UNA BIOGRAFÍA POLÍTICA Prólogo de Emilio La Parra López
BIBLIOTECA NUEVA UNIVERSIDAD DE ALICANTE ASOCIACIÓN MANUEL AZAÑA
Cubierta: A. Imbert. Fotografía: Carlos Espía junto a Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno, Eduardo Ortega y Gasset, Julián Gorkin, el doctor Luna y otros refugiados españoles, en el café de La Rotonde, en París (1925)
© Pedro Luis Angosto Vélez, 2001 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2001 Almagro, 38 28010 Madrid (España) © Para esta edición, Universidad de Alicante y Asociación Manuel Azaña, 2001 ISBN: 84-7030-965-X Depósito Legal: M-47.655-2001 Impreso en Rogar, S. A. Printed in Spain - Impreso en España Ninguna parte de esta publicación, incluido diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
ÍNDICE
Carlos Espía (1931)
PRÓLOGO
13
ABREVIATURAS
19
CAPÍTULO PRIMERO.—ALICANTE: LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL. CONTEXTO DE UN COMPROMISO POLÍTICO
21
CAPÍTULO II.—DESTIERRO EN VALENCIA (1916-1923)
65
CAPÍTULO III.—EN EL PARÍS DE LOS AÑOS 20. CONSPIRADOR Y PERIODISTA (1923-1930)
95
CAPÍTULO IV.—SUEÑO Y REALIDAD: LOS AÑOS REPUBLICANOS (1931-1936)
163
CAPÍTULO V—LA GUERRA. EL DOLOR (1936-1939)
247
CAPÍTULO VI.—EL EXILIO DEFINITIVO (1939-1971)
323
CAPÍTULO VIL—A MODO DE EPÍLOGO
409
BIBLIOGRAFÍA
417
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A mi padre, Perico, persona irrepetible en todos sus sentidos, prodigio de la naturaleza; a mi madre, Elena, por ser de Nerpio, tener todo lo que un ser humano necesita para merecer ese nombre y sobrarle para dar a los demás. A Encarna, por hacerme vivir y darme hasta el aire que respiro. A mis hijos Pedro Luis y Elena María, un trozo tangible de cielo. A Emilio La Parra, hombre bueno, capaz, amable, profesor machadiano de los que tan necesitada está la Universidad y la sociedad española, por confiar en quien no había hecho nada para merecer su confianza. Sin él ni este libro, ni otros muchos, ni otras muchas cosas serían posibles. A mis hermanos Pepe, César —que siempre, en su ausencia, vive en nuestros corazones—, y Florencia, por todo lo que nos queremos. Al Gómez, a Alberto y Alicia, a Luis Gabriel y Montse, a Aurora y Miguel Ángel, a Paco y Mari Carmen, a Juan Carlos y Cruzvi, a Isabel, a Curro el Palmo, a mis tíos César y Elena, que tanto nos han ayudado y querido, a Juan y Mari, a Miguel y Cruz, a Miguel Ángel, Rogelio y Ángeles, y a todos aquellos que, no queriendo, olvido, porque he disfrutado la vida con ellos, son parte de mi alma y de mi ser. Estas humildes páginas deben tributo inexcusable a doña Guillermina Medrano, maestra y republicana ejemplar, que me ha ayudado muy por encima de lo que uno pueda imaginar; a las sobrinas de don Carlos, Pepita y María Teresa, por su sufrimiento y su bondad, a Paquito Espía, a Juan Marichal, a Juan Bautista Climent y a todos los que se vieron obligados a salir de España por la crueldad despiadada de un hombre insignificante. Gracias a todos por su dignidad, por su voluntad de hierro, por su ejemplo, por su generosidad. Y a Antonio Roche, a Isabelo Herrero, presidente de la Asociación Manuel Azaña y al Departamento de Publicaciones de la Universidad de Alicante.
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PROLOGO
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Hasta la publicación de este libro poco sabíamos sobre Carlos Espía Rizo. Ni siquiera los especialistas en la historia del siglo xx español disponían de noticias exactas sobre él y, por esta razón, es mencionado pocas veces en monografías y obras generales. Carlos Espía ha sido hasta ahora una persona perdida, o dicho de otra forma, no integraba la memoria colectiva de los españoles. Sin embargo, la biografía escrita por Pedro L. Angosto Vélez demuestra que Espía desempeñó un cometido de primer orden en la política española y en el periodismo desde comienzos del siglo pasado hasta los años 70. Este acusado contraste entre la imagen del individuo (desvanecida por completo) y su contribución efectiva a determinados aspectos fundamentales de su época no es exclusivo de Espía. Se registra en muchos casos, sobre todo cuando se trata de personas obligadas al exilio por motivos políticos. El vencedor no sólo se deshace del vencido (un ser indeseable, incómodo ante todo, sin lugar en la «nueva» sociedad creada por el vencedor), sino que procura también que jamás pueda servir de referencia a otros, es decir, borra su memoria o, si esto no es posible, la denigra hasta hacerla odiosa. En la historia contemporánea de España abundan los ejemplos, hasta convertir el hecho aludido en uno de los rasgos dominantes de esa historia. A comienzos del siglo xix los afrancesados, inicialmente, y enseguida los primeros liberales se vieron obligados a salir de España para salvar su vida y desde entonces ha sido permanente el exilio de los perdedores en cualquier contienda política, hasta llegar a la eclosión provocada por ese acontecimiento decisivo que conocemos como la Guerra Civil por antonomasia. Esa Guerra adquirió una especial virulencia porque se libró en el siglo xx y en la época de florecimiento de los fascismos y porque estuvo muy condicionada por sentimientos religiosos, de ahí que el ensañamiento de los vencedores alcanzara cotas insospechadas. De Carlos Espía no había quedado rastro en España. Ni siquiera los borradores de sus libros y copiosos artículos periodísticos, ni correspondencia, ni referencias directas a su persona. Hasta tal punto que el doctor Angosto Vélez, al iniciar su trabajo, constató que los familiares más o menos próximos de Espía estaban casi tan ayunos de noticias sobre él como el resto de los españoles. Una vez más, no se trata de una característica exclusiva de Espía, pues ocurre lo mismo con muchos otros republicanos exiliados, pero es evidente que para el biógrafo constituía un difícil escollo. Con extraordinario olfato como investigador y con la constancia exigida
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en esta tarea, el autor de este libro fue capaz de descubrir datos precisos sobre Espía y finalmente dio con lo que constituye un extraordinario hallazgo y un sustento muy valioso de su biografía: el archivo personal de Carlos Espía, conservado en México en casa de una sobrina suya, naturalmente sin ordenación alguna. Varios miles de documentos, entre ellos abundante correspondencia con personas de primer orden, como constatará el lector de este libro. El primer problema para cualquier biógrafo, la disponibilidad de fuentes suficientes para organizar su relato, estaba superado. La tarea restante la ha cumplido con idéntica solvencia y competencia, dando como resultado una escritura (la biografía es ante todo relato) explicativa de un personaje y, a través de él, de una compleja dialéctica entre elementos de continuidad y cambio en la sociedad española de nuestro tiempo. De acuerdo con las pautas ofrecidas por Jacques Le Goff, esta biografía de Carlos Espía no es sólo una colección de datos y acontecimientos sobre una persona (lo que se sabe —o puede— saber sobre ella), sino también una visión globalizadora de un conjunto de aspectos básicos de la historia de España con los que tuvo que ver este individuo. Carlos Espía, tal como nos los descubre el autor de su biografía, resulta ser un personaje muy destacado en el periodismo y la política española del siglo xx. Miembro de una familia de la pequeña burguesía alicantina de ideas progresistas e intensamente preocupada por la cultura (a ella pertenece el músico Óscar Espía, coetáneo de Carlos), comenzó escribiendo en la prensa local y regional y pronto se distinguió como un decidido republicano dispuesto al combate por sus ideas y, por esta razón, involucrado en sus años mozos en el blasquismo. Conspirador a favor de la república en París durante la dictadura de Primo de Rivera (de nuevo activo hombre de acción, empeñado en facilitar las actuaciones contra el dictador emprendidas por Blasco Ibáñez y por Unamuno, entre otros), se ve comprometido en puestos de responsabilidad política en cuanto comienza la República (Gobernador Civil de Barcelona y de Alicante, Subsecretario del Ministerio de Gobernación, más tarde subsecretario de la Presidencia de la República, cuando la ocupa Azaña), sin abandonar su actividad periodística. Comenzada la guerra, el compromiso político llega a su culmen y Espía ocupa el Ministerio de Propaganda y después la Subsecretaría de Estado. El periodista y hombre de acción ha desempeñado cargos relevantes en la administración republicana, pero nunca se ha colocado en la primera fila (el ministerio). No es un líder ni pretende, en modo alguno, serlo (el lector tendrá cumplida ocasión de constatarlo, pues el biógrafo pone énfasis en realzar este hecho, determinante de la personalidad y la trayectoria de Espía), pero en el exilio se ve obligado a situarse en esa primera fila: Espía lucha con entusiasmo por conseguir la unidad de los republicanos y es hombre decisivo en el núcleo de los exiliados españoles en México. Su trabajo y su capacidad para la relación personal (dos rasgos señalados de su personalidad) resultan valiosísimos en esta coyuntura. Aún así, rehuye el protagonismo. Sigue siendo, ante todo, un hombre austero y disciplinado, responsable luchador por sus ideales: un elevado concepto de la ética y una ilusión sin límites por el ideal republicano. Pedro L. Angosto articula perfectamente en su relato el tiempo del individuo y el tiempo de la historia y establece una adecuada relación entre el estilo de vida y la evolución personal de Espía con los distintos momentos que van marcando su época. La narración biográfica adquiere, de esta forma, un distinto ritmo. La Primera parte,
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la que transcurre desde la juventud de Espía a la Guerra Civil, es el tiempo de la acción y la lucha por la república y se presenta en el relato a ritmo vivaz, dinámico, entre viajes, personajes y experiencias nuevas, escenarios diferentes, acontecimientos imprevistos, lances novelescos incluso en el París de los años 20...; el segundo tiempo, el del exilio, es más lento, se detiene en el análisis de la tragedia personal de los republicanos y en general de toda la sociedad española, en la personalidad (todavía entusiasta sobre el porvenir de España) de un Carlos Espía derrotado y obligado a trabajar como traductor en la ONU, pero empeñado en mantener vivo el republicanismo. La base documental del libro es impresionante en ambos casos, pero en la Segunda parte resulta especialmente valiosa incluso para el especialista, quien hallará datos nuevos sorprendentes, pues Pedro L. Angosto ha dispuesto para escribir de un conjunto documental (el archivo personal de Carlos Espía) completamente desconocido hasta el momento. Por un lado, la muy abundante correspondencia, rigurosamente inédita, con los principales políticos republicanos (Indalecio Prieto, Azaña, Giral, Martínez Barrio, Negrín...), con responsabilidad de las letras y la cultura y con casi todos los periodistas más destacados durante la República (conviene resaltar este último extremo, pues los periodistas dejaron escritas muchas noticias y reflexiones durante el exilio y de ello no se han ocupado hasta el momento los historiadores con la atención debida; en este libro se ofrecen muchas pautas en tal sentido). Por otro lado, los libros de actas de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), de Acción Republicana Española (ARE), Comisión Administrativa del Fondo de Auxilio a los Refugiados Españoles (CAFARE), Junta Española de Liberación (JEL), todos ellos descubiertos y utilizados por primera vez en este trabajo, según mis noticias, por Pedro L. Angosto. Basten estas referencias (el lector descubrirá muchas más en las notas que acompañan el texto) para dar una idea de la importante documentación inédita que sustenta esta biografía y que constituye, por sí misma, una interesante novedad en el estudio del exilio republicano español. El autor de esta excelente biografía se plantea como uno de los objetivos principales rescatar la memoria de un individuo injustamente olvidado que ha desempeñado un papel fundamental en la España del siglo xx y que constituye un referente ético de primera magnitud, pero este libro no es sólo eso. Proporciona, también, como se acaba de decir, un aluvión de noticias nuevas, sobre todo acerca del exilio republicano, y presenta a un personaje real, a un «verdadero» Carlos Espía, aunque no a un «definitivo» Carlos Espía, pues afortunadamente existen muchas facetas, en especial como periodista, necesitadas de nuevas aproximaciones. Las buenas biografías no son definitivas, pero como la buena historia, deben ser explicativas e interpretativas, para contribuir al conocimiento del pasado, algo que no existe porque ya ha transcurrido pero de lo cual y por la misma razón no podemos prescindir. Es suicida olvidarse de la historia y es una irresponsabilidad tergiversar la memoria excluyendo de ella a quienes forman parte de la historia. Carlos Espía exigía un rescate que Pedro L. Angosto ha efectuado de forma brillante, en la línea de las mejores producciones del género biográfico. El tópico de la carencia de biografías en la historiografía española va quedando poco a poco superado gracias a aportaciones como ésta, realizadas por un historiador culto, buen conocedor de la época, entusiasmado con su tarea, consciente de la difi-
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cuitad de la misma y también de la necesidad de asumirla. Ese personaje «real» que hallamos en este libro, ese Carlos Espía que efectivamente existió, estaba perdido en la nebulosa de la memoria tergiversada, interesadamente construida para eliminar buena parte de lo mejor de nuestra sociedad. El avance en el conocimiento histórico no es, por tanto, asunto de segunda importancia. EMILIO LA PARRA LÓPEZ Universidad de Alicante
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ABREVIATURAS AE ACR AGA AGRE AHNM AHNS AIEM AJJ ALE AMA AMAEXT ANC ANFD ANU APA APCE APG AR ARDE ARE BGM BN BNP CAFARE CAP CEDA CMMU CNT DSC DSCC ERG FAI
Asuntos Exteriores Acción Catalana Republicana. Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares. Archivo General de la República. FUE. Madrid. Archivo Histórico Nacional. Madrid. Archivo Histórico Nacional. Salamanca. Asociación Ibérica de Emigrantes en México Archivo Julio Just. Albo raya. Acción Liberal Española. Archivo Municipal de Alicante. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Madrid. Archivo Nacional de Catalunya. Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas. Archivo de Naciones Unidas. Archivo Provincial de Alicante. Archivo Personal de Carlos Espía. Archivo de la Presidencia del Gobierno. Acción Republicana. Acción Republicana Democrática Española. Acción Republicana Española. Biblioteca Gabriel Miró. Biblioteca Nacional. Madrid. Biblioteca Nacional. París. Comisión Administradora del Fondo de Auxilio a los Refugiados Españoles. Caja de Ahorros Provincial. Alicante. Confederación Española de Derechas Autónomas. Casa Museo Miguel de Unamuno. Confederación Nacional del Trabajo. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Madrid. Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes. Esquerra Republicana de Catalunya. Federación Anarquista Ibérica.
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FIASA FIRPE FNTT PUDE FPI FUE FUE GOE HISME ICJGA IR JARE JEL NÚ ORGA PNV PR PRRS PRRSI PSOE PURA SDN SERÉ UFD UGT UNE UR URE
Financiación Hispano Americana Sociedad Anónima. Federación de Izquierdas Republicanas Españolas. Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra. Federación Universitaria Democrática Española. Fundación Pablo Iglesias. Fundación Universitaria Española. Madrid. Federación Universitaria Escolar. Grande Oriente Español. Financiera Hispano-mexicana. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Alicante. Izquierda Republicana. Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles. Junta Española de Liberación. Naciones Unidas. Organización Republicana Gallega Autónoma. Partido Nacionalista Vasco. Partido Radical. Partido Republicano Radical-Socialista. Partido Republicano Radical-Socialista Independiente. Partido Socialista Obrero Español. Partido de Unión Republicana Autónoma. Sociedad de Naciones. Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles. Unión de Fuerzas Democráticas. Unión General de Trabajadores. Unión Nacional Española. Unión Republicana. Unión Republicana Española.
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CAPÍTULO PRIMERO
Alicante: La educación sentimental. Contexto de un compromiso político 1.1. 1.1.1.
ALICANTE EN EL CAMBIO DE SIGLO LA CIUDAD Y SU ECONOMÍA
Según Francisco Figueras Pacheco1, el Alicante de los últimos años del siglo xix era una ciudad donde «no se daba el estruendo de las grandes urbes, pero tampoco la quietud y el silencio dormilón de las aldeas»; se recorría de parte a parte en poco más de diez minutos y por sus calles se oían los reclamos vocingleros de multitud de vendedores ambulantes. Apenas había automóviles y las gentes podían andar descuidadas por sus calles, inquietas tan sólo por el paso de algún carro cargado de frutas u hortalizas. «La lucha de clases —continúa Figueras— dejaba ya sus gérmenes en las masas, pero la semilla no tenía fuerza bastante para echar raíces en los corazones... A nadie le faltaban unos garbanzos que echarse a la boca de vez en cuando y el dinero se ganaba honradamente con esfuerzo y tesón.» Esta sucinta descripción del polígrafo alicantino nos sirve para conocer, a grandes rasgos y un poco endulzadamente, la fisonomía humana y urbana de la ciudad, que no diferiría mucho de lo que podía ser cualquier capital de provincia del litoral mediterráneo español, si exceptuamos Barcelona y Valencia. Alicante vivía volcada al puerto y del puerto, la actividad marinera y comercial le otorgaba cierto aire cosmopolita que no lograba ocultar su auténtico aire provinciano; de un modo natural se mezclaban tradiciones, costumbres y formas de vida casi rurales con otras más urbanas, más avanzadas, más modernas; convivían personajes típicos del medio huertano con otros de aspecto y vida más propio de las grandes urbes.
1 F. Figueras Pacheco, Alicante a fines del siglo XIX, Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante, 1967.
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Carlos Espía en un artículo escrito en México durante el destierro2 hace una disección del Alicante de su infancia, le quita la piel y se introduce, con un estilo entre nostálgico y humorístico, en los recuerdos más vivos de su niñez: ... Junto al puerto la Explanada se estrechaba al salirle al paso el mercado viejo y frente a éste, entre las palmeras, había dos urinarios, de cuya vigilancia, para que los pescadores no se measen fuera, estaba encargado un guardia municipal... Por aquellos parajes, vecindad de tabernas, solía andar «El Calamaro», bohemio del puerto, que un día recibió una dádiva de cierto procer: «Diez céntimos. No los malgastes, —¡No señor! ¡Que he de malgastar! ¡Eso me lo gastaré todo en vino!». Era el Alicante de los tranvías a muías, llenos de poesía, no sólo porque todo el pasado tiene acento poético, sino porque parecía empresa de poetas... Eran tranvías familiares, populares, democráticos... ¡Inolvidables festejos!, siempre eran los mismos: al amanecer repique general de campanas, disparo de cohetes y diana con alegres pasacalles por la banda del maestro Calseti; por la mañana baños de mar; a mediodía, reparto de pan y arroz a los pobres de orden, a los mendigos que no fuesen mal hablados; por la tarde carreras de bicicletas, que solía ganar el joven Sanguita; por la noche verbena en la Explanada. Venían los veranos los trenes botijo, que traían unos madrileños que hablaban ya como los personajes de Arniches... Era el Alicante del orfeón del Dr. Rico y del Mestre Poveda... En aquella época algunas beatas se santiguaban cuando pasaba el Dr. Rico... El conocido médico tenía una barba puntiaguda, rojiza, con las orejas y el mentón prominentes, decían algunas personas —según cuenta Espía— que parecía la viva imagen del demonio. La Wagneriana y las zarzuelas del Principal llenaban una parte de la vida cultural de la ciudad, en la que abundaban sobremanera las casas de lenocinio ordenadas según una rigurosa jerarquía acorde con la clientela que las visitaba. Eran estos los años en que Federico Soto andaba empeñado en sus campañas de propaganda del clima de Alicante con el fin de atraer turismo de invierno, por ese motivo iba siempre en mangas de camisa para demostrar que no hacía frío y «pillaba unos margallons imponentes». A pesar de estar prohibidos, continuaban celebrándose los duelos de honor en la plaza de toros, en ellos actuaba como juez perpetuo un coronel del Gobierno Militar, quien tomaba tal menester como su verdadero oficio. El relato de Espía, más realista y más pintoresco al mismo tiempo, complementa al anterior de Figueras Pacheco, puesto que es muy dudoso que en aquellos años a nadie faltara un plato de garbanzos que llevarse a la boca y que todo el dinero que se ganaba lo fuese de un modo honrado. Más a tono con la realidad parece la descripción de Espía, una ciudad llena de picaros, de gentes necesitadas, que contrastaba con la minoría que llevaba una vida fácil y regalada. Por otra parte, lo escrito por Espía también está filtrado por el tamiz de la nostalgia, del recuerdo de los paraísos perdidos a la fuerza, transmitiéndonos la impresión de una ciudad donde apenas ocurren cosas extraordinarias y las cosas sencillas han de ser narradas como excepcionales, una ciudad donde todos se conocen, donde todo son lugares comunes. Ambos relatos
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C. Espía Rizo, «Recuerdos de Alicante», Archivo Personal de Carlos Espía, Escritos II, Alicante.
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coinciden en la tranquilidad que debía reinar en Alicante y en la vitalidad y alegría callejera de sus habitantes, una ciudad donde las relaciones de producción estaban todavía marcadas por el antiguo régimen, si bien Figueras ya señala que algo empezaba a cambiar, aunque el momento no fuese todavía propicio. En ambos casos, que tanto Figueras como Espía reconocían como recuerdos de su infancia y adolescencia, se escondía, como en la mayoría de las personas al evocar la juventud perdida, la añoranza por un tiempo que se fue, pero también realidades concretas. Alicante era una ciudad pequeña rodeada de huerta y abierta al mar, pero que había duplicado su población entre 1857 y 1900, pasando de 27.500 habitantes a 50.142. A lo largo de la segunda mitad del siglo xix Alicante se va configurando como una ciudad administrativa y comercial, pero sin abandonar su carácter agrario, su relación con la huerta circundante. La década de los 50 trajo consigo un espectacular aumento de la actividad económica promovida por la favorable coyuntura europea: la construcción del ferrocarril a Madrid, el aumento del tráfico portuario y la afluencia de capital extranjero provocaron la rápida expansión de la ciudad. Sin embargo, antes de tratar de la evolución urbana de Alicante, es preciso mencionar las causas o factores que la hicieron posible. Durante la segunda mitad del siglo un hecho viene a modificar sustancialmente las estructuras económicas alicantinas: el tratado comercial franco-español de 1882, derivado de la crisis vinícola que atravesaba la nación vecina. El tratado provocó un enorme aumento de los beneficios de cosecheros y comerciantes, surgiendo una auténtica aristocracia financiera3. La acumulación de capitales fue acompañada, y esto es lo más notorio, de un cambio en los hábitos inversores de la burguesía alicantina: si hasta ahora la tierra, la deuda pública y los préstamos eran los destinos preferidos para colocar sus ganancias, a partir de este momento comienzan a invertir en negocios que aseguran unas rentas suculentas a corto plazo. Este fenómeno, de suma importancia debe ser valorado en su justo término: existe un profundo cambio en el comportamiento y la mentalidad de la burguesía enriquecida al socaire del tratado franco español. Se trata ya de una clase social con hábitos netamente capitalistas, sin embargo, sus inversiones se dirigirán a sectores en los que el riesgo sea mínimo y las expectativas de beneficios muy altas. En este sentido el desarrollo de los servicios públicos y su explotación en régimen de cuasi monopolio va a ser decisiva. En pocos casos se va a dar el arquetipo del capitalista anglosajón, pocas van a ser las industrias creadas de la nada con verdadero riesgo para su propietario. Aquí el dinero va a acudir a lugares donde se piensa que el beneficio va a ser mayor y el riesgo casi inexistente. Se sabe que los pozos de agua que abastecen la ciudad están al límite de sus recursos, pues ése será uno de los sectores a los que se dirigirá el dinero, junto a los tranvías, la electricidad y la construcción. En definitiva negocios para cuyo funcionamiento son precisas fuertes cantidades de dinero y cuya explotación aspiran a convertir, con la ayuda de los poderes públicos, en monopolio. Veamos, siquiera sea rápidamente, cómo se desenvolvieron estos sectores en la coyuntura finisecular.
3
J. Vidal Olivares, «Burguesía y negocios. La especulación en el sector servicios en la ciudad de Alicante a fines del siglo XIX, 1880-1900».
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El abastecimiento de agua ha sido, históricamente, uno de los problemas principales de la ciudad de Alicante, problema cuya solución no se encaró hasta las últimas décadas del siglo xix. Hasta entonces todo se había intentado solventar con medidas provisionales, puntuales, pero nunca de forma planificada y definitiva. El marqués de Benalúa, José C. de Aguilera y Aguilera, sabedor del problema que acuciaba a la ciudad y bien informado por sus amigos del Concejo del agotamiento de los pozos tradicionales, inició en 1880 los estudios y proyectos necesarios para traer agua desde La Alboraya. En 1884 se inauguraba el abastecimiento público y al año siguiente el Marqués vendía sus acciones a una compañía inglesa en cuyo consejo de administración se había reservado un puesto. En una clara operación especulativa, pues arriesgaba poco y el beneficio parecía claro, quiso obtener del Ayuntamiento el monopolio del servicio de aguas por cincuenta años, ambición que quedó frustrada por la victoria republicana en las elecciones de 1891, lo que supuso la entrada de nuevos competidores en el negocio. Sin embargo, José Carlos de Aguilera no se conformó y llevó el asunto a los tribunales, esgrimiendo sus derechos de explotación exclusivos. De este modo el problema del abastecimiento de aguas quedó sin solucionar hasta llegar al año 1895 en el que la falta de suministros estuvo a punto de provocar grandes disturbios sociales. En este momento aparece en escena Juan Leach, comerciante, exportador de vinos, financiero y prototipo del burgués alicantino de nuevo cuño, quien llevaba ya años comprando terrenos en los términos de Villena y Sax, en lugares que se presumían abundantes en recursos hídricos. En 1897, con ayuda de capitales belgas e ingleses, inició la canalización de las aguas de esos municipios hacia la capital, inaugurándose el suministro en 1898. El coste de las obras había sido muy elevado y el primer objetivo de los inversores fue recuperar rápidamente lo invertido. Se impusieron tasas muy altas, incluso abusivas y se intentó, presionando al Ayuntamiento, suprimir a los tradicionales aguadores que llevaban el agua de casa en casa, con el fin de maximizar beneficios eliminando cualquier competidor por pequeño que éste fuese. El problema del agua no quedaría resuelto hasta que en los años 30 se iniciasen las negociaciones para que las canalizaciones del Taibilla llegasen a Alicante. Los tranvías y la electricidad fueron otros sectores a los que dirigió sus ganancias la burguesía local. Armando Alberola, comerciante de maderas, el catedrático Ferré Vidiella, el barón de Finestrat y el ex alcalde José Soler Sánchez, fueron algunas de las personas que en 1897 constituyeron la sociedad encargada de montar la infraestructura del tranvía y de su explotación. Tres años más tarde buena parte de los socios de esta compañía fundaron «La Electra Alicantina», empresa cuyo propósito era el abastecimiento de energía eléctrica a la población. El crecimiento demográfico, unido a la bonanza económica, traería consigo el auge de la construcción y una transformación radical del espacio urbano. La expansión constructiva era consecuencia directa de la buena marcha de los negocios comerciales, de ahí que el período de más actividad en el sector fuese el comprendido entre 1882 y 1894, año en el que se hace verdaderamente patente la recesión económica derivada de la disminución de las exportaciones a Francia. Sin embargo, el proceso de transformación urbana hay que retrotraerlo en el tiempo al menos hasta la década de los 50, período, como se ha dicho, de expansión económica y demográfica. Consecuencia de esto, en 1858 se autorizó al Ayuntamiento de Alicante a derribar las
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murallas eliminando, de este modo, el mayor obstáculo para la expansión de la ciudad; en la década siguiente se procedió a la apertura y ampliación de calles, alcantarillado y pavimentación de las mismas. Guardiola Picó hizo el primer proyecto para convertir el viejo Malecón en lo que luego sería la Explanada y se construyó el barrio de San Antón. Los años setenta transcurrieron entre crisis políticas y económicas de las que se empieza a salir al final del decenio, y sobre todo tras la firma en 1882 del tratado comercial con Francia. Las reformas urbanas que acaecieron en la ciudad fueron resultado de este nuevo período de crecimiento económico y de la estabilidad política que proporcionaron el final de la tercera guerra carlista y los primeros años de la Restauración. En 1883, José María Muñoz, hombre acaudalado, filántropo que destacó por su ayuda a los damnificados por las inundaciones del Segura en Murcia y Alicante, promueve la construcción del barrio de la Caridad. Ese mismo año se constituyó la sociedad «Los Diez Amigos», que auspició la construcción del barrio de Benalúa, hecho este que se va a tratar con un poco más de detalle por ser el primer barrio «residencial» que se construyó en la ciudad y el lugar de nacimiento de Carlos Espía. El barrio de Benalúa surge de una idea del ingeniero Pardo Gimeno, hombre de la esfera de José C. de Aguilera, quien pretendía la construcción en Alicante de un barrio residencial siguiendo las últimas corrientes arquitectónicas de la época: viviendas unifamiliares de dos plantas y patio, trazado ortogonal, calles arboladas, amplitud y ventilación, variedad de servicios y zonas de esparcimiento. En un principio, el proyecto iba dirigido a la emergente burguesía alicantina. Pardo Gimeno pretendía que todos sus habitantes fuesen propietarios y perteneciesen a una misma clase social, cosa que, como se verá, consiguió parcialmente. Tan pronto como hubo madurado su idea, la puso en conocimiento del Marqués, quien la acogió como cosa suya, de tal modo que a los pocos días convocó una reunión en su casa de lo más representativo de la alta burguesía alicantina. Allí se dieron cita Armando Alberola, Soler Sánchez, Arcadio Just, José Carratalá, García Andreu, Juan Foglietti, Clemente Miralles, Pardo Gimeno y el anfitrión José C. de Aguilera, acordando crear una sociedad que llevaría el nombre de «Los Diez Amigos» y redactar un reglamento con el propósito de construir 208 viviendas en el paraje conocido como el Llano del Espartal. Todos los miembros fundadores de la sociedad provenían de familias adineradas, armadores, comerciantes de vinos y maderas, consignatarios del puerto, abogados, médicos e ingenieros. Aunque el proyecto inicial se dirigía a la burguesía liberal, al final el barrio fue ocupado por familias de estratos sociales diferentes: junto al próspero comerciante, al brillante abogado, convivieron albañiles especializados y artesanos de los más diversos oficios, a condición de que contasen con unos elevados ingresos anuales, pues no se puede olvidar que el precio de la vivienda superaba las nueve mil pesetas, cantidad que distaba mucho de las posibilidades de un trabajador medio. Por ello, aunque no se consiguiese el objetivo inicial de poblar el barrio a partir de miembros de la burguesía emergente, sí se limitó mucho el acceso de la mayoría de las familias alicantinas que andaban muy apremiadas para conseguir una cantidad mucho menor de dinero y poder subsistir. El levantamiento del plano fue encomendado al arquitecto municipal José Guardiola Picó, republicano posibilista, quien se encargó tanto de la urbanización del ba-
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rrio como del diseño de las viviendas. Tras diversos avalares, que estuvieron a punto de acabar con la sociedad «Los Diez Amigos», en 1895 la junta directiva tuvo que reducir el número de viviendas edificables a ciento sesenta, y al año siguiente el Ayuntamiento se hizo cargo de la urbanización del barrio ante la inoperancia de aquélla. El mismo año que el Ayuntamiento asumió la urbanización del barrio de Benalúa, se aprobó el ensanche que venía tramándose desde 1886, según el proyecto del arquitecto Altes, orientando el desarrollo de la ciudad hacia el Oeste y el Norte, sin que, por otra parte, sirviese para impedir la edificación de barriadas periféricas, como San Blas, Carolinas o Los Angeles. Tres años más tarde, en agosto de 1898, el Ayuntamiento encargó a Guardiola Picó el «Plan de reformas urbanas». Ni uno ni otro fueron llevados a cabo tal como estaban pensados, pues la crisis económica del momento hizo que su plasmación real fuese muy desigual. Indudablemente el siglo xx, a pesar de todas sus crisis, de la tremenda sacudida que supuso la pérdida de las colonias, llegó con aires modernizadores: el alumbrado eléctrico, el cinematógrafo, que aparece muy tempranamente en la ciudad, los tranvías, el automóvil, las grandes fábricas, las repoblaciones de los montes Tosal y Benacantil y toda una serie de innovaciones que acabarían por transformar la estructura de la urbe y las costumbres de sus moradores. 1.1.2.
SITUACIÓN POLÍTICA
La política alicantina durante el último tercio del siglo xix había pasado por las mismas tensiones y vicisitudes que el resto de la nación, a excepción de la Guerra Carlista que afectó de forma superficial a la ciudad. Hacia 1860 la burguesía, que era el sector más dinámico e innovador de la sociedad, vivía en un estado de ebullición y descontento tales que parecía inmediata su intención de subvertir el orden establecido. En 1864 se fundan la Tertulia de Alicante, progresista, y el Círculo de Artesanos, demócrata, con sus respectivos periódicos: El Eco y El Fígaro*; la ciudad se va llenando de clubes y conciliábulos republicanos y monárquico-progresistas en los que se habla y sobre todo se trama, se conspira contra la monarquía isabelina. Por primera vez en la historia de la ciudad hay una clase social emergente, nacida al calor del crecimiento económico dispuesta a arrebatar el poder a las oligarquías que tradicionalmente lo habían monopolizado. Las estructuras económicas y políticas de la monarquía isabelina, como más tarde sucedería con la Restauración, se habían quedado raquíticas para los sectores más avanzados de la población, que ansiaban tener otro marco en el que desenvolver sus aspiraciones. En ese contexto tuvo lugar el movimiento revolucionario de septiembre de 1868, entre el entusiasmo de la población y bajo el liderazgo de Eleuterio Maisonnave y Francisco José Carratalá, a quienes apoyaban, entre otros, Román Bono Guarner y Juan Leach, importantes hombres de negocios con intereses en el sector vinícola, que aspiraban a una situación política nueva más liberal y propicia para sus intereses y los de la nación. Dos partidos dominaron la naciente escena po4 li. A. Gutiérrez Lloret, Historia de la ciudad de Alicante, Alicante, 1990, pág. 83.
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lítica, el republicano surgido de la fusión del Círculo de Artesanos y la Sociedad de Amigos de la Libertad, cuyo primer comité local presidió el doctor Ausó y Monzó, y el monárquico-constitucional que agrupaba a la gran burguesía mercantil y financiera. En palabras del profesor Forner, se había producido un desajuste entre la escena política y el bloque en el poder que se resolvió con la Revolución de 1868. La misión de ese movimiento revolucionario consistía en construir un nuevo marco de dominación política en el que pudieran expresarse de una manera más eficaz los intereses de las diferentes clases y fracciones del bloque en el poder, para lo que resultaba imprescindible la democratización de la escena política institucional y la racionalización del acceso a la misma mediante el sufragio universal5. El año republicano transcurrió entre los intentos por modernizar el país y los conflictos internos, sin que el corto espacio de tiempo que duró supusiera cambios notables o definitivos para Alicante, ciudad en la que el republicanismo había calado hondamente. La Primera República debía enfrentarse a problemas de la máxima envergadura: nueva articulación del Estado, liberalización de las estructuras políticas y económicas, reubicación de la Iglesia y el Ejército en el nuevo mapa de poder. Todas ellas, empresas que hacían precisa la existencia de un gobierno fuerte y muy respaldado socialmente, pues afectaban al «núcleo constitucional del país». Casi ninguna de estas conflictivas tareas fue acometida con éxito. Ni el tiempo que duró el nuevo régimen, ni las circunstancias y, tal vez, tampoco la capacidad y disciplina de los republicanos, permitieron un saldo más positivo. La Restauración colocó de nuevo en el poder a quienes habitualmente lo habían detentado, aunque ahora contaban con el apoyo de la alta burguesía y algunas facciones del republicanismo moderado: los posibilistas de Castelar y Maisonnave y, en cierto modo, los progresistas de Ruiz Zorrilla, quienes lejos de verse incómodos con el nuevo régimen, al que criticaban en sus periódicos, parecían tener muchos puntos en común, como la política de orden público o las relaciones con la Iglesia. Otra vez dos partidos se turnaban en el ejercicio del poder: el conservador formado por moderados, unionistas y alfonsinos que contaba con personalidades como Juan Bouza, el marqués del Bosch, el marqués de Algorfa o Campos Domenech, y el liberalfusionista derivado de los constitucionalistas de Sagasta, en cuyas filas militaban Rafael Terol, Eduardo Orts, José Poveda, el marqués de Benalúa o José Gadea y Pro. Antonio Campos Domenech lideró el Partido Conservador entre 1879 y 1887, pero fue su sucesor, el marqués del Bosch, hombre que gozaba de la confianza de Cánovas y Silvela, el artífice de su modernización. Mientras que el Partido Liberal, hegemónico en la provincia, tuvo como jefe indiscutible en las postrimerías del siglo a Enrique Arroyo6. Fue el Partido Liberal, pese a los esfuerzos del marqués del Bosch, «el único capaz de consolidar una continuidad organizativa que iba más allá de la influencia momentánea de tal o cual dirigente político local o nacional»7. Esa conti5 S. Forner, «Estados y clases sociales en la revolución española de 1868», en Anales de la Universidad de Alicante, Alicante, 1983. pág. 107. 6 R. Zurita Aldeguer, Notables, políticos y clientes, Alicante, 1996, pág. 188. 7 S. Forner y M. García Andreu, Cuneros y caciques, Alicante, 1990, págs. 42-43. Para la Restauración, véase M. A. Lario González, El Rey, piloto sin brújula, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999.
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nuidad organizativa se reflejaba en la construcción de una fuerte maquinaria electoral que le aseguraba la hegemonía municipal durante todos estos años, hecho en el que tuvo no poca importancia «la absorción de una buena parte de la militancia republicana de finales del xix», de procedencia posibilista y federal, entre quienes destacaba, Rafael Beltrán y Ausó, auténtico hombre fuerte del partido a primeros de siglo. Éste, atraído por Canalejas, tuvo después la habilidad de abarcar buena parte del espectro político, desde republicanos a conservadores, pasando por algún jaimista, lo que contribuyó enormemente al fortalecimiento de su posición, no sólo en el seno del partido, sino también dentro de la sociedad alicantina. Entre tanto, los republicanos, que nunca fueron un partido de masas, sino pequeños grupos estructurados en casinos y periódicos, y compuestos por profesores, médicos, abogados, pequeños comerciantes y funcionarios, se sentían derrotados en su experiencia y ánimo, estaban divididos en corrientes casi irreconciliables. La prensa de la época es testigo privilegiado de sus muchas disputas. Se podría afirmar que había tantos partidos como republicanos, únicamente los posibilistas de Maisonnave o los progresistas de Rafael Sevila Linares mantenían cierta estructura organizativa, pero inmersos en una profunda crisis de la que no saldrían hasta final de siglo8. Aunque durante la última década de la centuria el republicanismo se mostraba extremadamente débil por la consolidación del régimen, las contradicciones internas y las divisiones y deserciones de posibilistas y zorrillistas, la promulgación de la Ley de Sufragio Universal en 1890 supuso un revulsivo que llevaría a numerosos intentos de unidad como el de la Unión Republicana de 1893 o la Asamblea de Madrid de marzo de 1895. Más tarde el resurgir del anticlericalismo popular de la mano de publicaciones como El Motín de José Nakens y las luchas en favor de la escuela laica hicieron pensar a muchos republicanos en la posibilidad de poder convertirse en un partido con una gran base social. El fracaso de estos movimientos unificadores llevó a la aparición de incontables uniones locales que terminarían por atomizar a los diversos partidos republicanos. Ocurrió lo que pocos años después llegaría a tener rango de norma: los esfuerzos por la unidad terminaban siempre con el partido más fragmentado. Paradójicamente, de esta división surgiría la renovación republicana mediante el proceso inverso, la fusión o federación de las distintas agrupaciones locales. Sin embargo, lo que perdura del republicanismo alicantino durante toda la Restauración es buena parte de su infraestructura socio-cultural, de su influencia en determinados sectores de la sociedad mediante numerosos diarios corno el posibilista El Graduador, el progresista La Unión Democrática o La Federación, tertulias, círculos, cafés, ateneos culturales, logias masónicas, sociedades espiritistas, librepensadoras o naturistas, escuelas y academias nocturnas, todas ellas muy diseminadas por la ciudad en torno al novecientos y con una impronta decisiva en la formación de jóvenes alicantinos como Espía, los hermanos Botella, Dorado o Alonso Mallol . Es lo que Ángel Duarte ha denominado como «canales de transmisión del republicanismo»9,
8
R. A. Gutiérrez Lloret, Historia de la ciudad de Alicante, pág. 118. A. Duarte, «La esperanza republicana», en R. Cruz y M. Pérez Ledesma (eds.), Cultura y movilización en la España contemporánea, Madrid, Alianza, 1997, págs. 182-183. 9
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que no eran sino una tupida red de difusión en la que se implicaban desde la familia a todo este entramado de organizaciones y sociedades con la finalidad de mantener y extender el ideal republicano. El movimiento obrero era eminentemente societario. Los obreros se agrupaban en sociedades de socorros mutuos o benéficas con la finalidad de paliar las necesidades extremas de sus asociados. Las primeras nacieron en torno a 1881 y fueron la Asociación de Panaderos, la Sociedad de Obreros de Alicante y la Asociación del Arte de Imprimir10. Sin embargo, a partir de los años ochenta, al amparo de la Ley de Asociaciones, los trabajadores comienzan a organizarse en sindicatos y partidos reivindicativos de clase, siendo cada vez más numerosas las manifestaciones, huelgas y algaradas callejeras, sobre todo tras la crisis del comercio vinícola de 1887. Los movimientos de protesta seguían teniendo todavía el perfil de los motines del antiguo régimen, pero ya se asomaba otro tipo de contestación social más organizada. La paralización de las exportaciones de vino a Francia redundó en el incremento de las medidas proteccionistas, como el arancel de 1891, lo que trajo consigo mayor inflación, escasez y carestía de las subsistencias, cierre de muchos centros de trabajo y una agitación social hasta entonces desconocida en Alicante. Durante el siglo xix los socialistas influyeron mucho en el movimiento obrero alicantino, pero sin conseguir que ninguna sociedad obrera ingresase en la UGT. Será al comenzar la siguiente centuria cuando los socialistas alicantinos, inspirados por Verdes Montenegro y el semanario El Mundo Obrero, logren transformar «las sociedades de socorros mutuos en sociedades de resistencia y que muchas de ellas se integrasen en la UGT y las Federaciones Nacionales del oficio, al tiempo que contribuían, junto a los compañeros de Elche, a extender el ideal socialista por la provincia»11. Entre 1903 y 1904 los oficios acogidos en el Centro de Sociedades Obreras proyectan una organización común mediante una Federación local de sociedades obreras o un pacto de unión, pero no llega a realizarse. En los años siguientes la división entre anarquistas y socialistas se hace más notoria y el movimiento obrero organizado entra en un período de crisis del que no saldrá hasta 1910, año de fundación de la CNT y de la llegada al Ayuntamiento de Alicante, al amparo de la Conjunción Republicano-Socialista, de Monserrate Valero, concejal socialista que impulsará la política social municipal. El movimiento obrero alicantino tiene sus raíces en el sexenio democrático, y está muy unido al Partido Republicano, especialmente al sector federal del mismo. El programa republicano recogía puntos que tocaban de lleno los intereses de las clases trabajadoras, como por ejemplo la abolición de las quintas y los consumos, de ahí que en muchos aspectos el republicanismo y el obrerismo alicantino vayan unidos y sea muy difícil estudiar uno sin tener en cuenta al otro. El programa reformista republicano ejerció una enorme influencia sobre las clases populares durante todo el último tercio del siglo xix, hasta tal punto que la cuestión obrera jugó un papel decisivo en las escisiones y particiones del Partido Republicano, quedando a un lado la burguesía temerosa de los avances de los trabajadores, que terminará por integrarse en cierta 10
R. A. Gutiérrez Lloret, Republicanismo en..., pág. 130. ' F. Moreno Sáez, Las luchas sociales en la provincia de Alicante, 1890-1931, Alicante, 1988, página 448. 1
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medida en las proximidades de los partidos dinásticos, y a otro, quienes pensaban que la colaboración con los obreros resultaba imprescindible para llevar a buen puerto los postulados democráticos que ellos defendían. Pero al mismo tiempo, el republicanismo supuso un freno al desarrollo y crecimiento de las ideologías obreristas en Alicante. Sólo a finales de la década de los noventa el empeoramiento de la situación económica y la debilidad de las organizaciones republicanas llevaron a los trabajadores a aproximarse a los sindicatos y partidos de clase. En este aspecto tuvo una gran notoriedad la celebración del Primero de Mayo de 1890 que trajo consigo la fundación del Centro Obrero, resultado de la unión de varias sociedades de trabajadores gracias a las gestiones de Rafael Carratalá Ramos, José Roca y Federico Valero12. El Centro Obrero sacó a la calle el periódico El Grito del Pueblo, primera publicación alicantina estrictamente socialista, y fue el antecedente inmediato del Partido Socialista Obrero Español, cuya primera sede se abriría como tal tras la visita de Pablo Iglesias a la ciudad en diciembre del mismo año. Sin embargo, como indica Gutiérrez Lloret, hasta entrado el siglo xx las ideas republicanas seguirán siendo más atractivas para la clase obrera alicantina, ello fundamentalmente por la escasa y tardía industrialización de la ciudad, donde, si exceptuamos la fábrica de tabaco y alguna otra de cerámica, no existían apenas obreros fabriles. 1.1.3.
ACTIVIDAD CULTURAL EN EL ALICANTE DE FIN DE SIGLO
La actividad cultural oscilaba entre dos polos bien diferentes dependiendo del estrato social y político de procedencia. Por una parte estaban las clases pudientes, aquellas que habían ejercido el poder durante décadas, y la nueva burguesía comercial y financiera, integradas en los partidos del turno. Bien situadas en la sociedad alicantina y en los centros de poder, tras la restauración monárquica vuelven a encontrarse consigo mismas, se sienten seguras y satisfechas e intentan dar expresión pública a sus sentimientos, lo que se va a plasmar en una bacanal, en una tremenda vorágine literario-cultural. Todo el mundo es poeta, lo mismo el alto funcionario de Aduanas que el financiero, el terrateniente que el comerciante de vinos, el político o el notario, la poesía se convierte en una moda al alcance de cualquiera, ser poeta da un toque de distinción y es al mismo tiempo una seña de identidad que certifica la pertenencia con todo los honores al grupo social dominante. Cualquier persona puede escribir versos, cuando más ripiosos mejor. Cualquier sitio es bueno para darlos a conocer, un café, la casa de un procer, incluso los más atrevidos recitan sus creaciones en interminables veladas poéticas en el teatro Principal. La historia literaria y el callejero de Alicante tienen en estos hombres un filón inagotable de mediocridad con el que llenar páginas y páginas de antologías y dar nombre a cuantas calles se proyecten en la ciudad. Las veladas literarias se convierten en el acto social por excelencia, en ellas se reúne lo más granado de la alta sociedad alicantina para escuchar los poemas de Alejandro Harmsen, Vila y Blanco, Carmelo Calvo, Campos Vassallo 12 F. Moreno Sáez, La prensa en la ciudad..., pág. 250.
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o Martínez Torrejón, alardes de rimas fáciles y simplicidad literaria que, no obstante, no encontrarían muchos reparos para ser publicados en cualquier imprenta de la ciudad. Esta explosión de «intelectualidad» y «sensibilidad» tuvo su reflejo en la proliferación de publicaciones periódicas especializadas en el sector corno Calderón, La Peñóla, La Pluma Literaria, El Álbum Poético o Alicante Literario. Francisco Moreno dice que el máximo auge de este movimiento literario fue la creación en 1881 de la Sociedad Literaria de Alicante, que «organizaba una serie de veladas, certámenes y publicaciones sufragadas por un mecenas, el comerciante Antonio Sánchez Manzanera, que fue nombrado presidente a perpetuidad de la citada sociedad»13. Dentro de la jerarquía de este tipo de actos, los juegos florales ocupaban un lugar privilegiado, a ellos acudían los mejores juglares de la localidad para demostrar en público su valía literaria, el amor inconmensurable a la ciudad y sus tradiciones y su admiración por la belleza sin par de las mujeres lucentinas, en actos que solían celebrarse en el Principal en medio de la emoción y alborozo del público asistente. El teatro constituía una de las manifestaciones culturales preferidas por las clases establecidas, pero también por el pueblo. Llegaron a existir cuatro teatros en la ciudad, el Principal, el Ruiz de Alarcón, el Español y el Circo. En ellos se representaban ante todo zarzuelas, especialmente del llamado género chico: La revoltosa, El rey que rabió, La verbena de la paloma o La Gran Vía. También tenían lugar muchas representaciones teatrales por compañías de aficionados o por otras profesionales de fama nacional como las de Emilio Thuiller o María Guerrero. Espectaculares serían los estrenos de Juan José, de Joaquín Dicenta, y de Electra, de Galdós. Por otra parte estaba la cultura no oficial, que se desenvolvía al margen del sistema en numerosas tertulias, círculos, ateneos y asociaciones de todo tipo. En ellos se hablaba y discutía de asuntos de la máxima actualidad. Entre las tertulias más célebres estaban las que protagonizaban Salvador Selles, el doctor Rico y el maestro Poveda, foro de discusiones teológicas, filosóficas, literarias y políticas, y escuela de jóvenes que se iniciaban, escuchando, en el librepensamiento, el republicanismo, y ante todo en el amor a la humanidad, nexo común de los contertulios. Algunas de estas sociedades publicaban periódicos para difundir sus ideales, tal era el caso de La Antorcha, El Ateneo o El Libre Pensamiento. Aunque no tenían mucha tirada ni se prolongaban en el tiempo, contribuían a la formación de una determinada conciencia social y aportaban a la cultura local bocanadas de aire fresco de otras latitudes, casi siempre de origen francés. De este modo se conocieron las innovaciones pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza, que tanto aportaron a la Escuela Modelo de la familia Albricias14, el krausismo, las obras de Renán, Anatole France, Pi y Margall, o las últimas comentes del pensamiento socialista y anarquista, junto a las ideas teosóficas y espiritistas. Es llamativo el desarrollo que alcanzó durante estos años la prensa. En los últimos veinticinco años del siglo más de doscientas publicaciones periódicas fueron editadas en Alicante, unas dependientes de partidos políticos, otras de organizaciones religiosas, profesionales o gremiales y otras de particulares. 13 14
F. Moreno Sáez, La prensa en..., pág. 45. A. Aparici Díaz, La Escuela Modelo de Alicante. 1897-1997, Alicante, 1997.
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A pesar de todo, una parte muy elevada de la población alicantina no sabía leer ni escribir; el índice de escolarización se mantenía desde antiguo en unos niveles paupérrimos sin que los sucesivos Gobiernos hubiesen tomado medidas mínimamente eficaces para su disminución. En 1900 Alicante tenía 50.142 habitantes, de los que solamente un tercio sabía leer, el resto de la población era totalmente iletrada, siendo el porcentaje todavía mayor entre las clases más menesterosas y las mujeres. De un modo u otro se podría afirmar que hubo un relativo auge cultural en los últimos lustros del siglo xix y, también, cierto grado de libertad de expresión, sobre todo tras el gabinete largo de Sagasta. Un repaso a la prensa finisecular es muestra suficiente para apreciar cómo, en mayor o menor medida, casi todos los grupos políticos y sociales tenían medios de expresión en los que plasmar sus ideas y sus críticas. Ahora, esto distaba mucho de ser una auténtica libertad de expresión en el sentido que hoy la conocemos, porque al mismo tiempo coexistía con la censura previa u obligación de todos los medios de comunicación de enviar sus escritos, con anterioridad a su impresión, a la autoridad gubernativa para obtener su aprobación, cosa que se conseguía siempre que los escritos no afectasen al núcleo fundamental del régimen o las circunstancias políticas lo permitiesen. Una huelga, un imaginario complot republicano o la sospecha sobre cualquier alteración del orden público, podía bastar para endurecer la censura, cerrar un periódico o encarcelar a un periodista. Durante este período las cifras de analfabetismo apenas variaron, la mayoría de la población siguió sumida en la mayor de las ignorancias. Sin embargo, conforme la situación económica y social de los individuos era más acomodada se abría un abanico de posibilidades mayor para elegir el tipo de enseñanza que se quería dar a los hijos y el grado de libertad era mayor para formar su conciencia según el criterio deseado. Mucho mayor, por supuesto, conforme ese criterio fuese más acorde con las leyes vigentes. Así, mientras había una cultura oficial y tradicional ligada a los estamentos de poder, el doctor Rico, Salvador Selles, José Rizo o Franklin Albricias pudieron transmitir su pensamiento, sus experiencias y creencias a los jóvenes que más tarde fundarían El Luchador y ocuparían puestos notorios en los gobiernos de la Segunda República. Del mismo modo durante este período se pudieron desarrollar, aunque no con entera libertad, las logias masónicas, las sociedades librepensadoras y las organizaciones obreras. Había cierta permisividad que toleró la expansión de formas de pensamiento opuestas a las oficiales, de tal manera que durante este período de debilidad del republicanismo nació la semilla que años más tarde fructificaría en el segundo intento republicano español. 1.2. 1.2.1.
LOS PRIMEROS AÑOS ALICANTINOS (1895-1916) DE UN PASADO EFÍMERO. INFANCIA, AMISTADES E INFLUENCIAS (1895-1909)
El año de 1895 y sus adyacentes estuvieron marcados por acontecimientos de gran importancia en la vida nacional e internacional. José Martí inicia la insurrección cubana que terminaría en 1898 con la intervención de Estados Unidos y la independencia de la Gran Antilla; unos meses después comienza un movimiento de similares
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características en las islas Filipinas, donde también la intervención americana sería determinante. A partir de tales sucesos surgía una nueva potencia mundial: Estados Unidos y otra, España, agudizaba una crisis nacida, al menos, tras la derrota de Trafalgar15. En Francia se funda la «Conféderation Genérale du Travail», la CGT, que sería en el futuro el principal instrumento reivindicativo de la clase obrera gala; un año antes había estallado el escandaloso «caso Dreyfus», que movilizaría a gran parte de la intelectualidad europea encabezada por Zola, repercutiendo profundamente en la formación espiritual de la juventud de principios de siglo, puesto que el asunto no terminaría hasta 1906 con la rehabilitación e imposición de la Legión de Honor al oficial calumniado. En España, este hecho tuvo especial resonancia en Valencia, donde Blasco Ibáñez patrocinó distintas campañas de solidadridad. En 1896, Costa elabora su manifiesto regeneracionista contra el caciquismo y se presenta a las elecciones con un programa eminentemente reformista; Rafael Altamira publica sus Cuentos de Levante y aparecen los primeros escritos de la Generación del 98 en revistas como Germinal, que dirigía Joaquín Dicenta. Mientras tanto el movimiento obrero comenzaba a organizarse en las ciudades más desarrolladas de España, reproduciendo geográficamente la misma división que en Europa había sufrido la Internacional: Levante y Sur con fuerte implantación anarcosindicalista y el resto del país con predominio de las corrientes socialistas. En Alicante, durante la década de los 90, los Terol, Gomís, Pascual de Pobil y Gadea se alternan en la alcaldía dentro del más estricto respeto a las pautas marcadas por el régimen canovista, lo que no impidió que en 1891 los republicanos ganasen las elecciones municipales. Se realizan reformas urbanas al tiempo que se produce una evidente polarización social al calor de la crisis económica. A las subidas de impuestos dictadas por el Barón de Finestrat en 1896, respondió el comercio con cierres y la negativa a pagar las contribuciones, y los trabajadores con asaltos a las casetas de consumos y algaradas callejeras de diversa entidad, llegándose a declarar el estado de guerra, situación que se repetiría en los años siguientes. La protesta seguía teniendo muchos rasgos arcaicos, más próxima al motín que a la huelga organizada. En 1895 el Ministro de la Gobernación envía un cuestionario a los ayuntamientos interesándose por lo que entonces se denominaba la «cuestión social». El encargado de informar fue el arquitecto municipal Guardiola Picó y su respuesta fue así de descriptiva: «...el obrero no consigue nunca el jornal con el que poder llevar el pan a sus hijos, mientras la miseria va extendiéndose como la mancha de aceite...»16 En esta década aparece una nueva generación de escritores alicantinos que alcanzarían auténtica resonancia fuera de la provincia: Altamira, Gabriel Miró, Azorín, Arniches, Bernacer. La vida cultural aparentaba cierta salud y la ciudad comenzaba a convertirse en un lugar atractivo para mucha gente, sobre todo procedentes de la ca15 A. Elorza y E. Hernández Sandorca, La guerra de Cuba (1895-1898). Historia Política de una derrota colonial, Madrid, Alianza, 1998; P. Laín Entralgo. y C. Seco Serrano, España en 1898. Las claves del desastre, Barcelona, 1998; J. Pan-Montojo (coor.), Más se perdió en Cuba, Alicante, 1998. 16 J. Guardiola Picó, «Cuestionario propuesto por el Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación y contestaciones dadas al mismo por el arquitecto municipal José Guardiola Picó», Alicante, Tipografía Costa y Mira, 1895.
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pital de España. Los veranos la estación de Madrid era un auténtico hervidero de personas que venían a «tomar los baños». Entre los visitantes más asiduos estaban Joaquín Dicenta, que fue enterrado en la ciudad, Salvador Rueda, Zahonero y Eugenio Noel, todos ellos pasaban largas temporadas en Alicante atraídos por el clima, por la tranquilidad y por el ambiente grato a sus inquietudes. En estas circunstancias y en este contexto histórico nace Carlos Espía Rizo un 23 de junio de 1895 en el número 48 de la calle García Andreu del barrio de Benalúa, cuyas obras todavía no habían finalizado. El mayor de tres hermanos, vio la luz en el seno de una familia de la clase media alicantina. Sus padres, Julio Espía Rizo, comerciante, y Josefina Rizo Alberola, maestra y ama de casa, se habían trasladado recientemente al nuevo domicilio convencidos por amigos próximos a los promotores del barrio. La familia Espía venía a ser el prototipo de familia media acomodada en la que pensaron el ingeniero y promotor Pardo Gimeno y el arquitecto Guardiola Picó a la hora de diseñar el barrio. La calle García Andreu, que llevaba el nombre de un comerciante miembro de la sociedad «Los Diez Amigos», respondía a los criterios racionalistas e higienistas en que se había inspirado Guardiola Picó. Tenía unas aceras bastante amplias para lo que se usaba en Alicante por entonces y estaban jalonadas por árboles, principalmente acacias por su perfecta adaptabilidad a las condiciones climáticas de la ciudad. La casa estaba situada al final de la calle, tenía una ubicación privilegiada por su cercanía al mar y la estupenda ventilación que le proporcionaban los aires del mismo. Como todas las casas del barrio, era de planta rectangular, con más profundidad que fachada, pero muy luminosa, puesto que la luz entraba también por el patio trasero. Constaba de dos plantas, en la primera un zaguán, dormitorios y la cocina, en la segunda destacaba el comedor y el despacho del cabeza de familia; en definitiva, se trataba de una vivienda unifamiliar amplia y cómoda, mucho mejor construida y distribuida que la mayoría de las existentes en la ciudad. En la relación de accionistas de la sociedad «Los Diez Amigos» de 1886, aparece una acción a nombre de Rafael Espía Rizo y dos cuyo titular es Rafael Rizo Soriano, tío y abuelo respectivamente de Carlos Espía17. En estos primeros años vivieron en Benalúa, entre otros, algunos de los promotores del barrio y algunas personalidades destacadas como Gabriel Miró, Francisco Figueras Pacheco, el pastor protestante Franklin Albricias y el librepensador Eduardo Irles, estos dos últimos muy relacionados con el republicanismo alicantino. La familia materna, probablemente, procedía de Italia, ya que el apellido Rizo podría tener su raíz en el italiano «Ricci». Debió instalarse en Alicante a finales del primer tercio del siglo xix. Según cuenta el propio Espía, los primeros antepasados suyos por línea materna que vivieron en Alicante fueron sus tatarabuelos en torno a 1823, procedentes de Cádiz, de donde tuvieron que salir debido a las persecuciones políticas desencadenadas tras la vuelta de Fernando VIL Eran personas liberales, muy bien situadas económicamente, que lo perdieron todo en la huida hacia Alicante. Él tuvo que hacer el viaje escondido en un rollo de esteras. Ella, inglesa de nacimiento, se embarcó en el puerto de Cádiz sin otro equipaje que su hijo. Al llegar a la ciudad,
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Memoria de la sociedad «Los Diez Amigos», Alicante, Imprenta de J. J. Carratalá, 1887.
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un cuñado del general Prim, amigo de la familia, lo empleó en la aduana del puerto. De esta época había en casa de Espía varios recuerdos de la familia Prim, un retrato dedicado del General, una mesa de despacho y un reloj de pared, a los que se refiere en sus escritos con mucha frecuencia. Uno de sus bisabuelos maternos estuvo entre los promotores del homenaje a los Mártires de la Libertad: un acto que consistía en dejar un ramo de flores en el lugar en que habían caído cada uno de los fusilados18 y una procesión cívica. El padre de su abuelo Rafael hizo fortuna en Alicante dedicándose a los negocios ganaderos, compró varias viviendas en la ciudad y en Bacarot. Murió joven dejando un tutor y administrador a su hijo. Éste se encargó de darle una cuidada educación y veló con tal celo de los bienes que le habían sido encomendados, que a los pocos años no quedaba absolutamente nada. El abuelo Rafael Rizo recuperó un poco la maltrecha economía familiar. Hombre de talante liberal, muy respetado entre los republicanos de la ciudad, fue amigo de Maisonnave, Salvador Selles, del abogado Guardiola Ortiz y del doctor Rico. Su hermano José Rizo, tío abuelo de Espía, participó activamente en los acontecimientos revolucionarios de 1868 junto a Maisonnave, Galdó y Carratalá. Formó parte del primer comité local del Partido Republicano; persona muy culta, estaba al corriente de lo sucedido en Italia y Alemania y en general de las nuevas líneas del pensamiento liberal europeo. Creía que la democracia era el único sistema político que posibilitaría la modernización del país, de igual manera pensaba que España debería organizarse de acuerdo a los criterios federalistas, pues el estado centralista no encajaba con la realidad nacional. Tras el golpe de Estado de Sagunto tuvo que salir de España por problemas políticos, fijando su residencia en Puerto Rico, donde murió al poco tiempo. La familia paterna residía en Alicante desde antiguo. El abuelo, Anselmo Espía, el mayor de siete hermanos, se dedicaba al comercio y a la música y casó con María Josefa Rizo Soriano, hermana de Rafael Rizo, por lo que ambas familias quedaron estrechamente emparentadas. Tenían casa en el número 7 de la calle del Cid, donde vieron nacer a cuatro hijos: Julio, Rafael, Carolina y Adela. Rafael nació en 1868, tras realizar estudios primarios ingresó en el Seminario de Orihuela, pasando posteriormente a la Compañía de Jesús. Autor del libro La Santísima Faz de Nuestro Señor Jesucristo, en el que desvela los milagros y misterios de dicha imagen, fue conocido como el «Padre Espía»19. Julio Espía primogénito y futuro padre de Carlos, había contraído matrimonio con su prima Josefina Rizo, por lo que ambos, padre e hijo llevarían los mismos apellidos. Como el resto de su familia se dedicaba al comercio, consiguiendo una buena posición económica que le permitía llevar una vida desahogada muy en el tono de la pequeña burguesía del tiempo. Ambas familias podían incluirse en el modelo de clase media de la época, vivían de su trabajo, no tenían rentas que disfrutar, en todo caso pequeñas propiedades que no permitían vivir de su explotación. Vinculados a actividades terciarias, con una
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C. Espía Rizo, APCE, Escritos II, Alicante. Rafael Espía Rizo, La Santísima Faz de Nuestro Señor Jesucristo, Alicante, Imprenta de Luis Espía, 1918. 19
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buena formación intelectual, siempre en el contexto del tiempo, y bien relacionados con los sectores más dinámicos de la sociedad alicantina. Los ingresos familiares procedían exclusivamente del trabajo del cabeza de familia y entre sus aspiraciones, la primera venía a ser la educación de los hijos de acuerdo con los esquemas laicistas y liberales del republicanismo español. De espíritu liberal y abierto, con un fuerte grado de compromiso político, creían en una España nueva y progresista según los ideales de la Revolución del 68 y la Primera República. Los primeros años de la infancia de Carlos Espía transcurrieron dentro de lo que podríamos denominar «felicidad pequeño-burguesa». Rodeado de una familia amplia y bien avenada en la que la madre ocupaba un lugar preeminente y en la que todas las necesidades materiales estaban cubiertas. Por otra parte, nació en el seno de una familia republicana de abolengo, en un hogar en el que se respiraba toda la gloria de la Revolución Francesa y de las luchas por las libertades españolas, «un hogar siempre propicio al deleite espiritual de la lectura que proporcionaban una pequeña, pero escogida biblioteca de libros clásicamente republicanos, a la evocación de las grandes figuras nacionales de la Primera República y a las veladas de unción y remembranzas»20. En efecto, por su casa pasaban multitud de amigos de la familia y con mucha frecuencia se organizaban tertulias o reuniones propiciadas por el abuelo Rafael, en las que no era raro encontrar a Nicolás Lloret, Guardiola Ortiz o al doctor Antonio Rico Cabot, médico de la familia y hombre decisivo en la formación de Carlos Espía. Antonio Rico era una de las personalidades más populares y controvertidas de Alicante; médico de prestigio, dedicaba buena parte de su saber y de su tiempo a atender a los más desprotegidos con una vocación y una capacidad de sacrificio inigualables. En su afán por mejorar las condiciones de vida de los más pobres emprendió campañas para difundir los buenos hábitos higiénicos y sanitarios, y promovió sistemas de protección social en los que invirtió no poco dinero de su fortuna personal. Pero su labor no se limitaba a lo puramente profesional sino que con la misma tenacidad se entregaba a una encomiable tarea educadora que abarcaba conferencias, tertulias y sobre todo lo que fue uno de sus proyectos más queridos: la fundación del Orfeón de Alicante junto al maestro Poveda21. El Orfeón no era sólo una institución musical con bases eminentemente populares sino que ante todo cumplía una misión educadora en el más amplio sentido de la palabra: se aprendía música, pero al mismo tiempo se enseñaba a leer a los analfabetos y se les instruía dentro de los parámetros laicistas y liberales. La identificación de Rico con las clases más menesterosas le granjearon un enorme prestigio popular, pero también la enemistad declarada de las fuerzas vivas que vertieron sobre él todo tipo de infundios. Su declarado ateísmo dio pie a que los elementos reaccionarios de la ciudad promoviesen campañas en las que se le tildaba poco menos que de diabólico. La amistad del doctor Rico con la familia Espía venía dada en primer lugar por la afinidad ideológica de ambas familias: Antonio Rico y José y Rafael Rizo habían sido compañeros de luchas republicanas, lo que les unió fraternalmente. Era el mé-
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Juan de Roca, ¿El Luchador?, Octubre de 1931, Archivo Personal de Carlos Espía. C. Espía Rizo, «Recuerdos de Alicante», APCE, Escritos II, Alicante.
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dico de la familia y había atendido a Josefina Rizo en el nacimiento de todos sus hijos. Desde muy pronto sintió una viva atracción por Carlos, de quien fue, además del médico que curaba sus dolencias infantiles, verdadero guía espiritual: «todo lo que hizo por la salud de mi cuerpo no es nada comparado con lo que hizo por la salud de mi formación moral e intelectual»22. Tal vez, de todas las personas que pasaron por la vida de Espía, y fueron muchas y muy notorias, sin duda la más decisiva en su formación humana y política fue Antonio Rico Cabot, «santo laico» alicantino que a nuestro entender reclama ya un estudio detallado. No es arriesgado afirmar que en el caso que estamos analizando, funcionaron a la perfección los mecanismos de transmisión ideológica tan bien descritos por Ángel Duarte. La familia de Carlos Espía tuvo un papel fundamental en la construcción de su pensamiento y su ideología. «El niño aprende tanto de la palabra del padre como del silencio de la madre», asevera Duarte, pero es que además aquí la madre también habla, y el abuelo, y los amigos de éste y todos en la misma dirección23. Los últimos años del siglo xix estuvieron marcados por la crisis, sobre todo para el comercio portuario y las exportaciones a Francia, principal motor de la economía alicantina. Las manifestaciones contra la falta de trabajo, la carestía de la vida y la subida de impuestos arreciaban con el final de la centuria, agravadas por el conflicto colonial24. Entre tanto, la cuestión social se había convertido en el tema más recurrente de la prensa. Cientos de artículos aludían a la carestía, a la falta de alimentos, a las miserables condiciones de vida de los trabajadores, se pedían soluciones pero éstas no llegaban y la situación de muchas familias llegó a ser verdaderamente insoportable. El barrio de Benalúa seguía construyéndose salpicado por alguna huelga de albañiles o canteros y por los problemas financieros de la sociedad «Los Diez Amigos», seriamente afectada por la crisis. Fue un tiempo de penalidades y miserias para un buen número de alicantinos a los que la familia Espía-Rizo permaneció ajena ya que sus ingresos no se vieron mermados. En torno al año 1900 Espía comenzó a ir a la escuela cerca de su casa, en la actual calle doctor Just del barrio de Benalúa, aunque allí estuvo sólo los primeros años, por otro lado suficientes para perdurar en su memoria: «Nuestro barrio es para mí la isla poética y emocionante de los recuerdos. Nací en él, en él murieron mis padres, en él fui al primer colegio, en él aprendí a ser ciudadano»25. Espía acudió a una escuela pública a pesar de que su padre fue uno de los fundadores de la Casa de Estudiantes1^, centro en el que se impartían enseñanzas académicas regladas y se daban conferencias sobre temas muy genéricos, dirigidas a aquellas personas que menos acceso tenían a la cultura. La escolarización de Espía coincidió con la ley Romanones de 26 de mayo de 1901, que proclamaba la obligatoriedad de la enseñanza entre los
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C. Espía Rizo, «La muerte del Dr. Rico», El Luchador, 14 de septiembre de 1927. A. Duarte, La esperanza republicana..., págs. 181-183. 24 F. Moreno Sáez, El movimiento obrero en Alicante, Alicante, UGT, 1988. 25 Discurso de Carlos Espía leído por V. Marco Mirando en el Círculo Republicano de Benalúa el 15 de diciembre de 1928. 26 J. M. Beltrán Reig, La enseñanza en la ciudad de Alicante..., Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos, 1981, págs. 266 y sigs. 23
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seis y los doce años, aunque esta medida no tomó carta de naturaleza hasta muchos años después y la escolarización continuó siendo un privilegio reservado a una minoría de ciudadanos: únicamente iban a la escuela aquellos niños pertenecientes a familias acomodadas que no necesitaban la mano de obra de sus hijos para subsistir. El final de siglo trajo consigo innovaciones importantes en la estructura educativa de Alicante. Por un lado, la creación por la familia Albricias en 1897 de la Escuela Modelo siguiendo los criterios pedagógicos más avanzados. Herbart y Pestalozzi influyeron mucho en los criterios pedagógicos de F. Albricias, pero no de modo exclusivo: «Admirador del trabajo, la ciencia y el amor a la humanidad de tantos pedagogos ilustres, según las circunstancias tomó de uno y de otro sin ser partidario absoluto de ninguna escuela, ni de ningún hombre»27. Sus bases pedagógicas eran: disciplina, higiene, deportes, cultura, trato, metodología de la enseñanza, civismo, patriotismo, tolerancia y respeto a todas las creencias, incluidas aquellas que desvirtuaban los Evangelios. En la Escuela Modelo estudiaron muchos de los futuros amigos y compañeros de Carlos Espía: Emilio Costa, que sería director de Diario de Alicante; los diputados republicanos Pérez Torreblanca y Alvaro Botella, fundador este último de El Luchador, o el alcalde republicano Lorenzo Carbonell. El éxito de la escuela fue tal que en 1924 habían pasado por sus aulas más de catorce mil niños28. Al mismo tiempo se produjo el fenómeno inverso al que no era ajeno el prestigio conseguido por la Escuela Modelo: la implantación en Alicante de numerosos colegios regentados por frailes pertenecientes a órdenes francesas afectados por las leyes educativas laicistas de la Tercera República, aunque el período de máximo auge no llegaría hasta la década de los años veinte. Tras cursar los primeros años en la escuela de Benalúa, Espía se trasladó a un colegió situado en el Paseo Gadea, al que él y sus amigos llamaban la «escuela de D. Dionisio». Tendría ocho años y este cambio que en la mayoría de los casos no habría tenido la menor importancia, se convirtió por obra de la casualidad, o del interés de los padres por mejorar la educación de su hijo, en algo decisivo para su vida posterior, ya que allí conoció a quienes le acompañarían fraternalmente en los años más comprometidos para su formación: Rafael Selfa, Armando Farga, con cuya hermana casaría más tarde, Alonso Mallol o Alvaro Pascual Leone. Juntos formarían un férreo grupo de juegos e inquietudes y más tarde de luchas, que cristalizaría en lo que se podría denominar la élite de la nueva generación republicana alicantina. Alvaro Pascual, tal vez el amigo más íntimo, describió aquel tiempo en un artículo escrito con motivo del homenaje que El Luchador y el Círculo Republicano de Benalúa tributaron a Espía en 1928: «En la escuela de D. Dionisio, Pepito Alonso carirredondo y lardosico, vivaz y decidor, vivía y renovaba las fabulaciones que aprendía en novelones y cuentos y se creía D'Artagnan. Garlitos Espía, cuidadoso, enormemente intuitivo, seriecito, como adivinando que tendría que ser un hombre antes de sazón. Aún le estoy viendo con sus ojos negros, brillantes, graves, y su cara sonrosada, estar instantes
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A. Aparici Díaz, La Escuela Modelo..., pág. 209. Ibídem, pág. 266.
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apartado como en acecho»29. Este grupo, al que se unieron otros niños procedentes de la escuela de la familia Albricias como Lorenzo Carbonell o los hermanos Botella, llegaría a constituir una auténtica generación: todos tenían una edad parecida, gustos y aficiones similares y una clarísima vocación política que les haría permanecer estrechamente unidos a pesar de los muchísimos avalares que les deparo la vida. Llamativo es el caso de Espía, Pascual Leone y Alonso Mallol. Los tres estudiaron juntos, casi al mismo tiempo tuvieron que irse de Alicante en torno a 1916, todos tomaron parte activa en las luchas contra la dictadura de Primo de Rivera, igualmente ocuparon cargos de relevancia en los Gobiernos republicanos y los tres vivieron el exilio en México sin que su amistad se resintiese lo más mínimo. La infancia de Espía y sus amigos debió transcurrir como la de otros niños de su misma clase social en cualquier ciudad de provincias. Aunque el cinematógrafo se instaló en fecha temprana en la ciudad, todavía no monopolizaba el ocio infantil que se repartía entre una ingente variedad de juegos callejeros, muchas veces relacionados con la estación meteorológica, y las constantes escapadas al puerto o la playa. Sin embargo, para estos muchachos existían otras distracciones tan atractivas como callejear. De entre ellas sobresalía con mucho la lectura, afición condicionada por el entorno familiar. En el caso de Carlos Espía fue su abuelo Rafael Rizo, que poseía una buena pero sesgada biblioteca, quien le inició en el gusto por los libros: «En el despacho de mi abuelo materno había un gran retrato de Garibaldi, junto a un retrato de Maisonnave y una lámina de la Primera República. Mi abuelo fue republicano, miliciano y masón. Yo veía en él, encarnada y viviente, toda la historia romántica del siglo xix, el siglo de la libertad. Había en aquel despacho una pequeña biblioteca... Voltaire, Venot, Larra, Espronceda, Reclus, Castelar, Victor Hugo, Pérez Galdós, Pi y Margall... y viejas colecciones de periódicos revolucionarios. Frente al retrato de Garibaldi apagué la sed de saber de mis primeras lecturas. Uno de los libros que encontré fue el de las memorias de la vida de Garibaldi...»30 El resto de los escritores de la biblioteca de Rafael Rizo citados por Espía formaban parte del acervo cultural de los liberales españoles. Además, el abuelo solía leerles en voz alta fragmentos de obras de Julio Verne, Flammarion, Dumas o Salvador Selles, que escuchaban con sumo deleite. Selles, poeta alicantino y amigo de la familia tuvo también un papel sobresaliente en la educación y formación de Espía. Hombre hecho a sí mismo, procedía de una familia humilde que apenas si le pudo costear los estudios primarios. El resto de su enorme formación intelectual lo debió exclusivamente a su voluntad. Desde muy pequeño sintió una especial inclinación por el dibujo y el teatro al tiempo que se iba convirtiendo en un empedernido devorador de libros. Primero Calderón, Lope y en general todo el Siglo de Oro castellano, después los escritores latinos, «más tarde el azar puso en sus manos un libro de Chateaubriand»31 que le introdujo en el gusto por 29 A. Pascual Leone, «La escuela de D. Dionisio y otros recuerdos», El Luchador, 14 de diciembre de 1928. 30 C. Espía Rizo, El Luchador, 4 de febrero de 1926. 31 M. Rico García, Ensayo biográfico-bibliográfico de escritores de Alicante y su provincia, Alicante, Instituto de Estudios «Juan Gil-Albert», 1986, págs. 567-77.
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los clásicos de la literatura universal: Shakespeare, Hornero, Dante, hasta llegar al que consideraba el mayor poeta de todos los tiempos: Victor Hugo, auténtico mito del republicanismo. Selles, escritor comprometido, estuvo siempre identificado con los partidos republicanos. Escribía por estética, pero sobre todo «como forma de propagar sus ideas a la parte más necesitada de la población»32. Creía que había que hacer todo lo posible por el progreso del mundo, de ahí su afán por el estudio y su aplicación al apostolado de las modernas ideas psicológicas... Era un convencido espiritista seguidor de las teorías de Alian Kardec33, que dedicó mucho tiempo y muchos escritos a combatir con énfasis el despotismo, la esclavitud, la pena de muerte, la intolerancia y el fanatismo religioso desde profundos estudios teológicos y de las Sagradas Escrituras. Secretario General y Vicepresidente de la Sociedad Espiritista Española, de una honradez extremada, creía que las ideas había que llevarlas a la práctica y dar ejemplo con la actitud personal, llevando esta máxima kantiano-kmusista en la vida real con tal empeño, que renunció a los ascensos que le ofrecieron una y otra vez en su trabajo por estimar que tenía bastante con lo que ganaba y que había compañeros que lo necesitaban más que él por sus circunstancias familiares. Amigo de Castelar y Núñez de Arce, colaboró en muchos periódicos alicantinos, en Las Dominicales del Libre Pensamiento de Madrid y en la mayoría de las publicaciones espiritistas españolas. Selles y el doctor Rico solían mantener sustanciosas polémicas sobre los temas más dispares, lo mismo se ocupaban de la existencia de Dios, el origen del Universo o los mecanismos cósmicos que de otras cuestiones más materiales como las condiciones de vida de los obreros, el analfabetismo, la miseria o el abandono de niños. Rico era un humanista materialista, Selles un humanista espiritista con fuertes raíces en el cristianismo primitivo. Muchas de estas amigables discusiones tenían como foro la sociedad literaria El Estudio o el Orfeón de Alicante, pero también muchas de ellas ocurrían en el hogar de Espía y bastantes cosas de las que allí dijeron quedarían luego en su pensamiento como cimientos ideológicos de su futura arquitectura intelectual y humana. De Selles y Rico extrajo Espía el compromiso con los débiles, con los desprotegidos, el anticlericalismo, el amor a la libertad y a todas las expresiones del intelecto humano. De Selles un sentimiento casi religioso, místico, del deber para con los demás, «el amor a la belleza y un pensamiento alto». De Rico «su rectitud y sentido filosófico»34, un profundo sentido de la responsabilidad y de la inmediatez de los actos, lo que le llevaría a iniciar y participar en multitud de empresas arriesgadas, a estar desde muy joven en lucha contra la opresión, aun a pesar de que muchas veces esa actitud fuese perjudicial para su vida personal. Y es que, la vida personal no la concebían sus maestros Selles y Rico como la podía entender un burgués del tiempo, como privacidad, sino que tenía otro sentido muy distinto: el individuo como tal debía hacer todo lo posible por formarse, por tener más cultura, por ser mejor, por apro-
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Ibíd. F. Moreno Sáez, La prensa en la ciudad..., pág. 371. Kardec fue uno de los principales difusores del espiritismo basado en el racionalismo cristiano. 34 Alvaro Botella, Homenaje a Carlos Espía organizado por El Luchador y el Círculo Republicano de Benalúa, El Luchador, 14 de diciembre de 1928. 33
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vechar al máximo hasta el último resquicio de sus capacidades, para, de este modo, poder cumplir mejor con el compromiso colectivo, olvidándose entonces de su propio yo. El liberalismo de Selles y Rico no era sinónimo de individualismo, sino que tenía un fuerte componente social: de nada valía la libertad, el bienestar y la cultura de unos pocos si el pueblo seguía sumido en la esclavitud, la miseria y el analfabetismo. La misión de los buenos republicanos, de los buenos liberales, consistía en mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos, inculcándoles el amor a la libertad y al saber, aunque para ello tuvieran que sacrificar su individualidad, sus aspiraciones personales, su interés. Desde el primer momento, Rico y Selles vieron en Espía a un futuro buen republicano y ambos lo educaron como a un discípulo predilecto en el que hubieran depositado grandes esperanzas. La impresión que le causó Selles desde su más tierna infancia quedó impresa en sus recuerdos de tal manera, que cualquier excusa era válida para evocarlo en sus escritos: «Era yo muy pequeño y ya los versos de Selles abrían senderos de luz en mi conciencia infantil. En el doloroso esfuerzo de aprender, cuando las lecturas y la vida marcan la senda de nuestro futuro, el nombre de Salvador Selles, que mis padres pronunciaban con gran respeto, tenía para mí el prestigio de un hombre inmortal»35. Selles, el doctor Rico y su abuelo, Rafael Rizo, fueron sus primeros mentores espirituales, dejando en él una huella que el tiempo no haría sino agrandar. Pero aunque estos tres hombres fueron los más influyentes de su primera infancia, y luego seguirían siéndolo, también hubo otros que en menor medida contribuyeron a forjar su educación sentimental. De entre ellos, sin duda, fue Gabriel Miró el más destacado, pero no porque tuviese un contacto personal con el escritor de El obispo leproso, sino porque la especial sensibilidad en la que estaba siendo educado le llevaba a la admiración casi pasional de aquellos que sabía se dedicaban con entrega a cualquier tarea intelectual. Además Gabriel Miró vivía a muy pocos metros de él, en la plaza de Navarro Rodrigo, y a sus ojos apareció convertido en un mito. Miró llevaba una vida retraída y se pasaba los meses sin salir del barrio, no iba al casino, ni al teatro, ni al Club de Regatas, sólo al café de Bautista, al lado de su casa, a jugar al tute con los vecinos del barrio. En ese ambiente escribió más de la mitad de sus obras. De Miró le atraía a aquel muchacho de diez u once años tanto su forma de escribir, como su propia vida, la sinceridad de sus personajes, su sencillez, su bondad desinteresada. Nómada, galardonada en Madrid con el premio de El Cuento Semanal, fue su novela preferida: Nómada fue la lectura que marcó en mi vida el adiós a la infancia. Me sentía atraído por la gravedad, la sencillez, la bondad que como un perfume se desprendía de la prosa de Miró. Mi admiración por él fue silenciosa y recatada. Yo sentía honda emoción cuando lo veía, y unos impulsos incontenibles de besarle la mano. Miró con su santidad de hombre, me daba una sensación de pura religiosidad, fuera de todas las religiones. Muchas veces fui vecino suyo en Benalúa, veía abierto e iluminado el balcón de su casa... Permanecía algunos momentos bajo aquel balcón como un devoto ante un altar...36 35 36
C. Espía Rizo, «El poeta de Alicante», en El Luchador, 23 de junio de 1920. C. Espía Rizo, El Luchador, 28 de mayo de 1930, escrito homenaje a Miró.
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Espía, que luego pasaría a ojos de algún historiador como redomado anticlerical y enemigo de la religión, sentía una vivísima admiración por la íntima devoción de Miró, por la sinceridad de sus sentimientos y por su modestia mística. Le entusiasmaba cualquier sentimiento que saliese directamente del corazón humano, incluido el religioso. No fueron los citados anteriormente los únicos impulsos que le animaron en su afición literaria, igualmente influyeron sus amigos de la escuela, en cuyos hogares se vivía un ambiente similar al suyo. José Alonso Mallol, quien luego sería Gobernador y Director General de Seguridad, fue durante muchos años el más decidido y dominante del grupo, marcando el camino que debían seguir los demás, tanto en los juegos como en las lecturas: «Pepe Alonso era un muchacho muy audaz, un magnífico ejemplar de vitalidad y rebeldía. Alvaro y yo admirábamos a Alonso. Era nuestro jefe, nuestro caudillo, nuestro capitán. Triunfaba en todos los juegos y en todas las reyertas infantiles. De él recibimos los primeros libros de lectura. Novelas de aventuras. Venía a nuestras casas y devoraba los libros de las bibliotecas familiares. Era el más despejado e inteligente del colegio...»37 Conforme pasaban los años otros amigos fueron integrándose al grupo, Armando Farga, Eleuterio Sánchez, Rigoberto Soler, Dorado Martín, Ángel Pascual y Paco Balaguer. Terminada la enseñanza primaria la vida de cada uno de ellos emprendió derroteros bien diferentes, pero sin afectar mínimamente a la cohesión del grupo que ya por entonces estaba firmemente trabada. José Alonso Mallol, Rafael Selfa, Armando Farga y Alvaro Pascual pasaron al instituto de segunda enseñanza que existía en la ciudad desde 1845, con la intención de seguir más tarde estudios universitarios; Alvaro Pascual comenzó en este centro de enseñanza su temprana vocación política, siendo elegido presidente de la Asociación Liberal de Estudiantes, primer antecedente de la FUE38 Natural de Vinaroz, Alvaro vivía en Alicante desde los cinco años debido a que su padre había sido trasladado a esta ciudad como Subdirector de Obras del Puerto. Su aparente timidez «no era sino delicadeza y sensibilidad»39. De gran cultura, pese a sus escasos años, palabra fácil y extremada claridad de ideas, no tardó en cautivar a sus compañeros de estudios convirtiéndose en uno de los primeros agitadores del muy tímido movimiento estudiantil alicantino. Carlos Espía ingresó, siguiendo el consejo paterno, en la Escuela de Comercio que estaba situada en la casa de La Asegurada. Las escuelas de comercio habían sido centros cuyas enseñanzas habían estado siempre muy desregularizadas, hecho este que había repercutido mucho en la mala calidad de las mismas, en su desprestigio y en las nulas salidas profesionales que deparaba. No tenían entidad propia sino que generalmente, como sucedía en Alicante, solían depender de los institutos de enseñanza media o los consulados marítimos. Su revitalización y autonomía vino tras el decreto del ministro de Fomento, Navarro Rodrigo, de 11 de agosto de 1877. Esta disposición intentaba dar a las escuelas mercantiles independencia, una entidad de la que 37 38
C. Espía Rizo, El Luchador, 10 de abril de 1931. C. Espía Rizo, Discurso homenaje a Alvaro Pascual, México, 2 de diciembre de 1953, APCE, Ali-
cante.
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Ibíd.
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hasta entonces habían carecido y dotarlas de un plan de estudios homogéneo para todo el Estado. Navarro Rodrigo creyó que los estudios de comercio debían ser potenciados porque habían estado abandonados por el monopolio absoluto de las enseñanzas humanísticas. El impulso a estas escuelas se comprendía dentro de un plan más extenso que pretendía vigorizar las enseñanzas aplicadas y hacerlas atractivas para las clases medias, de modo que aumentase la preparación y competencia de aquellos que se dedicaban al comercio y la industria. El plan tuvo un moderado éxito pues fueron muchas las familias de la burguesía que en adelante mandarían a sus hijos a estos centros con el fin de capacitarlos adecuadamente para poder llevar y rentabilizar mejor sus propios negocios. Sin duda esa fue la intención de Julio Espía a la hora de decidir los estudios de sus hijos, puesto que su segundo hijo Manuel también fue matriculado en la misma escuela: darles una instrucción utilitarista que además de servirles para desenvolverse mejor en la vida, pudiese ser aprovechada para gestionar más productivamente el negocio paterno. La familia Espía siguió, en este aspecto, una costumbre muy extendida entre la reducida clase media alicantina, de la que formaba parte, a la hora de elegir la educación de sus hijos. Espía inició los estudios en 1906, siendo director Blas de la Loma Corradi. Profesores suyos fueron los hermanos Germán y Julio Bernacer y J. M. Milego Inglada. No brilló como estudiante. Más bien mediocre, destacaba en las asignaturas humanísticas: historia, geografía, literatura, llevando el resto de materias con más pena que gloria, incluso los idiomas como el francés e ingles, que años después hablaría a la perfección40. Sus inclinaciones seguían otros designios harto diferentes. En la Mercantil contrajo gran amistad con dos compañeros, Carlos Morales y Manuel Villar, con los que hizo sus primeros escarceos periodísticos. Primero fue la publicación en una imprentilla de un periódico literario llamado La Ilustración; después un semanario «muy pequeño que tenía un nombre simbólico: La Constancia», que a pesar de todo no tenía ninguna connotación masónica. Ambos, como es natural, no pasaron de meros ensayos, pero ya se atisbaba lo que sería su auténtica vocación41. No fueron el desinterés, la distracción o la torpeza las causas de la interrupción de sus estudios en 1916. Con más o menos lustre iba cumpliendo cada año con el programa establecido. Fueron problemas de índole familiar y político, la muerte del padre en 1909 y el destierro en 1916, los que le impidieron obtener el título de Contador Mercantil hasta 1921, cuando ya llevaba varios años residiendo en Valencia. En 1909 murió su padre. A las normales horas de amargura, sucedió la realidad de una economía familiar maltrecha. La madre, con tres hijos menores de edad, no tenía ingresos para sacar la familia adelante. Carlos tuvo que dejar un poco de lado la carrera de Comercio y ponerse a trabajar en una oficina en la que según recuerda en sus escritos fue explotado por una familia muy católica42. La infancia tocaba a su fin y la adolescencia no tenía por donde entrar. Fueron años muy duros, no sólo por la muerte del padre, a quien adoraba, sino porque se rompía un mundo feliz, después
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C. Espía Rizo, «Expediente académico personal», AGA, Caja 14.765, Alcalá de Henares. C. Espía Rizo, El Pueblo, Valencia, 30 de abril de 1918. C. Espía Rizo, El Luchador, 21 de octubre de 1924.
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muchas veces idealizado, y principiaba otro tramo de la vida con escenario idéntico pero con distintos personajes y diferentes papeles que interpretar: De él (colegio) salimos juntos, Pepe y Alvaro ingresaron en el Instituto, yo en la Escuela de Comercio. No se interrumpió nuestra amistad. Nos reuníamos todas las tardes en la tienda de la madre de Alonso, esa mujer admirable, abnegada valiosa: una mujer alicantina. Fue difícil nuestra primera juventud. Alonso era huérfano de padre. Murió el mío. Abandoné los estudios. No me abandonaron los amigos. Trabajé. En mi desgracia y en mi pobreza, el cariño era casi mi única riqueza. Murió también el padre de Alvaro. El dolor fundió más nuestras existencias43.
1.2.2. MADUREZ PREMATURA. COMPROMISO Y VOCACIÓN (1909-1916) Con la desaparición del padre, la formación académica de Espía pasó a segundo plano, continuó matriculándose en la Escuela de Comercio de forma no-oficial, presentándose a algunas asignaturas sueltas siempre que el trabajo se lo permitía. Iniciaba ahora una etapa casi exclusivamente autodidacta que duraría el resto de su vida. Cualquier sitio le parecía bueno para leer, un receso en el trabajo, los trayectos de un sitio para otro, pero sobre todo leía robándole horas al sueño y en las reuniones con sus amigos. A las lecturas que le proporcionaba su abuelo Rafael se sumaban los libros obtenidos por medio de Alvaro Pascual, Farga y Alonso o los entresacados de las charlas oídas a Guardiola Ortiz, Lloret, Selles o el doctor Rico. Para entonces Espía contaba sólo con catorce años, pero su cultura no era la de un chiquillo de esa edad. Habían sido muchas sus lecturas, muchas las conversaciones oídas a sus maestros, muchos los consejos recibidos, y dentro de él ya empezaba a dejarse ver el periodista que llevaba dentro. Cuenta Alvaro Botella que en 1909, después de varios meses sin haberse visto, se encontraron en una calle de Alicante, Espía tenía el mismo aspecto de siempre, «alto, muy delgado, cargado de espaldas, con la tez sonrosada de niño», pero más triste que de costumbre, la muerte del padre le había afectado intensamente. Espía le dijo que le habían gustado muchos unos artículos que Botella había publicado en Diario de Alicante, pasaron mucho tiempo comentándolos pero nada dijo respecto a lo que eran sus primeros pinitos periodísticos «y un poco después, no pensaré si días o meses, leía admirado una crónica sentimental en El Liberal de Madrid firmada por Carlos Espía con una dedicatoria que decía: a Alfredo Vicenti, maestro de todos44». Alfredo Vicenti era una institución en el periodismo español, sus artículos de fondo en El Liberal de Madrid causaban sensación en la opinión pública; por su ironía y valentía se había convertido en un verdadero ídolo de la juventud comprometida con los problemas de España, tal vez con Roberto Castrovido fuese el periodista más popular de su tiempo. Tras la Conferencia de Algeciras fue Vicenti quien dijo que España se había metido en «el avispero de Marruecos», frase que posteriormente fue utilizada por periodistas, políticos y escritores para referirse al tremendo 43 44
C. Espía Rizo, El Luchador, 10 de abril de 1931. A. Botella, El Luchador, 14 de diciembre de 1928.
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jaleo en el que se hallaba metido el país45. Espía, como tantos otros aspirantes, escribió una carta a Vicente en la que incluía un artículo, debió de gustar mucho al director de El Liberal pues lo publicó, fue el primer escrito de Espía publicado en un periódico nacional. Pero lo más importante del relato antes citado de Alvaro Botella no es que nos diese a conocer este hecho, sino algo mucho más interesante a la hora de reconstruir la personalidad de Carlos Espía. De esas pocas líneas se puede deducir ya uno de los rasgos fundamentales de su carácter: su modestia infinita, no era timidez sino una especie de ansia por hacer cosas, por decir cosas sin que se notara, pretendía que tuviesen relieve los hechos, las palabras, nunca su persona, no quería ser protagonista de nada aunque su ímpetu, su fuerza, sus ganas de trabajar por lo que consideraba justo le llevasen en muchas ocasiones a figurar en primera fila de la batalla. Este factor de su personalidad le acompañó toda su vida y en muchos casos le perjudicó enormemente. Espía combatía por sus ideas, aceptaba un cargo por sentido de la disciplina y de la responsabilidad, nunca por ambición personal, había en él una especie de pudor que le hacía reacio a la notoriedad vanidosa, al protocolo, a todo lo que estuviese relacionado con la popularidad o la fama derivada de sus aptitudes personales. Para él tenía mucha más importancia la voluntad de hacer algo, el propósito de hacerlo bien, la defensa de la «idea» que su prestigio personal, por eso cuando se encuentra a su íntimo amigo Alvaro Botella en la calle después de unos meses en los que las circunstancias personales les habían impedido verse, le alaba sus escritos en Diario de Alicante pero no dice nada del suyo en El Liberal de Madrid. Lo mismo ocurrirá muchas otras veces en su larga trayectoria de personaje público; cuando redacte un manifiesto, éste aparecerá firmado por varios, cuando inspire un determinado proyecto de ley o una decisión política, difícil será que su nombre trascienda de entre las paredes de su despacho, de ahí la dificultad que existe a la hora de dibujar su auténtico papel en los cargos oficiales que desempeñó, pues aunque muchas veces las decisiones procedían directamente de él, es difícil demostrarlo documentalmente, ya que siempre intenta dar la sensación de ser un alto funcionario, comprometido, pero sobre todo disciplinado, con una voluntad de servicio inquebrantable. En 1906 la Conferencia de Algeciras había dado carta de naturaleza a la ocupación española de parte de Marruecos. Este hecho venía dado por dos factores bien distintos: el primero partía del enfrentamiento entre Francia e Inglaterra por el dominio del Mediterráneo Occidental y el Norte de África, el segundo por la ambición expansionista de ciertos sectores de la oligarquía española que veían en Marruecos perspectivas de buenos negocios. Sin embargo los derechos reconocidos a España sobre esa parte de África eran un regalo envenenado, se trataba de controlar una zona de enorme conflictividad por la ausencia de un poder centralizado. Las disputas entre cabilas iban cada día a más y a España correspondía, junto a Francia, imponer el orden en la zona con un ejército y un pueblo desmoralizados por la pérdida de las colonias ultramarinas. La ocupación militar del territorio iba haciéndose lenta, pesadamente. El general Marina apenas disponía de 6.000 soldados y oficiales para mantener la autoridad del Sultán, que era tanto como mantener la suya, contingente militar que
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Indalecio Prieto, Convulsiones de España, México, Editorial Oasis, 1967, pág. 35.
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resultaba a todas luces insuficiente dado el cariz que estaban tomando los acontecimientos. Así las cosas, Maura «se dispuso a emprender una campaña en toda regla a pesar de que no contaba con fuerzas preparadas para ello. Para suplir esta gravísima carencia movilizó a los reservistas en medio de una contestación social creciente conforme la movilización se hacía más intensa, culminando en 1909 con el Desastre del Barranco del Lobo y la Semana Trágica, segunda ruptura seria en el seno del régimen de la Restauración»46. La sociedad española, pero de un modo más intenso y radical la barcelonesa, se rebeló contra la situación con una virulencia desconocida hasta entonces. Por todo el país se repitieron manifestaciones contrarias a la movilización de los reservistas, a la intervención en el Norte de África y en favor de la modificación del servicio militar de forma que nadie quedase libre de su cumplimiento en razón de su renta. Se sucedieron los incendios de iglesias y en Alicante más de 6.000 personas salieron a la calle en manifestación de protesta. Sin duda alguna 1909 fue un año clave en la historia de España, no sólo para el régimen político imperante, sino para toda la población. España no se había recuperado de un «desastre» cuando ya estaba metida en otro. En poco más de diez años había perdido hasta el último resquicio de su imperio colonial, siendo relegada a segundo plano entre las potencias occidentales y derrotada militarmente de forma bochornosa por una nación «advenediza», además, se había producido la claudicación del poder civil ante el militar con la promulgación de la «Ley de Jurisdicciones», que tan nefastas consecuencias traería en los años venideros, todo ello inmerso en una tremenda crisis económica. Estos hechos, unidos a lo que en la esfera internacional había supuesto el caso Dreyfus, determinaron el compromiso político de parte de la juventud y la intelectualidad de la época. Juan Marichal afirma que la Semana Trágica y la muerte de Ferrer y Guardia tuvieron en la España de 1909 la misma repercusión que el affaire Dreyfus en la Francia de 189847, afirmación que no parece exagerada ya que la respuesta de la sociedad española antes estos hechos fue mucho más contundente que la derivada de la guerra colonial del 98, aunque sus raíces intelectuales y emocionales pudiesen encontrarse en ella. En cualquier caso lo cierto es que así fue para Espía y sus amigos de generación, que vieron en estos sucesos la cristalización de su temprano compromiso político. Espía lo recordaba en un artículo publicado en octubre de 1928 en El Luchador con motivo de la muerte de Juan Botella: «Yo he sentido la muerte de Juanito Botella como una desgracia de familia, de esta familia que guió el Dr. Rico... Juan Botella perteneció a la generación de jóvenes que tomó a su cargo la obra inmensa de liberalizar y republicanizar Alicante. Considero que el año de 1909, con sus tragedias y sus resplandores marca la iniciación política de esta generación»48. Personalmente fue un año absolutamente decisivo en el que coincidieron una serie de circunstancias que inevitablemente habrían de condicionar toda su vida. Como se ha dicho fue el año en que murió el padre, el año de la Semana Trágica, el de la Con-
46 J. Álvarez Junco, «Maneras de hacer historia. Los antecedentes de la Semana Trágica», páginas 43-92. 47 Juan Marichal, El secreto de España, Madrid, Taurus, 1995, pág. 165. 48 C. Espía Rizo, El Luchador, 31 de octubre de 1928.
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junción republicano-socialista, el de su primer artículo, el del trabajo y el compromiso: Desperté a esa vida de lucha por el ideal en 1909. Tenía catorce años. Aquel año fue decisivo para mí. Murió mi padre, tuve que abandonar los estudios y empecé a trabajar, bárbaramente explotado por una gente muy católica. Aquel año se iluminaron muchas conciencias al resplandor de las hogueras de Barcelona y se fusiló a Ferrer, a cuyo recuerdo está dedicado el presente artículo. En aquel año en que tanto sufrieron mi madre y mi padre nací yo a la vida civil y pura de las ideas y la vida fecunda y dolorosa del trabajo...49
Los años siguientes discurrieron entre el trabajo, las lecturas, los primeros contactos con la lengua francesa, por sugerencia de Selles, y las reuniones con los amigos en un ambiente cada día más bullicioso y comprometido. La casa y la tienda de la familia Mallol y la carpintería del padre de los Botella solían ser los lugares habituales de encuentro. Este último era un carpintero de ideas avanzadas que había ido juntando una buena biblioteca en una dependencia de su taller en la calle Sagasta. Allí montaron su cuartel general el grupo de Espía: «Yo confieso que no puedo recordar sin emoción la casa de los Botella, la carpintería que fue de su padre..., donde aquel ciudadano inolvidable guardaba su biblioteca de estudio, de solaz, de doctrina política...»50 Es en este período cuando se hace más patente el liderazgo y la influencia del doctor Rico sobre este grupo de jóvenes, dado el protagonismo que tenía en la política alicantina. Antonio Rico había sido Presidente de la Unión Republicana hasta 1905 y va a liderar dos movimientos renovadores dentro del republicanismo alicantino. Salmeroniano de siempre, creía que la corriente encabezada por el histórico republicano había perdido vigor y era preciso insuflarle aires nuevos para sustraerla de la postración en que se encontraba; para esto había que romper con Salmerón y buscar un nuevo proyecto unificador. En enero de 1908 Rico y buena parte de los integrantes de la Unión Republicana dirigieron una carta a Lerroux en la que le reconocían como autoridad máxima del partido republicano. Entre los firmantes estaban Lorenzo Carbonell y sobre todo Juan Botella, futuro fundador de El Luchador. Al año siguiente, el 5 de noviembre de 1909 se acordaba, en el Centro de las Sociedades Obreras de Alicante, la Conjunción republicano-socialista, que obtendría un buen resultado en las elecciones municipales de diciembre de ese mismo año. El doctor Rico, que había salido elegido concejal, seguía su lucha personal contra el clericalismo y en defensa de la supremacía del poder civil. En marzo de 1910 se negó a asistir a la jura de bandera por considerar que éste era un acto de marcado carácter religioso, lo que provocó una fuerte polémica en el Ayuntamiento de Alicante. Poco había durado la entente con Lerroux, Rico no estaba en absoluto conforme con la actitud demagógica y confusa seguida por el jefe radical, por lo que en abril de 1911, al poco tiempo de haberle reconocido como jefe político, va a intentar que el Círculo Republicano se desligue de la disciplina radical; pero si sus deseos se vieron frustrados en ese propósito, a partir de ese momento un sector bastante amplio del mencionado círculo constituiría la Junta 49 50
C. Espía Rizo, El Luchador, 21 de octubre de 1924. C. Espía Rizo, El Luchador, 31 de octubre de 1928.
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Municipal Autónoma Republicana, dentro de lo que luego se llamaría «Concentración Republicana Autónoma», grupo político totalmente inspirado y dirigido por el doctor Rico y en el que militarían inmediatamente Lorenzo Carbonell, los hermanos Botella, Alvaro Pascual, Alonso Mallol y Carlos Espía. 1.2.2.1.
«El Luchador», periódico de una generación al servicio de la República
Espía careció de adolescencia, la muerte del padre en lo sentimental y los hechos de 1909 en lo político dividieron su vida radicalmente entre una infancia feliz y una prematura madurez que no llegó a interrumpir sus inquietudes, sino que las adelantó en el tiempo, las intensificó, dejando el campo expedito a su verdadera vocación de hombre público. En enero de 1912 Juan Botella, ayudado por sus hermanos Alvaro y Fermín y bajo la tutela intelectual del doctor Rico y Salvador Selles, fundó El Luchador, que venía a continuar la larga tradición republicana de un sector de la prensa alicantina, siguiendo los precedentes marcados por El Graduador de Galdó Chapulí, El Republicano, de Guardiola Ortiz o La Unión Democrática de Rafael Sevila Linares. Juan Botella sería el encargado de las tareas administrativas y económicas, mientras su hermano Alvaro ejercería de director y Alonso Mallol ocuparía el puesto de redactor-jefe. La aparición de este diario se inscribe dentro del movimiento renovador del republicanismo alicantino iniciado por el doctor Rico alrededor de la Concentración Republicana Autónoma, hecho que coincide en el tiempo con la recuperación en el ámbito nacional del Partido Republicano al calor de los acontecimientos políticos. Aunque divididos todavía en diversas facciones: federales, autónomos, unitarios..., el nuevo auge del republicanismo parecía encaminarse inevitablemente a fórmulas conciliadoras que superasen las incompatibilidades y antagonismos de antaño. Los hermanos Botella harían de elemento catalizador de esa renovación en Alicante, serían el puente de unión entre el grupo de Antonio Rico y los republicanos más jóvenes como Espía, por tanto su papel es fundamental a la hora de valorar qué elementos favorecieron e inscribieron el movimiento republicano alicantino dentro de la corriente modernizadora que empezaba a tomar cuerpo en el republicanismo español de la época. El Luchador salió a la calle en un momento en el cual se publicaban en Alicante dieciséis periódicos, «todos ellos pobrecitos, pequeños, faltos de noticias y llenos de artículos. Algunos jóvenes pensamos que en una ciudad donde había dieciséis diarios podía haber igualmente diecisiete. Precisamente faltaba un periódico republicano contemporáneo»51, y ese espacio iba a ser cubierto por El Luchador en enero de 1912. Alvaro Botella fue el auténtico animador del diario, a su esfuerzo y tesón se debió que un periódico con tan escasos medios económicos y políticos saliese a la luz pública y lograse «años más tarde convertirse en un buen diario político, en el humilde marco provinciano...»52 Cuenta Espía, a modo de anécdota, que en esos primeros años
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C. Espía Rizo, «Periodistas y periódicos», Buenos Aires, 1940, APCE, Escritos, Alicante. C. Espía Rizo, ibíd.
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el diario se imprimía en la tipografía de un viejo republicano apellidado Muñoz que había reñido con casi todos los republicanos históricos de la ciudad. Todos los días cogía la lista de suscriptores y borraba de ella a aquellos con los que había mantenido alguna disputa y a los que consideraba indignos de leer el periódico, de modo que a los pocos meses de su aparición el periódico estuvo a punto de cerrar por falta de suscriptores53. Normalmente la prensa de provincias de la época subsistía por tres razones, bien porque el periódico se vendía mucho, cosa harto rara, por la publicidad institucional y de determinadas firmas comerciales, o por las aportaciones económicas que recibían del grupo de presión o del partido del que dependían. Para evitar esto y conservar su independencia republicana El Luchador tenía un código deontológico por el que se comprometían a no aceptar anuncios de empresas públicas, ni suscripciones duplicadas de centros oficiales, ni publicidad de empresas que fuesen contrarias al ideal que defendían. Sus ingresos dependían exclusivamente de las ventas y las aportaciones de los republicanos alicantinos. Alvaro Botella tenía cinco o seis años más que Espía y en muchas cosas era su orientador, gracias a él entraría a formar parte desde su fundación de la redacción de El Luchador. Además, Alvaro iba a influir de otro modo en su formación política. Fue él quien les puso en contacto con el movimiento republicano catalán que tanto iba a pesar sobre ellos: «Em parlaba a voltes del moviment república cátala, y en la seva conversa brotaven, amb respecte, amb admiració, el noms deis grans republicans catalans: Carner, Sunyer, Lluhí, Coromines, Hurtado...»54 Durante estos años de aprendizaje esos nombres solían oírse en la redacción de El Luchador, en las reuniones políticas o en cualquiera de las tertulias a que concurrían, como modelo a imitar. Tenían el concepto de que el republicanismo catalán era el más desarrollado, el más vivo del país, de ahí su influencia enorme sobre este grupo: «Vista des d'Alacant, el republicanisme d'aquells homes era com una manifestació peculiar del nostre mateix sentiment liberal y república.... el cert es que, per a nosaltres alacantins, el republicanisme a Catalunya representaven els homes de que he parlat... Pot ser d'aci neix el meu sentiment d'amor a Catalunya, parale-le al meu ideal república...» El republicanismo de los jóvenes del grupo de Espía estará condicionado por esta impronta que lo va a hacer más abierto, más comprensivo hacia las demandas de los nacionalismos históricos, sobre todo hacia el catalán, y ello debido a que en él se juntan dos factores claves de su ideario político: por un lado el liberalismo, la fe en la democracia como forma ideal de organización política para el progreso de los pueblos; por otro la puesta en tela de juicio de la organización del Estado centralista borbónico, entendido esto como una faceta más del liberalismo, de la libertad. De entre todos los hombres relevantes del catalanismo liberal uno iba a tener importancia decisiva en la vida de Espía: el abogado, político y editor de periódicos Amadeo Hurtado, quien años después sería su consejero y protector en los medios periodísticos españoles.
53
C. Espía Rizo, ibíd. C. Espía Rizo, C., Conferencia de Espía sobre Amadeo Hurtado en el Orfeó Cátala de México el 8 de febrero de 1952, APCE, Alicante. 54
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A partir de 1912 la nueva generación de republicanos alicantinos iba a contar con un órgano periodístico puesto enteramente a su disposición, desde el cual podrán defender criterios, expresar opiniones, «servir al ideal» y dar a conocer su auténtica valía. Para Ángel Duarte la prensa actuaba como uno de los principales canales de transmisión del republicanismo, era un eslabón más de la cadena que partiendo de la familia, pasaba por los centros de enseñanza laicos, las conferencias o los bailes y actos culturales de diverso tipo que organizaban los centros republicanos, hasta llegar a los periódicos donde los jóvenes más inquietos, ambiciosos y comprometidos con la causa intentaban dejar constancia de sus capacidades55. Sin embargo, estos mecanismos de difusión ideológica descritos por Duarte no eran exclusivos del republicanismo, pues lo mismo se podría decir, cambiando las variables, de los nacionalismos, del catolicismo o del socialismo. Los métodos de socialización venían a ser idénticos para todas las familias ideológicas del país, ahora aquellas que contaban con la bendición del régimen necesitaban recurrir a ellos en menor medida. Junto a los hermanos Botella se involucraron en el proyecto desde el principio Manuel López González, Francisco Picó, Francisco Galván, Alonso Mallo!, Alvaro Pascual, Eduardo Irles, José Estruch y un largo número de jóvenes republicanos llamados en el futuro a desempeñar un papel activo en la política local y nacional. Carlos Espía estuvo presente desde la confección del primer número, pero no pudo integrarse plenamente en la redacción por problemas económicos y personales, aunque aprovechaba cualquier hueco para acudir a las tertulias que allí se celebraban. En poco tiempo la sede de El Luchador se convertiría en el principal centro de actividad republicana de la ciudad y el periódico en el primer defensor, junto a Diario de Alicante, de las ideas del nuevo republicanismo español, la significación de sus colaboradores habituales así lo atestiguan: Antonio Zozaya, R. Castrovido, L. de Zulueta, Luis Bello, Isaac Abeytúa, Pedro de Répide, Germinal Ros, Marcelino Domingo, Eduardo Ortega y Gasset, Diez Cañedo, Aurelio Natali, Francisco Madrid, Julián Zugazagoitia, Rafael Altamira... 1.2.2.2. Las influencias externas: Noel, Dicenta y Ortega Mientras se producía su definitiva entrada en el diario, Espía frecuentaba en compañía de sus amigos los ateneos y círculos republicanos alicantinos, sobre todo el de Benalúa, que había sido fundado en 1911, la Escuela Modelo, las tertulias espiritistas, literarias y librepensadoras; mantuvo relaciones muy intensas con la «Sociedad de Estudios Psicológicos La Caridad», «hogar y escuela de espiritistas y librepensadores», cuyo presidente era Miguel Pujante. La citada asociación, decisiva en la formación de la generación de Espía, apareció en 1890 y años después, en diciembre de 1912, organizaría un concurrido mitin en favor de la libertad de conciencia en la Casa del Pueblo, interviniendo García Mallol, Lorenzo Carbonell, Pascual Ors, A. Arenas y Verdes Montenegro. Espía estuvo presente y proclamó en un artículo de
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A. Duarte, La esperanza republicana..., pág. 181.
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El Luchador la necesidad de que las ideas allí expresadas fuesen conocidas por todos y sirviesen «para educar a todos los hombres, libres de la esclavitud religiosa»56. En 1913 se había fundado en Madrid la Liga de Educación Política Española, su programa había sido difundido por la prensa de todo el país y estaba firmado por José Ortega y Gasset, que lo había redactado, Manuel Azaña, Gabriel Gancedo, M. García Morente, Bernaldo de Quirós y Agustín Viñuales, sumándose después Luis de Zulueta, Salvador de Madariaga, Pablo de Azcárate, Luis Bello, Américo Castro y Luis Araquistain57. Para Ortega resultaba evidente «la incapacidad de los viejos partidos, de las instituciones antiguas, de las ideas tópicas para prolongar su propia existencia aparente»58. Aunque España se encontraba en un estado de postración lamentable debido a la incompetencia de sus clases rectoras59, el manifiesto es una declaración de fe en las posibilidades del pueblo español una vez liberado de ese dominio. Había dos Españas que convivían y eran completamente extrañas: «una España oficial que se obstina en prolongar los gestos de una edad fenecida, y otra España aspirante, germinal, una España vital, tal vez no muy fuerte pero vital, sincera, honrada, la cual estorbada por la otra, no acierta de lleno a entrar en la historia»60. Los firmantes del manifiesto creían llegado el momento de que esa nueva España saliese a la palestra y tomase las riendas de la cosa pública para, inmediatamente, poner manos a la obra ingente de vigorizar la nación, de reinventar España sobre las premisas del nuevo liberalismo. Es indudable que el manifiesto de la Liga para la Educación Política, como luego sucedería con el de la Liga Antigermanófila o los artículos de España o El Sol, sería leído y comentado por el grupo de Espía, que, como aquéllos, pretendía formar parte de la España nueva y reclamaba su lugar en la vida pública, tal vez respondiendo a la llamada de Ortega a «los compatriotas que viven en provincias alimentando deseos y propósitos análogos a los nuestros»61. Ese mismo año, 1913, Espía entró definitivamente en la redacción de El Luchador de la mano de Alonso Mallol y Selles, iniciándose al mismo tiempo en la senda de sus dos vocaciones: el periodismo y la política. El influjo de Salvador Selles es otra vez fundamental: «Me lanzaron las luchas del ideal al mundo activo del periodismo y Salvador Selles, todo bondad, me brindó su mano de protección como a un buen camarada de lucha y un día me dijo: he leído su artículo de hoy. Ese estilo me lo ha quitado usted a mí. Entonces me sentí armado caballero de las letras...»62 Contaba dieciocho años y el trabajo en la redacción de El Luchador no hizo sino incrementar sus contactos con el doctor Rico y Salvador Selles; paseaba con el primero por las calles de la ciudad poniendo oído bien atento a sus consejos: «Ahora acuden
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C. Espía Rizo, El Luchador, 21 de octubre de 1924. M. Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española, 1885-1936, Madrid, 1977, págs. 145 y sigs. 58 J. Ortega y Gasset, Vieja y nueva política, Madrid, Cátedra, 1984, pág. 169. 59 A. Calero Amor, «La crisis ideológica de la Restauración, 1917-23». Conjunto de Memorias de Licenciatura leídas en la UAM en 1985; M. Suárez Cortina, El reformismo en España. Republicanos y reformistas bajo la Monarquía de Alfonso XIII, Madrid, 1986. 60 J. Ortega y Gasset, Vieja y nueva..., pág. 197. 61 Ibíd. 62 C. Espía Rizo, El Luchador, 23 de junio de 1930. 57
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a mi memoria, atropelladamente, sus consejos, sus sabias conferencias nocturnas mientras paseábamos junto al mar... Él aclaraba mis ideas, ponía orden y seguridad en mis entusiasmos, en mis cóleras. Guiaba nuestro afán de crítica, abría horizontes nuevos, iba universalizándonos el espíritu, —piensa siempre por tu cuenta— me decía»63; acudía al Orfeón a oír las disertaciones del segundo: «...allá en las noches del Orfeón escuchabas devotamente mis lucubraciones hacia el infinito»64. Durante el mes de abril de 1913, las juventudes radicales y reformistas comenzaron una serie de conversaciones encaminadas a la unificación de ambas agrupaciones. Se nombró un Comité negociador presidido por César Oarrichena, del que sería secretario Lorenzo Carbonell. El día 4 de mayo celebraron un mitin en el que se pidió la unión de todos los republicanos. Espía había intervenido en estas conversaciones a título personal recabando las opiniones de los republicanos más prestigiosos. El doctor Rico le dijo que era partidario de la unión siempre que ésta se hiciese alrededor de un programa único, sin particularismo ni protagonismo de nadie y esa fue la postura defendida por el joven periodista en las reuniones a que asistió. Las charlas con estos dos republicanos alicantinos, las lecturas de los clásicos franceses del xix, de los regeneracionistas, de los escritores del 98, de Ortega y la prensa liberal del momento terminaron por configurar una personalidad llena de ideales, de proyectos, de ilusiones, en un joven impetuoso, vitalista, con unos deseos y una capacidad enorme para aprender. De entre los escritores del 98, hubo uno que por esta época llamó fuertemente la atención de Espía. Se trataba de Joaquín Dicenta, periodista, poeta, dramaturgo y novelista, muy preocupado por la situación en que vivían las clases trabajadoras. Republicano y muy próximo a las ideas socialistas, su mayor éxito fue el estreno en 1895 de su drama Juan José, quizá una de las obras más representadas en la historia del teatro español contemporáneo. El triunfo de la obra fue clamoroso en toda España y trascendió el mundo estrictamente teatral para convertirse en un fenómeno sociológico que irradió a las clases más populares, muchos obreros no sabían leer ni escribir pero sí quién era Juan José; según Francisco Moreno, en Elche se representaba invariablemente todos los primeros de mayo como uno de los actos principales de la Fiesta del Trabajo65. A partir de su estreno, Dicenta se convirtió en un auténtico mito popular, Espía se contagió emocionadamente de ese sentimiento de admiración hacia el escritor de Calatayud: «Es el hombre más admirado del 98, será el guía de la juventud de 1909... Yo guardo como una reliquia una carta de Dicenta, es el escapulario de mi fe»66. Dicenta sentía un gran amor por Alicante, ciudad en la que pasaba largas temporadas y donde fue enterrado en 1917. Entre tanto el periódico, atravesando dificultades de todo tipo, fue consolidándose como el primer órgano de los republicanos lucentinos, convirtiéndose en el más importante instrumento de lucha de estos jóvenes metidos a periodistas. Ellos lo utili-
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C. Espía Rizo, El Luchador, 19 de abril de 1927. Salvador Selles, El Luchador, 23 de junio de 1930. F. Moreno Sáez, El movimiento obrero en Elche, 1890-1931, Alicante, 1987, pág. 146. C. Espía Rizo, El Luchador, 10 de abril de 1931.
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zaban como tribuna desde la que defender sus ideales y a su vez el periódico los utilizaba a ellos contribuyendo a acrecentar esos mismos ideales en una relación simbiótica. El Luchador se había transformado en una auténtica escuela de formación republicana: «Es El Luchador el que nos ha formado, nos ha hecho a nosotros. Salíamos de una adolescencia mítica, iluminada por las hogueras de 1909 y enlutada por el dolor de Marruecos. El Luchador puso una nota de juvenil protesta, de fe, de ímpetu revolucionario. Lo hizo con una falta de medios asombrosa... no había otra riqueza que la del entusiasmo de sus redactores, ni otro tesoro que el de los ideales que movían nuestras plumas... A. Rico y S. Selles, de ellos tomó el periódico la austeridad en la conducta, la inflexibilidad en la acción, la pureza en el propósito. Fue El Luchador desde sus comienzos un periódico honrado, incorruptible, esto es, un verdadero diario republicano...»67 Rico y Selles habían tomado la redacción del diario como su cuartel general, desde allí intentarían modelar el espíritu del nuevo republicanismo alicantino. Uno de los primeros trabajos estrictamente periodísticos que hubo de acometer Espía como redactor de El Luchador fue cubrir la conferencia que Pablo Iglesias dio en el Teatro de Verano, hecho recordado por sus compañeros por la facilidad con que reprodujo lo dicho por el líder socialista sin apenas haber tornado una nota: «Anteriormente, entre los actos dados por Pablo Iglesias en Alicante, recordamos uno, puramente socialista, verificado en el Teatro de Verano, en el que nuestro entrañable compañero Carlos Espía, que había oído el discurso desde las gradas del Teatro sin apenas tomar notas, publicó al día siguiente en las columnas de El Luchador el discurso de Pablo Iglesias con tanta fidelidad que fue reproducido por otras colegas de fuera»68. Espía escribía sin cesar bajo el seudónimo de Valentín Carrasco, pero su actividad no se limitaba al periodismo, seguía acudiendo a reuniones, círculos y conferencias de todo tipo. Su inquietud, sus ganas de luchar, de hacer posible su ideal le llevaban a un ritmo de vida frenético que intentaba abarcarlo todo, en este sentido su actitud encuadraría en lo que para el matemático Rey Pastor era el espíritu de la generación del catorce: «... En oposición a la España introvertida que deseaba Unamuno, poblada de hombres acurrucados al sol... consagrados a meditar sobre el enigma de la muerte, surgió una generación vigorosa y optimista, extrovertida hacia la alegría de la vida, que se propuso reanimar la historia de España por nuevos rumbos y hacia una nueva meta»69; o con lo expresado por Eugenio Noel al definir el contraste existente entre la Generación del 98 y la siguiente: «Los del 98 son todos hombres que cierran una época. Hombres broches. ¿Qué horizontes nuevos abren? Contribuyen a la anquilosis de la raza. Intelectuales sin dinamismo. Sentimentales. Seremos los novecentistas los que extirparemos el cáncer que está royendo la vitalidad de la raza»70. En efecto, al igual que en los hombres del 14, generación a la que Espía pertenece —y no sólo por edad—, la forma de mirar los problemas de España
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C. Espía Rizo, El Luchador, 15 de enero de 1937. El Luchador, 10 de diciembre de 1915. J. Marichal, El secreto de..., pág. 124. E. Noel, Diario íntimo, Madrid, Taurus, 1962, tomo I, pág. 141.
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había cambiado, las críticas seguían siendo las mismas: el caciquismo, el nepotismo, la corrupción, la falta de libertad, la ineficacia, la pobreza, la educación, la religión, pero estos hombres tienen una mayor fe en las posibilidades del país para cambiar la historia, para labrarse un futuro más en consonancia con los demás países europeos, y sobre todo tienen unas enormes ganas, una tremenda ilusión por hacer que esos cambios se produzcan cuanto antes. Nada más contradictorio con la resignación que su voluntad gozosa de terminar de una vez con las lacras que tenían al país en la más absoluta decadencia y en la indolencia colectiva. En este afán por participar en todo cuanto pudiera servir para conseguir sus fines, Espía entró a formar parte del Centro Antiflamenquista Cultural de Alicante, con cuyo presidente y secretario, José Irles y Dorado Martín, mantenía una estrecha amistad desde la infancia. Esta asociación tenía como objetivo principal la lucha contra el casticismo imperante en la cultura española mediante campañas de propaganda, comunicados en la prensa o disertaciones de personalidades próximas a su programa, su lema era el siguiente: «¡Muera la España de pandereta!¡Viva la cultura!, ¡Abajo las corridas de toros! ¡Viva la España consciente!» Un lema llamativo y radical, que en su fondo coincidía con los mensajes difundidos por la Liga para la Educación Política, la Revista España o la Escuela Nueva de Núñez Arenas. El Círculo Antiflamenquista editaba desde el 30 de junio de 1916 una revista llamada Aparte, en la que colaboraban F. Montero Pérez, Dorado Martín, Calle Iturrino, Lorenzo Esquerdo, Castelló Payos, Pascual Ors, el doctor Rico y el mismo Carlos Espía. En su primer número decía, entre otras cosas, que la España oficial de la Restauración no dejaba surgir a la España vital, y ello pese a los esfuerzos de personalidades como Ortega, Azaña o Bernaldo de Quirós, la Liga de Educación Política, la revista España o las conferencias de Noel. Parece evidente el conocimiento y la conexión que estos jóvenes tenían con quienes en Madrid estaban enarbolando la bandera del nuevo liberalismo español, en este sentido es llamativa la publicidad gratuita que Aparte hacía del segundo proyecto de J. Ortega y Gasset: la revista España. Desde el primer número España se va a anunciar en las páginas de Aparte, pero no con un anuncio aséptico, sino que hacía un seguimiento e invitaba a su lectura a todos los antiflamenquistas alicantinos. En un artículo escrito en México, se puede apreciar sin ningún género de dudas la influencia que esta revista y la Liga para la Educación tuvieron en Espía, obsérvese la coincidencia de juicios entre lo que en él se dice y lo escrito por Ortega en «Vieja y Nueva Política»: La monarquía restaurada vivió durante los cincuenta años de su vida semiconstitucional suministrando al pueblo el opio canovista. Tan fuerte fue el narcótico que el paciente soportó la amputación del 98. Anestesia de caciques, frailes, capitanes generales, caballeros de la Adoración Nocturna, guardia civil, funcionarios serviles y universidades sin alma. Cloroformo de analfabetismo, pretorianismo y clericalismo, Ley de Jurisdicciones, latifundios, España consagrada al Corazón de Jesús, jornales de hambre en el campo, alcaldes de real orden... Debajo de esa España oficial o, mejor, a su lado, al margen de ella, empezó a vivir la España real: la Institución Libre de Enseñanza, la Extensión Universitaria de Oviedo, la llamada generación del 98, la Junta de Pensiones, el Ateneo, el periodismo liberal y europeo, la iniciativa industrial, el regionalismo, las Casas del Pueblo... Con el período de mayor decadencia política coincide una época de vibración de la personalidad española
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en las artes, en las letras, la ciencia, el trabajo. Se crea —se recrea, se vuelve a crear— una cultura, que ha de ser base de una política. Todavía no hay España pero hay españoles. Aún no existe ciencia organizada, pero ya ha llegado a la cumbre Ramón y Cajal. De las Academias, de las epidemias debe librarnos el Señor, pero nos salva la pluma de Gabriel Miró, de Unamuno, de Valle-Inclán. El libro español no perfora las fronteras, pero Blasco Ibañez es universal. La política es gris, pero en la tribuna y en la prensa brillan la palabra y la pluma de Castrovido, Domingo, Albornoz y Prieto. España se hace ella sola con vigor único, con poder terrible. En ningún papel oficial hay una línea que señale ese renacimiento español. ...Puede ser presidente del Consejo cualquier Allendesalazar, pero los jóvenes profesores abren a la ciencia moderna las puertas de la Universidad. El Sr. Gobernador, el Teniente Coronel de la Guardia Civil preside las procesiones en las capitales de provincia, pero el hijo del cacique es discípulo de Besteiro, de Cossío o de Giral. La España real desborda su timidez, tropieza en su gimnasia vital con el corset de la vieja España, adquiere mayor cuerpo, mayor densidad, más energía que la otra España. Ha pasado ya el efecto del narcótico canovista...71 El indudable apóstol del antiflamenquismo fue Eugenio Noel. Durante muchos años escribió en Nueva España una gran cantidad de artículos contra el flamenquismo, los toros y los aspectos más negativos y alienantes de las costumbres españolas. Luchador infatigable, recorrió la mayoría de los pueblos de España predicando sus teorías sobre el «hombre nuevo», lo que le costó, persecuciones, multas, encarcelamientos, incluso alguna agresión física. Para dar más vigor a sus campañas funda en 1917 la «Orden de los Predicadores Laicos». Eugenio Noel, al igual que Dicenta, pasaba largas temporadas en Alicante, ciudad en la que acudía a una tertulia en el balneario Diana con sus amigos Irles Negro y Dorado Martín72. También solía frecuentar el café Comercio y la redacción de El Luchador. Fue en una de esas visitas cuando lo conoció Carlos Espía, tras hablar con él un largo rato, Noel les dijo que les iba a desvelar los secretos de su mejor compañera, su maleta. José Dorado Martín evocaba aquel encuentro días después: Estamos en el café Comercio, ocupamos una mesa frente al mostrador. Noel mientras lee El Luchador va comiendo... Sus ojos escrutadores y de mirada penetrante van leyendo el artículo que en dicho periódico publica Pascual Ors... En la calle nos dice Noel: voy a enseñaros una cosa que os asombraría por el trabajo enorme que representa. Es una cosa íntima que no acostumbro a enseñar a nadie... Subimos a su habitación... Sobre una cama había un verdadero revoltijo de libros, libretas y notas, —Esto me hace mucho papel pues cuando me meten en la cárcel los aprovecho para trabajar—. Nos reímos. Carlos Espía, el joven estudioso y culto periodista miraba con avidez aquellos papeles..., llevaba ordenado todo lo que se había publicado sobre él y sus campañas antiflamenquistas, cartas desde Bombita a Unamuno73.
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C. Espía Rizo, «Nuevo descubrimiento de España», en Revista Democracia, Santo Domingo, 1942. F. Moreno Sáez, «El Círculo Antiflamenquista», en Canelobre, núm. 5, Alicante. 73 J. Dorado Martín, «La maleta de Noel», en Aparte, 14 de enero de 1917. Reproducción de un artículo publicado anteriormente el 14 de mayo de 1915. 72
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Sin embargo, a pesar de su vinculación con los antiflamenquistas —sirva esto a modo de anécdota—, el 17 de mayo de 1914 Espía había intervenido, eso sí de muletilla, en un festival taurino a beneficio de la Asociación de la Prensa. 1.2.2.3.
Objetivo: la monarquía. Contra Melquíades Alvarez y Francos Rodríguez
En 1914, el grupo de amigos de Espía, patrocinados por el doctor Rico y Marcelino Domingo, constituyó la Juventud Republicana como sección juvenil del Partido Republicano Autónomo, utilizando El Luchador como órgano de expresión74. El grupo de Espía se había decantado claramente dentro del republicanismo alicantino por la línea defendida por el doctor Rico, protagonizando una cierta ruptura con el republicanismo decimonónico y con otras facciones republicanas locales, lo que no era óbice para que existiese una amplia coincidencia programática entre todas ellas. Básicamente, el Partido Republicano comenzaba a dividirse en dos tendencias bien claras: por una parte los seguidores de Lerroux, entre los que se encontraban César Oarrichena, Emilio Costa y Guardiola Ortiz, por otra, quienes se oponían al líder radical y aspiraban a un republicanismo más vital, sincero y moderno, entre los que estaban el Dr. Rico y los amigos de Espía. La influencia del republicanismo representado por Blasco Ibáñez, y en mucha menor medida por Alejandro Lerroux, seguía viva pero se empezaba a vislumbrar el peso de las nuevas generaciones: Domingo, Azaña, Albornoz, Zulueta... y en general de todo el grupo del catorce, que conocían por sus artículos periodísticos, sus iniciativas políticas o por el contacto directo. Tal era el caso de Marcelino Domingo, quien había visitado varias veces Alicante y mantenía una viva relación con los miembros de la redacción de El Luchador, periódico en el que publicaba asiduamente. El programa de la Juventud Republicana venía a ser idéntico al del Partido Republicano Autónomo: enseñanza laica, nueva articulación del Estado, primacía de la economía productiva, democratización de la vida política, mejoramiento de las condiciones de vida de las clases trabajadoras y europeización de España. El modelo a imitar no estaba muy lejos, la Francia de Combes, Clemenceau y Briand, que entre 1902, primer Gabinete Combes, y 1909, final del Gobierno Clemenceau, había logrado poner en práctica una parte sustancial del programa republicano. En España, sin embargo, los objetivos inmediatos no podían ir tan lejos. Había dos cuestiones que centralizaban, aunque sin exclusividad, las energías republicanas. Uno era la guerra de Marruecos, otro el caciquismo, al que consideraban columna vertebral del régimen. La primera intervención pública de Espía tuvo lugar el 7 de abril de 1914 en la Casa del Pueblo de Alicante, dentro de una campaña nacional promovida por los partidos antimonárquicos, contra la intervención española en Marruecos y el sistema de levas para el servicio militar. Lo hizo en representación de El Luchador. También hablaron Manuel Esquembre por la Sociedad Obrera de Almacenistas, Castelló Fayos por la Juventud Socialista, Ramón de Vargas, de la Sociedad Obrera de Zapateros,
74 C. Espía Rizo, El Luchador, 10 de abril de 1931.
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Verdes Montenegro, García Mallol, Lorenzo Carbonell y Segundo García, quien propuso que las madres hicieran huelga de vientres para no dar más carne al cañón. Espía recordó las constantes campañas de su periódico contra la guerra de Marruecos y el informe del Consejo de Estado, que hacía referencia a la obligación de todos de cumplir con el servicio militar; comentó los cinco años de protesta legal contra la guerra sin resultado alguno, puesto que la guerra continuaba «por lo cual hay que pensar en hacer uso de procedimientos más eficaces», añadiendo que «prospere o no el informe del Consejo de Estado, los ricos no irán a la guerra, pues siempre encuentran una salida legal, siendo los pobres los únicos que dan su sangre...»75 Además de la oposición doctrinal a la guerra por parte del republicanismo español, había, al menos, otras tres razones fundamentales: por una parte consideraban que el colonialismo español había terminado en 1898 dejando al país exhausto e imposibilitado para nuevas aventuras de este tipo; por otra, pensaban que la ocupación de Marruecos no respondía a la defensa de los intereses nacionales sino a la de otras potencias europeas que habían utilizado a España en la Conferencia de Algeciras, a los del propio régimen que veía en África un balón de oxígeno para su subsistencia y a los de la oligarquía económica del país atraída por las riquezas minerales del Rif; la tercera, pero no la última en importancia, enlazaba directamente con el caciquismo. El servicio militar, en teoría obligatorio para todos los jóvenes por una disposición de Canalejas, no lo era en realidad, a él podían sustraerse las personas que tuviesen una renta suficiente para pagar la cuota estipulada o aquellos que estuviesen bien relacionados con la amplia red caciquil extendida por todo el territorio nacional. Personalmente Espía creía que el conflicto de Marruecos iba a tener gravísimas consecuencias de carácter interno: «Lo primero es lo primero, y ante todo los Kabileños. Hay que europeizar Marruecos aunque africanicemos España»76. España no estaba en condiciones de afrontar aventuras fuera de sus fronteras, debía preocuparse por su desarrollo, por su progreso. El presumible fracaso en Marruecos supondría la vuelta a hábitos autoritarios e impediría una evolución favorable de los problemas nacionales. A partir de 1915 inicia en la prensa y por los pueblos de la provincia una dura campaña contra el caciquismo. El 13 de septiembre intervino en un mitin en Jijona organizado por el Partido Republicano Autónomo, en esta ocasión acompañado por Llorens, Lledó, Carratalá y Esquerdo. En un principio el acto se había programado para la semana anterior con una conferencia a impartir por José Llorens, pero fue prohibida por orden gubernativa. Espía describió en un artículo la impresión que le causó la calle de Loreto de la mencionada localidad, donde había un convento, un hospital, una prisión y un cuartel de la Guardia Civil: «...parece que cada uno de sus edificios sea una amenaza, un refugio de poder caciquil... es la calle de la amargura»77. En su alocución hizo hincapié en la necesidad de ocupar puestos en los ayuntamientos para acabar, de ese modo, con el caciquismo, igualmente se refirió a la suspensión de la conferencia de Llorens, recomendando a los asistentes que «ante tales atro-
75 76 77
Mitin de Carlos Espía en la Casa del Pueblo de Alicante celebrado el 7 de abril de 1914. C. Espía Rizo, El Luchador, abril de 1916. C. Espía Rizo, El Luchador, 13 de septiembre de 1915.
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pellos se haga cumplir la ley de reuniones públicas, persiguiendo judicialmente a la autoridad que la infrinja»78. El mitin de Jijona se celebró gracias a la presión ejercida por las organizaciones obreras y republicanas de la ciudad. La prohibición de la conferencia de Llorens había movilizado a los trabajadores con tal intensidad que las autoridades vieron más aconsejable dar marcha atrás y permitir el acto unos cuantos días después, de modo que lo que iba a ser una sencilla conferencia con un solo orador se convirtió en un mitin multitudinario en el que Llorens fue solidariamente arropado por otros oradores republicanos. La respuesta del pueblo de Jijona impresionó a Espía, quien reclamaba la participación de los obreros y elementos liberales de Alicante para que presionasen a fin de defender sus derechos, única forma de mantenerlos vivos y de hacerse respetar; creía que lo ocurrido en Jijona era un ejemplo a seguir por todas las ciudades de la provincia, ejemplo del que Alicante estaba todavía muy distante: «En Alicante se consiente que Francos Rodríguez sea nuestro diputado, que Cañáis, el cagatintas conservador, sea nuestro diputado, que el majadero de García Duran sea nuestro diputado, tan sólo por haber sido lacayo o groom de un ministro...»79 El lenguaje periodístico de Espía seguía cargado de impetuosidad, de excesos verbales conscientes, por otra parte muy comentes en la prensa coetánea. Expresaba sus opiniones de forma directa, franca, valiente y provocadora, rozando los límites de lo permitido, sobrepasándolos en algunos casos, ello a pesar de los consejos del doctor Rico que le animaban a administrar sus fuerzas y a no caer en la provocación. Los años, que no frenarían su fogosidad, si impregnarían su estilo de ironía y mayor distanciamiento, pero ahora utilizaba la pluma como un látigo para espolear a sus conciudadanos, como una bomba que al explotar en las páginas de los diarios dejase su impacto en la mente de los posibles lectores. Durante el período 1913-1916, la tarea periodística de Espía se centró en tres objetivos primordiales: el Ayuntamiento de Alicante, Francos Rodríguez, ex ministro, ex director de Las Dominicales del Libre Pensamiento y jefe del Partido Liberal, y Melquíades Álvarez, quien por entonces defendía y difundía la teoría de la «insustancialidad de las formas de gobierno», motivo de polémica entre los intelectuales y políticos del momento. Respecto al primero de los temas, tiempo atrás había iniciado una campaña de seguimiento crítico de la política municipal acusando a los ediles de chanchullos y corrupciones diversas. El 20 de noviembre de 1915 publicó un artículo titulado «Despierta pueblo. El desastre municipal», en el que acusaba a los regidores municipales de falsear el presupuesto y moverse constantemente en la ilegalidad; el artículo no debió gustar mucho a las autoridades locales puesto que unos días después, el 3 de noviembre, fue encarcelado junto al también periodista Antonio Moscat, redactor de Alicante Obrero, acusado de delito de imprenta80. Por orden gubernamental se le impuso prisión preventiva bajo fianza de diez mil pesetas, cantidad que resultaba a todas luces imposible de pagar. Pero la sanción tuvo efectos contrarios a los pretendidos. Del hecho se hicieron eco casi todos los diarios locales, se iniciaron campañas en favor de su libertad y el joven periodista logró ser conocido dentro y 78 79 80
Ibíd.
C. Espía Rizo, El Luchador, 19 de septiembre de 1915. El Luchador, 3 de noviembre de 1915.
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fuera de la ciudad. Se hizo cargo de la defensa el abogado y amigo de su familia José Guardiola Ortiz, quien consiguió que el asunto llegase hasta el Congreso de los Diputados gracias a una intervención de Barriobero en la que pidió cautela en la aplicación de la prisión preventiva, porque se estaba usando de manera caciquil, también solicitó la inmediata puesta en libertad de los dos periodistas encarcelados, cosa que se hizo el mismo 17 de noviembre. Guardiola Ortiz era un hombre polémico, republicano de siempre, no dudó en aceptar en los primeros años del siglo xx el cargo de Delegado Regio de Enseñanza, lo que le granjeó la enemistad de sus compañeros de partido. Estudió brillantemente la carrera de leyes. Después de trabajar unos años con el abogado criminalista Milego Inglada, puso despacho propio alcanzando un prestigio considerable en los medios judiciales alicantinos. Su opinión era muy tenida en cuenta por los jueces a la hora de emitir un veredicto. Sin embargo, su actuación como concejal republicano en el Ayuntamiento de Alicante fue cuanto menos confusa, en numerosas ocasiones fue acusado de buscar en el desempeño de su cargo su propio beneficio: «Se dice republicano avanzado y seguidor de Lerroux, pero ha utilizado la política para el medro personal, a pesar de los ideales y doctrinas que aparentemente sustenta desempeñó el cargo de abogado de la explotadora y aborrecida compañía arrendataria de consumos de esta capital, al desaparecer esta quedó como arrendador de la cobranza de las contribuciones directas e indirectas de la mayor parte de los impuestos municipales, especialmente las cédulas personales...»81 Por estos motivos y por su proximidad a Alejandro Lerroux tuvo frecuentes enfrentamientos con Antonio Rico, hasta tal extremo que éste optó por abandonar su cargo de concejal por incompatibilidad con la conducta de Guardiola; en este sentido El Periódico Para Todos publicaba una nota de varios concejales republicanos lamentándose de la actuación de Guardiola que parecía siempre estar más próxima a los postulados defendidos por los monárquicos que a los de su propio grupo. A pesar de todo esto y de las diferencias crecientes que iba a tener con buena parte de los republicanos alicantinos, profesionalmente siempre estuvo dispuesto a defender a sus compañeros ante los tribunales, empleando en ello todo su empeño. El paso por la cárcel incrementó entre sus correligionarios y amigos el prestigio de Espía, que no tardó mucho en volver a la carga contra los represéntales del régimen. Hacía meses que había protagonizado un altercado con motivo de una conferencia de Melquíades Álvarez sobre la insustancialidad de las formas de gobierno. Antiguo republicano, Melquíades se había sumado a esta teoría defendida por vez primera por la Iglesia Católica en tiempos de León XIII, aduciendo que no era fundamental el tipo de régimen que imperase en un país sino las características del mismo. Melquíades había fundado en abril de 1912 el Partido Reformista en un intento por renovar la vida política española. Desde el primer momento el proyecto resultó atractivo para un buen número de jóvenes intelectuales españoles: Ortega, Azaña, Álvarez Buylla se afiliaron a él, incluso llegaron a formar parte de su Consejo Nacional; en general todos los firmantes del manifiesto de la Liga de Educación Política vieron en
81 M. Rico García, Ensayo biográfico...
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el Partido Reformista un intento serio de regeneración política: «Vemos en este partido —decía Ortega— la única salida que hoy se abre a quienes pretenden hacer usos nuevos dentro del régimen político»82. Sin embargo esta relación idílica iba a durar poco tiempo; no tardaría en llegar la ruptura a causa de las componendas de Melquíades Álvarez con el ala romanonista del Partido Liberal, algo que para Ortega era poco menos que una traición: «No hagáis caso de quien os diga que el político tiene que ser un hombre que vea la vida como el Conde de Romanones»83. En enero de 1913 viajó a Alicante para dar un mitin en el Teatro de Verano. En su alocución dio muestras de lo que iba a ser su línea programática: «si nosotros los reformistas —dijo— conseguimos sustituir la monarquía tradicional y patrimonial por una monarquía altamente progresiva y europea, seréis unos insensatos si me combatís o si discutís todavía las formas de gobierno». El ambiente estaba muy caldeado y las palabras del orador crearon un gran desconcierto en una parte del público que esperaba oír otra cosa. Melquíades continuó afirmando que «la revolución no se haría nunca en España a causa de la impotencia republicana», en ese momento Carlos Espía le interrumpió gritándole: «mientras haya traidores como tú»84; se organizó un soberano tumulto y entre recriminaciones y aplausos Espía fue detenido y encarcelado. M. Álvarez retiró la denuncia y Espía quedó libre a las pocas horas. El líder reformista había mostrado en años anteriores un radicalismo verbal que le había llevado a proclamar la revolución como única salida para librar a España del régimen que la oprimía, sin embargo ahora hacía gala de un oportunismo político que le llevaba a las cercanías de los partidos del turno, aspirando a sustituir a uno de ellos. A los pocos días del incidente Espía explicaba en El Luchador las razones de su actitud: ...yo creo que valgo más que D. Melquíades. Él ha traicionado; yo no.... y decirle traidor a D. Melquíades es hacerle un favor inmerecido. Aún nos atruena su palabra elocuente en aquella época, muy reciente todavía para echarla en olvido, en que era continuo apologista de la revolución, prometiéndola para un plazo fijo, hablando del «espectro revolucionario» como salvación única. Es una época en la que decía cosas tan grandes como esta: «Yo me comprometo a cuantos sacrificios sean necesarios, hasta que la voluntad soberana del pueblo prevalezca y se instaure la República, y ofrezco retirarme de la vida pública antes de ser apóstata. Colaborar con la monarquía si no fuera candidez sería vileza.» El Sr. Álvarez acusó de traidor a D.. José Canalejas, y D. José Canalejas tenía un programa más democrático que el reformista... Pero muerto Canalejas, pensó que él podía sustituirle en el gobierno de la nación...85
La opinión de Ortega no distaba mucho de la de Espía, veía a Melquíades como a un aspirante a obtener la confianza del Rey de la mano del conde de Romanones, de ahí que sus ataques contra esa entente fuesen muy frecuentes en esta época. Azaña en una anotación en su diario de 20 de marzo de 1915 da cuenta del pensamiento de Ortega: «Ortega sostenía que la mayor aproximación a Romanones nos desprestigia 82 J 83 84 85
Manchal, El secreto de..., pág. 218. Ibíd., pág. 219. El Luchador, 20 de enero de 1913. C. Espía Rizo, El Luchador, 20 de enero de 1913.
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en la opinión pública y nos anula como fuerza política»86. Espía estimaba que M. Álvarez era un traidor porque había abandonado los ideales de toda su vida, pasando a prestar un apoyo valiosísimo al régimen que siempre había combatido en un momento crítico para su supervivencia, se había traicionado a sí mismo y a los que habían creído en él, lo que justificaba que se hubiese convertido en blanco predilecto de sus artículos: «Vaya en buena hora d. Melquíades con los obispos, con las juntas de damas, con los jaimistas, con los reaccionarios de capa larga y de capa corta, con todos esos que forman la «Defensa Nacional»: Solamente lamentamos que ese títere de la política, que ese malabarista de las ideas nos haya estado engañando algún tiempo con sus hipocresías»87. Como fiel seguidor del doctor Rico, Espía se había desmarcado del lerrouxismo cuando éste lo hizo tras el mitin de don Alejandro en Alicante en 1911, pasando a formar parte en la Concentración Republicana Autónoma que aquel lideraba. En ningún caso llegó a militar en el Partido Reformista, pero aquella iniciativa tan bien arropada por los intelectuales del entorno de Ortega, ejercía cierta atracción sobre él y sus compañeros, de ahí que las palabras y la actitud de Melquíades Álvarez le sorprendiera negativamente. La cuestión de las formas de gobierno no era un tema baladí para los republicanos españoles, ya que la monarquía encarnaba intereses muy concretos y una forma de hacer política y concebir el país determinada, que la identificaba totalmente con aquello que se oponía al desarrollo y normal desenvolvimiento de la nación. Además, después de 1909, habían perdido cualquier esperanza de regeneración desde dentro. Por si fuera poco, en la teoría de Melquíades Álvarez veían un intento más de división del republicanismo y consideraban imposible la parte más significativa de ella: la progresiva democratización del régimen, ya que «existe una complicada trabazón burocrática, clerical, caciquil y militarista que no puede desaparecer sino por violencias revolucionarias, y contra la cual se estrellaría la más firme voluntad transformadora... El pretender transformarlo todo por un evolucionismo político es candorosamente inocente. La democracia es incompatible con la monarquía y la forma de gobierno es sustancial»88. A la altura de 1914 Espía consideraba, como antaño lo había hecho M. Álvarez, que la única vía para acabar con la monarquía y por tanto la única que podría traer un auténtico régimen de libertad a España era la revolución, no había otro camino puesto que la monarquía española se preocupaba eminentemente de su propia subsistencia, dejando a un lado los problemas del país y cualquier posibilidad de reforma en profundidad como las que se habían llevado a cabo al otro lado de los Pirineos. Doctrinalmente opinaba que la república era un modelo mucho más racional que la monarquía, cuyo principio fundamental basado en el dominio de un sólo hombre sobre todos los demás en virtud de su naturaleza, le resultaba por lo menos anacrónico: «Es asombroso que aún haya hombres que crean que el hijo de un rey vale más que el más sabio de los ciudadanos, hombres que estén conformes con que otro les reine, hombres que aún necesiten, como las muías de reata, un carretero
86 87 88
J. Manchal, El secreto..., pág. 219. C. Espía Rizo, El Luchador, 3 de noviembre de 1915. C. Espía Rizo, El Luchador, 13 de diciembre de 1915.
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y un látigo»89. Sin embargo, estas afirmaciones que proceden de lo más hondo de sus convicciones, podrían circunscribirse al ámbito nacional, puesto que en artículos posteriores y crónicas electorales evidencia su admiración por el sistema parlamentario inglés y por sus líderes Lloyd George y R. Mac Donald. Es decir, el republicanismo de Espía era tan profundo que aun en el hipotético caso de que en España existiera una monarquía con absoluto respeto hacia la soberanía popular y el Parlamento, seguiría siendo partidario de la república, pero el tipo de régimen seguro que ocuparía un segundo lugar entre sus preocupaciones políticas. La sustancialidad de las formas de gobierno venía dada por las peculiaridades de la monarquía española a la que de un modo rotundo consideraba incompatible con el régimen democrático. De ahí partía su principal reproche a M. Álvarez, que habiendo sido de la misma opinión ahora coqueteaba con la monarquía sin que hubiese modificado lo más mínimo su actitud. Todo lo contrario, cada vez eran más evidentes sus signos autoritarios. Dada la formación teórica e ideológica de Espía es seguro que en cualquier país del mundo hubiese sido un republicano convencido, pero también es cierto que sus actitudes hubiesen sido otras de haber vivido en un país con una monarquía parlamentaria como la inglesa, aunque su modelo político intelectual estuviese mucho más cercano al de la República francesa. El 17 de febrero de 1916, bajo el seudónimo de Valentín Carrasco, publicó su primer libro titulado De la lucha, impreso en la tipografía Guttemberg de Lorenzo Carbonell. Se trataba de una recopilación de artículos publicados en El Luchador, de entre los que destacan los dedicados a Adolfo Buylla, a «El Calamaro», a Maura o el titulado «Caldos, Joselito y el rey», en el que hace un análisis irónico de la realidad de la España de su tiempo. En su primera página contiene una ofrenda que reza como sigue: «... A todos los que sufren persecuciones de la justicia por defender la libertad y la República»90. El libro, de corta tirada, fue presentado en los locales del Partido Republicano Autónomo, en un acto al que asistieron las personalidades más notables del republicanismo alicantino. Durante todo este período su pluma se prodigó en ataques hacia Francos Rodríguez, cabeza visible y diputado cunero de uno de los partidos del turno en la provincia. Le acusa de fraude electoral, de manipular el presupuesto del Ayuntamiento junto a Alfonso de Rojas, de lucrarse con los asuntos públicos, de uso arbitrario y personal del poder. El 29 de abril de 1915 publicó un artículo titulado «Alegrémonos de haber nacido», celebrando a su modo la visita que el líder liberal hizo a Alicante. Un día después le dedicó otro, «El ferrocarril Alicante-Alcoy», acusándole de haber obtenido enormes beneficios con los proyectos de ferrocarril a Denia y Alcoy. En esta ocasión fue denunciado y procesado. En otro de abril de 1916, refiriéndose a las elecciones recientemente celebradas, escribía: ¡Emocionante D. José, altamente interesante, profundamente emocionante!. Estos hombres, que acosados por el hambre y la miseria emigran, el día nueve estaban en sus respectivos pueblos; atravesaron mares, recorrieron cientos, hasta miles de 89 90
C. Espía Rizo, El Luchador, 4 de diciembre de 1915. V. Carrasco (Carlos Espía), De la lucha, Alicante, 1916.
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kilómetros en ferrocarril, automóvil, carro y burro para proporcionar a usted una victoria kolosal. Hasta Dios, agradecido a las beatísimas palabras que fueron broche de oro para cerrar el magistral discurso que pronunció usted recientemente en un semanario, adelantó la resurrección de la carne y también los muertos emitieron sus sufragios, sin conceder uno siquiera, como es natural y lógico, al endemoniado republicano. Emociónese D. José, que también con llanto se exteriorizan las alegrías cuando son tan grandes que brotan del corazón a torrentes, y no bastando con la boca para salir, buscan los ojos, las narices, los oídos, todos los puntos del organismo donde haya un agujero...»91
Francos Rodríguez había sido durante años director de uno de los periódicos más progresistas de la época, Las dominicales del Libre Pensamiento, en él colaboraron republicanos históricos y los hombres de ideas más avanzados, entre ellos Salvador Selles. Paulatinamente fue decantándose hacia los partidos del régimen, acercándose a los postulados defendidos por José Canalejas, para después, tras la muerte de éste, integrarse plenamente en los hábitos y costumbres que regían el comportamiento de los partidos dinásticos, de tal manera que en las elecciones del nueve de abril de 1916, en las que Francos Rodríguez encabezaba el cartel por Alicante, habían participado cuarenta mil electores de un total censado de cuarenta y tres mil votantes, lo que supone un índice de participación muy elevado para la época e invita a pensar en la posible manipulación de los resultados finales.
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C. Espía Rizo, El Luchador, 11 de abril de 1916.
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Carlos Espía, sentado en el centro, en su casa del barrio alicantino de Benalúa junto a su hermano Manolo, su cuñado Maximino Navarro y unos amigos, 10 de septiembre de 1911
Carné de estudiante de la Escuela de Comercio (1912)
Carlos Espía en el despacho de su casa de París (1927)
Homenaje a Carlos Espía en el café Napolitain de París, 1930. Entre otros, asistieron al acto Indalecio Prieto, Marcelino Domingo, Ramón Franco, Gonzalo Queipo de Llano, Hidalgo de Cisneros, Julián Gorkin, Eduardo Ortega y Gasset y el doctor Luna
Carlos Espía en Barcelona junto a Braulio Solsona, Julio Just, Francisco Madrid y otros (1930)
Toma de posesión de Carlos Espía como Gobernador Civil de Barcelona en presencia del Gobernador saliente Lluis Companys (1931)
Carlos Espía, gobernador civil de Barcelona, el día de la fiesta de la bandera junto a Francesc Maciá, Ayguadé y Amadeo Hurtado (1931)
Gobierno Civil de Barcelona (1931)
Mitin de Azaña, en Lesesarre
Carlos Espía, subsecretario de la Presidencia, junto a Manuel Azaña (1936)
Ministro de Propaganda. Valencia (1937), homenaje a Víctor Basch. Carlos Espía, al fondo
Carlos Espía, ministro de Propaganda. Homenaje a los intelectuales antifascistas. Valencia (1937)
Carlos Espía, subsecretario de Estado, junto a Juan Negrín y E. Herriot en la Sociedad de Naciones. Ginebra (1937)
Homenaje a Carlos Espía en México (1951)
Carlos Espía. México (1948)
Viaje por Italia. Venecia (1956)
Conferencia en la Sorbona sobre Miguel de Unamuno. París (1963)
CAPÍTULO II Destierro en Valencia (1916-1923) 2.1. VALENCIA, EL BLASQUISMO Y BLASCO IBÁÑEZ La política valenciana estaba dominada por el blasquismo desde finales del siglo xix, cuando Blasco Ibáñez, a través de su periódico El Pueblo, emprendió sus campañas contra los símbolos más representativos del régimen de la Restauración, campañas que le llevaron al exilio y a la cárcel en más de una ocasión, pero que calaron hondamente entre los valencianos, sobre todo en la pequeña burguesía de artesanos, profesionales liberales, comerciantes, y en un amplio sector de la clase obrera, hecho este que retardó la implantación de las organizaciones obreras de clase en la ciudad. Su primera aventura de corte político fue la fundación, en compañía de Senent, de la editorial La Propaganda Política, en la que se imprimieron obras de los grandes republicanos y liberales europeos. Los primeros libros publicados fueron las obras de Voltaire traducidas por el propio Blasco. Unos años más tarde, en 1893, también junto a Senent, sacó a la calle el diario El Pueblo dedicado a la propaganda política republicana y librepensadora. Con los años se convertiría en el periódico de referencia del republicanismo valenciano. A partir de 1895 iniciará una serie de campañas en su diario en favor de la autonomía para las colonias ultramarinas, movilizaciones que derivarían en manifestaciones y choques con las fuerzas de seguridad de tal intensidad que dieron con los huesos del escritor en la cárcel. El prestigio social de Blasco subía correlativamente a la conflictividad que generaban en las calles sus arengas políticas. El Blasco Ibáñez de estos años combatía con todas sus fuerzas a la monarquía borbónica y rechazaba el método electoral por estimarlo corrupto e ineficaz para cambiar el régimen, cosa que solamente se podría conseguir mediante acción directa del pueblo1. Sin embargo, creía que el pueblo no lu-
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Alfons Cuco, Sobre la ideología blasquista, Valencia, Eliseu Climent, 1979, pág. 11.
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cha sino por aquellas cosas que considera suyas y en ese momento estaba apartado de las disputas políticas. Se hacía preciso iniciar una serie de campañas de propaganda y movilización encaminadas a educarlo y hacerle ver que la república era el único régimen que haría posible la defensa de sus intereses en libertad, mientras que la prolongación en el tiempo de la Monarquía no haría sino perjudicarle. La ideología del blasquismo en el cambio de siglo queda muy bien expuesta en su Catecismo del buen republicano federal, publicado en Valencia en 1892 y en el que dice: «Como demócrata aspiro a conseguir la libertad, la igualdad y la fraternidad, como republicano federal, defiendo la autonomía, el pacto y la federación y como hombre que vive en un país regido monárquicamente, sólo confió en un medio que remedie los males de mi patria: la revolución.» Después este radicalismo inicial irá simplificándose y asimilándose a los principios generales de la Revolución Francesa y al progreso moral de la sociedad «basado en las luces del laicismo y la ciencia»2. En este sentido, es importante destacar que el anticlericalismo de Blasco tenía mucho que ver con el de Espía. Para Blasco el clericalismo era una barrera que detenía el progreso moral, social y económico de España, además la Iglesia había sido siempre aliado incondicional de la Monarquía, y por tanto, combatir a la Iglesia era lo mismo que hacerlo contra el rey, el caciquismo, la explotación y el privilegio. Sus campañas anticlericales se revestían siempre con una escenografía espectacular que tenía por objeto llamar la atención de los ciudadanos. Así ocurrió cuando convocó al pueblo de Valencia para que acudiese al puerto a recibir a los misioneros y arrojarlos al mar o cuando irrumpió en una procesión del Corpus con un elefante alquilado en un circo. Como dice Alfons Cucó «con Blasco Ibáñez se inaugura una nueva etapa de la vida política valenciana, y, evidentemente, del vigoroso republicanismo valenciano» Durante el primer tercio del siglo, el blasquismo consiguió aglutinar a los republicanos valencianos con un programa reformista y una tensión movilizadora constante, utilizando un discurso populista e interclasista. El blasquismo fue «l'expressió política de l'oposició de las classes populars valencianes a l'estat sorgit de la Restaurado»4, una combinación de reformismo social programático y retórica populista. Era un movimiento que podía abarcar desde grupos de la burguesía media hasta anarcosindicalistas. Propugnaba la defensa de la propiedad privada, especialmente de la pequeña propiedad, defendía un orden basado en la educación y en el mejoramiento de las condiciones de vida de las clases populares, el anticlericalismo y el antimonarquismo, la importancia de los ayuntamientos en la vida de los ciudadanos, recelaba de las organizaciones obreras de clase al tiempo que optaba por la cultura como elemento clave en la liberación de los trabajadores. A este fin dedicaron diversos programas pedagógicos, varias escuelas laicas, la Universidad Popular y gran parte de las páginas del diario El Pueblo. Entre 1901 y 1933 dominaron la política valenciana, ganaron las elecciones municipales y las generales, haciendo añicos el turno pacífico en el poder en el Ayuntamiento de la capital. Valencia sería durante todo este período el principal bastión republicano del país. 2 3 4
Ibíd., pág. 25. Ibíd., pág. 10. Ibíd.
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Tras su disputa con Rodrigo Soriano, Blasco fue retirándose progresivamente de la política activa; en 1908 abandonaría la ciudad, y en cierto modo la política, para dedicarse exclusivamente a la literatura. Le sucedió Félix de Azzati Descalci, quien dirigía El Pueblo desde 1905; Azzati modificó el nombre del partido pasando a denominarse «Partido de Unión Republicana Autónoma», en un principio próximo a los postulados defendidos por Lerroux, pero más tarde, coincidiendo con la llegada de Espía a Valencia, más cercano a los planteamientos ideológicos de Marcelino Domingo. Sin embargo, a pesar de su distanciamiento, Blasco seguía en contacto con el partido, el diario y su ciudad. En 1916 volvió a Valencia con el fin primordial de preparar a los redactores del periódico para la campaña que en favor de los aliados tenía pensado emprender: durante meses publicaría un folletín, luego recogido en un libro, en el que daría a conocer los desastres de la Guerra Mundial. Pero de hecho Blasco Ibáñez había dejado a Azzati al frente de todas sus actividades políticas. Azzati dominaba el partido, controlaba el Ayuntamiento, la representación parlamentaria, en definitiva, era quien determinaba la línea a seguir. Vicente Blasco Ibáñez fue un personaje muy polémico para sus contemporáneos. Coetáneo de los hombres de la Generación del 98, fue en gran medida menospreciado por casi todos ellos, su éxito comercial internacional, su vida azarosa, lujuriosa y aventurera, y sobre todo, su talante de hombre de acción, marcaron distancias infranqueables entre ellos. Todos sentían a España como problema, coincidían básicamente en el diagnóstico y también en muchos de los remedios, pero el individualismo y el inmovilismo de algunos componentes de la citada generación, contrastaba sobremanera con el temperamento brusco, impetuoso y vehemente de Blasco. Como decía Gerald Brenan «era un hombre de fuerza física y vitalidad muy grandes que hizo muchas otras cosas en su vida además de escribir libros»5. También el autor británico da una explicación literaria a esa incompatibilidad de que hemos hablado: «Blasco Ibáñez es un escritor que ha sido juzgado con demasiada frecuencia por sus peores novelas... Pero creo que hasta sus mejores libros tienen algo que les hace antipáticos para la mentalidad castellana. Hay cierto abismo de incomprensión entre los escritores del litoral mediterráneo y los de la meseta y, con su estilo pintoresco, su carencia de comentario irónico y su sentimiento pagano por la naturaleza, Blasco Ibáñez es un puro levantino...»6 Por citar tan sólo dos ejemplos se podría comentar sucintamente los casos de Unamuno y Pío Baroja. Unamuno nunca había tenido una relación cordial con Blasco pese a lo cual colaboraba asiduamente en El Pueblo, un día dejó de escribir porque Soriano había publicado un artículo burlón intentando imitar el estilo del catedrático de Salamanca y le había puesto la firma de Blasco, Unamuno cayó en la trampa y creyó que de verdad era Blasco el autor, después cuando se descubrió la treta reconoció lo injusto de su actitud pero como había cierta predisposición a la enemistad las relaciones quedaron bastante tirantes. Luego, las luchas políticas contra la dictadura de Primo de Rivera los uniría en París.
5 6
G. Brenan, Historia de la literatura española, Barcelona, Crítica, 1984, pág. 419. Ibíd., pág. 422.
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Pío Baroja, por su parte, acusa a Blasco en sus memorias de haber plagiado su trilogía La lucha por la vida en su novela La horda, además le critica duramente por ser un escritor mediocre, un farsante y un ególatra7. Carlos Espía era consciente de esta situación y sobre ella escribirá en muchas ocasiones defendiendo la valía humana y literaria del escritor valenciano: Quienes atribuyen al novelista valenciano descuidos de estilo y no ceden en su posición crítica ni ante la luminosidad de algunas de sus páginas, olvidan, sin duda, el fenómeno que forma el estilo literario de Blasco Ibáñez, en una encrucijada lingüística, en el punto de roce del aragonés y el valenciano. El mar y la montaña no se juntan para crear una obra delicada y preciosa, sino para formar un estruendo de vida, una maravilla de fuerza. Blasco Ibáñez es un estilo en lucha, en ignición, y su prosa vibra con movimiento elemental, natural y vigoroso...8
La opinión de una parte de la intelectualidad española de su tiempo sobre la obra y la personalidad de Blasco, influyó a su vez sobre el juicio que muchos formaron a posteriorí sobre el movimiento político que él inició, al que a lo largo de los años se ha tachado de demagógico, populista, oportunista, incluso de crear una forma nueva de caciquismo en la ciudad de Valencia, tal vez extrapolando a todo el movimiento lo que sucedió después de 1930. Sin embargo, Espía tenía una opinión completamente distinta: el blasquismo auténtico, el de Vicente Blasco Ibáñez, fue un movimiento ciudadano para que Valencia se incorporara a la corriente universal de las ideas, de las inquietudes y de los problemas de su tiempo... El secreto de la acción estaba en despertar en el País Valenciano la curiosidad por el mundo intelectual y moral de su época, en dar al pueblo un ideal que superase el desaliento español que marca el final del siglo xix. En esta obra de agitador del pensamiento valenciano es donde se nos aparece Blasco Ibáñez con toda su grandeza política. Así vimos cómo aquella Valencia participaba directamente en aquel formidable drama de la conciencia humana que fue el proceso Dreyfus, y Blasco Ibáñez pudo entregar a Zola un álbum de adhesión al implacable acusador, con más firmas de las que hubiera podido reunir cualquier ciudad de Francia9.
Para Espía el blasquismo era un todo, una forma de ver el mundo en la que se iban incardinando unas cosas con otras, no se trataba, en modo alguno, de un movimiento dirigido desde la improvisación; en él se conjugaban ordenadamente educación y moral con acción y rebeldía. Blasco difundió los libros y las ideas de los grandes escritores y pensadores de su tiempo, enseñó al pueblo a amar y apasionarse por las grandes manifestaciones del arte y la cultura con campañas como la dedicada a la difusión de la música de Wagner, con la Universidad Popular o las escuelas laicas, con la publicación de libros de cualquier país, y al mismo tiempo retaba a Nozaleda a duelo, la emprendía contra el caciquismo y los políticos de la Restauración, arengaba contra el clericalismo o creaba la Casa del Pescador, «todo se enlaza y sostiene —continúa Espía— en el sistema: desde el gesto romántico, la divulgación científica o el culto artístico al naturalismo, hasta el esfuerzo poético por elevar el nivel de bienestar mate7 8 9
Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, Barcelona, Planeta, 1974. C. Espía Rizo, «Sobre B. Ibáñez y el blasquismo», en Mediterrani, 1 de febrero de 1944, México. Ibíd.
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rial del pueblo y las prédicas para crear una conciencia civil y laica en las masas populares...»10 Aunque el concepto de Espía sobre Blasco y su obra en general no tenía ninguna grieta ideológica, si se percataba de lo que antes hemos señalado, de ahí que pidiese con insistencia que se llevase a cabo una revisión del blasquismo de modo que éste quedase despojado de adjetivos que no le correspondían y saliese a la luz pública la verdadera esencia liberadora y progresista que contenía: «... Puede ocurrir si no se procede a una revisión del blasquismo —que algunos menos informados lo tomen sencillamente por un brote de lerrouxismo municipal, si sólo conocen su postrera fase espúrea... El blasquismo era —y revisado, puesto al día, volverá a ser— una doctrina de acción, de vida, de libertad, de cultura. Doctrina de proporciones universales ajustada a la escala de nuestro País valenciano»11. Como reacción al blasquismo y consecuencia de la descomposición de los partidos del turno, surgió en Valencia una nueva derecha que tenía sus raíces en el fracasado carlismo valenciano. Siguiendo las encíclicas de León XIII, que hablaban del respeto al poder constituido, de la necesidad de adaptarse a los tiempos optando por el liberalismo menos malo y planteaban la necesidad de una acción que contrarrestase la creciente pujanza de las organizaciones obreras y republicanas, un sector de la burguesía urbana y agraria valenciana se unirá a la Iglesia en la idea de dar forma a un nuevo proyecto político. La Iglesia se había recuperado suficientemente de los procesos desamortizadores del siglo xix y tenía bajo su tutela a un tercio de los estudiantes de primaria y un ochenta por ciento de los de secundaria, lo que constituía casi un monopolio en este nivel de la enseñanza; ahora se trataba de coadyuvar a una parte de la burguesía a conseguir lo que unos y otros entendían por estabilidad social. Sabiendo la importancia del sector agrario en Valencia, quisieron implantarse en las zonas rurales mediante sindicatos, círculos católicos, sociedades benéficas y cajas de ahorro que ofrecían préstamos a interés moderado a sus socios. Este movimiento se inicia en la ciudad, irradia hacia las poblaciones de la huerta donde arraiga momentáneamente y una vez fortalecido en ese medio retorna de nuevo a la ciudad. Sin embargo, en un principio, a pesar de su éxito en algunas comarcas del interior, la formación de un partido católico de derecha fracasará una vez y otra hasta su cristalización en la Derecha Regional Valenciana de Luis Lucia en 1930. 2.2.
ESPLA EN VALENCIA. FORMACIÓN E IDEAL
2.2.1.
EL PRESTIGIO DEL DESTIERRO: UN IMPULSO VITAL
La ciudad vivía en pleno delirio exportador y en ella se daban parecidos conflictos y contradicciones que en su Alicante natal, aunque con mayor intensidad. La opinión pública, informada por periódicos como El Mercantil Valenciano, El Pueblo, Diario de Valencia, Las Provincias o La Correspondencia Valenciana, se dividía en-
10 11
Ibíd. Ibíd.
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tre aliadófilos y germanófilos, aunque también estaban quienes defendían la neutralidad, pero se les terminó por identificar con estos últimos. En conjunto, se podría afirmar que la ciudad de Valencia era mayoritariamente aliadófila, ello por dos motivos principales: el primero y más importante venía dado por el tremendo daño que el bloqueo alemán estaba ocasionando a la economía valenciana, cuestión que ocupaba diariamente las páginas de los distintos periódicos, fuese cual fuese su ideología; el segundo estaba en relación con el predominio político del republicanismo en la ciudad y con las campañas que en favor de los aliados venía realizando Blasco Ibáñez. Los beneficios industriales y los precios subían, los salarios bastante menos, los sindicatos cada día más fuertes y más combativos. Clericalismo y anticlericalismo, pero éstos detentaban el poder municipal, al contrario de lo que sucedía en el resto de España. Librecambistas naranjeros contra proteccionistas industriales, unos y otros luchando por su hegemonía política. Así era esquemáticamente la ciudad que acogió a Espía en 1916, de la que pasados los años dejaría su visión personal en un bello artículo publicado en México en la revista Mediterrani, artículo en el que, como en muchos de los suyos, la mezcla de ironía, nostalgia, costumbrismo y ciertos rasgos poéticos intentan aproximarnos amablemente a un lugar privilegiado de sus recuerdos: En los jardines de San Francisco —antes de que el marqués de Sotelo los arrasase— entre los puestos de flores al aire libre, tenía su tertulia demoledora Montañaña, el de Les Pintes. Era la Valencia de la peñilla progresista de D. Fidel Gúrrea y de los pasodobles pacificadores, con lápida conmemorativa y todo, del general Tovar y la Rocholeta. El maestro Serrano estaba siempre a punto de escribir la música de «La venta de los gatos»... Aquella Valencia tomaba tono azul-gris en la paleta melancólica de Enrique Cuciat y azul-blanco en la riente de Claros... Las «diurnas» cantaban todo el día en la cocina el «Soldado de Ñapóles» y debutaban los ballets rusos, cuyo director, insigne borrachín, se despidió de Valencia con lágrimas en los ojos, exclamando enternecido: ¡Gran persona Balanza!... El cardenal Benlloch parecía un picador, pero, en cambio, Blanquet parecía un capellán de la huerta. Alfredo Just quería ser torero y Manolo Granero violinista. Los concursos de bandas de música en la plaza de toros, eran una anticipación de la moderna «blitzkrieg», con sus comandos pueblerinos acometiéndose a clarinetazos. Todavía era la Valencia del «Capellá de les Roques» y del «Agüelo del Colomet», de la «Petrolera» y de la baronesa de Alcahalí; deis «cocotets» y del «eixut» de Turís... Maximiliano Thous y Enrique Bohorques publicaban— humorismo de etiqueta— «El Guante blanco»—, y Vicente Fe Castell, después de ser el mejor sainetero valenciano de su generación, era ya el hombre más bueno de Valencia. Félix Azzati, pluma de buen periodista en ristre, veía vencido a sus pies, como San Jorge al dragón, al «fardacho» sorianista. Pepe Luis Estellés daba conferencias en Bellas Artes sobre el arte oriental... y Julio Just pronunciaba arengas revolucionarias en los caseríos de la huerta... «El Gallo» brindaba un toro y le entregaba la oreja a Eugenio Noel y éste le daba la oreja a comer a un gato en la fonda...12
Carlos Espía había salido de Alicante apresuradamente, pues así lo exigía la sentencia de destierro, la noche del ocho de agosto, después de una cena de despedida 12
C. Espía Rizo, Mediterrani, 2 de abril de 1944, México.
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que le ofrecieron sus amigos más íntimos. Desde el mismo instante de su partida, su reputación de luchador, de hombre fiel y leal a sus ideas, de periodista sincero y decidido no hizo sino aumentar entre los republicanos alicantinos. Hasta tal punto fue esto así que en adelante Diario de Alicante y El Luchador harán un seguimiento escrupuloso de cuantos avalares, por pequeños que fueran, sufriera su vida, pero no sólo publicando artículos y crónicas, sino dando a conocer todo lo relacionado con su persona, viajes, amistades, conferencias, actos, cualquier tipo de actividad en la que, de una manera u otra, interviniese o estuviese presente, y siempre en primera página. Ninguna personalidad alicantina de la época era mencionada tantas veces por la prensa republicana, ni Gabriel Miró, ni Rafael Altamira, ni Rodolfo Llopis, ni Alvaro Pascual, por citar sólo a unos cuantos de los más conocidos, eran objeto de un seguimiento tan riguroso. Sus correligionarios veían en él a alguien dispuesto a pasar a la acción, un republicano nuevo capaz de abandonar las tertulias y las discusiones bizantinas para pasar a la acción en pos del ideal. El tiempo de las revoluciones sobre el velador de un café había quedado atrás, ahora se necesitaba gente presta a luchar en la calle, en la prensa, en la tribuna, en cualquier frente en el que se pudiera hacer algo para transformar la realidad española, y ese era el perfil de Espía reflejado en la prensa alicantina. De modo que con el paso de los años terminaría por convertirse en la principal personalidad del republicanismo alicantino, objeto de múltiples homenajes y alabanzas. Mientras, su foto se coloca en los círculos republicanos alicantinos al lado de celebridades históricas como Salmerón, Pi y Margall o a nivel local el doctor Rico. Tal vez sin el destierro su vida se hubiera visto constreñida a Alicante, al periodismo y la política local, habría seguido frecuentando los mismos lugares, las mismas amistades y su carrera personal no hubiese trascendido de las fronteras provinciales; quizá nunca se hubiese atrevido a dejar a su madre, con la que tenía una relación muy intensa y que dependía económicamente de él. Sin embargo, algo bullía en su interior que le impelía a ampliar su campo de conocimiento y de acción, traspasando fronteras cada vez más lejanas. Su espíritu, impregnado de universalidad por sus maestros Selles y Rico, no podía agotarse en la vida local, en la prensa local, en la política local, su ambición última no se conformaba con mejorar las cosas en su Alicante natal, lo cual le habría entusiasmado, porque para él no estribaba el problema en que el Ayuntamiento de Alicante funcionase mal o estuviese en manos de tal o cual cacique, sino que era un problema de política general que afectaba a todo el país, por tanto había que establecer un orden de prioridades, y en ese orden lo primero era lo más universal, lo que afectaba a toda la nación y estaba en el origen de sus principales carencias: el régimen. Y a éste se le podía combatir de muchas maneras, una podía ser atacando al Alcalde de Alicante, otra al Rey. Espía siempre elegirá esta última. En este sentido el destierro, que le obligó a abandonar a su madre, y más aún, Valencia, en el contexto antes descrito, iba a depararle los elementos precisos para desarrollar cuanto latía en su corazón, en su mente. Pudo trabajar en una ciudad donde el caciquismo estaba reducido a la mínima expresión gracias al predominio del blasquismo; pudo escribir con entera libertad, inmiscuirse de lleno en el periodismo de acción, en la política; introducirse, por medio de sus escritos, en las grandes polémicas nacionales, conocer a personas que, posteriormente, le ayudarían material y espiritual-
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mente: Marco Miranda, Roberto Castrovido, Blasco Ibáñez, Marcelino Domingo, Félix Azzati, Ricardo Samper, Braulio Solsona o Julio Just; en fin, tuvo la oportunidad de aprender, de ampliar conocimientos, de templar sus ansias, de luchar por la República en uno de los ambientes más propicios del país. 2.2.2. EN EL PUEBLO, CON MIRANDA, AZZATI, CASTROVIDO Y BLASCO IBÁÑEZ En Valencia nunca estuvo sólo, allí se encontraba Alvaro Pascual estudiando derecho, que haría de cicerone durante los primeros días, se instaló con él y por su mediación fue conociendo lugares y gentes. Por otra parte, desde la redacción de El Luchador se habían puesto en contacto con los republicanos valencianos a fin de que le prestasen toda la ayuda que pudiesen, tarea a la que se entregaron con todo entusiasmo pues los incidentes protagonizados por Espía habían traspasado ya las fronteras provinciales13. El Luchador, además, se mostraba convencido de que Espía sabría sobreponerse al destierro y aprovecharía plenamente las oportunidades que Valencia le brindaba, mucho más amplias de lo que hubiera podido esperar de su ciudad natal14. Cinco días después de su salida de Alicante, el 14 de agosto, reanudó su colaboración con El Luchador con una sección fija titulada Desde Valencia, en la que mezclaba temas habituales con referencias a su nueva situación y a los acontecimientos valencianos, pero decantándose paulatinamente hacia aquellas cuestiones que centraban la atención de la opinión pública nacional como la Guerra Mundial, el bloqueo, las autonomías, el centralismo, el caciquismo, las subsistencias, el régimen... Sin embargo, a pesar de las promesas recibidas, no entró a formar parte de la redacción de El Pueblo hasta pasado algún tiempo, escribía como colaborador habitual. Durante las primeras semanas de destierro sus ingresos se limitaban a la exigua cantidad que recibía como redactor del periódico alicantino. Pronto, gracias a los buenos oficios de Enrique López y sus magníficas relaciones con los republicanos valencianos, fue contratado para trabajar en las oficinas de la empresa municipal Aguas Potables de Valencia, además sus conocimientos de francés y contabilidad le permitieron dar clases en una academia nocturna. Desde el primer momento Espía quiso rehacer su vida de un modo parecido a la que llevaba en Alicante, hombre de energía y simpatía natural, pronto encontró amigos con sus mismas inquietudes, el doctor Benavente, los hermanos Estellés, Marco Miranda, García Verdú, los hermanos Just, los alicantinos Rigoberto Soler y Paco Balaguer, quienes en Valencia habían comenzado a ver reconocida su potencial valía, como pintor el primero y como pianista el segundo, cosa que lamentaba Espía en un artículo en el que también exponía como le gustaría que fuese su Alicante ideal a la luz del impacto favorable que le había causado Valencia: Hagamos de Alicante una ciudad bella y moderna como Valencia... terminemos con ese Alicante necio de misa de doce, de tertulia cosinera con comadres con barba, de política hedionda, de laboreadas y salesianadas, de homenajes a tartufos que ha13 14
El Luchador, 8 de agosto de 1916. Ibíd.
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blan de nuestras glorias mientras devoran una tortilla... de fiestas invernales a base de tiro de pichón... Hagamos un nuevo Alicante libre y estudioso, con bibliotecas y círculos de bellas artes, con museos, con trabajo, con vida. Donde no sea posible que un hombre como el Dr, Rico, repita con emoción al abandonar el único centro artístico de Alicante: Después de catorce años de labor, reconozco mi fracaso y el desprecio que Alicante ha tenido por esta obra de educación15.
En su deseo, híbrido de regionalismo y blasquismo, subyace el ideal republicano que consideraba el trabajo, la educación y la libertad como verdaderos motores del progreso y la emancipación de los pueblos. Otra vez aparece el repudio a la cultura oficial responsable del analfabetismo del pueblo, de su indolencia, de su resignación; Valencia era otro mundo abierto a sus ojos, la España consciente en la que empezaba a vislumbrarse el futuro republicano, la España vital de Ortega. Era, al fin y al cabo, una de las pocas ciudades de España donde se celebraban elecciones libres, sin la manipulación de caciques y partidos del turno. A finales de agosto estaba completamente aclimatado y, entre unas cosas y otras, podía vivir holgadamente. Con una carta de recomendación que le había proporcionado Alvaro Botella se presentó en la redacción de El Pueblo, donde le esperaba su redactor-jefe, Vicente Marco Miranda, quien años después recordaría aquel primer encuentro: «Alto, de rostro algo infantil, bien que en sus ojos se acentuaba esa expresión irónica de los espíritus generosos, que ríen ante la propia adversidad y se solidarizan con las desgracias ajenas: tal se me presentó Carlos Espía en la redacción de El Pueblo... una recomendación de Alvaro Botella y su franca y sugestiva presentación establecieron entre Espía y el que esto escribe un afecto que pronto fue sinceramente fraternal...»16 Éste era otro de los rasgos definitorios del carácter de Espía, tenía una enorme facilidad para caer bien a la gente, a su vigor y fortaleza unía un optimismo y un sentido del humor que no podían pasar desapercibidos a quien le conocía por primera vez. Así le ocurrió a Amadeo Hurtado, a Roberto Castrovido, a Marcelino Domingo, a Indalecio Prieto, a Miguel de Unamuno, a Blasco Ibáñez o a Azaña, todos en un corto espacio de tiempo llegaron a depositar en él la máxima confianza sin que en ningún caso ésta se viera defraudada. La redacción del diario blasquista fue su segundo hogar, acudía a cualquier hora, en cuanto sus otras ocupaciones se lo permitían. Estaba situada en la calle de Juan de Austria y aunque había perdido algo del ímpetu y la algarabía que allí reinaba en tiempos de Blasco, todavía conservaba «aunque en tono menor, aquel ambiente mixto de club revolucionario y de universidad libre, de tertulia bohemia y de logia secreta»17, se respiraba historia y se revivía la epopeya valenciana escrita por Blasco Ibáñez. Aconsejado por el periodista Mario Aguilar creó una sección de ecos que tuvo mucha aceptación. Antes de ir a la redacción, Espía se reunía con Braulio Solsona, los Estellés, los Just, Alvaro Pascual, Enrique y José Malbuyssón, el doctor Benavente, Julio César y 15 16 17
C. Espía Rizo, El Luchador, 23 de junio de 1917. V. Marco Miranda, El Luchador, 14 de diciembre de 1928. C. Espía Rizo, «Periodistas y periódicos», APCE, Escritos, Alicante.
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Mario Blasco Ibáñez en el café de la Democracia, donde tenían una tertulia; «Carlos Espía pronto ocupó un puesto destacado en la peña y un lugar preferente en nuestra estimación», cultivando un fino humorismo que despertaría la admiración general, comentaría años después Braulio Solsona al recordar aquella época18. Una vez más su carácter cautivador, su temperamento fuerte, alegre y contagioso le ayudó a ganarse la amistad y la admiración de todo el grupo: «desde el día de su llegada dedicó las horas que el trabajo le dejaba a visitar la redacción y las tertulias de escritores y artistas, de jóvenes republicanos en las que pronto adquirió singular relieve, saturado de optimismo, lleno de vida interior, su eterna sonrisa y sus ingeniosas charlas llevaban la alegría a todos los círculos que frecuentaba»19. La tertulia tenía unos miembros fijos, pero era normal que por ella pasaran muchas personalidades de la ciudad o que estaban de paso en la misma; un día, invitado por Solsona, acudió al café el escritor de folletines Luis de Val, quien aseguraba que no salía de su casa porque se aburría con todas las personas que conocía. Solsona sugirió a Espía que improvisase un discurso de bienvenida para el neófito, acto seguido Espía, que atravesaba un momento pictórico de mordacidad e ironía, se levantó y le dijo que se extrañaba de que todavía estuviese vivo un representante de un género literario que había desaparecido hacía mucho tiempo, continuó afirmando que no podía hablar de Luis de Val porque naturalmente no había leído nada suyo, pero que lo haría bien pronto con el mismo gusto que un cochero de punto o una portera ya que estos eran sus lectores favoritos20. Esto que pudiera parecer una grosería a simple vista, no lo era en boca de Espía porque lo mismo que ante una situación grave sus palabras adquirían un tono fuerte y desafiante, en situaciones normales como esta lo revestía todo de un sentido del humor no exento de cariño, de tal modo que en este caso Luis de Val se mostró absolutamente de acuerdo con él y desde ese día fue uno más de la tertulia de la Democracia21. En aquellas reuniones vespertinas se polemizaba sobre todo, lo mismo por un soneto que por un libro, por un discurso que por la conducta ocasional de uno de los hombres que admiraban; el grupo era muy homogéneo, hombres de distinta extracción social, de diferente sensibilidad, talento y preparación, coincidían, sin embargo, en lo esencial, amaban la vida, el arte y la libertad, admiraban a los mismos líderes políticos, luchaban con todo su corazón por idéntico ideal. La animación de la tertulia era tan considerable que muchas veces se sumaban a ella o se sentaban a oír lo que decían los empleados del Café o los clientes de otras mesas, normalmente estudiantes, pintores, músicos, escultores, poetas y bohemios en general. El atrevimiento del grupo llegaba al extremo que nada ni nadie quedaba libre de su osadía; una tarde estaban Julio Just, Juan Estellés y Espía reunidos en el café Ideal, otro de los lugares al que concurrían habitualmente, a través de los cristales vieron «las barbas blancas y el chambergo negro de D. Santiago Rusiñol», se acercaron a él y después de insistirle un poco aceptó cenar con ellos:
18 19 20 21
B. Solsona, Evocaciones periodísticas y políticas, Barcelona, 1968, pág. 56. V. Marco Miranda, El Luchador, 14 de diciembre de 1928. B. Solsona, Evocaciones periodísticas..., pág. 56. Ibíd., pág. 56.
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la sobremesa del banquete nocturno se prolongó hasta las nueve de la mañana. Hicimos ante aquel patriarca de la bohemia todo lo que sabíamos hacer —hasta escenas de magia satánica a cargo de Martí El agorero— y debíamos hacer tales disparates y decir tales extravagancias, que el bueno de D. Santiago se declaró vencido en la lid del humor y hubo de hablarnos en serio...: lo que importa —nos decía— es que cada cual se proponga ser el número uno en su oficio o en su arte. Hay que esforzarse en ser el mejor pintor, el mejor músico, el mejor carpintero...22.
El café de la Democracia estaba instalado en la Casa de la Democracia, donde además estaban las escuelas laicas y la sede del PURA, por tanto era lugar obligado para todos los republicanos. Uno de los que acudía cuantas veces pasaba por Valencia era Eugenio Noel en su constante peregrinar librepensador por todo el país: «Nuestros grupo, —escribía Solsona— sentía por él una firme admiración y entablamos con él una relación de amistad que sólo la muerte pudo interrumpir...»23 Espía y sus compañeros habían editado un semanario titulado Renovación, que duró muy poco tiempo debido a problemas económicos insuperables; sin embargo el deseo de poner en la calle un periódico que fuese sólo iniciativa de ellos, en el que pudiesen expresar sus ideales y pensamiento no disminuyó por el fracaso; contaron su nuevo proyecto a Eugenio Noel y éste les dijo que conocía a una persona con una enorme habilidad en temas administrativos y editoriales, y que había sido capaz de sacar adelante empresas mucho más difíciles que la suya. Noel les presentó a un personaje al que llamaban El Churrico y gracias a su intervención pudo publicarse el primer número de Alma Joven. Todo parecía marchar espléndidamente, la publicación se vendía y los comentarios sobre sus contenidos eran positivos. El segundo número iba a ser dedicado monográficamente al bloqueo alemán, Espía escribía un artículo especialmente duro, entregaron los originales al administrador, pero el periódico no salía. Preguntaban a El Churrico y éste contestaba siempre con largas y evasivas, cada día surgía un problema diferente, hasta que un día Espía se dedicó a investigar por su cuenta lo que sucedía y encontró la causa verdadera de las dilaciones: El Churrico era hombre eficaz en su trabajo, pero tenía un pequeño defecto, le gustaba mucho el dinero; había sido llamado por el Cónsul alemán quien le había manifestado sus quejas por el número que iban a publicar, especialmente por el artículo de Espía sobre el espionaje alemán en el Mediterráneo. A la queja, el Cónsul había unido una suculenta oferta económica si no salía más la publicación. Una vez descubierta la trama «Espía usó los argumentos contundentes que tenía por costumbre emplear en estos casos y sólo así logró que se publicase el segundo número del semanario»24. Colaboraban en Alma Joven además de Espía, Amparo Iturbi, Rigoberto Soler, Alvaro Pascual, los hermanos Estellés, Vicente Alfaro, Julio y Alfredo Just, Julio Blasco Ibáñez, Paco Balaguer, Bohorques, Maquesti y Galán. El título de la revista sirvió a Alvaro Pascual para bautizar al grupo con el nombre de Generación del alma joven25; a ellos se añadía de vez
22 23 24 25
Ibíd. B. Solsona, Evocaciones periodísticas..., pág. 59. Ibíd., pág. 60. Pascual Leone, A., «La generación del Alma Joven», en España Nueva, 24 de febrero de 1951.
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en cuando el escultor Julio Antonio, en cuyo taller de la calle Amorós solían tener otro lugar de encuentro. Sin esperar mucho, Espía reanudó sus contactos con las asociaciones librepensadoras y masónicas, y en general con todas aquellas que en Valencia desarrollaban una labor opositora a la monarquía. En Alicante había sido asiduo visitante de la logia Constante Alona, situada en la antigua plaza de Castelar y cuyo Gran Maestre era el republicano José Estruch. La mayoría de los jóvenes republicanos alicantinos de la generación de Espía pertenecían a alguna logia masónica, debido a la pujanza que habían adquirido en los últimos años del anterior siglo. Pero es en Valencia donde Espía entra formalmente dentro de la masonería, afiliándose a la logia Federación Valentina, englobada en la Gran Logia Regional de Levante. Fue introducido por sus fraternales amigos Julio Just Gimeno y Pedro Vargas Gurendiarán con el nombre simbólico de Gorki26. Estrechamente relacionada con la masonería estaba la Liga de los Derechos del Hombre, de la que no existía delegación en Valencia. Espía será uno de sus promotores, siendo elegido vicepresidente de la misma en 1922, mientras que para presidente fue designado su amigo Muñoz Carbonero. Al poco de constituirse la Liga ambos visitaron al Gobernador Civil para darle cuenta de su existencia como asociación, informarle de sus objetivos y denunciar el apaleamiento de un joven en el retén de la calle Juan de Austria27. A través de la Liga de los Derechos del Hombre los republicanos hacían un severo seguimiento y denunciaban los abusos de las fuerzas de seguridad y del gobierno en general, aunque nunca llegó a ser una asociación de gran peso en la ciudad. Por medio de sus trabajos en El Pueblo, Espía estableció una relación muy estrecha con las personalidades republicanas más destacadas. El periódico fue el instrumento propicio para sus ansias de conocimiento, para sus deseos de formarse adecuadamente con el fin de ser más útil a la causa en la que creía con todo su corazón. Tres personas ligadas al diario ejercerán sobre él una influencia decisiva, a la que por otra parte estaba bastante predispuesto: Vicente Marco Miranda, Félix de Azzati y Roberto Castrovido. Marco Miranda, redactor jefe del diario, fue quien le recibió y le encomendó los primeros trabajos periodísticos. Miembro del Partido Republicano y uno de sus más activos militantes, la relación entre ambos llegó a ser de absoluta colaboración hasta la Guerra Civil. Además de compañeros de periódico y partido, eran amigos leales hasta tal punto que cuando Marco Miranda dimitió como redactor-jefe de El Pueblo por discrepancias con Azzati, éste le ofreció a Espía el puesto, a lo que el joven periodista alicantino, pese a las buenas relaciones que tenía también con Azzati, renunció irrevocablemente. Félix de Azzati era hijo de comerciantes italianos garibaldinos, estudió en un colegio de frailes del que pronto fue expulsado, pasando a trabajar en una forja; en sus ratos libres frecuentaba la librería de Sempere que estaba frente a la paragüería de su padre, allí inició su formación intelectual autodidacta y conoció a Blasco Ibáñez,
26
AHNS, Sección Guerra Civil. Masonería, ficha de afiliación masónica de Espía a la Federación Valentina, 141-143. 27 El Pueblo, 24 de diciembre de 1922.
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quien le llevó a El Pueblo como encargado de la sección de caza y pesca; por aquel entonces la redacción del diario era «un club revolucionario, ateneo, convención, aula, logia, tertulia, academia, catacumba, templo, casino», parecía una reunión delirante en la que se hablaba de todo a gritos y al mismo tiempo, de Pi y Margall, de Polavieja, del cardenal Sancha, de la escuela laica, Cánovas, la Guerra de Cuba, el Concordato, la reforma del barrio de Pescadores, la última representación del Principal, de Zola, de Proudhon, Maceo o del pacto sinalagmático28; eran los tiempos en que Blasco escribía La revolución en Valencia. Cuando éste abandonó la ciudad, Azzati se encargó de la dirección del republicanismo valenciano, insuflándole aires nuevos al periódico y al partido, muy dañados por la escisión sorianista. En un primer momento Azzati se inclinó por un centralismo bastante cerrado como oposición a los partidos regionalistas que estaban aflorando, pero pronto cambió de estrategia decantándose por la autonomía, lo que sirvió para vigorizar nuevamente el republicanismo valenciano. Azzati pasaba las primeras horas de la noche en la tertulia que mantenía en el Círculo de Bellas Artes, después marchaba a la redacción donde departía con Vicente Marco Miranda y los redactores más viejos, luego saludaba a los noveles, a la sazón Enrique Malbuyssón, Braulio Solsona, José Luis Estellés, Julio Just y Carlos Espía, a quienes instruía en las artes de la política y el periodismo. Escuchándole hablar toda la noche solían «llegar al alba sin darse cuenta». Cuando Espía anduvo metido a conspirador activo en París siempre encontró a Azzati, aún en sus últimos días allá por enero de 1929, dispuesto a ayudarle aunque fuese arriesgando su propia vida. Azzati logró componer una complicada trama de poder en Valencia que quedaba al margen de los poderes del Estado, de tal manera que cuando Braulio Solsona huyó a Valencia perseguido a causa de algunos de sus artículos barceloneses, éste le recibió en la redacción de El Pueblo junto al Jefe de Policía al que instruyó para que su amigo pudiese andar con entera libertad por la ciudad29. Roberto Castrovido, el ilustre periodista que había dirigido el diario republicano El País, colaboraba habitualmente en El Pueblo, pero además como pasaba muchos meses en Valencia y era amigo de Azzati, visitaba casi todos los días la redacción para participar en las largas veladas que allí tenían lugar y dar su consejo a los jóvenes periodistas. Castrovido sentía un cariño especial por el diario blasquista porque a él fue a parar cuando salió de la cárcel de San Gregorio tras cumplir condena derivada de la aplicación de la Ley de Jurisdicciones30. El viejo periodista era también habitual del café de la Democracia y pronto, entre Espía y él, surgiría una entrañable amistad. Espía siempre lo consideró como uno de sus maestros: «D. Roberto amaba y ayudaba a los jóvenes periodistas. Era un verdadero maestro. ¡Cuantas lecciones he recibido de él en nuestras charlas veraniegas de la playa de Valencia!»31 La playa de las Arenas solía ser uno de los lugares más concurridos de la ciudad en los días de verano y fiesta, a ella acudían muchas veces Castrovido y Espía para hablar largo y
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C.Espía Rizo, «El valenciano F. de Azzati», en Meditermni, abril-junio de 1945. B.Solsona, Evocaciones periodísticas... C.Espía Rizo, «El valenciano Félix de Azzati»... C.Espía Rizo, «Periodistas y periódicos», Buenos Aires, 1940, APCE, Alicante.
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tendido de los problemas del país, la personalidad del alicantino cautivó de inmediato al líder republicano: «¡Conquistador de voluntades! Me admiraba su arraigado blasquismo, parecía uno de la vieja guardia. Sus amores y sus odios son los de un tiempo que él no había vivido y, sin embargo, él los sentía como pocos. Pronto supe de su talento y de su aptitud para el periodismo. Pronto también de sus arrestos, de su lealtad, de su abnegación... Era como la sal de las tertulias de la Casa de la Democracia...»32 El círculo de amistades de Espía se fue completando con otros republicanos valencianos como el doctor Calatayud, el profesor y antiguo secretario de la Joventut Nacionalista Republicana F. Puig Espert, el escritor Adolf Pizcueta, representante de la Renaixenfa valenciana y el periodista de Las Provincias Manuel Sánchez Perales. Sin embargo, no había abandonado sus amistades alicantinas, compartía casa con Alvaro Pascual, se escribía con Alonso Mallol que cursaba Derecho en Madrid, lo mismo con Alvaro Botella, Rafael Selfa, Armando Farga, José Dorado, S. Selles o el doctor Rico, que continuaba aconsejándole templanza mientras acrecía su pasión contra la injusticia: «...todavía no alcanza este muchacho a comprender el terrible y desgarrador pensamiento oscarvildiano: —pesa mucho el dolor universal para que pueda soportarlo un sólo corazón—. El republicano ardoroso sigue luchando. Su mentor alicantino, el Dr. Rico, le recomienda en sus cartas lo de siempre: Carlos, valor, no caigas en el escepticismo»^. Años atrás el doctor Rico le había dicho que tuviese en cuenta la forma de escribir de Dicenta, que no fuese tan directo, tan vehemente, «enséñate a escribir sin entregarte. Todo puede decirse sin caer bajo la ley. Nadie es tan revolucionario como Dicenta»34. La pasión, a veces, podía hacer que la más productiva de las voluntades quedase en nada, de poco servía que alguien fuese el más revolucionario del mundo, el más dispuesto a luchar por la causa republicana si sus hechos, sus palabras o sus escritos le llevaban a la cárcel, de ahí la referencia de Rico a Joaquín Dicenta, autor que había calado profundamente en el alma popular y que gracias a su estilo podía seguir escribiendo en favor de la libertad. En septiembre de 1916 comenzó a publicar asiduamente como colaborador de El Pueblo. Su primer escrito abogaba por la unión de todos los republicanos en torno a una gran federación republicana regional, según los criterios dominantes en ese momento y que, entre otros, sostenían Castrovido y Marcelino Domingo, a quien ya conocía personalmente. Hacía un llamamiento a los republicanos de las tres provincias valencianas para que dejasen de lado sus diferencias y se animasen a constituir una federación que sirviese de ejemplo a los demás; reconocía el fracaso de los grandes partidos republicanos por su centralismo y su división. En su opinión las ciudades republicanas de más tradición deberían iniciar un movimiento de abajo arriba que terminase con la federación de todos los republicanos en un solo partido, que estuviese en condiciones de afrontar los grandes cambios que se avecinaban en Europa35.
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R. Castrovido, El Luchador, 15 de diciembre de 1928. A. Montoro, «Carlos Espía», en El Luchador, 11 de febrero de 1936. El Luchador, 26 de febrero de 1917. C. Espía Rizo, El Pueblo, 19 de septiembre de 1916.
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2.2.3.
EL COMPROMISO POLÍTICO DE UNA GENERACIÓN. ALIADÓFILOS Y GERMANÓFILOS
La intelectualidad española de principios de siglo se vio obligada por los acontecimientos a, de un modo u otro, comprometerse políticamente. Ortega diría que España era el único país donde los intelectuales se tenían que ocupar de la política inmediata. El intelectual tuvo que inmiscuirse en el juego político debido a la ineficacia de los políticos profesionales y la abulia del pueblo36. Las dudas planteadas por los hombres del 98 terminarían por definirse en actitudes por las generaciones siguientes a la búsqueda de soluciones para los problemas de España. Antonio Machado, adelantándose, había redefmido el concepto de patria en 1908: «Sabemos que la patria es algo que se hace constantemente y se conserva sólo por la cultura y el trabajo... No sois patriotas pensando que algún día sabréis morir para defender esos pelados cascotes; lo seréis acudiendo con el árbol o la semilla, con la reja del arado o con el pico del minero, a esos parajes sombríos y desolados donde la patria está por hacer»37. El patriotismo que reivindica Machado es el del trabajo y el esfuerzo, el regeneracionista, tan alejado y opuesto al tradicional de las banderas, los himnos y el heroísmo estéril. Para él, España estaba por hacer. En la misma dirección Ortega y Gasset reclamaba la dirección del país para la nueva España, advirtiendo que «la vida nos obliga, queramos o no, a la acción política»38, es preciso sacar al pueblo de su inercia, de su pasividad originada por la falta de una minoría activa, es necesario que esa minoría opere sobre la masa con entusiasmo y eficacia, «para nosotros —afirmaba Ortega— es lo primero fomentar la organización de una minoría encargada de la educación política de las masas»39. Siguiendo ese criterio fundaría, junto a Urgoiti, el periódico El Sol, cuyo editorial primero rezaba como sigue: Viene a servir a su patria, libre de parentelas y corruptelas, compromisos y ambiciones, procuraremos ser los más modestos, pero los más leales y firmes servidores de la España que produce y trabaja, de la que piensa y siente, de la que tiene hambre de justicia, sed de bienestar, derecho al bienestar ganado con los propios puños, de la España en suma, que en sí misma y por sí misma ha de reconstruirse despojándose de los oropeles de la España oficial y todos los guiñapos de la España de pandereta40.
Años de gran efervescencia política, terminarían por involucrar a una parte sustancial de la intelectualidad del tiempo, catedráticos, periodistas, profesores, profesionales, en opciones opuestas al régimen, incluso en los partidos obreros, como fue el caso de Núñez Arenas, Luis Araquistain, Ramón Garande, Julián Besteiro, Fernando de los Ríos... El 9 de junio de 1915 un extenso grupo de intelectuales publicaron un manifiesto en el que mostraban su apoyo a las naciones aliadas como símbolo de libertad. En aquel manifiesto se pedía el compromiso de España con aquellas 36 37 38 39 40
Citado por Juan Marichal, El secreto de... pág. 175. M.Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura... pág. 156. Ibíd., pág. 154. J. Ortega y Gasset, Vieja y nueva..., págs. 179-80. El Sol, 1 de diciembre de 1917.
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naciones que consideraban defensoras de la libertad y la dignidad del hombre, juzgando inconveniente para su futuro la prolongación de su secular aislamiento, además se decía que el peor enemigo del país estaba dentro de él, en los neutralistas que habían propiciado la enemistad con los aliados. La repercusión del manifiesto de la Liga fue enorme y la polémica suscitada entre aliadólifos y germanófilos llegó a convertirse en cuestión nacional que se reflejaba en todos los ámbitos: El Sol, La Esfera, El Heraldo, Diario Universal, Diario de Alicante, y El Luchador eran aliadófilos, El Debate, ABC, El Correo Catalán y La Época germanófilos; en los toros Belmente era aliadófilo, Joselito, germanófilo; en la música La Argentina estaba con las democracias, La Argentinita con el Kaiser41. Madariaga afirmaba que la nación estaba dividida en dos. En conjunto —decía— la opinión liberal, anticlerical y progresista, vagamente llamada de «izquierda», era aliadófila, reaccionaria y clerical la «derecha» era germanófüa. Un estudio más detallado de la situación revelaba razones más complejas y sugería la conclusión de que, estrictamente hablando, no había en España ni germanófilos ni aliadófilos, sino tan sólo actitudes mentales y emotivas para con ciertos problemas nacionales, históricos y filosóficos, que podían representarse de un modo elemental con esas dos etiquetas cómodas y populares... Siguiendo con su pensamiento, la minoría intelectual española que se decantó por Francia e Inglaterra había hecho un esfuerzo enorme para «elevarse por encima de la miopía nacional en opiniones y sentimientos», pues eran conscientes del papel desempeñado por estos dos países en el derrumbamiento del Imperio Español y aun así optaron por ellos porque en el fondo lo que se ventilaba en esa contienda era el «conflicto entre el temperamento liberal y el temperamento imperioso»42. Espía, colaborador de El Pueblo, donde Blasco seguía publicando sus relatos bélicos y proclamando entusiasmado su francofilia, pensaba que España debía haber apoyado inequívocamente a los aliados y que si no lo había hecho era por falta de vitalidad, por la indolencia en la que los políticos del régimen habían incrustado al pueblo español; sus artículos adquieren especial virulencia al tratar este asunto, como queriendo fustigar al lector, impulsarle a reaccionar, a tomar partido, a comprometerse por su futuro decidiendo por sí mismo. En este sentido es significativo lo que escribió a propósito del hundimiento del mercante español Luis Vives: «España es un pueblo envilecido, incapaz de morir por un ideal, insensible a los imperativos mandatos de una conciencia y un corazón sanos... España es un país borracho de sol, de mujeres ardientes y de manzanilla. España no se conmovió por el martirio de Bélgica, ni ante el asesinato de españoles por fuerzas organizadas para la guerra. España es algo peor que un pueblo sin pulso, es un país de vivos...»43 Quedaba algo de la desconfianza de los hombres del 98 en las posibilidades del país, sobre todo cuando pasaban hechos de esta envergadura sin respuesta social alguna. Picavea había dudado del pulso de España para seguir entre las naciones de su entorno, Sarillas se refería a la vagancia como ca41
V. Blasco Ibáñez, Mare Nostrum, Introducción de María José Navarro, Alicante, Instituto Juan Gil-Albert, 1994. 42 S. de Madariaga, España, Madrid, Espasa Calpe, 1978, págs. 248-249. 43 C. Espía Rizo, El Luchador, 26 de septiembre de 1916.
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rácter consustancial del español, Costa pedía con urgencia la revolución desde arriba, Baroja desconfiaba por sistema de las clases dirigentes y de las aptitudes del pueblo para organizarse colectivamente, pero el caso de Espía respondía, más bien, a una estrategia periodística o política que a un sentimiento, no recela de las posibilidades de la nación sino del analfabetismo, del apoliticismo, de la desgana y apatía colectiva en que la Restauración había sumido al pueblo. Por el contrario, y al igual que los hombres del 14, contemplaba en el horizonte una España nueva que llamaba con fuerza a las puertas del progreso representado por las democracias europeas, por Francia e Inglaterra, una republicana, otra monárquica. Creía que la neutralidad española perjudicaba tremendamente los intereses nacionales ya que persistía en el tradicional aislacionismo de la política exterior española; era una forma de quedar bien con todos, cuyo resultado solía ser siempre el contrario, o sea, quedar mal con todos. Convencido de que la victoria final recaería del lado aliado, sospechaba que estos le reprocharían después su no posicionamiento, quedando el país, una vez más, marginado de la historia europea. España debía contribuir a la victoria de las democracias con todas sus fuerzas. Esto no significaba, necesariamente, su implicación directa en el conflicto, pero sí su participación logística, «creando industrias militares, incautándose de los barcos alemanes, impidiendo el espionaje y el contrabando germánico», y ello porque convenía al interés nacional, ya que de ese modo uniría sus destinos a los de los pueblos más avanzados del continente, pero también porque interesaba a su economía. Podría participar de forma más coherente y fructífera de las importaciones de los aliados, recogiendo parte de los enormes beneficios que estaba obteniendo Estados Unidos, tal como habían afirmado los oradores del mitin aliadófilo de Madrid de mayo de 1917, y podría colaborar, una vez terminado el conflicto, en la enorme tarea de reconstrucción que habría de llevarse a cabo en los países beligerantes. Para Espía, España con su política exterior oficial jugaba a caballo perdedor. Por otra parte el recrudecimiento del bloqueo naval alemán estaba afectando muy negativamente a las exportaciones valencianas en general y alicantinas en particular. La actitud española ponía en peligro la economía alicantina, pero no sólo mientras durase el bloqueo y el consiguiente hundimiento de barcos que negociaban con su puerto, sino que hipotecaba su ulterior desarrollo tras la victoria aliada. La principal riqueza de Alicante era la exportación de vinos, era lo que verdaderamente animaba el tráfico portuario, el más tradicional de sus sectores económicos y a la par el más dinámico; sin embargo Italia, ya en la órbita aliada, producía vinos de la misma calidad que los alicantinos y se encontraba en una situación muy favorable para ir ganando cuota de mercado a los productores alicantinos durante la guerra y después de ella, de modo que los períodos de esplendor económico que el comercio vitivinícola había deparado a la región desaparecerían para siempre. En su opinión la debilidad del Gobierno español con Alemania había permitido que paulatinamente se fuesen instalando en Valencia y en toda España un número cada vez mayor de ciudadanos alemanes, cerca de ochenta mil, que con el apoyo del Banco Transatlántico Alemán, de los compatriotas adinerados residentes en España y de los germanófilos españoles habían tejido una compleja red de espionaje «en nuestros puertos, en nuestras costas, que es un modelo de organización. Esa red era la que suministraba información a la marina alemana para hundir mercantes españoles, por ello Espía pedía su expulsión
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o su concentración incomunicada. Además argumentaba que el bloqueo alemán había tenido como objetivo principal impedir el comercio de Inglaterra, sin embargo ésta seguía comerciando con Estados Unidos, Suecia o Dinamarca, mientras que la que verdaderamente estaba aislada era España, por ello reclamaba a los comerciantes y agricultores valencianos que se unieran y apoyasen «la campaña iniciada por El Pueblo para defender sus intereses y los de España contra la agresión alemana», ofreciéndose como intermediario para poner en contacto a unos con otros y coordinar la campaña44. Pese a todo, la neutralidad no fue un mal negocio, todo lo contrario, la tremenda acumulación de capitales habida durante los primeros años de la guerra, pudo haber servido para consolidar definitivamente una industria y un comercio autóctono, pero no se supo aprovechar la coyuntura. En marzo de 1917, Espía acudió a la Asamblea de Zaragoza, celebrada con el fin de unificar a todos los republicanos y demandar la convocatoria de Cortes Constituyentes. A esa asamblea acudieron en representación de los republicanos alicantinos dos amigos de Espía: Manuel López González y José Alonso Mallol45. A la vuelta de Zaragoza comenzaron los problemas con la policía valenciana, fue interrogado en numerosas ocasiones y su casa sometida a registros periódicos, en fin, empezó a ser considerado como un activista político inquietante. El domingo 27 de mayo estuvo presente en el gran mitin de las izquierdas contra la guerra y Alemania, en el que intervinieron Pérez Galdós, cabeza visible y emblemática de la Conjunción republicano-socialista, Castrovido, Azcárate, M. Álvarez, Ovejero, Lerroux, Unamuno, Morayta, Zulueta y otros, el acto fue organizado por la revista España y sufragado, según refiere Tuñón de Lara, por «el mismísimo Conde de Romanories». Se pidió la ruptura de relaciones con Alemania y una mayor implicación española en la guerra. A su regreso a Valencia publicó una serie de artículos reclamando del Gobierno el apoyo incondicional a Francia e Inglaterra. La situación general se deterioraba por momentos, UGT y CNT habían sellado un pacto de acción conjunta en 1916, y en diciembre de dicho año habían hecho un ensayo de huelga general. El progresivo derrumbamiento de la monarquía rusa animaba el ímpetu revolucionario en toda Europa. Largo Caballero, Iglesias, Lerroux y M. Álvarez firmaban en marzo de 1917 un acuerdo con el fin de restablecer la voluntad soberana de la nación. En mayo surgieron las Juntas de Defensa, como culminación de la reaparición activa e imperativa del ejército en la política nacional dentro de un proceso que había comenzado con la aprobación de la Ley de Jurisdicciones; la presión y las pretensiones de los catalanistas crecían de día en día, por todas partes se sucedían huelgas y motines callejeros a la vieja usanza que terminaban en enfrentamientos con la fuerza pública. El Gobierno García Prieto terminó por dimitir tras reconocer a las Juntas de Defensa, le sucedió Dato con un Gobierno débil y sin respaldo social, se instauró la censura previa y se suspendieron de nuevo las garantías constitucionales, prohibiéndose, a instancias de las Juntas de Defensa, escribir sobre la guerra y el Ejército. El 19 de julio a iniciativa de la Lliga Regionalista se reu-
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C. Espía Rizo, El Luchador, 2 de octubre de 1916. El Luchador, «La Asamblea de Zaragoza», 27 de marzo de 1917.
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nió en Barcelona la Asamblea de Parlamentarios, en ella participaron entre otros, Cambó, M. Álvarez, H. Giner de los Ríos, P. Iglesias, Lerroux, Rodes, Roig Bergader, Zulueta, Castrovido y Azzati. Pretendían obligar a la Corona a convocar Cortes Constituyentes, en las que se decidiría, entre otras cosas, la forma de organización del Estado, mejoras para las clases trabajadoras, elecciones libres y los demás puntos del programa acordado en la Asamblea de Zaragoza. Unos pocos días después estalló la huelga general de los ferroviarios valencianos, en cuya preparación había participado muy decididamente Azzati, anticipándose a lo planeado por la Asamblea de Parlamentarios y el Comité de Huelga; hecho que fue reprochado al director de El Pueblo hasta por el mismísimo Pablo Iglesias, ya que rompió la unidad de acción y desbarató, tal vez a su pesar, la planificación del movimiento, favoreciendo de ese modo la represión y el fracaso del mismo. Del 10 al 18 de agosto de 1917 la huelga fue extendiéndose por todo el país, por todos los sectores, diluyéndose después por la dura represión y la contradicción en que se movían dirigentes y huelguistas. Concebida por unos como revolucionaria, por otros como huelga solidaria, por otros como de apoyo a los parlamentarios de Barcelona y al movimiento constituyente, al final quedó acéfala, sin dirección y carente de los sustentos que un día tuviera. Finalizó con una balance de ochenta muertos y más de dos mil detenidos, incluido el Comité de Huelga. Durante todo 1917 Espía había seguido colaborando con El Luchador publicando las series Desde Valencia, Desde mi destierro y Los méritos de Alicante; sin embargo su implicación política, cada vez mayor, le fue apartando provisional y momentáneamente del periodismo. Como se ha dicho, asistió a la reunión de Zaragoza y al mitin de Madrid, acompañando a Castrovido, Azzati, Domingo y Marco Miranda, colaboró denodadamente junto a ellos en los preparativos de la Asamblea de Barcelona y la huelga general, dentro de las pautas dictadas por la conjunción republicano-socialista y bajo la dirección de Azzati. Durante los meses de julio y agosto su dedicación a estos menesteres fue tal que dejó casi por completo sus colaboraciones periodísticas, reanudándolas, significativamente, en septiembre de ese mismo año: uno de los primeros artículos que escribe después del período revolucionario fue el dedicado a Francos Rodríguez, en él decía: «Sois un diputado cunero impuesto por la política. Sois un representante del caciquismo, y no hacéis otra cosa que caciquismo. Sois el primer cacique de la provincia de Alicante. Sois un trepador de la política. Ya os dije en otra ocasión que habíais deshecho los filos de la traición en todos los partidos nacionales...»46 Escribe principalmente sobre política general, caciquismo, guerra europea, regionalismo, sobre los hombres del Comité de Huelga; el 17 de octubre dedica un artículo a Félix de Azzati elogiándole por haber ofrecido los dos primeros puestos de la candidatura republicana por Valencia a los miembros del Comité encarcelados. Sin embargo, los acontecimientos del verano habían abierto algunas brechas dentro de la conjunción republicano-socialista, incluso dentro del republicanismo por las actitudes equívocas de algunos de sus dirigentes. A consecuencia de esto publicó un escrito en el que daba su opinión sobre lo que debía ser el
46 C. Espía Rizo, El Luchador, 12 de septiembre de 1917.
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Partido Republicano en adelante: «... Debe ser un partido moral o desaparecer... Los hombres del Partido Republicano deben ser, por tanto, los más inteligentes, los más aptos, los más rectos de conciencia»47. 2.2.4.
EL PROBLEMA MILITAR. LA CUESTIÓN REGIONAL
Una de las cuestiones que más preocupaba al Espía de este momento era la intromisión progresiva de los militares en el poder civil: «Vemos con disgusto cómo se aparta a los militares de sus funciones propias para llevarlos a gobernar mal, casi siempre, lo que por algo y para algo se llama Gobierno Civil. Suele equivaler la entrega de una provincia a un general a declararla de hecho en estado de guerra»48. Identificaba la presencia de los militares en puestos políticos como algo desnaturalizado que sólo podía responder a dos causas: a una imposición del propio estamento militar o al endurecimiento de la política represiva, lo que significaba tanto como apagar el fuego con petróleo o matar el hambre eliminando al hambriento. El avance del pretorianismo se había producido tras los desastres coloniales. La Ley de Jurisdicciones y la guerra con Marruecos propiciaron el resurgimiento del poder militar cuya máxima expresión fueron las Juntas de Defensa, movimiento corporativista militar surgido en 1917 cuyos objetivos eran bastante confusos. Se oponían a los africanistas, a los ascensos por méritos, a las camarillas palaciegas y a los generales influyentes de Madrid, culpaban a los políticos de todos sus problemas al tiempo que demandaban mayor respeto para el Ejército, columna vertebral del país, mayores salarios y más justicia en la concesión de recompensas. Las Juntas actuaron como un auténtico poder dentro del poder durante varios años, desafiando a la autoridad civil y en una constante pugna con los militares africanistas, por eso Espía se felicita cuando el 14 de noviembre de 1922 Sánchez Guerra las disolvió, porque «constituían un estorbo, un peligro, una amenaza para la nación que no dejaban gobernar»49; sin embargo, estimaba que eso no era suficiente, ya que las juntas eran un efecto no la causa, ésta radicaba en la Ley de Jurisdicciones que debería ser el objetivo primordial de todo liberal y amante del poder civil porque en tanto «esa ley de excepción esté vigente y el fuero militar juzgue delitos comunes y de opinión —que no son tales delitos— España será una nación sin vida civil»50. La Ley de Jurisdicciones que establecía un marco legal que ampliaba enormemente las potestades del Ejército, tampoco era la auténtica raíz del problema. Para Carlos Espía los orígenes del militarismo español estaban en la ocupación de Marruecos, «mientras subsista entre nuestras realidades dolorosas —decía— el problema de Marruecos, en España habrá militarismo. Ni juntas, ni impunidad, ni ley de jurisdicciones, ni Marruecos. Ese ha de ser el grito unánime del español liberal, civil y ciudadanos de nuestros días»51. 47 48 49 50 51
C. Espía Rizo, El Luchador, 30 de octubre de 1917. C. Espía Rizo, El Pueblo, sin fecha, APCE, Recortes de prensa, Alicante. C. Espía Rizo, «Las Juntas, las responsabilidades...», El Pueblo, noviembre de 1922. Ibíd. Ibíd.
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Los desastres militares de las campañas africanas habían puesto de manifiesto la inoperancia del ejército español, la prensa coetánea había dado a conocer una serie de prácticas corruptas que se habían convertido en habituales entre los militares africanistas al tiempo que denunciaba la gran cantidad de intereses que se escondían tras la misión civilizadora de España en el Protectorado. El problema alcanzaría su momento crítico tras la conclusión del expediente Picasso. Hasta entonces el poder militar había ido ganando terreno al civil, enroscándose como una serpiente que impedía su normal desenvolvimiento en un proceso que culminaría con la dictadura de Primo de Rivera. Otro de los temas candentes era la cuestión regionalista. Catalanes y vascos aprovechaban la coyuntura por la que atravesaba la nación para hacer patente su desacuerdo con el modo en que estaba organizado el Estado. Pero éste no era un asunto reciente, la nueva vertebración del país había sido preocupación constante de los intelectuales españoles desde el siglo xix. Valentí Almirall, Prat de la Riba, Pi y Margall y, más tarde, Ortega habían escrito largo y tendido acerca de ello. La Asamblea de Parlamentarios y los posteriores sucesos de agosto habían estado estrechamente ligados a las pretensiones catalanas. Por otra parte, en Valencia existía, como ya se ha visto, un incipiente regionalismo que arrancaba del tradicionalismo y expresiones culturales como los Jocs Floráis o Lo Rat Penat de Constantí Llombart, que cuajaría levemente en la Unión Valencianista Regionalista y la Juventud Regionalista. También existían pequeños grupos nacionalistas de izquierda como la Joventut Nacionalista Republicana, en la que militaron muy activamente Julio Just y Alvaro Pascual. Este último, que ya era un republicano conocido en Valencia, había estudiado leyes con suma brillantez, accediendo al finalizar la carrera a una plaza de profesor en la Universidad, además ejercía de abogado con bastante éxito, escribía para El Pueblo, El Luchador y para el órgano de los regionalistas La Correspondencia Valenciana. Fue autor del Tratado sobre las nacionalidades y de un ensayo titulado Transformación del concepto de poder público en el siglo XVIII, ambos de gran repercusión en los medios intelectuales valencianos coetáneos. Cuestiones personales le habían distanciado de la disciplina oficial del partido de Azzati, acercándose a los conceptos nacionalistas defendidos por la Joventut, sin que esta circunstancia afectase en modo alguno a la amistad que mantenía desde niño con Espía. Alvaro Pascual había contribuido a su modo a la polémica suscitada años atrás en torno al «problema de España» con su teoría sobre la Nolluntad Nacional: frente a la abulia nacional o falta de voluntad de que hablaba Ganivet, afirmaba que el español sí tenía voluntad, pero torcida, voluntad de no querer hacer, en ello ponía todo su empeño obteniendo grandes éxitos. Persona culta, estudiosa, escritor de mérito y originalidad, fue quien puso a Espía en contacto con los círculos nacionalistas valencianos. En febrero de 1917 Espía asistió a unas conferencias de Leone en la sede de la Juventud Valencianista, juzgó su intervención positivamente, «dando en aquel ambiente de quietud una nota de rebeldía y liberalismo»52, pero lo que no debió agradarle tanto fue el aire que se respiraba en aquel local: «No conozco nada de una mayor impresión de pobreza, de tedio,
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C. Espía Rizo, El Luchador, 6 de febrero de 1917.
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de parálisis intelectual que el salón de actos de la Juventud... Toda la ideología de la Juventud Valencianista se alimenta en el tradicionalismo. No conciben estos jóvenes el regionalismo fuera de las lamentaciones históricas...»53 Consideraba el regionalismo al uso como una salmodia de agravios y discriminaciones perdida en la noche de los tiempos, manipulada por ciertos sectores de la oligarquía para satisfacer sus ansias de poder y sus intereses económicos. Era una visión melancólica de un pasado que nunca había existido. El país debía estructurarse de otro modo, pero no como pretendían los regionalistas, se trataría de construir una nueva fórmula para organizar el Estado, basada en criterios de eficacia y de justicia, pero no de volver a modelos del pasado ya superados: Si los regionalistas valencianos quieren llegar al corazón de este pueblo admirable deben hablarle de otra forma. Deben decir que Valencia quiere una absoluta autonomía administrativa porque el centralismo despilfarra el caudal contributivo de las regiones en la locura de la guerra de Marruecos, en la atención de un culto lujoso, en la vida fastuosa de su monarquía. Que Valencia quiere su dinero para fomentar su agricultura y su industria y no para mantener el artificio costoso de la política nacional. Que odia el centralismo que impone leyes de excepción y envilece a la ciudadanía...54
A finales de noviembre de 1918 inicia una tanda de artículos titulados «Hacia una República Valenciana». En ellos define su postura ante el problema regional-nacional. En su opinión se estaba larvando un movimiento que partiendo de la periferia iba a modificar sustancialmente la articulación del Estado. Alicante debía ser consciente de ello y no quedarse al margen: Hacia el centro de España avanza una fuerza llena de palpitación, de aire de mar, de afán de trabajo: el despertar de la vida regional. El centralismo monárquico español lleva clavado en su corazón como un puñal esta palabra: autonomía... Los republicanos alicantinos somos federales, pero no se nos puede confundir con los regionalistas colaboradores del centralismo monárquico... Vamos por la República Valenciana dentro de la gran República española...55
Curiosamente la publicación de estos artículos en El Luchador y El Pueblo coincidió con el cambio de actitud de Azzati y el PURA respecto al regionalismo valenciano y con su regreso ideológico al federalismo de Pi y Margall. Cataluña era el motor de ese movimiento, pero no la Luga Regionalista que bajo sus planteamientos autonomistas escondía otras motivaciones de carácter más materialista: ¿Puede satisfacernos, a los que amamos la autonomía como principio hondamente liberal, el concepto autonomista de los regionalistas catalanes? De ninguna manera. En este momento estamos al lado de los catalanes, republicanos y socialistas, no de los regionalistas monárquicos; al lado de Pi y Sunyer, M. Domingo, Layret y Alomar, del espíritu más liberal de nuestros intelectuales, no al lado de los 53 54 55
Ibíd.
V. Carrasco, El Luchador, 6 de febrero de 1917. C. Espía Rizo, El Luchador, 28 de noviembre de 1918.
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Cambó, Ventosa o del muerto de Prat de la Riba, defensor del nacionalismo imperialista y plutócrata. Seguimos a Pi y Margall, no a los que recientemente afirmaban que el programa federal les venía estrecho. Estamos al lado izquierdo de Cataluña, donde está su corazón; no al lado derecho donde tienen su bolsillo los plutócratas catalanes56.
La desconfianza en el partido de Cambó había aumentado tras los sucesos del verano de 1917. El regionalismo de la Lliga se había comprometido con los gobiernos monárquicos, por tanto se había transformado en un enemigo más a tener en cuenta, el autonomismo no se podía defender dentro de una monarquía esencialmente centralista, su puesta en práctica estaba indisolublemente asociada al cambio de régimen, era un problema de modelos políticos, de liberalismo tal como lo entendía el Partido Republicano de Valencia: Para la Unión Republicana este problema no es, como para los valencianistas, un problema de reivindicaciones históricas ni patrióticas... Para los que siguen teniendo como jefe ideal a Blasco, la autonomía es un problema de desconfianza en las aptitudes del gobierno de la monarquía, es un problema republicano, revolucionario57.
Siguiendo el pensamiento pimargalliano, creía que la cuestión regional, aunque se plantease especialmente en el País Vasco y Cataluña, no debía tener una solución geográficamente parcial, sino que debería englobarse en una reestructuración general del Estado que afectase a todos sus territorios por igual, lo demás serían privilegios que terminarían por originar problemas mayores: «El problema de la autonomía es un problema de toda España, no sólo de Cataluña. Aunque solo se resuelva ahora el de Cataluña, con un privilegio irritante, ese mismo privilegio agudizará más el problema en las demás regiones...»58 Carlos Espía había tenido una educación bilingüe, hablaba correctamente el valenciano, pero, desde una posición siempre tolerante, dudaba de la cooficialidad de los dos idiomas adoptada ya por la Diputación valenciana, esencialmente porque la defensa del idioma había estado vinculada a sectores tradicionalistas y carlistas como Lo Rat Penal, «sociedad de rancio valencianismo, reaccionaria, anquilosada, vieja y chocha, en la que no obstante hay algunos hombres inteligentes»59, y en el caso catalán a su burguesía más reaccionaria. Para él no era un problema político sino pedagógico, de escuela, ya que había amplias zonas del País Valenciano en las que no existía, por unas u otras razones, el bilingüismo: Es indudable el derecho de cada pueblo a hablar su idioma propio; pero en Valencia el problema del idioma es tan sólo pedagógico, no es un problema político... Si se celebrase una asamblea para debatir este punto, tened la seguridad de que no se quedaría Alicante sólo pidiendo la supremacía del castellano. Yo la creo necesa-
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C. C. C. C.
Espía Rizo, El Espía Rizo, El Espía Rizo, El Espía Rizo, El
Luchador, Luchador, Luchador, Luchador,
28 de noviembre de 1918. 2 de diciembre de 1918. 9 de febrero de 1918. 18 de junio de 1922.
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ria pero no cierro los ojos al problema importantísimo de una posible cooficialidad del valenciano y el castellano. Mas no hay que resolver esta cuestión mirando con odio a Valencia, sino mirando con amor a la escuela60.
La cuestión del idioma era algo muy serio como para tratar de imponerlo desde arriba con una orden gubernativa como había hecho la Diputación valenciana, ya que tal decisión podía ser aprovechada demagógicamente por algunos sectores de la sociedad para presentarla como un abuso más de Valencia sobre Alicante, fomentando de ese modo una mayor desconfianza y rivalidad entre las dos provincias. Algunos políticos alicantinos relacionados con los partidos dinásticos rechazaban la autonomía valenciana porque, según argumentaban, temían ser absorbidos por Valencia que terminaría por imponer su idioma, su economía, su cultura y sus costumbres, implantando un centralismo todavía más dañino que el existente; incluso habían llegado a hablar de la conveniencia de asociarse antes con Murcia en una denominada Región del Sureste, provincia con la que decían tener más afinidades. Estos razonamientos tuvieron cierto calado en la población de una provincia como la alicantina dividida en dos comunidades lingüísticas, derivando hacia pretensiones aislacionistas y secesionistas respecto de Valencia y Castellón, que aunque no llegaron a ser mayoritarias, no estuvieron, tampoco, exentas de seguidores. En la raíz de todo el problema estaba el caciquismo: según Espía, entre Castellón y Valencia, que se habían liberado de él logrando que se celebrasen elecciones libres eri sus ayuntamientos, no existían tales rencillas, sino plena identificación. Argüía, además, que el hermanamiento entre esas dos provincias sí que habría podido tener repercusiones económicas negativas, ya que ambas se disputaban los mismos mercados, mientras ése no era el caso de Alicante, cuya economía se complementaba con la valenciana. Espía defendía la autonomía de Alicante dentro de Valencia como la única fórmula posible para su desarrollo en todos los órdenes, porque el centralismo monárquico encorsetaba su capacidad de crecimiento61. También los criterios de eficacia pesaban en su planteamiento autonomista. El centralismo significaba derroche, inversiones según los intereses del cacique de turno, muchas veces inadecuadas, dispersión de medios; en definitiva, se trataba de un sistema ineficaz por la lejanía del poder de los problemas de cada territorio.
2.2.5.
MUERTE DE JOSEFINA Rizo Y ENCUENTRO CON BLASCO IBÁÑEZ
El 17 de julio de 1918, a los cuarenta y ocho años de edad, murió su madre, Josefina Rizo Alberola, tras una larga enfermedad. Carlos Espía intentó desplazarse a Alicante para asistir al sepelio realizado en el cementerio civil, sin conseguir la pertinente autorización judicial.
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C. Espía Rizo, El Luchador, 19 de diciembre de 1918. C. Espía Rizo, El Luchador, 3 de diciembre de 1918.
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Fueron días muy difíciles, puesto que, siguiendo el pensamiento de Selles, a su dolor personal unía el altísimo concepto que tenía de las madres en general: lo más sacrificado, noble y abnegado de la sociedad, esencia del amor humano en su estado más puro. Desde que comenzó a escribir, las referencias laudatorias hacia el papel de la mujer-madre habían sido continuas, así en multitud de ocasiones al referirse a un hecho como algo extraordinario solía compararlo con la figura de una madre. Cuando da cuenta del éxito que habían tenido en Valencia las escuelas laicas, escribe: «Ha sido la Valencia republicana la que ha sabido llevar la ciudad a la categoría augusta de madre»62 o «los futuros ciudadanos de esta ciudad-madre, para la que todos los valencianos tienen fervores filiales»63. Espía había sido siempre una persona muy familiar, las relaciones con sus padres fueron siempre de lo más afable, perdió a su padre a los catorce años recayendo sobre él y su madre el peso de la economía familiar, entre ambos se estableció una relación si cabe más intensa que sería interrumpida primero por el destierro y después por la muerte. Tal vez por la influencia de Selles, que idealiza constantemente a la mujer en su obra poética, tal vez por su experiencia personal que le había llevado a conocer a mujeres extraordinarias en su juventud, como para él eran la madre de los Botella o la de Alonso Mallol, «esa mujer admirable, abnegada, valerosa...»64, o tal vez por las dos razones a la vez, el caso es que el joven Espía valoraba enormemente el papel desempeñado por la mujer como madre y motor principal de la familia. Es sin duda alguna la pieza fundamental del engranaje familiar, la que se encarga del cuidado de los hijos, de su educación, de transmitir valores, de hacer la vida agradable a todos sus miembros, de inculcar los sentimientos más excelsos, de todo aquello que contribuye a hacer de un niño un ser humano completo. En este sentido distingue perfectamente los roles desempeñados por el padre y por la madre, el primero tiene una tarea más externa, menos íntima, la segunda es quien imprime el verdadero carácter del niño, y sobre todo es el personaje fuerte de la familia. La muerte de su madre, sin embargo, y aunque parezca contradictorio, sería como una «liberación» para su conciencia, porque en los últimos tiempos su relación con ella se movía entre la impotencia y el desasosiego: el destierro le impedía desplazarse a Alicante y a ella su enfermedad ir a Valencia; además su compromiso político a estas alturas no tenía vuelta atrás. Cuando terminó de cumplir la pena que le habían impuesto escribió: «Ya estoy libre para combatir en esa (Alicante), los enemigos son los mismos, conozco ya la ruindad de sus procedimientos y de algo me valdrá en la lucha la experiencia de estos cuatro años, al cabo de los cuales soy más libre que antes porque perdí los dulces lazos del amor de mi madre»65. El resto del año de 1918 espació mucho sus trabajos para la prensa, adentrándose más en la política valenciana junto a Azzati, Alfaro, Leone y Miranda. En enero de 1919 fue nombrado redactor de El Pueblo, mientras su fama en la ciudad del Tu-
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C. C. C. C.
Espía Rizo, El Espía Rizo, El Espía Rizo, El Espía Rizo, El
Luchador, 3 de julio de 1922. Luchador, enero de 1919. Luchador, 10 de abril de 1931. Luchador, 19 de junio de 1920.
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ria iban en aumento progresivo66. Al mes siguiente dio una conferencia en el Círculo de Unión Republicana de Valencia sobre el tema «La paz es la revolución», en la que hizo un pormenorizado estudio del sentido revolucionario que había tenido la guerra y del que tenía la paz, analizó las características de las revoluciones rusa y alemana, para referirse después al estado de revolución latente por el que atravesaba España, cuya consecuencia forzosa sería en plazo no muy largo el cambio de régimen. No se puede olvidar que el año 1919 fue uno de los más conflictivos del siglo, sobre todo en Barcelona, debido al enfrentamiento constante entre las organizaciones obreras anarquistas y las fuerzas policiales y parapoliciales. Fue el año de la huelga de La Canadiense, compañía que monopolizaba el suministro de energía eléctrica a Cataluña y que se negaba a readmitir a los obreros despedidos tal como pedían los sindicatos. Fue una huelga de solidaridad que consiguió paralizar completamente Barcelona poniendo de manifiesto la fuerza que el movimiento obrero había alcanzado en Cataluña, pero la patronal no supo digerir el triunfo sindical ni la moderada actuación del poder central: «se confabularon con los estamentos de la reacción y con el capitán general Milans del Bosch»67 para reprimir el movimiento; se declaró el estado de guerra; los patronos cerraron sus fábricas y se verificó la radicalización de un sector del anarcosindicalismo con una ola de atentados sin precedentes en Barcelona que culminaría con el asesinato de Eduardo Dato el 8 de marzo de 1921. El Gobierno, pero sobre todo sus delegados en Barcelona, respondió aplicando sistemáticamente la Ley de fugas en una especie de guerra sin cuartel en la que las instituciones actuaban con total impunidad y al margen de toda legalidad. Espía se opuso decididamente a la estrategia de ese sector del anarcosindicalismo y al terrorismo, pues creía iba en contra de los intereses de los trabajadores y de España en general, al crear condiciones suficientes para el rearme moral de las fuerzas monárquicas y justificar cualquier acción de fuerza. También ese año fue el del ingreso de España en la Sociedad de Naciones, y el de la regulación por ley de la jornada de ocho horas. A consecuencia del terrorismo, en 1920 se produjo la ruptura de la unidad de acción entre la UGT y la CNT, además tuvo lugar, por la influencia de la Revolución Rusa, la división del Partido Socialista que dio lugar al nacimiento del Partido Comunista y se fue consolidando bajo la dirección de Ángel Herrera Oria el diario El Debate, órgano de la opinión católica oficial española en cuyo entorno nacerían futuras organizaciones políticas de corte derechista. Entre 1917 y 1923 se sucederían diecisiete Gobiernos diferentes, lo que puede dar una somera idea del grado de deterioro político a que había llegado el país; a la división en el seno de los partidos del tumo se unían el creciente descontento de la población a causa del paro, la carestía y la guerra de Marruecos, la irrupción del ejército como poder de hecho y auténtico valedor de las esencias del régimen y el auge sin precedentes del movimiento obrero organizado socialista y, sobre todo, del anarquista. En 1920 Espía participó en los graves conflictos que acaecieron en el Ayuntamiento valenciano entre monárquicos y republicanos. A la pretensión de aquéllos de
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El Pueblo, enero de 1919, Valencia. J. Gómez Casas, Historia del anarcosindicalismo..., pág. 147.
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recibir a la infanta Isabel, que visitaba la ciudad, con todos los honores en la Casa Consistorial, se opuso el alcalde republicano Juan Bort, terminando la polémica en algaradas y enfrentamientos callejeros. A estos hechos dedicaría una serie de artículos titulados «La revolución en Valencia». En abril de 1920 fue elegido Presidente de la Juventud Republicana y el 28 de junio volvería a Alicante tras cumplir íntegramente la pena de destierro, siendo recibido con todos los honores por sus correligionarios que le tributaron un caluroso homenaje en el Salón Diana, regresando a Valencia el 4 de julio. Durante los primeros meses de 1921 anduvo preparando junto a Marco Miranda, Alfaro y Azzati, y en conexión directa con el Ayuntamiento valenciano, el gran homenaje que la ciudad iba a tributar a Vicente Blasco Ibáñez, quien ya instalado en Mentón, había regresado en olor de multitud de su viaje por Estados Unidos. Blasco, un tanto ajeno por entonces de los avalares de la política española, había vuelto a España para recabar datos para su próxima novela que versaría sobre el descubrimiento de América y recibir varios homenajes. Espía había admirado mucho al escritor valenciano y su llegada a Valencia no hizo sino aumentar ese sentimiento. Primero le deslumhró la obra de Blasco en la ciudad, el cariño que le guardaban sus paisanos, el talante liberal, republicano y solidario que se respiraba en ella, luego en El Pueblo tuvo la oportunidad de adentrarse en el espacio íntimo del escritor: «Si la presencia de Blasco Ibáñez es viva en toda Valencia, más lo es aún en la redacción de El Pueblo, que yo frecuento desde mi llegada a la ciudad y de la que no tardo en formar parte. Un día haciendo limpieza en la redacción encuentro dos borradores manuscritos de Blasco Ibáñez: París canta y París llora, crónicas de la guerra. Otro, encuentro en el cajón de Marco Miranda el documento por el que cede el periódico a Azzati»68. De manera que cuando en 1921 conoce a Blasco ya estaba totalmente identificado con su obra y su vida. El PURA y el Ayuntamiento de Valencia habían decidido ofrecer a Blasco un homenaje de gran envergadura, que entre otros actos, consistía en una semana en la que cada día llevaría el nombre de una de sus novelas. Para recibirlo y acordar la forma y las fechas en que tendría lugar el reconocimiento público de los valencianos, se formó una comisión compuesta por representantes del Ayuntamiento y los periodistas de El Pueblo Enrique Bohorques y el propio Espía, que a tal fin viajaría a Madrid. Cuando Blasco llega a Valencia es recibido por una gran multitud y por todas las autoridades republicanas: «Es un homenaje de toda la ciudad al Blasco cosmopolita, universal, conquistador del mundo. Entre aquel Blasco cabreado y audaz de las arengas y los motines, y el Blasco de ahora, con monóculo y cadillac, hay un lazo de unión: Valencia que es siempre la misma»69. Espía fue encargado por su periódico para acompañarle y relatar todos los actos en que interviniese don Vicente; un día acudieron a colocar la primera piedra de un grupo escolar en El Cabañal que llevaría el nombre de su novela Mare Nostrum, una vez allí Blasco improvisó «uno de sus mejores discursos en torno
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C. Espía Rizo, «El Blasco Ibáñez que yo he conocido», APCE, Escritos, Alicante. C. Espía Rizo, El Luchador, 14 de mayo de 1921.
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al hombre mediterráneo», pero con tal rapidez y vehemencia que los taquígrafos no pudieron anotarlo. Al acabar se dirigió a Espía para decirle que más tarde en la redacción verían cómo había quedado, Espía le advirtió que los taquígrafos no habían podido tomar ninguna referencia, lo que enfandó ostensiblemente a Blasco, al que habría gustado conservar su discurso: preocupado por la contrariedad de D. Vicente, marcho enseguida a la redacción y me pongo inmediatamente a rehacer el discurso que acabo de oír, guiándome por las notas que he tomado. Éstas me ayudan a reproducir en la memoria las palabras que he oído... Voy reconstruyendo cada frase, cada oración del discurso lo mejor que puedo. Y por la noche cuando le entro las galeradas al despacho de Azzati, le digo con temor: Don Vicente, eso es lo que he podido salvar de su discurso de esta mañana... Me voy sin atreverme a esperar la respuesta, al cabo de una hora me llama y me felicita...70
Desde ese momento nació entre ambos una íntima amistad que no haría sino acrecentarse con el paso de los años. Al periodista alicantino, como a muchos hombres comprometidos de su tiempo, como a los intelectuales del 98 y del 14, le dolía España, la que trabajaba y sufría en silencio, la España intrahistórica de Unamuno martilleada día tras día por la cultura oficial, por la política de un régimen que consideraba caduco e irremisiblemente condenado a desaparecer, pero que a fuerza de prolongarse en el tiempo había modelado parte del carácter de los españoles, impregnando su personalidad de indolencia y superstición gracias al altísimo índice de analfabetismo: Cuando murió Granero, sobre el pecho llevaba sólo medallas milagrosas: de la Virgen de los Desamparados, de la Virgen de la Esperanza... Granero tuvo presentimientos trágicos antes de morir. ¡Superstición! ¿Qué mezcla horrible de religiosidad y brujería hay en este pueblo trágico?... En esta primavera valenciana el cuerpo destrozado de Granero ha hecho su último paseo triunfal y mortuorio. Y en la ciudad conciencia, en la ciudad corazón de España, tres hombres han subido al patíbulo. ¡Verdugos y toreros! Hermanos de la fe y monosabios. ¡Sangre y barbarie! ¿En qué momento de tragedia se ha detenido nuestra historia?...71
La España oficial, la mezcla de religión, militarismo e incultura en el recipiente de la monarquía había dado a luz un monstruo, mientras miles de españoles morían en Annual para mayor gloria del régimen, otros tantos asistían a los toros con la mayor naturalidad y despreocupación, y otros, la mayoría, el país real, a su trabajo. El futuro estaba en las propuestas de los regeneracionistas y los hombres del 98 por un lado y de Blasco por otro, la escuela, la educación del pueblo eran el camino liberador a seguir, pero para eso había que conseguir un régimen político diferente, ya que el vigente basaba su supervivencia en el analfabetismo y la incultura.
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Ibíd.
C. Espía Rizo, El Luchador, 11 de mayo de 1922.
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Desde los últimos meses de 1922 Espía había empezado a encontrarse incomodo con la línea seguida por El Pueblo y el partido, sobre todo en lo que se refería a las relaciones con algunos sectores regionalistas y nacionalistas, incluso llegó a tener pequeñas discrepancias con Azzati, divergencias que no fueron a más por el sentido de la disciplina que le caracterizaba. Pensó que era mejor no hacer nada que pudiese debilitar al republicanismo valenciano y antes de hacer algo en ese sentido prefirió marcharse sin que nadie supiera de sus quejas72. En marzo de 1923 Espía marcha a París como corresponsal de El Pueblo y otros periódicos valencianos, desde allí enviará a este diario, a Las Provincias, El Luchador y Diario de Alicante sus crónicas parisinas, dando comienzo a su etapa vital más plena.
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Llúcia Reila, «Vida i anecdotari de Caries Espía», en La Rambla, 15 de junio de 1931.
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CAPÍTULO III
En el París de los años 20. Conspirador y periodista (1923-1930) 3.1.
SITUACIÓN GENERAL. LOS RESTOS DEL VIEJO PARÍS
En 1923 la situación española continuó deteriorándose al compás marcado por el expediente Picasso y la petición de responsabilidades en el Congreso por los trágicos sucesos de Annual, que amenazaban con afectar de lleno a la Corona dada la implicación personal del Monarca en el asunto. El diario liberal El Sol creía que el desastre podía ser aprovechado para renovar la vida política española mediante la salida del poder de aquellos elementos que con su política vieja habían propiciado tan lamentables sucesos, y con la profundización del gobierno de los civiles en el Protectorado, pero también podía ocurrir que si se culpaba al Ejército de todo, éste viese la ocasión que algunos estaban esperando para colocar la espada en las mesas de dirección de los ministerios. Para el católico El Debate el Ejército no tenía culpa de nada, todo lo ocurrido era achacable a la incuria de los políticos y a ellos se debía pedir responsabilidades. El diario obrero El Socialista opinaba que Marruecos no era un problema del país, sino de la Monarquía, se entró en el Norte de África con el propósito de ganar un prestigio perdido y dar ocupación a un ejército desocupado, hipertrofiado y corrupto, había que exigir responsabilidades hasta el final, abandonar Marruecos y reformar por completo la institución militar. Los Gobiernos, apoyados por partidos divididos en múltiples camarillas, adolecían de fuerza moral suficiente para afrontar los problemas nacionales: carestía, subsistencias, paro, crisis industrial, terrorismo, Marruecos, mucho menos para servir de soporte y escudo al régimen como hasta ahora habían hecho. En este contexto un porcentaje considerable de españoles se situaba al margen del sistema, unos por pasividad, otros por desconfianza o convicción intelectual. El golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, en quien unos veían al segundo Mussolini, otros al cirujano de hierro de Costa, y otros a un general más dentro de la tradición pretoriana del ejército español, dispuesto a salvar al país según
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su único e inequívoco criterio, fue acogido por los más con indiferencia o hastío, por otros, la minoría intelectual formada en torno a la Liga de Educación Política, la revista España o el Ateneo, con una frontal oposición que iría organizándose en el país vecino, Francia, y en cuya urdimbre tendría un peso decisivo la personalidad del alicantino Carlos Espía, reconocido por casi todos como el alma del exilio español en París. Este año fue, también, el elegido por Ortega y Gasset para sacar a la calle la Revista de Occidente, su tercer empeño editorial. Además, 1923, fue un año, en general, difícil para Europa. La Sociedad de Naciones, nacida bajo los auspicios de Wilson para armonizar las relaciones entre los Estados, a pesar de su relativo éxito en la Guerra Greco-Turca, se iba convirtiendo en un foro incapaz de resolver los conflictos cada vez mayores que se presentaban en el panorama internacional. La crisis económica que sucedió a la Gran Guerra, las indemnizaciones resultantes del Tratado de Versalles, las tensiones balcánicas, el movimiento obrero y el auge del fascismo fueron los verdaderos protagonistas de la historia europea de estos años. En Alemania el Gabinete de la gran coalición de Stresemann intentaba controlar la galopante inflación que arruinaba al país, renegociar las indemnizaciones, aplacar las ansias revolucionarias de los trabajadores y parar los pies al creciente ultranacionalismo de Hitler y Ludendorff, quienes habían protagonizado un fracasado golpe de Estado en Munich. La República de Weimar se movía entre el moderantismo de Stresemann, las reivindicaciones obreras y el avance de la extrema derecha, todo ello aderezado con los ingredientes de una fuerte crisis económica y moral derivada, en gran parte, de la guerra y las compensaciones económicas impuestas por el Tratado de Versalles. En Italia, Mussolini, que el 27 de octubre de 1922 había dirigido la marcha sobre Roma, iba imponiendo paso a paso su programa apoyado por la oligarquía económica y financiera, la Iglesia, la Monarquía, el Ejército y un sector de la pequeña burguesía. Ese mismo año la tensión francoalemana subió notablemente al ocupar Francia la cuenca del Ruhr como garantía de los pagos alemanes, hecho que provocó la protesta de los obreros franceses contra Poincare y el aumento del resentimiento alemán. La política económica del primer ministro francés y el miedo a la pérdida de derechos adquiridos en años anteriores bajo su mandato y el de Millerand, llevaron en 1924 a Herriot a la Presidencia del Gobierno francés. Europa pasaba por un período crítico a merced de la crisis, el movimiento obrero y la amenaza del fascismo que haría retroceder la democracia en el continente. París tenía en 1923 alrededor de 3.500.000 habitantes, era una ciudad todavía convulsionada por la guerra, y que, como el resto de Europa, vivía trágicamente las consecuencias destructoras de la conflagración, el paro, la inflación y el descontento de las clases populares y medias. Sin embargo, seguía siendo, en muchos aspectos, la capital del mundo. El París de los impresionistas, del nacimiento del cubismo, de Proust, de Wilde, Anatole France, de Debussy, Apollinaire, Faure, Degas o Renoir, de Sarah Bernhard, de la primera gran bohemia, de Satie, de Modigliani, del Bateau-Lavoir, de la Trinidad Maldita! había pasado a la historia con la Primera Guerra Mundial; la co-
1 J. P. Crespelle, La vida cotidiana en el Montmartre de Picasso, Barcelona, Argos-Vergara, 1983, pág. 51.
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lina sagrada de Montmartre donde vivían artistas de todo el mundo había entrado en franca decadencia desde que Picasso se trasladó a Montparnasse, convirtiendo a este barrio en el nuevo centro del arte mundial, a pesar de lo cual Espía todavía llegó a tiempo de conocer algo del ambiente del histórico barrio parisino: Yo he conocido el Montmartre de la casita de Mimi Puison, rué du Mont Genis, con su ventana abuhardillada y florida y la tribuna del viejo Frédé, con su entrada de guinguette de aldea. Y he contemplado el océano urbano —surgido entre las brumas de la ciudad el faro de la Torre Eiffel— desde el mirador donde Luisa Charpentier cantaba su himno a París y el bajo —su padre— maldecía a la ciudad. Ya no era el Montmartre que yo conocí el viejo Montmartre, pero todavía no era el nuevo... El viejo Montmartre, según dicen, había muerto el 2 de agosto de 1914. Aquel día cayeron desmochados por la movilización los chambergos y las melenas bohemias2.
Pero son los años de la consagración definitiva del pintor malagueño como estrella principal del firmamento artístico e intelectual de la ciudad, de sus colaboraciones con Diaghilev, Stravinski, Falla, Cocteau, Satie, Milhaud, Man Ray, Jacob... Son los años del manifiesto dadaísta, 1918, de Tristán Tzara, del primer plan de urbanismo de Le Corbusier, 1922, del manifiesto surrealista de Bretón, 1924, de la Closerie des Lilas, del café de Flore o La Rotonde, del Barrio Latino, de Montparnasse. La ciudad de la luz continuaba siendo lugar obligado para aquellos que querían destacar en las artes o las letras, la nómina de españoles que residían o habían residido con asiduidad en París era grande, y grande también el protagonismo que ejercían en esos ambientes, desde Nonell a Rusiñol, Utrillo, Casas, Casagemas, Gris, Blanchard, Picasso, pasando por Baroja, Unamuno, Blasco Ibáñez, Buñuel, Dalí, Falla, Miró... Los cafés eran el escaparate de la ciudad y en ellos se reunían los más variopintos personajes del mundo, eran la auténtica universidad de París. Por otra parte, las relaciones franco-españolas atravesaron un período mejor de lo que se podría esperar dadas las diferencias sustanciales entre los regímenes de los dos países, eso sí con altibajos dependiendo de que el Gobierno estuviese más a la derecha o a la izquierda, de que el Presidente fuese Poincare o Herriot. El problema marroquí aproximó a dos países políticamente encontrados, hasta el punto que los exiliados españoles en París estuvieron sometidos a estricta vigilancia policial, y algunos de ellos como Maciá o el general López de Ochoa llegaron a ser expulsados de Francia a petición del Gobierno español, refugiándose ambos en Bélgica. 3.1.1.
EN MONTPARNASSE. EL CAFÉ DE LA ROTONDE
«Espía llegó a París con poco dinero, una modesta colaboración en Las Provincias de Valencia, y el deseo de traducir obras, aprender francés y conquistar un nombre»3, según cuenta su compañero de los primeros meses parisinos, Francisco Madrid, seudónimo por el que era conocido el periodista catalán Carlos Madrigal. Desde luego 2 3
C. Espía Rizo, «La sagrada colina de Montmartre», APCE, Escritos. F. Madrid, Los desterrados de la Dictadura, Madrid, 1930.
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llegó con poco dinero, pues sus colaboraciones en periódicos valencianos no le habían permitido ahorrar mucho, pero ya sabía un poco de francés por consejo de Salvador Selles y además de escribir para Las Provincias, lo hacía también para El Pueblo, El Luchador y Diario de Alicante. Su marcha a París fue impulsada por sus amigos valencianos Marco Miranda y Pascual Leone, tal vez porque así lo solicitase Blasco Ibáñez al que había estado muy unido durante el homenaje valenciano de 1921, ya que al poco tiempo de su llegada le nombró su secretario particular. Pero, aparte de sus motivaciones personales, Espía marchó a París porque el ambiente de la ciudad levantina había empezado a estar demasiado viciado, porque necesitaba nuevas fronteras, ampliar sus experiencias, y sobre todo porque había empezado a tener algunas diferencias con su admirado Félix de Azzati, especialmente en lo relativo a la forma en que dirigía el partido... Llegó a principios de marzo de 1923 para un período de tres meses que se convertiría en siete años, se instaló en una pensión de la calle Gunegaud, cercana al Sena, al Quai de Conti, al Louvre y la lie de la Cité, próxima también a Saint Germain, Saint Michel y La Sorbona, es decir, en pleno corazón de París, en el barrio de Montparnasse. La ciudad le fascinó hasta tal punto que siempre perduraría en su recuerdo idealizada. Fue el mejor período de su vida, el más dinámico, el más abierto, el más libre, conoció a muchísima gente, de todo tipo, desde personajes populares de la calle a escritores, políticos y artistas de fama que terminarían moldeando definitivamente su personalidad; Espía recordaba de esta manera aquel París de su juventud: El París de 1923 tiene aún metida en sus piedras ilustres la tristeza de la guerra. Sobre ellas no ondean los gallardetes de la Victoria, que no puede ser ya una ilusión francesa. El París de viudas, huérfanos y grandes mutilados no se resigna, sin embargo, al dolor. Busca una nueva vida, una nueva sonrisa, una nueva canción. Los artistas de Montmartre han descendido de la colina sagrada e instalan sus tiendas en Montparnasse, poniendo cerco a La Rotonde. La rué de la Gaité sustituye a la rué Lépic. Las canciones de Krí-Kri a las del viejo Bruant. El Jockey, con su negro que toca el saxofón, al Lapin Ágil, con el viejo Frederic, que toca la guitarra, El japonés Fujita, al catalán Utrillo. Picasso, catalán de Málaga, vuelve a dibujar como los primitivos florentinos. El Napolitain es el último café literario de los bulevares. André Gide y su ambigua corte de donceles se instalan en los Deux Magots, en la orilla izquierda del Sena. Charles Dullín cuelga en el Atelier los telones abandonados del «Vieux Colombier». Jules Romain estrena «Knock, o el triunfo de la medicina»; Marcel Achard, «Mambrú se fue a la guerra»...Se proyecta la primera película de Rene Clair...Paul Valéry toma asiento, bajo la Cúpula, entre prelados y mariscales. Barbusse corta con tos de tísico sus roncas oraciones evangélicas en los comicios comunistas. Cassou traduce a Gracian y a Cervantes. Pillement, a Gabriel Miró y a Valle Inclán. Triunfa en las elecciones el «cartel de izquierdas». Gobiernan Herriot y Painlevé...Se desmaya el franco. Poincaré le inyecta, para salvarlo, un discurso de nueve horas. Clemenceau, tigre con mitones grises, entierra a sus últimos amigos, y lanza ante las tumbas abiertas feroces retos a la muerte. Van llegando a París los perseguidos del «nuevo orden» europeo...4
4 C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez y Sánchez Guerra en París, Buenos Aires, Araujo, 1940, págs. 18-20.
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Francisco Madrid, corresponsal de El Liberal y El Heraldo en París, que, además, es quien ha dejado crónica de estos primeros meses, cuenta que tras unos meses de estancia en la rué Gunegaud, Espía pasó a otra pensión en sus inmediaciones, para después, sin dejar pasar muchos días, instalarse en el hotel Flandres de la calle Cujas donde ambos convivieron una temporada, Espía ya no cambiaría de domicilio hasta su matrimonio en 1926. La rué Cujas está pegada a la Sorbona en pleno Barrio Latino, es perpendicular al bulevar de Saint Michel y se encuentra no lejos de los bulevares Montparnasse y Raspail, en cuya confluencia se encontraba el café de La Rotonde, uno de los más famosos y bullangueros de París, concurrido por conspiradores, pintores, artistas, bohemios e intelectuales de todas clases, allí instalaría su primer cuartel general. F. Madrid conoció a Espía en un viaje que hizo a Valencia en 1920 acompañado por Salvador Seguí, F. Bayes, Braulio Solsona, Rafael Salanueva, M. Fontdevila, director de El Heraldo, y otros. Desde entonces mantenían una buena amistad que se incrementó durante la estancia de los dos en París; Francisco Madrid creía que la presencia de Espía en París había sido algo providencial porque sus cualidades eran las precisas para que se produjeran una serie de acontecimientos que difícilmente habrían ocurrido en su ausencia: «El destino envió a París a Carlos Espía para que pudieran realizarse una porción de luchas políticas que sin la presencia de un hombre del temple, la sagacidad y la astucia de Espía, hubiera sido difícil, por no decir imposible que se consiguieran... Es hombre apto para la polémica, el puñetazo y también el estudio, la observación y la meditación...»5 El ambiente parisino le impactó pero no hasta el extremo de nublar su vista y apartarle de los motivos verdaderos que le habían impulsado a abandonar tierra española. Trabajaba incansablemente desde el primer día, preparando sus artículos, acudía a entrevistas con personajes notorios, leía periódicos y libros sin cesar, perfeccionaba el francés, y gozaba de los aires de libertad de la capital francesa sorprendido como un niño envidioso y ansioso del juguete que tiene su vecino y que para él resultaba inalcanzable. Por encima de todo se entregaba a su trabajo periodístico, lo que no le impedía mantener una intensa vida social y política, aunque siempre sometida a una rígida disciplina. Rodolfo Llopis, amigo de juventud y vecino en el Barrio Latino mientras estuvo becado en París, nos aporta algunos datos sobre la vida cotidiana de Espía en el París de 1923. Como él, vivía en el Barrio Latino, en un hotel próximo situado en el número 43 del bulevar Saint Michel, solían almorzar juntos en A la Chope Chine, restaurante económico de ambiente bohemio, y algunas veces en Steinbach; cuenta Llopis que el cuarto de Espía en el hotel de la calle Cujas se hacía anunciar porque todo el pasillo de entrada estaba lleno de periódicos amontonados de manera que era casi imposible acceder al mismo, en las paredes de su habitación, modestamente adornada, había dos retratos con emotivas dedicatorias del doctor Rico y de Blasco Ibáñez, unos cuantos paisajes valencianos y alicantinos, fotografías de La Rotonde y de la Sociedad de Naciones. Su mesa de trabajo era un tremendo galimatías, libros, recortes de prensa, artículos a medio escribir, cartas, todo ello en un per-
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F. Madrid, Los desterrados...
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fecto desorden ordenado, en un estante había una buena cantidad de libros, entre los que sobresalía una serie de ediciones en varios idiomas de una conocida obra de Blasco Ibáñez. «Después de almorzar —continúa Llopis— marchábamos a La Rotonde. Nuestro rincón parecía una tertulia de café español. Se comentaban las últimas noticias recibidas, se hacían cabalas y pronósticos... De La Rotonde marchaba Espía a trabajar. Iba a la Cámara, iba a las agencias informativas, hacía sus artículos, intervenía en multitud de actividades...»6 Un día estaba Espía trabajando en su habitación del Flandres cuando le avisó la dueña de que le buscaba el cartero, salió a recibirle y éste le entregó una voluminosa carta; de vuelta a su cuarto la abrió y su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió su contenido, se trataba de una serie de hojas manuscritas por Blasco Ibáñez y dirigidas a escritores y periodistas de renombre en las que recomendaba a Espía. Blasco se había enterado de su llegada a París por un amigo común, quien le había comentado las condiciones en las que vivía, sin previo aviso escribió esas cartas y se las envió para tratar de ayudarle de la manera más efectiva posible. Espía se sintió muy halagado pero jamás hizo uso de ellas: «Agradezco las cartas pero no hago uso de ellas. Para qué voy a molestar a aquellos ilustres franceses. Cuando D. Vicente se entera, no lo toma a desaire, al contrario le parece bien lo que he hecho»7. Cuenta Baroja en su libro de memorias Desde la última vuelta del camino, la vida ajetreada y bulliciosa del París de aquellos años, «por entonces algunas gentes oficiosas nos mostraban en los cafés del Barrio Latino o de los bulevares las figuras más célebres de París...8; Baroja, que había conocido a Osear Wilde en un café cercano al Moulin Rouge, compartía tertulia con Cátulo Mendes, La Jeneusse, Huysmans, Courteline, Nicolás Estébanez, Marius André y los hermanos Machado en el café de Flore sito en el bulevar Saint Germain, y nos habla del café Americano en el bulevar de los Capuchinos como otro de los establecimientos más concurridos de la época, de la Closerie des Lilas en el bulevar de Montparnasse, frecuentado por Picasso y sus amigos tras abandonar Montmartre en 1912. Allí don Pío coincidió en numerosas ocasiones con Blasco Ibáñez, con quien no simpatizaba lo más mínimo a juzgar por lo que de él escribió en sus memorias9. El café de La Rotonde, el Dome, donde se reunían Gargallo y Munch, la Closerie, café provinciano con música de quinteto clásico, en el que reinaba con su arte el príncipe de la poesía Paul Fort, el poeta de las baladas10, el Napolitani años más tarde, los hoteles Claridge, Cayre's y Louvre, el Grand Hotel, el Pavillon d'Armenonville, además de los clásicos locales de fin de siglo como el Chat-Noir, L'Auberge du Clou o el Lapin Agüe, eran el alma de la ciudad, lugares donde se reunían y conocían todo tipo de gentes, donde se hablaba de arte y de libros, se bebía, y se comía de vez en cuando, se exponían y discutían nuevas teorías
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R. Llopis, El Luchador, 17 de agosto de 1927. C. Espía Rizo, «El Blasco Ibáñez que yo he conocido», APCE, E. Ramos, Alicante. 8 Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, Barcelona, Planeta, 1974, pág. 523. 9 Ibíd., pág. 662. 10 C. Espía Rizo, Escrito sin título sobre Montparnasse, APCE, Varios, 1944. 7
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sobre cualquier cosa, y se conspiraba, pues París era un hervidero, un enjambre de personajes de todas las nacionalidades huidas de sus países por causas políticas. La Rotonde, situada en la confluencia de los bulevares Raspail y Montparnasse, había nacido como un modesto bistrot de obreros11, una tabernita en la que servían comidas caseras. El tabernero era hombre sencillo y bonachón que admiraba y quería a los artistas, por los que se dejaba engañar, llegaba un joven melenudo o una modelo y pedía, de pie, junto al mostrador de zinc, un café-créme. Se lo servía y le ponía al lado el cestito de los croissants, de los que el melenudo iba picando uno tras otro mientras creía distraído al tabernero. Al momento de cobrar pregunta éste: un café-créme y ¿cuántos croissants? El melenudo hacía como si recordase y decía: dos. En realidad habían sido seis. El patrón de La Rotonde se dejaba engañar. Sabía que era la única comida de aquel pobre diablo12.
La afabilidad del dueño y el emplazamiento del local hizo que pronto se diversificara mucho la clientela acudiendo pintores, escritores y disidentes políticos. Un día fue invitado por su clientela a una fiesta que se celebraba en el estudio de un pintor que luego sería famoso; al llegar allí se encontró con que la mayoría de los objetos que adornaban el local habían sido sustraídos de La Rotonde, lejos de enfadarse celebró el hecho mandando traer unas botellas de champagne; los jóvenes artistas que acampaban en la taberna no tenían donde exponer y el tabernero les ofreció su local, al poco este apareció lleno de lienzos hasta la saturación. De este modo el primitivo bistrot de obreros se convirtió en uno de los lugares emblemáticos del París de los años veinte, su éxito fue tal que alrededor suyo nacieron academias de arte, salas de exposiciones, restaurantes económicos, y en los días de buen tiempo la Horda de Montparnasse montaba en sus puertas exposiciones permanentes al aire libre que luego se extenderían por los bulevares. Espía fue a dar con La Rotonde por casualidad. Todavía ignoraba su historia pero le sedujo «su ambiente, sus tipos estrafalarios, el museo de horrores o de exquisiteces que colgaba en sus paredes», después, al saber la cantidad de personajes que habían pasado por él, entre otros Trotski, Lenin y varios revolucionarios rusos, decidió que aquél era el lugar idóneo para que se reunieran los españoles transterrados. Era un lugar variopinto donde, hacia 1923, se mezclaban hombres y emociones, por entonces era ya uno de los locales más concurridos de París y centro de conspiradores de medio mundo13. Entre otros políticos destacados, Espía conocería a Kerenski en este café, mantuvo una buena amistad con él y después, cuando fue Jefe de Prensa del Ministerio de Estado en mayo de 1931, le hizo venir a España para pronunciar unas conferencias. Quedaba cerca de su domicilio, y en torno a su persona se iría formando una nutrida peña de españoles en la que estaría presente lo más selecto del exilio español y de la oposición a la dictadura: Unamuno, E. Ortega y Gasset, M. Domingo, Corpus Barga, F. Cossío, F. Madrid, el doctor Luna y muchos más: «Poco a poco la peña que fundó en La Rotonda Carlos Espía fue agrandándose. Carlos Espía " C. Espía Rizo, Escrito sin título sobre Montparnasse, APCE, Varios, 1944. 12 Ibíd. 13 J. Pía, El advenimiento de la II República, Madrid, Alianza, 1986, pág. 51.
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con su sonrisa, con su ingenio y atractivo personal iba reuniendo gente: Gorkin, que entonces se llamaba Gómez o Fernández, que trabajaba en Le Matin, donde limpiaba cristales y soñaba con el comunismo integral..., el Dr. Luna, antiguo discípulo de Ramón y Cajal, singular biólogo...»14 Acudían también con frecuencia Francesc Maciá, Ventura Gassols, Bordas de la Cuesta, Miravitlles y «el mestre Fontbernat que se dedicaba al extraño sistema alimenticio de comer cacahuetes con mostaza»15. Asociado a este grupo de catalanes solía aparecer José Pía, «con su cara de mongólico y su cinismo»16, era el tiempo de Coses Vistes, Relacions y Manolo. Pía viajaba entonces por Europa como corresponsal de La Publicidad, el periódico de Amadeo Hurtado. Fue corresponsal en la Sociedad de Naciones, en Londres y en Berlín, aquí intimó con E. Xammar, amigo también de Espía, quien lo introdujo en La Rotonde. Carlos Espía y José Pía trabaron una fuerte amistad que les llevaría a colaborar en diversos proyectos literarios: Pía estaba preparando la publicación de uno de sus libros, para lo que se había rodeado de un completo equipo de producción y promoción formado por Ignasi Armengou, Joan de Linares, López Llansas, Pere Pía, J. María Xammar, Alexandre Plana y el propio Carlos Espía, que se encargaba de cuestiones técnicas y administrativas, y había sido elegido por el escritor de Llofriu para, traducir al castellano su obra Relacions, basada en sus peripecias europeas, a tal fin le había enviado el manuscrito a París. Estaba pensando en ampliar su mercado de lectores y convencido de que sería un éxito editorial tanto en catalán como en castellano, hasta tal extremo que había prometido que dejaría de escribir si su pronóstico no se cumplía17. Otro de los personajes que acudía a La Rotonde era Julián Gorkin, quien había huido de Valencia en 1921 acosado por la policía. En la ciudad se decía que había conseguido hacerse redactor de Le Matin, por ello en cuanto llegó Espía a París una de las primeras cosas que hizo fue visitar a su amigo Gorkin con la esperanza de que éste le ayudase a encontrar un trabajo que le hiciese más llevadera su estancia en la ciudad. Su sorpresa fue grande al comprobar las condiciones en que vivía en una buhardilla del Barrio Latino. Gorkin no era redactor de Le Matin, ni siquiera reportero, sino un trabajador normal y corriente del taller de fotograbado18, en esas condiciones poco podía hacer, así que como no pudieron compartir éxitos y venturas decidieron asociarse en la necesidad junto a Francisco Madrid: Vivimos los tres algún tiempo en medio de la mayor estrechez, ayudándonos mutuamente: o comíamos todos o no comía ninguno. Espía era el administrador de la sensatez colectiva: parecía anunciar el futuro gobernador y ministro de la República, íbamos a almorzar, cuando había para ello, a un pequeño restaurante provinciano de la rué Vavin, cercano al café de La Rotonde; llegábamos cada día cinco minutos más tarde y acabamos habituando a los dueños y a una parte de la clientela a la hora española19. 14 15 16 17 18 19
F. Madrid, Los desterrados... C. Espía Rizo, escrito sin título sobre Montparnasse, APCE, Varios, 1944. Ibíd. Cristina Badosa, Josep Pía. Biografía del solitari, Barcelona, Edicions 62, 1996, págs. 125-127. J. Gorkin, El revolucionario profesional, Barcelona, Aymá, 1975, pág. 188. Ibíd., pág. 189. [102]
La Rotonde llegó a tener tal prestigio entre los emigrados que cualquier español que llegaba a París tenía que pasar forzosamente por allí, desde Besteiro a Baroja, al que dieron un banquete, de Prieto a Millán Astray, que se encontraba en París enviado por el dictador. Desde La Rotonde Espía fue poniendo en contacto a muchos exiliados que no se conocían entre sí, su entusiasmo y afabilidad atraía a la gente y terminó por convertirse en el nexo de unión de todos ellos, dando homogeneidad y consistencia a un grupo numeroso y heterogéneo de personalidades que poco o nada tenían que ver entre ellos: «¡Quién le iba a decir que pocos años más tarde sería un punto de contacto entre hombres tan diversos como Marcelino Domingo, Juan Estelrich, Ventura Gassols o Miguel de Unamuno...!»20 Allí se fue pergeñando la primera oposición real y eficaz a la dictadura de Primo de Rivera, que tenía por cabezas visibles a Miguel de Unamuno, recién llegado de Fuerteventura, y a Blasco Ibáñez, reintegrado a la vida política, pero cuya verdadera alma, su auténtico impulsor era Carlos Espía; sin sus buenas artes no habría sido posible el encuentro entre Blasco y Unamuno, o entre estos y Maciá y sus amigos catalanes. La Rotonde alcanzó su máximo esplendor como centro neurálgico del destierro entre 1923 y 1926. Después las modificaciones estructurales del local y la persecución policial, que se incremento tras la salida del Gobierno de Herriot y los acuerdos franco-españoles sobre Marruecos, hicieron que declinase su estrella y fuese progresivamente abandonado por todos ellos: «El ambiente de La Rotonde es un mito... este café hace años fue nido acogedor de toda la bohemia que pululaba por los barrios Latino y de Montparnasse. Pero ésto, como le digo fue hace mucho tiempo... Cuando el local estaba reducido a la quinta parte que ocupa en la actualidad. Hoy La Rotonde es un café que, despojado de los cuadros que forran sus paredes, muy bien podría ser Regina, Fornos o la Granja del Henar»21. Blasco murió en 1928, E. Ortega y Gasset y Unamuno se trasladaron a Hendaya, Maciá, gracias a Vandeverde, pudo trasladarse a Bélgica y de vez en cuando viajar por América; Espía, Corpus Barga, Luna, Casanova, Gorkin y los demás dejaron de ir. Conforme las intrigas contra la dictadura cobraban mayor envergadura, las reuniones se hacían más difíciles debido a las buenas relaciones entre los Gobiernos francés y español y a las presiones que en este sentido hacía el embajador Quiñones de León. Las reuniones pasaron a celebrarse en distintos hoteles y después de 1928 en el café Napolitani, pero ya con miembros diferentes. 3.2.
EL HOMBRE DE ACCIÓN
3.2.1.
ENCUENTRO CON UNAMUNO
Uno de los acontecimientos más fructíferos para Espía y tal vez para el exilio español en la capital francesa fue su encuentro con Miguel de Unamuno, con quien llegaría a tener tal grado de compenetración que «le depararía confianzas que el gran
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F. Madrid, Los desterrados... A. Muñoz, El Heraldo, Madrid, agosto de 1927.
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vasco no dispensó a nadie»22. Unamuno fue desterrado a Fuerteventura por una carta particular dirigida a Américo Castro, que salió publicada en Nosotros de Buenos Aires. En ella, entre otras cosas, decía que «el ganso real tiene menos sesos que un grillo». Supo la condena bastante antes de que se le comunicase oficialmente por lo que habría podido eludirla huyendo a otro país: el dictador le tenía cierto respeto y quiso evitar de ese modo el impacto que la noticia causaría en la opinión pública. Unamuno era un ídolo para los estudiantes, un hombre crítico y valiente para la mayoría del pueblo y un escritor y profesor de prestigio en los medios intelectuales europeos. Las repercusiones no tardaron en notarse en buena parte del continente, en España son el Ateneo y la Universidad los que dan la protesta más sonora, protesta en la que jugarían un papel determinante Martí Jara y todo el grupo que más tarde formaría Acción Republicana23; en París se plasmó en un mitin presidido por Painleve en el que además intervinieron Aulard, Victor Basch, Charles Richet, Bouglé, Buisson y un ingente número de catedráticos y escritores; Les Nouvelles Litteraires le dedicaron un número extraordinario «con las opiniones de los escritores más ilustres de Europa»24. Unamuno se convertía así en el primer símbolo de la oposición a la dictadura. Un día, desterrado ya en Fuerteventura, recibe la visita inesperada del director de Le Quotidien de París, monsieur Dumay, que le propone raptarlo y de ese modo sacarlo de la Isla, Unamuno, dubitativo, termina por aceptar el plan que estaba promovido y financiado por madame Menard-Dorian, la principal protectora de los exiliados españoles en París. También es posible que colaborase en esto la Liga de Derechos del Hombre y la masonería, que según Comín Colomer ayudaba mucho a los hombres de La Rotonde. Cierto es que muchos de ellos, como es el caso de Espía, pertenecían a la logia Plus Ultra25, dependiente del Grande Oriente de Francia, pero es arriesgado afirmar rotundamente su implicación. El 9 de julio Unamuno embarca en L'Aiglon rumbo a Francia, pero el dictador, sabedor de lo que ocurría decide levantar el confinamiento para evitar el escarnio. Días más tarde llega a París donde madame Dorian y el profesor Aulard le preparan una discreta pero calurosa acogida en la estación de Saint-Lazare, además acuden un pequeño grupo de profesores y unos cuantos jóvenes españoles entre los que se encontraba Carlos Espía. Se aloja en el hotel de la estación y lo primero que manifiesta a sus anfitriones es la desesperación que sentía por el acompañante que le había tocado en suerte: «Primo de Rivera y Martínez Anido son dos sádicos. Les perdonaría mi destierro en Fuerteventura, pero no que se les ocurriera desterrar al mismo tiempo a Rodrigo Soriano»26. A la mañana siguiente, bien temprano, antes de que se levante su compañero de habitación, Unamuno abandona el alojamiento y acompañado por Carlos Espía se dirige a su nueva residencia, una pensión familiar situada en la rué Laperouse que le había buscado madame Dorian27; al cabo 22
A. Barcia, Prólogo a Unamuno, Blasco Ibañez y Sánchez Guerra en París, de Carlos Espía Rizo, Buenos Aires, Araujo,1940, pág. 8. 23 Carta de Martí Jara a M. de Unamuno, 1 de abril de 1924, CMMU, M2/52, Salamanca. 24 C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibañez..., pág. 23. 25 Archivo Histórico Nacional, Fondos Modernos, H. 280, Madrid, 26 J. Gorkin, El revolucionario..., págs. 189-192. 27 C. Espía Rizo, Unamuno..., pág. 29.
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de unas horas Espía le lleva a La Rotonde pensando que ese café sería el sustituto ideal de La Cacharrería del Ateneo y en convertirlo en «estandarte» de la peña de disidentes españoles. A don Miguel le sorprende el ambiente del local al que acudirá una hora todos los días. Después, siempre con Espía, paseará por las calles de París, repitiendo el mismo itinerario: el Parque de Luxemburgo, el bulevar Saint Michel, la Cité, Chátelet, la rué Rivoli, la Concordia y los Campos Eliseos28, hasta llegar a su cuarto, entonces «se tumba vestido y sueña con el porvenir de España, hace pajaritas de papel, bolas de migas de pan o solitarios con la baraja, lee y escribe algo para Le Quotidien»29, lo hace primero en castellano, luego en francés porque las traducciones no le gustan, exceptuando las de Jean Cassou. Lee cada día un capítulo de los Evangelios y otros libros al azar: Balzac, Dante, Mazzini, Sidoli, Proust, Flaubert, Kiekegaard y Leopardi de quien lleva siempre un breviario que consulta frecuentemente. Únicamente en La Rotonde Unamuno se encuentra a gusto rodeado de jóvenes que le escuchan y le admiran, «contempla con asombro e inocencia el cuadro estrafalario, con sus escandinavos melenudos, sus bohemios sablistas y sus amigas pintarrajeadas. Ve allí con desazón mariquitas y marimachos ¿Qué son estos monstruos?... En La Rotonde de Montparnasse, con sus jóvenes amigos —el testimonio es del propio Unamuno— comentamos las raras noticias que nos llegan de España, de la nuestra y de la de los otros, levantando, como se dice aquí castillos en España»30. Pero al Unamuno indignado por España contra la dictadura no le agrada París, ni su belleza, ni sus intelectuales, ni los numerosos homenajes que se le tributan, le abruma, le entristece su cielo gris, la enormidad de la urbe, el bullicio y sobre todo la ausencia de Gredos, de Castilla, le desespera la distancia de España hasta tal grado que un día de principios de 1926 abandonará la capital francesa para instalarse en Hendaya como portero mayor de España31: Tras la venturosa contradicción de la isla, la triste, dolorosa contradicción del destierro de Unamuno en París. Aquí ¡qué honda tristeza la suya! ¡Qué dramática su soledad ¡...Desde las tristes márgenes del Sena —río encajonado entre libros de lance— D. Miguel recuerda sus paseos por la blanca carretera de Zamora, sonadero feliz de mi costumbre. Cuando contempla el cielo de París no ve en el más que un charco... Cuando Blasco Ibáñez le enseña desde un balcón del Hotel Louvre el espectáculo maravilloso de la Avenida de la Opera al anochecer, Don Miguel responde melancólico: ¡Gredas!, ¡Credos!32.
Unamuno y Blasco Ibáñez coincidieron durante esta temporada en París, pero ambos escritores se tenían una poco disimulada antipatía, cada uno iba por su lado sin querer saber nada del otro, además existían «hondas discrepancias acerca de la proyectada revolución para derribar la dictadura e implantar la República»33. Las divergencias no 28 29 30 31 32 33
J. Gorkin, El revolucionario..., pág. 192. C. Espía Rizo, Unamuno..., pág. 33. Ibíd., pág. 32. Ibíd., pág. 46. C. Espía Rizo, «El Blasco Ibáñez que yo he conocido», APCE, Escritos. V. Marco Miranda, In illo..., cap. 155.
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atañían sólo a lo político, también afectaban a lo personal, a Unamuno le resultaba excesiva la facundia levantina de Blasco y éste decía que Unamuno se repetía durante temporadas enteras y que para oír algo original había que escucharlo una vez cada siete años34. Una y otra vez los amigos de La Rotonde les insistían para que unieran sus esfuerzos contra la dictadura, pero sin obtener resultado alguno, Unamuno decía que no tenía inconveniente en entrevistarse con Blasco y que le esperaba en su hotel, y Blasco respondía con idéntico argumento. Hasta que un día Espía pergeñó una pequeña estratagema para hacerlos coincidir, le dijo a Blasco que aquella tarde le visitaría don Miguel en el hotel Louvre pero que debía esperarle en el vestíbulo del hotel para evitar que Unamuno tuviese que subir a su habitación. Poco después Espía acudió a la reunión habitual de La Rotonde, al salir del café cogió a Unamuno por el brazo y se dispusieron a dar un paseo como tantas otras tardes, mientras andaban y conversaban le iba llevando en dirección al hotel, una vez allí «dijo señalando al interior —ahí está Blasco, ¿quiere usted entrar? Unamuno vaciló un momento y entró. A Blasco se le ocurrió decirle: ¿Sabe usted que le encuentro un parecido con D. Francisco Giner de los Ríos?, —no, con Bernardino Machado—, replicó Unamuno. Insistieron ambos, se soliviantaron y allí hubiera acabado la entrevista de no intervenir hábilmente Espía»35. A los pocos días Blasco se presenta en La Rotonde como para devolver la visita a Unamuno, protesta sin parar y se queja del humo que hay, a pesar del frío tienen que trasladar la reunión a la terraza del café. Hablan pero no se escuchan, cada uno de ellos quiere ser el único en hablar; sin embargo, ha aumentado el mutuo reconocimiento y al cabo de unos días intervienen juntos en el mitin que contra la dictadura ha organizado la Liga de los Derechos del Hombre en la Salle des Sociétés Savantes. De este modo tan rocambolesco logró Espía que los dos escritores se conocieran personalmente y colaborasen al unísono en el proyecto periodístico que preparaba: España con honra, publicación en la que se condensará la oposición de los emigrados a Primo de Rivera. Espía se perfila ya como un líder en los círculos españoles de París, pero no en el sentido estricto de la palabra. Nunca en su larga carrera política será un hombre al que guste aparecer en la primera fila de nada, ni en los grandes titulares de prensa, eso correspondía a otros que él mismo consideraba más capacitados para tales menesteres: en este caso Blasco y Unamuno, antes el doctor Rico, después serán Marcelino Domingo, Prieto o Azaña. Es el típico hombre de acción, trabajador empedernido y tenaz, luchador entregado en cuerpo y alma a la causa republicana, con una capacidad de trabajo sorprendente que ha de poner siempre al servicio de alguien. Espía será siempre el primero a la hora de organizar un acto, de montar un periódico, de participar en un movimiento revolucionario, de enfrentarse abiertamente a un político del régimen, de proponer y sacar adelante determinadas estrategias de lucha, pero nunca será quien intervenga como cabeza de cartel en un mitin multitudinario o pretenda ocupar un cargo de relevancia. Su trabajo estará siempre en la trastienda, en los fogones, en las bambalinas; nunca en el mostrador o en el escenario del teatro, en todo caso como segundo actor.
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C. Espía Rizo, «El Blasco Ibáñez...» V. Marco Miranda, In illo..., cap. 155.
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Con la colaboración de Unamuno y de Blasco Ibáñez, el primer objetivo de Espía para lanzar España con honra estaba plenamente logrado, además había conseguido que Blasco, de cuya confianza gozaba como nadie36, financiase en gran parte el proyecto. El nombre del periódico era un homenaje a los revolucionarios de 1868, y para su edición contó con la ayuda inestimable de Juan Dura, dirigente obrero valenciano que había abandonado también su tierra por motivos políticos. Dura era un hombre «vivo, alegre y optimista» para el que no existían dificultades en la vida37 y sin cuya destreza habría sido imposible sacar el periódico a la calle. Había llegado con algún dinero y pronto abrió una imprenta en las proximidades de Montparnasse, que llegaría a ser importantísima para los exiliados, ya que en ella Carlos Espía y el propio Juan Dura, que conocía perfectamente el arte de imprimir, falsificaron un sinnúmero de pasaportes para legalizar la situación de aquellos emigrados que estaban en dificultades y permitir a otros la entrada y salida del país. La imprenta de Dura se convirtió en la redacción de España con honra y en cuartel general de los republicanos españoles: Espía me habla de España con honra... el primer grito que desde el extranjero lanzaron hombres de España. Se tiraba en una modesta imprenta de un valenciano, Juan Dura, hijo de Cullera. Allí se recibían a todos los compañeros que llegaban de España y no tenían trabajo. Por allí desfilaron Vidiella, Bajatierra, Llusá... Algunos conocían el arte de la tipografía, otros eran panaderos, carpinteros... Espía y Dura realizaron una admirable labor publicando España con honra... El uno lo dirigía y lo imprimía el otro; pero además, entre los dos llenaban y pegaban fajas, llevaban la administración y se ingeniaban, acudiendo a mil ardides, para introducir el periódico en España. En él colaboraban Unamuno, Blasco Ibáñez, E. Ortega y Gasset...38
El periódico se distribuía en París y en otros puntos de Francia, pero el objetivo de sus impulsores no era ése sino que fuese leído dentro de España; Espía se las arreglaba de mil maneras para introducirlo, siempre con la ayuda de contrabandistas valencianos o de trabajadores comprometidos con la causa republicana. En Valencia se distribuía desde el quiosco del Cojo, situado en la plaza de Castelar, luego Vicente Llorens y otros amigos valencianos lo hacían correr por toda la ciudad, llegando, en ocasiones, a arrojarlo sobre los tendidos de la plaza de toros. La relación de Espía con Unamuno no se interrumpe cuando éste decide trasladar su residencia a Hendaya. A partir de entonces ambos mantendrán una fluida, íntima e intensa correspondencia que se prolongará hasta su regreso a España en 1930. Espía sigue haciendo de intermediario entre Unamuno y Blasco y es quien recibe los artículos que el profesor de Salamanca escribe para España con honra, con la que continuará colaborando unos meses. También le mantiene informado de la evolución de los acontecimientos de España, ya que Unamuno tenía a Espía por una de las personas mejor informadas del exilio: «Le confirmo la impresión de esta gente —los franceses— que están tratando a España como desequilibrados. Petain conferenció con 36
J. Gorkin, El revolucionario..., págs. 192-195. Ibíd., pág. 87. 38 V. Marco Miranda, Las conspiraciones contra la Dictadura, Madrid, 1970, pág. 33. 37
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Primo de Rivera para exigirle que no hiciese tonterías y dejase desembarcar tropas francesas en Melilla, pues están hartos ya de la falta de plan del Directorio. A eso se debe el viaje precipitado del rey a Madrid y la venida de Lyantey a París»39. Espía anima e insiste una y otra vez a Unamuno para que no caiga en la desesperanza y mantenga alto su espíritu de lucha contra la dictadura, alabando, sinceramente por otro lado, sus artículos e intervenciones públicas: De todas maneras consolémonos pensando que es el último año que estará usted fuera de España. Ese gobierno de medio paisanos parece que ha venido para irse, nadie lo respeta. No descansa sobre ninguna fuerza moral, ni siquiera la del ejército. Sólo tiene un apoyo: el del rey. Esto es muy poco. Se apoya en una sola cosa que a su vez no tiene ningún apoyo. Están, pues, condenados a derrumbarse, no por el último golpe, como usted decía, sino por todos los golpes que se le han dado desde el principio: Los de usted los más fuertes40.
Espía admira y respeta profundamente a Unamuno en todas sus facetas, como filósofo, como novelista, como poeta, como intelectual y como hombre de su tiempo, no obstante era una de las personalidades más veneradas por quienes se oponían a la dictadura. Unamuno escribía en una ingente cantidad de periódicos de todo el país, incluido El Pueblo, había convertido su cátedra en un foro de libertad y crítica, su voz se había oído firme y contundente en la cuestión de las responsabilidades y sobre todo era, junto a Ortega, el intelectual más prestigioso del país. Para Espía era un auténtico maestro, un guía espiritual al que escuchaba con toda la atención y cariño de que era capaz. A lo largo de su vida siempre había tenido un mentor, alguien que le aconsejase, que le hiciese saber sus errores y le marcase la ruta a seguir para ser más justo y más libre, alguien que llenase su vida de espiritualidad y de fe en el progreso del hombre, que justificase y alimentase sus ansias de lucha, sus dudas. Ahora ese lugar le correspondía ocuparlo a Miguel de Unamuno: Tengo que darle las gracias por muchas cosas. En primer lugar por sus dos libros, que han sido para mí un obsequio emocionante. Al ver su retrato en sus portadas, al leer sus cariñosas dedicatorias, al ponerme en contacto con usted, a través de su prosa y de sus poemas, estaba tembloroso de alegría, de recuerdos, de emoción. Sería una imprudencia que yo juzgase su obra. Pero usted me permitirá que le diga lo siguiente: Sus libros me han proporcionado la compañía de usted durante muchas horas. Es un fenómeno que no sé explicarle, pero que muy pocos escritores logran provocar y acaso ninguno en la forma misteriosa que usted. Leyendo Cómo se hace una novela yo me sentía tan con usted, tan oyendo su voz, que estaba a punto de interrumpirle para hacerle una pregunta, para calmar una inquietud. Probablemente todo esto que le digo es muy inocente pero es así41.
El período de tiempo en que ambos coincidieron en París fue muy corto, apenas llegó a seis meses, pero al mismo tiempo fue muy intenso y Unamuno terminó por integrarse en el ambiente de Espía: La Rotonde, la Liga de los Derechos del Hombre, 39 40 41
Carta de Carlos Espía a M. de Unamuno, 29 de agosto de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca. Carta de Carlos Espía a M. de Unamuno, 23 de diciembre de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca. Carta de Carlos Espía a M. de Unamuno, 24 de diciembre de 1928, CMMU, E2/16, Salamanca.
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las tertulias en casa de madame Donan constituían casi sus únicas salidas. Espía le quería, le escuchaba, seguía sus pasos, siempre estaba a su disposición, intentaba hacerle la vida lo más grata posible en un lugar que sabía no le agradaba. Por su parte Unamuno fue depositando en Espía toda su confianza, le veía como a un joven inteligente, culto, serio, sencillo, humilde y al mismo tiempo, con unas ganas enormes de aprender, rasgos estos contrarios a la autosuficiencia que tanto le irritaba y que tan común era en determinados círculos intelectuales. A pesar del poco tiempo que se trataron, Unamuno le consideraba uno de sus mejores amigos42. La confianza entre los dos llegó a un grado difícil de entender si se considera la diferencia de años que les separaba y el difícil carácter de Unamuno. Sin embargo, no era una relación de sumisión del uno respecto al otro, sino que había lugar para la crítica, la discrepancia, incluso para el reproche, como ocurrió cuando Unamuno dejó de enviar sus escritos a España con honra: «Veo, con dolor, que se ha pasado usted al partido de los que no quieren enviar nada a este periódico que usted sabe a costa de cuantos sacrificios hacemos Ortega y yo. Publicaremos en el próximo número su Carta a los estudiantes, pero siento que no se acuerde usted más a menudo de nosotros»43. Espía había fundado España con honra pensando en el gancho y el impacto político que supondría tener como colaboradores a Blasco Ibáñez y a Unamuno; pero éste, una vez instalado en Hendaya, atrapado por la añoranza, fue espaciando cada vez más sus envíos, lo mismo hicieron otros colaboradores y el periódico entró en una progresiva decadencia paralela a la que por aquel mismo tiempo sufría La Rotonde. De modo que a principios de 1926 aparecería el último número: «Dejamos de publicarla. No era posible sostenerla en las condiciones en que lo hacíamos. Yo he hecho más de lo que debía y podía. No es culpa mía si poco a poco los demás me han ido dejando sólo. Me cabe el consuelo de haber sostenido milagrosamente durante un año ese periódico que sin mí hubiese muerto a los tres meses. Pero yo no puedo hacer más...»44 Es un momento difícil para Espía, sus dos empeños principales: aglutinar a los españoles opuestos a la dictadura en un mismo foro para unir y coordinar sus esfuerzos, y dotar al exilio de un medio de expresión público en el que pudieran manifestar sus opiniones, se venían abajo por el desinterés, los problemas personales y el endurecimiento de la represión policial. Sin embargo, no por ello va a caer en el desánimo o va a enfriar sus relaciones con amigos y compañeros, mucho menos con Unamuno al que en la misma carta pide siga enviándole originales para reproducirlos en la imprenta de Dura y hacerlos circular por París y por España. Tampoco pierde el sentido del humor tan definitorio de su carácter y que tanto agradaba a Unamuno: El imbécil de Alarcón ha publicado un manifiesto cómico dirigido a los intelectuales, pidiéndoles que se adhieran al Directorio. Creyó que lo iban a hacer ministro. Ahora está desconsolado porque ha visto que lo son otros más brutos que él. Lo más gracioso del documento es una frase en la que dicho autor se dirige a los que tienen cultura por encima de la media. Yo he hecho circular por ahí que lo que
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M. de Unamuno, «Homenaje a Espía», en El Luchador, diciembre de 1928. Carta de Espía a Unamuno, 29 de octubre de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca. Carta de Espía a Unamuno, 23 de diciembre de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca.
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se propone Alarcón es fundar una Liga, cosa que está realmente por encima de la media, y este golpe cómico lo desconcierta cada vez que se lo dicen45.
La amistad y colaboración de Espía y Unamuno, como se verá más adelante, tendrá todavía dos manifestaciones públicas de la máxima notoriedad, una con motivo del procesamiento de Espía en diciembre de 1925, la otra a raíz de la sublevación militar de junio de 1926. Espía se adaptó con rapidez a la vida parisina. Leía periódicos españoles, franceses, italianos e ingleses; se documentaba y enviaba sus crónicas a España. Sus primeros escritos franceses trataban preferentemente de la dictadura o de cuestiones internacionales, pero también se referían a celebridades, anécdotas o personajes llamativos y extravagantes de París, siempre desde una perspectiva humana y picarona. Junto a Corpus Barga, José Pía, Francisco Madrid y el periodista francés León Rollín acudía a La Bolsa, lugar de reunión de los periodistas extranjeros en la capital de Francia; allí comenzó a familiarizarse con los asuntos internacionales, cuestión palpitante ante las perspectivas que abría la fundación de la Sociedad de Naciones. A través de sus artículos ofrece una amplia y heterogénea galería de la vida y las gentes del París de los años veinte. Habla de la vida bohemia, de Jules Depaquit, fundador y primer alcalde de la República Libre de Montmartre; de Michel Mortier, alma agitadora del mismo barrio; de la revista El Crapouillot, en torno a la cual se animaba la vanguardia de las letras francesas, escritores como Paul Reboux, de quien tradujo La Mulata enamorada, Alexandre Arnoux, Louis León, Jean Goitier, Raimundo Radiguet, y a cuya tertulia de La Villette en el Barrio Apache acudía Espía de cuando en cuando; de Jean Rechepin, de Valentino, de Pierre Decourcelle, del indio de la Rotonde, de Cocteau, de Renán, de Jaures, de Américo Castro, de los molinos, de la casa de Berlioz a punto de ser derrumbada o de Pío Baroja, con quien paseaba por el Sena en busca de libros raros e inexistentes. Baroja, siempre que iba a París se alojaba en el hotel Juana de Arco de la calle Vaneau, y Espía en cuanto se enteraba iba a visitarlo, conversaban un rato y luego paseaban largo rato por las orillas del Sena o el bulevar Saint Germain. Baroja le decía que Europa atravesaba una «ola de imbecilidad», de la que él intentaba sustraerse viajando por todo el continente para no impregnarse demasiado de ningún lugar, de Londres a París, de París a Basilea, de Basilea a Moscú. Las «Cuartillas de París», que en Alicante publicaba con regularidad Diario de Alicante, son un auténtico prodigio de sensibilidad, cultura y buen hacer periodístico que no debieran, por más tiempo, permanecer ocultas en los anaqueles de las hemerotecas. Si decisivo fue para Espía su encuentro con Unamuno, sorprendente, extraño y cómico fue el que mantuvo con el mutilado general Millán Astray. Primo de Rivera estaba cansado de sus vociferantes reclamaciones, de su jactancia y de su renegar sin fin, así que para quitárselo de encima decidió encargarle una misión intrascendente e inespecífica en París, asignándole una suculenta compensación económica. Millán Astray aceptó a regañadientes y marchó de inmediato hacia la capital francesa con el aliciente de pasar allí una agradable temporada. Sin embargo, el general se aburría, se aburría mucho y no sabía qué hacer ni a dónde ir. Un día alguien 45
Ibíd.
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le indicó que un nutrido grupo de españoles se reunían habitualmente en un café de Montparnasse, de modo que se presentó en La Rotonde con la intención de animar un poco su anodina vida parisina. Para romper un poco la frialdad con que fue recibido, explicó a los presentes que su salida de España se debía a sus enfrentamientos con Primo de Rivera, motivo por el cual se consideraba también un exiliado. Al poco tiempo Espía y un amigo quedaron en almorzar con él con la intención de pasar un buen rato. Una vez en el restaurante, Espía le dijo que le encontraba muy triste, pero que creía que eso no se podía deber a cuestiones económicas, pues estaba informado de que el dictador «le pagaba muy buenas dietas para que se pasease por París»46. Millán Astray asintió intentando disculparse; entonces Espía procedió a argumentarle lo que consideraba como verdaderas causas de su decaimiento: «creo y perdone si me equivoco, que usted está triste porque aquí en París no puede usted matar moros, que es para lo que usted tiene disposiciones verdaderamente excepcionales»47; el General, sorprendido, no daba crédito a lo que estaba oyendo y hacía aspavientos como si fuese a hacer alguna barbaridad, mientras tanto el amigo que les acompañaba, creyendo llegado el momento crítico, echó mano a las botellas y demás utensilios peligrosos que había sobre la mesa; pero no pasó nada y Espía continuó tranquilamente con sus razonamientos: Me explicaré, creo, general, que usted, acostumbrado desde que salió de la Academia a matar moros, debe encontrarse ahora muy aburrido y a disgusto en este París tan civilizado. Más barato resultaría para el erario, y mucho más se divertiría usted, si, en vez de pensionarlo para viajar por el extranjero, hubiese adquirido el dictador unos cuantos moros, y se los hubiese confiado a usted en cualquier apartado lugar de España o de Marruecos para que usted se hubiese distraído allí matándolos...48 La comida terminó al mismo tiempo que la indignación y el estupor del General alcanzaban su punto de ebullición. Nunca jamás volvió a poner los pies en La Rotonde ni a relacionarse con los exiliados españoles. Vivían en dos mundos diferentes, en el espacio y en el tiempo. Aparte de la poca simpatía que sentía por el fundador de la Legión, Espía era un empedernido opositor a la intervención militar española en Marruecos, y a la altura de 1925 creía que toda la responsabilidad de que la cuestión marroquí no se hubiese resuelto no correspondía a los partidarios de Abd-el-Krim, sino al Gobierno español: «He hablado con Canning, el enviado de Abd-el-Krim. He sacado el convencimiento de que el mayor inconveniente para la paz en el Rif es el gobierno español»49.
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C. Espía Rizo, «Semana de emociones», Valijas, sin fecha, APCE, Alicante. Ibíd. Ibíd. Carta de Espía a Unamuno, 23 de diciembre de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca. [1 1 1 ]
3.2.2.
CON BLASCO IBÁÑEZ EN PARÍS
Espía había estado en contacto con Blasco Ibáñez desde los primero días de su llegada a París, sobre todo epistolarmente ya que éste pasaba buena parte del año en su casa de Mentón. Blasco se había apartado totalmente de la vida política y se dedicaba exclusivamente a viajar, escribir y promocionar sus escritos por medio mundo. Cuando se produjo el golpe de Estado de Primo de Rivera, Blasco, por entonces amigo de Lerroux, le pidió información sobre lo ocurrido en España, preguntándole si debía suspender el viaje que tenía programado, el líder radical le respondió que no era preciso puesto que la acción de los militares estaba bien intencionada y que en todo caso supondría el final de la vieja política y de la monarquía. Con tal información el autor de Entre naranjos emprendió el veinte de octubre de 1923 un viaje alrededor del mundo que se prolongaría hasta abril del siguiente año50, pero dejando como encargado de sus asuntos generales en París a Carlos Espía, a quien encomienda insistentemente antes de partir que le tenga informado de cuanto pudiera ocurrir en España mientras durase su periplo. De regreso a Francia, Espía le pone al corriente de los acontecimientos de España, de «la carta al dictador firmada por ciento setenta intelectuales para desmentir las afirmaciones del general Primo de Rivera, quien pretendía que toda España se adhería a su política»51; también le informa del destierro de Unamuno a Fuerteventura y le advierte que la realidad anda muy alejada de los vaticinios hechos por Lerroux. A principios del verano Espía recibe una carta desde Mentón en la que Blasco le anuncia su intención de trasladarse a París y le pide que reúna todo el material informativo que pueda sobre la situación española, pues ha decidido volver a la lucha política contra la monarquía. En la misma carta le dice que si tiene alguna duda o necesita completar algún dato, recurra en su nombre a su amigo Santiago Alba, por entonces exiliado en París52. Alba estaba absolutamente indispuesto con Primo de Rivera por la forma en que le había tratado tras el pronunciamiento y por su desacuerdo con el mismo. Al mismo tiempo, Blasco se dirigió a Maura renunciando a ingresar en la Academia de la Lengua, respondiéndole éste con una carta que revela su simpatía por tal decisión. También escribe a los periódicos de Madrid, que habían estado adulándole durante varios meses, comunicándoles su intención de no escribir en ninguno de ellos. Entre junio y septiembre de 1924 Espía se entregó con entusiasmo a la misión que le había sido encomendada, indagando en diarios y revistas, en libros, preguntando a periodistas franceses y españoles, acudiendo a husmear en La Bolsa. Allí, León Rollín, amigo suyo y corresponsal de Le Temps en Madrid, le avisa sobre un artículo de Manuel Azaña publicado primeramente en la revista argentina Nosotros en 1924 y
50
V. Marco Miranda, Las conspiraciones..., Madrid, 1970, págs. 1-29. P. Aubert, «Los intelectuales en el poder (1931-33)», en J. L. García Delgado (ed.), La Segunda República Española. El primer bienio, Madrid, 1987, pág. 173. 52 C. Espía Rizo, «El Blasco Ibáñez que yo he conocido», APCE, Alicante. 51
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reproducido posteriormente por Europe, que llevaba por título: «Cantos de España». En el mismo, Azaña analizaba detenidamente el carácter español y sus posibilidades futuras: ...con tal de que el tendero no defraude en el peso y de que los funcionarios vayan a la oficina, el hombre de café está contento y no le importa lo demás...El pueblo español no escarmienta, no aprende nunca nada. Aunque es viejo y curtido por el infortunio, la discontinuidad de su cultura, que se presenta esporádicamente en grupos aislados, hace de él un pueblo sin experiencia. Deshabituado del esfuerzo propio, es un pueblo mesianista... Nosotros creemos en la vitalidad del pueblo español y en sus futuros destinos, pero ha de buscarlos por rutas diametralmente opuestas a las que ahora sigue...53
El artículo gustó tanto a Espía que inmediatamente lo dio a conocer a Blasco Ibáñez, quien lo utilizaría para redactar sus manifiestos contra la monarquía. La influencia y admiración de Espía hacia Azaña iría en aumento desde este momento, hasta el punto de afectar a su estilo y a la forma de ver los problemas de España. Pensaba, al hilo de lo escrito por Azaña, que el país no había llegado a ser el mismo, a realizar las potencialidades en él contenidas, siendo menester para ello que los españoles se zafasen de paternalismo y tutelas de cualquier tipo, rompiendo los corsés que constreñían su personalidad. Para Azaña, —lo mismo creía Espía—, la burguesía tenía parte de responsabilidad en la situación de postración que atravesaba el país, porque había sido débil y acomodaticia, y su actitud había propiciado un Estado frágil sometido a los imperativos de la oligarquía, «se había dejado dominar por sus tradicionales opresores: corte, iglesia y milicia»54, negando el impulso necesario para la modernización nacional. Ambos querían un Estado eficaz de hombres libres, civilizados y cultos y se indignaban ante «esa casta de españoles que no se sienten gobernados si el que manda no lo hace a puntapiés»55. A principios de septiembre, entre la documentación aportada por Espía y las informaciones directas que le suministraba Santiago Alba y otros amigos, Blasco tenía material suficiente para conocer a la perfección la situación política española. Instalado en una habitación del hotel Louvre de París y en compañía de los periodistas Luis de Benito y Carlos Espía, se dispuso a regresar a la arena política con el objetivo de hacer todo el daño posible al régimen imperante en España. No se trataba de un gesto, un ademán o una pose, estaba dispuesto a emplearse a fondo invirtiendo en la empresa su fama, su prestigio como escritor y su fortuna personal: «hay que acabar con toda esa porquería de la dictadura militar —dice a Espía en plena faena—, pero sobre todo, hay que acabar con la monarquía en España. El verdadero culpable es el rey. Lo que pasa en España es una auténtica vergüenza. Voy a escribir algo demoledor contra esa gente, contra Alfonso XIII, el gran responsable... Vuelvo a la lucha republicana»56. Espía se entusiasma al ver la decisión con que Blasco se ha en53 54 55 56
J. Morichal, La vocación de Manuel Azaña, Madrid, 1968, págs. 142-43. Ibíd., págs. 197-213. Ibíd., págs. 197-213. C. Espía Rizo, «El Blasco Ibáñez que yo he conocido», APCE, Alicante.
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tregado al trabajo, para él es un honor como republicano y como periodista poder trabajar al lado de un maestro, que es además un español responsable y comprometido, que puede aportar mucho a la lucha contra la monarquía. Es un triunfo personal de Espía, pues ha conseguido que Blasco confíe en él como en ningún otro y que regrese al terreno de la contienda política. Trabajan muchas horas al día, repasando periódicos, recibiendo visitas, rehaciendo textos, cuando el manifiesto empieza a tomar cuerpo, Blasco le manifiesta a Espía su preocupación por la impresión del mismo. Por motivos de seguridad no quiere que se haga en una imprenta cualquiera, sino en una en la que puedan confiar plenamente. Espía busca a su amigo Juan Dura, que se pone de inmediato a su disposición57. Pero el trabajo de Carlos Espía no se limitó al campo de la logística, sino que su colaboración en la redacción y elaboración del manifiesto fue fundamental58: «Al poco aparece Blasco Ibáñez y más que secretario, es su colaborador, con él empieza la campaña contra la dictadura y el rey, no sólo le dicta Alfonso XIII desenmascarado, sino que le consulta detalles, frases, conceptos, y hasta admite retoques de estilo cuando se trataba de cuestiones que conocía mejor Espía que Blasco Ibáñez»59. En noviembre de 1924 sale a la calle Alfonso XIII démasqué, título del manifiesto en Francia, distribuido por Flammarion, traducido por Marcel Thiebaud y con una tirada de más de ciento cincuenta mil ejemplares. La edición española aparece con otro título: Una nación secuestrada. El terror militarista en España. El folleto, muy en la línea de Blasco pero con evidentes influencias azañistas, fue dictado a Luis de Benito y posteriormente corregido por Espía y Marco Miranda60, y entre otras cosas decía: Declaro con dolor y con vergüenza, que España es en estos momentos el país más desorganizado de la tierra... Además durante medio siglo se ha convertido en un pueblo materialista y de profunda bajeza moral. El país de D. Quijote se ha convertido en el de Sancho Panza: glotón, cobarde, servil, grotesco, incapaz de ninguna idea que exista más allá de los bordes de su pesebre... Este ejército que consume la mayor parte de los recursos de España y al que se prodigan oficialmente alabanzas de heroísmo mayores que las que merecieron los ejércitos más famosos de la historia, resulta derrotado indefectiblemente en toda operación emprendida fuera del país. Repito que el título de ejército no es exacto. Mejor le conviene el de gendarmería. Sus únicas victorias las puede conseguir en las calles de las ciudades donde constantemente amenaza con ametralladoras y cañones a muchedumbres que sólo llevan, cuando más, una mala pistola en el bolsillo... Nada de Primo de Rivera, ni Martínez Anido, si queremos echar a pique el barco, debemos tirar al casco. El casco es el rey. Y yo, español, declaro desde el primer momento que tiro contra Alfonso XIII61.
Como puede apreciarse, se trataba de un ataque durísimo contra las dos instituciones fundamentales del régimen alfonsino: la Corona y el Ejército. Su difusión 57
C. Espía Rizo, C., «El Blasco Ibáñez que yo he conocido», APCE, Alicante. Madrid, E, Ocho meses y un día en el Gobierno Civil de Barcelona. (Confesiones y testimonios), Barcelona-Madrid, Ediciones La Flecha, 1932, pág. 167. 59 Llúcia Reila, «Vida i anecdotari de Caries Espía», en La Rambla, 15 de junio de 1931. 60 V. Marco Miranda, Las conspiraciones contra..., págs. 29-33. 61 V. Blasco Ibáñez, Una nación secuestrada. El terror militarista en España, París, 1924. 58
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causó gran revuelo en toda Europa, pues se trataba de la primera denuncia internacional y en toda regla contra la dictadura española. Desde el primer día de su publicación el hotel Louvre se vio invadido por periodistas que pretendían entrevistar a Blasco para saber sus intenciones, pero al mismo tiempo recibió numerosas cartas con amenazas e insultos que iban firmadas por grupos que nadie conocía, como Los caballeros de la Patria o Los defensores del rey, «pensionados de la tiranía y espadachines con nómina», al decir de Espía62. Entre éstos hubo uno, profesor de esgrima y proveedor de la Real Casa, que le reto a duelo, respondiéndole Blasco que él se había batido ya varias veces y no tenía que demostrar su valor ante nadie y que sólo se batiría con las personas a las que había atacado: Primo de Rivera y Alfonso XIII63. La campaña organizada por la dictadura para impedir la distribución del manifiesto se abriría en varios frentes con estrategias bien diferentes. Al principio se instrumentaliza la prensa, intentando hacer ver que Blasco era un indeseable, una persona tremendamente avariciosa que todo lo hacía por dinero y un revolucionario peligroso que constituía una amenaza para la sociedad francesa: a tal fin el Gobierno español solía enviar pistoleros al hotel Louvre con la consigna de hacer saber a todo el mundo que estaban al servicio de Blasco para cometer sabotajes y atentados. Cuando lograban acceder a su habitación, Blasco les plantaba en la calle con el mayor enojo, hasta que cierto día uno de los emisarios, muy testarudo por cierto, intentó varias veces entrevistarse con él sin conseguirlo; ante el cariz que tomaba el asunto, Espía, cansado de darle negativas, le dijo: «Es inútil. D. Vicente no quiere oír hablar de eso, que le repugna. Pero aquí nos hemos dividido el trabajo, y conmigo puede usted hablar cuanto quiera. Yo me he encargado del negociado de asesinatos...»64 Otra de las maniobras urdidas desde la Embajada española fue el intento de soborno de Juan Dura: quisieron comprarle la imprenta para de ese modo impedir que se publicasen los manifiestos de Blasco y España con honra. Naturalmente, Dura se negó y explicó lo sucedido a Espía. Por otra parte, Martínez Anido llegó a enviar pistoleros para que siguieran y amedrentaran a Blasco, no se sabe si con esta única intención o dispuestos a pasar a la acción. Pero estos métodos repugnaban al embajador Quiñones de León y en cuanto pudo se deshizo de ellos; a Quiñones lo que de verdad le gustaba era «el espionaje y la soplonería»65. Una vez fracasadas estas estratagemas, el Gobierno español va a implicar decididamente a sus embajadores en Inglaterra y Francia en el empeño. Merry del Val, embajador de España en el Reino Unido, «consigue que los libreros ingleses retiren de los escaparates los folletos de Blasco y se nieguen a venderlo»66, hasta que interviene el hispanista Cunninghamn Graham y consigue que salgan de nuevo a la venta. En Francia, Quiñones presenta una querella criminal contra el autor, el traductor y el editor de Alfonso XIII desenmascarado. La prensa liberal y de izquierdas se escandaliza, Paul
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C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez... Ibíd. C. Espía Rizo, «Mientras España se regeneraba», El Sol, 1930, APCE, Recortes de prensa. C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez... Ibíd.
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Boncourt, Laffont y otros diputados dicen que Blasco goza de la hospitalidad francesa y por tanto de su protección y piden al presidente Herriot que intervenga para detener el proceso. Pero Herriot aduce que no puede inmiscuirse en cuestiones judiciales. M. Moutet, abogado prestigioso y diputado socialista, se encarga de la defensa del escritor y asegura en el Parlamento que va a convertir la vista en un acto contra la dictadura española. A tal fin convoca como testigos a «un centenar de personalidades de renombre mundial: escritores, políticos y hombres de ciencia. Ante el rumbo que están tomando los acontecimientos, Quiñones arría las velas y decide retirar la querella. Sin embargo, uno de los principales objetivos de Blasco cuando decidió tomar la pluma y volver a las luchas políticas estaba por cumplir: la introducción del folleto en España, misión que confió de nuevo a Carlos Espía, quien de inmediato se puso al habla con su amigo Marco Miranda, enfermo en Valencia, para que a la mayor brevedad se personase en París para un asunto de la máxima importancia. A las pocas horas de recibir el mensaje, Marco Miranda partió para París acompañado, dado su precario estado de salud, por su amigo el doctor Francisco Cátala: En la estación nos esperaba Carlos Espía, y poco después nos hallábamos en presencia de Blasco Ibáñez...¿Ha preparado eso?, le pregunta a Espía. Es un contrato que ha de firmar en el Consulado de Estados Unidos. Vende los derechos de Mare Nostrum para llevarla al cine. Nos enseña a Cátala y a mí las pruebas del folleto... Alude con gestos despectivos al dictador que le parece un peluquero francés. Y nos habla de su proyecto, el que le trae a París. Es necesario que sepa todo el mundo que España no puede vivir esclava de una odiosa dictadura: Blasco habla con el fuego de sus veinticinco años67.
Al día siguiente van los cuatro a La Rotonde, allí está Unamuno acompañado por Ortega y Gasset, Corpus Barga, Francisco Madrid, el doctor Luna y otros emigrados. Blasco les explica la idea principal de su escrito, mientras tanto Carlos Espía, atento siempre a lo que dice Unamuno, trata de convencerle «de que dos rubias, sentadas frente a nosotros y silenciosas, no son conspiradoras polacas, como supone el sabio catedrático de Salamanca, sino unas mujeres alegres que se ganan honradamente el pan de cada día»68. Blasco había ideado un novelesco plan para introducir su manifiesto en España. Pretendía que fuese por Valencia y al uso de los antiguos contrabandistas levantinos, o bien arrojado desde dos aeroplanos que decía tener contratados. El día 7 de noviembre, estando junto a Blasco en el hotel Louvre preparando los últimos detalles del plan, recibieron una llamada telefónica de F. Maciá comunicándoles que había estallado una sublevación y que muchos obreros se dirigían a la frontera francesa para sumarse a ella. Al oírlo Blasco exclamó que era una auténtica barbaridad. Espía llamó por teléfono a su amigo el líder obrero Carbó, exiliado en Perpiñan, quien afirmó lo mismo que Blasco y aludió a la posibilidad de que dicho
67 68
V. Marco Miranda, Las conspiraciones..., págs. 29-33. Ibíd.
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movimiento fuese una treta más de la policía. Espía estaba convencido de que muchos de los emisarios que Martínez Anido y Arlegui habían enviado cerca de Blasco Ibáñez eran los instigadores del suceso69. Se trataba de la intentona de Vera de Bidasoa que fracasó estrepitosamente y cuya paternidad un sector de la prensa española atribuía a Blasco Ibáñez, Unamuno y Maciá. A los pocos días Marco Miranda y Cátala partieron para Valencia con el encargo apremiante de Espía de buscar a unos contrabandistas que estuviesen dispuestos a transportar los folletos desde Francia a España. Después de unas cuantas gestiones infructuosas encontraron a unos que hacían la ruta Valencia-Mallorca y que se mostraron dispuestos a cumplir con el encargo, aunque no pudieron llevarlo a buen término debido al temporal que azotaba las costas francesas. Finalmente, Miranda consiguió el dinero necesario para la operación de un comerciante de vinos alicantino amigo de Espía70, y en compañía de José Miralles viajó a Séte, donde les esperaba éste con sendas cartas de identidad falsas que habían elaborado en la imprenta de Juan Dura. Los folletos, al igual que muchos ejemplares de España con honra, entrarían en España en bocoyes vacíos, pegados a las paredes interiores de los mismos, se descargarían en el puerto de Alicante y desde allí se distribuirían al resto del país71. Al bajar la carga del barco en el puerto alicantino uno de los toneles cayó al suelo abriéndose en mil pedazos, la carga clandestina quedó al descubierto en presencia de varios obreros, carabineros y guardamuelles, sin que ninguno hiciese nada por incautarse de los folletos o denunciar el asunto, lo que permitió que la operación pudiese continuar con toda normalidad. 3.2.2.1.
Las bofetadas a «El Caballero Audaz»
La difusión de Una nación secuestrada causó gran agitación en España, tanto en la oposición al régimen, que lo recibió alborozada, como en los medios oficiales que lo acogieron con gran indignación, hasta tal punto que fueron arrancados los rótulos que daban el nombre de Blasco a diversas calles y plazas valencianas, se hicieron quemas públicas de sus libros, embargaron sus bienes, incluso un coronel de la Guardia Civil llegó a proponer que se le quitase la nacionalidad española. Quiñones de León presentó una nota formal de protesta ante las autoridades francesas quejándose de la libertad de movimiento y acción de que gozaban los exiliados españoles. Por otra parte, la dictadura contaba con una serie de escritores y periodistas de segunda fila, que, bien por propia iniciativa, bien por los suculentos estipendios que recibían, siempre estaban dispuestos a poner su pluma en defensa del régimen, utilizando para ello recursos como la calumnia, el enredo y la difamación. Estos escritores eran: José María Carretero y Novillo, conocido como El Caballero Audaz, Manuel Bueno, Vergara Vicuña, R. de Grijalba, Salaverría y algún otro. El primero en abrir fuego con-
69 C. Espía Rizo, «Mientras España se regeneraba», en El Sol, marzo de 1931, APCE, Recortes de prensa, Alicante. 70 C. Espía Rizo, «El Blasco Ibáñez que yo he conocido», APCE, Escritos, Alicante. 71 Ibíd.
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tra Blasco y los emigrados españoles fue el afamado escritor pornográfico, convertido al conservadurismo, José María Carretero, quien por encargo de Martínez Anido72, y a los pocos días de haber salido Una nación secuestrada, escribe El novelista que vendió a su patria o Tartarín revolucionario, libelo en el que acusaba al escritor valenciano de «estafador, pesetero, putero y agente de Rusia»73. Afirmaba Carretero que Blasco había llegado a un acuerdo con agentes soviéticos por el que cobraría cuatro millones de pesetas para promover la revolución internacional, y que gracias a ese dinero, Blasco, que estaba arruinado, pudo volver a la política, publicar y distribuir sus folletos y contribuir a la expansión del comunismo, enriqueciéndose a la misma vez, misión principal de Blasco en el mundo de los vivos. El Caballero Audaz justificaba su actitud en que su honor de español se había visto mancillado por la cruel descripción que Blasco había hecho de su patria, que, entre otras desdichas, tuvo la de haberle visto nacer a él. La obra de Carretero, escrita en tono ágil e insidioso, es una continua sarta de insultos y desafíos zafios dirigidos contra Blasco Ibáñez: No te baste para escupirle el Blasco traidor, el Blasco ladrón y estafador, el Blasco desleal, mercader de la amistad, espía y espía a sueldo, ni sus compinches mercenarios... Ya he recibido sus amenazas y las desdeño... Apenas deje corregidas las pruebas de imprenta de la edición española marcho a París. Allí he de estar para asistir al estreno inmediato de la película, adaptación de mi novela El Jefe Político. Ya lo sabes: Vicente Blasco Ibáñez, tú me conoces y también mi casa en París...74
En el citado libro también acusaba a Blasco, siguiendo las directrices marcadas por Martínez Anido, de haber organizado los sucesos de Vera de Bidasoa desde La Rotonde, en compañía de un separatista catalán: F. Maciá, su secretario: Carlos Espía y un concejal del Ayuntamiento de Valencia: Marco Miranda. Según Carretero el movimiento fracasó porque Blasco no aportó el dinero necesario para financiarlo. En conclusión, la novela es un compendio de alabanzas y parabienes hacia el autor de La barraca: «A mí no me inquieta lo más mínimo Blasco Ibáñez, tartarinesco león, con la melena calva y teñida... Personalmente le creo un hombre sin valor ni arrogancia, un sexagenario desdentado y tripudo...»75 José María Carretero escribía en ABC y llegó a acusar a José Antonio Primo de Rivera de socialista, mostrando su decepción por Falange76. Blasco y Carretero se conocían desde años atrás, habían coincidido numerosas veces en los cafés de Madrid, pero nunca habían simpatizado Durante los años en que el primero fue cimentando su fama internacional, el segundo se había convertido en uno de los autores más leídos de España. Con el triunfo de Primo de Rivera vio llegado el momento para su definitivo encumbramiento. Montó su propia editorial, cambió de estilo y temática y se
72 73
V. Marco Miranda, Las conspiraciones..., págs. 29-33. J. M. Carretero y Novillo, El novelista que vendió su patria o Tartarín revolucionario, Madrid,
1924, pág. 74. 74
75 76
Ibíd,, págs. 89-125. Ibíd., pág. 129. S. G. Payne, Falange, historia del fascismo español, pág. 107.
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puso al servicio del mismo, atacando, mediante todo tipo de panfletos, a los cabecillas del exilio español: Blasco, Unamuno y Espía. Cuando regresó a París, donde pasaba temporadas, en diciembre de 1924, acompañado por el hijo de Martínez Anido, se instaló en el 186 del bulevar Haussman, dando comienzo de inmediato a su particular campaña contra Blasco y sus amigos, que sabían de su llegada y propósitos por una información de Francisco Madrid77. Escribió una carta insultante y desafiante a Blasco y Espía; aunque dirigida al primero fue abierta por éste por encontrarse Blasco en su finca Fontana Rosa en Menton-Garavan, en la Costa Azul francesa. Al leerla, Espía salió en busca de Carretero por los bulevares de París, al no encontrarlo se dirigió a su domicilio particular, en el que tampoco estaba, lo esperó en la calle y en cuanto lo tuvo a su alcance lo abofeteó. La noticia, que en otro contexto no habría pasado de una simple riña entre particulares, corrió como la pólvora y saltó a las primeras páginas de muchos periódicos franceses y españoles, convirtiéndose en un símbolo para cuantos luchaban contra la dictadura: «¡Ah, si fuéramos aficionados a los simbolismos, y si creyésemos en augurios!, ¡Que gran consuelo pensar que esos soplamocos de París eran ya la embestida irreprimible de la nueva, de la joven España contra el falaz y siniestro espantajo del viejo régimen!...»78. La primera noticia que del suceso se publicó en los periódicos españoles se refería a un atentado o duelo habido entre Carretero y Blasco Ibáñez. Mientras tanto, el 17 de diciembre se había publicado en todos los periódicos de España un edicto por el que se citaba a Blasco a declarar ante el juzgado militar de Madrid por la publicación de Una nación secuestrada. Poco a poco los hechos ocurridos en París fueron aclarándose conforme las crónicas de los corresponsales iban llegando a los rotativos españoles: El Sr. Carretero y Novillo, que acaba de regresar de Madrid, en cuanto ha llegado a París ha dirigido una grosera carta de injurias a Blasco Ibáñez, con él que a todo evento necesita tener una cuestión personal. En esa carta insultaba al secretario de Blasco, D. Carlos Espía... El Sr. Espía buscó a Carretero..., pero como no lo encontró, se fue a casa de éste... A eso de las diez de la noche volvió, en efecto, a su domicilio situado en el bulevar Haussman 186, acompañado de su amante. El Sr. Espía, que se encontraba en la acera de enfrente, al verle atravesó la calle. Cuando Carretero había abierto ya la puerta de su casa con su llavín, Espía le abordó llamándolo sinvergüenza, y cuando aquel miraba a su adversario con cara sorprendida, Espía le asestó un fuerte puñetazo en la cara. Hizo Carretero ademán de buscar un arma en el bolsillo, pero antes de que la encontrara, un segundo puñetazo de Espía dejaba a Carretero tan grogy que perdiendo toda serenidad se metió en el portal de un salto y cerró la puerta con violencia, dejando en la calle, abandonada, a la mujer con la que iba79.
Como es natural, José María Carretero tenía su propia versión de los hechos, que expresó con su habitual estilo en su libro La revolución de los patibularios:
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V. Marco Miranda, Las conspiraciones..., págs. 29-33. Diario de Alicante, diciembre de 1925. El Luchador, 3 de enero de 1925. Resumen de un artículo publicado en El Liberal de Bilbao.
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Espía quería hacer méritos —era en los tiempos de las conspiraciones contra la Dictadura— y planeó un atentado contra mí una noche... Mi resolución y una vieja Smit del portero de casa frustró la vil agresión. Los tres cómplices huyeron al verme abofetear a Espía, del cual tres días más tarde se hizo cargo la policía. Quedó detenido en La Santé, condenándolo después a la prisión que ya había cumplido y a una fuerte multa, que yo no quise cobrar. En esta andanza siniestra le acompañaban el pistolero Cipriano Mera, Sigfrido Blasco y un tal Dura80.
Lo cierto es que Espía nunca pasó por La Santé, lo que sí hizo fue comparecer en comisaría para autoinculparse en los hechos denunciados, lo que sí ocurrió fue que gracias a las quejas de Carretero ante Quiñones de León, y de éste ante el Gobierno francés, la policía estuvo mucho más pendiente de los movimientos de los exiliados españoles y el expediente de Espía llegó a ser el más voluminoso de la Embajada española después del que correspondía a Maciá: «Sabían cual era mi misión al lado de Blasco Ibáñez y mi amistad con los otros grandes españoles que mantenían aquí la protesta contra el absolutismo español. Creían que vigilándome a mí descubrirían lo que tramaban mis ilustres amigos, y a ello se debe este favor inmerecido con que me distinguieron los soplones y confidentes»81. Sin embargo, la vigilancia policial, las informaciones de los agentes del Gobierno español y de una agencia de seguridad privada, no sirvieron para impedir que Espía introdujese en España los folletos de Blasco, mientras que él sí se pudo enterar de que la cantidad de dinero que salía de la caja de Quiñones para pagar a la agencia de seguridad no coincidía con la que éste recibía, por lo que «hubo quien se creyó engañado y se armó un pequeño jaleo, cuyos incidentes me llenaron de júbilo»82. El asunto de las bofetadas siguió coleando en la prensa durante todo el año de 1925, hasta que se celebró el juicio. Entre tanto, Carretero no hacía más que enviar desmentidos a las redacciones de los diarios rectificando las versiones que éstos publicaban y presentar denuncias contra los directores. Consecuencia de una de ellas fue el procesamiento de Oteyza, director de La Libertad de Madrid, a quien defendió Ossorio y Gallardo alegando que siendo las injurias un delito contra el honor, la persona injuriada debería tener honor, y no era éste el caso. Los argumentos de Ossorio fueron aceptados por el tribunal y Oteyza fue absuelto. El juicio contra Espía se celebró el 9 de noviembre de 1925, en la Sala Correccional de París, enmedio de una enorme expectación, tanto por la personalidad, simpatías y antipatías de los encartados, como por el eco que el hecho había tenido en la prensa, como por la movilización de abogados de prestigio que había provocado: M. Moutet por parte de Espía, y M. Campiuchi por la de Carretero. Aunque el suceso había sido calificado como falta, Campiuchi acusaba a Espía de homicidio frustrado y solicitaba al tribunal una fuerte condena. Espía no las tenía todas consigo y, por si acaso, se dispuso a atar todos los cabos posibles, no fuese a suceder que las cosas saliesen de modo diferente al que todos esperaban. Encargó la defensa a Marius Moutet, que había defendido antes a 80 81
J. M. Carretero y Novillo, La revolución de los patibularios, Madrid, pág. 128. C. Espía Rizo, «Mientras España se regeneraba», en El Sol, marzo de 1930. APCE, Escritos, Ali-
cante.
82
Ibíd.
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Blasco Ibáñez cuando la demanda de Quiñones por la publicación de su folleto, y emprendió una estrategia encaminada a darle la vuelta al proceso y convertirlo, de ese modo, en un acto más contra la dictadura de Primo de Rivera. Con esta finalidad movilizó todos los recursos de que era capaz: madame Dorian-Menard, la Liga de los Derechos del Hombre con su presidente Victor Basch a la cabeza, periodistas como León Rollín o Aurelio Natoli, y a todo el exilio español. Blasco Ibáñez envió una declaración por escrito para ser leída ante el tribunal, en tanto que Unamuno se le ofreció como «testigo de moralidad»83, circunstancia aprovechada por Espía para solicitarle que testimoniara en su favor mediante una carta escrita de su puño y letra y dirigida a su abogado: Dicha carta, si está usted conforme en hacerla, debe escribirla en francés y mandármela cuanto antes...Diga usted en ella cuanto hubiese dicho de palabra con objeto de disponer a los jueces en mi favor. Salvo mejor opinión de usted, creo que mi mejor defensa consistiría en decir que usted me conoce bien e íntimamente; que jamás llevo ni he llevado armas encima, ni me cree capaz de agredir con llave inglesa a nadie; que soy hombre pacífico y bueno; que mi acto fue digno y merecedor de aplauso, puesto que de esa manera corté una innoble campaña a sueldo, de mentiras y calumnias, contra los que defendíamos la dignidad de nuestro pobre país; que no obré por indicación de nadie, sino por propio impulso al verme ofendido personalmente en la carta que el Carretero envió a Blasco; que el Carretero está ahora al servicio de la Dictadura, como durante la guerra estuvo al servicio de la propaganda alemana; con todos los demás piropos al Carretero, defensores míos y comentarios a la situación política de España que usted juzgue necesarios...84
Unamuno redactó la carta, tal como le había indicado Espía, y fue leída por Moutet, junto a la de Blasco, ante el Tribunal Correccional. Ambas cartas fueron publicadas en El Liberal de Madrid, pero sin que la censura permitiera que figurasen al pie los nombres de los autores85. La prensa francesa también comentó el caso, L'Oeuvre decía lo siguiente sobre El Caballero Audaz y el interés suscitado por el juicio: «El que vimos ayer en la Sala Oncena Correccional no mide menos de dos metros de altura. Es evidente que no es por estas razones por lo que ha movilizado al impenetrable presidente Claret, sus dos asesores, al sustituto Syrum y dos abogados de importancia como M. Marius Moutet y M. Campiuchi»86. En la vista Espía manifestó que lo único que había hecho era «castigar con unas bofetadas la ofensa recibida de Carretero», quien presentó como sus valedores morales a Ceferino R. Avecilla, Manuel Bueno y Rodrigo Soriano87, que no comparecieron ante el ambiente adverso que había en la sala contra su amigo. Como enaltecedores de la honorabilidad de Espía asistieron Corpus Barga, E. Ortega y Gasset, Aramburo, el periodista francés Debrillote y el italiano Natoli, que manifestaron el alto concepto que les merecía el acusado y 83 84 85 86 87
Carta de Espía a Unamuno, 29 de octubre de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca. Ibíd. Ibíd. Alain Labreaux, L'Oeuvre, Referido por El Luchador del 1 de diciembre de 1925. Carta de Espía a Unamuno, 23 de diciembre de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca.
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la opinión negativa que tenían del denunciante. Es, una vez más, Rodolfo Llopis, que estuvo presente en el juicio, quien ofrece con más detalle y fiabilidad los pormenores de la vista y su auténtico alcance en un artículo publicado en El Luchador el 7 de enero de 1926, bajo el título de «El dolor de unas bofetadas»: «¿Será posible que un juicio de faltas produzca tanta emoción? No es un juicio de faltas lo que vamos a presenciar. Todos tenemos la conciencia de que lo que va a enjuiciarse no es la conducta de dos hombres: es algo más, va a sentenciarse el proceso histórico de la realidad contemporánea...»88 En efecto, paso a paso, la acusación contra Espía iba a quedar en segundo plano y el juicio se iría transformando en un acto contra El Caballero Audaz y por tanto contra el régimen español. Primeramente quedó demostrada, según cuenta Llopis, cuál fue la realidad de los hechos: El Caballero Audaz replicó al folleto de Blasco Ibáñez, y a su vez fue contestado desde las páginas de España con honra, acto seguido Carretero envió la mencionada carta a Blasco que abrió Espía y en la que decía textualmente: «que donde le encontrara lo abofetearía, y en cuanto a su secretario político, Carlos Espía, le enviaría un criado para que se las entendiese con él...»89 Después ocurrió lo de las bofetadas y Carretero acudió a comisaría para denunciar que había sufrido una brutal agresión por parte de unos comunistas. Al leer Espía la noticia en la prensa se presentó en comisaría para dejar bien claro que sólo él había sido el agresor. El abogado de Carretero, vinculado a grupos fascistas franceses, se empleó muy a fondo tratando de prestigiar la imagen de su defendido, enumerando sus múltiples éxitos literarios, su amistad con Francia durante la Primera Guerra Mundial, y describió la agresión como lucha en cuadrilla, con premeditación, alevosía y nocturnidad. Mientras que el letrado de Espía, Moutet, diputado socialista por Lyon, inició su turno en un tono sarcástico y burlón que hizo las delicias del público: «Pareciéndole a Carretero demasiado humilde el apellido paterno y simbólico el materno, lo cambió por un seudónimo que ya no podía ni debía usar después de haber abandonado a una dama en momento de peligro...»90, para acto seguido proceder a deshacer los argumentos esgrimidos por Campiuchi: Moutet tacha a Carretero de autor pornográfico y como prueba presenta al tribunal sus dos mayores éxitos: La sin ventura y De pecado en pecado; afirma que miente siempre como al decir que había comido con célebres escritores franceses que le habían manifestado su animadversión hacia Blasco, los cuales al enterarse manifestaron no conocerle y su admiración por el escritor valenciano, o al decir que era francófilo cuando había sido germanófilo. Ante tales acusaciones protesta El Caballero Audaz y entonces Moutet muestra a la sala el libro Hispano-Alemán, lujosamente editado y redactado por Benavente, en el que aparece su firma, alegando, ahora, que no se trata de su firma sino de la de un hermano suyo. La polémica sube de tono y Campiuchi se enzarza en una violenta discusión con Corpus Barga. Minutos más tarde, ante el cariz de los acontecimientos, renuncia a la defensa y abandona la sala. La vista se cerró imponiendo a Espía una
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R. Llopis, «El dolor de unas bofetadas», en El Luchador, 1 de enero de 1926. Ibíd.
Ibíd.
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multa simbólica de dieciséis francos91, pero fue una tremenda humillación para El Caballero Audaz que terminó sin abogado, sin testigos y siendo el hazmerreír de toda la concurrencia. José María Carretero había tenido, anteriormente, experiencias de este tipo en Madrid. Célebre fue el duelo a que le retó por injurias el doctor Piga, duelo que no llegó a celebrarse por incomparecencia de Carretero. Baroja cuenta en sus memorias otro caso parecido al de Blasco-Esplá y Carretero. Fue el acaecido entre Sánchez RojasUnamuno y Salaverría, éste último, a su parecer, persona traidora, maldiciente, criticona e insidiosa: en tiempos de la Dictadura, Unamuno está en París, Salaverría le ataca despiadadamente, y Sánchez Rojas, amigo del Rector salmantino, lo defiende; Salaverría se siente atacado y la emprende con Rojas: «José Sánchez Rojas no es ningún mozalbete, ni creo que haya sido nunca lo que se llama joven. No obstante, el pobre hombre se aventuró a llamarme cincuentón y a decir que estoy enfermo. Y lo decía esa piltrafa humana que todos ustedes han visto deslizarse por la calle como un pupilo vitalicio de San Juan de Dios...»92 Al escrito de Carretero y Novillo, que ya no olvidaría nunca en sus libros y artículos a Carlos Espía, siguieron otros en la misma línea como Blasco Ibáñez, la vuelta al mundo en 80.000 dólares, escrito por Vergara Vicuña o Los enemigos del rey, de R. de Grijalba, con prólogo de Manuel Bueno93, quien, además, a primeros de diciembre de 1924, coincidiendo con la ofensiva de Carretero, había escrito un durísimo artículo atacando a Unamuno, al que acusaba de ateo, comunista y enemigo de su patria, y pidiendo un gobierno fuerte y enérgico para hacer frente al avance imparable del comunismo en España. Este escritor, polemista profesional, se había visto implicado en los avalares que costaron la pérdida de una mano a Valle-Inclán, y había sido enemigo encarnizado de Salaverría, con el que ahora formaba equipo literario a las órdenes de la Dictadura. Según Baroja «era un tipo raro, a pesar de ser aparentemente hombre social. Era materialista, sensualista y tenía temores de ultratumba. A mí me dijo una vez que creía en fantasmas...»94 Todos ellos, junto al marqués de Quintanar, el doctor Baudelac de Pariente, Delgado Barrete y el hijo del dictador, José Antonio Primo de Rivera, formaban parte de lo que se dio en llamar «organización adecuada» para la propaganda de la Dictadura en el extranjero, cuya existencia confirmó el propio dictador en su nota de 17 de enero de 193095. Carlos Espía tenía la convicción de que Primo de Rivera estaba obsesionado por conseguir el elogio de los gobernantes de otros países, por causar buena sensación en el extranjero, «quería hacer creer al buen pueblo, con los ojos vendados por la censura, que en el extranjero se le envidiaba y hasta nos lo envidiaban»96. A ese fin destinó enormes sumas de dinero, llegando a pagar hasta 40.000 pesetas por la publicación en Le Temps de un ar-
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Carta de Espía a Unamuno, 23 de diciembre de 1925, CMMU, E2/16, Salamanca. Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, pág. 129. J. L. León Roca, Vicente Blasco..., pág. 540. Pío Baroja, Desde la última..., pág. 124. C. Espía Rizo, «Apelación al extranjero», en El Sol, diciembre de 1930, APCE, Escritos, Alicante. Ibíd.
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tículo de su puño y letra: «Daba vergüenza ser español, saberse gobernado por aquella gentuza y saqueado por el Barrete, el Manuel Bueno, el Baudelac y otros lamebolsas de la organización adecuada que deshonraban a España en el extranjero y atacaban a nuestros más altos valores espirituales... Ocho o diez mil pesetas le quedaban líquidas a Manuel Bueno cada mes por esa faenita de apelar al extranjero»97. Blasco Ibáñez y Espía continuaron trabajando juntos algún tiempo más. Después de Una nación secuestrada, Blasco publicó una serie de artículos en España con honra; en total fueron siete, posteriormente reunidos en un librito titulado Por España y contra el rey, que de nuevo fue distribuido en España por Carlos Espía con la colaboración de sus amigos republicanos de Valencia y Alicante, según atestigua Cipriano Rivas Cherif en su biografía sobre Azaña98. En abril de 1925 Blasco publica otro folleto en el que exponía su pensamiento acerca de lo que había de ser el nuevo régimen español, su título era lo suficientemente explícito: Lo que ha de ser la República Española. Concebido como un manifiesto al país y al Ejército, se editó primero en Francia y al poco tiempo en España, en El Pueblo, gracias a los esfuerzos de Azzati, Miranda y Just. El escrito fue calificado de timorato y muy moderado por los elementos más izquierdistas, que esperaban de Blasco un tono más revolucionario, acusaciones que éste rebatió airadamente según cuenta Carlos Espía: «¿Queréis que intentemos desde ahora todas las experiencias utópicas, que, desde el primer momento, antes de consolidar el régimen naciente, nos expongamos a perderlo con peligrosas aventuras demagógicas en busca de un irrealizable sueño de perfección social?...Dejadnos implantar y consolidar nuestra república democrática, para dar a España un régimen de dignidad, de libertad y progreso. Mejoradla más tarde si podéis...»99 La respuesta de Blasco tuvo ciertos aires premonitorios respecto a lo que luego sucedería al instaurarse la Segunda República. Por otra parte, coincidiendo con la publicación tle este folleto, el exilio español en París rindió a Blasco un caluroso homenaje en el Círculo Interaliado, al que acudieron Unamuno, Santiago Alba, E. Ortega y Gasset, Corpus Barga, y Espía, que fue uno de los organizadores, al mismo se sumó la sociedad Amis des Lettres Fran^aises 10°. Estos años, 1924 y 1925, fueron los del apogeo de La Rotonde. Blasco, reconciliado con Unamuno, parecía haber encontrado en el joven Espía la fuerza y el ánimo que necesitaba para llevar a término tareas que su salud ya no le permitían. Escribía manifiestos y artículos muy combativos en la prensa, acudía a reuniones conspirativas o enviaba a Espía en su nombre, a tertulias, al hotel Louvre, al Claridge, se entrevista con Alba, con Villanueva, incluso con el conde de Romanones, con todos aquellos políticos que pudieran «ofrecer una garantía de orden y estabilidad al régimen que deseaba implantar en España. Ofrece su persona y su fortuna entera para la acción necesaria. Pero no encuentra en otros el fervor impaciente que pone él en la empresa»101.
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Ibíd. Véase, también, Gorkin, J., El revolucionario... Rirvas Cherif, C., Azaña, retrato de un desconocido, Barcelona, Grijalbo, 1980, pág. 130. Espía Rizo, C., Unamuno, Blasco Ibáñez..., pág. 66. León Roca, Vicente Blasco..., pág. 541. Espía Rizo, C., Unamuno, Blasco Ibáñez..., pág. 67.
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Poco a poco Blasco se irá decepcionando, lleva mucho dinero gastado y ha abandonado su obra literaria, los editores le piden libros y se siente cansado. Los días grises no habla, no respira, parece como sumido en un profundo letargo. Espía no le dice nada, comen juntos, pasean un rato al atardecer, se encarga de su correspondencia y de sus demás asuntos en el más absoluto de los silencios; sin embargo, los días luminosos, soleados, parece despertar, recupera la jovialidad y ambos emprenden de nuevo su actividad revolucionaria. Al final, Espía no podrá impedir que el novelista regrese a Mentón al comprobar que nada cambia en España al ritmo que él hubiera deseado. Intuye que no le queda tanto tiempo como cosas por hacer. 3.2.3.
CONSPIRADOR Y PERIODISTA
La constitución en España de Acción Republicana en 1925 y de Alianza Republicana el 11 de febrero de 1926, insufló nuevas energías al grupo de exiliados parisinos, que veían más cerca el fin de la monarquía y del régimen militar. No fue ajeno a esto tampoco la refracción que iba imponiéndose en muchos elementos monárquicos por la prolongación excesiva en el tiempo del gobierno de Primo de Rivera y los evidentes deseos de perpetuación que suponía la anunciada Asamblea Nacional. En esta posición, cada vez más contraria al régimen, se encontraban ya personalidades tan significadas como José Sánchez Guerra, que el mismo día del golpe de Estado había hecho saber al Monarca su disconformidad y enojo102, Santiago Alba, exiliado en París desde 1923, Alcalá Zamora, Villanueva, Burgos y Mazo y Ossorio y Gallardo. Las relaciones entre los republicanos españoles en París y este grupo eran buenas, todos parecieron entender que lo primero era acabar con la Dictadura, además coincidían en que, de un modo u otro, monarquía o república, se hacía ineludible la elaboración de una nueva constitución por unas cortes elegidas por auténtico sufragio universal. El pragmatismo se impuso al dogmatismo, siendo la colaboración muy intensa en determinados períodos. Los políticos monárquicos se habían visto traicionados y vilipendiados por el rey y el dictador. Por su parte, los republicanos, aleccionados por la tradición histórica de España, contemplaban la instauración de un constitucionalismo verdadero como una revolución103. Esa colaboración había quedado plasmada en las aportaciones que Alba había hecho, por medio de Espía, a los manifiestos de Blasco Ibáñez, en sus protestas contra la Dictadura junto a Unamuno y en las reuniones que mantuvo con toda la oposición al régimen en el hotel Claridge de París. Pero iba a enfatizarse más con motivo de la intentona revolucionaria de junio de 1926. Mientras en España militares descontentos y políticos de los partidos dinásticos ponen en marcha la Sanjuanada, en Francia se preparan otras acciones paralelas encaminadas a denunciar y ridiculizar al dictador español. En Hendaya, Eduardo Ortega y Gasset y su hijo José organizan una manifestación para dar la bienvenida a Primo de Rivera de viaje hacia París, manifestación que acabó en un gran
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J. Gorkin, El revolucionario..., pág. 232-233. P. Aubert, «Los intelectuales en el...», págs. 173-90.
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escándalo y con el encarcelamiento de los organizadores104. En París, los refugiados de La Rotonde, tratan de agrupar a todos los opositores al régimen para dar un sonoro recibimiento al dictador, quien acudía a la ciudad del Sena para hablar de la cuestión marroquí con las autoridades francesas y, al mismo tiempo, otorgar legitimidad internacional a su Gobierno. El objetivo de las algaradas organizadas era impedir, por cualquier medio lícito, que Primo de Rivera cumpliera la segunda parte de su programa: la coyuntura marroquí, que había auspiciado el acercamiento entre dos gobiernos antitéticos para encarar de un modo más eficaz el problema, no podía terminar convirtiéndose en un acto de propaganda de la Dictadura, sino todo lo contrario: La pita en la estación fue formidable. Primo se quedó pálido, y como si le flaqueasen las piernas, al oír aquellos silbidos horribles. Le empujaron hacia el automóvil y desapareció a toda marcha. Ni el gobierno ni la embajada quisieron ya anunciarlo en ningún acto oficial, y escondido como un delincuente, rodeado de policía, haciendo escapadas misteriosas, anunciando falsos itinerarios, etc, ha logrado hacerse retratar en alguna ceremonia, pero no se ha atrevido a ponerse frente al pueblo. La pita de ayer fue indescriptible. Los silbidos impedían oír las músicas estridentes de las bandas militares. La policía recogió más de tres grandes sacos de silbatos. Hubo muchos heridos y ciento cincuenta detenidos. La policía tenía órdenes severísimas y las cumplió con brutalidad105.
A la protesta se sumaron militantes de los partidos de izquierda franceses y contó con el apoyo del diario comunista L'Humanité, que además promovió una interpelación parlamentaria sobre los sucesos. En los días siguientes Espía, acompañado por Rodolfo Llopis, se dirige a la Liga de Derechos del Hombre para solicitar su mediación para la liberación de Eduardo Ortega, su hijo y los obreros y catalanistas detenidos. Le informan que Eduardo Ortega ha sido puesto en libertad, pero duda que vayan a hacer algo respecto a los demás porque «en aquellas oficinas todo lo tratan con espíritu burocrático, creando la religión del rapport y de la etiquete»106. Ante lo incierto de la situación recurre de nuevo a Unamuno y a Blasco Ibáñez. Al primero le pide que escriba a madame Menard para que la Liga «se interese de un modo especial por los obreros españoles, evitando sobre todo que los entreguen a la policía española»107, como había sucedido con un tal Badía en Perpiñán. Piensa que el prestigio del escritor vasco sería más que suficiente para movilizar a la Liga y a los intelectuales que con ella simpatizaban. A Blasco le encarga que presione a sus amigos franceses y que escriba en los periódicos denunciando lo ocurrido. Pero Espía anda metido en otro asunto para el que también le va a ser imprescindible la participación de Miguel de Unamuno. Gracias a una información que Santiago Alba le había suministrado de modo confidencial, Espía escribe una serie de artículos en L'Humanité denunciando que pistoleros españoles ha-
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Carta de Espía a Unamuno, 15 de diciembre de 1926, CMMU, E2/16, Salamanca. Carta de Espía a Unamuno, 15 de julio de 1926, CMMU, E2/16, Salamanca. Ibíd. Ibíd.
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bían entrado en Francia camuflados entre las escoltas de Primo de Rivera y del Rey, con el propósito de perpetrar atentados contra los refugiados españoles, y que una vez cometidos habían regresado a España. Previamente había comunicado el asunto a la Liga de los Derechos del Hombre, pero ante la gravedad de los hechos parecieron asustarse y declinaron inmiscuirse en el conflicto. Por otra parte, Espía no quería emplearse demasiado en L'Humanité por temor a que la opinión pública francesa relacionase demasiado al exilio español con el Partido Comunista Francés, cosa que juzgaba muy perniciosa para su estrategia. Para evitarlo pide a Unamuno que escriba una carta abierta a la Liga relatando de otro modo los mismos hechos que había denunciado él en L'Humanité y que remitiese copias mecanografiadas a dicho periódico, a L'Oeuvre, a Le Quotidien, a Le Peuple, a París Soir, al Ministerio de Justicia, al de Interior, al Presidente del Partido Radical, al del Partido Radical-Socialista y a León Blum. Creía Espía que «no teniendo pruebas sino indicios», nadie mejor que Unamuno podría redactar ese escrito de forma que no se incurriese en responsabilidades penales, además su nombre siempre daba a todo mucha mayor resonancia. Explica a Unamuno que el motivo de pedirle ésto a él y no a Blasco no era otro que el mayor conocimiento que tenía de «las cosas de Martínez Anido», pero que ante cualquier sugerencia suya no tendría ningún inconveniente en enviar el escrito a Blasco para que lo firmase también. Espía le aconseja que su carta haga hincapié en dos puntos: que la Dictadura ha violado todas las normas de derecho internacional al introducir de modo clandestino pistoleros a sueldo en otro país, violando la soberanía francesa; y el riesgo que corren los exiliados españoles si son extraditados a un país que no tiene el más mínimo respeto por el derecho. Este mayor y más directo activismo político tuvo serias consecuencias en la forma de vida de los emigrados. Francia les había concedido asilo pero les prohibía tajantemente hacer política. De modo que las persecuciones policiales, las detenciones, las visitas a comisaría, el acoso permanente de la gendarmería se convirtieron en hechos habituales para los emigrados, hasta tal extremo que el grupo comenzó a dispersarse, la tertulia de La Rotonde se disipó y las reuniones hubieron de realizarse de forma más cuidadosa. Con Maciá en Bélgica, Unamuno en Hendaya y Blasco en Mentón, Espía se erigía en el principal sospechoso para la policía gala: «En el exilio parisino siguió conspirando contra la monarquía, hasta que a un Embajador español le dio por perseguirle allí también y organizaba detenciones de cuantos españoles se relacionaban con él, acusados de peligrosos comunistas...»108 Espía, a pesar de la inmensa actividad que llevaba alrededor de Blasco Ibáñez, de los exiliados y de sus corresponsalías, tenía tiempo para otras cosas. Durante un período perteneció al grupo Prensa Latina, que publicaba una revista en París con el mismo nombre. Dirigida por un argentino de origen polaco al que llamaban Kartoffel, su único programa era la defensa de la identidad latina y la unidad de todos los pueblos con ese origen cultural. Celebraban una reunión mensual en la redacción de Le Journal, donde además se editaba la revista. Espía dejó de asistir porque no creía
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El Luchador, 10 de junio de 1931.
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en la unión de gentes por razas, sino por «ideas o enfermedades»109. También era asiduo asistente a las reuniones de la Liga de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, junto a su presidente Victor Basch, con quien trabó gran amistad, y madame Menard. Nunca se olvidó de su tierra y en abundantísimas ocasiones escribía recordando a Alicante, sus problemas, sus carencias, sus encantos, procurando estar lo mejor informado posible de cuanto allí acontecía, cosa que conseguía gracias a su abundante correspondencia con sus amigos de juventud. Así, cuando la Diputación de Alicante se negó a mancomunarse con las de Valencia y Castellón, volviendo a uno de los temas que más había tratado en su etapa valenciana, escribe a los republicanos alicantinos pidiéndoles un esfuerzo para conseguir que Alicante se uniera a las otras provincias valencianas e hiciesen cuanto estuviese en sus manos por impedir su vinculación con Murcia, puesto que eso supondría un artificio y alejaría a la provincia del progreso entregándola de lleno al ciervismo, símbolo irredento del caciquismo y del atraso. Sin embargo, Espía no es un localista. Quiere a su tierra, recuerda su juventud con añoranza, pero no considera a Alicante el centro del universo. Sabe de sus bondades, pero nunca esconderá sus defectos y carencias Sus artículos van encaminándose progresivamente hacia las cuestiones internacionales. Atento desde la adolescencia a los problemas europeos, su estancia en París no hizo sino reforzar ese interés. Pudo conocer en vivo las tensiones entre Francia y Alemania por las compensaciones de guerra, cubrió los procesos electorales de Inglaterra, Francia y Alemania, reconociendo siempre a Inglaterra como cuna de la democracia y la libertad, pese a las diferencias doctrinales que tenía respecto al tipo de régimen allí imperante: «Al triunfar la libertad en Francia parece que haya triunfado en todo el mundo. Antes había triunfado en Inglaterra, madre y maestra mágica de la libertad...»110. Eran los años del triunfo de las izquierdas en Francia, de la formación del primer Gobierno Herriot, del triunfo de los laboristas en Inglaterra, de las luchas cívicas en Alemania por establecer la República de Weimar. En la sociedad de Naciones se presentaba a los pueblos la esperanza de la paz con el protocolo de Ginebra, «en la vieja Sala de la Reforma, la voz de Briand ponía, hablando de paz, un acento de humana emoción. Más tarde en Locarno, la política de paz en Europa se hacía ley en un tratado de mutua garantía y en La Haya se revisaba la situación económica de Europa en la posguerra para hacer posible su reconstrucción... La organización de la paz en el mundo estaba ligada a la obra creadora del liberalismo europeo»111. Otra vez Europa era el escenario de las luchas entre el liberalismo y el totalitarismo y Espía podía asistir a ese trágico debate desde el lugar privilegiado de la tribuna de informadores de los grandes foros europeos, presenciando las conferencias internacionales y estando cerca de los protagonistas de los hechos políticos más cruciales. Hacia finales de 1924, su amistad con un grupo de periodistas franceses del círculo de León Rollín, le llevó a interesarse vivamente por los asuntos que se dirimían en la Sociedad de Naciones, organismo que aunque no había satisfe-
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Diario de Alicante, 18 de enero de 1926. El Luchador, 1925. C. Espía Rizo, D. Amadeu Hurtado, un liberal europeu, México, 1952, pág. 21.
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cho las esperanzas en él depositadas por muchos europeos, continuaba siendo el único foro pacífico para dirimir los conflictos internacionales. No eran pocos aquellos que creían todavía que gracias a su arbitraje se alcanzaría el desarme internacional o una especie de Paz Perpetua entre todas las naciones, desterrando definitivamente la guerra de la faz de la tierra. Para muchos europeos la Primera Guerra Mundial había sido el último de los conflictos armados antes del establecimiento de un orden internacional definitivo, la guerra se consideraba un recurso del pasado, una antigualla que no volvería a destruir los campos de Europa. En palabras del profesor Colliard, «lo que se ha llamado el espíritu de Ginebra descansa sobre la noción de que, al menos aparentemente, la humanidad ha llegado a una etapa definitiva de su desarrollo»112. Espía albergaba esperanzas en ese mismo sentido, pero sus crónicas mostrarían, con el paso de los años, un escepticismo paulatinamente mayor. Sus reportajes y artículos sobre los asuntos tratados en las sesiones de la SDN y las elecciones europeas serían la base de su prestigio en los medios periodísticos internacionales: «Y cuando la SDN se reunía, Espía marchaba a Ginebra y allí se conjugaba con los grandes periodistas internacionales, escribiendo magníficos artículos que han merecido el afichage de la SDN. Carlos Espía, cuya actividad más interesante tenemos que silenciar113, nos sorprenderá algún día con un libro sensacional donde referirá las intimidades de este momento histórico, que él conoce como pocos»114. Braulio Solsona, de la misma opinión que Rodolfo Llopis, recordaba años después lo decisivo que había sido para Espía su estancia en París. Reconociendo su talento, afirmaba que en España habría tardado mucho más tiempo en ser considerada su valía, sin embargo en la capital francesa, en un ambiente de libertad, sus propias aptitudes, unidas a las amistades, los medios con que pudo contar y su indudable esfuerzo «le habían convertido en una de las figuras políticas de más porvenir»115. En España había logrado cierta reputación en los medios periodísticos valencianos y en algunos periódicos madrileños, pero es desde su marcha a París cuando su nombre comienza a sonar relevantemente entre la crítica especializada, y por motivos casi exclusivamente periodísticos, pues los primeros comentarios favorables a su labor ocurren antes de su disputa con El Caballero Audaz, hecho que, posteriormente, multiplicaría su prestigio en todo el país. Uno de los primeros en fijarse en los escritos de Espía fue, en 1924, el reconocido crítico literario Gómez Baquero, Andrenio: «Un nuevo corresponsal español, Carlos Espía, que se está revelando como observador perspicaz y escritor de ágil y expresiva pluma, se lamentaba en días pasados de una ola de xenofobia y desaprensión». Seguidamente Andrenio exponía sintéticamente el artículo en cuestión y lo tomaba como núcleo de su crónica «El patriotismo y los fariseos»116.
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A. C. Colliard, Instituciones de relaciones..., pág. 364. La principal actividad que ocupa a Espía durante estos años es la conspirativa, y a ella se refiere Llopis en este artículo. 114 R. Llopis, El Luchador, 27 de agosto de 1927. 115 B. Solsona, El Luchador, 23 de abril de 1930. 116 Andrenio, El Luchador, 6 de octubre de 1924. 113
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3.2.3.1.
Una amistad providencial: Amadeo Hurtado
En 1924 Espía escribía como corresponsal fijo para El Luchador, Diario de Alicante, El Pueblo y Las Provincias, pero sus artículos, a través de agencias, habían comenzado a publicarse frecuentemente en El Liberal, El Heraldo y La Voz de Madrid; La Vanguardia y La Publicidad, de Barcelona, El Liberal, de Bilbao y en algunos diarios y revistas de París como L'Humanité o L'Oeuvre, y en otros de México y Argentina. Los primeros periódicos de tirada nacional de que formó parte fueron los madrileños El Liberal y El Heraldo. Paradójicamente en El Liberal publicó uno de sus primeros escritos en 1909, cuando era su director Alfredo Vicenti, y ahora volvía a ser el primer diario nacional en que escribía de forma asidua. Francisco Madrid, que tenía las corresponsalías de los dos periódicos anteriormente citados, quiso regresar a Barcelona y ofreció a Espía la posibilidad de continuar con ellas, Espía se mostró complacido con la propuesta de su amigo, pero para hacerla posible era preciso el visto bueno del propietario de los dos periódicos: el abogado y político catalán Amadeo Hurtado. En una de sus visitas a París, Francisco Madrid se lo presentó a Espía, aceptando Amadeo Hurtado de inmediato su incorporación a los dos diarios. Espía había seguido paso a paso la trayectoria política de Hurtado desde que en su adolescencia Alvaro Botella le hablara de él y de otros grandes políticos catalanes como Lluhí, Corominas o Carner. Para el grupo alicantino de Espía estos hombres representaban el liberalismo más puro y elaborado del país, eran los políticos más avanzados, más relacionados con Europa y, ante todo, el espejo en que debían mirarse el resto de republicanos españoles. La admiración de Espía hacia Hurtado creció aún más cuando el abogado catalán inició desde La Publicidad sus comprometidas campañas en favor de los aliados, campañas que serían reconocidas por el Gobierno francés al otorgarle la Legión de Honor: «Vinieron después los años de la Primera Guerra europea. Yo vivía ya en Valencia. Las luchas liberales en nuestra tierra tenían una expresión viva y activa: la lucha a favor de Francia, de los aliados. Y en esta empresa, un nombre resonaba en Barcelona al lado de otros muchos grandes francófilos: el nombre de D. Amadeo Hurtado»117. Pero es desde su encuentro en París, cuando la personalidad de Amadeo Hurtado va a cobrar verdadera relevancia en la vida de Espía, y no sólo porque fuese él quien le abriese las puertas de los grandes rotativos españoles, sino, sobre todo, porque entre los dos se entabló una relación personal y profesional muy intensa: Como orientador de los periódicos, él estaba atento a mi trabajo de corresponsal en París, yo recibía con mucha frecuencia cartas en las que me hacía indicacio nes, me sugería temas, me pedía aclaraciones de ciertos hechos políticos, examinaba aspectos de la coyuntura internacional y hacía la crítica, siempre benevolente y afectuosa, de las informaciones y comentarios que yo transmitía a los periódicos. Sus cartas, escritas siempre a mano... eran un prodigio de nitidez, de profundidad, de conocimiento de la situación internacional y no exentas de sentido profético. Durante 117
C. Espía Rizo, D. Amadeu Hurtado..., pág. 19.
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muchos años las había guardado como un tesoro hasta que la guerra y el exilio me las hicieron desaparecer118.
Amadeo Hurtado era un profundo conocedor de los avalares de la política nacional e internacional y en 1926 uno de los temas más candentes era la colaboración hispano-francesa para tratar de poner fin al problema marroquí. Contrariamente a lo que opinaban muchos opositores al régimen, Hurtado era firme partidario de esa colaboración, pues pensaba que el contacto de militares españoles y franceses sería muy positivo para nuestro ejército que aprendería en vivo lo que era un ejército disciplinado y sometido sin dubitaciones al poder civil. En uno de sus viajes a París, Espía le dijo que conocía a la persona que había inspirado a Cambó en su propuesta para internacionalizar el conflicto de Marruecos. Hurtado se mostró muy interesado en conocer al personaje en cuestión y los detalles de su plan, porque consideraba que la internacionalización de un problema español ayudaba a la causa liberal, aunque albergaba serias dudas sobre su viabilidad: Nos reunimos una noche los tres a cenar y Don Amadeo le planteó la cuestión y preguntas muy claras y concretas. El intelectual amigo nuestro dio una contestación brillante, pero confusa. Don Amadeo fue haciendo preguntas cada vez más comprometidas hasta el momento que nuestro amigo no sabía ya que decir ante aquella lógica implacable. Recuerdo que el autor de la solución camboniana dejó de hablar de Marruecos y acabó hablándonos del genio español, que él comparaba a un guitarrista, porque la guitarra es ella sola toda una orquesta, y el genio español es un todo integral119.
El personaje a que se refería Espía era Salvador de Madariaga. En los años siguientes sería sucesivamente contratado como redactor y corresponsal internacional de La Voz, El Sol, Crisol, La Calle, Luz y El Liberal de Bilbao. En 1926 inició una colaboración periódica en // Corriere degli Italiani, gracias a la mediación de su amigo el periodista y republicano Aurelio Natoli. Además escribía en los periódicos franceses antes citados y en Hojas Libres, periódico dirigido por E. Ortega y Gasset y publicado en Hendaya, que vino a reemplazar a España con honra como portavoz de los exiliados españoles. Francia, que para los liberales y republicanos españoles era uno de los modelos a imitar, por su cultura, por su sistema político, por su tradición histórica en defensa de la libertad y la dignidad del hombre, por sus logros sociales, por su sistema educativo, se hizo referencia obligada de los escritos de Espía conforme el fascismo avanzaba por toda Europa y hasta en la misma Francia por medio de la Action Frangaise: «Se ve que con Francia no pueden todos los reaccionarios del mundo, todos los fascismos, todas las dictaduras de fuera... Lo que odian de Francia es su república, su libertad, su democracia civil...»120 Una de las cosas que admiraba más del país vecino y, a la vez, más anhelaba para el suyo era el nivel cultural y educacional que había conseguido, especialmente desde la instauración de la escuela única. Consideraba, al 118 119 120
Ibíd., págs. 20-21. Ibíd., págs. 24-25. C. Espía Rizo, El Luchador, 13 de mayo de 1925.
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igual que los regeneracionistas, que los hombres del catorce, imprescindible el acceso igualitario del pueblo a la educación para el progreso general de la nación y acabar de una vez por todas con los privilegios seculares de clase: Empecemos por la escuela única. Ésta será la gran obra de nuestra república de trabajadores y estudiantes. ¡La escuela para el pobre! Es la forma de acabar con esta dramática injusticia de que haya pobres absolutamente pobres y ricos absolutamente ricos. Formaremos en la escuela única la generación que luego acabará con los demás privilegios. Nuestro gran problema empieza en la escuela. Mientras haya en España doce millones de analfabetos sin redención, sufriremos todas las calamidades políticas, nos gobernarán analfabetos con pretensiones121. El ideal republicano que Espía dibuja parcialmente en este artículo, una república de trabajadores y estudiantes, quedaría años después reflejado en el artículo primero de la Constitución de la Segunda República. Para Espía, lo mismo que para muchos republicanos e intelectuales de su generación, no era posible el progreso sin estos dos elementos indisolublemente unidos. La escuela única sería el instrumento de liberación del pueblo español que acabaría con el servilismo, el clientelismo, el miedo, la indolencia y los complejos ancestrales instalados en el cuerpo social de España. Nunca se podría luchar contra la injusticia, la arbitrariedad, la desigualdad y el despotismo con un pueblo adormecido e inconsciente, la escuela, principal arma de la república soñada, sería la encargada de inocular al pueblo el virus de la libertad. De entre la cantidad ingente de personajes curiosos, no relacionadas con la política ni el periodismo, que trató Espía en París, dos al menos le sorprendieron de un modo muy especial. Uno fue Serrail, el héroe de Verdún, al que conoció en 1925 durante el homenaje que el Círculo Interaliado rindió a Blasco en París, homenaje que debió presidir Herriot, aunque a última hora para evitar suspicacias declinara en el propio Serrail y en su Ministro de Educación. Después de aquel acto continuarían tratándose asiduamente en casa de madame Dorian, en cuyo «salón político encuentran amistades cordiales y eficaces los grandes proscritos europeos: Unamuno, Turati, Karoli, Alfonso Costa, Kerensky, Bernardino Machado, E. Ortega y Gasset, Chiesa y otros»122. El otro personaje, con quien solía departir Espía por las calles y cafés parisinos, fue Alejandro Marcereau. Se veían corrientemente en la tertulia de El Camaleón, que se celebraba primero en una taberna de Montparnasse y luego en un café del bulevar Raspail. Mercereau fue el único soldado que no disparó un solo tiro en toda la guerra mundial, aunque estuvo cuatro años en el frente y se había convertido en parte del paisaje humano y urbano de Montparnasse. Espía se sentía muy atraído por este tipo de personas, que retrata constantemente en sus artículos, pues consideraba que su actitud personal ante la vida, llena de romanticismo, constituía un ejemplo de hasta dónde podía llegar la voluntad de un solo individuo en el empeño por mejorar la sociedad. En junio de 1926 Carlos Espía contrajo matrimonio con Rosa Farga Font, a quien había conocido en 1916 en el barrio de Carolinas de Alicante. Abandonó la pensión
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C. Espía Rizo, El Luchador, 1 de agosto de 1925. C. Espía Rizo, El Luchador, 26 de marzo de 1929.
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de la calle Cujas, trasladándose a una vivienda más amplia en la periferia de la ciudad. Rosa Farga era hija de un conocido hombre de negocios alicantino y hermana de uno de sus mejores amigos de la infancia: Armando Farga. A la boda asistieron buena parte de los disidentes políticos españoles con residencia en París. Ese mismo año, el 2 de septiembre de 1926, marcha por unas semanas a Ginebra para cubrir las sesiones de la SDN, en las que debían tratar asuntos extremadamente delicados que afectaban a las relaciones franco-alemanas y por tanto a la paz y la seguridad mundial: en noviembre de ese mismo año Alemania sería admitida en el foro internacional. En sus escritos de esta época se atisba una preocupación cada día mayor por el cariz que estaban tomando los acontecimientos políticos europeos: el fascismo se había impuesto en Italia, algo parecido pasaba en España, en Alemania los partidarios de Hitler crecían sin cesar atraídos por la demagogia nacional-socialista, en Francia la ultraderecha se organizaba en torno a la Action Frangaise, en Hungría el almirante Horthy llegaba al poder escoltado por los cadáveres de su sangrienta represión, lo mismo sucedía en Bulgaria, Polonia y Rumania, formando una gruirnalda de países que actuaban como un cinturón sanitario contra la expansión comunista. Pese a todo, Espía todavía creía que al final las democracias ganarían la partida en los países más desarrollados del viejo continente: «En Francia, en Alemania, en Inglaterra..., pero esos países no son toda Europa, se me dirá. Sí que lo son. Son por lo menos, los que van al frente, los que marcan el paso y la dirección... 1928 es el año de la esperanza»123. En efecto, ese año con la firma del tratado Briand-Kellog en París, gracias al cual un numeroso grupo de naciones renunciaba a la guerra como medio de dirimir los conflictos internacionales, muchos quisieron ver un horizonte más halagüeño de lo que luego sería la realidad. El cinco de abril de 1927 recibió una llamada telefónica de Alvaro Botella anunciándole la muerte de Antonio Rico, el doctor Rico, su maestro y amigo de la infancia y primera juventud. Espía envió un telegrama a El Luchador en el que escuetamente decía: «Beso con dolor orfandad frente nobilísimo muerto inmortal.» La desaparición del doctor Rico supuso una pérdida afectiva tremenda para él: maestro, amigo, consejero, y por encima de todo, un ejemplo de integridad ética: «D. Antonio no fue un político como otros. Fue un maestro de ciudadanía. Fue, como Unamuno, nada menos que todo un hombre. No comprendía al hombre sin una gran elevación moral y cultural... Frente a mi mesa de trabajo tengo su retrato, junto a las de Blasco Ibáñez, Unamuno y otros grandes ciudadanos... Su retrato me ha servido para tenerlo siempre ante mí, para que el recuerdo siga siendo un ejemplo de rectitud en nuestras luchas»124. La fama de Espía había trascendido ya los círculos políticos y periodísticos parisinos y en agosto de 1927 el prestigioso periodista Alfredo Muñoz le dedica un amplio reportaje en El Heraldo de Madrid, periódico del que era corresponsal internacional. En el mismo, entre otras cosas, se decía:
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C. Espía Rizo, El Luchador, diciembre, 1927. C. Espía Rizo, El Luchador, abril de 1927.
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Su intensa labor de muchos años en los principales periódicos españoles; sus altos ideales democráticos siempre reflejados, y gallardamente, en el trazo enérgico y vibrante de su pluma, y la bondad y sencillez de su carácter simpático y cariñoso, han obrado de fuerza más que suficiente para rodearle de amigos y lectores que saben apreciar en todo su valor el talento positivo de este admirable periodista. Vaya mi abrazo más ferviente hacia su vigorosa y pujante pluma bañada en los más puros ideales que no conocieron nunca el egoísmo, ni aspirarán nunca al medro personal, para rendirle el tributo que su honradez profesional, su exquisito estilo literario y su hombría de bien merecen125.
Hasta este momento habían sido periódicos valencianos y alicantinos los que, preferentemente, se habían ocupado de sus andanzas y quehaceres en París, desde ahora será la prensa nacional la que esté atenta a su vida, ya que sus actividades parisinas eran ya conocidas por todos los liberales españoles. 3.2.3.2.
Los últimos días de Blasco Ibáñez
Ese año, 1927, Poirot organizó el homenaje universal a Victor Hugo, pero antes de dar a conocer sus intenciones a la prensa, quiso contar con la anuencia y el apoyo de Herriot y Blasco Ibáñez; ambos, que guardaban una vieja amistad y compartían ideales y gustos literarios, se sumaron con entusiasmo. Espía cuenta que Herriot había pasado de llamar a Blasco querido maestro a decirle querido protector, porque había intervenido cerca de las grandes compañías cinematográficas norteamericanas para que llevasen al cine la biografía de Beethoven que el político francés había escrito. Poirot encargó a Blasco que escribiera un discurso para el homenaje que tendría lugar en el Trocadero. Unos días antes se desplazó de Mentón a París, se alojó en el hotel Claridge y allí en compañía de Espía, redactó el escrito que luego habría de leer en la que sería su última aparición pública, en diciembre de 1927: D. Vicente se alojó en el hotel Claridge y observando las maravillas de París dijo: no he venido a París para trabajar, sino para descansar... No tengo un sólo libro de consulta. Y debo hacer el discurso de Victor Hugo. Claro que recuerdo toda su obra de memoria... . Para no cansarme la vista dictaré el discurso. Y al día siguiente llevé la máquina de escribir al saloncito del maestro. Blasco Ibáñez me esperaba ya. No estoy para nadie... Vamos a trabajar, si hay algo que no entienda escriba una cosa parecida pero no me interrumpa... Luego corregiremos y comenzó: Cuando en España existía la libertad para la palabra y la pluma, dije en una conferencia: el más grande poeta español del siglo XIX: he nombrado a Victor Hugo. Como reliquia guardo la hoja de notas que había tomado Blasco íbáñez y las cuartillas corregidas por él»126.
Unos meses después Espía y Artemio Precioso, que habían asistido al homenaje del Trocadero, escribieron sendos artículos, coincidentes entre si, en los que afirmaban que aquel día habían percibido la clara sensación de que Blasco se encontraba en 125 126
A. Muñoz, El Heraldo, Madrid, agosto de 1927. C. Espía Rizo, El Luchador, 31 de diciembre de 1927.
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los últimos días de su vida. Desde 1924 Espía fue la persona en quien Blasco Ibáñez tenía depositada más confianza. Tuvo varios secretarios particulares en Mentón, casi todos ellos valencianos: Rafael Dorotte, José Díaz, Carlos Linares y Abel García Azorín, pero lo fueron para cuestiones domésticas y literarias. En Espía, sin embargo, confiaba plenamente. Blasco compartió con Espía cosas que con ningún otro habría compartido, por eso, hoy, reconstruir los cinco últimos años de la vida del escritor valenciano sería tarea incompleta sin tener en cuenta su relación con Espía, apenas mencionada en las biografías hasta ahora existentes. En realidad, Blasco había viajado a París en unas condiciones poco aconsejables; se le veía cansado, ojeroso, meditabundo, más delgado que de costumbre, parecía como si la vejez se le hubiese echado encima de golpe. Es Artemio Precioso quien nos suministra información sobre los días finales de Blasco Ibáñez y sus proyectos inmediatos, todavía rebosantes de ilusiones y ganas de vivir: hace apenas quince días le despedíamos Espía, el Dr. Luna y yo tras una permanencia de dos meses en París. Precisamente la tarde en que tomó el tren, nos habló a Espía, al Dr. Luna y a mí, durante más de dos horas seguidas de su entusiasmo por un nuevo periódico, cuya fundación ya le había popuesto yo aquella misma tarde, y que él, por tener pensada otra idea igual o parecida, hacía bastante tiempo, acogió con todo el entusiasmo de su gran corazón. Él mismo le había dado el título: Literatura, revista universal... Y su entusiasmo llegaba en esta proyectada aventura a tal punto que pocos días después de marcharse, como no tuviera noticias nuestras, escribió una carta a Espía, quizá la última que él haya redactado, preguntándole si es que habíamos desistido o nos habíamos enfriado... Durante los meses que ha estado en París, tanto Espía como yo le veíamos a diario. A veces nos regañaba como a chicos: Toda la tarde hablando y fumando. Fumando casi sin cesar y diciendo tonterías121.
Blasco tenía diagnosticada desde hacía tiempo una diabetes, que en los últimos meses se había agravado afectándole el ojo derecho. A mediados de enero comenzó a correr el rumor de un empeoramiento general de su enfermedad, cosa que parece no fue enteramente cierta, pues unos días antes de su fallecimiento Carlos Espía enviaba una carta a El Luchador en la que describía de este modo su estado de salud: «La enfermedad de D. Vicente no es grave de momento. Ha tenido varias hemorragias en el ojo derecho, por el que ve poco, pero su estado general es bueno, y si se somete al régimen que le han dictado los médicos no hay peligro... Lo malo es que con su naturaleza de hombre fuerte llegue a olvidar los consejos de los médicos...»128 Y en efecto, debió olvidarlos bien pronto pues la carta de Espía se publicó en El Luchador el día 28 de enero de 1928, fecha de la muerte de Blasco, al mismo tiempo que un telegrama enviado por el mismo Espía en el que comunicaba el trágico suceso: «El Luchador. Alicante (Espagne). Mentón 29, 9.5. Maestro falleció a las tres de la madrugada. Gracias. Secretario.» El velatorio y entierro tuvieron lugar en MentonGaravan, acudiendo muchos exiliados españoles y una nutrida representación de au-
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A. Precioso, El Día, 1 de febrero de 1928. C. Espía Rizo, El Luchador, 30 de enero de 1928.
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toridades francesas que le rindieron honores militares. Desde la cámara mortuoria hasta el coche fúnebre, el féretro fue llevado por los periodistas Julio Just, Ortega y Gasset y Carlos Espía, quien, ya en el cementerio, pronunció un discurso glosando la figura, los ideales y la obra del fallecido y leyó un artículo necrológico especialmente enviado por Indalecio Prieto129. Días más tarde, Espía escribía un artículo en El Luchador ensalzando la personalidad de Blasco y prometiéndose, como acto simbólico, hacer todo lo posible para trasladar sus restos al cementerio civil de Valencia: Blasco Ibáñez ha muerto en el destierro. En esta tierra francesa que tanto amó, hemos dejado la reliquia de su cadáver. Toda su vida luchó por nuestros ideales con el fervor de su alma romántica, con el valor del hombre dispuesto a todos los sacrificios. Si su obra de escritor le reserva la inmortalidad literaria, su obra ciudadana eleva ante nosotros la figura del hombre, del defensor de la libertad, del revolucionario. Su vida fue un ejemplo pero su muerte lo es también. Nos obliga a rescatar su cadáver, a devolverlo a tierra de España cuando sobre ella triunfe la república. Yo vi su cadáver, lloré junto a él y lo acompañé en vuestro nombre hasta el cementerio de Mentón. Juramentémonos para traerlo muy pronto al cementerio civil de Valencia...130
Tras la muerte de Blasco Ibáñez, regresó a París para continuar con sus tareas periodísticas y políticas, siempre íntimamente unidas. A principios de mayo marchó a Alemania, cuya situación interna atravesaba por una coyuntura muy delicada, para informar de las elecciones que darían la victoria a la coalición de los socialdemócratas con el centro y la derecha y situaría en el poder al canciller Muller. En septiembre de 1928 viajó a Ginebra para asistir al nuevo período de sesiones de la SDN, en el que debatirían diversos aspectos del plan Briand-Kellog y las adhesiones al mismo de nuevos países. Su opinión respecto al organismo internacional es, ya, bastante más crítica y desesperanzada al comprobar los derroteros mezquinos en que se desenvolvía el Organismo. El espíritu fraternal e internacionalista había sido sustituido por otro de enfrentamiento y de pugna entre los distintos intereses nacionales: En los primeros años de la SDN, los funcionarios de Ginebra ofrecían ejemplo admirable de su independencia e imparcialidad. (Últimamente) los gobiernos quieren situar, en los altos cargos, a representantes auténticos de su política como centinelas avanzados de sus cancillerías. Un nacionalismo peligroso empieza a sustituir a aquel espíritu internacional. Unos artículos de Salvador de Madariaga en el Times han denunciado el ataque de la carrera contra el internacionalismo de Ginebra...131
3.2.3.3. Homenaje en Alicante El 26 de octubre de 1928 moría Juan Botella, director de El Luchador y uno de sus amigos más queridos. Botella estaba, cuando le sobrevino la muerte, inmerso en la organización de un homenaje que los republicanos alicantinos, y de toda España, 129 130 131
Carta de Indalecio Prieto a Libertad Blasco Ibáñez, 26 de agosto de 1942, APCE, Alicante. C. Espía Rizo, El Luchador, 13 de febrero de 1928. C. Espía Rizo, El Luchador, 19 de septiembre de 1928.
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iban a rendir a Carlos Espía en el Círculo Republicano de Benalúa. El homenaje estaba motivado por el conocimiento, cada vez mayor, que tenían sus correligionarios de sus éxitos periodísticos y de lo mucho que estaba trabajando por los exiliados y por el advenimiento de la república. Comenzó a gestarse en abril de 1928 por los hermanos Alvaro y Juan Botella, al mismo se fueron sumando los círculos republicanos de la ciudad: «Sr. Director de El Luchador: Tengo el gusto de manifestarle que este círculo, recogiendo gustoso la idea de D. Alvaro Botella, ha acordado adquirir una ampliación de D. Carlos Espía y colocarla en el salón junto a la de nuestros caudillos Blasco Ibáñez y el Dr. Rico. Al mismo tiempo, ampliando la idea, tenemos el propósito de organizar una velada homenaje a D. Carlos Espía, a cuyo efecto invitamos a varios correligionarios para que ocupen esta tribuna...»132 En el mismo periódico se anunciaba que en el homenaje intervendrían Milego Inglada, Castrovido, Unamuno, Selles, Llopis, A. Pascual y M. Domingo, y que le dedicarían un número extraordinario. A la altura de 1928 el prestigio de Espía entre sus paisanos había llegado a uno de sus puntos máximos gracias a las informaciones que puntualmente publicaban los periódicos alicantinos y a los artículos que él mismo escribía para los principales y más prestigiosos diarios del país. Para los republicanos lucentinos empezaba a convertirse en una especie de mito, era a la vez su máxima esperanza de cara al futuro y un hombre cuya conducta debía servir de ejemplo para todos, de ahí que su fotografía fuese colocada en los círculos republicanos de la ciudad junto a la de dos prohombres como Blasco Ibáñez y el doctor Rico, y que se le dedicase un homenaje de tanto relieve. El acto se celebró, sin la presencia del agasajado, en el salón de actos del Círculo Republicano de Benalúa: «Nunca en nuestra ya larga vida periodística, hemos experimentado satisfacción tan grande como la sentida el último sábado. De manera solemne y cordial celebróse el homenaje anunciado a nuestro fraternal camarada Carlos Espía, quien es para los republicanos alicantinos un símbolo... Además hijo de su labor, ha subido a las más altas cumbres de la política y el periodismo, por la escalera de honor del indiscutible mérito y de la honradez inmaculada...»133 La mesa presidencial estaba compuesta por el poeta Salvador Selles en lugar preferente, el presidente del Círculo, A. Biedma, V. Marco Miranda, Alvaro Botella, Francisco Puig Espert, Manuel Espía y Rafael Rizo. Se leyeron una enorme cantidad de adhesiones entre las que destacaban las de Roberto Castrovido, Marcelino Domingo, el doctor Cátala, Cándido Amat, Sigfrido Blasco, Ciro García Natividad, E. Raneli, Adolfo Pizcueta, Sánchez Perales y Alejandro Lerroux, quien envió en su representación a su secretario personal Antonio Sánchez. Hicieron uso de la palabra F. Puig Espert, catedrático de instituto de Valencia, quien hizo un panegírico de Valentín Carrasco; Marco Miranda que afirmó «que el homenaje que hoy le tributan los alicantinos es una anticipación del que un día no lejano le rendirá la patria por lo mucho que está haciendo por su resurgimiento»134; Alvaro Pascual Leone, Lorenzo Carbonell, Alvaro Botella
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El Luchador, 17 de abril de 1928. El Luchador, diciembre de 1928. Ibíd.
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y Salvador Selles, cuya intervención es buena prueba de la consideración y alta estima que Espía había alcanzado: «Entre vosotros nació el águila que hoy vive en la cumbre más alta de la tierra: que hoy resplandece en París... la capital del mundo... El águila nuestra está en París, civilizado y bueno. De ese volcán de luz y amor, desde el cual surgen las llamas más fecundas de la humanidad; de esas llamas, una de esas chispas más brillantes, es vuestro hijo Carlos Espía»135. El homenajeado envió unas cuartillas que fueron leídas por Marco Miranda, en ellas aludía a Renán y a una leyenda bretona que le inspiró un relato sobre unos moros que en la noche oían las campanas de una isla sumergida en el mar, lo que comparaba con el devenir de la vida de los hombres; también aludía Espía a los recuerdos de su infancia en Benalúa, para terminar diciendo: «tengo la convicción de que la república salvará a España. Y tengo la ambición de que Alicante contribuya con un esfuerzo máximo a que España se salve. Pero la república puede ser una desilusión si no sabemos organizamos en una verdadera democracia. La república puede ser un engaño si no la hacemos con nuestro esfuerzo y nuestros sacrificios, laica y civil...»136 Paralelamente, desde primeros de diciembre, pero sobre todo los días catorce y quince, El Luchador publicó una ingente cantidad de artículos en los que personalidades tan diversas como Marcelino Domingo, Miguel de Unamuno o Rafael Altamira expresaban su admiración por el periodista alicantino. Miguel de Unamuno, desde Hendaya, escribió lo siguiente: «A nuestro Carlos Espía con quien me une más, mucho más que comunión de ideales, y es un afecto amistoso y estrecho. Aunque no lo conocí hasta llegar a París, hace ya tres años, es uno de mis mejores amigos, de tal modo que me parece de los más antiguos y como si lo tuviera de tal aún desde antes de haber nacido. Cuanto le diga en alabanza de ese admirable mozo quedará por debajo de lo que siento»137. Unamuno rompió para esta ocasión su promesa de no escribir nada en ningún periódico español mientras hubiese una dictadura en España. Otro de los que se sumaron al reconocimiento público de Espía fue Rafael Altamira, quien todavía no le conocía personalmente: Mi cooperación al homenaje que El Luchador rinde a Carlos Espía no puede ser más objetiva. Es la de un lector que juzga la obra de un escritor sin tener la menor idea respecto a la persona de éste... y tal como soy me complazco en decir que admiro la independencia de juicio, la claridad y brío en la expresión y la idealidad liberal, a prueba de ansias y rectificaciones que caracterizan la obra periodística de Espía... Envío a Espía el testimonio de mi sincero agradecimiento por los muchos ratos de alto placer intelectual que sus escritos me procuran...138
Por su parte, el crítico Andrenio, que ya había comentado la obra de Espía, afirmaba: «Tengo a Espía por uno de los más inteligentes corresponsales españoles en el extranjero y por un excelente periodista, llamado a colocarse en primera fila de nuestros grandes diarios»139. En parecidos términos escriben Castrovido, Domingo, E. Or135 136 137 138 139
S. Selles, El Luchador, diciembre de 1928. El Luchador, diciembre de 1928. Ibíd. Ibíd. Ibíd.
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tega y Gasset, I. Prieto, Rodolfo Llopis y una larguísima lista que sería prolijo contar. La cantidad, calidad y heterogeneidad de los participantes en el homenaje atestiguan la relevancia adquirida por Espía en los medios políticos y periodísticos del momento. El evento fue ampliamente recogido por la prensa local y nacional, sumándose muchos diarios al mismo. El periódico conservador alicantino El Día publicaba esta reseña: Los benaluenses han dedicado un merecido homenaje al escritor alicantino de recia personalidad, Carlos Espía, quien nació en aquel poético y populoso barrio. Carlos Espía es un espíritu fuerte, que luchó con denuedo haciendo frente a las contrariedades de la vida, y venció porque tiene talento y corazón, y puso todos sus amores en el ideal que le sirve de guía. Con menos trabajo que él, los aprovechados de la política, destacaron su personalidad en los pueblos, y al mismo tiempo se aprovecharon del botín, haciendo el zorro y vendiendo a sus maestros. Carlos Espía recorrió dignamente el calvario de espinas y logró lo que deseaba, lo que era una quimera para él, sin doblegarse como un vulgar lacayo...140
Amanecer, de Elche; Idella, de Elda; Diario de Alicante; El Pueblo y Las Provincias, de Valencia; El Liberal, de Bilbao; La Voz, El Liberal y El Heraldo, de Madrid; y El Progreso y La Publicidad, de Barcelona se adhirieron en términos igualmente encomiables al referido homenaje. Uno de los rasgos más llamativos de la personalidad de Espía fue su independencia de criterio. A lo largo de su vida tuvo como maestros a hombres de fuerte carácter, que contribuyeron a formar su personalidad. Conoció a muchas personalidades de la política, las letras o el arte, pero siempre supo distinguir entre la popularidad y la calidad humana y política de aquellas personas a las que siguió. Nunca se dejó intimidar por el renombre o la fama de un determinado personaje, sino que buscaba siempre su integridad, capacidad y bondad. Su mocedad republicana coincidió con el segundo apogeo político de Lerroux; Blasco Ibáñez y Félix de Azzati, dos hombres con los que convivió, a los que quiso y que marcaron positivamente su vida, eran amigos de Lerroux, incluso durante algún período compartieron proyectos e ideales, sin embargo Espía se sentía mucho más atraído por la entonces oscura personalidad de Manuel Azaña, a quien sólo conocía por sus escritos. Nunca le gustó Lerroux a pesar de vivir en tiempos de lerrouxistas y rodeado de ellos: «Una de mis mayores satisfacciones es no haber sido nunca lerrouxista, no haber creído nunca en el republicanismo de ese magnífico salteador de revoluciones que se llama Alejandro Lerroux»141. En efecto, Espía nunca confió en la sinceridad de Lerroux, por ello, y tal vez influido por el doctor Rico, nunca aceptó el liderazgo que la Asamblea de la Democracia le había otorgado dentro del republicanismo nacional; para él Lerroux había instrumentalizado la citada Asamblea con el objeto de «hacer un inventario de las fuerzas republicanas para ver cuánto daba por ellas la monarquía»142. La mayor prueba de la dudosa trayectoria republicana de Lerroux estaba en su actividad revo140 141 142
El Día, 18 de diciembre de 1928. V. Ramos, Historia parlamentaria..., pág. 302. C. Espía Rizo, El Luchador, sin fecha, APCE, Recortes de prensa, Alicante.
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lucionaria, dedicada a cosas tan sorprendentes como proponer la reorganización del Estado Mayor, solicitar un aumento de sueldo para los curas rurales, contribuir a la supresión del Jurado en Barcelona, oponerse al debate de las responsabilidades en el Congreso y asegurar que no le temblaría el pulso si, llegado el momento, tuviese que firmar penas de muerte. La relación de Espía con Unamuno seguía siendo íntima y cordial y discurría por las mismas pautas establecidas desde que Unamuno abandonó París. Espía le escribía con frecuencia contándole las actividades de los exiliados españoles, las últimas novedades de España y, de vez en cuando, se desplazaba a Hendaya para visitarlo; por su parte Unamuno le enviaba artículos y manifiestos al país, que Espía se encargaba de introducir en España por los canales habitualmente empleados. En este sentido Espía fue el principal difusor en España de los escritos de Unamuno en el exilio: «He recibido su artículo A mis hermanos de España, presos en ella» y su carta... Para que todos conozcan su recomendación de reproducir y divulgar su artículo, he hecho a máquina copias de su carta, que es bellísima, y no he querido guardar para mí sólo. A cada hoja impresa añado una copia de su carta, con encargo de que la reproduzcan igualmente. Todas sus palabras, todos sus escritos de destierro deben ser conocidos en España, y yo contribuiré en cuanto pueda a esa propaganda, como hice siempre»143. Espía y Unamuno se quejan amargamente, y se lo hacen saber a madame Menard, del escaso apoyo que encuentran en la prensa francesa, cada vez más remisa a publicar escritos críticos respecto a la situación española y dispuesta a hacer la política «que les dan hecha desde el Quai d'Orsay, que es de complacencia absoluta con todos los poderes constituidos, cualquiera que sea su origen ilegal y la injusticia o vileza de sus procedimientos»144. 3.2.3.4. De la conspiración de Valencia a la revolución de 1930 A mediados de 1928 los exiliados españoles, de acuerdo con los dirigentes de Alianza Republicana y otros disidentes del interior, habían comenzado a concebir la posibilidad de promover un golpe de fuerza contra la Dictadura. Los fracasos de junio y noviembre de 1926, en cuya preparación habían participado, les habían hecho desistir de intentos similares hasta entonces. Además en el seno de Alianza Republicana había dos tendencias respecto a la estrategia a seguir: estaban los que confiaban en las fuerzas armadas como única posibilidad para acabar con la Dictadura, y los que creían en un movimiento civil145. Sin embargo, en 1928 se respiraba otro aire, la consolidación de las opciones progresistas en Alemania, Francia e Inglaterra, les animaba en la lucha contra el régimen militar español. La disidencia en el interior de España,
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Carta de Espía a Unamuno, 25 de enero de 1928, CMMU, E2/16, Salamanca. Ibíd. 145 J. Aviles Parré, La izquierda burguesa en la Segunda República, Madrid, Espasa Calpe, 1985, páginas 38-42. 144
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incluso dentro de las filas monárquicas, crecía día a día, lo mismo entre los civiles que entre los militares. Por un lado los Alba, Alcalá Zamora, Ossorio y Gallardo, Villanueva o Sánchez Guerra, cada uno con sus razonamientos y sus motivaciones más o menos claras, ansiaban el retorno de los partidos y la instauración de un sistema parlamentario; por otro, los militares andaban muy divididos: mientras los africanistas estaban satisfechos con la política seguida por Primo de Rivera, los artilleros seguían disconformes con el sistema de ascensos por méritos de guerra que les ignoraba, y algunos generales de talante liberal como Weyler, Aguilera, López de Ochoa, Batel o coroneles como Segundo García, se oponían frontalmente a la permanencia indefinida en el poder del dictador y a sus crecientes y arbitrarias prerrogativas146. El descontento había llegado también a la Universidad, ámbito por excelencia de la actividad política de la mayoría de los integrantes de Alianza Republicana y lugar donde las protestas alcanzaron mayor intensidad: el incipiente movimiento estudiantil iba a decantarse mayoritariamente por movilizarse contra la Dictadura. Al mismo tiempo, un número sustancial de republicanos había llegado a la conclusión, partiendo del programa mínimo de Alianza Republicana, de que en tal coyuntura sería buena la colaboración de todas las fuerzas opuestas al régimen para intentar aproximar su final. El asunto no era fácil, pues aunque había un mínimo común denominador, las intenciones finales de cada grupo eran discordantes. Entre los monárquicos disidentes Santiago Alba encabezaba a un sector que seguía creyendo en las posibilidades de regeneración de la monarquía alfonsina; Ossorio y Gallardo, Sánchez Guerra y Villanueva se movían entre la incertidumbre de ser monárquicos sin rey y la opción republicana, mientras que Miguel Maura y Alcalá Zamora parecían haber dado un paso al frente y se vinculaban a posiciones próximas a un republicanismo moderado. Entre los republicanos se aceptaba la colaboración con los monárquicos decepcionados, pero el objetivo irremmciable de su programa pasaba por el cambio de régimen en España. Por su parte las organizaciones obreras, —no se debe olvidar la actitud seguida por el Partido Socialista y la UGT durante la Dictadura—, a la altura de 1928 veían con buenos ojos la caída de la monarquía, pero no como una meta definitiva sino como un paso más en el camino hacia su objetivo final. El general Aguilera aparecía como jefe militar de la conspiración, mientras que José Sánchez Guerra era el elemento civil más destacado. Aguilera contaba con el apoyo de varios generales, de los artilleros y varias guarniciones de Levante y del sur de España, Sánchez Guerra representaba a buena parte de los opositores a la Dictadura. El movimiento empezaría en Valencia, ciudad que tenía una clara tradición republicana y cuyo capitán general, Castro Girona, había dado pruebas suficientes de disconformidad con el régimen. Mientras que las tropas leales se encargaban de reprimir la rebelión en la periferia, el general Aguilera encabezaría la sublevación en Madrid haciéndose con los principales centros de poder de la nación. Así las cosas, a finales de 1928 José Sánchez Guerra, instalado en el hotel Cayre's, había decidido involucrarse en el movimiento y preparaba en París los últimos detalles del plan con
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S. G. Payne, Los militares y la política..., págs. 233-263.
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los exiliados españoles, con un objetivo común: la instauración en España de un régimen auténticamente constitucional. En Madrid, por medio de Villanueva, había dicho a sus amigos y conocidos que iba a emprender un viaje para acudir en Mentón a la celebración del primer aniversario de la muerte de Blasco Ibáñez y así despistar «a la policía de la libre Francia, puesta vergonzosamente al servicio de la Dictadura española»147. Lo primero que hace es entrevistarse con Santiago Alba, quien intentó disuadirle de su empeño argumentando que los apoyos eran poco consistentes y que el método utilizado no era el apropiado para la situación española, «piénselo bien, don José —le dice suplicante. Ya lo he pensado bien. No pretendo que me siga nadie. Allá cada cual con su dignidad»148. Alba pensaba que se debía esperar a que la fruta estuviese suficientemente madura, para, entonces, a través de la negociación obtener del monarca cuanto solicitasen. Los razonamientos de Alba no lograron doblegar la determinación del ex-jefe conservador, que «auxiliado muy acertadamente por Carlos Espía y Juan Manteca, trabajaba entusiasmado por reunir elementos suficientes para dar a la Dictadura el golpe de muerte»149. Espía, que había ingresado en la masonería en 1922, logró la colaboración de dos de las logias más activas de España, Patria Nueva y Federación Valentina, a la que él mismo pertenecía150. Aunque Sánchez Guerra también creía que la organización del movimiento era deficiente, que no estaba lo suficientemente elaborada, pensaba que si se echaba atrás todos le responsabilizarían de su fracaso151. En Madrid, Francisco Villanueva, hombre de confianza de Sánchez Guerra, había quedado como jefe de la rebelión y enlace entre éste, los militares confabulados y las demás fuerzas comprometidas con el movimiento: Alianza Republicana y los sindicatos. El general Aguilera le había hecho saber que desconfiaba de Castro Girona pues le había sondeado y sus respuestas habían sido absolutamente confusas: Primo de Rivera, apercibido de lo que se urdía, se trasladó a Valencia para asegurarse la lealtad del Capitán General, al que además hizo ver la posibilidad que tenía de ocupar el Alto Comisariado de Marruecos, puesto que apetecía hacía años152. A pesar de todo, Sánchez Guerra no dio importancia a la información y siguió adelante con los preparativos, confiando en que su capacidad de persuasión fuese suficiente para convencer a Castro Girona. Por otra parte, el general López Ochoa, exiliado en Bélgica, debía ser el encargado de dirigir la sublevación en Barcelona, pero no sabía cómo conseguir un visado que le permitiera entrar en España. Después de muchos intentos infructuosos, se puso en contacto con Espía a quien planteó el grave problema que le acuciaba, pidiéndole que le proporcionase la documentación necesaria para atravesar Francia y entrar en
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R. Sánchez Guerra, El movimiento revolucionario de Valencia, Madrid, 1930, pág. 85. C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez..., pág. 82. 149 Ibíd. 150 M. D. Gómez Molleda, La masonería en la crisis española del siglo XX, Madrid, 1986, páginas 43-79. 151 C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez y..., pág. 85. 152 S. G. Payne, Los militares y la política..., pág. 253. 148
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España. Inmediatamente Espía se dirigió a casa de su amigo Dura, que por entonces tenía un negocio de frutas, le contó lo que ocurría y se pusieron manos a la obra. Necesitaban buscar a un hombre que tuviese una contextura física parecida^ la del General, tras muchas cavilaciones se fijaron en un valenciano que trabajaba en el negocio de Dura y semejaba tener la edad de Ochoa, «mientras se encontraba trabajando en el almacén, le registraron los bolsillos de la americana y sustrajeron la cartera. Contenía, en efecto, el pasaporte —que luego fue puesto en condiciones—, la cédula personal y hasta un certificado de nacimiento y una fe de soltería. Tenía razón Espía cuando al entregar los documentos al general le dijo: con ellos puede usted hasta casarse»153. Los últimos pormenores del movimiento se acordaron en una reunión celebrada en casa de Marcelino Domingo a la que acudió el Comité de Alianza Republicana en pleno, a excepción de Alejandro Lerroux que justificó la ausencia alegando estar enfermo en París. Allí se decidió que las fuerzas comprometidas en el movimiento debían sublevarse al mismo tiempo para evitar que ocurriera lo mismo que en 1926. Aunque no pudieron obtener tampoco el compromiso firme de Castro Girona, resolvieron seguir adelante, fijando la fecha para el día 28 de enero de 1929, una vez que se contaba con el apoyo de «veintiún regimientos de artillería y no escasas fuerzas de otras armas, infantería y aviación principalmente, así como varios generales de reconocido prestigio»154. Tomada la determinación de seguir adelante, Villanueva la comunicó a París junto con las últimas instrucciones. Acto seguido Carlos Espía habló con Marco Miranda para encargarle que viese la posibilidad de conseguir un barco para trasladar a determinadas personas a Valencia. Miranda se puso en contacto con varios armadores valencianos que le mostraron sus reticencias ante una empresa de esa envergadura. Cuando más desanimado estaba, el abogado republicano Pedro Vargas le dijo que conocía a un armador apellidado Mico, republicano y persona en la que se podía confiar, que tenía un barco de mil quinientas toneladas, el «Onsala», a punto de salir rumbo a Marsella y Séte, y que posiblemente estaría dispuesto a involucrarse en el movimiento. A las pocas horas se reunieron los tres en casa de Vargas, explicaron a Mico los detalles de la operación y lo que esperaban de él, una vez enterado, el armador dio su entera conformidad y aceptó el encargo que se le hacía. Inmediatamente Marco Miranda comunicó a Espía el acuerdo a que habían llegado. El día 25 de enero de 1929 José Sánchez Guerra y Carlos Espía salieron de París en dirección a Marsella, la policía francesa había mordido el anzuelo y creía que iban a Mentón. Llegaron a la ciudad al día siguiente por la mañana, permaneciendo7toda la jornada en casa de un amigo de Mico, al atardecer continuaron viaje rumbo a Séte, ciudad a la que arribaron a las doce de la noche sin que hubiese rastro alguno del «Onsala», aunque si del armador que se había desplazado hasta allí por si ocurría algo inesperado. Y en efecto ocurrió: un violentísimo temporal en el golfo de Rosas había impedido que el barco llegase al destino acordado, Mico trató de convencerles de que
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V. Marco Miranda, Las conspiraciones..., pág. 85. Ibíd., págs. 85-89.
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podían pasar la frontera en su coche, ya que tenía amigos en la frontera que «facilitarían el trance»155. Ante la rotunda negativa de Sánchez Guerra a pasar de matute, les recomendó que se trasladaran a Port Vendres comprometiéndose a hacer llegar el «Onsala» a esa ciudad fronteriza aun a riesgo de que zozobrase. Se puso en contacto radiofónico con el Capitán del navio y lo apremió a que de cualquier manera estuviese en el citado puerto antes de las tres de la mañana del día 27 de enero, sin considerar para nada el estado de la mar. Los dos conspiradores aceptaron la propuesta y marcharon en ferrocarril a su nuevo destino, llegando hacia las tres de la madrugada. Como la estación distaba tres kilómetros de la ciudad tuvieron que hacer el trayecto a pie en una noche fría y desapacible, bajando «la pendiente desde la estación al puerto, resbalando sobre la nieve y zarandeados por el vendaval de los Pirineos»156; posteriormente, José Sánchez Guerra comentó a su hijo Rafael que aquella noche lo pasó tan mal que estuvo a punto de abandonar y darlo todo por perdido, pero que gracias a la ayuda de Espía, que le dio ánimos y cargó con todo el equipaje, siguió adelante, «si yo tengo que hacer aquel recorrido llevando mi maleta me siento encima de ella, me pongo a llorar y allí termina toda la aventura»157. Como el Onsala no había llegado decidieron esperar en el hotel Commerce. Mediado el día el barco apareció en el puerto, «Espía y mi padre subieron a bordo, dándose a conocer al capitán Urrutia. A la caída de la tarde el barco se hizo nuevamente a la mar. Mi padre había realizado el viaje admirablemente, leyendo o charlando todo el rato con Espía... Si hubiera habido muchos Mico y muchos Espía en Valencia, lo mismo entre los militares que entre los civiles, el giro del movimiento probablemente hubiese sido otro»158. El ex Presidente del Consejo de Ministros ocupó el camarote del Capitán del barco haciéndose pasar ante la tripulación por enfermo, cosa que quedó pronto desmentida al llegar la hora de la comida: «Pide un gran tazón de café con leche, unas tostadas con manteca, un par de huevos pasados por agua, otro par de huevos pasados por agua, más tostadas y algo de fruta»159, al ver la voracidad del enfermo el muchacho que le servía exclamó: «Recordons en el senyoret malalt. Si arriva a estar bó ens deixa a tots sense menchar»160. Antes de partir habían convenido con Mico que si al encarar la bocana del puerto de Valencia divisaban una barca con unas lucecitas encendidas no debían seguir adelante, darían media vuelta y marcharían sobre lo andado, pero no fue así y a las diez y media de la noche del día 29 se encontraban instalados en la casa del armador en la calle Conde de Altea de Valencia. Mico había regresado a Valencia en automóvil para ultimar los preparativos del golpe junto a Marco Miranda, Pedro Vargas, Rafael Sánchez Guerra y el comandante Montesinos. Mientras tanto el general Castro Girona seguía dubitativo, provocando con su actitud un agrio debate entre los conspiradores sobre quiénes deberían encabezar o iniciar la intentona, si los
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C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez y..., pág. 87. Ibíd., pág. 88. R. Sánchez Guerra, El movimiento revolucionario..., págs. 85-90. Ibíd. C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez y... pág. 89. Ibíd.
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militares o los sindicatos. Montesinos y otros oficiales pensaban que debían ser estos últimos, por su parte Sánchez Guerra, Miranda y Espía estaban convencidos de que de ese modo todo acabaría en una algarada sin la menor trascendencia. Todo debía hacerse tal y como se había planeado y el primer paso deberían darlo los militares. Cuando las dudas sobre la viabilidad de la operación eran más intensas, aparecieron, muy alterados, dos artilleros procedentes de Ciudad Real, el capitán Reixach y el teniente Cárdenas, afirmando que estaban de acuerdo con los artilleros de Valencia y por tanto el movimiento debía seguir adelante, aunque estimaban imprescindible la presencia de José Sánchez Guerra. En la madrugada del día 29 al 30, Sánchez Guerra y Espía se presentaron en el Quinto Ligero de Artillería, siendo recibidos con una clamorosa ovación por los oficiales allí destinados; ante la insistencia de los congregados Sánchez Guerra arengó a la tropa, terminando su intervención con un «¡Abajo la monarquía absoluta!» En medio del entusiasmo general suscitado por las palabras del viejo político, se volvió a plantear por un grupo de oficiales la necesidad ineludible de contar con el Capitán General para seguir adelante, ante lo cual Sánchez Guerra escribió una carta que se encargaron de llevar a su domicilio el teniente Benedicto y Carlos Espía. Una vez allí les abrió la puerta su señora, se saludaron cordialmente, y visiblemente nerviosa les advirtió que el General no podría recibirlos puesto que estaba encamado con treinta y nueve grados de fiebre, a lo que respondió Espía, bastante enojado, de la siguiente manera: «Lo lamentamos, pero comprenderá usted, señora, que cuando nos presentamos aquí a estas horas es por algún motivo que debe ser conocido del señor Castro Girona, aunque esté atacado de fiebre»161. Insistieron un buen rato con argumentos cada vez más contundentes, pero la negativa de la esposa del General, que estaba muy contenta con la promesa que le había hecho Primo de Rivera de presentarle a la Reina, no tenía fisuras y la entrevista no pudo realizarse. Hacia las siete de la mañana, los comandantes Soler y Montesinos habían decidido todo por su cuenta, saldrían a la calle con o sin la presencia de Castro Girona y avisarían a los sindicatos para que de inmediato convocasen una huelga general. Con tal decisión consumada, Espía, Vargas y Miranda se dirigieron a la redacción de El Pueblo, llamaron a Azzati, quien se presentó visiblemente enfermo, y entre los cuatro se dispusieron a redactar un número extraordinario arengando a la población a la rebelión. Estaban los textos en prensa cuando se les comunicó telefónicamente que todo había concluido: ante la división existente entre los militares, la escasa respuesta sindical y las vacilaciones del Capitán General, Sánchez Guerra había ido a entrevistarse con éste para comprobar in situ si estaba o no con el movimiento, como de sus palabras dedujo que no lo estaba, se entregó tras rechazar la invitación a escapar que le hicieron tanto Castro Girona como el Arzobispo de Valencia, que estuvo presente en la conversación, por encargo del dictador162. Minutos más tarde Carlos Espía telefoneaba a Capitanía para hablar con Sánchez Guerra y testimoniarle su solidaridad y su firme determinación
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V. Marco Miranda, Las conspiraciones..., págs. 102-107. C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez y..., pág. 90.
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de seguir con él hasta el final, respondiéndole éste de forma tajante: «No se entregue. Informe de lo ocurrido a Villanueva. Y procure usted volver a París para empezar de nuevo»163. Espía escapó como pudo de Valencia, en una huida rocambolesca que duró varios días, a pie, en barco, en ferrocarril, utilizando visados falsos y los disfraces más pintorescos, logrando llegar a París con la ayuda de sindicalistas de todo el país. Por su parte Sánchez Guerra había decidido poner toda la carne en el asador y rechazar todas las propuestas de gracia que le ofreciesen de parte del dictador, quien a todo trance quería que el asunto no trascendiera demasiado. Cuando la policía le pregunta por los motivos que le llevaron a Valencia, responde sin vacilaciones: «a acaudillar un movimiento revolucionario contra el gobierno», el policía le advierte que esa declaración es muy grave y que puede ser condenado a muerte por un Consejo de guerra, Sánchez Guerra vuelve a contestar del mismo modo. El movimiento protagonizado, entre otros, por Sánchez Guerra y Carlos Espía, que coincidió en el tiempo con la intensificación de las protestas estudiantiles, fue un fracaso relativo. No consiguió sus objetivos inmediatos y puso en evidencia la desunión de los opositores al régimen, pero al mismo tiempo hizo pensar a mucha gente en la posibilidad de acabar con la dictadura sin que pareciese algo descabellado, una quimera o un sueño de lunáticos, animó a la oposición y desde entonces arreciarían, aún más, las protestas de estudiantes, intelectuales y obreros. El juicio, del que casi todos los inculpados saldrían absueltos, terminó convirtiéndose en una serie de discursos y alegatos que reforzaron el prestigio de los procesados, y en un tremendo revés para Primo de Rivera, que vio cómo su autoridad se hundía de forma bochornosa: el presidente del tribunal que absolvió a Sánchez Guerra fue Federico Berenguer, capitán general de Madrid, uno de los hombres que habían hecho posible la llegada de Primo de Rivera al poder y por tanto persona de su confianza. Su decisión irritó tanto al dictador, que de inmediato ordenó que la causa pasara al Consejo Supremo de Justicia Militar para su revisión. Su sorpresa fue mayúscula al ver que este organismo confirmaba la sentencia164. El juicio fue un preludio del que poco tiempo después protagonizarían los sublevados de diciembre de 1930 y el general Burguete. También sirvió lo ocurrido para que muchos monárquicos dubitativos perdiesen toda esperanza en la democratización de la monarquía española. Unos años después de los sucesos de Valencia, el periodista y escritor Francisco Casares, quien dedica unas cariñosas páginas a Espía en su libro Azaña y ellos, atribuía a éste toda la responsabilidad en la preparación del movimiento revolucionario de Valencia: «Mal periodista, lo concibió como instrumento. Preparó, escudándose en sus corresponsalías el golpe de Estado de Valencia en el que D. José Sánchez Guerra dio la cara»165. Espía regresó a París con la aureola de los viejos revolucionarios, de los hombres de acción, para enseguida, conforme a su carácter, dejarla a un lado y volver a sus
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Ibíd. S. G. Payne, Los militares y la política..., pág. 255. F. Casares, Azaña y ellos, Granada, 1938, pág. 108.
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quehaceres habituales, a su puesto en la trinchera. Reanudó sus trabajos en la prensa, abandonados durante los meses de preparación de la intentona revolucionaria, y retomó con más ganas que nunca su personal batalla contra el régimen político español, ahora en plena conexión con los miembros de Alianza Republicana que seguían conspirando en el interior. Desde el 25 de mayo al 10 de junio de 1929 permaneció en Londres siguiendo las incidencias de los comicios ingleses, manifestando de nuevo su admiración por la democracia de aquel país: «¡Magnífico pueblo, que no teme que se le constipe el poder público sacándolo a los cuatro vientos! La vida sana y libre hace a los pueblos fuertes. El régimen paternalista, el silencio, la inmoralidad, los encanija y entristece. ¡Aire, aire!, y gimnasia política en los parques públicos... A problema nuevo, parlamento nuevo. Es la forma de conservarlo eternamente joven. Así la institución parlamentaria inglesa, después de tantos siglos de existencia, conserva una juventud y un vigor fantásticos»166. En mayo de 1929 pasa a formar parte de la redacción de El Sol como corresponsal en el extranjero. En agosto viaja a Holanda para comentar las sesiones de la Conferencia de La Haya, en la que se debatirían aspectos del Plan Young y las propuestas de Briand y Stresemann encaminadas a la creación de la Unión Europea, proyecto que no pasaría de lo testimonial. En este momento Briand es para Espía el gran político europeo, inasequible al cansancio, paciente y tenaz, nunca se da por vencido y aporta a la política europea un toque de idealismo: «Briand estableció la diplomacia de la conversación. En realidad a este orador le interesa oír tanto como hablar. Ahora prepara otra gran conferencia: la de los Estados Unidos de Europa. Trata de instalar una mesa más entre las fronteras. Van a sentarse a ella algunas naciones con ganas de atizar un puntapié al tintero. Pero Briand no se desanima por tan poco. Este hombre de aparente escepticismo es un gran entusiasta»167. En el mes de septiembre marcha de nuevo a Ginebra para asistir a los debates de la SDN, escribe «La marcha fascista sobre Viena», artículo en el que parece vislumbrar lo que ocurriría diez años después: «Mientras en Ginebra se pronuncian bellas palabras de paz, el espíritu de la guerra se organiza en Europa contra los pueblos. La amenaza fascista contra Viena debió ser la última advertencia, el hecho decisivo que convenciera a la Europa democrática de la necesidad de organizarse, de establecer una solidaridad internacional para defender la libertad y oponerse al avance del fascismo»168. Espía era absolutamente partidario de liquidar los restos de la Guerra Mundial como paso previo e imprescindible para la construcción del nuevo orden internacional que tanto ansiaba, de ahí que apoyase en sus artículos la política seguida por Briand y Stresemann que iba en esa dirección169. Pero al mismo tiempo pensaba que las democracias estaban siendo muy tibias ante el avance de las dictaduras en Europa, que ciertos republicanos eran demasiado respetuosos con las dictaduras en el poder, «parecen creer que las dictaduras se implantan
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C. C. C. C.
Espía, El Luchador, 28 de mayo de 1929. Espía Rizo, El Sol, 27 de abril de 1930. Espía Rizo, El Luchador, 30 de septiembre de 1929. Espía Rizo, «Treinta de julio», El Sol, 5 de julio de 1930.
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por la libre voluntad de los pueblos que las sufren»170, lo que había llevado a situaciones tan curiosas como ver reunido en Madrid, en plena tiranía, al Comité de la SDN formado por los demócratas más ilustres. A su juicio la política de concesiones y apaciguamiento iniciada por Briand no tendría ninguna posibilidad de éxito, si al mismo tiempo las democracias no arbitraban medidas solidarias para impedir el avance y consolidación del fascismo. La muerte de Gómez de Baquero, Andrenio, a finales de 1929, le afectó profundamente; Andrenio había confiado siempre en sus posibilidades, dedicándole críticas muy favorables que le habían ayudado mucho en su carrera: «No puedo hablar de Andrenio sin emoción. Fue un maestro que ejerció su magisterio con sabiduría y bondad. Yo le debo mucho, y como reliquia guardo una carta suya de consejos afectuosos... Por mis manos han pasado sus declaraciones íntimas en cartas dirigidas a Unamuno y Blasco Ibáñez, sus grandes amigos, sus iguales... Gómez Baquero fue en realidad un conservador inglés. Esto es un liberal, un revolucionario español»171. He ahí el tipo de revolución que anhelaba Espía. A finales del 29 el modelo político de Espía estaba plenamente identificado con las democracias europeas. Aunque en ningún momento había abdicado de sus preocupaciones sociales, ni de su pensamiento político, sabedor de lo ocurrido en España en otras ocasiones anteriores, había llegado a concluir, coyunturalmente, en la necesidad de una república un tanto moderada que modernizase progresivamente al país, para lo cual creía útiles a hombres como José Sánchez Guerra: «yo, republicano de 1930, quiero la presidencia para Sánchez Guerra»172 afirmó en El Luchador en un artículo del 11 de febrero de 1930. Espía quería un gobierno fuerte porque sabía que las reformas, que inevitablemente tendría que afrontar la futura república, afectarían forzosamente a aquellos que habían detentado el poder político y económico durante la Monarquía, pero no lo suficiente como para satisfacer las ilusiones igualitarias de una parte de la clase obrera. La apelación a Sánchez Guerra se inscribe en esa sospecha, pero tiene más matices: Sánchez Guerra, con el que ha colaborado abiertamente, está en negociaciones con Alba, Villanueva, Burgos y Mazo y otros ex ministros para formar un bloque constitucionalista173, y Espía no quiere que el líder conservador se integre en él. Por otra parte, Sánchez Guerra, con el que ideológicamente no comparte nada, había sido un enemigo terrible de los partidos republicanos y obreros, representaba como nadie al hombre de orden, de autoridad inflexible y a la vez con «un sentido altivo, muy español, muy andaluz, del honor y la dignidad personal»174. Pero ante todo era un hombre leal y consecuente que creía en el poder civil, fue él quien puso fin «a la ley de fugas, destituyendo, por telégrafo, del gobierno civil de Barcelona al siniestro inventor de ese procedimiento de cazar sindicalistas»
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C. Espía Rizo, El Sol, 25 de octubre de 1930. C. Espía Rizo, El Luchador, 31 de diciembre de 1929. 172 M. Domingo, La experiencia del poder, Madrid, 1935, pág. 97. En parecida forma a la de Carlos Espía se expresaba Marcelino Domingo al referirse a José Sánchez Guerra. 173 El Sol, 28 de marzo de 1930. 174 C. Espía Rizo, Unamuno, Blasco Ibáñez y..., pág. 78. 171
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y quien deshizo «a bofetadas el primer intento de sublevación militar»175. También fue desde el principio uno de los más claros opositores al régimen dictatorial y al Monarca al que tantos años había servido, negando, en una nota personal enviada al Rey, «a la rama de los Borbones que reina en España derecho y autoridad moral para establecer una monarquía absoluta, personal y patrimonial»176. Además, en las múltiples conversaciones que habían mantenido los dos en París mientras preparaban el movimiento de Valencia, Sánchez Guerra había prometido a Espía que, aunque no fuese republicano, nunca se «opondría a la república si el pueblo español vota por ella en unas elecciones constituyentes»177, y Espía confiaba firmemente en la sinceridad de su palabra. Del mismo modo pensaba que, por su honradez, rectitud y sentido del deber, podía ser útil para esos primeros años republicanos que temía bastante turbulentos. Respecto a Santiago Alba, mantuvo relaciones muy fluidas con él durante largos años, solían verse asiduamente gracias a la amistad que ambos mantenían con Unamuno y Blasco Ibáñez. Durante años, su hotel fue otro de los lugares de reunión y discusión de los expatriados: «Su apartamento situado en los Campos Eliseos ha sido durante años lugar de peregrinación para muchos amigos leales... y centro de esperanzadoras entrevistas con personalidades políticas de España y otros países...»178 Las disensiones comenzaron a raíz de la intentona de enero del 29, Alba había encarecido insistentemente a Sánchez Guerra y Espía que desistieran de su empeño, consejo al que no hicieron el menor caso, y terminaron de enturbiarse, como luego se verá, tras la entrevista de Alba con Alfonso XIII en París. Santiago Alba seguía creyendo posible una evolución democrática de la monarquía, pensaba que dicho régimen, con todos sus defectos, era el único viable en España por razones históricas. En mayo de 1929 Espía participará en la organización de las campañas promovidas por Victor Basch, presidente de la Liga de los Derechos del Hombre, y por el diputado Moutet para apoyar a los estudiantes españoles en su lucha contra la Dictadura. Los actos se celebraron en la sala des Sociétés Savantes. El intento de golpe de Estado de Valencia, las huelgas de estudiantes y obreros, las continuas protestas de intelectuales y la crisis económica, que empezaba a dejarse notar en España a finales de año, hicieron creer a Espía que se aproximaba el ocaso de la dictadura. Pensaba, según explica en una carta a Unamuno, que solamente el miedo de los gobernantes a las responsabilidades que se le pudieran exigir, podría alargar la vida de un régimen que ya agonizaba. Espía estaba convencido de que Unamuno iba a ser una de las personalidades fundamentales del nuevo régimen, ya que, el viejo profesor de Salamanca, con su actitud, «había salvado la honradez de España»179 durante todo este período de ignominia. Pero desde su optimismo, desde su esperanza en el porvenir, temía que el daño y los desmanes ocasionados por los Go-
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Ibíd.
Ibíd, pág. 80. Ibíd, pág. 86. C. Espía Rizo, El Luchador, febrero de 1930. Carta de Espía a Unamuno, 6 de diciembre de 1929, CMMU, E2/16, Salamanca.
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biernos de la Dictadura fuesen de tal calibre, que hipotecasen por mucho tiempo al nuevo régimen: «Esos miserables nos van a dejar una España saqueada, desorganizada y entontecida»180. La caída de Primo de Rivera le lleva a plasmar en sus escritos varias reflexiones sobre el régimen concluido y las posibilidades futuras del país. En su opinión el movimiento revolucionario de enero y el discurso posterior de Sánchez Guerra en Madrid, en el que entre otras cosas dijo: «No soy republicano, pero reconozco que España tiene el derecho a ser una república»181, habían tenido la virtud de dar a conocer a los cuatro vientos las graves disensiones de uno de los hombres más representativos del régimen: «la mayoría de los franceses creían que los españoles eran irremediablemente monárquicos, a ello contribuyó el aparato formado por Primo de Rivera y del que formaban parte en París: el marqués de Quintanar, M. Bueno... apoyados en Madrid por sus consocios Delgado Barrete y J. A. Primo de Rivera... El discurso del Sr. Sánchez Guerra ha servido para que se entere todo el mundo de cual es la verdadera realidad de España y su monarquía...»182 En otro artículo afirmaba: La Dictadura no ha sido la guerra. De acuerdo. Pero tampoco la organización política y social de España poseía la resistencia de un régimen como el alemán. Lo cierto es que aquí las cosas han cambiado y no puede volverse a lo de antes. Esto lo han comprendido hombres como Sánchez Guerra, Ossorio, Alcalá Zamora o Miguel Maura, que son hombres de antes. Las cosas han cambiado aunque se procese a todos los oradores que señalen el cambio. No se va a envolver la realidad en papel de barba...183
La Monarquía carecía de valedores, la instauración de un nuevo régimen parecía cuestión de poco tiempo, pero ese nuevo régimen debía aprender las lecciones del pasado, despojarse de ciertas idealidades y entelequias filosóficas de baratillo que habían hecho fracasar el primer intento republicano español: «Aquellos hombres hablaban de las impurezas de la realidad. Esto es una frase terrible en boca de un político. La realidad no es pura, ni impura, es simplemente realidad. Al político corresponde guiarla, no hacia la perfección, que es un ideal religioso, sino hacia el progreso, que es un ideal humano»184. El convencimiento republicano de Espía continuaba siendo algo profundo doctrinal y emocionalmente. Era una creencia pura y sentida, pero no excluyente de la transacción bien entendida, como demostró con el apoyo incondicional a Sánchez Guerra en la intentona revolucionaria de 1929. Su estancia en París, el trato con políticos franceses prestigiosos como Herriot o Moutet, y con los antiguos jefes de los partidos dinásticos españoles: Alba, Villanueva, Sánchez Guerra, unido a su mayor experiencia política y a un mejor conocimiento de la realidad histórica española, le habían hecho mucho más perspicaz y pragmático. En esa línea Espía podía colaborar con al-
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Ibíd.
R. C. C. C.
Carr, España, 1808-1975, Barcelona, Ariel, 1990, pág. 568. Espía Rizo, El Luchador, 10 de marzo de 1930. Espía Rizo, El Luchador, 17 de mayo de 1930. Espía Rizo, El Luchador, 12 de febrero de 1930.
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gunos ex ministros monárquicos, que habían demostrado fehacientemente su oposición a la dictadura, para lograr la instauración en España de un régimen constitucional y parlamentario, lo que no podía hacer era ir del brazo con aquellos que todavía creían posible la democratización de la monarquía alfonsina: la monarquía española le parecía totalmente incompatible con la democracia y el progreso. Estaba anclada en el pasado y era un régimen personalista en el que se habían encaramado una cantidad tal de intereses y vicios, incluidos los del propio monarca, que resultaría infructuoso cualquier intento de reforma. Sólo la opción republicana, libre de compromisos y ataduras, podía dar al país lo que éste necesitaba: «Lo que decimos es que una república que organizara la democracia, la vida civil en España, que resolviese el problema constitucional, que reparase el problema financiero de los gobiernos monárquicos, que estableciera la enseñanza obligatoria, que redujese los gastos militares, que respetase las creencias y las libertades de todos los españoles, que pusiese la legislación social a nivel medio europeo... sería un régimen que convendría mucho a España»185. La mayoría de los postulados expuestos no eran, en 1930, consustanciales a un régimen u otro. Había monarquías, como la inglesa, que estaban a la cabeza en cuanto a democracia, libertades o derechos sociales. Eso sí, la distancia entre la monarquía española e inglesa era inmensa en todos los terrenos. De Francia lo que más apreciaba era la libertad que en ella se respiraba, la ley de seguros sociales y la reforma de la enseñanza, pero hacia esas metas, en mayor o menor medida, se movían también todas las democracias europeas, fuesen monarquías o repúblicas. Luego la crisis económica y la Segunda Guerra Mundial pondrían el mundo del revés durante un tiempo, pero la dinámica europea había sido, y seguiría siendo, esa, la construcción de lo que luego se llamaría Estado del bienestar. Si tuviésemos que ubicar políticamente al Espía de 1930, tendríamos que situarlo al lado de Herriot, Briand o Stresemann, o sea al lado de los grandes reformadores y europeistas del período de entreguerras. El 26 de abril de 1930 Diario de Alicante anunciaba como un acontecimiento extraordinario el regreso de Espía a España. Visitaría Madrid viajando posteriormente a su ciudad natal donde se le tributaría un homenaje por sus correligionarios de Alianza Republicana y por la Asociación de la Prensa: «Carlos Espía, el luchador infatigable vuelve a Alicante después de una ausencia de siete años, transcurridos lejos de sus paisanos, cuando Espía triunfa plenamente y se convierte en una de las más firmes esperanzas españolas para un porvenir que afortunadamente ya no parece lejano...»186. La vuelta de Espía fue acogida con enorme expectación por la prensa, se encontraba en el momento culminante de su oficio periodístico y gozaba del reconocimiento unánime de los opositores al régimen, por sus desvelos en favor de los exiliados y de la instauración de un sistema de libertades en España: «El sábado 17 llegó Carlos Espía, corresponsal de El Sol en París. Ayer mañana comió en casa del gran republicano y maestro de periodistas Roberto Castrovido»187. En Madrid mantuvo contactos con un gran número de personalidades al objeto de cerciorarse personal185 186 187
C. Espía Rizo, El Luchador, 1 de noviembre de 1930. Diario de Alicante, 26 de mayo de 1930. El Luchador, 19 de mayo de 1930.
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mente del ambiente que se respiraba en la capital del todavía reino, de cara a sus futuras actuaciones políticas. Se entrevistó con los dirigentes de Alianza Republicana, que le pusieron al corriente de sus planes. La noche del 23 de mayo un buen número de periodistas madrileños le ofrecieron un homenaje en el café Nacional: Sin darle carácter de homenaje público... se celebró anoche en Madrid una comida íntima dedicada a Carlos Espía... El gran periodista alicantino ha rehuido, fundándose en la premura de su viaje y escudándose en su modestia irreductible, el tributo de aclamación que la democracia española le debe. El agasajo de ayer se debió a la iniciativa del director de El Heraldo de Madrid, Manuel Fontdevila, y a él concurrieron medio centenar de periodistas. Presidieron la comida el homenajeado, el Sr. Fontdevila, V. Sánchez Ocaña, redactor-jefe de La Estampa, el director de la agencia Febus, Sr.Ruiz de Velasco, el redactor-jefe de El Sol, Carlos Baráibar, y nuestro compañero Isaac Abeytúa... Además asistieron Lucientes, Solís, Chaves Nogales, Sampelayo... Se leyeron adhesiones de los directores de El Sol, La Voz y El Liberal, Félix Lorenzo, Fabián Vidal y Francisco Villanueva respectivamente, la de César Falcón y una muy emotiva de don José Sánchez Guerra que enviaba a Carlos Espía un abrazo de recuerdo, gratitud y de esperanza188.
La noticia del homenaje fue recogida al día siguiente por El Sol, El Heraldo y La Voz. El día 24 por la mañana abandonó Madrid en dirección a Alicante, donde apenas estuvo unos días, siendo agasajado con una cena celebrada el día 25 en el hotel Samper, a la que acudieron doscientos comensales. Luego, en el viaje de vuelta, se detuvo unos días en Valencia, ciudad en la que volvieron a repetirse las muestras de cariño y los homenajes189. Ya en París escribiría un artículo para El Luchador recordando la impresión que le había causado la evolución de los acontecimientos en Alicante: Acaso la impresión más fuerte que he recibido en mi reciente viaje por España —después de siete años de ausencia— me la ha proporcionado el republicanismo alicantino... La Dictadura actuó como un disolvente sobre las ficciones políticas españolas. El antiguo Partido Liberal alicantino era una artificialidad insuperable. Se disolvió al primer bufido del déspota... La embestida incivil de la Dictadura se estrelló, en cambio, contra una fuerza inamovible: el republicanismo alicantino. El Dr. Rico lo había hecho de roca...190
Los partidos dinásticos eran parte fundamental de la estructura de poder del régimen de la Restauración, eran un instrumento de dominio que se extendía por todo el país gracias al caciquismo, pero carecían de un apoyo social libre y voluntario. Su implantación se debía a la comunión de intereses entre determinados grupos y al uso del favor como moneda de cambio. Además, había sido creado no como respuesta a una demanda de la sociedad, sino como una necesidad del poder nacida en las más altas instancias y esparcida, de arriba hacia abajo, por toda la geografía nacional. De ahí su inconsistencia: cuando esos entes artificiales no son útiles al poder desapare188 189 190
El Liberal, Madrid, mayo de 1930. El Sol, 1 de junio de 1930. C. Espía Rizo, El Luchador, 17 de junio de 1930.
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cen ante la menor embestida sin oponer resistencia. Sin embargo, para Espía, el republicanismo era algo que nacía del pueblo, que respondía a los anhelos y las ansias de libertad y progreso de una parte mayoritaria de la sociedad y que tenía una base ideológica muy sólida. Un poder autoritario podría ponerlo fuera de la ley, prohibir sus actividades, su propaganda, pero su sustrato social era tan consistente que tarde o temprano resurgiría con nuevos bríos. Uno de los hechos cruciales de este año, 1930, para el exilio parisino fue la ruptura de la mayoría de los desterrados con Santiago Alba, quien había sido tocado por el Rey buscando un compromiso para salvar al régimen. La entrevista con el Monarca tuvo lugar en el hotel Maurice de París y en ella Alba, que creía que la fruta estaba ya lo suficientemente madura, le planteó la necesidad de consultar al pueblo para de una vez por todas asentar en España «un verdadero régimen político de estilo inglés»191. Alfonso XIII debió responder de modo complaciente y Alba, aunque rechazó la oferta regia para hacerse cargo inmediato del Gobierno, pareció quedar satisfecho. Desde marzo se venía hablando del intento de Alba de hacer público un manifiesto constitucionalista que iría firmado por la mayoría de ex-ministros dinásticos: Villanueva, S. Guerra, Burgos y Mazo, Alcalá Zamora, Chapaprieta y otros192. Después del encuentro, la impresión que había en los círculos políticos de oposición era que Alba trataba de recomponer, con la ayuda de Cambó, el sistema anterior al 13 de septiembre de 1923, como último recurso para la subsistencia de la monarquía193. Pero en 1930 casi nadie creía en la regeneración de la Monarquía. Un político moderado como Sánchez Román escribía: Si la iglesia, el ejército y la burguesía capitalista son los firmes sostenedores del régimen cuya transformación política se promete, nadie puede esperar, sin pecar de ingenuidad, que la Corona impulse avances de moderno sentido. Dígase un día desde el gobierno de Su Majestad a los monopolizadores de la tierra que ha sonado la hora de sacrificar parte de su propiedad en beneficio del cultivador que la trabaja y veremos enseguida conmoverse la fe monárquica de la burguesía. Sobrevenga en otro instante la iniciativa del poder sobre la reforma militar y consiguientes sacrificios a los intereses de clase, y pronto se hará notar el descontento en forma política. Amanezca un día en que el estado oficial sienta un atisbo de su independencia laica, y serán oídos los anatemas que los ministros de la iglesia fulminen contra el régimen194.
La evolución del régimen era esencialmente imposible. En julio de 1930, Alba escribió un artículo en el que acusaba a las fuerzas antimonárquicas de ingenuas y de no haber aprendido las lecciones de la historia, de las que se desprendía indefectiblemente que la monarquía era el único régimen político posible en España. Esta declaración fue considerada por sus antiguos compañeros de exilio, que todavía confiaban en su lealtad, como un acto de traición. Espía escribió 191
C. Espía Rizo, «Ante un momento político de excepcional importancia. La entrevista del Sr. Alba y el Rey en París», en El Sol, 24 de junio de 1930. 192 El Sol, 28 de marzo de 1930. 193 Rovira Virgili, El Sol, 3 de julio de 1930. 194 F. Sánchez Román, «Revolución inevitable, evolución posible», en El Sol, 8 de julio de 1930.
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al respecto: «El Sr. Alba ha tomado otro rumbo, y al emprender el nuevo camino, al separarse del que juntos habíamos recorrido durante los años indignos, lanza como despedida, desde las columnas de ABC, unas pedradas a quienes fueron sus compañeros leales de ruta en el destierro...»195 Como muchos otros, Espía quería aunar fuerzas, conjuntar al mayor número de personalidades y fuerzas políticas de cara a los acontecimientos que se aproximaban, pero pensaba que la nueva postura de Alba, cuando sólo faltaba un empujón para que el régimen se derrumbase, no era, cuanto menos, honrada. De una oposición que duraba siete años pasaba en unos días a ser la mayor esperanza de la Corona: «Se vislumbra la caída de la dictadura, la posibilidad de una república. Las izquierdas no decimos: la república para los republicanos, sino para todos los españoles... Se nos dice república conservadora. Contestamos, perfectamente. Transacción con los hombres y doctrinas de otros partidos... Cuando se tiene la victoria en las manos y supone claudicar de todos los ideales supone traición, y ahí es donde se equivoca Alba en su propuesta»196. Espía había transigido hasta donde le permitían sus convicciones en su colaboración con los elementos monárquicos, siempre con un objetivo común: convocar Cortes Constituyentes y una consulta popular en la que se decidiese el tipo de régimen que imperaría en España. Por supuesto estaba convencido de la victoria de la opción republicana. Ahora, otra cosa muy diferente era la opción defendida por Alba parapetada tras el eufemístico nombre de transacción, que suponía comprometer a las fuerzas políticas antidinásticas en su personal proyecto político. En agosto de 1930 las fuerzas de Alianza Republicana junto a los partidos catalanistas, exceptuada la Lliga de Cambó que apoyaba al Monarca, se reunían en un hotel de San Sebastián para firmar un pacto que tendría como finalidad el compromiso de los asistentes de hacer todo lo posible para acelerar la instauración de la república. El Partido Socialista no envió a ningún representante oficial, acudió Indalecio Prieto a título personal, aunque sí ofreció su colaboración. La situación del Gobierno Berenguer era cada día más débil, lo mismo que los apoyos a la Corona, y el ambiente social extremadamente conflictivo. En Cataluña, donde había renacido la CNT y colaboraba abiertamente con el Estat Cátala, se vivían momentos pre-revolucionarios. De la reunión de San Sebastián salió un Comité Revolucionario presidido por el exmonárquico Alcalá Zamora, futuro Presidente del Gobierno Provisional de la República, y el compromiso por parte de todos de reconocer la autonomía a Cataluña en cuanto llegasen al poder. De la composición del Comité Revolucionario se puede deducir que la estrategia seguida por Espía en su relación con los disidentes monárquicos no respondía a una decisión personal, sino que estaba en consonancia con las directrices marcadas por Alianza Republicana. En San Sebastián se decidió convocar una huelga general revolucionaria para el 15 de diciembre, huelga que iría acompañada de un levantamiento militar y la insurrección general de Cataluña. Entre tanto, Espía, que había seguido muy de cerca la reunión de la ciudad vasca, continuaba compaginando sus quehaceres periodísticos y políticos. A finales de
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C. Espía Rizo, El luchador, 12 de julio de 1930. Ibíd.
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agosto fue encargado por la agencia Sirval, una de las más prestigiosas del país, para cubrir las elecciones alemanas corno enviado exclusivo de varios periódicos nacionales. Permaneció varias semanas en Berlín, enviando magníficas crónicas sobre el desarrollo de la contienda electoral y vaticinado los riesgos y amenazas que suponía la creciente popularidad de Hitler: «Es evidente que la atmósfera política alemana está cargada de amenazas nacionalistas... Los nacionalistas son monárquicos, antisemitas, antipacifistas, militaristas, antidemocráticos... El racismo de Hitler explota el estado de crisis financiera y económica, la desesperación de los sin trabajo, de los arruinados y de los patriotas que odian a Francia y Polonia... Todo lo quieren conseguir a sangre y fuego»197. Sin embargo, pese a que apreciaba como gravísima la amenaza alemana, tenía mucha fe en el pueblo, en la conciencia del pueblo, creía que los alemanes nunca llegarían a secundar hasta sus últimas consecuencias las pretensiones de sus gobernantes: «Claro que los dictadores no han dejado de ser un peligro para la paz de Europa; pero cada día parece más clara la imposibilidad de que un dictador pueda conducir a todo un pueblo a la guerra. La guerra moderna es una gran empresa nacional, requiere la movilización de todos los hombres, de todas las mujeres, de todas las máquinas, de toda la fuerza de un país. Este esfuerzo unánime no puede pedirlo al pueblo un régimen de guerra civil... El estado totalitario carece de pueblo detrás»198. Evidentemente se equivocó en el vaticinio y en los detalles. En esta ocasión, Espía más parecía hacer una declaración de fe, de esperanza en el futuro, que un análisis de la realidad. Después de Alemania viaja otra vez a Ginebra para asistir al nuevo a las reuniones de la SDN. Allí coincide con su amigo el también periodista Eugenio Xammar. Juntos asisten al palacio ginebrino y quedan atónitos ante la catastrófica intervención del embajador español Yanguas, quien tras hacer una descripción de la situación internacional próxima al apocalipsis, terminó confiando cuanto pudiera suceder a la buena voluntad del Todopoderoso, ya que los hombres nada podían hacer. Indignados, los dos periodistas dirigieron una carta al Embajador en la que criticaban el ridículo en que había caído la Legación española y le recomendaban que abandonase Ginebra en el primer tren, puesto que allí nada le quedaba por hacer al estar todo en manos del Altísimo. El 23 de septiembre de 1930 Espía fue nombrado en Ginebra vicepresidente de la Asociación Internacional de Periodistas, organismo que reunía a los corresponsales ante la SDN de los principales periódicos del mundo. Fue elegido en representación del diario El Sol, siendo la primera vez que un periodista español accedía a un cargo de ese relieve. Junto a Espía formaban la directiva de dicha asociación los corresponsales del New York Times, Le Populaire, Daily Herald, Pravda, Times y Telegraph Union. En octubre se solidariza con F. Maciá dedicándole un comprometido artículo. Se había emprendido, por parte de algunos diarios oficialistas españoles, una tremenda campaña contra el líder catalanista, acusándole de antiespañol, separatista
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C. Espía Rizo, El Luchador, 12 de septiembre de 1930. C. Espía Rizo, «Las otras guerras», en El Sol, 5 de noviembre de 1930.
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y antipatriota. Espía lo conocía muy bien desde hacía años, ambos habían compartido exilio, ideas y conspiraciones, y su opinión era bien diferente: «Es un hombre de amor que quiere unirse a todos los pueblos peninsulares...»199 Para Espía, F. Maciá entraba dentro de la gran tradición de políticos catalanes que reclamaban el reconocimiento de la personalidad histórica de Cataluña al tiempo que clamaban por una nueva articulación de los pueblos de España basada en la voluntariedad, en el reconocimiento de sus diferencias y en la solidaridad, planteamiento que el alicantino compartía en buena parte. El movimiento revolucionario planeado para el 15 de diciembre hubo de adelantarse unos días. Fermín Galán y Ángel García Hernández se sublevaron en Jaca; Ramón Franco, Queipo de Llano e Hidalgo de Cisneros se apoderaron del aeródromo de Cuatro Vientos200, pero la anunciada huelga general apenas tuvo efecto. La revolución fue un fracaso sin paliativos, aunque tendría repercusiones posteriores. El comité de huelga fue detenido y encarcelado en la prisión modelo de Madrid, salvo Indalecio Prieto, que logró huir a París, y Manuel Azaña, que permaneció escondido en un piso de la capital. Para conseguir escapar, Azaña recurrió a Carlos Espía, erigido en coordinador entre los exiliados y los opositores del interior, para que inventase una treta que hiciese creer a la policía que también él había pasado la frontera rumbo a París: «Carlos Espía en París hacía de intermediario de cuantos españoles le necesitaban, coordinaba a los republicanos en el exilio y del interior, así cuando los sucesos de 1930, Azaña piensa en dar a entender que había huido a París y su cuñado llama a Espía para que extienda el rumor...»201 Desde la ciudad del Sena, Espía se había convertido en el eje principal del exilio español y en uno de los principales agitadores de la oposición a la monarquía: «Espía empieza a ser el embajador verdadero de España en París, mientras el señor Quiñones de León sirve a los intereses de Francia y a los de su Rey, Espía sirve a los de España. Constituye su embajada espiritual en una habitación del hotel Flandes. Allí se reúnen I. Prieto y M. Domingo, José Pía, León Rollín, Henri Barde, Ventura Gassol, Ortega y Gasset, Álvarez del Vayo, Fonbernat, Miravitlles y el último conspirador que acaba de llegar en el expreso de la mañana. Trata y frecuenta, enlazándolos por la eficacia de la conspiración a Blasco Ibañez y a Maciá, a Unamuno y a Domingo, a Prieto, a todos los que están contra la Dictadura...»202 La intervención de Espía llegó a hacerse imprescindible para cualquier proyecto que tramaran las fuerzas contrarias a la Dictadura, tanto del interior corno del exterior. Para los refugiados en Francia y Bélgica o los recién llegados a París, el recurso a Espía era una garantía de seguridad pese al endurecimiento de la persecución policial, que, como cuenta Hidalgo de Cisneros, se hacía cada día más severa, llegando a intervenir hasta el imperturbable monsieur Chiappe, prefecto general de París203.
199
C. Espía Rizo, El Luchador, 2 de octubre de 1930. I. Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo, Barcelona, Laia, 1977, Tomo 1, pág. 239. 201 C. Rivas Cherif, Azaña, retrato de un desconocido, Barcelona, 1980, pág. 173. 202 Llúcia Reila, «Vida i anecdotari de Caries Espía», en La Rambla, 15 de junio de 1931, APCE, Prensa, Alicante. 203 I. Hidalgo de Cisneros, Cambio de..., pág. 273. 200
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3.2.3.5.
Últimos días en París
El lugar de reunión de los exiliados, cuya nómina se incrementó grandemente tras los hechos revolucionarios de diciembre, se había trasladado al viejo café Napolitani en el bulevar de Saint Michel204. El ambiente era muy parecido al que en otros tiempos tuvo La Rotonde y al de la mayoría de los cafés españoles, bullicioso, variopinto, bohemio. Aunque ahora se vivía en una atmósfera de euforia, casi todos estaban convencidos de que la vuelta a España era inminente, había una calma expectante, tensa, pero gozosa a un tiempo: tenían el triunfo al alcance de las manos. Los exiliados habían impuesto sus costumbres y se dejaban notar bastante sonoramente: «Aunque la tertulia se hacía al fondo del café y en un sitio bastante independiente, ya desde la puerta se oía discutir en castellano, notándose el contraste entre las conversaciones tranquilas y mesuradas del público que frecuentaba el café y la algarabía que armaban los españoles...»205. Todo el que llegaba de España sabía que el Napolitani era el sitio al que debía dirigirse, con la garantía de que una vez allí no tendría problema alguno para dar con el rincón donde se reunían sus compatriotas, pues las voces y las discusiones en voz alta se lo indicarían al instante. Por allí pasaron gentes de todas clases, el tenor Fleta, Julita Fons, el director de cine Florián Rey, hasta tal extremo que terminó convirtiéndose en un lugar casi turístico para los periodistas y los curiosos de otros barrios, y los exiliados, en vísperas de las elecciones, hubieron de reunirse en otro lugar menos conocido, el café Gramout206. Espía seguía como siempre, inquieto, de un lado para otro, de la Liga de los Derechos del hombre al Napolitani, de éste a La Bolsa o a la casa de Prieto, recogiendo informaciones, escribiendo o ayudando a los nuevos exiliados. El general Mola asegura que Espía, junto a Rada y Ramón Franco, era el más activo entre los exiliados y el que menos se franqueaba207. Hidalgo de Cisneros dice que Espía solía acudir al Napolitani después de telefonear al periódico para recabar novedades o enviar alguna nota, era quien comunicaba las últimas noticias. Una noche llegó muy agitado y le entregó una carta a Prieto que le produjo gran indignación, en ella se decía que Alejandro Lerroux, unilateralmente y aprovechando que la mayor parte de los dirigentes republicanos estaban encarcelados o fuera de España, se había constituido en una especie de jefe único del movimiento republicano. La noticia causó estupor entre los asistentes, que, aunque conocedores de la personalidad del Emperador del Paralelo, nunca pensaron que después de su comportamiento en los hechos de diciembre, fuese capaz de autoproclamarse jefe de nada. Sin embargo, a pesar de éste y algún otro revés, la vida de los refugiados había cambiado enormemente, ahora vivían una feliz espera y muchos de ellos disfrutaban de su estancia en París como si de un viaje de
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El Luchador, 16 de junio de 1931. Ignacio Hidalgo de Cisneros, Cambio de..., 275. E. Mola Vidal, Obras completas, Valladolid, Librería Santarén, 1940, págs. 618-699. Ibíd., pág. 618.
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placer se tratara, en especial aquellos que llegaron a la ciudad tras el fracaso de la revolución y contaban con algún dinero: «El llamado duro pan de la emigración —escribió Hidalgo de Cisneros— era para mí blandísimo y estupendo»208. Desde que llegó a París, Prieto se convirtió en el jefe indiscutible de la emigración política: «Las personas más destacadas de ella, Marcelino Domingo, Martínez Barrio, Ramón Franco, los líderes catalanes y vascos y, en general, el conjunto de la emigración, sin distinción de partidos, organizaciones o despistados políticos como yo, reconocían tácitamente su jefatura»209. Su domicilio era frecuentado por las personalidades más variadas: Echevarrieta, Sota, March, Alba, M. Domingo, Martínez Barrio, el Duque de las Torres, Queipo de Llano y otros muchos. Queipo tuvo un exilio bastante problemático debido a su egocéntrica personalidad: cuando llegó a París creía que iba a ser el centro de todas las miradas, sin embargo pasó tan desapercibido que ni siquiera la policía francesa mandó vigilarle, cuando la mayoría de los exiliados tenían un policía detrás. Esto le ofendió de tal manera que para recuperar su rango, emprendió una campaña de declaraciones disparatadas sobre la situación española. El escándalo que promovió con su actitud llegó a ser tan preocupante para el grupo del Napolitani, que, temerosos de que fuera a más, decidieron acompañarle en todo momento para controlarle, so pretexto de que un general no debía andar solo. Prieto y Espía se conocían desde que éste inició sus trabajos periodísticos para El Liberal de Bilbao, se carteaban y de vez en cuando se veían, pero será durante este año cuando nazca entre ellos una íntima amistad que se prolongaría hasta la muerte del dirigente socialista, amistad que, además, tendría repercusiones en las futuras relaciones entre los republicanos azañistas y el partido socialista, ya que ambos, en sus respectivos partidos, eran los máximos defensores de la colaboración. Uno de los problemas más acuciantes para los exiliados era el económico, necesitaban dinero tanto para subsistir en París como para financiar las campañas que desde allí se organizaban. Mientras el número de desterrados fue pequeño el problema se solventaba gracias a las ayudas de la Liga de Derechos del hombre y a las aportaciones personales, pero después del movimiento revolucionario de diciembre se produce una llegada masiva de españoles, que no tenían medios para ganarse la vida, y un incremento cualitativo y cuantitativo de las acciones políticas. Ahora la fuente principal de ingresos serían los envíos desde el interior de España, con ellos se podía hacer frente a las necesidades personales, pero no a las contingencias de un período pre-revolucionario. Prieto estaba empeñado en buscar una solución a este problema, pues estaba convencido de que inevitablemente habría que promover otro movimiento revolucionario para acabar definitivamente con la monarquía. Según Mola en enero tuvieron lugar una serie de reuniones en este sentido. La más importante de ellas acaeció el 24 de enero y asistieron treinta y cuatro personas, entre las que destacaban el catedrático Fació, Carlos Espía, Ricardo Baroja, Ceferino Palencia, H. de Cisneros, I. Prieto, R. Franco, P. Rada y tres representantes de la FUE. En ella decidieron iniciar una
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I. Hidalgo de Cisneros, Cambio de... Ibíd., pág. 283.
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campaña de protesta contra Quiñones de León y el Gobierno francés por su colaboración con la dictadura, preparar un movimiento revolucionario para el día de las elecciones y buscar ayuda económica en cualquier sitio, incluida la Unión Soviética210. Así que una de las tareas principales de Prieto en París fue la de entrevistarse con personalidades de todo tipo a fin de conseguir fondos para poder llevar a cabo su empeño revolucionario, tarea en la que siempre estuvo acompañado por Espía. La desesperación ante las negativas recibidas fue tan grande que en sus andanzas llegó a entrevistarse con Juan March, quien le ofreció una importante cantidad de dinero como forma de asegurar sus privilegios en el futuro régimen, oferta que rechazó rotundamente. También acudió con Carlos Espía a la Embajada de la Unión Soviética en París211, aunque con muy pocas esperanzas de obtener algo positivo, se entrevistaron con el Embajador al que expusieron los motivos de su visita y éste trasladó sus peticiones a Moscú, que respondió negativamente212. Las gestiones para lograr recursos que permitieran financiar un nuevo intento revolucionario fracasaron y los ingresos del exilio siguieron dependiendo en gran medida de lo que enviaban desde España: «Tras la intentona revolucionaria de diciembre... se empezaron a recibir cantidades anónimas de dinero de toda España, nombramos tesorero al comandante Pastor, quien al proclamarse la República ingresó el sobrante en el Tesoro Nacional»213. A principios de 1931 Espía dimitió como redactor y corresponsal del diario El Sol en solidaridad con Nicolás María de Urgoiti. El Sol, participado mayoritariamente por la Papelera Española, había surgido en 1917 gracias a una iniciativa de José Ortega y Gasset, y como tal respondía al ideario político que entonces el mismo preconizaba: la difusión de un nuevo liberalismo como único instrumento capaz de solventar los problemas seculares que arrastraba España: «Todos los pueblos de Europa, aun los más poderosos sufren gravísimos trastornos en el orden económico y ninguno solicita dictadores. Por todas partes se ha puesto el mando en manos de hombre liberales. El ejemplo de Europa demuestra que sólo pueden salvar a los pueblos los gobiernos liberales, de un liberalismo sincero, orientados hacia soluciones modernas, capaces de comprender lo que hay de tremenda injusticia en el régimen social que desaparece por el horizonte de la guerra...»214. En este sentido El Sol, como órgano de opinión, representa la fe en este nuevo liberalismo que habría de salvar a España de dictaduras y revoluciones, tras las secuelas que dejó la Guerra Mundial, cuyo desenlace parecía el definitivo triunfo de las democracias. Por su parte, en el aspecto puramente técnico, Carlos Espía tenía una visión del diario, y del periodismo español en gene-
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E. Mola Vidal, Obras completas..., pág. 616. ' Ibíd., pág. 616. Mola, que comete en sus afirmaciones una cantidad enorme de errores como asegurar que en 1930 La Rotonda era uno de los lugares habituales de reunión de los exiliados, asegura que las reuniones tuvieron lugar en la delegación de los soviets en Viena y que en ellas pidieron un préstamo de 4.000.000 de pesetas a devolver cuando triunfase la República. 212 Siempre, 6 de junio de 1962, México DF, APCE, Varios, Alicante. 213 J.Gorkin, El revolucionario..., pág. 313. 214 Ortega y Gasset, J., «Los pueblos no toleran ya dictadores», en El Sol, 9 de mayo de 1919. 21
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ral, bastante crítica, creía que no había suficiente profesionalidad, se preparaba la primera página con firmas llamativas pero deshilvanadas, no había una visión de conjunto, un proyecto periodístico claro, se hacía «un periodismo de solistas, a veces geniales, pero no concertados»215. Para el periodista alicantino El Sol fue un intento de renovación de la prensa española, pero no se libró de este vicio: Adquirió El Sol, es cierto, una gran categoría intelectual y un tono de gran dignidad, pero no llegó a ser un diario vivo, sino una revista que se publicaba todos los días, consagrada al estudio de cuestiones trascendentales. Si en España no ha habido revistas se debe, precisamente, a que los periódicos diarios hacían sus veces. Y se dio el caso de que la obra periodística más lograda en nuestro país rio fuese un diario, sino una revista, cuyo último director fue D. Manuel Azaña, el semanario España, en cuyas páginas vibra con calor de cosa viva la realidad nacional de aquellos años216.
La asociación entre Ortega y Urgoiti tuvo su origen en la doble crisis que sacudió al periódico El Imparcial, fundado por un abuelo del escritor, en el verano de 1917, crisis económica que supuso la entrada de Urgoiti y un sector progresista de la burguesía vasca en el periódico, y crisis ideológica que ocasionó la salida de Ortega, Félix Lorenzo y algunos redactores para fundar un nuevo periódico más moderno y liberal217. Con el tiempo, El Sol, que no tenía una tirada espectacular, se transformaría en uno de los diarios más prestigiosos de España, referencia obligada para todos los opositores al régimen y, por ello, considerado como una amenaza para el mismo. En el otoño de 1930 sectores próximos a la monarquía emprendieron una serie de movimientos dirigidos a expulsar a Urgoiti y modificar la línea editorial del periódico. Se trataba de convertir un prestigioso diario liberal en un medio de comunicación oficialista. En la operación La Papelera sería la punta de lanza. El Gobierno, que subvencionaba el papel y ayudaba económicamente a la empresa vasca, amenazó con retirar su aportación, mientras que La Papelera acusaba a Urgoiti de haber incumplido el pacto fundacional y de propagar ideas opuestas a las que defendían los miembros de su consejo de administración 218. Resultado de todo esto fue, en enero de 1931, la salida Urgoiti del periódico y la dimisión de buena parte de sus mejores redactores, entre ellos Espía. El 23 de enero Espía comenzó a colaborar en La Calle de Barcelona, junto a un elenco de los mejores periodistas y escritores del país: Jiménez de Asúa, Unamuno, Marañón, Azorín, Araquistain, Zozaya y Albornoz. Poco después lo haría en Luz y Crisol. A principios de marzo, en una entrevista concedida a El Luchador, expuso su opinión sobre la estrategia que deberían seguir los republicanos en los meses siguientes: acudir a las elecciones municipales y abstenerse de participar en las legislativas, preservando la unión de las izquierdas y de todas las fuerzas opuestas a la monarquía, cosa que juzgaba imprescindible para lograr el triunfo final, no sólo para
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C. Espía Rizo, «Periodistas y periódicos», Ensayo no publicado, APCE, Escritos, Alicante. Ibíd. M. A. Lario González, La crisis ideológica... M. Cabrera y A. Elorza, «Urgoiti-Ortega: el partido...», pág. 245.
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instaurar la república sino, también, para asentarla y poder llevar a buen término el programa de reformas que se habían propuesto. Nunca pensó que las elecciones de abril sirviesen para forzar un cambio de régimen. Las veía como un paso más en la lucha contra el mismo, como una manifestación de clamor por la amnistía y una demostración de fuerza que contribuiría grandemente a acelerar el proceso de descomposición de la Monarquía. Respecto a la limpieza de los comicios, tema muy tratado por la prensa del momento, creía que no dependía de las concesiones que hiciera el poder sino de «la firmeza y dignidad con que nosotros la conquistemos. Un asunto de vital importancia sería la elaboración de las listas electorales: es preciso que al elaborar la candidatura republicana de Alicante y provincia tengamos en cuenta la gran responsabilidad que contraemos ante el país. Debemos designar para esos cargos de representación popular a los hombres más dignos y capaces, los más indicados para no defraudar la expectativa republicana en que vive España». El programa electoral para Alicante debería basarse en continuar la obra del doctor Rico, que consideraba primordial la apertura de escuelas públicas para todos los niños, creía que debía de elaborarse un programa mínimo unitario, que, en caso de triunfo, se cumpliese a rajatabla. En estos meses finales de su vida parisina le preocupaba sobremanera una cuestión que estimaba determinante para el futuro de la república: las relaciones con Francia, país que debería ser el aliado natural de España en su nueva andadura histórica. Pensaba que entre los dos países existía un muro de incomunicación, que había impedido el normal flujo de ideas y personas entre dos países vecinos, produciéndose un desconocimiento supino de la realidad nacional, los problemas y las virtudes del otro, desconocimiento que, por diversos motivos, era mayor en el caso de Francia respecto a España: «Existe en Francia una ignorancia sobre la realidad española igual a la que existe en España sobre la realidad portuguesa. Desvío del inquilino rico por el vecino pobre, indiferencia del gran señor por el transeúnte desconocido en trance de sucumbir violentamente a su malhumor»219. La crítica de Espía tiene más valor por cuanto estamos hablando de un admirador de Francia, de su cultura, de su historia, de su política, de un francófilo empedernido que observa aquel país como un espejo en el que mirarse, pero es también la queja de un español que estima importantísimo para su patria un acercamiento, en todos los ámbitos, de los dos países. A finales de marzo de 1931 decide volver a España para participar en la preparación de las elecciones municipales. Con tal motivo los emigrados políticos españoles en pleno le ofrecieron un multitudinario homenaje de despedida en el café Napolitani: Los refugiados españoles rendimos una cena homenaje de despedida en un café del bulevar Saint Michel, en pleno Barrio Latino, a Carlos Espía, a quien debemos profunda gratitud. No podíamos dejarle partir sin testimoniarle nuestro agradecimiento por sus desvelos en pro de nosotros. En estos meses ha sido incesante su peregrinar por las redacciones de los periódicos parisienses, por la oficina de la Liga de los Derechos del Hombre, por los domicilios de los prohombres izquierdistas, por los pasillos del Palais Bourbon, llevando a todas partes el eco de nuestras quejas y pidiendo amparo para nosotros... Por la labor de Cirineo que Carlos Espía se impuso 219 C. Espía Rizo, El Luchador, 4 de marzo de 1931.
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para hacernos más llevadera la cruz, obtuvo la molesta distinción de caminar también con escolta policíaca a todas horas por las calles de París; pero ésto no quebrantó su tenacidad, como tampoco melló su entereza la persecución de que se le hizo víctima a raíz de haber acompañado en su viaje a Valencia a Don José Sánchez Guerra. Ni uno solo de nosotros faltó esta noche a la cita que con él teníamos, Marcelino Domingo supo expresar con sencilla elocuencia el sentimiento que a todos nos embargaba, cuando dio las gracias a Espía por su abnegación...220.
Pasado el tiempo, unos años más tarde, recordaría con añoranza y emoción los tiempos de París. Desde el verdadero calvario que fue el exilio mexicano escribía: «Recuerdo el exilio parisino del veintitrés como esa época casi edénica en que el capitán Casero... se ganaba la vida tocando el cornetín, y otros exiliados haciendo traducciones para la casa Garnier, o dando lecciones de español, y otros organizando in cluso corridas de toros en las arenas de Lutecia...»221. Mientras en París, a pesar de las dificultades, de las penurias, de las persecuciones, todo era ilusión, esperanza en un futuro alegre e inmediato para todos, en México la desilusión, la oscuridad, el fracaso y la soledad serían los únicos acompañantes fieles en la vida del desterrado. El período de su vida transcurrido en París fue para Espía el más provechoso, el más libre y el más gozoso, no obstante, Francia no era sólo una nación, era, ante todo un ideal, y así lo afirmó en una conferencia que pronunció en México en 1941 al recordar sus tristes paseos por la margen izquierda del Sena en compañía de Manuel Azaña: ¿Qué misteriosa atracción ejercía Francia sobre los hombres libres del mundo para que todos hayamos sentido, como un desgarro en nuestras vidas, la pérdida de Francia?... El hechizo de Francia reside ciertamente en ser el pueblo que con más pasión, con más fuerza de ideales, ha cultivado el espíritu humano, la personalidad, la dignidad y la independencia del hombre, el sentido de libertad y justicia. Francia entre los pueblos y entre los hombres ha ejercido la función de clero, en el sentido laico que al vocablo da el escritor francés Julien Benda. En la Trahison des clercs Julien Benda atribuye la crisis moral de nuestra época a la traición de los espíritus selectos de los moralistas, de los pensadores, de los intelectuales puros... Luces y momentos de la conciencia universal que desertaron de la continua y desinteresada lucha en defensa de los valores permanentes del espíritu humano, para abrazar causas terrenales y utilitarias, inspiradas en consideraciones políticas, de raza, de religión, de clase o de interés. Bernanos dice al hablar de Francia y su cultura que es la más llena de sentido humano, un hogar y no una fortaleza, un asilo abierto a todos los hombres de buena voluntad, algo universal y común a toda la humanidad222.
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Indalecio Prieto, El Luchador, 1 de abril de 1931. C. Espía Rizo, «¿Cuándo volvemos a España?», Conferencia pronunciada por Espía en el Ateneo Salmerón de la capital mexicana en 1942, México, 1942, pág. 7. 222 C. Espía Rizo, «Nuestra Francia y la otra», Conferencia pronunciada por Carlos Espía en el Centro Español de México el 14 de mayo de 1941, APCE, Escritos, Alicante. 221
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CAPÍTULO IV
Sueño y realidad: Los años republicanos (1931-1936) 4.1. EN VÍSPERAS DEL 14 DE ABRIL. LA DESCOMPOSICIÓN DE LA MONARQUÍA Cuando Espía vuelve a España a finales de marzo de 1931, el país no se parecía en nada al que había abandonado en el mismo mes de 1923. La crisis económica que sacudía a Europa empezaba a notarse en España, el paro y la inflación se disparaban, disminuían las exportaciones y, sobre todo, se hundía la moneda de forma imparable. Del mismo modo, la autoridad gubernativa estaba a punto de diluirse como un azucarillo en un café. El Rey había borboneado al general Primo de Rivera y sus sucesores heredaban una situación extremadamente complicada: Berenguer era un hombre lastrado por los sucesos de Annual y por su enfermedad; Aznar carecía de vocación política. Ambos no habían sido mas que simples y fieles servidores del Rey, que intentaron apuntalar una casa en estado casi ruinoso, pero sin contar con la ayuda de ningún grupo social. De los partidos dinásticos no quedaba nada, sólo la Unión Patriótica en proceso de descomposición y algunos prohombres del régimen como Gabriel Maura, Romanones, García Prieto o De la Cierva, aferrados a la idea de que todavía era posible salvar a la monarquía. Romanones y García Prieto pensaban, aunque con muchas dudas, que sólo un pacto de Estado sería eficaz, lo mismo opinaba Cambó; De la Cierva, con mucho el más extremista, creía que había que resistir hasta las últimas consecuencias, incluso si ello suponía el derramamiento abundante de sangre. A esta situación de desconcierto en las filas gubernamentales contribuyó decisivamente la actitud de un buen número de notables monárquicos: el 20 de febrero de 1930 Miguel Maura pronunciaba una conferencia en la que afirmaba que en cuanto viese a un hombre de prestigio enarbolar la bandera republicana le seguiría y si esto no sucedía él mismo sería el encargado de hacerlo. Por las mismas fechas Ossorio y Gallardo renunciaba a la monarquía y Sánchez Román enumeraba las transgresiones
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constitucionales de Alfonso XIII en un discurso pronunciado en la Asociación de Estudiantes de Derecho. Pocos días más tarde, el 27 de febrero José Sánchez Guerra pronunciaba su celebre discurso de la Zarzuela declarándose incompatible con Alfonso XIII, exigiendo Cortes Constituyentes y una consulta popular sobre el régimen; el 13 de marzo Niceto Alcalá Zamora se proclamaba republicano en el teatro Apolo de Valencia y algunos días después Melquíades Álvarez pedía elecciones constituyentes1. Mientras tanto la agitación en la calle crecía por momentos: estudiantes, intelectuales y obreros se movilizaban decididamente contra el régimen. El Ateneo madrileño, de la mano de Manuel Azaña, iba a convertirse en uno de los principales focos de crítica y subversión. En su seno se debatían las causas de su cierre y se invitaba a «las más altas personalidades de la ciencia española, sin excluir la ciencia política, para que ocupen la tribuna del Ateneo, disertando sobre los problemas palpitantes de la vida de España»2. La tribuna del Ateneo se constituía en uno de los puntales de la lucha contra el régimen, por ella pasaría lo mejor de la inteligencia española del momento: Alberti, Bergamín, Bolívar, Zulueta, Flores de Lemus, Marañón, Ortega...; el 28 de marzo de 1931 fue Miguel de Unamuno el que acudió al Ateneo para disertar sobre Bolívar el libertador, aunque habló de España y sus problemas en medio del entusiasmo general y de un sinfín de aclamaciones a su persona y a la República: Bolívar se alzó contra el absolutismo y empezó a hacer patria al hacer República..? Por su parte el Monarca jugaba sus últimas cartas, o bien hacer caso a la consigna dada por De la Cierva de resistir a cualquier precio, o intentar soluciones transaccionales como la propuesta por Alba y compartida, de algún modo, por García Prieto y Romanones, quienes en más de una ocasión habían viajado a Hendaya y París para apremiar a Santiago Alba para que se hiciese con las riendas del poder en una especie de Gobierno de Concentración monárquico-constitucional, a lo que Alba había respondido siempre con una negativa, ya que el Rey no se comprometía a darle garantías sobre la reforma de la Constitución y la autonomía de su Gobierno. El 14 de febrero el gobierno fue ofrecido, en un intento desesperado a Sánchez Guerra: sería un Gobierno nacional en el que habría algún ministro republicano. Su primer acto fue visitar al Comité de Huelga encarcelado en la prisión modelo de Madrid, en dicha entrevista tanteó, sin muchas esperanzas, las posibilidades de una solución de compromiso que pasaría por la formación de un Gabinete de unidad nacional en el que figurarían miembros del Comité encarcelado. El viejo político conservador presumía que la visita sería baldía, no obstante, pensaba que de ese modo cumplía con su deber y conciencia. Tras la negativa de los republicanos presentó su dimisión irrevocable al Monarca, quien entonces recurrió a los reformistas, Melquíades Álvarez y Azcárate, que también renunciaron. Después surgió el efímero Gabinete del almirante Aznar. Entre tanto, se había producido la huelga general de universidades convocada por la FUE, el cierre de siete universidades, la toma del Ateneo por sus socios rompiendo
1
José Pía, Historia de la Segunda República, Barcelona, Destino, 1940, pág. 44. A. Ruiz Salvador, Ateneo, Dictadura y República, Valencia, Fernando Torres, editor, 1977, pág. 102. 3 Ibíd., pág. 105. 2
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los precintos impuestos por Primo de Rivera, el conflicto de Medicina, el manifiesto de la Agrupación al Servicio del la República, el resurgimiento de la CNT en Andalucía y Cataluña, donde, además de la fusión de Estat Cátala y el Partit República Cátala, nacía Esquerra Republicana, o el juicio contra los miembros del Comité de Huelga por el Consejo Supremo de Guerra y Marina. El Consejo de Guerra, presidido por el general Burguete, se celebró entre los días 20 y 23 de marzo de 1931, concluyendo, en medio de una algarabía general, con la exculpación de los acusados, a los que el Tribunal reconocía no haber incurrido en delito alguno al alzarse en armas contra una autoridad que había dejado de ser legítima el 13 de septiembre de 1923, haciendo válido el argumento esgrimido por los defensores: Ossorio y Gallardo, Sánchez Román, Bergamín, Victoria Kent y Jiménez de Asúa. Las manifestaciones y huelgas crecían de día en día, conflictos como el de la Facultad de Medicina de San Carlos acabaron con sangrientos enfrentamientos que demostraban la incapacidad del gobierno para contener las protestas que por todos sitios surgían. En estas condiciones se celebraron las elecciones municipales el domingo 12 de abril, dando el triunfo en las grandes ciudades a las candidaturas republicanas, lo que supuso la inmediata proclamación de la República y la salida de Alfonso XIII de España. El papel de los intelectuales en estos días, mejor dicho, en los últimos años de oposición al régimen había sido decisivo. La República nacía del agotamiento fisiológico de la Monarquía, así como del naufragio del republicanismo histórico, que había entrado en declive imparable desde 1910 en beneficio del Partido Socialista y la UGT en Madrid, y de la Lliga y la CNT en Barcelona. Los hombres de la Generación del 14, los periódicos liberales, la Universidad y los Ateneos serán los encargados de renovar el republicanismo español. Durante la Dictadura la CNT fue ilegalizada y sus miembros perseguidos y encarcelados, mientras que la UGT colaboró a su modo con el régimen. Se puede decir que, al menos hasta 1929, el movimiento obrero estuvo paralizado, aunque tal vez sea una aseveración excesivamente simplista, y que la verdadera oposición partió de los círculos intelectuales, ateneístas, universitarios y literarios, que en 1931 «ven la oportunidad de construir el régimen que habían ideado a lo largo de quince o veinte años de oposición...»4 Se trata de una situación inaudita, por primera vez en la historia española toda una generación de intelectuales se va a encontrar con las riendas del poder en sus manos. Ya no sirven los discursos, las entelequias, ni los proyectos de café, ahora tienen que gobernar. Azaña definiría al intelectual como el escritor, científico o artista que se vale de la fama que ha adquirido en la práctica de su oficio para justificar su actuación política; Unamuno diría que intelectual es cualquier literato o científico que pretenda influir con sus declaraciones y sus escritos en la vida política de su tiempo, y, partiendo de una concepción parecida, Azorín acuñaría el nombre de República de intelectuales para describir las características y los orígenes esenciales
4 P. Aubert, «Los intelectuales en el poder (1931-33)», en J. L. García Delgado (ed.), La Segunda República española. El Primer bienio, Siglo XXI, Madrid, 1987. pág. 174.
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del régimen que acababa de nacer. Sin embargo, el papel preponderante desempeñado por estas minorías tuvo sus inconvenientes. Paul Aubert afirma que esta conjunción de personalidades de tan diferente pensamiento y formación, que en un momento dado fue óptima para la proclamación del nuevo régimen, al poco tiempo se demostró perniciosa. Cómo explicar si no el velado, y a veces abierto, enfrentamiento entre Ortega y Azaña, dos de las personalidades más destacadas del nuevo régimen, o la rapidísima decepción de Unamuno, de algunos de los hombres de la Agrupación al Servicio de la República y de tantos y tantos intelectuales. La recia personalidad de estos hombres, su tremenda solvencia profesional había fijado dentro de cada uno de ellos un ideal de República que al no verse cumplido o apreciar desviaciones y contaminaciones extrañas, les produjo una profunda desilusión: No es esto, no es esto, diría Ortega. Y es que los intelectuales de los años veinte intentarían cubrir un vacío público que sólo puede entenderse por la ausencia de cuadros en los partidos políticos después de un régimen que había apartado del poder a sus propias élites. Pero que en los años treinta, al llegar al poder, no aceptan la nueva situación que postulaba su capacidad de renunciar a la formulación de un discurso crítico paralelo al del poder. En una palabra, no renunciaron a su papel fiscalizador de intelectuales, ni supieron someterse a una disciplina que les hubiese obligado a «abandonar los grandes planteamientos para sumirse a veces en la discusión de lo que Ortega llama disposioncillas. Tampoco puede olvidarse, siguiendo con el planteamiento de Aubert, que la experiencia republicana tuvo lugar en un contexto internacional crítico desde todos los puntos de vista, económico, político y social, pero también ideológico, del que surgirían fuerzas nuevas, planteamientos inauditos que supondrían, en pocos años, la subversión del orden de cosas vigente hasta entonces. En las Cortes Constituyentes había 64 catedráticos y profesores, 47 periodistas y un número elevado de científicos, escritores, abogados, filósofos y profesionales de diversa índole. Baroja, dentro de su habitual escepticismo, decía que los hombres de la República, a muchos de los cuales conocía, le parecían necesariamente abocados a hundirse definitivamente: «Creo, la verdad, que no tenían una idea clara del pueblo donde vivían»5. Muchos de los hombres que hicieron posible el 14 de abril creían vislumbrar una nueva España, que partiendo de su gran historia, la de los siglos xv y xvi, encontrase nuevos caminos para volver a ser una gran potencia siguiendo los derroteros marcados por los países más avanzados del continente, pero conservando, al mismo tiempo, lo bueno de su tradición histórica. Éste es uno de los elementos vertebradores del pensamiento de Manuel Azaña y de quienes le siguieron en su ilusionada aventura. Cuando Azaña pronunció la célebre frase España ha dejado de ser católica en su discurso a las Cortes de 13 de octubre de 1931, no se refería, como él mismo explica en sus memorias, a que una parte sustancial o numerosa del pueblo español hubiese dejado de serlo, sino que la unión Iglesia-Estado, que había dado sus frutos magníficos en un determinado momento, ahora era perniciosa para la nación, que la Iglesia y el Estado monárquico español tal como eran en 1931 no favorecían su desarrollo, que
5 P. Baroja, Desde la última..., pág. 698.
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la Iglesia no tenía ya un pensamiento propio de altura como lo tuvo tiempo atrás. Ese modelo estaba agotado, España tenía que empezar a ser ella misma, sin paternalismos, sin tutelas, con el esfuerzo y sacrificio de todos en un régimen de justicia y libertad. En rigor, este discurso encierra las bases de un nacionalismo español moderno, laico, identificado con la cultura y la historia de España y a la vez compatible con los ideales europeístas. Por otra parte, muchos de los republicanos españoles de los años 30 daban a la República un carácter taumatúrgico, casi mágico. En su pensamiento había una gran dosis utópica que cifraba en el nuevo régimen «el sueño del verdadero y justo orden de la vida»6. Los males del país estaban indisolublemente asociados al régimen monárquico, del mismo modo que los remedios vendrían dados con la instauración de la República, que no supondría sólo un cambio de régimen, sino de hábitos, de cultura y de comportamientos. En 1931, y en palabras de Ortega y Gasset, la República se ve como el nacimiento de algo nuevo que cambiará la vida de todos. La cantidad de esperanzas depositadas en el porvenir eran de tal envergadura que iba a resultar muy difícil no defraudarlas. Carlos Espía es un intelectual autodidacta y comprometido en el sentido más amplio de la palabra, que pone el prestigio conseguido en el desempeño de su oficio al servicio del ideal republicano, que es tanto como decir, dentro de su esquema de pensamiento, al servicio del progreso de su país. Para él la república no es sólo un régimen político distinto y opuesto a la monarquía, es la única posibilidad de regeneración que le queda a España, porque en el contexto histórico del momento, en el caso español, sólo república es sinónimo de democracia, de justicia y de libertad, ingredientes absolutamente necesarios para que el país saliese del estado de postración en que se encontraba; por el contrario, monarquía equivale a antiguo régimen, a privilegios, a tiranía, corrupción y analfabetismo, elementos configuradores de la decadencia nacional. Como la mayoría de los hombres de su generación, Espía inicia su vida política a la luz de las hogueras de la Semana Trágica, y como muchos jóvenes republicanos vivirá el año 1931 como la culminación de un proyecto soñado y deseado durante muchos años de lucha. Todos ellos tienen unos rasgos comunes característicos, aunque el factor individual sea básico a la hora de valorar su actitud: pertenecen a la burguesía, tienen una innata vocación intelectual, son anticlericales, masones, liberales y patriotas, pero de un patriotismo nuevo basado en el reconocimiento de las diferentes identidades de los pueblos de España, en el trabajo personal, la libertad y el progreso social, abominan de la vieja política y admiran a Manuel Azaña como máximo exponente del nuevo régimen. A casi todos ellos falta, como es natural, experiencia política y por ello sufrirán en sus carnes las embestidas de la dura realidad española: enfrente encontrarán, por un lado, los restos del antiguo régimen y sus instituciones fundamentales todavía en pie, siempre dispuestas a batallar en defensa de sus seculares intereses y de su particular concepción del Estado; por el otro, a una parte del pueblo español, animado sobre todo por los anarcosindicalistas y, en algu-
6 A. Duarte, «La esperanza republicana...», pág. 172.
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nos momentos, por sectores de los partidos obreros, que no estaba dispuesto a esperar para mañana lo que creía podía conseguir en el acto. El día 14 de abril parte del Comité Revolucionario estaba reunido en el domicilio madrileño de Miguel Maura, aguardando la resolución de las conversaciones que mantenían con los ministros monárquicos, las que a su vez éstos tenían con el Rey y la determinación del propio Monarca. El ambiente era muy tenso y la actividad frenética en todos los cenáculos políticos, nadie sabía ciertamente cual iba a ser el curso que tomarían los acontecimientos. Merece la pena reproducir, siquiera sucintamente, cómo transcurrieron aquellas decisivas horas según la visión del escritor José Pía: Cansado de esperar Maura coge a Azaña, montan en un taxi y se dirigen a Gobernación a tomar el poder en nombre del Gobierno Provisional de la República, Azaña pálido, Maura decidido. Al llegar un oficial de la Guardia Civil pregunta: —¿Desean algo los señores?—, —Somos el Gobierno Provisional de la República— contesta Maura, rígido, estirado. El oficial dio un grito y la guardia formó. El primer paso estaba dado. Subió los escalones de tres en tres y penetró directamente en el despacho del Sr. Marfil al que dijo con voz enérgica: ¡Sr. Subsecretario!, soy el Ministro de la Gobernación del Gobierno Provisional de la República. Deseo que se ausente usted en el acto... Inmediatamente cogió el teléfono y ordenó a todos los gobernadores civiles que cedieran el puesto a los presidentes de las audiencias...7
Esto sucedía en Madrid alrededor de las seis y media de la tarde con la multitud ocupando las calles entre cánticos y gritos de entusiasmo, antes había sido proclamada la República en Éibar y Barcelona con la misma improvisación y desconcierto. En Valencia, Marco Miranda se había apoderado del Ayuntamiento siguiendo un esquema que sería repetido una y otra vez por todo el territorio español: «Cayeron en poder de los republicanos los ayuntamientos, las diputaciones, los gobiernos civiles; multitudes enfervorecidas y en manifestación civil colocaban en los puestos de mando a sus hombres más representativos»8. Espía había regresado de París en los últimos días del mes de marzo para participar en la campaña electoral alicantina. Tras una semana de estancia en Madrid, donde se percató del clima de agitación en que vivía la capital de España, viajó a su ciudad natal para sumarse a la campaña electoral que ya estaba en curso. El 6 de abril escribía en El Luchador un artículo lleno de optimismo y de fe en el triunfo de la candidatura republicana, recalcando la enorme trascendencia que tendrían los comicios del 12 de abril: «Estas elecciones no serán sin embargo como aquéllas, son las elecciones de la revolución. Acabo de vivir durante una semana el clima revolucionario de Madrid. Toda España es una convención. Esta piel de toro tendida al extremo de Europa es hoy un inmenso Juego de Pelota...»9 Utilizando un símil cargado de intención compara el ambiente madrileño con el que siglo y medio antes se había vivido en París. Ahora, con mucho retraso, le tocaba a España dar los pasos liberadores que
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J. Pía, Madrid, el advenimiento de la II República, Madrid, Alianza Editorial, 1986. Marcelino Domingo, La experiencia del poder..., págs. 68-78. C. Espía Rizo, El Luchador, 6 de abril de 1931.
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en aquella ocasión dio Francia. Y ciertamente, con todas las matizaciones que se quiera, algo parecido debía estar ocurriendo en muchas ciudades españolas, donde, a pesar del relativo optimismo de los ministros regios, la ciudadanía intuía que algo iba a ocurrir que cambiaría de modo sustancial sus vidas. Los cafés rebosaban de gentes ávidas de novedades, las sedes de los partidos eran auténticos hervideros humanos donde se esperaba con emoción la llegada de cualquier persona con noticias frescas, lo mismo sucedía en las redacciones de los periódicos, en los ateneos y en las principales calles de las ciudades. La importancia de las elecciones municipales no venía dada únicamente por determinados aspectos coyunturales, sino que había sido una constante histórica en las luchas por el poder en España. Desde los tiempos del emperador Carlos las estructuras de dominio político habían dependido siempre del control de los municipios, quien detentaba el poder municipal, ejercido directamente sobre subditos o ciudadanos, tenía la autoridad nacional. Esto había sido especialmente significativo durante la Restauración, lo que explicaría la importancia intrínseca que Espía daba a estas elecciones: «La lucha por las libertades municipales ha sido tradicionalmente en España la expresión de la lucha por la libertad con mayúsculas, esto es, de todas las libertades. Ese sentido ha de tener la contienda del domingo para la conquista republicana de los ayuntamientos... De las urnas han de salir los municipios de la Segunda República»10. Así las cosas, la victoria republicana en las municipales sería un primer paso para la definitiva instauración de la República, ya que supondría el desmantelamiento del principal instrumento del régimen: el caciquismo. Espía, aunque consciente de la tremenda importancia de la contienda y de que con ella se iniciaba un proceso que probablemente no tendría vuelta atrás, no llega a intuir en ningún momento la rapidez con que se iban a suceder los acontecimientos a partir del domingo 12 de abril; a pesar de que en muchas de sus intervenciones públicas hiciese hincapié en que estaban ante algo más que unas elecciones municipales, de que en un mitin en Alicante dijese que en El Escorial no quedaba sitio más que para un rey11, veía el fin de la monarquía como algo próximo pero no inminente. El día 9 de abril intervino en un mitin en el cine Carolinas junto a Vicente Fernández, Pomares Monleón y García-Furió. Con un local completamente abarrotado y un ambiente que oscilaba entre la emoción y la euforia, pronunció un discurso cargado de recuerdos, añoranzas y esperanzas: «Traigo el encargo de los emigrados en París, de Indalecio Prieto, de Marcelino Domingo, de Ramón Franco, de Pablo Rada, de Queipo de Llano y de tantos otros amigos de allí, de daros un saludo y un abrazo»12. Fue el primer acto electoral público en que participó en Alicante después de muchos años de ausencia. Habló de su pasado parisino, de lo que había visto en Madrid, del futuro, pero sobre todo de los republicanos y el republicanismo alicantino: «Oí decir a Unamuno, fue en un diálogo inolvidable con George Duhamet, que sólo los pueblos que tienen historia pueden tener porvenir. Añadía D. Miguel que úni-
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C. Espía Rizo, El Luchador, 8 de abril de 1931. Mitin en Carolinas, Diario de Alicante, 10 de abril de 1931. Ibíd.
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camente los hombres cargados de recuerdos están repletos de esperanzas... Al volver a Alicante cuanta satisfacción encuentro, no ha habido deserciones, traiciones, ni escepticismo, todo el grupo sigue en pie...»13 El domingo, día 12, se celebraron las elecciones con el resultado de todos conocido. Según fueron llegando los primeros datos, tras unas horas de incertidumbre, una multitud expectante fue adueñándose de las calles alicantinas a la espera de ver confirmados los rumores que surgían por todas los rincones de la ciudad. Al día siguiente Espía publicaba un artículo en El Luchador dando por proclamada la República e insistiendo en la identificación existente entre el nuevo régimen y el orden, en lo que parecía ser un aviso para sus partidarios más extremos y para sus opositores más recalcitrantes, que proclamaban a los cuatro vientos los desmanes y desastres que acompañarían inevitablemente a la implantación de la República: «Alicante ha puesto fin para siempre al caciquismo monárquico que la deshonraba. El noventa por ciento de los votantes alicantinos se pronunció ayer por la República. Ayer demostró Alicante y toda España que la República es el orden...»14 Había en estos hombres, y muy especialmente en Espía, un enorme interés por que nadie pudiese confundir República y desorden, por desmentir los pronósticos de los agoreros, antes al contrario querían demostrar que el nuevo régimen traería el verdadero orden, aquel que nace de la voluntad popular, la libertad y la justicia, de ahí las constantes apelaciones al buen sentido y al respeto de los adversarios políticos derrotados, pensamiento compartido por la prensa republicana de la ciudad como expresa un titular a toda página publicado el 15 de abril en Diario de Alicante: «La República naciente en España, la nación la acoge con tanto júbilo como orden.» 4.2.
GOBERNADOR CIVIL DE LA REPÚBLICA
4.2.1.
LOS PRIMEROS DÍAS REPUBLICANOS: EN EL GOBIERNO ClVIL DE ALICANTE
La primera noticia sobre la proclamación de la República se supo en Alicante a las 15,35 horas de la tarde del día 14 de abril gracias a las pizarras colocadas en la fachada del local de Diario de Alicante. En ellas se daba puntual cuenta de los últimos acontecimientos ocurridos en Barcelona; en pocos minutos los sucesos se conocieron en toda la ciudad sin dar tiempo siquiera a la aparición de ninguna de las ediciones especiales que preparaban los periódicos. Seguidamente «el entusiasmo se apoderó de las gentes e inmediatamente se organizó una imponente manifestación que se dirigió al Ayuntamiento»15. Varios miles de personas recorrieron el centro de Alicante tras una banda de música dando vivas a la República, cantando la Marsellesa y acompañando a un féretro que representaba la muerte de la Monarquía; se cerraron comercios, talleres y fábricas hasta quedar la ciudad totalmente paralizada, transformada, en cuestión de horas, en una auténtica y alborozada fiesta. Los alicantinos vi13 14 15
El Luchador, 10 de abril de 1931. C. Espía Rizo, El Luchador, 13 de abril de 1931. Diario de Alicante, 15 de abril de 1931.
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vían el nacimiento del nuevo régimen como la realización de un deseo largamente esperado por todos, dando rienda suelta a toda su alegría, a todo su regocijo. Una vez llegado el grueso de la manifestación a la Casa Consistorial, Carlos Espía, Guardiola Ortiz, Ors Pérez y Lorenzo Carbonell, erigidos por aclamación en representantes del nuevo poder, izaron la bandera tricolor en el balcón municipal: el pueblo congregado en la plaza de Alfonso XIII prorrumpió en vítores, aplausos y otras pruebas de entusiasmo. Los momentos fueron de una emoción indescriptible. Los corazones latían emocionados y muchos hombres y mujeres del pueblo lloraban de emoción y entusiasmo. Desde este momento la gente recorre las calles con banderas republicanas, exteriorizando su júbilo de forma espléndida. El pueblo alicantino, como todo el español, dio ayer una prueba de civilidad que constituyó un ejemplo para el mundo entero16.
La afluencia de gente fue tal que temiendo colapsar el centro de la ciudad se organizaron manifestaciones, presididas por los concejales de distrito recién elegidos, dirigidas hacia los barrios periféricos, en los que el entusiasmo llegó a cotas apoteósicas, «nada que se recuerde en la historia de los pueblos»17. Mientras tanto una comisión de republicanos alicantinos presidida por Carlos Espía, que había estado en contacto telefónico con el Gobierno Provisional, seguida por varios centenares de personas, se encaminó al Gobierno Civil. Tras parlamentar con el Gobernador monárquico se posesionaron del edificio izando la enseña republicana en su exterior. Inmediatamente salieron al balcón desde donde Espía se dirigió a los presentes recomendando orden y encareciendo «al pueblo, que, como el gobernador saliente señor De la Cerda, enemigo del nuevo régimen, quedaba como huésped de Alicante, merecía más respeto que nunca...»18 Al día siguiente la misma comisión acudió al Gobierno Militar para terminar de zanjar el asunto de los presos políticos, quedando en libertad los que todavía permanecían encarcelados en Aspe. Siguiendo las instrucciones de Miguel Maura, el día 15 se había hecho cargo del Gobierno Civil Pascual Domenech, presidente de la Audiencia Provincial, sustituyendo en el cargo a Emilio de la Cerda. En la madrugada del 15 al 16, hacia la 1,30 de la mañana, el Ministro de la Gobernación llamó a Espía para tratar de convencerle de que aceptase el puesto, utilizando para ello todos los argumentos imaginables, pero logrando al final su objetivo. Desde un principio la intención de Espía fue regresar a París en cuanto se hubiesen celebrado las elecciones, pero antepuso su sentido de la disciplina al interés personal aceptando ocupar un cargo, en el que no se sentía cómodo, a condición de que se cubriese el puesto de modo definitivo cuanto antes, cosa a la que se comprometió formalmente el Ministro de la Gobernación sin obtener resultado positivo hasta el 27 de abril, ya que los intentos que hizo en ese sentido resultaron infructuosos, dándose el caso de que dos candidatos que habían aceptado el cargo y cuyo nombramiento apareció en la Gaceta dimitieron sin haber tomado posesión: Vicente Sales y José García Berlanga, lo que da una idea de las dificultades 16 17 18
Diario de Alicante, 15 de abril de 1931. Ibíd. Ahora, 16 de abril de 1931.
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que encontraron las autoridades republicanas para cubrir los puestos de máxima responsabilidad en estos primeros momentos. Según escribe Miguel Maura la designación de los primeros gobernadores corrió de su cuenta tras expulgar las listas de candidatos que le proporcionaban los diferentes partidos republicanos a través de sus ministros. La tarea fue muy ingrata pues entre los nombres facilitados había muchos impresentables que sólo alegaban como mérito su acendrado republicanismo o su amistad con alguna personalidad destacada; de entre todos ellos tuvo que seleccionar a cuarenta y ocho que reuniesen unas condiciones mínimas de capacidad, decisión, firmeza y prestigio para hacerse cargo de un puesto que era fundamental para el control de los resortes del poder en todo el territorio nacional. En el caso de Alicante no tuvo demasiados problemas pues Espía era el republicano más popular y sus relaciones con los miembros del Gobierno Provisional eran inmejorables, además ya se había encargado el pueblo alicantino de auparle como su máximo representante. El paso de Espía por el Gobierno Civil alicantino fue fugaz pero intenso al mismo tiempo. Los gobiernos civiles habían sido una pieza clave en la estructura de poder del antiguo régimen y ahora deberían serlo, al menos temporalmente, para la construcción del nuevo. Desde el primer día intenta consolidar la autoridad republicana en la ciudad, mantener el orden e iniciar la renovación de todas las instituciones, siguiendo siempre las instrucciones recibidas de Madrid. El 16 de abril por la mañana acude al Ayuntamiento alicantino para dar posesión de su cargo al alcalde electo Lorenzo Carbonell Santacruz, pronunciando un emotivo discurso seguido con entusiasmo por la multitud que llenaba el Salón de Plenos: En este Ayuntamiento hay una aplastante mayoría republicana que corresponde al abrumador número de republicanos con que ha contado siempre Alicante; pero hay también una minoría monárquica digna de todo respeto. Los hombres de esa minoría serán respetados por los republicanos alicantinos. Nosotros queremos que haya una crítica y una fiscalización de nuestra obra. No tememos la luz ni la discusión. Nosotros invitamos a cuantos no comparten nuestros ideales a que defiendan los suyos y a que los hagan triunfar, si llega el momento, por los procedimientos de orden y respeto a todo como hemos hechos nosotros. Ha habido en el proceso político que nos ha llevado a esta victoria, un gran orden, una gran tranquilidad, una gran serenidad. Yo pido a Alicante que esta serenidad, que esta tranquilidad y este orden continúen para bien de todos...19
En su discurso, Espía ha dedicado más tiempo a hablar del comportamiento y de la actitud a seguir con los monárquicos, a contar con ellos, a abrirles puertas que a la victoria republicana, tal como había decidido unánimemente el Gobierno Provisional, renunciando de ese modo a cualquier actitud revanchista o de aseguramiento de fidelidades: «nos pareció injusto, antiliberal, antidemocrático e impropio, —escribe Miguel Maura— dado el tono pacífico y ordenado que había presidido el advenimiento del régimen»20, aunque tal vez con esta decisión el Gobierno republicano confirmaba
19 20
Actas municipales, 16 de abril de 1931, AMA. M. Maura Gamazo, Así cayó..., pág. 205.
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el aserto de Saint Just según el cual «los que hacen una revolución a medias se limitan a abrir su propia tumba»21. En aquellos primeros momentos, la misión de los auténticos republicanos, según Espía, consistía en apaciguar los ánimos, encauzar las energías y las ansias liberadas hacia un esfuerzo constructivo, impedir cualquier desbordamiento, cualquier imprudencia que pudiese hipotecar el futuro del régimen y cercenar su credibilidad. La República venía para dar la mayoría de edad al pueblo español, para posibilitar la plena realización de sus potencialidades, para construir un nuevo edificio nacional basado en la libertad y la justicia, para ello era preciso que los justos y antiguos anhelos del pueblo no fuesen manipulados por extremistas y demagogos. El pensamiento y las palabras de Espía estaban en perfecta armonía con la circular que el día 15 había enviado Maura a los gobernadores: «Confiamos en que por ese Gobierno Civil se cooperará al mantenimiento de esta admirable normalidad, facilitando sin recelo ni hostilidad la expansión justificada del sentimiento nacional republicano y cuidando al propio tiempo de apoyar y proteger con eficacia y prudencia, sin alarde ni exhibición inoportuna, todos los derechos de todas las personas sin diferencia de la significación de estas...»22 Sin embargo, la tolerancia no puede ser nunca cosa de uno solo y pronto surgirían los problemas en el seno del propio concejo, como ocurrió con las reiteradas manifestaciones de profesión católica hechas en los plenos por un concejal monárquico a pesar de la advertencia que en ese sentido le hizo Alvaro Botella al estimar «que la religión es privativa de las conciencias» y recordar que «ni el Gobernador Civil, Sr. Espía, ni el alcalde, Sr. Lorenzo Carbonell, ni el Presidente de la Comisión Gestora Provincial, Sr. Albricias, quienes es público y notorio que no profesan la doctrina católica, han blasonado de sus creencias»23. Además de Carbonell, buena parte de los concejales republicanos elegidos el 12 de abril habían sido discípulos del doctor Rico, nutrían las filas del nuevo republicanismo alicantino y eran amigos personales de Carlos Espía: Alonso Mallol, E Albricias, Cremades, Gómez Serrano, Martínez Torregrosa, Alvaro Botella, César Oarrichena, Nicolás Lloret y Pérez Torreblanca. Los primeros días de su efímero mandato transcurrieron en el empeño por resolver los múltiples problemas que surgían por todos los rincones de la provincia, agolpándose a las puertas del Gobierno Civil como si se tratase de una tromba de agua nacida del reventón de alguna presa. Todo eran agravios, denuncias, protestas, conflictos sin resolver, y todo el mundo quería que la solución del suyo fuese inmediata. Once días es muy poco tiempo para valorar una gestión, y menos todavía si se consideran las circunstancias en que transcurrieron. Se puede afirmar que, pese a la frenética labor desempeñada, entre la necesaria adaptación al puesto, las conversaciones con el Gobierno Provisional, la puesta en práctica de las circulares del Ministro de la Gobernación, las recepciones y las negociaciones con las fuerzas vivas de la provincia, los días pasaron de forma rapidísima. Sin embargo, ocurrieron cosas, y durante
21 22 23
M. Domingo, La experiencia..., pág. 99. Boletín Oficial de la Provincia, 16 de abril de 1931, AMA. Actas municipales, 29 de abril de 1931, AMA.
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este corto espacio de tiempo hubieron de tomarse las decisiones necesarias para que el nuevo régimen diera sus primeros pasos. El 21 de abril recibió al Director General de Agricultura para tratar de las reivindicaciones de los agricultores de la Vega Baja. Ese mismo día, tras hablar con los representantes de los trabajadores del puerto, Espía puso en marcha la fila única y creaba un organismo, que presidiría Lorenzo Carbonell, para poner fin a las arbitrariedades y las pésimas condiciones de vida de aquellos obreros, a lo que contribuiría también la constitución de la Caja de Pensiones que en este momento se empezó a proyectar24. Sin embargo, el problema más grave que tuvo que afrontar fue la renovación de aquellos ayuntamientos en los que no se habían realizado elecciones, constituyéndose bajo el célebre artículo 29, o había sospechas de que éstas se habían efectuado bajo algún tipo de coacción. Como el Gobierno Provisional optó por «respetar las bases del Estado monárquico, su estructura tradicional y acometer, paulatinamente, las necesarias reformas para obtener una democratización de los resortes de la administración»25, esta renovación hubo de hacerse utilizando las estructuras, las leyes, incluso los modos, del antiguo régimen. Los conflictos más graves surgieron en la Vega Baja, la Marina Alta y Santa Pola, aunque las quejas no venían siempre del mismo lado. En Orihuela fueron los conservadores quienes pusieron el grito en el cielo cuando Espía, condicionado por los informes del concejal Escudero Bernicola que decían que en la ciudad se estaba conspirando contra la República y que el caciquismo seguía campando como en tiempos de la Monarquía, arrancó a los concejales monárquicos su dimisión y nombró una Comisión Gestora municipal, a la que a su vez éstos acusaban de sectarismo y de comportarse en el Gobierno Municipal como si de una convención se tratara26. Nombramientos de Comisiones Gestoras se hicieron también en Confrides, Teulada, Calpe, Gorga, Orba o Villajoyosa27, a petición de afiliados a partidos republicanos que hablaban de coacciones, falseamiento de las elecciones, desacato a las autoridades de la nación, corrupción, supervivencia de las estructuras caciquiles y chantaje. La mayoría de las irregularidades denunciadas por vecinos o partidos procedían de zonas eminentemente agrícolas en las que el caciquismo seguía teniendo intacta su infraestructura, raramente se producen protestas en las grandes ciudades de la provincia. El nombramiento de Comisiones Gestoras era siempre algo problemático porque suponía un acto de fuerza que enfrentaba, cosa que se quería evitar, al nuevo régimen con las reminiscencias del antiguo, pero también porque levantaba resquemores y sospechas entre las filas gubernamentales, caso paradigmático es el de Santa Pola y algunas poblaciones de la Vega Baja como Almoradí, Dolores y Salinas, donde los republicanos denuncian la infiltración de monárquicos afiliados a partidos republicanos en las mencionadas Gestoras, acusando a Espía de pasividad y de no enterarse de la realidad: «El Ayuntamiento santapolero es hoy republicano pero lo constituyen los mismos concejales monárquicos, absolutamente los mismos concejales caciquistas de to-
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El Luchador, febrero de 1933, APCE, Recortes de prensa, Alicante. M. Maura Gamazo, Así cayó..., pág. 204. M. A. De Vera, «Política en Orihuela», en El Día, 13 de noviembre de 1931. AGA, Sección Gobernación, Cajas 207 y 266.
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dos los partidos que hasta el mismo día 14 eran enemigos declarados de nuestras aspiraciones. Hay que acabar rápidamente con ese arribismo arrollador que todo lo invade infectándolo y trayendo a la reciente República todas las lacras y podredumbres de la Monarquía»28. Las Diputaciones provinciales siguieron algunos días bajo el control de políticos monárquicos, fueron las últimas instituciones en ser renovadas. El 24 de abril el Ministro de la Gobernación hizo público un decreto en el que se daban las directrices a seguir por los gobernadores para la renovación de los entes provinciales29: las diputaciones serían regidas por una Comisión Gestora compuesta por tantos diputados como distritos provinciales existiesen, estos serían designados libremente por el gobernador entre los concejales de dichos distritos. El día 27 de abril Espía procedió a designar a los componentes de la Gestora de la Diputación alicantina, nombrando presidente a F. Albricias, de Acción Republicana, secretario a José María Mingot y diputados a Alfredo Esciche, P. J. Devesa, J. Ortola Abad, F. Escolano Gómez, J. Cremades Sirvent y Juan Samper. En el acto Pérez Mirete, último presidente monárquico del organismo, y Espía se fundieron en un caluroso abrazo. Buena parte de la labor del Gobierno Provisional y de los gobernadores civiles se encaminó durante estos primeros días, como venimos insistiendo, a intentar impedir que se produjesen abusos y arbitrariedades por parte de las nuevas autoridades municipales, pues era bastante frecuente que aprovechando los cambios acaecidos algunos mandatarios utilizasen su cargo para saldar antiguas cuentas pendientes, o que entendiesen que cualquier persona que hubiese trabajado en un Ayuntamiento durante la Monarquía era merecedor de una sanción administrativa. Para impedir ésto, el Ministro de la Gobernación dictó una circular que hizo pública Carlos Espía el día 24 de abril, en ella se decía: Llegan a conocimiento de este ministerio que algunos ayuntamientos suponiendo anuladas las disposiciones que regulan la corrección y la separación de los funcionarios y demás empleados municipales, han acordado aquellas medidas sin atenerse a ninguna formalidad legal o reglamentaria; prevengo a VE para que lo haga saber a los ayuntamientos y comisiones gestoras interinas y para que lo publique en el BOP, que continúan vigentes cuantas disposiciones amparan derechos adquiridos por los funcionarios y demás empleados municipales, de suerte que no deben ser corregidos ni separados sin previa audiencia de los mismos y formación de expediente30.
Se quería dar una impresión de normalidad, que la República era un régimen de legalidad que no iba a suponer ninguna amenaza para nadie que no estuviese inmerso en algún tipo de delito, y que incluso en este supuesto se respetarían las leyes vigentes en el momento. Otra de las cuestiones empezadas por Carlos Espía desde el Gobierno Civil fue la revisión de las cuentas de todos los ayuntamientos con la finalidad de hacer un estu28
Diario de Alicante, 28 de abril de 1931. Boletín Oficial de la Provincia, 24 de abril de 1931, AMA. 30 Circular del Ministerio de la Gobernación al gobernador civil Carlos Espía, Boletín Oficial de la Provincia, 24 de abril de 1931, AMA. 29
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dio serio que posibilitase el conocimiento real del estado de las arcas municipales, ya que se temía que la mayor parte de ellos se encontrasen en una situación próxima a la bancarrota. Con esta finalidad el BOP publicaba una orden por la que se ordenaba a todos los alcaldes a presentar el estado de cuentas de su Ayuntamiento ante el Gobierno Civil antes del día 15 de mayo31. El 27 de abril, pocas horas después de haber dado posesión de su cargo a los miembros de la Comisión Gestora Provincial, Espía dimitía de su cargo, sustituyéndole Mariano Guillen Gozar. 4.2.2.
UN PERÍODO DE DUDAS
El 28 de abril Espía partió para Madrid, llamado por el Gobierno Provisional. Tanteado sobre su disposición para aceptar un cargo de alta responsabilidad, incluso se le llegó a ofrecer el puesto que él eligiera, manifestó su deseo de seguir siendo periodista y regresar a sus corresponsalías en París, desde donde pensaba podía ser más útil a la República. Tan sólo se avino a hacerse cargo de la jefatura de prensa de la Embajada de España en Francia, lugar que creía idóneo para realizar una fructífera labor de propaganda republicana. Hay que reseñar que la mayoría de los componentes de la tertulia del Napolitani, por hablar del grupo más selecto del exilio parisino, muchos de ellos con menos méritos e historial político que Espía, ocupaban cargos de significación desde los primeros días de la República: Marcelino Domingo y Prieto eran ministros; Maciá, presidente de la Generalidad; E. Ortega y Gasset, gobernador de Madrid; Queipo de Llano, capitán general de Madrid; Ramón Franco, director general de Aeronáutica; López Ochoa, capitán general de Barcelona; Marco Miranda, gobernador de Córdoba y Rafael Sánchez Guerra, subsecretario de Presidencia. Pero la obstinación de Espía cedería nuevamente. La insistencia de Indalecio Prieto y Marcelino Domingo acerca de lo útil que sería para la República sus conocimientos sobre política internacional y la circunstancia de que Lerroux fuese Ministro de Estado, terminarían por convencerle para que aceptase durante unas semanas el cargo de Jefe de la Oficina de Prensa del Ministerio. Se designó a Espía para este puesto porque existía una enorme desconfianza entre todos los ministros del Gobierno Provisional respecto a Lerroux32, pensaban que el alicantino era persona muy bien relacionada con los medios diplomáticos, políticos y periodísticos internacionales —había sido Vicepresidente de la Asociación Internacional de Periodistas—, tenía experiencia y conocimientos suficientes en la materia y una dosis elevada de mano izquierda para influir en el líder radical y lograr que sus intervenciones en Ginebra se saldasen, al menos, con un balance discreto para la Delegación española. Durante toda su trayectoria política y periodística parece confirmarse una especial aversión de Espía hacia los cargos de primera fila, sometidos a protocolo y obligaciones demasiado burocráticas, prefería el trabajo en la sombra, la acción, el movimiento 31
Boletín Oficial de la Provincia, 24 de abril de 1931, AMA. J. Álvarez Junco, El emperador del Paralelo. Lerroux o la demagogia populista, Madrid, Alianza, 1990, págs. 428 y 429. 32
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libre al encasillamiento protocolario de los cargos, y sobre todo, a lo largo del período republicano se notaría en él un deseo manifiesto de servir a sus ideales desde su verdadera vocación de periodista, de hombre de acción que desde la mesa de un ministerio, creía que cada uno debía servir al nuevo régimen desde el oficio que mejor supiera desempeñar, en su caso el periodismo. La aceptación de cargos que paulatinamente fue desempeñando fue más el resultado de su compromiso político, de su lealtad y sentido de la responsabilidad que de una ambición personal. Espía opinaba, parafraseando a Ángel Duarte, que la República no podía subsistir si sus ciudadanos no cultivaban aquella cualidad a la que Cicerón dio el nombre de virtus. La virtud cívica se plasma en la determinación para defender la comunidad contra la amenaza de conquista; pero también en la vocación de servicio público, en la adecuación de las propias acciones al interés común. Además, habría que añadir el influjo que desde hacía tiempo ejercía sobre él Manuel Azaña, por quien llegaría a sentir auténtica pasión, no obstante los enfrentamientos que en algún momento hubo entre los dos. Al igual que Azaña veía la política «como un sometimiento de la persona, del yo, a unas necesidades fatales, a unas leyes y una servidumbre ineludibles»33. Así lo cuenta Espía en un artículo de diciembre de 1931 publicado por El Luchador: «Antes de ser elegido diputado yo me disponía después a marchar a París a reanudar mis trabajos periodísticos, pero el gobierno de la República me nombró Gobernador de Barcelona. Sin aspirar a ello fui a Barcelona porque hacer lo contrario habría sido abandonar la República para satisfacer mis propios intereses»34. Consideraba que había llegado el momento propicio para organizar la sociedad española de un modo racional y moderno, pasando de la crítica y el derrotismo de los hombres del 98 y de algunos de su generación, como el Ortega de 1932, al compromiso serio y audaz con la modernización del país, aunque las dificultades y decepciones pudiesen parecer insoportables en algunos momentos. Ante esas circunstancias ningún interés personal, ninguna ambición justificaba una renuncia, había llegado el momento de cumplir inexorablemente con el deber, de poner en práctica todo el arsenal de proyectos e ideales almacenados durante muchos años. Como Azaña, veía que España era una sociedad en crisis con fuerzas que pugnaban entre sí, por lo que igual podía ocurrir una revolución conservadora o una de izquierdas, la misión principal de los hombres de la República sería evitar cualquiera de las dos, sería una labor de integración nacional. Siendo Director de la Oficina de Prensa del Ministerio de Estado tuvieron lugar los sucesos de mayo, que acabaron con el incendio de iglesias y otras propiedades eclesiásticas en casi todo el territorio nacional, hecho que tendría fatales consecuencias para la República pues «significaron, por un lado, pérdida de credibilidad, dentro y fuera del país, entre diversos sectores y por distintas razones, y, por otro, una ruptura de la unánime moderación que había presidido hasta aquel momento la aproximación a la cuestión religiosa»35. El Gobierno Provisional había hecho un esfuerzo 33
J. L. Cano, Españoles de dos siglos, Madrid, Editorial Hora H, 1974, pág. 240. C. Espía Rizo, El Luchador, diciembre de 1931. 35 J. de la Cueva Merino, «El anticlericalismo en la Segunda República y la Guerra Civil», en M. Suárez Cortina y cois., El anticlericalismo español contemporáneo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, pág. 221. 34
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de consenso que se plasmaba, entre otras cosas, en la elevación de un católico a la Presidencia de la República. A partir del 11 de mayo las contradicciones saldrían a la luz y ese consenso se iría diluyendo paulatinamente. Fuese quien fuese el protagonista de los hechos de mayo, el daño causado a la República había sido grande, hasta un periódico como El Diluvio, de un anticlericalismo furibundo, dijo «que la gran masa republicana debía convertirse, ante la quema de conventos, en centinela del orden»36; por su parte el alcalde de Alicante Lorenzo Carbonell pedía colaboración al pueblo, encargado de mantener la República, para que colaborase a restablecer el orden en la ciudad, exigiendo él las responsabilidades pertinentes37. José Pía, tan contradictorio en sus escritos históricos como en su actitud vital, no duda en implicar a sus amigos en los hechos al asegurar que en Alicante fueron los amigos de Carlos Espía quienes perpetraron los incendios, pero también aseguraba que Espía era por entonces Gobernador Civil de Barcelona y que dimitió a finales de mayo al no poder controlar el caos que dominaba la ciudad38, cuando lo cierto es que rio accedió a ese cargo hasta el día 13 de junio. Una vez cumplida la misión que le había sido encargada en el Ministerio de Estado dimitió y volvió a pensar de nuevo en regresar a París, idea que abandonó temporalmente al ser propuesto candidato a las legislativas por el Círculo Republicano de Benalúa a instancias de Lorenzo Carbonell y Pascual Ors. Por entonces todavía no estaba afiliado a ningún partido político concreto, pertenecía a Alianza Republicana como independiente, aunque sus simpatías estaban cada vez más próximas al grupo de M. Azaña, en el que ingresaría poco antes de la celebración de los comicios a pesar de que muchos de sus amigos pertenecían al Partido Republicano Radical Socialista. Su amistad con Eduardo Ortega y Gasset, Marcelino Domingo o Botella Asensi no fue obstáculo para que decidiese afiliarse a Acción Republicana, partido que veía más en consonancia con su talante y sus ideales. Sobre Lerroux ya había expresado su opinión en numerosas ocasiones, lo que no impidió que durante los primeros meses de armonía republicana colaborase con él, o a su lado, en el Ministerio de Estado y en la Delegación española ante la SDN; de entre los radical-socialistas se identificaba plenamente con Marcelino Domingo, pero desconfiaba de la demagogia de algunos de sus dirigentes. Otra opción podría haber sido el Partido Socialista, tenía una gran amistad con Prieto y coincidía con él en muchos planteamientos, pero el proyecto de Espía era estrictamente republicano, no creía en la lucha de clases y sí, por el contrario, en el progreso social que se derivaría de un régimen democrático de corte europeo. Del mismo modo que en regímenes monárquicos democráticos como el inglés existían partidos conservadores y partidos de izquierda, Espía pensaba que las fuerzas políticas españolas llegarían a articularse dentro del nuevo régimen de suerte que representasen a todas las opciones políticas y a todos los sectores de la pobla-
36 F. Madrid, Ocho meses y un día en el Gobierno Civil de Barcelona, Barcelona, Ediciones La Flecha, 1932, pág. 147. 37 Diario de Alicante, 12 de junio de 1931. 38 J. Pía, Historia de la Segunda República española, Barcelona, 1940, pág. 158.
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ción. Dentro de ese esquema los antiguos monárquicos, el partido de Maura y los radicales ocuparían el segmento más a la derecha, Acción Republicana sería el centro, y los radical-socialistas y los socialistas se situarían a la izquierda. La identificación de Espía con Acción Republicana provenía de esta formulación: Acción Republicana era un partido nuevo, con ideas y hombres nuevos, con una manera nueva de hacer política, cuyo proyecto básico era la europeización de España; era también un partido reformista que aspiraba a transformar progresivamente la sociedad, los hábitos y las instituciones, y un partido de progreso que venía a ocupar un lugar intermedio en la sociedad española para impedir el triunfo de la reacción o de la revolución social. Sin embargo, este esquema caería por su peso, porque estaba formulado sobre premisas falsas, ya que un porcentaje alto de la población, y sobre todo los poderes fácticos, nunca llegarían a sentirse identificados con la República y rechazarían frontalmente los planteamientos azañistas. El candidato que debía acompañar a Espía en la en la cabeza de lista por Alicante debía ser el catedrático, periodista y pedagogo Martí Jara, persona que había influido mucho en la vocación política de Manuel Azaña, fundador de Acción Republicana, masón coyuntural e íntimo amigo de Unamuno y José Giral, pero murió semanas antes de las elecciones y hubo de recomponerse la candidatura, que quedaría finalmente integrada por C. Espía, R. Llopis, Botella Asensi, González Ramos, J. Martínez Ruiz, A. Pérez Torreblanca y R. Rodríguez de Vera. El semanario La Raza Ibera había propuesto otra lista alternativa formada por personalidades de prestigio que al final no salió adelante, estaba integrada por G. Bernacer, Figueras Pacheco, C. Espía, R. Altamira, Azorín, R. LLopis, Guardiola Ortiz, Pérez García-Fuiró, O. Espía, Botella Asensi y A. Pascual Devesa. 4.2.3.
SUCESOR DE COMPANYS EN BARCELONA
A los pocos días de iniciada la campaña electoral, el 12 de junio de 1931, Espía fue llamado por Maura para ofrecerle uno de los cargos más comprometidos y difíciles del régimen: el del Gobierno Civil de Barcelona. No se puede afirmar con certeza que la propuesta saliese exclusivamente de Maura o si tuvieron que ver con ella M. Domingo o I. Prieto. La primera noticia sobre su nombramiento se la proporcionó su íntimo amigo Francisco Madrid, al que un ministro había preguntado su parecer sobre tal eventualidad. Durante todo el día buscó a Espía por Madrid sin encontrarlo hasta la noche en un café de la calle Alcalá junto a José Pía, «ese magnífico burlón que se ha liado la manta a la cabeza y que puesto a defender cosas absurdas y raras, un día defenderá a Royo Vilanova»39. Al darle la noticia Espía se puso a reír de forma estruendosa como no dando crédito a las palabras de Madrid: «¡Vamos hombre!, sería la broma más estupenda que podría darme la República. ¡Magnífico, magnífico!, es usted el gobernador ideal para Barcelona, —comentó enseguida Pía—; —Te doy
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F. Madrid, Ocho meses y un..., pág. 167.
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mi palabra de que mañana te llamaran para que aceptes el cargo—, dijo F. Madrid»40. Al ver que la cosa iba en serio Espía cambió el gesto y en tono grave le respondió que de ninguna manera aceptaría: «yo me debo al Ministerio de Estado. Creo que es un lugar donde puedo servir a mi país y no voy a comprometerme en una aventura de la que ignoro cómo saldré»41. Francisco Madrid continuó insistiéndole apelando a su sentido del deber y alegando que la provincia estaba sin autoridad. Al día siguiente todo ocurría tal como había dicho el periodista catalán y Espía aceptaba irse a Barcelona. El 14 de junio salía su nombramiento publicado en la Gaceta con el refrendo de las firmas de Maura y Alcalá-Zamora. Aceptó el cargo, según sus propias palabras, por responsabilidad y consecuencia con sus ideales. El nombramiento, que truncó casi por completo su participación en la campaña electoral, fue muy bien acogido por la prensa republicana. Ahora le dedicaba el siguiente artículo de fondo: «Se ha hablado de que el régimen republicano adolecía de falta de hombres, y ello no es cierto. Casi todos los españoles capaces y competentes están al lado de la República... De este tipo es la elección hecha anoche por el gobierno en la persona de Carlos Espía, el cargo de Gobernador de Barcelona es uno de los más difíciles y comprometidos de la República. No vale enumerar los obstáculos con que tropezará en su gestión porque la información diaria los va recogiendo uno a uno. Es uno de esos cargos cuya aceptación supone de veras un sacrificio. Conocedor a fondo de los problemas sociales de Barcelona... esperamos que el nuevo Gobernador de Barcelona realice una labor todo lo flexible que quiera en la forma, pero en el fondo resuelta y enérgica...»42 El diario monárquico ABC también estuvo conforme con la designación: «El Sr. Espía es joven, inteligente y resuelto, y tiene, por las señales, cabal concepto de cómo debe desempeñarse el cargo...»43 Desde Cataluña la acogida a Espía fue también buena, José Pía, próximo en este momento de su vida a los postulados nacionalistas, le dedicó un encomiástico artículo en La Veu: Espía es un caso representativo de la clase política que ha de consolidar la República. En primer lugar es hombre absolutamente civil, de una innata libertad de espíritu sin límites. Es también un hombre que siente la emoción del régimen imperante. Tiene, además, una tendencia a jugar limpio, a la seriedad, al orden, a dar a las palabras su sentido real y a las cosas la importancia que realmente tienen. Detrás de sus ojos, un poco cansados, hay un espíritu capaz de comprender al mismo tiempo la más exquisita ironía, la observación más aguda, el hecho de más fina sensibilidad. Tiene una enorme capacidad de trabajo, tiene también un valor máximo: es un hombre de fe, muy poco inclinado a dejarse abatir por las dificultades y el escepticismo. La vida dura que ha llevado le ha dado una resistencia magnífica44.
La designación de Espía, fuese sugerida por unos o por otros, venía dada, entre otras cosas, por la necesidad expresada por Maura en multitud de ocasiones de man40 41 42 43 44
Ibíd. Ibíd. Ahora, 13 de junio de 1931. «El Gobernador Civil de Barcelona y la Generalidad», en ABC, 16 de junio de 1931. J. Pía, La Veu de Catalunya, junio de 1931.
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tener una línea de gobierno enérgica y decidida en todo el país. Sin embargo, el factor determinante fue, sin duda, la estrecha amistad que le unía a los líderes nacionalistas catalanes: Amadeo Hurtado, con quien había trabado una vieja amistad a través del periodismo y sobre el que escribiría un libro reconociendo lo mucho que había influido en su formación45, Companys, Lluhí, Gassols, Maciá. Con todos ellos su trato era inmejorable. Tal vez no hubiese en los partidos republicanos de ámbito estatal ninguna persona que tuviese unas relaciones tan cordiales y fluidas con los políticos catalanes, y eso era importantísimo ya que estaba por medio la elaboración del anteproyecto de Estatuto de Cataluña, uno de los compromisos que hicieron posible el Pacto de San Sebastián. Es más, parece que Espía aceptó el cargo hasta la aprobación plebiscitaria del mismo y que la misión principal que le encomendó el Gobierno Provisional iba en esa dirección: armonizar los intereses del Estado y de Cataluña de manera que el Estatuto no sólo sirviese para satisfacer las demandas de autogobierno de los catalanes, sino que, al mismo tiempo, fuese el primer paso para imbricar a aquella región dentro del nuevo modelo de Estado republicano. El mismo Espía reconocía, al dimitir de ese puesto, la importancia que habían tenido en su nombramiento esos factores y su claro autonomismo: «El gobierno conocía perfectamente mi amistad con el Sr. Maciá, amistad que fue muy afectuosa en la época de estancia del Presidente de la Generalitat como exiliado en París, y no desconocía tampoco mi criterio respecto al problema de Cataluña, que es del todo favorable a una solución armónica mediante la aprobación del Estatuto»46. Espía era un fervoroso autonomista, creía que la autonomía era el único camino posible para conseguir la integración de todas las regiones de España en un proyecto común, el centralismo lo asociaba a los Borbones, al despotismo, era algo ajeno a la tradición española: «Yo no soy centralista ni mi concepto de España es el de un Estado absorbente y dominador que ahogue la personalidad de los pueblos que la forman. Ese concepto es exclusivo de las fuerzas regresivas y reaccionarias de España, que por paradoja se presentan como depositarías de las tradiciones cuando el centralismo español es sólo una tradición bien reciente para un pueblo tan viejo»47. El modelo a seguir era el autonomismo valenciano que reuniendo las características de los dos grandes nacionalismos históricos, catalán y vasco, nunca había caído en la tentación del separatismo: Hemos creído disparatado que nuestra libertad pudiese establecer fronteras en La Encina. Liberales y demócratas, los valencianos creemos en la solidaridad democrática de España y que mal podemos conservar nuestra libertad —la de nuestro pueblo y la de sus hombres— si a nuestras puertas dominan en las otras tierras las fuerzas represivas, reaccionarias, militaristas, opresivas... La lucha, en nuestra opinión, no está entablada entre una España dominante y centralista y unos pueblos atropellados y oprimidos sino entre aquellas fuerzas de opresión —residuos de una España que queremos ver reformada y liberada y a cuya potencia opresiva aportan su
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C. Espía Rizo, D. Amadeu Hurtado, un liberal europeu, México, 1952. F. Madrid, Ocho meses y un..., pág. 180. Carta sin fecha de Espía a Pedro Gringoire, APCE, Correspondencia, Alicante.
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contribución hombres de todas las procedencias nacionales— y unas fuerzas de progreso y liberación, de las cuales nosotros creemos que forman parte tanto los movimientos de tipo nacionalista como los movimientos de avance político y social de las demás regiones48.
Al frente del Gobierno Civil estaba desde el 14 de abril Luis Companys, aunque oficialmente no fuese nombrado hasta el 23 de abril. Al igual que Espía en Alicante, había ocupado el cargo de forma interina y por ser el republicano de más arrojo y prestigio de la ciudad. Companys, hastiado por el conflicto del puerto y cansado de un puesto que no iba con su carácter, quería abandonarlo para dedicarse a la reorganización de ERG, cosa que hizo de forma irrevocable en los primeros días de junio, manteniéndose en el Gobierno Civil hasta la llegada de su sucesor. En rueda de prensa convocada tras su dimisión comunicó el nombre del futuro gobernador: «El nuevo gobernador es Carlos Espía. Su nombramiento será bien recibido por la opinión, pues se trata de persona que ha demostrado su espíritu de sacrificio por los ideales y una gran capacidad. Es profundamente demócrata y hombre de una gran energía, que es la cualidad más importante en estos momentos. El Gobierno ha tenido un gran acierto en esta designación»49. El primer acto oficial de Espía como Gobernador, estando todavía en Madrid, fue enviar un telegrama a F. Maciá comunicándole la noticia y poniéndose a su disposición50. Al día siguiente, 13 de junio, partió para Barcelona acompañado por Marcelino Domingo, José Berenguer, Santiago Valiente y Francisco Madrid. El viaje transcurrió en animada charla sobre la recepción que los catalanes darían a Espía y los problemas que encontraría en la Ciudad Condal; en San Vicente, ya en tierra catalana, se incorporaron Arturo Menéndez, jefe de policía de Barcelona, Braulio Solsona, íntimo amigo de Espía y colaborador de Companys en el Gobierno Civil, y el propio L. Companys, con quien conversó Espía detenidamente hasta el fin del trayecto, de tal manera que a su llegada a Barcelona ya se había hecho una ligera composición de los conflictos más graves que tendría que afrontar desde su cargo. En el acto de toma de posesión dijo que había recibido con sorpresa el nombramiento y que había tenido que pensar mucho para aceptarlo, pero que una vez aceptado venía dispuesto a cumplir con sus obligaciones con todas las consecuencias: Comprendo que el cargo de Gobernador Civil es importante y difícil en estos momentos, pero al igual que otros se han sacrificado por la República, me sacrificaré yo también por ella y he de procurar que mi mando sea una continuación de la labor llevada a cabo por mi amigo Companys... Para todo lo que afecta a mis funciones como gobernador procuraré poner en todas las cuestiones para resolverlas un espíritu hondamente humano y de gran cordialidad, pero si el momento llegase en que no fuesen posibles soluciones armónicas, obraría con la mayor energía. Soy un hombre dispuesto a defender las libertades que tenemos y el régimen que el pueblo se ha dado. Vengo dispuesto a ello con toda decisión y lo cumpliré con energía...51 48
Ibíd. F. Madrid, Ocho meses y un..., pág. 169. 50 Telegrama de Carlos Espía a F. Maciá, 12 de junio de 1998, ANC, Fondo F. Maciá, Correspondencia, Barcelona. 51 Ahora, 13 de julio de 1931. 49
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A los pocos minutos de terminar el acto de toma de posesión, los concurrentes, con el Presidente de la Generalitat a la cabeza, se dirigieron a la calle para acompañar el féretro de Santiago Rusiñol, en lo que sería el primer acto público de Espía en Barcelona. El 8 de junio participó en Valencia en el mitin protagonizado por Azaña y Lerroux, que elogió efusivamente a Espía por su labor en el Ministerio de Estado: «Vuestro coterráneo, el ilustre republicano Carlos Espía, fue para mi una luz en el camino lleno de tinieblas.» Por su parte Azaña habló sobre la necesidad imperiosa de separar Estado e Iglesia, pero insistiendo en que eso no se conseguiría quemando conventos. Espía salió entusiasmado del acto y escribió una sentida crónica que al día siguiente publicaron varios diarios: «Llenando el inmenso circo de la fiesta trágica, la llama del sol levantino, rojo; en el corazón del pueblo la llamarada roja del ideal que encendió Blasco Ibáñez. Espectáculo inolvidable»52. Su única aportación desde Barcelona a la campaña electoral fueron las colaboraciones periodísticas en la prensa alicantina, El Luchador y Diario de Alicante preferentemente, este último propiedad ya de Alianza Republicana. En uno de esos artículos para El Luchador explicaba diáfanamente el programa republicano y advertía de los peligros que podían acechar la estabilidad del régimen: Nosotros pedimos una legislación republicana ideal, una transformación de la vida política española, pero nos oponemos a la denuncia de redentores puramente verbales tanto como a la soberbia de quienes aspiran a sostener un privilegio... Aspiramos a dar a nuestra vida pública un carácter puramente laico; implantar en el campo la reforma agraria que todos los estados modernos han realizado ya; humanizar por un profundo sentido de justicia las luchas sociales; abrir escuelas; estabilizar la peseta: hacer posible y compatible la paz y la justicia, la libertad y el orden...53
Lo expuesto por Espía coincidía netamente con las líneas maestras del programa republicano. Es evidente, de nuevo, el aviso que quiere dar a aquellos que intentaban perjudicar a la República desde posiciones maximalistas incompatibles con un régimen democrático: los reaccionarios monárquicos capaces de cualquier cosa con tal de conservar sus privilegios, y los extremistas de la otra orilla para los que cualquier reforma era insuficiente y que a base de demagogia, violencia y desórdenes pretendían llevar a la República por una senda impracticable. Todos ellos habían dado ya muestras más que suficientes de que les importaba bien poco la gobernabilidad del país y el futuro del régimen, unos y otros estaban convencidos de que contribuir a su fracaso era la estrategia perfecta para lograr sus objetivos y a ello dedicaban todas sus energías. Cuanto peor, mejor. El 28 de junio se celebraron las elecciones y la candidatura republicana obtuvo un rotundo triunfo, Carlos Espía fue el diputado más votado. La política llevada a cabo por Espía desde el Gobierno Civil de Barcelona tendría sustanciales diferencias con la de su antecesor Luis Companys, aunque dentro de una
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M. Martínez López, Alicante por la República, 1931, Alicante, 1996, pág. 27. C. Espía Rizo, El Luchador, 27 de junio de 1931.
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línea común de responsabilidad y fidelidad al régimen. Según cuenta Francisco Madrid, persona que conoció directamente la actuación de los dos gobernadores desde su puesto de secretario de ambos, Luis Companys fue el gobernador adecuado, propicio, insustituible para «encauzar el orden en un momento revolucionario», cosa que jamás le sería reconocida por las clases conservadoras54; pero fue un gobernador inmerso en una revolución y por ello carente «de organización, de sistema y de método». Companys tenía la emoción revolucionaria, la pasión, no tenía «aquella paciencia burocrática y aquella serenidad jurídica que debe tener un gobernador civil». Por el contrario Carlos Espía, hombre de sistema y disciplina, iba a reorganizar el gobierno civil, a darle una estabilización precisa pasada la hiperestesia revolucionaria... La política de Espía fue la política del bloc de notas..., del hombre paciente que escucha a todo el mundo, que apunta discretamente las ideas y los consejos de todos y que, finalmente, después de medir el pro y el contra en cada caso, decide sobre las cuestiones que se le plantean con toda altivez de miras y de justicia... Es un político del tiempo nuevo: honesto y tenaz; manos limpias e ideas claras. Por donde pasa deja la huella de un hombre justo55.
Durante 1931 la conflictividad social fue muy elevada, superior a la registrada en la Dictadura, pero no mayor a la de 193056. La CNT, en su congreso de Madrid, decidió seguir en guerra abierta con el Estado: «Estamos frente a las Cortes Constituyentes como estamos frente a todo poder que nos oprima. Seguimos en guerra abierta contra el Estado. Nuestra misión, sagrada y elevada misión, es educar al Pueblo para que comprenda la necesidad de sumarse a nosotros con plena conciencia y establecer nuestra total emancipación por medio de la revolución social»57. Aunque Ángel Pestaña fue confirmado en la Secretaría General y triunfó el sector moderado, el sindicato iniciaba un endurecimiento que propiciaría el triunfo de las tesis faístas y la marginación de los posibilistas. En estas circunstancias Espía tuvo que enfrentarse a uno de los períodos más conflictivos de la ciudad. Por un lado tenía que hacer de mediador entre las aspiraciones del Gobierno Central y las aspiraciones de los nacionalistas, intentando que el Estatuto saliese adelante con la mayor celeridad y de manera que no levantase demasiadas ampollas. No se pueden olvidar las posiciones antiautonomistas del centralismo tradicional español y de algunas personalidades vinculadas a la República como Unamuno y Ortega, quien llegó a decir que «el problema catalán, como todos los parejos a él, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar»58. A pesar de todo la elaboración del Estatuto transcurrió en un ambiente de gran armonía entre el Gobierno Central y la Generalitat, hecho al que contribuyó fehacientemente Espía con su mediación. Por otro lado, el mes de julio de 1931 en Barcelona si por algo merece ser mencionado no fue por esta cuestión, sino por el alto grado de conflictividad social. Se 54 55 56 57 58
F. Madrid, E, Ocho meses y un..., pág. 168. Ibíd., págs. 169-170. J. Aviles Parré, La izquierda burguesa en la Segunda República, Madrid, 1985, pág. 89. J. Gómez Casas, Historia del anarcosindicalismo español, Madrid, 1978, pág. 204. Citado por J. Pía, Historia de la Segunda República..., vol. 2, pág. 88.
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pueden enumerar muchos, pero no todos los hechos que acaecieron: huelga de telefónica, huelga general convocada por la CNT, minas La Cardona, lonja, puerto, huelga general de Manresa, gas, electricidad, tipógrafos, taxis, cierre de automóviles Pescara, además de una oleada de bombas y atentados como el de telefónica, protagonizado por diez individuos pistola en mano, que, tras pedir a la gente que abandonase la calle, colocaron un potente artefacto que destrozó un importante registro telefónico y causó numerosos heridos, ante lo cual el Gobernador clausuró el sindicato telefónico y declaró a la prensa que no estaba dispuesto a tolerar violencias de ese tipo y que si intentaban llevar a Barcelona la misma situación de alarma que vivía Sevilla tomaría medidas de mucha más envergadura. La actitud de Espía podía ser enérgica y contundente en ocasiones como ésta, pero antes agotaba todas las posibilidades de diálogo para resolver los conflictos; su arbitraje fue útil para resolver huelgas como la de minas La Cardona, el gas o la electricidad, que amenazaban con colapsar la ciudad. En el caso de La Cardona su intervención fue determinante para resolver un conflicto que llevaba camino de enquistarse peligrosamente: «Toda la vida podrá citarse como un modelo de buen gobierno la manera, a la vez suave y decidida, con que resolvió en pocos días la angustiosa situación creada en las minas de Cardona, donde por obra de unos perturbadores, no catalanes, los cuales explotaban el malestar justificado del obrero, se había aumentado, y aumentando cada día, un peligroso foco de anarquía y desorden. Hoy todo se ha resuelto —al menos el peligro anarquista— sin derramamientos de sangre ni violencias. Nada más que haciendo respetar la autoridad, la cual por su parte, empezaba por respetar la ley y por respetarse ella misma»59. Lo mismo ocurrió con el conflicto del puerto, que ya había creado muchos quebraderos de cabeza a L. Companys: en los primeros días de su mandato logró poner las bases para una solución satisfactoria para todas las partes, pero el 7 de julio el conflicto se recrudeció debido, según Espía, a que «la sección de obreros del Sindicato Único del ramo de transportes de a bordo, había solicitado de los capataces que para la contratación del personal se estableciese un turno riguroso, empezándose hoy por el número 202 ya que el sábado se acabó la contratación en el número 201»60. La patronal aceptó esta petición a condición de que los sindicalistas se comprometieran a no formular nuevas demandas durante un período de seis meses. Se negaron en redondo y la huelga se radicalizó paralizando por completo las tareas portuarias. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos por la coincidencia de huelgas de gran incidencia social, Espía se entrevistó con el gobernador militar López Ochoa para darle instrucciones y preparar la estrategia a seguir en caso de que las cosas fueran a más, Ochoa se mostró totalmente de acuerdo con Espía y dispuesto a colaborar en todo lo que se le ordenase. Sin embargo las relaciones entre los que habían sido compañeros de exilio iban a enturbiarse definitivamente. López Ochoa había tenido ya algún problema con Azaña a propósito de las reformas militares y su concepto un poco arcaico de las relaciones entre el poder civil y el militar y otro tanto le iba a ocurrir
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R. Llates, Mirador, agosto de 1931, APCE, Recortes de prensa, Alicante. F. Madrid, Ocho meses y un..., pág. 174.
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ahora a Espía. El Gobernador Militar, aspirante a Capitán General pese a que ese cargo no existía, creía que podía actuar por su cuenta y riesgo sin someter sus decisiones a ninguna instancia superior. Unilateralmente decidió pedir al gobierno que dejase en Barcelona la escuadrilla de aviones que había ido a la ciudad para la fiesta de la bandera y que enviase una escuadrilla de torpederos, so pretexto de echar mano de su personal técnico en caso de recrudecimiento de las huelgas del gas y la electricidad, además llamó a los técnicos que se habían retirado acogiéndose a los decretos de Azaña para que se pusiesen a sus órdenes. Ni al Ministro de Guerra ni a Carlos Espía hicieron la menor gracia estas determinaciones. Espía se desplazó a Madrid para despachar con el Gobierno y enterarle de la actitud del General y el 15 de julio Ochoa era destituido. Pese a lo que se pudiera esperar, el cese de López Ochoa fue bien acogido por la prensa republicana. Crisol decía que no le extrañaba que algunos militares no acomodasen su conducta a las nuevas normas, y pedía al Gobierno que castigase cualquier indisciplina aunque fuese por servir mejor a la República, debiendo ser especialmente contundente con el general Franco «que en su discurso de despedida a los cadetes de la clausurada Academia General, vertió conceptos sospechosos, tales como decir que el corazón pugna por levantarse en una última rebeldía. Tan intolerable es esto como que cualquier autoridad militar pretenda erigirse en autoridad autónoma para servir al régimen...»61 El mayor quebradero de cabeza de Espía era, inevitablemente, el movimiento anarquista, que coincidiendo con su mandato había pisado el acelerador revolucionario y propiciaba una estrategia de intransigencia. Pronto se percató de que ese era el problema principal de la ciudad, al que tendría que dedicar más tiempo. Raymond Carr afirma que en su empeño por solucionar el problema llegó a proponer el encarcelamiento de los anarcosindicalistas más extremistas para de ese modo hacer crecer la fuerza de los moderados, cosa que por supuesto no llevó a cabo<)2. La afirmación de Carr no es cierta del todo. Espía consideró que la única forma de conseguir una pacificación real de Barcelona pasaba por la integración del anarcosindicalismo en la vida civil y democrática. Se trataba de encontrar el medio de potenciar a aquellos elementos más moderados de la organización y hacerles aceptar las reglas del juego democrático. Con esa finalidad mantuvo un número indeterminado de entrevistas con miembros de la CNT, entre otros Peiró, que le manifestaron abiertamente que estaban disconformes con la línea que se estaba imponiendo en el sindicato por una minoría, ya que era contrarrevolucionaria e impedía el desarrollo de la organización hipotecando su futuro. Al oír afirmaciones tan claras y contundentes Espía les preguntó si creían que esa minoría actuaba de mala fe, respondiendo sus interlocutores afirmativamente. Llegada la conversación a este punto Espía les dijo: Entonces, si yo expulso de la ciudad a estas gentes y las aparto del movimiento sindical dejándoles a ustedes las manos libres para robustecer la Confederación, que a mí no me asusta, ni me preocupa, antes al contrario, creo que es un bien para el
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Crisol, julio de 1931. R. Carr, España, 1808-1975, Barcelona, Ariel, 1990, pág. 597.
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proletariado que esté organizado, porque de esta manera es más responsable de la obra que realice, les hago a ustedes un favor63,
contestaron que sí y de inmediato Espía les dijo que estaba dispuesto a hacerlo: —¡ Ah, no!, no podemos aceptarlo..., —De manera que ustedes se ven acorralados por estos impunistas que amparados en la multitud les ponen a ustedes en situaciones difíciles, obligan a que las masas realicen una labor perturbadora para la República, aniquilan la economía de Cataluña, lo cual quiere decir que dentro de poco tiempo la pueden llevar a la miseria y entonces los obreros se pueden despedir de las ventajas que han conseguido hasta ahora, y cuando se encuentran con unos hombres como yo, que poco les importa arrostrar la impopularidad de realizar una política de expurgación, no se la dejan hacer.
Prosiguió con su argumentación explicando las diferencias que a su juicio había entre la labor represora de la monarquía, que lo mismo afectaba a una persona honrada que a un desalmado, y la democracia republicana, que basaba su actuación en el principio de legalidad: «La República no es despotismo, pero es Autoridad. Y la autoridad moral y material de una república está en saber destriar a los hombres que quieren una modalidad nueva de gobierno y a los que no quieren más que perturbar»64. En cierto modo, el método propuesto por Espía era algo muy parecido al empleado en muchas ocasiones por la monarquía. La expulsión gubernativa de un grupo de personas, por muchas sospechas que hubiese sobre ellas, sin el debido control judicial era algo que chocaba con las esencias democráticas, sólo justificable por el vacío legal existente y el temor a que el desorden dañase gravemente al régimen. Espía hacía suyo el pensamiento de Ruiz Zorrilla que decía: «Nosotros somos revolucionarios frente a la reacción, pero conservadores de la República, de la libertad, de la justicia que se va conquistando cada día para el pueblo, conservadores frente a la anarquía. Cuando la tiranía mantiene la violencia, la violencia es un derecho de los pueblos esclavos. Cuando se ha conquistado la libertad, la violencia es fratricidio...»65 Para él resultaba completamente legítimo que un determinado grupo social aspirase a fórmulas más progresivas de gobierno, a luchar por una sociedad más justa que mejorase las condiciones de vida y la dignidad del proletariado, pero entendía que un sector del anarcosindicalismo, concretamente la FAI, buscaba alterar el orden sin otro objetivo que mantener un estado de agitación constante de manera que el hecho más nimio pudiese servir de escusa para convocar una huelga general. Los representantes sindicales dieron la razón a Espía en todo cuanto decía pero afirmaron que si actuaba contra los extremistas se verían obligados a organizar protestas en toda Cataluña. Espía, sorprendido cada vez más, les apremió para que explicasen en qué consistirían esas protestas de solidaridad, pensando en que serían algo testimonial, quedando estupefacto cuando, a pesar de haberle dado la razón, le dijeron que no les quedaría otro remedio que ir a la huelga general: 63 64 65
F. Madrid, Ocho meses y un día..., pág. 171. Ibíd.pág. 172. Citado por El Día, 26 de junio de 1931.
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Esto quiere decir que ustedes son unos suicidas, porque sabiendo que al final les derrotarán a ustedes, incluso que se les van a apoderar de las organizaciones y de su dirección inclusive y, por lo tanto, llevarán por mal camino al proletariado y no quieren que la República les salve a ustedes y a los obreros de lo que será toda una catástrofe. —Tiene usted toda la razón, pero no podemos prestarnos a esto que sería una traición... —No empleemos palabras gruesas, —inquirió Espía—, yo soy un caballero y soy incapaz de proponerles una traición. Lo que sí les pido es que me dejen actuar contra los forajidos que se sirven de la sencillez mental de las masas para escurrirse de la persecución de la justicia. Ya ha visto usted esa huelga general de Gerona porque la justicia ha detenido a un hombre reclamado judicialmente por el asalto a un banco... Esto no es defender a un propagandista proletario, sino a un vulgar delincuente...66
Los sindicalistas asintieron a cuanto dijo y así acabó la conversación. Días después los posibilistas de la CNT sacaron a la luz el llamado Manifiesto de los treinta, en el que Peiró, Pestaña, López, Massoni, Fornells, Alfarache y otros trataban de poner distancias respecto a la actitud de los faístas, no fiando «la revolución exclusivamente al valor de las minorías más o menos audaces, sino que quiere que sea un movimiento airullador del pueblo en masa, de la clase trabajadora caminando hacia su liberación definitiva...»67 Lo que Raymond Carr presenta como proposición estrafalaria de un gobernador excéntrico, fue un intento serio y medido para impulsar una estrategia que ayudase a que el sector moderado se hiciese con las riendas de la CNT, separando a quienes legítimamente y dentro de los cauces legales pretendían defender sus intereses de clase, de aquellos que habían hecho de la algarada un modo de vida, poniendo en peligro no sólo la estabilidad del régimen, sino también su eficacia pues el Gobierno debía dedicar mucho tiempo, medios y esfuerzos a solventar los problemas continuos que ocasionaba el sindicalismo radical. Se trataba de captar al sector moderado hacia la normalidad, hacerles ver que su campo de acción estaba en el mundo laboral y que una vez instaurada la República la vida debía volver a discurrir dentro del marco establecido por las leyes, correspondiendo al Gobierno la tarea legislativa y reformadora, estrategia que proporcionaría a las clases trabajadoras muchas más ventajas a medio plazo que la seguida por los faístas, que terminarían metiendo en un callejón sin salida al sindicato y a la República, si ésta no era capaz de controlarles. El desorden sin fundamento ni objetivos, la algarada constante y el conflicto permanente producían un fuerte rechazo en la opinión pública que terminaba por reclamar soluciones autoritarias; de esta opinión era Juan Peiró, director de Solidaridad Obrera, quien ante multiplicación incesante de conflictos protagonizados por su organización, declaró: «La Confederación no es culpable del sinnúmero de huelgas planteadas puesto que éstas las acuerdan los respectivos comités, y espera que este problema se resolverá pronto con la organización de la Unión Nacional de Industrias que hará obra de conjunto y evitará la multiplicación de conflictos parciales»68. Muy pronto Peiró, Pestaña y los suyos quedarían completamente desplazados de la organización. 66 67 68
F. Madrid, Ocho meses y un día..., pág. 172. M. Timón de Lara, La II República, vol. I. pág. 71. F. Madrid, Ocho meses y un día..., pág. 179.
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Fracasó Espía, también Peiró, por la actitud empresarial y por las expectativas que algunos sindicalistas habían despertado en las clases trabajadoras, pero también por las redes de solidaridad y silencio impuestas en el seno de la organización anarquista, redes a las que era muy difícil sustraerse dado el grado de beligerancia, esquemas mentales y mecanismos coercitivos empleados por el sindicato. También porque Espía era un burgués representante de un Gobierno burgués que defendía un Estado burgués. Espía hizo todo lo posible para que la CNT aceptase el juego democrático y sometiese sus actuaciones a la legalidad vigente, pese a ello años más tarde su amigo José Pía escribiría lo siguiente: «En todo este período, sin embargo, se da un fenómeno muy general y es éste: mientras el titular de Gobernación es uno de los políticos españoles a los que ha repugnado más el anarco-sindicalismo, éste tiene, en muchos gobiernos civiles, un trato de favor y en las capitales de provincia donde la CNT tiene un grupo fuerte, domina totalmente. Éste fue el caso de Sevilla mientras fue gobernada por el Sr. Muntaner, y de Barcelona, mientras lo hicieron Companys y Espía»69. Cuando se declaró la huelga general de Manresa, una de las peticiones de los huelguistas para sentarse a negociar, petición que amenazaba con enconar el conflicto hasta límites peligrosos, fue la retirada de la Guardia Civil. La Guardia Civil tenía muy mala fama entre las clases trabajadoras porque siempre había sido utilizada como instrumento represivo al servicio de las clases adineradas. Sabida es la dificultad que tuvo Maura para emplearla en los sucesos de mayo: muchos ministros pensaban que sería un descrédito tremendo para la República mandar a la Guardia Civil contra el pueblo70. Espía pensaba que la Guardia Civil era una institución armada al servicio del poder constituido y que la bondad o maldad de sus actos dependía de quien la mandase. Además las reformas militares habían sacado al ejército de las ciudades encomendándose las alteraciones del orden que en ellas hubiese a la Guardia Civil, por tanto creía que su deber consistía en hacer que la ley se cumpliese utilizando los mecanismos que tenía a su disposición: «Y como soy yo —añadió—, el gobernador, quien la mandó, no la retiraré por más huelgas y amenazas que haya. Hay que evitar que siga la enemistad entre el pueblo y la fuerza pública. Se ha terminado ya eso de que se manden fuerzas a una población y luego se haga retirar a petición de los obreros...»71 Estas declaraciones y otras de carácter análogo llevaron al sector radical de la CNT a pedir su dimisión reiteradamente, a lo que respondía Maura asegurando que seguiría en el puesto hasta que se aprobase el Estatuto de Cataluña, tal como habían acordado. Las dificultades no siempre provenían del anarquismo, los problemas con los comunistas también fueron considerables. Aunque tenía amigos comunistas y había trabajado con ellos en los años parisinos, Espía era profundamente anticomunista, me-
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J. Pía, Historia de la Segunda República..., vol. I, pág. 145. M. Maura, Así cayo..., págs. 243 y sigs. Según Maura fue Azaña el que más vehementemente se opuso, y su opinión fue determinante en la actitud de los ministros socialistas. 71 Ahora, 8 de julio de 1931. Declaraciones de C. Espía. 70
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nos por antagonismo ideológico que por los métodos que utilizaban, en más de una ocasión los compara, por la oscuridad de sus estrategias, a los jesuitas. Uno de los conflictos más sonoros que protagonizó con el Partido Comunista fue la expulsión de André Marty, con la que quiso enfatizar la independencia y autoridad del Gobierno republicano español respecto a cualquier injerencia del exterior. André Marty vino a España para participar en una serie de mítines organizados por el PCE. A la salida de uno de ellos, los escoltas particulares de Marty, pistola en mano, rodearon a los policías que estaban en misión oficial, insultándoles y amenazándoles, mientras, el líder comunista francés se desentendía del asunto y de ese modo burlaba la custodia que había ordenado el Gobernador. Al recibir los informes sobre lo sucedido Espía suspendió los mítines de Marty y convocó una rueda de prensa para explicar a la opinión pública las razones de su actitud: Lo que ocurre es que el gobierno, que ha autorizado la propaganda de todos los partidos y todas las ideologías, no puede aceptar un acatamiento hipócrita de la ley. Tal es el caso, según mis informes, del Partido Comunista. Por una parte acepta la ley y pide amparo de ella para celebrar actos públicos, y por otra realiza una propaganda clandestina e intolerable. La República es un régimen de libertad y de publicidad, y el gobierno impone respeto para una y para la otra, pero no tolerará amenazas ni que nadie pueda tomarse la justicia y la vigilancia por su mano72.
A las pocas horas Marty se presentaba en el Gobierno Civil para protestar por la decisión de Espía y explicar que llevaba escolta por las múltiples amenazas de muerte que había recibido. El Gobernador, visiblemente indignado, le respondió que en España cuando alguien se sentía amenazado acudía a la policía y no a organizarse su propio sistema de seguridad. Además le hizo saber que no toleraría bajo ningún concepto su propaganda subversiva y le invitó a que abandonase el país con la mayor prontitud. Acto seguido Espía ordenó a dos policías que con «muchísimo respeto» le acompañasen a la frontera. Años más tarde, en el exilio mexicano. Braulio Solsona le contaba en una carta que André Marty había caído en desgracia, víctima de las purgas estalinistas73. El proyecto de Estatuto, elaborado por diputados catalanes y al que había contribuido Espía con su labor mediadora, fue presentado en Madrid por los diputados Carner, Campalans y Hurtado, este último uno de los principales consejeros del Gobernador Civil, y votado en plebiscito por el pueblo catalán el día 2 de agosto, con un resultado favorable de 592.691 votos contra 3.276 negativos. Ese mismo día dimitía de su cargo y era sustituido por Anguera de Sojo, sin que, según su testimonio, hubiera motivo oculto en su decisión. Había aceptado transitoriamente el cargo hasta la aprobación popular del Estatuto y, además, una vez elegido diputado incurría en incompatibilidad debiendo optar entre ser diputado o gobernador, decidiéndose por la representación de Alicante en las Cortes. En la mañana del 5 de agosto salió de Barcelona, una vez en Madrid acudió al Ministerio de Gobernación para dar cuenta al
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F. Madrid, Ocho meses y un día..., pág. 173. Carta de Braulio Solsona a Carlos Espía, 26 de octubre de 1952, APCE, Alicante.
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Ministro de su mandato, posteriormente habló con los periodistas, sosteniendo el siguiente diálogo con uno de ellos: «No, no tengo nada que decir. —Pero ya ve usted, se asegura que los sindicalistas y la Generalitat... —Ah, —rectifica Espía—, si lo que usted desea es una información sensacional puede ir tomando nota: El Presidente de la Generalitat, los más significados congresistas, los prelados catalanes, los sindicalistas, una nutrida representación de pistoleros y yo, nos reunimos cierta noche en un cabaret del Paralelo y acordamos..., —Bueno Sr. Espía, menuda rectificación me manda usted al periódico si yo publico esto. —Le prometo solemnemente que si usted publica esa información yo no rectifico ni una línea. Atribuyame cuanto se le antoje. Ahora bien si me atribuye usted alguna cosa razonable y discreta, entonces sí, lo rectifico»74. Los diarios de Madrid y Barcelona ofrecieron amplia información de su dimisión, trazando semblanzas sobre el personaje y su trayectoria, La Voz decía que había estado detrás de cuantos movimientos se hicieron en pos de la República; Crisol lo calificaba de «ilustre periodista» y La Publicidad, de Barcelona, publicaba lo siguiente: Si existiera realmente un cargo cuyo desempeño ofrezca con más claridad que ningún otro esta perspectiva tan poco tranquilizadora para los llamados a ocuparlo, es el Gobierno Civil de Barcelona. Carlos Espía se ha sentado en el sitial que ocuparon Martínez Anido, Milans y Despujols, en momentos especialmente difíciles, por no decir excepcionales. Y el que vino aquí a hacer su debut peligrosísimo, sale airoso del empeño... Sigue ofreciendo su magnífico conocimiento de Cataluña y la exquisitez de sus relaciones con la Generalidad, sin posibilidad de roce por amor y conocimiento de Cataluña...75
El 9 de julio, siendo Gobernador y Diputado constituyente, visitó Alicante para asistir a la inauguración del nuevo local de Acción Republicana, situado en el número 23 de la Plaza de Gabriel Miró. En el acto habló a los asistentes junto a José Estruch y Ángel Pascual Devesa. Sin embargo, el viaje no fue motivado exclusivamente por esta cuestión, sino que con su presencia pretendía dejar bien situado dentro del futuro organigrama del partido a su íntimo amigo y colaborador Miguel de Benavides. Acción Republicana se articuló como partido en Alicante ese mismo mes, siendo elegido presidente provincial Ángel Pascual Devesa, mientras que Miguel de Benavides salía designado para el puesto de secretario, siendo el hombre de Carlos Espía en el Comité Provincial. El partido continuó vinculado a Alianza Republicana, y dentro de esta coalición a la minoría radical, hasta marzo de 1932, transformándose posteriormente en el FIRPE, Federación de Izquierdas Republicanas. Una vez constituido el partido en la provincia, procedieron a elaborar el reglamento del mismo, en el que Espía participó indirectamente por mediación de Benavides76. La estructura provincial del partido estaría integrada por comités municipales nombrados por las respectivas asambleas locales, y por un Comité provincial designado por los representantes o de-
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Ahora, 8 de junio de 1931. Citado por El Luchador, 25 de agosto de 1931 y 16 de octubre de 1931. Reglamento de la organización provincial de Acción Republicana, BGM, Alicante.
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legados de dichas entidades locales. A su vez el Comité provincial designaría en su seno una Comisión Ejecutiva compuesta por el Presidente y seis miembros residentes en la capital. Los cargos de las asambleas locales y provinciales deberían ser renovados forzosamente todos los años. La cuestión autonómica, tan presente en los artículos de Espía a lo largo de toda su vida, seguía siendo una de sus inquietudes principales. En julio se presentó en el Ayuntamiento alicantino el anteproyecto de Estatuto Regional Valenciano, acudieron los concejales valencianos Gisbert, Reig y el abogado Eugenio Miguel, mostrándose Lorenzo Carbonell un tanto distante porque pensaba que Alicante quedaría en una situación de excesiva dependencia respecto a Valencia y de lejanía de Murcia77. El 28 de julio la Diputación Provincial convocó una asamblea de municipios para tratar la cuestión, en ella los pueblos de habla valenciana se mostraron efusivamente por el Estatuto, mientras que los de habla castellana manifestaron su recelo. El 9 de agosto se celebró la gran Asamblea de municipios en el Teatro Nuevo de Alicante, en esta ocasión acudieron los corregidores de los principales pueblos alicantinos, el presidente de la Diputación Franklin Albricias y los diputados Rodríguez de Vera, R. Llopis, C. Oarrichena, Pérez Torreblanca y C. Espía. Se organizaron varias ponencias para examinar cuál debía ser el procedimiento y la actitud a tomar respecto al Estatuto, abriéndose un animado debate sobre la oportunidad y la necesidad del mismo: Lorenzo Carbonell dijo que creía que había problemas más urgentes que resolver como la autonomía municipal, el Alcalde de Elda manifestó que le parecía un momento poco oportuno al igual que el de Alcoy; los de Altea y Villajoyosa defendieron con fuerza el Estatuto, mientras que los de Aspe, Monforte y Torrevieja se opusieron con la misma intensidad; el Presidente de la Diputación terció en la cuestión advirtiendo que la división era tan grande que difícilmente podría prosperar ninguna iniciativa, invitando a los asistentes a formar comisiones de estudio que tuviesen en cuenta las peculiaridades de cada comarca de forma que el Estatuto no fuese nunca algo impuesto; por su parte Carlos Espía, tras expresar sus convicciones autonomistas, manifestó que la autonomía podía ser artificial en esos momentos ya que la idea no estaba lo suficientemente meditada por todos los alicantinos. Se habían establecido tres posturas bien diferenciadas, los partidarios sin condiciones de la autonomía, los opuestos y los que aun siendo autonomistas pensaban que no era el momento propicio. En esta tesitura Espía y Pérez Águila elaboraron una propuesta de compromiso, que fue aprobada por la asamblea, posponiendo la elaboración del Estatuto hasta ver las directrices señaladas por la futura Constitución republicana. El 26 de julio el alcalde de Alicante Lorenzo Carbonell se había desplazado a Nerpio, en la sierra sur de Albacete, para comprobar sobre el terreno las posibilidades existentes para que el agua del río Taibilla sirviese para el abastecimiento público de la ciudad. El asunto, de vital importancia para Alicante, venía tratándose por las autoridades municipales desde que se supo que existía un proyecto para llevar las aguas del mencionado río a Cartagena. Para impulsarlo se formó una Comisión especial encargada del estudio de los problemas técnicos y administrativos que su prolongación 77
M. Martínez López, Alicante por la..., pág. 68.
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hasta Alicante pudiese ocasionar. El 31 de julio Lorenzo Carbonell informó en el Ayuntamiento que los alcaldes de los municipios implicados se trasladarían a Madrid para gestionar la aprobación del proyecto, contando para ello con la colaboración de los diputados de Alicante y Murcia78. Se celebraron varias reuniones en el Ministerio de Fomento, en las que intervino Espía asiduamente, acordándose examinar detenidamente la viabilidad del proyecto de lo que más tarde sería el Canal del Taibilla. Desde agosto de 1931 Espía se dedica a sus funciones como diputado por Alicante y a su partido Acción Republicana. El 11 de agosto sería elegido secretario de la Comisión Permanente de Estado, que presidía José Ortega y Gasset. En septiembre fue nombrado comisionado para asistir a las sesiones que la SDN celebraría a finales de dicho mes. Otra vez le tocaría acompañar a Lerroux, aunque también iría con Salvador de Madariaga. Espía había puesto de relieve frecuentemente su poca afinidad con el líder radical, pero tuvo que volver a trabajar con él manteniendo una relación aparentemente buena para ganar su confianza y de ese modo poder informar a Azaña, de quien comenzaba a ser íntimo colaborador, de cuanto se tramase o dijese en Ginebra: Ayer tuvimos Consejo de Acción Republicana... Se prolonga la ausencia de Alejandro Lerroux, y todos ven en ello una astucia de Lerroux para eludir compromisos en las Cortes. He recibido carta de Carlos Espía, diputado de mi grupo, que está en Ginebra con Don Alejandro en la que después de felicitarme por mi discurso del Teatro, me informa de la disposición en que se halla Lerroux respecto al soñado ministerio presidido por mí. Según Espía lo vería con mucho agrado y está dispuesto a apoyarlo79.
Afirma Azaña que Lerroux tenía pensado, si llegaba el momento, nombrar a Espía embajador en París. No podemos afirmar si tal propósito respondía a razones de idoneidad política o a una simple argucia para quitárselo de encima, lo cierto es que tal nombramiento nunca tuvo lugar. Por su parte Madariaga, otro de los componentes de la Delegación española, recelaba de Espía. A la vuelta de Ginebra comentó con Azaña que la intervención de «Lerroux había sido un desastre» porque no sabía francés, ni se enteraba de nada, proponiéndole que para las sesiones que tratarían del desarme, en el mes de febrero, nombrase a algún miembro de Acción Republicana que tuviese una formación diplomática más completa y que supiese francés. En la reunión de Acción Republicana de 8 de octubre de 1931, comenta Azaña, pensaron en nombrar a Espía, Madariaga no objetó nada en ese momento ya que reunía todos los requisitos que él mismo había sugerido. Pero Madariaga, que por entonces se movía entre Azaña y Lerroux a la búsqueda del Ministerio de Estado, encontraba a Espía con poco empaque para encargarse de las cuestiones internacionales: Ha vuelto (Madariaga) a contarme el mal papel que hace Lerroux en Ginebra. Coincide en eso con lo que me contó la otra noche Américo Castro. Me ha dicho también que Carlos Espía no le parece hombre de fuste para meterlo en los asuntos de Ginebra. Cree que está bien en Gobernación pero no en los asuntos internacio78 79
Actas municipales, 31 de julio de 1931, AMA. M. Azaña, Memorias políticas y de guerra, Barcelona, Crítica, 1982.
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nales. Yo le digo que Lerroux tiene grandes miras sobre Espía en ese respecto... Madariaga me insiste en que se necesitan lingüistas para ir a las comisiones de Ginebra. Me cita varios nombres de diputados. Resulta que todos ellos visten bien, en lo que veo un argumento diplomático80.
4.3.
EN LA SUBSECRETARÍA DE GOBERNACIÓN. LA REPÚBLICA REFORMISTA AMENAZADA (OCTUBRE DE 1931-SEPTIEMBRE DE 1933)
4.3.1.
LAS CONSTITUYENTES: EL DEBATE DEL ARTÍCULO 26
Mientras tanto los debates de las Constituyentes seguían adelante a gran velocidad con fuertes controversias a la hora de votar los artículos más polémicos. El proyecto constitucional recibió en septiembre un cualificado apoyo de la mano de Ortega y Gasset, quien dijo que recogía puntos capitales, con gran acierto y hasta originalidad. A propósito de la Sociedad de Naciones y el artículo primero de la Constitución: «España se constituye en una República de trabajadores de todas las clases...», que fue muy discutido en su forma, comenta José Pía que Briand, presidente del Consejo de la Sociedad de Naciones, al ver llegar una hora tarde a la Delegación española no pudo reprimirse y exclamó: Voilá les travailleurs^. El punto álgido llegó con el artículo 26 que afectaba de lleno a las relaciones Iglesia-Estado. Se discutió entre los días 8 y 14 de octubre. El proyecto elaborado por la Comisión constitucional proponía la disolución de aquellas órdenes que exigiesen voto especial, o sea obediencia a autoridad diferente a la del Estado, y se dirigía, principalmente, contra la Compañía de Jesús que tenía el cuarto voto, «la Orden más odiada por los anticlericales, en la que identificaban el antiliberalismo más reaccionario, los mejores medios económicos y la mayor influencia social»82; además se suprimía el presupuesto de culto y clero y sometía a todas las órdenes religiosas a una ley especial, les prohibía ejercer la enseñanza y nacionalizaba sus bienes. Enrique Ramos, por encargo de Azaña que quería un artículo más moderado, Luis de Zulueta, Amadeo Hurtado y Fernando de los Ríos trataron de limitar las pretensiones de los más radicales mediante propuestas y enmiendas transaccionales; por su parte Alvaro de Albornoz, Humberto Torres, Luis de Tapia y los llamados jabalíes hicieron gala en sus intervenciones de un anticlericalismo extremo, negándose a cualquier concesión y solicitando la disolución de todas las órdenes cualesquiera que fuesen sus votos. Guerra del Río, por los radicales, puso como condición mínima la alusión de la Constitución a la disolución de los jesuitas, dejando una puerta abierta al consenso con el partido de Azaña. Durante el fin de semana del 11 y 12 de octubre, sin sesiones en las Cortes, las portadas de los periódicos y los mítines se convirtieron en los auténticos protagonistas del debate, se discutía en la calle, en los bares, en el Ateneo 80 81 82
Ibíd., pág. 272. J. Pía, Madrid, el advenimiento de la II República, pág. 126. J. de la Cueva Merino, «El anticlericalismo en la Segunda República...», pág. 234.
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y el ambiente se iba cargando de tensión. El día 11 se celebró un multitudinario mitin anticlerical en la plaza de toros de Alicante, intervinieron J. A. Vinaixa, López Pérez, García-Furió, Ors Pérez, Gomáriz y Alonso Mallol, que leyó unas cuartillas en favor de la separación de la Iglesia y el Estado enviadas por Carlos Espía, quien a pesar de las peticiones que se le habían hecho declinó asistir al acto. Días antes, organizado por Acción Republicana, tuvo lugar una reunión de partidos republicanos para acentuar la campaña anticlerical, los asistentes J. Estruch, N. Lloret, P. Ors, R. Ramos, García Furió y A. Blanca acordaron enviar telegramas a los diputados provinciales y al Presidente de las Cortes manifestando su total apoyo al artículo 24 tal y como había salido de la Comisión. La Gran Logia Española requirió a sus asociados para que enviasen telegramas al Presidente de las Cortes y promoviesen «en la vida profana una fuerte actuación anticlerical»83; por su parte el GOE, según escribe Vidarte, envió cartas a los diputados masones recomendándoles que hiciesen lo posible por conseguir la separación Iglesia-Estado y la disolución de las órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza, aunque el mismo Vidarte afirma «que de ahí a pensar que su influencia (la de la masonería) fuese decisiva va un abismo», y como ejemplo pone la intervención de Barcia, Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33, en favor de la moderación84; en el mismo sentido se expresa Gómez Molleda al afirmar el descontento de los talleres, especialmente los de Madrid, con la labor constitucional de sus diputados85. Pese a la excitación que se palpaba en la calle, un nutrido grupo de diputados había llegado a la conclusión de que había que rebajar el tono del dictamen primitivo de la Comisión. El día 13 se reunió de nuevo la Comisión constitucional logrando sacar adelante un dictamen nuevo, inspirado en una propuesta de Maura, en el que se aceptaba la disolución de la Compañía de Jesús y se sometía a las órdenes religiosas a una futura ley especial. El nuevo texto fue rechazado por los socialistas, que hicieron suyo el primitivo, y por los radical-socialistas que se retiraron de la Comisión. Azaña había dado su conformidad al nuevo artículo, pero dentro de su grupo había disensiones. Horas antes de la votación Espía, que había recibido el escrito de los círculos republicanos y socialistas de Alicante pidiéndole que defendiese la redacción del artículo tal como había sido presentado inicialmente por la Comisión, Castrovido, Bello y dos o tres diputados más estuvieron a punto de provocar una escisión en el seno de Acción Republicana al sumarse a la postura socialista. Espía transmitió a Azaña el descontento de varios miembros del grupo y le dijo que se debía votar la propuesta de los socialistas, porque lo contrario sería interpretado como distanciamiento de la izquierda, Azaña al ver que no estaba solo ordenó que se reuniera la minoría parlamentaria fuera del hemiciclo: la discusión fue muy viva y difícil. Se habla incluso por algunos de la necesidad de romper el grupo. Estaban a favor de la propuesta de los socialistas, Castrovido, Es-
83 V. M. Arbeloa, «La masonería y la Ley de Congregaciones», en J. A. Ferrer Benimeli, La masonería en la historia de España, Zaragoza, 1989, pág. 174. 84 J. S. Vidarte, Las Cortes Constituyentes..., Barcelona, 1976, págs. 199-200. 85 M. D. Gómez Molleda, La masonería en la crisis española del siglo XX, Madrid, 1986, pág. 391.
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pía y dos o tres más. Espía sostenía que el voto de los socialistas es inadmisible, y no puede aplicarse, pero que en la actitud de los socialistas y radicales-socialistas había una maniobra para hacerse con una bandera popular, y aunque no estaban muy convencidos (sobre todo los socialistas) de la conveniencia de ese voto y les gustaría que fuese rechazado, querían que lo rechazasen otros, no ellos. A esto, según Espía, no debíamos prestarnos, era mejor, vista la imposibilidad de un acuerdo, votar con ellos, haciéndoles antes ver la responsabilidad que adquirían86.
Azaña argumentó que comprendía esa postura pero que votar con los socialistas haría mucho daño al Gobierno, provocaría la dimisión de Maura y Alcalá Zamora, supondría la ruptura de la concordia republicana y tendría consecuencias imprevisibles. La cuestión llegaba a un punto complicado ya que la toma de una u otra decisión podía suponer la ruptura con los socialistas o con las derechas republicanas. Al final Azaña logró convencer a Espía, pero tuvo que admitir que se incluyera la prohibición a las órdenes religiosas de dedicarse a la enseñanza. Seguidamente Azaña leyó a los diputados de su minoría las líneas maestras de lo que sería su intervención en defensa del voto de Acción Republicana, pareciéndole magnífica a Espía, quien a partir de aquí comprendió la enorme valía intelectual y política del jefe de su grupo, recordando el discurso toda su vida como una de las piezas más hermosas de la oratoria española87. Años más tarde, desde el exilio, Espía rememoraba con emoción aquella intervención al analizar los orígenes de la Guerra Civil: La insurrección contra la inteligencia no se inicia, precisamente, el 18 de julio. Tiene antecedentes. Durante el primer bienio de la República, Azaña se agotó en la tremenda tarea de poner en claro las ideas claras. Con el Parlamento abierto, respondiendo de todos sus actos, sometiéndose siempre al voto de la mayoría, las oposiciones le llaman dictador. Azaña emprende la titánica obra de hacer comprender a todos lo que es el Parlamento, lo que es el régimen de partido y de mayoría. Lo que es la libertad. Ante las más audaces agresiones, no se descompone, ni altera su voz, ni ensucia su palabra. No sale de sus labios un agravio ni un reproche. Nada que no sea respetuoso con el adversario. Nada tampoco que sea campechanía, ni compadrazgo... Y así la tolerancia que lleva al problema religioso, se convierte en persecución religiosa. No niega Azaña que haya millones de creyentes en España; pero comprueba que el esfuerzo creador de la mente española, el rumbo que sigue su cultura ya no es católico. España ha dejado de ser católica, afirma, como conclusión histórica. Y esta sentencia se transforma en un Azaña pretende que España deje de ser católica. La obra de un pueblo que se ha divorciado del pensamiento religioso, aunque conserve el culto, se convierte en la destrucción realizada por un hombre solo88.
Espía se identifica por completo con el espíritu del discurso de Azaña, es una pieza clave en la construcción del nuevo Estado, en la europeización de España, además cree que la propuesta de su grupo no es maximalista sino que responde a unas expectativas ya realizadas en el resto de Europa, pese a lo cual no había escapado a la acusación de sectarismo que le achacaban los elementos más reaccionarios: 86 87 88
M. Azaña Díaz, Memorias políticas..., t. I, págs. 220-221. DSCC, 13 octubre de 1931. C. Espía Rizo, «Azaña una vida al servicio de España», México, APCE, 1942.
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Ninguna ley, ninguna reforma del primer bienio puede ser tachada de extremista, de sectaria. Se trataba sencillamente de poner la legislación española, la vida de nuestro pueblo, al ritmo de otros países progresivos. Se ha hablado, por ejemplo, de persecución religiosa, de grosera política anticlerical, como si las Constituyentes se hubieran dedicado a devorar curas y monjas. En realidad las leyes laicas de la República constituyen el mínimo de libertad religiosa de que goza cualquier país, libertad de conciencia, secularización del Estado y de la vida civil, divorcio, escuelas del Estado... Se disolvió la Compañía de Jesús, pero no se llegó a expulsar a los jesuítas como hizo Carlos III. No sólo los países democráticos sino algunos regímenes dictatoriales disfrutaban ese mínimo de libertades y de garantías para la conciencia del individuo. ¿Por qué había de ser sectario en España lo que no lo era en los demás países? El sectarismo no estuvo en la República, sino en la resistencia feroz de los clericales a aceptar la pérdida de sus privilegios y de sus instrumentos de dominación de la conciencia popular89.
Arbeloa asegura que este argumento final era el empleado por la prensa masónica para defenderse de los ataques de los diarios católicos, sobre todo El Debate, que acusaban a la Orden de haber intervenido decisivamente en la redacción final del artículo, afirma también que lo que subyacía en el fondo era la escuela única propiciada desde siempre por la masonería90, pero es que la escuela laica era una propuesta común a todo el republicanismo español y por tanto uno de los puntos claves del programa de la Segunda República española. Si algo hace Espía como diputado masón es desobedecer las recomendaciones recibidas del GOE, admitiendo las explicaciones y la propuesta transaccional de Azaña, bien es verdad que su postura pudo ser determinante a la hora de incluir la prohibición de la enseñanza a los religiosos, pero es que eso era algo común a diputados republicanos masones y no masones que, ante todo, en este tema tenían a Francia como modelo. La propuesta definitiva fue presentada por Ruiz Funes en la madrugada del 13, incluyendo la prohibición de enseñar a los religiosos, la supresión en dos años del presupuesto de culto y clero a petición de los socialistas y la inclusión en el texto de la disolución de la Compañía de Jesús, a propuesta de Zulueta. La votación tuvo lugar a las siete de la mañana del día 14 y en ella intervinieron poco más de la mitad de los diputados, unos no votaron por considerar tibio el artículo, otros por radical, al final salió adelante por 178 a favor y 59 en contra. Espía votó a favor de la propuesta, sin embargo hubo otros diputados de su grupo que se abstuvieron: Castrovido, Viéitez, Gómez Sánchez, Alberca Moncaya, Poza Juncal y Mirasol Ruiz91. Desde las filas masónicas 68 diputados votaron afirmativamente, mientras que otros muchos se abstuvieron o votaron en contra92, lo que demuestra que la división entre los diputados masones era igual a la de cualquier otro colectivo y que una parte considerable de ellos votaron según su conciencia e ideología y no por los dictados del GOE o la GLE.
89 90 91 92
C. Espía Rizo, «Nuevo descubrimiento de España», Democracia, Santo Domingo, APCE, 1942. V. M. Arbeloa Muru, «La Masonería y la Ley de Congregaciones..., pág. 176. M. D. Gómez Molleda, La masonería en la crisis española..., pág. 390. Ibíd., pág. 391.
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4.3.2.
LA SUBSECRETARÍA DE GOBERNACIÓN
La fórmula transaccional aprobada por las Cortes, a pesar de que suponía el descarte definitivo de la propuesta socialista, no impidió la dimisión de Alcalá Zamora y Miguel Maura, esta vez de forma irrevocable. Descartados los socialistas, en orden al número de diputados le habría tocado formar gobierno a Lerroux, pero éste no creyó propicio el momento y propuso a Azaña. Los radicales-socialistas, terceros en número de diputados, no mostraron tampoco ningún interés por hacerse con las riendas del poder93, por lo que al final Besteiro encargó a Azaña la formación de un nuevo Gobierno, que cesaría cuando se aprobase la Constitución. Azaña consideraba que se le llamaba para ese puesto por el prestigio que había conseguido en el Ministerio de la Guerra y por su discurso sobre el artículo 26, pero también era consciente de que se le elegía para un corto período de tiempo y que la verdadera causa de su elevación a la Presidencia no era el reconocimiento de sus méritos, sino la dejación de responsabilidades de otros ante lo complicado de la coyuntura política. Nadie quería hacerse cargo del poder en una situación tan incierta. Creía que no era su momento y que se le llevaba casi a la fuerza a un lugar del que saldría mal parado, haciéndole pasar por una experiencia negativa y cargar con una responsabilidad que no le correspondía todavía, lo que hipotecaría las potencialidades de su proyecto político. Al día siguiente de la elección de Azaña, Carlos Espía era designado por Casares Quiroga, y a instancias del Presidente, Subsecretario de Gobernación, cargo nada apetecible para él pero en el que permanecería hasta poco antes de las elecciones de 1933. Su paso por la Subsecretaría de Gobernación fue una experiencia terrible que condicionaría su posterior actitud política ya que se vio inmerso, de un modo u otro, en cuantos sucesos graves amenazaron la estabilidad del régimen y la vida de los españoles, huelgas generales revolucionarias, Castilblanco, Arnedo, Épila, golpe de Estado de Sanjurjo, Casas Viejas y un interminable rosario de sucesos que pondrían a prueba su sentido de la disciplina y su fe en el futuro del proyecto republicano por el que tanto había luchado. Las competencias del Ministerio de la Gobernación eran extensísimas, de ahí la dificultad de su dirección. Abarcaban desde las consustanciales referidas al orden público a otras relacionadas con la beneficencia, la agricultura, o la defensa nacional, pasando por los toros, salud pública, higiene, relaciones laborales, prensa, etc. En fin, se trataba de un supra-ministerio con tentáculos en todos los demás departamentos ministeriales, con una estructura heredada de la Monarquía y que apenas si habían tenido tiempo de modificar. Su eficacia resultaba fundamental para la buena marcha de la República, ya que desde él habrían de tomarse las medidas necesarias para evitar que el nuevo régimen fuese zarandeado constantemente por las fuerzas que no se identificaban con él. La perspectiva no era nada halagüeña pues ya habían desenfundado sus sables quienes defendían una concepción patrimonial de España y quienes creían
93
Santos Julia, Manuel Azaña, una biografía política, Madrid, Alianza, 1990. pág. 137.
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llegado el momento de la revolución social, clima este poco adeacuado para emprender una serie de reformas que, a medio plazo, debían transformar radicalmente las estructuras del Estado y la sociedad española: reforma agraria, reformas militares, estatutos de autonomía, laicización de la enseñanza, divorcio, construcción de un auténtico Estado de Derecho, modernización de las estructuras productivas, reforma administrativa, reforma fiscal... Espía recordaría constantemente que la paz y el orden eran los únicos caminos por los que se podrían conseguir esas reformas, así se lo hizo saber a los obreros del puerto de Alicante con motivo de la puesta en funcionamiento de una Caja de Pensiones para jubilados y enfermos, obra que inició el propio Espía en sus tiempos de Gobernador Civil: En verdad eso es obra de la República... Yo brindo vuestro ejemplo a los pobres ilusos que creen que los ideales de progreso pueden implantarse contra la libertad y la República, por la violencia y la destrucción. ¡Tremendo crimen sin otro atenuante que el de la inconsciencia, el que cometen quienes, por seguir caminos diferentes al vuestro, distraen la atención de la República que quiere dedicar todos sus esfuerzos, no a luchas dramáticas con desdichados extremistas, sino a una obra de paz social, de defensa de los derechos obreros y de justicia...!94
Gobernación era un ministerio relativamente cómodo y prestigioso para situaciones autoritarias, pero muy incomodo en la coyuntura por que atravesaba España en ese momento. Si en aquel tiempo había un ministerio impopular para un republicano o un socialista ése era el de Gobernación, pero la República necesitaba orden y buen uso de la autoridad para poder ser ella misma, para poder llevar a cabo el programa de modernización tantas veces deseado y ahí radicaba una de las grandes contradicciones del período republicano: todos sabían que la paz social, que la tranquilidad de la calle, que el orden público eran cuestiones fundamentales para la buena marcha del régimen, para el buen gobierno, pero casi nadie quería tomar decisiones que pudiesen ser impopulares. Se salía de una dictadura en la que el uso de los instrumentos represivos del poder había sido absolutamente arbitrario. La situación había cambiado pero los instrumentos no. Si se mandaba a la Guardia Civil a reprimir una huelga revolucionaria, enseguida saltarían quienes dijesen que el Gobierno de la República actuaba igual que los de la Monarquía; si no se mandaba vociferarían aquellos que tachaban a la República de debilidad y connivencia con los extremistas. Había que hacer encaje de bolillos, guardar un equilibrio casi de funambulista para no ser acusado de una cosa o de otra, o de las dos a la vez. La República burguesa, y quienes por ella trabajaban, se desenvolvía en un ambiente que se podía calificar de cualquier cosa menos de tranquilo, y dentro de ella, el ojo del huracán, el epicentro del terremoto era el Ministerio de la Gobernación. En él los ideales, las ilusiones de cualquier buen republicano se daban de bruces con la realidad: la República tan querida para ellos no lo era tanto para otros sectores de la sociedad; la República, tantas veces ensoñada, idealizada, era atacada por todos lados sin apenas darle tiempo a vestirse de largo, a enseñar su verdadero rostro. Las fuerzas del pasado se cernían sobre ella mucho an94 El Luchador, febrero de 1933, Alicante, APCE, Recortes de prensa.
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tes de cumplir su primer año. La realidad, una vez más, chocaba inexorablemente con el deseo, con la ilusión, con la esperanza, disponiéndose a demostrar su tozudez. Pocos días después de que Espía accediese a la Subsecretaría de Gobernación, las Cortes aprobaban casi por unanimidad la Ley de Defensa de la República, instrumento legal que permitía la suspensión de garantías y derechos constitucionales. Azaña la justificaba en la necesidad que tenía el régimen de dotarse de medios precisos para defenderse de sus enemigos y demostrar a todos que no se podía confundir República con anarquía y desorden. A pesar del consenso, la prensa acogió con poco calor su aprobación: ABC decía que era una norma arbitraria que dejaba fuera de la ley a una parte sustancial de la ciudadanía, aquellos que defendían la Monarquía95; por su parte, desde La Voz se argumentaba que habrían preferido que nunca se hubiese aprobado96. La Ley de Defensa de la República tuvo su origen en una propuesta que Maura hizo al Gobierno en julio del 31 para hacer frente al desorden creciente en que vivía el país. Entonces Azaña se opuso alegando que no podían salir del Parlamento leyes restrictivas de la libertad de expresión. Sin embargo, el 15 de octubre fue el propio Azaña quien retomó la idea de Maura, solicitando del Consejo de Ministros su anuencia para llevar a las Cortes un proyecto de ley que concediese al Gobierno facultades extraordinarias en materia de orden público. El proyecto, elaborado por Azaña y Casares, se inspiraba en una ley parecida de la República de Weimar y permitía al Gobierno la adopción de una serie de medidas extremas que rozaban lo permitido en un régimen de libertades, pudiendo equipararse a algunas actuaciones emprendidas por los Gobiernos monárquicos. Eduardo Espín dice que «la Ley de Defensa de la República es una ley típica de poderes extraordinarios, pero no por ello quedaba anulado el sistema parlamentario en su funcionamiento regular. Si una ley de este tipo es siempre un instrumento peligroso —continúa Espín— en manos de un ejecutivo poco escrupuloso, estaba claro y así quedó demostrado, que la intención de Azaña era realmente la de consolidar el régimen»97. La ley permitía, entre otras cosas, suspender periódicos, confinar, extrañar o multar a quienes cometieran actos de agresión a la República tales como incitación a la rebelión, difusión de noticias que pudiesen quebrantar el orden, actos de violencia por motivos religiosos, políticos o sociales, acciones o expresiones de menosprecio hacia el Estado, apología de la Monarquía, tenencia ilícita de armas, huelgas no anunciadas con ocho días de antelación, las declaradas por motivos ajenos al trabajo y las que no se sometieran a arbitraje, punto este que hacía referencia implícita a la CNT, sindicato que se oponía radicalmente a esa solución. Pero no era sólo ése el apartado que afectaba al sindicato anarquista, en general la ley iba dirigida contra los conspiradores monárquicos y contra los anarcosindicalistas, cada vez más empeñados en convertir cualquier pequeño incidente en un desafío al Estado burgués, siguiendo una estrategia que desbordaría, por su intensidad, al joven e inexperto Gobierno republicano al convertir el orden público en el
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ABC, 21 de octubre de 1931. La Voz, 21 de octubre de 1931. E. Espín, Azaña en el poder. El Partido de Acción Republicana, Madrid, 1980, pág. 84.
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eje central de su política. Esta situación impedía que el Gobierno pudiese dedicar sus energías y capacidades a la realización de su programa de reformas, reformas que indefectiblemente tenían que tocar muchos intereses y acotar muchos privilegios. El día 22 de noviembre Espía enviaba su primera circular a los gobernadores civiles en aplicación de la Ley de Defensa de la República, con el propósito de controlar las opiniones vertidas por aquellos periódicos contrarios al régimen: «Cuando alguno de los periódicos de esa provincia incurra en cualquiera de los actos de agresión a la República que enumera la Ley de Defensa de la misma, remítame por el primer correo un ejemplar de dichos periódicos señalando el concepto que infrinja para la sanción correspondiente»98. Días más tarde se dirigía al Gobernador de Álava, en aplicación de la misma ley, autorizándole a clausurar aquellos sindicatos que convocasen huelgas políticas. En estas dos circulares se condensan las líneas maestras de lo que iba a ser la actuación del Ministerio de Gobernación, tras la aprobación de la Ley de Defensa de la República, para someter a las fuerzas opuestas al régimen: control de la prensa católica y sindicalista, cierre y suspensión de aquellas organizaciones, preferentemente monárquicas, comunistas y anarquistas, que intentasen subvertir el orden establecido. Esta política se puede juzgar desafortunada a la luz de los acontecimientos, pero es posible que no quedase otra opción a un gobierno reformista sustentado en partidos de muy diversa ralea y asediado por fuerzas opuestas, que habían demostrado desde bien temprano su disposición a aprovechar cualquier debilidad del régimen para acabar con él. Uno de los primeros actos de Carlos Espía al frente de la Subsecretaría de Gobernación fue recibir al temido" alcalde de Alicante Lorenzo Carbonell, quien se había desplazado a Madrid para tratar con las autoridades dos cuestiones vitales para la ciudad: el paro forzoso y las aguas del Taibilla. El primero entraba dentro de la amplia esfera de competencias del Ministerio de Gobernación y tuvo pronta, aunque temporal, solución al conceder el mismo cien mil pesetas para pagar a los obreros sin trabajo que se encargarían de llevar a cabo las obras de urbanización de la Plaza de la Montañeta. Sin embargo, las negociaciones con el Ministerio de Fomento en torno al aprovechamiento de las aguas del río Taibilla para el abastecimiento público de Alicante, negociaciones en las que siempre intervino Espía, tendrían una solución más tardía, ya que los técnicos del ministerio aseguraban que las aguas sólo llegarían a Cartagena, postura que sería oficialmente refrendada en Decreto de 12 de noviembre de 1931 y recurrida por el Ayuntamiento de Alicante días después100. En su nuevo cargo Espía tuvo que resolver muchos conflictos que ya había conocido en su etapa de Gobernador Civil de Alicante. Este era el caso del Ayuntamiento de Granja de Rocamora, cuyos concejales habían sido designados por el artículo 29 antes de las elecciones del 12 de abril. Desde entonces las protestas de las organiza-
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Circular núm. 131 del Subsecretario de Gobernación a los gobernadores civiles, de 22 de noviembre de 1931, AHNM, Legajo 18-A, Expediente 7-13. 99 B. Solsona, Evocaciones políticas y periodísticas, pág. 221. Cuenta Solsona que Lorenzo Carbonell era temido en Madrid porque era persona infatigable que no consentía que se le diesen largas burocráticas. 100 Actas Municipales, 4 de diciembre de 1931, AMA.
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ciones republicanas se habían sucedido sin resultado; los sucesivos gobernadores elevaron numerosos informes a Gobernación sin que tampoco fuesen escuchados. En noviembre, el Gobernador decidió suspender al Ayuntamiento en sus funciones debido a que privaba del trabajo al elemento obrero republicano, desatendía los servicios sanitarios y «por el problema de orden público que ocasionaría la ejecución por procedimiento de apremio del impuesto general de utilidades»101. Ante esta situación Espía ordena al Gobernador que nombre una Comisión Gestora y convoque elecciones parciales según los artículos 46 y 47 de la Ley Municipal de 2 de octubre de 1877102, Comisión Gestora que continuó siendo contestada por los partidos republicanos de la localidad103. Evidentemente la República contaba con hombres nuevos, pero con leyes viejas, y mientras éstas no se sustituyeran a ellas se habían de remitir. Otros casos parecidos fueron los de los ayuntamientos de Calpe y Petrel. En Calpe los concejales habían sido designados en virtud del artículo 29, el 31 de mayo se celebraron elecciones triunfando por un voto la candidatura radical, en la que iban incluidos antiguos monárquicos. Se denunciaron irregularidades y presiones de diversa índole decidiendo Luis Recasens, director general de Administración, la validez de las elecciones por falta de pruebas. Posteriormente el Partido Socialista, Acción Republicana y los radicales socialistas recurren la resolución ante el Ministro de la Gobernación, Espía reclama el expediente al Gobernador de Alicante, que tras muchos avalares lo encuentra y se lo envía104. En septiembre de 1932 se acaba el proceso al decidir Gobernación suspender, por irregularidades en el escrutinio, las elecciones en el distrito uno de la ciudad y convocar nuevos comicios105. En Petrel el asunto es rocambolesco: dos concejales dimiten al ser tachados de monárquicos por sus compañeros, el Gobernador les dice que el cargo de Concejal es irrenunciable y les da posesión en sesión municipal de 24 de febrero de 1932. Posteriormente los propios concejales recurren la decisión del Gobernador y Espía resuelve admitir la renuncia de los ediles106. Casos parecidos llegarían frecuentemente a la Subsecretaría de Gobernación en los dos años de su mandato: Orihuela, Arenas del Rey, Gayanes, Barbadanes, Castro Caldelas, Monóvar, Roa, Canillejas, Morata de Tajuña, Fuenlabrada y una extensa lista que sería interminable relatar. Otro rasgo de este período es la enorme cantidad de consultas que alcaldes y gobernadores dirigen a Gobernación. El gobernador de Madrid, Emilio Palomo, pregunta hasta las cosas más nimias, como si no se atreviese o no quisiese tomar deci-
101
Oficio del Gobernador Civil de Alicante al Subsecretario de Gobernación, AGA, Gobernación, Subsecretaría, Política, G-266, Alcalá de Henares. 102 Orden del Subsecretario de Gobernación al Gobernador Civil de Alicante, AGA, Gobernación, Subsecretaría, G-266, Alcalá de Henares. 103 Oficio del Gobernador de Alicante al Subsecretario de Gobernación, AHNM, Serie A. Gobernación, Legajo 3-A, Expediente 18. 104 El expediente electoral se había dado por perdido en varias ocasiones a lo largo del proceso. Finalmente la insistencia de Espía ante el Gobernador hizo que éste apareciera, AGA, Gobernación, Subsecretaría, G-207, Alcalá de Henares. 105 AGA, Gobernación. Subsecretaría, G-207, Alcalá de Henares. 106 Ibíd.
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siones bajo su responsabilidad, hasta tal extremo que en muchas ocasiones Espía tiene que recordarle sus competencias. De su paso por el Gobierno Civil de Barcelona, sus relaciones con los anarquistas y con su sucesor Anguera de Sojo también le llegarían algunas cuestiones. Sirva como ejemplo esta curiosa anécdota que pudo haber trascendido en un incidente de mayor gravedad dada la personalidad de los implicados: el líder sindicalista Martín Barrera, convertido al republicanismo en aquel año, tenía pendiente de pago una multa que le había sido impuesta por haber editado unos pasquines clandestinos en una imprenta de su propiedad en los años anteriores a la República. Martín Barrera gozaba de un gran prestigio en los medios republicanos catalanes y había sido sancionado por las autoridades monárquicas. Se advierte de ésto al gobernador Anguera de Sojo, quien, en su rigidez legalista, no hace caso alguno y sigue adelante con el procedimiento sancionador. Percatado su secretario, Braulio Solsona, de la gravedad que podía alcanzar un hecho tan minúsculo, acude a Espía en demanda de consejo y ayuda. La cuestión era engorrosa pues una decisión en favor de Barrera supondría desautorizar al inflexible Gobernador, comprometido hasta las cejas en el mantenimiento del orden en Barcelona, pero confirmar la sanción sería cometer una injusticia contra un hombre que había luchado contra la dictadura y que ahora era personalidad influyente de la Esquerra catalana, con la que de ningún modo se querían enojos. Al final Espía dijo al Secretario del Gobernador que hablase con Barrera y le convenciese de que pagase la multa y presentase un recurso al Ministerio de Gobernación, luego él lo estimaría y le devolvería el importe de la sanción107. 4.3.2.1. La cuestión social y el orden público De todos los problemas tratados en Gobernación, sin duda el social iba a ser el más acuciante, tanto por el drama que encerraba el hecho de que miles de personas careciesen de trabajo y viviesen en condiciones de pobreza extrema, como por las derivaciones que ésto podría tener para el orden público y las posibilidades de futuro del proyecto republicano. Malefakis afirma que el paro fue un tenebroso telón de fondo de la historia de la República, «una catástrofe a la que ningún gobierno supo hacer frente»108. Las peticiones de alcaldes y gobernadores civiles al Ministerio de Gobernación en demanda de recursos para remediar el paro forzoso, junto a las advertencias sobre los peligros que entrañaba para la República la prolongación de esta situación, constituyen parte sustancial de los fondos de Gobernación conservados en los archivos españoles. A través de los mismos se puede ver también que el problema del orden no provenía exclusivamente de la estrategia seguida por sindicalistas y comunistas, sino que propietarios y empresarios hicieron todo lo que estaba en sus ma-
107
B. Solsona, Evocaciones políticas periodísticas, págs. 147-148. Malefakis, E., Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo XX, Barcelona, Ariel, 1980, pág. 332. 108
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nos, que era mucho, por extremar la tensión. Amenazas, cierres patronales, despidos improcedentes, negativas a dar trabajo a obreros republicanos o izquierdistas, contratación de esquiroles y oposición rotunda a la creación de bolsas de trabajo —los empresarios y terratenientes preferían el método tradicional de contratar en la plaza pública—, eran prácticas habituales de aquellos que poseían los medios de producción: «El patrono Jaime Pérez, dueño de una fábrica de cartón de esta capital, cierra la fábrica alegando que no tiene crédito, pero lo hace para agravar la crisis de trabajo por hostilidad a la República»109. La gravedad del problema se hizo patente para Espía el primer día en que atravesó la puerta de Gobernación, donde compartiría la dirección del ministerio con S. Casares Quiroga, amigo y hombre de la máxima confianza de Azaña, pero persona poco adecuada para ocupar un puesto de tanta responsabilidad en una coyuntura tan difícil. Durante el mes de octubre la conflictividad se incrementó paulatinamente. De todas partes de España los gobernadores enviaban informes advirtiendo de las precarias condiciones de vida de los obreros y campesinos, de la convocatoria de huelgas, la escasez de trabajo o los enfrentamientos habidos con la fuerza pública. A las tradicionales carencias de la economía española se añadían los efectos de la crisis financiera mundial, que por estas fechas se dejaba notar seriamente en todas las regiones españolas, tanto en las más industriales como en las más agrarias. Las señales de alarma no tardarían en saltar. El 30 de octubre, a los diez días de la entrada en vigor de la Ley de Defensa de la República, el Gobernador Civil de Huesca se dirigía a Gobernación para denunciar la grave situación que atravesaba la comarca del Cinca, donde los sindicalistas estaban llevando a cabo, a su entender, un plan premeditado para ensayar el comunismo libertario. Los miembros del Sindicato Único se negaban a realizar las tareas de recogida de la aceituna, impidiendo el acceso a las fincas a los que deseaban trabajar, sin que las órdenes del alcalde o la presencia de la Guardia Civil tuviesen ningún efecto disuasorio. El Gobernador terminaba advirtiendo que no disponía de fuerza pública para hacer cumplir la ley y que de prolongarse la situación el hambre se adueñaría por completo de la zona110. En idéntico sentido informaba a Espía el Gobernador Civil de Ciudad Real, provincia que vivía en constante efervescencia social debido a las huelgas y motines convocados por las organizaciones obreras en protesta contra los latifundistas y las pésimas condiciones de vida de la población. En Membrilla, Manzanares y Almadén la cuestión revistió caracteres alarmantes al echarse el pueblo a la calle y desafiar a la Guardia Civil. El Gobernador hubo de personarse en las ciudades para hacerse con el control de la situación, cosa que consiguió enviando refuerzos policiales, prohibiendo los mítines y cerrando los locales sindicales111. La solución sería siempre la misma: enviar más guardias a la zona en
109 Oficio del Subsecretario de Trabajo al de Gobernación, 26 de mayo de 1932, AHNM, Gobernación, Serie A, Legajo 6-2, Exp. 22-66. 110 Informe del Gobernador Civil de Huesca a Gobernación, 30 de octubre de 1931, AHNM, Gobernación, Serie A, Legajo 4, Exp. 4. 111 Informe del Gobernador Civil de Ciudad Real al Subsecretario de Gobernación, 19 de diciembre de 1931, AHNM, Gobernación, Serie A, Legajo 4, Exp. 4.
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conflicto con el fin de quebrantar la moral de los trabajadores y autorizar a los gobernadores a clausurar los sindicatos y limitar los derechos de reunión y asociación, aunque el problema seguiría subyaciendo. Otro tanto de lo mismo ocurriría en el medio urbano con los obreros industriales. Había una enorme cantidad de jornaleros sin trabajo, que habían depositado en la llegada de la República sus esperanzas de libertad y de propiedad, esperanzas que al verse frustradas en los primeros meses de la República, sirvieron de caldo de cultivo al mesianismo anarcosindicalista: en noviembre el Gobernador de Granada advertía de la constitución en Baza de una agrupación sindical que prometía a los obreros tierras y dinero para ponerlas en cultivo, a condición de que se afiliasen y estuviesen dispuestos a ponerse a las órdenes del sindicato para atacar a las autoridades locales y contribuir, de ese modo, a la revolución social. El empleo de la Guardia Civil o el Ejército, únicos instrumentos disponibles hasta la creación de la Guardia de Asalto, era algo arriesgado porque el pueblo, en palabras de Manuel Azaña, odiaba a una institución tradicionalmente dura, que había estado siempre al servicio de los poderosos y cuyos excesos nunca habían sido sancionados112. Muchas veces enviar a la Guardia Civil a un lugar determinado a sofocar un conflicto, era como intentar apagar fuego con gasolina. La Guardia Civil era apreciada por los gobernantes por su disciplina, pero no se acometió su reforma y sus pautas de comportamiento siguieron siendo similares a las utilizadas durante la Restauración113. Además la represión podía servir para solventar un problema inmediato, un desorden en un punto concreto de la geografía española, pero no era la medicina que el enfermo necesitaba. Tampoco era la medicina que los gobernantes republicanos querían aplicar; de hecho incrementaron enormemente los subsidios contra el paro y subieron por decreto los salarios de los jornaleros, para ellos el enfermo sanaría con la puesta en marcha del programa de reformas que propugnaban, reformas que supondrían la modernización del país y la mejora sustancial de las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas. Pero éstas no se podían aplicar en un clima salpicado de constantes desórdenes y amenazas a la estabilidad del Estado. Tampoco otras medidas contempladas en la Ley de Defensa de la República dieron resultado, así muchas veces la detención de un líder sindical desembocaba en un conflicto de mayores proporciones que el que se quería evitar: «Obreros organizados de Córdoba, reunidos en mitin público en número de ocho mil, protestan contra la actitud del Gobernador Civil de Córdoba por mantener arbitraria prisión gubernativa durante cinco meses compañero Alfonso Núñez Muñoz, cuya libertad reclaman»114. Por otra parte, el empleo de subsidios para paliar el paro tampoco era un sistema ideal, primero porque el Estado no disponía de recursos suficientes, segundo porque éstos se entregaban para
112
M. Azaña, Obras completas, México, Oasis, 1966, tomo IV, pág. 294. López Martínez, M., Orden público y luchas sociales en Andalucía, Córdoba, Ediciones Libertarias, 1995, págs. 61-64. 114 Obreros socialistas de Córdoba al Ministro de Gobernación, 28 de diciembre de 1931, AHNM, Gobernación, Serie A, Leg. 4, Exp. 4. 113
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cubrir un período determinado y los ayuntamientos, en evitación de conflictos mayores, los repartían de inmediato, prescindiendo de plazos, rendimientos de cuentas y cualquier otro tipo de formalismo, por lo que al final el ministerio adoptó la determinación de no enviar subsidios a aquellos municipios que no justificasen sus cuentas115. El Gobierno republicano encaró este problema, el más grave del momento, de forma tradicional, mediante subsidios, obras públicas y represión cuando no quedaba más remedio116. No supo, o no pudo, articular fórmulas imaginativas para solventar una cuestión en la que le iba la vida. Entre tanto, la vida política seguía desarrollándose con relativa normalidad. La Constitución fue aprobada el 9 de diciembre. Al día siguiente Alcalá-Zamora era elegido Presidente de la República y el 15 Azaña presentaba su nuevo Gobierno, del que se habían descolgado los radicales pretextando la creciente influencia del Partido Socialista. De esta forma empezaba a romperse la armonía republicana y el deseo de Azaña de mantener en el Gobierno a los principales partidos republicanos. Ese mismo mes Espía viajó a Alicante para dar una conferencia en el Círculo Republicano de Benalúa. Fue recibido con entusiasmo por sus correligionarios y, tras agradecer a Lorenzo Carbonell y Pascual Ors el apoyo a su candidatura, pronunció un discurso con claras referencias azañistas. El discurso se estructuró en torno a dos argumentos principales: la influencia negativa de la Iglesia Católica en la formación del carácter de los españoles y lo necesario que era para el nuevo régimen el orden y poner coto a las demagogias revolucionarias. En el transcurso de su intervención afirmó que España era un pueblo acostumbrado a protestar porque siempre había estado esclavizado, pero que ahora no se daba cuenta de que las cosas habían cambiado y era el propio pueblo el dueño de sus destinos: Frente a la democracia, la revolución es un crimen, pero frente a la tiranía es un deber... El español lo espera todo de los milagros... Esta condición del español ha sido explotada por gentes que se han aprovechado para industrializar así la religión y la protesta... No fiaros de aquellos que se llaman revolucionarios, pero no lo son. Revolucionarios son aquellos hombres que, como Azaña, han resuelto el problema del ejército, que han dicho tantos funcionarios hay, sobran tantos. Y como Marcelino Domingo que ha dicho hacen falta tantas escuelas y las han hecho117.
Azaña tenía una concepción del problema bastante parecida, pensaba que el anarquismo era un virus que se cultivaba y se extendía muy bien en la miseria y la incultura, una utopía118 que había venido a sustituir a la religión.
115
Oficio del Subsecretario de Gobernación al Gobernador Civil de Extremadura, 20 de diciembre de 1932, AHNM, Legajo 6-II, Exp., 22-66. 116 E. Malefakis, Reforma agraria y revolución..,, pág. 332. ' 17 Discurso de Carlos Espía en el Centro Republicano de Benalúa, El Luchador, diciembre de 1931. 118 Santos Julia, Manuel Azaña, una..., pág. 231.
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4.3.2.2.
De Castilblanco a Bilbao
Sin embargo, el ritmo de los acontecimientos parecía estar inexorablemente trazado, ajeno a los discursos y a los pensamientos de los gobernantes republicanos. El último día del año, iniciando una escalada de desórdenes que ya no cesaría, ocurrieron los hechos de Castilblanco, pequeña población pacense inmersa en un mar de latifundios, un lugar donde la historia había parado su reloj muchos años atrás, donde las condiciones de vida de sus habitantes rozaban todas las desdichas. Sin embargo, en esta ocasión no se trataba de un feudo anarquista sino socialista, la mayor parte de los jornaleros y yunteros estaban afiliados a la FNTT. El sindicato socialista, indirectamente en el Gobierno, nunca había aprobado los métodos de la CNT, oponiéndose rotundamente a las huelgas insurreccionales, la ocupación de fincas o la quema de cosechas. Si se vieron implicados en actos violentos fue «debido principalmente a que la FNTT había absorbido a tantos miembros nuevos que no podían controlar completamente a sus afiliados»119. La lentitud de la reforma agraria, la beligerancia y la intolerancia de los terratenientes, iban a despertar de modo violento el odio que jornaleros y yunteros guardaban a éstos y a su tradicional brazo armado: la Guardia Civil. En diciembre del 31 el sindicato socialista convocó una huelga general contra el gobernador civil de Badajoz M. Álvarez Ugena, de AR, y el Comandante de la Guardia Civil por su actitud complaciente con los grandes propietarios y los excesos del instituto armado. Los hechos comenzaron en Feria, población en la que murió un campesino y varios más resultaron heridos en enfrentamientos con la Guardia Civil, dos de cuyos miembros también salieron maltrechos. En Puebla de Alcocer se produjeron choques con la fuerza pública pero sin desgracias personales. Fue en Castilblanco donde los odios se desataron de forma tremenda: el día 30 se celebró una manifestación a la que concurrieron gran cantidad de jornaleros sin que hubiese el menor incidente. Era la primera manifestación de importancia habida en el pueblo y los caciques del lugar no estaban dispuestos a que se volviese a repetir. Recurrieron al Alcalde, guardia-jurado de uno de los más poderosos caciques, y éste conminó a la Guardia Civil para que disolviese la segunda manifestación, que estaba desarrollándose sin ningún problema en ese mismo momento. El Cabo del puesto le dijo que la manifestación estaba autorizada y que no veía cuál era el motivo para disolverla, pero el Alcalde siguió insistiendo y le advirtió que se estaban infringiendo varios preceptos legales. A regañadientes el Cabo se dirigió a la Casa del Pueblo, donde se habían concentrado los manifestantes, acompañado de varios números, pidió al Presidente de la FNTT que disolviera la manifestación, mientras hablaban un guardia sacó su fusil y disparó contra varios jornaleros, matando a uno e hiriendo a varios más. Seguidamente la multitud enfervorizada se lanzó sobre los guardias120. Los enfrentamientos terminaron con la muerte de un campesino y cuatro guardias civiles121. Este hecho terrible 119
E. Malefakis, Reforma agraria y revolución..., pág. 358. L. Jiménez de Asúa; J. S. Vilarte e I. Rodríguez Sastre, Castilblanco, Madrid, Editorial España, 1933, pág. 87. 121 E. Malefakis, Reforma agraria y..., pág. 359. 120
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fue aprovechado por las fuerzas opuestas al régimen para propagar la idea de desorden e inseguridad que provocaba el Gobierno Azaña. Vidarte, diputado socialista y defensor de algunos de los inculpados, afirmó en la vista que «la opinión pública española, conmovida por esta gran tragedia, aceptó como buena una versión calumniosa lanzada desde las páginas de los grandes rotativos reaccionarios»122, según la cual habían sido los socialistas los instigadores de los hechos, dentro de una estrategia tendente a dividir al Gobierno republicano y a enfrentar al Partido Socialista con la Guardia Civil. Por su parte el tradicionalista Domingo de Arrese justificaba la actuación de la Guardia Civil de esta manera: «Con un ejército triturado, con una prensa bolchevizante, hace tiempo que muchos pueblos de España hubieran vivido la hora sangrienta del comunismo, a no ser por este glorioso cuerpo, constantemente fiel a sus deberes. Una compenetración alentadora: la España honrada que sabe que cuenta siempre con la Guardia Civil: y la Guardia Civil sabe que siempre cuenta con la España honrada»123. Espía acudió al lugar de los hechos en vez del ministro Casares Quiroga, que, como otras muchas veces, estaba enfermo. El Presidente del Gobierno diría luego: «Lo sucedido en Castilblanco no ha procedido de ningún mando gubernamental, de ninguna disposición del ministro; la misma atrocidad del suceso y el carácter inesperado y brusco alejan toda sospecha.» Tras unos primeros meses de temor a que en el campo ocurriese una revolución social, las autoridades republicanas dejaron un poco de lado la cuestión agraria al comprobar que podían controlar las movilizaciones convocadas por el sindicato anarquista y la poca conflictividad de las patrocinadas por la UGT. El Gobierno desaceleró su programa de reformas agrarias, aunque no hicieron lo mismo quienes se oponían a ellas que, tras unos meses de calma al ver el proyecto de Ley de Reforma Agraria presentado por la Comisión, pasaron a la ofensiva en todos los campos, resultado de lo cual fue la creciente conflictividad en las regiones latifundistas, incluidas las de predominio socialista como era el caso de Extremadura. Los sucesos de Castilblanco, segundo gran golpe a las entrañas de la República después de la quema de conventos, no acabaron ahí. El general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, anunció unas horas después que no toleraría que se produjesen hechos de esa magnitud contra el Cuerpo. Lo que podían haber sido unas declaraciones emocionales al calor de unos acontecimientos sangrientos, se convirtieron en hechos de enorme magnitud: la Guardia Civil se dedicó en los días siguientes a reprimir cualquier conflicto con la mayor dureza, disparando sin la menor precaución, sin el menor miramiento a cualquier grupo de manifestantes. En la semana siguiente murieron dos campesinos en Zalamea de la Serena, uno en Calzada de Calatrava, dos en Épila, dos en Jeresa, uno en Puertollano, alcanzando el punto culminante en la localidad de Arnedo, donde la Guardia Civil mató a siete obreros e hirió a treinta al disparar contra una manifestación pacífica que discurría frente al Ayuntamiento. A partir de aquí la cuestión
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L. Jiménez de Asúa, Castilblanco, pág. 80. D. Arrese; J. S. Vidarte e I. Rodríguez Sastre, Bajo la Ley de Defensa de la República, Madrid, Compañía General de Artes Gráficas, 1933, pág. 2. 123
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social iba a adquirir un protagonismo notable en las deliberaciones del Consejo de Ministros y los debates parlamentarios, condicionando por completo la labor del Gobierno Azaña. Indudablemente el nuevo régimen había creado un ordenamiento jurídico nuevo que «favoreció el ejercicio de los derechos civiles y políticos»124, pero no supo tratar adecuadamente la cuestión social, ni en el campo ni en la ciudad, y cuando se produjo el conflicto tuvo que recurrir a medidas de excepción, Ley de Defensa de la República, y a los mismos instrumentos que el antiguo régimen: deportaciones, suspensión de garantías, cierres de periódicos, empleo de la Guardia Civil y del Ejército. El Gobierno republicano no pudo solventar el problema estructural del campo español, no pudo satisfacer las demandas de un campesinado que vivía en unas condiciones paupérrimas, pero no se puede olvidar que se trataba de una cuestión arrastrada desde hacía siglos y que difícilmente podría quedar resuelta en unos meses a base de órdenes ministeriales y decretos en la Gaceta. Además, hay que considerar la crisis económica porque atravesaba la economía mundial en general y la española en particular. Pero quizá lo más grave del asunto es que tampoco pudo el Gobierno controlar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, ni a la Guardia Civil heredada de la Monarquía, ni a la Guardia de Asalto, creada por la República pero formada y compuesta por militares monárquicos125, y ello por la «continuación de una cierta represión institucional latente producto de la pervivencia de un determinado orden social, el cual condicionó extremadamente la actuación de los dirigentes republicanos en su relación con los aparatos del Estado»126. Azaña no se explicaría nunca cómo habría podido darse una alianza tan compenetrada entre los sectores más derechistas y la izquierda revolucionaria para conseguir un objetivo diferente en el fondo, pero idéntico en la forma: acabar con la República democrática. Cada suceso trágico, por minúsculo que fuera, cada alteración del orden público era aprovechada por unos para afirmar que el país estaba en peligro, que el Gobierno lo ponía a los pies de los caballos, que, además, era cruel en sus actuaciones, mientras que los otros lo acusaban justo de lo contrario, de traidor, de represor, de llevar una política contraria a los intereses del proletariado y defender al capital. Estos acontecimientos irían creando un caldo de cultivo propicio para que los sectores más reaccionarios del Ejército y la sociedad española, opuestos radicalmente a casi todas las reformas gubernarmentales, pero especialmente a las que afectaban al Ejército, a la propiedad y uso de la tierra y a la vertebración del Estado, se lanzaran a la aventura del golpe de estado en agosto de 1932, en un intento por subvertir el orden constitucional que estaba dentro de la más pura tradición decimonónica. Espía diría, años más tarde, que la obstrucción persistente al Gobierno Azaña para «modelar el régimen de la libre España eterna y auténtica», haría rersurgir fatalmente la falsa y vieja España de la tiranía127;
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M. López Martínez, Orden público y luchas agrarias en..., págs. 61-64. G. Brey y J. Maurice, Historia y leyenda de Casas Viejas, Madrid, Ediciones Z, 1976, páginas 73-75. Muchos de los componentes de la Guardia de Asalto procedían de la Legión, y muchos de sus oficiales del Ejército. Su primer Director General fue Muñoz Grandes. 126 M. López Martínez, Orden público y luchas agrarias..., pág. 61. 127 C. Espía Rizo, «Azaña», en España Nueva, 8 de noviembre de 1947, APCE, Alicante. 125
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es decir, el fracaso de las reformas republicanas llevaría inexorablemente al triunfo de la reacción. Desde mediados de diciembre del 31 el Gobierno sabía que se preparaba un movimiento anarquista. Se trataba, otra vez, de una insurrección general en toda España, con más repercusión en Cataluña y Andalucía, encaminada a implantar el comunismo libertario siguiendo las directrices de los dirigentes de la FAI que propugnaban, en palabras de García Oliver, que la revolución no era cuestión de preparación, teoría de Pestaña y Peiró, sino de voluntad de quererla hacer, dada la descomposición social por la que atravesaba España, situación que consideraban felicísima para el éxito de la revolución social. La huelga comienza en los primeros días de enero con una serie de conflictos en cadena en Valencia, Sagunto, Málaga, Córdoba, Bilbao y Sevilla. Pero es en la cuenca minera del Llobregat donde alcanza mayor intensidad, los pueblos de Figols, Berga, Manresa, Sellent, Cardona y Suria secundan el paro de forma masiva y algunso grupos de trabajadores intentan tomar los ayuntamientos y cuarteles de la Guardia Civil. Cuenta Azaña en sus memorias que, al parecer, el movimiento huelguístico debía comenzar en Marruecos y que Vicente Sol, gobernador de Barcelona, llegó a interceptar una llamada telefónica en la cual Ángel Pestaña daba la orden de iniciar la huelga general. Inmediatamente de conocer estos detalles se reunieron Espía, Casares y Azaña, proponiendo aquél la detención del lider sindicalista, a lo que se opuso Casares, cuya opinión prevaleció al final128. Posteriormente Azaña telefoneó al Alcalde de Manresa para conocer directamente cual era la situación. Ante las afirmaciones de éste en el sentido de que se trataba de una huelga sin mayor importancia, le contestó: «No, no es una huelga. Huelgas las que quieran en España, pero revoluciones no. Para eso hay que pasar por encima de nosotros. Yo mismo he hablado con el general que manda estas fuerzas, y le he dicho que a los quince minutos de llegar quede terminado el conflicto. El ejército sabrá qué hacer para cumplirlo...»129 El encargado de hacer cumplir la orden fue el general Batet, quien llevó a cabo su misión del modo más rápido y limpio posible. A pesar de todo, la teoría de la amenaza comunista, ideada en los telares de la derecha reaccionaria, está ya casi totalmente hilvanada: Pero este mismo amor a la Patria nos obliga a clamar una y otra vez contra el ilusorio fantasma comunista, que va tomando cuerpo y va haciendo su aparición espantosa por todo el territorio nacional. ¿A qué cerrar los ojos neciamente? Manresa, Sallent, Figols, Barcelona, Teruel, Galicia, Valencia, Sevilla... son nombres demasiado elocuentes y demasiado actuales. La ola roja avanza sobre España con formidable empuje. El espectro de la Rusia bolchevique acecha a nuestras fronteras y ameneza sepultarnos en el pudridero de la miseria y de sangre que es el régimen moscovita130.
El 17 de enero se produjo otro suceso violento que acabó con la vida de cuatro personas. Fue en Bilbao a la salida de un mitin de Beunza en el frontón Euskalduna. 128
M. Azaña Díaz, Memorias políticas y de guerra, Barcelona, Crítica, 1982, tomo I, 23 de enero de 1932. 129 Ahora, 21 de enero de 1932. 130 D. Aírese, Bajo la Ley de Defensa de..., pág. 48.
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Tras los hechos Espía ofreció una rueda de prensa para explicar lo sucedido: «A la salida del mitin —dijo— los tradicionalistas se cruzaron con un grupo de socialistas que cantaban La Internacional. Los tradicionalistas comenzaron a disparar matando a un obrero e hiriendo a un guardia, siguieron disparando, mataron a dos socialistas y un republicano, un socialista más quedó herido. Posteriormente se produjo un choque frente a la Gaceta del Norte, luego se produjeron disparos desde un convento cercano». Espía ordenó que se detuviera a cualquier provocador, ocupándose en la operación varias armas a los tradicionalistas: «He dado instrucciones para que se reprima enérgicamente a los elementos enemigos de la República»131. El 21 de enero las Cortes aprobaban, por 285 votos contra 4, una proposición para que el Gobierno actuase con la mayor energía contra los perturbadores del orden. Según D. de Arrese los hechos habían discurrido de forma bien diferente: Veinte mil ciudadanos se reúnen pacíficamente para oír a sus diputados electos, «pero la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad revolucionarias acechan agazapadas a la salida del mitin», organizan una manifestación anticatólica sin que nadie la prohiba «como se prohiben tantas pacíficas procesiones por motivos de orden público». Los manifestantes recorren todo Bilbao «sin que nadie se oponga a su avance insultador. Solamente en la Ribera tropieza con catorce o quince católicos y contra ellos se lanza valientemente pistola en mano, la jauría de los cuatrocientos. Los católicos se defienden y caen heridos cuatro atacantes»132. Evidentemente, el mantenimiento del orden se había convertido en el objetivo prioritario de una República que empezaba a sentirse acosada. 4.3.2.3.
Azaña y Espía: compenetración y magisterio
Aunque los problemas en Gobernación iban cada día a más, también había tiempo para otras cosas. Uno de los hechos que más satisfacción deparó a Espía en su vida política fue conseguir que la primera visita oficial del Presidente de la República fuese a su tierra natal. La idea había partido de Lorenzo Carbonell y de él mismo, y con ella querían rendir un homenaje al republicanismo alicantino y reforzar la imagen de la ciudad en toda España. Carbonell estaba empeñado en hacer de Alicante una ciudad turística de primer orden, de ahí la cantidad de festejos organizados y la publicidad que se les dio en la prensa. El recibimiento del pueblo de Alicante fue apoteósico. Una multitud entusiasta se echó a la calle para dar la bienvenida al ilustre visitante, siguiendo masivamente los actos programados por las autoridades locales. Fue un éxito rotundo para sus organizadores, pero económicamente el viaje dejó deudas en las arcas municipales. Espía, junto a los demás diputados alicantinos, hubo de presentar una proposición de ley en las Cortes para intentar disminuir, vía impuestos, los gastos que la visita presidencial había ocasionado. La evolución de los acontecimientos inclinó al Gobierno a recurrir constantemente a la Ley de Defensa de la República, llegando a suspender periódicos de tirada na-
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El Luchador, 19 de enero de 1932. D. Arrese, Bajo la Ley de Defensa..., pág. 29.
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cional como El Debate o Mundo Obrero, o provinciales como El Noticiero, de Zaragoza, La Verdad, de Murcia o El Ideal, de Guipúzcoa, periódicos que se habían significado por sus críticas violentas al ejecutivo y al régimen. Más de cien periódicos llegaron a ser suspendidos hasta 1933, la mayoría de Castilla y País Vasco. El día 5 de febrero Espía recibió a una comisión de empresas periodísticas madrileñas que le pidieron autorizase la salida inmediata de los diarios a la calle, prometiéndoles que pasaría su petición al Ministro y al Presidente del Gobierno. En la misma rueda de prensa en que informó de estos asuntos, anunció la incautación de dos edicicios de la Compañía de Jesús situados en las calles de Alberto Aguilera y Zorrilla de Madrid133. Las relaciones entre Espía y Azaña no se reducían únicamente a las tareas políticas, sino que se había tejido ya una verdadera amistad entre ellos, amistad que en muchas cosas derivaba en auténtica compenetración. Desde su primer Gobierno, Azaña contaría con Casares Quiroga en todos sus Gabinetes. Confiaba en su lealtad y honradez, importándole bien poco todo lo demás. También, a partir del 15 de octubre del 31, en todos sus Gobiernos, siempre al lado de Casares, colocaría a Carlos Espía. Se conocían personalmente desde 1930, pero fue en el verano de 1931 cuando ambos comenzaron a tratarse íntimamente en las reuniones del Grupo Parlamentario de AR. La controversia suscitada entre los dos a propósito de la discusión del artículo 26 de la Constitución, lejos de enfriar sus relaciones, aumentó su mutua estima. Azaña veía en Espía una personalidad fuerte, inteligente y con una enorme capacidad de trabajo; Espía veía en Azaña, sobre todo tras el discurso del 13 de octubre, al político idóneo para la coyuntura que atravesaba el país, culto, serio y con un proyecto muy claro sobre lo que debía ser España. Ambos compartían análisis y vaticinios sobre la realidad española, aunque a veces discreparan en los métodos. Años después, Espía afirmaría que «Azaña representaba en la vida pública española la acción política como obra de la inteligencia»134 y que «en ningún otro hombre, la formación moral e intelectual había sido eleborada con mayor desinterés, como un puro goce para el espíritu, hasta donde puede convertirse el goce en drama»135. Su relación llegó a la familiaridad, Azaña solía leerle anticipadamente sus discursos y escritos; acudían juntos al teatro, a pasear o a cenar en las largas noches madrileñas136. El 16 de febrero, tras los trágicos sucesos de enero, Azaña presiona a Espía para que asuma personalmente la Dirección General de Seguridad. La capacidad de disciplina y sacrificio de Espía era puesta a prueba una vez más, pero en esta ocasión se iba a quebrar. Desde que se instauró la República había ido ocupando puestos difíciles que poco tenían que ver con su vocación y talante, casi todos ellos relacionados con el orden público. Pensaron en él para esos cargos por su decisión y prestigio, y él aceptó por sentido de la responsabilidad y fervor republicano. Ahora bien, a lo que no estaba dispuesto de ninguna manera era a convertirse en el Jefe de Policía de la República. Se negó rotundamente a pesar de los requerimientos y ruegos de Azaña y
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Ahora, 6 de febrero de 1932. Escrito de Carlos Espía sobre Azaña de 3 de noviembre de 1956, APCE, Escritos, Alicante. C. Espía Rizo, «Azaña y su verdad», México DF, noviembre de 1944, APCE. M. Azaña, Memorias políticas..., pág. 423.
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Casares, amenazando con dejarlo todo y volver a sus corresponsalías en París. Casares había pensado en Menéndez, jefe de policía de Barcelona desde que Companys ocupó el Gobierno Civil y de quien tenía buenas referencias por Espía, pero lo habían descartado al explicar Azaña los reparos que opondrían sus compañeros de armas137. Al final, ante la negativa de Espía, Azaña y Casares reconsiderarían su posición y Menéndez sería nombrado para el cargo. A finales de marzo Acción Republicana celebró en Madrid su Asamblea Nacional. El partido, que contaba con 683 comités locales y 25.000 afiliados, aprobó la ponencia política presentada por Espía, Cuevas, Castro, Mirasol y Fernández Clérigo138, reafirmándose en su izquierdismo y en su voluntad de colaboración con todos los partidos republicanos, aunque autorizó al Consejo Nacional para romper la Alianza Republicana cuando lo estimase oportuno139. El 28 de marzo Azaña pronunció ante sus correligionarios uno de los mejores discursos de su vida y de la oratoria española contemporánea, Espía quedó vivamente impresionado al oírlo: «Resulta que mi discurso de la Asamblea de AR ha tenido resonancia fenomenal. Ha gustado muchísimo... Espía me ha dicho que nunca ha tenido tantas ganas de gritar ¡Viva España! hasta que me oyó esa tarde»140. Indudablemente la opinión de Espía contaba mucho para Azaña cuando la confió a sus diarios. El discurso en cuestión, titulado «La República como forma de ser nacional», es una espléndida pieza oratoria en la que hace balance de los primeros momentos de la República, examina las dificultades habidas y explica su concepción de España: Somos prisioneros de la tradición. Ahora bien: lo que no podemos admitir nosotros es que se identifique España y la tradición española con los harapos de la vida política española, caída ya en la miseria y en la hediondez, con los restos de regímenes abolidos, y que, sin embargo, han pretendido y pretenden hacerse pasar por la más genuina representación del alma española. España es anterior a Recaredo, y cuando los últimos vestigios de la posteridad espiritual de Recaredo hayan desaparecido, España subsistirá...141 La intervención de Azaña entusiasmó a Espía. Por fin España contaba con un hombre de Estado a la altura de las circunstancias y cuya concepción del país era idéntica a la suya. Ya en el exilio, Espía comentaría, una y otra vez, el contenido de estas palabras de Azaña como un referente inmarcesible: «Su momento español está cargado de una honda y limpia ambición: la de que España vuelva a ser España, es decir, la de volver al puro manantial intacto»142. Espía se identifica plenamente con el pensamiento y el proyecto español de Azaña, pero en ambos subyace una ilusión:
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Ibíd., pág. 406. E. Espín, Azaña en el poder..., pág. 93. 139 J. Aviles Parré, La izquierda burguesa..., 140-158. 140 M. Azaña Díaz, Memorias..., tomo I, pág. 446. 141 M. Azaña Díaz, «La República como forma de ser nacional». Discurso pronunciado el día 28 de marzo en la clausura de la asamblea de Acción Republicana, en Antología. Discursos, Madrid, Alianza, 1983, pág. 106. 142 C. Espía Rizo, «Azaña», en España Nueva, 8 de noviembre de 1947, México DF, APCE. 138
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hacer que la República española se pareciese cada vez más, respetando su tradición y sus peculiaridades nacionales, a la República francesa. Azaña es un francófilo convencido desde su juventud, para él la solución es Europa, y Europa es Francia, pero la Francia radical de Combes; Espía, por su parte, es también un entusiasta de la Tercera República, del radicalismo francés, que no es una a adscripción a un partido político determinado, sino una actitud vital: «Al hablar de radicalismo no señalo fronteras ni límites de partido o de grupo, sino que abarco las manifestaciones políticas que llamamos genéricamente izquierdas y que, en Francia, sólo son evoluciones de ese radicalismo original. Se deja de ser radical en Francia, en el aspecto formal de la filiación y la disciplina de partido, para ser socialista o quizás algo más, por un afán de superación, de progreso ideal...»143 Pero en Francia, a diferencia de España, la revolución había creado un elemento estabilizador, una fuerza equilibradora que le permitía encarar con tranquilidad y firmeza cualquier reforma, cualquier cambio sin que se resintiesen las entrañas mismas del Estado: el pequeño burgués, clase social apenas esbozada en España y que cuando ha existido, por su propia debilidad e inconsistencia, ha declinado su papel histórico, asimilando su conducta a la de la oligarquía tradicional dominante. Es el carácter idealista pequeño burgués, lo que permite al francés ser revolucionario, preocuparse por los grandes problemas del mundo, por los más desfavorecidos y por mejorar la sociedad; pero es también ese rasgo el que le impide, por muy idealista que sea, embarcarse en aventuras utópicas que puedan hacer peligrar sus ahorros, su casita en el campo o las libertades que tanto le ha costado conseguir: El radicalismo francés, decíamos, crea, pues, un tipo social complejo, del que nace también un tipo político de igual complejidad y en el cual se alian el afán de progreso, la extinción de las luminarias del cielo, la pasión por la justicia y la libertad, el idealismo revolucionario, la aspiración al bienestar, y eso que de modo tan divertido decíamos los españoles: la previsión del porvenir. En resumen, cuanto hace a los hombres realmente libres. Este hombre libre, pero realmente seguro, al que han dado alma Voltaire y Zola, Rousseau y Victor Hugo..., es el pequeño burgués francés que tiende a la democratización del bienestar144.
El pensamiento de Azaña y de Espía, con sus matices y diferencias, coincide absolutamente en este punto: España tiene una historia y una idiosincrasia, una tradición diferente a la francesa, pero partiendo de ella, teniéndola siempre presente —no se trata de ignorar el pasado sino de valorar lo que de positivo hay en él—, debe tratar de aplicar a su propia realidad los logros conseguidos por el país vecino. Espía y Azaña son dos intelectuales pequeño-burgueses, no ignoran el papel motriz del proletariado en la evolución y transformación de la sociedad, pero creen que es la clase social a que ellos pertenecen la que mejor ha sabido llevar a cabo el ideal de progreso humano. Es la Francia burguesa de la Tercera República, de Combes, Clemenceau, Ferry, Herriot o Briand, la que ha conseguido extender el bienestar a mayor número 143 C. Espía Rizo, «Nuestra Francia y la otra». Conferencia pronunciada por Carlos Espía, el día 14 de mayo de 1941, en el Centro Español de México DE, APCE, Escritos, Alicante. 144 Ibíd.
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de personas. También es la Francia burguesa la que ha convertido en universales los ideales democráticos de libertad, igualdad y fraternidad. Pero en España, y esa es su gran tragedia, sólo Cataluña cuenta con una ciudadanía capaz de seguir los pasos de la libertad, de participar con energía en la construcción de su historia, de su propio porvenir: Cataluña es un pueblo admirable» que cuenta con una «masa culta, civilizada, consciente de sus destinos, alerta para todas las luchas. El catalán vive constantemente en la política. Cuando no se la dejaba hacer la dictadura, convertía en política todas las cosas que tocaba y sentía. Una sardana, un nuevo libro, un estreno, una fiesta.... bastaban para que el espíritu ciudadano se concentrase y evidenciase ante los que no se querían dar cuenta de la realidad, que Cataluña podría permanecer callada, pero permanecería viva...145
El resto de España debía imitar la actitud de Cataluña y los catalanes, Cataluña, como guía y luz de la República, debía inspirarse en Francia, ya que, como diría Azaña, «la República, sin una Cataluña republicana, sería una República claudicante y débil»146. El 5 de abril de 1932, en una de las mayores manifestaciones de la historia de la ciudad, 25.000 personas tomaban las calles de Alicante para rendir homenaje a Antonio Rico Cabot en el quinto aniversario de su muerte. Espía presidió esta impresionante procesión cívica, en la que el pueblo alicantino expresó su cariño y respeto hacia el doctor Rico, leyendo unas cuartillas al finalizar el acto: Aconsejó a políticos, convirtió en artistas a artesanos de la música, en discursos maravillosos indicó el camino a seguir a Borras y a Margarita Xirgu, y fue maestro al lado del excelso D. Enrique Diego de Madrazo, a quien Galdós glorificó admirado. Antonio: fuiste nuestro médico; nuestro protector; viviste para nosotros en buen tiempo y en el período del cólera habrías muerto por nosotros... Democratización del bienestar y democratización de la cultura. Esto es lo que ansiaba ver implantado el Dr. Rico y a lo que dedicaba por entero sus actividades147.
El doctor Rico simbolizaba, con su actitud cívica, el ideal del buen republicano, del pequeño burgués al estilo francés que debía protagonizar la vida de la joven República española, cuyo objetivo inmanente era el mismo que el pretendido por el médico alicantino: conseguir que todos los españoles pudiesen vivir dignamente en un país donde el trabajo y la educación proporcionasen los medios materiales y espirituales suficientes, para que todos se sintiesen y comportasen como hombres libres, satisfechos individual y socialmente de sus vidas. En julio, Espía acudiría de nuevo a Alicante para inaugurar el local de Acción Republicana. En su alocución a los militantes del partido habló de la identificación existente entre AR y la República, siguiendo un esquema de pensamiento similar al de Azaña: «Decía Manuel Azaña que Acción Republicana tiene su vida íntimamente 143
C. Espía Rizo, Crónica, Abril de 1932, APCE, Recortes de prensa, Alicante. M. Azaña, «La República y la autonomía de Cataluña», Discurso pronunciado en la Plaza de la República de Barcelona, el 26 de septiembre de 1932. 147 «Alicante en el V aniversario de la muerte del Dr. Rico», en El Luchador, 6 de abril de 1932, APCE, Recortes de prensa, Alicante. 146
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unida a la vida de la República. Cuando la República era una aspiración nada más... Acción Republicana era una esperanza en unos cuantos hombres de estudio. Cuando la República se proclamó en España, Acción Republicana se organizó en partido. Y para gobernar la República ha dado sus hombres mejores, Azaña, Giral... Mientras haya República, y la habrá para siempre, habrá Acción Republicana»148. Para Espía, Acción Republicana encarnaba la aspiración democrática pequeño-burguesa de la República española. No es un grupo formado al servicio de determinados intereses o por el seguimiento ciego a un caudillo, aunque tenga «la admiración máxima a un hombre como Manuel Azaña», es una conducta, es un programa, es una obra realizada bajo los patrones revolucionarios de la acción, la eficacia, el desinterés y la sinceridad. Espía terminó su discurso aludiendo a lo que ya era una constante en todas sus intervenciones públicas: la necesidad de canalizar todas las aspiraciones, todas las demandas, del tipo que fuesen, en el juego político democrático. Había que dejar a los republicanos llevar a cabo su programa, su ideal burgués porque redundaría en beneficio de todos, como había ocurrido en la Francia de la Tercera República: Hay mucho que hacer en España. Yo he tenido siempre cierta afición a ser un hombre de acción. La obra a realizar en España no es de las que se resuelven por la violencia. Yo he sido en tiempos de tiranía y dictadura un hombre de rebeldía en la calle y si fuese necesario volvería a serlo. Pero yo digo que cuando hay un régimen de libertad y democracia, y cuando desde el Gobierno se mantiene la justicia, nadie tiene derecho a la violencia. Los hombres de acción tienen que emplearse en otras formas, en una labor constructiva de trabajo...149
En esta última visita mantuvo una entrevista con Lorenzo Carbonell y otros diputados alicantinos para tratar la cuestión del suministro de aguas a Alicante, acordando presentar una interpelación al Ministro de Obras Públicas y formar una Comisión de Aguas para que viajase a Madrid a fin de imprimir un ritmo nuevo al asunto. La Comisión, formada por L. Carbonell, los concejales Mora y Arques, el diputado Cremades y el ingeniero Sebastián Canales, viajó a Madrid en los primeros días de diciembre para entrevistarse con miembros del Ministerio de Obras Públicas y de la Sociedad de Aguas potables y mayores de Valencia, compañía propietaria de Aguas de Alicante. El Ayuntamiento y la empresa habían llegado a un principio de acuerdo sobre la municipalización de las aguas, pero la empresa pedía lo que había pagado por ella en 1926, más lo invertido desde entonces. El problema estaba en la valoración de las inversiones, resolviéndose por una resolución del Ministerio según la cual ésta se haría de acuerdo con criterios establecidos por el Gobierno. Los trabajos de Espía debieron ser valiosos, ya que al exponer los comisionados el acuerdo alcanzado en Madrid, hicieron que constara en acta «la satisfacción del Ayuntamiento por la eficaz ayuda que en todo momento ha prestado a la Comisión de Aguas el ilustre alicantino, actual Subsecretario de Gobernación, Don Carlos Espía»150.
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«Inauguración del nuevo local de Acción Republicana», en El Luchador, 11 de julio de 1932. Ibíd. Actas municipales, 9 de diciembre de 1932, AMA.
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4.3.2.4.
Un golpe de Estado contra las reformas republicanas
A primeros de mayo de 1932 se empezaron a discutir en las Cortes los proyectos de Estatuto de Cataluña y Reforma Agraria, a los que se oponían las derechas radicalmente. El 9 de mayo el Grupo Parlamentario de AR se reunió en el Ministerio de la Guerra para tratar de fijar una postura común respecto al Estatuto. Entre los diputados de AR había tres grupos de opinión bien diferenciados. Uno, muy minoritario, opuesto al Estatuto y cuyo representante casi único era Gonzalo de Figueroa, que terminaría por abandonar el partido; otro fervientemente autonomista, liderado por el propio Azaña, Carlos Espía y Luis Bello, presidente de la Comisión Parlamentaria del Estatuto; el tercer grupo estaba compuesto por diputados como Gabriel Franco y Honorato de Castro, que se oponían a la autonomía pero no de forma radical. Una vez más, Azaña tuvo que intervenir para vencer las reticencias y convencer a los diputados discrepantes de lo importante que era el Estatuto para la articulación de Cataluña en el seno de España, aunque para ello fue preciso reunir conjuntamente al Grupo Parlamentario y al Consejo Nacional del partido. En su discurso en defensa del proyecto, Azaña dijo que la República tenía que llevar a cabo una gran rectificación histórica para satisfacer las justas aspiraciones del pueblo catalán, cosa que en vez de fomentar el separatismo haría que Cataluña se sintiese mucho más integrada en España. El discurso causó una gran impresión incluso entre los radicales, que estaban en franca hostilidad con el Gobierno. Espía había intervenido y seguido muy de cerca la elaboración del Estatuto catalán durante su mandato en el Gobierno Civil de Barcelona, donde estuvo siempre asistido por Amadeo Hurtado151, uno de los ponentes del Estatuto, que había declarado que sólo los locos podrían decir que los catalanes eran separatistas. Además, Espía participó activamente como miembro de la Comisión Parlamentaria. Su acendrado autonomismo fue uno de los factores principales que valoró el Gobierno Provisional para nombrarle para ese puesto. Lo mismo ocurriría con Luis Bello y la presidencia de la Comisión del Estatuto. Respecto al Estatuto valenciano, del que se hablaba mucho en aquellos días, Espía pensaba que debía ser distinto «en sentido y letra del catalán»152, mostrándose favorable a que los estatutos regionales tuviesen en cuenta las peculiaridades y la historia de cada territorio. En el caso catalán, el Estatuto venía a reconocer una realidad y un sentimiento subyacente, en el caso valenciano había que empezar desde abajo: «Para llegar al Estatuto levantino, habría primero que crear mancomunidades municipales, vinculando, efectivamente, a las provincias levantinas de tal suerte, que la posible transmisión de servicios, se haga a esas mancomunidades»153.
151
C. Espía Rizo, D. Amadeu Hurtado un liberal... Declaraciones del Subsecretario de Gobernación a La Voz de Guipúzcoa, ¿septiembre de 1932?, APCE, Recortes de prensa, Alicante. 153 Ibíd. 152
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El 19 de mayo Espía era nombrado representante del Ministerio de la Gobernación en la Comisión Interministerial creada para el «estudio, unificación y redacción de un anteproyecto de los planes de reorganización de servicios de los Departamentos y de bases de un Estatuto general de funcionarios». Esta Comisión tenía la enorme tarea de emprender la reorganización de la Administración del Estado, dotándola de un Estatuto básico que sirviera para adecuarla a los nuevos requerimientos de un país democrático. Sin embargo, los diversos avalares que acontecieron en la vida pública española en los meses posteriores, impidieron que pudiese desempeñar sus actividades con normalidad y su tareas apenas pudieron desarrollarse. Los debates en torno al Estatuto catalán y la reforma agraria habían contribuido a dividir un poco más a los republicanos. Los radicales, en su estrategia para desgastar al Gobierno, habían pisado el acelerador de la demagogia, uniéndose en sus críticas a las oposiciones antirepublicanas que, ante la debilidad del Gobierno, vislumbraban ya la posibilidad de organizar un movimiento militar violento que paralizase de forma definitiva las reformas emprendidas. Lerroux, en su discurso de Zaragoza de 11 de julio de 1932, había pedido la dimisión de Azaña, alegando, en una nueva reformulación del concepto democrático, que el Gobierno contaba con el apoyo de la mayoría del Parlamento, pero no de la mayoría de la opinión pública, que estaba a su favor. El líder radical llegaría a recurrir a los viejos hábitos al pedir la intervención del poder moderador para cambiar la situación política154. El clima social, con hechos como la rebelión de campesinos de Villa de Don Fadrique, sería la causa pretextada por los golpistas, aunque la verdadera razón estaba en el temor que albergaban hacia la debatida reforma agraria. Cada día se oían rumores nuevos relativos a conspiraciones, golpes de Estado, personalidades implicadas, fechas. La intentona militar corría en boca de todos como si se tratara de un secreto a voces. El 14 de junio, Espía se hizo con una documentación en la que Orgaz, Barrera, Cavalcanti y otros militares ligados a La Correspondencia Militar, periódico muy significado por sus críticas a las reformas militares, aparecían implicados en un movimiento sedicioso155. Durante todos estos meses permaneció absolutamente dedicado a solventar los conflictos sociales que cada día aparecían y a intentar descubrir la trama que contra el Gobierno se estaba urdiendo. Casares unas veces estaba enfermo, otras en el ministerio. Azaña parecía tranquilo, como si lo supiera todo. Llegó a afirmar que, a pesar del prestigio que todavía tenían para algunos los pronunciamientos, sería bueno para la República que el Gobierno venciese a una intentona militar, ya que ello consolidaría al régimen. La estrategia del Gobierno fue en esa dirección, estaban informados de lo que ocurría y esperaron a que el movimiento estuviese en la calle para reprimirlo156. En las primeras horas del día 10 de agosto Espía envía una circular a los gobernadores de Badajoz, Huelva, Cádiz, Málaga y Córdoba, provincias limítrofes con Sevilla. Se trataba de cortar rápidamente cualquier intento de extender el conflicto a otros terri154
Santos Julia, Azaña, una biografía..., págs. 148-164. M. Azaña, M., Memorias políticas..., tomo I, pág. 495. 156 Circular del Subsecretario de Gobernación a todos los gobernadores civiles, 10 de agosto de 1932. AHNM, Gobernación, Serie A, Leg. 18, Exp. 9. 155
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torios: «Prevenga VE con toda urgencia, y por el medio más rápido posible, directamente a todos los capitanes de compañía, jefes de línea y comandantes de puesto de la Guardia Civil de Sevilla, desobedezcan cualquier orden que reciban de los facciosos establecidos en Sevilla y advirtiendo que se han de aplicar rigurosamente las penas que señalen las leyes. Ordeno que se pongan inmediatamente a las órdenes del Gobernador Civil de la provincia más próxima»157. En otra circular posterior Espía explicaba a los gobernadores lo sucedido en Madrid: El Gobierno estaba informado de que elementos monárquicos preparaban un golpe para derribar la República, se les ha venido vigilando para ahogar el movimiento. Con arreglo a estas premisas, en la madrugada de hoy (día 10 de agosto), el Director General de Seguridad distribuyó las fuerzas de asalto estratégicamente, con órdenes severísimas de hacer fuego, en los alrededores del Palacio de Buenavista, en la Dirección General de Seguridad y en el Palacio de Comunicaciones. Siguiendo este plan, el Director General de Seguridad, Sr. Menéndez, a las 4 de la madrugada ordenó que fuerzas de asalto a sus órdenes rodearan la casa de la calle Conde de Xiquena, donde se hallaban reunidos significados elementos monárquicos comprometidos en la intentona...158
Después, la Guardia de Asalto disparó contra grupos de monárquicos que intentaban concentrarse en las calles de Recoletos, Prim, Cibeles y Alcalá. Simultáneamente un teniente coronel, un comandante y un capitán, vestidos de uniforme, se encaminaron a la Plaza de la Cibeles con la intención de apoderarse del Palacio de Comunicaciones, objetivo que no lograron por la oposición de los funcionarios y la inmediata llegada de las fuerzas de seguridad, que procedieron a detenerlos. A última hora de la madrugada la situación estaba controlada en la capital. A las seis de la mañana Espía llamó personalmente a su amigo Braulio Solsona, gobernador de Huelva, para comunicarle lo sucedido y darle órdenes tendentes a asfixiar la rebelión de Sanjurjo. Debería concentrar toda la fuerza de la Guardia Civil disponible en los límites de la provincia de Sevilla, para cortar toda comunicación con dicha provincia, procediendo con absoluta energía ante cualquier vacilación a sus órdenes. Solsona también recibió instrucciones para desplazar agentes de la Guardia Civil a las poblaciones de Sanlúcar la Mayor, Pilas, Villamanrique y Carrión, cuyos alcaldes habían sido destituidos, con el propósito de restablecer la normalidad. A la caída de la tarde la situación estaba totalmente controlada, ahora el objetivo de Gobernación era detener a los cabecillas de la sublevación. Espía informa a los gobernadores de la inminente huida de Sanjurjo, encareciéndoles dispongan todos los controles necesarios para impedir su fuga. Sanjurjo salió de Sevilla en la madrugada del 11, en un taxi, acompañado por su hijo, el general Herranz y su ayudante Emilio Esteban Infantes, siendo detenido en Huelva y trasladado a Madrid por miembros de la Guardia Civil. El fracaso de la intentona reforzó mucho al Gobierno, permitiéndole dar un impulso definitivo a la Ley de Reforma Agraria y al Estatuto catalán, proyectos atasca-
157
Circular del Subsecretario de Gobernación a los gobernadores de Badajoz, Huelva, Cádiz, Málaga y Córdoba, 10 de agosto de 1932, AHNM. Gobernación, Serie A, Leg. 18, Exp. 9. 158 Circular de Carlos Espía a los gobernadores civiles, 10 de agosto de 1932, AHNM, Gobernación, Serie A, Leg. 18, Exp. 9.
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dos en las Cortes desde el mes de mayo. Azaña pasaba por su momento de máxima popularidad y estaba dispuesto a aprovecharla. Sin embargo, las consecuencias del triunfo sobre los golpistas no fueron todas positivas. El Gobierno tuvo que hacer frente a las insistentes peticiones que de todas partes le llegaban, solicitando la pena de muerte para Sanjurjo y sus compañeros de aventura. El día 12 de agosto el Ayuntamiento de Alicante pedía publicamente al ejecutivo que se fusilase a los complicados en la militarada159; en el mismo sentido se expresaba un artículo de fondo de Diario de Alicante que llevaba por título: «Fusilad a los traidores»160. Periódicos republicanos de todo tipo, ayuntamientos, sindicatos, asociaciones y partidos clamaron, en los días siguientes, por que se aplicara, con urgencia, la pena máxima a los conspiradores, cosa a la que el Gobierno no accedió. Al hilo de estas demandas se prodigaron por todo el país una enorme cantidad de denuncias y delaciones, implicando a un sinnúmero de personas en los hechos de agosto. La avalancha fue tal que la Subsecretaría de Gobernación tuvo que dirigir una circular a los gobernadores, dando instrucciones sobre cómo y qué tipo de denuncias debían ser cursadas: «Si se recibiera alguna denuncia habrá de ser por escrito y firmada por personas dignas de crédito y responsables. Luego VE hará el informe debidamente comprobado y lo enviará al Ministerio de Gobernación»161. Sanjurjo fue condenado a muerte, pena que le fue conmutada por la de cadena perpetua; los demás golpistas fueron sentenciados a diversos años de cárcel o deportados. Otras medidas tomadas por el Gobierno fueron la suspensión de los periódicos antirrepublicanos y la incautación de las tierras de los sublevados y quienes les apoyaron. Semanas más tarde, el 30 de septiembre, Espía acompañó a Azaña en su viaje por Santander, ciudad en la que el Presidente del Gobierno pronunciaría un importante discurso, en el que propondría la constitución de una Federación parlamentaria de izquierdas, Federación que quedaría constituida el 23 de diciembre de 1932 bajo las siglas de FIRPE. En el transcurso del viaje Espía departió con los periodistas, a los que dijo que la última decisión sobre las deportaciones correspondía a Casares Quiroga, pero que los expedientes de deportación se estudiaban con toda minuciosidad y que las sanciones se aplicaban después de ese examen concienzudo de los factores de responsabilidad. Además dijo que creía que el señor Lúea de Tena no sería deportado y que los periódicos suspendidos reaparecerían en breve plazo. El 9 de septiembre se aprobaba el Estatuto de Cataluña y la Ley de Reforma Agraria. A Espía le tocaría presidir la Comisión Mixta encargada de los traspasos desde el Gobierno Central al Autonómico. Sin embargo, esta revitalización gubernamental sería cosa de meses, pues, aunque el intento sedicioso había fracasado, se atisbaba un giro a la derecha del electorado empujado por el clima de agitación existente y la demagogia de muchos diputados y periódicos de signo bien diferente, además, la dere-
159
«El Ayuntamiento de Alicante pide a los poderes públicos se fusile a los complicados en la intentona», en Diario de Alicante, 13 de agosto de 1932. 160 Diario de Alicante, Editorial de 12 de agosto de 1932. 161 Normas para la aplicación de sanciones a los funcionarios y militares antirrepublicanos en cada provincia, 21 de agosto de 1932, AHNM, Gobernación. Serie A, Leg. 18, Exp. 9.
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cha conservadora parecía haber encontrado un elemento aglutinador en torno a Gil Robles y su partido Acción Popular. Pese a las constantes complicaciones que le asediaban en Gobernación, Espía no olvidó sus obligaciones como diputado por Alicante. En junio, a petición de Alvaro Botella y de un grupo de comerciantes alicantinos, se interesó acerca de las posibilidades que había de incentivar, política y económicamente, el uso del puerto de Alicante para las importaciones nacionales de trigo, que mayoritariamente venían entrando por los puertos del norte. Las gestiones fueron infructuosas debido a que no había normativa alguna que albergase la posibilidad de condicionar el comercio de productos como éste, su venta era absolutamente libre162. 4.3.2.5.
El descontento campesino: Casas Viejas
El paro continuó aumentando durante todo el año, al mismo tiempo que crecía la penetración de los sindicatos en el medio rural. La Subsecretaría de Gobernación seguía asediada por los telegramas de gobernadores y alcaldes, que advertían de lo grave de la situación por la falta de trabajo. Así ocurrió en Callosa de Segura debido a la crisis del cáñamo, cultivo que constituía el principal medio de vida de la comarca y que atravesaba por una etapa de franca decadencia. Las autoridades locales recurrieron a Espía para que hiciese lo posible para resolver el problema. Sus gestiones se encaminaron a conseguir que la Dirección General de Ferrocarriles concediese a Callosa el suministro de toldos que Renfe estaba a punto de sacar a subasta. Lo mismo hizo ante la Dirección General de Correos respecto a las sacas de reparto163. Estas gestiones no debieron ser suficientes, y Espía se vio obligado a presionar al ministro de Agricultura, Marcelino Domingo, para que se «publicasen en la Gaceta las disposiciones que han de proteger la industria del cáñamo ya que la situación de Callosa de Segura es cada día más insostenible...»164. Esta situación se repetía por todo el territorio nacional. A mediados de septiembre el Alcalde de Llerena se dirigía a Gobernación declinando toda responsabilidad sobre lo que pudiera ocurrir si no se enviaban fondos al pueblo para disminuir el paro obrero, ya que la situación era de todo punto irresistible165. El Ministerio de Gobernación respondería tres meses después con el envió de 20.000 pesetas 166. El descontento campesino crecía conforme la situación económica de los jornaleros, que habían puesto muchas esperanzas en la República, se deterioraba. Los pro-
162
AHNM, P.S., 338, Carpeta 231. Oficios de Espía al Alcalde de Callosa de Segura, 8 y 16 de febrero de 1932. AHNM, Gobernación, Serie A, Leg. 18, Exp. 13. 164 Saluda de Carlos Espía a Marcelino Domingo, 22 de noviembre de 1932, AHNM. P.S., 338, Carpeta 231. 165 Escrito del Alcalde de Llerena al Ministro de Gobernación, 16 de septiembre de 1932, AHNM, Gobernación, Serie A, Legajo 6, Exp. 22-66. 166 Subsecretario de Gobernación al Gobernador de Extremadura, 26 de diciembre de 1932, AHNM. Gobernación, Serie A. Legajo, 6, Exp. 22-66. 163
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pietarios seleccionaban arbitrariamente a los trabajadores agrícolas, mientras los anarcosindicalistas azuzaban a los jornaleros para, de una vez por todas, llevar a cabo la ansiada revolución social. En este contexto sobrevinieron los terribles sucesos de Casas Viejas, una huelga anarquista que tuvo especial virulencia en la provincia de Cádiz y que supuso la quiebra moral de la autoridad del Gobierno Azaña. Lo que había empezado como un movimiento anarquista más, como tantos otros sucedidos desde 1930, terminó convirtiéndose tras la represión en una carnicería, hecho que fue aprovechado por todas las fuerzas contrarias al régimen para acusar al Gobierno de todo tipo de barbaridades. Marcelino Domingo se lamentaba de que el proletariado no hubiera dado a la República la misma tregua, por unas razones u otras, que había dado a la Dictadura, ya que esa tregua habría repercutido en el progreso social de todos los españoles, incluidos los campesinos167. Para Espía fue, sin lugar a dudas, uno de los acontecimientos más descorazonadores de toda su vida, para el Gobierno en general, un auténtico mazazo en lo más sensible de sus entrañas: «La noticia nos derrumbó moralmente. No teníamos en lo cometido responsabilidad alguna... Nuestras manos estaban totalmente limpias de aquella sangre. Pero el hecho monstruoso por una parte y, por otra parte, nuestro desconocimiento de él, nos debilitaban. Nos sentíamos caídos ante nosotros mismos...»168 Desde primeros de enero el Gobierno sabía de la existencia de una conspiración anarquista que se basaría en la quema de cosechas, asaltos a los cuarteles, manifestaciones e insurrecciones en buena parte de Andalucía occidental, Aragón y Cataluña, escenarios habituales de este tipo de acontecimientos. A mediados de diciembre Gobernación, en previsión de desórdenes graves, ordenó a todos los gobernadores que «si hubiese alteraciones de orden público en su territorio y estimase oportuna la colaboración del ejército, no lo haga sin consulta y permiso del Gobierno»169. Se quería, a toda costa, mantener al ejército al margen de los posibles conflictos. Posteriormente, las instrucciones de Azaña y Casares, ante lo que preveían iba a suceder, no distaron mucho de las dadas en otras ocasiones similares. A la policía ordenaron que «ante el movimiento que se preparaba adoptasen las medidas y precauciones necesarias»; a los militares que «no sacaran ni una patrulla fuera de los cuarteles sin su consentimiento»170. Así fueron cumplidas y en ningún sitio se produjeron conflictos de mayor consideración, excepción hecha de una pequeña aldea de la provincia de Cádiz: Casas Viejas. En 1930 Casas Viejas tenía 1.843 habitantes, y era una de tantas poblaciones andaluzas en las que el latifundio era la forma mayoritaria de propiedad y de vida. Según Brey y Maurice, en la comarca de Medina Sidonia, en la que se enclavaba Casas Viejas, 41 fincas ocupaban un total de 22.518 hectáreas, o sea el 42,43 por 100 de la superficie del municipio, y entre 42 propietarios poseían el 62 por 100 de la riqueza
167
M. Domingo, M., La experiencia del..., pág. 280. Ibídem, pág. 287. 169 Gobernación a todos los gobernadores. Circular de 15 de diciembre de 1932, AHNM, Gobernación, Serie A, Leg. 16, Exp. 2. 170 Ahora, 17 de marzo de 1933. 168
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imponible171. La vida de los campesinos dependía casi exclusivamente del laboreo de la aceituna, la siega, la recogida de espárragos silvestres y otras tareas agrícolas estacionales. Vivían en unas condiciones de pobreza extrema, que la llegada de la República no logró mitigar, antes al contrario, empeoró: la crisis económica mundial, el abandono del cultivo de tierras por parte de sus propietarios, unido a una política errónea de importaciones de trigo por parte del Ministerio de Agricultura, hicieron que el número de jornales descendieran drásticamente y apareciese el hambre. En este clima no es de extrañar el éxito que tuvieron las teorías libertarias, presentes en la zona desde la Revolución de 1868. En 1932 la CNT tenía 35.000 afiliados en la provincia de Cádiz, sobre todo en las comarcas de Jerez y Medina Sidonia. También la implantación de la FNTT era grande, pero los conflictos iban a surgir, casi exclusivamente, en las zonas de predominio anarquista. Si la situación era extrema en toda Andalucía, en Casas Viejas lo era más todavía. La crisis de trabajo había llegado a tal punto que pocas esperanzas podían quedar al campesinado en la labor de ningún Gobierno, sólo la revolución podría cambiar su situación. La mezcla de las teorías anarquistas, el hambre, el analfabetismo y la explotación habían creado en la población una ilusión milenarista. El día 10 de enero tuvo lugar en Casas Viejas una insurrección popular que, teniendo como premisas lo antes expuesto, pretendía implantar el comunismo libertario, en una acción que creían común a toda la provincia. El día 11 del mismo mes cortaron las líneas telefónicas, destituyeron al Alcalde radical, que se unió a los insurrectos, intimidándole para que convenciese a los cuatro guardias del puesto para que se sumasen al movimiento. Los guardias se niegan y dicen que antes morirían defendiendo la República. Inmediatamente los campesinos atacan el cuartel muriendo dos guardias, un sargento y un número. Hasta aquí podríamos hablar de una huelga campesina violenta, pero no diferente a otras habidas anteriormente. La huelga general se extiende a otras poblaciones andaluzas como Utrera, Arcos de la Frontera, Alcalá de los Gazules..., pero pronto es controlada. En las horas siguientes llegan refuerzos a Casas Viejas, unos cuantos guardias civiles que disparan y matan a un campesino indefenso172, produciéndose una desbandanda general de los cabecillas hacia los montes próximos. En ningún instante hubo tiroteos desde las casas, ni los campesinos huyeron con el ánimo de organizar una guerra de guerrillas. La situación estaba dominada y los campesinos se habían escondido en sus casas con más miedo y rabia que otra cosa. A las cinco de la tarde llegan nuevos refuerzos de la Guardia Civil y de Asalto bajo el mando del teniente Artal, ocupan la aldea y proceden al registro de todas las viviendas, deteniendo a un jornalero llamado Quijada acusado de haber iniciado los disparos contra el cuartelillo de la Guardia Civil. Seguidamente se encaminan a la casa del Seis Dedos, donde éste se había encerrado con ocho personas más, cuatro de ellas menores de edad. Intentan derribar la puerta a culatazos, pero un disparo salido del interior mata a un Guardia de Asalto. Acto seguido, envían a Quijada esposado para que parlamente con Seis Dedos y le convenza para que se
171 172
G. Brey y J. Maurice, Historia y leyenda de Casas Viejas, pág. 41. Ibíd., pág. 70.
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rinda, pero Quijada no sale. Así las cosas, el teniente Artal llama al gobernador de Cádiz, Pedro del Pozo, y le dice que no necesita más refuerzos humanos, pero sí materiales: bombas de mano para asaltar la casa, ya que si la incendiaba se corría el riesgo de que ardiera todo el pueblo. La auténtica barbarie comienza por la noche, con la llegada de una Compañía de Asalto bajo la autoridad del capitán Rojas, en adelante responsable de las operaciones. Rojas, alegando tener órdenes severísimas del Gobierno, decide que se prenda fuego a la casa del Seis Dedos y se dispare contra todo el que salga. Ante las llamas todos los ocupantes salen despavoridos y son ametrallados, sólo dos jóvenes pueden escapar. Horas después, cuando todo el pueblo está en calma y sus habitantes aterrorizados, Rojas ordena que se registren de nuevo todas las casas, muriendo en la operación un hombre de avanzada edad, luego escoge a 12 jóvenes según su personal y arbitrario parecer y los fusila sin más miramientos. Al parecer las órdenes severísimas dadas por el Director General de Seguridad decían que se actuase contundentemente contra aquellos que asaltasen cuarteles o disparasen a las fuerzas de seguridad. En ese sentido la actuación de la Fuerza Pública es consecuente hasta la llegada del capitán Rojas. Posteriormente la salvaje actuación de éste, cuando todo está bajo control, tiene pocas explicaciones a no ser que la incluyamos dentro de la «represión institucional latente» de que habla López Martínez173, de la dinámica tradicional en que se habían movido los aparatos de seguridad del Estado, dinámica que las autoridades republicanas no habían logrado modificar como demostraron los hechos protagonizados por la Guardia Civil tras los sucesos de Castilblanco. Pero es que el cuerpo de seguridad creado por la República tampoco escapaba a esa conducta, la Guardia de Asalto se había aclimatado a esa dinámica, actuando con tanta o más dureza que la Guardia Civil, tirando por los suelos el proyecto de policía moderna y de rápida intervención ideado por los dirigentes republicanos. El mismo día del desastre Carlos Espía había acudido a Barcelona para tratar asuntos relacionados con la transferencia de competencias a Cataluña, entrevistándose con Maciá y con Moles. Por la tarde, cuando se hallaba visitando a los guardias heridos en los desórdenes habidos en la Clínica Alianza, tuvo noticias de que algo grave había ocurrido en la provincia de Cádiz. Al momento estaba rodeado por una nube de periodistas que le pedían detalles de lo sucedido. Espía, sumido en el mayor desconocimiento, dijo que el conflicto llevaba camino de resolverse y que en Casas Viejas lo que había ocurrido era que un grupo de revoltosos habían herido a varios guardias y éstos habían contestado a la agresión, muriendo varios campesinos. Las noticias que tenía el Subsecretario en ese momento, y en los días siguientes, no debieron ser muy diferentes de las que comunicó a los periodistas, ya que no regresó a Madrid hasta el día 16 de enero, continuando con sus tareas al frente de la Comisión de traspasos. De forma que en el primer debate parlamentario sobre la cuestión, el día 2 de febrero, todavía ni él ni Azaña (Casares estaba enfermo en Ronda) tenían idea concisa de los hechos, aunque algún escritor de nuestros días metido a historiador, con la misma ligereza que hace otras afirmaciones, diga que Espía estaba en conocimiento
173 M. López Martínez, Orden público y luchas agrarias..., pág. 61.
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de todo y lo había ocultado a Azaña174. El Gobierno, y lo mismo el Subsecretario de la Gobernación, debieron aferrarse a la versión de los hechos dada por Arturo Menéndez, director general de Seguridad y republicano de convicción. No tenían ningún motivo para desconfiar de la palabra de un hombre que había demostrado, sobradamente, su lealtad y su profesionalidad en la Jefatura de Policía de Barcelona y en los hechos del 10 de agosto de 1932. La fe ciega del Gobierno en sus funcionarios fue tal en estos primeros momentos, que hasta mediados de febrero nadie ordenó al Gobernador de Cádiz que elaborase ningún informe, ni incoase investigación alguna. De igual calibre fue su candidez. Sólo cuando los indicios y sospechas son evidentes, Espía, en un banquete-homenaje a Azaña, ordena al Gobernador que le envíe cuantas informaciones pueda recabar sobre lo sucedido175. La sesión parlamentaria del 2 de febrero estuvo rodeada de una tensión inusitada. Ante una durísima interpelación de Eduardo Ortega y Gasset en la que hablaba de fusilamientos, torturas y de que se había dado la orden de que no hubiera prisioneros ni heridos, Azaña, desconcertado por tales informaciones, miró hacia el banco de atrás buscando a Espía para que diese alguna explicación sobre todo aquello. Pero Espía no la tenía tampoco. Entre aturdido y atónito por lo que estaba oyendo, Azaña habló de una conspiración contra la República, asegurando, con muy mala fortuna, que «en Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, más que lo que tenía que ocurrir...»176 El alboroto en la Cámara fue tremendo, gritos, pataleos, insultos de un lado, perplejidad e irritación del lado gubernamental. Acto seguido, Espía, dolorido por la soledad en que se había movido el Presidente del Gobierno, pidió la palabra para desmentir con rotundidad las acusaciones proferidas por Eduardo Ortega y otros diputados, radicales en su mayoría, entre otros Guerra del Río y Martínez Barrio. Cuando iba a iniciar su intervención, la tensión alcanzó uno de sus puntos máximos: «Sr. Presidente: El Sr. Espía tiene la palabra. —Sr. Balbotín: Que hable el Gobierno o ese Sr. no habla. —Sr. Presidente: El Sr. Espía tiene la palabra. —Sr. Balbotín: Pues no le vamos a oír. Debe hablar el Gobierno. Esto es un desprecio al Parlamento, porque el Sr. Espía es un subalterno del Gobierno. —Sr. San Andrés: es un diputado. —Sr. Balbotín: en nombre del Gobierno no habla el Sr. Espía, como diputado sí»177. Tras este acalorado incidente, Espía se dirigió al hemiciclo. Dijo que no tenía ninguna intención de hablar, pero que lo mismo que Balbotín podía hablar en nombre de los que atacaban a la República, él podía hacerlo en nombre de quienes la defendían. Al diputado radical Aranda, que había acusado al Gobierno de tener desguarnecida la comarca de Jerez a pesar de las advertencias que se le habían hecho, respondió que en Jerez el Gobierno había establecido un Tercio de la Guardia Civil, pero que al estar implicados algunos de sus mandos en la intentona del 10 de agosto, se habían iniciado una serie de reformas en el Cuerpo y el destacamento había sido traladado a Sevilla, estando
174
M. Azaña, Antología 2. Discursos, Madrid, Alianza Editorial, 1984, pág. 144. Introducción de F. Jiménez Losantes. 175 G. Brey y J. Maurice, Historia y leyenda..., pág. 151. 176 DSCC, 2 de febrero de 1933. 177 Ibíd.
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en proyecto enviar nuevas fuerzas a Jerez cuando sobrevinieron los hechos de Casas Viejas. Además, acusó a Aranda y a otros diputados de solicitar la intervención de la Fuerza Pública en tal o cual sitio, para criticar después la decisión que se tomara, fuese esa o su contraria. Pero la intervención que más afectó a Espía fue la de Guerra del Río, diputado radical que acusó al Gobierno de ser autor de crímenes horribles y a Espía ^e responder del mismo modo que lo hacían Dato y Bugallal cuando defendían a Martínez Anido, a lo que contestó Espía del siguiente modo: ¿Cree el Sr. Guerra del Río que es lícito, como arma política, en un debate de esta naturaleza, acusar a hombres de cuyo republicanismo y de cuya bondad y nobleza de sentimientos no puede dudar Su Señoría, nada menos que de crímenes y de dictar órdenes de fusilamiento, o de dejar éstas impunes?... No intento yo ahora defender al Ministro ausente. Ya se defenderá él cuando venga, y, en todo caso está el Sr. Presidente del Consejo para defenderle; pero creo que, por mucha que sea la necesidad en que la polémica política coloque al Partido Radical, no habrá en ella hombres que digan que, desempeñando el puesto de Ministro de la Gobernación el Sr. Casares Quiroga y estando en ese Departamento como Subsecretario el diputado que os habla, se han dado órdenes para que se fusile a los detenidos, o sabiendo que esto se ha hecho —y hemos procurado tener una información completa y auténtica sobre los sucesos de Casas Viejas— lo hemos dejado impune...178
Continuó afirmando que todos los informes y partes recibidos en Gobernación de las fuerzas que habían intervenido en Casas Viejas, desmentían radicalmente las acusaciones de Guerra del Río, Aranda, Ortega y Balbotín. Pero que no contento con esto, el Ministro de la Gobernación interrogó personalmente al capitán Rojas, persona de la que tenía muy buenas referencias, preguntándole textualmente si había habido fusilamientos en Casas Viejas, cosas que desmintió Rojas aportando pruebas. A pesar de ello —prosiguió Espía— una duda inquietó al Ministro: había un muerto esposado, pero Rojas dio una explicación racional de la que, según Espía, no había por qué dudar: el detenido fue esposado antes de la refriega de la casa del Seis Dedos, fue llevado hasta la misma y enviado a su interior como emisario para tratar de convencer a los revoltosos de que depusiesen su actitud, apareciendo muerto tras el tiroteo habido después del incendio de la casa: «Contra las afirmaciones del Sr. Guerra del Río, que no aporta ninguna prueba, contra las afirmaciones del Sr. Ortega y de otros señores diputados que tampoco aportan ninguna prueba, yo que he visto las cosas que han pasado en Gobernación, digo que eso es falso absolutamente»179. La intervención de Espía concluyó rebatiendo otra afirmación de E. Ortega y Guerra del Río, según la cual el Gobierno había dado la orden de no hacer prisioneros ni heridos y que se matase a todo el que se encontrase con armas en la mano. Espía dijo que en Sevilla se había detenido a más de veinte personas con armas en la mano después de haber disparado contra los guardias, lo que demostraba fehacientemente que esas órdenes nunca habían salido del ministerio. Las órdenes fueron, después de que se hubiesen cometido actos
178 179
Ibíd. Ibíd.
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crueles por los sublevados, que se considerase como combatiente a todo el que se levantase en armas contra la República: Éstas son las órdenes dadas. ¿Qué republicano no las daría?, ¿Queréis que el Ministro de la Gobernación, frente a una agresión como la que estos días ha sufrido la República, permanezca sin saber qué hacer, sin dar la orden terminante de considerar como combatientes y hacer fuego contra los que hagan fuego contra la República?... Se han llevado hasta el límite los sentimientos de humanidad, se ha agotado toda la paciencia para no realizar ninguna represión, para no causar ningún daño innecesario; pero la Fuerza Pública estaba aleccionada por los sucesos de Figols y por estos mismos de ahora, en que, después de ser tiroteada, cuando se acercaba, porque se rendían los que habían tiroteado a la Fuerza Pública, creyendo que iban a dejarse detener, eran recibidos nuevamente a tiros... Se ha asesinado vilmente a agentes de la Autoridad, a guardias que iban desarmados. En estas condiciones, después de haber agotado toda clase de medios para no causar daño innecesario, ¿qué menos se podía hacer desde el Ministerio de la Gobernación que dar la orden de contestar con fuego a los que hacían fuego contra la Fuerza Pública? Ésta es sencillamente la orden que se ha dado. El número de detenidos de que se quejaba el Sr. Barriobero es buena prueba de que no se había dado la orden de no hacer prisioneros180
La explicación de Espía no convenció a los diputados de la oposición, que, por otra parte, estaban muy poco predispuestos a ser convencidos. Todos siguieron con sus argumentos iniciales: Guerra del Río continuó diciendo que toda la responsabilidad era del Gobierno; Aranda que los hechos ocurrieron por la ausencia de Fuerza Pública en la zona; Moreno Mendoza, achacó los sucesos a la Ley de Términos Municipales, que había sumido en el hambre a muchos campesinos; y Balbotín terminó afirmando que ningún gobierno democrático podía emplear violencia innecesaria para aplacar una rebelión, que, además no era ninguna amenaza para la República. Según Marcelino Domingo, el Gobierno estaba al tanto de lo ocurrido por los informes oficiales que, aun siendo muy dolorosos, entraban dentro de lo normal desde que intervino la Fuerza Pública. Pensaban que todo se había hecho dentro de la más estricta legalidad y por ello «ni el Jefe del Gobierno, ni el Ministro de la Gobernación, ni el Consejo volvieron a hablar sobre este suceso. Después, al empezar a correr nuevas acusaciones sobre los hechos de mucha gravedad, el Gobierno ordenó que se abrieran investigaciones para esclarecer los hechos, investigaciones que no aportaron nada nuevo, pensando que todo se debía a una estrategia de los radicales para desgastar al Gobierno»181. Las interpelaciones de los radicales, encabezados por Martínez Barrio, del grupo de E. Ortega y Gasset, de Balbotín y de los diputados de Acción Popular fueron aumentando en cantidad y gravedad durante todo el mes de febrero y parte de marzo. La segunda intervención de Azaña, el día 23 de febrero, volvió a ser torpe y desconcertante. No aportó ninguna novedad, reiterándose en los argumentos de su primera comparecencia. Martínez Barrio le respondió que la aldea de Casas Viejas nunca pudo
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Ibíd. M. Domingo, La experiencia del..., págs. 280-300.
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ser el principio de un movimiento revolucionario por su entidad y población. Entre tanto, se iban sucediendo los acontecimientos, por un lado Gordón Ordás, puesto en contacto con algunos diputados radicales y radical-socialistas, quería formar un Gobierno alternativo al de Azaña, Gobierno en el que éste seguiría como Ministro de la Guerra182. Por si esto fuera poco, el general López Ochoa andaba también a la greña con el Presidente del Consejo, incitando a la rebelión y haciendo proclamas por todas partes con la intención de aglutinar a los descontentos por las reformas militares. Espía volvía a ser el heraldo de las malas noticias: «Espía me traslada los rumores alarmantes que circulan para hoy. El general López Ochoa anda por ahí despotricando contra el Gobierno, y diciendo que lo arreglará todo... También me habló de no sé qué manejos del general Fermoso... Espía ha recibido también informaciones de la agitación reinante entre los oficiales de uno de los regimientos de Alcalá...»183 Las investigaciones para esclarecer lo sucedido en Cádiz discurrían por varios cauces diferentes. Se formó una Comisión parlamentaria, compuesta por diputados de todos los partidos, que se había trasladado al lugar de los hechos; se nombró un Juez especial, el señor Granados, con plenos poderes para llevar sus indagaciones hasta las últimas consecuencias; por último, el Ministerio de Gobernación hacía sus propias pesquisas. Aparte estaban los rumores vociferados como verdades por aquellos a quienes convenía el desgaste y la debilidad del Gobierno. El 2 de marzo el Gobierno superó una moción de censura presentada por Botella Asensi. Ese mismo día Espía, cuyas llamadas temía Azaña en estos días, telefoneó al Presidente advirtiéndole que tenían que hablar urgentemente. Al poco tiempo, el Subsecretario estaba en Presidencia acompañado por Arturo Menéndez, visiblemente nervioso, dispuesto a contar a Azaña las últimas dramáticas novedades: Menéndez, por propia iniciativa, había abierto una investigación sobre el comportamiento de sus subordinados al llegarle rumores sobre ciertas declaraciones hechas por Artal a un grupo de amigos, en las que el Teniente aseguraba que en Casas Viejas «se habían cometido ejecuciones fuera de toda legalidad»184. Llamado a la Dirección General de Seguridad, Artal había declarado, ante Menéndez y el asesor jurídico del Ministerio, que en la localidad gaditana se habían fusilado entre 14 y 16 personas por orden del capitán Rojas, quien a su vez afirmó que Menéndez le había mandado aplicar la ley de fugas, asegurándole que el Ministro y el Presidente estaban dispuestos a salvarles185. Al saber lo ocurrido Azaña escribe: «Todo esto es atroz. No se puede estar peor servido... Por mucho que nos fuéramos acostumbrando a la posibilidad de una catástrofe, la comprobación casi irrefutable de los crímenes nos aplana»186. Espía había departido largamente con Arturo Menéndez, haciéndole ver que la gravedad de los hechos, del momento y de las acusaciones contra él vertidas eran de tal envergadura que no le quedaba otra salida que dimitir, razonamientos que Menéndez compartía plenamente.
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M. Azaña Díaz, Memorias..., tomo I, pág. 549. Ibíd. «El teniente Artal hizo graves declaraciones», en Ahora, 8 de marzo de 1933. M. Azaña Díaz, Memorias..., tomo I, págs. 554-555. Ibíd.
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Las declaraciones de Artal y Rojas fueron enviadas al Juez Especial, ambos y Menéndez serían procesados y encarcelados. El día 8 de marzo, Espía anunciaba la dimisión del Gobernador de Cádiz y daba a conocer el telegrama que éste le había enviado, justificando su decisión en la desconfianza que hacia su labor se había puesto de manifiesto en los debates parlamentarios. Aseguraba Pedro del Pozo que nadie, ni tan siquiera el Delegado gubernativo o el Alcalde pedáneo, le informaron de que en Casas Viejas hubiesen tenido lugar hechos tan horribles: «la trágica realidad se ha ido abriendo paso lentamente, a través de rumores y noticias tendenciosas propaladas con finalidad política, pudiendo decir que hasta hace dos días en que la oí en labios del teniente Artal, no tuve seguridad plena de la monstruosa crueldad desplegada en la represión: Como quiera que en dicha sesión no he sido defendido en la forma que estimo obligada para creer que sigo contando con la confianza del Gobierno, suplico a VE se digne admitir la dimisión de mi cargo...»187 A primeros de marzo Santiago Casares Quiroga había regresado a Madrid sin estar totalmente restablecido de su enfermedad, antes al contrario, parecía haber entrado en una espiral depresiva de la que no había forma de sacarlo. Enterado por Espía de los hechos narrados por Artal, cayó en lo que parecía un estado de postración, de inapetencia vital. Espía quiso hacerle comprender lo crítico del momento y lo inoportuno de su actitud. Como no obtuviera resultados, fue a comunicar a Azaña lo que ocurría y a consultarle las determinaciones a tomar, puesto que Casares había presentado, con obstinación, su dimisión irrevocable. Casares se sentía responsable de los hechos, él había nombrado a Menéndez y al Gobernador de Cádiz y ambos habían dimitido, él era el máximo mandatario del Departamento y no se había enterado de nada, sentía que el mundo se le caía encima y sólo encontraba una salida: dimitir y abandonar la política, cosa que Azaña no estaba dispuesto a permitir: Comenzó a vestirse esta mañana, y al mediodía no había terminado... He utilizado toda la ascendencia que tengo sobre él para disuadirle y hoy he repetido a Espía, para que se las diga a Casares, todas las razones que tengo en contra de su deseo de dimitir. Mi decisión está tomada, no sacrifico a un ministro para salvar a un ministerio. Si ahora abandonase a Casares no habría modo de convencer a nadie de que él no era el culpable de la atrocidad que han hecho en Casas Viejas. Gobernación ha funcionado mal, pero Casares no se ha enterado de nada hasta que lo hemos hecho otros. He hablado largamente con Espía, y se ha marchado con la esperanza de que las cosas que yo decía convencerán al Ministro. Cuando se marchaba le he dicho por última vez: de todos modos, si Casares no se convence, que me avise, para no ir yo a las Cortes esta tarde y presentar la dimisión de todo el Gobierno188.
Espía volvía a su sempiterno papel de mediador, de reparador de entuertos, de servidor leal de un Gobierno que hacía aguas por muchos lados, pero sobre todo por su ministerio. Las razones esgrimidas por Azaña, transmitidas a Casares por boca de su Subsecretario, tuvieron éxito, sobre todo por la referencia que hacían a la confianza del Presidente y su disposición a vincular su dimisión a la de todo el ejecutivo. Sin 187 188
Ahora, 9 de marzo de 1933. M. Azaña Díaz, Memorias.., tomo I, 8 de marzo de 1933.
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embargo, ni la permanencia en el Gobierno, ni su inocencia pregonada en el informe de la Comisión Parlamentaria, evitaron que desde entonces Casares fuese objeto de todos los vituperios y una de las personas más odiadas por las derechas. Unos años más tarde Francisco Casares escribía lo que sigue sobre él: Casares Quiroga es el más perverso de los españoles enemigos de España. Su concepción mezquina y ruin de las cosas y de las personas, su propia pequenez física y de espíritu, su autodictamen de hombre desahuciado de la vida, producto de viscoso y nauseabundo de un singular y monstruoso ritmo entre el bacilo destructor que avanza, la envidia incontenible que impulsa, y el escepticismo frío que insensibiliza, han hecho de este pobre diablo uno de los depósitos humanos de la perversidad...189
Pero, ¿por qué el empeño de Azaña en mantener en el Gobierno a un ministro que no podía desempeñar su cargo ni en una crisis de la envergadura de esta que estamos narrando, cuando habían sido él y Espía quienes habían llevado todo el peso de la misma? Las opiniones son muy variadas. Aparte de los argumentos dados por el propio Azaña en sus memorias, tal vez las explicaciones más convincentes sean las más sencillas, las sugeridas por Josefina Carabias, persona que conoció muy de cerca al Presidente del Gobierno. Según ella no cesó a Casares porque era su amigo y él no abandonaba nunca a sus amigos, se había jugado todo su prestigio y posición al aceptar un cargo tan arriesgado sólo por lealtad hacia él, y Azaña no hizo sino corresponderle190. Joaquín Airarás afirma que era el más entrañablemente querido y admirado por Azaña191; por su parte, Aviles Parré asegura que entre Azaña y Casares existía una compenetración total, hasta tal extremo que Casares aplicaría en Marina las mismas reformas que Azaña había puesto en marcha en Guerra192. Sin embargo, da la sensación de que a principios de 1933, sólo Azaña y algunos de sus colaboradores cercanos, entre quienes no estaba precisamente Casares, velaban por la seguridad del régimen, por aplacar los movimientos insurreccionales de obreros y campesinos, por prever las intentonas militares, por esclarecer los hechos oscuros que acechaban al Gobierno, por hacer que el Estatuto avanzase y tener apaciguados a los nacionalistas catalanes, en definitiva, por mantener en pie el edificio del Estado burgués que tanto estaba costando establecer. La ausencia del Ministro de la Gobernación era casi constante. El 10 de marzo, la Comisión Parlamentaria encargada de investigar los hechos de Casas Viejas, dio a conocer sus conclusiones en el Congreso. El informe, leído por González Uría, confirmaba que el Gobierno había dado las mismas órdenes a todos los lugares donde se temían altercados, y que sólo en Casas Viejas hubo desmanes por parte de la Fuerza Pública. La Comisión eximió de responsabilidades al Gobierno por unanimidad, aunque, en principio, expuso ciertas dudas sobre la exactitud de las instrucciones que el Director General de Seguridad dio al capitán Rojas, debido a las
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F. Casares, Azaña y ellos, Granada, Editorial y librería Prieto, 1938, pág. 37. J. Carabias, Azaña. Los que le llamábamos D. Manuel, Barcelona, 1980. J. Arrarás, Historia de la Segunda..., pág. 38. J. Aviles Parré, La izquierda burguesa..., págs. 110-115.
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contradicciones de éste en sus declaraciones193 Posteriormente el informe aclaraba que Arturo Menéndez, en la noche del 8 de enero, reunió en su despacho «a los jefes de las fuerzas de seguridad con destino en Madrid, y entre ellos al teniente coronel D. Escolástico Panguas Gacís y al comandante D. Anselmo Faniova»194, quienes, en declaraciones coincidentes, aseguraron que las instrucciones que recibieron y que enviaron a sus subordinados, entre otros el capitán Rojas, fueron las siguientes: Que acaba de estallar un movimiento revolucionario de carácter anarquista, de extraordinaria violencia, que pudiera poner en peligro a la República, lo cual obligaba a la Fuerza a emplear la mayor energía frente a todo acto de rebeldía que se presentase y que en consecuencia se empleasen armas de fuego sin contemplación alguna contra aquellos revoltosos que las empleasen contra la Fuerza y que culminase este rigor contra los que atentaran con armas o materiales explosivos contra los agentes de seguridad o realizasen actos de sabotaje contra los servicios públicos195.
Estas declaraciones eran similares a las hechas por el Director General de Seguridad. Tras el informe exculpatorio de la Comisión Parlamentaria, el día 16 de marzo, Azaña comparecía ante las Cortes para dar una explicación definitiva de los sucesos y someterse a la confianza de la Cámara. Azaña dijo que el silencio y la inacción aparente del Gobierno durante el mes de febrero respondía a dos razones: una, dejar trabajar con entera libertad, sin interferencias de ningún tipo, a la Comisión Parlamentaria y al Juez especial; la otra, de carácter más íntimo, fue que tras conocer la posibilidad de que en Casas Viejas hubiesen ocurrido hechos tan graves como los denunciados, el Gobierno cayó en un estado de pesadumbre, de tristeza y dolor, mientras que las oposiciones se lanzaban a una estrategia de acoso y derribo que llevaría, irremisiblemente, al enardecimiento de las pasiones políticas. Ante esta situación —explicaba Azaña—, el Gobierno optó por aguantar silenciosamente todos los ataques y esperar a que las investigaciones llegasen a su fin196. Luego, Azaña continuó diciendo: Si me hubiesen dicho que en Casas Viejas habían matado a un hombre indebidamente me hubiera inclinado a creerlo o a temerlo, pero al decirme que allí se habían fusilado a 15 ó 20 hombres, la monstruosidad me pareció tal que pensé: esto es imposible... Y sólo cuando después del 14 de febrero, el Inspector de los Tribunales, Sr. Granados, me dijo que había indicios muy graves comencé a creer en la atrocidad... Hay que averiguar dónde se rompe la línea de continuidad entre las órdenes y la acción del Gobierno, y la acción de sus subordinados. Hay un momento en que evidentemente, la acción de los agentes del Gobierno no sólo no responden a las órdenes del Ministro, sino que las contrarían en toda su materialidad y en su espíritu, y lo que hay que averiguar en este gran proceso es dónde está esa cortadura...197
El Gobierno salió triunfante y con la confianza de la Cámara, pero la auténtica victoria fue para quienes durante esos dos meses azuzaron el fuego desde sus esca193 194 195 i% 197
DSCC, 10 de marzo de 1933. Ibíd. Ibíd. DSCC, Discurso de Azaña, 16 de marzo de 1933. Ibíd.
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ños, desde los periódicos. La demostrada inocencia del Gobierno en la Cámara y los tribunales, no pudo restablecer su credibilidad ante los votantes, que progresivamente irían abandonando su apoyo a un ejecutivo cuya fuerza moral había estado tanto tiempo en entredicho. Tuñón de Lara explica lo sucedió en Casas Viejas y después da el siguiente razonamiento, con el que coincidimos plenamente: «El hecho de Casas Viejas constituye un buen ejemplo de cómo, durante el bienio 1931-1933, los órganos de decisión central del poder carecían de poder en el Estado, de ineficacia en los instrumentos a emplear. Hay un poder de fuerzas externas al Gobierno que de manera directa o indirecta influyen en el aparato del Estado y lo sustraen a la influencia de los órganos institucionales de dirección...»198 Por su parte, Brey y Maurice abundan en la misma teoría, aunque responsabilizando parcialmente al Gobierno por no haber emprendido un cambio riguroso de las autoridades encargadas de ejecutar las órdenes, ni en la administración central, ni en la provincial: delegados gubernativos, magistrados, secretarios y oficiales no eran personas políticamente seguras, como lo demuestra el hecho de que el delegado gubernativo que estuvo presente en los hechos de Casas Viejas hubiera pertenecido a Unión Patriótica durante la Dictadura, o los muchos alcaldes de zonas rurales vinculados a los caciques, que habían seguido desempeñando su cargo ahora bajo las siglas del Partido Radical, alcaldes que, apoyados por la oligarquía local, mantenían una actitud de acoso permanente a las nacientes organizaciones sindicales199. Lo mismo ocurría con las fuerzas de seguridad, la Guardia Civil seguía con los hábitos del antiguo régimen, y la Guardia de Asalto los había adquirido: el capitán Rojas procedía de la Legión, como muchos de sus compañeros, y sus procedimientos en Casas Viejas fueron muy parecidos a los empleados por ese Cuerpo en el Norte de África. Las derechas pagarían sus servicios intentando que se revisase su situación penal y poniéndole en libertad en los primeros días de la Guerra Civil. Rojas, en agradecimiento, tendría un papel destacadísimo en la cruel represión llevada a cabo en Granada por el ejército rebelde200. Marcelino Domingo diría que «Casas Viejas descubrió muchas taras morales en los servidores de la República. La tara moral de los que son capaces de todo para medrar; la tara moral de los que no se atreven a responder de nada, por obligado que sea, que les pueda traer impopularidad. La tara moral de los que creen que en política es lícito todo...», para después responsabilizar a un sector de la prensa del tremendo daño hecho al Gobierno y a la República201. La periodista Josefina Carabias nos detalla la sorpresa de Azaña ante las alianzas increibles que se auspiciaron en torno a los sucesos de Cádiz y la resonancia pública de las infamias publicadas por los periódicos: «¿Cómo iba a imaginar Azaña que quienes acusaban al Gobierno de debilidad frente a los desmanes del anarquismo, se unirían a los extremistas de izquierda que le acusaban de sanguinario?, ¿cómo pensar que al-
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M. Tuñón de Lara, La España del siglo XX..., pág. 350. G. Brey y J. Maurice, Historia y leyenda..., págs. 83-110. Ibíd., pág. 75. M. Domingo, La experiencia del..., pág. 291.
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guien daría crédito a las supuestas órdenes como la de tiros a la barriga? Cualquiera que conociera a Azaña, no podría creerle autor de una expresión, que además de crueldad, era una ordinariez»202. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, escribió en sus memorias que el ambiente en Gobernación era de un gran nerviosismo y que Carlos Espía gritaba por teléfono dando órdenes muy duras entre palabras malsonantes, cosa bastante difícil puesto que Espía estaba en Barcelona. Basándose en esta información Alcalá Zamora criticaba la actitud de los dirigentes de Gobernación alegando que traspasaron su tensión y su irascibilidad a sus subordinados, cuando un gobernante que se preciase debía transmitir, ante todo, calma y sosiego203. Por último, Miguel Maura diría que resultaba intolerable que un Gobierno estuviese más de cuarenta días sin enterarse de unos hechos de esa envergadura204. 4.3.2.6.
Últimos meses del bienio reformador
Después de Casas Viejas el Gobierno está tocado de muerte, los radicales pasan decididamente a la obstrucción parlamentaria, aliándose en su estrategia con las derechas, que se han articulado como una fuerza política estructurada en torno a la CEDA205. En las semanas siguientes una serie de acontecimientos vendrán a debilitar, todavía más, a la coalición gubernamental. Por un lado, Alcalá Zamora toma partido y promete a Martínez Barrio, en una actitud clásica del antiguo régimen, provocar la crisis en cuanto estén aprobadas una serie de leyes fundamentales, lo que supuso un acicate más al acoso radical206. La CNT tampoco se queda atrás y, aprovechando la situación, inicia una nueva ofensiva que culminará en la huelga general de mayo. Por su parte la Iglesia también aporta su granito de arena. En mayo, tras la aprobación por las Cortes de la Ley de Congregaciones y Confesiones religiosas, el Vaticano pondrá fin a la etapa de presión diplomática pasando al enfrentamiento directo con el Gobierno, actitud que se materializaría con el nombramiento de Goma como Primado y con la encíclica papal de 3 de junio «Dilectissima Nobis». Las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno Azaña llegaban ahora a su peor momento desde la proclamación de la República207, con el problema de la enseñanza como auténtico telón de •fondo. Tampoco la patronal quería quedarse al margen de este jolgorio, y en su Magna Asamblea de Junio se situaría abiertamente contra el Gobierno. Además, a partir del verano el Gobierno se quedaría sin periódicos que defendiesen o apoyasen su política, al fracasar su intento de formar un trust periodístico progubernamental en torno a La Voz, Luz y El Sol.
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J. Carabias, Azaña. Los que le llamábamos..., págs. 179-222. N. Alcalá Zamora, Memorias, Barcelona, 1977. Diario de Alicante, 24 de febrero de 1933. Santos Julia, Azaña..., págs. 230 y sigs. Ibíd., págs. 210-214. J. de la Cueva Merino, «El anticlericalismo en la Segunda República...», pág. 244.
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La obstrucción de los radicales tomó como punto de partida un proyecto de ley sin importancia, pero que tenía alguna carga simbólica al estar patrocinado por Indalecio Prieto desde el Ministerio de Obras Públicas, ya que Prieto era para los radicales el principal artífice de la política gubernamental. El proyecto en cuestión era la urbanización de la Playa de San Juan en Alicante, en cuya construcción, según José Pía, «tenía al parecer algún interés el Sr. Espía»208, quien a raíz de los hechos de Casas Viejas había adquirido gran notoriedad, convirtiéndose en uno de los blancos predilectos del partido de Lerroux. A propuesta del alcalde de Alicante, Lorenzo Carbonell, y por iniciativa del Ministro de Obras Públicas, se había realizado un proyecto para construir una ciudad satélite en la playa de San Juan. Además se construirían dos carreteras, una que uniría Alicante y San Juan, otra que iría desde San Juan hasta el cabo de las Huertas. El proyecto perseguía dinamizar la economía alicantina creando un importante núcleo de atracción turística. San Juan era el sitio idóneo por sus extraordinarias condiciones naturales y su proximidad a Alicante. Se trataba de dotarlo de las infraestructuras necesarias para que fuese apetecible al público y, por tanto, para los inversores. Espía estuvo trabajando en el proyecto desde el principio, en carta a Lorenzo Carbonell de enero de 1933, decía: «Admiro y quiero a Prieto por su vida y por su obra, por ser un gran periodista, un gran político y un gran Ministro de la República. Ahora lo admiro y quiero además por ser un gran alicantino...»209 El mismo día escribía a José Estruch pidiéndole que comunicase a sus correligionarios que seguiría apoyando «con todo entusiasmo» el proyecto de la playa de San Juan210. Días más tarde, el 27 de febrero, Lorenzo Carbonell se dirigía al Gobierno y a los diputados para reclamar su atención respecto a las bondades que este proyecto tenía para Alicante, comunicando al Presidente de las Cortes el interés del Ayuntamiento por que se tramitase con la mayor celeridad211. El asunto fue muy tratado por la prensa del tiempo, despertando vivas polémicas, siempre con más partidarios que detractores, de tal modo que ante las demoras que sufría en la Cámara, ahora por los debates de Casas Viejas y la obstrucción de los radicales, luego por otras mociones de corte parecido, Carlos Espía y otros diputados presentaron una moción incidental en las Cortes apremiando al Ministro a ejecutar las obras con la mayor rapidez posible. La votación acaeció el 10 de marzo, el mismo día que la Comisión Parlamentaria presentaba su informe sobre Casas Viejas, y en el transcurso de los debates previos tuvo lugar un enorme jaleo protagonizado por los radicales, quienes antes de abandonar la Cámara interpelaron al primer firmante de la proposición J. Gomáriz, vertiendo acusaciones de corrupción sobre todos los defensores del proyecto, que al final saldría adelante por 135 votos a favor y ninguno en contra. Los sucesos de Casas Viejas habían ocupado enteramente a Espía, que había descuidado otros asuntos de no menor importancia. Los acontecimientos del último año
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J. Pía, Historia de la Segunda..., pág. 205. Carta de Carlos Espía a Lorenzo Carbonell, 21 de enero de 1933, AHNM, Gobernación, Serie A, Legajo 18, Exp. 13. 210 Ibíd. 211 Actas Municipales, 27 de febrero de 1933, AMA. 209
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habían demostrado, sobradamente, la inoperancia de la Ley de Defensa de la República y se hacía preciso sustituirla por otra más eficaz y que estuviese en consonancia absoluta con la Constitución. Se imponía sacar adelante la Ley de Orden Público y su complementaria, la Ley de Vagos. Pero estas leyes, solicitadas por casi todos los grupos parlamentarios, se encontraron también con la obstinada oposición de los radicales, aunque su Asamblea Nacional había pedido solemnemente en octubre de 1932 la sustitución de la Ley de Defensa de la República por la de Orden Público. Los dos proyectos, basados principalemente en leyes similares vigentes en la República francesa212, fueron enviadas a las Cortes por el Consejo de Ministros el 6 de abril de 1933, no siendo aprobados hasta julio por las constantes trabas puestas por los radicales y demás grupos de oposición. Diario de Alicante, por estas fechas órgano de expresión radical, decía que se habían opuesto a la Ley de Orden Público porque no se habían admitido enmiendas de las minorías, entre otras la de disminuir los poderes del ejecutivo en materia de orden público213. Por su parte, Ahora clamaba por la necesidad de que esa ley fuese aprobada de inmediato, ya que era la más necesaria de las que estaban en discusión en las Cortes. El diario madrileño se quejaba de la actitud suicida de los radicales: «Nos parecería explicable esta actitud en los elementos que aspiran a la destrucción de la República. No acertamos a justificar esta omisión cuando se trata de núcleos auténticamente republicanos, cuyo denominador común ha de ser la defensa del régimen en cuyas filas militan»214. La Ley de Orden Público daba al Gobierno competencias para declarar sucesivamente los estados de prevención, alarma y guerra, y tipificaba como delitos todas aquellas conductas individuales o colectivas que alterasen la normal convivencia entre los ciudadanos o pusieran en peligro la seguridad del régimen: «En todo caso, serán actos ejecutados contra el orden público los realizados con armas o por medio de explosivos, los de coacción o amenazas y los que no realizados en virtud de un derecho taxativamente reconocido por la ley, afecten a la regularidad de los servicios públicos y al abastecimiento y servicio necesarios para la población, las huelgas y cesación de industrias ilegales y los que de cualquier manera perturben el servicio público...»215 Se trataba de una norma que venía a dar carácter constitucional a la antigua Ley de Defensa de la República, con el objetivo de dotar al ejecutivo de instrumentos precisos y legales para combatir los desórdenes y la agitación social. Aunque ofrecía una serie de garantías constitucionales y unos plazos y requisitos que obligaban al Gobierno, en el espíritu de la ley subsistía el temor a los disturbios sociales que había inspirado a su antecesora: estamos ante una República insegura, temerosa y desconfiada. En cuanto a la Ley de Vagos, establecía que se consideraría tales a quienes no tuviesen «medio conocido o legítimo de subsistencia y a los que realizasen actos ilegítimos o prohibidos que se determinen... No se reputará vago al que observe buena
212 Carta de Espía a Salvador de Madariaga, embajador en París, solicitando una copia de la Ley de Vagos francesa, 17 de mayo de 1932 y 1 de junio de 1932, AGA, Caja 10.997. 213 Diario de Alicante, 5 de julio de 1933. 214 «Hace falta una Ley de Orden Público», en Ahora, 5 de abril de 1933. 215 «Proyecto de la Ley de Orden Público», en Ahora, 11 de abril de 1933.
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conducta y demuestre que carece de medios de vida por causas indepedientes de su voluntad»216. España era una República de trabajadores según el artículo primero del texto constitucional, en virtud de esta ley sólo aquellos que demostrasen que no estaban ocupados por causas de fuerza mayor quedaban libres de toda sospecha, los demás podían incurrir en una serie de conductas tipificadas como delictivas que podrían dar con sus huesos en la cárcel. Además la carga de la prueba corresponde al acusado que tiene que demostrar lo que no es, en vez de al Ministerio Fiscal que tendría que ser el encargado de evidenciar las acusaciones. Otra cuestión un tanto abandonada desde los sucesos de enero, fue el traspaso de servicios a la Generalidat de Cataluña. Sus principales interlocutores fueron Hurtado, Maciá, Gassols, Corominas y Sbert, unos miembros de la Comisión y otros personalidades influyentes en el nacionalismo republicano catalán. Con todos guardaba una vieja amistad que se hacía más ostensible en el caso de Amadeo Hurtado, quien había afirmado que el Estatuto tenía la virtud de no parecer una concesión del Estado, sino un derecho de soberanía del pueblo que se constituye por propia voluntad en región autónoma, pensamiento con el que coincidía plenamente Espía, quien después diría que el Estatuto era para Hurtado «el instrumento de su ambición realizadora, en el cual se armonizaba su amor a la libertad y a Cataluña, dentro, también, de un gran ideal español y europeo»217. Sin embargo, a mediados de 1933 empezaba a haber ciertas reticencias entre los nacionalistas catalanes por el ritmo al que marchaban los traspasos: obstrucción parlamentaria de los grupos antiautonomistas (radicales, populares, agrarios), división entre los partidos que sostenían al Gobierno, desórdenes públicos, elecciones municipales en abril, el caso es que las cosas no iban como debían y había que darles en nuevo impulso. El 29 de mayo Maciá se desplazó a Madrid para visitar al Presidente del Gobierno y exponerle sus quejas, Azaña, que había apostado fuerte por la aprobación del Estatuto por convicción y para lograr el apoyo y la calma de los catalanes, había llamado el día anterior a Carlos Espía para que le pusiese al corriente de las dificultades que hubiese y tratar posteriormente de dar satisfacciones a Maciá218. Azaña, Espía y Maciá dialogaron durante varias horas, marchando este último satisfecho de las explicaciones que le fueron dadas. Azaña había sido el único político que en los últimos tiempos había hecho gritar ¡Viva España! a los catalanes, tenía un interés especial por ganar Cataluña para la República y de esa manera neutralizar el problema catalán. No podía dejar que esta cuestión se envenenase, de ahí que pusiese toda su confianza en un hombre como Espía, autonomista convencido, para tratar con los políticos catalanes de las transferencias, y de ahí que, llegado este momento complicado, hablase con él para intentar por todos los medios que las relaciones no se deteriorasen creando un conflicto adicional a la República. En junio de 1933 Azaña decidió hacer un reajuste ministerial con el propósito de sustituir a Carner, aquejado de una efermedad incurable, en el Ministerio de Hacienda.
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Ahora, 26 de abril de 1933. C. Espía Rizo, D. Amadeu Hurtado, un liberal..., pág. 26. M. Azaña Díaz, Memorias..., tomo I, anotación del 29 de mayo de 1933.
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Al comunicar su resolución al Presidente de la República, éste le planteó su intención de abrir un período de consultas, inmediatamente Azaña le presentó la dimisión de su Gobierno. La crisis no venía dada por una derrota de la coalición gubernamental, sino por una decisión de Alcalá Zamora, hecho que retrotraía la praxis política a los años de la monarquía alfonsina. El Presidente de la República no quería disolver las Cortes, sino acabar de una vez por todas con el Gabinete Azaña, con quien sus relaciones habían llegado a un punto de no retorno, y auspiciar la formación de una nueva mayoría gubernamental. Desde enero de 1933 Alcalá Zamora había llegado a la conclusión de que Azaña no debería seguir en el poder y a ello dedicó todos su empeño219. Tras encargar la formación del nuevo Gobierno a Besteiro, Prieto y Marcelino Domingo sin resultado alguno, se vio de nuevo obligado a recurrir a Azaña. Entre tanto la minoría parlamentaria de AR y su Consejo Nacional se declaraban en sesión permanente para seguir paso a paso el curso de la crisis, aunque dando un amplio margen de maniobra a su Presidente. El partido siempre se mostraría favorable a la formación de un ejecutivo similar al dimitido, ya que su obra estaba inconclusa. Azaña presentó su Gobierno con una composición parecida al anterior, pero tendría los días contados, apenas el tiempo suficiente para aprobar las leyes de Orden Público y de Vagos. En palabras de Martínez Barrio era un Gobierno que nacía con plomo mortífero en las alas220. Las elecciones a vocales del Tribunal de Garantías, politizadas hasta el extremo por una oposición cuyo único punto de mira era deshancar del poder a Azaña a toda costa221, marcarían el final de un Gobierno que había nacido sabedor de su muerte inminente. El 7 de septiembre, tras lograr de nuevo la confianza de la Cámara, Azaña «puso su cargo a disposición del Presidente con objeto de obtener una explícita ratificación de la confianza»222, sin embargo, Alcalá Zamora inició una nueva ronda de consultas, tras la cual encargaría la formación del Gobierno a Alejandro Lerroux. El jefe radical intentó componer un Gobierno a base de destacadas personalidades republicanas, pero ignorando a los partidos a los que éstas pertenecían, hecho que ocasionó la retirada de la confianza de los mismos. Tras diversas entrevistas entre los líderes republicanos, Lerroux hizo un segundo intento, cosa que se tomó con calma ya que no lo presentó en las Cortes hasta el 2 de octubre. En su discurso de investidura no pudo disimular su verdadera intención, disolver las constituyentes, al insistir en su vieja teoría sobre la disociación entre éstas y la opinión pública. En este punto Azaña retiró el apoyo de su grupo y Lerroux tuvo que declinar el encargo que se le había hecho, formándose un Gobierno integrado por todos los partidos republicanos y presidido por Martínez Barrio, con la intención de convocar elecciones generales. Acción Republicana, que durante toda la tramitación de la crisis había mantenido una postura coherente y de buena disposición para la resolución de la misma, tenía
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E. Espín, Azaña en el..., pág. 114; también D. Martínez Barrio, Memorias, pág. 185. D. Martínez Barrio, Memorias, pág. 182. Ibíd., págs. 174 y sigs. E. Espín, Azaña en el..., pág. 125.
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pendiente desde enero la celebración de su Asamblea Nacional. La acumulación de acontecimientos y el asedio a que había sido sometido el Gobierno desde los sucesos de Casas Viejas, habían impedido a los dirigentes del partido encargarse de las cuestiones domésticas. Al final la Asamblea se celebraría el 14 de octubre, transcurriendo dentro de una tranquilidad no exenta de polémicas. En el seno del partido había dos líneas bien definidas, una derechista encabezada por el alcalde de Madrid Pedro Rico, partidaria de la colaboración exclusiva con los partidos republicanos y que pensaba que la cooperación con los socialistas les era perjudicial; y otra mayoritaria, de la que era miembro destacado Carlos Espía, ferviente defensora de la coalición con los socialistas. Sin embargo, la hegemonía de Azaña en el partido, defensor de la idea de gobernar con los socialistas en una primera etapa para consolidar una República progresista y con los radicales después para conservarla, impidió que las diferencias llegasen a plasmarse en corrientes de opinión definidas y estructuradas. Para Aviles Farré el liderazgo de Azaña en el partido, de cuyo funcionamiento interno no se ocupaba, era tan indiscutible que en las asambleas nacionales nunca se tomaban decisiones de gran trascendencia223, y si se tomaban siempre estaban en consonancia con lo dispuesto por Azaña. El acto más esperado era, sin lugar a dudas, el momento en que éste se dirigía a sus correligionarios. En esta cuarta Asamblea hubo críticas hacia la gestión del Consejo Nacional y contra el predominio que en el partido tenía la minoría parlamentaria224, acordándose no contraer alianzas con los grupos que habían combatido al Gobierno Azaña, pedir y favorecer la unidad de todos los republicanos, propugnar la implantación de los estatutos regionales e incluir en el programa medidas de justicia social tendentes a evitar la lucha de clases: una más justa distribución de la renta y la riqueza nacional, avanzar en la reforma agraria, intervención estatal en la distribución y el cambio, fomentar una economía mixta y el libre cambio comercial entre los países. Por último, la Asamblea hizo una condena explícita de la difamación como arma política y se reiteró en su teoría de no dar libertad a los enemigos de la libertad. Azaña fue reelegido presidente del Consejo Nacional, Ruiz Funes, vicepresidente, Álvarez Ugena, secretario y Espía, vocal. La nueva Comisión ejecutiva elegida estaba compuesta por Azaña, Funes, Ugena, Castro, Diamante, Espía, Risco, Sánchez Albornoz y Velao225. 4.4. LA COMISIÓN MIXTA DEL ESTATUTO DE CATALUÑA Como se ha dicho anteriormente, las convicciones autonomistas de Espía y su estrecha vinculación con los hombres más representativos del catalanismo fueron determinantes en su singladura política. El Gobierno Provisional, condicionado por el Pacto de San Sebastián, tenía el ineludible compromiso de dotar a Cataluña de un Es-
223 224 225
J. Aviles Parré, La izquierda burguesa..., pág. 208. E. Espín, Azaña en el poder..., pág. 131. J. Aviles Parré, La izquierda burguesa..., págs. 211 y sigs.
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tatuto de Autonomía y la voluntad de tratar la cuestión catalana con el máximo tacto, pretendían que Cataluña fuese un símbolo del nuevo Estado republicano. Espía había evolucionado desde el federalismo de sus primeros años a un autonomismo militante, entendiendo por tal la capacidad de autogobierno de aquellas regiones de España con peculiaridades históricas, culturales y sentimentales, entre las cuales, naturalmente, Cataluña ocupaba un lugar destacado. Si antes había criticado las pretensiones regionalistas de la Lliga era porque las asociaba a la derecha reaccionaria catalana, ahora las defendía porque el catalanismo se había modernizado, había evolucionado convirtiendo a Cataluña en la parte más dinámica del país226. La autonomía —según Espía— debía ser algo gradual y acorde con la idiosincrasia de cada región, coincidiendo otra vez en esto con el pensamiento de Azaña227. Por ejemplo, para Valencia, que tenía el sentimiento nacionalista mucho menos desarrollado que Cataluña, pensaba que sería ideal constituir una mancomunidad de municipios que fomentase los lazos de unión entre las tres provincias y actuase de interlocutora con el Gobierno Central228, ya que de otro modo, al no existir una cohesión social y cultural fuerte, se corría el riesgo de fragmentación entre una comunidad valenciano-hablante y otra castellano-hablante. En este sentido, se puede afirmar que el concepto autonomista de Espía era moderno, si por tal entendemos el aplicado en España tras la Constitución de 1978: el problema regional no lo había suscitado Asturias, ni Murcia, ni Extremadura, sino que había surgido, sobre todo, en Cataluña, región que exigía desde hacía tiempo un nuevo marco de relaciones con el resto del Estado y que clamaba por el reconocimiento de sus peculiaridades, demandas a las que el nuevo régimen respondía con un estatuto de autonomía determinado. En el resto del país —argumentaba Espía—, el deseo de autogobierno no era una cuestión vital, no era un sentimiento extendido, y cuando así ocurría se vinculaba a los sectores más reaccionarios, pero la República, dentro de una concepción nueva del Estado, debía hacer extensible a todas las regiones el régimen autonómico, adaptando cada estatuto a la realidad de cada territorio. Al mismo tiempo que defendía esta nueva articulación de las regiones españolas dentro del Estado, repudiaba el regionalismo de corte tradicional, en el que podríamos incluir al foralismo navarro, al nacionalismo vasco, el regionalismo catalán de Cambó y el de los partidos derechistas valencianos, basados todos en una concepción interesada e hipócrita de la tradición, en la defensa de privilegios y estrechamente ligados a la Iglesia Católica y a la plutocracia del país. En el caso valenciano, Espía creía que el regionalismo surgido a partir de Lo Rat Penat y continuado por fuerzas como la Joventut Regionalista o la Unió Valencianista Regionalista, no era sino una reminiscencia del carlismo y de una concepción antiliberal de España. Pensaba que tras la crisis del 98, que sumió a gran parte del país en la
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C. Espía Rizo, Crónica, abril de 1932, APCE, Recortes de prensa, Alicante. M. Azaña Díaz, Discurso pronunciado por Azaña en la Plaza de la República de Barcelona el 26 de septiembre de 1932. En esta alocución el Presidente del Gobierno dijo: «Este hecho, la implantación de la autonomía de Cataluña, y pronto la de otros pueblos peninsulares en las modalidades que les sean propias...» 228 Declaraciones de Carlos Espía a La Voz de Guipúzcoa, ¿septiembre de 1932?, APCE, Alicante. 227
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decadencia y supuso la disociación entre lo que Maurrás llamaba país real y país legal, surgieron en España dos movimientos auténticamente renovadores y vitales: el nacionalismo catalán y el republicanismo valenciano. Ambos, aunque con diferencias sustanciales, tenían un denominador común: «La lucha contra el centralismo monárquico, borbónico, militarista, clerical, feudal y funerario»229, y ambos cristalizaron al proclamarse la República: «La República es para Cataluña el Estatuto. La República es para el País Valenciano la realización de un ideal liberal y democrático. El Estatuto es la consecuencia natural de la vitalidad de un pueblo, de su sentimiento de libertad... Instaurado en España un régimen democrático, de él tenía que surgir forzosamente el Estatuto»230. Al tratar la cuestión de la lengua vernácula de las distintas regiones, Espía mantuvo también una posición distinta según se tratase, por ejemplo, de Valencia o Cataluña. En Valencia el idioma no constituía ningún problema, era cuestión de pedagogía, de escuela, pero su imposición por decreto podía favorecer las campañas demagógicas de aquellos que constantemente hablaban del centralismo valenciano y la marginación de Alicante, ciudad en la que el castellano dominaba ampliamente231. En el caso catalán, su postura era totalmente favorable a la cooficialidad de los dos idiomas, porque allí el sentimiento nacional estaba muy extendido, la cuestión del idioma había alcanzado dimensiones políticas y formaba parte sustancial de una identidad hasta entonces ignorada: Nosotros que hablamos nuestra lengua valenciana en nuestras conversaciones familiares e íntimas, que hemos aceptado el castellano con cariño, con amor, que hemos hecho el esfuerzo afectuoso, cordial de aceptar completamente el castellano y lo hemos hecho voluntariamente por admiración y respeto a los hombres y al idioma de Castilla; si nos impusieran limitaciones al empleo del valenciano, si con carácter coactivo observáramos cualquier oposición para que en cualquier acto de nuestra vida lo dejásemos de hablar, todo lo que ahora es afecto, voluntariedad y espontaneidad quizás se volvería protesta. Nuestro amor al valenciano se convertiría en problema, en política...232
Por tanto bastaría con ajustar la legalidad a la realidad catalana para tener resuelto el problema del idioma en Cataluña, y eso es lo que la República quería hacer con el Estatuto. Además de su labor mediadora desde el Gobierno Civil de Barcelona, Espía tuvo una participación notable en la Comisión del Estatuto, presidida por su compañero de oficio y partido Luis Bello, sobre todo en lo relativo a uno de los asuntos más espinosos como eran las competencias de la Generalitat en materia de orden público. El debate sobre el proyecto de Estatuto estaba siendo bronco y difícil, alcanzando su nivel más caliente en las cuestiones relativas a educación y orden público. En este úl229
C. Espía Rizo, «Catalunya, Valencia i el franquisme», Conferencia pronunciada en el Orfeó Cátala de México el 30 de septiembre de 1948. 230 Ibíd. 231 C. Espía Rizo, El Luchador, 19 de diciembre de 1918. 232 Discurso de Carlos Espía en la inauguración del nuevo local de Acción Republicana, ¿El Luchador?, 11 de julio de 1932, APCE., Recortes de prensa.
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timo asunto las discusiones estaban en punto muerto cuando Carlos Espía presentó su enmienda que sería aceptada mayoritariamente. Según ésta, la Generalitat sería la única competente en cuestiones de orden público dentro de su territorio233. Para la coordinación de los servicios de ambas administraciones la enmienda aprobada preveía la formación de una Junta de Seguridad compuesta por representantes del Gobierno Central, de la Generalidad y por «las autoridades superiores o dependientes de uno y de otra que presten servicio en el territorio regional»234. Dicha Junta tendría una función informativa, pero sin que la Generalidad pudiese actuar contra sus informes en materias sujetas a coordinación. El artículo nueve, derivado también de la enmienda de Espía, regulaba los supuestos en los cuales el Estado podría asumir las competencias propias del Gobierno catalán, siendo esto posible a requerimiento de la Generalitat y por iniciativa del Gobierno Central cuando estimase amenazado el interés general del Estado o su seguridad, aunque en ambos casos debería ser oída la Junta de Seguridad de Cataluña. La aprobación de la enmienda no gustó nada a la minoría radical, que por boca de Abad Conde acusó a la Comisión de poner a Cataluña por encima del Estado nacional, pero entusiasmó a los catalanes que veían de esta manera colmadas sus aspiraciones de autogobierno en una cuestión esencial: Carlos Espía, conocedor del Gobierno Civil de Barcelona y de la ingente tarea que ha de acumularse sobre el Consejero de Gobernación cuando se encargue del orden público, ha comprendido el problema y se ha puesto de acuerdo con los catalanes, encontrando una fórmula honorable para todos. Carlos Espía es un hombre que se ha dicho amigo nuestro, y no ha dejado de serlo un solo momento. En el Gobierno Civil demostró respeto a la voluntad y al sentimiento catalán. Como ponente de la cuestión de orden público, sin poner en duda la lealtad de los catalanes, que han de gobernar su tierra235.
La intervención de Espía en este punto no sólo impidió que se rebajase el nivel de competencias de Cataluña en materia de orden público, como había ocurrido en el debate de otras materias como la enseñanza, sino que éstas se vieron ampliadas hasta el máximo posible: la Generalitat sería la única responsable del mantenimiento del orden en el territorio de su competencia. El golpe de Estado de Sanjurjo sorprendió al Congreso en pleno debate sobre el Estatuto. Su fracaso dio al Gobierno fuerzas suficientes para imprimir un ritmo más fuerte y rápido a los debates, de modo que el día 9 de septiembre, un mes después de la intentona militar, las Cortes aprobaban en una sola sesión la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto de Cataluña, votando a su favor diputados como Ortega, Unamuno, Cambó y Lerroux, que habían discrepado abiertamente de muchos de sus apartados. El 26 de septiembre, Azaña, en una de sus jornadas más gozosas, habló a los catalanes desde el balcón del Palacio de la Generalitat:
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DSCC. 29 de julio de 1932. Ibíd. 235 «Un exit de J. Tarradelles i Caries Espía», L'Opinió, 5 de agosto de 1932. Véase también La Puhlicitat del mismo día. 234
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Este hecho, la implantación de la autonomía de Cataluña, y pronto la de otros pueblos peninsulares en las modalidades que les sean propias, no significan, ni en el pensamiento, ni en el corazón de los que hemos trabajado por realizar esta obra de justicia, no significan ruptura, no significan disociación de caminos, no significan corte de amarras, es todo lo contrario: es fundar la colaboración y la fraternidad y la buena inteligencia en los fines superiores de la civilización dentro del ancho marco que se nos abre a todos, y en el deseo de poner el nombre de España y de todas sus partes o personalidades propias, bien articuladas, en el lugar en que estamos obligados a mantener el nombre de la ínclita raza de que venimos...236
Tres meses después de la aprobación del Estatuto, transcurridas ya las elecciones autonómicas que dieron el triunfo a la Esquerra, Espía escribía a Azaña para comunicarle que «en cumplimiento de lo dispuesto por el artículo 3.° del Decreto de 21 de noviembre último, creando la Comisión para la implantación del Estatuto de Cataluña»237, ésta había quedado constituida el día primero de diciembre, siendo el propio Espía elegido como Presidente de la misma. Manuel Azaña había designado como representantes del Gobierno de la República en la Comisión a Fernández Clérigo, Domingo Barnés, Carlos Espía, Díaz del Castillo, Relinque, H. de Castro, M. Pascua y J. M. Fábregas238, por su parte Maciá nombró como representantes de la Generalitat a Pedro Corominas, A. M. Sbert, J. M. Pi y Sunyer, F. Turell, F. Moragas y J. Ventosa y Roig, siendo miembros suplentes M. Ainaud y G. Virgili239. Al día siguiente, 2 de diciembre, Espía nombró Secretario a Rafael Glosas y elaboró, junto a otros comisionados, el reglamento de régimen interno, el cual en su artículo 1.° establecía como funciones específicas del Presidente las de convocar y presidir las reuniones, adoptar medidas necesarias para «la efectividad y cumplimiento de los acuerdos de la Comisión» y ordenar los pagos que fuesen menester. Las reuniones de la Comisión se realizarían indistintamente en Madrid o cualquier punto de Cataluña, aunque habría dos sedes permanentes, una en Barcelona y otra en Madrid. Las votaciones tendrían carácter nominal, quedando expresamente prohibida la posibilidad de realizar una votación secreta o abstenerse, considerándose adoptado un acuerdo cuando éste contase con los votos de «dos terceras partes del total de vocales que ocupasen de derecho la Comisión»240. El organigrama interno de la entidad se completó con el nombramiento de Pedro Corominas como Vicepresidente de la misma. En los días siguientes, Espía enviaría un oficio a Enrique Ramos, subsecretario de la Presidencia, para solicitar del Presidente del Gobierno autorización para que el reglamento y los acuerdos de la Comisión se publicasen en la Gaceta, con el propósito de darles mayor carácter oficial, transparencia y publicidad, cuestión a la que respondió Ramos diciendo que Azaña no lo consideraba pertinente, «sin perjuicio de que le hable usted sobre el particu236 M. Azaña Díaz, Discurso pronunciado el día 26 de septiembre de 1931 en la Plaza de la República de Barcelona. 237 Escrito de Espía a Azaña, de 9 de diciembre de 1932. Archivo de la Presidencia del Gobierno, Legajo 82, Exp. 128. 238 Gaceta de la República, 1 de diciembre de 1932. 239 APG, Legajo 83, Exp. 147. 240 Ibíd.
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lar»241, cosa que hizo Espía días más tarde convenciendo al Presidente de la oportunidad de su propuesta. Los primeros trabajos acometidos por Espía, aparte de los normales como Presidente, fueron la preparación de la ponencia sobre régimen local y solicitar «a todos los ministerios, excepción del de Estado, Guerra y servicios centrales de Hacienda, relación detallada por categorías de las plantillas de todos los funcionarios en la Administración central, provincial y local, con expresión de los sueldos y de cualesquiera otros emolumentos que disfruten, así como de la función que realizan, especialmente con respecto a aquellos servicios que en virtud de la ley estatutaria de quince de septiembre de 1932, se traspasan del Estado a la Generalidad de Cataluña»242. El traspaso de funcionarios de la Administración Central a la Autonómica fue uno de los primeros problemas serios con que se topó la Comisión, debido a la multiplicidad de situaciones, cargos y empleos en que aquélla se estructuraba. A propuesta de Espía, los vocales Corominas y Fábregas se encargarían de estudiar la cuestión y presentar en plazo breve una solución satisfactoria, solución que presentaron en la reunión de 10 de febrero de 1933 y que ofrecía a los funcionarios susceptibles de ser transferidos la posibilidad de seguir prestando sus servicios a la Generalitat o pedir nueva plaza fuera de Cataluña, permaneciendo, en este caso, en la región autónoma hasta que le fuese concedido nuevo destino243. En los meses siguientes se estudiaron las transferencias sobre Pesos y Medidas, Bellas Artes, monumentos, archivos, museos, bibliotecas y la cesión de la contribución territorial, surgiendo en este último punto una situación un tanto tensa al oponerse uno de los vocales, el diputado Díaz del Castillo, a todas las propuestas de consenso que se sugerían. Al final Carlos Espía hubo de presentar una enmienda transaccional en la que se decía que «todo error cometido en el cálculo de los servicios, o del importe de la contribución territorial, efectuado por la Comisión Mixta, lo mismo si se debe a las bases aplicadas que a los elementos de cálculo, se rectificará con ocasión del traspaso del impuesto de derechos reales»244. Fue aprobada por unanimidad. El 28 de abril de 1933 —las tareas de la comisión habían estado bastante paralizadas por el asunto de Casas Viejas y la obstrucción radical—, Espía y los demás representantes del Estado dirigieron un escrito a Azaña presentando su dimisión «por si estimase incompatible el cargo de diputados a Cortes con la representación del Gobierno de la República en la Comisión Mixta»245. El 25 de mayo, la Comisión Mixta llevaba el asunto a las Cortes pidiendo que se declarase la compatibilidad de la representación del Estado en la misma con la calidad de diputados, ya que dicha representación era anterior a la entrada en vigor de la Ley de Incompatibilidades de 8 de abril de 1933, alegando, además, que ese cargo se ocupaba eventualmente y que las personas designadas lo habían sido más «por sus circunstancias personales que por su condición de diputados246. Acto seguido las Cortes accedieron a la compatibi241 242 243 244 245 246
Escrito de C. Espía a E. Ramos, diciembre de 1932, APG, Legajo 4, Exp. 210. Acta núm. 5, de 16 de diciembre de 1932, de la Comisión Mixta de traspasos a Cataluña, ANC Actas de la reunión de la Comisión de transferencias, de 10 de febrero de 1933, ANC. Ibíd., 7 de abril de 1933. Escrito de C. Espía a M. Azaña, de 28 de abril de 1933, AGA, Leg. 82, Exp. 128. DSCC, 25 de mayo de 1933.
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lidad y la dimisión quedó en suspenso. Una vez superada esta pequeña crisis, y tras la entrevista celebrada entre Maciá y Azaña, entrevista en la que estuvieron presentes Corominas, Pi y Sunyer y Espía247, la Comisión emprendió de nuevo sus trabajos. El 31 de mayo, a petición de Azaña, la Comisión se reunió en el edificio de la Presidencia del Consejo de Ministros, dirigiéndose el Presidente del Gobierno a sus miembros para pedirles que se tratase con la mayor elasticidad y amplitud de miras todo lo referido a la Hacienda catalana, sugiriendo la conveniencia de tener en cuenta factores diferentes a las cifras expresadas en los presupuestos, como podían ser la población, la extensión territorial o la contribución. Las consideraciones de Azaña fueron tomadas en cuenta por los asistentes tras un largo debate, expresando Espía su extrañeza por las proporciones dadas al retraso en la labor de la Comisión, cosa que achacaba a circunstancias externas y a la falta de ponencias preparadas, acordándose pedir más medios al Gobierno, nombrar unos ponentes adjuntos y elaborar un plan de ponencias que comprendiera todo lo que faltaba del Estatuto, señalando un plazo para presentarlas. También se decidió hacer todo lo necesario para definir las normas generales que regirían el cálculo del coste de los servicios objeto de traspaso, cuestión para cuyo estudió se designó a Espía, Corominas, Fábregas y Pi y Sunyer, quienes presentaron sus conclusiones dos días más tarde248. En la reunión del 7 de julio, Espía informó a los presentes sobre una carta que le había enviado P. Corominas, en la que se establecía una distribución de todas las materias pendientes de traspaso entre los miembros de la Comisión, a fin de efectuar un estudio riguroso de las mismas y proceder a su inmediato traspaso. Según la distribución hecha por Corominas, aprobada con ligeros retoques por la Comisión, Espía formaría parte de las ponencias encargadas de examinar los traspasos de los servicios telefónicos, prensa, asociaciones, reuniones, espectáculos, radiodifusión, orden público y régimen local. Durante estos últimos meses de trabajo de la Comisión Mixta, uno de los asuntos más debatido fue, sin duda, el relativo a los traspasos de competencias sobre la Administración de Justicia. Los representantes catalanes estaban de acuerdo en que el Tribunal de Casación de Cataluña debía ser la última instancia judicial en dicho territorio, mientras que entre los vocales gubernamentales había cierta división, sobre todo por la postura defendida por uno de ellos favorable a la absoluta prevalencia del Tribunal Supremo en todo el Estado; Espía y Fernández Clérigo mantuvieron una posición intermedia que al final fue la aprobada: si bien el Tribunal Supremo extendía sus competencias a todo el territorio nacional, también podía delegar sus funciones en el Tribunal de Casación como había ocurrido en otras ocasiones con la Audiencia249. A finales de agosto la Comisión había tratado ya los traspasos de competencias de régimen local, beneficencia, conservación de monumentos, Bellas Artes, museos, bibliotecas, superficies forestales, Administración de Justicia, aviación civil, funcionarios, notarías, sanidad interior, ejecución de leyes de trabajo, pesos y medidas y
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«Maciá en Madrid», en Diario de Alicante, 31 de mayo de 1933. Acta núm. 46 de la reunión de la Comisión Mixta, de 2 de junio de 1933, ANC. Actas núms. 48 y 49 de las reuniones de la Comisión Mixta, de 8 y 14 de julio de 1933, ANC.
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contribución territorial; además se había elaborado un inventario de las materias pendientes de traspaso y se habían formado ponencias para su rápida ejecución. En menos de ocho meses de actividad, la Comisión Mixta, acusada en mayo de lentitud por Maciá, había acometido el traspaso de una parte importante de las materias recogidas en el Estatuto sin que en su seno hubiese habido conflictos dignos siquiera de mención, salvo los consustanciales al normal intercambio de pareceres y opiniones. Valga como prueba de lo afirmado el hecho de que la inmensa mayoría de los traspasos fuesen aprobados por unanimidad, y cuando en alguna cuestión hubo alguna discrepancia ésta afectó, como mucho, a uno o dos vocales en la votación final250. La labor de la Comisión se vio interrumpida bruscamente por la crisis de gobierno de septiembre de 1933. Un mes más tarde, Carlos Espía presentaba la dimisión de su cargo al nuevo presidente del Gobierno Diego Martínez Barrio, cargo que volvería a ocupar a finales de mayo de 1936. 4.5.
DEL PODER A LA OPOSICIÓN (1933-1935)
4.5.1.
VICTORIA DE LAS DERECHAS Y REORGANIZACIÓN REPUBLICANA
El 19 de noviembre tuvieron lugar las segundas elecciones legislativas de la República en medio de un ambiente enrarecido por los acontecimientos de septiembre y octubre, ambiente que había afectado a las relaciones entre republicanos y socialistas hasta llevarlos a un abierto enfrentamiento en muchas zonas del país. Los republicanos de izquierda lucharon hasta el último momento por acudir a las elecciones coaligados a los socialistas, pues sabían que de otro modo la victoria favorecería abrumadoramente a la derecha antirepublicana, reorganizada y cada vez más unida al Partido Radical. Además sabían que la Ley electoral favorecía a las coaliciones. El mismo día que Azaña hacía su último llamamiento a la unidad, el 16 de octubre, los socialistas madrileños, convencidos de su victoria en los comicios, aprobaban acudir a las elecciones en solitario, abriendo así la puerta a una conducta que sería imitada por el resto de las agrupaciones socialistas de España. Entre los 'diputados de AR que lucharon hasta el último momento por la alianza con los socialistas estuvieron José Bayo, Enrique Ramos y Carlos Espía, quien a pesar de que ésta no se llegó a establecer en Alicante y haber sacado unos pocos votos menos que Rodolfo Llopis en la primera vuelta de las elecciones, se retiró para posibilitar su elección en la segunda vuelta. El 18 de noviembre, en vísperas de la contienda, Espía dirigía una carta a Emilio Noguera, gobernador civil de Alicante, en la que le acusaba de tener órdenes directas de Madrid para evitar por todos los medios que saliese elegido diputado. Según Espía durante el mes de octubre se celebró una reunión en el despacho del Presidente del Consejo con asistencia de numerosos dirigentes radicales: «Allí concertaron todo lo que debía hacerse para hundir en la provincia de Alicante la candi-
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Actas de las reuniones de la Comisión Mixta de traspasos, ANC.
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datura de izquierdas, de modo muy especial la mía»251. El artífice principal de la operación había sido su sustituto en la Subsecretaría de Gobernación, Manuel Torres Campaña, persona a la que Espía conocía muy bien porque lo primero que hizo el día de su toma de posesión fue preguntarle por la cuenta de gastos reservados, cuenta que él jamás había manejado. Continuaba Espía diciendo que Noguera había ido a Alicante a hacer las elecciones y que para ello llamó a su despacho a los caciquillos y muñidores de la provincia, a quienes había dado instrucciones muy precisas: Es indispensable que Espía se quede sin acta, les ha dicho usted con toda naturalidad. Perfectamente. Ha hecho usted más. Ha llamado a los jefes locales de las derechas para partirse los censos de algunos pueblos entre radicales y agrarios. A todos les ha dado usted idénticas órdenes, con promesas o con coacciones, para que mis votos sean escamoteados y la voluntad popular falseada, a fin de arrebatarme el acta. No negará que en su despacho oficial, y por usted personalmente, se han facilitado recetas y medios para ese acto de prestidigitación electoral...252
Otro de los blancos de los ataques de Espía durante la campaña electoral fueron los anarquistas, volviendo a insistir en su teoría de que la paz social y el diálogo eran los instrumentos más beneficiosos para conseguir avances sociales: «No pueden hacer mella las propagandas extremistas en la clase obrera alicantina. Esas propagandas solo pueden beneficiar a las derechas. Quienes recomiendan a la clase obrera que no voten a los republicanos de izquierda favorecen a los poderosos que votan a las derechas. Quienes trabajan por el fracaso de las izquierdas, quieren privar a las clases trabajadoras alicantinas de sus defensores...»253 Las elecciones supusieron un descalabro para socialistas y republicanos, y un triunfo absoluto para las candidaturas del Partido Radical y de la CEDA254, que había prometido durante la campaña electoral abolir el sistema parlamentario. En los primeros días de diciembre Azaña visitó a Martínez Barrio para tratar de convencerle de la necesidad de disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones ante el riesgo que para la República suponía la composición del nuevo Parlamento, composición que achacaba no al peso de los votos sino a la desvirtuación que de los mismo hacía la Ley electoral255. La negativa de Martínez Barrio condicionó la salida del Gobierno por él presidido de AR, ORGA y PRRSI, produciéndose una nueva crisis de la que saldría el Gabinete presidido por Alejandro Lerroux, quien había decidido romper todo tipo de lazos con los republicanos de izquierda y entregarse, de la mano de sus nuevos aliados, a una tarea de revisión total de la obra reformista del primer bienio. Años más tarde, desde el exilio, Espía culparía a los socialistas de la desunión de las izquierdas en las elecciones de 1933 y la consiguiente derrota, acusación especialmente significativa en la circunscripción de Alicante, donde la unión de socialistas y republicanos habría podido darles la victoria: 251 252 253 254 255
Carta de Espía a Emilio Noguera, 18 de noviembre de 1933, APCE, Recortes de prensa, Alicante. Ibíd. «A los obreros alicantinos. La política de los apolíticos», en El Luchador, noviembre de 1933. S. Julia, Aiaña..., págs. 398 y sigs. D. Martínez Barrio, Memorias, págs. 211 y sigs.
[246]
Respecto a lo ocurrido en Alicante, los republicanos de izquierda no pidieron a los socialistas ni cinco actas, ni tres, ni una, y los socialistas no negaron a los republicanos un número determinado de puestos en la candidatura, sino la alianza en sí; no regatearon actas sino que se opusieron a la coalición... Esto ocurrió en la primera vuelta, en la cual unidos los votos socialistas y los de los republicanos de izquierda (unos 88.000 votos en total, contra 80.000 de las derechas) hubiesen dado mayoría completa a una candidatura de coalición. Algunos socialistas significados de la provincia nos dijeron entonces a los republicanos que la coalición se haría para la segunda vuelta (en la que también habríamos triunfado de ir juntos). Tampoco se hizo. La negativa nos fue comunicada personalmente por dos candidatos socialistas, uno de ellos viejo y querido amigo y compañero de candidatura en otras elecciones: D. Rodolfo Llopis...256
El año de 1934 nacería para Espía carente de responsabilidades políticas. Por primera vez desde el 14 de abril de 1931 no tenía acta de diputado, ni ocupaba cargo público alguno, salvo los relacionados con su partido. De nuevo tuvo tiempo para el periodismo, aunque muy pronto los quehaceres políticos le llamarían al lado de Azaña y su nuevo proyecto. La derrota en las elecciones hizo a Azaña y otros líderes republicanos retomar la idea de articular un partido republicano fuerte de cara a las elecciones siguientes, con la ambición de ocupar todo el espacio de centro y centro-izquierda y que sirviese como base de un futuro Gobierno exclusivamente republicano. La idea, tramada en las más altas esferas de los partidos republicanos de izquierdas y que tenía su antecedente en la FIRPE, también había fraguado en las bases de los mismos, algunas de cuyas agrupaciones locales habían iniciado desde diciembre procesos de fusión. En los primeros días de 1934 se abrieron negociaciones entre las direcciones de los tres partidos dispuestos a la unión: AR, PRRSI y ORGA, logrando un acuerdo de principios a mediados de febrero. Inmediatamente comenzó a funcionar una comisión formada por miembros de los tres grupos con el propósito de elaborar los estatutos y el programa del nuevo partido, comisión que estaría integrada por Carlos Espía, Antonio Velao y Enrique Ramos por parte de AR, y por Victoria Kent, Salmerón y Muñoz Martín por los radical-socialistas. El 31 de marzo dos asambleas de carácter nacional, una de AR, la otra del grupo de Marcelino Domingo, acordaban la disolución de sus respectivos grupos para constituir Izquierda Republicana. La asamblea de AR fue presidida por el catedrático de la Universidad Central Manuel Martínez Risco, destacando las intervenciones de Carlos Espía, Antonio Velao y Augusto Barcia, todas ellas coincidentes en que las expectativas de futuro del partido eran buenas, pero que dadas las circunstancias lo mejor era caminar hacia la unión con grupos afines. De la asamblea salieron tres comisiones que se encargarían de preparar todos los aspectos relativos a la fusión, una sobre el ideario presidida por Enrique Ramos, otras para elaborar los estatutos, bajo la dirección de Carlos Espía y la última, presidida por Ruiz Funes, encargada de estudiar la declaración política del nuevo partido. El día 2 de abril de 1934 nacía Izquierda Republicana de la fusión
256 C. Espía Rizo, «Cómo procedieron los republicanos de izquierda», en Izquierda Republicana, México, 15 de agosto de 1947, APCE, Prensa.
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del Partido de Casares Quiroga, PRG, antigua ORGA, Acción Republicana y los radicales-socialistas de Marcelino Domingo. Se eligió un Consejo Nacional compuesto por el mismo número de miembros que el antiguo de AR, saliendo designado presidente Manuel Azaña, vicepresidente, Marcelino Domingo y secretario general, José Salmerón. En las subsiguientes intervenciones de los líderes del nuevo partido se hizo hincapié en la necesidad de luchar por recuperar el espíritu laico y progresista que había marcado el nacimiento de la República y que, ahora, parecía postergado. Durante los meses siguientes, Espía, en unión de otros compañeros de partido, se dedicaría a articular y organizar la nueva asociación política por todo el Estado, pero sobre todo en Alicante, donde fue elegido presidente Cremades Font. Espía se había empeñado en que Izquierda Republicana recibiría un impulso muy fuerte si Azaña accedía a visitar Alicante y pronunciaba un discurso. El 20 de mayo de 1934 ambos se desplazaron a la ciudad, siendo gratamente recibidos por la población; habló Azaña en el cine Monumental de Alicante y en la plaza de toros de Elche. Durante su intervención un grupo de mujeres intentaron boicotear los actos con gritos alusivos a lo sucedido en Casas Viejas. Cipriano Rivas Cherif recordaba aquel viaje de esta manera: «Accediendo a la petición de sus correligionarios de Levante, fue, y yo con él, a pronunciar unos discursos de propaganda electoral... Salimos una buena mañana, pues, para Alicante, ciudad que cuenta entre las de más abolengo republicano, que recibió al expresidente en triunfo, de que se envanecía Carlos Espía y sus amigos, organizadores del viaje...»257 4.5.2.
LOS HECHOS DE OCTUBRE DE 1934
El mismo mes de mayo, el Gobierno Samper había recurrido ante el Tribunal de Garantías constitucionales la Ley de Cultivos de la Generalitat. Esta ley venía a ser una concesión de Companys a los pequeños y medianos arrendatarios catalanes por su apoyo electoral. Los nacionalistas catalanes se indignaron por el recurso y amenazaron con radicarlizarse, pero al mismo tiempo temían una reacción más centralista del Gobierno que terminase por suspender el Estatuto, lo que les llevaría a un enfrentamiento abierto y en toda regla. Hicieron llegar sus preocupaciones a Azaña y éste, que creía ingenua y pueril la decisión de Samper, y que barruntaba podía estar incentivada por otros, estimaba que el Gobierno con esa determinación se había convertido en litigante de la Generalitat, rebajando su rango constitucional al ponerse en igual jerarquía de poder, cometiendo un enorme error de grandísimas consecuencias para la República, ya que se había puesto al lado de los que la combatían. Cataluña era para Azaña el principal bastión republicano y la actitud de Samper podía tener efectos dramáticos si se obstinaba en dar a elegir a los catalanes entre la República y Cataluña.
257
C. Rivas Cherif, Azaña, retrato de un desconocido, Barcelona, 1980.
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Ante lo grave de la situación, Azaña, cuyo prestigio en Cataluña seguía intacto, recibió a una comisión encabezada por Amadeo Hurtado para intercambiar informaciones. Había oído que sectores muy próximos al Gobierno pretendían un escarmiento, advirtiéndoles que estaba seguro que no ocurriría nada si ellos no daban motivos258. Una vez terminada la conversación con los representantes catalanes, Azaña llamó a Carlos Espía para departir con él sobre la cuestión y encargarle que marchase a Barcelona para «aconsejar esa conducta y disipar alarmas»259. Según Santos Julia, «Azaña despachó reservadamente con uno de sus colaboradores más íntimos —Carlos Espía— y le dijo: tú te estás en Barcelona hasta que yo te diga que vuelvas, y les dices a los jefes de los partidos políticos catalanes, que, pase lo que pase, no crean nada al respecto de las agresiones del Gobierno de Madrid...»260; por su parte, Azaña cuenta en su libro Mi rebelión en Barcelona, que rogó a Espía con todas sus fuerzas «que sembrase dondequiera la más cerrada incredulidad respecto de las violencias prometidas y esperadas»261. Espía se fue inmediatamente a Barcelona con ese encargo y otro más: acercar posturas con los nacionalistas catalanes de cara a formar una nueva coalición con posibilidades de gobernar en el futuro. Permaneció en Barcelona todo el mes de junio y parte de julio, conferenciando con Hurtado, Lluhí, Pi y Sunyer, Gassols y Companys, regresando a Madrid y volviendo a Barcelona varias veces más, siempre con el mismo objetivo: tranquilizar y moderar a los partidos catalanes y atraerlos hacia una coalición con Izquierda Republicana, reuniéndose habitualmente en un lugar llamado la Font del Lleó. Espía informaba periódicamente a Azaña de sus gestiones cerca de los políticos catalanes, advirtiéndole que a pesar de la buena disposición de todos ellos y de su personal empeño en hacerles ver que no existía riesgo real para el autogobierno catalán, éstos seguían desconfiando del Gobierno de Madrid y estaban alerta ante cualquier eventualidad: «Todo está tranquilo —me decía—, esperan los sucesos. Si los atacan, parece seguro que responderán. El único camino es conservar la serenidad...»262 En carta de 4 de julio de 1934, Espía decía a Azaña que tenía noticias fidedignas que aseguraban que al día siguiente se iban a celebrar asambleas en los municipios vascos con el propósito de constituir las diputaciones vascas prescindiendo de las gestoras nombradas por el Gobierno, enviando, posteriormente, su adhesión a la Generalidad263. Continuaba afirmando que por débil que fuese el Gobierno S amper algo tendría «que hacer frente a un hecho de esta naturaleza»264, para terminar asegurándole que su prestigio, después del discurso del domingo, había «subido a una altura fantástica», descartando que se intentase hacer algo en Cataluña sin contar con su participación y anuencia.
258 259 260 261 262 263 264
M. Azaña, Memorias..., vol. II, pág. 131. Ibíd. Santos Julia, Azaña..., pág. 346. M. Azaña Díaz, Mi rebelión en Barcelona, Madrid, Espasa Calpe, 1935, pág. 36. Ibíd. Carta de Carlos Espía a Manuel Azaña, de 4 de julio de 1934, BN, Manuscritos, 22.128.66. Ibídem.
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Tras unos inicios de fervoroso autonomismo, el Gobierno había adoptado, incitado por un sector de la prensa y de sus miembros, un talante mucho menos tolerante al llegar la Ley de Cultivos al Parlamento catalán. La situación llegó a ser tan crítica que en muchos medios se hablaba de la inminencia de una guerra civil, de que el Gobierno preparaba un ejército para someter a Cataluña, y Cataluña otro para hacer la revolución y declarar la independencia. Las burlas, las patrañas y los rumores de café comenzaron a funcionar entre Madrid y Barcelona, contribuyendo a formar una enorme bola de nieve, de tal modo que un día Espía, alarmado por las insistentes noticias que le llegaban, telefoneó a Azaña para decirle que tenía la certeza de que el Gobierno enviaba al general Masquelet a Cataluña con órdenes serverísimas, cosa que Azaña, que estaba informado de la falsedad del asunto, le desmintió inmediatamente. Azaña, ayudado en todo momento por Espía desde Barcelona, siguió su labor apaciguadora al tiempo que intentaba reconstruir la alianza con socialistas y la Esquerra, «con objeto de ocupar el poder en el caso de que se produjera la temida crisis política a que daban pábulo los insistentes rumores sobre la renuncia, o el secuestro, del Presidente de la República»263. Aunque esas negociaciones no fructificaron en acuerdo alguno. Días más tarde, un antiguo ministro republicano contaba a Azaña que había oído «quejas amargas» sobre su conducta al suponerle complicado en la organización en Barcelona de un Comité revolucionario o de enlace, del que formaba parte principal Carlos Espía. De éste y otros infundios deducía Azaña que las imputaciones que posteriormente se le hicieron no fueron fruto de la casualidad, sino de un plan preconcebido. A los pocos días Azaña marcharía, un tanto hastiado, a tomar las aguas al balneario de Sant Hilari, retirándose temporalmente de la actividad política. Sin embargo, el ritmo de los acontecimientos seguía su curso, los lazos de IR con los socialistas estaban absolutamente rotos, ni tan siquiera Espía, que siempre había hecho de puente entre socialistas y republicanos266, pudo hacer nada para conciliar posturas. Ante el fracaso de los Gobiernos del primer bienio y el temor a un Gabinete de la CEDA, grupo que había protagonizado una campaña electoral antisistema, los socialistas habían optado ya por la revolución. Algo parecido ocurría en las filas nacionalistas, la estancia de Espía había servido para acercar posiciones, pero no para disipar el miedo a una política antiautonomista. Los nacionalistas parecían, también, haber elegido, por su cuenta, el mismo camino que los socialistas a pesar de los consejos que tanto Azaña como Espía habían dado a ambos grupos en el sentido de que la revolución proyectada llevaría al fracaso y al hundimiento de la República. El 27 de septiembre, Azaña volvía a Barcelona para asistir a los funerales de J. Carner, coincidiendo en los mismos con líderes socialistas y nacionalistas, a quienes intentó convencer por última vez, especialmente a Prieto, que dudaba mucho, de lo inútil de su proyecto. Pero todo estaba decidido. Azaña permaneció unos días más en Barcelona por consejo de sus compañeros de partido, temerosos de que en Madrid le faltasen hasta las mínimas garantías personales. Esos días fueron suficientes para que le sor-
265 266
Santos Julia, Azaña..., pág. 347. Zugazagoitia, J., Guerra y vicisitudes de los españoles, Barcelona, 1981, pág. 40.
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prendiese el movimiento revolucionario en la ciudad, siendo encarcelado acusado de haber viajado a Barcelona para ponerse al frente del mismo. Aunque el Gobierno tuviese decidido de antemano implicar a Azaña en lo ocurrido, no jugó mucho a su favor el manifiesto que días antes había hecho público el Comité de IR ante la inminente entrada de la CEDA en el ejecutivo, en él se decía que tal acto sería considerado como una traición y que acudirían a todos los medios en defensa de la República. Azaña, pese a que estaba en Barcelona, conoció y aprobó el texto, lo que fue utilizado por el ministerio fiscal como elemento nodal de la acusación que formularía contra el ex-Presidente del Consejo, que permanecería detenido hasta diciembre en un barco anclado en el puerto de Barcelona. El día 12 de octubre, una semana después de la revolución, Espía escribía a Azaña una carta de ánimo en la que enfatizaba su personal y creciente admiración: «No he escrito antes por torpeza, no sabía que decirle. Hubiese querido expresárselo todo con un abrazo, y me daba la impresión de frialdad todo lo que pudiera llegar a Vd. en una carta... Con todo lo ocurrido ha aumentado el cariño y la admiración que siento por usted y ahora me inspira Vd. verdadera devoción»267. Llegado a este punto la desilusión pareció apoderarse de Espía por unos días: en poco tiempo había contemplado cómo la obra reformadora de la República se venía abajo, encarcelaban a su máximo adalid y llegaban al poder los enemigos del régimen. Los esfuerzos e ilusiones de toda una vida se desvanecían en medio de un torbellino que amenazaba con llevárselo todo. Su pasajera desesperanza también la confiesa a su amigo encarcelado: Sé que Paquito Madrid le informa a usted con frecuencia de los hechos menudos de esta menuda política que se hace por aquí y por la que cada día siento más asco. Yo he empezado a hacer algunas cosas para Mirador y tengo que ir a las Cortes. ¡Qué espectáculo!, el debate sobre Cataluña habría rejuvenecido a los viejos diputados monárquicos. Estas cosas se decían ya hace 25 años con la misma seriedad y la misma estupidez. Si no fuera triste por nuestro pueblo, sería divertido presenciar esta reposición de viejos zarandones patrióticos. Ayer mismo pronunció D. Alejandro un discurso que parecía la declaración senil de un Don Juan viejo a una Doña Inés que se la ha pegado con todos268.
Azaña le respondió al cabo de un tiempo para decirle que no era necesario que se disculpase por su pequeño retraso, darle noticias personales y comentar impresiones sobre el futuro. La amistad entre los dos políticos había llegado a su punto máximo: Mi querido amigo: No me ha extrañado que usted no me haya escrito hasta ahora. Los motivos que usted me aduce, los adivinaba; no era menester que usted los adujera. Tan seguro estoy de lo que piensan y sienten en estos momentos algunas personas, entre las cuales naturalmente se halla usted. Procuro velar por mi buen humor, me abstengo de leer periódicos. No veo ninguno. Me figuro las delicias de las Cortes actuales, y entre los consuelos que hay para mi situación, el más fuerte es, sin exageración alguna, el de pensar que me veo libre de las estupideces parlamentarias, reporteriles, etc., etc.269 267 268 269
Carta de Carlos Espía a Manuel Azaña, de 12 de octubre de 1934, BN, Manuscritos, 22.128.67. Ibíd. Carta de Manuel Azaña a Carlos Espía de 16 de diciembre de 1934, APCE, Azaña, Alicante.
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Meses después, pasado el fragor de la batalla, Espía escribía un artículo titulado «Las derechas y la República» en el que daba su personal interpretación de la revolución de octubre: en su opinión tanto Gil Robles como Salazar Alonso y otros miembros del Gobierno, eran perfectamente conscientes de lo que se preparaba, pero creían que el movimiento tendría menos envergadura y les permitiría llevar a cabo sus planes dirigidos a borrar la obra del Gobierno Azaña y vaciar de contenido el sistema parlamentario. Sin embargo, la importancia de la insurrección popular fue mucho más grande de la esperada y tuvieron que dedicarse durante varios meses a tareas de orden público, posponiendo la realización de su programa político. La virtud de la revolución de octubre fue únicamente esa, retrasar los planes de Gil Robles y sus amigos270. En otro artículo, escrito ya en el exilio, Espía respondía a Madariaga sobre esta misma cuestión: Madariaga decía que la República se había suicidado en el 34, lo mismo que la Monarquía lo hizo en el 23. La diferencia para Espía estaba en que lo del 34 estaba justificado al llegar al poder un monárquico dentro de un régimen republicano, «algo poco legítimo a pesar de lo dicho por Madariaga»271. Desde septiembre Espía permaneció inmerso en las tareas de partido, escribiendo para diversos periódicos y pergeñando una idea que había ido retrasando año tras año: la creación de un diario netamente republicano que expresase las ideas de su partido, ya que los intentos de aproximación a La Voz y El Sol habían fracasado estrepitosamente y el republicanismo de izquierdas no disponía de ningún medio escrito en el que explicar su programa o su versión de los aconteceres nacionales. 4.5.3.
UN PROYECTO DE PRENSA REPUBLICANA: POLÍTICA
Desde el nacimiento de la República una de las cosas que más preocupó a quienes entonces se hicieron con el poder, fue la de contar con el apoyo de un sector de la prensa. Al principio no hubo demasiados problemas en este sentido, pues eran numerosos los diarios y semanarios de corte republicano o liberal dispuestos a refrendar la obra del Gobierno, pero el paso del tiempo fue disminuyendo el número de periódicos adeptos, llegándose a un punto en el que éstos apenas existían. El primer intento serio de constituir un grupo de prensa afín al Gobierno Azaña tuvo lugar en marzo de 1932, cuando Ortega, por entonces en buena relación con Azaña, ofreció a éste la posibilidad de entrar en el accionariado de Luz, órgano de la Agrupación al Servicio de la República, inmerso en una profunda crisis económica. Azaña quedó un tanto indeciso, aunque tomó nota de la sugerencia. Meses después, en el verano de 1932, Azaña y sus colaboradores más íntimos, Martín Luis Guzmán, Luis Bello, Enrique Ramos y Carlos Espía, habían sopesado la posibilidad de fomar un grupo periodístico que englobase a tres diarios liberales en situación crítica: El Sol, La Voz y
270
C. Espía Rizo, «Las derechas y la República», enero de 1935, APCE, Recortes de prensa. C. Espía Rizo, «La monarquía de D. Salvador de Madariaga», 22 de febrero de 1947, APCE, Escritos, Alicante. 271
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Luz, ya que Madrid estaba a un paso de quedarse sin prensa republicana liberal. El encargado de llevar a cabo las negociaciones fue Martín Luis Guzmán, que a tal fin se puso en contacto con el empresario catalán Luis Miquel, hombre con experiencia en el sector ya que poseía la cuarta parte de las acciones de Ahora212. Miquel, que no tenía más ideología que la pecuniaria, invirtió todo su capital y el de un grupo de financieros catalanes, entre los que se encontraba J. Carner, en la compra de los tres periódicos con el propósito de darles una orientación próxima al Gobierno y, tal vez, obtener alguna prebenda del mismo273. En septiembre de 1932 Luis Bello dimitía de la Presidencia de la minoría parlamentaria de AR para acceder a la dirección de Luz214, y al mes siguiente Miquel y Guzmán, uno como presidente y otro como gerente, entraban en el Consejo de administración de la empresa que agrupaba a los tres diarios. Sin embargo, la armonía entre Miquel y el Gobierno Azaña iba a durar bien poco, los periódicos no se vendían y la crisis económica en que estaban sumidos se agravó de tal modo que en julio de 1933 Miquel, antes de perder todo lo invertido y tras fracasar en sus presiones para obtener ventajas económicas del Gobierno, decidió dar un giro total a la línea editorial del grupo, pasando ahora a conferirle «una orientación violentamente antiazañista»275, ofreciéndole parte de las acciones a uno de los más «distinguidos» enemigos del régimen: Juan March. Las negociaciones que, en última instancia, tuvieron lugar entre Miquel, Guzmán y Ossorio y Gallardo fracasaron rotundamente, quedando de nuevo el Gobierno desprovisto de medios de comunicación que apoyasen o defendiesen su política. En 1934 tendría lugar un segundo intento, pero esta vez no iría dirigido a captar un periódico ya existente, sino a crear uno nuevo. Los protagonistas de esta nueva experiencia serían Luis Bello y, sobre todo, Carlos Espía, y el nombre del periódico: Política. Según Aviles Parré «el origen de Política estuvo en un llamamiento hecho por la Comisión de prensa de AR, mantenido luego por la de IR»276. En dicho llamamiento se hacía hincapié en la necesidad de contar con un medio de comunicación propio que estuviese al margen de los vaivenes del mercado, pidiendo la colaboración de los afiliados para hacer posible tal empresa. El proyecto quedó aplazado hasta que en septiembre de 1934 Carlos Espía y Luis Bello decidieron retomar la idea y ponerla en funcionamiento. El objetivo seguía siendo el mismo, crear un periódico auténticamente republicano que no dependiese de las empresas capitalistas277, pero también crear un nuevo tipo de periodismo que, aunque fuese periodismo político de partido y contase con firmas de primera fila, no estuviese sometido «al divismo de los solos de flauta» de la prensa española del tiempo, sino que se basase en la información crítica, o sea, «el concierto diario de los hechos y las ideas, la actualidad glosada en el acto, bajo la inspiración de una doctrina». En opinión de Espía, del periodismo debía
272 273 274 275 276 277
J. Aviles Parré, La izquierda burguesa..., págs. 158 y sigs. G. Redondo, Las empresas políticas de..., pág. 508. «El trust periodístico y la actitud de Bello», en Diario de Alicante, 16 de septiembre de 1932. E. Espín, Azaña en el poder..., pág. 286. J. Aviles Farré, La izquierda burguesa..., pág. 268. C. Espía Rizo, «Periodistas y periódicos», APCE, Escritos, Alicante.
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desaparecer todo aquello que no tuviese un interés estrictamente humano, y el periodista debía interpretar y aclarar las informaciones que tuviesen cabida en el mismo para «auxiliar al lector en la elaboración mental de sus sistemas político o social»278. Para octubre de 1934 los trabajos preparatorios estaban muy avanzados, y Espía escribía a Azaña para darle cuenta de los mismos, aunque todavía el nombre del periódico no estaba resuelto: «Está ya decidido publicar el semanario, tan pronto como sea posible, quizás este mismo mes. Se llamará República y será de cuatro páginas grandes, formato El Sol»219. Azaña, un tanto desanimado en ese momento, tras comunicarle que la programación del periódico le parecía perfecta, le auguró que no tendría éxito: « Temo que, existente la censura, les apaguen a ustedes tanto el periódico que no responda a la expectación popular ni a la tensión existente y que se pierda el trabajo y el medio de que se dispone». Posteriormente explicaba a Espía que mientras durase su cautiverio no colaboraría en el diario ya que había decidido imponerse «el más riguroso mutismo», prometiéndole que una vez éste hubiese concluido pondría a su disposición sus «cortos recursos periodísticos»280. La idea inicial fue hacer un diario. Para ello se creó la sociedad anónima Prensa Republicana y se inició una campaña en toda la prensa nacional encaminada a recabar la colaboración económica de todos aquellos que se identificasen con el espíritu del 14 de abril. La suscripción, cubierta en un 98 por 100 por afiliados a IR, no fue suficiente para poner en marcha la empresa tal como había sido planeada, y lo que iba a ser una publicación diaria terminó siendo un semanario, que vería la calle el 14 de marzo de 1935, logrando salir todos los días, tras unos meses inciertos, a partir del 15 de octubre del mismo año, para lo que se tendrían que emitir «800 nuevas acciones a 250 pesetas cada una, subdivididas en décimos de 25 pagaderos en plazos mensuales»281. Espía recordaba, años después, el comienzo de una aventura a la que casi todos pronosticaban un mal final: «Cuando lanzamos Política, diario, después de un ensayo poco afortunado como semanario, disponíamos tan sólo de 12.000 duros, recogidos peseta a peseta entre los afiliados de IR. Quienes entendían de periódicos se burlaban de nosotros, desconfiaban de nuestra empresa. Para hacer un diario nuevo necesitan ustedes tres o cuatro millones, nos decían. Pero hicimos el diario, que sólo dejó de publicarse cuando cayó Madrid. No tuvimos tiempo ni medios para hacer el periódico que queríamos...»282 Pese a los desvelos de Espía, Bello, Ramos y otros militantes de IR, el periódico nunca gozó de buena salud económica y constantemente tuvo que recurrir a la ayuda material de afiliados y simpatizantes. El principal artífice de esta empresa periodística fue, indudablemente, Carlos Espía, ideólogo, editor, director y miembro del Consejo de administración, encargándose, además, de buscar los medios de financiación, constituir la redacción y conseguir un plantel de colaboradores habituales de prestigio: Cruz Salido, Zugazagoitia,
278 279 280 281 282
Ibíd.
Carta de Carlos Espía a Manuel Azaña, de 12 de octubre de 1934, BN, Manuscritos, 22.128.67. Ibíd. Política, 19 de febrero de 1936. C. Espía Rizo, «Periodistas y periódicos», APCE, Escritos.
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a los que ofreció las páginas de Política tras la suspensión de El Socialista en octubre de 1934, Rivas Cherif, Azaña, V. Arroyo, V. Bernárdez, J. J. Domenchina, A. Espina, Díaz Fernández, Capdevila y L. Sirval, aunque éste nunca llegó a colaborar ya que fue asesinado en la represión de Asturias, meses antes de que el diario saliese a la calle. Para el puesto de redactor jefe eligió a un periodista republicano de gran prestigio: Isaac Abeytúa, quien le sustituiría en la dirección tras su nombramiento como Subsecretario de la Presidencia en mayo de 1936, mientras Ciges Aparicio y Guixé serían dos de sus principales redactores, y Guasp, amigo de Espía de los tiempos de Valencia, Robledano y López Rey los viñetistas. Ramos y Gaspar se encargaron de constituir la sociedad anónima. El propio Gaspar, Espía, Salmerón, Quemades y Velao componían el Consejo de administración283. La aparición de Política coincidió en el tiempo con el despegue del nuevo proyecto Azaña, del que sería, en adelante, el primer defensor y propagandista: Esa política que trazó Azaña, que hizo suya el partido de IR, que fue defendida en la Cámara, gobernando y en la oposición, que se templó durante las persecuciones del bienio negro, que fue defendida en la tribuna pública, tuvo su portavoz en la prensa en Política, primero semanario y al cabo de muchos esfuerzos y sacrificios, diario. Su aparición en la calle señala una época como la que señalan en la historia del periodismo español la aparición de El Sol y España, que representan unas etapas importantes en la lucha contra la monarquía y la dictadura. Política llega en un momento en que las libertades republicanas están en peligro284.
En el menguado ámbito de la prensa republicana, Política representaba la defensa sin paliativos de un régimen liberal y democrático con una fuerte impronta social, dentro de una línea ideológica que entroncaba con el radicalismo francés. Era un periódico de partido, era un periódico al servicio de un ideario determinado, un periódico pobre, con muy pocos medios, pero que cuidaba extremadamente la coherencia de su línea editorial y la autoridad de sus colaboraciones habituales, por otra parte, mucho menores que las de otros diarios de la época ya que, de acuerdo con el pensamiento de Espía, se quería dar más la sensación de conjunto, de orquesta, que la de una obra deshilvanada en la que únicamente destacasen los solistas. El periódico trataba con mucha frecuencia los temas sociales, la política nacional e internacional. En su primer número, el editorialista de Política, Bello o Espía mientras fue semanario, advertían de las dificultades de todo tipo que atravesaría el rotativo, sobre todo de tipo político ya que el país estaba bajo la censura285, pero justificaba su salida a la calle en la necesidad de que una parte considerable del electorado español contase con un órgano de expresión ante la proximidad de una consulta electoral. En adelante, Política seguiría una línea marcada por los siguientes puntos: 1. Responder a los ataques de la derecha; 2. Denunciar la traición del Partido
283
Carta de Carlos Espía a Azaña, de 12 de octubre de 1934. BN, Manuscritos, 22.128.67. J. Just, «Política, nuevo periodismo republicano», 25 de enero de 1947, en España Nueva, México DF, APCE, Prensa, Alicante. 285 Política, 14 de marzo de 1935. 284
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Radical al aliarse con las fuerzas antirrepublicanas, aunque dejando siempre una pequeña puerta abierta a la reconciliación; 3. Vigilar y denunciar la actuación de la CEDA; 4. Resaltar la inconstitucionalidad de un Gobierno que vivía a espaldas de la legalidad republicana al tener la mayoría de las leyes suspendidas, tal era el caso del Estatuto de Cataluña; 5. Denunciar el intento de suplantar la Constitución por parte del Gobierno; 6. Exponer la pésima gestión económica del Gobierno que a la altura de 1935 no había sido capaz ni de aprobar un presupuesto, estando vigente el de 1933; 7. Denunciar la estrategia del sector caballerista del PSOE por considerarla enormemente negativa para el futuro del Frente Popular; 8. Propagar el ideario republicano progresista del partido; 9. Denunciar el creciente poder de la Iglesia en España; 10. Advertir de la amenaza del fascismo internacional y del rearme mundial como símbolo inequívoco de una situación pre-bélica. Por otra parte, las mayores polémicas sostenidas por Política tendrían siempre dos interlocutores fundamentales: ABC y El Debate, periódicos a los que acusaba de monárquicos, de defensores de los intereses de la plutocracia y de estar al servicio de los dictados vaticanistas. 4.6.
EN EL CAMINO HACIA EL TRIUNFO. LA SUBSECRETARÍA DE LA PRESIDENCIA
4.6.1.
UN TRIUNFO CON ESPINAS
En enero de 1935, Azaña regresa a Madrid y encuentra un ambiente bien distinto del que dejó meses atrás. Alvaro de Albornoz había hecho un llamamiento a todos los republicanos para que se uniesen en un proyecto común para recuperar el poder y retomar el camino reformista de los primeros años, siendo muy bien acogido por casi todos los grupos de oposición: nacionalistas, socialistas, incluso los anarquistas parecían mostrar un espíritu más receptivo. Azaña, por obra y gracia de los ataques recibidos, se había erigido en la personalidad más respetada del republicanismo, su liderazgo era indiscutible286. Sabedor de sus posibilidades, el ex Presidente del Consejo se decidió a abandonar la política llevada durante todo 1934, dejando de lado conciliábulos, comités y reuniones de partido para pasar directamente a la acción y, así, recuperar el favor de la opinión pública, una vez que contaba con el apoyo de buena parte de los partidos de centroizquierda y que los socialistas habían comprobado en su propia carne los efectos de la revolución imposible. Espía, despojado de todo cargo público, parecía volver a su auténtico ser, al hombre de acción que siempre había sido, un tanto apagado en los últimos años por las obligaciones oficiales y su fuerte sentido de la disciplina. Se puso manos a la obra entusiasmado con el nuevo proyecto de Azaña y su partido, y en los meses siguientes trabajó incansablemente junto a otros compañeros para preparar una serie de mítines gigantes en los que Azaña explicaría su programa y los riesgos por los que había pasado y pasaba la República, criticando a quienes desde la izquierda 286
Santos Julia, Azaña..., págs. 387 y sigs.
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y la derecha habían intentado hacer de ella una piltrafa. El primero de estos actos masivos tuvo lugar en Mestalla en mayo de 1935, convirtiéndose en un homenaje a su principal protagonista. Luego acudió a Baracaldo y, por último, el 20 de octubre habló en Comillas, en una de las reuniones de gentes más impresionantes que se habían conocido hasta la fecha y que terminaría por aupar definitivamente a Azaña, abriéndole de nuevo el camino hacia el poder. Entre tanto, Espía, que acompañó a Azaña en todos los mítines, había retomado con ganas su actividad periodística, otra vez puesta al servicio de su ideología, para denunciar los peligros que acechaban a la República y difundir el programa de IR como única opción de progreso, paz, libertad y justicia. En enero escribía un artículo analizando la estrategia y los propósitos de Gil Robles; en su opinión el líder de la CEDA pretendía utilizar todos los medios a su alcance para evitar la disolución de unas Cortes que, aunque incapaces de toda obra constructiva, dominaba completamente, para, de ese modo, llevar a cabo su objetivo de liquidar las instituciones democráticas, operación que no iba a emprender de forma brusca, sino taimada y artera. Para ello tenía que poner a prueba a sus aliados, ver que presión estaban dispuestos a soportar y qué resistencia opondrían a sus planes, comprobando que tenía todo el margen de maniobra que quisiera al ver que sus primeros envites no tuvieron apenas respuesta y le permitieron quitarse de enmedio a Samper e Hidalgo287. La represión del movimiento revolucionario de octubre terminaría por disipar todas las dudas que en este sentido pudiera albergar, y es en ese momento, en enero de 1935 con el Parlamento cerrado por vacaciones, cuando Gil Robles se dispone a apretar el acelerador de la contrarreforma: Todo el problema de Gil Robles consiste en convertir en instrumento permanente de dominio los elementos transitorios que tiene en la mano, hacer valer su fuerza en el parlamento para aumentar su representación en el Gobierno y hacer jugar su intervención en el ministerio para afianzar la organización del partido en provincias con el apoyo de los gobernadores civiles... El programa de las derechas es ambicioso pretenden disponer rápidamente de una ley electoral favorable y de una ley municipal, para ir cuanto antes a una elecciones municipales288,
elecciones que se celebrarían en un país recién salido del estado de guerra, mediatizado por el estado de excepción, sin libertades y con los pueblos regidos por comisiones gestoras gubernamentales y gobernadores civiles del Partido Radical y la CEDA. Según Espía, una vez controlados los ayuntamientos, bastiones imprescindibles para reconstruir los resortes caciquiles, se celebrarían las elecciones generales y se procedería a la reforma total de la Constitución: «Si la CEDA logra sus propósitos habrá devorado a la República»289. En estas circunstancias las izquierdas tenían la ineludible obligación de reorganizarse, unirse y propagar a los cuatro vientos lo que se estaba tramando a espaldas del pueblo, negándose a concurrir a esas elecciones si no se celebraban con todas las garantías constitucionales. 287 288 289
C. Espía Rizo, «Las derechas y la República», enero de 1935, APCE, Recortes de prensa. C. Espía Rizo, «Las derechas y la República», enero de 1935, APCE, Recortes de prensa. Ibíd.
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A partir de marzo Espía concentrará su actividad periodística en los editoriales de Política, siempre dentro de la misma línea crítica hacia los partidos de Gobierno y pedagógica respecto a los proyectos de IR: «Política mantendrá siempre una posición clara. Los republicanos de izquierda guardan hoy muchos puntos oscuros en su ideario político, y para exponerlos, para difundirlos, para darles la batalla, cuando sea precisa, saben que hay desde hoy, desde ahora, una tribuna donde pueden hacerse oír»290. Desde Política Espía denunciará los intentos de la CEDA para inhabilitar a Azaña por el asunto de los subsidios a los militares portugueses exiliados: «Un ministro de la Guerra de la República —dirá— no puede conceder subsidios a unos militares portugueses vencidos y refugiados en España»291; para Espía lo que importaba a la derecha no era este hecho en sí, sino buscar la excusa para que un parlamento con una mayoría contraria al espíritu del 14 de abril, erigido en juez y parte de un proceso político, atase de pies y manos «al hombre en quien ve encarnada y cifrada la persistencia díla ley constitucional que ella odia»292. Más que evidenciar la actitud de la CEDA, más o menos conocida para unos y para otros, lo que interesaba a Espía era poner de manifiesto el terrible papel que en todos estos actos estaba desempeñando el Partido Radical, con la esperanza de captar el apoyo de los buenos republicanos que todavía permanecían fieles a ese partido: Complicado el Sr. Azaña... Mucho más sus enemigos, ¡y con qué género de complicidad! Porque si los votos de la CEDA, sumados a los monárquicos, nunca dejan de ser cantidades homogéneas, ya ocurre o debiera ocurrir otra cosa con los votos republicanos. Y esto es lo que más debe importarnos. En buena guerra, ya volveremos las tornas cuando la opinión pública quiera o nosotros sepamos dar validez a lo que ella quiere. Pasará la República este bache y no habrá sufrido pérdidas graves. Pero, ¡verse atacado por los propios republicanos!...293
Uno de los temas más tratados por los artículos de fondo de Política fue la vuelta a la escena pública de los antiguos políticos monárquicos de la mano de la CEDA, cosa bastante normal dentro del proceso contrarrevolucionario que se estaba viviendo. El problema, para Espía, estribaba en que los dirigentes monárquicos del momento tenían una talla mucho menor que sus antecesores: «Con los nombres que estos días baraja Cambó como supuestos sustentáculos de una reedición del gobierno actual, se han formado varios gabinetes de «Unión Nacional»... Alba, Ventosa, Pórtela, Melquíades, Pedregal, Chapaprieta, Abilio Calderón. Los huecos producidos en la lista por los muertos y los soterrados en sus espeluncas, se llenarían con personajes que en aquel tiempo no tenían siquiera categoría de subsecretarios y hoy hacen figuras de prohombres»294. Estos personajes habían sido, junto a radicales y extremistas de izquierda, los acusadores principales en los hechos de Casas Viejas, habiendo disfru-
290 291 292 293 294
Editorial de Política, 14 de marzo de 1935. Política, 28 de marzo de 1935. Ibíd. Política, 28 de marzo de 1935. Política, 8 de noviembre de 1935.
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lado de entera libertad para emitir sus denuncias, falsas o verdaderas, sin que nadie los inquietase: «Jamás se ha discutido con tanta publicidad, ni examinado con tanta reiteración por toda suerte de tribunales, un caso semejante al de la tristemente célebre aldea gaditana»295. Sin embargo, cuando ellos gobernaban en la Monarquía o ahora con la CEDA, cualquier tipo de investigación resultaba inviable por la falta de libertades. Otra de las consecuencias del revisionismo constitucional, propugnado por la política gubernamental y por el retorno de los viejos monárquicos, fue la vuelta a los hábitos del antiguo régimen y, por ello, la pérdida de todo principio moral que actuase como rector de la gestión de la cosa pública. Durante el primer bienio las derechas —argumenta Espía— habían acusado al Gobierno de practicar «el enchufismo». Para acabar con esa «estulta patraña» las Cortes elaboraron un registro para saber los cargos que ocupaban sus miembros: «ni por excepción se dio el caso de que un diputado auténticamente republicano estuviera vinculado a empresas o negocios relacionados con el Estado. Todos los que se encontraban en esa situación eran monárquicos o acababan de serlo»296. Sin embargo, desde la llegada al poder de las derechas habían acaecido cambios de inusitada trascendencia, sobre todo tras la derogación de la Ley de Incompatibilidades elaborada por las Constituyentes. Desde ese momento se había vuelto a los partidos de interés, a la conexión entre éstos y los grandes grupos económicos del país: Otra vez se ha recaído en el viejo sistema de los conciliábulos y el secreto. Es en los pasillos y los antedespachos donde se proponen las fórmulas y recetas para dar una y otra dirección a la cosa pública. Se ha reincidido en el vicio de hurtar al pueblo lo que más le interesa conocer, y hay quienes suponen que la suerte de una contienda electoral, y con ella el rumbo de la vida pública, dependen de que tal o cual prohombre se deje deslumhrar por la ayuda que un consorcio financiero brinda, por su cuenta y razón, a cualquier amalgama política297.
La muerte de Luis Bello el 5 de noviembre de 1935 dejó la dirección absoluta de Política en manos de Espía, cosa que venía ocurriendo de hecho desde que se declaró la grave enfermedad que padecía su compañero, cuyo cortejo fúnebre presidiría junto a Azaña298. Este hecho luctuoso para los republicanos, coincidió en el tiempo con los escándalos de Strauss y Nombela, punto de arranque de la ofensiva de las izquierdas para conseguir la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones: «Lo cierto es que las elecciones constituyen un anhelo general del país... A nosotros no nos impacienta la espera, puesto que el desenlace lo tenemos descontado. Pero el clamor de la mayoría de los españoles si debiera impresionar a los responsables de que esta Cámara sobreviva a su propio fracaso y amenace erigirse en único juez de sus culpas»299. La ineficacia del Gobierno, la corrupción esencial del mismo, su intimidad con las oligarquías económicas y su carácter antirrepublicano, puesto de manifiesto en su 295 296 297 298 299
Política, 9 de noviembre de 1935. «La plutocracia y la política», en Política, 10 de noviembre de 1935. Ibíd. «El entierro de D. Luis Bello....», en Política, 7 de noviembre de 1935. «El fracaso de las Cortes», en Política, 1 de noviembre de 1935.
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afán de revisar sustancialmente la Constitución y en sus connivencias con militares golpistas, iban a ser los ejes centrales de la campaña iniciada por IR y Política: «Una farsa. La Comisión de reforma de la Constitución. Todas las esencias republicanas le estorban. Asimismo a los republicanos les estorban la Comisión y sus esencias»300. A medida que las elecciones se acercaban, la actividad del partido se hacía más intensa, aumentaban los mítines, las ruedas de prensa, al tiempo que arreciaban las denuncias y las críticas de Política. El ambiente se caldeaba por días, aumentaba la tensión en todas las ciudades del país y los rumores de un golpe de fuerza por parte de las derechas eran un secreto a voces. Política insistía una y otra vez en esta cuestión, denunciando la posibilidad de que Pórtela Valladares, que detentaba el poder desde el 12 de diciembre, haciendo dejación de sus compromisos, sucumbiese a las presiones a que estaba siendo sometido y terminarse por aliarse a los reaccionarios301. Pórtela estaba sosteniendo una política ambigua que en muchos casos no era sino de connivencia con las derechas, sin embargo, inexplicable y contradictoriamente, el Presidente del Gobierno había llegado a denunciar la intención de los partidos derechistas de convertir su hipotético triunfo electoral en una restauración monárquica, para, poco después, aliarse con esos mismos grupos, poniendo a «su disposición las fuerzas de orden público»302. Pero la actuación de las derechas y del Gobierno Pórtela no eran hechos inconexos, había un sustrato común y un director de orquesta, y éste —para Espía— no era otro que Juan March. José Carner había dicho que o la República acababa con Juan March o Juan March acababa con la República. La batalla no había hecho más que empezar y el financiero y contrabandista mallorquín estaba dipuesto a poner toda la carne en el asador para que el resultado de la contienda no le fuera desfavorable: «Investigué y supe que March se pasa el día en el Ministerio de la Gobernación, donde recibe candidatos, aprueba candidaturas, las modifica, encasilla y desencasilla y, en una palabra, es el director de la política electoral del Gobierno de España»303. El 31 de diciembre Pórtela presentaba la dimisión de su Gobierno, aunque a las pocas horas obtenía el decreto de disolución de las Cortes y formaba un nuevo gabinete con la misión de presidir los comicios. El 15 de enero de 1936 quedaba constituido finalmente el bloque de izquierdas —del que se había marginado Sánchez Román—, con el propósito de formar un Gobierno netamente republicano apoyado en la Cámara por los socialistas. Del programa de la coalición de centro-izquierda se habían descartado todas las propuestas que supusiesen cambios estructurales, quedando dentro de los límites del republicanismo pequeño burgués: amnistía, readmisión e indemnización de los represaliados durante la represión de Asturias, imperio de la Constitución, reformas de la Ley de Orden Público y del Tribunal de Garantías, reforma
300
Política, 1 de diciembre de 1935. «El Gobierno no puede aliarse con los enemigos de la República», en Política, 4 de febrero de 1936. Véase también, Política, 6 de febrero de 1936. 302 Política, 14 de febrero de 1936. 303 «Juan March, verdadero director de la política electoral del Gobierno y las derechas», en Política, 12 de febrero de 1936. 301
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agraria, protección a la industria, justicia gratuita, restablecimiento de la legislación social, progresividad de los impuestos y creación de escuelas laicas. En ningún caso se aceptaron las peticiones de los grupos más a la izquierda de nacionalizar la banca o la tierra304. Desde finales del 35 hasta mayo de 1936, en que aceptó la Subsecretaría de la Presidencia, Espía se entregó afanosamente al periódico y a la preparación de las elecciones de febrero de 1936. El 18 de enero viajó a Alicante a fin de participar en la organización del Frente Popular y en la contienda electoral. El 28 de enero regresaría con las mismas intenciones. El 7 de febrero acudió de nuevo para asistir a la proclamación de candidatos: iba el segundo de la lista tras J. J. Cremades Fons, ambos por IR, detras figuraban los socialistas Llopis y Ganga, completando la candidatura los también socialistas García Muñoz y M. Villalta, J. Gomáriz, miembro de UR, y Eliseo Gómez Serrano, de IR. Ese mismo día un grupo de falangistas intentaba incendiar la redacción de El Luchador1'®5. Espía intervino en numerosos mítines, en uno de ellos, celebrado en la Vega Baja, militantes de la CEDA quisieron detenerle junto a Ginés Ganga306, hecho que no llegó a realizarse por la enérgica resistencia de los dos candidatos y la intervención del público asistente. Las elecciones se celebraron el 16 de febrero y dieron el triunfo a las candidaturas del Frente Popular, siendo Carlos Espía el candidato más votado en Alicante con 131.274 votos, seguido por Gomáriz con 131.139, y tras ellos Rodolfo Llopis. A los dos días Política sacó un número extraordinario, saludando el triunfo del Frente Popular como la recuperación de la República y el final «de una vasta y heterogénea confabulación de poderosos intereses y personas que luchaban con todas las ventajas del dinero y del poder contra una democracia acorralada por una dictadura cruenta, innoble y rapaz...»307 Pórtela Valladares, que había sido presionado por Gil Robles, Franco, jefe de Estado Mayor, y Goded para que colaborase en el golpe de fuerza que preparaban contra la llegada al poder del Frente Popular, invitación que había rechazado, estaba deseando abandonar el poder, tanto que tampoco accedió a los ruegos de Azaña para que esperase a que se constituyesen oficialmente las Cortes y, de ese modo, hacer un traspaso de poderes pausado y en orden. Así las cosas, Azaña tuvo que hacerse con el poder el día 19 de febrero, antes siquiera de que los resultados fuesen oficiales. Pórtela le había entregado el poder como si fuesen las llaves de un piso de alquiler308. El ambiente era de una tensión extrema, los trabajadores se habían echado a la calle en manifestación de júbilo, aunque no habían protagonizado los desórdenes que pregonaba la prensa derechista, mientras que, por otro lado, sectores vinculados al Bloque Nacional y al Ejército, Mola, Franco, Goded, seguían dispuestos a dar un
304
M. Vázquez y J. Valera, La guerra civil en Madrid, Madrid, Tebas, 1978, págs. 10 y sigs. Política, 8 de febrero de 1936. 306 El Luchador, 17 de febrero de 1936. 307 «España venció a Roma y su dinero, ¡Viva España!, ¡Viva la República!», en Política, 18 de febrero de 1936. 308 C. Rivas Cherif, Azaña, retrato de un..., pág. 655, citado por S. Julia, Azaña..., pág. 457. 305
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golpe de mano para impedir la anarquía que, según ellos, se avecinaba. A lo largo del día 18 habían corrido por Madrid insistentes rumores acerca de las intenciones de los militares. Al día siguiente, a temprana hora, Espía, que había permanecido las últimas jornadas en el periódico y al lado de Azaña inmerso en una frenética actividad, telefoneó al ex Presidente alarmado: «A las seis de la mañana me despierta Espía con una llamada telefónica: ha empezado lo de Cuatro Vientos, me dice...»309 De nuevo Espía es el heraldo de las malas noticias. Los organizadores del pronunciamiento habían intentado contar con la colaboración del general Pozas, director general de la Guardia Civil, quien se había negado rotundamente, negativa que junto con la falta de planificación y de seguridad en el triunfo, les haría aplazar la sublevación hasta fecha más propicia. Al cabo de unas horas Espía volvía a llamar a Azaña para rectificarle su anterior información y disculparse por su apresuramiento. No había ocurrido nada, pero la inquietud estaba en la mente de todos. El 20 de febrero Azaña llama a Espía para ofrecerle la Subsecretaría de la Presidencia, pero éste, habida cuenta de experiencias anteriores y de lo ilusionado que estaba con Política, rehusó pese al interés mostrado por el Presidente: «Le ofrecí a Espía la Subsecretaría de la Presidencia, que me haría un buen servicio en este puesto, porque tiene experiencia política y es muy mañoso; pero no aceptó: quiere seguir en el periódico (aunque como se lo advertí hace tiempo no tendrá público) y emplearse a fondo en la propaganda si el Gobierno organiza algo para ese servicio»310. Espía, que había participado a fondo en la reorganización de IR y en la campaña electoral, parecía un poco escarmentado de su paso por la política institucional y se inclinaba por hacer lo que siempre había hecho: hacer política pero desde el periodismo, su verdadera vocación. Además, creía que el Gobierno no había sabido vender adecuadamente sus logros del primer bienio debido a una pésima política informativa; ahora esta política era más necesaria todavía debido a la reorganización de las derechas y la amenaza que esto suponía para la supervivencia del régimen. Estaba convencido de que en los meses venideros se iban a librar batallas muy duras y no iba a ser la menor la de la prensa, por tanto, estimaba el fortalecimiento de Política como una condición necesaria para la buena marcha de la República, y a ello iba a dedicar todas sus energías. La derecha tardó unos días en reconocer el triunfo del Frente Popular, acusando a Azaña de haber tomado posesión con demasiada celeridad, y cuando lo hizo fue a regañadientes, argumentando que entre sus votos y los conseguidos por los partidos de centro sumaban tantos como los obtenidos por el Frente Popular, razones que rebatió Espía desde Política asegurando que esa afirmación era absolutamente falsa y tendenciosa, ya que si una coalición sacaba la mayoría absoluta lo que quedaba no era la mitad, sino menos, «además muchos de sus votos, sobre todo los rurales, fueron obtenidos mediante el soborno y la coacción caciquil»311, advirtiendo a los partí -
309
M. Azaña Díaz, Memorias..., tomo II, págs. 9 y 10. Ibíd., pág. 18. 311 «Ni persecuciones injustas, ni claudicaciones contra la República», en Política, 21 de febrero de 1936. 310
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dos de oposición que la ley era igual para todos y que el tiempo del compadrazgo y el privilegio había llegado a su fin: «Si las derechas entienden que en las normas de colaboración política entra dejar instalados dentro de los órganos y funciones del Estado a los enemigos de la República y que permenezcan ilesas las grandes oligarquías económicas con mengua de la justicia que se debe a los españoles laboriosos, entonces no hay convivencia política»312. Para Espía, la obligación de las derechas en ese momento debía ser la de ejercer de oposición leal y convencer a sus partidarios para que acatasen las leyes y aceptasen las reformas que el Gobierno iba a emprender, ya que es «el cerrilismo de ciertas zonas de la opinión conservadora lo que origina, la mayor parte de las veces, esa lucha social que llega a adquirir caracteres de guerra civil», recordando que la mayor parte de las leyes aprobadas durante el segundo bienio se habían hecho para defender los intereses egoístas de unos cuantos. Al constituirse las Cortes, Espía fue elegido miembro titular de la comisión de Estado junto a J. Álvarez del Vayo, I. Escandell Úbeda, L. Araquistain, R. Llopis, A. de Albornoz, L. Nicolau d'Olwer, M. Nelken y M. de Irujo. También fue designado suplente de L. Fernández Clérigo en la de Presidencia y de A. de Albornoz en la de Gobernación. En marzo de 1936, concedió una entrevista a El Luchador, que fue publicada precedida de una semblanza en la que se trataba del carácter y los desvelos de Espía para sacar adelante Política en un intento por crear un órgano de opinión republicana: «Diputado a Cortes y director del rotativo Política, realiza una gestión y una obra mucho más perfecta, mucho más digna de conocimiento y mucho más útil que muchos hombres públicos. Porque el alimento natural del pueblo, el gran nutridor, Carlos Espía, es el que cotidianamente presenta al lector, por medio de las letras impresas, el pensamiento, la defensa, la norma, de nuestra República»313. A preguntas del periodista sobre los resultados electorales, el director de Política respondía que siempre había creído en el triunfo y que lo único que temía era la presión gubernamental sobre los votantes; respecto a la participación de los socialistas en el Gobierno, la estimaba conveniente, aunque se sometía a lo que su partido decidiera al respecto. Consideraba que las últimas elecciones habían sido las más importantes de las celebradas, pues no se trataba únicamente de un cambio de Gobierno, sino del futuro de la República: «El pueblo español ha dicho que ni radicales, ni vaticanistas y sí ansia de paz, de justicia, de normalidad constitucional... Se ha presentado al pueblo un pacto-programa de base republicana y obrera, y a él votó...» Por último, afirmaba que la intención de la CEDA si hubiera ganado los comicios era acabar con la República, pero que en las actuales circunstancias no había ningún peligro puesto que las elecciones habían servido para fortalecer al régimen314.
312 313 314
«Límites de la tolerancia», en Política, 28 de febrero de 1936. El Luchador, 3 de marzo de 1936. Ibíd.
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4.6.2.
EN LA RECTA FINAL. LA SUBSECRETARÍA DE LA PRESIDENCIA
El panorama político se enturbiaba por minutos. Las voces que hablaban de golpes de Estado seguían retumbando por todo el país, incluso se sabía el nombre de los conspiradores hasta en las tertulias de los cafés. Los atentados se multiplicaban: magistrado Pedregal, E. Ortega y Gasset, Alférez Reyes —cuyo entierro desembocó en enfrentamientos entre falangistas, obreros y guardias de asalto, uno de tantos que terminaría con derramamiento de sangre—, incendios de iglesias y huelgas revolucionarias convocadas por la CNT, formaban un decorado poco propicio a la labor de cualquier gobierno, mucho menos para uno que tenía que emprender reformas de hondo calado. En definitiva, España vivía un clima de agitación y tensión creciente, unas veces surgido de la espontaneidad, otras de la planificación, pero de un modo u otro en la línea de lo que ocurría en otros países de Europa, aunque agravado por las especiales condiciones de pobreza del país. Gil Robles decía en las Cortes que el desorden y el crimen reinaban en la vía pública, Azaña que él no había venido a presidir una guerra, pero que si alguien estaba empeñado en promoverla estaría siempre al lado de la República. Desde Política Espía denunciaba la situación de acoso por la que pasaba la República y criticaba duramente la estrategia de la derecha, encaminada a crear un clima de agitación permanente en cuanto el Gobierno emprendía alguna reforma importante, advirtiendo que la República se vería obligada a actuar con toda fuerza315. Espía creía que la derecha española había abusado históricamente de los liberales, cuando los carlistas ganaban en una determinada zona la venganza era la única ley, por el contrario, si los liberales vencían todo se solucionaba con una amnistía y un Abrazo de Vergara. La magnanimidad liberal estaba en la base de la prepotencia con que tradicionalmente había actuado la derecha española, pero ahora había llegado el momento de ser firmes con los intolerantes: «Hoy ese liberalismo no nos interesa, ni sentimos la democracia al modo de nuestros antecesores. No hay libertad mientras que los que la niegan puedan combatirla a mansalva, ni la democracia es efectiva en tanto no se hayan abolido las injusticias que separan a las clases sociales»316. La derecha española no había aceptado todavía el juego democrático, fundamentalmente porque la democracia moderna exigía poner en práctica una serie de reformas que afectaban de lleno a los intereses por ella defendidos, porque suponía la pérdida de privilegios seculares y la transformación del Estado en un instrumento útil para la defensa de las libertades y derechos sociales de todos los ciudadanos. A primeros de abril los grupos socialista y comunista presentaron una proposición no de ley encaminada a hacer cumplir el artículo 81 de la Constitución, según el cual en caso de una segunda disolución las Cortes estaban obligadas a examinar si los
315
«Contra la agitación permanente», en Política, 5 de mayo de 1936. «La nostalgia del abrazo de Vergara. El nuevo concepto de la libertad», en Política, 6 de mayo de 1936. 316
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motivos argumentados por el Presidente de la República habían sido suficientemente válidos y, por tanto, inevitables los decretos de disolución. Si el Congreso dictaminaba en contra de los decretos supondría la inmediata destitución de Alcalá Zamora, cosa que ocurriría el 7 de abril. A mediados de ese mes Azaña decidió presentar su candidatura, siendo apoyado por todos los partidos del Frente Popular, aunque en el seno de IR se planteó una fuerte oposición encabezada por Carlos Espía. En una reunión habida en casa de Azaña, y cuando éste había convencido a casi todos los miembros de su grupo de sus razones, el periodista alicantino le dijo con toda claridad que su decisión era un gravísimo error que tendría consecuencias nefastas para el partido y para la República, ya que Azaña era el aglutinante principal de IR y del Gobierno y su encumbramiento en la Presidencia de la República supondría privar a aquéllos del concurso de su hombre más valioso, abriendo un período de inestabilidad y de crisis en un momento crucial para la vida del país y del régimen317. Pero la decisión de Azaña era firme y las palabras de Espía no sirvieron para que desistiera de ella, aunque sí, tal vez, para que la modificase parcialmente y no optase por apartarse completamente de las tareas de gobierno. Así al menos lo creía Hidalgo de Cisneros tras el nombramiento de Casares Quiroga como Presidente del Gobierno: «D. Santiago Casares Quiroga no daba un paso sin consultar a Azaña, lo que ocurría es que Azaña seguiría siendo el Ministro de la Guerra y el Presidiente del Consejo»318. El 8 de mayo Azaña se reunió con la minoría parlamentaria y los compromisarios de IR para despedirse oficialmente y justificar su determinación: «Acepto la designación con que me honráis por cumplimiento estricto de un deber político... Me aparto de la actividad política de partido; pero oídlo bien: yo no renuncio a mis ideales, no me aparto de ellos, son los ideales que hemos defendido juntos, los que constituyen nuestro programa y nuestra doctrina»319. El 10 de mayo se reunió, presidida por Martínez Barrio, la asamblea de diputados y compromisarios para elegir al nuevo Presidente de la República, saliendo designado Azaña 758 votos a favor y los 88 de la CEDA en contra, «por él votaron, además de los partidos del Frente Popular, los republicanos conservadores, los radicales, los nacionalistas vascos, la Lliga y los centristas. Azaña fue así no sólo el presidente de la izquierda, sino también de todo el centro y de las nacionalidades»320. Tras las elecciones se produjo la consiguiente crisis ministerial, intentando Azaña que fuese Prieto el encargado de formar nuevo Gobierno, propósito que no vería realizado por la fuerte oposición que su propuesta encontró en el Partido Socialista, metido en mil y una batallas internas y al borde de la escisión. Posteriormente Azaña recurrió a su amigo Casares Quiroga, quien, aunque enfermo y desacreditado ante una
317
Carta de Carlos Maulla a Carlos Espía de 8 de noviembre de 1947, APCE, Correspondencia, Alicante. 318 Ignacio Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo, Barcelona, 1977, vol. II, pág. 162. 319 «La reunión de los diputados y compromisarios de Izquierda Republicana», en Política, 9 de mayo de 1936. 320 M. Tuñón de Lara, «La Segunda Repúbica», en Historia de España, Barcelona, Labor, 1993, vol. IX, pág. 222.
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parte considerable de la opinión pública, seguía siendo persona de su más absoluta confianza y cuya lealtad estaba plenamente garantizada. Pese a todo esta decisión no tiene todavía una explicación clara y cabe preguntarse, como hacía Martínez Barrio en sus memorias, por qué no propuso para formar gobierno a otras personas de su partido menos polémicas como Barcia, Domingo o Ruiz Funes. La toma de posesión de Azaña no tuvo ni la pompa, ni el calor popular que acompañaron a Alcalá Zamora en diciembre de 1931. Las cosas habían cambiado radicalmente y la euforia de aquel momento se había tornado en desconfianza y temor hacia el porvenir; algo se notaba en el aire que lo hacía irrespirable, el miedo parecía adueñarse de la situación, incluso la misma ceremonia fue rápida y deslucida, como si nadie tuviera nada que celebrar: «Acababa yo —escribe Josefina Carabias— de enterarme de esto cuando me llegó una llamada telefónica de Carlos Espía, que estando en paro político, no quiso aceptar la Subsecretaría de la Presidencia, había vuelto al periodismo y dirigía el periódico de Izquierda Republicana. Como disponía de pocos medios y poco personal, solía pedirme información de última hora: —¿Qué noticias tienes ahí del Congreso?, a mí hace un rato que no me llama nadie, ni he podido comunicar con la gente nuestra que hay allí. —Pues lo último que yo sé es que todo terminó y que el Presidente se ha marchado. —¿¿¿Ya???— me preguntó Espía, que era un alicantino inteligente y socarrón a quien a veces el humor se le volvía negro... Debo recordar, además, que Espía había sido uno de los azañistas más opuestos a lo que consideraba una fuga o una deserción de su jefe...»321 Dentro de sus nuevos planes, del engranaje mental que Azaña se había construido, Espía resultaba pieza indispensable, siempre al lado de Casares, y al lado suyo, como si fuese una especie de ministro en la sombra. Primeramente quiso encargarle la cartera de Gobernación, a lo que se negó rotundamente, más tarde entre él y Casares le convencieron, apelando a su republicanismo, para que aceptase un cargo idóneo: la Subsecretaría de la Presidencia, puesto que ya le había ofrecido Azaña y que ahora aceptaba por la gravedad del momento. Además de por su vocación periodística, rechazó Gobernación porque no se veía otra vez en ese ministerio, la experiencia anterior no le había gustado mucho y prefería ocuparse de otro tipo de cuestiones menos relacionadas con los conflictos vivos de la calle. Sin embargo, en los meses siguientes, desde su nuevo cargo, tendría motivos más que sobrados para no relajarse, percibiendo nítidamente cómo se desbarataba el proyecto tantas veces idealizado.
J. Carabias, Azaña..., pág. 222.
[266]
CAPÍTULO V La guerra. El dolor (1936-1939) 5.1. ESPAÑA EN LLAMAS. LA DEFENSA DE UN IDEAL (MAYO-NOVIEMBRE DE 1936) 5.1.1.
EN VÍSPERAS DE LA SUBLEVACIÓN MILITAR
Para mayo de 1936 la situación parecía haber entrado en una dinámica de violencia imparable. Los atentados de uno y otro signo, los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden, entre falangistas e izquierdistas, las intrigas dentro de los partidos, pero ante todo, la conspiración contra el Estado de una parte sustancial y vital del mismo, en una clave todavía decimonónica por la cual los implicados creían legitimada su actitud en virtud de una autoatribución monopolística de la verdad, que dimanaba de su consideración como baluarte de la esencia histórica y el orden natural de España, todo ello dentro de un contexto internacional propicio, había logrado crear un clima en el que cualquier acción de gobierno que no fuese la suya estaba abocada al fracaso. Desde antes de las elecciones de febrero, grupos de altos mandos militares africanistas y monárquicos estaban dispuestos a impedir, en uso de sus atribuciones supra-institucionales, que el Gobierno del Frente Popular saliese adelante. A ese propósito respondieron las presiones ejercidas por Franco y Goded sobre Pórtela Valladares y el general Pozas1. La conspiración civil-militar siguió preparándose en los meses siguientes bajo las órdenes del general Mola, fijándose el 20 de abril como fecha probable para la sublevación, aunque volvió a retrasarse debido a que los infiltrados que tenían en la DGS y Presidencia les informaron de que el Gobierno estaba al tanto de todo gracias a una «imprudencia de Orgaz que en el Cuarto de Banderas expuso que Franco se haría con el ejército de Marruecos, Mola con el
J. S. Vidarte, Todos fuimos culpables..., Barcelona, Grijalbo, 1977, pág. 46.
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del Norte y Rodríguez Carrasco con el de Cataluña»2. Ante esta situación alarmante Política pedía que se procediese a la republicanización del Ejército: «Lo que no es posible dentro del ejército es la deslealtad, ni el desafecto al régimen, ni la simpatía hacia los que lo combaten. Quienes no caben dentro del ejército de la República son los oficiales que habiendo prometido servirla, llevan puesta en la guerrera la borbónica flor de lis y sueñan —ya que a procurarlas no se atreven— con quiméricas cuarteladas»3. Pero la desestabilización no provenía únicamente de los elementos militares, un sector de la prensa había iniciado una campaña dirigida a poner en tela de juicio la legitimidad del nuevo gobierno y los partidos de derecha atacaban duramente los tres ejes esenciales de su política: Estatuto catalán, reforma agraria y laicismo4. La reforma de la enseñanza volvía a ser la piedra angular de las reformas gubernamentales y de las críticas de la oposición, puesta otra vez de manifiesto con el proyecto de sustitución de la enseñanza religiosa: España quiere que la enseñanza sea laica como lo es en muchos países donde la Iglesia Católica no se dice acosada y donde los periódicos vaticanistas no plantean conflictos de ninguna clase a los poderes públicos. La escuela laica es una exigencia constitucional, hasta que se ha instaurado la República a las derechas no les preocupó la plaga de analfabetismo..., tranquilícense los periódicos clericales si lo que les desazona es ver privados de enseñanza a esos niños. La tendrán y no por gracia, sino por derecho que la República concede por igual a los nacidos de padres humildes y a los de cuna privilegiada. Pero enseñanza laica porque laico es el Estado y laicista la Constitución cuya vigencia ha conseguido rotundamente el pueblo5.
Para Política, laicismo era lo contrario de clericalismo, y a mayor exacerbación de éste, o sea de la tendencia del clero a preponderar, a imponer sus teorías, su doctrinas y sus intereses a la sociedad, mayor justificación tenía la profundización del laicismo y su reivindicación por la sociedad6. Por su parte, la ultraderecha había empezado, poco después de la victoria del Frente Popular, una estrategia de terror que salpicaría el país de motines, desórdenes y atentados. Esa estrategia estaba encaminada a demostrar con hechos la ingobernabilidad de la República, estrategia a la que no fueron ajenos los partidos y sindicatos de izquierda, que volvieron a apretar el acelerador de la revolución, esperanzados en que el deterioro del Gobierno republicano crearía las condiciones objetivas para la revolución. Así las cosas, desde las páginas de Política se pedía fortaleza al Gobierno, disciplina y tesón a los republicanos y el apoyo de las masas obreras para llevar a cabo el programa del Frente Popular, insistiendo una y otra vez en la aparición de «síntomas de aquel espartaquismo que, en vez de estimular a los gobiernos de la Socialdemocracia alemana, contribuyó a robustecer la contrarrevolución»7. En abril se había firmado el pacto Ítalo-alemán, el fas2
Ibíd., págs. 99 y sigs. «En qué consiste la republicanización del ejército», en Política,\5 de mayo de 1936. 4 Véase, ABC y El Debate, febrero-junio de 1936. 5 «El vocerío clerical contra la sustitución de la enseñanza religiosa», en Política, 24 de mayo de 1936. Véase, El Debate, 20 de mayo-20 de junio de 1936. 6 «El laicismo y la Biblia», en Política, 29 de mayo de 1936. 7 «Los mutuos sacrificios que exige el pacto del Frente Popular», en Política, 27 de mayo de 1936. 3
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cismo avanzaba en todos los países de Europa, fomentar los desórdenes callejeros, la inseguridad pública, no podía más que contribuir a su crecimiento en España. Tocaba al Gobierno resolver los problemas y a los republicanos apoyarlo haciendo patente su disciplina y cohesión8: el ejemplo de lo sucedido a la República de Weimar estaba siempre presente. Sin embargo, las facciones izquierdistas del Partido Socialista, comunistas y anarquistas no estaban por esa labor y no comprendían que su comportamiento llevaba irremisiblemente al triunfo de la reacción. En ese contexto, el tono de los debates parlamentarios comenzó a ser verdaderamente agrio y alarmante, los desafíos entre los diputados eran frecuentes, lo mismo que los insultos y las descalificaciones globales, y esto se reflejaba en la calle como si de un espejo se tratara. Unos días antes de la proclamación de Azaña como Presidente de la República, tuvo lugar un encendido debate entre Calvo Sotelo, convertido en portavoz de las derechas pese a sus pocos escaños, y Casares Quiroga. Calvo Sotelo acusó al Gobierno de estar en manos de los marxistas, asegurando que éstos tenían intereses por encima de los nacionales, Casares le contestó que las circunstancias de paz y orden en que se había desarrollado el Primero de Mayo habían irritado enormemente a los grupos de derecha, dedicándose desde entonces, con más enjundia que nunca, a provocar altercados de la máxima gravedad: «En registros efectuados por la policía en domicilios de derechas —dijo Casares— se han encontrado hasta balas explosivas dum-dum. En Granada se han recogido 13 armas y siete mil en Jaén, todas en domicilios de extrema derecha»9. La tensión y el nerviosismo siguió dominando el tono de los debates durante todo el mes de mayo, hasta llegar a mediados de junio a uno de sus puntos máximos con motivo de unas preguntas de Gil Robles a Casares sobre orden público. Gil Robles afirmó que en el último mes había habido en España 171 huelgas, 65 muertos y 230 heridos a consecuencia de la violencia callejera, asegurando que España estaba siendo conducida por el Gobierno hacia su destrucción10; el Gobierno se defendió alegando que detrás de muchas de esas agitaciones estaban las derechas y que con ello buscaban crear un ambiente que fuese irrespirable y justificar así una acción de fuerza. Vidarte afirma que ese día quedó declarada la Guerra Civil11. Como señala F. Schwartz, la agitación social había llegado a unos niveles altos, pero no mayores que los de la Francia de aquel tiempo con motines generalizados entre 1934 y 1936, y donde «sólo el 16 de marzo de 1937, por una sesión cinematográfica convocada por la agrupación fascista del coronel de La Rocque, que los socialistas y comunistas consideraron como una provocación, se produjo una violenta revuelta en la que perecieron 7 personas y heridas otras 300; entre ellas el Sr. Blumel, Jefe del Gabinete del Primer Ministro»12. Cuando Espía se hizo cargo de la Subsecretaría de la Presidencia, la conspiración
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Política, 30 de mayo de 1936. J. S. Vidarte, Todos fuimos..., pág. 113. 10 DSC, 16 y 17 de junio de 1936. " J. S. Vidarte, Todos fuimos..., pág. 171. 12 F. Schwartz, La internacionalización de la Guerra Civil española, Barcelona, Ariel, 1971. págs. 19-27. 9
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estaba muy avanzada. Los rumores no eran tales sino confidencias directas, llamadas de teléfono, artículos de periódicos, discursos y mítines que avisaban claramente de lo que se avecinaba. Presidencia del Gobierno, donde tenía su despacho Espía, era un hervidero de noticias que se amontonaban procedentes de todos los rincones del país. Hidalgo de Cisneros, ayudante militar de Casares, le advirtió en muchísimas ocasiones de la gravedad de lo que se tramaba, pero el Presidente del Gobierno le remitía siempre a Azaña o le contestaba diciendo que todo eran exageraciones; también Prieto, Vidarte y Cordero se entrevistaron con Casares para informarle de cuanto sabían, y éste, aparentemente confiado, les aseguró que estaba al comente de todo y que esperaba que el alzamiento estallase para estrangularlo y aplicar a los implicados todo el peso de la ley. Un día acudió con informaciones frescas el marqués de Carvajal, enviado por el general Goded, quien enterado de que el movimiento no iba a ser estrictamente nacional porque los conspiradores contaban con la colaboración de Italia y Alemania, decidió poner en conocimiento del Presidente de la República todo lo que ocurría, pero Azaña no dio importancia a sus confidencias, y si la dio fue en grado menor. Indalecio Prieto llevaba desde abril anunciando la proximidad de un levantamiento militar a gran escala, pero fue sobre todo en el mitin de Cuenca, celebrado el 1 de mayo de 1936, donde el dirigente socialista hizo un nítido análisis de la situación crítica por la que atravesaba el país y expuso un programa de varios puntos para evitar la catástrofe que, según él, se avecinaba: Para Prieto era urgentísimo emprender, con la máxima energía y el apoyo del mayor número de partidos, una serie de acciones de gobierno encaminadas a resolver los tres grandes problemas que asolaban a España: la conspiración militar, que a su parecer podría acaudillar Franco, el paro obrero y la reforma agraria. Para solucionar la amenaza militar, Prieto planteó a Azaña días después un plan que pasaba por remover de sus cargos a todos los mandos sospechosos, aupando a los puestos claves a reconocidos republicanos y jubilando a los refractarios13, sin embargo, la negativa del sector caballerista del PSOE impidió que Prieto accediera al poder y lo llevase a la práctica. Parece ser que el Gobierno estaba convencido de que la sublevación no tendría la envergadura que pronosticaban sus informadores y podría ser dominada fácilmente, preocupados como estaban por la creciente agitación obrera. Pero, independientemente de esta u otras conjeturas, cuando Espía llegó a Presidencia ya se sabía que se estaba preparando algo en los cuarteles. La situación era complicada en extremo, pero, como afirma Gil Robles en sus memorias, no existía un verdadero complot comunista, había desorden en el campo por las expectativas despertadas, y no satisfechas, por la reforma agraria, y miedo en los propietarios por sus consecuencias14; había un cambio en las relaciones de producción industrial que como mucho habría desembocado en la presencia de los sindicatos en las empresas, y, también el temor de los empresarios y financieros a que eso sucediera. Nada más. Lo que sí era real y cierto es que se estaba ultimando una sublevación militar con apoyo de la oligarquía tradicional española, y que sus promotores esperaban la mínima excusa para hacerla efectiva, y ésta llegó. La noche del 12 de
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J. S. Vidarte, Todos fuimos...,115. J. M. Gil Robles, No fue posible la paz, Barcelona, 1968.
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julio, cuando el teniente Castillo, significado republicano, salía de su domicilio fue tiroteado y muerto por un grupo de derechistas. Horas después varios guardias de asalto acompañados por el capitán Condes, de la Guardia Civil, se tomaban la justicia por su mano: se dirigieron a la casa de Calvo Sotelo, que estaba acostado, le dijeron que les acompañara, pidiendo éste hablar con el Director General de Seguridad, cosa que no fue posible ya que los secuestradores habían cortado los hilos del teléfono con anterioridad. Acto seguido fue sacado de su domicilo, subido a una camioneta de la Guardia de Asalto y allí abatido de un pistoletazo, posteriormente su cuerpo sería abandonado en el cementerio del Este15. Martínez Barrio ha contado en sus memorias aquellas horas decisivas: en principio creyó que se trataba de una detención gubernativa, llamó al ministro de Gobernación, Juan Moles, quien le aseguró que no había nada en ese sentido, pero que se empezaba a sospechar que la desaparición de Calvo Sotelo estaba relacionada con la muerte del teniente Castillo. Al rato volvió a telefonearle para advertirle de la gravedad que tenía que un hecho de tanto relieve fuese desconocido del Gobierno: «el ministro al igual que yo —explica Martínez Barrio— estaba angustiado, mal informado y peor servido, desconocía hechos ya sabidos por numeroso público. Convinimos en redoblar esfuerzos por encontrarle». Al rato se presentaron en su domicilio Fuentes Pila, Amado, el conde de Vallellano y Albiñana; estaban hablando cuando sonó insistentemente un teléfono, la entrevista quedó interrumpida y una tremenda sensación de desasosiego se apoderó del anfitrión: era el subsecretario de la Presidencia Carlos Espía, quien «entrecortadamente me comunicó la noticia que acababa de recibir: el cadáver de Calvo Sotelo había aparecido en el cementerio del Este... yo sentí la impresión de que todas las treguas estaban terminadas». Inmediatamente Moles quiso comparecer ante el Parlamento, pero accedió a los deseos opuestos de Martínez Barrio, quien ante el cariz que tomaban los acontecimientos decidió suspender las Cortes. José María Carretero y Novillo, como siempre, tenía otra versión de los hechos. Según su teoría fue Carlos Espía, máximo representante de la masonería en España, «sagaz, malévolo, estrafalario y adlátere azañista»16, uno de los principales instigadores del asesinato. Asistió a una reunión en el hotel Florida de Madrid junto a Uribe, Hernández y Prieto para tratar cuestiones de la máxima trascendencia con un hombre del Este, Bela Kun, enviado especial de los soviets en España ante el que tenían que rendir cuentas los dirigentes del Frente Popular. Tras una tensa discusión, Espía fue el primero en admitir la solución de matar a Calvo Sotelo propuesta por Kun. La idea de cómo hacerlo fue de Prieto, perfilándose los últimos detalles en otra reunión celebrada en la Casa del Pueblo de Madrid a la que asistieron Carlos Espía, Dolores Ibárruri, el capitán Condes, el estudiante de la FUE Coello y Enrique Puente. Para justificarlo planearon también la muerte del teniente Castillo. Carretero afirmaba que Espía puso todo en conocimiento de su íntimo amigo Alonso Mallol, advirtiéndole que había que dejar a un lado los escrúpulos por el bien de la revolución.
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lan Gibson, La noche en que mataron a Calvo Sotelo, Barcelona, Plaza y Janes, 1982. J. M. Carretero y Novillo, La revolución de los..., pág. 79.
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Comín Colomer elaboró otra teoría parecida en la que Espía aparece implícita y explícitamente implicado, pero esta vez el instigador no venía del Este, sino del Grande Oriente: En la sesión o tenida que la Gran Logia de París, establecida en la rué Cadet, 16, celebró el día 8 de junio de 1936,... se examinó el fichero relacionado con las personalidades que pudieran constituir el Frente Nacional y se apuntaron observaciones que a cada uno correspondían... He aquí textualmente la ficha de Calvo Sotelo: Peligrosísimo por su poder de captación de las masas. Cuenta con el apoyo de grandes núcleos capitalistas. Fracasado Gil Robles en el gobierno, constituye la única esperanza de las derechas nacionales. Es la única figura que puede aglutinar a su alrededor a todos los elementos contrarios al Frente Popular... Es urgente su eliminación total para impedir la formación del Frente Nacional. Tramítese esta nota con urgencia a nuestros HH: Casares Quiroga y Barcia para su inmediata ejecución17.
La patraña urdida por Comín y otros escritores de corte similar llega a tal extremo que no es preciso rebatirles, ellos mismos se encargan de hacerlo. Así, a Comín poco importa que la reunión de la Logia de París se celebrase el día 3 o el 6 de junio, en cada libro pone una, tampoco le interesa saber que Espía rio era Subsecretario de Gobernación sino de Presidencia, lo que verdaderamente cuenta para él es contribuir a la historia nacional de la infamia, cosa que hace con verdadera vocación. Pero la cosa no quedó en estos escritores de la primera posguerra, doce años después de los hechos, Lorenzo Carbonell escribe a Espía para referirle un artículo publicado en Información en el que se le acusa de ser uno de los principales implicados en la muerte del líder ultraderechista. El artículo en cuestión, basado en las investigaciones del sacerdote Turquest, asegura que el crimen se tramó en la Logia Plus Ultra de París por Carlos Espía y A. Barcia, dirigentes principales de la oposición a la Dictadura cuando Calvo Sotelo era el máximo valedor de la misma: «Cuando Espía da en París los últimos perfiles a la revolución, Calvo Sotelo, arrojado del Gobierno por la banca judeo-masónica y sus partidarios afines, esboza el plan salvador de España. Desde el destierro, Calvo Sotelo augura las etapas de la revolución y expone los remedios, en tanto Espía se dedica a proteger a la pandilla repugnante y asesina de Companys desde el Gobierno Civil de Barcelona»18. Finalmente, cuando Calvo Sotelo regresa a España y, hablando de religión, familia y propiedad, se convierte en la principal amenaza para el Frente Popular, Carlos Espía, siguiendo las instrucciones de la masonería, coloca a su amigo Alonso Mallol en la Dirección General de Seguridad y le encarga que, con todo sigilo, busque a una persona de la máxima confianza para ejecutar el crimen. Alonso confía la misión a un masón contumaz como el teniente Castillo, pero éste se niega y han de eliminarlo atribuyendo su muerte a los fascistas, acto seguido un grupo de guardias de asalto, clamando venganza, buscan y matan a Calvo Sotelo. De esta forma «el diabólico plan se realiza y la masonería queda inmaculada y libre de toda 17
E. Comín Colomer, La masonería en España..., pág. 431. Carta de Lorenzo Carbonell a Carlos Espía, 22 de agosto de 1948. APCE, Correspondencia EspláCarbonell, Alicante. Véase, «¿Qué es la Masonería? Emocionado recuerdo de Don José Calvo Sotelo en el XII aniversario de su muerte», en Información, 14 de julio de 1948, Alicante. 18
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sospecha»19. Como puede apreciarse la propaganda difamatoria del franquismo, la mentira como norma de actuación, no fue una estrategia coyuntural al calor de la guerra, sino que persistió en el tiempo hasta convertirse en norma esencial del mismo. Resulta sorprendente que doce años después de acaecido el crimen y nueve desde el final de la guerra, perdurase el odio a los vencidos de una forma tan cruel y miserable que no se conformaba con eliminar a los contrarios, sino que pretendía, con una insistencia enfermiza, manchar para siempre su memoria. 5.1.2.
LOS PRIMEROS DÍAS DE LA REBELIÓN
Cerradas las Cortes el día 15 de julio, el Consejo de Ministros se reunía en la tarde del 17 para analizar la situación, anunciando Casares que se tomarían las medidas oportunas para atajar la sublevación, que, según afirmaba, estaba muy localizada. El Gobierno debía conocer perfectamente el desarrollo de la conspiración porque había creado un grupo de información para intervenir los teléfonos de los principales complicados, gracias al cual Alonso Mallol supo que Mola era el máximo responsable e intentó detenerlo, a lo que se opuso Casares convencido de que el Gobierno tenía resortes suficientes para aplastar la rebelión en cuanto ésta se manifestase20. Conforme se fueron conociendo los primeros detalles de la sublevación de Marruecos, los sindicatos comenzaron a lanzar proclamas llamando a los trabajadores a echarse a las calles para defender la República, pero Azaña y Casares seguían temiendo la actitud de las masas y decidieron esperar para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. La incomunicación entre las altas instancias del Estado era total, sólo interrumpida por una llamada telefónica de Espía a Martínez Barrio desde la Presidencia del Gobierno: «Quiero dar a usted una noticia. Lerroux acaba de pasar la frontera portuguesa por la provincia de Zamora; —¡Ah!...; —Es significativo, ¿no?; —Sí, muy significativo. Colgué el aparato y enseguida se me vinieron encima las complicidades y realidades de lo que estaba ocurriendo»21. Martín Báguenas, comisario de policía implicado en el golpe de Estado de Sanjurjo y ascendido en tiempos de Lerroux, había visitado al dirigente radical esa misma tarde para anunciarle que al día siguiente se sublevaban. A los pocos minutos Lerroux montó en su automóvil y cruzó a toda prisa la frontera portuguesa. El día 18 la sublevación pasa a la Península avanzando con rapidez por puntos de Andalucía y Castilla, mientras, la indecisión del Gobierno exaspera a las organizaciones obreras. Casares dimite y Martínez Barrio intenta formar un gobierno de concentración, del que quedarían fuera comunistas y derechistas, con la intención de negociar una salida pacífica con Mola, empeño en el que fracasaría rotundamente ya que el General adujo que todo estaba decidido. Acto seguido, Martínez Barrio pre-
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Ibíd. J. S. Vidarte, Todos fuimos..., págs. 171 y sigs. D. Martínez Barrio, Memorias, pág. 357.
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sentaba su dimisión, sustituyéndole José Giral. El abatimiento del Presidente de la República hizo perder a los defensores de la misma horas decisivas y hasta buena parte de su autoridad, Indalecio Prieto diría años más tarde que «una vez producida la sublevación, el desbordamiento de las masas populares, únicas que podían batir a los insurrectos, quebrantó la autoridad del Gobierno largo tiempo... La Presidencia de la República nunca llegó a recobrar por completo su autoridad, y menos que sobre las masas, sobre los gobiernos...»22. A lo largo de todo el día 18 se producen reuniones en Presidencia para ver qué se hace. Una de las determinaciones de Azaña fue llamar a Maura, que se encontraba veraneando en La Granja, para que se hiciese cargo de un Gobierno de Concentración republicana; Azaña le informó de la situación y le pidió que se personase urgentemente en Madrid, contestándole Maura que aceptaría si todos aprobaban su propuesta de constituir una dictadura republicana que impusiese el orden en toda la nación, Azaña le dijo que estaba de acuerdo pero que debía consultar con los demás. Al poco tiempo le vuelve a llamar para comunicarle que aceptan su propuesta Barrio, Giral, Prieto, Besteiro, Viñuales, Amos Salvador, De los Ríos y Sánchez Román, oponiéndose Largo Caballero, que llegó a amenazar con la revolución social23. Durante todas éstas horas Espía mantuvo una actividad frenética recabando noticias, poniendo en contacto a unos y otros, llamando a los sindicatos, a otros partidos, aguantando el derrotismo de Casares, la dimisión de Martínez Barrio y la formación del Gobierno Giral, constituido en el Ministerio de Fomento, a donde se trasladó de inmediato, junto a Prieto, Just, Blasco Garzón, Negrín, Lluhí Vallesca y Barcia, para seguir prestando su entera colaboración. Según Luis Romero, Espía desempeñó un papel fundamental en las primeras horas de la rebelión dado el hundimiento de Casares. Todas las llamadas telefónicas pasaban por él, despachando de inmediato con Martínez Barrio o con Azaña24. Fue, casi, el único resorte dentro del Gobierno republicano que cumplió afortunada y eficazmente con las funciones que tenía asignadas. El día 19 el Gobierno supo de la sublevación de las tropas de Getafe y Carabanchel. Al enterarse Azaña, exclamó: «Es tarde ya para todo»25. Ese mismo día, el Gobierno Giral accedía en su primera reunión a las pretensiones obreras y acordaba facilitarles armas, el problema radicaba en que el grueso de las mismas se encontraba en el Cuartel de la Montaña, donde se habían acuartelado las tropas con significados hombres monárquicos. En las horas siguientes se produjo el asalto popular al cuartel, el Caballero Audaz, que al parecer estaba en las proximidades del lugar de los hechos, vio pasar a Espía en un lujoso automóvil: «En aquel instante pasaba a toda velocidad un lujoso automóvil (tras pasar un control). En su interior descubrí, arrellanada, la figura rechoncha, cheposa y plebeya del Subsecretario de la Presidencia, Carlos Espía... Hacía unos años que este miserable de Espía había intentado asesi-
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Indalecio Prieto, Palabras al viento, pág. 257. L. Romero, Tres días de julio, Barcelona, 1967, págs. 156 y sigs. Ibíd, pág. 241. AAVV, Crónica General de la Guerra Civil española, Buenos Aires, 1966.
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narme en París»26. En Cataluña, la sublevación había fracasado totalmente, avanzaba en Sevilla y otras zonas de Andalucía y Castilla; en Madrid, tras la toma del Cuartel de la Montaña, el poder estaba en manos de las organizaciones obreras. El Gobierno apenas controlaba nada. A los pocos días de la rebelión, Giral encargó a J. S.Vidarte que estudiase minuciosamente los documentos que había en una carpeta marcada con el nombre de «Roma». La sorpresa del dirigente socialista fue mayúscula cuando vio que se trataba del pacto militar firmado por los monárquicos españoles y las autoridades italianas el 21 de marzo de 1934. Por el mismo, Mussolini se comprometía a «ayudar con la asistencia y medios necesarios a los partidos de oposición al régimen vigente en España y en la obra de derrumbarlo y sustituirlo por una regencia que preparase la completa restauración de la monarquía...»27; además, el jefe fascista, en demostración de buena voluntad, les facilitaría inmediatamente 20.000 fusiles, 20.000 bombas de mano, 200 ametralladoras y 1.500.000 pesetas en metálico, cantidades que se irían incrementando progresivamente conforme las circunstancias lo fuesen requiriendo. Tras terminar de examinar el contenido completo de la carpeta, consciente de la extraordinaria importancia de su contenido, Vidarte marchó al Ministerio de Marina a fin de comunicar su hallazgo a Giral. Al conocerlo, el Presidente del Gobierno quedó vivamente sorprendido y pensó «en las repercusiones que la publicidad de ese pacto secreto tendría en Francia e Inglaterra»28. Sin pérdida de tiempo llamó a Carlos Espía y le entregó la documentación con el encargo de que le diera la máxima publicidad en el menor tiempo posible. La actuación de Espía se centró en tres direcciones, las cancillerías de Europa y América, la SDN, y los periódicos más importantes del mundo. En unas horas el contenido del pacto había alcanzado su máxima difusión y era conocido por todas aquellas personas que tenían que conocerlo. Sin embargo, las consecuencias, que en otra coyuntura internacional habrían sido decisivas, fueron mínimas porque Inglaterra había decidido tratar a las potencias fascistas con guante de seda. En efecto, la SDN, primer intento serio de coordinar las relaciones internacionales mediante la acción diplomática, había nacido con dos serios defectos: la ausencia de Estados Unidos y un pacifismo extremo materializado en el Pacto BriandKellog. En estas circunstancias el organismo internacional apenas si tenía capacidad de maniobra y sus funciones serían progresivamente suplantadas por las grandes potencias europeas. Desde la admisión de Alemania en 1925, la SDN había contemplado impertérrita cómo Japón invadía Manchuria, la invasión de Abisinia por Italia y el rearme de Alemania; las democracias europeas asistieron a estos actos de fuerza contrarios al pacto fundacional de la SDN sin mover un solo dedo. Tras el acceso de Hitler al poder y el progresivo avance del fascismo en Europa, la actitud de Inglaterra, y en menor medida Francia, principales potencias europeas, estuvo regida por la política de apaciguamiento preconizada primeramente por Baldwin y posteriormente
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J. M. Carretero y Novillo, La revolución de los patibularios. J. S. Vidarte, Todos fuimos..., pág. 347. Ibíd.
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por Chamberlain. En estas condiciones, las peticiones de ayuda y las denuncias efectuadas en los primeros días de la guerra por las autoridades españolas no iban a tener ningún éxito, pues chocaban de lleno con esa política al enfrentar indirectamente a Inglaterra y Francia con Alemania e Italia. De todos era conocido lo que Alemania tramaba, incluso es posible que Inglaterra también estuviese al tanto del pacto de los monárquicos españoles con Mussolini, pero en ese momento las democracias europeas habían decidido dar otro cordero más a la bestia y bajo ningún concepto estaban dispuestas a enfadarla. De este modo, la estrategia seguida por Inglaterra consistió en aislar el conflicto español para que no degenerase en una conflagración mundial. Los esfuerzos de la diplomacia española se estrellarían una y otra vez contra esa barrera infranqueable. Carlos Espía, que asistió varias veces a Ginebra como delegado del Gobierno español, tenía una visión bien sencilla de lo ocurrido en la escena internacional en los primeros días de la Guerra Civil: La verdad es que si se hizo a España víctima de un golpe de estado internacional no fue porque careciera de una política internacional definida o porque hubiera olvidado concretar garantías para su defensa: España fue agredida, sencillamente, porque así convenía a los planes de dominación internacional de las dictaduras totalitarias y se toleró internacionalmente que la agresión se consumase y se consolidaran sus efectos porque en aquellos trágicos y vergonzosos momentos internacionales, algunas democracias, puestas a elegir —según frase tremenda de W. Churchill— entre deshonra y la guerra, optaron por el deshonor, sin evitar por eso la guerra29.
Las gestiones de la diplomacia inglesa para neutralizar el conflicto español seguían progresando. Así el 23 de julio tenía lugar la Conferencia de Londres con la asistencia de los primeros mandatarios de Francia e Inglaterra, país que para estas fechas, en opinión de Ossorio y Gallardo, había hecho de la SDN una delegación del Foreign Office30. Baldwin, empeñado ante todo en salvaguardar los intereses internacionales de su país, pidió a los asistentes que se comprometieran a no intervenir en lo que llamó «asuntos internos de España», ya que eso podía desencandenar un conflicto de dimensiones incalculables; por su parte Blum manifestó su simpatía por España y el deseo de Francia de enviar armas al Gobierno republicano español, aunque con reticencias de Delbos, su ministro de exteriores. De vuelta a París, Blum se encontró con un clima bastante agitado: los conservadores habían promovido en la prensa una gran compaña en favor de la neutralidad y en la calle había manifestaciones casi diarias en favor de la República española. En los días siguientes el presidente de la República, Lebrum, le insistió sobre los riesgos que se corrían si vendían armas a España, mientras que su gabinete se dividía en dos bandos: Auriol, Delbos y Daladier, que amenazaban con dimitir si se apoyaba a España, y Cot, Violette y Durmay, abiertos defensores de esa ayuda. La balanza terminó inclinándose del lado neutralista cuando Blum supo, por boca de Delbos, que, en caso de conflicto, Inglaterra permanecería neutral31. En esta tesitura, ante el riesgo bélico y la evidencia de que Ita29 30 31
C. Espía Rizo, Escrito sin título ni fecha, probablemente de 1940, APCE, Escritos, Alicante. A. Ossorio y Gallardo, Mis memorias, Buenos Aires, 1946. F. Schwaitz, La internacionalización de la..., pág. 98.
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lia y Alemania apoyaban a los rebeldes, Blum decide no enviar armas a España y entrar en la órbita de las teorías defendidas por Inglaterra, argumentando que la neutralidad era la mejor forma de ayudar a la República, ya que permitiría a la voluntad nacional, una vez eliminada la intervención extraña, imponerse poco a poco y tomar las riendas de la situación32. En los días siguientes, el Gobierno francés elaboró un documento que recogía los términos en que se plasmaría la neutralidad, documento que sería entregado a partir del 15 de agosto a todos los países europeos para su adhesión, reservándose Francia el derecho a rectificar su política si no era firmado por Inglaterra, Rusia, Italia, Alemania y Portugal. El 3 de septiembre habían firmado la propuesta francesa veintisiete países, entre los que se encontraban las principales potencias europeas. El terror a Hitler por parte de Francia e Inglaterra inspiró la política de No-Intervención, según la cual los países firmantes se comprometían a ser neutrales y a no enviar armas a España, política que permitió comprar armas a los insurrectos y puso muchas dificultades para su defensa a un gobierno legítimo. El Gobierno Giral la aceptó creyendo que se establecerían controles rigurosos que impedirían la entrada a España de armas procedentes de los países totalitarios, pero cometió un enorme error de apreciación, al tiempo que hizo ganar una tremenda baza a los rebeldes al consentir que la comunidad internacional les reconociese, implicitamente, la categoría de beligerantes y, por tanto, igual consideración que al Gobierno33. Más tarde Álvarez del Vayo afirmaría que la República había abandonado su derecho legal a comprar armas para su defensa debido a la presión de las democracias que se comprometieron a que los rebeldes tampoco recibirían ayuda34. La intervención militar de las potencias extranjeras no democráticas siguió incrementándose tras el nacimiento del Comité de No-Intervención, mientras, las democracias abandonaban a la República española a su suerte. A partir de este momento en España hubo dos guerras, una de un gobierno democrático contra unos militares insurrectos, otra entre la URSS, Alemania e Italia. Por si fuera poco, el Gobierno de Estados Unidos, que había proclamado a los cuatro vientos su neutralidad, autorizaba a sus grandes compañías transnacionales, General Motors, Texaco y Ford, a negociar con Franco. De esta manera, cuando el 21 de septiembre la Delegación española presidida por Álvarez del Vayo, de la que formaban parte Espía y Ossorio y Gallardo, acudió al palacio de la SDN en Ginebra, todo estaba decidido y nadie quería escuchar las razones de España35, que fundamentalmente se centraban en pedir el apoyo de Francia e Inglaterra hacia un país democrático víctima de una agresión fascista, y en hacerles ver el grave error en que incurrían si dejaban a España a merced de esas naciones. La misión, como todas las posteriores, fue un completo fracaso, pues las decisiones tomadas por las democracias europeas en el Comité de No-Intervención fueron inamovibles.
32 33 34 35
L. Blum, «Discurso en el Luna Park», 6 de septiembre de 1936. Indalecio Prieto, Entresijos de la guerra de España, Buenos Aires, 1956, pág. 21. J. Álvarez del Vayo, Guerra y revolución..., pág. 310. A. Ossorio y Gallardo, Mis memorias...
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Pero, volvamos a las primeras jornadas de la rebelión militar. En aquellos días, uno de los empeños de Giral fue reconstruir las estructuras de poder y preservar la legalidad en toda la zona bajo su control. A tal fin se constituyó el 22 de julio la Junta Delegada del Gobierno en Valencia, región en la que la situación era muy confusa. Ante la indecisión del Gobierno en las primeras horas de la sublevación, las organizaciones obreras habían formado el Comité Ejecutivo Popular, que se había erigido en máximo poder regional; por su parte, el general Martínez Monge, sabedor de que varias guarniciones estaban con los insurgentes, había acuertelado las tropas y mantenía una actitud dudosa. La Junta, presidida por Martínez Barrio e integrada por Carlos Espía, Ruiz Funes y Martín Echevarría, tenía por misión confirmar la lealtad o sedición del general Martínez Monge, restablecer el orden constitucional en la zona bajo su jurisdicción, que comprendía las provincias de Albacete, Valencia, Castellón, Alicante, Murcia y Cuenca, evitar a todo trance cualquier derramamiento de sangre y reorganizar la retaguardia para enviar auxilios a las provincias que lo necesitasen. Quedó constituida el 22 de julio en Valencia, asumiendo de inmediato todas las funciones que en ese territorio correspondían al Gobierno Central, aunque esto fue más un acto simbólico que otra cosa, ya que el poder seguía en manos de las organizaciones obreras. Al día siguiente, Espía, que ocupaba dentro de la Junta el cargo de Jefe de los Servicios de Gobernación, acudió a Capitanía General para entrevistarse con Martínez Monge y saber personalmente cuál era su postura, saliendo satisfecho de la misma al asegurarle el General su lealtad al Gobierno republicano. Sin embargo, pese a la promesa de Martínez Monge, las tropas de algunos destacamentos siguieron acuarteladas y el 31 de julio fueron asaltadas por las milicias obreras, quedando toda la ciudad bajo el poder real del teniente José Benedito, afiliado al Partido Autonomista Valenciano y Presidente del Comité de Defensa local, organismo con el que habría de fusionarse la Junta Delegada para afianzar su poder. Max Aub ha dejado un breve escrito en el que recuerda la emoción y la tensión de aquellos días, reflejando someramente el papel jugado por Carlos Espía: Valencia, el 3 ó 4 de agosto de 1936, en la redacción de Verdad. Techos bajos, olor a imprenta, ir y venir de redactores con pistola al cinto. Eri el zaguán muchachos de las Juventudes, armados con escopetas de caza. No sé quien trajo el recado: en una fonda de la plaza de Castelar, estaban Jean Cassou, Jean Richard, Bloch y André Viollis. Dos minutos más tarde entraban en la redacción. La ciudad bullía. Las tropas acuarteladas tras el río, mantenían una obscura inquietud. Cada dos horas nos llegaban noticias de que se echaban a la calle para sostener la rebelión militar. El calor agobiante añadía misterios. Por las callejas traseras fuimos al Gobierno Civil. Colchones y ametralladoras en las ventanas del edificio neoclásico. Carlos Espía daba órdenes como un general: —No disparen hasta que yo dé la orden...36
Llegado el momento del asalto, Espía decidió ponerse al frente del mismo desde el Gobierno Civil valenciano, como estrategia para ir ganando terreno a las fuerzas revolucionarias y así avanzar en la normalización institucional. De este modo, el pe36
Max Aub, «Recuerdos de Jean Cassou», 1944, APCE, Escritos, Alicante.
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riodista alicantino «contribuyó en gran medida a someter el alzamiento en Valencia»37 y a aumentar el prestigio de la Junta, que, si bien nunca llegó a dominar la situación totalmente, pudo, a partir de aquí, dedicarse a desempeñar otras tareas más provechosas para las tropas republicanas. A mediados de agosto, Martínez Barrio declaraba a un periodista francés, que en toda la región el pueblo se había puesto inmediatamente al lado del Gobierno y que ello había facilitado mucho la labor de la Junta Delegada, asegurando que la misión principal de ésta, enviar tropas de refuerzo a los frentes de combate, se estaba llevando a cabo con la máxima diligencia. Por un lado, la Junta fracasó en la misión que se le había encomendado, ya que en el Comité Ejecutivo Popular se habían integrado los anarquistas, y el gobernador civil de Valencia, Braulio Solsona, que tenía casi más miedo a éstos que a los militares, se negó a darles armas provocando el asalto a los cuarteles del día 31 de julio y, consiguientemente, la toma efectiva del poder por dicho Comité. Pero, por otra parte, logró éxitos muy valiosos como la fidelidad de los militares, el abastecimiento a Madrid, la formación de milicias para los frentes de Albacete y Andalucía, y la moderación del Comité Ejecutivo Popular tras su fusión con él. A la vuelta de Espía a Madrid, los sindicatos habían ocupado las sedes y rotativas de los principales periódicos derechistas. Según cuenta M. García Venero, Espía quiso instalar Política, periódico que seguía bajo su control, en los locales de Editorial Católica, pero estaban ya incautados por los comunistas con la intención de imprimir allí Mundo Obrero, originándose un fuerte conflicto que terminaría resolviéndose con la partición del local: Mundo Obrero se editaría en la primera planta y Política en la segunda.
5.1.3.
MlSIÓN SECRETA EN BERLÍN
A mediados de agosto, Giral se propone poner orden en el turbio y enredado mundo de la diplomacia española. La situación era complicada, pues muchos embajadores mantenían una actitud equívoca y estaban llevando a cabo un doble juego. Francisco Ayala, encargado de la sección europea del Ministerio de Estado por aquel tiempo, ha dejado un sucinto testimonio de lo que ocurría: «Conforme progresaban las armas rebeldes, eran cada vez más numerosas las deserciones de funcionarios diplomáticos y consulares. Muchos de esos caballeros permanecieron durante el mayor tiempo que ello les fue posible cobrando sus sueldos del Gobierno republicano mientras servían desde sus puestos a la causa rebelde; y sólo cuando el Ministerio de Estado los llamaba a Valencia declaraban por fin abiertamente sus afinidades»38. El plan diseñado por Giral pretendía reorganizar todo el servicio exterior español, llevando a las legaciones a personas absolutamente fieles a la República. Uno de los problemas más graves surgió en la Embajada española en Berlín, donde su titular había protagonizado una especie de golpe de Estado diplomático pa-
37 38
H. Thomas, La Guerra Civil... F. Ayala, Recuerdos y olvidos, Madrid, Alianza Tres, 1982, pág. 202.
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sándose con armas y bagajes a los rebeldes. Ante esta eventualidad convenía actuar con urgencia y decisión, Giral llamó de nuevo a Carlos Espía y le encargó que viajase a la capital alemana, en misión secreta, para destituir al representante sedicioso y reorganizar la Embajada. Siguiendo las instrucciones del Presidente del Gobierno, partió para Berlín el día 8 de agosto acompañado por el agregado de la Embajada de París, Carlos Casado de la Fuente, quien había desempeñado el mismo cargo en Alemania. Llegó a las 7,30 del día 10 de agosto, siendo recibido por Marradas, agregado comercial, Eugenio Xammar, agregado de prensa, y dos jóvenes voluntarios españoles que se habían ofrecido para la vigilancia exterior de la Cancillería. Al momento le pusieron al corriente de lo sucedido y de la ausencia del embajador Agramonte, del ministro-consejero Quer Boule y del secretario Satorres. Al saber esto Espía se dirigió al despacho de Agramonte con la intención de esperarle allí mismo, pero su sorpresa fue enorme cuando Karl, un criado del embajador, se arrojó violentamente contra él mientras daba tremendos gritos pidiendo auxilio a la policía; en ese instante, un empleado de la Embajada apellidado Tell consiguió reducir al agresor derribándole de un certero puñetazo, momento en el que apareció en el lugar un grupo de seis u ocho policías que, previamente avisados de lo que podía ocurrir, estaban dispuestos a actuar en defensa del diplomático sedicioso. También acudieron varios empleados de la Embajada para apoyar a Espía: Marrades, Casado y el teniente coronel Riaño. Acto seguido explicaron a la policía lo sucedido, haciéndoles saber que sin demanda expresa del representante acreditado de España no podían entrar en la Embajada, ante lo cual los agentes salieron del edificio, aunque no de muy buena gana. Poco después se presentó el Embajador acompañado de dos ex agregados militares, varios policías y el ex Secretario, pretendiendo Agramonte negar a Espía cualquier autoridad y requiriendo a la policía para que fuese expulsado de la Embajada, de la que decía ser el máximo representante legal. Carlos Espía se negó enérgicamente a salir alegando la misión que le había encargado el Gobierno de la República española. La situación se complicaba por minutos, sobre todo por la ausencia de Quer Boule, único representante acreditado ante el Ministerio de Negocios Extranjeros y, por tanto, persona autorizada para cerciorar a las autoridades alemanas de la veracidad de lo dicho por Espía. En este momento, Espía decidió llamar al Cónsul de Dresde para que trasladase a Quer Boule la orden de presentarse inmediatamente en la Embajada, telefoneó al Secretario de la misma con idéntico fin, presentándose poco tiempo después con la intención de dimitir por las impertinencias de Agramonte y sus acompañantes. En las horas siguientes Marrades pudo hablar con Negocios Extranjeros y conseguir que retirasen a la policía, evitando que se llevase a cabo la expulsión de Espía, quien de nuevo quiso hacer entrar en razón a Agramonte, persuadiéndole de lo absurdo de su actitud. Agramonte le contestó con argumentos completamente absurdos, que si no había plazas libres en los hoteles de Berlín por las Olimpiadas, que si el Gobierno no le había pagado las últimas mensualidades, en fin, razones que sabían a pretextos y excusas, aunque, al final, tras reconocer que ya no era el Embajador de España, le aseguró que seguiría actuando como tal en representación de los militares sublevados. El 11 de agosto, Espía contactó con Quer Boules y con él se dirigió a Negocios Extranjeros, informando a las autoridades alemanas de su misión en Berlín y del [280]
nuevo organigrama de la Embajada española, a cuyo frente estaría Marrades como Ministro Encargado de Negocios, ya que Quer Boules no quiso aceptar, Xammar y Casado como agregados, el personal auxiliar y un grupo de jóvenes voluntarios que se encargarían del servicio telefónico y la vigilancia interior. Espía envió un minucioso informe al Gobierno de todo lo acontencido, afirmando que «de las informaciones recibidas se deducía que tanto Agramonte como Vargas, los agregados militar y naval y algunos jóvenes fascistas españoles residentes en Berlín actuaron de acuerdo con los generales sublevados, a sus órdenes y con la convicción de que triunfarían, fomentando, además, la deslealtad entre sus compañeros de carrera»39. Las peripecias de esta misión no acabaron aquí: el día 12 de agosto cuando Espía viajaba de regreso en el rápido Berlín-París, al llegar a la estación de Aquisgrán, sobre las 5,30 de la mañana, fue obligado por la policía germana a bajar del tren so pretexto de que su pasaporte no estaba en regla. Espía alegó que viajaba en misión oficial y que llevaba pasaporte diplomático, sin que la Gestapo hiciese el menor caso, siendo conducido sin la menor consideración a la comisaría de la estación, «donde el agente siguió examinando el pasaporte como si tuviera que descifrar en él algún enigma»40. Minutos después un agente le dijo que no podría abandonar la estación hasta que aclarasen algunos términos oscuros del documento, viéndose obligado a permanecer allí cuatro horas más. A las 9,30 volvió a preguntar a otros policías, comunicándole éstos que podría alojarse en cualquier hotel de la ciudad y que allí le avisarían: En efecto a las 11,30 un agente se presentó en el hotel Central, donde me había instalado, y me devolvió el pasaporte, diciéndome que podía continuar el viaje, sin más explicaciones. A las 16,15 tomé el rápido de París. No quise telefonear a nuestra Embajada en Berlín dando cuenta de lo que me ocurría, a fin de evitar que le diesen mayores proporciones al incidente y en espera de que se resolviese rápidamente, pero según me informó telefónicamente el Sr. Marrades, al saber éste que yo no había llegado en el tren en que hacía el viaje, telefoneó a la policía, y por ésta y también por el Ministerio de Negocios Extranjeros supo que había continuado el viaje41.
La intervención de Espía sirvió para solucionar momentáneamente el conflicto de la Embajada en Berlín, pero no para resolverlo definitivamente. En los meses siguientes las autoridades alemanas cometerían todo tipo de abusos y atropellos contra los representantes legales de España. Los días 3, 6 y 14 de noviembre el entonces Encargado de Negocios en Berlín, Revira Armengol, envió varios informes reservados bajo el epígrafe de Informe sobre atropellos a dos funcionarios diplomáticos españoles, en los que describía la dificilísima situación por la que atravesaba la Legación desde el asunto de Agramonte y la intervención de Espía en agosto último. Primeramente hacía mención de la detención y abusos cometidos por la Gestapo con el Cónsul de Francfort, detenido cuando viajaba a París, con toda su documentación en re-
39
Informe del Subsecretario de la Presidencia al Ministro de Estado, fechado en Berlín el 12 de agosto de 1936, AMAEXT, R.1031, Exp. 121. 40 Minuta de Carlos Espía al Ministro de Estado, fechada el 16 de agosto de 1936, APCE. 41 Ibíd.
[281]
gla, para llevar correspondencia oficial. Se le detuvo e interrogó en Colonia, obligándole a que declarase el contenido de la correspondencia y sometiéndole a un riguroso régimen carcelario, en el que una taza de café era todo lo que recibía por alimento42. Más grave aún fue lo ocurrido a Jorge Tell Novelles, quien poco después de su actuación al lado de Carlos Espía en el caso Agrámente, estuvo detenido diez días debido a una acusación infundada, sin que desde entonces hubiesen dejado de perseguirle en ningún momento. A los pocos días de su liberación fue encarcelado otra vez por la Gestapo, siendo puesto en libertad por el juez, quien, olvidando el principio de extraterritorialidad que protege a los empleados de cualquier embajada, invitó al Embajador español a expulsarlo del país en veinticuatro horas. En evitación de males mayores, Rovira Armengol acudió a Negocios Extranjeros para protestar y pedir garantías para su empleado si éste salía de Alemania, garantías que le fueron dadas. Posteriomente le acompañó al aeropuerto, permaneciendo en él hasta que vio despegar el avión. Pasadas unas horas telefoneó a París para comprobar si Tell había llegado, al comprobar que tal cosa no había sucedido se dirigió de nuevo a Negocios Extranjeros, donde le dijeron que el avión en que viajaba Tell había sido desviado y había aterrizado en Hannover, ciudad en la que fue detenido por tercera vez por órdenes especiales de Berlín, sin que esta situación hubiese variado pese a las protestas de los representantes españoles. El último informe de Rovira Armengol, íntimo amigo y persona de confianza de Espía, está fechado en París el 14 de noviembre de 1936 y en él narra los hechos que le habían obligado a abandonar la Embajada y trasladarse a París: el Gobieno alemán había pasado a la ofensiva total con el propósito de desalojar a los representantes legales de España de su Embajada, «para ello utilizaron un grupo de llamados falangistas», que, dirigidos por el antiguo embajador Agramonte y el ex-secretario Vargas Machuca, se dedicaban a intimidarle para que les entregase la Embajada «o no respondían de lo que pudiera pasar»43. Rovira se negó rotundamente y a las pocas horas era víctima de un atentado organizado por la Gestapo del que saldría ileso. Seguidamente los falangistas españoles, con el apoyo de las autoridades nazis, ocupaban la Embajada y Rovira Armengol telefoneaba a Luis Araquistain, Embajador en París, para contarle lo sucedido y pedir instrucciones sobre cuál debía ser su conducta ante una situación tan amenazante, sugiriéndole éste que abandonase Alemania con la mayor rapidez. Luego Armengol daba cuenta en su informe de las dificultades que encontró para salir del país y de la situación en que continuaba Tell: «El Embajador francés dijo que era gravísimo lo ocurrido, se puso al habla con el ministro alemán y gracias a él pude salir de Alemania. El Sr. Tell sigue en manos de la Gestapo, desde París el Sr. Araquistain hace todo lo posible. Si no se arreglan las cosas, sería conveniente no dejar salir de España a subditos alemanes funcionarios mientras no se tenga la seguridad absoluta de que los pocos que quedan en Alemania al servicio de la República puedan abandonar el país...»44
42
Informes del Encargado de Negocios en Berlín al Ministro de Estado, fechado los días 3, 6 y 14 de noviembre de 1936, AMAEXT, R-566. 43 Ibíd. 44 Ibíd.
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El 18 de noviembre de 1936 Alemania e Italia reconocían oficialmente al Gobierno de Burgos. Estos incidentes son buena prueba de la connivencia existente entre los Gobiernos de Hitler y Mussolini y los rebeldes españoles, y ponen en evidencia lo peligroso de la misión emprendida por Espía, peligro que habría sido todavía mucho mayor si el reconomiento del Gobierno Militar se hubiese producido en las fechas en las que estuvo en Berlín. Las misiones especiales de Espía no acabaron con la Junta Delegada y su viaje a Berlín. A finales de agosto Giral le enviaba a Barcelona con el encargo de limar cualquier diferencia con las autoridades catalanas a fin de coordinar eficazmente los esfuerzos de la Generalitat y los del Gobierno Central45. Espía convivió varios días con Companys en su residencia, logró aproximar a los dos Gobiernos y pudo apreciar hasta qué punto Companys se compenetraba con su pueblo: «Una noche, me propuso ir a un acto obrero que se celebraba en el Olimpia. Iremos solos, sin escolta —me dijo—, yo no la necesito porque estoy seguro de que nadie, ni aun los más extremistas y violentos se atreverán a tocarme. Saben que me he batido con ellos en la calle, que soy un hombre del pueblo, y por eso me respetan»46. El 3 de septiembre de 1936 dimitía Giral, sucediéndole Largo Caballero en la Jefatura del Gobierno. Espía fue nombrado Secretario General del Consejo de Ministros, pero se dedicaría especialmente a tareas diplomáticas como miembro de la Delegación española ante la SDN, tareas que no darían muchos resultados ya que las relaciones internacionales europeas estaban ya férreamente definidas por el Comité de No-Intervención y la conferencia de Nyon, a la que asistieron los países ribereños del Mediterráneo más Rusia, Alemania e Inglaterra. El 6 de noviembre, Largo Caballero nombraba su segundo Gobierno en el que se incluirían dos ministros anarquistas, hecho que fue considerado por el Presidente de la República como un verdadero desastre: «... No solamente contra mi opinión, sino contra mi protesta más airada, se impuso la modificación ministerial de noviembre, con la entrada de la CNT y los anarquistas, aconsejada como inevitable y útil por los mismos republicanos»47. Giral había departido con Azaña para intentar convencerle de que la entrada de los anarquistas en el Gobierno, era la única forma de captarlos para la causa republicana y, así, atemperar su furor revolucionario, paso imprescindible de cara a reorganizar la zona republicana y dar a su Gobierno la suficiente autoridad para ganar la guerra48. Sin embargo, estos argumentos no convencieron en absoluto a un Azaña que se sentía aislado, anulado, sin poder ejercer sus funciones, y que pensaba se debía poner fin a la guerra por vía diplomática, ya que —decía— «hay algo superior al régimen»49.
45
C. Espía, «El sentido humano de Luis Companys», en España Republicana, Buenos Aires, 1940,
APCE. 46
Ibíd. M. Azaña Díaz, Obras completas, México, Oasis, 1966-1968, tomo IV, pág. 592. 48 M. Azaña Díaz, Apuntes de Memorias inéditos y cartas, 1936-1938, Valencia, Editorial PreTextos, 1990, pág. 27. 49 Ibíd. 47
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5.2. EN EL MINISTERIO DE PROPAGANDA (NOVIEMBRE DE 1936MAYO DE 1937) 5.2.1.
ORÍGENES Y OBJETIVOS DE UN MINISTERIO
La primera decisión del nuevo Consejo de Ministros í'ue el traslado inmediato del Gobierno a Valencia. Carlos Espía, que había sido nombrado Ministro de Propaganda, visitaba Alicante y explicó a periodistas de El Luchador las razones de esa decisión: «Llegado el momento en que su permanencia en Madrid podía restarle libertad de movimiento para articular los esfuerzos de toda la España antifascista en servicio de la victoria total y de la propia liberación de Madrid, el Gobierno de la República se ha trasladado a Valencia. Lo ha hecho sacrificando todo a la eficacia y pasando por el trance amargo de alejarse en los momentos decisivos de la heroica población madrileña...»50 Los motivos del traslado del Gobierno a Valencia eran tácticos y estratégicos, las tropas sublevadas habían iniciado una ofensiva en toda regla para apoderarse de Madrid, llegando incluso a entrar en la Ciudad Universitaria. Temerosos de que los rebeldes terminaran ocupando la capital, los ministros decidieron que el Gobierno estaría más seguro en Valencia, ciudad en la que, además, tendría más libertad de movimiento por estar alejada de los frentes. En Madrid quedó a cargo de todo la Junta de Defensa compuesta por representantes de los partidos y presidida por el general Miaja, quien recibió instrucciones precisas para que, en caso de que las tropas insurrectas entrasen en la ciudad, el ejército republicano se replegase hacia la provincia de Cuenca, donde intentarían reorganizarse de nuevo. Las relaciones entre la Junta y el Gobierno pasaron por momentos muy delicados durante el segundo Gabinete Largo Caballero, quien obsesionado por la infiltaración comunista en todas partes, acusó a Miaja de dejarse manipular por ellos en numerosas ocasiones. Sin embargo, el prestigio de la Junta fue creciendo durante todo el 36, alcanzando su cénit con la victoria sobre los sublevados en el asedio de Madrid el 21 de marzo de 1937, mientras que, por el contrario, descendía la autoridad del Gobierno Largo Caballero zarandeado por múltiples conflictos internos. El 9 de noviembre de 1936, el Gobierno acometió la reorganización del ejército republicano mediante un decreto que centralizaba la dirección del conflicto en el Consejo Superior de Guerra, organismo compuesto por Largo Caballero, Álvarez del Vayo, Uribe, García Oliver y Just Gimeno. Poco después se constituyó el Consejo Superior de Seguridad, integrado por Galarza, Hernández, García Oliver y Espía51, institución que trataría de poner orden en la retaguardia. El 20 de noviembre llegaba al Consejo de Ministros la sentencia por la que se condenaba a muerte al dirigente falangista J. Antonio Primo de Rivera. El Comité de Orden Público de Alicante quiso, una noche de agosto, sacar a José Antonio, su hermano y su cuñada para trasladarlos
50 51
C. Espía Rizo, Entrevista concedida a El Luchador, 9 de noviembre de 1936. J. S. Vidarte, Todos fuimos..., pág. 616.
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a Cartagena, aunque su verdadera intención era fusilarlos. Sus propósitos fueron frustrados por la intervención del Gobierno y, sobre todo, por la de Indalecio Prieto, quien telefoneó a Cañizares, prestigioso líder obrero alicantino, para que utilizase toda su influencia para impedir la ejecución, cosa que consiguió52. Sin embargo, en noviembre el Tribunal Popular de Alicante condenaba al líder falangista a la máxima pena. En la reunión del Gobierno del día 20, Carlos Espía sugirió a Largo Caballero la posibilidad de canjear a su hijo, que estaba en manos de los rebeldes, por Primo de Rivera, propuesta que Largo rechazó tajantemente afirmando que allí no se habían reunido para tratar de su hijo53, aunque de nada habría servido esta propuesta ni la de indulto, que estaba en la mente de todos los ministros, porque cuando el Consejo de Ministros debatía el caso, J. A. Primo de Rivera había sido ya fusilado, sin que el Gobernador Civil de Alicante pudiese hacer nada para evitarlo54. Azaña, con quien Espía departía con mucha frecuencia a pesar del aislamiento en que se encontraba el Presidente, decía que al tratar esta cuestión Espía confundía el indulto con una revisión judicial en última instancia, cosa que en absoluto correspondía al Gobierno55. El Ministerio de Propaganda nace por un decreto presidencial de 5 de noviembre de 1936. La creación del ministerio venía dada por la necesidad de unificar posturas y dinamizar los esfuerzos que en ese sentido se estaban haciendo, aunque de modo disperso y muchas veces contradictorio. También respondía al deseo y voluntad de Carlos Espía, persona para la que fue creado, quien en febrero de 1936 había manifestado al Presidente de la República su disposición para trabajar en algún servicio de ese tipo56. En un artículo publicado en Política a principios de noviembre, Espía explicaba que la finalidad más inmediata de su ministerio debía ser «elevar la dignidad y el tono de la lucha y velar por todos los medios que da un potente organismo ministerial, por la verdad de España»57. Además, se encargaría de potenciar los hechos más nobles y eficaces de la lucha, tratando de eliminar aquellos que pudieran afectar a su dignidad y, por tanto, a la marcha de la contienda. El Ministerio de Propaganda mostraría el semblante de la nación española al mundo, su realidad, sus problemas, sus ambiciones, apoyando y coordinando todas aquellas iniciativas individuales tendentes a engrandecer el nombre de España en el exterior: «En España existen algunas iniciativas particulares de manifestación exterior. No se trata de suplantarlas con una burocracia, sino lo contrario: de hacer que surjan cada vez más, cada vez más pujantes, y a la vez que estén más coordinadas todas, no se perjudiquen entre sí, ni acusen desproporción, sino que se completen hasta constituir un armónico gesto de España, vuelta hacia el mundo...»58 El mismo móvil que llevó a Espía en 1934 a embarcarse en la aventura de editar un periódico sin tener medios econó-
52 53 54 55 56 57 58
Indalecio Prieto, Convulsiones..., tomo I, pág. 146. C. Rojas, Momentos estelares de la guerra de España, Madrid, 1997. J. S. Vidarte, Todos fuimos..., pág. 577. M. Azaña Díaz, Apuntes de Memorias inéditos..., pág. 28. M. Azaña, Memorias..., «La creación del Ministerio de Propaganda», en Política, 6 de noviembre de 1936. Ibíd.
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micos suficientes, le impulsaba ahora en este nuevo proyecto: si antes era la República la que necesitaba un medio de comunicación para explicarse y llegar mejor a la población, ahora es la causa republicana la que tiene que ser conocida por todos, las justas razones del pueblo español deberían llegar a los Gobiernos y a los pueblos de los países democráticos, única forma de que la República, como representante exclusiva de la España moderna, reformista y progresiva, subsistiera. Espía se había dado perfecta cuenta del momento histórico que le había tocado vivir y sabía que casi tan importante como la lucha en los frentes, era la batalla de la información: de nada valdrían los esfuerzos gubernamentales para hacer valer los derechos constitucionales en una situación tan compleja, si los rebeldes hacían creer lo contrario a la comunidad internacional, de nada servirían los argumentos empleados por el ejecutivo desde el primer momento para hacer saber al mundo que la guerra de España lo era de la democracia contra el totalitarismo, si la propaganda de los rebeldes lograba convencer a las naciones de que el Gobierno republicano estaba manejado por los comunistas. Convencido de esa realidad, Espía presentó su proyecto a Largo Caballero y éste lo aceptó. Por primera vez en la historia un Gobierno daba rango de ministerio a los asuntos relacionados con la propaganda. Pero el proyecto de Espía era mucho más ambicioso de lo que luego sería ese ministerio en sus nueve meses de vida: Propaganda debía ser un supraministerio que recabase para sí todas las competencias relacionadas con la prensa, la radio, las informaciones al exterior y la cultura, pero no con un afán fiscalizador, sino, antes al contrario, con el propósito de armonizar e incentivar cuantas iniciativas surgiesen para coadyuvar al triunfo republicano. Considerando que se trataba de una economía de guerra, sus funciones abarcarían la información y consejo para todos los quehaceres nacionales: «Puede y debe servir para la unificación de la producción y del consumo de todas las actividades españolas. Su información podrá evitar que se produzca con exceso una cosa, mientras que de otra se carece con daño y dificultad para todos. El Ministerio podrá tener siempre al tanto de lo que sea verdaderamente el interés del Estado y los particulares. Esto duplicará la eficacia de todos los esfuerzos, que, en adelante, no se deben inutilizar»59. Sin embargo, Espía nunca pretendió crear una entidad que programara y planificara de antemano las actividades de los ciudadanos, sino que para él lo principal siempre sería la iniciativa individual, encargándose su departamento de las tareas de coordinación. En otra entrevista publicada en diciembre por El Luchador, Carlos Espía explicaba el origen, los motivos y propósitos del nuevo organismo, haciendo ver que su teoría sobre la importancia de los medios de comunicación no era sólo una idea particular, sino una necesidad del régimen: «Desde el comienzo de la República se sintió la necesidad de crear un órgano que diera a conocer la inmensa labor de la República y desmintiera los bulos y disfunciones... El trabajo de propaganda surgió con la guerra de un modo espontáneo pero con cierto confusionismo... Así pues, el ministerio ha sido creado ante la necesidad de entregar, organizar, estimular y recoger toda la obra dispersa de propaganda y dirigirla a un fin
59
Ibíd.
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concreto para ponerla al servicio de la victoria»60. Pero para que esa labor fuese fructífera había que seguir unas estrictas normas de conducta, y de entre ellas la primera sería el respeto absoluto a la verdad, ya que cualquier estrategia basada en el engaño o la fantasía terminaría siendo contraproducente. Continuaba diciendo que otra misión de su departamento sería la estimulación de los valores morales y las virtudes creadoras del pueblo, uno de cuyos frutos había sido la Alianza para la Defensa de la Cultura, asociación de intelectuales con la que colaboraban muy estrechamente. La entrevista terminaba aludiendo a las relaciones con el Ministerio de Estado y la Generalitat de Cataluña, institución que tenía competencias absolutas en la materia: «Existe total colaboración entre la propaganda exterior desarrollada por el Ministerio de Estado y nosotros, al igual que con el Comisariado de Propaganda de la Generalitat, que encabeza nuestro fraternal amigo, con el que he vivido largos años de destierro, Jaime Miravitlles...»61; fraternal amigo que al principio de los años 60 renegaría de todo su pasado y desde un nacionalismo republicano de corte radical, pasaría a integrarse en la corte de Juan de Borbón en Estoril.
5.2.2.
ESTRUCTURA Y ACTIVIDADES
El día 23 de noviembre, Espía nombraba a Federico Martínez Miñana como Subsecretario de Propaganda. La estructuración interna del Ministerio de Propaganda fue pergeñándose a base de secciones, presupuestos y funcionarios procedentes de otros departamentos. El 3 de diciembre la Gaceta publicaba el Decreto por el que se le adscribía el Patronato Nacional de Turismo, en adelante verdadero núcleo administrativo del ministerio, disponiendo que se le asignasen también sus funcionarios, presupuestos y créditos, adecuándose siempre a las nuevas funciones que les serían encomendadas62. La propia naturaleza de la creación del ministerio y las circunstancias en que éste apareció, impidieron que se le dotara de presupuesto y funcionarios propios, recurriéndose al Patronato Nacional de Turismo porque este organismo había quedado sin funciones y disponía de una infraestructura adecuada dentro y fuera de España. En enero de 1937, el ministerio contaba con 140 funcionarios procedentes de otros departamentos63, contingente muy pequeño que se correspondía con la exigua cantidad de dinero que se le había asignado, cosa que, evidentemente, constreñía tremendamente los planes de Espía, que intentaría suplir estas carencias por medio de la colaboración voluntaria de artistas, escritores, periodistas y miembros de la FUE. La organización interna del ministerio fue tan peculiar que por no tener no tenía ni directores generales: inmediatamente detrás del
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El Luchador, Entrevista a Carlos Espía, 15 de diciembre de 1936. Ibíd. Gaceta de Madrid, 3 de diciembre de 1936. Gaceta de Madrid, 13 y 20 de abril de 1937.
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Ministro, por el que pasaba todo lo relacionado con la cultura y la propaganda republicana, estaba el Subsecretario y después, como único alto cargo, el Secretario General, encargado de las cuestiones técnicas y de la dirección de algunas secciones como la publicación Textos y documentos, folleto del que se hacían varias ediciones diarias para España, Europa y América; el Archivo, parte vital del ministerio, y Traducciones y Lecturas, sección en la desempeñaban una enorme labor los voluntarios de la FUE. Espía nombró como secretario particular y agregado al Ministerio de Propaganda, a Miguel Benavides Shelly, quien sería su auténtico hombre de confianza, y a Manuel Salvador Carreras, destacado militante de IR, como Delegado en el Automóvil Club de España, entidad que estaba bajo su jurisdicción. Además, dentro de este organigrama se podría incluir, por la notoriedad de su representación, al delegado de ministerio en la Comisaría de Propaganda y Prensa de la Generalitat de Cataluña, Joaquín Astor Astor, y al delegado de Propaganda y Prensa de la Junta de Defensa de Madrid, José Carreño España, encargado de acopiar información sobre los frentes para enviarla diariamente a Valencia y posteriormente distribuirla a toda la prensa, de distribuir en los frentes el material que enviaba el ministerio y de organizar actos culturales que sirviesen para mantener alta la moral de los combatientes. Pero, sin duda, la pieza clave de todo el engranaje burocrático eran los comisionados regionales y locales, integrados mayoritariamente por personal voluntario. Éstos eran los encargados de encauzar iniciativas, recoger materiales y difundir las informaciones recibidas desde Valencia. Sólo después de la crisis de mayo de 1937, cuando Espía dejó de ser Ministro para pasar a la Subsecretaría de Estado, el Gobierno daría una estructura coherente a este departamento, ahora dependiente del Ministerio de Estado: en primer lugar estaba el Ministro de Estado, después la Subsecretaría de Propaganda subdividida en cinco secciones: Dirección General de Propaganda, Asesoría Jurídica, Patronato Nacional de Turismo, Delegaciones en territorios nacionales y extranjeros y Agencias autónomas de propaganda. A su vez, la Dirección General de Propaganda se organizaba en cuatro subsecciones: Propaganda General, Información y Prensa, Ediciones y artes plásticas y Servicios especiales de radio. Las relaciones del Ministerio de Estado y el de Propaganda habían sido muy fluidas ya que ambos tenían funciones concomitantes. De ahí que tras la formación del Gobierno Negrín, y dado que una de las principales tareas del Departamento era la propaganda exterior, se le vinculase directamente a Estado, desde donde Espía seguiría influyendo decisivamente en sus directrices. De todos los cargos que ocupó Espía desde la instauración de la República, éste fue el que más a gusto hubiese desempeñado de no ser por las circunstancias trágicas en que tuvo que hacerlo. Desde el primer momento se entregó a él con entusiasmo; no había pasado una semana cuando, al objeto de mejorar las relaciones con la Generalitat, Espía se entrevistó con Luis Companys para invitarle al acto de homenaje que el pueblo de Valencia tributaría a Cataluña a mediados de noviembre, homenaje que culminaría con la imposición del nombre de Generalidad de Cataluña a una calle valenciana. El día 15 de noviembre, recibía a Victor Basch, presidente de la Liga de los Derechos del Hombre y del Comité Internacional de Ayuda al Pueblo Español, organismo encargado de «proporcionar dinero, alimentos y medicinas a los re[288]
publícanos españoles»64. Ese mismo día, en rueda de prensa, anunciaba que se estaba ultimando la emisión de un programa de propaganda republicana en Moscú: «En la emisión, organizada por el Ministerio de Propaganda, intervendrán los Coros del Ejército Rojo, una orquesta de instrumentos nacionales y varios artistas seleccionados entre los mejores de Moscú, y por último oradores y representantes de los sindicatos soviéticos...»65 El Ministerio de Propaganda se encargaba de todo lo concerniente a la imagen de la República en el interior y el exterior del país. Lo mismo de invitar a personalidades de relieve, que de organizar un mitin o una exposición en París. El trabajo lo hacían, fundamentalmente, periodistas del Frente Popular como Isaac Abeytúa, Díaz Fernández o Francisco Madrid, y voluntarios de la FUE, que organizaron el archivo fotográfico y los servicios técnicos especializados de cara a la propaganda exterior, montando para ello una sección de idiomas que incluía el esperanto y el latín. Pronto, los mejores cartelistas y escritores se sumaron al movimiento «contribuyendo con sus trabajos artísticos a sostener la moral alta en los frentes y la retaguardia»66. Renau, Sert, Picasso, Miró, Jacob, Eluard, Hemingway, Brecht, Rosif, Malraux, Ivens, Orwell, Koestler, Buñuel y otros muchos acudieron raudos a las llamadas hechas por el ministerio de Espía en demanda de solidaridad con la República, creando un ambiente favorable en la población de la mayoría de las naciones europeas y Estados Unidos, donde surgieron cientos de comités de ayuda a la democracia española, como por ejemplo: el American Medical Burean lo Aid Spanish Democracy o el Comité Norteamericano de Ayuda a la España Democrática. Una de las tareas en que participó abiertamente Espía fue en las sesiones que sirvieron como prólogo al Congreso de Escritores Antifascistas: «Esta tarde se han reunido los representantes de la intelectualidad antifascista, presididos por el Ministro de Propaganda Carlos Espía»67. La tarde del día anterior, 17 de noviembre, organizado por Propaganda, se había celebrado un mitin de intelectuales republicanos en el cine Olimpia de Valencia, asistiendo Ilia Ehrenburg, en representación de la URSS, T. Tzara, R. Rolland y A. Malraux, como delegados de Francia, Ángel Estevill y F. Marínez Ibáñez, por Cataluña, y Rafael Alberti, A. Machado, Max Aub y Luis Cernuda, casi todos ellos miembros de la Asociación Internacional en Defensa de la Cultura, cerrando el acto Carlos Espía. Antonio Machado, sacado casi a la fuerza de Madrid por el Gobierno de Valencia, intervino con estas palabras: «El fascismo es la fuerza de la incultura, de la negación del espíritu... El Museo del Prado, la Biblioteca Nacional han sido bombardeados sin otra motivación bélica que la clara necesidad de destruir que siente el fascismo...La cultura es un objetivo militar para los fascistas y para destruirla mandan sus aviones internacionales como embajadores de las fuerzas negativas de la historia. Ante esta contienda el intelectual no puede inhibirse: su mundo está en peligro...»68 Este acto sería el primero de una serie dirigida a armoni64 65 66 67 68
M. Rubio Cabeza, Diccionario de la..., tomo I, pág. 201. Política, 15 de noviembre de 1936. AAVV, Crónica General de la..., tomo III, pág. 335. El Luchador, 19 de noviembre de 1936. El Luchador, 27 de noviembre de 1936.
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zar los trabajos que, en favor de la República, venían desarrollando numerosos hombres de la cultura de todo el mundo, contando para ello con la colaboración de la citada Asociación Internacional para la Defensa de la Cultura, el Socorro Rojo Internacional, el Comité Internacional contra la Guerra y el Fascismo y la Alianza de Escritores, consiguiendo que el Congreso de Escritores Antifascistas, celebrado en Barcelona, Madrid y Valencia en junio de 1937, tuviese una enorme resonancia en todo el mundo. Entre tanto, a mediados de noviembre el Gobierno de Burgos era reconocido por Italia y Alemania, provocando una reunión urgente del Consejo de Ministros y el consiguiente manifiesto del Gobierno a la opinión pública: «Desde ahora el faccioso Franco cuenta ya con el beneplácito de Berlín y Roma. De este modo, las fuerzas conocidas por la perturbación y la guerra en el área internacional avanzan insolentes, en medio de la pusilanimidad de los gobiernos de los países democráticos, hacia el establecimiento de la hegemonía de los estados fascistas en Europa occidental»69. El reconocimiento de Franco por estos dos países no hizo sino confirmar las tesis gubernamentales que afirmaban, desde el primer día del alzamiento, que los rebeldes luchaban con el apoyo material de Italia y Alemania. El Gobierno lamentaba la pasividad de las potencias democráticas porque, pese al Tratado de No-Intervención, permitían a Franco adquirir cuantas armas apeteciese, y hacía un llamamiento a la movilización general del país y al sacrificio de todos para conseguir la victoria: Que no haya un rincón de la España libre que no sienta la guerra sin participar en ella. Racionamiento, cual lo exige una campaña larga. Que nadie mire una hora de trabajo o de sacrificio. Que cada uno se sienta responsable por su conducta de la vida de los camaradas que se baten en el frente de Madrid y en los otros frentes de la libertad. Que cada español se imponga a sí mismo el esfuerzo diario titánico de trabajar en la parte que le corresponda para asegurar el porvenir de todos y la firmeza de la paz70.
El manifiesto, que por su estilo bien pudo haber redactado Carlos Espía, iba firmado por todos los ministros para demostrar, en un momento tan crítico, la cohesión y la unidad del Gobierno y de todas las fuerzas antifascistas. Desde el Ministerio de Propaganda se organizaban espectáculos, programas de radio, periódicos de trinchera, conferencia y arengas en los frentes de conocidos políticos y escritores. De una enorme importancia fue la actividad desarrollada en Madrid organizando todo tipo de espectáculos, teatro, cine, conferencias, actividades deportivas y cuanto fuese preciso para animar a los soldados e intentar mantener en la ciudad un aire de normalidad, que se había perdido desde que comenzó el asedio: hasta principios de noviembre los teatros de Madrid funcionaron con relativa normalidad, después sólo el Capitel y el Monumental permanecieron abiertos bajo la dirección del Ministerio de Propaganda. Algo parecido ocurría con los cines, conforme el cerco de Madrid se recrudecía fueron cerrándose salas, continuando en funcionamiento las que 69
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«Un importantísimo manifiesto del Gobierno», en Política, 22 cíe noviembre de 1936.
Ibíd.
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dependían del Gobierno, lo que no impidió que durante estos terribles meses se estrenaran con gran éxito películas como Tiempos Modernos o Amor y odio11. A finales de mes, Espía anunciaba en la prensa y la radio un programa de conferencias dirigido a establecer las pautas que, en adelante, regirían la acción del Gobierno y a enaltecer el ánimo de los combatientes. La primera correría a cargo de Juan García Oliver. En ella el ministro anarquista expondría las normas a que obligatoriamente debería someterse la justicia republicana, en un intento serio del Gobierno por acabar con las detenciones ilegales y restablecer, dentro de lo posible, el Estado de Derecho; en la segunda, radiada también a todo el país, hablaría Luis Companys con motivo del aniversario de la muerte de F. Maciá; por último, los días 31 de diciembre y 1 de enero, diversas personalidades se dirigirían a toda la nación desde distintos puntos del país. En la misma comparecencia pública en que Espía dio cuenta de todo esto, insistió, como miembro del Consejo Superior de Seguridad, en una de sus más dolorosas preocupaciones: las detenciones y ejecuciones que, fuera de toda norma y movidas por irracionales deseos de odio, venían realizándose en las provincias leales, advirtiendo que su Gobierno regularía de modo estricto todo lo referente a detenciones, juicios, procedimiento legal, cárceles y registros, de cara a restablecer la autoridad, la legalidad y dignidad democrática de la República. El 13 de diciembre, sin que podamos haber dilucidado claramente el motivo, un grupo de guardias de asalto irrumpió en la casa de Carlos Espía en Madrid, situada en el número 17 de la calle Marqués de Urquijo, sacando de su interior numerosos objetos y enseres. Al parecer, los guardias aprovechaban los momentos en que los vecinos evacuaban sus casas debido a los bombardeos para penetrar en su interior y desvalijarlos. Una vez enterado de lo ocurrido, Espía se dirigió al Director General de Seguridad «para que se ordene a la citada fuerza que se abstenga de penetrar en ningún domicilio e impida que lo hagan otros»72. En enero de 1937 Espía es entrevistado de nuevo por varios periódicos, entre ellos El Luchador de Alicante, volviendo a hablar de conceptos y propuestas de futuro: «Antes de lo espectacular y lo ruidoso para mí la propaganda es lo auténtico y lo verídico. La mentira, incluso la exageración de la realidad son ineficaces, cuando no contraproducentes... Tanto más impresionante será nuestra propaganda cuanto más confianza tenga el pueblo en la autenticidad de lo que decimos...»73 En su opinión al Ministro de Propaganda correspondía dar noticias sobre la guerra, pero también difundir y defender la gestión de los distintos ministerios, de los cuales era el primer portavoz. En ese momento los objetivos inmediatos de su departamento eran, según el propio Espía, conseguir que las provincias de retaguardia se volcasen ayudando a Madrid, para lo que debían «suscitar en el pueblo un estado de opinión, un clima sentimental que favorezca el logro rápido de lo propuesto»74. Por último, afirmaba que una vez establecidos los servicios de radio con fines propagandísticos, estaban em-
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M. Vázquez, y J. Valero, La guerra civil en Madrid, págs. 197 y sigs., y 357. AHN, Madrid, Gobernación, Expediente de responsabilidades políticas. El Luchador, Entrevista a Carlos Espía, 12 de enero de 1937. Ibíd.
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peñados en aprovechar las enormes ventajas que ofrecía el cine, «de importancia capital como instrumento difusorio»75. Por el mismo tiempo, José Cano, redactor de Política, preguntaba al subsecretario de Propaganda, F. Martínez Miñana, por la marcha del Departamento. Miñana aseguraba que, a pesar de la precariedad de medios y de las dificultades encontradas, se había hecho una enorme labor gracias, en buena medida, a la colaboración desinteresada de escritores, artistas y funcionarios. Entre las actividades más fructíferas estaban las que se habían realizado en colaboración con la Embajada en París, destacando varias exposiciones en el bulevar de la Madeleine, antigua residencia del Patronato Nacional de Turismo: «En ellas por cuadros, por fotografías, por documentos y por trofeos de guerra, se muestra al mundo la realidad de la tragedia española»76. También en la capital francesa se había creado un centro turístico de «post-guerra y varios burós políticos» del ministerio para canalizar el apoyo de los intelectuales europeos77. La Embajada de España, regida por Luis Araquistain durante todo el tiempo que Espía ocupó el Ministerio de Propaganda, era el centro de mayor actividad política y propagandística de la República en el extranjero. Desde ella se llevaban a cabo los mayores esfuerzos diplomáticos, se intentaba acceder al mercado armamentístico y se organizaban actos culturales de todo tipo destinados a llamar la atención de los gobernantes y el pueblo francés sobre la realidad española. Luis Araquistain desempeñó una notable labor en el terreno propagandístico al contactar con una parte considerable de la intelectualidad parisina: Picasso, Gide, Rolland, Saint-Exupéry, Muezemberg, etc. El Subsecretario continuaba afirmando que todo lo hecho no era nada al lado del sistema internacional de propaganda que el ministerio se proponía desarrollar: «Se van a crear oficinas en Buenos Aires, La Habana, Montevideo, México, Nueva York, San Francisco, Praga, Bruselas, Londres, Estocolmo, Oslo y Moscú», oficinas que desempeñarían servicios complementarios a los realizados por los organismos dependientes del Ministerio de Estado. Además de los voluntarios, contaban con un grupo de pintores y escritores fijos. Entre los primeros estaban: Bernal, Lozano, Morales y Julián Marías; entre los segundos: Salazar Chapela, Matilde Goulard, Fernando Puig y Stuyck, encargados del teatro y las lecturas de propaganda. Especial mención merecía, a juicio de Miñana, la sección de radio dirigida por Benigne Selles, que transmitía diariamente a todo el país cinco ediciones del diario hablado La Palabra, contando para ello con la colaboración de Unión Radio de Valencia, Radio-Torrente, el Sindicato de Comunicaciones y, en general, todas las emisoras de los sindicatos y organizaciones antifascistas. Además, este servicio tenía un departamento de escuchas encargado de recoger las opiniones internacionales sobre el momento español y proyectaba crear una agencia internacional de noticias por radio, que llevarían Nováis y Prats, para que los países de todo el mundo estuviesen informados de lo que ocurría en España sin intermediarios. El ministerio tenía intención de
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Ibíd.
Política, Entrevista de José Cano a F. Martínez Miñana, subsecretario de Propaganda, enero de 1937, APCE, Alicante. 77 Ibíd,
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editar un boletín que se llamaría Servicio Español de Información, en el que se incluiría un noticiario y se ofrecerían datos sobre «la labor más destacada de cada ministerio y el punto de vista de las figuras más sobresalientes». En este campo, Propaganda apoyaría todas aquellas publicaciones antifascistas que aportasen ideas nuevas y, sobre todo, las que fuesen «continuidad espiritual de la democracia anterior»78, para lo que se contaba con la colaboración de escritores como Alberti, María Teresa León, Bergamín y otros. De inmediato se acometería la publicación de un libro de Eduardo Zamacois titulado Madrid, la ciudad heroica, un cancionero de guerra, un libro de fotografías de María Teresa León, un tomo de dibujos de Castelao y la puesta en escena, en el teatro Principal de Valencia, de la obra El triunfo de las Gemianías, original de Bergamín y Altolaguirre. Se pensaba crear un museo de la Guerra Civil en Valencia y otro de cultura popular y etnografía en el Palacio del Maestrazgo de Benicarló. El cine era un medio en el que tenían depositadas muchas esperanzas debido al auge que había alcanzado en la década de los años 30. Con la finalidad de allegar fondos para la producción cinematográfica, Propaganda había asumido las competencias que en este terreno tenía el Ministerio de Instrucción Pública y llegado a acuerdos de colaboración con los de Estado y Guerra: «Se hará un mitin plástico de gran efecto en la retaguardia y se rodarán imágenes de todos los frentes. Se cuenta con material y estudios de París, Nueva York, Rusia, Checoslovaquia, China y con el Comité ejecutivo de espectáculos públicos»79. Para coordinar todas las actividades en este sector, se crearía el Consejo Nacional de Cinematografía presidido por el Ministro de Propaganda, «con representación de los de Instrucción, Guerra, Estado, Hacienda, Comercio, Industria, Obras Públicas, Sanidad, Agricultura, CNT y UGT»80, siendo el organismo encargado de orientar la producción antifascista, la distribución y la financiación. Entre las producciones cinematográficas auspiciadas por Propaganda destacan el mediometraje España, 1936, encargado por Espía a Luis Buñuel a través de la Embajada de España en París, y Tierra de España, realizado por Joris Ivens con la colaboración de E. Hemingway y J. Dos Passos, película que fue proyectada en la Casa Blanca y luego, en una sesión especial destinada a recaudar fondos para la República, en casa del actor Frederich March, asistiendo K. Vidor, E. Lubistch, F. Lang, A. Litvak, L. Milestone, E. Flynn, R. Montgomery, Dashiell Hammett y Dorothy Parker. Se recaudaron 17.000 dólares que fueron empleados en su totalidad para adquirir ambulancias81. Desde enero de 1937 la producción cinematográfica sufrió un espectacular incremento, realizándose más de sesenta noticiarios semanales y un número ingente de documentales: Un día de guerra en el frente de Aragón, Refugiados de Guerra, España en fuego, Escuelas nuevas, Regadíos, Cataluña en Castilla, Aragón 1937, etc?2. La mayoría de las cintas reflejaban la vida en los frentes o los efectos de los bombardeos, pero también había documentales dirigidos a ensalzar los 78
Ibíd. Ibíd. 80 Ibíd. 81 R. Gubern, 1931-1936. La guerra de España en la pantalla, Madrid, Filmoteca Nacional, 1986, págs. 24 y sigs. 82 AAVV, Crónica General de la..., tomo III, págs. 322 y sigs. 79
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logros de la República, la disciplina y el trabajo. Finalmente, el Subsecretario de Propaganda anunciaba la celebración en febrero de un Congreso Mundial de Escritores Antifascistas al que asistirían, entre otros, H. G. Wells, B. Shaw, J. Dos Passos, B. Pasternak, R. Rolland y H. Mann. Dicho Congreso se celebraría en el Palacio del Papa Luna de Peñíscola, editándose una colección de discos con las intervenciones de los participantes más destacados83. De todos los proyectos culturales promovidos por el Ministerio de Propaganda, tal vez el de más calidad fuese la publicación de la revista Hora de España. Tanto por la valía de sus colaboradores, como por la cuidadísima edición, como por su contenido, estamos ante un verdadero monumento literario y sociológico que reflejó como pocos el compromiso sincero de una parte considerable de la intelectualidad española con la causa republicana. Pero, Hora de España no fue sólo una revista comprometida, sino que, además, fue la última expresión conjunta de la mayor y mejor generación de escritores y artistas que España había tenido desde el siglo xvn, expresión de la que Carlos Espía fue el principal artífice: En resumidas cuentas, Nicolás Guillen mereció también un trato de preferencia en la selecta y, por selecta, difícil Hora de España, cuidadísimo escaparate, escaso de concesiones, de la vida cultural de la España republicana, de rigurosos sumarios irrepetibles, bien conscientes sus redactores de que su papel era único —mantener el pulso y la curva ascendente bruscamente interrumpida el 18 de julio— respetuosas las autoridades patrocinadoras (el Ministerio de Propaganda y, en concreto, Carlos Espía) con su dinámica independiente, desde el inicio, avalada la revista por un senado a cuya cabeza figuraría Antonio Machado, firma señera de la totalidad de sus números, que atrajo sobre sus páginas un interés creciente y nunca decepcionado. Waldo Frank, por ejemplo, se apresuró a reconocer en The Nation (Nueva York, 15-4-39) que se trataba del mayor esfuerzo literario nacido de una guerra*4.
El primer número salió en enero de 1937 y el último, el número 23, en enero del 39, aunque correspondía a noviembre del año anterior. La redacción estaba formada por un grupo de jóvenes escritores, entre los que destacaban A. Sánchez Barbudo, Rafael Dieste, Manuel Altolaguirre, encargado de la edición, J. Gil-Albert, Ramón Gaya, Serrano Plaja, Ángel Gaos, María Zambrano, Casal Chapí y Quiroga Pía. Existía también un Consejo de colaboraciones que, presidido por Antonio Machado, se encargaba de supervisar la calidad de los escritos enviados a la revista. Este Consejo solía reunirse en la Casa de la Cultura, institución fundada por el Ministerio de Propaganda en los días más inciertos del asedio de Madrid como lugar de reunión y trabajo de los intelectuales republicanos85. María Zambrano ha dejado un buen testimonio del cordial ambiente que reinaba en la redacción de aquella irrepetible revista:
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Política, Entrevista de José Cano a F. Martínez Miñana, subsecretario de Propaganda, enero de 1937, APCE, Recortes de prensa, Alicante. 84 G. Santonja, Un poeta español en Cuba: Manuel Altolaguirre, Barcelona, Círculo de lectores, 1996, pág. 78. 85 Hora de España, núm. 23, noviembre de 1938.
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Y en cuanto al hacerse de Hora de España no sufrió especiales complicaciones ni fue de gran fatiga. Sólo la minuciosa corrección de pruebas por parte del secretario —apenas existen erratas— y el no muy agobiado despacho de la correspondencia. De todas las revistas que a lo largo de mi vida en situaciones normales he visto hacerse, Hora de España, es, sin duda, la que con menos problemas topaba. Ligera casi alocadamente se hacía. Cuando se caía en la cuenta ya estaba. Ningún conflicto, que yo sepa, con la Subsecretaría de Propaganda, de la que materialmente dependía. Ninguna lucha interna. Estaba bien fundada y no había sino regarla, servirla. Como en un arroyo de agua que fluye transparente, no había en ella fondo, ni trasfondo86.
La independencia de la revista respecto al Ministerio de Propaganda era tal, que Ramón Gaya, ilustrador de la misma, declaró al que esto escribe que jamás supieron de él durante el tiempo que estuvo en la calle, y que muchos de ellos no sabían ni quien era Carlos Espía87. El 11 de enero, Carlos Espía y José Giral viajaban a Madrid para visitar los frentes y reunirse con militantes de IR. Durante la visita Espía se entrevistó frecuentemente con José Carreño España, delegado de Propaganda y Prensa en la Junta de Defensa de Madrid, a fin de coordinar los programas de información y apoyo a la capital de España, participando también en un mitin organizado por dicha Junta en compañía de Jaime Miravitlles y Diéguez, acto que sería transmitido por radio a todo el país. El 19 del mismo mes se desplazó a Murcia junto a Ruiz Funes para hablar en otro mitin organizado por su partido; su intervención giró en torno a tres puntos primordiales: la necesidad de restablecer la disciplina y la jerarquía de los órganos gubernamentales republicanos, empezando por la Presidencia de la República, hasta ese momento muy desencajada en el organigrama institucional republicano; recuperar el principio de legalidad y orden en todos los actos, dentro de un programa tendente a recomponer todas las instituciones y garantías básicas del Estado de Derecho, aunque amoldadas a una situación de guerra, y delimitar hasta dónde llegaba el espíritu revolucionario de IR, cuyo programa pretendía poner coto a los privilegios sociales y económicos, pero defendía al mismo tiempo la iniciativa y la propiedad privada como motores de la sociedad, todo ello en una estrategia, que sería constante a lo largo del conflicto, para moderar los impulsos revolucionarios de un sector importante de la clase trabajadora88. Espía no hizo en este acto más que exponer el programa de su partido como instrumento válido para ganar la guerra y organizar la paz. Los mismos argumentos que emplea ahora para advertir del peligro que conllevaban los excesos revolucionarios y la indisciplina, los había utilizado en su etapa como Subsecretario de Gobernación para enfatizar el daño que hacían a la República los constantes de86
Ibíd., M. Zambrano, pág. XXV. Entrevista personal con Ramón Gaya, noviembre de 1997, Madrid. 88 El Luchador, 12 de enero de 1937. Sobre las medidas tomadas por el Gobierno para poner coto a las arbitrariedades y abusos sobre las personas en la zona republicana, es digno de mención la Circular de la Fiscalía General de la República, publicada en la Gaceta el 8 de enero de 1937, pidiendo a los tribunales populares que emitan sus veredictos con la máxima imparcialidad y con todas las garantías procesales, advirtiendo que se sancionará con la máxima energía todo acto de indisciplina y de arbitrarieda 87
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sórdenes derivados de los continuas huelgas y algaradas revolucionarias. El programa reformista de IR habría sido una solución para aquel momento, y lo sería ahora para éste si se recomponía totalmente la estructura democrática del Estado y todos, disciplinadamente, se sometían a ella, pues de ese modo podría articularse mejor la respuesta popular a los rebeldes y hacer una política exterior más efectiva, aunque en este terreno las posibilidades eran muy reducidas dada la estrategia seguida por los países democráticos. En el mismo discurso esbozó lo que sería un argumento usado hasta la saciedad por los dirigentes republicanos: la guerra de España no era un conflicto interno corno habían proclamado los países de la No-Intervención, sino que tenía una envergadura continental porque en ella se debatía el predominio de la democracia o del totalitarismo en toda Europa: «Todos los republicanos y obreros tenemos una misión nacional que cumplir: salvar a España y salvar a la República. Tenemos una misión internacional que cumplir: derrotar al fascismo internacional»89. La intervención de Espía en Murcia tuvo lugar una semana después del manifiesto de IR al país, manifiesto que hacía hincapié en los siguientes puntos: establecimiento de un orden republicano, moral, jurídico y social; ordenación de las fuerzas productivas para aprovechar las fuentes de riqueza; organización del Estado como servicio a la comunidad; reforzamiento de las autonomías regionales; ejército del pueblo y reparto equitativo de cargas y sacrificios; subordinación de todos al Frente Popular; vinculación de la tierra a la producción social; defensa de la personalidad humana y los derechos humanos; consideración de la libertad como valor eterno; confianza en la democracia regenerada por la Guerra Civil; y fortalecimiento de la unión de los antifascistas90. A principios de año, el Gobierno, dentro de su afán por recobrar todos los resortes del poder y la unidad de las fuerzas leales, hacía publico un decreto pidiendo el fin de la propaganda partidista y la unificación de todos los esfuerzos a fin de contribuir al aplastamiento del enemigo alzado en armas: Continúan apareciendo textos, documentos y actos oficiales, citaciones, normativas y alusiones a partidos y organizaciones que, a estas alturas, pueden interpretarse como actos de proselitismo partidista favorecido desde el Gobierno. Ha llegado el momento de que eso termine. El Gobierno es de todos los antifascistas... Por eso. esta Presidencia recuerda a todos los órganos de la Administración del Estado, Provincia y Municipio, la necesidad de extremar su cuidadosa atención para que en ningún texto o documento oficial, ni en ningún acto del servicio, se empleen expresiones susceptibles de ser interpretadas como actos de proselitismo o propaganda política91.
Con este decreto se daba un paso más hacia la centralización de las labores de Propaganda pretendida por Espía, quien aspiraba a que su ministerio fuese el canal de expresión de todas las fuerzas integrantes del Frente Popular, cuestión que estimaba fundamental para conseguir llevar a cabo una política eficaz. A finales de enero, Carlos Espía puso en marcha el Archivo y Laboratorio fotográfico del ministerio, dotándolo de medios suficientes para la importante tarea que 89 90 91
Ibíd. M. Vázquez y J. Valero, La guerra civil en..., pág. 260. Gaceta de la República, 6 de enero de 1937.
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se le encomendaba: dejar testimonio gráfico de los avalares de la contienda, desde los más cruentos a los más cotidianos: «Su finalidad es formar el historial gráfico de la guerra, ilustrar las publicaciones editadas por ese organismo y enviar a otras naciones grandes cantidades de fotografías a fin de formar un ambiente favorable a la causa republicana»92. El Archivo arrancaba con unos fondos de siete mil quinientas fotografías que abarcaban todos los aspectos de la guerra, tanto los referidos a los frentes como los de retaguardia, y se dividía en varias secciones por materias: proclamación de la República, sublevación militar, organización del ejército, pruebas de la invasión extranjera y obra cultural de la República. Desde su entrada en funcionamiento, la producción fotográfica del Archivo había ido creciendo progresivamente, alcanzando las mil copias diarias, aumentando al mismo tiempo el número de exposiciones itinerantes de material gráfico y los envíos a embajadas, consulados y organizaciones antifascistas de todo el mundo. Desde el punto de vista estrictamente bélico el éxito más notable del Ministerio de Propaganda fue la batalla de Guadalajara, en marzo de 1937. Si se exceptúan a mandos y jefes, la mayor parte de los combatientes del ejército rebelde eran campesinos italianos que, ante la crisis económica que sufría el país, se habían embarcado con destino a Abisinia con la promesa del Gobierno de que allí tendrían trabajo y una vida más digna. Cuando estaban embarcados, las autoridades italianas les comunicaron que el verdadero destino era España: «Mientras los legionarios italianos se encontraban en las trincheras, a partir del 12 de marzo, ateridos, empapados por la lluvia y con una desmoralización creciente, enormes altavoces les decían en su propia lengua que estaban siendo manejados, que habían ido a invadir un país para que la oligarquía se beneficiase mientras ellos sólo podían ganar la muerte o la mutilación»93. Inmediatamente después se oían palabras de Longo, Vidali o Nenni animándoles a desertar, luego las voces de los prisioneros italianos asegurando que todo había sido un engaño y que los republicanos los estaban tratando muy bien. Por último, cuando la megafonía cesaba, la aviación dejaba caer miles de octavillas sobre los desalentados italianos ofreciéndoles salvoconductos y recordándoles lo absurdo de su misión. La propaganda republicana no concluyó con el final de la batalla, sino que con el material recogido en la misma se inició una campaña por toda Europa para demostrar con pruebas fehacientes la participación de los países totalitarios en la guerra, campaña que dejó absolutamente indiferentes a los países democráticos europeos, respetuosos, pasase lo que pasase, con el Tratado de No-Intervención. Entre la propaganda republicana y la de los militares rebeldes había diferencias sustanciales, cualitativa y cuantitativamente. En la zona gubernamental, pese a la censura impuesta por el Ministerio de Propaganda, la prensa tenía una pujanza tremenda, puesta de manifiesto en la gran cantidad y variedad de publicaciones periódicas existentes, muchas de las cuales polemizaban entre sí o criticaban severamente al Gobierno. Esta heterogeneidad periodística, que se correspondía con la de las fuerzas
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AAVV, Crónica General de la..., tomo III, pág. 329. M. Vázquez y J. Valero, La guerra civil en..., pág. 303.
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políticas, obligó a las autoridades republicanas a promover intensas campañas de propaganda interior con el fin de homogeneizar los objetivos finales de todos los grupos antifascistas y recomponer la autoridad y el prestigio de las instituciones republicanas. Además, desde el primer momento las autoridades republicanas entendieron la importancia que tenía la propaganda exterior, esforzándose por que las noticias del conflicto y sus causas llegasen a todos los países de Europa y América a través de sus propios medios o por los periodistas acreditados en los distintos frentes, a los que se dio todo tipo de facilidades para que desempeñaran su labor, sabedores de que la mayoría de las noticias publicadas por la prensa extranjera les eran favorables y que ello repercutía positivamente en la opinión pública internacional. Por el contrario, en la zona controlada por los sublevados, la propaganda tuvo bastante menos intensidad, aunque contó con la participación de algunos autores de gran calidad como Sáenz de Tejada, uno de los mejores carteristas del momento. Las propias características organizativas y de mando de los rebeldes hacía innecesaria la inversión de esfuerzos y dineros en este servicio: no había que convencer a nadie puesto que existía un partido único bajo el mando de una autoridad militar, tampoco había discrepancias, y si aparecían se solventaban de forma drástica, ni existía una variedad de publicaciones periódicas que posibilitasen estados de opinión encontrados. La propaganda exterior tuvo también menos relieve puesto que las relaciones exteriores del Gobierno de Burgos eran más limitadas y la censura tan estricta que, según sir Robert Hodgson, primer agente diplomático inglés ante Franco, impedía que hubiese periodistas en los frentes de batalla, y, aunque en las dos zonas la censura filtraba todos los despachos que salían al exterior, en la zona bajo dominio rebelde no se hacía ningún tipo de concesiones, mientras que en la gubernamental todo eran parabienes y consideraciones para los periodistas y escritores foráneos. El Ministerio de Propaganda recibía periódicamente, desde los consulados o por mediación del Ministerio de Estado, informes sobre el estado de opinión, la prensa y la actitud de los Gobiernos de los diferentes países respecto al conflicto español. Del mismo modo, distribuía folletos, carteles, periódicos y fotografías a todas las legaciones. Sirva como ejemplo del funcionamiento del Ministerio en el exterior los casos de Argentina y Egipto, países donde la propaganda franquista era muy intensa: el 6 de enero de 1937 se creó en Buenos Aires, dependiendo de la Embajada y dirigida por Venegas, una oficina de prensa encargada de distribuir todo el material propagandístico y recoger lo que se publicase en Argentina y países limítrofes sobre España94. El 21 de febrero, el Embajador en Buenos Aires se quejaba en un informe del apoyo que los grandes periódicos de la ciudad —La Prensa, La Razón y El Mundo— daban a los rebeldes sin que esto pudiese ser contrarrestado por los periódicos liberales como Noticias Gráficas y Crítica. Sugería que para cambiar esa tendencia lo mejor sería que el Gobierno invitase a un nutrido grupo de periodistas a que visitasen España y «por sí mismos desmientan la propaganda fascista, ya que la mayoría de la opinión está a nuestro favor»95.
94
R-561. 95
«Informe del Embajador en Buenos Aires al Ministro de Estado», 6 de enero de 1937, AMAEXT, Ibíd., 21 de febrero de 1937.
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Entre los informes y escritos enviados desde Argentina abundan los que se refieren a la falta de material propagandístico como periódicos, películas o libros96. El Cónsul en Bahía Blanca advertía de la necesidad de que los envíos se hiciesen de forma segura, ya que tenía fundadas sospechas de que el material estuviese siendo «intervenido y sustraído ilegalmente»97. En abril de 1937, el Encargado de Negocios de la Embajada española se dirigía al Ministro de Estado para pedirle que hiciese todo lo pertinente para impedir que Lola Membrives pudiese representar, en un teatro bonaerense, la obra de Unamuno Raquel Encadenada9*. A los pocos días Álvarez del Vayo le contestaba diciendo que no se podía hacer nada porque temían represalias contra las dos hijas de Unamuno residentes en Salamanca99, aunque, posteriormente, Carlos Espía pidió a la Sociedad General de Autores que retirase a la Membrives «los derechos para representar autores leales, para que no se den casos como el estreno por ésta de Bodas de Sangre de Lorca a beneficio de Falange o el del 4 de mayo de Raquel Encadenada de Unamuno»100. El 27 de mayo, la SGAE prohibía a Lola Membrives representar la obra de Unamuno alegando que los derechos pertenecían a la Compañía de Enrique de Rosas. A finales de mayo, Jiménez de Asúa informaba que con el nombre de Prensa hispánica se había terminado de constituir la Oficina de Propaganda y Prensa en el Consulado General, siendo sus servicios los siguientes: 1. Edición diaria a multicopista de hojas informativas sobre España, dirigidas a orientar la opinión hispanoamericana y rectificar la del adversario, distribuyéndose a todos los periódicos y sociedades españolas de Uruguay, Paraguay, Chile, Argentina y Brasil; 2. Resumen semanal de la prensa argentina; 3. Archivo por materias de las publicaciones argentinas y las distintas informaciones que publiquen; 4. Preparación y publicación de anuncios solicitando solidaridad con España; 5. Edición de folletos y carteles; 6. Distribución del material de propaganda que se reciba; 7. Administración y venta de las publicaciones que lleguen de España, enviando la recaudación a la Subsecretaría de Propaganda101. Esta oficina de propaganda y prensa era una de las anunciadas por Martínez Miñana en enero, aunque no se pudo constituir hasta mayo del 37. Los consulados y embajadas solían enviar sus peticiones y quejas al Ministerio de Estado y éste las trasladaba a Propaganda. El 15 de febrero de 1937, el Cónsul de Alejandría se dirigía a Estado en demanda de material de propaganda para contrapesar la efectuada por los fascistas italianos y apoyar la labor pro-republicana de determinados elementos egipcios de ideología afín a la causa del Frente Popular102. El cónsul, E. Miaja Isaac, insistía en la enorme influencia de los italianos en la prensa
96
R-561.
97 98
«Informe del Cónsul de Bahía Blanca al Ministro de Estado de 30 de marzo de 1937», AMAEXT,
Ibíd.
Escrito de L. Jiménez de Asúa a Álvarez del Vayo, 10 y 24 de abril de 1937, AMAEXT. R-566. 99 Escrito de Álvarez del Vayo a L. Jiménez de Asúa, 20 de abril de 1937, AMAEXT, R-566. 100 Carta de Carlos Espía a la Sociedad General de Autores, 26 de mayo de 1937, AMAEXT, R-566. 101 Informe de L. J. de Asúa al Ministro de Estado, 29 de mayo de 1937, AMAEXT, R-566. 102 Petición de material de propaganda por el Consulado de Alejandría. 15 de febrero de 1937, AMAEXT, Alejandría, R-561.
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egipcia y la poca información procedente del Gobierno republicano que aparecía en ella, pidiendo a Propaganda que enviase material que reflejase la barabarie de los sublevados para insertarlo en los periódicos del país. Proponía, además, que «dado el ambiente de solidaridad que se aprecia en todo el mundo musulmán», que el ministerio enviase todos aquellos escritos relacionados con los desmanes y atropellos religiosos «cometidos por los facciosos en la zona de nuestro Protectorado de Marruecos, así como los relativos a la futura actuación de la República en el mencionado territorio». Miaja terminaba su informe aconsejando al Gobierno que todos los envíos de material a Alejandría se hiciesen por Marsella, ya que todos los que se mandaban por vía aérea pasaban forzosamente por Italia y podían ser interceptados. En febrero de 1937, tras el impacto enorme que causó en el Gobierno Caballero la caída de Málaga, Espía tuvo que emplearse a fondo para dar una explicación de lo sucedido que sirviese, también, para mantener alta la moral de los combatientes en un momento de pesimismo: «El verdadero lema de los nacionales, lo ha escrito, después de la pérdida de Málaga, un periodista francés: Franco, con tropas italianas, ha obtenido una victoria alemana.» Espía volvía a insistir en la teoría de que la guerra de España era un conflicto internacional dirigido por las potencias fascistas, mientras que las democracias miraban a otro lado. De no ser por la intervención Ítalo-alemana, Málaga nunca se habría perdido, es más, la guerra habría acabado meses atrás. Espía hacía un llamamiento a la conciencia de aquellos militares que por sentido corporativo o falso patriotismo se hubiesen sumado al levantamiento, invitándoles a que reflexionasen sobre si los objetivos que perseguían con su actitud se estaban consiguiendo: Creyó algún día que los militares se sublevaban para defender el orden y la autoridad, la religión, la familia, la propiedad y la patria... España con sangre y fuego es el orden conquistado. El ejército y la fuerza pública sublevados es la autoridad reestablecida. Los templos convertidos en fortalezas es la religión salvada. Lágrimas y lutos en cada hogar es la familia protegida. Bombas sobre las ciudades, campos asolados, es la propiedad respetada. Islas y puertos españoles propiedad de los alemanes e italianos es la patria defendida. ¡Tremenda contradicción! La voz silenciosa que cada hombre oye en su interior en momentos de angustia habrá interrogado vanamente: ¿Qué has hecho de lo que querías salvar y defender? Sobre las ruinas de la guerra —ruinas de vidas, de casas, de palabras y de principios— la meditación de quien no haya dejado de ser español se ahogará en un espantable remordimiento. ¡Orden, autoridad, religión, familia, propiedad, patria!... Contemplad la obra de sus guardianes...103
Pero la derrota de Málaga iba a tener efectos perniciosos dentro del mismo Gobierno, donde surgirían disputas y disensiones sobre la responsabilidad de la pérdida de la ciudad andaluza, disensiones que terminarían con el cese del general Asensio, máximo colaborador militar de Largo Caballero, y la ruptura total entre éste y los comunistas. El 23 de febrero, el Presidente del Gobierno escribía a Carlos Espía reprochándole la publicación en Política del artículo titulado: «Si en las destituciones se
103 C. Espía Rizo, Política, febrero de 1937.
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cifra el triunfo, no vayamos a encontrar la derrota en los nombramientos», artículo que consideraba un ataque directo contra el nuevo subsecretario de Guerra, Carlos Baráibar, y contra él mismo104. Largo le preguntaba si Política iba a colaborar en campañas de acoso y derribo como la que le había obligado a desprenderse de un colaborador tan valioso como Asensio, advirtiéndole que no estaba dispuesto a tolerar que desde partidos integrados en su Gobierno se pusiesen más dificultades a la gestión de sus colaboradores105. El motivo para que Largo Caballero dirigiese esta carta a Espía era, sin duda, porque le creía responsable de todo lo que publicase el periódico de su partido, por ello al mismo tiempo enviaba una queja al Consejo Nacional de IR. Al día siguiente, Espía respondía a Caballero, expresándole su sorpresa por haber leído la carta antes en la prensa que en su domicilio: «Como Presidente del Consejo, usted tiene el derecho de obrar de la manera que estime oportuna para defender la autoridad y prestigio del Gobierno, permítame que no siga yo el procedimiento de dar a la publicidad esta carta. También entiendo que Vd. se dirija a mí por un suelto publicado en Política y no a los otros ministros de I.R.» Respecto al artículo en cuestión, Espía decía que no sabía quien podía haberlo escrito y que tampoco lo había leído, por lo que no podía emitir juicios de valor respecto a sus intenciones, lo que sí aseguraba es que Política ni había participado ni participaría en campañas que afectasen a la credibilidad, autoridad y prestigio del Gobierno: «Dudo mucho que el suelto de Política se refiera al nombramiento del nuevo Subsecretario de Guerra, pues supongo por su fecha que está escrito antes de su designación, pero acerca de tal extremo, dejo la palabra al Consejo Nacional de I.R, al cual se ha dirigido usted también publicamente. Una vez que dicho organismo emita su juicio, ése será el compartido por mí»106. Finalmente, afirmaba que usaría toda la autoridad que su partido le había otorgado para reforzar el buen nombre del Gobierno, comprometiéndose a que si alguien dentro de IR o de Política, cosa que no creía, faltase a los compromisos contraídos, «será debidamente sancionado». Las explicaciones de Espía dejaron satisfecho a Largo Caballero y así se lo manifestó en carta de 25 de febrero107. A pesar de los esfuerzos del Gobierno Largo Caballero por aunar posturas entre las diversas fuerzas políticas y por hacer de las milicias un auténtico ejército, el hecho es que salvo en Madrid, donde la Junta Delegada de Defensa parecía haber centralizado, no sin gravísimos problemas, todo el poder, en la mayor parte del territorio controlado por el Gobierno siguió reinando una gran descoordinación. Los enfrentamientos entre grupos de diferente ideología, que culminarían con los acontecimientos de Barcelona de mayo de 1937, se imponían a los deseos de unidad ante la guerra pregonados desde el poder. Los anarcosindicalistas, con dos miembros en el ejecutivo, seguían su particular revolución en Cataluña, Aragón y Valencia; el Partido
104
G. Jackson, La República española y la Guerra Civil, 1931-1939, Barcelona, Orbis, 1985, páginas 316 y sigs. 105 Carta de Largo Caballero a Espía, 23 de febrero de 1937, APCE, Especiales, Alicante. 106 Carta de Carlos Espía a Largo Caballero, 24 de febrero de 1937, APCE, Especiales, Alicante. 107 Carta de Largo Caballero a Espía de 25 de febrero de 1937, APCE, Especiales, Alicante.
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Comunista, única organización disciplinada del lado republicano, continuaba su incursión progresiva en los centros de poder pese a la oposición de Largo Caballero y la mayoría de sus ministros. En tal situación, el Ministro de Propaganda y dirigente de IR, repetía una y otra vez lo que para él debía ser la actitud republicana: «El Partido republicano, en su tradición de honradez, con su posición de rectitud, ha de ser en todo momento lo que ha sido siempre: un ejemplo para los demás y un ejemplo para el mañana», arremetiendo contra la conducta de determinados grupos «pues al acabar la contienda será preciso juzgar la de cada uno». Defendía la revolución, pero una revolución constructiva, creativa y humana, y pedía a las fuerzas de retaguardia que cesasen en sus rencillas y se aplicasen al objetivo común: combatir al enemigo. Las discrepancias y contradicciones que aquejaban al Gobierno republicano no tardarían en salir a la palestra. A raíz de la crisis de febrero, Largo Caballero había expulsado a Rosenberg, embajador de la URSS, al que acusaba de inmiscuirse en los asuntos de España pretendiendo implantar un gobierno títere al servicio de Stalin. Además, seguía obstinado en destituir a Miaja, al que creía demasiado entregado a los comunistas. Por otra parte, en Barcelona y otras poblaciones catalanas estaba a punto de desatarse una nueva tragedia: en los primeros días de mayo se produjeron violentos choques entre comunistas, anarquistas y militantes del POUM. En la capital catalana el gobierno era ejercido de hecho por la CNT, ni la Generalitat ni el Gobierno de la República tenían poder real. El resultado de aquel conflicto fueron 500 muertos en enfrentamientos que duraron varios días y una publicidad muy negativa para los republicanos. Días después, los comunistas pedían al Presidente del Gobierno que ilegalizase el POUM y la CNT, a lo que éste se negó rotundamente. El día 14 de mayo el Gobierno dimitía abriendo una crisis que se resolvería tres días después con la formación del primer Gobierno Negrín. Largo Caballero decía que al formar su Gobierno, todos los integrantes habían acordado dejar a un lado sus rencillas para dedicarse exclusivamente a trabajar por la victoria de la República, sin embargo, los comunistas no habían hecho sino obstruir y obstaculizar todos sus proyectos. Pensaba que las acusaciones de los comunistas contra el POUM, al que relacionaban con la contrarrevolución y con Franco, eran patrañas ideadas por los agentes soviéticos para justificar la eliminación física de los disidentes. Indalecio Prieto y los ministros republicanos, indignados, hicieron ver a Largo Caballero, que quería seguir gobernando como si nada hubiera ocurrido, lo inviable de sus propósitos. La crisis de Barcelona había dejado maltrecha la imagen de la República en Europa, desbaratando los esfuerzos diplomáticos y propagandísticos del Gobierno para conquistar a la opinión pública internacional. Azaña, que durante esos días había estado sitiado en Barcelona, afirmaba en sus memorias que casi nadie se percataba de las consecuencias gravísimas de aquellas luchas: «De todas mis conversaciones saqué en conclusión: que en Valencia ni los mismos personajes oficiales, fuera de tres o cuatro ministros, (posiblemente Prieto, Giral, Espía y Just) se habían dado cuenta cabal de lo ocurrido en Barcelona...»108. Por su parte, Luis Araquistain,
108
M. Azaña, Memorias de...
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que había colaborado estrechamente con Espía desde la Embajada española en París, afirmaba que la propaganda republicana había tratado de vencer el miedo pueril de los países democráticos europeos a que en España triunfase el bolchevismo, asegurando que en España se impondría finalmente un régimen que nadie sabía a ciencia cierta cómo iba a ser, pero que en cualquier caso convendría a Francia e Inglaterra, pero toda esta estrategia se vino abajo tras los sucesos de mayo109. Pasados los años, cuando el exilio pesaba como una losa sobre las espaldas de los republicanos, Espía, comentando la decisión de Kruschev de suspender las pruebas nucleares, hacía la siguiente reflexión sobre la utilización de la propaganda como instrumento político: Kruschev es hábil en este argumento, pero sofístico. No se trata de suspender las pruebas nucleares y explotar esa suspensión como propaganda, lo que sería lícito; sino de decir que se suspenden las pruebas con fines únicos de propaganda, sin ofrecer ninguna garantía, ningún medio de comprobar que, en efecto, se han suspendido. En el primer caso se trataría de sacar un rendimiento lícito a una verdad, a un acto cierto; en el otro, de hacer pasar por verdad una mentira, o una verdad a medias o no verificada e inverificable, y éste es el sentido que por lo regular tiene, en política, sobre todo en política internacional, la palabra propaganda, sobre todo desde los tiempos de Goebbels y aún desde los primitivos de los camaradas del Agit-Prop. Decididamente para esa propaganda no he servido yo nunca. De ahí, entre otras cosas, que yo no fuera nunca un buen ministro de propaganda110.
5.3.
DE LA SUBSECRETARÍA DE ESTADO AL FINAL DE LA GUERRA CIVIL (MAYO DE 1937-MARZO DE 1939)
5.3.1.
LA SUBSECRETARÍA DE ESTADO
Tras la dimisión del Gobierno Largo Caballero, se constituyó el primero de los formados por Juan Negrín, del que desapareció el Ministerio de Propaganda, transformándose en una Subsecretaría dependiente del Ministerio de Estado. Negrín nombró, como es natural, a todos los ministros, y también a los subsecretarios, reservando a Espía la Subsecretaría de Estado por su experiencia en cuestiones internacionales y de propaganda. El ministerio estaría presidido por José Giral, persona con la que Espía había tenido siempre unas relaciones magníficas. Fue al poco de este nombramiento, tal vez entre la caída de Bilbao y la batalla de Brúñete, cuando Azaña, que seguía teniendo a Espía como una de sus personas de confianza, le leyó en la intimidad un fragmento de un libro que había escrito antes de la crisis de Barcelona y que seguía todavía inédito, Espía quedó impresionado: «Carlos Espía, Subsecretario de Estado que había venido a ser en aquel primer Ministerio Negrín, me hizo confidencia de su entusiasmo por unas páginas recientes que el Presidente de la República le había leído aquellos días. Cuando mi cuñado me hizo re109 110
L. Araquistain, En la guerra y..., pág. 34. C. Espía Rizo, «Libretas de notas», 5 de abril de 1958, APCE, Alicante.
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ferencia por primera vez de la Velada en Benicarló...»ni Azaña continuaba apartado de los gobiernos que se iban formando. Si lo había estado con Largo Caballero, no lo estaba menos ahora con Negrín. Las únicas bazas que podía jugar pasaban por los ministros o altos cargos republicanos, que no siempre estaban dispuestos a ello. Espía, sin embargo, hacía confidencias con él periódicamente, manteniéndole informado de las decisiones e intrigas gubernamentales, aunque sus opiniones acerca de la situación no eran enteramente coincidentes y en algunas ocasiones discutían vehementemente. Así ocurría, por ejemplo, cuando hablaban sobre el papel de los republicanos en el Gobierno: Azaña decía que estaban sometidos al resto de los partidos, Espía que hacían todo lo posible por que prevalecieran sus pareceres y que lo peor era adoptar una actitud indolente y pasiva112. La primera tarea de los nuevos responsables de Exteriores fue la reorganización de sus servicios, dentro de los cuales tendría especial significación la creación por parte de Carlos Espía del Gabinete Político y, dependiendo de él, la Sección de Información, servicio que a pesar de la enorme penuria de personal que tenía —hubo funcionarios que no disfrutaron ni de un solo día de descanso en todo un año— desarrolló una notable labor de espionaje y de difusión de las razones del Gobierno republicano113, colaborando estrechamente con la Subsecretaría de Propaganda que dirigía Martín Echevarría, compañero de Espía en la Junta Delegada del Gobierno en Valencia. También creó el Gabinete Criptográfico, hasta entonces inexplicablemente inexistente. Pero donde Giral y Espía tenían proyectado poner en práctica una profunda reforma era en la representación española en el exterior, empezando por la Embajada en Francia, eje de la política internacional española, a cuyo frente colocarían a un hombre próximo al ideario de IR: Ángel Ossorio y Gallardo. Pretendían, tras la dimisión de Araquistain, darle un carácter más estrictamente republicano y convertirla en punto de enlace de todas las legaciones españolas, aunque estos proyectos iban a chocar desde el principio con innumerables inconvenientes, tanto de índole presupuestario como organizativo, provocando las airadas protestas del Embajador. La cosa era tan seria que apenas si había dinero para hacer frente a los compromisos adquiridos, por pequeños que éstos fuesen: «Le remito a usted adjunto una nota que me envía Buñuel. Requiere el pago de doce mil y pico francos por trabajos realizados... ¿De dónde saco yo esa cantidad? Seguimos en la cofusión de siempre y contra todo deseo sigo pidiendo dinero de la Caja de Adquisiciones Especiales»114. Buñuel reclamaba cantidades que le adeudaba el Gobierno por el mediometraje España, 1936, cuyo pago se había ido aplazando por falta de fondos. Ossorio decía que todo aquello era un embrollo que podía costar muy caro al Embajador y al Ministro de Hacienda, pidiendo a Espía que pusiese orden en ese desbarajuste: «Hágame el favor de
111 112 113 114
C. Rivas Cherif, Azaña, retrato de un..., pág. 183. M. Azaña Díaz, Apuntes de Memorias..., págs. 87 y sigs. AMAEXT, R-547, Exp. 10. Carta de Ossorio y Gallardo a Espía, 9 de julio de 1937, AGA, AE, 11.042.
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resolver de una vez la asignación de cantidades para cada cosa a fin de que yo sepa de lo que puedo disponer, rinda cuentas donde proceda, de referencias y alusiones cuando no pueda hablar y, en todo caso estemos al amparo de una política financiera clara»115. No eran sólo los medios económicos los que fallaban, también los humanos, incluso para secciones tan importantes como la de cifra: No crea usted que me ha hecho la boca un fraile, primero porque a mí los frailes no me hacen ni la boca ni nada. Y después porque usted como el Sr. Ministro, están mejor enterados que nadie del trabajo enorme que hay que desarrollar aquí. La Embajada es normalmente una función diplomática, pero hoy tiene sobre sí, además de las cuestiones de guerra propiamente dichas; las de la evacuación; las de la propaganda; las de la captación de sustancias alimenticias; las del transporte, etc. Sé que yo podría nombrar dos funcionarios, pero no quiero que nadie diga que yo tengo protegidos...116
La descoordinación llegaba a tal extremo que a veces se pedía al Embajador su opinión o su colaboración sobre cuestiones de las que no tenía la más mínima información: «En la nota verá usted que me habla de que el Buró de Propaganda en el Extranjero se convierte ahora en una sucursal de Film Popular de Valencia. Ni sé lo que era aquella oficina, ni sé lo que es Film Popular de Valencia, pues nadie se ha ocupado de decirme ni una cosa ni la otra. Insisto en que es mal sistema dejarme caminar a ciegas y crear instituciones a espaldas de la Embajada. Ya sé que éste no es el criterio de usted»117. Por su parte, Espía, en uno de sus habituales encuentros con Azaña, le decía: «con Don Ángel Ossorio no se puede. Hay exceso de burócratas en la Embajada. La contabilidad es un lío que no se pondrá en orden hasta que se mande allí un contable. Confunde el dinero del Servicio de Información con el de Propaganda, saca dinero de unos fondos y de otros. A veces no tiene, otras le sobra»118. El desorden y las disputas intestinas de la zona republicana se reflejaban someramente en muchas de las embajadas españolas. A principios de julio Cipriano Rivas Cherif escribía a Espía para darle cuenta de la indisciplina reinante en los ambientes diplomáticos europeos: «El que para responder a cualquier queja o lamentación, lo primero que se le ocurra a cualquier Rubio Hidalgo sea decir: Si, hay que hacer las cosas sin pararse en barras y por encima de los vayos y espías. Yo prefiero dar las quejas a la persona que corresponda y más cuando ésta tiene un cargo, lo demás es puro desorden y consentirlo error»119. Rivas se lamentaba en su carta de la ineficacia del Ministerio de Estado desde la formación del primer Gobierno Caballero y denunciaba la «absoluta incompetencia del nuevo representante español en Berna, el di115 116
Ibíd.
Carta de Ángel Ossorio a Carlos Espía, 17 de septiembre de 1937, AGA, AE, 11.042. 117 Carta de Ángel Ossorio a Carlos Espía, 9 de julio de 1937, AGA, AE, 11.042. 118 Conversación de Carlos Espía y Manuel Azaña, 15 de diciembre de 1937, AMAEXT, Archivo de Barcelona, R.E. 98. 119 Carta de Cipriano Rivas Cherif a Carlos Espía, 4 de julio de 1937, AMAEXT, Archivo de Barcelona, R.E. 137, Carp. 31.
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putado socialista Fabra Rivas, cuyo único objetivo diplomático consistía en destituir a todos los que suponía colaboradores o simpatizantes de Azaña, personas como García Miranda o como él mismo que habían trabajado sin descanso para defender los intereses de la República. Para Rivas la diplomacia española estaba completamente atascada y sin rumbo, nadie sabía qué hacer porque nadie conocía a esas alturas las directrices marcadas por el Presidente, limitándose a una política de contemplaciones para no disgustar a los amigos: Que el Foreign Office lleve un ritmo lento en lo que hace a la cuestión española, no es cosa que nos exculpe del ritmo lentísimo en que seguimos vegentando a la defensiva en el Ministerio de Estado... Seguramente el general Pozas no habrá podido hacer más en el frente de Aragón cuando no lo ha hecho. En el frente de Ginebra, vivimos abandonados al miedo terrible de no disgustar a los amigos: ¿Sabemos bien siquiera cuáles son? El Embajador en Berna no me ha dado ni la información sobre las líneas maestras a seguir por el Departamento según el Presidente, y no hay peor cosa para el bien mandado que no tener información. Es vergonzoso decirlo, pero en el Consulado de España en Ginebra, a estas alturas y sin haber delegación alguna, no hay nada que hacer120.
Para Azaña el problema estribaba en que el Ministerio de Estado no estaba llevado por el Ministro, sino por buenos subsecretarios121, le faltaba dirección política. Espía consideraba fundamental la organización de un servicio de información eficaz. Pretendía, a través de los consulados, crear una amplia red de informadores, confidentes y espías que suministrasen información fidedigna sobre las maniobras del adversario. Sin embargo, este servicio, que llevaba él personalmente, topaba con los mismos inconvenientes que cualquier otro dependiente del Gobierno republicano: la falta de dotación presupuestaria y humana, cosa que impidió que el proyecto de Espía se desarrollase plenamente, aunque logró buenos resultados en algunas ciudades francesas como Hendaya o Bayona. A este respecto, informaba Alvaro Muñoz Custodio de la función extraordinaria que estaban realizando en Hendaya el cónsul Antonio Múgica y el canciller Antonio Blanco, guipuzcoanos los dos y conocedores de las fronteras y las gentes de aquellas tierras, quienes habían conseguido montar un servicio de enlaces que estaba dando unos resultados magníficos, habiendo logrado atraerse a las autoridades de la zona, de las que obtenían importantísimas informaciones, especialmente del comisario de Hendaya, Dedieu, persona muy amiga de la República española y por cuya permanencia en el cargo las autoridades españolas debían hacer cuanto fuesen capaces, ya que era pieza importantísima en la red de información. Pero, al mismo tiempo Custodio se quejaba de la «escasísima asignación de dichos funcionarios y del poquísimo dinero de que disponen para sus tareas, ya que la mayoría de los confidentes son voluntarios, no pudiendo contar con los contrabandistas, tal vez los más útiles, por falta de dinero»122. Otro tanto de lo mismo
120 121 122
ibíd.
M. Azaña Díaz, Apuntes de memorias..., pág. 85. Carta de A. Muñoz Custodio al M. de Estado, 14 de junio de 1937, AMAEXT, R-552, Exp. 21 y 24.
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ocurría con el Consulado de Bayona, regido por Lecuona, uno de los principales artífices de la red de información montada en el sur de Francia y quien descubrió las irregularidades habidas en el Consulado de Burdeos, donde el Vicecónsul y su esposa estaban al comente de las claves y transmitían a Franco cuantos mensajes interceptaban, lo que suponía que los facciosos tenían acceso a todas las comunicaciones del Ministerio con los consulados de Francia y Norte de África. La desorganización de las legaciones de la República española era achacable a causas bien diferentes: por un lado estaba la defección de una parte importante de los diplomáticos de carrera, conocedores de los resortes y mecanismos internos del sector; por otro, la división interna de las fuerzas que integraban el Gobierno republicano, división que tenía que reflejarse forzosamente en la política exterior. Pero no fue pequeña la incidencia que tuvo la postura adoptada por los países democráticos europeos, postura que sumió a los responsables de Estado en el más absoluto de los desconciertos, situación agravada por la confianza que decían tener en que, tarde o temprano, esas naciones comprenderían su error y rectificarían. Sin embargo, su error fue mayúsculo y los esfuerzos que en este sentido llevó a cabo la diplomacia republicana resultaron siempre infructuosos, no ya para conseguir armas, sino tan siquiera para lograr que las autoridades de una nación amiga como Francia eximiesen del visado a los diplomáticos y diputados españoles. Así se lo comunicaba Espía a Martínez Barrio en contestación a una petición que éste le hizo sobre el particular: «Mucho me temo que esta gestión no dé ningún resultado. Francia y otras naciones han establecido el visado para la entrada y salida de España como una consecuencia de sus compromisos con el Comité de No-Intervención. No escapan a la obligación del visado ni los representantes diplomáticos, ni los miembros del Gobierno...»123 Para intentar racionalizar y dotar a los servicios exteriores de aquellos medios que necesitasen, la Subsecretaría de Estado dictó una orden a todos los embajadores para que, en el plazo máximo de diez días, rellenasen unos cuestionarios oficiales a fin de saber las condiciones del personal y proceder a los estudios preparatorios del escalafón de la carrera diplomática. Debían enviarse por vía aérea, «previniéndole que por toda omisión, falsedad o demora se exigirán las responsabilidades a que hubiere lugar»124. En los citados cuestionarios, los diplomáticos españoles harían constar sus datos personales; expedientes gubernativos en que se hubiesen visto inmersos ellos o sus subordinados, especificando las causas y resoluciones de los mismos; procesos, motivos y resoluciones; cargos políticos que hubieran desempeñado, partidos y sindicatos a los que estén o hayan estado afiliados; pruebas de lealtad o servicios prestados al régimen y, por último, partidos políticos, organizaciones sindicales o agrupaciones profesionales a que pertenecieron entre octubre de 1934 y febrero de 1936 y mención bien detallada de las bajas que durante ese período hayan efectuado en cualquier partido, sindicato o agrupación profesional. Luego se recababan datos de índole profesional y académica. La encuesta, que no era sino un fichero de lealtades políticas, pretendía colocar en las cancillerías a personas de indudable republicanismo
123 124
Carta de Espía a Martínez Barrio, 19 de agosto de 1937, AGA, AE, 11.042. Orden de la Subsecretaría de Estado a todos los embajadores, AMAEXT, R-546.12.
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y con una preparación adecuada, para evitar las continuas dificultades y sobresaltos que ocasionaba tener como representantes de la República en el exterior a diplomáticos desafectos o incapaces. Los propósitos de Espía no llegarían a realizarse debido a que fueron muchos los diplomáticos que no enviaron los cuestionarios, volviendo el ministerio a repetir idéntica orden el 15 de diciembre de 1937125. Azaña estaba empeñado desde abril de 1937, por lo menos, en lograr un final negociado de la guerra a través de la intervención de Inglaterra y Francia. Quería que estos dos países obligasen a Franco a suspender las hostilidades a cambio de hacer lo mismo en el bando republicano. Azaña había dicho a sus amigos que si la guerra había de ser la muerte de todos los españoles, la destrucción de sus tesoros artísticos y el aniquilamiento, él a ese precio no quería nada, ni tan siquiera la victoria126. El Gobierno no compartía esos criterios, pues, en ese momento, esperaban muy poco de las gestiones de las democracias y de la disposición de Franco para llegar a cualquier tipo de acuerdo, por tanto, cifraban sus esperanzas en la victoria militar. Franco había dicho al embajador italiano, R. Cantalupo, que no tenía confianza alguna en la transacción y que todo se resolvería por las armas. Pese a ello, Azaña seguía intentándolo por medio de personalidades como Besteiro, Ossorio, Rivas Cherif, Azcárate o Bosch Gimpera. Con motivo de un viaje de Bosch Gimpera a Escocia, el Presidente de la República le encargó que dijera a Ossorio y a Azcárate que hiciesen llegar a las autoridades inglesas la necesidad de forzar una tregua con Franco, para, inmediatamente, celebrar un plebiscito en el que el pueblo español pudiese decidir libre y pacificamente su destino. Azaña estaba convencido de que si se suspendía la lucha, ésta no volvería a empezar. Ossorio y Gallardo acogió el plan con esperanza, mientras que Azcárate creía que la posición de los ingleses no permitía tener confianza en ninguna gestión, ni aconsejaba hacerla ya que pondría de manifiesto la debiliddad y desunión del Gobierno republicano. El tiempo daría la razón a Azcárate, pues todas las negociaciones llevadas a cabo entre emisarios republicanos y el Gobierno inglés, y entre éste y Franco, acabaron en un estrepitoso fracaso. En el plano internacional, el Gobierno Negrín continuó la estrategia esbozada por sus predecesores: solicitar ayuda a las democracias y denunciar la colaboración masiva de los fascistas con los sublevados. El 2 de septiembre, el Gobierno nombraba delegados ante la Asamblea General de la SDN a Negrín, Álvarez del Vayo, Azcárate, Espía, Pascua, Nicolau d'Olwer y Jiménez de Asúa. Negrín seguía pregonando a los cuatro vientos su fe en la victoria republicana, disponiéndose a poner toda su energía para hacer valer los derechos de España ante la comunidad internacional representada en la SDN, aunque en su fuero interno la cosa era bien distinta: antes de acudir a Ginebra había enviado a J. S. Vidarte a México para que tratase la posibilidad de que ese país recibiese a un número importante de emigrados españoles tras la
125 Orden del Ministerio de Estado a todos los embajadores, 15 de diciembre de 1937, AMAEXT, R-547-10. 126 C. Espía Rizo, Conversación mantenida entre Carlos Espía y P. Bosch Gimpera. «Libretas de notas», 25 de diciembre de 1962, APCE, Alicante.
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contienda. El 10 de septiembre, se reunía el Consejo de la Sociedad de Naciones para tratar durante dos o tres días el asunto de Palestina y la Conferencia de Desarme. Posteriormente tendría lugar la Asamblea anual que se ocuparía de la invasión de Etiopía por Italia, que Inglaterra parecía dispuesta a reconocer, y del caso español. La Delegación española en Ginebra fue la más extensa de las enviadas hasta la fecha, la componían 24 personas entre delegados y asesores, aunque a juicio de los informadores franquistas «no reflejaba la seguridad magnífica que aparentaban el pasado año Álvarez del Vayo y Espía y circulan silenciosos por los pasillos»127. Álvarez del Vayo y Azcárate preparaban una nota de protesta contra la actitud del Comité de No-Intervención y la influencia extranjera en la guerra, mientras, Amadeo Hurtado, Fabra Rivas y Carlos Espía, sondeaban a los distintos Ggobiernos sobre las posibilidades que tendría la formación en Valencia de un Gobierno moderado con participación de representantes de la derecha democrática como Miguel Maura o Manuel Pórtela, sin obtener más que buenas palabras. Espía se entrevistó con un gran número de delegados europeos a fin de conseguir que España fuese reelegida para el Consejo de la SDN, cosa que intentaron evitar las autoridades franquistas pidiendo a Portugal, Perú, Cuba y Chile que votaran en contra: «Interesa por efecto moral evitar que rojos sean reelegidos para Consejo SDN. Ruego a VE se sirva gestionar apoyo de ese Ministerio de Relaciones Exteriores cerca de naciones amigas representadas en la SDN para que no voten reelección de España, evitando votar en blanco por favorecer indirectamente reelección rojos. Sangroniz»128. Además, Espía, como Secretario de la Delegación, desarrolló una frenética labor entre bastidores, conversando con Delbos, Herriot, Victor Basch o Grumbach, con quien trató de poner en marcha una manifestación en París del Rassemblement pour la paix en faveur de I 'Espagne Légale. Su actividad debió ser verdaderamente intensa pues se le presta una enorme atención por parte de los informadores franquistas: «Se nos comunica que Carlos Espía, secretario de la Delegación que representa en Ginebra al Gobierno de Valencia, es portador de una documentación muy importante relativa a la actuación de los submarinos italianos en el Mediterráneo. Parece que también lleva otros documentos encaminados a justificar una próxima actuación italiana en las Islas Baleares»129. La aportación de pruebas, documentos y testimonios sobre la participación de Italia y Alemania en la guerra constituía uno de los ejes tácticos de la Delegación española, otro era resaltar la barbarie de los sublevados y sus aliados, para lo que habían elaborado un libro blanco que, entre otras cosas, ofrecía amplia documentación sobre los bombardeos de ciudades abiertas. El día 30 de septiembre se trató el conflicto español en la Asamblea General de la SDN. Negrín, en la primera parte de su discurso, acusó a Italia y Alemania de in-
127 Memorándum sobre la Asamblea de la SDN. Nota para el Gabinete Diplomático, Secretaría General de SE el Jefe del Estado, AMAEXT, R-599. 128 Memorándum sobre la Asamblea de la SDN. Telegrama de la Secretaría General del Jefe del Estado al Embajador en Lisboa, septiembre de 1937, AMAEXT, R-599. 129 Memorándum sobre la Asamblea de la SDN. Nota para el Gabinete diplomático de París, Secretaría General del Jefe del Estado. 13 de septiembre de 1937, R-599.
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tervenir descaradamente en los asuntos internos de España, incumpliendo el Tratado de No-Intervención con bombardeos como el de Almería o los ataques continuos a buques españoles en el Mediterráneo, hecho que también vulneraba la Conferencia de Nyon; posteriormente se dirigió a los países democráticos para pedirles ayuda, argumentado que España era un país democrático agredido por potencias totalitarias, que su gobierno era moderado y no consentiría jamás extremismos de ningún tipo, y asegurando que España no había tenido relaciones diplomáticas con la URSS hasta después de la sublevación militar 13°. Por su parte, Álvarez del Vayo pidió a la Asamblea que reconociese la agresión de que había sido objeto España, que se tomasen medidas para poner fin al conflicto, libertad de comercio y libre adquisición de material bélico para el Gobierno de Valencia, retirada de todos los combatientes no españoles y participación de España en las medidas de seguridad del Mediterráneo. El Gobierno de Franco envió una nota de protesta al Secretario General de la SDN en la que se decía lo siguiente: «El Gobierno de SE el Generalísimo Franco, auténtico representante de la nación española, no puede menos que elevar su más enérgica protesta, por el hecho de que la SDN acepte en su seno la Delegación antes aludida que lejos de representar a un pueblo de vieja y gloriosa historia como el español y al que tanto debe la cultura occidental, sólo puede aparecer como embajador de la anarquía y el crimen»131. Tampoco en esta ocasión hubo receptividad alguna por parte de Francia e Inglaterra para las demandas españolas, sólo declaraciones de comprensión, promesas de futuro y respuestas equívocas que tenían un sentido inequívoco: el mantenimiento a toda costa de la política de No-Intervención. La política exterior inglesa, y a su grupa la francesa, continuaba dispuesta a sacrificar país tras país con tal de no enturbiar sus relaciones con Alemania e Italia y salvaguardar sus intereses. De tal manera que, meses después, se firmaría el Tratado Anglo-Italiano, por el cual aquellos consentían la intervención de tropas italianas a cambio de que abandonasen la guerra submarina y retirasen su ejército al final de la contienda. La Delegación española llevaba instrucciones del Presidente de la República para que insistiesen en la mediación de las democracias ante Franco, cuestión que fue obviada por los delegados según informó días después Espía, quien también pondría a Azaña al corriente de las negociaciones que mantenían los sublevados y el Gobierno inglés: Ayer por la tarde recibí la visita de Espía, quien con sus informes de testigo presencial, completó los que yo ya tenía sobre nuestra función ginebrina. Negrín, personalmente ha caído allí bien, porque es simpático y habla varios idiomas. Las interioridades de nuestra Delegación risibles o lamentables. Me asegura Espía que Azcárate y Vayo eran partidarios de aceptar la propuesta chilena, haciendo depender el voto favorable a la reelección de España de la salida de refugiados de las embajadas. Piques, vanidades, emulaciones. Cree Espía que estos señores consideran las cosas de Ginebra como suyas, y les molesta que otros intervengan en ellas, aunque sea el Jefe del Gobierno. Torpezas acumuladas de Fabra... Desagradable impresión que les ha causado la conducta de Blum. Sumisión de Delbos a los funciona-
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Memorándum sobre la Asamblea de la SDN, AMAEXT, R-599. Ibíd.
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rios de su ministerio. Indiferencia de Litvinov. Según Espía, a los embajadores de la Delegación, nada les importa como el ser agradables a los ministros de los países en que están acreditados. No se ha hecho nada de lo que yo encargué... Espía me dio copia de una información relativa a las conversaciones de los rebeldes y el Embajador inglés Chilton, sobre empréstitos y otros asuntos»132.
Estos otros asuntos eran los contactos habidos entre representantes del Gobierno inglés y del franquista, que terminarían con el acuerdo de intercambiar misiones comerciales: sir Robert Hodgson y su comitiva se trasladarían a Salamanca como representantes oficiosos del Gobierno inglés, y el duque de Alba haría lo propio en Londres. Espía, junto con Rivas Cherif, era el principal confidente de Azaña, uno de los pocos hilos directos de que disponía el Presidente de la República para estar al día de las intenciones del Gobierno, cuestión que le iría creando una posición progresivamente incomoda en sus relaciones con Negrín y hasta con algunos miembros de IR, dispuestos a prescindir del partido si las cosas no se hacían según los planes del Presidente del Gobierno, quien recelaba cada vez más del pesimismo progresivo de Azaña133. En Ginebra, como se ha dicho, Espía tanteó a los representantes de las naciones democráticas europeas para saber si estarían dispuestas a brindar su apoyo a un Gobierno formado por representantes de todos los partidos democráticos. Al parecer, Azaña y Prieto pensaban en la posibilidad de formar un Gobierno integrado por socialistas moderados y republicanos de izquierdas en el que figurasen además de Maura y Pórtela, los diputados Fernández Castillejo y Álvarez Mendizábal. Para dar mayor resonancia a su constitución proyectaban convocar una reunión de las Cortes en Valencia a primeros de octubre, invitando a asistir a todos los diputados que no estuviesen del lado rebelde. Prieto creía que si se formaba ese Gobierno y los europeos se convencían de que el ejército franquista no conseguía avanzar en Aragón, Madrid y Andalucía, al final se decidirían a intervenir para poner término a la guerra mediante una paz sin vencedores ni vencidos, pero esta vía también acabó en nada. Durante 1937, tiempo en que Espía ocupó el Ministerio de Propaganda y la Subsecretaría de Estado, las manifestaciones internacionales de solidaridad con la República española alcanzaron su punto culminante. El 5 de marzo de 1937, tuvo lugar en el Metropolitan Opera House de Filadelfia un acto organizado por el Medical Burean Philadelphia Chapter, los American Friends of Spanish Democracy y el Comité Americano de Ayuda a la Democracia Española. El mitin, al que acudieron más de cuatro mil personas, estuvo presidido por el reverendo doctor J. Alexander Mac Kay, presidente del Seminario Teológico de Princeton y una de las personalidades más destacadas en la lucha por la pervivencia de la democracia en España; Luis Fisher, corresponsal de The
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Azaña Díaz, M., Memorias..., tomo II, págs. 314-315. Carta de Espía a Amos Salvador, 28 de febrero de 1944. APCE, Amos Salvador, Alicante. Espía dice a Amos lo que sigue: «La disidencia en México es lo mismo que ocurría en España en los últimos meses de la guerra. ¿Se puede decir por eso que el partido estaba allí mudo?, ¿recuerda la decisión de algunos ministros (menos D. José) de prescindir del partido si las cosas no se hacían al gusto de Negrín?, ¿recuerda cómo éramos tratados los que respetábamos y oíamos a Don Manuel?...» 133
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Nation; André Malraux y el reverendo J. A. McCallum, recaudándose cuatro mil dólares que fueron entregados al Gobierno español junto a una ambulancia134. Es digno de reseñar el papel que en estas actividades desempeñaron las organizaciones religiosas norteamericanas, no sólo dentro de su país, sino visitando España, para lo que contaron casi siempre con el beneplácito de las autoridades republicanas. En este sentido, resulta llamativo que la mayoría de organizaciones religiosas y de personalidades de marcada significación católica, tales como Bernanos, Maritain, Mauriac, Marcel o Duhamel, apoyaran activamente la causa republicana. El 18 de julio de 1937, el Comité Internacional de Coordinación y de Información para ayudar a España, presidido por Victor Basch, celebró una multitudinaria manifestación de solidaridad con los republicanos españoles135. En escrito de 2 de agosto de 1937, el Cónsul en San Francisco informaba del mitin del Medical Bureau to aid Spanish Democracy, celebrado el día 28 de julio de 1937 en el St. Francis Yacht Club, con lleno absoluto y concurrida asistencia de médicos de la ciudad para homenajear al doctor Norman Bethune, prestigioso médico canadiense que abandonó su país para viajar a España y enrolarse en el ejército republicano. Al principio trabajó bajo la dirección del doctor Duran Jordá, director del Servicio de Transfusiones de Sangre de la Generalidad de Cataluña, para más tarde dirigir una unidad móvil sanitaria hispano-canadiense, que intervino activamente en las operaciones de la Ciudad Universitaria de Madrid. Creó un revolucionario sistema de transfusión de sangre. Al día siguiente, convocada por los sindicatos norteamericanos, la ciudad de San Francisco paró durante media hora para demostrar su apoyo a la democracia española y su protesta contra la intervención fascista. El hecho fue ampliamente recogido por toda la prensa americana, a excepción de los diarios de Hearst136. La estrategia iniciada por Luis Araquistain para presionar a las autoridades francesas mediante el suministro de informaciones referidas a las actividades expansionistas de alemanes y franquistas en Marruecos, continuaron mientras Espía ocupó la Subsecretaría de Estado, aunque, en realidad, los datos que manejaba la diplomacia republicana sobre la cuestión eran paupérrimos. Así se lo comunicaba Espía a Ángel Ossorio en una carta en la que daba algunos detalles sobre las actividades alemanas en el Norte de África: «Una y otra pueden ser comunicadas a los centros oficiales franceses, a los que puede interesar esta información, pero cuidado con no descubrir su origen ni entregar las copias en la misma forma que nosotros las enviamos: Esta medida de prudencia tiene por objeto no descubrir ante esos amigos que sobre asunto tan importante sólo poseemos informaciones tan escasas, o hacerles despertar la sospecha, que sería absolutamente injusta, de que les ocultamos otras informaciones de más interés»137. En octubre de 1937, Espía sería uno de los encargados de organizar el traslado del Gobierno republicano a Barcelona, traslado que se consumó el 30 de octubre
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Informe del Cónsul del Filadelfia al Ministerio de Estado, AMAEXT, R-562. Informe de la Embajada en París, AGA, AE, 11.043. Informe del Consulado de San Francisco, 2 y 3 de agosto de 1937, AMAEXT, R-565. Carta desde Ginebra de Espía a Ossorio y Gallardo, 15 de septiembre de 1937, AGA, AE, 11.042.
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de 1937138. Entre tanto, la situación seguía empeorando para los republicanos en todos los frentes y a las pérdidas en el terreno militar, Málaga, Santander, Bilbao, había que sumar las que progresivamente se irían produciendo en el diplomático, especialmente entre las naciones de habla hispana tras la propuesta uruguaya de reconocer la beligerancia a Franco, propuesta que sería apoyada por Cuba139. Los ataques del ejército franquista eran cada vez más contundentes e indiscriminados, por ello, ante los bombardeos de Madrid, Barcelona y Valencia en diciembre y enero de 1937-1938, el Ministerio de Estado organizó una campaña internacional para poner de relieve la crueldad de los rebeldes, recurriendo a todos los medios a su alcance, incluso a elementos de extrema izquierda con quienes no deseaban tener demasiadas relaciones140. Con ese mismo objetivo, Espía escribió al Embajador en Francia para que elaborase un listado de personalidaes de la política y la intelectualidad francesa, con el fin de invitarles a viajar a España y que por sus propios ojos pudiesen ver la barbarie fascista141. 5.3.2.
LOS ÚLTIMOS MESES DEL CONFLICTO. REFLEXIONES SOBRE EL PASADO
A mediados de febrero de 1938, Espía viajó a su ciudad natal para intervenir en la VIII Asamblea Provincial ordinaria de IR de Alicante. En la alocución que dirigió a los participantes, pasó revista a su trayectoria pública y personal, explicando que fue el hecho mismo de la sublevación lo que le indujo a aceptar el cargo de ministro y cuantos más le hubiesen propuesto, por su deseo de contribuir con todas sus energías a la victoria republicana. En la citada Asamblea se acordó imprimir y repartir por toda la ciudad el informe presentado por Espía. Sin embargo, las desavenencias de Giral y Espía con la forma de hacer política de Negrín, especialmente referidas al trato que daba a Azaña y a su personalismo, harían que su salida del Gobierno fuese cosa de días. El 5 de abril, semanas después de que la República perdiese Teruel y agotase en la empresa buena parte de los recursos que le quedaban, Negrín reorganizaba su Gobierno con la intención de desprenderse de Prieto, cuyo pesimismo le exasperaba: había llegado a decir al Embajador francés que la guerra estaba perdida. Giral, Espía y Martín Echevarría, subsecretario de Propaganda, que formaban la plana mayor del Ministerio de Estado dimitieron, lo mismo que José Carreño España, delegado de Propaganda y Prensa en la Junta Delegada del Gobierno en Madrid y persona de la máxima confianza de Espía. Carlos Espía, cada vez más próximo a los postulados defendidos por Azaña, ya no volvería a desempeñar ningún cargo público, dedicándose desde entonces a Política y a la Vicepresidencia de IR, puesto para el que fue elegido el 6 de mayo de 1938. Convencidos de cual sería el desenlace de la contienda, Espía y sus compañeros de partido se em-
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AMAEXT, R-547, Exp. 8. Informe del Cónsul de Cienfuegos, AMAEXT, R-562. Telegrama de Giral a Ossorio y Gallardo, 21 de enero de 1938, AGA, AE, 11.043. Carta de Ossorio a Espía, 8 de marzo de 1938, AGA, AE, 11.042.
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picarán a fondo en preparar al partido para el día de después. Visitan frentes, organizan conferencias, publican artículos, todo encaminado a salvaguardar al partido de cara al futuro, un partido que deberá dirigir su estrategia a captar y articular a las clases medias, lo más creativo y liberal de la sociedad española, aunque sus potencialidades no se habían desarrollado lo suficiente hasta la fecha por falta de conciencia social y por la vampirización a que se habían visto sometidas por las clases dominantes142. Tras el pacto de Munich —30 de septiembre de 1938—, Espía sabe que la guerra está perdida, pero piensa que tarde o temprano Europa se verá envuelta en otro conflicto de proporciones impredecibles y que la victoria de las democracias será también la de la República, por tanto, se hacía preciso tener bien dispuesto al partido para cuando ese día llegase143. En la nueva democracia de posguerra, Izquierda Republicana debería ser el colchón de amortiguación entre una España egoísta y cruel, que históricamente sólo ha sabido imponer soluciones de fuerza, y otra que, desde la miseria y la incultura, se ha dejado llevar por sueños revolucionarios irrealizables, ayudando a abortar cualquier intento liberalizador serio. Sería el centro político en torno al cual se aglutinarían las clases medias escarmentadas por los desastres de la guerra y las políticas autoritarias. A partir de ahí, el futuro de la democracia española, aunque se perdiese la guerra, sería muy esperanzador, pues no volvería a producirse un conflicto como el que por esas fechas asolaba al país o como los que lo habían destrozado durante el siglo anterior. En 1938, la figura de Espía había alcanzado gran notoriedad en todos los ámbitos. Sus campañas desde el Ministerio de Propaganda, la Subsecretaría de Estado y Política, le habían otorgado suficiente fama como para que uno de los periodistas más comprometidos con los insurrectos, Francisco Casares, lo incluyese en su particular galería de monstruos y le dedicase unas jugosas páginas en su libro Azaña y ellos, páginas en las que le achaca altísima responsabilidad en cuantos hechos luctuosos habían ocurrido desde abril de 1931: Pues bien, Espía ha sido uno de los directores de la política republicana en los cinco años funestos e inolvidables... No pocas decisiones persecutorias del odioso ex-señorito coruñés fueros sugestión de su Subsecretario. Casares Quiroga es el espíritu del mal... Espía es el espíritu del crimen... Odia a las gentes. No puede contener el impulso de hacer daño... Así, en un momento histórico, trascendental de España, con el ambiente en tensión, Espía concibe y prepara el horrible crimen de Calvo Sotelo. Suya es la idea. Alonso Mallol, lo facilita y Menéndez... Pero la inspiración vino directa de ese reptil que es Espía... Por eso es forzoso atribuirle culpa no leve en el desastre... Como tantos otros, ambicioso. Con rasgos singulares, pervertido. Con desmesurada dotación, rencoroso y cínico. Frío, indiferente, descreído de toda creencia, aun en las de sus mismas ideas y direcciones, malvado incapaz de un pensamiento noble, de una noción elegante, es Espía de los que pueden quedar, sin error de clasificación, en el apartado de los que inspiran aversión repulsiva. Para Espía es forzoso el odio. No ha hecho nada recto, bien intencionado, limpio, en su
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Política, 9 de noviembre de 1938. Política, 4 de noviembre de 1938.
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vida. Ha sugerido lo que firmaron, como responsables, otros. Ha puesto los explosivos que él construyera, en manos ajenas...144
En conmemoración del segundo aniversario del comienzo de la guerra, Manuel Azaña pronunció su famoso discurso de las tres pes: Paz, piedad, perdón, verdadero y sentido alegato en favor de la reconciliación de todos los españoles y otra magistral pieza oratoria. A los pocos días, el 12 de agosto, Tarradellas le comunicaba que habían sido fusiladas 58 personas en Barcelona acusadas de apoyar a los rebeldes. La indignación de Azaña fue tremenda, llamó a Espía y le dijo que iba a dimitir inmediatamente, que todo aquello tenía que acabar cuanto antes, encargándole que se discutiera lo sucedido en la asamblea de IR. Espía así lo hizo, pero los diputados del grupo no tenían conocimiento de nada y no se pronunciaron al respecto. Días antes, Negrín había propuesto, como parte de una serie de medidas tendentes a articular un verdadero ejército que permitiese resistir a la República hasta el inicicio de la presagiada guerra mundial, la militarización de los tribunales populares. Espía y su grupo se opusieron, menos Méndez Aspe que votó a favor, permitiendo con su voto que el proyecto de Negrín saliese adelante. En los días siguientes, Izquierda Republicana se reuniría en consejo para tomar una decisión al respecto y responder a una pregunta de Negrín sobre su apoyo u oposición al Gobierno por él presidido. La respuesta fue favorable por el sentido de la disciplina de los dirigentes republicanos, pero el grupo quedaría seriamente dañado, dividido interiormente entre aquellos que, como Espía, Giral y Quemades, estaban cada vez más identificados con Azaña, y los que, como Méndez Aspe, Velao y Ossorio y Tafall, seguían creyendo plenamente en la política sostenida por Juan Negrín. A mediados de diciembre de 1938, Espía pronunciaba una conferencia en el Casal de la Cultura de Barcelona a la que asistieron importantes personalidades republicanas: Antonio Velao, ministro de Obras Públicas; Mariano Tejero, presidente del Consejo Nacional de IR; Baeza Medina, secretario general del mismo; Marcelino Domingo, Manuel de la Parra, Quero Morales, Ragassol y otros muchos. Su título: «De Ginebra a Munich». En su intervención, Espía analizó las razones del comportamiento de las democracias europeas respecto al conflicto español. A su juicio, el respeto a los tratados internacionales y a la democracia eran los fundamentos básicos de la doctrina wilsoniana que inspiró la creación de la SDN. El origen del pacto de dicha sociedad partió «del Tratado de Versalles que puso fin a la guerra europea y está concebido con el pensamiento puesto en los horrores de la conflagración mundial y para evitar su repetición. La guerra europea había sido desencadenada por los poderes personales y despóticos que regían en 1914 algunos pueblos europeos: por el Kaiser, por el Emperador Francisco José y por el Zar, no por los pueblos, que amaban la paz»145. Sin embargo, —continúa Espía— la concepción original de la SDN fue violada el día en que las nuevas dictaduras europeas, que llevaban dentro de sí el germen de la guerra, fueron
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F. Casares, Azaña y ellos, págs. 107-110. «De Ginebra a Munich». Conferencia pronunciada por Carlos Espía en el Casal de la Cultura de Barcelona el 19 de diciembre de 1938, APCE, Alicante. 145
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admitidas en Ginebra. Ese día, todos los esfuezos hechos durante años para evitar que el fantasma brutal de la guerra volviera a Europa, cayeron hechos añicos sobre las mesas de los mandatarios europeos. Para asegurar la paz, el organismo internacional «debió haber asfixiado en el momento de nacer, la primera dictadura establecida en Europa. Le obligaba a ello el espíritu y la letra del Pacto. De aquella claudicación inicial del organismo ginebrino nacen todas estas claudicaciones de las democracias que han conducido al mundo a su estado actual». El primer fracaso fue la invasión italiana de Corfú; luego vino, en 1931, la de Manchuria por Japón. En ambos casos la SDN no se dio por enterada y las dictaduras recibieron su primer espaldarazo de la comunidad internacional. A principios de 1931, Hitler anunciaba que si llegaba al poder Alemania no respetaría las cláusulas que hacían referencia al desarme del Reich. Mussolini le aplaude y la SDN calla estrepitosamente. Las dictaduras, envalentonadas, siguen su carrera ascendente y en 1935 el Duce anuncia que se dispone a reconstruir el Imperio Romano y ocupa Abisinia. Inglaterra quiere imponer sanciones por ser un territorio de su área de influencia, pero el Gobierno Laval lo impide una y otra vez: La política Laval frustra el esfuerzo de cincuenta y dos naciones que por vez primera cumplen las obligaciones del Pacto de Ginebra. Este desacuerdo entre Francia e Inglaterra dará en lo sucesivo su fruto nocivo. Se establece una política de balanza que consiste en que Francia e Inglaterra ayuden alternativamente a Italia o a Alemania, nunca las dos a la misma, para evitar que el bloque dictatorial que ya forman se haga más fuerte e impedir su predominio común, pero esa política también fortalece a las dictaduras, estrechamente vinculadas en el aspecto internacional146.
En 1936, Francia comenzaría a pagar su debilidad, Hitler ordena la remilitarización de la Renania, por lo que la frontera francesa queda a un tiro de piedra de los cañones alemanes. Según Espía, un gesto enérgico de las dos potencias europeas habría bastado para frenar a un Hitler todavía temeroso, pero es ahora Inglaterra la que no quiere actuar, reforzando de ese modo al tirano alemán que ve cómo todos sus atrevimientos son consentidos. De modo que, cuando los generales españoles preparaban su rebelión, no tuvieron muchas dificultades para conseguir la ayuda de Italia y Alemania, «deseosas de establecer nuevas posiciones estratégicas con vistas a su ofensiva contra las grandes democracias occidentales». La cruzada contra el comunismo, que en España apenas existía, no fue sino la coartada ideológica para asustar y captar a las timoratas clases medias. Las democracias, en vez de responder contundentemente a esta nueva atrocidad, crearon «esa monstruosa política de No-Intervención, que consiste en negar a la República su derecho a adquirir los medios para defenderse y en permitir que los rebeldes dispongan de cuanto necesitan para atacarla... La SDN no se ha creído en el caso de intervenir porque en clase de organismo inútil, dispuesto a todas las claudicaciones, le hace una competencia ruinosa el Comité de Londres». La trayectoria expansiva de los tiranos no paró ahí, y en marzo de 1938, Hitler ocupaba Austria, cuya independencia política estaba garantizada por el acuerdo de Stresa,
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Ibíd.
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firmado por Italia, Francia e Inglaterra. La SDN mira a otra parte y Hitler, reforzado por la comprensión europea, invade Checoslovaquia, «baluarte militar plantado en la Europa central para la defensa de las democracias». Por último, y como gran colofón de la política de apaciguamiento, Munich: «Y en Munich, cumbre de todas las claudicaciones, los representantes de las democracias occidentales dieron su conformidad al descuartizamiento de este pueblo ilustre... Hoy toda esa serie de claudicaciones ha hecho fuertes a las dictaduras y débiles a las democracias. Las dictaduras han establecido posiciones estratégicas en España para forzar una solución al problema mediterráneo con arreglo a sus intereses y han implantado su domino efectivo en la Europa central.» Espía concluyó su intervención diciendo que no todo estaba perdido y que bastaría con una acción decidida y unitaria de las democracias para acabar con las tiranías, que no estaban preparadas para resistir una guerra larga por sus deficiencias logísticas. Tras la batalla del Ebro, la guerra encaraba su recta final. El 25 de enero el Gobierno y toda la Administración republicana abandonaban Barcelona rumbo a Francia. Cuatro días más tarde, Carlos Espía, tras destruir documentación comprometedora para muchos republicanos147, atravesaba la frontera francesa por Le Perthus, gracias al pasaporte diplomático que con el número 68 le había facilitado el Gobierno de la República. Como tantos otros, nunca volvería a pisar la tierra que le vio nacer. Tenía cuarenta y cuatro años y su vida no había tenido ni un momento de tranquilidad, de sosiego, de escepticismo. Todavía le quedaban treinta y dos años de vida, de espera y de lucha, pero no volvería jamás al país al que entregó los mejores y los peores años de su existencia. A la ilusión de su adolescencia y juventud, sucedió el entusiasmo de ver realizado su sueño, su ideal. Después vendría la amargura, la desesperanza y, sobre todo, el dolor de España, mal para el que sólo había un bálsamo reparador: el regreso a su país una vez recuperada la democracia y la libertad. El refugiado se instaló en París junto a Giral, Ossorio y Gallardo, Fernández Clérigo, Julio Just, Azaña y tantos otros republicanos derrotados. La ciudad que otras veces le deslumbre, ahora llenaba su vida de melancolía, de un regusto amargo que brotaba de lo más profundo de su alma. La conversaciones jocosas, irónicas, exhuberantes, vitalistas de antaño, ahora se tornaban repetitivas, plomizas, oscuras, desesperanzadas. Quedaba mucho tiempo para la reflexión, para analizar errores, para escudriñar en el desván de los recuerdos y poner en claro pensamientos confusos y amenazantes. Mucho tiempo para entender cómo aquel magnífico proyecto de higiene nacional elaborado en la mente de unos cuantos hombres, ansiosos de ver a su país en el lugar que le correspondía, había sido tan brutal e irracionalmente destruido. Había llegado la hora de las preguntas sin respuesta, de las discusiones sin término, pero también sin fin. El refugiado pasea con antiguos compañeros de partido, de Gobierno, con viejos amigos del París de otros tiempos. Reflexionan sobre el pasado y sobre el futuro de España. España siempre, es el tema constante, la pesadilla, una obsesión. Un día pasea con Azaña por la orilla del Sena, los dos hablan pausadamente, están en la Francia que tanto aman y que tan mal ha tratado a su país, evocan su gran am-
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Testimonio aportado por Guillermina Medrano, noviembre de 1997.
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bición nacional: que la República hubiese podido culminar su obra y España fuese un país similar al que en ese momento pisaban forzosamente. Pero, a pesar de su desgarro sentimental e intelectual, también temen por Francia, por la civilización que ella representa, creen que la barbarie que ha destrozado España será el inicio de una ofensiva destinada a destruir toda la civilización occidental: Una tarde de aquel verano, después de oír el concierto semanal de las sirenas, paseaban por el viejo París dos amigos españoles. Caminaban por los malecones del Sena, junto a los puestos de estampas y libros viejos, dando frente al más maravilloso paisaje creado por el hombre: La cúpula del Instituto, el Puente Nuevo (que es el más viejo de París), la Torre del Reloj, Notre Dame, más lejos la Isla de San Luis. Todo esto es nuestra civilización —dijo uno de los paseantes— y todo esto puede ser destruido por las bombas en pocos segundos... Evocaba, sin duda, las ruinas recientes de las ciudades más ilustres de su patria. Y parecía unir el dolor inmediato al temor del futuro amenazador. Todo lo hemos perdido nosotros —siguió diciendo— pero también esto es algo nuestro. Pensaba seguramente, que la historia de aquellas piedras y la vida de aquel pueblo estaban caldeadas por nuestro cariño y por nuestro fervor. —Al perder nuestra patria —añadió— aún podemos hacernos la. ilusión de que nos queda Francia... Pero ¡si también Francia se perdiera! Todo es posible... —terminó tristemente. Calló luego, como angustiado por el doloroso presentimiento de un mundo en el que se hubiera extinguido de pronto la luz y el espíritu de Francia. Muchas veces he recordado las palabras que aquella tarde oí de labios de Manuel Azaña. Éramos él y yo los paseantes melancólicos de la orilla izquierda del Sena...148 A lo largo de sus treinta y dos años de exilio, la República, la guerra y Azaña, serán los ejes constantes de su pensamiento, de su vida. Una y otra vez, desde el primer día en que atravesó los Pirineos, volverá a ellos como si de una terapia de autoafirmación, de sosiego intelectual se tratara. Una y otra vez insistirá en que la guerra de España no había sido una guerra civil solamente, sino el primer combate de la guerra europea: Franco fue el primer Quisling de Europa. Hitler y Mussolini han dado testimonio público de su intervención en España. Las publicaciones oficiales fascistas y nazis registran los episodios de aquella intervención... Es el nuestro el primer país atropellado, el que primero luchó contra el invasor, el que más sangre derramó por defender la libertad de Europa y la suya propia. Nuestra guerra, insistimos, empezó —al mismo tiempo que el Gobierno republicano desarticulaba victoriosamente la sublevación militar— con la intervención de Hitler y Mussolini. Y terminó cuando el combatiente republicano perdió toda esperanza de obtener ayuda de las democracias149. La mayoría de las razones esgrimidas por periodistas, políticos e historiadores como causas de la derrota republicana, no eran sino opiniones para la polémica. Ni
148 «Nuestra Francia y la otra», Conferencia pronunciada por Carlos Espía en el Centro Republicano Español de México, 14 de mayo de 1941, APCE, Escritos, Alicante. 149 «La República española y la actual guerra», Noticias Gráficas, 24 de septiembre de 1941. Buenos Aires, APCE.
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el hambre, ni las luchas intestinas, ni la indisciplina, ni ninguna de las circunstancias expuestas por ciertos comentaristas —aseguraba Espía— vencieron a los combatientes republicanos: «A éste se le cayó el arma de las manos cuando llegó al triste convencimiento de que en ningún caso, recibiría la ayuda necesaria de las democracias, cuando tuvo la certeza de que las democracias aceptaban como un hecho la desaparición de la democracia española, cuando supo que Checoslovaquia había sido abandonada por las democracias»150. Por otra parte, Espía creía errónea la idea de Negrín según la cual si la guerra se prolongaba, se diluiría en la inminente conflagración mundial, ya que Hilter habría esperado, en cualquier caso, al término de las hostilidades en España. Contra la República se sublevaron todos los intereses a los que la República había justamente herido, todas las fuerzas del pasado, de la oscuridad, todas las supervivencias del antiguo régimen fuertemente arraigadas en el suelo patrio. Pero aún así, muchos republicanos, una vez acabada la guerra y en un exceso de autocrítica, se culpaban por lo que se hizo o lo que se dejó de hacer, porque se fue muy deprisa o muy despacio, dejando a un lado quién fue el traidor, el verdadero culpable de la tragedia, el que se sublevó contra el Gobierno legal al cual debía obediencia y lealtad. Para Espía, el ritmo y extensión de las reformas aplicadas por la República eran algo irrelevante para los planes de los sublevados, apenas tuvieron incidencia en la preparación de su felonía: «Una actitud distinta de la República no le hubiese dado ni un amigo más, ni un enemigo menos entre los mismos españoles, y las fuerzas internacionales que consumaron el golpe habrían actuado de la misma forma cualquiera que hubiera sido la actitud de la República. A Italia y a Alemania les interesaba bien poco el Estatuto de Cataluña o la separación Iglesia-Estado, lo que les interesaba era que en España hubiese un régimen dócil a la realización de sus planes de dominación mundial...»151 Algunos atribuyeron el hundimiento de la República al sectarismo de los Gobiernos del primer bienio. Para Espía esos Gobiernos, que dirigió Azaña, estaban entre los más gloriosos de la historia de España, ya que emprendieron «la reforma de la Administración, la transformación política y social de España con prudencia y serenidad»152. Azaña practicó una política de centro, lejos de cualquier extremismo, otra cosa es que dentro de la sociedad española esos extremismos estuviesen latentes. Ninguna ley, ninguna reforma, ningún acto de los Gobiernos del primer bienio puede ser tachado de extremista o sectario. Se trataba de aplicar un conjunto de modificaciones a la estructura social, política y económica de la nación, para igualarla a los países más desarrollados de su entorno geográfico. Las reformas religiosas querían otorgar a los españoles las mismas libertades que disponían otros países europeos, la reforma agraria aspiraba a modernizar la estructura de la propiedad para crear más puestos de
150
Ibíd, Mitin de Carlos Espía en la sede de las Sociedades Hispánicas Confederadas de Nueva York (además de Espía intervinieron José Asensio Torrado y Arturo Barca), 19 de mayo de 1952, APCE, Escritos, Alicante. 152 C. Espía Rizo, «Nuevo descubrimiento de España», en Democracia, Santo Domingo, sin fecha, 1941, APCE, Prensa, Alicante. 151
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trabajo y aumentar la productividad de la tierra, las leyes militares pretendían crear un ejército eficaz, lo mismo ocurría con la legislación social, la política presupuestaria o los estatutos de autonomía: «Azaña tiene en sus manos, en el momento que evocamos, la materia de su obra: cuestión militar, problema religioso, ordenación económica, impulso a la cultura, de las obras públicas... Todo ello hecho obra viva y todo ello realizado en la práctica del Gobierno, con una honradez, con una rectitud de conciencia, con una austeridad, que quedarán en la historia política de nuestra patria cual un ejemplo que nadie podrá superar»153. Sin embargo, contra esta inmensa obra de amor, de civilización, de inteligencia, se alza impertérrita y soberbia la España de la estulticia, del privilegio, la de los que siempre lo han tenido todo y han identificado a España con su predio. Azaña, como alma de la República, comienza a convertirse en el centro de todos los odios, de todos los miedos, de la intolerancia, que oponen frente a su obra creadora la alternativa destructiva del pasado. Pero Azaña sigue su obra como un Quijote sin posible escarmiento. En su inquietud, afirma Espía, el Presidente del Gobierno tiene momentos de duda, de intenso temor, la historia de España le atraviesa la piel como un cuchillo afilado: ¿No pasará con nuestra obra lo mismo que ocurrió con otros intentos liberales anteriores, en los que al final el único derrotado fue el pueblo español?: La meditación angustiosa de Azaña tiene pronta realidad. Termina el bienio republicano, y vuelven —fantasmas socarrones— los muertos insepultos: Azaña es perseguido como nadie lo fuera. El odio vence a la comprensión, la barbarie, a la tolerancia. Azaña era la ética republicana, pero España iba a jugarse la República a un golpe de ruleta, de estraperlo... Es entonces cuando empieza en España la insurrección contra la inteligencia... No tardará mucho en ver toda su obra destruida por la traición, por el odio, por el crimen. El creador ve que todo a su alrededor cae en ruinas154.
El sectarismo —asegura Espía— no estuvo del lado republicano, sino en la tremenda resistencia de clericales, terratenientes y oligarcas de todo tipo, a perder una parte de sus privilegios. La República se limitó a impedir que la Iglesia continuase detentando los instrumentos de dominación de la conciencia popular; en materia social desarrolló una política conservadora al imponer el arbitraje en los conflictos obreros; los seguros sociales quedaron muy por debajo de la media europea ya que la economía no daba más de sí; lo mismo ocurrió con la reforma agraria y el proyecto de impuesto sobre la renta diseñado por Carner con cincuenta años de retraso; la reforma militar fue técnica, no política; pudieron seguir en el Ejército militares antirrepublicanos: «¿Dónde está el sectarismo? Contra ese intento de poner a España al nivel de los otros países civilizados se rebelaron desde el primer momento los supervivientes de la antigua España oficial: el pretorianismo, el clericalismo y el latifundismo»155.
153 C. Espía Rizo, «Artículo de Espía en el aniversario de la muerte de Azaña», en Izquierda Republicana, México, núm. 27, 15 de noviembre de 1946, APCE, Prensa, Alicante. 154 Ibíd. 155 C. Espía Rizo, «Nuevo descubrimiento de España», en Democracia, Santo Domingo, sin fecha, 1941, APCE, Prensa, Alicante.
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Para el desterrado, Azaña y República eran una misma cosa, ya que el político complutense había sabido encarnar el ideal liberal-democrático como nadie, llevando a la política española un aire nuevo de independencia e inteligencia, cualidades que podían haber aportado muchas cosas positivas a la vida nacional, pero que estuvieron en el origen de su tragedia: Azaña representa en la vida pública española la acción política como obra de la inteligencia... Las fuerzas regresivas de España hubiesen perdonado a Azaña —como perdonaron o aplaudieron a otros gobernantes— el desmán político o el abuso de poder e incluso el manejo poco decente de los caudales públicos —de ser Azaña capaz de alguna de esas fechorías—, pero siempre a condición de que en su obra de gobierno hubiese prescindido de la inteligencia... La inmoralidad aliada a la marrullería política puede encontrar indulgencia especial en las fuerzas ultramontanas de un país, en los cavernícolas y retardatarios de una sociedad. La picaresca en la administración y en la política deja al hombre público esposado al albedrío de sus adversarios, hace de él cómplice, cuando no su esclavo... Pero la inteligencia es insobornable... y así se acumula contra ella el odio de todas las fuerzas del pasado, la potencia explosiva de todos los intentos amenazados por la acción profunda del reformador. Ciertamente, en la historia moderna de España no es la de Azaña la única política gobernada por la inteligencia... pero en la obra de Azaña la inteligencia aparece en estado puro, sin contaminación viciosa alguna. Si en el caso de Azaña algo viene a fundirse con ella es sólo un gran amor a España...156
156
C. Espía Rizo, Sin título, APCE, Escritos, Alicante.
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CAPÍTULO VI El exilio definitivo (1939-1971) 6.1.
LA REPRESIÓN EN LA ESPAÑA DE POSGUERRA: ESPLA ANTE EL TRIBUNAL PARA LA REPRESIÓN DE LA MASONERÍA Y EL COMUNISMO
Meses antes del final de la contienda, se crearon en la zona ocupada por el ejército de Franco una serie de tribunales especiales con el único fin de juzgar, en procedimiento sumarísimo, a todas aquellas personas acusadas de rebeldía o de tener cualquier tipo de responsabilidad en los gobiernos, los partidos o cualquier organización desafecta al movimiento nacional capitaneado por los generales africanistas. Para el desarrollo de los juicios no era requisito alguno la presencia de abogados defensores, ni la del acusado. La primera pesquisa que conocemos respecto a la averiguación y confirmación de la culpabilidad de Carlos Espía, es un oficio del Comisario General interesándose por las actividades político-sociales del mismo, instando a que se busquen todo tipo de avalistas y acusadores, debiendo éstos ser interrogados a conciencia y advertidos de que podrían ser citados como testigos. El oficio iba dirigido al Jefe de la Brigada móvil y fechado el 3 de enero de 1939, tres meses antes de finalizar la guerra1. Entre la documentación acumulada en los meses siguientes, figuran escritos dirigidos a Espía por diversas logias masónicas demandándole, en su calidad de masón, ayuda para el ascenso de tal militar, o un traslado de destino para un determinado funcionario. En la mayoría de los casos, Espía se limitaba a enviar las cartas recibidas al organismo del que dependía el funcionario, el militar o el guardia para el que se había pedido su recomendación. Entre otras cosas, en su expediente policial se encuentra una carta de la logia Patria Nueva, en la cual se le trata de poderoso hermano, de lo que deducían que debía tratarse de un grado alto de la masonería y, por tanto, culpable del delito de alta traición a la patria2. 1
«Oficio del Comisario General de Madrid dirigido al Jefe de la Brigada móvil, 3 de enero de 1939, AHNM, H-280. 2 «Carta de la logia Patria Nueva a Carlos Espía», AHNS, Sección Guerra Civil, Masonería, 141-B-3.
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El 9 de septiembre de 1939, el Director General de Seguridad envió otro oficio al Comisario Jefe de la Brigada móvil de Madrid, interesando la averiguación del último domicilio de Espía, sus actividades políticas y sus bienes. Pasados veinte días, el comisario respondía con el siguiente informe: «Dicho individuo fue Subsecretario de Gobernación con anterioridad al Glorioso Movimiento nacional y persona conocida por sus actividades políticas en favor de las izquierdas; en la actualidad se encuentra en México, como tesorero de la JARE, de la que es Presidente Indalecio Prieto; su último domicilio en esta capital fue en la calle Marqués de Urquijo, número 17, derecha... Durante la guerra ha tenido varios domicilios, siendo el último en Valencia»3. Las órdenes de indagación y acopio de datos sobre los perdedores de la guerra solían repetirse con alta frecuencia, y las respuestas ofrecidas por los diversos comisarios no diferían mucho unas de otras, limitándose a repetir los informes una y otra vez. La mayoría de los informes, oficios y expedientes que circulaban entre las distintas instancias de la Administración franquista, no aportaban, normalmente, datos distintos a los que durante los años republicanos se habían publicado en la prensa y, por tanto, eran conocidos de todos: los cargos que había ocupado, su condición de masón y anticlerical, sus actividades antimonárquicas, eran hechos notoriamente públicos, la diferencia estaba en que todo eso que, anteriormente, constituía un brillante curriculum, ahora eran delitos de la máxima gravedad. El 1 de marzo de 1940, se aprobaba la Ley para la represión del comunismo y la masonería, mediante la cual se podía condenar hasta con la pena de muerte a quienes se les atribuyese tal militancia o ideología. La ley no ofrecía ninguna garantía a los acusados, a no ser que se tuviera por tal el aval de buena conducta presentado por personalidades de honor vinculadas al régimen. Para condenar a alguien bastaban los informes policiales o la acusación de particulares. De este modo, a comienzos de febrero de 1942, se celebraba en Madrid la vista en la que, con arreglo a esta ley, se juzgaría a Carlos Espía acusado del delito de masonería y comunismo. Como el inculpado, según las pesquisas policiales, estaba fuera de España y no se había retractado, se le juzgaría en rebeldía. El Tribunal estuvo presidido por el general Saliquet e integrado además por el general González Oliveras, el general Rada y Pradera. Del testimonio de sentencia entresacamos lo que a continuación sigue, muy coincidente con el juicio previo que sobre el ahora inculpado habían emitido en la prensa franquista Francisco Casares, Comín Colomer, Carretero Novillo o Pérez Madrigal, y bastante esclarecedor sobre el concepto que de la justicia tenía el régimen franquista: Su condición masónica y su extraordinario celo en pro de la situación roja, las empleó en todo momento para mantener la guerra, disfrazar la política criminal roja en el extranjero y obtener ayudas políticas y de armamento de diversas naciones. Su función de propagandista oficial y supremo de la España roja, fue en extremo violenta e intensa... Resultando: que en el acto del juicio el Ministerio Público formuló como acusación definitiva la de considerar al procesado como inmerso en el delito de masonería y comunismo, previsto y penado en los artículos 1.° y 4.° de la ley de 1 de marzo de 1940, con la concurrencia de circunstancias agravantes de la responsabili3
Ibíd.
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dad criminal y solicitó la pena de treinta años de reclusión mayor, accesorias legales y lo conveniente en cuanto a la responsabilidad civil. Que los hechos relatados en el resultando primero, son constitutivos de un delito de masonería, previsto en los artículos..., por cuanto el procesado perteneció a la masonería y fue reputado como masón militante e influyente por sus propios hermanos. Tales hechos constituyen el delito de comunismo, que los mismos artículos antes citados definen, ya que el encartado, principalmente durante el movimiento, poniendo a contribución su condición masónica y los altos cargos que desempeñó, laboró activa y eficazmente en pro de la revolución marxista internacional que se intentaba implantar y ello valiéndose de un doble juego: internacionalmente y en su misión de suprema propaganda, desfigurando los hechos y exaltando las supuestas virtudes de un régimen criminal, y en el aspecto no visible, propugnando asesinatos, dilapidando el Tesoro en adquisiciones de armamento y enlazando la España roja con pactos que la llevaban a la perdidumbre soviética y de los frentes populares, aún más, en el momento actual todavía continúa su labor en comité mexicano con la misma táctica y finalidad4.
El Tribunal condenó a Espía a la pena de treinta años de reclusión mayor y accesorias de interdicción civil durante el tiempo de la condena, además lo inhabilitó a perpetuidad «para cualquier cargo del Estado, Corporaciones públicas y oficiales, entidades subvencionadas, y empresas concesionarias, gerencias, consejos de administración de empresas privadas, así como cargos de confianza, mando y dirección de las mismas, separándole definitivamente de los aludidos cargos»5. El fallo daba pábulo a toda la imaginería fantasmagórica diseñada por los ideólogos del movimiento: detrás de la instauración de la República, de los hechos que en ella ocurrieron y de la posterior Guerra Civil, se movían una maraña de agentes y de intereses que constantemente tramaban actos tendentes a la destrucción de la patria. Esos agentes estaban vinculados a la masonería, a la internacional comunista, cuando no a ambas organizaciones a la vez, y seguían instrucciones muy precisas desde fuera para implantar en España un régimen similar al soviético. Por tanto, la rebelión militar de julio de 1936 había sido no sólo un acto legítimo sino necesario para salvar a España y a Europa de las garras comunistas e impías. Carlos Espía era uno de esos agentes, pero no uno cualquiera, sino de los más significados. Su responsabilidad en la prolongación de la guerra fue grande, porque hizo uso de su condición de masón para alcanzar todo tipo de apoyos militares y diplomáticos. También fue comunista por apoyar al Frente Popular, y uno de los personajes más notorios del bando republicano, responsable, entre otras cosas, del asesinato de Calvo Sotelo. Al mismo tiempo que se instruía su causa por la vía penal, el Tribunal de Responsabilidades Políticas le abría otro expediente para determinar el alcance de su implicación en los Gobiernos del Frente Popular. A los informes enviados por la policía, se unían también los elaborados por la Falange6, todos ellos con un parecido
4 «Testimonio de sentencia del juicio seguido contra Carlos Espía Rizo por el Tribunal para la represión de la masonería y el comunismo, 4 de febrero de 1942, AHNS, 141-B-3. 5 Ibíd. 6 Expediente de responsabilidades políticas, Expediente núm. 321 de 1939, AGA. Alcalá de Henares.
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asombroso. De las investigaciones llevadas a cabo por la policía en los registros de la propiedad, bancos y ficheros de Hacienda, se deducía, sin ningún género de dudas, que Espía no poseía ni bienes ni dinero en todo el territorio nacional. Tras casi tres años de averiguaciones, el 24 de enero de 1942 se celebraba el juicio en el Tribunal Regional de responsabilidades políticas de Madrid, dictando la siguiente sentencia: «Fallamos: que debemos condenar y condenamos al expedientado D. Carlos Espía Rizo a las sanciones de extrañamiento por un período de quince años y la económica de pago de veinticinco millones de pesetas»7. En la misma vista que se examinó su caso, se juzgó también a Alvaro de Albornoz, Juan Simeón Vidarte y Marcelino Domingo. 6.2. EL EXILIO INMEDIATO: PARÍS Y BUENOS AIRES (1939-1940) El exilio comenzó para muchos españoles bastantes meses antes de que concluyera la guerra, sobre todo para algunos grupos de niños y para personalidades intelectuales o políticas, cuya edad les impedía ser útiles a la causa que defendían. Francia y varios países americanos habían abierto en 1937 sus fronteras a un selecto grupo de españoles, pero, como afirma J. L. Abellán8, lo ocurrido en los meses de febrero y marzo del 39 fue una auténtica diáspora de intelectuales, una masiva salida de cuadros médicos, periodísticos, literarios, científicos y artísticos. La cultura española del año 40 quedó reducida al Boletín Oficial del Estado, las hojas parroquiales y los manifiestos imperiales de los hombres del movimiento y sus adláteres, pero no sólo por la férrea censura, sino porque apenas quedó algo diferente. Sin embargo, la salida de esas élites intelectuales, su llegada a universidades, institutos, periódicos, hospitales y laboratorios de América, fructificaría en un notorio impulso a su cultura y su economía. Tal es el caso de México, país que acogió a casi veinte mil españoles transterrados, entre ellos lo mejor del pensamiento, la cultura y la ciencia española: José Gaos, G. Pittaluga, E. Halfter, J. Bergamín, J. Larrea, F. Ayala, León Felipe, M. Zambrano, A. Castro, M. Andújar, M. Aub, L. Buñuel, L. Cernuda, W. Roces, B. Cabrera, Díaz Cañedo, J. Renau, y una lista de personalidades que sería muy prolijo enumerar, pero a la que habría que añadir los nombres de aquellos que, como Pedro Salinas, Falla o J. R. Jiménez, estando en America no quisieron volver. En total, según J. L. Barona, llegaron a México 300 catedráticos de Universidad, 500 médicos y 100 científicos de varias áreas9. Pero, como escribe Vicente Llorens, «toda emigración tiene un doble aspecto, positivo y negativo, según el punto de vista en que nos situemos al valorarla. Lo que significa una pérdida para el país de origen, puede ser adición valiosa para el país de
7 8
Ibíd.
J. L. Abellán, El exilio español de 1939, Madrid, Taurus, 1976. Para el exilio, véanse, AAVV, Los refugiados españoles y la cultura mexicana, Madrid, 1999; J. A. Matesanz, Las raíces del exilio. México ante la guerra civil española, 1936-1939, México DF, 1999; AAVV, «Migraciones y exilios», en Cuadernos de AEMIC, núm. 1, diciembre de 2000. 9 A. Girona y cois., El exilio valenciano en América. Obra y memoria, Valencia, 1995, pág. 48.
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asilo»10, y si en este caso, los países receptores recibieron una aportación positiva en líneas generales, España vio truncadas muchas esperanzas de progreso en todos los campos. La Generación del 36, que nacía vigorosa por estos años, que prometía volver a repetir las cimas del 27, quedó en un proyecto disperso entre un buen número de países. La Guerra Civil había significado, para casi todos ellos, el fracaso de un ideal, «el fracaso de un proyecto regeneracionista, no el de una ideología en concreto, lo fue de todos los que participaron en el sueño de ver salir a España de su postración»11. Al llegar a París, Espía se instaló en la rué Vauquelin, 17-5.°, en las proximidades del Panteón, aunque algunas fichas policiales le atribuyen como domicilio el que fue de la JARE: place de la Madeleine, 8 y 10. Conocía París desde su anterior etapa en la ciudad, y, a pesar del tiempo transcurrido, seguía teniendo contactos y lugares donde acudir. Por ello, le volvió a corresponder el papel de guía del exilio, aunque esta vez las cosas eran muy diferentes: no se trata de un exilio que podíamos llamar dulce, con todas las reservas que se quiera, como aquel del 23 con Primo de Rivera; tampoco es un exilio esperanzador, ya que ha habido por medio una cruentísima guerra fratricida de la que han salido derrotados; ni son unos cientos los españoles desterrados, sino miles, tal vez centenares de miles, los que a lo largo de febrero y marzo han atravesado la frontera francesa o llegado a sus puertos. El 28 de enero el Gobierno francés había abierto las fronteras para los civiles que huían de España, siete días más tarde, ante la avalancha de republicanos, la frontera fue franqueable también para los combatientes. Ese día, el 5 de febrero de 1939, Azaña y Martínez Barrio, acompañados por Negrín, dejaban España por el paso fronterizo de Le Perthus. Al regresar a España, Negrín, que volvía a pie, se encontró a otros dos ilustres derrotados: Companys y Aguirre. A lo largo del mes de febrero cerca de medio millón de españoles pasaron a Francia, teniendo que soportar, además de las inclemencias del tiempo y la amargura de la derrota, el trato vejatorio que les dispensaron las autoridades francesas: Serraut, ministro del Interior francés, había ordenado que conforme fuesen entrando los refugiados se les internase en campos de concentración o de trabajo. Muchos, dentro de su natural desesperanza, esperaban ser recibidos como héroes por las autoridades de un país amigo, pero «una vez en Francia los refugiados sufrieron otra desilusión. Fueron llevados a la fuerza a campos de concentración franceses y conducidos en manadas... más como prisioneros de guerra que como refugiados políticos...»12 La situación llegó a ser tan desesperada, que, en un momento determinado, Prieto llegó a ofrecer a Lequerica una parte sustancial de los bienes que la República tenía en el exterior a condición de que se admitiera el retorno a España de la totalidad de los exiliados, a excepción de los que hubiesen desempeñado puestos de relevancia. Para Espía, la situación por que atravesaban los refugiados en Francia respondía a dos cuestiones fundamentales: el enorme volumen de la emigración y la propaganda franquista: 10
V. Llorens, Memorias de una emigración. Santo Domingo 1939-1945, Barcelona, 1975. " I. Martínez Paricio, Los papeles del general Rojo, Madrid, 1989, pág. 253. 12 Excelsior, 10 de marzo de 1939.
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La presencia de 500.000 españoles en Francia representa para este país un gasto diario de unos 10 millones de pesetas. Para contribuir a los gastos la URSS dio por una sola vez cinco millones de francos. Francia creyó que con eso sería suficiente porque los refugiados regresarían al poco, pero no regresan, ni Franco abre las fronteras y el problema se agudiza. Francia entendió al principio el problema desde el punto de vista policial, al creer las campañas de propaganda franquista que trataban de delincuentes a todos los refugiados, luego han tenido tiempo de rectificar al comprobar la magnífica actitud de los refugiados españoles13.
Según Espía, a este cambio de actitud de las autoridades francesas, contribuyeron notablemente las campañas de solidaridad y denuncia llevadas a cabo por Víctor Basch y P. Langevin, presidentes del Comité Internacional de Coordinación para la Ayuda a la España Republicana. A raíz de las denuncias de Basch y Langevin, comenzaron a darse iniciativas más humanitarias por parte del Gobierno francés. Así, en Orleans Ville, Argelia, el Subprefecto organizó verdaderas colonias familiares en las proximidades de los núcleos urbanos, con la finalidad de conseguir la plena integración de los españoles en la sociedad argelina. El papel de Victor Basch, que había rechazado por dos veces la Legión de Honor y, por el contrario, viajó a Valencia en plena guerra para recibir la máxima condecoración de la República española, sería decisivo en las tareas de apoyo a los refugiados y en las campañas contra la represión franquista: cuando Espía supo que Franco había condenado a muerte al doctor Peset y a Molina Conejero, desesperado en su frenética actividad en favor de sus compatriotas perseguidos, recurrió a Victor Basch. Basch le dijo que poco podía hacer ya que «esos bárbaros no hacen caso de las protestas». Espía le insistió angustiado, y entonces el viejo profesor cambió de semblante, como si se le hubiese encendido una lucecita de esperanza: había decidido escribir a sus compañeros universitarios de Oxford, Praga, Bruselas, Bolonia, Roma, Ginebra, Milán, apelando a su conciencia para que se movilizasen en favor de los condenados. Al mismo tiempo dijo a Espía que se entrevistasen con M. Moutet y escribiesen a Petain para que intercediese ante Franco. Así lo hicieron y Petain no tardó en responderles: El Embajador de Francia nada podía hacer en favor de los veteranos diputados de Cortes, que estaban en peligro de muerte por haber ayudado a los rebeldes14. El doctor Peset y Molina Conejero fueron fusilados. Victor Basch también moriría poco después víctima de la violencia fascista. En los meses siguientes, el Gobierno francés presionaría al de Franco para que dejase volver a aquellos refugiados que así lo deseasen, produciéndose el retorno de un número elevado de los mismos. De tal manera que, en enero de 1940, el Ministro de Interior informaba a los diputados que quedaban 150.000 refugiados en territorio francés. De éstos, muy pocos optarían ya por regresar a España, convirtiéndose en el exilio de «más larga duración de la Europa del siglo xx» y en el más perseverante en sus convicciones: la restauración de la convivencia democrática moderna en España.
13 C. Espía Rizo, «Es angustiosa la situación de los miles de españoles refugiados en Francia», en Noticias Gráficas, junio de 1939, Buenos Aires, APCE, Prensa, Alicante. 14 C. Espía Rizo, «Un amigo de España. Victor Basch», 5 de febrero de 1944, APCE, Escritos. En el Archivo de Carlos Espía se conserva también el original de la respuesta de Petain.
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Araquistain, refiriéndose a esta actitud de los exiliados, diría en 1955: «Somos una admirable Numancia errante que prefiere morir gradualmente a darse por vencida»15. El 27 de febrero, Azaña había presentado su dimisión irrevocable como Presidente de la República española. El fracaso de sus gestiones para conseguir una paz honrosa, el reconocimiento de Franco por Inglaterra y Francia y, sobre todo, la desaparición física del Estado republicano, fueron sus razones16. El 7 de marzo se reunió en París, con carácter de urgencia, la Diputación Permanente de las Cortes para debatir y aprobar una proposición de Alvaro Pascual Leone: exigir responsabilidades a Casado y sus compañeros de aventura por el golpe militar de Madrid, que había provocado una guerra dentro de la guerra, aunque sabían que tal decisión era sólo testimonial, pues tras la acción de Casado la guerra estaba llegando a su fin, y a su principio el éxodo republicano: la mayor emigración forzosa de la historia de España, tan sólo igualada por la expulsión de los judíos en 149217. Semanas después, Martínez Barrio volvía a convocar otra reunión de la Diputación al objeto de estudiar la petición de Negrín para que se le confirmase como Presidente del Gobierno, cosa que hace de un modo ambiguo. A partir de aquí comenzará a abrirse la grieta que dividirá a los exiliados en dos grupos antagónicos: quienes piensan que Negrín sigue siendo el Presidente del Gobierno republicano en el exilio y máximo representante de la única institución republicana vigente, ya que no había sido destituido por el Presidente de la República, ni por una moción de las Cortes, ni sustituido por unas elecciones; y los que, por el contrario, creen que al finalizar la guerra, haber dimitido el Presidente de la República y no poderse convocar Cortes, el único órgano constitucional subsistente era la Diputación Permanente. Esta división afectará, en adelante, a todas las actividades y todos los proyectos republicanos. El primer problema que se plantea a los dirigentes republicanos en el exilio fue la asistencia a los miles y miles de refugiados internados en los campos de concentración del sur de Francia. Con esa finalidad, el Gobierno Negrín había creado en 1937, tras la caída de Bilbao, un organismo encargado de coordinar la evacuación de la zona norte de España, organismo que dos años después sería el germen del SERÉ (Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles). Aunque Negrín lo consideraba como un órgano propio del Gobierno republicano, cuando se constituye a finales de marzo, ya no existe dicho Gobierno y se convierte en una asociación directamente dependiente del ex Jefe del Gobierno, quien para su financiación disponía de los fondos depositados por la República en París, como garantía de un préstamo y para sufragar los gastos que la llegada de refugiados fuese produciendo. Espía, pese a sus diferencias con Negrín, escribió un artículo en junio de 1939 con la intención de presionar al Gobierno francés para que no entregase ese dinero a Franco, quien lo reclamaba insistentemente. Según Espía, cuando Franco dio su adhesión al Pacto AntiKomintern, firmó al mismo tiempo
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Citado por X. Flores, en El Archivo de la II República..., pág. II. Carta de Manuel Azaña al Presidente de las Cortes, 27 de febrero de 1939, Collonges-SousSaleves, APCE, Azaña, Alicante. 17 N. Sánchez Albornoz, El destierro español en América..., pág. 17. 16
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otro documento que la diplomacia del Eje ha tenido gran interés en mantener en secreto. Se pudo averiguar, sin embargo, que en ese documento Franco reconocía los servicios que le habían prestado Alemania e Italia. Pero no se logró saber el verdadero alcance del compromiso contraído por Franco con las potencias del Eje como recompensa por dichos servicios... La existencia de esa alianza secreta, de la que ya tienen conocimiento ciertos servicios franceses, decidirá a Francia, sin duda, a retrasar la entrega del oro depositado por la República en París... Lo cierto es que la entrega de ese oro a Franco equivaldría para Francia a caer en el chantaje que le han preparado y dotar de medios económicos a un aliado de los países que preparan la guerra contra ella18.
La vinculación de Espía al SERÉ fue de tipo personal, nunca oficial. Colaboraba con él como lo hacía con V. Basch, con M. Moutet, o con cualquier persona o institución dedicada al auxilio de los desterrados. En carta dirigida a Espía, Negrín le decía que los gastos del SERÉ se habían disparado y que era preciso destinar todo el dinero a evacuaciones, abandonando cualquier inversión que pudiese entrañar el más mínimo riesgo. Negrín afirmaba que su mayor preocupación era sacar a los compatriotas que se hallaban en Francia, sobre todo a aquellos que habían ocupado cargos públicos, para lo que estaban gestionando la colaboración de Cruz Roja y otros organismos humanitarios19. La relación de Espía con Negrín y el SERÉ fue obligada, ya que desde su salida de la Subsecretaría de Estado, en abril del 38, había mantenido una posición disciplinada pero muy crítica con los Gobiernos por él presididos. En mayo de 1939, Espía recibe la noticia terrible del fusilamiento de su amigo Eliseo Gómez Serrano. El impacto que tal hecho le causó fue tremendo, pues en ese momento estaba inmerso en la organización de diversas manifestaciones y actos contra la represión franquista, y porque había sido él quien había empujado a este Catedrático de la Escuela Normal de Alicante a presentarse a las elecciones de 1936: En febrero de 1936, el Partido de IR de Alicante tenía que designar tres nombres para formar la candidatura de la coalición izquierdista. Sobre dos nombres — uno de ellos el mío— la asamblea del Partido se manifestó unánime. Para el tercer puesto, los asambleístas parecían divididos, entonces intervine yo: «Apuntemos los nombres que pueden dividirnos —dije—. En el Partido tenemos otras personas eminentes que no encontrarán oposición alguna... La mirada recorrió la asamblea, a la que asistían algunos de esos hombres que contaban con el respeto de todos, y se detuvo en un lejano rincón donde estaba, modestamente, en silencio, Don Eliseo. Por ejemplo —continué— Gómez Serrano. —Pero hombre, ¡yo! —exclamó como asustado, mi pobre amigo. Una ovación unánime ahogó su protesta.»20.
Desde su llegada a París, Espía utilizó toda su influencia personal cerca de las autoridades y hombres públicos franceses para conseguir su colaboración en la lucha contra la dictadura española. Delbos, Herriot, Liautey, Moutet y otros, con quienes tenía una relación afectuosa, aceptaron sus requerimientos y participaron en multitud 18 C. Espía Rizo, «Por qué quedó en secreto la alianza de Franco con Hitler y Mussolini», junio de 1939, en Noticias Gráficas, Buenos Aires, APCE, Prensa, Alicante. 19 Carta de Juan Negrín a Carlos Espía, 1939, APCE, Negrín, Alicante. 20 C. Espía Rizo, «El delito de ser republicano: Eliseo Gómez Serrano, profesor fusilado», en Noticias Gráficas, mayo de 1939, Buenos Aires, APCE, Prensa, Alicante.
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de actos antifranquistas. El 2 de junio de 1939, el Jefe del Servicio de Información y Prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores escribe a Espía comunicándole que han recibido respuesta positiva a sus peticiones de solidaridad de las siguientes personalidades: Paul Reynard, Herriot, Jeannenay, Blum, P. Boncour, Bergson, A. Maurois, Paul Valéry, G. Duhamel, A. Siegfried, Tules Romains, A. Gide, J. Costeau y H. R. Lenormand. Días después, Espía recibía contestación a otra carta, dándole cuenta de que una serie de directores y actores franceses estaban dispuestos a colaborar con la causa republicana: Michael Simón, Jean Renoir, Rene Clair, Jean Gabin, Danielle Darrieux, Mireille Ballín, Viviane Romance y Marie Bell21. Los contactos de Espía con el Gobierno francés fueron numerosos durante estos primeros meses de exilio. Por ello, Azaña, que se encontraba en Collonges-Sous-Saleve, se dirige a él frecuentemente en demanda de ayuda para sus allegados en peligro: Mi querido amigo: Me permito molestarle para recabar su apoyo en favor de una persona que tengo el interés que usted adivinará en cuanto le diga su nombre: Hernández Saravia. Se encuentra con su mujer, sus hijos, un yerno y sus nietos en un pueblecito, Aquiles, cercano a Marsella, malísimamente instalado, durmiendo en el suelo, y con recursos muy contados. Aparte de esto, que ya es grave, necesita regularizar su situación para permanecer en Francia. No tiene pasaporte en regla, sino unos papeles provisionales... En fin, lo pongo todo en manos de usted, confiando en su diligencia y buena voluntad...22
Azaña se siente igual de aislado que en España, incluso le refiere el poco caso que le ha hecho un hombre como Barcia, al que pidió que intercediese ante Serraut para conseguir un permiso de residencia para Leopoldo Menéndez. También Barcia, como promotor de un manifiesto de agradecimiento al pueblo y las autoridades francesas, le había pedido su adhesión al mismo, a lo que Azaña se negó furiosamente: Después me ha escrito Barcia, enviándome el proyecto de mensaje que va a dirigir al Gobierno francés una asociación republicana de amigos de Francia, agradeciéndole la hospitalidad que aquí encuentran los refugiados españoles, y con fervientes protestas de admiración y lealtad a la República francesa. Barcia, por encargo de los organizadores de esa manifestación, me pedía mi firma. La he rehusado. En primer término, porque esa asociación está dividida en tres secciones, española, catalana y vasca, y sus respectivos presidentes (Companys, Presidente de Catalunya, Aguirre, Presidente de Euskadi), firman con esa calidad. ...Le he dicho a Barcia que yo no paso por eso, y aunque no tuviera otras razones (que las tengo), para abstenerme, me bastaría esa división inadmisible para negarme a firmar. Si catalanes y vascos quieren continuar en la emigración los costosísimos dislates que han cometido durante nuestra guerra, allá ellos; si piensan recobrar la República y la posibilidad de hacer la burra nuevamente sobre la base de las nacionalidades y deis pobles iberiques están lucidos...23 21 Carta del Secretario General de la Presidencia del Consejo de Ministros de Francia a Carlos Espía, 27 de junio de 1939, APCE, Exteriores, Alicante. 22 Carta de Manuel Azaña a Carlos Espía, 14 de marzo de 1939, Collonges, APCE, Azaña, Alicante. 23 Carta de Manuel Azaña a Carlos Espía, 25 de abril de 1939, Collonges, APCE, Azaña, Alicante.
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La correspondencia entre los dos políticos es íntima, jugosa y rica en apreciaciones de sumo interés. Delata a un Azaña decepcionado con casi todos —menos con su reducido círculo de fieles: Rivas, Santos, Saravia, Menéndez, Ramos o el propio Espía—, y totalmente apartado de los sinsabores de la política menuda del exilio, sólo le importa el futuro de sus amigos y del pueblo anónimo. No quiere honores, ni representaciones, encerrado en el caparazón de sus convicciones y de su conciencia tranquila, ansia tranquilidad, la de los suyos, la de España. Por su parte, Espía también parece bastante desengañado de muchas cosas, pero activo y dispuesto a seguir en la lucha, como había hecho siempre. De sus cartas con Azaña no se deduce que creyese que todo lo hecho por los republicanos durante la guerra estuviese bien, antes al contrario, la autocrítica está siempre presente, pero piensa que casi todos los errores cometidos por las fuerzas leales no eran nada al lado de la infamia cometida por los rebeldes, infamia aumentada por la crueldad de los vencedores al final de la contienda. Por eso no se resigna, no cae en el escepticismo, y continúa trabajando para mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas exiliados y volver a ver, algún día, una nueva España republicana. En ese sentido Azaña valora muy positivamente las conversaciones mantenidas por Espía con Delbos y otros políticos franceses de cara a formalizar una alianza de éstos con los republicanos españoles: Todo esto se relaciona con lo que usted me cuenta de sus conversaciones con Delbos. Muy bien me parecería que los republicanos españoles, como grupo político genuino, y sin salirse de la pasividad que las circunstancias imponen, estuvieran en relación amistosa y continuada con los republicanos franceses. Y que estos acabaran por comprender y admitir que los únicos amigos que han tenido ni podrán tener nunca en España, son los republicanos. No hay inconveniente que diga usted a Delbos, como cosa de usted, que esa iniciativa me cae simpática, y puede ser útil algún día a las dos partes. Se entiende que yo ahí no tengo ningún papel. Y después de lo dicho al comienzo de esta carta, es innecesario añadir que en la denominación de los republicanos españoles, se comprende a todos, pero sin acepciones regionales ni, menos, nacionalistas. La utilidad de la iniciativa actual para el caso de una guerra, dependería, como usted sabe de sobra, de la posición que tomase España. Bien mirado todo, sería preferible que no se presentara el caso24
Espía y Azaña vuelven a coincidir en sus planteamientos, nada de particularismos, nada de divisiones, de cara al futuro se imponía una política común de todos los partidos republicanos, olvidándose de las diferencias y las rencillas del pasado. Ahora no estaban inmersos en una campaña electoral, habían perdido la guerra, y por tanto el régimen, si querían recuperarlo debían mostrar una unidad de acción sin fisuras. Además, ambos estaban convencidos de la proximidad de la guerra europea, y pensaban que los republicanos españoles debían trabar alianzas de futuro con las fuerzas democráticas europeas, especialmente con las francesas, al objeto de que una vez acabada la nueva contienda, la causa de la democracia española apareciese unida a la de las potencias democráticas, en cuyo triunfo final tenían fe absoluta. El papel de IR en ese momento sería fundamental si se mantenía al margen de las disputas y se con24
Ibíd.
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vertía en un partido moderno, capaz de aglutinar a las fuerzas democráticas españolas y de lograr alianzas sólidas con partidos europeos similares. Pero unidad, como luego se verá, no significaba resucitar el Frente Popular, esto era ya una fórmula fenecida y caduca que únicamente podía traer inconvenientes: la unión debía hacerse entre los republicanos, pero sin dejar nunca de lado a los socialistas. Azaña se queja, se lamenta amargamente, de la situación en que viven sus amigos, del poquísimo caso que de ellos hace el SERÉ: «No me indigna la animadversión de algunos personajillos, que siempre han estado mal con nosotros, como la repugnante hipocresía de otros, a quienes siento no haber dado de bofetadas la última vez que los tuve a mi alcance»25; y augura un mal final a la emigración española en tierras americanas: «Conozco la llegada de Giral a México, que personalmente ha producido buena impresión, por su actitud seria. Lo cual indica que la de otros no lo parece. Verá usted como se las arreglan para armar líos en México, donde algunos piensan que van a hacer la revolución. Con eso, y con los gansters de alto bordo que han caído por allí, lograrán que ni siquiera la memoria de la República sea tomada en serio»26. Sin embargo, lo que más preocupaba a Azaña, el tema más recurrente en su correspondencia con Espía, era la situación y el porvernir de España y de los españoles. Le atormentaba la represión, la violencia instalada en los centros de poder, pero también la degradación moral e intelectual de su patria: «No he vuelto a tener noticias de España —asegura a Espía—, ni de la suerte que hayan podido correr las personas honradas que se quedaron allí, gracias a la imbecilidad y a la maldad de unos cuantos. Lo que refiere Menéndez de los últimos días de Madrid y Valencia, me pone enfermo... Todas las informaciones que recojo prueban que sin haberse retirado aún la ola de sangre, ya se abate sobre España la ola de estupidez en que se traduce el pensamiento de sus salvadores. Por comparación, la CEDA era una asamblea de filósofos y poetas. El desastre, para todo el país, debe ser aún mayor de lo que yo me imaginaba y temía. Para cubrirlo, unos pedantes esquizofrénicos se encaraman sobre las ruinas acumuladas por los militares, y vomitan palabras sin sentido. Quieren hacer un imperio vertical y azul. Todo lo ocurrido en España es una insurrección contra la inteligencia. Esto es peor que la depravación de los caracteres, que tanto me ha hecho rabiar. Ahora, el imperio español debe cambiar, como yo proponía hace veinte años, el animal heráldico del escudo, y sustituir el león con una muía»27. En sus cartas, se vislumbra la experiencia del pasado reciente, los pleitos con Negrín, y los de Negrín con Prieto. Por eso ante la posible designación de Méndez Aspe para un puesto de representación de IR, Azaña muestra a Espía su profundo malestar por ser éste «la expresión típica del negrinismo subalterno y doméstico»28, advirtiéndole que designaciones de este tipo introducirían la discordia y la desestabilización en IR, condicionando negativamente su futuro: «Los republicanos, para salvarse, necesitan cortar por lo sano, y si se dedican a ser enérgicos, han de serlo de una vez, a fondo y para siempre»29. Azaña, insiste en la necesidad imperiosa de limpiar el par25 26 27 28 29
Carta de Azaña a Espía, 18 de junio de 1939, APCE, Azaña, Alicante. Ibíd. Ibíd. Carta de Manuel Azaña a Carlos Espía, 24 de julio de 1939, Collonges, APCE, Azaña, Alicante. Ibíd.
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tido, utilizando para ello todos los medios, sobre todo dando publicidad a la actitud desleal de algunos personajes durante los últimos meses de la guerra y presionando al Gobierno francés para que ahogase financiera y políticamente a los sectores vinculados a Negrín30. Los consejos y advertencias de Azaña, no caerían en saco roto y en los años siguientes, ya en México, Espía los haría suyos, defendiéndolos contra viento y marea, aún a riesgo de quedarse solo en la empresa. El 3 de junio de 1939, Fernández Clérigo, a la sazón Presidente de la Diputación Permanente de las Cortes, recibió un documento firmado por Prieto, Giral, Pozas, Barcia y Gordón Ordás, en el que declaraban ilegal al Gobierno presidido por el doctor Negrín y ponían a disposición de la Diputación, como único órgano legítimo, los bienes españoles depositados en México. A mediados de julio, Prieto, que estaba en México tratando con Cárdenas del cargamento del Vita y de los refugiados, se desplaza a París para dar la batalla definitiva a Negrín y hacerse con el control de preciado cargamento. El 26 de julio, se reúne la Diputación Permanente en la rué de la Pépiniére, aceptando Espía su elección como miembro de la misma para votar junto a Prieto y que no se perdiese ningún voto de IR en la batalla que se iba a librar31. En su intervención, Indalecio Prieto soltó una tremenda andanada de acusaciones contra Juan Negrín, alegando que no existía ningún Gobierno de la República, ni legítimo ni ilegítimo, puesto que la República no existía: ningún gobierno podría ser representativo porque dadas las circunstancias sería imposible su variación y modificación32. Además, Prieto propone a la Diputación que acuerde la creación de un organismo encargado de la administración de cuanto afecte al patrimonio de la República. Las propuestas del dirigente socialista fueron aprobadas el día 31 de julio33, al día siguiente quedaban aprobados los estatutos de la JARE. Unos días más tarde, el 6 de agosto, la Diputación Permanente elegía a los miembros de la nueva institución republicana: presidente: L. Nicolau d'Olwer; vicepresidente: Indalecio Prieto; vocales: José Andreu (ERC), Amador Fernández (UGT), Emilio Palomo (IR), J. Peiró (CNT) y Faustino Valentín (UR). Están representados todos los partidos excepto el comunista. Para el puesto de secretario general piensan en Manuel de Irujo, a quien ofrecen el cargo por dos veces. La primera declina, la segunda ni responde, acudiendo entonces a Carlos Espía que lo acepta de inmediato. Unos días después de su constitución, la Junta publicó un manifiesto en el que criticaba severamente la actuación del SERÉ y prometía la desaparición de todos los abusos y arbitrariedades, subrayando que su principal y único objetivo sería ayudar a los refugiados de cualquier ideología. Poco después, Prieto se entrevistaba con Lequerica para ofrecer a Franco todos los bienes que la República poseía en México, a condición de que se permitiera regresar a España a todos los refugiados que lo deseasen. No obtuvo respuesta.
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Carta de Manuel Azana a Carlos Espía, 12 de agosto de 1939, Collonges, APCE, Azaña, Alicante. Carta de Carlos Espía a José Giral, 3 de septiembre de 1940, APCE, Giral, Alicante. 32 Actas de la DP de las Cortes de la República española, 16 de diciembre de 1939, APCE, Alicante. 33 Junta de Auxilio a los Refugiados en el Exilio, Acuerdo adoptado por la Diputación Permanente de las Cortes, reunida en París el 31 de julio de 1939. Folleto publicado en México en diciembre de 1940. 31
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La fundación de la JARE en el verano de 1939, coincidió con el declive del SERÉ, tanto por agotamiento de sus fondos, como por las polémicas surgidas en torno a la administración arbitraria de los mismos. También incidiría notablemente el pacto ruso-alemán, que despertó el recelo del Gobierno francés hacia un organismo al que todos veían influencia comunista. Sin embargo, la mayoría de las expediciones fletadas durante 1939 y principios de 1940 corrieron a cargo del SERÉ, ya que la JARE no tuvo verdadera autonomía financiera hasta la vuelta de Prieto a México en septiembre de 1939. Mientras sus decisiones se tomaron desde la avenida Hoche de París, sus recursos fueron muy escasos y su campo de actuación reducido, lo que volvió a despertar la desconfianza de los refugiados que creían que el nuevo organismo actuaría de modo más justo y eficaz. Desde la Secretaría General de la JARE, Espía se dedicará a conseguir permisos de residencia para personalidades con responsabilidades políticas, proporcionar embarques, enviar pequeñas ayudas a los campos de concentración y organizar campañas de protesta contra la dictadura franquista, aunque esta labor iría complicándose poco a poco. Conforme avanzaba la Guerra Mundial las autoridades francesas extremaron sus medidas represivas, los registros, las requisitorias judiciales y cierres de locales iban convirtiéndose en un hecho cotidiano que endurecía —todavía más— las condiciones de vida de los exiliados. En marzo del 40, Daladier fue sustituido por Paul Reynaud al frente del Ejecutivo francés, y unos meses más tarde, tras la capitulación, Petain se convertiría en el máximo mandatario de la Francia claudicante. Durante los meses de abril y mayo, la presión del Gobierno francés sobre la JARE se hizo totalmente insoportable: el viernes 17 de mayo, estando L. Nicolau d'Olwer y C. Espía en la sede de la Junta, se presentó la policía con órdenes rigurosas de la autoridad militar para cerrar el local. Por consideración personal hacia los dos políticos republicanos, los gendarmes permitieron que Nicolau conservase las llaves. Inmediatamente, dieron instrucciones a todos los empleados y colaboradores del organismo para que abandonasen la sede, recogiendo Espía y Nicolau todos los documentos que pudieran ser comprometedores: «Según nos dijo el policía, para nosotros sólo había orden de clausura y no de disolución, como se había dictado contra otros organismos españoles. La medida fue general: clausuraron no solamente el SERÉ y la JARE, sino también las oficinas de la Diputación Permanente, las de la Generalidad, las de la Institución Raimundo Lulio, la Delegación vasca, etc. Con asombro también supimos que habían cerrado las tres secciones, española, vasca y catalana, de la Asociación de Amigos de la República francesa»34. Esta medida no procedía de la autoridad militar, sino directamente de Reynaud, después de que éste se hubiese entrevistado con Lequerica, quien luego se jactaría en la prensa franquista de haber conseguido cerrar «todos los centros rojos de París»35. En estas circunstancias, Fernández Clérigo reunió a los miembros de la Diputación Permanente en sesión extraordinaria, decidiendo trasladar este organismo y la JARE a México, mientras que Espía y D'Olwer autorizaban, al mismo tiempo, a todos los delegados de la Junta a que adoptasen las medidas
34 35
Carta de Espía a J. Giral, 13 de junio de 1940, APCE, Giral, Alicante. Ibíd.
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que estimasen oportunas durante este período de inactividad forzosa, recomendándoles que no hiciesen nada clandestinamente que pudiese irritar a las autoridades y que devolviesen las cartas a sus expedidores para evitar falsas expectativas: «De acuerdo con la Legación de México y con la oficina de los cuáqueros, que nos ofrecieron una mesa y una máquina de escribir en sus oficinas, tratamos de organizar la evacuación de los diputados. Ignoro si se habrá podido llevar a cabo. Todos estaban dispuestos a marchar, o casi todos, algunos con verdadera prisa. Estaban dispuestos a quedarse Just, Pórtela, los vascos, no sé sí alguien más. De la JARE, Nicolau, Peiró y creo que De Juan, Quemades tampoco quería salir de París»36. En cuanto a Espía, no tenía muy claro si quedarse en París o salir para América, pero la ausencia de noticias de Aguirre, que había viajado a Bélgica con la intención de sacar de allí a compatriotas ante la inminente llegada de los alemanes, y la enfermedad de su mujer —aterrorizada por la amenaza de bombardeos—, le decidió por la segunda opción, y el día 26 de mayo abandonaba París para embarcarse en el Campana con rumbo a Buenos Aires o Santiago de Chile, pero ignorando su lugar de destino hasta el último momento. Cuando Espía dejó París, el desbarajuste y el miedo inundaban todas las instancias del poder: una simple llamada de Lequerica al Ministro de Información francés, impidió que Espía hablase por radio a Argentina, pese a que su intervención había sido previamente solicitada por dicho ministerio y había pasado la previa censura. La caída de Francia llevó a las autoridades mexicanas a negociar con el Gobierno de Vichy, una solución honrosa para el problema de los refugiados españoles. El 22 de agosto de 1940, se firmaba el acuerdo franco-mexicano por el que el Gobierno azteca se comprometía a acoger en su territorio a cuantos refugiados españoles lo solicitasen, obligándose también a sufragar los gastos de estancia mientras éstos no fuesen evacuados. Por su parte, el Gobierno francés aceptaba no tomar ningún tipo de represalias. Previamente, Prieto había escrito a Cárdenas una dramática carta pidiéndole que admitiera en México a todos los refugiados sin distinción de edad, sexo, raza, profesión o ideología, y ofreciendo el dinero del «Vita» para sufragar cuantos gastos surgiesen. Cárdenas aceptó la petición de Prieto, autorizando a «que se traslade a México el contingente que sea»37. Meses más tarde, Espía recordaba la impresión decepcionante que le había causado el París prebélico, poniendo siempre como telón de fondo la actitud claudicante y cobarde que había seguido su admirada Francia en los últimos tiempos: Presencié en París, en 1939, el último 14 de julio. Creo, como ha escrito André Maurois, que fue el último día de felicidad que vivió París. Nunca había parecido más fuerte y espléndido el ejército francés en el histórico desfile de los Campos Elíseos bajo el vuelo de los aviones, entre el estruendo metálico de sus tankes y baterías. Por la noche el París unánime se fundía en la magnífica fiesta popular y callejera... Había, sin embargo, en aquella fiesta una indecible melancolía, la noche gozosa de la ciudad, llena de luz y de ruido, se teñía de recóndita tristeza. Era como 36 37
ibíd.
Carta de Indalecio Prieto a Lázaro Cárdenas, 17 de junio de 1940, APCE, Alicante.
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un presentimiento de tragedia. En el bulevar de Montparnasse encontré aquella noche a Luis Nicolau D'Olwer, solo, como abstraído, con un libro bajo el brazo. —Tiene como un secreto amargo y misterioso este 14 de julio —me dijo— ¿No le parece? Acaso mi insigne amigo, uno de los más altos valores morales e intelectuales de la Europa contemporánea, recuerde aquella melancólica noche, tan llena, sin embargo, de jolgorio popular, en la sórdida prisión de Vichy donde lo ha encerrado el Gobierno francés de la capitulación para complacer a Franco, aliado de Hitler. Francia, encarcelando en una Bastilla de Subprefectura, al nobilísimo Nicolau D'Olwer, estaba ya destinada a borrar de su calendario de 1940 el 14 de julio popular y simbólico38.
A finales de julio, Espía llegaba a Buenos Aires, una vez confirmada la oferta de trabajo que le había hecho el periódico argentino Noticias Gráficas, cuya corresponsalía en París venía desempeñando desde que se instaló en la capital francesa. En Argentina, escribe sobre temas españoles y sobre la situación internacional, alcanzando pronto notoriedad entre los periodistas bonaerenses. A los pocos días de su llegada, por mediación del periodista norteamericano Grand, fue nombrado jefe de servicios de la agencia Reuter en Argentina. Su posición económica y profesional es, otra vez, desahogada y prometedora. En la ciudad del Plata, Espía encuentra rápidamente amigos y compañeros: Méndez Calzada, Ossorio y Gallardo, Barcia, Blasco Garzón, Lucas Parra, Jiménez de Asúa, Servera... Entre todos forman un grupo de acción política cuyo principal objetivo es presionar a las autoridades argentinas, chilenas y bolivianas para que acepten refugiados españoles, fleten barcos para su transporte y protesten contra la represión franquista y la política de extradiciones del Gobierno de Vichy. Sin embargo, la actitud del Gobierno conservador argentino no permitía muchas alegrías, limitando enormemente las actividades de los españoles. Por ello, el grupo de Espía tuvo que ingeniárselas para actuar a través de intermediarios argentinos. Se reunían, hablaban y diseñaban la campaña a realizar, pero luego eran personalidades y colectivos argentinos de ayuda a los refugiados españoles quienes las llevaban a cabo, quienes presionaban a las autoridades argentinas. De ese modo, organizaron importantes actos en favor de Cipriano Rivas, Cruz Salido, Zugazagoitia y otros condenados a muerte, e hicieron llegar a los gobiernos alemán y francés miles de quejas contra las extradiciones de refugiados. El propio Espía, poco dado al autohalago, valoraba como decisiva su labor entre los exiliados de Argentina y como muy notable la actividad de conjunto realizada por todos ellos: Me acongoja la situación de esos miles de buenos españoles, y no se aparta de mi pensamiento la de aquellos que son amigos entrañables míos. Por ellos hice cuanto pude, tan pronto tuve, en Buenos Aires, la noticia de su dramática situación. Ningún mérito tiene lo que allí hicimos, aunque me atribuya el muy insignificante de mantener la fe en la eficacia de lo que pudiéramos intentar. Cuando otros amigos lo daban todo por perdido y consideraban estériles todos los esfuerzos, yo no me resigné a esta impotencia previa. Era yo el último llegado a la Argentina y quien menos relaciones e influencias podía poner en juego; pero reuní y moví a quienes las 38
C. Espía Rizo, «El último 14 de julio en París», en Verbum, julio-agosto de 1940, Buenos Aires.
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tenían, y se dieron éstos cuenta de que algo podían hacer. Y se hizo. Lo que se logró, fue debido a la influencia y personalidad de los otros, pero tuve la satisfacción de comprobar que podían más de lo que creían, y de ver que no había sido estéril nuestro esfuerzo, ni vana mi fe en las gestiones. Al llegar aquí la familia de Cipriano, he sabido que, si pudo pasar a la zona francesa no ocupada y, al fin, embarcar, fue debido a gestiones de la Embajada argentina en Berlín39.
Durante su estancia en Buenos Aires, Espía intentó organizar un servicio de ayuda a los republicanos perseguidos o presos; para ello pensaba contar con la colaboración de los marineros de la naviera Ibarra que llegaban al puerto de la Boca, pidiéndoles, ya que muchos de ellos eran republicanos y socialistas, que intentasen ponerse de acuerdo con republicanos del interior para ver la mejor manera de ayudarles. Estas gestiones no llegaron a cristalizar por desconfianza y por el miedo de los marineros a ser descubiertos por la policía o los informadores franquistas. Otra iniciativa fallida, fue crear una fingida editorial católica que hiciese envíos a la superiora de un determinado convento, pero a última hora la monja consultó el caso con las autoridades españolas y el proyecto quedó cancelado. 6.3.
PRIMEROS AÑOS EN MÉXICO: CON PRIETO EN LA JARE
A Finales de agosto de 1940, debido a las complicaciones crecientes que iba teniendo la JARE, Giral y Prieto escriben a Espía para que se desplace a México y retome la Secretaría General del organismo, cargo que seguía vacante desde su salida de Francia: «Tanto Prieto como yo y Andreu opinamos que debiera venir enseguida aquí para continuar siendo secretario de la Jare, le necesitamos mucho, por su competencia en estos asuntos y por la complejidad y número considerable de ellos; necesitamos su valiosa ayuda... Se le abonaran los gastos de viaje a usted y a Rosita. Sus emolumentos aquí serán los que nosotros tenemos (700 pesos anuales)... Una vez más le ruego que acepte»40. También Prieto le insiste en parecidos términos, pero al mismo tiempo le da otras razones de más calado político por las implicaciones que podían tener en el futuro de la emigración republicana, iniciándose una colaboración entre los dos políticos que llegaría hasta el final de sus vidas. Según Prieto, Martínez Barrio trataba de ocupar un lugar preponderante entre los refugiados; para ello intentaba reunir en México al mayor número de militantes de Unión Republicana, de los que ya habían llegado tantos como de IR, aun siendo un partido mucho más pequeño: «Digo esto porque nada de particular tendría que los restos que aquí hubiese de la Diputación Permanente se hicieran cargo de la misión que actualmente desempeñamos los miembros de la JARE, a lo cual yo no estoy dispuesto a hacer la menor resistencia. De IR sólo hay aquí un miembro de la Diputación Permanente, Alvaro de Albornoz, y por si llegase a ocurrir o que preveo, convendría que usted, como miembro de la Diputación Permanente, estuviese en México»41. El dirigente socialista, que había defendido a la Diputación Permanente 39 40 41
Carta de Espía a Amos Salvador, 30 de julio de 1941, APCE, Amos, Alicante. Carta de Giral a Espía, 26 de agosto de 1940, APCE, Giral, Alicante. Carta de Prieto a Espía, 25 de agosto de 1940, APCE, Prieto, Alicante.
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como única institución vigente tras el fin de la contienda civil, habiendo recurrido a ella para legalizar su papel como administrador de los fondos de la República en México, temía ahora que la ambición legitimista de Martínez Barrio tirase por los suelos todo el entramado por él organizado, exigiendo la restauración de todos los órganos constitucionales en el exilio, cosa que Prieto estimaba de todo punto improcedente. Durante unas cuantas semanas Espía duda en aceptar, puesto que en Buenos Aires ha logrado situarse y empezar una nueva vida como periodista, pero la insistencia de Prieto y Giral terminará por convencerle y el día 17 de octubre partirá de la capital Argentina rumbo a Acapulco, ciudad a la que llegará el 14 de noviembre: «Hubiera querido continuar alejado de estos dolorosos pleitos de los refugiados, que conozco por mi experiencia de París. Tendré mi parte —la que ustedes me dejen— en esa triste cosecha de ingratitudes, amarguras y desconfianzas... Creo que desde el punto de vista profesional cometo el mayor disparate de mi vida. He convenido en trabajar en Reuter, luego podría quedar como Jefe del Servicio de Reuter en Argentina...»42 Pocos días después de su llegada a México, Espía escribía a Augusto Barcia informándole del ambiente que había encontrado en la capital azteca: «El ambiente aquí es tan desagradable como ustedes saben. Hay un estado tremendo de pasión, de injusticia, de ceguera, pero, según me dicen, bastante atenuado con relación a semanas anteriores»43. Aparte del problema estrictamente político, Espía achacaba ese clima enrarecido a la imposibilidad que tenía la JARE para traerse a todos los refugiados a México, debido a que cada viaje costaba más de 100.000 dólares, a los que había que añadir el costo de la estancia de los refugiados en México. Por ello, pide a Barcia que formen en Argentina una comisión, presidida por él e integrada por personalidades españolas como Asúa, Servera o Blasco Garzón, y argentinas como Peco, Palacios o Agustí, para recaudar fondos con esa finalidad. El primer trabajo de envergadura con que se enfrente Espía en su nuevo cargo, será la elaboración de un proyecto para establecer un servicio de créditos para pequeños comerciantes e industriales. Dicho proyecto, para cuyo estudio contaría con el asesoramiento de Moles y Carabias, le fue encargado el 30 de diciembre, presentando sus conclusiones, sobre lo que luego sería la Fiduciaria Hispano-Mexicana, principal entidad financiera de la JARE, el 4 de enero de 1941. La Fiduciaria se constituiría con arreglo a las leyes mexicanas y a nombre de Prieto, Espía y Andreu, el 2 de diciembre de 1941. Pero, desde el primer momento Espía iba a tener que prestar atención a otras cosas que harían difícil y enojoso su paso por la Junta. La llegada de Espía a México, coincidió con un período crítico en la historia de la JARE debido a las disputas internas entre exiliados. En septiembre habían dimitido de sus cargos Prieto, Giral y Andreu a causa del clima de crispación y las acusaciones de corrupción y favoritismo promovidas por desterrados negrinistas y comunistas, aunque su dimisión no sería aceptada por la Diputación Permanente y la crisis se saldaría con un triunfo de los delegados dimisionarios44. Pero ésa era sólo una bata-
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Carta de Espía a Giral, 26 de septiembre de 1940, APCE, Giral, Alicante. Carta de Espía a Barcia, 8 de diciembre de 1940, APCE. Carta de Giral a Espía, 30 de septiembre de 1940, APCE, Giral, Alicante.
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lia de una guerra que duraría durante buena parte del exilio. En los meses siguientes, comunistas y negrinistas arreciaron sus campañas de difamación e intoxicación, tanto entre los exiliados, como en la prensa mexicana. Coincidiendo con el relevo en la presidencia mexicana de Lázaro Cárdenas, principal protector de los refugiados españoles, y con la llegada de Ávila Camacho, la intensidad y gravedad de las denuncias subió de tono. Un día sí y otro también, los periódicos aztecas hablaban de favoritismo, clientelismo, derroches, lujos y toda una serie de corruptelas que hacían de la JARE una nueva Sodoma mexicana. En esta trama se unían, tal vez sin que mediase ningún pacto entre ellos, las ambiciones y querellas de un sector del exilio y las de una parte de la Administración mexicana, recelosa de las actividades de los refugiados y ansiosa por controlar sus fondos. El escándalo llegaría a su punto álgido cuando un militar del ejército mexicano presentó una denuncia contra los miembros de la JARE por estafa y fraude fiscal: El coronel Flórez Villar, compinchado con el abogado Merino Vázquez y los comunistas españoles Moyrán y Ovalle, propuso al general Mérigo, un estafador que había hecho muchas propuestas indecentes a la JARE, sacar unos cuantos millones de pesos denunciando las irregularidades fiscales que se habían cometido cuando se desembarcó el cargamento del «Vita»45. La maniobra, orquestada por el Partido Comunista a través de la AIEM46 y consentida por el Gobierno mexicano, saltó a las páginas de los rotativos mexicanos con grandes titulares, provocando un terremoto en los ambientes de la emigración. Dudas, comentarios, rumores y acusaciones de todo tipo se abatieron sobre los miembros de la JARE, que vivieron unas semanas de angustiosa indecisión. Pasados unos meses, Miguel Benavides, haciendo referencia a este episodio, escribió lo que sigue a su amigo Carlos Espía: «Me habla usted en su carta que no hay que esperar gratitud alguna. En efecto, ésa es una moneda de cambio que ya no se estila entre nuestros compatriotas... Son estos cargos bien ingratos. Lo único que sacaremos en limpio será nuestro descrédito y que nuestro honor quede pisoteado y por los suelos»47. Por su parte, Espía diría a Carreras Reura que «sólo aguanto teniendo la seguridad de que cumplo con mi deber y pensando en los amigos de Francia»48. Posteriormente, el Gobierno de Ávila Camacho aprovecharía estas denuncias para dictar un decreto que obligaba a la JARE a transformarse en una entidad económica acorde con las leyes mexicanas, constituyéndose, entre tanto, un órgano mixto hispano-mexicano encargado de administrar sus fondos49. En el mismo decreto se establecían las normas para la admisión de nuevos contingentes de refugiados, haciendo constar que éstos no podrían desarrollar ningún tipo de actividad política, que deberían residir en el lugar al que se les destinase y no prolongar su dependencia económica de la JARE por más de seis meses, otorgándose plenos poderes a la Legación de México en Francia para todo lo concerniente a los refugiados. La orden presiden45
Carta de Femado Solozábal a Espía, 20 de enero de 1941, APCE, JARE, Alicante. Manifiesto de la Juventud Republicana de México, 29 de enero de 1941, APCE, JARE, Alicante. 47 Carta de M. Benavides a C. Espía, 24 de noviembre de 1941, APCE, JARE, Alicante. 48 Carta de Espía a Carreras Reura. 24 de octubre de 1941, APCE, Carreras, Alicante. 49 Diario Oficial, órgano del Gobierno Constitucional de los Estados Unidos de México, 8 de febrero de 1941. 46
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cial hacía especial mención a la entrada de intelectuales y profesionales de todo tipo, debido a los recelos que la llegada de este tipo de refugiados había provocado en determinados sectores de la sociedad mexicana. El Gobierno mexicano motivaba su decisión en la necesidad de conocer los fondos de la JARE para cumplir con lo pactado entre Francia y México, y en la imposibilidad de consentir la existencia de un poder extranjero en suelo nacional, aunque la verdadera razón no fuese otra que la incautación del dinero de la JARE. El acuerdo presidencial cayó mal entre los delegados de la Junta, que intentaron presionar al Gobierno para su modificación, consiguiendo temporalmente que hubiese mayoría española en el órgano mixto que se habría de constituir. En los meses siguientes, y con arreglo al proyecto elaborado por Espía para la Fiduciaria Hispano-Mexicana, la Delegación de la JARE trabajaría para traspasar a esa sociedad todos sus activos y de ese modo cumplir con el decreto presidencial. El impacto de todos estos acontecimientos en el ánimo de los delegados de la JARE fue muy grande, pero no por ello cayeron en el desistimiento: Espía, al cabo de unos meses, llegaría a proponer a Amos Salvador el empleo de todos los fondos de la JARE en ayudar a los republicanos del interior, aun a riesgo de su total desprestigio entre los refugiados mexicanos a los que dejarían sin auxilios: Si por ese o cualquier otro medio que a usted, o a ellos, se le ocurra, logramos llevar alguna ayuda a los presos de España, daría por bien empleado el sufrimiento que representa la función que me han echado sobre las espaldas. No tendría inconveniente en asumir la impopularidad y el riesgo de suprimir toda la ayuda que se presta a los emigrados de México y Santo Domingo, y destinaría todos los fondos —que no son inagotables, ni mucho menos— a la ayuda de los republicanos de España... No vacilaría —por no poder explicar ni justificar la inversión de esos fondos— en arriesgar la campaña que se haría aquí, diciéndonos que Prieto, Andreu y yo nos quedábamos con el dinero. A esto estoy dispuesto...50
Sin embargo, la decisión de Ávila Camacho tuvo efectos perniciosos inmediatos, sobre todo impedir los proyectos que albergaban los componentes de la JARE respecto a dar algún matiz político al organismo: «Tuve también el deseo de que la JARE tuviese otras funciones además de las administrativas, pero me he rendido a la evidencia de que no se puede hacer otra cosa, pues los compromisos adquiridos entre Francia y México obligan a la JARE a apartarse de cualquier función política»51. Y también otros de índole doméstico como la suspensión de las concesiones de créditos hasta que no se constituyese la Fiduciaria, o la reorganización total del capítulo de gastos, limitando los subsidios y las prestaciones sanitario-farmacéuticas. A finales de enero de 1941, la Diputación Permanente se reunía de nuevo para estudiar la dimisión de Giral como vocal de la Junta y nombrar a su sustituto. Giral había dimitido alegando que debía reintegrarse a sus tareas investigadoras largamente abandonadas, aunque la verdadera razón era el cansancio, la desmoralización y la falta de aliciente político en que se movía tras la muerte de Azaña. En su lugar fue nom50 51
Carta de Espía a Amos Salvador, 30 de julio de 1941, APCE, Amos, Alicante. Carta de Espía a R. Supervía, 16 de septiembre de 1941, APCE, Supervía-Medrano, Alicante.
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brado Carlos Espía, quien a su vez tuvo que dimitir del cargo de Secretario General que pasó a manos de González Barón. En la misma reunión, la Diputación Permanente acordó eximir a la JARE de su obligación de rendir cuentas, para evitar las suspicacias del Gobierno mexicano, que veía en esa función la actuación de un poder político extranjero dentro de su territorio52. De entre las funciones que correspondían directamente a Espía dentro de la JARE, era una principal el control sobre el funcionamiento de los centros escolares dependientes de ella, para lo que contaba con la colaboración de Jesús Revaque, director del Colegio Madrid, que hacía las veces de inspector de enseñanza. Por encargo personal de Espía, Revaque elaboró una serie de informes relativos a los tres centros financiados por la JARE: El Colegio de Morelia, el Instituto Ruiz de Alarcón y el Colegio Madrid. Salvo en este último caso, los datos suministrados por Revaque no podían ser más desoladores: De los 464 niños que llegaron a Morelia en 1937, sólo quedaban en el internado 210 niños, y 35 niñas en un convento de Trinitarias de Puebla; los demás estaban trabajando, fueron adoptados por familias mexicanas o vagabundeaban por calles y pueblos en condiciones miserables. Según Revaque, había una total indisciplina, libertad de horarios para asistir a clase, falta de ropa y calzado, carencia de las mínimas medidas de higiene, un alto índice de fracaso escolar y un «resabio comunistoide» en las ideas de los chicos. Propuso que se hiciera un Hogar-Escuela más disciplinado y se encaminasen sus enseñanzas a la formación profesional, enseñando a los niños un oficio que les permitiese ganarse la vida decentemente. Sobre el Instituto Ruiz de Alarcón, el Director del Colegio Madrid no puede ser más claro: es un desastre —dice—, un almacén de chicos, local inadecuado, falta material y dirección técnica, sin patios, no se realiza ni una sola tarea de iniciación a la actividad intelectual. Se vive en la más completa anarquía. Por no haber no hay ni plan de estudios. Al conocer este informe Espía llamó al Director, dándole severas instrucciones sobre las reformas que debía llevar a cabo de modo inmediato, advirtiéndole que no realizarlas con prontitud el Instituto sería cerrado ya que la JARE no podía hacerse corresponsable de un fracaso de esa envergadura, que hipotecaría para siempre el futuro de muchos niños. Por el contrario, el funcionamiento del Colegio Madrid era absolutamente modélico: asistencia regular a clase de sus 883 alumnos, buena biblioteca, buenas relaciones familiares, excursiones culturales, buen comedor y servicios sanitarios, estudio psicotécnico de los escolares y prácticas de todas las materias experimentales53. El Colegio Madrid llegaría a convertirse en uno de los centros educativos más prestigiosos de la capital mexicana, tanto por la calidad de sus enseñantes como por las avanzadas técnicas pedagógicas que en él se implantaron. A lo largo de todo este año, las dificultades fueron haciéndose cada vez más insalvables para los gestores de la JARE. El Gobierno Petain incumplía sistemáticamente los acuerdos franco-mexicano, poniendo trabas a los embarques y plegándose a todas las peticiones de Franco: «Las noticias que nos llegan de Francia son tristísi-
52 Acta de la reunión de la DP de las Cortes en México DF, 3lde enero de 1941, APCE, JARE, Alicante. 53 Informe de Jesús Revaque a Carlos Espía sobre el Colegio Madrid, 30 de noviembre de 1942.
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mas. El Gobierno Petain no cumple el pacto franco-mexicano. Franco ha presentado una lista de 2.000 extradiciones y los hombres de Vichy se han inclinado ante esta horrible petición. Franco gestiona estas negociaciones y amenaza por conducto del Gobierno alemán. Sólo es posible salir de Francia en los barcos que hacen la ruta oficial a La Martinica»54. Además, Espía creía que había irregularidades en la administración de fondos por parte de la Legación de México en Vichy, sospecha que no podía hacer pública para no enturbiar las relaciones con el Gobierno de Ávila Camacho. La actuación de la Legación mexicana se había vuelto muy hermética y reclamaba para ella todas las competencias relacionadas con el auxilio y el embarque de los refugiados españoles, sin dar explicaciones de ningún tipo a la JARE55. Para las autoridades mexicanas las competencias de la JARE empezaban y terminaban con el envío de fondos a Vichy, todo lo demás era incumbencia plena y absoluta de su Embajada. Sin embargo, los problemas no acababan ahí, el éxodo judío había hecho que el precio de los barcos subiera estrepitosamente, especuladores, financieros y hombres de negocios norteamericanos se habían involucrado en un asunto que prometía enormes beneficios, encareciendo el precio final de los pasajes de modo considerable56; pero es que, además, los comités judíos siempre estaban dispuestos a pagar unas cantidades que la JARE no podía igualar, por lo que la contratación de buques se hacía casi imposible. Los ataques contra la JARE se dirigían a todos sus componentes, pero eran especialmente duros con Prieto, al que acusaban de ser el gran cacique de la emigración mexicana. Algunas veces provenían de personas quejosas con las decisiones del organismo administrador, aunque frecuentemente estaban orquestadas por diversas asociaciones de exiliados de influencia comunista, creadas específicamente con esa finalidad. Tal es el caso de la AIEM, Asociación Ibérica de Emigrantes en México, dirigida por el doctor Puche, íntimo colaborador de Negrín a quien éste encomendó la recepción del cargamento del «Vita». Estas organizaciones traspasaron a México los conflictos de poder existentes en España desde los últimos meses de la Guerra Civil, logrando crear un clima de indisposición entre los partidos republicanos y la aversión de una parte considerable de la ciudadanía mexicana hacia los refugiados. La propaganda negrinista contra Prieto llegó a tener tal intensidad que logró llenar de dudas hasta amigos del propio Prieto, como ocurrió con Amos Salvador, hombre moderado y admirador del dirigente socialista, que escribió a Espía preguntándole si eran verdad las cosas horribles que se contaban en la prensa, a lo que contestó Espía con un rotundo desmentido: «Prieto es bueno, sensible, generoso, apasionado, pero con gran corazón, sufre mucho de verse maltratado, difamado, por una obra en la que puede haber incurrido en errores, pero que ha realizado con una abnegación y una honradez que nadie hubiera podido superar»57. Prieto ocupa ahora en el pensamiento y el corazón de Espía, un lugar parecido, aunque no tan influyente, al que antes te-
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Carta de Carta de Carta de Carta de
Espía a Manolo Gómez, 25 de marzo de 1941, APCE, JARE, Alicante. Espía a Amos Salvador, 30 de diciembre de 1941, APCE, Amos, Alicante. Espía a Amos Salvador, 30 de diciembre de 1941, APCE, Amos, Alicante. Carlos Espía a Amos Salvador, 15 de julio de 1941, APCE, Amos, Alicante.
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nían hombres como Selles, Rico, Castrovido, Azzati, Blasco y Azaña. En la JARE, Prieto dirige la orquesta y Espía afina los instrumentos, selecciona los músicos y se encarga de la logística. Prieto negocia con las navieras, habla con las autoridades mexicanas, se entrevista con dirigentes de todo el mundo, ofrece ruedas de prensa. Espía revisa las listas de embarque, los socorros, los auxilios, la situación de los centros de enseñanza, los envíos de dinero a Francia y a los perseguidos por Franco. Su trabajo vuelve a ser de puertas para adentro, de trastienda, de pucheros. Los refugiados le dirigen sus peticiones y él se encarga de comunicarles las decisiones positivas o negativas, manteniendo casi siempre una actitud rigurosa e igual para todos, como lo demuestra la contestación que dio a Lucio Martínez Gil, gran maestre del GOE, cuando le solicitó, haciendo valer su cargo, ayuda de la JARE para llevar a México a la familia de Juan Alcaide: «Es norma de la JARE, establecida hace mucho tiempo, no prestar ayuda económica para los viajes de familiares desde España»58. Sin embargo, este seguimiento escrupuloso de las normas de la JARE se alteró en algunas ocasiones en las que hubo de tomar decisiones puramente personales, como ocurrió con los auxilios prestados a la viuda de Azaña, a Hernández Saravia o a Carreras Reura, personas a las que la JARE envió algunas cantidades de dinero debido a su paupérrima situación, aunque a su amigo Carreras, en más de una ocasión, le hizo ver la severidad con que se veían obligados a administrar los fondos de que disponían. Conforme fue pasando el tiempo, la JARE tuvo que extremar sus normas internas para la concesión de subsidios, ya que la picaresca o la natural ambición de los refugiados también se había agudizado. Por ejemplo, muchos exiliados, en su desesperación, embarcaban por su cuenta en el primer barco que zarpaba desde Francia hacia América, terminando su viaje en Santo Domingo, Martinica o Cuba; en principio, la JARE atendió a los refugiados que se encontraban en esas naciones y los trasladó a México, pero la cosa alcanzó tal nivel que las autoridades mexicanas recriminaron a la Junta su actitud, ya que esos refugiados habían salido ya de Europa y no corrían peligro alguno. Por tanto, la JARE terminó por no dar ningún tipo de ayuda para desplazamientos interamericanos. También se radicalizaron las medidas de control sobre los auxilios que se entregaban a los emigrados para hacer frente a los gastos que pudieran sobrevenir durante el tiempo que durase la travesía, sobre todo tras lo ocurrido en el «Winnipeg», donde un recomendado de Martínez Barrio apellidado Magdalena, malversó las cantidades que se le entregaron con tal fin59. A principios de 1941, la situación económica de la JARE empezaba a ser preocupante debido a lo cuantioso y extenso de los compromisos adquiridos. Con cargo a sus presupuestos se enviaban más de 400.000 francos mensuales a la Legación de México en Vichy para ayuda a los refugiados, se pagaban los embarques y se otorgaba a cada refugiado que llegaba a Veracruz 1,50 dólares para el cabeza de familia y 0,90 más por cada miembro de la misma, todo ello por un período de tres meses, prorrogables, en caso de extrema necesidad, por un período equivalente con cargo a
58 Carta de Lucio Martínez Gil a Espía, 28 de septiembre de 1942; contestación de Espía a Martínez Gil, 1 de octubre de 1942, APCE, Varios, Alicante. 59 Carta de Espía a Martínez Barrio, 22 de julio de 1941, APCE, Barrio, Alicante.
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la sección de Socorros. Además, la JARE mantenía una red de centros escolares, concedía subsidios de enfermedad, viudedad, invalidez y ancianidad, enviaba cantidades de dinero a España —como demuestra la carta de la Junta a Progreso Vergara ordenándole que envíe dinero a una serie de personas residentes en España60—, concedía créditos para montar negocios familiares, sufragaba proyectos empresariales de diversa índole y sostenía un sofisticado servicio médico-farmacéutico que incluía: asistencia médica gratuita a todos los refugiados, asistencia a partos, hospitalizaciones, intervenciones quirúrgicas, análisis clínicos, radiografías y suministros farmacéuticos a aquellas familias que no podían adquirirlos61. Todo esto amenazaba con acabar en un corto período de tiempo con los fondos del organismo administrador, cuando todavía quedaban muchos refugiados esperando salir de Francia. Por ello, en enero de 1942 se adoptaron una serie de medidas encaminadas a reducir drásticamente los gastos de la entidad: 1. Se redujo el subsidio de paro, proyectando su supresión a corto plazo; 2. El subsidio de enfermedad, que hasta la fecha se venía dando con carácter fijo, pasó a ser considerado como una ayuda extraordinaria para casos de verdadera necesidad; 3. El subsidio de ancianidad se reservó a quienes no percibían ningún tipo de ingresos económicos; 4. El de invalidez sólo permanecería para aquellos cuya lesión fuese muy ostensible; 5. El subsidio de viudedad únicamente se mantuvo para las viudas de guerra que no percibiesen cantidad alguna por otro concepto. Fruto de estos ajustes presupuestarios y de algunas desavenencias sobre la forma en que Prieto y Andreu llevaban la administración de la JARE, fue la carta de protesta que Espía envió a sus dos compañeros haciendo patente su discrepancia con ellos62. Pero, sin lugar a dudas, la cuestión que más preocupaba a Espía no eran ni las disputas internas de los exiliados, ni las legítimas pretensiones fiscalizadoras de su partido, sino el embarque de los refugiados que todavía permanecían en Francia. Las tres mayores expediciones sufragadas por la JARE fueron las del «Quanza», «Serpa Pinto» y «Nyassa». La primera fue organizada por un grupo de viajeros del «Alsina» que estaban abandonados en Casablanca. Ante lo peligroso y precario de su situación y la relevancia de las personalidades que viajaban en el «Alsina» —entre ellos Alcalá Zamora—, la JARE consiguió contratar 450 plazas en el «Quanza», ordenando a su delegado en el Norte de África, señor Villarías, que se asesorase por personas de diversas ideologías y procediese a la selección de los viajeros, teniendo en cuenta su grado de responsabilidad política y su situación económica personal. La selección fue extremadamente problemática ya que no se incluyeron a todos los pasajeros del «Alsina» y, por el contrario, se admitieron a personas que estaban en campos de concentración o de trabajo en el desierto y a otras procedentes de Oran y Argel. Los pasajeros del «Alsina» que no fueron admitidos protestaron y lograron que interviniese el Cónsul de Argentina en Casablanca, quien presionó para que se admitieran a todos los vascos, y el Gobierno francés, que obligó a embarcar a los antiguos viajeros del «Alsina», fuese mayor o menor su responsabilidad política, mejor o peor su situación 60 Carta de la JARE a Progreso Vergara, 20 de diciembre de 1941, APCE, JARE, Alicante, y carta de Espía a Amos Salvador, 5 de febrero de 1942, APCE, Amos, Alicante. 61 Carta de Espía a J. Tomás y Fiera. 9 de enero de 1941, APCE, Varios, Alicante. 62 Carta de Espía a Prieto y Andreu. 27 de abril de 1942, APCE, JARE, Alicante.
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personal. De la siguiente expedición, el «Serpa Pinto», quedó encargado Alonso Mallol, pero cuando todo estaba preparado las autoridades de Casablanca impusieron sus listados y la Legación de México en Vichy dijo a Mallol que asumía totalmente la elaboración de los mismos, quedando la JARE al margen de la cuestión. En cuanto al «Nyassa», la JARE contrató la totalidad del pasaje por tres millones de pesos, con la finalidad de llevar a México a las personas más significadas, siguiendo para ello un orden riguroso según los cargos ocupados: expresidentes del Consejo, exministros, generales, diputados, consejeros de los gobiernos autónomos, etc. Las listas de embarque se enviaban a la Legación de México en Vichy y ésta aceptaba unos nombres y otros no, luego muchas de las personas seleccionadas carecían de permiso de salida del Gobierno francés, debiendo la JARE enviar listas complementarias. Para su eleboración, Espía se reunía con exiliados venidos de Francia y África, y con miembros de su partido, valorando y contrastando los datos que les suministraban con los que ellos poseían en un fichero elaborado al efecto: «¿Es justa la lista que hemos enviado? Probablemente no, y quizá haya en ella ausencias y presencias irritantes; pero la labor es de dificultad extraordinaria, tanto por la falta de comunicación regular con Francia para que se nos tenga al comente de todos los cambios de dirección, como por el hecho de que muchas notas que yo he recibido sólo figura el nombre y la posible dirección del interesado, sin constar los cargos ocupados; es decir el grado de responsabilidad de cada cual...»63 La elaboración de los listados de embarque producía a Espía una auténtica desazón, primero porque el número de pasajes era limitado y tenía que cortar por algún sitio, segundo por la escasa información de que disponía y por las reticencias que a los listados ponían la Legación mexicana y el Gobierno francés, de quienes, además, tendría que aguantar todo tipo de abusos para no empeorar la situación de los refugiados, y tercero, porque sabía que cualquier decisión, cualquier baremo que se utilizase para seleccionar a los viajeros iba a suscitar críticas muy severas: «¿Cómo y por dónde cortarla para ordenar el embarque, si en proporción con el número de refugiados que hay en el Norte de África sobre los ochocientos pasajes del Nyassa, apenas debe comprender a África del Norte un centenar? La labor es angustiosa y muy difícil. Yo pongo en ello mi mejor voluntad, procuro asesorarme por los mejores amigos; pero no estoy seguro de haber hecho las cosas con acierto»64. El 31 de octubre de 1942, Espía escribía de nuevo a Carreras comentándole, con cierta desesperanza y amargura, la llegada de los últimos refugiados. Si por un lado este acontecimiento era el eje central de su misión en la JARE, por otro, dadas las relaciones de las fuerzas políticas republicanas en México, también era un presagio de nuevos conflictos: Todos están entusiasmados de encontrarse en México. Hablan como resucitados. Supongo que, como en barcos anteriores, esta euforia les durará algún tiempo, al cabo del cual, salvo contadas excepciones, se dedicarán a hablar mal de nosotros y a censurar todo lo que hace la JARE. Pero así es de ingrata nuestra labor, y en ella persistimos, aunque vayamos dejando en el camino trozos de pellejo. El bueno de
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Ibíd. Carta de Espía a Carreras Reura, 1941, APCE.
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D. José Giral salió de la JARE más que harto, y yo que le he sustituido, estoy más harto que él. Pero somos incorregibles y seguimos preparando embarques. Prieto dice que en su vida ha tenido una labor más cabrona...65
6.3.1.
LA INTERVENCIÓN DEL GOBIERNO MEXICANO! LA CAFARE
Desde que salió el decreto presidencial de enero de 1941 obligando a la JARE a organizarse de acuerdo con las leyes mexicanas, Prieto, Espía y Andreu habían ido dilatando el cumplimiento estricto de la nueva normativa, utilizando diversas argucias para seguir controlando los fondos de la Junta. Habían constituido una Fiduciaria a la que traspasaron una importante cantidad de dinero y se había formado la Comisión Mixta que ordenaba el Gobierno mexicano, aunque con mayoría española, lo que les permitía seguir controlándolo todo. El 5 de noviembre, Ezequiel Padilla, secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno de México, escribía una carta a Prieto explicándole que los acuerdos presidenciales de 21 de enero de 1941 habían sido tomados para conocer la solvencia de la JARE para respaldar los acuerdos franco-mexicanos sobre los refugiados españoles, adaptar su funcionamiento a las normas del país que les había dado asilo y aprovechar sus bienes para crear riqueza productiva. Como casi dos años después no se habían llevado a cabo totalmente los términos del decreto —continuaba Padilla— «instamos a la JARE a que nombre su Delegado en la Comisión Mixta a constituir... absteniéndose los miembros de la JARE de efectuar cualquier acto reservado legalmente a la competencia de la Comisión Mixta»66. Catorce días después los tres delegados de la JARE, asesorados por Sánchez Román, presentaban un recurso contra la resolución del Gobierno mexicano, argumentando que el decreto de enero de 1941 hablaba de una Comisión Mixta en tanto no se transformase la JARE en sociedad fiduciaria sujeta a las leyes del país, cosa que ya se había hecho. Por ello, y puesto que la JARE había cumplido con todo lo ordenado por el decreto de enero de 1941, solicitaban a las autoridades mexicanas «se levante la intención de crear ahora una comisión mixta, que el decreto de 21 de enero de 1941 indicaba durase hasta la transformación de la JARE, y se permita a sus miembros seguir sus actividades normales»67. La Secretaría de Relaciones Exteriores no respondió, por lo que los abogados Sánchez Román y Martínez Báez volvieron a recurrir en amparo. Sin embargo, a pesar de que este segundo recurso fue aceptado inicialmente por la magistratura mexicana y paralizó momentáneamente la resolución de la Secretaría de Exteriores, la suerte estaba echada y el 21 de noviembre de 1941, Ávila Camacho hacía público el siguiente decreto presidencial: «Se crea una Comisión formada por una delegación de la Secretaría de Exteriores, otra de Gobernación y una tercera que podrá designar la Delegación en México de la JARE con objeto de que asuman el control, custodia y ad-
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Carta de Espía a Carreras Reura. 31 de octubre de 1942, APCE, Carreras, Alicante. Carta de Ezequiel Padilla a Prieto, 5 de noviembre de 1942, APCE, JARE, Alicante. Ibíd.
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ministración de todos los bienes que están bajo la posesión o la disposición de la citada Delegación»68. A los pocos días, concretamente el 13 de diciembre de 1942, a instancias de los delegados del Gobierno mexicano Félix F. Palavicini y Luis Sánchez Pontón, los miembros de la Delegación de la JARE presentaban una memoria sobre el origen, actuación y situación de la misma. En la citada memoria se decía que la JARE, por mandato de la Diputación Permanente, se convirtió en el administrador general de todos los bienes del Estado republicano en el exilio, de los que formaban parte principal los fondos del «Vita» desembarcados en el puerto de Tampico. La mayoría de las reservas de oro —según explicaban los delegados— fueron consumidos en gastos de guerra y enviados a Rusia como garantía de pago por el Gobierno de la República, al que quedó, como volumen principal de sus recursos, los efectos obtenidos como consecuencia de requerimientos legales o incautados por desobediencia a dichos requerimientos: Es también público que gran parte de aquellos efectos, precisamente los procedentes de las regiones que los habían aportado en mayor proporción, quedaron en España —cantidad considerable de ellos en el castillo de Figueras, a 25 kilómetros de la frontera francesa— o fueron reintegrados más tarde: a Franco por gobiernos amigos que se apresuraron a reconocerle. Así se explica que en la última asamblea general del Banco de España, el director de dicha entidad haya afirmado que España, en la actualidad, sigue a los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Suiza en la lista de los más grandes poseedores de oro del mundo69.
El cargamento del «Vita» llegó sin inventario, conociéndose su verdadero valor tras su enajenación. El informe continuaba diciendo que las tareas de manipulación, desmontaje y venta se hicieron con enormes precauciones, ya que «la codicia insatisfecha de algunos aprovechaba lo mínimo para montar un escándalo, lo mismo que el espionaje franquista que llegó a publicar en su Diario Español, un informe en el que aparecía con gran fidelidad el proceso de manipulación de estos materiales»70. La cautela y reserva por parte de los miembros de la JARE hubo de ser absoluta, teniendo que callar incluso cuando se les calumniaba publicamente, ya que cualquier información que hubiese servido para aclarar el montante de lo administrado, habría podido ser utilizada por las autoridades franquistas para plantear litigios y reclamaciones. Los trabajos de transformación, valoración y venta de los efectos del «Vita» —contibuaba la memoria— se hicieron con toda celeridad debido a los apremiantes requerimientos que llegaban de Francia, vendiéndose en las mejores condiciones a instituciones solventes mexicanas y extranjeras, de modo que a comienzos de 1942 se había vendido todo el material. El informe terminaba haciendo relación de las cantidades enviadas a Francia, los embarques y demás actividades desarrolladas por la JARE. 68
Decreto presidencial de Ávila Camacho creando la CAFARE, 21 de noviembre de 1942, APCE. CAFARE. 69 Memoria presentada por la JARE a la CAFARE. La alusión a las reservas de oro del Banco de España se basan en lo publicado en la prensa mexicana el 8 de diciembre de 1942, refiriéndose a la garantía metálica de los billetes emitidos. APCE, JARE, Alicante. 70 Ibíd.
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En los días siguientes, Palavicini y Sánchez Pontón requirieron a los miembros de la Junta para que ampliasen su informe, especialmente en lo referente a las inversiones de la Fiduciaria, contestando Prieto, Espía y Andreu que todas las inversiones realizadas por dicha entidad estaban a su entera disposición en los locales de la misma, mientras que los de la JARE se podían comprobar a través del examen de la correspondencia telegráfica sostenida entre la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Embajador mexicano en Francia y el Cónsul General de México en Nueva York, cuyos servicios fueron utilizados para vencer algunas dificultades surgidas en los giros a Europa. Alegaban, además, que el Banco de México y el Banco Nacional de México tenían comprobantes de todas las operaciones realizadas por la JARE. En cuanto al Colegio Madrid y el Comité de Socorros, ambos organismos tenían justificantes de todos los pagos a que habían hecho frente. Los tres delegados concluían afirmando que no tenían en su poder comprobantes fidelignos porque no estaban obligados a conservarlos individualmente71. La actitud de los tres delegados ante el decreto de Ávila Camacho, que disolvía la JARE y creaba la CAFARE, fue de respeto, cumpliendo regularmente con cuantos requerimientos les fueron hechos. Ahora bien, en el fondo intentaron obstaculizar la puesta en marcha del nuevo organismo, puesto que al menos en los archivos de Carlos Espía sí existen copias de los comprobantes de muchos de los pagos hechos por la JARE. La orden de Ávila Camacho respondía a presiones de un sector de la clase política mexicana y a los normales recelos de un Gobierno que ve cómo una organización extranjera maneja cuantiosos fondos sin tener conocimiento de su entidad, pero sentó como un tiro a Prieto, al fin y al cabo el máximo responsable de la JARE, al privarle de los fondos que con tanto celo y empeño había conseguido arrebatar a Negrín. Las rencillas entre los refugiados también pesaron en la decisión del Presidente mexicano, a pesar de que los delegados de la JARE informaron a su Gobierno que la Junta nunca actuó por favoritismo y que las quejas y disputas provenían de personas que creían no habían recibido lo que les correspondía, y a problemas existentes entre los partidos antes de su llegada a México, asegurando que era falsa la acusación de amiguismo: «la prueba es que las quejas vienen por igual de partidos ajenos que de los propios»72. El 28 de diciembre de 1942, la JARE fue oficialmente disuelta y sustituida por la CAFARE, organismo que quedaría integrado por Luis F. Palavicini, representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Luis Sánchez Pontón, por la Secretaría de Gobernación, y J. Andreu por parte de la JARE. El 20 de enero de 1943, Palavicini y Sánchez Pontón elevaban un informe al Gobierno sobre la situación de la Junta. En él se decía que habían decidido hacer públicos los datos sobre su estado de cuentas para «contribuir a disipar las fantasías, aún existentes, sobre los fabulosos tesoros que se atribuyeron a la JARE y, sobre todo, para que los propios refugiados españoles, conozcan el alcance de las posibilidades de esta comisión y los límites pecuniarios de la misma»73. De los datos suministrados por la CAFARE al Gobierno mexicano se 71
Carta de Prieto, Espía y Andreu a la CAFARE, 9 de enero de 1943, APCE, CAFARE, Alicante. Carta de Andreu a Palavicini, 18 de enero de 1943, APCE, CAFARE, Alicante. 73 Informe de L. F. Palavicini y L. Sánchez Pontón al Gobierno mexicano sobre la JARE, 20 de enero de 1943, APCE, CAFARE, Alicante. 72
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deduce que la JARE tuvo unos ingresos totales de 38.837.615,84 pesos; unos gastos de 23.778.664,56 pesos; unas inversiones cifradas en 4.763.516,63 pesos, restando un saldo de 10.195.434,42 pesos, que fue la cantidad en metálico que recibió el nuevo organismo mexicano. El informe hacía mención a los requerimientos anteriormente citados para que los delegados de la JARE ampliasen su memoria, y a la contestación que éstos dieron. Además, decía que dichos delegados alegaron que no eran una entidad con plenos poderes, sino que formaban parte de una Delegación de la JARE, la mayoría de cuyos componentes residían fuera de México, negándose a entregar justificantes porque les resultaban totalmente imprescindibles para rendir cuentas ante la Diputación Permanente, órgano del que dependía la extinta JARE. Según Palavicini y Pontón, la JARE no hizo inversiones considerables porque prefirió tener el dinero disponible para el auxilio a los refugiados en el extranjero, en lo que gastó las sumas más importantes. Por último, decían que la CAFARE había decidido, con el voto en contra de Andreu, mantener los gastos de socorros y el Colegio Madrid, pero suprimir los embarques, el servicio médico-farmacéutico y los envíos de dinero al extranjero para auxiliar a refugiados.
6.3.2.
LA RENDICIÓN DE CUENTAS
A principios de febrero de 1943, Prieto, Espía y Andreu se dirigen a la Diputación Permanente manifestándole su interés en explicar la situación en que había quedado la JARE, fijándose el 15 de febrero como fecha indicada para tal menester. Los delegados expusieron que el decreto de 21 de enero de 1941 prohibió las actividades políticas a los refugiados y que por ello no quisieron involucrar a la Diputación Permanente, pues aunque en conversaciones mantenidas por Prieto con Ávila Camacho, éste le aseguró que respetaría la política de no ingerencia practicada por Cárdenas, lo cierto fue que no cumplió su palabra, sobre todo por los deseos y las intrigas de la Secretaría de Exteriores. El decreto obligaba a constituir una comisión mixta compuesta por cuatro mexicanos y tres españoles, pero la insistencia de los delegados de la JARE logró que se invirtiesen los términos y fuesen cuatro los españoles y tres los mexicanos. Pese al acuerdo, la Secretaría de Exteriores siguió presionando al Gobierno para conseguir hacerse con las riendas de la organización administrativa. Entre tanto, supieron que algunos componentes del Gobierno mexicano barajaban la posibilidad de reconocer a Franco, aumentando sus temores y las precauciones que hubieron de tomar para evitar una intervención definitiva del Ejecutivo mexicano y para ocultar el monto global de los fondos de la JARE, «lo que daría a Franco excusa, en caso de reconocimiento, para reclamarla y también nuestra extradición»74. Sin embargo, todo eso había quedado diluido al intervenir el Gobierno mexicano y hacer públicas las cuentas de la Junta.
74 Informe de la JARE a la Diputación Permanente, 15 de febrero de 1942, APCE, CAFARE, Alicante.
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En los días siguientes, Prieto, Espía y Andreu volvieron a pedir a la Diputación Permanente que fijara fecha para rendir cuentas y exponer su gestión al frente del organismo administrativo, pero la Diputación Permanente desestimó su demanda. A pesar de esta negativa, los delegados de la JARE volvieron a insistir varias veces en los mismos términos, aunque obtuvieron idéntica respuesta denegatoria, quedando pospuesta la rendición de cuentas hasta la constitución de un Gobierno republicano en el exilio o, si esto no se producía, hasta la instauración en España de un régimen democrático. Una vez producida la intervención de la JARE, el deseo de Espía fue siempre explicar su trabajo y dejar bien claro la honradez con que había procedido en todo momento75, aunque a estas alturas la opinión que sobre su gestión pudiesen tener ciertas personas le tenía sin cuidado, como explica nítidamente a su cuñado y amigo Victorino Farga: «Tú me conoces hermano, y ya sabes que de todos los sitios salgo con las manos limpias; y aunque algunos lo crean a uno tonto, yo he tenido la satisfacción de ir siempre por el mundo con la cabeza bien alta. Cualquier cosa que piensen los demás, a mí nadie me quita el orgullo de ser persona decente»76. La cuestión de la rendición de cuentas, volvería a surgir tras la constitución del Gobierno republicano en el exilio presidido por José Giral, pero ya en un clima diferente dada la postura de Prieto hacia esta institución. A los primeros requerimientos del Gobierno, contestó Prieto alegando que no tenía obligación de explicar su gestión hasta que las Cortes ratificasen su nombramiento, tal como había decidido la Diputación Permanente en sesión de 4 de junio de 1942, argumento que reconoció de inmediato Augusto Barcia, ministro de Hacienda, quien, además, en su contestación, reiteraba «el reconocimiento del Gobierno por las constantes demostraciones de apoyo que le brindan y por la leal y valiosa cooperación que le viene prestando para recuperar los bienes y valores que podrían llegar a constituir parte del patrimonio del Gobierno republicano en el exilio». Indalecio Prieto había pronunciado ya su discurso en las Cortes atacando la restauración de los órganos constitucionales y se había posicionado abiertamente en contra del Gobierno. Por su parte Espía, que también se oponía a dicha restauración, apoyaba al Gobierno Giral como mal menor ante la posibilidad de que dicho puesto fuese ocupado por Negrín. El 9 de noviembre de 1945, la Delegación de la JARE escribía de nuevo al Gobierno manifestándole que una vez obtenido el voto de confianza parlamentaria, quedaban a su entera disposición para «rendir cuentas de nuestra gestión y proceder desde luego a la liquidación definitiva de lo que hubiese quedado en uno u otros lugares a nuestra disposición»77. Tres semanas después, el Consejo de Ministros decidía crear la Comisión examinadora de las cuentas de la JARE, organismo que estaría compuesto por G. Bonilla, E. Iglesias del Portal y V. Botella. A finales de mayo, la Comisión presentaba sus conclusiones: examinaron un libro que tenía el carácter de diario principal, que abarcaba todo el pe75 Diario de sesiones de la Diputación Permanente, 16 de marzo de 1943: «El sr. Vargas dice que D. Carlos Espía le ha manifestado que la Delegación de la JARE, a pesar de considerar terminada su gestión, rendirá cuentas a la Diputación Permanente de todo lo actuado, cuando este organismo se lo pida. 76 Carta de Espía a Victorino Farga, 18 de marzo de 1943, APCE, Correspondencia familiar, Alicante. 77 Carta de Prieto, Espía y Andreu a Barcia, 9 de noviembre de 1945, APCE, Gobierno, Alicante.
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ríodo de gestión de la Delegación de la JARE y en él que se reflejaban por fechas los pagos e ingresos efectuados. También pudieron estudiar el libro de actas de la Delegación y los documentos justificativos de ingresos y pagos: «Comprobados debidamente, uno por uno, todos los asientos del Diario con los justificantes respectivos, corresponden aritméticamente y por conceptos con los mismos. Las partidas de gastos que no se encuentran justificadas con recibos, figuran autorizadas en los acuerdos de la Delegación. Los saldos que arroja el diario en su último asiento son correctos»78. Sin embargo, los comisionados resaltaban la inexistencia de libro mayor y de inventario, hecho que justificaron los miembros de la JARE por la gran cantidad de objetos de poco valor existentes y por la necesidad que tenían de proceder «con la máxima rapidez y seguridad»79. Tampoco encontraron ningún documento que acreditara el montante total del activo que manejó la Delegación, aunque en el libro de diario y en las actas de la misma quedaron anotadas todas las ventas realizadas, tomándose toda clase de medidas para evitar sustracciones o pérdidas de objetos: «Al efecto, dispuso que se precintase el depósito general y solamente cuando se hallaba comprobada la identidad de los precintos se extraían de aquél, en presencia de varios miembros de la Delegación, los billetes necesarios, procediendo después a la colocación de nuevos precintos»80. En cuanto al personal que manipulaba los objetos —continuaba el informe— se le obligó a usar ropa especial mientras se hallaba en los talleres..., a fin de evitar posibles sustracciones. Concluía el escrito agradeciendo a los representantes de la JARE la ayuda prestada para el desempeño de su labor. En el mes de julio, G. Bonilla comunicaba a los representantes de la Junta que el Gobierno había aprobado el informe presentado por la Comisión «referente al examen de cuentas de la JARE en México, conforme a la orden 30 de noviembre de 1945»81, por lo que debían proceder a entregar al Gobierno las mercancías, recibos, libros de cuentas, comprobantes y «toda cuanta documentación y efectos de toda clase posea todavía dicha Delegación»82. A partir de aquí se abriría una larga polémica entre Prieto, empeñado en no poner las cosas fáciles a un Gobierno que consideraba un estorbo, y el Gobierno sobre la forma en que debía concluir el proceso de rendición de cuentas. Espía era partidario de entregarlo todo cuanto antes83, pero Prieto y Andreu creían que no debían hacerlo hasta que el Gobierno aprobase fehacientemente las cuentas presentadas e hiciese una declaración tasativa dejando fuera de toda sospecha la honorabilidad de los delegados de la JARE: Creemos tener derecho a ella después de haber soportado en silencio la más infame y vil campaña de difamación promovida contra nosotros porque cumplimos con austeridad y honradez —¡a costa de cuántas amarguras!— la función administrativa, harto difícil en ocasiones, que se nos confió. Tras de haber soportado, en servicio de altos intereses republicanos, esa incalificable campaña, tenemos derecho 78 Informe de la comisión nombrada el 30 de noviembre de 1945 para examinar las cuentas de la Delegación de la JARE en México. Archivo General de la República, JARE, FUE, Sin clasificar. 79 Ibíd. 80 Ibíd. 81 Carta de Gabriel Bonilla a la JARE, 16 de julio de 1946, Archivo Rodolfo Llopis, CAM, Alicante. 82 Ibíd. 83 C. Espía Rizo, Anotaciones personales, 20 de diciembre de 1962 y 8 de enero de 1963, APCE.
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ahora, cuando hemos rendido cuentas al Gobierno encargado de recibirlas, a pedir que se nos diga si se aprueban o no dichas cuentas, y que públicamente se manifieste si en nuestra ingrata y penosísima labor hemos procedido como las personas rectas y honradas que afirmamos ser...84
Prieto argumentaba que el informe vertía dudas sobre su integridad moral al decir que no había libro mayor ni inventario, afirmaciones que consideraba completamente inoportunas, y que el Gobierno había aprobado el informe presentado por Bonilla, pero no las cuentas, asegurando que no entregaría justificante ni efecto alguno hasta que esto no se hiciese correctamente, ya que podría necesitarlos para cuando se le pidiesen nuevas explicaciones en México o en España. Los requerimientos del Gobierno Giral continuaron, lo mismo que los de los sucesivos Gobiernos republicanos, pero sin cumplir las condiciones impuestas por Prieto y Andreu, por lo que la Delegación se negó a entregar lo que todavía tenía en su poder. En el fondo de esta polémica subyacía el enfrentamiento entre dos modelos de entender la política del exilio, entre aquellos que defendían un maximalismo legitimista que se plasmaba en el deseo de restaurar los órganos constitucionales, y los que, como Prieto, creían que esto solo servía para dilapidar los escasos fondos que quedaban en burocracia, privando al republicanismo de medios materiales para emprender acciones más productivas85. Creía Prieto, al igual que Espía, que era mucho más eficaz crear una especie de junta compuesta por pocas personas que actuase de un modo posibilista y ágil. Ni la llegada del Gobierno Llopis ni la del Gobierno Albornoz, supusieron cambios apreciables en este orden de cosas. Prieto y Andreu siguieron con sus exigencias —respaldadas por Espía disciplinadamente al ser la postura mayoritaria de la Delegación— y los sucesivos gabinetes republicanos continuaron reclamando la entrega de justificantes y efectos, sin que las posturas se acercasen lo más mínimo. Prieto iniciaría sus intentos para llegar a acuerdos con los monárquicos de cara a celebrar un plebiscito en España sobre la forma de gobierno, mientras que Giral, Llopis, Albornoz y los sucesivos Gobiernos republicanos mantuvieron su política legitimista a ultranza. Pasados muchos años, después de la muerte de Prieto, Espía, que no lo debía tener todo muy claro, en una de sus frecuentes entrevistas con Eusebio Rodrigo, le recordaba que en tiempos del Gobierno Giral ellos rindieron cuentas, siendo aprobadas con la reserva de la falta de inventario «que nosotros explicamos satisfactoriamente»86, acordando posteriormente entregar la documentación y efectos restantes, a lo que se negó Prieto aduciendo que el Gobierno Giral gastaba el dinero en cargos innecesarios: «yo discrepé y en las cartas últimas al Gobierno se hablaba de criterio predominante en la JARE, dando a entender el de una mayoría. Prieto nos dijo, finalmente, que él asumía la responsabilidad de todo y disolvimos de hecho la JARE»87. 84
Carta de Prieto, Espía y Andreu a G. Bonilla, 7 de agosto de 1946, AGR, JARE, FUE. Espía Rizo, C., Notas personales, 20 de diciembre de 1962, APCE, Notas personales, Alicante, Carta de Prieto a F. Valera acusando al Gobierno de gastos inútiles y suntuarios., 17 de marzo de 1947, AGR, JARE, FUE. 86 C. Espía Rizo, Notas personales, 20 de diciembre de 1962, APCE, Notas, Alicante. 87 Ibíd. 85
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Al parecer, Indalecio Prieto les hizo ver que obraba en todo de acuerdo con su partido y que había nombrado a dos o tres personas de confianza para que, llegado el momento, se hicieran cargo de todo, incluso de dar cuentas en su día en España de la actuación de la Delegación. Espía creía que una de esas personas había sido el mismo Eusebio Rodrigo, albacea testamentario de Prieto, pero éste lo negó rotundamente, respondiendo que Prieto sólo había dejado como herencia a sus hijas su casa de México y nada más. Rodrigo aseguró a Espía que Víctor Salazar tampoco había sido uno de los designados, pero que había oído en alguna conversación rumores sobre el nombre de algunos de los elegidos por Prieto: «Le digo el de Anastasio de Gracia, pero lo cree inverosimil. Cree que fueron tres los nombrados por Prieto, cree que actuó de acuerdo con el partido, pues en su correspondencia particular, que está ordenada, hay una carta de Prieto a Llopis, Presidente del Gobierno, en la que Prieto le dice que no había recibido todavía carta de Trifón Gómez pero sí de De Francisco, que también era de la ejecutiva, diciéndole que ésta estaba de acuerdo con su actitud»88. Rodrigo pensaba que, dada la prudencia extrema de Prieto, lo más probable era que designase a personas que nada tuvieran que ver con la JARE ni con su entorno, para evitar pesquisas, asegurando desconocer completamente si los efectos continuaban dentro de México o estaban en otro país. Espía le preguntó si sabían algo sus hijas, cuestión que ignoraba, aunque sí sabía que tenían documentos confidenciales a los que él no había podido acceder. La conversación terminó con un ruego de Espía: «Le digo que si alguna vez sabe algo que pueda decirme sin faltar a ningún secreto de honor me lo diga — y así promete hacerlo— pues yo creo que tengo la responsabilidad de dar cuenta de todo lo que a mí se refiere en la JARE llegado el momento»89. En el mismo encuentro, Eusebio Rodrigo le recordó el tremendo daño que hicieron a la JARE las declaraciones de Amaro del Rosal, que llegó a decir que el «Vita» llevaba entre 400 y 500 millones de dólares, los sobornos a Ordorica para que modificase su declaración o la actitud honrada del doctor Puche, quien afirmó que él debía recibir la mercancía y que no existía inventario alguno de la misma, y que en el hipotético caso de que algo parecido a un inventario existiese, sólo podía estar en manos de Méndez Aspe. Personalmente, Rodrigo creía que dada la urgencia de liquidar efectos de los primeros tiempos, no fue posible hacer ningún inventario, sin embargo Espía pensaba que sí. Poco tiempo después, a principios de 1963, Víctor Salazar, secretario de Prieto, visitó a Carlos Espía para decirle que éste le había enviado en misión especial a España en agosto de 1961, asegurándole que el líder socialista tenía muy claro lo que debía hacer con los efectos que hubiesen quedado de la JARE, insinuando que los había entregado a España. Además, Prieto le había encargado que escribiese un libro sobre la JARE dividido en dos partes: una referida a la organización y administración de la misma hasta la incautación por el Gobierno mexicano, otra sobre lo ocurrido posteriormente, aunque dudaba cómo afrontar la segunda parte debido a la cuestión de los efectos. Respecto a esto, Salazar dijo a Espía que Prieto encargó, de acuerdo con su partido, la custodia de los efectos a una comisión de la que un año antes de morir descartó a Olazarán, «pues parecía envanecido y preocupado por la gran res88 89
Ibíd. Ibíd.
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ponsabilidad»90. Dicha comisión debía informar al Partido Socialista tras la muerte de Prieto, y así lo había hecho, afirmando, al igual que Rodrigo, que siempre actuó de acuerdo con el mismo. Respecto a la historia de la JARE, Espía aconsejó a Salazar que no tratase de publicar un libro, sino de prepararlo con vistas a la rendición de cuentas que habría de hacerse algún día: Si todo se hubiese liquidado con el Gobierno republicano, la rendición de cuentas correspondería ahora a éste (por eso, entre otras cosas, fui yo partidario de liquidar totalmente con el Gobierno de la República). A mi entender hay que preparar la historia de la JARE desde el principio, acompañando los documentos correspondientes a cada episodio: por qué llegó aquí el Vita, reunión de los cinco exministros (Giral, Prieto, Pozas, Barrio y Albornoz) y acta de la reunión, acuerdos de la Diputación Permanente creando la JARE, etc. Luego los acuerdos de la Diputación Permanente aprobando la gestión de la JARE. Respecto a la administración están los libros de contabilidad, los arqueos, los libros de actas, que hay que conservar mientras se pueda...91 Espía, después de estas entrevistas quedó absolutamente convencido de que Prieto había situado fuera de México una parte de los fondos de la JARE, no entregándolos nunca ni al Gobierno mexicano ni al republicano, aunque no pudo aclarar nunca ni la cantidad, ni el lugar, ni el destino que dio a los mismos, si bien creía que no sería una cantidad muy elevada, sino la que como vocal de la JARE tenía a su nombre para cosas urgentes, cantidad que estaba autorizado a depositar en el país que estimase conveniente. 6.4.
ACCIÓN REPUBLICANA ESPAÑOLA: ESPLÁ Y LOS PRIMEROS INTENTOS DE UNIDAD REPUBLICANA EN EL EXILIO
El 14 de abril de 1940 salía a la luz pública el primer manifiesto de los exiliados españoles en México. En el mismo se consideraba concluido el pacto que dio lugar al Frente Popular, se defendía la vigencia de la Constitución de 1931 y se hacía un llamamiento a la unidad de todos los republicanos para acabar con la tiranía en España. El manifiesto iba exclusivamente firmado por republicanos y contó con el rechazo de Manuel Azaña, que consideraba prematura la pretensión de restaurar la República y muy negativa la exclusión de los socialistas. A pesar de las muchas polémicas que suscitó su aparición, sirvió para articular el primer movimiento unitario habido entre republicanos en el exilio: Acción Republicana Española (ARE), cuyo máximo impulsor sería Alvaro Pascual Leone. La primera reunión oficial del grupo se celebró el 12 de mayo de 1940, decidiéndose el nombre del mismo, su estructuración en tres secretarías: una General a cargo de Giral, otra de Propaganda desempeñada por A. de Albornoz, y la de Relaciones Exteriores que llevaría Martínez Barrio. Además, se acordó que, en consonancia con el manifiesto fundacional, cualquier plan político amparado y respaldado por los republicanos debería incluir como puntos básicos la restauración de la Cons90 91
C. Espía Rizo, Notas personales, 8 de enero de 1963, APCE, Notas personales, Alicante. Ibíd.
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titución de 1931 y la celebración de un plebiscito que declarase la voluntad política del país92. La Junta Central, máximo órgano de la organización, se eligió en la asamblea general celebrada el 25 de agosto de 1940 en el Centro Republicano Español de México, resultando designados Martínez Barrio, que sería su Presidente, Alvaro de Albornoz, José Giral, Roberto Castrovido, Sebastián Pozas, Gordón Ordás, Franchy Roca, A. Barcia, José Asensio, A. de la Villa, Ruiz Funes y Ossorio y Gallardo. Varios de los elegidos no residían en México, por lo que hubieron de nombrar a un representante, que en el caso de Ossorio y Gallardo fue Carlos Espía93. En diciembre de 1940, Ruiz Funes y Carlos Espía presentaron a la Junta central de ARE un proyecto de declaración política. En esta declaración, de evidente influencia azañista, aludían al pasado inmediato de España, atribuyendo lo sucedido a la intolerancia de unos cuantos españoles, al apoyo que las potencias totalitarias habían prestado a Franco y a la pasividad de las democracias, recordando que si la guerra mundial se hubiese adelantado unos meses «habría hoy, aunque fuese en el destierro, un gobierno republicano español, como lo tienen Bélgica, Holanda, Noruega, Checoslovaquia, Polonia y la Francia libre»94. La liberación de España —afirmaba el manifiesto— es paso ineludible para la de Europa, ya que España fue la primera agredida y ha de ser en el futuro la primera en emanciparse de la esclavitud fascista, hecho al que los republicanos dedicarán todos sus esfuerzos: «La colaboración del nazismo alemán con el comunismo ruso, resulta ahora una trágica burla para los falangistas españoles, que creyeron luchar contra el comunismo, y para los comunistas, que creyeron luchar contra el nazismo. Los dos mitos totalitarios se han unido fraternalmente. Los republicanos españoles, en estos momentos, como siempre, queremos permanecer al lado de las democracias...»95 La intención de los fundadores de ARE, y ahora de los redactores de esta declaración programática, era dejar inequívocamente clara la vinculación esencial de la República española, de la democracia española con las democracias europeas: Nos importa recordar que la República representó en España el ejercicio de un instrumento de convivencia, antes sojuzgado; la aspiración de resolver, en un régimen de paz civil y libre discusión, los problemas nacionales; un anhelo de superación de todo el país, perturbado por la dictadura; un deseo de incorporar a la vida de la nación a todos los valores auténticos del pueblo español. A pesar de su afán ferviente de realizaciones, la acción de la República se vio impedida por el ataque de fuerzas ocultas... Necesita España un régimen que sirva y realice los mismos anhelos... La República no fracasó. Fue estorbada, primero, en su acción de regeneración del país, y derrocada luego por fuerzas de Alemania e Italia; pero jamás fue repudiada por el pueblo ni vencida en sus propósitos, ni frustrada en sus posibilidades96.
La experiencia de los últimos meses de guerra y la coyuntura internacional tenían un peso específico en el contenido del manifiesto, se recomendaba a todos los repu92 93 94 95 96
Actas de ARE. núm. 1, 12 de mayo de 1940, APCE, ARE, Alicante. Carta de Ossorio y Gallardo a Carlos Espía, 28 de octubre de 1940, APCE, Ossorio, Alicante. Proyecto de declaración política de ARE, Acta 37, 23 de diciembre de 1940, APCE, ARE. Ibíd. Ibíd. [356]
blicanos emigrados que no tolerasen infiltraciones comunistas bajo el pretexto de la solidaridad en la derrota. Había que demostrar a los aliados que los republicanos españoles nada tenían que ver con partidos totalitarios, que defendían los mismos valores y los mismos principios morales. A las llamadas de unión hechas desde las filas comunistas, se habría de dar la misma respuesta que se daría a los falangistas, unos y otros obedecían órdenes internacionales, y los republicanos sólo debían pactar y sentirse identificados con «españoles independientes, de buena voluntad, dispuestos a trabajar por la reconstrucción de su país, que no reciban órdenes ni consignas de potencias extrañas...»97 Pero el rechazo a los comunistas y sus compañeros de viaje, el anticomunismo que tiñe el espíritu y la letra de este escrito, no se explica exclusivamente por esas razones. Para sus redactores, la teoría y la praxis comunista había evidenciado durante la Guerra Civil, y lo seguía haciendo en el exilio, una actitud de odio y violencia que debía ser desterrada de la política española para siempre: Hay que eliminar rencores y venganzas. ¡Basta ya de sangre y de crímenes!: aspiramos a librar del odio al alma nacional. Los republicanos tenemos las manos limpias de sangre y la autoridad para decirlo. En las convulsiones espantosas de la guerra desencadenada, servida y orientada por poderes extranjeros, supimos oponernos a los desmanes que se presentaban como lógica represalia. En nuestras propias filas se reclutaron, en proporción tremenda, las víctimas de la venganza y de la crueldad. Algún día, se nos hará justicia. Pero nos sentimos fuertes para decir, que ni el recuerdo entrañable de los muertos recientemente inmolados ni el horror de nuevos crímenes, nos harán perder nuestra serenidad de patriotas ni nuestro sentido de la humanidad y la justicia98.
Las palabras de Azaña, Paz, piedad y perdón, debían quedar grabadas en las conciencias de los republicanos como principio rector de sus conductas de cara a una hipotética vuelta a España. Sólo se debería apartar de la vida pública a aquellos «que traicionaron a su patria, con la sanción estrictamente necesaria para que no vuelvan a estar en condiciones de repetir su vileza". La normalización de la vida política española se haría mediante un período transitorio, en el que sería precisa la existencia de un Gobierno fuerte que, inspirado en los principios constitucionales de 1931, actuase de modo inflexible contra todos aquellos que intentasen perturbar la convivencia necesaria y poner en peligro el proceso democrático. Para esta inmensa tarea sería necesaria la colaboración de todos los ciudadanos, garantizando a todos el respeto a sus creencias políticas y religiosas, siempre que se expresasen de forma legal. De ninguna manera querían que los errores del pasado volviesen a repetirse en un hipotético nuevo período constitucional. La declaración terminaba invitando a los socialistas a participar activamente en este proyecto, pero advirtiendo que para ello sería absolutamente imprescindible el respeto a las piedras angulares del ideario republicano: respeto a la propiedad privada, libertad individual, orden público, defensa de la pequeña burguesía, respeto a la iniciativa particular y al espíritu de empresa. Además, se ofrecía colaboración a las fuer97 98 99
Ibíd. Ibíd. Ibíd.
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zas políticas de derecha, aunque fijando también unos mínimos indiscutibles: obediencia al poder público, respeto a todas las libertades, a todas las creencias «y la defensa de los postulados esenciales de una democracia vigorosa y de un régimen de progreso nacional. No queremos revolución, ni reacción...»100 El primero de enero de 1941, ARE aprobaba el programa político propuesto por Espía y Funes, acordando abrir un período de deliberación hasta el 15 de febrero, fecha en la que todas las delegaciones de la organización repartidas por el mundo, deberían manifestarse a favor o en contra del mismo. Ese mismo día, Espía fue nombrado Secretario de Interior de ARE en sustitución de José Giral101. El 27 de febrero, la Junta Central de ARE publicaba una circular en la que se daba a conocer su declaración política, asumida ya por todas las delegaciones102. Un mes más tarde, a propuesta de las agrupaciones de Chile, Nicaragua, Costa Rica y Nueva York, se nombraban vocales propietarios a Miaja, Ruiz Funes, Bolívar y Espía, quien, en nombre de sus compañeros, agradeció el nombramiento, para inmediatamente anunciar su renuncia al estimar que las designaciones debían hacerse de forma que quedase absolutamente clara la voluntad de los afiliados y las distintas delegaciones103. La Junta decidió seguir la sugerencia de Espía y proceder a la elección libre de los nuevos vocales, lo que no fue obstáculo para que el periodista alicantino fuese designado de nuevo con el voto favorable de todas las delegaciones de América104. En los días siguientes, una vez cristalizada la reorganización de ARE, los comunistas pusieron en marcha una serie de maniobras de aproximación a la nueva asociación republicana, maniobras en las que actuó de intermediaria Margarita Nelken. Siguiendo el espíritu del último discurso pronunciado por Negrín, Nelken se entrevistó con Bernardo Giner de los Ríos, representante de ARE, para proponerle un pacto de unidad similar al que sirvió de base para la formación del Frente Popular. Paralelamente, el Partido Comunista se dirigió por separado a distintas personalidades de ARE en demanda de apoyos para su plan. En la propuesta comunista se imponía expresamente el veto excluyente a Miaja, Casado y Prieto. La cuestión se trató en el seno de la organización republicana el 4 de agosto de 1941: A propuesta del Sr. Espía, se acuerda enviar una circular a las delegaciones, que, al mismo tiempo que sirva de respuesta a La Habana y Buenos Aires, informe de las proposiciones enviadas por la señorita Nelken y del manifiesto del Partido Comunista, enviado particularmente a elementos republicanos, y después de señalar el carácter de agravio que tiene el veto a personas que nos merecen toda clase de respetos, especialmente el pronunciado contra nuestro compañero de Junta Sr. Miaja, se confirme la posición de ARE contraria a pactos, alianzas o manifiestos conjuntos con los comunistas105.
Para Espía, Margarita Nelken y los comunistas pretendían embaucar a los republicanos con una increíble historia llena de fantasía y mentiras: En España se había 100 101 102 103 104 105
Ibíd.
Acta 38 de ARE, 21 de enero de 1941, APCE, ARE. Acta 46 de ARE, 27 de febrero de 1941, APCE, ARE. Acta 60 de ARE, 4 de junio de 1941, APCE, ARE. Acta 68 de ARE, 28 de julio de 1941, APCE, ARE. Acta 70 de ARE, 4 de agosto de 1941, APCE, ARE.
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organizado una resistencia muy activa y esperaban la inmediata vuelta de los exiliados para recibirlos con los brazos abiertos, a todos menos a Prieto, Casado y Miaja. Sin embargo, Espía tenía informaciones directas del interior que decían, que hablar en España de comunismo en esos momentos o intentar volver con esa bandera, era algo impensable debido al pésimo recuerdo que el pueblo tenía de la actuación del Partido Comunista. Esas informaciones apuntaban a que lo único que funcionaba con cierta autoridad en el interior era Acción Liberal Española, ALE, organización que tenía como programa básico la conquista de las cuatro libertades enumeradas por Roosevelt106. Los llamamientos a la unidad por parte de negrinistas y comunistas continuaron durante los meses siguientes, contando con la colaboración de destacados miembros de IR como Velao, Gaspar, Mantecón o Fernández Clérigo, quienes a finales de 1941 llegaron a redactar un manifiesto defendiendo los postulados esgrimidos por Margarita Nelken, manifiesto al que contestarían desde ARE Alvaro de Albornoz y Carlos Espía: «ARE, por razón de sus características exclusivamente republicanas, es opuesta a toda fusión con organizaciones que no tengan su misma fisonomía. Para cumplir este fin, las delegaciones de ARE deberían abstenerse de secundar cualquier iniciativa que no tenga carácter estrictamente republicano, consultando a la Junta Central en los casos que puedan estimar como excepcionales»107. Por su parte, ARE auspició negociaciones para ampliar su base política, tanto con otras fuerzas republicanas españolas como con otras europeas. Las más destacadas fueron las sostenidas con vascos y catalanes, entre los primeros, y con los republicanos italianos, entre los segundos. En ambos casos Espía fue el encargado de llevarlas a cabo. Las negociaciones con catalanes y vascos fracasaron al imponer ARE como límite la Constitución del 31 y los respectivos estatutos de autonomía, negándose aquéllos a aceptarlo. Respecto a la alianza con el Partido Republicano italiano, la iniciativa partió de Roberto Pacciardi, secretario general del mismo, quien escribió una carta a su amigo Espía invitándole a examinar «la conveniencia de establecer relaciones y acuerdos sobre extremos que interesan a las dos fuerzas políticas»108. Espía leyó la carta a sus compañeros de Junta, encargándose en adelante de negociar personalmente con Pacciardi. El dirigente republicano italiano propuso a Espía tres líneas de colaboración fundamentales: 1. Enviar voluntarios de los dos países a luchar contra las potencias del Eje; 2. Articulación de una acción política común; 3. Colaboración de los republicanos españoles, italianos y franceses de cara a organizar, una vez acabada la contienda, los Estados Unidos de Europa. Respecto al primer punto, Espía hizo ver a Pacciardi la imposibilidad de los republicanos españoles de mandar voluntarios a Europa, dado que quedaban miles de refugiados como rehenes del Gobierno de Vichy y una participación activa en la guerra depararía represalias severísimas sobre los mismos. Igualmente, Espía creía que la acción política de los republicanos debía ser prudente, considerando que no dependía de ellos que el problema español tomase estado internacional109. En el momento que la política de los aliados 106 107 108 109
Carta de Espía a Ossorio, 4 de agosto de 1941, APCE, Ossorio. Acta 95 de ARE, 21 de enero de 1942, APCE, ARE. Acta 101 de ARE, 4 de marzo de 1942, APCE, ARE. Espía a R. Pacciardi, 7 de mayo de 1942, APCE, ARE.
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respecto a Franco variase, la acción política de los republicanos podría ser mucho más eficaz y ágil. Espía valora muy positivamente la iniciativa de Pacciardi para coordinar los esfuerzos de los republicanos latinos, pero a pesar de identificarse plenamente con el movimiento gaullista, reprocha la actitud de los franceses, de quienes todavía no había salido —salvo honrosas excepciones— una palabra autorizada de comprensión hacia el problema español. No obstante, estima «excelente, como aspiración ideológica, la constitución de los Estados Unidos de Europa; esto es, la federación de los pueblos libres europeos. Pero ni ustedes ni nosotros desconocemos las dificultades que encontrará la idea hasta que pueda convertirse en realidad política»110. Pacciardi y Espía concluyeron sus conversaciones acordando volverlas a celebrar periódicamente, para coordinar las estrategias a seguir por sus respectivos grupos políticos. A mediados de 1941 circuló profusamente un rumor, que, pese a haberse oído en otras ocasiones, ahora parecía tener algún fundamento, ya que procedía de la Legación cubana, de los servicios ingleses de propaganda y del propio Cónsul inglés111: Alemania había decidido invadir España para ocupar Gibraltar. La noticia, de ser cierta, tendría repercusiones tremendas sobre la política española, pues supondría la implicación del país en la conflagración europea. Los rumores llegaron a adquirir tal intensidad que se llegó a hablar de la inmediata constitución de un Gobierno republicano reconocido por Inglaterra, de un programa de Gobierno con una serie de puntos muy precisos, incluso del reparto de altos cargos. Llegado a este extremo, Espía intervino ante la Junta de ARE para intentar serenar los ánimos y dar un tono más sosegado a las deliberaciones. Dijo que el problema era lo suficientemente grave como para lanzarse alegremente a tomar acuerdos o dar pasos que pudieran acabar en el más espantoso de los ridículos. ARE debía estar atenta a los acontecimientos internacionales para «aprovechar sus consecuencias y tomar posiciones», pues esa es la función de una junta política. Personalmente se manifestó completamente opuesto a «vestirme de fuerza viva y hacer cola a la puerta del Consulado inglés para que me reconocieran, no toleraré que ningún republicano lo haga en mi nombre y procuraría que otros no lo hiciesen aunque fuese por su cuenta»112, porque, aun simpatizando de todo corazón con la causa inglesa, dudaba muchísimo del papel que podía otorgarles una iniciativa auspiciada por el Gobierno inglés. Para Espía, antes de hablar de gobiernos, ministros, embajadores, etc, era imprescindible dejar claras una serie de cuestiones: relaciones con Inglaterra, concesiones de ésta a Franco en Tánger, promesas sobre Gibraltar hechas también a Franco... Por último, afirmó que no estaba dispuesto a considerarse gobierno ni a entrar en competencia con otros que lo quisieran ser, que si se formaba alguno en el extranjero que no mereciera su confianza no lo aceptaría, y que si Martínez Barrio se decidía a convocar «las Cortes hasta la elección de otras, o aceptara cualquier otra ficción legal» —cosa que creía totalmente innecesaria— se negaría a examinar problemas políticos de tal gravedad con algunos diputados que no merecían su confianza y con los que no entraba en sus planes establecer ningún tipo
110 111 112
Ibíd.
Carta de Espía a Ossorio, 25 de mayo de 1941, APCE, Ossorio. Ibíd.
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de relación política. Las observaciones de Espía fueron aceptadas por la Junta, que decidió también abrir consultas con catalanes y socialistas para el caso de que se produjese la invasión alemana. Espía creía que en aquella coyuntura podrían ocurrir varias cosas: 1. Que entren las tropas alemanas en España y Franco finja una resistencia que le permita seguir contando con el apoyo de Inglaterra; 2. Que España entrase en la guerra y que Inglaterra no reconociese Junta ni Gobierno de la oposición republicana y se «limite a invitar a los combatientes españoles a que luchen... en Egipto»; 3. Que, por el contrario, Inglaterra quiera entenderse con la oposición a Franco, abriéndose, entonces, todo un abanico de posibilidades: a) Negrín, o el último Gobierno constitucional de la República; b) Miaja-Casado o el último Gobierno de hecho en territorio republicano; c) Las Cortes, o la última expresión de la voluntad nacional; d) Madariaga o la Tercera República; e) El Duque de Alba o el último representante en Londres del Estado español; f) Todos juntos y, además, el cardenal Vidal y Barraquen Aparte estaban las opciones representadas por catalanes y vascos. Todas, unas y otras, al margen de la opinión de quienes en España sufrían la dictadura franquista. Pese a la incredulidad de Espía, el rumor continuó vivo durante varios meses, adquiriendo de nuevo vigor tras la declaración conjunta de Churchill y Roosevelt en el sentido de que respetarían «el derecho de todos los pueblos a escoger la forma de gobierno bajo la cual quieran vivir»113. Ante estas declaraciones, ARE publicó un manifiesto redactado por Espía en el que mostraba su total solidaridad con las declaraciones de los mandatarios aliados, esperando que la consecuencia lógica de las mismas se materializase en el acceso a la libertad de «los pueblos privados por la fuerza de sus derechos soberanos y el reconocimiento subsiguiente de sus órganos constitucionales legítimos»114. ARE recomendaba a sus afiliados y delegaciones de todo el mundo que hiciesen patente su apoyo a la declaración de Roosevelt y Churchill, subrayando su voluntad de restituir a España su libre soberanía mediante la restauración de la Constitución de 1931 y de los órganos legítimos del Estado republicano. Sin embargo, Espía opinaba que las maniobras de Negrín y los comunistas para presentarse como los representantes únicos de todo el exilio español, no hacían sino perjudicar a la causa republicana, porque en España todos están hartos de extremismos, de crímenes y de odios, y condenan los de los falangistas, como recuerdan con horror los de nuestros extremismos. Los comunistas trabajan clandestinamente, como todos los demás; pero no consiguen la adhesión y confianza de los otros. La gente quiere un régimen liberal, una república conservadora, sin disturbios, atentados, ni incautaciones. Ven en Negrín al hombre de los comunistas, y nada quieren saber de él... ¿Con qué autoridad podemos los españoles en el destierro, aceptar una solución que represente la vuelta de Negrín, como Jefe del Gobierno, y de los comunistas como sus colaboradores?115.
113 Manifiesto de ARE redactado por Carlos Espía: «Los republicanos españoles aplauden el convenio de Roosevelt y W. Churchill, 16 de agosto de 1941, APCE, ARE. 114 Ibíd. 115 Carta de Espía a Ossorio, 3 de septiembre de 1941, APCE, Ossorio.
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Lo sucedido en España durante la Guerra Civil y los primeros meses de posguerra había sido lo suficientemente trágico, como para que alguien pensara en volver con un Gobierno compuesto por los mismos hombres que formaron el último de la República: el Gobierno Negrín concluyó definitivamente el día del golpe de Estado de Casado. Si fuese preciso, porque las circunstancias internacionales así lo exigiesen, crear una Junta, un Consejo o un Gobierno Provisional, Espía creía que lo más razonable sería elegirlo entre las personas más representativas, limpias y capaces de la emigración, incluido Negrín si su partido lo estimase oportuno, pero lo que no aceptaba de ningún modo era proclamarlo Jefe del Gobierno permanentemente, imponiendo «sus métodos de gobierno y la colaboración comunista a los españoles republicanos que llegaron a levantarse en armas contra él y su gobierno, porque ya no tenían otro medio de librarse de él y los comunistas»116. La estrategia comunista de aproximación a los republicanos continúo durante todo el año de 1942, lo mismo que la actitud anticomunista de Carlos Espía, quien en este sentido decía lo siguiente: «La actividad de los comunistas y sus amigos, aunque presenta como finalidad la unión de todos, se traduce prácticamente en confusión y desunión. Tienen una tenacidad admirable en su táctica, que consiste en querer unir a los demás, a condición de que se dejen dirigir por ellos. El sevillano Pepe Díaz no era precisamente el vasco Ignacio de Loyola; pero el partido se parece mucho a la orden»117. La estrategia política de Espía en el exilio va perfilándose nitidamente. Nada de colaboración con los comunistas, la experiencia de la guerra y la situación internacional así lo aconsejaban. Nada de resucitar el Frente Popular, entidad política fenecida al mismo tiempo que la Segunda República. Igualmente se oponía a cualquier intento encaminado a restablecer los órganos constitucionales en el exilio sin el reconocimiento de los aliados, pues creía que sería un acto simbólico y estéril, que sólo serviría para dividir aún más a los exiliados. Para Espía sólo los partidos podían y debían articular la respuesta de la oposición republicana, preparando una estrategia adecuada a la coyuntura nacional e internacional, y buscando alianzas con aquellas formaciones con las que tuviesen mayor afinidad ideológica. Acabada la Guerra Civil y reconocido Franco por la comunidad internacional, la legitimidad de las instituciones democráticas republicanas era nula, sólo un cambio de actitud de aquélla podría devolvérsela. Espía, que en palabras de Ossorio y Gallardo era un liberal con sentido social118, defendía la unidad de acción de todos los republicanos liberales y demócratas, incluyendo dentro de esa categoría a los socialistas, pensamiento que fue ampliamente compartido en el seno de ARE hasta los últimos días de su existencia, aunque supondría el inicio de una fractura dentro del republicanismo, donde algunos desterrados miembros de IR —Velao y Fernández Clérigo entre otros— terminarían decantándose por la URE, organización inspirada por el Partido Comunista y los seguidores del doctor Negrín.
116 117 118
Ibíd. Espía a Ossorio, 11 de mayo de 1942, APCE, Ossorio. Carta de Ossorio a Espía, 25 de mayo de 1942, APCE, Ossorio.
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Durante este año, 1942, los rumores y disputas entre exiliados se hicieron más agrios y Espía espació su actividad política limitándose a aquellos actos y reuniones que consideraba más serios, apartándose de todo tipo de tertulias y conciliábulos, lugares donde las rencillas y los bulos tenían su clima apropiado. Aunque escéptico respecto a las posibilidades que la victoria aliada abriría a la causa republicana, albergaba algunas esperanzas sobre la actitud de Francia después de la guerra, defendiendo en todos los foros que la verdadera misión de ARE y los partidos republicanos consistía en estar atentos a la evolución de los acontecimientos internacionales para aprovechar cualquier coyuntura favorable: La gente aquí está muy esperanzada con la marcha de la guerra y muchos suponen que no tardará la vuelta a España. Yo no soy tan optimista, pero confío mucho en la repercusión de lo que pase inevitablemente en Francia... Es lo que sigo con más interés, pues estoy apartado de toda esa otra delirante actividad que se traduce en reuniones, conciliábulos, asambleas y entrevistas como si fuéramos a tener muy pronto elecciones municipales. Ni me interesa mucho ni tengo tiempo para perderlo con amigos que son excelentes, pero a los que creo algo ilusos119.
Espía, desligado de la JARE desde finales de 1942, dimitió de la Secretaría de Interior de ARE en mayo de 1943, anunciando que, debido al trabajo que había encontrado en una editorial hispano-mexicana, no podría asistir con mucha asiduidad a las reuniones que se convocasen en adelante. No estaba dispuesto a sacrificar otra vez, en las condiciones de división que vivía el exilio, su vida personal, entre otras cosas porque necesitaba trabajar para vivir120. Entre las causas que provocaron este momentáneo apartamiento de la vida política, pesaba sobremanera la actitud de Martínez Barrio y de algunos miembros de su grupo tendente a crear un solo partido republicano dirigido por el político sevillano, proyecto al que Espía se opondría vehementemente: Yo soy partidario de la unidad de esfuerzos y de prescindir en el destierro de toda menuda política de partido o comité. Por esto estoy en ARE, que realiza tales propósitos. Soy también partidario de llegar en España, cuando estemos allí, a la formación de un solo partido republicano. Pero no me considero autorizado a disolver el partido de IR, que no es patrimonio personal mío ni tiene aquí los miembros de su Consejo Nacional. Por otra parte, yo recibí cargos de confianza del Partido y hasta que no tenga éste la ocasión de pedirme cuentas y aprobar mi conducta, no me consideraré desligado del mismo, aunque en el destierro me abstenga de actos partidistas...121
La última intervención de Espía en ARE, tras la crisis que se suscitó en su seno al constituirse la JEL, fue la elaboración de la propuesta para su disolución en enero de 1944. Según Espía había tres opciones: convertir ARE en un partido republicano único; transformarla en una federación de partidos o disolverla. La primera la juzgaba 119
Carta de Espía a Ossorio, 9 de agosto de 1943, APCE, Ossorio. Carta de Espía a R. Supervía. 30 de marzo de 1943 y 23 de agosto de 1943, Archivo Guillermina Medrano-Supervía, Valencia, Sin clasificar. 121 Carta de Espía a Carreras Reura, 16 de marzo de 1943, APCE, Carreras. 120
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imposible porque en cuanto un grupo cualquiera de republicanos se negase, ya no habría unión, porque era una decisión que correspondía a los militantes del interior y porque todos los que habían ocupado cargos políticos tenían la obligación de rendir cuentas ante «nuestra nación y nuestro partido en cuanto sea posible»122. Su transformación en una federación de partidos sería una artimaña para sobrevivirse a sí misma, además estas alianzas siempre debían partir de abajo arriba, de los partidos a la federación y no de ésta a los partidos. ARE se creó —según la opinión de Espía— para que la política republicana tuviese una expresión autorizada y coordinada, sirvió para confirmar la disolución del Frente Popular y denunciar la política de confusión comunista, ahora, «una vez creada la JEL, ninguna razón encuentro para que subsista ARE, y no porque haya fracasado sino precisamente por lo contrario: porque ve lograda su finalidad y cumplida su misión»123. La propuesta de Espía fue aprobada y, aunque tardó en aplicarse por las reticencias de algunos ante el nuevo organismo, su papel entre los exiliados se redujo drásticamente. Comenzaba la hora de la Junta Española de Liberación. 6.5.
LA JUNTA ESPAÑOLA DE LIBERACIÓN Y LOS PRIMEROS GOBIERNOS REPUBLICANOS EN EL EXILIO (1943-1950)
6.5.1.
EN LA JUNTA ESPAÑOLA DE LIBERACIÓN
A la altura de 1943, Espía, que ya no ocupa ningún cargo público remunerado, vive de las traducciones que realiza para ediciones Minerva, una editorial mexicana regida por exiliados españoles, entre los que figura Miguel A. Marín, diplomático y futuro jefe de Espía en la sección de traductores de las Naciones Unidas. Se trataba de una empresa modesta especializada en libros divulgativos de autores clásicos franceses e ingleses. Aunque no domina el idioma inglés, la necesidad le obliga y acepta también los textos que le envían en ese idioma. Trabajaba en casa muchas horas al día, pero el sueldo que obtenía era insuficiente para cubrir los gastos domésticos, lo que le llevó a trabajar también para las editoriales UTEHA y González Porto. Tradujo Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, La educación sentimental de Flaubert, Tartarín de Tarascón y Tartarín en los Alpes de Daudet, La Princesa de Cléves de la condesa de La Fayette, Manon Lescaut de Prévost, Confesiones de un hijo del siglo de Musset, Los miserables de Victor Hugo, La rebelión de los Ángeles de Anatatole France, Rojo y Negro y La cartuja de Parma de Stendhal y otros muchos124. A finales de 1943, la confusión se ha adueñado por completo de la vida de los exiliados. La JARE incautada por el Gobierno mexicano, ARE descompuesta por los conflictos entre sus socios mayoritarios: IR y UR125, conflictos en los que Espía ha 122
Propuesta de disolución de ARE presentada por Espía el 27 de enero de 1944, APCE, ARE. Ibíd. 124 Relación de obras traducidas por Espía del francés al español para la editorial UTEHA, 31 de diciembre de 1948, APCE, M. 125 J. Rubio, La emigración..., págs. 502-549. 123
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jugado un papel fundamental al encabezar la corriente de los que se negaban a la fusión y disolución de los dos partidos republicanos; división irreconciliable entre prietistas y negrinistas en el Partido Socialista, hecho que afecta a otras organizaciones políticas, como por ejemplo IR, en cuyo seno existe una facción oficial encabezada, entre otros, por Espía, y otra negrinista dirigida por Clérigo y Velao; insolidaridad de catalanes y vascos, que actúan por libre en casi todas las ocasiones. El desconcierto, la desconfianza y el personalismo son las monedas de cambio más corrientes entre los exiliados españoles en México, produciéndose situaciones que llegan en ocasiones al más puro «gansterismo», como el asesinato del cajero de la FIASA: Aquí no nos falta de nada, ni atentados ni amenazas de otros nuevos. Una hojita que se dice órgano de un grupo de la CNT —aunque no está autorizada por los elementos responsables de esa organización—, trata de justificar el acto de los pistoleros, con palabras y argumentos que recuerdan a los periodiquitos de la FAI en la época de los atentados y atracos. Algunos periódicos de aquí, recogiendo opiniones de refugiados españoles, han apuntado la posibilidad de que el atraco a la FIASA, haya sido organizado intelectualmente ¡por los mismos consejeros de la FIASA!, para librarse de la honrada fiscalización de Guillen, el cajero asesinado. Guillen era, en efecto, un hombre honrado. Pero es monstruoso lanzar contra el Dr. Puche y otras personas, que también lo son, acusaciones de esa índole. ¡Y las lanzan los mismos refugiados! Después se lamentarán de que, en la plaza de toros, cuando el público agota sus insultos contra el picador que ha enhebrado la pica en la piel del toro, le diga: ¡chingao, hijo de perra, refugiao!126
En ese contexto poco halagüeño van a ocurrir hechos de gran trascendencia para el exilio: el fracaso de Miguel Maura en su intento por lograr una solución de compromiso que devolviese la democracia a España127; el inicio de los primeros escarceos de Prieto con personalidades monárquicas con parecida finalidad; el manifiesto de ocho tenientes generales españoles pidiendo la restauración de la monarquía, y, sobre todo, la derrota alemana en Stalingrado, hecho que inclinará definitivamente la balanza de la guerra hacia el lado aliado. La coyuntura internacional parecía más propicia que nunca para los republicanos españoles, que veían cómo el principio del fin de la guerra mundial podía ser también el de su vuelta a España. Con ese propósito, a finales de noviembre de 1943, republicanos, socialistas y catalanes firmaron el pacto de unión que daba origen a la Junta Española de Liberación. El origen de la JEL hay que buscarlo en la Conferencia de Profesores celebrada en La Habana ese mismo año, «donde se hizo una declaración de fervoroso republicanismo y se aprobó una ponencia recomendando la creación de una junta que pudiera llevar a cabo los trabajos que demanda la opinión republicana»128. En dicha asamblea se esbozó también un programa político para el caso de que la vuelta a España fuese inmediata. A su regreso de La Habana, Giral comunicó las conclusiones 126
Carta de Espía a Ossorio y Gallardo, 4 de agosto de 1943, APCE, Ossorio. J. Rubio, La emigración..., pág. 549. 128 Intervención de Espía en la Asamblea Extraordinaria del Ateneo Salmerón, 5 de diciembre de 1943. 127
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a Prieto, Martínez Barrio y Albornoz, enviándoselas por escrito a Juan Negrín. Giral y el resto de profesores que acudieron a la Conferencia —Bosch Gimpera, Bolívar, Pittaluga, Cabrera, etc.— invitaron a los distintos partidos a hacer suya la propuesta y organizar de modo inmediato la referida junta. Esquerra Republicana de Cataluña, uno de cuyos dirigentes, Pedro Bosch Gimpera, había participado muy activamente en las jornadas de la capital cubana, tomó la iniciativa de plantearlo a los demás partidos: IR, UR, PNV, ACR y PSOE. El Partido Socialista e Izquierda Republicana aceptaron con la condición de que los integrantes acatasen los principios constitucionales, cuestión que fue aceptada por todos a excepción del PNV, cuyo representante, Telesforo Monzón, pidió que se incluyera el derecho a la autodeterminación del pueblo vasco, a lo que se negaron los demás partidos. IR nombró a Alvaro de Albornoz, el Partido Socialista a Prieto, UR a Barrio y Esquerra a Antonio M.a Sbert. A última hora Albornoz no pudo acudir, designando IR a Carlos Espía en su lugar «dada la relación que me unía a los congregados»129. El 12 de noviembre de 1943, en los locales del Centro Republicano Español, tuvo lugar la primera reunión preparatoria para la constitución de la JEL, acordando todos los partidos, excepto el PNV, tomar como programa básico los principios expuestos en la Constitución de 1931: «Nuestro lema era España, República, Constitución y Estatuto»130. Aquella reunión, además de los resultados esenciales para los que se había convocado, tuvo otros efectos positivos para la reorganización del exilio español: la incorporación de los partidos catalanes a la política común republicana y la reconciliación momentánea entre Prieto y Martínez Barrio, alejados por sus concepciones diferentes sobre la estrategia política a seguir. Espía actuó de intermediario entre los dos, y a fin de que esa reconciliación no quedase en agua de borrajas, convino en que los tres se reuniesen de nuevo a comer el 17 de noviembre. En ese encuentro decidieron «acelerar los trámites para constituir la junta, prescindiendo de momento de los vascos, pues el intento era ya del dominio público y podía deformarse»131, y volver a verse al día siguiente, aunque a petición de Carlos Espía la reunión se celebraría a última hora, pues quería informar a su partido de la marcha de las negociaciones antes de tomar ninguna decisión. El 18 de noviembre, Pedro Vargas —presidente del Ateneo Salmerón, que era como se denominaba IR en México— convocó asamblea conjunta del Partido y el grupo parlamentario, aprobando por unanimidad la getión de Espía y el acuerdo que horas antes había redactado Indalecio Prieto. Vargas y Espía fueron autorizados para firmarlo y continuar las gestiones. A última hora de la tarde los representantes de los partidos volvían a reunirse para perfilar detalles, resolviendo designar a los miembros de la Junta mediante una fórmula mixta que tendría en cuenta la representación directa de los partidos y a las personalidades más destacadas de los mismos: IR nombró a Alvaro de Albornoz, quien junto a Barrio, Prieto y Sbert, formaría la Junta Española de Liberación. Invitaron a Sánchez Román y José Giral a que se integraran en la misma, el primero declinó y el segundo, que conti-
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Ibíd. Ibíd. Ibíd.
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nuaba su apartamiento voluntario de la política activa, autorizó a usar su nombre, después de muchos ruegos y tras dejar bien claro que creía que la Junta debería ser ampliada132. A Espía, que era una de las personas más próximas y queridas por Giral, le extrañó mucho esa actitud de su viejo amigo: «Como siempre que se habla de unión, terminamos más desunidos que antes... Yo siento mucho la actitud de D. José, aunque conozco su sentido de responsabilidad, su desinterés y su patriotismo y confio, en que, pasada esta pequeña tormenta, no faltará su colaboración cuando pueda ser eficaz»133. Paralelamente a las negociaciones llevadas a cabo para organizar la JEL, comunistas y negrinistas anunciaban a los cuatro vientos la constitución en España de la Junta Suprema de Unión Nacional, organismo en el que decían había representación de todos los partidos de oposición. Para Espía, esto era una patraña más del Partido Comunista, ya que sus informaciones del interior aseguraban que allí había mucha unión y solidaridad entre republicanos, socialistas y anarquistas, pero que nada querían saber de los comunistas, puesto que seguían trabajando por su cuenta: «Los comunistas maniobran como siempre, con habilidad y cinismo, mostrándose dispuestos a entenderse con todos los grupos de oposición a Franco, aun con los disidentes de Falange, pero nadie se fía de ellos»134. Las relaciones entre la JEL y UNE serían siempre distantes, a pesar de los muchos intentos de la organización de inspiración comunista por llegar a un acuerdo de principios. El 20 de noviembre de 1943, los partidos republicanos llegaban a un acuerdo definitivo, que daba luz verde al nuevo organismo político constituido «por aquellos partidos que formaron la mayoría de las Cortes Constituyentes, votaron la Constitución de 9 de diciembre de 1931 e integrando de modo exclusivo el Gobierno provisional, refrendaron su promulgación»135. El acuerdo declaraba solemnemente el propósito de los firmantes de establecer la República en España, «derrocando la tiranía falangista impuesta merced al auxilio armado de potencias extranjeras y cerrando el paso a la monarquía, cuyo restablecimiento se pretende mediante presiones diplomáticas del exterior»136. Tras comprometerse a respetar y hacer respetar la Constitución mientras no se abriese un nuevo período constituyente, que permitiese reformar o renovar la del 31, si ello fuese menester, los firmantes —Espía, Vargas, Prieto, Albar, Barrio, Ordás, Andreu y Bosch Gimpera, en representación de sus respectivos partidos— reafirmaron su fe en la democracia y en el nuevo período de progreso que se abriría para el mundo con el final de la guerra y el cumplimiento de los principios enumerados en la Carta del Atlántico137. El 25 de noviembre, en el Centro Republicano Español, se celebraba con toda solemnidad la ceremonia constitutiva de la Junta, con
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Intervención de Espía en la Asamblea Extraordinaria del Ateneo Salmerón, 5 de diciembre de 1943. 133 Carta de Espía a Ossorio, 7 de febrero de 1944, APCE, Ossorio. 134 Carta anónima de un republicano del interior a Espía, 1 de octubre de 1944, APCE, JEL. 135 España, órgano de la JEL, 29 de enero de 1944, FPI, Prensa mexicana, Madrid. 136 Ibíd. 137 Acuerdo fundacional de la JEL, España, 29 de enero de 1944, FPI, Madrid.
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asistencia numerosa de representantes de todos los partidos, autoridades mexicanas y miembros de las legaciones extranjeras presentes en la capital azteca. Poco después, Espía volvía a comparecer ante la asamblea de su partido para explicar su gestión. En su intervención afirmó que no se habían incluido a los sindicatos por tratarse de una cuestión estrictamente política; del mismo modo, no se había aceptado la participación comunista por sus connivencias con los falangistas, y porque supondría la salida de otros grupos más afines, en clara alusión a los socialistas de Prieto: «Las uniones —diría— no son fuertes por su extensión sino por su solidez»138. Concluyó Espía explicando que la JEL no era un Gobierno ni debía ser considerado como tal: «Es una junta de acción política para librar a España y restablecer la República, ese es su objetivo y única finalidad. El pacto no es un pacto cerrado, y va dirigido únicamente contra Franco»139. La JEL, inspirada en el Comité de Liberación formado por De Gaulle en 1940, fue sin duda uno de los intentos más serios de los republicanos para derrocar a Franco, aunque tuvo desde el principio una remora insalvable que condicionaría su eficacia final: su negativa a negociar con los monárquicos, lo que cerraba una de las posibilidades esbozadas por los británicos, hecho que fue perfectamente entendido por los comunistas y la UNE, abierta a cualquier organización política opuesta a Franco. El anticomunismo de Espía, Prieto y Martínez Barrio jugó, en esta ocasión, a la contra de la causa que defendían. Al cerrar la puerta a cualquier salida que no fuese la República y la Constitución de 1931, los miembros de la JEL se situaban en una posición de fuerza que no les correspondía teniendo en cuenta la actitud de los aliados para el problema español. La exclusión de los comunistas, condicionada por la experiencia de la Guerra Civil y por el anticomunismo de algunos países aliados, era estratégicamente hábil, pero suponía incentivar un elemento disgregador de primer orden en un momento en el que podría haber sido más útil la unidad de todos. Por lo demás, los planteamientos de la Junta, fueron atinados al declararse desligados del Frente Popular, presentarse como genuinos representantes de la democracia española y apoyar como suya la causa de los aliados, pese a la postura poco solidaria que las potencias europeas habían reservado a los republicanos españoles desde el comienzo de la Guerra Civil. En enero de 1944, la JEL dio a conocer su primer manifiesto público, manifiesto que giraba alrededor de los mismos principios recogidos en su acuerdo fundacional. En él se reclamaba «el derecho de los españoles a recobrar sus libres instituciones, que les fueron arrebatadas violentamente»140, asegurando que las fuerzas que protagonizaron la vida política española del primer bienio republicano, olvidando sus diferencias ideológicas, se unían con el solo fin de ver restaurado el régimen que el pueblo español se dio el 14 de abril de 1931. La Constitución y los estatutos vasco y catalán son las normas fundamentales de la nación, sin que ello sea óbice para que, llegado el momento, los españoles puedan decidir su reforma total o parcial. Afirman
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Intervención de Espía en la Asamblea del Ateneo Salmerón, 5 de diciembre de 1943, APCE, JEL. Ibíd. Primer manifiesto de la JEL, España, 21 de enero de 1944, FPI, Madrid.
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también, que la experiencia del 31 habrá de ser tenida en cuenta para evitar los errores cometidos, y que la primera finalidad de la JEL «es luchar contra el régimen falangista que tiraniza y deshonra a España por su origen ilegítimo e impuro; por estar impuesto por una potencia extranjera y por sus crímenes execrables inspirados en un terrorismo bárbaro que niega toda la tradición caballeresca española, la cual, además de rechazar represalias y venganzas retrospectivas, ofrece, junto a crueldades explicables por pasiones de la lucha, los más generosos ejemplos de amnistía»141. Terminaba el manifiesto negando toda posibilidad a la monarquía y recordando que la paz y el orden sólo retornarían a España de la mano de un régimen de justicia como el republicano. El 30 de enero se reunieron en el Centro Republicano Español, los vocales suplentes de la JEL, Gordón Ordás, Otero, Espía y Santaló, con el objetivo de organizar el Consejo Técnico de la Junta, máximo órgano asesor de la misma. El citado Consejo, además de asesorar a los miembros de la Junta y elaborar informes sobre la situación española, desarrollaría una serie de ponencias que bien podrían asemejarse a un programa de Gobierno elaborado por distintos grupos de especialistas. La ponencias eran las siguientes: 1. Construcción de viviendas baratas para trabajadores; 2. Enseñanza de adultos; 3. Bases para la reforma y ampliación del seguro social en España; 4. Reforma agraria; 5. Reglamento orgánico de la Guardia Móvil republicana; 6. Instrucción militar; 7. Acción cultural en las naciones americanas; 8. Escuelas profesionales y especiales; 9. Segunda enseñanza; 10. Educación y cultura; 11. Enseñanza superior; 12. Bases generales de la enseñanza; 13. Defensa; 14. Seguridad y orden público; 15. Acondicionamiento de bases navales y aéreas españolas; 16. Trabajo, previsión, asistencia y sanidad142. La constitución de la JEL tuvo hondas repercusiones entre los emigrados Españoles, que por fin veían una plataforma unitaria capaz de actuar coordinada y certeramente en representación de las fuerzas republicanas. El Centro Republicano Español, lugar donde tenían su sede la mayoría de las organizaciones políticas y culturales de los exiliados, manifestó publicamente su entusiasmo «tanto por el acta que le da vida como por el manifiesto lanzado a la opinión, que abren nuestro pecho a la esperanza fortaleciendo nuestra fe en el restablecimiento de la República»143. Durante todo este período, Espía continuó compaginando sus quehaceres políticos, ahora otra vez al alza, con sus tareas como traductor. Además de clásicos franceses, traducía a Conan Doyle, a Kipling, y multidud de folletos, informes técnicos y prospectos farmacéuticos, en fin, todo aquello que le enviaban las editoras. El trabajo le ocupaba todo el día, luego a la caída de la tarde departía con Indalecio Prieto, su mejor amigo del exilio, José Giral, Álvarez Ugena, Granados, Carreras y Alonso Mallol. Asistía a las reuniones del Ateneo Salmerón, a la redacción de España, publicación de la que fue redactor-jefe, asesor, editor y casi todo lo demás, y se reunía con sus compañeros de la Junta. La vida ociosa o de café, que ocupó un lugar importante
141 142 143
Ibíd.
Estructura del Consejo Técnico de la JEL, APCE, JEL. «El Centro Republicano Español se adhiere a la JEL», en España, 29 de enero de 1944, APCE, JEL.
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en algún período del exilio parisino, aunque Espía fue siempre persona austera que tenía un escrupuloso respeto por el trabajo, había desaparecido para siempre. Pasaba del trabajo a la política sin espacio intermedio, sin divagaciones, siguiendo una disciplina espartana que le tenía totalmente apartado de cualquier foro en el que se fabricasen rumores. Tan sólo alguna reunión en casa de Giral o Prieto, alguna comida familiar junto a José Alonso, la asistencia a la Peña madrileñista Los Cuatro Gatos, que presidía su amigo el escritor Antoniorrobles, o a la Casa Regional de Valencia, formaban el corto segmento de sus divertimentos sociales. En estos años popularizó el seudónimo El Valijero, con el que firmaba los artículos que publicaba en España o Izquierda Republicana. También escribía en Nosotros, Mediterrani, órgano de la Casa Regional de Valencia, y otras revistas del exilio, además de pronunciar numerosas conferencias en el Orfeó Cátala, el Ateneo Salmerón, el Centro Republicaano Español o la Casa Regional de Valencia. Espía, que se consideraba heredero del pensamiento de Manuel Azaña, se sentía absolutamente fuerte en sus convicciones. Al igual que Azaña, se mofaba de gobiernos sin territorio, ministros sin ministerio y Cortes sin elecciones. Estaba plenamente satisfecho de la Junta de Liberación, organismo que consideraba mucho más eficaz y mucho menos costoso que cualquier otro. Sin embargo, como a otros exiliados, su solidez de pensamiento y su coherencia ideológica terminarían por llevarle a un cierto y progresivo aislamiento político. Salvo con Indalecio Prieto, con el que mantiene una afinidad política y personal muy acusada, Carreras Reura, Alonso Mallol, Álvarez Ugena, Amos Salvador y Ossorio y Gallardo, todos colaboradores y amigos fieles, el mantenimiento de sus convicciones ideológicas le llevará a distanciarse de amigos tan queridos como José Giral, Alvaro de Albornoz, Ruiz Funes o Augusto Barcia, cada uno de ellos, como él mismo, encerrados en muchas ocasiones en la defensa numantina de su propio y personal credo, aunque nunca el distanciamiento político trascendería a lo personal. Con Ossorio y Gallardo su relación fue siempre magnífica, pese a que ambos se situaban en lugares diferentes a la hora de valorar la estrategia a seguir por los republicanos: Espía se oponía fervientemente a la restauración de los órganos constitucionales en el exilio, Ossorio y Gallardo creía que mientras durase el destierro debían colocarse «para volver a España en la misma disposición del día en que caímos: Constitución, Jefe del Estado, Parlamento, Gobierno, estatutos y Tribunal Supremo»144. Ossorio pensaba que la supresión o la negación de cualquiera de esas instituciones, conducía, inexorablemente, a dar la razón a Franco; había que mantener las instituciones constitucionales como nexo de unión de todos los exiliados y para demostrar que el único Gobierno legítimo de España era el que residía en el exterior. Sin embargo, para Espía el problema era muy diferente: Franco no necesitaba razones de ningún tipo para sublevarse contra las instituciones. Además la cuestión era otra: yo creo conveniente, con fines de eficacia política, distinguir entre el principio de legitimidad y la práctica del funcionamiento anormal de los órganos legales, que son, a mi juicio, cosas distintas. La realidad es que las instituciones quedaron formalmente maltrechas en la derrota; no así el principio, la legitimidad de ellas, ni la Cons144
Carta de A. Ossorio y Gallardo a Carlos Espía, 14 de enero de 1945, APCE, Ossorio.
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titución que les da origen y es nuestra reserva jurídica y nuestro símbolo de legitimidad. Y por lo tanto no sirve apelar a esos órganos para que se pongan a funcionar como si estuvieran intactos, aunque embalsamados o en conserva, sino que habría que rehacerlos, lo que plantea graves problemas y mina su propio cimiento legal145.
Afirmaba Espía que el Gobierno del Frente Popular se deshizo cuando se separaron de él J. Giral, B. Giner de los Ríos y Paulino Gómez, siendo imposible la pretensión de algunos de remodelarlo sin que existiesen unas Cortes para sustituirlo cuando lo estimasen oportuno: «Pero, además, si se restableciese aquí el juego normal de las instituciones constitucionales nos encontraríamos con cambios de Gobierno y otros sucesos, que nos convertirían en protagonistas de algún sainete siniestro como aquel que representaban en París los rusos blancos, chóferes de taxis y damas de lavabo en los cabarets de Montmartre, que se saludaban ceremoniosamente Gran Duque y Gran Duquesa Natalia. Jugaremos a los reyes republicanos en el destierro»146. Para Espía, que decía querer la República en España y no en México, el mejor argumento contra Franco sería derribarlo mediante una acción nacional e internacional que deberían llevar a cabo los hombres más representativos de la emigración, esgrimiendo como único programa la Constitución de 1931. Esos hombres serían: Giral, Martínez Barrio, Nicolau d'Olwer, Prieto, Sánchez Román y Ossorio y Gallardo. Los demás debían dedicarse a obedecer. El contraste de pareceres, igualmente válidos y defendibles, entre dos personas que, como Ossorio y Espía, se apreciaban y admiraban, no tenía la más mínima repercusión en su relación personal, sin embargo, polémicas de mucho menor calado intelectual y político que ésta, causaban en México discusiones, rencillas, escisiones y enemistades permanentes147. El síndrome de soledad, que paulatinamente iría adueñándose de la vida de los desterrados, también de Espía, no logró, sin embargo, que su ánimo decayera, tomándose las cosas con el sentido del humor que siempre le caracterizó148. El 24 de mayo de 1944, W. Churchill pronunciaba ante la Cámara de los Comunes un discurso complaciente con la dictadura de Franco, discurso que cayó como un jarro de agua fría a los miembros de la JEL. Dos días después, la Junta sacaba a luz un manifiesto a la opinión pública internacional redactado íntegramente por Espía: «El último discurso parlamentario del Sr. W. Churchill —decía— constituye un agravio y una injusticia para el pueblo español. Agravio, porque contiene una cínica adulación a su peor enemigo: Francisco Franco. Injusticia, porque trata de desconocerle el derecho a recobrar su libertad... Obligados a forzoso silencio nuestros compatriotas que sufren en España bajo la tiranía hitleriana del régimen franquista, corresponde a quienes, desde un pueblo libre, podemos hablar libremente, ejercer el derecho que nos asiste como españoles a opinar sobre la cuestión española, examinada por el Pre145
Carta de Espía a Ossorio, 9 de enero de 1945. Ibíd. 147 Un análisis de la psicología del exiliado republicano se encuentra en M. B. Ramos Viesca y C. Viesca Treviño, «La Guerra Civil en el insconciente del exiliado. Una visión psiquiátrica y fenomenológica», págs. 181 y sigs., en A. Girona y cois., El exilio valenciano en América. Obra y memoria, Valencia, 1995. 148 Testimonio oral de Juan Bautista Climent Beltrán, 1996. 146
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mier británico ante el Parlamento de su país en términos que constituyen una desenvuelta intromisión en nuestros asuntos propios, al mismo tiempo que ofrece una torpe visión de la realidad española»149. En este escrito, Espía, que incurre en flagrante contradicción al afirmar que el discurso de Churchill era una injerencia en los asuntos internos de España, mientras confía la recuperación de la democracia en España a una acción internacional, mostraba también su contrariedad ante la obligación de disentir del mandatario británico y el deseo de coincidir con él en la defensa de la democracia en Europa. Según Espía, Churchill, que se negaba a reconocer al Comité Francés de Liberación Nacional como Gobierno de Francia porque no sabía si representaba al pueblo de ese país, identificaba a Franco con el pueblo español, olvidándose de sus antiguos ataques contra el Comité de No-Intervención, de su alianza de Hitler y Mussolini, de la agresión de que fue víctima la democracia española y, ahora, pretendía dar un paso más en su amnesia reconociendo públicamente las virtudes de una dictadura sangrienta. Por último, el manifiesto de la JEL apelaba a la solidaridad del pueblo inglés para abortar la maniobra que pretendía dejar subsistentes en Europa, tras el final de la guerra, «focos de tiranía y fascismo como el que representa Franco en España»150, y hacía una acusación directa contra la diplomacia británica: «Denunciamos como agente de esa maniobra a sir Samuel Hoare, embajador inglés en Madrid, cómplice y colaborador de Pierre Laval en la política europea que condujo a la presente conflagración. Denunciamos ante las democracias a quienes, escamoteando la Carta del Atlántico, pretenden hacer estéril el sacrificio de los pueblos al disponerse a privarles de sus esperanzas de liberación...»151 El discurso de Churchill tendría para Espía un significado que ningún manifiesto podría mitigar: confirmaba sus peores temores respecto al papel que Inglaterra jugaría respecto al caso español. Las discrepancias en el seno de la Junta entre los partidarios de recuperar las instituciones republicanas, encabezados por Martínez Barrio, y los puramente juntistas, liderados por Prieto y Espía, arreciaron a finales de 1944 cuando se hizo firme la decisión del Presidente de la Diputación Permanente de convocar una reunión de las Cortes en la capital mexicana. Las perspectivas esperanzadoras abiertas por el éxito de la JEL entre las naciones americanas, sobre todo en Guatemala, Cuba, Colombia y Chile, y la inminencia de una victoria aliada sobre Alemania, impulsó a Martínez Barrio a convocar precipitadamente la reunión de las Cortes para enero de 1945, con el objetivo de iniciar un proceso mediante el cual quedasen en pie todas y cada una de las instituciones constitucionales y, de ese modo, convertirse en el máximo representante del exilio español en México. Martínez Barrio llegaría a decir que se sentía mucho más presidente de las Cortes que de la JEL, dimitiendo de su cargo al frente de la Junta152. La reunión de las Cortes fue suspendida por falta de quorum, pero la 149
26 de mayo de 1944, «La JEL a la opinión pública internacional», AGRE, JEL, Sin clasificar. FUE, Madrid. 150 Ibíd. 151 Ibíd. 152 Requerimiento de IR a Barrio para que vuelva a ocupar la presidencia de la JEL, enero de 1945, APCE.
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actitud de Barrio provocó una profunda crisis en la JEL, coincidiendo con el momento en que sus miembros desempeñaban una labor frenética por toda América en busca de apoyos. Las pretensiones de Martínez Barrio cayeron muy mal en el resto de partidos integrantes de la JEL, siendo el Partido Socialista de Prieto, que consideró la actitud de Barrio como un ataque a la JEL, y el Ateneo Salmerón los más críticos. IR pidió a Barrio que volviese a ocupar la presidencia de la Junta, acusándole de intentar torpedearla en un momento clave para su operatividad: Este quebranto a la Junta se produce sin que se haya conseguido crear nada para sustituirla y habiendo ésta logrado la unidad de los partidos mayoritarios de la República y la formación del organismo eficaz de acción conjunta en el campo nacional e internacional. Disolver la JEL en estas circunstancias sería infringir un grave daño a la causa que defiende, pero no menor sería el que se causaría —condenándola a la ineficacia— si la mantuviéramos quebrantada y ausente de actuaciones políticas importantes153.
La crisis se saldó con el fracaso de la reunión de las Cortes y el aplazamiento de una nueva convocatoria hasta ver los resultados de la Conferencia de San Francisco. 6.5.1.1.
La Conferencia de San Francisco
En los meses siguientes, Espía, que cada día se siente más unido a Prieto, trabaja intensamente junto al dirigente socialista en la preparación de documentos para la Conferencia de San Francisco, tratando de entablar relaciones con gobiernos, organizaciones y personalidades de todo el mundo, labor para la que cuentan con el apoyo entusiasta de Luis Araquistain desde Francia e Inglaterra154. La vida de Espía seguía navegando entre las aguas de su trabajo como traductor y su vocación política, aunque poco a poco un tercer factor iba a condicionar negativamente su vida: la enfermedad, o mejor dicho, enfermedades de su mujer, Rosa Farga Font. Desde el comienzo de la Guerra Civil, Rosa Farga había contraído una enfermedad psíquica que le obligaba a seguir un riguroso tratamiento médico, la enfermedad fue agravándose en el exilio, llegando a su paroxismo en torno a 1944-1945, período de máxima actividad de Espía en la JEL. En estos años las crisis de Rosa Farga se hicieron más agudas, siendo preciso su internamiento en una clínica psiquiátrica. Además esta enfermedad se complicó con una diabetes que derivó en insuficiencias renales y cardíacas. Cuando salió de la clínica, Rosa, que había sido su compañera durante casi veinte años, era una persona totalmente desvalida, sin apenas capacidad de decisión, que necesitaba cuidados hasta para las cosas más nimias. Espía, que vivía en un pequeño apartamento de la calle de San Juan de Letrán, se vio obligado a trabajar más horas y a pedir a su cuñada, Pilar Farga, que se trasladase con su familia a su domicilio para ayudarle a cuidar a su esposa. De este modo pudo seguir con su activismo político, aunque incrementó sustancialmente sus gastos domésticos en un momento en el que sus ingresos eran exiguos. En adelante, la vida del periodista 153 154
Requerimiento de IR a M. Barrio para que vuelva..., APCE, JEL. Acta de la JEL de 30 de mayo de 1944.
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alicantino tendría esta tremenda carga que, lejos de mejorar con el tiempo, empeoraría progresivamente, lo que no impidió que su afecto y su relación matrimonial sufriese la menor alteración155. La Conferencia de Crimea, celebrada en febrero de 1945, motivó otro manifiesto de la JEL en el que de nuevo la participación de Espía fue notable. El manifiesto, publicado el mismo día en que se conocieron los acuerdos de la mencionada conferencia, hacía hincapié en la similitud entre nazismo, fascismo y falangismo, afirmando que mientras perviviese la dictadura epañola no desaparecería el totalitarismo en Europa. Además, insistía en la colaboración de Franco con las potencias del Eje y reclamaba para España la misma consideración que para el resto de los países ocupados por Alemania e Italia: «El primer paso en el pacífico camino señalado desde Crimea para que España recobre su libertad, será quitar de enmedio el obstáculo de la dictadura franquista, bastando para hacerlo que los tres signatarios de la declaración coincidan en la actitud, firmísima en uno de ellos, de no sostener relaciones con quien, gracias a la conspiración de otros déspotas hoy en derrota, pudo anular los sagrados derechos que hicieron del individuo un ciudadano al investirle de auténtica dignidad humana»156. Al mismo tiempo que los miembros de la JEL elaboraban este escrito sobre la declaración de Crimea, Espía recibía un oficio de Martínez Barrio convocándole a una reunión que la Diputación Permanente celebraría el 16 de febrero. Inmediatamente, Espía se dirigió a los dirigentes de su partido, para comunicarles que no acudiría a dicha reunión por coincidir con la que a esa misma hora celebraba la JEL de modo habitual, advirtiendo a su partido de la gravedad que adquiriría el mensaje que Martínez Barrio pretendía enviar a los cancilleres americanos reunidos en México, si, como temía, revestía carácter político. Finalizaba su escrito pidiendo la colaboración de todos con la JEL mientras fuese eficaz, o su disolución si se estimaba que no servía para el fin para el que fue creada, amenazando con dimitir de sus puestos en la Diputación y en la propia JEL si continuaba la política de equívocos y confusión preconizada por Martínez Barrio, quien no cejaba en sus propósitos institucionistas. Durante los meses de marzo y abril, los componentes de la Junta, asesorados por el Comité técnico, prepararon el memorándum que habrían de llevar a San Francisco. El documento definitivo empezaba de este modo: «La Junta Española de Liberación apela a las naciones concurrentes a la asamblea para que se tenga en cuenta el caso especialísimo de España. España es un pueblo amante de la paz. Si estuviese libre, colaboraría en la desaparición de las causas políticas, económicas y sociales de la guerra. Para que esta colaboración pueda ser efectiva es preciso que España recobre su libertad. Tal reconocimiento hállase en manos de los países convocados a San Francisco...» En las páginas siguientes, el documento, que básicamente era una ampliación de manifiestos anteriores de la JEL, estructuraba sus argumentos en once puntos: 1. Responsabilidad de Hitler y Mussolini en el inicio y desenlace de la guerra de España; 2. Propósitos de colaboración permanente con Italia y Alemania, manifesta-
155 156
Epistolario Carlos Espía-Rosa Farga, 1949-1961, APCE, Personal. Manifiesto de la JEL, «La JEL ante la declaración de Crimea», APCE, JEL.
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dos frecuentemente por Franco en declaraciones públicas; 3. Cooperación de Franco con el Eje durante la Guerra Mundial; 4. Actos de la España fascista en favor del Eje; 5. Formas encubiertas de una beligerancia encubierta; 6. Franco considera fascista el régimen que preside; 7. Similitud del Estado falangista con otros Estados totalitarios; 8. La mayor parte de los españoles declarados fuera de la ley; 9. Definición como fascista del régimen español hecha en 1943 por el Embajador norteamericano en Madrid; 10. Postulados de las Naciones Unidas sobre libertad mundial; 11. Peligro de irradiaciones falangistas en América. Las líneas maestras del memorándum coincidían con los postulados ideológicos defendidos por Prieto y Espía, verdaderos artífices del mismo: carácter internacional del alzamiento militar español, similitud del régimen de Franco con los de Hitler y Mussolini, equiparación de España con los países ocupados por Alemania y apelación a la comunidad internacional para que tuviese en cuenta el problema español a la hora de diseñar el nuevo orden mundial que surgiría tras el fin de la guerra. En cuanto el escrito estuvo terminado, la JEL decidió que se enviasen copias a todas las delegaciones diplomáticas representadas en México, empezando por la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno azteca. Fue editado en tres idiomas, castellano, francés e inglés, constituyendo el único equipaje con el que Albornoz, Prieto, Gordón y Sbert llegaron a San Francisco. Espía permaneció en México como Secretario Interino de la Junta, encargándose de coordinar todos sus trabajos y de hacer de puente entre México y San Francisco. Sus problemas familiares le impidieron desplazarse a la ciudad californiana. La primera tarea de los delegados de la JEL fue distribuir el memorándum entre todos los asistentes a la Conferencia, cosa que no resultó muy difícil dada la ubicación cercana de sus residencias, aprovechando la ocasión para entrevistarse con la mayoría de los jefes de delegación. En esas conversaciones pudieron comprobar la dificultad de su empeño: salvo la URSS, Francia, Bélgica, Checoslovaquia, Yugoslavia, Guatemala y Cuba, la mayoría de las naciones mostraban una postura ambigua y desinteresada. Llamativos eran los casos de muchos países americanos, incluido Estados Unidos, cuya población se había mostrado inequívocamente a favor de la República, mientras sus Gobiernos se mostraban reticentes y esquivos. Sin embargo, la labor de los miembros de la Junta, la presión de los sindicatos y otras organizaciones civiles, o la de personalidades como Rockefeller, lograrían captar a la mayoría de esos países para la causa republicana, incluidos algunos de marcada tendencia ultraderechista. Poco a poco, los miembros de la JEL fueron haciéndose con las simpatías de los concurrentes y del pueblo americano, abriéndoseles progresivamente más periódicos, emisoras de radio, teatros y residencias de personalidades influyentes. El día 8 de mayo, la JEL, aprovechando la capitulación de Alemania, publicó otro manifiesto congratulándose del triunfo aliado y haciendo votos para que el triunfo se hiciese extensible al régimen franquista. Recepciones, ruedas de prensa, fiestas y entrevistas personales llenaron la agenda de la Delegación de la JEL, destacando las multitudinarias comparecencias de Prieto ante la prensa y los mítines patrocinados por el Comité Norteamericano pro República Española, comité que envió a Espía un manifiesto en apoyo de la causa defendida por la JEL:
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Su pueblo ha sufrido el baldón del totalitarismo... El resurgir de la democracia española, con bases más amplias y sólidas que las anteriores, es fundamental para el desarrollo de las instituciones democráticas en América Latina. El Comité Norteamericano pro República Española denuncia el peligro que representa una España falangista para la organización y la defensa de la paz, reconoce la importante misión que el pueblo y la cultura de una España liberada puede dispensar en el nuevo mundo naciente de la victoria157.
El plan expuesto por la JEL en San Francisco para devolver la democracia a España, se basaba en cuatro puntos fundamentales: condena rotunda del régimen de Franco por las Naciones Unidas; ruptura de relaciones diplomáticas; formación de un Gobierno Provisional salido de las Cortes; y, por último, reconocimiento de ese Gobierno por las Naciones Unidas158. Este último punto era fundamental porque suponía la clave para aislar a Franco e impulsar la vuelta de España a una situación constitucional. Por otra parte, la representación de la JEL no fue la única de los republicanos españoles, en San Francisco estuvo presente también Negrín acompañado por Álvarez del Vayo y Aguirre. Negrín acudió como Presidente del Gobierno republicano español, presentándose como tal a los delegados de todas las naciones. Para no dar una imagen fragmentada del exilio español, Negrín ofreció a los miembros de la JEL la celebración de una comida fraternal, a lo que se negó Prieto rotundamente, empecinado en no tener ningún tipo de relación con su antiguo amigo y compañero. El 25 de mayo, Alvaro de Albornoz escribía a Espía, que se había quejado muchas veces de la poca información que recibía, para ponerle al comente de los asuntos que se estaban tratando en San Francisco. Los delegados habían pensado presentar una enmienda al proyecto de Dumbarton Oaks, que iba a servir de documento base para la Carta de las Naciones Unidas. La enmienda se refería al artículo que dice que «el organismo estará abierto al ingreso de todos los países pacíficos», añadiendo la siguiente coletilla: «cuyos regímenes no hubieran sido establecidos con la cooperación militar de estados extranjeros». Por indicaciones de Bidault, que temía que esta redacción pudiera despertar recelos en algunas delegaciones —la soviética por el caso de Polonia—, los delegados modificaron su texto, quedando de esta manera: «cuyo régimen no hubiera sido establecido con la cooperación militar de estados que hayan combatido a las Naciones Unidas»159. Albornoz advertía a Espía de la magnífica actuación de México, especialmente de su presidente Ávila Camacho y del secretario de Relaciones Exteriores Ezequiel Padilla, quien se encargó de presentar la enmienda en la comisión primera, anunciando que si no se aprobaba no votaría el artículo. Por último, el Presidente de la JEL hablaba a Espía de las dificultades que habían tenido para entrevistarse con algunas delegaciones, de la actitud muy favorable de otras como Cuba, Chile, Líruguay o Guatemala y de su intención de permanecer en San Francisco hasta que terminase la Asamblea, porque querían que la enmienda se incluyese también en las disposiciones transitorias como un acuerdo de la misma. Ese mismo día, 157 «Declaración política del Comité Norteamericano pro-República española», manifiesto enviado a Espía en apoyo de de la misión de la JEL, 29 de mayo de 1945, APCE, JEL. 158 Carta de Prieto a Espía, 30 de mayo de 1945, APCE, JEL. 159 Carta de A. de Albornoz a Espía, 25 de mayo de 1945, APCE, JEL.
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a vuelta de correo, Espía escribía a los cuatro delegados de la JEL para confirmarles que los miembros de la Junta que habían permanecido en México, no tomarían decisión alguna hasta que ellos regresasen y pudiesen oír, de su propia voz, las gestiones realizadas en la ciudad norteamericana. Esta carta respondía a los rumores que corrían por San Francisco acerca de las maniobras de Martínez Barrio para convocar de inmediato nueva reunión de las Cortes, aprovechando la ausencia de Prieto160. A primeros de junio, obtenido ya el apoyo del Gobierno mexicano, los miembros de la JEL y del American Commiteefor afree Spanish Republic, intensificaron su campaña de presión cerca de todas las delegaciones, pidiendo su voto favorable para la enmienda que defendería el representante mexicano. La intervención de Quintanilla, embajador mexicano en Estados Unidos, defendiendo la propuesta de la JEL fue un auténtico éxito que despertó el entusiasmo de toda la Asamblea. La enmienda fue aprobada por aclamación el 19 de junio, siete días antes del final de las sesiones, cuando Prieto y Albornoz habían dado todo por perdido al comprobar la actitud de Inglaterra y Estados Unidos. El éxito de la misión de la JEL fue tal que, poco después, en la Conferencia de Potsdam, los tres jefes de Gobierno de las naciones vencedoras de la guerra afirmaron que nunca admitirían al Gobierno de Franco en las Naciones Unidas, ya que había accedido al poder con el apoyo de las potencias del Eje. Pocos días después de concluida la Conferencia de San Francisco, Carlos Espía publicaba un artículo en Izquierda Republicana dando su opinión sobre lo ocurrido en San Francisco y el futuro inmediato de España: El acuerdo de la Conferencia de San Francisco, que excluye a Franco de la futura comunidad de naciones, constituye el mayor tirunfo logrado por la República española desde 1936 en el campo internacional... El acuerdo de San Francisco incorporado al protocolo de la Conferencia y robustecido por la unanimidad, tiene el carácter de una verdadera sentencia condenatoria contra el régimen de Franco y de justa rehabilitación de la República. Ahora se preparan las clases conservadoras para buscar sustituto a Franco, una regencia de obispos y militares, la monarquía, sólo la República garantiza el orden y la libertad; se acercan momentos de graves decisiones políticas, IR mantiene su línea y se dispone, cuando sea posible, a rendir responsabilidades ante sus correligionarios de España161.
Tras la Conferencia de San Francisco, en la mente de los exiliados renacía la esperanza de un próximo regreso a España. Casi nadie pensaba que la dictadura franquista pudiese prolongarse mucho tiempo más. 6.5.2.
LA RESTAURACIÓN DE LOS ÓRGANOS CONSTITUCIONALES
Con el éxito obtenido por la JEL, nada menos que la condena del régimen de Franco y la inclusión de una moción suya en la Carta del Atlántico, Espía creía fortalecida su posición y la de Prieto. Además, pensaba que José Giral estaba con ellos. La JEL no debía ser sustituida por un Gobierno en el exilio, sino por otra «Junta que 160 161
Carta de Espía a A. de Albornoz, Prieto, Cordón y Sbert, 25 de mayo de 1945, APCE, JEL. C. Espía Rizo, «Después de San Francisco», en Izquierda Republicana, 17 de julio de 1945.
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reemplazase y mejorase, ampliándola, la JEL y se trasladase a Francia»162. Sin embargo, las cosas no iban a salir según sus designios, sino más bien al contrario. Negrín, que había estado en San Francisco, se disponía a viajar a México con la firme intención de presionar para que se convocasen Cortes una vez que se consiguiese la extraterritorialidad del lugar donde se fuese a celebrar la reunión. El día 1 de agosto pronunció un denso discurso en el teatro Bellas Artes al que acudieron miles de personas, entre ellas lo más significado del exilio, representaciones de las legaciones extranjeras y del Gobierno mexicano. Negrín hizo un análisis de la situación por la que pasaban los republicanos y apeló, una vez más, a la unidad como instrumento ineludible para conseguir los objetivos que estaban en la mente de todos. El 7 de agosto se reunió con los comités de todos los partidos —salvo el socialista que sólo acudió el primer día— para examinar la situación y sondear los apoyos de que podía disponer. Los reunidos acordaron enviar un escrito a Martínez Barrio, pidiéndole que convocase urgentemente a las Cortes con un solo punto en el orden del día: su investidura como Presidente de las mismas. El 17 de agosto se reunieron las Cortes en el Palacio de la Diputación, en plena plaza del Zócalo mexicano, «asistieron 96 diputados residentes en México, mandaron su adhesión 47 establecidos en Francia y 69 de otros países»163, en total 212 diputados, a los que habría que añadir a la hora de establecer el quorum, un centenar largo de fallecidos. Martínez Barrio prometió su cargo en una ceremonia llena de entusiasmo y solemnidad; seguidamente Negrín dimitió y Barrio, aconsejado por la mayoría de partidos nombró a Giral presidente del Gobierno republicano en el exilio, dejando a Negrín muy desairado. Unos días antes, Espía escribía a su íntimo amigo, casi hermano, Julio Just, comentándole las últimas noticias mexicanas y reiterándose en sus posiciones: «Hoy la mayoría quiere gobierno, incluso IR, yo prefería una junta, algo que no fuese gobierno, por estar más libre, pero acato la decisión de la mayoría. En todo caso nuestro candidato será Giral, aunque será difícil desarticular a Negrín»164. Las diferencias de Espía con Juan Negrín provenían, fundamentalmente, de los últimos años de la guerra, de la actitud del entonces Presidente del Gobierno con Manuel Azaña en particular y con los republicanos en general, y de su permisividad con los comunistas. Sin embargo sus argumentaciones coincidían en algunos puntos esenciales: Espía se negaba a disolver IR o a fundirla con otro partido, alegando que tenía que responder de sus actos y de sus cargos ante su partido en España, negando toda posibilidad a los desterrados para modificar nada fuera del territorio nacional. Por su parte, Negrín, al que Espía y Prieto acusaban de querer aferrarse al poder a cualquier precio para eludir sus responsabilidades, decía que «un cambio de gobierno significaba el que se diluyeran las responsabilidades, y el gobierno que presido desea firmemente, no importa cuantos años hayan transcurrido, comparecer ante el país, dar cuenta de todo y someterse al juicio del país. El gobierno sabe que las responsabilidades de los políticos y de los partidos corresponde que sean exigidas en Es-
162 163 164
Carta de Espía a Nicolau d'Olwer, 27 de diciembre de 1944, APCE, D'Olwer. A. Alted Vigil, El Archivo de la II República..., págs. 12 y sigs Carta de Espía a Julio Just, 3 de agosto de 1945, APCE, Just.
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paña por los propios partidos, por la masa que los constituye y por el pueblo...»165 Los argumentos empleados por ambos políticos eran coincidentes, pero, si cabe, tal vez la posición de Negrín en este punto fuese más coherente, porque si los desterrados no tenían capacidad para modificar nada fuera de España, tampoco para sustituir al último Gobierno legítimo que en ella había habido, que no era otro que el de Negrín. El asunto del «Vita» y de los fondos del Banco de España enviados a Rusia, estaban también en la trastienda de esta animadversión política, pero, ante todo, Espía creía que la estrecha colaboración entre Negrín y el Partido Comunista podía ser nefasta para el futuro del republicanismo español, debido a los recelos que esta alianza despertaba en los países democráticos europeos. El 31 de agosto, constituido ya el Gobierno Giral, la JEL se disolvió, desapareciendo también su órgano de expresión periodística: la revista España, en la que Espía publicaba unas exitosas crónicas políticas bajo el seudónimo de El Valijero, crónicas que posteriormente serían recopiladas y publicadas, por iniciativa de Prieto y de la peña Los Cuatro Gatos, en un libro titulado Zarabanda franquista. La actividad periodística de Espía no cesa por este motivo, todo lo contrario, se incrementa al encargarse casi exclusivamente de escribir, corregir y compaginar Izquierda Republicana de México, órgano del Ateneo Salmerón, además de seguir con sus colaboraciones en España Nueva y Mediterrani. En estos años su activismo político llega a su momento más intenso. Pese a su abierta oposición a la revitalización de las instituciones republicanas, colabora íntimamente con Giral en las tareas previas y posteriores a la formación de su Gobierno, aunque rechaza ocupar cualquier cargo en el mismo, como un ministerio o la Subsecretaría de Propaganda, punto básico en el esquema elaborado por Giral166. Cuenta Espía, que escribió un pequeño cuaderno de notas sobre aquellos días al lado de Giral, que éste a las pocas horas de recibir el encargo de formar gobierno, se entrevistó con Negrín para pedirle colaboración a título personal, como Jefe del Gobierno anterior, para asegurar la continuidad política, contestándole el dirigente socialista que no podía darle una respuesta inmediata puesto que debía consultarlo con su partido167. Desde un primer momento, Giral intentó formar un Gobierno en el que estuviesen representadas todas las fuerzas políticas republicanas, sin embargo, a esas alturas las incompatibilidades entre los diversos partidos y facciones de los mismos, eran absolutamente irreconciliables, la entrada de unos suponía automáticamente la salida de otros. Si Negrín aceptaba el ofrecimiento de Giral y entraba en su Gobierno, saldrían de él los prietistas, que tampoco soportaban la presencia comunista, como tampoco la admitía IR. Por su parte los comunistas, por boca de Uribe, sólo aceptaban un Gobierno presidido por Negrín, alegando que más importante que el número de parlamentarios era el de guerrilleros dispuestos a luchar. Mientras Giral se afanaba en intentar convencer a unos y a otros para que se integrasen en su Gobierno, se producen una serie de maniobras desestabilizadoras de gran calado, entre las que destaca 165
Discurso pronunciado por Juan Negrín en el Palacio de Bellas Artes de México, el 1 de agosto de 1945. 166 Carta de Espía a Fermín Astudillo, 18 de octubre de 1945, APCE, Varios. 167 Notas de Espía sobre el Gobierno Giral, 22 de agosto de 1945.
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el ofrecimiento hecho por Negrín a los vascos de concederles el derecho a la autodeterminación y la anexión de Navarra si apoyaban sus pretensiones, hecho que no alteró lo más mínimo los planes de Giral, empeñado en no prescindir de nadie en su futuro Gabinete: «Giral ha ido a ver a Martínez Barrio para entrevistarse con Negrín, éste dice que tiene que consultarlo con la Ejecutiva. Salgo de casa de Giral con Benito. Él fue quien lo arregló todo anoche. Fue a la Embajada francesa donde había una comida en honor de Negrín-Vayo. Se llevó a Vayo a casa de Giral... Benito me dice que el primer gobierno de Giral será: Vicepresidencia y Estado: Negrín; Hacienda: Barcia; Nicolau, Monzón, Garbo, Pi y Sunyer, Dr. Márquez y algún sabio más»168. Pero los intentos conciliadores de Giral son infructuosos y esa misma tarde, la del 24 de agosto, ambos tienen una brusca discusión sobre la composición del Gobierno, volviendo Negrín a alegar que tiene que consultar con su partido. En esta situación, Giral opta por el otro camino que le queda sin esperar ya la respuesta del ex Presidente: gobernar con los partidos mayoritarios sin tener en cuenta a los disidentes, opción defendida por Espía y el Ateneo Salmerón. En las horas siguientes recibe a Albornoz, quien le dice que no entrará en el ejecutivo si no lo hacen también Prieto, Gomáriz y Santaló, todos contrarios a la participación de Negrín y los disidentes. Se entrevista también con Honorato de Castro y con Carlos Espía, encomendando a éste que informe a la minoría de IR. Las dificultades continúan, a las diez de la noche Negrín no ha dado señales de vida, tampoco Ruiz Funes, pasado al sector disidente de IR, quien esperaba que Negrín se manifestase en uno u otro sentido para dar su opinión. La reunión de Negrín con los once partidos políticos que le apoyaban duró hasta las dos de la mañana, acordando negar su colaboración y solicitar la dimisión de Giral «para dar paso a un Gobierno Negrín»169. Giral está decidido a formar un Gobierno con Albornoz, Torres Campaña, Prieto o De los Ríos, Monzón, Tarradellas, Pi y Sunyer, un miembro de la UGT y otro de la CNT. Vascos y catalanes parecen de acuerdo, pero los partidarios de Negrín están dispuestos a dar la batalla hasta el último momento: «Se habla que los once partidos negrinistas van a exigir la renuncia de D. José a las buenas o a las malas. Cuando Andreu dice a Moix que los vascos entran en el Gobierno Giral, Moix exlama: ¡Traición!, pues Aguirre se había comprometido a apoyar a Negrín. En vez de la manipulación conminatoria de los once, Vayo visita a Giral y a Martínez Barrio y les pide aplazar la decisión hasta el día siguiente en que llegará Aguirre, quedan citados a las 11,30 por Giral»170. En estas circunstancias, Espía informa a la minoría parlamentaria de lo ocurrido y, ante el temor de que la llegada de Aguirre lo desbarate todo, deciden visitar a Giral para ofrecerle su apoyo, pero «advirtiéndole de lo difícil que sería colaborar en cualquier gobierno que participe Negrín»171. Al día siguiente se celebra la entrevista entre Giral, Vayo y Aguirre, quien manifiesta su apoyo a Giral por ser el designado por el Presidente de las Cortes y porque así se lo han hecho saber fuentes oficiosas norteamericanas que, además, le insinuaron la posibilidad de reconocerlo si contaba con el apoyo de todos. Álvarez del Vayo dice que, en ese caso, debería ser Negrín el encargado de formar gobierno, res168 169 170 171
Ibíd.
Ibíd., 24 de agosto de 1945, APCE, Notas. Ibíd. Ibíd.
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pondiéndole Aguirre que después de sus maniobras, Negrín quedaba impedido para formar un Gobierno de unidad. Giral está a punto de tirar la toalla, repite una y otra vez que él no ha venido para presidir Gobiernos de discordia. Está desmoralizado, quiere irse, se arrepiente de su vuelta a la política, pero al final, el apoyo de los grupos que formaron la JEL, más los vascos, le permiten seguir adelante. El domingo 26, Giral tiene ya su Gobierno formado: Presidencia: José Giral; Estado: Fernando de los Ríos o Prieto; Hacienda: Augusto Barcia; Justicia: Albornoz; Defensa: Hernández Sarabia; Gobernación: Manuel Torres Campaña; Instrucción Pública: Miguel Santaló; Navegación, Industria y Comercio: Manuel de Irujo; Emigración: Trifón Gómez, y ministros sin cartera: Ossorio y Gallardo y Nicolau d'Olwer. La nota de prensa se publica sin que los interesados hayan dado su conformidad: Prieto no acepta, aunque promete su apoyo. Por la tarde Giral pide a Negrín y a la CAFARE los fondos que pertenezcan a la República. El Gobierno mexicano le entrega 12.781.589, 35 pesos; por su parte Negrín dice que había viajado a México con dinero de los cuáqueros y que las cantidades que tenía, las había entregado a su Ministro de Hacienda para que se las entregase a las autoridades españolas172. Posteriormente, Giral vuelve a insistir a Espía para que acepte la Subsecretaría de Propaganda, negándose rotundamente, aunque sí se comprometió a elaborar un proyecto para un Servicio de Propaganda173, organizar la Gaceta de la República y llevar las cuentas del Gobierno hasta que Barcia llegase a México. La formación del primer Gobierno republicano en el exilio tomando como base casi exclusiva a los partidos integrantes de la JEL, no hizo que Giral desistiera de su propósito de ampliarlo a todas las fuerzas que combatieron al lado de la República. A partir de este momento, comenzaría un progresivo distanciamiento político entre Espía y Giral que, aunque no afectaría nunca a su relación personal, sí les llevaría a sostener posiciones muy encontradas. En octubre de 1945, Espía escribe a Fermín Astudillo para explicarle el criterio de IR respecto a la ampliación del Gobierno: «No nos oponemos a que entren los comunistas, siempre que abandonen el barullo»174 —dirá—, pero sí a que se dé cabida a disidentes de cualquier partido, especialmente de IR y del Partido Socialista. IR había sufrido la escisión de un grupo significado de militantes próximos a las teorías de Negrín, entre ellos destacaban los nombres de Ruiz Funes, Velao y Clérigo. Por su parte, el Partido Socialista contaba con la secesión del grupo negrinista, la negativa a admitir disidentes de ninguno de los dos partidos, era una garantía de solidaridad mutua. Desde el principio, Espía había aceptado colaborar con Giral por su amistad personal y por su sentido de la disciplina, pero no estaba dispuesto a tragar con cuestiones que afectasen ensencialmente a su convicciones políticas: para él era un tremendo error incluir comunistas en el Gobierno, y un error todavía mayor darles parcelas de poder a aquellos sectores vinculados políticamente a Negrín, sobre todo por la mala imagen internacional que causaría y porque
172
Notas de Espía, 28 de agosto de 1945, APCE, Notas. Proyecto para un Servicio de Propaganda del Gobierno de la República enviado a Giral por Espía, 8 de octubre de 1945, APCE, Giral. 174 Carta de Espía a Fermín Astudillo, 18 de abril de 1945, APCE, Varios. 173
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supondría la salida de otros importantes grupos ya incluidos en el Gobierno: «UR acordó, como nosotros, oponerse a que los presidentes de los grupos parlamentarios se ocupasen de la modificación de gobierno que propuso Galarza. Enterados, sin duda, éste y Clérigo de tales acuerdos, no ha habido nueva convocatoria a los presidentes de grupo... Subrayo la palabra modificación porque ése fue el sentido de la propuesta de Galarza, distinto y aún contrario al de la ampliación que usted intenta y que indica el deseo de sumar sin restar»175. Esta alusión era una advertencia clara sobre las consecuencias que tendría para el Gobierno la entrada en el mismo de comunistas y negrinistas, hecho que podría provocar la inmediata salida de los socialistas y, tal vez, la de IR. Además de estas consideraciones, Espía tenía otros motivos para disentir de la estrategia política del Gobierno: está en contacto con Prieto y sabe de las negociaciones que está llevando a cabo con Gil Robles y el Gobierno inglés. Considera esta vía mucho más eficaz que la de un Gobierno en el exilio lleno de ministros, subsecretarios, directores generales y funcionarios, pero sin pueblo, sin país, sin geografía. El distanciamiento de Espía respecto a Giral correrá paralelo al de Prieto, aunque nunca le atacará públicamente. Sin embargo, y pese a sus divergencias, Giral seguirá empeñado en contar con la colaboración de Espía, le vuelve a ofrecer la Subsecretaría de Propaganda y éste vuelve a reiterarle su oposición a. ocupar cualquier cargo po lítico en el exilio; le ofrece la dirección de la revista España Nueva, órgano oficial del Gobierno, se niega, y también el Servicio de Información en Washington. Por último, en abril, rechazaría hacerse cargo del Sevicio de Prensa del Gobierno en París. Entre tanto, en España, miembros de IR, UR, PSOE, UGT y CNT habían constituido la Alianza Nacional de las Fuerzas Democráticas, a la que se había unido el Partido Comunista tras disolver Unión Nacional176. Mientras los monárquicos dirigían un manifiesto a Juan de Borbón expresándole su adhesión y su deseo de verle pronto al frente del país. Al mismo tiempo, Franco fusilaba a Cristino García y diez guerrilleros más, que habían participado en la liberación de París, ante las protestas y las peticiones de clemencia de Francia y buena parte de la comunidad internacional, lo que motivó el cierre de la frontera pirenaica y una mayor implicación de Francia en la lucha contra Franco. Sin embargo, los esfuerzos de Francia para lograr una acción contundente de los aliados contra Franco fueron frenados por Estados Unidos que invitó a sus dos socios a firmar una declaración de carácter mucho más suave de lo pretendido por aquélla. Así nacía la famosa Nota tripartita, en la que se afirmaba que las naciones del mundo no normalizarían sus relaciones con España mientras Franco estuviese en el poder, ya que había accedido al mismo con la ayuda de las potencias totalitarias y su régimen tomaba como modelo al fascista. La declaración concluía diciendo que las tres naciones firmantes «desean, al contrario, que unos dirigentes españoles y liberales consigan provocar la retirada pacífica de Franco, la abolición de Falange y el establecimiento de un gobierno provisional o encargado de la expedición de los asuntos corrientes, bajo cuya autoridad el pueblo español tuviera la posibilidad de determinar libremente el tipo de gobierno que desea y de elegir sus
175 176
Carta de Espía a Giral, 18 de enero de 1946, APCE, Giral. J. M. del Valle, Las instituciones..., pág. 136.
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representantes...»177 La nota o era resultado de la estulticia de sus promotores, o respondía a un deseo evidente de perpetuar a Franco en el poder, no se podía decir en menos palabras más idioteces juntas: ¿cómo se puede pedir que un grupo de españoles liberales echen pacíficamente del poder a quien lo ha conquistado a sangre y fuego? Fuese como fuese, quedaba claro hasta donde estaban dispuestas a llegar las grandes democracias, no había para más. La conmoción en los medios republicanos españoles fue tremenda, por entonces muy esperanzados en el próximo final del régimen franquista merced a una intervención internacional. En los días siguientes, Espía hizo el siguiente comentario: El documento demuestra la timidez con que las democracias afrontan nuestro problema. Cierto es que temen la influencia comunista en España, pero también es cierto que las vacilaciones de las democracias alientan en la opinión pública republicana española esa misma influencia a la que temen. Sería muy grave para nosotros que la URSS levantase con decisión la bandera antifranquista y, sin embargo, muchos republicanos están deseando que lo haga, en vista de que no se deciden a hacerlo ni Inglaterra ni Estados Unidos178.
La Guerra fría en ciernes atenazaba de nuevo cualquier solución al problema español, Espía lo intuía y se afirmaba más en sus ideas: los republicanos debían mantenerse al margen de cualquier influencia comunista porque la división del mundo en dos esferas de poder era cuestión de días. Los republicanos debían estar inequívocamente del lado de las democracias, por muy mal que éstas les tratasen. No había otro remedio, otro camino que el que éstas marcasen, y desgraciadamente el camino estaba marcado por la Nota tripartita de 5 de mayo de 1946. Las autoridades franquistas no permanecieron inactivas, sino que pusieron en marcha todos sus instrumentos de propaganda e intoxicación para hacer frente a una situación que parecía cada día más complicada. Por estas fechas, la prensa mexicana, concretamente los diarios El Universal y El Noticiero, publicaban la noticia de un supuesto pacto entre las fuerzas republicanas españolas residentes en México. Los signatarios del pacto eran Carlos Espía y Pedro Vargas por IR, Alvar y Prieto por el PSOE, Barrio y Cordón Ordás por UR, y Andreu y Bosch Gimpera por los catalanes. Todos ellos, en reuniones secretas, habían esbozado un plan de transformación social de España que, entre otros puntos, incluía la nacionalización de los bienes del clero, el sometimiento de la propiedad a expropiación por utilidad pública, la expulsión de España de todos los religiosos y extranjeros, la disolución del ejército y toda una serie de puntos que dejarían en mantillas el programa de cualquiera de los partidos firmantes179. Tanto El Noticiero como El Universal habían manifestado reiteradamente sus simpatías por el régimen franquista y, en este caso, no hicieron sino contribuir un poco a la campaña de confusión y desprestigio que los agentes de Franco intentaban crear en la capital mexicana. 177 178
Ibíd., pág. 156.
Carta de Espía a Echevarría Novoa, 3 de abril de 1946. 179 :
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A mediados de 1946, una vez desplazados a París los presidentes de las Cortes y del Gobierno, Espía manifiesta en numerosas ocasiones a sus amigos más íntimos su deseo de marchar a Francia cuando lo hiciera la Diputación Permanente, cosa que no ha hecho antes por la enfermedad de su mujer. El exiliado alicantino continúa viviendo de las traducciones, colabora con El Valijero en España Nueva y mantiene los más diversos contactos políticos dentro y fuera de su partido, al que dedica cada vez más tiempo en su intento por sustraerlo a las influencias negrinistas y legitimistas. Continúa ayudando a Giral, aunque no le esconde su parecer, cada vez más cercano a la estrategia seguida por Prieto. Su táctica posibilista, que trata de aprovechar cualquier resquicio que la comunidad internacional abra para facilitar la caída de Franco, le convence mucho más que el legitimismo intransigente al que se han aferrado muchos de sus compañeros, aunque expresa reiteradamente su preocupación por el deterioro de las relaciones entre el Gobierno y los socialistas. La ampliación del Gobierno efectuada por Giral en los meses de mayo y junio, que supuso la entrada en el mismo de comunistas, llevó a Espía a un distanciamiento casi total de las posiciones gubernamentales, conducta que fue secundada por el Ateneo Salmerón. Espía llegó a afirmar que si la modificación efectuada por Giral, provocaba la salida de los socialistas, IR también debería abandonarlo, pero no por «seguidismo», sino por coincidir con ellos y el mal efecto que haría un Gobierno con comunistas y sin socialistas. Previamente, Espía, siempre en contacto con Prieto, había explicado a Giral los riesgos que la ampliación del Gobierno supondría para el mismo, tal vez su derrumbamiento, aconsejándole que profundizase en la cohesión de las fuerzas que ya le apoyaban, a pesar de lo cual Giral siguió en su empeño. Por su parte, Espía, cogido entre dos aguas, rechazó una propuesta de Prieto para buscar una tercera vía entre la suya y la de los legitimistas, negándose también a ayudarle a derrocar al Gobierno, al que ambos consideraban un obstáculo para el futuro de la causa republicana. En los meses siguientes, el Gobierno Giral se preparó a conciencia para la asamblea que las Naciones Unidas celebrarían en diciembre, logrando que el nuevo organismo excluyese a Franco de la comunidad internacional y recomendase a todos los Gobiernos la retirada de sus representaciones diplomáticas de España. Aparentemente esto suponía un triunfo irrefutable para el Gobierno, pero lo cierto es que las Naciones Unidas se habían negado a aplicar sanciones económicas al régimen franquista, tal como esperaban los republicanos españoles. Para Espía la situación se estaba volviendo un tanto delicada y absurda, un mes antes de la reunión de la ONU escribía esto a su amigo J. Venegas: Hay en nuestros medios tal ambiente de recelo, que cualquier alusión a una solución que no fuera de la más estricta legitimidad es tomada por un acto de hostilidad al Gobierno Giral. El caso es muy delicado para mí, tanto por la posición de mi partido como por mi amistad personal con Giral. Las cosas andan mal por el cansancio y el pesimismo, en la última reunión de IR Albornoz llegó a decir que si en la próxima reunión de Naciones Unidas no se consigue nada efectivo, el gobierno debe transformarse en junta revolucionaria. Las cosas volverán a su cauce en España, donde habrá que hacer política con una opinión pública y no aquí que se hace dentro de una campana neumática180. 180
Carta de Espía a Venegas, 29 de octubre de 1946, APCE, V.
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Espía cree que toda, o casi toda, la política que se hace en el exilio es puro teatro, le sobra pompa, ceremonial, protocolo y le falta eficacia, agilidad, pragmatismo. Es una política agotada que lleva camino de convertirse en caricatura de sí misma. La ruptura definitiva de Espía con las instituciones de la República en el exilio se produce tras la crisis del Gobierno Giral, crisis provocada por un discurso que Prieto pronunció el 17 de diciembre y en el que aludía al fracaso del Ejecutivo en la Asamblea de la ONU, invitando a los socialistas a abandonarlo cuanto antes. Los consejos de Prieto no fueron seguidos inmediatamente por sus correligionarios, quienes habían dado su apoyo a Giral en el Congreso de Toulouse, pero cuando éste reunió a su Gabinete para explicar su programa, el 22 de enero de 1947, R. Sánchez Guerra le dijo que no tenía el pulso suficiente para realizar sus propios objetivos, advirtiéndole que había llegado el momento de contactar con las fuerzas de la derecha para trabar acuerdos que, siguiendo lo expresado en la Nota tripartita, lograsen deshancar a Franco del poder. Acto seguido dimitieron los ministros socialistas Trifón Gómez y Enrique de Francisco, así como los dos de la CNT, Martínez Prieto y Leiva, renunciando Giral a seguir al frente del Ejecutivo, cargo que Martínez Barrio encomendó a Augusto Barcia. Inmediatamente Barcia telegrafió a Espía, a quien consideraba imprescindible para dar establilidad a su gabinete, para pedirle su colaboración y que aceptase una cartera: «Dígame cable si puedo contar con usted para constituir gobierno»181. La respuesta de Espía no se hizo esperar y ese mismo día le contestaba: «Nuestro acuerdo anoche comunicado a Quemades impedirá participar gobierno como proyectase según informaciones periodísticas. Stop. Además no ocupar cargos destierro, imposible aceptar ofrecimiento»182. Barcia desistió de su intento y Barrio ofreció a Llopis la Presidencia de un Gobierno que, en cualquier caso, nacía con fecha de caducidad debido a la preponderancia de Prieto en el Partido Socialista y al comienzo de la Guerra fría. La negativa de Espía, bien acogida entre muchos miembros destacados de su partido, suponía su alejamiento definitivo de la vía institucional y su aproximación a la sostenida por Prieto: acercamiento a todas las fuerzas antifranquistas del interior, incluidos los monárquicos, para la formación de un Gobierno Provisional fuerte, que contaría con el apoyo de Inglaterra y de otros países democráticos, de cara a la celebración de un plebiscito en el que el pueblo español, libre y democráticamente, decidiera sobre el tipo de régimen con el que deseaba organizarse. En adelante, las relaciones de Espía con los sucesivos Gobiernos republicanos se limitaron a las puramente personales por razones de amistad con sus miembros, como es el caso de los presididos por Llopis y Albornoz, o a las oficiales en virtud de cargos ocupados anteriormente. Su estrategia irá completamente unida a la de Prieto y su política plebiscitaria, en la que creía debía participar IR para darle un tono más republicano.
181 182
Telegrama de Barcia a Espía, 3 de febrero de 1947, APCE, Barcia. Telegrama de Espía a Barcia, 3 de febrero de 1947, APCE, Barcia.
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6.6.
ESPLA, EL GOBIERNO, IR Y LA POLÍTICA PLEBISCITARIA DE PRIETO
Fue precisamente Espía quien informó a Giral de las andanzas de Prieto a principios de 1946: «Extraordinariamente interesante es la copia de la carta de F. Largo Caballero a Prieto. Veo que la idea del plebiscito gana muchos partidarios y ello disminuye considerablemente la autoridad del gobierno. Si esto sigue así tendremos que irnos a nuestras casas. Prieto es el mayor enemigo del gobierno»183. Sin embargo, pese a las notorias diferencias que iban surgiendo entre Espía y Giral, todavía en marzo de 1946, el Presidente del Gobierno republicano le llama para pedirle que ocupe un ministerio, petición que Espía rechaza aduciendo la enfermedad de su mujer y su incompatibilidad política con comunistas y negrinistas. Giral lo lamentaría profundamente: «Veo que no acepta usted nada aquí y lo siento grandemente porque su colaboración sería sumamente valiosa. Usted sabe cuanto le estimo y como quisiera tenerle a mi lado»184. Entre ambos se había producido un profundo y real distanciamiento político que lleva a Espía a rechazar cualquier oferta que venga del Gobierno republicano, ello a pesar de los muchos deseos que tenía de trasladarse a París y de la penuria económica que atravesaba, como demuestra esta carta escrita a un amigo: Ahora le hablo con timidez de un asunto particular, en tiempos, ante la imposibilidad de otorgarle de la JARE ayuda, le di de lo mío 300 pesos como a muchos otros compatriotas, ahora necesito recoger de quien me pueda devolver. No todos los que recibieron de mí algún préstamo están en condiciones de devolverlo, y a nadie quiero molestar, pues el dinero no tiene ninguna importancia, y si les di de mi bolsillo es porque lo tenía y bastante sufren quienes lo necesitan... Con mis trabajos de traducciones yo gano menos de lo que necesito, sobre todo teniendo que hacer frente a enfermedades. Verme apurado después de que algunos me consideran un potentado no es cosa que me averguence...185
La crisis del Gobierno Giral va a provocar el ahondamiento de las diferencias en el seno de IR, sobre todo entre IR-Francia, que se adhiere a un legitimismo intransigente, y el Ateneo Salmerón, que continúa apoyando las teorías transigentes de Espía. Esta división se plasmará en la jugosa correspondencia habida entre Espía y Salvador Quemades, quien da un giro extremo a su pensamiento al pasar desde posiciones similares a las del periodista alicantino, a formar parte del Gobierno Albornoz, que también ha modificado su anterior criterio anti-institucional. El cambio de actitud de sus dos antiguos aliados ideológicos no modificó lo más mínimo su pensamiento, cosa que hizo saber a Quemades en numerosas ocasiones: para Espía había dos caminos para conseguir derrocar a Franco, uno el de la violencia, que él no estaba dispuesto a aconsejar a nadie a diez mil kilómetros de distancia y que podría suponer una nueva guerra civil, cosa que de ningún modo estaba dispuesto a fomen183 184 185
Carta de Giral a Espía, 24 de enero de 1946, APCE, Giral. Carta de Julio Just a Espía, 1 de mayo de 1946, APCE, Just. Carta de Espía a Antonio Eulogio Diez, 26 de julio de 1945, APCE, Varios.
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tar; el otro era el de la acción diplomática combinada con la oposición interna al régimen franquista: Las únicas posibilidades internacionales que se nos ofrecen —nos parezca eso mal o bien— son las contenidas en la Nota tripartita y el acuerdo de Naciones Unidas. Aquélla y ésta implican prácticamente el desahucio del Gobierno republicano. Esto será injusto, desconsiderado para nosotros, irrespetuoso para el derecho y la legitimidad, etc.; pero es así. Lo que se nos pide internacionalmente es que —para recibir el apoyo internacional— se llegue a un gobierno de tipo nacional que garantice las libertades esenciales y someta a una consulta electoral la cuestión del propio gobierno, es decir, del régimen. Pues bien, o se acepta esto y se trata de aprovecharlo para tratar de llegar mediante tal consulta electoral a la República, o se rechaza esto y como se ha renunciado también a la violencia, resulta que prácticamente a lo que renunciamos es a la República y nos quedamos por los siglos de los siglos convertidos en el destierro en vestales de la intransigencia constitucional y caballeros del Santo Sepulcro de la legitimidad186.
En su opinión se estaba cometiendo un tremendo error histórico al confundir la táctica, en este caso la restauración de las instituciones, con el fin, la consecución de la República en España. La postura de intransigencia legitimista adoptada por muchos republicanos, al convertir el medio, el instrumento, la táctica en fin, llevaba a los refugiados a un callejón sin salida, ya que no estaban en condiciones de exigir a nadie que o se aceptaba su legitimismo institucional o nada, pues con no reconocerlo así la comunidad internacional, asunto concluido: «Es decir el camino de la acción internacional de acuerdo con la Nota tripartita y la resolución de las Naciones Unidas puede conducirnos con más o menos posibilidades, a la República; pero la intransigencia legitimista no nos ofrece ninguna posibilidad de llevarnos a ella, sólo servirá para mantener indefinidamente a Franco en el poder»187. Las Naciones Unidas no habían hecho referencia alguna a la República española, solamente se habían referido a la ilegalidad del régimen de Franco y a la necesidad de que todas las fuerzas de oposición se organizasen para intentar su sustitución. Si se desatendía esta premisa sugerida por el organismo internacional y por las grandes democracias, se estaba renunciando a la única posibilidad de derrocar a Franco que podía tener apoyo internacional. Para llegar al gobierno de tipo nacional recomendado por las Naciones Unidas, Espía creía necesario negociar con las derechas no falangistas para ver si estaban dispuestas a formar parte del mismo y convocar unas elecciones libres. Si las derechas se negasen, entonces sería el momento de intentar un cambio favorable de las Naciones Unidas, demostrándole «que no era por nuestra culpa por lo que no se cumplió su programa»188. Se estaba desaprovechando una oportunidad histórica y, al mismo tiempo, se hacía el juego a Franco. En 1947, abandonado por Quemades, Albornoz y, también, por el Consejo Nacional de IR-España, sólo un grupo numeroso de afiliados al Ateneo Salmerón, en el que se encuentran sus incondicionales: Poza Juncal, Carreras, Ugena, Vargas, Ber186 187 188
Carta de Espía a Quemades de 29 de junio de 1947, APCE, Quemades. Ibíd. Ibíd.
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nárdez y Velasco Damas, apoyan su postura. Así las cosas, el Ateneo dará su confianza a Albornoz para que forme el tercer Gobierno republicano, con la oposición rotunda de Espía, que considera que tal implicación de IR en las instituciones en un momento de crisis, sólo serviría para dividir más al partido y al exilio, haciéndose partícipe del fracaso de la política legitimista. Desde este momento, la implicación de Espía en la fórmula Prieto va a ser total, consiguiendo, in extremis, que la asamblea del Ateneo aprobase, en octubre, una resolución invitando al Gobierno republicano a que participe en las conversaciones que se estaban llevando entre «grupos representativos antifranquistas para convertir en algo efectivo las sugerencias de las Naciones Unidas conducentes a la caída de Franco»189. La propuesta de Espía sentó muy mal en medios gubernamentales y en IR-Francia, ya decantada por las tesis legitimistas. Giral, indignado, le contestó que consideraba que el pacto firmado por Prieto y los monárquicos rio servía para nada, advirtiéndole de las graves consecuencias de su conducta190. Para Giral la actitud de Espía es lisa y llanamente una traición: Espía, militante de IR, se debe a su grupo político, uno de cuyos miembros más destacados ocupa la Presidencia del Gobierno republicano, debiendo guardarle lealtad y apoyo en su ardua tarea. Espía se ha dejado ganar el terreno por las teorías de Prieto, llegando en su compromiso con el líder socialista a sacrificar ideales y lealtades. Sin embargo, para Espía las cosas son bien diferentes, él ha mantenido una postura coherente desde antes de la formación del primer Gobierno republicano, son otros los que han cambiado. Siempre se opuso a la restauración de las instituciones, y ahora, tras dos fracasos consecutivos en las Naciones Unidas, se oponía más que nunca y apoyaba la fórmula Prieto porque era el último resquicio que quedaba a los refugiados para volver a ver instaurada la República en España: Lo que he dicho y repito es que una fórmula como la que se expresa en dicho pacto es la única que puede, por hoy, facilitar una solución del problema español y abrir la vía al restablecimiento de la República. Claro es que a todos los firmantes del telegrama nos agradaría más, que un buen día se pudiera ver milagrosamente un gobierno republicano en España... Pero lo considero totalmente imposible. Y, por tanto, considero ineficaz la táctica que persigue por finalidad un imposible. Si alguna posibilidad hay todavía de actuar eficazmente dentro y fuera de España contra Franco y por la República, la ofrece, en opinión mía, una fórmula como la que comentamos. La táctica de la intransigencia legitimista —nunca confundir con la intransigencia republicana, a la cual permanezco fiel— a mi juicio no puede dar más de sí... Lo que se ha llamado fórmula Prieto es, pues, la única posible hoy para dirigir la lucha contra Franco y por la República. Sobre este punto no puedo ser más claro ni más categórico»191.
En su contestación a Giral, Espía reivindicaba para sí el pensamiento de Manuel Azaña, asegurando de nuevo que sin la colaboración entre republicanos, socialistas y catalanes nunca volvería a haber república en España, y mucho menos una política 189 Resolución de la Asamblea Extraordinaria de IR en el exilio-Ateneo Salmerón, 5 de octubre de 1947, APCE. 190 Carta de Giral a Espía, 21 de octubre de 1948, APCE, Giral. 191 Carta de Espía a Giral, 29 de octubre de 1948, APCE, Giral.
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progresiva como la que, con sus errores, se intentó durante el primer bienio. En esta polémica, Espía recibió el apoyo inmediato de IR gallega, grupo dirigido por Poza Juncal y J. Bernárdez y de la Juventud Republicana de España en México, y el anatema del resto de la oposición republicana, excepto el Partido Socialista. La posición del Consejo Nacional de IR-España era de claro apoyo a las instituciones, aunque su presidente, Ramón Ariño, había dicho a Salvador Quemades que no pusiese ningún obstáculo a cualquier salida decorosa. Las gestiones de Prieto fracasaron en el momento en que parecían llegar a su objetivo, lo que no fue óbice para que Espía le felicitase calurosamente por su trabajo: «Resulta, pues, que Vd. enfermo, metido en su cuarto, sin subsecretarios ni directores generales, ha hecho, no ya más que todas las instituciones habidas y por haber, sino lo único práctico para atajar la acción internacional de Franco y sus amigos. Contrasta la eficacia de su gestión con la inexistencia de las ajenas»192. Los conflictos internos de IR en el exilio y de otros partidos republicanos, mostrarían una de las caras más amargas del destierro, la de la incomprensión entre los desterrados y la de su progresiva soledad. Los enfrentamientos habidos durante la guerra se trasladaron al exilio como parte fundamental del equipaje de cada cual. Las heridas habían sido muy graves y el destierro y la derrota no eran los mejores bálsamos curativos. En el camino se habían dejado ilusiones y esperanzas, ¿de quién era la culpa? Siempre, o casi siempre, de los otros que no habían hecho bien sus deberes. La derrota fue algo más que una catástrofe política, fue también una derrota personal de una generación que había creído tener en su mano el progreso y la libertad de España, y que se encontró de bruces con una realidad mucho más compleja de lo que ellos habían imaginado. Si Negrín se apoyó en los comunistas y en la URSS, única nación que se ofreció a ayudar a la República, y no de un modo altruista, tal vez fue porque no le quedaba otro remedio si quería intentar ganar la guerra; Azaña quería la paz a toda costa, pero, ¿cualquier paz?, ¿la paz de los cementerios?, y otros dieron un golpe de Estado contra el Gobierno legítimo de la República. Rencores, facturas pendientes de pago, reproches, en fin, todo lo que se produce cuando se pierde, cuando un régimen entra en descomposición al olor del desastre. Pues bien, todo eso pasó a México formando una constelación de colores ideológicos y de actitudes personales. No es que no hubiera autocrítica entre los exiliados, la había y quizá en exceso —no hay mayor autocrítica que el propio exilio y el sentimiento de culpa y fracaso que ello produjo en muchos desterrados—, es que lo único que quedaba al exiliado era su propia conciencia. La defensa de las creencias propias se convierte en la única justificación vital del exiliado, que intenta conservarlas como si de un tesoro mágico se tratase. El exiliado cuando llega a México no parte de cero, tiene todo un historial detrás de sí, unas veces más brillante, otras más oscuro, más consecuente o más incoherente. En ningún momento van a tratar de construir algo nuevo, sino de restablecer lo que han perdido, puesto que piensan, sobre todo durante los primeros años, que su ausencia de la patria no será eterna193, pensamiento al que contribuyen su ilusión, sus sueños y los rumores que cíclicamente navegan entre los exiliados, anunciando una 192 193
Carta de Espía a Prieto, 29 de marzo de 1943, APCE, Prieto. Ramos Viesca, M. B. y Viesca Treviño, C., «La guerra civil en el inconsciente...», págs. 181 y sigs.
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próxima intervención de la comunidad internacional. En ese contexto turbulento hay que situar el deseo de una parte mayoritaria de los exiliados por ver restablecidos los órganos constitucionales, principal eje de las discrepancias internas de IR. Para Espía la estrategia legitimista respondía a un espejismo, era más un deseo, un sueño, una quimera, que un instrumento de lucha política: «El desterrado que toma las instituciones de la República por la verdadera República es víctima de una espejismo. Tal espejismo es un fenómeno que se produce cuando se lleva años caminando por el desierto del destierro»194. Si se renunciaba a la violencia como instrumento de lucha, si la represión en España no permitía la articulación de una respuesta interior y la comunidad internacional no pasaba de condenas morales, aconsejando, mediante la Nota tripartita, la formación de un Gobierno de transición apoyado por todas las fuerzas democráticas, la única posibilidad que quedaba a los desterrados para volver a España era esa, no había otra. Todas las discusiones, todas las polémicas, todos los esfuerzos que se hicieran en otro sentido serían inútiles, pues ni tan siquiera la opción aconsejada por las democracias era seguro que contase después con su apoyo activo, mucho menos la del legitimismo intransigente al que la comunidad internacional no había hecho el menor caso. En este sentido, el plan Prieto no era una varita mágica, ni un talismán, era actuar, sacar todo el partido posible a una situación adversa. En mayo de 1948, la Conferencia de La Haya aprobaba la Nota tripartita como instrumento valido para resolver el problema de España. Al mismo tiempo, el periódico Izquierda Republicana, órgano oficial del ahora legitimista Ateneo Salmerón, publicó un artículo burlón sobre la mencionada nota, al tiempo que Giral la calificaba en un mitin de tomadura de pelo. Para Espía esas actitudes eran absolutamente suicidas, pues despreciaban la única oferta hecha por las naciones democráticas. Pero, de un modo u otro, lo cierto es que desde mayo de 1948 esa era la postura defendida por su partido en México, en Francia y en España, y que dos de sus más íntimos amigos y compañeros —Giral y Albornoz— habían ocupado la Presidencia del Gobierno, mientras que él se sentía mucho más identificado con la estrategia defendida por Prieto y el Partido Socialista, lo que, de alguna manera, le convertía en un foco de indisciplina dentro de IR, aunque Espía siempre había dicho que la discrepancia no era disidencia si había acatamiento a la voluntad de la mayoría del partido. Por otra parte, Espía, que era persona de gran atractivo personal e intelectual, no era un líder ni una persona carismática capaz de levantar entusiasmos entre quienes no le conocieran personalmente. Espía, como se ha dicho en otra ocasión, era ante todo un trabajador incansable, una persona con una formación intelectual seria, un vitalista y un humanista, pero nunca fue el indicado para encabezar un movimiento político, siempre necesitó un guía espiritual, una persona en la que reconociese cualidades y dotes poco usuales, alguien que si tuviese ese carisma y encarnase en su propio ser las aspiraciones y las ilusiones que, para España, él llevaba dentro: Blasco Ibáñez y Unamuno en París, Azaña durante la República, tal vez Prieto en el exilio. Si Espía hubiese tenido esos rasgos personales, quizá nunca el Ateneo Salmerón hubiese optado por el legitimismo intransigente, pero defendía una alternativa tan distante a la que soste-
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Anotaciones de Espía, 1948-1949, APCE, Notas personales.
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nían los grandes hombres de su partido —Giral, Funes, Barcia, Quemades, Albornoz—, que era muy difícil que una persona a la que nunca había gustado intervenir en mítines de masas, que no tenía afán de protagonismo pudiese salir victorioso. Al final de 1948, culminada la unión de IR en torno al legitimismo intransigente y fracasado el intento plebiscitario de Prieto, Espía se siente desanimado, apenas cree que se pueda hacer ya nada positivo: «Nuestra postura es la del baturro en la línea del tren, chufla, chufla que como no te apartes tú... ¿Es posible proponer o hacer algo útil en el estado actual de nuestro problema? No contesto para no enterar a nadie de mi amargura y desaliento. Pero cumpliré mi deber hasta el final»195. De nuevo, los sinsabores, los desvelos y los sacrificios terminaban en un rotundo fracaso. Los exiliados no supieron aprovechar las escasas oportunidades que les brindó la coyuntura y la comunidad internacional, en parte por la torpe política legitimista, pero también por la incapacidad de Prieto y Espía para aglutinar en torno suyo a una parte mayoritaria de la emigración. 6.7.
DESISTIMIENTO Y RETORNO. LOS ÚLTIMOS AÑOS (1949-1971)
6.7.1.
UNOS AÑOS DE REFLEXIÓN. TRADUCTOR EN LAS NACIONES UNIDAS
Los derroteros que había tomado la política defendida por IR empujaron a Espía a un progresivo alejamiento de la política activa de partido, lamentando una y otra vez el rumbo que habían tomado los acontecimientos: «De política coincido con su pesimismo. Nuestros amigos consideran como un triunfo lo de la ONU. ¡Triste éxito!, de haber conseguido nosotros en el cuarenta y seis los dos tercios a tenernos que contentar con que no los reúna Franco. Y en nuestro partido cada día es más fuerte el antiprietismo y la influencia comunistoide. ¡Una lástima!»196 Espía había quedado en minoría dentro de su partido, pero ello no había disminuido su prestigio entre los refugiados, continuó siendo una de las personalidades más respetadas del exilio y por ello elegido Presidente del Centro Republicano Español, institución que agrupaba a todas las organizaciones republicanas y que elegía sus cargos por votación directa y secreta de todos sus miembros. Además, el apoyo de sus seguidores, encabezados por Poza Juncal y Jesús Bernárdez, era incondicional, llegando a proponerle que encabezase un movimiento regenerador del republicanismo español, pues consideraban que era la persona más íntegra y dotada para esa misión, propuesta que rechazaría debido a su precaria situación económica y su falta de cualidades personales: Por lo que a mí hace no me falta buena voluntad, pero no basta ésta. Carezco de otras condiciones necesarias para tomar la dirección de un movimiento de esa naturaleza. Me falta además tiempo por las traducciones que me permiten vivir. Una acción como la que Guillermina indicaba requiere atención y continuidad que yo no
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Anotaciones de Espía en la Asamblea del Ateneo Salmerón, 1948, APCE, Notas personales. Carta de Espía a R., Supervía, APCE, Supervía.
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podría prestarle. Colaborar lo haré en la medida de mis fuerzas, como siempre lo hice, y aun excediéndome en el esfuerzo; pero tomar yo la iniciativa, dadas mis condiciones de vida, sería condenarla al fracaso197.
A principios de 1949, Miguel A. Marín, alto funcionario de la ONU con el que había trabajado en la Subsecretaría de Estado, sabedor de sus dificultades económicas, le escribe desde Nueva Delhi para informarle de la convocatoria de una serie de plazas de traductor para las Naciones Unidas, aconsejándole que se presente a la oposición. Espía cree que no reúne los requisitos necesarios y que haría el ridículo, cosa a la que no estaba dispuesto. La respuesta de Marín es contundente: «Todo lo que usted dice me parece muy bien, salvo que peca de demasiado modesto, ya le dije que conozco muy bien a todos los que están en el Servicio y que usted está, desde el punto de vista de la función que va a desempeñar, a la altura del mejor y mucho, pero mucho mejor que los restantes. Y personalmente no hay nadie, nadie, fíjese usted bien, que le llegue a usted a la suela del zapato»198. Pues bien, pese a la insistencia, los consejos y los parabienes que le dedica Marín, pese a sus problemas económicos, y pese a contar con la recomendación de amigos como el propio Marín, R. Unanue o Quero Morales, todos ellos funcionarios de la ONU y antiguos colaboradores suyos, no acudió ni a la convocatoria de 1949, ni a la del 50, aunque sí a la de 1951, obteniendo una plaza como traductor para la Panamerican Sanitary Bureau, trabajo en el que permanecería hasta el fin de sus días, pues aunque se jubiló en julio de 1960, continuó trabajando para esa y otras agencias de Naciones Unidas mediante contratos temporales en Washington, Nueva York, Ginebra y La Haya199. En febrero de 1951 pronunció una conferencia en el Orfeó Cátala, sede de los nacionalistas, glosando la figura de su maestro y amigo Amadeo Hurtado, conferencia que posteriormente sería publicada en un pequeño libro. Meses después supo que había sido admitido en las Naciones Unidas y que, por tanto, debía abandonar México para iniciar su nuevo trabajo en Washington. Antes de marcharse, el Centro Republicano Español le rindió un emocionado homenaje en el que, entre otros, hablaron J. Hurtado, J. Bernárdez, Antoniorrobles, I. Prieto y A. de Albornoz, todavía Presidente del Gobierno republicano, adhiriéndose cientos de refugiados de todo el mundo, la Casa Regional de Valencia, el Orfeó Cátala y la peña Los Cuatro Gatos200. Jesús Bernárdez habló de las dificultades que había puesto el protagonista para la celebración del acto, dadas sus reiteradas negativas a ser centro de ninguna cosa. Además, dijo lo siguiente: «Así fue creciendo mi afecto por el hombre bueno que es D. Carlos Espía, persona esencialmente bondadosa. Bondadosa y leal. Lealtad a los principios, a los amigos, a la verdad, a la justicia. Firmeza de pensamiento y de convicciones que le han llevado siempre a defender las actitudes que creía más justas y eficaces, sin 197
Carta de Espía a Supervía, Archivo Supervía-Medrano, Valencia. Carta de M. A. Marín a Espía, 17 de marzo de 1949, APCE, NÚ. 199 Expediente personal de Espía, Archivo de las Naciones Unidas, Sección de personal, Nueva York. 200 La peña Los Cuatro Gatos a los organizadores del homenaje a Carlos Espía, 26 de julio de 1951; El Partit República d'Esquerra a los organizadores del homenaje a Espía, julio de 1951; M. Granados a J. Bernárdez, 25 de julio de 1951; La Juventud de Izquierda Republicana a Espía, 26 de julio de 1951; M. Vélez de Guevara y E. Muñoz Orts a Espía, 13 de marzo de 1951, APCE. 198
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preocuparse de las consecuencias desagradables que ello podría reportarle»201. El acto finalizó con la lectura por parte de Espía de una de sus valijas, la titulada: «Franco y el reúma»202. En julio de 1951 se instala en Washington, ciudad en la que pronto se ve rodeado de un nutrido grupo de amigos españoles: R. Unanue, Olazarán, Quero Morales, M. A. Marín, V. Llorens, A. Castro y, sobre todo, el matrimonio Supervía-Medrano, que serán más que una familia para él. Trabaja muchas horas al día, en turnos diferentes, en lugares distintos. A veces tiene que viajar a Cuba, Guatemala, Honduras y otros países centroamericanos donde se celebran reuniones de la Oficina Panamericana, pero ahora gana dinero suficiente para mantenerse, enviar a su esposa, que permanece en México bajo los cuidados de su cuñada y su sobrino, incluso para hacer algunas transferencias a Valencia, donde reside su hermana María. Vive en un hotel familiar, pero buena parte de su tiempo libre lo pasa en casa de los Supervía, comiendo y hablando, dos de sus principales aficiones. Los domingos viajan por los alrededores de Washington, a la montaña, al mar, siempre con el disgusto de Espía, al que ante todo gustan las ciudades, el asfalto. En verano y Navidad, si el trabajo se lo permite, regresa a México con su mujer, y cuando puede, aprovecha para viajar a Europa y ver a su hermana y sus amigos de siempre. Poco a poco, el trabajo, que actúa de un modo terapéutico ante tanto fracaso acumulado, le absorbe más tiempo y tiene que compatibilizar su estancia en la capital oficial americana, con otras cada vez más largas en la capital real: Nueva York, ciudad que le encanta y en la que se siente como pez en el agua. Allí se aloja en el edificio de Naciones Unidas y acude a la tertulia La Peña, junto al general Asensio, Américo Castro, Vicente Llorens, Francisco García Lorca, Ángel del Río, J. Maurín, F. Ayala y Casalduero. Estas reuniones periódicas le resultan absolutamente gratas, al igual que a sus compañeros: «Esos banquetes mensuales, que tú contribuiste a organizar —le escribe Maurín—, se han convertido en algo necesario e irresistible en la vida española en Nueva York»203. En la ciudad del Hudson, Espía se ve frecuentemente con Victoria Kent, con la que colaborará en España Libre e Ibérica, publicaciones para las que envía algunas de sus valijas. También escribe para la agencia periodística de Maurín y para Excelsior. De vez en cuando, en los pocos ratos libres que le deja el trabajo, acude a las reuniones de las Sociedades Hispánicas Confederadas, de las que es socio de honor. Su actividad política se reduce a los escritos periodísticos, las reuniones con los amigos exiliados, la lectura de todo lo que encuentra sobre España y los contactos con republicanos y opositores del interior, con los que mantiene una buena comunicación. Las soluciones cada vez más favorables a Franco de las Naciones Unidas, como la del 4 de noviembre de 1950 que revocaba la retirada de embajadas y la prohibición a que España entrase en el organismo internacional, confirmaron sus temores sobre lo ineficaz de la estrategia política legitimista seguida por su partido, decidiéndose a
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Homenaje a Carlos Espía, 26 de julio de 1951, APCE. Ibíd. Carta de Joaquín Maurín a C. Espía, APCE, Maurín.
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apartarse de la política activa. No obstante, continúa carteándose con sus compañeros y amigos, tanto afines como discordantes: J. Just, A. de Albornoz, A. Mallol, M. García Miranda, F. Botella y, sobre todo, con I. Prieto, a quien sigue considerando la persona más lúcida de la emigración204. No apoya a los sucesivos Gobiernos republicanos, pero tampoco les niega su colaboración puntual si se la piden. Así, en agosto de 1955 envía a Cordón Ordás un informe que éste le había solicitado sobre las relaciones de España con las Naciones Unidas, informe en el que relata la evolución de la actitud del organismo internacional respecto al caso español205. Espía escribe y reflexiona sobre el pasado, sobre la unión de los republicanos, sobre Franco... Sin embargo, uno de sus temas preferidos será el comunismo, no como ideología, que le parece muy respetable, sino como praxis, como sistema político. Espía cree que el comunismo real, o sea la interpretación que de las teorías marxistas había hecho la URSS, es una aberración todavía más peligrosa que la religión: El comunismo es una cuestión de fe. El comunista ha de creer todo lo que le dicen. Unas veces que Stalin es el genio superior de la humanidad; otras veces que se equivocó. Los países comunistas primero ahorcan a los camaradas que confiesan todos sus crímenes. Luego encuentran que eran inocentes... La verdad de hoy no sirve ya para mañana. Pero el buen comunista ha de creer todas las verdades de todas las ideas y dejar de creer cada día en la verdad del día anterior. ¡Formidable ejercicio de fe! Al creyente religioso no se le pide tanta agilidad en sus cambios de creencia. La religión pide que creamos que lo de nacer el Niño Jesús, lo de la Virgen, fue cosa de una paloma, que Jesús resucitaba a los muertos... Pero de allí no pasa. A lo sumo llega a este prodigio de hacer creer que tres son uno... Pero la religión no obliga a creer al día siguiente lo contrario, sino lo mismo. La fe comunista le obliga a una continua gimnasia mental206.
En 1957, Espía sufre una gravísima enfermedad que está a punto de terminar con su vida. Estando en Naciones Unidas le sobrevino un fuerte dolor en el abdomen, que obligó a su traslado urgente a una clínica de Washington. Allí fue operado a vida o muerte de una perforación estomacal. El resultado de la intervención fue satisfactorio, pero tuvo que pasar varios meses de convalecencia en casa de los Supervía. 6.7.2.
RETORNO A LA POLÍTICA ACTIVA: ARDE y LA REORGANIZACIÓN DEL REPUBLICANISMO
Las protestas estudiantiles y las primeras huelgas obreras de 1956, van a hacer que Espía retorne a sus sesenta y dos años al activismo político. No ha perdido por completo la esperanza en volver a su país y aunque es consciente de las oportunidades perdidas, todavía cree que se puede hacer algo positivo, sobre todo tras esas primeras protestas contra el régimen.
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Carta de Espía a Rafael Supervía, 24 de abril de 1961, Archivo Supervía-Medrano, Valencia. «España y las Naciones Unidas», informe elaborado por Espía para F. Cordón Ordás, agosto de 1955, APCE. 206 Espía Rizo, C., Escritos sobre el comunismo, Sin título, 30 de marzo de 1956, APCE, Escritos. 205
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Los movimientos en el interior de España hacen reaccionar a los partidos republicanos, que buscan a toda costa pactos y alianzas con fuerzas afines. En marzo de 1957, partidos y sindicatos en el exilio firmaron un acuerdo de colaboración que tenía como objetivo aunar esfuerzos y buscar una mayor coordinación con las fuerzas del interior. Por fin, los partidos republicanos, el socialistas y los sindicatos se ponían de acuerdo en el exilio, lo que no evitó algún comentario quejoso en el círculo de colaboradores de Espía: «Resulta que después de tantas peleas y tantos insultos por parte de nuestros correligionarios hace años contra nosotros por mantener exactamente esa posición, ahora firman a instancias de los socialistas lo mismo que antes han censurado...»207 Por otra parte, dentro del republicanismo resurge la idea de crear una nueva organización que agrupe en su seno a todos los partidos de ese signo, pero sobre todo a IR y UR. En el verano de 1957, el Ateneo Salmerón celebró una Asamblea Extraordinaria con un solo punto en el orden del día: la disolución del grupo para integrarse en un nuevo partido. En esta tesitura, el grupo de Espía, con su consentimiento, envió un manifiesto a la Asamblea apoyando todo lo que se hiciese a favor de la unidad, pero negándose rotundamente a disolver IR. El manifiesto iba firmado por Álvarez Ugena y veintitrés firmas más, todos fieles a las teorías de Espía. Pretendían que fuese votado por la Asamblea, pero Mariano Joven, presidente del partido, lo guardó para el final cuando ya no se podía discutir nada, lo que generó un auténtica algarabía y la posterior retirada del grupo de Espía, aunque anunciando antes que no consentirían la disolución de IR. Pero el retorno de Espía a la política activa no se limitará en esta ocasión al escenario mexicano, también se extenderá a Europa. Desde que empezó a trabajar en Naciones Unidas había tenido ocasión de viajar con cierta frecuencia a Europa, lo que le permitió contactar directamente con exiliados franceses y emisarios del interior que llegaban a París. En 1958 pasó una larga temporada en la capital francesa, coincidiendo allí con Indalecio Prieto. Cierta noche, mientras cenaban, Prieto le confesó que Azaña no había tenido nunca verdadero interés en que presidiera el Gobierno: Azaña nunca quiso que yo fuera Presidente, el día antes de la elección vino a buscarme Casares en un coche particular y fuimos en secreto a verle. Me preguntó si tendría yo posibilidades de obtener autorización de mi partido para encargarme de formar gobierno. Le dije que creía que no, pero que haría la consulta. Entonces —me dijo— tendré que encargar a Casares Quiroga. No hizo, pues, nada por variar la resistencia del Partido Socialista y me habló delante del presunto sucesor. Lo que prueba que lo tenía buscado208.
También le contó Prieto que tenía intención de ir a España para salvar la dignidad de su partido, empeñado al parecer en aceptar la monarquía para evitar que ésta fuese dictatorial: «Si no les convenzo salvaré mi dignidad y me iré del Partido Socialista después de sesenta años»209. Sin embargo, desde el punto de vista político, lo 207
Carta de Poza Juncal a Espía, 25 de marzo de 1957, APCE. 208 Notas de Espía, Cena con Prieto y Just, 8 de agosto de 1958, APCE, Notas personales. 209 Ibíd.
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más interesante de la estancia de Espía en París fueron sus encuentros con jóvenes opositores a Franco procedentes de España: J. M. Kíndelan, F. Bustelo, Farrera, Viladás, Girbau, Trapero Ballestero, Machínbarena y Campillo, el estudiante que organizó el escándalo del cementerio en el entierro de Ortega y Gasset. Se ven en el café du Dome, entablando pronto una buena relación. Ellos informan a Espía de la situación en España y Espía les habla de cómo van las cosas de los exiliados. Le piden información sobre becas para estudiar en el extranjero y Espía se compromete a gestionarlas ante el Ateneo Iberoamericano. Al final acuerdan seguir en contacto por medio de B. Solsona, ofreciéndoles Espía las páginas de Ibérica para que escribiesen lo que quisieran, comprometiéndose ellos a introducirla en España210, para lo que decían contar con el apoyo de la Unión Democrática de Estudiantes, en Madrid, y de la Federació Nacional d'Estudiants de Catalunya, en Barcelona211. Posteriormente, Girbau escribiría a Espía para comunicarle que no era posible la realización del plan porque casi toda la organización había sido detenida y por el recrudecimiento de la represión franquista212. Otro de los contertulios habituales de Espía en París fue Luis de Zulueta, a quien habló en una ocasión de un artículo de Silvano Villaur, aparecido en // Corriere de la Sera, sobre la democracia cristiana en España y la tolerancia de Franco con los comunistas, teoría que refrendaba con información de un supuesto viaje de Santiago Carrillo a Madrid para entrevistarse con el Ministro de la Gobernación213. En septiembre de 1959, Mariano Joven vuelve a proponer la integración de IR en Acción Republicana Democrática Española, ARDE, nombre del futuro partido republicano único, pidiendo a la asamblea que votase previamente la disolución del partido. Su propuesta volvió a chocar frontalmente con la oposición del grupo de Espía, en esta ocasión encabezado por Poza Juncal y apoyado también por Honorato de Castro, quien dijo a Joven que podía abandonar el partido para irse a otro, pero no disolverlo mientras quedase en él un 10 por 100 de sus militantes, tal como decían los estatutos214. Al ver que las cosas se podían poner en su contra, Joven sometió su propuesta a votación y tras salir victorioso dio por concluida la reunión, sin dar lugar, otra vez, a que se votase la propuesta de Poza Juncal contraria a la disolución. Unos meses más tarde, en el congreso celebrado en París los días 16, 17 y 18 de junio de 1960, nacía ARDE con una ejecutiva presidida por J. Maldonado. Del nuevo partido había quedado al margen el grupo de Espía, que ahora cuenta con el apoyo de las agrupaciones de toda América y con la de Ramón Ariño, presidente del Consejo Nacional de IR-España, a la sazón bastante diezmado por las detenciones. Al tiempo que encabeza la rebelión contra ARDE y la oposición al Gobierno republicano, a instancias de J. Tarradellas intenta convencer a Prieto para que apoye la candidatura de Jiménez de Asúa a la Presidencia de la República, pero sin Gobierno ni ninguna otra institución. Tarradellas le había hablado de la avanzada edad de casi todos los dirigentes republicanos —Martínez Barrio tenía ochenta años, Giral ochenta 210 211 212 213 214
Notas de Espía, 9 de agosto de 1958, APCE, Notas personales. Carta de V. Girbau a Espía, 12 de noviembre de 1958, APCE. Carta de V. Girbau a Espía, 24 de noviembre de 1958, APCE. Notas de Espía, Cena con Zulueta, 21 de noviembre de 1958, APCE, Notas. Carta de Poza Juncal a Carlos Espía, 28 de octubre de 1959, APCE.
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y dos, Prieto setenta y seis—, haciéndole ver lo bueno que sería que Asúa aceptase suceder a Martínez Barrio, pero sólo como un subterfugio para mantener la legitimidad de la institución y «el trato que nos conceden Francia y México»215. El problema es que Asúa no haría nada sin el consentimiento de Prieto, y Tarradellas no había podido convencerle, comprometiéndose Espía a intentarlo de nuevo. Cuando volvió a México Espía expuso al dirigente socialista las razones de Tarradellas, logrando que Prieto diese su visto bueno a la candidatura de Jiménez de Asúa. A través de sus interlocutores jóvenes de París y de los becarios españoles en Naciones Unidas, Espía ha ido formándose una determinada idea de la actitud política de la juventud española. Piensa que incluso «los que por su función o por sus antecedentes podrían parecer más ligados al régimen, resultan casi sin excepción hostiles a éste, o se manifiestan por lo menos hartos de él y sostienen una posición crítica muy resuelta. A nadie encuentro que se sienta inclinado a justificar a Franco o a su régimen. En general ninguno quiere volver a España y todos se dedican a buscar el modo de quedarse aquí cuando acaba la beca o la misión»216. Le sorprende su desorientación política y el desconocimiento que tienen de las cosas políticas más elementales y de la historia contemporánea española y europea, apreciando en ellos una alta dosis de anticlericalismo y cierta hostilidad hacia Norteamérica. Ninguno confía en un final rápido para la dictadura. Una de las cosas que más llama su atención es el radicalismo ideológico que muestran muchos jóvenes, en contraste con su poca disposición a la lucha activa: Mi impresión es que entre la juventud española está cundiendo el castrismo, que es la frustración y la deslealtad revolucionaria, además de la incompetencia, la demagogia y la vana palabrería. Castrismo, por otra parte, puramente teórico, pues Franco sigue disfrutando de una paz completa desde hace 25 años y pico, y morirá tranquilamente en la cama, como murió Martínez Anido. Luego cuando se intente algo liberal, es cuando habrá disturbios y violencias, para desacreditar la libertad y hacer que la sociedad desee y añore el orden franquista, que es, más, incluso, que la ayuda extranjera, lo que realmente sostiene a Franco en el poder217.
El comienzo de la década de los 60 fue especialmente duro para Espía. En 1961 falleció su mujer en México y al año siguiente Indalecio Prieto. Estas dos muertes le afectaron enormemente, pues, en un corto período de tiempo desaparecían la compañera de toda su vida y su mejor amigo del exilio. Espía, ya jubilado, gestionaba la compra de una nueva casa para instalarse definitivamente en México; su mujer y su cuñada estaban ultimando detalles, cuando de repente un infarto acabó con la vida de Rosa Farga. Su fallecimiento fue tan rápido que impidió a Espía, que estaba en Ginebra, asistir al sepelio, llegando unas horas después. El fallecimiento de Prieto terminó por hacerle poco grata la vida en México y, en adelante, pasaría la mayor parte del año en Europa, con el propósito de instalarse en París. Para 1962 ARDE funciona ya como partido republicano único, del que sólo han quedado al margen el grupo de Espía, Julio Just y el Consejo Nacional de IR-España. 215 216 217
Notas de Espía, 3 de mayo de 1960, APCE, Notas personales. Carta de Espía a García Miranda, 20 de enero de 1960, APCE. Carta de Espía a J. Just., 23 de marzo de 1963, Archivo Julio Just, Alboraya.
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Espía sigue obstinado en su postura, defiende la formación de un frente republicano único, admite que todos los partidos republicanos actúen bajo unas siglas comunes, pero no cede ni un ápice en su negativa a disolver IR, para lo que cuenta con el apoyo de IR-España218. No está dispuesto a formar un partido nuevo, ni a fomentar ningún tipo de disidencia organizada, pero tampoco quiere prescindir de su acervo político, de su ideología. Con este fin escribe desde Ginebra a J. Bernárdez para exponerle la estrategia que deberían seguir en el futuro: Le hablaré de lo que podemos hacer los que hemos quedado fuera de ARDE, tanto por no querer la disolución de IR, como por discrepancias con el proceso organizativo. Nuestro problema, según convinimos, estriba en que queremos y debemos actuar colectivamente como republicanos españoles, pero que no debemos hacerlo como un grupo excisionista ni como un partido para desempeñar las que son funciones peculiares de una organización política de este tipo. Creo que podríamos resolver tal problema si nos agrupáramos de cualquier forma para cumplir, por ejemplo, la múltiple tarea republicana siguiente: Explicación y reivindicación de la República; comunicación y solidaridad con los republicanos del interior y los residentes en otros países; información sobre la situación presente de España; publicaciones, propaganda y acción republicana en sus diversas modalidades219. La fórmula ideada por Espía sería la constitución de un ateneo con el nombre de alguna personalidad vinculada a IR o al republicanismo histórico, tal vez Azaña u, otra vez, Salmerón: Podríamos justificar su organización diciendo, en una circular a los republicanos, que al negar nosotros la adhesión al nuevo partido republicano formado en el destierro, por las razones conocidas y por creer además que no era tarea propia de la emigración la de deshacer y hacer partidos, lo hicimos con gran pesar por separarnos, aunque sólo formalmente, de tantos queridos compañeros de luchas e ideales. Abrigábamos, sin embargo, el íntimo deseo de que el nuevo partido realizase una labor eficaz que le absorviese de su error inicial. Por eso no mantuvimos nuestra organización de IR, como hubiéramos podido hacer y como no pocos correligionarios deseaban220. Esa esperanza se desvaneció —según Espía— al comprobar la labor realizada por el nuevo partido, desatendiendo buena parte de las sugerencias de los antiguos militantes de IR, razón por la cual, sin atacar, sin desmerecer a nadie, sin hacer proselitismo, deciden crear un ateneo como foro de discusión, propaganda y acción republicana. La organización sería muy sencilla, una dirección con tres miembros, presidente, secretario y tesorero, fijando su domicilio en el Centro Republicano Español. Las aportaciones económicas serían voluntarias y las reuniones quincenales, pudiendo invitarse a personalidades ajenas al grupo: «Lo que fundamentalmente nos interesa es manifestar en forma positiva nuestra preocupación española y republicana 218 219 220
Carta de IR-España a Espía, 7 de marzo de 1965, Archivo J. Just, Alboraya. Carta de Espía a J. Bernárdez, 16 de octubre de 1962, APCE. Ibíd.
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y realizar, con toda la eficacia de que seamos capaces, la labor pública y reservada que reclama nuestro amor a España y a la República que queremos servir»221. La propuesta de Espía fue aceptada por sus amigos de México y el 23 de marzo de 1963 se constituía en México el Ateneo Republicano Español. En su manifiesto fundacional vuelve a incidir en los puntos por él esbozados: no son un grupo excisionista ni oposicionista, sino simplemente unos republicanos que pretenden aunar sus voluntades al haber quedado sin organización política tras la disolución de IR y el nacimiento de ARDE: «Creemos, en este orden de ideas, que los republicanos españoles en el destierro debemos llegar a tener una organización común, una dirección única, una voz unánime, una acción coherente y conjunta. Pero creemos también que esto ha de lograrse sin perjuicio de nuestra personal fidelidad al partido a que pertenecimos y con el cual no podemos dar por concluidas nuestras obligaciones»222. Además, el manifiesto destacaba la necesidad de coordinar la estrategia del nuevo partido con los republicanos del interior, facilitando su participación en la dirección y los trabajos de la organización, «sin que esto suponga para ellos una deserción de su fidelidad al partido en que militan o una negación de su existencia latente o clandestina»223. Mientras tanto algunas cosas han sucedido en España, las huelgas en Asturias y Cataluña han subido de tono, las protestas estudiantiles se han incrementado, lo mismo que la represión franquista, destacando el hecho de que socialistas, liberales, monárquicos y miembros de ARDE, —Fernando Valera, Xavier Flores y Carlos Alonso—, se reuniesen en Munich a instancias de Salvador de Madariaga en junio de 1962. Aunque acudieron a título personal, no en representación de sus partidos, todos los presentes llegaron a un principio de acuerdo que se plasmó en un documento, en el que se hacían votos por la inmediata instauración en España de un régimen democrático, documento que fue aprobado por unanimidad por la asamblea del Movimiento Europeo. Espía fue informado pormenorizadamente de todo lo ocurrido en Munich por F. Valera y José Tarradellas224, mostrándose cauteloso respecto a sus resultados, ya que el accidentalismo de Madariaga —aseguró que le era indiferente que hubiese una monarquía o una república siempre que fuesen democráticas— no le inspiraba ninguna confianza. Otro hecho sobresaliente de estos años que llamó poderosamente la atención de Espía, fue que Viridiana representase a España en el festival de Cannes: Me aseguran que no hace mucho hubo en Valencia detención de estudiantes monárquicos a las tres de la madrugada. A algunos de los detenidos los martirizaron para hacerles declarar. Pero el régimen de España no es sólo cruel. Es también disparatado. La otra noche tuve ocasión de ver Viridiana, la película de Buñuel, y asombra pensar que esa película representó oficialmente a España —a la España católica franquista— en un festival internacional. Claro que luego se dieron cuenta de que era una pura blasfemia. Pero lo asombroso es que no lo advirtieron antes, cuando estaban rodando en el propio imperio del catolicismo... Lo que prueba que esa gente 221 222 223 224
Ibíd, Manifiesto del Ateneo Republicano Español, 23 de enero de 1963, APCE. Ibíd. Informe confidencial de la Generalitat de Cataluña a Carlos Espía, 18 de junio de 1962, APCE.
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que gobierna España no saben ser ni totalitarios. Son unos bárbaros, pero al mismo tiempo unos idiotas, unos verdaderos soplapollas225.
En 1962 viaja a Andorra para ver a su hermana María226. El viaje le sirve para comprobar casi directamente cual es el pulso real de país, sacando una conclusión muy similar a la del Max Aub de La gallina ciega, lo que, contrariamente a lo que se pudiera pensar, le hace recuperar la confianza en el papel de los desterrados, al menos en el terreno espiritual: Es, además que le han reducido a España los ámbitos de su espíritu, que la han disminuido moralmente. La España una, grande y libre del lema falangista, se ha convertido en manos de esos miserables que lo proclaman en una España dividida, pequeña y esclava. Hace pocas semanas preguntaba yo a una persona que venía de España ¿qué hay por allí?, —mucha afición al fútbol, mucha beatería y mucha moralidad. Moralidad se entiende, de puertas afuera, es decir, moralidad que consiste en que una muchacha no pueda ir por la calle con los brazos desnudos sin exponerse a la iracunda protesta de algún energúmeno de sacristía, pero que no se escandaliza de que las estrecheces de una vida pobre conduzca a esa misma muchacha a la prostitución... Si no fuera por nosotros, los desterrados, si no fuera por nuestros recuerdos y nuestras esperanzas, España habría perdido ya toda su grandeza. ¡Tremenda misión, pues, la nuestra! Conservar hecha realidad la España de nuestros sueños, deshacer la mentira de los que así han falseado a España, y restablecer en toda su grandiosa pureza la verdad de nuestra ilusión227.
Para Espía, el aislamiento y la falta de libertad habían hecho de España un país extraño, sin iniciativas, sin espíritu crítico, un país diferente a la España dinámica y vital de los años 30. La España de los 60 ha perdido todo contacto con la realidad circundante, nada que ver con aquel país despierto que en los años 30 pudo haberse igualado a los países más avanzados de Europa. El régimen franquista había logrado en poco más de veinte años que el pueblo español renunciase a dos de sus características defmitorias: el orgullo y el amor a la libertad. Lo habían transformado en un pueblo ramplón, que había hecho de la resignación y el olvido sus principales virtudes. Era una forma de supervivencia, tal vez la única, pero el exiliado, desde el otro lado de la frontera contempla una realidad con la que no se identifica, que no reconoce. Aquel pueblo que durante la República andaba a la greña con las fuerzas de seguridad, que llenaba los estadios para oír a Manuel Azaña, que se había batido con fiereza durante la guerra, era ahora un pueblo sin memoria, que aparentaba vivir feliz en un régimen que sancionaba a las mujeres que llevaban vestidos desmangados. El pueblo español se había olvidado de la libertad y, por tanto, de sus señas de identidad, correspondía a los exiliados guardar la llama verdadera de la civilización española, su dignidad y su auténtica cultura para el día en que la libertad regresase a la patria. En este sentido es donde la aportación del exilio alcanza una dimensión grandiosa. A pesar de sus disputas, de sus amarguras, de sus fracasos, los exiliados hicieron ver al mundo que había otra España diferente a la franquista, con pretensiones e 225 226 227
Carta de Espía a J. Just, 1 de octubre de 1962, APCE, Just. Epistolario Carlos Esplá-María Espía. APCE. Personal. Escritos de Espía, Sin título, ¿1962?, APCE, Escritos.
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ideales idénticos a los de los países democráticos, con una cultura peculiar y universal al mismo tiempo, llegando en su empeño hasta la promulgación de la Constitución de 1978, en la que se recogían muchos de los postulados por ellos defendidos durante cuarenta años. Aunque formalmente no fuese esa su intención, el hecho es que la aparición del Ateneo Republicano Español suponía la articulación de un movimiento disidente respecto a ARDE, más todavía si se tiene en cuenta la notoriedad de sus componentes. Tras varios requerimientos de ARDE, a principios de 1963 Espía se entrevistó con Valera y Maldonado, dirigentes de ARDE, para tratar de buscar una fórmula de compromiso que hiciese posible la integración del Ateneo en el nuevo partido, aunque las condiciones de Espía y las excusas de Maldonado diciendo una y otra vez que tenía que consultar con el partido, hicieron que las negociaciones fracasasen228. Maldonado, en opinión de Espía, era una persona ambiciosa que sólo pretendía dilatar las negociaciones hasta que fuese reelegido presidente de ARDE, una vez reelegido en el congreso de julio, se olvidaría de la cuestión, pues no estaba dispuesto a admitir a personas que defendiesen un criterio opuesto al oficial del partido, que era el suyo229. Por ello Espía tratará de convencer a Julio Just, que tampoco ha entrado en ARDE, para que apoye su estrategia y le ayuda a defender, en caso de que el proceso negociador llegase a buen término, una postura de intransigencia republicana dentro de ARDE. Sin embargo, además de estas razones, entre Espía y Maldonado había otras diferencias de fondo. Maldonado representaba una nueva generación de republicanos que ambicionaba hacerse con el control de las instituciones, sucediendo a las grandes personalidades que las habían regido hasta entonces. Aunque aparentemente mantenían una línea continuista e identificada con el legitimismo intransigente, iniciaron una política de aproximación a fuerzas políticas no republicanas, como lo demuestra su apoyo a la UFD, a pesar de que no tuviese representantes republicanos, y la presencia de F. Valera en los coloquios de Munich, hechos que condicionaron el distanciamiento de Julio Just del partido. Espía se negó a que su grupo se integrase en ARDE porque exigían la disolución de IR, pero además la negativa respondía a su deseo de desbancar de su cúpula directiva a personas como Macrino Suárez, Mariano Joven o el mismo Maldonado, todos legitimistas y promotores de una política ambigua que llevaría al republicanismo a su total desaparición. De ahí que pidiese el traslado de la ejecutiva de ARDE a México, su renovación y la coordinación con los republicanos del interior, entre los que Espía contaba con mayores simpatías. Las negociaciones para la integración del Ateneo en ARDE estaban totalmente estancadas cuando Sánchez Albornoz, presidente del Gobierno y de ARDE tras el Congreso de julio de 1963, decidió llevarlas personalmente, hecho que fue acompañado por la designación de Francisco Giral como presidente de la agrupación mexicana de ARDE, y el consiguiente desplazamiento de Mariano Joven, seguidor de Maldonado, de la dirección de la agrupación. A principios de 1964, Albornoz y Espía, que pasaba la mayor parte del año entre París y Ginebra, llegaron a un principio de acuerdo para la integración del Ateneo en ARDE: Albornoz aceptaba hacer público 228 229
Carta de Espía a Just, 23 de marzo de 1963, APCE, Just. Carta de Espía a Just, 9 de julio de 1963, APCE, Just.
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un manifiesto de ARDE, en el que se reconociese la fidelidad de los antiguos militantes de IR-México y de IR-España a sus antiguas organizaciones, comprometiéndose Espía al ingreso de todos ellos en el nuevo partido. Además, Sánchez Albornoz ofrecía a Espía y a Julio Just sendas vicepresidencias del partido como garantía de la futura reorganización del mismo230, aunque todo quedaba pendiente de aprobación por la ejecutiva del partido, especialmente por parte de J. Maldonado y M. Suárez231. Inmediatamente, Espía comunicó el resultado de sus conversaciones a sus amigos de México, rogando a Álvarez Ugena que hiciese todo lo posible por convencer a Gordón Ordás, separado del partido por los mismos motivos que Julio Just, para que aceptase reingresar en el mismo si ellos lo hacían. Por su parte, la agrupación de ARDE de México aceptó plenamente el acuerdo, aprobando la incorporación de los miembros del Ateneo Republicano, que podrían mantener la fidelidad a IR, aunque con la rotunda oposición de Mariano Joven. Después de la reunión de Munich, Maldonado, Joven, Valera y Suárez, habían decidido prescindir totalmente de los antiguos partidos republicanos, tanto del interior como del exterior, volcando sus esfuerzos hacia la Unión de Fuerzas Democráticas, en la que, como se ha dicho, no había representación republicana. Aunque Espía estaba totalmente de acuerdo con el manifiesto que la UFD hizo público en Madrid el 27 de junio de 1961, pues básicamente reproducía lo recomendado por la Nota tripartita y por la fórmula Prieto, no aceptaba de ninguna manera que los republicanos quedasen al margen. De ahí que insistiese una y otra vez en la necesidad de contar con los militantes del interior para cualquier decisión y en su participación activa como representantes de ARDE, si se producía la unión, en la UFD252. Los dirigentes de ARDE habían llevado al republicanismo a su mínima expresión, siendo precisa una acción conjunta de todos para impedir su desaparición: El problema que se nos presenta es salvar al Partido Republicano del desprestigio, la inactividad y casi inexistencia en que se encuentra y hacer una política auténticamente republicana de acuerdo con los de España... En esa misma situación están mis amigos de México. En su última carta, para hablar de la necesidad y la urgencia de nuestro regreso me dicen: el movimiento republicano está en tal forma minimizado que aun aquí, donde existe una agrupación de ARDE con tantos afiliados como los socialistas, todos nos consideran como algo a extinguir. Nosotros hemos señalado los errores que se están cometiendo y anunciamos lo que iba a suceder, pero somos republicanos y el fracaso del republicanismo nos afecta a todos. Como comprenderás yo no voy a abandonar a estos amigos, ni a los de España...233
Así las cosas, el acuerdo entre Espía y Albornoz iba a encontrar la férrea oposición de Maldonado, a quien tratarían de persuadir Just y el propio Sánchez Albornoz, sin resultado alguno: «Nos entrevistamos durante tres horas Maldonado, Albornoz y yo, y después de la misma la posición de Maldonado se ha hecho más rígida»234. 230 231 232 233 234
Carta de Espía a Albornoz, 2 de abril de 1964, AJJ, Alboraya. Nota de ARDE redactada por Sánchez Albornoz, 9 de marzo de 1964, APCE, Sánchez Albornoz. Carta de Espía a F. Giral, 1964, APCE. Carta de Espía a J. Just, 18 de abril de 1964, APCE, Just. Just a Espía, Notas de Espía, 15 de abril de 1964, APCE, Notas.
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Las conversaciones continuarían en los meses siguientes. Entre tanto, en México también había novedades destacables: F. Giral se mostraba indignado con la actitud de Maldonado, asegurando que no iba a consentir que le salieran ahora con cuestiones de competencias y obstáculos a una unión que ellos ya habían realizado235. Por su parte, J. Bernárdez, en nombre del Ateneo, escribía a Espía para sugerirle que modificase su criterio respecto al traslado de la ejecutiva de ARDE a México: «Habiendo decidido usted quedarse en París, el núcleo director debe estar ahí. No es que piense en cargar sobre sus hombros todo el peso del partido, pero sí estoy convencido —aunque esto hiera su modestia personal— que la única persona de jerarquía política de primera fila que nos queda es usted y que es usted también quien mejor puede orientar políticamente al movimiento republicano»236. En junio de 1964, Maldonado, consciente de que la agrupación de México de ARDE, sumada al Ateneo Republicano y a IR de España podía tener mayoría en el partido, comunica a Espía que la incorporación del Ateneo habría de posponerse hasta que se reuniese el Consejo Delegado del partido, lo que provocó una enorme irritación entre los seguidores de Espía, partidarios ahora de romper las negociaciones237. A principios de 1965, Sánchez Albornoz, que no había podido convencer a la ejecutiva de ARDE, hacía saber a Espía que el Consejo del partido no había aceptado su propuesta de integración y sí otra mucho más acorde con los postulados defendidos por Maldonado238. Maldonado había retocado la declaración redactada por Albornoz eliminando cualquier alusión a la fidelidad de los militantes de IR a su antiguo partido, quedando el resto de manifiesto vacío de contenido para el grupo de Espía, quien seguidamente haría patente su malestar a Albornoz: Es ciertamente lamentable que a estas alturas, aún estemos usted y yo, —y sobre todo usted que a tantas cosas importantes tiene que atender— hablando de estas cuestiones puramente formales de la unión de los republicanos, en vez de estar entregados todos unidos, a una acción política común, más eficaz y directa, en pro de la república... Lo que yo tengo entendido es que la fórmula de IR fue aceptada por unanimidad por la agrupación de México de ARDE, la más numerosa. Una vez aprobada, su presidente nos comunicó que aceptáramos unas sugerencias de Maldonado que desvirtuaban por completo la propuesta nuestra, incluso la suya, no pudiendo aceptar en nombre de IR del interior esas modificaciones...239
Espía seguía pensando que la actitud de Maldonado y del resto de la ejecutiva de ARDE estaba llevando al republicanismo a la más completa insignificancia: Es indudable que un partido puede perder crédito y vitalidad. Pero no ciertamente por hacer una declaración muy discreta y razonable como la que nosotros proponíamos, sino por otras causas, entre ellas, pongamos por ejemplo, las siguientes: por reunir, a poco de creado, menos agrupaciones y menos afiliados que antes de la 235 236 237 238 239
Carta de J. Bernárdez a Espía, 18 de junio de 1964, APCE. Ibíd. Carta de Poza Juncal a Espía, 16 de junio de 1964, APCE, Notas. Carta de S. Albornoz a Espía, 25 de enero de 1965, APCE, Sánchez Albornoz. Espía a S. Albornoz, 20 de febrero de 1965, APCE, Sánchez Albornoz.
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unión tenía en el destierro uno solo de los partidos que lo debían integrar; por no haber podido tener comunicación y acuerdo constante con los elementos republicanos activos en España; por no poder estar representado por republicanos conocidos en los comités de la UFD en el interior; por tolerar que nuestros más próximos aliados, nos valoren hoy como colaboradores secundarios, como se quejaba el vicepresidente de ARDE Maldonado. También puede perder crédito un partido por ofrecer una desmayada experiencia de inactividad e ineficacia, cuantió tanta labor republicana están esperando de nosotros los republicanos del interior240.
Por su parte, Sánchez Albornoz calificó a Espía de intransigente, reprochándole su creencia de que ARDE fuese sólo un partido para el exilio, cuando había nacido con vocación de ser el único partido republicano de la futura España democrática. Días después, Albornoz pedía a Espía que olvidasen sus diferencias y le ayudase a contactar con los republicanos del interior241, consciente de que éstos estaban muy irritados con ARDE y exigían la presencia de Espía para cualquier nuevo proceso negociador242. Espía aceptó colaborar con Albornoz a título personal, organizando un encuentro con los republicanos de España que tendría lugar entre los días 20 de junio y 10 de julio. Espía siente de nuevo el peso del fracaso sobre sus espaldas. Conoce la debilidad del republicanismo, que achaca en buena parte a la estrategia seguida por los sucesivos Gobiernos republicanos; también sabe que en España se está gestando una nueva oposición interna en la que los partidos republicanos pintan muy poco, incluso que el Partido Socialista del exterior está cada día más enfrentado al del interior: «Parece ser que se agrava la división de los socialistas del destierro con los del interior. Los amigos de las Confederadas de Nueva York me dicen confidencialmente que ellos apoyan decididamente la Alianza Sindical Obrera del interior, y también, aunque menos resueltamente, a la FUDE y a la Unión Socialista de Tierno Galván. Tenlo esto también reservado»243. Conoce también lo ocurrido en Munich y los proyectos para que una monarquía constitucional sustituya al régimen franquista. Ante todo esto, se sorprende de la actitud ambigua de ARDE, de que siga jugando a gigantes sin enterarse de nada de lo que pasa a su alrededor, y por ello quiere, a toda costa, que los republicanos estén en todos los foros en que se hable del futuro de España, defendiendo lo que es su razón de ser: la República: Creemos, pues, que coordinar la acción de la emigración con la nueva oposición del interior será, sin duda, cosa hacedera, si el empeño común se pone, no en buscar fórmulas equívocas, que puedan significar el reconocimiento de la presunta liberalización del régimen franquista o el asentimiento más o menos resignado de la restauración monárquica, como continuación de ese régimen de tiranía sino en derribar ese régimen y luchar por la libertad, por la justicia, por la democracia en España. Y para nosotros, luchar por todo eso es simplemente luchar por la República...244 240 241 242 243 244
Carta de Espía a S. Albornoz, 5 de marzo de 1965, AJJ, Alboraya. Carta de S. Albornoz a Espía, 9 de marzo de 1965. AJJ, Alboraya. Carta de [R de Madrid a Espía, 7 de marzo de 1965, AJJ, Alboraya. Carta de Espía a Just, 15 de agosto de 1964, AJJ, Alboraya. Artículo de Espía en España Libre, Nueva York, 7 de mayo de 1965, APCE.
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Pero para eso era necesario que los republicanos saliesen de su quietud, de su inmovilismo y recuperasen la fe en sí mismos y en el pueblo español, disponiéndose a luchar duramente por la defensa de sus ideas, aunque sabiendo que la última palabra la tenía el pueblo: «La libertad y la democracia, es poner simplemente los destinos de España en manos de un pueblo adulto. Y un pueblo adulto como el español no dará ningún salto en el vacío. Lo que hará es votar por la República»245. El 18 de mayo de 1965, los exiliados españoles en México se reunieron para homenajear a Carlos Espía, que marchaba definitivamente a París. El acto, organizado por todas las organizaciones adheridas al Centro Republicano Español, el Partido Socialista, la UGT y las Sociedades Hispánicas Confederadas de Nueva York, fue uno de los más emotivos de esta última etapa de la historia del exilio mexicano. Arropado por todos los amigos que todavía seguían vivos, Espía pronunció un discurso en el que todavía latían destellos de vitalidad. Aludió a la igualdad de los desterrados de dentro y de fuera de España, porque los ideales de unos y otros eran los mismos: la restauración de la justicia y la libertad en España: «Queremos la liquidación de la Guerra Civil, pero decimos que esa liquidación sólo será posible bajo el imperio de la ley, con serena justicia, para que nadie intente tomársela por su mano. Liquidación que podrá hacerse bajo el mandato de lo justo y de lo cierto, después de restablecer la verdad histórica sobre la guerra y sus horribles episodios»246. Al mes siguiente marchó definitivamente a Europa, alternando sus estancias en París, donde fijó su residencia, con otras en Ginebra, ciudad en la seguía trabajando para las Naciones Unidas mediante contratos temporales. Había dado por rotas las negociaciones con ARDE y planeaba dedicarse plenamente a conseguir que los republicanos del interior tuviesen un papel digno entre las fuerzas de oposición a la dictadura, incluso aceptando como mal menor una solución monárquica transitoria si así se decidía mayoritariamente247. El 4 de junio escribió a J. Just desde Ginebra disculpándose por su tardanza en responderle, cosa que achacaba al mucho trabajo que tenía y a una «temporada de insomnios que me tiene molido»248; diecinueve días después volvió a escribirle, lamentándose de nuevo de su falta de sueño. Ante lo grave de su estado, el 5 de agosto, su hermana María, la persona que más había querido a lo largo de su vida, se desplazó a Ginebra para prestarle las atenciones que urgentemente necesitaba. La fortuna tampoco estuvo de su lado en esta ocasión y María murió a los seis días de su llegada a Ginebra, hecho que agravó considerablemente su enfermedad, provocándole un estado de envejecimiento y de desánimo existencial249. 245 246
Ibíd.
Discurso pronunciado por Espía con motivo del homenaje que le rindieron sus compañeros de exilio, 18 de mayo de 1965, APCE. 247 Testimonio oral de María Teresa Navarro Espía, su sobrina, quien pasaba largas temporadas con él en Ginebra. Según Navarro Espía, incluso llegó a tener algunos contactos con políticos del círculo de Juan de Borbón y del Partido Comunista (Entrevista mantenida el Ide marzo de 2001). Esta postura que parece contradictoria con lo dicho anteriormente, no lo es porque Espía estaba convencido del republicanismo del pueblo español. 248 Carta de Espía a Just, 4 de junio de 1965, AJJ, Alboraya. 249 Testimonio oral de Pepita y M.a Teresa Navarro Espía, hijas de María Espía y sobrinas de Carlos Espía. Entrevista celebrada el 1 de marzo de 2001.
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A partir de aquí se abre un largo período en el que deja de escribir, en el que nadie sabe nada de él. Just, preocupado, escribe a su secretaria en Ginebra, Amparo Alvajar, demandándole noticias suyas: «Estoy profundamente preocupado por D. Carlos, no se nada de él, le escribí una carta diciéndole que en su situación lo mejor era volver a México, donde tiene su casa y donde vive su cuñada, que se ocupará de él con toda solicitud. Vi a Álvarez del Vayo, me dijo que le había visto y que estaba muy mal, que pensaba llevárselo a Estados Unidos para que lo viera un especialista. Calcule usted, con lo que yo le quiero, el efecto que esto me produjo»250. El último fracaso, o sea el fracaso de toda una vida, de toda una época, le había sumido en una profunda depresión de la que, salvo en cortos espacios de tiempo, no volvería a salir. Fue internado en la clínica del Bel-Air de Ginebra y atendido por el doctor Ajuriaguerra. En cuanto pudo valerse por sí mismo marchó a México, instalándose, ayudado por una asistenta doméstica, en una pequeña casa que había comprado el mismo año en que murió su mujer. Su cuñada Pilar Farga y un sobrino tejieron a su alrededor una tupida tela de araña que llegó a cortar casi todas sus relaciones con el mundo exterior251. Pasaba días y días sin ir a ningún sitio, envuelto entre periódicos y papeles de su archivo. Apenas salía a la calle, apenas hablaba con nadie, pasaba el tiempo pensando en sus recuerdos, en su familia, en sus derrotas, en el tremendo dolor que le causaba España. Una de sus últimas salidas tuvo lugar en 1969: Guillermina Medrano, solía viajar a México con grupos de alumnos norteamericanos. Ese año, como muchos otros, decidió visitar a Carlos Espía para invitarle a comer. Espía se negó, pero ante la insistencia de Guillermina decidió ser él quien invitara y ambos almorzaron en un conocido restaurante mexicano. Espía —cuenta Guillermina Medrano— habló mucho, sobre todo de cuestiones personales, pero durante toda la conversación evitó cualquier tema político252. En los meses siguientes la tristeza siguió ganándole terreno, continuó encerrado entre sus papeles, en sus escritos, en su mundo interior destrozado, hasta que a las siete de la mañana del día 6 de julio de 1971, debido a una oclusión intestinal, se cerró la última página de su libro, un libro que podía tener como epílogo esta reflexión de Julio Just: «Ha perdido unp la juventud fuera de España, viviendo a trancas y barrancas, siempre con carácter provisional, es decir, siempre esperando volver a la patria, lo que hace que en definitiva nuestra vida se haya frustrado después de haber parecido que iba a ser alguna cosa»253. Después de haber luchado toda su vida por el progreso de su país, de haber ocupado cargos de la máxima responsabilidad y manejado cantidades ingentes de dinero sin fiscalización de nadie, murió —en palabras de Guillermina Medrano— del mismo mal que Azaña, de dolor por su país, dejando a sus herederos una casita que había comprado con el dinero que obtuvo como funcionario de las Naciones Unidas y su 250
Carta de J. Just a Amparo Alvajar, 22 de septiembre de 1965, AJJ, Alboraya. La última carta que se conserva de Carlos Espía es una dirigida a su sobrina Pepita Navarro Espía y que está fechada en mayo de 1966 y en la que dice ir mejorando lentamente. Espía, que llegó a recuperarse durante largos períodos, siguió escribiendo a sus sobrinas y a sus amigos, ninguna carta de él llegó a nadie, ninguna carta de nadie llegó a él. Carta conservada por Pepita Navarro Espía, entrevista de 1 de marzo de 2001. 252 Testimonio oral de Guillermina Medrano de Supervía, 1 de febrero del 2000. 253 Carta de J. Just a Gabriel Franco, 6 de mayo de 1964, AJJ, Alboraya. 251
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archivo personal: un montón de cartas, libros y documentos. A sus familiares de España también les dejó un triste legado: estar siempre marcados y perseguidos por la policía franquista por el sólo hecho de ser su familia254. Los restos de Espía descansan en el Panteón Español de México, cerca de los de Indalecio Prieto, Alvaro Pascual, José Alonso Mallol y otros muchos exiliados españoles, constituyendo una cuenta más del rosario de españoles que llenan los cementerios de Francia y América. Tal vez, España goce del poco halagador privilegio de ser el país de Europa occidental con más hijos enterrados a la fuerza fuera de sus fronteras.
254 Testimonio oral de Guillermina Medrano, 1 de febrero del 2000 y testimonio oral de Pepita y M.a Teresa Navarro Espía. María Espía y sus hijos Pepita, María Teresa y Carlos partieron hacia Oran en los últimos días de la guerra ante el temor de que alguno de ellos fuese fusilado por Franco. Su marido Serafín Navarro, persona que no compartía las ideas de Espía, fue trasladado forzosamente a Irún. La policía franquista vigiló durante muchos años los pasos de todos los miembros de la familia, llegando al extremo de acompañarles cuando iban al cine, por ejemplo, a ver Ben-Hur. En la correspondencia mantenida entre Carlos, su hermana y sus sobrinos, jamás figuró el apellido Espía, sin embargo, la correspondencia que recibían de él solía llegarles abierta y censurada. Durante muchos años el apellido Espía fue una tremenda losa en la vida de estas personas, que a las consabidas dificultades de la posguerra, tuvieron que añadir el temor por sus vidas.
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CAPÍTULO VII A modo de epílogo Carlos Espía nace en un momento turbulento de la historia de España: muere el imperio colonial, aparecen los nacionalismos periféricos y se desarrolla un incipiente movimiento obrero en las ciudades más industrializadas del país. El régimen de la Restauración permanece estable, apenas hay fuerzas que le estorben, aunque ya se atisban peligros en el horizonte más cercano. La guerra de África, la Ley de Jurisdicciones, la Semana Trágica, el fusilamiento de Ferrer, la Gran Guerra y la huelga general de 1917 van a marcar la decadencia de un régimen y la inmersión en los asuntos públicos de una generación de españoles, que no puede permanecer callada ante hechos que la alejan cada vez más del ideal liberal europeo, ideal fraguado en las cocinas de la Institución Libre de Enseñanza y la Junta de Ampliación de Estudios, y al que dan forma, entre otros, José Otega y Gasset, con la Liga para la Educación Política, la revista España y el diario El Sol; el manifiesto antigermanófilo, firmado por las personalidades más destacadas de la cultura española del momento, y la Conjunción republicano-socialista, primera alianza firme de las fuerzas opuestas a la monarquía en el siglo xx. Esta generación, que ha estudiado, que ha leído, que ha viajado por Europa como ninguna otra, se ve abocada a participar en la cosa pública porque la vieja política les ahoga y amenaza con estrangular a todo el país. Muchos de ellos son eminentes filósofos, abogados de prestigio, catedráticos de mérito, médicos, científicos, músicos, periodistas. Unos se muestran más proclives al compromiso político, otros menos, pero todos, o casi todos, dispuestos a acudir presurosos a la llamada de la patria amenazada de nuevo por el oscurantismo y el despotismo. Dispuestos, las más de las veces, a sacrificar su vida profesional, su privacidad, por el progreso de su país. Algunos de estos hombres, hijos en su mayoría de la exigua pequeña burguesía hispana, apenas si tenían vocación política, acudieron a ella —en palabras de Ortega— porque los representantes de la vieja política, los políticos profesionales de la monarquía, habían declinado sus obligaciones, sometiéndose a las arbitrariedades de la Corona y los poderes tradicionales del país. Otros sí la tenían y eran conscientes del papel que
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les había tocado desempeñar en momento tan grave de la historia de España, aprestándose a poner toda la carne en el asador para que, de una vez por todas, el país saliese del estado de postración en que se encontraba. Representantes de esta generación, la de la nueva política, estaban repartidos por todo el país. En mayor o menor medida en casi todas las provincias había un núcleo de personas que seguían los artículos de Ortega, las prédicas de Eugenio Noel, los editoriales de Roberto Castrovido o Alfredo Vicenti; que sabían de la Escuela Moderna de Ferrer, de la Institución Libre de Enseñanza, del republicanismo catalán, de las invectivas de Blasco Ibáñez; que se acercaban a las logias masónicas o a las sociedades espiritistas y librepensadoras. Eran grupos pequeños, pero muy activos. En Alicante esta generación la formaban Carlos Espía y sus amigos: Alvaro Pascual Leone, José Alonso Mallol, los hermanos Botella —Juan, Alvaro y Fermín—, Armando Farga, Rafael Selfa, Lorenzo Carbonell, José Irles, Roberto Dorado y Rodolfo Llopis. Herederos del viejo republicanismo alicantino, alimentado en el fuego de los hogares de la pequeña burguesía alicantina, nacieron a la vida política con las llamas de la Semana Trágica. Luego, en 1912, agrupados en torno al diario El Luchador, recibieron las enseñanzas del doctor Rico y el poeta Selles, el uno republicano y materialista, el otro republicano y espiritista. Leyeron las hazañas de Garibaldi, a Reclús, a Victor Hugo, a Renán, a Zola, a Dicenta, a Galdós, a Pi y Margal!, a Unamuno, a Ortega y a los periodistas de los principales rotativos liberales y republicanos. Desde bien pronto —en 1909 Carlos Espía tiene catorce años— se meten de lleno en las luchas políticas contra la monarquía, convencidos de que su fin está próximo. Escriben furibundos artículos contra los hombres del régimen, contra la Iglesia, contra la plutocracia. Organizan mítines, algaradas, manifestaciones, pero siempre de un modo impetuoso y desordenado. Poco a poco se irán relacionando con republicanos valencianos, catalanes y madrileños. Sus acciones son más contundentes y también la respuesta del régimen: multas, cárcel, destierro, exilio. La dictadura es un grave contratiempo, pero la juzgan un paréntesis temporal, seguros de que la caída de la monarquía es cuestión de tiempo. El grupo se dispersa, Carlos Espía se marcha a París con Blasco Ibáñez, Unamuno, E. Ortega y Gasset, I. Prieto, M. Domingo, A. Hurtado y Sánchez Guerra, dispuesto a hacer todo lo posible para acelerar su fin. Luego, la República, Azaña, la realización de un sueño: y el fracaso. Carlos Espía y su generación estaban convencidos de que España, la sociedad española de 1920 se había desarrollado mucho más que el régimen y que, por tanto, éste limitaba drásticamente las posibilidades de progreso de la nación. Para Espía no eran compatibles monarquía y libertad, monarquía y progreso, monarquía y justicia. Se hacía preciso cambiar de régimen para modificar el marco jurídico en que se movían los españoles, instaurando una democracia reformista, similar a la francesa de la Tercera República, que acabase con las estructuras residuales del antiguo régimen, diese a los españoles la categoría de ciudadanos y fomentase la justicia social. A lo largo de los años, los hombres de la generación de Espía, el propio Espía, habían tomado conciencia de que era a ellos a quienes correspondía encabezar la lucha contra la monarquía y, posteriormente, la realización del programa reformista republicano, proyecto para el que creían contar con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo español, harto de años de miseria y de injusticia. Pero sus premisas eran erróneas: ni eran tantos los
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españoles dispuestos a apoyar disciplinadamente su programa de reformas, ni tan raquíticos los apoyos del antiguo régimen. La ilusión republicana se va desvaneciendo como un sueño al contacto con la realidad. Desde el primer momento el enemigo enseña los dientes y advierte que no está dispuesto a dejar la presa de cualquier modo. La España del ayer, mucho más fuerte de lo que habían calculado, no va a ceder un ápice en la conservación de sus privilegios ni va a consentir que se modifique el orden de valores, consustanciales a la propia existencia de España, que tanto les ha costado mantener, a no ser que esto se hiciera por la fuerza. Pero, la fuerza, ¿con quién está la fuerza? No con ellos. Los altos mandos del Ejército y la oligarquía económica no muestran especial simpatía hacia los nuevos rectores del Estado. Tampoco los sindicatos, sobre todo la CNT, se entusiasman demasiado con el ritmo lento de las reformas, muchas veces ni con las reformas mismas. Al Gobierno queda la Gaceta y poco más. El ideal republicano se hace añicos al chocar de bruces con la dura realidad española. Ni Espía, ni ninguno de los hombres que protagonizaron aquellos años de ilusión española, supieron hacer una radiografía justa de la España de 1930. Era cierto que la nueva España, a la que ellos pertenecían, no podía desarrollarse en el marco de la monarquía alfonsina, también que la mayoría del país ansiaba un cambio, cambio que muchos esperaban como algo milagroso, pero erraron al calcular qué y quién había detrás del régimen caído, erraron al valorar su tozudez e intransigencia extrema. También al no reaccionar a tiempo al constatarlo por los hechos. La historia no se equivoca y raramente se produce un cambio de régimen, que lleve consigo transformaciones de las estructuras de poder —económicas, políticas y sociales—, porque unos cuantos miles de personas se manifiesten en diversos puntos de un país. El 14 de abril, como luego diría Carlos Espía, arrinconó a las fuerzas del antiguo régimen, pero no las derrotó, permanecieron agazapadas, acechando hasta que vieron llegada su ocasión. El proceso revolucionario iniciado en 1929 con la intentona de Sánchez Guerra y Espía, que puso en evidencia la soledad del dictador y del monarca y coincidió en el tiempo con el inicio de las algaradas estudiantiles, quedó inconcluso en 1931. Las reformas republicanas excitaron la voracidad del león dormido, al tiempo que decepcionaron a una parte sustancial de las clases trabajadoras, imbuidas de lleno en el mesianismo de la otra revolución, la revolución social. Además, el empeño de Azaña, de Espía y otros para ligar al Partido Socialista al proyecto reformista republicano, que había funcionado parcialmente durante el primer bienio, terminó por fracasar en 1936, poniendo de relieve la debilidad del republicanismo burgués. Y es que, en 1931 no se daban las condiciones objetivas para que triunfase la propuesta reformista de la pequeña burguesía republicana. España era un país atrasado con un porcentaje altísimo de población en el sector primario, en su mayor parte analfabeta, con una burguesía incipiente pero débil cuantitativamente y con un movimiento obrero fragmentado geográfica e ideológicamente. Por el contrario, las fuerzas reaccionarias tenían objetivos e intereses comunes, y disponían de buena parte de los resortes del poder real: mandos del ejército (poder cohercitivo), medios de comunicación (poder de socialización) y dinero (poder económico). La generación de Espía lo había invertido todo, ilusiones, juventud, ambiciones personales, en el sueño republicano. Su fracaso, sería el fracaso de todos ellos, el fracaso de España. Sin embargo, esto no se le puede atribuir a ellos, que hicieron lo po-
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sible por llevar a cabo un ideal de progreso y modernización, tarea para la que, en otras circunstancias históricas, estaban sobradamente preparados, sino todo lo contrario, lo sufrieron en sus carnes hasta el final de sus días. Ellos tuvieron, ante todo, un error de apreciación, tal vez falta de capacidad de reacción ante los hechos que se iban sucediendo, desconcierto, inexperiencia, pero nada más. Ninguna de las reformas emprendidas por los Gobiernos republicanos del primer bienio, ninguno de los desórdenes o conflictos acaecidos, ni individual ni globalmente considerados, eran, en 1936, motivo suficiente para un desastre de la envergadura del iniciado el 17 de julio por los generales africanistas, mucho menos si tenemos en cuenta la lentitud de los cambios y los esfuerzos, muchas veces torpes, de los sucesivos Gobiernos republicanos por mantener el orden. La España tradicional no temía a la revolución, de una manera o de otra los conatos revolucionarios, de mayor o menor entidad, habían sido controlados. Temía la pérdida del poder real, de los privilegios, temía el fin de la España patrimonial que ellos mismos habían construido. La coyuntura internacional, con la crisis económica y el ascenso del totalitarismo en Europa, no hizo sino facilitarles las cosas. Es decir, el contexto político, social y económico de aquellos años, tanto nacional como internacionalmente considerado, no era el más propicio para el triunfo de un programa reformista que, de alguna manera, afectaba al núcleo del poder real del país. Espía era un republicano convencido. Lo era por educación, también por convicción. La república representaba para él un ideal de justicia, libertad, solidaridad y progreso. La república democrática y reformista llevaría la cultura y la educación a todos los rincones de España, a todas las clases sociales, a todos los individuos. Una educación igual para todos que potenciaría las aptitudes de cada persona y las haría más libres, redundando en una España más moderna, más libre, más justa y más respetada por todos. La república sería un régimen de justicia social, y en consecuencia el reformismo republicano que él defendía, actuaría como colchón de amortiguación de la lucha de clases, interponiéndose entre el proletariado y los dueños de los medios de producción. La reforma agraria, la construcción de infraestnicturas, la eliminación de los privilegios, la creación y desarrollo de sistemas de protección social, la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, haría que el espectro revolucionario desapareciera de la faz de España. Para esa tarea era imprescindible la instauración de la República y la colaboración del Partido Socialista. Aunque Espía reconoce a la monarquía inglesa como la primera democracia europea, en su pensamiento no alberga la más mínima esperanza de que la monarquía española pudiese tolerar un régimen democrático parecido al inglés. Para el caso español, monarquía y democracia progresiva eran conceptos antitéticos e incompatibles, porque los compromisos, las ataduras e intereses que aquélla encarnaba eran de tal envergadura que nunca permitirían que evolucionase. Ni las formas de gobierno eran insustanciales, como había dicho Melquíades Álvarez, ni cabían fórmulas transaccionales como la defendida por Santiago Alba: la monarquía española era esencialmente reaccionaria y sólo un régimen nuevo como el republicano podría romper con ese lastre y crear las condiciones necesarias para poner a España al nivel de los países más desarrollados del continente. Pero ser republicano no consistía solamente en compartir un ideal de progreso y libertad. Para Espía ser republicano era una actitud ética ante la vida que abarcaba to-
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dos los ámbitos de la misma, públicos y privados. En este sentido, la moral republicana adquiere unos rasgos casi religiosos: el buen republicano debe predicar con el ejemplo, debe ser una persona austera, disciplinada, modesta y trabajadora, que anteponga sus ideales a sus intereses personales. Pero al mismo tiempo debe prepararse y aprovechar todas las oportunidades de aprender que se le presenten, por él mismo y, sobre todo, para servir mejor al ideal que defiende. El buen republicano no puede caer en el desaliento ni dar nunca la batalla por perdida, ha de seguir siempre en la brecha procurando difundir y realizar su ideario. Esta concepción ética del republicanismo la heredó Espía de sus abuelos y de sus padres, se forjó en la adolescencia con las enseñanzas de Rico y Selles —santos laicos alicantinos—, por las lecturas de Renán o Zola y el ambiente de El Luchador, cristalizando en sus años de juventud y madurez junto a Castrovido, el Blasco Ibáñez de los últimos años, Amadeo Hurtado, Miguel de Unamuno, Manuel Azaña e Indalecio Prieto. Si algo podemos destacar del itinerario vital de Espía es ese compromiso ético llevado hasta sus últimas consecuencias, sacrificando, a lo largo de toda su vida, sus intereses personales, su vida privada por sus creencias, lo mismo en los períodos de lucha, que en los de triunfo o derrota. De joven, sus escritos y su actividad le llevan al destierro, alejándole de su familia, sus amigos, su ciudad. Optimista y vital por naturaleza, se adapta rápidamente a su nueva situación, continuando en la capital del Turia las luchas comenzadas en Alicante. En París alcanza gran prestigio profesional, pero eso no le hace olvidar su compromiso, sino que lo pone a su servicio, convirtiéndose en uno de los principales animadores de las conspiraciones contra la dictadura. Instaurada la República en España, parte de la misión está cumplida. Al hombre de acción no gustan los despachos y quiere volver a París para seguir siendo periodista. Sin embargo, requerimientos insistentes del Gobierno Provisional le van a llevar, apelando a su sentido de la disciplina y del compromiso, a su ética republicana, a ocupar cargos de la máxima responsabilidad. Rechaza los puestos de primera fila por un pudor extremo, pero acepta cualquier otro que le encomiende el Gobierno republicano, por duro y difícil que éste sea. Ata su vida a la de Azaña, que es el espíritu de la República tal como él la entiende. Le sigue, le sirve, pero llegado el momento se enfrenta a su decisión de optar a la Presidencia de la República: ésta quedaría sin alma. Llega la guerra y ellos no son belicistas, no han venido —en palabras de Azaña— a presidir una guerra entre hermanos, pero saben en qué lado están y quién es el enemigo a batir. En el lado republicano juegan a la carta más difícil: la del respeto a la Constitución, a las instituciones y a la legalidad democrática. Luego el exilio, que prolonga su cruel sombra hasta el último día de su existencia. De nuevo resurge, se hace un lugar en el mundo allá en la Argentina. Vuelve a ser periodista, trabaja para Noticias Gráficas y para la agencia Reuter. Un día le escribe Giral, otro Prieto: es preciso que lo deje todo y se desplace a México para ayudarles a administrar los fondos del «Vita». Durante unas horas duda, pero enseguida, a vuelta de correo casi, responde afirmativamente. De nuevo abandona una situación prometedora para enfangarse en un asunto en el que, de cualquier modo, iba a salir mal parado. Cuando el Gobierno mexicano se incauta de los bienes de la JARE, queda al descubierto, sin ingresos. Escribe algún artículo, traduce a destajo a los clásicos franceses, malvive. En 1945 se forma el Gobierno republicano en el exilio y Ávila Camacho le entrega los fondos todavía en su poder. Gi-
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ral le quiere a su lado. A pesar de su situación económica renuncia a ocupar cualquier puesto en los sucesivos Gobiernos: considera que la restauración de las instituciones en ese momento es un tremendo error para la República. Los ideales quedan por encima de los intereses materiales y cuando llega 1971, después de haber ocupado cargos de la más alta responsabilidad y de haber manejado directamente cantidades ingentes de dinero, muere de tristeza vital dejando a sus herederos una pequeña casa en la ciudad de México, pagada con el dinero que obtuvo como funcionario de Naciones Unidas, y su archivo personal: cartas, libros y documentos. De lo afirmado en este trabajo se deduce que Carlos Hispía fue una personalidad relevante de la reciente historia de España, bastante más de lo que intuíamos al comenzarlo. Representa como pocos el modelo de republicano de los años 30, heredero del regeneracionismo, pero con una enorme vocación política y una tremenda fe en el futuro del país; como Lloyd George o los hombres de la Tercera República francesa, es un liberal, pero un liberal del nuevo siglo que confía en el Estado como instrumento para corregir las desigualdades y fomentar la justicia social, y un demócrata: tal vez su generación fuese la primera de la historia de España en entender la democracia parlamentaria como el único régimen justo para el gobierno de los pueblos y, desde luego, la primera en concebirla de un modo similar al actual, al modelo que auspició el Estado del bienestar en los países de Europa occidental. Por otra parte, la reconstrucción del itinerario vital de Espía, además de servirnos para conocer sus vicisitudes, su pensamiento, su actitud ante los hechos que le tocó vivir, también nos pone en contacto con otras vidas de personajes del pasado. Su vida no transcurre en una burbuja de aire, sino que se desarrolla en contacto íntimo con su tiempo, con su mundo y está salpicada, desde el principio, de influencias, de amistades y de devociones personales. De este modo, su biografía nos lleva a episodios de las de otros muchos: Antonio Rico, Salvador Selles, Félix de Azzati, Eugenio Noel, Vicente Marco Miranda, Roberto Castrovido, Miguel de Unamuno, Amadeo Hurtado, Vicente Blasco Ibáñez, José Sánchez Guerra, Santiago Casares Quiroga, Manuel Azaña o Indalecio Prieto, son algunas de las personas que aparecen decisivamente entremezcladas en su vida y nos recuerdan que también ellos han existido y han jugado un determinado papel en la historia, papel que en muchos casos sigue todavía sin dibujar. El exilio español de posguerra es uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia europea de este siglo. Dramático por la pérdida incalculable que supuso para España; por el sufrimiento inmenso que causó a quienes lo sufrieron; por su intensidad; por su prolongación en el tiempo y porque evidenció hasta qué extremos puede llegar la crueldad de algunos seres humanos. Pero es que, además, el impacto que la derrota y el posterior exilio causó a sus víctimas fue de tal calibre que nunca sus vidas volverían a ser las mismas. Los más privilegiados pudieron volver a rehacer su vida profesional, la inmensa mayoría sobrevivió como pudo gracias a los subsidios y a los trabajos que iban procurando en uno u otro lugar. Pero lo que no pudieron rehacer jamás ni unos ni otros fue su ilusión vital. El exiliado se siente derrotado, humillado, fracasado y solo. Se enrosca como una serpiente acosada en sus recuerdos, en sus vivencias, en sus ideales. Vive donde está, pero está provisionalmente, siempre de paso, esperando el regreso, esperando a Godot. Deseando que los
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hechos le confirmen que su esfuerzo no ha sido en vano. Sin embargo nada cambia en España, el tiempo no corre, el reloj se ha parado al otro lado del océano. Se desespera, llora y grita. Nadie le oye, los gritos de su amigo son más fuertes que los suyos. Cada refugiado se construye un mundo nuevo interior que le ayude a soportar el peso de su fracaso, del fracaso de su España. Cada uno tuvo-tiene una razón para hacer lo que hizo, para hacer lo que hace. Pasado un tiempo el exiliado sabe que nadie le hace caso, que nadie va a ayudarles a recomponer su España, la del sueño republicano. Los más, a pesar de ello, continúan viviendo el espejismo: reconstruyen instituciones, forman gobiernos, nombran ministros, embajadores de una República fantasma, que ya sólo existe en el fondo de sus corazones. Disputas, rencillas, pleitos. También sacrificio, trabajo, voluntad de lucha, de resistir sea como sea, de demostrar que la España libre todavía existe. Ante todo esto, Espía y algunos otros aportan un poco de serenidad, de lucidez reposada: la Segunda República no existe, tampoco sus instituciones, sus ministros, sus Cortes ni sus ujieres, y es muy probable que tampoco vuelva a existir tal como fue, porque la comunidad internacional no lo desea. El pueblo español sufre una tremenda represión, está sometido, sojuzgado, no puede hablar, sólo sobrevivir. ¿Qué queda? Apenas nada. Los exiliados son —en palabras de Araquistain— una inmensa Numancia errante que pesa muy poco en el concierto de las naciones. Una brizna de paja en el lomo de un elefante. Pero hay un pequeño rayo de luz que sale por la rendija de una puerta: el triunfo de la JEL en San Francisco, la Conferencia de Postdam, luego la decepcionante Nota tripartita. Decepcionante o no, es lo único que hay y a ella hay que agarrarse como a un clavo ardiendo. Es menester que todos se unan y sigan al pie de la letra sus ambiguas sugerencias, hay que romper los castillos de arena y volver a la dura realidad. Prieto lo entiende y se pone manos a la obra. Espía le apoya y toma esa bandera en el seno del republicanismo, pero los castillos siguen en pie, ajenos a lo que pasa. Cargados de razón, de legitimidad, de buena fe, pero sin un ápice de pragmatismo. A Espía le acusan de traidor, de prietista, de ser un instrumento del dirigente socialista, lo mismo que a Prieto le habían acusado, entre otras muchas cosas, de ser un burgués. Pero lo que ocurre es que ambos tienen una percepción lúcida de las consecuencias de la derrota y saben que la única estrategia posible es la que siga las sugerencias de las grandes potencias democráticas, por pequeñas y mezquinas que éstas sean. Además, creen en el pueblo español, están seguros de su amor a la República y de que, en caso de cumplirse los consejos esbozados por la Nota tripartita, votaría indudablemente por ella. Se quedan solos. De nuevo el fracaso, la tristeza, la soledad. La pequeña rendija de la puerta ya no deja pasar ningún rayo de luz. Los castillos continúan edificados con arena sobre nubes de papel y mientras tanto, de la mano de la guerra fría, Franco entra en las Naciones Unidas rodeado de barras y estrellas. Todo está perdido, queda la voluntad. A finales de los 50, las primeras revueltas contra el régimen le hacen volver a la lucha. Algunos dicen que es necesaria la unión de todos los republicanos. Espía la desea, pero de otra manera. Quiere que se cuente con los republicanos del interior, con las nuevas fuerzas de oposición, y que los republicanos defiendan la República y estén en todos los foros donde se hable del futuro de España. En Munich, dieciséis años después, representantes de fuerzas de oposición del interior y del exterior concluyen algo parecido a lo intentado por Prieto y
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por él siguiendo los consejos de la Nota tripartita. Demasiado tarde. Habla con los jóvenes que llegan a París. Viaja a Andorra: desde sus montañas ve España y no le gusta lo que ve: La gallina ciega. Al igual que a Max Aub le sorpende España, es un país indolente, sin memoria, que vive en el más absoluto de los conformismos. Intuye que los republicanos, por sus errores de estrategia y el olvido forzoso, van a jugar un papel pobre en los últimos años de la Dictadura. Quiere corregirlo, con setenta años quiere hacer lo posible para que eso no ocurra y el republicanismo acuda fuerte a esa próxima cita. Pero la tristeza y la amargura termina por derrotarle y todo queda en un proyecto, su último proyecto. Pese a todo, creo que la aportación del exilio en general, con sus disputas, con sus castillos de arena, con su dolor, a la España democrática de hoy ha sido muy grande. Ellos, con sus vidas, con su tesón, con su orgullo malherido, mantuvieron viva la llama de la España de la libertad contra viento y marea. Hoy muchos de los postulados recogidos por nuestra Constitución son hijos directos de los ideales que ellos defendieron hasta la muerte. Individualmente considerado, Espía es un ejemplo de dignidad, de modestia, de trabajo y honradez que debería ser referencia obligada para todos, pero especialmente para aquellos que se dedican a la cosa pública. En palabras de Guillermina Medrano, una de las personas que más le trató en el exilio, fue un hombre bueno y un liberal de aquellos que ya han desaparecido del mapa político de este mundo.
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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
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8.1.
ARCHIVOS
— Archivo de la Casa-Museo Miguel de Unamuno de Salamanca (CMMU), Cartas dirigidas a Unamuno por Carlos Espía, Martí Jara, Santiago Alba y Manuel Azaña. — Archivo del Congreso de los Diputados, Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes (DSCC) y Diario de Sesiones de las Cortes (DSC), Congreso de los Diputados, 1931-39, Madrid. — Archivo General de la Administración (AGA), Alcalá de Henares, Fondos de Gobernación, Presidencia y Estado. — Archivo General de la República en el exilio (FUE), Correspondencia entre Espía, Gordón Ordás, Fernando Várela y Julio Just, Documentos relativos a la JARE y la CAFARE, Actas de reuniones de Cortes y Diputación Permanente. — Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHNM), Fondos Modernos, Gobernación, serie A. — Archivo Histórico Nacional, Salamanca (AHNS), Sección Guerra Civil. — Archivo Julio Just. Alboraya (AJJ), Correspondencia entre Julio Just y Carlos Espía, 19411965. Los fondos de este archivo estaban sin ordenar cuando hicimos la consulta. — Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAEXT), Madrid, Archivo General, serie de Archivo renovado, Archivo Azaña, Fondos JARE. — Archivo de Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, París. — Archivo Municipal de Alicante (AMA), Actas municipales, Hemeroteca. — Archivo Nacional de Cataluña (ANC), San Cugat, Correspondencia entre Carlos Espía y F. Maciá, Fondos sobre la Comisión de transferencias del Estatuto de Cataluña, Fondo del Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Cataluña. — Archivo de Naciones Unidas (ANU), Nueva York, Expedientes personales. — Archivo personal de Juan Bautista Climent, México, Cartas de exiliados y periódicos mexicanos. — Archivo personal de Carlos Espía (APCE), Alicante. — Archivo de la Prefectura de París, Expediente personal de Carlos Espía. — Archivo de la Presidencia del Gobierno (APG), Documentos sobre la Comisión de Transferencias del Estatuto de Cataluña. — Archivo Provincial de Alicante (APA), Fondos sobre Gobierno Civil y Audiencia. — Archivo Rodolfo Llopis (ARLE), Alicante, Fondos relativos a los gobiernos republicanos en el exilio y a la JARE. Sin clasificar cuando se realizó esta investigación. — Archivo Supervía-Medrano, Valencia. — Biblioteca del Ateneo de Madrid, Conferencias.
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— Biblioteca Nacional de Madrid (BN), Sección Manuscritos, Fondo Comín Colomer, Servicio de préstamo interbibliotecario. — Biblioteca Nacional de París (BNP), Publicaciones de Carlos Espía. — Biblioteca Gabriel Miró (BGM), Fondos bibliográficos, Archivo Rodolfo Llopis y Archivo Óscar Espía. — Biblioteca de la Generalitat valenciana (BGV), Hemeroteca. — Biblioteca Universidad de Alicante. — Fundación José Barreiro. — Fundación Max Aub, Segorbe. — Fundación Pablo Iglesias (FPI), Madrid, Hemeroteca, Archivo Amaro del Rosal. — Fundación Rafael Alberti, Puerto de Santa María. — Fundación Salvador de Madariaga, La Coruña. — Fundación Universitaria Española (FUE), Archivo General de la República en el exilio. — Hemeroteca de la Generalitat valenciana. — Hemeroteca Municipal de Alicante, Ayuntamiento de Alicante. — Hemeroteca Municipal de Madrid, Ayuntamiento de Madrid. — Hemeroteca Nacional de Madrid. — Hemeroteca Provincial de Alicante.
8.2.
OBRAS DE CARLOS ESPLÁ
— De la Lucha, Alicante, 1916. Recopilación de artículos publicados en El Luchador hasta 1916. — Unamuno, Blasco Ibáñez y Sánchez Guerra en París, Buenos Aires, 1940. Introducción de Augusto Barcia. — «¿Cuándo volvemos?», México, 1942. Conferencia pronunciada por Carlos Espía en el Centro Republicano Español, el 16 de junio de 1942. — Zarabanda franquista, México DF, 1952. Introducción de Indalecio Prieto. Recopilación de artículos publicados en México en Izquierda Republicana, España y España Nueva. — D. Amadeu Hurtado, un liberal europeu, México, 1952. Introducción de Antonio María Sbert. — Azaña y su verdad, México, Editorial Juventud, 1944. — Azaña una vida al servicio de España, México, Juventud Republicana, 1942. — Cómo se hace un periódico. Manuscrito inédito. — Artículos de Carlos Espía publicados en los siguientes periódicos: El Luchador, Diario de Alicante, ambos de Alicante; El Pueblo, de Valencia; El Liberal, El Heraldo, La Voz, El Sol, Crisol y Política, de Madrid; La Rambla y La Publicidad, de Barcelona; España con Honra, de París; Hojas Libres, de Hendaya; Noticias Gráficas, de Buenos Aires; Nosotros, Excelsior, Izquierda Republicana, España, España Nueva, Los Cuatro Gatos y Mediterrani, de México; España Libre, Ibérica, de Nueva York y Democracia, de Santo Domingo.
8.3.
PUBLICACIONES PERIÓDICAS
— ABC, Madrid, 1931-1933. — Ahora, Madrid, 1931-1936.
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8.4.
Aparte, Alicante. 1916-1917. Boletín Ateneo Español de México, 1949-1971. Boletín de Información de la Unión de Intelectuales Españoles, México, 1956-1961. Boletín Oficial de la Provincia, Alicante, 1915-1938. El Correo, Alicante, 1915-1936. Crisol, Madrid, 1931-1932. El Debate, 1931-1933. El Día, Alicante, 1915-1937. Diario de Alicante, 1924-1936. España, México, 1943-1945. España Libre, Nueva York, números sueltos. España Nueva, México, 1945-1950. España Peregrina, México, febrero de 1940-octubre de 1940. La Estampa, Madrid, 1931-1932. Excelsior, México, números sueltos del período 1939-1951. Folleto de la Peña Los Cuatro Gatos, México, 1943-1951. La Gaceta de Levante, Alcoy, 1931-1935. El Heraldo, Madrid, 1925-1932. Hojas Libres, Hendaya, 1926. Hora de España, Valencia, 1937-1938. Ibérica, Nueva York, números sueltos. Izquierda Republicana, México, 1947-1948. El Liberal, Madrid, 1924-1931. El Luchador, Alicante, 1913-1938. Mirador, Barcelona, 1931-1932. Noticias Gráficas, Buenos Aires, 1939-1940. L'Opinió, Barcelona, 1931-1932. Política, Madrid, 1935-1938. La Publicidad, Barcelona, números sueltos, 1930-1931. La Rambla, Barcelona, 1931. La Raza Ibera, Alicante, 1925-1931. El Sol, Madrid, 1925-1933. Verbum, Buenos Aires, 1940. La Voz, Madrid, 1931-1932.
FUENTES ORALES
Se han realizado bastantes entrevistas, siendo las más valiosas las que a continuación se detallan: Guillermina Medrano de Supervía y Juan Bautista Climent Beltrán, ambos íntimos amigos y colaboradores de Carlos Espía; Concepción de Juan Gómez, sobrina y heredera del Archivo Personal de Espía; Blanca Pascual Leone y Alvaro Pascual, hermana y sobrino, respectivamente, de Alvaro Pascual Leone; Félix Marco, hijo de Vicente Marco Miranda; Joaquín Carbonell Gosálbez, hijo de Lorenzo Carbonell; Santiago Carrillo, Ramón Gaya y Francisco Ayala.
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