Simón Bolívar LA ESPERANZA DEL UNIVERSO Introducción, selección, notas y cronología de J.
M.
SALCEDO BASTARDO Prólogo...
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Simón Bolívar LA ESPERANZA DEL UNIVERSO Introducción, selección, notas y cronología de J.
M.
SALCEDO BASTARDO Prólogo de
ARTURO USLAR PIETRI
UNESCO
Publicado en 1983 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura 7 Place de Fontenoy, 75700 Paris Composición: Coupé S.A., Sautron (Francia) Impresión: Imprimerie de la Manutention, Mayenne (Francia) ISBN 92-3-302103-3 Unesco 1983
Entre las figuras señeras de la historia universal que pueden considerarse como precursoras del sistema de las Naciones Unidas, Simón Bolívar ocupa un puesto de primera fila. Desde los albores del siglo pasado, en efecto, Bolívar pensaba en el porvenir de toda la humanidad. No sólo fue el héroe de un país o de un grupo de naciones a las que ayudó a liberarse del yugo colonial, ni el héroe del solo continente americano, pues con la amplitud universal de su pensamiento quiso ser el intérprete de las esperanzas de todos los pueblos del mundo. El homenaje excepcional que se rinde a Bolívar al celebrarse el bicentenario de su nacimiento incita a evaluar los esfuerzos que desde el siglo XIX ha realizado la comunidad internacional al transitar el camino que él le abrió con el fin de lograr más libertad, más justicia y una mayor solidaridad.
Amadou Mahtar M’Bow 19 de enero de 1983
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Prólogo
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Introducción
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Explicación bibliográfica
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Antología
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Cronología
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Glosario geográfico
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Glosario de personajes históricos .
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Indice de la antología
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PRÓ LOGO de Arturo Uslar Pietri*
A los doscientos años de su nacimiento, Bolívar, con inobjetables títulos, forma parte del puñado exiguo y deslumbrante de las grandes figuras tutelares de la humanidad. Desde su muerte, en 1830, se ha ido descubriendo de un modo continuo y conmovedor la gigantesca dimensión de su presencia. Para sus contemporáneos era el adalid incomparable de la lucha por la independencia política de la América Latina, aquel ser fascinante que, casi sin medios, dirigió y sostuvo contra todos los obstáculos y adversidades la larga y difícil guerra de quince años que puso fin al imperio español en América. Su tenacidad sin desmayos, su convicción de que la independencia podía y debía alcanzarse en su tiempo, y su visión grandiosa del porvenir del nuevo mundo lo destacaron y señalaron entre tantos y tan excepcionales jefes como produjo la guerra de emancipación de la América Latina. Para el mundo occidental se convirtió muy pronto en el símbolo de la lucha contra el despotismo y las viejas monarquías. Su nombre sonaba a libertad. Los revolucionarios de 1830 y de 1848, los “carbonarios”, los liberales, la juventud romántica invocaban su nombre y su ejemplo. Era el héroe que había enfrentado trescientos años de antiguo régimen en la América hispana y había logrado ponerle fin para proclamar un nuevo orden de democracia y libertad. La admiración pasaba de los jóvenes inquietos, que enarbolaban como una bandera el “chapeau Bolívar” en el París de los Borbones, hasta los estudiosos de la política mundial, hasta Byron que le puso el nombre de Bolívar al barco en que soñaba la hazaña de libertar a Grecia. Bolívar se había convertido para siempre en “el Libertador”, el hombre que había encarnado la voluntad de ser libre de un continente y que se había esforzado por crear un orden político de justicia y derechos humanos. *Renombrado escritor venezolano, ex embajador de su país en la Unesco, es autor de numerosos cuentos, ensayos y novelas. Destacan entre sus obras Las lanzas coloradas, EI canino de Eldorado, Treinta hombres y sus sombras y Oficio de difuntos.
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Fue, ciertamente, un jefe militar que logró las más difíciles. y trascendentales victorias; como un sembrador de destino, de sus batallas nacieron naciones y se afianzó la libertad de una vasta porción de humanidad y de geografía. En 1825, cuando el triunfo de Ayacucho pone fin al imperio español y lo convierte en el árbitro del destino de la América Latina, concibe e intenta realizar el grandioso propósito de integrar su América, para hacer posible un nuevo tiempo de equilibrio y justicia para la humanidad. La raíz del desacuerdo con sus antiguos seguidores y de las dificultades crecientes con las que va a tropezar reside precisamente en su visión del futuro. Para él, la independencia no era un fin sino una etapa necesaria para alcanzar una realización más difícil y grandiosa. Lo que se había propuesto no era una mera substitución de hombres para poner en el lugar de los virreyes y gobernadores españoles a los caudillos criollos, para mantener sin alteración las estructuras políticas y sociales heredadas del pasado colonial, sino algo diametralmente distinto, que era la verdadera creación de un nuevo mundo, poderoso, libre, ejemplar en sus instituciones, celoso de la justicia en todas sus formas y que sirviera de base a un nuevo orden mundial, a lo que él llamaba un “nuevo equilibrio del universo”. Desde el primer momento de su acción se distinguió por la claridad y la audacia de su pensamiento. Si no hubiera hecho otra cosa que escribir las ideas y apreciaciones que nos dejó sobre el mundo americano figuraría, sin duda, entre los más originales pensadores de su tiempo. Tenía además un don excepcional de escritor. La prosa de sus cartas y discursos está entre las mejores que se escribieron en su hora. Nadie tuvo como él el don de la expresión enérgica, penetrante y significativa. Su lenguaje refleja como un espejo fiel su temperamento y sus angustias. Se expresa con síntesis y contrastes fulgurantes. No valen menos sus palabras que sus grandes hechos. Pocas veces en la historia se ha dado en un personaje semejante combinación de dones y atributos de hombre de acción y de hombre de pensamiento, de conductor de pueblos y de visionario del porvenir, de político hábil y de creador de un proyecto de superación de las circunstancias de su tiempo. El drama de su vida consistió en la imposibilidad de lograr que su visión del futuro se convirtiera en realidad. No podía resignarse con la obra extraordinaria que había realizado porque para él esa obra no era sino la parte previa y necesaria para lograr la nueva organización política de la América Latina y un nuevo equilibrio mundial. Sólo para un ser de su condición esa segunda parte podía ser más importante que la primera. La figura de Bolívar es de una riqueza inagotable. Reducirlo a las proporciones de jefe de una insurrección triunfante es mutilar su personalidad e ignorar algunas de las facetas más ricas y admirables de
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su obra. No fue nunca un mero hombre de acción, dispuesto a proseguir una lucha muchas veces desesperada, ni tampoco un ideólogo que aplica mecánicamente doctrinas y ejemplos aprendidos de otros países y de otras circunstancias históricas, ni un político limitado al presente inmediato. A todo lo largo de su empresa nos sorprende por la abundancia deslumbrante de sus dones tan diversos. Ante sus ojos están vivos el pasado y el presente de los pueblos americanos, siente con profunda identificación la condición histórica y cultural de sus gentes, pero al mismo tiempo mira hacia el futuro deseable y anhela una transformación profunda de la sociedad y de sus fines, no lo ciegan las brillantes teorías políticas de su tiempo. Ha reflexionado sobre Rousseau y Montesquieu a la luz de la experiencia de la lucha y de las lecciones del pasado americano, y se persuade que el camino de esos pueblos hacia el futuro no puede reducirse a una simple imitación o adaptación de ideas e instituciones de otras naciones surgidas de otras circunstancias históricas y culturales, sino que hay que partir de las difíciles realidades para poder intentar con esfuerzo y tino esa ardua transformación para la cual el pasado colonial no los había preparado. Lo que en el lenguaje internacional de hoy llamaríamos las limitaciones culturales del desarrollo y la dificultad de adaptar modelos extraños es un tema fundamental de sus preocupaciones de creador de naciones. Alerta insistentemente a los legisladores, deslumbrados con los precedentes de las instituciones surgidas de las revoluciones de los Estados Unidos y de Francia, sobre la necesidad de tomar en cuenta las peculiaridades de usos, tradiciones y experiencia del pasado que caracteI rizan a los pueblos hispanoamericanos. El deseó resueltamente la libertad, la justicia y la democracia, pero sin perder de vista las realidades sociales y políticas que trescientos años de vida colonial habían creado en su América. Tampoco pierde nunca de vista el horizonte de la situación internacional. La independencia de la América Latina no puede ser concebida y realizada como un hecho aislado y local, sino como un gran acontecimiento que inicia nuevas situaciones y nuevas relaciones en escala mundial. La irrupción de una América libre y soberana no puede alcanzarse sin ocasionar una modificación significativa de las relaciones políticas en escala mundial. Es dentro de esos parámetros y dimensiones excepcionales que Bolívar actúa y piensa, y es esto, precisamente, lo que le da su significación y validez como guía y encarnación del espíritu de los pueblos americanos. Ese carácter y esos rasgos aparecen a lo largo de su vida en todos sus documentos. Su visión de la independencia es continental desde el primer momento. En esto coincide plenamente con su ilustre antecesor Miranda. No se trataba para ellos de obtener la independencia para algunas porciones del imperio español, sino de lograr que todo él tome
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conciencia de su identidad y su destino y asuma una soberanía global. Esto implica, desde luego, una forma de organización política y de metas de futuro que abarque todo el nuevo mundo. Desde la primera hora habla en nombre de América y no de Venezuela, y esboza con atrevimiento las formas de la integración política. Como lo dijo más de una vez “para nosotros la patria es la América”. Cabría preguntarse ahora cuál América y en qué forma? Era la suya una concepción que no excluía ninguna porción significativa de la América sojuzgada por las potencias europeas. Partía de lo inmediato que eran los pueblos que iban a integrar a Colombia: Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, pero luego incluía, en muchas formas sucesivas de colaboración, todas las porciones del imperio. Cuando en 1825, tras la victoria final y definitiva de Ayacucho, llega a aquel centro mágico de poder y riqueza que era Potosí y acompañado por los representantes de Argentina, del Perú y de Chile sube al cerro de Plata, que fue el símbolo del poder colonial, y se asoma literalmente al panorama de la masa continental, siente y expresa aquella voluntad de integración que era la única que podía asegurar el futuro para tan vasta porción de humanidad y de tierra que por sus ojos vislumbraba el escenario de la historia universal. Es la hora en que convoca el Congreso que iba a reunir en Panamá a los representantes de toda la América para establecer las formas prácticas de su política, su defensa y su acción común ante el mundo. Basta hojear los documentos principales en los que está recogido su pensamiento para advertir la continuidad de su concepción de la comunidad de destino de la América Latina. Desde 1812, en Cartagena, apenas salido de la ruina del primer ensayo de república independiente en Venezuela, lanza un audaz manifiesto que no tiene otro objeto que alertar contra la engañosa creencia de que alguna porción del territorio americano pudiera lograr y conservar aisladamente su independencia. Mientras Venezuela no sea liberada, la independencia de la Nueva Granada estará amenazada, porque una fuerza organizada desde allí puede penetrar “desde las provincias de Barinas y Maracaibo hasta los últimos confines de la América meridional”. Esa acción que él vislumbra en tan vasta escala de parte de los enemigos de la libertad es precisamente la que él habrá de realizar en los largos y duros años de su acción política y guerrera. Desde entonces para él el teatro es uno solo: la América Latina, el objetivo igualmente uno: la independencia, y el instrumento privilegiado e insubstituible: la integración de esos pueblos en un cuerpo que garantice su unidad de presencia y acción ante el mundo. En aquel deslumbrador documento que es la carta que escribe en Jamaica, en 1815, “a un caballero de esta isla”, traza el cuadro más completo y audaz de su visión del destino americano. Su tema no es
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Venezuela sino ‘ún país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo”. Lo mira como una realidad de la geografía y de la historia, y se pregunta con impaciencia: “¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa?” Más adelante precisa: “Este cuadro representa una escala militar de 2 000 leguas de longitud y 900 de latitud en su mayor extensión, en que 16 000 000 de americanos defienden sus derechos o están oprimidos.” Para él, es una necesidad histórica ineluctable que ha llegado y que está llamada a tener las mayores consecuencias en el futuro del mundo. Allí expresa el fondo de su pensamiento: el proyecto de la independencia americana es necesario, “porque el equilibrio del mundo así lo exige”. Allí está dicha la concepción fundamental. Ha llegado la hora de un nuevo equilibrio universal. La estructura imperial de dominaciones no puede continuar. Un nuevo orden, con las palabras mismas que usó Virgilio en su égloga profética, va a surgir. Es necesario que termine el imperio español para que surja un nuevo mundo real a dialogar en términos de equidad y derecho con los otros poderes de la tierra. Para Bolívar la denominación de “nuevo mundo” no tenía la significación restringida que le habían dado los viejos historiadores. No lo concebía como la parte más recientemente incorporada a un viejo mundo y a un viejo orden, sino como la ocasión providencial de realizar una nueva sociedad, que no repitiera los errores del viejo mundo y que iniciara una nueva era en las relaciones entre todas las naciones. Bolívar se convierte así no sólo en el profeta del nuevo mundo sino en el de un nuevo orden mundial. Ha sentido y expresado desde entonces que había llegado la hora no sólo de que surgieran nuevas naciones independientes sino de que su existencia misma determinara la creación de un nuevo sistema de relaciones. Con palabras que parecen brotadas de la lucha actual de las nuevas naciones de América Latina, Asia y Africa por alcanzar un nuevo orden de relaciones, en ese dramático diálogo entre el Norte y el Sur, en el gran proceso del surgimiento del tercer mundo, llegó a decir: “Hay otro equilibrio, el que nos importa a nosotros, el equilibrio del universo. Esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque en ella se cruzan intereses inmensos esparcidos en todo el mundo. ” Con qué tono de actualidad viviente resuena en nuestros oídos esta voz. Su tema es la gran cuestión central que se debate con angustia en los grandes foros internacionales. A los dos siglos de su nacimiento, Simón Bolívar está en la primera fila del combate por la creación de un nuevo orden internacional. Así lo reconoció solemnemente la Unesco cuando en 1978, al través de sus organismos supremos de dirección, aprobó la creación del Premio Internacional Simón Bolívar “destinado
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a recompensar, cada dos años, a partir del 24 de julio de 1983, fecha del bicentenario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar, a la persona o personas que se hayan destacado mediante su acción, su obra de creación o una actividad particularmente meritoria en beneficio de la libertad, la independencia y la dignidad de los pueblos y el fortalecimiento de la solidaridad entre las naciones, favoreciendo el desarrollo y facilitando el advenimiento de un nuevo orden económico internacional, social y cultural”. Queda así plenamente justificada la publicación de estas páginas que recogen lo esencial del pensamiento del Libertador reconociendo, como lo expresó en la resolución correspondiente la Conferencia General de la Unesco, “en Simón Bolívar, por su obra, una gran figura mundial, precursora e inspiradora de los afanes de las nuevas naciones para asumir la plenitud de sus derechos”. Caracas, septiembre de 1982.
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“La libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del universo” BOLíVAR 1824
José Luis Salcedo-Bastardo, venezolano nacido en 1926. Doctor en ciencias políticas de la Universidad Central de Venezuela; rector y profesor de sociología; senador (1959-1964); embajador en Ecuador, Brasil y Francia; presidente del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (1965-1966). Pertenece a las Academias de la Historia y de la Lengua. Fue ministro de la Secretaría de la Presidencia de la República (1976-1977) ; ministro de Estado para la Ciencia, la Tecnología y la Cultura (1976-1979). Autor, entre numerosos libros, de Visión y revisión de Bolívar (13 ediciones); Historia fundamental de Venezuela (9 ediciones); Bolívar, un continente y un destino (Premio Continental de la OEA, Premio Nacional de Literatura de Venezuela, 13 ediciones: francés, inglés, vasco, alemán y sueco); Un hombre diáfano-Vida de Simón Bolívar para los nuevos americanos; Andrés Bello americano; Crisol del americanismo; Bolívar hombre-cumbre. Es presidente del Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar. Viajero por más de sesenta países, ha dictado conferencias en treinta naciones de cuatro continentes.
INTRODUCCIÓ N José Luis Salcedo-Bastardo
LA CONVERGENCIA ORIGINAL Comenzó desde el Asia, en épocas remotas, la migración matriz de los aborígenes del continente que será “América”. Cuando los primeros asiáticos atravesaron los hielos del estrecho de Behring, o franquearon el rosario de las Islas Aleutianas, regándose por las vacías soledades que a su paso se allanaban invitantes, estaban inaugurando el fascinante proceso de la creación de un mundo en el cual todos los pueblos y todas las culturas, a la postre, debían participar. Empezaba el hilo de un destino: un hogar para la familia del hombre. Una comunidad mestiza integral para servir a la esperanza. La posibilidad de un sueño de real y fraterna humanidad. La convivencia para la justicia, el trabajo, el amor y la vida, en la igualdad y la libertad. En este escenario pudo hallarse, y podrá quizá encontrarse alguna vez en el futuro, la más grande nación del mundo, más por la calidad espiritual intrínseca que por sus atributos materiales, y en cuyos hijos se encarna la efectiva sustancia histórica que Simón Bolívar, en 1815, resume definiendo: “Nosotros somos un pequeño género humano” [13)*.
Pero, bien fuera por la radicación y adaptación de los vástagos del Asia en su nueva heredad, que los convierte en producto del hemisferio por ellos ganado, y hasta admitiendo la hipótesis sobre el autoctonismo del hombre “americano”, las similitudes somáticas y culturales con los asiáticos dan base para pensar que un primer mestizaje -cuando para Europa es el fin de la Edad Media- reuniría en el poblador indígena la presencia de dos continentes: Asia y América. Por lo demás, razones hay -incluso certificadas con la experiencia reciente de la balsa KonTiki- por las cuales se puede aceptar que también Oceanía estuvo instalada en el ser americano. Si desde el Perú, aprovechando la *Los números entre corchetes corresponden a las piezas de esta antología.
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corriente de Humboldt, se consiguió llegar a la Polinesia, bien pudo hacerse el recorrido inverso. Habría, pues, en el indio “americano” la síntesis posible de Asia, América y Oceanía. Correspondió en 1492, a Cristóbal Colón, genio de la audacia, la gloria de completar e integrar el orbe. Acercó, a lo conocido, el hemisferio que permanecía en la penumbra de su aislamiento. El insigne navegante genovés, aunque no se equivocó sobre la redondez de la tierra, la creyó más pequeña. Emprendió la búsqueda de una ruta a Oriente, hacia la India, China, Japón.. . y, al tropezar con esta porción inesperada y desconocida del globo, dio pábulo al error de suponer “indios” a los habitantes del incógnito suelo. Para la Europa del siglo xv agotada en el estéril enquistamiento del feudalismo, el encuentro -o “descubrimiento”- de América significó una formidable posibilidad de realización. Su obra mejor será el nuevo mundo, donde se siembra el antiguo gracias al esfuerzo y la presencia múltiple de España. Es precisamente Iberia la expresión máxima del mestizaje -confluencia y combinación, de cuerpo y espíritu- de las diferentes variedades del complejo euro-afro-asiático, Así, España aporta en su ser: íberos, ligures, celtas, romanos, vascos, griegos, germanos, visigodos, suevos, alanos. En ella viene, además, el Asia Menor: fenicios, judíos, musulmanes de Arabia; y el Africa: cartaginenses, pueblos de Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, del Congo y el Níger, todos confundidos en el torrente mahometano derramado sobre la península para la estancia de ocho siglos. Por su parte, también el África, propiamente, ha de asistir a la gran convergencia transatlántica representada por sus vástagos bantús, sudaneses y yurubas, arrancados de su país por la ignominia de la esclavitud. Todas las razas, todos los continentes, todas las culturas confluyeron a encontrarse, cruzarse y fundirse sobre la bella tierra que Colón saca a luz. La España emergente de la “reconquista” aceptó el súbito hallazgo de un universo nuevo donde imponer sus valores cristianos, como un reto magnífico a la altura de su optimismo, su coraje y sus ilusiones. Con la pujanza de su sangre múltiple y con el soberbio vigor y el empuje de un pueblo idealista en grado superlativo, España se consagró a hacer de la vasta heredad recién hallada otra Iberia, una Nueva España, una Castilla del Oro, nuevas Granada, León, Andalucía, Valencia, Extremadura, Barcelona, vale decir, otros yo. El sueño, acoplado a urgentes y prosaicas apetencias de riqueza, hasta vislumbraba un reino mítico y mágico de felicidad suprema: “El Dorado”. España dio todo lo que pudo para recrearse aquí. Trajo cuanto de bueno y positivo ella tenía, junto con lo de malo y negativo que también poseía: altos valores de una sociedad entonces de vanguardia, estrenando el potente instrumento político que era allá el absolutismo
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integrador sobre la obsoleta dispersión medieval, pero al lado de una promisoria cultura especulativa -presente en la lozana literatura castellana- también acarreó prejuicios y cerrazones fanáticas. TRES SIGLOS DE COLONIAJE España trasladó a la América sus esquemas institucionales en lo político, jurídico, económico, social y cultural, e inició su enorme faena. El 15 de noviembre de 1533, al clavar Francisco de Pizarro su pendón en el Templo del Sol, en el Cuzco -la ciudad santa de los incas en los Andes peruanos-, cerraba España la fulminante y cruenta empresa que en tres decenios completaba la conquista americana y abría la etapa de la colonización. Para “hacer” la América bastaron a la Madre Patria tres siglos. Alguna vez se “hizo” más con tan poco y en más corto plazo? Es preciso entender que ni el territorio ni la población aborigen eran por si solos y propiamente América. No existía siquiera el “nombre”, ni tampoco había -para la aurora del siglo XVI- el “hombre”. El nombre es fruto de un azar europeo: Florencia, por virtud de un hijo distinguido, Amerigo Vespucio, brinda el apelativo. Y el hombre americano surge de la fusión a la cual no es ajena ninguna de las partes del planeta. Asia, América, Oceanía, Europa, África, todas convergen a la síntesis que engendra al producto nuevo. Mas, si en un principio el sistema de la potencia conquistadora fue novedoso, el transcurrir de los tiempos sin la debida renovación lo fosiliza, y al fin de la centuria decimoctava es franca e irremediablemente anacrónico. Trescientos años después del encuentro o “descubrimiento”, se torna inaceptable ese régimen que descansa sobre la negación de la libertad, sostenido y mantenido con medios y doctrina de opresión, que no conoce ni reconoce derechos ni garantías, en cuyo substrato campea la esclavitud y rigen hondas desigualdades, que predica y practica el aislamiento de las entidades coloniales componentes del imperio, y que esgrime temores y terrores para frenar la imaginación y contener las audacias del espíritu. No podía la América del siglo XVIII admitir pasivamente la prórroga de las viejas estructuras y del estilo superado, ya seco y reaccionario, que sin embargo -y es justo reconocerlo hoy- consiguió en el ayer logros que por su magnitud asombran. No es imputable a los titanes -fundadores y pioneros- del siglo XVI americano el que, con el decurso de los años, desgaste y anquilosis, semejante organismo al perder su savia se petrificara.
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Como sistema americano, para los umbrales del siglo XIX, el coloniaje estaba irremisiblemente agotado. La verdad fue que, desde un principio y en forma generalizada, el rechazo a la conquista se hizo patente en el hemisferio colombino. El aborigen opuso resistencia al hecho de fuerza que le cercenaba su albedrío y lo despojaba brutalmente del señorío de sus propias cosas. La incorporación de gente africana, traída contra su voluntad y dentro de la ignominia esclavista, añadió otro explosivo para el estallo, más adelante, de las bases del orden que los Borbones pretenderían perpetuo e inmutable. A la postre, el presentido “nuevo mundo” del principio no fue tal sino un mundo arcaico, insuficiente, retrógrado, opresivo e injusto. Los mestizos, y peor todavía los indios y negros, factores subalternos de la combinación, se hallaban preteridos, discriminados y marginados, en la tierra que los procreaba. Así, los individuos directamente genuinos de América eran relegados por causa de una perspectiva inadmisible a la categoría de “parias” en su país propio y natural. La resistencia contra el despotismo absolutista se mantuvo, aunque los sistemas vernáculos de dominación sirvieron suicidamente para facilitar la instalación del dominio ibero. Contra tal fatalidad, todos los pueblos de América derramaron sangre generosa por la libertad. Esa es la historia. Sacrificios infinitos hubo, en todas partes, por la justicia y la igualdad. VANGUARDIA DEL CAMBIO Fue de precursores el siglo XVIII. El caraqueño Francisco de Miranda (1750-1816) es el primero. Fue el primer criollo universal; nunca antes un hombre nacido en este lado del Atlántico tuvo semejante y efectiva celebridad mundial: el Africa, donde se inició combatiendo contra el sultán de Marruecos, conoció su valor. Europa supo de sus hazañas: fue general divisionario de la revolución francesa, protagoniza brillantes acciones militares, recorre hasta las estepas caucásicas, memorable su paso por el Mediterráneo, Asia Menor, Escandinavia, Gran Bretaña. En la independencia de los Estados Unidos participa con honor. Por el Caribe: Cuba, las Bahamas, se desplaza en servicio responsable y sembrando luces. Pero su mérito mayor es la concepción de la unidad y de la revolución latinoamericanas. Desde 1781 fue avanzando en su definición de una patria que debía llamarse Colombia -en homenaje al descubridor-, cuyo límite septentrional sería el río Misisipí para concluir en el Cabo de Hornos. En el proyecto mirandino de la libertad para esa patria inmensa que hoy se llama América Latina (vasta suma de tres porciones: Hispano-América, más Brasil y el Caribe), él implicaba
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a Europa -con tal fin gestiona ayuda en Francia, Rusia e Inglaterra-, quiere la cooperación de los Estados Unidos, y en su programa alude al Asia y al Africa (cipayos de la India, bases en las islas Madeira, Mauricio y Reunión. . .) visualizando nuestro proceso dentro del contorno global. Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1748-1798), del Perú, diseña un proyecto de amplitud, igualmente válido para toda América, en su célebre “Carta a los españoles americanos” que escrita en 1792 empezó a ser conocida en 1801. Su requisitoria contra las sustantivas injusticias del coloniaje es de una exactitud conmovedora. Sus críticas a la esclavitud y al aislacionismo, a la explotación humillante que se sufre en favor de una metrópoli desconsiderada son definitivamente convincentes. José Joaquim da Silva Xavier (1748-1792), el valeroso Tiradentes, paga con su vida, en el Brasil, la osadía de concebir un sistema justo para nuestros pueblos. Una república soberana, sin esclavitud, con escuelas para todos, comercio libre, protección social, autarquía económica, era el tema plural de su apostolado. Vive en el alma de su pueblo. En tierras ecuatorianas, el adelantado es Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo (1747-1795). Mestizo de tres sangres. Culto en grado de excepción, también actúa y muere para la causa americana. Su noble bandera: la emancipación en paz, sin desgarramiento de los nexos hispánicos. En su horizonte ideológico hay un plan de convivencia entre los dos mundos, en términos de equidad. Antonio Nariño (1765-1823) es el heraldo de estas mismas aspiraciones, en las comarcas de la actual Colombia, entonces Virreinato de Santa Fe o Nueva Granada. Dueño de vasta cultura, tradujo el texto francés de los Derechos del Hombre. Castigado con severidad, alcanzó sin embargo a ver triunfante el movimiento de la independencia que decididamente él animara en su embrión. Con todos ellos se cruzan en la historia, los nombres de adalides valientes a los cuales no arredraron las amenazas, ni la persecución, ni los peligros ni la muerte. Atahualpa, Cuauhtémoc, Guaicaipuro, Lautaro, Hatuey, Andrea de Ledesma, Túpac Amaru, Chirinos, Picornell, España, Gual, Galán. . . Para el liderazgo vencedor falta la personalidad-síntesis. Cuando despunta el siglo XIX aún no ha surgido el hombre de acción y el intelectual, en una sola pieza. Para entonces América está madura, el reto vuelve a ser, esta vez más imperioso y necesario: edificar un mundo nuevo, efectiva y sinceramente, en el nuevo mundo.
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L O S B O L ÍVAR EN VENEZUELA La familia Bolívar se establece en Venezuela desde 1589; oriunda de Vizcaya, llega a tierra firme desde la isla de Santo Domingo. En doscientos años, estos vascos de Iberia se hacen americanos, llegando a la larga a coincidir, en la identificación, con el medio que compone material y psicológicamente al indígena: la luz, la tierra, sus sales, el agua, los frutos, los alimentos. Una dama de incomún belleza morena (doña María Josefa Marín de Narváez) trae la aportación del Africa a la esencia humana de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de Bolívar y Palacios (Simón Bolívar), quien nace en Caracas el 24 de julio de 1783. El es fiel expresión de la suma de pueblos que es el pueblo suyo. Aplicará su inteligencia en la indagación de nuestra identidad, y habrá de anotar: “No somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él contra la oposición de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado” [13]. La perplejidad y el desconcierto al respecto son explicables: “La mayor parte del indígena se ha aniquilado, y el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo” [24]. La obvia conclusión: “Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos” [24]. Con exactitud y con justicia, Bolívar valoriza la presencia del Africa en el ser americano, donde ella se encuentra doblemente: “Nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, más bien es un compuesto de Africa y de América que una emanación de la Europa, pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter” [24]. Adviértase que en todo caso, para el pensamiento bolivariano, lo real, positivo y promisorio es la mezcla abierta hacia una justa verdad mejor. “Yo considero a la América en crisálida; habrá una metamorfosis en la existencia fisica de sus habitantes; al fin habrá una nueva casta de todas las castas, que producirá la homogeneidad del pueblo.” El carácter de Bolívar se templó en la adversidad. La muerte y la suerte lo golpearon con dureza. A los dos años y medio perdió a su padre; a los nueve murió la madre. En la orfandad, pasó a depender de tutores y familiares que quisieron, no siempre con éxito, aliviar su infortunio. El primer testimonio escrito que existe de palabras de Bolívar data
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de los doce años. Es curioso que ellas versen sobre lo que habrán de ser, por siempre, sus temas favoritos: el desinterés y la libertad. Dijo el niño: “Que los tribunales bien podrían disponer de sus bienes, y hacer de ellos lo que quisiesen mas no de su persona; y que si los esclavos tenían libertad para elegir amo a su satisfacción, por lo menos no debía negársele a él la de vivir en la casa que fuese de su agrado.” Sobre esto, el tutor -como hablando por el viejo régimenadelantó un comentario que resulta de patética clarividencia. En lo dicho por el pupilo ve “la gravedad y altanería de unas producciones que hacen estremecer [. . .] ideas las más impolíticas y erróneas [. . .] máxima es ésta que, si tomase cuerpo y se hiciese persuasible, trastornaría nuestra monarquía y causaría en ella los más funestos estragos”. Don Simón Rodríguez fue, de sus maestros, el más trascendente y el más amado. Rodríguez prepara en Bolívar un alma independiente, le inculca los sentimientos de su excelencia heroica. Bolívar lo reconocerá de modo expreso: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló” [56]. Tenía dieciséis años el mozo Bolívar cuando hizo su primer viaje fuera de Venezuela. Iba rumbo a España; el navío dio un largo rodeo por el Caribe. Fondeó en Veracruz; hubo tiempo holgado para que el adolescente caraqueño pudiera visitar la monumental ciudad de México. Ahí, por sus vinculaciones sociales, tuvo acceso a las tertulias de la corte local. Cierto día, el virrey don Miguel José de Azanza inquirió noticias sobre los sucesos de Venezuela, donde poco antes había sido debelada una conspiración. Simón Bolívar ratificó al instante su convicción libertadora en agraz; sin inmutarse manifestó su simpatía hacia los heroicos complotados y censuró acremente al régimen absolutista que los inmolaba. De esta ocurrencia, a Bolívar le complacería evocar años más tarde: “Yo he olvidado completamente las palabras, pero recuerdo que defendí sin desconcertarme los derechos de la independencia de América. ” LA FORJA DEL ESPÍRITU La personalidad intelectual de Simón Bolívar se elaboró en Madrid. Allí residió tres anos y medio. Estudió matemáticas en la Academia de San Fernando. Cursó, bajo la dirección del sabio marqués de Uztáriz, idiomas modernos (llegaría a hablar francés e italiano, y a comprender bastante bien el inglés). Dentro de los círculos distinguidos de aquella capital hizo vida social activa. En su trienio europeo, Bolívar se convirtió en ávido lector. La pasión por la lectura lo acompañaría la vida entera. En cuanto a su
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formación, él habría de subrayar que mucho había estudiado a “Locke, Condillac, Buffon, D’Alembert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filosofos, historiadores, oradores y poetas, y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia, y gran parte de los ingleses”. Respecto a su carácter intelectual, él mismo da una síntesis: “No soy difuso. Soy precipitado, descuidado e impaciente. Multiplico las ideas en muy pocas palabras.” Del Bolívar adulto se dice que tenía una excesiva movilidad del cuerpo. Por rareza se mantenía dos minutos en la misma posición. Al hablar miraba al suelo o inclinaba los ojos; cuando el asunto le interesaba ponía fija la vista en su interlocutor. Su cuerpo era el de un hombre enjuto; medía un metro y sesentisiete centímetros de estatura. Su voz era aguda. Su complexión fuerte. Era muy ágil. Poseía una gran resistencia a la fatiga. Todavía sin cumplir diecinueve años, contrajo matrimonio en Madrid con una gentil prima suya, María Teresa Rodríguez del Toro, de veinte años. Los flamantes esposos emprendieron el regreso a Venezuela. En la hacienda de San Mateo la grácil madrileña enfermó de paludismo y murió luego en Caracas. Ocho meses duró la felicidad conyugal. Para distraerse y olvidar el cataclismo que constituye esta muerte, Bolívar se embarca hacia Europa. Su fortuna de varios millones le permite un dispendio en esta gira que es como el deambular de un peregrino aturdido. No hay ninguna duda de que la viudez lo marca. Será éste el gran acontecimiento de su vida personal, El hablará en 1828, a Luis Peru de Lacroix, sobre la trascendencia de esta pena: “Si no hubiera enviudado, quizá mi vida hubiera sido otra; no sería el general Bolívar, ni el Libertador, aunque convengo que mi genio no era para ser alcalde de San Mateo [. . .] Sin la muerte de mi mujer no hubiera hecho mi segundo viaje a Europa [. . .] La muerte de mi mujer me puso muy temprano sobre el camino de la política; me hizo seguir después el carro de Marte en lugar de seguir el arado de Ceres; vean, pues, si ha influido o no sobre mi suerte.” En medio de su desastre sentimental, Bolívar se reencuentra en París con su maestro don Simón Rodríguez. Al frustrado aristócrata de Caracas, su preceptor le devuelve la fe de vivir. Juntos emprenden un viaje sin programa estricto. Francia, Suiza, Italia. Principalmente a pie, recorren caminos y ciudades. Paseantes de la campiña francesa, cruzan los Alpes, Piamonte, Lombardía, Toscana, Umbría, en una continua y nómada aula sabia. Nunca como en esta excursión se había compenetrado tan afirmativa y hondamente este binomio existencial: el maestro,
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que muy poco ignora, tiene sintonía perfecta con su joven contertulio tan despierto.
ELECCIÓ N DEL DESTINO Veintiún años tenía Simón Bolívar. En París escogió el rumbo de su vida. Dos encuentros diferentes -más el que tiene con Rodríguez-, uno cordialmente próximo y otro a forzosa pero cálida distancia, dejan huella imborrable en su resolución. Fue el primero con el barón Alejandro de Humboldt recién venido de América. Hablan de todas las cosas. Abordan el tema político. Humboldt, que no sólo ha visto y examinado “la naturaleza” del nuevo continente sino la sociedad que lo habita, está convencido de que un cambio puede ocurrir pronto en ella. Bolívar inquiere la opinión del sabio germano sobre la independencia: éste la siente próxima, pero confiesa que no divisa al hombre capaz de realizarla. La conversación con Humboldt estimula al joven americano, y prende en él un germen que no tarda en definirse de manera inequívoca. A cielo abierto y en el contagio multitudinario, es el otro encuentro: con Napoleón. El corso está en el ápice del poder y de la fama. Bolívar presencia la coronación, el hecho en sí le impresiona poco, al fondo de su alma lo impacta la aclamación jubilosa que recibe Bonaparte de la inmensa y delirante muchedumbre. “Aquel acto o función magnífica me entusiasmó, pero menos su pompa que los sentimientos de amor que un inmenso pueblo manifestaba al héroe francés; aquella efusión general de todos los corazones, aquel libre y espontáneo movimiento popular excitado por las glorias, las heroicas hazañas de Napoleón, vitoreado, en aquel momento, por más de un millón de individuos, me pareció ser, para el que obtenía aquellos sentimientos, el último grado de aspiración, el último deseo como la última ambición del hombre. La corona que se puso Napoleón en la cabeza la miré como una cosa miserable y de estilo gótico: lo que me pareció grande fue la aclamación universal y el interés que inspiraba su persona. Esto, lo confieso, me hizo pensar en la esclavitud de mi país y en la gloria que cabría al que lo libertase.” Bolívar sale de París ya motivado sobre su destino. Rodríguez le apuntala su convicción y lo alienta en la perseverancia sobre la resolución tomada. En Italia culmina, al año siguiente, el viaje de los Simones. En Roma se da otro paso de enorme alcance para esta carrera prodigiosa. Una sofocante tarde de agosto salen en procura del aire fresco de las vecindades; van el discípulo, su preceptor y el amigo Fernando Toro;
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suben a una suave colina. Es el Monte Aventino. La inspiración se desata en Bolívar, todo bulle y se agita en su espíritu inquieto: los episodios de Caracas y México, los alegatos ingenuos sobre la libertad que el niño suponía en los esclavos, la balbuciente solidaridad con los mártires de la intentona revolucionaria caraqueña, la constante palabra iluminada de Rodríguez, el espectáculo de París en una sola y múltiple ovación en tomo a su líder, el acicate de Humboldt. El incitante juego de contrastes de la historia de Roma, desfila en su evocación. Todo de repente cuaja en una promesa solemne: ‘Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español” [l). Durante su regreso a Venezuela, permanece Bolívar por varios meses en los Estados Unidos. Cuál su impresión? El contesta: “Por primera vez en mi vida vi la libertad racional.” Otro motivo y un argumento poderoso para afirmar la resolución tomada. A medida que el personaje se define y madura, la escena caraqueña también cambia. Los señores de la capital venezolana adelantan maquinaciones separatistas para tomar el poder político, único que les falta -pues ya tienen el económico, social y cultural- para el predominio completo. El desquiciamiento de la Corona de España que se origina con Napoleón va a convertirse en detonante de la explosión revolucionaria. Un rey como Carlos IV no era precisamente el hombre para enfrentar la honda crisis que se avecinaba. El cetro se desplaza hacia Fernando VII, y los malabarismos políticos concluyen con José Bonaparte monarca de España. La “Cuadra Bolívar” -casa de recreo de los hermanos Juan Vicente y Simón- sirve para los conciliábulos conspirativos a favor de una junta o congreso criollo que eventualmente substituya a las autoridades coloniales. Lo que en otro tiempo hubiera bastado para una condena ejemplarizante, y hasta para la pena máxima, ahora recibe apenas una leve sanción disciplinaria de confinamiento lejos de la ciudad. EMPIEZA EL PROCESO El jueves santo 19 de abril de 1810, por acatamiento a la medida policial, Bolívar no estaba en Caracas. Ese día revienta la revolución. Los venezolanos suben, por fin, al mando ejecutivo. El Cabildo de Caracas motoriza el acontecimiento: son depuestos el gobernador y capitán general, el intendente de ejército y real hacienda, el auditor de guerra, asesor general de gobierno y teniente gobernador, el presidente y los miembros de la Audiencia. Para no alarmar a las masas que siguen
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fieles al rey -éste preferible para ellas en vez de los presuntuosos caballeros de la oligarquía local-el gobierno que se instala ese día adopta una denominación complaciente y eufemística: “Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”. El objetivo final es la independencia, pero la prudencia recomienda evitar los escollos de otras veces cuando se actuó con ligera franqueza. En esta ocasión el ardid cauteloso da resultado. Los criollos ascienden al poder con el apoyo de los sectores populares, éstos consecuentes promonarquistas. Cuatro misiones diplomáticas envía la Junta Suprema al exterior: Juan Vicente Bolívar y Telésforo de Orea van a los Estados Unidos. Para Londres salen Simón Bolívar -flamante coronel- y Luis López Méndez, los acompaña Andrés Bello. A las Antillas los competentes Vicente Salias y Mariano Montilla. A Nueva Granada marchará José Cortés Madariaga. En la capital británica tiene lugar el encuentro de los tres hijos principales de Caracas, los cuales habrán de ser también los tres personajes cumbres de América: Miranda, Bolívar y Bello. De este viaje queda, en Londres, la publicación por primera vez del pensamiento integracionista de Bolívar: la idea de la unidad americana aprendida en Miranda. Aparece en el Morning Chronicle el 5 de septiembre de 1810. Tres días después, el mismo Bolívar suscribe un franco pronunciamiento revolucionario, incitando a la Junta Suprema de Caracas a romper con la Corona hispana: “Estamos comprometidos a presencia del universo, y sin desacreditarnos para siempre, no podemos desviamos un punto del sendero glorioso que hemos abierto a la América [. . .] Nos empeñamos en producir la emancipación general. Nuestras medidas llevadas adelante con tesón y firmeza, deben apresurarla infaliblemente” [2]. De entonces hay otro testimonio muy revelador sobre la naciente personalidad bolivariana; es el que brinda Joseph Lancaster -prestigioso pedagogo inglés- quien en 1824 recordará que “en la casa del general Miranda, en Grafton Street, Piccadilly, Londres, hacia el 26 o 27 de septiembre de 1810”, mostró Bolívar “un interés tan vivo y poderoso” por la educación. Igualmente, de ese paso por la Gran Bretaña, está documentado un contacto con los inventores de un nuevo sistema de guerra y fortificación: los señores Holmes y Atkins. De ese modo quedan datadas, con fechas ciertas, su política de unidad y política de cultura, su política de paz y política de guerra. Conducido expertamente por Miranda -precursor, maestro sexagenario- en la hora oportuna y el ambiente favorable, el joven Bolívar de veintisiete años nace a la historia en grande, a las macro-perspectivas del mundo. Bolívar vuelve a Caracas y, en seguida, lo hace también Miranda.
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Este regresa a tiempo para ser elegido diputado al Primer Congreso de Venezuela, que el 5 de julio de 1811 declara con solemnidad la independencia. A Bolívar no le interesó la tarea parlamentaria [3]. Miranda, marginado en principio, asciende al primer plano cuando, frente a la crisis por la reacción armada contra el nuevo gobierno, se le otorgan desesperadamente poderes como “dictador”. La desorganización y el desconcierto cunden. Nada pudo hacer el afamado prócer, la República se derrumba. Dificultosamente consiguió Bolívar escapar al extranjero. Tras una breve escala en Curazao, emprende el doloroso curso de su primer exilio. En éste va a demostrar el temple de su personalidad. Es el derrotado invencible, indoblegable, recio y tenaz. Nunca pasa por su mente abandonar el combate, cualesquiera sean las circunstancias. DE NUEVO A LA CARGA Desde Cartagena, en “Manifiesto” [4] denso y razonado, él explica los infaustos sucesos de Caracas. El denodado combatiente se muestra ahora como agudo observador político, analista de situaciones complejas que pocos alcanzan a penetrar con la clarividencia suya. Ratificando su convicción integracionista, siempre a favor de la unión, invita a los neogranadinos a no ser indiferentes a la suerte de sus hermanos de Venezuela. Logra su propósito, y entrando a su patria por el occidente, de triunfo en triunfo -en la Campaña Admirable- llega el otrora fugitivo de Caracas a su ciudad que lo aclama. Trae consigo la fresca gloria de su título: Libertador. Así lo bautizó Mérida, y luego, por Venezuela entera, lo confirma Caracas. Gracias a los éxitos militares de esta serie victoriosa se instaura la Segunda República. En su camino, al pasar por Trujillo, tuvo Bolívar la inspiración de una tremenda decisión: proclamar la guerra a muerte [5]. Él buscaba definir claramente los bandos, y que supieran los enemigos de la libertad que su suerte entre los patriotas sería igual a la que ellos les daban [7]. En su furor, él promete el exterminio incluso a los indiferentes españoles y canarios, y asegura la vida a los americanos así fueran culpables. En el deseo de los grupos dirigentes de la clase social superior del país (“criollos”) no hay, en verdad, otra meta que la ruptura de la sumisión política a la metrópoli; sobre esto fue elocuente la experiencia de 1810-1812. La revolución no entraba más allá de la superficialidad política. Nada concreto a favor del pueblo, nada tangible contra la esclavitud ni respecto a la distribución de las tierras. Todo se reducía a declaraciones sobre la libertad y la justicia. Así los criollos perfeccio-
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narían su prepotencia alcanzando el derecho a gobernarse y, más aún, a gobernar, facultad para hacer la ley, acceso a las magistraturas superiores del naciente Estado. Fue un error la guerra a muerte, en cuanto los resultados no correspondieron a la expectativa. Las filas del rey continuaron nutridas por gente del país. Los sectores más pobres y humildes de la sociedad, especialmente los “llaneros”, acaudillados por José Tomás Boves, darían pronto otro golpe mortal a la revolución. Una vez más, el terror demostró ser infecundo. El rey o su nombre -con el apoyo de la Iglesia, a él sometida en virtud del derecho de patronato eclesiásticogozaba de una excelente imagen muy contrastante con las antipatías que suscitaban los oligarcas locales. El pueblo no era lerdo, escogía a sabiendas, lo guiaban su instinto y la razón de su conveniencia: en el rey encontraba más comprensión y amparo, lo sentía más benévolo. Por huir de Boves, dueño de la situación, desde Caracas sale un día una romería despavorida. Bolívar marcha con ellos. Es la “Emigración a Oriente”. Van regando cadáveres en jornadas agotadoras y por rutas penosas e intransitables. Es el fin, otra vez. Bolívar llega al puerto de Carúpano, de donde irá para su segundo exilio. Todo parece aniquilarse, pero hay una fe que no muere. El signo de este líder es, precisamente, el de ser persistente en la lucha. El se crece en la derrota. Justo en Carúpano forja uno de sus lemas: “Dios concede la victoria a la constancia” [ll]. Cuando se salva en esta oportunidad, Bolívar hace una comprobación, ahora nítida en su pensamiento como nunca antes. La opinión pública está ganada por los realistas: el pueblo -caudal y masas decisivas- no siente suya la revolución, no la defiende ni le interesa. La combate. La lucha que se libra es “civil” en cuanto que la contienda es entre hermanos; la fuerza “extranjera” (española peninsular) es mínima en Venezuela. Todavía no llega de Europa el “ejército” propiamente digno de tal nombre que de España irá el año siguiente con el general Pablo Morillo. En el Manifiesto de Carúpano resalta un compromiso -es la voz de la tenacidad convencida-: “Yo os juro, amados compatriotas, que este augusto título que vuestra gratitud me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas, no será vano. Yo os juro que libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho; sin que haya potestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros” [ll]. La existencia del desterrado indomable transcurre desdichada por las Antillas. Sólo por una casualidad no cayó, en Jamaica, a manos de un asesino pagado. Parecieran cerrarse todas las puertas. Pero en esa inacción, aprovecha para meditar. Bolívar reflexiona sobre el porvenir
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y sobre América. Así surge otro de sus documentos fundamentales: la Carta de Jamaica [13]. Fue la respuesta a un caballero inglés, Henry Cullen, que pide al Libertador sus impresiones sobre la circunstancia contemporánea. Otra vez el genio globaliza -basado en buena parte sobre informes, estudios e intuiciones, pues le falta aún la vivencia directa que pronto tendríasobre el complejo y unitario mundo latinoamericano. Bolívar se atreve a juicios y a predicciones cuya exactitud la posteridad certifica con admiración y asombro. Firme y nítida resplandece en la Carta de Jamaica la concepción continental. Señálame allí los motivos de la unión: la lengua en primer rango, la religión, las costumbres, la historia, los sufrimientos y esperanzas. Allí se apuntan los obstáculos: distancias enormes, caracteres variados, intereses localistas. En la evaluación de unos y otros, lo afirmativo vence, y el sentimiento americano gana en el balance. Allí pensó Bolívar en la más grande nación -sobre treinta millones de kilómetros cuadrados-, que alguna vez podría formar la América Latina. Relámpago de Miranda. Recuérdese que los Estados Unidos eran entonces una faja noratlántica de trece colonias que en su designio expansivo ya alcanzaban al río Misisipí indicado por el Precursor como frontera septentrional de “Colombia” -como éste llamaba a la otra y mayor América-. El Canadá era a la sazón un gélido vacío de bosques y lagos. Sobre la demarcación de ese ámbito precisado por Miranda, discurre el pensamiento de Bolívar: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria” [13]. Queda allí la indicación textual que apunta a la historia -libertad y gloriacomo base de la grandeza. No era la superficie lo que importaba. Era el nuevo pensamiento, la posibilidad concreta de igualdad y justicia, la solidaridad que confiere fortaleza, la moral y la cultura que elevan a las sociedades, los valores supremos de la educación, las ciencias, las artes y las letras.. . En su meditar de Jamaica -plasmado en más de un escrito esencial [14, 15]- consiguió Bolívar, al fin, una explicación real y constructiva, breve y exacta, sobre los vanos esfuerzos desplegados en pro de incorporar al pueblo a la causa nueva. Y su diagnóstico fue: “Los independientes no habían ofrecido la libertad absoluta, como lo hicieron las guerrillas españolas.” De ahí, él se hizo una resolución: la próxima vez será distinto!
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TERCERA Y DEFINITIVA ACOMETIDA Haití se convierte a finales de 1815, cuando en las posesiones inglesas se cierran las posibilidades de ayuda a la revolución, en la postrera esperanza. No se equivocó el Libertador. En el magnánimo Alejandro Petion, presidente de la acogedora nación caribeña, consiguió Bolívar comprensión y afecto [16]. Con el apoyo total -personal y económico- del almirante Luis Brion y del espléndido hombre de negocios Robert Sutherland, reconstruye el héroe de Caracas su maquinaria para la libertad. El gobierno haitiano es pobre, pero la ayuda es generosa: ocho goletas, armamento bastante, recursos de la más diversa índole, y sobre todo aliento moral para la perseverancia en la causa del bien. Bolívar sale de Los Cayos de San Luis con su expedición redentora. Tan pronto llega a Margarita -isla aguerrida del oriente venezolano- anuncia su nueva política de apertura hacia los horizontes que interesan al pueblo: terminará la esclavitud. En Carúpano, de cuya rada saliera a la odisea de este segundo exilio que ahora concluye, Bolívar decreta la sustancial reforma: “la libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados” [17]. “De aquí en adelante sólo habrá en Venezuela una clase de hombres, todos serán ciudadanos.” Otro colapso sobreviene luego inesperadamente. Cuando él se aprestaba a anunciar los pasos complementarios del nuevo esquema de la revolución, ocurre en julio de 1816 el desastre de Ocumare. Será el exilio tercero. Se iba a dar un pistoletazo, resuelto a no dejarse capturar, cuando el haitiano Juan Bautista Bideau lo rescata de la playa. A dónde ir? A cualquier parte -“hasta el polo”- donde pueda conseguir los medios para reemprender la lucha. De nuevo en Haití, no se atreve Bolívar a pedir más a quien con tanta largueza lo auxilió hace poco. Apenas se atrevería a implorar el mínimo auxilio para trasladarse a otros sitios con más holgados recursos, para gestionar en ellos lo que necesita. Petion se sublima en la grandeza de su bondad hacia el infeliz combatiente, y así le dice: “Si la fortuna se ha reído de usted por dos veces, quizá le sonría en la tercera oportunidad. Yo, por lo menos, tengo ese presentimiento, y si algo puedo hacer para mitigar su pesar y su dolor, cuente con todo lo que esté al alcance de mis posibilidades. Dése prisa y venga a esta ciudad. Deliberaremos juntos.” Gracias al acuerdo de Puerto Príncipe, zarpará de Jacmel la expedición definitiva. Bolívar enaltece a Petion ante los siglos: “Mi reconocimiento no tiene límites. En el fondo de mi corazón, digo que V.E. es el primero de los
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bienhechores de la tierra! Un día la América proclamará a V.E. su libertador. ” El igualitarismo es ratificado por Bolívar al arribar a Venezuela. La esclavitud debe ser abolida. Ya el pueblo comienza a entender y querer la revolución. Ya no será sólo abstracciones ni fórmulas jurídicas que el común de las gentes no logra comprender: constitución, estado, poderes, leyes, república. Ahora, el tema palpitante es la igualdad: todos hermanos e iguales. Y a semejante proyección social no tarda en sumarse la revolución económica, que el propio pueblo ha determinado: tierras, y justicia en el disfrute de los bienes nacionales. José Antonio Páez, un caudillo enérgico, ha conseguido en estos años adversos, atraerse a las mismas masas llaneras que acompañaron a Boves, el azote de los patriotas. El cambio se opera porque Páez, que es uno de los llaneros y los conoce bien, les ofrece la entrega de las fincas y la garantía de libre pastoreo en las sabanas. Fue así como el peso de los llanos se tomó a favor de la causa republicana. El ofrecimiento de las tierras fue la única condición que Páez puso a Bolívar para acatar su autoridad. El Libertador aceptó, y desde entonces incorpora la idea de la justicia agraria a las prioridades de su revolucionarismo integral. Ya están definidos los elementos del programa revolucionario. El viejo orden que se formó en trescientos años era pleno y armónico, dentro de su carácter obsoleto: En lo político su base era el absolutismo de la monarquía borbónica, el sistema colonial, dependiente y opresivo, sin libertad, sin derechos ni garantías. En lo social, la desigualdad era la regla: esclavitud y privilegios; clases, estamentos y castas, y diferencias múltiples. En lo económico: injusticia en la distribución de los bienes; un pequeño sector prepotente, y la mayoría desprovista de lo elemental. En lo jurídico: un panorama de muchas circunscripciones y separaciones en América, el aislamiento, la desconfianza y los recelos como norma en pro de individualismos egoístas. En lo cultural: atraso y más atraso; el espíritu encadenado. REVOLUCIÓ N ORGÁNICA Y COHERENTE Simón Bolívar no inventó stricto sensu uno por uno los elementos que ensambló en su vasta estructura de cambios y progreso con el cual se substituiría el viejo orden. Produjo parte considerable de los mismos, a la vez que recogió una herencia rica y llena de sustancia histórica. Hasta él llegaba una robusta tradición, definida en centurias de sueños postergados. Su acierto y su valor residen en dar organicidad a todo eso, dentro de un orden vivo, sincero y funcional. Don Simón Rodríguez puntuali-
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zaba, con tino, que Bolívar “dio a la América muchas ideas suyas; y de las ajenas propagó las más propias para hacer pueblos libres, con los elementos de la esclavitud”. Para Venezuela -con destino a América y al mundo- ya en 1819 está claro el orgánico y coherente programa de la revolución. Es una empresa que opera en cinco campos por la felicidad sustancial de nuestra América. En lo político procura la independencia, la emancipación o autonomía; establecer una democracia, república constitucional, representativa, alternativa y popular. La libertad será el valor cumbre: “único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres” [12, 9, 49). En lo social se tiende al imperio de la igualdad absoluta -“ley de las leyes”-, abolición de la esclavitud [17, 31, 39), derogatoria de los privilegios, eliminación de toda suerte de barreras y divisiones entre los ciudadanos. En lo económico, la meta es clara: justicia en el reparto de os bienes nacionales [20, 77), p rimordialmente tierras, además, nacionalización de la riqueza minera [96]. En lo jurídico -señaladamente dentro de la esfera del derecho internacional- todo se cifra en la unidad de América Latina; unión efectiva y auténtica de nuestras patrias en un haz vigoroso, fuerte y triunfal [62]. Desde una patria así vertebrada se miraba al universo en términos de equilibrio y de justicia para todos los continentes. Es la idea central de la integración sirviendo a la paz del mundo. “La esperanza del universo.” En lo cultural, ese programa plural culmina en un empeño magno por la educación. Moral y luces, a juicio de Bolívar, son “nuestras primeras necesidades” [24]. Piensa que “el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo” [76]. En 1817, la toma de Guayana, al sur del Orinoco, proporcionó a la república, que nacía por tercera vez, la plataforma práctica que se requería. La ciudad de Angostura fue la sede del gobierno. En esta ocasión, con más éxito que en los años de 1810, 1813 e incluso 1816, se plantaría para siempre el árbol perenne de la libertad sudamericana -hoy, latinoamericana-. El hecho debía repercutir en gloria y ventura para la humanidad, porque si de la libertad de América estaba pendiente el mundo, de la libertad de Venezuela dependía la suerte de la revolución en el hemisferio. El alumbramiento de la patria definitiva tiene lugar a orillas del Orinoco; nace ya veterana en vicisitudes, consciente, experta y diáfana en sus objetivos. El río sirve de valla protectora a la capital. La provincia guayanesa que, hasta entonces, permaneció a salvo de la destrucción, contiene todos los recursos: gente, ganado, oro, abastecimiento, frutos exportables, posibilidades de comercio. El Poder Ejecutivo se radica en Angostura: la Presidencia de la República con las secretarías, entre ellas la muy importante de las relaciones exteriores. También se instala allí la Corte de Justicia, cabeza del Poder Judicial, y un Consejo de Estado que llenará interinamente la
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función legislativa. Por si fuera poco, para redondear el genuino estado de derecho y de cultura, Bolívar funda el periódico de la patria redimida: el Correo del Orinoco. Hacia el Río de la Plata sale, desde Angostura, la nota hermosa, fraterna y cordial: “Cuando el triunfo de la armas de Venezuela complete la obra de su independencia, o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes, y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos, con el más vivo interés, a entablar, por nuestra parte, el pacto americano, que, formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones, y la madre de las repúblicas. Una sola debe ser la patria de todos los americanos” [22]. La línea está tendida entre los extremos sudamericanos: una misma causa, un mismo sentimiento, una sola actitud. El anhelo bolivariano de la estabilidad y de la superación política se colma, en febrero de 1819, con la apertura del Congreso. Bolívar pronuncia ante ese cuerpo su discurso, la pieza más importante, y más extensa, de todas las producidas por su inteligencia [24]. Saluda a la representación nacional que confiere legitimidad a su mando y a todas las instituciones. Entrega como guía un proyecto de Constitución; glosa el esquema jurídico-político que propone; exhibe su cultura, demuestra su madurez y sagacidad. Y finalmente, para articular el pasado con el presente y el futuro, ofrece una especie de memoria de lo actuado, con especial insistencia sobre aquello que del pretérito reciente debe ser salvado para lo venidero. Bolívar es enfático sobre el reparto de tierras, que suplica como premio a sus servicios, y sobre la abolición de la esclavitud, que él ímplora, como imploraría su vida y la vida de la república. Además, recuerda el compromiso de Venezuela con sus benefactores: la deuda nacional; instituye la Orden de los Libertadores; reafirma la decisión de patria o muerte, como una irrevocable toma de conciencia. El discurso de Angostura es el más trascendental, profundo, denso y bien escrito, de los documentos bolivarianos. Prosiguiendo su deber, Bolívar cruza los Andes. Cuando no lo esperaban, y por el sitio donde nadie hubiera imaginado que él lo haría, atraviesa con sus soldados del llano caliente las heladas cumbres. El fruto de tamaña osadía es la libertad de la Nueva Granada por la batalla de Boyacá.
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El triunfo neogranadino robustece el propósito de Simón Bolívar de empezar la materialización de la unidad. Al Congreso de Angostura pide la ley constitutiva de Colombia [28], Venezuela se asocia a Nueva Granada bajo un nombre nuevo: un nombre de “justicia y gratitud”, no de azar. Honra al descubridor, padre y creador del nuevo mundo: Colón. El Libertador concebía a Colombia como núcleo de la unidad, motor para impulsar la integración [29]. Del prestigio de esta república es buen índice que pronto logre las incorporaciones de Quito, Panamá y Guayaquil. Y que a corto plazo se manifieste una disposición de igual afinidad, y de entusiasta solidaridad, en Santo Domingo y Costa Rica. Los dominicanos y costarricenses exteriorizaron el voto de sumarse a la empresa política bolivariana -la Gran Colombia- a través de dos líderes: José Núñez de Cáceres y Rafael Francisco Osejo, respectivamente, pedagogos y paradigmas ambos de una conciencia americanista de dilatadas miras. Otros dos países de la comunidad hispanoamericana, Cuba y Puerto Rico, figurarían en la previsión del Libertador. “No son americanos estos insulares? NO son vejados.? NO desean su bienestar?” [13] había preguntado él en la Carta de Jamaica. Planes concretos serían hechos para la liberación de estas islas que a la postre completarían la decena de pueblos que ya en vísperas del siglo XXI deben estimarse incuestionablemente bolivarianos: Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Panamá, Perú, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela. Quería el Libertador que su Colombia fuera -y en cierto modo lo fue- la primera nación de su hora. La más avanzada. La primera en un orden categórico de calidad política. La primera en la posesión del más fornido y compacto conjunto de metas para la dignificación del hombre, para la efectivación de la justicia, la igualdad, la libertad y la democracia. Ni en Europa ni en otros continentes existía una nación que, en tales aspectos, aventajara a Colombia. Los Estados Unidos abocados a su soberbio desarrollo industrial, y disfrutando un alto grado de estabilidad y de libertad civil, padecían, sin embargo, el cáncer de la esclavitud y de los odios raciales. Sólo Colombia ofrecía en aquella época, conjuntamente, libertad, democracia, justicia, igualdad, unidad y cultura. Era al fin y en síntesis, el triunfo de la mente lógica que, fundada en la formación matemática de su mocedad madrileña, se hizo esclarecida y jerarquizada en Simón Bolívar. El Libertador sabía lo que decía al afirmar que la revolución de
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América era “la esperanza del universo” [59]. Para la humanidad llegaba, precisamente empezando en América, el tiempo cabal de la justicia social. Debía materializar Colombia las aspiraciones del ser americano, aspiraciones ancestrales del hombre universal que por doquier ha sufrido de humillante opresión y cruel injusticia. Mientras en Europa se afinca el individualismo liberal, Bolívar busca implantar en América la justicia y la equidad efectivas, promueve la igualdad verdadera y atiende a la ‘auténtica reivindicación de los oprimidos. Cuando Gran Bretaña aplica la “libertad de contratos” (establecida desde 1813 y 1814), dejando sin protección a los económicamente débiles y renunciando el Estado a intervenir en la comunidad, Bolívar lucha por dar al movimiento revolucionario latinoamericano su dimensión colectiva: habla de “suprema Libertad social”, de “seguridad social”, de “garantías sociales” y de “derechos sociales”. La supresión de las corporaciones en Europa desde 1791, y el castigo a todo intento de restaurarlas, hacía que para principios del siglo XIX no se aplicara en cuanto a condiciones de trabajo, ninguna regla, ni legal ni corporativa, ni convencional. Cuando allá la situación del incipiente proletariado industrial era, por ello, peor que la de los esclavos romanos y los siervos del medioevo, situación inaguantable por los años en torno a 1825, Bolívar estaba legislando en América para el trabajo de los indios con normas claramente intervencionistas y protectoras, las cuales no eran simples ni aisladas expresiones de humanitarismo, sino parte calificada de una temática consecuente de dignificación cultural y política. Cuando en Europa la meta era la ilusoria libertad individual, y se consideraba que la sociedad entera, o cualquiera forma de asociación, restringía el albedrío personal y negaba los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuando allá se pensaba que el Estado debía esfumarse como arcaica realidad despótica, con lo cual se retrocedía a una especie de etapa presocial, donde iba a reaparecer el horno homini lupus y el fuerte se impondría, Bolívar -partiendo justamente de la base de que “nada es tan peligroso con respecto al pueblo, como la debilidad del Ejecutivo”- trabajaba por un régimen republicano activo, centralista, democrático y civil, un “sistema vigoroso que pueda comunicar su aliento a toda la sociedad”. A tanto llega el celo de Bolívar en sus decretos a favor de los trabajadores indígenas, que en ellos incluye algunas veces una cláusula inusitada: “El presente decreto no sólo se publicará del modo acostumbrado, sino que los jueces políticos instruirán de su contenido a los naturales, instándolos a que representen sus derechos aunque sea contra los mismos jueces y a que reclamen cualquiera infracción.”
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LAS TRES VERTIENTES DE SU MINUCIOSIDAD Bolívar se impuso como el personaje clave para los tres momentos o fases de la construcción americana: el ser, el hacer y el persistir. Liberación, fortalecimiento y relación. El sentido de la acción bolivariana es, primero, el de romper los hierros de la servidumbre, luego el de dar estructura, identidad y permanencia a la nacionalidad, y, finalmente, el ligar y comunicar ese producto al contexto del universo. De allí que tres temas capitalizaran su atención de modo preferente: la guerra, la educación, la diplomacia. El debió atender a todo lo que concernía al existir de América, pero su celo minucioso y su cuidado hubo de distribuirse, en forma simultánea y hasta sus mínimas derivaciones, en esos tres frentes de la política, la andragogía y la comunidad internacional. Bolívar es campeón de la paz. Llegó a la guerra como necesidad, continuación forzosa e inexcusable del propósito de paz evidenciado hasta la saciedad en la primera etapa de la revolución. A él le tocó, a contrapelo de sus genuinos sentimientos, ser hombre de guerra: vivir y protagonizar la coyuntura trágica de una confrontación sangrienta muy larga (su Venezuela perdió el 30% de la población en los doce años de la guerra de liberación americana). Sobra repetir que su ideal de fraternidad y de creación exige el ambiente de la paz, como el propio y único adecuado para los esfuerzos constructivos de los pueblos. En el oficio bélico adquirió maestría. Sus campañas de Venezuela y Nueva Granada, y las subsiguientes del sur, con las batallas estelares: Carabobo, Boyacá, Bomboná, y Pichincha, Junín y Ayacucho, son el pedestal de su gloria militar. Hasta el Potosí, en las vecindades de Argentina -y tras una marcha de quince años- llega en 1825 con las banderas de América libre [75]. Pasto, Quito, Guayaquil, Perú y el Alto Perú conocieron de su desvelo y su aptitud para vencer y convencer, para demoler la resistencia trisecular que oponía el coloniaje absolutista e imperialista a la libertad y al derecho de los nuevos pueblos. Hacer mucho con muy poco era la rutina cotidiana de Bolívar. Levantarse desde lo más hondo a lo más alto era un ejercicio habitual para su personalidad férrea. Duro, aguerrido, impávido ante la adversidad; luchando contra todos los factores opuestos coaligados, la cima de su ejemplo es difícil de alcanzar. El se autodenominó “el hombre de las dificultades”. Desde antes de 1819 hay testimonios seguros de sus conocimientos tácticos. Al general Bermúdez escribió: “Regla general: si no hay obstáculos invencibles en el campo de batalla, o si nosotros no ocupamos posiciones ventajosísimas, debemos observar al enemigo constantemente, y desde muy lejos, para atacarlo en la misma forma-
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ción en que venga marchando; mas siempre prontos a seguir sus movimientos con la última celeridad, procurando muy cuidadosamente oponerle un frente igual, o poco mayor, aunque nuestro fondo sea un poco menos que el del enemigo, una ala sobresaliente tiene mucho adelantado para flanquear al enemigo. Hará usted que las primeras compañías sean de hombres selectos, para ponerlas siempre al frente, porque las tres primeras filas deciden regularmente de la suerte de la columna y aun de la victoria. El resto de la columna sigue el impulso de su cabeza. ” En su concepción general de la campaña continental de liberación, como en sus previsiones ante la posibilidad de un ataque masivo revanchista por las fuerzas sumadas de la Santa Alianza, brilla el talentoso estratega. Su minuciosidad va también a los mil problemas de la logística: alimentación y cuido de las tropas, atención a los caballos, el armamento, los pertrechos, los buques, los voluntarios extranjeros, los clavos para las herraduras, el papel, los uniformes, el transporte, las comunicaciones, la celeridad y seguridad del correo, la salud, la moral talentoso estratega. EDUCACIÓ N N, CIENCIA Y CULTURA La obra de civilización que se realiza en América guiada por el gran hijo de Caracas no tiene precedentes ni similares. Para su desvelada actividad hay un orden lógico: la guerra fue imprescindible para que América pudiera ser “posible”. La educación era absolutamente fundamental para la identidad del mundo nuevo. Desde 1810, inquiere en Londres con avidez cuanto atañe al sistema de las escuelas mutuas creado por Joseph Lancaster (65, 63). En 1814 se interesa por una biblioteca pública en la Caracas recién liberada, y encarga a sus agentes diplomáticos reclutar en la Gran Bretaña “artistas hábiles en los ramos de industria que necesita Venezuela, y dirigirnos las máquinas e instrumentos de que con notable prejuicio carecemos”. La historia de sus actos administrativos es por demás ilustrativa sobre la diversidad de asuntos considerados, facetas mil y distintas de la misma preocupación central. En Santa Fe crea en 1819 un colegio para la educación de huérfanos, expósitos y pobres [26]. En mayo de 1820 legisla sobre la enseñanza de los párvulos indígenas, e incluye en el currículum “los derechos y deberes del hombre y del ciudadano en Colombia, conforme a las leyes” [32]. En Guayaquil crea en 1823 una escuela náutica [50]; ya en Cartagena había sido establecido otro plantel similar. Colombia, con dos
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océanos, tenía una vocación más que marinera, reiterada en su nombre proveniente del más famoso de los almirantes. En Trujillo (Perú) erige la universidad en mayo de 1824 [58]. Para diciembre convierte al Colegio de Santa Rosa de Ocopa en colegio de enseñanza pública. En el Perú, el 5 de mayo de 1825, ratifica la obligatoriedad de la instrucción primaria para los jóvenes. La educación femenina fue objeto de varios de sus decretos [70]. Por la pluralidad de sus disposiciones, es importante el decreto del 11 de diciembre de 1825 en Chuquisaca, fundado sobre el convencimiento de que “el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo” [76]. Allí dispone: obligaciones y facultades del director general de enseñanza pública, resoluciones para establecer una escuela primaria graduada en cada capital de departamento, una escuela militar en la capital de la República, un colegio de ciencias y artes en Chuquisaca, y el compromiso de destinar a la educación todos los ahorros que puedan hacerse en el arreglo de otros ramos de la administración pública. El mismo día insiste en su antigua preocupación de la adopción de huérfanos de guerra por el Estado. La educación militar -en sus diferentes niveles- mereció su atención, también reglamentó la enseñanza religiosa. Bolívar fue un adelantado en sus concepciones educativas [35, 67). No compartía la idea triste y represiva de entonces sobre la enseñanza, cuando al colegio se lo miraba como un correccional, severo al extremo y de disciplina exageradamente rigurosa. El insistía en el carácter social de la educación, que no puede ser la misma para todas las colectividades ni para todas las épocas. Tampoco puede ser idéntica para todos los niños, “debe ser siempre adecuada a su edad, inclinaciones, genio y temperamento” [79]. Los institutos docentes no deben ser -a su juicio- nada más que para aprender a leer y escribir; son muchos los cometidos que él asigna a la escuela. Junto a la formación intelectual, moral y cívica, él señala: “La primera máxima que ha de inculcarse a los niños es la del aseo. Si se examina bien la trascendencia que tiene en la sociedad la observancia de este principio, se convencerá de su importancia” [79]. También quiere el Libertador que los niños practiquen, desde la infancia, el ejercicio democrático. Sobre la enseñanza de idiomas, sobre el esparcimiento y el asueto, el modo de enseñar a leer, la metodología para el estudio de la historia, el aprendizaje de la geografia y la cosmografia, las matemáticas y el derecho romano, el cultivo de la memoria y de la comprensión, etc., hay en sus textos observaciones de incuestionable significación. Consciente de la integración cultural de la humanidad, Bolívar esperaba de la comunicación con los sabios y estudiosos del mundo grandes resultados para América. Bien sabía que el desarrollo de
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nuestro acervo espiritual no podía confiarse al mero crecimiento vegetativo. Jamás incurrió en el error de imaginar siquiera un estatus pedante de aislamiento ni de autosuficiencia. El ámbito de Bolívar es el de la universalidad, donde todos los pueblos aportan lo mejor de sí al patrimonio espiritual común. El asunto de las traducciones y la confianza en el valor difusor del libro ocupan parte de su atención. La Cámara de Educación --en su proyecto del Poder Moral [25]- cuidaría de publicar en nuestro idioma libros extranjeros sobre educación, ello con las observaciones y ajustes pertinentes; estimularía también a escritores y editores a producir y difundir “obras originales sobre lo mismo, conforme a nuestros usos, costumbres y gobierno”. La propia Cámara compondrá y divulgará algún volumen que sirva a la vez de estímulo para que se ocupen otros de este trabajo tan útil y para ilustración de todos. En la primera prioridad bolivariana está la metodología pedagógica, la didáctica y lo que a ambas concierne. El insiste en que la Cámara “no perdonará medio ni ahorrará gasto ni sacrificio que pueda proporcionarle estos conocimientos. Al efecto de adquirirlos comisionará hombres celosos, instruidos y despreocupados que viajen, inquieran por todo el mundo y atesoren toda especie de conocimientos sobre la materia” [25]. Respecto a las traducciones, en la reforma a la Universidad de Caracas [88] introduce Bolívar una halagadora compensación en años para el escalafón: el catedrático que traduzca obras extranjeras gana dos años, y ocho el autor de un libro de texto original. “Un mismo catedrático podrá obtener estos dos premios una sola vez. ” Los científicos son -para el Libertador- los verdaderos descubridores de la realidad física nacional, el gobierno debe incentivarlos [41, 53). En la ciencia mira una de las cuatro potencias del alma del mundo corporal, junto con el valor, la riqueza y las virtudes. A los europeos los convida para que vengan a América trayendo sus ciencias para la construcción del nuevo mundo [23]. La gestión administrativa bolivariana coloca a la ciencia en sitio de urgencia primordial. Establecimientos universitarios, facultades y cátedras, colegios e institutos de ciencias reclaman su celo [67, 71, 89, 91). Y el sembrador de luces que él era, prodigaba a todo su cuidado esmerado. Él araba con igual entusiasmo todos los campos. En una declaración de humanitarismo y de cultura, escribió desde Lima al rector de la Universidad de Caracas, que “después de aliviar a los que aún sufren por la guerra, nada puede interesarme más que la propagación de las ciencias”. Su emoción de intelectual sensible ante las jerarquías del estudio, crece al declarar al claustro de doctores de San Marcos en Lima -prestigiosa universidad americana, de las más antiguas junto a las de
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Santo Domingo y México-: “Yo marcaré para siempre este día tan honroso de mi vida. Yo no olvidaré jamás que pertenezco a la sabia Academia de San Marcos. Yo procuraré acercarme a sus dignos miembros, y cuantos momentos me pertenezcan después de llenar los deberes a que estoy contraído por ahora, los emplearé en hacer esfuerzos por llegar si no a la cumbre de las ciencias en que vosotros os halláis, al menos en imitaros” [SS]. Sobre el saber científico, el convencimiento de Simón Bolívar, manifestado incluso en medio de las muy difíciles circunstancias de 1815, es aleccionador, elocuente y terminante: “Las ciencias han inmortalizado siempre a los países donde han florecido.” EL QUEHACER DE LA DIPLOMACIA Tampoco en los afanes diplomáticos hubo nada que resultara extraño a Bolívar. Más todavía, estuvo a punto de suceder que la diplomacia fuera el alfa y omega de su servicio público: en 1810 se inició, en efecto, con su misión a Londres. Era un encargo difícil por lo ambiguo de las posiciones; buscaba el apoyo para una independencia que no debía descubrirse precipitadamente como tal, sino disimularse como un movimiento “conservador” del estatus contra el cual se insurgía con cauta firmeza. Para 1830, en el ocaso de su vida y de veinte años de carrera, la diplomacia vuelve a su encuentro por medio del gesto del general Andrés Santa Cruz, presidente de Bolivia, quien lo nombra embajador de esa república ante la Santa Sede. La muerte llegó al Libertador antes que la noticia de este homenaje, con el que su trayectoria existencial se cierra casi en el mismo menester de su aurora. Temprano consigue la diplomacia venezolana, bajo su inspiración, un memorable .hito: son los tratados de Trujillo (de 1820) que, como otros desempeños de máxima relevancia, tienen a Antonio José de Sucre de realizador insuperable, intérprete fiel de los designios y del ideal bolivarianos. El Tratado de Regularización de la contienda cancela el ciclo de la guerra a muerte. Es de los primeros convenios en el mundo que intentan humanizar, hasta donde se puede, a la violencia aniquiladora. Bolívar lo califica de “el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra”. En la ocasión, se aproxima el Libertador a su encarnizado oponente -el jefe de las fuerzas españolas- general Pablo Morillo, y en los hechos obtiene para Colombia el primer reconocimiento de la ex-metrópoli. El 27 de noviembre de 1820, con Morillo, brinda Bolívar: “A la heroica firmeza de los combatientes de uno y otro ejército: a su constancia, sufrimiento y valor sin ejemplo. A los hombres dignos, que al través de males horrorosos, sostienen y defienden su libertad. A los que han muerto gloriosamente en defensa
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de su patria o de su gobierno. A los heridos de ambos ejércitos, que han manifestado su intrepidez, su dignidad y su carácter. Odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente.” Desde Angostura, él había adelantado su palabra de verdadero afecto hacia la nación rioplatense, testimonio que pronto ratificaría: “Puedo asegurar al Gobierno argentino mi cordial adhesión hacia esa República hermana que debe ser por siempre una de las partes más interesantes del todo americano” [74]. En 1824 extiende la convocatoria al Congreso anfictiónico de Panamá. 1825, 1826 y 1827, son años de particular actividad en el área de las relaciones internacionales. Bolívar captaba las sutilezas del oficio. Su recomendación al general Heres encierra una lección: “En los asuntos diplomáticos daré a usted una buena máxima: calma, calma, calma; retardo, retardo, retardo; cumplimientos; palabras vagas; consultas; exámenes; retorsiones de argumentos y de demandas; referencias al nuevo congreso; divagaciones sobre la naturaleza de la cuestión y de los documentos. . . y siempre mucha cachaza, y mucho laconismo para no dar prenda al contrario. Excúsese usted con que es militar; que no conoce la naturaleza de los negocios de que lo han encargado (verbalmente); que usted es interino y que los negocios del Perú son muy delicados, Sobre todo, téngase usted siempre firme en los buenos principios y en la justicia universal. . . Tengamos una conducta recta y dejemos al tiempo hacer prodigios.” Otra muestra de la misma perspicacia brilla en las instrucciones para Sucre y su no fácil misión al Ecuador: “El general Sucre añadirá a todas estas razones, todas las que su prudencia y talentos y las circunstancias particulares del país a donde va y la opinión general de él le dicten, reforzándolas y sosteniéndolas con todo el interés que se promete la República de su celo; pero con moderación, prudencia y circunspección para que no produzca alarma o disgustos, que en negocios de esta naturaleza es muy fácil sembrar por una sola expresión o gesto.” Por virtud de Bolívar se convirtió Colombia en hogar para la democracia. El sostén de la esperanza para los liberales del mundo. Desde Colombia fue Bolívar articulando con paciencia y conciencia una red de vinculaciones diplomáticas con vistas al gran día de la América. Contando con la cooperación de ilustres mentalidades de su tiempo, reclutadas sin prejuicios donde fuera menester: Caracas, Popayán, México, Tucumán. . . , él estructuró ese aparato diplomático que oportunamente funcionaría para la integración. Con el Libertador y su canciller don Pedro Gual, y el eficiente José Rafael Revenga, se desenvuelven las misiones de Joaquín Mosquera, Miguel Santa María y Bernardo Monteagudo. En los tratados bilaterales que suscribe Colombia con Perú, Chile y México se estipula que: “Ambas partes se obligan
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a interponer sus buenos oficios con los Gobiernos de los demás Estados de la América antes española, para entrar en este pacto de unión, liga y confederación perpetua. ” AMPLITUD SUSTANTIVA El Libertador tiene potencia y calidad de imán para atraer, de la vastedad latinoamericana, a figuras representativas de sectores y conexiones que en su torno componen la plenitud del ser continental. De Venezuela son Sucre, Páez, Urdaneta, Mariño, Arismendi, Bermúdez, Anzoátegui. . . De Nueva Granada, los Nariño, Santander, Mosqueras, Arboledas, Restrepos.. . De México, el congresista. y plenipotenciaro Santamaría. De Panamá es José Domingo Espinar. Del Ecuador, el poeta y diplomático Olmedo. Del Perú, Unánue, Sánchez Carrión, Vidaurre. . . De Bolivia, Santa Cruz. De Chile, el ínclito O’Higgins, y de Argentina, los inmortales San Martín, Pueyrredón, Monteagudo, Alvear. . . De Cuba, el comandante Rafael de las Heras. Petion, de Haití. Brion, de Curazao. José Félix Bogado, del Paraguay. El culto José Ignacio de Abreu y Lima viene del Brasil.. No son pocos los que del Canadá, Norteamérica, Europa (Escocia, España, Francia, Inglaterra, Irlanda, Italia, Polonia, Prusia. . .) son cautivos de su fama. Su voluntad era de una muchedumbre. Presencias innumerables concurren a la verdad de su nombre. El diseño programático suyo para el Congreso de Panamá es el primero en los anales del mundo, y hasta ahora el único, en contemplar una dinámica y efectiva unión solidaria de naciones iguales, autónomas y democráticas, invitadas a deliberar sin presión hegemónica alguna, y a resolver libremente sobre las mutuas conveniencias generales. “La fuerza de todos concurriría al auxilio del que sufriese por parte del enemigo externo o de las facciones anárquicas [. . .] Ninguno sería débil con respecto a otro; ninguno sería más fuerte” [86]. Quería Bolívar que en Panamá se debatieran los grandes asuntos del nuevo mundo, que se formularan las leyes supranacionales y se orientaran todos los esfuerzos en pos de metas acordadas con la participación de todos. Para el futuro, allí Latinoamérica advertiría su unidad esencial; allí debía cumplirse su voto de 1822: “El gran día de la América no ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto las tablas de sus leyes tiránicas y fundado instituciones legítimas: mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de Repúblicas. ” Bolívar llega hasta concebir que América, tierra del hombre bueno, suelo de la libertad y del amor, pueda comunicar su aliento de justicia revolucionaria al Africa y al Asia, para destruir el yugo esclavi-
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zante que a la sazón impone Europa al mundo: “Yo llamo a esto el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana” [8]. El Libertador tiende a una liga ecuménica más positiva y real que las efímeras y débiles asociaciones de Estado que hasta entonces han existido. Prevé hasta la federación mundial donde los principios que dan vida a nuestra América tengan total vigencia. “En la marcha de los siglos, podría encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo el universo: la federal” [86]. De su humana amplitud dan prueba sus ideas de fomento a la inmigración, donde él no indica ninguna preferencia racial. Jamás se declararon abiertas las puertas de un país, tan absolutamente sin limitaciones, como lo hizo él llamando a radicarse aquí “a los extranjeros de cualquiera nación y profesión que sean”. Al inmigrante sólo exige probidad. Bolívar tenía conciencia de los beneficiosos efectos del mestizaje. El ser americano se levanta sobre aportaciones disímiles: todos los grupos humanos están presentes en su alumbramiento. Vamos hacia la “nueva casta de todas las castas, que producirá la homogeneidad del pueblo”. En Angostura es entusiasta su consigna: “La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla” [24]. En este mismo orden de su amplitud universa1ista se inscriben los conceptos geopolíticos de Bolívar. Otra vez América al servicio de la humanidad. Piensa en los estados del istmo centroamericano, cuya “magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo, sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio” [13]. La alusión a los canales interoceánicos vuelve a su pluma, en referencia a su Colombia donde el istmo de Panamá esta ubicado. A esa gran república de su creación, la ve “en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos, que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados y anchurosos canales” [24]. EL PERIÓ DICO, COMUNICADOR SOCIAL Durante su breve pero fecunda estadía en Inglaterra, pudo Bolívar apreciar cuánto vale la prensa como vehículo de ideas. Las conexiones de Miranda con revistas y periódicos de Londres preparó un clima de opinión favorable a la misión que -con López Méndez y Bello- le correspondía desempeñar. El 5 de septiembre de 1810 publicó Bolívar
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su primer artículo de prensa. Hasta su muerte, y desde aquel verano británico, él se mantuvo seguro en reconocer el poderoso medio comunicador que es la imprenta, a la cual considera “tan útil como los pertrechos” [19]. Asombra que a un hombre no profesional de las letras ni dedicado a las exclusivas tareas intelectuales, su capacidad política lo haya conducido a ser activo trabajador del periodismo, consciente de la trascendencia de la comunicación social y, sobre todo, lúcido en la posibilidad de abordar por ese medio la conquista de la opinión pública, fuerza que “vale aún más que los ejércitos”. Con criterio justo se estima ahora a Bolívar como periodista, como uno de los mejores de su América. Su carácter diáfano y concreto, certero y preciso, trasciende a sus producciones. Libró campañas de prensa y fue polemista desenvuelto. De un adversario suyo, el obcecado José Domingo Díaz, queda el reconocimiento de que para Bolívar la imprenta fue “la primera arma”. No obstante la pasión vehemente que debía mostrar en ese combate sistemático y continuo que es la lucha política -así en la paz como en la guerra-, Bolívar da lecciones de ecuanimidad [10]. La verdad, sostiene él, debe ser materia prima del periodismo. Ni siquiera en el caso de injustas diatribas en su contra, a las cuales era particularmente sensible, se olvida de la justicia y la ponderación. Un día, en agosto de 1825, se indigna por un ataque de prensa y manda a replicarlo. Advierte, sin embargo: “No se detenga Ud. en pelillos, dígales cosas muy fuertes y siempre la verdad, que es la que amarga, y no falsas imposturas que son las armas con que me quieren herir. Si en alguna cosa que digo no se encuentra la pura y limpia verdad no la diga Ud., pues yo no quiero que se digan falsedades.” En otra oportunidad, estampó su aforismo incontestable: “Las cosas falsas son muy débiles.” Petion, el glorioso patrocinador de las expediciones bolivarianas capitales, extremó su bondad para la América que nacía a la libertad, con el obsequio que hizo a Bolívar de una imprenta. Ésta se perdió en el desastre de Ocumare. Después, el Libertador colmó su sueño en Angostura fundando el Correo del Orinoco (1818-1821). A su amigo don Fernando Peñalver le había dicho: “Por ahora sólo necesitamos de los objetos que he pedido a Ud. antes, porque sin ellos estamos perdiendo el tiempo que es lo más precioso en estas circunstancias [. . .] Sobre todo, mándeme Ud, de un modo u otro la imprenta, que es tan útil como los pertrechos” [19]. Muchas observaciones hizo a la Gaceta de Bogotá. Por una parte, le preocupaban cuestiones de forma: “Nuestra Gaceta no se puede presentar en ninguna parte por su tipografía”; recomendaba que se aprovechara al máximo el papel escaso, utilizando los tipos “más pequeños que haya”. Con espontaneidad de veterano periodista prestaba atención
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equilibrada a los contenidos y a su respectiva presentación: “Estas notas pueden mejorarse con más sal y con algunos cauterios; pero que siempre vayan intercaladas en el texto porque así hacen mejor efecto [. _ .] A todas las cosas se le deben dar las formas que corresponden a su propia estructura, y estas formas deben ser las más agradables para que capten la admiración y el encanto. Mucho importa que ese diario que tiene tan buenos redactores trate las materias de un modo regular y periodístico. ” Análogas observaciones hace, a principios de mayo de 1824, a su competente secretario José Gabriel Pérez. Las recomendaciones periodísticas al general Heres, en agosto de 1825, son de las más minuciosas que él produjo. Prácticamente Bolívar hace hasta de diagramador, tarea especializada en el diarismo de hoy: indica el orden en que deben ir distribuidas las columnas: “Todo el papel debe estar dividido en sus diferentes departamentos, digámoslo así. Se trata de hacienda, hacienda, se trata de rentas, hacienda. Se trata de Fernando VII, tiranía o fanatismo, según sea el negocio. Se trata de un hecho raro o desconocido se pone: anécdota estupenda, curiosa o escandalosa, según sea.” Sus conclusiones tienen el valor de una pauta concreta: “Los artículos deben ser cortos, picantes, agradables y fuertes. Cuando se hable del gobierno, con respeto, y cuando se trate de legislación, con sabiduría y gravedad. Yo quiero que se proteja un periódico, pero no aparezca Ud. como principal, más bien que sea el gobierno o Larrea, o un amigo; pero que se organice con elegancia, gusto y propiedad.” Sobre el tono adecuado, insiste: “Para la sátira más cruel se necesita nobleza y propiedad como para el elogio más subido. ” Congruente con el periodista que Bolívar llevaba en su conciencia, fue él como hombre de Estado y gobernante. Total y sagrado fue su respeto a la libertad de expresión. En el proyecto de Constitución de 1819, él propone que “el derecho de expresar sus pensamientos y opiniones de palabra, por escrito, o de cualquier otro modo, es el primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aun la ley misma podrá jamás prohibirlo, y sólo podrá señalarle justos términos haciendo responsable de sus escritos y palabras, y aplicando penas proporcionadas a los que lo ejercieren licenciosamente en perjuicio de la tranquilidad pública, de la vida, honor, estimación y propiedad de cualquier ciudadano”. En el proyecto constitucional para Bolivia, estatuía: “Todos pueden comunicar sus pensamientos de palabra, o por escrito y publicarlos por medio de la imprenta sin censura previa, pero bajo la responsabilidad que la ley determine.”
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EXPECTATIVAS Y CONFLICTO En el sur aguardan a Bolívar muy arduos deberes. En febrero de 1824 el Congreso peruano le otorga los plenos poderes que configuran allí su mando “dictatorial”, y el cual ejercerá durante un año, dentro de cuidadosos límites constitucionales. De ese gobierno, él rendirá estricta cuenta en febrero del año siguiente por órgano de su ministro, el peruano José Faustino Sánchez Carrión. Este ideólogo y conductor político ha de ser no sólo colaborador eficaz sino propulsor, al lado de Bolívar, de los grandes acontecimientos registrados en el pasar de esos meses, desde Trujillo hasta Huamanga y desde Huamanga hasta Lima. La formación del Ejército Libertador en el norte, la instalación de la Corte Superior y de la Universidad de La Libertad en Trujillo, la campaña libertadora que se hace éxito americano en Ayacucho, la organización de la administración civil en el país y la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá desde la Casa de la Magdalena unen en la historia inicial de la República del Perú a Bolívar y a Sánchez Carrión. Los más gratos de los azarientos años de la carrera bolivariana pasan en el Ecuador, Perú y Bolivia. Fin de la guerra contra el absolutismo; tiempo de paz sin el ingrediente del sobresalto ni de la catástrofe, aunque -por otra parte- la estabilidad anhelada siga siendo un sueño. Los pueblos, especialmente las humilladas masas indígenas se van a los caminos a aclamar a su redentor. Bolívar, vengador de los marginados, recibe las oleadas de afecto y emoción pura de las multitudes como las de París en torno a Napoleón. Por ley de compensación, allá en el altiplano, él cosecha en justas satisfacciones los sacrificios de Venezuela, Nueva Granada y el Caribe. El Ecuador se enorgullecerá siempre de su firmeza en la lealtad al Padre de la Patria. En el tiempo de amarga ingratitud por venir, este país se gloriará de ofrecer al autor de su libertad el hogar tranquilo que otros perversos le niegan. Bolivia se identificará en análogos sentimientos filiales. El Perú fue suelo propicio para el florecimiento de su espíritu, con vigor y lozanía. Allá redacta sus mejores cartas: la de Pativilca al maestro amado Don Simón Rodríguez [56], las del Cuzco a su tío y padrino don Esteban Palacios [72], y sus ejercicios de crítica literaria para el poeta Olmedo [68]. Al Perú confluye América. Bajo las órdenes de Antonio José de Sucre, quien comanda a las tropas y pueblos de Bolívar, hay oficiales de Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela, además, de Alemania,
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España, Gran Bretaña, Irlanda, Países Bajos. Son los factores de Ayacucho; el día: 9 de diciembre de 1824. Cuarenta y ocho horas antes de la acción militar, el Libertador firma la circular a los gobiernos que debían echar en Panamá los fundamentos de la unidad latinoamericana. Terminaba la muerte, debía empezar la vida. Bolívar en la cima de los Andes luce como árbitro de América, en el apogeo de su prestigio. Cupo a Sucre el honor de arriar en el Cuzco el pendón de Pizarro que allí estuvo tres siglos. Bolívar recibe el trofeo y lo destina a su Caracas natal. Bastante expresivo de la circunstancia torcida y agónica que a Bolívar le tocó siempre vivir es el hecho de que cuando justamente él está consagrado al esfuerzo de la unidad continental, en el seno de la gran Colombia se desatan furiosos los agentes de la disolución. “Lo que hago con las manos, lo desbaratan los pies de los demás”, así describió su trabajo que se parecía al de Sísifo, el condenado que llevaba un peso enorme a la cima y, cuando estaba a punto de llegar, rodaba al abismo para recomenzar. Con la celeridad que permitían los medios de la época, Bolívar deja Lima en septiembre de 1826 hacia Colombia: “un laberinto horrible”, “un edificio semejante al del Diablo que arde por todas partes”. Su presencia logra conjurar temporalmente la división de la república. Los generales José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander son los cabecillas de este choque amenazante contra la estabilidad colombiana. Bolívar se impone transitoriamente. Su salud flaquea. De cuarenta y seis años, por el desgaste físico y moral de la lucha que ha librado, en el espacio gigante de cinco millones de kilómetros cuadrados, durante dos decenios, Bolívar parece un anciano. En Venezuela -por última vez- en 1827, da a la patria con cuyos elementos se formó su ser lo que resta de su aliento. Viene en el desvelo unitario y fraternizador. Le aporta su madurez y su experiencia administrativa. Ahora, más convencido de que “moral y luces son nuestras primeras necesidades”, se consagra sobre todo a la educación. Adopta medidas eficaces en pro de la manumisión de los esclavos. Pone orden en el ramo fiscal: reglamentación de rentas y aduanas. Las ocasiones sobran para lecciones reiteradas de pulcritud y honradez. Triste desilusión la de este viaje. Parece que mediara un siglo entre el optimismo de Angostura, en 1819, y el menguado presente de esta recolección desnuda de los testimonios de la quiebra, a los cuales ha de reunir pronto en el doloroso mensaje a la Convención de Ocaña [90]. Luego sería el adiós, para regresar huesos y cenizas en una urna de plomo en 1842.
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POR LA UNIVERSIDAD En la historia de Bolívar y de la cultura latinoamericana, la última visita del gran caraqueño a su país natal se recordará por la huella sustantiva que deja en la universidad. Caracas, como Trujillo, Bogotá, Quito, Arequipa, Cali, Medellín, San Cristóbal de Ayacucho..., recibe en su universidad el impacto civilizador del estadista que tiene plena conciencia de que “las Naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan, si ésta vuela” [79]. El 24 de junio de 1827, a seis años justos de la batalla de Carabobo que sella la libertad de Venezuela, dicta el Libertador -con la colaboración de José María Vargas y José Rafael Revenga- los nuevos estatutos constitucionales para la Universidad Central de Caracas [88]. En extensión es el segundo decreto de los bolivarianos: cerca de trescientos artículos. Se derogaron aquí normas arcaicas, se remozó y modernizó debidamente la magna institución, se sentaron las bases de un nuevo trato que, sin exageración ni error, podría estimarse punto inicial de una reforma universitaria importante para la época, y buena parte de cuyos principios mantiene lozana vigencia. Dentro de un concepto de auténtica difusión cultural, se propicia una política de puertas abiertas en la universidad. Al estudiantado se le reconoce participación en el comando del instituto. A favor de los alumnos se consigna la exención del servicio militar y de cualquiera tarea que los divorcie de la específica atención a su formación superior. Mediante un sistema de equivalencias y reválidas se tiende a la coordinación de nuestras universidades. Para la provisión de cátedras se estipulan libres concursos de oposición, y se recuerda expresamente a los jurados “obrar en justicia sin afición ni pasión”. A los profesores los quiere Bolívar como maestros integrales, les prescribe que no deben ser solamente transmisores de conocimientos, sino también “el modelo de los jóvenes confiados a su enseñanza: la decencia, el decoro, la urbanidad, la cultura en el idioma, todo debe relucir en los maestros, a fin de que con estas lecciones prácticas formen buenos discípulos” [88]. Colocaba Bolívar en la cúspide de su afecto a los educadores. Aseguraba que “el objeto más noble que puede ocupar al hombre es ilustrar a sus semejantes”. El practicó personalmente con sus maestros la relación del “amor y respeto”; tal es la clave que elabora cuando evoca, a la distancia de muchos lustros, su conexión con Andrés Bello: “Yo conozco la superioridad de este caraqueño contemporáneo mío:
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fue mi maestro cuando teníamos la misma edad; y yo le amaba con respeto. ” Él visualizaba y ejemplificaba en sí mismo la función del maestro como de un jardinero cariñoso y paciente. A don Simón Rodríguez se complace en decirle -desde el vértice del poder y de la gloria-: “Usted no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo” [56]. En sus nuevas normas para la Universidad de Caracas también atiende Bolívar a la seguridad social de los docentes. Se funda un sistema de jubilaciones “con renta entera” a los veinte años de servicios. Demócrata celoso en la alternabilidad republicana, fija un período de tres años para el ejercicio rectoral. Nunca tuvo la idea de que la universidad fuera un plantel mayúsculo, ni una federación de escuelas profesionales. Por el contrario, la miraba como un ente orgánico y superior, al cual asignaba tareas de alto rango que iban más allá de la simple instrucción. Dentro del plan universitario, él incluía la creación de cuatro academias: literatura, ciencias naturales, ciencias políticas y morales, y ciencias eclesiásticas. Todas debían orientarse al estudio de la realidad ambiente con miras a soluciones concretas y de beneficio social. A la Facultad de Medicina se le encomiendan tareas de salubridad nacional. También se le encarga “formar y publicar los métodos curativos que mejor convengan, cuando haya enfermedades epidémicas o contagiosas. Publicar iguales métódos para precaver a los pueblos las enfermedades más comunes o propias de estos países”. La creación de uno o varios museos también se atribuye a la Facultad de Medicina; promoverá igualmente la edición de textos didácticos; atenderá a la protección y mejor aprovechamiento de la riqueza forestal de la república. El interés de Bolívar por la institución universitaria se evidencia en la serie de trece decretos que promulga en el quinquenio entre 1824 y 1829. El último de ellos, dictado en Popayán el 5 de diciembre de 1829, asigna a las universidades un papel notable en la gerencia y administración del ramo educativo, vale decir, las funciones que correspondían a las subdirecciones de estudios en los sitios donde hubiera universidad. El celo de Bolívar por la educación a máximos niveles de excelencia no implica, en ningún caso, por su parte, un prejuicio de élite. Criticó y combatió con el ejemplo la falsa idea aristocratizante del ocio y del rechazo al trabajo manual por impropio de señores. Sobre el destino profesional de su sobrino Fernando, vale decir, del hijo que él no tuvo, fue enfático en declarar que si el joven se decidiera “a aprender algún arte u oficio yo lo celebraría, pues abundan entre nosotros
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médicos y abogados, pero nos faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad y bienestar” [42]. Al término real de su existencia corpórea, a una semana del que sería día de su muerte, tiene Simón Bolívar un recuerdo enaltecedor para la Universidad de Caracas -esa misma a la que dotó de bienes propios y rentas suficientes para su autonomía-, y es que en su testamento expresa: “Es mi voluntad, que las dos obras que me regaló mi amigo el señor general Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón, tituladas El contrato social de Rousseau y El arte milítar de Montecuccoli, se entreguen a la Universidad de Caracas” [61]. De esos dos libros, “de un valor inestimable”, que resumen y simbolizan las mitades complementarias de su personalidad: guerrero y estadista, pensador y soldado, Bolívar había dicho: “Me serán muy agradables por todo respecto. Sus autores son venerables por el bien y por el mal que han hecho; el primer poseedor es el honor y la desesperación del espíritu humano, y el segundo, que me ha honrado con ellos, vale para mí más que todos porque ha trazado con su espada los preceptos de Montecuccoli y en su corazón se encuentra grabado el contrato social, no con caracteres teóricos, sino con hechos que se comparten entre el heroísmo y la beneficencia” [61]. EL FINAL COLOMBIANO De Venezuela salió Bolívar en julio de 1827 para el tramo último de su destino, que sería también el derrumbe de su creación política. Sus años de permanencia necesaria en el sur fueron el mayor sacrificio de su vida; él estaba consciente de la disyuntiva sin escapatoria: si se quedaba en Colombia y abandonaba al Perú, se perdería todo: allí los enemigos se harían fuertes para el ataque revanchista contra Colombia. Si iba al Perú perdería, como efectivamente perdió, el poder en Colombia; apenas le quedaría la esperanza de que sus compatriotas no volvieran atrás en un camino que tanto había costado. Él aceptó el desafío. En su cruzada, avanzó hasta el Potosí; recibió el homenaje de ser considerado protector de la libertad americana, invitado por los argentinos, respetado por los pueblos como la garantía viviente de la revolución. Esos años los aprovechan los caudillos, encarnados típicamente en Páez y Santander, y muchos otros coincidentes en la misma concepción de “patriecita” y de horizontes mezquinos, para torcer los ideales revolucionarios hacia la mera satisfacción de sus parciales intereses. Bolívar quiere entonces que se haga un examen, para una rectificación a fondo, de las bases de la república. Se atribuye ese trabajo a la Convención de Ocaña.
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El acuerdo esperado no se logra. La situación evoluciona rápidamente hacia un acto de fuerza que es la “dictadura” de 1828-1830. Sobre esa dolorosa y trágica etapa de la carrera política del Libertador ha circulado una leyenda que procura homologar ese gobierno de emergencia de Simón Bolívar con las dictaduras y despotismos antipopulares padecidos sobradamente en América Latina. La “dictadura” de Bolívar es de la clase y razones de las dictaduras en la república romana. Es un régimen de derecho; espontáneamente se declara provisional, se fija término y se obliga a reunir la representación nacional en fecha precisa: el 2 de enero de 1830. Además, no toma el Libertador la totalidad del poder; el Consejo de Estado impone muchas veces su criterio de cuerpo colegiado, incluso respecto a asuntos delicados que en el orden personal atañían a Bolívar. En lo sustancial, durante esa breve y convulsa coyuntura, el revolucionarismo bolivariano no sufre mengua. Bolívar no se desdice, ni tranza ni negocia, ni echa atrás ninguna de sus líneas cardinales. Antes bien, queda incólume y ratificada expresamente -sobre todosu muy clara posición antiesclavista. Su decisión franca en pro de los indígenas se hace más nítida, lo mismo su actitud colombianista y continental; igual su insistencia en la ética, metas todas a las cuales reafirma con sus decretos y actos de este tiempo crucial. Si se examina con prolijidad y se juzga imparcialmente, la dictadura -nunca “tiranía”- antes que un desliz reaccionario es el postrer intento de Bolívar por impulsar la revolución, sacarla del atolladero y hacerla tangible. A principios de 1830, como estaba pautado legalmente, instalase el Congreso -llamado Admirable por la calidad sobresaliente de sus miembros. Bolívar entrega el mando y, prácticamente, cierra su vida pública. Sus planteamientos son patéticos [97]. Emprende su camino al exilio definitivo, no alcanzará la meta de viajar a Jamaica para situarse en Europa como San Martín. Las complicadas circunstancias del transporte lo detienen en la costa colombiana del Caribe. Allí sabe del vil asesinato de su más fiel compañero, el íntegro mariscal Antonio José de Sucre [99]. Allí se entera de que Colombia ya no existe, pues se divide en las tres porciones tradicionales de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. Su país nativo lo execra y lo destierra oficialmente. La amargura es indecible. El 17 de diciembre de 1830, a la una de la tarde, pasa a la eternidad. Al final, se crece en el perdón. Sus votos últimos han sido por la felicidad de la patria [100].
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No se equivocan los pueblos cuando miran a aquel venezolano, caraqueño, latinoamericano, que fue Simón Bolívar, como una referencia moral válida y permanente. Él es el centro histórico, espiritual y ético, de esa nación que pudo ser la más grande del mundo: América Latina -la del río Misisipí hasta el estrecho de Magallanes-, la triple: Hispano-América, Luso-América o Brasil, y el mosaico Caribe que no obstante hablar inglés, francés, neerlandés, danés, papiamento, patois o créole es suma viva de una misma y sustancial realidad. La historia de Bolívar es una enseñanza múltiple. Es particularmente severo e intachable en su conducta de hombre público. Cierta vez, a la proposición de Santander para apoyar ambos a la compañía que intentaba abrir el canal de Panamá, responde: “Después de haber meditado mucho cuanto usted me dice, me ha parecido conveniente no sólo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga usted en él [. . .] por mi parte, estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial. ” En la administración de los dineros nacionales su pulcritud es extremada. El llama “agradable necesidad” al “deber sagrado para un republicano, de dar cuenta de su administración a los representantes del pueblo”. Bolívar quiso que la Constitución puntualizara expresamente entre los deberes ciudadanos, el de “vigilar sobre la legítima inversión de las rentas públicas, en beneficio de la sociedad, y acusar ante los representantes del pueblo a los defraudadores de ellas, bien sea el fraude de parte de los contribuyentes, bien de parte de los administradores o del gobierno que las dirige”. Así mismo es terco en sostener que “no debe el ciudadano conformarse con no quebrantar las leyes. Es necesario que vele además sobre su observancia, y ponga todos los medios a su alcance para hacerlas cumplir, empleando el ejemplo, la persuasión y la representación a las autoridades, si todos los otros medios fueren ineficaces”. El fue un gallardo abanderado en la lucha contra la corrupción administrativa [51, 87) A esta lacra vergonzosa la combatió siempre con drástica intransigencia. Como en un film que no decae, se suceden sus acciones a favor de la moral en la administración pública. En 1813, imponiendo la ética del nuevo orden y defendiendo al único ramo que entonces podía proporcionar algunos recursos a la patria naciente, decreta: “Todo aquel que fuera convencido de haber defraudado los caudales de la Renta Nacional de Tabaco, o vendiéndole clandestinamente fuera del estanco, o dilapidándolos con robos y manejos ilícitos,
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será pasado por las armas, y embargados sus bienes para deducir los gastos y perjuicios que origine” [6]. Y agrega con rigor: “Sufrirán las mismas penas todos aquellos jueces o personas a quienes por su parte toque aplicar o ejecutar esta ley, siempre que, conforme al modo sumario y breve indicado, se les pruebe haberla mitigado en favor de los delincuentes por connivencia, parcialidad u otra cualquiera causa” [6]. Investido del poder supremo, en Lima, no vaciló en ordenar: “Todo funcionario público, a quien se le convenciere en juicio sumario haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital” [55]. En esta ocasión, subrayando su rigidez reafirmada en Caracas, dispone a renglón seguido: “Los jueces a quienes, según la ley, competa este decreto, seran condenados a la misma pena” [55]. Bolívar inició rico su carrera política -en 1804 se estima su fortuna en cuatro millones de pesos-. Consume su patrimonio en las vicisitudes de la guerra< De 1828 es su dicho lapidario: “Quisiera tener una fortuna material para dar a cada colombiano; pero no tengo nada: no tengo más que corazón para amarlos y una espada para defenderlos.” Después de tres lustros en los cuales tócale manejar, sin más control que el de sus estrictos principios, los erarios de Venezuela, Colombia y Perú, muere en la pobreza. Así declara en su testamento: “No poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa [adquiridas por sus antepasados] situadas en la provincia de Carabobo, y unas ,alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles.” VALOR DE LA UNIÓ N Para la humanidad entre las más fecundas enseñanzas de Bolívar, en el bicentenario de su nacimiento, están su denodada y absoluta entrega a la libertad, para gloria de la cual él convoca a todos los pueblos, y conjuntamente su certeza categórica sobre el valor eminente de la unión, solidaridad e integración. Un punto alto de la historia americana, obligante y aleccionador en su sencillez, resulta el acuerdo entre los dos grandes conductores de la lucha en Suramérica, los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín [36, 43) El 26 de julio de 1822 fue la entrevista de Guayaquil. Aunque distintos en rasgos secundarios, ellos se identificaron como “hermanos de armas, de empresas y de opinión”. Sus fuerzas combinadas y sus prestigios sumados depararon al continente americano un tiempo de confluencia impar: Entendimiento solidario y fértil, comprobable en sus resultados reales. Al regresar de la entrevista, San Martín dijo a los peruanos: “Tuve la satisfacción de abrazar al héroe del sur de
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América. Fue uno de los días más felices de mi vida., Tributemos todos un reconocimiento eterno al inmortal Bolívar.” Este, por su lado, destacó los puntos resaltantes concertados con el héroe de las batallas de San Lorenzo, Chacabuco y Maipú que dieron independencia a la Argentina y a Chile: eterna amistad entre sus naciones, arreglo limítrofe, federación completa, mancomunidad diplomática frente a España, y la coincidencia en el tema medular de América: primordialmente San Martín quiere “que todo marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad sin ella”. La entrevista produjo lo que ambos contertulios esperaban de ella. Ni intransigencia, ni rencor, ni frustración. Ninguna obstrucción ni saboteo. Horizontes abiertos hacia la misma meta excelsa de la unidad en libertad [44, 45) La vigencia de Bolívar para todos los pueblos se patentiza -fuerza es repetirlo- en su denodado y permanente empeño por la unidad. Fue un militante contra los egoísmos. Soldado de la unión. En cada uno de sus documentos capitales este pensamiento es el eje articulador. En el Manifiesto de Cartagena, expresa: “Nuestra división, y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud” [4]. Dentro del Manifiesto de Carúpano, la alusión es precisa: “Parece que el cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros” [ll]. En la Carta de Jamaica, reitera: “Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración” [13]. En el Mensaje de Angostura es repetitivo: “Unidad, Unidad, Unidad, debe ser nuestra divisa” [24]. Al Congreso de Bolivia le señala que sus dos monstruosos enemigos son “la tiranía y la anarquía” [83]. En la Convención de Ocaña recordó: “Ninguna nación se hizo respetable sin la unión que la fortifica” [90]. Ante el Congreso Admirable, su adiós es conmovedor: “Compatriotas: Escuchad mi última voz al terminar mi carrera política; a nombre de Colombia os pido, os ruego que permanezcáis unidos, para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos” [97]. En su última proclama, plantea la obligación común: “Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión” [100]. A Latinoamérica le corresponde -conforme a la previsión de Simón Bolívar y al concepto, metafórico pero veraz, de que “nosotros somos un pequeño género humano”- una aproximación franca hacia las otras zonas de la tierra. Así se debía propender a lo que él avizoraba como un nuevo cuadro equilibrado del mundo. Su argumentación de 1814, bien cabe -con los ajustes de circunstanciales referencias- a este tiempo próximo al siglo xx1: “La ambición de las naciones de Europa [léase hoy: metrópolis imperialistas de cualquier signo y origen] llevan el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas estas
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partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a éste el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana” [8], NUEVOS HORIZONTES Especialmente para el tercer mundo, ése que surge equidistante, de las polarizaciones excluyentes, Bolívar encarna un mandato vivo. El, a la vez que nos conmina para esa lucha a vida que es la de preservar nuestra esencia contra el asedio de los vasallajes, nos manda a ofrecer nuestra experiencia crítica a esa parte tercera del universo, de la cual somos solidarios en razón de un acontecer difícil, compartido y paralelo, y también por causa de ideales y de insatisfechas aspiraciones afines. Ciertamente, la descripción casi fotográfica que en la Carta de Jamaica ofrece Bolívar acerca del monopolio ejercido por el absolutismo español en esta zona del mundo, se aplicaría nítida y visionariamente a cualquiera antigua colonia en Asia o en Africa: “La posición de los moradores ha sido puramente pasiva; su existencia política era nula. Estábamos en un grado más abajo de la servidumbre. El lugar era el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes. Quiere Ud. saber cuál era nuestro destino?: los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta” [13]. En las presentes circunstancias de Latinoamérica, dentro de un sistema ecuménico cada vez más interdependiente, conflictivo y sacudido, dinámico y cambiante a supersónica velocidad, donde la ciencia y la técnica proporcionan al hombre inesperadas posibilidades de dominio sobre la naturaleza, se impone como deber un plan orgánico y vasto de todos nuestros países para la acción y el desarrollo. El pensamiento y el ejemplo de Bolívar, para eso, para la buena causa del ser americano, y del hombre sufrido de todas las latitudes, puede ayudar a estas patrias fraternas a encontrarse a sí mismas. Nadie aventaja, en efecto, a aquel visionario en la plenitud de su perspectiva, en lo global completo de su enfoque, en la cabalidad de su decisión tras metas certeras y factibles. Su pluma de alta expresividad literaria plasma, para los pueblos y las épocas, el mensaje crudo de amargas vivencias: “Fuimos abandonados por el mundo entero, ninguna nación extranjera nos ha guiado con
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su sabiduría y experiencia, ni defendido con sus armas, ni protegido con sus recursos. No sucedió lo mismo a la América del Norte durante su lucha de emancipación. Aunque poseyendo sobre nosotros toda suerte de ventajas, las tres más poderosas naciones europeas, dueñas de colonias, la auxiliaron en su independencia; y sin embargo la Gran Bretaña no ha usado de represalias contra aquella misma España que la había hecho la guerra para privarla de sus colonias [. . .] Hasta los mismos triunfos del grande e inmortal Wellington han sido indirectamente fatales para nosotros, porque el arte de la guerra que los españoles ignoraban, lo han aprendido de aquellos heroicos británicos mandados por el ilustre capitán destinado en un tiempo a libertar la América del Sur. Éstos son los hechos singulares que la historia recordará junto con otros igualmente singulares que sería largo referir. Los Estados Unidos del Norte que, por su comercio, pudieron haber suministrado elementos de guerra, nos privaron de ellos por causa de su contienda con la Gran Bretaña. Sin esto Venezuela sola habría triunfado, y la América del Sur no habría sido asolada por la crueldad española ni destrozada por la anarquía revolucionaria. Nosotros no tenemos más armas para hacer frente al enemigo que nuestros brazos, nuestros pechos, nuestros caballos y nuestras lanzas. El débil necesita una larga lucha para vencer; el fuerte, como en Waterloo, libra una batalla y desaparece un imperio” [14]. Tantos desengaños tienen, para cuantos en verdad escuchan a la historia y de ella derivan enseñanzas válidas para su vivir, un valor educativo insuperable: confianza en las propias fuerzas, y seguridad sólo en la unión de los afines y homogéneos. Es machacona su cátedra sobre la libertad. Nuestros países, altruistas y generosos por índole, románticos e idealistas por razón de su ser, cifran en la libertad un patrimonio preeminente al cual nunca han estado dispuestos a renunciar. Y es que a la libertad -“necesaria y hermosa respiración del alma”, en el poético decir de Borges- se ha de condicionar todo y cualquier empeño de justicia tangible. Bolívar, Libertador, no conquistador ni opresor, se inmoló por la libertad. Su revolución quiso ser en el orbe el primer intento magno de un movimiento de libertad integral y, conjuntamente, de contenido económico y social. El insurgió contra el absolutismo, y especialmente contra su peor modalidad: la colonialista, mas para instaurar un sistema popular y positivo que respetara los fueros de la persona humana reconociendo el superior interés colectivo. La lucha bolivariana, sacrificio fecundo a favor de la auténtica independencia, para que ante las agresivas versiones de neocolonialismo que surgen hoy especulando y aprovechando la casual inferioridad tecnológica del tercer mundo, se alerte y concientice a los disímiles pueblos de la gran familia universal marginada, sobre el deber de
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escoger libremente sus fórmulas y definir sus objetivos, sin copiar un modelo de desarrollo ajeno, sólo apto y conveniente para los ya desarrollados. Hoy más que nunca, estamos urgidos de verdadera independencia de criterio, soberanía de espíritu, trabajo esforzado, acción solidaria y claridad de metas, para hacer buena “la esperanza del universo”. Puerto de Hierro (Venezuela), 16 de agosto de 1982
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EXPLICACIÓ N BIBLIOGRAFICA
La obra escrita de Simón Bolívar, de la cual procede la presente antología, constituye un acervo muy extenso y variado. Cartas, discursos, proclamas, leyes, decretos, papeles diversos, contienen su pensamiento. Esa obra ha sido y es objeto de repetidas y constantes ediciones. Los nombres de Daniel Florencio O’Leary, Francisco Javier Yanes, Cristóbal Mendoza, José Félix Blanco, Ramón Azpúrua y Vicente Lecuna, deben ser citados con honor y justicia entre los más importantes compiladores y divulgadores de los textos bolivarianos. Al respecto, las colecciones documentales de mayor significación son: Memorias del general O’Leary, editadas originalmente en 32 tomos, entre 1879 y 1888, en Caracas. Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, reunidos por José Félix Blanco y Ramón Azpúrua, publicados en 14 tomos entre 1875 y 1877, en Caracas. Ambas colecciones fueron dispuestas por el presidente Antonio Guzmán Blanco. Hay reediciones de las Memorias del general O’Leary en 34 tomos (Barcelona, Grafesa, 1981) y de los Documentos pura la historia de la vida pública del Libertador en 15 volúmenes (Caracas, Litetecnia, 1978 y 1979). Las reediciones fueron decretadas el 27 de febrero de 1979 y el 19 de julio de 1977, respectivamente, por el presidente Carlos Andrés Pérez, con motivo del bicentenario del Libertador. Del sabio historiador bolivariano don Vicente Lecuna hay una compilación de 11 tomos de Cartas del Libertador, un volumen de Proclamas y discursos del Libertador, uno de Papeles de Bolívar y dos de Documentos referentes a la creación de Bolivia. Los 13 tomos de las tres primeras recopilaciones -con notas del doctor Lecuna y la colaboración de Esther Barret de Nazaris- han sido parcialmente reunidos en dos volúmenes, en papel biblia, de Obras completas de Simón Bolívar, publicadas inicialmente en 1947 y con varias reediciones. La Sociedad Bolivariana de Venezuela, por encargo del gobierno nacional, conforme a decreto del presidente Rómulo Betancourt, viene publicando una edición exhaustiva de la obra bolivariana con el título de Escritos del Libertador. Hasta junio de 1981 han aparecido de esta colección magistral y definitiva 14 tomos. La misma Sociedad Bolivariana de Venezueia ha publicado 3 tomos de Decretos del Libertador, 1961.
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La Fundación John Boulton, con la asesoría del ilustre profesor Manuel Pérez Vila, ha divulgado valiosa documentación bolivariana, descubierta en investigaciones recientes, en un volumen: Cartas del Libertador (tomo XII), 1959. La Fundación Vicente Lecuna, por su parte, ha publicado un también valioso volumen inédito: Correspondencia del Libertador, 1974. Categoría de documento primario para el conocimiento de Bolívar tiene el Diario de Bucaramanga escrito por Luis Peru de Lacroix, muy publicado. En las varias decenas de tomos de documentos, antes citados, se encuentran las cien piezas de la presente antología.’
1. La edición de los textos que integran esta antología ha sido revisada y corregida teniendo en cuenta las reglas de ortografía y puntuación vigentes.
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Del juramento en Roma por la libertad En presencia de su maestro don Simón Rodríguez y de su amigo Fernando Toro, jura Bolívar -el 15 de agosto de 1805- en el Monte Aventino, consagrarse a la causa de la libertad. Se conoce este texto, reconstruido de memoria, años después, por el maestro Rodríguez.
Este pueblo ha dado para todo: severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrílegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Catón. Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus fases, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo. duro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi
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brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!
“Estamos comprometidos a presencia del universo. Nos empeñamos en producir la emancipación general” De nota dirigida al gobierno de Caracas, el 8 de septiembre de 1810, desde Londres. Redactada por Andrés Bello, inspirada por Francisco de Miranda y suscrita por Bolívar y Luis López Méndez, reúne a los tres máximos personajes de Caracas: el Precursor, el Humanista y el Libertador, en una declaración bastante franca hacia la independencia ya vista en términos americanos. En su inicio el movimiento revolucionario se disimulaba como “conservador de los derechos” del rey español, aquí se abre a la sinceridad del cambio por la libertad y la unidad latinoamericanas.
Pocos días ha que se recibió oficialmente en esta Corte el inicuo y escandaloso decreto, en que el Consejo de Regencia nos ha declarado rebeldes y ha impuesto un riguroso bloqueo sobre nuestras costas y puertos, previniendo a las demás provincias americanas que corten y embaracen toda especie de comunicación con nosotros. Por los papeles públicos que incluimos verá V.S. cuál es el estado de las cosas en España y Portugal, y cuál el concepto que hasta ahora se ha hecho de las novedades que van ocurriendo en Venezuela y en otras partes de ese continente. Tiene nuestra causa en este país innumerables amigos, y es imposible que deje de haberlos donde la razón y la justicia tengan partidarios. Estamos comprometidos a presencia del universo, y sin desacreditarnos para siempre, no podemos desviarnos un punto del sendero glorioso que hemos abierto a la América. Dejemos que la fría gratitud de los tiranos sea la recompensa de aquellos pueblos que no hayan tenido valor para marchar sobre él. 0 que en vez de imitar nuestra conducta, hayan incurrido en la bajeza de denigrarla; mientras que nosotros continuando sin cesar los esfuerzos, y propagando las buenas ideas, nos empeñamos en producir la emancipación general. Nuestras medidas llevadas adelante con tesón y firmeza deben apresurarla infaliblemente; y mientras llega esta época afortunada, el tierno interés que la justicia y la filantropía toman por nosotros nos consolará de la ceguedad o ingratitud de nuestros hermanos.
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“Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana” Primer discurso de Bolívar. Fue en la Sociedad Patriótica de Caracas -un club político para impulsar la causa revolucionaria-, el 4 de julio de 1811. Alienta el proceso político de Venezuela y lo define en función del interés general de Latinoamérica.
No es que hay dos congresos. Cómo fomentarán el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, y para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. Y qué dicen? que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. Que los grandes proyectos deben prepararse en calma! Trescientos años de calma ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos. Propongo que una comisión del seno de este cuerpo lleve al Soberano Congreso estos sentimientos.
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Análisis de un fracaso y útil señalamiento para el curso de la revolución Primer documento fündamental de Bolívar, conocido como Manifiesto de Cartagena. Examina y explica las causas de la caída de la Primera República de Venezuela (1810-1812). En Cartagena de Indias, el 15 de diciembre de 1812.
Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela y redimir a ésta de la que padece son los objetos que me he propuesto en esta memoria. Dignáos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.
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Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos estados. Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción: lisonjeándome que las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida república persuadan a la América a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos. El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante: sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos períodos, con una ceguedad sin ejemplo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..“............. Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada. De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos, los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país, para tenerlo incesantemente inquieto y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces, perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes que se dirigían contra la salud pública. La doctrina que apoyaba esta conducta tema su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores que defienden la no residencia de facultad en nadie, para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste en el delito de lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar; porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido!
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Falta de organización
De aquí vino la oposición decidida a levantar tropas veteranas, disciplinadas y capaces de presentarse en el campo de batalla, ya instruidas, a defender la libertad, con suceso y gloria. Por el contrario: se establecieron innumerables cuerpos de milicias indisciplinadas, que además de agotar las cajas del erario nacional con los sueldos de la plana mayor, destruyeron la agricultura, alejando a los paisanos de sus hogares; e hicieron odioso el gobierno que obligaba a éstos a tomar las armas, y a abandonar sus familias. “Las repúblicas, decían nuestros estadistas, no han menester de hombres pagados para mantener su libertad. Todos los ciudadanos serán soldados cuando nos ataque el enemigo. Grecia, Roma, Venecia, Génova, Suiza, Holanda, y recientemente el Norte de América vencieron a sus contrarios sin auxilio de tropas mercenarias siempre prontas a sostener al despotismo y a subyugar a sus conciudadanos.” Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios, fascinaban a los simples; pero no convencían a los prudentes que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre los pueblos, los tiempos y las costumbres de aquellas repúblicas, y las nuestras. Ellas, es verdad que no pagaban ejércitos permanentes; mas era porque en la antigüedad no los había y sólo confiaban la salvación, y la gloria de los Estados, en sus virtudes políticas, costumbres severas y carácter militar, cualidades que nosotros estamos muy distantes de poseer. Y en cuanto a las modernas que han sacudido el yugo de sus tiranos es notorio que han mantenido el competente número de veteranos que exige su seguridad: exceptuando al Norte de América, que estando en paz con todo el mundo, y guarnecido por el mar, no ha tenido por conveniente sostener en estos últimos años el completo de tropas veteranas que necesita para la defensa de sus fronteras y plazas. ............................................................. El resultado probó severamente a Venezuela el error de su cálculo; pues los milicianos que salieron al encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no estando habituados a la disciplina y obediencia, fueron arrollados al comenzar la última campaña, a pesar de los heroicos y extraordinarios esfuerzos que hicieron sus jefes, por Llevarlos a la victoria. Lo que causó un desaliento general en soldados, y oficiales; porque es una verdad militar que sólo ejércitos aguerridos son capaces de sobreponerse a los primeros infaustos sucesos de una campaña. El soldado bisoño lo cree todo perdido desde que es derrotado una vez; porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna. La subdivisión de la provincia de Caracas proyectada, discutida y sancionada por el Congreso federal despertó y fomentó una enconada
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rivalidad en las ciudades, y lugares subalternos, contra la capital: “la cual decían los congresales ambiciosos de dominar en sus distritos, era la tiranía de las ciudades y la sanguijuela del Estado”. ............................................................. La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales, y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la república, porque la obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda, sin otra garantía, que la fuerza y las rentas imaginarias de la confederación. Esta nueva moneda pareció a los ojos de los más, una violación manifiesta del derecho de propiedad, porque se conceptuaban despojados de objetos de intrínseco valor, en cambio de otros cuyo precio era incierto, y aun ideal. El papel moneda remató el descontento de los estólidos pueblos internos, que llamaron al comandante de las tropas españolas, para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más horror que la servidumbre. Pero lo que debilitó más al gobierno de Venezuela fue la forma federal que adoptó, siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo para que se rija por sí mismo, rompe los pactos sociales y constituye a las naciones en anarquía. Tal era el verdadero estado de la confederación. Cada provincia se gobernaba independientemente; y a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquéllas. ............................................................. El sistema federal, bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes estados. Generalmente hablando, todavía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente sus derechos; porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano: virtudes que no se adquieren en los gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los deberes del ciudadano. Por otra parte qué país del mundo por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal? Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes ni constituciones, interín no se restablecen la felicidad y la paz.
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Los debidos ajustes
Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas; seremos indefectiblemente envueltos en los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas. Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo y por los intrigantes moradores de las ciudades añaden un obstáculo más a la práctica de la federación entre nosotros: porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente, y los otros, tan ambiciosos que todo lo convierten en facción; lo que ponía el gobierno en manos de hombres ya desafectos a la causa, ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de partido decidía en todo, y por consiguiente nos desorganizó más de lo que las circunstancias hicieron. Nuestra división, y no las armas españolas, nos tomó a la esclavitud. El terremoto de 26 de marzo trastornó, ciertamente, tanto lo físico como lo moral; y puede llamarse propiamente la causa inmediata de la ruina de Venezuela; mas este mismo suceso habría tenido lugar, sin producir tan mortales efectos, si Caracas se hubiera gobernado entonces por una sola autoridad, que obrando con rapidez y vigor hubiese puesto remedio a los daños sin trabas, ni competencias que retardando el efecto de las providencias dejaban tomar al mal un incremento tan grande que lo hizo incurable. Si Caracas en lugar de una confederación, lánguida e insubsistente hubiese establecido un gobierno sencillo, cual lo requería su situación política y militar, tú existieras oh Venezuela! y gozaras hoy de tu libertad. La influencia eclesiástica tuvo, después del terremoto, una parte muy considerable en la sublevación de los lugares y ciudades subalternas y en la introducción de los enemigos en el país, abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio en favor de los promotores de la guerra civil. Sin embargo debemos confesar ingenuamente que estos traidores sacerdotes se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamente se les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta. ............................................................. Resumen de estrategia De lo referido se deduce que entre las causas que han producido la caída de Venezuela debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su constitución; que, repito, era tan contraria a sus intereses, como favorable a los de sus contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía
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que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero: la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la república y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto: el terremoto acompañado del fanatismo que logró sacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro. Estos ejemplos de errores e infortunios no serán enteramente inútiles para los pueblos de la América meridional, que aspiran a la libertad e independencia. La Nueva Granada ha visto sucumbir a Venezuela, por consiguiente debe evitar los escollos que han destrozado a aquélla. A este efecto presento como una medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista de Caracas. A primera vista parecerá este proyecto inconducente, costoso, y quizás impracticable: pero examinando atentamente con ojos previsivos y una meditación profunda, es imposible desconocer su necesidad, como dejar de ponerlo en ejecución probada la utilidad. ............................................................. Como en el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política, no debió el gobierno de Venezuela, por esta razón, haber descuidado la extirpación de un enemigo que, aunque aparentemente débil, tenía por auxiliares a la provincia de Maracaibo; a todas las que obedecen a la Regencia; el oro y la cooperación de nuestros eternos contrarios, los europeos que viven con nosotros; el partido clerical, siempre adicto a su apoyo y compañero, el despotismo; y sobre todo, la opinión inveterada de cuantos ignorantes y supersticiosos contienen los límites de nuestros estados. Así fue que apenas hubo un oficial traidor que llamase al enemigo, cuando se desconcertó la máquina política, sin que los inauditos y patrióticos esfuerzos que hicieron los defensores de Caracas lograsen impedir la caída de un edificio ya desplomado por el golpe que recibió de un solo hombre. ............................................................. Así pues, no nos queda otro recurso para precavernos de estas calamidades que el de pacificar rápidamente nuestras provincias sublevadas, para llevar después nuestras armas contra las enemigas; y formar, de este modo, soldados y oficiales dignos de llamarse las columnas de la patria. Todo conspira a hacemos adoptar esta medida; sin hacer mención de la necesidad urgente que tenemos de cerrarle las puertas al enemigo, hay otras razones tan poderosas para determinamos a la ofensiva, que sería una falta militar y política inexcusable dejar de hacerla. Nosotros
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nos hallamos invadidos, y por consiguiente forzados a rechazar el enemigo más allá de la frontera. Además, es un principio del arte que toda guerra defensiva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene, pues lo debilita sin esperanza de indemnizarlo, y que las hostilidades en el territorio enemigo siempre son provechosas, por el bien que resulta del mal del contrario; así, no debemos, por ningún motivo, emplear la defensiva. ............................................................. Es una cosa positiva que en cuanto nos presentemos en Venezuela se nos agregan millares de valerosos patriotas, que suspiran por vernos parecer, para sacudir el yugo de sus tiranos y unir sus esfuerzos a los nuestros, en defensa de la libertad.
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Proclama de guerra a muerte Un acto radical de esclarecimiento político que buscaba definir los bandos en pugna y acelerar una solución militar que, a breve plazo, consolidara la independencia. Dictado en Trujillo, el 15 de junio de 1813.
S I M Ó N B O L ÍV A R , Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército del Norte, Libertador de Venezuela A
SUS
CONCIUDADANOS:
Venezolanos: Un ejército de hermanos, enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo. Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y a restablecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los estados que cubren nuestras armas están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes, ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizamos.
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Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre, que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de la América. A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna aún abrirles por la última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir pacíficamente entre nosotros, si detestando sus crímenes, y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela. Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas, a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra y magistrados civiles que proclamen el gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado serán reputados y tratados como americanos. Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades: el solo título de americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos. Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía, y será tan religiosamente cumplida, que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente
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para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos déis para excitar nuestra animadversión. Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables. Cuartel general de Trujillo, 15 de junio de 1813.-3.° Simón Bolívar
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Máximo rigor contra el fraude Empeñado en construir un sistema de absoluta corrección moral, Bolívar establece la pena capital contra los defraudadores de la principal füente de ingresos de la república que, en aquella época, era la renta del tabaco. Ley sancionada en Puerto Cabello, el ll de septiembre de 1813.
S I M Ó N BOLÍV A R , Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército Libertador de Venezuela, etc.
Considerando que los ingresos de la Renta del Tabaco se disminuyen sobremanera cada día, o que los productos no equivalen a los ingresos que la renta debe recibir, a causa de los fraudes que se cometen, bien en ventas clandestinas que algunos particulares hacen del tabaco, bien en la malversación criminal de algunos de los mismos empleados del ramo; y considerando que este delito es otro tanto más grave cuanto que la defensa común de la patria y la libertad exigen sacrificios de toda especie de los buenos ciudadanos, y más el de sus bienes y propiedades para cooperar al sostenimiento del ejército libertador, y que por el contrario estos execrables defraudadores hostilizan tanto al Estado como pueden hacerlo los enemigos, privándole del auxilio más necesario para su defensa, lo que casi los constituye en la esfera de traidores; por lo tanto he venido en decretar y decreto lo siguiente: 1.° Todo aquel que fuere convencido de haber defraudado los caudales de la Renta Nacional de Tabaco, o vendiéndole clandestinamente fuera del estanco o dilapidándolos con robos y manejos ilícitos, será pasado por las armas, y embargados sus bienes para deducir los gastos y perjuicios que origine. 2° El director general de las Rentas Nacionales, para el cumpli-
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miento riguroso de esta ley, podrá ordenar a los jueces correspondientes abrevien, o salven, si es necesario, los trámites ordinarios para proceder, conocer y juzgar, limitándose a instruir sumariamente las causas. 3° Sufrirán la misma pena que impone el artículo primero todos aquellos jueces o personas a quienes por su parte toque aplicar o ejecutar esta ley, siempre que conforme al modo sumario y breve indicado en el artículo antecedente, se les pruebe haberla mitigado en favor de los delincuentes, por connivencia, parcialidad u otra cualquier causa. Cúmplase y ejecútese: comuníquese a quien corresponda, imprímase y publíquese en la forma acostumbrada. Dada en el cuartel general de Puerto Cabello, a 11 de septiembre de 1813 años; tercero de la independencia y primero de la guerra a muerte, firmada de mi mano, sellada con el sello de la República y refrendada por el secretario de Estado y de Hacienda. Simón Bolívar Antonio Muñoz Tebar Secretario de Estado y Hacienda
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Memorial de crímenes del enemigo y razones de la guerra total Respuesta motivada al Excmo. señor gobernador y capitán general de la isla de Curazao y sus dependencias -entonces bajo ocupación inglesa-, desde el cuartel general de Valencia, el 3 de octubre de 1813.
La atención que debo prestar a un jefe de la nación británica, y la gloria de la causa americana, me ponen en la obligación sagrada de manifestar a V. E. las causas dolorosas de la conducta que a mi pesar observo con los españoles que en este año pasado han envuelto a Venezuela en ruinas, cometiendo crímenes que debieran condenarse a un eterno olvido, si la necesidad de justificar a los ojos del mundo la guerra a muerte que hemos adoptado, no nos obligara a sacarlos de los cadalsos y las horrendas mazmorras que los cubren, para presentarlos a V. E. Un continente, separado de la España por mares inmensos, más poblado y más rico que ella, sometido tres siglos a una dependencia degradante y tiránica, al saber el año de 1810 la disolución de los gobiernos de España por la ocupación de los ejércitos franceses, se pone en movimiento para preservarse de igual suerte y escapar a la anarquía
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y confusión que lo amenaza. Venezuela, la primera, constituye una junta conservadora de los derechos de Fernando VII, hasta ver el resultado decisivo de la guerra; ofrece a los españoles que pretendan emigrar un asilo fraternal; inviste de la magistratura a muchos de ellos y conserva en sus empleos a cuantos estaban colocados en los de más influjo e importancia. Pruebas evidentes de las miras de unión.que animaban a los venezolanos; miras dolosamente correspondidas por los españoles, que todos por lo general abusaron con negra perfidia de la confianza y generosidad de los pueblos. En efecto, Venezuela adoptó aquella medida, impelida de la irresistible necesidad. En circunstancias menos críticas, provincias de España, no tan importantes como ella, habían erigido juntas gubernativas para salvarse del desorden y de los tumultos. ¿Y Venezuela no debería ponerse igualmente a cubierto de tantas calamidades y asegurar su existencia contra las rápidas vicisitudes de la Europa? NO hacía un mal a los españoles de la Península, quedando expuesta a los trastornos que debía introducir la falta del gobierno reconocido, y no debían agradecer nuestros sacrificios para proporcionarles un asilo imperturbable? Hubiera esperado nadie que un bloqueo riguroso y hostilidades crueles debían ser la correspondencia de tanta generosidad? Persuadida Venezuela de que la España había sido completamente subyugada, como se creyó en las demás partes de América, dio aquel paso, que mucho antes pudo igualmente haber dado, autorizada con el ejemplo de las provincias de España, a quienes estaba declarada igual en derechos y representación política. Resultó luego la Regencia, que tumultuariamente se estableció en Cádiz, único punto donde no penetraron las águilas francesas; y desde allí fulminó sus decretos destructores contra unos pueblos libres, que sin obligación habían mantenido relaciones e integridad nacional con un pueblo de que naturalmente eran independientes. Tal fue el generoso espíritu que animó la primera revolución de América, revolución sin sangre, sin odio, sin venganza. NO pudieron en Venezuela, en Buenos Aires, en la Nueva Granada, desplegar los justos resentimientos a tanto agravio y violencias y destruir aquellos virreyes, gobernadores y regentes, todos aquellos mandatarios, verdugos de su propia especie, que complacidos con la destrucción de los americanos, hacían perecer en horribles mazmorras a los más ilustres y virtuosos, despojaban al hombre de probidad del fruto de sus sudores, y en general perseguían la industria, las artes bienhechoras y cuanto podía aliviar los horrores de nuestra esclavitud? Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido a la especie humana, tres siglos lloró las funestas riquezas que tanto atractivo teman para sus opresores; y cuando la Providencia justa les presentó la ocasión inopinada de romper las cadenas, lejos de pensar
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en la venganza de estos ultrajes, convida a sus propios enemigos, ofreciendo partir con ellos sus dones y su asilo. La destrucción general
Al ver ahora casi todas las regiones del Nuevo Mundo empeñadas en una guerra cruel y ruinosa; al ver la discordia agitar con sus furores aun al habitante de las cabañas; la sedición encender el fuego devorador de la guerra, hasta en las apartadas y solitarias aldeas, y los campos americanos teñidos de la sangre humana, se buscará la causa de un trastorno tan asombroso en este continente pacífico, cuyos hijos dóciles y benévolos habían sido siempre un ejemplo raro de dulzura y sumisión, que no ofrece la historia de ningún otro pueblo del mundo. El español feroz, vomitando sobre las costas de Colombia, para convertir la porción más bella de la naturaleza en un vasto y odioso imperio de crueldad y rapiña; vea ahí V. E. el autor protervo de estas escenas trágicas que lamentamos. Señaló su entrada en el Nuevo Mundo con la muerte y la desolación, hizo desaparecer de la tierra su casta primitiva; y cuando su saña rabiosa no halló más seres que destruir, se volvió contra los propios hijos que tenía en el suelo que había usurpado. Véale V. E. incitado de su sed de sangre, despreciar lo más santo, y hollar sacrílegamente aquellos pactos que el mundo venera y que han recibido un sello inviolable de todas las edades y de todos los pueblos. Una capitulación entregó en el año pasado todo el territorio independiente de Venezuela; una sumisión absoluta y tranquila por parte de los habitantes les convenció de la pacificación de los pueblos y de la renuncia total que habían hecho a las pasadas pretensiones políticas. Mas al mismo tiempo que Monteverde juraba a los venezolanos el cumplimiento religioso de las promesas ofrecidas, se vio con escándalo y espanto la infracción más bárbara e impía: los pueblos saqueados; los edificios incendiados; el bello sexo atropellado; las ciudades más grandes encerradas en masa, por decirlo así, en horribles cavernas, viendo realizado lo que hasta entonces parecía un imposible, la encarcelación de un pueblo entero. En efecto, sólo aquellos seres tan oscuros que lograron sustraerse a la vista del tirano consiguieron una libertad miserable, reduciéndose en chozas aisladas, a vivir entre las selvas y las bestias feroces. iCuántos ancianos respetables, cuántos sacerdotes venerables se vieron uncidos a cepos y otras infames prisiones, confundidos con hombres groseros y criminales, y expuestos al escarnio de la soldadesca brutal y de los hombres más viles de todas las clases! Cuántos expiraron agobiados bajo el peso de cadenas insoportables, privados de la respiración o extenuados del hambre y las miserias? Al tiempo que se
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publicaba la constitución española, como el escudo de la libertad civil, se arrastraban centenares de víctimas cargadas de grillos y de ligaduras a subterráneos inmundos y mortíferos, sin establecer las causas de aquel procedimiento, sin saber aun el origen y opiniones políticas del desgraciado. Vea ahí V. E. el cuadro no exagerado, pero inaudito de la tiranía española en la América; cuadro que excita a un tiempo la indignación contra los verdugos y la más justa y viva sensibilidad para las víctimas. Sin embargo, no se vio entonces a las almas sensibles interceder por la humanidad atormentada, ni reclamar el cumplimiento de un pacto que interesaba al universo. V. E. interpone ahora su respetable mediación por los monstruos feroces, autores de tantas maldades. V. E. debe creerme; cuando las tropas de la Nueva Granada salieron a mis órdenes a vengar la naturaleza y la sociedad altamente ofendidas, ni las instrucciones de aquel benéfico gobierno, ni mis designios eran ejercer el derecho de represalias sobre los españoles, que bajo el título de insurgentes llevaban a todos los americanos dignos de este nombre, a suplicios infames, o a torturas mucho más infames y crueles aún. Mas viendo a estos tigres burlar nuestra noble clemencia, y asegurados de la impunidad continuar aun vencidos la misma sanguinaria fiereza; entonces, por llenar la santa misión confiada a mi responsabilidad, por salvar la vida amenazada de mis compatriotas, hice esfuerzos sobre mi natural sensibilidad para inmolar los sentimientos de una perniciosa clemencia a la salud de la patria. Permítame V. E. recomendarle la lectura de la carta del feroz Zerveriz, ídolo de los españoles en Venezuela, al general Monteverde, en la Gaceta de Caracas, número 3; y descubrirá en ella V. E. los planes sanguinarios, cuya consumación combinaban los perversos. Instruido anticipadamente de su sacrílego intento, que una cruel experiencia confirmó luego al punto, resolví llevar a efecto la guerra a muerte, para quitar a los tiranos la ventaja incomparable que les prestaba su sistema destructor. En efecto, al abrir la campaña el ejército libertador en la provincia de Barinas, fue desgraciadamente aprehendido el coronel Antonio Nicolás Briceño y otros oficiales de honor, que el bárbaro y cobarde Tízcar hizo pasar por las armas, hasta el número de dieciséis. Iguales espectáculos se repetían al mismo tiempo en Calabozo, Espino, Cumaná y otras provincias, acompañados de tales circunstancias de inhumanidad en su ejecución, que creo indigno de V. E. y de este papel, hacer la representación de escenas tan abominables.
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Para no olvidar
Puede V. E. ver un débil bosquejo de los actos feroces en que más se regalaba la crueldad española, en la Gaceta número 4. El degüello general ejecutado rigurosamente en la pacífica villa de Aragua por el más brutal de los mortales, el detestable Suazola, es uno de aquellos delirios o frenesíes sanguinarios que sólo una o dos veces han degradado a la humanidad. Hombres y mujeres, ancianos y niños, desorejados, desollados vivos, y luego arrojados a lagos venenosos, o asesinados por medios dolorosos y lentos. La naturaleza atacada en su inocente origen, y el feto aun no nacido, destruido en el vientre de las madres a bayonetazos o golpes. En San Juan de los Morros, pueblo sencillo y agricultor, habían ofrecido espectáculos igualmente agradables a los españoles el bárbaro Antoñanzas y el sanguinario Boves. Aún se ven en aquellos campos infelices los cadáveres suspensos en los árboles. El genio del crimen parece tener allí su imperio de muerte, y nadie puede acercarse a él sin sentir los furores de una implacable venganza. No ha sido Venezuela sola el teatro funesto de estas carnicerías horrorosas. La opulenta Méjico, Buenos Aires, el Perú y la desventurada Quito, casi son comparables a unos vastos cementerios, donde el gobierno español amontona los huesos que ha dividido su hacha homicida. Puede V. E. hallar la basa en que hace consistir un español el honor de su nación, en la Gacela número 2. La carta de Fr. Vicente Marquetich afirma que la espada de Regules, en el campo y en los suplicios, ha inmolado doce mil americanos en un solo año; y pone la gloria del marino Rosendo Porlier en su sistema universal de no dar cuartel ni a los santos, si se le presentan en traje de insurgentes. Omito martirizar la sensibilidad de V. E. con prolongar la pintura de las agonías dolorosas que la barbarie española ha hecho sufrir a la humanidad para establecer un dominio injusto y vilipendioso sobre los dulces americanos. Ojalá un velo impenetrable ocultara para siempre a la noticia de los hombres, los excesos de sus semejantes! Ojalá una cruel necesidad no nos hiciera un deber inviolable el exterminar a tan alevosos asesinos! Sírvase V. E. suponerse un momento colocado en nuestra situación, y pronunciar sobre la conducta que debe usarse con nuestros opresores. Decida V. E. si es siquiera posible afianzar la libertad de la América, mientras respiran tan pertinaces enemigos. Desengaños funestos instan cada día por ejecutar generosamente las más duras medidas, y
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puedo decir a V. E. que la humanidad misma las dicta con su dulce imperio. Puesto por mis más fuertes sentimientos en la necesidad de ser clemente con muchos españoles, después de haberlos generosamente dejado entre nosotros en plena libertad, aun sin sacar todavía la cabeza de bajo del cuchillo vengador, han conmovido los pueblos infelices, y quizás las atrocidades ejecutadas nuevamente por ellos igualan a las más espantosas de todas. En los valles del Tuy y Tácata, y en los pueblos del Occidente, donde no parecía que la guerra civil llevara sus estragos desoladores, han elevado ya los malvados, monumentos lamentables de su rabiosa crueldad. Las delicadas mujeres, los niños tiernos, los trémulos ancianos se han encontrado desollados, sacados los ojos, arrancadas las entrañas; y llegaríamos a pensar que los tiranos de la América no son de la especie de los hombres. En vano se imploraría en favor de los que existen detenidos en las prisiones un pasaporte para esa colonia, u otro punto igualmente fuera de Venezuela. Con harto perjuicio de la paz pública, hemos probado las fatales consecuencias de esta medida; pues puede asegurarse que casi todos los que le han obtenido, sin respeto a los juramentos con que se habían ligado, han vuelto a desembarcar en los puntos enemigos, para alistarse en las partidas de asesinos que molestan las poblaciones indefensas. Desde las mismas prisiones traman proyectos subversivos, más funestos sin duda para ellos que para el gobierno, obligado a emplear sus esfuerzos, más en reprimir la furia de los celosos patriotas contra los sediciosos que amenazan su vida, que en desconcertar las negras maquinaciones de aquéllos. V. E. pronunciará, pues: o los americanos deben dejarse exterminar pacientemente, o deben destruir una raza inicua, que mientras respira, trabaja sin cesar por nuestro aniquilamiento. V. E. no se ha engañado en suponerme sentimientos compasivos; los mismos caracterizan a todos mis compatriotas. Podríamos ser indulgentes con los cafres del África; pero los tiranos españoles, contra los más poderosos sentimientos del corazón, nos fuerzan a las represalias. La justicia americana sabrá siempre, sin embargo, distinguir al inocente del culpable; y V. E. puede contar que éstos serán tratados con la humanidad que es debida, aun a la nación española. Tengo el honor de ser de V. E. con la más alta consideración y respeto, atento y adicto servidor. Simón Bolívar
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Firme en los principios de la libertad y del desprendimiento, sometido a la justicia y el derecho. Un nuevo orden mundial Discursos en la Asamblea Popular correspondiente a la Segunda República, en Caracas, iglesia de San Francisco, el 2 de enero de 1814. Ciudadanos: El odio a la tiranía me alejó de Venezuela cuando vi mi patria segunda vez encadenada; y desde los confines lejanos del Magdalena, el amor a la libertad me ha conducido a ella, venciendo cuantos obstáculos se oponían a mi marcha que me encaminaba a redimir a mi país de los horrores y vejaciones de los españoles. Mis huestes seguidas por el triunfo, lo han ocupado todo, y han destruido el coloso enemigo. Vuestras cadenas han pasado a vuestros opresores; y la sangre española que tiñe el campo de batalla, ha vengado a vuestros compatriotas sacrificados. Yo no os he dado la libertad. Vosotros la debéis a mis compañeros de armas. Contemplad sus nobles heridas, que aún vierten sangre; y llamad a vuestra memoria los que han perecido en los combates. Yo he tenido la gloria de dirigir su virtud militar. No ha sido el orgullo ni la ambición del poder el que me ha inspirado esta empresa. La libertad encendió en mi seno este fuego sagrado; y el cuadro de mis conciudadanos expirando en la afrenta de los suplicios, o gimiendo en las cadenas, me hizo empuñar la espada contra los enemigos. La justicia de la causa reunió bajo mis banderas los más valerosos soldados, y la Providencia justa nos concedió la victoria. Para salvaros de la anarquía y destruir los enemigos que intentaron sostener el partido de la opresión, fue que admití y conservé el poder soberano. Os he dado leyes; os he organizado una administración de justicia y de rentas; en fin os he dado un gobierno. Ciudadanos: yo no soy el soberano. Vuestros representantes deben hacer vuestras leyes; la hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos. Juzgad con imparcialidad si he dirigido los elementos del poder a mi propia elevación, o si he hecho el sacrificio de mi vida, de mis sentimientos, de todos mis instantes por constituiros en nación, por aumentar vuestros recursos, o más bien por crearlos.
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Anhelo por el momento de trasmitir este poder a los representantes que debéis nombrar; y espero, ciudadanos, que me eximiréis de un destino que algunos de vosotros podrá llenar dignamente, permitiéndome el honor a que únicamente aspiro, que es el de continuar combatiendo a vuestros enemigos; pues no envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi patria no esté completamente asegurada. Vuestras glorias adquiridas en la expulsión de vuestros opresores se veían eclipsadas; vuestro honor se hallaba comprometido; vosotros lo habéis perdido, habiendo sucumbido bajo el yugo de los tiranos. Erais la víctima de una venganza cruel. Los intereses del Estado estaban en manos de bandidos. Decidid si vuestro honor se ha repuesto; si vuestras cadenas han sido despedazadas; si he exterminado vuestros enemigos; si os he administrado justicia; y si he organizado el erario de la república. Os presento tres informes justificados de aquellos que han sido mis órganos para ejercer el poder supremo. Los tres secretarios de estado os harán ver si volvéis a aparecer sobre la escena del mundo, y que las naciones todas que ya os consideraban anonadados vuelven a fijar su vista sobre vosotros y a contemplar con admiración los esfuerzos que hacéis por conservar vuestra existencia; si estas mismas naciones podrán oponerse a proteger y reconocer vuestro pabellón nacional; si vuestros enemigos han sido destruidos tantas cuantas veces se han presentado contra los ejércitos de la república; si puesto a la cabeza de ellos, he defendido vuestros derechos sagrados; si he empleado vuestro erario en vuestra defensa; si he expedido reglamentos para economizarlo y aumentarlo; y si aun en medio de los campos de batalla y el calor de los combates he pensado en vosotros y en echar los cimientos del edificio que os constituya una nación feliz y respetable. Pronunciad en fin si los planes adoptados podrán hacer se eleve la república a la gloria y a la felicidad. A continuación el secretario de Estado, Antonio Muñoz Tébar, dio lectura a este texto redactado por Bolívar:
Se descubre siempre con respecto a la Nueva Granada, que la política de V. E. no ha sido únicamente estrechar nuestra alianza con ella. Pretende más, hacer de ambas regiones una nación. Consideraciones de la mayor importancia prescriben esta medida indispensable. El interés de la Nueva Granada, el nuestro propio, las ideas de los otros gabinetes sobre este particular, harto manifestadas, obligan a V. E. a acelerar este paso. Nuestra fuerza va a nacer de esta unión. Los enemigos de la causa americana temblarán ante un tan formidable cuerpo, que por todas partes les resistirá unido. El poder y prosperidad interior llegarán a su colmo, cuando dirigidos por un mismo
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impulso nuestros elementos de poder y prosperidad, se le haga concurrir de acuerdo, a formar un gran todo. Al paso que así fomentamos la grandeza nacional, extinguimos entre nosotros todo germen de división e impedimos lo que ya una ocasión ha afligido a la Nueva Granada, cuando se empeñaron sus regiones en una guerra que las destruía mutuamente, y hacía reír al bárbaro español, que miraba debilitar su enemigo sin riesgos suyos. Si en esos siglos de ignominia, en que un continente más poblado y más rico que la España fue la víctima de las miras pérfidas del Gabinete de Madrid, si éste pudo desde dos mil leguas de distancia, sin enormes fuerzas, mantener la América, desde el Nuevo México hasta Magallanes, bajo su duro despotismo, por qué entre la Nueva Granada y Venezuela no podrá hacerse una sólida reunión? y aun, por qué toda la América meridional no se reuniría bajo un gobierno único y central? Las lecciones de la experiencia no deben perderse para nosotros: el espectáculo que nos ofrece la Europa, inundada en sangre por restablecer un equilibrio que siempre está perturbado, debe corregir nuestra política, para salvarla de aquellos sangrientos escollos; si nuestro continente se dividiera en naciones, como en la Europa; si guiaran al gobierno americano los principios que generalmente dirigen los gabinetes de aquélla, nosotros tendríamos también las oscilaciones del equilibrio continental y derramaríamos la sangre que ella inmola al pie de este ídolo de su política. Nosotros nos hallamos ahora en esas disposiciones felices, de poder dar sin obstáculo a nuestra política el giro más conveniente. V. E. a quien la América contempla victorioso, que es la admiración y la esperanza de sus conciudadanos, es el más propio para reunir los votos de todas las regiones meridionales, y ocuparse desde ahora en hacer a un tiempo la gran Nación Americana y preservarla de los males que ha traído a la Europa el sistema de sus naciones. Después de ese equilibrio continental que busca la Europa donde menos parece que debía hallarse, en el seno de la guerra y de las agitaciones, hay otro equilibrio, Excmo. señor, el que importa a nosotros, el equilibrio del universo. La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a éste, el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana. Es menester que la fuerza de nuestra nación sea capaz de resistir con suceso las agresiones que pueda intentar la ambición europea; y este coloso de poder, que debe oponerse a aquel otro coloso, no puede formase, sino de la reunión de toda la América meridional, bajo un
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mismo cuerpo de nación, para que un solo gobierno central pueda aplicar sus grandes recursos a un solo fin, que es el de resistir con todos ellos las tentativas exteriores, en tanto que interiormente multiplicándose la mutua cooperación de todos ellos, nos elevarán a la cumbre del poder y la prosperidad. Bolívar cerró el acto:
No he podido oír sin rubor, sin confusión llamarme héroe y tributarme tantas alabanzas. Exponer mi vida por la patria es un deber que han llenado vuestros hermanos en el campo de batalla; sacrificar todo a la libertad, lo habéis hecho vosotros mismos, compatriotas generosos. Los sentimientos que elevan mi alma, exaltan también la vuestra. La Providencia, y no mi heroísmo, han operado los prodigios que admiráis. Luego que la demencia o la cobardía os entregaron a los tiranos, traté de alejarme de este país desgraciado. Yo vi al pérfido que os atraía a sus lazos, para dejaros prendidos en las cadenas. Fui testigo de los primeros sacrificios que dieron la alarma general. En mi indignación resolví perecer antes de despecho o de miseria en el último rincón del globo, que presenciar las violencias del déspota. Huí de la tiranía, no para ir a salvar mi vida, ni esconderla en la oscuridad, sino para exponerla en el campo de batalla, en busca de la gloria y de la libertad. Cartagena al abrigo de las banderas republicanas fue elegida para mi asilo. Este pueblo virtuoso defendía por las armas sus derechos contra un ejército opresor que había ya puesto el yugo a casi todo el estado. Algunos compatriotas nuestros y yo llegamos en el momento del conflicto, y cuando ya las tropas españolas se acercaban a la capital, y le intimaron la rendición, los esfuerzos de los caraqueños contribuyeron poderosamente a arrojar a los enemigos de todos los puntos. La sed de los combates, el deseo de vindicar los ultrajes de mis compatriotas me hicieron entonces alistar en aquellos ejércitos, que consiguieron victorias señaladas. Nuevas expediciones se hicieron contra otras provincias. Ya en aquella época era yo en Cartagena coronel, inspector y consejero, y no obstante pedí servicio en calidad de simple voluntario bajo las órdenes del coronel Labatut que marchaba contra Santa Marta. Yo desprecié los grados y distinciones. Aspiraba a un destino más honroso: derramar mi sangre por la libertad de mi patria.
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“Reflexiones sobre el estado actual de la Europa y de la América” Éste es el título del artículo periodístico del Libertador publicado en la Gaceta de Caracas el 28 de abril de 1824. Expone sus impresiones, en ágil estilo, sobre los acontecimientos políticos de Europa y América.
Grandes acontecimientos se han sucedido en un pequeño período de tiempo. Las potencias del norte que se hallaban dominadas o amenazadas por el Mediodía de la Europa han sacudido el yugo, y hemos visto renacer otra vez aquellos bellos monumentos de la política, que habían entrado en la nulidad más completa porque un conquistador había querido enseñorearse de la mitad del mundo. La Alemania; la Prusia, la Suiza, la Holanda, la España, las repúblicas de Venecia y Génova, los Estados Pontificios, todo o había desaparecido, o estaba bajo la influencia del conquistador. Un movimiento simultáneo de todas estas potencias, animado por la Gran Bretaña, y auxiliado poderosamente por el emperador de la Rusia que también se hallaba amenazado, ponen en acción grandes masas que resisten el choque del dominador, y por fin en Leipzig se decide de la libertad e independencia de la Europa. A aquel acontecimiento para siempre memorable, varía enteramente la política de todos los gabinetes. Los mismos pueblos que renacían a la libertad no creían poder disfrutarla; los políticos más profundos jamás pensaron que en un momento se destruyesen veinte años de conquistas gloriosas, y no obstante la Europa toda salió de aquel estado de entorpecimiento en que la habían sumergido las legiones del conquistador; los pueblos todos piensan en sus primeras instituciones políticas; y les vemos otra vez amar la gloria y aquella libertad e independencia que es el colmo de la felicidad humana. La España misma ha hecho sacrificios gloriosos por esa libertad e independencia que defienden a tanta costa los pueblos de la Europa, y que es también el objeto de los más vivos deseos de todos los de la América española. La historia presenta pocas veces el contraste singular que se advierte en la política de la nación española: ella quiere ser libre; ella combate por su independencia, y al mismo tiempo quiere imponer el yugo a unos pueblos que defienden los mismos sagrados derechos. Sus impotentes esfuerzos se han estrellado en América, pues la justicia triunfa de uno al otro extremo del globo. No es éste el solo contraste que la España presenta a la faz de la Europa. Seis anos de combates sangrientos, de sufrimientos extraordinarios, de devastaciones sin ejemplo, de alternati-
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vas de humillación y de gloria ha costado a esta nación un rey que ahora no quiere admitir en su territorio sino bajo de condiciones y pactos imposibles de verificarse. Ya no es aquel amado, aquel deseado Fernando, lleno de los más grandes encomios y que tanto preconizaba la nación española; ya es el cándido, ya es el imbécil Fernando, el que quiere someterla a la influencia francesa, ya los sarcasmos más degradantes se dirigen abiertamente contra el ídolo que adoraban. Aquel Fernando que ha resonado en la América en medio de los horrores de las acciones más sangrientas no es ya sino el amigo de Bonaparte y el instrumento singular de dividir en facciones esa misma nación que ha usado en la América de este talismán para hacer combatir unos pueblos contra otros. Mas la época de las calamidades parece ha llegado a su término. Una perspectiva la más lisonjera se presenta a los ojos del observador imparcial. Por más que resuenen los papeles públicos del continente de la Europa del restablecimiento de los Borbones en Francia, ni la política, ni el bienestar de la Europa, ni la aptitud de Bonaparte, ni sus relaciones, pueden llevar a efecto este quimérico pensamiento. En un congreso general se trata de los intereses del mundo. Los ministros de las naciones beligerantes activan sus trabajos; la paz es el objeto sincero de los deseos de todas las potencias; los pueblos todos están cansados de una guerra exterminadora, que ha esparcido la desolación, la miseria, el llanto, la orfandad en aquel continente desgraciado. Todos la piden, todos la desean, la Inglaterra misma se presta a la pacificación del mundo. Deben esperase resultados favorables. Mas en medio de todas estas transacciones, cuál debe ser la suerte de la América? Este problema que en otro tiempo presentaba dificultades inmensas parece que no es ahora difícil de resolver. Echemos una ligera ojeada sobre la actual situación de la América española; presentemos un ligero cuadro de sus generosos esfuerzos por conseguir su independencia, y no será difícil hacer las deducciones más justas y legítimas. Si recorremos el vasto territorio americano desde la Nueva España hasta las márgenes del Maule, las inaccesibles montañas del Arauco y tierras más meridionales de la América, encontraremos a los americanos haciendo generosos esfuerzos y sacrificios sin número para obtener su independencia. La sangre americana ha corrido en todas partes mezclada con la de sus opresores, y en millares de combates siempre la justicia ha obtenido el triunfo sobre la tiranía. En Nueva España, en las Floridas, en Venezuela, en las Provincias de la Plata, en el Perú, en Chile, en Santa Fe, en la América toda, se ve triunfante el estandarte tricolor, vencedores a los americanos, y en una aptitud guerrera, que debe imponer a la España, y hacer conocer a las Naciones de la Europa que combaten por su libertad que el mismo fuego divino que las anima
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en su defensa se ha comunicado con el mismo entusiasmo hasta estos remotos países. Las bellas y ricas producciones de este continente, sus minas, sus tesoros, serían más tiempo la exclusiva posesión de una potencia mezquina, que con sus leyes bárbaras ha hecho la infelicidad durante tres centurias de tantos millones de habitantes? No es posible ni así conviene a las miras de las potencias comerciales, que hallarán en los pueblos de la América el cambio de sus manufacturas, la afección de sus habitantes y riquezas inmensas, que sin restricciones dictadas por la más estúpida avaricia harán la felicidad de entrambos continentes. Siglos enteros han estado preparando el feliz momento, la aurora lisonjera que aparece ya para la América española. El término de una guerra desastrosa parece que se acerca. ;Permitirán más tiempo las potencias que tienen un interés en su conservación, la devastación horrorosa de este continente? Tampoco es posible. La España misma al conocer su impotencia en la reducción de la América renunciará a su loca empresa; así ella economizará la sangre de tantas víctimas que hace traspasar el Océano, para encontrar la muerte sobre el territorio de Colombia. No, no existen ya las expediciones enviadas a. combatir contra la Nueva España, Buenos Aires y Venezuela. El mismo desastroso resultado deben tener iguales tentativas. Qué debe pues deducirse, en fin, de estos grandes acontecimientos, del prospecto actual de la Europa y de la aptitud guerrera de la América? Que es infalible la paz de la Europa, y la libertad e independencia del continente americano.
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Consciente del valor de la comunicación social Una lección de periodismo y ecuanimidad De carta al médico y poeta Vicente Salias -redactor de la Gaceta de Caracas-, desde el cuartel general de San Mateo el 22 de febrero de
1824. Los números 39 y 40 de la gaceta que usted redacta contienen avisos, tanto oficiales como particulares, que han desagradado al Libertador; sobre todo, una nota y una carta de un extranjero, donde se ofende injustamente al Excmo. señor gobernador de la isla de Curazao, olvidando las consideraciones que se deben a un jefe de su carácter y perteneciente a la nación británica. Tal es la aserción que hace el extranjero en su carta de que ha auxiliado el gobernador a la plaza sitiada de Puerto Cabello; y siendo usted tan severo para censurarle en
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sus notas, cuando hechos auténticos, aunque indebidamente, suministran materias a las reflexiones de usted, parecía que la imparcialidad le obligaba del mismo modo a desmentir otras calumnias, cuya impostura se descubre a primera vista. Acusar al gobernador de Curazao por haber saludado con salvas de artillería a Monteverde no sólo es impropio en los términos en que se hace, sino además es un absurdo chocante. Está mandado por todas las ordenanzas del mundo civilizado, y es el uso constante de las naciones, tributar a los jefes militares y ministros diplomáticos extranjeros, los honores que les corresponden; y bajo este concepto no hizo más que llenar un deber de su autoridad el gobernador de Curazao, haciéndolos a un general español. Insinuar que en vez de estos honores debió ser puesto en un consejo de guerra por no haber defendido a Venezuela es una represión que puede más bien dirigirse a la nación española, que debe juzgar de la conducta de Monteverde, y no a un jefe de la nación británica, que únicamente debe atender a las decoraciones de aquél. Noticia usted igualmente al público que reunidos los mariscales Soult y Suchet derrotaron a lord Wellington; aviso no menos destituido de fundamento que absurdo, por ser imposible esta reunión de los mariscales franceses, que a lo más podrían combinarse. Otros errores, otras impropiedades que se observan en los citados números iban a determinar al Libertador a la supresión de un periódico, que continuando así, más bien sirve a destruirnos por la opinión, que a hacer conocer el verdadero espíritu del gobierno. Sin embargo ha resuelto: 1.° que no se inserte documento ninguno oficial en la gaceta, si no se dirige a usted por la secretaría de estado y con la orden especial que se comunique del Libertador para su publicación; 2.° que no se den noticias relativas a la guerra en ambos continentes si no se extractan de documentos oficiales, y no sobre rumores o avisos particulares; 3.° que sobre los procedimientos de los demás gobiernos no se hagan reflexiones en la gaceta sin consultarlas antes con la misma secretaría de estado, para la previa aprobación del Libertador, no sea que se ataquen los mismos usos o principios que rigen a las naciones. No es esto coartar la libertad de la prensa, ni disputar a usted el gobierno la propiedad de su gaceta. Le es permitido manifestar en ella las opiniones que quiera, si no comprometen el crédito de la república con sátiras contra las autoridades de las naciones más respetables. Estando además reducidos a este solo periódico, que nos hace conocer en el mundo, es menester que nos represente fielmente, no que nos desfigure con perjuicio de nuestra opinión.
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“Combatid y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia” Manifiesto de Carúpano, el 7 de septiembre de 1814, al salir de Venezuela para el segundo exilio en las Antillas. Es documento esencial, calificado por el propio Bolívar de “muy importante”. Contiene una especie de anticipo del Discurso de Angostura.
S I M Ó N BOLÍV A R , Libertador de Venezuela y General en Jefe de sus Ejércitos A SUS CONCIUDADANOS
Ciudadanos: Infeliz del magistrado que autor de las calamidades o de los crímenes de su patria se ve forzado a defenderse ante el tribunal del pueblo de las acusaciones que sus conciudadanos dirigen contra su conducta; pero es dichosísimo aquél que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto y se presenta inocente a exigir de sus propios compañeros de infortunio una recta decisión sobre su inculpabilidad. Yo he sido elegido por la suerte de las armas para quebrantar vuestras cadenas, como también he sido, digámoslo así, el instrumento de que se ha valido la Providencia para colmar la medida de vuestras aflicciones. Sí, yo os he traído la paz y la libertad, pero en pos de estos inestimables bienes han venido conmigo la guerra y la esclavitud. La victoria conducida por la justicia fue siempre nuestra guía hasta las ruinas de la ilustre capital de Caracas que arrancamos de manos de sus opresores. Los guerreros granadinos no marchitaron jamás sus laureles mientras combatieron contra los dominadores de Venezuela, y los soldados caraqueños fueron coronados con igual fortuna contra los fieros españoles que intentaron de nuevo subyugarnos. Si el destino inconstante hizo alternar la victoria entre los enemigos y nosotros, fue sólo en favor de pueblos americanos que una inconcebible demencia hizo tomar las armas para destruir a sus libertadores y restituir el cetro a sus tiranos. Así parece que el cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros. El ejército libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido ni debido exterminar unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de
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combates. No es justo destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales. No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por los furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades, cuyo aspecto sólo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno, derramado vuestra sangre, incendiado vuestros hogares y os han condenado a la expatriación. Vuestros clamores deben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretenden ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran; y no os indignéis contra los mártires que fervorosos defensores de vuestra libertad han prodigado su sangre en todos los campos, han arrostrado todos los peligros y se han olvidado de sí mismos por salvaros de la muerte o de la ignominia. Sed justos en vuestro dolor, como es justa la causa que lo produce. Que vuestros tormentos no os enajenen, ciudadanos, hasta el punto de considerar a vuestros protectores y amigos como a cómplices de crímenes imaginarios, de intención o de omisión. Los directores de vuestros destinos no menos que sus cooperadores no han tenido otro designio que el de adquirir una perpetua felicidad para vosotros, que fuese para ellos una gloria inmortal. Mas, si los sucesos no han correspondido a sus miras, y si desastres sin ejemplo han frustrado empresa tan laudable, no ha sido por efecto de ineptitud o cobardía, ha sido, sí, la inevitable consecuencia de un proyecto agigantado superior a todas las fuerzas humanas. La destrucción de un gobierno, cuyo origen se pierde en la obscuridad de los tiempos, la subversión de principios establecidos, la mutación de costumbres, el trastorno de la opinión, y el establecimiento en fin de la libertad en un país de esclavos, es una obra tan imposible de ejecutar súbitamente que está fuera del alcance de todo poder humano, por manera que nuestra excusa de no haber obtenido lo que hemos deseado es inherente a la causa que seguimos, porque así como la justicia justifica la audacia de haberla emprendido, la imposibilidad de su adquisición califica la insuficiencia de los medios. Es laudable, es noble y sublime vindicar la naturaleza ultrajada por la tiranía; nada es comparable a la grandeza de este acto y aun cuando la desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso intento, no hay razón para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello a que el derecho nos autoriza. En vano, esfuerzos inauditos han logrado innumerables victorias, compradas al caro precio de la sangre de nuestros heroicos soldados. Un corto número de sucesos por parte de nuestros contrarios ha desplomado el edificio de nuestra gloria, estando la masa de los pueblos
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descarriada por el fanatismo religioso, y seducida por el incentivo de la anarquía devoradora. A la antorcha de la libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la guía y el objeto de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos la hacha incendiaria de la discordia, de la devastación y el grande estímulo de la usurpación de los honores y de la fortuna de los hombres envilecidos por el yugo de la servidumbre y embrutecidos por la doctrina de la superstición. Cómo podría preponderar la simple teoría de la filosofía política sin otros apoyos que la verdad y la naturaleza, contra el vicio armado con el desenfreno de la licencia, sin más límites que su alcance y convertido de repente por un prestigio religioso en virtud política y en caridad cristiana? No, no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor del remo de la libertad, para que lo prefieran a la ciega ambición y a la vil codicia. De la decisión de esta importante cuestión ha dependido nuestra suerte: ella estaba en manos de nuestros compatriotas que pervertidos han fallado contra nosotros; de resto todo lo demás ha sido consiguiente a una determinación más deshonrosa que fatal, y que debe ser más lamentable por su esencia que por sus resultados. Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que el orden de las cosas produce en los estados, no estando en la esfera de las facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia, de choque y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas, que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjuicios a la república, estos mismos perjuicios deben, sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie y el imperio de la suerte en todos los acontecimientos. El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra marchen al grado de nuestros proyectos, obrando a tientas con sólo la fuerza de nuestras intenciones, y auxiliados por los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poder divino por resortes humanos. Yo, muy distante de tener la loca presunción de conceptuarme inculpable de la catástrofe de mi patria, sufro, al contrario, el profundo pesar de creerme el instrumento infausto de sus espantosas miserias; pero soy inocente porque mi conciencia no ha participado nunca del error voluntario o de la malicia, aunque por otra parte haya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi inocencia me la persuade mi corazón, y este testimonio es para mí el más auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio. He aquí la causa porque desdeñando responder a
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cada una de las acusaciones que de buena o mala fe se me puedan hacer, reservo este acto de justicia, que mi propia vindicta exige, para ejecutarlo ante un tribunal de sabios, que juzgarán con rectitud y ciencia de mi conducta en mi misión a Venezuela. Del supremo Congreso de la Nueva Granada hablo, de este augusto cuerpo que me ha enviado con sus tropas a auxiliaros como lo han hecho heroicamente hasta expirar todas en el campo del honor. Es justo y necesario que mi vida pública se examine con esmero y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga a quienes haya ofendido, y que se me indemnice de los cargos erróneos a que no he sido acreedor. Este gran juicio debe ser pronunciado por el soberano a quien he servido: yo os aseguro que será tan solemne cuanto sea posible y que mis hechos serán comprobados por documentos irrefragables. Entonces sabréis si he sido indigno de vuestra confianza, o si merezco el nombre de Libertador. Yo os juro, amados compatriotas, que este augusto título que vuestra gratitud me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas no será vano. Yo os juro que, libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho; sin que haya potestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros,. por la senda del occidente, regada con tanta sangre y adornada de tantos laureles. Esperad compatriotas al noble, al virtuoso pueblo granadino que volará ansioso de recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevos auxilios y a traeros de nuevo la libertad, si antes vuestro valor no la adquiriere. Sí, sí vuestras virtudes solas son capaces de combatir con suceso contra esa multitud de frenéticos que desconocen su propio interés y honor; pues jamás la libertad ha sido subyugada por la tiranía. No comparéis vuestras fuerzas físicas con las enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos esclavos. Combatid, pues, y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia. Carúpano, 7 de septiembre de 1814. Bolívar
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“La libertad, único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres” Vigorosa declaración de filosofia política en discurso pronunciado en Bogotá, el 23 de enero de 1815, al instalarse el gobierno de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.
Excmo. Señor Presidente de la Unión: Por dos veces el desplomo de la República de Venezuela, mi patria, me ha obligado a buscar un asilo en la Nueva Granada, que por dos veces he contribuido a salvar. Cuando en la primera guerra civil, en medio del tumulto de la anarquía y del espanto de una cruel invasión, que por todas partes amenazaba a estos estados, tuve la dicha de presentarme entre mis hermanos, les pagué con mis servicios su hospitalidad. Al presente, las nuevas catástrofes de Venezuela me conducen aquí, y encuentro el interior otra vez dañado con la divergencia. V. E. me hace el honor de destinarme a pacificar a Cundinamarca disidente, y la paz sucede a la división. Terrible! Terrible división! pero disculpable.. . Permítame V. E. remontarme al origen lamentable de esta calamidad. Creado el nuevo mundo bajo el fatal imperio de la servidumbre, no ha podido arrancarse las cadenas sin despedazar sus miembros; consecuencia inevitable de los vicios de la servilidad y de los errores de una ignorancia tanto más tenaz, cuanto que es hija de la superstición más fanática que ha cubierto de oprobio al linaje humano. La tiranía y la inquisición habían degradado a la clase de los brutos a los americanos y a los hijos de los conquistadores, que les trajeron estos funestos presentes. Así qué razón ilustrada, qué virtud política, qué moral pura podríamos hallar entre nosotros para romper el cetro de la opresión y substituir de repente el de las leyes, que debían establecer los derechos e imponer los deberes a los ciudadanos en la nueva república? El hábito a la obediencia, sin examen, había entorpecido de tal manera nuestro espíritu, que no era posible descubriésemos la verdad, ni encontrásemos el bien. Ceder a la fuerza fue siempre nuestro solo deber; como el crimen mayor buscar la justicia y conocer los derechos de la naturaleza y de los hombres. Especular sobre las ciencias, calcular sobre lo útil y practicar la virtud eran atentados de lesa tiranía, más fáciles de cometer que de obtener un perdón. La mancilla, la expatriación’ y la muerte seguían con frecuencia a los talentos, que los ilustres desgraciados solían adquirir para su ruina, no obstante el cúmulo de obstáculos que oponían a las luces los dominadores de este hemisferio.
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Jamás, señor, jamás nación del mundo, dotada inmensamente de extensión, riqueza y población ha experimentado el ignominioso pupilaje de tres siglos, pasados en una absoluta abstracción; privada del comercio del universo, de la contemplación de la política y sumergida en un caos de tinieblas. Todos los pueblos de la tierra se han gobernado por sí mismos con despotismo o con libertad; sistemas más o menos justos han regido a las grandes sociedades; pero siempre por sus ciudadanos, refundiendo el bien o el mal en ellos mismos. La gloria o el deshonor ha refluido sobre sus hijos; mas nosotros hemos dirigido los destinos de nuestra patria? La esclavitud misma ha sido ejercida por nosotros? Ni aun el ser instrumentos de la opresión nos ha sido concedido. Todo era extranjero en este suelo. Religión, leyes, costumbres, alimentos, vestidos eran de Europa, y nada debíamos ni aun imitar. Como seres pasivos, nuestro destino se limitaba a llevar dócilmente el freno que con violencia y rigor manejaban nuestros dueños. Igualados a las bestias salvajes, la irresistible fuerza de la naturaleza no más ha sido capaz de reponernos en la esfera de los hombres; y aunque todavía débiles en razón, hemos ya dado principio a los ensayos de la carrera a que somos predestinados. Sí, Excmo. señor, hemos subido a representar en el teatro político la grande escena que nos corresponde, como poseedores de la mitad del mundo. Un vasto campo se presenta delante de nosotros, que nos convida a ocuparnos de nuestros intereses; y bien que nuestros primeros pasos hayan sido tan trémulos como los de un infante, la rigurosa escuela de los trágicos sucesos ha afirmado nuestra marcha habiendo aprendido con las caídas dónde están los abismos; y con los naufragios, dónde están los escollos. Nuestra empresa ha sido a tientas porque éramos ciegos; los golpes nos han abierto los ojos; y con la experiencia y con la vista que hemos adquirido por qué no hemos de salvar los peligros de la guerra y de la política, y alcanzar la libertad y la gloria que nos esperan por galardón de nuestros sacrificios? Estos no han podido ser evitables, porque para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios. La América entera está teñida con la sangre americana. Ella era necesaria para lavar un mancha tan envejecida! Es la primera que se vierte con honor en este desgraciado continente, siempre teatro de desolaciones, pero nunca de libertad. Méjico, Venezuela, Nueva Granada, Quito, Chile, Buenos Aires y el Perú presentan heroicos espectáculos de triunfos; por todas partes corre en el nuevo mundo la sangre de sus hijos, y ahora sí por la libertad, único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres. Por la libertad, digo, está erizada de armas la tierra, que poco ha sufría el reposo de los esclavos; y si desastres horrorosos han afligido las más bellas provincias y aun repúblicas enteras, ha sido por culpa nuestra, y no por el poder de nuestros enemigos.
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Nuestra impericia, Excmo. señor, en todos los departamentos del gobierno ha agotado nuestros elementos y aumentado considerablemente los recursos precarios de nuestros enemigos, que prevaliéndose de nuestras faltas han sembrado la semilla venenosa de nuestra discordia para anonadar estas regiones que han perdido la esperanza de poseer. Ellos han aniquilado la raza de los primeros habitadores para substituir la suya y dominarla. . . Ahora hacen perecer hasta lo inanimado, porque en la impotencia de conquistar, ejercen su maleficencia innata de destruir. Pretenden convertir la América en desierto y soledad; se han propuesto nuestro exterminio, pero sin exponer su salud, porque sus armas son las viles pasiones, que nos han trasmitido por herencia, la cruel ambición, la miserable codicia, las preocupaciones religiosas y los errores políticos. De este modo, sin aventurar ellos su suerte, deciden de la nuestra. A pesar de tan mortíferos enemigos, contemplamos la bella república de Buenos Aires, subyugando al reino del Perú; Méjico preponderante contra los tiranos; Chile triunfante; el oriente de Venezuela libre, y la Nueva Granada tranquila, unida y en actitud amenazadora. Hoy V. E. pone el complemento a sus ímprobos trabajos, instalando en esta capital el gobierno paternal de la Nueva Granada y recibiendo por recompensa de su constancia, rectitud y sabiduría las bendiciones de los pueblos, que deben a V. E. la paz doméstica y la seguridad externa. Por la justicia de los principios que V. E. ha adoptado y por la moderación de una conducta sin mancha, V. E. no ha vencido, ha ganado a sus enemigos internos, que han experimentado más beneficios de sus contrarios, que esperanzas tenían en sus amigos. Deseaban éstos componer una república aislada en medio de otras muchas, que veían con horror una separación que dividiendo el corazón del resto del cuerpo le da muerte a todo. V. E. colma los votos de sus enemigos, haciéndolos entrar en la gran familia, que ligada con los vínculos fraternales es más fuerte que nuestros opresores. V. E. ha dirigido sus fuerzas y miras en todos sentidos: el norte es reforzado por la división del general Urdaneta; Casanare espera los socorros que lleva el comandante Lara; Popayán se verá auxiliar superabundantemente; Santa Marta y Maracaibo serán libertadas por el soberbio ejército de venezolanos y granadinos que V. E. me ha hecho el honor de confiar. Este ejército pasará con una mano bienhechora rompiendo cuantos hierros opriman con su peso y oprobio a todos los americanos que haya en el norte y sur de la América meridional. Yo lo juro por el honor que adorna a los libertadores de la Nueva Granada y Venezuela; y ofrezco a V. E. mi vida, como el último tributo de mi gratitud, o hacer tremolar las banderas granadinas hasta los más remotos confines de la tiranía. Mientras tanto V. E. se presenta a la faz
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del mundo, en la majestuosa actitud de una nación respetable por la solidez de su constitución, que formando, de todas las partes antes dislocadas, un cuerpo político, pueda ser reconocido como tal por los estados extranjeros, que no debieron tratar con esta república, que era un monstruo, por carecer de fuerza la autoridad legítima, como de legitimidad el poder efectivo de las provincias. Representadas éstas por sí mismas eran hermanas divididas, que no componían una familia. Aunque mi celo importuno me ha extraviado en este discurso, que sólo debía ser inaugural, continuaré todavía mi falta atreviéndome a añadir: que el establecimiento de los tribunales supremos, que sin interpretar las leyes, y sometiéndose ciegamente a ellas en la distribución de la justicia, aseguran el honor, la vida y la fortuna de los ciudadanos, me lisonjeo, será uno de los más bellos monumentos que V. E. erigirá a su gloria. La justicia es la reina de las virtudes republicanas, y con ellas se sostienen la igualdad y la libertad que son las columnas de este edificio. La organización del erario nacional que exige de los ciudadanos una mínima parte de su fortuna privada, para aumentar la pública, que alimenta a la sociedad entera, ocupa en el ánimo de V. E. un lugar muy preeminente; porque sin rentas no hay ejércitos, y sin ejércitos perece el honor, al cual hemos consagrado ya innumerables sacrificios, por conservarlo en el esplendor que le han adquirido la vida de tantos mártires y la privación de tantos bienes. Pero la opinión pública, Excmo. señor, es el objeto más sagrado que llama la alta atención de V. E.; ella ha menester la protección de un gobierno ilustrado, que conoce que la opinión es la fuente de los más importantes acontecimientos. Por la opinión ha preservado Atenas su libertad de la Asia entera. Por la opinión, los compañeros de Rómulo conquistaron el universo; y por la opinión influye Inglaterra en todos los gobiernos, dominando con el triunfo de Neptuno la inmensa extensión de los mares. Persuadamos a los pueblos que el cielo nos ha dado la libertad para la conservación de la virtud y la obtención de la patria de los justos. Que esta mitad del globo pertenece a quien Dios hizo nacer en su suelo, y no a los tránsfugas trasatlánticos, que por escapar de los golpes de la tiranía vienen a establecerla sobre nuestras ruinas. Hagamos que el amor ligue con un lazo universal a los hijos del hemisferio de Colón, y que el odio, la venganza y la guerra se alejen de nuestro seno y se lleven a las fronteras a emplearlos contra quienes únicamente son justos, a saber, contra los tiranos. Excmo. señor: la guerra civil ha terminado; sobre ella se ha elevado la paz doméstica; los ciudadanos reposan tranquilos bajo los auspicios de un gobierno justo y legal y nuestros enemigos tiemblan.
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Visión global y profética sobre América Latina Obra maestra de la producción bolivariana, la Carta de Jamaica fue escrita en contestación a la solicitud de Mr. Henry Cullen, en Kingston, el 6 de septiembre de 1825. Publicada en The Jamaica Quarterly Journal and Literary Gazette, vol. III, n.’ 1, julio de 1818, sin indicar destinatario.
Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que Vd. me hizo el honor de dirigirme, y que yo recibí con la mayor satisfacción. Sensible, como debo, al interés que Vd. ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que Vd. me hace sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que Vd. me favorece, y el impedimento de satisfacerla, tanto por la falta de documentos y libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido, como el Nuevo Mundo. En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que Vd. me ha honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, por que aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas, y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por su posición física, por las vicisitudes de la guerra y por los cálculos de la política. Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de Vd., no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigirle estas líneas, en las cuales ciertamente no hallará Vd. las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos. “Tres siglos ha, dice Vd., que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón. ” Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen
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superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si, constantes y repetidos documentos, no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapas, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí, como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza, denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario. Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de Vd. en que me dice: “que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridionales”! Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de la América se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a la España está cortado: la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos dificil es unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza, nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesión que parecía eterno, no obstante que la conducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía, o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario: la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria. Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes mientras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas, y cuál es el resultado final? no está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la inmensa extensión de este hemisferio. El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado
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su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a Arequipa e inquietando a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad. El reino de Chile, poblado de 800000 almas, está lidiando contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles que el pueblo que ama su independencia por fin la logra. El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del Rey; y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indudable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias. La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito, que con la mayor dificultad contienen sus enemigos por ser fuertemente adicto a la causa de su patria, y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio, que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigerados y bravos moradores del interior. En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos, y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia: algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela; y, sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todo resultado de la guerra. En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, 7 800 000 almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella
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época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo, que parece exacto; pues más de un millón de hombres ha perecido, como lo podrá Vd. ver en la exposición de Mr. Walton, que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán libres porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus antepasados o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Raynal: llegó el tiempo, en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar. Las islas de Puerto Rico y Cuba que, entre ambas, pueden formar una población de 700 a 800 000 almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas no son americanos estos insulares? no son vejados? no desean su bienestar? Este cuadro representa una escala militar de 2 000 leguas de longitud y 900 de latitud en su mayor extensión, en que 16 000 000 de americanos defienden sus derechos o están oprimidos por la nación española, que aunque fue, en algun tiempo, el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo. Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad, permite que una vieja serpiente, por solo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo? Qué! Está la Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? Tanto se ha endurecido para. ser de este modo insensible? Estas cuestiones cuanto más las medito, más me confunden: llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América; pero es imposible, porque toda la Europa no es España. Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América sin marina, sin tesoro y casi sin soldados! pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta loca empresa; y suponiendo más aún, lograda la pacificación, los hijos de los actuales americanos, unidos con los de los europeos reconquistadores, no volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo?
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La conveniencia general de la libertad americana La Europa haría un bien a la España en disuadirla de su obstinada temeridad; porque a lo menos le ahorraría los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de que, fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. La Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana; no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige; sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. La Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como la España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses. Cuantos escritores han tratado la materia se acuerdan en esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, porque íhasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad del hemisferio de Colón? “La felonía con que Bonaparte, dice Vd., prendió a Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esta nación, que tres siglos ha aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto muy manifiesto de la retribución divina, y al mismo tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos y les concederá su independencia. ” Parece que Vd. quiere aludir al monarca de Méjico Moctezuma, preso por Cortés y muerto, según Herrera, por él mismo, aunque Solís dice que por el pueblo; y a Atahualpa, Inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y de los reyes americanos, que no admite comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozín, sucesor de Moctezuma, se le trata como emperador y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto; para que experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca
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fueron las del rey de Michoacán, Catzontzín, el Zipa de Bogotá y cuantos toquis, imas, zipas, ulmenes, caciques y demás dignidades indianas, sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535, con el ulmén de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados, y termina por encadenar y echar a las llamas al infeliz ulmén, sin querer ni aun oír su defensa. Éste es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador. Los reyes europeos sólo padecen destierro; el ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz. “Después de algunos meses, añade Vd., he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos, pero me faltan muchos informes relativos a su estado actual, y a lo que ellos aspiran; deseo infinitamente saber la política de cada provincia, como también su población, si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía? Toda noticia de esta especie que Vd. pueda darme, o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la estimaré como un favor muy particular. ” Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza lo han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación: Vd. ha pensado en mi país y se interesa por él; este acto de benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento. He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que mil circunstancias hacen fallidos sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres y muchas veces errantes, siendo labradores, pastores, nómades, perdidos en medio de los espesos e inmensos bosques, llanuras solitarias y aisladas entre lagos y ríos caudalosos. Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas? Además los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto es sin hacer mención de la guerra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo de la población, y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insuperables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo. Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este
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país me parece aventurada. ¿Se pudo prever cuando el género humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? Quién se habría atrevido a decir, tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquella grande? En mi concepto, ésta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte; cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de la América como cuando desplomado el Imperio Romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones; con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él contra la oposición de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado; no obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de política que la América siga, me atrevo a aventurar algunas conjeturas, que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio probable. La posición de los moradores del hemisferio americano ha sido por siglos puramente pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más abajo de la servidumbre, y por lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame Vd. estas consideraciones para establecer la cuestión. Los estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella. Luego. un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que la América no sólo estaba privada de su libertad sino también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad del gran sultán, kan, bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema y ésta es casi arbitrariamente ejecutada por los bajáes, kanes y sátrapas subalternos de la Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confia. A ellos está encargada la administración civil, militar y política, de rentas y la religión. Pero, al fin son persas los jefes de Ispahán, son turcos los
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visires del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. La China no envía a buscar mandatarios militares y letrados al país de Gengis Kan, que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes tártaros. Cuán diferente era entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que, además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo, y gozaríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos era permitido ejercer sus funciones. La real situación colonial
Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, quiere Vd. saber cuál era nuestro destino? los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta. Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso, sea meramente pasivo, no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad? Estábamos como acabo de exponer, abstraídos, y digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del estado. Jamás éramos virreyes, ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de subalternos; nobles,
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sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones. El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de América, que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación, con otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país originarios de España en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que, con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código. De cuanto he referido será fácil colegir que la América no estaba preparada para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona, y por la inicua guerra que la regencia nos declaró, sin derecho alguno para ello, no sólo por la falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta hay escritos, del mayor mérito, en el periódico El Español cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí esta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo. Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos; y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos, a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un estado organizado con regularidad. Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un usurpador extranjero; después, lisonjeados con la justicia que se nos debía y con esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer
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momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer, encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional, digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación. Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento de juntas populares. Éstas formaron en seguida reglamentos para la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes, y estatuyendo leyes generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente se constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió; recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones. Los sucesos de Méjico han sido demasiado varios, complicados, rápidos y desgraciados, para que se puedan seguir en el curso de su revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de Méjico, por lo que sabemos, dieron principio a su insurrección en septiembre de 1810, y un año después ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro e instalada allí una junta nacional, bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador, que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre general Rayón; lo cierto es que, uno de estos grandes hombres, o ambos separadamente, ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente, ha aparecido una constitución para el régimen del estado. En marzo de 1812 el gobierno residente en Zultepec presentó un plan de paz y guerra al virrey de Méjico, concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes, estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos; pues que no debía ser más cruel que entre naciones
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extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quintasen para sacrificarlas; y concluye que, en caso de no admitirse este plan, se observarían rigurosamente las represalias. Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de Méjico, por mano del verdugo, y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mejicanos y las otras naciones americanas no la hacían ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia, se conservó la apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece que la junta nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, y el número de sus miembros muy limitado. Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas, no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma democrática y federal para nuestros nacientes estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general han conducido aquel precioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón, sus débiles enemigos se han conservado, contra todas las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente estas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española, que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia. “Es más dificil, dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre. ” Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de este
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continente han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales y aun perfectas, sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza, infaliblemente, en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una república? Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado se lance a la esfera de la libertad, sin que, como a ícaro, se le deshagan las alas y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio verosímil que nos halague con esta esperanza. Visión profética
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo, y menos deseo una monarquía universal de América, porque este proyecto, sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían y nuestra regeneración sería infructuosa. Los estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería Méjico, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo de Panamá, punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente, ¿no continuarían éstos en la languidez y aun en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese las facultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres. El espíritu de partido que, al presente, agita a nuestros estados, se encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder, que únicamente puede reprimirlo. Además los magnates de las capitales no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos tiranos: sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso disforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión. M. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince a diez y siete estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América
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comporta la creación de diez y siete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirlo, es menos útil, y así no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones: el interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republicanos a extender los términos de su nación, en detrimento de sus propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos; a menos que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos; y aun diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus ciudadanos: porque un estado demasiado extenso en sí mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla y ocurre por último al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia, el de las grandes es vario; pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios, que se gobernaban por leyes e instituciones diferentes. Muy contraria es la política de un rey cuya inclinación constante se dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades: con razón, porque su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos, como a sus propios vasallos que temen en él un poder tan formidable, cuanto es su imperio, que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura preferirían las repúblicas a los reinos; y me parece que estos deseos se conforman con las miras de la Europa. No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehúso la monarquía mixta de aristocracia y democracia, que tanta fortuna y esplendor ha procurado a la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos, que nos conducirían a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de la América: no la mejor sino la que sea más asequible. Por la naturaleza de las localidades, riquezas, poblaciones y carácter de los mejicanos, imagino que intentarán al principio establecer una
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república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder ejecutivo, concentrándolo en un individuo que si desempeña sus funciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar su autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, este mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés, es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona. Los estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizá una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del universo, sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio! La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas, en honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganado, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guajira. Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey, habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario, si se quiere república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo, de libre elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas, y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como ésta es mi patria tengo un derecho incontestable para desearle lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo
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adicta a la federación; y entonces formará por sí sola un estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todo género. Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el Perú: juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un gobierno central, en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución degenerará necesariamente en una oligarquía, o una monocracia con más o menos restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal cosa sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria. El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de la Europa y del Asia llegarán tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre. El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad: se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas. Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima, por los conceptos que he expuesto y por la cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos, los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad, a lo menos lo intenta. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia: los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones tumultuarias y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si consigue recobrar su independencia. Seguridad del triunfo de la causa
De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias americanas se hallan lidiando por emanciparse; al fin obtendrán el suceso; algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas
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federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas serán tan infelices que devorarán sus elementos ya en la actual, ya en las futuras revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar, una gran república imposible. Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración; otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre, que concibió el laudable delirio de reunir un congreso europeo para decidir de la suerte y de los intereses de aquellas naciones. “Mutaciones importantes y felices, continúa Vd., pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales.” Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetzalcóatl, el Hermes o Buda de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad. Esta tradición no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? Concibe Vd. cuál será el efecto que producirá, si un individuo, apareciendo entre ellos, demostrase los caracteres de Quetzalcóatl, el Buda del bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? NO cree Vd. que esto inclinaría todas las partes? NO es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas? Pienso como Vd. que causas individuales pueden producir resultados generales; sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta o Dios del Anáhuac, Quetzalcóatl, el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que Vd. propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mejicano y no ventajosamente, porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su
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nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilan-Cambal. En una palabra los más de los autores mejicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado con más o menos extensión la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcóatl. El hecho es, según dice Acosta, que él estableció una religión, cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcóatl es un legislador divino entre los pueblos paganos del Anáhuac del cual era lugarteniente el gran Moctezuma derivando de él su autoridad. De aquí se infiere que nuestros mejicanos no seguirían al gentil Quetzalcóatl, aunque apareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras. Felizmente los directores de la independencia de Méjico se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto, proclamando a la famosa virgen de Guadalupe por reina de los patriotas; invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión, que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en Méjico es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta. Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia. Yo diré a Vd. lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la unïón, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. La América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones; aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares, y combatida por la España que posee más elementos para la guerra que cuantos nosotros furtivamente podemos adquirir. Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las
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opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado la Europa volarán a Colombia libre, que las convidará con un asilo. Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a Vd. para que los rectifique o deseche, según su mérito, suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a Vd. en la materia. Soy de Vd. &. &. &. Bolívar
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Sobre los problemas latinoamericanos y crítica a la indiferencia del mundo ante sus esfuerzos De reflexiones dirigidas al editor de The Royal Gazette, durante el exilio en Jamaica donde estuvo a punto de perecer asesinado. Kingston, 28 de septiembre de 1815.
He leído en The Courant del 27 de los corrientes un artículo sobre la Nueva Granada muy interesante, tanto por lo que se refiere a la población y recursos de aquel país, cuanto por las observaciones que hace acerca de las disensiones que hasta ahora han existido allí. El autor del articulo parece imparcial y sus opiniones son correctas, pero yo hubiera deseado más pormenores y mayor claridad sobre las verdaderas causas de la guerra civil que hayan inducido al general Morillo a desembarcar en aquellas costas y atacar a Cartagena. El resultado de esta operación decidirá probablemente la suerte de una gran parte del continente. Someto a Vd. algunas observaciones que, en cierto modo, pueden justificar la conducta de los habitantes de la Nueva Granada y que, tal vez, arrojarán luz sobre el éxito posible de la contienda entre las fuerzas españolas y granadinas. Como suramericano me siento, en cierto modo, obligado a referir algunos hechos que versan sobre la naturaleza de nuestras guerras intestinas. Casi todas las repúblicas que más veneración han inspirado al
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género humano han llevado en su seno la semilla de mortal discordia, lo que ha hecho decir que la desunión es a menudo el termómetro de la libertad, y que el goce de un gobierno liberalmente constituido se halla, por lo común, en proporción directa a la efervescencia de los partidos y al choque de las opiniones políticas. Es cierto que el peso de la libertad es liviano, pero también es difícil mantenerlo en equilibrio aun en las naciones más cultas y civilizadas. Cuál es la nación libre, antigua o moderna, que no haya padecido por la desunión? Habrá historia más turbulenta que la de Atenas? Facciones más sanguinarias que las de Roma? Guerras civiles más violentas que las de Inglaterra.? Disensiones más peligrosas que las de los Estados Unidos de la América del Norte? Sin embargo son estas cuatro naciones las que más honran la raza humana por sus virtudes, su libertad y su gloria. Y es citando los trágicos y sorprendentes ejemplos de igual clase, que aquellas naciones nos presentan, como yo quería cubrir con un velo la vergüenza de nuestras divisiones. Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad. España ha fomentado la una por la superstición, y perpetuado la otra por la tiranía. En el estado anterior de las cosas nuestra situación estaba reducida a una nulidad casi total. Vivíamos ajenos a todos los acontecimientos que se cumplían, extraños a la contemplación del mundo político y separados de todo lo que pudiera, de algún modo, ejercitar nuestra inteligencia o dar valor a nuestras riquezas y nuestro poder. Los americanos del sur han pasado al través de los siglos, como los ciegos por entre los colores; se hallaban sobre el teatro de la acción pero sus ojos estaban vendados, nada han visto, nada han oído. Por qué? porque no podían ver la justicia y mucho menos oír la verdad. Además de esto fuimos abandonados por el mundo entero, ninguna nación extranjera nos ha guiado con su sabiduría y experiencia, ni defendido con sus armas, ni protegido con sus recursos. No sucedió lo mismo a la América del Norte durante su lucha de emancipación. Aunque poseyendo sobre nosotros toda suerte de ventajas, las tres más poderosas naciones europeas, dueñas de colonias, la auxiliaron en su independencia; y sin embargo la Gran Bretaña no ha usado de represalias contra aquella misma España que la había hecho la guerra para privarla de sus colonias. Todos los recursos militares y políticos que nos han negado a nosotros se han dado con profusión a nuestros enemigos y, sin citar otros ejemplos The Courant de Jamaica y La Gaceta de Santiago de la Vega, copiando de aquél, publican la lista de las armas, municiones y vestuario que han recibido. Hasta los mismos triunfos del grande e inmortal Wellington han sido indirectamente fatales para nosotros, porque el arte de la guerra que los españoles ignoraban, lo han aprendido de aquellos heroicos británicos mandados
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por el ilustre capitán destinado en un tiempo a libertar la América del Sur. Éstos son los hechos singulares que la historia recordará junto con otros igualmente singulares que sería largo referir. Los Estados Unidos del Norte que, por su comercio, pudieron haber suministrado elementos de guerra, nos privaron de ellos por causa de su contienda con la Gran Bretaña. Sin esto Venezuela sola habría triunfado, y la América del Sur no habría sido asolada por la crueldad española ni destrozada por la anarquía revolucionaria. Nosotros no tenemos más armas para hacer frente al enemigo que nuestros brazos, nuestros pechos, nuestros caballos y nuestras lanzas. El débil necesita una larga lucha para vencer; el fuerte, como en Waterloo, libra una batalla y desaparece un imperio. Cuando los partidos carecen de autoridad, ora por falta de poder, ya por el triunfo de sus contrarios, nace el descontento y los debilita. Los jefes subdividen la causa en tantas partes cuantos son ellos; y esto sucede, sobre todo, cuando sin acuerdo con una potencia extranjera que los obligue a persistir en el sistema que ambos habían reconocido y obligádose a sostener. Como ninguna nación había entrado en tratos formales con nosotros ni en comunicaciones oficiales, no tenemos, en consecuencia, relaciones políticas que nos liguen con nación alguna.
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La armonía racial en el mestizaje del nuevo mundo y otras meditaciones de Jamaica De un borrador preparado para el redactor o editor de The Roya1 Gazette, en Kingston, probablemente también en septiembre de 1815.
Los más de los políticos europeos y americanos que han previsto la independencia del Nuevo Mundo han presentido que la mayor dificultad para obtenerla consiste en la diferencia de las castas que componen la población de este inmenso país. Yo me aventuro a examinar esta cuestión, aplicando reglas diferentes, deducidas de los conocimientos positivos y de la experiencia que nos ha suministrado el curso de nuestra revolución. De quince a veinte millones de habitantes que se hallan esparcidos en este gran continente de naciones indígenas, africanas, españolas y razas cruzadas, la menor parte es, ciertamente, de blancos; pero también es cierto que ésta posee cualidades intelectuales que le dan una igualdad relativa y una influencia que parecerá supuesta a cuantos no hayan podido juzgar, por sí mismos, del carácter moral y de las circunstancias físicas, cuyo compuesto produce una opinión lo más
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favorable a la unión y armonía entre todos los habitantes, no obstante la desproporción numérica entre un color y otro. Observemos que al presentarse los españoles en el Nuevo Mundo, los indios los consideraron como una especie de mortales superiores a los hombres; idea que no ha sido enteramente borrada, habiéndose mantenido por los prestigios de la superstición, por el temor de la fuerza, la preponderancia de la fortuna, el ejercicio de la autoridad, la cultura del espíritu, y cuantos accidentes pueden producir ventajas. Jamás éstos han podido ver a los blancos, sino al través de una grande veneración como seres favorecidos del cielo. “El español americano, dice M. de Pons, ha hecho a su esclavo compañero de su indolencia.” En cierto respecto esta verdad ha sido origen de resultados felices. El colono español no oprime a su doméstico con trabajos excesivos: lo trata como a un compañero; lo educa en los principios de moral y de humanidad que prescribe la religión de Jesús. Como su dulzura es ilimitada, la ejerce en toda su extensión con aquella benevolencia que inspira una comunicación familiar. El no está aguijoneado por los estímulos de la avaricia, ni por los de la necesidad, que producen la ferocidad de carácter y la rigidez de principios, tan contrarios a la humanidad. El americano del sur vive a sus anchas en su país nativo; satisface sus necesidades y pasiones a poca costa; montes de oro y de plata le proporcionan riquezas fáciles con que obtiene los objetos de la Europa. Campos fértiles, llanuras pobladas de animales, lagos y ríos caudalosos con ricas pesquerías lo alimentan superabundantemente, el clima no le exige vestidos y apenas habitaciones; en fin, puede existir aislado, subsistir de sí mismo y mantenerse independiente de los demás. Ninguna otra situación del mundo es semejante a ésta: toda la tierra está ya agotada por los hombres, la América sola apenas está encentada. De aquí me es permitido colegir que, habiendo una especie de independencia individual en estos inmensos países, no es probable que las facciones de razas diversas lleguen a constituirse de tal modo que una de ellas logre anonadar a las otras. La misma extensión, la misma abundancia, la misma variedad de colores da cierta neutralidad a las pretensiones, que vienen a hacerse casi nulas. El indio es de un carácter tan apacible, que sólo desea el reposo y la soledad: no aspira ni aun a acaudillar su tribu, mucho menos a dominar las extrañas: felizmente esta especie de hombres es la que menos reclama la preponderancia; aunque su número exceda a la suma de los otros habitantes. Esta parte de la población americana es una especie de barrera para contener a los otros partidos: ella no pretende la autoridad, porque ni la ambiciona, ni se cree con aptitud para ejercerla, contentándose con su paz, su tierra y su familia. El indio es el amigo de todos, porque las leyes no lo habían desigualado, y porque, para obtener todas
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las mismas dignidades de fortuna y de honor que conceden los gobiernos, no han menester de recurrir a otros medios que a los servicios y al saber; aspiraciones que ellos odian más que lo que pueden desear las gracias. Así, pues, parece que debemos contar con la dulzura de mucho más de la mitad de la población, puesto que los indios y los blancos componen los tres quintos de la populación total, y si añadimos los mestizos que participan de la sangre de ambos, el aumento se hace más sensible y el temor de los colores se disminuye, por consecuencia. El esclavo en la América española vegeta abandonado en las haciendas, gozando, por decirlo así, de su inacción, de la hacienda de su señor y de una gran parte de los bienes de la libertad; y como la religión le ha persuadido que es un deber sagrado servir, ha nacido y existido en esta dependencia doméstica, se considera en su estado natural, como un miembro de la familia de su amo, a quien ama y respeta. La experiencia nos ha mostrado que ni aun excitado por los estímulos más seductores, el siervo español no ha combatido contra su dueño; y por el contrario, ha preferido muchas veces, la servidumbre pacífica a la rebelión. Los jefes españoles de Venezuela, Boves, Morales, Rosete, Calzada y otros, siguiendo el ejemplo de Santo Domingo, sin conocer las verdaderas causas de aquella revolución, se esforzaron en sublevar toda la gente de color, inclusive los esclavos, contra los blancos criollos, para establecer un sistema de desolación, bajo las banderas de Fernando VII. Todos fueron instados al pillaje, al asesinato de los blancos; les ofrecieron sus empleos y propiedades; los fascinaron con doctrinas supersticiosas en favor del partido español, y, a pesar de incentivos tan vehementes, aquellos incendiarios se vieron obligados a recurrir a la fuerza, estableciendo el principio que los que no sirven en las armas del rey son traidores o desertores; y, en consecuencia, cuantos no se hallaban alistados en sus bandas de asesinos, eran sacrificados, ellos, sus mujeres, hijos y hasta las poblaciones enteras; porque a todos obligaban a seguir las banderas del rey. Después de tanta crueldad, de una parte, y tanta esperanza de otra, parecerá inconcebible que los esclavos rehusasen salir de sus haciendas, y cuando eran compelidos a ello, sin poderlo evitar, luego que les era posible, desertaban. La verdad de estos hechos se puede comprobar con otros que parecerán más extraordinarios. Después de haber experimentado los españoles, en Venezuela, reveses multiplicados y terribles, lograron, por fin, reconquistarla. El ejército del general Morillo viene a reforzarlos y completa la subyugación de aquel país; parecía, pues, que el partido de los independientes era desesperado, como en efecto lo estaba; pero, por un suceso bien singular se ha visto que los mismos soldados libertos y esclavos que tanto contribuyeron, aunque por fuerza, al triunfo de los realistas, se
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han vuelto al partido de los independientes, que no habían ofrecido la libertad absoluta, como lo hicieron las guerrillas españolas. Los actuales defensores de la independencia son los mismos partidarios de Boves, unidos ya con los blancos criollos, que jamás han abandonado esta noble causa. Estamos autorizados, pues, a creer que todos los hijos de la América española, de cualquier color o condición que sean, se profesan un afecto fraternal recíproco, que ninguna maquinación es capaz de alterar. Nos dirán que las guerras civiles prueban lo contrario. No, señor, las contiendas domésticas de la América nunca se han originado de la diferencia de castas: ellas han nacido de la divergencia de las opiniones políticas, y de la ambición particular de algunos hombres, como todas las que han afligido a las demás naciones. Todavía no se ha oído un grito de proscripción contra ningún color, estado o condición; excepto contra los españoles europeos, que tan acreedores son a la detestación universal. Hasta el presente se admira la más perfecta armonía entre los que han nacido en este suelo, por lo que respecta a nuestra cuestión; y no es de temerse que en lo futuro suceda lo contrario, porque para entonces el orden estará establecido, los gobiernos fortificados con las armas, la opinión, las relaciones extranjeras y la emigración europea y asiática, que necesariamente debe aumentar la población. Balanceada como está la populación americana, ya por el número, ya por las circunstancias, ya, en fin, por el irresistible imperio del espíritu, por qué razón no se han de establecer nuevos gobiernos en esta mitad del mundo? ¿En Atenas no eran los esclavos cuatro veces más que los ciudadanos ? ¿Los campos de Esparta no los cultivaban los ilotas? ¿En todo el Oriente, en toda África, en parte de Europa el número de los hombres libres no ha sido inferior al de los siervos? Obsérvese además la diferencia que existe entre los cautivos de la antigüedad y los miserables trabajadores de la América: aquéllos eran prisioneros de guerra, acostumbrados al manejo de las armas, mercaderes y navegantes ricos, filósofos profundamente instruidos, que conocían sus derechos y todos sufrían impacientes las cadenas. Los modernos son de una raza salvaje, mantenidos en la rusticidad por la profesión a que se les aplica y degradados a la esfera de los brutos. Lo que es, en mi opinión, realmente temible es la indiferencia con que la Europa ha mirado hasta hoy la lucha de la justicia contra la opresión, por temor de aumentar la anarquía; ésta es una instigación contra el orden, la prosperidad y los brillantes destinos que esperan a la América, El abandono en que se nos ha dejado es el motivo que puede, en algún tiempo, desesperar al partido independiente, hasta hacerlo proclamar máximas demagógicas para atraerse la causa popular; esta indiferencia repito es una causa inmediata que puede producir la
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subversión y que sin duda forzará al partido débil en algunas partes de la América a adoptar medidas, las más perniciosas, pero las más necesarias para la salvación de los americanos que actualmente se hallan comprometidos en la defensa de su patria, contra una persecución desconocida en todo otro país que la América española. La desesperación no escoge los medios que la sacan del peligro. El Americano
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Homenaje al magnánimo presidente Petion y la defensa de la patria común Carta del Libertador para el presidente de Haití, Alejandro Petion, escrita en francés. Tomada de la obra Cartas del Libertador por Vicente Lecuna, tomo I, 1799-1817, Caracas, 1829. Aux Cayes, le 8 février 1816.
A S O N E X C E L L E N C E M O N S I E U R L E P R É S I D E N T D ’HAiTI
Monsieur le Président: Je suis accablé du poids de vos bienfaits. M. Villaret est retourné on ne peut pas mieux dépêché par Votre Excellence. En tout vous êtes magnanime et indulgent. Nos affaires sont presque arrangées; et sans doute dans une quinzaine de jours nous serons en état de partir. Je n’attends que vos dernières faveurs ; et s’il m’est possible j’irai moi-même vous exprimer l’étendue de ma reconnaissance. Par M. Injinac, votre digne secrétaire, j’ose vous faire encore de nouvelles prières. Dans ma proclamation aux habitants du Vénézuéla et dans les décrets que je dois expédier pour la liberté des esclaves je ne sais pas s’il me sera permis de témoigner les sentiments de mon coeur envers Votre Excellence, et de laisser à la postérité un monument irrécusable de votre philantropie. Je ne sais, dis-je, si je devrais vous nommer comme l’auteur de notre liberté. Je prie Votre Excellence d’en exprimer sa volonté à cet égard.
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Le lieutenant-colonel Valdés vous adresse une pétition que je me permets de recommander à votre générosité. Agréez, Monsieur le Président, les respectueux hommages de la haute considération avec laquelle j’ai l’honneur d’être de Votre Excellence le tres humble et obéissant serviteur. Bolívar
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“La libertad absoluta de los esclavos” Decreto dictado en Campano el 2 de junio de 1816, con el cual la revolución se proyecta a las bases sociales de Venezuela. Bolívar dirá: “Me parece una locura que en una revolución de libertad, se pretenda mantener la esclavitud.” Era, también, un homenaje al presidente del acogedor pueblo haitiano.
S I M Ó N BOLÍVAR Jefe Supremo y Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y Nueva Granada, &., &.
A LOS HABITANTES DE RíO CARIBE, CARÚPANO Y CARIACO
Salud. Considerando que la justicia, la política y la patria reclaman imperiosamente los derechos imprescindibles de la naturaleza, he venido en decretar, como decreto, la libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados. Considerando que la República necesita de los servicios de todos sus hijos, tenemos que imponer a los nuevos ciudadanos las condiciones siguientes: Artículo primero. Todo hombre robusto, desde la edad de catorce hasta los sesenta años, se presentará en la parroquia de su distrito a alistarse en las banderas de Venezuela, veinte y cuatro horas después de publicado el presente decreto. Artículo segundo. Los ancianos, las mujeres, los niños y los inválidos quedarán eximidos desde ahora para siempre del servicio militar; como igualmente del servicio doméstico y campestre en que estaban antes empleados a beneficio de sus señores. Artículo tercero. El nuevo ciudadano que rehúse tomar las armas para cumplir con el sagrado deber de defender su libertad quedará
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sujeto a la servidumbre, no sólo él, sino también sus hijos menores de catorce años, su mujer y sus padres ancianos. Artículo cuarto. Los parientes de los militares empleados en el ejército libertador gozarán de los derechos de ciudadanos y de la libertad absoluta que les concede este decreto a nombre de la República de Venezuela. El presente reglamento tendrá fuerza de ley y será fielmente cumplido por las autoridades republicanas de Río Caribe, Carúpano y Cariaco. Dado en el cuartel general de Carúpano, a 2 de junio de 1816. Bolívar
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Firme confianza en la acción contra la tiranía Mensaje del 1° de enero de 1817, suscrito en Barcelona, a Pedro Briceño Méndez y "a los bravos de los bravos de Venezuela”, llamándolos a incorporarse a la lucha emancipadora.
Mis queridos compañeros Con cuánto gusto he sabido la salvación de unas personas que me son tan caras! Qué sensaciones tan tiernas he experimentado al saber que mis bravos, mis fieles compañeros de armas están salvos! Nada podrá igualar jamás, en ninguna época de mí vida, a los disgustos y al dolor que sufría cuando estaba incierto de su suerte. Sólo la idea de que mi país sucumbiese para siempre podrá colocarse al lado de mis sufrimientos por Vds. Pero felizmente el valor, el heroísmo me ha conservado personas tan queridas. Nada falta a mi felicidad sino el placer de abrazar a Vds. Ese día será para mí siempre memorable; sobre todo si, conservando tantos laureles adquiridos, añaden los de vencedores y libertadores de Guayana. Esta empresa tan sublime como importante asegurará las anclas de la república, si nuevas tempestades vuelven a combatirla. Vds. llenarán los votos de todos los ciudadanos si logran someter la región guayanesa que tanto nos ha perjudicado y que tan útil puede sernos. Pero hecho esto no volarán Vds. a romper los grillos de los otros hermanos que sufren la tiranía enemiga? Sí, sí, Vds. volarán conmigo hasta el rico Perú. Nuestros destinos nos llaman a las extremidades del mundo americano. Para hombres tan valerosos, fieles y
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constantes nada es imposible. Que el universo nos contemple con admiración, tanto por nuestros desastres como por nuestro heroísmo! La fortuna no debe luchar vencedora contra quienes la muerte no intimida; y la vida no tiene precio sino en tanto que es gloriosa. Adiós, mis queridos compañeros. Acepten Vds. las expresiones agradecidas de quien se hace un honor de llamarse, no el jefe, sino el hermano de los bravos de los bravos de Venezuela. Salud, gloria y constancia. Bolívar 19
“La imprenta es tan útil como
los pertrechos” En carta a don Fernando Peñalver, desde Guayana, el 1.° de septiembre de 1817, el Libertador incluye a la imprenta entre el material imprescindible para ganar la libertad e independencia de la patria, y fündar la república soberana y constitucional.
Por ahora sólo necesitamos de los objetos que he pedido a usted antes, porque sin ellos estamos perdiendo el tiempo que es lo más precioso en estas circunstancias. Yo querría bien mandar mulas y ganado a Trinidad, para que usted nos comprase todos los elementos de guerra necesarios, pero, amigo, son tantas las dificultades que hay para que el gobierno sea comerciante, que casi me parece mejor entrar en un laberinto. Primero, nos faltan embarcaciones propias para este tráfico; segundo, se necesita de un gran cuidado para que no perezcan estos animales; y, en manos ajenas, es lo mismo que tirarlos al agua; tercero, pueden tomarlos por cuenta de alguna deuda atrasada si se sabe que pertenecen al gobierno; y en fin, porque sería multiplicar mis atenciones, que un monarca en medio de su monarquía no las tendría mayores; pues tal es el imperio del desorden y de la desorganización en que nos hemos hallado hasta ahora. Todo debemos hacerlo y aún no hemos hecho nada, y si no vienen los hombres capaces de ayudar al gobierno, tampoco se hará. Es inútil repetir a usted que haga siempre sus esfuerzos para que no nos falten estos objetos, pues estoy seguro que usted no me olvidará, ni mucho menos, siendo en servicio de la patria. Sobre todo mándeme usted de un modo u otro la imprenta que es tan útil como los pertrechos. En cuanto a lo demás que usted me dice en sus cartas, quedo enterado y apruebo cuanto ellas contienen. Conozco ahora más que nunca lo que siempre he conocido, es decir, que usted es uno de los que más pueden servir la patria, tanto por su
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buen juicio, como por su celo y patriotismo, y así, amigo, véngase usted inmediatamente después que haya practicado todos los pasos de que está encargado. Pero que no sea tan tarde que ya yo esté lejos de aquí, porque para entonces quizá ya se habrá perdido la ocasión de emplearlo como usted merece.
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Reparto de los bienes nacionales entre los militares del pueblo revolucionario Ley de repartición de tierras, anticipo de justicia hacia una reforma agraria que materializa la revolución en el orden económico. Bolívar la incluye certeramente entre “los actos más notables” de su mando. Promulgada en las vecindades de Angastura, el 10 de octubre de 1817.
S I M Ó N B O L ÍV A R Jefe Supremo de la República de Venezuela, &c., &c., &c.
Considerando que el primer deber del gobierno es recompensar los servicios de los virtuosos defensores de la república, que sacrificando generosamente sus vidas y propiedades por la libertad y felicidad de la patria, han sostenido y sostienen la desastrosa guerra de la independencia, sin que ni ellos ni sus familias tengan los medios de subsistencia; y considerando que existen en el territorio ocupado por las armas de la república, y en el que vamos a libertar, poseído hoy por los enemigos, multitud de propiedades de españoles y americanos realistas, que conforme al decreto y reglamento publicado en 3 de septiembre del presente año, deben secuestrarse y confiscarse, he venido en decretar y decreto lo siguiente: Artículo 1 ° Todos los bienes raíces e inmuebles, que con arreglo al citado decreto y reglamento, se han secuestrado y confiscado, o deben secuestrarse y confiscarse, y no se hayan enajenado ni puedan enajenarse a beneficio del erario nacional, serán repartidos y adjudicados a los generales, jefes, oficiales y soldados de la república, en los términos que abajo se expresarán. Artículo 2.° Siendo los grados obtenidos en la campaña una prueba incontestable de los diferentes servicios hechos por cada uno de los individuos del ejército, la repartición de las propiedades, de que habla el articulo antecedente, se hará con arreglo a ellos, a saber:
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Al general en jefe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . $ 25.000 20.000 Al general de división . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15.000 Algeneraldebrigada................................... 10.000 Alcoronel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.000 Al teniente coronel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8.000 Almayor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.000 Alcapitán.....................................,...... 4.000 Alteniente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.000 Alsubteniente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.000 Al sargento primero y segundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 700 Al cabo primero y segundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 500 Yalsoldado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Artículo 3.° Los oficiales, sargentos, cabos y soldados, que obtuvieren ascensos posteriores a la repartición, tendrán derecho para reclamar el déficit que haya entre la cantidad que recibieron cuando ejercían el empleo anterior, y la que le corresponde por el que últimamente se les hubiere conferido y ejerzan al tiempo de la última repartición. Artículo 4° Si hecho el cómputo del valor de las propiedades partibles, no alcanzare éste a cubrir todas las partes, el gobierno ofrece suplir la falta con cualesquiera otros bienes nacionales y principalmente con las concesiones de terrenos baldíos. Artículo 5° Si antes o después de repartidas las propiedades, el gobierno tuviere a bien premiar el valor, servicio a acción muy distinguida de un militar, podrá hacerlo cediéndole cualquiera de dichas propiedades, sin que en este caso esté obligado a consultar la graduación del agraciado, ni la cantidad que se le concede. Artículo 6° En caso de que un militar haya merecido y alcanzado la gracia de que habla el artículo precedente, no tendrá éste derecho a reclamar la parte que le asigna el artículo 2.° si el valor de la propiedad, que se le haya cedido, es mayor del que se le señala a su grado. Artículo 7° Cuando las propiedades partibles sean de un valor más considerable que las cantidades asignadas a los diferentes grados, el gobierno cuidará de que las particiones se hagan del modo más conforme a los intereses de todos, para lo cual podrán acomunarse o acompañarse muchos, y solicitar se les conceda tal finca. Artículo 8.° La repartición se hará por una comisión especial, que se nombrará oportunamente, y que se sujetará para ello al reglamento que al intento se publicará. Artículo 9° El gobierno se reserva la inmediata dirección de esta comision. Publíquese, comuníquese a quienes corresponda, y diríjase copia al estado mayor para que se inserte en la orden del día, que se hará circular por todas las divisiones y cuerpos de ejército de la república para su satisfacción.
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Dada, firmada de mi mano, sellada con el sello provisional de la República, y refrendada por el infraescrito secretario del Gobierno supremo en el cuartel general de Santo Tomás de la Nueva Guayana, a 10 de octubre de 1817.-7.° Bolívar J. G. Pérez Secretario
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Bienvenida a los hermanos de la España democrática Carta amplia y entusiasta al Excmo. señor teniente general don Mariano Renovales, desde San Fernando de Apure, el 20 de mayo de 1818.
Excmo. señor: Tengo la satisfacción de contestar a V. E. el papel oficial fechado en 13 de diciembre del año último, que V. E. me ha hecho el honor de dirigirme por medio de nuestro diputado en Londres. Desgraciadamente esta comunicación ha sido retardada hasta este momento, por causas que ignoro y siento. Es indecible el placer que tengo en manifestar a V. E. cuán lisonjero ha sido para el gobierno de Venezuela la oferta generosa que V. E. le hace de sus importantes servicios, para la continuación de una lucha que no puede menos de reanimarse por nuestra parte, con el apoyo de los talentos y virtudes militares de tan distinguido general. El nombre de V. E. ha sido conocido con gloria en la justa guerra que la España sostuvo contra sus invasores. En ella V. E. ha desplegado las cualidades eminentes que caracterizan al hombre grande: valor para arrostrar el peligro, inteligencia para vencer, amor a la patria y odio a la tiranía. V. E., desprendiéndose, con una virtud singular, de todo lo que tiene atractivo para el corazón humano, ha sabido despreciar los bienes de la fortuna, para conseguir el honor, la gloria y la libertad, que siempre huyen lejos de una mansión de esclavos, cual es en el día la España. Yo no puedo recordar a V. E. sin un profundo sentimiento, la horrible situación a que ha reducido ese ingrato rey Fernando a la patria de V. E., no menos que a la mía. Pero yo siento una inmensa complacencia en mi corazón cuando contemplo que no todos los españoles son nuestros enemigos, y que la España se honra de haber
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producido en su seno almas generosas y espíritus sublimes, que vienen como ángeles tutelares a sostener la santa causa de la libertad en este país, antes asolado y ahora afligido por las armas de su nación. Siendo V. E. uno de estos seres benéficos, espero aceptará gustoso los tributos de gratitud que, por mi órgano, le paga mi patria. V. E. nos hace un verdadero servicio ofreciéndonos su activa cooperación al restablecimiento de la independencia de América; y éste será tanto mayor si V. E. logra atraer a nuestra causa al mayor número posible de militares españoles, que quieran adoptar una patria libre en el hemisferio americano. Nada es tan precioso para nosotros como la adquisición de militares expertos y experimentados, acostumbrados a nuestros usos e iguales a nosotros en lengua y religión. V. E., y los bravos que tengan la generosidad de acompañarle, serán recibidos con el honor que merecen los bienhechores de la república. Serán admitidos con los grados que les corresponden por sus méritos y servicios. V. E. debe contar sobre este particular con todas las seguridades que desee. El señor Luis López Méndez podrá concluir con V. E. y demás jefes y oficiales las estipulaciones que juzgue V. E. convenientes, antes de emprender su viaje a Venezuela. Dios guarde a V. E. muchos años.
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“Una sola debe ser la patria de todos los americanos” Mensaje al Excmo. señor Juan Martín de Pueyrredón -supremo director de las Provincias Unidas del Río de la Plata- desde Angostura, el 12 de junio de 1818, con el cual se establecen las relaciones de afecto y solidaridad entre los extremos del continente sudamericano. Fue publicado
en el Correo del Orinoco del 27 de junio de 1818. Excelentísimo señor: Tengo el honor de contestar el despacho que, con fecha 19 de noviembre de 1816, se ha servido V. E. dirigirme, y cuyo retardo, aunque harto sensible, no ha podido disminuir el inexplicable júbilo de mi corazón al ver iniciadas las relaciones que mucho tiempo ha deseábamos establecer. V. E., salvando los inconvenientes que la distancia, la incomunicación y la falta de vías directas presentaban, ha adelantado un
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paso que da una nueva vida a ambos gobiernos haciéndonos conocer recíprocamente. V. E. hace a mi patria el honor de contemplarla como un monumento solitario, que recordará a la América el precio de la libertad y renovará la memoria de un pueblo magnánimo e incorruptible. Sin duda, Venezuela consagrada toda a la santa libertad ha considerado sus sacrificios como triunfos. Sus torrentes de sangre, el incendio de sus poblaciones, la ruina absoluta de todas las creaciones del hombre, y aun de la naturaleza, todo lo ha ofrecido en las aras de la patria. Nada es comparable a la bondad con que V. E. me colma de elogios inmerecidos. Yo apenas he podido seguir con trémulo paso la inmensa carrera a que mi patria me guía. No he sido más que un débil instrumento puesto en acción por el gran movimiento de mis conciudadanos. Yo tributo a V. E. las gracias más expresivas por la honra que mi patria y yo hemos recibido de V. E. y del pueblo independiente de la América del Sur; de ese pueblo que es la gloria del hemisferio de Colón, el sepulcro de los tiranos y conquistadores, y el baluarte de la independencia americana. Acepte V. E. los votos de admiración que me apresuro a tributar a las virtudes cívicas, a los talentos políticos y a los timbres militares del pueblo de Buenos Aires y su ilustre director. La proclama que V. E. se ha dignado dirigirnos es una brillante prueba de los sentimientos fraternales y altamente generosos de nuestros hermanos del sur. Con la mayor satisfacción retorno a V. E. la respuesta cordial que, por mi órgano, han querido transmitir mis conciudadanos a los hijos del Río de la Plata. En ella sólo deben apreciarse los sentimientos de tierna solicitud que animan a todos los venezolanos hacia sus dignos compatriotas meridionales. V. E. debe asegurar a sus nobles conciudadanos, que no solamente serán tratados y recibidos aquí como miembros de una república amiga, sino como miembros de nuestra sociedad venezolana. Una sola debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad. Excelentísimo señor: cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su independencia, o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos, con el más vivo interés, a entablar, por nuestra parte, el pacto americano, que, formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones, y la madre de las repúblicas. Yo espero que el Río de la Plata, con su poderoso influjo,
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cooperará eficazmente a la perfección del edificio político a que hemos dado principio desde el primer día de nuestra regeneración. Dios guarde a V. E. muchos años. Excelentísimo señor. Bolívar Pedro B. Méndez Secretario
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Gratitud a los que traen ciencias, artes, industrias, talentos y virtudes Carta fechada en Angostura el 17 de septiembre de 1818, al Sr. general John D’Evereux, para los inmigrantes que América Latina espera.
Señor: Sensible a los grandes esfuerzos que hizo Vd. en servicio de mi patria, ya desde antes había tenido la satisfacción de saber, por su importante carta del 4 de julio del año pasado, que Venezuela tenía el alto honor de ser preferida por Vd. y de su intención de prestarle sus servicios. En mi contestación del 30 de junio último, de la cual mando a Vd. duplicado, aunque supongo que Vd. recibió la carta, manifesté que aceptaba el generoso ofrecimiento de Vd. Confiando absolutamente en la sinceridad de su consejo, convencido de la gran ventaja que significa para mi patria el poder contarlo a Vd. entre sus hijos adoptivos, deseo testificarle, por todos los modos posibles, la gratitud de Venezuela, mi particular consideración hacia Vd. y la alta estima con que mira la América aquellos virtuosos y magnánimos extranjeros que prefieren la libertad a la esclavitud, y, abandonando su propio país, vienen a América trayendo ciencias, artes, industrias, talentos y virtudes. En consecuencia, general, puede Vd. confiar implícitamente en que tendrá el rango militar correspondiente al que en otras circunstancias podría obtener en su propio país; no puedo decir más, ni prometerle más en forma concreta y positiva; pero le aseguro que sus regimientos o legión gozarán, por lo menos, de los mismos privilegios y protección que gozan todos los otros en virtud del pacto que nos une. Bajo mi responsabilidad agrego que la importancia de sus servicios será mayor en proporción del número de tropas que compongan su legión; mientras mayor sea el número, el gobierno aprovechará todas las oportunidades de mostrarle a Vd. su gratitud.
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Reitérole las sinceras seguridades de amistad, estima y alta consideración con que tengo el honor de ser, general, su más obligado y obediente servidor. Bolívar
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Solemne y efectiva creación de la república sobre la libertad y el derecho. Las razones de la Constitución. La cuenta esencial de sus actos Discurso de Angostura, considerado de manera unánime por la crítica histórica como el escrito principal de Bolívar. Leído ante el Congreso de Venezuela en su instalación, en la ciudad de Angostura, el 15 de febrero de 1819.
Señor. Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la soberanía nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la nación. Al trasmitir a los representantes del pueblo el poder supremo que se me había confiado, colmo los votos de mi corazón, los de mis conciudadanos y los de nuestras futuras generaciones, que todo lo esperan de vuestra sabiduría, rectitud y prudencia. Cuando cumplo con este dulce deber, me liberto de la inmensa autoridad que me agobiaba, como de la responsabilidad ilimitada que pesaba sobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidad forzosa, unida a la voluntad imperiosa del pueblo, me habría sometido al terrible y peligroso encargo de “dictador jefe supremo de la república”Pero ya respiro devolviéndoos esta autoridad, que con tanto riesgo, dificultad y pena he logrado mantener en medio de las tribulaciones más horrorosas que pueden afligir a un cuerpo social! No ha sido la época de la república, que he presidido, una mera tempestad política, ni una guerra sangrienta, ni una anarquía popular, ha sido, sí, el desarrollo de todos los elementos desorganizadores: ha sido la inundación de un torrente infernal que ha sumergido la tierra de Venezuela. Un hombre y un hombre como yo! qué diques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones? En medio de este piélago de angustias no he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario
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que me arrebataba como una débil paja. Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos; atribuírmelos no sería justo y sería darme una importancia que no merezco. Queréis conocer los autores de los acontecimientos pasados y del orden actual? Consultad los anales de España, de América, de Venezuela; examinad las leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios, la influencia de la religión y del dominio extranjero; observad los primeros actos del gobierno republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter nacional. No me preguntéis sobre los efectos de estos trastornos para siempre lamentables; apenas se me puede suponer simple instrumento de los grandes móviles que han obrado sobre Venezuela; sin embargo, mi vida, mi conducta, todas mis acciones públicas y privadas están sujetas a la censura del pueblo. Representantes! vosotros debéis juzgarlas. Yo someto la historia de mi mando a vuestra imparcial decisión; nada añadiré para excusarla; ya he dicho cuanto puede hacer mi apología. Si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el sublime título de buen ciudadano, preferible para mí al de Libertador que me dio Venezuela, al de Pacificador que me dio Cundinamarca, y a los que el mundo entero puede dar. Legisladores! Yo deposito en vuestras manos el mando supremo de Venezuela. Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la felicidad de la república: en vuestras manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria: ellas sellarán los decretos que fijen nuestra Libertad. En este momento el jefe supremo de la república no es más que un simple ciudadano; y tal quiere quedar hasta la muerte. Serviré sin embargo en la carrera de las armas mientras haya enemigos en Venezuela. Multitud de beneméritos hijos tiene la patria capaces de dirigirla, talentos, virtudes, experiencia y cuanto se requiere para mandar a hombres libres son el patrimonio de muchos de los que aquí representan el pueblo; y fuera de este soberano Cuerpo se encuentran ciudadanos que en todas épocas han mostrado valor para arrostrar los peligros, prudencia para evitarlos y el arte en fin de gobernarse y de gobernar a otros. Estos ilustres varones merecerán sin duda los sufragios del Congreso y a ellos se encargará del gobierno, que tan cordial y sinceramente acabo de renunciar para siempre. La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.
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Ya, pues, que por este acto de mi adhesión a la libertad de Venezuela puedo aspirar a la gloria de ser contado entre sus más fieles amantes; permitidme, señor, que exponga con la franqueza de un verdadero republicano mi respetuoso dictamen en este proyecto de Constitución que me tomo la libertad de ofreceros en testimonio de la sinceridad y del candor de mis sentimientos. Como se trata de la salud de todos, me atrevo a creer que tengo derecho para ser oído por los representantes del pueblo. Yo sé muy bien que vuestra sabiduría no ha menester de consejos, y sé también que mi proyecto acaso os parecerá erróneo, impracticable. Pero, señor, aceptad con benignidad este trabajo, que más bien es el tributo de mi sincera sumisión al Congreso que el efecto de una levedad presuntuosa. Por otra parte, siendo vuestras funciones la creación de un cuerpo político y aun se podría decir la creación de una sociedad entera, rodeada de todos los inconvenientes que presenta una situación la más singular y difícil, quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido. Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cuál es la base de la República de Venezuela. Al desprenderse la América de la monarquía española, se ha encontrado semejante al Imperio Romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente conforme a su situación o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo: no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenemos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado. Todavía hay más; nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos hallamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había robado la libertad, sino también la tiranía activa y doméstica. Permítaseme explicar esta paradoja. En el régimen absoluto, el poder autorizado no admite límites. La voluntad del déspota es la ley suprema ejecutada arbitrariamente por los subalternos que participan de la opresión organizada en razón de la autoridad de que gozan. Ellos están encargados de las funciones civiles, políticas, militares y religiosas; pero al fin son persas los sátrapas de Persia, son turcos los bajáes del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. La China no envía a buscar mandarines a la cuna de Gengis Kan que la conquistó. Por
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el contrario la América, todo lo recibía de España que realmente la había privado del goce y ejercicio de la tiranía activa; no permitiéndonos sus funciones en nuestros asuntos domésticos y administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos: tampoco gozábamos de la consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones. Lo diré de una vez, estábamos abstraídos, ausentes del universo en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno. Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad. Así, legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del error y por incentivos nocivos. La libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento, pero de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad. Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras y aniquilados por las pestilencias serviles, serán capaces de marchar con pasos firmes hacia el augusto templo de la libertad? Serán capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina? Meditad bien vuestra elección legisladores. No olvidéis que váis a echar los fundamentos a un pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis SU base al eminente rango que le espera. Si vuestra elección no está
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presidida por el genio tutelar de Venezuela que debe inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma de gobierno que váis a adoptar para la felicidad del pueblo; si no acertáis, repito, la esclavitud será el término de nuestra transformación. El movimiento de la libertad
Los anales de los tiempos pasados os presentarán millares de gobiernos. Traed a la imaginación las naciones que han brillado sobre la tierra, y contemplaréis afligidos que casi toda la tierra ha sido, y aún es, víctima de sus gobiernos. Observaréis muchos sistemas de manejar hombres, mas todos para oprimirlos; y si la costumbre de mirar al género humano conducido por pastores de pueblos no disminuyese el horror de tan chocante espectáculo, nos pasmaríamos al ver nuestra dócil especie pacer sobre la superficie del globo como viles rebaños destinados a alimentar a sus crueles conductores. La naturaleza a la verdad nos dota al nacer del incentivo de la libertad; mas sea pereza, sea propensión inherente a la humanidad, lo cierto es que ella reposa tranquila aunque ligada con las trabas que le imponen. Al contemplarla en este estado de prostitución, parece que tenemos razón para persuadirnos que los más de los hombres tienen por verdadera aquella humillante máxima, que más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía. Ojalá que esta máxima contraria a la moral de la naturaleza fuese falsa! Ojalá que esta máxima no estuviese sancionada por la indolencia de los hombres con respecto a sus derechos más sagrados! Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos: porque son los pueblos más bien que los gobiernos los que arrastran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación los hace insensibles a los encantos del honor y de la prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad. Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad; pero, cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad y permanencia? Y no se ha visto por el contrario la aristocracia, la monarquía cimentar grandes y poderosos imperios por siglos y siglos ? Qué gobierno más antiguo que el de China? Qué república ha excedido en duración a la de Esparta, a la de Venecia? El Imperio Romano no conquistó la tierra? NO tiene la Francia catorce siglos de monarquía? Quién es más grande que la
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Inglaterra? Estas naciones, sin embargo, han sido o son aristocracias y monarquías. A pesar de tan crueles reflexiones, yo me siento arrebatado de gozo por los grandes pasos que ha dado nuestra república al entrar en su noble carrera. Amando lo más útil, animada de lo más justo y aspirando a lo más perfecto al separarse Venezuela de la nación española, ha recobrado su independencia, su libertad, su igualdad, su soberanía nacional. Constituyéndose en una república democrática, proscribió la monarquía, las distinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios; declaró los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir. Estos actos eminentemente liberales jamás serán demasiado admirados por la pureza que los ha dictado. El primer Congreso de Venezuela ha estampado en los anales de nuestra legislación con caracteres indelebles la majestad del pueblo dignamente expresada, al sellar el acto social más capaz de formar la dicha de una nación. Necesito de recoger todas mis fuerzas para sentir, con toda la vehemencia de que soy susceptible, el supremo bien que encierra en sí este código inmortal de nuestros derechos y de nuestras leyes. Pero cómo osaré decirlo! ¿Me atreveré yo a profanar con mi censura las tablas sagradas de nuestras leyes. .? Hay sentimientos que no se pueden contener en el pecho de un amante de la patria; ellos rebosan agitados por su propia violencia, y a pesar del mismo que los abriga, una fuerza imperiosa los comunica. Estoy penetrado de la idea de que el gobierno de Venezuela debe reformarse; y que aunque muchos ilustres ciudadanos piensan como yo, no todos tienen el arrojo necesario para profesar públicamente la adopción de nuevos principios. Esta consideración me insta a tomar la iniciativa en un asunto de la mayor gravedad, y en que hay sobrada audacia en dar avisos a los consejeros del pueblo. Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución Federal de Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado. Y según mi modo de ver es un prodigio que su modelo en el Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne al aspecto del primer embarazo o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas y de ilustración moral; no obstante que la libertad ha sido su cuna, se ha criado en la libertad y se alimenta de pura libertad: lo diré todo, aunque bajo de muchos respectos, este pueblo es único en la historia del género humano, es un prodigio, repito, que un sistema tan débil y complicado como el federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como las pasadas. Pero sea lo que fuere, de este gobierno con respecto a la nación americana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de los estados tan distintos como el inglés americano y el americano español. ¿No sería muy difícil aplicar a España el código de libertad política, civil y
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religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptar en Venezuela las leyes del Norte de América. NO dice el Espíritu de las leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos? referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? He aquí el código que debíamos consultar, y no el de Washington!!! La Constitución venezolana sin embargo de haber tomado sus bases de la más perfecta, si se atiende a la corrección de los principios y a los efectos benéficos de su administración difirió esencialmente de la americana en un punto cardinal, y sin duda el más importante. El Congreso de Venezuela como el americano participa de algunas de las atribuciones del poder ejecutivo. Nosotros, además, subdividimos este poder habiéndolo sometido a un cuerpo colectivo sujeto por consiguiente a los inconvenientes de hacer periódica la existencia del gobierno, de suspenderla y disolverla siempre que se separan sus miembros. Nuestro triunvirato carece, por decirlo así, de unidad, de continuación y de responsabilidad individual; está privado de acción momentánea, de vida continua, de uniformidad real, de responsabilidad inmediata, y un gobierno que no posee cuanto constituye su moralidad debe llamarse nulo. Aunque las facultades del presidente de los Estados Unidos están limitadas con restricciones excesivas, ejerce por sí solo todas las funciones gubernativas que la Constitución le atribuye, y es indubitable que su administración debe ser más uniforme, constante y verdaderamente propia, que la de un poder diseminado entre varios individuos cuyo compuesto no puede ser menos que monstruoso. El poder judiciario en Venezuela es semejante al americano, indefinido en duración, temporal y no vitalicio; goza de toda la independencia que le corresponde. El primer Congreso en su Constitución federal más consultó el espíritu de las provincias que la idea sólida de formar una república indivisible y central. Aquí cedieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado de aquellos provinciales seducidos por el deslumbrante brillo de la felicidad d dell pueblo americano, pensando que las bendiciones de que goza son debidas exclusivamente a la forma de gobierno y no al carácter y costumbres de los ciudadanos. Y en efecto, el ejemplo de los Estados Unidos por su peregrina prosperidad era demasiado lisonjero para que no fuese seguido. Quién puede resistir al atractivo victorioso del goce pleno y absoluto de la soberanía, de la independencia, de la libertad? Quién puede resistir al amor que
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inspira un gobierno inteligente que liga, a un mismo tiempo, los derechos particulares, a los derechos generales, que forma de la voluntad común la ley suprema de la voluntad individual? Quién puede resistir al imperio de un gobierno bienhechor que con una mano hábil, activa y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social, que es el fin único de las instituciones humanas? Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnífico sistema federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía todavía la consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno completamente representativo, y tan sublime cuanto que podía ser adaptado a una república de santos. Representantes del pueblo! Vosotros estáis llamados para consagrar o suprimir cuanto os parezca digno de ser conservado, reformado o desechado en nuestro pacto social. A vosotros pertenece el corregir la obra de nuestros primeros legisladores; yo querría decir que a vosotros toca cubrir una parte de la belleza que contiene nuestro código político; porque no todos los corazones están formados para amar a todas las beldades; ni todos los ojos son capaces de soportar la luz celestial de la perfección. El libro de los Apóstoles, la moral de Jesús, la obra divina que nos ha enviado la Providencia para mejorar a los hombres, tan sublime, tan santa, es un diluvio de fuego en Constantinopla, y el Asia entera ardería en vivas llamas si este libro de paz se le impusiese repentinamente por código de religión, de leyes y de costumbres. Mestizaje e igualdad
Séame permitido llamar la atención del Congreso sobre una materia que puede ser de una importancia vital. Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por su instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia. Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución,
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intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia y en América, deberíamos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia que aparentemente existe. Mi opinión es, legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está, que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y todos no lo son, todos deben poseer talentos, y todos no los poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de todas las clases en un estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie. Por este solo paso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. Cuántos celos, rivalidades y odios se han evitado! Habiendo ya cumplido con la justicia, con la humanidad, cumplamos ahora con la política, con la sociedad, allanando las dificultades que opone un sistema tan sencillo y natural, más tan débil que el menor tropiezo lo trastorna, lo arruina. La diversidad de origen requiere un pulso infinitamente fume, un tacto infinitamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración. El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Por las leyes que dictó el primer Congreso tenemos derecho de esperar que la dicha sea el dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos lisonjearnos que la seguridad y la estabilidad eternizarán esta dicha. A vosotros toca resolver el problema. Cómo, después de haber roto todas las trabas de nuestra antigua opresión, podemos hacer la obra maravillosa de evitar que los restos de nuestros duros hierros no se cambien en armas liberticidas? Las reliquias de la dominación española permanecerán largo tiempo antes que lleguemos a anonadarlas: el contagio del despotismo ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra, ni el específico de nuestras saludables leyes han purificado el aire que respiramos. Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de
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la servidumbre. El hombre, al perder la libertad, decía Homero, pierde la mitad de su espíritu. Un gobierno repúblicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que debemos evitar. Que la historia nos sirva de guía en esta carrera. Atenas la primera nos da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta, y al instante, la misma Atenas nos ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta especie de gobierno. El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su república diez años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la democracia absoluta para regir ninguna especie de sociedad, ni aun la más culta, morígera y limitada, porque sólo brilla con relámpagos de libertad. Reconozcamos, pues, que Solón ha desengañado al mundo; y le ha enseñado cuán difícil es dirigir por simples leyes a los hombres. La República de Esparta que parecía una invención quimérica, produjo más efectos reales que la obra ingeniosa de Solón. Gloria, virtud, moral, y por consiguiente la felicidad nacional, fue el resultado de la legislación de Licurgo. Aunque dos reyes en un Estado son dos monstruos para devorarlo, Esparta poco tuvo que sentir de su doble trono, en tanto que Atenas se prometía la suerte más espléndida, con una soberanía absoluta, libre elección de magistrados, frecuentemente renovados, leyes suaves, sabias y políticas. Pisístrato, usurpador y tirano fue más saludable a Atenas que sus leyes; y Pericles, aunque también usurpador, fue el más útil ciudadano. La República de Tebas no tuvo más vida que la de Pelópidas y Epaminondas; porque a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos. Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: íhombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las repúblicas! La Constitución romana es la que mayor poder y fortuna ha producido a ningún pueblo del mundo; ahí no había una exacta distribución de los poderes. Los cónsules, el senado, el pueblo, ya eran legisladores, ya magistrados, ya jueces; todos participaban de todos los poderes. El ejecutivo, compuesto de dos cónsules, padecía el mismo inconveniente que el de Esparta. A pesar de su deformidad no sufrió la república la desastrosa discordancia que toda previsión habría supuesto inseparable de una magistratura compuesta de dos individuos, igualmente autorizados con las facultades de un monarca. Un
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gobierno cuya única inclinación era la conquista no parecía destinado a cimentar la felicidad de su nación. Un gobierno monstruoso y puramente guerrero elevó a Roma al más alto esplendor de virtud y de gloria; y formó de la tierra, un dominio romano para mostrar a los hombres de cuánto son capaces las virtudes políticas y cuán indiferentes suelen ser las instituciones, Y pasando de los tiempos antiguos a los modernos encontraremos la Inglaterra y la Francia, llamando la atención de todas las naciones, y dándoles lecciones elocuentes de todas especies en materias de gobierno. La revolución de estos dos grandes pueblos como un radiante meteoro ha inundado al mundo con tal profusión de luces políticas que ya todos los seres que piensan han aprendido cuáles son los derechos del hombre y cuáles sus deberes; en qué consiste la excelencia de los gobiernos y en qué consisten sus vicios. Todos saben apreciar el valor intrínseco de las teorías especulativas de los filósofos y legisladores modernos. En fin, este astro, en su luminosa carrera, aun ha encendido los pechos de los apáticos españoles, que también se han lanzado en el torbellino político; han hecho sus efímeras pruebas de libertad, han reconocido su incapacidad para vivir bajo el dulce dominio de las leyes y han vuelto a sepultarse en sus prisiones y hogueras inmemoriales. Aquí es el lugar de repetiros, legisladores, lo que os dice el elocuente Volney en la dedicatoria de sus Ruinas de Palmira: “A los pueblos nacientes de las Indias castellanas, a los jefes generosos que los guían a la libertad: que los errores e infortunios del mundo antiguo enseñen la sabiduría y la felicidad al mundo nuevo.” Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y que las secuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes propias, justas, legítimas, y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye. Roma y la Gran Bretaña son las naciones que más han sobresalido entre las antiguas y modernas; ambas nacieron para mandar y ser libres; pero ambas se constituyeron no con brillantes formas de libertad, sino con establecimientos sólidos. Así, pues, os recomiendo, representantes, el estudio de la Constitución británica que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible a los pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea, estoy muy lejos de proponeros su imitación servil. Cuando hablo del gobierno británico sólo me refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de
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imprenta, y cuanto es sublime en la política? Puede haber más libertad en ninguna especie de república ? ¿Y puede pretenderse a más en el orden social? Yo os recomiendo esta constitución popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de como la más digna de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza. En nada alteraríamos nuestras leyes fundamentales si adoptásemos un poder legislativo semejante al Parlamento británico. Hemos dividido como los americanos la representación nacional en dos cámaras: la de Representantes y .el Senado. La primera está compuesta muy sabiamente, goza de todas las atribuciones que le corresponden, y no es susceptible de una reforma esencial, porque la Constitución le ha dado el origen, la forma y las facultades que requiere la voluntad del pueblo para ser legítima y competentemente representada. Poderes e instituciones
Si el Senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma de nuestra república. Este cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos del gobierno y rechazaría las olas populares. Adicto al gobierno por el justo interés de su propia conservación, se opondría siempre a las invasiones que el pueblo intenta contra la jurisdicción y la autoridad de sus magistrados. Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses, y constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus depositarios; el individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad. Por tanto, es preciso que en todos los gobiernos exista un cuerpo neutro que se ponga siempre de parte del ofendido y desarme al ofensor. Este cuerpo neutro para que pueda ser tal no ha de deber su origen a la elección del gobierno, ni a la del pueblo; de modo que goce de una plenitud de independencia que ni tema, ni espere nada de estas dos fuentes de autoridad. El Senado hereditario como parte del pueblo, participa de sus intereses, de sus sentimientos y de su espíritu. Por esta causa no se debe presumir que un Senado hereditario se desprenda de los intereses populares, ni olvide sus deberes legislativos. Los senadores en Roma y los lores en Londres han sido las columnas más fu-mes sobre que se ha fundado el edificio de la libertad política y civil. Estos senadores serán elegidos la primera vez por el Congreso. Los sucesores al Senado llaman la primera atención del gobierno, que debería educarlos en un colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores, legisladores futuros de la patria. Aprenderían las artes, las ciencias y las letras que adornan el espíritu de un hombre público: desde su infancia ellos sabrían a qué carrera la Providencia los
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destinaba, y desde muy tiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera. De ningún modo sería una violación de la igualdad política la creación de un Senado hereditario; no es una nobleza la que pretendo establecer porque, como ha dicho un célebre republicano, sería destruir a la vez la igualdad y la libertad. Es un oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que exige mucho saber y los medios proporcionados para adquirir su instrucción. Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en las elecciones: el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte; y aunque es verdad que estos senadores no saldrían del seno de las virtudes, también es verdad que saldrían del seno de una educación ilustrada. Por otra parte los libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la república que les debe su existencia. Creo que la posteridad vería con sentimiento, anonadados los nombres ilustres de sus primeros bienhechores; digo más, es del interés público, es de la gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la última posteridad una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados que superando todos los obstáculos han fundado la república a costa de los más heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre y no lo será jamás. Un Senado hereditario, repito, será la base fundamental del poder legislativo, y por consiguiente será la base de todo gobierno. Igualmente servirá de contrapeso para el gobierno y para el pueblo, será una potestad intermedia que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos eternos rivales. En todas las luchas la calma de un tercero viene a ser el órgano de la reconciliación, así el Senado de Venezuela será la traba de este edificio delicado y harto susceptible de impresiones violentas, será el iris que calmará las tempestades y mantendrá la armonía entre los miembros y la cabeza de este cuerpo político. Ningún estímulo podrá adulterar un cuerpo legislativo investido de los primeros honores, dependiente de sí mismo sin temer nada del pueblo, ni esperar nada del gobierno; que no tiene otro objeto que el de reprimir todo principio de mal y propagar todo principio de bien; y que está altamente interesado en la existencia de una sociedad en la cual participa de sus efectos funestos o favorables. Se ha dicho con demasiada razón que la Cámara alta de Inglaterra es preciosa para la nación porque ofrece un baluarte a la libertad; y yo añado que el Senado de Venezuela no sólo sería un baluarte de la libertad, sino un apoyo para eternizar la república. El poder ejecutivo británico está revestido de toda la autoridad soberana que le pertenece; pero también está circunvalado de una triple línea de diques, barreras, y estacadas. Es jefe del gobierno, pero sus
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ministros y subalternos dependen más de las leyes que de su autoridad, porque son personalmente responsables, y ni aun las mismas órdenes de la autoridad real los eximen de esta responsabilidad. Es generalísimo del Ejército y de la Marina; hace la paz y declara la guerra; pero el Parlamento es el que decreta anualmente las sumas con que deben pagarse estas fuerzas militares. Si los tribunales y jueces dependen de él, las leyes emanan del Parlamento que las ha consagrado. Con el objeto de neutralizar su poder, es inviolable y sagrada la persona del rey, y al mismo tiempo que le dejan libre la cabeza le ligan las manos con que debe obrar. El soberano de la Inglaterra tiene tres formidables rivales, su gabinete que debe responder al pueblo y al Parlamento; el Senado que defiende los intereses del pueblo como representante de la nobleza de que se compone; y la Cámara de los Comunes que sirve de órgano y de tribuna al pueblo británico: Además como los jueces son responsables del cumplimiento de las leyes, no se separan de ellas, y los administradores del erario, siendo perseguidos no solamente por sus propias infracciones, sino aun por las que hace el mismo gobierno, se guardan bien de malversar los fondos públicos. Por más que se examine la naturaleza del poder ejecutivo en Inglaterra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar que es el más perfecto modelo, sea para un reino, sea para una aristocracia, sea para una democracia. Aplíquese a Venezuela este poder ejecutivo en la persona de un Presidente, nombrado por el pueblo o por sus representantes, y habremos dado un gran paso hacia la felicidad nacional. Cualquiera que sea el ciudadano que llene estas funciones, se encontrará auxiliado por la Constitución; autorizado para hacer bien, no podrá hacer mal, porque siempre que se someta a las leyes, sus ministros cooperarán con él; si por el contrario pretende infringirlas, sus propios ministros lo dejarán aislado en medio de la república, y aun lo acusarán delante del Senado. Siendo los ministros los responsables de las transgresiones que se cometan, ellos son los que gobiernan, porque ellos son los que las pagan. No es la menor ventaja de este sistema la obligación en que pone a los funcionarios inmediatos al poder ejecutivo de tomar la parte más interesada y activa en las deliberaciones del gobierno, y a mirar como propio este departamento. Puede suceder que no sea el presidente un hombre de grandes talentos, ni de grandes virtudes, y no obstante la carencia de estas cualidades esenciales, el presidente desempeñará sus deberes de un modo satisfactorio; pues en tales casos el ministerio haciendo todo por sí mismo lleva la carga del Estado. Por exhorbitante que parezca la autoridad del poder ejecutivo de Inglaterra, quizás no es excesiva en la República de Venezuela. Aquí el Congreso ha ligado las manos y hasta la cabeza a los magistrados. Este cuerpo deliberante ha asumido una parte de las funciones ejecutivas
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contra la máxima de Montesquieu que dice que un cuerpo representante no debe tomar ninguna resolución activa: debe hacer Leyes y ver si se ejecutan las que hace. Nada es tan contrario a la armonía entre los poderes como su mezcla. Nada es tan peligroso con respecto al pueblo como la debilidad del ejecutivo, y si en un reino se ha juzgado necesario concederle tantas facultades, en una república son éstas infinitamente más indispensables. Fijemos nuestra atención sobre esta diferencia y hallaremos que el equilibrio de los poderes debe distribuirse de dos modos. En las repúblicas el ejecutivo debe ser el más fuerte, porque todo conspira contra él; en tanto que en las monarquías el más fuerte debe ser el legislativo, porque todo conspira en favor del monarca. La veneración que profesan los pueblos a la magistratura real es un prestigio que influye poderosamente a aumentar el respeto supersticioso que se tributa a esta autoridad. El esplendor del trono, de la corona, de la púrpura; el apoyo formidable que le presta la nobleza; las inmensas riquezas que generaciones enteras acumulan en una misma dinastía; la protección fraternal que recíprocamente reciben todos los reyes, son ventajas muy considerables que militan en favor de la autoridad real y la hacen casi ilimitada. Estas mismas ventajas son, por consiguiente, las que deben confirmar la necesidad de atribuir a un magistrado republicano, una suma mayor de autoridad que la que posee un príncipe constitucional. Un magistrado republicano es un individuo aislado en medio de una sociedad; encargado de contener el ímpetu del pueblo hacia la licencia, la propensión de los jueces y administradores hacia el abuso de las leyes. Está sujeto inmediatamente al cuerpo legislativo, al Senado, al pueblo; es un hombre solo resistiendo el ataque combinado de las opiniones, de los intereses y de las pasiones del Estado social, que como dice Carnot, no hace más que luchar continuamente entre el deseo de dominar y el deseo de substraerse a la dominación. Es en fin un atleta lanzado contra otra multitud de atletas. Sólo puede servir de correctivo a esta debilidad, el vigor bien cimentado y más bien proporcionado a la resistencia que necesariamente le oponen al poder ejecutivo, el legislativo, el judiciario, y el pueblo de una república. Si no se ponen al alcance del ejecutivo todos los medios que una justa atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso; quiero decir, en la muerte del gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la usurpación y la tiranía. Se quiere contener la autoridad ejecutiva con restricciones y trabas; nada es más justo; pero que se advierta que los lazos que se pretenden conservar se fortifican sí, mas no se estrechan. Que se fortifique, pues, todo el sistema del gobierno, y que el equilibrio se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no
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sea su propia delicadeza una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democrática, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica, y no con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia. Moderación y realismo
No seamos presuntuosos, legisladores; seamos moderados en nuestras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha logrado el género humano, lo que no han alcanzado las más grandes y sabias naciones. La libertad indefinida, la democracia absoluta son los escollos adonde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas. Echad una mirada sobre las repúblicas antiguas, sobre las repúblicas modernas, sobre las repúblicas nacientes; casi todas han pretendido establecerse absolutamente democráticas y a casi todas se les han frustrado sus justas aspiraciones. Son laudables ciertamente hombres que anhelan por instituciones legítimas y por una perfección social; pero quién ha dicho a los hombres que ya poseen toda la sabiduría, que ya practican toda la virtud, que exigen imperiosamente la liga del poder con la justicia? Á ngeles, no hombres, pueden únicamente existir libres, tranquilos y dichosos, ejerciendo todos la potestad soberana! Ya disfruta el pueblo de Venezuela de los derechos que legítima y fácilmente puede gozar; moderemos ahora el ímpetu de las pretensiones excesivas que quizás le suscitaría la forma de un gobierno incompetente para él. Abandonemos las formas federales que no nos convienen; abandonemos el triunvirato del poder ejecutivo; y concentrándolo en un presidente, confiémosle la autoridad suficiente para que logre mantenerse luchando contra los inconvenientes anexos a nuestra reciente situación, al estado de guerra que sufrimos y a la especie de los enemigos externos y domésticos contra quienes tendremos largo tiempo que combatir. Que el poder legislativo se desprenda de las atribuciones que corresponden al ejecutivo; y adquiera no obstante nueva consistencia, nueva influencia en el equilibrio de las autoridades. Que los tribunales sean reforzados por la estabilidad y la independencia de los jueces, por el establecimiento de jurados, de códigos civiles y criminales que no sean dictados por la antigüedad, ni por reyes conquistadores, sino por la voz de la naturaleza, por el grito de la justicia y por el genio de la sabiduría. Mi deseo es que todas las partes del gobierno y administración adquieran el grado de vigor que únicamente puede mantener el equilibrio, no sólo entre los miembros que componen el gobierno, sino
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entre las diferentes fracciones de que se compone nuestra sociedad. Nada importaría que los resortes de un sistema político se relajasen por su debilidad, si esta relajación no arrastrase consigo la disolución del cuerpo social y la ruina de los asociados. Los gritos del género humano en los campos de batalla o en los campos tumultuarios claman al cielo contra los inconsiderados y ciegos legisladores que han pensado que se pueden hacer impunemente ensayos de quiméricas instituciones. Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad; los unos por las armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al despotismo o del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu y a sus circunstancias. No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevamos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga en los límites que la razón y el interés prescriben; que la voluntad nacional se contenga en los límites que un justo poder le señala; que una legislación civil y criminal análoga a nuestra actual Constitución domine imperiosamente sobre el poder judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que embaraza la marcha del Estado, y no habrá esa complicación que traba en vez de ligar la sociedad. Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales, moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública; los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la concentración recíproca a fin de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensiblemente por la práctica y por el estudio. El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es la que ensancha el progreso de las luces. El amor a la patria, el amor a las leyes, el amor a los magistrados son las nobles pasiones que deben absorber exclusivamente el alma de un republicano. Los venezolanos aman la patria, pero no aman sus leyes porque éstas han sido nocivas y eran la fuente del mal; tampoco han podido amar a sus magistrados, porque eran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos en la carrera en que han entrado. Si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo, es un conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo.
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Para sacar de este caos nuestra naciente república, todas nuestras facultades morales no serán bastantes, si no fundimos la masa del pueblo en un todo, la composición del gobierno en un todo, la legislación en un todo, y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla; nuestra Constitución ha dividido los po deres, enlacémoslos para unirlos; nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevemos un templo a la justicia; y bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un código de leyes venezolanas. Si queremos consultar monumentos y modelos de legislación, la Gran Bretaña, la Francia, la América septentrional los ofrecen admirables. La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república, moral y luces son nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su areópago y los guardianes de las costumbres y de las leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimientos, y formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra república una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana. Constituyamos este areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifque lo que se haya corrompido en la república; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos; debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción de este tribunal verdaderamente santo deberá ser efectiva con respecto a la educación y a la instrucción, y de opinión solamente en las penas y castigos. Pero sus anales o registros, donde se consignen sus actas y deliberaciones; los principios morales y las acciones de los ciudadanos, serán los libros de la virtud y del vicio. Libros que consultará el pueblo para sus elecciones, los magistrados para sus resoluciones y los jueces para sus juicios. Una institución semejante por más que parezca quimé: rica es infinitamente más realizable que otras que algunos legisladores antiguos y modernos han establecido con menos utilidad del género humano.
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1*Legisladores! Por el proyecto de Constitución que reverentemente someto a vuestra sabiduría, observaréis el espíritu que lo ha dictado. Al proponeros la división de los ciudadanos en activos y pasivos, he pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres: hacerlos honrados y felices. Poniendo restricciones justas y prudentes en las asambleas primarias y electorales, ponemos el primer dique a la licencia popular, evitando la concurrencia tumultuaria y ciega que en todos tiempos han imprimido el desacierto en las elecciones y ha ligado por consiguiente el desacierto a los magistrados y a la marcha del gobierno; pues este acto primordial es el acto generativo de la libertad o de la esclavitud de un pueblo. Aumentando en la balanza de los poderes el peso del Congreso por el número de los legisladores y por la naturaleza del Senado, he procurado darle una base fija a este primer cuerpo de la nación y revestirlo de una consideración importantísima para el éxito de sus funciones soberanas. Separando con límites bien señalados la jurisdicción ejecutiva, de la jurisdicción legislativa, no me he propuesto dividir sino enlazar con los vínculos de la armonía que nace de la independencia, estas potestades supremas cuyo choque prolongado jamás ha dejado de aterrar a uno de los contendientes. Cuando deseo atribuir al ejecutivo una suma de facultades superior a la que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que’ tiranice la república, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en que alternativamente la anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia. Al pedir la estabilidad de los jueces, la creación de jurados y un nuevo código, he pedido al Congreso la garantía de la libertad civil, la más preciosa, la más justa, la más necesaria; en una palabra, la única libertad, pues que sin ella las demás son nulas. He pedido la corrección de los más lamentables abusos que sufre nuestra judicatura, por su origen vicioso de ese piélago de legislación española que semejante al tiempo recoge de todas las edades y de todos los hombres, así las obras de la demencia como las del talento, así las producciones sensatas, como las extravagantes, así los monumentos del ingenio, como los del capricho. Esta enciclopedia judiciaria, monstruo de diez mil cabezas, que hasta ahora ha sido el azote de los pueblos españoles; es el suplicio más refinado que la cólera del cielo ha permitido descargar sobre este desdichado imperio. Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado, me he sentido la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la obscura antigüedad y de aquellas olvidadas leyes que mantuvieron, algún
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tiempo, la virtud entre los griegos y romanos. Bien puede ser tenido por un cándido delirio mas no es imposible, y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento que mejorado por la experiencia y las luces puede llegar a ser muy eficaz. Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debe reinar entre nosotros por el espiritu sutil que caracteriza al gobierno federativo, he sido arrastrado a rogaros para que adoptéis el centralismo y la reunión de todos los estados de Venezuela en una república sola e indivisible. Esta medida, en mi opinión, urgente, vital, redentora, es de tal naturaleza que, sin ella, el fruto de nuestra regeneración será la muerte. Mi deber es, legisladores, presentaros un cuadro prolijo y fiel de mi administración política, civil y militar, mas sería cansar demasiado vuestra importante atención y privaros en este momento de un tiempo tan precioso como urgente. En consecuencia, los secretarios de Estado darán cuenta al Congreso de sus diferentes departamentos exhibiendo al mismo tiempo los documentos y archivos que servirán de ilustración para tomar un exacto conocimiento del estado real y positivo de la república. Abolición de la esclavitud y reparto de tierras
Yo no os hablaría de los actos más notables de mi mando, si éstos no incumbiesen a la mayoría de los venezolanos. Se trata, señor, de las resoluciones más importantes de este último período. La atroz e impía esclavitud cubría con su negro manto la tierra de Venezuela, y nuestro cielo se hallaba recargado de tempestuosas nubes que amenazaban un diluvio de fuego. Yo imploré la protección del Dios de la humanidad, y luego la Redención disipó las tempestades. La esclavitud rompió sus grillos, y Venezuela se ha visto rodeada de nuevos hijos, de hijos agradecidos que han convertido los instrumentos de su cautiverio en armas de libertad. Sí, los que antes eran esclavos, ya son libres; los que antes eran enemigos de una madrastra ya son defensores de una patria. Encareceros la justicia, la necesidad y la beneficiencia de esta medida es superfluo cuando vosotros sabéis la historia de los hilotas, de Espartaco y de Haití, cuando vosotros sabéis que no se puede ser libre y esclavo a la vez, sino violando a la vez las leyes naturales, las leyes políticas y las leyes civiles. Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis estatutos y decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos como imploraría mi vida y la vida de la república. Representaros la historia militar de Venezuela sería recordaros la historia del heroísmo republicano entre los antiguos; sería deciros que Venezuela ha entrado en el gran cuadro de los sacrificios hechos sobre
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el altar de la libertad. Nada ha podido llenar los nobles pechos de nuestros generosos guerreros, sino los honores sublimes, que se tributan a los bienhechores del género humano. No combatiendo por el poder, ni por la fortuna, ni aun por la gloria, sino tan sólo por la libertad, títulos de libertadores de la república son sus dignos galardones. Yo, pues, fundando una sociedad sagrada con estos ínclitos varones, he instituido el orden de los Libertadores de Venezuela. Ilegisladores! a vosotros pertenece las facultades de conceder honores y decoraciones, vuestro es el deber de ejercer este acto augusto de la gratitud nacional. Hombres que se han desprendido de todos los goces, de todos los bienes que antes poseían, como el producto de su virtud y talentos; hombres que han experimentado cuanto es cruel en una guerra horrorosa, padeciendo las privaciones más dolorosas y los tormentos más acerbos; hombres tan beneméritos de la patria han debido llamar la atención del gobierno. En consecuencia he mandado recompensarlos con los bienes de la nación. Si he contraído para con el pueblo alguna especie de mérito, pido a sus representantes oigan mi súplica como el premio de mis débiles servicios. Que el Congreso ordene la distribución de los bienes nacionales, conforme a la ley que a nombre de la república he decretado a beneficio de los militares venezolanos. Ya que por infinitos triunfos hemos logrado anonadar las huestes españolas, desesperada la Corte de Madrid ha pretendido sorprender vanamente la conciencia de los magnánimos soberanos que acaban de extirpar la usurpación y la tiranía en Europa y deben ser los protectores de la legitimidad y de la justicia de la causa americana. Incapaz de alcanzar con sus armas nuestra sumisión, recurre la España a su política insidiosa; no pudiendo vencernos, ha querido emplear sus artes suspicaces. Fernando se ha humillado hasta confesar que ha menester de la protección extranjera para retornarnos a su ignominioso yugo a un yugo que todo poder es nulo para imponerlo! Convencida Venezuela de poseer las fuerzas suficientes para repeler a sus opresores, ha pronunciado por el órgano del gobierno su última voluntad de combatir hasta expirar por defender su vida política, no sólo contra la España, sino contra todos los hombres, si todos los hombres se hubiesen degradado tanto que abrazasen la defensa de un gobierno devorador, cuyos únicos móviles son una espada exterminadora y las llamas de la inquisición. Un gobierno que ya no quiere dominios, sino desiertos; ciudades, sino ruinas; vasallos sino tumbas. La declaración de la República de Venezuela es la acta más gloriosa, más heroica, más digna de un pueblo libre; es la que con mayor satisfacción tengo el honor de ofrecer al Congreso ya sancionada por la expresión unánime del pueblo de Venezuela. Desde la segunda época de la república nuestro ejército carecía
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de elementos militares, siempre ha estado desarmado, siempre le han faltado municiones, siempre ha estado mal equipado. Ahora los soldados defensores de la independencia no solamente están armados de la justicia, sino también de la fuerza. Nuestras tropas pueden medirse con las más selectas de Europa, ya que no hay desigualdad en los medios destructores. Tan grandes ventajas las debemos a la liberalidad sin límites de algunos generosos extranjeros que han visto gemir la humanidad y sucumbir la causa de la razón, y no la han visto tranquilos espectadores, sino que han volado con sus protectores auxilios y han prestado a la república cuanto ella necesitaba para hacer triunfar sus principios filantrópicos. Estos amigos de la humanidad son los genios custodios de la América, y a ellos somos deudores de un eterno reconocimiento, como igualmente de un cumplimiento religioso a las sagradas obligaciones que con ellos hemos contraído. La deuda nacional, legisladores, es el depósito de la fe, del honor y de la gratitud de Venezuela. Respetadla como la arca santa, que encierra no tanto los derechos de nuestros bienhechores, cuanto la gloria de nuestra fidelidad. Perezcamos primero que quebrantar un empeño que ha salvado la patria y la vida de sus hijos. La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande estado, ha sido el voto uniforme de los pueblos y gobiernos de estas repúblicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. Estos pueblos hermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos, sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos, que la naturaleza había separado y que nuestra patria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana; ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo; ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces, a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno. Dignaos, legisladores, acoger con indulgencia la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos
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fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad. Señor, empezad vuestras funciones: yo he terminado las mías.
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Proyecto de una cuarta rama del Estado: un poder para la moral y la educación Proposición en el texto constitucional sometido a la consideración del Congreso de Angostura, y glosado en el discurso, el 15 de febrero de 1819. No aprobado por el Congreso, acordó éste se publicara como apéndice a la Constitución.
El Poder Moral estatuido en el proyecto de Constitución presentado por el general Bolívar, como jefe supremo de la República, en la instalación del Congreso, fue considerado por algunos diputados como la idea más feliz y la más propia a influir en la perfección de las instituciones sociales. Por otros como una inquisición moral, no menos funesta ni menos horrible que la religión. Y por todos como de muy difícil establecimiento, y en los tiempos presentes absolutamente impracticable. Prevaleció después de largos debates el parecer de que en la infancia de nuestra política, y tratándose de objetos tan interesantes al Estado y aun a la humanidad, no debíamos fiarnos de nuestras teorías y raciocinios en pro ni en contra del proyecto; que convenía consultar la opinión de los sabios de todos los países por medio de la imprenta; hacer algunos ensayos parciales y reunir hechos que comprobasen las ventajas o los perjuicios de esta nueva institución, para en su vista proceder a ponerla en ejecución o rechazarla. Decretóse, en consecuencia, que el título del Poder Moral se publicase por apéndice de la Constitución, invitando a todos los sabios, que por el mismo hecho de serlo deben considerarse como los ciudadanos del mundo, a que comuniquen sus luces a esta porción hermosa de su inmensa patria.
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El Poder Moral SECCIÓ N PRIMERA
De la composición, elección, duración, prerrogativas y fünciones de este poder Artículo 1.’El Poder Moral de la República reside en un cuerpo
compuesto de un presidente y cuarenta miembros, que bajo la denominación de Areópago, ejerce una autoridad plena e independiente sobre las costumbres públicas y sobre la primera educación. Artículo 2.” El Areópago se compone de dos Cámaras: Primera: De Moral. Segunda: De Educación. Artículo 3.° El Congreso nombra a pluralidad de votos por esta primera vez, los miembros que deben componer el Areópago, escogiéndolos entre los padres de familia que más se hayan distinguido en la educación de sus hijos, y muy particularmente en el ejercicio de las virtudes públicas. Constituido una vez el Areópago, provee él mismo las plazas que vaquen. Artículo 4.° El Presidente del Areópago será nombrado siempre por el Senado, en dos listas, cada una de doce candidatos de los más virtuosos ciudadanos de la República, una presentada por la Cámara de Representantes y otra por el Presidente de la República. Se necesita una mayoría de las dos terceras partes de los miembros presentes en el Senado para esta elección. Artículo 5.° Para ser miembro del Areópago se necesita, además de las virtudes públicas, la edad de treinta y cinco años cumplidos. Artículo 6.° El que ejerciere por veinte y cinco años las funciones de areopagita, se publicará con el título de padre benemérito de la patria, conservando hasta su muerte el derecho y no la obligación de asistir y votar. Artículo 7.° Los miembros del Areópago se titularán padres de la patria, sus personas son sagradas, y todas las autoridades de la República, los tribunales y corporaciones les tributarán un respeto filial. Artículo 8.° La instalación del Areópago se hará con una celebridad extraordinaria, con ceremonias y demostraciones propias para inspirar la más alta y religiosa idea de su institución, y con fiestas en toda la República. Artículo 9.° El Congreso reglará por un acta especial los honores que deben hacerse al Areópago, la precedencia que le corresponda en las fiestas y actos públicos, su traje, sus insignias, y cuanto concierne al esplendor de que debe estar revestido este poder moral.
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Artículo 10. La dignidad del presidente y miembros del Areópago no se pierde sino por muerte o por destitución. Artículo ll. Ningún miembro del Areópago puede ser destituido sino por el mismo cuerpo. Artículoo 12. Siendo el Areópago un tribunal esencialmente irreprensible y santo, todo buen ciudadano debe manifestarle los defectos que se notaren en sus miembros, y el Areópago deberá destruirlos por cualquiera causa que les haga desmerecer la veneración pública. Artículo 13. Cuando algún miembro del Areópago se hubiere hecho reprensible, y el Cuerpo se descuidase en destituirlo, el Gobierno deberá invitarlo hasta por segunda vez a que lo haga, y no verificándolo, informará al Senado. Si el Senado no reconoce en el acusado las virtudes necesarias a un padre de la patria, pronunciará que el Areópago debe destituirlo. Artículo 14. Cuando al Areópago destituyere a alguno de sus miembros, se vestirá de luto por tres días, y el asiento que ocupaba el destituido permanecerá cincuenta años cubierto de un paño negro, con su nombre escrito en grandes caracteres blancos. Artículo 15. Si en un período de doce años diese motivo el Areópago para que el Senado intervenga tres veces en la destitución de sus miembros, procederá el Congreso, de oficio, a la renovación del cuerpo como en su primera instalación, y la República entera se vestirá de luto por un mes. Pero en este caso, el Congreso examinará las actas y reelegirá necesariamente a aquellos miembros que todas tres veces se hubieren opuesto a la depravación del Areópago. Artículo 16. Las funciones que debe ejercer el Areópago, reunidas sus dos Cámaras en una sola, son: Primera. Designar los veinte miembros que deben componer cada Cámara, y nombrar de entre éstos el que deba presidirla, cuando no lo haga el presidente del Areópago, que tiene derecho de concurrir y votar en cualquiera de ellas. Segunda. Pronunciar la destitución de alguno de sus miembros, conforme queda establecido, y nombrar los que deban suceder en las plazas vacantes por muerte o destitución. Tercera. Nombrar dentro de su seno el secretario o secretarios que juzgue necesarios para sus trabajos y para los de cada Cámara. Cuarta. Pedir al Congreso los fondos que anualmente sean necesarios para sus gastos y establecimientos, exigir-cuentas a sus agentes o empleados de la inversión de ellos, y darla al Congreso. Quinta. Distribuir premios o coronas cívicas cada año a los ciudadanos que más se hayan distinguido por rasgos eminentes de virtud y patriotismo, y despojar de estos mismos premios a los que después de haberlos obtenido se hayan hecho indignos de llevarlos. Estos se celebrarán en una junta pública con la mayor solemnidad.
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Sexta. Declarar eminentemente virtuoso, héroe o grande hombre, a los que se hayan hecho dignos de tanta recompensa. Sin que haya precedido esta declaratoria, el Congreso no podrá decretar ni erigir ninguna estatua ni otros monumentos públicos en memoria de nadie. Séptima. Proclamar con aplauso en las juntas de que se ha hablado arriba, los nombres de los ciudadanos virtuosos, y las obras maestras de moral y educación. Pregonar con oprobio e ignominia los de los viciosos, y las obras de corrupción y de indecencia; y designar a la veneración pública los institutores e institutrices que hayan hecho mayores adelantamientos en sus colegios.
SECCIÓ N SEGUNDA
De las atribuciones especiales de la Cámara de Moral Artículo 1.° La Cámara de Moral dirige la opinión moral de toda la
República, castiga los vicios con el oprobio y la infamia, y premia las virtudes públicas con los honores y la gloria. La imprenta es el órgano de sus decisiones. Artículo 2.° Los actos singulares no son de su inspección, a menos que sean tan extraordinarios que puedan influir en bien o en mal sobre la moral pública. Los actos repetidos, que constituyen hábito o costumbre, son los que inmediatamente le competen. Artículo 3.° Su autoridad es independiente y absoluta. No hay apelación de sus juicios sino a la opinión y a la posteridad: no admite en sus juicios otro acusador que el escándalo, ni otro abogado que el buen crédito. Artículo 4.° Su jurisdicción se extiende no solamente a los individuos sino a las familias, a los departamentos, a las provincias, a las corporaciones, a los tribunales, a todas las autoridades, y aun a la República en cuerpo. Si llegan a desmoralizarse debe delatarlas al mundo entero. El Gobierno mismo le está sujeto, y ella pondrá sobre él una marca de infamia, y lo declarará indigno de la República, si quebranta los tratados, o los tergiversa, si viola alguna capitulación, o falta a algún empeño o promesa. Artículo 5.° Las obras morales y políticas, los papeles periódicos y cualesquiera otros escritos, están sujetos a su censura, que no será sino posterior a su publicación. La política no le concierne sino en sus relaciones con la moral. Su juicio recaerá sobre el aprecio o desprecio que merecen las obras, y se extenderá a declarar si el autor es buen ciudadano, benemérito de la moral, o enemigo de ella, y como tal, digno o indigno de pertenecer a una República virtuosa.
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Artículo 6.° Su jurisdicción abraza no solamente lo que se escribe sobre moral o concerniente a ella, sino también lo que se habla, se declama, o se canta en público, siempre para censurarlo y castigarlo con penas morales, jamás para impedirlo. Artículo 7.° En sus censuras y amonestaciones se dirige siempre al público, y sólo se entiende con él. No habla ni contesta jamás a los individuos ni corporaciones. Artículo 8.° La gratitud pública, la deuda nacional, los tratados, las capitulaciones, la fe del comercio, no sólo en sus relaciones, sino en cuanto a la calidad y legitimidad de las mercancías, son objetos especiales sobre los que la Cámara debe ejercer la más activa y escrupulosa vigilancia. En estos ramos cualquiera falta y omisión debe castigarse con un rigor inexorable. Artículo 9.° La ingratitud, el desacato a los padres, a los maridos, a los ancianos, a los institutores, a los magistrados, y a los ciudadanos reconocidos y declarados virtuosos, la falta de palabra en cualquiera materia, la insensibilidad en las desgracias públicas o de los amigos y parientes inmediatos, se recomiendan especialmente a la vigilancia de la Cámara, que podrá castigarlos hasta por un solo acto. Artículo 10. La Cámara organizará la policía moral, nombrando al efecto cuantos censores juzgue convenientes. Como una recompensa de su celo y trabajo, recibirá el honroso título de Catón, el censor que por sus servicios y virtudes se hiciese digno de él. Artículo ll. Cada año publicará la Cámara tablas estadísticas de las virtudes y de los vicios, para lo cual todos los tribunales superiores e inferiores le presentarán cuentas exactas y prolijas de todos los pleitos y causas criminales. También publicará cada año listas comparativas de los hombres que se distinguen en el ejercicio de las virtudes públicas, o en la práctica de los vicios públicos. Artículo 12. El pueblo, los colegios electorales, las municipalidades, los gobiernos de provincia, el Presidente de la República y el Congreso, consultarán estas listas para hacer sus elecciones y nombramientos, y para decretar los honores y recompensas. El ciudadano cuyo nombre se halle inscrito en la lista de los viciosos, no podrá ser empleado en ningún ramo del servicio público, ni de ningún modo; y no podrá obtener ninguna recompensa nacional, ningún honor especial, y ni aun una decoración, aquel cuyo nombre no se halle inserto en las listas de los virtuosos, aunque sí podrá ser empleado por el gobierno. Artículo 13. Las mujeres, igualmente que los hombres, están sujetas a la jurisdicción de la Cámara, y reciben de ella premios o castigos, según su mérito.
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SECCIÓ N TERCERA
Atribuciones de la Cámara de Educación Artículo 1.° La Cámara de Educación está encargada de la educación física y moral de los niños, desde su nacimiento hasta la edad de doce años cumplidos. Artículo 2.° Siendo absolutamente indispensable la cooperación de las madres para la educación de los niños en sus primeros años, y siendo éstos los más preciosos para infundirles las primeras ideas, y los más expuestos por la delicadeza de sus órganos, la Cámara cuidará muy particularmente de publicar y hacer comunes y vulgares en toda la República algunas instrucciones breves y sencillas, acomodadas a la inteligencia de todas las madres de familia sobre uno y otro objeto. Los curas y los agentes departamentales serán los instrumentos de que se valdrá para esparcir estas instrucciones, de modo que no haya una madre que las ignore, debiendo cada una presentar la que haya recibido, y manifestar que la sabe el día que se bautice su hijo o se inscriba en el registro de nacimiento. Artículo 3.° Además de estas instrucciones, la Cámara cuidará de publicar en nuestro idioma las obras extranjeras más propias para ilustrar la nación sobre este asunto, haciendo juicio de ellas, y las observaciones o correcciones que convengan. Artículo 4.° Estimulará a los sabios y a todos a que escriban y publiquen obras originales sobre lo mismo, conforme a nuestros usos, costumbres y gobierno. Artículo 5.° Como la Cámara misma recogerá dentro de poco tiempo mejor que nadie todos los datos y conocimientos necesarios para semejantes obras, compondrá y publicará alguna que sirva a la vez de estímulo para que se ocupen otros de este trabajo, y de ilustración para todos. Artículo 6.° No perdonará medio ni ahorrará gasto ni sacrificio que pueda proporcionarle estos conocimientos. Al efecto de adquirirlos comisionará, pues, hombres celosos, instruidos y despreocupados que viajen, inquieran por todo el mundo y atesoren toda especie de conocimientos sobre la materia. Artículo 7.° Pertenece exclusivamente a la Cámara establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños como de niñas, cuidando de que se les enseñe a pronunciar, leer y escribir correctamente, las reglas más usuales de la aritmética y los principios de la gramática, que se les inspiren ideas y sentimientos de honor y probi-
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dad, amor a la patria, a las leyes y al trabajo, respeto a los padres, a los ancianos, a los magistrados, y adhesión al Gobierno. Artículo 8.° Siendo nuestros colegios actuales incapaces de servir para un gran plan de educación, será un cuidado muy especial de la Cámara delinear y hacer construir los que se necesitan en toda la República, tanto para niños como para niñas, que deben estar separados por lo menos desde que la razón empieza a obrar en ambos. La forma, proporción y situación de estos establecimientos, será la más conveniente con su objeto, y se consultará en ellos no solamente la solidez y extensión, sino la elegancia, el aseo, la comodidad y el recreo de la juventud. Artículo 9.° La Cámara determina el número de colegios que deben constituirse, señala la provincia y si es posible la posición que precisamente debe ocupar cada uno, calculando para esto las ventajas del lugar, por su facilidad para reunir allí todos los niños, por la salubridad del terreno, por la abundancia y bondad de los alimentos, etc. Artículo 10. Cada colegio estará bajo la dirección inmediata de un institutor que será nombrado por la Cámara, escogiéndolo entre los hombres más virtuosos y sabios, cualquiera que sea el lugar de su nacimiento. La mujer del institutor será la institutriz inmediata de las niñas; aunque bajo la dirección de su marido. Este empleo será el más considerado, y los que lo ejerzan serán honrados, respetados y amados como los primeros y más preciosos ciudadanos de la República. Artículo ll. La Cámara formará el reglamento de organización y policía general de estos establecimientos, según sus clases, especificando la educación que respectivamente conviene a los niños para que adquieran desde su niñez ideas útiles y exactas nociones fundamentales, las más adaptadas a su estado y fortuna, sentimientos nobles y morales, principios de sociabilidad y patriotismo. Este plan se presentará al Congreso, para que siendo examinado y aprobado se convierta en ley de la República. Artículo 12. Todos los años publicará la Cámara tablas o estados exactos y circunstancias de los niños nacidos y muertos, de su constitución física, de su salud y enfermedades, de sus adelantamientos, inclinaciones, cualidades y talentos particulares. Para hacer todas estas observaciones se servirá de los institutores, de los curas, de los médicos, de los agentes departamentales, de los ciudadanos ilustrados y de todas las autoridades, que empezando por el mismo presidente, le obedecen todas en materia de educación. Artículo 13. Además de estas atribuciones, la Cámara de Educación dirigirá la opinión pública en las materias literarias, mientras se establece el instituto filosófico. Ella examinará o hará examinar y analizar las obras que se publicaren sobre cualquier asunto, formando juicio de ellas en el Monitor del Areópago.
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Un colegio de educación para los huérfanos, expósitos y pobres en Santafé Decreto dado el 17 de septiembre de 1819, en Bogotá, al mes siguiente de la batalla de Boyacá, ganada tras el “Paso de los Andes” -proeza militar muy elogiada-. Este colegio füe de los primeros beneficios prácticos para el pueblo de Nueva Granada.
S I M Ó N BOLÍVAR Presidente de la República, etc., etc.
Considerando que la educación e instrucción pública son el principio más seguro de la felicidad general y la más sólida base de la libertad de los pueblos, y considerando que en la Nueva Granada existe una multitud de niños desgraciados, que por haber sido sus virtuosos padres inmolados en aras de la patria por la crueldad española, no tienen otro asilo ni esperanza para su subsistencia y educación que la república, he tenido a bien decretar y decreto lo siguiente: Artículo 1.° El convento abandonado por los Padres Capuchinos en esta capital será en adelante un colegio de educación para los huérfanos, expósitos o pobres a quienes la república deba sostener y educar. Artículo 2.° Por ahora no se recibirán en el colegio otros niños que los huérfanos de padres que hayan sido sacrificados a la patria por los españoles en los patibulos y cadalsos, y en los campos de batalla. Artículo 3.° El colegio estará al cargo y cuidado de un director, encargado especialmente de su dirección, economía y policía interior. Él será el primer jefe del colegio, y a él corresponde dar a los niños la educación más virtuosa y conforme a los principios liberales de la república. Artículo 4.° El director, así como todos los maestros de instrucción, serán elegidos y nombrados por el gobierno. Artículo 5.° Mientras el gobierno no tenga fondos bastantes para dotar cátedras de todas las ciencias, se enseñarán a los niños las primeras letras, los principios gramaticales del idioma, los principios de nuestra religión y moral, el dibujo, la lógica, las matemáticas, la física, la geografía y el arte de levantar planos. Artículo 6.° Los fondos para el colegio serán los veinte y cuatro mil doscientos pesos que testó a favor de la educación pública el doctor Juan Ignacio Gutiérrez, y todos los que pertenecían antes al convento y
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comunidad de Capuchinos. Las rentas del Estado cubrirán los gastos a que no alcancen los fondos expresados. Artículo 7.° Por un reglamento especial, se detallará y arreglará todo lo concerniente a la educación, administración, servicio y economía del colegio. Publíquese, imprímase y comuníquese a quienes corresponda para su cumplimiento. Dado, firmado de mi mano, sellado con el sello provisional de la República, refrendado por el secretario de gobierno en el cuartel general de Santafé, a 17 de septiembre de 1819-9” Simón Bolívar Alejandro Osorio Secretario
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Preocupación por el adiestramiento de las tropas y la formación de oficiales Revela aquí Bolívar su constante cuidado por el ejército revolucionario. En normas transmitidas al general Santander -desde el cuartel general de Barichara, el 10 de octubre de 1819, se adelanta el Libertador en importantes previsiones militares, como el uso de ‘jefes de instrucción” y los “depósitos de reclutas” para disciplina y adoctrinamiento, además de “academias” provinciales para el mismo fin.
Excmo. señor: Mandará V. E. a cada una de las provincias de Tunja, Socorro y Neiva, dos o tres jefes de instrucción para que enseñen el manejo de las armas al gran depósito de reclutas que deseo se establezca en todas las provincias. Estos jefes marcharán constantemente por turnos a los diferentes depósitos, de modo que con fusiles de palo, no habiendo, como no los hay ahora, de los otros, se instruyan los reclutas en el manejo de armas y en las evoluciones. Repito mi orden de que en cada provincia libre de la Nueva Granada se alisten 1000 reclutas, distribuyéndolos del modo más conveniente, para su mantención y disciplina, para lo cual V. E. dará un reglamento el más detallado, adaptándolo a cada provincia en particular. No faltan en la Nueva Granada oficiales antiguos veteranos, que aunque inútiles en el servicio, pueden ser de la mayor importancia en la instrucción de reclutas. Que vengan aquí Pardo y Ley, y mande V. E. otros de la misma especie a las demás provincias, aun cuando no quieran.
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Se formará en la capital de cada provincia, una academia de 24 jóvenes aspirantes, que reunan las cualidades de leer, escribir, talento, persona, etc., con el objeto de que se instruyan en todas las obligaciones tocantes al servicio, libres de fatiga y con opción a ser oficiales, luego que tengan la ilustración necesaria. Sobre este particular entrará V. E. en todos los detalles precisos en las instrucciones que dé para la creación de esta academia.
28 “La unánime determinación de morir libres y de no vivir esclavos” Al regreso de las jornadas y sacrificios que en la batalla de Boyacá sellaron la independencia de Nueva Granada, el Libertador da cuenta de sus victorias al Congreso de Angostura, el 14 de diciembre de 1819, y propone la creación de la República de Colombia que se formará con Venezuela, Nueva Granada, Panamá, Quito y Guayaquil.
Señores del Cuerpo Legislativo: Al entrar en este augusto recinto, mi primer sentimiento es de gratitud por el honor infinito que se ha dignado dispensarme el Congreso permitiéndome volver a ocupar esta silla, que no ha un año cedí al presidente de los representantes del pueblo. Cuando inmerecidamente y contra mis más fuertes sentimientos, fui encargado del poder ejecutivo, al principio de este año, representé al cuerpo soberano, que mi profesión, mi carácter y mis talentos eran incompatibles con las funciones de magistrado; así, desprendido de estos deberes, dejé su cumplimiento al vicepresidente, y únicamente tomé sobre mí el encargo de dirigir la guerra. Marché luego al ejército de Occidente a cuyo frente se hallaba el general Morillo con fuerzas superiores. Nada habría sido más aventurado que dar una batalla en circunstancias en que la capital de Caracas debía ser ocupada por las tropas expedicionarias últimamente venidas de Europa, y en momentos en que esperábamos nuevos auxilios. El general Morillo, al aproximarse el invierno, abandonó las llanuras del Apure, y juzgué que más ventajas produciría a la república la libertad de la Nueva Granada, que completar la de Venezuela. Sería demasiado prolijo detallar al Congreso los esfuerzos que tuvieron que hacer las tropas del ejército libertador para conseguir la empresa que nos propusimos. El invierno en llanuras anegadizas, las cimas heladas de los Andes, la súbita mutación de clima, un triple
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ejército aguerrido y en posesión de las localidades más militares de la América meridional, y otros muchos obstáculos, tuvimos que superar en Paya, Gámeza, Vargas, Boyacá y Popayán para libertar en menos de tres meses doce provincias de la Nueva Granada. Yo recomiendo a la soberanía nacional el mérito de estos grandes servicios por parte de mis esforzados compañeros de armas, que con una constancia sin ejemplo padecieron privaciones mortales, y con un valor sin igual en los anales de Venezuela, vencieron y tomaron el ejército del rey. Pero no es sólo el ejército libertador a quien debemos las ventajas adquiridas. El pueblo de la Nueva Granada se ha mostrado digno de ser libre. Su eficaz cooperación reparó nuestras pérdidas y aumentó nuestras fuerzas. El delirio que produce una pasión desenfrenada es menos ardiente que el que ha sentido la Nueva Granada al recobrar su libertad. Este pueblo generoso ha ofrecido todos sus bienes y todas sus vidas en las aras de la patria, ofrendas tanto más meritoras, cuanto que son espontáneas! Sí, la unánime determinación de morir libres y de no vivir esclavos ha dado a la Nueva Granada un derecho a nuestra admiración y respeto. Su anhelo por la reunión de sus provincias a las provincias de Venezuela es también unánime. Los granadinos están íntimamente penetrados de la inmensa ventaja que resulta a uno y otro pueblo de la creación de una nueva república, compuesta de estas dos naciones. La reunión de la Nueva Granada y Venezuela es el objeto único que me he propuesto desde mis primeras armas, es el voto de los ciudadanos de ambos países y es la garantía de la libertad de la América del Sur. legisladores! El tiempo de dar una base fija y eterna a nuestra república ha llegado. A vuestra sabiduría pertenece decretar este grande acto social, y establecer los principios del pacto sobre los cuales va a fundarse esta vasta república. Proclamadla a la faz del mundo, y mis servicios quedarán recompensados.
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La creación de Colombia: “Poder, prosperidad, grandeza, estabilidad” El 20 de diciembre de 1819, desde Angostura, se envía al Excmo. señor vicepresidente de Cundinamarca la “Ley fùndamental de la República de Colombia” sancionada -tres días atrás- por el Congreso. Cuajaba así el pensamiento de Miranda y se atendía al claro pensamiento de Bolívar hacia la solidaridad latinoamericana.
Excmo. señor: Tengo la satisfacción de remitir a V. E. la ley fundamental de la República de Colombia, decretada por el soberano Congreso. La ley misma contiene los poderosos motivos que ha tenido el Congreso para realizar al fin los votos de los ciudadanos de ambas naciones, uniéndolas en una sola república. La perspectiva que presenta este acto memorable es tan vasta como magnífica. Poder, prosperidad, grandeza, estabilidad serán el resultado de esta feliz unión. El voto unánime de los diputados de Venezuela y la Nueva Granada ha puesto la base de un edificio sólido y permanente, determinando el nombre, rango y dignidad con que debe conocerse en el mundo nuestra naciente república y bajo el cual debe establecer sus relaciones políticas. Aunque este acto provisorio no está investido de todas las formalidades y aunque todas las provincias libres de Cundinamarca no han concurrido a él, las incalculables ventajas que produce y, sobre todo, la imperiosa necesidad de aprovechar la disposición de las potencias extranjeras han obligado a los representantes de Venezuela y de la Nueva Granada a dar un paso en que creen vinculada la estabilidad, permanencia y prosperidad de Colombia. En diez años de lucha y de trabajos indecibles, en diez años de sufrimientos que casi exceden a las fuerzas humanas, hemos experimentado la indiferencia con que toda la Europa y aun nuestros hermanos del norte han permanecido tranquilos espectadores de nuestro exterminio. Entre otras causas, puede asignarse como la primera, la multiplicidad de soberanías establecidas hasta hoy. La falta de unidad y consolidación, la falta de acuerdo y armonía, y sobre todo la falta de medios que producía necesariamente la separación de las repúblicas, es, repito, la causa verdadera del ningún interés que han tomado hasta ahora nuestros vecinos y los europeos en nuestra
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suerte. Secciones, fragmentos que, aunque de grande extensión, no tienen ni la población ni los medios, no podían inspirar ni interés ni seguridad a los que deseasen establecer relaciones con ellos. La República de Colombia presenta cuantos medios y recursos son necesarios para sostener el rango y dignidad a que ha sido elevada, e inspira a los extranjeros la confianza y la seguridad de que es capaz de sostenerlos. De aquí nacen la facilidad de obtener aliados y de procurarse los auxilios que le faltan para consolidar su independencia. Las riquezas de Cundinamarca, de Venezuela, la población de ambas y la ventajosa posición de la última, llena de puertos en el Atlántico, darán una importancia a Colombia de que no gozarían ni Venezuela ni la Nueva Granada permaneciendo separadas. Los amantes de la verdadera felicidad y esplendor de Colombia son los que más poderosamente han contribuido a la unión. Ellos, persuadidos de las mutuas ventajas, han consagrado sus esfuerzos, sus luces y su persuasión para conseguirla. El vicepresidente, señor Francisco Antonio Zea, ha tenido la gloria de ser el principal agente de este pacto que promete tantas y tan grandes utilidades. El mismo señor Zea ha sido nombrado agente extraordinario de Colombia cerca del gabinete de Washington y seguidamente pasará a Francia, donde es tan conocido y donde goza de la mejor reputación. Su misión tiene por objeto procurarnos amigos allí, preparar aquel gobierno en nuestro favor y conseguirnos elementos de guerra y cuanto crea sea útil en Colombia. El gobierno concibe grandes esperanzas de la idoneidad del agente, y él se las promete en virtud de la confianza y de la seguridad que deben necesariamente inspirar los recursos y sucesos de la República de Colombia. Nuestros. agentes en Londres, los señores Peñalver y Vergara, participan al gobierno que las disposiciones del pueblo británico nos son muy favorables, y aun las del gobierno. No desesperan de conseguir el empréstito de los 3 000 000 de duros que motivó su misión, a pesar de haber encontrado en la cárcel arrestado por una deuda de 150 000 pesos al señor Real, agente de la Nueva Granada en aquella corte, quien obtuvo su libertad bajo la fianza y garantía de dichos señores. Ellos propenden, según la disposición de la Gran Bretaña, a la unión de las dos repúblicas, y creen que nuestro crédito y reputación se aumentará considerablemente con este acto. Ésta es también una de las poderosas razones que ha considerado el Congreso para la reunión de las dos naciones, los dobles medios y de consiguiente el doble crédito que va a resultarnos. Casi no puede dudarse de que conseguiremos el empréstito, a la vista de la importancia y de las seguridades que presta la República de Colombia. La ley fundamental de la República de Colombia debe ser publicada solemnemente en los pueblos y en los ejércitos, inscrita en todas
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las municipalidades, y ejecutada en el departamento de Cundinamarca, como previene el Congreso. A V. E. toca la gloria de ser el ejecutor del decreto que llama a su país natal a una grandeza y dignidad que casi no puede percibir la imaginación más brillante, y hacer que los pueblos, ejércitos, corporaciones y municipalidades la cumplan y ejecuten. Luego que el Congreso dé el reglamento para la convocatoria de los representantes de Colombia en la Villa de Cúcuta, lo ejecutaré. Allí recibirá este acto toda la solemnidad, legalidad y formalidades que exigen los gobiernos, expresándola por sus legítimos representantes. Dios &. Bolívar
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El reconocimiento a la heroicidad de las mujeres Alocución emocionada del Libertador a las valientes damas de El Socorro, el 14 de febrero de 1820, en esa histórica ciudad neogranadina.
A las ilustres matronas del Socorro: Un pueblo que ha producido mujeres varoniles, ninguna potestad humana es capaz de subyugarlo. Vosotras, hijas del Socorro, vais a ser el escollo de vuestros opresores. Ellos, en su frenético furor, profanaron lo más sagrado, lo más inocente, lo más hermoso de nuestra especie; os hollaron. Vosotras habéis realzado vuestra dignidad endureciendo vuestro tierno corazón bajo los golpes de los crueles. Heroicas socorreñas: las madres de Esparta no preguntaban por la vida de sus hijos, sino por la victoria de su patria; las de Roma contemplaron con placer las gloriosas heridas de sus deudos; los estimulaban a alcanzar el honor de expirar en los combates. Más sublimes vosotras en vuestro generoso patriotismo, habéis empuñado la lanza; os habéis colocado en las filas y pedís morir por la patria. Madres, esposas, hermanas, quién podrá seguir vuestras huellas en la carrera del heroísmo? Habrá hombres dignos de vosotras? NO, no, no! Pero vosotras sois dignas de la admiración del universo y de la adoración de los libertadores de Colombia. Cuartel general en El Socorro, a 24 de febrero de 1820. Simón Bolívar
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Del razonamiento para la abolición de la esclavitud En el Archivo del Libertador existen dos copias de esta nota fechada en San Cristóbal el 20 de abril de 1820, con el argumento filosófico de la medida rebatida por el general F. de P. Santander, a quien Bolívar se dirige.
Excmo. señor: Tengo el honor de contestar a V. E. el oficio del 2 de abril relativo al arrendamiento de salinas y a las instrucciones del señor general Valdés en que habla, según dice V. E., de declarar la libertad de esclavos en la provincia del Cauca. El artículo dice así: “todos los esclavos útiles para el servicio de las armas serán destinados al ejército”. Si no me equivoco, esto no es declarar la libertad de esclavos, y sí es usar de la facultad que me da la ley en que dice: “Artículo 3.° Sin embargo, los que fueren llamados a las armas por el presidente de la república, o hicieren algún servicio distinguido, entran desde luego en posesión de su libertad”. Con la ley quedo a cubierto, respondo a todas las observaciones que V. E. me hace. Pero, siguiendo mi costumbre, explicaré mis órdenes. He mandado que se tomen los esclavos útiles para las armas. Debe suponerse que se entiende solamente con los necesarios para las armas pues de otro modo serían más perjudiciales que útiles un número excesivo de ellos. Las razones militares y políticas que he tenido para ordenar la leva de esclavos son muy obvias. Necesitamos de hombres robustos y fuertes acostumbrados a la inclemencia y a las fatigas, de hombres que abracen la causa y la carrera con entusiasmo, de hombres que vean identificada su causa con la causa pública, y en quienes el valor de la muerte sea poco menos que el de su vida. Las razones políticas son aún más poderosas. Se ha declarado la libertad de los esclavos de derecho y aun de hecho. El Congreso ha tenido presente lo que dice Montesquieu: En los gobiernos moderados la libertad política hace preciosa la libertad civil; y el que está privado de esta última está aun privado de la otra; ve una sociedad feliz, de la cual no es ni aun parte; encuentra la seguridad establecida para los otros y no para él. Nada acerca tanto a la condición de bestias como ver siempre hombres libres y no serlo. Tales gentes son enemigos de la sociedad y su número sería peligroso. No
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se debe admirar que en los gobiernos moderados el estado haya sido turbado por la rebelión de los esclavos, y que esto haya sucedido tan rara vez en los estados
despóticos. Es, pues, demostrado por las máximas de la política, sacada de los ejemplos de la historia, que todo gobierno libre que comete el absurdo de mantener la esclavitud es castigado por la rebelión y algunas veces por el exterminio, como en Haití. En efecto, la ley del Congreso es sabia en todas sus partes. Qué medio más adecuado ni más legítimo para obtener la libertad que pelear por ella? Será justo que mueran solamente los hombres libres por emancipar a los esclavos? No será útil que éstos adquieran sus derechos en el campo de batalla, y que se disminuya su peligroso número por un medio poderoso y legítimo? Hemos visto en Venezuela morir la populación libre y quedar la cautiva; no sé si esto es política, pero sé que si en Cundinamarca no empleamos los esclavos sucederá otro tanto. Yo, pues, usando de las facultades que me concede la ley de la libertad de los esclavos, reitero mis anteriores órdenes: que el ejército del sur tome los esclavos, útiles para las armas, que necesite; y que vengan 3 000 jóvenes solteros para el ejército del norte. Sobre estos últimos insto fuertemente.
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El servicio de la instrucción: maestros y escuelas para los indios Del decreto en favor de los indígenas, su libertad y propiedad, dado en El Rosario de Cúcuta, el 20 de mayo de 1820. Artículo 6.° Los productos de los terrenos que se arrienden conforme al
artículo 4.°, se destinarán, parte para el pago de tributos y para el pago de los sueldos de maestros de las escuelas que se establecerán en cada pueblo. Cada maestro gozará anualmente de un sueldo de ciento veinte pesos si alcanzaren o excedieren de esta cantidad los arrendamientos; si fueren menos, será todo para el maestro. Artículo 7.° El juez político, de acuerdo con el cura de cada pueblo, nombrará estos maestros y participará sus nombramientos a los gobernadores de la provincia para que éstos lo hagan al gobernador del departamento. Artículo 8.° Los gobernadores políticos de las provincias formarán el reglamento que deba observarse en las escuelas de sus respectivas provincias, detallando el método de enseñanza y de educación.
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Artículo 9.“ Todos los jóvenes mayores de cuatro años y menores de catorce asistirán a las escuelas donde se les enseñarán las primeras letras, la aritmética, los principios de la religión y los derechos y deberes del hombre y del ciudadano en Colombia conforme a las leyes. Artículo 10. Deducido el sueldo de los maestros, se aplicarán las rentas que sobren de los arrendamientos al ramo de tributos, rebajando este total que se aplique del total general con que contribuya el pueblo a quien se aliviará la contribución a prorrata.
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“Para formar un legislador se necesita educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes” Como alcance explicativo del Discurso de Angostura, escribe el Libertador esta carta a su inteligente amigo don Guillermo White, desde San Cristóbal, el 26 de mayo de 1820.
Mi querido amigo: Aprovecho la oportunidad para dirigir a Vd. mi discurso al Congreso, reimpreso en Bogotá, y que lo mire con más indulgencia que antes. Me parece que Vd. me criticó la creación de un senado hereditario y la educación de los senadores futuros. Lo primero está de acuerdo con la práctica de todas las repúblicas democráticas, y lo segundo con la razón. La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente de educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes. Vd. me cita la Inglaterra como un ejemplo contrario a mi establecimiento; pero, en Inglaterra, ¿no deja de hacerse mucho bueno? En cuanto a mi senado diré, que no es una aristocracia ni una nobleza, constituidas, la primera sobre el derecho de mandar la república, y la segunda sobre privilegios ofensivos. El oficio de mi senado es temperar la democracia absoluta, es mezclar la forma de un gobierno absoluto con una institución moderada, porque ya es un principio recibido en la política, que tan tirano es el gobierno democrático absoluto como un déspota; así, sólo un gobierno temperado puede ser libre. Cómo quiere Vd. que yo tempere una democracia sino con una institución aristocrática? Ya que no debemos mezclar la forma monárquica con la popular que hemos adoptado, debemos, por lo menos, hacer que haya en la república un cuerpo inalterable que le asegure su estabilidad; pues, sin estabilidad, todo principio político se corrompe y termina siempre por destruirse.
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Tenga Vd. la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus partes, sino al todo de él. Su conjunto prueba que yo tengo muy poca confianza en la moral de nuestros conciudadanos, y sin moral republicana no puede haber gobierno libre:Para afirmar esta moral, he inventado un cuarto poder que críe los hombres en la virtud y los mantenga en ella. También este poder le parecerá a Vd. defectuoso; mas, amigo, si Vd. quiere república en Colombia, es preciso que quiera también que haya virtud política. Los establecimientos de los antiguos nos prueban que los hombres pueden ser regidos por los preceptos más severos. Todo el cuerpo de la historia manifiesta que los hombres se someten a cuanto un hábil legislador pretende de ellos, v a cuanto una fuerte magistratura les aplique. Dracón dio leyes de sangre a Atenas, Y Atenas las sufrió, y aun las observó hasta que Solón quiso reformarlas. Licurgo estatuyó en Esparta lo que Platón no se había atrevido a soñar en su república si no hubiese tenido por modelo al legislador de Esparta. A qué no se han sometido los hombres! A qué no se someterán aún! Si hay alguna violencia justa, es aquélla que se emplea en hacer a los hombres buenos y, por consiguiente, felices; y no hay libertad legítima sino cuando ésta se dirige a honrar la humanidad y a perfeccionarle su suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y quizás de una ilusión perniciosa. Perdone Vd., amigo, esta larga digresión sobre mi discurso, pues Vd. bien la merecía hace mucho tiempo, y yo se la había ahorrado, más por desidia que por voluntad. Siempre su amigo de corazón. Bolívar
34 Las perspectivas de la paz Un examen variado, espontáneo y optimista, de Za compleja situación política, para su amigo el general Carlos Soublette, desde Rosario el 19 de junio de 1820.
Mi querido general y amigo: Ayer he recibido una comunicación muy interesante interceptada por el coronel Carmona en Chiriguaná, fechada en Cartagena el 20 de mayo, por la cual hemos sabido noticias positivas de la España hasta el mes de abril. Fernando VII el 7 de marzo ha jurado la constitución y las cortes, por un decreto, forzado por la voluntad del pueblo y a instancias del general Ballesteros. Parece que la revolución era general en la Península
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y que el rey estaba en la última extremidad cuando juró la constitución. Su situación, pues, es violentísima y tendrá que complacer al pueblo y al ejército que desean la paz por salir de los sacrificios y de la muerte. Aun los liberales mismos tendrán que halagar al ejército con la paz, porque la cuestión no es otra que la no venida a América; y el modo de calmar hasta la sospecha de este mal es concluir la guerra, en lo que parece pronunciada ya toda la Península. Por otra parte, no habiendo podido subyugarnos la España con sus expediciones, ahora lo alcanzarán menos sin ellas: no teniendo otro interés que el del comercio exclusivo en América, y teniendo nosotros innumerables corsarios que se multiplicarán en razón inversa de nuestras desventajas militares, o mejor diré, que se aumentarán cuanto menos territorio tengamos, su comercio, por consiguiente, se anula. Siendo el interés de los liberales la propagación de los principios liberales contra los cuales encontrarán en España y en toda Europa muchos contrarios, es indispensable que las cortes se decidan a nuestro favor, tanto porque ya no se trata de una simple cuestión de economía política, sino de una preponderancia intestina, como porque habiendo en América gobiernos libres, ellas encontrarán siempre entre nosotros puntos de apoyo y aun medios para combatir a los serviles, porque la afinidad de principios produce siempre la atracción recíproca en materias políticas. Los serviles, por otra parte, y sobre todo Fernando, tienen, más que los otros, necesidad de hacer la paz para acallar al ejército, que no tiene otro clamor, ni lo puede lisonjear de otro modo; porque los hombres no se contentan con que les curen el mal de que padecen, sino que desean acabar con el mal mismo por la aprehensión que imprime y la amenaza que deja de volver a afligir. Así las tropas españolas no estarán satisfechas mientras no hayan visto cesar las hostilidades con nosotros, sabiendo, por experiencia, que todos los géneros de sistemas que han regido a la España las han enviado a América. Si alguna cosa retarda nuestras negociaciones con España no será ciertamente ni su voluntad ni los embarazos que se opongan a esta consecución. Yo pienso que solamente los inminentes peligros que ambos partidos van a correr, y la ocupación urgente de sus intereses inmediatos, no más, los harán descuidar momentáneamente esta medida. Por lo mismo es de nuestro deber proporcionarle a los enemigos los medios y las ocasiones de tratar con nosotros. Estos medios pueden ser iniciados por nuestros enviados en Londres y en los Estados Unidos directamente con los enviados españoles, e indirectamente con los otros enviados extranjeros que más interés muestren por nuestra causa. Estos mismos pasos admiten infinidad de modificaciones, más o menos eficaces, más o menos directas, por vías públicas, por vías privadas, por la imprenta, por la conversación, por los amigos y aun por los enemigos. Jamás será degradante ofrecer la paz bajo los principios consignados en la declaratoria de Za República de Venezuela, que
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debe ser la base de toda negociación, primero porque así está ordenado como ley de la república, y segundo, porque así lo prescribe la naturaleza y la salvación de Colombia. Ofrecerles así la paz a los españoles es pedirles la corona del triunfo, pues no siendo otro el objeto de la contienda, obtenerlo es vencer. A los españoles, estando altamente convencidos de su impotencia con respecto a nosotros, y sufriendo en la guerra cuantas calamidades pueden afligirles, a los españoles, digo, concederles la paz es decretarles un triunfo, no menos importante y no menos deseable. Ellos están en el caso del rico de Platón: ellos tienen todo que perder y nada que adquirir; y nosotros no teniendo nada que perder aspiramos a cuanto ellos poseen. La lucha no nos ha dejado más que la vida, y ésta es de ningún precio para hombres desesperados. Esta cuestión, bien desenvuelta, es inmensa y presenta todas las consideraciones que pueden halagar a nuestros contrarios y a nosotros mismos. Por tanto, nosotros no debemos ofrecer más que la paz en recompensa de la independencia. Ésta para nosotros nos trae todas las bendiciones del cielo, y aquélla para los españoles es una fuente de inmensas prosperidades futuras. He aquí mis ideas, las que deseo que Vd., el vicepresidente de Colombia y el secretario de estado mediten profundamente y las empleen en la ocasión, sin esperarla, sino buscándola y proporcionándola de todos modos, porque los momentos presentes tienen un valor infinito, y no sólo Séneca debe saber apreciar el mérito del tiempo. Si por accidente se supiese o se recibiesen noticias de alguna negociación diplomática, que se ponga alas al correo, se ofrezcan premios exorbitantes para que volando me lleguen oportunamente. Deseo que nada se haga sin mi conocimiento en esta materia. Nada es más fácil que dilatar las cosas, ofrecerles mi llegada por instantes y esperarme. Hace mucho al caso el personal en todas materias, muy particularmente en las diplomáticas. En los negocios pacíficos como en los militares es muy importante ser veterano.
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El patronato, dirección y gobierno de los institutos docentes pertenece al Estado Decreto dado en El Rosario, el 21 de junio de 1820, por el cual declara Bolívar que el Estado asume la responsabilidad centralizada de orientar y dirigir la educación.
S I M Ó N BOLÍVAR Libertador Presidente
Considerando: 1.° , que la educación civil y literaria de la juventud es uno de los primeros y más paternales cuidados del gobierno; 2.°, que no pudiendo reformarse por ahora la educación literaria que se da en los pocos establecimientos hechos por el gobierno español, debe por lo menos velar sobre ellos y procurar su adelantamiento y perfección; 3.°, que la diferencia de método y régimen de enseñanza en los diversos establecimientos es embarazosa y perjudicial; 4.°, que este mal es inevitable mientras los establecimientos no sean regidos por un mismo jefe y, sobre todo, por el gobierno; 5.°, que la dirección o patronato que ejercía la autoridad eclesiástica en los colegios seminarios era delegada por el rey de España; 6.° y último, que en nada se alteran las disposiciones canónicas sobre los seminarios, siempre que la autoridad eclesiástica continúe ejerciendo su inspección y derechos sobre las becas seminarias sin mezclarse en la dirección general del establecimiento, he venido en decretar y decreto lo siguiente: Artículo 2.° El patronato, dirección y gobierno de los colegios de estudios y educación establecidos en la república pertenece al gobierno, cualquiera que haya sido la forma de establecimiento de aquéllos. Artículo 2.° Se comprenden expresamente en el artículo antecedente, los colegios seminarios que hay en toda la extensión de la república, cuyos jefes, rectores, maestros y demás empleados dependerán del gobierno y serán nombrados por él. Artículo 3.° Se reserva a los muy reverendos arzobispos y obispos y a sus venerables cabildos y provisores en sede vacante los derechos y privilegios que les corresponden para proveer y velar sobre las becas seminarias que haya, llenando y ejerciendo con respecto a ellas todas sus atribuciones. Artículo 4.° Los vicepresidentes de departamentos, como agentes inmediatos del gobierno en sus respectivos departamentos, serán los patronos de los colegios y establecimientos de educación.
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Artículo 5.° El ministro del Interior y Justicia se encargará de la ejecución de este decreto. Publíquese y comuníquese a quienes corresponda. Dado en El Rosario, a 21 de junio de 1820.-10° Simón Bolívar
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Concertación Norte-Sur para la independencia Mensaje desde Bogotá, el 10 de enero de 1821, al Excmo. señor don José de San Martín, capitán general del Ejército Libertador del Perú, etc., etc. Certifica la sólida amistad que unió a los dos héroes y sumó finalmente sus esfùerzos para completar la libertad continental.
Excmo. señor: Tengo la honra de acusar a V. E. la recepción del despacho a 12 de octubre, en Pisco, del año próximo pasado. Este momento lo había deseado toda mi vida; y sólo el de abrazar a V. E. y el de reunir nuestras banderas puede serme más satisfactorio. El vencedor de Chacabuco y Maipú, el hijo primero de la Plata, ha olvidado su propia gloria al dirigirme sus exagerados encomios; pero ellos le honran porque son el testimonio más brillante de su bondad y propio desprendimiento. Al saber que V. E. ha hollado las riberas del Perú, ya las he creído libres; y con anticipación me apresuro a congratular a V. E. por esta tercer patria que le debe su existencia. Me hallo en marcha para ir a cumplir mis ofertas de reunir el imperio de los Incas al imperio de la libertad; sin duda, que más fácil es entrar en Quito que en Lima; pero V. E. podrá hacer más fácilmente lo difícil que yo lo fácil; bien pronto la divina Providencia, que ha protegido hasta ahora los estandartes de la ley y de la libertad, nos reunirá en algún ángulo del Perú, después de haber pasado por sobre los trofeos de los tiranos del mundo americano. V. E. verá por los adjuntos impresos las últimos ocurrencias por esta parte. Entre otras, hay un armisticio y un tratado de la regularización de la guerra muy digno de la atención de V. E. Acepte V. E. con bondad los testimonios más francos de mi profunda consideración y respeto. De V. E. atento, adicto servidor. Bolívar
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37 En torno a las
dificultades de una nueva república Carta al insigne y valeroso precursor colombiano, general Antonio Nariño, fechada en Barinas, el 21 de abril de 1821.
Mi muy estimable amigo y señor: Mucho celebraré que Vd. haya llegado a Cúcuta sin ninguna novedad particular. Debe ser un poco triste para Vd. el pronto término de sus predecesores, y no quiera el cielo que Vd. los siga en su viaje a la patria de los muertos. Aquí se ha asegurado que nuestro común y digno amigo Azuola debe haber expirado; muy sensible me será si tal desgracia le sucede a la república y a su familia. Yo tengo mucha confianza en que Vd. allanará todas las dificultades que se opongan a la instalación del congreso, y es el objeto, en el día, más ardiente para mi corazón. Deseo, sobre toda exageración, que el cuerpo legislativo se reúna para que eche los últimos cimientos al edificio de la república, que aún está por construir; pues que no tenemos más que despejado el terreno de veinte y dos provincias, y un libro que no habla con nadie, que llaman constitución. Pero Vd. verá por sí mismo, que no hay otra cosa, porque la transición del gobierno, la comisión de unos individuos en países extranjeros, la muerte de dos vicepresidentes, la ausencia de los ministros, la dificultad de la reunión del congreso, la no existencia de una dirección general de rentas y la incoherencia de todos los ramos, mi ausencia de la capital y mi estada en el ejército, todo esto y otras muchas cosas tienen, por decirlo así, la república en orfandad. Colombia se gobierna por la espada de los que la defienden, y en lugar de ser un cuerpo social, es un campo militar. Por consiguiente, los abusos, las negligencias y la carencia de todo elemento orgánico, es inevitablemente el efecto de aquellos principios que no ha estado en mi poder corregir, por muchas razones: la primera, porque un hombre en muy poco tiempo, y escaso de conocimientos generales, no puede hacerlo todo, ni bien ni mal; segunda, porque me he dedicado exclusivamente a expulsar a nuestros enemigos; tercera, porque hay muchas consideraciones que guardar en este caos asombroso de patriotas, godos, egoístas, blancos, pardos, venezolanos, cundinamarqueses, federalistas, centralistas, republicanos, aristócratas, buenos y malos, y toda la caterva de jerarquías en que se subdividen tan diferentes bandos; de suerte que, amigo, yo he tenido muchas veces que ser injusto por política, y no he podido ser justo impunemente.
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Convencido íntimamente de que a la cabeza del gobierno se debe poner otro que no sea un soldado como yo, siempre en la frontera, y de que debe dividirse el mando del ejército y el de la república, mando mi dimisión, para que, tanto Vd. como los demás buenos ciudadanos, se empeñen en que se acepte. De no, cuente Vd. con la orfandad eterna del gobierno y aun con mi deserción el día mismo que bata los enemigos. Crea Vd., amigo mío, que yo he meditado mucho esta materia, en ocho años que he gobernado la república. Yo no sé, ni puedo, ni quiero gobernar: para hacer eficazmente una cosa es menester tener inclinación a ella y aun quererla con pasión vehemente. Por mi parte, cada día me siento con más repugnancia por el mando, y si continúo y continuaré a la cabeza del ejército, es porque desde el primer día de mi vida pública me encontré fuertemente animado de la ansia de contribuir a la expulsión de nuestros antiguos opresores. De suerte, que este servicio lo hago por pasión, no por mérito. Yo espero que Vd. emplee todo su influjo en que no se me fuerce a cometer una acción más contraria a mí mismo que al crédito de la república, y en que ambos padeceríamos más de lo que se puede prever; porque suponga Vd. que impresión haría a los extranjeros la deserción del jefe del estado y qué anarquía la que se establecería en nuestro pueblo colombiano! Si Vd. no quiere ser presidente, puede Vd. indicar otro que lo sea tan dignamente como Vd. mismo. El general Santander es excelente sujeto; y si no, Urdaneta, Montilla, Restrepo, Peñalver, Zea y otros muchos que tienen más o menos mérito que los precedentes. Mi opinión es en esta parte que el presidente debe ser militar y cundinamarqués; y el vicepresidente paisano y venezolano, para evitar celos y discordias; si es que se pueden evitar en el tumulto de tan ciegas pasiones. Adiós, mi querido amigo. Bolívar
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La complejidad social de América Siempre el tema de los problemas de una situación crítica, en carta al general F. de P. Santander, desde San Carlos, el 13 de junio de 1821, once días antes de la batalla de Carabobo, batalla definitiva para la independencia de Venezuela. Mi querido general: En medio de mis ocupaciones militares me estoy siempre acordando de Vd., aunque ya no es con el interés que antes; quiero decir, por la plata que Vd. nos enviaba, a la cual he renunciado para siempre desde que se ha establecido la barrera en Cúcuta. Al presente, digo, sólo me acuerdo de Vd. por amistad. Lo considero muy ocupado, tanto en levantar el ejército de reserva, como en aplacar los clamores del congreso contra los militares: uno y otro es muy necesario para evitar los estragos de la guerra, o la guerra civil. Procure Vd. muchos fusiles y municiones para impedir que un tercer paseo militar ocupe a Bogotá. La verdad sea dicha: el enemigo pierde por todas partes país, opinión y gente; y a pesar de estas ventajas negativas nuestras fuerzas son iguales. Los enemigos están reducidos a Carabobo, pero si perdemos una acción general, Colombia es grande y les dará mucha tierra. Por aquí se sabe poco del congreso y de Cúcuta: se dice que muchos en Cundinamarca quieren federación; pero me consuela con que ni Vd., ni Nariño, ni Zea, ni yo, ni Páez, ni otras muchas autoridades venerables que tiene el ejército libertador gustan de semejante delirio. Por fin, por fin, han de hacer tanto los letrados, que se proscriban de la República de Colombia, como hizo Platón con los poetas en la suya. Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está y porque ha conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el pueblo que puede; todo lo demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, o con más o menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadanos pasivos. Esta política, que ciertamente no es la de Rousseau, al fin será necesario desenvolverla para que no nos vuelvan a perder esos señores. Ellos pretenden con nosotros representar el segundo acto de Buenos Aires, cuando la segunda parte que van a dar es la del Guarico. Piensan esos caballeros que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre los
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caribes del Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos de Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de Casanare y sobre todas las hordas salvajes de Africa y de América que, como gamos, recorren las soledades de Colombia. ¿No le parece a Vd., mi querido Santander, que esos legisladores más ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos van a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina? Yo lo creo así, y estoy cierto de ello. De suerte que si no son los llaneros los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la legitimada Colombia. Los que se creen Licurgos, Numas, Franklines, y Camilos Torres y Roscios, y Uztaris y Robiras, y otros números que el cielo envió a la tierra para que acelerasen su marcha hacia la eternidad, no para darles repúblicas como las griegas, romana y americana, sino para amontonar escombros de fábricas monstruosas y para edificar sobre una base gótica un edificio griego al borde de un cráter. Adiós, mi querido Santander, páselo Vd. bien. Espere en la victoria de Carabobo que vamos a dar; forme su ejército de reserva, sea dócil con el congreso y tenga por mí el aprecio que yo le profeso. Su amigo. Bolívar
P. D.: La división de Urdaneta llega aquí dentro de dos o tres días. El general queda en Carora por sus achaques antiguos. El general Páez está conmigo desde antes de ayer. Pronto entraremos en la lid.
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Otra vez por la libertad de los esclavos Mensaje desde Valencia, el 14 de julio de 1821, al presidente del segundo congreso colombiano reunido en Cucuta. Confirma su insistencia sobre la idea básica de la libertad absoluta de los esclavos.
La sabiduría del Congreso General de Colombia está perfectamente de acuerdo con las leyes existentes en favor de la manumisión de los esclavos; pero ella pudo haber extendido el imperio de su beneficencia sobre los futuros colombianos que, recibidos en una cuna cruel y salvaje, llegan a la vida para someter su cerviz al yugo. Los hijos de los esclavos que en adelante hayan de nacer en Colombia deben ser libres, porque estos seres no pertenecen más que a Dios y a sus padres, y ni
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Dios, ni sus padres los quieren infelices. El Congreso General, autorizado por sus propias leyes, y aún más, por las de la naturaleza, puede decretar la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de nacer en el territorio de la república. De este modo se concilian los derechos posesivos, los derechos políticos y los derechos naturales. Sírvase V. E. elevar esta solicitud de mi parte al Congreso General de Colombia para que se digne concedérmela en recompensa de la batalla de Carabobo, ganada por el ejército libertador, cuya sangre ha corrido sólo por la libertad. 40
“Prefiero el título de ciudadano al de Libertador” Discurso pronunciado ante el Congreso de la República, en la Villa del Rosario de Cúcuta el 3 de octubre de 1821. Bolívar subraya nuevamente, como ya lo hizo ante el Congreso de Angostura, su ideal del “buen ciudadano”.
Señor: El juramento sagrado que acabo de prestar en calidad de presidente de Colombia es para mí un pacto de conciencia que multiplica mis deberes de sumisión a la ley y a la patria. Sólo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor esta constitución que encierra los derechos de dos pueblos hermanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria. La constitución de Colombia será junto con la independencia la ara santa en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres. Señor, espero que me autoricéis para unir con los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi celo, nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo, dicha, reposo y gloria. Entonces, señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la república, al que el pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra; el hombre que los
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combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son éstos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer a la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el día de paz, y éste debe ser el último de mi poder; porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia y porque no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional. Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.
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Homenaje del recuerdo, afecto y consideración a un científico inmortal Carta al sabio naturalista Alejandro de Humboldt, desde Bogotá, el 10 de , noviembre de 1821. Este diría más adelante que amaba a Colombia como a “una segunda patria “.
AL SEÑOR ALEJANDRO DE HUMBOLDT
Muy señor mío y respetable amigo: Mr. Bollmann, que parte mañana para Europa, ha querido encargarse con placer de estas letras que llevarán a Vd. la expresión de mi recuerdo, de mi afecto y de mi consideración. El barón de Humboldt estará siempre con los días de la América presentes en el corazón de los justos apreciadores de un grande hombre, que con sus ojos la ha arrancado de la ignorancia y con su pluma la ha pintado tan bella como su propia naturaleza. Pero no son éstos los solos títulos que Vd. tiene a los sufragios de nosotros los americanos. Los rasgos de su carácter moral, las eminentes cualidades de su carácter generoso tienen una especie de existencia entre nosotros; siempre los estamos mirando con encanto. Yo por lo menos al contemplar cada uno de los vestigios que recuerdan los pasos de Vd. en Colombia me siento arrebatado de las más poderosas impresiones. Así, estimable amigo, reciba Vd. los
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cordiales testimonios de quien ha tenido el honor de respetar su nombre antes de conocerlo, y de amarlo cuando le vio en París y Roma. Soy de Vd. con la mayor consideración y respeto, su más obediente servidor q. b. s. m. Bolívar
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El cabal y moderno conocimiento de una pedagogía Método y prospecto de indicaciones para la educación de su sobrino Fernando, enviados por Bolívar al director del colegio donde aquél se educaba en Norteamérica.
La educación de los niños debe ser siempre adecuada a su edad, inclinaciones, genio y temperamento. Teniendo mi sobrino más de doce años, deberá aplicársele a aprender los idiomas modernos, sin descuidar el suyo. Los idiomas muertos deben estudiarse después de poseer los vivos. La geografía y cosmografía debe ser de los primeros conocimientos que haya de adquirir un joven. La historia, a semejanza de los idiomas, debe principiarse a aprender por la contemporánea, para ir remontando por grados hasta llegar a los tiempos oscuros de la fábula. Jamás es demasiado temprano para el conocimiento de las ciencias exactas, porque ellas nos enseñan el análisis en todo, pasando de lo conocido a lo desconocido, y por ese medio aprendemos a pensar y a raciocinar con lógica. Mas debe tenerse presente la capacidad del alumno para el cálculo, pues no todos son igualmente aptos para las matemáticas. Generalmente todos pueden aprender la geometría y comprenderla; pero no sucede lo mismo con el álgebra y el cálculo integral y diferencial. La memoria demasiado pronta siempre es una facultad brillante; pero redunda en detrimento de la comprensión; así es que al niño que demuestra demasiada facilidad para retener sus lecciones de memoria deberá enseñársele aquellas cosas que lo obliguen a meditar, como resolver problemas y poner ecuaciones; viceversa, a los lentos de retentiva, deberá enseñárseles a aprender de memoria y a recitar las composiciones escogidas de los grandes poetas; tanto la memoria como el cálculo están sujetos a fortalecerse por el ejercicio.
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La memoria debe ejercitarse cuanto sea posible; pero jamás fatigarla hasta debilitarla. La estadística es un estudio necesario en los tiempos que atravesamos, y deseo que la aprenda mi sobrino. Con preferencia se le instruirá en la mecánica y ciencia del ingeniero civil, pero no contra su voluntad, si no tiene inclinación a esos estudios. La música no es preciso que la aprenda, sino en el caso que tenga pasión por ese arte; pero sí debe poseer aunque sean rudimentos del dibujo lineal, de la astronomía, química y botánica, profundizando más o menos en esas ciencias según su inclinación o gusto por alguna de ellas. La enseñanza de las buenas costumbres o hábitos sociales es tan esencial como la instrucción; por eso debe tenerse especial cuidado en que aprenda en las cartas de lord Chesterfield a su hijo, los principios y modales de un caballero. La moral en máximas religiosas y en la práctica conservadora de la salud y de la vida es una enseñanza que ningún maestro puede descuidar. El derecho romano, como base de la legislación universal, debe estudiarlo. Siendo muy difícil apreciar dónde termina el arte y principia la ciencia, si su inclinación lo decide a aprender algún arte u oficio yo lo celebraría, pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad y bienestar. El baile, que es la poesía del movimiento y que da la gracia y la soltura a la persona, a la vez que es un ejercicio higiénico en climas templados, deberá practicarlo si es de su gusto. Sobre todo, recomiendo a usted inspirarle el gusto por la sociedad culta donde el bello sexo ejerce su benéfico influjo, y ese respeto a los hombres de edad, saber y posición social, que hace a la juventud encantadora asociándola a las esperanzas del porvenir.
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Solidaridad con San Martín por la independencia plena En reafirmación de la sustantiva unidad, Bolívar escribe al Excmo. señor Protector del Perú, general don josé de San Martín, desde Quito, el 17 de junio de 1822. Quito, 17 de junio de 1822 AL EXCMO. SEÑOR PROTECTOR DEL PERÚ
Excmo. señor: Al llegar a esta capital, después de los triunfos obtenidos por las armas del Perú y Colombia en los campos de Bomboná y Pichincha, es mi más grande satisfacción dirigir a V. E. los testimonios más sinceros de la gratitud con que el pueblo y el gobierno de Colombia han recibido a los beneméritos libertadores del Perú, que han venido con sus armas vencedoras a prestar su poderoso auxilio en la campaña que ha libertado tres provincias del sur de Colombia, y esta interesantísima capital, tan digna de la protección de toda la América, porque fue una de las primeras en dar el ejemplo heroico de libertad. Pero no es nuestro tributo de gratitud un simple homenaje hecho al gobierno y ejército del Perú, sino el deseo más vivo de prestar los mismos y aún más fuertes auxilios al gobierno del Perú, si para cuando llegue a manos de V. E. este despacho, ya las armas libertadoras del Sur de América no han terminado gloriosamente la campaña que iba a abrirse en la presente estación. Tengo la mayor satisfacción en anunciar a V. E. que la guerra de Colombia está terminada, que su ejército está pronto para marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del sur, a quienes por tantos títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas. Acepte V. E. los sentimientos de la más alta consideración con que soy de V. E. atento, obediente servidor. Bolívar
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“Primer amigo de mi corazón y de mi patria” Carta al Excmo. señor general don José de San Martín, Protector del Perú, el 25 de julio de 1822, desde Guayaquil. Anticipa el entendimiento que seguidamente ocurre en la entrevista celebrada en ese puerto del Pacífico el día 26. Guayaquil, 25 de julio de 1822
A L E X C M O . S E Ñ O R G E N E R A L D O N J O S É D E S A N M A R T ÍN, PROTECTOR DEL PERÚ
Es con suma satisfacción, dignísimo amigo y señor, que doy a Vd. por primera vez el título que mucho tiempo ha mi corazón le ha consagrado. Amigo le llamo a Vd. y este nombre será el solo que debe quedarnos por la vida, porque la amistad es el único vínculo que corresponde a hermanos de armas, de empresas y de opinión; así, yo me doy a enhorabuena, porque Vd. me ha honrado con la expresión de su afecto. Tan sensible me será que Vd. no venga hasta esta ciudad como si fuéremos vencidos en muchas batallas; pero no, Vd. no dejará burlada el ansia que tengo de estrechar en el suelo de Colombia al primer amigo de mi corazón y de mi patria. Cómo es posible que Vd. venga de tan lejos, para dejarnos sin la posesión positiva en Guayaquil del hombre singular que todos anhelan conocer y, si es posible, tocar? No es posible respetable amigo; yo espero a Vd., y también iré a encontrarle donde quiera que Vd. tenga la bondad de esperarme; pero sin desistir de que Vd. nos honre en esta ciudad. Pocas horas, como Vd. dice, son bastantes para tratar entre militares, pero no serán bastantes esas mismas horas para satisfacer la pasión de la amistad que va a empezar a disfrutar de la dicha de conocer el objeto caro que se amaba sólo por opinión, sólo por la fama. Reitero a Vd. mis sentimientos más francos con que soy de Vd. su más apasionado, afectísimo servidor y amigo. Bolívar
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Suma y combinación para asegurar la obra común Informe a Santander sobre la “Entrevista de Guayaquil”, a sólo tres días del magno suceso. Sobre el glorioso libertador del sur, anota Bolívar: “El desea que todo marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad sin ella.” Guayaquil, 29 de julio de
1822. Mi querido general: Antes de ayer por la noche partió de aquí el general San Martín después de una visita de treinta y seis o cuarenta horas: se puede llamar visita propiamente, porque no hemos hecho más que abrazarnos, conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido por asegurarse de nuestra amistad, para apoyarse con ella con respecto a sus enemigos internos y externos. Lleva 1800 colombianos en su auxilio, fuera de haber recibido la baja de sus cuerpos por segunda vez, lo que nos ha costado más de 600 hombres: así recibirá el Perú 3 000 hombres de refuerzo, por lo menos. El Protector me ha ofrecido su eterna amistad hacia Colombia; intervenir en favor del arreglo de límites; no mezclarse en los negocios de Guayaquil; una federación completa y absoluta aunque no sea más que con Colombia, debiendo ser la residencia del congreso Guayaquil; ha convenido en mandar un diputado por el Perú a tratar, de mancomún con nosotros, los negocios de España con sus enviados; también ha recomendado a Mosquera a Chile y Buenos Aires, para que admitan la federación; desea que tengamos guarniciones cambiadas en uno y otro estado. En fin, él desea que todo marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad sin ella. Dice que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere la democracia y si el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú. Esto último yo creo que es pro forma. Dice que se retirará a Mendoza, porque está cansado del mando y de sufrir a sus enemigos. No me ha dicho que trajese proyecto alguno, ni ha exigido nada de Colombia, pues las tropas que lleva estaban preparadas para el caso. Sólo me ha empeñado mucho en el negocio de canje de guarniciones y, por su parte, no hay género de amistad ni de oferta que no me haya hecho. Su carácter me ha parecido muy militar y parece activo, pronto y no lerdo. Tiene ideas correctas de las que a Vd. le gustan, pero no me parece bastante delicado en los géneros de sublime que hay en las ideas
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y en las empresas. Últimamente, Vd. conocerá su carácter por la memoria, que mando con el capitán Gómez, de nuestras conversaciones aunque le falta la sal de la crítica que yo debería poner a cada una de sus frases. Hoy están tratando los de la junta electoral de esta provincia sobre su agregación a Colombia: creo que se hará, pero pretendiendo muchas gracias y privilegios. Yo, encargado del poder ejecutivo en esta parte, me encargaré de la provincia, dejando al soberano congreso, libre su soberana voluntad, para que salga del paso con su soberano poder. Aquí me servirá de algo la división de los poderes y las distinciones escolásticas concediendo la mayor, y negando la menor. Hemos logrado en estos días uniformar la opinión, a lo que no ha dejado de contribuir también la venida de San Martín, que ha tratado a los independientes con el mayor desdén. Esto es lo que se llama saber sacar partido de todo. No es para mí este elogio, sino para el que sabe lisonjear a tiempo, aunque sea al cuerdo. La “Prueba” y la “Venganza” no estarían hoy en el Perú, sin la política de San Martín: pero ya no hay más que esperar de estos bobos, y ahora le echa la culpa a ellos. Gracias a Dios, mi querido general, que he logrado con mucha fortuna y gloria cosas bien importantes: primera, la libertad del sur; segunda, la incorporación a Colombia de Guayaquil, Quito y las otras provincias; tercera, la amistad de San Martín y del Perú para Colombia; y cuarta, salir del ejército aliado, que va a darnos en el Perú gloria y gratitud, por aquella parte. Todos quedan agradecidos, porque a todos he servido, y todos nos respetan, porque a nadie he cedido. Los españoles mismos van llenos de respeto y de reconocimiento al gobierno de Colombia. Ya no me falta más, mi querido amigo, si no es poner a salvo el tesoro de mi prosperidad, escondiéndolo en un retiro profundo, para que nadie me lo pueda robar: quiero decir que ya no me falta más que retirarme y morir. Por Dios, que no quiero más: es por la primera vez que no tengo nada que desear y que estoy contento con la fortuna. El coronel Lara va mandando estos cuerpos y después seguirá el general Valdés; es cuanto en esta ocasión tengo que participar a Vd. y quedo siempre de Vd. de corazón.
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Aplauso y reconocimiento a O’Higgins por devolver sus derechos al pueblo de Chile Mensaje al señor general Bernardo O’Higgins, director de la República de Chile, desde Guayaquil, el 29 de agosto de 1822. Testimonio de amistad y convergencia sobre ideales compartidos.
Muy respetable señor mío: Tengo la mayor satisfacción al dirigirme particularmente a V. E. para manifestarle cordial y francamente mis sentimientos de admiración y aprecio por su persona. Mucho tiempo ha que deseaba felicitar a V. E. por los sucesos prósperos y gloriosos con que la buena suerte, el valor y la prudencia han coronado las operaciones del gobierno que V. E. preside dignamente. Ninguna oportunidad había sido tan favorable, para cumplir con mi corazón, como ésta en que V. E., sellando la gloria de su carrera política, ha devuelto al pueblo el ejercicio completo de sus facultades. La convocatoria que V. E. ha hecho a los ciudadanos de Chile es la más liberal y la más propia de un pueblo que aspira al máximo de la libertad. V. E. no coarta de modo alguno la representación nacional; y desde su origen ella va a ejercer una independencia que, sin duda, debe ser muy aplaudida por los mismos enemigos de nuestra causa y de nuestros magistrados. El pueblo chileno es bueno, patriota y valeroso, y por estos nobles títulos tiene derecho a las más justas aspiraciones del bienestar y gloria nacional. Este pueblo va a entrar el último por la vía constitucional y esta fortuna en ser el último le ofrece la inmensa ventaja de ver con anticipación los escollos que debe evitar y los ejemplos que debe seguir. La historia de los infortunios y errores de la América es elocuente para los que saben leerla: V. E. probablemente presentará al pueblo chileno un resumen de nuestras vicisitudes a fin de que no venga a caer sobre los mismos precipicios a donde han ido a estrellarse todos nuestros ensayos legislativos. Chile hará muy bien si constituye un gobierno fuerte por su estructura y liberal por sus principios. Permítame V. E. que no indique más mis ideas sobre este particular, cuando de un modo solemne las he manifestado al congreso de Venezuela y entiendo que son conocidas en esa capital. En ninguna época era tan importante a ese estado la reunión de sus representantes como en la presente. V. E. verá por la adjunta gaceta la sindicación que hacen a V. E. los agentes del gobierno español, para
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alejar el reconocimiento de nuestra emancipación. Es verdad que la calumnia está marcada en todos los cuadros con que representa la situación de la América el ministro español; mas debe sernos muy satisfactorio poderlo desmentir con hechos resplandecientes como éste que ahora es el objeto de mi congratulación a V. E. Me será muy grato que nuestra correspondencia epistolar sea tan frecuente cuanto posible, y que reine en ella la sinceridad y el candor que son tan propios para unir a los compañeros de armas y amigos natos. Por mi parte, ofrezco a V. E. los sentimientos de una verdadera amistad y el tributo de admiración que inspiran a todos las relevantes cualidades que adornan a V. E. Me lisonjeo que el señor Mosquera, nuestro enviado, habrá tenido la honra de presentar a V. E. nuestras miras de unidad americana, y también me lisonjeo que V. E., animado de los mismos sentimientos que el Protector del Perú y de Colombia, aceptará gustoso el pacto de salvación que ya hemos empezado a llenar entre el Perú y nosotros. Acepte V. E. la expresión ingenua de consideración con que soy de V. E. su afmo.. obediente servidor. Simón Bolívar
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“Nosotros estamos en el centro del universo y en contacto con todas las naciones. Quién puede decir otro tanto?” Reflexiones del político que mira al porvenir, en carta al general F. de P. Santander, desde Ibarra, el 23 de diciembre de 1822.
El congreso estará para reunirse para cuando llegue esta carta a manos de Vd. El suceso de Pasto ha retardado la marcha de los diputados del sur, y dudo que vayan muchos por el Dagua que ofrece dificultades peligrosas y espantosas para los habitantes de este país. Yo me he empeñado algo en que vayan por esa parte, pero no mucho para no hacer aborrecible al congreso por su peligrosa entrada. Vd. sabe las dificultades que había para ir a Cúcuta; por consiguiente, debe Vd. imaginar las que tendrán estos señores para atravesar el mar o países enemigos calenturientos, lejanos y molestos. La representación general de Colombia, aunque es menos la extensión de este país que la de los Estados Unidos, presenta dificultades bien grandes, porque aquí los paisanos no tienen ningún amor nacional, son pobres, y más pobres de
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luces aún, por lo que se creen inútiles en el congreso y menos obligatoria su presencia en aquella asamblea. Dividamos la legislatura y dividimos los pueblos y los intereses y las armas, y sólo reunimos los ejércitos para pelear hermanos contra hermanos. Yo creo que la cuestión sobre las dificultades actuales debe presentarse en estos términos: Será más fácil remediar las dificultades que presenta un grande estado para reunir su representación nacional, o será más fácil ocurrir a todas las necesidades de la guerra que necesariamente debe suscitarse en este mismo estado? Anoche leí a Rousseau, hablando de la pequeña república de Ginebra, que la mole de un grande estado se conserva y marcha por sí misma, y que la menor falta en uno pequeño lo arruina. Al instante eché la vista sobre la historia y encontré que los grandes imperios se han conservado indestructibles a pesar de las muchas guerras y sacudimientos, y que las pequeñas naciones, como Caracas, han sido sumidas en la nada por un conquistador, un mal ciudadano, o un terremoto. Yo creo que la primer cualidad de las cosas es la existencia y que las demás son secundarias. Existamos, pues, aunque sea con nuestros defectos y dificultades, porque al fin siempre es mejor ser que no ser. Cuando yo tiendo la vista sobre la América la encuentro rodeada de la fuerza marítima de la Europa, quiere decir, circuida de fortalezas fluctuantes de extranjeros y por consecuencia de enemigos. Después hallo que está a la cabeza de su gran continente una poderosísima nación muy rica, muy belicosa y capaz de todo; enemiga de Ia Europa y en oposición con los fuertes ingleses que nos querrán dar la ley, y que la darán irremisiblemente. Luego encuentro el vasto y poderoso imperio mejicano que, con sus riquezas y la unidad de su sangre, está en estado de echarse sobre Colombia con muchas ventajas. Echo la vista después sobre las dilatadas costas de Colombia inquietadas por todos los marineros, por todos los europeos cuyas colonias nos circundan, por los africanos de Haití, cuyo poder es más fuerte que el fuego primitivo. Enfrente tenemos las ricas y bellas islas españolas que nunca serán más que enemigas. A nuestra espalda la ambiciosa Portugal con la inmensa colonia del Brasil, y al sur el Perú con muchos millones de pesos, con su rivalidad con Colombia y con sus relaciones con Chile y Buenos Aires. En la primer discordia la marina del Perú, que debe ser su primer fuerza, porque sus costas son dilatadísimas, tiene la ventaja mayor para abrazar todas nuestras riberas al mar. Colombia nunca podrá competir en marina con el Perú en el Pacífico porque sus primeras atenciones las tiene en el Atlántico, y el Perú no tiene más que una. Este cuadro, pues, no es infiel, y sin embargo véase que medios de defensa tenemos contra tantos contrarios. Somos inferiores a nuestros hermanos del sur, a los mejicanos, a los americanos, a los ingleses y, por fin, a todos los europeos, que son nuestros vecinos en sus Antillas. Nosotros estamos en el centro del universo y en contacto con todas las
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naciones; quién puede decir otro tanto? Tenemos dos millones y medio de habitantes derramados en un dilatado desierto. Una parte es salvaje, otra esclava, los más son enemigos entre sí y todos viciados por la superstición y el despotismo. Hermoso contraste para oponerse a todas las naciones de la tierra! Ésta es nuestra situación; ésta es Colombia, y después la quieren dividir. Ay! amigo, mucho me hace pensar la miserable hija de nuestros afanes, yo querría que algún buen hombre se tomara la pena de presentar este cuadro al público con todos sus colores.
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“Mi política ha sido siempre por la estabilidad, por la fuerza y por la verdadera libertad” Mensaje al Excmo. señor vicepresidente de la República, desde Tulcán (Ecuador), el 31 de diciembre de 1822.
Tengo el honor de dirigir a V. E. la nota de mi felicitación al congreso general que he creído de mi deber hacer en momentos en que ya lo supongo reunido. La nación espera las más grandes ventajas del congreso que debe necesariamente dictar aquellas mejoras que el pueblo desea para el complemento de su prosperidad, pero no me puedo persuadir que los legisladores se dejen llevar del espíritu de innovación que ha cundido en esa capital. V. E. sabe, y Colombia entera lo sabe también, que yo he consagrado mi vida a la integridad de Colombia, a su libertad y a su dicha. Mi política ha sido siempre por la estabilidad, por la fuerza y por la verdadera libertad. El congreso de Guayana oyó mi dictamen sobre gobierno, y siguió una parte de mis opiniones; el de Cúcuta hizo otra tanto; y V. E. sabe que por docilidad y obediencia juré la constitución y me constituí su garante. Esta constitución es inalterable por diez años, y pudiera serlo, según el “Contrato Social” del primer republicano del mundo, pudiera serlo, digo, inalterable por una generación entera, porque una generación puede constituirse por su vida. La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su base y la utilidad perfecta le pone término. Esta doctrina es del apóstol constitucional del día. De dónde pueden creerse autorizados los representantes del pueblo a cambiar constantemente la organización social? Cuál será entonces el fundamento de los derechos, de las propiedades, del honor, de la vida de los ciudadanos? Valdría más vivir bajo el feroz despotismo, pues al fin el sagrado del hombre tendría apoyo en el poder mismo que lo oprime.
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Yo, Excmo. señor, me creo autorizado a instar al poder ejecutivo para que haga los esfuerzos más eficaces a efecto de procurar que la actual legislatura no altere en nada al código fundamental de Colombia. Yo declaro, por mi parte, que ligado por un juramento a este código, no debo obedecer a ninguna ley que lo vulnere y viole; que mi resolución es separarme de Colombia antes de dar asenso a las leyes que aniquilen la obra maravillosa del ejército libertador. Por estas consideraciones y muchas otras, suplico a V. E. presente al congreso general, oportunamente y cuando las circunstancias imperiosas lo exijan, mi protesta solemne de no reconocer durante mi presidencia acto ninguno del congreso que revoque, altere o modifique las leyes fundamentales de la República de Colombia. Soy de V. E., con la más alta consideración, su atento servidor.
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“El que no está con la libertad puede contar con las cadenas del infortunio y con la desaprobación universal” Meditaciones dramáticas sobre su acción pública, en carta al general F. de P. Santander, el 29 de abril de 1823, desde Guayaquil.
Todos los días tenemos noticias del emperador Iturbide y de sus malos sucesos en Veracruz. La Gaceta de Guayaquil dará a Vd. una idea de las actas insurreccionales de los generales de Iturbide. Me parece que estas actas son decisivas de la suerte de aquel imperio. Éste es el caso de decir: pecó contra los principios liberales y así ha sucumbido, como decía Bonaparte de sí mismo. Qué lección, amigo, a los que mandan en el día! El que no está con la libertad puede contar con las cadenas del infortunio y con la desaprobación universal. El abate De Pradt dice muy bien que antes era muy cómodo mandar y que ahora no hay mejor empleo que el de ciudadano; que los oficios de reyes, ministros, sacerdotes etc. son unos oficios que no valen nada, porque ahora se sigue a la inflexible razón y no al belicoso despotismo. Yo hago mi confesión general todos los días, o más bien examen de conciencia, y a la verdad tiemblo de mis pecados hechos contra mi voluntad, hechos en favor de la causa y por culpa de los godos. Quién sabe si algún día me castigarán con alguna penitencia grave por mi mal entendido patriotismo? Amigo, la cosa está mala; ya no se puede
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mandar, sino por el amor del prójimo y con una profunda humildad. Los ciudadanos están muy cosquillosos, y no quieren nada de arquitectura gótica, ni razón de estado, ni circunstancias; lo que desean es la arquitectura constitucional, la geometría legal, la simetría más exacta y escrupulosa; nada que hiera la vista ni al oído ni a sentido alguno. Para ponernos a cubierto pídale Vd. a su santidad el congreso, un boleto para poder pecar contra las fórmulas liberales, con remisión de culpa y pena, porque si no, no habremos conseguido nada después de haber salvado la patria, como hicieron Iturbide, O’Higgins y San Martín, porque los justísimos ciudadanos no quieren asistir a los combates, ni dar con que pagar a los matadores, por no faltar a las leyes del decálogo, y a las santas de la filantropía, pero luego que se haya ganado el combate vienen a distribuirse los despojos, pero condenando en toda forma a los sacrificadores, porque es muy bueno y muy sano condenar y coger.
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La creación de una escuela náutica en Guayaquil Testimonio de una iniciativa del Libertador, en Babahoyo, el 12 de junio de 1823. AL SENOR INTENDENTE
INTERINO
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GUAYAQUIL
S. E. el Libertador se sirvió crear en Guayaquil una escuela de náutica y nombrar preceptor de ella al ciudadano Domingo Gómez con la dotación de mil ochocientos pesos anuales que deben pagársele de las cajas de esa ciudad. Este ciudadano obtuvo el permiso de ir a Chile por su familia y debe volver necesariamente en todo el mes de julio para establecer la escuela. S. E. se ha servido también mandar que provisoriamente se abra la escuela en una de las piezas del Colegio de Guayaquil. Dispone ahora, que US., de acuerdo con el rector, elija y señale la sala que deba servir, y que de los fondos del tesoro de Guayaquil tome la cantidad necesaria para hacer construir mesas y bancos o asientos para los niños, y preparar algunas plumas, papel y tinteros para los primeros rudimentos.
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“Un tribunal que condene lo que las leyes no pueden impedir” Evidenciando su conocida actitud de atención a la opinión pública manifestada por la prensa, Bolívar da -el 15 de junio de 1823argumentos para la defensa del Poder Moral, propuesto al Congreso de Angostura. Pide a su amigo José Rafael Arboleda, desde Guayaquil, participar en la defensa de esta iniciativa de su autoría.
Mucho tiempo ha que tenía deseos de escribir a Vd., y no lo había hecho hasta ahora con bastante sentimiento mío: pero he visto un artículo en El Fósforo sobre el Poder Moral, que me ha animado a dirigir a Vd. estas cuatro letras, para dar a Vd. las gracias si es el autor del artículo, y de no, para suplicarle que se las dé de mi parte a dicho autor. Supongo que es Vd. el que ha defendido el Poder Moral con tanto acierto y delicadeza. Ha dicho muy bien El Fósforo, número 16, que no hay inquisición en aquel establecimiento porque es el escándalo el que acusa, y el escándalo es la voz pública horrorizada del crimen y, por lo mismo, no hay tal inquisición. Defienda Vd., mi querido amigo, mi poder moral; yo mismo que soy su autor no espero para ser bueno sino que haya un tribunal que condene lo que las leyes no pueden impedir; quiero decir, que mis propias flaquezas no esperan para corregirse sino un tribunal que me avergüence. Este móvil de la vergüenza es el infierno de los despreocupados y de los que se llaman filósofos y hombres de mundo. La religión ha perdido mucho de su imperio, y quizás no lo recobrará en mucho tiempo, porque las costumbres están en oposición con las doctrinas sagradas. De suerte que si un nuevo sistema de penas y castigos, de culpas y delitos no se establece en la sociedad para mejorar nuestra moral, probablemente marcharemos al galope hacia la disolución universal. Todo el mundo sabe que la religión y la filosofía contienen a los hombres, la primera por la pena, la segunda por la esperanza y la persuasión. La religión tiene mil indulgencias con el malvado, la filosofía ofrece muchos sistemas encontrados que favorecen alternativamente los vicios: la una tiene leyes y tribunales estables; pero la otra no tiene más que profesores sin códigos y sin establecimiento fijos y autorizados por ninguna institución política. De aquí deduzco yo que debemos buscar un medio entre estos dos extremos creando un instituto autorizado por las leyes fundamentales y por la fuerza irresistible de la opinión.
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Votos por la libertad peruana Palabras de agradecimiento y promesa dirigidas al Congreso del Perú, en Lima, el 13 de septiembre de 1823. El Congreso Constituyente del Perú ha colmado para conmigo la medida de su bondad; jamás mi gratitud alcanzará a la inmensidad de su confianza. Yo llenaré, sin embargo, este vacío con todos los sacrificios de mi vida: haré por el Perú mucho más de lo que admite mi capacidad, porque cuento con los esfuerzos de mis generosos compañeros. La sabiduría del Congreso será mi antorcha en medio del caos de dificultades y peligros en que me hallo sumergido. El presidente del estado por sus servicios, patriotismo y virtud, habría él solo salvado su patria, si se le hubiese confiado este glorioso empeño; el poder ejecutivo será mi diestra y el instrumento de todas mis operaciones. Cuento también con los talentos y virtudes de todos los peruanos, prontos a elevar el edificio de su hermosa república; ellos han puesto en las aras de la patria todas sus ofrendas; no les queda más que su corazón, pero este corazón es para mí el paladión de su libertad. Los soldados libertadores, que han venido desde la Plata, el Maule, el Magdalena y el Orinoco, no volverán a su patria sino cubiertos de laureles, pasando por arcos triunfales, llevando por trofeos los pendones de Castilla. Vencerán y dejarán libre el Perú, o todos morirán: Señor, yo lo prometo. Señor: Yo ofrezco la victoria confiado en el valor del ejército unido y en la buena fe del Congreso, poder ejecutivo y pueblo peruano; así el Perú quedará independiente y soberano por todos los siglos de existencia que la Providencia Divina le señale.
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Elogio al saber científico de Humboldt y Bonpland El 22 de octubre de 1823, desde Lima, escribe el Libertador a Gaspar Rodríguez de Francia, dictador del Paraguay, intercediendo por la liberación del sabio francés Amado Bonpland. Hay consecuencia de Bolívar con la amistad y con la ciencia, siempre enaltecidas por él.
Excmo. señor: Desde los primeros años de mi juventud tuve la honra de cultivar la amistad del señor Bonpland y del barón de Humboldt, cuyo saber ha hecho más bien a la América que todos los conquistadores. Yo me encuentro ahora con el sentimiento de saber que mi adorado amigo, el señor Bonpland, está retenido en el Paraguay por causas que ignoro. Sospecho que algunos falsos informes hayan podido calumniar a este virtuoso sabio y que el gobierno que V. E. preside se haya dejado sorprender con respecto a este caballero. Dos circunstancias me impelen a rogar a V. E. encarecidamente la libertad del señor Bonpland. La primera es que yo soy la causa de su venida a América, porque yo fui quien le invité a que se trasladase a Colombia, y ya decidido a ejecutar su viaje, las circunstancias de la guerra lo dirigieron imperiosamente hacia Buenos Aires; la segunda es que este sabio puede ilustrar mi patria con sus luces, luego que V. E. tenga la bondad de dejarle venir a Colombia, cuyo gobierno presido por la voluntad del pueblo. Sin duda V. E. no conocerá mi nombre ni mis servicios a la causa americana, pero si me fuese permitido interponer todo lo que valgo por la libertad del señor Bonpland, me atrevería a dirigir a V. E. este ruego. Dígnese V. E. oír el clamor de cuatro millones de americanos libertados por el ejército de mi mando, que todos conmigo imploran la clemencia de V. E. en obsequio de la humanidad, de la sabiduría y la justicia, en obsequio del señor Bonpland! El señor Bonpland puede jurar a V. E. antes de salir del territorio de su mando que abandonará las provincias del Río de la Plata, para que de ningún modo le sea posible causar perjuicio a la provincia del Paraguay, que yo, mientras tanto, le espero con las ansias de un amigo y con el respeto de un discípulo, pues sería capaz de marchar hasta el Paraguay sólo por libertar al mejor de los hombres y al más célebre de los viajeros. Excmo. señor: yo espero que V. E. no dejará sin efecto mi ardiente ruego, y también espero que V. E. me cuente en el número de
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sus más fieles y agradecidos amigos siempre que el inocente que amo no sea víctima de la injusticia. Tengo el honor de ser de V. E. atento obediente servidor. Bolívar
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. . . y quise subir al atalaya del Universo”
Texto literario de Bolívar conocido como “Mi delirio sobre el Chimborazo”, alucinada fantasía sobre la eternidad, la infinitud y las edades. Se estima fue escrito en 1823.
Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt, seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sufocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas de dominador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? Sí podré! Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo. Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía. De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano. . . “Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo
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presente. ¿Por qué te envaneces niño o viejo, hombre o héroe? Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano”. Sobrecogido de un terror sagrado, “¿cómo, oh Tiempo! -respondí- no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los honores en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino.” “Observa -me dijo- aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo fisico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: dí la verdad a los hombres.” La fantasma desapareció. Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.
55 Dos decretos para la moralidad administrativa En Lima, el 12 de enero y el 31 de mayo de 1824, dicta el Libertador sendos decretos que reafiman su línea severa contra la corrupción de los fùncionarios y a favor de la moral pública. Al rigor extremo añade, en estos instrumentos jundicos de la dificil circunstancia peruana, una clara tipificación de derecho penal y una precisa atribución de responsabilidades. S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador Presidente &, &, &.
Teniendo presente: 1.° Que una de las principales causas de los desastres en que se ha visto envuelta la República ha sido la escandalosa dilapidación de sus fondos por algunos funcionarios que han intervenido en ellos;
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2.° Que el único medio de extirpar radicalmente este desorden es dictar medidas fuertes y extraordinarias, he venido en decretar y decreto: Artículo 1.° Todo funcionario público, a quien se le convenciere en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos arriba, queda sujeto a la pena capital. Artículo 2.° Los jueces a quienes, según la ley, compete este juicio, que en su caso no procedieren conforme a este decreto, serán condenados a la misma pena. Artículo 3.° Todo individuo puede acusar a los funcionarios públicos del delito que indica el artículo 1.°. Artículo 4.° Se fijará este decreto en todas las oficinas de la República, y se tomará razón de él en todos los despachos que se libraren a los funcionarios que de cualquier modo intervengan en el manejo de los fondos públicos. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Palacio Dictatorial de Lima, a 12 de enero de 1821-4° de la República. Simón Bolívar Por orden de S. E. José Sánchez Carrión
S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador Presidente de Colombia, Encargado del Poder Dictatorial de la República del Perú &c. &c. &c.
Considerando: 1.° Que nada contribuye más a la recta administración de justicia y al exacto desempeño de las obligaciones de los demás funcionarios públicos, como el que se haga efectiva la responsabilidad a que están sujetos cuando faltan a ellas: ............................................................. He venido en decretar y decreto: Artículo 1,° Prevarican de su oficio los jueces que, a sabiendas, juzgan contra derecho, por afecto o desafecto a alguno de los litigantes u otras personas. Artículo 2.° Cualquier magistrado o juez que cometa este delito será privado de su empleo e inhabilitado para obtener cargo alguno; y pagará a la parte agraviada todas las costas y perjuicios. Si la prevaricación fuese en causa criminal, sufrirá además la misma pena que injustamente impuso al procesado.
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Artículo 3.° El magistrado o juez que juzgase contra derecho, a sabiendas, por soborno o cohecho, esto es, por que a él o a su familia se le haya dado o prometido alguna cosa, bien dinero u otros efectos, o esperanzas de mejor fortuna, además de las penas prescritas en el artículo anterior, sufrirá la de ser declarado infame y pagar lo recibido con el cuatro tanto, dos para los establecimentos públicos de instrucción, y dos para el denunciante. Artículo 4.° El magistrado o juez que por sí, o por su familia, a sabiendas, reciba o se convenga en recibir alguna dádiva de los litigantes, o en nombre o en consideración de éstos, aunque no llegue por ello a juzgar contra justicia, pagará también lo recibido con el cuatro tanto para los mismos objetos, y será privado de su empleo e inhabilitado para ejercer otra vez la judicatura. Quedan absolutamente prohibidos los regalos que solían dar algunas corporaciones, comunidades o personas con el nombre de tabla u otro cualquiera titulo. Artículo 5.° El magistrado o juez que seduzca a mujer que litiga o que es acusada ante él o citada como testigo, sufrirá por este hecho la misma pena de privación de empleo e inhabilitación para volver a ejercer la judicatura, sin perjuicio de cualquier otra que como particular merezca por su delito. Pero si sedujese o solicitase a mujer que se halle presa, quedará además incapaz de obtener oficio, ni cargo alguno. Artículo 6.° El magistrado o juez que fuese convencido de irreligiosidad, incontinencia pública, o de embriaguez repetida, o de inmoralidad escandalosa por cualquiera otro concepto, o de conocida inaptitud, o desidia habitual en el desempeño de sus funciones, perderá el empleo y no podrá volver a administrar justicia, sin perjuicio de las demás penas a que como particular le sujeten sus excesos. ............................................................. Artículo 17. Cuando se forme causa a un magistrado de una corte superior o a un juez de primera instancia, el acusado no podrá estar en el pueblo en que se practique la sumaria, ni a seis leguas en contorno. ............................................................ Artículo 22. Los funcionatios públicos de todas clases serán también responsables de las faltas que cometan en el servicio sus respectivos subalternos, si por omisión o tolerancia diesen lugar a ellas o dejasen de poner inmediatamente para corregirlos el oportuno remedio. Artículo 23. La lentitud o debilidad en cumplir y hacer cumplir las leyes, los decretos y órdenes del gobierno será castigada como una declarada desobediencia a éste.
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“Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló” Se cuenta entre las más famosas cartas de Bolívar, ésta a don Simón Rodríguez, su maestro por antonomasia. Desde Pativilca, el 19 de enero de 1824.
Oh mi maestro! Oh mi amigo! Oh mi Robinson, Vd. en Colombia! Vd. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Vd. el hombre más extraordinario del mundo; podría Vd. merecer otros epítetos pero no quiero darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el nuevo; sí, a visitar su patria que ya no conoce, que tema olvidada, no en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que Vd. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda Vd. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrá Vd. olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros; día que anticipó, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener. Vd., maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca aunque colocado a tan remota distancia. Con qué avidez habrá seguido Vd. mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Vd. mismo. Vd. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Vd. me señaló. Vd. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Vd. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Vd. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Vd. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles. En fin, Vd. ha visto mi conducta; Vd. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Vd. no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo. Sí, mi amigo querido, Vd. está con nosotros; mil veces dichoso el día en que Vd. pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por
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saber qué designios, qué destino tiene Vd.; sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Vd. hágalo Vd. hacia mí; no perderá Vd. nada; contemplará Vd. con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de Vd. No, no se saciará la vista de Vd. delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga Vd. al Chimborazo; profane Vd. con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del universo nuevo. Desde tan alto tenderá Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de la naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo. Desde dónde, pues, podrá decir Vd. otro tanto tan erguidamente? Amigo de la naturaleza, venga Vd. a preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; Vd. no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida madre: allá está encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres; aquí está doncella, inmaculada, hermosa, adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano del hombre todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas. Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Vd. a un vuele rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte: la amistad invoco. Presente Vd. esta carta al Vicepresidente, pídale Vd. dinero de mi parte, y venga Vd. a encontrarme. Bolívar
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A un soldado de la justicia y de la ley Carta a su amigo inglés Sir Robert Wilson -padre de su edecán Belford Wilson-, el 28 de enero de 1824, desde Pativilca.
Mi distinguido general y señor: He tenido la satisfacción de recibir la honrosa carta con que Vd. se ha servido favorecerme al enviarme una parte de su corazón en su digno y tierno hijo. Yo aprecio con reconocimiento este rasgo del carácter elevado que siempre ha distinguido a Vd. Si la historia graba bien la
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grandeza de los hechos humanos, no dirá muchas bellezas que excedan a ésta. Así cualquiera que sea el éxito que tenga el joven Wilson en esta lucha, y bien sea un laurel o un ciprés que corone la frente de la España, el padre y el hijo ya tienen asegurado un triunfo en el campo de la libertad. La imprenta, que dice y multiplica todo, ha publicado ya cuanto puede honrar el nombre de un guerrero: ella nos ha traído la pintura de Vd. asaltando los muros de Dresde y arrancándole de su pecho generoso las insignias de sus antiguas proezas. Mas partiendo Vd. para España a regar con su sangre el árbol de la libertad, y mandando a la vez al hijo adorado contra la España opresora, general, esta proeza es superior a todas; porque un soldado de la justicia y de la ley es más grande que el conquistador del universo. Reciba Vd. pues, general, mi congratulación anticipada. He visto con verdadero gozo al tierno retoño de la familia de Wilson: lo he adoptado en la mía y quisiera servirle de padre. También me ha sido muy satisfactorio el feliz acierto del señor Zea en cometer a Vd. el bello empeño de defender en Madrid cerca del gobierno español los derechos de nuestra emancipación. Me lisonjeo de que si aquel gobierno hubiese oído el grito de la libertad de la boca de un héroe no habría sido sordo a su fiero clamor; la sorpresa del prestigio de las impresiones victoriosas que inspiran los hombres superiores habría dado a Vd. y a nosotros un día de eterno recuerdo: Vd. habría cerrado con su nombre las puertas de la muerte en este continente y habría abierto las de la salud y la vida a un mundo entero. Hemos oído con justo sentimiento que la buena causa de España ha sido vendida a la mala; por consiguiente será probable que Vd. haya vuelto a sentarse en los hogares patrios. Yo no me atreveré a recomendar a Vd. una visita a Colombia, porque ésta pocos encantos tiene que ofrecer a un morador de la corte de Neptuno, mas la naturaleza y la libertad puras tienen atractivos irresistibles para las almas viriles. Por esta consideración he osado hablar a Vd. de Colombia. Aprovecho, mi querido general, la muy agradable oportunidad de ofrecer a Vd. la distinguida consideración y respeto que siempre le he profesado.
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Decreto fundando la Universidad de Trujillo Documento sustancial de la serie bolivariana referente a la educación y la cultura. Dado en el cuartel general de Huamachuco (Perú), el 10 de mayo de 1824.
S I M Ó N BOLÍVAR Libertador Presidente de Colombia, Encargado del Poder Dictatorial de la República del Perú
Considerando: 1.° Que según el artículo 184 de la Constitución Política de la República debe haber universidades en las capitales de departamento, como uno de los medios más eficaces de promover la instrucción pública, de la que dependen en mucha parte el sostenimiento y seguridad de los derechos sociales; 2.° Que sin embargo de la población del departamento de Trujillo no hay por toda enseñanza más que la que puede adquirirse a costa de mucho tiempo y desvelos en el seminario de su capital; 3.° Que merecen mucho de la patria las provincias del expresado departamento, por su fidelidad a la causa y por sus múltiples importantes servicios al ejército libertador en las circunstancias más apuradas de la república, he venido en decretar, y Decreto: Artículo 1° Declárase erigida la universidad, que conforme al artículo 184 de la Constitución, debe haber en la ciudad de Trujillo, como capital de uno de los departamentos de la República. Artículo 2.° El Colegio del Salvador con su iglesia queda aplicado a este establecimiento, debiéndose designar las salas respectivas a sus ejercicios por el rector de dicha universidad, que lo será el arcediano doctor Don Carlos Pedemonte. Artículo 3.° El rector, asociado con los doctores don Hipólito Unanue, don Manuel Lorenzo Vidaurre y don Manuel de Villarán, formará los estatutos correspondientes y los presentará con la posible brevedad al gobierno; en la inteligencia de que se ha de contraer la enseñanza a ciencias eclesiásticas, exactas y naturales, derecho público y patrio, filosofia y humanidades, adoptándose el plan más regular y conforme los sanos principios y los descubrimientos modernos. Artículo 4.° Los fondos de esta universidad son todas las tempora-
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lidades de los jesuitas en el departamento de Trujillo, que no haya aplicado el gobierno supremo a otro objeto; las capellanías legas que sean de cuenta del Estado en la diócesis, pagándose las misas designadas; las buenas memorias que se hayan dejado dentro del cercado de Trujillo para casas de educación; los depósitos o contentas de los graduados; y la parte con que, por esta vez, quieran contribuir el clero secular y regular del obispado, las municipalidades y padres de familia, en razón de su patriotismo y amor a la ilustración del país, cuyos nombres y erogaciones se irán publicando en la Gaceta. Artículo 5.° Sin perjuicio de lo que previene el artículo anterior, quedan autorizados el cabildo eclesiástico y la municipalidad para presentar respectivamente un proyecto que aumente estos fondos, a fin de que sean bien dotados los profesores y subvenidas las demás necesidades de este cuerpo. Artículo 6.° El rector procederá a la organización y apertura de la universidad según en tales casos se acostumbra, quedando ampliamente autorizado en este respecto, y con la obligación de dar cuenta de hallarse realizada una obra en que tiene particular empeño el gobierno. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el cuartel general de Huamachuco, a 10 de mayo de 1824. 3.° de la República. Simón Bolívar Por orden de S. E., José Sánchez Carrión
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“La esperanza del universo” Proclama visionaria a los soldados del Ejército Libertador Unido, en Pasco el 29 de julio de 1824, antes de las batallas definitivas y últimas Junín y Ayacucho que aseguraron la libertad de Perú y Bolivia, y sellaron la independencia de América. Libertador Presidente de Colombia y Encargado del Poder Dictatorial del Perú, &, &.
soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encargado a los hombres, la de salvar un mundo entero de la esclavitud. soldados! Los enemigos que debéis destruir se jactan de catorce
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años de triunfos; ellos, pues, serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates. Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria; y aun la Europa liberal os contempla con encanto; porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del universo. La burlaréis? No. no! no! vosotros sois invencibles. Cuartel general Libertador en Pasco a 29 de julio de 1824.-14.° Bolívar
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“La gloria está en ser grande y en ser útil” Carta al señor general Antonio José de Sucre -pronto Gran Mariscal de Ayacucho-, desde Huamanga, el 4 de septiembre de 1824. El aforismo de Bolívar: “La gloria está en ser grande y en ser útil”, es de los más citados como especialmente representativo de su pensamiento.
Mi querido general: Contesto la carta que ha traído Escalona con una expresión de Rousseau cuando el amante de Julia se quejaba de ultrajes que le hacía por el dinero que ésta le mandaba: “ésta es la sola cosa que Vd. ha hecho en su vida sin talento”. Creo que a Vd. le ha faltado completamente el juicio cuando Vd. ha pensado que yo he podido ofenderle. Estoy lleno de dolor por el dolor de Vd., pero no tengo el menor sentimiento por haberle ofendido. La comisión que he dado a Vd. la quería yo llenar; pensando que Vd. la haría mejor que yo, por su inmensa actividad, se la conferí a Vd. más bien como una prueba de preferencia que de humillación. Vd. sabe que yo no sé mentir, y también sabe Vd. que la elevación de mi alma no se degrada jamás al fingimiento: así, debe Vd. creerme. Antes de ayer, sin saber nada, nada de tal sentimiento, dije al general Santa Cruz que nos quedaríamos aquí para dirigir esa misma retaguardia, cuya conducción deshonra a Vd., y que Vd. iría adelante con el ejército hasta las inmediaciones o del Cuzco,. o de Arequipa, según la dirección de los enemigos: y en todo esto, yo no veía ni veo más que el servicio, porque la gloria, el honor, el talento, la delicadeza, todo se reúne en el solo punto del triunfo de Colombia, de su ejército y la libertad de América. Yo no tenía tan mala opinión de Vd. que pudiera persuadirme de que se ofendiese de recorrer la jurisdicción del ejército y de hacer lo que era útil.
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Si Vd. quiere saber si la presencia de Vd. por retaguardia era necesaria, eche Vd. la vista sobre nuestro tesoro, sobre nuestro parque, nuestras provisiones, nuestros hospitales y la columna del Zulia; todo desbaratado y perdido en un país enemigo, en incapacidad de existir y moverse. ¿Y cuál es la vanguardia que yo he traído? El coronel Carreño la ha conducido. El general Santa Cruz me ha precedido de seis días. Los enemigos no nos podían esperar ni nos esperarán en un mes. El ejército necesitaba y necesita de todo lo que Vd. ha ido a buscar, y de mucho más. Si salvar el ejército de Colombia es deshonroso, no entiendo yo ni las palabras ni las ideas. Concluyo, mi querido general, por decir a Vd. que el dolor de Vd. debe convertirse en arrepentimiento, por el mal que Vd. mismo se ha hecho en haberse dado por ofendido de lo que no debiera; y en haberme ofendido a mí con sus sentimientos. Esas delicadezas, esas hablillas de las gentes comunes, son indignas de Vd.: la gloria está en ser grande y en ser útil. Yo jamás he reparado en miserias, y he creído siempre que lo que no es indigno de mí tampoco lo era de Vd. Diré a Vd., por último, que estoy tan cierto de la elección que Vd. mismo hará, entre venirse a su destino, o irse a Colombia, que no vacilo en dejar a Vd. la libertad de elegir. Si Vd. se va no corresponde Vd. a la idea que yo tengo formada de su corazón. Si Vd. quiere venir a ponerse a la cabeza del ejército, yo me iré atrás, y Vd. marchará adelante para que todo el mundo vea que el destino que he dado a Vd. no lo desprecio para mí. Ésta es mi respuesta. Soy de Vd. de corazón.
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Dos libros de la biblioteca de Napoleón Un expresivo episodio de cultura en sendos párrafos de dos documentos: al general Sir Robert Wilson -Chancay, 15 de noviembre de 1824 y testamento del Libertador, otorgado en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta (Colombia), el 10 de diciembre de 1830. carta
CARTA AL GENERAL SIR ROBERT WILSON
El vicepresidente de Colombia me ha escrito participándome que Vd. ha tenido la bondad de hacerme el precioso presente de dos libros de derecho y de guerra, de un valor inestimable: El contrato social y Montecúculi, ambos del uso del gran Napoleón. Estos libros me serán muy agradables por todo respecto. Sus autores son venerables por el
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bien y por el mal que han hecho; el primer poseedor es el honor y la desesperación del espíritu humano, y el segundo, que me ha honrado con ellos, vale para mí más que todos porque ha trazado con su espada los preceptos de Montecúculi y en su corazón se encuentra grabado el contrato social, no con caracteres teóricos, sino con hechos que se comparten entre el heroísmo y la beneficencia. Hablo del general Wilson, de este hombre maravilloso que, semejante a César y a Tito, ha recorrido el mundo con la espada en la mano; ha defendido en el parlamento los derechos de los hombres con una elocuencia digna del vencedor de Farsalia y que no ha perdido un día sin hacer bien a la especie humana, como aquél que se llamó delicias del género humano.
TESTAMENTO
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LIBERTADOR
............................................................. 7.° Es mi voluntad, que las dos obras que me regaló mi amigo el señor general Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón, tituladas El contrato social de Rousseau y El arte militar de Montecuccoli, se entreguen a la Universidad de Caracas.
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“El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes se fijará en la historia diplomática de América-una época inmortal” El 7 de diciembre de 1824, considerando Bolívar que “es tiempo ya de que los intereses y las relaciones que unen entre sí a nuestras repúblicas”, consoliden su destino, convoca desde Lima al Congreso Anfictiónico de Panamá. Se dirige en nombre del Perú, a los gobiernos de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala.
Excmo. señor . . . Grande y buen amigo: Después de quince años de sacrificios consagrados a la libertad de América, por obtener el sistema de garantías que, en paz y guera, sea el escudo de nuestro nuevo destino, es tiempo ya de que los intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos.
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Entablar aquel sistema y consolidar el poder de este gran cuerpo político pertenece al ejercicio de una autoridad sublime, que dirija la política de nuestros gobiernos, cuyo influjo mantenga la uniformidad de sus principios y cuyo nombre solo calme nuestras tempestades. Tan respetable autoridad no puede existir sino en una asamblea de plenipotenciarios nombrados por cada una de nuestras repúblicas, y reunidos bajo los auspicios de la victoria, obtenida por nuestras armas contra el poder español. Profundamente penetrado de estas ideas invité en ochocientos veintidós, como presidente de la república de Colombia, a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires, para que formásemos una confederación, y reuniésemos en el istmo de Panamá u otro punto elegible a pluraridad una asamblea de plenipotenciarios de cada estado que nos sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias. El gobierno del Perú celebró en seis de julio de aquel año un tratado de alianza y confederación con el plenipotenciario de Colombia; y por él quedaron ambas partes comprometidas a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de la América, antes española, para que entrando todos en el mismo pacto, se verificase la reunión de la asamblea general de los confederados: Igual tratado concluyó en México, a tres de octubre de ochocientos veintitrés, el enviado extraordinario de Colombia a aquel estado; y hay fuertes razones para esperar que los otros gobiernos se someterán al consejo de sus más altos intereses. Diferir más tiempo la asamblea general de los plenipotenciarios de las repúblicas que de hecho están ya confederadas, hasta que se verifique la accesión de los demás, sería privarnos de las ventajas que produciría aquella asamblea desde su instalación. Estas ventajas se aumentan prodigiosamente, si se contempla el cuadro que nos ofrece el mundo político, y muy particularmente, el continente europeo. La reunión de los plenipotenciarios de México, Colombia y el Perú se retardaría indefinidamente si no se promoviese por una de las mismas partes contratantes; a menos que se aguardase el resultado de una nueva y especial convención sobre el tiempo y lugar relativos a este grande objeto. Al considerar las dificultades y retardos por la distancia que nos separa, unidos a otros motivos solemnes que emanan del interés general, me determino a dar este paso con la mira de promover la reunión inmediata de nuestros plenipotenciarios, mientras los demás gobiernos celebran los preliminares que existen ya entre nosotros sobre el nombramiento e incorporación de sus representantes. Con respecto al tiempo de la instalación de la Asamblea, me atrevo
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a pensar que ninguna dificultad puede oponerse a su realización en el término de seis meses, aun contando el día de la fecha; y también me atrevo a lisonjear de que el ardiente deseo que anima a todos los americanos de exaltar el poder del mundo de Colón, disminuirá las dificultades y demoras que exijan los preparativos ministeriales y la distancia que media entre las capitales de cada estado y el punto central de reunión. Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado, como está, en el centro del globo, viendo por una parte el Asia, y por el otro el África y la Europa. El istmo de Panamá ha sido ofrecido por el gobierno de Colombia, para este fin, en los tratados existentes. El istmo está a igual distancia de las extremidades: y por esta causa podría ser el lugar provisorio de la primera asamblea de los confederados. Difiriendo, por mi parte, a estas consideraciones, me siento con una grande propensión a mandar a Panamá los diputados de esta república apenas tenga el honor de recibir la ansiada respuesta de esta circular. Nada ciertamente podrá llenar tanto los ardientes votos de mi corazón como la conformidad que espero de los gobiernos confederados a realizar este augusto acto de la América. Si V. E. no se digna adherir a él, preveo retardos y perjuicios inmensos a tiempo que el movimiento del mundo lo acelera todo, pudiendo también acelerarlo en nuestro daño. Tenidas las primeras conferencias entre los plenipotenciarios, la residencia de la Asamblea, como sus atribuciones, pueden determinarse de un modo solemne por la pluraridad; y entonces todo se habrá alcanzado. El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes, se fijará en la historia diplomática de América una época inmortal. Cuando, después de cien siglos, la posteridad busque el origen de nuestro derecho publico, y recuerden los pactos que consolidaron su destino, registrarán con respeto los protocolos del istmo. En él encontrarán el plan de las primeras alianzas, que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo. Qué será entonces el istmo de Corinto comparado con el de Panamá? Dios guarde a V. E. Vuestro grande y buen amigo. Bolívar El Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores
José Sánchez Carrion
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En cada capital una escuela normal lancasteriana Decreto consagrando e imponiendo oficialmente en el Perú el sistema de las escuelas mutuas, creado por Joseph Lancaster, y estimado entonces por Bolívar “el único método de promover pronta y eficazmente la enseñanza pública”. Lima, 31 de enero de 1825.
S I M Ó N BOLÍVAR Libertador Presidente de la República de Colombia y Encargado del Poder Dictatorial de la del Perú
Considerando: 1.° Que el sistema lancasteriano es el único método de promover pronta y eficazmente la enseñanza pública; 2.° Que extendiéndolo a cada uno de los departamentos se difundirá, sin demora, en todo el territorio de la República, He venido en decretar y decreto: 1.° Se establece en la capital de cada departamento una escuela normal, según el sistema de Lancaster. 2.° Los prefectos, poniéndose de acuerdo con las municipalidades de su respectiva capital, determinarán con precisión sobre los fondos necesarios a este establecimiento. 3.° Cada provincia mandará a la escuela de su departamento seis niños, cuando menos, para que éstos difundan después la enseñanza en la capital y demás pueblos de su provincia. 4.° Los intendentes, de acuerdo con las municipalidades, designarán los niños de más capacidad que deban mandarse a la Escuela Normal. De los fondos destinados a la instrucción pública se proveerá a la subsistencia de los que fueren pobres. 5.° El Ministro de Estado en el Departamento de Gobierno y Relaciones Exteriores queda encargado de hacer ejecutar este decreto. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Palacio Dictatorial, en Lima, a 31 de enero de 1825. 4.° de la República. Simón Bolívar Por orden de S. E., José Sánchez Carrión
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Perspectivas halagadoras desde la libertad peruana Alocución modelo dirigida al Soberano Congreso Constituyente del Perú, fechada en Lima el 10 de febrero de 1825. Señores: Los representantes del pueblo peruano se reúnen hoy, bajo los auspicios de la espléndida victoria de Ayacucho, que ha fijado para siempre los destinos del Nuevo Mundo. Hace un año que el Congreso decretó la autoridad dictatorial, con la mira de salvar la república, que fallecía oprimida con el peso de las más espantosas calamidades. Pero, la mano bienhechora del ejército libertador ha curado las heridas que llevaba en su corazón la patria, ha roto las cadenas que había remachado Pizarro a los hijos de Manco Cápac, fundador del imperio del Sol, y ha puesto a todo el Perú bajo el sagrado régimen de sus primitivos derechos. Mi administración no puede llamarse propiamente sino una campaña; apenas hemos tenido el tiempo necesario para armarnos y combatir, no dejándonos el tropel de los desastres otro arbitrio que el de defendernos. Como el ejército ha triunfado con tanta gloria de las armas peruanas, me creo obligado a suplicar al Congreso que recompense debidamente el valor y la virtud de los defensores de la patria. Los tribunales se han establecido según la ley fundamental. Yo he mandado buscar el mérito oculto para conocerlo en el tribunal, he solicitado con esmero a los que profesaban modestamente el culto de la conciencia: la religión de las leyes. Las rentas nacionales no existían; el fraude corrompía todos sus canales; el desorden aumentaba la miseria del estado. Me he creído forzado a dictar reformas esenciales y ordenanzas severas, para que la república pudiese llevar adelante su existencia; ya que la vida social no se alimenta sin que el oro corra por sus venas. La crisis de la república me convidaba a una preciosa reforma que el curso de los siglos, quizá, no volverá a ofrecer. El edificio político había sido destruido por el crimen y la guerra; yo me encontraba sobre un campo de desolación; mas con la ventaja de poder constituir en él un gobierno benéfico. A pesar de mi ardiente celo por el bien del Perú, no puedo asegurar al Congreso que esta obra haya llegado al grado de mejora con que me lisonjeaba mi esperanza. La sabiduría del Congreso tendrá que emplear toda su eficacia para dar a su patria la organización que ella requiere y la dicha que la libertad promete. Séame lícito
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confesar que, no siendo yo peruano, me ha sido más difícil que a otro la consecución de una empresa tan ardua. Nuestras relaciones con la República de Colombia nos han proporcionado poderosos auxilios. Nuestra aliada y confederada, no ha reservado nada para nosotros: ella ha empleado su tesoro, su marina, su ejército en combatir al enemigo común, como en causa propia. El Congreso observará, por estas demostraciones de Colombia, el precio infinito que tiene en el orden americano la íntima y estrecha federación de los nuevos estados. Persuadido yo de la magnitud del bien que nos resultará de la reunión del Congreso de representantes, me he adelantado a invitar a nombre del Perú a nuestros confederados, para que, sin pérdida de tiempo, verifiquemos en el istmo de Panamá, esa augusta asamblea, que debe sellar nuestra alianza perpetua. La República de Chile ha puesto a las órdenes de nuestro gobierno una parte de su marina, mandada por el bizarro vicealmirante Blanco, que actualmente bloquea la plaza del Callao con fuerzas chilenas y colombianas. Los estados de México, Guatemala y Buenos Aires nos han hecho ofertas de servicios, aunque sin efecto alguno, a causa de la celeridad de los sucesos. Estas repúblicas se han constituido y mantienen su tranquilidad interna. El agente diplomático de la República de Colombia es el único que en estas circunstancias ha sido acreditado cerca de nuestro gobierno. Los cónsules de Colombia, de los Estados Unidos de América y de la Gran Bretaña se han presentado en esta capital a ejercer sus funciones: el último ha tenido la desgracia de perecer de un modo lamentable, los otros dos han obtenido el exequatur correspondiente para entrar en los deberes de su cargo. Luego que los sucesos militares del Perú sean conocidos en Europa, parece probable que aquellos gobiernos decidan definitivamente de la política que hayan de adoptar. Me lisonjeo que la Gran Bretaña será la primera que reconozca nuestra independencia. Si hemos de dar crédito a las declaraciones de la Francia, ella no está muy distante de unirse a Inglaterra en esta marcha liberal: y tal vez el resto de la Europa seguirá esta misma conducta. La España misma, si oye los consejos de su propio interés, no se opondrá más a la existencia de los nuevos estados que han venido a completar la sociabilidad del universo. legisladores! al restituir al Congreso el poder supremo que depositó en mis manos séame permitido felicitar al pueblo, porque se ha librado de cuanto hay de más terrible en el mundo, de la guerra, con la victoria de Ayacucho, y del despotismo con mi resignación. Proscribid para siempre, os ruego, tan tremenda autoridad esta autoridad que fue el sepulcro de Roma! Fue laudable sin duda que el Congreso para franquear abismos horrorosos y arrostrar furiosas tempestades, clavase
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sus leyes en las bayonetas del ejército libertador; pero ya que la nación ha obtenido la paz doméstica y la libertad política, no debe permitir que manden sino las leyes. Señores: el Congreso queda instalado! Mi destino de soldado auxiliar me Llama a contribuir a la libertad del Alto Perú; y a la rendición del Callao, último baluarte del imperio español en la América meridional. Después volaré a mi patria a dar cuenta a los representantes del pueblo colombiano de mi misión en el Perú, de vuestra libertad y de la gloria del ejército libertador. Bolívar
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Irrestricto apoyo al educador Joseph Lancaster Carta efùsiva, con “admiración, respeto y gratitud” al pedagogo inglés, autor del método de enseñanza que Bolívar califica de “obra maravillosa” y se empeña en generalizar en América. Desde Lima, el 16 de marzo de
1825. Muy señor mío: He tenido la honra de recibir la muy lisonjera carta de Vd. de Baltimore, cuya respuesta fue dirigida a los Estados Unidos de América con varios rodeos que debían dificultar mucho su arribo a manos de Vd. Ahora tengo el mayor placer sabiendo, por la favorecida de Vd. de Caracas, la determinación que ha tomado de permanecer entre nosotros con el laudable objeto de propagar y perfeccionar la enseñanza mutua que tanto bien ha hecho y hará a la cultura del espíritu humano; obra maravillosa que debemos al ingenio singular del mismo que ha tenido la bondad de consagrarse a la instrucción de mis tiernos conciudadanos. Vd. parece que ha menester de protección para realizar sus designios benéficos, por tanto, me adelanto a ofrecer a Vd. veinte mil duros para que sean empleados en favor de la instrucción de los hijos de Caracas. Estos veinte mil duros serán entregados en Londres por los agentes del Perú, contra los cuales puede Vd. girar esta suma dentro de tres o cuatro meses. Dichos agentes tendrán la orden de entregar esta cantidad a quien Vd. encargue la percepción. Siempre que no convenga a las miras de Vd. emplear toda la cantidad en Londres, nada es más fácil como hacer llegar a Caracas la parte de que Vd. quiera disponer. También añadiré a Vd. que me será muy agradable adelantar a
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Vd. mayor suma de dinero con el mismo fin, siempre que Vd. juzgue útil el empleo de otra cantidad adicional. Para cumplir esta oferta, particípeme su determinación en los términos que a Vd. parezca mejor. El gobierno del Perú ha sido muy generoso conmigo de mil modos, y poniendo además un millón de pesos a mis órdenes para el beneficio de los colombianos. La educación pública llamará mi preferencia en el reparto de este fondo. Por lo mismo no tengo el menor inconveniente en promover la mejora de los establecimientos de educación que Vd. dirige con su hermoso genio. Reciba Vd. la expresión de mi admiración, de mi respeto y de mi gratitud por la preferencia que Vd. ha dado a mi país natal para establecerse en él. Soy de Vd. afmo. y atento servidor. Bolívar
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Del corazón romántico Desde Ica, el 20 de abril de 1825, escribe Bolívar a su fiel amante Manuela Sáenz, compañera leal y constante desde 1822. El epistolario amoroso de Bolívar desapareció casi totalmente al ser quemados los papeles de doña Manuela Sáenz (“Manuelita”) a su muerte en Paita 1856, fúlminada por la difteria.
Mi bella y buena Manuela: Cada momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y del honor. Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación por ti; porque te debes reconciliar con quien no amabas; y yo porque debo separarme de quien idolatro!!!! Sí, te idolatro hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón divino, de ese corazón sin modelo. Cuando tú eras mía yo te amaba más por tu genio encantador que por sus atractivos deliciosos. Pero ahora ya me parece que una eternidad nos separa porque mi propia determinación me ha puesto en el tormento de arrancarme de tu amor, y tu corazón justo nos separa de nosotros mismos, puesto que nos arrancamos el alma que nos daba existencia, dándonos el placer de vivir. En lo futuro tú estarás sola aunque al lado de tu marido. Yo estaré solo en medio del mundo. Sólo la gloria de habernos vencido será nuestro consuelo. El deber nos dice que ya no somos más culpables!! No, no lo seremos más. Bolívar
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Selección de becarios para Europa a capacitarse en los negocios públicos Procurando la mayor eficacia en la administración del Estado, y animado del propósito de buscar la ciencia y la experiencia donde estén, Bolívar da instrucciones al consejo de gobierno del Perú, en mayo de 1825.
18.° El consejo de gobierno enviará diez jóvenes con los comisionados a Inglaterra, o por separado, para que aprendan allí las lenguas europeas, el derecho público, la economía política y cuantos conocimientos forman al hombre de estado. Estos jóvenes deben ser desde doce hasta veinte años. Serán escogidos entre los más distinguidos por su talento natural, aplicación, buena conducta y aptitud intelectual. Debe también tenerse presente la buena figura, como una de las calidades necesarias a las personas que han de emplearse en las relaciones exteriores: estos diez individuos deben tomarse cuatro en el departamento de Lima, dos en el de Trujillo, dos en el de Cuzco y dos en el de Arequipa. El consejo de gobierno dictará las medidas necesarias para su subsistencia y enseñanza en Inglaterra, y hará lo más que juzgue conveniente con respecto a este negocio.
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El ejercicio inteligente de la crítica literaria Carta al poeta ecuatoriano José Joaquín Olmedo -autor del celebrado Canto a Junín-, desde el Cuzco, el 27 de junio de 1825.
Querido amigo: Hace muy pocos días que recibí en el camino dos cartas de Vd. y un poema: las cartas son de un político y un poeta, pero el poema es de un Apolo. Todos los calores de la zona tórrida, todos los fuegos de Junín y Ayacucho, todos los rayos del Padre de Manco Cápac no han producido jamás una inflamación más intensa en la mente de un mortal. Vd. dispara. . . donde no se ha disparado un tiro; Vd. abrasa la tierra con las ascuas del eje y de las ruedas de un carro de Aquiles que no rodó jamás en Junín; Vd. se hace dueño de todos los personajes: de mí forma un Júpiter; de Sucre un Marte; de La Mar un Agamenón y un Menelao; de Córdoba un Aquiles; de Necochea un Patroclo y un Ayax; de Miller
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un Diomedes, y de Lara un Ulises. Todos tenemos nuestra sombra divina o heroica que nos cubre con sus alas de protección como ángeles guardianes. Vd. nos hace a su modo poético y fantástico; y para continuar en el país de la poesía la ficción y la fábula, Vd. nos eleva con su deidad mentirosa, como la águila de Júpiter levantó a los cielos a la tortuga para dejarla caer sobre una roca que le rompiese sus miembros rastreros: Vd., pues, nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado al abismo de la nada, cubriendo con una inmensidad de luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes. Así, amigo mío, Vd. nos ha pulverizado con los rayos de su Júpiter, con la espada de su Marte, con el cetro de su Agamenón, con la lanza de su Aquiles, y con la sabiduría de su Ulises. Si yo no fuese tan bueno y Vd. no fuese tan poeta, me avanzaría a creer que Vd. había querido hacer una parodia de la Ilíada con los héroes de nuestra pobre farsa. Mas no, no lo creo. Vd. es poeta y sabe bien, tanto como Bonaparte, que de lo heroico a lo ridículo no hay más que un paso, y que Manolo y el Cid son hermanos, aunque hijos de distintos padres. Un americano leerá el poema de Vd. como un canto de Homero; y un español lo leerá como un canto del Facistol de Boileau. Por todo doy a Vd. las gracias penetrado de una gratitud sin límites. Yo no dudo que Vd. llenará dignamente su comisión a Inglaterra; tanto lo he creído, que habiendo echado la faz sobre todo el Imperio del Sol, no encontré un diplomático que fuese capaz de representar y negociar por el Perú más ventajosamente que Vd. Uní a Vd. un matemático, porque no fuese que llevado Vd. de la verdad poética, creyese que dos y dos formaban cuatro mil; pero nuestro Euclides ha ido a abrirle los ojos a nuestro Homero, para que no vea con su imaginación sino con sus miembros, y para que no le permita que lo encanten con armonías y metros, y abra los oídos solamente a la prosa tosca, dura y despellejadora de los políticos y de los publicanos. He llegado ayer al país clásico del sol, de los Incas, de la fábula y de la historia. Aquí el sol verdadero es el oro; los Incas son los virreyes o prefectos; la fábula es la historia de Garcilaso; la historia la relación de la destrucción de los indios por Las Casas. Abstracción hecha de toda poesía, todo me recuerda altas ideas, pensamientos profundos; mi alma está embelesada con la presencia de la primitiva naturaleza, desarrollada por sí misma, dando creaciones de sus propios elementos por el modelo de sus inspiraciones íntimas, sin mezcla alguna de las obras extrañas, de los consejos ajenos, de los caprichos del espíritu humano, ni el contagio de la historia de los crímenes y de los absurdos de nuestra especie. Manco Cápac, Adán de los indios, salió de su Paraíso titicaco y formó una sociedad histórica, sin mezcla de fábula sagrada o profana.
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Dios lo hizo hombre; él hizo su reino, y la historia ha dicho la verdad, porque los monumentos de piedra, las vías grandes y rectas, las costumbres inocentes y la tradición genuina nos hacen testigos de una creación social de que no tenemos ni idea, ni modelo ni copia. El Perú es original en los fastos de los hombres. Esto me parece, porque estoy presente, y me parece evidente todo lo que, con más o menos poesía, acabo de decir a Vd. Tenga Vd. la bondad de presentar esta carta al señor Paredes y ofrezco a Vd. las sinceras expresiones de mi amistad. Bolívar
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En defensa de la naturaleza Dos decretos del 5 de julio de 1825, dictados en el Cuzco, a favor de la domesticación e incremento de las útiles y necesarias vicuñas.
S I M Ó N BOLÍVAR Libertador Presidente de la República de Colombia, Libertador de la del Perú y Encargado del supremo mando de ella, &, &.
Atendiendo: A la gran necesidad que hay de proporcionar por todos los medios posibles el aumento de las vicuñas; Al descuido con que hasta ahora ha sido tratada esta hermosa y peculiar producción del Perú; A que al fin vendría a aniquilarse si continuasen las matanzas que en todos los años se han hecho para sostener el comercio de sus lanas; he venido en decretar, y decreto: 1.° Se prohibe, de hoy en adelante, la matanza de vicuñas en cualquier número que sea. 2.° A nadie le será permitida, ni aun con el pretexto de caza. 3.° Los que quieran aprovechar de la lana para comerciarla u otros cualesquiera usos o beneficios podrán verificarlo trasquilándolas en los meses de abril, mayo, junio y julio, para que la benignidad de la estación supla este abrigo de que se las priva. 4.° Los infractores de este decreto sufrirán pena de cuatro pesos por cada una de las vicuñas que matasen, aplicables al delator de la infracción. 5.° A los prefectos, intendentes y gobernadores les corresponde el mayor celo y vigilancia sobre esta materia.
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6.° El secretario general queda encargado de la ejecución y cumplimiento de este decreto. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Cuzco, a 5 de julio de 1825.-6.° y 4.° S I M Ó N BOLÍVAR Libertador Presidente de la República de Colombia, Libertador de la del Perú y Encargado del supremo mando de ella, &, &.
Considerando: Las grandes ventajas que resultarían al Perú si se redujesen a rebaños las vicuñas; Que la experiencia muestra todos los días la facilidad con que se domestican; Que en los mismos campos en que se crían y en otros de temperamento más benigno se proporcionan inmensos terrenos que naturalmente producen el pasto de que se alimentan, he venido en decretar, y decreto: 1.° El individuo que reúna rebaños de vicuñas mansas, recibirá por cada una de ellas un peso, que deberá descontarse de la contribución que le corresponda; y si fuere tan pobre que no pagare ninguna, recibirá este premio en dinero efectivo del tesoro de su departamento. 2.° Esta gracia durará por espacio de diez años contados desde la fecha de este decreto. 3.° Los prefectos de los departamentos quedan encargados de la formación de un reglamento particular que organice e indique las formalidades que deben guardarse para hacer constar el cumplimiento del artículo 1.°. 4.° Los prefectos, intendentes y gobernadores emplearán toda su autoridad y celo en animar y adelantar este nuevo ramo de industria nacional. 5.° El secretario general queda encargado de la ejecución y cumplimiento de este decreto. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Cuzco, a 5 de julio de 1825.-6.° y 4.° Simón Bolívar
Por orden de Su Excelencia, Felipe Santiago Estenós
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A la vanguardia de la educación femenina en América Promoviendo la educación de la mujer, por entonces muy relegada, Bolívar dicta este decreto en el Cuzco, el 8 de julio de 1825. Fue muy fecunda la actividad administrativa del Libertador durante su permanencia de un mes en la que fue capital del imperio de los incas. S I M Ó N BOLÍVAR Libertador, Presidente de la República de Colombia, Libertador de la del Perú, y Encargado del supremo mando de ella
Considerando: 1.° Que la educación de las niñas es la base de la moral de las familias, y que en esta ciudad se halla absolutamente abandonada; 2.° Que es forzoso dictar providencias para poner cuanto antes en planta un establecimiento tan necesario; Decreto: 1.° Que en la casa del colegio denominado de S. Bernardo se funde otro bajo el título de Educación del Cuzco, en el cual se admitirán las niñas de cualquiera clase, tanto de la ciudad como del departamento, que estén en aptitud de recibir la educación. 2.° Que la subsistencia de este colegio se saque del sobrante de los fondos que, por decreto de este día, se han asignado al colegio de ciencias y artes del Cuzco. 3.° Que las hijas de los ciudadanos pudientes del departamento satisfagan una pensión, que se designará oportunamente para el aumento de los fondos de su colegio. 4.° Que el beneficio de la enseñanza sea extensivo a las jóvenes de otros departamentos conforme lo determine el reglamento del colegio. 5.° Que por un reglamento separado se señale el método que deba observarse en la enseñanza y administración económica de este colegio. 6.° El prefecto del departamento cuidará con el mayor celo y vigilancia del puntual cumplimiento de este decreto. 7.° El secretario general interino queda encargado de su ejecución y cumplimiento. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Cuzco, a 8 de julio de 1825.4.° y 4.° Simón Bolívar Por orden de S. E. Felipe Santiago Estenós
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Otro centro superior para la difusión de las luces Decreto estableciendo en el Cuzco -donde Bolívar fue especialmente aclamado por los humildes mestizos e indígenas- un colegio de estudios de ciencias y artes. Es también del 8 de julio de 1825.
S I M Ó N BOLÍVAR Libertador de Colombia y del Perú, etc.
Considerando: 1° . Que la educación de la juventud se halla casi abandonada por la insuficiencia de los establecimientos destinados a tan interesante objeto; 2.° Que la ilustración de este importante departamento depende de la reforma de su antigua enseñanza; 3.° Que a este fin es necesario crear un establecimiento público de instrucción en que se reunan todos los ramos de enseñanza; Decreto: 1.° Que se establezca en esta ciudad un colegio de estudios de ciencias y artes con el título de Colegio del CUZCO. 2.° Que la casa de los extinguidos jesuitas, incluso su iglesia, se emplee en este establecimiento. 3.° Que los colegios de S. Bernardo y del Sol se reúnan en dicha casa formando un solo cuerpo. 4.° Que las rentas, que han poseído hasta aquí los betlemitas de esta ciudad, las de los colegios de S. Bernardo y el Sol, la caja de censos y las temporalidades de este departamento, sean aplicadas a la dotación del nuevo Colegio del Cuzco. 5.° Que del producto de estos mismos fondos se saquen los gastos de la refacción de dicha casa, a fin de que con la brevedad posible se ponga en planta el Colegio de estudios del Cuzco. 6.° Que entretanto se arregla por el soberano Congreso el plan general de estudios, se sujete este establecimiento a un reglamento provisional, que comprenda su administración económica y el método que deba observarse en la enseñanza. 7.° El prefecto del departamento cuidará con el mayor celo y vigilancia del puntual cumplimiento de este decreto. 8.° El secretario general interino queda encargado de su ejecución y cumplimiento. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Cuzco, a 8 de julio de 1825, 6.° y 4.° Simón Bolívar
Por orden de S. E. Felipe Santiago Estenós
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“Yo los he representado a presencia de los hombres; y yo los representaré a presencia de la posteridad” Evocación de Caracas en otra carta memorable, conocida como “La elegía del Cuzco”. A Don Esteban Palacios, 10 de julio de 1825.
Mi querido tío Esteban y buen padrino: Con cuanto gozo ha resucitado Vd. ayer para mí! Ayer supe que vivía Vd. y que vivía en nuestra querida patria. Cuántos recuerdos se han aglomerado en un instante sobre mi mente! Mi madre, mi buena madre tan parecida a Vd., resucitó de la tumba, se ofreció a mi imagen. Mi más tierna niñez, la confirmación y mi padrino, se reunieron en un punto para decirme que Vd. era mi segundo padre. Todos mis tíos, todos mis hermanos, mi abuelo, mis juegos infantiles, los regalos que Vd. me daba cuando era inocente. . . todo vino en tropel a excitar mis primeras emociones. . . la efusión de una sensibilidad delicada. Todo lo que tengo de humano se removió ayer en mí: llamo humano lo que está más en la naturaleza, lo que está más cerca de las primitivas impresiones. Vd., mi querido tío, me ha dado la más pura satisfacción, con haberse vuelto a sus hogares, a su familia, a su sobrino y a su patria. Goce Vd., pues, como yo, de este placer verdadero; y viva entre los suyos el resto de los días que la Providencia le ha señalado, y para que una mano fraternal cierre sus párpados y lleve sus reliquias a reunirlas con las de los padres y hermanos que reposan en el suelo que nos vio nacer. Mi querido tio, Vd. habrá sentido el sueño de Epiménides: Vd. ha vuelto de entre los muertos a ver los estragos del tiempo inexorable, de la guerra cruel, de los hombres feroces. Vd. se encontrará en Caracas como un duende que viene de la otra vida y observará que nada es de lo que fue. Vd. dejó una dilatada y hermosa familia: ella ha sido segada por una hoz sanguinaria: Vd. dejó una patria naciente que desenvolvía los primeros gérmenes de la creación y los primeros elementos de la sociedad; y Vd. lo encuentra todo en escombros. . . todo en memorias. Los vivientes han desaparecido: las obras de los hombres, las casas de Dios y hasta los campos han sentido el estrago formidable del estremecimiento de la naturaleza. Vd. se preguntará a sí mismo dónde están mis padres, dónde mis hermanos, dónde mis sobrinos?. . . Los más felices fueron sepultados dentro del asilo de sus mansiones domésticas: y los
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más desgraciados han cubierto los campos de Venezuela con sus huesos, después de haberlos regado con su sangre. . . por el solo delito de haber amado la justicia. Los campos regados por el sudor de trescientos años han sido agostados por una fatal combinación de los meteoros y de los crímenes Dónde está Caracas? se preguntará Vd. Caracas no existe; pero sus cenizas, sus monumentos, la tierra que la tuvo, han quedado resplandecientes de libertad; y están cubiertos de la gloria del martirio. Este consuelo repara todas las pérdidas, a lo menos, éste es el mío; y deseo que sea el de Vd. He recomendado al vicepresidente las virtudes y los talentos que yo he reconocido en Vd. Mi recomendación ha sido tan ardiente como la pasión que le profeso a mi tío. Dirija Vd. al poder ejecutivo sus miras, que ellas serán oídas. Al mismo poder ejecutivo he suplicado mande entregar a la orden de Vd. cinco mil pesos en Caracas, para que pueda Vd. vivir mientras nos veamos, lo que será el año que viene. Mi orden ha sido al ministro de hacienda para que de Bogotá le manden a Vd. la correspondiente libranza. Adiós, querido tío. Consuélese Vd. en su patria con los restos de sus parientes: ellos han sufrido mucho; mas les ha quedado la gloria de haber sido siempre fieles a su deber. Nuestra familia se ha mostrado digna de pertenecernos, y su sangre se ha vengado por uno de sus miembros. Yo he tenido esta fortuna. Yo he recogido el fruto de todos los servicios de mis compatriotas, parientes y amigos. Yo los he representado a presencia de los hombres; y yo los representaré a presencia de la posteridad. Ésta ha sido una dicha inaudita. La fortuna ha castigado a todos. . . tan sólo yo he recibido sus favores. . los ofrezco a Vd. con la efusión más sincera de mi corazón. Bolívar
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Por la conservación de monumentos de la cultura indígena Comunicación al prefecto del Departamento del Cuzco, desde Urubamba, el 18 de julio de 1825. Revela el interés del Libertador por el cuido de los bienes culturales. AL SENOR PREFECTO DEL DEPARTAMENTO DEL CUZCO
S. E. el Libertador dispone que US. emplee toda su autoridad a fin de que los antiguos monumentos, que a pesar de la injuria de los tiempos y
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del esmerado empeño con que los españoles trataron de destruirlos existen en este departamento, se conserven en el estado en que se hallan. La gloria que en su misma destrucción disputan ellos para sus autores no debe quedar oscurecida. Restablecidos por el sistema actual los naturales derechos de los indígenas, les queda a sus ascendientes el de inmortalizarse por su obras. Con tan interesante objeto, hará US. notorias por medio de la prensa cualesquiera providencias que se dicten a ese propósito. De orden de S. E. le comunico a US. reiterándole la mayor consideración con que soy etc. Urubamba, julio 18 de 1825. Felipe S. Estenós
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“El pueblo argentino debe contar siempre con que nuestro corazón no se apartará jamás de su futura suerte” Arenga a los enviados del Río de la Plata, general Carlos de Alvear y doctor José Miguel Díaz Vélez, en Potosí, el 16 de octubre de 1825. Los diplomáticos argentinos propusieron a Bolívar declararse "‘Protector" de la libertad de América ".
Señores plenipotenciarios: El gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata ha tenido la bondad de querernos honrar con una misión la más lisonjera, tanto por su objeto verdaderamente glorioso como por los ilustres personajes que la componen. Así el pueblo argentino debe contar siempre con que nuestro corazón no se apartará jamás de su futura suerte; que nuestro más vivo interés y nuestro más cordial afecto serán por aquel pueblo, que empezó simultáneamente con nosotros la hermosa carrera de libertad que hemos terminado. No querríamos mencionar nuestros sensibles dolores; pero cuando el escándalo los publica, por qué callarlos? A la verdad tenemos un derecho demasiado incontestable para sorprendernos de que un príncipe americano recién independiente de la Europa, que se halla envuelto en nuestra noble insurrección, y que ha levantado su trono, no sobre débiles tablas, sino sobre las indestructibles bases de la soberanía del pueblo, y de la soberanía de las leyes, este príncipe que parecía destinado a ser el amigo de sus vecinas repúblicas, es el que ocupa todavía una provincia y una plaza fuerte que no le pertenecen y que
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dominan a una de nuestras naciones más beneméritas. Por otra parte sus tropas acaban de invadir nuestra provincia de Chiquitos para asolarla y ultrajarnos con amenazas bárbaras; y cuando el espanto de nuestras armas las ha puesto en fuga, entonces se llevan nuestras propiedades y a nuestros ciudadanos. Y sin embargo estos insignes violadores del derecho de gentes, han quedado impunes: nuestros pueblos humillados, y nuestra gloria ofendida. Mas debemos gracias a los sucesos que han añadido nuevos nudos a los vínculos que nos estrechan: para que a la vez reclamemos nuestros derechos, como, a la vez, los adquirimos. Bolívar
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“En quince años de una lucha de gigantes, hemos derrocado el edificio de la tiranía formado en tres siglos” Palabras en Potosí, ante las banderas de Colombia, Perú, Chile y Buenos Aires, al dirigirse a sus compañeros de armas y a la misión argentina del general Alvear, el 26 de octubre de 1825.
Venimos venciendo desde las costas del Atlántico y, en quince años de una lucha de gigantes, hemos derrocado el edificio de la tiranía formado tranquilamente en tres siglos de usurpación y de violencia. Las míseras reliquias de los señores de este mundo estaban destinadas a la más degradante esclavitud. Cuánto no debe ser nuestro gozo al ver tantos millones de hombres restituidos a sus derechos por nuestra perseverancia y nuestro esfuerzo! En cuanto a mí, de pie sobre esta mole de plata que se llama Potosí y cuyas venas riquísimas fueron trescientos años el erario de España, yo estimo en nada esta opulencia cuando la comparo con la gloria de haber traído victorioso el estandarte de la libertad, desde las playas ardientes del Orinoco, para fijarlo aquí, en el pico de esta montaña, cuyo seno es el asombro y la envidia del universo.
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El impulso plural: obligaciones y facultades del director general de enseñanza pública Decreto dado en Chuquisaca (Bolivia), el 11 de diciembre de 1825. Ya en la frontera con .Argentina repite Bolívar su característico interés por la educación, con este decreto de múltiples y esenciales previsiones. S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador de Colombia y del Perú, etc.
Considerando: 1. o Que el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo. 2.° Que esta educación debe ser uniforme y general. 3.° Que los establecimientos de este género deben ponerse de acuerdo con las leyes del Estado. 4.° Que la salud de una república depende de la moral que por la educación adquieren los ciudadanos en su infancia. Oída la diputación permanente. Decreto: 1.° Que el director general de enseñanza pública, instruido de lo que existe relativo a este ramo en toda la extensión de la república, dé cuenta al gobierno del estado de las escuelas y colegios y de los fondos que los sostienen. 2.° Que para cumplir con este encargo, tenga el director facultad para pedir a quien corresponda todas las instrucciones y documentos que necesite. 3.° Que el director proponga al gobierno un plan para el establecimiento de una institución de enseñanza que abrace todos los ramos de instrucción, haciéndola general a todos los pueblos de la república. 4.° Que entre tanto y sin pérdida de tiempo proceda a establecer en cada ciudad capital de departamento una escuela primaria con las divisiones correspondientes para recibir todos los niños de ambos sexos que estén en estado de instruirse. 5.° Que se establezca una escuela militar en la capital de la república. 6.° Que para colegio de ciencias y artes se haga reparar y
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disponer como convenga a su nuevo destino el colegio nombrado de San Juan de esta ciudad. 7.° Que mientras se construyen los edificios que han de ocupar las escuelas primaria y militar, se pongan éstas en el colegio de San Juan. 8.° Que en la visita que el director debe hacer a todas las capitales de los departamentos destine con consulta de los presidentes los mejores edificios al uso de los colegios de ciencias y artes, y de la escuela primaria que se han de establecer conforme a los de Chuquisaca. 9.° Que para fondos de estos establecimientos se destinen en cada departamento: 1. o Todos los bienes raíces, derechos, rentas y acciones de capellanías aplicados a los establecimientos públicos por decreto de este día. 2.° El derecho que se cobra por cada fanega de harina al entrar en las ciudades, mientras no se suprima este derecho. 10.° Quedarán afectos a estos establecimientos no sólo las fincas que reconocen los censos, sino los réditos: 1.° de la caja de censos. 2.° de la obra pía de Paria fundada por don Lorenzo Aldana. 3.° de los monasterios que se supriman. 11° Que todos estos fondos se reúnan bajo una sola administración en cada departamento sujeta a una dirección general. 12.° Que para estas administraciones se nombren por el gobierno personas de responsabilidad, y con fianzas abonadas a cuyo cargo estén el arrendamiento de las fincas y la recaudación de las rentas que produzcan señalándoles por su trabajo el cinco por ciento sobre el total de las rentas que recauden. 13.° Que la dirección general tenga una competente dotación. 14.° Que los administradores depositen por ahora en las cajas públicas las rentas de su cargo, así como las recauden, partida por partida según se cumplan los plazos. 15.° Que este depósito esté absolutamente separado de todo otro, y que en ningún caso se haga de él otro uso que aquél para que está destinado. 16.° El gobierno se compromete a señalar en favor de la educación, todos los ahorros que en lo sucesivo puedan hacerse en el arreglo de otros ramos de administración pública. 17.° El secretario general interino queda encargado de la ejecución de este decreto. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Palacio de Gobierno en Chuquisaca a ll de diciembre de 1825. Simón Bolívar Por orden de S. E., Felipe Santiago Estenós
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Justicia en el reparto de tierras a los campesinos Pura el afianzamiento de la justicia económica y social, decreto dictado en Chuquisaca el 14 de diciembre de 1825. Reitera y confirma sus resoluciones de septiembre de 1817, mayo de 1820, abril de 1824 y julio de
1825. S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador de Colombia y del Perú, &., &., &
Considerando: 1.° Que la agricultura en el departamento de Santa Cruz sufre atrasos progresivos por el desprecio con que hasta ahora ha sido mirada por el gobierno español. 2.° Que la feracidad de sus terrenos convida al hombre trabajador con las riquezas seguras que promete. 3.° Que los naturales de aquel departamento por falta de providencias que aseguren la propiedad y protejan la conservación de ella han abandonado en el todo este tan precioso ramo de industria; oída la diputación permanente, Decreto: 1.° Los derechos de propiedad adquirida en el departamento de Santa Cruz por justos títulos y conforme a las leyes serán protegidos por el gobierno. 2.° Las tierras pertenecientes al Estado se repartirán entre los naturales del país bajo de mensura y amojonamiento adjudicándoseles en propiedad. 3.° Cada individuo, de cualquier sexo o edad que sea, recibirá una fanegada de tierra en los lugares pingües y regados; y en los lugares privados de riego y estériles recibirá dos. 4.° Serán preferidos en este repartimiento los indígenas y los que hayan acreditado mayor decisión por la causa de la independencia, o que hayan sido perjudicados por este principio. 5.° Si al cabo del año después de hecha la adjudicación y amojonamiento de las tierras, los beneficiados con ellas no hubiesen emprendido el trabajo, que demande la estación del tiempo, y no den muestras de dedicación al trabajo, se les separará de la posesión y propiedad de dichas tierras y se adjudicarán a otros que las cultiven cual corresponde. 6.° Los terrenos destinados a pacer los ganados serán comunes a
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todos los individuos de las provincias, o partidos a que correspondan los dichos terrenos, mientras que no sean repartidos como los demás. 7.° La propiedad declarada a que se contrae el artículo segundo se entenderá con la restricción de no poderse enajenar las tierras adjudicadas hasta el año 50 y jamás a favor de manos muertas so pena de nulidad. 8° La mensura y repartición de tierras se ejecutará por personas de probidad e inteligencia, que se propongan en terna al presidente del departamento por las municipalidades respectivas, que también deberán formar el arancel de las dietas y derechos que se han de pagar a los comisonados por sus trabajos. 9° La mensura y repartición de tierras se hará con anuencia del director general de agricultura a su llegada al departamento en la visita que debe hacer a él. 10° El presidente del departamento de Santa Cruz cuidará de remitir al conocimiento del supremo gobierno una razón exacta de las tierras sobrantes y que se declaren de la propiedad del gobierno, y todas las observaciones y noticias que pueda adquirir relativas al mejor desempeño y ejecución de los objetos comprendidos en este decreto. ll, o El secretario general interino queda encargado de su cumplimiento. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Palacio de Gobierno de Chuquisaca a 14 de diciembre de 1825. Simón Bolívar
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Pionero de la preocupación ecológica: medidas de conservación y buen uso de las aguas Decreto dictado en Chuquisaca, el 19 de diciembre de 1825. Es complementario de sus normas sobre cuido de los bosques y extracción de maderas y cría de animales. SIMÓ N
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Considerando:
1. o Que una gran parte del territorio de la república carece de aguas y por consiguiente de vegetales útiles para el uso común de la vida.
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2° Que la esterilidad del suelo se opone al aumento de la población y priva entre tanto a la generación presente de muchas comodidades. 3.° Que por falta de combustible no pueden hacerse o se hacen inexactamente o con imperfección la extracción de metales y la confección de muchos productos minerales que por ahora hacen casi la sola riqueza del suelo; oída la diputación permanente; Decreto: 1° Que se visiten las vertientes de los ríos, se observe el curso de ellos, y se determinen los lugares por donde puedan conducirse aguas a los terrenos que estén privados de ellas. 2° Que en todos los puntos en que el terreno prometa hacer prosperar una especie de planta mayor cualquiera, se emprenda una plantación reglada a costa del Estado, hasta el número de un millón de árboles, prefiriendo los lugares donde haya más necesidad de ellos. 3° Que el director general de agricultura proponga al gobierno las ordenanzas que juzgue convenientes a la creación, prosperidad y destino de los bosques en el territorio de la república. 4° El secretario general interino queda encargado de la ejecución de este decreto. Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Palacio de Gobierno en Chuquisaca a 19 de diciembre de 1825. Simón Bolívar
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“Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación” Las hondas reflexiones del hombre de Estado sobre “el primer deber del gobierno”: la instrucción pública, en este artículo de prensa escrito en
1825. El gobierno forma la moral de los pueblos, los encamina a la grandeza, a la prosperidad y al poder. ¿Por qué? porque teniendo a su cargo los elementos de la sociedad, establece la educación pública y la dirige. La nación será sabia, virtuosa, guerrera si los principios de su educación son sabios virtuosos y militares; ella será imbécil, supersticiosa, afeminada y fanática si se la cría en la escuela de estos errores. Por esto es que las sociedades ilustradas han puesto siempre la educación entre las bases de sus instituciones políticas. Véase la República de Platón. Mas, para qué hemos de examinar teorías? Véase a Atenas la madre de las
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ciencias y de las artes; a Roma, la señora del mundo; a la virtuosa e invencible Esparta; a la República de los Estados Unidos, el trono de la libertad y el asilo de las virtudes. De dónde sacaron lo que han sido y lo que son? En efecto: las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan, si ésta vuela, retrogradan, si retrograda, se precipitan y hunden en la oscuridad, si se corrompe, o absolutamente se abandona. Estos principios dictados por la experiencia, e inculcados por los filósofos y políticos antiguos y modernos, hacen hoy un dogma tan conocido que no se hallará tal vez individuo alguno que no se sienta penetrado de su verdad. Felizmente vivimos bajo la influencia de un gobierno tan ilustrado como paternal, que en medio del estrago y de la penuria a que nos redujo el rey, del trastorno y agitación que nos causa una guerra de exterminio, desde el centro de sus fatigas, vuelve hacia los pueblos sus miradas benéficas, observa sus miserias, se contrista a su vista, y arrostrando la escasez de recursos, procura remediarlas por cuantos medios le sugiere la filantropía. Ha fijado con preferencia su atención sobre el punto más interesante, sobre el fundamento verdadero de la felicidad: la educación. No es mi intención hablar del plan de estudios, creación de escuelas, fomento de las artes y ciencias, estímulo y aprecio de los literatos, y reglamentos útiles. El público ha visto con sus propios ojos que se practica ya este sistema de regeneración moral, y no hay quien no sienta los efectos saludables de sus desvelos. Me contraigo solamente a la escuela abierta aquí el 1° de octubre de este año, q ué diferencia! Bandas de muchachos consagrados por sistema al ocio, la plaga de las calles, el estorbo de las concurrencias, y la aflicción de sus padres, verlos hoy formar la sociedad reglada y decente, oírlos discurrir dogmáticamente sobre la historia de la religión, sobre los elementos de la aritmética, del dibujo y de la geografía; verlos ejecutar elegantes caracteres por el estilo de Carver, incesantemente afanados por saber, inflamados por la vista del premio, renunciar al atractivo del descanso. He aquí lo que hace hoy el objeto de la dicha y de la bendición del pueblo; si hay quien a vista de esta variación no experimente iguales sensaciones, será porque es insensible al bien. Mas yo que actualmente las siento, voy a manifestar mi interés por tan útil establecimiento aventurando algunas observaciones que podrán tener el uso que merezcan. El director de una escuela, es decir el hombre generoso y amante de la patria, que sacrificando su reposo y su libertad se consagra al penoso ejercicio de crearle ciudadanos al Estado que le defienda, le ilustren, le santifiquen, le embellezcan y le engendren otros tan dignos como él, es sin duda benemérito de la patria; merece la
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veneración del pueblo y el aprecio del gobierno. El debe alentarle y concederle distinciones honrosas. Claro está que no hablo de los que llaman maestros de escuela, es decir de aquellos hombres comunes, que armados del azote, de un ceño tétrico y de una declamación perpetua, ofrecen más bien la imagen de Plutón, que la de un filósofo benigno. Aquí se enseñan más preocupaciones que verdades: es la escuela de los espíritus serviles, donde se aprende con otros vicios el disimulo y la hipocresía, y donde el miedo no permite al corazón el goce de otra sensación. Fuera semejantes tiranos: que vayan a Salamanca que allí tendrán un lugar. El gobierno debe proceder como hasta aquí: elegir entre la multitud, no un sabio, pero sí un hombre distinguido por su educación, por 1a pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, dócil, franco, en fin en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir. Como los términos, por buenas que sean las ideas que representan en su origen, degeneran después con el abuso causando imágenes distintas, tal me parece que sucede con los nombres maestro y escuela. Bajo el pie bárbaro en que estos establecimientos se han visto en el gobierno español, estas palabras producen sensaciones muy desagradables. Decirle a un niño vamos a la escuela, o a ver al maestro, era lo mismo que decirle vamos al presidio, o al enemigo; llevarle, y hacerle vil esclavo del miedo y del tedio, era todo uno. Creo pues que estas denominaciones deben sustituirse por otras a quienes no se tengan aversiones. Habrá quien diga que los nombres no influyen; pero la experiencia prueba que obran directamente sobre nuestros juicios. Cuántas querellas, disputas y guerras sólo por un término! dentro de un siglo, con qué pavor oirán nuestros descendientes pronunciar el nombre español! Que el maestro, pues, se llame de otro modo v.g. director, y la escuela, sociedad. Formar el espíritu y el corazón de la juventud, he aquí la ciencia del director: éste es su fin. Cuando su prudencia y habilidad llegaron a grabar en el alma de los niños los principios cardinales de la virtud y del honor; cuando consiguió de tal modo disponer su corazón por medio de ejemplos y demostraciones sencillas que se inflamen más a la vista de una divisa que los honra, que con la oferta de una onza de oro; cuando los inquieta más la consideración de no acertar a merecer el premio, o con el sufrimiento de un sonrojo, que la privación de los juguetes y diversiones a que son aficionados; entonces es que ha puesto el fundamento sólido de la sociedad, ha clavado el aguijón que inspirando una noble audacia a los niños, se sienten con fuerza para arrostrar el halago de la ociosidad, para consagrarse al trabajo. La juventud va a hacer progresos inauditos en las artes y ciencias.
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Afortunadamente nuestra sociedad se halla hoy en este caso: los niños se desvelan estudiando, no hablan sino de lo que han aprendido, es día de desconsuelo el día que la escuela está cerrada. Los premios y castigos morales deben ser el estímulo de racionales tiernos; el rigor y el azote, el de las bestias. Este sistema produce la elevación del espíritu, nobleza y dignidad en los sentimientos, decencia en las acciones. Contribuye en grande manera a formar la moral del hombre, creando en su interior este tesoro inestimable, por el cual es justo, generoso, humano, dócil, moderado, en una palabra hombre de bien. Así como el director, el discípulo debe tener ciertas cualidades al tiempo de entrar en la sociedad: tales son disposición física y moral para ser enseñado, dos vestidos por lo menos, un corbatín, sombrero y libro. La enseñanza no es más, digámoslo así, que la disciplina de un cuerpo de tropas, con la diferencia que a los soldados se les disciplina físicament e, y a los niños física y moralmente. Mas así como a los primeros se les instruye desde que se levantan hasta que se acuestan dándole a todos sus movimientos y trabajos regularidad, tiempo, orden y duración, para que resulte un todo bello; así al niño debe instruírsele siguiéndole en todas las horas del día. La primera máxima que ha de inculcarse a los niños es la del aseo. Si se examina bien la trascendencia que tiene en la sociedad la observancia de este principio, se convencerá de su importancia. No hay vista más agradable que la de una persona que lleva la dentadura, las manos, el rostro y el vestido limpios: si a esta cualidad se juntan unos modales finos y naturales, he aquí los precursores que marchando delante de nosotros nos preparan una acogida favorable en el ánimo de las gentes. Será pues la primera diligencia del director hacer todos los días una revista para examinar todo lo que haya que advertir y corregir sobre este particular. Un premio o distintivo establecido para condecorar esta virtud será un estímulo suficiente para practicarla con emulación. Al mismo tiempo se acompañará la instrucción práctica de la etiqueta o de las ceremonias y cumplimientos debidos a las gentes según su clase. No es esta materia frívola: su interés es tal que de su inobservancia se originan disgustos, enemistades y duelos. Hay personas tan finas y delicadas en este particular, especialmente los extranjeros, que no disimulan la más ligera falta: yo he visto reconvenir a una persona porque se para en la mesa, porque fuma entre la concurrencia o está con el sombrero puesto. No es extraño; la opinión de los hombres de educación es que se les ultraja cuando en su presencia se incurre en alguna irregularidad. ¿Qué diremos a vista de nuestras tertulias, de nuestros banquetes? Qué rusticidad, qué desvergüenza! Más bien son zahúrdas que reuniones de racionales.
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Aquí es preciso evitar el extremo opuesto, o la nimia escrupulosidad en la práctica de las reglas, de donde resulta una afectación tan chocante, ridícula, que más parecen unos hombres grabados en unos preceptos, que unos preceptos grabados en hombres. Siendo la palabra el vehículo de la instrucción, es de los primeros cuidados del director que la dicción sea pura, clara y correcta, es decir, que no se admita barbarismo, ni solecismo; que se dé el valor a los acentos, y se llamen las cosas con sus propios nombres sin alterarlos. Congregada la sociedad, se ha calculado prudentemente dividirla en clases, v.g. l.a, 2.a, 3.a, compuestas de principiantes, algo más que principiantes, y adelantados, colocando al frente de cada clase un niño con el nombre de celador capaz de dirigirla. Los celadores se nombran por elección, y se condecoran con una insignia particular que pueda excitar la ambición de todos. Se acostumbará a los niños a proceder en las elecciones con tal orden e imparcialidad que se familiaricen con la decencia y la justicia, buscando sólo el mérito. El tratamiento de los niños entre sí será el de tú, y el de señor delante del director. Quintiliano prefiere las escuelas públicas, a la enseñanza privada, porque además de las ventajas que proporciona el roce y trato con gentes de distintos genios, aquí dice, es donde se contraen las verdaderas amistades, aquéllas que duran toda la vida. Siguiendo esta idea, yo haría que cada niño eligiera otro de la sociedad a su gusto, estrechándose con él, más que con ningún otro. El objeto de este enlace podía ser el de defenderse recíprocamente delante del director, y en cualesquiera otra ocasión, auxiliarse, partir las comodidades, corregirse y estar unidos. El director puede enseñar todo lo que le permita el tiempo, su . capacidad y la de los discípulos. Pero los objetos de preferencia son leer, escribir, los principios de la religión, los de la aritmética, y geografía. El método que me parece más fácil para enseñar a leer es primero poner muy diestros a los niños en el conocimiento de las letras, después en la pronunciación del silabario, pero sin deletrear, y de aquí pasar a leer en cualesquiera libro. En esta operación se comprende la instrucción en los rudimentos de la gramática castellana. Para aprender a escribir creo preferible a todos el sistema de Carver por su sencillez, facilidad y belleza. En este ejercicio se comprende la enseñanza de la ortografía castellana, y se aprende a leer lo manuscrito. Para aprender los principios de la historia sagrada y de la religión, el Catecismo de Fleurí y el Padre Astete pueden usarse con suceso. Para aritmética, el cuaderno por donde se está enseñando. Para la geografía universal y para la particular del país un
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extracto completo que al efecto se formará. Las lecciones que sobre cada una de estas materias se den tendrán hora determinada, mucha claridad, tanta extensión cuanto lo permita la capacidad media de los ‘discípulos, examen particular y general a ciertos períodos de tiempo, y finalmente premios. Un hombre de genio, que conozca el corazón humano y que le dirija con arte, un sistema sencillo y un método claro y natural son los medios eficaces por donde la sociedad puede hacer en pocos días extraordinarios y brillantes progresos. Sin estos requisitos en vano se amontonarán preceptos y trabajos; todo será embarazo y confusión. Los juegos y recreaciones son tan necesarios a los niños como el alimento; su estado físico y moral así lo requiere. Pero estos desahogos se han de encaminar a algún fin útil y honesto; la discreción del director los determinará y presidirá si es posible. Como útiles y honestos son conocidos la pelota, la raqueta, el bolo, la cometa, el globo aerostático, las damas y el ajedrez. La adquisición de los premios, los actos extraordinarios de aplicación, de honor y de cualquiera otro sentimiento noble no los borrará el olvido antes bien se recomendarán a la memoria con aprecio. A este fin se llevará un registro donde se consignen los hechos más notables, el nombre de su autor y el día en que se ejecutó. Estará a cargo de un secretario electo por votación, quien escribirá y autorizará el hecho, se adornará el libro y se mantendrá con veneración en un lugar visible. El día de las grandes solemnidades de la patria, se congregará la sociedad y algunas personas visibles del pueblo; una de ellas la más condecorada leerá en voz alta las glorias y triunfos de la juventud. Se consignará esta ceremonia, se tributarán vivas y elogios a aquellos cuyo nombre se halle escrito en este libro precioso. Este día será el de la sociedad, día de fiesta y de regocijo.
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El severo e inflexible republicanismo Otro categórico rechazo a las ideas monárquicas y la reafirmación en su antigua divisa: “Libertador o muerto”. Carta al general F. de P Santander, desde La Magdalena (Lima), el 21 de febrero de 1826.
Mi querido general y amigo: Ya dije a Vd. que había venido aquí con la intención de devolver el mando al congreso peruano, mas me hallo resuelto a no hacer otra cosa que ayudar con mi influencia al bienestar de los pueblos. El mecanismo
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del gobierno me fastidia extraordinariamente, y además mis enemigos no se convencen de que yo aborrezco la autoridad: en prueba le diré a Vd. después una cosa bien rara. Lima me ha recibido divinamente; estos señores se disputan con los colombianos el amor que nos tienen y me quieren forzar a que los mande. El general La Mar se halla enfermo y no quiere servir en el gobierno; así mi posición es extrema. El congreso se reunirá en esta semana para decidir éste y otros puntos, que no dejará de dar mucha perplejidad a la sabiduría. En fin, yo les diré que no puedo absolutamente ser su jefe constitucional y que además Colombia me espera. Yo no tengo otro mando que el militar y será el que conserve hasta que me vaya del país. Muchos señores del congreso piensan proclamar esta República Boliviana como la del Alto Perú, precediendo un tratado con aquel país. Su mira es retenerme por esta lisonja, tomar a Sucre por jefe y llevar la constitución que yo he formado en lugar de la mala que tienen en el día. Si esta operación se logra, necesitan ambos pueblos de nosotros para arreglar sus asuntos. También hay otros que quisieran que yo fuese jefe absoluto del Sur, contando con que Chile y Buenos Aires van a necesitar de mi protección este año, pues la guerra y la anarquía los está devorando. Por supuesto, yo rechazo este partido a todo trance porque no entra en mis miras. En cuanto a las propuestas de ese gobierno con respecto a la federación, diré a Vd. que yo, por delicadeza, me he abstenido de intervenir en las resoluciones de este gobierno sobre esta materia. Preveo que aquí no se quieren meter de bruces en una federación muy estrecha por miras diversas: las que a mí presentan son honrosas para mí mismo, pero siempre habrá una segunda intención. También tienen miedo a los gastos, porque están muy pobres y muy adeudados: aquí se debe mucho y a todo el mundo. No quieren ir a La Habana, porque tienen que ir a Chiloé que les pertenece y pueden pagar a Chile con aquella isla. Les sobra marina militar, sin tener que hacer de ella y, por lo mismo, no querrán comprar más buques. Le temen a los ingleses para ligarse con ellos, y no le temen a la revolución de colores, porque el pueblo es muy sumiso. Todo esto lo advierto para que tenga Vd. entendidas las ideas capitales que se pueden oponer a las de Colombia. Reservadísimo. En estos días he recibido cartas de diferentes amigos de Venezuela proponiéndome ideas napoleónicas. El general Páez está a la cabeza de estas ideas sugeridas por sus amigos los demagogos. Un secretario privado y redactor de El Argos ha venido a traerme el proyecto. Vd. lo verá disfrazado en la carta que incluyo original que Vd. deberá guardar con infinito cuidado para que no la vea nadie. El redactor de
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esta carta es Carabaño. El general Briceño me ha escrito diciéndome que él ha tenido que contener a los que querían dar el golpe en Venezuela y que les aconsejó que me consultasen. El general Mariño escribe también y otros menos importantes, pero más furiosos demagogos. Por supuesto, Vd. debe adivinar cuál será mi respuesta. Mi hermana me dice que en Caracas hay tres partidos, monárquicos, democráticos y pardócratas, que sea yo Libertador o muerto es su consejo. Éste será el que yo seguiré, aun cuando supiera que, por seguirlo, pereciera todo el género humano. Yo enviaré al general Páez mi proyecto de constitución para Bolivia por toda respuesta, a fin de que considere mis ideas sobre la estabilidad unida a la libertad y conservación de los principios que hemos adoptado. También le añadiré que no debe desesperar a sus amigos, a fin de que no caigan en otro extremo más cruel que éste, pues ya no les queda otro que el de la pura anarquía; porque debe Vd. tener presente que esos caballeros han sido federalistas primero, después constitucionales y ahora napoleónicos, luego no les queda más grado que recibir que el de anarquistas, pardócratas o degolladores. En el día, dicen que están moderados y arrepentidos de sus antiguas opiniones, pero Briceño añade que todo esto es precario hasta que yo resuelva. Ellos quieren vencer o morir a todo trance en la última batalla, después de haber perdido las primeras. Yo diré al general Páez que haga dirigir la opinión hacia mi constitución boliviana, que reúne los extremos y todos los bienes, pues hasta los federalistas hallan en ella sus deseos en gran parte; y que en el año de 31 puede hacerse una reforma favorable a la estabilidad y conservación de la república; que debe temer lo que Iturbide padeció por su demasiada confianza en sus partidarios, o bien debe temer una reacción horrible de parte del pueblo por la justa sospecha de una nueva aristocracia destructora de la igualdad. Esto y mucho más diré para borrarles del pensamiento un plan fatal, tan absurdo y tan poco glorioso; plan que me deshonraría delante del mundo y de la historia; que nos atraería el odio de los liberales y el desprecio de los tiranos; plan que me horroriza por principios, por prudencia o por orgullo. Este plan me ofende más que todas las injurias de mis enemigos, pues él me supone de una ambición vulgar y de un alma infame capaz de igualarse a la de Iturbide y esos otros miserables usurpadores. Según esos señores, nadie puede ser grande, sino a la manera de Alejandro, César y Napoleón. Yo quiero superarlos a todos en desprendimiento, ya que no puedo igualarlos en hazañas. Mi ejemplo puede servir de algo a mi patria misma pues la moderación del primer jefe cundirá entre los últimos, y mi vida será su regla. El pueblo me adorará y yo seré la arca de su alianza. Soy de Vd. de todo corazón. Bolívar
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“El título de Libertador es superior a todos los que ha recibido el orgullo humano” Reiterado planteamiento contra el absolutismo. “Ni Colombia es Francia, ni yo Napoleón . . . Yo no soy Napoleón ni quiero serlo. ” Carta al general en jefe José Antonio Páez, el 6 de marzo de 1826, desde La Magdalena.
Mi querido general y amigo: He recibido la muy importante carta de Vd. del 1° de octubre del año pasado, que me mandó Vd. por medio del señor Guzmán, a quien he visto y oído no sin sorpresa, pues su misión es extraordinaria. Vd. me dice que la situación de Colombia es muy semejante a la de Francia cuando Napoleón se encontraba en Egipto y que yo debo decir con él “los intrigantes van a perder la patria, vamos a salvarla”. A la verdad casi toda la carta de Vd. está escrita por el buril de la verdad, mas no basta la verdad sola para que un plan logre su efecto. Vd. no ha juzgado, me parece, bastante imparcialmente el estado de las cosas y de los hombres. Ni Colombia es Francia, ni yo Napoleón. En Francia se piensa mucho y se sabe todavía más, la populación es homogénea y además la guerra la ponía al borde del precipicio. No había otra república grande que la francesa y la Francia había sido siempre un reino. El gobierno republicano se había desacreditado y abatido hasta entrar en un abismo de execración. Los monstruos que dirigían la Francia eran igualmente crueles e ineptos. Napoleón era grande y único y además sumamente ambicioso. Aquí no hay nada de esto. Yo no soy Napoleón ni quiero serlo; tampoco quiero imitar a César; aun menos a Iturbide. Tales ejemplos me parecen indignos de mi gloria. El título de Libertador es superior a todos los que ha recibido el orgullo humano. Por tanto, es imposible degradarlo. Por otra parte, nuestra populación no es de franceses en nada, nada, nada. La república ha levantado el país a la gloria y a la prosperidad, dado leyes y libertad. Los magistrados de Colombia no son ni Robespierre ni Marat. El peligro ha cesado cuando las esperanzas empiezan: por lo mismo, nada urge para tal medida. Son repúblicas las que rodean a Colombia, y Colombia jamás ha sido un reino. Un trono espantaría tanto por su altura como por su brillo. La igualdad sería rota y los colores verían perdidos todos sus derechos por una nueva aristocracia. En fin, amigo, yo no puedo persuadirme de que el proyecto que me ha comunicado Guzmán sea sensato, y creo
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también que los que lo han sugerido son hombres de aquéllos que elevaron a Napoleón y a Iturbide para gozar de su prosperidad y abandonarlos en el peligro, o si la buena fe los ha guiado, crea Vd. que son unos aturdidos o partidarios de opiniones exageradas bajo cualquier forma o principios que sean. Diré a Vd. con toda franqueza que este proyecto no conviene ni a Vd. ni a mí ni al país. Sin embargo, creo que, en el próximo período señalado para la reforma de la constitución, se pueden hacer a ella notables mutaciones en favor de los buenos principios conservadores y sin violar una sola de las reglas más republicanas. Yo enviaré a Vd. un proyecto de constitución que he formado para la república de Bolivia; en él se encuentran reunidas todas las garantías de permanencia y de libertad, de igualdad y de orden. Si Vd. y sus amigos quisieran aprobar este proyecto, sería muy conveniente que se escribiese sobre él y se recomendase a la opinión del pueblo. Éste es el servicio que podemos hacer a la patria; servicio que será admirado por todos los partidos que no sean exagerados, o, por mejor decir, que quieran la verdadera libertad con la verdadera estabilidad. Por lo demás, yo no aconsejo a Vd. que haga para sí lo que no quiero para mí, mas si el pueblo lo quiere, y Vd. acepta el voto nacional, mi espada y mi autoridad se emplearán con infinito gozo en sostener y defender los decretos de la soberanía popular. Esta protesta es tan sincera como el corazón de su invariable amigo.
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Admiración a Washington Desde Lima escribe el Libertador, el 25 de mayo de 1826, a Jorge Washington Parke Custis, agradeciéndole el obsequio del medallón del ilustre prócer fundador de los Estados Unidos y padre de su libertad. Este envío fúe anunciado a Bolívar por el general Lafayette.
Señor: Aunque los papeles públicos me habían informado del glorioso don con que el hijo del gran Washington había querido honrarme, hasta este día no había recibido ni la santa reliquia del hombre de la libertad, ni la lisonjera carta de su digno descendiente. Hoy he tocado con mis manos este inestimable presente. La imagen del primer bienhechor del continente de Colón, presentado por el héroe ciudadano general Lafayette y ofrecido por el noble vástago de esa familia inmortal, era cuanto podría recompensar el más esclarecido mérito del primer hombre del universo . Seré yo digno de tanta gloria? No; mas la acepto con un gozo y una gratitud que llegarán, junto con los restos venerables del
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padre de la América, a las más remotas generaciones de mi patria; ellas deberán ser las últimas que queden del mundo nuevo. Acepte Vd., señor, los testimonios más sinceros y más respetuosos de mi perfecta consideración. Bolívar
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Un cuerpo de opiniones sobre el modo de manejar hombres libres conforme a los principios adoptados entre los pueblos cultos Discurso al Congreso Constituyente de Bolivia, estimado en el selecto número de sus piezas fundamentales. Fue acompanado de un proyecto de Constitución elaborado por el Libertador. Fechado en Lima el 25 de mayo de 1826. legisladores! Al ofreceros el proyecto de constitución para Bolivia, me siento sobrecogido de confusión y timidez, porque estoy persuadido de mi incapacidad para hacer leyes. Cuando yo considero que la sabiduría de todos los siglos no es suficiente para componer una ley fundamental que sea perfecta, y que el más esclarecido legislador es la causa inmediata de la infelicidad humana, y la burla, por decirlo así, de su qué deberé deciros del soldado que, nacido entre ministerio divino, esclavos y sepultado en los desiertos de su patria, no ha visto más que cautivos con cadenas y compañeros con armas para romperlas? Yo legislador. . .! Vuestro engaño y mi compromiso se disputan la preferencia: no sé quién padezca más en este horrible conflicto; si vosotros por los males que debéis temer de las leyes que me habéis pedido, o yo del oprobio a que me condenáis por vuestra confianza. He recogido todas mis fuerzas para exponeros mis opiniones sobre el modo de manejar hombres libres, por los principios adoptados entre los pueblos cultos; aunque las lecciones de la experiencia sólo muestran largos períodos de desastres, interrumpidos por relámpagos de ventura. Qué guías podremos seguir a la sombra de tan tenebrosos ejemplos? legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos os atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía forman un inmenso océano de opresión, que rodea a una pequeña isla de libertad, embatida perpetuamente por la violencia de las olas y de los huracanes, que la arrastran sin
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cesar a sumergirla. Mirad el mar que vais a surcar con una frágil barca, cuyo piloto es tan inexperto. El proyecto de constitución para Bolivia está dividido en cuatro poderes políticos, habiendo añadido uno más, sin complicar por esto la división clásica de cada uno de los otros. El electoral ha recibido facultades que no le estaban señaladas en otros gobiernos que se estiman entre los más liberales. Estas atribuciones se acercan en gran manera a las del sistema federal. Me ha parecido no sólo conveniente y útil, sino también fácil, conceder a los representantes inmediatos del pueblo los privilegios que más pueden desear los ciudadanos de cada departamento, provincia o cantón. Ningún objeto es más importante a un ciudadano que la elección de sus legisladores, magistrados, jueces y pastores. Los colegios electorales de cada provincia representan las necesidades y los intereses de ellas y sirven para quejarse de las infracciones de las leyes y de los abusos de los magistrados. Me atrevería a decir con alguna exactitud que esta representación participa de los derechos de que gozan los gobiernos particulares de los estados federados. De este modo se ha puesto nuevo peso a la balanza contra el ejecutivo; y el gobierno ha adquirido más garantías, más popularidad y nuevos títulos, para que sobresalga entre los más democráticos. Cada diez ciudadanos nombran un elector; y así se encuentra la nación representada por el décimo de sus ciudadanos. No se exigen sino capacidades, ni se necesita de poseer bienes, para representar la augusta función del soberano; mas debe saber escribir sus votaciones, firmar su nombre y leer las leyes. Ha de profesar una ciencia o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad y de la ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del poder público. El cuerpo legislativo tiene una composición que lo hace necesariamente armonioso entre sus partes: no se hallará siempre dividido por falta de un juez árbitro, como sucede donde no hay más que dos cámaras. Habiendo aquí tres, la discordia entre dos queda resuelta por la tercera; y la cuestión examinada por dos partes contendientes, y un imparcial que la juzga; de este modo ninguna ley útil queda sin efecto, o por lo menos, habrá sido vista una, dos y tres veces, antes de sufrir la negativa. En todos los negocios entre dos contrarios se nombra un tercero para decidir, y no sería absurdo que en los intereses más arduos de la sociedad se desdeñara esta providencia dictada por una necesidad imperiosa? Así las cámaras guardarán entre sí aquellas consideraciones que son indispensables para conservar la unión del todo, que debe deliberar en el silencio de las pasiones y con la calma de la sabiduría. Los congresos modernos, me dirán, se han compuesto de solas dos secciones. Es porque en Inglaterra, que ha servido de modelo, la nobleza y el pueblo debían representarse en dos cámaras; y si en Norte-
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américa se hizo lo mismo sin haber nobleza, puede suponerse que la costumbre de estar bajo el gobierno inglés le inspiró esta imitación. El hecho es que dos cuerpos deliberantes deben combatir perpetuamente, y por esto Sieyes no quería más que uno. Clásico absurdo. La primera cámara es de tribunos, y goza de la atribución de iniciar las leyes relativas a hacienda, paz y guerra. Ella tiene la inspección inmediata de los ramos que el ejecutivo administra con menos intervención del legislativo. Los senadores forman los códigos y reglamentos eclesiásticos, y velan sobre los tribunales y el culto. Toca al senado escoger los prefectos, los jueces del distrito, ‘gobernadores, corregidores, y todos los subalternos del departamento de justicia. Propone a la cámara de censores los miembros del tribunal supremo, los arzobispos, obispos, dignidades y canónigos. Es del resorte del senado cuanto pertenece a la religión y a las leyes. Los censores ejercen una potestad política y moral que tiene alguna semejanza con la del areópago de Atenas y de los censores de Roma. Serán ellos los fiscales contra el gobierno para celar si la constitución y los tratados públicos se observan con religión. He puesto bajo su égida el juicio nacional, que debe decidir de la buena o mala administración del ejecutivo. Son los censores los que protegen la moral, las ciencias, las artes, la instrucción y la imprenta. La más terrible como la más augusta función pertenece a los censores. Condenan a oprobio eterno a los usurpadores de la autoridad soberana y a los insignes criminales. Conceden honores públicos a los servicios y a las virtudes de los ciudadanos ilustres. El fiel de la gloria se ha confiado a sus manos: por lo mismo, los censores deben gozar de una inocencia intacta y de una vida sin mancha. Si delinquen, serán acusados hasta por faltas leves. A estos sacerdotes de las leyes he confiado la conservación de nuestras sagradas tablas, porque son ellos los que deben clamar contra sus profanadores. El presidente de la república viene a ser en nuestra constitución, como el sol que, fume en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados y los ciudadanos, los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo, y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden, sin tener por esto acción. Se le ha cortado la cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que a nadie dañe.
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El presidente de Bolivia participa de las facultades del ejecutivo americano, pero con restricciones favorables al pueblo. Su duración es la de los presidentes de Haití. Yo he tomado para Bolivia el ejecutivo de la república más democrática del mundo. La isla de Haití (permítaseme esta digresión) se hallaba en insurrección permanente: después de haber experimentado el imperio, el reino, la república, todos los gobiernos conocidos y algunos más, se vio forzada a ocurrir al ilustre Petión para que la salvase. Confiaron en él, y los destinos de Haití no vacilaron más. Nombrado Petión presidente vitalicio con facultades para elegir el sucesor, ni la muerte de este grande hombre, ni la sucesión del nuevo presidente, han causado el menor peligro en el Estado: todo ha marchado bajo el digno Boyer, en la calma de un reino legítimo. Prueba triunfante de que un presidente vitalicio, con derecho para elegir el sucesor, es la inspiración más sublime en el orden republicano. El presidente de Bolivia será menos peligroso que el de Haití, siendo el modo de sucesión más seguro para el bien del Estado. Además el presidente de Bolivia está privado de todas las influencias: no nombra los magistrados, los jueces, ni las dignidades eclesiásticas, por pequeñas que sean. Esta disminución de poder no la ha sufrido todavía ningún gobierno bien constituido: ella añade trabas sobre trabas a la autoridad de un jefe que hallará siempre a todo el pueblo dominado por los que ejercen las funciones más importantes de la sociedad. Los sacerdotes mandan en las conciencias, los jueces en la propiedad, el honor y la vida, y los magistrados en todos los actos públicos. No debiendo éstos sino al pueblo sus dignidades, su gloria y su fortuna, no puede el presidente esperar complicarlos en sus miras ambiciosas. Si a esta consideración se agregan las que naturalmente nacen de las oposiciones generales que encuentra un gobierno democrático en todos los momentos de su administración, parece que hay derecho para estar cierto de que la usurpación del poder público dista más de este gobierno que de otro ninguno. legisladores! La libertad, de hoy más, será indestructible en América. Véase la naturaleza salvaje de este continente, que expele por sí sola el orden monárquico: los desiertos convidan a la independencia. Aquí no hay grandes nobles, grandes eclesiásticos. Nuestras riquezas eran casi nulas, y en el día lo son todavía más. Aunque la Iglesia goza de influencia, está lejos de aspirar al dominio, satisfecha con su conservación. Sin estos apoyos, los tiranos no son permanentes; y si algunos ambiciosos se empeñan en levantar imperios, Dessalines, Cristóbal, Iturbide les dicen lo que deben esperar. No hay poder más dificil de
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mantener que el de un príncipe nuevo. Bonaparte, vencedor de todos los ejércitos, no logró triunfar de esta regla, más fuerte que los imperios. Y si el gran Napoleón no consiguió mantenerse contra la liga de los republicanos y de los aristócratas quién alcanzará, en América, fundar monarquías, en un suelo incendiado con las brillantes llamas de la libertad, y que devora las tablas que se le ponen para elevar esos cadalsos regios? No, legisladores, no temáis a los pretendientes a coronas; ellas serán para sus cabezas la espada pendiente sobre Dionisio. Los príncipes flamantes que se obcequen hasta construir tronos encima de los escombros de la libertad, erigirán túmulos a sus cenizas que digan a los siglos futuros cómo prefirieron su fatua ambición a la libertad y a la gloria. Los límites constitucionales del presidente de Bolivia son los más estrechos que se conocen: apenas nombrar los empleados de hacienda, paz y guerra, manda el ejército. He aquí sus funciones. La administración pertenece toda al ministerio, responsable a los censores, y sujeta a la vigilancia celosa de todos los legisladores, magistrados, jueces y ciudadanos. Los aduanistas y los soldados, únicos agentes de este ministerio, no son a la verdad los más adecuados para captarle la aura popular; así su influencia será nula. El vice-presidente es el magistrado más encadenado que ha servido el mando: obedece juntamente al legislativo y al ejecutivo de un gobierno republicano. Del primero recibe las leyes; del segundo las órdenes: y entre estas dos barreras ha de marchar por un camino angustiado y flanqueado de precipicios. A pesar de tantos inconvenientes, es preferible gobernar de este modo, más bien que con imperio absoluto. Las barreras constitucionales ensanchan una conciencia política y le dan firme esperanza de encontrar el fanal que la guíe entre los escollos que la rodean; ellas sirven de apoyo contra los empujes de nuestras pasiones, concertadas con los intereses ajenos. En el gobierno de los Estados Unidos se ha observado últimamente la práctica de nombrar al primer ministro para suceder al presidente. Nada es tan conveniente, en una república, como este método: reúne la ventaja de poner a la cabeza de la administración un sujeto experimentado en el manejo del Estado. Cuando entra a ejercer sus funciones, va formado y lleva consigo la aureola de la popularidad y una práctica consumada. Me he apoderado de esta idea y la he establecido como ley. El presidente de la república nombra al vice-presidente, para que administre el estado y le suceda en el mando. Por esta providencia se evitan las elecciones, que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía, que es el lujo de la tiranía y el peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos populares. Ved de qué modo sucede como en los reinos legítimos, la tremenda crisis de las repúblicas.
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El vice-presidente debe ser el hombre más puro; la razón es que si el primer magistrado no elige un ciudadano muy recto, debe temerle como a enemigo encarnizado y sospechar hasta de sus secretas ambiciones. Este vice-presidente ha de esforzarse a merecer por sus buenos servicios el crédito que necesita para desempeñar las más altas funciones, y esperar la gran recompensa nacional: el mando supremo. El cuerpo legislativo y el pueblo exigirán capacidades y talentos de parte de este magistrado, y le pedirán una ciega obediencia a las leyes de la libertad. Siendo la herencia la que perpetúa el régimen monárquico y lo hace casi general en el mundo, cuánto más útil no es el método que acabo de proponer para la sucesión del vice-presidente? ¿Qué fueran los príncipes hereditarios elegidos por el mérito, y no por la suerte; y que en lugar de quedarse en la inacción y en la ignorancia, se pusiesen a la cabeza de la administración? Serían sin duda monarcas más esclarecidos y harían la dicha de los pueblos. Sí, legisladores, la monarquía que gobierna la tierra ha obtenido sus títulos de aprobación de la herencia que la hace estable, y de la unidad que la hace fuerte. Por esto, aunque un príncipe soberano es un niño mimado, enclaustrado en su palacio, educado por la adulación y conducido por todas las pasiones, este príncipe, que me atrevería a llamar la ironía del hombre, manda al género humano, porque conserva el orden de las cosas y la subordinación entre los ciudadanos, con un poder firme y una acción constante. Considerad, legisladores, que estas grandes ventajas se reúnen en el presidente vitalicio y vice-presidente hereditario. La justicia verdadera
El poder judicial que propongo goza de una independencia absoluta: en ninguna parte tiene tanta. El pueblo presenta los candidatos, y el legislativo escoge los individuos que han de componer los tribunales. Si el poder judicial no emana de este origen, es imposible que conserve en toda su pureza la salvaguardia de los derechos individuales. Estos derechos, legisladores, son los que constituyen la libertad, la igualdad, la seguridad, todas las garantías del orden social. La verdadera constitución liberal está en los códigos civiles y criminales; y la más terrible tiranía la ejercen los tribunales por el tremendo instrumento de las leyes. De ordinario el ejecutivo no es más que el depositario de la cosa pública; pero los tribunales son los árbitros de las cosas propias -de las cosas de los individuos. El poder judicial contiene la medida del bien o del mal de los ciudadanos; y si hay libertad, si hay justicia en la república, son distribuidas por este poder. Poco importa a veces la organización política, con tal que la civil sea perfecta; que las leyes se cumplan religiosamente y se tengan por inexorables como el destino.
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Era de esperarse, conforme a las ideas del día, que prohibiésemos el uso del tormento, de las confesiones, y que cortásemos la prolongación de los pleitos en el intrincado laberinto de las apelaciones. El territorio de la república se gobierna por prefectos, gobernadores, corregidores, jueces de paz y alcaldes. No he podido entrar en el régimen interior y facultades de estas jurisdicciones; es mi deber, sin embargo, recomendar al Congreso los reglamentos concernientes al servicio de los departamentos y provincias. Tened presente, legisladores, que las naciones se componen de ciudades y de aldeas; y que del bienestar de éstas se forma la felicidad del estado. Nunca prestaréis demasiado vuestra atención al buen régimen de los departamentos. Este punto es de predilección en la ciencia legislativa y no obstante es harto desdeñado. He dividido la fuerza armada en cuatro partes: ejército de línea, escuadra, milicia nacional y resguardo militar. El destino del ejército es guarnecer la frontera. Dios nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos! Basta la milicia nacional para conservar el orden interno. Bolivia no posee grandes costas, y por lo mismo es inútil la marina; debemos, a pesar de esto, obtener algún día uno y otro. El resguardo militar es preferible por todos respectos al de guardas; un servicio semejante es más inmoral que superfluo, por lo tanto interesa a la república guarnecer sus fronteras con tropas de línea y tropas de resguardo contra la guerra del fraude. He pensado que la constitución de Bolivia debiera reformarse por períodos, según lo exige el movimiento del mundo moral. Los trámites de la reforma se han señalado en los términos que he juzgado más propios del caso. La responsabilidad de los empleados se señala en la constitución boliviana del modo más efectivo. Sin responsabilidad, sin represión, el estado es un caos. Me atrevo a instar con encarecimiento a los legisladores, para que dicten leyes fuertes y terminantes sobre esta importante materia. Todos hablan de responsabilidad, pero ella se queda en los labios. No hay responsabilidad, legisladores: los magistrados, jueces y empleados abusan de sus facultades, porque no se contiene con rigor a los agentes de la administración; siendo entre tanto los ciudadanos víctimas de este abuso. Recomendara yo una ley que prescribiera un método de responsabilidad anual para cada empleado. Se han establecido ías garantías más perfectas: la libertad civil es la verdadera libertad; las demás son nominales o de poca influencia con respecto a los ciudadanos. Se ha garantizado la seguridad personal, que es el fin de la sociedad, y de la cual emanan las demás. En cuanto a la propiedad, ella depende del código civil que vuestra sabiduría debiera componer luego, para la dicha de vuestros conciudadanos. He conservado intacta la ley de las leyes: la igualdad, sin ella perecen todas las
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garantías, todos los derechos. A ella debemos hacer los sacrificios. A sus pies he puesto, cubierta de humillación, a la infame esclavitud. Legisladores, la infracción de todas las leyes es la esclavitud. La ley que la conservara sería la más sacrílega. Qué derecho se alegaría para su conservación? Mírese este delito por todos aspectos, y no me persuado que haya un solo boliviano tan depravado que pretenda legitimar la más insigne violación de la dignidad humana. Un hombre poseído por otro ! Un hombre propiedad! Una imagen de Dios puesta al yugo como el bruto! Dígasenos dónde están los títulos de los usurpadores del hombre? La Guinea nos los ha mandado, pues el África, devastada por el fratricidio, no ofrece más que crímenes. Trasplantadas aquí estas reliquias de aquellas tribus africanas, qué ley o potestad será capaz de sancionar el dominio sobre estas víctimas? Transmitir, prorrogar, eternizar este crimen mezclado de suplicios, es el ultraje más chocante. Fundar un principio de posesión sobre la más feroz delincuencía no podría concebirse sin el trastorno de los elementos del derecho y sin la perversión más absoluta de las nociones del deber. Nadie puede romper el santo dogma de la igualdad. Y habrá esclavitud donde reina la igualdad? Tales contradicciones formarían más bien el vituperio de nuestra razón que el de nuestra justicia: seríamos reputados por más dementes que usurpadores. Sí no hubiera un Dios protector de la inocencia y de la libertad, prefiriera la suerte de un león generoso, dominando en los desiertos y en los bosques, a la de un cautivo al servicio de un infame tirano que, cómplice de sus crímenes, provocara la cólera del Cielo. Pero no: Dios ha destinado el hombre a la libertad, él lo protege para que ejerza la celeste función del albedrío. Siempre la moral
legisladores! Haré mención de un artículo que, según mí conciencia, he debido omitir. En una constitución política no debe prescribirse una profesión religiosa; porque según las mejores doctrinas sobre las leyes fundamentales, éstas son las garantías de los derechos políticos y civiles; y como la religión no toca a ninguno de estos derechos, ella es de naturaleza indefinible en el orden social y pertenece a la moral intelectual. La religión gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo: sólo ella tiene derecho de examinar su conciencia íntima. Las leyes, por el contrario, miran la superficie de las cosas: no gobiernan sino fuera de la casa del ciudadano. Aplicando estas consíderaciones podrá un Estado regir la conciencia de los súbditos, velar sobre el cumplimiento de las leyes religiosas y dar el premio o el castigo, cuando los tribunales están en el Cielo, y cuando Dios es el
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juez? La inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos en este mundo. Volverá la inquisición con sus teas incendiarias? La religión es la ley de la conciencia. Toda ley sobre ella la anula porque imponiendo la necesidad al deber, quita el mérito a la fe, que es la base de la religión. Los preceptos y los dogmas sagrados son útiles, luminosos y de evidencia metafísica; todos debemos profesarlos, mas este deber es moral, no político. Por otra parte, cuáles son en este mundo los derechos del hombre hacia la religión? Ellos están en el Cíelo; allá el tribunal recompensa el mérito y hace justicia según el código que ha dictado el Legislador. Siendo todo esto de jurisdicción divina, me parece a primera vista sacrílego y profano mezclar nuestras ordenanzas con los mandamientos del Señor. Prescribir, pues, la religión, no toca al legislador; porque éste debe señalar penas a las infracciones de las leyes, para que no sean meros consejos. No habiendo castigos temporales, ni jueces que los apliquen, la ley deja de ser ley. El desarrollo moral del hombre es la primera intención del legislador; luego que este desarrollo llega a lograrse el hombre apoya su moral en las verdades reveladas y profesa de hecho la religión, que es tanto más eficaz cuanto que la ha adquirido por investigaciones propias. Además, los padres de familia no pueden descuidar el deber religioso hacía sus hijos. Los pastores espirituales están obligados a enseñar la ciencia del Cíelo: el ejemplo de los verdaderos discípulos de Jesús es el maestro más elocuente de su divina moral; pero la moral no se manda, ni el que manda es maestro, ni la fuerza debe emplearse en dar consejos. Dios y sus ministros son las autoridades de la religión que obra por medíos y órganos exclusivamente espirituales; pero de ningún modo el cuerpo nacional, que dirige el poder público a objetos puramente temporales. Legisladores, al ver ya proclamada la nueva nación boliviana, cuán generosas y sublimes consideraciones no deberán elevar vuestras almas! La entrada de un nuevo estado en la sociedad de los demás es un motivo de júbilo para el género humano, porque se aumenta la gran familia de los pueblos. Cuál, pues, debe ser el de sus fundadores! y el mío!!! viéndome igualado con el más célebre de los antiguos- el padre de la ciudad eterna! Esta gloría pertenece de derecho a los creadores de las naciones que, siendo sus primeros bienhechores, han debido recibir recompensas inmortales; mas la mía, además de inmortal tiene el mérito de ser gratuita por no merecida. Dónde está la república, dónde la ciudad que yo he fundado? Vuestra munificencia, dedicándome una nación, se ha adelantado a todos mis servicios; y es infinitamente superior a cuantos bienes pueden hacernos los hombres. Mi desesperación se aumenta al contemplar la inmensidad de vuestro premio, porque después de haber agotado los talentos, las
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virtudes, el genio mismo del más grande de los héroes, todavía sería yo indigno de merecer el nombre que habéis querido daros, el mío!!! Hablaré yo de gratitud, cuando ella no alcanzará jamás a expresar ni débilmente lo que experimento por vuestra bondad que, como la de Dios, pasa todos los límites! Sí, sólo Dios tenía potestad para llamar a esa tierra Bolivia. . . Qué quiere decir Bolivia? Un amor desenfrenado de libertad, que al recibirla vuestro arrobo, no vio nada que fuera igual a su valor. No hallando vuestra embriaguez una demostración adecuada a la vehemencia de sus sentimientos, arrancó vuestro nombre, y dio el mío a todas vuestras generaciones. Esto, que es inaudito en la historia de los siglos, lo es aún más en la de los desprendimientos sublimes. Tal rasgo mostrará a los tiempos que están en el pensamiento del Eterno, lo que anhelabais la posesión de vuestros derechos, que es la posesión de ejercer las virtudes políticas, de adquirir los talentos luminosos y el goce de ser hombres. Este rasgo, repito, probará que vosotros erais acreedores a obtener la gran bendición del Cíelo -la soberanía del pueble única autoridad legítima de las naciones. Legisladores, f e lices vosotros que presidís los destinos de una república que ha nacido coronada con los laureles de Ayacucho, y que debe perpetuar su existencia dichosa bajo las leyes que dicte vuestra sabiduría, en la calma que ha dejado la tempestad de la guerra. Lima, a 25 de mayo de 1826. Bolívar
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De la cámara de censores Ante el Congreso Constituyente de Bolivia, en su proyecto de constitución el Libertador insiste sobre su pensamiento del Poder Moral que presentó, en 1819, al Congreso de Angostura. Esta vez no propone un cuarto poder sino una tercera cámara del Poder Legislativo. CAPITULO IV
De la cámara de censores Artículo 49. Para ser censor se necesita:
1° Las cualidades requeridas para senador. 2° Tener cuarenta años cumplidos. 3° No haber sido jamás condenado ni por faltas leves.
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Artículo 50. Las atribuciones de la cámara de censores son:
1° Velar si el gobierno cumple y hace cumplir la constitución, las leyes y los tratados públicos. 2° Acusar ante el senado las infracciones que el ejecutivo haga de la constitución, de las leyes y de los tratados públicos. 3° Pedir al senado la suspensión del vicepresidente y secretarios de estado, sí la salud de la república lo demandare con urgencia. Artículo 51. A la cámara de censores pertenece exclusivamente acusar al vicepresidente y secretarios de estado ante el senado, en los casos de traición, concusíón o violación manifiesta de las leyes fundamentales del estado. Artículo 52. Si el senado estimare fundada la acusación hecha por la cámara de censores, tendrá lugar el juicio nacional; y sí por el contrario, el senado estuviere por la negativa, pasará la acusación a la cámara de tribunos. Artículo 53. Estando de acuerdo dos cámaras, debe abrirse el juicio nacional. Artículo 54. Entonces se reunirán las tres cámaras y en vista de los documentos que presente la cámara de censores, se decidirá a pluralidad absoluta de votos, si ha o no lugar a la formación de causa al vicepresidente o a los secretarios de estado. Artículo 55. Luego que en juicio nacional se decrete que ha lugar a la formación de causa al vicepresidente o a los secretarios de estado, quedarán éstos en el acto suspensos de sus funciones, y las cámaras pasarán todos los antecedentes al tribunal supremo de justicia, el cual conocerá exclusivamente de la causa; y el fallo que pronunciare se ejecutará sin apelación. Artículo 56. Luego que las cámaras declaren que ha lugar a la formación de causa al vicepresidente y secretarios de estado, el presidente de la república presentará a las cámaras reunidas un candidato para la vicepresidencia interina, y nombrará interinamente secretarios de estado. Sí el primer candidato fuere rechazado a pluralidad absoluta del cuerpo legislativo, el presidente presentará segundo candidato; y si fuere rechazado, presentará tercer candidato; y sí éste fuere igualmente rechazado, entonces las cámaras elegirán por pluralidad absoluta, en el término de veinticuatro horas, precisamente, uno de los tres candidatos propuestos por el presidente. Artículo 57. El vicepresidente interino ejercerá desde aquel acto sus funciones hasta el resultado del juicio contra el propietario. Artículo 58. Por una ley que tendrá origen en la cámara de censores, se determinarán los casos en que el vicepresidente y-secretarios de estado son responsables en común o en particular. Artículo 59. Corresponde, además, a la cámara de censores: 1° Escoger, de la tema que remita el senado, los individuos que
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deben formar el tribunal supremo de justicia, y los que se han de presentar para los arzobispados, obispados, canongías y prebendas vacantes. 2° Todas las leyes de imprenta, economía, plan de estudios y método de enseñanza pública. 3° Proteger la libertad de imprenta y nombrar los jueces que deben ver en última apelación los juicios de ella. 4° Proponer reglamentos para el fomento de las artes y de las ciencias. 5.° Conceder premios y recompensas nacionales a los que las merezcan por sus servicios a la república. 6° Decretar honores públicos a la memoria de los grandes hombres, y a las virtudes y servicios de los ciudadanos. 7° Condenar a oprobio eterno a los usurpadores de la autoridad pública, a los grandes traidores y a los criminales insignes. Artículo 60. Los censores serán vitalicios.
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Honrado por la ciencia Ante el claustro pleno de doctores de la antigua y célebre Universidad de San Marcos, en Lima, el 2 de junio de 1826.
Señores: Al pisar los umbrales de este santuario de las ciencias yo me sentí sobrecogido de respeto y de temor y al verme ya en el seno mismo de los sabios varones de la célebre Universidad de San Marcos yo me veo como humillado entre hombres envejecidos en las tareas de profundas y útiles meditaciones, y elevados con tanta justicia al alto rango que ocupan en el orbe científico. Desnudo de conocimientos y sin mérito alguno vuestra bondad me condecora gratuitamente con una distinción que es el término y la recompensa de años enteros de estudio continuo. Señores: Yo marcaré para siempre este día tan honroso de mi vida. Yo no olvidaré jamás que pertenezco a la sabia Academia de San Marcos, Yo procuraré acercarme a sus dignos miembros, y cuantos momentos me pertenezcan después de llenar los deberes a que estoy contraído por ahora, los emplearé en hacer esfuerzos por llegar sí no a la cumbre de las ciencias en que vosotros os halláis, al menos en imitaros.
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“En la marcha de los siglos, podría encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo al universo: la federal” Memorándum para el gran suceso de la unidad americana, el Congreso de Panamá. Desde la compactación latinoamericana, Bolívar mira al mundo. El Congreso de Panamá reunirá todos los representantes de la América y un agente diplomático del gobierno de S. M. B. Este Congreso parece destinado a formar la liga más vasta o más extraordinaria o más fuerte que ha aparecido hasta el día sobre la tierra. La Santa Alianza será inferior en poder a esta confederación, siempre que la Gran Bretaña quiera tomar parte en ella, como miembro constituyente. El género humano daría mil bendiciones a esta liga de salud y la América como la Gran Bretaña cogerían cosechas de beneficios. Las relaciones de las sociedades políticas recibirían un código de derecho público por regla de conducta universal. 1° El nuevo mundo se constituiría en naciones independientes, ligadas todas por una ley común que fijase sus relaciones externas y les ofreciese el poder conservador en un congreso general y permanente. 2° La existencia de estos nuevos estados obtendría nuevas garantías. 3° La España haría la paz por respeto a la Inglaterra y la Santa Alianza prestaría su reconocimiento a estas naciones nacientes. 4° El orden interno se conservaría intacto entre los diferentes estados, y dentro de cada uno de ellos. 5.° Ninguno sería débil con respecto a otro; ninguno sería más fuerte. 6° Un equilibrio perfecto se establecería en este verdadero nuevo orden de cosas. 7.° La fuerza de todos concurriría al auxilío del que sufriese por parte del enemigo externo o de las facciones anárquicas. 8° La diferencia de origen y de colores perdería su influencia y poder. 9.° La América no temería más a ese tremendo monstruo que ha devorado a la isla de Santo Domingo; ni tampoco temería la preponderancia numérica de los primitivos habitadores. 10° La reforma social, en fin, se habría alcanzado bajo los santos auspicios de la libertad y de la paz, pero la Inglaterra debería tomar necesariamente en sus manos el fiel de esta balanza.
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La Gran Bretaña alcanzaría, sin duda, ventajas considerables por este arreglo. 1° Su influencia en Europa se aumentaría progresivamente y sus decisiones vendrían a ser las del destino. 2.° La América le serviría como de un opulento dominio de comercio. 3° Sería para ella la América el centro de sus relaciones entre el Asia y la Europa. 4° Los ingleses se considerarían iguales a los ciudadanos de América. 5° Las relaciones mutuas entre los dos países lograrían con el tiempo ser unas mismas. 6° El carácter británico y sus costumbres las tomarían los americanos por los objetos normales de su existencia futura. 7° En la marcha de los siglos, podría encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo al universo: la federal. Tales ideas ocupan el ánimo de algunos americanos constituidos en el rango más elevado, ellos esperan con impaciencia la iniciativa de este proyecto en el Congreso de Panamá, que puede ser la ocasión de consolidar la unión de los nuevos estados con el Imperio Británico.
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Quien usurpare derechos y caudales del Estado, “por pequeño que sea su montamiento”, incurrirá en la pena de muerte y confiscación En Za oportunidad de su última visita a su tierra natal, Bolívar se ocupó de la administración pública en Venezuela y dictó un importante código para la hacienda pública. En lo referente a las sanciones contra los fúncionarios corruptos, ratífica su habitual severidad ejemplar, con estas normas sancionadas en Caracas el 8 de marzo de 1827. CAPITULO SEGUNDO
De las penas a que están sujetos los empleados de hacienda y defraudadores de las rentas del Estado Artículo 194. Todo individuo que usurpare los derechos y caudales del Estado, extrayéndolos de sus arcas o del poder de los empleados en rentas por fuerza o clandestinamente, por pequeño que sea su montamiento, incurrirá en la pena de muerte y confiscación de todos los bienes, si no tuviere hijos, y la del tercio y quinto, si los tuviere,
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indemnizando además el montamiento de las costas procesales y la cantidad sustraída. Artículo 195. El tesorero, administrador principal o subalterno u otro cualquier empleado de hacienda que le fuere averiguado haber sustraído de las Cajas o de los intereses de su manejo cualquier suma por pequeña que sea su cuenta, y con sólo el dicho de tres testigos veraces y presunciones o indicios que lo corroboren, incurrirá en la misma pena de muerte. Artículo 196. El empleado en rentas que por tolerancia o culpable disimulo permitiere se usurpen los intereses del Estado, si se probare haber tenido parte en la usurpación en la forma que queda prevenida en el artículo anterior, incurrirá en la pena de muerte. Artículo 197. Si el empleado no hubiere participado de la usurpación, sino que toda haya cedido en favor del que la cometió, incurrirá en la pena de diez años de presidio, destitución del empleo y privación perpetua de ejercer otro alguno en rentas, publicándose así en los periódicos, sin perjuicio de indemnizar al tesoro público de la suma distraída; si el usurpador no tuviere bienes suficientes con que hacerlo, serán responsables también los bienes del fiador en cuanto alcance la cantidad de su fianza. Artículo 198. El tesorero administrador o empleado en rentas que por su omisión, negligencia o ineptitud, ocasionare la usurpación de los derechos del Estado, de cualquier cuantía que fueren, sin perjuicio de la pena que se impondrá al usurpador, sufrirá el empleado la de destitución de su destino, incapacidad de poder obtener otro perpetuamente y presidio conforme al decreto de 23 de noviembre de 1826 sobre responsabilidad de los empleados, publicándose todo en los periódicos, e indemnizando al Estado con los bienes propios o los de su fiador en cuanto alcance la fianza del daño o perjuicio que hubiere sentido. ............................................................. Artículo 201. El tesorero o administrador que no rindiere sus cuentas en los tres primeros meses del año inmediato al tribunal de la contaduría de cuentas, o contaduría principal de tabacos, incurrirá en la pena de destitución de empleo sin más trámites ni formalidades que la simple comprobacion de no haberlo ejecutado. ............................................................. Artículo 207. El jefe de oficina que requerido dos veces por el intendente sobre falta de asistencia a ella desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde, no se corrigiere, incurrirá en la multa de la mitad del sueldo que le correspondan en un mes, y se reagravará por su reincidencia hasta formarle causa y aplicarle la pena de negligente. ............................................................. Artículo 212. Todo empleado en rentas, o civil o militar, está obligado
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a prestar toda ayuda y cooperación posible para la averiguación y aprehensión de cualquier fraude que se intente en perjuicio del erario. La omisión o negligencia queda sujeta a las penas que se establecen en este decreto y a las que quedaron sancionadas en el otro de 23 de noviembre de 1826 sobre responsabilidad de los empleados. Artículo 213. Todos los ciudadanos habitantes en los cuatro departamentos que comprende este decreto, así empleados en cualquier ramo como los que no lo estén, deben denunciar, acusar o prevenir el fraude, usurpación o defecto que adviertan en el manejo y recaudacion de las rentas del Estado, bien dirigiéndose a los intendentes y bien a cualesquiera otro de los empleados a quienes por este decreto se concede autoridad y jurisdicción en los negocios de hacienda sin que puedan ser rechazados. Artículo 214. Del mismo modo podrán hacerlo entender por medio de la imprenta, detallando en cuanto les sea posible el fraude o malversación de que tuvieren conocimiento para proceder a su averiguación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..<.............. Artículo 235. Cuando quiera que el tiempo que en cada oficina deba durar el trabajo continuo no baste para que los negocios estén siempre con el día, se prolongará cuanto sea necesario. Porque no ha de creerse que ningún empleado cumple con su deber si no se halla siempre con el día su negociado; y si él además no se esmera en propender de cuantos modos estén a su alcance a que las rentas se perfeccionen y se hagan cada día más productivas sin aumentar las cargas de los contribuyentes.
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Una vasta e integral concepción universitaria De los nuevos estatutos para la Universidad de Caracas, preparados con la colaboración del rector José María Vargas, con asesoría del secretario general del gobierno José Rafael Revenga. Decreto del 24 de junio de 1827. Es el segundo texto jurídico -en longitud- de los promulgados por Bolívar.
S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador Presidente de Colombia etc. etc. etc.
Importando a la más cumplida ejecución de la ley de 18 de marzo de 1826, sobre la organización y arreglo de la instrucción pública, adaptar mejor aquella disposición al clima, usos y costumbres de estos departamentos: dar a esta Universidad Central y a los estudios en ellas la planta
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que más conviene al presente, y dotarlos más adecuadamente destinando a su sostén varias fincas y rentas que o tienen por objeto otras obras piadosas de menor urgencia o se arruinarían totalmente continuando sobre el pie en que se hallan; en uso de las facultades extraordinarias que ejerzo, y oída la junta general y claustro pleno de la misma universidad, y el sentir de varios hombres prudentes y amantes de la educación, decreto: CAPITULO 1
De las juntas generales o claustro pleno Artículo 1° Se tendrán en la universidad juntas generales que se
compondrán del rector que las preside, del vicerrector, doctores y maestros. Harán periódicamente las elecciones que exprese esta constitución en los artículos correspondientes. Deben reunirse cada mes para tratar de los negocios generales del establecimiento no atribuidos a las juntas particulares y deliberar sobre los acuerdos de éstas; y además en los días que citare el rector. La junta general elegirá el día 20 de diciembre los seis catedráticos que formen la junta de inspección o gobierno; y en los años siguientes los renovará por mitad. La suerte decidirá los que deban quedar en la primera vez. En caso de vacante la junta general la llenará en la sesión más inmediata que celebre. ............................................................. Artículo 12. Las juntas se celebraran con el orden y decoro propios de un cuerpo que debe formar los hábitos morales, políticos y literarios de la juventud confiada a su dirección. El rector hará observar en todo caso el orden con el toque de una campanilla. Artículo 13. La junta general no podrá revocar, alterar, ni dispensar ley alguna ni resolución del gobierno: sólo tiene derecho para promover y celar su cumplimiento, y para consultar y suplicar por medio de la dirección departamental lo que estime conveniente para la mejora o reforma de la universidad. ............................................................. Artículo 18. Tampoco podrá la junta general acordar que se hagan de los fondos de la universidad gastos extraordinarios o diferentes de los que se prescriben por esta constitución. ............................................................. CAPITULO
IV
Del rector Artículo 34. La elección de rector se hará el 20 de diciembre cada tres
años en junta general entre los doctores de la universidad sean o no
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catedráticos, y estén éstos en ejercicio o ya jubilados. Para la elección de rector entre los catedráticos bastará la pluralidad absoluta; para que sea elegido entre los doctores serán necesarios los dos tercios de los votos. Ninguno podrá excusarse a menos que sea catedrático jubilado. Esta elección será participada al electo en el mismo día por dos miembros del cuerpo. Artículo 35. Reunida toda la universidad con sus insignias, y presente el cuerpo escolar, irán cuatro miembros, dos doctores y dos maestros, los menos antiguos, a buscarle a su casa y le acompañarán hasta la capilla, en donde le recibirán también a la entrada los dos catedráticos menos antiguos con el secretario, y le conducirán todos hasta la mesa rectoral, ocupando en seguida sus asientos respectivos; el electo arrodillado prestará juramento sobre los Santos Evangelios en la forma siguiente: “Yo N. juro y prometo observar y cumplir fielmente la Constitución de la República y los reglamentos y leyes académicos, y desempeñar con toda la exactitud posible los deberes del empleo de rector para que he sido nombrado”. Concluido este acto y colocado en su silla por el rector que acaba, dará posesión al Vicerrector. Artículo 36. Seguidamente prestarán el juramento de obediencia al rector y vicerrector, los doctores, maestros y todos los cursantes. En esta función se omitirá todo gasto y por un oficio el rector saliente lo participará a la dirección departamental, al intendente y al poder ejecutivo de la república. Artículo 37. El rector de la universidad permanecerá tres años en su destino y cuidará de la observancia de las leyes académicas, haciéndolas cumplir y ejecutar puntualmente. El vicerrector, los catedráticos, oficiales y cursantes están subordinados al rector. Su celo no debe dejar alguna excusa al descuido y negligencia de los que se hallan bajo su autoridad. Tendrá para con los catedráticos los sentimientos de consideración que exigen sus empleos. Si no correspondieren a este tratamiento honroso, acordará con la junta de inspección y gobierno los medios de reducirlos a su deber mas si esto no bastare, la junta general resolverá lo que crea justo, dando cuenta a la dirección departamental para la providencia conveniente, hasta la separación y privación de empleo con arreglo a la ley de estudios. Artículo 38. Además de las visitas que el rector hará a las clases cuando se lo sugiera su celo, elegirá en cada bimestre dos estudiantes de cada clase, para que informen sobre la conducta del catedrático, tomándoles o no juramento, según lo juzgue conveniente.
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CAPITULO V
Del vicerrector Artículo 42. Habrá un vicerrector que supla cualquiera falta del rector;
tendrá las mismas calidades y será elegido por la junta general cada tres años, el mismo día que el rector, quien dándole posesión con las mismas formalidades que se usaron con él, lo colocará en el lugar que le designa el artículo 221 de las precedencias. .............................................................
CAPITULO
VI
De las matrículas Artículo 50. Atendiendo a que en los meses de noviembre y diciembre
reina en esta capital la estación más hermosa y fresca de todo el año, y que sería sensible pasarla en vacaciones, cuando por otra parte es también la más a propósito para las lecciones de anatomía y cirugía; comenzará desde ahora en adelante el año académico en 1 ° de setiembre, y se abrirá la matrícula el 5 de agosto anterior, cada año, por un edicto del rector fijado a las puertas de la universidad. Los que quieran matricularse en cualquiera clase deben hacerlo desde aquel día hasta el último del mismo agosto ante el secretario de la universidad, quien especificará en el libro que lleve llamado de Matrículas, el nombre del cursante, su edad, patria, padres, tutores o personas a quienes esté inmediatamente encomendado en esta ciudad, la fecha en que se matricule y la clase en que va a cursar; al efecto, cada estudiante concurrirá a matricularse acompañado de su padre o encargado de su educación, para tomar razón de la casa de éste y establecer las relaciones necesarias entre los maestros y padres de los alumnos. El secretario pasará una noticia de todo al vicerrector para que lo anote en su libro secreto, y la extenderá también en la certificación de matrícula que debe dar a cada uno para manifestarla al catedrático, y que éste haga la anotación correspondiente en su libro.
CAPITULO
VII
De los cursantes Artículo 54. Cursantes son los que habiéndose matriculado en la univer-
sidad se sujeten a ganar cursos literarios bajo la enseñanza de un
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catedrático cualquiera que concurra a la clase; sin estos requisitos, se reputará por mero asistente bajo cuyo concepto no se impedirá a ninguno oír las lecciones de un catedrático. . . ....................................................... Artículo 58. Los discípulos deben ser muy exactos en el cumplimiento de sus obligaciones. ............................................................. Artículo 60. Los cursantes de la universidad no podrán ser alistados en cuerpos de tropas de ninguna especie, ni aun de la que se titulan nacionales o cívicas, ni ocupados en cosa alguna que los distraiga de la carrera literaria a que se consagran. CAPITULO VIII
De las cátedras de la universidad y tiempo de su lectura Artículo 61. Se leerán en esta universidad dos cátedras de gramática
latina, una de literatura, una de ideología y metafísica, gramática general, lógica, física general y particular; otra de matemática, geografía y cronología; una de ética y derecho natural; cuatro de medicina, cuatro de jurisprudencia civil y cuatro de ciencias exactas. ............................................................. Artículo 85. Anatomía general y particular: un profesor enseñará la anatomía general y descriptiva en el orden más conveniente. Las lecciones de anatomía deberán ser siempre ilustradas por la vista de los órganos o de las partes del cuerpo humano de que se haga la descripción; ellas serán preparadas al principio por un demostrador anatómico que deberá haber para que auxilie al catedrático, asignándosele alguna gratificación; podrán ser también de utilidad las piezas de cera que hay en algunos gabinetes de las escuelas de medicina, y aun las preservadas en espíritu. Pero los verdaderos anatómicos se formarán haciendo disecciones del cuerpo humano y de animales para perfeccionarse en la anatomía comparada. Los jóvenes cursantes se ocuparán pues, en las disecciones, pasados los primeros cinco meses de su curso de anatomía, dedicando todos los días el tiempo necesario para ellas en el teatro anatómico, bajo la inspección del catedrático; el demostrador les enseñará a dar los cortes para descubrir los órganos; conservará en la sala el orden y la decencia, cuidando de que los cadáveres no se desperdicien y que se entierren cuando ya no sirvan. Artículo 86. Fisiología e higiene: el catedrático de fisiología enseñará a los cursantes las funciones de los órganos del cuerpo humano en el estado de salud. Luego que sus alumnos hayan adquirido en las demás cátedras de la escuela de medicina los conocimientos preliminares, se dedicará a dar lecciones de higiene. El mismo catedrático estará encar-
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gado de enseñar higiene pública, manifestando a los cursantes cuáles son las reglas que debe seguir la administración civil de los pueblos para precaverse de las enfermedades epidémicas y contagiosas en las ciudades, campamentos y navegaciones; como también para impedir la propagación del mal cuando una vez se ha declarado o para disminuir a lo menos su actividad. ............................................................. Artículo 95. Además de la asistencia de los matriculados en las clases de medicina a los cursos prevenidos en los artículos anteriores, concurrirán el primer año a la cátedra de francés y a la academia de bellas letras cuando se establezcan. En el segundo, a la cátedra de inglés y a la academia de ciencias físicas y médicas que frecuentarán en los cuatro años siguientes, cuando igualmente se hallen establecidas. ............................................................. Artículo 100. En el primer año del segundo bienio se explicará la constitución de la república y el derecho político y ciencia administrativa; en el segundo el derecho internacional o de gentes. Concluidos estos cursos en jurisprudencia canónica y civil, y comprobados del modo que prescribe esta constitución, podrán recibir los estudiantes el grado de bachiller en cualquiera de las dos facultades o en ambas. Continuarán un tercer bienio y en él se leerá por la mañana en el primer año, por un catedrático, principios de legislación universal y de legislación civil y penal, y en el segundo economía política. En el mismo tiempo se leerá por otro catedrático por la tarde, la práctica civil y criminal de juicios en el primer año, y en el segundo ganarán el curso de medicina legal, en las épocas que deben proporcionarse en la enseñanza de esta cátedra. Artículo 101. En el tercer bienio los que aspiren a ser abogados, deberán instruirse en la elocuencia del foro y concurrir a las clases de idiomas que se hallen establecidas. ............................................................. Artículo 108. Es permitido a cualquiera persona concurrir a las clases de teología y proponer las dificultades y objeciones que le ocurran, en idioma latino o vulgar; y es una obligación del catedrático resolverlas. ............................................................. Artículo 117. Cada catedrático propondrá para defender las materias que haya enseñado hasta el día en que le toque su certamen, eligiendo para sostenerlo a mañana y tarde, dos estudiantes, ninguno de los cuales podrá excusarse. Artículo 118. Se escogerán para los certámenes las materias más propias para dar a conocer los progresos que hacen los jóvenes y el estado que tienen los estudios en la universidad. Artículo 119. En ningún certamen público se defenderá proposición alguna que sea contraria a las leyes fundamentales, libertades de la
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república, a la fe católica y a la moral y decencia pública. Las proposiciones se escribirán en castellano y en latín, para que pueda argüirse en cualquiera de los dos idiomas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... Artículo 229. De cada clase se escogerán los tres estudiantes más sobresalientes a juicio del rector y examinadores, y hecha la graduación de su mérito por los conocimientos que hayan manifestado, se reservarán estas actas en un pliego cerrado y sellado por el rector, para publicarlas con la mayor solemnidad y del modo más imponente el día 8 de diciembre, en que se celebra la festividad de la Inmaculada Concepción, conservándose así la costumbre de esta ilustre universidad y la grata memoria’ del señor don Juan Agustín de la Torre, fundador de los premios en este cuerpo. Con este objeto podrá tomar el rector anualmente de las cajas, la cantidad que la junta gubernativa juzgue conveniente para invertirla en obras elementales, o medallas con emblemas o inscripciones alusivas, que distribuirá a los que hayan merecido premio por su aplicación, con calidad de que puedan usar las medallas en los actos académicos. El universitario que sea nombrado por el rector pronunciará la oración acostumbrada en elogio de las ciencias. Artículo 130. Esta distribución que resultará de los exámenes generales no impedirá que algunos amantes de la instrucción pública ofrezcan otros premios para el mismo día 8 de diciembre, bien sea sobre las materias que se hayan enseñado hasta entonces en las clases, o bien por otras extraordinarias, que no sea posible leer por ahora, y que algunos estudiantes aplicados puedan estudiar sin perjuicio de los cursos que hayan de ganar en su facultad. Tampoco habrá inconveniente en que se ofrezcan otros premios y se hagan exámenes públicos en otros períodos, como las festividades de los patronos de la universidad. Artículo 131. Se conservará como útil a la moral y conducente a los progresos de la instrucción de los escolares, el establecimiento que tuvo principio en 7 de marzo de 1825 y fue aprobado posteriormente por el claustro pleno, de las medallas de costumbres y aplicación destinadas a cada clase de latinidad. Artículo 132. Las vacaciones generales de cada año serán desde el día en que se concluyan los exámenes de cada facultad en el mes de julio hasta el 1° de setiembre próximo; y la de los gramáticos desde el 12 de agosto hasta esta última fecha; y fuera de ellas no tendrán otras los cursantes que las de los días de fiesta entera, los feriados de pascua, toda la semana santa, y el jueves en aquellas semanas en que no haya día de ambos preceptos.
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De los grados Artículo 133. La universidad, por medio del rector, confiere dife-
rentes grados académicos o condecoraciones a los que, habiendo ganado los cursos necesarios, dan una prueba pública y cierta de la instrucción y aptitud que pide cada grado. Ellos habilitan para diferentes efectos civiles y eclesiásticos y continuarán confiriéndose los grados de bachiller, licenciado y doctor en jurisprudencia canónica y civil, en medicina y teología, y los de bachiller, licenciado y maestro en filosofía. .............................................................
CAPITULO XVI
De los catedráticos Artículo 289. Desde el día de la posesión dada al provisto para una
cátedra, principian sus obligaciones y sus derechos. Los catedráticos deben concurrir a sus clases con mucha exactitud en todos los días y horas prescritas para la enseñanza. Cuidarán del aprovechamiento, asistencia y buena conducta de sus discípulos, dándoles ejemplo con su buen porte y con su puntual concurrencia a todos los actos, juntas y ejercicios de la universidad a que deban asistir. . . . . . . . ..................................................... Artículo 192. Los catedráticos deben ser el modelo de los jóvenes confiados a su enseñanza: la decencia, el decoro, la urbanidad, la cultura en el idioma, todo debe relucir en los maestros, a fin de que con estas lecciones prácticas, formen buenos discípulos. ............................................................. Artículo 196. A los 20 años de enseñanza en una misma cátedra sin interrupción que cause vacante, serán jubilados los catedráticos con renta entera, debiéndose comenzar a contar dicho término desde el día en que cada uno haya tomado posesión de la cátedra, bien sea en propiedad o por sustitución, con tal que haya sido dada por oposición. Todas las cátedras de latinidad se reputarán como una misma. Artículo 197. El que haya servido cátedras diferentes por 20 años, bien sea en propiedad o por sustitución, podrá retirarse con la mitad de la renta y el título de catedrático benemérito. Si las hubiere servido 25, se retirará con las dos terceras partes; y si 30 con toda la renta, expidiéndole el título de jubilado en la cátedra que haya regentado más
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tiempo; mas si ésta fuere igual en dos cátedras, el mismo catedrático elegirá la que sea de su agrado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .......................... Artículo 299. El que componga una obra elemental aprobada por la universidad y por la dirección departamental ganará para el efecto de su jubilación el tiempo que la junta gradúe según el mérito de la obra, con advertencia de que no podrá exceder de 8 años; y el que en los mismos términos haga una traducción e impresión de una obra clásica para uso de la universidad, siendo igualmente aprobada, ganará sólo 2 años. Un mismo catedrático podrá obtener estos dos premios por una sola vez. El catedrático que después de 10 años de enseñar perdiere su salud y quedare inhábil será retirado con un tercio de su renta. ............................................................. CAPITULO
XXII
De las fiestas Artículo 244. Se continuarán celebrando las fiestas de la Patrona Santa
Rosa de Lima, de la Concepción de Nuestra Señora y del angélico doctor Santo Tomás, que ha celebrado esta universidad desde su erección, pagándolas de sus fondos y de los del seminario como hasta ahora; y si alguna otra quisiere hacer la junta general, será a expensas de sus miembros. En todas estas fiestas deberán oficiar y predicar los doctores y maestros de la universidad nombrados por el rector. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .......................... Artículo 249. El día 10 de noviembre de cada año se celebrarán exequias por los universitarios difuntos conforme a la fundación de un particular, que ha aceptado el claustro pleno. Serán preferidos para cantar la misa y para hacer la oración fúnebre, los catedráticos, y por su defecto nombrará el rector. CAPITULO
XXIV
De las rentas y gastos de la universidad y de su deuda activa y pasiva Artículo 250. Son rentas de la universidad:
1° La cantidad de 200 pesos anuales que ha contribuido la tesorería de esta ciudad desde el año de 1592 a las dos cátedras de elocuencia y menores a razón de 100 pesos cada una y que continúan conforme al número 1° artículo 72 de la ley de estudios de 10 de marzo de 1826. . . ......................................................... 7° Los capitales dejados por bienhechores a beneficio de alguna
cátedra y que todavía no estén debidamente reconocidos y poseídos por la universidad.
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8° Las rentas de la obra pía de Chuao después de cumplir con sus gravámenes de limosnas a pobres, a cera u otros objetos del culto. 9° Las obras pías de Cata con sus agregados de la hacienda de Miranda y demás que posteriormente a su fundación la acrecieron, deduciendo sus gravámenes, como son, principales reconocidos en ella, extipendio del cura de Cata y las contribuciones anuales a fiestas, altares y limosnas de pobres, y la deuda del mayordomo y administradores que haya tenido y esté legítimamente probada antes de su arrendamiento. 10. La de la hacienda de caña dulce con trapiche nombrada de la Concepción en la jurisdicción de Tácata que fue del canario José Antonio Sánchez Castro adjudicada a la universidad por decreto de 16 de mayo de 1827. El cobro y distribución de estas rentas y de las de los dos números anteriores, así como el cuidado de las fincas y la intervención en su administración o arrendamiento tocan al administrador de la universidad bajo las determinaciones de su claustro pleno. ll. Las rentas anuales sobrantes de los resguardos de los indígenas, deducida la dotación de las escuelas de primeras letras que deberán establecerse en las mismas poblaciones. Artículo 252. Los egresos de la universidad son:
1.° Los ordinarios para abonar los sueldos de 15 catedráticos que a razón de 400 pesos anuales importan 6 800 pesos. Los catedráticos cuyas rentas por consistir en capellanías tengan algún gravamen recibirán la indemnización de éste, de modo que perciban completo su sueldo de 400 pesos, 100 para gastos anuales de secretaría, 25 gratificación del maestro de ceremonias, 10 pesos mensuales gratificación del preceptor de anatomía en los meses en que ayude a las demostraciones de esta ciencia, 600 pesos para los dos bedeles a razón de 300 anuales cada uno, 51 pesos cuatro reales y medio para las fiestas de los patronos, 75 pesos cuatro reales para el aniversario de los universitarios difuntos; en fin, los gastos de administración según el artículo 266. 2° La cantidad de 2 000 pesos que contribuye la universidad cuando haya entrado en el goce de sus rentas al colegio de niñas educandas para su auxilio. 3° Los gastos extraordinarios grandes que acuerde el claustro pleno con aprobación de la subdirección y los pequeños que ordene el rector con acuerdo de la junta gubernativa. 4° Los eventuales de aniversarios de los doctores y maestros que fallezcan y los de cantidades destinadas a premios anuales.
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XXVII
De las academias Artículo 276. La universidad irá planteando sucesivamente las demás
cátedras y establecimientos que le permitan sus fondos. Procurará formar a la mayor brevedad posible la academia de emulación, dividida en las cuatro secciones de literatura y bellas letras, ciencias naturales, ciencias políticas y morales y ciencias eclesiásticas. Cada una de ellas en los dos meses primeros, después de haberse instalado, hará un reglamento para su organización interior y para el mejor fomento de sus estudios, y con informe del rector lo aprobará o reformará; mas respecto a que el bien general exige la más pronta organización de la medicina. ............................................................. Artículo 280. Serán funciones de la facultad de medicina, de cirugía y de farmacia en lo relativo a la instrucción pública: 1° Promover el estudio teórico y práctico de las ciencias médicas por cuantos medios estén a su alcance y le sugiera su celo. 2° Llevar a la perfección el establecimiento de la academia de emulación en la parte relativa a las ciencias médicas, y hacer que los jóvenes cursantes reciban en las sesiones académicas particulares toda la instrucción necesaria, especialmente para la práctica. 3° Cuidar que se forme e imprima a la mayor brevedad un curso completo de los ramos de las ciencias médicas que deben enseñarse en esta escuela de medicina acomodado al clima, constitución y enfermedades de los habitantes de estos países, el que a más de contener las mejores doctrinas de los autores más selectos y los últimos descubrimientos, tenga la brevedad necesaria para las escuelas. ............................................................. Artículo 287. Estará a cargo de la facultad de medicina: 1 ° Promover en este distrito por medio de representaciones dirigidas a las justicias y demás autoridades, el cumplimiento de las leyes que tratan sobre médicos, cirujanos, farmacéuticos, boticas y venta de drogas: 2° Proponer a las juntas de sanidad las medidas o reglamentos sanitarios más convenientes según el clima y circunstancias del país para conservar la salud pública o para restablecerla siempre que se hubiere alterado. 3° Formar y publicar los métodos curativos que mejor convengan cuando haya enfermedades epidémicas o contagiosas. 4° Publicar iguales métodos para precaver a los pueblos de las
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enfermedades más comunes o propias de estos países, como algunas cutáneas, los cotos, la elefancia y demás que haya en los diferentes climas, y para curar a los que adolezcan de ellas. Artículo 288. La facultad médica procurará formar una colección de todos los artículos de la materia médica pertenecientes a los tres reinos, animal, vegetal y mineral, Artículo 289. El secretario de estado y general de mi despacho queda encargado de comunicar este decreto a quienes corresponda. Cuartel general libertador en Caracas, a 24 de junio de 1827, 17° Por el Libertador presidente, el secretario de Estado y general de S. E.
Simón Bolívar
J. R. Revenga
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Organizando también la Universidad Central de Quito El espíritu reformista de Bolívar llega igualmente a la Universidad del Ecuador. Entre otras novedades dispone que, junto a los idiomas importantes de Europa, se estudie la lengua quechua, lengua de los indígenas andinos. Decreto dictado el 6 de noviembre de 1827 en Bogotá.
S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador Presidente, etc., etc., etc.
Debiendo organizarse la Universidad Central de Quito decretando las cátedras que ha de haber en ella, y las asignaciones que deben gozar los empleados en la universidad, oído el informe de la subdirección de estudios de Quito y de la dirección general, he venido en decretar lo que sigue: Artículo 2° El rector de la Universidad de Quito disfrutará el sueldo
anual de 500 pesos, el vicerrector de 400, el secretario 300, 200 pesos el primer bedel de la universidad y 150 el segundo. Artículo 2° De las rentas de la Universidad de Quito se pagarán también 250 pesos que se asignan al secretario de la subdirección de estudios, con calidad de sacar de dicha suma los gastos de escritorio de la subdirección. Artículo 3° En la clase de literatura y bellas letras, habrá las siguientes cátedras: una de lengua francesa e inglesa; dos de gramática latina combinada con la castellana; una de lengua quechua, y una de
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literatura, bellas letras y bibliografía, de la que se encargará el bibliotecario de la universidad, quien deberá pagar un asistente. Las tres primeras cátedras tendrán de dotación 300 pesos cada una; la de la lengua quechua estará a cargo de uno de los religiosos dominicos de la provincia de Quito, con arreglo a la ley; y el bibliotecario en clase de tal y como catedrático gozará la dotación de 500 pesos anuales. Artículo 4° En la clase de filosofía y ciencias naturales habrá las siguientes cátedras: una de matemáticas, a la que estará anexa la enseñanza de los principios de geografía y cronología; una de física general, particular y experimental; ‘una de ideología o metafísica, gramática general y lógica, moral y derecho natural; una de historia natural en sus tres reinos, y de química. Cada una de estas cátedras tendrá la dotación anual de 300 pesos. Artículo 5° En la clase de medicina habrá las cátedras que siguen: una de anatomía general, particular y patológica, la que tendrá un demostrador anatómico; una de fisiología e higiene, nosología y patología; una de terapéutica y farmacia; una en fin, de clínica médica y quirúrgica y de medicina legal. Cada uno de estos catedráticos disfrutará 300 pesos anuales y 200 el demostrador. Artículo 6.° En la clase de jurisprudencia habrá una cátedra de principios de legislación universal, de legislación civil y penal; una de derecho público político, derecho internacional, constitución y ciencia administrativa; otra de historia e instituciones de derecho civil romano y derecho patrio; otra de economía política; otra, en fin, de derecho público eclesiástico e instituciones canónicas, disciplina, historia eclesiástica y suma de concilios. Cada una de estas cátedras tendrá la asignación de 300 pesos anuales. Artículo 7° En la clase de teología habrá una cátedra de fundamentos de la religión, lugares teológicos y estudios apologéticos de la religión; una de sagrada escritura y otra de instituciones de teología dogmática y moral. Las dos primeras cátedras tendrán la dotación de 300 pesos anuales, y la tercera estará a cargo del maestre-escuela de la catedral de Quito con arreglo a la ley de la enseñanza pública. Artículo 8° Las anteriores asignaciones se satisfarán de las rentas que ha disfrutado hasta ahora la Universidad de Quito, de las que le ha asignado la ley de 1826 y de las demás que conforme a ella se hagan por el gobierno. Dichas asignaciones se aumentarán luego que crezcan las rentas de la universidad y la subdirección de estudios informará oportunamente cuándo podrá verificarse el aumento y en qué proporción. Artículo 9° Debiendo abrir sus cursos los catedráticos el 2 de enero próximo, se autoriza al intendente del Ecuador para que a propuesta de la subdirección, la que oirá los informes de la junta de gobierno de la universidad, nombre interinamente los catedráticos de
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las diferentes clases de la universidad, los que regentarán las cátedras por el tiempo que se juzgue necesario ajuicio de la junta de gobierno y de la subdirección. Luego que se considere que habrá opositores a las cátedras y que los estudios no sufrirán perjuicio, se fijaran edictos y se proveerán por oposición conforme a la ley y reglamento de estudios. Artículo 20. Se autoriza al intendente del Ecuador para que, a propuesta de la subdirección de estudios, dicte conforme a la ley y reglamentos orgánicos de estudios, cuantas providencias estime convenientes para el completo establecimiento de la universidad, las que llevará a efecto sin previa consulta del poder ejecutivo, a quien después dará cuenta de las que hubiere dictado. El secretario de estado del despacho del interior queda encargado de la ejecución de este decreto. Dado en el Palacio de Gobierno, en Bogotá, a 6 de noviembre de 1827, 17°
El secretario de Estado del Despacho del Interior,
Simón Bolívar
José Manuel Restrepo
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El cuadro de las aflicciones de Colombia Un resumen desgarrador de la honda crisis colombiana. Triste balance de una obra magna no cumplida. Importante mensaje a la Convención de Ocaña, desde Bogotá, el 29 de febrero de 1828. A LOS REPRESENTANTES DEL PUEBLO EN LA CONVENCIÓ N NACIONAL
Conciudadanos: Os congratulo por la honra que habéis merecido de la nación, confiándoos sus altos destinos. Al representar la legitimidad de Colombia os halláis revestidos de los poderes más sublimes. También participo yo de la mayor ventura devolviéndoos la autoridad que se había depositado en mis cansadas manos: tocan a los queridos del pueblo las atribuciones soberanas, los derechos supremos, como delegados del omnipotente augusto de quien soy súbdito y soldado. En qué potestad más eminente depondría yo el bastón de presidente y la espada de general? Disponed libremente de estos símbolos de mando y de gloria en beneficio de la causa popular, sin atender a consideraciones personales, que os impidieran una reforma perfecta.
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Constituido por mis deberes a manifestaros la situación de la república, tendré el dolor de ofreceros el cuadro de sus aflicciones. No juzguéis, que los colores que empleo los ha encendido la exageración, ni que han salido de la tenebrosa mansión de los misterios: yo los he copiado a la luz del escándalo; su conjunto puede pareceros ideal, pero si lo fuera, Colombia os llamara? Los quebrantos de la patria han empezado desde luego a remediarse, ya que congregados los escogidos se disponen a examinarlos. Vuestra empresa, en verdad, es tan difícil como gloriosa; y aunque algo se han disminuido los obstáculos con la fortuna de poderos presentar a Colombia unida y dócil a vuestra voz; de deciros, que no debemos esta inapreciable ventaja sino a las esperanzas libradas en la convención, esperanzas que os muestran la confianza nacional y el peso que os abruma. Os bastará recorrer nuestra historia para descubrir las causas de nuestra decadencia. Colombia, que supo darse vida, se halla exánime. Identificada antes con la causa pública, no estima ahora su deber como la única regla de salud. Los mismos que durante la lucha se contentaron con su pobreza, y que no adeudaban al extranjero tres millones, para mantener la paz han tenido que cargarse de deudas vergonzosas por sus consecuencias. Colombia, que al frente de las huestes opresoras, respiraba sólo pundonor y virtud, padece como insensible el descrédito nacional. Colombia, que no pensaba sino en sacrificios dolorosos, en servicios eminentes, se ocupa de sus derechos, y no de sus deberes. Habría perecido la nación si un resto de espíritu público no la hubiese impelido a clamar el remedio y detenido al borde del sepulcro. Solamente un peligro horroroso nos haría intentar la alteración de las leyes fundamentales; sólo este peligro se habría hecho superior a la pasión que profesábamos a instituciones propias y legítimas, cuyas bases nos habían procurado la deseada emancipación. Nada añadiría a este funesto bosquejo, si el puesto que ocupo no me forzara a dar cuenta a la nación de los inconvenientes prácticos de sus leyes. Sé que no puedo hacerlo sin exponerme a siniestras interpretaciones, y que al través de mis palabras se leerán pensamientos ambiciosos: mas, yo que no he rehusado a Colombia consagrarle mi vida y mi reputación, me conceptúo obligado a este último sacrificio. Debo decirlo: nuestro gobierno está esencialmente mal constituido. Sin considerar que acabamos de lanzar la coyunda, nos dejamos deslumbrar por aspiraciones superiores a las que la historia de todas las edades manifiesta incompatibles con la humana naturaleza. Otras veces hemos equivocado los medios y atribuido el mal suceso a no habernos acercado bastante a la engañosa guía que nos extraviaba, desoyendo a los que pretendían seguir el orden de las cosas, y comparar entre sí las diversas partes de nuestra constitución, y toda ella con nuestra educa-
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ción, costumbres e inexperiencia para que no nos precipitáramos en un mar proceloso. Nuestros diversos poderes no están distribuidos cual lo requiere la forma social y el bien de los ciudadanos. Hemos hecho del legislativo sólo el cuerpo soberano, en lugar de que no debía ser más que un miembro de este soberano; le hemos sometido el ejecutivo y dado mucha más parte en la administración general que la que el interés legítimo permite. Por colmo de desacierto se ha puesto toda la fuerza en la voluntad, y toda la flaqueza en el movimiento y la acción del cuerpo social. El derecho de presentar proyectos de ley se ha dejado exclusivamente al legislativo, que por su naturaleza está lejos de conocer la realidad del gobierno y es puramente teórico. El arbitrio de objetar las leyes concedido al ejecutivo es tanto más ineficaz cuanto que se ofende la delicadeza del congreso con la contradicción. Éste puede insistir victoriosamente, hasta con el voto de la quinta o con menos de la quinta parte de sus miembros; lo que no deja medio de eludir el mal. Prohibida la libre entrada a los secretarios del despacho en nuestras cámaras, para explicar o dar cuenta de los motivos del gobierno, no queda ni este recurso que adoptar para esclarecer al legislativo en los casos de objetarse algún acuerdo. Mucho habría podido evitarse, requiriendo determinado lapso de tiempo, o un número proporcional de votos, considerablemente mayor que el que ahora se exige para insistir en las leyes objetadas por el ejecutivo. Críticas a la legislación y al sistema
Obsérvese que nuestro ya tan abultado código en vez de conducir a la felicidad ofrece obstáculos a sus progresos. Parecen nuestras leyes hechas al acaso: carecen de conjunto, de método, de clasificación y de idioma legal. Son opuestas entre sí, confusas, a veces innecesarias, y aun contrarias a sus fines. No falta ejemplo de haberse hecho indispensable contener con disposiciones rigorosas vicios destructores y que se generalizaban; la ley, pues, hecha al intento ha resultado mucho menos adecuada que las antiguas, amparando indirectamente los vicios que se procuraban evitar. Por aproximamos a lo perfecto, adoptamos por base de representación una escala que nuestra capacidad no admite todavía. Prodigándose esta augusta función, se ha degradado y ha llegado a parecer, en algunas provincias, indiferente y hasta poco honroso representar al pueblo. De esto ha emanado en parte el descrédito en que han caído las leyes; y leyes despreciadas qué felicidad producirán? El ejecutivo de Colombia no es el igual del legislativo; ni el jefe del
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judicial: viene a ser un brazo débil del poder supremo, de que no participa en la totalidad que le corresponde, porque el congreso se ingiere en sus funciones naturales sobre lo administrativo, judicial, eclesiástico y militar. El gobierno, que debería ser la fuente y el motor de la fuerza pública, tiene que buscarla fuera de sus propios recursos y que apoyarse en otros que le debieran estar sometidos. Toca esencialmente al gobierno ser el centro y la mansión de la fuerza, sin que el origen del movimiento le corresponda. Habiéndosele privado de su propia naturaleza, sucumbe en un letargo, que se hace funesto para los ciudadanos, y que arrastra consigo la ruina de las instituciones. No están reducidos a éstos los vicios de la constitución con respecto al ejecutivo. Rivaliza en entidad con los mencionados la falta de responsabilidad de los secretarios del despacho. Haciéndola pesar exclusivamente sobre el jefe de la administración, se anula su efecto, sin consultar cuanto es posible la armonía y el sistema entre las partes; y se disminuyen igualmente los garantes de la observancia de la ley. Habrá más celo en su ejecución cuando con la responsabilidad moral obre en los ministros la que se les imponga. Habrá entonces más poderosos estímulos para propender al bien. El castigo que por desgracia se llegara a merecer no sería el germen de mayores males, la causa de trastornos considerables y el origen de las revoluciones. La responsabilidad en el escogido del pueblo será siempre ilusoria, a no ser que voluntariamente se someta a ella, o que contra toda probabilidad carezca de medios para sobreponerse a la ley. Nunca, por otro lado, puede hacerse efectiva esta responsabilidad, no hallándose determinados los casos en que se incurre, ni definida la expiación. Todos observan con asombro el contraste que presenta el ejecutivo, llevando en sí una superabundancia de fuerza al lado de una extrema flaqueza: no ha podido repeler la invasión exterior o contener los conatos sediciosos, sino revestido de la dictadura. La constitución misma, convencida de su propia falta, se ha excedido en suplir con profusión las atribuciones que le había economizado con avaricia. De suerte que el gobierno de Colombia es una fuente mezquina de salud o un torrente devastador. No se ha visto en nación alguna entronizada a tanta altura la facultad de juzgar como en Colombia. Considerándose el modo con que están constituidos entre nosotros los poderes, no puede decirse que las funciones del cuerpo político de una nación se reducen a querer y a ejecutar su voluntad. Se aumentó un tercer agente supremo, como si la facultad de decidir las leyes que convengan a los casos no fuese la principal incumbencia de la ejecución. Para que no influyese indebidamente en los encargados de decidirlo, los dejaron del todo inconexos con el ejecutivo, de que son por su naturaleza parte integrante; y a pesar de que se encargó a éste velar de continuo en la pronta y cumplida
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administración de justicia, se le cometió el encargo sin proveerle de medios para descubrir cuando fuese oportuna su intervención, ni declararle hasta qué punto pudiese extenderse. Aun la facultad de elegir entre personas aptas se le ha coartado. No satisfechos con esta exaltación hemos dado por leyes posteriores a los tribunales civiles una absoluta supremacía en los juicios militares, contra toda la práctica uniforme de los siglos, derogatoria de la autoridad que la constitución atribuye al presidente y destructora de la disciplina que es el fundamento de una milicia de línea. Las leyes posteriores en la parte judicial han extendido, hasta donde nunca debió ser, el derecho de juzgar. A consecuencia de la ley de procedimiento se han complicado las litis. Por todas partes se han establecido nuevos juzgados y tribunales de cantón, por cuya reforma claman los miserables pueblos, que enredan y sacrifican en provecho de los jueces. Repetidas ocasiones han decidido de la buena o mala aplicación de la ley cortes superiores, compuestas casi exclusivamente de legos. El ejecutivo ha oído lastimosos reclamos contra el artificio o prevaricación de los jueces, y no ha tenido medios para castigarlos; ha visto la hacienda pública víctima de la ignorancia y de la malicia de los tribunales, y no ha podido aplicar el remedio. La acumulación de todos los ramos administrativos en los agentes naturales que el ejecutivo tiene en los departamentos aumenta su impotencia, porque el intendente, jefe del orden civil y de la seguridad interior, se halla recargado de la administración de las rentas nacionales, cuyo cuidado exige muchos individuos, sólo para impedir su deterioro. No obstante que esta acumulación parece conveniente, no lo es, sino con respecto a la autoridad militar, que debería estar reunida en los departamentos marítimos a la civil, y la civil separada de la de rentas, para que cada uno de estos ramos se sirva de un modo satisfactorio al pueblo y al gobierno. Las municipalidades, que serían útiles como consejo de los gobernadores de provincias, apenas han llenado sus verdaderas funciones; algunas de ellas han osado atribuirse la soberanía que pertenece a la nación, otras han fomentado la sedición; y casi todas las nuevas más han exasperado que promovido el abasto, el ornato, y la salubridad de sus respectivos municipios. Tales corporaciones no son provechosas al servicio a que se les ha destinado; han llegado a hacerse odiosas por las gavelas que cobran, por la molestia que causan a los electos que las componen y porque en muchos lugares no hay siquiera con quien reemplazarlas. Lo que las hace principalmente perjudiciales es la obligación en que pone a los ciudadanos de desempeñar una judicatura anual, en que emplean su tiempo y sus bienes, comprometiendo muy frecuentemente su responsabilidad y hasta su honor. No es raro el destierro espontáneo de algunos individuos de sus propios hogares porque no
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los nombren para estos enojosos cargos. Y si he de decir lo que todos piensan, no habría decreto más popular que el que eliminase las municipalidades. Inseguridad,
miseria y relajo
No habiendo ley sobre la policía general, no existe ni su sombra. Resulta de aquí que el estado es una confusión, diría mejor un misterio para los subalternos del ejecutivo, que se hallan en relación con uno a uno de los individuos, los que no son manejables sin una policía diligente y eficaz que coloque a cada ciudadano en conexión inmediata con los agentes del gobierno. De aquí provienen diversos inconvenientes para que los intendentes hagan cumplir las leyes y reglamentos en todos los ramos de su dependencia. Destruida la seguridad y el reposo, únicos anhelos del pueblo, ha sido imposible a la agricultura conservarse siquiera en el deplorable estado en que se hallaba. Su ruina ha cooperado a la de otras especies de industria, desmoralizado el albergue rural y disminuido los medios de adquirir; todo se ha sumido en la miseria desoladora; y en algunos cantones los ciudadanos han recobrado su independencia primitiva, porque perdidos sus goces nada los liga a la sociedad, y aun se convierten en sus enemigos. El comercio exterior ha seguido la misma escala que la industria del país; aun diría que apenas basta para proveernos de lo indispensable; tanto más que los fraudes favorecidos por las leyes y por los jueces, seguidos de numerosas quiebras, han alejado la confianza de una profesión que únicamente estriba en el crédito y buena fe. Y qué comercio habrá sin cambios y sin provechos? Nuestro ejército era el modelo de la América y la gloria de la libertad: su obediencia a la ley, al magistrado y al general parecían pertenecer a los tiempos heroicos de la virtud republicana. Se cubría con sus armas, porque no tenía uniformes; pereciendo de miseria se alimentaba de los despojos del enemigo, y sin ambición no respiraba más que el amor a la patria. Tan generosas virtudes se han eclipsado, en cierto modo, delante de las nuevas leyes dictadas para regirlo y para protegerlo. Partícipe el militar de los sacudimientos que han agitado toda la sociedad, no conserva más que su devoción a la causa que ha salvado y un respeto saludable a sus propias cicatrices. He mencionado el funesto influjo que ha debido tener en la subordinación, el haberle sujetado a tribunales civiles, cuyas doctrinas y disposiciones son fatales a la disciplina severa, a la sumisión pasiva y a la ciega obediencia que forma la base del poder militar, apoyo de la sociedad entera. La ley que permite al militar casarse sin licencia del gobierno ha perjudicado considerablemente al ejército en su movilidad, fuerza y espíritu. Con razón se ha prohibido tomar reemplazos de entre los padres de familia:
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contraviniendo a esta regla, hemos hecho padres de familia a los soldados. Mucho ha contribuido a relajar la disciplina el vilipendio que han recibido los jefes de parte de los súbditos por escritos públicos. El haberse declarado detención arbitraria una pena correccional es establecer por ordenanzas los derechos del hombre, y difundir la anarquía entre los soldados, que son los más crueles como los más tremendos cuando se hacen demagogos. Se han promovido peligrosas rivalidades entre civiles y militares con los escritos y con las discusiones del congreso, no considerándolos ya como los libertadores de la patria, sino como los verdugos de la libertad. Era ésta la recompensa debida a tan dolorosos y sublimes sacrificios ? Era ésta la recompensa reservada para los héroes? Aun ha llegado el escándalo al punto de excitarse odio y encono entre los militares de diferentes provincias para que ni la unidad ni la fuerza existieran. No quisiera mencionar la clemencia que ha recaído sobre los crímenes militares en esta época ominosa. Cada uno de los legisladores está penetrado de toda la gravedad de esta vituperable indulgencia. Qué ejército será digno, en adelante, de defender nuestros sagrados derechos, si el castigo del crimen ha de ser recompensarlo? Y si la gloria no pertenece ya a la fidelidad, el valor a la obediencia! Desde ochocientos veintiuno, en que empezamos a reformar nuestro sistema de hacienda, todos han sido ensayos; y de ellos el último nos ha dejado más desengañados que los anteriores. La falta de vigor en la administración, en todos y cada uno de sus ramos, el general conato por eludir el pago de las contribuciones, la notable infidelidad y descuido por parte de los recaudadores, la creación de empleados innecesarios, el escaso sueldo de éstos y las leyes mismas han conspirado a destruir el erario. Se ha confiado vencer algunas veces este conjunto de resistencia, invocando la acción de los tribunales; pero los tribunales, con la apariencia de protectores de la inocencia, han absuelto al contribuyente quejoso y al recaudador procesado, cuando la lentitud y la secuela de los juicios no ha dado tiempo al congreso para dictar nuevas leyes que enervasen aun la acción del gobierno. Todavía el congreso no ha arreglado las comisarías que manejan las más cuantiosas rentas. Todavía el congreso no ha examinado, por la primera vez, la inversión de los fondos de que el gobierno es simple administrador. La demora en Europa de la persona a quien por órdenes expedidas en 1823 toca responder de los millones que se deben por el empréstito contratado y por el ratificado en Londres; la expulsión del encargado de negocios que temamos en el Perú y que gestionaba el cobro de los suplementos que hicimos a aquella república; por último la distribución y consunción de los bienes nacionales, nos han forzado a suplir con numerosas inscripciones en el libro de la deuda nacional valores que
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ellos pudieron dejar satisfechos. El erario de Colombia ha tocado, pues, a la crisis de no poder cubrir nuestro honor nacional, con el extranjero generoso que nos ha prestado sus fondos confiando en nuestra fidelidad. El ejército no recibe la mitad de sus sueldos, y excepto los empleados de hacienda, los demás sufren la más triste miseria. El rubor me detiene, y no me atrevo a deciros que las rentas nacionales han quebrado y que la república se halla perseguida por un formidable concurso de acreedores. Al describir el caos que nos envuelve casi me ha parecido superfluo hablaros de nuestras relaciones con los demás pueblos de la tierra. Ellas prosperaron a medida que se exaltaba nuestra gloria militar y la prudencia de nuestros conciudadanos, inspirando así confianza de que nuestra organización civil y dicha social alcanzarían el alto rango que la Providencia nos había señalado. El progreso de las relaciones exteriores ha dependido siempre de la sabiduría del gobierno y de la concordia del pueblo. Ninguna nación se hizo nunca estimar sino por la práctica de estas ventajas; ninguna se hizo respetable sin la unión que la fortifica. Y discorde Colombia, menospreciando sus leyes, arruinando su crédito, qué alicientes podrá ella ofrecer a sus amigas? Qué garantes para conservar siquiera a las que tiene? Retrogradando, en vez de avanzar, en la carrera civil, no inspira sino esquivez. Ya se ha visto provocada, insultada por un aliado, que no existiera sin nuestra magnanimidad. Vuestras deliberaciones’ van a decidir si arrepentidas las naciones amigas de habernos reconocido hayan de borrarnos de entre los pueblos que componen la especie humana. El clamor de la patria
legisladores! Ardua y grande es la obra que la voluntad nacional os ha cometido. Salvaos del compromiso en que os han colocado nuestros conciudadanos salvando a Colombia. Arrojad vuestras miradas penetrantes en el recóndito corazón de vuestros constituyentes: allí leeréis la prolongada angustia que los agoniza; ellos suspiran por seguridad y reposo. Un gobierno firme, poderoso y justo es el grito de la patria. Miradla de pie sobre las ruinas del desierto que ha dejado el despotismo, pálida de espanto, llorando quinientos mil héroes muertos por ella, cuya sangre sembrada en los campos hacía nacer sus derechos. Sí, legisladores, muertos y vivos, sepulcros y ruinas, os piden garantías. Y yo que sentado ahora sobre el hogar de un simple ciudadano, y mezclado entre la multitud, recobro mi voz y mi derecho, yo que soy el último que reclamo el fin de la sociedad, yo que he consagrado un culto religioso a la patria y a la libertad, no debo callarme en momento tan solemne. Dadnos un gobierno en que la ley sea obedecida, el magis-
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trado respetado y el pueblo libre, un gobierno que impida la transgresión de la voluntad general y los mandamientos del pueblo. Considerad, legisladores, que la energía en la fuerza pública es la salvaguardia de la flaqueza individual, la amenaza que aterra al injusto y la esperanza de la sociedad. Considerad que la corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza no hay virtud, y sin virtud perece la república. Mirad, en fin, que la anarquía destruye la libertad y que la unidad conserva el orden. Legisladores! iA nombre de Colombia os ruego con plegarias infinitas que nos déis, a imagen de la Providencia que representáis, como árbitros de nuestros destinos, para el pueblo, para el ejército, para el juez y para el magistrado leyes inexorables!!! Bogotá, 29 de febrero de 1828. Simón Bolívar
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Educación para un soldado de la patria Referencias de Luis Peru de Lacroix en su “Diario de Bucaramanga”. Anotaciones correspondientes a los días 8 y 15 de mayo de 1828, sobre lo hecho y dicho por el Libertador. Resalta la faceta de Bolívar educador.
Día 8. Por la mañana llegó de Pampa el teniente Freire oficial de mi Estado Mayor, que por orden del Libertador había yo mandado venir, para ayudar en el despacho de la secretaría general. S. E. le hizo varias preguntas sobre el general Fortoul, y Freire le dio a entender que no había llegado muy contento a Pamplona. Salido este oficial, el Libertador me dijo que vendría a comer todos los días a su mesa y de decírselo yo. Después de almorzar S. E. se puso a trabajar con su secretario particular. ............................................................. Día 15. Acabado el almuerzo todos acompañamos a misa al Libertador, y después fuimos con él a pasar un rato donde el cura. Sentado S. E. en la puerta de la calle vio pasar al oficial Freire, (el mismo de quien hablé en la relación del día 8 de este mes), y me preguntó por qué no iba a comer a su mesa; le contesté que Freire por timidez y por falta de uso se hallaría en ella muy embarazado y poco en su lugar y que por esto no le había dicho de concurrir a ella; entonces me preguntó cual era la conducta de dicho oficial, y le dije que era buena: “pues, continuó S. E., Vd. le dirá de mi parte que venga a comer conmigo hoy”.
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Cumplí con la orden aunque con alguna pena porque sabía que Freire, ascendido desde poco tiempo de la clase de sargento al empleo de subteniente, tenía todavía aquellos modales soldadescos y, puede decirse, aquella educación de cuerpo de guardia que lo haría ridículo en la mesa del presidente de la República. A la hora indicada llegó Freire y el mismo Libertador le indicó el asiento que debía ocupar, y a su actitud S. E. vio que efectivamente aquel oficial no tenía trato ninguno. Sucedió durante la comida que el general Soublette dijo: alférez Freire pásame tal cosa; entonces el Libertador observó al general que debía decirle señor oficial. Hubo otro incidente: Freire para comer de un plato que estaba bastante distante de él se levantó de su asiento y estirando el cuerpo y los brazos, se echó de dicho plato en el suyo; el Libertador le dijo entonces: “Señor oficial, no se moleste Ud, así en servirse cuando un plato no está a Su alcance; pida (de él), al que lo tiene al frente, porque es menos trabajo”. Después de la comida el Libertador me dijo: “es bien rústico su oficial de Estado Mayor; sin embargo, que venga todos los días a almorzar y comer; lo desbastaremos y haremos su educación”.
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Ofrecimiento a la cultura Palabras al rector de la universidad, en el acto político celebrado el 24 de junio de 1828, a la entrada del Libertador en Bogotá, procedente de Bucaramanga, después de la disolución de la Convención de Ocaña, y cuando asume el mando reclamado por los pueblos. AL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD
Señor: Plugiera al cielo que me hubiera sido dado propagar la luz de la verdad y de las ciencias en todos los espíritus, para que no nos descarriásemos del camino de la virtud y no cayésemos en la sombra del error y de la ignorancia. Pero desgraciadamente el estado de las cosas no me lo ha permitido. Pero yo ofrezco que ningún objeto será de tanta preferencia para mí en lo sucesivo como la dirección de esos retoños de la vida, de esos ciudadanos que van a ser los sucesores de nuestros derechos, de nuestra libertad y de nuestra independencia, para que conserven estos preciosos bienes por sus virtudes y por su ciencia e ilustración. Yo dirigiré desde ahora mis pasos a la instrucción de los pueblos y a la de sus hijos.
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Para la protección y aprovechamiento científicos de la riqueza forestal de la nación En la preocupación conservacionista y cuidando los recursos naturales de la nación, se asignan responsabilidades a las facultades de medicina de Caracas, Bogotá y Quito. Decreto del 31 de julio de 1829, en Guayaquil.
S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador de Colombia y del Perú, &., &, ,&.
Teniendo en consideración: 1° Que los bosques de Colombia, así los que son propiedad pública, como los que son de propiedad privada, encierran grandes riquezas, tanto en madera propia para toda especie de construcción como en tintes, quinas y otras sustancias útiles para la medicina y para las artes. 2° Que por todas partes hay un gran exceso en la extracción de maderas, tintes, quinas y demás sustancias, especialmente en los bosques pertenecientes al Estado, causándole graves perjuicios. 3° Que para evitarlos es necesario dictar reglas que protejan eficazmente las propiedades públicas y las privadas, contra cualesquiera violaciones; vistos los informes dirigidos al gobierno sobre la materia y oído el dictamen del Consejo de Estado; Decreto: Artículo 1° Los gobernadores de las provincias harán designar en
cada cantón, por medio de los jueces políticos o personas de su confianza, las tierras baldías pertenecientes a la república, expresando por escrito su demarcación, sus producciones peculiares, como de maderas preciosas, plantas medicinales y otras sustancias útiles, mandando archivar un tanto de estas noticias y remitiendo otro a la prefectura. Artículo 2° Inmediatamente harán publicar en cada cantón que ninguno pueda sacar de los bosques baldíos o del Estado maderas preciosas y de construcción de buques para el comercio, sin que preceda licencia por escrito del gobernador de la provincia respectiva. Artículo 3° Estas licencias nunca se darán gratuitamente, sino que se exigirá por ellas un derecho, que graduarán los gobernadores ajuicio de peritos, formando al efecto un reglamento que someterán a la aprobación del prefecto.
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Artículo 4° Cualquiera que extraiga de los bosques del Estado, quinas, maderas preciosas y de construcción sin la debida licencia, o que traspase los límites que se le hayan fijado, incurrirá en la multa de veinticinco hasta cien pesos, aplicados a los fondos públicos; además pagará, a justa tasación de peritos, los objetos que haya extraído o deteriorado. Artículo 5° Los prefectos de los departamentos marítimos cuidarán muy particularmente de que se conserven las maderas de los bosques del Estado, principalmente todas aquellas que puedan servir para la marina nacional, y que no se extraigan sino las precisas o las que se vendan con ventaja de las rentas públicas. Artículo 6° Los gobernadores de las provincias prescribirán reglas sencillas y acomodadas a las circunstancias locales, para que la extracción de maderas, quinas o palos de tintes se haga con orden, a fin de que se mejore su calidad y puedan sacarse mayores ventajas en el comercio. Artículo 7.° Donde quiera que haya quinas y otras sustancias útiles para la medicina, se establecerá una junta inspectora, a la que se asignará por el prefecto respectivo el territorio que tenga a bien; dicha junta se compondrá lo menos de tres personas, y se cuidará que una de ellas sea médico, donde fuere posible. Los miembros de la junta serán nombrados por el prefecto, a propuesta del respectivo gobernador, y permanecerán en sus destinos durante su buena conducta. Artículo 8° Cualquiera que pretenda sacar quinas y otras sustancias útiles para la medicina de bosques pertenecientes al Estado o a particulares será inspeccionado en sus operaciones por uno o dos comisionados que nombrará la junta inspectora, cuyas dietas o jornales satisfará el empresario, o empresarios. La junta y los comisionados cuidarán: 1° Que no se traspasen los límites que se hayan fijado en la licencia para hacer los cortes de quinas y para extraer otras sustancias útiles para la medicina. 2° Que la extracción y demás preparaciones se hagan conforme a las reglas que indicarán las facultades de medicina de Caracas, Bogotá y Quito, en una instrucción sencilla que deben formar, la que tendrá por objeto impedir la destrucción de las plantas que producen dichas sustancias, como también que a ellas se les dé todo ‘el beneficio necesario en sus preparaciones, envases, etc., para que tengan en el comercio mayor precio y estimación. Artículo 9° En los puertos donde no se haya establecido la junta inspectora, se hará el reconocimiento de que trata el artículo anterior por personas inteligentes, nombradas al efecto por el gobernador, debiendo expresarse en la diligencia la calidad de la quina o efecto que se haya reconocido. Sin que haya la debida constancia de este requisito,
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las aduanas no admitirán pólizas para registrar dichos artículos, y en caso de advertirse que están mezclados de otras cortezas, o sustancias, o que carecen del beneficio necesario, se anotará así, dando parte al gobernador o administrador de la aduana, para que se impida el embarque. Artículo 10° Las facultades de medicina de Caracas, Bogotá y Quito, lo mismo que los prefectos de los departamentos dirigirán al gobierno los informes correspondientes, proponiendo los medios de mejorar la extracción, preparación y el comercio de las quinas y de las demás sustancias útiles para la medicina o para las artes, que contengan los bosques de Colombia, haciendo todas las indicaciones necesarias, para el aumento de este ramo importante de la riqueza pública. El ministro, secretario de estado en el despacho del interior, queda encargado de la ejecución de este decreto. Dado en Guayaquil a 31 de julio de 1829. Simón Bolívar
Por S. E. el Libertador Presidente de la República, el secretario general, José D. Espinar
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Con México seguirá sosteniendo la causa de la unidad En el crítico periodo de la “dictadura”, manifiesta Bolívar -por última vez- su pensamiento integracionista. Expresa su confianza en que México acompañará a Colombia en esta empresa trascendental de la unidad latinoamericana. Mensaje al general Guadalupe Victoria, presidente de México, el 14 de agosto de 1828, desde Bogotá.
República de Colombia S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador Presidente, etc., etc., etc.
A nuestro grande y buen amigo, fiel aliado y confederado, el presidente de los Estados Unidos Mejicanos (Guadalupe Victoria).
Grande buen amigo y fiel aliado: La grande Asamblea Americana, para que por nuestra parte nombramos de plenipotenciarios a los señores Pedro Gua1 y Miguel Santamaría, no es posible que se reúna antes de ratificarse los tratados
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celebrados en el Istmo, que debían servir de bases de sus operaciones: y como esta ratificación no se dará por ahora en el Perú, según las noticias que tenemos, ni será fácil que la expida la República de Centro América en el estado de agitación en que se halla, hemos resuelto suspender de nuestra parte la reunión de aquella asamblea y llamar a nuestros plenipotenciarios. Colombia no desistirá nunca de la confederación americana que debe ser tan ventajosa a todas las naciones de este continente para asegurar su independencia y uniformar su política estrechando sus relaciones; y contando con los esfuerzos de su aliada, hermana y confederada, la República de los Estados Unidos Mejicanos, no dejará de promover en mejores días y en más felices circunstancias la reunión de plenipotenciarios que debe tratar de nuestros comunes intereses. Felizmente, ella no es necesaria para mantener las relaciones que existen, y que jamás serán interrumpidas, entre nuestros respectivos países; porque ellas se fundan en los tratados existentes y en nuestros deseos inalterables de que nuestra amistad y alianza sean firmes, perpetuas y eternas si es posible. El señor Gua1 hará conocer a V. E. nuestros sentimientos en favor de esos Estados y nuestra constante voluntad de sostener su independencia y procurar su dicha y felicidad. Dadas en Bogotá, a catorce de agosto de mil ochocientos veinte y ocho. Simón Bolívar
El secretario de Relaciones Exteriores, Estanislao Vergara
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Reafirmación republicana y categórica precisión respecto a los Estados Unidos En medio de la grave crisis política de Colombia, el 5 de agosto de 1829 escribe el Libertador, desde Guayaquil, al coronel Patricio Campbell, encargado de negocios de la Gran Bretaña en Bogotá. Allí está su frase: “Los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad°
Mi estimado coronel y amigo: Tengo la honra de acusar a Vd. el recibo de la apreciable carta de Vd. de 31 de mayo fecha en Bogotá.
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No puedo dejar de empezar por dar a Vd. las gracias por la multitud de bondades que Vd. derrama en toda su carta hacia Colombia y hacia mí. Cuántos títulos no tiene Vd. a nuestra gratitud? Yo me confundo al considerar lo que Vd. ha pensado, lo que Vd. ha hecho desde que está entre nosotros por sostener el país y la gloria de su jefe. El ministro inglés residente en los Estados Unidos me honra demasiado cuando dice que espera en Colombia sola, porque aquí hay un Bolívar. Pero no sabe que su existencia física y política se halla muy debilitada y pronta a caducar. Lo que Vd. se sirve decirme con respecto al nuevo proyecto de nombrar un sucesor de mi autoridad que sea príncipe europeo, no me coge de nuevo, porque algo se me había comunicado con no poco misterio y algo de timidez, pues conocen mi modo de pensar. No se qué decir a Vd. sobre esta idea, que encierra en sí mil inconvenientes. Vd. debe conocer que, por mi parte, no habría ninguno, determinado como estoy a dejar el mando en este próximo congreso, mas quién podrá mitigar la ambición de nuestros jefes y el temor de la desigualdad en el bajo pueblo? ¿No cree Vd. que la Inglaterra sentiría celos por la elección que se hiciera en un Borbón? Cuánto no se opondrían todos los nuevos estados americanos, y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad? Me parece que ya veo una conjuración general contra esta pobre Colombia, ya demasiado envidiada de cuantas repúblicas tiene América. Todas las prensas se pondrían en movimiento llamando a una nueva cruzada contra los cómplices de la traición a la libertad, de adictos a los Borbones y de violadores del sistema americano. Por el sur encenderían los peruanos la llama de la discordia; por el istmo los de Guatemala y Méjico, y por las Antillas los americanos y los liberales de todas partes. No se quedaría Santo Domingo en inacción y llamaría a sus hermanos para hacer causa común contra un príncipe de Francia. Todos se convertirían en enemigos sin que la Europa hiciera nada por sostenernos, porque no merece el Nuevo Mundo los gastos de una Santa Alianza; a lo menos, tenemos motivo para juzgar así, por la indiferencia con que se nos ha visto emprender y luchar por la emancipación de la mitad del mundo, que bien pronto será la fuente más productiva de las prosperidades europeas. En fin, estoy muy lejos de oponerme a la reorganización de Colombia conforme a las instituciones experimentadas de la sabia Europa. Por el contrario, me alegraría infinito y reanimaría mis fuerzas para ayudar en una obra que se podrá llamar de salvación y que se conseguiría no sin dificultad sostenidos nosotros de la Inglaterra y de la Francia. Con estos poderosos auxilios seríamos capaces de todo, sin ellos, no. Por lo mismo yo me reservo para dar mi dictamen definitivo
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cuando sepamos que piensan los gobiernos de Inglaterra y de Francia sobre el mencionado cambio de sistema y elección de dinastía. Aseguro a Vd., mi digno amigo y con la mayor sinceridad, que he dicho a Vd. todo mi pensamiento y que nada he dejado en mi reserva. Puede Vd. usar de él como convenga a su deber y al bienestar de Colombia. Ésta es mi condición, y en tanto reciba Vd. el corazón afectuoso de su atento obediente servidor. Bolívar
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Política, derecho y ciencia de minas Del decreto firmado en Quito el 24 de octubre de 1829, base de la actual legislación minera y de hidrocarburos de Venezuela, donde se han nacionalizado el petróleo, el hierro y el gas, y el subsuelo pertenece a la nación.
S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador Presidente de la República de Colombia, etc., etc., etc.
Considerando: 1° Que la minería ha estado abandonada en Colombia, sin embargo de que es una de 1as principales fuentes de la riqueza pública; 2° Que para fomentarla es preciso derogar algunas antiguas disposiciones, que han sido origen fecundo de pleitos y disensiones entre los mineros; 3° Que debe asegurarse la propiedad de las minas contra cualquier ataque y contra la facilidad de turbarla o perderla; 4° En fin, que conviene promover los conocimientos científicos de la minería y de la mecánica, como también difundir el espíritu de asociación y de empresa, para que la minería llegue al alto grado de perfección que se necesita para la prosperidad del Estado; Decreto: CAPíTULO 1.°
De los descubrimientos, títulos y deserción de minas Artículo 1.° Conforme a las leyes, las minas de cualquiera clase corres-
ponden a la república, cuyo gobierno las concede en propiedad y
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posesión a los ciudadanos que las pidan, bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y con las demás que contiene este decreto. Artículo 2° Por el título de propiedad de cada mina de metales y piedras preciosas se satisfarán los derechos de arancel y además se consignarán previamente en la respectiva tesorería de la provincia treinta pesos. Éstos servirán para formar un fondo con que pagar el establecimiento de una cátedra de minería y mecánica, que se hará en cada provincia minera en que sea posible; ningún ministro tesorero gastará este fondo, pena de reponerlo a su costa. ............................................................. Artículo 13° (. . .) Parágrafo hico. Los gobernadores de las provincias remitirán cada seis
meses al Ministerio del Interior las muestras de los nuevos descubrimientos de minas, con sus respectivos letreros, que indiquen la mina a que corresponda cada muestra, las que se colocarán en el Müseo Nacional. Excitarán también a los dueños de antiguas minas de veta, oro corrido, otros metales y piedras preciosas, a que les remitan muestras de sus minas, para ponerlas igualmente en el Museo Nacional, procurando cada gobernador recoger dentro de un año las muestras de todas las minas de su provincia. ............................................................. Artículo 38° Mientras se forma una ordenanza propia para las minas y mineros de Colombia, se observará provisionalmente la ordenanza de minas de Nueva España, dada en 22 de mayo de 1803, exceptuando todo lo que trata del tribunal de minería y jueces diputados de minas, y lo que sea contrario a las leyes y decretos vigentes. Tampoco se observará en todo lo que se halle reformada por el presente decreto. El ministro secretario en el despacho del interior queda encargado de la ejecución de este decreto. Dado en Quito, a 24 de octubre de 1829. Simón Bolívar Por Su Excelencia, el secretario general, José Domingo Espinar
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“La independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás” Patético mensaje de Bolívar, al fin de su carrera pública, ante el Congreso Constituyente de Colombia -llamado “el Congreso Admirable’- en Bogotá, el 20 de enero de 1830.
Conciudadanos! Séame permitido felicitaros por la reunión del congreso, que a nombre de la nación va a desempeñar los sublimes deberes de legislador. Ardua y grande es la obra de constituir un pueblo que sale de la opresión por medio de la anarquía y de la guerra civil, sin estar preparado previamente para recibir la saludable reforma a que aspiraba. Pero las lecciones de la historia, los ejemplos del viejo y nuevo mundo, la experiencia de veinte años de revolución han de serviros como otros tantos fanales colocados en medio de las tinieblas de lo futuro; y yo me lisonjeo de que vuestra sabiduría se elevará hasta el punto de poder dominar con fortaleza las pasiones de algunos y la ignorancia de la multitud; consultando, cuanto es debido,’ a la razón ilustrada de los hombres sensatos, cuyos votos respetables son precioso auxilio para resolver las cuestiones de alta política. Por lo demás hallaréis también consejos importantes que seguir en la naturaleza misma de nuestro país, que comprende las regiones elevadas de los Andes y las abrasadas riberas del Orinoco: examinadle en toda su extensión, y aprenderéis en él de la infalible maestra de los hombres lo que ha de dictar el congreso para la felicidad de los colombianos. Mucho os dirá nuestra historia y mucho nuestras necesidades: pero todavía serán más persuasivos los gritos de nuestros dolores por falta de reposo y libertad segura. Dichoso el congreso si proporciona a Colombia el goce de estos bienes supremos por los cuales merecerá las más puras bendiciones! Convocado el congreso para componer el código fundamental que rija a la república, y para nombrar los altos funcionarios que la administren, es de la obligación del gobierno instruiros de los conocimientos que poseen los respectivos ministerios de la situación presente del estado, para que podáis estatuir de un modo análogo a la naturaleza de las cosas. Toca al presidente de los consejos de estado y ministerial manifestaros sus trabajos durante los últimos diez y ocho meses: si ellos no han correspondido a las esperanzas que debimos prometernos, han superado al menos los obstáculos que oponían a la marcha de la
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administración las circunstancias turbulentas de guerra exterior y convulsiones intestinas, males que, gracias a la Divina Providencia, han calmado a beneficio de la clemencia y de la paz. Prestad vuestra soberana atención al origen y progreso de estos trastornos. Las turbaciones que desgraciadamente ocurrieron en 1826 me obligaron a venir del Perú, no obstante que estaba resuelto a no admitir la primera magistratura constitucional, para que había sido reelegido durante mi ausencia. Llamado con instancia para restablecer la concordia y evitar la guerra civil, yo no pude rehusar mis servicios a la patria, de quien recibía aquella nueva honra y pruebas nada equívocas de confianza. La “dictadura”
La representación nacional entró a considerar las causas de discordias que agitaban los ánimos, y convencida de que subsistían y de que debían adoptarse medidas radicales, se sometió a la necesidad de anticipar la reunión de la gran convención. Se instaló este cuerpo en medio de la exaltación de los partidos; y por lo mismo se disolvió, sin que los miembros que le componían hubiesen podido acordarse en las reformas que meditaban. Viéndose amenazada la república de una disociación completa, fui obligado de nuevo a sostenerla en semejante crisis; y a no ser que el sentimiento nacional hubiera ocurrido prontamente a deliberar sobre su propia conservación, la república habría sido despedazada por las manos de sus propios ciudadanos. Ella quiso honrarme con su confianza, confianza que debí respetar como la más sagrada ley. Cuando la patria iba a perecer podría yo vacilar? Las leyes, que habían sido violadas con el estrépito de las armas y con las disensiones de los pueblos, carecían de fuerza. Ya el cuerpo legislativo había decretado, conociendo la necesidad, que se reuniese la asamblea que podía reformar la constitución, y ya, en fin, la convención había declarado unánimemente que la reforma era urgentísima. Tan solemne declaratoria unida a los antecedentes dio un fallo formal contra el pacto político de Colombia. En la opinión, y de hecho, la constitución del año 11° dejó de existir. Horrible era la situación de la patria, y más horrible la mía, porque me puso a discreción de los juicios y de las sospechas. No me detuvo sin embargo el menoscabo de una reputación adquirida en una larga serie de servicios, en que han sido necesarios, y frecuentes, sacrificios semejantes. El decreto orgánico que expedí en 27 de agosto de 28 debió convencer a todos de que mi más ardiente deseo era el de descargarme del peso insoportable de una autoridad sin límites, y de que la república
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volviese a constitiurse por medio de sus representantes. Pero apenas había empezado a ejercer las funciones de jefe supremo, cuando los elementos contrarios se desarrollaron con la violencia de las pasiones y la ferocidad de los crímenes. Se atentó contra mi vida; se encendió la guerra civil; se animó con este ejemplo, y por otros medios, al gobierno del Perú para que invadiese nuestros departamentos del sur, con miras de conquista y usurpación. No me fundo, conciudadanos, en simples conjeturas: los hechos y los documentos que lo acreditan son auténticos. La guerra se hizo inevitable. El ejército del general La Mar es derrotado en Tarqui del modo más espléndido y glorioso para nuestras armas; y sus reliquias se salvan por la generosidad de los vencedores. No obstante la magnanimidad de los colombianos, el general La Mar rompe de nuevo la guerra hollando los tratados, y abre por su parte las hostilidades; mientras tanto yo respondo convidándole otra vez con la paz; pero él nos calumnia, nos ultraja con denuestos. El departamento de Guayaquil es la víctima de sus extravagantes pretensiones. Privados nosotros de marina militar, atajados por las inundaciones del invierno y por otros obstáculos, tuvimos que esperar la estación favorable para recuperar la plaza. En este intermedio un juicio nacional, según la expresión del jefe supremo del Perú, vindicó nuestra conducta, y Libró a nuestros enemigos del general La Mar. Mudado así el aspecto político de aquella república, se nos facilitó la vía de las negociaciones, y por un armisticio recuperamos a Guayaquil. Por fin el 22 de setiembre se celebró el tratado de paz, que puso término a una guerra en que Colombia defendió sus derechos y su dignidad. Me congratulo con el congreso y con la nación por el resultado satisfactorio de los negocios del sur: tanto por la conclusión de la guerra, como por las muestras nada equívocas de benevolencia que hemos recibido del gobierno peruano, confesando noblemente que fuimos provocados a la guerra con miras depravadas. Ningún gobierno ha satisfecho a otro como el del Perú al nuestro, por cuya magnanimidad es acreedor a la estimación más perfecta de nuestra parte. Las luchas internas y Za justicia
Conciudadanos! Si la paz se ha concluido con aquella moderación que era de esperarse entre pueblos hermanos, que no debieron disparar sus armas consagradas a la libertad y a la mutua conservación, hemos usado también de lenidad con los desgraciados pueblos del sur que se dejaron arrastrar a la guerra civil o fueron seducidos por los enemigos. Me es grato deciros que para terminar las disensiones domésticas ni una sola gota de sangre ha empañado la vindicta de las leyes, y aunque un
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valiente general y sus secuaces han caído en el campo de la muerte, su castigo les vino de la mano del Altísimo, cuando de la nuestra habrían alcanzado la clemencia con que hemos tratado a los que han sobrevivido. Todos gozan de libertad a pesar de sus extravíos. Demasiado ha sufrido la patria con estos sacudimientos, que siempre recordaremos con dolor; y si algo puede mitigar nuestra aflicción, es el consuelo que tenemos de que ninguna parte se nos puede atribuir en su origen y el haber sido tan generosos con nuestros adversarios cuando dependían de nuestras facultades. Nos duele ciertamente el sacrificio de algunos delincuentes en el altar de la justicia; y aunque el parricidio no merece indulgencia, muchos de ellos la recibieron, sin embargo, de mis manos, y quizás los más crueles. Sírvanos de ejemplo este cuadro de horror que por desgracia mía he debido mostraros; sírvanos para el porvenir como aquellos formidables golpes que la Providencia suele darnos en el curso de la vida para nuestra corrección. Corresponde al congreso coger dulces frutos de este árbol de amargura, o a lo menos alejarse de su sombra venenosa. Si no me hubiera cabido la honrosa ventura de llamaros a representar los derechos del pueblo, para que, conforme a los deseos de vuestros comitentes, creaseis o mejoraseis nuestras instituciones, sería éste el lugar de manifestaros el producto de veinte años consagrados al servicio de la patria. Mas yo no debo ni siquiera indicaros lo que todos los ciudadanos tienen derecho de pediros. Todos pueden, y están obligados, a someter sus opiniones, sus temores y deseos a los que hemos constituido para curar la sociedad enferma de turbación y flaqueza. Sólo yo estoy privado de ejercer esta función cívica, porque habiéndoos convocado y señalado vuestras atribuciones, no me es permitido influir de modo alguno en vuestros consejos. Además de que sería importuno repetir a los escogidos del pueblo lo que Colombia publica con caracteres de sangre. Mi único deber se reduce a someterme sin restricción al código y magistrados que nos déis; y es mi única aspiración, el que la voluntad de los pueblos sea proclamada, respetada y cumplida por sus delegados. Con este objeto dispuse lo conveniente para que pudiesen todos los pueblos manifestar sus opiniones con plena libertad y seguridad, sin otros límites que los que debían prescribir el orden y la moderación. Así se ha verificado, y vosotros encontraréis en las peticiones que se someterán a vuestra consideración la expresión ingenua de los deseos populares. Todas las provincias aguardan vuestras resoluciones: en todas partes las reuniones que se han tenido con esta mira han sido presididas por la regularidad y el respeto a la autoridad del gobierno y del congreso constituyente. Sólo tenemos que lamentar el exceso de la junta de Caracas de que igualmente debe juzgar vuestra prudencia y sabiduría.
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Renuncia final
Temo con algún fundamento que se dude de mi sinceridad al hablaros del magistrado que haya de presidir la república. Pero el congreso debe persuadirse que su honor se opone a que piense en mí para este nombramiento, y el mío a que yo lo acepte. Haríais por ventura refluir esta preciosa facultad sobre el mismo que os la ha señalado? Osaréis sin mengua de vuestra reputación concederme vuestros sufragios? No sería esto nombrarme yo mismo? Lejos de vosotros y de mí un acto tan innoble. Obligados, como estáis, a constituir el gobierno de la república, dentro y fuera de vuestro seno hallaréis ilustres ciudadanos que desempeñen la presidencia del Estado con gloria y ventajas. Todos, todos mis conciudadanos gozan de la fortuna inestimable de parecer inocentes a los ojos de la sospecha, sólo yo estoy tildado de aspirar a la tiranía. Libradme, os ruego, del baldón que me espera si continúo ocupando un destino que nunca podrá alejar de sí el vituperio de la ambición. Creedme: un nuevo magistrado es ya indispensable para la república. El pueblo quiere saber si dejaré alguna vez de mandarlo. Los estados americanos me consideran con cierta inquietud, que puede atraer algún día a Colombia males semejantes a los de la guerra del Perú. En Europa mismo no faltan quienes teman que yo desacredite con mi conducta la hermosa causa de la libertad. Ah! cuántas conspiraciones y guerras no hemos sufrido por atentar a mi autoridad y a mi persona! Estos golpes han hecho padecer a los pueblos, cuyos sacrificios se habrían ahorrado si desde el principio los legisladores de Colombia no me hubiesen forzado a sobrellevar una carga que me ha abrumado más que la guerra y todos sus azotes. Mostraos, conciudadanos, dignos de representar un pueblo libre, alejando toda idea que me suponga necesario para la república. Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no debería existir, y al fin no existiría. El magistrado que escojáis será sin duda un iris de concordia doméstica, un lazo de fraternidad, un consuelo para los partidos abatidos. Todos los colombianos se acercarán alrededor de este mortal afortunado: él los estrechará en los brazos de la amistad, formará de ellos una familia de ciudadanos. Yo obedeceré con el respeto más cordial a este magistrado legítimo: lo seguiré cual ángel de paz; lo sostendré con mi espada y con todas mis fuerzas. Todo añadirá energía, respeto y sumisión a vuestro escogido. Yo lo juro, legisladores; yo lo prometo a nombre del pueblo y del ejército colombiano. La república será feliz si al admitir mi renuncia nombráis de presidente a un
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ciudadano querido de la nación; ella sucumbiría si os obstinaseis en que yo la mandara. Oíd mis súplicas: salvad la república, salvad mi gloria que es de Colombia. Disponed de la presidencia que respetuosamente abdico en vuestras manos. Desde hoy no soy más que un ciudadano armado para defender la patria y obedecer al gobierno; cesaron mis funciones públicas para siempre. Os hago formal y solemne entrega de la autoridad suprema que los sufragios nacionales me habían conferido. Pertenecéis a todas las provincias, sois sus más selectos ciudadanos, habéis servido en todos los destinos públicos, conocéis los intereses locales y generales; de nada carecéis para regenerar esta república desfalleciente en todos los ramos de su administración. Permitiréis que mi último acto sea recomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de las bendiciones del cielo. La hacienda nacional llama vuestra atención, especialmente en el sistema de percepción. La deuda pública, que es el cangro de Colombia, reclama de vosotros sus más sagrados derechos. El ejército, que infinitos títulos tiene a la gratitud nacional, ha menester una organización radical. La justicia pide códigos capaces de defender los derechos y la inocencia de hombres libres. Todo es necesario crearlo, y vosotros debéis poner el fundamento de prosperidad al establecer las bases generales de nuestra organización política. conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás. Pero ella nos abre la puerta para reconquistarlos bajo vuestros soberanos auspicios, con todo el esplendor de la gloria y de la libertad. Bogotá, enero 20 de 1830. Simón Bolívar
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Brasil es “garantía poderosa” para la independencia de las repúblicas de América Contestación al señor Louis Souza Díaz, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de S. M. el emperador del Brasil. Bogotá, 30 de marzo de 1830.
Señor ministro: La misión de que venís encargado de parte de S. M. el emperador del Brasil, cerca del gobierno de Colombia, me llena de satisfacción,
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porque ella será un vínculo de amistad entre ambas naciones. El imperio del Brasil, recientemente creado por su ilustre monarca, es una de las garantías más poderosas que han recibido las repúblicas de América, en la carrera de su independencia. Dando vuestro soberano el hermoso ejemplo de sujetarse espontáneamente a la constitución más liberal, se ha hecho acreedor al aplauso y a la admiración del mundo. La estimación que me habéis manifestado de parte de S. M. el emperador del Brasil, es demasiado lisonjera para mí, y yo faltaría a mi deber si no lo reconociese como un rasgo de su benevolencia, y os ruego, señor ministro, que os sirváis trasmitir a S. M. los sentimientos con que el gobierno de Colombia desea cultivar y estrechar las más amigables relaciones con el Brasil. Al elegir S. M. un personaje tan distinguido para el encargo de ministro plenipotenciario cerca de nuestra república, nos ha dado la prueba más señalada de la consideración que le merecemos. Por tanto, vuestra residencia aquí será un nuevo gaje que asegurará para siempre la más perfecta amistad entre nuestras naciones, vecinas y hermanas.
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La más penosa despedida En su camino de Bogotá a la costa del mar Caribe, buscando irse al exilio, el Libertador escribe desde Turbaco, el 26 de mayo de 1830, su última carta al Gran Mariscal de Ayacucho, su leal y solidario lugarteniente Antonio José de Sucre. Apenas nueve días después, el 4 de junio, Sucre caía vilmente asesinado. Este crimen de la pasión política fue un golpe mortal para Bolívar. Turbaco, a 26 de mayo de 1830 A S. E. EL GENERAL SUCRE
Mi querido general y buen amigo: La apreciable carta de Vd. sin fecha, en que Vd. se despide de mí, me ha llenado de ternura, y si a Vd. le costaba pena escribírmela, qué diré yo?, yo que no tan sólo me separo de mi amigo sino de mi patria! Dice Vd. bien, las palabras explican mal los sentimientos del corazón en circunstancias como éstas: perdone Vd., pues, las faltas de ellas y admita Vd. mis más sinceros votos por su prosperidad y por su dicha. Yo me olvidaré de Vd. cuando los amantes de la gloria se olviden de Pichincha y de Ayacucho. Vd. se complacerá al saber que desde Bogotá hasta aquí he recibido mil testimonios de parte de los pueblos. Este departamento se
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ha distinguido muy particularmente. El general Montilla se ha portado como un caballero completo. Saludo cariñosamente a la señora de Vd. y protesto a Vd. que nada es más sincero que el afecto con que me repito de Vd., mi querido amigo, su Bolívar
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“Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión . . . Mis últimos votos son por la felicidad de la patria” Declaración suprema de perdón y patriotismo. Última proclama del Libertador, siete días antes de su fallecimiento el 17 de diciembre de 1830.
S I M Ó N B O L ÍV A R Libertador de Colombia, &. , & A LOS PUEBLOS DE COLOMBIA
Colombianos: Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro. Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830. 20° Simón Bolívar
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1773 Diciembre, 1.° matrimonio, en Caracas, del coronel Don Juan Vicente de Bolívar y Ponte con Doña Concepción Palacios y Blanco. 1777 Noviembre, 10: nace María Antonia de Bolívar y Palacios. 1779 Mayo, 21: nace Juana María de Bolívar y Palacios. 1781 Mayo, 30: nace Juan Vicente de Bolívar y Palacios. 1783 Julio, 24: en la noche del 24 al 25, nace en Caracas Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de Bolívar y Palacios (Simón Bolívar). 1786 Enero, 19: fallece el padre. Julio, 6: muere la madre. 1795 Julio, 23: fuga de casa del tutor Don Carlos Palacios para la de su hermana María Antonia. 1798 Julio 4: recibe del rey el grado de subteniente. 1799 Enero, 19: viaja a España. Febrero, 2: Veracruz. Febrero-marzo: visita Ciudad de México. Marzo, 20: sale de Veracruz; pasa por La Habana. Mayo, 31: desembarca en el puerto español de Santoña. Junio, 10: Madrid.
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1800 Septiembre, 30: decide casarse con María Teresa Rodríguez del Toro: 1801 Marzo, 20: recibe pasaportes y se dirige a Bilbao donde está su novia. 1802 Enero: sale hacia Bayona, camino de París. Va a las fiestas de la paz en Amiens. Marzo-abril: regresa a España. Mayo, 26: contrae matrimonio en Madrid. Junio: regresa con su esposa a Venezuela. 1803 Enero, 22: muere María Teresa. Octubre 23: otorga poder a su hermano Juan Vicente; viaja seguidamente a España. Diciembre: en Cádiz. 1804 A comienzo de año llega a Madrid. Abril-mayo: viaja a París. Mayo, 18: coronación de Bonaparte en Saint-Cloud. Septiembre: trata en París al sabio Alejandro de Humboldt y al fisico Amadeo Bonpland. Diciembre, 2: presencia la coronación de Napoleón por el Papa. 1805 Abril, 6: sale hacia Italia, con Simón Rodríguez y Fernando Toro. Mayo, 26: asiste a la coronación de Napoleón en Milán y a la gran revista militar en la llanura de Monte Chiaro, cerca de Castiglione. De Milán pasa a Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia, Peruggia y Roma. Agosto, 15: jura en el Monte Aventino libertar a su patria. Septiembre, 3: asciende al Vesubio con Humboldt y el físico francés Gay-Lussac. Diciembre: regresa a París. 1806 Septiembre: viaja a Hamburgo. Octubre: rumbo a Venezuela, vía Estados Unidos. 1807 Enero, 1.°: desembarca en Charleston. Visita Washington, Filadelfia, Nueva York y Boston. Abril-mayo: regresa a La Guaira. Junio: Caracas. Septiembre, 2: se establece en su hacienda de San Mateo. 1808 Reuniones conspirativas en la “Cuadra Bolívar”, en las afueras de Caracas. 1809 Julio, 28: se le nombra justicia mayor de Yare. 1810 Abril, 19: estalla la revolución de Venezuela contra el orden colonial; se constituye en Caracas una Junta Suprema. Bolívar, confinado a sus propiedades
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de Aragua, no participa en el movimiento. Mayo: la Junta Suprema lo asciende a coronel. Jumo, 10: sale hacia Londres en misión diplomática, con Luis López Méndez y Andrés Bello. Julio, 10: llega a Portsmouth. En Londres entra en contacto con Miranda. Julio-agosto: conferencias con lord Wellesley, canciller británico. Septiembre, 21: se embarca hacia La Guaira, vía Trinidad. Diciembre, 7: ya en Caracas, rinde informe de su misión. 1811 Enero-junio: participa asiduamente en las reuniones de la Sociedad Patriótica. Julio, 4: se pronuncia en favor de la independencia absoluta. Julio, 5: el Congreso declara la independencia de Venezuela. Julio, 20: Miranda marcha a someter la insurrección de Valencia. Bolívar encabeza el batallón Aragua. Agosto, 13: sangrienta batalla de Valencia. Agosto, 15: llega a Caracas con el parte del triunfo de los patriotas. 1812 Marzo, 26: terremoto de Caracas; histórica arenga. Mayo, 4: asume el mando de Puerto Cabello. Junio, 30: se subleva el Fuerte de San Felipe contra los patriotas. Julio, 6: abandona la plaza en el bergantín Celoso. Julio, 24: capitula Miranda ante Monteverde. Julio, 30: un grupo de oficiales, entre ellos Bolívar, detiene a Miranda en La Guaira; tropas de Monteverde arrestan a los principales patriotas; Bolívar se oculta. Agosto, 1.° se traslada a Caracas. Agosto, 26: obtiene pasaporte para abandonar el país.. Agosto, 27: sale de La Guaira para Curazao, a donde llega el 1° de septiembre. Octubre: se dirige a Cartagena, desde allí el 27 de noviembre escribe al Congreso de Nueva Granada implorando protección para sus compatriotas. Diciembre, 15: redacta y suscribe el Manifiesto de Cartagena. Diciembre 21: nombrado comandante comienza la campaña del Magdalena. 1813 Febrero: triunfos en Cúcuta. Mayo, 14: inicia la Campaña Admirable. Mayo, 23: aclamado Libertador en Mérida. Junio, 15: proclama en Trujillo la guerra a muerte. Agosto, 7: entra en Caracas. La Municipalidad lo nombra capitán general de los ejércitos de Venezuela y le da el título de Libertador. Agosto, 8: anuncia al Congreso de Nueva Granada el restablecimiento de la República de Venezuela. Diciembre, 5: batalla de Araure. Diciembre, 29: retorna a Caracas. 1814 Enero, 2: da cuenta de sus actos a la Asamblea Popular reunida en Caracas. Febrero-marzo: combates en San Mateo. Junio, 15: derrotado en La Puerta. Julio, 7: dirige y custodia la emigración en masa de la población de Caracas hacia el oriente del país. Septiembre, 7: difunde su Manifiesto de Carúpano. Septiembre, 8: sale de Carúpano rumbo a Cartagena, donde llega el 19. Noviembre, 24: comparece ante el Congreso de Nueva Granada, en Tunja. Noviembre, 27: el gobierno de Nueva Granada lo asciende a general de división; por encargo de éste somete a Cundinamarca a la unión granadina.
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1815 Enero, 23: capitán general de la Confederación de la Nueva Granada. Mayo 9: se embarca para Jamaica, llega el 14 a Kingston. Septiembre, 6: escribe la Carta de Jamaica. Diciembre, 10: se salva de ser asesinado. Diciembre, 18: se embarca para Cartagena. Enterado de la capitulación de esa plaza, cambia de rumbo y se dirige a Haití. Diciembre, 25: desembarca en Los Cayos de San Luis. 1816 Enero, 2: conferencia con Petion; prepara la expedición de Los Cayos. Febrero, 7: los patriotas exiliados lo aclaman como jefe supremo. Marzo, 31: parte con sus hombres rumbo a Margarita. Mayo, 2: combate frente a la isla de Los Frailes; abordaje del bergantín Intrépido. Mayo, 3: desembarca en la isla de Margarita. Mayo 7: una asamblea de patriotas lo ratifica como jefe supremo. Jumo 2: decreta en Carúpano la libertad de los esclavos. Junio-julio: desastre de Ocumare. Agosto 22: estalla sedición en su contra. Se salva de un atentado. Agosto, 23: se embarca con destino a Haití. Diciembre, 21: expedición de Jacmel. Diciembre, 31: desembarca en Barcelona. 1817 Abril, 3: Llega al río Orinoco. Julio, 4: se salva de caer prisionero arrojándose a la laguna de Casacoima. Julio, 17: entra la escuadra republicana al Orinoco. Bolívar ocupa Angostura. Octubre, 10: dicta Ley de Reparto de Tierras a los soldados. Octubre, 16: fusilamiento de Piar. Octubre, 30: funda el Consejo de Estado. 1818 Enero, 22: concentra todas las fuerzas de Guayana en la isla de La Urbana en el Alto Orinoco. Enero, 31: se reúne con Páez en el Hato de Cañafístola. Febreromarzo: combate en los llanos. Abril, 17: sorpresa del Rincón de los Toros; escapa de ser asesinado. Jumo, 5: Llega a Angostura. Agosto, 15: a los neogranadinos anúnciales su pronta libertad. Octubre, 1.“: expone al Consejo de Estado la situación política y militar del país y su proyecto de reunir el Congreso. Octubre, 22: convoca a elecciones para diputados. 1819 Febrero, 15: instala el Congreso en Angostura con histórico discurso. Marzoabril: combate en los llanos de Apure. Mayo, 23: consejo de guerra en la aldea del Setenta; expone su plan de tramontar los Andes y sorprender a los realistas por la retaguardia. Mayo, 27: emprende la campaña libertadora de Nueva Granada. Julio, 5: cruza con su ejército al páramo de Pisba. Julio, 25: batalla del Pantano de Vargas. Agosto, 7: batalla de Boyacá; se sella la independencia de Nueva Granada. Agosto, 10: entra victorioso en Santa Fe de Bogotá. Septiembre, 20: regresa a Venezuela. Diciembre, ll: llega a Angostura. Diciembre, 17: el Congreso declara fundada la República de Colombia y lo elige presidente. Diciembre, 24: parte hacia Nueva Granada.
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Marzo, 5: llega a Bogotá. Marzo, 22: se encamina hacia Cúcuta a preparar la campaña de Venezuela. Julio, 6: Morillo le propone un armisticio; se acuerda una tregua. Septiembre, 21: escribe a Morillo desde San Cristóbal; se reinician las operaciones. Octubre, 1.“: toma Mérida. Octubre, 7: entra en Trujillo. Noviembre, 21: nuevas conversaciones de paz. Noviembre, 27: entrevista con Morillo en Santa Ana; firman Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra. 1821
Enero, 10: vuelve a Bogotá. Marzo, 1.“: reemprende la lucha con Venezuela. Abril, 17: anuncia ruptura del armisticio. Jumo, 24: batalla de Carabobo; queda asegurada la independencia de Venezuela. Junio, 29: entrada triunfal a Caracas. Agosto 23: desde Trujillo, participa al general San Martín la victoria de Carabobo y le ofrece colaboración para la libertad del Perú. Septiembre, 7: el Congreso en la Villa del Rosario de Cúcuta lo elige presidente de la República, allí llega el 29 procedente de Maracaibo. Octubre, 2: asume la primera magistratura. Octubre, 4: dispuesto a liberar los departamentos del sur de la nación, pide al Congreso le señale las funciones que le corresponden como presidente en campana. Octubre, 9: recibe del Congreso facultades extraordinarias. Octubre, ll: parte hacia Bogotá; emprende los preparativos de la campaña del sur. 1822 Enero, 2: llega a Cali. Abril, 7: derrota a los realistas en Bomboná. Mayo, 24: Sucre gana la batalla de Pichincha; se sella la independencia del Ecuador. Jumo, 16: entra a Quito; se le dispensa entusiasta recepción; conoce a Manuela Sáenz. Julio, 13: llega a Guayaquil. Julio, 27: entrevista con San Martín. 1823
Febrero: invita a Chile y Buenos Aires a una “cooperación simultánea para destruir al ejército real en América del Sur”. Marzo, l.° Riva Agüero, presidente del Perú, le pide cuatro mil soldados. Marzo, 15: participa a Lima que enviará dos divisiones de tres mil hombres cada una. Mayo, 14: lo llama el Congreso del Perú. Agosto, 2: recibe el permiso del Congreso de Colombia para trasladarse al Perú. Agosto, 7: se embarca en Guayaquil rumbo a El Callao. Llega el 1° de septiembre. Septiembre, 10: el Congreso del Perú le confiere la suprema autoridad militar. 1824
Enero, 1.“: muy enfermo en Pativilca. Enero, 15: responde a Mosquera con un rotundo “triunfar” cuanto éste le pregunta qué hará ante las inmensas dificultades que lo rodean. Febrero, 1.°: el Congreso del Perú lo hace dictador. Marzo, 8: establece su cuartel en Trujillo; decreta la movilización general “que una paja no quede inútil en toda la extensión del territorio libre”. Marzo, 26: instala la Corte Superior de Justicia. Abril, 8: ordena el reparto de tierras entre los indígenas. Mayo, 1.° funda la Universidad de Trujillo. Julio, 15: concentra
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sus fuerzas en Pasto. Julio, 28: el Congreso de Colombia deja sin efecto los poderes extraordinarios que le había otorgado y lo aparta del mando del ejército. Agosto, 2: pasa revista a sus tropas: seis mil colombianos y tres mil peruanos, para Sucre el mejor ejército que se hubiese organizado en América; histórica proclama. Agosto, 6: libra la batalla de Junín. Octubre, 24: recibe la notificación de que sus poderes son revocados. Delega en Sucre todas sus atribuciones como general en jefe de las fuerzas colombianas en el Perú y asume la dirección suprema de la guerra como dictador del Perú. Diciembre, 7: ocupa Lima. El mismo día convoca el Congreso Anfictiónico de Panamá. Diciembre, 9: batalla de Ayacucho: independencia del Perú y de. América. Diciembre, 22: renuncia a la presidencia de Colombia. 1825 Febrero, 10: ante el Congreso del Perú rinde cuenta de su gestión; renuncia a la dictadura. El Congreso le ratifica su confianza y lo encarga del supremo mando político y militar del país con el título de Libertador. Abril, 1.“: establece el Consejo de Gobierno. Abril, ll: visita administrativa a los departamentos del sur. Mayo, 16: convoca a los diputados del Alto Perú. Jumo, 15: llega al Cuzco. Julio, 4: decreta el reparto de tierras entre los indígenas, suprime el título y autoridad de los caciques y libera a los aborígenes del servicio personal obligatorio. Julio, 8: crea en el Cuzco los colegios de educandas y de estudios de ciencias y artes. Agosto, 5: llega a Puno. Agosto, 6: se fuma el acta de independencia y creación de la República de Bolivia. Agosto, 18: entrada triunfal en La Paz; se le otorga el poder supremo. Septiembre, 20: parte a Potosí. Octubre, 10: recibe a los comisionados argentinos Alvear y Díaz Vélez. Octubre, 26: iza las banderas de Colombia, Argentina y el Perú en la cima del Potosí. Noviembre, 1.“: va a Chuquisaca, capital del nuevo estado, donde llega el 3. Noviembre, 26: convoca a elecciones para la Asamblea Constituyente. Diciembre, 8: dispone la gratuidad de la administración de justicia; ordena la construcción de caminos. Diciembre, ll: decreta la creación de colegios primarios, escuelas para huérfanos, colegio de ciencias y artes, academia militar en Chuquisaca; asume en beneficio del Estado, para gastos de educación, los bienes raíces, derechos, rentas y acciones de las capellanías. Diciembre, 14: ordena repartir tierras entre los indígenas. Diciembre, 15: crea el Tribunal de Justicia de La Paz. Diciembre, 22: exime a los indígenas de todo tributo. Diciembre, 24: crea una sociedad económica para el estudio, exploración y explotación de los recursos naturales del país. Diciembre, 29: delega en Sucre el mando supremo. 1826 Enero, 10: sale de Chuquisaca hacia Lima. Febrero, 7: desembarca en Chorrillos. Marzo, 6: rechaza los planes monárquicos de Páez. Mayo, 25: envía a Sucre su “Proyecto de Constitución para Bolivia” y su discurso de presentación. Jumo, 22: se reúne en Panamá el Congreso Anfictiónico. Agosto, 3: dirige circular a los departamentos del norte sobre reformas a la Constitución de Cúcuta. Agosto, 16: el Perú adopta la Constitución Boliviana. Septiembre, 1.°: llamado por sus compatriotas, delega en Santa Cruz y ministros del despacho el mando supremo del Perú, y regresa a Colombia. Septiembre, 3: se embarca en
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El Callao rumbo a Guayaquil, llega el 12 cálidamente recibido. Septiembre, 28: arriba a Quito. Octubre, 5: continúa viaje hacia Bogotá adonde llega el 14 de noviembre y asume la presidencia el 23. Noviembre, 25: delega de nuevo sus facultades de gobierno en el vicepresidente Santander -excepto en los departamentos venezolanos en los cuales se reserva el ejercicio exclusivo del Poder Ejecutive y parte a sofocar la rebelión secesionista de Páez. Noviembre, 30: El Consejo de Gobierno, en Lima, lo proclama presidente vitalicio del Perú. Diciembre 17: desde Maracaibo invita a los conjurados a deponer las armas. Diciembre, 23: escribe conciliadora carta a Páez desde Coro. Diciembre, 31: llega a Puerto Cabello. 1827 Enero, 1.°: concede amnistía general y nombra a Páez autoridad civil y militar de Venezuela. Enero, 4: va a Valencia al encuentro de Páez; pública manifestación de obediencia y subordinación de éste al Libertador. Enero, 12: Caracas lo recibe jubilosamente. Marzo, 6: rompe con Santander. Abril, 6: pide a Sucre acepte la presidencia vitalicia de Bolivia. Junio, 6: el Congreso rechaza su renuncia enviada en febrero y lo invita a reasumir el gobierno. Junio, 19: en Caracas, anuncia su marcha hacia el sur de la República a restablecer el orden, subvertido en Guayaquil por un movimiento separatista estimulado por el Perú. Junio, 24: decreta los nuevos estatutos de la Universidad de Caracas. Julio, 5: se embarca en La Guaira para Bogotá, vía Cartagena. Septiembre 10: llega a Bogotá y asume el mando. 1828 Marzo, 14: se encamina a Bucaramanga, el 31 establece allí su centro de operaciones. Mayo: desde Bucaramanga, sigue debates de la Convención. Jumo, 9: viaja hacia Bogotá. Jumo, ll: se disuelve la Convención de Ocaña. Junio, 13: asamblea popular anula en Bogotá el mandato de los diputados y concentra el poder en Bolívar. Junio, 24: llega a Bogotá y asume el mando como dictador-presidente. Agosto, 27: expide el decreto orgánico de su gobierno. Septiembre, 20: crea el Consejo de Estado. Septiembre, 25: sale. ileso de memorable atentado. Se resiente su salud, ya delicada. Diciembre, 24: convoca Congreso Constituyente para enero de 1830. Diciembre, 28: delega el mando en el Consejo de Ministros y se dirige al sur. 1829 Enero, 23: Llega a Popayán camino a Quito. Febrero, 26: Sucre derrota a los peruanos en el Portete de Tarqui. Febrero, 28: se firma el Tratado de Girón. Marzo, 17: Bolívar llega a Quito. Julio, 21: Colombia recupera Guayaquil; el Libertador es aclamado. Agosto, 10: enferma. Septiembre 22: tratado de paz con el Perú. Octubre 20: regresa a Quito y sigue a Bogotá el 29. Noviembre 22: desde Popayán desaprueba los planes monárquicos del gabinete y reafirma su vocación republicana. 1830 Enero, 15: entra en Bogotá. Enero, 20: instala el Congreso Constituyente; renuncia a la presidencia. La asamblea se declara sin facultades para conside-
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rarla. Marzo, 1° designa a Domingo Caicedo presidente interino de la República, le entrega el mando y se retira a Fucha, fuera de la capital. Abril, 27: reitera su renuncia a la presidencia. Mayo, 8: enfermo, parte de Bogotá camino del exilio; busca embarcarse en Cartagena rumbo a Europa. Junio, 24: llega a Cartagena. Julio, 1.° recibe la noticia del asesinato de Sucre. Del 2 a 5 de septiembre: Bogotá, Cartagena y otras ciudades le piden regresar a la presidencia. Septiembre, 25: manifiesta su decisión de no reasumir el mando supremo. Octubre, 2: deja Cartagena y se encamina a Santa Marta. Octubre, 15: se detiene en Soledad, se agudizan sus quebrantos de salud. Noviembre, 8: llega a Barranquilla. Diciembre, 1.° arriba a Santa. Marta. Diciembre, 6: don Joaquín de Mier, hidalgo español, lo acoge en su quinta de San Pedro Alejandrino. Diciembre, 10: recibe los santos sacramentos y dicta su última proclama. Diciembre, ll: firma su testamento, elaborado la víspera, Diciembre, 14: empeora su estado. Diciembre, 16: empieza a delirar; entra en lenta y penosa agonía. Diciembre, 17: expira, a la una y siete minutos de la tarde.
GLOSARIO GEOGRÁFICO
Angostura: Ciudad de Venezuela, al sur del Orinoco, en la parte más angosta
del río. Actual Ciudad Bolívar. Apure, Sun Fernando de: Ciudad de Venezuela, sobre la margen derecha del río
Apure, en los llanos del sur. Babahoyo: Población, cantón y río del Ecuador. Barcelona: Ciudad del oriente de Venezuela, cerca del mar Caribe y a orillas del
río Neverí. Barichara: Ciudad colombiana del departamento de Galán, en el este del país. Barinas: Población y provincia de los llanos occidentales de Venezuela. Bogotá: Capital de la República de Colombia, llamada en la época colonial y
durante la independencia: Santa Fe de Bogotá, y también Santafé o Santa Fe. Boyará: Aldea de Colombia donde el Libertador ganó la famosa batalla del mismo nombre que aseguró la independencia de la Nueva Granada. Bucuramanga: Ciudad de Colombia donde el libertador residió, en 1828, mientras se reunía la Convención de Ocaña. Caracas: Capital de Venezuela, a veinte kilómetros de la costa del mar Caribe, y con 922 metros de altitud, región norte central. Cartagena de Indias: Puerto de Colombia sobre el mar Caribe, célebre por sus fortalezas para protección contra los piratas de la época colonial. Carúpano: Ciudad y puerto de la costa oriental de Venezuela. Cúcuta: Ciudad colombiana, próxima a la frontera con Venezuela. Se llamaba también El Rosario, Villa del Rosario y El Rosario de Cúcuta. Cundinamarca: Provincia de Colombia y antiguo nombre de la Nueva Granada. Curazao: Isla holandesa del mar Caribe, frente a la costa de Venezuela. Cuzco: Histórica ciudad del Perú sobre la cordillera de los Andes, antigua y famosa capital del imperio inca. Chancay: Provincia y ciudad del Perú. Chimborazo: Máxima elevación del Ecuador: 6 272 metros. Chuquisaca: Importante ciudad de Bolivia, actualmente se llama: Sucre. Guayana: Provincia y región sur de Venezuela, sobre la margen derecha del río Orinoco y hasta el río Esequibo. Guayaquil: Puerto sobre el río Guayas, en la costa del Océano Pacífico. La más populosa ciudad del Ecuador.
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Huamachuco: Municipio y ciudad del Perú. Huamanga: Provincia del Perú, su capital es Ayacucho. Ibarra: Ciudad del Ecuador, al noreste de Quito, 2 628 metros sobre el nivel
del mar. ica: Ciudad del Perú, al sudeste de Lima. Kingston: Capital de Jamaica, en el mar Caribe. Lima: Importante metrópoli, capital del Virreinato del Perú y de la República del Perú. Cerca de la costa del Pacífico. Magdalena, la: Suburbio de la ciudad de Lima y nombre de la residencia que allí ocupó el Libertador. Nueva Granada: Virreinato al norte de Suramérica, con costas sobre el Pacífico y el Caribe. Capital: Bogotá. Actual Colombia. Ocaña: Ciudad de Colombia, en el interior andino. Panamá: Ciudad en el istmo del mismo nombre, la parte más angosta de América, entre el Océano Pacífico y el Atlántico. Pasco: Departamento del Perú. Pativilca: Ciudad, río y distrito de la provincia de Chancay en la costa marítima del Perú. Potosí: Ciudad de Bolivia, capital del Departamento homónimo. Altitud: 4 040 metros. Puerto Cabello: Importante puerto y fortaleza de la región centrooccidental de Venezuela: Quito: Capital de la república del Ecuador, a 2 800 metros sobre el mar. Rosario de Cúcuta, El: Véase Cúcuta. Río de la Plata: Virreinato creado por España en los territorios de la actual Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. San Carlos: Ciudad de los llanos occidentales de Venezuela. San Mateo: Localidad de los Valles de Aragua, en el centro de Venezuela. Santa Marta: Ciudad y puerto de Colombia sobre el mar Caribe. Socorro, El: Población y municipio del suroeste de Colombia. Trujillo (Perú): Ciudad en la costa peruana, al noroeste de Lima. Trujillo (Venezuela): Ciudad de la región andina. Tukán: Ciudad ecuatoriana al noreste de Quito, 2 745 metros de altitud. Urubamba: Río, provincia y ciudad del departamento de Cuzco, en el Perú. Valencia: Importante ciudad de Venezuela en las inmediaciones de la sabana de Carabobo y de Puerto Cabello.
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GLOSARIO DE PERSONAJES HISTÓ RICOS
Alvear, Carlos M. de (1788-1852). General y político argentino. Amigo y
colaborador del libertador José de San Martín. Arboleda, José Rafael (1795-1831). Escritor y político colombiano. Notable por
su inteligencia, cultura y virtudes. Bello, Andrés (1781-1865). Nacido en Caracas. Principal humanista de América. Bolívar, Fernando (1810-1898). Venezolano. Sobrino de Simón Bolívar quien
atendió a su educación en los Estados Unidos. Bonpland, Aimé (1773-1858). Naturalista, y explorador francés. Amigo de
Bolívar desde 1804. Colaboró con Humboldt. Briceño Méndez, Pedro (1794-1835). Militar y político venezolano. Cercano
lugarteniente y hombre de confianza del Libertador, a cuya familia ingresó. Campbell, Patrick. Coronel inglés, fue encargado de negocios de la Gran
Bretaña ante el gobierno de la República de Colombia. Cullen, Henry. Súbdito británico residente en Falmouth (Jamaica), amigo y
corresponsal de Bolívar. Díaz Vélez, josé Miguel. Diplomático argentino, campanero de Alvear en la misión ante Bolívar en 1825. D’Évereux, John. General irlandés, distinguido voluntario entre los legionarios británicos. Fruncía, Gaspar Rodriguez de (1766-1840). Político del Paraguay, gobernó tiránicamente esa nación durante veintiséis años. Humboldt, Alejandro de (1769-1859). Sabio naturalista alemán. Admirable por su ciencia y por la calidad y magnitud de sus estudios sobre América. Lacroix, Luis Peru de (1780-1837). Talentoso francés, coronel de Colombia. Admitido en la intimidad de Bolívar, es autor del Diario de Bucaramanga. Lancaster, Joseph (1778-1838). Pedagogo inglés, inventor del sistema de las escuelas mutuas, por el cual un maestro podía -ayudado por los alumnos sobresalientes- atender hasta mil alumnos. López Méndez, Luis (1758-1841). Político y diplomático venezolano, compañero de Bolívar en la misión a Londres de 1810. Residió en Inglaterra por muchos arios y fue decisivo en la gestión para captar voluntarios británicos para la independencia. Narino, Antonio (1765-1823). Insigne pensador, militar y político colombiano. Precursor de la independencia.
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BOLíVAR
O’Híggins, Bernardo (1776-1842). Ilustre patriota y militar chileno. Figura
cumbre de la historia de su patria. Páez, José Antonio (1790-1873). Notable guerrero y político venezolano de
muy larga actuación. Famoso por sus luchas en los Llanos. Palacios, Esteban (1767-1830). Tío y padrino de Simón Bolívar, posiblemente el
más querido por éste de sus parientes inmediatos. Penalver, Fernando (1765-1837). Político, diputado y Probo administrador
venezolano. Amigo entrañable y de confianza del Libertador. Petion, Alexandre (1770-1818). Uno de los principales jefes de la revolución
haitiana de 1804 y primer presidente de Haití. Pueyrredón, Juan Martín de (1776-1850). Notable político argentino, gobernó
por varios años a su país. Amigo de San Martín y de Bolívar. Retiovales, Mariano (1774-1819). Militar español que una vez proyectó servir a
la independencia americana. Rodríguez, Simón (1771-1854). Filósofo, pedagogo e intelectual de Venezuela. El más trascendente de los maestros de Simón Bolívar. Sáenz, Manuela (1797-1856). Valerosa quiteña. Fiel compañera y amante de Bolívar desde 1822. Salias, Vicente (1782-1816). Médico, poeta y periodista de Venezuela. Heroico en sus ideales revolucionarios. San Martín, José de (17781850). Ilustre libertador de la Argentina, Chile y el Perú. Notable militar y político. Santander, Francisco de Paula (1792-1840). Importante militar y político de Colombia. Fue vicepresidente de la República y tuvo larga figuración en el gobierno. Soublette, Carlos (1789-1870). Distinguido militar y político de Venezuela. Souza Diaz, Luís. Enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de S. M. el emperador del Brasil ante el gobierno de Colombia en 1830. Sucre, Antonio José de (1795-1830). Insigne militar y político de Venezuela. El más cercano y amado lugarteniente de Bolívar. Figura entre los máximos valores de la historia de América. Victoria, Guadalupe (1786-1843). Patriota y político mexicano. Fue presidente de México entre 1824 y 1829. Washington Parke Custís, George. Hijo adoptivo del gran prócer norteamericano George Washington. Whíte, Guillermo (1834). Venezolano de origen inglés. Amigo muy apreciado por Simón Bolívar. Wilson, Robert (1777-1849). Distinguido militar y parlamentario inglés. Amigo de Bolívar y de la revolución de independencia, padre de su edecán Belford Wilson.
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DE
1. 2. 3.
4. 5. 6. 7. 8.
9. 10. ll. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23.
ÍN D I C E L A A N T O L O G ÍA
Del juramento en Roma por la libertad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Estamos comprometidos a presencia del universo. Nos empeñamos en producir la emancipación general” . . . . . . . . “Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana w . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Análisis de un fracaso y útil señalamiento para el curso de la revolución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Proclama de guerra a muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Máximo rigor contra el fraude . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Memorial de crímenes del enemigo y razones de la guerra total . . . . . Firme en los principios de la libertad y del desprendimiento, sometido a lajusticia y el derecho. Un nuevo orden mundial ... “Reflexiones sobre el estado actual de la Europa y de la América” .... Consciente del valor de la comunicación social. Una lección de periodismo y ecuanimidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Combatid y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia” .... “La libertad, único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Visión global y profética sobre América Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sobre los problemas latinoamericanos y crítica a la indiferencia del mundo ante sus esfuerzos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La armonía racial en el mestizaje del nuevo mundo y otras meditaciones de Jamaica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Homenaje al magnánimo presidente Petion y la defensa de la patria común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “La libertad absoluta de los esclavos” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Firme confianza en la acción contra la tiranía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “La imprenta es tan útil como los pertrechos” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Reparto de los bienes nacionales entre los militares del pueblo revolucionario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bienvenida a los hermanos de la España democrática . . . . . . . . . . . . . . “Una sola debe ser la patria de todos los americanos” . . . . . . . . . . . . . . Gratitud a los que traen ciencias, artes, industrias, talentos y virtudes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Solemne y efectiva creación de la república sobre la libertad y el derecho. Las razones de la Constitución. La cuenta esencial desusactos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Proyecto de una cuarta rama del Estado: un poder para la moral y la educación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un colegio de educación para los huérfanos, expósitos y pobres en Santafé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Preocupación por el adiestramiento de las tropas y la formación de oficiales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “La unánime determinación de morir libres y de no vivir esclavos” . La creación de Colombia: “Poder, prosperidad, grandeza, estabilidad” . . . . . . . . . . . . . . . . . .._ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El reconocimiento ala heroicidad de las mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . Del razonamiento para la abolición de la esclavitud . . . . . . . . . . . . . . . El servicio de la instrucción: maestros y escuelas para los indios ..... “Para formar un legislador se necesita educarlo en una escuela de moral, dejusticia y de leyes” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las perspectivas de la paz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El patronato, dirección y gobierno de los institutos docentes pertenece al Estado.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Concertación Norte-Sur para la independencia . . . . . . . . . . . . . . I ... En tomo a las dificultades de una nueva república . . . . . . . . . . . . . . . . La complejidad social de América . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Otra vez por la libertad de los esclavos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Prefiero el título de ciudadano al de Libertador” . . . . . . . . . . . . . . . . . Homenaje del recuerdo, afecto y consideración a un científico inmortal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El cabal y moderno conocimiento de una pedagogía . . . . . . . . . . . . . . Solidaridad con San Martín por la independencia plena . . . . . . . . . . . . “Primer amigo de mi corazón y de mi patria” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Suma y combinación para asegurar la obra común . . . . . . . . . . . . . . . . Aplauso y reconocimiento a O’Higgins por devolver sus derechos al pueblo de Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Nosotros estamos en el centro del universo y en contacto con todas las naciones. Quién puede decir otro tanto?” . . . . . . . . . . “Mi política ha sido siempre por la estabilidad, por la fuerza y por la verdadera libertad” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “El que no está con la libertad puede contar con las cadenas del infortunio y con la desaprobación universal” . . . . . . . . . . . . . . . La creación de una escuela náutica en Guayaquil . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Un tribunal que condene lo que las leyes no pueden impedir” . . . . . . Votos por la libertad peruana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Elogio al saber científico de Humboldt y Bonpland . . . . . . . . . . . . . . . “. . . y quise subir al atalaya del Universo” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dos decretos para la moralidad administrativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted meseñaló” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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LA
ESPERANZA
DEL
UNIVERSO
A un soldado de la justicia y de la ley . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Decreto fundando la Universidad de Trujillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “La esperanza del universo” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60. “La gloria está en ser grandey en ser útil” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61. Dos libros de la biblioteca de Napoleón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62. “El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes se fijará en la historia diplomática de América una época inmortal” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63. En cada capital una escuela normal lancasteriana . . . . . . . . . . . . . . . . . 64. Perspectivas halagadoras desde la libertad peruana . . . . . . . . . . . . . . . 65. Irrestricto apoyo al educador Joseph Lancaster . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66. Del corazón romántico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67. Selección de becarios para Europa a capacitarse en los negocios públicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68. El ejercicio inteligente de la crítica literaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69. En defensa dela naturaleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70. Ala vanguardia de la educación femenina en América . . . . . . . . . . . . . 71. Otro centro superior para la difusión de las luces . . . . . . . . . . . . . . . . . 72. “Yo los he representado a presencia de los hombres; y yo los representaré a presencia de la posteridad” . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73. Por la conservación de monumentos de la cultura indígena . . . . . . . . . 74. “El pueblo argentino debe contar siempre con que nuestro corazón no se apartará jamás de su futura suerte” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75. “En quince años de una lucha de gigantes, hemos derrocado el edificio de la tiranía formado en tres siglos” . . . . . . . . . . . . . . . . . 76. El impulso plural: obligaciones y facultades del director general de enseñanza pública . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77. Justicia en el reparto de tierras a los campesinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78. Pionero de la preocupación ecológica: medidas de conservación y buen uso de las aguas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79. “Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80. El severo e inflexible republicanismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81. “El título de Libertador es superior a todos los que ha recibido el orgullo humano” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82. Admiración a Washington . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83. Un cuerpo de opiniones sobre el modo de manejar hombres libres conforme a los principios adoptados entre los pueblos cultos . 84. De la cámara de censores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85. Honrado por la ciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86. “En la marcha de los siglos, podría encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo al universo: la federal” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87. Quien usurpare derechos y caudales del Estado, “por pequeño que sea su montamiento”, incurrirá en la pena de muerte y confiscación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88. Una vasta e integral concepción universitaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89. Organizando también la Universidad Central de Quito . . . . . . . . . . . 90. El cuadro de las aflicciones de Colombia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57. 58. 59.
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B O L ÍV A R
Educación para un soldado de la patria . . . . . . . . . . . . . . . Ofrecimiento a la cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Para la protección y aprovechamiento científicos de la riqueza forestal de la nación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Con México seguirá sosteniendo la causa de la unidad . . . . . . . . . . Reafirmación republicana y categórica precisión respecto a los Estados Unidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... Política, derecho y ciencia de minas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “La independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de losdemás” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Brasil es “garantía poderosa” para la independencia de las repúblicas de América . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La más penosa despedida . . . . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión. . . Mis últimos votos son por la felicidad de la patria” . . . . . . . . . . . ,
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