LA TIERRA DE NAHIM
Yanai cruzó la carretera prácticamente sin mirar, maldiciendo entre dientes por centésima vez el maldito despertador. Ya eran catorce días los que llevaba sonando con retraso, y si la situación se repetía un par de veces más, se iba a meter en un buen lío. Sí, justo lo que necesitaba, más problemas. ¡Estupendo!, Cómo tenía pocos... A escasos metros del edificio aminoró el paso y respiro hondo para recuperar el aliento. Un grupo de jóvenes estaba sentado en los escalones de la entrada y Yanai pudo reconocer a algunos de vista. A1 pasar junto a ellos oyó las mismas risitas críticas que venía escuchando desde que se matriculara en ese centro educativo un mes atrás. ¿Y qué si le gustaba vestirse como un "dandi" del siglo diecinueve?. Pena que no pudiera ponerse miriñaques, que si no... disimuladamente miró de reojo a uno de ellos. Mario era, y no lo ocultaba, el chico más popular del instituto. Yanai sospechaba que, dada su popularidad, debía tratarse de un estúpido arrogante, pero, fieles a la verdad, no podía negarlo, el chico era un auténtico bombón. Cuando finalizó las clases su tutor le pidió que se quedase cinco minutos más, para tratar su problema con la puntualidad. Cinco minutos que se convirtieron en un cuarto de hora de interrogatorio. A1 salir, por fin, un viento cortante y las primeras gotas de lluvia le recordaron que lo más sensato ese día habría sido quedarse en la cama. Dudó un momento en la puerta y finalmente se dirigió hacia la parada del autobús. Tarde o temprano su madre tendría que enterarse de que querían hablar con ella, pero si se lo decía en el trabajo, rodeadas de otras personas, la situación sería menos violenta. No podría soltarle el discursito más que oído de "necesito todo tu apoyo, no que nos aumentes los problemas. Yo también echo de menos a tu padre, pero la vida continúa y sólo nuestra unidad...” Sí, indiscutiblemente iría al almacén. La parada estaba casi oculta en el rincón de un parque y era bastante, por no decir completamente, ruinosa. Sólo había una parada y era directa a la vieja fábrica de las afueras. La lluvia arreciaba y no le vio hasta que por poco se choca con él. Sorprendida se preguntó qué interés podía tener Mario en ese autobús y su destino, pero no dijo nada. Tiritando por el frío se despegó con furia la falda mojada que se adhería a sus piernas. -Vas a pillar un buen trancazo. Yanai giró la cabeza con rapidez y le observó por unos instantes, tratando de adivinar si hablaba en serio o estaba burlándose ella. No lo logró, y, sin embargo, para evitar confusiones, le replicó. -Qué perspicaz. Volvió a hacerse un incómodo silencio, y Yanai, para no quedarse helada, se cambió de sitio. Se apoyó en una pared de piedra que había en el lado derecho y que constituía el final del parque y e1 comienzo de un edificio. Unos yerbajos crecían en ese rincón húmedo y tapaban parcialmente varios centímetros de pared, apartándolos con el pie por hacer algo y matar el tiempo, se percató de que había un pequeño orificio en la roca a escasos milímetros del suelo. Por pura y simple curiosidad se agachó para observarlo, y de refilón vio que Mario fruncía el ceño sorprendido por su comportamiento. No pudo ser mayor su impresión cuando reconoció que, visto de cerca, no era un agujero, sino que tenía toda la pinta de ser un ojo de cerradura. Inconscientemente, su mano se elevó hasta su pecho, donde guardaba bajo el blusón una llave de bronce de unos once centímetros de largo que encontró en un río. No era muy antigua, un amigo anticuario le había dicho que no superaba los ochenta años, aunque tenía una hermosa forma y lo cierto era que Yanai no se despegaba de ella. Se sentía segura, y le gustaba notar la suavidad del metal en su piel. Tocó delicadamente la roca y se preguntó qué demonios hacía algo así ahí. Las nubes, cada vez más oscuras, dominaban el cielo. -¿Qué te ocurre?.- Yanai ni lo miró. -Nada. -¿Y qué es eso?. -Es lo que estoy intentando descubrir, ¿te importa?. -En un acto reflejo, casi darse cuenta, se había sacado el collar del que pendía la llave. Mario, al verla, se acercó hasta ella. -No será la de tu casa, ¿verdad?. -Yanai irguió la cabeza y le miró con fastidio. Después continuó con lo que estaba. Comenzaba a introducir la llave lentamente cuando sonó la explosión.
Se despertó con un tremendo dolor de cabeza. E1 sol le hizo apretar los párpados y sintió al tacto de su mano que estaba sobre hierba. A1 asimilarlo, se levantó con una exclamación. Cielo santo, ¿donde estaba?. Miró a su alrededor y solo vio suaves colinas cubiertas de espesa hierba. Se extendían hasta más allá de la vista, excepto por su espalda, donde a un kilómetro aproximadamente se elevaba, silenciosamente majestuoso un bosque. No pudo reprimir un sollozo, ¿Dónde estaba?, ¿Qué había pasado?¿, ¿Qué fue aquella explosión?. El lugar era indudablemente hermoso pero Yanai no estaba para tales observaciones. Su mente era una rueda que giraba a velocidad de la luz tratando de hallar respuestas a lo sucedido. Entonces recordó lo de la llave. Su mano buscó el tacto familiar bajo la ropa, pero no lo encontró. Oh! Dios mío... ¿y Mario?, ¿Se encontraría por ahí?. Por intuición supuso que no debía andar muy lejos. Ambos estaban juntos cuando sonó la explosión así que debió de mandarles a la misma distancia. Porque ESO era lo que había ocurrido, ¿no?, seguro que hubo un escape de algo, explosionó y por la fuerza de la onda expansiva ella acabó en un ... un... ¿Un qué?, ¿prado, parcela, jardín privado?. Se preguntó por un momento si siquiera estaría en la misma ciudad. Estaba decidiendo qué hacer a continuación cuando vio en una colina cercana a un hombre. El sol la reflejaba y no le permitía verle con claridad, aunque eso quedó solucionado cuando él comenzó a caminar hacia ella. Yanai se paralizó y en el mismo instante contuvo la respiración. No podía ser cierto lo que estaba viendo. El hombre hizo un movimiento de saludo con la mano. Yanai miraba fijamente la cabeza del extraño. Era una especie de casco plateado, de un finísimo metal y con los mismos entrantes y salientes que se aprecian en una cara. Parecía flexible y era evidente que al hombre no le molestaba en absoluto. E1 "casco", llegaba hasta el cuello, dejando únicamente al descubierto la boca y los ojos. E1 hombre llevaba el pecho desnudo y en las extremidades inferiores aparecía de nuevo ese extraño metal, a modo de pantalón. Por lo poco que podía apreciar Yanai debía tratarse de un hombre joven, y su torso evidenciaba que también atlético. Inconscientemente, retrocedió unos pasos. -Has despertado, por fin. -Yanai abrió la boca pero fue incapaz de emitir sonido alguno, entonces se percató de que pese a haberle entendido perfectamente no le había hablado en ningún idioma conocido, mucho menos español. ¡Señor!, cada vez se sentía más confusa. -Me llamo Méndel. Tu amigo está en nuestro poblado, ven supongo que querrás reunirte con él. -Le dirigió una sonrisa sincera. -Vamos, ven conmigo. -Yanai continuó observándole. Méndel la tendió una larga y bronceada mano: -venga. no temas, no voy a hacerte daño. -¿Dónde estoy?. -La joven se sorprendió mentalmente, acababa de utilizar ese lenguaje sin ni siquiera pensar, y no obstante era la primera vez que lo oía en su vida. E1 hombre hizo un gesto abarcándolo todo. -Bienvenida seas a la Tierra de Nahim. Antes de que Yanai pudiera hacer otra pregunta, Méndel se adelantó. -Te lo contaré todo ...de camino a casa. Lo que vio al llegar fue, como todo en ese lugar hasta ahora, unas extrañas construcciones de formas geométricamente perfectas hechas del mismo metal que cubría parcialmente a Méndel y que se extendían a unos cuatro kilómetros. E1 paisaje parecía sacado de un cómic surrealista: la alta, lustrosa y hermosa hierba danzando suavemente junto a pentágonos, romboides, conos... Méndel la llevó hacia una "sencilla" construcción piramidal. Antes de que le diera tiempo a nada salió por la puerta frontal un nervioso Mario. -¡Gracias a Dios!, ¿Estás bien?, ¿tienes algún golpe, no sientes nada?. ¡Oh Dios!, menudo lío, ¿qué pasó?, recuerdo la explosión pero a partir de ahí... -¡¡Para!!. No me pongas más nerviosa. -No le diría ni en mil años lo muchísimo que se alegraba de verle. Aspiró hondo varias veces. -Estoy bien y no me duele nada. Veo que tu también... en fin, no importa. No, no sé lo que pasó aunque muy amablemente hemmm... Méndel me lo ha explicado. -¿Lo de la puerta y todo eso?. Sí, a mí también. ¡Este tío está mal de la cabeza!, -le miró de reojo-, aunque parece inofensivo. Yanai miró a Mario con los ojos entrecerrados. -¿Te has parado a mirar a tu alrededor?, ¿de verdad crees que el loco es él?. Por favor Mario. Quizá sea yo quien me esté volviendo loca, pero le creo. Es total, absoluta y completamente increíble, -se encogió de hombros-, ¡pero me lo creo!. Creo en la existencia de ovnis, ¿porqué no en una tierra intermedia entre el cielo y el infierno?. Tras comer algo en casa de Méndel, éste les mostró el pueblo. Yanai quiso saber de dónde salía esa gente, cómo se había creado ese mundo, pero Méndel no pudo darle una respuesta concreta. Ni lo sabía ni le importaba. ¿Cómo llegó él hasta allí?, tampoco lo sabía, que él recordara, siempre había vivido en la Tierra de Nahim. De repente, Mario, que había estado en silencio durante todo el trayecto, se giró hacia Méndel - Hay algo que me pregunto. Al darnos la comida dijiste que era la cena, sin embargo de eso ya hace más de dos horas y el sol está exactamente igual que cuando yo me desperté.
Méndel sonrió; -Este es un lugar especial. No oscurece nunca. E1 material del que están hechas nuestras casas y el que nos viste sólo se encuentra en esta zona, pero sin sol se reduce a polvo. Es la luz solar la que lo convierte en un material sólido -Yanai aprovechó para interrogarle acerca de su vestimenta. Méndel se echó reír. -¡Tampoco lo sé!. Quizá sea porque carecemos de pelo y es un protector para no quemarnos la cabeza. -Bromeó. -No, en serio, no lo sé. Tenéis que entender algo. Aquí no nos planteamos el porqué de las cosas. Todo está ...a nuestro gusto. De nada carecemos ni nada nos sobra. Nahim es ...así. -Mario intervino otra vez. -¿Y puedes decirnos porqué te entendemos y hablamos una lengua que no hemos oído jamás en toda nuestra vida?, ¿puedes hacerlo, eh?. -A eso sí puedo responderte. Es 1a lengua que conservamos en nuestro subconsciente Es más que una lengua vernácula, es ...¿cómo explicaros su magnitud?. -Méndel se encogió de hombros, -Es el silencio hablado. Cerrad los ojos, concentraos en el origen, el primer sonido, y fluirá de vuestras bocas como ahora. -Algo más, -musitó pensativo Mario, -¿cómo demonios se puede salir de aquí?. De repente, tras las palabras de Mario, se hizo un tenso silencio. Yanai sintió un ligero estremecimiento al percatarse de que se había olvidado completamente de la crítica situación que estaba viviendo. Se sentía tan ...fascinada por todo lo que la rodeaba que se había olvidado de regresar. Dios mío, si Mario no lo hubiera mencionado ..... Las palabras de Méndel sonaron renuentes. -Encontrando la llave. -Con otro temblor, Yanai les recordó que no sabía donde estaba -Entonces tenéis que buscarla. -Fue la réplica de Méndel. Volvieron a la casa bajo el cálido sol, y desde allí a la colina donde despertó Yanai. No había ni rastro de la llave. Misteriosamente, Méndel expresaba una alegría incomprensible. -¡No lo entiendo! -Se quejó la joven. Miró al silencioso Mario sintiéndose culpable de que él estuviese allí. Se sentó en e1 mullido césped y observó el cielo con pesar. -Siempre tengo que fallar a alguien. Ésa ha sido, y será, la historia de mi vida. -¡¡Mira!!, -Gritó de pronto Mario señalando a un pájaro. Este, de un hermosísimo color lila y gran tamaño, emprendía el vuelo a escasos metros de ellos con un objeto reluciente en el pico. -¡Es mi llave!. -Yanai se incorporó de un salto y se dirigió hacia el ave, que con elegantes aleteos se introducía en el bosque cercano. Méndel se acercó a ellos. -Era un azalara. Son inofensivos pero viven en una zona poco recomendable. Les encanta lo llamativo, por eso vienen aquí. -¿Qué hacemos?, -Sollozó Yanai. -¡Ir a por él, naturalmente!. -Respondió Mario. Méndel le puso una mano en el hombro. -Estoy de acuerdo contigo, pero ...yo ya no puedo guiaros, pues el bosque es oscuro y puedo correr un gran riesgo. Si vosotros....-De repente pareció acordarse de algo, -Si esperarais un poco sé de alguien que... -¿Cuánto es un poco?. -Preguntó Mario. Méndel se mostró nervioso. -Bueno, eh ...dos, no, unos cuatro días. -Yanai ocultó la cara entre las manos con un gemido. -Demasiado tiempo, lo haré yo. -Dijo Mario, y sin más preámbulos se encaminó hacia los árboles. Yanai se lanzó tras él. -¡No, espera!, ¡Mario, no sabemos que hay!. ¡Por favor...! -La chica tiene razón. -Intervino suavemente Méndel. Mario frenó bruscamente y se acercó hasta Yanai, de modo que sólo ésta pudiera oírle. -No voy a quedarme aquí ni un minuto más. Aún no estoy muerto, y tu tampoco. No deberíamos estar aquí ....todavía. Yanai le miró boquiabierta. ¿Qué insinuaba?, miró a Méndel y al instante comprendió que Mario tenía razón. ¿Cómo no se había dado cuenta?. Alá, Yahvé, Dios, Mahoma, Jehová.... Nahim... -¡Espérame!. -Sujetándose la falda se alejaron juntos hacia el bosque.
-Pues no parece peligroso. -Comentó Yanai. Se oían cantos de numerosos pájaros, y plantas que ninguno de los dos había visto antes cubrían la tierra. -¡Mira!, es como una ardilla. Ya era hora de que viera algo... Una sombra lila les sobrevoló hacia el interior y al instante ambos jóvenes se lanzaron a seguirla. -¡Ah, maldita falda!. Juro por lo más sagrado que cuando salga de esta voy a tirarlas todas y me compraré diez pares de vaqueros. -Hazlo y te mataré. -Le replicó Mario mientras le cogía de la mano para darle más impulso. Aminoraron la marcha al ver el pájaro descender y apoyarse en una gruesa rama. Miraron alrededor pero no vieron más pájaros. -¿A qué está esperando?, -Murmuró Yanai. -Chist. De repente Mario se acercó hacia el minúsculo claro donde se elevaba el árbol en el que estaba el pájaro. -¿Qué haces?, ¡Vas a asustarlo!. Mario se giró hacia ella. -¿No notas nada raro?. Mira el suelo. La tierra está removida, como si se excavara en ella con frecuencia. -En apenas un segundo, los dos se agacharon y comenzaron a apartar la tierra. -¡Bingo!. Mira, un collar. ¡Los entierran!, Mario, recuérdame que nunca se ha de sacar una conclusión de alguien sin antes conocerlo. Mario le sonrió. -¿Eso va por mí?. Mientras tanto, el pájaro se alejaba de nuevo, pero ninguno de los jóvenes puso atención al hecho. -¡La encontré!, ¡la tengo!, ¡por fin ....-Yanai se calló repentinamente. Miró con fijeza a Mario. -¿Qué es ese ruido?. Él hizo un gesto de silencio. Un ...chillido agudo e intenso iba recobrando vida por todo el bosque, y cada vez estaba más cerca. Incluso los sonidos naturales que antes había, enmudecieron al surgir este. Yanai comenzó a sentir una presión en los oídos y se los tapó. -Hay que largarse de aquí, ¡y ahora!. -Mario también sentía esa presión y no le sorprendió demasiado que una bandada de pájaros lilas surgiese de la nada y se lanzase hacia ellos. Tapándose los oídos del insoportable sonido, tiró a Yanai de la manga, logrando con el movimiento que la llave saliera disparada. -¡Vamos, corre!. -¡Estúpido, la llave!. -Cerrando los ojos por reflejo del dolor de cabeza que causaban los graznidos, Yanai se tiró a tierra buscando la llave. Sentía que perdía la consciencia por segundos, y cuando estaba segura de que la cabeza iba a estallarle, su mano topó con la familiar forma. Se levantó como pudo y tambaleándose se alejó del círculo. Mario le cogió de nuevo y la arrastró hacia la salida.
Súbitamente, Mario sintió un frenazo. Desesperado, se giró y vio la falda enganchada en un arbusto espinoso. -¡¡Tira!!. -Le ordenó sobre el ruido que les rodeaba. -¡Eso hago!. -Lloró Yanai. Finalmente, y tras un esforzado tirón, un jirón de falda quedó pendiendo del arbusto y ambos reemprendieron la carrera. Llegaron a las plácidas colinas jadeantes y con un terrible dolor de cabeza. -¿Estás bien?. -Le preguntó Mario. -¿Tú?. -Sólo quiero volver a casa. Darme una buena ducha y ver un buen partido en la tele.
- Sí, me parece una excelente ....¡Méndel!. -Se acercaba hacia ellos con una sonrisa enigmática. -Enhorabuena, lo conseguisteis. ¿Ha sido muy difícil?. Ahora querréis volver a casa, ¿no?. -¿Pero cómo...?. -Antes de que Mario finalizara la frase una inmensa bola negra se abalanzó hacia ellos salida de ninguna parte y todo se convirtió en oscuridad.
-Yanai, oh por favor, hija mía, Yanai... Abrió los ojos lentamente y vio el conocido rostro de su madre inclinado sobre ella mientras la lluvia les caía con violenta fuerza. De pronto su madre se echó a llorar y la abrazó. -Gracias por despertarla , Dios mío. -Mamá...¿qué -sentía la garganta seca, -qué ha ocurrido?. -Nada mi amor, lo importante es que estás bien. -Yanai vio a su alrededor bomberos y un par de ambulancias. -Mamá, había un chico.. conmigo en la parada, y yo .... ¿está bien?. -Lo siento cariño, no lo sé. Desde que me llamaron no me he separado de tu lado. Ahora descansa, vida. Pronto estarás en casa. Tres días después, lunes, Yanai decidió reincorporarse al instituto. Su madre no estaba muy conforme, pero los médicos decidieron que eso le haría bien. Cuanto antes olvidara la traumática experiencia de un derrumbamiento, mejor que mejor. Salió de casa disparada, prometiéndose a si misma que ese sería el último día de su despertador. Es más, comenzó a planear por dónde empezaría a darle de martillazos. E1 sol brillaba tímidamente cuando llegó a la puerta del instituto. Fuera no había nadie , pero cuando quiso abrir vio que algo se lo impedía por dentro. La puerta se abrió de golpe y comprobó que era un grupo de chicos. -Bonita falda. Es una cortina ¿no?. Abrió la boca para contestar cuando una voz sonó a su espalda. -¿Tienes algún problema con ella, tío?.- Yanai se giró y vio a Mario de pie, en actitud amenazante...y un brazo en cabestrillo. "¿Ha sido siempre tan guapo?", pensó. E1 "gracioso" calibró por un momento su enclenque cuerpecillo con el atlético de Mario, y con un encogimiento de hombros se alejó con sus amigos. Yanai se quedó donde estaba odiándose por no saber como diantres reaccionar. Al fin y al cabo, llegó a la conclusión durante el fin de semana que todo había sido un sueño muy realista. ¿Qué necesidad había de recordar algo que no había ocurrido? -Veo que continúas con tus faldas. Me alegro. La joven se quedo sin habla. -Yo... yo... estaba preocupada por ti. Bueno, desde el viernes ...cuando...- Mario comenzó a sonreír mientras se acercaba a ella. -Ya hablaremos del viernes luego, tomando un café. El corazón de Yanai dio un vuelco. -Y ahora.... Mario estaba a su altura. Se agachó hacia ella y le dio un suave beso en la mejilla. -Ahora te acompaño hasta clase, no vaya a ser que, al final, acaben por abrir un expediente. Vanessa Martínez Clavijo
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