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Texto: R A M d N D f A Z E T E R O V I C llustraeiones: S A C W A G E P N E R
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Texto: R A M d N D f A Z E T E R O V I C llustraeiones: S A C W A G E P N E R
D.R. 0 CIDCLI, SC
Av. Mexico 145-601, Col. del Carmen Coyoadn, C.P. 04100, MCxico, D.F. www.cidc1i.com.m
D.R. 0 Rambn Diaz Eterovic (Chile)
Esta primera edicibn se coedita con la Direcci6n General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Correcibn de textos: Rosalia Chavelas
Primera edicibn, noviembre, 2001 ISBN 968-494-099-8
ISBN 970-18-6813-7 Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Ilustraciones: Sacha Gepner (Francia) Coordinacibn editorial: Rod0 Miranda Cuidado de la edicibn: Elisa Castellanos Diseiio grhfico: Rogelio Range1 Reproduccibn fotogrifica: Rafael Miranda lmpreso en Mtxico I Printed in Mexico
RAM6N
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D i A Z
E T E R O V I C
Naci en el aiio 1956, en Punta Arenas, Chile, ciudad que est4 a orillas del Estrecho de Magallanes y de la que se dice es la mis austral del mundo. Vivi en esa ciudad hasta que cumpli 17 aiios y luego me traslade a Santiago, donde resido en la actualidad. Desde niiio me han gustado 10s libros, la mtisica, el fiitbol y el mar. ComencC a escribir desde muy joven y he escrito libros de poemas, de cuentos, guiones para televisidn y una decena de novelas. Mis novelas mis conocidas, y de las que he escrito ocho hasta el momento, son las protagonizadas por Heredia, un detective privado que vive en la ciudad de Santiago y a1 que le gusta meterse en problemas policiacos y buscar la verdad a su manera. El mejor amigo de Heredia es un gat0 gordo y blanco llamado Simenon. Se supone que las novelas de Heredia son para lectores adultos y por eso, cuando mis hijos mis pequefios oian hablar del detective me pedian que escribiera una historia de Heredia que ellos pudieran leer. De esa petici6n nacid el cuento El secuestro de Benito.
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A Valentina, Alonso y Rold6n sentia curiosidad por su vecino desde Angeles. la vez que ley6 la placa de acrilico colgada en la puerta del departamento. “Investigaciones legales” decia la leyenda, y a1 verla, Rold6n pens6 de inmediato en Sherlock Holmesl, uno de sus heroes favoritos. Durante algunas tardes se apost6 en el pasillo, dispuesto a conocer a su vecino, a1 que esperaba ver aparecer en cualquier momento con una enorme lupa entre las manos o vestido con un impermeable, a la usanza de 10s detectives que veia en la televisi6n. Per0 se equivoc6. El hombre que lleg6 una tarde a1 departamento era alto, vestia pantalones vaqueros, chaqueta de cuero negro, y en sus manos portaba varios libros cuyos titulos RoldAn no alcanz6 a leer. El detective not6 la curiosidad de Rold6n y se detuvo a su lado. -LVives en el edificio? -le pregunt6. -En el departamento de a1 lado, seiior... -Heredia -dijo el detective-. Te vi observar la placa. Si quieres, te invito a conocer mi oficina. 1 . Sherlock Holmes: nombre del detective privado, personaje principal, de las novelas policiacas del escritor ingles Sir Arthur Conan Doyle.
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Roldan no sup0 quk decir y se limit6 a seguir a1 detective hacia el interior de una oficina cuyas paredes estaban cubiertas de estantes repletos de libros en desorden. -Me gustaria tener tantos libros COMO usted -le dijo a1 detective.
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-Salgari, Dumas, London. Tengo libros de Csos y otros escritores. Si te interesan, puedes venir a leerlos cuando quieras. -Gracias -dijo Rold6n, y luego de una pausa, se atrevi6 a preguntar-: iEs verdad que usted es detective privado? -Dia y noche. -illata con maleantes? -Aveces. -zY tiene una pistola? -Una grande y vieja, que s610 us0 para partir nueces y asustar a 10s niiios preguntones - d i j o Heredia, despuCs de sentarse en una silla ubicada junto a un viejo escritorio metiilico. -Mi profesor de historia dice que 10s niiios deben preguntar sobre todo lo que les interesa, y que 10s adultos deben responderles. -Bien dicho... -"oldin. -Me gustan 10s niiios listos. Desde hoy somos amigos. La puerta de mi oficina siempre est6 abierta. Y si yo no estoy, s610 emptijala un poco.
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La noche que sigui6 a1 primer encuentro con Heredia, a Roldiin le cost6 quedarse dormido. Se dio vueltas y vueltas dentro de la cama, imaginando 10s casos en 10s que su nuevo amigo podia estar implicado, y en todos ellos lo veia amenazado por hombres extraiios, sin que 61, un niiio de doce aiios, flacuchento y que usaba anteojos, pudiera hacer nada por ayudarlo. Por la maiiana, su madre tuvo que sacudirlo para conseguir que despertara. No tenia deseos de ir a1 colegio, y aunque pretext6 un dolor de cabeza, su madre pus0 oidos sordos a sus quejas y, despu6s del desayuno, lo condujo hasta la parada del bus. Por la tarde, y apenas termin6 de hacer sus tareas del colegio, Roldiin se encamin6 al departamento de Heredia. Tal y como kste le habia dicho, la puerta estaba abierta y le bast6 empujarla para entrar en la oficina. Tres o cuatro veces llam6 a su vecino en voz alta, y nadie le respondi6. Pens6 en volver a su casa, per0 record6 las palabras del detective y luego de revisar su desordenada biblioteca, tom6 un ejemplar ilustrado de la novela Lus Tres Musqueterus de Alejandro Dumas y se sent6 a leer junto a1 escritorio sobre el que dormitaba un gordo y hermoso gat0 blanco, que lo mir6 un instante con curiosidad y enseguida volvi6 a su aparente indiferencia.
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Iba en la parte en que D'Artagnan retaba a duelo a Porthos y Aramis, cuando escuch6 que la puerta se abria y vi0 entrar en la habitaci6n a una anciana bajita y de cabellos rubios. La mujer mir6 a1 su alrededor y s610 a1 t6rmino de algunos segundos pared6 reconocer a Roldiin, y se acerc6 hasta tocar el escritorio con el bast6n que sostenia en la mano derecha. -Supongo que usted es el detective -dijo la anciana, con voz suave, per0 decidida. -Si, quiero decir, no -respondib Roldiin, confuso. si o no? LEn que quedamos jovencito? Roldiin se dio cuenta que la seiiora veia muy poco, y que para ella, 61 s610 era una sombra tras un escritorio. h t a es la oficina del detective y yo ... N o me diga nada. Usted es el ayudante. En las novelas, 10s detectives siempre tienen un ayudante. A veces son un poco tontos, per0 igual hacen su trabajo. Quiero que me ayude a rescatar a Benito.
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Rold6n sinti6 que le temblaban las rodillas y por un instante tuvo la intenci6n de ponerse de pie y salir corriendo de la oficina. Pens6 en decir la verdad a la anciana, per0 ella tom6 asiento en una silla y luego de poner su bast6n sobre el escritorio, suspir6 hondo, como arrastrando una pena desde el fondo de su coraz6n. -Benito es un perro de pel0 negro y ojos tristes. Hace una semana, en el supermercado, lo deje amarrado a la entrada, como siempre; y a1 salir de mis compras, lo busque y ya no estaba. Recorn todo el barrio, puse avisos en las tiendas, fui a la perrera municipal, y nada. El pobre desapareci6 como tragado por la tierra. -Y usted quiere... -No me interrumpa, jovencito. No tuve noticias de Benit0 hasta ayer -dijo la anciana, a1 tiempo que sacaba de su cartera un sobre que dej6 sobre el escritorio, a1 alcance de Rold6n. -iLea, y entkrese por usted mismo! Rold6n mir6 el sobre y no sup0 que m6s hacer. La carta, a1 igual como habia visto en las peliculas de la televisibn, estaba escrita con letras de diarios pegadas sobre una hoja de cuaderno. Y decia:
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y la llarnark.
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-Estoy cansado...4 i j o el detective mientras se sentaba en la silla y se recostaba cerrando 10s ojos-. He pasado todo el dia detras de un hombre que no quiere pagar una deuda.. . Roldan sinti6 que la carta pesaba como una enorme piedra dentro de su bolsillo y, en vez de contarle lo sucedido a1 detective, decidi6 aventurarse con algunas preguntas. -LHa investigado secuestros de animales? l e pregunt6 a1 detective. -No creo que nadie haga una cosa tan absurda. He buscad0 perros y gatos perdidos, per0 animales secuestrados, nunca. --iY si tuviera que hacerlo? -Esperaria que el secuestrador se comunicara y luego, a1 momento de proceder a la entrega del rescate, trataria de atraparlo. -LY antes que eso? I n t e n t a r i a averiguar algunas cosas en el sitio del secuestro. El lugar del delito siempre dice algo. Y por favor no me hagas miis preguntas. --iPuedo volver maiiana? -pregunt6 Roldh, intimidado por el aparente enojo de su vecino.
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A1 otro dia, despues de clases, Rold6n decidi6 volver a la
oficina de Heredia. Pensaba que si la sefiora Amandina hablaba con el detective, su rnentira quedan'a en evidencia y podria perder la amistad de su vecino. Tambikn le preocupaba que nadie hiciera nada por encontrar a Benito, a quien imaginaba extraiiando las caricias de su arna y sus bocadillos favoritos. Heredia estaba en su oficina, leyendo un peri6dico. Recibib a RoIdin con una sonrisa, y antes que el niiio le dijera nada, pus0 a su alcance el ejemplar de Los Tres Musquetms. -Hoy no tengo ganas de leer -le
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-~Quk pasa? LProblemas
en la casa, maIas notas I el colegio, te dej6 Y tu novia? icuentarne sucede! . a -Mis notas son muy buenas y no tengo problemas en la casa. -LEst&s enamorado? -iPor supuesto que no! -exclam6
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Roldin, sintiendo que la cara se le ponia roja, como de tomate maduro. -LEntonces, que.. . Rold6n iba a responder, per0 en ese mismo instante son6 el timbre del telefono. Heredia escuch6 lo que Ie decian desde el otro lado de Ia linea, y a medida que lo hacia, su rostro se pint6 de asombro. Dej6 el fono sobre el escritorio y se dirigi6 a su acompaiiante. -Preguntan por don Roldhn, el ayudante del seiior Heredia. LEres ti?? -Si --dijo Rold6n y agach6 la cabeza, avergonzado. -Quieren hablar contigo -agreg6 el detective. Rold6n tom6 el fono y de inmediato escuch6 la voz de la seiiora Amandina, preguntando si el trabajo habia rendido sus frutos. -LAyudante? -1e pregunt6 Heredia aIgunos minutos mis tarde-. Tienes que dar una explicacidm, i o me equivoco? -Tengo que decirle algunas cosas. .. -Soy todo oidos -dijo el detective-. No hay nada mejor que conocer la verdad.
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que varnos a haccr con nuectro amigo? -prq unth Heredia a si] gato cwando tcrminh de escuchar el relato d e Roldan. A1 oirle hahlar a1 ariirrial, Roldan pcnsh q u c cl detective estaba a l g o loco, pcrn dcspiii.c, recordi, a SLI abriela Rosario, q u e lamhibn cnlh habIar sola o conversar con PeIluco, cl lorn que tenian en s u casa y que era capaz de repetir las recetas de algunos de 10s platus que preparaba. A Rold5n IC t u n b l a b a n las picrnas y, rnirandnlo dc rcojn a1 detective, pens6 e11que. debia ducir arli0s a s11 oficio dc invcstigador. -Si, tirncs raztin --dijo cl dctcctivc a1 gato qiic, l u c g o de niovcr cu cola hahia dado c m salto y acomodado su cuerpo sobrc la$ pierrias de si1 mio-. Toda persona que comete u n e r r o r t i m e derecho a u n a segunda oportunidad. -Lo sientu, d e verdad que lo siento -dijo Kuldin, en voz haja, y casi a puiiln d e Ilorar. -Quiero que sepas q u e hay tres w s a s que no me gustan --rcsl)ondih Hcrcdia-. Escuchar rricntiras, quc sc riictan sin permico en mis aCuritm y q ~ i eengafieii a la gcntc. -L Mc' purd o na? -11 r q 11 I I16 Rold6 11, -Cull la c.oiidic.iOri tit. que. curriplas t u tra b a j o de a y u d a n te. Ya q u e diste i r i i noxrtbre ;1 esc? sttfiora, no podernos defraudaria. iDOndt. w i n e w s telefonos que ella antit(?e n el supermercado?
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R d d h sac6 de sus pantaIones la carta que le entreg6 Ia
sefiora Amandina y una hoja de cuaderno en Ia que habia anotado 10s numeros telefhicos y se las entreg6 a1 detective. Este las ley6 con atenci6n y enseguida tom6 el telkfono e hizo la primera de cinco llamadas sucesivas. Veinte minutos mis tarde parecia satisfecho del resultado de su trabajo.
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-Parece que definitivamente tenemos un cas0 entre las manos -dijo Heredia, releyendo las anotaciones que habia hecho en una libreta mientras hablaba por telkfono-. De las cinco mascotas desaparecidas en el supermercado han aparecido tres. Dos volvieron a sus casas por sus propios medios y por la tercera su dueiio tuvo que pagar un rescate. -iY todo eso lo sup0 hablando por telefono? -A veces, s610 a veces, si uno dice una mentira blanca, descubre verdades negras. iMe entiendes? Ahora voy a dormir una siesta y tii vas a llamar a doiia Amandina y le diris que la pr6xima vez que el secuestrador la llame, acepte su propuesta. Ademis, mientras yo duermo, tii te haris cargo de todo lo que ocurra en la oficina, incluyendo el dar de comer a Simenon. -Si, per0 ... -El negocio es tuyo, amigo - d i j o el detective y, antes de encaminarse hacia las piezas interiores del departamento, agreg6-: Hace mucho tiempo, cuando yo tenia m6s o menos tu edad y vivia en un orfanato, un profesor me enseii6 tres reglas: No robes nunca. No hables mal de la gente. Haz tu trabajo con dedicaci6n. Desde entonces he tratado de cumplir esas reglas.
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Pue un dia viernes cuando doiia Amandina llarndr de nuevo a la oficina. A1 sonar el telefono, Roldin y el detective estaban jugando una partida de ajedrez y oyendo la transmisih radial de un partido de fctbol. -Cuhtemelo todo, lentamente -dijo e1 detective, atendiendo la llamada de doiia Amandina,
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Nervioso, Roldiin dio dos vueltas alrededor del escritorio, y luego comenz6 a mordisquear sus uiias. La conversaci6n le pareci6 eterna pero, luego de quince minutos, el detective colg6 el telCfono y se inclin6 sobre el respaldo de su sillbn, respirando hondo, como si acabase de correr una marat6n. -Lleg6 la hora de entrar en accibn, amigo -dijo Heredia-. El secuestrador quiere que le dejen cien mil pesos, dentro de un sobre y en un lugar que maiiana nos va a indicar. -iY de d6nde vamos a sacar tanto dinero? -iQuien habl6 de dinero? Una cosa es lo que ese hombre quiere, y otra la que le daremos. iQuC tal eres para usar las tijeras? Vamos a llenar un sobre con pedazos de diarios recortados del tamaiio de un billete. -is610 papeles? -Y maiiana, despuCs que llame el secuestrador, iremos donde nos indique. T~ llevariis el sobre y yo vigilare hasta que el hombre aparezca. Una vez que lo identifiquemos todo se harii miis f5cil para recuperar a1 perro. -Parece simple -coment6 Roldiin. -Parece, Cse es el problema -concluy6 el detective, a1 tiempo que movia su Dama y daba jaque mate a RoldAn.
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N o v e n t a y ocho, noventa y nueve, cien. Cien papeles que se parecen a cien billetes -dijo RoldBn despuis de contar el iiltimo de 10s pedazos de diario que habia recortado y apilado sobre el escritorio del detective. -Ahora lo colocamos dentro de un sobre y estamos listos -dijo Heredia. S610 nos falta la llamada de la seiiora Amandina. Y mientras esperamos, i q u i tal si jugamos a1 ajedrez? MBs tarde, cuando RoldBn estaba a punto de comer uno de 10s alfiles del detective, son6 el timbre del telifono. Tom6 el fono y durante tres minutos no hizo otra cosa que escuchar y mover la cabeza, asintiendo a cada una de las palabras que le deda la seiiora Amandina desde el otro lado de la linea. Despuis, dej6 el fono en su lugar, y tan p6lido como una hoja de papel, mir6 a1 detective. -El secuestrador llam6 a la sefiora Amandina 4 i j o Roldiin, con voz entrecortada-: Quiere que le lleven el dinero a un centro de llamadas telef6nicas que est6 cerca de la Plaza Almagro y que dejen el sobre en la cabina niimero dos. La seiiora Amandina le dijo que enviaria a su nieto, en treinta minutos mBs. -Entonces no hay tiempo que perder 4 i j o el detective.
R o l d h entr6 a1 centro de llamadas y desde la puexta observ6 las cabinas teIef6nicas. La m6s pr6xima a la entrada se hallaba ocupada por una sefiiora, y las otras tres se encontraban desocupadas, Se acerc6 a la cabina identificada con el ntimero dos, sac6 el sobre con 10s papeles y se pus0 a esperar. Justo cuando la sefiora de@ de hablar, entr6 un hombre bajo y moreno. Rold6n pus0 10s papeIes en el lugar indicado, y cuando se disponia a salir del Iugar, mir6 a sus espaldas y vi0 a1 hombre tomar el sobre. -iUsted rob6 a Benito! -le grit6, olvidindose de Ias instrucciones que le habia dado Heredia. Sorprendido, el secuestrador aferr6 el sobre entre sus manos y dando un empelI6n a Roldhn que se encontraba junto a la puerta de salida, emprendi6 la huida.
Cuando Roldan se pus0 de pie y saIi6 a la caIle, alcanz6 a ver a1 hombre que seguia corriendo, perseguido por el detective. -Estropek el plan -se dijo a si mismo Roldgn, despuis de secar las l6grimas que cordan por sus mejillas. Luego se pus0 a caminar en la direcurin en que habia visto correr a Heredia. Encontr6 a1 detective unos minutos mis tarde. Heredia se notaba cansado, pero en sus ojos habia un briIlo de entusiasmo que infundi6 esperanzas a1 nifio. -No Io pude alcanzar, per0 tuve suerte. U n seiior que me vi0 correr tras el secuestrador me dijo que lo conocia y me indic6 la casa donde vive. Tengo un plan para rescatar a Benito.
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El plan era simple. Roldin golpe6 la puerta de la casa donde vivia el secuestrador, y cuando &e, sin abrir la puerta pregunt6 qui& era el que golpeaba, Roldin le dijo que le traia una carta. El maleante cay6 en la trampa. Entreabri6 la puerta, y en ese instante, Heredia, que se habia mantenido oculto, empuj6 con uno de sus hombros la gruesa puerta de madera. El cuerpo del detective fue a dar a1 suelo, y su cabeza qued6 a 10s pies del secuestrador que, sin pensarlo dos veces, apunt6 hacia la cabeza de Heredia con una pistola que sac6 desde uno de 10s bolsillos de su chaqueta. A sus espaldas, una media docena de perros, amarrados a un irbol, ladraban de forma lastimera. Roldin vi0 a uno de pelaje negro y dedujo que se trataba de Benito. Heredia se pus0 de pie e intent6 encarar a1 malhechor. fiste retrocedi6 unos pasos y mantuvo su pistola apuntando hacia el detective. -Ningih metiche me va a estropear el negocio -dijo el hombre, y Roldin intuy6 que se disponia a disparar.
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Rold6n tante6 el bolsillo trasero de su pantal6n y reconoci6 el bulto que hacia la pequefia cortaplumas2 que le habia regalado su padre en la iiltima navidad. Esper6 a que e1 hombre descuidara su vigilancia, y dando un brinco, corri6 hacia donde estaban 10s perros, y con tajos certeros cort6 las dkbiles sogas que mantenian prisioneros a 10s animales. El secuestrador intent6 reaccionar per0 fue muy lento, porque apenas 10s perros se vieron libres corriexon a clavarle 10s colmillos en sus piernas. Heredia tampoco perdi6 su tiempo. Se acerc6 a1 hombre y le propin6 un pufietazo en la barbilla que lo envi6 a1 suelo, aturdido. Los perros quisieron seguir castigando a1 malhechor, pero RoldAn 10s aquiet6 con un par de gritos y algunas caricias sobre sus lomos. 2 . Cortaplumas:navaja pequeiia que se usaba para cortar las
plumas de las aves.
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-Fue una acci6n muy osada de tu parte -dijo Heredia. Habia pasado un dia desde Ia captura del secuestrador de Benito, y ambos se encontxaban junto a1 escritorio del det ective . -No pens6 en lo que hacia. Pero, afortunadamente todo result6 bien y la sefiora Arnandina recuper6 a Benito. -Y nos dio un cheque que nos alcanza para una buena celebracih con helados y torta.3 ~EstAsde acuerdo, socio? -LSocio? -pregunt6 RoIdin, sorprendido. -Dos cabezas piensan mejor que una 4 i j o Heredia, a1 tiempo que acariaaba la rebelde cabelIera negra de RoId6n.
3. Torta: paste1.
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El secuestro de Benito
se acab6 de imprimir en el mes de noviembre de 2001 en 10s talleres de Grificas Monte AlbBn, S.A. de C.V., Fracc. Agro Industrial La Cruz, Villa del Marques, Queretaro, Qro. El tiraje fue de 3,000 ejemplares.