Alberto Tasso
Plan maestro para la toma del poder
y otros manuscritos sobre política y pueblo en Santiago del Estero
Plan maestro para la toma del poder
Alberto Tasso
Plan maestro para la toma del poder Y OTROS MANUSCRITOS SOBRE POLÍTICA Y PUEBLO
EN SANTIAGO DEL ESTERO
Primera edición impresa, Julio de 2004. Barco edita. Impreso por Senkat S.A. Santiago del Estero ISBN 987-9447-01-8 “Pequeña historia de Santiago del Estero”
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede reproducirse, almacenarse o transmitirse de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin la previa autorización escrita por parte del autor.
Ilustración de la portada: Frutero, vaso y periódico, por Juan Gris, 1916. Óleo sobre tela, 33x46 cm. Museo de Arte del Smith College. Northampton (EE.UU). Tomado de Serie Genios de la Pintura, vol. 13, Noticias. © 2004 Alberto Tasso Se ha efectuado el depósito que menciona la Ley 11.723. © Primera edición virtual, Ediciones del Sur, diciembre de 2004. ISBN 987-1188-03-X Distribución gratuita Visítenos y disfrute de más libros gratis en: http://www.edicionesdelsur.com
ÍNDICE
Resumen ...................................................................... Sobre este cuaderno ................................................... El malestar en la democracia. La política santiagueña entre 1983-1993 ................................ Santiago en la formación de la Argentina ........... La hegemonía del peronismo ................................ Los protagonistas de la década ............................ ¿Crisis en el partido o crisis del sistema? ........... Argentina sin izquierda. Algunas hipótesis sobre las causas de una ausencia .................................... La última década .................................................... ¿Qué es la “izquierda”? .......................................... La izquierda en la Argentina ................................ Algunas hipótesis sobre el debilitamiento de la izquierda ........................................................ La democracia y los partidos ........................... La hegemonía liberal ........................................ Clientelismo ....................................................... Opinión política ................................................. Algunas conclusiones .............................................
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Juárez. Épica y ocaso de una pasión provinciana ... 49 El legado de Sueldo .................................................... 65 Mirando a Santiago por la tele .................................. 72 El mundo ya está aquí ........................................... 73 Contra la teoría del reino aislado ........................ 74 Un visitante llegó a St. Yago ..................................... 76 Volver a creer .............................................................. 81 Menem 2003: ¿in memoriam? .................................... 85 Historia del teatro argentino ............................... 85 La semana política ................................................. 86 La necrológica ........................................................ 87 La moraleja ............................................................. 89 Qué son las Marchas por la Justicia ......................... 91 Hacia dónde vamos ................................................ 92 Consigna / Manifiesto ............................................ 94 Un año después: del crimen a la movilización, del pedido de justicia a la construcción de un nuevo Santiago................................................................... 98 Un testimonio ......................................................... 103 Encuesta .................................................................. 104 Manifiesto por un nuevo tiempo ............................... 106 La cátedra libre de Derechos Humanos en Santiago te invita a sumarte a su actividad ........ 110 En el día internacional de los Derechos Humanos ... 113 A propósito de los 450 años. Cómo superar el dilema de la fundación .......................................... 116 La tercera vía ......................................................... 119 Conversaciones en la biblioteca. ¿Está dispuesta a cambiar la sociedad santiagueña? ..................... 122 ¿Pero cómo son los santiagueños? ........................ 123 Conversaciones en la biblioteca. El jardín de senderos que se bifurcan ....................................... 127 Cuatro mentalidades y actitudes ......................... 128
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Conversaciones en la biblioteca. La ciudad histórica busca un nuevo nombre ......................... 131 Qué celebrar, y cómo ............................................. 132 Éstas son las luces y sombras... ............................ 134 Dando vuelta la página .......................................... 135 Plan maestro para la toma del poder ....................... 137 Cinco objetivos de corto y mediano plazo ............ 140 Herramientas y políticas estratégicas ................. 144 Otros títulos de Barco edita ........................................ 145 Sobre el autor ............................................................... 147
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RESUMEN
ÉSTE ES un retrato de provincia, centrado en los cambios sociales y la vida política de Santiago del Estero, Argentina, durante la última década. Los textos del libro, algunos divulgados en diarios, revistas e Internet, describen las crisis institucionales y los movimientos sociales que acompañaron la caída del histórico dirigente justicialista Carlos Juárez, en 2003. El perfil de éste y otros políticos —Carlos Menem, por ejemplo— ilustran los conflictos que produce la renovación institucional y el avance de las prácticas políticas ‘modernas’ en el tejido social de una provincia tradicional, que ha mantenido hasta el presente una supervivencia del histórico caudillismo latinoamericano, descrito en este libro bajo la noción de ‘patronazgo’. El estudio académico, la sátira y el manifiesto se intercalan en una serie de textos breves que concluye en el “Plan maestro...”, reminiscencia de un estilo que cultivaron Balzac y Zola.
SOBRE ESTE CUADERNO
ESTAS páginas se refieren a la política y sociedad de Santiago del Estero, Argentina. Fueron escritas entre 1993 y 2004. Apenas he corregido detalles, tratando de mantener su aliento, que va de la razón a la pasión, del pasado al futuro, del análisis a la sátira. Creo que se explican por sí mismas y por las características del formato elegido: manifiesto, artículo de opinión, ensayo literario o académico. Mi interés por lo que creo vivir, entre las sombras de la realidad, es paralelo a otro formal, estilístico si cabe. El artículo “El malestar en la democracia” es de unos meses antes del 16 de diciembre de 1993, y no lo he modificado en su sustancia; presenta un breve marco histórico que puede ser útil para apreciar el resto del material. Los dos siguientes datan de 1999; “Argentina sin izquierda”, intenta explicar las causas del debilitamiento de este sector de opinión. El artículo sobre Carlos Juárez quiso contribuir, en su momento, a la idea de que hay que escribir aunque no haya dónde publicar. Asunto de historiografía, de tesis, de biografía (y de autobiografía
desde luego) el personaje Juárez y su tiempo son un asunto público que haríamos bien en revisar. Las páginas sobre los últimos días del gobierno de Carlos Menem fueron publicadas, igual que “El jardín de senderos que se bifurcan”, en un diario local. “Un visitante llegó a St. Yago” y “Volver a creer” recibieron acogida en algunos medios de prensa alternativa. Algunos de los otros textos surgieron de elaboraciones colectivas, como es el caso de los referidos a las Marchas por la justicia y la Cátedra libre de derechos humanos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional (HCSyS-UNSE). El “Plan maestro...” que da título al libro debe su lugar al efecto retórico. Es, en verdad, un homenaje a Honorée de Balzac, a Madame Balzac, y a todas las personas que con el ejemplo de su energía interior y su capacidad de trabajo, y su gusto por servir y hacer bien las cosas, me enseñaron a mantener desplegada la pequeña vela de los grandes sueños. Baste aquí nombrar a Susana Tasso, en nombre de mi clan. El título contiene una idea conceptual que el artículo no refleja, ya que fue concebida como manifiesto literario-político. Me propongo desarrollar este punto en otro trabajo. Cabe una breve reflexión sobre la década de la que proviene este cuaderno. Durante estos años, tanto el país como la provincia vivieron crisis profundas, que estimularon la crítica, la revisión del pasado, la descripción de nuestros problemas, y la búsqueda de caminos de salida. Eric Hobsbawm estimó que en 1989-1991 había concluido el siglo XX y comenzado el XXI. Pero aun antes de leer a este reconocido autor, varias veces pensé que durante los años de 1990 en adelante el tiempo histórico se había acelerado. Claro que yo también estaba envejeciendo, y bien pudiera ser que me dejara llevar por una sensación puramente subjetiva. 10
Pero no estoy seguro de que sea así. Como muchas otras generaciones a lo largo de la historia, las nuestras (y dejo a los estudiosos1 su delimitación precisa) perciben vivamente el malestar, la incertidumbre, y la prisa. Ellos pueden ser vistos como problemas. Pero además son comunes a toda juventud, y rasgos de una cultura que quiere transformarse a sí misma, a la que no le basta contentarse con la lectura del pasado que heredó. Además de sustento de nuestra hipotética y cambiante identidad, la historia es también sujeto activo del presente. Es tema de conversación, fuente de reflexiones y estímulo al juego imaginativo en el aula, y quizá maestra de lo por venir. Antes lo dijeron Cervantes, Calvino y Borges, entre los que ahora puedo recordar. Al releer estas páginas encuentro en ellas un común denominador. Son argumentaciones contra la tristeza del discurso que afirmaba que el mundo (es decir, Santiago del Estero) ya era bueno así como estaba. En curioso paralelo con el clima neoliberal, autocelebratorio, nuestra provincia fue presentada como pequeño paraíso de orden social, claridad fiscal, puntualidad salarial, orden monárquico bien constituido, y hasta en crecimiento económico gracias a las abejas y las cabras.2 Este discurso era, cuanto menos, interesante para analizarlo desde el punto de vista de la semiótica y la ciencia política, (y me consta que ya hay jóvenes investigadores trabajando en ello3). Desde un punto de vista 1 Pienso en Alberto Bravo de Zamora, Luis Alén Lascano, José Andrés Rivas y Carlos Virgilio Zurita. Es tarea nuestra continuar el trabajo iniciado por Ramón Leoni Pinto, en la línea de la teoría generacional de José Ortega y Gasset. 2 Un discurso de Carlos Juárez, a mediados de 2003, difundió esta noticia. 3 Recuerdo ahora los trabajos de Antonio De Matos, Víctor Cáceres, Marisa Silveti, Néstor Mendoza, Mariana Godoy, María Mercedes Tenti, Raúl Dargoltz, y el joven Cajal.
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personal, a veces no podía creer lo que escuchaba y me pellizcaba el antebrazo. Mi estado de ánimo pasaba de la paciencia al ostracismo mental, de la carcajada a la reflexión holmesiana, de la ira a la interrogación. Periódicamente me sentía insultado en mi buena fe, y a menudo omitido. Entonces, descubrí que tenía la posibilidad de expresarme y contribuir con mis escritos y mi palabra a tratar y conferir las cosas del Pro y útil de la república, como se decía antiguamente en las Actas Capitulares. Así surgieron estas páginas, como panfletos distribuidos en la calle, transmitidos de bolsillo a bolsillo, como un derecho a réplica echado a volar desde la terraza de Internet y sus ágiles palomas mensajeras. Botella al mar es todo escrito divulgado, que las aguas del Dulce y el Salado podrán conducir a la mochila del estudiante, la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, y luego al préstamo y al infalible olvido. No nos conocemos, pero compartimos la mirada del lector, que suele ser atenta, complaciente o impiadosa. Mi deseo es que estas páginas puedan ayudar a hacer preguntas, proponer búsquedas y resolver acertijos en la escuela de ciudadanía que todos compartimos hoy. En lo personal, sólo resta expresar mi agradecimiento a todas las personas e instituciones que colaboran con el trabajo intelectual, la educación, las bibliotecas, a través del diseño gráfico, la imprenta, la librería, la comunicación y la crítica. Todos comparten la pasión por el libro y la lectura.
Biblioteca Amalio Olmos Castro, Santiago del Estero, julio 2004.
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EL MALESTAR EN LA DEMOCRACIA. LA POLÍTICA SANTIAGUEÑA ENTRE 1983-1993*
LOS CASOS provinciales aparecen en los medios periodísticos nacionales de modo semejante a los usureros de los dramas: en los momentos de crisis. Catamarca, Corrientes, o Tucumán, son algunos de los escenarios que el país conoció por sucesos de muy distinta complejidad, causas y duración. En todos esos casos, la información cotidiana rara vez permitió ir más allá de un bosquejo superficial de los acontecimientos. Lo anterior vale para el caso santiagueño, que nos proponemos comentar.
* Escrito a mediados de 1993 y presentado en septiembre de ese año al Congreso de Ciencia Política El malestar en la democracia, realizado en Córdoba por la UNC, que coordinó César Tcach. Por entonces, llevaba el título de “Diez años de democracia en Santiago del Estero: ¿crisis en el partido o crisis del sistema?”. Si bien algunas de sus interpretaciones centrales parecen hoy excesivas, debe recordarse que pocos meses después, el 16 de diciembre de 1993, se produciría una importante revuelta y movilización social, que no registra antecedentes en la historia de la provincia, como consecuencia de la cual se dispuso la intervención federal. Agradezco a Marcela Eudal de Taboada la difusión de este artículo mediante fotoduplicación.
Quien tiene algún conocimiento de la vida política en provincias sabe que ellas aún constituyen algo así como un microcosmos, con tradiciones propias y relativa autonomía. Historia, cultura, mentalidades, estructura de clases, aparato productivo, conducta de las élites, biografía y dinámica de los partidos políticos, responden a una ecuación que combina lo estrictamente local y lo nacional. Ello es más evidente, según creo, en las provincias que llamamos tradicionales —típicamente, las del noroeste— pues en ellas se produjo una acumulación histórica de procesos no siempre semejante a la del país considerado globalmente. En efecto, mientras la nación se edificó principalmente sobre un territorio y una población virtualmente ‘nuevos’, algunas regiones estuvieron vertebradas en torno al orden económico y social de la colonia, y no es difícil encontrar en ellas residuos de los antiguos modos de producción, de las jerarquías estamentales o de la composición demográfica primitiva, a pesar de que hoy hayan desaparecido en cuanto tales. Por otra parte, el proceso de modernización operado en el país desde mediados del siglo pasado tuvo en ellas, por una variedad de motivos, repercusiones muy desiguales. Desde un punto de vista general, podría decirse que tanto los partidos políticos como la estructura social y la identidad de los sujetos sociales han sido modelados, en un ámbito provincial, por un doble juego de influencias: las derivadas de su propia constitución interna y de la historia local, y las provenientes del exterior (en este caso otras provincias y, de modo dominante, la Nación). En la mayoría de estos aspectos el conocimiento de que disponemos acerca de las realidades provinciales, desde la perspectiva de las ciencias sociales, es escaso y desparejo. Las compilaciones de datos cuantitativos su14
peran en mucho a las explicaciones sobre su comportamiento. No existen (que sepamos) estudios comparativos. Los abordajes regionales no abundan. El número de trabajos de índole económica a nivel de sectores productivos excede largamente, por razones no siempre comprensibles, a los relacionados con la estructura social o el sistema político. Aun en el contexto de cada provincia casi no existen lecturas integradoras que crucen transversalmente los distintos campos temáticos. Por último, y como síntesis del estado de la cuestión, podría decirse que sabemos más sobre el todo que sobre las partes, y aunque ello pueda ser explicado por la celeridad con que se impuso el ‘punto de vista nacional’ en nuestra historia, no deja de ser una falencia. Este artículo desea también formular una invitación a superarla, estimulando la comprensión del mundo de provincia.4
SANTIAGO EN LA FORMACIÓN DE LA ARGENTINA Al intentar un análisis —inevitablemente somero— de la política santiagueña en la última década, resulta conveniente trazar un breve perfil histórico. El estado provincial surgió en 1820 de la mano de Juan Felipe Ibarra, que gobernó Santiago combinando la estrategia militar y la organización de la estancia. Los historiadores 4 No quiero dejar de nombrar los libros inspiradores de mi enfoque. Desde Recuerdos de provincia (D.F. Sarmiento) a Los argentinos del confín del mundo (J.L. de Ímaz); Eclipse de una aristocracia (J.C. Agulla); Neuquén, el nacimiento de una provincia (V. Palermo); y el artículo de Marcos Giménez Zapiola, sobre Tucumán, en su compilación El régimen oligárquico. En materia de enfoques regionales, aún muy necesitada de atención, cito la serie de Raúl Armando Bazán sobre el Noroeste, los trabajos de Roberto Pucci, Alfredo Bolsi y Enrique Bruniard.
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no suelen discutir que de Ibarra proviene la impronta de autocracia gubernamental que sobrevuela sin disimulo sobre la política santiagueña desde entonces, atravesando momentos tan distintos como el período liberalconservador, el radicalismo y hasta el peronismo de hoy. Las diferencias que hay entre la economía y la inserción política de Santiago en la Argentina, variaron sensiblemente, sin embargo, desde el tiempo de Ibarra, que fue el mismo de Rosas, un tiempo de autocracia y de violencia, de construir poder para superar la incipiente anarquía, hasta el de Taboada y el de Absalón Rojas, a fines del siglo XIX. Con ellos, Santiago se incorporó a la Argentina organizada con posterioridad a 1853, que se propuso fundar un estado de derecho “moderno” donde antes sólo había fuerza (cf. Tulio Halperín Donghi: Guerra y revolución, y Una nación para el desierto argentino). Rojas representa una provincia nueva, agropecuaria y forestal, a la que se incorporan gradualmente la inmigración y una clase media rural, que exigió un nuevo pacto de intereses, de base más amplia, que reemplazase al reducido círculo de la élite provinciana: un puñado de familias de orígenes más o menos patricios. Aunque con fracturas y episódicas convulsiones, el marco político de esta etapa se caracterizó por una cierta congruencia de objetivos, tanto como por la afinidad familiar, social y partidaria de sus protagonistas. Las transformaciones que en ese lapso se produjeron incluyen la breve pero intensa etapa de la industria azucarera, y las bases para el desarrollo de la agricultura comercial en la región central: ferrocarril y red de regadío. En esta zona se concentró la mayor parte de la escasa inmigración que la provincia atrajo, principalmente española, italiana y árabe. Ello condujo a la formación de un sec16
tor considerable de pequeños y medianos productores agropecuarios que continuó en expansión. Simultáneamente, la explotación de los bosques —que tuvo como principal cliente al ferrocarril— llevó población, caminos y vías férreas hasta el entonces despoblado nordeste provincial. El ciclo forestal tuvo su apogeo hacia 1915-30, iniciando entonces una lenta declinación; hasta los años 60 constituyó, sin embargo, una actividad importante en la economía primaria provincial.5 Los principales hechos políticos en la vida nacional en la primera mitad de este siglo —la llegada del radicalismo al poder y el surgimiento del peronismo— tuvieron también impacto decisivo en el plano local. El radicalismo accedió al gobierno en 1924 y en la década inmediata se fue ampliando la base de participación incorporando a la clase media urbana y rural, creciente aunque exigua, que por primera vez logró desplazar parcialmente a la antigua élite en la crucial tarea de conducir la política provincial. El gobierno de Juan B. Castro, iniciado en 1934, fue el primero que presentó visibles éxitos en la constitución de una nueva trama social para su sustentación. Para entonces, los mayoritarios sectores populares rurales —peones de estancias, campesinos, hacheros— carecían de espacio político, aunque la necesidad de conducir su opinión se fue tornando cada vez más importante. Los vínculos entre esta amplia base social y el reducido sector dirigente merecen un comentario especial. Hebe Vessuri6 utilizó la noción de ‘patronazgo’ —deliCf. A. Tasso: Ferrocarril, alfalfa y quebracho. El complejo agro-forestal en Santiago del Estero 1870-1940. Córdoba, Alción, 2004. 6 Hebe Vessuri: “El surgimiento de la agricultura comercial en una provincia mediterránea”. Centro de Investigaciones Sociológicas (CISUNT). 1970. 5
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neada, entre otros por Max Weber y recuperada por otros investigadores en sus estudios sobre el sector rural latinoamericano— para describir la compleja red de lealtades y obligaciones mutuas que se formaron entre terratenientes y asalariados a medida que se generalizaba el régimen capitalista de producción. Hacia 1930, las figuras prominentes en el extenso y relativamente poco poblado territorio provincial ya no eran los ‘señores’ de la élite tradicional, sino una nueva clase de agricultores, ganaderos y comerciantes, entre los cuales no era infrecuente hallar extranjeros. En otros trabajos he analizado con mayor detalle el papel de los sirios y libaneses, que durante el gobierno de Castro accedieron a diversos cargos en el plano comunal y provincial.7 Según Vessuri, el surgimiento del peronismo contribuyó a aventar los residuos del patronazgo clásico, debido a que independizó a los trabajadores de la manipulación que los terratenientes ejercían sobre ellos.8 Puede también sostenerse —como lo hemos hecho con Carlos V. Zurita— una hipótesis alternativa, consistente en que el patronazgo tradicional sólo fue transformado, eliminando sus actores significativos y su contenido ideológico, pero manteniendo incólume la dominación sobre la población rural, ahora ejercida por los emergentes sectores medios.9 De acuerdo con esta interpretación, la hegemonía patronal característica habría sido reemplazada por el parAlberto Tasso: Aventura, trabajo y poder. Sirios y libaneses en Santiago del Estero 1880-1980, Ediciones Índice, Buenos Aires, 1989. 8 Hebe M.C. Vessuri: “La expansión agrícola en la década del ochenta: el caso de una provincia mediterránea!”, CIS-UNT, San Miguel de Tucumán, sin fecha de edición, mimeo, p. 30 y ss. 9 A. Tasso y C. Zurita: “La estructura social de Santiago del Estero”, INCIC-UCSE, Santiago del Estero, 1980. 7
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tido y sus representantes, la protección patronal personalizada por la protección estatal difusa, y la reciprocidad al patrón en trabajo y servicio, por el voto. Esta modalidad política del patronazgo fue ampliando considerablemente su capacidad operativa a medida que el estado provincial se expandió y estuvo en condiciones de ofrecer respuesta a las demandas sociales, por la vía de las obras públicas, el empleo directo o indirecto a través de aquellas, la entrega de tierras, o el reconocimiento a los agrupamientos de trabajadores. El modelo populista santiagueño se consolidó entre los gobiernos de Castro (1934-37) y Juárez (1949-52). En ese lapso se empezaron a percibir síntomas de estancamiento en la economía de la provincia; crisis de algunas incipientes manifestaciones agroindustriales, incremento de la emigración, descenso de la producción agrícola. Paralelamente, y como producto de las políticas nacionales, crecía el sector público y el papel del Estado en sus roles de distribución y subsidio, visibles en las políticas sociales. El Estado fue ocupando gradualmente un rol creciente en la economía provincial. La crisis en los sectores productivos, provocada tanto por factores de orden nacional como internacional no fue ostensible en ese momento, y el crónico subempleo rural fue mitigado mediante la intensa emigración de mano de obra hacia los nuevos mercados de trabajo industriales que se formaron en la región metropolitana. Ésta fue la depresión de los 50-60. Fue en cierto modo paradójico que el estancamiento económico —por otra parte una característica regional—10 acompañase al ciclo de desarrollo sustitutivo, acentuanDesde que fue señalado en 1940 por Alejandro Bunge en Una nueva Argentina, este rasgo no ha variado sustancialmente y reaparece en la literatura posterior. 10
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do las condiciones de retraso en relación con la economía del litoral. La rápida, mayoritaria y profunda adhesión de los sectores populares rurales santiagueños al peronismo (entre 1946 y 1953 obtuvo adhesiones que llegaron al 80% del electorado) posee matices que aún no han sido estudiados en profundidad: se habría expandido desde los sectores medios hacia los populares, empujado por dirigentes e influyentes disidentes del radicalismo, y por los maestros rurales, cuya palabra disponía de acentuada influencia en esos años.
LA HEGEMONÍA DEL PERONISMO La fuerza ascendente del peronismo encontró en Carlos Juárez un instrumento apropiado. Su juventud, y el hecho de que hubiera nacido a la política junto con el peronismo, le otorgaba ventaja sobre otros dirigentes condenados por un pasado demasiado frondoso, como era el caso de Santiago Corvalán, o por su inexperiencia política, como era el caso de Aristóbulo Mittelbach, hombre del GOU a quien Perón había designado candidato a gobernador por el Laborismo en 1946. Juárez fortaleció su posición beneficiado por las realizaciones de los primeros gobiernos peronistas; su ascendiente en el partido se complementó con la formación de una vasta red de lazos personales con aliados y punteros que también consolidaron posiciones de poder económico y político en el plano comunal. Esta base de sustentación no tenía antecedentes en la provincia, al menos en esa escala. El alto monto de gratificaciones materiales y simbólica que el peronismo ofreció a los sectores populares redundó en una casi incondicional adhesión a esa fuerza, que expandió su caudal de 50,4% a 79,6% de los votos en 1946 y 1952 20
respectivamente. El poder de Juárez en la provincia y en el Congreso de la Nación ya era significativo: su sombra estaba tras la intervención que concluyó anticipadamente el gobierno de Mittelbach en 1948. Luego de su primer gobierno, entre 1949-52, lo sucedió Francisco Javier González, hasta el golpe militar de 1955.11 Desde 1955 a 1983 el péndulo que oscilaba entre lo populista y lo militar quebró a su paso lo que quedaba del país anterior. De esa etapa de demolición y estancamiento argentino, sobrevivieron, sin embargo, los pilares del orden social: las estructuras sociales. Igual que la geografía, ellas están acostumbradas a vivir en ese tiempo casi inmóvil de la larga duración, según la magnífica expresión de Fernand Braudel. A pesar del tiempo transcurrido entre los intermitentes turnos democráticos, en 1983 el peronismo conservaba casi intacto su caudal electoral. También había preservado el liderazgo de Carlos Juárez, que llegó una vez más a la gobernación, como lo había hecho en 1973 al levantarse la proscripción durante la última etapa del gobierno militar. En principio, su prolongada hegemonía podría ser explicada, al igual que en otros casos provinciales y el del propio Perón, por la escasa continuidad de la vida democrática, que había impedido los necesarios procesos de renovación interna. Por otra parte, es indudable que la proscripción contribuyó a fortalecer el perfil de los dirigentes peronistas, de manera semejante a lo que había ocurrido con el yrigoyenismo durante la etapa del “fraude patriótico”. Puede también conjeturarse que la no existencia de grandes cambios económicos sociales permitió manteCf. Luis Alén Lascano: “Desarrollo político e institucional. Gobiernos y partidos en los últimos 60 años en Santiago del Estero”, en El Liberal 90 años, Santiago del Estero, 1988, p. 111 y ss. 11
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ner las bases sociales del caudillismo de Juárez que continuaron reconociéndole legitimidad. Está claro también que la notoria adaptabilidad de este dirigente a los distintos tiempos políticos le permitió cabalgar exitosamente sobre circunstancias desfavorables, si es que no adversas. La no existencia de “grandes cambios” no debe suponerse análoga a la inmovilidad. No hubo en Santiago del Estero procesos de industrialización, pero sí graduales instancias de modernización puntuales en el sector agropecuario, promovidas por la expansión de su frontera. La atenuación de la emigración extraprovincial desde los 70 fue paralela a la rápida urbanización en el Gran Santiago y en algunas ciudades intermedias, y de algún modo su causa. La nueva población urbana expandió el sector informal, ante una estructura ocupacional cuyos únicos sectores dinámicos fueron la construcción y el empleo público. Para el justicialismo, era ya claro desde 1973 que su política debía privilegiar las demandas de los sectores urbanos. Ello se cumplió mediante proyectos y acciones de índole clientelística; en su mejor forma se trataba de viviendas construidas por el Estado, y en la peor de entrega de variados tipos de bienes en forma inórganica pero efectiva a los fines electorales: elementos de construcción, alimentos, ropa o dinero. Recordemos que todos estos procedimientos habían ya sido utilizados por los conservadores, y aprovechados por el radicalismo después. En épocas en que los programas de asistencia a los sectores sociales desprotegidos adquirieron en América Latina la forma de estímulo a la organización cooperativa y la creación de empleo en escala micro, la reiteración de las dádivas estatales revela algo más que ana22
cronismo. Quizá, una práctica cultural antigua de sostenimiento de la dependencia, empleada en el trato interétnico. La mera posibilidad de obtener empleo o alguna forma de subsidios, o simplemente la garantía de protección patronal, se han convertido, tanto en el campo como en la ciudad, en formas tan eficaces para conducir la opinión como la concreción efectiva de aquellos beneficios. Las políticas sociales han estado confusamente mezcladas con estas “políticas prácticas hacia los pobres”. Las han ejercido habitualmente los aparatos políticos gubernamentales, pero también los políticos en campaña. Ellos podrían coincidir en que “París bien vale una misa”, porque prima la idea de que se trata de una inversión. Con un número de votos más o menos cautivos, el seguro de vida de una política clientelar está pagado.
LOS PROTAGONISTAS DE LA DÉCADA Los principales acontecimientos producidos en la vida política provincial luego de 1983 muestran la agudización de un problema que ha sido constante a lo largo del siglo: la forma en que los sectores políticos han ido distanciándose de los intereses de la población. Movidos por un marco de ambiciones de tipo corporativo, han hecho primar la lucha interna y la obtención de privilegios o beneficios sectoriales antes que la búsqueda de alternativas a los numerosos y complejos problemas de la sociedad y la economía provinciales. Si bien esto es particularmente válido para la fuerza política hegemónica durante este lapso —el justicialismo— difícilmente podría advertirse una marcada diferencia en el partido de la oposición, el radicalismo, aunque evidentemente éste termina siendo beneficiado por el contraste. 23
Al analizar particularmente el justicialismo, es visible que su incapacidad para democratizarse internamente y lograr mecanismos de sucesión participativos es uno de sus grandes obstáculos internos. La elección de César Iturre como sucesor de Juárez, en tanto unción de un heredero, constituye un rasgo de todos los sistemas políticos, con muchos antecedentes locales en distintos momentos de la historia provincial.12 Pero el caso de Iturre es el de siervo dócil elegido para preservar la herencia, que una vez en el poder se rebela contra el caudillo esgrimiendo el slogan de un ‘nuevo estilo’, basado en la no persecución a los disidentes. Al elegir como sucesor a Carlos Mujica, Iturre repitió el gesto de Juárez, con resultados aún peores: desbordado por su propia incapacidad de gestión, las movilizaciones sindicales y la falta de apoyo interno, debió pactar con Juárez para obtener un simulacro de apoyo, y concluyó renunciando al poco tiempo de las elecciones de octubre, que precedieron al 16 de diciembre de 1993. El exilio de Iturre y las dudas abiertas sobre la causa de su muerte ponen una nota de novela policial, bien propia de la pequeña historia local. A lo largo de toda la década el justicialismo no tuvo internas abiertas. Los candidatos, designados desde la cúpula fueron consagrados en congresos partidarios cuya representatividad ofrecía serias dudas a los propios justicialistas, pues funcionaban paralelamente dos congresos que se impugnaban recíprocamente. Nunca como en este período fue tan frecuente la compra de votos en la legislatura, para aprobar leyes cruciales o para designar senadores. Las remesas de fondos de la Nación que se extraviaban antes de llegar a destino no alcanzan a expliNotablemente, en los períodos de Ibarra, Taboada y del ciclo 18801920. Hay otras características asociadas a las casas reales: las prácticas autocráticas, la tendencia a la perpetuidad del poder. 12
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car la quiebra de la economía gubernamental, pero sí la poca credibilidad del gobierno ante los sindicatos, la opinión pública y las autoridades nacionales. No sólo no fueron implementadas políticas de transformación del Estado, sino que el empleo público creció abrumadoramente en beneficio de deudas políticas de funcionarios y legisladores. En este cuadro es comprensible la expansión de la oposición. El radicalismo había conquistado en 1983, a través de Bruno Volta, la crucial intendencia de la Capital, a la que en 1991 se agregó La Banda. Ello corroboraba la tendencia histórica de un baluarte opositor al peronismo en las áreas urbanas, visible desde 1948. Este hecho tuvo gran influencia en la consolidación de un poder estable para la oposición, pues permitió que la tradicional base del radicalismo en las clases medias comenzase a ampliarse a los sectores populares. Se construyó un aparato político de significación y nacieron nuevos liderazgos. El más notable es indudablemente el de José Zavalía, sucesor de Volta en el período 1987-91. Zavalía representa una conjunción de los estilos políticos aristocrático y populista. Por su origen de clase y familiar, responde al tipo del político conservador. El hecho de que su padre Benjamín Zavalía fuera gobernador de la provincia durante la presidencia de Arturo Illia, refuerza la imagen de la transmisión del poder y la influencia dentro del círculo familiar, propio de las élites tradicionales, donde predomina el estatus adscripto, o heredado. Ello se corrobora con sus rasgos autocráticos de tipo patronal, propios de los privilegios del honor familiar y estamental. La trama de relaciones sociales entre sectores superiores y subordinados explica que en Santiago del Estero sobreviva la concepción de la política como responsabilidad de una clase, aunque, como se 25
ha dicho, ella desapareció como tal desde aproximadamente 1930. Sin embargo, el hecho de que la élite patricia se haya extinguido como entidad funcional, no significa que haya desaparecido la cultura de la élite en el sistema de estratificación. Una de las vetas de la legitimación social del liderazgo de Zavalía consiste en que promete la recuperación simbólica del poder para las capas superiores, confinadas durante el ciclo peronista a algunos círculos de prestigio: el Jockey Club, los Tribunales, la chapa del profesional ‘liberal’, cuando no la cercanía a la jerarquía eclesial. Aunque esta clase perdió poder al retirarse del escenario productivo, siempre estuvo cerca del poder político, en cuya administración se especializó. De todas maneras, la fuente principal de sustento de Zavalía no proviene de esta exigua clase, sino de la clase media y aun de los sectores populares urbanos. En las elecciones de 1991, aunque Zavalía había sido el más votado, una reciente ley de lemas permitió sumar los votos de dos fracciones del justicialismo, las de Iturre y la de Juárez. Esta ley contradecía el principio de la elección por mayoría de votos establecido en la constitución provincial de 1985. El rechazo de esta medida explica las grandes convocatorias de público que apoyó a Zavalía en protesta por el escamoteo de su victoria. En lo personal, Zavalía exalta el carisma, hace exhibición de juventud y fuerza, se manifiesta proclive al autoritarismo e incluso a la violencia, y cultiva un estilo que recurre con gran naturalidad al barbarismo. Todo ello torna inevitable la asociación al código comunicacional que se supone propio del populismo.
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¿CRISIS EN EL PARTIDO O CRISIS DEL SISTEMA? Existe un consenso generalizado en Santiago del Estero acerca del divorcio entre dirigentes y población, así como del deterioro de la confianza y la credibilidad generados por las prácticas políticas. Numerosas manifestaciones de influyentes, de organizaciones intermedias, de los propios dirigentes políticos y hasta de la Iglesia13 hablan en ese sentido. No cabe duda de que la progresiva pérdida de representatividad de los dirigentes políticos ha estado acompañada por una fuerte crisis en el seno del partido gobernante y en sus mecanismos de funcionamiento. La acusación de fraude y de ilegitimidad al gobierno de Mujica no sólo vulneró progresivamente al justicialismo, sino que también otorgó fuerza ética a la oposición radical y a sus innumerables movilizaciones en toda la provincia los últimos dos años. Ello ha sido percibido más abiertamente en la sociedad debido a la oleada de crítica a la corrupción que recorre el mundo, y favorecido por la multiplicación de los medios de comunicación, que convierten en secretos a voces las prácticas antes ocultas del ejercicio práctico del poder. En pocos años, se produjo en la provincia un proceso de desconcentración del poder en dos esferas: la política y la ideológico-cultural. En la primera de ellas, se asiste hoy a una fractura en la hegemonía del justicialismo, fuerza mayoritaria durante el último medio siglo. En la segunda, la multiplicación de instituciones religiosas, eduDocumento no oficial suscripto por el presbiterio de la Diócesis de Santiago del Estero, en Nuevo Diario de Santiago del Estero, 20-1092; también cf. Juan Rafael: La plata de los pobres. Informe sobre la crisis, Santiago del Estero, 1992, y Crisis política y decadencia, Santiago del Estero, 1986. 13
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cativas y de prensa permite hablar de una paralela pérdida de hegemonía del sistema unitario de control, que estuvo protagonizado por la Iglesia Católica y por la influyente élite de opinión que, en su vecindad, congregó desde los años sesenta la democracia cristiana. Pero si contemplamos los hechos actuales desde una perspectiva temporal y sociológica más amplia, es posible advertir que la crisis contemporánea no puede ser sólo atribuida al partido hegemónico, sino al sistema político globalmente considerado. La clave de nuestro análisis es que hasta hoy perduró sin grandes cambios el control del poder ejercido por élites reducidas en torno a las instituciones del Estado. En una provincia con participación social limitada, economía, cultura y población rural predominante, quien logra el control del Estado casi no se ve obligado a hacer esfuerzos para construir situaciones de consenso social, pues no hay fuerzas sociales de peso que puedan desafiarlo. Históricamente, esa élite provino de la aristocracia que poseía poder económico. A partir de 1930 las nuevas élites dejaron de vincularse a una clase y empezó a deslizarse en el sistema político un matiz corporativo. Los nuevos agentes del poder económico surgieron en la vecindad del Estado, que acabó por constituirse en la principal fuerza tutelar del mercado, en el contexto de una economía débil desde el punto de vista de las actividades directamente productivas. A su vez, la dependencia de la provincia respecto del estado nacional fue creciente. El justicialismo durante el último medio siglo no difirió demasiado de las prácticas conservadores, el radicalismo o los gobiernos militares: una minoría administradora gobernando en nombre de “el pueblo” y “los trabajadores”, a los cuales dispensó beneficios —generalmente escasos, tardíos y simbólicos— mediante el repar28
to de los bienes y servicios del Estado. La administración de tierras y bosques les permitió satisfacer demandas de sectores medios agropecuarios y forestales, de los cuales surgieron empresarios aliados, útiles para manipular la opinión de los votantes. En las áreas urbanas, las concesiones de obras públicas formaron empresas y hasta grupos económicos poderosos con los cuales se formó una red de alianzas para financiar la acción política mediante los recursos estatales. El pacto Estado-empresa fue, en rigor, el más original, porque las políticas hacia los sectores populares no fueron tan novedosas. Sin embargo, a diferencia de radicales y militares, el justicialismo dispuso hasta el presente de aval electoral para su gestión y mecanismos de legitimación que recién comenzaron a agrietarse en la última década. Ello fue consecuencia de la urbanización creciente, la movilización social, y la formación de un incipiente pluralismo cultural —que no se veía aquí desde las primeras décadas del siglo XX, en tiempos de la generación de La Brasa. Las iniciativas para promover transformaciones estructurales en la economía no fueron eficaces: o sólo retóricas, o inconclusas. La escasez de capital y de saber técnico limitó crónicamente el desarrollo provincial. No fue menor la desactualización y arcaísmo de los dirigentes políticos que no acertaron a buscar salidas de fondo al estancamiento. Sin fuertes demandas sociales manifiestas, la dirigencia política se empobreció intelectual y éticamente, aislándose en una estrategia de supervivencia que ahora, finalmente, ha entrado en crisis. Por ello, el concepto de “crisis en el sistema político” parece más apropiado que el de “crisis en el partido gobernante”, pues aunque ésta sea evidente, no es menos real su derivación de aquella, ni su deuda con una men29
talidad que disfrazó el conservadorismo de populismo, y aprovechó los rituales del estado benefactor para ocultar la escasez de racionalidad y ética en la acción política.
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ARGENTINA SIN IZQUIERDA. ALGUNAS HIPÓTESIS SOBRE LAS CAUSAS DE UNA AUSENCIA*
MÁS ACENTUADAMENTE que en décadas anteriores, los 90 comportaron para la Argentina una notable aceleración del tiempo histórico, en buena parte debida a una neta apertura a los mercados mundiales, pero también a la incorporación de códigos culturales que van más allá de lo económico. Este proceso se está produciendo en muchas regiones del planeta, pero la comprensión de cada caso particular requiere articular la secuencia de la historia reciente del país, las características de los distintos sectores sociales, las disposiciones e intereses con que cooperaron o compitieron, y las circunstancias internas y externas que los movilizaron. * Escrito en 1999, este artículo fue principalmente difundido por Internet. Distribuí varias copias entre colegas amigos de las universidades nacionales de Villa María y Santiago del Estero. También lo envié a la influyente revista Latino American Studies, donde dos de los evaluadores lo rechazaron por varias razones que encontré atendibles y me sirvieron para mejorarlo. Un comentario de Roberto Gayraud me estimuló a seguirlo difundiendo.
Queremos indagar un aspecto muy específico del sistema político: las razones por las cuales la penetración del capitalismo global no ha generado expresiones de disenso fuerte en el plano de la opinión política. Ello no parece ser lógico, debido a que hay un monto considerable de crítica social “abierta” en el sistema, pero el dato visible es que ella no ha logrado ser captada por los partidos y corrientes políticas. Ésta es la paradoja que deseamos intentar explicar.
LA ÚLTIMA DÉCADA En varios momentos el presidente Menem dijo que los cambios que su gobierno había promovido se habían realizado “sin anestesia”. Privatizaciones, achicamiento del Estado, eliminación de las regulaciones que protegían a uno u otro sector, cambio tecnológico: facetas distintas de un proceso que se dio en gran escala y en todos los sectores, orientado a privilegiar el crecimiento económico,14 la eficiencia y la productividad, que simultáneamente concentraron el capital y por tanto el poder económico. Estas mutaciones fueron muy rápidas. Descolocaron fuertemente a sectores importantes de la clase media y las capas populares, que sin embargo asimilaron su descenso relativo de ingresos ante el impacto casi mágico de la estabilidad. Luego del éxito de la primera etapa de Domingo Cavallo como Ministro de Economía, que logró derrotar la inflación que asoló a la Argentina durante Entre 1991 y 1995 la economía argentina creció a un ritmo de 6% anual. El Banco Central aumentó sus reservas de u$s 100 a 2.000 millones en 1989 y 1991. 14
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décadas, ésta fue la carta de triunfo que el oficialismo jugó más fuerte en todas las elecciones posteriores. El proceso expansivo de la economía comenzó a detenerse hacia 1995, con la crisis de México; desde entonces aumentaron los signos de estancamiento. La desocupación abierta, que tuvo un pico de 18,4% en 1994, retrocedió luego y se estabilizó en 12 puntos, pero luego de la crisis brasileña, en 1999, creció a 14,2.15 En el último año, han sido varios los economistas —entre ellos Paul Krugman— que hablaron de recesión al caracterizar la economía argentina. Paralelamente crecieron también el desempleo y la pobreza.16 Es cierto que el llamado “Estado de bienestar” había sido largamente cuestionado en el país porque generaba inequidad, era poco eficiente, costaba mucho y amparaba a su sombra distintas formas de corrupción. Pero su liquidación dejó desprotegidas a franjas considerables de la población; la necesidad de una red de protección para indigentes, desocupados coyunturales y otra población vulnerable ha sido señalada desde muchos organismos, desde la Iglesia Católica a UNICEF. Se sostiene que la corrupción aumentó, involucrando en muchos casos a funcionarios y personas allegadas al propio presidente Menem y a sus ministros.17 Un caso “Volvió a subir la desocupación”, Clarín, 13-06-99, pp. 1, 20, 21. En 1998 el Banco Mundial estimó en 13,5 millones la población pobre, y en 3,5 millones la de indigentes. 17 No obstante, Jorge Castro —periodista y funcionario del gobierno actual— sostiene que “La Argentina no tiene un nivel superior de corrupción que otros países del mundo, incluso es históricamente probable que el nivel de corrupción de la Argentina en 1966 sea inferior a otras etapas de su historia. Lo que tiene es una seria dificultad para sancionar ese problema de corrupción institucional por la debilidad de su sistema de justicia, lo que hace que la corrupción aparezca en primer plano como problema original”. (“Corrupción, sistema económico y democracia”, en P. Albanese y otros: Revolución política en la Argentina globalizada, Buenos Aires, Catálogos, p. 44). 15 16
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notorio aún en trámite judicial, el de la venta ilegal de armas a Ecuador durante la guerra con Perú, en 1994, involucra a Erman González, entonces ministro de Defensa, y a Martín Balza, jefe del Estado Mayor. Con frecuencia se denuncian irregularidades en el sistema judicial. Los últimos años han dado nutrido material para los coleccionistas de escándalos y operaciones del Estado en la frontera de la legalidad. Si alguien hubiera analizado las consecuencias previsibles de estos cambios, acaso hubiera pronosticado que ellos harían aumentar el descontento y la protesta social, y que estos factores, combinados, conducirían a un aumento de la opinión política que convencionalmente llamamos izquierda. Sin embargo, no fue así. O por lo menos, no fue exactamente así. La izquierda tradicional —comunismo y socialismos varios— permaneció estancada o decreciente durante la última década. Pero este sector siempre ha sido, en la historia política reciente de la Argentina, menos importante que la izquierda surgida de las alas más contestatarias de los partidos mayoritarios. En la etapa posterior a 1983, esa expresión está representada por el Frente País Solidario (FREPASO), que desde fines de 1996 constituyó la Alianza Para Todos con el radicalismo. Aunque los dirigentes del FREPASO no han dejado de levantar voces críticas, esa asociación con un partido tradicionalmente moderado generó un discurso heterogéneo y en ocasiones poco convincente. La posibilidad de acceder al gobierno impone a la Alianza un grado de realismo que lima algunas aristas de la crítica. Graciela Fernández Meijide recorrió las capitales europeas afirmando que, en caso de ganar, su partido no modificaría la posición del país ante las reglas de juego del capitalismo internacional, mientras interna34
mente sostiene que el modelo18 fracasó. Es cierto que en América Latina un dirigente político en campaña que desea ganar no dice lo que efectivamente hará sino lo que su audiencia desea escuchar. Una excepción notable es la de Mario Vargas Llosa, que desafió este principio elemental cuando se candidateó a presidente del Perú; como era previsible, fue derrotado. En la Argentina se percibe un nivel considerable de desacuerdo con el gobierno en la prensa y en la calle, aun antes de ingresar en el difícil año 1999. Por lo que indican las elecciones provinciales realizadas hasta el momento, y la última de renovación del Parlamento en 1997, el nivel de credibilidad del justicialismo sigue siendo alto, y la gestión menemista no está siendo radicalmente impugnada, salvo por minorías. El mensaje crítico de la Alianza, la principal fuerza de la oposición, se centra en la lucha contra la corrupción, la desocupación y la pobreza, pero implícitamente coincide con la orientación general de la política económica. Como en la Alianza predomina el radicalismo —al que pertenece el candidato a presidente de esa fuerza, Fernando de la Rúa— todo sugiere que si ganara las elecciones del 24 de octubre se comportaría como un partido moderado, de centro-izquierda, quizá con más vigor en el “centro” que en la “izquierda”. Todo esto es muy lógico, tanto al nivel de la oposición como del sistema político argentino en su conjunto, un signo de que se ha realizado finalmente una opción racional hacia la previsibilidad. Es tan lógico que estaríamos tentados de adjetivar ese panorama como “políEn la Argentina se denomina popularmente así a las políticas neoliberales o de mercado aplicadas desde el comienzo de la presidencia de Carlos Menem, en 1989. 18
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ticamente correcto”. Esto avala el interés por nuestra pregunta inicial.
¿QUÉ ES LA “IZQUIERDA”? Pero eso requiere antes esclarecer la cuestión de los significados que podemos convenir en atribuirle a la izquierda, tanto en términos conceptuales como operacionales. Como estará claro, para identificar un concepto recurrimos a una palabra-etiqueta porque está reconocida y nos permite entendernos, pero deseamos cierta libertad para establecer los contenidos que le asignamos. Deseamos evitar una respuesta “histórica”, que forzaría la identificación de la izquierda con el socialismo y el comunismo en sus diversas manifestaciones. Pensamos que efectuar esa adscripción es limitar la noción de la izquierda. La casuística, aun la argentina, muestra casos como el de la democracia progresista donde esa identificación no es categórica, o de partidos pequeños de inspiración cristiana,19 que han cumplido la función que creemos que desempeña la izquierda. Nuestra idea es que la izquierda ha asumido muchas formas históricas y podrá asumir muchas más en el futuro. Vemos izquierda en varios ismos más que en el marxismo: en el ecologismo, en los movimientos feministas, y en el utopismo, que los nutrió a todos ellos. Izquierda es, genéricamente, todo conjunto de ideas que cuestiona el estado de cosas. De esto se deriva que una idea puede representar un cuestionamiento en cierto lugar y tiempo, y no en otro. El cristianismo y el liberalismo fueron izquierda, pero no podrían serlo en un mundo liberal y 19 Como es el caso de Memoria y Participación en Santiago del Estero, constituido luego de la revuelta de 1993.
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cristiano. Como individuo que representa un tipo, el católico Chesterton fue un izquierdista en la anglicana Inglaterra, así como lo fue Lutero en la entonces católica Alemania. En primer lugar, es evidente que el territorio de la izquierda no se limita a la esfera partidaria, y hasta podría pensarse que es aún más vasto fuera de ella, en el debate de las cuestiones públicas, en los movimientos sociales y en las corrientes de ideas que, además de alimentar aquellos, nutren el discurso colectivo. En términos sociales y políticos, la función social de la izquierda es cuestionar el orden social, modificarlo o renovarlo. Recíprocamente, la función de la derecha es sostener ese orden, o restaurarlo. Ambas trabajan con ideas arquetípicas, y desde cierto punto de vista sus objetivos lo son en tanto no se han concretado. Tanto la derecha como la izquierda pueden trabajar por un mundo que aún no existe, pero por alguna razón lo que llamamos “el poder real” estará siempre apostando a la derecha, y será su aliado. Se comprenderá que para los sistemas políticos esta renovación es absolutamente indispensable, y también que ella sea resistida, porque admitirla implica incertidumbre, zozobra y des-orden. Las ideas de izquierda en una sociedad compleja de tipo moderno están representadas por una variedad de partidos, y por una pluralidad de expresiones individuales y colectivas que un partido nunca podría contener. Desde un punto de vista sistémico, la no-izquierda —el centro y la derecha— aportan estabilidad o permanencia, inclusive en un marco regresivo. Ambas son pues indispensables, y las vinculaciones entre una y otra no podrían sino ser líneas de tensión y conflicto, que pueden ser particularmente complejas, fuer-
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tes y hasta violentas en el curso de la adopción de decisiones.20
LA IZQUIERDA EN LA ARGENTINA Si bien Argentina tiene una suerte de izquierda con “tradición”, ella nunca fue muy fuerte. Se originó en la inmigración, y expresaba el trasplante del socialismo y el comunismo europeos. También del anarquismo, por cierto, que en términos prácticos fue visto desde el poder como una izquierda. Bajo este influjo nacieron los partidos socialistas, pero también la sindicalización. Las primeras décadas del siglo XX muestran una izquierda reducida, pero intelectual y políticamente influyente: basta pensar en José Ingenieros, Juan B. Justo, Alfredo Palacios. Esta influencia es importante hasta la década del 40, cuando el peronismo conduce una operación política de singular importancia para las décadas siguientes: equipado ideológicamente con ideas “nacionales” —en parte deudoras del pensamiento jerárquico y aristocrático de las élites argentinas, y en parte de la experiencia política del fascismo italiano y alemán—21 abre la puerta de la participación política a los sectores populares. Su modelo, un tipo de populismo semejante a otros que surgieron en América Latina hacia mitad de siglo, supone un contrato que algunos han visto bajo la forma de la alian20 Karl Mannheim halló una imagen apropiada al afirmar que introducir cambios en un sistema político no se parece tanto a construir una casa desde sus cimientos como a cambiarle las ruedas a un tren mientras está en marcha. (Libertad y planificación, Aguilar, 1954). 21 José Luis Romero es uno de los que han señalado estos rasgos. (Las ideas en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Nuevo País, 1987, p. 173).
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za de clases; otros preferimos la idea de una alianza entre una clase y un partido. El peronismo es el caso de una experiencia política exitosa durante una década, en la que fue eficaz su modelo de crecimiento mediante la sustitución de importaciones. Luego, pudo sobrevivir en los costados del poder —gracias a la proscripción— durante medio siglo, autoperpetuando sus ideas y su concepción de país aun cuando se habían tornado anacrónicas, en lo que Tulio Halperín Donghi denominó “la larga agonía de la Argentina peronista”. La constitución del Partido Justicialista como mediador de la participación política y el ascenso social de los sectores populares fue vista por la izquierda como un obstáculo a su propia expansión, y muchos de los partidos y movimientos colectivos que expresaron algunos contenidos de lo que antes hemos definido como izquierda —desde el Partido Comunista a Montoneros pasando por la Democracia Cristiana— alentaron en algún momento la idea de instalarse en el peronismo para lograr establecer una relación directa con las bases, que nunca tuvieron por sí mismos. De modo que la izquierda argentina tiene una particular conformación. En la primera mitad de siglo tiene raíz obrera, pero anclada en el inmigrante, de modo que un límite étnico la separa de los sectores populares criollos. Luego del peronismo, provendrá de los sectores medios, y será aquí un límite de clase el que le impedirá sustentarse en lo que el peronismo llama “el pueblo”. Un alto monto de intelectualismo caracteriza a la izquierda argentina, que durante mucho tiempo consideró indispensable poseer formación libresca: debía comprenderse el materialismo dialéctico, la noción de lucha de clases, eventualmente leer a Gramsci. 39
No es difícil ver cómo semejantes exigencias distanciaron a los dirigentes de izquierda de los sectores populares, y los condujeron a los sectores donde esas ideas podían ser comprendidas y captadas más fácilmente. Típicamente, las universidades. Desde los años 60, la universidad —estatal, vale la pena aclararlo en estos tiempos de privatización— fue un importante ámbito de socialización en la cultura de la izquierda. Por ello, las universidades fueron las víctimas predilectas de los gobiernos autoritarios militares. Aun antes del Proceso, el gobierno de Onganía las intervino, en 1966, y ello originó el inicio de la diáspora de la intelectualidad argentina, y lo que quedaba de ella sería aplastado en 1976. Las posturas extremas que surgieron en los 60, inspiradas en Trotsky, Mao, o en el Che, propusieron la vía armada desde la derecha (Tacuara encarnaba el fascismo franquista, mientras las Fuerzas Armadas Revolucionarias y las Fuerzas Armadas Peronistas estaban más cerca del nacionalismo local) o desde la izquierda (principalmente Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo). La interpretación más generalizada es que el Proceso Militar del período 1976-1983 aniquiló la izquierda, tal como se lo había pedido un célebre decreto firmado por Isabel Martínez de Perón pocos meses antes del golpe del 24 de marzo. Esta aniquilación tuvo dos dimensiones: una física, otra social. La primera remite a lo que los militares argentinos llamaron “guerra sucia”,22 y se expresa de varios modos, principalmente en el exilio y 22 Fue sucia pero no fue guerra. Alan Badiou sostiene que debe sostenerse el concepto de guerra para confrontaciones entre estados. Cfr. Héctor Pavón: “Las democracias están en guerra contra los pobres”, Ñ Nº 56, 22-10-04, pp. 6-10.
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los miles de desaparecidos. La segunda no es tan fácil de mensurar, porque a su vez tiene muchas implicaciones. Una de ellas es el efecto generacional, o las consecuencias de la destrucción de un eslabón. Otra es la instalación del miedo en algún sitio de la conciencia. Otra, la conclusión de que un cambio radical está condenado a fracasar en la Argentina. Individualmente o en conjunto, estas nociones aniquiladoras tuvieron un fuerte impacto en las décadas posteriores a la dictadura. Luego de la primavera democrática de 1983-1985, en que reverdeció la participación, se volvieron a llenar las plazas con los carteles rojos del Partido Intransigente, se comprobó que la reconstrucción de la democracia requería acuerdos más amplios, que a veces tendrían la forma de pactar con el enemigo, por así decirlo. Alfonsín, que razonaba en términos de gobernabilidad, impulsó con este espíritu las leyes de “obediencia debida” y “punto final”, y más tarde suscribió el pacto de Olivos. También fue visible que el grueso de la sociedad, especialmente los jóvenes, estaban desmovilizados. Esto no sólo se notaba en las universidades: empezó a construirse una especie de imaginario europeo, donde la preocupación por tener trabajo o por el medio ambiente podía ser superada por una indiferencia general, apoyada en la música del walkman o el humo de los recitales de rock. Es cierto que los cantantes Mercedes Sosa o Víctor Heredia podía reclamar la fidelidad a un sentimiento heroico, pero el tono latente de su mensaje era de los años 70. La tecla del los 80 la pulsaba Charly García y su nihilismo contestatario. El “pasotismo” español había llegado rápido. Pero el mayor impacto sobre una izquierda latente pero desactivada provino del desmoronamiento de la 41
Unión Soviética. El fin del siglo XX “corto” (según la ingeniosa periodización de Hobsbawm) se produjo con un acompañamiento a toda orquesta: no sólo concluía el siglo sino también la historia —según Fukuyama—, las utopías y la modernidad. Esta oleada de interpretaciones, con su léxico y su filosofía (o sus simulacros), fueron una suerte de cuarta ola de la que Alvin Toffler aún no ha hablado, avanzando desde los riscos del capitalismo central hasta las playas siempre receptivas de la periferia. Luego de estos cataclismos, no es difícil ver que si algo iba ocupar el lugar de la izquierda, debía cambiar de contenido, o de nombre. Por lo menos, debían cambiar los signos con los que los fenómenos se nombran. Una magistral fórmula de esta transición en los significados la dio el humorista argentino Rep. Su personaje, Gaspar, usa barba y se expresa con todos los tics ideológicos de los años 70. Buena parte de sus diálogos o monólogos transcurren en el diván, donde reflexiona sobre su inadecuación a los tiempos, hace su autocrítica (algo que jamás hizo un dirigente argentino, ni de izquierda ni de derecha) pero sobre todo su desconcierto y su frustración ante un mundo que ha cambiado. La serie se llama Gaspar, el revolú, que puede leerse como el revolucionario, pero también como el reboludo. No obstante, queda izquierda en la Argentina. ¿Pero dónde está, qué sostiene, y quién la representa? En una síntesis demasiado apretada: la hallamos en el movimiento por los derechos humanos, los jubilados, los maestros, y en algunos sectores reducidos de la Iglesia. Y en el diario Página 12. Algunos de sus cuestionamientos parecen ir más allá de la reivindicación sectorial o la distribución del ingreso. Tras algunos rasgos generacionales —que pueden ir desde la nostalgia del cine Lorraine al intelectualismo 42
del Club de Cultura Socialista— su crítica se dirige al sistema pero de una manera aún no organizada. Puede coincidir con Chomsky y con El horror económico (cf. Vivian Forrester), pero en conjunto predomina la expresión de desacuerdo antes que respuestas o caminos de salida. Por distintos motivos, la izquierda podría estar compartiendo con otras posiciones ideológicas lo que Abel Posse llama “miedo a la política”.
ALGUNAS HIPÓTESIS SOBRE EL DEBILITAMIENTO DE LA IZQUIERDA
Si la izquierda en la Argentina es escasa, si no se expresa en el sistema de partidos, y si no aporta la adecuada crítica social, si —en resumen— es insuficiente para equilibrar la balanza de la opinión, debemos preguntarnos por qué. Las siguientes son hipótesis dirigidas a darnos una respuesta. Ninguna de ellas puede, individualmente, explicar todas las facetas del fenómeno. Aun en conjunto, es probable que dejen en el tintero aspectos relevantes. Pero nuestra intención principal es proseguir una discusión cuya necesidad otros ya han sentido. La democracia y los partidos Ninguna de las vertientes de la izquierda estaban preparadas para actuar en democracia. Su discurso y sus estrategias se habían fortalecido en los regímenes autoritarios, que si bien tienen muchos defectos poseen la virtud de estimular la resistencia.23 23 Refiriéndose a la literatura española en tiempos de Franco, el escritor Juan Goytisolo sostuvo que la censura tenía la capacidad de estimular la imaginación de los escritores, obligados a expresarse me-
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Pero además, creemos que los dirigentes de los partidos de izquierda existente no registraron los cambios en la sociedad y por tanto no fueron capaces de ofrecer propuestas creíbles a una opinión que se había transformado. La izquierda fue debilitada por la ausencia de dirigentes y de partidos que podían representarla. La hegemonía liberal Como toda propuesta en auge, el liberalismo, nuevo o viejo, dispone de un crédito en la opinión. El “modelo” tiene muchas limitaciones, pero también algunos logros, aunque sólo pongamos en la lista a los socios del capital invertido en telefonía, transporte, finanzas. La estabilidad también tiene lo suyo. Los rasgos socioculturales del desarrollo pueden ser caricaturizados y cuestionados, pero la emblemática McDonald’s también recoge adhesiones. Como observó con cierta ironía Grondona en relación con los cortes de ruta de 1997, quienes los promovían no querían tumbar el sistema, sino ingresar en él. Con todos sus desajustes y sus injusticias, el sistema creado promete estabilidad en el largo plazo, y a muchos puede parecerles temerario desprenderse de un pájaro atrapado para perseguir el centenar que vuela. La izquierda, según esta hipótesis, fue debilitada por el desarrollo capitalista. Clientelismo El peronismo de los 90 puso a prueba su mecanismo de representación de los sectores populares, enfrentandiante metáforas y alusiones, mientras desarrollaba la capacidad de los lectores en descifrar tales propuestas.
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do por primera vez desde su nacimiento una circunstancia distinta. En los 40 había garantizado la participación política y ofrecido a cambio servicios sociales y un alto protagonismo simbólico, es decir que el partido aparecía como aliado de los sectores populares. En los 90, el mismo partido aparecía como aliado de las capas altas y del “capital”, la participación estaba consolidada, y además debía ser victimario de un Estado poco eficiente pero que al menos daba empleo. ¿Qué podía ofrecer? La respuesta es: en términos simbólicos, su tradición; en términos materiales, sólo la estabilidad. La amenaza del retorno a la inflación, la crisis y la anarquía, fue ampliamente utilizada por el menemismo. Pero la adhesión no se logra sólo con ideas. Sostenemos que para evitar el deterioro de la adhesión que podía corroer sus bases allí donde la marginalidad es mayor, el peronismo diseñó y empleó con éxito distintas combinaciones de paternalismo y ayuda material, que en muchos casos se convertían en protección mafiosa. Esto se vio en los sectores urbanos pauperizados del gran Buenos Aires; como programa de control político fue financiado con los fondos del conurbano, una partida del orden de u$s 700 millones/año, pero estrategias semejantes se dirigieron hacia las provincias justicialistas financiadas con fondos reservados y los Aportes del Tesoro Nacional que maneja el Ministerio del Interior. El gasto social es también una herramienta política.24
24 Un informe del Banco Mundial (“Protecting the Poor and Improving Investment in Their Human Capital”, 1998) sostiene que casi 30% de los fondos destinados a los planes sociales focalizados terminan siendo aprovechados por personas que no son pobres. “Más pobres pero menos ayuda oficial”, Página 12, 11-06-99, p. 17.
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La izquierda fue debilitada por el clientelismo, que según muchos autores crece en la política nacional de muchos países latinoamericanos.25 Opinión política Pero las razones anteriores no bastan para completar la explicación que buscamos. Ni las debilidades de los partidos, por fuertes que sean, ni las estrategias partidarias, por eficaces que resulten, bastan para explicar qué sucede con las opiniones de la población. Pensamos que las circunstancias internacionales y las nacionales se han sumado para establecer, transitoriamente al menos, un desplazamiento de la opinión hacia nuevos centros gravitacionales. Uno de ellos es la economía, el mercado. Otro es el escenario local: las reivindicaciones puntuales y los mecanismos de acción colectiva que empezaron a aparecer en los 80. Así, la opinión se ha retirado parcialmente del sistema político; este retiro que sería explicable en situaciones de mayor bienestar y no en las circunstancias que vive la Argentina, se transforma en arroyos de demanda social, de disconformidad, crítica y protesta, que no confluyen hacia grandes corrientes de desacuerdo estructural. Unido al escepticismo y la desconfianza hacia los políticos, el razonamiento que expresa la nueva conducta podría ser éste: “Trabajemos nosotros mismos para cambiar lo que queremos cambiar, porque los otros (los políticos) sólo trabajan en su propio beneficio”. No cabe duda de que este comportamiento entraña un aspecto positivo, que es la mayor participación en la discusión sectorial, en la expresión de la demanda, en la 25 Javier Auyero: “La doble vida del clientelismo político”, en Sociedad, Nº 8, Buenos Aires, 1996, pp. 31-56.
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renovación o en la resistencia; y otro negativo como es el escepticismo en la institución de la representación. Aquí, nosotros sólo queremos llamar la atención sobre un cambio de escala en la acción política, y sostener que puede dar lugar a opiniones distintas en cada plano: por ejemplo, es posible ser combativo en el gremio y moderado en el sistema. Así, despojada de la expectativa en el cambio estructural que se manifestaba en décadas anteriores, la izquierda aparece debilitada por una suerte de minimalismo, manifestándose en demandas locales y coyunturales.
ALGUNAS CONCLUSIONES Las ideas anteriores proponen algunos interrogantes. ¿Se trata de que el sistema político ha perdido su capacidad de representar la opinión? Esto va más allá del deterioro de la imagen de los políticos “profesionales” en la población. ¿Hasta qué punto el desarrollo del clientelismo no constituye una especie de tejido enfermo cuyo crecimiento debe neutralizarse? De algún modo, comporta el riesgo de un sistema político colonizado por un acuerdo transaccional entre partes. Desde otro ángulo, ¿cómo interpretar el debilitamiento de la izquierda, o el crecimiento de la “no izquierda”? ¿Significa que la estabilidad, los créditos a largo plazo, el card, satisfacen todas las expectativas de nuestra sociedad? ¿Es que el capitalismo y la democracia, aun antes de llegar a la competencia perfecta y a la participación plena, ya han construido un mundo feliz? ¿Hemos cambiado a Orwell y Huxley por Coelho?
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La opinión política en Argentina ha sido caracterizada como pendular. Si ello expresara una constante, cabe esperar que en algún momento recupere su iniciativa y pueda orientar y exigir, abandonando el vicario rol que le asignan los dirigentes políticos que ella misma está cuestionando, pero que no está en condiciones de seleccionar. Tras estas cuestiones, hay una más comprensiva, y se refiere a las formas que está asumiendo en las sociedades latinoamericanas la práctica de la ciudadanía bajo el impacto de la cultura posmoderna.26 Este tema, que excede el alcance de estas páginas, bien podría estar implicando un análisis desde categorías nuevas, repensando el sistema y la acción política, centrándonos menos en la estructura que en grupos, individuos y proyectos colectivos. Quizá tras estos cambios se está edificando un nuevo concepto de civilidad, donde las demandas, las organizaciones y la representación misma están redefiniéndose y refundiéndose, tras una vieja piel agrietada que nos confunde con su dibujo.
Fernando Calderón, Martín Hopenhayn y Ernesto Ottone: Esa esquiva modernidad, Desarrollo, ciudadanía y cultura en América Latina y el Caribe. Caracas, UNESCO-Nueva Sociedad, 1996. 26
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JUÁREZ. ÉPICA Y OCASO DE UNA PASIÓN PROVINCIANA*
No hablo desde el odio sino desde la admiración. Pero tengo los ojos abiertos. UNTO SEPANEN
A PUNTO de empezar a retirarse de la política provincial, la figura de Carlos Juárez se impone como el tema dominante en el escenario santiagueño. Los inevitables panegíricos que vendrán nos obligan a anticiparnos, intentando un análisis de este decano político, sin caer en las tentaciones de falsificar, ya sea mediante el elogio o el ataque. Despojados de la reverencia y del rencor, tanto como de las flechas del arquero que intenta defenderse de sus arbitrios, sólo quisiéramos estar armados de un escalpelo, filoso es cierto, pero en lo sustancial respetuoso de los tejidos, huesos y tumores en los que debe adentrarse, cortés y penetrante, al solo efecto de dar cuenta de mecanismos y relaciones, de explicar, y al hacerlo explicarnos, el porqué de esta arquitectura de dominación que rige en el condado juarista. Basta salirse de las filas de los acólitos (siempre numerosas) y de los opositores (siempre insuficientes), para ver que Juárez, en sí mismo, es un tema sin el necesario * Escrito en 1999.
tratamiento. Su intrusiva presencia, su larga duración, su constante sobrevolar sobre las circunstancias locales, su léxico proverbial, son, quizá, los que han impedido aquel análisis que desearíamos. Como al Sol, y recurrimos nuevamente a una imagen cósmica, no se lo puede mirar. Como a Dios, no se lo puede nombrar sin antes haber besado el polvo que pisa y untado de ceniza nuestra frente. Entre uno mismo y Juárez se interponen las vestiduras de la corte y los rituales palaciegos, el temor de las conspiraciones y de la delación, las obscenas reverencias, esa cáscara que es la imagen pública, pero, sobre todo, las palabras. En un mundo donde reina ya el silencio, ya la vocinglería, ya el espanto, la única palabra eficaz es la de Juárez. Juárez es el encantador de serpientes, el flautista de Hamelin, pero su instrumento es la pura palabra, una palabra alambicada, poblada de usos retóricos, de inflexiones y de arcaísmos, seductora y verborrágica hasta la exasperación, capaz de lograr, primero la admiración del sujeto, y finalmente su reverencia. Así, su palabra levita primero y doblega después, y su largo ejercicio en esta práctica oriental lo ha convertido en un médium que sólo busca conectar al que escucha con el que habla, o sea él mismo, ya que no hay otros espíritus a los que él quiera conducirnos. Él y sólo él es el espíritu que está detrás. Cómo y por qué ha logrado este efecto, será una de las preguntas que nos haremos. La presencia de Juárez es, seguramente, el obstáculo epistemológico con que tropieza el análisis que pedimos y, que sepamos, aún no se ha hecho. Ni una tesis,27 ni una indagación caracterológica, ni una investigación A esta altura, ya la hay: Norma Salas: “Carlos Juárez. Poder, política y clientela”. Tesis de Maestría en Estudios Sociales para América Latina, 2002. 27
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periodística sobre el poder, y sobre las finanzas del poder. Ni siquiera una biografía autorizada. Parece bastante lógico este silencio en el que todos hemos estado incurriendo. Él es el tema del que no se habla, y ello por la paradójica situación de que se ha estado hablando de él todo el tiempo. Pero ese hablar ha sido casuística, anécdota, invectiva, o bien “la misteriosa devoción de los perros”, como dijo Borges, en una frase que calza como anillo al dedo a este caso. Sólo ruido. Es su presencia la que ha callado el análisis: sólo se puede hablar de —y entender a— el padre, cuando ya se ha ido. Por eso, el anunciado mutis pone en la escena el escozor de la partida, y con ella el fin de la obra. Ha llegado el momento de empezar a hablar. Juárez no ha dudado en presentarse como el padre. El padre padrone, qué duda cabe. Nuestro capo ha estado mirándonos con su ojo vigilante como el Dios de Israel. Un Dios severo e implacable, pero vestido de benévolo patronazgo hispánico, capaz de negociar, dorar la píldora, elogiar, regalar sus relojes en prenda de amistad a los jefes políticos del lugar, abrazar, envolver, sumar, poner condiciones, prometer sueños totalizadores que ya estaban realizados al momento de concluir su discurso. Para hombres como Juárez, la verdad y la mentira son dos impostores (Kipling), pues su lugar en la argumentación es intercambiable. Juárez es un prestidigitador, que oculta la semilla de sésamo bajo tres cáscaras de nuez que pasan rápidamente bajo sus dedos. Hace magia. Ante el público estupefacto y emocionado, extrae de su galera puestos de trabajo, viviendas, agua, diplomas de cadete de la Escuela de Policía, expedientes que siguen su curso, hectáreas de bosque, promesas de abrirle camino al hijo de uno. ¿Qué pacto se esconde bajo tal generosidad, bajo tal arte de magia? Sólo una condición: 51
tienes que serme fiel, hijo. Vótame, y si alguien me amenaza, debes hacérmelo saber. Ahora, toma tu diploma, tu vivienda, tu designación, y vete. El padre no es la figura menor en pueblos marcados por la religión monoteísta. Cuando Moisés bajó de aquel cerro con las tablas de la Ley en la mano, estaba trayéndonos mensajes de un padre cuya palabra estaba largamente instalada en la conciencia del pueblo. Basta creer en el padre para ser ya, desde ese instante, sujeto de su dominación. Es cierto, entonces, que Juárez no existiría sin Israel, el Imperio Romano y, finalmente, España. Parece curioso ahora que nuestro módico Juárez, aunque tan importante dentro de las páginas de este ensayo, lleve tras de sí una tradición histórica que es, nada menos, la de todo Occidente, más la parte del Oriente que le corresponde. No toda esa historia, por cierto. La América Latina, tal como la conocemos, la padecemos y la gozamos, viene de un Occidente congelado en los fragores del antiguo régimen. Si pudiéramos alejarnos un momento de Santiago del Estero, veríamos a Juárez tal como lo que es: un cacique local, amigo del poder y enemigo del progreso.28 Nuestro Juárez es un ejemplar de la raza de los caudillos latinoamericanos, instalados entre los hombres y los dioses, mediando ante éstos para garantizarle el bienestar a aquellos. Esta raza tiene varios subtipos genéticos, y no podríamos suponerlos idénticos sin incurrir en grave error. La cultura no clona: reproduce, con arreglo a numerosas pero no infinitas posibilidades de color, peso, signo astrológico, tiempo y circunstancia. No obstante, le caben a Juárez las generales de la ley. Es un caudillo Alain Rouquie: Extremo Occidente. Introducción a América Latina, Buenos Aires, Emecé, 1990. [1987]. 28
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y lo sabe, pero no podría serlo si antes su público no supiera qué clase de cosa es un caudillo. El público de Juárez —su pueblo, si es que vamos a elegir una denominación cara al nacionalismo— ya sabía de qué se trataba. No es necesario pedirle al mago que se identifique: es un mago. Hemos ido antes al circo. Sabemos de capa y de galera. Conocemos la configuración de la situación, captamos el sentido. Nos hemos educado largamente (nos educó España) en las imágenes del Señor, del Patrón, del Dios Distante y el Señor Próximo. Santiago del Estero recibió una larga educación de este tipo. Por motivos varios que ahora no es el caso enumerar, la prolongada escuela doctrinera española recién dio frutos luego de trescientos años, cuando el Rey dio un paso al costado (en realidad fue empujado hacia el foro) y nació la autonomía. El primer antecedente notable fue Ibarra, y recurro a un paralelo que ya ha sido expuesto a menudo. Ibarra, que “venía del fondo del paisaje”, según Canal Feijóo. Ibarra, que jugaba a las escondidas con sus enemigos, que eran los amigos de la organización nacional. Ibarra, que conocía las espuelas, el caballo, el hambre y la sed, las espinas del monte. Ibarra, que si no era diestro en el escribir, como se admite, sí conocía el lenguaje. Ese Ibarra, como el personaje de Rivera en El Amigo de Baudelaire, talonea con espuelas el cuerpo de la hembra desnuda sobre la que se ha montado. Esa hembra es su provincia, su territorio, su gente. Repliega aquí y allá sus fuerzas. Espera. Cuando decide atacar, el oponente está vencido. Lo ha vencido la espera. Suele decirse que los maestros de Juárez fueron Juan B. el Gaucho Castro, por el lado criollo, y Rosendo Allub, por el lado del “turco” santiagueño. No tengo elementos para desafiar esa idea, que por otra parte el mismo Juárez suscribe. Sólo agregaré que aquellos le enseñaron 53
artes y oficios en el polimodal, pero que su maestro de primeras letras fue Juan Felipe Ibarra. Juárez ha superado a su maestro, en tiempo y en destreza. Juárez ha estado cabalgando sobre todos nosotros con la implacable eficacia del que ha nacido para mandar, para talonear, para marcar el rumbo, y para hacerle sentir a sus siervos que nadie haría por ellos lo que él ha hecho. El discurso de Juárez tiene una apelación recurrente: Yo. A diferencia de los semidioses griegos, que conocían y aceptaban la derivación de poder que los verdaderos dioses habían hecho hacia ellos, Juárez, como Ibarra, no remite a otros. Juega buena parte del tiempo con la simulación —aceptada y deseada en el ritual peronista— de referir a Perón como vertiente de su propio discurso. Algunos han dicho que miente, y que lo sabe. Pero ya sabemos que la verdad y la mentira son impostoras. El discurso, no sólo el de Juárez, está cargado de referencias rituales de sentido, y esas referencias se instalan como necesarias desde los orígenes de la patria peronista, allá en los lejanos años 40, y aún hoy se escucha repetir en los salones —pero sobre todo en los estadios— uno de los apotegmas más sabrosos para los semiólogos y los filósofos: la única verdad es la realidad. Juárez también recurre a esta frase maestra que merecería la atención de Antonio Porchia. Juárez ha dejado tras de sí a varias generaciones de boxeadores que no pudieron competir por el título. Arrinconados, desclasados, marginados, derrotados después (o antes) de pelear, deambulan por los pasillos del palacio o bien retornaron al barrio que los vio nacer. Alguno logra reunir de tanto en tanto un plato de migajas, laboriosamente juntadas del suelo donde el patrón ha tendido su mesa. Algunos debieron exiliarse en provincias vecinas, o en el extranjero. Otros conocieron los rigores de 54
El Bracho. Compitieron con él peronistas de izquierda, peronistas nacionalistas de derecha, e hijos de su propio riñón (éstos fueron los que más le hicieron doler, presumo). Como su maestro, humilló también a algún Tezanos Pinto que le envió el poder central. En la biografía política de Juárez hay también derrotas y exilio. Pero ninguna de esas pruebas melló la maquinaria de relaciones, los pactos de fidelidad y las alianzas estratégicas que le permitieron, cuando retornaba, instalarse nuevamente en su sitio. En este punto es inevitable mencionar su correspondencia desde el exilio: cuando no pudo cultivar el cara a cara de las relaciones primarias, prosiguió carta a carta, manteniendo a la distancia la llama votiva de su presencia. ¿Un centenar? ¿Acaso un millar? Quizá ésos, o más, son los apellidos y nombres que registra el archivo mental de un caudillo político. Clasificados por departamento y localidad. Identificados por su parentesco de sangre o nupcial con los referentes locales. En el grave y cadencioso tempo de los pueblos, el poder, la influencia, no cambian rápidamente de mano. Están ligados a posiciones sociales, y éstas a capitales, y éstos a su vez, a relaciones. Este listado es clave para un político capitalino que se precie de tal. Ésa es la base de datos29 con la que opera el aparato. Otros campos de información muy importantes figuran en la ficha: se trata de los favores hechos antaño, de todo aquello que pueda ser cobrado como deuda pendiente cuando llega un momento de necesidad. Éste es un directorio clave en la conformación de un poder perdurable de base rural. En el mundo de las regiones que cambian lentamente, y éste Durante 2004 se hizo público que el archivo del Departamento de Informaciones de la policía provincial, llamado D2, contenía miles de legajos con datos públicos y privados de otros tantos ciudadanos. 29
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es el caso de la mayor parte de Santiago del Estero, hay que proceder al amparo de fuerzas estables: geografía, familias, intereses. Pocos escritores santiagueños han tratado el tema de las relaciones de intercambio de favores. Recuerdo ahora a Marta Cartier de Hamann en Amadito, al describir a don Rosendo Allub bajo el nombre de don Elías. Debe tenerse en cuenta que desde fines de los 40 hasta fines de los 90 se han sucedido algo así como tres generaciones y media. En cada etapa, Juárez debió incorporar a su corte y a su elenco burocrático a nuevos actores. Aun cuando en estas reapariciones los climas políticos eran muy distintos, Juárez resolvió con éxito la puesta de su obra, actualizada con referencias circunstanciales de momento que satisfacían las expectativas del público. El argumento es el mismo, sin embargo. Juárez es el único emprendimiento exitoso en una provincia poblada de historias de frustraciones y fracasos. Pudiera pensarse que ha logrado invertir la historia, y convencer a quienes lo observan de que la semilla de sésamo no está bajo la cáscara de nuez en la que debería estar. Si ha logrado embaucar a sus prójimos en esta superchería fenomenal, es sin duda porque domina bien su profesión política. Pero Juárez no es un mentiroso en el sentido convencional del término. Tras él hay un pacto verdadero, mediante el cual dio a los otros lo que ellos esperaban. Luego de la caída del peronismo en 1955, manejó con prudencia la difícil fórmula de fidelidad-independencia que caracterizó al neo-peronismo durante la década 19551966. Desafió al gobierno de Cámpora en 1973 enarbolando la bandera federalista, eludió con diversos procedimientos a sus adversarios internos que representaban a la izquierda. Aunque su lugar entre los peronistas or56
todoxos era claro durante los gobiernos militares, adhirió a la renovación en 1983, y sobrevivió con éxito al heterodoxo menemismo desde 1989. En él convergen el populismo retórico y el conservadorismo práctico, el patrón político local y el negociador hábil en los círculos porteños, el susurro intimista de trastienda y la oratoria barroca. La razón de la supervivencia de Juárez no hay que buscarla sólo en la sociología y en la ciencia política: también en el presupuesto provincial, en las partidas de coparticipación, en las cifras del empleo estatal. Y en los censos: en la escasa población urbana, que no constituye su baluarte principal, pero a la cual ha sabido volcar a su favor luego de una u otra derrota. Ante los tiempos cambiantes y las inseguridades de “el modelo liberal” de los 90, el discurso de Juárez se propuso como el marco de seguridad que se necesita para no correr riesgos. Es decir que también hay que buscar razones en la psicología social: entre los santiagueños, y no sólo los rurales, predomina aquel que prefiere al malo conocido y al pájaro en mano. Es la clásica aversión al riesgo tan común en las culturas rurales, pastoriles y campesinas, porque perder lo poco que se tiene seguro es perderlo todo. Si esos temores al cambio no fueran generalizados, otra sería Santiago del Estero. Y si Santiago fuera otra, no estaríamos escribiendo sobre Juárez. Pero antes de Juárez la política local poseía ya un fuerte contenido de autoridad patronal, que tenía una larga historia. Él actualizó y materializó el mito del patrón, pero ese mito ya estaba inventado. Lo habían utilizado muchos dirigentes, y sus familias, y elencos burocráticos. En 1880, ellos protegían sus intereses productivos. Las élites oligárquicas fueron activas para buscar “el progreso” porque estimaron que los beneficiaría. Cuan57
do se agotaron, hacia 1930, el sistema político local comenzó a funcionar sobre cuadros de clases medias y bajas, y en una configuración social distinta a la anterior. Juárez fue la figura apropiada en esta transición que también fue económica. Adquirió su halo en medio del llamado “estado de bienestar”, distributivo e impulsor de obras públicas. Los nuevos elencos pensaron en el lucro capitalista, pero concretado a través del Estado. Las sangrías en la caja real no fueron hechas solamente en aras del beneficio individual de sujetos aviesos, sino como una tarea de obediencia debida. La administración de Juárez ha controlado que esas sangrías se realizasen “en su medida y armoniosamente”, conduciendo la parte correspondiente de los recursos a la bolsa de campaña necesaria para las elecciones, los favores, los pactos y, también, la fortuna del patrón. Un caudillo santiagueño necesita su parte, y así fue desde Ibarra hasta Juárez. Nadie osaría quitarle ese derecho. A estas operaciones de Estado no le ha llegado aún su Rogelio García Lupo ni su Horacio Verbitsky, pero la expresión “robo para la corona” tiene un sentido local que a nadie, creo, se le escapa. Juárez, como buena parte de los varones de este país, tiene una señora, con la sutil diferencia de que ella es La Señora. Ella es uno de los lados más patéticos de la personalidad pública de Juárez, quien, en caso de no tener señora, ofrecería menos flancos para la crítica. Si ella no hubiese estado allí, sus oponentes quizá no se hubiesen ahorrado la cesantía, pero sí las contusiones. En el modelo familiar peronista, una Señora es crucial. En eso se sustenta la labor de La Señora, que complementa la de El Doctor y recrea ante el público una obra que a veces es una sana comedia, y a veces un drama shakespeariano. 58
Contra lo que pudiera creerse, Juárez no se retira con gloria. O más bien, si por gloria se interpreta el éxito personal, lo ha conquistado, y mucho, y es merecido. Los méritos son más discutibles si se piensa en el servicio a las necesidades sociales. Aun en Santiago, donde ya no puede decirse que “no pasa nada”, en los 80 y 90 hubo cambios considerables. No hubo “revoluciones” económicas, es cierto, como en San Luis, Catamarca o San Juan, para citar tres provincias de la escala santiagueña. Y la ausencia misma de estas etapas de transformación, en todos los casos acompañadas y buscadas desde el Estado provincial, podría ser el principal cuestionamiento que puede hacerse a la gestión de Juárez. Su influencia, gravitante aun cuando no gobernaba, no jugó a favor de la inclusión de Santiago del Estero en el Acta de Reparación Histórica de comienzos de los 80. Más tarde, desarticuló y quitó apoyo al Proyecto Río Dulce, un emprendimiento progresista. Su dedo consagró gobernadores a Iturre primero y a Mujica después, dos frutos típicos del paraíso juarista. Su política alejó del Parque Industrial —y hasta la cementera de Fortabat en Frías— a los inversores, nunca numerosos, que no querían pagar las comisiones que la maquinaria estatal requería. En 1997-98 fue visible que el modelo del juarismo había entrado en obsolescencia. Un semanario, desde los márgenes del periodismo santiagueño, pudo titular filosamente lo obvio que nadie había escrito: “Ya nadie le cree a Juárez. Que se jubile”. En realidad, desde 1993, y aun antes, desde el patético ocaso de Mujica, en Santiago del Estero se escucha hablar de las cosas que antes no se hablaban. Así como el Proceso había impuesto su pequeña edad glaciar, así como en los 80 también aquí se perdió la década, los 90 trajeron su revolución verde: los cambios en los medios de comunicación. Nuevos diarios, nue59
vas radios, nuevas voces, nuevos estilos. Los temas nacionales entraron ahora más rápido en Santiago. Entre ellos, la desconfianza hacia los políticos. ¿Cómo no podría recibir algo de esta crítica el político provincial por antonomasia? También su casa de la Avenida Belgrano fue tocada por el fuego del 16 de diciembre de 1993. La manipulación de la Justicia es otro tema central para el tipo de administración que el juarismo cultivó, que consiste en no reconocer la independencia de los poderes, porque el Poder es Uno. Juárez, acostumbrado (como todo gobernador santiagueño que se precie, desde Ibarra hasta Ochoa) a disponer de las tierras públicas, ampara con una justicia verdaderamente sorda y ciega la fabricación de títulos, la ocupación de tierras con protección policial, y los desalojos de campesinos. Mientras tanto, los servicios de inteligencia que conduce el conocido represor Musa Azar investigan al Movimiento Campesino Santiagueño, que espera desde hace años la obtención de su personería jurídica. En un gobierno justicialista, los sin-tierra ocupan el rol de enemigos del Estado que la dictadura militar otorgó a la izquierda. La valoración de la fidelidad y la devolución de favores como valores supremos condujo a Juárez a rodearse de funcionarios que no descuellan en capacidad técnica. Es difícil pensar que una provincia argentina de este tiempo puede mantenerse en carrera de viabilidad en estas condiciones. Bajo la cubierta, los directores de repartición hacen lo mismo. ¿Dónde hay cuadros técnicos confiables, entonces? En la gestión de gobierno, un técnico que desee actuar imparcialmente, se convierte en un obstáculo, porque la acción política se subordina a la realización de favores. La competencia técnica es erosionada por la fidelidad y la obsecuencia. 60
Para el concepto tradicional de la política provinciana que Juárez y el juarismo encarnan, esos criterios contemporáneos son, verdaderamente, malas palabras. Toda la red de alianzas y pactos basados en el amiguismo puede ser vulnerada si se comienza a aplicarlos. Juárez, él mejor que nadie, lo advierte. Sus últimos desaciertos lo han conducido a la búsqueda de una salida honorable, pero eso no será tan sencillo. El ciclo juarista ha deteriorado el sistema político, ha vulnerado los poderes, ha corrompido la noción de ciudadanía. En Santiago del Estero es una verdad sabida que el empleo o una vivienda se obtienen luego de haber admitido la marca del partido en la frente. Hemos aludido de paso a los adversarios políticos de Juárez a lo largo de medio siglo. Algunos fueron sus pares, otros inferiores. Pero hubo dos que lo superaron, en penetración y en condiciones morales. Él, tal vez, no los vio como obstáculos: ninguno de los dos era político, ninguno tenía sus dotes para tratar al poder y a la gente. Ninguno tenía su ambición. A uno de ellos se lo cruzó al comienzo de su carrera: era Orestes Di Lullo. Éste, que no era zonzo, sabía quién era Juárez y no lo quiso en su elenco. Cuando se lo impusieron, desistió de su candidatura a gobernador. El otro fue Gerardo Sueldo, y se lo topó al final de su ciclo. Éste vio lo que Juárez había hecho en medio siglo, y lo enfrentó. Así como las viviendas se conceden partidariamente, los derechos humanos vulnerados están siendo, desde Sueldo, defendidos por la Iglesia. Pero ¿qué pasa con nosotros, el sujeto colectivo que padeció esta historia incongruente, fuera de tiempo, eficaz para mantenerse en el poder pero incapaz de hallar salida a los laberintos de la marginación y la pobreza? ¿Qué pasa con el sistema político santiagueño, que una 61
y otra vez eligió la sabiduría del decano, su venerable experiencia, la tradición, la astucia, los antecedentes, su probado lugar en el escenario de los contactos nacionales, su Señora, su maquinaria de favores, la seguridad a toda prueba? Estas preguntas no parten de la seguridad de una respuesta, que no tengo, ni de la frase algo estúpida que asigna a cada pueblo los gobiernos que se merecen, en la que no creo. La historia, que no es lógica, muestra oportunidades, desafíos, errores y silencios. Sería erróneo derivar de las azarosas circunstancias la implacabilidad del deber ser sanmartiniano. Hay cosas que son, y no son justas. Algunos gobiernos, al igual que algunas viviendas, algunos climas, algunas pruebas vitales, algunos mensajes de los dioses, algunos volcanes y terremotos, merecidos o no, se padecen. En una de sus más penetrantes tesis sociológicas, Sarmiento afirmó que Rosas no podría existir sin el ambiente y la sociedad que lo hizo necesario. Desde un razonamiento semejante, hemos sugerido que el sistema de patronazgo instalado en Santiago del Estero, se reconstituyó bajo la tutela de Juárez en la esfera política, acompañado del inicio de las políticas de tipo keynesiano, de formas de participación ampliada, y de una batería de nuevas formas de legitimación de los caudillos locales que tuvieron su máxima expresión en el estilo político del peronismo. Pero desde entonces ha pasado casi medio siglo, y apenas si parece haber signos de debilidad en la monolítica estructura que une partido a Estado, Estado a empresarios, caudillo a dirigentes locales, y dirigentes locales a votantes. No es difícil admitir que, dado que no han existido cambios socio-económicos relevantes en una provincia como Santiago del Estero, tales como procesos de 62
industrialización o crecimiento demográfico rápidos, la estabilidad del sistema patronal se debe a su capacidad de distribución de unos pocos beneficios a los sectores populares, que además de presentar bajos niveles de demanda social no cuentan con una gran organización horizontal. En un contexto de escasos cambios, el sistema se muestra eficaz para mantener su capacidad de legitimación, y sostener aquellas alianzas aun bajo períodos de gobiernos nacionales de diferente signo. Sin embargo, el sistema no parece eficaz para liderar un proceso de desarrollo social o económico que libere a la sociedad de su atraso —medido en términos de población con NBI, por ejemplo—, que fortalezca la sociedad civil o que promueva el equilibrio entre gastos y recursos propios. El sistema patronal ejemplifica los casos mencionados por Rouquié de resistencia a la modernización, y el hecho de los sectores que demandan estos cambios son minoritarios desde el punto de vista electoral, parece demostrar que aún constituye una respuesta apropiada a las expectativas predominantes de la población. Es posible, sin embargo, que esta configuración hegemónica que llamamos sistema patronal esté manifestando nuevos procesos de erosión, dados, sobre todo, por el impacto de la urbanización rápida —en términos relativos— que se observa desde los años 70, y que muchas nuevas demandas sociales, mentalidades ya instaladas en otras regiones del país pero emergentes en la región, estén reclamando ajustes grandes en el sistema. El hecho de que un fuerte polo de influencia social, como lo es la Iglesia, haya llegado a cuestionar públicamente los mecanismos de dominación que ligan al Estado con su clientela, permite percibir que, aun sin grandes cambios en las condiciones materiales de la vida colectiva, la legitimidad de la dominación tradicional pueda ser puesta en 63
crisis. La experiencia política de Catamarca y Santiago del Estero durante los 90 muestra que los sistemas patronales locales tienen zonas de alta vulnerabilidad. En torno a crisis sociales turbulentas, no sólo la Iglesia sino también algunos embriones de sociedad civil se proyectaron hacia conductas públicas que no hubieran sido fácilmente predecibles unos años antes. En el pequeño pero denso escenario de la vida cotidiana de las provincias históricas rezagadas, sería arriesgado suponer que pudiese haber revolución política sin revolución industrial. Pero, ¿quién podría afirmar que los cambios sociales se apoyan necesariamente en los modelos clásicos?
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EL LEGADO DE SUELDO*
(Mariano) Moreno pasó por la vida como un pistoletazo. JOSÉ PABLO FEINMANN
EN 1994 Gerardo Sueldo fue designado Obispo de la Diócesis de Santiago del Estero. Desde entonces hasta su muerte, ocurrida cuatro años después en un accidente automovilístico, se convirtió en una figura de alta gravitación, dentro y fuera de la Iglesia. Su crítica fue amplia y contundente: se dirigió tanto a las prácticas autoritarias como a la pasividad que las sustenta, leídas en clave política o teologal. Fue una referencia para quienes se oponían al gobierno de Juárez, y también produjo un impacto, dentro de la Iglesia, donde no había antecedentes recientes de un estilo tan decidido. Es cierto que ya desde fines de los años 80 se registraba una renovación del pensamiento y la práctica pastoral, sostenida por una nueva generación de sacerdotes —principalmente italianos y alemanes y santiagueños— que adoptaron la práctica organizativa de las comunida* Una versión anterior fue publicada en Fernán G. Carreras (comp.): Monseñor Gerardo Sueldo, al servicio de los que tienen la vida y la fe amenazadas, Instituto San Martín de Porres y Barco Edita, Santiago del Estero, 2000.
des eclesiales de base. Más próximos que sus antecesores al compromiso posconciliar, la opción por los pobres y la teología de la liberación, ellos prepararon el camino que recorrió Sueldo más tarde, con paso decidido y convicciones bien definidas. Su acción y su palabra constituyen un legado que excede con mucho al plano religioso, y se proyecta en las dimensiones más vastas de lo que llamamos vida cívica. Es pertinente indagar en qué consiste ese legado, y preguntarnos qué sucederá con él. La lectura de los viejos expedientes de sucesiones muestra que, si hay herencia, suele haber disputa. Hay discusiones de familia acerca de vacunos y estancias. Los gobiernos también dejan conflictivas herencias. Los dirigentes, intelectuales, pensadores, artistas, y tantos otros, dejan una clase de herencia que no se mide en pesos, sino en valores. Algo semejante sucede con la herencia de las generaciones: ideas, modelos, prácticas. Veamos el caso de tres conocidos dirigentes argentinos: Rosas, Roca y Sarmiento. El primero acumuló fuerza, en la Argentina naciente donde se había quebrado el marco de legitimidad de la colonia y aún no estaba el nuevo marco republicano capaz de reemplazarlo. Las instituciones y las leyes se hallaban en su persona y en su casa, en Palermo, donde concibió y escribió cada una de las cláusulas que rigieron su gobierno. Como no hay ningún mecanismo de delegación para este tipo de poder, concluye con la muerte o con la derrota, que es la muerte política. Roca consolidó el poder institucional basado en la noción de legalidad constitucional. La generación del 80 acrecentó ese poder, hasta que su desgaste condujo a otra empresa política, el radicalismo, que se sustentaba en una noción superadora del respeto a la ley.
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Sarmiento, en cambio, construyó influencia. Eligió valores capaces de perdurar en el tejido de la naciente nación, compatibles con la democracia y, sobre todo, con el futuro que se auguraba. Sarmiento no fue un influyente detrás del trono, sino que se dirigió a una categoría vasta de hombres y mujeres que hoy podríamos llamar “pensantes”, aunque no fuesen ilustrados, pero en cuya educación confiaba. Las diferencias son, según creo, bastante claras. Rosas dejó una herencia semejante a los bienes de un hombre rico en un país con escasas leyes: el más fuerte de sus sucesores la tomaría. Roca dejó otra herencia de bienes sujetos al dictamen de una ley. Cuando otra generación y otras ideas llegaron, debieron contar con el Estado que habían encontrado, aunque fuese para reformarlo. Sarmiento, en cambio, dejó un legado. Y ese legado, más allá de nuestra apreciación del personaje, todavía está presente, y ha sido tomado y resignificado de generación en generación. En paralelo, podemos hablar del legado de Sueldo: las ideas sociales y políticas que impulsó, el tesón y el empeño con que lo hizo, y el imaginario de un Santiago del Estero que podría ser. En otras palabras, concepto y práctica puestos al servicio de un proyecto. Santiago del Estero es una sociedad en la que el poder grabó durante siglos la idea de la propia incompetencia, de la debilidad del no puedo, para mejor convencerla de que debe entregarse al dirigente que decida por ella y resuelva sus problemas. Así ha sido durante mucho tiempo, y el sistema social tanto como el sistema político se han apoyado en esa íntima orfandad que conduce a buscar la protección, la tutela del fuerte, antes que emprender el camino de la auto-realización.
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Sueldo advirtió que estos rasgos dificultan la vida democrática, porque son supervivencias de un tiempo en que el poder era autocrático. También, que limitan la expresión auténtica y libre de cada uno en otros planos, tal como, por ejemplo, la vida religiosa. Para neutralizarlo se lo acusaba de “meterse en política”. Pero él estaba principalmente en su rol de pastor, que entendió que la fe no está divorciada de la cotidianeidad y de la cultura en que se funda. Él pensaba que si el cristianismo tiene un mensaje de vida, debía entrar a las vidas concretas y reales de las gentes. Este concepto de su misión y de la circunstancia en la que debía ejercerla lo condujeron a enfrentarse con lo que llamamos “el poder establecido”, pero esto fue una colisión inevitable antes que un objetivo que él se hubiera propuesto. Simplemente, aquel imaginario de un Santiago del Estero libre, adulto y seguro de sí, y no perpetuamente arrodillado como condición para una religiosidad plena, que era en síntesis la idea de Sueldo, estaba —y está— diametralmente opuesto a la que el sistema político santiagueño sostiene para, a su vez, sostenerse. Fundado en la hegemonía autocrática del patrón, este sistema no tiene tolerancia al disenso ni respeto a las gentes, a quienes rebaja con un discurso repetitivo o con los dones que Su Majestad entrega periódicamente, y en vez de afrontar el desafío de hacer crecer la provincia se dedica a administrar la miseria, en medio de rituales arcaicos donde el ceremonial, y hasta los personajes, se han momificado. Éste es el mundo provinciano donde Gerardo Sueldo llevó a cabo su tarea, y es donde debemos examinarlo. En el paisaje urbano santiagueño, donde las sedes del poder son sospechosamente semejantes al mundo colonial, vemos que el siglo XIX y sus apuestas a la demo68
cracia, a la educación, al liberalismo político y económico, han venido golpeando década tras década las puertas santiagueñas, han entrado, han dado lo que tenían para dar y han tomado lo que podían, pero no han logrado echar raíces. ¿Acaso un problema de suelos? ¿Acaso la semilla no estaba buena? Santiago aún echa sus cartas a la autonomía, esa conquista de 1827, ahora arcaica; al poder del patrón, encarnado en los condados rurales en la figura del jefe político o el comerciante o el comisario, que durante tanto tiempo fueron el mismo; al comercio, la caza, la pesca y la recolección, antes que a la industria; al poder del caudillo antes que al poder de las instituciones de la sociedad civil; al empleo estatal y al “rebúscate como puedas” antes del “hazlo tú mismo”; al regazo de los dirigentes antes que a la cooperación horizontal del gremio. En esta ínsula mantenida en el dictado imperial del pasado, tan semejante al escenario natural que describe Conan Doyle en Un mundo perdido, o al retrato del período ibarriano que hizo Abelardo Arias en Polvo y espanto, Gerardo Sueldo instala una prédica que puedo percibir como ciudadano antes que como cristiano. Y su presencia, breve y paradigmática, contiene un legado intrincado y complejo que nos tomará un tiempo desentrañar, pero que es una indudable semilla sembrada en tierra santiagueña para que fructifique en el siglo por venir. Mi pregunta inicial de quién la asumirá, tiene ya una respuesta. No hay nadie más que nosotros en este territorio a la vez fértil y desolado. Sueldo puede ser leído en distintos registros, uno histórico y otro contemporáneo. En el histórico, remite a un paralelo con el primer obispo de Santiago, Francisco de Vitoria, que protagonizó una larga oposición con el gobernador Ramírez de Velasco. Vitoria se salió de su rol 69
y, convertido en empresario, usó el poder de la Iglesia para negociar productos que fabricaban los indios y que él colocaba en distintos mercados. En el contemporáneo, también pareció que Sueldo se salía de su rol, a través de una fuerte presencia en el acontecer político y social de esta provincia. Pero los 400 y tantos años que van desde Vitoria a Sueldo, desde Ramírez de Velasco a Juárez, imponen muchas diferencias en esta comparación algo simple. La Iglesia de hoy está surcada, desde el Vaticano II, por un fuerte compromiso de inserción en el mundo. Hasta el concilio, la expresión “el cura debe estar en la iglesia” pudo tener validez. Después no, excepto en Santiago del Estero, donde los arcaísmos compiten para sobrevivir. Lo cierto es que Sueldo construyó un sitio fuera de la Iglesia, en la calle, en los medios, en eso que llamamos sociedad civil. Y, qué duda cabe, éste fue un discurso capaz de llegar a hombres y mujeres pensantes, fueran o no de Iglesia, porque aludía a muchas realidades de ésas que se hacen evidentes a la comprensión casi sin necesidad de demostración, porque las corrobora la experiencia de la vida diaria. Una de ellas es su crítica a la pasividad santiagueña como rasgo constitutivo. Vale la pena decir que Sueldo no fue el primero en apreciar esta característica socioespiritual: a lo largo de todo el siglo la apuntaron numerosos santiagueños: Olaechea y Alcorta (la “pasta” del santiagueño), Alejandro Gancedo (la actitud el obrero rural, que “hasta el castigo acepta con resignación”), Canal Feijóo (un pueblo que se “minusvaloriza”), y Di Lullo (la actitud de “tener miedo”). Dicho está: Sueldo fue el último en llegar, y advierte lo mismo, y con esto cierra el ciclo del siglo XX, en el que vemos un Santiago que ha logrado el triste mérito de convertirse en la más subor70
dinada y marginal de las provincias argentinas históricas. El otro dato reside en que Sueldo logra convertirse en la única voz que se escucha en un pueblo silenciado. No es casual que sea venido de afuera, y que sea la cabeza de la única institución local fuerte, con excepción del Estado. Si este rasgo de extranjería lo distingue, debemos detenernos un momento en lo que implica. En el mundo mítico de las sociedades simples y aisladas, existe siempre la promesa mesiánica de una redención traída de afuera, y esta característica asemeja al antiguo Israel y al incario. Se asume que el extranjero es portador de una verdad o de un mensaje, y este hecho concede un poder desmesurado al que llega, al mismo tiempo que expone una debilidad de quienes lo reciben. Esta paradoja sintetiza la relación de Sueldo con Santiago, y podemos al mismo tiempo celebrar su mensaje, y deplorar que sea él quien deba traerlo, pues esta sociedad es débil para decirlo por sí misma. Nuevamente, su mensaje es útil porque apunta justamente a superar esa debilidad que no ignorábamos, pero a la cual le faltaba un portavoz creíble. En medio de las siempre dominantes fuerzas de inercia, de estabilidad y de fidelidad a un pasado del que el sistema rescata sus peores rasgos, Sueldo deja un mensaje transformador, una apuesta al cambio y a la autonomía de las personas y las comunidades. A diferencia de los bienes materiales, que se transfieren individualmente y se enajenan con facilidad, un legado es un bien espiritual que se proyecta colectivamente y en el largo plazo.30 En noviembre de 2003 se constituyó el Movimiento Gerardo Sueldo, uno de los nuevos espacios socio-políticos surgidos del clima de apertura que acompaña la crisis del antiguo régimen. 30
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MIRANDO A SANTIAGO POR LA TELE*
MIRADA desde la pantalla de televisión en estos años, la imagen de Santiago del Estero es patética. Un sentido elemental de decoro nos hace avergonzarnos. Sin embargo, ¿es justo que seamos tantos los que debamos sentir vergüenza, cuando son tan pocos los que la provocan? En las últimas semanas el gobierno provincial enfrenta uno de los periódicos asedios a que lo somete la prensa metropolitana. En este caso, un folletinesco programa del Canal 9 fue el catalizador de una mini crisis de gabinete. Esto es una muestra de la influencia de la televisión en las almas crédulas que en el gobierno no faltan. Creen que la realidad transcurre por la televisión. Ya sea por hechos concretos tales como un resultado electoral, un escándalo jurídico, económico o cultural (como la reciente prohibición de representar El Cartero, de Skármeta, en el Teatro 25 de Mayo, porque contenía un desnudo), o por mera curiosidad malsana sumada a la frenética búsqueda de audiencia propia de su nego* Noviembre 2002.
cio, los medios de Buenos Aires —y hasta Córdoba— saben que un viaje a Santiago del Estero siempre promete buena cosecha.
EL MUNDO YA ESTÁ AQUÍ Más allá de que Santiago del Estero siempre ofrezca leña para echar a su propio fuego —porque sus gobernantes son infatigables productores de anacronismos y excesos— vale la pena preguntarse por qué sucede esto, por qué viene sucediéndose cada vez con más frecuencia... y por qué, según estimo, esa frecuencia aumentará. Es que la globalización circula por senderos informativos. El mundo está cada vez más comunicado, y este proceso recién comienza. El drama de las mujeres afganas, el Mundial de fútbol, Pinochet enjuiciado en Inglaterra, el crack de las Torres o la guerra que ha desatado, son algunos entre innumerables sucesos que pueden ser leídos de este modo: ningún lugar del mundo es apartado, ningún hecho nos es ajeno. ¿Pero cómo reconocemos estos hechos desde nuestros propios intereses? Una nueva sensibilidad cuya gestación comenzó hace dos siglos está naciendo ahora, a pesar de obstáculos y conflictos, y es la de sentirse habitante de la tierra. Las comunidades humanas tienen fronteras, pero sus problemas no. Desde ahora, será cada vez más difícil construir murallas, cerrar las ventanas, y pretender que el mundo es sólo lo que vemos, o sólo lo que queremos que sea. Las banderas de los nuevos movimientos sociales nacieron en lugares precisos pero se extendieron sin cesar por todo Occidente: las luchas obreras y el socialismo 73
fueron precursores: le siguieron la democracia, los derechos humanos, el feminismo, la defensa del medio ambiente. Ahora, hasta la resistencia a la globalización económica y cultural es una causa que utiliza estrategias globales, tales como Internet y foros mundiales.
CONTRA LA TEORÍA DEL REINO AISLADO Sin embargo, muchos santiagueños se amparan en la distancia y en sus singularidades para pedir un trato diferencial. “Nosotros somos así”, se dice. “¡Qué tienen que venir los de afuera a meter las narices en nuestros asuntos!”, se argumenta para evitar que su conducta sea examinada por otros. Yo digo que si en Santiago hay problemas —y los hay, como en cualquier otro sitio del planeta— esos problemas nos interesan a todos. La idea de un remoto reino aislado, de un feudo invulnerable a otro arbitrio que el de su señor, ya no es practicable hoy. Y sin embargo, aquí estamos participando en este conflicto que no es sólo de intereses sino también de sensibilidades, de formas de entender la sociedad y de mirar a nuestro alrededor. Si esta noche miramos el Canal 9, por ejemplo, no será sólo para saber cómo nos ven, sino también para enterarnos de cómo somos, porque nuestra prensa sólo puede editar una parte de lo que piensa. Estoy de acuerdo en que la mirada porteña tiene sus sesgos, sus intereses y sus excesos. Pero en este momento, como en otros de los años recientes, nos ayuda a saber, si es que no lo sabíamos, que éste no es un paraíso, y que nunca lo fue:
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No nos dejan subsistir cómo sufrir tantos males donde usurpan propiedades. En Santiago ya no hay hombres huyen para todas partes andan como el judío errante de miedo de los ladrones. Sólo los jefes son “dones”, metidos dentro un chiquero afilan bien sus aceros, previenen bolsas y lazos, un infierno sin descanso es Santiago del Estero. Estos versos de José Enrique Ordóñez, apodado el Shunko viejo, se escribieron en 1860. No estoy diciendo que Santiago sea hoy un infierno, desde luego, pero lo sugiero para que evitemos esa posibilidad. Y entretanto, si esos versos conservan algo de actualidad, ¿por qué Santiago podría estar al margen de la crítica?
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UN VISITANTE LLEGÓ A ST. YAGO*
LOS OTROS días me tocó acompañar durante un par de días al profesor Francot, un destacado psicólogo extranjero que visitaba nuestra provincia. Mi propósito era mostrarle la ciudad y ayudarle a entender la vida de los yagueños, tarea que no es fácil, lo confieso. De modo que hicimos un recorrido por distintos lugares transitables del medio. Francot es un hombre curioso que hace preguntas sobre todo lo que ve. Está interesado en las cosas más variadas, y como le busca una razón a todo, a menudo la encuentra. Mientras yo esquivaba las bolsas de basura desparramadas en un lugar u otro de la zona céntrica, donde un ciruja famélico exploraba en busca de su almuerzo, Francot, que no parecía advertirlo, me dijo: —Me gusta esta ciudad. Se nota que está bien administrada. ¿Quién es el intendente que la ha conducido los últimos años? * Mayo 2002. Fue difundido por Internet y publicado en el Boletín de Memoria y Participación, dirigido por Luciana Benavente.
—Verá usted, profesor, se trata del Dr. Cavalía. Hizo una gestión tan austera que dejó un superávit en el Tesoro del Ayuntamiento. A causa de eso los vecinos lo premiaron con un alto cargo en el parlamento nacional, que fue a ocupar con cierta prisa. —¿Por qué con prisa? —indagó Francot. —Porque es un hombre con hondo sentido cívico, y no quería perder un minuto para ponerse al servicio de las necesidades de la Nación. —Lo comprendo perfectamente. Y también comprendo y valoro a los vecinos de la ciudad. Es lindo que reconozcan la labor de sus dirigentes y no duden en promoverlos a las más altas responsabilidades. —En efecto, se podría decir que los vecinos empujaron al Dr. Cavalía a subir hasta el techo de sus propias capacidades, que no son pocas. Seguimos caminando y Francot se detuvo ante una alta tapia donde se leía un nombre escrito con grandes letras azules. —¿Quién es el Dr. Suárez? —preguntó el visitante—. Me parece haber leído su nombre en otros lugares de la ciudad. —Es extraño —repuse— porque no es persona que guste de hacerse promoción. Se trata de uno de nuestros últimos próceres, un hombre que trabaja infatigablemente por su pueblo. Ha logrado para esta provincia algunos de los más altos indicadores de bienestar. —Eso es magnífico —dijo entusiasmado Francot, mientras leía otro nombre escrito con letras de parecido tamaño—. ¿Y quién es la Sra. Lina? —Pues su esposa. —¡Qué bien! Es muy lindo que aquí se valore tanto el matrimonio, que en Europa está hoy deslucido por tanto divorcio. 77
Me quedé en silencio. No me atreví a agregar que en Latinoamérica también avanzan los problemas matrimoniales. Mientras continuábamos caminando se acercaron unos niños a pedirnos una moneda. Aunque no acostumbro a dar limosna —porque tiene más valor al darla que al recibirla, esto es, se deprecia en el acto de ser emitida—, entregué unos centavos a cada uno para que no molestasen al profesor Francot, que no obstante los miró conmovido. —¡Que hermosa es la niñez de todo pueblo! —suspiró emocionado—. Son la esperanza del mañana. Llegamos a una esquina donde un grupo de desocupados clamaba en alta voz: “¡QUEREMOS TRABAJAR! ¡QUEREMOS TRABAJAR!”, mientras prendían fuego a una cubierta de camión. —Estas ganas de trabajar son indispensables para lograr el desarrollo, que se asienta en las capacidades individuales. Verdaderamente, esta vocación laboriosa es todo un capital. ¿Pero por qué lo pronuncian con mayúscula? —indagó Francot, que es verdaderamente un observador sutil. —Están pidiendo un puesto en los planes Trabajar —le aclaré. Pero cuando me disponía a explicarle de qué se trataba, él ya estaba admirando un alto y elegante edificio. —“HOTEL RICARDO TERCERO” —leyó—. ¿Y a quién pertenece este hermoso hotel? —Al Dr. González —le informé—. Un exitoso empresario que da empleo a varios centenares de familias en sus numerosas empresas. —Debe ser un hombre muy querido —manifestó el profesor.
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—Efectivamente, lo es —corroboré con énfasis—. Tanto, que en una de las últimas manifestaciones populares que se registró aquí se distribuyeron folletos encomiando el acertado manejo de sus finanzas, y de las ajenas. Conmovido, él agradeció el gesto con una extensa y cordial solicitada de una página en un medio periodístico local con el que siempre ha tenido cordiales relaciones. En ese momento el profesor Francot miró la hora y dijo: —¡Oh la la! ¡Qué rápido pasa el tiempo! Tengo que empezar a despedirme, ya falta poco para la salida de mi avión. —¿Así que se lleva una buena impresión de nuestra sociedad? —le pregunté, interesado en una síntesis de lo que había visto. —Desde luego —dijo el profesor— y no podría ser de otra manera, ya que esta provincia está gobernada por gente sabia, por académicos, ¿no es verdad? Todos los que me nombró son doctores, si no recuerdo mal. —En efecto —concedí, aunque no creí necesario señalarle que aquí se llama “doctor” a abogados, médicos, escribanos, y hasta a los odontólogos, sin omitir a los contadores públicos nacionales, que como ejemplo de una política de inclusión social, lo decidieron mediante una disposición de su colegio profesional. En ese momento Francot acercó su rostro al mío y preguntó en voz baja, casi secreteando: —Permítame una última pregunta. Es una nimiedad, y no quiero que lo tome a mal, pero me pareció advertir cierto desánimo en los rostros. ¿A qué puede deberse eso? —Mi estimado profesor —respondí, admirado por su capacidad perceptiva— usted sabe que cuando las cosas van demasiado bien, la gente se achancha.
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—¿“Achancha”? ¿Qué quiere decir eso? —preguntó con interés. —No habrá tiempo ahora, podría perder su avión —le advertí—. Otro día se lo explicaré por correo electrónico. —¡De acuerdo, y muchas gracias por su compañía! Partió el profesor Francot. Me quedé pensando en cómo ayuda una plática inteligente a conocer mejor el lugar donde se vive.
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VOLVER A CREER*
ARGENTINA parece estar girando en círculos, en el remanso de sus desavenencias, sometida al malestar que crece. Cada punto que aumenta la desocupación medida por el INDEC, aprieta un poco más el hambre en la boca del estómago, que nadie mide pero que sabemos. Entretanto, ¿qué hacemos con nuestras ganas contenidas, con nuestro desahucio colectivo? Muchos son víctimas de la desesperanza y de la consecuente crisis personal, que asume las formas de la depresión, la angustia, o el mero desasosiego. El país que a veces dudamos en llamar ‘nuestro’, lo que genéricamente llamamos sociedad, aun con heridas y quejas que no son de bandoneón, vive, se agita, trabaja, y no acepta someterse a las pálidas sombras que se * Noviembre 2002, en el año más duro de la crisis argentina. Difundido por Internet y publicado en el Boletín de Memoria y Participación. Varios meses después de escribirlo, leí a John Holloway y pude imaginar alguna semejanza con sus ideas, en Cambiar el mundo sin tomar el poder. Universidad Autónoma de Puebla y Revista Herramienta, Buenos Aires, 2002.
zarandean al ritmo de los intereses. Así como hay profetas del odio, los hay del desastre, y los vemos a nuestro alrededor apostando a la parálisis o al río revuelto que la sucederá, donde podrán, quizá, clavar el anzuelo (o el arpón) en una presa nueva. Somos muchos, sin embargo, los que formamos parte de una mayoría cada vez menos silenciosa, activa en sus faenas diarias, y cada vez más proclive a dar un nuevo marco al país llamado Argentina que nacerá, desde el rescoldo de sus sueños quebrados, que ya nace aun en medio de los escombros. No está mal pasar revista a las estrategias adaptativas, a menudo creativas, y muchas veces solidarias, que se oponen al muro de los lamentos y al coro de los desencantos. Somos los que creen que el sol volverá a salir, que podemos cambiar el ritmo de nuestros pasos, que no estamos condenados a nada por la historia, ni siquiera al éxito.31 Creemos simplemente que hay mucho que cambiar en nuestra forma de ver las cosas. Creemos que tenemos que hacernos cargo de nuestros problemas, en vez de derivarlos siempre a las espaldas de los otros. Aunque no siempre nos demos cuenta, estamos desempolvando valores, sacando viejos trajes que aún pueden usarse. Hemos decidido abandonar el MacDonald que conocemos, e inventar el que nos corresponde. Algunos hemos pensado volver al taller y la huerta, porque nos resistimos a la idea de un primer mundo falsificado donde hay sólo consumidores. Nos reconocemos como productores, no sólo de ideas sino de bienes y saberes. Tenemos que producir otras cosas. Crear instituciones que se adapten a nuestros modos de ser. Retomar el control 31 La frase, bien argentina en su fatuidad, fue dicha por el ex presidente Fernando de la Rúa.
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del Estado, que es nuestro, para tornarlo solidario, humano, eficiente, pequeño. Nadie nos ofreció esa fórmula todavía. Y como no discutimos los términos que nos proponían, hasta ahora hemos aceptado los gobiernos de casta de las corporaciones, el establishment político de los partidos, los funcionarios grandes y pequeños que se encierran en el cascarón de su ‘poder’. Sin embargo, el poder está en nosotros. Y no sólo en las asambleas y los clubes de trueque. También en nuestra familia, la asociación en la que participamos, la escuela, el club, la iglesia o también, por qué no, el partido. Pero ¿cuál es nuestro espacio allí? Algunos esperan que seamos convidados de piedra, complacientes levantadores de mano junto con la mayoría, firmantes del acta que no contiene nuestras ideas. Nos estamos dando cuenta que muchos de esos escenarios han perdido la función para la que fueron creados. Ya sea porque nos preferían silenciosos o porque callamos demasiado, en las instituciones que están llamadas a hacernos participar ha crecido el arbustal enmarañado que no nos deja andar. Muchos dirigentes mandones se han apropiado de ese territorio para tenernos inmovilizados. Creemos, y nos vamos dando cuenta cada día más, que hay que limpiar ese terreno para poder edificar el país que queremos. No sólo necesitamos espacio, sino también dirigentes en los que podamos creer. Muchas veces tendremos que cambiar las reglas, del mismo modo en que se siega la maleza. Contra toda esperanza, aguardamos y confiamos. Tenemos que aprender muchas cosas, entre ellas a no callar y a no consentir bajo la presión. Tenemos que diseñar nuevas armas para la revolución silenciosa que requiere cambiarnos, para poder cambiar. Porque si reconocemos la frase evangélica que apuesta a la fuerza que 83
hay en el corazón del hombre, sabremos que desde allí parte el camino que conduce a los otros, y que sólo construyendo desde nosotros podremos dibujar este sueño necesario.
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MENEM 2003: ¿IN MEMORIAM?*
DESDE que se retiró de la presidencia, y aun antes, los afiches y los billetes con su imagen anunciaban su retorno este año. Pero unos pocos días antes de la segunda vuelta de la elección decisiva, renunció a presentarse. Sabía que la mayor parte del electorado lo rechazaría, y elegiría a un casi desconocido Kirchner, que ahora queda consagrado por su bochornoso retiro. Estas semanas marcan un antes y un después. Estos días (¿cómo llamarlos: la derrota de Carlos Menem, o directamente su defunción política?) invitan a distintos estilos: la historiografía y la reseña de la semana política, hasta la necrológica y la moraleja clásica.
HISTORIA DEL TEATRO ARGENTINO Sostengo que es imposible comprender la política argentina sin algunas nociones básicas del arte del tea* Abril 2003. Publicado en El Liberal, Santiago del Estero.
tro. Porque nuestra sociedad es generosa en dramatizaciones colectivas, a menudo multitudinarias, siempre teatrales. Basta recordar, en el último medio siglo, a sus actores principales: los presidentes, el ejército, el pueblo, y el escenario preferido: la Plaza de Mayo. Así fueron el 17 de octubre de 1945, el renunciamiento de Evita, la quema de las iglesias, los ataques a la Casa Rosada, en junio y septiembre de 1955. Las décadas siguientes tuvieron lo suyo, casi siempre con tropas y tanques y comunicados de las sucesivas cúpulas militares, que jugaban con soldaditos que no eran de plomo y balas que sí. Más cerca en el tiempo: la Pascua de Alfonsín y los carapintadas; el 20 de diciembre de 2001 y las semanas de incertidumbre que lo siguieron, con su ronda de presidentes fugaces, que nos recordaron que en los comienzos de la etapa independiente ya se había representado esa obra, en el día de los tres gobernadores: varios actores para un solo papel. Y el 25 de mayo de 1810, en buena parte historiado con aderezos (las escarapelas, los paraguas y “el pueblo quiere saber de qué se trata”) ya nos habla de un pueblo que ama la escena, unas veces en clave de drama y otras de fiesta. Nuestro circo criollo. Con libreto propio o ajeno, actores de carácter, villanos, títeres y payasos de verdad.
LA SEMANA POLÍTICA Carlos Menem tuvo en vilo al país entero, pendiente de una respuesta que hacia comienzos de semana ya se descontaba. Varios cientos de miles de personas estuvieron expectantes ante la radio o el televisor; otros cientos 86
de miles tenían cosas más urgentes de qué ocuparse, buscando comida o trabajo, o resistiendo a las inundaciones; algunos directamente carecen de televisor. También estaban aquellos que confiaban en la palabra ajena: si se ha anunciado una elección presidencial para el próximo domingo, pues creen que habrá una elección presidencial el próximo domingo. Es bueno que haya ciudadanos tan confiados y de tan buena fe, pero es necesario advertirles lo que ya sospechan: que la Argentina todavía no es un país tan previsible como para esperar que los compromisos se cumplan. Nos faltaba esto que ha sucedido (¿será vodevil o sólo burlesco?) para comprender dónde estamos. Quizá se trate sólo de un incidente más de lo que Tulio Halperín Donghi llamó “la larga agonía de la Argentina peronista”. Pero yo prefiero verlo como una divisoria de aguas: la que separa al teatro de aficionados del profesional. Entonces, “ya que vamos a hacerlo, hagámoslo bien”, como solía repetir el inolvidable Alberto Olmedo en su bocadillo. En efecto, al retirarse imprevistamente de la obra el principal actor, aquel que había sido la estrella de la compañía durante un largo, demasiado largo tiempo, es necesario cambiar de veras el libreto, y hasta salir en busca de nuevos autores.
LA NECROLÓGICA El actor que entretuvo al país estos días era un consumado histrión. En sólo veinte años de representaciones públicas desempeñó múltiples roles: lo conocimos disfrazado de caudillo rural, con pelo largo, patillas y poncho. Con ese atuendo logró colocarse como actor de nú87
mero junto a Cafiero y Grosso, capitaneando una renovación que se anunciaba grossa pero resultó fiera. Poco antes de llegar a la presidencia, ya en el menemóvil, parecía un empresario en fin de semana, con costosas camperas y camisas sport, informal y campechano. Aún no había surgido el yuppie, el piloto de Fórmula 1 al volante de la Ferrari, el seductor y el bon vivant, ya con postizo y tratamiento facial (¿alguien recuerda al gato y la avispa?). Entretanto, viajaba en la primera clase del Tango 02, y hasta bailaba tango con Mirta Legrand. En ese tiempo “tenía las uñas barnizadas”, según escribió el escritor chileno Enrique Lafourcade, que lo entrevistó en Buenos Aires. Actuó de niño mimado del establishment, y de su mano la Argentina fue en Washington un modelo de la modernización neoliberal. Le tocaron papeles de villano, es cierto: por ejemplo cuando tuvo que echar a su esposa de Olivos. Y otros que destacaban gestos exagerados, de nuevo rico: pizza con champaña. Además de presidente actuó como jefe de clan, jeque arábigo, y acaso capo-mafia. Cultivaba la ironía y el sarcasmo. Su rostro giraba de la sonrisa seductora al desprecio, pasando por una desfachatada inocencia que no convencía a nadie. Le gustaba presentarse como víctima, y éste fue, justamente, el rol que le tocó desempeñar en su último día: la mueca de un despatarrado polichinela. Como su actuación fue muy polémica, hoy el gremio de los actores debe reconocer que se había ganado muchos enemigos, pero no puede callar su talento. Diestro ilusionista, logró convencer a muchos millones de argentinos de que era imprescindible. Ese papel, el de salvador, era el que más le gustaba últimamente. Quizá no haya existido otro argentino que haya acumulado tanto poder 88
en sus manos, salvo Rosas y Perón, por cierto. Pero ya su público había disminuido, y se dice que prefirió escapar antes de que la sala le pidiese a gritos que se fuera.
LA MORALEJA Pero ¿qué muere con Menem? Ahora es difícil saberlo, pero no obstante lo aventuro: con él finaliza el mesianismo como estilo político, ese arcaísmo que aún sobrevivía desde nuestros orígenes, según el cual el dirigente ha sido tocado por la gracia de Dios para llevarnos por la senda correcta. También creo que anuncia su fin la irresponsabilidad pública, según la cual los funcionarios se burlan de las instituciones, manipulan la ley a su antojo, y en consecuencia no pagan los daños que provocan. Es difícil saber si también está comenzando a concluir la indiferencia ciudadana. Al batir de la cacerola, al salir a la calle para reclamar un derecho, comenzó a anunciarse una nueva manera de hacer política, y quizá una nueva sensibilidad hacia los asuntos públicos, que el Estado y los partidos tradicionales habían renunciado atender. Su final tiene algo de claudicación, de negarse a una confrontación que veía perdida. “Arrugó”, fue el título que eligió Página 12 el jueves pasado, describiendo este estigma feroz en un país de tradición machista, el de la cobardía. Pero el mutis de Menem se produjo cuando leyó un libreto alternativo que estaba circulando: las cifras de las encuestas de opinión. Esta vez, la pregunta en la calle fue la urna que recibió el voto que no pondremos hoy.
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De pronto, Menem se ha convertido en chivo expiatorio, pero la lección que nos deja su paso por las tablas sería incompleta si no aprovechamos más que la anécdota. Y la moraleja es, creo, que ya no se puede bastardear la política sin consecuencias. Menem perdió legitimidad porque hizo de la legalidad y de las instituciones una pantomima. Pero esa práctica aun está presente y nos costará combatirla. Él nos ahorró el trabajo de enterrarlo, es cierto, pero no nos ahorrará el de construir un país democrático donde no haya lugar para la farsa.
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QUÉ SON LAS MARCHAS POR LA JUSTICIA*
SON UN espacio de convergencia política y social, pluralista, abierto a toda la comunidad santiagueña, sin distinción alguna de credo, condición social o bandería. A las marchas adhieren cada viernes miles de personas, y ya más de veinte instituciones. También sabemos que cada vez las marchas cuentan con mayor adhesión, que ya es vista como un actor social y una presencia testimonial en los difíciles días que transitamos. De cada rincón de la provincia ha llegado una voz para decirnos que comparten nuestra lucha y contarnos su propia historia. Una historia que también compartimos y sumamos a nuestras banderas. Pero éste no es sólo un espacio de encuentro, sino también para organizarnos y conocernos. Saber quiénes so* Agosto 2003. Concebido como un texto comunitario. Difundido como folleto en el espacio de las Marchas por la Justicia, iniciadas en abril de 2003. En febrero aparecieron en La Dársena los huesos de Leyla Bashier y el cuerpo de Patricia Villalba. Las marchas iniciadas por sus familiares demandando el esclarecimiento de los crímenes concentraron el descontento y se convirtieron en poco tiempo en un espacio de crítica social inédito por sus conformación e impacto público.
mos, y así fortalecernos en la fraternidad del pueblo, que se hace primero cara a cara, haciendo junta, presentándonos, diciendo quiénes somos, desde donde venimos, y hacia dónde vamos. Llevamos un cartel que dice JUSTICIA, y ése es nuestro principal reclamo, pero no el único. También queremos construir una sociedad equitativa, donde se viva con respeto y dignidad, donde las políticas tengan verdaderamente sentido social. Nuestra proclama comienza con los nombres de Leyla y Patricia, pero través de ellas se dirige a todos los jóvenes que viven en nuestra provincia. Ellas son hoy un símbolo, el de la infame agresión a la vida, que queremos proteger en todos y cada uno de nuestros habitantes. Las marchas no son sólo ocasión de crítica. También son un momento de encuentro, de comunicación entre quienes comparten situaciones difíciles, y la convicción de que es posible superarlas. Las marchas sirven también para articular formas de trabajo conjunto, para difundir los conceptos de justicia, libertad y derechos humanos en los espacios y lugares en que actuamos. Las marchas hacen crecer nuestras redes de solidaridad social.
HACIA DÓNDE VAMOS Está naciendo un nuevo movimiento social en Santiago, que recoge antiguas y recientes experiencias. Las luchas sociales de la historia americana y argentina encuentran eco aquí, en el corazón de una provincia tradicional. Como en tantos otros casos, son las víctimas de la injusticia, los desheredados de la tierra, los que levantan aquí su voz no sólo contra un gobierno sino tam92
bién contra un sistema diseñado para la explotación, el autoritarismo y la violencia. Pero pocas veces nuestros hermanos de otras latitudes habrán vivido el horror que contiene la historia de Leyla y de Patricia. Verdaderamente, los inspiradores, los autores y los cómplices de sus muertes han ganado no sólo el adjetivo de asesinos, sino también de genocidas. Se ha desplegado aquí una crueldad tal que ofende la conciencia humana y nos hace recordar las más negras historias del siglo XX. Aunque Santiago tiene una larga historia de sometimiento, tiene también una larga historia de rebeldía. La novedad de este momento histórico es que ahora, antes que a la revuelta pasajera, nos hemos lanzado a una resistencia activa, constructiva y crítica. Porque la continuidad en nuestras demandas es condición necesaria para tener éxito. Marchamos, levantamos nuestras banderas, y alzamos nuestra voz a la vista de todos. Sostenemos también los principios y la práctica democrática, sabiendo que nuestro reclamo se propone mejorarlas señalando sus limitaciones. Porque es una democracia imperfecta la democracia que permite que los funcionarios del pueblo alienten el estancamiento, la pobreza y la dádiva. Tal vez, para ello haya sido necesario que estos crímenes infames rebalsaran la copa de los excesos cometidos contra el pueblo, a veces encubiertos en su nombre. Por ello, los nombres de Leyla y Patricia se convirtieron en símbolos de la agresión a nuestros hijos. Y en las marchas podemos pensarnos como padres y madres de una juventud ignominiosamente agredida, no sólo con la violencia policial, sino también con la desnutrición y el desempleo, y lo más importante, con la destrucción de su seguridad, su confianza, y su esperanza.
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CONSIGNA / MANIFIESTO QUE EL GOBIERNO ABRA LOS ARCHIVOS DE MUSA AZAR A LA LECTURA DEL PUEBLO. Así sabrán nuestros hijos y nietos la pequeña historia del poder en Santiago del Estero en estas nuevas décadas infames, en que esta ciudad centenaria ha sido mancillada en su condición de muy noble y leal por el egoísmo, la malicia y el resentimiento. La nobleza ha sido pisoteada, la lealtad incinerada y arrojada a los dientes de la jauría. Pero no ha sido la primera vez. Recordemos a los doce Maestros de Saber juríes que el gobernador Juan Ramírez de Velasco, a fines del siglo XVI, sometió a juicio sumario exigiéndoles que abjuraran de su fe. Fueron quemados en una pira. Coro: Aquí, en Santiago del Estero. A Pancha y Lorenza, Parteras y Curanderas de Manogasta. Fueron acusadas de brujería, apresadas y torturadas. Murieron durante el juicio. Esto sucedió en el siglo XVII. Coro: Aquí, en Santiago del Estero. No olvidamos a todos los que fueron confinados y torturados en El Bracho, a pocos años de nuestra autonomía. Coro: Aquí, en Santiago del Estero. ...a los estaqueados y sometidos al cepo o asesinados, algunos en su propia casa, a lo largo de los últimos siglos, y las víctimas de la dictadura reciente... 94
Coro: Aquí, en Santiago del Estero. Recordemos a las tejedoras y tejedores, nuestra primeros obreros, en los obrajes de paño de los siglos XVI y XVII : pagaban el tributo con ponchos y colchas, cuyo beneficio percibían los encomenderos, y hasta un obispo. Coro: Aquí, en Santiago del Estero. Los otros explotados: los mineros del manganeso y la cal... y los hacheros, a lo largo de la historia reciente, segados en lo mejor de su vida por la violencia del capital injusto. Coro: Aquí, en Santiago del Estero. Y los campesinos, expulsados de su tierra por la violencia material de la topadora y las armas, o la violencia simbólica de un título de propiedad fabricado a espaldas de la Ley. Coro: Aquí, en Santiago del Estero. Los niños y las niñas que la familia y la escuela no pueden contener, y son entregados a la calle, que los destruye con su trapiche siniestro, convertidos a la mendicidad, la delincuencia, la prostitución y todas las formas del abuso físico, social y espiritual. Coro: Aquí, en Santiago del Estero. Son muchos siglos de injusticia que ya no será reparada sino en dos sitios: en nuestra conciencia y en nuestra práctica de aquí en más. 95
Al oído de la conciencia quisimos agregar el susurro de la historia. Ella nos dice que la injusticia no es nueva en Santiago del Estero, ni será fácil de superar. Pero estamos preparados para resistir, y lo primero que tenemos que hacer es conocerla, para desmontarla. Porque nuestra responsabilidad es ahora hablar y hacer, recuperar nuestra palabra y la capacidad de nuestras manos, levantadas en gesto de paz: en alto, abiertas. En cada mano está escrita una palabra. Solo una palabra. Y esa palabra es JUSTICIA. En este histórico año de 2003, que quizá será conocido como el del derrumbe de Las Torres Gemelas del Polvo y el Espanto, queremos decirle a todos los que nos escuchan el porqué del reclamo que puebla nuestros carteles. Si pedimos JUSTICIA es porque no sólo la vemos con los ojos vendados, sino también con las manos atadas (como las tuvo atadas Patricia). Una JUSTICIA sorda a la cual le han tapado los oídos, para que no escuche la voz de nuestra gente. Una JUSTICIA callada, muda, que ahora ha comenzado a balbucear. No nos mueve ya la venganza ni el resentimiento. Las sentimos, es cierto, pero la esperanza y la fe las han convertido en memoria, en memoria activa, en ganas de hacer, y de trabajar para que esta historia siniestra no vuelva a repetirse. Necesitamos JUSTICIA porque ella es indispensable para la libertad y la paz. Para que podamos vivir en un Santiago hermanado en la confianza y el respeto. Pedimos mucho, sí. Pero no es imposible. Y rechazamos para siempre el “no se puede”, el negativismo, la parálisis, y la inacción. Rechazamos esa mentira cultural de que este pueblo es incapaz de autogobernarse, que a través de los siglos se convirtió en verdad. 96
Ésa es la forma en que queremos vivir, y así es la provincia que elegimos construir en nuestra casa, y por la que vamos a trabajar. Coro: Aquí, en Santiago del Estero.
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UN AÑO DESPUÉS: DEL CRIMEN A LA MOVILIZACIÓN, DEL PEDIDO DE JUSTICIA A LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO SANTIAGO*
SANTIAGO del Estero ha atravesado una larga noche. La noche oscura de un régimen que comenzó a gestarse hace treinta años, y se encarnó en las figuras políticas que aún nos gobiernan. Apoyados en el aparato policial represor, con personajes siniestros como Musa Azar y otros, con la complicidad del Poder Judicial y Legislativo, dieron y dan legalidad a una forma de gobierno y de concentración del poder económico, que hasta hoy continúa provocando muerte, dolor, miedo, y silencio. En esta patética y difícil historia de nuestra provincia, podemos volver a decir que “los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”,32 y que no podemos sino unir los desgraciados acontecimientos de los crímenes de la Dársena con otros antecedentes omino* Febrero 2004. Concebido como un texto comunitario. Difundido como folleto en el espacio de las marchas. 32 Manifiesto de la Reforma Universitaria. Córdoba, 1918.
sos: los desaparecidos de ayer son las muertes impunes de hoy. Es semejante su prueba, semejante la violencia de que fueron víctimas, y semejante también la vida que brota de su muerte. Pero si aludimos a los hechos que ya conoce todo Santiago del Estero, y nuestro país, y nuestros amigos de todo el mundo, no es con el afán de reiterar lo sabido sino de anunciar que hoy despuntan las primeras luces de un nuevo amanecer, que nuestro pueblo está adueñándose de su camino y respondiendo con valentía y serenidad a este desafío de su historia. Hace hoy un año los asesinatos de Leyla y Patricia pusieron al desnudo el profundo desorden de nuestra sociedad: mostraron sus instituciones quebradas y sometidas a la prepotencia del poder y a la incuria de su incompetencia. Pero también pusieron de relieve la rebeldía de los justos, y la firme voluntad de no callar más. Quienes hoy marchamos acompañando a los familiares de las víctimas nos pusimos de pie, movidos por el dolor primero, por la demanda de Justicia después, y ahora escoltando solidariamente a este pueblo que marcha hacia la construcción de un nuevo Santiago, donde este escándalo de la injusticia no sea ya posible. Nuestro dolor de madres, padres, hermanos, amigos, comenzó siendo sólo el nuestro para tenderse luego hacia otras víctimas de los abusos del poder, que en muchos rincones de nuestra tierra están aprendiendo a levantar sus manos, y a proclamar que un mundo mejor es posible, y que estamos comenzando a construirlo. En el curso de este año nuestro movimiento recibió innumerables apoyos y solidaridades. Personas grupos e instituciones nos hicieron sentir acompañados, y desde entonces nos acompañamos mutuamente.
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Por eso, la recordación de este doloroso aniversario tiene también esperanza y promesas, que dejamos especialmente en los oídos y las manos de nuestros jóvenes: estamos creciendo, organizándonos solidariamente, y queremos construir una sociedad más justa donde se respete la vida y el bien común. Rechazamos toda forma de violencia y abuso de poder, institucionalizado o no. Lo hacemos en defensa de nuestro patrimonio y nuestra historia, que es decir nuestro futuro, que necesita desarrollarse en paz y dentro de la ley. Deseamos construir una ciudadanía consciente y responsable, que nos permita avanzar en el camino inconcluso de un desarrollo genuino y respetuoso en el plano humano, social y económico. Hoy se cumple un año del momento en que fueron halladas las señas de Leyla y Patricia, en la Dársena. Allí se encontró algo más que los restos de sus jóvenes vidas: también, el signo del mal, que el poder desmesurado y corrompido que aún gobierna esta provincia dejó obscenamente expuesto en los días anteriores y en los que siguieron: tortura, abuso en todas sus formas, ultraje al honor de los cuerpos, incompetencia, falsificaciones, aprietes, mafia. Todas las formas de la violencia fueron utilizadas en este año 2003 con el apoyo del poder político, aquel que constituimos en 1856 al firmar nuestra primera Constitución. Pero parece que ese pacto inicial de convivencia no ha llegado aún, en sus sucesivas reformas, a garantizar al pueblo la defensa de sus intereses. Porque está a la vista de todos que lo que llamamos el poder (empleados de seguridad, justicia y salud, entre otros) recurrieron al fraude una y otra vez para alejar a la causa de su rumbo correcto.
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Esta comprobación del escenario que habitamos, de las formas de administrar el poder, de la mala fe y de las argucias de que se valen muchos funcionarios y profesionales de la ley, nos llevó a la convicción de que este olor que no llega de Dinamarca sino de La Dársena señala una zona muy enferma de nuestra sociedad, donde la violencia y la ilegalidad se están enseñoreando de nuestros barrios y nuestras familias. El movimiento de las marchas por la Justicia reivindica en primer lugar la paz y la libertad para la familia, los hijos y la comunidad, rechazando toda forma de abuso y de violencia amparada en la edad o el género. Pero también vemos que no hay a nuestro alrededor autoridades que merezcan confianza, que nos transmitan seguridad. Está claro que la reforma del aparato de seguridad de Santiago del Estero sería la primera medida que adoptaría un funcionario con apoyo de la sociedad civil que decidiera ser creíble ante nuestros ojos. No dejamos de ver que las limitaciones político-institucionales tienen larga data, pues la historia de nuestra provincia estuvo lamentablemente anclada en la fuerza y la violencia. Pero los tiempos han cambiado, y hoy comprendemos que el poder nos ha educado en la violencia para poder doblegarnos con violencia. Por eso, la segunda conclusión de este año es que marchamos en paz, y en son de paz, por todos los caminos de nuestra tierra, cuan pequeña o grande nos parezca. Nuestra tarea es hablar, y hacer hablar, a las voces silenciadas de nuestro pueblo, y contribuir a abrir el camino que otros iniciaron antes, de un diálogo creciente sobre las cosas que de verdad nos interesan. Santiago del Estero quiere hablar hoy de organizaciones sociales sanas, de legitimidad, y de representatividad. Para que lo sepan nuestros funcionarios, hoy le 101
interesan a la sociedad santiagueña el medio ambiente, la salud reproductiva, la ciudadanía y los derechos humanos. También, la producción económica alternativa a escala familiar, en campo y la ciudad. Eso es para nosotros, además de justicia y paz, el desarrollo. También queremos mercados para nuestros productos, y que el estado provincial colabore mediante sus políticas. Porque los hoy excluidos de la economía y la justicia somos, ya, los habitantes del nuevo Santiago® por el que trabajamos, que pensamos que debe fundarse en la imaginación, la audacia y la solidaridad. Las marchas son un espacio político y social no partidario, que busca agitar ideas de justicia, libertad, paz y desarrollo humano. Tras esa única dirección marchamos, todos los viernes. También hace un año desde que, junto con personas solidarias con nuestra causa, los familiares de las víctimas nos pusimos de pie para reclamar justicia. Y ya que no podemos sino deplorar el primero de esos aniversarios, sí podemos celebrar el segundo, porque cuando varones, mujeres y jóvenes nos organizamos para hacer de su reclamo una bandera, ganamos todos. Gana nuestra energía espiritual, porque nos descubrimos más unidos y conscientes de nuestro poder, paradójicamente a partir de una pérdida. Gana la sociedad civil, que recoge en su seno a un movimiento plural y decidido, que ha planteado la pregunta que la sociedad santiagueña silencia: – el porqué de su justicia incompetente, – el porqué de una policía corrupta, – el porqué del atraso de nuestra sociedad. Nos preguntamos sobre el costo de un estilo de gobierno que avergüenza a los santiagueños, y que ni siquiera resuelve las necesidades de su pueblo permi102
tiéndoles la dignidad del trabajo, sino humillándolos a la vergüenza de una dádiva. En nuestras marchas no hemos hablado solamente del caso de la Dársena, sino también de nuestra provincia y de su futuro. Sabemos que las demandas de justicia son sólo una etapa en el camino que conduce a un nuevo Santiago®, donde se crea en la gente y sus capacidades, y podamos verdaderamente superar las discriminaciones sociales y étnicas de que somos víctimas muchos santiagueños. En las marchas hemos encontrado ayudas y coincidencias; hemos recibido a familias y grupos que planteaban necesidades que no pueden ser resueltas sino por la vía de la acción, concretando proyectos y buscando apoyo para mitigar los efectos del dolor, el desamparo o el desempleo. Y para contribuir a su superación, aplicando estrategias solidarias y técnicas de educación popular.
UN TESTIMONIO Me gusta ir a la marcha, y sentir que puedo compartir el problema de otro. ¿Pero hasta dónde puedo hacerlo? ¿Cómo puedo sentir el problema de otro? ¿Estoy preparado para abrir verdaderamente percepción, sentido, visión, hasta el punto de poder estar en otro, o traer a otro a estar en mí? Pienso que a otros también les pasa: escuchamos hablar de una muchacha violada y asesinada, de un atropello de tierras, y uno, que no ha vivido realmente esas situaciones, se pregunta, o por lo menos yo me pregunto: ¿cómo puedo “sentir” ese problema? Les diré como lo hago, como trato de hacerlo.
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Lo primero es tratar de imaginar que lo que pasó, me pasó a mí. Literalmente, imaginar que soy yo quien ha perdido una hija o un hijo, en cualquier circunstancia. Pensar esto me alucinó y me dolió, porque se trata de la situación imaginaria más temida y rechazada de la conciencia. Luego me pregunto: ¿a qué personas que conozco les pasó algo así, entre la familia o los amigos? Descubrir estos casos me hace pensar mucho en las vidas de quienes vivieron pérdidas difíciles. Pienso en mis padres, luego de la muerte de mi hermana. Los veo desde otra perspectiva. Me pregunto cómo asimilaron el dolor de su pérdida. Pues bien, y sigo así. Me voy conectando gradualmente con el “sentir la pérdida”. Entonces grito y lloro, y soy solamente un animal herido. Me enriquezco también de este dolor inaudito que no he vivido sino virtualmente, por empatía. Cuando retorno a mi propia vida, a sus hipotéticas seguridades, soy levemente distinto. El dolor de la calle ya no me resulta tan ajeno.
ENCUESTA Cada viernes, la marcha refuerza nuestra energía espiritual. Pero tenemos que alimentarla. Yo me propongo siempre hablar de la marcha durante la última semana. En conversaciones casuales, sobre todo. Si no la conocen, contarles lo que es, y cómo lo vivo. Me encuentro que algunos simpatizan con la marcha, y otros la toleran porque es una demanda legítima, pero ve como un inconveniente que se corten las calles porque afecta el trabajo.
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¿Cómo ve cada persona a la marcha? ¿Cómo la vive? ¿Qué obtiene de ella? Es un lindo tema para iniciar una encuesta.
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MANIFIESTO POR UN NUEVO TIEMPO*
VENIMOS a abrir la puerta de un Santiago mejor, con nuestras manos de hombres y mujeres de trabajo, que son los que forman nuestro pueblo. Nuestra palabra no es sólo de hoy, sino también la de muchos cuya voz fue silenciada... ¡Y ya vamos hacia el Nuevo Tiempo! Desde ésta, que es nuestra histórica Casa de Gobierno, símbolo de nuestra fe cívica, sin distinción partidaria alguna, en nuestra más alta condición, la de ciudadanos... ...vamos hacia otra casa histórica, la de nuestra fe religiosa, la Catedral, que simboliza lo más sagrado que tienen todas las creencias que alentó y alienta nuestro pueblo... * Junio 2003. Concebido como manifiesto comunitario y difundido como folleto en el espacio de las marchas. Fragmento de la obra de teatro en las calles con la que Santiago del Estero celebró sus 450 años. El proyecto fue realizado mediante un acuerdo entre la Municipalidad de la Capital, la Universidad Nacional, el Instituto Nacional de Teatro, etc. La dirección estuvo a cargo de Rafael Nofal, Rodolfo Legname y Machi Kairuz. También participaron Sandra Camiletti, Lito Spitale, Arturo Mansilla, Ricardo Sgoifo, Felipe Rojas et alt. Esta escena fue leída en Plaza Libertad frente a la Catedral, el 24 de julio de 2003.
• Primero, la de nuestra madre tierra, la Pachamama, en la que creyeron nuestro abuelos indios, cuya memoria custodiamos, con una llamita encendida por el fuego del Inti. • En su nombre anunciamos un nuevo tiempo de pockoypacha (maduración) para nuestra gente... • Y recordamos muchos nombres: el de Dios, cuando vino en nombre de un mensaje de vida, enseñanza y unión, y no de dominación, castigo y muerte. • El de Jesús, que nos enseñó la resistencia al poder imperial, con las únicas armas que su fuerza no puede vencer: amor, fe, esperanza, solidaridad (el nuevo nombre de la caridad). • El de María, la Virgen Morena de la historia americana, que dejó su pie en Sumampa, Loreto, Huachana, en el Valle y junto al río Luján... • Los de los santos que nos han acompañado a lo largo de los siglos: Francisco (Solano), Santiago (Apóstol), y Esteban. Coro ...La Mayu Maman... ...el Sachayoj... ...el Coquena... • Sin olvidar los dioses que trajeron nuestros hermanos del África, aquí presentes desde el siglo XVI, cuyo recuerdo borró el amo de la frente del esclavo... • A ellos, agregamos las creencias de la sociedad civil del nuevo tiempo... • Los derechos humanos... Coro ...los campesinos... 107
...los obreros... ...los niños y jóvenes... ...las mujeres... ...los ancianos... • El respeto al Otro, sea parecido o diferente... • El diálogo, la participación y la democracia, practicados desde el cimiento de nuestros hogares. • El rechazo a toda forma de violencia material o simbólica, en especial la ejercida sobre las más débiles • La protección de la naturaleza: la tierra, el árbol, el agua del Mishky y el Cachi Mayu. • Las leyes de nuestra comunidad: ama sua, ama yuya, ama queya... y las leyes de nuestra provincia y de nuestra nación... cuando son justas. • Uniendo desde aquí nuestras manos con todos nuestros hermanos de América... y de la humanidad... (misión huauque) • Ahora ya convertidos en multitud, que avanza por las calles pidiendo paz... Coro: ...por el Cabo Paz... • Y justicia... Coro: ...por Leyla y Patricia... • Y educación y salud... Coro: ¡Al gran pueblo del mundo, salud...!
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• Por todo eso, por un pueblo sin guerra y sin agresiones, donde nuestro sonko pueda latir libremente, pidamos ya, hagamos sonar las campanas que anuncian el nuevo día...
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LA CÁTEDRA LIBRE DE DERECHOS HUMANOS EN SANTIAGO TE INVITA A SUMARTE A SU ACTIVIDAD*
EL JUEVES 13 de noviembre de 2003, a las 19,30 horas en el Paraninfo de la UNSE, se inaugurará la cátedra libre de Derechos Humanos en Santiago en la FHCSyS-UNSE, y deseamos invitarte a compartir ese acto y firmar el Acta de Constitución. Pensamos este espacio desde un concepto pluralista en lo político y social y ecuménico en cuanto a las creencias espirituales y religiosas, abierto a la multiplicidad de identidades étnicas, de género y de pensamiento que existen hoy. Nuestros principios son la tolerancia, la comprensión y el respeto al Otro. Pero no son sólo nuestros: pertenecen a la historia de la humanidad. Fueron predicados por pastores de todo credo y por hombres de todas las razas. Su legado y su promesa, porque están inconclusos, deben ser actualizados y reivindicados en todo tiempo y lugar.
* 5 de noviembre de 2003.
Por eso, esta cátedra nace con el propósito de abrir un espacio académico al conocimiento, la investigación, la comprensión y la difusión de la problemática de los derechos humanos en nuestra sociedad y nuestro tiempo. Para ello pensamos utilizar diversas estrategias, desde el curso de formación y la palestra de invitados, hasta la tribuna de opinión. En todos los casos se trata de hacer convocatorias abiertas —propias de la cátedra de extensión universitaria— para difundir información técnica, y contribuir a que el tejido social de nuestra provincia incorpore este componente en distintos niveles de la organización social, desde la escuela al proyecto de intervención. El programa de estudio de la cátedra tiene varios niveles. Uno de ellos es el de docencia y formación, que a través de enfoques multi e interdisciplinarios recoge una tradición de historia del derecho, y de historia social y política en general, y la analiza desde el presente. Otro es operativo, de investigación, de extensión, apunta a recoger testimonios, y a difundir experiencias organizativas de defensa de los derechos humanos. Como tema emblemático a la historia moderna, el de los derechos humanos pertenece a la más rica tradición de la filosofía social y la ciencia política. Pero además de ser importante conceptualmente, a la vez impregna a los movimientos sociales de nuestro tiempo. Los siglos XVIII y XIX presenciaron el nacimiento de los derechos de las naciones, los trabajadores, y las mujeres. El siglo XX lo amplió con los derechos de las edades y los géneros, inauguró el concepto de los derechos difusos, identitarios y del ambiente, y se discuten ya entre nosotros los derechos ciudadanos referidos a la tierra como espacio de residencia y producción, a la educación y la salud, a la justicia imparcial, y a la identidad étnica. 111
El proceso de ampliación de los derechos, que parte del que nos asiste a todos de conocer y defender aquellos que nos conciernen, constituye una propuesta que apenas si está esbozada en casi todos los países de América Latina. Se despliega en una variedad de movilizaciones, lamentablemente muchas de ellas armadas, que anuncian para ésta —nuestra América— un trazado en el que sus habitantes no aceptarán con la misma facilidad que antes la imposición domesticadora que signó su historia. Sobre todo, porque ahora ella está en mejores condiciones de recibir el legado del saber sobre los derechos que desarrollaron otros pueblos en todo el planeta. Nuestra sociedad actual está construyendo un nuevo imaginario acerca de los derechos humanos, como instrumento para construir mejores formas de convivencia. En una sociedad lacerada por la violencia y la muerte, la intolerancia y la impudicia, jaqueada en sus valores morales, la convivencia en la paz y la justicia es condición necesaria para nuestra supervivencia como país. Como un país en el que elijamos vivir.
Cátedra Libre de Derechos Humanos en Santiago. Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud Universidad Nacional de Santiago del Estero Equipo Cátedra: Raúl Dargoltz; Cecilia Canevari; Gladys Loys; Luis Garay; Ana María Domínguez; Rafael Martilotti; Carlos R. López; Fernando Garay; Ada Albanesi; Miguel Brassiolo; Alejandro Auat; Lidia Juliá; Silvia Borsellino; Magdalena Ramírez: Elisa Salvatierra; Adriana Gilardi; Teresa Iturre; Marta Iturre; Ana Castiglione; Patricia Arenas; Alberto Tasso, y otros.
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EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
EN LA ciudad de Santiago del Estero, República Argentina, a los diez días del mes de diciembre de dos mil tres, asistimos al acto de conmemoración de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos dada en 1948. Nos encontramos en la Placita del Maestro, convertida desde los años del renacimiento de la democracia, en 1983, también en Plaza de los Derechos Humanos. Desde esta cátedra acompañamos este ya histórico acto de presencia, de afirmación y de vida, con los que respondimos a la ausencia, la negación y la muerte. El tiempo transcurrido desde estas fechas nos exime de la novedad. Es un antiguo cartel el que levantamos, pero si suena provocativo y de última hora, es porque las malas prácticas se han empeñado en lesionar esos derechos, sometiendo las vidas y los cuerpos al dogal del miedo y el escalpelo de la violencia. Así, tiene un sentido que en Santiago hoy asociemos los derechos humanos universales a la lucha que en Argentina libramos contra la represión y la dictadura. Y le agregamos hoy, desde Santiago, las causas por el dere-
cho a la tierra, contra la violencia material y simbólica del Estado, y la negación de los derechos elementales de todo ser, vulnerados con el estigma de la pobreza y la exclusión, detrás de las cuales se escuda la ignorancia y el vaciamiento de la memoria y la cultura. Pero creemos que no basta denunciar estos abusos ni reclamar la Justicia que merecemos, sino también abrir el sendero por el que transite nuestra marcha hacia un mundo más justo. Esta marcha nos exige hoy algo más que la conciencia de un espíritu alerta, más que la solidaridad mecánica, más que el dolor de las heridas. Nos exige conocer los mecanismos de la dominación para oponerle, además del pecho, la evidencia; además del corazón, la estrategia; además de la rebeldía, la inteligencia; además de la protesta, el estudio; además de la esperanza, la razón. Necesitamos investigación, conocimiento y proyectos, acción organizada de personas, grupos y comunidades, nuevos modos de comunicación y medios que sean solidarios con este gran tema de nuestro tiempo. Necesitamos re-definir nuestros espacios de convocatoria, para conocernos y hacer nuevas alianzas. Necesitamos comenzar a hablar, decir nuestra palabra, para comenzar a vernos en una nueva posición de poder, y no sólo desde el cartel que lleva el nombre de lo que perdimos (nuestro desaparecido íntimo) o el de aquella ausencia que queremos habitar: Justicia. La bandera de los derechos humanos es tanto una consigna como un sendero de trabajo. Creemos que es un común denominador de nuestra presencia aquí, que nos permite ampliar el campo conceptual de lo que queremos. Nos permite pasar de lo particular a lo general, de un nombre y un apellido individual a la política de la comunidad y a la filosofía de la especie, de un grupo a una red. 114
Tal vez así contribuyamos enriquecer y ampliar este espacio político de la nueva izquierda emergente®, aquella que desde la crítica social, ejercida con valentía y responsabilidad, postula un tiempo de muchos, sabiendo que hablamos desde una mayoría espiritual, aquella que coloca el respeto a la vida antes que cualquier otra posibilidad.
Cátedra Libre de Derechos Humanos en Santiago. Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud Universidad Nacional de Santiago del Estero
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A PROPÓSITO DE LOS 450 AÑOS. CÓMO SUPERAR EL DILEMA DE LA FUNDACIÓN*
DESDE que el almanaque nos hizo caer en cuenta de esta cifra redonda, nada menos que cuatro siglos y medio de historia, los habitantes de la ciudad más antigua de la Argentina comenzamos a mirarnos de modo inquisitivo, haciéndonos preguntas que no tienen respuesta fácil. Los cumpleaños, como toda otra recordación, plantean el problema de cómo lo organizaremos: ¿haremos una fiesta populosa o intimista? ¿a quién invitaremos? ¿qué ofreceremos, y cuánto nos costará? Detrás de estas preguntas prácticas, laten otras más profundas: ¿qué sentido le daremos? Y aun otra: ¿qué es lo que verdaderamente estamos conmemorando: un pasado glorioso y heroico o una historia de conflictos y negaciones? En cualquier caso, desde un presente indudablemente compli* Texto de una charla en la Biblioteca Sarmiento. Publicado en El Liberal. El 25 de julio de 2003 Santiago del Estero celebró el 450 aniversario de su fundación. Esta fiesta ritual tuvo características especiales ese año, en especial por el clima de debate público que vivía la ciudad.
cado como el que vivimos, ¿debemos mirar sólo hacia atrás, o también hacia un futuro cuyo signo principal es la incertidumbre? Las generaciones que nos precedieron, al menos durante el siglo XX, nos ayudaron a hacernos conscientes de que disponemos de un historial frondoso. En las escuelas, la “madre de ciudades” y sus méritos heroicos al servicio del orden fundacional de la colonia, o a la organización nacional del siglo XIX, ocupan un lugar destacado y ritual. En el escenario del poder, el Estado y la Iglesia fueron los principales maestros de ceremonia en los cumpleaños anteriores. Recordemos los 400 años, hace apenas medio siglo, en 1953. Ésa sí que fue una fiesta, según recuerdan los memoriosos. Un congreso de filosofía convocó a intelectuales de todo el país, y lo inauguró el presidente Juan D. Perón, con un discurso memorable que podríamos volver a leer. Previamente el gobierno provincial, que entonces presidía Francisco Javier González, había solicitado a la Academia Nacional de la Historia un veredicto sobre un problema que entonces parecía insoluble: ¿quién había sido el auténtico fundador de Santiago: Juan Núñez del Prado o Francisco de Aguirre? Como se sabe, ésta es una disputa historiográfica sobre la historia que ha dividido las aguas, y que en otro tiempo encendió polémicas entre aguirristas y pradistas. El dictamen de la Academia informó que el fundador había sido Aguirre, y Santiago pudo ofrecer al país el nombre de su padre fundador. (Qué curioso dilema éste de una sociedad con dudas acerca de su filiación, y qué extraño paralelo con el de tantas familias santiagueñas, donde los varones engendran y luego se disuelven en la
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sombra, hasta el punto de que son las madres quienes imprimen su apellido en el DNI del recién nacido.) Pues bien, ahora contamos con el novísimo hallazgo del historiador Gastón Doucet, que investigando en los archivos de Charcas o Sucre hace pocos años, halló un traslado del acta fundacional de la ciudad del Barco. Desde el punto de vista de Doucet, que Luis Alén Lascano suscribe, Núñez fundó y Aguirre trasladó, al tiempo que la re-bautizaba como Santiago del Estero. Y agregó: tierra de promisión, es decir, de promesa. Este incidente historiográfico, que ha merecido libros de Bernardo Canal Feijóo (Fundación y frustración en la historia argentina) y Orestes Di Lullo (Santiago del Estero del Nuevo Maestrazgo), entre tantas otras páginas de otros historiadores, reclama hoy una mirada desapasionada que, sin dejar de reconocer los hechos documentados de la historia, postule otra manera de ver el pasado, que después de todo es un legado común que todos utilizamos. Se trata, nada menos, que de nuestra biografía, de un ayer que rescatamos para saber quiénes somos y de dónde venimos, y que podemos analizar sin la necesidad de adherir a una tesis. Pues si bien lo sucedido en el pasado es indiscutible, no lo son las versiones que damos de él, provisorias explicaciones que sólo reclaman la legitimidad del argumento y la fidelidad al deseo de saber y de comprender. La historia de Santiago es algo que nos concierne a todos, aunque no seamos historiadores. Intentaré demostrar que, más allá de las posiciones historiográficas, ideológicas y hasta partidarias que hasta hoy se han sustentado, hay una manera de cortar el nudo gordiano de esta controversia legendaria, una suerte de tercera vía que nos permita hacernos cargo de un pasado que fue conflictivo desde sus comienzos. 118
LA TERCERA VÍA Comenzaré sosteniendo una verdad de Perogrullo, y es que no tenemos por qué hacernos cargo de los conflictos pretéritos, sobre todo si queremos superar una historia de confrontaciones estériles, que desde el principio pusieron la impronta de una comunidad dividida y en guerra consigo misma. No sólo Núñez y Aguirre se disputaron la ciudad, el territorio y la primacía: muchos otros gobernadores del Tucumán se enjuiciaron sucesivamente, y sometieron al anterior a la prisión o al exilio. Además, algunos mantuvieron públicas confrontaciones con los obispos, como la célebre entre Juan Ramírez de Velasco y Francisco de Vitoria. La etapa independiente no ofreció una fórmula mejor: no son desconocidas las prácticas feroces que tuvieron los gobernadores del siglo XIX, despojándose de sus propiedades y empujando a sus opositores a la prisión, la tortura o el ostracismo, y hasta asesinándolos. Violenta, enconada y sangrienta es la historia de Santiago, además de heroica y noble. Pero es que los sectores dirigentes, lo que antes se llamó “gente de pro” o “aristocracia”, y más tarde “élite” o “clase dirigente” nunca aprendieron a trabajar juntos en beneficio de toda la comunidad. Llevaron sus intereses personales y familiares al plano de sus funciones de dirigentes, y convirtieron el servicio público en una disputa de poder entre las partes. Entre otras varias razones, ésta podría ser una de las causas del empobrecimiento de Santiago que hoy nos duele. El pasado, y hasta el presente, se nos muestra vaciado de sentido de totalidad, de verdadero sentido comunitario. En medio de partidos irreconciliables, la sociedad santiagueña fue también partida y disputada como botín, para apropiarse unos de las tierras o el ganado de 119
otros, para tener mano de obra barata o seguidores fieles que debían levantar la bandera y el nombre de su capitán, su patrón o su gobernador, como si ella pudiese reemplazar a la bandera de todos. Celebrar el cumpleaños que se avecina requiere, a mi juicio, recuperar el pasado, sí, pero para ilustrarnos sobre lo que ya no debe hacerse, pues de lo contrario continuaremos debatiéndonos otros cuatrocientos cincuenta años en el aislamiento de una guerrilla interna que nos desangra y embota. ¿Y qué hacer con ese origen conflictivo, cómo apartar a la Madre de Ciudades de su eterno y dolorido soliloquio, su incesante deambular a la búsqueda de un padre? Pues bien, creo que hay que tranquilizarla y hacerla volver la vista hacia otro lado. Decirle que no arrastre ya la herencia de la pelea. Que tuvo dos fundadores, así de simple, y que ambos se olvidaron de dejar a mano el acta de fundación, que por fortuna ya no hace falta. Dejemos la preocupación por los papeles para los abogados, los escribanos, los historiadores y los escritores. Núñez y Aguirre hicieron lo suyo, lo que sabían hacer, puesto que habían sido preparados para eso: dominar territorios, pelear, fundar, competir. Nuestro tiempo no es el de ellos. Ahora nos urge aprender a cooperar, a gestionar, a aplicar las leyes que no se cumplen. Tenemos que diseñar una justicia que valga para todos, construir una democracia participativa, superar el hambre y el abandono de la población que empujamos a la emigración o al olvido. Si tuviéramos oportunidad de sentar a Juan y Francisco en una de las tantas mesas redondas y paneles con que celebramos el cumpleaños, luego de llevarlos a recorrer los márgenes del pueblo que fundaron, tal vez nos dirían que no quisieron esto, que compitieron porque no 120
sabían hacer otra cosa, pero que dentro de su leal saber y entender actuaron con nobleza. Y ante la pregunta incisiva de algún joven, quizá reconocieran sus errores. Yo creo que entenderían cuál es la tarea que ahora se impone, y la suscribirían.
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CONVERSACIONES EN LA BIBLIOTECA. ¿ESTÁ DISPUESTA A CAMBIAR LA SOCIEDAD SANTIAGUEÑA?*
A VEINTE días de producida la Intervención Federal, pasadas ya las jornadas del mayor impacto (colapso, éxtasis, temor, sorpresa, crónica de una caída anunciada, entre tantas maneras de percibirla) la ciudad y sus gentes recobran la respiración normal. Digamos que Santiago, y lo que hay más duradero en el sprit santiagueño (no hay duda: la costumbre), sale a pasear por las calles del pueblo a ver qué hay de nuevo. Nada como lo nuevo puede halagar tanto a una sociedad que se define como tradicional y a veces como tradicionalista. De hecho, en el último medio siglo acaba de inventar lo que llama su folklore, que en términos literales significa la anónima sabiduría del pueblo. Es, aunque algunos se empeñen en negarlo, una sociedad que se renueva y reinventa a sí misma. No obstante, muchos dicen que los santiagueños no cambian, y hasta que son contumaces en el error. Sosten* Mayo 2004. Publicado en El Liberal, Santiago del Estero.
go que es algo prejuiciosa la idea de considerarnos impermeables a los nuevos tiempos, y que antes de hacer juicios apresurados veamos cómo hemos sido en el pasado, ya que hasta ahora no se ha demostrado que sea innecesaria la palabra de la historia.
¿PERO CÓMO SON LOS SANTIAGUEÑOS? Hace unos días, un amigo me dijo en la biblioteca esta interesante frase sobre el santiagueño: “Por lo mismo que a su espalda carga una mochila de experiencia, está dispuesto a escuchar la primera promesa que le anuncie un cambio. Porque esa experiencia que viene de sus antepasados y de su propia experiencia de vida, es una de las formas de la sabiduría. Sabe por intuición, quizá algo fatalista, que las cosas son iguales pero siempre distintas, y que tiene que adaptarse a ellas”. Mi amigo sin duda ha leído a Heráclito. Sin embargo, nuestra sociedad no siempre es consciente de ese saber. Hasta fecha reciente fuimos educados en la negación de muchos aspectos de nuestra historia. Y la huella del pasado de esta región, un pasado sin duda heroico aunque algo lúgubre, fue borrada una y otra vez. Pero es un hecho notable que nuestro pueblo haya podido resignificar una y otra vez sus formas de hacer, adaptándolas a las cambiantes aguas del río de su vida. Y cambios no nos han faltado, como lo muestran algunos ejemplos. Los españoles obligaron a los nativos a un trabajo servil más duro que el que nunca le había impuesto el incario en este territorio. Pero conocían los vasallajes regionales, y la defensa de su territorio los tuvo en permanente lucha y movimiento. La colonia los “suje-
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tó” y los “redujo”, y los forzó a aceptar su Dios. Perdieron nada menos que su orden político y su religión. Sus hijos se convirtieron en indios, mestizos y mulatos, ya fieles y bautizados. Debieron pelear con los que habían sido sus ancestros, y no les costaba porque estaban acostumbrados al combate. Los santiagueños —que ya se llamaban así— junto con muchos otros provincianos fueron la carne de cañón de las guerras de la independencia, así como la penosa gesta de Malvinas. Pero eso sí, cuando morían muy pocos conseguían más tierra que la necesaria para que cupiese su cajón. A mediados del siglo XIX, durante la formación de la nación, los principios liberales sostenían que debíamos ser todos iguales. Eso naturalmente, era imposible en términos sociales y económicos. Pero resultó más fácil convertir a todos en iguales por definición. Ya no hubo más indios, mestizos o mulatos, sólo ciudadanos. Muchos santiagueños perdieron así su identidad étnica. Es posible poner otros ejemplos, ambientales por ejemplo. La crónica de los años de abundancia y de escasez está marcada en la naturaleza antes que en los ciclos económicos que registra Kondratieff. El santiagueño rural (la mayor parte de los nativos de más de veinte años se criaron en el campo) tolera los excesos del calor y la escasez porque los considera “naturales”. Y pone a los gobiernos en esa lista, porque suceden, o así le parecen, como independientes de su decisión. Está acostumbrado (y ésta podría hoy ser vista como una mala costumbre) a seguir la opinión de los más poderosos: españoles, estancieros, finqueros, comerciantes, políticos, en fin. No obstante, ésta no es una regla general. Porque cuando a los santiagueños no les gustan las condiciones que se les ofrecen, negocian o se marchan a otro destino: 43% de los nativos residía en otras pro124
vincias en el último censo. Y si no pueden irse, protestan, como ha sucedido cada vez con mayor frecuencia en los últimos años. En todos los sectores sociales la vida provinciana que puede recordarse ha sido parecida pero cambiante, y la fórmula para definirla es paradójica: estabilidad dentro de la inestabilidad. Aun antes que llegara la época actual, de la globalización increíble y la dudosa posmodernidad, los hombres y mujeres de esta provincia se las arreglaron para trabajar, enfiestarse, reproducirse y viajar en medio de la economía tribal, colonial o capitalista. Bajo la religiosidad popular aparece el sincretismo, y tras el ciudadano el cazador-recolector. Los cambios de opinión generacionales son visibles para todos, ricos y pobres. Y tras la hegemonía de cada caudillo histórico, otro tiempo y otro dirigente se alzaba con la banca, es decir la capacidad de empujar a la guerra, o al comicio. Entre 1851 y 1852, la adhesión pública se desplazó de Ibarra a Taboada. Entre 1875 y 1880 de Taboada a Rojas. En los años 20, del orden conservador al radicalismo. En 1945-46 del radicalismo al peronismo distributivo, y en 1989-90 al peronismo neoliberal. En otras palabras, cada una o dos generaciones hay un cambio significativo. Todos éstos fueron cambios rotundos, semejantes a los que ahora enfrentamos. Si estamos efectivamente en una etapa de transición histórica, como algunos sostienen, mi impresión es que Santiago del Estero está muy bien preparada para cambiar. Naturalmente, todo depende de que sienta que tiene un papel que desempeñar en ese cambio, y no que se lo imponen, como sucedió antaño. Porque quizá el pequeño gran cambio de estos años consiste en que se está reemplazando la obediente pasividad por una participación deseada. 125
La particularidad de este momento es que hay, como no hubo en las últimas décadas, la necesidad de protagonismo y de expresión. Al menos dos generaciones, que van entre los 20 y los 50 años, expresan de muchos modos su malestar: fastidio, descontento, y bronca. Tras ellas, se percibe claramente el deseo de la renovación, de dar vuelta la página y comenzar otra etapa. Ahora bien, el malestar es una condición necesaria pero insuficiente para la etapa que viene. Necesaria, porque implica ver el hoy desde un posible mañana. Insuficiente, porque ese mañana reclama algo más. Hay que construir el camino que nos conduzca a ese tiempo mejor, nada menos.
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CONVERSACIONES EN LA BIBLIOTECA. EL JARDÍN DE SENDEROS QUE SE BIFURCAN*
HOY ESTUVE leyendo a Borges, que tituló así uno de sus inolvidables cuentos policiales, y me permito usar esta metáfora para decir que Santiago —el personaje de mi cuento— se encuentra, como en otros particulares momentos de su historia, ante un sendero que se abre en dos. Y vale la pena que consideremos esta situación, imaginándonos que vamos a cierto lugar que no conocemos bien, en el medio del monte. Y de pronto, el camino se divide. ¿Qué hacemos? Dudamos, pues, y es lógico dudar, porque nos asalta la duda acerca de cual de los caminos, el A o el B, conduce al lugar que buscamos. Si consideremos algún posible signo de orientación (la brújula o las estrellas), el recuerdo, o aun la intuición, estamos buscando alguna razón que sostenga la decisión que finalmente tomaremos. Una decisión que está siempre sujeta a riesgos, pues si el camino elegido no es el * Mayo 2004. Publicado en El Liberal, Santiago del Estero.
correcto, deberemos retroceder. Y en ese caso, ya perdemos algo, al menos tiempo. Ahora bien, este tipo de “opción racional” que se le plantea a un individuo ante un camino abierto en dos, es muy diferente del que se le plantea a una sociedad. Ya en una pareja, o en un grupo, que son sociedades elementales, el camino tiene que ser acordado. La decisión será resultado de decisiones más o menos plurales, en las que hay argumentos, intereses contrapuestos y negociación. Pues bien, mi impresión es que Santiago se encuentra, como en muchos otros momentos de la historia, ante cambios internos y externos de tal magnitud, que debe elegir su camino. Las opciones que se le plantean son, en principio, dos: o elige el sendero que venía recorriendo (A), o decide inaugurar otro nuevo (B).
CUATRO MENTALIDADES Y ACTITUDES Y para analizar el camino que tomará el personaje de que hablo, será necesario conocerlo, a través de algunas de las actitudes, mentalidades y prácticas que hoy se observan en su paisaje cultural. Las clasificaré en cuatro tipos. 1. Por un lado está la actitud “fatalista”, o “quietista”. Es la que predica “En Santiago nada cambia”, y hasta “Nada puede cambiar”. En los hechos prefiere el dejar hacer, dejar pasar. Puede provenir de una operación cultural, la que se impuso a la población nativa en la remota (y todavía próxima) etapa colonial, la que prefirió al indio quieto, manso, reducido, subordinado, a quien se consideraba incompetente para tomar decisiones.
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2. Existe otra actitud que llamo “oportuna”, y hasta “oportunista”. Ésta no predica, simplemente se acomoda a las circunstancias para hacer, quizá, un buen negocio. También tiene raíces antiguas: de hecho la cultivaron los españoles, los criollos, y los extranjeros, en tanto recibieron los favores del Estado para hacerse de tierras, vacas que no compraron o árboles que no plantaron. Además, se aprovechó de la actitud fatalista, que fue siempre su cliente. 3. Hay también una actitud “emprendedora” y “realista”, en su sentido común del trabajo honesto como medio de vida. Disimulada entre los pliegues de la burguesía y el empleo público, numerosa pero casi invisible, contiene a la pequeña empresa familiar, el cerco campesino, el artesanado rural o urbano. Ella movilizó a miles de santiagueños a ascender socialmente, cosa que lograron más fácilmente en su exilio metropolitano que en su propia tierra. 4. Existe otra mentalidad, en fin, que llamaré “transformadora”. Prefiere la acción, y la lleva a cabo con empuje y decisión. La representan centenares y acaso miles de dirigentes locales, urbanos y rurales, a menudo poco conocidos fuera de su propio círculo. Muchos prefirieron la política, otros el sindicalismo, y más recientemente las polícromas formas de la sociedad civil y los movimientos sociales. Estos tipos cruzan transversalmente los sectores, las clases y las actividades sociales. No tienen que ver con la instrucción recibida, y es fácil encontrar ejemplos que remiten a grupos sociales muy distintos.
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¿Y cómo se ubica cada uno de ellos en la coyuntura actual? Me inclinaría a pensar que el tipo fatalista y el tipo oportunista son los principales interesados en seguir el camino que veníamos andando (A), y que el tipo emprendedor y transformador piensa que es conveniente tomar otro sendero, el de un cambio sustancial del sistema político, y también de muchos aspectos de nuestra propia convivencia (B). Éste es a mi juicio el dilema que se le plantea a mi personaje. Cada una de las mentalidades, como si fueran angelitos volátiles que andan a nuestra espalda, le está susurrando en el oído el camino que considera correcto. ¿Qué decidirá él? Pues no lo sé, y tal vez nadie lo sepa. Lo que sí sabemos es que no tiene mucho tiempo para su elección.
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CONVERSACIONES EN LA BIBLIOTECA. LA CIUDAD HISTÓRICA BUSCA UN NUEVO NOMBRE*
LA CELEBRACIÓN del cumpleaños de la ciudad se cumple con ritual prolijidad año tras año a lo largo de los siglos. Entretanto, la ciudad y sus habitantes se han renovado hasta un punto que nos sería difícil reconocernos en los convecinos de sus inicios. Vestimos y hablamos diferente. No tenemos ya un rey, ni un virrey, por más que la analogía nos tiente, con una ironía bien santiagueña. Antes fue sólo el festejo del día de la fundación de la ciudad, y de su Santo Patrono, el apóstol Yago. Hoy conmemora mucho más que eso, y pone en juego otros sentidos. Así como el tono dominante de la historia antigua es monárquico-religioso, el de este tiempo es cívico, en el sentido de ciudadano. Hoy se conmemora una historia mucho más amplia que la de la propia ciudad, pues incluye a toda la jurisdicción sobre la que ella extendió su influencia, y su nombre. Esa historia es extensa, heroica y abnegada. Pero * Julio 2004. Distribuido como folleto.
está poblada de tiempos difíciles, conflictos, explotación, crímenes e infamias. “Santiago es un dolor muy profundo”, me dijo Coco Miguel en una mesa de El Barquito, hace ya muchos años, cuando todavía no podía comprenderlo.
QUÉ CELEBRAR, Y CÓMO En unos días más, la Plaza Libertad y el Parque Aguirre reunirán una o dos decenas de miles de personas. Allí estaré también, y alguno de mis lectores, espero. Pero la mayoría serán jóvenes, y en su mayor parte estudiantes, desocupados o con empleo precario. Ésta es una gran diferencia con la venerable plaza de antaño, poblada por los mayores, los vecinos “de pro” o “gente de lustre”. Eso quería decir, principalmente, que no eran indios ni negros; éstos, que residían en el fondo de las casas y los bordes de la ciudad, también lo festejaban, por supuesto, porque la fiesta es cosa contagiosa. Pero lo hacían extramuros, en los caseríos a la costa del río y hasta en el patio de los conventos. Hoy, como siempre, la ciudad tiene un suburbio, una especie de fondo que la contorna. Es el tercer anillo, que comienza a pocas cuadras y llega hasta la última frontera de nuestro mapa. En él vive un segmento de acaso dos tercios de la población que, entre otras carencias, no tiene agua corriente domiciliaria, y escasamente luz eléctrica, que a veces viene de pinchar la línea con un anzuelo. Pertenecen a la franja de ingresos del último decil, ésa que el Banco Mundial estimó en dos de cada diez latinoamericanos, la que sobrevive con ingresos que no pasan del equivalente a un dólar diario. No es menos importante que tampoco puedan leer a su gusto, porque la es132
cuela no llegó a tiempo: antes, el trabajo y la pobreza ya los habían subyugado. El varón y la mujer que toman allí sus mates, el día del cumpleaños, saldrán luego a buscar alimento para parar la olla. Su cultura los ha preparado para la escasez, y la inseguridad. Tal vez quisieran cambiar su presente, para que sus hijos puedan estar mejor. Entretanto, algunos de sus comprovincianos se dedicarán a cultivar sus enemistades, y acaso disputarse el hambre ajena. Otros, en fin, más numerosos, buscarán soluciones para resolver este enredo de la historia de nuestra querida ciudad, edificada sobre la piedra de la discordia, como lo muestra la sección “Crónica de la fundación y el conflicto de todos los tiempos”, en nuestra biblioteca. No es fácil festejar nada ante el horizonte difícil de la transición, donde el antiguo patronazgo (no el del apóstol, sino el de los patrones concretos de la política o la mesa de dinero) muestra sus dientes y estimula la montonera, aprovechando la violencia contenida de un pueblo noble y explotado. Los sectores populares, liberados del servicio de la encomienda y la mita, pasaron a depender del patrón de la estancia o la finca, y ahora son expulsados del campo, inducidos a emigrar, lo que siempre hicieron para equilibrar sus cuentas o ampliar el horizonte. Santiago, tierra de promisión, ha sido y es, lamentablemente, tierra de emigración. ¿Es que se huye, acaso, del paraíso prometido? Pero sí, es tiempo de festejo. Porque estamos entrando en una etapa en la que podemos hablar con más libertad en todos los ámbitos. Y la palabra se nos antoja uno de los principales ingredientes del mortero que necesitamos para reconstruir la casa derruida. La política está revisándose en Argentina, y el capítulo santiagueño no es sólo una pugna entre tribus sino también una amplia133
ción de la frontera de la modernidad y la democracia en todo el país. Es cierto que estamos haciendo un aprendizaje en esto de hablar en voz alta de las cosas que nos conciernen, dialogando y debatiendo, pero coincidiendo en que tenemos ya una ciudadanía que merece respeto y no puede ser tratada servilmente.
ÉSTAS SON LAS LUCES Y SOMBRAS... El caso de Santiago hoy es paradójico, porque no ha crecido su economía pero sí su política. Hoy se comienza a debatir, como en la Italia de mani pulite o el México posterior a la debacle del PRI, la forma de sanear la justicia y las instituciones. Y debemos hacerlo, entre otras cosas, para que tanto periodista que nos visita no se crea del todo eso de que somos un arcaico feudo latinoamericano. Hay un salto cualitativo que dar, y debemos darlo entre todos. Más allá de una política dirigida a lograr una mayor equidad social, podemos mejorar la calidad de nuestra gestión institucional. Eso significa dirigencia intermedia calificada, que comparta criterios acerca de la transparencia y la sana gestión de gobierno, que es una responsabilidad de todos y no sólo del Estado. En Santiago hay ya una sociedad civil que está comenzando a saberse socia de la acción política, no sólo su destinataria. Éstas son las luces y sombras, el anverso y el reverso de nuestra bella ciudad cruzada por peatonales al borde del querido Parque Aguirre, de la plaza donde el bronce de Belgrano saluda, en dirección al Amo Jesús. Ambos mantienen hace décadas una conversación silenciosa que a veces creo escuchar. Y me parece que coinciden en un punto: que su palabra, liberadora porque educativa, aún 134
no ha sido comprendida por completo en Santiago del Estero. Su mensaje no está malversado por Los profetas del odio, como diría Jaurteche, sino por personas que no saben gestionar los bienes comunes. Su déficit, antes que un tradicionalismo elemental, es su incompetencia. Tanto en términos de equidad social como de calidad de prestación de servicios, la realidad de esta ciudad es bastante ominosa. En sus mejores tiempos, la ciudad alcanzó el meritorio título de muy noble y leal cuando apenas había cumplido cuatro décadas. Ahora avanza hacia otros objetivos, que la alienten en una tarea colectiva amplia, integradora y progresista, que deje atrás esta página, como hizo muchas veces en su larga vida. Al fin de cada ciclo histórico, el dirigente que había sido su patrón, quedaba atrás, cercado por su follaje, como escribió Neruda, o por el polvo y el espanto de su absolutismo, como dijeron casi al unísono Abelardo Arias y Augusto Roa Bastos.
DANDO VUELTA LA PÁGINA Ésa no será sólo la tarea de nuestro próximo gobernante elegido democráticamente, cuando superemos los lazos que tienden los cazadores de circunscripciones, que son tramperos del país de la selva. Será también tarea de todos los que deseamos emprenderla. Sin aventura colectiva, sin promesa, sin la magia del proyecto solidario, no se puede gobernar. Y hoy las propuestas deben ser realistas, consistentes, verosímiles, creíbles. La distancia que media entre las necesidades básicas insatisfechas y la política responsable que necesitamos, es la que separa el pasado del día de mañana. 135
Una etapa increíble está quedando atrás, y superarla no será fácil. Un escritor nombra el condado santiagueño Maco, como Maco-Hondo,33 un Macondo aún más profundo, como aquel dolor que según Coco Miguel resumía el destino de la provincia. Ahora, este antiguo reino del dolor (¿por qué llora la lechuza, en la alfarería primitiva? ¿por qué ronda la víbora?) está iniciando otra lectura en el manual de ciudadanía para el Polimodal. Se trata de ejercitarse para dar vuelta la página, y comenzar a pensar desde la imaginación y la práctica, recuperando el sentido moral de las decisiones sociales que tomamos o dejamos de tomar. Hace unos meses la Biblioteca Amalio Olmos Castro inició entre sus socios un concurso acerca del nombre y el carácter que le asignarían a esta ciudad, en caso de tener que fundarla nuevamente. La pregunta decía: “¿Qué nombre le pondrías a tu ciudad, y por qué?” Se trataba de pensarla en positivo, dado que lo contrario era demasiado fácil. Algunas propuestas incluyeron el adjetivo oprobio; feudo y estancia fueron rechazados por demasiado obvios. En la primera selección nos llamó la atención esta: “Santiago, Capital de los Derechos Humanos”. El jurado coincidió en que la tierra de promisión debía proponer, como meta ambiciosa, un fruto difícil de lograr en esta tierra difícil, menos castigada por la sequía que por el espanto. El concurso sigue abierto.
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Pablo Tasso, en “Todos somos Juárez”, www.acilbuper.com.ar,
2002.
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PLAN MAESTRO34 PARA LA TOMA35 DEL PODER36
A Gerardo Sueldo y Mario Bonacina, in memoriam.
COMIENZO utilizando el título de una obra de Honorée de Balzac, amparándome en un paralelo tan desventajoso para él como favorable para mí, para resaltar lo improbable: que un amante de la literatura y la poesía pueda proponerse la acción política. Esto ya es un signo del estado de nuestra sociedad, aquel en que el malestar alcanza un grado máximo, y hace pensar hasta a quienes sólo utilizan la pluma, que en ella sea posible empuñar, a más de una espada, una bandera. Es sabido que mediante la fuerza el poder construye obediencia, y adhesiones mediante su discurso. En esto último reside el poder de la ideología, que justifica sus propios actos. Pero la eficacia última del poder consiste en producir la mayor aceptación, el menor rechazo que sea posible. Un poder de esta naturaleza sería lo más parecido a un gobierno justo. 34 Confeccionado con criterios de planificación estratégica, cultura revolucionaria, espíritu liberal y provinciano y estética moderna. 35 Pacífica, desde luego. Pero decidida y firme. 36 En sentido estricto, el poder de decidir nuestro destino.
Sin embargo, en esta Santiago del Estero de comienzos del siglo XXI, el poder que se ejerce desde el escritorio del palacio, las bancas legislativas, el estrado del juez, o la banca que los banca a todos ellos, ha obtenido el paradójico logro de producir un rechazo creciente, que se extiende como una oleada, en círculos concéntricos, hasta llegar al cuarto del obrero, el patio del chipaquero, el diálogo de los desocupados, el rancho campesino o el aula del estudiante. ¿Por qué habríamos de asombrarnos de que llegase también al cuaderno del poeta? Estamos ante un caso, entonces, de ineficacia del poder. Los santiagueños comenzamos a percibir que los ocupantes del palacio están contra nuestros intereses, que la promesa de la justicia social, de la tierra para el que la trabaja, y de la igualdad ante la ley, está siendo negada por el poder. Los principios se enfrentan hoy con límites inexorables: el cordón del hambre que rodea ciudades y pueblos, el desalojo campesino, y la discriminación política. En verdad, la de gobierno es otra casa tomada, pero no por el pueblo, como en la metáfora de Cortázar, sino por quienes usurpan su nombre. Parece necesario, entonces, revisar este presente santiagueño, repleto de arcaísmos y de simulaciones teatrales, propias no ya del antiguo régimen sino de un aislado feudo latinoamericano del presente, en el cual se han refugiado las artes de los sofistas, las astucias de los leguleyos, y la magia ambulante del embaucador. Parecerá una imagen exagerada, pero creo que una buena parte de la ciudadanía santiagueña se parece a esos pobladores de la pampa bonaerense rodeados por una jauría de perros salvajes, según lo describe Enrique Molina en Un sombra donde sueña Camila O’Gorman. La presión, el asedio, la persecución, pueden resultar en algún momento insoportables, aun en una sociedad 138
que estuvo y está acostumbrada a la dominación patronal, cociéndose a fuego lento —por así decir— en un antiguo orden social conservador, de élite familiar primero, y de corporación de intereses en los últimos tiempos. Porque no hay ya en Santiago una minoría rectora, ni un grupo de aristócratas que gobiernen con ideas sanas, como quería Platón en La República, sino sólo un patriarca envejecido, otrora lúcido pero ahora solitario en su otoño, rodeado de oportunistas y de su histórica feligresía, que creyó honestamente en él y en el peronismo, pero que ha sido detenida en el tiempo por su mano de caudillo, que atrasa como la manecilla de un reloj al que se le va acabando la cuerda. Es entonces cuando un grupo numeroso de ciudadanas y ciudadanos, de todas las edades, provenientes de las comunidades de ideas más diversas, unos independientes, otros con adhesiones a diversas corrientes de pensamiento o estructuras partidarias, comienza a darse cuenta de la necesidad de introducir en Santiago del Estero el oxígeno y el agua vivificante de lo mejor de los nuevos tiempos, que aún no llega a respirarse, ni humedece las antiguas raíces de su historia. Respirar y vivificarse en el rebrote del centenario tiempo santiagueño es, aun antes que una oportunidad histórica, una responsabilidad moral, de fe política y de ética ciudadana, que nos pide, como pidió muchas veces a otros argentinos en todo tiempo y lugar, salir a la calle y actuar, en beneficio de los valores e intereses públicos que han regido a las sociedades herederas de la modernidad, cuando optaron por la democracia política, el respeto humano, la paz y la justicia. Éstas son condiciones necesarias para aspirar a construir un desarrollo social equilibrado, proyectos personales y comunitarios responsables y libres, donde se pue139
dan cumplir los preceptos constitucionales, y también vivir dignamente, aspirando a disponer de una calidad de vida que no nos discrimine entre pobres y ricos, y que nos conceda a todos la posibilidad del más alto derecho que un ciudadano o ciudadana de la República merece: el de la estima de sí mismo. Pero mantener esa autoestima nos reclama a todos un esfuerzo: el de decir nuestra palabra, venciendo el miedo con que nos limita el pasado y la costumbre de la subordinación, que pide callar, que enseña a bajar la voz, a no decir sino lo que se espera que digamos. Ese tiempo, lo decimos, ya ha concluido. Y para comunicar esa mínima idea hemos asumido el compromiso de anunciar un tiempo difícil pero hermoso, en el que los santiagueños podamos decidir nuestro destino, sin enfrentarnos a la censura, el exilio de la emigración, o los colmillos de la jauría.
CINCO OBJETIVOS DE CORTO Y MEDIANO PLAZO
Superar la pobreza, la marginalidad y la exclusión. Dicho así parece pretencioso, pero ¿por qué no plantearlo, si ése es nuestro principal problema? Se trata de unas 250.000 personas que en esta provincia se encuentran bajo la línea de pobreza. Muchos de ellos ignoran su condición precisa en términos de nivel de vida, porque “la vida fue siempre así”, como me dijo un anciano en Otumpa. Porque muchos no lo saben, y porque consideran la pobreza como un estado “natural”, casi ninguno corta las rutas (hasta ahora). La tasa de mortalidad en
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áreas rurales está entre la más altas del país, y la infantil se ignorará hasta que la desocultemos. Este problema no lo pueden solucionar los programas asistencialistas hasta ahora en uso, que son una rémora de las políticas populistas, que las utilizan para servirse a su antojo del voto de los pobres. Pero si esto no nos ha parecido importante hasta hoy es porque nuestra mirada está también acostumbrada a este estado de cosas. Atacar las condiciones que generan pobreza será un imperativo moral sólo en tanto y en cuanto podamos percibirlo en su dramática magnitud, que está más allá de los guarismos. Es también hambre, la forzada anorexia de la precaria vivienda suburbana, aun más cruel que la del rancho en el monte. Son también los niños que no alcanzarán la plenitud de sus condiciones físicas, intelectuales y emocionales, y los que morirán antes de cumplir un año. Se expresa en violaciones y embarazos, partos y abortos de madres adolescentes, niños desprotegidos, entregados o vendidos; pero aún no disponemos de estadísticas que nos lo digan. También, en consecuencia, se expresa en analfabetismo, en identidades deterioradas, en deculturación, en explotación social. Ningún esfuerzo para superar el drama de la pobreza será efectivo si no lo afrontan los gobiernos locales, comprometiendo todas las esferas de acción (salud, educación, planeamiento, producción, infraestructura) y además a la sociedad civil, que en los últimos tiempos está mostrando más solidaridad social que el mismo Estado. Reconstruir la legitimidad. Antes que el necesario respeto a las leyes, debemos revisar la legitimidad, ya que tenemos muchas leyes injustas que debemos discutir: la legalidad debe ser legítima, es decir inspirada en el bien común y no en los intereses particulares. En una 141
sociedad que cultivó al mismo tiempo el despotismo y la anarquía, esto no es una empresa fácil. Los conceptos actuales de derecho y ciudadanía los aprenden los santiagueños cuando emigran a Buenos Aires, y no antes. Pero, ¿cómo educar en la democracia política si no la vivimos? Para esto no basta la instrucción cívica. (En este punto recomiendo una cita de Juan Bautista Alberdi, en El crimen de la guerra). No obstante, ya se están abriendo varias escuelas de derechos humanos, y a las que generó la dictadura agreguemos las que producen las nuevas injusticias. Sanear los poderes del Estado. Porque no hay en la provincia justicia confiable: quien es víctima de un abuso de poder irá al obispado antes que a un juzgado. Nuestra legislatura ha cobijado representantes con prontuario social, ya que no policial, desde que la inacción o la complicidad de magistrados y uniformados ha sido señalada numerosas veces por el Colegio de Abogados, el de la Magistratura, y el Gremio Judicial. ¿Qué decir de la corrupción extendida en la administración, que probablemente financia la acción política del “aparato”? ¿De la escasa competencia técnica de sus agentes? ¿De la selección según criterios particularistas antes que por mérito? ¿De la ineficacia, aislamiento o directa inexistencia de políticas regionales, económicas y sociales? Promover el desarrollo económico y social respetando a la tierra. Esto significa estímulo de la producción, capacitación, financiamiento. Apertura a la inversión desde luego, pero con reglas. Santiago posee una economía que se parece a un río revuelto, donde los aventureros obtienen la protección del Estado para esquilmar a los débiles, mediante la plusvalía del bajo salario 142
o la póliza del seguro de vida. Estimular a los emprendedores del campo y la ciudad significa creer en la microempresa del horno móvil, el telar, el cerco campesino y la finca, pero también en el parqué, la informática y la luthería. Significa también defender la sustentabilidad, que es el seguro de vida de los recursos naturales. Con histórica experiencia en una economía depredadora, los santiagueños debemos re-aprender a cuidar la tierra y toda la vida que contiene: el agua, el árbol, la fauna, y garantizarle respeto a todo propietario que respete las reglas de la casa: plantar dos árboles por cada uno que saca, dejar las cortinas forestales que establecen las leyes (cuyo cumplimiento hay que controlar) y respetar los derechos centenarios de las familias rurales, cuyos ancestros sostuvieron la economía de esta provincia durante siglos. Enriquecer el patrimonio. Ya sea que lo llamemos histórico o cultural, lingüístico o arqueológico, arquitectónico o de know how artesanal, artístico, técnico o intelectual, se convendrá que éste es uno de los principales yacimientos de nuestra erosionada riqueza. Lugares, haceres y costumbres. Modos de hablar y modos de vivir. Enriquecer el patrimonio es hacer memoria y comenzar a utilizarla. Es gastronomía y tejidos teñidos con tinturas vegetales, pero también es recuperar el orgullo de ser, y de saberlo. Todos ellos rasgos de una identidad única que los santiagueños fueron enseñados a negar, a olvidar. La mayor parte del poder que nos proponemos tomar está vacante. Ha sido entregado por nuestra dirigencia durante las últimas décadas. Estamos construyendo un nuevo campo político, definido por una multitud que de143
manda participación social. Nuestra vocación es la de un frente social y político, inclusivo e integrador, que defienda los intereses públicos que están siendo bastardeados por proyectos personales, partidarios o de grupo, con grave riesgo de nuestra supervivencia como provincia autónoma. Convocamos a tomar el timón de la autonomía, que anunciaron los más lúcidos hombres de nuestra historia, pero que hasta hoy es una empresa inconclusa, y pesa sobre nuestra conciencia como una asignatura pendiente. Hay que construir la arquitectura política para la próxima década. La meta de corto plazo más difícil de lograr: superar la desconfianza entre los dirigentes para construir una base de ideas, de organización y de difusión para lograr el apoyo de la gente, como vecinos, socios o cofrades.
HERRAMIENTAS Y POLÍTICAS ESTRATÉGICAS – Integración regional en el marco del Proyecto Norte Grande. – Fortalecer una cooperación activa con el Gobierno Nacional en proyectos sociales, económicos y ambientales. – Renovación institucional. – Reconstrucción del Estado. – Reforma de la Constitución provincial. – Etc. (continuará)
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OTROS TÍTULOS DE BARCO EDITA
Ábalos, Franklin: El abc de la diabetes. Barco edita, 2000. Alderete de More, Nelva: Historia de la Enfermería en Santiago del Estero. Barco edita, 1998. Alén Lascano, Luis; Fernán Gustavo Carreras; Octavio Corvalán; Ramón Leoni Pinto; José Andrés Rivas; Alberto Tasso; Carlos V. Zurita: Quién fue Bernardo Canal Feijóo. Barco edita, 1997. Aznárez, Ricardo; Moisés Carol; Julio Carreras; Carlos M. Fernández Loza; Raúl Lima; Fina Moreno Saravia; Guillermo Pinto; Jorge Rosenberg; José M. Sánchez Díaz; Pablo, Tasso; Edgardo D. Urtubey; Carlos V. Zurita: Cuentos de la ciudad vieja, Barco edita, 1997. Antología. Estudio preliminar de José A. Rivas. Reproducción de Horacio Abate en tapa. Aznárez, Ricardo: Tornillos. Barco edita, 1997. Reproducción de Ricardo Touriño en tapa. Carreras, Fernán Gustavo (comp.): Monseñor Gerardo Sueldo. Al servicio de los que tienen la vida y la fe
amenazadas. Co-edición Instituto San Martín de Porres y Barco edita, 2001. Cosci, Lucas: Las cartas del cielo. Barco edita, 2004. Fernández Loza, Carlos Manuel: Casas enterradas. Barco edita, 1996. Leoni Pinto, Ramón: Obra y pensamiento historiográfico de Bernardo Canal Feijóo. Co-edición Facultad de Filosofía y Letras UNT y Barco edita, 2000. López, Castor: Las economías públicas urbanas en Santiago del Estero. Marcos Vizoso y Barco edita, 2003. Pinto, Guillermo: Cuando llegan las lluvias. Barco edita, 1998. Reproducción de Diego Cuquejo en tapa. Pinter, Hugo: Los signos y los días, Barco edita, 1978. Pinter, Hugo; Alberto Tasso y Carlos Virgilio Zurita: Acuerdo de partes. Barco edita, 1981. Con tintas de Ricardo Izurieta. Salgado, Julio C.: El ave acuática. Tres parajes del monte. Barco edita, 1999. Schkolnik, Samuel: Algunas claves. Barco edita, 2004 (reedición). Tasso, Alberto: Los hambres, 1973: Secreto sol, 1982; Dibujos al carbón, 1996; Amores que no cierran, Barco edita, 1997.
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SOBRE EL AUTOR
ALBERTO TASSo es bonaerense de origen (Ameghino, FCNGSM, 1943) y santiagueño por adopción mutua. Registra a la fecha de esta edición treinta y siete años de permanencia voluntaria en el noroeste. Estudió sociología (UCA, 1972) y se doctoró en historia (FFyL-UBA, 2002). Trabajó en oficinas del estado provincial y nacional, y actualmente en el CONICET y la UNSE. Como investigador y maestro ha sostenido cursos y pláticas en aulas universitarias (y bajo los árboles) de varias provincias. Coordina encuentros culturales de poesía, ciencia e historia. Como trabajador autónomo ha hecho experiencias en publicidad, periodismo, artesanía en cuero y madera, pintura, retrato al pastel, venta de rulemanes, restauración de lámparas y diseño de artefactos utilitarios. Co-dirige el sello Barco edita (19 títulos). Es miembro de la Fundación El Colegio de Santiago, la Biblioteca Amalio Olmos Castro y la Biblioteca Sarmiento. Escribe poesía y otros géneros. Tiene 62 años, está casado y tiene cuatro hijos. Correo electrónico:
[email protected]
Cuadernos de campo es una serie de divulgación que contiene anticipos de Pequeña historia de Santiago del Estero, aún en realización. Esta serie se vende y distribuye por suscripción. Primeros títulos: 1. Plan Maestro para la toma del poder y otros escritos de interés 2. Ensayos casi sociológicos 3. Soliloquio en la torre y otros comienzos de novela 4. Autobiografía a medio contar 5. Una hora en la noche del geógrafo y otros cuentos 6. Incidentes al anochecer 7. Manual del joven investigador 8. Nuevas crónicas de inmigrantes 9. Visita guiada a la historia de Santiago 10. Esquema del carácter santiagueño 11. Pampazén. Una biografía apócrifa 12. Manual del aprendiz de bibliotecario