Verónica Vivanco Cervero
Homonimia y polisemia: teoría semántica y aplicación lexicográfica
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Verónica Vivanco Cervero
Homonimia y polisemia: teoría semántica y aplicación lexicográfica
Homonimia y polisemia: teoría semántica y aplicación lexicográfica
Verónica Vivanco Cervero
Homonimia y polisemia: teoría semántica y aplicación lexicográfica
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede se reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el previo permiso escrito de la autora.
© 2003, Verónica Vivanco Cervero © Primera edición virtual y en papel, Ediciones del Sur, Córdoba, República Argentina, octubre de 2003 Impreso en Buenos Aires, octubre de 2003 ISBN 987-20868-3-4
En memoria de Emilio Lorenzo, queridísimo profesor.
ÍNDICE
Abreviaturas utilizadas .......................................... 13 1. Introducción ...................................................... 15 2. El léxico y la lexicografía ................................. 2.1. La lexicogénesis ........................................ 2.2. El significado de la representación léxica .......................................................... 2.3. La lexicografía y la presentación léxica . 2.3.1. Las estructuras de los diccionarios 2.3.2. El orden de las acepciones ............. 2.3.3. El criterio psicológico ..................... 2.3.4. Los problemas de la lexicografía ... 3. La frontera de la multiplicidad significativa . 3.1. Las diferencias entre homonimia y polisemia ................................................. 3.2. La importancia de la diacronía ............... 3.3. La etimología ............................................. 3.4. La ausencia de concreción semántica .....
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3.4.1. Ambigüedad, anfibología y oscuridad ...................................... 46 3.4.2. La ambigüedad de la polisemia y la homonimia ................................ 55 4. La homonimia .................................................... 4.1. Las causas de la homonimia .................... 4.2. La acuñación de homonimias ................... 4.3. Los tipos de homónimos ...........................
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5. La polisemia ...................................................... 97 5.1. La polisemia en los estudios semánticos 97 5.2. El establecimiento de los sentidos ......... 101 5.3. La antonomasia ......................................... 106 5.4. Otras formas de lenguaje figurado ......... 112 5.4.1. Subjetividad y cultura en los usos figurados ...................... 112 5.4.2. La extensión semántica del lenguaje figurado ...................... 114 5.4.3. La convivencia de la metáfora y la metonimia ................................ 115 5.4.4. Metáfora y minimalismo ................ 119 5.4.5. Sobre la metáfora y los mapas cognitivos .................... 123 5.4.6. La búsqueda de la clave premetafórica .................................. 124 5.5. La problemática de la polisemia en la semántica y la lexicografía ............. 131 6. ¿Homonimia o polisemia? ................................ 134 6.1. La falsa homonimia ................................... 134 6.2. La perspectiva gramatical ....................... 134 6.3. La perspectiva léxica: la polisemia ......... 148 7. El discernimiento de la vinculación semántica ........................................................... 152 7.1. Introducción .............................................. 152 10
7.2. Criterios de vinculación semántica ........ 153 8. Análisis de lemas en la lexicografía anglosajona ........................................................ 161 8.1. Tratamiento de la lexicografía anglosajona ................................................ 161 8.2. Morfologías del inglés y criterios de aplicación .............................................. 162 8.3. Análisis semántico de morfologías del inglés.................................................... 166 9. Análisis de lemas en la lexicografía española 211 9.1. Tratamiento de la lexicografía española 211 9.2. Morfologías del español y criterios de aplicación ................................................... 213 9.3. Análisis semántico de morfologías del español ....................................................... 216 10. Consideraciones finales.................................... 269 10.1. La unidad semántica desde la diversidad de perspectivas .................. 269 10.2. La perspectiva de la ciencia lexicográfica .............................................. 278 Bibliografía .............................................................. 284 Fuentes lexicográficas ............................................ 293 Fuentes religiosas .................................................. 295 Fuentes mitológicas ............................................... 296 Otras fuentes ........................................................... 297 Índice de autores .................................................... 299 Índice de conceptos ................................................ 305 Índice de palabras .................................................. 311
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ABREVIATURAS UTILIZADAS
CIDE:
Cambridge International Dictionary of English. CODEE: The Concise Oxford Dictionary of English Etymology. DAEA : Diccionario abreviado del español actual. DAL : Diccionario Anaya de la lengua. DCE: Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. DMILE: Diccionario manual e ilustrado de la lengua española. DN: Diccionario de la naturaleza. DRAE : Diccionario de la lengua española. DUE : Diccionario de uso del español. CHAMBERS: Chambers English Learners’ Dictionary. LDCE: Longman Dictionary of Contemporary English. LSD: Longman Synonym Dictionary. NDA : Nuevo diccionario de anglicismos. NEI: Nuevo Espasa Ilustrado. OALD: Oxford Advanced Learner’s Edition. OED: The Oxford English Dictionary.
OEDEE:
The Concise Oxford Dictionary of English Etymology. RALE: Real academia de la lengua española. UDEL : The Universal Dictionary of the English Language. WEBSTER: Webster’s Third New International Dictionary.
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1. INTRODUCCIÓN
EL ESTUDIO que pasamos a exponer a continuación pretende aplicar los razonamientos de la polisemia a algunas entradas homónimas de los diccionarios, dado que ciertas morfologías que aparecen registradas en la lexicografía con tal carácter demuestran, a nuestro entender, compartir vínculos semánticos razonables. En realidad, el tradicional contraste semántico homonimia-polisemia no responde a una aplicación clara en la lexicografía, donde una misma morfología se representa como polisémica u homónima según el diccionario que se consulte. Si bien homonimia, polisemia y monosemia suelen ser aspectos contrastivos, la sinonimia y la antonimia, en cambio, se pueden estudiar desde perspectivas relacionadas en la que una no excluye a la otra. Tampoco la homonimia rechaza, en su estructura interna, a la polisemia o monosemia, pero, sin embargo, la direccionalidad contraria resulta inviable. Como hemos dicho, nuestra opinión es la de que algunas obras lexicografías muestran una tendencia
excesiva hacia el registro de lemas independientes, lo que rechaza el generativismo lexemático de la polisemia. La representación homónima supone la atomización o estructuración de estas generaciones semánticas. Nuestro marco de trabajo es el de la lingüística aplicada, dado que partimos de teorías lingüísticas y las derivamos hacia la producción lexicográfica. Tratamos, por lo tanto, de aplicar las causas de la polisemia a algunas entradas homónimas de la lexicografía, ya que los diccionarios son, a nuestro parecer, las obras cumbre de la lingüística aplicada. La semántica y la lexicografía parecen estar de acuerdo con respecto a la homonimia de ciertas morfologías, tal como sucede en los casos de bank y sole, pero nosotros apreciamos vínculos semánticos entre las diferentes entradas de estas dos morfologías, como trataremos de demostrar más adelante. Además, si la morfología bank suscita tantos comentarios, pensamos que es porque se intuye que su presunta homonimia puede cuestionarse. Para llevar a cabo la mencionada labor partiremos de una cuestión que se planteó en El léxico politécnico español e inglés: lingüística y humanismo (Vivanco 2002 a:170) en el análisis de algunas voces clasificadas tradicionalmente como homónimas, sobre cuya veracidad cabía plantear serias dudas. Tal reflexión se vio reforzada al leer el siguiente comentario de Johnson (1974:107): Once again, it is always possible to hold out for the homonymy position, which insists that there are multiple, but unrelated, meanings for a single term. But why, then, should we have come to use the same term for all of those different
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meanings. On the view I am supporting, the answer is quite simple: we use the same term because all of the sense are related. They are related because they share some underlying image schema, some extension of that schema, or some metaphorical projection of that schema. The evidence for this type of analysis of polysemy is rather compelling. It points to the reality and indispensability of image-schematic structures that are extended in various figurative ways.
No obstante, creemos que es necesario mencionar que las continuas referencias de Johnson (1974:107) a un único término contrastan con la semántica ortodoxa que considera la existencia de dos o más palabras diferenciadas para que una voz sea homónima, motivo por el que nosotros utilizaremos el aséptico término morfología. No debe resultar tan extraña la repetición de una morfología idéntica para representar significados inconexos si tenemos en cuenta que la paronimia es la causante de la homonimia. La gran variedad de métodos de acuñación terminológica (Shopen 1985; Spencer 1991; Lang, 1992; Stockwell y Minkova 2001) desemboca muchas veces en morfologías similares que evolucionan diacrónicamente convergiendo en una identidad formal desconectada semánticamente. Otro motivo para realizar esta investigación es el que indica Salvador (1985:45) “...si el análisis semántico tiene sentido, en su vertiente lexemática, es por la posibilidad de operar sobre la lexicografía y mejorarla”. La homonimia es causante de problemas de todo tipo, incluyendo los referidos a explicaciones ambiguas. La definición 1a del Webster dice de homony-
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mous: “having two or more different significations”. Esta definición induce a pensar en la polisemia, ya que ambas conducen a significaciones variadas, bien independientes o bien entrelazadas. Asimismo, se empareja a la homonimia con la polisemia cuando en realidad ésta debería estudiarse en contraste con la monosemia. En nuestra opinión, mientras que la homonimia es un recurso morfosemántico, centrado en aspectos formales y de sentido, la polisemia es un recurso semántico, ya que enfoca significados y no formas. Sin embargo, ambas son susceptibles de casación, ya que muchos términos homónimos externamente son polisémicos internamente, como sucede en el caso de haz, morfología portadora de tres entradas homónimas en la macroestructura lexicográfica que derivan a la polisemia en la microestructura de cada lema. La homonimia se estudia en contraste a la polisemia dado que ambas parten de una comunidad morfológica. Esta unión morfológica no supone, sin embargo, una unidad ni léxica ni semántica en el caso de la homonimia, por lo que, en este caso, la aparente comunidad morfológica esconde una pluralidad de palabras. En lo que concierne a la polisemia, nos hallamos ante una sola palabra, puesto que la unión morfológica también lo es léxica y semántica. Etimológicamente la palabra homonimia quiere decir igual nombre, sin hacer alusión alguna al aspecto semántico, mientras que la denominación polisemia se centra en los significados. Precisamente por esto, ambos aspectos son compatibles, siendo la homonimia un factor que engloba a la polisemia y para ello basta con citar el manido caso de bank que pasaremos a analizar más adelante.
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Según Lyons (1981:147): “All standard dictionaries respect the distinction between homonymy and polysemy”. Pensamos que dicha afirmación se trata de una opinión personal de este autor porque los diferentes diccionarios revelan distintas realidades, lo que demuestra que no existe un consenso ya que ciertas voces se muestran, según la obra, como polisémicas u homónimas. Este trabajo parte de la problemática que supone la homonimia, cuya causa está siempre en el parecido morfológico entre varias voces. El parecido de forma, un asunto a todas luces de fácil dilucidación para la lingüística, acaba desembocando en una identidad morfológica que, como veremos, acarrea un cúmulo de problemas para la semántica, causados por la ambigüedad y, para la lexicografía, debido a que la distinción entre la falsa y la auténtica homonimia es, en muchas ocasiones, un asunto complicado. Evidentemente, si la evolución semántica no se ha trazado correctamente, las macro y microestructuras lexicográficas revelarán errores de los que beban generaciones de usuarios. El objetivo de nuestro estudio es reconducir algunas homonimias de la lexicografía hacia una polisemia, que pensamos que ha sido camuflada por la diacronía. Creemos que si este trabajo consigue realizar razonablemente la consecución de extensiones de sentido en lo que se mostraba como voces homónimas, se haría necesaria una disminución radical del número de entradas de los diccionarios y un aumento significativo del número de polisemias. Esto implica que disminuiría también el número de palabras en el idioma objeto de estudio, puesto que la homonimia entra-
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ña una pluralidad de voces mientras que la polisemia se circunscribe a una sola palabra. También sabemos que resulta mucho más sencillo criticar la producción lexicográfica que dedicarse a su elaboración, puesto que la construcción de un diccionario es una de las tareas más arduas de la lingüística. Sabemos que el propósito de esta investigación, sin duda ambicioso, difícilmente puede resolver todas las incógnitas que se ciernen sobre la vinculación o desvinculación semántica de la homonimia y la polisemia, máxime cuando esta tarea se ha llevado a cabo por una investigadora en solitario, pero esperamos que, al menos, sea el punto de partida para futuras investigaciones sobre la aplicación de criterios semánticos a la lexicografía.
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2. EL LÉXICO Y LA LEXICOGRAFÍA
2.1. LA LEXICOGÉNESIS EL DAEA define al léxico como el conjunto de palabras de un idioma. Este diccionario del español, al igual que todos los semasiológicos, tiene por objeto el estudio del léxico partiendo de la palabra y llegando al concepto, pero también podemos estudiar el vocabulario en el sentido inverso de los diccionarios tradicionales, las obras de referencia lexicográfica por excelencia para el lector en general. Las obras onomasiológicas, a diferencia de las semasiológicas, siguen el sentido de la génesis lexemática, partiendo del significado conceptual y arribando a la encarnación fonética y gráfica de las palabras que, por medio de la adición de semas, producen un nuevo semema. Creemos que éste es el proceso natural de la lexicogénesis. Lüdtke (1974:12) menciona tres grandes hechos, que vamos a citar literalmente, y que atribuyen a la lengua hablada la supremacía sobre la escrita:
1) Muchas lenguas de la tierra, posiblemente la mayoría, no son lenguas escritas, sino sólo habladas. Es más, no hay una lengua que sea sólo escrita. La lengua hablada es universal, la escrita no. 2) Todas las lenguas escritas actuales fueron, en alguna época anterior, sólo lenguas habladas, no escritas. 3) Incluso en una sociedad altamente civilizada, con gran consumo de papel, no hay persona que, día a día, no hable mucho más de lo que escribe y oiga más de lo que lee. Las denominaciones se generan a partir del baúl léxico disponible en las diferentes lenguas. La realización fonética incide inexorablemente en la gráfica, pero ¿cuál de las dos surge primero? Pensamos que en todas las culturas, tanto primitivas como actuales, la tradición oral desempeña un papel más relevante, en cuanto a uso, en el marco comunitario. Para crear palabras se acude a la disponibilidad léxica del propio idioma que genera series pertenecientes a una misma familia y derivadas de un mismo primitivo léxico. Este método concierne a la evolución morfosemántica de la gramaticalidad, mientras que la polisemia supone la evolución de la semántica léxica. El primitivo léxico es, en principio, un elemento estático que se convierte en dinámico cuando deriva a morfologías ulteriores. Por ejemplo, las onomatopeyas pueden tomarse como primitivos susceptibles de derivar a morfologías generadas como la parasíntesis, la apofonía, la derivación regresiva, la sufijación... En contraste, los casos de conversión son estáticos formalmente y dinámicos desde la perspectiva de la semántica funcional.
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La metáfora, sin embargo, comienza su andadura bajo una morfología que enlaza con el significado real, y que se metaforiza con el desvío semántico, el uso y la diacronía. Pero pensamos que lo que habitualmente llamamos metáfora no lo es hasta que no crece semánticamente, puesto que no podemos hablar de usos figurados, de un vehículo, si éstos no parten de uno real, de un tenor. Bajo una única morfología se ampara así una dualidad de significados reales y figurados que generan nuevos sentidos parecidos a la realidad en mayor o menor grado. Si decimos que una mujer es una venus es porque la consideramos muy bella y su beldad es comparable a la de la diosa del amor. Hemos elegido intencionadamente un ejemplo que, quizás, los filósofos del lenguaje quieran manipular diciendo que como Venus es una creación mitológica nunca existió. Sin embargo, su leyenda y belleza viven en la mente del mundo occidental y en las representaciones de las artes, por lo tanto, podemos hablar de Venus, madre de Eneas, y de los hechos que rodean su leyenda y, únicamente a partir de ahí, podemos empezar a llamar venus, con minúsculas, a otras mujeres porque su belleza es tan espléndida como la de la diosa. Y, si rizamos el rizo, incluso podemos decir que la propia Venus no es más que una personificación de una abstracción como es la belleza. Dicho de otra manera, la metáfora no nace siendo metáfora, sino que llega a este estado con la madurez, por lo que, en sí, no es un primitivo léxico absoluto, pero sí lo es su morfología cuando se enlaza a su significado primario y básico, al significado desencadenador de las significaciones futuras. Cuando este primitivo produce significados derivados que señalan a un
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nuevo referente, parecido en cierta manera al real, es cuando, por fin, adquiere el rango de metáfora. Las mismas observaciones pueden hacerse con respecto a la eponimia, recurso figurado que enlaza con la metonimia y la personificación, por un lado, y con la metáfora, por otro, siendo, en este caso mucho más transparente que en el caso anterior. El epónimo no nace siendo epónimo, sino que surge como apellido o nombre de una persona que queda registrada para la posteridad, cuando la fórmula, la idea o la invención que ha originado recibe su nombre; éste es el caso de la eponimia metonímica y un buen ejemplo de ella es el de Mach, nombre de un físico y filósofo austriaco descubridor del número y de la fórmula que lleva su nombre. Con el paso del tiempo estos nombres propios se convierten en comunes sufriendo adaptaciones morfológicas en los idiomas receptores, como sucedió en el paso del watt inglés al vatio español (RALE 1999:13). En contraste, y continuando dentro de la deonomástica (García 1997), existen otro tipo de epónimos en los que un ser real o mitológico bautiza a un mecanismo, proceso, etc. con el que no tiene ninguna relación. Siguiendo dentro del ámbito aeronáutico, y para contrastar estos epónimos con el de mach, podemos citar el bautizo de los aviones de guerra con el nombre de Electra, representante de la más terrible venganza; de un caza, con el de Nimrod o su variante Nemrod (Génesis 10,8 y 9), hijo cazador y poderoso de Cush; y de otro avión versátil con el apelativo de Phantom Proteus, dios marino que podía adoptar formas diferentes. En realidad estas designaciones deonomásticas, al contrario que en el caso de mach, no han compartido vínculo alguno con el donador de la deno-
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minación, salvo el deseo de que la aeronave se comporte de acuerdo a las pautas del héroe del que desciende su nombre. Así, el avión es una metáfora de un ideal claramente discernible para cualquiera que sepa algo de mitología, por lo que se trata de casos de epónimos transparentes, a pesar de resultar abstractos. En contraste, los epónimos metonímicos, a todas luces reales debido al contacto entre el inventor y la invención, son más opacos semánticamente. Las onomatopeyas también pertenecen a lo figurado, dado que las diferentes lenguas acuden a distintas representaciones morfológicas y fonéticas, para tratar de registrar una realidad universal en la que los diferentes idiomas no se ponen de acuerdo. Creemos que las voces onomatopéyicas no son otra cosa que realizaciones fonéticas ficticias de realidades que casi no puede grabar ni un espectrómetro. Cuando el sonido llega a su plasmación gráfica la distorsión se hace, si cabe, mayor. Pensemos en la diametral diferencia del pum, pum y del bang, bang con el que los niños españoles y anglosajones, respectivamente, hacen sonar sus tiros imaginarios cuando juegan a policías y ladrones. Incluso las palabras monosémicas también engendran significados que se registran en series morfológicas, pero, en estos casos, nos referimos tan sólo al significado de tipo gramatical. La gramaticalidad también se encuentra unida a la semántica, ya que si una voz existe sólo en forma nominal y ésta genera un verbo se crea un nuevo significado, de tipo gramatical, que designa a la acción de la realización del sustantivo. Las voces extranjeras pueden acuñar morfologías o morfologías y significados a la vez en la lengua de acogida, lo que supondría, como en Halloween, un caso
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de préstamo cultural. Damos lo último por beneficioso, ya que si un significado no existe en nuestra lengua su adopción supone un enriquecimiento cultural; pero en algunos casos se podría buscar una acomodación morfológica autóctona a este significado recientemente descubierto. En otros casos se importan, de modo caprichoso y por tendencias de la moda, formas foráneas innecesarias cuyo significado está recogido en nuestro baúl léxico. También existe el grupo intermedio, el de significados universales que buscan casación en la lengua de acogida con una morfología parecida a la que tenían en la lengua de origen, dando lugar a calcos homonizantes, híbridos de morfologías que teníamos y significados que también poseíamos y que no aportan nada nuevo a nuestro léxico, salvo el comentario sobre colonización lingüística y mestizaje léxico. No obstante, la degeneración auténtica llega cuando un anglicismo crudo comienza a generar nuevas morfologías en el idioma de acogida, convirtiéndose, por tanto, en un primitivo léxico generador de series léxicas, como sucede en flapear, verbo procedente del sustantivo flap.
2.2. EL SIGNIFICADO DE LA REPRESENTACIÓN LÉXICA
En los últimos, años los estudios sobre el léxico han cobrado importancia en la lingüística general, después de un largo período en que se atribuía a la sintaxis la primacía en los estudios lingüísticos. Muestra de esta evolución es el cambio de dirección de la investigación de Chomsky (1956) que pasó de centrarse exclusi-
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vamente en la sintaxis a prestar una mayor atención al léxico y a su semántica. Ya hemos mencionado que en los últimos años los estudios sobre la semántica del léxico han resurgido tras un periodo anterior centrado en los usos sintácticos, pero creemos necesario mencionar dos contribuciones españolas dentro de este ámbito: la más reciente es la de Faber y Mairal (1999) que enlaza con la brecha abierta por Martín Mingorance (1984), quien, a principios de los años ochenta, lanzó la idea de que las representaciones léxicas incidían directamente en la sintaxis, lo que originó el modelo lexemático-funcional, que integraba la lexemática de Coseriu (Martín Mingorance 1990:227) con la gramática funcional de Dick (Dick 1989). Estas teorías resucitaron la investigación sobre el léxico y su relacionalidad que trata del modo en que el hombre constituye sus propias redes psicológicas de conceptos entrelazados con diferentes relaciones semánticas (Iris et al. 1998). Así, la interrelación entre lexema, significado y realidad se convierte en una unidad en la mente de los hablantes (Wright 1997:92), lo que debería recoger fielmente toda obra lexicográfica. El enfoque cognitivo, que une lengua y pensamiento (Lakoff 1987; Langacker 1987 y 1991) refleja la mentalidad de los usuarios. Para Goldberg (1995:44), los artículos léxicos se asocian con un conjunto de significaciones relacionadas más a menudo con un sentido abstracto único. El significado se sustenta sobre una base cognitiva y funcional, pero se describe con herramientas formales. Allan (2001) define las palabras de los diccionarios como listemas y enfoca a la lexicografía como una ciencia que construye modelos del léxico mental.
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Según Hurford y Heasley (1986:183), el que los diccionarios utilicen términos tan imprecisos como más o menos, especialmente, generalmente,... es algo inevitable ya que los significados no son susceptibles de captarse con precisión absoluta.
2.3. LA LEXICOGRAFÍA Y LA PRESENTACIÓN LÉXICA
La lexicografía es la rama de la lingüística aplicada, como indica Rey (1995:13), encargada del diseño y elaboración de los diccionarios. La producción de estas obras es lenta y costosa y en ella influyen otras disciplinas relacionadas, como la lexicología. Ésta es una especialidad de la lingüística descriptiva encargada de la teoría y metodología de la explicación léxica. Un estudio clásico sobre dicho tema es el de Fillmore (1971). En realidad, la lexicografía supone la máxima aplicación de la semántica léxica y, también, de la sintáctica, aunque ésta figura en la representación de los diccionarios en menor medida. Pollard y Sag (1987 y 1994) ponen de relieve la convergencia de varios criterios en la elaboración de corpus de gran envergadura. La terminografía y la terminología son disciplinas hermanadas con las dos anteriores, siendo la principal diferencia entre éstas y las anteriores el estudio del léxico de especialidad, el carácter prescriptivo y la tendencia a la elaboración de glosarios para los diferentes tecnolectos. En contraste, la producción lexicográfica describe el uso de la lengua general, siendo un mero testigo del modo en que habla una comunidad
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lingüística. Las ramas de la terminografía y la lexicografía se enlazan en la producción de diccionarios de especialidad, ya que se dedican al estudio del léxico de comunidades epistemológicas construyendo diccionarios, no meros glosarios, que dan cuenta de los usos vivos de las lenguas de especialidad (Aguado 1996; Alcaraz y Hughes 1999 a y b). La relación entre la lingüística y sus diversas ramas se convierte en un asunto complejo y recíproco. La terminografía bebe de la lexicografía, ciencia de mayor tradición histórica, con la que tiene muchos puntos en común. El objetivo de ambas es similar, si bien difieren el tipo de léxico y el enfoque. La lexicografía estudia el léxico general desde una perspectiva descriptiva, mientras que la terminografía se centra en los términos, palabras de uso especializado, a los que considera desde una perspectiva prescriptiva. También encontramos conjunciones entre los dos tipos de obras, es decir diccionarios de voces de especialidad enfocados desde una perspectiva descriptiva. Hoy en día la terminografía se encuentra muy vinculada a la investigación en lingüística computacional y a la elaboración de glosarios. Bergenholtz y Tarp (1995:10) añaden que la lexicografía trabaja con macroestructuras alfabéticas, que ayudan a descodificar significados, mientras que la terminografía ayuda a codificar mensajes. Últimamente la lexicografía ha recibido especial interés por parte de la informática. Muestra de esta investigación son los trabajos de Boguraev y Briscoe (1989), Butler (1992), Garside et al. (1997), Handke (1995) y Leech et al. (1995). Una visión más tradicional de los diccionarios es la que ofrecen Landau (1989) y Thomaszczyk y Lewandowska-Tomaszczyk (1990).
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La disciplina conocida como metalexicografía coincide con la lexicografía teórica (Fuertes et al. 2001). Esto nos conduce a una aparente división borrosa entre esta ciencia y la lexicología, pero la línea no está tan difuminada si tenemos en cuenta que la metalexicografía abarca la lexicografía histórica y las relaciones entre la lexicología, la informática, la estadística, la sociolingüística..., e incluso la crítica de los diccionarios. De esto deducimos que la metalexicografía es una disciplina global. Actualmente encontramos todo tipo de diccionarios en el mercado. Su tipología es tan variada como el público, la edad y el objetivo al que se dedican. Entre estos tipos de obras de consulta podemos encontrar diccionarios monolingües, dirigidos a nativos o a extranjeros, diccionarios bilingües o políglotas, diccionarios ideológicos, diccionarios enciclopédicos, diccionarios de sinónimos, antónimos, de modismos, de refranes... Además de estos diccionarios tradicionales también existe una gran demanda en el mercado de enciclopedias y diccionarios enciclopédicos. Éstos se encuentran a medio camino entre el diccionario tradicional y la enciclopedia. En este tipo de obras la entrada no funciona como un signo léxico, sino como etiqueta documental que da acceso al descubrimiento del mundo (Hernández 1994). 2.3.1. Las estructuras de los diccionarios Todas estas obras se pueden clasificar según sea su propósito o su macroestructura, como indican Ber-
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genholtz y Tarp (1995:15). Las entradas lexicográficas, también conocidas como lemas, muestran la macroestructura o arquitectura de la obra, aunque puede haber dos tipos de macroestructuras en un mismo lexicón. Las diferentes macroestructuras pueden seguir una clasificación alfabética, como es el caso de los diccionarios semasiológicos o de la lengua, los diccionarios por excelencia para la mayoría de las personas, aunque también siguen esta estructuración los diccionarios de especialidad, los de dudas...; otras alternativas obedecen a una ordenación conceptual, como sucede con los diccionarios onomasiológicos o ideológicos. Sin embargo, las obras enciclopédicas pueden seguir una u otra tendencia, de acuerdo al fin que persigan. Creemos que el antiguo debate con respecto a la macroestructura de los diccionarios (Pamies e Iñesta 1996:181) no tiene razón de ser, dado que las variadas representaciones responden a intereses claramente diferenciados, haciendo que cada tipo de obra de consulta sea la indicada según el objetivo que se persiga. Así se utilizará un diccionario semasiológico cuando se pretenda consultar una definición o aclarar una duda, mientras que cuando se trate de conseguir información sobre un campo conceptual se acudirá a una obra de carácter onomasiológico, como la de Casares (1942). Si bien, desde una perspectiva cuantitativa, abunda más la producción semasiológica, desde un aspecto cualitativo las publicaciones de carácter onomasiológico no tienen nada que envidiar a las primeras. Los diccionarios semasiológicos monolingües no tienen por qué ir dirigidos tan sólo a los hablantes nativos de un idioma, sino que también pueden ir enfo-
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cados hacia extranjeros a los que no les basta una simple traducción de una lengua base a una lengua meta. Este tipo de diccionarios monolingües para extranjeros muestran un carácter más restringido en cuanto a número de lemas y acepciones por palabra, lo cual puede repercutir, incluso, en una disminución de lemas de voces homónimas. Cada una de las microestructuras de un diccionario semasiológico revela un rico contenido que puede ofrecer definición, acepciones, étimo, fonética, sinónimos, antónimos, colocaciones gramaticales. Los diccionarios semasiológicos de mayor renombre en la lengua española son el DRAE y el DUE, mientras que en el ámbito anglosajón las obras de referencia son el OED y el Webster, representando ambos las variantes británica y americana del inglés. Las obras bilingües suelen tener un sentido bidireccional. La fonética y la categoría gramatical figuran (aunque no sucede así en muchos diccionarios de lenguas de especialidad) ineludiblemente junto a una abundante ejemplificación sintáctica y fraseológica, mientras que las definiciones brillan por su ausencia, lo que resulta lógico porque una obra de este tipo se rige por criterios de economía. Sin embargo, quizás la ausencia de este tipo de explicaciones conduzca a las traducciones erróneas o no demasiado afinadas (Pearson 1998:69 y 70). Realmente pensamos que la elaboración de la macroestructura lexicográfica es el asunto más complicado en la elaboración de un diccionario, ya que si ésta se diseña de modo incorrecto origina una microestructura defectuosa. La unión entre una y otra tiene un carácter bidireccional, y así los cambios en la microestructura también afectan a la macroestructura de los campos semánticos. Para ello podemos mencionar
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las alteraciones en los dos niveles que ha sufrido la representación lexicográfica, por mencionar un único ejemplo, del verbo achuchar a lo largo del tiempo. A primera vista notamos una diferencia abismal entre la disposición interna de los lemas del DMILE y del DRAE. En la primera obra se aprecia una separación de los sentidos de una misma palabra: presionar física y mentalmente. El único sentido que juzgamos inconexo semánticamente es el del uso americano referente a la fiebre. En contraste, el DRAE fusiona en una única entrada estas acepciones, eliminando en la edición actual el uso argentino y uruguayo que figuraba todavía en la vigésima edición. Notamos, sin embargo, la ausencia, en cualquiera de las ediciones de la referencia a la acción de abrazar cariñosamente, que se emplea muy frecuentemente. El NEI, en cambio, sí recoge el sentido familiar del verbo achuchar. Como hemos visto, de la macroestructura general se pasa a la microestructura que proporciona información, atomizándola, sobre los diferentes lemas. Los trabajos de Coward y Grimes (1995) y Davis y Wimbish (1993) se centran en la microestructura de las bases de datos lexicográficas multilingües. Finalmente, la información metaléxica, presente en algunos diccionarios, indica las fuentes de documentación, la identidad de los lexicógrafos, la fecha de registro de una palabra o la de su modificación, la interpretación de las diferentes simbologías como abreviaturas, iconos... 2.3.2. El orden de las acepciones Como indican Haensch et al. (1982:315), los criterios a los que atienden los diccionarios para elaborar
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la ordenación de las acepciones lexicográficas suelen atenerse a varios criterios: la cronología, la etimología, la lógica, la conciencia lingüística, la frecuencia de uso, la posición dentro del sistema colectivo, y la distribución sintáctica. El criterio cronológico debe ser el gobernante en la elaboración de un diccionario histórico, pero no en una obra de consulta de definiciones, ya que podríamos encontrar una retahíla de significados muertos hasta llegar a los vigentes, lo que resultaría engorroso para efectuar una localización rápida y sencilla. El criterio etimológico está relacionado con la evolución semántica de los sememas. Así, se disponen en bloque las voces que han evolucionado por sendas similares, entrelazando este bloque con el del siguiente conjunto de sememas vinculados. El criterio lógico presenta en primer lugar los significados primarios o básicos seguidos de sus evoluciones, bien sea por extensión o por analogía. Los significados que aparecen en un primer plano coinciden con las palabras más usadas, lo que redunda en ciertos problemas que sólo puede solventar la estadística. Resulta evidente que en un diccionario de la lengua general deben figurar los usos que registran una frecuencia mayor, que, sin embargo, no deben recogerse en un diccionario de especialidad. La comparación entre estos dos tipos de obra puede arrojar sorpresas tales como el que una acepción que ocupa la décima posición en un lexicón general, registre el mismo significado en el primer lugar en un diccionario de especialidad. Si bien estamos de acuerdo con la importancia del criterio lógico, observamos que conlleva alguna desventaja, ya que pueden existir sememas muy vincula-
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dos por compartir muchos semas a los que resulta paradójico alejar gráficamente debido a la frecuencia de uso. El criterio de frecuencia, como hemos mencionado anteriormente, registra importantes contrastes entre lengua general y lenguas de especialidad y, también, dentro de éstas. El criterio de posición se traza por medio de subconjuntos de sememas básicos y derivaciones. Este criterio, a diferencia de otros, ofrece una visión de conjunto de los significados relacionados. El último criterio es el de la distribución sintáctica que, obviamente, se muestra en entornos sintagmáticos. 2.3.3. El criterio psicológico Como podemos comprobar, la separación entre estos dos conceptos, que hasta el momento había resultado un asunto relativamente sencillo, se comienza a complicar cuando observamos la práctica lexicográfica. Haensch et al. (1982:303) opinan que, en la relación a los lemas de los diccionarios, los lexicógrafos emplean muy a menudo los criterios psicológicos de los hablantes para distinguir la homonimia de la polisemia. Veamos la opinión literal de estos autores: Tendríamos, en cambio, un caso de homonimia cuando el hablante ya no ve ninguna relación entre diferentes contenidos para los que se dispone, en el plano de la expresión, de una sola forma. Es interesante que, después de todo, haya autores contemporáneos que intentan aplicar este criterio, tanto más cuanto que en ningún otro campo de la lingüística moderna se ha propuesto, hasta la fe-
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cha, derivar las estructuras lingüísticas de la conciencia que tiene el hablante de estas estructuras.
El contraste entre la teoría semántica y la práctica lexicográfica arroja grandes sorpresas. Lo que, hasta el momento, se había regido por consideraciones científicas pasa a ser un asunto que se deja en manos de la conciencia lingüística del hablante, con la consiguiente pérdida de rigor y olvido de los fundamentos teóricos sobre los que se debe erigir la aplicación lexicográfica. La lexicografía es una ciencia aplicada dado que parte de la teoría semántica que deriva hacia el léxico. En el caso de las obras a las que se refieren Haensch et al. (1982:303), el producto resultante se trata de una aplicación del criterio psicológico de los hablantes a la representación del léxico. Además, la duda de la puesta en práctica de un auténtico criterio psicológico planea sobre este tema, ya que no creemos que todos los hablantes posean un criterio unánime. Más bien somos de la opinión de que lo que prima es la propia conciencia del lexicógrafo. Para ejemplificar el olvido de los principios científicos de la semántica, podemos recordar las palabras de Spencer (1991:87), quien sostiene que los dos significados de bank (orilla y banco) solían ser ejemplos de polisemia (cognados de bench) a los que, hoy en día, no se perciben como conectados semánticamente. Leech (1985:227) dice así: The convergence of historical and synchronic approaches to the lexicon brings us finally to a problem which has been a long standing matter of concern for students of semantics: how does one draw the line between homonymy (roughly ‘two or more words having the same pronuncia-
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tion and/or spelling’) and polysemy (‘one word having two or more senses’)? The conventional rule of thumb to this is that we recognize a case of polysemy if the senses concerned are related. But when we ask what ‘related’ means, there are two answers, one historical and one psychological, which do not necessarily coincide. Two meanings are historically related if they can be tracked back to the same source, or if the one meaning can be derived from the other; two meanings are psychologically related if present-day users of the language feel intuitively that they are related, and therefore tend to assume that they are different uses of the same word.
2.3.4. Los problemas de la lexicografía Mucho se ha criticado y se critica a la producción lexicográfica, bien sea por la lenta incorporación del número de voces, por la calidad de sus definiciones, o porque cuando la obra sale a la luz se puede decir que, en cierto sentido, ya está obsoleta. Algunos estudios anteriores (Fauconnier 1985; Kaiser 1988; Nunberg 1979) han puesto especialmente de relieve la dificultad de la fijación referencial. Infinidad de problemas rondan a la elaboración de los diccionarios. Householder (1975:279) y Béjoint (1981:207) opinan que los diccionarios deben adaptarse a los tipos de usuarios, idea acertada para los diccionarios para fines específicos, como pueden ser los escolares, los de dudas, los de modismos, los técnicos, aunque resulta inevitable que, dentro de estos grupos particulares, cada usuario muestre diferentes necesidades. Además, y pensando en los diccionarios de la lengua de uso general, como son el DRAE, el DUE o el
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Webster, ¿de qué modo pueden éstos satisfacer a toda una comunidad de usuarios nacionales y extranjeros? Algunos autores (Stein 1984:4; Hartmann 1987 y 1994) sostienen que es esencial realizar un estudio sobre el uso que se da a estas obras de consulta, pero dicho tipo de análisis de necesidades conlleva tantos análisis como clases de diccionarios y usuarios existen. La lexicografía se escinde, en cierta medida, de la semántica, ya que no puede representar al sistema lingüístico por medio de su escala de valores. Además, la primera se caracteriza por su finalidad práctica, y por ir dirigida a un público muy amplio. En contraste, la segunda es una disciplina teórica enfocada, principalmente, a lingüistas. Los lexicones, por lo general, presentan perspectivas razonables y consensuadas de las significaciones de los artículos léxicos, pero el asunto cambia en lo concerniente al número de significados o a cómo éstos se relacionan entre sí. En ocasiones, los diccionarios acuden a la ejemplificación con la intención de eliminar la oscuridad, anfibología o ambigüedad que puede tener una voz a pesar de su definición. El panorama general revela la existencia de una disfunción entre teoría semántica y aplicación lexicográfica. Sin embargo, encontramos una correcta casación de las dos vertientes en los trabajos de Pollard y Sag (1987 y 1994). La investigación de Leech et al. (1995) también aporta una visión innovadora que merece tenerse en cuenta, pero que, sin embargo, adolece de las mismas carencias que la lexicografía tradicional al no contener medios que expresen las generalizaciones paradigmáticas. En nuestro caso, el problema que tratamos de abordar es el de la representación lexicográfica de las pa-
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labras homónimas, ya que la fijación de los campos semánticos es un tema que varía de diccionario a diccionario, reflejándose a veces como homonimia lo que es polisemia. La modalidad inversa, en cambio, parece no tener tanto predicamento, ya que, ante el temor a la duda, los lexicógrafos, en la mayoría de las ocasiones, parecen preferir desvincular significados.
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3. LA FRONTERA DE LA MULTIPLICIDAD SIGNIFICATIVA
3.1. LAS DIFERENCIAS ENTRE HOMONIMIA Y POLISEMIA
COMO señala Gutiérrez (1989:124), la homonimia y la polisemia son relaciones semasiológicas porque van desde el significante hasta el significado, por lo que siguen la misma direccionalidad que los diccionarios tradicionales de ordenación alfabética. La intersección entre ambas procede, precisamente, del significado, no tanto en lo que respecta a cantidad sino a calidad relacional. La encrucijada de significados es el vínculo entre estos dos aspectos semánticos, que incluso parecen haber dejado de lado a la monosemia cuando ésta debe estudiarse en contraste a la polisemia. Palmer (1984:103) plantea cómo deben ser las diferencias de significado entre homonimia y polisemia. Si éstas son predecibles de antemano, nos hallaremos posiblemente ante casos polisémicos producidos por metaforizaciones. Otro modo de diferenciar la polise40
mia de la homonimia consiste en buscar significados centrales y transferidos, lo que, lógicamente, desemboca en polisemia (Palmer 1984:105). La multiplicidad de significados obedece tanto al concepto de polisemia como al de homonimia, estribando la diferencia entre ambas en la conexión o desconexión semántica. Un asunto tan aparentemente simple, taxativo y objetivo desde el punto de vista de la teoría semántica desemboca en un cúmulo de problemas referentes a la representación lexicográfica y de diversa índole. El nivel de diferenciación entre homonimia y polisemia está vinculado con el propósito lexicográfico, el carácter de la obra y los usuarios a los que va destinada (Evens 1988). Atkins (1991) demuestra que las distinciones de campos semánticos son arbitrarias en la práctica y que los significados, además, están entrelazados mucho más a menudo de lo que da a entender la macroestructura lexicográfica. Es difícil determinar el número de sentidos de una palabra, como indica Kilgarriff (1991), pero el estudio de Jorgensen (1990) describe cómo los legos en lexicografía pueden distinguir alrededor de tres sentidos en entradas de alto nivel de polisemia. Dado que existe tanta problemática en la definición de estos dos conceptos, vamos a ofrecer nuestra propia perspectiva sobre este enrevesado asunto. Resulta imposible estudiar conceptos tales como la homonimia y la polisemia sin percatarse de que la primera consiste en una convergencia morfológica, mientras que la segunda representa la divergencia semántica. La polisemia es una morfología semánticamente divergente, mientras que la homonimia consiste en significaciones inconexas de morfologías convergentes
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(perspectiva diacrónica) o morfologías idénticas que no comparten vínculos semánticos (perspectiva sincrónica). Evidentemente los dos procesos son causados por la diacronía si bien, se pueden estudiar sincrónicamente.
3.2. LA IMPORTANCIA DE LA DIACRONÍA Salvador (1985:79) resume así los conceptos semánticos de la polisemia y la homonimia: Otro apartado clásico de la semántica es el constituido por la homonimia y la polisemia, fenómenos ambos que, sincrónicamente considerados, pueden estimarse como uno solo, puesto que su diferencia es de carácter histórico: en la homonimia significantes originariamente diversos han ido a coincidir por la evolución fonética, mientras que en la polisemia ha sido la evolución semántica la que ha dado lugar a las diversas significaciones de un único significante. Pues bien, una figura de pensamiento de tan larga prosapia y frecuencia como la dilogía o silepsis está sustentada en ese hecho lingüístico, en la posibilidad de que las palabras tengan más de un significado, bien sea por homonimia o por polisemia.
Para Justo (1990:55), tanto la homonimia como la polisemia son fenómenos vinculados a la diacronía lingüística. En la primera se da una coincidencia casual, procedente de la evolución fonética, de significantes que no mantenían relación; con la polisemia una voz se enriquece con significaciones más o menos próximas que ha ido adquiriendo con el paso del tiempo.
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3.3. LA ETIMOLOGÍA La diacronía, como creadora de significados, y la etimología, como origen de la diacronía léxica, son factores esenciales para establecer los límites entre polisemia y homonimia. Según indica Spencer (1991:87): A word left to its own devices will often acquire new usages which, over time, are likely to become more like new meanings. This is the traditional concept of polisemy… Sometimes, meanings drift inexorably apart to the point where all speakers (except etymologists) agree that there are two separate words which just happen to sound alike (homonymy). The two meanings of bank (river___ and saving___) used to be examples of polysemy (cognate with the modern word bench) but they are not nowadays perceived as semantically related.
Como indica Urrutia (1978:75): “...en una perspectiva diacrónica, el análisis de los antecedentes etimológicos es importante para resolver algunos problemas”. De este punto podemos incluso saltar al tema de la relatividad en los orígenes. Resulta complicado llegar al alfa absoluto de las palabras, a la unión perfecta de forma y significado, ya que, incluso en los étimos, existen generaciones que pasan de una lengua a otra. Haensch et al. (1982:110) sostienen que, desde sus orígenes, los diccionarios se dedicaron a la explicación del significado de las palabras, partiendo del origen primario y llegando a los usos contemporáneos. Con respecto a la ciencia de la etimología conviene señalar que en no pocas ocasiones se efectúa una metonimia en la que la ciencia designa al objeto por ella 43
estudiado (Lázaro Carreter 1999:364), hablándose en esos casos de etimologías con la significación de étimos. La lexicografía diacrónica puede resolver muchas de las oscuridades que rodean a la homonimia. La publicación del Diccionario histórico de la lengua española se revela una necesidad perentoria para resolver muchos casos de vacilaciones lingüísticas producidas por el devenir histórico. El motivo por el que consideramos de especial relevancia la indagación histórica es la creencia de que prácticamente no existe sincronía sin diacronía (Haensch et al. 1982:161). Así, el alfa de las palabras es su étimo, mientras que el omega puede llegar casi hasta el infinito. Palmer (1984:11) sostiene la teoría del interés popular por el mundo de los étimos: “...it is an obvious fact that people are interested in ETYMOLOGY, the discovery of earlier meaning of words (or, if we follow the etymology of etymology, the discovery of their true meanings)”. En nuestra opinión, la afición popular por la etimología puede conducir a la creación de una red de falsos étimos que conviven con los auténticos. Así sucede, por ejemplo, con relación al nombre toponímico Piedralaves con un significado originario que sitúa a dicho pueblo al pie de los álabes, es decir al pie de las montañas de la Sierra de Gredos. Este étimo convive con el popular de la historia de que un pastor tiró una piedra y le preguntó a otro pastor ¿la piedra, la ves?, dando lugar de esta manera a la designación toponímica. Realmente la grafía parece acoplarse más a este étimo, pero en el caso de esta denominación abulense, la b original ha pasado a v. Para Justo (1990:27), la etimología también es un recurso para establecer la estructura semántica de una red de términos.
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Creemos que el estudio de los étimos es un factor de gran importancia para poder discernir si una voz es homónima o polisémica, por lo que no estamos de acuerdo con la opinión de Saussure (1959:81) cuando establece una línea divisoria entre diacronía y sincronía, considerando a ésta el estudio de la lengua tal como es en un momento dado. Pensamos que no se puede realizar un estudio pleno y purista de la homonimia si no se atiende a la etimología y a la evolución diacrónica. También asevera Lyons (1981:147) lo siguiente en relación a la etimología: “In any case, though it may be held by lexicographers to constitute a sufficient condition for homonymy, difference of origins has never been taken to be a necessary, or even the most important, condition distinguishing homonymy from polysemy”. Palmer (1984:102) sostiene que los diccionarios suelen basar las decisiones para mostrar las entradas polisémicas en el étimo: “if it is known that they have one origin, even if they have different meanings, they are treated as polysemic and given a single entry in the dictionary”, pero no siempre ocurre así, ya que, como veremos, existen voces que, a pesar de mostrar el mismo origen, figuran como casos de homonimia. Por otro lado, nos llama la atención que Palmer hable de significados diferentes, ya que ésta es una característica inherente a la homonimia en mucho mayor grado que a la polisemia por mantener la última una relación de parecido, aunque, también, de diferencia entre las diversas significaciones. En realidad, no podemos hablar del tratamiento de la lexicografía desde una perspectiva global, ya que las diferentes obras muestran opiniones diametral-
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mente opuestas. Así sucede, por mencionar un solo ejemplo, con el caso de pinion. El CIDE ofrece una única entrada monosémica, mientras que el LDCE une los significados que el OALD separa, que son los de piñón de engranaje y ala. El CODEE da dos entradas diferentes para dichas voces atendiendo al criterio etimológico, dado que el significado de pinion como ala procede del latín pinna, y el de engranaje viene de pinea, también por vía latina. Los dos rasgos fundamentales para juzgar la homonimia de las voces deberían ser la etimología y las entradas de los diccionarios, pero el popularismo que rodea a la etimología y lo que consideramos una representación semántica incorrecta, hacen que estas soluciones no sean infalibles. Lamentablemente, la mayoría de las obras lexicográficas, a pesar de constituir pilares de sabiduría, parecen ser bastante arbitrarias cuando se trata de registrar los campos semánticos de la homonimia y la polisemia. Si un étimo es el mismo para las variadas voces, entonces el origen está vinculado semánticamente porque el étimo es unión de forma y significado.
3.4. LA AUSENCIA DE CONCRECIÓN SEMÁNTICA
3.4.1. Ambigüedad, anfibología y oscuridad La vinculación etimológica es un elemento conducente a la ambigüedad léxica y oracional. No obstante, la homonimia también desemboca en muchas ocasiones en una imprecisión que da lugar a equívocos.
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La ambigüedad consiste en la propiedad de una manifestación lingüística susceptible de recibir varias interpretaciones semánticas; se trata de un fenómeno constitutivo de la lengua que supone un inconveniente para todos los idiomas. Por lo general, decimos que una palabra es ambigua cuando de ésta pueden derivar varias significaciones, en cuyo caso el número de ramificaciones que parten del término base será considerado como indicador del grado de ambigüedad semántica. De igual manera, existen constituyentes que carecen de una lectura lógica y que, por tanto, se tratan como anomalías y, también, otros que, conllevando una interpretación única, carecen, en consecuencia, de ambigüedad. De la misma manera consideramos la ambigüedad cuando se dice la verdad en situaciones diferentes, cuando una frase puede ser cierta o falsa. Por ejemplo, si alguien pregunta ¿tienes 5000 euros? y el oyente posee una cifra superior, la contestación puede ser sí, tengo más o no, no los tengo, diciendo la verdad en ambos casos. De esto deducimos que lo ambiguo tiene dos o más sentidos, constituyendo así una dilogía o una anfibología. Del mismo modo, podemos establecer la oscuridad del constituyente diciendo que cuando un artículo léxico contiene algún elemento oscuro o una explicación incompleta o genérica, lo consideramos incierto, genérico, poco definido u oscuro. Como cita Kempson (1989:124-128) existen cuatro tipos de oscuridad. La referencial es la primera y trata de casos en que el referente es claro pero se duda en aplicarlo a ciertos objetos. Cita esta autora los límites cuantitativos entre una colina y una montaña, y una ciudad y una villa y nosotros pensamos que los estudios orográficos y topográficos de cada país están
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lo suficientemente desarrollados como para tener unas medidas establecidas para las categorizaciones de los diversos grados de elevación del terreno. Asimismo, la consideración entre villa o ciudad se rige no sólo por tasas demográficas, factor cuantitativo, sino también, por otro tipo de causas cualitativas como el desarrollo industrial, la nobleza, el heroísmo...; podemos citar el caso de la igual consideración de villa tanto para Madrid capital como para Las Rozas de Madrid, pueblo a 17 kilómetros de la capital. También conviene reseñar que en España no se aplica la existencia de una catedral como elemento diferenciador entre villa y ciudad. El segundo tipo de oscuridad es la indeterminación de significación que en inglés procede en muchos casos del genitivo sajón y de la premodificación nominal. En contraste, el uso de preposiciones inherente a las lenguas romances suele deshacer la oscuridad de la imprecisión del inglés. Pensemos en el sintagma nominal inglés Gregory’s car que puede significar el coche que posee Gregorio, el coche que Gregorio tiene alquilado, el coche que Gregorio conduce, el coche que Gregorio está diseñando, el coche que Gregorio está arreglando... De la misma manera en castellano tendemos a hacer uso de la expresión el coche de Gregorio con la misma multiplicidad significativa del inglés, pero el contexto suele ser, en ambos casos, el elemento dilucidador del matiz semántico, por lo que consideramos que la brevedad expresiva puede ser positiva si el marco general es lo suficientemente explícito. Otro ejemplo de indeterminación semántica inglesa, que en este caso tiene una fácil resolución en su vertido al castellano, es el de la premodificación no-
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minal que, siguiendo la direccionalidad traductológica conlleva un orden inverso en castellano con dos posibles soluciones que deshacen la indeterminación. Pensemos en el sintagma an English teacher que puede referirse tanto a un nativo inglés profesor de cualquier asignatura como a un profesor de cualquier procedencia que se dedica a enseñar inglés. Las mismas reflexiones podemos hacer sobre la premodificación de sustantivos que desempeñan temporalmente la función de adjetivos, problema que se agrava cuando coinciden la forma sustantiva y adjetiva, como en a plastic material que puede aludir a un material plástico (totalidad) y a un material de plástico (parcialidad). Observamos cómo el castellano posee dos soluciones exactas a la par que breves, siendo la ausencia o presencia preposicional la clave del matiz significativo para discernir esta ambivalencia gramatical. De la misma manera que el inglés, el castellano también puede optar por la premodificación, aportando mayor claridad semántica que el inglés, como en el caso de a good judge, forma oscura que revierte en castellano a un buen juez (eficiente) o un juez bueno (justo y clemente). Hemos elegido este ejemplo ya que en él se encuentra una encrucijada de referencias dispares a la bondad. En este caso la premodificación o posmodificación aclara el matiz de sentido de esta voz polisémica transfiriéndose la aplicación de la bondad a lo profesional o a las cualidades humanas en general. En cambio, dentro de un contexto de igualdad referencial nos adherimos al DUE, que dice así: bueno no tiene el mismo valor si se antepone que si se pospone al nombre: si se dice ‘una buena persona, un buen hombre, una buena mujer’, se expresa que se trata de personas inofensivas, que
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no hacen daño ni obran mal; pero si se dice ‘una buena persona, un hombre bueno, una mujer buena’, se expresa una bondad positiva que se manifiesta en un comportamiento de valor moral superior al corriente.
Como señala Kempson (1989:125), el tercer factor de oscuridad lo constituye la falta de especificación de los significados claros pero genéricos. Si volvemos a la voz teacher/profesor advertimos que es inespecífica en los dos idiomas en cuanto a edad, veteranía..., pero que, sin embargo, es más específica en castellano al llevar marca de género. Otro caso de interpretaciones cruzadas es el de child/criatura. La oración Mary has adopted a child; so has Sue (Cruse 1986:62) da lugar a cuatro realidades subyacentes en inglés y español en las que se pueden combinar los sexos de la siguiente manera: 1) Mary (niño) Sue (niña), 2) Mary (niña) Sue (niño), 3) Mary (niño) Sue (niño), 4) Mary (niña) Sue (niña). Además, al ser child/criatura una voz oscura corresponde a más de un artículo léxico en ambos idiomas, por lo que se trata de hiperónimos que en inglés engloban a baby, toddler, boy y girl y, en español, a recién nacido, bebe gateador, niño y niña. Asimismo, creemos que el español es menos oscuro que el inglés en muchos casos, como sucede con la adición de sufijos. Las formas bachelor y maid (soltero y doncella o soltera) no incluyen información sobre la edad, que en español se marca mediante la sufijación –on, como en solterón (old bachelor) y solterona (old maid). La adición de ésta nos indica si alguien permanece en el estado de soltería fuera de la edad en que tal estado es típico, es decir, en la juventud. Ade-
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más, la forma del inglés maid no es clara por poder referirse tanto a una soltera como a una virgen, características que no se asocian necesariamente. Cruse (2000:106-108) establece varias pruebas de claridad que otros consideran de ambigüedad. Una de ellas es la prueba de identidad que establece una igualdad lógica entre las cualidades de un elemento citado; las referencias anafóricas o repetitivas eliminan la posibilidad de apreciar el objeto en cuestión desde una perspectiva diferente, ya que lo mencionado anteriormente restringe y limita la identidad. En el ejemplo que menciona Cruse (2000:106) es obvio que existe unidad referencial a pesar de los diferentes sentidos del adjetivo good. En la oración Carolina has got good legs; so has Laura el sentido de good puede apuntar hacia beautiful, healthy o for running y cualquiera que sea la opción válida para las piernas de Carolina, ésta se repetirá en Laura. Un elemento constitutivo de la claridad léxica es el de las relaciones semánticas independientes. Si volvemos al adjetivo good observamos cómo sus antónimos aplicados al caso anterior tienen sentidos inconexos (ugly/feas, ill/enfermas, no apt for running/no apropiadas para correr), lo cual es un exponente de claridad léxica. Otro indicador de claridad es la autonomía, en la que influyen la contextualización y la comparación. Si tomamos la palabra fox/zorro la podemos enfocar desde una perspectiva genérica, como especie animal, o concreta, como macho de esa especie; en este último caso la voz fox/zorro, por tener marca de género tanto en español con zorra como en inglés con la forma vixen, posee autonomía semántica.
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En los casos de palabras sin marcas de género, muy abundantes en ambas lenguas, el español posee una mayor autonomía por llevar el artículo la marca de género; baste con citar el caso de the assistant y contrastarlo con el ayudante/la ayudante. La ambigüedad, en contraste a la oscuridad y la claridad, se define como el grado de apertura semántica de una palabra. Cruse (1986:51) cita diferentes tipos de variación semántica entre los que se halla la modulación contextual consistente en la influencia del entorno sobre la unidad léxica. Pensemos en la frase the jeweller poured gold into the mould (el joyero vertió oro en el molde) en la que el verbo incide directamente sobre el objeto al alterar una característica, la solidez, que en principio se espera de este metal precioso; al mismo tiempo el estado líquido nos hace pensar que el oro está caliente. La modulación contextual realza y ofrece un marco para los rasgos semánticos. La famosa frase de Lyons (1977:190-191) John wants to marry a girl with blue eyes es claramente ambigua en inglés, ya que desconocemos si se trata de una chica que ya conoce o que espera encontrar en el futuro. La traducción al español elimina la ambigüedad del original al optar por el modo indicativo o subjuntivo. En una situación concreta diríamos John se quiere casar con una chica que tiene los ojos azules, mientras que, mirando al futuro, la frase resultante sería John se quiere casar con una chica que tenga los ojos azules. Sin embargo, la traducción John se quiere casar con una chica de ojos azules, que es un calco del original inglés, adolece de los mismos problemas que la frase de partida, por lo que los acortamientos sintácticos pueden dar lugar a la aparición de ambigüedad.
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En cambio, la frase everyone loves someone (Leech 1985:189) es ambigua ya que el decir que todo el mundo ama a alguien puede significar que cada persona (todo el mundo) ame a alguien diferente o que todos amen a una misma persona, pudiendo, incluso, elevarse el alguien casi a la categoría de nombre propio. En ocasiones es harto difícil establecer la frontera entre ambigüedad e inespecifidad. Con el fin de resolver este problema se han elaborado diferentes pruebas que miden la existencia o ausencia de anfibología: una de ellas es la evidencia indirecta que tiene varios inconvenientes ya que la mayoría de las palabras poseen sinónimos y antónimos cuyas soluciones a veces implican ambigüedad. Los criterios directos, en consecuencia, parecen tener una base más sólida. La primera premisa consiste en que los sentidos de una palabra ambigua no deben estar condicionados por el contexto, a diferencia de las interpretaciones que surgen de la modulación contextual. La oración somebody painted the house/alguien pintó la casa, en principio nos hace suponer que se pintaron las paredes interiores de la casa pues no todas las fachadas requieren pintura. El segundo criterio es que los sentidos separados puedan ampliarse independientemente. Así encontramos ampliaciones en el caso de I like fox hunting/me gusta la caza del zorro, en que fox/zorro designa a esa especie animal; y también podemos encontrar disminuciones en el ejemplo foxes and vixens are cunning/los zorros y las zorras son ladinos, en cuyo caso fox/zorro se refiere únicamente a los zorros machos de la especie. El tercer criterio de ambigüedad utiliza el hecho de que los sentidos independientes de una unidad léxica sean antagonistas entre sí y, por tanto, no pue-
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dan aparecer simultáneamente por resultar una unión extraña conocida como zeugma. En el caso de la oración los viejos y el testamento caducaron, el verbo resulta anfibológico por significar tanto chochear como perder vigencia o validez un testamento. En cambio, la correspondiente traducción al inglés debería hacer uso de dos verbos específicos resultando la siguiente oración the old persons became senile and the will expired. El zeugma también se conoce como prueba del juego de palabras que acaba desembocando en uniones anómalas. Pensemos en las oraciones de Cruse (1986: 63) dogs can become pregnant at 12 months (los perros pueden quedarse preñados a los doce meses) y dogs mature later than bitches (los perros maduran antes que las perras), que, unidas, resultan en una oración a todas luces extraña: dogs can become pregnant at 12 months but mature later than bitches (los perros pueden quedarse preñados a los 12 meses, pero maduran antes que las perras). Muchas oraciones inglesas encabezadas por un gerundio y un verbo anómalo o defectivo son ejemplos de oraciones ambiguas por no comportar el modal marca de persona, como en killing children could become a serious problem con dos posibles traducciones al español: – los niños asesinos podrían tornarse en un grave problema. – la matanza de niños podría tornarse en un grave problema. En opinión de López y Minett (1999:213) lo importante es la identificación de la forma –ing con un sustantivo verbal o un adjetivo, ya que éstas son las ambigüedades propias de la homografía. Sin embargo,
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en los casos en que el inglés lleva una marca que denota acto o sujeto en el verbo se deshace la ambigüedad, como en: – killing children is a serious problem. – killing children are a serious problem. Casos de ambigüedad en los dos idiomas son los constituidos por adjetivos derivados de nombres propios que han sufrido una transferencia metafórica, como en el caso de shakespereano/Shakesperean, con la multiplicidad semántica de lo escrito realmente por Shakespeare, semejante al estilo de Shakespeare o relativo a la obra de Shakespeare. En estos casos de ambigüedad metafórica, Newmark (1988:220) recomienda traducir el sentido que tenga más visos de realidad. Un caso de ambigüedad española que no sufre el inglés es el de los posesivos, salvo en la segunda persona. En el caso de su (his, her, its) existen varias formas para eliminar la anfibología como pueden ser el empleo del artículo determinado y los pronombres reflexivos y dativos, como en give her a candy and she will obey you (dale un caramelo y te obedecerá). Otro elemento polivalente en inglés es el pronombre personal you con cinco opciones diferentes en castellano: tú, vosotros, vosotras, usted y ustedes. La fórmula de cortesía no se ajusta muchas veces al tuteo, por lo que se hará necesaria una búsqueda contextual que dilucide el grado de familiaridad de los hablantes. 3.4.2. La ambigüedad de la polisemia y la homonimia Van der Auwera (1999: 49-64) sostiene que existe polifuncionalidad semántica en los casos de impreci-
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sión, polisemia, homonimia y ambigüedad. Nosotros pensamos que no se pueden meter estos cuatro hechos lingüísticos en el mismo grupo, dado que, si bien se trata de conceptos semánticos en todos los casos, la polisemia y la homonimia pertenecen al nivel léxico mientras que la imprecisión y la ambigüedad se dan en el nivel sintáctico, precisamente por la influencia del léxico en la gramaticalidad. Tampoco creemos que podamos hablar de homonimia sintagmática, ya que este rasgo semántico se circunscribe al nivel léxico o paradigmático, derivando, lógicamente, en anfibología, ambigüedad u oscuridad oracional. Si atribuimos la cualidad sintagmática a la homonimia y la polisemia, nos veríamos obligados a adjudicar dicha característica también a la sinonimia y antonimia. Seguimos a Gutiérrez (1989:137) en la diferenciación entre homonimia y ambigüedad: Homonimia y ambigüedad no son, pues, un mismo fenómeno. La homonimia es un hecho relacional (una misma expresión está ligada a dos o más significados), mientras que la ambigüedad es el resultado que produce una homonimia en un acto de comunicación concreto. No toda homonimia crea, de hecho, situaciones ambiguas. Los datos que aportan el contexto y la situación de discurso son muchas veces suficientes para que el receptor sepa qué interpretación elegir de entre varias posibles.
Habitualmente se dice que tanto la homonimia como la polisemia causan ambigüedad. Esta afirmación es aplicable en mucha mayor medida a las voces de sentidos múltiples relacionados, las polisémicas, mientras que se puede aplicar en menos ocasiones a la homonimia. Por ejemplo, la palabra rubber es polisé-
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mica en inglés, mientras que en español, en este caso concreto, existe una gran definición referencial; la voz rubber se escinde en las variantes caucho, goma (material), goma de borrar, masajista, chanclo y condón. Así podemos contrastar la polisemia de esta voz inglesa con la univocidad semántica del español, aunque, en general, el inglés, sobre todo en lo que concierne a los usos de la técnica, suele ser más específico que el español (Vivanco 2002 b). También en el caso de los brillos, el inglés posee una gran concreción disfrutando de los siguientes verbos: to shine (general), to glint (acero), to glitter (oro), to sparkle (ojos), to glimmer (velas y agua), to twinkle (joyas y estrellas), to blaze (llamas), to shimmer (seda), to glare (faros), to glow (ascuas)... También el verbo to run equivale en español a correr, resbalar, circular, navegar, supurar, llorar, moquear, disputarse, estar en cartel, funcionar, girar, dirigir... Pero el verbo correr, a pesar de su aparente concreción en español, muestra una amplia gama semántica en el DRAE como la de ir deprisa, moverse progresivamente los fluidos, soplar el viento, transcurrir el tiempo... En cambio, el nivel de inespecifidad es elevado en cuanto a los verbos to do/hacer, tanto en inglés como en castellano, ya que aluden a la realización de una acción indeterminada. Las variantes verbales de morfología idéntica contribuyen a aumentar la ambigüedad oracional. Estos casos de sincretismo son muy frecuentes en inglés en verbos plenos, como to set, set, set; en verbos genéricos, como la forma de pasado y de participio de pasado de to get, got, got, con la variante gotten que deshace la ambigüedad; y, en verbos modales por la falta
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de adición de la marca en la tercera persona del singular. Una buena solución para eliminar la ambigüedad de muchos usos verbales es acudir a los verbos frasales. En su caso, el empleo de la partícula ayuda a dilucidar el significado. Los acortamientos causan homonimias gramaticales (siguiendo la terminología clásica) que incrementan la ambigüedad. En el caso de la palabra plane encontramos cuatro tipos de significados inconexos: el de avión, formado por el acortamiento de airplane y el del plano geométrico, el de la herramienta y el del árbol (OALD). Indudablemente el primer significado parte del segundo, ya que un avión es un plano aéreo porque se describe la similitud de los sustentadores con la forma geométrica plana, pero la alteración semántica es abismal por la carga de significado que conlleva el sustantivo premodificador air. El acortamiento del compuesto propicia la aparición de lo que Matthews (1991:27-29) define como homonimia gramatical, y da lugar a una mayor ambigüedad que quedaría eliminada si se acudiera al compuesto pleno. En algunos casos de ambigüedad se llega a la encrucijada entre homonimia y polisemia. Esto sucede cuando tenemos palabras homónimas con una red polisémica en el entramado de una o varias de ellas. Como ya hemos dicho, la polisemia y la homonimia se caracterizan por la ambigüedad, pero la de la polisemia es infinitamente superior por existir conexión semántica entre los múltiples sentidos de cada palabra. El hallazgo del matiz exacto de cada significado se convierte en un asunto enrevesado para los que quieren plasmar sus ideas en un papel y para los traductores, quienes han de encontrar la tonalidad se-
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mántica adecuada en el idioma de partida para volver a encontrase ante el mismo dilema en la lengua meta. La batalla parece fácil de librar para aquellos que se mueven en el medio oral, ya que disponen de medios paralingüísticos o extralingüísticos con los que pueden completar la falta de exactitud en el empleo del vocablo adecuado. Sin embargo, en otros casos el texto escrito es más clarificador. En la lengua española, la ambigüedad fonética entre la letra b y la v queda deshecha cuando nos hallamos ante un texto escrito en el que aparecen los grafemas b y v (bale de balar, vale de valer) que en un mensaje oral pueden dar lugar a problemas: – aunque bale la oveja, prefiero un carnero. – aunque vale la oveja, prefiero un carnero. En inglés, la representación escrita también puede suponer una eliminación de la ambigüedad fonética, como vemos a continuación: – too much. – two much. También el contraste gráfico entre mayúsculas y minúsculas elimina la ambigüedad fonética del contexto oral como sucede en el siguiente ejemplo: – Armando Guerra (nombre propio). – armando guerra (montando un alboroto). Complicada resulta, en ocasiones, la perspectiva del que debe interpretar el mensaje escrito u oral presuponiendo lo que el emisor ha querido transmitir, pero, en contraste, pensamos que la tarea se facilita enormemente cuando se trata de homonimias debido a la desconexión semántica con sus morfologías clónicas. La ambigüedad es una característica vinculada tanto a la homonimia como a la polisemia, pero si tene-
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mos en cuenta la desconexión semántica entre los significados homónimos, es razonable suponer que las palabras homónimas son menos ambiguas que las polisémicas. En realidad la ambigüedad se extiende incluso hasta la misma denominación de los términos homonimia y polisemia. Una palabra ambigua puede ser tanto homónima como polisémica, pero lo más llamativo es que estas dos designaciones se erigen en ejemplos de ambigüedad si analizamos el significado de los nombres. La denominación polisemia es oscura en sí, porque quiere decir muchos significados cuando también la homonimia posee la misma característica, aunque ésta no venga expresada en la propia denominación. Asimismo, encontramos ambigüedad en la denominación homónimo, ya que éste puede referirse a la igualdad formal y semántica entre dos nombres propios, de igual origen, que comparten diversos usuarios (un Luis concreto es homónimo o tocayo de todos los demás Luises del mundo), pero, también, a la igualdad formal y desconexión semántica que se puede originar entre palabras de cualquier categoría. En realidad, y en lo referente al caso de los nombres propios, pensamos que la denominación de homónimo no es la más correcta, ya que no podemos decir que exista desconexión semántica entre ellos dado que responden al mismo étimo. Evidentemente, tampoco se trata de polisemia, por más que las personas que reciben dicho nombre tengan distintas personalidades. Sin embargo, el llamar homónimos a todos los Luises del mundo, es tanto como decir que esta página es homónima de otra página, y ésta, de otra página. En verdad se trata de nombres de aplicación múltiple que atienden a una realidad enlazada semánti-
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camente. Por este motivo, encontramos un contrasentido entre la aplicación onomástica y lingüística de la denominación homónimo. Estamos de acuerdo en la ambigüedad de lectura que originan la polisemia y la homonimia, pero no lo estamos en el grado de dificultad que éstas pueden originar. Si la polisemia comporta conexión semántica y la homonimia, desconexión, la polisemia debe ser mucho más ambigua que la homonimia. Vamos a utilizar lo que juzgamos voces auténticamente homónimas, como son llama y nudo, y otras a las que tachamos de falsos homónimos, como bank y sole. Para que no nos tilden de ser demasiado específicos, analizaremos frases muy genéricas en las que no se explique el propósito o finalidad del significante, de modo que podamos abordar los conceptos semánticos desde una perspectiva de indefinición. Las cuatro oraciones genéricas son: 1) la llama come. 2) la llama arde. 3) the bank is located at the southwest. 4) I saw a sole on the sand. Las dos primeras oraciones resultan menos ambiguas a pesar de encontrarse en contextos muy faltos de concreción, y creemos que su concreción lexemática procede de la desconexión semántica entre llama 1 y llama 2, ya que son auténticos homónimos. Sabemos que en otros contextos estas mismas oraciones podrían haber llevado a una mayor ambigüedad, pero ésta vendría producida por un verbo que, por ejemplo, personificase a llama 2, con lo cual nos desviaríamos al lenguaje figurado que siempre es válido para jugar con las palabras. Si aplicáramos un verbo como dormir, la
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oración 2 dejaría de tener un uso real y nuestro propósito es hablar de realidades. Las oraciones 3 y 4 son mucho más ambiguas a pesar de utilizarse en ellas verbos genéricos. La oración 3 puede referirse a la elevación de terreno junto a un río, a un banco para sentarse, a un banco económico, a un banco de sangre, a un banco de semen... y lo mismo sucede al hacer la traducción al español, aunque tendríamos un mayor número de variantes, como orilla, banca, banco... La oración 4 también da lugar a la ambigüedad, ya que se puede tratar de la visión de un lenguado o de la suela de un zapato reposando, por ejemplo, en la arena de una playa. En este caso la morfología común anglosajona representa el aspecto de semejanza visual del lenguado de arena y de la suela de un zapato. De esto concluimos que lo que la lexicografía considera homónimos pueden apuntar hacia palabras polisémicas, ya que tienen un alto grado de ambigüedad producido, según pensamos, por la conexión semántica. En contraste, los auténticos homónimos disfrutan de un grado de oscuridad bajo, pudiendo ser a veces nulo. Incluso la ambigüedad se extiende hasta la delimitación entre paronimia y homonimia. El Diccionario de lexicografía práctica define la voz homónimo/-a diciendo “parónimo que se escribe o pronuncia igual que otro u otros de distinto significado”. Si un parónimo se escribe igual que otro deja de ser parónimo para convertirse en homónimo, aunque en algunos casos sí podemos decir que un parónimo es un homónimo, como sucede en acepto (de aceptar), parónimo de aceto 2 y éste, a su vez, homónimo de aceto 1 (vinagre). No obstante, definir la homonimia de la manera expuesta an-
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teriormente supone una restricción enorme con respecto a la magnitud de este fenómeno lingüístico. A nuestro entender, los parónimos implican una forma parecida mientras que los homónimos comparten una morfología idéntica, que procede de la paronimia. Que los homónimos descienden de los parónimos es innegable, pero llegan a convertirse en dos conceptos lingüísticos claramente diferenciados. Pongamos el caso de los parónimos peculio y pecunio. El DAEA define al primer término como “dinero o bienes particulares de una persona” y “dinero del que dispone un recluso en la cárcel” y, al segundo, como “dinero”. Si estos parónimos llegaran a fundirse, lo que muy posiblemente suceda tarde o temprano, acuñarían una voz polisémica dada su íntima vinculación semántica y, en el caso de que la variedad de significados se diluya o generalice, daría lugar a una voz monosémica. Por estos motivos, comprobamos cómo la paronimia es un cauce para la coincidencia de morfologías desvinculadas semánticamente (homonimia), pero, también, para la confluencia morfológica y semántica (polisemia) que puede ser susceptible de reducirse o generalizarse (monosemia). La homonimia y la polisemia son características semánticas relacionadas con las destrezas lingüísticas. Generalmente constituyen un problema para el receptor y no para el emisor del mensaje, ya que el que escucha es quien tiene que interpretar el significado amparado bajo el significante. Si los textos y los discursos como unidades de comunicación llegan a la ambigüedad, es precisamente por la aparición de artículos léxicos polisémicos u homónimos absolutos de igualdad gramatical, comprobando así la influencia del léxico en la sintaxis. El receptor del mensaje pasa, por lo
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tanto, a desempeñar el papel de desambiguador, tarea que puede llevar a cabo de modo satisfactorio o incorrecto, lo que puede dar lugar a equívocos o a una pérdida de la coherencia textual y discursiva en casos extremos. Sin embargo, la coherencia textual apunta a que, en el caso de las palabras homónimas de un mismo texto, se comparta un mismo significado. No obstante, van Deemter (1990) señala que estos casos también se pueden interpretar como constitutivos de diferentes significaciones, aunque esto no sea lo habitual.
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4. LA HOMONIMIA
4.1. LAS CAUSAS DE LA HOMONIMIA EN ESTE apartado trataremos sobre los motivos lingüísticos que causan la homonimia y su consiguiente datación en los diccionarios. Hoy en día las causas de la homonimia parecen obedecer, en un gran número de casos, al registro lexicográfico de los usos de los hispanoparlantes quienes abrevian ciertos formas verbales compuestas calcando de verbos parónimos simples, como sucede en los casos de poner aceras y mimar, formas que calcan, respectivamente, de acerar (bañar en acero) y mimar (tratar con cariño). Un diccionario se convierte así en testigo del modo en que habla una comunidad, pero no debe ser un testigo mudo sino un consejero que apruebe o desapruebe las voces y expresiones que fluyen por las bocas de los hablantes. Ardua resulta la labor lexicográfica si pensamos que la ausencia de una voz o de un giro hará adolecer al diccionario de actualidad y completitud, y que, de igual manera, el registro de este vocablo, redundará
en la bendición de un uso que desaprobamos. Ser o no ser se convierte en este contexto en registrar o no registrar con el consiguiente juicio de opinión de los usuarios de la obra en cuestión. Tantas opiniones como lectores tenga el diccionario dan lugar a un sinfín de apetencias, carencias, redundancias... en las que muy posiblemente se establezcan varios vértices que enfrenten al gusto del hombre de la calle, al lingüista, al ingeniero... con uno de los trabajos de investigación más problemáticos que existen. Así comprobamos cómo la finitud de la obra lexicográfica choca con la propia vida, muerte y resurrección léxica. Simplemente resulta imposible registrar en un papel o una pantalla lo que es intrínsecamente infinito, no tanto en lo que respecta a la morfología sino en lo que compete al significado. En contraste, observamos cómo otras muchas veces se consideran desvinculados significados que están íntimamente unidos. Justo (1990:57) señala que existen voces polisémicas de significaciones tan separadas que apenas se pueden relacionar, como sucede en pupila para designar tanto a una joven bajo tutela como a una parte del ojo. A esta causa, Justo (1990: 58-62) añade las siguientes que conducen a tratar como homónimos significados que están vinculados: – los cambios de referente a lo largo de la historia léxica de una palabra. – la especialización de una voz en un campo determinado. Así una palabra tiene un significado para la lengua general y otro u otros para las lenguas de especialidad, porque en éstas también abunda la polisemia. – los usos figurados que amplían progresivamente el campo de significaciones de un artículo léxico.
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Pensamos que los criterios para recoger este ingente caudal de homonimias deben ser dos: – que la voz en boga tenga un alto índice de frecuencia en la comunidad, sea ésta general o especializada. Creemos que de este modo podemos evitar el aumento innecesario de significados que quizás simplemente obren en poder de un escritor, periodista, cantante... y que únicamente redundan en convertir la localización de significados divulgados en una tarea engorrosa entorpecida por el registro de sentidos pertenecientes al habla de un individuo concreto. – si la voz homónima goza de un alto uso comunitario pero va en contra de lo normativo, podemos acudir a la vía democrática para satisfacer los intereses en conflicto. Así se registrará la palabra alegando su índice de frecuencia, pero argumentando las objeciones a su uso. Esta opción supone la casación entre uso y norma cuya difusión puede redundar en la disminución, y eventual desaparición, de la voz incorrecta.
4.2. LA ACUÑACIÓN DE HOMONIMIAS Entre las múltiples causas que originan la aparición de homonimias se encuentra siempre la paronimia como factor desencadenante de la igualdad morfológica. Partimos en todos los casos de una similitud que, por diversos motivos, acaba tornándose en una repetición de forma. Así la analogía morfológica parece ser el mayor cauce para la acuñación de homonimias. Los homónimos suelen surgir de parónimos que convergen en un terreno común. El parónimo siempre tiene dos perspectivas diferenciadas: una de semejanza y otra de diferencia que
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acaban coincidiendo plenamente en una homogeneidad morfológica que puede causar algunos problemas como en el caso de informe (de informar o de sin forma). Notamos que en la última procedencia, con el significado de sin forma, existe un prefijo negativo del que carece el verbo informar. La semejanza morfológica acaba resultando en una igualdad absoluta producida por una alternancia de grafemas que convierte a dos palabras casi idénticas morfológicamente en sinónimos semánticos. Tal es el caso de calidad y calidez, voces que pueden enfocarse desde múltiples perspectivas, siendo la primera la de la semejanza formal (paronimia); la segunda, la de la pertenencia a campos semánticos dispares si tenemos en cuenta los significados de mayor frecuencia; la tercera, la de sinonimia si pensamos en el significado en desuso de calidad tomado en el sentido de calidez; y, finalmente, la cuarta, por no resultar demasiado prolijos, la de la homonimia entre el significado común de calidad (algo de valor) y el tendente a la extinción (la característica de lo cálido). Con esto comprobamos cómo las paronimias morfológicas desembocan en un complejo entramado semántico que asemeja un jeroglífico. Las diversas razones para acuñar el ingente caudal de homonimias son las siguientes: – los acortamientos: el mimetismo lingüístico y el deseo de economía hacen que ciertas morfologías tiendan al acortamiento. Podemos distinguir dentro de este grupo dos tipos diferentes: los que pierden el elemento prefijal o sufijal, incapaz de funcionar independientemente, y los que pierden una palabra plena dentro de las dos que formaban el compuesto original. Lüdtke (1974:52) señala que la simplificación de for-
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mas es un acicate para la memoria, sobre todo en el caso de ésas que se han formado por analogía. En el primer grupo incluimos la aféresis de atestar que pasa a testar, dando lugar a una cohabitación de redes semánticas bajo una representación morfológica común que no responde a un lexema sino a tres. Igual caso es el de desnudo y su variante nudo, forma coincidente con la que significa atadura. En inglés podemos señalar ciertos casos curiosos de acortamientos que dan lugar a homonimias, por lo tanto, incrementando la ambigüedad con respecto al patrón de partida. Tal es el caso de atomy, forma producida por el acortamiento de anatomy y de la que se eliminó la forma an– (artículo indeterminado), causando una homonimia accidental con la morfología coincidente que casa con el significado de átomo. Otro ejemplo peculiar de alteración morfológica, causada por la ambigüedad fonética de las alternancias del artículo indeterminado inglés, es el de a napron que evolucionó a un uso incorrecto causado por la homofonía con an apron, forma que quedó fijada en el idioma dando lugar a una homonimia gramatical externa de verbo y sustantivo, conllevando éste un alto nivel de polisemia en su microestructura. Los acortamientos también pueden proceder de la derivación regresiva (backformation), como sucede en bay, décimo lema del Webster, procedente de baize, voz que suele referirse al tapete de fieltro verde que cubre las mesas de billar o las de juegos de cartas y que origina homonimia con el significado de bahía. La lengua inglesa también muestra un amplio mestizaje con formas de otras lenguas que dan lugar a homonimias causadas por apócopes. Pensemos en la grafía cab/kab, voz hebrea que designa a una unidad de
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capacidad equivalente a dos cuartos de galón y que coincide en forma con la voz coloquial escocesa referida a la acción de hurtar (purloin), con el acortamiento de cabriolet (cab) referido a los carruajes tirados por caballos y a otros medios de locomoción, como las famosas taxicabs, cuya morfología muestra un doble recorte por truncarse el compuesto y la terminación –in, pasando del original taxicabin al breve cab. La fertilidad de esta forma no acaba aquí, sino que se extiende también a cabochon, nueva reducción morfológica que provoca otra encrucijada homónima hacia cab y que se refiere a una piedra preciosa semipulida y sin cortar. La morfología cab extiende sus redes también a otras categorías funcionales como la verbal to cab (en cuyo caso existe conexión semántica) con el significado de viajar en uno de los medios de transporte mencionados anteriormente y al adjetivo de origen incierto que califica a algo pegajoso o sucio. Para complicar todavía más el panorama, podemos añadir que cab es asimismo una abreviatura de cabin, cabinet y cable. En el caso de la composición del inglés encontramos acortamientos que provocan homonimias como sucede en el caso de mole (molecular weight) y mole (topo). En otros ejemplos lo que llama la atención es que la eliminación del sufijo produce homonimia con respecto a otra voz, como en el acortamiento de canister, que resulta en can, forma a la que también se llega por el acortamiento de canvasback duck. Así se forma una red de homonimias mixtas en las que se encuentra la homonimia absoluta del verbo can (enlatar) con respecto al modal can (poder), y el calco homonizante, necesario por atender a una peculiaridad cul-
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tural, de can con respecto al original khan, como en Aga Khan... Dentro del grupo de compuestos de dos artículos léxicos en castellano encontramos el caso de moto. El acortamiento de motocicleta da lugar a una homonimia con respecto a moto con el significado de hito, y el de automóvil produce auto, forma coincidente con la que alude a la representación teatral. – las variantes morfológicas vocálicas y consonánticas: éstas causan homonimias como la de la voz orca que se alterna con urca, portadora asimismo de la significación de tipo de embarcación de transporte. El caso de calidad también debería incluirse en este grupo dado que la paronimia ha desembocado en homonimia con oscilación morfológica de calidez a calidad. – las variantes dialectales: anteriormente hemos visto ejemplos de homonimias causadas por alternancias grafemáticas naturales. Pero en otros casos, la convivencia de variantes dialectales de una misma lengua causa el incremento de homonimias. En inglés existe homonimia entre bill (pico), bill (factura), bill (bull, variante escocesa con el significado de toro) y bill (bell, cry of a bittern). Otro caso es el de mess, variante británica de mass. En el caso de la homonimia, el escocés parece ser un prolífico acuñador. Por no resultar alargarnos en la enumeración de ejemplos, citaremos el solo caso de mug, tipo de oveja cuyos mechones de lana le recubren la cara, y que causa homonimias, por ejemplo, con la voz que designa a las tazas de café que no se acompañan de plato. – las uniones de verbo genérico y objeto: también son causantes de acuñaciones homónimas los compuestos de verbo genérico y sustantivo que mimetizan de
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verbos simples de significación plena. Tal es el caso de hacer el mimo, formación compuesta de un verbo casi vacío de semántica, ya que hacer simplemente indica acción, igual que cualquier otro verbo, y un sustantivo, mimo, parónimo del verbo mimar, de rango diferente en lo concerniente a la semántica y la categoría gramatical. Así el verbo vacío hacer se convierte en verbo pleno mimar al fundir en una unidad léxica la indicación de acción (morfema verbal –ar) con el sustantivo pleno mimo. Sin embargo, el que éste sea un uso acreditado en la lexicografía (DRAE) no nos basta para justificar su aceptación porque, entre otros motivos, pensamos que no goza de frecuencia y no es vox populi entre los castellanoparlantes, quienes tienden a usar las formas representar con gestos, hacer una pantomima o actuar de mimo. Además, creemos que causa una homonimia innecesaria con el verbo mimar, tomado éste del contexto afectivo. Para ejemplificar nuestro parecer usaremos una frase aséptica tal como alguien está mimando en la calle en la que incluso hemos introducido el ambiente callejero propio de las representaciones de los mimos: tras haber preguntado su opinión a lingüistas y no lingüistas, todos reconocen haber pensado únicamente en el sentido cariñoso de la palabra y en la cojera oracional producida por hallarse desprovista la oración del complemento indicativo del objeto o persona sobre la que recaen las carantoñas. Nadie había pensado en la posibilidad de que se tratase de un espectáculo. A continuación planteamos una segunda alternativa representada por la oración un mimo está mimando en la calle y las cuestiones que se plantearon fueron dos: ¿a quién mima el mimo? (indicador de que se sigue tomando el verbo en el sentido afectivo),
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y en caso de que el mimo no se mime a él mismo ni a otra persona y mimar signifique representar en silencio, por medio de gestos y movimientos, ¿no sería la oración redundante? Esto nos vuelve a reafirmar la opinión de que la lexemática se encuentra en un nivel superior al de la sintaxis, y de que el registro de mimar como alternancia semántica de dos significantes diferenciados nunca debiera haber tenido lugar. – los calcos morfológicos: pensemos en las expresiones de los niños pequeños quienes, por ejemplo, dicen timón de alguien que tima en vez de llamarle timador. De esta manera se producen dos sentidos diferenciados: el del estafador y el del mecanismo que gobierna barcos y aviones. Como podemos comprobar este tipo de homonimia, igual que otras tantas, sería fácil de evitar, por venir de un calco morfológico, de algo que resuena en la mente de los niños, porque lo han oído anteriormente y se adhieren a lo que les suena fonéticamente, al primer parónimo que les viene a la mente. En realidad, el proceso es el mismo que el del calco semántico homonizante, ya que se aumenta la carga semántica de una voz en uso, pero en el caso que analizamos, sin influencia de una lengua ajena. Mas lo que tiene de tierno y encantador la lengua de trapo de los niños no resulta tan agradable cuando procede de un adulto. Para ello vamos a fijarnos en el tratamiento del verbo moquetear. Pensamos que el empleo de este verbo para designar al acto de moquear o echar mocos (DRAE) es un calco morfológico basado en la analogía, que ha ampliado el uso original referido al acto de dar puñetazos en la cara de alguien, especialmente en la nariz. En el DUE figura como voz monosémica que designa a la acción de dar puñetazos, en el DAEA, el DAL y el NEI no aparece dicha morfología.
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La comparación entre las diversas fuentes lexicográficas nos hace cuestionar la validez de introducir en un diccionario una palabra de seguro registrada en un medio de difusión por la pluma de algún escritor o periodista y, en consecuencia, perteneciente al nivel habla. Pensamos que la santificación en un diccionario debe pertenecer a las palabras de la lengua comunitaria, y no a usos particulares de limitada extensión, que dan lugar a homonimias, quizás procedentes del empleo incorrecto del vocabulario, del esto me suena, y creo que se ajusta a lo que quiero decir porque, además, parece más pintoresco que el supuesto sinónimo. La refrenda de ciertas palabras traídas de la mano del calco morfológico hará de seguro que otros usuarios comiencen a emplear la voz, pero al mismo tiempo disminuirá su intensión semántica, pues el significado se volverá innecesariamente ambiguo. En este sentido, los escritores deben ser muy conscientes de que los juegos malabares con el vocabulario, intencionados o causados por pura ignorancia, pueden resultar llamativos a primera vista, pero si esto es así es porque resalta más lo que rompe las reglas del juego. – la evolución de los arcaísmos: las formas antiguas evolucionan fonéticamente dando lugar a representaciones morfológicas que confluyen, de modo natural o por forzamiento mimético, con voces ya existentes. Tal es el caso de laund, forma arcaica que ha evolucionado hacia la forma lawn; de este modo se originan dos ejes semánticos alrededor de esta grafía: el de prado y el de estopilla. – los coloquialismos y vulgarismos: baste citar el caso de tipa, coloquialismo para constituir el femenino de la forma masculina tipo (individuo) y voz homónima de la que designa al árbol sudamericano llamado
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tipa. No obstante, si bien este ejemplo representa un vulgarismo de la lengua también puede analizarse desde la simple perspectiva de adición del morfema –a de femenino, porque, tal como estamos viendo en muchos de los casos analizados confluyen varias vías para llegar a la homonimia. En el caso del inglés encontramos la forma coloquial cop (policía) producida por el acortamiento de copper que da lugar a homonimias con los significados de top, capture y con otros artículos léxicos abreviados procedentes de copper, copulative, copy y copyright. – la adición de prefijos: pensemos en la palabra reo y en el subsiguiente correo que designa a la pluralidad de acusados culpables de un mismo delito. Este correo coincide morfológicamente con el que designa al servicio público de envío de correspondencia. El prefijo repetitivo re– es muy productivo en la creación de homonimias que coinciden morfológicamente con otras voces encabezadas por los grafemas r y e que nada tienen en común, salvo la similitud de forma, con la adición prefijal repetitiva. Baste citar los casos de recatar y remesar, voces que comportan la dualidad semántica de cubrir con decoro y catar en repetidas ocasiones, y hacer remesas y tocar la barba repetidamente, forma esta última susceptible de uso reflexivo. Conviene decir con respecto al uso de prefijos que dos artículos léxicos homónimos siguen siéndolo a pesar de sus posibles derivaciones. Así sucede, por ejemplo, en arrendar, forma que comporta los significados inconexos de alquilar y de poner riendas, acciones que desembocan en verbos prefijales antonímicos como son desarrendar en el sentido de quitar las riendas a
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un caballo y levantar el alquiler de una casa. Ya que los primitivos verbales eran homónimos entre sí, también lo son sus derivados. Idénticas observaciones pueden realizarse con respecto a la morfología baleo que origina el verbo balear con variante prefijal abalear homónima de la que significa separar cereales. Las variantes correspondientes a ambas formas, abaleo 1 y 2, continúan siendo homónimas. En cuanto a la lengua inglesa, encontramos la homonimia de distemper (moquillo) frente a la de distemper (pintura al temple), como indica el Chambers. – los aumentativos y diminutivos: pensemos para ello en capazo, palabra que designa tanto a una cunita de mimbre (ausencia de morfema aumentativo) como al movimiento y golpe que se dan con una capa (adición de morfema aumentativo). – la alteración del morfema de género es otro mecanismo causante de la homonimia como acabamos de ver con respecto a tipa. En el caso de tipo, forma masculina, también existe coincidencia morfológica con la significación de figura o porte. Incluso este último sentido que debería encontrarse despojado de connotaciones dentro de un texto o discurso, suele asociarse con lo que la moda actual considera un cuerpo bello hablándose, por lo tanto, de tener tipo, tipazo o tipín como sinónimo de tener buen tipo o una silueta de acuerdo a los cánones estéticos imperantes. – la formación del plural, bien sea regular o irregular también puede desembocar en homonimia, como sucede en dies, plural regular de die (dado), que causa homonimia gramatical, en el sentido que le atribuye Matthews (1991:27-29), con respecto a la tercera persona del singular del presente del indicativo del
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verbo to die (morir). Al mismo tiempo, el plural irregular de la misma palabra die, dice, también es causante de homonimia con respecto al verbo to dice (jugar a los dados). – la formación del pasado: muchas formas verbales de pasado simple muestran coincidencias morfológicas y desconexión semántica con ciertos sustantivos. Las homonimias de bore (pasado de to bear y sustantivo que designa a un taladro o a la subida de la marea) se extienden más allá de la prolificidad gramatical de la propia familia, igual que sucede con dove, pasado de to dive (bucear) que muestra una homonimia accidental con respecto a dove con el significado de paloma. – la reducción grafemática supone un intento de simplificación y economía morfológica que calca de lo fonético. Ax procede de ask y representa un intento de minimalismo gráfico que coincide con ax (axe) con el significado de hacha y con el verbo consiguiente de iguales variantes y familia léxica. Asimismo ax es la abreviación de axiom y de axis. Cabe señalar que hacha, en español también comporta homonimia, si bien causada por otros motivos. – la adición del morfema femenino, como sucede en mica (mineral) y mica (hembra del mico). En la actualidad existe una tendencia a nombrar a las especies animales desde la perspectiva masculina, obrando en contra del criterio histórico en el que la antonomasia se extendía del género femenino al masculino, como en las zorras y las monas, para designar tanto a hembras como a machos de la especie. – las onomatopeyas pueden reproducir sonidos similares de cosas que no tienen nada en común, salvo el parecido fonético que se encarna gráficamente en
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una comunidad morfológica, pero no léxica. Tal es el caso de cricket, voz que designa tanto al grillo como al deporte que se juega sobre la hierba. En este caso la similitud entre el sonido que produce este insecto y el ruido que se origina con las pelotas en el juego de los partidos de cricket ha sido una coincidencia fortuita. Otro ejemplo es el de low, palabra que equivale al moo (mu en español), es decir, al sonido que emiten las vacas y los bovinos. Low causa homonimias con otros significados del inglés como el del sustantivo montículo o el del adjetivo bajo. – la antonomasia o tipificación de nombres propios como representantes de una clase da lugar a homonimias. En inglés, el nombre propio Gill, acortamiento de Gillian, ha quedado fijado como representante de novia o amiga especial (sweetheart), causando homonimias con respecto a otros significados de gill como los de agalla, por citar un único ejemplo. Lo mismo sucede con el apodo masculino Jack, procedente de John, que, como indica el Webster, suele figurar junto a la anteriormente mencionada Gill en el dicho every Jack must have his Gill. Además, Jack, voz que ha quedado fijada como sinónimo de guy o buddy, formando homonimias con respecto a la palabra jack (de jacket). – los anglicismos aclimatados: resulta de agradecer el intento de adaptación morfológica de palabras de voces foráneas que invaden el español. Sin embargo, y a pesar de los intentos de la RALE por asentar dignamente estas palabras a la morfología y fonética del español observamos cómo se continua usando la grafía, e incluso la pronunciación anglosajona, en mayor medida que la adaptación española. Sin embargo, algunos de estos intentos han causado homonimias ab-
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solutas, difíciles de resolver por dar lugar a la ambigüedad, que chocan con otras palabras de nuestro idioma. La forma tique (DRAE y DUE) como aclimatación de ticket ha causado homonimia con una forma preexistente en nuestra lengua que, como indica el DUE, designa a “cierto árbol cuyas hojas están cubiertas de escamillas de aspecto metálico”. A nuestro entender, además esta voz constituye un préstamo innecesario por tener un semema ya existente en castellano en los lexemas billete o boleto. Debido a estos motivos, y a que se ha solapado un significado procedente de un significante inglés, se ha creado una homonimia que estimamos innecesaria. – la traducción de los falsos amigos: el origen de los calcos semánticos se encuentra en la traducción rápida y fácil de las voces parónimas de dos idiomas diferentes. Así se asienta un significado que ya existía en español asociado a otro significante, sobre otro significante español que no mantiene relación con el significado objeto de estudio. Es decir, en dicho juego entran en acción dos significados y dos significantes, cada uno de ellos casado con su pareja desde siempre, produciéndose una especie de intercambio de parejas léxicas en las que siempre hay dos que salen perdiendo: un significado autóctono cae en desuso, mientras que un significante aparentemente enriquecido, según opinan algunos, es violado por un agresor. En el caso que nos ocupa, y dado que generalmente es el inglés la lengua invasora, podemos decir que la unión primigenia de significante español con significado español se ve quebrada cuando entra en el terreno de juego el significado inglés uniéndose al significante español. Al menos, de dicha unión surge un sinónimo anglizante hermanado con una voz autóctona.
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Niche y nicho eran, hace años, falsos amigos, cuya traducción cómoda ha originado un calco semántico. La palabra niche es altamente polisémica en inglés, mientras que en español su uso en el pasado reciente se restringía, como indica el DMILE, a las hornacinas y a los huecos funerarios. Pensamos que el léxico de la economía ha sido el causante de que el conocido market niche, que alude a la cota de mercado, se haya traducido a nuestra lengua como nicho de mercado. Como vemos, dos son las causas de la acuñación de calcos semánticos: primero, la traducción de falsos amigos y, segundo, la difusión del uso de estas nuevas aplicaciones lingüísticas. No obstante, no podemos ser tan simples como para decir que la traducción de los falsos amigos sea exactamente lo mismo que un calco semántico, ya que éste supone un paso adelante llevado de la mano de la difusión de uso. En este caso, la refrenda del uso comunitario se representa por medio del registro lexicográfico. Llegados a este punto, conviene señalar que el genérico denominador calco semántico se suele referir a los de tipo homonizante, tema en el que insistimos a lo largo de nuestro estudio. Sin embargo, todos nos damos cuenta de que el anteriormente mencionado niche no responde a un calco homonizante, sino polisémico. Para sostener nuestra opinión, nos basamos en que la voz niche es polisémica en inglés y, además, en español, se sigue manteniendo la referencia común al sema lugar. Por dicho motivo, pensamos que lo que se había expresado hasta el momento como una generalización debe ceder el paso a una denominación más rigurosa y diferenciada en dos vertientes opuestas: la de los calcos semánticos homonizantes, y la de los calcos semánticos polisémicos.
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4.3. LOS TIPOS DE HOMÓNIMOS Distinguimos en este apartado dos tipos generales de homonimia: la accidental y la forzada. Dentro de la homonimia accidental, incluimos diversos procedimientos propios de todas las lenguas que hacen que dos o más voces confluyan en una identidad morfológica. Sin embargo, no consideramos a estas técnicas como forzamientos que busquen deliberadamente la homonimia, sino que la causan de modo natural debido, principalmente, al deseo de economía lingüística, de alcanzar la brevedad en el mensaje a través de un léxico conciso. Estos procedimientos naturales, que ocurren dentro de una lengua y no suponen influencias del exterior, son inherentes a todas las lenguas y nada tienen que ver con los causados, en mayor o menor medida, por la convivencia con otra idioma, especialmente el inglés que se ha convertido en lingua franca de comunicación internacional. Estos calcos, procedentes, en general, de la traducción de los falsos amigos conducen, lenta e inexorablemente, a convertir al español en lengua vasalla del inglés, sobre todo en lo que se refiere a la expansión del español de la ciencia y la tecnología. Pasaremos, a continuación, a explorar las dos grandes ramas de la homonimia que se escinden posteriormente en diversas ramificaciones: Dentro de la homonimia accidental, encuadramos la homonimia absoluta y la parcial que, a su vez, se divide en varios subgrupos en los que las consideraciones de homografía y homofonía tienen su razón de ser. Pensamos que, si bien, las diferencias grafemáticas y fónicas tienen una repercusión mucho mayor en la len-
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gua inglesa, también afectan al establecimiento de diversas tipologías en la lexemática del español. Los homónimos absolutos, denominación equivalente a la de Lyons (1995:55), deben cumplir tres condiciones: desconexión semántica, igualdad gráfica y equivalencia gramatical de las formas. Uno puede proceder de la lengua vernácula y el otro ser un término importado para designar una realidad sin denominación en español referida a algo inexistente en nuestra vida cotidiana, pero que, sin embargo, forma parte del entorno cotidiano de otras culturas: – llama: lengua de fuego (latín: flamma) – llama: animal lanífero del Perú (quechua) – llama: terreno pantanoso (latín: lama) El DRAE tan sólo recoge dos entradas homónimas de esta voz, mientras que el DUE refleja tres lemas. Sin embargo, estamos de acuerdo con el criterio de frecuencia que muestra la primera obra, frente al panorama más desordenado de la segunda. Otro ejemplo es el de hacha con el significado de herramienta cortante, forma derivada del francés hache, o con el de vela de cera, procedente del latín. Con respecto a estas dos palabras homónimas, llama la atención que en el DRAE figure en primer lugar el lema referido a la vela de cera, ya que el nivel de frecuencia de los significados de las voces debería ser el primer criterio para la ordenación lexicográfica. Las formas derivadas de las dos significaciones de hacha (hachero, hacho...) siguen la misma disposición. Los adjetivos gentilicios españoles no conllevan el empleo de inicial mayúscula, como sucede en inglés, por lo que en este caso perdemos la marca distintiva de subcategorizaciones nominales. La lexicografía re-
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gistra casos de homonimia entre adjetivos y nombres de procedencia toponímica y nombres y adjetivos de oficio, como en jarrero, morfología que designa al residente o nativo de Haro y a la persona que hace jarros, caso que se trata de una homonimia absoluta o total. En contraste, las casaciones morfológicas entre gentilicios y topónimos sí comparten un vínculo semántico, por lo que, a nuestro entender, no constituyen casos de homonimia por más que la lexicografía los registre en lemas diferentes. Tan asturiano es el nacido en Asturias, como la fabada, la manzana o la sidra asturiana, aunque a ésta le hayan salido imitadores. Del mismo modo, podemos aplicar el adjetivo árabe al nacido en tal zona, al idioma que se habla allí y, por extensión, a lo típico de esos países, e incluso a lo que imita tal aspecto; todas éstas son realidades vinculadas que la lexicografía tiende a desvincular y, en este sentido, no estamos haciendo ningún tipo de consideraciones diacrónicas. La diacronía es, sin embargo, la causante de muchos homónimos, ya que hace que dos o más parónimos confluyan a lo largo del tiempo. Tal es el caso de indio, referido tanto al indígena de la India como al color azul (índigo) y al elemento químico que, cuando entra en combustión, refleja dicha tonalidad, caso éste que se trata de una extensión semántica, es decir, de polisemia. También podemos mencionar el ejemplo de luquete, producto de la evolución del árabe (mecha) y del italiano (candado o cerradura). Los homónimos o palabras de morfología coincidente sin conexión semántica también se ven afectados por significaciones finalmente antagonistas, lo que conduce al enlace del homónimo 1 con un sinónimo y a la unión del homónimo 2 con otro sinónimo propio,
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que, una vez enfrentados, demuestran ser contrarios en significado, aunque no antónimos propiamente dichos pues no se mueven alrededor del mismo eje semántico, sino en campos diferentes. Pensemos en el caso de cleave que comprende dos morfologías homónimas de significados enfrentados que, como indica el Chambers, pueden sustituirse por los sinónimos to split (partir, separar, rajar) en el lema 1 y por to stick (pegar) en el lema 2. Separar y pegar indican procesos contrarios, aunque uno se realice con un cuchillo, por ejemplo, y el otro con pegamento o agua (unión de las ropas húmedas al cuerpo). Hemos llegado, por lo tanto, a procesos contrarios a través de derivaciones de una misma identidad morfológica, pero, no obstante, no podemos decir que se trate de antónimos, sino simplemente de verbos antagonistas derivados de diferentes ejes semánticos, pues pertenecen al campo de partir con un cuchillo, un dedo, o cualquier otro objeto para practicar una escisión (lema 1) y al de pegar con agua, harina, pegamento..., es decir con algo físico o figurado, como puede ser el acto de adhesión anímica o de solidaridad con un grupo de personas. Dejando atrás el tipo de homonimia absoluta o total, otro tipo es la parcial que no causa problemas por varios motivos: – compartir en muchos casos rasgos gráficos o fonéticos diferenciadores. – pertenecer las palabras a distintas categorías o subcategorías gramaticales. Un buen ejemplo de homonimia gramatical, en el que, además, podemos mostrar la influencia del español en el inglés es el de don, voz que tiene la significación de señor y que procede del acortamiento de la forma latina dominus, de morfología coincidente con el
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verbo to don, contracción de do on, con el significado de to put on articles of clothing. De todo lo expuesto se desprende que los homónimos parciales muy difícilmente darán lugar a vaguedad semántica por resultar difícilmente intercambiables. En los casos de polivalencia gramatical en las diversas construcciones sintácticas, también será fácil distinguir una voz homónima de otra, puesto que no existe conexión semántica entre ellas. No obstante, y para complicar más el asunto, también encontramos otros verbos que comparten morfologías correspondientes a diferentes tiempos verbales y a diferentes lexemas. Incluimos en este grupo a las formas lying (participio de presente de to lie con el significado de mentir y de yacer), y lay (presente del verbo to lay con el significado de poner o colocar, y pasado del verbo to lie con la significación de yacer o estar ubicado). En el caso de los verbos de la primera conjugación españoles encontramos una gran productividad con respecto a ciertas formas adjetivas. Baste con citar modular o anular, dos ejemplos similares a primera vista, pero portadores de un análisis contrastivo. El primer ejemplo se refiere a una misma familia de palabras procedentes de módulo, homonimia, según Lyons (1977:550-569), de distinta función pero del mismo campo semántico, y de la que hablaremos más adelante en este estudio. En el segundo ejemplo, en contraste, nos hallamos ante una homonimia accidental de distintos étimos y una misma forma referida al acto de anular (verbo) y a lo referente al anillo (adjetivo). Podemos, por lo tanto, sostener que anular pertenece a la homonimia, puesto que ésta se rige por la desconexión semántica.
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Otra morfología homónima, que coincide fortuitamente en el nivel grafemático sin compartir ningún vínculo semántico, es art (sustantivo y forma arcaica de la segunda persona del singular del presente del verbo to be) con pertenencia a distintas categorías gramaticales. La homonimia parcialmente homógrafa y homófona constituye un grupo intermedio entre los homónimos parciales homógrafos y los homófonos. Este grupo viene propiciado por una falta de simetricidad absoluta en lo gráfico y en lo fónico causada por el registro escrito (la tilde) y oral (la fuerza entonativa). Pueden incluirse en este grupo las palabras con variantes de diferentes categorías nominales (Papa, papá, papa) o de categorías mixtas, como sucede en ala (apéndice sustentador), ala (interjección), alá (interjección) y Alá (el dios de los musulmanes). La homonimia parcial homófona enlaza con la igualdad fonética, es decir con la homofonía, y con la diferencia de función sintáctica, como sucede en haya, halla y aya, homófonos en castellano (no sucede lo mismo si nos dirigimos al cono americano, en el que este grupo debería ser bautizado como parcialmente homófono y homógrafo). Sin embargo, la forma haya referida a un tipo de árbol del norte de España es homónima de haya con el significado de regalo o gratificación. Sin duda a la confluencia léxica de voces parónimas se ha llegado mediante pequeños acercamientos fonéticos que quedan registrados también en lo gráfico. La lengua inglesa plantea graves problemas en la clasificación de homónimos, homógrafos y homófonos, dada la disfunción entre grafía y fonética. En contraste, un homónimo absoluto en español es homófono y homógrafo.
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También existen casos en inglés de homónimos homógrafos, pero no homófonos. Así sucede en los casos de minute (sustantivo y adjetivo) sin conexión semántica, y de lead que responde a los equivalentes españoles de plomo y primacía; sin embargo, mientras que el caso de minute supone un ejemplo de homonimia parcial, por implicar distintas categorías funcionales que originan un menor grado de ambigüedad, el de lead supone en los usos sustantivos un caso de homonimia total, que puede hacerse parcial si contrastamos lead, tomado en el sentido de plomo, con el verbo to lead. En cambio, live, forma que responde a dos pronunciaciones diferentes según se trate de verbo o adjetivo, no se puede encasillar en el mismo grupo que lead puesto que las dos categorías funcionales, la verbal y la adjetiva, pertenecen al mismo lexema y, por lo tanto, implican una unidad semántica que no consideramos homonimia. La homonimia forzada no procede de una convergencia morfológica que ocurre de modo fortuito como sucede en los ejemplos analizados anteriormente. Este nuevo tipo proviene de la inducción buscada o no por los hablantes de una lengua. Muchos de los casos que analizamos en este apartado proceden de juegos de palabras (homonimia inducida), de la búsqueda de brevedad léxica (homonimia producida por acortamientos incorrectos que calcan de otras formas de la misma lengua), y de calcos homonizantes de una segunda lengua que pueden resultar beneficiosos o nocivos para el español. Veamos ahora las variantes de homonimias forzadas: Entre el tipo de homónimos inducidos, que se dan mucho en juegos de palabras y en chistes, encontramos los causados por la adición del morfema femeni-
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no y su consiguiente variación de género. Así sucede en la voz mica, que denomina tanto a un tipo de mineral brillante como a la hembra del mico. Mica y mico no son homónimos sino parónimos, pero la adición del morfema de género femenino es la causante de esta homonimia. Pensamos que estos casos son los que explotan los juegos de palabras, tales como el del manido refrán aunque la mona se vista de seda, mona se queda, puesto que se habla del mono y del mico como representantes de su especie, igual que se hace con la palabra hombre para designar a la especie humana. En un principio la palabra mona designaba a la especie animal, al macho y a la hembra y este juego de palabras utiliza dos categorías gramaticales diferentes que algunos autores (Matthews 1991:27-29; Lyons 1977: 550-569) consideran auténtica homonimia, y cuya atribución discutiremos más adelante. Otro grupo es el de los homónimos forzados por el calco morfológico: el parecido en forma, o paronimia, es un asunto fácilmente identificable que puede desembocar en la igualdad morfológica, pero creemos que en este contexto existen formas intrusas que irrumpen en la representación de forma de otras voces calcando de ellas, principalmente, debido a su economía lingüística. Pensamos que éste es el caso de acerar, verbo denominal usado tanto en el ámbito de acera como de acero. Creemos que acerar pertenece por derecho propio a la técnica de bañar en acero, por analogía con dorar, platear... y que la forma acerar, con el significado de poner aceras, es un préstamo verbal que ha adoptado el sustantivo acera por no tener un verbo económico propio. Habitualmente se dice que están poniendo aceras en una calle, y no que la están ace-
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rando. Aunque el DRAE recoge este uso, del que indudablemente existirán registros escritos, pensamos que es el índice de frecuencia el que debe demarcar la representación lexicográfica de unión entre significado y significante. De no ser así, se producirá un aumento alarmante de homonimias innecesariamente basadas en significantes prestados de otras formas parónimas. Habiendo preguntado a una pequeña muestra de hablantes nativos, ninguno declara usar el verbo acerar en el contexto de poner aceras, por resultarles algo rebuscada la aplicación de esta forma verbal. Un caso más es el de mimar, forma que recoge el DRAE para designar al acto de hacer el mimo, significado que, sin embargo no recoge el DUE, que se limita a explicar el significado de la voz mimar en el sentido cariñoso y familiar que comúnmente se le atribuye. Si bien pueden existir hablantes que utilicen esta forma para aludir al acto de hacer el mimo, uso que seguramente datará de alguna fuente escrita u oral, somos de la opinión de que no deberían registrarse lexicográficamente estas formas dado su bajo nivel de uso que, además de incorrecto, juzgamos un calco morfológico de la auténtica forma mimar. Los homónimos forzados por calcos semánticos foráneos, los calcos homonizantes, constituyen una tipología muy prolífica en los usos de la ciencia y la tecnología. Empleamos una nueva denominación en lugar de la tradicional designación de calco semántico porque creemos que ésta puede dar lugar a equívocos con cualquier tipo de ampliación semántica, como puede ser la polisemia. Conviene mencionar que el surgimiento del calco semántico implica un calco morfológico que adapta una voz foránea a un parónimo preexistente en la lengua
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de acogida. No obstante, también pueden darse calcos semánticos dentro de una misma lengua, como sucede en el caso de calidad y calidez. Evidentemente este proceso de aclimatación idiomática afecta tanto a la semántica como a la morfología, por lo que el entronque tiene lugar en el recurso morfosemántico conocido como homonimia. El generativismo se plantearía si vino antes la semántica o la morfología y nuestra opinión es que el significado llegó primero y se cobijó en una forma parecida de nuestra lengua. Nuestra creencia es que este proceso se origina del mucho leer y pensar en un idioma extranjero haciendo que el léxico de la lengua inglesa, por citar un caso, se aloje en nuestro baúl mental dando pie a que, cuando los pensamientos se encarnan en palabras, se acomoden a una forma puente entre las dos lenguas. Dicha forma puente enlaza la semántica original de la lengua foránea con la morfología autóctona del idioma receptor, causando que sea precisamente este último, y no la lengua de partida, el que tenga que doblegarse en el nivel morfológico, alterando la voz base y aclimatando la voz meta y, también, en el nivel semántico, por haber claudicado, causando una homonimia innecesaria, ante una invasión extranjera cuyo significado ya se encontraba amparado en la lexemática autóctona. Por todo lo expuesto anteriormente pensamos que, quizás, la denominación calco semántico adolezca de algunos problemas, ya que la semántica como significación concreta del término en cuestión se encontraba presente en un vocablo autóctono. Más bien deberíamos hablar de calco homonizante para tratar de definir este proceso con mayor exactitud, dada la ambigüedad de la expresión calco semántico. Creemos que este término adolece de cierta oscuridad porque
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un calco semántico puede referirse tanto a la polisemia como a la homonimia, es decir, al aumento cuantitativo de la carga de significados de una palabra y a su disminución cualitativa. Además, los calcos que estamos analizando no desembocan en una, sino en pluralidad de palabras por conllevar dos o más significantes y dos o más significados. Sin embargo, un calco semántico de tipo polisémico no conduce a una pluralidad de voces. Ponemos el ejemplo de banco, palabra que, en castellano, no tiene el significado de orilla del río, pero que usan algunos extranjeros calcando directamente del inglés, lo que incrementa la carga semántica de esta voz y aumenta el nivel de polisemia en nuestra lengua. Pensamos que el término que mejor puede resumir el proceso de préstamo interlenguas de morfología convergente y semántica divergente es el de calco homonizante, ya que dicho término implica una adaptación lingüística de una segunda lengua que aboca a la homonimia en la lengua de acogida. En realidad, no hablamos de calco homónimo porque no es tal en la lengua base ni tampoco se pretende que lo sea en la lengua meta, sino que surge como resultado accidental del intercambio de parónimos y sus correspondientes significados entre dos lenguas. En la raíz del problema se suelen encontrar las traducciones incorrectas de los falsos amigos pero no siempre ocurre así, por lo que vamos a dividir este tipo de préstamos en dos tipos: Los calcos homonizantes necesarios aportan ventajas a nuestra lengua española porque incorporan significados que no teníamos o cuya explicación sería engorrosa. Un ejemplo es el de la voz acre, que designa tanto a una medida inglesa de longitud de función
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nominal, como al adjetivo equivalente de áspero, por lo que encontramos una diferencia de función gramatical. En este ejemplo de homonimia contemplamos claramente la coincidencia absoluta entre dos palabras de lenguas diferentes, lo que sería un caso de homonimia interlenguas que pasa a ser intralengua al adoptarse el término extranjero en nuestro vocabulario. Estamos de acuerdo con este tipo de préstamos, ya que traen consigo una simplificación a la pesada reconversión de medidas de un sistema a otro. Evidentemente, la palabra acre supone la aclimatación al español de una voz inglesa, pero lo consideramos un caso muy diferente de los que analizaremos en el siguiente apartado, debido a varios motivos: la significación que comporta este término no tenía un correlato exacto y económico en nuestro idioma por lo que su introducción ha sido causada por la necesidad en la simplificación de las medidas. Además, se trata de una homonimia que no comporta problemas dado que afecta a diferentes funciones sintácticas. Otro sería el caso de las aclimataciones morfológicas de los lexemas-sememas que no existen en nuestra lengua, pero siempre podemos alegar que éstos no existen por resultar innecesarios ya que no atañen a la peculiaridad cultural, de transacciones económicas, etc. de nuestro entorno. Tal sería el caso de las adaptaciones al español de las festividades extranjeras que no afectan a nuestro modus vivendi y que, por tanto, no tienen un motivo sólido para codificarse en el sistema léxico. Sin embargo, somos testigos de cómo aumenta el número de registros de este tipo procedente de la inmigración o de la globalización cultural y lingüística a nivel mundial, hecho que redunda en una visión enriquecedora del mundo en que vivimos.
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A nuestro entender estas aclimataciones lingüísticas de fenómenos extranjeros de índole cultural, religiosa... que no contaban con una representación lexemática española, son un buen augurio del potencial de nuestra lengua como observadora de realidades. Tras este breve inciso, pasamos a los calcos homonizantes innecesarios, préstamos foráneos que no aportan nada a la lexemática española, y que condena Lorenzo (1980:105) por atender zonas de significación cubiertas por palabras españolas. Estos préstamos no hacen más que empobrecer la riqueza del español convirtiéndolo en una lengua vasalla a nivel cultural, técnico y, finalmente, lingüístico del inglés, lengua globalizadora por excelencia. Esperemos que en el futuro la situación cambie, misión que se encuentra en manos de todos y, en especial, de la comunidad científica y técnica, quien se deja llevar con excesiva tranquilidad por las traducciones cómodas de la lengua inglesa. Entre los casos más prolíficos de calcos innecesarios se encuentra la voz testar que constituye un anglicismo superfluo. Su sentido nos ha llegado por medio de las lenguas de especialidad (el vocabulario de los laboratorios) para suplantar, de modo innecesario, a traducciones correctas de to test tales como las de experimentar... Los tecnolectos suelen ser cómodos y generosos receptores de voces anglosajonas, sobre todo cuando éstas muestran un aspecto parecido con alguna voz autóctona. Los préstamos semánticos se adaptan a la morfología más parecida de la lengua de acogida, sin compartir ningún vínculo semántico y dando lugar a la homonimia. El DRAE y el DUE recogen las formas homónimas testar y testado, reflejando así fielmente el uso que hacen los hablantes de la lengua. Nos guste o no, el empleo
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de calcos semánticos foráneos, que no aportan nada nuevo a nuestro sistema lingüístico, es una realidad más evidente cada día, y un diccionario que pretenda estar actualizado en el modo en que hablan las diversas comunidades epistemológicas debe reflejar estos préstamos innecesarios cuando se convierten en uso generalizado. Testar, como indica el DRAE, se refiere a hacer testamento, a someter a control, e incluso a atestar, forma homónima producida por un acortamiento del verbo original. Este calco semántico ha alterado su morfología autóctona dando lugar a un híbrido de primitivo léxico anglosajón y terminación verbal española de verbos de la primera conjugación, produciendo tanto una morfología como un significado ya existente en nuestra lengua, por lo que lo consideramos una importación superflua que sólo redunda en detrimento de nuestra lengua. Intentamos desde estas líneas apelar a la conciencia de los colegas investigadores que importan, por voluntad propia, vocablos cuya justificación queda resuelta con los recursos propios de nuestra lengua. La condena tiene mayor razón de ser si consideramos que una importación obedece a un acuerdo económico beneficioso para dos países, mientras que en el caso que nos ocupa la única responsable de tal migración léxica ha sido la propia comunidad española. Si aducimos continuamente que nos gustaría que el español llegase a ser un idioma de difusión internacional, debemos emprender la labor erradicando en primer lugar los usos y abusos absurdos que sólo llevan a encumbrar, aún más, a una lengua que, si bien tiene más influencia que la española, goza de menor extensión mundial. Otra muestra del continuo crecimiento de los calcos está en el discurso científico y técnico, que incor-
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pora cada día nuevas significaciones que conviven e, incluso, suplantan a las formas autóctonas. El verbo inglés to support, tomado en el sentido de patrocinar o subvencionar, ha pasado a usarse en castellano con la forma soportar (Corchero 2002:18), palabra ya existente en castellano, pero nunca antes usada con tal sentido. El carácter dinámico de nuestra lengua y la influencia del inglés en la investigación técnica parecen ser las causantes de este tipo de préstamos semánticos, el nuevo cauce de entrada al incremento de las homonimias. También en internet, debido al poder arrollador de la lengua inglesa, se acuñan nuevos calcos homonizantes que proceden de traducciones rápidas del inglés, dando lugar a híbridos textuales a medio camino entre el español y el inglés. Un ejemplo de ello es el uso del adjetivo recordable que en castellano procede del verbo inglés to record con un significado ya existente en otro verbo castellano: grabar. Así, a la morfología recordable se le superpone el significado de grabable (Hi space recordable media y Fidelity-CD recordable media). Según apunta Quine (2001:170): “Una persona que traduce de una lengua extranjera a la propia puede incluso recurrir a homónimos sin más razón que la necesidad de dos correlatos distintos en su propio lenguaje para cubrir el ámbito de la palabra extranjera”. También encontramos calcos homonizantes de procedencia anglosajona que afectan a diferentes categorías gramaticales. Esta observación puede hacerse con respecto al calco concreto, adjetivo español que designa a algo específico y detallado, y que, con la posterior introducción y adaptación de la voz concrete del inglés, pasó a ser homónima de un sustantivo. Cree-
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mos que en este caso han sido los arquitectos e ingenieros quienes, por medio de rápidas lecturas y traducciones presurosas, han introducido este préstamo en el vocabulario español. Si comparamos este tipo de homónimos con los totales, vemos que los últimos se han producido de modo natural y accidental, dado que las morfologías parónimas tienden a confluir por un proceso convergente de la lengua. Sin embargo, los homónimos procedentes de préstamos semánticos homonizantes constituyen una introducción forzada por una comunidad epistemológica que no aporta ni una significación ni una morfología de la que no disfrutáramos en nuestra lengua. Los préstamos semánticos analizados pertenecen al campo de los anglicismos aclimatados (Lorenzo, 1996), pero dentro de ellos, son los que tienen menos razón de ser. Bauer (1988:68) opina así de este tipo de calcos: “Rather there seems to be a restriction on new words from whatever source to the effect that they should not mean the same as existing words or cause an embarrassing homonymous clash”.
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5. LA POLISEMIA
5.1. LA POLISEMIA EN LOS ESTUDIOS SEMÁNTICOS
LA POLIVALENCIA semántica de un mismo vocablo es la causa de la polisemia. La variación semántica es un rasgo inherente a las palabras, cualquiera que sea su función gramatical, y se forma por medio de continuos semánticos. Se supone que las palabras más comunes y genéricas son las más polisémicas y que los términos de especialidad apenas son polisémicos, pero esta creencia no se ajusta a la realidad y mucho menos cuando comparamos el español con el inglés (Vivanco 2002 b). La lengua española se revela como una lengua más imaginativa al tener un mayor número de polisemias producidas por metaforización que el inglés. Por medio de la polisemia las palabras se sobrecargan con una cantidad enorme de significaciones que no implican calidad, tomada ésta en el sentido de concreción, sino, más bien, lo contrario. Un verbo ge-
nérico como tomar parece absorber la significación de sus voces satélites, como en tomar un aperitivo o tomar aliento. Este tipo de verbos es difícil de definir cuando se desvincula de sus posibles acompañantes léxicos. El significado, en estos casos, se explica por medio de la distribución. Como señala Levin (1993 b), las características semánticas de los verbos se muestran sistemáticamente en sus configuraciones sintácticas. Enfocando la cuestión desde una perspectiva puramente teórica, y dado que la sinonimia absoluta es equivalencia semántica y la antonimia equivale a desigualdad semántica (en muchos casos, no existe una oposición polar), la polisemia, o extensión semántica de un significado a otro, supondría saltos semánticos a medio camino entre la igualdad absoluta (sinonimia total) y la desigualdad. Esta formulación, sin embargo, es imposible de llevar a la práctica por moverse los sinónimos y antónimos en una coordenada diferente a la de la polisemia. Las relaciones de sinonimia y antonimia se dirigen hacia los significados, mientras que la homonimia y la polisemia se mueven entre significados y significantes. Sin embargo, dentro de la polisemia sí podemos encontrar significados cercanos o similares y otros más alejados o antagonistas, pero nunca sinónimos o antónimos puesto que éstos implican la existencia de dos términos: el meta y el base. Los teóricos de la semántica suelen dividir la polisemia en dos grandes bloques: el de la polisemia construccional o sintáctica, que se apoya en la especialización contextual, y la extensión semántica, que une dos o más sentidos y aparece en las entradas lexicográficas genéricas. A continuación ofreceremos una breve visión de las principales opiniones sobre las di-
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visiones de la polisemia de los expertos en semántica, si bien creemos necesario decir que lo que habitualmente definen como polisemia sintáctica es, a nuestro entender, ambigüedad, anfibología, oscuridad o, incluso, incorrección gramatical. Pensamos que la polisemia, y también la homonimia, son rasgos léxicos que pueden afectar a la sintaxis, pero no creemos que tales características sean inherentes a la gramaticalidad. En la polisemia construccional al artículo léxico se le asignan uno o más sentidos abstractos cuyo sentido se puede especializar usando procesos de combinación sintagmática o cocomposición. Así, a la polisemia se la trata como una modulación de sentido, mientras que la extensión se representa con reglas léxicas. Los procesos morfológicos relacionados con la afijación explícita desembocan en efectos semánticos. Éstos acompañan a los casos de morfologías derivadas y alteraciones de función gramatical por medio de conversiones. Hale y Kaiser (1993) sugieren que se traten como conversiones los casos de verbos denominales, citando los ejemplos de babysit (de babysitter) y shelve (de shelf). El tipo de polisemia denominada tradicional, convencional, sistemática, institucionalizada (Bauer 1983: 48) o establecida (Cruse 1986:68) se diferencia de la polisemia asistemática o idiosincrática. La polisemia sistemática ha enfatizado la naturaleza cognitiva de las transferencias subyacentes a los procesos (Nunberg 1978 y 1979; Lakoff y Johnson 1980; Fauconnier 1985; Martin 1990). Otros trabajos (Apresjan 1973; Ostler y Atkins 1992) han puesto de relieve la naturaleza convencional de los procesos de transferencia.
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Cruse (1986:50) opina que las modulaciones y los cambios de sentido desempeñan un papel relevante en la polisemia sistemática. La modulación de sentido está más asociada con la imprecisión, mientras que el cambio de sentido se vincula con la ambigüedad, aunque Cruse (1986:81) prefiere emplear el término generalidad en lugar del de imprecisión. La diferencia entre modulación y cambio es semejante a la distinción entre cambio y especificación conceptual (Bierwisch 1982). Además de las mencionadas modulaciones y cambios de sentido, podemos hablar de ampliaciones de sentido dentro de la polisemia sistemática como sucede en nube de vapor y nube de agua, que se amplían a nube de humo, nube de polvo... Estas ampliaciones suelen conllevar una especificación contextual. La polisemia sistemática en grupos nominales como el de nube de polvo se puede dividir en dos niveles: la polisemia de sentido y la extensión de sentido semiproductiva que equivaldría a una alteración de sentido. Para Pustejovsky y Boguraev (1993:204), la polisemia de los sustantivos puede desempeñar los siguientes papeles: – constitutivos: relación entre un objeto y sus constituyentes. – formales: la diferencia dentro de un dominio más amplio. – télico: referido al propósito y función. – agentivo: concerniente a los orígenes. En la polisemia sintáctica existe más apariencia que realidad dado que únicamente se materializa un sentido, el modulado, causado por el proceso de composición sintagmática (Pustejovsky 1991). Las extensiones de sentido parten de significados primarios o
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básicos que desembocan en significados secundarios, a veces acompañados de mutaciones morfológicas.
5.2. EL ESTABLECIMIENTO DE LOS SENTIDOS Cruse (1986:68-71) realiza una prueba que distingue los sentidos completamente establecidos de los que no lo están. Así comprobamos cómo las extensiones semánticas suelen tener una direccionalidad que va de lo establecido a lo no establecido, extrayéndose esto último del contexto. Cruse (1986:69) avala su prueba con el siguiente ejemplo: – I am not interested in the binding, cover, typeface. I am interested in the novel (text). – I am not interested in the plot, characterization... I am interested in the novel (object). Para diferenciar la polisemia construccional de la extensión semántica, Cruse (1986:65) acude a la palabra puerta considerando que ésta tiene distintos sentidos (panel y apertura). Para ello se basa en la incongruencia semántica de la siguiente oración: – we took the door off its hinges and then walked through it. En nuestra opinión, la confusión que produce esta oración queda aclarada si sustituimos el segundo sentido (apertura) por una palabra que lo defina claramente, que creemos que puede ser hueco. El sentido de apertura que atribuye Cruse no nos parece demasiado acertado, ya que refleja un estado que la puerta no muestra siempre. La puerta puede encontrarse abierta o cerrada y seguirá siendo una puerta. Además, si una puerta no está unida a una oquedad deja de servir para el propósito que se le había encomen-
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dado. Si utilizamos verbos como pasar, cruzar... es porque asumimos que la puerta está abierta, aunque éste sea un estado temporal de la propia puerta. Creemos que la palabra puerta se compone de elementos centrales (oquedad y panel) y periféricos (marco, cerradura, pomo...) y que en cualquier proceso de metaforización de esta palabra se tendrían en cuenta sólo los elementos centrales, que representarían respectivamente a un espacio susceptible de atravesar o a una dificultad para el acceso, pero siempre considerando que la puerta se encuentre abisagrada, ya que una puerta siempre es una vía de acceso a otro lugar. Podemos, por lo tanto, decir se le abrieron las puertas de la fama, sin riesgo de incurrir en el absurdo. Salvador (1985:50) expone brillantemente los problemas que la palabra puerta comporta en español: En español general —en español estándar que se dice ahora— se produce, pues, este indudable sincretismo en el paradigma léxico de seis unidades que expresa las distintas posiciones en que puede hallarse una puerta: de par en par, abierta, entreabierta, entornada, cerrada y cerrada, donde la quinta unidad léxica, que podríamos llamar cerrada 2, puede ser cubierta, respectivamente, por los dos archilexemas antonímicos, abierta y cerrada, según se oponga a cerrada 1, el sexto lema del paradigma, o a cualquiera de los cuatro primeros. Hay, desde luego, usos dialectales donde se resuelve este problema de ambigüedad expresando los sememas quinto y sexto por cerrada/trancada o encajada/cerrada o alguna otra combinación onomasiológica que evite el sincretismo. Pero como decimos, y resulta evidente, en la lengua estándar la doble función es un hecho indubitable.
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Quine (2001:173), el afamado filósofo de la lingüística, opina que la palabra puerta (door) cambia de valor veritativo según sean los movimientos de la mencionada puerta. Cruse (1986:13) opina que la copredicación lógica es muestra de polisemia construccional, citando el siguiente ejemplo: – he was wearing a scarf, a pair of boots, and a look of considerable embarrassment. En nuestra opinión, la oración comienza con una serie de referencias a prendas de vestir que queda rota al final. En principio, la estructura gramatical es correcta, pero la casación de campos semánticos distintos es lo que conduce al absurdo. Pensemos que el sujeto en cuestión lleve realmente la bufanda, el par de botas y la mirada avergonzada: si miramos con detalle a la oración, observamos que los dos primeros objetos deberían ir emparejados por pertenecer al campo de las prendas de vestir, aunque de hecho no están vinculados entre sí. La oración otorga igual importancia al campo de la vestimenta que al del estado anímico, cuando, en realidad, este último expresa una circunstancia que quizás aclare lo explicado anteriormente en la oración: – he was wearing a scarf and a pair of boots with a look of considerable embarrassment. Pensamos que el principal problema de la primera oración es que to wear es un verbo de tipo genérico que se completa semánticamente con los complementos que le acompañan, lo que demuestra que el léxico gobierna a la sintaxis. Partee (1992) opina al respecto que los casos de coordinación requieren compatibilidad, pero, a nuestro parecer, la raíz del problema
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se halla en que el verbo to wear se encuentra falto de completitud semántica. El verbo inglés to be es un verbo incompleto, al igual que to wear, ya que se relaciona tanto con cualidades inherentes a la persona como con estados temporales. Lo que prima es la opinión del hablante, quien antepone un aspecto al otro (cualidad física contra espiritual, intelectual, anímica...) Cruse (1986:71) cita otro ejemplo que consideramos una frase mal construida: – that book is full of metaphorical language and is covered with coffee, so it’s very hard to read. El hecho de que el libro esté lleno de lenguaje metafórico (full of metaphorical language), apunta directamente a la consecuencia (it’s very hard to read) y este vínculo queda roto por una circunstancia, las manchas de café, que no viene al caso. Evidentemente, no podemos eliminar la información principal de la frase utilizando la información superflua (is covered with coffee) que debería figurar como cláusula de relativo, lo que conduciría a una oración correctamente formulada: – that book, covered with coffee, is full of metaphorical language and, so (it’s) very hard to read. Obviamente, podemos intercalar la apariencia exterior con el contenido del libro, pero debemos mantener siempre la premisa de la direccionalidad. De lo expuesto hasta ahora, observamos que los rasgos de cohesión, coherencia y gramaticalidad deben aplicarse necesariamente para explicar los ejemplos anteriores. En el caso de la coordinación también existe un componente pragmático de raíz psicológica y sociocultural que se superpone a la norma lingüística. Pensemos en los adjetivos bella y gorda, que no son exclu-
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yentes entre sí, pero que, según el canon estético imperante, resultan contradictorios y casi antónimos. En cambio, si viviéramos en la época del pintor Rubens la gordura se consideraría la antesala de la belleza. Veamos varios enfoques del juego que da la unión de estos dos adjetivos: 1) gorda y bella (coordinación neutral lingüística, pero no pragmática). 2) gorda o bella (aclaración por medio de sinónimos que choca con la moda actual). 3) (o) gorda o bella (carácter excluyente de acuerdo a la moda actual). 4) gorda, pero bella (aun a pesar del defecto). Dentro de la polisemia encontramos significados antagonistas, pero no antónimos ya que hablamos de significaciones aplicadas a un único vocablo y no a dos, que sería el caso de la antonimia auténtica. To clear es un verbo polisémico ambiguo porque engloba significaciones cruzadas. Su significado en el campo aeronáutico se aplica al permiso que deben recibir las aeronaves tanto para despegar como para aterrizar. La misma afirmación podemos hacer del verbo inglés to dust que alude al acto de quitar el polvo, pero también al de empolvarse la cara con productos cosméticos, siendo siempre el contexto el elemento diferenciador. Otro ejemplo es el de la voz española marchante que designa tanto a la persona que acostumbra a comprar siempre en una misma tienda como al vendedor al que se acude habitualmente, según indica el DRAE. No obstante, y para rizar el rizo, podemos decir que la homonimia, también puede llegar a ser antagonista dentro de la desconexión semántica. Esto sucede en el verbo to cleave que se refiere tanto al acto de separar como al de pegar.
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5.3. LA ANTONOMASIA La antonomasia, la extensión de un nombre propio a otras personas o cosas más allá del referente originario, da lugar a la polisemia, por extenderse el campo semántico del significado base. La antonomasia puede causar una red de homonimias externas con respecto a morfologías parónimas que han confluido en una idéntica representación formal y, también, a la extensión semántica de un significado. Anteriormente vimos el caso de la morfología alterna gill/jill como convergencia de varios parónimos, pero ahora, vamos a enfocar la microestructura de la antonomasia. Así, podemos establecer un correlato entre Jill y Jack y Adam y Eve, como representantes del hombre y la mujer que, en el caso de Adán, se puede extender a toda la raza humana. Curiosamente, el nombre Eva ha quedado fijado como sinónimo de encanto femenino, encanto que pensamos se confunde con la sumisión, puesto que no sabemos nada del aspecto físico de la primera Eva. Creemos que la atribución de erotismo que recae sobre esta mujer se debe, más que nada, a su desnudez, ya que no sabemos nada de su aspecto físico. El Webster, citando a Newsweek, dice así de la eva, con minúsculas, ideal: an effortlessly feminine creature whose personal career never interferes with her role as a charming eternal Eve.
Así, Eva ha quedado como referencia de encanto femenino que muerde una manzana, de modo natural y provocativo al mismo tiempo, incitando al hombre a la concupiscencia. En contraste, bien podría haberse tomado a Eva como representante de la perdición del 106
varón por haberle incitado a actuar en contra del deseo de Dios, causando la consiguiente expulsión del paraíso y la condena al trabajo, voz hebrea que etimológicamente significa castigo. En la frase de Newsweek anteriormente citada, notamos un ligero tono de discriminación que deja translucir varios aspectos de lo que el varón suele esperar en una mujer: 1) que sea femenina sin esfuerzo: se supone que la mayoría de las mujeres son femeninas por su propia naturaleza, lo que consideramos una redundancia que carece de sentido y que, más bien, apunta a un eufemismo que esconde el deseo de que la mujer sea siempre encantadora, dulce y resulte atractiva físicamente. 2) criatura: generalmente se toma a esta palabra como representante del producto de la creación, asociándola con la creación divina de los seres animados, lo que implica la existencia de un ser superior y de otros inferiores. Este sentido divino queda desterrado del contexto oracional en el que nos movemos, dado que no existen referencias religiosas. Sin embargo, la relación de dependencia entre un ser inferior y otro superior en edad, rango o condición sobrevuela todos los significados de criatura y, así, hablamos de los niños como criaturas porque los adultos los criamos; de las criaturas desgraciadas porque dependen, para su desesperación, de alguien más o simplemente de una suerte que les ha dado muchas veces la espalda; y de criaturas extrañas venidas, por ejemplo, de otros planetas de las que ignoramos su origen. Sí podemos hablar del hombre y de la mujer, en conjunto, como criaturas animadas, pero, sin embargo, no lo hacemos nunca del hombre como representante del sexo masculino, ya que la expresión el varón es una criatura a la que le sale barba resultaría chocante,
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precisamente por el sentido de proteccionismo que el uso ha posado sobre la voz criatura. El estereotipo del hombre de moda no necesita, en apariencia, protección alguna dado que es fuerte y seguro de sí mismo, en contraste a la mujer, que se caracteriza por la pasividad (Webster, 1 feminine 2, passive), y no queremos decir, en este sentido, que el diccionario sea machista, sino que, simplemente, recoge el matiz que el uso ha posado sobre el adjetivo “femenino”. Sin embargo, señalamos el sentido de ternura que se atribuye a la palabra criatura que entronca las referencias a los niños pequeños y a las mujeres, por considerarlos seres indefensos que necesitan protección de alguien más poderoso física, mental o económicamente. 3) carrera o desarrollo personal: observamos que se trata de una Eva moderna, en el sentido de que tiene vida profesional, lo que aumenta la carga de responsabilidad que pesa sobre las mujeres (pareja, casa, niños, recepciones sociales...), pero nos choca la adición del adjetivo personal, ya que una trayectoria profesional siempre lo es. Podemos tomar esto en el sentido de que permite el desarrollo de la mujer desde otras facetas, pero también en el sentido de que existe otro rumbo en la vida de una mujer, rumbo que es el principal, y que, por tanto, no necesita adjetivo calificativo, ya que supone la dirección de per se para lo que se espera de cualquier mujer, es decir, lo que no concierne a la propia persona en sí, sino al cuidado de los demás. Así unimos dos sentidos contrarios, el de la mujer como ser dulce, inofensivo y pasivo (criatura) y el de mujer como “criadora”, sustentadora o matriarca de los que giran en torno a ella. 4) role: en este artículo léxico se funden dos significados que enlazan el papel social o laboral que se
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atribuye a una persona (charming o encantador, en este caso) y el papel ficticio que desempeña un actor o actriz en una representación. A todas luces, el sentido de la oración se mueve en esta última dirección, ya que se ha empleado la forma as que indica simulación en contraste al uso real de la forma of (compárese el matiz más realista de su papel de profesora con su papel como profesora, de carácter ambiguo por tender a la comparación). 5) eterna: si el tiempo no pasa por Eva, la versión terrenal de las diosas Venus y Afrodita, sí pasa por el resto de las mujeres que, ya que no pueden escapar a las huellas del paso del tiempo, han de procurar, cuando menos, aparentar (play a role) que esto no es así. Esta frase de Newsweek resume en su léxico, aparentemente inofensivo y encantador, lo que se ha convertido en la imagen de Eva como representante de la mujer ideal por antonomasia. A esta visión voluptuosa, se contrapone la de la literatura religiosa (Evangelios apócrifos, El evangelio armenio de la infancia, cap. 8, apartado 3) que la define como nuestra primera madre. En contraste, Jack y Jill como sucesores de Adán y Eva resultan mucho más actuales y asépticos, ya que se les enfoca desde una perspectiva de compañerismo equitativo que elimina toda alusión a la dependencia de la mujer como sucede en la denominación la costilla de Adán, sinónima de esposa. Siguiendo el rastro lingüístico de un diccionario podemos sacar a la luz relaciones semánticas escondidas, pero también, a través de cualquier texto o discurso, podemos llegar a desvelar realidades ocultas que se han pretendido borrar. Si acudimos a la Biblia, (Génesis 2, 23) leemos: ésta sí que es hueso de mis hue-
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sos y carne de mi carne; ésta será llamada mujer (hembra) porque ha sido tomada del hombre. Siempre nos extrañó la expresión “ésta sí”, porque parecía apuntar a la existencia de otra mujer. Una, sí y otra anterior, no, ahí radicaba un dilema para el que la Biblia no ofrece ninguna otra pista hasta que llegamos a Isaías 34, 14, y cuya solución se encuentra en la literatura rabínica en la que se habla de otra mujer anterior a Eva, llamada Lilit. Ésta parece haber sido el arquetipo de mujer rebelde, celosa y orgullosa cuya falta de sumisión se ha querido eliminar de la versión cristiana de la Biblia. En el Corán (azora 6:10 y 17:63) parece ser el demonio Iblis que continuamente ronda a Adán y Eva; si bien no podemos confirmar esta suposición, existen pistas que avalan la unidad, puesto que la frase de Adán anteriormente mencionada (Génesis 2,23) apunta a que hubo otra anterior que no era carne de su carne, y es que, según relata el Corán, Iblis nació de la luz con un rango muy superior al terrestre Adán. Esto unido a que Isaías dice que Lilit parió demonios nos hace unirla con Lilit en una misma realidad. Si acudimos a la mitología clásica el equivalente parece ser Leto quien, por su orgullo, causó la perdición de sus hijos. Asimismo, continuando en el marco de la Biblia, encontramos en el Génesis la siguiente expresión en relación a la creación de Eva: puesto que ha sido sacada del hombre se llamará mujer, derivación que no se refleja en el léxico español, a no ser que recurramos a la antigua variante hombre-hembra que pasó a hombre-mujer y macho-hembra. Actualmente la derivación lingüística se aprecia mejor en inglés, en el que la palabra woman (también wife) deriva de man. En realidad la forma hombre (y hembra) procede de
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humus (tierra), ya que de ella fue creado Adán, y es el auténtico nombre que Dios le impuso, como indica el Génesis (5,2): “le puso el nombre de hombre el día de su creación”. Es decir, hombre es el nombre impuesto por Dios, que se cambió, tras la expulsión del paraíso, por el de Adán (que significa tierra arable) para expresar en la deonomástica el castigo del trabajo. De la misma manera, Adán cambió el nombre hembra (mujer) por el de Eva (Génesis 3,20): “El hombre llamó Eva a su mujer, porque ella fue la madre de todos los vivientes”. Con esto comprobamos cómo la antonomasia es un crisol de perspectivas, y todo depende del aspecto con que se enfoque al referente. De esto concluimos que hombre y hembra no han sido siempre nombres genéricos, sino que surgieron como nombres propios, mientras que, en un proceso inverso, los nombres propios Adán y Eva han seguido como propios, aunque también tienen un gran uso genérico. Del nombre propio al común y del epónimo al genérico, en un proceso de mutación referencial que bien podemos representar por el uso en minúsculas de los nombres propios. Si investigamos el léxico referido a la acción de perder al cónyuge, observamos que la definición del DRAE de enviudar como quedarse viudo no responde a la realidad, porque enviudar es tanto quedarse viudo como viuda y, en este sentido, se nota que la RALE está compuesta mayoritariamente de varones. La viudedad parece pertenecer a las mujeres por antonomasia. Es razonable decir que enfermar es ponerse enfermo, aunque no creemos práctico incluir el término definido dentro de la definición, y no hace falta decir que las mujeres también enferman. Pero en el caso de enviudar, atendemos a la aplastante mayoría de muje-
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res que se encuentran en tal estado. Además, el inglés, dada la mayor proporción numérica femenina de viudas frente a viudos, ha formado precisamente el masculino widower a partir del femenino widow, confluyendo ambas formas en el verbo to get widowed, verbo que refleja la pasividad natural de esta acción, a no ser que se trate de casos que se encuentran en manos de la justicia.
5.4. OTRAS FORMAS DE LENGUAJE FIGURADO
5.4.1. Subjetividad y cultura en los usos figurados Nos podemos cuestionar hasta qué punto la antonomasia pertenece al lenguaje real o al figurado. Evidentemente tiene de los dos, puesto que a partir de una realidad se generan extensiones más o menos virtuales. Del mismo modo, la metáfora y la metonimia, que se engloban tradicionalmente, en los desvíos léxicos parten siempre de un uso real, que se desvirtúa a medida que se extiende. Para distinguir la metáfora y la metonimia del lenguaje literal se utiliza un mapa de estructuras de analogías. El vocabulario figurado es una desviación del literal o primario, sin embargo fácilmente comprensible por todos. Existe una tendencia a enraizar el lenguaje figurado con categorías conceptuales. Las metáforas son un medio de categorización a través de similitudes que pueden llegar a ser subjetivas. Rorty (1989:18) indica que el uso de la metáfora es altamente discursivo y actúa como señuelo para cap-
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tar la atención, ya que introducir una metáfora en un texto es como utilizar cursiva o ilustraciones, o poner un formato determinado. Chierchia y Mc. Connell-Ginet (1990:161) opinan así sobre la vivacidad de las expresiones metafóricas: Fresh metaphors and many other figurative uses of language are also to be understood in terms of multiple levels of speaker’s meaning. All such cases of multileveled communication go beyond simply conveying information and do other things as well: they amuse or give aesthetic pleasure or enhance social relationships. A speaker may utter an expression that is conventionally informative, yet conveying that information or any other propositional content may be quite secondary to the speaker’s intentions, or perhaps not even a purpose at all.
Existen dos grupos de metáforas, las universales y las culturales, que sólo se dan en algunos idiomas concretos. Además, el español es más proclive que el inglés al empleo de lenguaje figurado (Vivanco 2001: 63-75). Las metáforas representan nuestra categorización del mundo de acuerdo a la perspectiva cultural que nos da el entorno en que vivimos. La problemática en la traducción de las metáforas se debe precisamente a estas peculiaridades culturales que, en ocasiones, obligan al traductor a acudir a la perífrasis o al símil. No obstante, las opiniones en torno a este tema resultan de lo más dispares, oscilando de los que aseguran que las metáforas son intraducibles hasta los que creen que no representan ningún problema. Quizás la opinión más prudente sea la de quienes se percatan de que existen ciertos proble-
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mas en casos concretos, sobre todo en los que se ven afectados por peculiaridades culturales. 5.4.2. La extensión semántica del lenguaje figurado Rorty (1989:5) señala que algunos estados no lingüísticos del mundo son un ejemplo de la realidad, de la verdad, y así la denominación de los mencionados estados comienza a extenderse y derivar hacia nuevos campos semánticos. Algunos ejemplos de extensiones semánticas son desvíos que se encarnan, principalmente, a través de metonimias y metáforas. Estas figuras son modos de conocer el mundo a través de visualizaciones simplificadas a la vez que alejadas del foco de origen. No podemos negar el papel de la imaginación y de la minimalización en este proceso cognitivo que, a partir de un significado, genera otros nuevos. Si acudimos al registro lexicográfico, nuestro pensamiento es que, cuando estos nuevos significados generados adquieren una personalidad propia y un alto índice de frecuencia, los diccionarios les emancipan del significado de origen. La madurez semántica parece abocar, de modo casi inexorable, a la escisión en una variedad de lemas, y pensamos que éste es el caso de bank. La variedad de campos de acción, desvinculados en apariencia, de esta prolífica morfología y la pátina que el paso del tiempo posa sobre las generaciones semánticas hace que el encadenamiento de significados se rompa en la representación lexicográfica, dando pie a que la polisemia figure como homonimia. En algunos casos, como veremos más adelante, incluso se rompen las extensiones de sentido de los ani-
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males a los humanos, tan prolíficas desde el punto de vista de la semántica cuantitativa y cualitativa: piénsese en la comparación del hombre con el zorro (astucia), la gallina clueca (maternidad), la tortuga o el caracol (lentitud), la vaca o la foca (gordura), la abeja obrera o la hormiga (laboriosidad), el zángano (pereza)... El epónimo es un tipo de metonimia o de metáfora, según sea el caso particular, que habitualmente surge como homenaje a personas relevantes, a los inventores de un mecanismo o de una ley (casos de metonimia), o se inspira en ideales de tipo religioso... (metáfora). La representación morfológica tiende a cambiar el patrón original en la lengua de acogida y, en los casos en que no sucede así, se suele perder el empleo de la mayúscula, reflejando esta alteración gráfica el consiguiente paso de nombre propio a sustantivo. Pensemos en Valentino, el famoso modisto, y en los casos en que se habla del valentino en lugar de el vestido de Valentino, lo que representa a la vez el empleo de un epónimo, de una omisión, de una metonimia, y de una personificación. A menudo, las extensiones metonímicas derivan de un sentido básico (Ostler y Atkins 1991), que según Copestake y Briscoe (1991) pueden expresarse mediante reglas por constituir un principio subyacente al léxico. 5.4.3. La convivencia de la metáfora y la metonimia Dirven (1993) indica que, junto con la metáfora, la metonimia representa un estrategia básica para la conceptualización de realidades. En verdad, se puede establecer un debate sobre qué recurso lingüístico figurado se encuentra más vinculado a la realidad que
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designa. La metáfora se halla más ligada en cuanto a lo visual: forma, color o aspecto general. Pero algunas metáforas se encuentran tan apartadas de la realidad a la que designaron en sus comienzos que apenas es perceptible hoy en día el origen del uso en cuestión. Tal es el caso de caja negra, término que, en aeronáutica, comenzó designando a una auténtica caja registradora de datos de color negro que se situaba en la cabina de los pilotos, y que, para dotarla de una más fácil visualización y localización, trocó su color del negro al naranja cambiándose la ubicación a la cola del avión. También existen muchas metáforas mitológicas cuyo sentido puede pasar desapercibido, por ser opaco, para los que desconozcan la historia de los antiguos dioses del Olimpo. En contraste, la metonimia parece estar más cercana al uso real del que deriva, dado que se describe al objeto por su inventor; al producto, por el material... Las metonimias nominales descritas por Nunberg (1979) enfocan objetos representativos de personas. En estos casos se da una combinación de metonimia y de personificación, atribuyendo a un ente inanimado características de seres animados. Tal sería el caso de España voto sí a la OTAN en lugar de los españoles votaron a favor de la entrada en la OTAN. Sin embargo, como lo visual parece estar al alcance de todo el mundo, mientras que la metonimia implica, en la mayoría de los casos, el conocimiento previo del autor en cuestión, del material... la metáfora se encarama en la cúspide del léxico figurado. No obstante, la metáfora y la metonimia superan los límites del léxico, extendiéndose a expresiones idiomáticas (Kövecses y Szabó 1996; Iribarren 1997) que los nativos de la lengua conocen por su uso, pero
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ignoran en cuanto a procedencia por suponer un rebuscamiento de significados, o porque las acuñó una persona particular que las popularizó y difundió en lo relativo a la frecuencia lingüística, pero no, por decirlo de alguna manera, en lo referente al motivo de su fundamentación. La metáfora se mueve entre dominios iguales, mientras que la metonimia va de dominio a subdominio. Los modismos se suelen tratar como metáforas muertas porque están fuertemente instalados en el idioma: algunos son pertenencia exclusiva a una lengua y otros se han extendido de tal manera que casi constituyen universales semánticos. Las expresiones idiomáticas, no obstante, suelen ser difíciles de comprender tanto para nativos de un idioma como para no nativos. Para su entendimiento hace falta recurrir a la descodificación en línea de cada uno de sus componentes y comprender los elementos culturales, históricos, epistemológicos que rodean a este tipo de expresiones populares que tienden a generalizar la realidad. Sin embargo, hasta que no se desarticula el puzzle semántico los componentes de la cadena no comienzan a tener sentido (Cacciari y Tabossi 1988). Los modismos, en cuanto a la representación lexicográfica, suelen aparecer como bloques de representación (Jackendoff 1995), en los que la palabra clave es la que marca la pauta para la introducción alfabética. Dentro del ámbito de la lingüística y la lexicografía se han realizado algunos estudios sobre las posibles variaciones de los modismos (Fernando 1994; Gibbs, 1994). Como ya hemos indicado, y volviendo al tema que nos ocupa, si bien la metáfora goza de una difusión más amplia, la metonimia supone una relación más
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estrecha entre designante y objeto designado, ya que conviven o han convivido en algún momento histórico. En contraste, la metáfora parece no gozar de una conexión tan estrecha con su primitivo premetafórico. Como señalan Niemeier (1998) y Croft (1993), esta experiencia de la realidad se corresponde con la de dominio y subdominio, atribuyendo el dominio al lenguaje real y el subdominio al desviado. La metonimia se ha enfocado desde dos perspectivas: la primera es la de contigüidad, y la segunda, la de dominio cognitivo. Desde el punto de vista de la contigüidad, la metonimia suple una realidad, física o conceptual, por otra (Dirven 1993). La investigación de Lakoff y Johnson (1980) y Lakoff y Turner (1989) enfoca, en contraste, a la metonimia como una relación de inclusión entre dos dominios, dando lugar a un juego entre el dominio matriz y el dominio meta. En algunos casos se puede dar una combinación de metáfora y metonimia. La expresión aquí viene el brazo derecho del jefe para referirse a la aproximación de una persona valiosa en el trabajo, revela la convivencia de ambos tipos de desvío. En este ejemplo, se describe la parte por el todo, mencionando un miembro del cuerpo del interesado en vez de su nombre de pila, lo que representa una metonimia. El adjetivo derecho también constituye un desvío léxico metafórico que conlleva la marca de valía que dicha persona representa para su jefe. Con esto podemos ver cómo la metáfora y la metonimia, que habitualmente se estudian en contraste, pueden convivir en armonía dotando de vivacidad a las expresiones cotidianas.
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5.4.4. Metáfora y minimalismo La metáfora es una transferencia de significado de una cosa real a otra que se asemeja a ésta, por lo que apreciamos el traspaso de lo propio a lo transpuesto. Lakoff y Johnson (1980) trataron de captar los esquemas mentales que subyacen al pensamiento, argumentando que el sistema conceptual tiene una naturaleza metafórica. Así contemplamos un dominio de la experiencia desde otro dominio, porque el primero nos resulta más fácil de comprender. La metáfora supone un alejamiento en la distancia y el tiempo con respecto al uso real, por lo que se diluyen y difuminan las formas y los contenidos. Una metáfora puede engendrar hasta el infinito nuevas significaciones, pero de modo inevitable estos neologismos semánticos convivirán con arcaísmos que caerán en el uso y, en consecuencia, en el registro lexicográfico de los diccionarios actuales. En este sentido, el DRAE parece un diccionario más renovado y manejable que el Webster, ya que el primero limpia periódicamente la hojarasca de morfologías o acepciones que se han volatilizado en el uso de los hablantes; por el contrario, el Webster contiene un gran número de voces que desconocen muchos angloparlantes. Este diccionario registra, asimismo, un gran número de significados metafóricos que, en la actualidad, no obran en boca de los hablantes. Sin embargo, su comprensión resulta fácil, incluso para los no nativos, puesto que la metáfora encadena significados en línea y supone una reducción, una especie de esquematización de la realidad, quizás con un propósito simplificador o descodificador de realidades y conceptos más complicados. Así como Jesús enseñaba su doctrina por me-
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dio de parábolas, el léxico recurre a metáforas, partiendo de un uso real del que se aleja en la distancia y el tiempo, para explicar conceptos más enrevesados. Desde esta perspectiva la metáfora tiene un fin simplificador tanto a nivel cognitivo como léxico. Pensar metafóricamente supone moverse conceptualmente de un dominio de origen a otro de destino, por lo que las metáforas tienen un nivel subyacente y otro superficial, el primero es el de la metáfora generativa y el segundo se corresponde con el de la expresión metafórica de llegada. La metáfora no es un elemento ornamental del vocabulario que se restrinja a la poesía. La utilizamos todos en el vocabulario de cada día e, incluso, aparecen con una frecuencia asombrosa en los discursos de las lenguas de especialidad. Pero ¿por qué no describir algo refiriéndose a ello mismo, y no por medio de alusiones a algo más? En nuestra opinión, las metáforas surgen de la tendencia a simplificar la realidad cognitiva, conceptual y léxica, porque las lenguas tienden a ser acomodaticias y a converger tanto en la morfología, lo que se demuestra por la direccionalidad de la paronimia hacia la homonimia, como en lo cognitivo, conceptual y morfológico, como se aprecia en el uso de la metáfora. La teoría de Le Guern (1978) sobre el surgimiento de la metáfora por el deseo de compartir emociones y sentimientos con otros hablantes puede ser aplicada a varios casos del habla de cada día, pero no a la totalidad de usos metafóricos y, para ello, baste mencionar el ejemplo de las jergas de las ingenierías que se hallan cuajadas de metáforas y se basan en la objetividad del discurso. En cambio, estamos de acuerdo con Whorf (1956) en que hablamos de modo figurado
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porque no encontramos otra manera viable para expresarnos. Las proyecciones metafóricas tienen lugar a través de esquemas de imágenes que nacen de las experiencias de las realidades que nos envuelven y que tienden a simplificar nuestras expresiones lingüísticas. Empleamos metáforas porque apercibimos la similitud entre conceptos diferentes. La metáfora, en nuestra opinión, es un recurso acomodaticio del lenguaje, una especie de minimalismo representacional que podría haberse sustituido por cualquier otro método de acuñación léxica. Este punto nos lleva a pensar en los anglicismos, muchos de ellos usos metafóricos, a los que no se le busca una solución en la lengua receptora, haciendo que se instalen en ella y que, posteriormente, sea complicado buscarles un equivalente autóctono por estar ya fuertemente enraizados en los hablantes de la comunidad de acogida. Creemos que este proceso es semejante al de la metáfora, dado que se podría haber acuñado un nuevo significante para denominar al objeto metaforizado que, sin embargo, ha tomado prestada una denominación ajena. Cuando el giro metafórico se encuentra instaurado en el uso es cuando se convierte en un asunto complicado el buscarle una solución, ya que la expresión figurada ha quedado asentada y fundida con la significación de la que deriva. En estos casos la única alternativa viable parece ser la del empleo de una perífrasis. Por lo expuesto anteriormente, consideramos a la metáfora un préstamo léxico, ya que presupone la adopción de una morfología preexistente a partir de una similitud semántica mínima. El tenor es el significado primario de la voz en cuestión, que no es una metáfora, mientras que el ve-
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hículo es el empleo metafórico de la misma forma. De esto extraemos que una misma grafía puede ser metáfora o no según el contexto, porque la metáfora no es morfología sino que está a caballo entre ésta y la semántica, representando el reciclaje continuo, económico y ecológico de las palabras. No se puede hablar de usos metafóricos sin que exista un uso real previo, pero sí encontramos algunos contextos en los que encajan perfectamente ambos usos. Lakoff y Johnson (1980:4) sostienen que las discusiones son metáforas de la guerra, aunque también podríamos considerar a la voz guerra como una polisemia que extiende su red al campo físico (lucha de cuerpos), armamentístico (lucha con armas), dialéctico (lucha verbal) o político (lucha por el poder). Esta aproximación partiría del sentido de guerra como lucha, pero sabemos que el tenor de la palabra guerra se asocia mentalmente a lucha y a armamento. Es sobre todo en la jerga deportiva y económica donde las alusiones al campo de guerra se muestran más fecundas. Pero los dominios también se pueden enfocar desde perspectivas contrarias en las que dos voces casi antónimas se toman como sinónimas: el amor es la guerra. Con esto comprobamos que en la metáfora existen relaciones entre campos semánticos dispares que nos ayudan a reorganizar los campos conceptuales. En realidad la unidad formal es un disfraz bajo el que se cobija tanto una voz real como una voz figurada. Esto nos conduce a pensar que las apariencias externas son engañosas, ya que, también en el caso de la homonimia, es el aspecto gráfico el que produce problemas. En el caso de que dos voces homónimas, sin conexión semántica, se representasen bajo cuerpos
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diferentes, los problemas que causa la homonimia quedarían resueltos. Asimismo, si una palabra con una similitud semántica mínima respecto a otra se representara con una entidad morfológica propia, y no prestada, la discusión en relación a lo metafórico y lo no metafórico quedaría zanjada. 5.4.5. Sobre la metáfora y los mapas cognitivos Los mapas cognitivos o mentales representan un intento de aproximación de la interioridad mental a las representaciones de la vida cotidiana. Los términos mapa cognitivo, mapa mental, esquema mental e imagen mental son sinónimos que aluden a un mecanismo mental que acumula información. O’Keefe y Nadel (1978) tratan la importancia del hipocampo en las imágenes mentales. Hoy en día nadie duda del papel metafórico o analógico de los mapas cognitivos (Kuipers 1982:202-220). Para Fauconnier (1997), los mapas cognitivos tienen una importancia suprema en la producción, transferencia y procesamiento del significado. Las metáforas, debido a su naturaleza polisémica y figurada, pueden llegar a alcanzar un cierto grado de ambigüedad textual o discursiva. Así, se pueden producir interferencias entre emisor y receptor del mensaje, quien debe descodificar e interpretar la información metafórica de modo que concuerde con coherencia en el contexto de referencia (Lakoff y Turner 1989). Las metáforas son mapas de correspondencias entre el dominio base y el dominio meta. El dominio meta idealiza al dominio base, por lo que, cuando la metáfora llega
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a su destino, queda, de algún modo, desvirtualizado el dominio base. Lindsay (1983) pone de relevancia la existencia de dos asentamientos en la memoria, uno pasajero y otro duradero. Pensamos que las metáforas, debido a su naturaleza hereditaria en cuanto a la morfología, pueden instalarse fácilmente en el asentamiento duradero. Las metáforas muertas, a causa de su alto índice de frecuencia, se instalan en los baúles mentales con la mayor naturalidad. Pero, y aunque parezca un contraste, las metáforas chocantes, las innovadoras, tienen el aliciente de la sorpresa semántica, matiz por el que pensamos que son fáciles de asimilar en el baúl mental duradero. La investigación de Aitchinson (1990) demostró que los sujetos son capaces de discriminar palabras comunes de otras carentes de significado en décimas de segundo, lo que conduce a la consideración de que la memoria léxica es, además de extensa, bien organizada. Esta memoria léxica natural no guarda correspondencia con el carácter artificial y manipulado de los diccionarios o lexicones. Obviamente, la limitación física de un diccionario no puede captar la riqueza del vocabulario activo de un hablante o de una comunidad. 5.4.6. La búsqueda de la clave premetafórica Entre otras pistas que nos inducen a pensar que bajo muchas homonimias lexicográficas se encuentran polisemias difíciles de discernir, se halla la clave premetafórica. Así nuestra mirada se vuelve hacia los usos lingüísticos no figurados, ya que si éstos se denominan de este modo es porque designan a un signi-
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ficado que surgió como real y no como un desvío de algo más. Para Lakoff (1987), las metáforas son figuras conceptuales que sirven de vehículo para conceptualizar con términos concretos zonas abstractas de la experiencia, por lo que se pueden establecer dos zonas diferenciadas: la fuente y la meta. En el caso de la palabra alma, la fuente es el núcleo de espiritualidad humana, y la meta, por ejemplo, la interioridad de un cable. Sin embargo, el reconocimiento de las metáforas no es siempre un asunto sencillo, como indica Cruse (1986:44): Their interpretability, however, must not be exaggerated; their meanings are not necessarily wholly predictable on first acquaintance. Indeed, some can only be appreciated as metaphors with hindsight, as it were; it is only when the figurative meaning is pointed out that the path from the literal to metaphorical becomes traceable.
La metáfora también puede suponer problemas para la traducción, como indican López y Minett (1999: 267): Puede producirse también un cambio de símbolos. El análisis de las metáforas o las comparaciones de uso corriente pone de manifiesto las diferencias entre los sistemas simbólicos del inglés y el castellano. El cambio de símbolos permite evitar el efecto de extrañamiento, de desfamiliarización, que se produciría al transformar lo que es una fórmula estereotipada en una lengua en una fórmula novedosa en la otra.
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Para ejemplificar este pensamiento volvemos al caso de bank. Si se dice que un banco financiero procede etimológicamente de bench y esta forma designa por antonomasia a un banco de sentarse, pensamos que el banco económico es un desvío metafórico de un mueble en el que se sienta la gente y que derivó hacia el asentamiento de dinero, uso figurado ya que de la capacidad de sentarse sólo gozan las seres vivos. Hemos dado el paso atrás en la extensión metafórica, y seguimos retrocediendo hacia bank con el significado de orilla del río. Los bancos de madera, o de cualquier otro material, son creaciones artificiosas diseñadas por el hombre para copiar de la naturaleza y proporcionar comodidad y descanso al hombre, por lo que, evidentemente, el significado de éste desciende de un primitivo natural que se encuentra en la orilla de los ríos; ahí se asienta el terreno y se sientan las personas, con lo que observamos una convergencia de dos tipos de asiento. El asiento natural de la orilla del río procede, no obstante, de apilamiento o amontonamiento de cualquier material, lo que origina una elevación sobre el nivel del terreno. No obstante, somos conscientes de que puede resultar complicado captar estas metáforas, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de metáforas muertas que están tan asentadas en la lengua que apenas se perciben. Las metáforas muertas se encuentran tan asimiladas que su desvío apenas se percibe, pasando a ser prácticamente exmetáforas. Leech (1985:214) hace notar que existen muchos casos de usos metafóricos moribundos, por estar tan fijados en el idioma que su origen apenas se percibe; tal es el caso de lengüeta (tongue). Leech (1985:227) distingue varias fases en la
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muerte, congelación o petrificación metafórica: la primera consiste en la limitación de la referencia debido a la convención. Cuando la definición transferida pierde su sentido analógico, nos hallamos ante la segunda etapa de fosilización, y si, finalmente, el sentido literal se extingue por completo, nos encontramos ante una metáfora muerta. Las metáforas muertas o congeladas se suelen clasificar como modismos. El receptor tiende a visionar el objeto o hecho en cuestión con relación a su referente, magnificándolo o disminuyéndolo de alguna manera, y apartándolo de la interpretación literal de los hechos. Si no sucediera así, si no conllevara esa nota de encadenamiento de procesos mentales, se convertiría en una metáfora moribunda. Es, en realidad, el mismo caso de leg en inglés que designa a la pierna de un hombre o a la pata de un animal o de un objeto. Estas referencias naturales, que en castellano se escinden en una dualidad denominativa (binomia) según se aplique a personas (pierna) o a animales (pata), deriva hacia creaciones artificiales que copian de las naturales y, así, se llama pata a los pilares que proporcionan la sustentación y elevación a una mesa, a una cama... Hoy en día, parece increíble que la voz pata, homónima con respecto a la hembra del pato, haya sido alguna vez una metáfora, pero su origen es innegable por constituir una copia artificial de lo que ofrece la naturaleza. A nuestro entender, siempre que se diga que una palabra es homónima de otra se hace necesario investigar si el lema 2 puede constituir un derivado figurado de la entrada 1. Esta suposición se puede demostrar por medio de una secuenciación coherente de la
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cadena de semas, por medio del étimo idéntico o parecido y, mediante la progresión semántica de lo natural, general o abstracto del lema 1 hacia lo artificial, específico y concreto del lema 2. Si esto se demuestra se puede desbancar la atribución de homonimia y sustituirla por la de polisemia, pues los significados revelan vínculos semánticos y evolutivos razonables. Esta reflexión nos vale para considerar la evolución externa de la metáfora, pero no los movimientos internos para cuya explicación debemos acudir a los conceptos de elementos centrales y periféricos. Para observar la evolución y procreación metafórica de un semema debemos pensar primero que éste parte de una voz de referencia real que se ve derivada a usos figurados. Así, el semema primitivo no cesa de engendrar nuevos sememas; es decir, los semas se encadenan unos a otros, de modo que el que era el sema central en la primera fase se pierde según avanza el tiempo. A continuación, el antiguo sema central se sustituye por un nuevo sema central, aunque continúen o caigan los semas periféricos, y así sucesivamente. La metáfora representa un reciclaje continuo de elementos centrales que se ven incesantemente renovados por otros recientes, mientras que los antiguos continúan extendiendo la cadena. Los saltos hacia una nueva metáfora se producen cada vez que se cambia un elemento central. La secuenciación genética de semas nos resulta muy válida, ya que también se puede aplicar para discernir la polisemia no metafórica de la falsa homonimia. La única diferencia entre la secuenciación metafórica y la no metafórica radica en que la polisemia por aumento o disminución semántica no sufre saltos. Así vemos cómo la polisemia no metafórica avanza por me-
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dio de continuos, mientras que la polisemia producida por metaforización da saltos de referente en referente. Vamos a tratar de avalar nuestra visión del asunto con el caso de bank y tratar de enlazar sus significados principales: 1) montón (mound, pile). 2) orilla del río (river bank). 3) alabeo o giro torsionado (aeronautical turn, car turn, mining bank). 4) banco de sentarse (bank, bench). 5) hilera de elementos repetidos (galley, keyboard). 5) banco financiero (money bank). 6) depósito de cualquier cosa como sangre o semen... (deposit). Bank comienza siendo una voz de uso real con el significado de agrupación en elevación de un material. También la acepción de orilla del río pertenece al uso real, por lo que es una concreción semántica del primer bank, situando los amontonamientos en las orillas de los ríos. A partir de este punto comienza la procreación metafórica con una cadena continua que se bifurca en dos sentidos antónimos, el de la curvatura y el de las líneas rectas. Comenzamos con la acuñación del significado de giro (turn) que abandona la referencia al agua y toma la alusión a la redondez o curvatura de los apilamientos y asentamientos naturales junto a los cauces de los ríos para referirse a un tipo de viraje. En cambio, la otra ruta atiende al asentamiento elevado de un material o al asiento natural de las lomas de los ríos. Desde esta perspectiva, bank pierde el elemento río o agua, y se centra en el de asiento como elemento medular, mientras que el elemento periféri-
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co es madera o cualquier otro material. En este caso, la perspectiva con respecto al significado de giro o curvatura es opuesta, ya que, aquí, se atiende a las líneas rectas. No hace falta decir que el banquillo de los juzgados comporta los mismos elementos de asentamiento, líneas rectas y madera, a los que se añade la marca judicial y la de alargamiento. A continuación, este uso deriva hacia otros que pierden los antiguos elementos referidos al asentamiento, madera, y juzgados, mientras que se mantienen las líneas rectas y el sentido alargado, y se añade el de hilera de cosas iguales. De este modo hemos llegado al sentido de secuenciación, como sucede en las filas de remos de las galeras o en los teclados de un ordenador o de un instrumento musical. Llegamos al significado de banco financiero que también desciende de bench, banco de sentarse, por lo que comprobamos la bifurcación que se produce en esta voz que, por un lado, apunta hacia las hileras alargadas de elementos iguales y que, por otro, fluye en dirección al banco financiero. Aquí se toma el sentido de bench como mostrador (counter) para asentar el dinero de modo que las transacciones comerciales sean cómodas, por lo que el elemento central es dinero. Al mismo tiempo se mantienen otros componentes como son la madera y las líneas geométricas, pero no son elementos de importancia para el nuevo significado. El banco financiero se tomó como depósito de dinero por excelencia, por lo que otros tipos de depósito comenzaron a usar el mismo nombre. Por tanto, cae la centralidad de dinero, que se ve sustituida por lo que se almacena: sangre, semen...
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Como vemos, y a diferencia de la polisemia general, que no altera nunca el eje central, la metáfora supone un arribismo continuo de ejes centrales que desbancan a otros, y así sucesivamente. Lo que llama la atención en el caso de bank es que hemos llegado al significado del que partimos, es decir, partimos del sentido de amontonamiento de materiales naturales como tierra, piedras... y hemos llegado al apilamiento organizado de dinero y, después, al de cualquier otra cosa. Por este motivo consideramos a bank una metáfora de ida y vuelta, aunque puede ser que en el futuro acuñe nuevas significaciones que deshagan el rizo semántico que tiene en la actualidad, que, en algunos momentos, se ha parecido más a un torbellino.
5.5. LA PROBLEMÁTICA DE LA POLISEMIA EN LA SEMÁNTICA Y LA LEXICOGRAFÍA
Al igual que la homonimia, la polisemia no se libra de problemas que se tratan de solventar tanto desde el punto de vista de los estudios semánticos como de su aplicación lexicográfica. Los principales temas de debate con respecto a la polisemia son la similitud con las reglas morfológicas derivacionales (Copestake y Briscoe, 1992) y las diferencias en los modelos de realización y convencionalización (Nunberg y Zaenen 1992). Otros trabajos se han centrado en la intrincada conexión entre la polisemia, tomada como cambio paradigmático, y sus consiguientes efectos sintagmáticos (Levin 1993), y en la posibilidad de caracterizar algunos tipos de polisemia aparente causada por la combinación sintagmática (Pustejovsky 1991 y 1993).
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El sistema de Gazdar y Mellish (1989) se apoya en conceptos científicos básicos que compendian la información sobre el mundo, aunque, especialmente en semántica, esto es una misión imposible. También existen intentos por parte de la lingüística informática de comprimir la polisemia de modo gradual (Hirst 1987; Small y Rieger 1982). Otros trabajos sobre los enfoques múltiples de las estructuras son los de Bobrow y Winograd (1977) y el de Wilks (1972) que consisten en una elaboración de fórmulas para discernir los sentidos parejos de las palabras. En lo referente a la producción lexicográfica, Pustejovsky y Boguraev (1993) señalan que la visión estática de los diccionarios no refleja el generativismo de las significaciones. Así, la razón por la que la semántica léxica no ha acertado en sus formulaciones sobre la polisemia es, según el enfoque del léxico generativo (Pustejovsky 1995), la estructura enumerativa de los significados del léxico. Evidentemente, afirmar que el léxico es generativo resulta, a la luz de los estudios actuales, una realidad innegable, pero tal consideración acciona muchas cuestiones difíciles de resolver, como son las de la secuenciación en la génesis de los significados que se pueden enfocar desde diversos puntos de vista: ¿es el significante el que engendra al significado a, b, c, d...? o ¿es el significante el que genera el significado a, procreando éste al b, y este último al c? Somos de la opinión de que el proceso tiene lugar en una dirección inversa, y de que el significado acciona un significante con el que bautizarse. De acuerdo a este pensamiento, los significados se engranan unos en otros, mientras que el significante representa una mera formalidad para legalizar el concepto y ser económico en el discurso.
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Pustejovsky y Boguraev (1993) sugieren que en las entradas lexicográficas el significado léxico debe representarse en cuatro niveles: 1) entrada léxica. 2) descripción del estado, proceso o cambio. 3) información sobre el objeto, hecho o relación. 4) información sobre la herencia léxica y las relaciones de las palabras en el diccionario. La labor de Buitelaar (1997) enlaza con el intento de Pustejovsky (1995) de erradicar el aspecto de listas de estructuras que ofrecen los diccionarios y de promover una visión de conjunto que distinga la polisemia sistemática de la homonimia. En realidad, Pustejovsky y Buitelaar intentan comprimir, mediante generalizaciones, las representaciones lexicográficas. Sus trabajos son una continuación de las investigaciones sobre la sistematicidad de la polisemia, característica que no comparte la homonimia. Nirenburg y Raskin (1996) alegan que los que atacan la representación, por medio de listados de los diccionarios, presentan los significados de las voces alistados en cadena, cayendo, en consecuencia, en el mismo defecto que critican.
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6. ¿HOMONIMIA O POLISEMIA?
6.1. LA FALSA HOMONIMIA COMO hemos indicado anteriormente, este trabajo de investigación nace del pensamiento de que si la homonimia es un aspecto oscuro de la semántica, y de su consiguiente aplicación lexicográfica, es precisamente porque no se ha enfocado con amplitud de miras. Pasamos a continuación a ver el modo en que la semántica y la lexicografía enfocan la gramaticalidad, en la que se incluyen las diferentes funciones sintácticas de una morfología idéntica y, también, la homonimia léxica, que aborda los homónimos totales de igual categorización gramatical.
6.2. LA PERSPECTIVA GRAMATICAL La semántica se encuentra dividida en dos posturas en lo concerniente al aspecto de la gramaticalidad. Todos los semánticos sostienen que el fondo de
la cuestión se encuentra el tratamiento del lexema, pero nosotros pensamos que en el fondo del tratamiento del lexema lo que subyace es la escisión del significado semántico, tomado en el más amplio sentido, y del significado gramatical. La práctica de incluir como homónimas voces que se encuentran vinculadas semánticamente, en un mismo cajón de sastre en el que también se incluyen voces que no comparten lazos de significado resulta, finalmente, un cajón desastre, si se nos permite el uso de esta homofonía. Se enfoca un mismo hecho de manera completamente diferente, atribuyendo el rango de homónimas a voces que pertenecen a un mismo eje semántico basándose en la diferente gramaticalidad de los artículos léxicos. Esta consideración resulta anómala, ya que quebranta el primer postulado de la homonimia, que es la desconexión semántica. Los que así piensan dicen que casos tales como el de luminar 1 y 2, morfología bajo la que se amparan los significados de astro (sustantivo) e iluminar (verbo), son homónimos gramaticales y, con tal consideración, suele reflejarlos la lexicografía. Otra falsa atribución de homonimia desempeñando variadas funciones gramaticales es la de las palabras acústica, voz que puede comportarse como un adjetivo para definir a lo perteneciente al oído y como sustantivo para denominar a una parte de la física, temas obviamente relacionados, y amanecer, que puede desempeñar las funciones de sustantivo y verbo. Para ejemplificar la unión de significados semánticos en diferentes categorías gramaticales procedemos a poner varios ejemplos: – quiere que cante cante jondo.
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Los que visionan el cante 1 (verbal) y 2 (nominal) como homónimos nos dirán que hemos construido una oración redundante porque el significado de cante 2 está incluido en cante 1, y tendrán toda la razón del mundo en sostener tal afirmación, que nos resulta conveniente para que les devolvamos otra pregunta: ¿entonces por qué se considera a estas voces homónimas si los significados están relacionados? Volverán al sempiterno asunto de idealismos sobre lexemas y artículos léxicos, que se enraíza con el del significado gramatical, y demostraremos que se trata de realizaciones tan íntimamente ligadas que podemos incluir la segunda en la primera y la oración seguirá plena de significado: – quiere que cante jondo. Con esto pretendemos demostrar que la atribución de homonimia gramatical a fenómenos como el que estamos viendo no tiene justificación, sobre todo porque se rompe el postulado indispensable de desconexión semántica. Además, a duras penas puede registrar utopías la lexicografía, ya que ésta es una ciencia de realidades, en contraste a la lingüística que puede ser ciencia de realidades y de utopías de realizaciones perfectas y de hablantes ideales. También existen morfologías que comparten auténticas y falsas homonimias, registradas en la lexicografía invariablemente como homonimias. Pensemos en bound, que muestra una falsa homonimia de tipo gramatical, pero también homonimia absoluta. Para sostener lo primero, nos basamos en la polivalencia funcional de la misma representación formal y la pertenencia a una misma familia léxica, como sucede en los lemas dos (atadura), tres (atar) y cuatro (atado) del Webster que responden a la función nomi-
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nal, verbal y adjetiva (participio de pasado) con referencia a limitaciones o ataduras. En contraste, encontramos el lema uno de función adjetiva que comporta la significación de preparado, listo o vestido y que produce una homonimia absoluta con el lema cuarto (atado). Al mismo tiempo, los verbos de los lemas cinco (apostar figuradamente) y siete (saltar) producen una homonimia total entre ellos y también con el lema tres (atar) y, finalmente, la entrada sexta (salto) choca semánticamente, no gramaticalmente, con la dos (atadura). Como podemos ver, la homonimia llega a ser un totum revolotum en el que las diversas categorizaciones conviven entre sí basándose simplemente en la semejanza de forma, el aspecto más engañoso de la semántica léxica. Si tenemos en cuenta que la homonimia atiende a la desconexión semántica, nos planteamos la atribución de falsa homonimia entre bound 2, 3 y 4 que atienden a los usos de sustantivo, verbo y adjetivo de una misma parentela léxica. Estos ejemplos se meten en el mismo grupo que el del caso representado por anular, homonimia auténtica que comporta dos funciones gramaticales, la de verbo y adjetivo, y una desconexión semántica total puesto que el verbo es sinónimo de rechazar el permiso de algo y el adjetivo se refiere, por ejemplo, al dedo o a la forma redondeada de los anillos. Como podemos comprobar éste sí es un auténtico caso de homonimia gramatical por cumplir los dos postulados básicos que regulan a este aspecto de la semántica. No tiene nada que ver el caso de anular con los de luminar o acústica, y englobar fenómenos tan dispares en un mismo apartado supone resquebrajar, a nuestro entender, los cimientos de la homonimia.
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Otros expertos del campo semántico opinan que un lexema tiene variantes o unidades léxicas que responden a las diferentes funciones gramaticales y, desde esta perspectiva, el lexema en cuestión es polisémico (Kempson 1989:81). Esta visión, como indica Cruse (1986:80), considera al lexema la unidad semántica primaria y a sus realizaciones gramaticales como puras variantes. No estamos de acuerdo con la consideración polisémica (si bien, tampoco resulta descabellada) del lexema ya que rechaza la dignidad del significado gramatical que aporta cada categoría sintáctica, que, en el caso de los verbos, nos apunta datos tan importantes como persona, tiempo... Además, la polisemia se atribuye siempre a la multiplicidad de significados de un mismo significante unido a una determinada categoría gramatical, es decir, se parte siempre de una unidad que se extiende del plano morfológico y se reflecta en múltiples rayos de significado al alcanzar el plano semántico. No nos resulta convincente el hablar de un plano morfosemántico utópico que se fracciona en múltiples planos morfológicos reales y, de ellos, arriba al semántico. Pensamos que si la semántica pretende que la lexicografía aplique sus fundamentos, se debe hablar de realidades concretas, es decir de gerundios actuando como sustantivos (smoking is bad for health) o como adjetivos (killing children can be a serious problem), o de sustantivos calificando y restringiendo a otro sustantivo en inglés (bile vessel), o de infinitivos actuando como sujetos en español (cantar es lo que me gusta). También se da polivalencia funcional en ciertos sustantivos que desempeñan el papel de adjetivos a pesar de existir una morfología propia para dicha función. Éstos son casos de poliva-
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lencia sintáctica, pero no de polisemia, ya que ésta se restringe al nivel léxico. Pensemos en ash, forma nominal con un consiguiente correlato adjetivo (ashen). No obstante, el sustantivo puede funcionar en premodificación desempeñando una función explicativa o especificativa, como en Ash Wednesday. La versatilidad sintáctica permite a ciertos usos reales desempeñar figuradamente papeles, por medio de la metaforización gramatical, que no corresponden a su propósito primigenio. Vemos claramente que en muchos casos los artículos léxicos son intercambiables funcional y semánticamente, pero ¿qué sucede en los otros muchos casos, la inmensa mayoría, en que no lo son? La versatilidad sintáctica y semántica nos indica que el hablar de polisemia no es una aproximación descabellada, pero deja sin resolver muchas cuestiones que todavía penden en el aire. Precisamente, una de estas cuestiones es la del tratamiento del lexema, punto que causa graves problemas y en el que los más afamados expertos no llegan a un acuerdo (Cruse 1986:49 y 81; Kempson 1989: 81; Lyons 1977:550-569), por lo que pensamos que seguir dando vueltas al mismo tema no nos hará llegar a ninguna conclusión clara o satisfactoria para todas y cada una de las corrientes de pensamiento. No vamos a perder aquí el tiempo en interminables disquisiciones filosóficas en torno al tratamiento del lexema, puesto que éste varía de autor a autor, y pensamos que vale de disculpa para que cada cual dé a los conceptos semánticos atribuciones completamente enfrentadas en casos problemáticos como el que estamos analizando.
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Además, Cruse (1986:49) dice que lexemas son los términos ideales de los diccionarios. Dejemos de lado las abstracciones ideales y vayamos a las palabras de carne y hueso que, a nuestro entender, son las que están en los diccionarios. A pesar de las limitaciones de las obras lexicográficas, de los errores y carencias que puedan mostrar, muchos de ellos heredados de la semántica pues un diccionario no es otra cosa que semántica aplicada al léxico, los lexicones son pozos de sabiduría que tratan de desmenuzar, con la mayor dignidad posible, palabras terrenales y no puras abstracciones o utopías lingüísticas. En realidad, pensamos que en el fondo del asunto lo que pesa, sin que nadie lo diga abiertamente, no es la división entre lexema y artículo léxico, sino el haber llegado a la frontera entre significado semántico y significado gramatical. Por supuesto que el significado gramatical está incluido en el léxico, pero es que precisamente lo que estamos debatiendo es el menosprecio o la importancia de las significaciones funcionales. Como resultado del diferente tratamiento del lexema, se cristalizan dos corrientes de opinión que categorizan el fenómeno que nosotros consideramos como falsa homonimia desde perspectivas abiertamente confrontadas: podemos citar a Kempson (1989:79-83), a favor de la polisemia; y a Matthews (1991:27-29) y a Lyons (1977:550-569), del lado de la homonimia. Cruse (1986:81) simpatiza con ambas opciones. Evidentemente, los que consideran estos casos de falsa homonimia como polisemia doblegan el significado gramatical al léxico. En cambio, quienes piensan que se trata de homonimia atribuyen más importancia a la gramaticalidad. El trato aséptico es, por supuesto, el de
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la morfología, ciencia que enfoca el caso como un asunto de conversión o de afijación cero. Lo que no constituye problema alguno para la morfología, da un giro copernicano cuando entramos en semántica. Desde esta perspectiva, y dadas dos premisas: – la importancia del significado gramatical, – la consideración de polisemia como comunión de una morfología (nos da igual que la llamen lexema, palabra o artículo léxico), de una única categoría gramatical, y de una multiplicidad de significados aplicados a la categoría gramatical en cuestión, consideramos que nos encontramos ante un fenómeno diferente que no se puede englobar como polisemia, y que se hace necesario enfocar fuera de perspectivas predefinidas, convenientes para otro tipo de hechos lingüísticos de perfil claramente delimitado, pero que hacen aguas cuando se las intenta aplicar a nuestro objeto de estudio. Dado que la homonimia responde a una pluralidad de significados desvinculados, amparados en representaciones de morfologías fortuitas y coincidentes que responden a variadas funciones gramaticales, lo que origina el surgimiento de varias palabras, lo que necesitamos es bautizar al fenómeno inverso que estamos estudiando. En nuestro caso concreto, nos encontramos ante una pluralidad de significados vinculados amparados en morfologías coincidentes, no de modo casual, que también responden a diversas categorías gramaticales. En el otro lado, se encuentra la polisemia, que tiene diversas significaciones unidas en una inamovible morfología y una única categoría gramatical.
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Los tres fenómenos se parecen, pero al mismo tiempo se diferencian. La homonimia gramatical (voces plurales) supone una comunión de categorías funcionales y una desconexión semántica. La polisemia representa la comunión gramatical aplicada a una sola voz. En contraste, y uniendo las dos perspectivas, se encuentra la unión de voces plurales con conexión gramatical y semántica. Pensamos que un término que puede expresar correctamente este concepto morfosemántico es el de sinsemia, tomada ésta en el sentido de suma o unión de significados, el semántico y el gramatical que, juntos, producen un significado semánticogramatical. Ya que la sinsemia es un fenómeno de gran magnitud, es hora de que se deje de estudiar desde las perspectivas clásicas de la homonimia o de la polisemia, porque las excepciones que implica son tan numerosas como los ejemplos de pura homonimia gramatical o de polisemia ortodoxa. Un ejemplo de sinsemia es el de parallel, morfología que responde a las funciones de adjetivo, sustantivo, adverbio y verbo. Todas estas categorías sintácticas responden a un mismo tronco semántico por lo que pensamos que no es conveniente estudiarlas dentro del fenómeno de la homonimia. Por otro lado, si escudriñamos las entradas del CIDE, observamos que se produce una escisión en el caso del adjetivo y del nombre que no tiene ninguna razón de ser. Las entradas 1 y 5 responden a los usos adjetivos que este diccionario escinde en la vertiente relacionada con las líneas y con la que concierne a los hechos, cuando, en realidad, la entrada 5 no es más que una derivación metafórica de la primera. Procede de igual manera en las entradas 2 y 4 que afectan a los usos nominales, por lo que da la impresión de que la metáfora de
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las segundas entradas surge por generación espontánea. Ya que todo giro metafórico deriva de un uso real, los significados no figurados y los figurados deben aparecer en una misma entrada porque, de no proceder así, se elimina el generativismo del léxico. En este sentido, la profunda atomización de significados de este diccionario está reñida con la vertiente de la lexemática generativa. Volviendo al tema de la sinsemia, y como nos encontramos justo en el terreno pantanoso de la frontera homonimia/polisemia y cada uno lo observará con la perspectiva que le dé su ubicación, pensamos que lo más conveniente no es estudiar este fenómeno desde ninguno de los dos terrenos antiguos, sino desde el terreno propio. Asimismo, creemos que el estudio de este fenómeno desde una perspectiva independiente, desde el punto intermedio entre polisemia y homonimia, puede solventar el desequilibrio semántico que implica el visionar a la homonimia como único fenómeno que se aborda desde la pluralidad de significantes. La polisemia se centra en el estudio de un solo significante, mientras que la homonimia parece estar desemparejada por ser el único fenómeno que se estudia desde la dualidad o pluralidad de significantes. Con respecto a la sinsemia, no tiene razón de ser el cuestionarse sobre su parcialidad o su totalidad, como se hace con la homonimia y la polisemia. La sinsemia surge de los espacios que se le escapan a la homonimia parcial gramatical y a la polisemia. La restricción semántica que puede sufrir la sinsemia, al igual que la homonimia, en la variación de función gramatical actúa como elemento que ayuda a diluir la ambigüedad, característica que comparte con
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la homonimia y la polisemia. Pensemos en cabaret (inglés), voz sinsémica que comporta una reducción de significado en el uso verbal con respecto al nominal. El Webster indica que el sustantivo se emplea en referencia a las tiendas donde se vendía vino y licores, a un tipo de servicio de porcelana del siglo dieciocho, al local donde se bebe y tienen lugar espectáculos musicales y al suelo del cabaré, lo que sería un caso de metonimia. El verbo, sin embargo, restringe la gama semántica del sustantivo, usándose simplemente para la acción de frecuentar un cabaré. La perspectiva del fenómeno que analizamos está muy clara para la morfología, pero nosotros la estudiamos desde el aspecto semántico, que es el que comporta problemas. Marchand (1963) bautiza a estos casos que desempeñan diversas funciones con el nombre de morfología de afijación cero o de cambio funcional. También incluimos en la sinsema las subcategorizaciones de una misma función que, en opinión de Matthews (1991:27), se tratan de casos de sincretismo, un concepto diacrónico que se estudia sincrónicamente, a los que la lengua inglesa tiene mucha tendencia, como en tried, forma que se utiliza para el pasado simple y para el participio de pasado. También podemos citar el caso de ast, unidad morfológica que cobija la dualidad de presente y pasado del verbo to ask, y de la coincidencia entre el pasado simple y el participio de pasado en ground, morfología que, además, ampara al sustantivo con el significado de tierra o suelo, lo que sí supone con respecto a los dos ground anteriores, un caso de auténtica homonimia gramatical. Así comprobamos cómo dentro de la sinsemia se encuentran varios subtipos de una misma función sintáctica.
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El pasado simple de muchos verbos irregulares en inglés está ligado al sincretismo, por coincidir con un participio de pasado idéntico. Éste es el caso de bent en el que la forma de pasado coincide con la de participio de pasado y con el sustantivo y adjetivo correspondientes. Existen rasgos suprasegmentales (Alarcos 2002: 52) diferenciadores de función gramatical que señalan variación de categoría, tiempo o modo como sucede en cántara, sustantivo; cantara, subjuntivo; cantará, futuro. En este caso existe una auténtica homonimia gramatical entre el uso nominal y el verbal, pero también aparece la sinsemia entre las dos formas verbales del mismo eje semántico, a la que Matthews (1991:27) considera sincretismo. Dentro de la sinsemia incluimos también el tipo de homonimia considerada parcialmente homófona y homógrafa por la semántica tradicional. Dado que estas voces comparten un vínculo semántico innegable, son para nosotros casos de sinsemia en inglés traídos de la mano por la infiltración del francés, como en assemble y assemblé. Si nos vamos al ejemplo de fiancé y fiancée vemos que, a pesar de la similitud de forma, encontramos una geminación o doblamiento vocálico que indica género y no corresponde a una representación grafemática idéntica por lo que las consideraciones han de ser de tipo diferente ya que no estamos ante un caso de sinsemia, por tener dos morfologías derivadas. Las omisiones de sustantivos regentes dan lugar a la aparición de sinsemias. Piénsese en el vocablo titular para referirse a alguien que ejerce una profesión con nombramiento oficial. En principio este significado acompañaba como adjetivo a un núcleo nominal go-
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bernante, fuera éste juez, médico, profesor..., pero el deseo de rapidez discursiva y textual ha ejercido y sigue ejerciendo tal influencia que propicia la elisión del sustantivo ocasionando que el adjetivo se transforme, mediante un proceso de conversión, en sustantivo. Así pasamos de hablar del médico titular al titular, palabra ambigua que puede referirse al titular de un periódico, a un profesor titular, a un juez titular... Éste es un motivo más para sostener la idea de que la lexemática es la auténtica regidora de la sintaxis. Idéntico caso en inglés es el de personal. Esta morfología funciona como adjetivo, pero en algunos casos se ha perdido el núcleo regente del sintagma nominal dando lugar a que el propio adjetivo agrupe los significados de sustantivo y de adjetivo. Así, personal significa algo inherente a la persona o a su privacidad y también a un tipo de anuncios, de índole personal, en los que alguien intenta contactar con amigos o buscar pareja. La palabra mono es un buen ejemplo de sinsemia en castellano. La palabra actual es una haplología de maimón, y aunque en principio la referencia al género se hacía desde las hembras de la especie, la perspectiva ha cambiado en la actualidad. Procedamos a ver su tratamiento lexicográfico. El DAEA registra cuatro lemas, dos el DAL y uno el NEI . De esto vemos que los dos primeros diccionarios tratan a esta palabra como homónima. Dejaremos de lado las homonimias auténticas producidas por acortamiento y nos centraremos en los casos que nos parecen más interesantes, que son los de mono como especie animal (sustantivo) y mono tomado en el sentido de bonito (adjetivo), voces que para algunos lexicógrafos constituyen homonimias gramaticales, y que
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para nosotros son un caso declarado de sinsemia que, con mucho fundamento, el DRAE recoge en un único lema que escinde claramente en las dos vertientes gramaticales. En nuestra opinión, éste es el tratamiento que se debería dar a todos los casos de comunión semántica y multiplicidad gramatical. Aplaudimos esta iniciativa del diccionario académico por señalar visualmente la escisión gramatical de una palabra vinculada semánticamente. Ciertamente, y en contra de lo que pueda pensar el lector, mono tomado en el sentido de bonito y gracioso, y en el relativo al mono como especie animal son significados entrelazados, ya que, a pesar de la fealdad del mono, creemos que concebida en comparación al hombre y su refinamiento de facciones, éste hace movimientos graciosos y simpáticos que asemejan a los de los humanos. El DRAE y el DUE reflejan este caso de sinsemia de significados aparentemente antagónicos desde el punto de vista semántico. El significado gramatical arrastra las dos líneas, contradictorias a primera vista, de la perspectiva semántica, dado que mono con el significado de bonito es un adjetivo y con el de especie animal es un sustantivo. De esto también concluimos que la sinsemia, que siempre se mueve dentro del mismo eje semántico, puede llegar a mostrar un contraste semántico, dado que el mono, en cuanto a aspecto físico es un rudimento de la perfección estética del hombre. En cambio, en lo que compete a sus movimientos, nos llama la atención el que sea el animal más grácil por su parecido al hombre puesto que sus extremidades delanteras pueden desempeñar la función de brazos. Un caso variopinto de sinsemia es el de disco que responde tanto a disco de vinilo, disco compacto... como
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a discoteca, forma a la que se ha llegado mediante el acortamiento de la segunda parte del compuesto y que causa ambigüedad. En el caso de busca, la coincidencia formal procede de la variante del sustantivo búsqueda y del acortamiento del compuesto buscapersonas, forma que se presenta como homónima en el DRAE, al igual que la de limpia, cuando en realidad no se trata de homonimias sino de sinsemias puesto que los términos están vinculados semánticamente. Si comparamos este caso con el de mono, nos llama la atención la diferencia en el tratamiento lexicográfico. Tanto en el caso de mono como en los de busca o limpia nos encontramos ante fenómenos idénticos, unión semántica general y diversidad gramatical dentro de la unidad global, por lo que no vemos ningún sentido en el tratamiento de mono bajo un estilo y el de busca o limpia desde la perspectiva opuesta.
6.3. LA PERSPECTIVA LÉXICA: LA POLISEMIA
Dejamos el apartado gramatical y pasamos a centrarnos en el léxico. Aquí la diferencia de categoría sintáctica no tiene razón de ser, puesto que vamos a analizar palabras de igual función. Dejando de lado lo que son polisemias establecidas, tenemos la sensación de que se nos ha dado un mayor número de homonimias de las que realmente hay, y menos polisemias de las que debería haber. Los diccionarios, por lo general, ofrecen en entradas separadas las indicaciones de procedencia de las personas y las que aluden a lo relativo o característico de un lugar. El Webster, por ejemplo, escinde la
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morfología de Arab en dos entradas homónimas, cuya autenticidad podría ser tema de debate. Una concierne a los árabes, es decir, a los nativos nacidos en la zona, y la otra, a lo típico de estos países. Evidentemente, los dos temas están relacionados, ya que el nativo de un lugar se comporta de acuerdo a las normas y costumbres de su zona de procedencia, salvo en contadas excepciones. También, la lexicografía española muestra igual tendencia que la anglosajona al escindir el gentilicio que indica procedencia toponímica de lo típico o inherente a las costumbres del lugar. Quizás en la raíz de la división se encuentre el tema de la fácil localización lexicográfica del uso en cuestión, pero, al mismo tiempo, esta tendencia a facilitar la comodidad visual del usuario quebranta los cimientos de la teoría semántica, mostrando como homonimia lo que son realidades íntimamente derivadas y, por tanto, polisémicas. Tratar a los gentilicios y toponímicos de esta manera supone quitar la consideración de rigor científico a la lingüística y dejarla en manos de lo cómodo, que es, en el caso que tratamos, el desprecio de los campos semánticos. Pensemos en la evolución sorprendente de la palabra niñato, voz que designa a un ternero que se encuentra en el vientre de una vaca muerta (DUE) y que deriva de la forma non natus que pasó de nonato a niñato, palabra que alude, por excelencia, a un joven inexperto y vanidoso. Creemos que la presentación polisémica de voces que realmente lo son, si bien conlleva la desventaja de la localización engorrosa, también puede conducir a que el lector lego se maraville ante las caprichosas evoluciones de los vocablos y co-
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mience a aficionarse a reflexiones lingüísticas de calado más profundo. Asimismo, podemos citar el ejemplo de pujar, con los significados de subir el precio de algo en una subasta (verbo no reducido) y empujar (con variante verbal reducida), a los que consideramos un solo verbo polisémico puesto que el significado de subastero deriva del general, es decir, se sube o empuja hacia arriba el precio de algo. En inglés un ejemplo señero de alternancias vocálicas que originan consideraciones mixtas de sinsemias y homonimias es el de bill, con diversas formas gramaticales del mismo campo semántico que originan juegos de sinsemias y que, finalmente, en los lemas sexto y séptimo del Webster se tornan en homonimias absolutas procedentes de la variante escocesa de bull y de la alteración de bell. Los epónimos a menudo aparecen representados en la lexicografía tradicional como voces homónimas, consideración con la que estamos en desacuerdo ya que constituyen un tipo especial dentro del lenguaje figurado, y éste siempre deriva del real a través de la polisemia. Tal es el caso de Roentgen/roentgen, forma que responde al apellido alemán del descubridor de los rayos X y a la “unidad de medida de dosis radioactiva”. Dicha morfología figura en dos entradas diferentes en el Webster, que el DRAE y el DUE unen en una única entrada polisémica. Una vez que los epónimos encuentran un alto índice de frecuencia en la comunidad lingüística comienzan a bifurcarse gráficamente, y lo que era una unidad idéntica a nivel morfológico se escinde en la representación alterna de minúsculas, que quedan relegadas al uso figurado, y de inicial mayúscula, que res-
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ponde al apellido del inventor. De este modo, cuando el uso está en boca de una comunidad, aparece la doble representación de nombre propio, el del descubridor, y de sustantivo o nombre común, que se aplica a la invención o descubrimiento. Esta visión apunta obviamente a que muchas homonimias de la semántica y la lexicografía deberían reconducirse hacia la polisemia, pues, a nuestro entender, muestran vínculos semánticos razonables.
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7. EL DISCERNIMIENTO DE LA VINCULACIÓN SEMÁNTICA
7.1. INTRODUCCIÓN EN ESTE capítulo pretendemos formular una serie de recursos que demuestren la vinculación semántica de ciertas morfologías, lo que desemboca en una voz polisémica. No estimamos oportuno referirnos a reglas de transformación de homonimia en polisemia porque no se trata de un conjunto de criterios de aplicación matemática. Además, si hablamos de transformación hacemos pensar que estamos empleando un forzamiento de la realidad para pasar de un aspecto semántico, la homonimia, a otro, la polisemia, lo que sería una distorsión. En nuestro caso, no creemos que estemos alterando nada, sino que tan sólo procedemos a aplicar ciertos criterios que demuestren si una realidad semántica ha sido correctamente planteada en la lexicografía. Estas realidades, en un gran número de casos, se han disgregado como si se tratase de una fotografía
que se ha convertido en un puzzle, pero que sigue respondiendo a una verdad unitaria. Nuestra misión va a ser recomponer las piezas del puzzle, tarea en cierta medida utópica, puesto que nunca llegaremos a encajar la totalidad de las piezas. Sí esperamos, en cambio, esbozar las líneas maestras que guían los diferentes planos de la fotografía. Para ello, vamos a aplicar un conjunto de reflexiones semánticas que nos pueden resultar válidas en el intento de demostrar que tras muchos casos de homonimia se esconde la polisemia. De los planteamientos teóricos de los expertos en semántica, procederemos a la aplicación de aquellos que nos han parecido más útiles, y añadiremos algunos de cosecha propia que creemos pueden ayudarnos en la realización de nuestra tarea.
7.2. CRITERIOS DE VINCULACIÓN SEMÁNTICA
A continuación, enunciamos los métodos que vamos a utilizar para la demostración, o no, de los vínculos semánticos entre diversas entradas lexicográficas. Sin embargo, no vamos a aplicar todas ellas a cada uno de los casos que analicemos, puesto que cada tipo de polisemia muestra un comportamiento específico. Palmer (1984:106) considera el test de coordinación como clave para discernir la polisemia u homonimia de una voz, pero pensamos que un método que se basa en la ambigüedad no resulta demasiado eficaz, ya que polisemia y homonimia comparten ese mismo rasgo, aunque lo muestren en diferente proporción. Sin embargo, sí vamos a emplear otros planteamien-
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tos de Palmer, a los que añadiremos los de otros expertos y, también, nuestras propias opiniones. Así, sobre un conjunto de criterios semánticos básicos construiremos otros más elaborados para demostrar la conexión o desconexión semántica de algunas entradas de los diccionarios. Vamos a hablar de polisemia si se cumplen las siguientes condiciones: – Conexión etimológica: en este caso citamos a Lyons (1995:58), quien sostiene que las voces polisémicas han de estar vinculadas etimológicamente. En este sentido, la presencia de étimos claramente desvinculados, desde el aspecto morfológico o semántico, nos hace rechazar cualquier unión. En el caso de que los étimos sean iguales o parecidos y una de las palabras tenga peculiaridades culturales de uso autóctono fuera del alcance universal, consideraremos también a las voces como auténticos homónimos. En el supuesto de que dos voces muestren étimos muy parecidos y compartan algunos semas, procederemos al análisis de vinculaciones, puesto que la etimología es una especie de arqueología lexemática y, en el discurrir del tiempo, se puede haber perdido algún eslabón de la cadena evolutiva. Dicho de otra manera, un significante asociado a un cierto significado se puede haber registrado lexicográficamente hace dos siglos, lo que no exime de que se usara otros dos siglos antes bajo una forma etimológica anterior de la que no queda constancia. En realidad, alcanzar el étimo primigenio es una misión prácticamente imposible, por lo que hemos de conformarnos con los pocos vestigios con los que contamos. La mayoría de las veces, los diccionarios nos ofrecen un significado etimológico igual al de la palabra
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que estamos analizando, con lo que no encontramos ningún dato aclarador por esta vía. También da la impresión de que los étimos lexicográficos no tienen en cuenta el generativismo semántico, es decir, cuando una palabra adquiere un peso y una entidad propia se la desgaja del bloque al que pertenece, dándosela el étimo del momento histórico en el que empezó a vivir una existencia propia. Pensamos que ésta es la causa de que significados tan íntimamente vinculados, que hoy en día son metáforas muertas como sole y bank, se reflejen en lemas diferentes. Dicho de otra manera, la madurez semántica de ciertas voces aboca a la independencia lexicográfica, y esto es algo que comprobamos en un porcentaje demasiado elevado. En muchos otros casos, la etimología ofrece variantes que corresponden al mismo tronco de lenguas, bien germánicas o bien romances. En este sentido, la influencia léxica de la antigua Romanía sobre las lenguas germánicas es infinitamente superior a la que éstas han ejercido sobre las lenguas romances. El caudal de anglicismos que recoge la última edición del DRAE no es nada si lo comparamos, por ejemplo, con las palabras de los diccionarios anglosajones que derivan del léxico latino. Sin embargo, y dadas las dudas que se extienden sobre la veracidad de muchos étimos, utilizaremos a éstos como herramienta de trabajo, sin hablar de conexión etimológica, ya que, en bastantes ocasiones, según la obra que se consulte puede cambiar la atribución etimológica. En otros muchos casos, el étimo brilla por su ausencia o se ciernen múltiples dudas sobre su veracidad. – Vinculación semántica: en este criterio también seguimos a Lyons (1995:58). Realmente, para diferen-
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ciar la homonimia de la polisemia, éste es el criterio fundamental. El problema está, sin embargo, en la demostración de tal vinculación, por lo que se hace necesario recurrir a métodos suplementarios. Existen casos de presuntos homónimos que se pueden vincular fácil y razonablemente, por lo que responden, en realidad, a una polisemia encubierta. Por el contrario, es prácticamente imposible desvincular semánticamente las entradas lexicográficas de las voces polisémicas. Pensamos que el encadenamiento de semas, junto con los métodos que exponemos a continuación, son criterios razonables para mostrar la vinculación entre significados. – Extensión/restricción semántica: si dos voces se presentan lexicográficamente como homónimas, la ampliación o reducción del significado de una con respecto a la otra, deshace la atribución de homonimia y la torna en polisemia. – Serielización léxica homogénea: Justo (1991:61) utiliza el ejemplo de grado para demostrar que las voces homónimas pertenecen a familias y series léxicas diferentes: – grado 1: grada, graduar, graderío, degradar, degradación... – grado 2: agradar, agradable, agradecer, gratitud... En el caso de que las series léxicas de los presuntos homónimos sean coincidentes total o parcialmente, se demostrará que existe conexión semántica entre ellos. – Sinónimos y antónimos: en este caso seguimos a Palmer. Éste (1984:107) sostiene que una palabra polisémica tiene un campo de sinónimos y antónimos derivados. Una estrategia que sigue este autor, para
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averiguar si la polisemia es auténtica, es la de buscar una palabra polisémica como fair que se puede aplicar al pelo, a la piel, al tiempo... y localizar antónimos que, si coinciden, demuestran que la palabra es realmente polisémica. También podemos encontrar una vía intermedia en la que dos presuntos homónimos muestren sinónimos idénticos, motivo más que suficiente para avalar la conexión de significaciones. – Hiperonimia e hiponimia: si dos voces presuntamente homónimas muestran inclusión de una de ellas en la otra, se establece la vinculación semántica, de modo que la más general es un hiperónimo del hipónimo. Asimismo, en éste y en todos los casos en que se encuentre una conexión de significados, la consideración de dos o más palabras pasará a transformarse en una unidad léxica. – Holonimia y partonimia: si dos voces se presentan como homónimas en la lexicografía, sus partónimos también deben serlo. No es justificable que dos voces que se consideran semánticamente escindidas tengan zonas semánticamente conectadas, por lo que los merónimos derivados deben seguir siendo homónimos con la misma ordenación de lemas que los lemas holónimos de los que derivan. – Relación causa-efecto: si una morfología demuestra ser el resultado de la ejecución de su lema gemelo presuntamente homónimo, nos encontramos ante casos de unión semántica polisémica. – Metonimización: dos homónimos no lo son realmente, cuando uno de los lemas constituye una metonimia del otro. Si se nombra la consecuencia en lugar de la causa, el producto por el material del que se compone, una entidad por el nombre de los objetos
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que están dentro de ella, debemos hablar de casos de metonimia, de desvíos figurados del léxico y, por lo tanto, de casos de polisemia. Cualquier tipo de desvío figurado se relaciona, del mismo modo, con la polisemia. – Metaforización: dos homónimos son falsos cuando uno de los lemas constituye un uso real y los siguientes suponen extensiones figuradas del primer lema. La metaforización se puede demostrar por el encadenamiento interrumpido de semas que responden a lo elementos centrales de la metáfora en cuestión. En algunos casos se da la combinación de una morfología que responde a un doble proceso de metáfora y metonimia. – Derivación mitológica o religiosa: este grupo supone un pequeño apartado dentro del de metaforización. Siempre que aparezca un nombre mitológico o religioso acompañado de un presunto homónimo, hemos de pensar que, muy posiblemente, el segundo derive del primero, puesto que la lengua tiende a metaforizar estos epónimos para embellecer el discurso. Si se dan semas coincidentes, la unión semántica prácticamente estará asegurada. En los relatos mitológicos se suelen presentar todo tipo de transformaciones de una especie a otra (cosificaciones de dioses o humanos, personificaciones de objetos inanimados, tránsito del mundo animal al humano o viceversa, como las ranas que se convierten en príncipes...) o de híbridos de dos especies (sirena, caballo alado, centauro...) – Personificación o cosificación: esta regla es de aplicación a ciertos usos metafóricos. Si dos lemas son homónimos auténticos no pueden abocar nunca a extensiones figuradas que personifiquen o cosifiquen a una entrada lexicográfica con respecto a otra. Asimismo,
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idénticas consideraciones se aplican a la serielización léxica en torno a dos homónimos – Antonomasia: cuando un nombre propio se extiende de modo que se transforma en común y designa a todo un género o a una especie animal se trata de un caso de polisemia. – Definición en referencia a otra palabra presuntamente homónima: en los casos en que se define un término en relación a otro supuestamente homónimo, se deshace la atribución de homonimia. Si una voz puede definirse en relación a otra es porque comparten vínculos semánticos, lo que desemboca en un vocablo único. – Voces presuntamente homónimas correspondientes a un único verbo polisémico: si dos voces de la misma categoría gramatical se presentan como homónimas y algún elemento de la familia léxica, especialmente el verbo del que derivan, funde los significados de los sustantivos, adjetivos... en una sola entrada polisémica, se deshace la presunción de homonimia. Si dos morfologías tienen significados inconexos, éstos deben seguir siéndolo a lo largo de toda la serielización léxica. – Traducción a palabra meta polisémica: esta regla es de aplicación restringida puesto que podemos chocar, por poner un ejemplo, con homonimias en una lengua y monosemias en otra. En los casos en que procedamos a aplicarla, si una voz es homónima en un idioma su traducción también debe serlo, resultando de todo punto inadmisible que, para referirse a una misma realidad semántica universal, lo que en un idioma sea homónimo en el otro sea polisémico. De ser éste el resultado, se procederá a observar qué lengua enfoca erróneamente la representación lexicográfica. En
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el fondo de la cuestión se encuentra el que estamos hablando de realidades universales. – Traducción polisémica y serielización léxica homogénea morfológica y semánticamente: si una voz pretendidamente homónima en la lengua base resulta en la lengua meta en una polisemia de serie léxica de la misma familia semántica, también consideraremos que una de las dos lenguas no clasifica bien la realidad. Además, se hace necesario tener en cuenta que la polisemia es muy difícil de desvincular, y que si la lexicografía la presenta como tal, es porque está convencida de la unión semántica de los significados. En contraste, pensamos que en los casos dudosos la producción lexicográfica prefiere obrar con cautela presentando las voces en diferentes lemas. – Traducción a voces meta sinónimas: si se traducen dos presuntos homónimos de la lengua base a la lengua meta y éstos se revelan sinónimos, también se demuestra que una de las dos lenguas aplica con desacierto la representación lexicográfica, por tratarse de realidades vinculadas.
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8. ANÁLISIS DE LEMAS EN LA LEXICOGRAFÍA ANGLOSAJONA
8.1. TRATAMIENTO DE LA LEXICOGRAFÍA ANGLOSAJONA
APLICAREMOS las reflexiones teóricas anteriores a la lexicografía y comprobaremos si ésta se atiene a los postulados semánticos. La lexicografía anglosajona suele mostrar los usos actuales del inglés, pero, en contraste a otras obras, el Webster recoge una ingente cantidad de arcaísmos que engarzan sincronía y diacronía en un compendio de los usos léxicos del presente y del pasado cercano. Hemos, por lo tanto, acudido al análisis contrastivo entre diversos diccionarios para comprobar, no sin asombro, que la clasificación homonimia-polisemia es un aspecto oscuro de la semántica en el que nadie parece ponerse de acuerdo. Lo que para un diccionario es homonimia, para otro es polisemia y, para el siguiente, monosemia. Ésta tiene una fácil justificación si pensamos que algunos diccionarios se rigen por cri-
terios de economía, es decir, por la administración de los recursos escasos, como es el espacio que ha de ocupar físicamente un diccionario en papel. Dilucidar la auténtica realidad semántica de las entradas es un asunto tan intrincado que pensamos que resulta prácticamente imposible llegar a un acuerdo entre las diferentes fuentes lexicográficas. Ya que los diferentes diccionarios muestran criterios opuestos en lo relativo a la conexión o desconexión de significados amparados bajo una misma morfología, pasamos a exponer nuestra opinión, tratando de avalarla con los criterios mencionados anteriormente.
8.2. MORFOLOGÍAS DEL INGLÉS Y CRITERIOS DE APLICACIÓN
Hemos elegido en este apartado cincuenta morfologías que comportan algún problema en el análisis lexicográfico de su semántica. Dichos problemas proceden, en su mayoría, del diferente enfoque que los diversos diccionarios otorgan a una misma morfología. Las palabras del inglés que procedemos a analizar y los criterios que hemos aplicado son las siguientes: 1) appendicularia: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 2) approvement: polisemia por conexión vinculación semántica y restricción semántica. 3) arch: diferencia de categorías gramaticales con vinculación semántica. 4) arctic: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 5) Argus: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización.
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6) arm: homonimia con algunos casos de coincidencia del sema defensa. 7) aroma: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 8) asteria: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 9) bandy: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 10) bank: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización (banco como asiento geométrico y como giro) y metonimización (caso de banco como institución financiera) serielización léxica homogénea, traducción a palabra meta polisémica y serielización léxica homogénea en la lengua receptora, y llegada a voces sinónimas. 11) bark: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 12) capital: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 13) chit: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y sinonimia. 14) flight: polisemia por vinculación semántica y sinonimia. 15) host: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica. 16) jill: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, personificación y antonomasia. 17) meal: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y relación hiperonimia/hiponimia. 18) mole: homonimia con sinsemia gramatical. 19) mood: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, personificación y metaforización. 20) oath: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, y sinonimia.
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21) pall: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, y metaforización. 22) pan: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 23) pansy: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, cosificación y metaforización. 24) pap: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 25) par: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 26) parlour: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 27) parochial: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 28) part: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 29) partial: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 30) pension: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metonimia, y traducción con llegada a palabra meta polisémica. 31) perch: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización y traducción con llegada a palabra meta polisémica. 32) periwinkle: homonimia. 33) pike: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 34) pit: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización y metonimización. 35) plaque: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, y llegada a voz meta polisémica. 36) port: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, y traducción con llegada a voz meta polisémica.
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37) porter: homonimia. 38) primer: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, y unión semántica en verbo polisémico. 39) pupil: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización, cosificación y traducción con llegada a voz meta polisémica. 40) quarry: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización y traducción con llegada a voz meta polisémica. 41) rack: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 42) ray: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización y relación holonimia/ partonimia. 43) root: polisemia (con algunos significados antagónicos) por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 44) sash: homonimia. 45) shoal: cautela. 46) skate: homonimia. 47) sloth: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 48) sole: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización, relación cosificación/personificación y llegada a voces meta sinónimas. 49) truck: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metonimia y relación causa-efecto. 50) vent: homonimia.
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8.3. ANÁLISIS SEMÁNTICO DE MORFOLOGÍAS DEL INGLÉS
1) Appendicularia: dicho término no figura ni en el OALD ni en el LDCE, y tampoco en el CIDE o el UDEL. El Webster da dos entradas a las que atribuye el mismo étimo appendicula (apéndice). La primera dice a genus of small free swimming pelagic tunicates shaped somewhat like a tadpole and remarkable for resemblances to the larvae of other tunicates. De la segunda dice que es un sinónimo de larvacea. 2) Approvement: dicho término no figura ni en el LDCE ni en el UDEL , y tampoco en el OALD y el CIDE . Se parte del mismo étimo pero se ofrecen dos entradas independientes en el Webster. La primera es una restricción de sentido con respecto a la segunda. El primer lema dice the act of approving lands, refiriéndose al cerramiento o apropiación de tierras para el beneficio propio antes de que tuviera lugar la Enclosure Act. La segunda entrada dice en la primera acepción approbation, approval, por lo que es mucho más genérica que la primera, lo que consideramos que contradice el orden lógico deseable en una obra lexicográfica. A continuación se introduce dentro de esta segunda entrada una restricción semántica referida al acto de declarar la culpabilidad en un delito acusando al cómplice para obtener la absolución propia. Evidentemente, los dos sentidos legales descienden del verbo genérico integrado en la primera acepción del segundo lema. 3) Arch: esta morfología figura como homónima en el LDCE, el CIDE, el UDEL, en el Webster y en el OALD. El UDEL atribuye el étimo francés arch (bow) al origen de esta morfología. Se trata de casos de homoni-
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mia gramatical desde la perspectiva lexicográfica que Kempson (1989:79-83) considera polisemia, y que nosotros consideramos sinsemia. En este caso encontramos artículos léxicos que coinciden semánticamente con prefijos, por lo que sería, a nuestro entender, un caso de sinsemia. Así sucede con arch, (arco, arquear, preeminente y jefe). Los dos últimos significados han producido el prefijo arch– que también indica autoridad e, incluso, se pueden unir éstos con los primeros dado que los arcos suelen estar en lugares preeminentes o superiores visualmente. Observamos una enorme prolificidad tanto en español como en inglés en el uso prefijal (arzobispo/ archbishop) apareciendo, incluso, formas sufijales como matriarcado /matriarch. Arch es, además, la abreviatura de archaic, archbishop, archery, archipelago, architecture y archive (Webster). En realidad, creemos que sería plausible pensar que la unión de adjetivo (arch) con sustantivo (bishop, por ejemplo) ha convertido al primero en prefijo, lo que desbancaría la atribución de homonimia del Webster a esta morfología. Es decir, se ha pasado de la forma obispo principal u obispo jefe a la de arzobispo, uniéndose adjetivo y sustantivo y dando lugar a un prefijo que intensifica semánticamente al núcleo. Del mismo modo, otros prefijos resultan del acortamiento de adjetivos y para ello podemos acudir a pre– (previo/ previous) y post– (posterior). Sin embargo, en español, a diferencia del inglés, contamos con dos morfologías diferenciadas que eluden la homonimia: arco (forma curvada) y archi (prefijo), como en archiduque. El prefijo español posee una gran versatilidad morfológica contando con diversas
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variantes como indica el DAL: arcángel, arcediano, arcipreste, arquetipo, arquitable y arzobispo. 4) Arctic: esta palabra figura como homónima en el LDCE y como polisémica en el OALD, el UDEL y el CIDE. El UDEL le atribuye el étimo latino arcticus. En la primera acepción de la primera entrada del Webster encontramos la siguiente definición: of, in, characteristic of, or used in the region around the north pole to approximately 65 degrees N (–nights), (–waters), (–clothing). Esta referencia a lo característico del Polo Norte, incluida la vestimenta, enlaza semánticamente con el segundo lema del Webster que se refiere a un tipo de bota que se lleva sobre el calzado para evitar el frío. Asimismo, también se emplea la denominación arctic para referirse a las botas, que si bien no han sido confeccionadas para ir al Ártico (por ser de peor calidad), las imitan en el aspecto, lo que constituye un caso de extensión. 5) Argus: el étimo latino responde a la misma morfología que tenemos en la actualidad. Esta palabra no figura ni en el CIDE ni en el LDCE. En el OALD aparece como monosémica, y como polisémica en el UDEL, mientras que en el Webster ofrece tres lemas homónimos cuya separación no tiene razón de ser dado que se indica la relación metafórica entre el dios Argos, gigante de cien ojos (van Aken 1967:28), y la persona vigilante o en actitud vigilante con variantes argas y argusianus. La metáfora es uno de los principales desencadenantes de la polisemia, nunca de la homonimia. El OED explica perfectamente la unión de los dos significados diciendo que del ser mitológico de cien ojos procede el apelar así a una persona o guardián que se muestra siempre vigilante.
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6) Arm: el UDEL atribuye al sentido de brazo el étimo latino armus que responde a shoulder where it joins the shoulder blade, mientras que el de arma procede del latín arma (weapon). El UDEL da dos lemas homónimos relativos a la categoría nominal, al igual que el CIDE, el LDCE y el OALD. Pensamos que dicha morfología responde a una homonimia en la que varios semas se entrecruzan en ciertas ocasiones. En español los significados corresponden a brazo y a arma, por lo que no contamos con una convergencia morfológica que complique la perspectiva semántica. Si bien todos sabemos que el análisis lexicográfico contrastivo entre las dos lenguas revela conclusiones idénticas por contar con dos palabras españolas y dos inglesas (arm as limb, arm as defensive element) vamos a ver los casos en que se da una confluencia de semas en inglés. El OED, en el punto 3a del primer lema (brazo) sostiene que éste es símbolo de might, power and authority; si pasamos al punto 3b del mismo lema dice that on which one relies for support or assistance, por lo que comprobamos que brazo es sinónimo de poder. En la parte dedicada a los compuestos atributivos el OED ofrece los siguientes ejemplos: – arm-guard (boxing): defence with the arm; protective covering for the arm. – arm-piece: armour to protect the arm. – arm-strong: strong of arm. En estos ejemplos comprobamos cómo el brazo sirve, no ya tan sólo como símbolo de poder, sino como arma defensiva natural e inherente al cuerpo. Sin embargo, necesitamos ser demasiado rebuscados para pensar que un brazo es siempre un arma, ya que, del mismo modo, podríamos atribuir igual cualidad de-
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fensiva a la mente o al cerebro. Por estos motivos consideramos a arm un ejemplo de homonimia. 7) Aroma: el étimo que atribuye el UDEL responde al significado de oscuro. En cuanto a los usos nominales, que son sobre los que va a recaer nuestra clasificación de homonimia o polisemia, aroma aparece como palabra monosémica en el OALD, el CIDE y en el LDCE. En el UDEL se considera polisémica, mientras que el Webster la trata como un caso de homonimia que escinde el significado de la flor del de su aroma, opinión que no compartimos porque resulta evidente que la palabra aroma ha emanado de la flor que lleva dicho nombre. Aroma es el nombre de la flor y, por metonimia, el de su olor. Evidentemente aroma como sinónimo de olor está conectado con la planta, la flor y su producto conocido como aroma. Si buscamos series léxicas en el Webster encontramos aromatic, también representado con una doble entrada homónima adjetiva y sustantiva. Del adjetivo se dice having a distinctive pleasing odor, cualidad que se aplica a los dos aromas vistos anteriormente. A continuación, el resto de las dos supuestas familias léxicas se funde en una que produce las siguientes formas: aromatical, aromaticity, aromatites, aromatization, aromatize y aromo. Es plausible pensar que la denominación para el olor de la flor llamada aroma se ha extendido al resto de olores agradables, bien provengan éstos de las flores o de cualquier otra sustancia. Pensamos que se trata de un caso de metonimia en el que se designa al olor de la flor tomando el nombre de la misma flor, y que, por extensión, se aplica al olor penetrante de todas las flores, e incluso también al del vino, las personas... 8. Asteria: dicha voz no figura ni en el LDCE ni en el OALD y tampoco en el CIDE o el UDEL. Sí aparece en el
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Webster (plural de asterion) comportando el significado plural de estrellas y coincide con la morfología de la palabra singular que designa a una piedra preciosa cortada de modo que exhibe el brillo interior, mostrando un fenómeno óptico en el que la luz del cristal asemeja muchas estrellas, por lo que pensamos que se trata de una polisemia por metaforización, que el Webster, sin embargo, muestra como homonimia. Además, la significación plural de la voz real y la llegada a un significado que se relaciona con una agrupación de estrellas procedente de la refracción de la luz en una piedra cortada, reafirma nuestra opinión de que estamos ante una doble metaforización de índole lingüística y visual. 9) Bandy: el UDEL atribuye un origen basado en el antiguo juego de pelota llamado también bandy. Dejando de lado el uso adjetivo y el procedente de la India que representan respectivamente las entradas homónimas tercera y cuarta del Webster, pensamos que las dos primeras, que descienden de un étimo común francés, se refieren a variantes del mismo juego de pelota, el tenis y el precursor del hockey, que el Webster trata como homonimias. Si bien éste se juega actualmente con un bastón, antiguamente su precursor, al que se refiere la primera acepción del segundo lema de bandy se jugaba, al igual que el tenis, con una raqueta. Las mencionadas acepciones no aparecen en el LDCE ni en el OALD ni en el CIDE, pero sí en el UDEL bajo una misma entrada polisémica. Este diccionario atribuye un posible origen francés a la voz bandy que deriva de bend debido a la forma del palo.
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banco de esperma
banco monetario
banco de sangre
movimiento 5 (depósito)
transacción económica en el asiento
banco artificial
galera
teclado
secuencia
giro aeronáutico
montón, apilamiento, orilla
banco de arena
movimiento 3 (asiento artificial y geométrico)
banco
movimiento 1 (asiento natural y curvo)
movimiento 4 (hilera)
giro automovilístico
movimiento 2 (giro)
Diagrama de bank
10) Bank: Cruse (2000:109) dice que el término bank es un caso de homonimia. Según Kempson (1989:80) y Lakoff (1987:416), también dicho término constituye un homónimo indestructible: It is common for a single word to have more than one meaning. In some cases the meanings are unrelated, like the two meanings of bank– the place where you put your money and the land along the edge of a river. In such cases, there is not one word, but two.
El UDEL es cauto en la atribución del origen escandinavo bakki, al que relaciona con la forma bench. El LDCE recoge en una sola entrada polisémica, referida a la categoría de sustantivo, las diversas acepciones de esta prolífica morfología que el OALD considera, al igual que el CIDE, de significados desvinculados. El UDEL ofrece dos entradas homónimas de usos sustantivos y otras dos de verbales. El Webster ofrece cinco entradas diferentes, tres de usos sustantivos y dos verbales. Si nos centramos en los sustantivos observamos que se ofrecen étimos similares pero no idénticos, aunque esto depende de la datación y registro de la palabra en el tiempo. Sin embargo, finalmente se remite siempre a bench, lo que lleva a considerar la unión de los distintos sentidos. En el caso de bank nos vamos a centrar principalmente en los usos nominales del Webster, por lo que, de momento, dejaremos de lado las homonimias correspondientes a otras categorías gramaticales. La primera entrada viene encabezada por los significados de mound (montículo) y orilla, la tercera alude a los bancos alargados donde se sientan los jueces, a las hi-
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leras de remos en las galeras, a las filas de teclas en un teclado..., y el último uso nominal es el de banco como institución financiera. Lo que llama la atención es que en esta última microestructura se hace referencia, al principio, a las mesas o mostradores para efectuar las transacciones monetarias y, después, al banco como entidad financiera, por lo que se sigue un criterio cronológico. Además, esta referencia conduce a ligar al banco financiero con los asientos de mercancías. La serie léxica de bank es muy productiva. Vamos a partir de los usos nominales para ver qué familias de palabras se forman alrededor de ellos: Bank 1 (mound) tiene el verbo to bank con el significado de to raise a bank for protection, es decir, levantar un montículo con fines defensivos. El Webster ofrece, a continuación, un cúmulo de formas nominales que añaden el sufijo –er a las que trata como homonimias y cuya consulta resulta muy engorrosa debido a que no indica de qué entrada de bank deriva cada entrada del consiguiente banker. Resulta cuando menos chocante el caos que reina en el Webster en la ordenación de homonimias, por citar un único ejemplo observamos que bank 1 (elevación de terreno cerca del agua) produce banker 3 (empleado o barco de las factorías de bacalao de Terranova, que deriva hacia banking con el significado de construir un embarcadero) y banker 4 que se refiere a un tren auxiliar que arrastra a otro en cuestas elevadas; que bank 3 (banquillo o bancada) origina banker 1 (protección textil para un asiento); y que bank 4 (dinero) deriva hacia banker 2 (banquero). En contraste, las sinsemias gramaticales parecen estar correctamente organizadas, ya que bank
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2 (verbo) deriva de bank 1 (sustantivo), y bank 5 (verbo) procede de bank 4 (sustantivo). Siguiendo con la secuencia de familias léxicas vemos que bank 3 (bench) engendra la forma banc (con variante a in banco, que consideramos un hispanismo) que significa con autoridad judicial, y también origina banked que designa a cualquier cosa dispuesta en fila. Bank 4 (money) deriva hacia to bank 5 con la significación de to keep a bank y to deposit money in a bank; también hacia bankable, banker y banking que designa al negocio de los bancos. Estas acepciones se enriquecen con las que hacen referencia a cualquier intercambio económico, por ejemplo el de los juegos de azar. Ya hemos comprobado la coincidencia morfológica en la formación de familias léxicas, pero lo que capta aún más la atención es la separación del compuesto bankrupt en tres entradas homónimas, una primera económica, una segunda legal y, finalmente, una tercera que interrelaciona lo legal con lo económico. Esta última vincula polisémicamente lo legal con lo económico, por lo que es un híbrido de los dos primeros lemas, ya que de todos es conocida la consecuencia legal de la bancarrota económica. De todo esto observamos que la morfología homónima de bank produce series léxicas iguales, lo que va en contra de la opinión de Justo (1991:61). Otra herramienta que empleamos para analizar la presunta homonimia de bank es la traducción. En el vertido a la lengua española, bank produce una serie léxica homogénea, salvo en el sentido de orilla del río que, en nuestro idioma atiende al elemento agua, resultando en ribera (de río), mientras que el inglés atiende al elemento tierra, produciendo bank para de-
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signar a la elevación del terreno sobre el cauce fluvial. De ambas lenguas podíamos haber tomado igual referencia, pero cada uno ha atendido al elemento que ha preferido, expresándose una misma realidad desde puntos de vista diferentes, dada la libertad de movimientos que permite el libre albedrío de cada idioma. Esto no significa que no sean semánticamente coincidentes, que lo son, sino que han incorporado morfologías diferentes (bank y river) de semas coincidentes que han producido una encrucijada de lexemas diferentes y sememas idénticos que expresan unidad semántica desde la diversidad de puntos de vista. También se expresa el mismo contenido semántico en bank y en la palabra alabeo; en este punto, la lengua inglesa amplía la referencia a la ondulación de los terrenos, mientras que el español emplea una alusión restringida a la curvatura. El banco castellano produce los significados de elevación de arena o tierra en el agua, asiento, institución pública de crédito, deposito, agrupación (banco de atunes). Banca es un sinónimo de banco pequeño, en el sentido de asiento de personas y asiento de dinero (depósito) y de asiento alargado, del conjunto de banqueros (caso de metonimia) y de un tipo de juego de naipes; bancal es una parcela de tierra de cultivo, por lo que también está relacionado con la elevación de los terrenos. Para rematar todos estos indicios de polisemia, señalamos que el DUE sostiene que la palabra banca deriva de banco, con lo que la retahíla de significaciones se encastra en un mismo grupo semántico. Lo que es más, banco (financiero) es sinónimo de banca (financiera) y banco (asiento) es sinónimo de banca (asiento).
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Demasiadas pistas van apuntando hacia la falsa homonimia de bank: el desorden en la presentación de las derivaciones morfológicas, la aparición de series léxicas coincidentes, la traducción a otra lengua, la española, que apunta a una base semántica común para todas las significaciones. En la página 72, al árbol semántico de bank nos permite ver cómo se extienden sus significados. La palabra bank, con el significado de montículo u orilla del río designa a un asiento natural y curvado. De esta forma que nos ofrece la naturaleza pasamos al banco artificial (bench), que tiene una forma geométrica. Así, una referencia de la naturaleza engendra una aplicación construida por el hombre que tiene el mismo propósito que el elemento original al que imita: el acomodamiento en un asentamiento natural y redondeado o artificial y geométrico es el primer eje semántico. Creemos que la confluencia de estas dos significaciones, presuntamente antagonistas, si atendemos a la casación entre lo curvo y lo geométrico, se da en el compuesto sandbank, que designa a una parte superior más o menos lisa y a unos bordes redondeados de los bancos de arena. Por otro lado, encontramos el surgimiento del resto de metáforas de la voz bank, tales como el alabeo aeronáutico que consiste en el vuelo del avión con un ala más inclinada que la otra para ayudar a la realización del giro. Aparte de este uso técnico, existen más ejemplos como el de la inclinación lateral de un coche cuando gira. Estas acepciones implican siempre un sentido de curvatura. Por otro lado se sitúan todos los sentidos geométricos. Tal es el caso de la institución financiera. Los primeros intercambios monetarios tenían lugar en los bancos, o asientos, de las ferias medievales. Cuando
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se abrió la institución monetaria, se tomó prestada la denominación y también se situaron bancos dentro de ella para el descanso de las personas y el asentamiento de dinero que se colocaba en un tipo de bancos que asemejaban taburetes largos sin respaldo. En este sentido banco como institución monetaria es una metonimia, ya que designamos a la institución con el nombre de lo que hay dentro de ella. Pensamos que estos bancos o bancadas pasaron a designar a objetos de forma alargada, como, por ejemplo, un teclado, los bancos de las galeras y las hileras de remos que en ellas se encuentran. Pero si continuamos con el significado de banco, como institución monetaria, observamos que conlleva el sentido de depósito (económico en el caso que nos ocupa) que se extendió a otros contextos más allá del financiero, surgiendo así los significados de banco de sangre, banco de esperma, banco de ojos, banco de datos... 11) Bark: el étimo se encuentra en la forma beorcan (UDEL). El LDCE, el CIDE y el OALD unen en una entrada polisémica los usos verbales que el UDEL separa en dos rutas. En el Webster se registran cinco entradas homónimas de las cuales discutimos las dos primeras, que se refieren a los usos verbales. El primer lema en la acepción 1b dice to make a noise resembling a bark, poniendo, a continuación, los ejemplos de los zorros, las ardillas y las focas. Inmediatamente después, se introduce la segunda acepción que reza to speak in a curt loud or explosive and usually angry tone. La segunda entrada homónima se encabeza con la referencia al ladrido de los perros, a la que se añade la observación de a similar sound made by some other animals, enlazando, consiguientemente, la atribución al perro con la del resto de los animales que, en el primer
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lema, se extiende a los humanos y supone una metaforización. 12) Capital: el étimo se encuentra relacionado con cabeza (caput) como indica el UDEL. El LDCE y el CIDE unen los usos nominales en un lema, que el OALD y el UDEL separan en dos vías, mientras que el Webster ofrece tres entradas homónimas de significados fácilmente vinculables en los lemas 1 (relativo a la cabeza) y 3 (parte superior de la columna). Se abarcan dos categorías gramaticales, la de sustantivo y adjetivo, con étimos parecidos. La entrada 1 hace referencia a la cabeza; y la 3, a los capiteles de las columnas, incluyendo ambas definiciones la palabra head en sus diversas acepciones, lo que conduce a la vinculación de ambos conceptos. Del mismo modo en que se habla de la cabeza de un alfiler o el cabezal de la cama, también podemos hablar de la cabeza de las columnas. Quizás en la lengua inglesa pueda parecer que ambas denominaciones se encuentran separadas por hacer referencia a conceptos diferentes, pero como hemos visto esto no es así ya que se comparten semas. Además, si acudimos a la traducción al español vemos que el étimo latino capit– se une con el significado de cabeza humana en la forma decapitar (behead), lo que desmonta la atribución de etimología popular a la que alude el Webster en el lema 3. En lo referente al lema 2 (capital como dinero), el mismo Webster establece vínculos entre éste y el 1 (lo relativo a la cabeza), con lo que vemos que la palabra capital es una polisemia fácil de sacar a la luz sin mayores herramientas que las huellas que va dejando el propio diccionario: en lo concerniente a la acepción 6 del lema 1 (intended as capital) dice que ésta viene del lema 2, ¿por qué los separa entonces, enfocándo-
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los desde otra perspectiva? De la misma manera, y yéndonos a la acepción 2.2 (capital letter) y a la 2.3 (the chief city of a country or region), se remite al campo semántico del lema 1. Por todo lo expuesto, pensamos que se trata de polisemia en los lemas 2 (dinero) y 3 (capitel), y de sinsemia entre éstos y el 1, ya que el último pertenece a la categoría de adjetivo. Capital emana significados en diversas direcciones, pero basándose siempre en la importancia o preeminencia del asunto en cuestión, como sucede en el caso de las letras mayúsculas; de los capiteles, por ocupar un lugar destacado y ser la cabeza de las columnas... 13) Chit: el étimo de esta morfología parece estar relacionado con la juventud y lo pequeño de tamaño, aunque parece tener un origen incierto (UDEL). En el Webster aparecen cuatro lemas homónimos de los cuales nos centramos en los dos primeros por considerar que comparten significados. En el LDCE se contemplan simplemente dos acepciones que se consideran enlazadas, y que, en contraste, se desvinculan en el CIDE y el OALD. El UDEL registra tres entradas homónimas para los sustantivos. Si pasamos a ver las definiciones del Webster, observamos que se separan de un lado los significados referidos a criaturas, mocosas y jóvenes en general de los referidos a los capullos o brotes de las plantas, a pesar de que los étimos son muy similares y nos da la impresión de que se trata de extensiones semánticas. Acudimos a la búsqueda de sinónimos y en el lema 2 se nos ofrece la forma sprout. Procedemos a buscar esta voz y, efectivamente, encontramos lo que nos estábamos temiendo: se trata de una palabra polisémica que une los significados aplicados a juventud tanto en plantas como en personas, por lo que sprout es sinónimo
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de chit 1 y de chit 2, lo que significa que la unión semántica es real y que, indagando en el mismo diccionario, se deshace el montaje de la falsa representación homónima. Del mismo modo, las palabras bud y capullo concentran en sus significados relaciones vegetales y humanas, siendo por lo tanto polisémicas. 14) Flight: se atribuyen parecidos étimos a las diferentes entradas (UDEL). El LDCE ofrece en una entrada polisémica los diversos significados de flight, que el OALD separa en dos cauces homónimos, que pasan a tres en el CIDE. Nos centramos en este caso en los significados nominales que, para el UDEL, son polisémicos, mientras que en el Webster son homónimos. En los lemas primero y cuarto del Webster, el étimo es similar, pero la primera entrada parece reservarse para los significados referidos al vuelo alado y a los tramos de escaleras o de cualquier espacio físico orientado verticalmente. La cuarta entrada es sinónima de escapar, lo que nos parece una metáfora muy lógica para intentar establecer una relación con el primer lema. Acudimos a los verbos to fly y to flee, con la intención de buscar intersecciones semánticas. En el punto 3 del lema fly 1 encontramos to move, pass or act swiftly, sentido demasiado cercano al referido al dinero en flight 4, y seguido de otras acepciones referidas al vuelo con alas, a las que se añade, como era de esperar, el significado de to flee y to escape. Es decir, se define un término en relación a otro con el que supuestamente, según se indica lexicográficamente, no existe ninguna conexión. Aunque ya tenemos datos suficientes para confirmar nuestros pensamientos, buscamos el verbo to flee 1 del que se dice que equivale a escapar, en la prime-
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ra acepción; a desaparecer, en la segunda acepción; y, finalmente, nos topamos, en la tercera acepción, con el significado de to fly y el ejemplo the arrow fled from the bow, con lo que consideramos que flight agrupa los sentidos de to fly y to flee, el primero con una marcada tendencia a la referencia al vuelo con alas y el segundo, al vuelo figurado que, como comprobamos son susceptibles de intercambiarse como sinónimos. Creemos que ésta es la prueba de que flight es un falso homónimo, una auténtica polisemia que responde a dos verbos, to fly y to flee conectados etimológica y semánticamente que resultan ser sinónimos. 15) Host: el LDCE da un lema común para los diversos sentidos de host. En contraste, el OALD y el UDEL ofrecen tres lemas, que pasan a seis en el CIDE y el Webster. Dentro de este último, nos vamos a fijar en el 1 (enemigo), en el 3 (amigo invitado) y en el 5 (alojamiento), que responden a formas nominales. Partimos en los tres casos de étimos similares (Webster), y observamos que el origen de enemigo que se atribuye en el lema 1 hace referencia siempre a grupos de gente, que pasan a ser ángeles en el punto 2a, lo que parece un poco extraño en lo concerniente a la relación con la palabra enemigo. Nos extraña aún más que en el punto 3 se aluda a los hoteles con mecedoras en los salones, puesto que esto nos conduce directamente a unir los significados de la entrada 1 con la número 5. Saltamos al lema 3 al que atribuye exactamente el mismo origen semántico que el 1 (extraño o enemigo), con lo que el mismo diccionario nos ha revelado que todos los significados están enlazados. Continuamos en este mismo lema y el punto 2 a dice a living animal or plant affording subsistence or lodgment to a para-
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site, lo que enlaza esta entrada con la quinta referida a los alojamientos. Pasamos a la voz hostel y ésta nos indica que originariamente procede de hospital, es decir, del sitio donde se proporciona hospitalidad a los huéspedes enfermos y también a los sanos (hostal), con lo que entroncamos sin ningún problema el significado de agrupaciones de gente al que hacía referencia el lema 1 de host. En este punto todos los significados han quedado vinculados, aunque algunos de ellos sean antagónicos en cuanto a significación, con lo que pensamos que host es una falsa homonimia. 16) Jill: dicha morfología no aparece en el LDCE ni en el OALD, y tampoco en el CIDE. El UDEL remite a la variante gill que aparece como cuarto lema homónimo y que, según indica dicho diccionario, es un desvío del nombre femenino Juliana. El Webster ofrece dos lemas a los que no atribuye étimos, pero cuya homonimia es fácil de desmontar. El lema 1 es una variante de gill, palabra que aparece indistintamente en mayúsculas o minúsculas, mientras que el 2 equivale a female ferret, es decir, se trata de un hurón hembra. Como ya vimos en el apartado dedicado a las causas de la homonimia, la palabra gill, con variante Gill, responde al nombre propio Gillian, que ha quedado fijado, en su forma reducida con las variantes jill/gill para referirse a las mujeres, al igual que jack designa a todos los hombres. Jill por antonomasia designa al género femenino y, por extensión, abarca a las hembras de la especie animal. Si, por el contrario, se alegara que está eliminada la extensión al mundo animal, podemos indicar que el correlato masculino jack incluye en una única entrada polisémica referencias a los varones y a los ani-
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males machos (jack 1, 4a, 4), que dice a young male fish, al que ejemplifica con el caso del salmón macho joven. Además, igual que se generaliza con la palabra hombre por designar tanto al varón como a la mujer, se sigue el mismo proceso con respecto a jack. Para finalizar la perspectiva de esta voz, podemos decir que la variante jill es polisémica, mientras que las variantes gill y jack causan homonimias con otras palabras, por más que nuestro jack posea una estructura interna de referencias polisémicas que nacen en el hombre, se extienden a los animales machos (domestic ass), y culminan en generalizaciones que engloban tanto a los dos sexos humanos (a human being) como a animales (any of several birds). 17) Meal: el UDEL atribuye orígenes parecidos a las diversas entradas. El LDCE da un lema polisémico, mientras que el OALD, el UDEL y el CIDE ofrecen dos entradas homónimas para las formas nominales. En este caso nos vamos a centrar en las entradas 1 y 3 que ofrece el diccionario Webster. La primera es la de comida tomada en un momento del día, mientras que la tercera se centra en las semillas molidas. Llegados al punto 2b de este segundo lema, se dice a product obtained by grinding any of various dried food products (as meet or fish). Observamos entonces que el lema 3 (comida de grano molido) deriva del 1 (comida), ya que supone una relación de inclusión (hiperonimia/hiponimia) dentro del campo de las comidas, sea ésta para humanos o para animales. Si contrastamos la forma inglesa meal con su correlato español, llama la atención que la marca horaria sea tema primordial de las primeras acepciones del lema 1. En contraste, nos da la impresión de que en español prima el sentido de comida elaborada fren-
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te a la comida sin elaborar (food), aunque ambas realidades se pueden fundir en todos los casos en que la comida (meal) tomada en el sentido de desayuno, comida, merienda o cena, sea a base de comida sin elaborar (food). Hay que llegar hasta el punto 1b de la primera acepción para que la marca horaria se convierta en una alternativa al acto de ingerir alimento. Por otro lado, la definición de dicho punto no nos convence demasiado ya que reza an act or the time of eating a meal y, como hemos mencionado más arriba, en este acto también podemos tomar cualquier tipo de alimento sin elaborar (food), como puede ser una naranja. Sin embargo, si tomáramos tan sólo el significado de momento horario, sí que nos veríamos obligados, en este supuesto particular, a hablar de meal, ya que time implica meal. En contraste, act admite la bidireccionalidad de bien meal, bien food, sabiendo siempre que meal implica food, pero que food no supone meal necesariamente. 18) Mole: los dos étimos principales atienden a diferentes significados: el de mancha, y el de masa o apilamiento. El LDCE ofrece una única entrada polisémica para todos los usos nominales y ninguna para los verbales. La unión de significados de este diccionario no parece razonable. El OALD tampoco introduce ningún lema verbal, pero sí cuatro nominales, al igual que el UDEL. El CIDE da tres lemas nominales, omitiendo también el uso verbal. En el Webster se ofrecen nueve entradas homónimas, siete de sustantivos y dos de verbos, todas ellas de étimos parecidos pero no iguales. Evidentemente los dos últimos lemas son homónimos dado que el número ocho se refiere a los habitantes del centro oeste de Sudán y el nueve, a la salsa mejicana. La influen-
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cia de otras lenguas nos hace desechar cualquier unión semántica. En cuanto a las acepciones que rigen los lemas, se reparten del siguiente modo en el Webster: 1) mancha o lunar, 2) manchar o decolorar, 3) topo animal o uso metafórico relativo a la persona que vive bajo tierra, 4) construir un túnel bajo tierra, 5) muelle o cualquier tipo de construcción para defender del agua, 6) bulto en el útero, 7) abreviatura de molecular weight. Dejando de lado la homonimia causada por la convergencia de diferentes lenguas, pensamos que las homonimias gramaticales de esta morfología merecen un comentario por darse dos tipos cruzados amparados en una misma forma: una sinsemia a la que consideramos de tipo complejo en los casos 1 y 2 de un lado, y 3 y 4 de otro; y una auténtica homonimia gramatical si relacionamos el lema 1 con el 4, y el 2 con el 3, ya que estos casos abordan diferentes categorías sintácticas inconexas semánticamente. En el caso del lema 2 notamos la existencia de significados opuestos dentro de la polisemia, ya que una mancha suele comportar un oscurecimiento de la pigmentación de la tela en cuestión, mientras que una decoloración supone una disminución en la intensidad del color. En conjunto, los significados no se muestran vinculables, salvo en los casos ya citados de pertenencia a una misma familia léxica. 19) Mood: el étimo comporta el significado de mind, heart, courage o pride (UDEL). El Webster ofrece dos lemas, resultando chocante la explicación de que el segundo (ámbito técnico) deriva del primero (estado anímico de las personas), por lo que el LDCE y el CIDE unen los significados en una sola entrada polisémica.
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En contraste figuran dos lemas homónimos en el UDEL y el OALD. Nos preguntamos por qué motivo el Webster, ya que da por supuesta la unión semántica de los significados, no los ha situado en una entrada común. No obstante, el diccionario sigue dos líneas claramente definidas al dejar el primer lema para los significados referidos a los seres animados, y el segundo para lo concerniente a la maquinaria, ordenadores, etc. No se hace necesario continuar la investigación sobre la unión semántica de ambos lemas puesto que el diccionario da fe de ella. Sin embargo, la escisión en dos entradas de un sentido común revela que esta obra o bien se ha regido por criterios psicológicos de los hablantes, o bien ha obrado en pro de una rápida visualización. Lo que resulta patente es que diversos criterios se superponen al tratamiento riguroso de los campos semánticos, tema que consideramos debiera ser primordial para la producción lexicográfica. 20) Oath: el UDEL atribuye el origen de esta morfología a la palabra enigma. El CIDE ofrece dos entradas presuntamente homónimas que el LDCE enlaza, al igual que el OALD y el UDEL. El Webster también representa en la misma entrada las dos acepciones. La primera entrada del CIDE se encuentra relacionada con una promesa en el sentido de decir la verdad (promise) y la segunda, con el de palabra blasfema (swear). Los dos lemas pertenecen a la categoría nominal. Buscamos, a continuación, en el diccionario de sinónimos LSD que, en este caso, ofrece los términos equivalentes del verbo to swear, entre los que se encuentra to promise. Si dos presuntos homónimos utilizan dentro de sus definiciones palabras sinónimas, se delata su vinculación semántica y se deshace la presunción de homonimia.
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21) Pall: el UDEL le atribuye el origen latino pallium con el significado de cloak, aunque también existe otro étimo, con el significado de pérdida de fuerza, que acuñó el adjetivo pale, y el que no trataremos en este caso. El Webster, el UDEL, el LDCE y el OALD unen los dos significados, que el CIDE presenta en dos entradas homónimas. El motivo que se da para separar los dos significados de cortina de humo y paño funerario es que el primero se relaciona con cloud y el segundo con cloth. Sin embargo, resulta evidente la relación dado el tono oscuro de ambos. En realidad, pensamos que el lema 1 del CIDE debería figurar en una sola entrada con el 2, y dentro de esta microestructura polisémica, el significado de paño debería preceder al de cortina de humo, dado que supone un uso metafórico del primero. Para explicar esta derivación sólo hace falta pensar en las novelas o en las películas en que una capa de humo se posa siniestramente sobre personas, ciudades... mostrando que va a acaecer un trágico suceso o que las personas en cuestión son portadoras del mal. 22) Pan: el origen del uso nominal en que nos vamos a fijar responde al significado de dish (plato). El UDEL , el LDCE , el Webster (registra multitud de acepciones, pero no la del inodoro) y el OALD unen los diversos significados nominales que el CIDE escinde en dos vías sobre las cuales va a recaer nuestra atención. A la primera entrada, que tiene el significado de tartera o cazuela de cocina, se la separa de la segunda que se refiere al interior del inodoro, y parece que tal escisión se realiza basándose en que una tartera es un contenedor y la segunda una parte del váter. Sin embargo, todos sabemos que el inodoro es un contenedor de residuos fecales, por lo que no tiene ningún sentido el apoyarse en tales conceptos. Si en lugar de re-
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ferirse a container en el primer lema, que es un presupuesto que damos por sabido en los dos ejemplos mencionados, se hubiera referido a kitchen, la diversidad de aplicaciones dentro de la unidad semántica hubiera sido más sensata. Por estos motivos, consideramos a pan una palabra polisémica. 23) Pansy: el UDEL le atribuye un étimo francés, de origen anterior latino, que comporta el significado de pensar. El CIDE bifurca en dos entradas de desconexión semántica lo que el Webster, el UDEL, el LDCE y el OALD unen. Pensamos que no tiene sentido la macroestructura homónima puesto que la del pensamiento (flor) se metaforiza para nombrar a hombres que se comportan de modo afeminado. Lo delicado de la flor se une al varón que actúa con la delicadeza de la mujer, en contraste al modo de ser más brusco o fuerte del sexo masculino. El lema del CIDE guides you to the meaning parece, efectivamente, ser la pauta que rige todo el diccionario, por lo que pensamos que el criterio de comodidad de búsqueda es el que se aplica a todo lo largo de esta obra de consulta. Sin embargo, esta pauta destruye el trazado de los campos semánticos por tratar con una idéntica representación de lemas a la homonimia y a la polisemia. 24) Pap: el UDEL sostiene que el origen de esta voz es una imitación del ruido que hacen los niños pequeños al comer. El Webster relaciona el significado de papilla con los productos y las conversaciones poco profundas intelectualmente. El CIDE escinde las uniones del UDEL, del OALD y del LDCE. Incluso la unión que rechaza el diccionario en cuestión resulta más evidente a la luz de sus explicaciones que en los otros diccionarios. Alega que se trata de dos cosas que se desaprue-
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ban y, en contraste, las separa en dos entradas homónimas que se refieren, en el primer caso, a la papilla o el puré que se da a los bebés y a los enfermos y, en el segundo, a las novelas, los programas, las películas, las series de televisión... de baja calidad. Consideramos, por tanto, a la palabra pap una voz polisémica que define algo de baja calidad o poco apetecible de digerir en el sentido alimentario o en el figurado. Creemos que esta polisemia metafórica parte del uso real de alimento triturado que se amplía al de entretenimiento de poca monta. El UDEL no recoge el significado de material de baja calidad, pero añade otras extensiones como la de nipple (pezón) y rounded hill (colina), que, por el contrario, el Webster relega a un lema independiente. 25) Par: el étimo procede del latín con el significado de igual e igualdad (UDEL). El Webster, el UDEL, el OALD y el LDCE unen lo que separa el CIDE. Dejaremos de lado la abreviatura de paragraph, y pasaremos a ver los significados que se refieren a la igualdad y a la estandarización o normalización, ya que la supuesta disfunción semántica responde a los sentidos de igual (equal) y al de estándar (standard). Pensamos que, en realidad, si algo es igual a otra cosa es estándar y si se está por debajo del estándar no se está igual, y válganos el juego de palabras. Lo estándar se relaciona siempre con cosas que están a un mismo nivel, por lo que decimos que están en un nivel medio o estándar, por ser éste el habitual. Al mismo tiempo, cuando no se está en un nivel igual al de la mayoría, uno se encuentra por debajo o por encima del estándar, aunque éste pueda tener un nivel muy alto o muy bajo. Estar en un nivel estándar, como hemos venido intentando explicar, es sinónimo de encontrarse al mismo
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nivel que la mayoría del grupo implicado, por lo que la unión semántica, en lo que a nosotros respecta, es evidente. 26) Parlour: el origen viene del francés con el significado de hablar (UDEL). Encontramos un contraste abismal entre el CIDE, de un lado, y el Webster, el UDEL, el OALD y el LDCE, de otro. El CIDE sigue una línea de división semántica basada en los pequeños matices de las voces en cuestión, pero precisamente en eso consiste la polisemia que, pensamos, como tal se debe representar. Esta vez se atribuye el matiz diferenciador a la discrepancia entre tienda y habitación de una casa. Sin embargo, las dos rutas se unen porque comparten los semas de lugar, reunión y charla. Así, la heladería, el salón de peluquería, y el salón de una casa son lugares donde se junta la gente para charlar. 27) Parochial: el étimo tiene un origen latino remoto que desemboca en la forma inglesa parish. El Webster, el UDEL, el OALD y el LDCE tratan a esta voz como polisémica. El CIDE escinde dos líneas de significados, en las que incluye la definición del lema 2 dentro del 1. Primero define a este adjetivo en el sentido de parroquial y, en el segundo lema, le atribuye el significado de limitado o cerrado. Si volvemos al lema 1 vemos que alude a parochial boundaries, con lo que el sentido de cercado, limitado, que atribuye al lema 2 está englobado dentro del 1. 28) Part: esta forma con el significado de parte se usaba poco en inglés antiguo (UDEL). El Webster, el UDEL, el OALD y el LDCE unen lo que separa el CIDE. En este caso se dividen los significados del sustantivo parte, basándose en el diferente sentido de some, separate piece, involvement y hair. Si vamos por partes, para que algo constituya un trozo aparte (separate piece) primero
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tuvo que ser parte de esa misma cosa (some); esto constituye una condición necesaria para proceder a la posterior separación de una totalidad. Si pasamos al significado de tomar parte o tener parte, evidentemente el actor de la acción ha actuado en colaboración con otros coautores para la ejecución del hecho, por lo que es una parte constitutiva dentro de la totalidad del suceso; finalmente, idénticas consideraciones se aplican al caso del pelo. En realidad, se trata de enfocar las múltiples perspectivas de la palabra part dentro de una unidad semántica a la que no se puede escapar. 29) Partial: como indica el UDEL, a la palabra part se le añade la terminación –ial, resultando el adjetivo que significa incompleto. Por lo tanto, dicha palabra pertenece al eje semántico de la voz part analizada anteriormente, pero en este caso las consideraciones son de tipo diferente. El Webster, el UDEL, el OALD y el LDCE tratan a esta voz como polisémica, mientras que el CIDE se apoya en una gama de matices a los que clasifica de la siguiente manera: incompleto, injusto, y en pro de. Pasamos a enlazar las diversas tonalidades de significado que se acaban fundiendo en un crisol. El primer significado, el de incompleto, es el más vinculado a part, puesto que implica que tan sólo se ha atendido a una parte del asunto en cuestión, por lo que, por ejemplo, un informe resulta incompleto porque no se ha realizado en su totalidad. Pasamos al significado de injusto, al que consideramos una extensión metafórica, ya que alude a que alguien se ha puesto de una parte, sin considerar la otra parte, de un asunto global, dando lugar a una perspectiva desequilibrada que no favorece a una persona involucrada en el tema. El ser injusto se resume en realidad, en po-
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nerse de una parte que vulnera los derechos de un tercero. Ahora procedemos a analizar el último significado, el de en pro de o a favor de, que, en realidad, supone un sinónimo tomado desde el punto de vista contrario. Es decir, si seguimos en el punto en que nos quedamos antes, y continuamos anclados en la misma perspectiva unilateral que perjudicó a alguien, estamos, posiblemente, beneficiando a una tercera persona. También podemos atacar el asunto sin hacer relación al caso anterior, ya que el ser injusto con una persona no implica necesariamente favorecer a un tercero, y viceversa. Resumiendo tanta jerigonza, podemos decir que el ser parcial puede ser sinónimo de injusto, pero, también, de favorecedor. Como vemos, partial desemboca en dos sinónimos antagonistas, a todas luces entrelazados, por lo que se trata de un caso de polisemia en el que los diversos significados pueden actuar como sinónimos referidos al sujeto actor (yo soy parcial, porque soy injusto con unos, y esto equivale a decir que soy favorecedor con otros) o como antónimos si tenemos en cuenta el resultado de la acción cuando se aplica a uno de los sujetos pacientes que la han sufrido (injusta/desfavorecedora). 30) Pension: el significado procede del francés, con un origen latino remoto, que comporta el significado de pago, como señala el UDEL. El CIDE ofrece una sola entrada para la categoría de sustantivo dado que no recoge el significado de alojamiento económico (small private hotel). El Webster muestra una entrada polisémica para la categoría de sustantivo. El UDEL, el OALD y el LDCE dan dos lemas nominales, que, a nuestro entender, no tienen razón de ser. Vayamos por partes en la unión de los diferentes significados. El OALD
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habla, en el primer lema, de la pensión que paga el Estado (o cualquier otra entidad) a diversos estamentos de la sociedad, mientras que atribuye el segundo al alojamiento privado. Una pensión es algo que se paga a un tercero, y el caso de las residencias no es diferente, ya que la cantidad que se paga por el hospedaje se llama, también y no de modo casual, pensión. Así, por un proceso de metonimia, la suma de dinero estipulada para costear la estancia en una pensión, pasó a designar al lugar de residencia temporal. El CODEE une los significados diciendo payment for board and lodging or education, remitiendo a continuación a boarding house. Seguidamente introduce pensioner, relacionando dicha palabra tanto con el que recibe una pensión como con el que paga una pensión al dueño o dueña de la misma. Igual sucede en castellano, en que la voz pensionista responde a los dos significados, extendiéndose a los compuestos media-pensión, pensión-completa, medio-pensionista... Podemos seguir uniendo los significados, dado que tanto la pensión como paga y la pensión como hospedaje conllevan la nota de temporalidad, y únicamente adquieren extensión en el tiempo en contados casos, como los de los jubilados y los enfermos crónicos, o los de cierta gente que reside habitualmente en una pensión. Para el resto de los grupos, la estancia en un hotel o una pensión es algo pasajero a lo que recurren por motivos de viaje de cualquier tipo; asimismo, las embarazadas, las madres parturientas, los accidentados y los enfermos psíquicos o físicos gozan de pensiones exclusivamente pasajeras. Además, se pueden relacionar los dos tipos de pensiones desde la perspectiva del cobrar sin trabajar, ya que la pensión económica se recibe cuando no se acu-
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de al puesto de trabajo y la pensión que recibe el dueño de la pensión es algo similar, dado que alquila un producto propio, algo con lo que cuenta de antemano y que no ha de producir con el sudor de su frente. Además, pensión en español constituye una única voz de carácter polisémico. Por todas estas razones, pensamos que el segundo significado es una metonimia del primero, ya que se nombra un concepto por otro. 31) Perch: el UDEL ofrece étimos de morfología parecida. Este diccionario, al igual que el Webster, el OALD el CIDE y el LDCE, muestra dos lemas para los usos nominales. Comprobamos cómo el OALD expone claramente la sinsemia de los usos nominales y verbales de perch, mostrando la polivalencia funcional de una palabra que responde a un mismo eje semántico del que parten una pluralidad de significados. El OALD trata, en primer lugar, de los sitios en que descansan los pájaros, por ejemplo las ramas de los árboles. Este significado se expande dando lugar a la designación de cualquier palo elevado, similar a una pértiga y, por extensión, a cualquier lugar elevado y a una medida de longitud equivalente, aproximadamente, a cinco metros. Procedemos a enlazar toda esta cadena de significaciones, derivadas de las aves, con la relacionada con el pez. La aparición del sema animal ya apunta a un enlace de significados, que es aún mayor cuando vemos que se unen a los pájaros con los peces. Además, las dos voces de la lexicografía anglosajona se funden en español en una sola voz polisémica (DUE), con las variantes percha (pájaro y pez) y perca (pez). Nos habíamos quedado anteriormente en la medida de longitud, por lo que pasamos a comprobar los da-
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tos que nos ofrece el DUE y, efectivamente, verificamos cómo la longitud del pez es equivalente a la medida del primer lema. De esto observamos que los lemas 1 y 2 de la lexicografía anglosajona suponen una disfunción de la misma realidad. El compartir igual medida de longitud y la referencia conjunta al mundo animal son claves que se deben interpretar semánticamente. 32) Periwinkle: el UDEL ofrece dos étimos de aspecto parecido, pero se muestra incierto en el origen de la morfología referida al molusco. El LDCE une los significados nominales en una entrada, mientras que el Webster, el UDEL, el CIDE y el OALD los separan estableciendo una entrada para la flor llamada vinca y otra para el bígaro. No encontramos ninguna coincidencia entre la flor y el molusco, excepto en el pequeño tamaño de ambos, por lo que pensamos que es una homonimia auténtica. 33) Pike: el UDEL sostiene que es muy probable que las tres homonimias nominales que ofrece respondan al mismo étimo, por lo que no encontramos un motivo aparente para que este diccionario proceda a la separación de lemas. El LDCE une diversos significados que el Webster, el OALD y el CIDE separan en cuatro bandas que son las que siguen: 1) type of spear with a long wooden handle, formerly used as weapon by soldiers on foot. 2) large freswater fish with a long narrow snout and very sharp teeth. 3) pointed or peaked top of a hill. 4) turnpike (toll gate). Vamos a proceder a la unión de estos significados en una amalgama semántica. La pica de la primera definición tiene más o menos una longitud de metro y medio, al igual que la del pez. Si a esto le añadimos que
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el lucio (especie de pez) tiene la cabeza apuntada, la similitud entre el instrumento de batalla y esta especie animal es muy grande. Estas intersecciones de semas también se aplican al tercer significado, ya que se trata de colinas que acaban en pico. Además, una colina es un lugar elevado, con lo que podemos encontrar la misma referencia de elevación que en spear (pica). Si pasamos al último significado, vemos que también enlaza con el tema de la elevación, ya que la entrada o salida de los peajes de las autopistas tienen unas barreras de seguridad que se suben o bajan. En este sentido, enlazamos esta cuarta acepción con la primera, debido a que las mencionadas barreras son especies de picas horizontales (bajadas) o verticales (subidas), alargadas y que tienen un carácter defensivo ya que constituyen barreras de seguridad de los peajes. 34) Pit: el UDEL señala que la forma del inglés antiguo era pytt, que responde al significado de well (pozo). El Webster, el CIDE y el OALD separan la entrada referida a las oquedades de la que comporta el significado de piedra. El UDEL y el LDCE unen las diversas acepciones que no reflejan una unión aparentemente contradictoria desde la perspectiva semántica. El primer significado de pit es el de hoyo o zanja, que se extiende al de marca o señal hueca en una superficie. De ahí, el significado salta al de mine (mina) ya que ésta no es más que un hueco bajo tierra, y a tugurio o lugar desordenado por ser las minas sitios polvorientos e insalubres. Si seguimos con los significados referentes a oquedad, también designa al foso donde los mecánicos arreglan los coches, al lugar donde se sitúan los músicos en los conciertos, al parqué de la Bolsa, a cualquier pliegue del cuerpo y al infierno.
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El único sentido que queda desgajado de la cadena es el de pepita de fruta, y pensamos que éste es una metonimia del hueco en el que se aloja dicha pepita. Dicho de otra manera, en inglés la palabra pit nos vale para designar tanto al espacio donde se aloja la semilla como a la semilla misma, aunque parezcan significados opuestos. Por extensión, pit tomado en el sentido de pepita pasó a designar también a las piedras. 35) Plaque: el UDEL le atribuye un origen flamenco con la forma placke y el significado de moneda pequeña. El Webster, el UDEL y el LDCE ofrecen una sola entrada polisémica que el CIDE y el OALD escinden en dos, una referida a los objetos planos y otra, a la sustancia que se adhiere a los dientes. Una placa, en cualquiera de los dos contextos, el general o el dental, designa a una superficie plana que se adhiere a otra y, así, encontramos placas en edificios o nos entregan placas conmemorativas que siempre van pegadas a un objeto sustentador como una pieza de madera, piedra... Lo mismo sucede con las placas dentales que, como su nombre indica, se adhieren a los dientes. La traducción al castellano revierte en una palabra polisémica (DUE). 36) Port: esta palabra ya existía en el inglés antiguo con la misma forma y el significado de gate o entrance (UDEL). Este diccionario ofrece tres lemas homónimos que responden al significado básico de apertura, al de la ciudad de Oporto y al vino que en ella se cría, y al porte de una persona; dado que el UDEL recoge más acepciones que otras obras lexicográficas, pasaremos a centrarnos en su primer lema de estructura interna polisémica, ya que otros diccionarios diversifican esta entrada en varios lemas homónimos. El
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une los diversos significados de esta morfología que el Webster, el OALD y el CIDE separan. Dejaremos aparte el caso de Port por ser el nombre propio de la ciudad portuguesa de Oporto, y el del vino que allí se hace, y pasaremos a ensamblar los demás significados de nombres comunes. Port es un puerto y, por tanto, un sitio al que arriban los barcos para recalar en la ciudad. También es el lado izquierdo de los barcos (babor) por el que se descargan las mercancías y el puerto de un ordenador que sirve para conectar a los diferentes componentes entre sí. Como podemos ver, todos los significados de port están relacionados con la palabra puerta, porque de ella proceden (DUE) con el significado de apertura hacia el exterior. 37) Porter: el Webster, al igual que el OALD, ofrece dos entradas nominales y dos étimos diferentes, que apuntan claramente a la homonimia de esta morfología. La primera entrada procede del étimo latino portarius y designa al encargado que vigila los portales de entrada a los edificios. El segundo lema viene de portator, refiriéndose al porteador de cargas y bultos. El UDEL también considera a esta morfología como homónima, trazando tres líneas de significado: la del portero, la del porteador y la de la cerveza. En contraste, el CIDE sigue la ruta del LDCE que trata a esta morfología como polisémica, incluyendo las acepciones referidas a los mozos de carga, a los porteros de edificios, a los que transportan las mercancías en los mercados, a los que vigilan los departamentos de los coches-cama, y a un tipo de cerveza. Aunque puede existir en ocasiones una doble función que conjugue las dos tareas en los porteros de edificios, se trata de trabajos claramente diferenciados, LDCE
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ya que uno tiene como propósito la vigilancia, mientras que el otro obedece al transporte de mercancías. Además, la traducción al español desemboca en dos formas diferenciadas: portero y porteador o portador. En este último caso, la referencia se dirige hacia el que trae algo que no pesa, como en el caso del portador de noticias. 38) Primer: el UDEL atribuye étimos parecidos. El Webster, el UDEL, el OALD y el LDCE tratan a esta morfología como homónima, mientras que el CIDE la considera polisémica. En este caso estamos de acuerdo con el CIDE, si bien incluye un significado menos que el LDCE. Pasamos a observar las acepciones que atribuye este diccionario que son las de paint that is spread over the bare surface of wood, metal etc. before the main covering of paint is put on, y la de a tube containing explosive, used to fire a gun, explode a bomb etc. en lo relativo al primer lema, y la de a set of basic instructions en relación a la segunda entrada. Por supuesto el verbo correspondiente a estos usos nominales es to prime, que también debe ser un verbo homónimo que atienda a las dos vías de significado. Procedemos a localizar dicho verbo y en todos los diccionarios se da una única entrada polisémica para aludir a todos los significados. Si estos sentidos están unidos, también deben estarlo los de los presuntos homónimos nominales, como tratamos de mostrar a continuación. En el LDCE la forma verbal atiende a cuatro significados: 1) preparar a alguien para actuar en una situación. 2) preparar un arma para que explote. 3) poner una capa de pintura para preparar a la pared, etc. para la siguiente capa.
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4) impulsar un negocio o actividad invirtiendo dinero en ella. A nuestro entender, todos los significados están relacionados, pues responden al significado global o general de optimizar una cosa o actividad, al igual que los usos nominales. Vayamos ahora a ver de qué manera se engarzan los significados verbales con los nominales. La acepción primera (pintura) del primer lema se enlaza con la tercera acepción del verbo. La segunda acepción (cebador de explosivos) del primer lema entronca con la segunda acepción del verbo. La tercera acepción (libro básico) de la misma entrada se relaciona con el primer significado verbal. Finalmente, la única acepción del segundo lema (conjunto de instrucciones básicas) se vincula también con el primer significado verbal, ya que, en realidad, el tercer significado del primer lema nominal está demasiado claramente vinculado al segundo lema de la misma categoría. 39) Pupil: el OEDEE deriva el significado de la pupila del ojo del de huérfano o huérfana al cuidado de alguien, ya que procede del griego con el significado de muñeca, chiquita, muchachita, debido al reflejo en miniatura que produce esta parte del ojo de las personas o cosas que en él se proyectan. Por este motivo, el español lleva la marca de femenino en lo referente al ojo, mientras que en lo concerniente a la orfandad se admiten los dos géneros. Por tanto, la escisión de lemas homónimos del Webster y del OALD no responde a la realidad de esta voz. El CIDE, en contraste, ofrece una entrada monosémica que en el UDEL y el LDCE se convierten en una estructura unitaria polisémica. Además, si recurrimos
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a la traducción, observamos que pupila es una voz polisémica en español (DUE). 40) Quarry: el LDCE ofrece una entrada nominal que se convierte en varios lemas en el Webster, el UDEL, el OALD y el CIDE. En muchos sentidos el comportamiento de bank nos recuerda a quarry (cantera). Esta última deriva significados que parten de la interioridad de los animales muertos (los ciervos, según indica el OED) y que se daban como alimento a las jaurías en las cacerías. Es decir, se abría a los animales muertos, a los que se amontonaba, para aprovechar de vísceras de su interior como alimento para los animales vivos. De ahí, se generalizó la referencia para designar a un apilamiento de animales muertos, pasando a extender el radio de acción a las canteras geológicas, ámbito que se ha ampliado a la agrupación de personas especialmente dotadas para cualquier actividad, como artistas, científicos... Con todo esto no queremos decir, simplemente, que estemos en desacuerdo con la atribución lexicográfica de homonimia con respecto a esta voz, sino que quarry sigue las líneas evolutivas de bank en el sentido de que se parte de un apilamiento (de animales, en este caso) y se llega a un depósito (de piedras o de personas), por lo que encontramos muchos semas coincidentes en la comparación de ambas voces. Si pretendemos llegar al final del asunto y explicar que no son palabras sinónimas, pensamos que la razón estriba en que una cantera es fértil de por sí, es decir la cantera es un depósito vivo en el que el contenido no se deposita, sino que se genera por sí mismo, como sucede en el caso de la geología, la minería, los artistas... En contraste, en un banco de dinero, de sangre o de semen uno deposita un material que, además, es custodiado.
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En castellano, las voces mina, filón, cantera y banco son fáciles de relacionar. Las tres primeras pertenecen a la geología, extrayéndose la referencia a los minerales de mina y filón, y aplicándose a la de banco en el sentido de depósito vivo de dinero. Cuando decimos que algo es una mina o un filón eliminamos la referencia geológica, manteniendo la de depósito abierto de crecimiento natural y la aplicamos al dinero. Con esto vemos la incesante cantera semántica que representa la casación viva de semas pertenecientes a sememas bien delimitados que se fusionan cuando lo tienen a bien. Para finalizar, y si acudimos a la traducción interlenguas, observamos que la voz cantera es polisémica en español (DRAE). 41) Rack: en este caso vamos a analizar los significados de rejilla, armazón, potro, y ruina, ya que la lexicografía suele mostrar diferentes opiniones en cuanto a su trenzado semántico. El UDEL atribuye al primer lema el significado de armazón, introduciendo en las siguientes entradas diversos étimos inciertos. El Webster y el LDCE ofrecen una entrada polisémica de uso nominal que el CIDE convierte en un lema monosémico y el OALD y el UDEL transforman en una estructura homónima debido a la pluralidad de significados que analizan. Las tres rutas que sigue el OALD son las siguientes: en la primera entrada se recogen las múltiples aplicaciones de una rejilla como soporte; en el segundo lema, el instrumento de tortura que conocemos como potro; y, en el tercer lema, un estado de ruina y abandono. Dentro de la primera definición del segundo lema notamos la existencia del sema frame (armazón o estructura) que supone una intersección con los signifi-
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cados del primer lema. Asimismo, el tercer lema deriva evidentemente del referido al potro como instrumento de tortura, porque tal era el estado en el que salían los que por él habían pasado. 42) Ray: el UDEL se muestra vacilante en el origen etimológico del pez (raya), y dice que posiblemente proceda del latín, atendiendo al significado de raya; en la segunda entrada relaciona el origen con las formas radius y ray, pero hacemos notar que ray produce rayo en español y que rayo y raya son palabras vinculadas. Con esto podemos ligar el árbol genealógico de los étimos de los lemas que nos ofrece el UDEL. El Webster, el UDEL y el OALD consideran a esta morfología como homónima, al igual que el CIDE, mientras que el LDCE la muestra como polisémica. En todos los casos la designación rayo responde a un haz de luz, o de cualquier tipo de energía, largo y estrecho. Por analogía con esta forma alargada y estrecha se bautizó ray al pez de cola larga, estrecha y puntiaguda, con lo que comprobamos que los semas coinciden. Además, en español esta designación atiende a la forma raya, porque no deriva de rayo, sino de raya (line) con el significado de línea estrecha y larga. Como vemos, se ha atendido a una morfología diferente, pero que recoge el mismo juego de matices y de metaforizaciones que el del inglés. En ambas lenguas, designamos al todo (holónimo) por la parte (partónimo). 43) Root: el étimo del sustantivo y del verbo están unidos y responden a los orígenes snout, trunk y plant (UDEL). Nos vamos a fijar en los usos verbales en lo concerniente a la botánica (enraizar) y a lo aplicado a las personas (enraizarse), que unen el Webster, el UDEL y el LDCE y que el CIDE separa. Referido a una planta se trata de enraizarse o echar raíces y referido a
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una persona el uso se metaforiza en el sentido de tener el apoyo en, o estar anclado en antiguas tradiciones. El OALD muestra una macroestructura bipartita para el verbo to root, con un lema dedicado a la forma simple y otro, a las compuestas. Pensamos que no existe contradicción entre ambos, puesto que los verbos frasales derivan del simple, aunque, quizás el problema, para esta perspectiva lexicográfica radique en que el empleo de to root out o to root up comporta significados opuestos al del verbo simple, ya que responde a la forma desenraizar. También los compuestos to root through y to root for aluden al hecho de revolver algo, de sacar a la luz lo que está en capas profundas, por lo que siguen la misma línea que los anteriores. 44) Sash: el UDEL atribuye diferente étimo al significado textil, que procede del turbante árabe, y al referente al armazón que procede del francés chasis. El LDCE une los significados que el Webster, el UDEL , el CIDE y el OALD separan en los sentidos textiles y de cerramientos de ventanas. El turbante, la faja o el fajín son elementos decorativos de la vestimenta que se pueden llevar alrededor de la cabeza, de la cintura, como un cinturón, o sobre los hombros o el pecho, a modo de condecoración, como es tradición en los concursos de misses. El turbante, el fajín y la banda enmarcan el rostro, la vestimenta o a la persona que la usa, pero creemos que la metáfora se lleva a extremos demasiado exagerados si se considera que la banda también puede enmarcar una ventana. Ciertamente, existe una pequeña coincidencia en los significados, pero, mientras que la banda de tela es un elemento suave, el marco de una ventana es un armazón duro y rígido cuya primera finalidad no es ornamental, sino utilitaria. Pensamos que se trata de una homonimia auténtica.
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45) Shoal: el UDEL da dos étimos diferentes, uno relacionado con la palabra school, tomada en el sentido de agrupación de gente, y el otro con una variante de shallow, con el significado de poco profundo. El Webster, el OALD y el CIDE separan los significados que el LDCE une: a large group of fish swimming together se relaciona con a small hill of sand just below the surface of water that makes it dangerous for boats. Los dos sememas conllevan los semas agua y agrupación, pero pueden compartir o no la falta de profundidad. Si recurrimos a la traducción, observamos que banco de arena se corresponde con el segundo significado, mientras que banco de pescado o cardumen puede atender al primero. Quizás esto sea una pura casualidad, pero preferimos, por una vez, mostrarnos cautos y no inclinar la balanza hacia ninguno de los dos lados. 46) Skate: el UDEL atribuye dos étimos parecidos con distintas fases de evolución. El Webster, el CIDE y el OALD separan los significados referidos a los patines de los referidos al pez conocido como raya. En contraste, el LDCE une los significados. Pensamos que existe una cierta similitud entre un patinete y una raya, porque el pez tiene un aspecto plano y viscoso que le hace aparecer sumamente deslizante y aerodinámico. A pesar de la gran velocidad que puede alcanzar una raya, los patines se suelen relacionar con el hielo mientras que la raya lo hace con el agua, por lo que pensamos que se trata de un caso de homonimia. 47) Sloth: el étimo procede del adjetivo slow. Nos vamos a fijar en esta ocasión en los significados nominales de pereza y perezoso (animal). El CIDE, el UDEL y el OALD bifurcan a esta morfología en dos líneas homónimas que el Webster y el LDCE muestran en una mi-
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croestructura polisémica. Pensamos que la separación de los diccionarios anteriormente mencionados no tiene ningún fundamento, ya que existe una metaforización evidente entre el animal conocido como perezoso, debido a sus movimientos lentos, y el ser perezoso por naturaleza. Si recurrimos a la traducción, la morfología única del inglés también revierte a una sola forma española (perezoso) que en el DUE figura como polisémica. 48) Sole: el UDEL da el étimo latino solea para la suela y, en lo referente al significado de lenguado, remite a la entrada primera concerniente a la suela del zapato; consideramos esto como prueba de que los significados están vinculados. En contraste, y después de alegar dicho origen derivado, el UDEL recoge en dos lemas diferentes los significados anteriormente mencionados. El LDCE recoge una entrada sustantiva que se transforma en dos en el OALD y en el CIDE. El Webster muestra seis lemas para la totalidad de las categorías gramaticales: dos de sustantivos (sandalia/suela y lenguado), dos de verbos (servir como superficie de sustentación/tirar con brusquedad), una de adjetivo que se aplica a los que no se encuentran conviviendo en estado marital, y una de adverbio que equivale a la forma solely. Las entradas uno y tres van a ser objeto de nuestra atención, porque pensamos que comparten semas y, además, muestran idéntico étimo (solea). Este origen latino quiere decir base, ground o soil, es decir, siempre hace referencia a una superficie sustentadora o de apoyo. La acepción 1a del primer lema dice the undersurface of a foot or that part of it which is placed on the ground in walking or standing. Si pasamos a la acep-
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ción 1a del segundo lema encontramos any of various flatfishes constituting the family soleidae... Como podemos ver, se cruza el sema flat. Bottom/ground aparece en la primera entrada, pero no en la segunda que hemos acortado por motivos de economía y porque no arrojaba un dato sustancial sobre el hábitat de los lenguados, que es el fondo marino. Añadiendo este dato del que carecía la definición del Webster, comprobamos cómo coinciden dos semas principales que abocan a la unión semántica y al vínculo metafórico de sole. En la lengua inglesa, la palabra sole (lenguado y suela) se toma como homónima porque, según los expertos, no existe conexión entre los significados. Nosotros pensamos que este término es susceptible de enlazarse con lógica desde dos puntos de vista: el primero se refiere a la forma más o menos ovalada y plana del pescado y de la pieza del zapato, mientras que el segundo tiene una relación con el lugar en el que los dos objetos se sitúan habitualmente. Tanto el lenguado como la suela del zapato viven pegados a una superficie de sustentación, sea ésta el suelo marino o terrestre. Además, para reafirmar tal opinión, encontramos que el DUE ofrece como sinónimo de lenguado la voz suela. Y, para acabar de rematar nuestra creencia, podemos decir que quien haya buceado y visto en el fondo del mar un lenguado del tipo conocido como lenguado de arena, habrá creído a primera vista que estaba viendo una suela abandonada en el fondo marino. 49) Truck: con respecto a esta morfología, el UDEL recoge dos usos nominales a los que atribuye, en el caso del mercadeo, el origen troque (sell, exchange,
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bargain); y el griego de trokhós, en el caso de los medios de transporte. Como ya hemos señalado en otras ocasiones, los diversos registros cronológicos de las morfologías y sus significados es un tema relativo y delicado al mismo tiempo. Observamos que en lo que respecta a los orígenes de las voces, los diccionarios no registran ampliaciones semánticas, dándonos una morfología igual o parecida en los diferentes lemas que simplemente atiende al significado del lema en cuestión. Nos da la impresión de que cuando un significado adquiere una personalidad propia, la lexicografía refleja un nuevo lema, rechazando de plano el generativismo y el encastre de significaciones, al que simplemente considera desde la perspectiva de los pequeños saltos semánticos que señalan las polisemias íntimamente ligadas. Es decir, jamás se tiene en cuenta un gran salto semántico, porque, de inmediato, se le representa como significación desvinculada. Si bien el UDEL nos ofrece, en apariencia, étimos de significados inconexos, pensamos que no es descabellada la consideración de que el significado de rueda se extendiese al de mercadear, o que bien, el de mercadear se relacionase con el de rueda. El LDCE y el CIDE dan en un solo lema la variedad significativa de esta voz, que el OALD y el UDEL separan en dos vías, una relacionada con el transporte y la otra con las mercancías que se venden en el mercado. Pensamos que el transporte es la primera premisa para acceder a la venta de mercaderías, por lo que los dos temas están vinculados dada la relación causa-efecto. Además, generalmente se relaciona al camión, al ferrocarril o a cualquier tipo de vagoneta (significados del primer lema) con el transporte de mercancías,
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por lo que la designación se extiende, por medio de la metonimia, a lo que se lleva dentro del vehículo. El OALD llega incluso a introducir en el segundo lema, al que encabeza hablando de productos hortofrutícolas para venta en el mercado, el significado de hacer tratos comerciales, lo que, claramente, enlaza con el primer lema y hace caer por su propio peso la atribución de homonimia. 50) Vent: el UDEL da el étimo vent para los dos significados que vamos a analizar. El Webster dice que el significado de orificio de expulsión llevaba en latín el prefijo ex que se ha perdido; en cambio, relaciona el corte de los textiles con la palabra fissure. El LDCE y el CIDE ofrecen en la entrada nominal el enlace de los múltiples significados que el Webster, el UDEL y el OALD separan en dos líneas: la referida al orificio de salida de fluidos y la del corte en la ropa, por ejemplo, en las chaquetas de caballeros para facilitar el movimiento. En realidad, todos estos tipos de apertura sirven para facilitar o aliviar algo, ya que en el caso de los animales es el orificio que les sirve para defecar; en el caso de las prendas de vestir ayuda a la desenvoltura de movimientos. Sin embargo, la falta de expulsión de un fluido o un sólido nos hace considerar a estas dos voces como homónimas.
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9. ANÁLISIS DE LEMAS EN LA LEXICOGRAFÍA ESPAÑOLA
9.1. TRATAMIENTO DE LA LEXICOGRAFÍA ESPAÑOLA
PROCEDEMOS, a continuación, al análisis de cincuenta morfologías de la lexicografía española que comportan algún problema en su clasificación semántica. Los diccionarios de la lengua española que hemos empleado recogen el español actual, aunque figure alguno que otro arcaísmo de presencia aislada. La búsqueda de hilvanes de significado en la lexicografía española ha sido una tarea más complicada que en la lexicografía anglosajona, precisamente debido al carácter actualizado y a la eliminación de arcaísmos. El presente apartado no pretende explorar la totalidad de las voces presuntamente homónimas que muestra la lexicografía tradicional, porque ésta sería una labor que ocuparía varios volúmenes. Tan sólo intentamos provocar la reflexión sobre el número ingente de entradas inconexas, desde la perspectiva semán-
tica, que presentan los diccionarios españoles y que, al menos en nuestra opinión, son susceptibles de vinculación semántica. Creemos que las palabras impresas de los diccionarios deben dejar al descubierto el árbol genealógico del que descienden, lo que, además, redundaría en un menor volumen y mayor manejabilidad de la obra de consulta. Vamos a proceder en este análisis a la observación de diccionarios de diferentes ediciones y autorías por ser éste un estudio de la lexicografía en general. Pensamos que el problema de la atribución de la homonimia a voces polisémicas se arrastra desde ediciones antiguas de una misma obra. También creemos que las publicaciones más recientes mejoran la antigua estructuración semántica, aunque todavía queda mucho por recorrer en este sentido. Un problema con el que nos hemos encontrado es que, en algunas ocasiones, los diccionarios registran diferentes significados de una misma morfología. Otras veces, se integran significados que apenas se usan, y que pensamos que proceden de calcos morfológicos. También echamos en falta el registro de significados que se usan a diario y que no figuran en algunos diccionarios. Asimismo, hemos querido integrar en este análisis a un diccionario enciclopédico con el propósito de descubrir si existe alguna diferencia en el tratamiento de los campos semánticos. Como veremos en las páginas siguientes, este tipo de obras muestran una tendencia mayor que los diccionarios tradicionales al emparentamiento de significados. Desconocemos si esto procede de un cuidado estudio lingüístico o, simplemente, del intento de compendiar información para ahorrar espacio, en un intento de comprimir el cono-
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cimiento universal. Evidentemente, los diccionarios enciclopédicos intentan abarcar no simplemente el signo lingüístico, sino que extienden sus redes a todo tipo de manifestación cultural de la época y espacio físico del que son representantes. En este sentido, cada una de sus entradas es una ficha cultural e histórica. Las palabras del español que procedemos a analizar y los criterios que aplicamos son los siguientes:
9.2. MORFOLOGÍAS DEL ESPAÑOL Y CRITERIOS DE APLICACIÓN
1) abocinar: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 2) acedía: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización, relación causaefecto y correspondencia de voces de atribución homónima en un único verbo polisémico. 3) acerar: homonimia por calco morfológico. 4) acogollar: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica entre lemas. 5) acotar: homonimia con posible cohabitación de los dos cauces semánticos en los usos de la vida cotidiana. 6) almenara: homonimia procedente de dos parónimos árabes sin conexión semántica. 7) avión: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, holonimia con llegada a partonimia polisémica, metaforización. 8) balsa: homonimia con coincidencia fortuita de semas. 9) boje: homonimia causada por la aclimatación de un anglicismo.
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10) cava: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y relación causa-efecto. 11) cocinilla: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 12) condominio: polisemia por vinculación semántica, restricción semántica y definición derivada de una referencia conjunta. 13) espárrago: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 14) follar: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metaforización. 15) hisopo: polisemia por vinculación semántica, restricción semántica y relación hiperonimia-hiponimia. 16) jabeque: polisemia por conexión semántica y extensión semántica. 17) lanzada: polisemia por conexión semántica, extensión semántica y llegada a verbo común polisémico. 18) lapa: vinculación semántica, extensión semántica, metaforización y antonomasia. 19) lastre: homonimia. 20) launa: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 21) majuelo: homonimia con serielización léxica diferente. 22) marchante: polisemia por conexión semántica, extensión semántica, llegada a un sinónimo parcial conjunto para las dos rutas, relación hiperonimia-hiponimia y relación causa-efecto. 23) mielga: polisemia por conexión semántica, extensión semántica, llegada a un partónimo conjunto para las dos rutas y metaforización. 24) miriñaque: polisemia por conexión semántica y extensión semántica.
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25) monda: polisemia por conexión semántica y relación causa-efecto. 26) monitor: polisemia por conexión semántica, extensión semántica, serielización léxica homogénea, metaforización y personificación. 27) moscatel: cautos, coincidencia de un sema. 28) napa: vinculación semántica y traducción con llegada a palabra meta polisémica. 29) narciso: vinculación semántica, extensión semántica, metonimización, metaforización, derivación mitológica, antonomasia y traducción con llegada a palabra meta polisémica. 30) oval: vinculación semántica e igual referencia. 31) palanquín: vinculación semántica y extensión semántica. 32) palatino: homonimia con serielización léxica diferente. 33) palmero: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 34) panel: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 35) panero: polisemia por vinculación semántica y referente único. 36) papelina: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 37) papero: homonimia por desconexión semántica. 38) pase: polisemia por vinculación semántica, restricción semántica y relación causa-efecto. 39) pecina: cautos. 40) pedregullo: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 41) potrero: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica.
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42) reo: polisemia (en el caso de los significados jurídicos) por vinculación semántica. 43) sirena: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica, metaforización, derivación mitológica y personificación. 44) solar: polisemia verbal por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 45) sueco: homonimia por desconexión semántica. 46) tela: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y relación causa-efecto. 47) tope: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica. 48) trilla: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 49) yantar: polisemia por vinculación semántica, extensión semántica y metonimización. 50) zorrear: polisemia por vinculación semántica y extensión semántica derivada de relación hiperonimia-hiponimia, antonomasia y metaforización.
9.3. ANÁLISIS SEMÁNTICO DE MORFOLOGÍAS DEL ESPAÑOL
1) Abocinar: El DRAE muestra dos entradas homónimas, cada una de las cuales integra en sus significados la palabra boca. En contraste, el DUE, el DAEA, el DAL y el NEI muestran una única entrada referida a la forma abocinada. El DRAE, en la primera entrada dice “ensanchar un tubo o cañón hacia su boca, a modo de bocina”, mientras que la segunda entrada, relacionada con la acción de caer de bruces y de inclinarse el caballo hacia de-
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lante, se vincula semánticamente con la palabra boca, al igual que la primera entrada. No podemos decir, en este caso concreto, que una entrada derive de la otra, sino que las dos son verbos denominales que derivan de la palabra boca. En estos dos casos se da una relación entre el todo y las partes, siendo el todo, el holónimo, el cañón de la primera entrada y el caballo de la segunda. Creemos, en consecuencia, que se trata de derivados metafóricos de un mismo sustantivo. 2) Acedía: el DRAE atribuye el significado de negligencia al origen de la primera entrada, y ninguno a la segunda. En cuanto al étimo, al origen semántico profundo de las dos morfologías, nuestra opinión es que deriva de la forma latina de acidez (acidum-i), si bien el DRAE indica que procede de negligencia. Creemos que si bien es cierto que también llegó a significar negligencia, éste no es el primer origen de la voz, sino una extensión de uso. Los motivos por los que sostenemos nuestra opinión son varios: Neglegentia es la forma latina más próxima morfológica y semánticamente a negligencia, mientras que acidum-i se encuentra más vinculado a acedía en los dos sentidos mencionados anteriormente. Por otro lado, los significados etimológicos suelen partir de conceptos, cualidades y realidades básicas que se van ampliando y enredando a medida que la palabra adquiere personalidad propia. Además, podemos comprobar cómo todo el entramado semántico que muestra el DRAE deriva de ácido, y a partir de este significado se erige toda la cadena evolutiva, ya que la cualidad de acedo es precisamente la acidez general.
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En torno a este vocablo giran múltiples propuestas lexicográficas. El DAL ofrece un único significado equivalente al de platija. El NEI enlaza los diversos significados, mientras que el DUE refleja en una entrada el significado de platija y en la siguiente el de la cualidad de las plantas, el estado del acedo, el ardor de estómago y el flujo que provoca la úlcera de duodeno. El DAEA y el DRAE siguen el mismo rumbo al unir en una entrada la dejadez con el desánimo y reservar la segunda para el significado de platija, que en el DRAE se amplía con los de la cualidad del acedo, la acidez, el desabrimiento y la amarillez de las plantas cuando se acedan. Lo que llama la atención en esta última entrada es el hecho de que se separen los significados primero, segundo y cuarto cuando evidentemente están encadenados, e incluso resulta más chocante el que estas acepciones se hilvanen con la referida al desabrimiento, estado que puede vincularse con el de dejadez y tristeza. Parece que el DRAE, a pesar de tratar a estas morfologías como desvinculadas u homónimas, las une de modo inconsciente en el diseño de las líneas semánticas. Veamos una representación lexicográfica resumida de lo que muestra el DRAE: – acedía o acedía 1: pereza, flojedad/ 2 tristeza, angustia. – acedía 2: cualidad de acedo/ 2 acidez o agrura del estómago/ 3 platija/ 4 desabrimiento, aspereza de trato/ 5 amarillez que toman las plantas cuando se acedan. Este reparto de acepciones en dos lemas diferentes no parece muy acertada, ya que existen significados del lema 2 que derivan del lema 1. Tales son los casos del desabrimiento y la aspereza de trato, que
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pueden ser consecuencia de la flojedad y de la tristeza. Asimismo, la cualidad de acedo de las plantas es una especie de flojera, de ponerse mustias o tristonas, de amarillear dejando de tener buen aspecto. Veamos ahora nuestra opinión del engarce de significados de acedía: – origen: acidez general. – movimiento corporal: acidez de estómago. – movimiento cromático: amarillear (en realidad, la acidez se representa por medio de un viaje cromático que oscila desde el amarillo, pasando por el verde y el marrón rojizo). – movimiento anímico: éste se puede vincular metafóricamente con los dos anteriores, y se relaciona con acepciones de los lemas 1 y 2 del DRAE: pereza, flojedad, tristeza, angustia, desabrimiento y aspereza de trato. De este modo, hemos trenzado la génesis semántica de los significados correspondientes a la morfología acedía que, como podemos ver, entronca con acidez desde la perspectiva visual (no simplemente cromática, sino referida también a la falta de lozanía en la planta), corporal (estómago humano y aspecto físico empobrecido de la planta), y anímico (relación causaconsecuencia entre el estado físico y anímico en hombres y plantas). De la planta partimos de la acidez para diseñar la evolución de la cadena de sememas, pasemos a ver ahora cómo se entronca el significado de acedía como pescado en nuestra génesis semántica. La primera aproximación compete a la comparación morfológica entre la palabra acedera (planta cuyas hojas ácidas se consumen en las ensaladas) y la acedía, tomada aquí en el sentido de platija. El aspecto de ambas es tan
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similar, en la morfología física (aspecto ovalado y apuntado en el extremo) y en la morfología lingüística (acedera y acedía), que casi se confunde la planta con la platija. Si acudimos al DN, la definición de platija (que el DRAE y el DUE dan como sinónimo de acedía) indica que se trata de un pez de cuerpo plano (igual que la planta), y de coloración que le permite confundirse con el fondo marino. ¿Qué color podemos aplicar al fondo marino? Difícil cuestión, ya que no está definido en ningún diccionario, el DN le considera pardo anaranjado, pero a nuestro entender oscila desde este tono hasta el pardo amarillento. En realidad se trata de una escala cromática muy parecida a la del cuero de la suela de los zapatos (más o menos amarillenta, anaranjada o de un rojizo tirando a marrón). Esto explica, además, por qué suela es sinónimo de lenguado (DUE) , ya que, en cuanto a forma y color, el parecido es innegable, aparte de que ambos viven pegados al suelo. El lenguado y la platija pertenecen a la familia de pescados planos que viven sobre el fondo marino (DC y DUE). Volviendo al tema de la platija, hemos realizado hasta el momento dos enlaces, uno referido a la morfología ovalada y apuntada de ambos, y otro referente al color (al que consideramos cambiante, en el caso de las plantas, según sea el grado de acidez). Por estos motivos pensamos que acedía, con el significado de platija, deriva de acedera, y ésta de acedía. Obviamente la base para la denominación de éstas se encuentra en la palabra acidez, mientras que el motivo para bautizar a la platija con el nombre de acedía radica en el parecido con la morfología y el color de la planta. Por todo lo expuesto, consideramos a acedía (pescado) una metáfora muerta de acedía (acedera). La evolución de
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dos parónimos semánticamente relacionados no ha llegado en este caso a la homonimia, sino a la polisemia, ya que proceden del mismo tronco semántico. Asimismo, la denominación del pescado con el nombre de acedía no surgió por generación espontánea, sino por un parecido físico muy estrecho entre lo vegetal y lo animal. Negar esto es rechazar el generativismo lexemático. La lexicografía parece estar todavía muy vinculada al estructuralismo, a la atomización morfológica y semántica que no cesa de mostrar homonimias cuando se trata de polisemias. Da la impresión de que el generativismo no ha ejercido, de momento, ninguna influencia en la construcción de lexicones. Cuando se encuentran dos morfologías coincidentes con significados de peso, de entidad propia y muy personalizada, de inmediato la lexicografía les da la manumisión, entregando una libertad que no es real porque los significados emanan y se engranan unos en otros. Negar el ensamblaje semántico y morfológico de la procreación léxica es rechazar la unión intrínseca entre lengua y realidad, y supone eliminar todo el rigor científico a los estudios semánticos y lexicográficos. Otras morfologías del inglés también abarcan el doble juego botánica/fauna desde la perspectiva cromática e, invariablemente, escinden estas dos uniones. La voz sorrel del inglés se refiere tanto al color bayo de las plantas como de los animales. El color bayo es difícil de definir por lo que el Webster se entretiene bastante en su explicación: a brownish orange to light brown that is darker than caramel, slightly yellower than tawny, and redder than raw sienna. Como podemos apreciar, la gama de colores se extiende desde el amarillo hasta el marrón, y revela también al
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grado de acidez de las plantas. El étimo de esta voz significa seco y responde exactamente al cambio de tonalidad de las hojas otoñales, que convierten en un arco iris de verdes, amarillos y marrones su paso hacia la muerte. Además, el Webster vincula en la misma entrada polisémica esta gama cromática con la de los animales que tienen dicho color (el bayo principalmente), y aparta en otro lema los significados de sorrel correspondientes a las plantas ácidas. Es decir, pensamos que es demasiada casualidad que el español y el inglés acudan a una morfología invariable en cada lengua para expresar una gama cromática que se aplica a plantas y animales. ¿No será que lo que se representa como homonimia es en realidad una polisemia que deriva todos sus significados de la tonalidad cambiante de las plantas. También nos da la impresión de que la lexicografía española es mejor captadora de realidades que la anglosajona, ya que en el caso de acedía 1 (DRAE) lo que se deja de lado son los usos desviados, mientras que el Webster aparta en una segunda entrada la referencia a la acedera, cuyo étimo está relacionado con la acidez (sour, da lugar a sorrel). Veamos ahora un breve esquema del diseño de los campos semánticos en el DRAE y en el Webster: – acedía 2: acidez, color de lo ácido (cambiante, pero centrado en las hojas amarillas por acidez), pescado del color y la forma de la planta que tiene hojas ácidas. – sorrel 1: color (cambiante, pero centrado en las hojas secas), animal de ese color. – sorrel 2: planta (color cambiante, pero centrado en la amarillez de la acidez).
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Pensamos que quizás el problema en la clasificación semántica de estas voces se deba a que la tonalidad cambiante de las plantas vivas (verdor y lozanía/ amarillez y amustiamiento/marrón y muerte) es algo complicado de fijar lingüísticamente. También de este cambio cromático procede la alusión a distintos tipos de animales en los dos idiomas (animales de color fijo que reciben su nombre de tonalidades vivas y cambiantes). La acedera, con sus colores y formas (platija), es la base de todas las evoluciones semánticas. Si acudimos a la forma inglesa para platija, encontramos que ésta es fluke y, por no enredarnos en un nuevo engranaje semántico, simplemente señalamos que esta morfología se presenta como polisémica en el Webster, vinculando el significado de pez con el de las plantas y los gusanos, dada la similitud morfológica. ¿Por qué no se ha acudido, entonces, a ella para explicar el origen semántico común de las morfologías coincidentes acedía y sorrel? Finalmente, tan sólo añadimos dos observaciones más que pensamos que acreditan nuestra consideración de polisemia de la morfología acedía. Existe una relación causa-efecto entre los dos lemas del DRAE, es decir, el estado físico (ardor de estómago...) influye en el anímico (decaimiento, apatía...). Además, si acudimos al verbo acedar, comprobamos cómo las dos líneas nominales homónimas se funden en un solo verbo polisémico. 3) Acerar: los étimos responden a dos orígenes diferentes: acero y acera, por lo que se trata de un caso de homonimia declarada. Pasemos a ver su tratamiento lexicográfico. El DRAE refleja la unión semántica de los usos reales referidos al acero con el sentido figurado de forta-
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lecer o vigorizar, mientras que escinde los significados vinculados a las aceras. El NEI no recoge el significado de este verbo aplicado a la técnica de poner aceras, quizás debido a que lo considere un calco originado por un mimetismo morfológico basado en la analogía con el verbo referido a la acción de bañar en acero. El DAEA, el DUE y el DAL siguen la línea del DRAE al registrar el uso referido a acera. La homonimia de esta voz es incuestionable, pero pensamos que se origina por un proceso acomodaticio de mimetismo léxico, en el que la palabra acera tomó prestada la morfología del verbo que pertenecía al acero. 4) Acogollar: el DUE atribuye al étimo cogolla el verbo referido a cubrir las plantas jóvenes, mientras que no ofrece el origen de la acción de echar cogollos, que, evidentemente, se encuentra en la palabra cogollo. En realidad, las palabras cogolla y cogollo proceden de cuculla, étimo que tiene el significado de capucha. El DAEA y el DAL no recogen esta voz, mientras que el NEI ofrece una sola acepción referida a la acción de echar cogollos. El DRAE y el DUE separan el significado de cubrir las plantas delicadas con cualquier material para protegerlas del hielo y la lluvia, del referido a la acción de echar cogollos las plantas. Pensamos que precisamente los cogollos, por ser delicados y pequeños son plantas comestibles que necesitan protección, por lo que nuestro criterio es el de que los significados están relacionados por compartir semas: planta tierna y joven. Pensamos que se trata de una polisemia, dado que es una referencia común a la agricultura y a las plantas comestibles nuevas y delicadas que se extiende a su cubrimiento o cuidado. Es decir, primero nace la planta y después se la cuida.
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5) Acotar: el primer lema procede de coto, como indica el DRAE, pero no indica el origen del segundo, que se relaciona fácilmente con la forma quota. El DRAE escinde en una primera entrada homónima las significaciones relacionadas con la acción de poner cotos o límites a un terreno o un escrito, condicionar la extensión de un conjunto matemático, etc. de la segunda entrada, que dice “poner cotas en los planos topográficos, de arquitectura, croquis, etc.”, añadiendo, a continuación, una segunda acepción concerniente a la informática. También ofrece una tercera entrada referida a la acción de podar los árboles. Vamos a fijarnos en las dos primeras entradas. Procedemos a buscar la palabra cota incluida en la primera acepción de la segunda entrada, y volvemos a encontrar una escisión homónima que en la primera entrada se relaciona principalmente con vestimenta y defensa. La segunda entrada, de la que lógicamente debe descender cota 2, en la cuarta acepción referida a las matemáticas, dice como sigue: “elemento de un conjunto que limita, inferior o superiormente, los elementos de la sucesión de un subconjunto” y en la quinta se lee: “acotación, anotación o cita”. Como podemos apreciar, en este cota 2 se vinculan semánticamente conceptos que se habían bifurcado desde el punto de vista de la semántica lexicográfica en acotar 1 y acotar 2. También se añade una tercera entrada que se refiere a la acción de podar un árbol, con lo que seguimos en el terreno de poner límites a las cosas. El NEI representa en una única entrada la multiplicidad de significados del verbo acotar, mientras que el DUE y el DAL bifurcan en dos líneas las relaciones semánticas, aunque muestran aspectos diferentes, ya que el primero presenta el uso técnico en una segunda en-
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trada monosémica que, obviamente, restringe el rango semántico de esta voz. En contraste, el DAL muestra en un primer eje semántico el uso general y el relativo a los terrenos, a los que aísla de los significados referidos a poner márgenes a un escrito... atribuyendo el étimo de coto (término) a la primera entrada y el de cota (número que indica altura en los planos) a la segunda, pero observamos cómo en esta misma segunda entrada en la primera acepción se dice “poner notas, advertencias o comentarios al margen de un escrito o impreso”, lo que a todas luces invalida la aplicación del étimo anteriormente mencionado con referencia a los números y a los planos. El DAEA establece una división tripartita del mismo vocablo, la primera relacionada principalmente con el cerramiento de los espacios físicos, la segunda con la anotación en los márgenes de un escrito, y la tercera con los usos técnicos. Si volvemos al DUE, observamos que relaciona acotar 1 con el étimo cota y acotar 2 con el étimo cuota, lo que evidentemente aclara la multiplicidad de puntos de vista lexicográficos que muestra esta voz, que creemos producida porque existe un encrucijada semántica que el DUE intenta aclarar, aunque deja algunos cabos sueltos. Si acotar 1 en este diccionario es “reservar o limitar cualquier cosa”, cualquier cosa puede ser un plano, con lo que se pueden fundir las dos entradas homónimas en una sola unidad de significado. Hay quien puede alegar que acotar 1 se refiere, en el caso de algo escrito, a las notas de letras marginales, y que acotar 2, en cambio, se dirige hacia las notas de números marginales, pero habiendo preguntado a varios arquitectos, la respuesta es que también se pueden
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apuntar palabras marginales en los planos, con lo que volvemos a una encrucijada que emparienta dos morfologías por una doble vía. Si acudimos a la traducción interlenguas, observamos que, en este caso, no se nos aporta ninguna pista en el sentido de vinculación semántica, ya que la unidad denominativa del español desemboca en multiplicidad del inglés. Esto nos conduce a considerar la mayor precisión referencial de los angloparlantes, pero no aporta nada en el sentido de unión o desconexión semántica. Dicho con otras palabras, la unidad morfológica de una lengua desemboca en muchos casos en una multiplicidad en la lengua de llegada que bien podría bautizarse con el término de polinomia, voz pareja a la de las matemáticas, y que bien podría aplicarse a la traducción léxica por resultar económica y clara. Llegados a este punto, cerramos el debate sobre la voz acotar, palabra que puede llegar a fundir en una única significación los usos de la vida cotidiana y los de la técnica. Sin embargo, si pensamos que la anotación marginal en cualquier tipo de representación gráfica, escrita o dibujada, puede escindirse en letras y números, nos adherimos a la opinión de los diccionarios que la representan como una morfología homónima. Pero si añadimos que a veces en los planos se anotan palabras marginales y, en algunos textos, se apuntan números o fórmulas marginales, la convivencia del acotar numérico con el acotar alfabético, que incluso pueden llegar a fundirse en una representación alfanumérica, queda demostrada por ser un hecho que ocurre en la vida cotidiana. La captación de este solapamiento, que no obedece a la génesis etimológica, pero sí a los hechos de la vida de cada día, a
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las realidades próximas, demuestra que la escisión homónima de la lexicografía refleja, con mayor o menor fidelidad, la evolución de dos étimos, pero no los casamientos reales que ha producido su evolución. Éste es un caso en que la realidad supera al léxico: ¿cómo podemos representar en un diccionario estos casamientos que responden al libre albedrío de los significados? Sin embargo, y hablando en términos generales, debido al distinto origen morfológico, consideramos el caso estudiado como un ejemplo de homonimia, pero sin dejar de tener en cuenta que ambas morfologías pueden cohabitar semánticamente. 6) Almenara: el DUE ofrece dos entradas homónimas. A la primera la atribuye el étimo almanára, que significa faro y lo define como “fuego encendido como señal en las atalayas o en otro sitio” en su primera acepción, a la que siguen otras relacionadas con el fuego. La segunda entrada también procede del árabe andaluz manhar con el significado de arroyo y define a una “zanja por la que se conduce al río el agua sobrante de una acequia”. Parecido rumbo siguen el DRAE, el DAL y el DAEA, que establecen una división entre el uso regional (acequia) y el histórico (fuego). El NEI restringe los significados a una sola entrada polisémica relacionada con el fuego. No encontramos ninguna relación entre los significados relacionados con el fuego y los procedentes del agua, salvo que ambos proceden de dos parónimos árabes que han confluido en una morfología idéntica de modo accidental. 7) Avión: el DRAE atribuye el étimo latino gavia a la primera entrada, mientras que relaciona la segunda con el francés avion. Esta palabra no surgió en fran-
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cés por generación espontánea, sino que también deriva de la forma latina que designa a un vencejo. El DRAE, el DUE, el DAEA, y el DAL escinden en dos lemas la voz referente al pájaro y al medio de transporte aéreo. En contraste, el NEI ofrece una entrada homónima de carácter polisémico que agrupa la significación de ave y la de máquina aérea, e integra en un segundo lema la acepción referida al municipio de Orense. De esto se desprende que, dejando de lado la designación toponímica, el NEI considera a la palabra avión una polisemia. Los diccionarios anteriores, salvo el NEI, se basan en el origen de las voces sosteniendo que avión, en el sentido de ave, procede del latín con la forma gavión, mientras que el medio de transporte deriva del francés. Como hemos indicado en varias ocasiones, la etimología es una ciencia relativa, ya que todo depende de en qué fase de evolución hayamos encontrado la voz, dado que el francés no acuñó esta palabra por generación espontánea sino que tomó la forma del latín, por lo que el origen es el mismo. Como apunta Lorenzo (1980:117), la influencia del francés es la de mayor peso, después de la del inglés, y Lapesa (1986:374) añade que “muchos de los galicismos y anglicismos que entran en nuestros usos provienen de la cantera grecolatina”. Benveniste (1977:164) también asegura que hay una gran influencia de las lenguas clásicas en la terminología francesa. Además, todo el mundo habrá escuchado alguna vez la poesía que describe a los aviones como pájaros de acero. Asimismo procedemos a aplicar la regla de homonimia y partonimia derivada: los partónimos del avión, ala y cola, coinciden con los de pájaro, por lo que si
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avión-pájaro es homónimo de avión-máquina, del mismo modo, la lexicografía debería representar en dos entradas homónimas el ala del pájaro y el ala del avión. Evidentemente, avión-pájaro se trata de una voz de uso real, un primitivo de la naturaleza, que derivó a usos figurados de corte más sofisticado, convirtiéndose, por consiguiente, en metáfora. Si utilizamos el encadenamiento de semas, observamos los siguientes elementos: más pesado que el aire, elevarse en el aire, sustentación alar, diferencias de presión en torno a las alas. Se trata indudablemente de un tipo de polisemia producida por metaforización. 8) Balsa: respecto al origen de esta morfología surgen ciertas dudas. El DRAE aduce, en la primera entrada, que se trata de una forma prerromana, no atribuyendo ningún étimo concreto. En la segunda entrada dice que también es una voz prerromana, añadiendo que posiblemente sea la misma que la de balsa 1. En contraste, el DUE apunta con cautela hacia un posible origen ibérico para su primera entrada (depósito acuífero), mientras que en la segunda (medio de transporte acuático) sugiere un origen prerromano incierto. Los significados se enredan como telas de araña dando pie a que homonimias auténticas puedan parecer polisemias. Vamos a ejemplificar este pensamiento con el caso de balsa y la coincidencia de semas en los dos sentidos principales, el de recipiente acuífero y el de medio de transporte acuático: Con respecto a esta voz, el DRAE, el DUE y el DAEA trazan dos líneas homónimas para explicar los significados de esta voz, mientras que el DAL y el NEI unen todos los significados en una entrada polisémica. No obstante, la relación semántica entre los significados resulta evidente ya que el sema agua figura en ambos.
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Además, la plataforma de maderos, que constituye la balsa tomada como medio de transporte, puede tomarse como una metonimia con respecto a la voz balsa en el sentido de continente y, de seguro, el significado se puede extender al de balsa tomado, esta vez, como contenido. Para sostener este último caso nos apoyamos en la expresión ser una balsa de aceite, cuyo referente no radicaría ni en el medio de transporte, ni en el continente que poco importa en esta ocasión, sino en el contenido de aguas tranquilas. Estos sentidos se pueden vincular fácilmente, aunque pensamos que en realidad se trata de una homonimia accidental tanto en la morfología como en la integración de algunos semas. La existencia de un árbol y una madera americana conocida como madera de balsa (empleada en barcos y aviones, como indica el DN), nos hace pensar que dos parónimos morfológicos que incluían, por pura coincidencia, el sema agua han convergido en un mismo destino. Pensamos que se trata de un caso atípico en que dos parónimos de distinta procedencia han confluido en una misma morfología en la que, además, muestran semas similares sin llegar a ser enteramente polisémicos. Asimismo, resulta de todo punto absurdo el que una balsa (medio de transporte) navegue por una balsa (piscina), puesto que las balsas de troncos están hechas para navegar por medios acuáticos libres. Se trata, en resumen, de una homonimia fortuita derivada de distintos troncos semánticos. 9) Boje: el DRAE da un étimo diferente para cada una de las entradas. La primera procede del latín buxus y designa a un arbusto, mientras la segunda viene del inglés. Además, los dos diccionarios mencionados atribuyen a este vocablo una procedencia de la forma in-
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glesa boogie, origen erróneo dado que esta palabra designa a un tipo de música y al baile conocido como boogie-woogie. El auténtico origen de este anglicismo aclimatado se encuentra en boggie, con alternancia gráfica en boggy, bogie y bogy. Sin embargo, esta voz inglesa tiene una perfecta traducción en las formas carretón o tren de ruedas orientables. Esta morfología figura en el DN con la forma boj en una sola referencia botánica. El DRAE y el DUE recogen dos lemas, el del arbusto buxáceo y el de los carretones de vehículos que el NEI une en una entrada polisémica, mientras que el DAEA y el DAL no registran este anglicismo aclimatado. El intento de adaptación al español del anglicismo referido a los medios de transporte ha causado un cruce homónimo con la voz de la botánica, término de registro más antiguo en el bagaje léxico del español. Para completar el panorama, añadimos la extensión semántica perteneciente al ámbito aeronáutico. Se trata de la forma bogie (con grafía alterna), que también se podría aclimatar bajo la forma boje que, según apunta el NDA, comporta el significado de “identificación de un avión enemigo en el radar” y constituye una extensión metafórica de duende o espíritu maligno. Subrayamos, finalmente, el esfuerzo de la lexicografía por registrar y aclimatar con la mayor dignidad posibles el variopinto panorama de infiltraciones extranjeras procedentes de los usos técnicos. 10) Cava: el DRAE ofrece dos lemas cuyos orígenes se encuentran en cavar, para el primer lema, y en cava, con el significado de zanja o cueva, que no es otra cosa que la consecuencia de cavar, por lo que se relaciona el primero con el segundo significado.
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El DAEA recoge cuatro lemas homónimos, mientras que el DAL registra tres, que se funden en una entrada polisémica en el NEI. Vamos a prestar atención a los dos significados mencionados al principio de este apartado. De la acción de cavar se originan una cava o cueva, así como el foso de las fortalezas. Pensamos, por lo tanto, que de la acción de cavar (primer lema) surge el resultado o cava del segundo lema del DRAE. Asimismo, la primera acepción de esta segunda entrada se extiende más allá de lo que se considera una cueva producida por la propia naturaleza, designando a los sótanos en que se elabora el vino espumoso, a los habitáculos en los que se guarda la bebida e, incluso, a las neveras portátiles para conservar la bebida fría en los viajes. 11) Cocinilla: el DRAE atribuye dos orígenes, uno es el de cocina y el otro, el del diminutivo de cocina, por lo que ambas morfologías pertenecen al mismo campo semántico. El diminutivo de cocina y el hombre aficionado a las tareas domésticas, de las que el arte culinario forma parte, son temas vinculados semánticamente cuya unión reflejan el DUE, el DAEA, el DAL y el NEI. El DRAE escinde los dos significados y, en parte, vemos una razón para amparar este criterio: la vinculación auténtica entre el hombre aficionado a las tareas del hogar debería descender de cocina más que de cocinilla. Sin embargo, y dado que tanto cocinilla como cocina, bien se trate del aparato o de la habitación, pertenecen al mismo campo semántico, lo consideramos un caso de polisemia. Además, en este caso concreto, se denomina a un hombre con el nombre del sitio que frecuenta, lo que constituye un ejemplo de metonimia.
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12) Condominio: el DRAE proporciona la misma morfología como étimo de cada una de las entradas. Ambas proceden de la forma condominium, pero al primer lema se le atribuye un origen latino, mientras que del segundo se dice que procede del inglés. En realidad, el origen es el mismo para ambas morfologías dado que muchas voces del inglés tienen un origen anterior latino. El DUE, el DAEA, el DAL y el NEI ofrecen un solo lema, frente a la visión bifurcada del DRAE. Sí, es cierto que la palabra prefijal condominio había caído en desuso en castellano y que el inglés la ha insuflado vida, pero no podemos decir que el antiguo y genérico condominio, aplicable también al ámbito jurídico, esté semánticamente desvinculado del uso innovador y de significado restringido que le atribuye el inglés: “edificio poseído en régimen de propiedad horizontal” (DRAE). Sin embargo, los angloparlantes utilizan también la voz condominium, o su breve variante coloquial condo, para referirse al piso poseído en propiedad. Además, el DRAE hace referencia en la segunda acepción de la primera entrada a las propiedades, y una casa o edificio es una propiedad de tipo inmobiliario. Con esto se vincula el significado inmobiliario del primer lema con el segundo del DRAE, sentidos que, por otro lado, nunca han estado desvinculados puesto que descienden de una forma latina común. Como vemos, la palabra propiedad figura en los dos lemas del DRAE. Si las dos entradas estuviesen auténticamente desvinculadas, sería imposible definirlas siempre en relación al mismo término, que queda fijado como sinónimo parcial. 13) Espárrago: el DRAE sostiene que el origen del primer lema está en la forma latina que significa es-
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párrago, mientras que el segundo deriva del francés esparre (viga), por influencia de la forma espárrago. En contraste, el DUE atribuye a todos los significados un origen griego. El DUE, el DAEA, el DAL y el NEI unen las diversas acepciones en una sola entrada polisémica. Evidentemente, los significados referentes a piezas alargadas de cualquier material que el DRAE ofrece en un segundo lema derivan metafóricamente del fruto de la esparraguera dado el parecido en la forma alargada. Sin embargo, existe una diferencia muy marcada entre el tamaño del espárrago hortofrutícola (pequeño) y el de las piezas metálicas (grandes). Se comparte la forma, no el tamaño, pero el origen profundo de los usos técnicos se remonta al hortofrutícola, por lo que se trata de una metáfora. 14) Follar: en lo referente al étimo, el DRAE atribuye los siguientes orígenes a los diversos lemas: el primer lema (“soplar con el fuelle” o “soltar una ventosidad sin ruido”) procede del latín follis (fuelle); el segundo (componer en hojas) viene de la forma latina que designa a una hoja; el tercero (“hollar, talar o destruir”), no aporta étimo; y el último (“practicar el coito”, “fastidiar, molestar”) posiblemente proceda también de follis, en el sentido de resoplar como un fuelle. El DAEA, el DAL y el NEI ofrecen una visión unitaria y polisémica del verbo follar. En contraste, el DUE y el DRAE marcan cuatro entradas homónimas. El DRAE ofrece cuatro lemas de los cuales pensamos que dos son susceptibles de enlace, debido principalmente al origen común. Se trata del primero, procedente del latín follis (fuelle) al que define como “soplar con el fuelle”, y del cuarto, del que dice “practicar el coito”. Si pensamos en el movimiento de empu-
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je y presión del fuelle, la metáfora tiene sentido porque se puede relacionar con el resoplar y el jadear de las personas implicadas. Un verbo aplicado a objetos ha extendido su uso hacia las personas. En el DAEA nos llama la atención la definición de este verbo, ya que dice que consiste en realizar el acto sexual un hombre con una mujer y que es más raro cuando lo realiza una mujer con un hombre. Pensamos que lingüísticamente eso ocurre únicamente cuando se emplea el objeto y el que emite el mensaje es un varón, mientras que, cuando no se utiliza el objeto y el sujeto es plural, los que realizan el acto sexual son tanto el hombre como la mujer. También la expresión te voy a follar (de hollar, en el sentido de molestar), cuya referencia constituye el lema 3 del DRAE, tiene un carácter de amenaza, con lo que volvemos al campo de metáforas que relacionan amor y guerra, trasladando en este caso un significante del amor a un significado de guerra, ejemplo de antonimia semántica. Sin embargo, los significados que vinculamos son los del lema 1 (insuflar aire con un fuelle) y los del lema 4 (practicar el coito). 15) Hisopo: el DRAE ofrece dos lemas basados en diferentes étimos: uno procedente del latín y designa a una mata olorosa, y el otro, también, del latín, se relaciona con la humedad. El DUE también representa dos entradas lexicográficas, una con forma simple y, otra, de compuesto (hisopo húmedo) que responde al segundo lema del DRAE. El DAE, el DAL y el NEI dan un sola entrada polisémica. Creemos que el DRAE y el DUE se basan en los étimos para ofrecer dos lematizaciones, pero el mundo de los étimos es, en cierto sentido, comparable al de la hagiografía en lo que respecta a la dificultad de encon-
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trar la verdad absoluta. Pensamos que dos étimos parecidos pueden ser variantes de una misma voz anterior a las que se ofrece en la lexicografía, es decir, dos parónimos pueden vincularse a un primitivo etimológico que sea el alfa absoluto de todas las derivaciones. Ya que el DRAE y el DUE ofrecen diferentes étimos, creemos que éstos se pueden retrotraer a un origen común, y para ello nos basamos en la compartición de significados comunes. La segunda entrada se refiere a la mugre de lana de ciertos animales que, una vez lavada y evaporada, forma una especie de ungüento. Demasiados enlaces semánticos, entre esta acepción y la del primer lema, apuntan a la unión semántica entre ellos: se trata en ambos casos de matas capilares, animales o vegetales, que se aplican en medicina y perfumería y, de ahí, pueden pasar, incluso, a la liturgia. Además, hay una unión derivación evidente representada en la misma letra negrita de cada una de las dos entradas del DRAE: la primera es hisopo, mientras que la segunda es hisopo húmedo, es decir, el segundo lema es una restricción semántica del primero, puesto que para llegar a ser hisopo húmedo antes que nada se necesita ser hisopo, siendo éste el hiperónimo englobador del compuesto. 16) Jabeque: el DRAE ofrece dos lemas. El primero tiene un origen árabe y el significado de “esquife para pescar con redes”; del segundo se dice que posiblemente descienda del mismo étimo que el primero, debido a la forma en zig-zag. Esto apunta a la posibilidad de que las dos rutas lexicográficas que representan casos de homonimia se puedan unir en una sola entrada polisémica.
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Ni el DAL ni el NEI registran esta voz. El DRAE, el DAEA y el DUE ofrecen las dos entradas como homónimas, pero explican que la segunda (la herida en forma de zig-zag) posiblemente proceda de la primera (relacionada con la pesca). Creemos que se trata de un caso de extensión semántica basada en la similitud de forma. 17) Lanzada: el DAL y el NEI muestran una sola entrada, mientras que el DRAE, el DAEA y el DUE ofrecen dos entradas. No obstante, algunas de estas entradas pueden coincidir con el participio de pasado femenino, significado que vamos a dejar de lado puesto que pertenece a una diferente categoría gramatical de la nominal, que es en la que va a recaer nuestra atención. El DUE ofrece dos lemas nominales, al primero de los cuales no atribuye étimo, si bien la primera acepción es la de “pinchazo dado o herida producida con la lanza”, con lo que apreciamos que el origen se encuentra en el campo semántico de lanza y lanzar. La segunda entrada, a la que atribuye el origen lanzar, se refiere al “movimiento que se hace realizar al caballo, consistente en saltar con las patas traseras manteniendo las delanteras en el aire”. El DUE representa dos lemas, uno referido a la herida producida por la lanza y el segundo a un tipo de movimiento del caballo. Buscamos en este mismo diccionario el verbo lanzar y encontramos, en su única entrada polisémica, la referencia a las armas y la aplicación a acciones que se realizan con esfuerzo o violencia. Así comprobamos que lo que se pretende demostrar como campos semánticos diferentes en cuanto al sustantivo, se muestra como un único campo de significado en lo que compete al verbo. 18) Lapa: de los tres lemas que aporta el DRAE, al primero se le atribuye el étimo lap, que designa al so-
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nido del chapoteo; el segundo procede del latín lappa y designa, entre otros, a un tipo de molusco que se adhiere a las superficies; el último lema incumbe al español de América y se refiere a ciertos mamíferos roedores y a una variedad del guacamayo. Existen todo tipo de opiniones para esta morfología. El DAEA y el NEI dan una entrada polisémica, mientras que el DAL ofrece dos homónimos, y tres el DRAE que pasan a ser cuatro en el DUE. Nuestra opinión es que, al menos, las dos primeras entradas del DUE se pueden unir, dado que comparten rasgos comunes como son el contacto con un medio líquido y el carácter grupal de la proliferación de animales o plantas. El étimo remoto se encuentra en el verbo “agarrar” en sus formas latina y griega. Así, se designa a todo aquello, vegetal animal o humano, que se adhiere a las superficies, como son la lapa (molusco), la lapa (lampazo vegetal), las bombas-lapa, y las personas a las que llamamos lapa o plasta, designación que se extiende por antonomasia a quienes nos siguen, en contra de nuestra voluntad, allá donde vamos. Los últimos casos son metaforizaciones basadas en el poder de adherencia y conllevan un sentido negativo. 19) Lastre: el DRAE ofrece dos entradas y dos orígenes distintos. El primero procede de lastra y designa a una piedra utilizada en mampostería, mientras que al segundo se le atribuye un posible origen germánico (last) que se relaciona con las piedras y el peso. De nuevo encontramos otro caso de disensión lexicográfica al atribuir el DAEA y el NEI la característica de polisemia a este vocablo. En contraste, el DRAE y el DUE siguen un rumbo parecido al dividir los significados en dos entradas.
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Pensamos que se trata de un caso de homonimia auténtica por dos motivos: las piedras utilizadas en mampostería han de ser planas, pero no aquellas empleadas como anclaje o arrastre. Por otro lado, el peso que llevan los barcos y los globos no se restringe a las piedras, sino que suele tratarse de arena, madera... Además, en el segundo lema del DRAE las piedras sólo cuentan con referencia al peso, mientras que en el primero se aplican a su calidad. 20) Launa: el DRAE da el único étimo laja en una sola entrada polisémica. En contraste, el DUE ofrece, con cierta precaución, el étimo catalán llauna para su primer lema que gira alrededor de las láminas de metal; el segundo lema se vincula con un posible origen hispanolatino y dice como sigue: “cierta arcilla de magnesia que se emplea en Andalucía para impermeabilizar los techos”. Ni el DAL ni el NEI recogen esta voz. Nos adherimos a la visión del DAEA y del DRAE que ofrecen un lema polisémico, al que el DUE considera homónimo. Esta palabra tiene dos etimologías de dudosa veracidad. No obstante, los significados se pueden vincular, como efectivamente muestra el DRAE y rechaza el DUE, haciendo alusión a las láminas de metal o arcilla para proteger bien de armas o bien de humedades. En ambos casos las láminas tienen un propósito protector. 21) Majuelo: ante la duda, el DRAE no atribuye étimo al primer lema, mientras que entronca el segundo con la forma latina que significa “martillo, tipo de injerto, botón en forma de mazo”. De aquí deriva el significado actual que alude a la forma de martillo que tiene el sarmiento que se planta para formar cepa nueva.
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Existe otra voz latina, myxa, que es muy posible que sea la antecesora de majuelo con el significado de arbusto de bolitas rojas, por lo que podemos ver que ambos sentidos no están vinculados, por más que ambos se refieran al mundo vegetal. El NEI no recoge esta voz, que el DAL ofrece en una única entrada monosémica, a la que el DUE, el DAEA y el DRAE dividen en una dualidad. Nos adherimos a la línea de estos últimos dado que no apreciamos ninguna vinculación semántica entre estas dos morfologías. Además, la serie léxica majoleto, marjoleto y marzoleto pertenece en exclusividad a majuelo con el significado de arbusto y no se extiende al de vid. Sí existe, en contraste, la morfología majolar, que expresa un agrupamiento, con referencia a los dos significados, pero en el caso de la vid el uso ya no está vigente. 22) Marchante: el DRAE da el étimo francés marchand para los dos lemas. El DAEA, el DUE, el DAL y el NEI ofrecen una única entrada que, en contraste, se bifurca en dos en el DRAE. El primer lema responde a la categoría de adjetivo, pero, no obstante, notamos que la segunda, tercera y cuarta acepción responden a la función de sustantivo, por lo que podrían vincularse con la segunda entrada. En realidad, los usos adjetivos que da este diccionario también se emplean como sustantivos en la vida cotidiana. El primer lema del DRAE se relaciona con lo relativo al comercio, uso adjetivo; sin embargo, la segunda acepción equivale a la de traficante; la tercera, a la de “persona que comercia especialmente con cuadros u obras de arte”; y la cuarta, a la de buhonero. En contraste, todas las acepciones del segundo lema se vinculan con los clientes o vendedores habituales de un
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negocio o comercio. Es decir, en el primer lema se dan significados concretos de profesiones que, en el caso de la segunda acepción (traficante), se suelen asociar con algo deshonesto, como las armas o la droga. En cambio, el segundo lema no hace referencia a oficios concretos, pero puede englobar a los del primer lema, dado que un traficante (lema 1) es un comprador en un lado y un vendedor en otro (lema 2); el experto en arte (lema 1) es el comprador y vendedor del lema 2... Todas estas profesiones tienen una doble vertiente en la que se desempeña un doble papel, ya que el marchante de arte es comprador de minoristas o particulares para, en una segunda vuelta, convertirse en vendedor. La relación causa-efecto es la que acciona el engranaje entre las dos rutas. Resulta incuestionable que ambos lemas están conectados porque, además, se da una relación entre la generalidad del segundo lema (hiperónimo) y la concreción del primero (hipónimo). En realidad, podemos ofrecer la palabra comerciante como sinónimo parcial de los dos lemas. 23) Mielga: el DRAE proporciona dos rutas etimológicas diferenciadas para cada uno de los lemas. Así, relaciona la primera entrada con una hierba curativa; en cambio, atribuye, con cierta precaución, el étimo mielga (“horca, bieldo”) a la segunda entrada. El DAL no recoge esta voz, de la que el DAEA da dos lemas que se amplían a tres en el NEI y ascienden a cuatro en el DRAE. Éste ofrece cuatro entradas de las cuales podemos enlazar dos: se trata de la segunda, horca animal, y la cuarta, horca como herramienta para la agricultura. Las voces de la técnica metaforizan sus instrumentos apoyándose en una mínima similitud con el entorno del mundo animal. El DUE enlaza las dos
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acepciones remitiendo a la voz bieldo que, efectivamente, descubre una intersección común basada en la abundancia de dientes. Se ha llegado, en consecuencia, a un partónimo o merónimo común para lo que se intentaba desvincular semánticamente, a pesar de conllevar la misma representación gráfica que, en este caso, no es fortuita porque procede de una metaforización. 24) Miriñaque: el DRAE, al igual que el DUE, no se decanta por ninguna alternativa etimológica debido al origen incierto de esta morfología. El NEI, el DAEA y el DUE unen los múltiples significados en un lema polisémico, que pasa a ser monosémico en el DAL, mientras que el DRAE ofrece dos entradas. El lema 1 de este diccionario dice “alhajuela de poco valor que sirve para adorno o diversión”, y la primera acepción del segundo lema reza “zagalejo interior de tela rígida o muy almidonada y a veces con aros, que usaron las mujeres”. Pensamos que tanto la tela como la joya comparten semas: el carácter ornamental, el soporte rígido y el uso femenino nos hacen pensar que se trata de denominaciones vinculadas. 25) Monda: el DRAE no atribuye étimo. El DUE ofrece dos entradas, la primera relacionada con la mitología y la religión, cuyo étimo se encuentra en la forma latina munda, plural que designa a una cesta con panes que se llevaba a la diosa Ceres. En la actualidad designa a una fiesta religiosa dedicada a la Virgen del Prado, patrona de Talavera de la Reina en la que se lleva una ofrenda de cera. La segunda entrada del DUE no aporta ningún origen etimológico, y designa a algo extremo en lo bueno o en lo malo y, también, a algo muy divertido.
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La visión de los campos semánticos de esta morfología muestra criterios variopintos según la obra lexicográfica que se consulte. El DAEA ofrece una entrada polisémica; el DAL y el NEI una entrada de acepción única; y el DUE recoge tres lemas que el DRAE reduce a dos. En el DRAE la primera entrada, con un gran nivel de polisemia, se refiere al acto de mondar y, a continuación, añade diversas acepciones de los usos nominales; la segunda entrada remite a mondo que se define como “limpio y libre de cosas superfluas, mezcladas, añadidas o adherentes”. El acto de mondar resulta en el desprendimiento de la monda, haciendo que algo quede mondo y lirondo, como decimos coloquialmente, por lo que notamos una relación causa y efecto. 26) Monitor: en el primer lema referido a las personas, se atribuye un étimo latino, mientras que en la segunda entrada, relativa a los usos técnicos, se aporta el étimo monitor como procedente del inglés. Si bien la lengua inglesa es la mayor proveedora de denominaciones relativas a la industria, no es menos cierto que el inglés se nutre del latín para bautizar a todo tipo de artilugios y cachivaches. El origen se vincula finalmente a un étimo latino común, lo que, en principio, nos hace desechar la presunción de homonimia a esta morfología. Este término figura en dos entradas en el DRAE, el DAEA y el NEI, visión contraria a la del DUE y el DAL. Tanto el significado referido a personas como a aparatos deriva de una misma forma del latín monere con el significado de aconsejar (DAL). En ambos casos se trata de una persona o un aparato que guía en un proceso. Como indica el DAL en su segunda acepción, se trata de un “dispositivo que proporciona datos visuales o sonoros
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para que resulte más fácil controlar el funcionamiento de un aparato o sistema” y, a continuación, ejemplifica tal definición de la siguiente manera “cuando se encienden las luces y suena la alarma del monitor, significa que hay riesgo de incendio”. El DRAE bifurca los lemas en dos líneas claramente definidas: la primera se aplica a las personas y la segunda, a las cosas o aparatos. La palabra monitor se usaba en la antigüedad simplemente en el sentido animado, pero la metáfora extiende sus redes a los objetos, insuflándoles vida por medio de la personificación, ya que, además, los monitores son aparatos inteligentes. Los significados referidos tanto a personas como a aparatos coinciden en la morfología del verbo monitorizar. 27) Moscatel: El DAL, al igual que el NEI, recoge los significados relacionados con la uva, mientras que el DAEA bifurca las dos entradas, al igual que el DRAE y el DUE . Los dos usos de la forma proceden del catalán moscatell, como indican el DRAE y el DUE. Pensamos que la segunda entrada referida a un joven muy desarrollado o de aspecto tonto puede derivar de la primera ya que el tipo de uva moscatel es bastante grande. Sin embargo, no encontramos una conexión evidente entre el aspecto de tonto y la dulzura de la uva, si bien, a veces se toma a los chicos dulces por tontos. Dado que esto es una suposición y que tan sólo hemos encontrado la coincidencia de un sema, nos mostramos cautos con respecto a la atribución de homonimia o polisemia de moscatel. 28) Napa: el DRAE deriva el uso textil del francés nappe, y el aplicado a los cueros, del condado californiano de Nappa donde se curtía y trabajaba esa suave piel. Como ya hemos indicado anteriormente, la eti-
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mología es una ciencia relativa, y el amplio uso y difusión mundial de este término nos lleva a reafirmar más nuestra opinión de que las dos acepciones están relacionadas. Si bien esta designación deonomástica y toponímica pudo haber nacido en California de ahí también pudo haberse extendido a Francia (país conocido por marcar el ritmo de la moda) y de ahí a todo el mundo. Para aclarar nuestra duda acudimos al Webster que, para nuestra sorpresa, no nombra al condado californiano, atribuyendo el significado etimológico de a flock of wool, y uniendo los significados del sustantivo y del correspondiente verbo to nap en una acepción que aplica tanto a los materiales textiles como al cuero. El DRAE ofrece dos entradas que unen el DUE, el DAEA, el DAL y el NEI en una comunión polisémica. Nuestra opinión es la de que todas las referencias a cueros y textiles deben figurar agrupadas en el mismo lema, ya que se utilizan para el recubrimiento, por lo que comparten vínculos semánticos. Además, la traducción de dicha morfología llega en inglés a una palabra meta polisémica. 29) Narciso: el DRAE atribuye al primer lema, la forma latina narcissus, insertando en esa entrada los significados referidos a la flor conocida con tal nombre. El segundo lema, relativo al personaje mitológico, se relaciona con los hombres que cuidan su imagen con esmero. La escisión de lemas del NEI no tiene ningún sentido pues refiere la primera entrada a la botánica dejando la segunda para el personaje mitológico, mientras que en el primer lema la última acepción alude a la persona que cuida excesivamente su aspecto físico; se mezcla, por lo tanto, lo botánico con lo referido a las per-
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sonas cuando, en realidad, todas las acepciones derivan claramente del personaje mitológico. Por otro lado, la referencia a las personas que cuidan mucho de su aspecto no parece muy acertada, ya que la denominación narciso se aplica a los hombres más que a las mujeres. En éstas se ve como algo normal el arreglo personal, dándose más bien la tendencia a la crítica en las que no lo hacen. Además, nunca se dice de una mujer que es una narcisa o un narciso, sino una coqueta o una presumida. Por el contrario, la preocupación excesiva por el aspecto físico en el hombre es algo que puede llamar la atención, por lo que existe una relación en el uso actual con la vanidad sin implicar necesariamente belleza masculina, por lo que podemos ver cómo el significado primigenio se ha ido ampliando. El DUE y el DAL ofrecen una microestructura polisémica, que se basa en la belleza del personaje mitológico y de la planta. Van Aken (1967:143) indica que Narciso, consumido por un amor que no podía mitigar, se transformó en la flor que lleva su nombre, por lo que se trata de un caso de metonimia. En el estudio de la semántica de “narciso” se engrana, en una segunda fase, la metonimia con la metáfora. Primero, Narciso, el ser mitológico, se convirtió en una flor bellísima (metonimia) que pasa al nivel de metáfora si pensamos que el nombre propio, el epónimo, dio pie a la extensión de su nombre (antonomasia) a todos los varones obsesionados por su aspecto físico. En este sentido encontramos dos tipos de desvíos léxicos, uno cercano, la metonimia, y otro lejano, la metáfora, ya que hoy en día el uso se dirige más hacia el cuidado físico (belleza provocada) que no a la belleza natural.
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Un tercer desvío ha sido el de la transferencia del agua al espejo. Narciso contemplaba su imagen reflejada en las tranquilas aguas de la naturaleza, mientras que el hombre actual ha trocado el medio natural por uno artificial. El agua se ha convertido en la actualidad en un espejo, ya que los hombres que se acicalan contemplan su imagen en éste. También podemos utilizar a la traducción como herramienta de discernimiento y comprobamos que en inglés llegamos (Webster) a una voz polisémica. 30) Oval: el DRAE atribuye el étimo ovum (huevo) a la primera entrada, mientras que deriva la segunda del latín ovalis. En ambos casos se trata de adjetivos. El DAEA ofrece una única acepción referida a la forma ovalada, al igual que hacen el DAL y el NEI. El DRAE introduce dos entradas, que el DUE une. El primer lema del DRAE dice “de forma de óvalo”, mientras que la segunda remite a corona oval que es un tipo de corona de ovación que sigue siendo igualmente ovalada. Posiblemente, la bifurcación de lemas del DRAE se deba a la atribución de diferentes étimos (ovum y ovalis), pero resulta evidente que el segundo deriva del primero. Oval es un adjetivo en el primer lema y, en el segundo, también procede de otro adjetivo que acompaña al sustantivo corona. Es de suponer que la caída del sustantivo regente haya originado el uso nominal de la forma oval. El adjetivo oval se aplica a numerosas realidades, cara oval u ovalada, mesa oval... y no por eso podemos decir que exista un significado oval aplicado a la mesa, y otro empleado estrictamente a la cara... Se trata en realidad de significados únicos, pero polivalentes desde la perspectiva de su aplicación.
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31) Palanquín: el DRAE da el étimo palanca como origen de la primera entrada, uniendo la siguiente con el portugués palanquim. Tanto el DRAE como el DUE bifurcan dicha voz en dos direcciones: la del mozo que lleva una carga (procedente de palanca) y la de las andas orientales empleadas para el transporte de personas importantes (del portugués palanquim); en ambos casos se trata de personas que llevan una carga. Sin embargo, el DAEA alude a realidades diferentes al atribuir el primer lema al medio de transporte oriental y, el segundo, al “aparejo usado para sujetar las piezas de artillería”. Creemos muy posible que el antecedente del portugués palanquim se encuentre en el étimo latino de palanca, pues se trata de una lengua de la antigua Romanía. El DAL contempla el único significado del medio de transporte, mientras que el NEI une todas las acepciones en una estructura polisémica. Nos unimos a la perspectiva de este diccionario pues todos los significados se relacionan con la carga de personas o cosas. A continuación ofrecemos las cuatro acepciones cuya vinculación y extensión semántica parece bien razonada: 1) “mozo de cordel que lleva cargas de una parte a otra”. 2) “cada uno de los cabos que sirven para cargar los puños de las velas mayores, llevándolos a la cruz de sus vergas respectivas”. 3) “aparejo que se usa a bordo para meter los cañones en batería, después de hecha la carga”. 4) “especie de andas usadas en Oriente para llevar en ellas a las personas”. 32) Palatino: los orígenes de cada entrada son diferentes, según consta en el DRAE. La primera se relaciona con el paladar y la segunda con lo palaciego.
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El DAEA ofrece tres entradas: una para lo referente al paladar, otra para lo concerniente a lo palaciego, y una última relativa a la región alemana del Palatinado. El NEI da dos lemas, mientras que el DUE, el DAL y el DRAE siguen un rumbo común al ofrecer un lema para el significado relativo al palacio, y otro para lo referente al paladar, ofreciendo étimos parecidos. A este respecto, pensamos que los étimos pueden tener una relación contraria de parecido y diferencia según el momento histórico en que se les registre, es decir, la búsqueda del étimo de los étimos, del étimo primigenio, se convierte en un serio problema para la lexicografía. No obstante, somos de la opinión de que un étimo puede desdoblarse en varias direcciones morfológicas a lo largo del devenir lingüístico para posteriormente volver a converger. El hallazgo ideal sería un asunto de arqueología lingüística, pero, desgraciadamente, es más difícil encontrar vestigios de ésta que de cualquier otra ciencia humanística. Pensamos que la etimología es una ciencia que se debería potenciar porque, tal y como indica Abad (2001:256), el estudio del vocabulario conduce a la cultura y a la historia de las civilizaciones. El DCE considera a paladar como forma sin relación con la de palacio, por lo que la confluencia morfológica nos lleva a una homonimia fortuita. Además, tanto en español como en inglés, se forman series léxicas diferentes. Aunque pensamos que existen semas comunes, también creemos que su enlace resulta demasiado forzado y metafórico si tenemos en cuenta los usos actuales de palatal referido al paladar y al palacio: el paladar da paso a la comunicación, es una entrada (o salida) de la comunicación como acto físico. El palacio también es el sitio donde se da paso a la comuni-
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cación social, a las relaciones verbales y al diálogo, ya que en Andalucía se llama palacio al salón donde se recibe a las visitas. Incluso podemos hacer referencia al Paladium (Paladión), estatua enclavada en la entrada a las ciudades griegas; llegar a ella suponía entrar en las puertas de la ciudad. De este modo se pueden unir las dos vías de palatal, desembocando en una confluencia de relaciones múltiples a la apertura y a la entrada en la comunicación física, social y comunitaria. No obstante, pensamos que la palabra palacio y todos sus derivados se centran en el significado de casa de lujo de personas poderosas, y no en el de casa de comunicación, por lo que tratamos a palatal como un caso de homonimia. Si recurrimos a la traducción español-inglés, llegamos a series léxicas diferentes, al igual que sucede en castellano (palacio, palaciego, palatino... como serie diferente de la de paladar), por lo que lo consideramos un caso de homonimia absoluta entre adjetivos. 33) Palmero: el DRAE atribuye étimo únicamente al primer lema. En este caso, la palabra palma se relaciona con los peregrinos y con los que atan las hojas de palma. El DAL ofrece dos entradas homónimas. La primera se centra en el adjetivo gentilicio (derivado de La Palma), y la segunda en los que acompañan al cante y baile flamenco dando palmas (derivado de palma), entrada de carácter nominal. Sin embargo, tanto la primera como la segunda entrada pueden funcionar como sustantivo y como adjetivo. El NEI da dos entradas homónimas. La primera se relaciona con los peregrinos y con los que atan las hojas de palma y, la segunda, con el gentilicio.
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El DRAE y el DUE presentan como homónimas las acepciones procedentes de palma, la de los nativos de la isla canaria de La Palma y la de la persona que da palmas acompañando una música o un baile. El nombre de la isla, y en consecuencia el de sus habitantes o palmeros, procede de la abundancia de palmas o palmeras, con lo que podemos integrar estas dos entradas presuntamente homónimas en un conjunto. Además, remitiéndonos a la voz palma que enlaza semánticamente la palma de la mano con la palma o palmera, nos sentimos justificados para integrar los variados lemas en una perspectiva unitaria. El DAEA incorpora una acepción más: la del peregrino de Tierra Santa. También, introduce la voz palmerino que designa a los habitantes de La Palma del Condado, con lo que se deshace la ambigüedad con respecto a los palmeros canarios. Pensamos que todos y cada uno de los significados derivan de la palma, tomada ésta en el sentido de palmera, por lo que se trata de extensiones que confluyen en una globalidad semántica. Además, podemos tratar a todos los casos de gentilicios como ejemplos de metonimia basándonos en el contacto físico: el que toca las palmas, el que ha nacido en una isla que lleva un nombre basado en la palma, el que lleva una palma en una procesión... 34) Panel: el DRAE, al igual que el DUE, ofrece el único étimo panel, al que atribuye un origen francés en el primer lema, e inglés, en el segundo. La primera entrada se basa en el concepto de panel como lámina o tablero físico, mientras que el segundo define a una reunión de especialistas en una materia. Opinamos que el sentido inglés de panel como reunión de expertos que tratan sobre un tema deriva
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del francés antiguo, con un origen clásico más lejano, comportando la significación de compartimentos temáticos de un asunto amplio, por lo que, a nuestro entender, los significados están relacionados. El DAEA, el DUE y el DRAE tratan a esta morfología como homónima. Por el contrario, el DAL, al igual que el NEI, la trata como polisémica. En realidad, el sustrato clásico ha sido el accionador del juego de encastres físicos (panel como lámina) y profesionales (panel como reunión). En el fondo del asunto, encontramos un proceso de metonimización en el que los expertos tocan el panel (lámina) porque figuran en un tablero en el que se escriben sus nombres. De este modo, el panel de expertos (referencia personal) figura en un panel-tablero (referencia material). El caso es parecido al de la palabra board en inglés, otro ejemplo de metonimia ya que este concepto alude tanto a la mesa como superficie (tablero) como a los que se sientan alrededor de ella (junta directiva). En español, en cambio, la referencia deriva hacia la unión de los cargos representativos (junta como unión). Si acudimos a la traducción, observamos que las dos voces no comportan ninguna alteración morfológica en inglés y que, además, se unen en una sola palabra de carácter polisémico (LDCE, OALD...), por lo que comprobamos cómo la lexicografía inglesa considera la unidad de significados de esta morfología. 35) Panero: el significado de persona que gusta del pan y el de cesto donde se pone el pan derivan de pan y pertenecen a su campo semántico. En el DAEA, el DAL y el DUE estos significados figuran como una unidad representacional, que en el DRAE aparece bifurcada en dos vías.
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El DRAE deja la primera entrada para el sustantivo (cesto del pan), y la segunda para el adjetivo del que indica “dicho de una persona: que gusta de comer mucho pan”. Comprobamos que la referencia es calificativa, pero una tendencia innegable de la gramática léxica es que los adjetivos, mediante un proceso de conversión, se empleen como sustantivos. En la lengua cotidiana, la expresión ahí viene el panero no se interpreta en el sentido de que viene andando un cesto de pan, sino una persona aficionada al consumo de pan, y sigue teniendo la categoría de sustantivo. En cambio, el empleo de la forma femenina panera se puede relacionar tanto con la mujer que gusta del pan, siendo sustantivo y adjetivo a la par, como con el hórreo donde se guarda el pan. En realidad, el proceso es el del mismo que el del primer lema, puesto que cesto de pan, cesto panero pasó, por omisión del núcleo regente, a llamarse simplemente panero. El NEI registra en una entrada polisémica que relaciona el cesto del pan con una estera redonda. Nos llama la atención la unión de estos dos significados, basada, quizás, en el material. Sin embargo, la alusión conjunta a la paja, mimbre... no es motivo suficiente para unir el significado de estera con lo relacionado con el pan. En conclusión, pensamos que panero es tanto un sustantivo como un adjetivo polisémico que designa siempre a lo vinculado con el pan, como referente único. En el caso en que se hable de panera, la designación implica a la mujer o al depósito donde se guarda el pan (panera como hórreo), caso que tiene género femenino en cuanto a gramaticalidad y neutro en lo referente a la categorización de la realidad.
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36) Papelina: el DRAE ofrece diferentes étimos para cada una de las entradas. La primera (vaso) se relaciona con el latín papelina y designaba antiguamente, a la “ración extraordinaria de vino que se daba en ciertos cabildos”; la segunda procede del francés papeline y se refiere a una tela muy delgada; la tercera, de papel, relacionándosela con los envoltorios de pequeñas dosis de droga. El NEI da a esta voz como monosémica con el único significado de envoltorio que contiene una pequeña dosis de droga. En el DAL también figuran únicamente los significados relacionados con la droga. El DAEA ofrece una entrada con dos acepciones: la de paquetito y la de dosis de droga. El DRAE y el DUE ofrecen tres lemas. Veamos el orden del DUE: la acepción primera indica que se trata de una tela muy delgada, la segunda se refiere a un vaso para beber, mucho más estrecho por la base que por la boca, mientras que la tercera dice envoltorio con una pequeña dosis de droga. Pensamos que el segundo y tercer significado del DUE se refieren más al contenido que al continente, mientras que el último criterio es el que prevalece en el primer significado. Sin embargo, el envoltorio de papel o tela acompaña a los significados dos y tres, con lo que aquí encontramos el primer enlace semántico. Los significados segundo y tercero también se enlazan al hacer alusión a cantidades muy pequeñas (para ingerir o inhalar), de uso individual, que se encuentran envueltas en la mencionada papelina. En resumen, pensamos que “papelina” representa un proceso de metonimia en el que los significados se van transvasando de una tela delgada, al paquetito que se recubre con dicha tela, hasta llegar a la casi equivalencia de significados entre papelina y droga.
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37) Papero: Si volvemos a las fuentes etimológicas, se dice que el étimo del primer lema procede de comida de niños que, por extensión, alcanza al significado de tontería (existe una tendencia paralela en inglés a unir la palabra pap con la comida y los productos de baja calidad); el segundo lema viene de la forma papa, refiriéndose a la patata. La morfología “papero” no figura en el NEI ni en el DAL. El DRAE recoge una acepción más que el DUE. Las dos acepciones del DUE responden a la primera entrada del DRAE, que atribuye igual morfología etimológica a los dos lemas que pasamos a observar: – papero 1: “puchero en que se hacen las papas para los niños”. “papilla de los niños”. – papero 2: “persona que cultiva papas o negocia con ellas”. El DAEA recoge dos significados homónimos: el de la persona que cultiva papas y el del puchero que se utiliza para hacer papas, tomadas éstas en el sentido de gachas o sopas. Dado que papero procede de papa y ésta tiene dos líneas semánticas (la de papilla y la de patata), creemos que papero responde a una homonimia auténtica basada en estos dos parónimos. 38) Pase: el DRAE deriva todos los significados del primer lema de la acción y efecto de pasar. El segundo procede del imperativo del verbo pasar, puesto que los documentos oficiales que autorizan cualquier acto se encabezan con tal forma. A nuestro parecer, y dado que pase designa a la acción y efecto de pasar y a la autorización para realizar dicha acción y efecto, nos parece muy acertada
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la visión polisémica que ofrece el DAEA, que en el DRAE se escinde en dos entradas. El NEI ofrece dos entradas homónimas. La primera se vincula con la “acción y efecto de pasar”, extendiéndola hacia los pases de películas, de modelos, de los magos y de los toreros. La segunda se relaciona con el ámbito legal. El DUE ofrece una visión unitaria de la voz pase a la que considera un caso de polisemia, al igual que el DAL. Por todo lo expuesto, pensamos que pase se trata de un caso de polisemia con restricción semántica que disminuye el ámbito de acción de la primera entrada del DRAE. Además, existe una relación causa-efecto ya que el pase del segundo lema da pie a que se ejecute el primero (acción y efecto de pasar). 39) Pecina: el DRAE no ofrece étimo para el primer lema, mientras que dice que el segundo deriva de pix (pez). Igual rumbo sigue el DUE en la escisión de lemas. El primer lema del DRAE queda definido como “estanque de peces”; el segundo, en cambio, alude al cieno negruzco que se forma en los estanques, por lo que se podrían unir las dos acepciones dada la intersección de semas (agua, estanque) en común. En el DAEA esta voz aparece como monosémica. El DAL, al igual que el NEI, únicamente recoge el significado referente al lodo que se forma en los lugares donde hay materia orgánica. 40) Pedregullo: la primera entrada procede de pedregulho, forma que designa a un pedrusco, mientras que el segundo viene de piedra. Evidentemente, las formas pedrusco y piedra pertenecen al mismo campo semántico.
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Dicha morfología no figura en el DUE, el DAL o el NEI. El DAEA ofrece una entrada con la sola acepción de grava o gravilla. El segundo lema del DRAE, “ripio, casquijo, conjunto de pedrezuelas para hacer relleno o mortero”, es una extensión del primero que se restringe al ripio y las piedras menudas. Los dos significados se entroncan sin ningún tipo de dificultad. Pensamos que se trata de un caso de polisemia por vinculación semántica con aludir todos los significados a las piedras. 41) Potrero: el DRAE no ofrece el étimo de esta morfología. La primera acepción del primer lema del DRAE dice así “encargado de cuidar de los potros cuando están en la dehesa”. Acudimos, a continuación, a la segunda entrada que reza “cirujano que con particularidad se dedica a cuidar potras. Notamos que los dos significados están vinculados, refiriéndose en ambos casos al cuidado que los humanos dispensan a los potros. El DUE también ofrece dos lemas, si bien el significado es diferente. En este caso, el primer lema se refiere al médico que cura las hernias, mientras que el segundo engloba en una entrada de polisemia interna todo lo referente a los potros en particular, al ganado en general, y a los terrenos sin edificar. En contraste, el DAEA ofrece dos acepciones diferentes en una entrada polisémica. La primera se refiere a la “cabezada de cáñamo que se pone a los potros” y la segunda al “lugar destinado a la cría y pasto del ganado caballar”. El NEI recoge en una entrada polisémica los significados vinculados a los potros. Dicha morfología no figura en el DAL.
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Pensamos que todos los significados vinculados a los potros se encuentran vinculados por tener un referente único. 42) Reo: el DRAE ofrece cuatro lemas con tres étimos diferentes: el primero, de posible origen celta, se refiere a la trucha marina; el segundo procede del catalán reu y conlleva el significado de consejo; y el tercero y el cuarto vienen del latín reus y se relacionan principalmente con el campo jurídico. Igual ruta sigue el DUE. El primer lema del DRAE se refiere a las truchas, mientras que el segundo es sinónimo de turno. La tercera y cuarta entrada del DRAE repiten igual significado partiendo del mismo étimo latino reus. Podemos considerar equivalente el hecho de ser inculpado y el de haber cometido una culpa que merece castigo, por lo que pensamos que los dos significados se encuentran íntimamente vinculados. El DAEA recoge dos lemas, el primero une los lemas tercero y cuarto del DRAE, visión que nos parece muy justificada; el segundo se refiere a las truchas. El DAL únicamente recoge el significado de acusado. El NEI registra este significado en una entrada homónima de la referida al pez salmónido. Pensamos que se pueden vincular entre sí todos los significados referentes a los culpables o a los acusados de un delito, pero no éstos con los demás significados. 43) Sirena: el DUE atribuye un origen latino con una forma anterior griega de procedencia mitológica. Una sola entrada polisémica agrupa los sentidos referidos a las mujeres con cola de pez y los del aparato que emite sonidos o sirve para medirlos. El mismo rumbo siguen el DRAE, el DAEA, el DAL y el NEI.
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La mitología clásica refleja dos tipos de sirenas: las aladas, basadas en las aves, y las pisciformes, aunque las que han llegado al mundo de los cuentos infantiles son las últimas. Esta polisemia se trata de un caso de metaforización por derivación mitológica, ya que las sirenas enloquecían a los navegantes con sus cantos. Al mismo tiempo, el mecanismo llamado sirena se personifica, ya que se le atribuye la denominación y la capacidad de emitir sonidos, inherente a los seres animados. 44) Solar: el DRAE ofrece cuatro entradas homónimas: la primera referida a la “casa, descendencia, linaje noble”; la segunda, al sol; la tercera, a la acción de “revestir el suelo con ladrillos, losas u otro material”; y, la cuarta, a “echar suelas al calzado”. Los étimos que atribuye el DRAE son los de “suelo” para la entrada primera y tercera; y el de sol, para la segunda, no ofreciendo étimo alguno para la cuarta. El DAL registra cuatro entradas homónimas. La primera es adjetiva y se refiere a lo relativo al sol; la segunda, nominal, a los terrenos sin edificaciones; la tercera, verbal, a cubrir un suelo; y, la cuarta, también verbal, a la acción de poner suelas al calzado. El NEI reduce las cuatro entradas del DAL a tres, eliminando el significado relativo al calzado. Apartando el significado concerniente al sol, si nos fijamos en las tres entradas restantes del DRAE, vemos que todas están relacionadas con el suelo. Solar, en el primer lema, pertenece, sin embargo, a la categoría de sustantivo, por lo que no puede suponer un caso de polisemia con respecto a los usos verbales de los lemas tercero y cuarto. Notamos, no obstante, que solar en el sentido de casa solariega, de rancio abolengo, se relaciona también con el suelo pues sobre él está
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construida. Idénticas observaciones podemos aplicar a los terrenos sin edificar. Pasamos a los dos últimos significados, que son los de carácter verbal, aunque, evidentemente, la primera entrada está ligada a la tercera por compartir el mismo origen. Sin embargo, ya que pertenecen a distinta categoría gramatical, dejaremos el lema uno de lado. Solar, tanto en el sentido de cubrir la superficie de una casa como en el de poner suelas a los zapatos, se vincula obviamente con el suelo. En realidad, tanto las baldosas como el parqué... no son más que tapas con que se protege la superficie por fines estéticos e higiénicos. La misma función tiene el poner suelas a las tapas de los zapatos. En el fondo de esta multiplicidad de significaciones, amparadas bajo un mismo referente, subyace la metonimia. Todo lo que toca el suelo recibe una denominación basada en tal referencia que apunta a la unión entre lengua y realidad. Las metáforas basadas en el suelo parecen comportar algunos problemas para la semántica, pensamos que causados por la doble direccionalidad a la que apuntan. El suelo es apoyo, y así, una consola es un mueble que apoya a una superficie sustentadora, por lo que señalamos la doble direccionalidad hacia abajo (suelo) y hacia arriba (consola). Asimismo, las referencias se extienden al lenguaje figurado, ya que consolar es apoyar anímicamente. Si viajamos al fondo marino, también veremos la relación de parecido entre las suelas de los zapatos y las suelas (pez plano) que vive pegado al suelo marino y que, en Galicia, se llama soya. En este último ejemplo, encontramos una doble direccionalidad en el lenguaje figurado ya que el pez se parece a la suela en la forma y el color, lo que supone una
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metáfora, pero toca el suelo, lo que implica una metonimia en la que se denomina algo por otra cosa con la que está en contacto. 45) Sueco: El DRAE y el DUE registran dos entradas homónimas, una para el gentilicio y otra relativa al modismo hacerse el sueco dado que éste no comparte relación alguna con sueco, sino con zueco (el DUE da el étimo de tronco, forma relacionada con tarugo o taco de madera). Iribarren (1997:99) apunta que el antiguo soccus era el tipo de calzado que llevaban los actores cómicos en el teatro romano, a diferencia de los trágicos que calzaban el cotuno. Zueco origina zoquete, para referirse tanto a tarugos de madera como a las personas de pocas entendederas y, así, las dos voces pertenecen a la misma serie léxica que define a alguien que no entiende o finge no entender. El DAEA, al igual que el NEI, ofrece una entrada polisémica que engloba en el mismo marco a los nacidos en Suecia, a los que hablan el sueco, y a quien se hace el sueco. El DAL también recoge en una sola entrada polisémica los significados del adjetivo gentilicio, incorporando en el mismo apartado, la expresión hacerse el sueco. Puede dar la impresión de que la expresión hacerse el sueco pertenece al campo semántico de los nativos de Suecia y, por tanto, del gentilicio sueco, pero no creemos que sea así si atendemos a la investigación etimológica de Iribarren (1997). 46) Tela: el DRAE ofrece dos lemas homónimos, el primero de los cuales se relaciona con el material textil y, el segundo, con la forma tela, plural de telum con el significado de dardo. El NEI ofrece en una sola entrada polisémica todos los significados relacionados con telas, lienzos y ma-
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rañas. El DAEA liga los múltiples significados en una entrada que oscila desde el material textil, pasa por la tela que tejen las arañas, y alcanza al significado de dinero. El DAL registra diferentes significados textiles, económicos... La primera acepción de la primera entrada del DRAE y del DUE dan cuenta de la palabra tela tomada como material textil. Estos significados se separan del referido al entramado que dividía cada una de las pistas de caballos para que no chocasen entre sí en los torneos. A nuestro entender, el significado de tela como material de recubrimiento o compartimentación se encuentra presente en el segundo lema, si bien no debemos obviar que éste deriva de tela como material textil. Es decir, de la descripción o tipificación del material se arriba al propósito o finalidad de ese mismo material, por lo que estamos ante una relación causaefecto. Pensemos para ello en la expresión telón de acero en la que el primer término designa en un sentido figurado a la separación entre dos ideologías. 47) Tope: el primer lema del DRAE procede de la voz onomatopéyica top, acortamiento de topar tomado en el sentido de chocar. En contraste, se atribuye el origen de la segunda entrada a la forma francesa top con el significado de cumbre. El DAL ofrece dos entradas homónimas de polisemia interna. La primera de ellas derivada de tope, en el sentido de material que impide el choque de dos piezas. La segunda se relaciona con la parte superior de cualquier cosa, siendo, en origen, un término marinero que designaba al extremo del mástil. El NEI tan sólo introduce en una única entrada los significados derivados de la amortiguación de golpes
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por medio de un tope. El DAEA ofrece una entrada polisémica. En el DRAE se delimita una frontera entre la “parte por donde algo puede topar con otra cosa”, y el “punto máximo o extremo al que se puede llegar en cualquier cosa material o no material” (DUE). Pensamos que los significados se encuentran vinculados dado que el tope constituye un límite insuperable que no se puede sobrepasar. El tope es el punto que se coloca, por ejemplo, en el extremo de una puerta y, también, el punto más extremo de una montaña. En ninguno de los dos casos se puede superar dicho tope. 48) Trilla: el DRAE deriva el primer lema de la forma latina trigla y conlleva el significado de rubio (pez); el segundo viene también del latín con la forma tribla y designa al trillo, al instrumento para trillar. La última entrada, de la que no se ofrece étimo, engloba asimismo otros significados relativos a la trilla. El NEI registra dos entradas, la primera referida al pez conocido como rubio; y la segunda, con los significados agrícolas. El DAEA ofrece una sola acepción referida a la acción de trillar. El DAL se centra en los significados agrícolas a los que une en una sola entrada polisémica. El DRAE ofrece tres lemas que el DUE reduce a dos entradas homónimas, la primera procedente de trigla, refiriéndose a un tipo de pez o de ave, y la segunda relativa a lo concerniente a la trilla (acción, época y herramienta). Esta segunda entrada engloba en una polisemia interna los dos últimos lemas del DRAE. A nuestro entender, el segundo y tercero están vinculados semánticamente por designar a la acción de trillar, al tiempo en que se trilla y al instrumento con que se trilla (usos metonímicos).
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49) Yantar: el DUE ofrece dos lemas: del primero dice que procede del verbo latino que significa almorzar, mientras que del segundo dice que procede del primer lema de yantar, con lo que este diccionario atribuye igual origen a esta morfología a pesar de escindirla en dos entradas homónimas. De la primera entrada el DUE dice que se trata de un uso arcaizante de carácter verbal. La segunda entrada se corresponde con los usos nominales de los que ofrece tres acepciones. La primera designa al antiguo tributo que se pagaba por el paso por un lugar; la segunda se refiere al tributo que se pagaba al dueño de un lugar, que pasó de efectuarse en forma de comida a hacerlo en dinero; la tercera entrada se corresponde con el uso nominal arcaizante del equivalente de comida. El DRAE, el DAEA, el DAL y el NEI siguen igual rumbo que el DUE. Ciñéndonos a los significados nominales, pensamos que se trata de un caso de polisemia por vinculación semántica, extensión de significado y metonimización, dado que el yantar como tributo del segundo lema del DUE que cambió el pago en alimento por el pago en metal. 50) Zorrear: el DRAE deriva el primer lema de zorro, mientras que el segundo se genera a partir de zorra, con los significados que veremos a continuación. El DUE introduce una sola entrada polisémica que une a los significados que el DRAE separa. El NEI registra en una sola entrada polisémica diversos significados: obrar con cautela, perseguir zorros en una cacería, dedicarse a la prostitución, frecuentar prostitutas, y sacudir el polvo. El DAEA ofrece el significado de tener trato carnal, que también incluye el DRAE, y el de cazar zorros, unien-
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do a estas dos acepciones en una entrada polisémica. El DAL no recoge dicha morfología. La división en dos entradas homónimas del DRAE parece obedecer a criterios sexistas: del zorro se toma la astucia, y de la zorra, las relaciones sexuales. Estimamos más conveniente la unión de los dos lemas ya que el uso de los hablantes, si bien tendente al machismo en muchos casos, también atribuye la característica de la sagacidad a las mujeres. Así la expresión qué zorra eres, según el contexto pragmático en que se presente, puede relacionarse con la argucia femenina, con el sexo e, incluso, con ambos a la vez. Los viajes en sentido inverso son menos frecuentes en el habla cotidiana, ya que cuando se habla de la zorrería del hombre tal característica se suele atribuir a su sagacidad y menos al trato con el sexo llamado débil. Ya que se da una entrada única para zorrón debería hacerse lo mismo con zorrear. No obstante, zorrón sigue ofreciendo un aspecto discriminatorio de las mujeres, cuya posible sagacidad no figura en el lema zorrona. Además, la palabra zorro es un ejemplo representativo de discriminación de uso dado que zorra designa tanto al masculino como al femenino, es decir, el genérico es el femenino y de él derivan el masculino y el femenino. El DRAE define a zorro como macho de la zorra, siendo ésta el hiperónimo que engloba a los hipónimos zorro y zorra. Por este motivo, en algunos pueblos de Extremadura se emplea el genérico zorras para aludir a los dos sexos, pero el uso general en el territorio español tiende a desechar esta antonomasia. Gutiérrez (1989:51 y sgs.) ofrece ejemplos muy interesantes de esta palabra en el zorro del cura (sentido atributivo) y el zorro del cura (sentido posesivo).
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Pensamos que la palabra zorro es polisémica por constituir el primer ejemplo una metaforización del primer significado (zorro como animal inteligente); asimismo, la extensión semántica es razonable ya que se parte de un significado concreto de la vida cotidiana que queda abstraído, cuando se refiere al cura, como significado secundario de un único significante. Evidentemente, no se puede hablar de los zorros del cura en un sentido atributivo, porque la oración queda carente de concordancia de número, produciéndose una silepsis, por lo que si se pluraliza a la cualidad, también se debe pluralizar a su poseedor, como en los zorros de los curas. Éste sería un caso de servidumbre a la metáfora, pero en otras ocasiones lo que llama la atención es su grandeza y versatilidad. También podemos sustituir la cualidad de ser un zorro por un sinónimo cualquiera, pongamos ladino. Así apreciamos claramente que se trata de un problema de concordancia: los ladinos del cura, forma carente de significación, problema que se resuelve en el ladino del cura o los ladinos de los curas. Aunque a primera vista las extensiones de sentido parecen no tener efectos gramaticales, comprobamos cómo pueden afectar a la concordancia que, en estos casos, queda determinada por el referente. Si acudimos al lenguaje matemático, la diferencia entre el uso atributivo y posesivo se representa de la siguiente manera: 1) el zorro del cura (sentido posesivo) cura (+ zorro). 2) los zorros del cura (sentido posesivo) cura (+ zorros). 3) el zorro del cura (sentido atributivo) cura = zorro. Por lo que curas = zorros.
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Realmente, todos los datos indican que zorro puede actuar como metáfora, ya que ésta nace en su fase primaria como un símil que, una vez fijado, pasa a convertirse en una metáfora plena, como en: 1) Juan se comporta como un zorro. 2) Juan es un zorro. 3) El zorro de Juan me la jugó.
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10. CONSIDERACIONES FINALES
10.1. LA UNIDAD SEMÁNTICA DESDE LA DIVERSIDAD DE PERSPECTIVAS
COMO hemos comprobado a lo largo de estas páginas, la visión de las diferentes obras lexicográficas arroja consideraciones semánticas diametralmente opuestas. Unos diccionarios atribuyen la característica de monosemia a algunas voces, mientras que otros ofrecen perspectivas polisémicas de lo que en una tercera obra se enfoca como casos de homonimia. El contraste también es grande si comparamos la representación semántica en el vertido traductológico. El análisis de sememas idénticos en lenguas diferentes revela que lo que para el inglés es homonimia, en contraste, en español se convierte en polisemia o viceversa. Esto resulta chocante, máxime cuando hablamos de conceptos universales que se emplean prolíficamente en las conversaciones cotidianas, lo que apunta a que, ya que hablamos de una misma realidad, alguna de las dos lenguas enfoca el asunto de modo equivocado.
En el fondo del asunto subyace la unión entre lengua y realidad. La lexicografía, sin embargo, debe aplicar los criterios de los semantistas. No obstante, muchos problemas penden de los estudios teóricos, y la lexicografía no hace otra cosa que mostrar estas vacilaciones. Pensamos que la teoría de significados considera, en muchas ocasiones, los campos semánticos desde una perspectiva plana que conduce directamente a la homonimia, rechazando lo que, a nuestro entender, son polisemias complejas. La estructuración semántica de las palabras puede ser un plano o un cubo, un triángulo o una pirámide, según se enfoque su análisis. Lo que resulta evidente es que estudiar los conceptos semánticos aisladamente supone una simplificación mayor que las de los cuentos de hadas, donde el bueno es enteramente bondadoso y el malo siempre se comporta del modo más abyecto que podamos imaginar. Este reducionismo no atiende a la realidad existencial ni a la realidad lingüística, ya que los extremos se tocan, y los mundos aparentemente dispares conviven en armonía aunque ésta sea breve. Nos da la impresión de que cuando un significado llega a la madurez, tanto la semántica como la lexicografía lo desgajan de la familia a la que pertenece, para darle una independencia utópica que no hace otra cosa que eliminar el rigor científico de los estudios lingüísticos. Así sucede en el caso de bank, morfología que responde a los presupuestos de polisemia que hemos aplicado, pero a la que, debido a su alto grado de uso y a los giros semánticos, aparentemente contradictorios, que ha seguido se la ha escindido en diversas vías que se representan como casos de homonimia. La unidad desde la diversidad, el lema en
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boga en cualquier campo de estudio actual, parece no haberse aplicado todavía a la semántica y a la lexicografía. La polisemia puede tener significados contrarios, que a fin de cuentas representan perspectivas polares del mismo campo semántico, que son susceptibles de sustituirse o traducirse con antónimos, como sucede en to dust que atiende tanto a la traducción de empolvar como a la de desempolvar. Lo mismo sucede con respecto a las voz host que puede designar tanto a un enemigo como al anfitrión, a aquel que recibe a sus amigos. En el ejemplo de host todos los significados se engarzan desde la palabra “extraño” y derivan hacia el buen o mal trato que otorguemos a este desconocido. Pero la homonimia, la desvinculación de significados, también puede sufrir, en mayor o menor medida, la llegada a conceptos contrarios, aunque no antónimos puesto que no están ubicados en torno a un mismo concepto. Tal es el caso de to cleave, verbo susceptible de sustituir sus lemas homónimos por los de to split y to stick, refiriéndose, por tanto, a una separación y a una unión. Fit adjetivo supone, con respecto a fit sustantivo, un tipo de homonimia gramatical de significados contrarios, ya que el primero significa in good health (saludable) lo que contrasta con el sentido de a sudden attack of illness (ataque o achaque). Asimismo, resulta sorprendente que existan casos de juegos de sinónimos semánticos con una apariencia morfológica antónima. Esto es llamativo, pero, al mismo tiempo, es una realidad innegable y maravillosa de la fusión entre lingüística y realidad que demuestra que las apariencias engañan y que no se puede llegar a una conclusión realista si no indagamos en el
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fondo de los asuntos. De este modo, los sinónimos pueden representarse desde la antítesis de una morfología antagónica, como sucede en to file y to defile, ambas voces con el significado de mancillar o manchar. Otro caso es el de fireshield, forma reducida usada en la actualidad y que significa exactamente lo mismo que antifireshield. Las morfologías antónimas produciendo sememas absolutamente coincidentes son un ejemplo de antítesis y de unidad semántica desde el antagonismo morfológico. Vemos, por lo tanto, cómo estos pares unen antonimia morfológica y sinonimia absoluta, en un mestizaje semántico y morfológico carente de convencionalismos lingüísticos. Así podemos reconducir la homonimia lexicográfica de bank, eternamente defendida por los semantistas anglosajones, hacia la polisemia por medio del engarce de cadenas sémicas que se bifurcan, dentro de la continuidad, hacia significaciones antónimas, como las de la curvatura y las de las líneas rectas. Del mismo modo que la reconstrucción del genoma humano ha resuelto muchos problemas para la biología y la medicina, la secuenciación de semas, que hemos considerado el método más oportuno para mostrar la vinculación semántica que defiende Lyons (1995:58), como clave para distinguir la falsa homonimia de la auténtica polisemia de bank, nos ha ayudado a reconstruir sememas que se creían inconexos. La arqueología lingüística, la investigación etimológica seria y fundamentada, podría resolver todos estos problemas, por lo que creemos necesaria la salida, a la luz de diccionarios históricos de la lengua que resuelvan todas las dudas que se ciernen sobre la clasificación de los campos semánticos.
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La traducción léxica también ha resultado una herramienta muy válida para transformar la falsa homonimia en polisemia. Lo que resulta indudable es que la comparación interlenguas nos ha hecho cruzar lo que parecía imposible, la barrera semántica del espejo, ya que hemos partido de la homonimia del lado anglosajón y hemos llegado a la sinonimia del lado hispánico en los casos de bank y sole. La homonimia de la lexicografía anglosajona resultando sinonimia en español en el tratamiento de un mismo semema supone llegar a un extremo casi irreal, y demuestra que uno de los dos lados no refleja bien la realidad. Verdaderamente ha sido apasionante asomarse a ambos lados del espejo y comprobar dos perspectivas lexicográficas tan opuestas para sememas que se utilizan en la lengua de cada día y que no comportan ningún elemento cultural o distintivo para cada uno de los idiomas. El que la palabra sole sea un homónimo en inglés que desvincule los significados de lenguado y de suela, y que lenguado sea sinónimo de suela en español (DUE), demuestra que una de las dos perspectivas está equivocada. Si sumamos a esto, la secuenciación de semas, la clave etimológica y el rastreamiento de series léxicas, parece que la razón está del lado hispánico. Del mismo modo, si rastreamos las series léxicas que produce el español a partir de la traducción de bank, observamos que se hallan vinculadas y que comparten morfologías (banco, banca, bancada, bancal, banquillo, banqueta...) que hacen alusión al asentamiento de personas o cosas como el dinero, el semen, la sangre, los ojos, los datos... porque los depósitos no son más que asentamientos donde se guarda ese material. En el proceso traductológico de una lengua a otra pensamos que el español suele reflejar me-
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jor la perspectiva semántica auténtica, es decir, la unión entre lengua y realidad. Del mismo modo, dentro de la morfología de mono encontramos perspectivas opuestas dentro de la unidad semántica, puesto que, curiosamente, el adjetivo mono tomado en el sentido de bonito desciende del mono como representante de la especie animal, arquetipo de fealdad por suponer el rudimento en la evolución hacia la raza humana. Casos como éste, en que tenemos una morfología idéntica funcionando en diversas categorías gramaticales, se enfocan desde perspectivas irreconciliables por los semantistas. Kempson (1989:79-83) hablaría de polisemia, mientras que Lyons (1977: 550-569) y Matthews (1991:27-29) lo harían de homonimia. Como nuestro pensamiento es que para hablar de polisemia debemos enfocar a una misma categoría gramatical, y éste no es el caso, y para hablar de homonimia, tenemos que considerar la desvinculación semántica, y tampoco es el caso, nos tomamos la libertad de adoptar una perspectiva a la que denominamos sinsemia, en el sentido de colaboración de significados: el del tronco semántico y el gramatical. Este nombre se aplica a las morfologías que, perteneciendo al mismo bloque semántico, actúan en diferentes funciones gramaticales. Del mismo modo, los antónimos, los polos opuestos pueden fundirse en una única realidad, tal como sucede en la vida real. Pensemos en el negro y el blanco y su consiguiente fusión en el gris, y en la evolución cromática de tonalidades diferenciadas que se unen en un solo color, como sucede en bayo que representa la mezcla homogénea del rojo y del marrón, pero también al color verde de los tapetes de billar. Una misma morfología funde tonalidades diferentes y, ade-
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más, se permite enfrentar a este color con otro totalmente opuesto. Pensamos que estos procesos suelen ocurrir cuando hablamos de colores con vida como sucede en el caso de la acedera, planta que puede mostrar tonalidades bayas, amarillas o verdes. Es decir, la escala cromática aplicada a los seres vivos posee un radio de acción difícil de medir, ya que, si hablamos de la piel de la raza blanca no podemos asegurar que ésta sea siempre de color carne, sino que puede estar roja por el sol, el pudor, la ira..., amarilla por la bilirrubina, morada por la asfixia, etc. En verdad, los universales cromáticos con los que nos referimos a la raza blanca y la negra tampoco responden a realidades cromáticas, sino a simplificaciones en las que los puntos intermedios de colores entre beige y naranja y un tono más o menos intenso de marrón se llevan a extremos para conseguir una mayor claridad lingüística. Pensemos también cómo en nuestras expresiones cotidianas nos referimos a una misma realidad desde puntos de vista enfrentados. Si la escala semántica de la antonimia oscila, por ejemplo, de lo nuevo a lo gastado y a lo viejo, eso carece de importancia para los hablantes que tienden a definir la realidad desde puntos de vista no neutrales que dan lugar a sinonimias antónimas como la de medio-nuevo o medio-viejo, expresiones que equivalen al aséptico gastado o usado. Del mismo modo, el ejemplo del vaso medio lleno o medio vacío depende del optimismo o de la sed de cada cual, pero, evidentemente, llegamos al mismo concepto por la expresión de contrarios. También la expresión me río por no llorar alude a la actuación opuesta a la esperada ante la gravedad de un asunto, y resu-
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me, mejor que ninguna otra explicación, el resultado opuesto a lo que era previsible. Asimismo, hemos visto cómo una misma morfología responde a diferentes tipos de homonimias, dando lugar a redes semánticas. Las palabras son piedras vivas, y valga la aparente insolaridad léxica porque éstas existen en geología. Las palabras crecen, se erosionan, se petrifican, procrean, se rompen, se unen... y no se pueden estudiar siempre desde una perspectiva unilateral plana, porque muchas veces representan poliedros en los que se muestra un crisol de conceptos semánticos en apariencia incompatibles. Las series léxicas coinciden muchas veces en morfologías que, por medio de un proceso de conversión, logran desempeñar diversos puestos en las estructuras oracionales. Por este motivo, no creemos descabellado que los casos de sincretismo que señalan coincidencias morfológicas y ligeros matices semánticos que indican, dentro de la unidad significativa, personas, tiempos verbales... de un mismo verbo, y los de encrucijadas morfológicas polifuncionales pertenecientes a una misma familia, pasen a estudiarse como casos de sinsemia, ya que, de este modo, evitamos el sempiterno debate en torno a la definición de lexema y de artículo léxico. Además, pensamos que a duras penas podemos definir y registrar lexicográficamente una utopía como es el lexema. No obstante, el choque brutal entre el punto de vista de la semántica y el de la gramaticalidad no nos acaba de satisfacer y nos hace pensar que, el único ámbito en el que la conversión es un proceso claro y limpio es el morfológico. En este campo sí podemos hablar, sin temor a la duda, de morfología polivalente siendo asépticos al ciento por ciento.
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Volviendo a la semántica, sabemos que hay quien puede alegar que, ciertamente, la polifuncionalidad existe en estos casos de sinsemia, pero que no se trata de una polisemia tradicional en el sentido de cadena evolutiva de significaciones, por lo que podría argumentar que no es otra cosa que monosemia funcional. Rebatimos estas posibles refutaciones, sosteniendo que la categorización gramatical también comporta significado y, para demostrarlo, volvemos nuestra mirada hacia la producción lexicográfica, cuyas definiciones suelen recurrir, cuando se trata de sustantivos, al acto de, las de adjetivos al dícese de, las de verbos al acción de, y las de adverbios al de modo... Con esto pretendemos demostrar que todo tiene su significación y que dentro de cada semema se encuentra impresa una huella semántica que indica función. Centrándonos en la homonimia referente a la misma categoría gramatical, en nuestra opinión, muchos casos responden a una polisemia debido al vínculo semántico entre los conceptos. En muchos otros ejemplos de homonimia real observamos cómo los homónimos se reflejan siempre en una pluralidad de macroestructuras que tienden a ser polisémicas internamente. Homonimia y polisemia no son conceptos que se repelan desde la perspectiva interna, pero existe siempre una unidireccionalidad que va desde la homonimia de una entrada lexicográfica con respecto a otra que se puede plasmar en polisemia o en monosemia interna. Sin embargo, no existen viajes en el sentido inverso, es decir, de la polisemia a la homonimia. Las palabras responden a la complejidad de la existencia. Hemos visto cómo las apariencias engañan y que lo que se estudia como homonimia responde en muchos casos a la polisemia, y también hemos com-
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probado cómo conceptos semánticos contrarios se enlazan en una palabra o expresión que está en boca de la gente de la calle. Quizás una aproximación más libre de prejuicios pueda eliminar ciertas fronteras de clasificación rígidas y cerradas que responda más a las realidades de fusiones de contrarios que utilizan los hablantes. Pensamos que hasta ahora se ha elaborado una teoría semántica ideal, en la que los extremos no se tocan, pero no sucede así en la vida cotidiana, ya que, muy a menudo, ésta es un juego de contrarios en el que los bornes se fusionan.
10.2. LA PERSPECTIVA DE LA CIENCIA LEXICOGRÁFICA
En el caso de la exposición de ideas, cualquier autor dispone, potencialmente, de tanto espacio como juzgue oportuno para defender sus ideas, mientras que un diccionario debe atenerse a unas estructuras convencionales muy limitadas para efectuar las aclaraciones pertinentes. Realmente, cualquier producto lexicográfico se encuentra constreñido por toda una multiplicidad y complejidad de factores de magnitud tal a la que a duras penas puede escapar, y que, sin duda, merma la representación de ideas que tiene el equipo de lexicógrafos en la mente. Ardua es sin duda la tarea lexicográfica de resumir en una entrada la multiplicidad de conceptos semánticos que rondan a cada palabra, y la perspectiva poliédrica de conceptos antagonistas que se funden en ciertas expresiones. También, somos conscientes de que es mucho más sencillo hacer metalexicografía, tomada en el sentido de
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crítica a la producción lexicográfica, que lexicografía pura, el arte de la elaboración de los diccionarios. La lexicografía, ciencia que supone la cúspide de la semántica aplicada, puede perfectamente recoger los ejes semánticos que hemos analizado en el presente estudio. La homonimia y polisemia auténticas gozan de una representación lexicográfica de rápida visualización, y la sinsemia, que supone el eslabón de engarce entre la una y la otra, bien puede, en consecuencia, tener una presentación intermedia que, partiendo de la polisemia, se escinda en las diversas categorías gramaticales. Por lo general, la lexicografía parece rechazar el engranaje de contrarios, al que deriva invariablemente hacia la homonimia, cuando no se trata más que de casos de unidad semántica enfocados desde perspectivas multidimensionales. Pensemos en el caso de host, voz que nació designando al extraño, al que viene de fuera, y que evolucionó en dos sentidos: el extraño al que se le trata bien, en calidad de invitado al que hay que atender o enfermo al que hay que cuidar; personas, en resumen, a las que damos un trato hospitalario. Pero, en cambio, la otra alternativa evolucionó en el sentido de extraño peligroso con el que, dado que le tememos, somos hostiles. No se puede tratar a las palabras como bloques monolíticos, por mucho que el hombre de la calle piense que lo son y, si seguimos empleando la cómoda escisión de lemas, promovemos tal creencia. La lingüística tiene unos pilares fundamentales que no se pueden violar en pro de facilitar la búsqueda lexicográfica al usuario. Esta tendencia tan sólo aboca a la falta de curiosidad por el vocabulario, abandono que, por otro lado, pensamos que se fomenta desde los planes de
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estudio, donde la asignatura de lengua española suele ser sinónimo de gramática del español, cuando, en tantos y tantos casos, el léxico es el regidor de la sintaxis. Para la sintaxis, los manuales de gramática y, para el léxico, los diccionarios, parece ser el lema habitual. Y, en realidad, el hombre de la calle recurre más a menudo a los diccionarios que a las gramáticas. Cuidemos, entonces, a los diccionarios con cariño porque son los más altos dignatarios de la cultura lingüística y global de cada país. La labor lexicográfica es una ardua tarea de investigación que se rige por dos principios: la precisión y la economía, ya que un diccionario no debe superar una cierta extensión para resultar manejable. Posiblemente, el experto en teoría semántica incurriría en igual número de fallos, de uno u otro tipo, que el lexicógrafo. A pesar de que la producción lexicográfica es claramente mejorable, los lexicones son instantáneas que en la mayor parte de los casos retratan con precisión y fidelidad el entorno léxico, histórico, científico, político, social y cultural en que vivimos. En muchos casos, tenemos la impresión de que la lexicografía recoge el criterio psicológico de los hablantes, quienes no perciben vinculación entre los diversos significados. Realmente, resulta peregrino elaborar un diccionario en torno a las ideas de los hablantes, porque de la labor no se obtendría un lexicón sino tantos como usuarios entrevistados. La segunda consecuencia de este lapidario pensamiento deriva hacia una incorrecta elaboración de las macroestructuras, que, necesariamente, redundan internamente en anomalías en la disposición de las microestructuras. Debemos regirnos por normas puristas y no arbitrarias para encauzar cualquier estudio lingüístico,
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sobre todo cuando tratamos un tema tan problemático como el de los campos semánticos y la homonimia. En este caso, los diccionarios se convierten en un espejo de la opinión del hombre de a pie. Si se informara a éste, de la unión entre significados, de la génesis semántica, quizás, su interés por la lingüística se acrecentaría. Creemos que la aplicación del criterio psicológico a la elaboración de los campos semánticos, que, por otro lado, sólo redunda en ganar unos pocos segundos en la localización de la voz en cuestión, no promueve en absoluto la afición por el léxico. Si los no lingüistas pudieran apreciar en la obra lexicográfica los engranajes de las emanaciones semánticas, probablemente se maravillarían, incluso más que un lingüista, de la unión entre lengua y realidad y del poder engendrador de los significados. Quine (2001:170) indica que existen palabras de etimología idéntica que se consideran homónimas cuando los hablantes no captan una analogía viva en los diferentes usos, pero creemos que tal postura obra en contra del tratamiento científico de la lingüística. Como indica Abad (2001:451) en relación a la última edición del DRAE: En realidad la Academia cabe decir objetivamente que ha puesto en circulación este DRAE con la idea —nos parece— de competir en el mercado con los productos lexicográficos no académicos, y de acallar también acaso el tópico facilón de que la Corporación es un fósil y no recoge el habla de la calle, pero la Real Academia tiene otra finalidad que la de dar registro inmediato de todas y cada una de las innovaciones semánticas o léxicas: de ahí la meditación que ha de hacer sobre cada in-
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corporación que lleve a cabo, y el saber técnico y la prudencia con que ha de conducirse siempre.
Sin embargo, y dado que el DRAE es obra de un grupo de trabajo estamos seguros de que si cada académico hubiese emprendido esta labor en solitario hubiesen salido a la luz tantas obras diferentes como académicos hay, y prueba de ello, es la publicación del diccionario de Seco, quien, nos da la impresión, de que ha sacado su propia aproximación personal para paliar la imposibilidad de hablar por sí mismo desde la obra comunitaria que es el DRAE. De seguro los ligeros matices de opinión de cada académico han quedado doblegados ante la opinión general, por lo que no podemos tomar al DRAE como reflejo de la opinión de éste o de aquel académico. Pensamos que las voces que tengan un étimo común procedente del mismo tronco semántico deben tratarse como polisémicas. Las palabras que, por el contrario, no demuestren una unión semántica, histórica o lógica deben tratarse como homónimas. Desde esta perspectiva, podemos aplicar el estructuralismo lexicográfico, la atomización, a la homonimia y, en contraste, entroncar la polisemia con el generativismo. Lo que resulta incuestionable es que la lexicografía debe tratarse como una disciplina científica y rigurosa, y que, por lo tanto, no debe regirse por criterios populares o psicológicos. No se trata de palabras, tan sólo de palabras, porque a las palabras se las lleva el viento, hablamos de significados encadenados, de la mística del léxico. El espíritu de la palabra alienta eternamente la representación gráfica, por más que se la fuerce a cubrirse con vestiduras impropias. No se puede desvincular aquello que ha estado unido des-
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de su propia creación, porque la polisemia es multiculturalidad, es antonomasia, es cosificación, es derivación mitológica... es, en resumen, un crisol lingüístico en el que se amparan realidades emanadas que atañen a la cultura universal, a la expresión de conceptos vinculados y representa el generativismo semántico llevado a su máxima expresión.
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C Cacciari, C. Casares, J. Copestake, A. Corchero, G. Coward, D.F. Croft, W. Cruse, A. Cruse, D.A.
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113 26
D Davis, D.W. Dick, S.C. Dirven, R.
33 27 115, 118
E Evens, M.W.
41
F Faber, P. Fauconnier, G. Fernando, Ch. Fillmore, C.J. Fuertes, P.A.
27 37, 99, 123 117 28 30
G García, C. Garside, R. Gazdar. G. Gibbs, R.W. Goldberg, A. Grimes, C.E. Gutiérrez, S.
24 29 132 117 27 33 40, 56, 267
300
H Haensch, G. Hartmann, R.K. Heasley, B. Hernández, H. Hirst, G. Householder, F.W. Hughes, B. Hurford, J.R.
33, 35, 36, 43, 44 38 28 30 132 37 29 28
I Iñesta, E. Iribarren, J.M. Iris, M.A.
31 116, 262 27
J Jackendoff, R. Johnson, M. Jorgensen, J. Justo, M.
117 16, 17, 99, 118, 119, 122 41 42, 44, 66, 156, 175
K Kempson, R.M. Kilgarriff, A. Kövecses, Z. Kuipers, B.
47, 50, 138-140, 167, 173, 274 41 116 123
L Lakoff, G. Landau, S.I. Lang, M. Langacker, R.W. Lapesa, R. Lázaro, F. Le Guern, M. Leech, G. Levin, B.
27, 99, 118, 119, 122, 123, 125, 173 29 17 27 229 44 120 29, 36, 38, 53, 126 98, 131
301
Lewandowska-Tomaszczyk, B. Lindsay, P. López, J. Lorenzo, E. Lüdtke, H. Lyons, J.
29 124 54, 125 93, 96, 229 21, 68 19, 45, 52, 82, 85, 88, 139, 140, 154, 155, 272, 274
M Mairal, R. Marchand, H. Martín Mingorance, L. Martin. J. Matthews, P.H. Mc. Connell-Ginet, S. Mellish, C. Minett, G. Minkova, D.
27 144 27 99 58, 76, 88, 140, 144, 145, 274 113 132 54, 125 17
N Nadel, J. Newmark, P. Niemeier, S. Nirenburg, S. Nunberg, G.D.
123 55 118 133 37, 99, 116, 131
O O’Keefe, J. Ostler, N.
123 99, 115
P Palmer, F.R. Pamies, B.A. Partee, B. Pearson, J. Pollard, C. Pustejovsky, J.
40, 41, 44, 45, 153, 154, 156 31 103 32 28, 38 100, 131-133
302
Q Quine, W.
95, 103, 281
R Raskin, V. Real Academia Rey, A. Rieger, C. Rorty, R.
133 281 28 132 112, 114
S Sag, I.A. Salvador, G. Saussure, de F. Seco, M. Shopen, T. Small, S. Spencer, A. Stein, G. Stockwell, J. Szabó, P.
28, 38 17, 42, 102 45 282 17 132 17, 36, 43 38 17 116
T Tabossi, P. Tarp, S. Thomaszczyk, J. Turner, M.
117 29, 31 29 118, 123
U Urrutia, H.
43
V Van Aken, A. Van Deemter, K. Van der Auwera, J. Vivanco, V.
168, 247 64 55 16, 57, 97, 113
W Whorf, B.L. Wilks, Y.
120 132
303
Wimbish, J.S. Winograd, T. Wright, S.
33 132 27
Z Zaenen, A.
131
304
ÍNDICE DE CONCEPTOS
A acepción acortamiento acuñación terminológica ambigüedad ambigüedad fonética anfibología anglicismo anomalía antonimia antonomasia apofonía arcaísmo aumentativo
33-35 68 17 38, 46-55, 59 38, 46, 47 26, 78, 93 47, 54 51, 53, 56, 98, 156 106-112 22 74, 161 76
C calco homonizante calcos homonizantes innecesarios calcos homonizantes necesarios calco morfológico calco semántico
70, 80, 91 93 92 73, 74, 88, 89, 213 73, 80, 89-91, 94
cambio de sentido claridad léxica cognitivismo coloquialismo conciencia lingüística conversión criterio cronológico criterio de frecuencia criterio de posición criterio etimológico criterio lógico criterio psicológico
100 51 27, 114 74 34, 36 22, 99 34, 174 35, 82 35 34, 46 34, 35 35, 36, 280, 281
D derivación mitológica o religiosa derivación regresiva diacronía diccionario diccionario bilingüe diccionario de especialidad diccionario enciclopédico diccionario monolingüe diccionario semasiológico diccionario onomasiológico diminutivo dominio DRAE DUE
158 22, 69 42, 83 15, 28-35, 65 30 31 30 30, 32 31, 32 31 76 118 37, 119, 281 37
E enciclopedia entrada lexicográfica eponimia etimología exmetáforas extensión semántica
30 148 24, 115 43-46, 154 126 98, 114
F falsos amigos
79
306
G generativismo gentilicios
131-133 82, 83, 149, 252
H hiperonimia e hiponimia holonimia y partonimia homofonía homografía homonimia homonimia absoluta homonimia accidental homonimia forzada o inducida homonimia gramatical homonimia parcial homonimia parcial homófona homonimia parcialmente homógrafa y homófona homónimos homógrafos
157 157 69, 81, 86, 135 54, 81 15-20, 32, 40-46, 55, 59-96, 134-148, 270, 274 81-83 81 81, 87, 88 58, 84 87, 143 86 86 87
I imprecisión indefinición inespecifidad informática
55, 56 46 53 29, 30
L lema lenguaje figurado lexema léxico lexicogénesis lexicografía
30-33 112 28, 92 21, 28, 55 21 21, 28-30, 37-39, 114, 131-133, 277-283 161 43 211
lexicografía anglosajona lexicografía diacrónica lexicografía española
307
lexicología lexicón lingüística aplicada
28, 30 31, 34 16
M macroestructura madurez semántica mapa cognitivo memoria léxica metáfora metáfora moribunda metáfora muerta metaforización metalexicografía metonimia metonimización minimalismo modismo modulación monosemia morfema de género morfología
31 114, 155 123 124 23, 112-120, 124 127 124, 126 158 30 43, 114-117 157 77, 119, 121 117 100 15, 63 76, 88 17
O onomatopeyas oscuridad
22, 25, 77 38, 46-48
P parasíntesis paronimia pasado perífrasis plurales polisemia
22 62, 67, 68, 83, 88 77 113, 121 76 15-20, 40-46, 55, 61, 63, 97-133, 148, 149, 271, 274
polisemia construccional o sintáctica polisemia sistemática posesivos
98-101, 103 99, 100, 133 55
308
prefijo premodificación primitivo léxico
68, 75 48, 49 22, 23, 26
R 281 145 27, 269 77 157
RALE
rasgos suprasegmentales realidad semántica reducción grafemática relación causa-efecto
S sema semántica semema serielización léxica homogénea significado símil sincretismo sinonimia sinsemia sintaxis subjetividad sufijación
128 28, 131-133 34, 92, 128 156, 160, 163, 215 26, 27 113 144 56, 68, 98, 156, 157 142, 145 26, 55 112, 113 22
T tenor terminografía terminología traducción
121 28, 29 28 52, 58, 125, 159
U universales cromáticos
275
V variantes dialectales variantes morfológicas vehículo verbo genérico y objeto
71 71 121, 122 71
309
verbos genéricos vinculación semántica vulgarismo
57, 62 152-210, 269-277 75
W Webster
38, 119, 161
Z zeugma
54
310
ÍNDICE DE PALABRAS
A abaleo/-ar abocinar acedera acedía acerar aceto/acepto acogollar acotar acre acústica achuchar Adán Alá/ala/ala/alá alma almenara amanecer amor animales antifireshield anular appendicularia
76 213, 216 275 213, 217-223 65, 88, 89, 213, 223 62 213, 224 213, 225-227 91-92 135, 137 33 106, 121-123 46, 86, 177, 231 125 213, 228 135 122 114, 115 272 85, 137 162, 166
approvement apron/napron Arab árabe arctic arch Argus arm aroma arrendar art ash ast asteria atestar/testar atomy/anatomy auto avión ax/ask
162, 166 69 149 83 162, 168 162, 166, 167 162, 168 163, 169, 170 163, 170 75 86, 288 139 144 163, 171 69, 93, 94 69 71 213, 229 77
B babysit bachelor balear balsa banco bandy bang-bang bank
bark bay/baize bayo be bell bench bent
99 50 76 213, 230, 231 91 163, 171, 173 25 16, 18, 36, 43, 61, 114, 126, 129, 131, 155, 163, 173-177, 202, 270, 272, 273 163, 178 69 274 104 71 126 145
312
Biblia bill boje bore bound brillos busca/buscapersonas/búsqueda
109, 110 71, 150 214, 231, 232 77 136, 137 57 148
C cab/kab cabaret/cabaré caja negra calidad /calidez can cante capazo capital cava chit clear cleave cocinilla concrete concreto condominio/condominium cop Corán correr cricket Cush
69, 70 144 116 68, 71, 90 70, 71 136, 251 76 163, 179 214, 232 163, 180, 181 105 84, 105, 271 214, 233 96 95 214, 234 75 110 51, 57 78 24
D defile desarrendar desnudo/nudo die disco distemper do
272 75 69 76, 77 147 76 57
313
don door dove dust
84, 85 101, 103 77 105, 271
E Electra enviudar espárrago Eva
24 111 214, 234, 235 106, 108-111
F file/defile fireshield/antifireshield fit flap/flapear flight follar fox
272 272 271 26 163, 181, 182 214, 235, 236 51, 53
G Gill grado ground guerra
78, 183 156 144, 207, 208 122
H hacer hacer el mimo hacha Halloween haya/halla/aya haz hisopo hombre/hembra host
57 72 77, 82 25 86 18, 204 214, 236, 237 110, 111 163, 182, 183, 271, 279
I Iblis
110
314
indio informe
83 68
J jabeque Jack Jill
214, 237 78, 106, 109 106, 109, 183
L lanzada lapa lastre launa laund/lawn lead lengüeta Lilit live llama low luminar luquete lying
214, 238 214, 238, 239 214, 239 214, 240 74 87 126 110 87 61, 82 78 135, 139 83 85
M Mach/mach maid majuelo marchante meal mess mica mico mielga mimar minute miriñaque modular mole
24 50, 51 214, 240, 241 105, 214, 241, 242 163, 184, 185 71 77, 88 77, 88 214, 242 65, 72, 73, 89 87 215, 243 85 70, 163, 185
315
mona monda monitor/monitor mono mood moquetear moscatel moto mug
88 215, 215, 146, 163, 73 215, 71 71
243, 244 244, 245 274 186 245
N napa narciso niche/nicho Nimrod niñato nube de vapor nudo
215, 245 215, 246 80 24 149 100 61, 69
O oath orca/urca oval
163, 187 71 215, 248
P palanquín palatino palmero pall pan panel panero pansy pap Papa/papá/papa papelina papero par parallel
215, 215, 215, 164, 164, 215, 215, 164, 164, 86 215, 215, 164, 142
316
249 249, 251 251 188 188 252 253 189 189 255 256 190
parlour parochial part partial pase pata/pato pecina peculio/pecunio pedregullo pension perch periwinkle Phantom Proteus Piedralaves pike pit plane plaque port porter potrero primer puerta pujar pum-pum pupil pupila
164, 164, 164, 164, 215, 127 215, 63 215, 164, 164, 164, 24 44 164, 164, 58 164, 164, 165, 216, 165, 101, 150 25 165, 66
191 191 191 192 256 257 257 193 195 196 196 197 198 198 199 258 200 102 201
Q quarry
165, 202
R rack ray record recordable remesar reo Roentgen/roentgen
165, 203 165, 204 95 95 75 216, 259 150
317
root rubber run
165, 204 56, 57 57
S sash shelve shoal sirena skate sloth solar sole subvencionar sueco support
165, 205 99 165, 206 216, 259 165, 206 165, 206 216, 260 16, 61, 155, 165, 207, 208, 273 95 216, 262 95, 169
T tela test testar timador timón tipa tique tope tried trilla truck
216, 262, 263 93 93 73 73 74, 75, 76 79 216, 263, 264 144 216, 264 165, 208
V Valentino vent Venus
115 165, 210 23, 109
W wear widow/-er
103, 104 112
318
Y yantar
216, 265
Z zorra zorrear zorro
77 216, 265-268 51
319