Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Homenaje al cumplirse los 550 años desde la caída de la milenaria ciudad ante los turcos en 1453.
La caída de Constantinopla
o la crónica de una batalla sin igual en la historia El final del sueño de la recuperación del imperio bizantino Trabajo efectuado por José Marín, Hilario Gómez, Guilhem de Encausse, Rolando Castillo, Francisco Aguado, Eva Latorre, y que incluye un reportaje a Eusebi Ayensa. Dirección Rolando Castillo.
Estudios realizados.
Los Últimos Siglos Constantinopla Fatih Mehmet Crónica de la de Bizancio. 1453: Sitiadores y II. El Campeón Caída de Por José Marín Sitiados. Por del Islam. Por Constantinopla. Hilario Gómez Guilhem de Por Rolando Saafigueroa Encausse. Castillo.
Crónica de la Caída de Constantinopla. Por Rolando Castillo.
Constantinopla La última caída Reportaje a después de de Eusebi Ayensa Constantinopla. Constantinopla. (sobre mitos y Por Francisco 1923 leyendas Por Eva Aguado. originados a Latorre. partir de la caída). Por Rolando Castillo
Homenaje en el 550 aniversario de la toma de Constantinopla de 1453.
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LOS ÚLTIMOS SIGLOS DE BIZANCIO José Marín Riveros I. La contracción territorial II. La crisis económica III. Las Cruzadas: una herida mortal IV. Luces y sombras. a. Las letras y las artes b. Belisario y el desastre La muerte del Imperio Bizantino fue precedida de una larga y dolorosa enfermedad, que poco a poco fue minando política, económica y militarmente sus cimientos. Después del glorioso período de la dinastía Macedónica, y desde la segunda mitad del siglo XI, Bizancio sufre pérdidas de territorios y desmembramiento del estado, confusas luchas dinásticas, agresión de extranjeros (latinos y turcos) y una aguda crisis económica.
I. La contracción territorial El desastre de Mantzikert, en 1071, marca el inicio de un drama que tendrá un punto álgido en 1204 -la Cuarta Cruzada- para finalizar en un fatídico epílogo en 1453, uno de esos "momentos estelares de la Humanidad", en palabras de Stefan Zweig.
Bóveda de mosaico de Santa Sofía
Mantzikert puso en evidencia, de manera rotunda, que el aparato militar bizantino ya no estaba para grandes conquistas; en la práctica, por lo demás, el ejército estaba formado por mercenarios, de dudosa lealtad y escasa disciplina. El mismo emperador, Romano Diógenes había sido capturado por los turcos infieles, lo que le valió perder la corona y ser cegado cuando volvió a la Capital, falleciendo al poco tiempo a causa de las heridas. Al mismo tiempo, pero en el flanco occidental, el reino normando de Sicilia arrebataba a Constantinopla sus últimas posesiones en Italia, al apoderarse del estratégico puerto de Bari. La historia del Imperio ya no volvería a ser la misma; Bizancio no sólo no pudo reconquistar todos los territorios perdidos, sino que, incluso, en las centurias siguientes tuvo que ver a su Corte Imperial instalada en el exilio, ser testigo del desmembramiento progresivo de sus dominios (por ejemplo, el Despotado de Morea o del Epiro, y presenciar, sin gran poder de intervención en el proceso, cómo sus dominios directos se reducían cada vez más en manos de los turcos, primero selyuquíes y luego otomanos, hasta que finalmente la Capital se confunde con el Imperio todo, quedando como una ínsula cristiana en medio de un océano islámico. El Imperio había ido cayendo poco a poco, igual que algunos de sus vecinos, varios de ellos otrora poderosos estados rivales. Asia Menor, zona clave desde el punto de vista estratégico y económico, ya en el siglo XIV está en poder de los turcos, quienes también avanzan ya sobre Europa conquistando la región de los estrechos; la caída de la importante ciudad de Adrianópolis, era cuestión de tiempo, y desde allí el camino quedaba abierto hacia la Europa Balcánica: Serbia y
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Bulgaria debieron aceptar el yugo otomano, que ya entonces se empinaba como un Imperio eurasiático. Permítasenos ahora una pequeña digresión con el objeto de comprender mejor una noción que puede ser confusa para el público lego en la materia: ¿Es posible, cuando Bizancio ya no es más que una Capital sitiada, seguir hablando de Imperio? De hecho, el espacio geográfico no basta para definir un Imperio, aunque tendemos a asociar este concepto con enormes extensiones de territorio que obedecen a un monarca único. Aparte del aspecto geográfico, es preciso agregar una conciencia que tiene que ver con una tarea histórica y misional, lo que está siempre detrás de la pretensión universal de los imperios. Esa convicción es la que lleva y empuja a civilizar el resto del orbe para integrarlo a un orden superior. Es necesario considerar aquí, como motor y fuerza generadora, la identificación con una religión superior, con una fe que igualmente tiene pretensiones universales. La realidad del Imperio es, además, mimética, ya que imita, aquí en la tierra, el mundo celeste, único, firme e inconmovible. De allí que al cielo se le llame, justamente, "firmamento", que contrasta con las realidades siempre cambiantes del mundo histórico. Así como existe un Dios en lo alto, y un Reino Celeste, así también debe existir un emperador que gobierna sobre un reino terrestre. De allí que la tarea histórica y misional del emperador no es sólo garantizar el bienestar material (que, de suyo, es importante), sino conducir a la humanidad que le ha sido encomendada, a la salvación eterna. Así, pues, mientras esos imperativos estén vigentes, el Imperio existe, independientemente de su extensión geográfica. El caso bizantino, precisamente, es ejemplar al respecto: a lo largo de su milenaria historia, en el siglo VI llegó a dominar todo el Mediterráneo; más tarde, debido a invasiones de diversa índole (lombardos, ávaros, eslavos, musulmanes), su territorio se redujo notablemente, para lograr luego una cierta recuperación (en el ámbito del Mediterráneo Oriental) con la dinastía Macedónica; finalmente, en vísperas del asalto otomano, el Imperio no es más que Constantinopla, y sin embargo podemos afirmar que éste existe, porque allí están, en la Capital, el emperador y el patriarca, convencidos de su misión histórica. No importa, en verdad, si ya no es más que una cabeza sin cuerpo; lo que de verdad es relevante es que, frente a los avatares históricos, la convicción imperial sigue vigente: y es que muchas veces el Imperio pareció sucumbir y, no obstante, se vivieron luego épocas de recuperación. En definitiva, no se claudica de los Columna en el flanco norte ideales sino que se confía en la Providencia. de Santa Sofía.
II. La crisis económica Por otro lado, mientras Bizancio tambaleaba, en el oeste del Mediterráneo se encumbraban nuevas potencias, como Venecia, Génova o, más tarde, Aragón y Cataluña. Ya en el siglo XI, y antes de la Primera Cruzada, el Imperio (obligado por sus necesidades militares) había firmado tratados desfavorables con las potencias
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo italianas, de modo que, poco a poco, el comercio fue pasando a manos occidentales. En el siglo XII, por ejemplo, la aduana veneciana de Constantinopla, recaudaba 300 mil libras de oro, mientras que la aduana bizantina, sólo 20 mil. "En el siglo XI se revitalizan las líneas comerciales mediterráneas, favorecidas por el impulso de ciudades como Amalfi, Palermo, Génova, Pisa, Venecia, Barcelona, Mallorca o Ragusa. (…) La capitalidad comercial se libra a Génova o Venecia, dos verdaderas repúblicas comerciales de distinto sesgo… Controlan el mercado oriental, mediatizando la "Rumania", es decir, el agónico Imperio romano oriental, de modo claro tras el asalto de su capital en 1204, acentuando una tendencia suficientemente nítida ya en 1180, cuando Bizancio acogía 60.000 italianos, principales gestores de la comercialización, tanto de los productos orientales como de la elevada producción bajo control estatal destinada a la exportación." El Imperio de Constantinopla se empobrecía, mientras sus vecinos se enriquecían. Así, pues, a la debilidad militar y a la contracción territorial, debe sumársele la crisis económica. La época en que todo el Mediterráneo transaba con la moneda bizantina, el solidus, quedaba atrás. Antaño, en el siglo VI, Cosmas Indicopleustes había señalado que todas las naciones hacen el comercio con la moneda romana, que es "signo del poder que Dios ha concedido a los romanos". En el siglo X, Liutprando, obispo de Cremona, escuchó decir a un dignatario bizantino: "Nosotros tenemos el oro, y con ese oro podemos sublevar a todos los pueblos contra ustedes, y destruirlos como a una vasija de barro, que, una vez rota, no se puede componer". Después de ocho siglos de estabilidad monetaria -cosa ciertamente inédita en la historia-, en la segunda mitad del siglo XI se produce la primera gran devaluación de la moneda, lo que acarreó inflación y desequilibrio en la balanza fiscal. La reforma monetaria del 1080 llevó a que el hyperpyron tuviera sólo 1/3 del valor original. Llega un momento en que el Imperio, cada vez más dependiente económicamente, debe responder a sus compromisos externos en moneda "dura", esto es, en oro fino, mientras que los impuestos se perciben en moneda devaluada, lo que a la larga generó un déficit fiscal. En buena medida, el deterioro económico tuvo que ver con el abandono de las prudentes políticas de protección del pequeño campesinado que se había aplicado en época Macedónica, cuando el Imperio alcanzó el pináculo de su poderío. Las políticas económicas entonces buscaban fomentar la producción del pequeño propietario, asegurando de paso el servicio militar y el pago de impuestos. En el siglo XI la llegada de los Comneno al poder supuso el triunfo de la aristocracia bizantina latifundista (los llamados dynatoi), frente al cual el pequeño propietario derivó en un paroiko, una suerte de vasallo. Si el sistema macedónico garantizaba producción, defensa e impuestos, el nuevo implicaba desincentiva al pequeño productor, cuyo servicio militar quedó ligado al señor, así como el pago de los impuestos, cuestión que se agrava al considerar la excoussía, esto es, la excención del pago de los tributos que a veces se concedía a los dynatoi. Debilitada su base económica, Bizancio entró en un lento proceso de declinación, sin que hubiese ningún plan de conjunto para hacerle frente. Si los mercados internos sufrieron una contracción, los externos se vieron afectados por las frecuentes guerras. El testimonio de algunos cronistas del siglo XIV es elocuente. Nicéforo Gregoras, dice: "La tierra ha quedado sin cultivar, la campiña está completamente desierta
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo y, por así decirlo, en estado salvaje. Los latinos se han apoderado no sólo de toda la riqueza de los bizantinos y de casi todos los productos del mar, sino también de todos los recursos que alimentaban el tesoro imperial." Juan Cantacuceno, por su parte, señala: "Ya no hay dinero en ninguna parte. Las reservas se han agotado, las joyas imperiales han sido vendidas, los impuestos no producen nada porque el país está en la ruina." El broche de oro habría de ser la imprudente visita de Juan V, en 1369, a Venecia, después de haber pasado por Roma para tratar cuestiones relativas a la unión de la Iglesia. El Dogo de Venecia retuvo -preso, en la práctica- al emperador por empréstitos no satisfechos. Hasta 1371, cuando su hijo Manuel acudió en su rescate con el dinero suficiente, no pudo Juan regresar a Constantinopla. La afrenta tiene dimensiones económicas y políticas, pero también, por así decir, psicológicas, por lo que significó ver al emperador comprometido en tan penosa situación. Cabe recordar que, a la muerte de Juan en 1391, la Capital era prácticamente ya una ciudad sitiada.
III. Las Cruzadas: una herida mortal Comencemos recordando la célebre Alexíada de la princesa Ana Comnena (1083-1153/54), hija mayor del emperador Alejo I Comneno, testimonio de inigualable valor a la hora de ponderar las actitudes y sentimientos de la corte bizantina frente a la Cruzada. La princesa manifiesta claramente un sentimiento antilatino, y no deja de ser sintomático que escriba, precisamente, en una época de acercamiento a Occidente, como fue la de Manuel Comneno (1143-1180).
Maravillosa cúpula de Santa Sofía.
Ana llegó a decir que la captura de la Capital por los cruzados sería cuestión de tiempo, y tenía razón. Su padre había pedido ejércitos a Occidente, pero jamás imaginó que llegarían en tal magnitud y con tales ambiciones. No es éste el momento para detenerse en detalle en el origen y desarrollo de la Cuarta Cruzada, tema complejo y difícil de abordar que ha suscitado gran controversia entre los historiadores. Pero sí subrayar que la Cuarta Cruzada no sólo distanció a la Cristiandad Latina de la Griega, sino que además implicó un golpe mortal al corazón de Bizancio. Después de pasar por Corfú y Scutari, en Julio de 1203, los cruzados llegaron a Constantinopla. Tras un breve sitio, la ciudad capituló y los latinos pusieron en el trono a Alexis, junto a Isaac II Angel, todo lo cual -promesas de ayuda incluidasno pudo evitar las disputas entre griegos y latinos ni el saqueo de buena parte de la ciudad. Las rivalidades entre cruzados y bizantinos, las ambiciones venecianas, las promesas no cumplidas, las intrigas palaciegas en Constantinopla, se sumaron para dar ventaja a los cruzados que, en 1204, terminan por imponer un emperador latino en la Capital Imperial. Ese fue el equívoco destino de la IV Cruzada, que culminó con la destrucción del Imperio Griego -cuyo emperador hubo de permanecer en el exilio en Nicea hasta 1261-, sin haberse siquiera aproximado a Tierra Santa.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo El cronista Villehardouin da cuenta del enorme botín capturado en el sitio y saqueo de Constantinopla: "Igual que este palacio se rindió al marqués Bonifacio de Montferrato, el de las Blaquernas se rindió a Enrique, hermano del conde Balduíno de Flandes, salvando igualmente las vidas de los que estaban dentro. También allí fue encontrado un tesoro muy grande, no menor que el de Bucoleón. Cada uno llenó con sus gentes el castillo que le fue entregado e hizo custodiar el tesoro; y las otras gentes que estaban dispersas por la ciudad hicieron también gran botín; y el botín fue tan grande que nadie os podría hacer la cuenta: oro y plata, vajillas, piedras preciosas, satenes, vestidos de seda, capas de cibelina, de gris y de armiño y toda clase de objetos preciosos como nunca se encontraron en la tierra. Godofredo, mariscal de Champagne, da testimonio según la verdad y en su conciencia que, desde que el mundo fue creado, nunca se hizo tanto botín en una ciudad". La brutalidad con que cristianos saquearon una ciudad de cristianos, según relatan los cronistas, fue un golpe del cual los bizantinos no pudieron recuperarse, y que dejó abierta una herida que sangra hasta el día de hoy. Nunca en Europa se había saqueado una ciudad tan sistemáticamente y nunca un ejército cristiano había obrado de tal manera. A los muertos y heridos, a la deshonra perpetrada contra laicos y eclesiásticos, mujeres y niños, se agregó un pillaje despiadado que no respetó ni palacios ni iglesias ni casas. Una prostituta ebria se sentó en el sitial reservado al patriarca en la iglesia de Santa Sofía, y cantaba obscenidades mientras soldados borrachos saqueaban el templo. Evidentemente, los bizantinos nunca podrían entender cómo cristianos, que habían hecho votos de peregrinar a los Santos Lugares para rescatarlos de manos de infieles, habían sido capaces de cometer tales tropelías contra hermanos de fe; la brecha entre la cristiandad oriental y occidental quedaba abierta, y esta vez era definitivo. El saqueo de 1204, como dice Frolow, parece aún más impío si se toma en cuenta que se hizo bajo el signo de la Cruz. Entre el año 1095 y el año 1204, cuando las Cruzadas pusieron en contacto directo por primera vez a ambos mundos, las diferencias fueron poco a poco agudizándose, hasta llegar al colapso final con la instauración del Imperio Latino de Constantinopla. Para los bizantinos era prácticamente algo esperado, puesto que desde un comienzo dudaron de los fines reales de los cruzados, como bien señala tempranamente Ana Comneno. Para los occidentales, era terminar con un gravoso problema, el imperio oriental, que entrababa sus planes en el Cercano Oriente. Charles Diehl ha trazado, con la fineza que caracteriza a su pluma, el cuadro de las sociedades que se dieron cita en Constantinopla con ocasión de las Cruzadas. "En el momento -escribe- en que las bandas indisciplinadas de la Cruzada desbordaban sobre el imperio griego su flota de invasores, Constantinopla era aún una de las más admirables ciudades del universo. En sus mercados, verdadero centro del mundo civilizado, se acumulaban y se intercambiaban productos de todos los rincones de la tierra. De las manos de sus artesanos salía todo aquello que la Edad Media conoció de lujo precioso y refinado. En sus calles circulaba una multitud abigarrada y bulliciosa, en suntuosas y pintorescas vestimentas..." Los cronistas de la época no escatimaron palabras para expresar su admiración por la ciudad que Villehardouin llamó "reina de las ciudades". Era notorio el contraste, que los cronistas bizantinos hicieron notar, con los rudos caballeros occidentales, cuyas diversiones consistían en la caza y la guerra, y que poco entendían de refinamiento y protocolo. Para los bizantinos no eran sino bárbaros despreciables (keltoí, los llama Ana Comneno, esto es: celtas), que amenazaban con querer apoderarse de la Ciudad; los occidentales, por su parte, sentían su orgullo herido por el desprecio. "Así -anota Diehl- desde el primer
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo contacto, Latinos y Griegos se miraron con desconfianza, y el antagonismo fundamental que separaba las dos civilizaciones, se hizo manifiesto en sospechas mutuas, continuas dificultades, incesantes conflictos, acusaciones recíprocas de violencia y traición". La exacerbación de los sentimientos mutuos de hostilidad tuvo su culminación en la ya referida desviación de la Cuarta Cruzada, la que, por no contar con la bendición del Papa Inocencio III, no podría considerarse como una "guerra santa". Aún más, esta desafortunada Cruzada aparecerá sólo como una expedición de carácter militar cuyo fin es el dominio político y económico del Imperio. No es que los motivos religiosos ya no estuviesen presentes; sin embargo, se estaban disociando las dos sociedades que conviven en la Cruzada, peregrinos y milites, por cuanto estos últimos, los caballeros, ya no luchan solamente por los primeros, que sí conservan un ideal religioso, sino por intereses propios y mundanos. Éstos, que son legítimos en último término, habían sido siempre aceptados, pero considerados totalmente secundarios respecto del fin religioso; a comienzos del siglo XIII, tales intereses se habían transformado en las verdaderas motivaciones, al menos de los dirigentes de la Cruzada. Inocencio III, tristemente célebre por estos acontecimientos, en realidad condenó la acción de los cruzados, tanto en Zara como en Constantinopla, por lo cual, como ha señalado Gill , atribuir a este Papa el destino de la IV Cruzada es una injusticia para con su reputación. No obstante, es preciso señalar que el Papa, una vez consumados la toma y saqueo de Constantinopla, como apunta la historiadora argentina Sara de Mundo Lo , "alabó al Señor que milagro tan grande se había dignado operar" , puesto que, entre otros motivos, no se debe olvidar que la Cruzada contemplaba la existencia de una Iglesia Católica Universal, con centro en Roma. En carta dirigida a los eclesiásticos de Constantinopla, y fechada el 13 de noviembre de 1204, Inocencio III señalaba que Dios "ha transferido el Imperio de Constantinopla del orgulloso al humilde, del desobediente al devoto, del cismático al católico, esto es, de los griegos a los latinos... la recta mano del Señor ha dado hechos de valor para exaltar la Santa Iglesia Romana, como haciendo regresar la hija a la madre, la parte al todo, y el miembro a la cabeza" . Siendo justos, hay que reconocer que el Papa no podía obrar de otra manera, es decir, después de condenar a los cruzados, perdonarlos y aceptar los hechos consumados. Como sea, la IV Cruzada aceleró irremediablemente el proceso de desintegración del Imperio Bizantino . Al mismo tiempo, dado el traumatismo causado por el comportamiento de los cruzados y la frustración griega, nació un nuevo "patriotismo bizantino", marcado por el odio antilatino y los sueños de restauración del Imperio.
IV. Luces y sombras. a. Las letras y las artes En los siglos que marcan el fin de la civilización bizantina, hubo también momentos brillantes, que llevaron a los romanos a confiar nuevamente en la grandeza imperial. En 1261 se recuperó la Capital, después del exilio en Nicea, época en la cual la labor de los Lascáridas fue notable, destacándose como buenos gobernantes que supieron mantener viva la idea imperial.
El interior de la cúpula de Santa Sofía
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo "Revitalizaron la economía agraria y el comercio, frenando, al menos momentáneamente, la creciente presencia en el Mediterráneo oriental de las ciudades-repúblicas italianas, protegiendo los productos autóctonos, sobre todo de la industria textil. Sin duda la recuperación de Constantinopla y el paso a Europa de contingentes importantes del antiguo Imperio de Nicea fueron factores que debilitaron considerablemente la fuerza del elemento griego en el norte de Asia Menor, facilitando posteriormente la conquista de los turcos otomanos" . Es interesante, hacer mención de una obra de carácter político, del bizantino Nicéphoro Blemmydes († c. 1272), quien supo mantener en alto la noción de Imperio en medio de los avatares del exilio en Nicea, llamando la atención acerca del ser y deber ser de la dignidad imperial, testimonio elocuente de la vigencia de los ideales bizantinos aun en los momentos más dramáticos de su existencia. Nicéphoro Blemmydes fue un cristiano, filósofo y poeta de una personalidad fuerte y polémica. Su tratado político es el Andrias Basilikon, obra en la cual se preocupa de las virtudes del emperador y el fin del Imperio. También fue un hombre de acción en materia política . En el tratado de Blemmydes, dirigido al emperador Theodoro II, y que consta de 14 capítulos , se nos presenta una colección de lugares comunes y principios moralizantes, que ubican a su autor en la larga tradición política bizantina. Bizancio no produjo una teoría política muy original, sino que, preservando la herencia griega, helénica y helenística, desarrolló y expandió su propia teoría política sobre lo que el emperador es y debe ser . En esta tradición, en esta labor de recapitulación y restauración del saber antiguo , la obra de Blemmydes hay que situarla dentro de los "espejos de los príncipes", escritos de elogio y consejo . Grosso modo, los argumentos que desarrolla Blemmydes en su Andrias Basilikon son los que siguen. Se define al rey como "cabeza y cerebro del cuerpo político" . El rey debe preocuparse del bien común y, como no tiene nada propio, debe velar por la seguridad y la propiedad de sus súbditos. Se preocupa de la inteligencia del emperador: "Grandes pensamientos -dice- son adecuados para aquellos que son grandes, altos pensamientos son los más propios de los pensamientos para aquellos que son altos" . El rey debe ser virtuoso y de conducta ejemplar : "¿Cómo puede ser el rey llamado justamente base y fundación (de su pueblo) -se preguntasi cae en deseos irracionales y es víctima de desordenadas e indecorosas pasiones?" ; éste debe guiarse, primero, por la razón, pero debe ser capaz de actuar resueltamente si es necesario . Continúa luego enumerando las virtudes del monarca: temperancia y cordura, clemencia , debe preservarse de la avaricia y la vanagloria , debe guiarse por la verdad , y preocuparse del cuidado de toda la administración . Es fundamental, pues, y el caso de Blemmydes es ejemplar, que en momentos tan aciago, haya habido voces autorizadas capaces de recordar al emperador su tarea histórica. En fin, la inesperada recuperación de la Capital fue vista, casi, como un milagro. Constantinopla seguía confiando en la defensa sobrenatural de su Imperio, como se aprecia, por una parte, en la acuñación de monedas en 1261 (en las que, sobre el fondo de la ciudad amurallada, se representa a la Virgen en actitud orante) o, por otra, en la magnífica deesis de Santa Sofía, que dan cuenta de este singular momento en el cual se mezcla la tragedia con el drama, en medio de la alegría. Finalmente, en los siglos XIII y XIV se vuelven a estudiar los autores clásicos y cristianos con renovado vigor, tal vez debido a que se tuvo conciencia del desastre que se aproximaba, de modo que se buscaba intensamente, frente a los tiempos adversos, un consuelo en aquel pasado esplendoroso, buscando allí las respuestas
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo para las dramáticas interrogantes del momento. Sabios bizantinos de renombre, como Crisolaras o Gemistus Plethon, emigraron a Italia impulsando allí los estudios clásicos, primeros pasos del Renacimiento Occidental de los siglos XIV, XV y XVI, mientras que otros sabios griegos fueron acogidos en diversas cortes occidentales. De esta época data también uno de los monumentos artísticos más impresionantes de Bizancio: la iglesia de San Salvador in Chora, verdadero relicario donde se guardaba el ícono milagroso de la Panagia Hodigitria, atribuido al apóstol san Lucas. Los mosaicos y pinturas de esta iglesia constituyen uno de los más egregios testimonios del arte bizantino, por la solidez conceptual de su programa iconográfico, su fino acabado artístico y la exposición clara de las tendencias clásicas del llamado "Renacimiento Paleólogo"; es uno de los más logrados y famosos monumentos de Constantinopla, y una de las galerías de arte más interesantes del mundo. b. Belisario y el desastre Hacia 1395 debió redactarse un poema singular, que ha llegado hasta nosotros en una versión realizada hacia el año 1450, y que nos pone en contacto con deseos y aspiraciones de la sociedad bizantina de la época. En esta obra literaria su autor anónimo, frente a la adversa realidad que le toca vivir, vuelve sus ojos hacia un pasado especialmente glorioso, cuando Constantinopla era el centro del mundo mediterráneo, y éste, un lago dominado por la thalassocracia bizantina. Es la época del gran Justiniano, destacado emperador que no sólo emprendió la Reconquista, sino que reconstruyó la Capital y dejó como legado una obra legislativa de inestimable valor. Puerta real de Santa Sofía Pero el poema no está dedicado a Justiniano, sino a Belisario, su general, cuya figura histórica entró en la leyenda, desdibujándose y redibujándose, fundiéndose con otros personajes y tradiciones legendarias. En definitiva, en este escrito nos encontramos con un personaje que se ha salido de la historia, pero que tiene algo que decirle a esa misma historia. El poema celebra, evidentemente, la figura del general, pero desde los primeros versos anuncia su sino trágico: "¡Oh, paradoja increíble! ¡Oh, enorme desgracia, inconsolable tristeza, y dolor y amargura! En tiempos de los romanos, en los días felices del emperador Justiniano, el gran rey, vino a instalarse entre ellos una envidia peor que la muerte -la envidia, que prendiendo en todos desde el principio, no abandona ni a emperadores ni a príncipes, ni a pobres ni a ricos: ciudades y castillos han arruinado las habladurías de la gente-, y por esa envidia desaforada hubo quienes perdieron la vida." A juicio del poeta, en la envidia la que está corroyendo al Imperio; es ella la que, mediante el engaño y la maledicencia, lleva a que hombres viles sean capaces de abatir a los virtuosos. Ese es justamente el drama de Belisario, a quien llegan a
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo indisponer delante del emperador que le manda a encarcelar, después de haber dado tanta gloria a su corona. Sin embargo, enfrentado después el Imperio a una armada enemiga, el pueblo de Constantinopla pide a su héroe y, liberado Belisario de su injusto cautiverio, logra vencer al enemigo. La trama es más imaginaria que real, pero el mensaje del poeta en relación a las tensiones de su propio mundo, es claro: a pesar de las intrigas palaciegas, urdidas por la envidia de algunos nobles, el pueblo bizantino confía en un caudillo popular. No obstante, la tragedia persigue a Belisario, como al Imperio en el siglo XV. Su brillante triunfo no hace sino aumentar la envidia y los nobles calumnian al general, hasta que Justiniano lo manda cegar. Al final del poema, después de narrar una victoria de Alexios, hijo de Belisario que actuó siguiendo los consejos de su padre, se nos dice que, cuando Justiniano recibe unos embajadores, aparece el antaño gran general, ahora como un menesteroso, casi como una imagen del Imperio en sus últimos años. "El emperador, recibiéndoles con gran agasajo, solicitó a los embajadores que se sentaran en unos valiosos asientos. Mas he aquí que los nobles señores comenzaron a preguntarse entre sí: "¿Quién de éstos es Belisario, ese señalado varón que ha sometido ciudades y fortalezas, la gloria de los romanos? Sabemos de oídas que es muy leal al Imperio" En ese momento, Belisario se acercó hasta el centro de la sala; en una mano llevaba la escudilla de las limosnas, y en la otra mano portaba un bastón. Se paseaba entre aquellos nobles señores, ante el emperador y ante los embajadores, pronunciando entre lágrimas palabras que inflamaban el corazón: "Poned a Belisario un óbolo en su escudilla, a quien el tiempo encumbró y la envidia ha cegado". Los nobles señores miraban, contemplaban y observaban al gran Belisario, presos de una increíble extrañeza; se estremecían los príncipes, temblaban, no alcanzaban a comprender cómo de una forma tan inicua le habían destruido y cegado. Belisario lo había hecho de cara al emperador, para que probara ante aquella insigne embajada censura y baldón, deshonra y reproche. Así pues, comenzó a pasearse de nuevo escudilla en mano, y, entre lamentos y suspiros, les iba diciendo a los nobles señores: "Poned a Belisario un óbolo en su escudilla, a quien el tiempo encumbró y la envidia ha cegado". Los capitostes, al oír sus palabras, lloraron y se entristecieron, censuraron e hicieron reproches al magnífico emperador." Y concluye el drama así el poeta: "De incuria adolecen los romanos, de envidia mucha y grande, en cambio, sierva de un solo amo y muy esforzada es la estirpe de los agarenos, rinden culto a un solo Dios, y tiemblan ante un solo dueño, y profesan hacia su caudillo una inclinación y una lealtad admirable. Nunca tal lealtad entre los romanos, nunca un solo señor, pues nunca podrán ver a los hombres honestos recuperando su honra". La tragedia de Bizancio en el siglo XV está, por un lado, en las divisiones internas que han debilitado al Imperio, y por otro, en necesitar a hombres de la talla de Belisario, sin contar ya con ellos. El 29 de mayo de 1453 se cerraba un capítulo de la Historia. Después de ser sometidas las murallas de la ciudad a un incesante cañoneo que duró un largo
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo mes, ella cedió ante el enemigo. Constantino Paleólogo, último emperador y héroe nacional griego, antes de morir había arengado así a sus tropas: "(Los turcos) se apoyan en las armas, la caballería, la infantería y el número, mientras nosotros nos entregamos al Señor, Dios y salvador nuestro, y después a nuestras manos y nuestras fuerzas con que nos ha gratificado el poder divino. Os ruego y suplico hagáis honor y obediencia debida a vuestros jefes, cada uno según su categoría, grado y servicio. Sabed bien que, si observáis sinceramente cuanto os he dicho, yo espero, con ayuda de Dios, evitar el justo castigo que Dios nos envía" Pero ya nada pudo evitar que el sultán Mehmet II entrara a la Capital y, en Santa Sofía, gloria de la ortodoxia, diera gracias a Alá por la victoria.
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Constantinopla, 1453: sitiadores y sitiados Por Hilario Gómez Saafigueroa Quizás una de las cosas más sorprendentes de la etapa final de la historia del Imperio bizantino es la extremadamente larga y patética agonía a la que se vio sometido. Arruinado por las guerras civiles y la peste, despedazado por las ambiciones de serbios, búlgaros, latinos y turcos otomanos, víctima de una imparable desvertebración social y, en consecuencia, privado de los mínimos recursos económicos y humanos necesarios para asegurar su supervivencia, el Imperio de Bizancio entró en el siglo XV reducido a lo que quedaba de una capital una vez esplendorosa, algunas ciudades tracias y parte del Peloponeso. Fuera de la autoridad del basileo quedaban el ducado de Atenas, unas cuantas islas en manos italianas y el imperio de Trebisonda. Con los turcos expandiéndose a su antojo en todas direcciones desde mediados del siglo anterior, y sin una acción militar coordinada, contundente y decisiva por parte de las potencias cristianas, el fin de la Romania parecía inminente, y sólo se salvó in extremis del sitio turco en 1402 gracias a la providencial irrupción de los mongoles en Asia Menor, que desarticuló el dominio otomano en Anatolia y provocó una crisis sucesoria entre los hijos del sultán Bayaceto que tardaría veinte años en resolverse a favor de Murad II (1421-1451). Asentado en el trono, Murad lanzó a sus soldados contra Constantinopla en 1423, pero la falta de máquinas de asedio, la insuficiencia naval y los problemas internos hicieron que el desfalleciente Imperio pudiese mantenerse precariamente a flote tres décadas más. Sería el hijo y sucesor de Murad, el joven Mohamed II (1451-1481), el que decidido a poner punto y final a aquel anacronismo histórico situado en el centro de sus dominios- movilizase todos sus recursos económicos y militares con un único objetivo: tomar Constantinopla. Iniciado el asedio por mar y tierra a principios de abril de 1453, la ciudad fue tomada al asalto el 29 de mayo de 1453. ¿Cómo eran las fuerzas enfrentadas en esas dramáticas jornadas? ¿Cuántos hombres se vieron implicados? Vamos a trazar un breve esbozo sobre los ejércitos turco y cristiano en los últimos días de la Constantinopla bizantina de la primavera de 1453. LOS SITIADORES El ejército otomano
Jenízaro turco (Bellini, siglo XV)
El creador del ejército turco que protagonizó la primera expansión otomana en Europa fue Orján (1326-1369), que además reestructuró el Estado otomano y creó una moneda propia. En lo que al ejército respecta, su objetivo era el de disponer de una fuerza militar eficiente y profesional, un paso adelante con respecto a la caballería ligera irregular que hasta ese momento habían formado la base de la fuerzas turcas. Orján las reorganizó sobre cuatro pilares: una milicia regular de carácter feudal (los timar y ziamet), en cierta manera similar a las antiguas milicias de los themas bizantinos; los contingentes sipahis, que constituían el grueso del ejército (infantería, servicios generales...); los bashi-bazuk o irregulares dedicados al pillaje, y finalmente los famosos regimientos jenízaros, la élite del ejército.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Estos últimos constituían una fuerza permanente y profesional de infantería, formada por jóvenes cristianos entregados por sus familias como tributo forzoso. Educados en una estricta fe islámica y una férrea formación militar, dependían única y exclusivamente del sultán, por el que luchaban con fanatismo. Los jenízaros participaron tanto en las campañas de conquista como en las guerras civiles bizantinas del siglo XIV, y fueron reorganizados por Murad, quien fijó su número en 20.000. En la toma de Constantinopla participaron -según el arzobispo de Lesbos, Leonardo de Quíos, contemporáneo y testigo directo de los hechos- unos 15.000, siendo su papel determinante, como en tantas otras ocasiones. ¿Cuántos hombres llevó Mohamed II ante las murallas de Constantinopla? Tomemos como guía el clásico de Runciman La caída de Constantinopla -cuyas notas son tan interesantes como el texto principal- y veremos que las fuentes medievales, en especial las griegas, dan cifras desorbitadas: Miguel Ducas da un total de 400.000; otro cronista bizantino, Critóbulo, cuenta 300.000, excluidos los no combatientes; el cortesano Jorge Frantzés -el único cronista que estuvo en Constantinopla durante el asedio- informa de no menos de 262.000; el ya mencionado Leonardo de Quíos estima en unos 300.000 el total de hombres puestos sobre el campo de batalla por el sultán; finalmente, el veneciano Nicolò Barbaro (también testigo de los acontecimientos) se muestra más moderado y reduce la cifra a 160.000. Pues bien, excepto en el caso de Barbaro, todas las cantidades que acabamos de ver son manifiestamente exageradas; tal y como afirma F. Babinger, un estudioso alemán de la primera mitad del siglo XX, por simples razones demográficas los turcos otomanos no podrían haber movilizado más de 80.000 efectivos regulares para una campaña. ¿Sólo 80.000? Puede que se antojen pocos, pero basta recordar que en 1349 a Juan VI Cantacuceno (1347-1354) le bastaron 20.000 otomanos aliados para arrebatar Tesalónica a los serbios, y que una cifra similar fue la empleada unos años después, en 1354, para tomar Gallípoli. Un ejército de unos 80.000 hombres es una fuerza muy considerable, tanto entonces como ahora, que obliga a un notable esfuerzo logístico y organizativo, y para los otomanos su movilización debió suponer un gran desafío. En Tracia se concentraron tropas regulares y contingentes feudales procedentes de todas las provincias, en las que sólo quedaron las guarniciones imprescindibles. A ellas -como bien señala Runcimanse añadieron millares de irregulares y aventureros de muchas nacionalidades: turcos, eslavos, húngaros, alemanes, italianos, griegos... Aunque siempre es difícil hacer estimaciones demográficas rigurosas para la época medieval, sabemos que a mediados del siglo XV la extensión de los dominios turcos en Asia Menor era inferior a la del Imperio romano de Oriente en el siglo IX, época en la que se estima que el ejército bizantino estaba formado por unos 120-130.000 hombres para una población total de unos 12 millones de habitantes, según las estimaciones de J. C. Russell en Late Ancient and Medieval Population (1958). Es dudoso que bajo la soberanía otomana vivieran más de 10 millones de personas en Anatolia y Europa, así que no parece demasiado aventurado decir que el total del ejército turco regular debía estar formado por unos 100.000 hombres, lo que equivaldría a un 4% de la población masculina adulta. Esto significaría que la toma de Constantinopla movilizó a un 80% de los recursos militares regulares
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo (los aventureros e irregulares debían apañárselas por su cuenta). Pero además hay que tener en cuenta que en un dispositivo militar relativamente sofisticado como el otomano, no todos los integrantes de un ejército eran combatientes.
Soldados otomanos (Braun & Schneider, siglo XIX)
Un porcentaje nada desdeñable estaba compuesto por vivanderos, ingenieros militares, herreros, médicos, marinos, peones, caballerizos, carpinteros, forrajeros, escribas, ordenanzas...; así que quizás no fuesen muchos más de 60.000 los combatientes regulares disponibles para operaciones militares, y de éstos una parte también importante estaría comprometida en tareas secundarias de patrulla en la retaguardia, vigilancia de caminos y estrechos, protección de campamentos, etc. Teniendo en cuenta que las murallas terrestres de Constantinopla se extendían a lo largo de 5,6 km., y que era preciso controlar también el frente marítimo y sectores anexos como Galata (en manos de los genoveses, que procuraron mantenerse neutrales), no causa ya tanta extrañeza que los defensores pudieran resistir casi dos meses.
La artillería otomana Y también se entiende que el sultán tuviese la precaución de lanzar siempre por delante de sus valiosas tropas regulares a los irregulares a los que hemos hecho mención con anterioridad, auténtica carne de cañón desechable. Y hablando de cañones... Mohamed II no dejaba de interesarse por las novedades de la tecnología militar y el poder de la flamante artillería no le pasó por alto. El antes mencionado Nicolò Barbaro afirma que los otomanos disponían de unos 12 grandes cañones. El mayor de ellos era tan pesado (aproximadamente, unas 9 toneladas) que su desplazamiento desde la fundición de Adrianópolis hasta Constantinopla fue encomendado a una compañía de 100 hombres y a un tiro de 15 pares de bueyes. Este monstruo de bronce tenía una longitud de 8 metros, su grosor era de 20 centímetros y su diámetro oscilaba entre los 80 centímetros en la culata a 240 centímetros en la boca. Aunque sea difícil de creer, las fuentes aseguran que podía lanzar proyectiles de 850 kilogramos a 1,6 kilómetros de distancia, y que el estruendo del disparo podía escucharse en 15 kilómetros a la redonda. Este cañón fue diseñado por el ingeniero húngaro Orbón, que primero ofreció sus servicios a los bizantinos, pero la impotencia técnica y económica del Imperio hizo que Orbón decidiese vender sus habilidades al sultán. La artillería otomana comenzó a bombardear las murallas el 6 de abril y no dejó de hacerlo hasta el final del sitio, realizando una media de 100-120 disparos al día. Como consecuencia, considerables porciones de la muralla exterior fueron reducidas a ruinas, a lo que se sumó el efecto de las operaciones de minado y contraminado practicadas por los contendientes. A pesar de todo, la resistencia del triple cinturón de murallas y la determinación de los defensores hizo que, al final, la toma de Constantinopla tuviera que decidirse en el cuerpo a cuerpo.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo La flota turca Una de las bazas que permitió a los bizantinos sortear los múltiples asedios a los que se vio sometida la capital a lo largo de los siglos fue su dominio del entorno marítimo. Pero en esta ocasión Mohamed -que siempre sintió gran interés por el estado de su flota y procuraba nombrar él mismo a los oficiales de ésta- no estaba dispuesto a que el flanco naval escapase a su control y se convirtiese en su talón de Aquiles, así que, antes de iniciar el sitio de Constantinopla, dispuso que una gran flota se concentrase en Gallípoli. Allí había de todo: viejos navíos y flamantes bajeles, fustas (botes grandes dotados de una vela), birremes, trirremes, galeras con remos y sin remos, grandes barcazas de transporte, mercantes... Barbaro informa que la flota otomana estaba formada por 12 galeras y unos 80 navíos, mientras que Leonardo de Quíos dice que la componían 6 trirremes, 10 birremes y un total de 250 barcos; por su parte, Frantzés cuenta 30 grandes navíos y 330 pequeños. Otro testimonio muy interesante es el de marineros italianos que aseguraron que los turcos desplegaron 6 trirremes, 10 birremes, 15 galeras con remos, 75 fustas, 20 pandarias y gran cantidad de chalupas y embarcaciones menores. Conviene mencionar aquí como curiosidad un dato que suele desconocerse, y es que buena parte de los remeros de los barcos turcos no eran esclavos cristianos, sino voluntarios atraídos por la paga que recibían. LOS SITIADOS Cuando comenzó a hacerse evidente la voluntad otomana de tomar Constantinopla, el emperador Constantino XI (1448-1453) ordenó que se realizara un rápido censo con el objetivo de evaluar los recursos humanos disponibles para la defensa. El resultado fue desolador. En aquel momento, Constantinopla estaba habitada por apenas 50.000 personas, dispersas en núcleos de población aislados por campos de cultivo y descampados, cuando en sus momentos de gloria, en los siglos VI y XII, había alcanzado los 500.000 habitantes. Lo que antaño había sido un poderoso ejército imperial de más de 150.000 hombres estaba ahora reducido a una pequeña fuerza de entre 1.000 y 1.500 soldados, a lo que se sumaban pequeños contingentes de las colonias latinas. Con grandes esfuerzos pudo levantarse una fuerza de unos 8.000 hombres, de los cuales -según Frantzés4.983 eran propiamente romanos; el resto (unos 2.000 si hacemos caso a Frantzés y 3.000, según Leonardo de Quíos) eran voluntarios extranjeros y mercenarios, principalmente venecianos, genoveses de Gálata (aunque ya hemos dicho que este suburbio procuró mantenerse al margen del conflicto) y catalanes. Sin embargo, puede que estas cifras sean exageradas y la cifra de defensores no fuera más allá de 5.000. Algunos cañones de escaso calibre y dos o tres docenas de barcos completaban el magro conjunto de recursos defensivos. Uno de los personajes más destacados del bando cristiano fue el genovés Giovanni Giustiniani Longo, que financió de su bolsillo una fuerza compuesta por dos galeras armadas y 700 hombres, y que recibió el cargo de protostrator y jefe de las defensas de Constantinopla. También notable fue la aportación del veneciano Girolamo Minotto, que contribuyó con cinco barcos y unos 1.000 hombres. Otro contingente italiano a destacar fue encabezado por el cardenal Isidoro, legado papal, que mandaba una fuerza de 200 hombres. Tampoco podemos dejar de señalar a los miembros de la colonia catalana, agrupados en torno a su cónsul Peré Juliá, que se desplegaron en los alrededores
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo de las ruinas del Hipódromo y del antiguo Palacio imperial; a valerosos y peculiares individuos, como el noble castellano Francisco de Toledo -que pretendía estar emparentado con la familia imperial de los Comnenos-; al ingeniero escocés (otros dicen que alemán) Juan Grant o al príncipe otomano Orchán, pretendiente al trono otomano refugiado en Constantinopla. Claro que también hubo griegos y occidentales menos aguerridos que, en cuanto las intenciones otomanas se vieron claras, decidieron poner pies en polvorosa y escapar del inminente asedio. Es lo que ocurrió con los 700 italianos de Pietro Davanzo, que se embarcaron en la noche del 26 de febrero en media docena de barcos. Y esto era todo. La desproporción entre los dos bandos era abismal, pero los defensores sabían que tenían muy poco que perder una vez que Constantinopla rechazó la rendición incondicional. Según la tradición islámica, las poblaciones que se rendían sin oponer resistencia eran respetadas y todo se arreglaba con una indemnización de guerra, pero cuando había resistencia no se daba cuartel y a los vencidos sólo les esperaba el pillaje, la esclavitud y la muerte. Por eso lucharon con tanta fiereza, haciendo morder el polvo en más de una ocasión a las tropas del sultán. Pero el 24 de abril los turcos transportaron por tierra sobre plataformas tiradas por yuntas de bueyes casi la mitad de sus barcos hasta el Cuerno de Oro, permitiendo así un bloqueo más eficaz. En la madrugada del 29 de mayo de 1453, tras el fracaso de un ataque turco en las cercanías de la Puerta de San Romano, Mohamed decidió que había llegado el momento del asalto final. Las primeras embestidas de los jenízaros fueron rechazadas, pero un error de los defensores (un portón en la muralla de Blaquernas que quedó mal cerrado tras una salida de hostigamiento de los defensores) El sitio de fue aprovechado por los otomanos para introducir un Constantinopla pequeño contingente, cuya presencia desconcertó a los Manuscrito francés cristianos. de1455 En ese momento Giustiniani resultó herido y su ánimo se quebró. Considerando que ya había hecho más que suficiente y que toda resistencia era fútil, ordenó a sus hombres que le retiraran del campo de batalla, a pesar de los ruegos del emperador. Conocida la noticia, cundió el pánico, la resistencia se desorganizó y los turcos ampliaron la brecha, penetrando en masa. Fue el fin de Bizancio. Los que pudieron (entre ellos Giustiniani, que moriría en Quíos a consecuencia de sus graves heridas), escaparon en unos pocos barcos que se las arreglaron para sortear el bloqueo otomano, pero otros decidieron combatir hasta el final, entre ellos el propio emperador Constantino que, en un gesto poco frecuente en la historia y que dignificó a toda su dinastía, se desprendió de las insignias imperiales y se lanzó contra las fuerzas enemigas en compañía de su primo Teófilo Paleólogo, de su amigo Juan Dálmata y de Francisco de Toledo. Murió combatiendo, junto a otros 3.000 ó 4.000 bizantinos y latinos que sucumbieron ese día, según la fuente que se escoja. A pesar de los intentos del sultán, su cuerpo nunca pudo ser identificado con seguridad. Otros combatientes tuvieron una suerte dispar. Los catalanes que defendían el sector del viejo Palacio imperial continuaron combatiendo hasta que todos
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo murieron o fueron hechos prisioneros; cerca de ellos, donde antaño estuviera el puerto Eleuterio, los turcos de Orchán se batieron también bravamente, hasta que Orchán decidió poner fin a la resistencia y trató de escapar disfrazado de monje griego, pero finalmente fue descubierto y ejecutado, como lo fue el cónsul Peré Juliá y varios de sus hombres. En cuanto al cardenal Isidoro, tuvo más suerte, pues intercambió vestimentas con un mendigo y logró ponerse a salvo en Pera, mientras que el pobre pedigüeño fue apresado y decapitado en su lugar. Durante tres días se sucedieron el pillaje y los asesinatos. Sólo fueron respetadas las zonas de Constantinopla que se rindieron sin oponer resistencia. Pero una vez saciadas las tropas, Mohamed decidió que ya había sido suficiente y que tocaba la hora de la reconstrucción. No había prisa para hacerse con el resto de los diminutos territorios griegos y latinos, que serían tomados en los años siguientes. El Imperio Romano de Oriente había muerto, pero de sus cenizas surgió otro, el Imperio Otomano, que perduraría casi cinco siglos. © Hilario Gómez Saafigueroa, julio de 2003
[email protected] Hilario Gómez Saafigueroa es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología (UCM) Administrador de la lista de correo El Mundo Medieval http://es.geocities.com/mundo_medieval Webmaster de Los ejércitos de Bizancio http://inicia.es/de/bizantino
Bibliografía Este breve trabajo no habría sido posible sin la consulta de las siguientes obras: · LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA, de Steven Runciman. Colección Austral. Espasa-Calpe, Madrid, 1973. · BIZANCIO, de Franz Georg Maier. Siglo XXI Editores. S.A. Madrid,1987. · EL MUNDO BIZANTINO, de Luis Bréhier. Volumen 1: Vida y muerte de Bizancio. Unión Tipográfica Hispano Americana, México,1956. · BYZANTINE ARMIES, 1118-1461. Men-at-Arms Series. Osprey Military, Londres, 1995. THE FALL OF CONSTANTINOPLE, de Dionysios Hatzopoulos (Universidad de Montreal), disponible en la dirección web. http://www.greece.org/Romiosini/fall.html ·
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CONSTANTINO XI PALEÓLOGO Por Eva Latorre.
Constantino Paleólogo Dragases, infancia y juventud La fecha de nacimiento de Constantino Paleólogo Dragases que se considera más verosímil es el 8 de febrero de 1405, aunque algunas fuentes afirman que nació el año anterior, en 1404. Fue el cuarto de los siete hijos del emperador Manuel II Paleólogo. Su madre fue Elena Dragases, hija del príncipe serbio Constantino Dragases, a quien siempre se sintió especialmente unido, lo que viene demostrado por el hecho de que siempre utilizó su apellido serbio con gran orgullo. Poco se sabe de su infancia y juventud. Al parecer, era un gran cazador además de un excelente jinete, y se entregaba con devoción a su entrenamiento en el manejo de las armas. Su tutor fue el tío de Jorge Esfrantzés, y gracias a eso entabló desde muy joven una profunda relación de amistad con el futuro cronista que duraría hasta la muerte. Cuando su hermano Juan VIII ascendió al trono de Constantinopla, se mostró reticente a que Constantino conservara a Esfrantzés para su exclusivo servicio, ya que era un elemento de incalculable valor como embajador, diplomático y consejero imperial, pero el mismo Esfrantzés renunció a todos esos honores en pro de servir a Constantino, quien desde la infancia había despertado en él la más profunda admiración. Cuando el sultán Murad II lanzó el asalto sobre Constantinopla en junio de 1422, un Constantino de diecisiete años tuvo ocasión de revelar el valor y coraje que le caracterizarían hasta el mismo momento de su muerte. Cuando en septiembre de ese mismo año el emperador Manuel sufrió un ataque de apoplejía que le paralizó un lado del cuerpo, Juan, quien había sido previamente designado coemperador, asumió ya por completo todas las responsabilidades del trono. En noviembre de 1423 emprendió viaje hacia Hungría y Venecia para pedir ayuda contra el sultán, y nombró a Constantino regente del imperio otorgándole el título de Déspota. Aconsejado por su padre, Constantino desempeñó sus obligaciones con dignidad y relativo éxito, ya que en 1424 firmó un tratado de paz con Murad que, aunque resultaba humillante por tener que aceptar el vasallaje hacia el sultán, otorgaba a los bizantinos el dominio de una franja de la costa del Mar Negro con capital en Mesembria además del puerto de Selimbria, enclaves fundamentales para al menos tener vigilados los movimientos turcos en los alrededores de la Capital. Juan regresó de su viaje en noviembre de 1424, y cuando en julio de 1425 murió el emperador Manuel, Constantino pasó a hacerse cargo de Mesembria.
Constantino Paleólogo Dragases, déspota de la Morea Teodoro, el hermano que ostentaba el cargo de déspota de la Morea, había hecho saber repetidamente su intención de abrazar la vida monástica y abandonar las
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo obligaciones políticas. Juan consideró que su hermano Constantino desempeñaría una excelente labor como gobernador del Peloponeso, pero cuando se tomó la decisión de que Constantino sucediera como déspota a su hermano, Teodoro había cambiado de opinión. Sin embargo, el desembarco de Carolo Tocco, conde de Cefalonia y del Epiro, en la costa nordoccidental del Peloponeso, ocupando Clarenza y la Élide, provocó que Juan acudiera al Peloponeso en 1427 acompañado de Constantino para expulsar a Tocco de las regiones recién tomadas. La expedición fue un éxito y Carolo Tocco fue vencido, pero ante el amargor de la derrota propuso un trato que intentaba evitar la vergüenza de haber perdido toda su flota, y ofreció a su sobrina Madalena Tocco como esposa para Constantino otorgándole como dote tanto la Élide como Clarenza. Constantino aceptó y se casó con Madalena, que adoptó el nombre de Teodora, el 1 de julio de 1428 en un pueblecito cercano a Patras. Por su parte, Teodoro ofreció a su hermano como regalo de bodas las regiones de Mesenia y Maina, y al hermano más joven, Tomás, le cedió la región de Calavrita, con lo que el Despotado pasó a ser compartido por los tres hermanos. El 1 de marzo de 1429 Constantino organiza el sitio de Patras para arrebatarla de manos venecianas. En el ataque definitivo que lanzó contra la ciudad el 20 de marzo, un soldado hirió a su caballo desde abajo y Constantino cayó quedando malherido. Su amigo Esfrantzés le salvó la vida aunque le costó que le hicieran prisionero, siendo liberado un mes más tarde en un estado lamentable. Al final, debido al abandono del gobernador veneciano Pandolfo Malatesta, Patras terminó entregándose. En noviembre de ese mismo año, muere en la Élide la esposa de Constantino, sumiéndolo en una gran pena ya que había llegado a amarla sinceramente a pesar de su breve convivencia. Fue enterrada primero en Clarenza, aunque luego sus restos fueron trasladados al monasterio de Cristo Zoodotes de Mistra, la actual iglesia de Santa Sofía. La toma de Patras irritó tanto al papa y a Venecia como al sultán, por lo que Esfrantzés se vio obligado a ejercer durante los meses siguientes una frenética actividad diplomática, y cuando en 1430 ya se había calmado la tormenta, el fiel amigo de Constantino recibió su recompensa siendo designado gobernador de Patras. En ese momento, pues, prácticamente todo el Peloponeso se hallaba en manos bizantinas. El sultán, molesto por esta repentina expansión griega, mandó a Turaján Bey para que demoliera lo poco que quedaba del Hexamilion y recordara a los déspotas que, lo quisieran o no, seguían siendo sus vasallos. El emperador Juan no había tenido descendencia a pesar de sus tres matrimonios, con lo que quedaba claro que debería sucederle uno de sus hermanos. En 1435 llamó a Constantino a la Capital para hablar con él el tema, ya que era su favorito, pero Teodoro, que como hermano mayor se consideraba el legítimo heredero, sospechando de qué se trataba, acudió también a Constantinopla para reclamar sus derechos. La disputa entre los dos fue tan fuerte que rompieron relaciones, regresando por separado al Peloponeso, y el emperador Juan, para evitar un guerra civil en el despotado, envió después a dos mediadores para que calmaran los ánimos. Cuando en 1437 Juan debió marchar a Italia para acudir al Concilio de Florencia, se consiguió que Teodoro consintiera en encargarse él de la administración de las tierras de Constantino para que éste fuera a Constantinopla en calidad de regente. El 1 de febrero de 1440 Juan regresó del Concilio habiendo sellado la unión de las Iglesias, y obtuvo un frío recibimiento por parte del pueblo, que lo consideraba un chantaje de los latinos y un abandono de la propia fe que resultaba vendida por cuestiones materiales. Constantino apoyaba la unión más que por convicciones teológicas porque, como su hermano, sabía que ése era el único clavo ardiendo al que se podían agarrar. No pensaba así Demetrio, otro de los hermanos, quien incluso llegó a hablar con el sultán para que apoyara su candidatura al trono y gozaba de un buen número de adeptos entre el pueblo por su ardiente postura en contra de la unión. Las Homenaje en el 550 aniversario de la toma de Constantinopla de 1453.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo obligaciones de Constantino como regente terminaron, pues, en febrero de 1440, aunque permaneció en la Ciudad durante algunos meses más con el objetivo de encontrar una nueva esposa. La elegida fue Catalina Gattilusi, la hija del gobernador genovés de Lesbos. La boda se celebró en agosto de 1441, y en septiembre Constantino parte hacia la Morea dejando a su esposa al cuidado de su padre. Sin embargo, Constantino debió volver rápidamente a la capital en abril de 1442 ante la llamada de auxilio de su hermano Juan, ya que Demetrio se disponía a atacar la Ciudad con tropas que le había suministrado el sultán. De camino, paró en Lesbos para recoger a Catalina y llevarla consigo, pero los turcos recibieron noticia de su llegada y acudieron a su encuentro acorralándolo en la isla de Lemnos durante varios meses. Durante ese tiempo, Catalina enfermó para terminar muriendo en agosto de ese año. Junto a todos los demás desastres, Constantino volvió a sufrir la pérdida de su esposa y el dolor de no haber alcanzado descendencia. Cuando Constantino consiguió llegar a la Capital en noviembre, Juan ya había puesto a Demetrio bajo control, aunque designó gobernador de Selimbria a su hermano favorito para tenerle cerca en caso de apuro. Entretanto, Teodoro, celoso de sus derechos como heredero, propuso intercambiar con Constantino sus respectivas propiedades, ya que deseaba encontrarse lo más cerca posible de Constantinopla. Aceptado el trato, en octubre de 1443, Constantino partió para hacerse cargo del Despotado de la Morea, esta vez desde su centro, Mistra. Tomás mantenía el gobierno de la región del norte del Peloponeso. Con Constantino Dragases al cargo de la Morea, el Imperio Bizantino conoció la que sería su última expansión territorial. Sus buenas relaciones con Tomás despertaron en Constantino un gran optimismo que le llevó a reconstruir el Hexamilion en 1444. Por otra parte, sabía lo difícil que resultaba gobernar la Morea y las continuas insurrecciones que habían sufrido los anteriores déspotas por parte de la aristocracia local, por lo que intentó ganarse su confianza y fidelidad otorgándoles prebendas y rentas que han quedado registradas en varias argirobulas. No obstante, esto no le impidió dejar las ciudades más importantes a cargo de personas de su entera confianza como por ejemplo Esfrantzés, quien fue nombrado gobernador de Mistra y su provincia. Al parecer, incluso intentó despertar entre la población el espíritu de lucha organizando juegos atléticos que fomentaran la convivencia y el conocimiento entre todos los súbditos del Despotado. En el plano personal, intentó tomar una tercera esposa, pero las negociaciones que emprendió con el príncipe de Tarento para casarse con su hermana Isabel Orsini no alcanzaron resultado alguno. A pesar de los sabios consejos que el cardenal Besarión le dirigía desde Roma, con los que calmaba el irrefrenable carácter de Constantino diciéndole que se mantuviera dentro del Peloponeso y que intentara afianzar allí su posición, el déspota arremetió contra sus vecinos cristianos del ducado de Atenas y Tebas bajo el gobierno del florentino Acciaiuoli, quien a su vez era también súbdito del sultán. Encontró una inesperada ayuda en Felipe V, duque de Borgoña, que en 1445 le envió una compañía de 300 soldados con la que Constantino emprendió la conquista de Beocia y la Fócide hasta llegar al Pindo, donde al parecer su autoridad fue muy bien recibida por las distintas comunidades que habitaban esas tierras, valacos, albaneses y, por supuesto, griegos. No obstante, poco duró la gloria de esta repentina expansión griega por la Grecia central. En el invierno de 1446, Murad reunió una fuerza de 60.000 hombres y emprendió el camino hacia la Morea. Constantino se vio obligado a replegarse detrás del Hexamilion, y después de una afanosa resistencia, envió un mensajero al sultán para tratar los términos de la paz. El sultán exigió que el muro fuera demolido, a lo que Constantino se negó, aunque sin servirle de nada, ya que el 10 de diciembre el Hexamilion volvía
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo a ser un montón de ruinas y los déspotas a duras penas consiguieron escapar de la masacre. Las consecuencias del castigo turco fueron arrasadoras para todo el Peloponeso, aunque al parecer la capital Mistra se salvó de la debacle gracias a que en invierno al ejército turco le resultaba muy arriesgado atravesar las montañas. En 1447 la necesidad de tomar una tercera esposa se imponía, por lo que envió a Esfrantzés a Constantinopla para tantear las posibilidades que ofrecían el Imperio de Trebisonda y el Reino de Georgia. Sin embargo, los acontecimientos que siguieron dejaron este tema en un segundo plano. En junio de 1448 muere su hermano Teodoro en su principado de Selimbria, y en octubre de ese mismo año muere el emperador Juan. Constantino, que había designado heredero del trono imperial por su hermano en el lecho de muerte y que contaba con el total apoyo de su madre Elena Dragases, supo que sería el nuevo emperador. Sin embargo, Demetrio contaba con un nutrido número de partidarios que estaban de acuerdo con sus ideas antiunionistas. La emperatriz madre, afrontando una crisis que podía llevar a una guerra civil, asumió su derecho de ostentar la regencia hasta que llegara a Constantinopla el legítimo emperador. Esto aplacó los ánimos de las distintas facciones, y en diciembre de 1448 Esfrantzés es enviado a la corte de Murad II con el objeto de pedir su aprobación para la coronación de Constantino. Al mismo tiempo, la emperatriz envía dos emisarios a Mistra para que le proclamen emperador.
Constantino XI Paleólogo, emperador de Constantinopla El tema de la coronación de Constantino es controvertido. La tradición quiere que fuera coronado en San Demetrio, la catedral de Mistra, donde hoy se puede apreciar una losa encastrada en el suelo frente al altar que ostenta el águila bicéfala, emblema de los Paleólogos. Sin embargo, la coronación de un emperador debe ser hecha por un patriarca, y en ese momento no había ninguno en Mistra. Así pues, aunque hubiera habido ceremonia religiosa ésta no habría sido válida, y aunque hubiera habido una ceremonia civil en el Palacio de los Déspotas, ésta tampoco habría validado plenamente la investidura de Constantino como emperador. Esfrantzés, sabiamente, pasa de puntillas sobre el tema diciendo que los dos legados enviados a Mistra «hicieron emperador a Constantino», y otras fuentes, como Ducas afirman que, dado que Constantino nunca fue coronado, el último emperador de los romanos fue Juan VIII. En cualquier caso, la fecha que se da para la investidura de Constantino como emperador es el 6 de enero de 1449. Por otra parte, de haberse celebrado la ceremonia religiosa por parte del entonces patriarca Gregorio III a su llegada a la Ciudad, se hubieran causado con seguridad serias revueltas entre la población, ya que al ser Gregorio prounionista, la mayoría de los griegos no lo tenían en cuenta como autoridad espiritual, y mucho menos como patriarca. Intentando evitar la abierta provocación al pueblo que supondría este acto, la ceremonia religiosa de coronación se dejó correr, aunque exaltados antiunionistas como Juan Eugénico se quejaran de que tenían un emperador sin corona y le exhortaran a abrazar la fe verdadera de la Ortodoxia. Tal era entonces el lamentable estado del Imperio que Constantino tuvo que pedir prestado un barco al capitán veneciano de Candía para poder viajar desde Mistra hasta Constantinopla. El capitán veneciano se lo negó muy cortésmente, y el nuevo emperador se vio obligado a llegar hasta su capital en un barco catalán, llegando a su destino el 12 de marzo de 1449. La primera gestión que lleva a cabo después de
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo su llegada consistió en asegurarse unas relaciones pacíficas con el sultán, solicitando la paz también para sus hermanos Tomás y Demetrio, que quedaron compartiendo el Despotado de la Morea. El asunto de la descendencia cobraba ahora más urgencia que nunca. Esfrantzés, que ya había iniciado investigaciones para conseguir una nueva esposa, fue enviado en 1449 como emisario a Trebizonda y Georgia en un largo viaje que duró dos años. La noticia de la muerte del sultán Murad en febrero de 1451 le llegó cuando estaba en Trebisonda, por lo que se apresuró a escribir a su amigo el emperador para sugerirle que tomara como esposa a la viuda del sultán, Mara Brancovic, hija del déspota de Serbia, con el objeto de estrechar lazos de parentesco con la corte del nuevo sultán. Esta solución pareció agradar a todos excepto a la propia Mara, quien había prometido que si enviudaba se consagraría a la vida religiosa, y nada pudo hacerla cambiar de opinión. Ante esta negativa, Esfrantzés decidió que su señor debía tomar por esposa a una dama de la corte de Georgia, cuyo nombre no se ha conservado y que, al parecer, poseía mayores atractivos y ventajas que la princesa propuesta por Juan Comneno de Trebisonda. El 14 de septiembre de 1451, Esfrantzés desembarca en Constantinopla acompañado de un emisario georgiano al que otorga el documento de compromiso matrimonial, y el trato quedó cerrado con la promesa de que Esfrantzés volvería a Georgia para recoger a su prometida durante la primavera siguiente. Entretanto, Constantino se dedicaría a pedir ayuda a Occidente para asegurar su posición. Nadie le atendió. Venecia, más preocupada por sus propios intereses económicos que por los de la Cristiandad en general, desatendió la llamada mientras intentaba ganarse las simpatías del nuevo sultán Mehmet II al mismo tiempo que amenazaba al emperador con trasladar sus puntos de comercio a otros puertos bajo el dominio turco si Constantino insistía en subir las tasas sobre sus mercancías. Incluso ofreció a la comunidad de Ragusa la posibilidad de comerciar libremente y con impuestos bajos con el fin de atraer hacia allí algún contingente militar. Alfonso V de Aragón y Nápoles le respondió diciendo que su gran ilusión sería convertirse en Emperador de Constantinopla. Para colmo, el nuevo papa Nicolás V, a quien Constantino recordó todos los problemas que le había generado la aceptación de la unión de las Iglesias, le contestó que no se había esforzado lo suficiente en convencer a su pueblo para que aceptara el catolicismo, y que todos los clérigos reacios a la unión debían ser enviados a Roma para recibir un curso de formación en los nuevos dogmas. La renuncia del patriarca católico de Constantinopla Gregorio III, que no pudo soportar la intimidación a la que se vio sometido, tampoco ayudó a que la Santa Sede se preocupara entonces ni lo más mínimo por la situación del agonizante imperio. Para aumentar aún más la presión haciendo si cabe más difícil la posición de Constantino frente al pueblo, Nicolás V se empeñó en enviar un legado para que celebrara oficialmente la unión de las Iglesias en Santa Sofía. El joven sultán Mehmet II fue infravalorado desde el primer momento por todos al ser considerado de una manera precipitada como un joven incompetente al que sería fácil manejar. No mucho más tarde, esta idea sobre Mehmet se demostraría equivocada, pero las consecuencias ya serían irreparables. En el otoño de 1451, los emiratos musulmanes de Asia Menor se alzaron contra el nuevo sultán para intentar recuperar su independencia, pero fueron aplastados de manera inmediata por Mehmet. No obstante, Constantino, al ver que los turcos afrontaban problemas internos, recordó que su padre, el emperador Manuel II, se había encontrado en la misma situación cuando los hijos de Bayaceto luchaban por el poder después de la muerte de éste, y que apostando por Mehmet I ganó unos años de tranquilidad para el Imperio. Así pues, Constantino se apresuró a recordar al sultán que en Constantinopla se encontraba Orján, el único competidor legítimo que tenía Mehmet por el poder en el Imperio Otomano, quien era mantenido con una pensión que debía ser doblada si quería mantener la situación como estaba.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Constantino jugó demasiado fuerte y perdió. Mehmet encontró en esta imprudente provocación de Constantino la excusa perfecta para declarar rota la paz entre ambos, y a su regreso de Asia Menor desembarcó en la costa europea del Bósforo sin pedir permiso aunque era oficialmente bizantina. No perdió tiempo en edificar allí precisamente el Rumeli Hissar en la primavera de 1452. A Constantino sólo le quedó protestar ante la construcción de un enclave cuyo objetivo inmediato era aislar a la Ciudad, pero que más adelante sería la base desde donde se lanzara un nuevo asedio. Comenzado el 15 de abril, la fortaleza fue terminada en el mes de agosto de ese mismo año no sin que su construcción generara incidentes violentos con los habitantes de la zona. Estos altercados fueron vistos en Constantinopla como el principio de una guerra, lo que provocó que se cerraran todas las puertas encontrándose dentro algunos oficiales del sultán. Aunque fueron liberados con escoltas y sin haber sufrido daño alguno, Mehmet estaba enfadado, y pronunció su primera amenaza: "Entregad la Ciudad o preparaos para la batalla". Lo único que se pudo hacer entonces fue comenzar a almacenar la mayor cantidad posible de víveres y de armamento y prepararse para un nuevo asedio. Constantino volvió a hacer promesas desesperadas de recompensas a todo aquel que le enviara ayuda y refuerzos, pero las respuestas que obtuvo fueron desesperanzadoras. Ninguna potencia extranjera ayudaría si no ayudaban las restantes, y ninguna estaba interesada en dar el primer paso. El papa Nicolás V sí que había intentado conseguir ayuda, pero atendiendo a su orden de prioridades, en octubre de 1452 envió al cardenal Isidoro para que confirmara la unión de las Iglesias mediante una misa solemne en Santa Sofía. Isidoro trajo con él una fuerza de 200 arqueros como si fueran la avanzadilla de la futura ayuda para camuflar ligeramente su primera intención, lo que no consiguió ante los exaltados ojos de los antiunionistas liderados por Genadio que emprendieron una apasionada campaña de propaganda que puso a Constantino en una difícil situación. Para intentar acercar posiciones, en el mes de noviembre convocó una reunión conciliatoria en la que los antiunionistas expusieron todas sus objeciones contra los latinos. Unos días después, los turcos hundieron el primer barco veneciano que se atrevió a pasar por delante del Rumeli Hissar sin detenerse y pagar tributo. La materialización de las amenazas y la exhibición de fuerza de Mehmet despertaron tal pánico entre toda la población que Isidoro creyó llegado el momento de celebrar en Santa Sofía la solemne misa de la proclamación de la Unión entre las Iglesias. Con la aquiescencia del emperador, la misa se celebró el 12 de diciembre de 1452. A lo largo del invierno, Mehmet empezó a tomar posiciones para lanzar el que sería el ataque definitivo contra la Reina de las Ciudades. Los acontecimientos que se vivieron allí durante los últimos meses antes de la caída son ampliamente conocidos. No obstante, aunque aquí no hagamos referencia a ellos, no podemos pasar por alto la constante valentía y serenidad del emperador, inasequible al desaliento, animando a su pueblo a trabajar día y noche para reforzar las murallas sin mostrar ni sus dudas ni su desesperanza, y consiguiendo que los grupos más variopintos, y a veces enfrentados entre sí, como las propias familias de los Paleólogos y los Cantacuzenos, venecianos y genoveses, o unionistas y antiunionistas, sumaran sus fuerzas en pro de la defensa común. A finales de abril Constantino solicitó la paz a Mehmet, pero el sultán veía demasiado clara su victoria como para ceder. Le ofreció la vida y la paz a cambio de entregarle la Ciudad, pero el emperador ni se molestó en responder. Días después llegó un mensajero turco reiterando la proposición: los griegos podrían quedarse donde estaban pagando un tributo anual de 100.000 monedas de oro o podrían abandonar Constantinopla con todos sus bienes sin ser importunados. Consultando a los miembros de su Consejo sobre la propuesta, algunos le impelieron para que huyera mientras todavía estuviera a tiempo y reorganizara la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo defensa desde otras regiones aún libres, como era el Peloponeso. Constantino se negó. Si la Ciudad caía bajo los turcos, sería por la voluntad de Dios, y él caería con ella. Mehmet tendría todo lo que él quisiera excepto la Ciudad. Ésta fue la última comunicación entre el emperador y el sultán. La noche del 28 de mayo Constantino se dirigió a su pueblo con un discurso que Gibbon llamó "oración fúnebre por el Imperio Romano", después del cual se dirigieron todos a Santa Sofía para celebrar allí la que sería la última liturgia. Cuando el ataque definitivo comenzó en la madrugada del 29 de mayo, Constantino se encontraba en la muralla de tierra reforzando las unidades del genovés Giustiniani. Cuando éste cayó herido y pidió ser retirado del combate, el emperador le rogó que no se marchara, sabedor del efecto psicológico que el abandono del valiente capitán tendría entre los defensores de la Ciudad. A esto se sumó la entrada de algunos jenízaros por el portón llamado Kerkoporta, que presuntamente alguien había olvidado abierto. Cuando los defensores vieron la bandera turca ondeando sobre el Palacio de Blaquernas, todo se perdió. El pánico se apoderó del pueblo. Los turcos habían entrado. La Ciudad había sido tomada. La muerte de Constantino XI Paleólogo Defendiendo una causa perdida, Constantino fue visto vivo por última vez luchando cuerpo a cuerpo cerca de la Puerta de San Román. La muerte del último emperador de los romanos es controvertida por la gran cantidad de versiones que se conservan sobre ella. En el informe que Leonardo de Quíos escribió al Nicolás V el 16 de agosto de 1453, el arzobispo cuenta que cuando Constantino vio que Giustiniani abandonaba la batalla, su entereza se vino abajo y pidió a uno de sus oficiales que le atravesara con su espada para no ser capturado vivo. Nadie tuvo valor para hacerlo, y entretanto los turcos entraron en multitud y Constantino cayó entre la turba. El cardenal Isidoro, que escribía desde Creta al cardenal Besarión el 6 de julio de 1453, decía que Constantino había luchado hasta la muerte añadiendo un nuevo detalle: que su cabeza había sido cortada y entregada como regalo al sultán, quien la llenó de insultos llevándola como un trofeo a Adrianópolis. Este relato aparece también, aunque más elaborado, en los historiadores Ducas y Calcocondilas. La narración de los hechos que se ha transmitido en el testimonio de un jenízaro polaco del contingente serbio coincide en su mayor parte con esta versión. El emperador fue muerto luchando en una brecha de la muralla. Un jenízaro llamado Sarielles cortó su cabeza para llevarla ante el sultán. Arrojándola a sus pies, le dijo que era la cabeza de su peor enemigo, y Mehmet, para confirmarlo, llamó a algunos de sus prisioneros griegos. Cuando éstos hubieron reconocido la cabeza como la de Constantino, el sultán premió al jenízaro con enormes recompensas, la península de Anatolia entre otras. Si bien la gratificación es exagerada, el resto de detalles de esta narración se repite como una constante entre las versiones turcas de la conquista, y desde luego, no podemos perder de vista el especial interés que tendría Mehmet en confirmar y difundir la muerte del emperador para que nada ya le hiciera sombra. Otras versiones turcas pintan menos gloriosa la muerte de Constantino, como por ejemplo la de Tursun Bey, que estuvo presente en la toma de la Ciudad y cuenta que el emperador huyó aterrorizado buscando un barco en el que escapar. Por el camino se encontró a un grupo de marineros turcos que le interceptaron el paso. Constantino atacó a uno de ellos desde lo alto de su caballo dejándole malherido, pero a pesar de todo el turco consiguió derribarlo, matarlo y cortarle la cabeza para enviarla al sultán. No obstante, las narraciones occidentales siguen defendiendo el heroísmo del emperador. El veneciano Nicola Sagundino insiste en el informe que envió a Alfonso V de Aragón en la circunstancia de que Constantino pedía a los suyos que le mataran y que nadie
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo tuvo valor suficiente para ello. No obstante, Sagundino aumenta la versión con el romántico detalle de que el emperador se arrancó las insignias imperiales y se lanzó a morir matando, aunque luego su cuerpo fue encontrado entre los montones de cadáveres que cubrían la Ciudad y decapitado. Así pues, tanto de un lado como del otro parece seguro que Constantino murió en la batalla y su cuerpo decapitado, aunque hay otras fuentes ?en concreto sólo tres? que defienden que el emperador consiguió huir por mar como es el testimonio de Samuel, un obispo griego que logró escapar a Transilvania. Esta versión de los acontecimientos debe ser, por muchos otros detalles, desechada como fruto de la esperanza popular que se negaba a darlo todo por perdido, esa misma esperanza que terminó convirtiendo a Constantino en el Emperador de Mármol que esperaría por los siglos de los siglos al ángel que viniera a despertarlo cuando hubiera llegado el momento de recuperar el Imperio de manos de los infieles. En el siglo XVI comienzan a aparecer versiones reelaboradas a partir de las fuentes originales en las que se aprecia cómo la legenda va agrandando el mito y enriqueciendo la historia con detalles novelescos, como es el caso del Treno de Hierax, escrito en 1580, en el que se cuenta cómo Constantino confesó sus pecados junto con su mujer y sus hijos, y una vez estuvieron todos en paz con Dios, el mismo emperador mató a su familia para que no cayeran en manos turcas y él se dirigió al encuentro de su propia muerte junto con sus compañeros. En la batalla murió partido en dos por una espada enemiga. Otro lamento anónimo por la toma de la Ciudad de época tardía cuenta cómo, cuando los turcos entraron en bandadas por la Puerta de San Román, una Reina acompañada de eunucos se dirigió hacia Constantino y le hizo entrar en la cercana iglesia de la Virgen. Allí, la Reina, que no era otra que la Virgen María rodeada de ángeles, le confiesa que ha defendido la Ciudad durante muchos siglos, pero que ahora ya no había conseguido mantenerla más frente al Señor y a su Hijo debido a los grandes pecados de los cristianos. Le pidió que le entregara el cetro y la corona imperiales para que ella los guardara hasta que esos pecados se hubieran redimido y entregárselos a otro emperador cuando Dios lo considerara oportuno. Constantino mostró su obediencia ante los designios divinos y salió para volver a luchar hasta la muerte. Pelearon valerosamente pero fueron vencidos. El cuerpo de Constantino fue decapitado y su cabeza entregada al sultán quien dio enormes muestras de júbilo. Estas refecciones legendarias de los hechos históricos son una vez más el producto de esa esperanza en la recuperación futura de Constantinopla y de esa visión ortodoxa de la existencia que justifica como castigo divino todas las desgracias. Desde luego, la Reina de las Ciudades nunca se dio por perdida, y esta visión se fue transformando a lo largo de los siglos de dominación otomana hasta llegar a cuajar social y políticamente en la formulación del Gran Ideal. Aunque es generalmente alabado su porte en las fuentes de la época, nada en concreto se sabe de su apariencia física pues no se conservan retratos contemporáneos de él a excepción de las efigies que aparecen en algunas monedas y sellos, pero éstas están tan estilizadas y estandarizadas que no se pueden considerar verdaderos retratos. Sólo dos de sus sellos se conservan: el de la carta que envió al marqués de Ferrara en abril de 1451, y el de la crisobula que envió a Ragusa en junio de ese mismo año y que ahora se encuentra en Dubrovnik. En ellos sin embargo se aprecia más el simbolismo de su imperial majestad que sus rasgos verdaderos. Aparece representado con corona imperial y sosteniendo una cruz en su mano derecha y un libro o un rollo en la izquierda. El único rasgo facial destacable es su barba. No obstante, debido al carácter mítico que ha alcanzado la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo figura de Constantino, ha sido uno de los emperadores bizantinos más recreados e idealizados, siendo su heroica efigie modelo de inspiración de innumerables artistas y de elevados sentimientos patrióticos. Resumen extraído del libro de D. M. Nicol, The Immortal Emperor. The Life and Legend of Constantine Palaiologos, Last Emperor of the Romans, Cambridge University Press, 1992. Como colofón a la vida de Constantino XI Paleólogo, y debido a que el tema de la acuñación de moneda durante su breve pero intenso reinado saltó a la lista algunos días atrás, os traduzco lo que Donald M. Nicol dice con referencia a este tema en el libro del que me he servido durante estos días (The Immortal Emperor. The Life and Legend of Constantine Palaiologos, Last Emperor of the Romans, Cambridge University Press, 1992, pp. 71-72). "Otra de las obligaciones de un emperador era acuñar moneda que portara su propia efigie. También era costumbre distribuir estas monedas en la ceremonia de coronación, aunque Constantino nunca tuvo oportunidad de hacer esto. No obstante, él acuñó su propia moneda, aunque en cantidad muy limitada. Dos testigos del sitio de Constantinopla, Niccolò Barbaro y Leonardo de Quíos, documentan que en los meses más críticos Constantinó ordenó que los cálices sagrados fueran retirados de las iglesias para ser fundidos y así poder acuñar moneda para pagar a los soldados, zapadores y albañiles que estaban trabajando en la reparación de las murallas. No nos es conocido qué cantidad de moneda fue producida, y, desde luego, debió ser un fácil botín para los turcos después de la conquista. Incluso se había llegado a creer que esa moneda no había existido hasta 1974, cuando una pequeña y gastada pieza de plata fue identificada como perteneciente a su reinado. Ésta muestra un tosco busto de un emperador barbado, coronado y encerrado en una aura, y lleva la leyenda: "Const (antino) Pal (eólogo)". El reverso muestra el busto de Cristo. Su valor facial es el de un cuarto de hyperpyron, lo que tiempo atrás había sido la moneda de oro universal del Imperio Bizantino. Durante el siglo XV el hyperpyron no volvió a acuñarse, siendo reemplazado por la moneda de plata equivalente a la mitad de su valor y conocida como stavraton. En estos últimos años han salido a la luz muchas más monedas de Constantino; en concreto, en una colección de 154 monedas de la época de los últimos Paleólogos, no menos de 86 pertenecen a su reinado. Entre ellas se encuentran los tres valores faciales de stavraton, medio stavraton y un octavo de stavraton. Representan el busto de un emperador barbado y coronado, y su leyenda, no siempre enteramente legible, es como sigue: "Déspota Constantino Paleólogo emperador de los Romanos por la Gracia de Dios". El título es exacto, pero la imagen permanece confusa e indistinta. Su rareza les ha otorgado un enorme valor en la actualidad, pero en realidad son una triste y elocuente constatación del colapso de una civilización que tiempo atrás se había apoyado en una avanzada economía monetaria."
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FATIH MEHMET II: El campeón del Islam Por Guilhem de Encausse 1. EL SIGLO XV: ¿ Época de cambios? 2. FATIH MEHMET II: El perfil de un conquistador A) Consideraciones iniciales B) En la piel del conquistador C) El segundo reinado de Mehmet D) El gran sitio de Constantinopla E) El día después 3. DE CONQUISTADOR A SULTAN EMPERADOR A) La reconstrucción de Constantinopla B) De cara a Occidente C) Las siguientes campañas 4. MEHMET II: El ser humano 5. CONCLUSIÓN 6. NOTAS ACLARATORIAS 7. TABLA DE TIEMPO 8. FUENTES BIBLIOGRÁFICAS Imágenes y comentarios · · · · · ·
Retrato de Fatih Mehmet II, sultán otomano desde 1451 a 1481. Constantinopla en 1420, por Christopher Buondelmonti. Monedas otomanas de la época de Mehmet II. Vista aérea del palacio de Topkapi. Mapa del Imperio Otomano en 1481. Retrato de Beyazid II, sultán otomano desde 1481 a 1512.
1 EL SIGLO XV: ¿Época de cambios? Hacia mediados del Siglo XV, los serbios ya habían probado la consistencia de la estrella creciente de los otomanos. La flor y nata de su nobleza habían sido aplastadas en la batalla de Cirnomen, a orillas del río Maritza, en 1371, y luego, en el Campo de los Mirlos (1389), una nueva derrota significó la tumba de la independencia serbia. Un poco más hacia el Este, los búlgaros habían rendido sucesivamente sus capitales de Vidín y Tirnovo a los sultanes, tras lo cual, se vieron obligados a integrar los cuadros del ejército osmanlí en su nueva condición de vasallos. Los húngaros, entretanto, no habían tenido mejor suerte, excepción
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo hecha de su ubicación geográfica. El gran río Danubio aún era un escollo psicológico para los turcos, quienes, sin embargo, no habían tenido reparos en vapulear una coalición cristiana en Nicópolis (1396), y en humillar a uno de sus cabecillas, el monarca magiar Segismundo I (1387-1437). Heridos en su orgullo y con graves pérdidas, los húngaros fueron empujados hacia el Norte y solo algunas de sus fortalezas al otro lado del río resistieron a duras penas el embate de la marejada otomana. En 1444 sufrieron un nuevo desastre en Varna, donde perdieron la vida el rey Ladislao y un legado papal, llamado Cesarini. Tampoco la pasaban mejor los estados turcos de Anatolia y los cristianos del Sur de Grecia, lo mismo que el Imperio Bizantino. Como los otomanos, muchos de ellos se habían interesado por la pólvora y hasta el diminuto estado de Trebizonda, el Imperio hermano de Constantinopla, se había hecho de algunas pequeñas piezas de artillería para defender su precaria posición. Además del temor y la aversión hacia los descendientes de Osman, los Balcanes y el Asia Menor tenían en común una inusual dispersión de la autoridad, repartida en decenas de señoríos, principados, emiratos, reinos, imperios y despotados. Tal cual parecía, las tenían todas en contra. Por el lado de Occidente, también existía una noción cabal del peligro que personificaban los turcos otomanos, expandiéndose a expensas de sus vecinos, como una mano abriéndose desde la muñeca de Tracia y el Helesponto. Génova y Venecia, luego de probar fuerzas en diferentes puntos del Egeo, se habían dado cuenta que al final del túnel no había más que oscuridad. Pero de momento, se aferraban con uñas y dientes, a sus terruños orientales de Grecia y Crimea. Los Papas, por su parte, seguían soñando con la posibilidad de una nueva cruzada, a imagen y semejanza de la Primera, en su efectividad y alcance. No pasaba de ser un espejismo. La Cristiandad hacía tiempo que había perdido el entusiasmo por semejantes empresas y tan solo los pueblos directamente amenazados por el avance otomano, se acoplaban perfectamente a los sueños papales. Quizá de todas las naciones occidentales, quien más conocía al enemigo turco y musulmán, era Francia. Sus hijos habían participado en la lucha contra el "Infiel" desde los tiempos de Pedro el Ermitaño, paseándose por Asia Menor, Armenia, Siria, Palestina, Egipto e inclusive Túnez y Arabia. Mas hasta los días de Nicópolis, los francos jamás parecieron aprender de sus errores. Los ideales de caballería y la sed de vanagloria traicionaron su última carga, y fueron el epitafio de las tumbas de muchos nobles que perdieron la vida en esa plaza fuerte de Bulgaria, en 1396. La misma Inglaterra estaba al tanto del asunto, gracias a una visita del emperador bizantino Manuel II Paleólogo (1391-1425) que, desesperado, había acudido a Londres a finales de 1400, para solicitar ayuda militar. Entonces, si casi todo el mundo conocido al Oeste de Georgia y Armenia tenía una mínima idea de la erupción que estaba a punto de ocurrir desde el volcán de Tracia, ¿porqué la caída de Constantinopla causó tanta conmoción, al punto de que hasta los libros de historia la tomaron como referencia para señalar el final del Medioevo? ¿Qué cambios tan profundos tuvieron lugar con la desaparición de lo que restaba del Imperio Romano de Oriente? A mi entender, la respuesta no hay que buscarla sino desde la óptica del Islam. Allí está la clave. Para comprenderlo, pensemos en lo que significó para la Cristiandad, la reconquista de Jerusalén en 1099. ¿Cuánto ardor y cuanta pasión encendió este hecho en las crédulas mentes de los habitantes de Occidente? Multipliquémoslo por la sed de venganza y el fanatismo que generaron las
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Cruzadas entre los musulmanes, y entenderemos la significación que tuvo la conquista de Constantinopla para el mundo islámico. Y no se trata solo de una cuestión de fervor religioso, sino también de una materia que los seguidores de Mahoma tenían pendiente desde días en que los árabes intentaran por primera vez conquistar la Segunda Roma, la ciudad de Constantino, allá por el año 673. Al cambiar de manos Constantinopla, el Islam experimentó una sensación similar a la que había sentido la Cristiandad tras la Primera Cruzada. Y el artífice de ello fue un joven sultán, quien, el 29 de mayo de 1453, el día que tomaba Constantinopla y ponía término al Imperio Bizantino, cumplía 21 años y 2 meses: Fatih Mehmet II, más conocido para Occidente como Mahomet II el Conquistador. El siglo XIV, es cierto, fue una época de calamidades indescriptibles (peste bubónica, inundaciones y lluvias incesantes, cisma de Aviñón, usura, sublevación burguesa y jacquerie proceso contra los templarios, guerras civiles, por citar algunas). Nacido del dolor, el siglo XV trajo vientos de cambio en todos los campos de la ciencia y de la política. Pero es innegable que la toma de Constantinopla fue el detonante de todas las transformaciones, Humanismo, Renacimiento y una nueva onda expansiva del Islam incluidos. Retrato de Fatih Mehmet II, sultán otomano desde 1451 hasta 1481. Hijo de Murat II (1421-1451), reemplazó a su padre durante un efímero reinado de casi dos años (agosto de 1444 a mayo de 1446) antes de tomar en forma definitiva las riendas del Imperio Otomano, en 1451. 2 FATIH MEHMET II El perfil de un conquistador A) Consideraciones iniciales: ¿Un Alejandro Magno con derrotero inverso? ¿O tal vez un nuevo Constantino, aprovechando una Bizancio huérfana de Imperio, para proclamarla su nueva capital? ¿Quién fue Fatih Mehmet II en realidad? Comparar personajes de páginas distantes de la Historia es como tratar de adivinar cuál estrella del cielo es mayor en tamaño, sin un apropiado telescopio. Vayamos entonces a los hechos. Pero hagámoslo con sumo cuidado: la Historia muchas veces es el trofeo de los vencedores. Fatih Mehmet II o Mahomet II, el Conquistador. Lo primero que nos viene a la mente al escuchar este nombre son, como máximo, dos líneas borrosas de un viejo manual de Historia o de la raída enciclopedia de nuestra biblioteca: "Mahomet II, sultán turco desde 1451 a 1481. Conquistó Constantinopla en 1453". ¿Y qué más?. Tal vez tengamos un conocimiento más acabado de Lorenzo de Médici que del inefable verdugo del Imperio Romano de Oriente. B) En la piel del conquistador:
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Mehmet II nació el 29 de marzo de 1432 en Adrinópolis, la actual Edirne turca, otrora capital del Imperio Otomano (1365-1453). Entonces, su padre, Murat II, regía los destinos del país paseando a los destacamentos otomanos casi a voluntad por las tierras que una vez habían sido provincias del Imperio Bizantino. Pero pese a su sangre real y a la reconfortante sombra que sobre él proyectaba un personaje de la talla de Murat II, Mehmet no las tenía todas consigo. Todo lo contrario. Su madre, Huma Hatun, había sido una "gediklis" (que en turco significa "en el ojo del sultán"), hasta que Murat II la llevó a su harén, convirtiéndola en una "ikbal". Luego, cuando en 1432 dio a luz a Mehmet, la muchacha se convirtió en una "kadin" o esposa (1). Pero desdichadamente no fue la primera en dar un hijo varón al sultán, porque en dicho caso habría sido una "bas-kadin", es decir, la madre del futuro sultán. ¿Qué significaba todo ésto?. Ni más ni menos que Mehmet, teniendo medios hermanos mayores, entraba en una lista de espera donde la prioridad de la herencia la tenían otros (2). Así, pues, en 1432 Mehmet vino al mundo como el tercer hijo varón de Murat, después de Ahmed, de trece años de edad, primogénito y heredero del trono, y Alaeddin o Ali. Su infancia no fue de las mejores, dado que su padre sentía cierta predilección por Ahmed y Ali, quizá por tratarse de niños de sangre noble cien por cien (la madre de Mehmet, en cambio, había sido esclava antes de convertirse en "ikbal") o porque estaban más cerca de sucederle al trono en la lista de los herederos. Lo cierto es que Mehmet creció bajo la aureola de sus dos hermanos mayores, padeciendo en carne propia las discriminaciones de sus linajudas madrastras y la indiferencia de su enérgico padre. No obstante, en 1439 las tornas empezaron a cambiar en el palacio otomano de Adrinópolis. Ahmed murió repentinamente cuando Mehmet apenas tenía 7 años de edad y solamente cinco años después, Ali fue encontrado estrangulado en su habitación. Murad II no tuvo más alternativa que volver su mirada y enfocarla sobre Mehmet. No tardó mucho en darse cuenta que su tercer hijo, el de segunda clase, era un muchacho tan inteligente como encantador. Sin perder tiempo, el sultán despachó a su hijo hacia Manisa (Magnesia), donde le aguardaban dos de los tutores más renombrados de su corte, Zaganos y Sihabeddin. En esa ciudad del Asia Menor, Mehmet recibió la educación que la tradición exigía para un sultán. Cuando en agosto de 1444 su padre le mandó a llamar para reemplazarle en el trono, su joven hijo hablaba fluidamente nada menos que cinco lenguas además del turco nativo: griego, persa, hebreo, árabe y latín. Esto, sin mencionar sus conocimientos sobre historia, filosofía, retórica, literatura y matemáticas. Tal cual parecía, el fruto había madurado y estaba listo para ser cosechado. Habiendo abdicado, Murat II se retiró a la lejana Brusa, la primera capital imperial, dejando todo el poder en manos de Mehmet. A la corta fue una mala decisión. Muy pronto se presentaron problemas tanto internos como externos, que probaron que Mehmet aún no estaba en condiciones de llevar a buen puerto los destinos del Imperio. A los pocos días de asumir, sus tutores entraron en conflicto con el gran visir Candarli Halil (o Jalil Pachá)y para colmo de males, una gran expedición cristiana comandada por el rey de Hungría, bajó por el litoral de Bulgaria, en dirección a Varna (3). La noticia de la invasión húngara, último experimento de una Cruzada que registraron los anales de la Historia, provocó en la capital otomana una atmósfera de recelo hacia los cristianos indígenas. En septiembre, cuando el ejército occidental se desplegaba en torno de Varna, la secta de los Hurufi desató el caos en las calles de Adrinópolis, con matanzas de griegos ortodoxos inclusive. Fue la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo gota que colmó el vaso. Hacia mediados de mes, Murat estaba de regreso en la capital, poniéndose inmediatamente al frente de las huestes de jenízaros y sipahis. Después habría tiempo de ajustar cuentas con su irresponsable hijo y sus ambiciosos visires. Cuando el temporal capeó tras la completa derrota de las fuerzas cristianas, el 10 de noviembre de 1444, Murat II regresó con todos los laureles a Adrinópolis y reprendió severamente a sus funcionarios. Pero permitió a Mehmet seguir ejerciendo el gobierno, en una muestra de paciencia y tolerancia que sorprendió a propios y extraños. Sin haber resuelto los problemas cortesanos, el viejo sultán se marchó una vez más a Brusa, ansioso por restablecerse de los avatares de su última campaña. Con las manos nuevamente libres, Candarli Halil, Zaganos y Sihabeddin volvieron a enfrentarse entre sí, para conseguir el favor de Mehmet. Fue un período durante el cual los antiguos tutores se esforzaron por hacerle ver a su pupilo, las ventajas que se podían lograr con la conquista de Constantinopla. Tanto insistieron en ello que terminaron estigmatizando al inexperto sultán. Pronto, el sueño de arrebatar a los emperadores romanos la vieja ciudad se convirtió en una obsesión para Mehmet. Candarli Halil, entretanto, molesto por el ascendiente que habían logrado sobre Mehmet sus adversarios, empezó a mandar correos a Brusa para advertir a Murat de los desplantes de su hijo. Las actitudes de Mehmet no tardaron en justificar sus quejas. En 1445, las cicatrices psicológicas del abandono a que le había sometido Murat durante la niñez, comenzaron a abrirse en el muchacho. Desconfiado, receloso y taciturno, Mehmet se lanzó a gobernar sin consultar a sus visires, y lo que era peor, sin medir las consecuencias de sus actos. Durante los primeros meses de 1446, Candarli Halil se las ingenió para montar una supuesta rebelión de jenízaros que finalmente colmó la paciencia de Murat. En mayo Mehmet fue desplazado y confinado de nuevo en Manisa para completar su instrucción. Zaganos y Sihabeddin le acompañaron en el "exilio". C) El segundo reinado de Mehmet: El ostracismo en Manisa duró casi cinco años. En febrero de 1451, la muerte de Murat II condujo a Mehmet, ahora con diecinueve años, directamente al trono. Pero a diferencia de la anterior, esta ascensión estuvo signada por la firmeza y el buen tino que demostró casi de inmediato el joven sultán. Su primera medida fue reprimir a los jenízaros y reorganizar las fuerzas armadas del Imperio, lo que a la postre sería el basamento de los futuros éxitos militares. La segunda y más trascendental, la conquista de Constantinopla, había estado madurando en su mente durante los años de instrucción en la remota Manisa, siempre patrocinada por los obsecuentes Zaganos y Sihabeddin. Bogaskezen o Rumeli Hizar (el Estrangulador del Estrecho), empezó a construirse casi al mismo tiempo que los emisarios de Mehmet II cerraban un tratado de noagresión con los venecianos y los húngaros. Con la retaguardia asegurada, el siguiente paso del sultán fue mandar a buscar a un ingeniero húngaro, de quién se decía, podía construir piezas de artillería imposibles de imaginar para sus colegas occidentales. Urban como se llamaba, había visitado ya al emperador Constantino XI en Constantinopla, para ofrecerles sus servicios, pero el empobrecido soberano no había podido cubrir sus demandas económicas. Mehmet se alegró por ello y le contrató en el acto. Poco tiempo después, Urban se abocaba en Adrinópolis a
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo forjar los metales que habrían de constituir el primer regimiento de artillería "pesada" de la Historia. Uno de sus cañones llegaría a medir casi ocho metros de largo y a disparar balas de mármol que pesaban cerca de seiscientos kilos. D) El gran sitio de Constantinopla: Según cuentan las crónicas de la época, el 6 de abril de 1453, entre redobles de tambores y toques de trompeta, el sultán Mehmet II se presentó al frente de una enorme hueste ante las murallas de Constantinopla y acampó frente a la puerta de San Romano. Desde el primer día del sitio, los bandos rivales del gran visir Candarli Halil y de los tutores Zaganos y Sihabeddin, trataron de imponer sus puntos de vista acerca de la empresa. Mientras que el primero se oponía al asedio, los segundos lo propiciaban, rechazando tozudamente cada sugerencia de aplazamiento que proponía el gran visir, cada vez que los bizantinos repelían el asalto de los bashi-bazouks y de las fuerzas regulares turcas. Pero Mehmet estaba decidido, y la prueba de su firmeza la dio cuando en un golpe de efecto tremendo para los sitiados, transportó por tierra, sobre plataformas rodantes, a unos setenta barcos de su flamante flota para acometer las defensas del Cuerno de Oro, hasta entonces cerradas desde el mar por una gruesa cadena. El 23 de mayo en el cuartel general turco se resolvió la fecha del asalto general: el ataque a gran escala tendría lugar el martes 29 de mayo, al amanecer. Los preparativos del mismo fueron encomendados por el sultán al omnipresente Zaganos. Sin pérdida de tiempo, los soldados turcos se pusieron a bruñir sus escudos y los carpinteros, a preparar las escalas. Mientras tanto, los grandes cañones seguían machacando las enormes murallas teodosianas, derribando grandes trozos de mampostería. Llegado el día señalado, el sonido de los atabales, de los címbalos y de las trompetas hizo estallar el mundo. Unos 100.000 andrajosos bashi-bazouks arremetieron contra las fortificaciones pero fueron rechazados ignominiosamente a saetazos y fuego griego. El segundo asalto, realizado con tropas de línea, tampoco pudo hacer pie en lo alto de las almenas. Recién cuando Mehmet mandó a los jenízaros en la tercera oleada, las defensas bizantinas flaquearon, titubearon y finalmente se desmoronaron. En quince minutos, por lo menos 30.000 turcos penetraron en la gran ciudad cristiana y empezaron a matar a hombres, niños y mujeres sin distinción. Por la tarde, después de 53 días de sangrienta lucha, Mehmet hizo su entrada triunfal, vitoreado frenéticamente por sus soldados. En el camino de Santa Sofía hacia el palacio imperial, preguntó con insistencia por Constantino XI Paleólogo. Dos hombres le mostraron una cabeza que algunos griegos habían identificado como la de su señor. Ya en el palacio, caminando por las desoladas salas, masculló algunos versos de un poema persa: La araña ha tejido su tela en el palacio imperial y el búho ha cantado su canción de vigilia en las torres de Afrasiab.
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Constantinopla en 1420. Al norte, separadas por el Cuerno de Oro, las colonias mercantiles italianas de Pera (genovesa) y Gálata (veneciana). La ciudad, que había llegado a tener más de 500.000 habitantes, era una sombra enteca de su anterior grandeza, cuando los turcos la sitiaron en 1453.
E) El día después: Finalizada la gran batalla, la visión de Constantinopla era verdaderamente desoladora. Los cuerpos de los combatientes muertos yacían regados por todas las calles, apiñados o dispersos, según habían intentado resistir o huir en el último momento. La sangre había formado charcos y lodazales, y en las partes bajas de la ciudad, se escurría zigzagueando entre la inmundicia y los cadáveres hacia los muelles y embarcaderos. Muchos soldados turcos corrían sin rumbo, saqueando indiscriminadamente las iglesias y monasterios que hallaban a su paso. Recién dejaron de matar cuando se percataron que era más valioso tomar prisioneros para venderlos como esclavos en los mercados de Anatolia. El sultán, que les había prometido tres días de pillaje y saqueo antes del último asalto, pronto se desdijo de sus palabras. Pensaba en hacer de Constantinopla su nueva capital así que se debió haber preguntado para qué destruir lo que después debería ser reedificado. Inmediatamente envió a sus jenízaros a detener la marcha de los desenfrenados soldados de línea y de los bashi-bazouks. Pero ya era demasiado tarde. Todas las grandes basílicas, los palacios, los monumentos, las estatuas y los monasterios habían sido despojados de sus tesoros, ornamentos, cálices y relicarios. De las arcaicas iglesias de los Santos Apóstoles, Santos Sergio y Baco, San Teodoro, Santa Irene y Santa Eufemia, no quedaban más que paredes vacías y púlpitos desordenados. La misma suerte corrieron los famosos monasterios de Myrelaion, Jesucristo Pantócrator, San Juan Bautista de Trullo, Theotokos Pammakaristos, San Juan de Studius, San Jorge de Mangana, Jesucristo Pentepoptes, etc. La lista era interminable. A las imágenes de ruina, humo y desolación se agregaba en la lejanía, la de los pocos barcos, casi todos italianos, que habían conseguido escapar minutos antes de generalizarse los saqueos. Iban colmados de tripulación y pasajeros, hasta el punto casi de zozobrar. Pero en sus cubiertas los afortunados fugitivos daban gracias a Dios, mientras miraban, a la distancia, como la silueta de Constantinopla se empequeñecía hasta perderse en el horizonte, como el Imperio Romano de Oriente en las gavetas de la Historia. Los desdichados griegos que habían quedado a la buena de Dios en la vieja capital bizantina, fueron arreados como ganado y agrupados en los lugares que los visires y altos dignatarios otomanos habían escogido como nuevas residencias. Entre ellos marchaba, a golpes de bastón y latigazos, el teólogo bizantino Jorge Scolarios (o Genadio II), que bajo el reinado del emperador Juan VIII Paleólogo,
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo había llegado a ocupar el cargo de secretario y predicador del palacio. Los siguientes tres meses los pasaría como esclavo en la ciudad de Adrinópolis. 3 DE CONQUISTADOR A SULTÁN EMPERADOR A) La reconstrucción de Constantinopla: La conquista de la antigua Bizancio le valió a Mehmet II el mote de Fatih o Conquistador. Y bien ganado se lo tenía. En sus casi once siglos y medio, la ciudad nunca había sido tomada por asalto, excepto vilmente y a traición por la IV Cruzada. Pero Mehmet, que tanta Historia había estudiado en su período de instrucción en Manisa, sabía perfectamente que la sola conquista no garantizaba la gobernabilidad de los territorios sometidos. Había que tomar decisiones, y rápido. El Imperio Bizantino siempre había sido una obsesión para el sultán, lo mismo que la idea de imitar a los emperadores romanos, entre los cuales los Comnenos eran sus predilectos. Cuando decidió el arresto y la posterior ejecución de Candarli Halil, el gran visir de Murat II que tanto le había incomodado durante el sitio, empezó a vislumbrarse en su figura de sultán, la autocracia de los viejos basileus. En septiembre de 1453, Mehmet II empezó a levantar a Constantinopla de las cenizas. La ciudad estaba casi deshabitada desde mayo, así que hubo que deportar a grupos de musulmanes y cristianos del Asia Menor y de los Balcanes y establecerlos en los barrios abandonados. También alentó el regreso de los griegos y genoveses, para ocupar el cuarto comercial de Gálata y Pera, pero en este caso, el sultán debió darles garantías de seguridad. Mientras tanto, la gran catedral de Santa Sofía fue transformada en mezquita, recibiendo de Mehmet un subsidio anual de 14000 ducados de oro para mantenimiento y servicios. La suerte corrida por la iglesia de Justiniano horrorizó a los griegos ortodoxos, que poco antes de la caída de Constantinopla, también se habían quedado sin patriarca. A fin congraciarse con ellos, Mehmet hizo reunir al clero bizantino para que eligieran uno nuevo, y de la asamblea surgió el nombre de un antiguo secretario de Juan VIII paleólogo, llamado Jorge Scolarios. Pero Jorge no aparecía por ningún lado, hasta que alguien se acordó que había sido llevado, engrillado, a Adrinópolis. Mehmet le hizo regresar con todos los honores y luego de ser ordenado diácono, presbítero y obispo, el brillante teólogo fue investido patriarca, cargo que desempeñó con el nombre de Genadio II Scolarios (1453-1456, 1463 y 1464-1465). Para la misma época, en consonancia con su política de tolerancia religiosa, Mehmet también hacía designar a un gran rabino y a un patriarca armenio. Pero la piedra fundamental del resurgimiento de Constantinopla fue el emplazamiento de numerosas instituciones musulmanas e instalaciones comerciales en los principales barrios. A partir de este núcleo, la urbe se desarrollaría rápidamente y en un breve lapso de tiempo, casi cincuenta años, volvería a ser la ciudad más populosa de Europa. Se la conocería desde entonces como Estambul, una deformación de las palabras griegas eis tin polin ("en la ciudad").
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo B) De cara a Occidente: Aunque la noticia no fue inesperada, Occidente la recibió con amargura y aprensión. La extinción del Imperio Romano de Oriente provocó reproches mutuos pero esencialmente demostró la inutilidad del movimiento cruzado para salvar a la cristiandad oriental de los embates del Islam, revitalizados desde finales del siglo XI tras el advenimiento de los turcos. En Oriente, el mundo musulmán celebró la conquista de Constantinopla como su mayor y más importante victoria. El prestigio de Mehmet II creció hasta el punto de opacar a los poderes rivales de Egipto, Teke, Karaman, Erzincan y a las federaciones de los carneros blancos y negros. Al sultán, la fama se le subió a la cabeza y pronto empezó a considerarse a sí mismo como el heredero de los cesares romanos y el campeón del Islam en la guerra santa contra el infiel. Se auto proclamó Kaiser-i Rum, es decir, emperador romano y "Señor de las dos tierras y de los dos mares", en alusión a Anatolia y los Balcanes, por un lado, y al Egeo y el Mar Negro (en adelante, Karadenis), por el otro. C) Las siguientes campañas: Luego de trasladar la capital de su creciente imperio de Adrinópolis, en el corazón de Tracia, hacia Constantinopla, Mehmet volteó su mirada hacia Serbia. Para ese momento, el dominio de los príncipes de Rascia estaba resquebrajado, pese a que Esteban Lazarevic (1389-1427, déspota desde 1402), había podido liberarse del vasallaje impuesto por los otomanos tras la batalla del Campo de los Mirlos (1389). Su sucesor, Jorge Brancovic (1427-1456), aunque había dado la mano de su hija al sultán Murat, también se había protegido de él, aliándose a Hungría y edificando una gran fortaleza en Smederevo, a orillas del Danubio. La decisiva derrota de Varna en 1444 echó por tierra con las aspiraciones de independencia de Jorge y en 1453 el déspota debió colaborar con tropas en el sitio de Constantinopla. De manera que hacia 1456, cuando murió Brancovic, Serbia estaba ya virtualmente anexionada al Imperio otomano. En ese mismo año, las fuerzas de Mehmet fueron derrotadas ante las murallas de Belgrado por el general húngaro Juan Hunyadi, pero tres años después, el sultán volvió y asestó a los serbios el golpe de gracia conquistándoles Smederevo (Junio de 1459). La batalla de Belgrado, que tuvo lugar en julio de 1456, merece un párrafo aparte por ser la única mancha negra en la historia militar de Mehmet II. Quizá para probar la consistencia de las defensas húngaras o tal vez con el fin de medir sus propios límites, Mehmet condujo una hueste integrada por unos 70.000 soldados contra la gran ciudad del Danubio. En ella le esperaba el regente de Hungría, Juan Hunyadi, al frente de una horda de 25.000 hombres harapientos, atraídos al lugar por la arenga y los sermones del franciscano San Juan de Capistrano. Belgrado era una ciudad pequeña, aunque sumamente importante en el sistema defensivo establecido por los monarcas húngaros para contener el avance otomano. Mehmet sabía que debía someterla si no quería dejar una posición enemiga intacta a sus espaldas, en el caso de una invasión sistemática a Hungría. Por este motivo, había llevado consigo parte de las colosales piezas de artillería que le habían ayudado a derribar los muros de Constantinopla, tres años antes. Las diferencias abismales de fuerzas parecían augurar de nuevo la derrota de los cristianos. Pero Juan Hunyadi se sobrepuso al espectáculo de los cañones rugiendo sus salvas, y en una espectacular batalla derrotó completamente a Mehmet. Al decir del historiador Engel (4), tal fue la magnitud del desastre, que la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo invasión y conquista de Hungría por los otomanos se demorarían 65 años más. Sin embargo, los héroes de la jornada, Juan Hunyadi y San Juan Capistrano, acabaron muertos al finalizar el año, debido a una enfermedad que contrajeron como resultado de una plaga desatada en el campamento cristiano después de la batalla. Al sur, entretanto, las tropas otomanas parecían imparables. Luego de penetrar en Tesalia, acabaron con el Ducado de Atenas (1456) y de allí bajaron hasta el Despotado de Morea, que tan obstinadamente se habían disputado entre sí los hermanos del último emperador bizantino Constantino XI. Tomás Paleólogo huyó a Italia y Demetrio, acérrimo enemigo de los latinos, se estableció en la corte del sultán. Con su partida, en 1460, desapareció el último vestigio de soberanía bizantina en Grecia. Al año siguiente, Mehmet II, con la mayor parte de los Balcanes en su poder, se internó de nuevo en Anatolia y, avanzando al frente de una fuerza compuesta por unos 60.000 jinetes, 80.000 infantes y 300 barcos de guerra, fue sometiendo uno a uno a los emires de la región. Sínope fue conquistada y la confederación de los turcomanos del Carnero Blanco duramente derrotada. A principios de octubre el ejército otomano y una armada de varios cientos de navíos, se presentaron ante Trebizonda, morada de los emperadores Comneno desde los días de la IV Cruzada. El asedio se prolongó durante 21 agotadores días, hasta que finalmente el basileus David, a través de un emisario, arregló la rendición de su capital. Mehmet le permitió retirarse con sus bienes e instalarse en el territorio de Serrés. En 1463 David se encontró en Adrinópolis con Demetrio Paleólogo, el desposeído Déspota de Morea, lo cual fue interpretado como una conspiración por el sultán, que ordenó inmediatamente su ejecución y la de siete de sus ocho hijos. Con el colapso del imperio de Trebizonda, Asia Menor cayó definitivamente en manos del Islam, El mar Negro se convirtió en un lago musulmán, otomano en realidad, el helenismo debió recluirse en las sombras y los cristianos de Asia no tuvieron más remedio que sentarse a esperar el retorno de los gloriosos años de antaño, una espera que apenas tuvo un atisbo de finalización, con la independencia de la Grecia moderna. En sus mentes se mantuvo para siempre vívido el recuerdo de los Comnenos, de Alejo I, Juan II y Manuel I, y por supuesto, de los "Grandes" Comnenos, bajo los cuales respiraron sus últimos años de libertad. Después de la conquista de Trebizonda, Mehmet se dedicó a someter los emiratos rivales del sur de Asia Menor, Teke y Karaman, mientras parte de sus fuerzas eliminaban la última resistencia en los Balcanes, encabezada en Albania por Jorge Castriota o Skanderbeg (1468). El 11 de agosto de 1473, en la batalla de Bashkent, cerca de Erzincan, el ejército otomano derrotó a Uzun Hasan, el líder de los turcomanos de Akkoyunlus. La impresionante carrera de éxitos de Mehmet siguió con las colonias genovesas de Karadenis (Mar Negro) y la isla de Eubea, que arrebató a Venecia. En 1479, habiendo cumplido los cuarenta y cinco años, el inquieto sultán se lanzó contra la isla de Rodas, que fue defendida brillantemente por los caballeros de San Juan. Al año siguiente su mesnada pasó de Albania a Italia, donde la ciudad de Otranto padeció una durísima devastación. Fue la última acción de envergadura realizada por Mehmet: el sultán murió (algunos dicen de gota, otros, envenenado) mientras preparaba una nueva campaña en Anatolia, el 3 de mayo de 1481.
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Monedas otomanas puestas en circulación por el sultán Fatih Mehmet II (1444-1446 y 1451-1481) luego de la conquista de Constantinopla.
4 MEHMET II: El ser humano Mehmet, pese a sus 25 campañas militares, no fue únicamente un gran soldado. Su pasión por el arte se reflejó en su amor por la poesía; su fe en los versículos del Corán, en sus magníficas mezquitas (Eyup Sultán, mezquita de Fatih); arquitectónicamente intentó emular a los grandes emperadores bizantinos erigiendo el palacio de Topkapi, cuya construcción se inició para la época de la batalla de Bashkent. La tolerancia religiosa del sultán quedó de manifiesto cuando en tres ocasiones visitó al patriarca de Constantinopla, Genadio II Scolarios, con el fin de informarse de la religión de los cristianos. Sus relaciones con las repúblicas mercantiles de Italia (5) no fueron de las mejores, pero especialmente con Venecia mantuvo contactos culturales que llegaron a su punto culminante con la visita de Matteo di Pasti y Constanzio da Ferrara, quienes trabajaron en el palacio imperial de Estambul, entre 1478 y 1481. En 1479, el dux veneciano Giovanni Mocenigo (1478-1485) le envió a Gentile Bellini, el más prestigioso pintor de la época, que inmortalizó a Mehmet en un cuadro que se conserva actualmente en la Galería Nacional de Londres (¿?), aunque se duda de la autenticidad de la obra. Gentile Bellini también se encargó del diseño de las decoraciones y de los frescos en los muros del palacio de Mehmet. Al mismo tiempo, Sinan Bey, que era el jefe de los decoradores otomanos, fue enviado a Venecia, donde estudió a la sombra de Matrosis Pavli y Pavli de Damion. Toda la corriente de artistas extranjeros que arribó a Constantinopla en tiempos de Mehmet II dejó una huella profunda entre los artistas locales. En el campo del derecho, Mehmet también paseó su liderazgo, al concentrar en un solo código la ley criminal y todas las materias relacionadas con la misma. Su obra sirvió ulteriormente como núcleo de las subsecuentes legislaciones. La palabra del sultán era ley y el mismo Mehmet se ocupaba personalmente de que fuera cumplida con un rigor extremo. Tanta fue la influencia que ejerció sobre él el mundo romano, que hasta los límites de su Imperio casi coincidieron en un momento dado con los del Imperio Bizantino. Además de guerrero, poeta y patrono de las artes, el conquistador de Constantinopla fue también un acérrimo aficionado de la jardinería. Tenía una especial predilección por las rosas, a punto tal que, en uno de los retratos con que se le conoce, aparece con una de ellas en sus manos. Teología, filosofía y religión se contaron asimismo entre las obsesiones del sultán, que siempre se interesaba por los trabajos de los sabios bizantinos, fueran estos contemporáneos o no. Su corte se ocupó en este sentido de hacer traducir algunas de las obras o tratados de teólogos de la talla de Georgios Gemistos Plethon, Georgios Amirutzes, Jorge de Trebizonda, Miguel Critoboulos de Imbros y Jorge Scolarios (6). Aunque siempre los traductores se encontraron con que bajo una sutil apariencia "aristotélica", se escondía un más racional instrumento de
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo enseñanza del dogma cristiano (a Jorge de Trebizonda se le imputa la ocurrencia de tratar de convertir al sultán al cristianismo, en su deseo de reintaurar el "Reino Universal" - fe, iglesia e imperio - de los tiempos de Constantino el Grande, a través de la figura ascendente de Mehmet II). La tolerancia religiosa de Mehmet aún puede apreciarse leyendo su "Ahdnama" o juramento: "Mehmet, hijo del sultán Murat siempre victorioso. La orden de la honorable y sublime firma del sultán y del brillante sello del conquistador del mundo es la siguiente: Yo, el sultán Mehmet informo a todo el mundo que a aquellos a quienes se da el beneficio de este edicto imperial, los franciscanos bosnios, han caído en la gracia de mi Dios, por lo que ordeno: No molestar ni incomodar a los mencionados ni a sus iglesias. Dejarlos habitar en paz en mi imperio... Permitirles retornar y establecerse sin temor en sus monasterios, en todos los países de mi Imperio. Ni mis altos dignatarios, ni mis visires o empleados, ni siquiera mis sirvientes y aún tampoco los ciudadanos de mi imperio, deberán insultarles o molestarles. No dejar que nadie ataque, insulte o haga daño tanto a sus vidas como a las propiedades de sus iglesias, aún cuando traigan a alguien del exterior. Ellos tienen permitido eso. En consecuencia, teniendo por la gracia estatuido el presente edicto, yo tomo mi gran juramento o declaración. En el nombre del creador de la Tierra y del Cielo, el único que alimenta a las criaturas y en el nombre de los siete Mustafas y de nuestro Gran Mensajero,..., nadie debe contradecir lo que ha sido escrito ...mientras ellos sean obedientes y respetuosos a mis órdenes." 1463 Esta "Ahdnama", que trajo tolerancia y autonomía a las naciones conquistadas, fue decretada en un primer momento después de la conquista de Bosnia Herzegovina, el 28 de mayo de 1463, para beneficiar a la iglesia católica franciscana de Foznica. Justo es reconocer que se trata de la primera declaración de derechos humanos de la Historia y que fue estatuida exactamente 326 años antes de la Revolución Francesa de 1789 y 485 años antes de la declaración internacional de derechos humanos, realizada en 1948. Vista aérea del palacio de Topkapi, erigido al tope de una ladera que se levanta desde Sarayburnu, frente a la confluencia del Bósforo, el Cuerno de Oro y el Mar de Mármara. Mehmet II lo utilizó para la recepción de embajadas, la celebración de concilios con sus visires, etc. Como residencia fue abandonada gradualmente por los sultanes desde 1850. 5 CONCLUSIÓN La obra de Fatih Mehmet II, como se ha visto, fue pródiga en todo sentido. Aún así, solo su faceta militar ha trascendido en el tiempo, a causa del dramático sitio de Constantinopla. A Mehmet, la destrucción del Imperio Bizantino, le granjeó en Occidente más detractores que simpatizantes. Sin embargo, la justa medida con que la Historia debería analizar el principal hecho por el que se lo conoce no
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo tendría que dejar lugar a dudas: Mehmet II se apiadó de un estado que llevaba más de mil años a cuestas con casi doscientos cincuenta de miserable decadencia, causada por los necios comandantes de la IV Cruzada, que se decían cristianos. La posibilidad que le dio el sultán a Constantinopla, tras su conquista, de renacer desde las cenizas y convertirse de nuevo en la capital de un imperio que llegaría a medir tanto como el de Justiniano I, o más, no la tuvo ni la misma Roma, desde su ocaso en 476. Para el Islam, entretanto, Mehmet II fue uno de sus mayores campeones, solo comparable a Salah ed-Din Yusuf (Saladino) y Suleyman II (Solimán el Magnífico). Si bien el estado que encontró al ascender al trono tras la muerte de Murat II era un imperio consolidado, él lo convirtió en una potencia de primera línea. Con sus sucesores, el Imperio Otomano llegaría a constituirse en el azote de la Cristiandad, no ya en las remotas tierras de Anatolia o Palestina, ni aún en los más cercanos Balcanes, sino en las mismísimas puertas de Viena, en el corazón de Europa.
El Imperio Otomano a la muerte de Fatih Mehmet II 6 NOTAS ACLARATORIAS (1) En aquellos tiempos, las mujeres del harén eran importadas de los más recónditos rincones de la tierra. Algunas eran capturadas por piratas turcos que eran el azote de las costas del Egeo, del Jónico y del Adriático, otras eran vendidas por ambiciosos campesinos que se hacían de circulante gracias a las virtudes de sus hijas. Ningún sultán se casaba oficialmente. Pero la mujer que conseguía darle un hijo varón, ascendía a un estrato superior. (2) Las "esposas" o "kadin" de Murat II eran Alime Hatun, Yeni Hatun, Huma Hatun (la madre de Mehmet II), Tacunnisa Hatice Halime Hatun y Mara Hatun. De éstas engendró los siguientes hijos varones: Ahmed, Alaeddin o Ali, Fatih Mehmet II, Orhan, Hasan y Ahmed. Sus hijas fueron Sehzade y Fatma Sultana. Por su parte,
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Mehmet tuvo las siguientes "kadin": Gulbahar Hatun, Gulshah Hatun, Sitti Mukrime Hatun, Cicek Hatun, Helene Hatun, Anna Hatun y Alexias Hatun. Con ellas engendró a Mustafá, Beyazid II (1481-1512), Cem, Korut y a su hija Gevehan Sultana. (3) La batalla de Varna, sin ninguna duda, puede considerarse como el último esfuerzo serio y organizado, realizado por la Cristiandad, para salvar Europa oriental, incluyendo a Constantinopla, de la amenaza del Islam. Dirigidas por jefes nacionales locales de la talla de Ladislao de Hungría y el general magiar Juan Hunyadi, las huestes cruzadas se proponían bajar por el litoral de Bulgaria, liberar a Constantinopla y limpiar de turcos la península Balcánica. Contaban para ello con el beneplácito del Papa, a través de su legado, el cardenal Cesarini. Pero el sultán Murat II acudió con presteza y con una fuerza tres veces mayor a la de los cristianos, los derrotó completamente delante de Varna, matando al rey de Hungría y al delegado papal (10 de noviembre de 1444). Lo llamativo del caso fue que las Repúblicas de Génova y Venecia, temerosas de perder sus "franquicias" respecto a las rutas comerciales hacia Oriente, no se comprometieron con la aventura de la desafortunada Cruzada. Con el correr de los años lo lamentarían. Los sultanes otomanos acabarían confinándolas progresivamente en el Mediterráneo occidental, arrancándoles de sus manos los bastiones y emporios comerciales de Crimea, Creta y de las islas griegas. (4) Pal Engel, "El reino de San Esteban. Historia de Hungría Medieval (895-1526)" trans. Tamas Palosfalvi (London: I.B. Tauris, 2001), 296. (5) Las relaciones de las repúblicas mercantiles italianas con el Imperio Otomano tuvieron diferentes facetas a partir de la caída de Constantinopla, en manos de Mehmet II. Hasta entonces, los italianos se habían mantenido expectantes, favorecidos por el hecho de que los otomanos aún no habían construido una armada para acometer sus posiciones insulares en el Egeo y sus colonias en Crimea. Pero cuando el sultán pudo disponer de una, los años dorados de las repúblicas, que tanto habían arruinado comercialmente al Imperio Bizantino, acabaron indefectiblemente. Lentamente se fueron replegando, mientras trataban de salvar sus posesiones con una política dubitativa. Génova buscó aliviar su situación, uniéndose a España, mientras Venecia, mas amenazada por su ubicación geográfica, recobró algo de valor y ofreció una resistencia mucho más consistente y enérgica. (6) La biografía de Jorge Scolarios o Genadio II amerita un párrafo aparte. El teólogo bizantino nació en Constantinopla hacia los días de la batalla de Ankara. De joven aprendió latín y estudió apasionadamente a los teólogos y filósofos occidentales. Abrió una escuela en su propia casa, adonde acudían indistintamente pupilos griegos e italianos, los primeros para iniciarse en los escritos de Santo Tomás de Aquino y los segundos, para estudiar a Aristóteles. La fama creciente de Scolarios llegó a oídos del emperador Juan VIII Paleólogo, que acabó por nombrarle su secretario. Tiempo después el basileus le encomendó la ardua tarea de asesorarle en los asuntos de la unión de las Iglesias. Con ese motivo, Juan lo llevó consigo al Concilio de Florencia (1435). Sin embargo, entre 1444 y 1453, cambió radicalmente de postura y apoyó su nueva tesitura con una serie de escritos dirigidos contra el dogma latino y el Concilio de Florencia. Hacia 1450, reinando Constantino XI Paleólogo, Scolarios se inclinó por la vida monástica, se retiró al claustro, adoptó el nombre de Genadio y continuó la lucha contra los uniatas de la capital y contra los latinos. Defendiendo enérgicamente su posición, fue una de las pocas figuras de relieve que criticó con dureza la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo proclamación del decreto de unión, realizada por el cardenal Isidoro de Kiev, el 12 de diciembre de 1452. La caída de Constantinopla en 1453 le significó la esclavitud en Adrinópolis, de donde lo rescató Mehmet II, luego de que un sínodo de clérigos griegos le proclamara nuevo patriarca bizantino. Entonces Genadio II fue ordenado diácono, presbítero y obispo, nombramiento que fue confirmado por un nuevo conciliábulo, realizado con obispos procedentes de Asia y Los Balcanes. En 1455, Genadio retornó a la vida monástica, estableciéndose en las instalaciones del Monte Athos. Pero fue llamado para ejercer el patriarcado en dos oportunidades más: 1463 y 1464-1465. En 1472 falleció, mientras se hallaba consagrado a sus trabajos de teología, en el convento de Prodromos, donde fue sepultado. El mérito indiscutible de Genadio II fue, sin ninguna duda, haber asumido el patriarcado en un momento en que el futuro se presentaba negro para la población griega, con las pérdidas simultáneas de su Imperio, su capital y su independencia. La conciencia nacional, sabiamente mantenida y cultivada tanto por Genadio como por sus sucesores, salvaría a los greco-bizantinos de la disgregación definitiva como pueblo y aportaría los elementos necesarios para la resurrección acontecida durante el siglo XIX. En 1830, la frontera de Volo a Arta sería una base de partida para la Megali Idea, que propiciaba la restauración del Imperio Bizantino. 7 TABLA DE TIEMPO
8 FUENTES BIBLIOGRAFICAS a) Sin traducción al castellano: 1. G. Hoffman, "Giorgios Scolarios", en Enciclopedia Católica, VI, 448-449, 1951.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo 2. Th. Aarnold y Guillaume A., "The Legacy of Islam", Oxford, 1931. 3. Miller W., "Trebizond, the last Greek Empire", London, 1926. 4. David Nicolle, "Constantinople 1453. The end of Byzantium", 2000. 5. Vasiliev A.A, "The foundation of the Empire of Trebizond, Speculum", XI(1936), págs.3-37 6. Vasiliev A.A., "The Empire of Trebizond in history and literature, Byzantion, XV " (1940- 1941), págs.. 316-377. 7. Pal Engel, "The Realm of St. Stephen. A History of Medieval Hungary (8951526)" trans. Tamas Palosfalvi (London: I.B. Tauris, 2001), 296. 8. Bryer Anthony A.M., "The Empire of Trebizond and the Pontos", 1980. 9. M. Jugie, "Georges Scolario", Roma, 1939. 10. Dominic G. Kosary, "A History of Hungary", 1941. 11. The Library of Congress Country Studies, "The Otoman Empire", 1995. b) Con traducción al castellano: 12. Duby Georges, "Atlas Histórico Universal", 1987. 13. Runciman Steven, "Historia de las Cruzadas", volúmenes II y III, 1973 (castellano). 14. Cahen Claude, "El Islam" (desde los orígenes hasta el Imperio Otomano), 1972 (castellano). 15. G. Ostrogorsky, "Historia del Estado Bizantino", 1963 y 1984. 16. Tuchman, B., "Un Espejo Lejano", 1979 (castellano). 17. Maier Franz G., "Bizancio", 1973 (en alemán). 18. Norwich, J. J., "La Caída de Constantinopla" (castellano). GUILHEM DE ENCAUSSE Septiembre de 2003
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La Caída de Constantinopla Por Rolando Castillo Introducción Breve historia de La Ciudad Qué significó Constantinopla para el mundo Los ejércitos que sitiaron Constantinopla a través de los siglos La catástrofe de 1204 y sus consecuencias La reconquista de 1261 Los intentos turcos antes de 1453 En qué estado se encontraba la capital bizantina en 1453 Mahomet II Constantino XI Paleólogo La temible triple muralla de Teodosio II Crónica del sitio de Constantinopla La suerte del último emperador Las consecuencias de la caída para el mundo europeo y cristiano Qué perdió el mundo cuando cayó La Ciudad Bibliografía
Introducción. "Apenas salido de la infancia y antes de alcanzar la edad viril, fui arrojado en una vida llena de males y turbulencias, pero que permitía prever que el porvenir nos haría considerar el pasado como una época de serena tranquilidad," Manuel II Paleólogo, emperador (1391-1425). Ya han pasado exactamente 550 años de uno de los sucesos más importantes de la historia de la humanidad, tan fundamental que luego de sucedido el mundo pareció cambiar para siempre, y probablemente la fecha del acontecimiento sea la mejor para separar dos épocas distintas de la historia mundial, ya que el mundo a partir de allí jamás sería como antes. Es este trabajo un homenaje a todos los habitantes del imperio bizantino que han luchado por mantener sus formas de vida, por sobrevivir, por defender sus tierras, por conquistar tierras perdidas, es un homenaje a esas personas que vivieron libres durante 1.123 años en la ciudad más hermosa que la tierra haya visto jamás, la ciudad donde se representaba en el ámbito terrenal el mismo orden que en el venerable Cielo donde moraba Dios con su propia corte celestial. Ya hace 550 años que no está el emperador para dirigir los asuntos terrenales; ya no hay logotetas ni strategos ni drungarios, y ningún sebastocrátor cruza a caballo con su guardia Macedonia para dar órdenes directas del emperador a los gobernadores de Bulgaria o Serbia o el Peloponeso; ya no hay monjes en los monasterios de la capital que discutan sobre la naturaleza de Cristo o sobre el significado de los íconos mientras pasean por los jardines aledaños; no hay más
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo soldados que se apresten a defender sus tierras de las invasiones enemigas; no están más los ricos estancieros de Anatolia que proporcionaban enormes contingentes de tropas y los mejores generales nacidos en sus propias familias a los emperadores; nunca más el pueblo bizantino entraría a Santa Sofía para sentir esa emoción indescriptible de encontrarse con Dios, el emperador y el patriarca todos juntos, y disfrutar de esas luces cambiantes a cada minuto que entraban por las aberturas de la famosa cúpula, de los colores indescriptibles e iluminados de las cuentas de los hermosos mosaicos de sus paredes, de ese sonido único cuando todos están rezando y el eco vuelve enternecedor y soberbio; no están ya los marineros que prestos acudían de puerto en puerto combatiendo a todos los que osaban entrar en aguas del imperio; ya no habrá casas libres con íconos en su interior a los cuales poder rezar largamente y pedirles salud, bienestar y solución a sus problemas; no hay más sublevaciones contra los emperadores injustos o pecadores; no hay más embajadores con regalos para los potenciales aliados, no hay más romanos en este mundo. Cómo se puede expresar el significado de un derrumbe tan cruel para los sobrevivientes de un imperio que había dominado la política mundial durante siglos? De qué manera se pueden encontrar las razones de un hecho tan aterrador como la desaparición del mundo para el ánimo de los últimos bizantinos libres que habitaban la milenaria ciudad de Constantino? Es un hecho que los habitantes de Constantinopla de 1453, me refiero a los genuinos bizantinos, que tal vez no llegaran al número de cuarenta o cincuenta mil personas en total dentro de las murallas de la gran urbe, todavía creían en lo que sus mayores les enseñaron, o sea que eran súbditos de un emperador descendiente de Augusto y de Constantino el Grande, que eran miembros de un imperio glorioso y universal, y que de alguna manera se salvarían de esta catástrofe que se avecinaba, para renacer de las cenizas como tantas otras veces a lo largo de la dilatada historia que tenían sobre sus espaldas, todo gracias a la protección de Cristo y de la Sagrada Virgen. Por otro lado, también es un hecho que los griegos que habitaban la ciudad habían nacido en su mayoría en el siglo XV, que estaba comenzando su segunda mitad, y que durante lo que iba del siglo Bizancio apenas dominaba pequeños territorios en Tracia y un poco mas extensos en el Peloponeso, donde Mistra era la máxima expresión de la cultura bizantina y donde se podía sentir que la historia podría ser otra, siendo miembros de una cultura y de un pueblo extraordinariamente instruido, ilustrado y desarrollado intelectualmente. Pero la realidad golpeaba duramente a esta pequeña comunidad de bizantinos que se negaban a perder lo suyo, o sea su cultura, su personalidad, su forma de vida, su derecho a ser libres y de rezar a su Dios en sus propias iglesias. En esos años que promediaban el siglo XV Bizancio no existía prácticamente en materia política, no tenía para ese entonces casi ninguna importancia en el marco de las nuevas relaciones entre las potencias europeas; no obstante económicamente su capital todavía demostraba su importancia como puerto internacional, aunque los beneficios se los llevaran las repúblicas italianas, como en los últimos tres siglos y medio... A pesar de ello, la historia parecía favorable a quienes decían que podrían salir de este difícil trance, por eso conviene antes de estudiar los hechos de la caída,
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo revisar muy rápidamente lo que pasó en La Ciudad durante los mil ciento veintitrés años anteriores.
Breve Historia de La Ciudad. Cuando Constantino decide fundar en 324 Constantinopla sobre lo que era la antigua Bizancio, una colonia fundada por los colonos griegos de Megara unos diez siglos antes y que con el tiempo se había transformado en ciudad imperial romana, tal vez no imaginara que ponía la piedra basal de un edificio que tomó como tradición sentirse el centro del universo y que muchas veces cuando estaba por caer se volvía a levantar con la fuerza de un coloso. Tras dos primeros y problemáticos siglos dominados por elementos godos e isaurios en las altas esferas de la corte, con Anastasio y Justiniano el imperio se acomoda definitivamente en un primer orden mundial, primero financieramente y luego políticamente.
Pasada la efímera reconstrucción romana de Justiniano, sus sucesores hacen lo imposible por mantener la gloria del imperio, pero la desgracia cae sobre él durante la usurpación de Focas, y en el transcurso de solo ocho años los persas se quedan con la mitad de sus territorios. En esta dramática hora, Heraclio es el héroe que recupera todas las regiones perdidas y que pudo quedarse con toda la Persia misma, pero decidió perdonar y festejar su triunfo en Jerusalén y Constantinopla. Luego el Islam derrotará al ejército imperial en Yarmuk en 636 y finalmente le arrebatará en los próximos años los mejores territorios de Asia y África, dejando al imperio golpeado y herido. El mundo islámico trata de tomar Constantinopla (y con ella la totalidad del imperio) pero choca varias veces contra sus murallas, en 674, 675, 676, 677, 678, y muy especialmente en 717/718, cuando un impresionante ejército parece que va a derrotar definitivamente a los cristianos. Ahora le tocaba el turno de mantener vivo al imperio a León III, que defendió la ciudad con ahínco e inteligencia y resultó vencedor e incluso en sus últimos años pasó al ataque y venció a los árabes en Akroinón, en 641. Siguieron luego los avatares del imperio por caminos de gloria y recuperaron el dominio de amplias zonas europeas y asiáticas, llegando incluso a abrigar esperanzas de reconquistar Jerusalén, y sometiendo y convirtiendo al cristianismo a pueblos enteros como los búlgaros, servios y por un tiempo a los croatas, llegando su civilización inigualable a influenciar a pueblos como los húngaros y los rusos, aunque prontamente la diplomacia del Papado le arrebató Hungría y Croacia para siempre... Bizancio demostraba que podía convertir en civilizados a todos los pueblos de este mundo.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Pero una vez más el destino del imperio se debatió entre la vida y la muerte luego de la batalla de Mantzikert en 1071 en Armenia, sobreviniendo diez años de caos total, para ser salvados por otro gran personaje: Alejo Comneno, que junto a su hijo Juan y su nieto Manuel tendrán cien años más de clara influencia política en todo el mundo conocido, amplio prestigio y poder, los cuales por supuesto eran ostentados desde la gran ciudad imperial. No obstante, la adversidad quería caer sobre Bizancio, que desde Mantzikert no dominaba amplias regiones del Asia Menor, las que estaban en manos de los turcos selyúcidas: en Miriokephalón Manuel Comneno sufre una terrible derrota en 1176 y cuando el viejo emperador muere en 1180 vuelve a tambalear el edificio de Constantino. Fueron años de violencia, crisis, guerras civiles y en los cuales se perdieron las influencias sobre búlgaros y servios, que se independizaron, reduciendo de manera drástica al imperio, que se quedaba con Tracia, Macedonia, Grecia y las costas del Asia Menor. La traición de la cuarta cruzada de 1204 que penetró en la ciudad y la convirtió en una ciudad franco veneciana a sangre y fuego fue el golpe de gracia dado a la ciudad y su imperio, porque luego de penetrar en la ciudad y saquearla se repartieron los territorios como parte de un grandioso botín. El imperio se dividió en tres: Epiro, Trebizonda y Nicea, pero en realidad la continuación natural fue esta última metrópoli, con los Láscaris, desde donde se preparó para dar el salto y recuperar La Ciudad, cosa que consiguió Miguel VIII Paleólogo cincuenta y ocho años después, en 1261, y se consolidó luego gracias a la colaboración de los genoveses, que estaban siempre bien dispuestos a dar una paliza a los venecianos. Aunque Constantinopla fue encontrada por el emperador y los suyos en un estado atroz, se vio que el imperio todavía tenía con qué responder a las agresiones, todavía se podía volver a renovar, cosa que el mismo Miguel se encargó de demostrar, recuperando vastas posesiones para el imperio, y aunque murió en 1282 sin haber podido reconquistar parte del Peloponeso, Atenas, Creta, Trebizonda y varios puertos que quedaron en manos venecianas, Bizancio podía contar una vez más que había renacido de sus cenizas, y Constantinopla recuperaba algunos barrios que se reorganizaban, aunque muchas zonas seguían abandonadas y en estado de ruina. Pero a partir de allí la desventura se abatió sobre Bizancio de manera inexorable, especialmente cuando surgió un nuevo pueblo destinado a transformarse en el flamante imperio señorial de Oriente: los turcos otomanos. Poco a poco Bizancio perdió territorios que quedaban bajo el dominio otomano, incluso ya a mediados del siglo XIV en sus provincias europeas, y esto era lo alarmante, mientras que las guerras civiles consumían sus pocas fuerzas, y la poca ayuda recibida de occidente se vio neutralizada por la eficacia de la acción de los ejércitos turcos, que paralelamente sometieron a búlgaros, servios y albaneses, creando prácticamente un cerco sobre Tracia, aislando a la capital del resto del mundo.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Sin embargo, esos ejércitos turcos no podían penetrar la triple muralla, a pesar de sus reiterados intentos. Por toda esta enorme historia de caídas y renacimientos, cuando la marea turca rodeó Constantinopla, cuando el vasallaje rendido a los turcos oprimió los corazones de sus habitantes, cuando todo parecía perdido nuevamente, a pesar de ello se pensaba en la capital bizantina que otro milagro ocurriría, que otra vez acudiría la salvación para determinar una nueva resurrección del imperio. Por supuesto no era esta la opinión de muchos bizantinos que huyeron porque ya no encontraban donde establecerse con seguridad en su territorio y que ahora se encontraban dejando todo su bagaje de conocimientos en occidente.
Qué significó Constantinopla para el mundo? Constantinopla fue llamada desde el principio Nueva Roma, por haber heredado la capitalidad de un imperio en un momento de crisis de la ciudad de Roma, que se había vuelto ingobernable, llegando a ejercer su poder sobre todo el imperio. También fue apodada Nueva Jerusalén, porque luego de la caída de esta población ante el Islam Constantinopla fue el nuevo baluarte del cristianismo en su máxima expresión, y su pueblo se creía el más profundamente cristiano del mundo. Nave derecha desde otro ángulo. Santa Sofía. Igualmente era una localidad cosmopolita, donde se podían encontrar mercaderes persas, armenios, árabes, gente que traía mercancías de la lejana China, de la India, de Etiopía, de Rusia, de la Europa Occidental, etc, era por tanto una urbe que se transformó en el punto de encuentro de culturas nuevas y milenarias, un verdadero paraíso para el alma inquieta que deseara bucear en el conocimiento humano. Esta trilogía transformaba a Constantinopla en capital del mundo, tanto en materia administrativa, como en asuntos religiosos o económico financieros. Por lo tanto la visión que el mundo tenía de Constantinopla era la de una metrópoli de oro, una ciudad santa o una capital de las oportunidades, según quien pensara en ella. Desde las costas de Al Andalus o desde los fríos bosques de Irlanda hasta las inmensas estepas euroasiáticas, y desde las tierras frías de los vikingos hasta las
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo arenas ardientes de Etiopía o de Arabia, no hubo quien fuera indiferente a la seducción que esta urbe ejercía sobre el mundo entero. Los mercaderes querían acceder a sus puertos y mercados para poder participar de su inmenso intercambio y algún día llegar a ser ricos, los fieles cristianos la tenían por centro de peregrinación debido a la inmensa cantidad de reliquias que tenían sus iglesias y a la fama de éstas de ser majestuosas e imponentes, y muchos, aún los extranjeros (nadie era extranjero si hablaba griego, se convertía al cristianismo ortodoxo y reconocía al emperador como su gobernante máximo), querían ganarse un lugar en la administración o llegar a formar parte de la corte imperial para participar de su inmenso poder. Es por estas razones que podemos decir que en el imaginario medieval Constantinopla fascinaba a todo el mundo conocido, era no solamente una enorme metrópoli sino que era La Ciudad. Pero también fue ampliamente envidiada por muchos pueblos, y por eso mismo era el objeto del deseo de distintas civilizaciones que intentaron tomarla por la fuerza durante el transcurso de tantos siglos de vida, y en esas ocasiones Constantinopla tenía que estar muy bien preparada, con sus murallas en buen estado y con sus famosas divisiones de ejército que superaban todo lo conocido en materia bélica. Por eso no era una urbe paradisíaca, ya que siempre había revueltas y el ejército controlaba cualquier disturbio y efectuaba permanentemente tareas de policía, necesarias también para reprimir las habituales revoluciones de su inquieto pueblo y mantener un cierto orden que era fundamental para responder a las agresiones exteriores. De todas formas, la envidia y la codicia fueron triunfando sobre la admiración con el correr de los siglos, especialmente luego del cisma de 1054, transformando a La Ciudad en una joya hereje pretendida por muchos, especialmente por los latinos que durante las cruzadas pudieron comprobar lo maravillosa que era y lo cerca que habían estado como para derrotarla y saquearla. Podemos concluir que asombro, admiración, esperanza, codicia, envidia, odio, eran los sentimientos que más comúnmente sentían los pueblos del mundo con respecto a La Ciudad, y que Constantinopla no es comparable a ninguna ciudad de su época.
Los ejércitos que sitiaron Constantinopla a través de los siglos. Muchos fueron quienes intentaron tomar la ciudad por asalto y de esa manera destruir al imperio, y casi todos ellos sufrieron estrepitosos fracasos, hasta 1204. Estos son solo los más significativos, e incluyen ataques exteriores y sublevaciones o revoluciones locales, porque los propios bizantinos a veces con ayuda mercenaria también trataban a veces de conquistar su propia capital, ya que sabían que quien tuviera la capital tenía el imperio.
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En 626, persas y ávaros (éstos junto a miles de eslavos) juntan sus fuerzas y atacan la ciudad desde Asia y Europa, por tierra y por mar, y permaneciendo Heraclio muy lejos en campaña contra Persia se hace cargo de la dramática situación el patriarca Sergio y defiende Constantinopla exitosamente con la colaboración de toda la población. En 674 los árabes triunfadores en su propósito de conquistar el imperio completo aparecen frente a las murallas e inician un violento ataque que dura años, siendo el gran defensor de la ciudad Constantino IV, que solamente en 678, gracias a la acción de la marina bizantina, puede alejar a sus efusivos rivales. En 705 El khan búlgaro Tervel con sus huestes acompaña a Justiniano II, antiguo emperador depuesto, y sitia la ciudad. Luego de tres días son objeto de las burlas de los guerreros defensores porque no tienen experiencia en asaltar grandes muros y su torpeza es aún mayor frente a la temible triple muralla, pero el ex emperador logra penetrar con sus lugartenientes por unas tuberías del acueducto y una vez dentro se las arregla para retomar el gobierno. Un traspié que terminó con el gobierno de Tiberio II, pero que en realidad fue un sitio de características locales. En 717 León III usurpa el poder y defiende La Ciudad frente a un enorme ejército árabe que un año más tarde se retirará vencido irremediablemente por la excelente organización y bravura de las tropas terrestres y marítimas bizantinas. El khan búlgaro Tervel pactó con el emperador para hostigar a los árabes. En 742 Artavasdo pide a Teófanes Monutes, regente en nombre de Constantino V, que le abra las puertas de la ciudad, a lo que Monutes accede entregando la capital al usurpador. Otra toma de la ciudad de características y consecuencias exclusivamente locales, y que dio a Artavasdo la ilusión de ser emperador por dieciséis meses. En 813, el búlgaro Krum, vencedor en 811 del emperador Nicéforo I, del cual había hecho una copa de oro con su cráneo, apareció ante las murallas defendidas por León el Armenio; fue fracaso del khan búlgaro, que no pudo siquiera pensar en entrar a la urbe, pero hubo una enorme devastación de las tierras cercanas, a la manera que luego acostumbrarían hacer los turcos. En 821 Tomás el Eslavo, que había iniciado una verdadera revolución interna, sitió con sus tropas Constantinopla, y la mantuvo cercada por un año, hasta que se rindió ante la evidente superioridad de las murallas y sus protectores, bajo el mando del emperador Miguel II. El búlgaro Omurtag ayudó con sus tropas al emperador. En 860 se presentan los primeros rusos ante la ciudad y pretenden entrar en la misma, pero ante su fracaso se entretienen con incendiar sus alrededores extramuros, en época de Miguel III. En 907 Oleg, el primer príncipe ruso que une a toda la región con todos los príncipes y señores rusos bajo su mando, llega desde Kiev con sus naves y
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo guerreros y provoca otro sitio de la ciudad, defendida por León VI, pero se contenta con obligar a Bizancio a firmar un respetable pacto comercial y se retira. En 913 Simeón, el gran zar del reino macedónico de Bulgaria, apareció frente a los muros con la pretensión de ser nombrado Basileus de los romanos, pero no pudo con sus murallas y se conformó con su coronación como Basileus de los búlgaros. En 924 vuelve Simeón a intentar tomar Constantinopla, pero Romano Lecapeno hace una excelente defensa y el zar búlgaro, luego de un encuentro con el emperador, parece que abandona definitivamente sus aspiraciones a la corona imperial de los romanos. En 963 Nicéforo Focas toma la ciudad y en una verdadera batalla en las calles vence a José Bringas, con la complicidad de la emperatriz Teófano, con la cual se casa y obtiene la legitimidad para ser coronado emperador. En 1047 el general armenio bizantino León Tornikes se subleva contra Constantino IX Monómaco y estuvo a punto de tomar la capital, pero no llegó a hacerlo, tal vez por mala suerte, o por haber tenido cierta vacilación, porque muchos ciudadanos parecían apoyarlo. En 1081 Alejo Comneno apareció ante las murallas que sostenían a Nicéforo III Botaniates, y pudo entrar gracias a un acuerdo con el jefe de los germanos que guardaban la misma, y en las calles de la ciudad se produjo la lucha con las tropas del emperador, de la cual salió victorioso y fue coronado como Alejo I. Sin embargo, sus tropas, extranjeras en su mayoría, se dedicaron a saquear y destruir la ciudad durante tres días sin descanso, con lo cual ésta quedó en un estado bastante ruinoso, lo que hizo que Alejo sintiera verdaderos remordimientos por la destrucción de una ciudad tan preciada para él e intentara su reconstrucción inmediatamente. En 1090 los pechenegos, pueblo turco que llegaba desde el Danubio, se aliaron con los herejes bogomilitas que vivían en el imperio y llegaron hasta Constantinopla, y más aún, el emir de Esmirna envió una vigorosa flota que envolvió a la ciudad por el mar, haciendo que el hambre y la miseria se apoderaran de esta. Solamente el auxilio pedido por el emperador Alejo I a los cumanos, fervoroso pueblo de origen turco, salvó a la ciudad del desastre, en cuya batalla se masacró al pueblo pechenego casi en su totalidad. Luego vendrá la época de las primeras cruzadas entre 1098 y 1204, durante las cuales repetidamente los cruzados de cada época pensaron en sitiar y tomar la ciudad hereje por asalto, pero siempre se impuso a último momento en los reyes, nobles o generales que las dirigían la obligación de combatir a los musulmanes, no sin haber por eso fricciones, batallas, muertes y deseos reales de combatir a los bizantinos. Como se podrá apreciar, es muy amplia la lista, y muy variada (y no es la lista definitiva), pero la constante histórica hasta aquí es la impotencia del sitiador, la victoria final siempre para los defensores, exceptuando algunos casos especiales de rencillas locales que fueron resueltas a favor de los sitiadores, como el caso de la toma de la ciudad por parte de Alejo I Comneno.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Conclusión final: Constantinopla era una ciudad absolutamente invulnerable para cualquier ejército extranjero que viniera con el propósito de tomarla a la fuerza, no así para los ejércitos rebeldes locales que bien podían aprovechar las simpatías que pudieran generar en el pueblo o en los defensores de la ciudad, que a veces ayudaba a sus hermanos rebelados contra el poder reinante en el imperio.
La catástrofe de 1204 y sus consecuencias.
Y así llegamos a 1204, año en el cual Constantinopla es tomada por las tropas de los cruzados latinos, en su mayoría francos y venecianos, y destruyeron, entre otras muchas cosas, la imagen de invulnerable e impenetrable que tenía la gran metrópoli. Galería Norte de Santa Sofía. Si tenemos que analizar esta situación y compararla con los sitios anteriores, podemos aceptar que fue una especie de mezcla de las dos situaciones: había un ejército extranjero hostil, pero que en un principio fue utilizado por el hijo del emperador Isaac Ángel, Alejo IV, que había prometido enorme tesoro a los cruzados para obtener el mando del imperio. Como el dinero nunca fue dado a los cruzados, porque seguramente no existía tal suma en toda la corte bizantina, y a eso se le sumó el asesinato de los emperadores por medio de las masas enfurecidas, que proclamaron finalmente a Alejo Murzuflo como nuevo emperador, los cruzados sintieron que habían sido estafados y acometieron con un sitio vigoroso a la ciudad, que en principio fue rechazado aunque no sin dificultad. Pero había habido fatalmente tantos cambios en el poder que había bajado mucho la moral de los defensores, y Alejo V Murzuflo no era una persona que pudiera darles confianza porque, aunque tenía dotes personales como una gran energía y empeño para lograr administrar la terrible crisis, no era muy querido, y el poco tiempo que estuvo no pudo tener un gobierno estable, ya que daba cargos y ante la menor sospecha de traición, los revocaba, provocando solamente más confusión en sus colaboradores y en el pueblo, que ya no sabía a quien responder. Aparentemente los venecianos tenían muchos contactos dentro de la ciudad, lo que facilitó el trabajo de los sitiadores, que entraron unos días después por una abertura producida en las murallas de la costa del Cuerno de Oro en el mismo instante en que un incendio presumiblemente provocado desde adentro tomaba a los defensores por sorpresa, entrando fatalmente los contingentes de cruzados en la capital. La toma de la ciudad ya era un hecho, solo había que dejar pasar las horas y la ciudad sería latina por primera vez en la historia. Hasta aquí la explicación de una derrota que lo fue esencialmente porque los bizantinos se hallaban divididos y porque una de las facciones se quiso servir de
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo los cruzados para obtener la victoria, error que costó a Bizancio el golpe mas duro de su historia, ya que fue lo que vino después lo que derrumbó a la mas hermosa ciudad del mundo, a la ciudad de oro que no tenía igual en el planeta. Saqueos constantes, anarquía, incendios, asesinatos, caos, robos, y finalmente el reparto de la metrópoli y del imperio en manos francas y venecianas terminaron con la gloria de la gran urbe y con los tesoros artísticos y arquitectónicos que había en ella, redujeron barrios enteros a la ruina y al abandono absoluto, porque muchos habitantes (los que pudieron escapar de la masacre, como Nicetas Coniates) sencillamente huyeron al interior del país, especialmente a la ciudad de Nicea, y los que pudieron se fueron a Italia, Hungría, Rusia, Francia o Alemania. La gran ciudad quedó reducida a un grupo de barrios en estado catastrófico y casi deshabitados con algunos palacios o iglesias que fueron confiscados por los cruzados para establecerse en ellos, y ya de esa desolación la capital no se recuperaría jamás, porque todo el oro, la plata, las piedras preciosas, el tesoro del Estado, las reliquias religiosas, los altares de las iglesias, las obras de arte, todo fue robado y llevado a países occidentales o vendido al mejor postor. Este es el punto de importancia de los hechos acaecidos en 1204: la completa destrucción de la antigua Constantinopla, que durante cincuenta y siete años observa silenciosamente cómo lo que había construido durante casi nueve siglos le era arrebatado sin piedad alguna, y esto marcó un antes y un después en la historia de la ciudad: antes, arrogante, orgullosa, altiva e invulnerable, la ciudad imperial era la dueña del mundo; después, vencida, sometida, destruida y vulnerable, era una ciudad fantasma, con rencores insalvables y dominada por los occidentales de forma irremediable, aún después de la recuperación por parte de Miguel VIII Paleólogo.
La reconquista de 1261. "Constantinopla, Acrópolis del Universo, capital del Imperio Romano, que había estado, por la voluntad de Dios, bajo el poder de los latinos, se encontró de nuevo bajo el poder de los romanos, y esto les fue concedido por nuestra mediación." Miguel VIII Paleólogo. En 1261 Miguel VIII Paleólogo inicia el sitio de la ciudad que los bizantinos de Nicea querían reconquistar, pero después de prolongadas escaramuzas también sus murallas le son imposibles de traspasar, y termina haciendo un pacto con el emperador latino Balduino II, en espera de otra oportunidad. Tiempo después sabía que tenía mejores posibilidades, porque había conseguido la ayuda de los genoveses, que, movidos por los mismos intereses que los venecianos venían defendiendo hacía siglos en Bizancio, decidieron que era una buena oportunidad para extender sus negocios y aplicar un buen golpe a sus rivales venecianos y pisanos y a cambio de los consabidos privilegios comerciales ofrecieron su marina para sitiar a la capital por mar, algo fundamental para quien quisiese tomarla.
Flanco Norte Santa Sofía.
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Sin embargo, la fortuna quiso que algunos soldados de las tropas bizantinas que estaban desolando Tracia preparando el camino para un futuro asedio, comandadas por Alejo Strategopulos, se enteren mediante sus informantes de que los defensores no estaban en las murallas esa noche porque los venecianos se los habían llevado a atacar posiciones griegas en una isla del Bósforo, y aprovechan la ocasión para investigar, encontrando una puerta accesible y forzando por ella la entrada a la ciudad, provocando finalmente ante la ausencia de tropas latinas la huída del emperador latino y su corte. Unos meses después, el emperador Miguel VIII, que se hallaba en Asia al momento de la toma de la ciudad, hace una entrada triunfal en Constantinopla, y poco después es coronado en Santa Sofía, con cuyo acto se volvía a la ya centenaria tradición bizantina de la coronación del emperador por el patriarca en la iglesia mas bella de la cristiandad, y en definitiva se restauraba en el imperio su capital tradicional. Por lo tanto, luego de 1261, Constantinopla vuelve a ser bizantina, pero su vulnerabilidad había sido evidenciada, y por lo tanto otra época comenzaba para Bizancio, llena de inseguridades y sin poder lograr ya nunca más el prestigio ni el poder de antaño.
Los intentos turcos anteriores a 1453. ¿No estamos perdidos? ¿No estamos entre los muros como en una especie de red tendida por los bárbaros? ¿No es feliz el que ha abandonado la ciudad ante el peligro? Todos se apresuran a marchar a Italia, a España y aun más lejos, hacia el mar situado allende las Columnas (Inglaterra), para escapar a la esclavitud" Demetrio Cidonio. Lo que nos hace pensar que la caída del imperio fue acelerada e incluso provocada por el golpe fatal de 1204 es el hecho de que a pesar de todos los problemas que atravesaba el imperio los turcos recién pudieron establecerse firmemente en suelo europeo en el año 1354, cuando se apoderan de Gallípoli, y esto gracias a un temblor del suelo que obligó a los bizantinos a abandonar la zona, y si sumamos a esto el hecho de que el imperio mongol de Tamerlán en 1402 derrotaba catastróficamente a los turcos de Bayaceto, podemos darnos cuenta de lo importante que fue para la supervivencia de los otomanos encontrarse con un imperio tan resquebrajado y fundamentalmente pobre, no olvidemos que todos los tesoros de la capital fueron sustraídos por los latinos, ya no cabía la posibilidad que siempre hubo en Bizancio de poder fundir el oro de las iglesias y de los monumentos para obtener fondos, y todo el dinero que había en la capital ya sea público o privado se lo habían llevado los latinos, con lo cual el elemento más importante en la política del imperio se había esfumado. Fue en 1359 cuando los otomanos se atrevieron a enfrentar las murallas de la ciudad por primera vez, pero fracasaron absolutamente a pesar de la debilidad manifiesta de los bizantinos, que habían abandonado Tracia a su suerte una vez que los invasores se acercaban a la capital.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Los turcos podían hacer caer una a una las ciudades bizantinas ahora que estaban asentados en Europa, pero la capital seguía siendo intocable. En 1394 el sultán Bayaceto decreta el bloqueo total de Constantinopla, donde reinaba Manuel II, y la ciudad desfallece entre el hambre y la pobreza, pero no intentó un asalto a la misma, quizás porque no esperaba poder tomarla todavía, contentándose con preparar el camino a un asalto que al final no se produjo porque el sultán fue derrotado y capturado en la batalla de Ankara en 1402 frente a los mongoles de Tamerlán. En 1411 Musa pone sitio a Constantinopla en venganza ante la ayuda bizantina a su hermano Solimán en medio de una guerra civil de los otomanos, y otra vez se produce el fracaso de los sitiadores. En 1422 Murad II en una dura réplica al apoyo que los bizantinos dieron a Mustafá, que pretendía ser el heredero del sultanato otomano, rodeó la capital y con todas sus fuerzas intentó un asalto fulminante y con un monumental empuje, que costó mucho neutralizar y cuya violencia era enormemente atemorizadora, pero luego de tres meses de intensa actividad tuvo que retirar la maquinaria de guerra turca, que con todas las posibilidades a su favor no pudo penetrar en la gran ciudad en un apreciable espacio de tiempo, y debió trasladarse para luchar con un nuevo pretendiente al trono, mientras Constantinopla seguía siendo orgullosamente bizantina, aunque en realidad ahora era una isla en medio de la marea turca que había conseguido ya conquistar una gran parte de los Balcanes. En 1453, por lo tanto, como si fuera una costumbre milenaria, se renovaba la historia de los sitios a Constantinopla.
En qué estado se encontraba la capital bizantina en 1453. "Ya no hay dinero en ninguna parte. Las reservas se han agotado, las joyas imperiales han sido vendidas, los impuestos no producen nada porque el país está en la ruina" Juan VI Cantacuzeno, emperador (1347-1354). Sin ningún temor a equivocarnos, podemos afirmar que la más bella ciudad de la Edad Media estaba en el año 1453 en estado lamentable, ocasionado por una multiplicidad de factores que harán que ese estado sea el peor en toda su larga historia. Galería de la Emperatriz en Santa Sofía. Los relatos de los viajeros son realmente asombrosos, porque cuando hasta 1204 solo hablaban del inmenso lujo, las casas hermosas, las avenidas, los puertos, los edificios públicos, los palacios, las iglesias y los monasterios, luego de esa fecha y cada vez más seguido relatarán sobre casas abandonadas, calles desiertas, barrios destruidos, abandono, suciedad, pobreza y muerte. En 1453 Constantinopla estaba sitiada mucho antes de que el ejército del sultán se acercara a sus murallas.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Durante todo el año se impuso por parte de los otomanos un bloqueo que limitó la posibilidad de visitar la ciudad, así como también dificultó su abastecimiento, que no podía ser más problemático con los barcos y los soldados turcos ejerciendo una continua vigilancia por orden de Mahomet II. Por lo tanto, ya era difícil conseguir comida, bebida y ropa, por hablar solamente de elementos indispensables para la vida de una ciudad. Sabemos por los relatos mencionados que en pleno centro de la ciudad había terrenos cultivados para la subsistencia de los ciudadanos, tal como si fueran granjas, pero en medio de los edificios públicos y de las iglesias más grandes y hermosas como la de Santa Sofía. Los escombros estaban por toda la ciudad, los edificios se estaban viniendo abajo constantemente y dejaban en ruinas barrios enteros, y los terrenos que se podían limpiar se utilizaban como pequeños huertos de cultivo para paliar el hambre. Sin embargo los terrenos baldíos y las casas abandonadas eran las estrellas de la nueva ciudad, ya que donde habían vivido más de 500.000 almas con toda seguridad, ahora, luego de que una trágica peste azotara la ciudad en 1448 (por si tuviera pocos males que soportar) habría apenas poco más de 40.000, dando lugar al abandono de gran cantidad de barrios que antes eran populosos y bulliciosos y donde ahora solo vivía el recuerdo de lo que había sido una urbe maravillosa. El Gran Palacio, que había sido reemplazado por el palacio de las Blaquernas, descuidado y transformado en cárcel en época de los Comneno, a fines del siglo XI, era ahora una especie de campo donde había vacas pastando y también se utilizaba como cementerio improvisado. Las avenidas, que solían estar llenas de estatuas y adornos, y con magníficos pórticos que proporcionaban protección contra el calor y los temporales, repletas de negocios y tabernas bulliciosas y con gran cantidad de gente paseando y tratando de hacer negocios o pasar simplemente un buen rato, ahora se veían con un aspecto desolador, desiertas, con los pórticos destruidos o simplemente desaparecidos, y adornados solamente con los pedestales de las antiguas estatuas. Las tabernas eran regenteadas también en su mayoría por comerciantes italianos, pero a esa altura no eran más de diez o doce en toda la ciudad. Por si todo esto fuera insuficiente, los pocos bizantinos habitantes de Constantinopla en 1453 eran absolutamente miserables, vestían lo que podían encontrar, porque el bloqueo y la indigencia se habían hecho una costumbre, y la población puramente bizantina solamente podía alcanzar cierta dignidad si eran cambistas (pequeños, nada que ver con los de origen italiano) o escribanos, y la mayoría se dedicaba a la pesca, a ofrecer servicios como marineros o a ser pequeños comerciantes, mucho más pequeños si se los compara con los comerciantes genoveses de Pera. La corte estaba en la miseria total, y con una corte en bancarrota, los potentados, los nobles, los aristócratas, que los había en el país, y muy ricos, escaparon de la ciudad ya desde mitad del siglo XIV, o poco después, y las últimas ciudades que vieron nobles o potentados griegos en territorio libre fueron las ciudades del Peloponeso o Trebizonda, feudo de la familia Comneno.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Era por lo tanto Constantinopla una ciudad abandonada a su suerte por propios y extraños, donde los bizantinos que la habitaban soportaban estoicamente a los genoveses, venecianos o pisanos, que eran los dueños de todo lo que podía dar un cierto bienestar, y a los turcos que los bloqueaban e impedían la salida o la entrada a la ciudad de las mercaderías, el dinero o de las personas que deseaban hacerlo. En los huecos enormes en su estructura edilicia, abandonados completamente los terrenos y edificios o utilizados para plantar hortalizas que satisfagan el hambre producida por los frecuentes sitios y bloqueos, había casas de madera precariamente construidas para albergar a los infortunados habitantes de la ciudad cristiana por excelencia. A pesar de todo esto la angustia de su gente y los males que soportaban sin embargo no fueron bastantes para que se avale la unión de las iglesias realizada formalmente en Santa Sofía en 1452, y la población seguía concurriendo a los templos en los cuales se realizaba el rito bizantino como la tradición lo determinaba. Es este un gran ejemplo que nos da un pueblo que hasta la muerte se aferra a sus creencias, hasta la muerte cree que será salvado, hasta la muerte pelea por sus convicciones, aún cuando ese valiente soldado que era su emperador, Constantino XI Paleólogo, intentara una unión con la iglesia latina una vez más, solamente para ver que el pueblo no lo acompañaba por primera y única vez, igual que a sus predecesores que intentaron lo mismo. Solo que ahora el imperio era un pequeño conjunto de unos miles de personas, ya incapaces de generar una revuelta, pero suficientes para decir que no a esas pretensiones que siempre vieron como ajenas a su real sentimiento. Como conclusión final podemos decir que Constantinopla en 1453 era una ciudad casi fantasma, pero con un pueblo decidido a enfrentar en soledad a los turcos, sin ayuda de los insufribles y odiados latinos (salvo honrosas excepciones que ya destacaremos), y que se apoyaba firmemente en sus creencias religiosas para tener fe en un futuro salvador. A los turcos los esperaban, entonces, con un cierto optimismo basado en su fe religiosa, con muy pocos medios y hombres disponibles, pero con el corazón hinchado por una gran fe, la fe de ser los últimos ciudadanos, aunque solitarios y desprotegidos, de lo que había sido la ciudad más hermosa, lujosa y poderosa del mundo conocido, y de pensar que su Dios no los abandonaría nunca.
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Mahomet II Los turcos fueron ahogando con el correr del tiempo a Bizancio, ya que una vez instalados en Europa no pudieron ser desalojados, y, por el contrario, se fueron extendiendo sin prisa pero sin pausa sobre todo el territorio de los Balcanes, a pesar de las cruzadas de los occidentales para destruirlos, que terminaron en victorias de los sultanes, especialmente en Nicópolis y en Varna, donde el futuro de los Balcanes quedó prácticamente sellado. Sitiaron varias veces la gran ciudad, y especialmente el sitio de Murad II fue peligroso y estuvieron a punto de tomarla, pero por distintas circunstancias que los Capitel y mosaicos en bizantinos atribuían a Dios y a la Virgen, nunca habían podido Santa Sofía. poner un pie en ella. En 1451 se hace cargo definitivamente del nuevo imperio Mahomet II, una figura especialmente controvertida para todos los historiadores, que es tratado por unos como un ser magníficamente dotado intelectualmente, hábil guerrero y también poeta y fino admirador de las artes, mientras que otros solamente ven a un bárbaro que no dudó en mandar matar a su hermano para que no le discutiera el trono y que instruyó la famosa ley que los turcos siguieron por siglos, según la cual el nuevo gobernante debía mandar matar a todos sus parientes para evitar conflictos de sucesión, además de ser terriblemente cruel cuando no estaba de humor. Fuera de una forma o de otra, creo que corresponde por lo menos darle el mérito de ser quien finalmente pudo doblegar a la Ciudad mediante su excelente organización, su numeroso ejército, su parque de artillería (arma fundamental sin la cual no se sabe si hubiera podido tomar la ciudad), sus hábiles estrategias y su paciencia, virtud no menor que las otras, para ejecutar los planes a su debido tiempo. Con Mahomet II los turcos tuvieron un gobernante joven, fuerte, decidido, audaz y sobre todo un excelente político, que consiguió la relativa neutralidad de Venecia en el conflicto mediante tratados comerciales que comprometían a la República, y también ganó la neutralidad de los genoveses de Pera prometiéndoles (de una forma bastante amenazadora) no hacerles daño si no se interponían en su camino, y respetar sus derechos en el futuro. También tuvieron los otomanos con Mahomet a un guía que los llevaría a la mayor victoria del Islam en toda su historia, ya que se dice que el sultán estaba obsesionado con la toma de Constantinopla, quería fervientemente conquistarla, era casi la meta de su vida, pero la quería no para destruirla e incendiarla, no para robar sus tesoros, sino que la quería porque había interpretado perfectamente su importancia, su perfecto papel de ciudad capital del mundo, y la quería también por el honor de ser la persona que consiguiera hacerse con ella. Innegablemente la quería para hacer de ella la ciudad capital del imperio que el había soñado, el imperio otomano que sustituiría definitivamente al imperio cristiano de Bizancio. En definitiva, de lo que no se habían dado cuenta los occidentales, que nunca se unieron con una fuerza suficiente para acudir en su ayuda, se dio cuenta el sultán, con lo que se puede deducir su mayor inteligencia y oportunidad.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Fue por eso que cuando Mahomet se acercó a la ciudad en Abril de 1453 las circunstancias no eran las mismas de siempre: ahora había un gobernante que no deseaba tomar y destruir la ciudad y quedarse con sus riquezas, ahora había un sultán que deseaba conquistar la ciudad para convertirla en la perla del Islam, y que con todas sus fuerzas y su inteligencia dejaría todo para conseguirlo.
Constantino XI Paleólogo. Mucho es lo que puede decirse del último representante de la Dinastía de los Paleólogos, del último emperador bizantino, del último emperador romano. No era un emperador más, era un habitante del Peloponeso, un hombre nacido y educado en un ambiente de libertad, donde renacía el helenismo, donde los intelectuales trataban de conseguir un espacio para la creación de un Estado que hiciera Panorámica del espléndido edificio de Santa Sofía. renacer de las cenizas el esplendor de Bizancio. Ya en 1430 había conquistado Patrás, con lo cual se ampliaba el dominio de los griegos en la Morea, y renacían las esperanzas de sobrevivir al delicado momento y volver a la gloria. Posteriormente, siendo Déspota del Peloponeso, reconstruía el Hexamilion, maravillosa muralla que protegía toda la península, e incluso atravesándolo pudo someter al duque de Atenas, Nerio II Acciaiuoli, y hacerlo su vasallo. Esa creación propia de los Paleólogo, la Morea griega donde renacía el helenismo, era la patria real de Constantino, por la cual luchó y a la cual sirvió y extendió en territorio en plena época desfavorable, demostrando su enorme valor como soldado y conductor, y a la cual dejó solo al ser coronado emperador y viajar a la capital, a la cual venía a dar una dosis de valentía y sacrificio. Constantino advirtió a todo occidente, sin ser escuchado, del peligro que para ellos representaba la expansión turca, escribió casi desesperadamente cartas y más cartas para los gobernantes occidentales, que eran su única débil esperanza de ayuda, pero éstos y el Papa estaban demasiado ocupados en pelear entre sí y en disputarse espacios de poder para lograr entender los mensajes que el emperador enviaba. Tal vez la única decisión de Constantino que no tomó bien el pueblo de Bizancio fuera la unión que se cumplió en Santa Sofía, a la cual se creía obligado por las decisiones de su hermano y anterior emperador, Juan VIII. Cuando las cosas no parecían mejorar, cuando se vio que Mahomet iba a atacar irremediablemente, Constantino abasteció a la ciudad con todas las provisiones que pudo encontrar en los alrededores, fortificó las murallas con un gran esfuerzo de sus hombres, y esperó pacientemente al atrevido sultán que quería doblegarlo.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Constantino fue la fuerza de los defensores, fue la moral alta y la virtud de sostener en pie su estandarte hasta el final, representó el honor y la creencia en la bondad de su Dios hasta último momento. Fue guía de su pueblo y supo hacerse respetar de tal forma que todos trabajaran al máximo de sus esfuerzos para hacer las enormes tareas que el emperador requería. Constantino XI Paleólogo, o Dragasés, como a él le gustaba que lo llamaran por el nombre de la familia servia de su madre, fue el emperador que pudo organizar una defensa coordinada de gentes que se odiaban entre sí, como los genoveses, los venecianos y los propios griegos, e hizo que todos pudieran luchar en armonía en base a su enorme personalidad que solía generar adhesiones incondicionales.
La temible triple muralla de Teodosio II. Sin duda alguna había un factor enorme en el medio de esta historia que ya hemos mencionado más de una vez; se trata de la muralla de la capital, que era de unas dimensiones colosales, obra de ingeniería única en el mundo que no por haber sido construida hacía más de mil años había perdido su importancia en 1453.
Vista de la Crisoporta una de tantas puertas que daban entrada a la Ciudad.
La obra pertenece al periodo del emperador Teodosio II (408-450) y dio fama a Constantinopla de invencible e inexpugnable, comenzando el trabajo en el año 412, con miles de obreros probablemente en su mayoría godos o bárbaros de distintas procedencias al mando del prefecto Antemio, y este trabajo no fue terminado hasta 447, aunque siglo tras siglo todos los emperadores, quien más quien menos, se ocuparon de su mantenimiento y reconstrucción después de cada sitio, los cuales las dejaban a veces en estado lamentable en alguna de sus partes. Las murallas terrestres tenían más de seis kilómetros de longitud y comenzaban en la costa del Mar de Mármara, formando una especie de curva y terminando en el Cuerno de Oro. En realidad era un verdadero sistema defensivo que estaba constituido por una triple línea defensiva, de dos murallas y un enorme foso provisto de un parapeto. Lo primero que se encontraba el enemigo cuya ambición era entrar en la ciudad a la fuerza era el amplio foso parapetado de cerca de 20 metros de ancho. El foso mismo había constituido antaño un espacio imposible de atravesar para muchos grupos de aventureros que luego de alguna escaramuza decidía retirarse sin siquiera atravesarlo. Luego del foso, si el enemigo lograba atravesarlo luego de mucho esfuerzo y bajo los proyectiles de los defensores, se encontraba con una franja de 15 metros de ancho que lo separaba de una primera línea de murallas. Esa primera línea, la muralla exterior, era de muros de 2 metros de espesor y 8 metros de alto, con más
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo de 80 torres estratégicamente colocadas a través de los más de seis kilómetros que la hacían ya bastante dificultosa de franquear para los indeseables visitantes. Si las fuerzas de ataque hubieran tenido la inmensa fortuna y la suficiente fuerza y hubiesen podido atravesar la primer muralla en alguno de sus puntos, se encontraban luego con el peor de los infiernos, un "pasillo" bien abierto y libre de aproximadamente unos 18 metros de ancho, tras el cual los esperaba la más temible de estas construcciones: una muralla de nada menos que 5 metros de ancho y 13 metros de altura, y que a lo largo de sus más de seis kilómetros de largo contaba con alrededor de 100 torres de hasta 15 metros de altura, y desde las cuales los defensores tenían todo el trabajo facilitado, dominando este pasillo mortal para el enemigo y muy útil para el defensor, porque cuando éste se hallaba en posesión de los dos muros servía a sus tropas para desplazarse cómodamente de un lado a otro de las murallas y les daba otra notable ventaja sobre el ejército enemigo. Los muros y las torres estaban fuertemente edificados, recubiertos de pequeños cubos de caliza y fortalecidos con líneas de ladrillo, con lo cual las enormes piedras arrojadas podían dañarlo aquí o allá, pero era muy difícil que eso facilitara su destrucción. Para completar la obra del cerco alrededor de la ciudad entera, por las amplias costas de sus territorios se construyeron murallas costeras enormemente eficaces, de menor envergadura, ya que eran alrededor de 13 kilómetros de un muro único de 12 metros de alto, pero con la inmensa ayuda de la inaccesibilidad gracias a la presencia del mar y de la flota, y defendido por unas 300 torres aproximadamente. Pero los defensores de 1453 eran tal vez menos de 8.000, y si imaginamos que había nada menos que casi 500 torres para ocupar en la defensa total del perímetro de la ciudad, podemos suponer que esa gran extensión de formidables murallas también supuso un enorme problema para las tropas que protegían la ciudad, ya que cubrirlas con la suficiente cantidad de gente y con suficientes proyectiles para arrojar habrá sido una de las mayores preocupaciones del emperador y sus generales. La carencia de una enorme flota como en siglos pasados también supuso un gran problema a solucionar por los defensores de Constantinopla, pero cuando la gran cadena del Cuerno de Oro fue burlada por el camino terrestre de la armada de Mahomet II, esto también significó mucho más trabajo para el emperador y los suyos . Por otra parte, las enormes piezas de artillería puestas en juego por Mahomet II jugaron una carta fundamental a favor de los asaltantes, ya que con los formidables proyectiles empleaban una táctica de tiro muy eficaz, disparando a la base de las murallas hasta obtener un boquete de varios metros, y luego afinando el tiro en una línea vertical que así al unirse con la abertura de la base provocaba el derrumbamiento de una buena parte del muro, y obligaba a concurrir allí a todo un destacamento para luchar y a muchos hombres para reconstruir con diversos materiales el agujero.
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Plano de la ciudad en el momento de mayor actividad de la defensa ante el insistente ataque de los turcos.
Crónica del Sitio de Constantinopla. "Ya que has optado por la guerra y no puedo persuadirte con juramentos ni con palabras halagüeñas, haz lo que quieras; en cuanto a mí, me refugio en Dios y si está en su voluntad darte esta ciudad, quién podrá oponerse?... Yo, desde este momento, he cerrado las puertas de la ciudad y protegeré a sus habitantes en la medida de lo posible; tú ejerces tu poder oprimiendo pero llegará el día en que el Buen Juez dicte a ambos, a mí y a ti, la justa sentencia." Ducas. Carta de Constantino XI a Mahomet II. Los preparativos. El ejército turco estaba formado según los historiadores contemporáneos por entre 80.000 y 160.000 hombres (Ducas habla exageradamente de 400.000), mientras que los defensores serían aproximadamente 5.000 griegos, cifras que nos dan la pauta de lo desigual de los ejércitos enfrentados, desigualdad que solamente estaba salvada por las murallas de Constantinopla, barrera realmente muy difícil de vencer. Los turcos otomanos, además de la ventaja numérica, contaban con un parque de artillería como no se había visto jamás sobre la tierra en tiempos anteriores, y que incluía un poderoso cañón construido por un misterioso personaje, con lo que el ejército de Mahomet II veía multiplicarse las posibilidades de triunfo, ante la posibilidad de quebrar las formidables murallas del siglo V con el fuego de cañones del siglo XV.
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Una de las enormes piezas de artillería del ejército sitiador. Los bizantinos, por el contrario, contaban con lanzas, flechas y catapultas, y unos pequeños cañones para los cuales ni siquiera contaban con proyectiles suficientes. Además, unos 400 barcos de todo tipo formaban una impresionante flota turca, contra unos 26 o 28 buques de guerra de los defensores que estaban en el Cuerno de Oro y se preparaban a defender la ciudad amparados por la famosa cadena de hierro extendida de costa a costa, y esto era fundamental porque impedía que los varios kilómetros de muralla junto a la costa del Cuerno de Oro fueran atacados por Mahomet, y así liberaban a muchos defensores que eran útiles en otras partes de la batalla. Sin embargo, los turcos tenían a su favor la construcción de la fortaleza de Bogazkesen (Paso angosto), hoy denominado Rumeli Hisar, sobre la ribera europea del Bósforo, que dominaba el paso y prevenía al sultán de cualquier ayuda naval que los bizantinos pudieran recibir, además de disparar desde allí con los cañones que no daban descanso a los líderes de la defensa. Los protectores de la ciudad contaban con la inestimable ayuda de Giovanni Giustiniani Longo, valeroso combatiente genovés que había llegado en los primeros días de Abril en dos galeras con unos 700 compatriotas que venían de Génova, Quíos y Rodas para colaborar en la defensa de la ciudad, de la cual su República había aprovechado durante los últimos dos siglos una enormidad de recursos en desmedro del imperio, con lo cual esta presencia tenía todo el valor de un resarcimiento para los genoveses. Fue una pena que los mezquinos comerciantes genoveses de Gálata se declararan neutrales pro decisión del jefe de la colonia, Angelo Lomellino, prefiriendo ceder ante el sultán y mantener sus beneficios antes que glorificar a la madre de sus negocios; a pesar de ello, muchos ciudadanos de Pera decidieron cruzar el Cuerno de Oro y colaborar con Giustiniani desde antes del ataque, atraídos por la personalidad del gran capitán. Otros genoveses llegaron también a la ciudad para luchar por ella, como por ejemplo los hermanos Paolo, Troilo y Antonio Bocchiardi que trajeron a sus propios soldados equipados. También acudieron en ayuda de los defensores más de doscientos arqueros que llegaron con el cardenal Isidoro y el obispo Leonardo de Quíos. Los principales elementos de la colonia veneciana en Constantinopla, comandados por el jefe de la comunidad, Girolamo Minotto, se ofrecieron para dar ayuda incondicional al emperador, y había entre ellos dos recién llegados, capitanes de navíos, Gabriel Trevisano y Alviso Diedo, que participaron también de los combates ayudando a los bizantinos.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Peré Juliá organizó a los mejores elementos entre los catalanes que residían en la ciudad a los cuales se les unieron varios marineros compatriotas, con lo cual conformaron un fuerte grupo que defendió una porción de las murallas marítimas del Mármara. Un ingeniero llamado John Grant, posiblemente inglés o escocés, fue muy importante en la defensa con su experiencia en el minado de las murallas. El emperador Constantino XI contaba con la ayuda de varios miembros de la familia Cantacuzeno, su primo Teófilo y varios nobles bizantinos entre los que se encontraba el megaduque Lucas Notaras que lo apoyaron en todo momento, así como un noble castellano, don Francisco de Toledo, que afirmaba ser sin ninguna duda primo del emperador. Por último un antiguo aspirante al trono de los otomanos recluido desde su infancia en Constantinopla, el príncipe Orján, se ofreció para participar de la defensa con una pequeña cantidad de soldados leales. No llegaron refuerzos de Mistra o del resto del Peloponeso porque Mahomet II, tratando de asegurarse la victoria por todos los medios a su alcance, había mandado a Turachán de Tesalia a devastar la región, con lo que los hermanos del emperador no pudieron ayudarlo, porque estaban luchando por sus propias vidas. Esta medida que pudo tomar Mahomet durante el sitio demuestra la cantidad enorme de recursos de los que podía disponer, recursos que antes pertenecían al imperio de Bizancio, como ser el disponer de ejércitos de los países vasallos, servios, búlgaros, albaneses, etc, que participaban de todas sus acciones bélicas, e incluso gran número de esclavos de estas y otras regiones sometidas. El comienzo de las acciones. El 2 de Abril de 1.453 los primeros destacamentos turcos llegaban cerca de la ciudad, que ya estaba preparada, abastecida al máximo posible, protegido el Cuerno de Oro con la famosa cadena que el genovés Bartolomeo Soligo había colocado por orden del emperador, destruidos los puentes sobre el foso que bordea la ciudad, y con las murallas en perfecto estado, ya que habían sido reconstruidas de la mejor manera posible, e inspeccionadas por el mismo Giustiniani. Al llegar los primeros turcos ese día se producen algunos enfrentamientos porque el emperador ordena varias salidas del ejército bizantino, pero cuando los enemigos demostraron ser una cantidad inmensa, los destacamentos volvieron a encerrarse dentro de las murallas. El 5 de Abril llegan los cuerpos principales del ejército turco, comandados por el mismísimo sultán, que al día siguiente se ubica en su tienda de campaña, cerca del río Lycus, a unos quinientos metros de las murallas y protegida por los destacamentos preferidos de Mahomet, los jenízaros.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Los defensores no eran los suficientes para resguardar las murallas del exterior y del interior, con lo cual el emperador ordenó a las tropas ubicarse protegiendo las murallas exteriores, con muy pocos efectivos en las interiores, los que se dedicaban a lanzar proyectiles defendiendo a sus compañeros. Que la moral de los defensores era alta al comienzo de las acciones lo demuestra el hecho de que algunos destacamentos de los defensores hayan seguido haciendo varias salidas fuera del recinto de la ciudad para agredir a los turcos sorprendidos, pero luego de que se demostró que semejante táctica no llevaba a nada por la enorme superioridad numérica de los sitiadores y se hacía peligrosa por la pérdida del elemento sorpresa se dejaron de hacer. El 6 de Abril, según lo mandaba la ley islámica, Mahomet envía mediante sus embajadores un ultimátum a Constantino, el que es rechazado de plano. El 7 de Abril de 1453 comienzan las agresiones, con un bombardeo que Mahomet II ordena efectuar ante la Quinta Puerta Militar, también mencionada a veces como Pempton, y conocida popularmente como Puerta Militar de San Romano, ubicada a poco menos de doscientos metros al norte del río Lycus (no confundir con la Puerta Civil de San Romano, al sur del río
), conformando en la llanura del mismo un sector de las defensas denominado Mesoteichion que era considerado el punto mas débil en la muralla terrestre, porque no estaba sobre un cerro o altura, sino sobre el plano valle del río, y en la cual estaban al principio apostadas las principales tropas bizantinas, que recibieron el refuerzo inmediato (al darse cuenta el emperador de que Mahomet había preferido el ataque por ese sector) de los genoveses de Giustiniani que en principio ocupaban el sector del Miriandron, casi llegando a las Baquernas, sobre la Puerta Carisia o de Adrianópolis. El 9 de Abril los barcos turcos comandados por Balta Oghe acometieron la empresa de traspasar la gran cadena y extender la lucha al Cuerno de Oro, pero se vieron rechazados por la flota que defendía la ciudad. Tal vez ese mismo día el sultán dio la orden de derribar a cañonazos varias fortificaciones exteriores a las murallas, y a todos los prisioneros los hizo empalar delante de los defensores de la ciudad, para que vieran el castigo que les estaba reservado; la indignación del emperador y sus tropas por este acto de barbarie no hizo otra cosa que darle más fuerzas para proseguir la lucha. El 12 de Abril comenzó el cañoneo de forma regular sobre las murallas y a partir de allí ya no se detendría, provocando aquí y allá enormes boquetes en la muralla exterior defendida por el ejército del emperador; por eso todas las noches los ciudadanos bizantinos, mujeres y niños incluidos, salían por las puertas de la muralla interior y cavaban la tierra entre las murallas, llenando con ella sacos y grandes barriles de madera que colocaban hasta cubrir cada hueco para comenzar al día siguiente con la muralla al menos en parte restablecida. Ese mismo día una flota turca acababa de llegar del Mar Negro y Balta Oghe decidió volver a intentar sobrepasar la cadena, pero nuevamente fue rechazado, merced a que los barcos cristianos eran de mucho mayor envergadura y sus tripulantes verdaderos expertos en estas cuestiones; pronto la presión incontenible del joven e inexperto sultán haría un pésimo efecto sobre el valiente líder de la flota turca.
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Posiciones de las flotas turca y veneciana, cadena extendida, entrada al Cuerno de Oro y principales puertos de la ciudad. Recién el 18 de Abril, luego de que Balta Oghe intentara un débil ataque con su flota y fuera nuevamente rechazado, y poco antes de que se ponga el sol, Mahomet ordenó a sus tropas un asalto en toda regla contra las murallas; los cañonazos ya hacía varios días que habían destruido casi por completo las murallas exteriores frente al Mesoteichion, y aunque los defensores ayudados por la gente de la ciudad, mujeres, monjas, niños, habían levantado una verdadera muralla de barriles y sacos de tierra, maderas y todo otro material que tuvieran a mano, ese sector se presentaba como más débil que nunca; al son de los tambores y las trompetas haciendo un monumental ruido para animar a los atacantes que gritaban como enloquecidos, comenzó el combate; Giustiniani se defendió encarnizadamente al mando de griegos y genoveses, mientras Constantino inspeccionaba el resto de la muralla temiendo que hubiera ataques simultáneos en otras posiciones; luego de varias horas de intenso combate y ya bien cerrada la noche los turcos recibieron la llamada a retirarse, dejando cientos de muertos al borde de las murallas; había sido una victoria enorme del ejército del emperador.Recién el 18 de Abril, luego de que Balta Oghe intentara un débil ataque con su flota y fuera nuevamente rechazado, y poco antes de que se ponga el sol, Mahomet ordenó a sus tropas un asalto en toda regla contra las murallas; los cañonazos ya hacía varios días que habían destruido casi por completo las murallas exteriores frente al Mesoteichion, y aunque los defensores ayudados por la gente de la ciudad, mujeres, monjas, niños, habían levantado una verdadera
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo muralla de barriles y sacos de tierra, maderas y todo otro material que tuvieran a mano, ese sector se presentaba como más débil que nunca; al son de los tambores y las trompetas haciendo un monumental ruido para animar a los atacantes que gritaban como enloquecidos, comenzó el combate; Giustiniani se defendió encarnizadamente al mando de griegos y genoveses, mientras Constantino inspeccionaba el resto de la muralla temiendo que hubiera ataques simultáneos en otras posiciones; luego de varias horas de intenso combate y ya bien cerrada la noche los turcos recibieron la llamada a retirarse, dejando cientos de muertos al borde de las murallas; había sido una victoria enorme del ejército del emperador. El 20 de Abril un buque imperial de transporte cargado de alimentos comandado por Flatanelas llega a Constantinopla escoltado por tres navíos genoveses y luego de varias horas de escaramuzas y a veces encarnizada lucha atravesaron el bloqueo de las numerosas naves turcas, que eran sin embargo inferiores en tamaño, y cruzaron hacia el Cuerno de Oro para poder descargar tranquilamente sus provisiones; en medio de la lucha Balta Oghe hizo lo imposible para parar a los enormes barcos que lo superaban en tamaño, pero a pesar de su arrojo y valentía perdió muchos barcos y cientos de hombres en la batalla y no pudo conseguir su objetivo, ante la atenta mirada de un enfurecido sultán que lo insultaba desde la costa; los soldados del emperador y el pueblo entero de Constantinopla asomado a las colinas de la ciudad veía la batalla como podía y pudo disfrutar de un triunfo memorable; Balta Oghe, que había perdido la visión de un ojo en el combate, pudo salvar su vida gracias a que sus compañeros de armas ponderaron su valor, pero fue despojado de todos sus bienes y deshonrado por el injusto sultán, tomando su lugar un preferido de Mahomet, Hamza Bey. El 21 de Abril, sin embargo, sin que decaiga su ánimo, el sultán, que disponía de enormes recursos, ordenó la construcción de un camino de madera de plataforma rodante a espaldas del barrio genovés de Pera, entre el Bósforo y el Cuerno de Oro, mientras sus cañones bombardeaban a la flota cristiana para que no se acercase. El día 24 de Abril, sin dar respiro a los defensores de la ciudad, el incansable Mahomet consigue uno de los triunfos más grandes del sitio, pasando los barcos hacia el Cuerno de Oro mediante ese camino especial de madera de 12 Km de extensión, construido vertiginosamente del lado de Pera por ingenieros italianos, y que recorría por detrás de las murallas del barrio genovés de Gálata desde la costa del Bósforo hasta la costa del Cuerno de Oro evitando de esta manera la cadena en la que los bizantinos habían puesto grandes esperanzas, y provocando una nueva caída de la moral de los defensores de la ciudad, ya que por esa vía se trasladaron unos 70 navíos, que ahora eran más del doble que los defensores en ese lugar, y atrapaban a estos entre dos fuegos.
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Camino construido por ingenieros italianos que facilitó el traslado de los barcos de la flota turca hacia el Cuerno de Oro. Esto obligaba a los infortunados defensores de la ciudad a cuidarse de varios kilómetros más de la muralla marítima que daba al Cuerno de Oro, y a la flota exigua que defendía dicha porción de mar a entreverarse con una flota tres veces superior en número, aunque no en envergadura ni experiencia, y muy especialmente a multiplicar las acciones, con lo que el cansancio se hizo pronto mucho más evidente. El golpe de efecto de esta acción fue desastroso para la moral de los defensores, el emperador se hallaba angustiado por la falta de hombres y la necesidad de proteger ahora tantos kilómetros de murallas que antes no era necesario custodiar, lo que le restaría fuerzas para defender el punto que obsesivamente Mahomet quería franquear: el Mesoteichion. La nula colaboración de la colonia genovesa de Gálata también fue determinante para que los turcos pudieran permanecer en el Cuerno de Oro, ya que de haberse contado con sus formidables barcos que estaban anclados en su puerto este importante brazo de mar no hubiera sido conquistado, y con su colaboración seguramente el camino terrestre de los barcos difícilmente hubiera podido ser construido; pero a esta altura la colonia solo pensaba en su salvación, manteniendo una neutralidad sospechosa tanto para bizantinos como para los turcos, convirtiéndose el lugar en un nido de espías de ambos bandos. El 28 de Abril un plan de los venecianos propuesto por Giacomo Coco para incendiar los barcos turcos fracasó estrepitosamente; los turcos, avisados del plan, que se había demorado inexplicablemente cuatro días, destruyeron varias embarcaciones cristianas, Coco murió en la batalla y los soldados otomanos capturaron a varios marineros que fueron decapitados a la vista de los pobladores de Constantinopla a manera de escarmiento; contagiados de la crueldad del sultán, los bizantinos tomaron a varios cientos de turcos prisioneros y los degollaron a la vista de los soldados enemigos; ya no habría vuelta atrás en la escala de agresiones.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Los cañones mientras tanto bombardeaban las murallas y las llenaban de huecos que luego los fervientes protectores de la ciudad trataban de cubrir para evitar que quedaran opciones de paso a los turcos hacia dentro, y esto ocurría todos los días y a toda hora. De igual forma se producían permanentes incendios por los bombardeos que sufría la ciudad cuando Mahomet mandaba a sus cañones que sobrepasaran la muralla y bombardearan el interior, y los defensores corrían allí donde se los necesitara para sofocar cada uno de ellos, y despejar las calles de escombros. Asimismo cobraron mayor importancia los zapadores del ejército invasor, formados específicamente por serbios expertos en cavar minas, que horadaban bajo las murallas intentando lograr hacer túneles que los comunicaran con el interior, y que hasta dentro de unos días no serían descubiertos. El fatídico mes de Mayo. Ya en los primeros días de Mayo los allegados al emperador le indicaron que debería huir de la ciudad, porque, afirmaban, seguramente sería más útil desde la Morea contraatacando junto a sus hermanos y juntando fuerzas rebeldes en los Balcanes, que encerrado entre estas murallas donde el peligro de la muerte lo acechaba día a día, pero Constantino no quiso oír hablar de ello, resignándose a su suerte junto a los pobladores de Constantinopla. En esos días también el gran cañón de los turcos se hallaba dañado, por lo que el bombardeo disminuyó un poco, y tampoco Mahomet trató de intentar un asalto sin contar con el inestimable apoyo de su artillería completa, y es así que Constantinopla vivió una semana sin demasiadas novedades. El 3 de Mayo zarpó un barco imperial disfrazado con bandera turca para ver si podía localizar a la escuadra que había sido pedida a los venecianos, y en la cual se basaban las grandes esperanzas del soberano. El 6 de mayo el gran cañón volvió a la actividad y con él un intenso bombardeo que mejoraba incluso la efectividad día a día, y que ya se hacía insufrible para el ejército de Constantino, que soportaba estoico al pie de las murallas. El 7 de Mayo, al atardecer, los turcos volvieron a atacar las murallas en el sector del Mesoteichion, fueron varias horas de violenta lucha en la cual se destacaron los soldados bizantinos que abatieron a muchos turcos estando únicamente defendidos por una arruinada muralla exterior y parapetos improvisados. El 9 de Mayo los venecianos que comandaban la flota en el Cuerno de Oro, ante la sombría perspectiva que les esperaba en ese brazo de mar, decidieron anclar su flota y trasladar a sus marineros a defender el sector de murallas de las Blaquernas, que había sufrido graves daños debido al cañoneo; esta decisión fue muy mal tomada por la tripulación, pero se avinieron a obedecer. El 12 de mayo por la tarde el sultán mandó a sus tropas a una feroz embestida hacia el sector de las Blaquernas, pero fueron derrotados no sin dificultades. El 13 de Mayo llega la tripulación de las naves venecianas a ocupar sus puestos en las murallas de las Blaquernas y a reparar los daños, y esa misma noche los turcos
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo vuelven a atacar, pero luego de encarnizados combates son rechazados nuevamente, con lo cual el sultán comienza a darse cuenta de que en el único lugar en el que tiene ciertas posibilidades es el Mesoteichion. Sin embargo, la preocupación por tener dos sectores de murallas afectados (Mesoteichion y Blaquernas) y por haber abandonado prácticamente la lucha en el Cuerno de Oro hacía que el ánimo del emperador y de sus colaboradores se ensombreciera cada vez más. El 14 de Mayo Mahomet resuelve insistir en su posición y trasladar más baterías de cañones al sector de las Blaquernas, decidido a debilitar cada vez más esa parte de la muralla; los días 15 y 16 de Mayo el bombardeo a ese barrio fue infernal, pero sin embargo el mismo sultán pudo comprobar que no había sido lo suficientemente efectivo, con lo cual ahora decidió por fin llevar los cañones frente al Mesoteichion; desde el 17 de mayo, entonces, el sector del Mesoteichion recibe un terrible bombardeo prácticamente ininterrumpido, que causa averías mucho más graves todavía y obliga a trabajar día y noche con más energía a las partidas de ciudadanos que reparaban los deterioros de las murallas. El 16 de Mayo la flota turca trató de superar la gran cadena sin poder lograrlo, volviendo a sus ubicaciones anteriores. El mismo día los bizantinos descubrieron que las murallas de Blaquernas, a la altura de la puerta Caligaria, estaban siendo minadas por los zapadores serbios expertos en hacer excavaciones al servicio del sultán. Un notable de la ciudad, el megaduque Lucas Notaras, que ya había actuado sabiamente defendiendo las murallas marítimas y colaborando con la flota veneciana en los primeros días del sitio, pidió la colaboración del ingeniero John Grant, el cual se ocupó de dirigir la contramina y voló el túnel de los serbios con todos adentro; siguieron Notaras y Grant en los días siguientes destruyendo las minas de los serbios, a veces las inundaban, a veces las quemaban, las volaban e incluso las llenaban de humo para hacer huir al enemigo. El 18 de mayo una torre móvil de madera fue levantada por los turcos por sobre las murallas del Mesoteichion; esa verdadera fortificación sobre ruedas, que estaba recubierta de pieles y provista de escalas, tenía la misión de defender a los soldados que trataban de llenar el foso de tierra y escombros; sin dudas el plan era lograr aplanar un terraplén sobre la fosa para trasladar la torre hacia las murallas y facilitar el asalto; sin embargo, esa noche los bizantinos enviaron un contingente que consiguió trasladar barriles de pólvora hacia la torre y hacerla explotar; idéntica suerte corrieron otras torres construidas por los otomanos en distintos lugares de las murallas. El 21 de Mayo nuevamente la flota de Hamza Bey trató de doblegar a la gran cadena, pero esta vez fue un movimiento espectacular al son de las trompetas y los tambores, y con la participación de una enorme cantidad de barcos que recorrieron la cadena de un lado a otro; la ciudad estaba realmente alarmada, pero nuevamente los barcos, luego de ver que no podían ingresar al Cuerno de Oro, se desalentaron y volvieron a sus puestos originales; con este hecho podemos darnos cuenta de la enorme arbitrariedad cometida por el sultán contra su almirante Balta Oghe, ya que después de su destitución la flota otomana tuvo un pobre papel en la lucha.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo El 23 de Mayo los mineros de Notaras y Grant capturaron a muchos zapadores que intentaban hacer progresar una mina en el sector de las Blaquernas, y entre ellos se hallaba un oficial otomano que luego de sufrir varias torturas confesó todos y cada uno de los lugares donde estaban trabajando bajo las murallas; los bizantinos desarticularon todos esos lugares; algunos realmente peligrosos se ocultaban bajo las torretas armadas por los soldados otomanos para asaltar las murallas; fue una enorme victoria de los bizantinos, que eliminaban la constante preocupación por esta forma de ataque. También ese 23 de Mayo Constantino recibió una embajada de Mahomet II comandada por Ismail, príncipe de Sinope; se les perdonaría la vida a todos si se rendían, pero el emperador se negó a negociar la ciudad, aunque ante la insistencia de Ismail, que tenía amigos entre los griegos y les recomendaba de buena fe su rendición, envió a su vez a un ignoto personaje para negociar con el sultán; era muy probable que esta persona no volviera con vida, conociendo a Mahomet, pero sin embargo fue bien tratado y volvió con la propuesta de una paz comprada en la suma anual de cien mil besantes, algo que era absolutamente imposible de cumplir por parte del emperador, el cual sin pensarlo dos veces respondió en estos términos: "El hecho de darte la ciudad no me compete ni a mí ni a ninguno de sus habitantes; pues todos vamos a morir por una decisión común, por nuestra propia voluntad, y no escatimaremos nuestras vidas" Ese mismo día llegó el barco imperial que había zarpado para localizar a la supuesta escuadra veneciana de rescate volvía atravesando la cadena que se abrió para dejarlo pasar; traía muy malas noticias: ninguna flota veneciana había sido avistada en ninguno de los muchos lugares en los que habían estado; dicen que volvieron para servir al emperador hasta la muerte, y que éste se echó a llorar visiblemente emocionado por este hermoso gesto y por la enorme decepción que le producía la falta de comprensión de las potencias occidentales. El 24 de Mayo corrió la voz por toda la ciudad sobre la segura falta de refuerzos de occidente; ahora todos sabían que estaban solos en la lucha y que dependían únicamente de sus propias fuerzas, que ya estaban al límite del agotamiento total; se multiplicaron las procesiones aún bajo el granizo de las tormentas que azotaron ese día, y la Fe se mantuvo lo más alto que se pudo teniendo en cuenta el difícil momento que se vivía. Los bizantinos recordaron con terror la antigua profecía que aseguraba que la ciudad jamás caería mientras la luna, el símbolo de la antigua Bizancio, estuviera en cuarto creciente; en este fatídico día en el cual todos se acababan de enterar de la segura falta de ayuda se producía el plenilunio, y al día siguiente comenzaría el cuarto menguante: cuando los ánimos están bajo circunstancias tan conmovedoras, estas predicciones son especialmente recordadas; por este presagio y por las concluyentes noticias del día muchos soldados sabían que estaban viviendo las últimas horas de su imperio. El 25 de Mayo hubo en el cielo un extraño resplandor, seguido de extrañas luminosidades, lo que conmovió profundamente los espíritus de los griegos y de los turcos: todos interpretaron como una mala señal o un aviso extraordinario ese prodigio que se producía en tan dramático momento, y tanto el emperador como el sultán se preocuparon por interpretar esa señal como algo favorable, lo que seguramente Constantino no pudo lograr pese a su enorme deseo de hacerlo.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Los notables más cercanos al emperador le rogaron nuevamente que tratara de marcharse y que iniciara una revuelta desde afuera de la ciudad, pero fue imposible persuadirlo, porque Constantino ya había aceptado su destino y sabía que lucharía hasta la muerte dentro de esas murallas, y probablemente muy dentro de su alma tuviera todavía la esperanza de que Cristo y la Virgen acudieran en su auxilio a último momento. La situación en esos días era de desasosiego, ansiedad y preocupación en los dos bandos: los bizantinos no podían creer que hubiesen aguantado tanto, estaban exhaustos, sus murallas se venían abajo en varios puntos, estaban solos, abandonados por occidente, y se encomendaban a Cristo y la Virgen; asimismo la antigua profecía de la luna en el cuarto menguante les ensombrecía el ánimo aún más; los otomanos estaban desilusionados, no podían creer que pese a sus esfuerzos no hubieran podido hasta ahora hacer entrar un solo soldado en la ciudad, la flota no les daba satisfacciones, sus zapadores eran descubiertos y muertos en todos lados, las enormes torres de madera eran incendiadas, no podían construir caminos o puentes sobre el foso, y cada asalto había sido rechazado invariablemente; la única satisfacción de los turcos habían sido sus cañones, que habían debilitado bastante a las murallas, especialmente en el sector del Mesoteichion, el cual era ahora la única esperanza posible para Mahomet. El 26 de Mayo Mahomet llamó a su plana mayor; su ánimo no era el mejor; sin embargo, salvo el visir Chalil, que en general había sido un partidario de dejar tranquilos a los griegos, todos sus oficiales y estrategas lo alentaron para que siga con el sitio, hasta que, conmovido, Mahomet ordenó que se iniciasen los preparativos para un asalto para el cual movilizaría a todas sus fuerzas. El ataque final. El 28 de Mayo los bizantinos ya estaban informados de que en la madrugada del día 29 Mahomet II lanzaría un violento ataque contra la ciudad, uno de esos asaltos despiadados y decididos que estaban destinados a vencer o morir en el intento, y cundió el pánico en los defensores, hubo llantos en el Palacio, lamentos que expresaban la intuición de estar viviendo la verdadera última hora de la ciudad cristiana, lágrimas de tristeza y de dolor por lo que podría significar el día de mañana, lloros por la posible muerte del cristianismo y del helenismo en su propio reducto más preciado. Los defensores participaron de los oficios en Santa Sofía junto con todos los pobladores, griegos y latinos, concientes de que podía esa ser la última misa que escucharan en ese tan apreciado sitio para los cristianos, y por un día sus divergencias fueron dejadas de lado.
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Plano de las murallas a la altura del Mesoteichion, en el valle del río Lycos, ubicación de la Kerkoporta y la puerta militar de San Romano, donde se hallaba el emperador, y mas al norte el sector del barrio de las Blaquernas. Ubicación de las tropas en las Blaquernas al mando de los hermanos Bocchiardi y de las tropas de Minotto encargado del palacio (de azul). Principales líneas de ataque de los turcos y tienda del sultán, ubicación de los jenízaros (tercer ataque), los irregulares (Bashi Bazuks, primer ataque) y las tropas de Karadya Bajá con europeos (que atacaban las murallas de Blaqquernas. Mas al sur estaban ubicados los anatolios que lanzaron el segundo ataque. El 29 de Mayo, aparentemente mucho antes de que despuntara el sol, Mahomet lanzó su primer ataque a las murallas de la ciudad con miles y miles de soldados provenientes de distintos países, serbios, búlgaros, italianos, alemanes, también turcos irregulares, los que formaban un ejército muy colorido y poco uniforme de mercenarios que luchaban solamente por la paga y su parte en el saqueo, que eran en general inconstantes y se desanimaban cuando no conseguían rápidamente el objetivo, como todos los combatientes a sueldo; hostigados por los mismos jenízaros, que no los dejaban escapar, se abalanzaron con todas sus fuerzas en varios puntos de las murallas, pero muy especialmente en el sector arruinado del Mesoteichion, y permanentemente intentaron pasar por sobre los soldados de la ciudad; los defensores, enormemente cansados, algunos mal heridos o lastimados, no escatimaron esfuerzos y rechazaron a los turcos, aunque con enormes dificultades, pero finalmente se impusieron ante una fuerza muy desorganizada, y produjeron cientos de bajas en el enemigo. Probablemente poco le habrá importado a Mahomet este traspié, ya que su idea era cansar a los defensores de la Puerta Militar de San Romano, y desgastarlos progresivamente, evitando que reciban refuerzos atacando en todos los demás puntos, tanto en la muralla de la costa como en la terrestre. A los pocos minutos, sin dar descanso a los defensores, el sultán lanzó un segundo asalto, aterrador por su inusitada violencia y por la cantidad de soldados que participaban, esta vez procedentes del temible cuerpo de ejército de los anatolios, soldados regulares turcos de religión islámica que deseaban ser los primeros en
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo entrar en la ciudad; disciplinadamente se lanzaron al ataque, pero aunque eran muchos y estaban muy bien armados fueron contenidos una y otra vez, permanentemente rechazados por los valientes defensores que aún cansados seguían peleando bravamente; el avance de los anatolios fue finalmente contenido apenas un poco antes del amanecer, pero en el momento en que se disponían a retirarse un terrible cañonazo les abrió un enorme boquete que los reanimó a tratar de entrar, aunque finamente los bizantinos acabaron con las vidas de todos los soldados temerarios que entraron por ahí, dando por terminado este segundo ataque; a pesar de la victoria, los defensores de la ciudad se vieron en una situación cada vez más comprometida porque habían perdido varios hombres y cada hombre que resguardaba la metrópoli valía por quince soldados turcos, habida cuenta de la diferencia numérica de los dos ejércitos. Cansados y hastiados de pelear, los protectores de la ciudad sin embargo no bajaron los brazos en ningún momento, y cada vez que era necesario trataban de reparar los enormes huecos que la artillería turca provocaba en las murallas, multiplicándose en el esfuerzo. Sin embargo, en el día mas largo de la Historia para los bizantinos, había tiempo todavía para un embate más; los defensores solamente debían contener este ataque sin medir sus esfuerzos y la moral turca iba a desmoronarse tal vez para siempre. Pero Mahomet II, a pesar de su gran desilusión al ser rechazados sus apreciados anatolios tenía una carta reservada para este último instante, y como buen estratega que era la utilizó en el momento justo, para evitar que los defensores tuvieran siquiera una oportunidad de vencer: eran los jenízaros, ese cuerpo de élite que los sultanes fueron formando a través de varias generaciones con niños cristianos que arrebataban a sus padres en los territorios conquistados y a los que daban especial formación militar educándolos en el Islam... ironía del destino iba a ser la conquista de la ciudad cristiana por parte de sus propios hijos reformados. Los jenízaros, que estaban descansados, excelentemente entrenados y muy bien pertrechados, pronto marcaron la diferencia, en un asalto feroz por la violencia y la audacia de los atacantes. No es difícil imaginarlos avanzar a paso redoblado, codo a codo, con decisión y coraje, a pesar de los proyectiles que los hacían caer uno a uno, siendo inmediatamente reemplazados los heridos con otro integrante que tomaba su lugar; avanzaron sin desesperación, ordenados, confiados en su victoria final, y ese orden y confianza los hicieron llegar pronto al enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los bizantinos y los genoveses de la Quinta Puerta Militar, donde la moral de los defensores todavía estaba muy alta a pesar del cansancio, y donde se producían encarnizadas batallas singulares. Pronto los defensores se vieron comprometidos seriamente, aunque lucharon hombre a hombre y aunque tiraron escala tras escala al suelo, estas volvían a levantarse, cada jenízaro que derribaban y moría o era malherido era reemplazado en seguida por otro de similares características y esto ya estaba fastidiando a los cansados soldados de las murallas, y en cierto momento el terror invadió a todos ellos: Giovanni Giustiniani, el valiente defensor genovés, el que daba las órdenes claras y precisas para la defensa, fue herido por un jenízaro.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo No se sabe a ciencia cierta cómo fue herido Giustiniani, pero sí se sabe que estaba grave y que inmediatamente ordenó a sus más cercanos colaboradores que lo trasladaran para ser atendido. Constantino, avisado inmediatamente del hecho, fue hacia él y lo quiso convencer de no alejarse del lugar, le habló de la importancia de mantenerse como sea en el campo de batalla, pero el genovés habría intuido la gravedad del asunto y lamentablemente se mantuvo firme en su deseo de retirarse para ser atendido. Cuando el resto de los soldados genoveses vieron que se llevaban a su capitán pasó lo que era de esperar: se desmoralizaron y desertaron de sus puestos en la muralla siguiendo el camino de su capitán, justo en el preciso momento en que arreciaban las fuerzas de los jenízaros en el lugar. Sin la mayoría de los soldados genoveses, solamente los bizantinos quedaron para combatir a un enemigo peligroso, pero aún así lo estaban haciendo valientemente, aunque a costa de ingentes esfuerzos. Probablemente en ese instante, cuando ya había amanecido, los soldados todos, griegos y turcos, en medio del fragor del combate, vieron ondear la bandera de la media luna en una de las torres en el sector de las Blaquernas. Los gritos de los turcos eran de victoria, y muchos griegos probablemente ya pensaban tal vez en cómo escapar de aquel infierno para proteger a sus familias. Constantino, seguramente luego de alentar a sus soldados y prometer su vuelta, montó a caballo inmediatamente y fue a todo galope junto a su primo Teófilo, Juan Dálmata y Francisco de Toledo en compañía seguramente de unos cuantos soldados fieles hacia ese sector a ver qué estaba pasando, ya que eso podía significar el principio del fin. La importancia de una pequeña puerta. Había una estrecha abertura en el lado norte de la muralla terrestre de la ciudad, una simple entrada pequeña ubicada en el barrio de las Blaquernas, una poterna antigua que se había utilizado durante muchos años como puerta de escape de emergencia, y que durante mucho tiempo permaneció tapiada, aparentemente porque un adivino hacía varios siglos pronosticó que por allí entrarían quienes tomarían definitivamente la ciudad. Por esa puerta cercana al palacio de Blaquernas, que una vez "descubierta" por los defensores fue abierta, los griegos lanzaron algunos sorpresivos ataques hacia el exterior, pero luego desistieron de volver a hacerlo porque los turcos eran innumerables y esos ataques ya no surtían efecto una vez que se perdió el efecto sorpresa. Pasaron varios días durante los cuales la Kerkoporta no fue usada por los bizantinos y estando en pleno ataque los jenízaros, cuando los turcos arreciaban en esa mortífera oleada del tercer asalto del 29 de Mayo de 1453, probablemente detrás de los grupos de soldados griegos que habrían efectuado una salida sorpresiva entraron varios soldados otomanos.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo El contingente pequeño de turcos que habría entrado a la ciudad parece haberse dirigido hacia la torre más cercana y haber izado en ella la bandera turca, para desconcierto total de los defensores de la Puerta Militar de San Romano, donde se encontraba luchando el emperador, que veían el triste espectáculo de su bandera retirada y reemplazada por la medialuna del Islam, y para satisfacción de los turcos que todavía luchaban fuera de la ciudad por entrar. No se sabe si el emperador con sus soldados dio fin a la permanencia del enemigo en ese sector o si ya la situación estaba controlada cuando llegó por los soldados venecianos y griegos comandados por los hermanos Bocchiardi (encargados de ese tramo de la muralla); debe haber sido así, de otra forma no se explica que hubiera regresado presurosamente al Mesoteichion, sector al que había abandonado en un mal momento pero por un motivo fundamental, habiendo encontrado al volver el lamentable espectáculo de sus soldados masacrados en el sector entre muros y a los jenízaros dueños de la situación. Cualquier defensor de la ciudad que hubiese visto la bandera de la media luna sobre las torres más cercanas al palacio del emperador y mucho más sin la presencia de éste y de sus lugartenientes, habría pensando que ya era inútil su tarea, para comenzar la huída dejando el camino libre al ejército sitiador así en medio de su desordenada retirada quedaron expuestos ante la arremetida de los jenízaros. Es muy probable que los mismos soldados del sector entre muros hayan abierto algunas de las puertas menores de la muralla interior para salvarse de la masacre de la que estaban siendo víctimas, y que por allí grandes oleadas del ejército turco hayan entrado definitivamente a la ciudad. Cuando llega Constantino al Mesoteichion, junto a su primo Teófilo, el español Francisco de Toledo y Juan Dálmata, y ven el espantoso espectáculo de la derrota inminente, se ponen de pie e inician la última carga de los romanos, una carga que los lleva a la muerte y a la inmortalidad al mismo tiempo... Los combates dentro de la ciudad. Los combates en las calles fueron efectuados barrio a barrio, algunos ofrecieron gran resistencia pero otros no por la falta de hombres y armas, que estaban concentrados en las murallas; hubo gran confusión y muchos huían desesperados, por lo que el ejército turco ocupó la ciudad rápidamente, abriendo puerta tras puerta en las murallas para que más y más turcos penetraran en la ciudad y solamente unos pocos habitantes de Constantinopla, especialmente los italianos que sabían bien donde estaban los barcos de sus compatriotas lograron salvarse huyendo en las naves venecianas. Murieron muchos valientes soldados atrapados entre dos fuegos, muchos intentaron huir y no pudieron, otros fueron capturados y muertos al instante, otros tuvieron la "suerte" de ser capturados, pero sus vidas fueron un infierno hasta que pudieron comprar su libertad o huir definitivamente. La mayoría de los combatientes extranjeros, venecianos, genoveses, catalanes, fueron ejecutados al instante, mientras que los griegos más notables fueron perdonados al principio.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo De todas maneras en pocas horas los turcos ya eran dueños de la situación en la nueva ciudad, ahora bajo el dominio otomano. Se había consumado uno de los hechos históricos más trascendentales de la humanidad, uno de esos sucesos que no tienen parangón en la historia, por la importancia que tiene en sí mismo y por las consecuencias que acarrearía para el futuro del mundo, uno de esos actos principales que solo se dan en muy rara ocasión, y que ahora ante la aterrorizada mirada de la cristiandad toda se hacía realidad, el inmenso triunfo del Islam turco sobre el cristianismo ortodoxo, y la desaparición definitiva de una civilización única, memorable, romana, helénica y cristiana, que ya no volvería a resurgir nunca más. La toma de posesión y el saqueo. Bien entrada la tarde entró en la ciudad Mahomet II, que, previo haber expresado su deseo y dado la orden de que los edificios y las murallas no sean tocados, anunció el comienzo al saqueo que había prometido como premio a los soldados en caso de vencer. No puede atribuirse sin embargo a este saqueo la desaparición de todas las riquezas de Constantinopla, ya que la ciudad, como dije anteriormente, ya estaba en condiciones ruinosas, pero sí podemos decir que el mismo contribuyó a borrar aún más la memoria de todo un pueblo que en ese momento estaba desapareciendo como Estado libre. Comparando la desolación en que los latinos habían dejado la ciudad en 1261, con el saqueo de los turcos, consecuencia directa de la depredación occidental, se puede decir que cuando los turcos hicieron pie en la ciudad ya no quedaba demasiado para destruir o robar, porque lo más preciado que tenía Constantinopla, sus Iglesias, sus Monasterios, sus Palacios, sus joyas, libros, bibliotecas, obras de arte y todo lo demás ya había sido robado o destruido por los aventureros extranjeros de la cuarta cruzada. Por lo tanto, la toma de Constantinopla significó mas que nada un cambio radical en cuanto a la cultura, la sociedad y las costumbres que regían en la ciudad, que una pérdida de valores materiales que en realidad ya se habían perdido luego de 1204. Sí quedaban, sin embargo, decenas de miles de vidas inocentes que sufrieron las consecuencias del saqueo, pereciendo bajo las armas turcas o siendo vendidos como esclavos, o soportando las conocidas agresiones usuales en este tipo de circunstancias, como violaciones, torturas y demás vejaciones. Finalmente, la conversión de Santa Sofía, la mas preciada joya de la cristiandad, en mezquita, la adquisición de los terrenos de la ciudad por los turcos, y la forzada inmigración de los habitantes de los territorios conquistados que repoblaron la ciudad, que pasó a convertirse en la capital del imperio otomano, o sea de un mundo completamente diferente.
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La suerte del último emperador. Constantino estaba luchando valerosamente, se había desprendido de las insignias imperiales y continuaba combatiendo como un soldado común, pero el aliento les faltaba a los soldados que defendían la ciudad: sin la ayuda de los soldados genoveses que habían corrido detrás de Giustiniani, el esfuerzo era absolutamente agotador. Los jenízaros que habían penetrado por la muralla a la altura de la puerta de San Román gracias al efecto desmoralizador conseguido por el pequeño grupo que entró por la Kerkoporta e izó la bandera en una de las torres cercanas al palacio de Blaquernas, lograron masacrar a los bizantinos atrapados en el sector entre muros , y entonces se vio el último y titánico esfuerzo del emperador tratando de evitar lo inevitable, pues ya la toma de la ciudad se había hecho irremediable, los defensores eran cada vez menos y los soldados otomanos entraban ya por cientos por las puertas de la muralla interior; Constantino murió como un héroe haciendo honor a sus títulos, haciendo honor al prestigio de un imperio que no por haber caído había sido menos grande. Sin embargo nadie ha podido saber a ciencia cierta cómo murió Constantino, ni dar noticia del verdadero paradero del cuerpo del emperador muerto, con lo cual un halo de oscuro misterio se cierne sobre esta triste historia. La historia nos cuenta que se sacó las insignias y peleó como un soldado más, algo que nunca ha sido probado de todas maneras. Dicen que Mahomet preguntó por Constantino, y que se alivió cuando lo dieron por muerto; dicen que el cuerpo de alguno de sus oficiales fue confundido con el del emperador, dicen que enterraron ese cuerpo, y que esa tumba fue venerada por mucho tiempo, dicen... Es posible que con la muerte de Constantino XI estemos ante la presencia del nacimiento de un nuevo mito, el mito romántico de un luchador inigualable, algo que fue creciendo ante la necesidad del pueblo griego de creer nuevamente en sus héroes, cuando luchaban por sobreponerse del yugo turco. Aún sin este mítico final, Constantino XI ha sido un hombre admirable, luchador incansable, que se constituyó en un más que meritorio adversario, contando solo con fuerzas exiguas, del mejor pertrechado de los ejércitos de la época, y es esa enorme dimensión que alcanza como hombre y como soldado lo que lo hace una persona descollante dentro de la inmensa historia de la humanidad.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Sin embargo, si hay que destacar algo del emperador, es su decisión de no huir de Constantinopla, de esperar a su adversario y seguir el juego hasta el final, con pocas probabilidades de vencer; esto puede significar dos cosas: la Fe impresionante de este hombre en Dios, que lo haría ser optimista hasta el final, o la entereza de un carácter enormemente decidido a llegar hasta las últimas consecuencias para defender lo que es suyo; tal vez las dos cosas fueran ciertas.
Las consecuencias de la caída para el mundo europeo y cristiano. "La ruina de Constantinopla, tan funesta como previsible, constituyó una gran victoria para los turcos, pero también el final de Grecia y la deshonra de los latinos. Por ella, la fe católica fue atacada, la religión confundida, el nombre de Cristo insultado y envilecido. De los dos ojos de la cristiandad, uno quedó ciego; de sus dos manos, una fue cortada. Con las bibliotecas quemadas y los libros destruidos, la doctrina y la ciencia de los griegos, sin las que nadie se podría considerar sabio, se desvaneció." Juan Dlugosz, historiador de la época. En un principio, el día después de la toma de Constantinopla por parte de los turcos constituyó el comienzo de una nueva era para todo el mundo conocido. El helenismo, que desde hacía más de dos mil años brillaba en Europa, con luz propia primero en Grecia, luego en Roma y finalmente en Bizancio que es lo mismo que Roma, se vio sometido definitivamente y estuvo oculto en la Europa oriental durante más de cuatrocientos años.
Acceso al Nartex de Santa Sofía.
El cristianismo ortodoxo, por el contrario, conservó ciertos privilegios, mantuvo intactas las costumbres religiosas bizantinas y se constituyó en el estandarte del helenismo, constituyendo una importante fuerza aglutinante que alivió la carga que el pueblo griego llevaba sobre él bajo el mandato turco, inclusive fue importante para las naciones de raíz eslava que habían nacido bajo la gran influencia de Bizancio, como ser Bulgaria y Servia, que fueron formando desde la ortodoxia su propia identidad, garantía de su libertad en el futuro. Finalmente, el imperio romano había caído de forma definitiva, ya no podría nunca más renacer de sus cenizas, porque éstas habían sido esparcidas por los aires, desintegrándose para siempre. Mientras tanto, la ciencia de los griegos, esa que determinaba el saber del ser humano y hacía la diferencia con los demás pueblos, estaba siendo descubierta por los occidentales, en gran parte gracias a los sabios bizantinos que huían de los Balcanes desde hacía más de un siglo, despojados por los turcos, y que esparcían sus conocimientos junto con los sabios escritos de los filósofos por toda Italia y desde allí a los demás países. Efectivamente la cristiandad quedó para siempre dividida a partir de entonces, con una parte, la occidental, libre para establecer sus modos de vida, para generar ese maravilloso renacimiento, para crear sus propias costumbres y hacer nacer a las naciones que hoy son las más avanzadas en el mundo, mientras que la otra, la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo oriental, estaba cada vez más bajo el dominio turco, servía al imperio otomano, y solamente existía bajo su autoridad. Por otra parte, occidente tuvo que aprender a vivir consigo mismo para poder hacer frente al creciente peligro turco, por lo tanto la relación entre los distintos estados occidentales se fue haciendo más armoniosa y toda Europa consiguió un mayor equilibrio, necesario para vencer en una guerra permanente y sin la presencia tranquilizadora del "cismático" imperio bizantino, el cual había logrado mucho antes ese mismo equilibrio para luchar contra el infiel con éxito por más de mil años. Europa debió esforzarse durante más de dos siglos hasta poder doblegar al imperio otomano, y eso sólo fue un factor que hizo que los estados occidentales evolucionaran lo suficiente y maduraran como para contrarrestar el gran peligro turco.
La Quinta Puerta Militar, Puerta Militar de San Romano o Puerta del Pempton, testigo de lo mas encarnizado de la batalla.
Qué perdió el mundo cuando cayó La Ciudad. "Nuestra raza y nuestra lengua, ¿no nos hacen compatriotas y herederos de los antiguos helenos?" Teodoro Metoquites. El mundo entero se convulsionó al saber de la noticia, y muchas fueron las consecuencias de la toma de Constantinopla por los turcos, pero el hecho principal que se produjo fue que ya no habría nunca más una ciudad cristiana a caballo de dos continentes, nunca más los viajeros cristianos pudieron hacer sus peregrinaciones para conocer a la ciudad y a sus hermosas iglesias, nunca más habría una ciudad cosmopolita donde las culturas occidentales y orientales hicieran su conocimiento unas de otras, nunca más habría una ciudad tan abierta a la influencia cultural de dos mundos tan distantes, que en ella se acercaban tanto como podían y se influían mutuamente. A partir de ese momento se perdió una ciudad que, si bien era una sombra de lo que había sido, representaba la posible convivencia de esos dos mundos, que a partir de allí no volvieron a acercarse jamás, muy a pesar de los tratados comerciales que hacían por puro y vil interés las Repúblicas italianas con los turcos. Y mucho más que eso, se perdió una verdadera raza de hombres que solían interpretar el mundo como un lugar donde todos tenían un espacio y una ubicación, un lugar donde los emperadores solían imponer su ley hasta en lugares extremadamente lejanos, donde se creaba un arte sin igual, un sitio desde donde
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo se irradiaba hacia todo el mundo una cultura, un saber, una forma de vida que sirvió indiscutiblemente de base al mundo moderno. Se perdió el Centro del Mundo, se perdió esa vitalidad de un pueblo que no perdonaba a los malos gobernantes, se perdió una clase de gente que hacía de la cultura su centro, del conocimiento una base para su cultura, y de la lucha el sostén de ese conocimiento. Se perdió una civilización que había nacido para propagar el conocimiento cristiano y para contener el avance musulmán, una clase de personas que luchaba todo el tiempo para mantener sus creencias y extenderlas hacia todo el mundo conocido mientras trataba de que no la exterminaran los bárbaros. Se perdió una civilización que sin distinguir entre etnias o idiomas consiguió ser la primera y la más valiosa durante toda su existencia en la lucha contra el infiel, y esto a pesar de la incomprensión de occidente. Finalmente, con la pérdida de Constantinopla la civilización occidental se quedó sin la ciudad que la creó, haciendo una incomparable fusión de lo romano, lo helénico y lo cristiano que aún hoy pervive en todo país que se crea civilizado y occidental, o sea que se perdió la madre de la identidad del mundo moderno.
Rolando Castillo. Setiembre 2003
Bibliografía primaria. La bibliografía esencial en la cual se basan la mayoría historiadores está constituida por las Crónicas de tres contemporáneos a los hechos de 1453, otras crónicas escribieron más tardíamente, una crónica eslava, el diario escritos de un arzobispo, los cuales son:
de los relatos de los historiadores griegos de historiadores que de un veneciano y los
Miguel Ducas. Historia Turco Bizantina. Abarcaba desde 1341 hasta 1462. Suele ensalzar a Giovanni Giustiniani Longo sin desmerecer al emperador. Jorge Frantzés. Cronicón Minus. Periodo 1413-1477. Historiador y amigo íntimo del emperador Constantino XI Dragases. Por supuesto, realza la figura del último emperador romano. Kritoboulo. Historia. 1451-1467. Historiador de Mahomet II. Aunque griego, su historia es favorable al sultán, pero sin desmerecer a los bizantinos. Calcocondilas. Escribió su Historia casi treinta años después de los hechos. Nicola Barbaro. Diario. Un veneciano que escribe cronológicamente los hechos del sitio. Leonardo de Chíos. Arzobispo de Lesbos. Escrito en el cual difama a los griegos y a Giustiniani.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Crónica Eslava. Autor desconocido. El diario de una persona que vivió los hechos de cerca.
Bibliografía moderna utilizada en este trabajo. Para la historia de Bizancio en general: Historia del Imperio Bizantino. Alexander Vasiliev. Editorial Iberia. 1945. Barcelona. Historia del Estado Bizantino. Georg Ostrogorsky. Akal Universitaria. Traducción Javier Facci. 1984. Madrid. Bizancio y el Mundo Ortodoxo. Alain Ducelier, Michel Kaplan, Jadran Ferluga, Jean Pierre Arrignon, Antonio Carile, Catherine Asdracha, Michel Balard, Biblioteca Mondadori. Traducción Pedro Bádenas de la Peña. 1992. Madrid. Breve Historia de Bizancio. John Julius Norwich. Cátedra. Traducción de Carmen Martinez Gimeno. 2000. Madrid. Bizancio. Franz Georg Maier con Hermann Beckedorf, Hans Joachim Hartel, Winfried Hecht, Judith Herrin y Donald Nicol. Traducción de María Nolla, M. Del Carmen Palacios y Javier Faci. 1974. Madrid. Bizancio, Grandeza y Decadencia. Charles Diehl. 1954. Extraído de La Decadencia Económica de los Imperios. Alianza Editorial. 1999. Traducción de Blanca Paredes Larrucea. Madrid. Historia de Bizancio. Eveline Patlagean, Alain Ducelier, C. Asdracha, R, Mantran. Traducción de Rafael Santamaría y Manuel Sánchez. 2001. Barcelona. Bizancio. Perfiles de un Imperio. Antonio Bravo. Ediciones Akal. 1997. Madrid. Bizancio. Auguste Bailly. Traducción Luciano Martín y M. Del Carmen Salgado. Colección Historia. 1943. Barcelona. Historia de Bizancio. Paul Lemerle. Traducción de Pedro Voltes. Colección Surco. 1956. Barcelona. Historia del Imperio Bizantino. Karl Roth. 1925. Editorial Labor. Barcelona. Breve Historia de Bizancio. Warren Treadgold. Traducción de Magdalena Palmer. 2001. Paidós. Barcelona. Miscelánea Medieval. Judith Herrin. Linda y Michael Falter. Emmanuel Le Roy Ladurie. Traducción: Gea, Técnicos en Edición, Madrid. 2000. Grijalbo. Barcelona. La Civilización Bizantina. Steven Runciman. Traducción de J. Dorta. 1942. Ediciones Pegaso. Madrid.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Historia de las Cruzadas. Steven Runciman. Tomo III. Traducción de Germán Bleiberg. 1999. Alianza Editorial. Madrid. Introducción al Mundo Bizantino. Javier Faci Lacasta. 1996. Editorial Síntesis. Para el relato de la crónica de la caída, además de los libros precedentes utilicé fundamentalmente: La Caída de Constantinopla. Steven Runciman. Traducción de Victorio Peral Domínguez. 1965. Espasa Calpe. 1977. Madrid. Para complementar los datos sobre Constantinopla: La Ciudad Medieval. Jehel Racinet. Traducido por Montserrat Bordes. 1996. Ediciones Omega. Barcelona. Para la confección de los planos de Constantinopla: The Cambridge Medieval History Vol. IV The Byzantine Empire, Vol II J M Hussey (ed) Cambridge University Press, 1967. Atlas Histórico Mundial. Georges Duby. 1987. Editorial Debate. Madrid. Hay otro inapreciable http://members.fortunecity.com/fstav1/people/plan.jpg
plano
en:
También utilicé los muy buenos mapas y planos en los libros ya mencionados de J Norwich, E. Patlagean y Jehel Racinet. Una excelente descripción de la muralla de Constantinopla y de los ejércitos bizantinos de todos los tiempos se encuentra en la web de Hilario Gómez, "Los Ejércitos de Bizancio", en http://inicia.es/de/bizantino/index.html Quiero destacar también que no hubiera podido hacer esta exposición tan detallada si no me hubieran ayudado con toda su sabiduría y su magnífica predisposición mis compañeros de la lista de correo Imperio Bizantino, Francisco Aguado y Eva Latorre. A los dos les estoy sumamente agradecido por su contribución en cuanto a la ubicación exacta de la Kerkoporta en el plano de Constantinopla y por las aportaciones sobre la teoría referente a cómo entraron los turcos en la Ciudad. Por último creo oportuno agradecer a todos y cada uno de los integrantes de la lista Imperio Bizantino, porque mantienen vivo en mí el interés sobre esta extraordinaria parte de la Historia de la Humanidad, y porque me ayudan constantemente a mejorar mis conocimientos sobre el tema.
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Constantinopla después de Constantinopla El sueño de un imperio bizantino imposible. Por Francisco Aguado. Un Constantino la levantó, un Constantino la ha perdido, un Constantino la tomará… Proverbio rumi. La caída de Constantinopla en 1453 significó un cataclismo emocional para las poblaciones "romanas" (rhomaíoi) que todavía sobrevivían en cualesquiera lugar, desde Anatolia y los Balcanes hasta el exílio en la Europa cristiana. Es cierto que el declive de Bizancio era por entonces un proceso de larga evolución y que la mayoría de sus hombres y mujeres ya hacía tiempo que habían pasado a formar parte de la inmensa grey del sultán. Pero no lo es menos el que, en tanto la polis permanecía libre, la idea "imperial bizantina" y la esperanza de una recuperación mediata no terminaba de expirar.
El ábside y la cúpula de Santa Sofía.
La desaparición del último emperador al pié de la muralla y la pérdida de la Teotocopolis, por contra, deberían suponer el fínal de toda esperanza. Así lo creía también Mehmet el Conquistador y por ello entendemos su vehemente interés en la captura de la ciudad, pese a ser una doliente sombra de lo que había sido y con un valor material muy limitado. Para los historiadores bizantinistas, Bizancio -la Romanía- terminó aquellos días de Mayo. Sin embargo, los "romanos", (el elemento humano que en teoría es el objetivo último de la Historia), no resultaron exterminados ni asimilados. El nuevo poder emergente los incluirá en el sistema del millet, (comunidades no musulmanas y semiautónomas bajo la "protección" del sultán). Los grecoparlantes de religión ortodoxa serán el Rum Millet; los protagonistas de un episodio histórico específico que algunos se atreven a denominar, (como el arte que generaron), "postbizantino". Una parcela que, por desgracia, fuera del ambiente neo-griego no ha sido muy divulgada y, en pocos casos, objeto del estudio que se merece. Lo cierto es que la vida en la turcocracia no fue fácil para los rhomaíoi o rumi; aunque resultó posible y a trechos casi aceptable. "La sociedad otomana desarrolló un arte de vivir lado con lado, mucho más que un arte de vivir juntos" señala Yves Ternón. Comunidad dominante y sometida obraron un longevo equilibrio en extremo inestable; destrucción y desprecio que se alternaban con respeto y olvido mutuos. Y también con diferencias muy importantes entre los grupos geográficosocio-económicos que pronto se perfilaron. En el análisis del post-bizantinismo sería un tremendo error no tener ello en consideración. Se ha resaltado siempre, y con gran justicia, el imponderable papel que ejerció la iglesia en la preservación de cultura y vida rumi. Las escuelas parroquiales donde se siguió enseñando el griego coiné y aún el clásico, la interposición eficaz del clero entre pueblo y poderes locales turcos, la veneración de santos y la repetición incansable de ritos que hacían, una y otra vez, honor y memoria de Bizancio, la misma permanencia de la institución del Patriarcado Ecuménico en
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Constantinopla; todo ello fueron elementos de enorme valor. Eso sí, (tal vez precio imprescindible que hubo que pagar), creando una dipolar mentalidad de orgullosumisión; dando lugar a una identidad "rumi-otomana" que se debía considerar siempre destinada a un papel secundario pero sinérgico del sultanato. Quizás fuera sólo un piadoso consuelo pero se pudo escuchar aquello de que "Dios envió a los turcos en justicia para proteger a la romanía del ominoso papado y de la latinidad". En ese orden de pensamiento, (respeto y olvido), podía caber muy bien la colaboración. La flamante "nobleza" que basa sus títulos más en el gran comercio que en la sangre, asume tal neo-romanidad. Los más integrados escogerán el barrio estambuliota de Fener como principal residencia, precisamente en torno a la sede patriarcal. Los primeros fenariotas, a lo largo de los siglos XVI y XVII, podían ser gobernadores de Valaquia y Moldavia, traductores, incluso ministros del sultán. Otros arcontes de insultante riqueza, como Miguel Cantacuceno, entregarán al sultán una flota de galeras costeada a sus expensas. Y Bizancio se diluye un tanto en aquel ambiente que se acomoda y da principio a una tradición diferente. Constantinopla sería por siempre la ciudad del Sultán, de los jenízaros y el islam triunfante; aunque también de ellos, recogidos en una parcela que les correspondía por derecho propio y así parecía que lo aceptaban todos los demás. Con todo, en otros entornos las cosas no evolucionaron así. Entre los rumi del campo y la pequeña villa -aparceros, pastores, criados y oficios mal remuneradoslas dificultades en la vida diaria, (destrucción y desprecio) no habrían de menguar. Los humildes no vivían "lado con lado", estaban en verdad "debajo de un plomizo sistema" soportando el devshirme que les arrebataba sus hijos, la injusticia exasperante, la cotidiana inseguridad y el hambre endémica. Tal vez esa desintegración fue el verdadero catalizador que procuró el sostén de otra versión de neo-romanidad. En el alma profunda de cada súbdito maltrecho se conservó un lugar para el "sentir bizantino", una especie de frustración colectiva que, podemos decir, girará impenitente en torno a un mito de ciudad-hogar nacional: Constantinopla arrebatada, principio y fin, que deberá resucitar para retomar el camino que le corresponde al "pueblo náufrago de Bizancio". Fueron ellos los que se preocuparon de recordar gestas y componer poemas populares, casi siempre en soporte oral, una generación tras otra. Vibran en sus versos la pena y el temor, "...Sacerdotes, tomad las cosas sagradas; y vosotros, apagad las velas; porque es voluntad de Dios que la Ciudad sea turca"; pero también la esperanza más radiante, "...Calla Señora Soberana, no llores demasiado, de nuevo, con los años, con los tiempos, de nuevo será nuestra". Allá en la aldea donde eran predominantes se ubicaba una puerta predilecta, orientada hacia el Bósforo, "la de Constantino", por la que debía en su día entrar el emperador que llegaría para liberarles, despertado por el ángel en su lecho pétreo de la Puerta de Oro. En ese mundo rural, una "romanidad arcaizante" se oculta pero apenas cambia, es poco esciente y muy instintiva, tanto que incluso en ocasiones la jerarquía religiosa deberá atemperar para evitar que se desborde. Y estalla fácil el conflicto vivo, pese a todo terror y mesura; en las regiones al sur del Peloponeso o las montañas de Anatolia, los Kleftas, (la mayor parte del tiempo bandoleros y a veces libertadores), serán fuente inagotable para la épica y testigos de la añoranza del pasado libre "en la larga noche de la cautividad".
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A finales del siglo XVIII y sobre todo a lo largo del XIX las circunstancias llevarán a que ocurra una cierta confluencia de las dos "romanidades" descritas. Lo cual dará cohesión a la comunidad rumi y a la postre hará posible la independencia y el desarrollo de un nuevo estado "de lengua griega y religión ortodoxa". Sabido es que los fenariotas alcanzan un gran nivel de riqueza y aprovechan las oportunidades para convertirse en la minoría más rica e influyente del imperio otomano. Estudian, viajan y se impregnan de ideas que recorren el mundo de entonces. Es un Fener desarrollado que gozará de más oportunidades sobre todo virtud a que se vive un periodo de "ilustración" relativa en el sultanato.
Puerta oriental de la Iglesia de Santa Sofía.
Contra lo que pudiera pensarse a priori, ese relajo en el dogal no da pie a una mayor implicación, por contra abre la puerta a la rebeldía. En paralelo a la lucha "liberal" que se enfrenta al absolutismo en todo el mundo civilizado, los "jóvenes rumi" fenariotas se impregnan de una mezcla sorprendente: ideas de la revolución francesa, neo-nacionalismo romántico y confuso bizantinismo. Rigas Velestinlis, será el autor de un aparatosamente utópico proyecto: la "Nueva Constitución Política de los habitantes de Rumelia, Asia Menor, el Archipiélago y los Principados Danubianos". En ella preconizaba la restauración de un "Imperio Bizantino", ¡dotado de instituciones republicanas y basado en la declaración de derechos del hombre!. Una idea que horrorizó en aquel momento a casi todos los poderes, no sólo a la Sublime Puerta, también los zares y emperadores austriacos, los mismos que le entregaron a los turcos para ser ejecutado en el verano de 1798. Tal vez fuera sólo el sueño de un intelectual. Es casi seguro que la inmensa mayoría de aquellos para quienes preparaba su carta magna jamás hubieran podiodo entenderle. Pero no deja de evidenciar cierto progreso "moderno" de un "patriotismo" sin patria, al mismo paso de otros que sí la tenían. En cualquier caso, la corriente que empujaba a la ruptura de la turcocracia se estaba haciendo imparable. Sobre todo porque el elemento popular que nunca se había adocenado seguía pujante y cobraba nuevos brios. Campesinos ricos, sacerdotes de pueblo, marinos, contrabandistas serán hombres dispuestos a sumar, con inteligencia y dinero, su hacer al de los kleftas y otros irreductibles. Y ahora una parte notable de instruídos fenariotas querían conducir la liberación. Causa cierta perplejidad observar cuan diferente se percibía entonces, (y a veces nos parece que todavía hoy ocurre algo similar), la naturaleza de tales acontecimientos. Cómo se veían a sí mismos los rumi y de qué manera eran considerados por los occidentales, en particular ingleses y franceses. Éstos, influídos por una simpatía comprensible hacia la Grecia clásica, el genio de Atenas y los jónicos, querían descubrir en la lucha de aquellos una vuelta de Pericles o de los espartanos. Surgieron muchos "filohelenos" que en su propia denominación decían mucho de su error. La mayoría de los "independentistas" apenas habían oido hablar de tales personajes y sí en cambio recordaban bien a Constantino XI, Alejo, el emperador Manuel o el legendario Dígenis Akritas. No es de extrañar que algunos barones que habían desembarcado en Patras con algún libro de Pausanias bajo el hombro volvieran pronto defraudados a su tierra de origen intentando
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo desentrañar aquel misterio que no entendían; tiempo hubo en el que alguno pensó que "los nuevos griegos no descendían de los viejos". Los rumi que consiguieron la libertad lo hicieron en condiciones muy precarias. A fin de cuentas habían terminado sin un ideario claro, Constantinopla quedaba muy lejana y se les había impuesto un rey extranjero, de una sociedad y tradición totalmente extrañas. No obstante, la corriente de la historia estaba allí, tenaz pese a la incomprensión de la monarquía y los vigilantes ingleses. En la asamblea constituyente del año 1844 se presentaron y discutieron ponencias que insistían en la idea revisionista. Para diputados como Ioannis Kolettis aquel estado que pretendía nacer no podía ser más que el inicio de un proyecto mayor, el retorno de una "nación cristiana" que debía ocupar los estrechos y el antígüo suelo que perteneció a Bizancio, al menos en la época de la dinastía Comneno. El centro no podía ser otro mas que la "sagrada polis":"No creáis que consideramos este rincón de Grecia como nuestro país, Atenas nuestra capital y el Partenón nuestro templo nacional. Nuestro país es el vasto territorio en el que se habla la lengua griega y la fe religiosa responde a la Ortodoxia. Nuestra capital es Constantinopla y nuestro templo nacional Santa Sofía, la que fue durante un milenio la gloria de la cristiandad". Tal constituye la que se conocerá a partir de entonces como "Gran Idea" (Megali Idea). Un credo político que será mayoritario pero no unánime entre aquellos ciudadanos que nos empeñamos en llamar griegos. Porque pasaron muchas desdichas y tal vez los más sensatos vieron la tarea harto difícil, sino imposible. Es probable que incluso hubiera cosas en la existencia mucho más importantes, como el hecho simple de vivir y disfrutar de la paz y las cosas hermosas que siempre ha ofrecido la tierra en el extremo más al sur de los Balcanes. En ese espíritu se abre camino la "nación griega" que hace caso a eruditos foráneos y propios para acercarse hasta su "raiz helena". "En el momento del pasaje del bizantinismo al nacionalismo griego hubo, así pués, un retorno hacia la antigüedad, no sin una interpretación en el sentido que le dio la literatura francesa del siglo XVII", nos ha dejado escrito Nicolás Iorga en su "Bizancio después de Bizancio". Entre los que se han quedado dentro de las fronteras otomanas no es menor el desconcierto. Algunos siguen en la romanidad irredentista, otros se adhieren con ingenua fe al esperanzador proyecto de un Bizancio turco-rumi, incluso con el sultán en la cima. Quizás sorprenda, pero son los menos aquellos que piensan integrarse en la "Grecia nueva", la "yunanistan" de los turcos. Entre el segundo grupo destacan los habitantes de Constantinopla. Poco a poco han elaborado un "segundo Fener", opulentos rumi que renuevan su compromiso tácito con el Sultán, en el periodo dulce del Tanzimat más que nunca.
Detalle de la decoración de Santa Sofía.
A principios del siglo XX, Eleuterio Venizelos, el primer ministro griego, escoge bien los aliados y se adhiere al bando ganador en la Primera Guerra Mundial. Y, pese a todo y potencias occidentales en principio renuentes, parece actuar siguiendo la estela del sueño: el 3 de Febrero de 1919 en la Conferencia de París, exige las tierras de la Rumelia -nombre bien significativo que se otorgaba por entonces a Tracia- hasta las puertas de Estambul.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Pero los acontecimentos seguirán a renglón seguido un ritmo vertiginoso. El nacionalismo turco, ("kemalismo") golpea con fuerza, bien pertrechado por algunas de las potencias que habían derrotado al imperio otomano y que buscan ahora un nuevo equilibrio en la zona que propicie sus cercanos intereses coloniales. Los rumi rurales sufren a manos de irregulares y del mismo "turquismo" que recela profundamente de ellos. Los supervivientes del Fener viven a la espera, sin un compromiso definido, siguen la estela del patriarcado, el viejo "rumismo bajo el sultanato". Pero pronto no habrá sultán que les proteja. El estado griego, (con un aborrecido rey filo-prusiano y miope que desplaza al genial Venizelos), inicia una guerra imposible con Turquía que acaba en el desastre. La represión que, programada y espontánea a la vez, recae sobre la población rumi es brutal. Exterminio y deportación. En masa llegan a Grecia, sintiéndose seguros en lo físico pero sólo un poco menos extraños que en el mundo ininteligible para su tradición del kemalismo. Los "viejos griegos" convierten en "nuevos griegos" a los pónticos, jónicos, capadocios y constantinopolitanos. No sin dificultad. Bien lo cantaría el poeta Cavafis: "Aceptemos entonces la verdad: también somos griegos -¿Qué otra cosa sino?pero con querencias y emociones de Asia, pero con querencias y emociones que a veces le chocan al Helenismo". Surge, como en la vecina Turquía, una fiebre igualitaria de trasfondo étnico-cultural. Deberán olvidar sus tradiciones, dialectos y hasta el nombre. No habrá rhomíoi sino helenos y el cruento sueño -para el insigne Arnold Toynbee sería más correcto hablar de "pesadilla"- del Imperio Romano de Oriente se desvanecerá para siempre. Incluso la iglesia griega, que se desliga del Patriarca de Constantinopla, se adhiere con entusiasmo a ello, porque sobrevive en régimen de monopolio religioso. En la República de Kemal Ataturk, no más Constantinopla, sólo Estambul; y Santa Sofía, un museo. La capital se va hasta Ankara. Los penúltimos rumi que miran a las aguas mansas del Cuerno de Oro acaban claudicando en la década de los sesenta y, con dolor histórico, engrosan la diáspora. Sólo resta en la megalópolis turca actual una minúscula iglesia bizantina en uso, que también existió antes de la conquista de Mehmet. Se trata de la Panagia Mugliotissa, en el corazón del viejo Fener, hoy un barrio desvalido, donde bullen los emigrantes de profundas convicciones islámicas encontrando cobijo en abandonados hogares que hace poco pertenecían a cristianos. Aún esporádicamente se escucha en ella el Himno Akatistos. Es muy probable que en la siguiente generación eso no sea posible. Francisco Aguado. Agosto de 2003 Bibliografía de autores citados: TERNON, Yves: Empire ottoman, le déclin, la chute, l'effacement. Paris: Du FelinMichel de Maule, 2002 IORGA, Nicolas: Byzance après Byzance. Paris: Balland, 1992. TOYNBEE, Arnold: Los griegos: herencias y raices. México: Fondo de Cultura Económica, 1988. CAVAFIS, Constantinos Petros: Poesía Completa. Madrid: Alianza Editorial, 2003
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LA ÚLTIMA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA: 1923 Por Eva Latorre
PROFECÍAS QUE MARCARON LA HISTORIA Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno.
F. Hölderlin, Hiperión o el eremita en Grecia. Cuando el 29 de mayo de 1453 el ejército de Mehmet II el Conquistador entra en Constantinopla, Constantino XI Paleólogo se lanza a la lucha como un soldado más, muriendo en el fragor de una batalla ya perdida. La consternación popular ante la toma del último bastión del Cristianismo en Oriente y la negación de la nueva situación convirtieron a Constantino en un emperador de mármol que esperaba en silencio por los siglos de los siglos a que los cristianos terminaran de sufrir el justo castigo a sus pecados bajo el dominio del infiel. Redimidas todas las culpas, un ángel del Señor vendría a despertar al emperador mártir, quien recuperaría gloriosamente la Ciudad y la devolvería a su legítima dueña, la Virgen Madre de Dios, haciendo renacer el Imperio Romano de Oriente.
No obstante, hasta que llegara el ángel, había que trabajar por la causa. Los esfuerzos por recuperar el Imperio comenzaron en el mismo momento de su pérdida. A pesar de la insensibilidad y apatía con la que Occidente había recibido las angustiosas llamadas de ayuda de los últimos emperadores Paleólogos para salvar lo que quedaba del Oriente cristiano frente a la apisonadora otomana, los ánimos de una nueva cruzada parecieron revitalizarse cuando la Ciudad ya estaba perdida. Aunque tributaria del Sultán, la Morea todavía permanecía en manos de los déspotas Paleólogos. Si bien Demetrio se había mostrado siempre contrario a Occidente y prefería plegarse a las exigencias de Mehmet, Tomás confiaba todavía en que el mundo cristiano enviaría ayuda. Instigado por el cardenal Besarión, en 1459 el papa Pío II convocó un concilio en Mantua e intentó buscar aliados para esta empresa en Alemania y en otros lugares. De momento, envió 300 soldados con los que Tomás consiguió arrebatar temporalmente Calavrita a los turcos. Ante la ausencia de más recursos, la fuerza mercenaria italiana se diluyó en la nada, y
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo lo único que se consiguió con este amago de cruzada fue enfurecer a Mehmet, quien en 1460 se apresuró a tomar definitivamente la Morea bajo su absoluto control para evitar futuros intentos de este tipo. En 1461 Pío II proclamó solemnemente una cruzada para la que no obtuvo más que promesas, y ante el fracaso, escribió a Mehmet con el compromiso de que si se convertía al Cristianismo, sería reconocido como legítimo heredero del Imperio de Oriente. En 1462 decidió encabezar él mismo, viejo y enfermo, una cruzada que partiría de Ancona, a donde se dirigió acompañado de Bessarión y donde finalmente murió sin haber podido cumplir la obsesión permanente de todo su papado.
Abandonada por el momento toda esperanza, los griegos en el exilio vieron con claridad meridiana que su lengua y su historia cultural eran la seña de identidad que debía mantener viva la patria perdida. Cada uno, en la medida de sus posibilidades luchó por su cultura hasta el renacer del imperio. Así, el escribano Miguel Suliardos, de Argos, copia en Italia «no por dinero, sino por la Patria» obras de Platón, Aristóteles, Porfirio, Amonio, Pselos y Planudes, y en 1472, el cardenal Besarión cede en su testamento su rica biblioteca personal, compuesta de casi 900 manuscritos de los cuales 600 eran griegos, a la República de Venecia con las siguientes palabras: «Si hoy quedan griegos en algún lugar, y si en el futuro consiguen lograr algo bueno —puesto que muchas cosas pueden suceder a lo largo del tiempo—, que tengan dónde encontrar lo que se ha escrito en su lengua, ésta que utilizan hoy, depositado todo junto en un lugar seguro; y cuando lo encuentren, que lo multipliquen». Éste será el origen de la Biblioteca de San Marcos de Venecia, y, desde luego, el deseo de Besarión no quedó incumplido: sirviéndose de los fondos de la Biblioteca Marciana y acogiendo a los mejores sabios griegos en su taller, Aldo Manucio, humanista e impresor, fundador en 1490 de una saga de editores e impresores que perduraría hasta 1597, dio a la luz las más reputadas ediciones de los textos clásicos, ediciones que por su escrupulosidad, belleza y fidelidad se consideraron modélicas durante siglos.
El apoyo que personajes como Besarión prestaron a los griegos exiliados después de 1453 resultó, por consiguiente, fundamental para afianzar el renacimiento de la cultura griega que ya había surgido en Italia cincuenta años atrás. Francesco Filelfo también jugó un papel relevante en esta dispersión del helenismo, ya que gracias a su amistad con personajes influyentes de la corte de Carlos VIII logró que numerosos intelectuales griegos encontraran en Francia
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo refugio y protección. Podemos citar, por ejemplo, a Caritónimo Hermónimo, alumno de Jorge Gemisto Pletón, quien ejerció una importante labor de copia de obras griegas —de la que hoy en día aún se conservan numerosos testimonios— para terminar siendo el profesor de griego de Guillaume Budé, humanista francés del XVI, maestro de Rabelais y Dolet y fundador del Colegio de los Lectores Reales, el futuro Colegio de Francia. En líneas generales, podemos decir que este estudio del griego tuvo también a la larga consecuencias en un principio indeseadas, ya que las enseñanzas humanistas y sus herederas ilustradas se centraron sobre todo en obras del periodo clásico olvidando las del periodo bizantino, lo que contribuyó con el tiempo a crear una imagen distorsionada de lo que era en realidad el helenismo que vivía bajo la dominación otomana.
Durante los siglos en los que no existió ningún estado griego, el Mediterráneo oriental pasó a ser el escenario del pulso por el poder entre las dos potencias del momento: la República de Venecia y el Imperio Otomano. Las estratégicas posiciones que Venecia mantenía en la costa occidental de Grecia y en el Peloponeso —Corfú, Cefalonia, Zante, Corón, Modón, etc.— fueron objeto de un constante tira y afloja, de conquista y reconquista, pero las joyas de Venecia era Chipre y Creta. Chipre cayó definitivamente bajo los turcos en la primavera de 1571 cuando Famagusta se rindió tras un duro asedio de varios meses, y el cruel castigo infringido a su defensor Marco Antonio Bragadino —quien después de haber soportado crueles y humillantes torturas, fue desollado vivo— desbarató definitivamente cualquier atisbo de paz diplomática entre la Serenísima y la Sublime Puerta. En octubre de ese mismo año, la Liga Santa organizada por el papa Pío V, en la que participaban Venecia y España, consigue la victoria en la batalla de Lepanto, victoria a la que no se le supo sacar partido debido a que cada uno de los participantes se preocupó de sus intereses particulares, aunque tuvo el aliciente psicológico de detener la aplastante y continuada expansión del Imperio Otomano. Los griegos que contribuyeron a la victoria de la Liga Santa incluso llegaron a contemplar a Juan de Austria como futuro rey de Grecia, y el Papa recordó las profecías, muy difundidas tanto entre los cristianos como entre los musulmanes, que decían que Jerusalén sería reconquistada por un rey español. No obstante,
la
intransigencia
religiosa
de
Felipe
II
ante
los
griegos,
que
paradójicamente superó a la del papa Pío V, hizo que las ilusiones de recuperación volvieran a desvanecerse.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo El largo dominio veneciano de Creta permitió a los griegos que vivían bajo su protección desarrollar una cultura propia y una producción intelectual y literaria de alto nivel.
En la Creta veneciana tuvo lugar uno de los considerados periodos dorados de la historia de la literatura griega en el que se produjeron grandes poemas como el Erotócrito y sobre todo obras de teatro, —Erofili, El sacrificio de Abraham, etc.— con todo lo que ello implica si tenemos en cuenta que el teatro es un fenómeno social: un auditorio principalmente griego que quiere escuchar obras en un griego local Ilustración de Klotzas: Constantino I con su madre elaborado artísticamente y elevado a la categoría de elegante lengua literaria. Elena y Constantino XI con su madre Elena. No es de extrañar entonces que sea en Creta donde encontremos uno de los más hermosos testimonios cultos de la pervivencia de las esperanzas populares sobre el Emperador de Mármol. En un manuscrito custodiado hoy en la Biblioteca San Marcos de Venecia y datado en 1592, el pintor cretense Jorge Klotzas incluye diecisiete miniaturas en las que narra el ciclo de Ilustración de Klotzas: Constantino XI en su tumba. resurrección, entronización y triunfo del Emperador Dormido. Custodiado por ángeles en su tumba secreta junto a la Puerta Dorada de Constantinopla, es despertado y coronado en Santa Sofía. Vence a los turcos en seis batallas y emprende el camino hacia Palestina llegando a entrar triunfante en Jerusalén. Deposita la Cruz y su corona en el templo de la Resurrección y entrega su alma a Dios en el Gólgota.
Ilustración de Klotzas: Constantino XI y la muerte.
Soñando con este despertar, la población griega también actuaba cuando veía la ocasión. En una provincia alejada del centro de poder como era el Peloponeso, las insurrecciones fueron moneda corriente.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Podemos
acudir
a
argumentos
románticos
como
los
rescoldos
que
permanecían en esa región, patria de los espartanos y Despotado medieval de la Morea, corazón bizantino que consiguió sobrevivir a la caída de la Ciudad durante siete años, aunque desde la perspectiva histórica resulta sin duda más operativo no perder de vista que los indómitos arcontes griegos de la Maina y de todo el Peloponeso jamás aceptaron con gusto ninguna dominación, ni siquiera la bizantina.
En 1612, sin embargo, los mainotas reciben noticia de que el duque de Nevers, Carlos II de Gonzaga, es descendiente directo en octava generación de Andrónico Paleólogo el Viejo. A él dirigen una larga y apasionada serie de cartas en las que le ruegan ayuda para la liberación. Carlos, sintiéndose tentado por la posibilidad de convertirse en emperador de Constantinopla, lo que le hizo objeto de alguna que otra burla en las cortes europeas, consiguió organizar en 1617 la llamada Milicia Cristiana, cinco grandes barcos que superaban incluso la flota francesa del momento, pero que jamás llegaron a salir de puerto.
Candía, la capital de Creta, resistió dos años y medio de asedio para terminar cayendo en 1669, pero Venecia no se resignó fácilmente a perder su hegemonía. Después del desastre otomano de Viena en 1683, la Serenísima tomó de nuevo impulso y, con la ayuda de los jefes mainotas conquistó buena parte del Peloponeso llegando incluso hasta Atenas en 1687. Durante el asedio, una bala de cañón veneciana provocó que el Partenón, convertido en polvorín, volara por los aires, lo que fue celebrado como un gran triunfo militar y en ese momento no preocupó
a
nadie
salvo
a
los
propios
turcos,
ya
que
habían
quedado
desguarnecidos. Hacia 1715, con sus apuros para conservar Corfú, la más veneciana de todas sus colonias, la República estaba dando ya evidentes muestras de decadencia.
El siglo XVIII es testigo de las luchas entre Rusia y el Imperio Otomano. Desde que Zoe, la hija menor de Tomás Paleólogo, déspota de la Morea, se casara en 1471 con Iván III, Moscú se consideró a sí misma como la Tercera Roma. En la segunda mitad de siglo, Catalina la Grande planeaba que su nieto Constantino fuera coronado en Constantinopla y que así Rusia pudiera reinar sobre un imperio bizantino restaurado. Así pues, había llegado el momento de que volvieran a entrar en juego las aspiraciones griegas de liberación. En 1770 Catalina envía a
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo los hermanos Orlov para que instigaran a los terratenientes y a los irredentos jefes cleftes del Peloponeso y se alzaran contra la administración turca. La expedición fue un desastre y la rebelión un fracaso, y los griegos lo pagaron caro, pues el sultán ordenó devastar el Peloponeso como represalia. No obstante, los rusos consiguieron una celebrada victoria naval en Cesme, en las costas de Quíos, obligando más adelante a los turcos a firmar severos acuerdos económicos entre los que se encontraba la concesión a los mercaderes griegos de comerciar bajo bandera rusa. Esto fue suficiente para que entre los griegos se comenzara a considerar ya seriamente a Rusia como la auspiciadora de su liberación.
Por otra parte, los exegetas rusos, que disponían de toda la literatura profética griega traducida a su idioma, mostraron especial interés en desempolvar los viejos oráculos del emperador León el Sabio, entre los que se encontraba la predicción de que el Emperador Dormido sería ayudado en la recuperación de la Ciudad por una raza rubia con cuya colaboración expulsaría a los turcos más allá del Manzano Rojo, lugar mítico y legendario de donde se supone que procedían. Versión culta y elaborada de los cantos Constantino Paleólogo populares que añoraban la Ciudad, las profecías representado en un comenzaban ya a desempeñar un importante papel manuscrito del s. XVI que político como propaganda en la manipulación de las contiene los Oráculos de esperanzas de los griegos sobre la restauración del León el Sabio. imperio cristiano perdido. Resulta curioso pensar que Hölderling se inspiró en esta revuelta de 1770 para escribir su Hiperión o el eremita en Grecia, en la que narra la historia de un joven griego que participa de la rebelión para liberar a su patria, que asocia directamente a la época clásica sin hacer la más mínima alusión a la etapa del Imperio. Esto ya nos indica que las expectativas que el filohelenismo occidental tenía del pueblo griego nada tenían que ver con su identidad de entonces ni con las aspiraciones reales de éste. Para colmo, las palabras que en esta obra se dedican a los compañeros de cruzada de Hiperión por parte de su novia Diotima dejan bien claro la opinión que merecían los griegos locales: «Eres demasiado orgulloso para seguir ocupándote de esa raza malvada. [...] Tú les conducías a la libertad y ellos pensaban en la rapiña. Tú les condujiste en triunfo a su antigua Lacedemonia y esos monstruos la saquearon».
Por entonces, entre el helenismo de la diáspora una clase culta griega comenzaba a alimentar sus sueños de renacimiento al abrigo de los ideales de la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Revolución Francesa y de la idea moderna de nacionalismo. Intelectuales como Adamandios Coraís o Rigas Fereos trabajaban frenéticamente en el extranjero por la independencia de su patria, el primero editando todas las obras de la literatura griega para que sus hermanos bajo el yugo del sultán pudieran conocer su esplendor y asumir su glorioso pasado, a la vez que llevaba a cabo una labor de captación para dotar a la causa griega de recursos económicos que hicieran viables sus aspiraciones de emancipación; el segundo elaborando un mapa ideal de una República Bizantina liberal que abarcaría la mayor parte de los antiguos territorios del Imperio Bizantino donde lo griego sería la cultura dominante del nuevo estado. Debemos señalar aquí que, además de los ideales ilustrados en los que se basaba su idea del nuevo Imperio, Rigas era plenamente consciente de la influencia y de la sugestión que las profecías y oráculos ejercían sobre el pueblo llano. Por esta razón insistió tanto, y consiguió al fin, que un editor de Viena publicara en 1790 las llamadas Visiones de Agatángelo, un libro profético escrito en 1751 por Teóclito Polieides quien, sin embargo, para dar mayor empaque y credibilidad a su obra, decía que era una traducción al griego de unos textos recopilados en Messina en 1271 y editados en Milán en 1555.
El fallo de Rigas consistió en que su panhelenismo, que pretendía resucitar como griega una entidad que siempre fue de carácter multiforme, no tenía en cuenta los nacionalismos balcánicos que surgían con fuerza en ese momento, y fue traicionado y asesinado en Belgrado en 1798. La causa griega ya tenía un mártir. Su muerte inspiró años después, en 1814, la fundación en Odessa de la Filikí Etería o Compañía Fraternal, una sociedad secreta que, más allá de la propaganda, consideraba que había llegado el momento de tomar las armas en pro de la libertad. El papel de la Filikí Etería resultó fundamental en lo que luego fue el estallido de la revolución griega. Por un lado, se enfrentaban al mismo patriarca ortodoxo y a grandes segmentos de la sociedad griega que gozaban de posiciones privilegiadas dentro del sistema otomano y temían por añadidura las crueles represalias que un movimiento independentista provocaría en el sultán, pero por otro consiguieron atraer a exaltados partidarios nacionalistas bajo las vagas insinuaciones de que contaban con el apoyo del zar Alejandro I. Las esperanzas de que Rusia ayudara a Grecia habían sido alimentadas desde hacía ya mucho tiempo y, ahora que se mostraba reticente, se la quería incitar a una cruzada ortodoxa que arrebatase Constantinopla a los infieles. Alejandro Ipsilandis, oficial fanariota del ejército ruso, aceptó la dirección, y emprendió los preparativos para un
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo levantamiento simultáneo en los Balcanes y en el Peloponeso. Si bien en el Peloponeso logró reclutar mediante su propaganda a importantes personalidades eclesiásticas,
comerciantes
griegos
y
jefes
cleftes
que
luego
resultarían
imprescindibles en la lucha como Teodoro Colocotronis, en los Balcanes la causa griega no fue secundada con convicción, puesto que allí habían tomado cuerpo ya nacionalismos como el rumano, el serbio o el búlgaro.
La represión que sufrió en 1820 Alí Bajá, “el león de Yánina”, jefe militar albanés que había conseguido aglutinar grandes extensiones de territorios y cuyo poder no podía ser ignorado por el sultán, fue la oportunidad que Ipsilandis esperaba para iniciar la sublevación. Mientras el ejército turco estaba distraído en el Epiro, en febrero de 1821 Ipsilandis cruzó el río Prut, pero sus 800 soldados procedentes de brigadas estudiantiles fueron masacrados por los jenízaros. Víctima de su propia propaganda, la ayuda de Rusia brilló por su ausencia y los nacionalismos balcánicos permanecieron inmunes a la llamada del renacimiento del imperio griego. En el Peloponeso, sin embargo, el gesto suicida de Ipsilandis tuvo consecuencias imparables. El 25 de marzo de 1821, el obispo de Patras Germano alzó la bandera de la revolución en el monasterio de Ayia Lavra, cerca de Calavrita. En 1824, un primer gobierno griego dividido por las luchas intestinas pedía ayuda a una conservadora Europa que no quería más agitaciones en el panorama internacional después de los sucesos protagonizados por Napoleón Bonaparte. Fueron realmente las sociedades filohelenas de la Europa ilustrada, empapadas de la idealizada cultura clásica griega, las que asumieron el trabajo de dotar de armas y medios a los irregulares ejércitos del helenismo insurrecto para que pudieran continuar la lucha por el afianzamiento de su independencia. La muerte de Lord Byron en Missolongui, que cumplía con todos los cánones románticos de la época aunque Byron jamás llegó a luchar, fue el punto de espectacularidad que los griegos necesitaban para llamar definitivamente la atención de las potencias europeas sobre su revolución. En octubre de 1827 una fuerza naval británica, francesa y rusa derrotaba a la flota turcoegipcia en Navarino. La institución de un estado griego independiente era ya inminente. En 1828 Capodistrias acudió al Peloponeso para hacerse cargo del gobierno de Nauplio, y su asesinato en 1831 fue decisivo para que las potencias apresuraran su búsqueda de un rey para su protectorado. En 1832 llegó a Nauplio como rey de Grecia un joven de diecisiete años, Otón I, hijo del rey Luis I de Baviera.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo El recién nacido estado griego se sentía frustrado, cercenado y demasiado pequeño, ridículo en comparación con sus aspiraciones de restitución del vasto imperio antiguo. Por otra parte, en el extranjero también se tenía conciencia de que los territorios griegos no eran ni la mínima parte de lo que había ocupado la Grecia que se estudiaba en los libros.
Por citar un ejemplo, en un informe francés sobre el Real Decreto del 25 de abril de 1833 en el que se fija la división y la administración del Reino de Grecia, el comentarista, después de transcribir puntualmente el texto donde se refieren los límites de las provincias y sus respectivas capitales, añade de su pluma: «Se verá que el reino de Grecia no comprende toda la Hélade», y lamenta que no se incluyan en sus fronteras territorios como la Tesalia o el Epiro argumentando su antigua raigambre griega y sus tradiciones más arcanas.
1838: Stefanitzes dedica su compendio de profecías “al futuro dueño del trono de Constantinopla”.
No obstante, gran parte de la población griega deseaba ir bastante más allá, ya que se encontraba convencida de que para mejorar la economía del país y aliviar las continuas tensiones internas era necesario liberar a todos los hermanos griegos que aún vivían bajo la dominación otomana. Mientras tanto, avivando estos afanes populares las antiguas profecías conocen continuas reediciones y reinterpretaciones. El ejemplo más relevante es la recopilación de profecías y viejos oráculos que llevó a cabo Pedro Stefanitzes, y que fue uno de los primeros libros griegos que se publicaron en Atenas. En él se recoge la literatura profética más importante que había estado circulando durante los últimos siglos, como los Pronósticos de Metodio de Patara, los Oráculos de León el Sabio y las Visiones de Agatángelo entre otros. Stefanitzes dedica el libro “Al futuro dueño del trono de Constantinopla, rey y emperador cristiano por la gracia de Dios”, y, desde luego, consiguió su objetivo principal: demostrar que la mayor parte de las profecías sobre la recuperación de la Ciudad estaba aún por cumplirse. El emperador permanece dormido pero el primer paso para empujar al turco hacia el Manzano Rojo ya ha sido dado.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo En la asamblea constituyente celebrada en 1844, mediante la cual se obligó al rey Otón a aceptar una monarquía constitucional, la lánguida añoranza de Constantinopla que se había transmitido en los cantos populares y en las numerosas profecías alcanza su formulación política. Juan Colettis expone lo que se convertirá en el “Gran Ideal”:
Ilustración de Stefanitzes: un ángel despierta a Constantino Paleólogo entregándole la corona de emperador.
«El Reino de Grecia no es Grecia, es sólo una parte, la más pequeña y la más pobre de Grecia. Un griego no es sólo el que vive en el Reino, sino también el que vive en Yánina, o en Salónica, o en Serres, o en Adrianópolis, o en Constantinopla, o en Trebisonda, o en Creta, o en cualquier otra región que sea históricamente Grecia, o cualquiera que sea de raza griega.
Los soldados de la Revolución no son sólo aquellos que se rebelaron en 1821 sino todos aquellos que han luchado por la libertad desde la caída de Constantinopla. Los héroes de la Independencia no pertenecen únicamente al Reino, al pequeño Reino de Grecia. Ellos pertenecen a todas las provincias del mundo griego desde el Hemo hasta el Ténaro, desde Trebisonda a Cilicia. [...] Hay dos grandes centros del Helenismo: Atenas y Constantinopla. Atenas sólo es la capital del Reino. Constantinopla es la gran capital, la Ciudad, la felicidad de todos los griegos.» El nuevo estado no se sentiría completo hasta que consiguiera despertar al Emperador de Mármol. La ratificación pública de lo que era el estado griego real y de lo que podía llegar a ser marcó el devenir del helenismo y se convirtió en el eje que vertebraría la sociedad, la cultura y las actitudes políticas griegas durante casi un siglo. Otón se sirvió de este Gran Ideal convirtiéndolo en un nacionalismo utópico y agresivo contra un enemigo exterior como medida de distracción de los graves problemas internos que vivía Grecia bajo el gobierno corrupto y débil que él mismo había creado. Durante su reinado se llevó a cabo una política de “helenización” intensiva y de construcción de un espíritu y de una mitología nacionales que afectó a todos los ámbitos. En el plano cultural, la imposición de la lengua cazarevusa, una lengua artificial y arcaizante que nadie había hablado jamás, sobre la dimotikí, o griego vernacular hablado, creó un desconcierto y un cisma social tan profundos que sus consecuencias se notan incluso en la
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo actualidad. Por otra parte, la mitificación de los “héroes del 21”, los feroces jefes cleftes que en más de una ocasión estuvieron a punto de echar por tierra el alzamiento, fueron vistos como modelos de heroísmo y libertad. Para conseguir estos fines no se dudó en manipular y reescribir los materiales que el acervo folklórico popular ofrecía, y en el caso concreto de los bandoleros, numerosas canciones cléfticas, cantos rebeldes de libertad individual, son cambiadas para poder ser reinterpretadas como cantos de libertad nacional.
No obstante, toda esta política de exaltación interna no consiguió ocultar su desastrosa gestión, por lo que tuvo que abandonar el país en 1862. Aunque el pueblo griego eligió por plebiscito como nuevo rey al príncipe Alfredo, segundo hijo de la reina Victoria, Inglaterra estaba muy comprometida con el Imperio Otomano, por lo que las grandes potencias que ejercían su tutela sobre todos los asuntos del Mediterráneo oriental decidieron enviar a Guillermo, hijo del rey Cristian IX de Dinamarca. En 1863 Guillermo adoptó el nombre de Jorge I, rey de todos los helenos, en un compromiso, un tanto populista, con todos los griegos, no sólo con los del reino.
Jorge I eligió en 1875 como primer ministro de Grecia a Jarilaos Tricupis, quien intentó calmar los ánimos en política exterior y cuya actividad, dirigida sobre todo a solucionar los diferentes problemas internos del país, sobre todo los económicos, llevó al reino a una relativa estabilidad. Sin embargo, la institución del sistema bipartidista británico, que Tricupis admiraba en gran manera, le dio como oponente al demagogo Teodoro Deliyanis, quien en sus turnos de poder se dedicó a deshacer todo lo hecho anteriormente por Tricupis enarbolando con pasión el Gran Ideal. En 1893 Tricupis llegó a declarar el estado en bancarrota. Otros acontecimientos externos vinieron a agravar la situación. La declaración búlgara de independencia y el apoyo que ésta recibió de Rusia, quien reivindicaba para la “Gran Bulgaria” toda la costa egea entre Salónica y Adrianópolis ante el estupor de los griegos, hacían inviables las aspiraciones territoriales de Grecia. Por otra parte, en 1897 los cretenses se alzaron en armas y declararon un gobierno independiente, lo que supuso un revulsivo que provocó que todo el país se lanzara a una cruzada de liberación en todos los frentes que terminó en absoluto desastre. Derrotados los ejércitos griegos tanto en las fronteras del continente que habían intentado arrebatar a los turcos como en la defensa de Creta, Grecia quedó a merced del castigo que las potencias quisieron imponerle
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo por su indisciplina, entre otras, la intervención británica en todos los asuntos del estado.
En 1908 los Jóvenes Turcos, organización que pretendía la formación de una moderna nación-estado turca, tomaron el poder en Constantinopla. Ante la fuerza del movimiento emergente, las grandes naciones cortaron todos los lazos con el impotente sultán, y los cretenses declararon su fidelidad al rey Jorge. Ante los enardecidos ánimos del pueblo, frustrado continuamente en sus aspiraciones de recuperación, el rey tenía sin embargo muy presente el recuerdo de la catástrofe de hacía diez años, y permitió que los cretenses fueran reducidos por un flota internacional de marines. Esta actitud le valió un golpe militar y la llegada a escena de Eleuterio Venizelos, gran político cretense que ya se había destacado como paladín del Gran Ideal en las luchas constantes de su isla por la anexión a Grecia.
Venizelos llevó a cabo importantísimas reformas políticas, económicas y sociales de las que el reino griego se benefició enormemente, ya que le dotaron de una prosperidad y de una estabilidad política sin precedentes en su corta pero agitada historia. Pero el Gran Ideal dominaba por entero su pensamiento, lo que provocó que en un momento dado todos sus esfuerzos se dirigieran hacia la política exterior sin permitirle profundizar en los problemas internos. Su inteligente actitud en las dos guerras balcánicas hizo que Grecia doblara su extensión territorial anexionándose Samos y Creta, el sur del Epiro, Macedonia y la Tracia occidental, pero en lugar de consolidar estos grandes logros, lo que hubiera ayudado a afianzar definitivamente la situación interna de Grecia, consideró que el trabajo no había hecho más que comenzar. Todavía quedaba la recompensa final, la Reina de las Ciudades, y en el estado de euforia que se encontraba el pueblo griego en ese momento el despertar del Emperador Dormido parecía más cercano que nunca. El rey Jorge I murió asesinado en 1913. Su hijo y heredero, Constantino, cuyo linaje danés no debe ser olvidado, llegó a ser aclamado por muchos ya como Constantino XII. En esa situación de optimismo y exaltación generalizada, la vieja profecía de la “raza rubia” que rescataría Constantinopla volvió a adoptar una importancia de primer orden.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo En 1914, con el estallido de la Gran Guerra, Venizelos quiso entrar en la guerra del lado de la Entente y cedió a Bulgaria importantes centros de los territorios recién conquistados, como era las ciudades de Kabala, Serres y Drama, bajo las vagas promesas que Gran Bretaña le hizo sobre ciertas concesiones en las costas de Asia Menor. La posibilidad de poner el pie al otro lado del Egeo cegó a los entusiastas convencidos del Gran Ideal, mientras que el rey Constantino, más pragmático y en buenas relaciones con Alemania, consideraba demasiado difuso el compromiso británico y veía que las arcas del estado, agotadas después de las Guerras Balcánicas, no podrían hacerse cargo de las posibles recompensas territoriales en Eolia. Éste fue el origen del llamado Cisma Nacional o Ethnikós Dijasmós. Venizelos dimitió y el rey se enfrentó tanto a la voluntad de su pueblo como a la de Gran Bretaña y Francia, quienes volvieron la vista hacia Bulgaria despertando el fantasma de la Gran Bulgaria al norte de Grecia y, por tanto, el fin del Gran Ideal.
Los acontecimientos de los años siguientes provocaron que Venizelos creara un gobierno paralelo en Salónica y, con la intervención directa de franceses y británicos, se consiguió que el rey abdicara en su segundo hijo Alejandro. Venizelos ya se vio libre para entrar de lleno en la guerra, aunque en general su papel fue secundario, sin demasiada trascendencia y a costa de muchas bajas. La firma del armisticio por parte de Turquía impidió que el ejército griego y británico llegara a entrar en Constantinopla cuando casi la rozaban, ya que les detuvo en Alexandrópolis.
El coste político para Grecia de esta aventura había sido tan alto que solamente podría compensarla la obtención completa de su Ideal. La verdadera batalla de Venizelos se llevó a cabo en la mesa de negociación de París. Las vagas promesas sobre Asia Menor que Gran Bretaña había hecho a Grecia eran incompatibles con las más concretas que le había hecho a Italia, que había sacrificado mucho más en la guerra. Para evitar la ocupación de Italia, que ante el incumplimiento de lo pactado se había retirado de la conferencia y había llevado buques de guerra a Esmirna, Venizelos pidió permiso a la conferencia para desembarcar tropas en Esmirna y proteger a la población griega. En mayo de 1919 los griegos se hacían cargo de la administración de Esmirna y de una amplia región de sus alrededores en medio del clamor popular, aunque ésta fuera sólo durante un periodo de cinco años y después decidiría su futuro en referéndum.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Para redondear la jugada, Venizelos arrancó extensos territorios a Turquía en el Tratado de Sèvres de 1920. Cuando Grecia vio que la costa del mar de Mármara y la península de Gallípoli entre otras muchas zonas, volvían a ser suyas, el histerismo profético y nacionalista sobre la inmediata recuperación de la Ciudad estalló sin control. El restaurado Imperio Helénico se rozaba con los dedos, por eso la catástrofe final fue todavía más dura.
En medio del entusiasmo incontrolado, estallaron en Esmirna disturbios intercomunitarios de difícil manejo. La oleada de entusiasmo nacionalista griego se volcó contra la comunidad turca que se encontraba desamparada pero se defendía y, por otra parte, con graves problemas internos, Grecia no podía mantener el suministro ni soportar los gastos que su destacamento en Asia Menor exigía. Las fronteras eran difícilmente defendibles, lo que obligó al ejército a adentrarse demasiado en un territorio hostil de Asia Menor siendo continuamente instigados por el ejército turco. Para mayor desgracia de las aspiraciones griegas, en ese mismo año de 1920 Kemal Ataturk confirmó un nuevo parlamento mediante el que proclamó el Estado nacional turco, lo que a su vez dejaba sin efecto todos los pactos firmados por el sultán —poniendo en primer término el de Sèvres— y rechazaba por completo la intervención extranjera. La reacción de las potencias fue negociar en secreto con el nuevo poder turco y dar la espalda a Grecia.
Mientras tanto, en la Grecia continental, moría el rey Alejandro por la mordedura de un mono y Venizelos, imprevisiblemente, era derrotado en las urnas. Había confiado demasiado en su poder de persuasión y en el poder moral del helenismo en el tablero de juego internacional, pero todo se vino abajo. La propaganda tradicional ya no podía ocultar que la consecución del Gran Ideal estaba siendo demasiado costosa para el pueblo. Al regresar el rey Constantino a Grecia, las potencias ya no tuvieron que mantener ocultos sus tratos con la nueva Turquía, puesto que se le consideraba traicionero desde su actitud en la Gran Guerra.
En una reacción imprudente y desesperada, en marzo de 1921 Constantino ordenó a las agotadas tropas de Asia Menor que lanzaran una ofensiva definitiva contra Ankara, lo que fue el principio del fin de la milenaria presencia griega en Anatolia. A pesar de su heroica insistencia, las tropas griegas se vieron forzadas a
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo abandonar. Los abusos que cometió en su retirada contra la hostil población turca despertaron un odio de consecuencias irrefrenables, dejando a su vez a un millón y medio de griegos expuestos a la venganza. La situación era tan caótica que Constantino se mostró dispuesto incluso a aceptar la soberanía turca de Esmirna, pero Kemal estaba demasiado seguro de vencer como para hacer concesiones. En un intento de hacer negociar a Kemal, Constantino reunió todas las tropas griegas que pudo en la Tracia oriental para emprender un ataque directo sobre Constantinopla, pero las potencias se lo impidieron.
Ya nada pudo parar el ataque turco contra Esmirna a finales de agosto de 1922. Las tropas griegas huían en desbandada, y ahora la población griega civil pagaba por los abusos y venganzas cometidas en pro del atávico Gran Ideal. La masacre y la destrucción de Esmirna y la llegada a la Grecia continental de los miles de refugiados que consiguieron salvar a duras penas la vida resultó una verdadera catástrofe en todos los aspectos. La economía se colapsó, los sueños nacionalistas ya no servían, y los griegos echaban la culpa de todas sus desgracias a los hermanos bajo el yugo otomano que soñaban con liberar desde hacía un siglo. Los griegos de Asia Menor, algunos de los cuales ni siquiera hablaban ya griego, se encontraron desamparados y rechazados en su madre patria. No obstante, no sólo fueron los refugiados griegos las víctimas de la tendencia ultranacionalista que había surgido paralelamente a ambos lados del Egeo en aquel momento. Sin olvidar a los armenios, también cientos de miles de turcos, muchos de los cuales ni siquiera hablaban ya turco, sufrieron el éxodo que imponía la filosofía de las nuevas naciones-estado teniendo que abandonar las tierras en las que habían vivido hacía cientos de años y establecerse en una inhóspita Anatolia que no los reconocía como suyos.
En el Tratado de Lausana, firmado el 30 de enero de 1923, se negociaron los términos del intercambio forzoso de población entre Grecia y Turquía bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones. Los dos países afectados se mostraron de acuerdo ante tan traumática medida. Renunciando a que Grecia llegase a dominar territorios en Asia, Venizelos alegaba «el derecho primordial de todo hombre de habitar en su país de origen y de vivir allí en libertad», y la delegación turca del gobierno de Ankara veía cumplida la fórmula básica de su programa, que consistía en poner fin al Imperio Otomano con su mezcla inextricable de razas, nacionalidades, de protegidos y privilegiados más o menos extranjeros, y dar
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo comienzo a una Turquía para los turcos. Sólo hubo algunas excepciones: el Patriarcado ortodoxo permanecería en Constantinopla, aunque sería privado de toda atribución política, y el intercambio forzoso no afectaría ni a los griegos de Constantinopla y a los turcos de la Tracia occidental.
Constantinopla cayó para siempre en 1923, en el momento en que pasó a llamarse Estambul. El Gran Ideal se derrumbó dolorosamente dejando unas heridas tan profundas en los millones de refugiados de ambos países que aún hoy, tres o cuatro generaciones después, permanecen abiertas.
En
la
Grecia
de hoy
en
día todavía quedan
algunas
minoritarias
organizaciones políticas consideradas extremistas que proponen la recuperación de Constantinopla, aunque en líneas generales, bajo una política pragmática y más acorde con las necesidades reales de un país moderno, esos anhelos que durante siglos marcaron el devenir histórico de un pueblo han quedado reducidos al ámbito del folklore y de los dichos populares. Eusebi Ayensa i Prat recoge algunas expresiones y tradiciones: «En el Epiro, para envalentonar a los niños cobardes, se les dice a menudo: “¿Así reconquistaremos Constantinopla?” [...] En el Ponto tenemos documentado un juego llamado lajtas en el que se enfrentan dos pandillas de muchachos con el objetivo de recuperar Constantinopla. [...] La pandilla vencedora corona su victoria con un lacónico pero expresivo: “¡Hemos recuperado Constantinopla!”. En la lejana isla de Chipre [...] en los versos de una canción de amor el protagonista identifica sus deseos amorosos con sus afanes de reconstrucción nacional: “Dios, mío, que amanezca un día radiante de sol / y que pueda yo conquistar a mi amada y Constantinopla su reino”».
Personalmente, quiero añadir el recuerdo de infancia que me contó una querida amiga también en la isla de Chipre. Cuando era pequeña, veía que todos los martes su abuela procuraba no salir de casa y hacía únicamente las tareas domésticas más imprescindibles. Cuando la niña le preguntó por qué se comportaba así, la abuela le dijo: «porque el martes es día de luto, mi niña, porque en martes cayó la Ciudad». Eva Latorre Broto Octubre 2003
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Bibliografía consultada: E. Ayensa, “Folclore y nacionalismo griego. Ideologías en torno a la caída de la Ciudad.” Erytheia, 24 (2003), pp. 179-206. T. Boatswain – C. Nicolson, Un viaje por la historia de Grecia. Madrid, 1991. E. García Hernán, “Intento de unión entre la Iglesia latina y la iglesia ortodoxa en 1571.” Erytheia, 24 (2003), pp. 159-178 J. von Hammer-Purgstall, Histoire de l'Empire ottoman: Despuis l'avènement du sultan Moustafa III jusqu'au traité de paix de Kaïnardjé: 1757-1774. Tome seixième. París, Londres, San Petersburgo, 1839. F. Hölderlin, Hiperión o el eremita en Grecia. Traducción y prólogo de Jesús Munárriz. Madrid, 2003. M. F. de Jessen, “Grèce et Turquie, Echange obligatoire des populatios turques et grecques.” Revue general de droit international public, t. 30, 1923, pp. 514-518. D. M. Nicol, The Immortal Emperor. The life and legend of Constantine Palaiologos, Last Emperor of Romains. Cambridge University Press, 1994. R. Puaux, La muerte de Esmirna. Un testimonio de la catástrofe microasiática. Prólogo, introducción, traducción y notas de Roberto Quiroz Pizarro. Centro de estudios griegos, bizantinos y neohelénicos, Universidad de Chile, 2000. D. A. Zakythinos, Le despotat grec de la Morée. Vol. I: Histoire politique; vol. II: Vie et institutions. Londres, 1975.
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Reportaje a Eusebi Ayensa Por Rolando Castillo Las bellísimas ilustraciones de iglesias bizantinas son de Amelia Arumí.
Eusebi Ayensa.
Profesor de la Universidad de Girona, con una extensa y rica trayectoria en la exploración de canciones e historias del folclore griego, nos hablará sobre los mitos y las leyendas creadas en Grecia a partir del hecho de la caída, entre otros temas relacionados. Sin dudas es una persona muy cálida y lo primero que te atrapa es su sinceridad, su sapiencia y su simpatía, todo junto; quizás debería publicar todos los E mails que nos hemos enviado, porque este reportaje está hecho desde Argentina (Buenos Aires) hacia España (Riumors, Girona), pero sería demasiado extenso; deben saber entonces que luego de varios días de bombardearlo a mensajes este es el resultado simplemente de una primera exploración al mundo de este destacado investigador y filólogo; prometo que habrá mucho más.
Vaya entonces mi más sincero agradecimiento para Eusebi, y también muy especialmente a Eva que nos contactó y posibilitó esta entrevista.
Rolando Castillo. ENTREVISTA. ¿Qué mitos, historias populares o leyendas se han creado en el sentir del pueblo griego dominado a partir de la toma de Constantinopla por parte de los turcos? Cual fue su transformación a través de los siglos, y qué significado pueden tener esas leyendas hoy en día? Muchas y muy variadas son las historias inventadas por el pueblo griego para glosar la caída de Constantinopla en manos otomanas. Lo más significativo es que todas ellas tienen dos rasgos en común: la incredulidad ante la noticia de la caída y la esperanza en una futura recuperación. Entre todas estas tradiciones destacan especialmente dos ampliamente difundidas por todo el territorio griego. En la primera, conocida con el nombre de "Los peces fritos", se explica que un sacerdote estaba friendo unos peces cuando alguien le comunicó que los turcos habían entrado en Constantinopla. El sacerdote respondió que esto era tan improbable como que aquellos peces saltaran de la sartén y volvieran al agua. Inmediatamente se produjo el milagro y, según el pueblo griego, estos peces aún se encuentran medio fritos en una fuente de Constantinopla esperando a otro sacerdote que los acabe de freír el día que los griegos recuperen Constantinopla. La otra tradición, conocida como "La misa inacabada", asegura que el día que los turcos entraron en Constantinopla el sacerdote que estaba celebrando la liturgia en Santa Sofía desapareció con los objetos sagrados detrás de una puerta. Los turcos intentaron por todos los medios posibles derribar la puerta pero no lo consiguieron, ya que es voluntad de Dios que cuando los griegos recuperen
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Constantinopla se abra la puerta y salga el sacerdote para acabar la liturgia. Estas tradiciones y algunas más han continuado vivas en boca del pueblo griego hasta nuestros días y durante el siglo XIX y principios del XX constituyeron una de las principales bases de la denominada "Gran Idea" o "Gran Ideal" ("Megali Idea"), que encarnaba el sueño del pueblo griego de recuperar todos los territorios que había abarcado en otro tiempo el Imperio bizantino y, por encima de todos, la ciudad sagrada de Constantinopla. Como es sabido, la derrota griega en el Asia Menor en 1922, la denominada "Gran Catástrofe", puso fin de manera definitiva a estos anhelos expansionistas del pueblo griego. ¿Los turcos han creado también una mitología propia a partir de este hecho? ¿Existen ejemplos de historias originadas en la toma de la ciudad? ¿Hubo intentos naturales de justificar su presencia en la misma a través de la creación de leyendas populares? Los turcos, efectivamente, también intentaron, por su parte, justificar la toma de Constantinopla con argumentos básicamente políticos y religiosos que sirvieron de base a más de una tradición popular. Para empezar, según la tradición turca, la toma de Constantinopla responde a la convicción que los propios otomanos tenían -y sobre todo el sultán Mejmet II- de ser los auténticos herederos del mundo romano, del cual, como todos sabemos, el imperio bizantino había sido su continuador natural. Esta misma convicción explica los planes de Mejmet II de conquistar Roma, planes que sólo su pronta muerte pudo fustrar. Por si esto fuera poco, los otomanos buscaron argumentos en el campo de la religión que justificaran su toma de Constantinopla, como el de que en la ciudad o en sus aledaños había la tumba de un sobrino de Mahoma. En esta misma línea se inscribe una tradición popular turca según la cual cuando los bizantinos construían la iglesia de Santa Sofía vieron con asombro como cada vez que acababan la cúpula ésta se derrumbaba. Alguien les dijo que esto era debido a la mala calidad del mortero que utilizaban y que sólo conseguirían levantar la cúpula con éxito si hacían el mortero con saliva de Mahoma, ante lo cual el emperador envió unos mensajeros al profeta, quien gustoso les dio un poco de su saliva para que la cúpula no se derrumbara. Los que rodeaban al profeta le preguntaron cómo es que consentía en dar su saliva a unos cristianos, a lo cual él respondió que lo hacía porque sabía que algún día esa iglesia se convertiría en mezquita. De este modo y de otros parecidos justificaban los turcos la ocupación de la capital del Imperio Bizantino. ¿Cómo vio el mundo contemporáneo occidental la caída, y qué historias populares han corrido por las tierras venecianas, genovesas o aragonesas, por nombrar solamente algunas, con respecto al tema? Como ya puso de relieve hace unos años Agostino Pertusi en su célebre libro "La caduta di Constantinopoli" vol. I (Le testimonianze dei contemporanei), vol. II (L'eco nel mondo), Fondazione Lorenzo Valla, 1976, el eco de la caída de la Constantinopla se difundió rápidamente por todo el mundo conocido, ya sea directamente ya sea a través de algunas ciudades cono Nápoles, Venecia o Roma que jugaron un papel muy importante como intermediarias en la difusión de la noticia. A pesar de la situación de clara debilidad del Imperio Bizantino a mediados del siglo XV, reducido prácticamente a su capital, la noticia de su caída en manos otomanas causó un auténtico estupor en Europa, a lo cual no era ajena la convicción fomentada por los propios bizantinos de que la ciudad era invulnerable por ser defendida por Dios y por la Virgen (son numerosas también en el mundo bizantino las tradiciones que insisten en la participación directa de los
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo ángeles o de la propia Virgen en la planificación y construcción de la Ciudad). Lógicamente a este estupor se unían consideraciones de tipo más terrenal, como la pérdida del enclave cristiano más oriental, del último bastión, en definitiva, que protegía a Europa del peligro turco. Los siglos siguientes, con las continuas incursiones turcas en las costas mediterráneas, dejaban claro todo lo que Europa había perdido con la caída de Constantinopla. Entre los muchos ejemplos que podría citar sobre la profunda impresión que la caída de Constantinopla causó en Europa escogeré simplemente uno que me es especialmente grato (y del que, por cierto, nada dice Pertusi), el de la celebración en Barcelona poco después de 1453 de un concurso poético para recordar tan luctuoso acontecimiento. El promotor de dicho concurso o "consistorio" fue un tal Antoni Saplana, quien ofreció una preciosa joya a quien mejor cantara la caída de Constantinopla y animara a los cristianos a recuperarla por medio de una justa cruzada ("posà una joya a qui millor diguera en laor de la Creu, animant los cristians que anassen a la crohada justada"). Desconocemos quién fue el vencedor de dicho certamen pero sabemos que en él participaron importantes poetas de la época como Pero Martines, Joan Francí Poculull, Joan Berenguer de Masdenovelles o Joan Fogassot. El tono de estas composiciones lo ejemplifica perfectamente una de las estrofas finales del poema de Fogassot: "Donchs, mos germans, dasenpatxem breument e dels cans turchs càstih fasam cruel, no dubtant jens com Dèu sia en lo sel ajudador del poble valent. Car veents ells lo senyal de la Creu, morts, spantats, cauran boca terossa; tal virtut ha, e dubte no y poseu, e, si morim, la pagu'és gloriosa".
¿Qué piensas que ha cambiado en el mundo a partir del 29 de Mayo de 1453, o dicho de otra manera, porqué es tan importante esta fecha en la Historia mundial, y de qué manera se expresaron esos cambios? Es difícil glosar en pocas palabras lo que supuso para el mundo la caída de Constantinopla. Me limitaré a decir que, a parte de constituir, como nos recuerdan los libros de historia, el fin de la época medieval y el principio de la moderna, tuvo dos importantes consecuencias más o menos inmediatas de carácter diametralmente opuesto. Por una parte, la huida de muchos intelectuales que se refugiaron sobre todo en Italia y de los cuales el más conocido es sin duda el cardenal Besarión ayudó en gran medida a la difusión de las letras y la cultura clásica y bizantina en Europa, dando un impulso definitivo al Renacimiento. Por otra, sin embargo, con la caída de Constantinopla empezaba una época de gran inestabilidad para Europa, que, como he señalado anteriormente, tuvo que soportar durante siglos el ataque marino y terrestre de los otomanos en su afán de expansión hacia occidente, un afán parado sólo en parte con la batalla de Lepanto (1571). Además, lógicamente, las potencias comerciales occidentales, y muy especialmente Génova y Venecia, perdían definitivamente el control del comercio en el Mediterráneo oriental, tan próspero en los siglos anteriores.
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo Es muy interesante el tema de que todas las historias legendarias luego de la toma de la Ciudad tengan esos dos rasgos en común, y todas son maravillosas; ¿Puedes contarnos otras leyendas con esas mismas características? Otra leyenda también bastante difundida es el del altar de Constantinopla sumergido en el Mar de Mármara. Según esta tradición, cuando fue tomada Constantinopla, los griegos, para que el altar de Santa Sofía no cayera en manos de los infieles, lo enviaron con un barco a Occidente. Sin embargo, al adentrarse el barco en el Mar de Mármara, su casco se abrió y el altar se hundió en el mar. Los griegos aseguran que en ese lugar el mar siempre está en calma por más tormentas que haya alrededor. Algunos incluso han conseguido ver el altar en el fondo del mar. Allí se encuentra, por tanto, el altar esperando el día que los griegos reconquisten Constantinopla y recuperen el altar para celebrar en él la fiesta de la reconquista de la ciudad. En esta misma línea otra tradición asegura que Constantino XI Paleólogo no murió luchando en las murallas de Constantinopla sino que su cuerpo fue salvado en el último momento por un ángel, que lo puso a buen recaudo en una cueva, de la cual saldrá un día para recuperar con la espada su ciudad. Finalmente, algunas tradiciones conocidas tanto por los griegos como por los turcos intentan justificar lo injustificable (al menos para los griegos), es decir, la caída de Constantinopla en manos de los infieles. Una de ellas asegura que en el combate final se apareció un ángel al emperador y le ofreció una espada de madera para vencer a los turcos. Éste rechazó la espada por ser de madera y acto seguido el mismo ángel la ofreció a Mejmet II, quien con ella conquistó la ciudad. Mahomet II se consideraba emperador romano sin dudas, y el pueblo otomano consiguió en 1453 lo que todos los pueblos musulmanes venían persiguiendo desde hacía ocho siglos. ¿Se puede decir que la civilización bizantina ejercía un influjo enorme en la musulmana?. ¿Esa atracción se vio reflejada en alguna historia popular? Es cierto que la civilización bizantina influyó sobre la otomana pero no lo es menos que la otomana influyó sobre la bizantina, aspecto éste último que nos es menos conocido. Sin ir más lejos, el héroe griego bizantino por excelencia, Diyenís Acritas, presenta muchas semejanzas con héroes orientales parecidos como el Sassoun armenio o el Said Battal turco. Esta mutua atracción -del todo lógica por otra parte- se ve reflejada, por ejemplo, en el hecho de que los turcos compartan con los griegos alguna tradición como la de la espada de madera anteriormente citada. Es conmovedora la historia del concurso de Antoni Saplana. Sabemos que Peré Juliá, cónsul catalán en Constantinopla, fue ejecutado con varios de sus compatriotas luego de la toma de la Ciudad. ¿Habrán tenido algo que ver estas tristes muertes con el sentimiento que inspirara al autor del concurso? Poco o nada sabemos de Antoni Saplana, ni tan sólo nos es conocido el nombre del vencedor de aquel concurso. En los poemas presentados no aparece ninguna referencia concreta a la muerte en batalla de Pere Julià, que no era el cónsul catalán sino el capitán de la guarnición catalana de Constantinopla, y a la ejecución del cónsul catalán en Constantinopla, Joan de la Via, y de sus hijos por orden del sultán después de la caída de la ciudad en manos turcas. Sin embargo, no hay ninguna duda de que estos acontecimientos debían ser conocidos por los participantes en el concurso y por el mismo Saplana. Para empezar, según la última editora de estos poemas, Isabel de Riquer, es muy probable que el concurso
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo en cuestión se celebrara después del segundo anuncio de cruzada, es decir, en 1455, bajo el papado de Calixto III, con lo cual habría pasado tiempo suficiente (casi dos años) para que la triste suerte corrida por Joan de la Via y Pere Julià fuera perfectamente conocida en Barcelona. Además, sabemos que uno de los participantes en dicho concurso, Joan Fogassot, se encontraba presente en Nápoles cuando el 6 de julio de 1453 unos emisarios de Constantinopla anunciaron al soberano catalán, Alfonso IV el Magnánimo, la triste noticia de la caída de Constantinopla. No es por tanto arriesgado pensar que tras las constantes referencias de los poemas a la crueldad y desmanes de los turcos se contiene una alusión a los catalanes que dieron su vida por Constantinopla.
En los últimos años ha habido una toma de conciencia en los historiadores sobre el papel de los bizantinos que huían a occidente en el llamado Renacimiento italiano. Sabemos que muchos maestros griegos influyeron notablemente en el mismo. A propósito de esto, ¿se sabe si esos maestros siguieron con sus costumbres y su idioma luego de 1453 o si fueron absorbidos completamente por las costumbres occidentales? Los intelectuales bizantinos que huyeron de Constantinopla y se establecieron sobre todo en Italia ejercieron básicamente como maestros de griego, sin perder la ocasión, siempre que podían y que su cargo se lo permitía, de trabajar en pos de la cruzada contra los turcos que nunca llegó a materializarse (este sería el caso, por ejemplo, del cardenal Besarión). Su actividad, sin embargo, queda limitada al campo de las letras y de las artes, sin que llegaran a mantener su lengua y sus costumbres más allá de los límites marcados por su propia existencia (aunque algunos crearon escuelas importantes y tuvieron destacados alumnos que jugaron un papel significativo en la vida cultural de su país). No debemos olvidar, sin embargo, que la "emigración" de intelectuales empezó mucho antes de 1453, con figuras como Manuel Crisolaras, quien enseñó griego en Florencia de 1396 a 1400. Y finalmente no debemos olvidar que todos estos eruditos trajeron consigo algo más preciado quizás que sus propios conocimientos de griego, a saber, un gran número de manuscritos que con su traslado a Occidente salvaron de un futuro incierto. Sin duda alguna la mejor manera de acabar esta entrevista es recordar que en 1468 Besarión donó unos ochocientos manuscritos -de ellos casi quinientos griegos- a la república de Venecia. ¿Qué estimas que la humanidad ha perdido culturalmente con la caída del imperio? A parte de las pérdidas materiales de obras de arte y manuscritos que conllevó la lenta desmembración del imperio, que acabó, como es sabido, con la caída de su capital en manos turcas en 1453, quizás la mayor pérdida fue el truncamiento
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo radical y definitivo de una tradición que, con todos los cambios introducidos por la propia mentalidad bizantina, arrancaba directamente de la antigüedad clásica. Si bien Moscú, la tercera Roma, intentó perpetuar esta herencia, la verdad es que esta ciudad no fue más que un pálido recuerdo de lo que había sido la primera y la segunda Roma. ¿Porqué la historia occidental no hizo justicia a Bizancio sino hasta ahora (ya que ni el nombre del imperio respetó), y aún así todavía lo hace de manera incompleta? En los desencuentros entre Bizancio y Occidente pesó en gran medida el denominado -por los segundos- cisma de Oriente, que, como es sabido, a partir del siglo XI comportó una ruptura radical entre las dos iglesias. Las diferencias en el terreno religioso, unidas a los intereses comerciales sobre todo de Génova y Venecia en la zona y a la codicia que despertaban en muchos gobernantes occidentales las inmensas riquezas que atesoraba Constantinopla y que tienen en el altar de oro y piedras preciosas ofrecido por Justiniano a Santa Sofía su mejor ejemplo, explican los repetidos ataques contra esta ciudad, los cuales tuvieron su punto culminante en el saqueo de Constantinopla en 1204 en el marco de la cuarta cruzada. Por su parte, la imagen que los bizantinos tenían de los occidentales, sobre todo a partir del siglo XI, no era mucho mejor. Los consideraban en gran medida bárbaros, herejes y profundamente codiciosos. Son ilustrativas en este sentido las palabras escritas por Ana Comnena en su "Alexiada"(s. XII), a saber, que los occidentales "venderían por un óbolo su bien más preciado, incluidas sus esposas y sus hijos". La reconciliación con Occidente ante el empuje turco, firmada en el II Concilio de Lión (1274) y ratificada en el de Florencia (1438), no fue más que aparente, ya que la oposición radical del monacato y el pueblo la dejaron sin validez. La famosa frase del megaduque Lucas Notarás poco antes de la caída de Constantinopla según la cual era preferible ver en Constantinopla el turbante turco que la mitra latina es muy clara en este sentido. Después del derrumbamiento del imperio, el juicio de Occidente respecto de Bizancio no cambió excesivamente. Para los ilustrados del siglo XVIII Bizancio, un imperio enfrascado en estériles controversias religiosas, no era más que una página negra de la historia, y no será hasta el siglo XIX cuando Europa e incluso la propia Grecia, como veremos en la pregunta siguiente, empezará a ver con otros ojos el mundo bizantino.
¿Tiene en este momento el pueblo griego, siempre analizando sus poemas, leyendas y canciones, conciencia de lo que fue Bizancio realmente? ¿Se sienten descendientes del imperio medieval? Las bellas tradiciones populares y canciones sobre la caída de Constantinopla a las que he aludido en las preguntas anteriores, con el dolor por la pérdida de un
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo imperio y sobre todo de una ciudad, Constantinopla, que el pueblo consideraba como propios, indican que en la mentalidad popular ha habido siempre una clara conciencia de continuidad respecto del pasado bizantino. A veces incluso -lo que es enormemente significativo- este entronque con el mundo bizantino es inconsciente. Así, por ejemplo, el pueblo griego sigue aún hoy en día cantando versos desgajados de las antiguas canciones acríticas en sus celebraciones de boda (como ocurre, por ejemplo, con la "Canción del novio soldado") o en sus entierros (como ponen en evidencia algunas versiones modernas de la "Canción de la muerte de Diyenís"). Muchas veces en estas composiciones el nombre del héroe bizantino por excelencia, Basilio Diyenís Acritas, ni tan solo aparece, pero el origen acrítico de los versos no ofrece ninguna duda. En el terreno culto las cosas no son tan sencillas. Después de la recuperación de la libertad de los turcos a principios del siglo XIX y de la constitución del primer Estado Griego independiente en 1830, el gran modelo a imitar no es la Grecia bizantina sino la clásica, de un valor indiscutible para la Europa filhelena y romántica de la época. Así, durante la segunda mitad del siglo XIX Grecia se llena de edificios neoclásicos y la pedante y fría "cazarévusa", la lengua creada a imitación del griego clásico, lo domina todo, desde el aparato administrativo de estado y la educación hasta las más altas creaciones literarias. Esta fascinación por el pasado clásico conllevó también, sin embargo, una revalorización del bizantino, que se convertía en la pieza clave que debía enlazar los tiempos antiguos con los modernos. Los emperadores bizantinos simbolizan la continuidad de una tradición que hunde sus raíces en la Grecia clásica y, además, constituyen el argumento ideal para la denominada "Gran Idea" o "Gran Ideal", el sueño de conquistar todos los territorios que en otro tiempo había abarcado el Imperio Bizantino. Escritores como Vikelas, Viziinós, Papadiamandis o el mismo Cavafis llenarán el panorama literario griego de la segunda mitad del siglo XIX y XX de obras de temática bizantina, y el gran historiador Constantinos Paparrigópulos, en su monumental "Historia de la nación griega" (1860-1874), establecía un esquema histórico formado por tres etapas dotadas, al menos en teoría, del mismo valor: antigüedad, Bizancio y tiempos modernos. A diferencia, sin embargo, de lo que ocurría con la tradición popular, que se siente claramente heredera del pasado bizantino (curiosamente para ésta los héroes y grandes personajes de la antigüedad clásica son vistos a menudo como gigantes y monstruos pertenecientes a otra época), para la tradición culta Bizancio, en el fondo, no era más que un puente que permitía entroncar con el mundo griego clásico. Para finalizar, una pregunta más personal: ¿qué fue lo que te atrajo hacia las tradiciones griegas, porqué estudias su folclore y qué esperas de tu trabajo en el futuro? Lo que más me atrajo y me sigue atrayendo del folclore griego es su enorme riqueza y su extraordinaria belleza, puesta de relieve, espero, en las tradiciones sobre la caída de Constantinopla expuestas en las preguntas anteriores. Efectivamente, baladas como la del Hermano muerto, el Puente de Arta, canciones de bandoleros como las de Jristos Milionis, Vukuvalas o Zidros, canciones históricas como las del ciclo de la caída de Constantinopla (incluidas en ellas, evidentemente, las composiciones pontias) y algunos emotivos plantos pueden ser considerados sin ninguna exageración como unas de las creaciones más sublimes de la musa literaria griega. Además, no debemos olvidar que las manifestaciones folclóricas griegas tanto en verso y como en prosa -unas manifestaciones, sobre todo las primeras, que admiraron al mismo Goethe- son prácticamente las únicas del pueblo griego durante los casi cuatro siglos de ocupación otomana, con la excepción de las obras del llamado renacimiento cretense del siglo XVII. Al
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Trabajo en el marco de la web Bizancio!!! www.imperiobizantino.com de Rolando Castillo folclore griego dediqué mi tesis doctoral, en la que realicé un estudio formal, temático y comparativo de las baladas griegas, así como un gran número de artículos. En estos momentos estoy preparando una antología bilingüe griego / castellano de canciones acríticas y espero poder seguir trabajando en el futuro en este terreno. Dos aspectos del folclore griego me interesan especialmente: sus afinidades con el folclore de otros países mediterráneos y su función de portavoz de la mentalidad griega tradicional, algo que a menudo se olvida cuando uno hace una aproximación simplemente literaria a estas auténticas joyas del alma popular griega. Querido Eusebi, te agradezco infinitamente la deferencia de aceptar este reportaje y te comprometo a seguir en esta línea destacando que seguiremos ampliando este apasionante tema.
Eusebi Ayensa junto a un fresco de una iglesia cercana a Atenas.
Nota: este trabajo se ha terminado de realizar en Diciembre 2003, a siete meses de la conmemoración del 550 aniversario de la caída de Constantinopla ante los turcos otomanos. Es la intención de todos los autores que el lector disfrute y pueda conocer fehacientemente los hechos, las circunstancias, las consecuencias y la influencia que este acto monumental de la Historia de la humanidad ha causado. Esperamos haberlo conseguido. Rolando Castillo, director del proyecto.
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