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EL DESALIENTO INESPERADO DE LA MODERNIDAD. MOLESTIAS, IRRITACIONES Y FRUTOS AMARGOS DE LA SOCIEDAD DEL RIESGO
FERNAN...
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EL DESALIENTO INESPERADO DE LA MODERNIDAD. MOLESTIAS, IRRITACIONES Y FRUTOS AMARGOS DE LA SOCIEDAD DEL RIESGO
FERNANDO ROBLES 2001
ISBN: 956-284-119-7
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Capítulo 1: El áspero disgusto de la modernidad y la globalización. La conformación de las sociedades periféricas de riesgo. Esbozos para una reubicación de lo político.1
“La solución del problema de la vida está en la desaparición de este problema” Ludwig Wittgenstein
Tal como uno de los efectos indiscutibles de la globalización es el fin de los espacios cerrados y la permeabilidad de las fronteras entre los códigos culturales y las etnias, así también debiese ser entre las teorías que se producen en los ambientes sociológicos social y geográficamente distantes: ellas debieran dejar de circunscribirse a los ambientes reducidos donde fueron pensadas para poder ser rediseñadas y acomodadas a realidades particulares diferentes2. De allí la necesidad de realizar "movimientos exploratorios" desde teorías que en principio ha sido concebidas para las naciones industrializadas, para poder usarlas como instrumentos destinados a la comprensión de la contemporaneidad del capitalismo periférico moderno. En esta empresa, no se trata obviamente ni de buscar la comprensión total de dichos fenómenos, porque ello sería tarea de una metafísica social, que nada tiene que ver con la sociología, pero tampoco de sobreponer el modesto cuerpo teórico de la sociedad del riesgo a las sociedades periféricas modernas3. El núcleo motivador de estas empresas se puede resumir en dos razones, la primera es sociológica y la segunda personal: de un tiempo a esta parte, estamos interesados en “utilizar” empíricamente la teoría de la sociedad del riesgo en comunas y temas escogidos circunscritos a la realidad chilena, en particular en la bahía de Talcahuano4, pero - esta es la razón personal - ni yo ni mis colegas que en esta tarea me acompañan, estamos interesados en convertirnos en epígonos de Ulrich Beck y sus colaboradores5. Por riesgo se entienden los posibles daños, que en el presente puedan ser anticipados y que resultan de una acción específica. Un riesgo es existente, 1
Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto "La constitución social de los riesgos como procesos de producción, colectivización y percepción. Indicadores para la incertidumbre y la peligrosidad social y ambiental. Un estudio de caso en la comuna de Talcahuano" (Código: P.I. Nº 98.173.015 - 1.0) financiado por la Dirección de Investigación de la Universidad de Concepción, Chile. 2 Ver Ianni, Octavio (1998): Teorías de la Globalización, Siglo XXI, México, pág. 74 y sig. 3 Ver: Reiner Wolf: Sozialer Wandel und Umweltschutz. Ein Typologienversuch, en: Sozialer Welt, 43, 1992, pág. 351-376; R. Bogun, M. Osterland y G. Warsewa: Arbeit im Risikobewusstsein von Insustriearbeitern, en: Sozialer Welt, Cuaderno 2, 43, 1993, pág. 237-245 4 Por ejemplo las siguientes Memorias de Titulación: Manuel Echanove: "Percepción ciudadana de impactos socio ambientales: un estudio de caso en la localidad de Puchuncaví" y Claudia Roa: "Participación reflexiva. Una consecuencia de la sociedad de riesgo", Departamento de Sociología, Universidad de Concepción, 1998. 5 Menos aún desde las duras críticas que a Beck se le han formulado desde posturas como las de Claus Offe y otros por su participación en la llamada "Comisión Miegel para Cuestiones del Futuro". Ver Clauss Offe y Susanne Fuchs: Wie schöpferisch ist die Zerstörung? En: Blätter für deutsche und internationale Politik, Bonn, 3, 98, pág. 295-300. Además: Kommision für Zukunftsfragen, Zweiter Bericht, Bonn.
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cuando en el presente existe inseguridad respecto del futuro, porque éste no puede ser conocido ni anticipado6, los riesgos son productos sociales de índole simbólica dotados de un referente en la sociedad, el que resulta de una observación7; los riesgos, por lo tanto, no se pueden “tocar”, no son “cosas” que se puedan olfatear y degustar8. Este concepto, demasiado general de riesgo, ha tratado de ser precisado por la sociología desde tres perspectivas diferentes. La postura objetivista en la investigación de riesgos, cuyo principal exponente es Ulrich Beck, sostiene que la cuestión de su tratamiento se desprende de condiciones primeramente estructurales, mientras que la postura constructivista, representada por Mary Douglas, tematiza exclusivamente la construcción cultural de las semánticas de riesgo9. Por su parte, Niklas Luhmann sitúa los aspectos objetivos y la construcción social de los riesgos, en el horizonte de su teoría de la observación, desde la cual cualquier aseveración al respecto involucra el tema del observador. Un concepto de riesgo así concebido, como observación de segundo orden, no se interesa por la existencia “real” de los riesgos ni por la posibilidad de daños, sino por la probabilidad de que dichos daños aparezcan en el horizonte de decisiones de acción. Por ello, una sociología del riesgo tiene siempre presente el problema del procesamiento de la inseguridad en el contexto de decisiones contingentes10. Este trabajo aborda, en primer lugar, el tema del derrumbamiento de la racionalidad en la acción social y el fin de la naturaleza independiente de la sociedad como contextos para la aparición de las sociedades de riesgo. En un segundo momento, tematiza la tipología de las “sociedades de riesgo residual” y el rol de la ciencia y la política en sociedades de riesgo. En un tercer acápite, aborda la diversificación de las especies de peligros globales y locales en el horizonte de las sociedades periféricas del mundo globalizado.
I.
El derrumbamiento de la racionalidad como principio de articulación de las sociedades de riesgo.
En su célebre prefacio a los artículos sobre sociología de religiones, Max Weber sostiene que una de las propiedades elementales del poder decisivo de nuestra vida moderna, el capitalismo, consiste en la racionalidad de su proceder. "El capitalismo puede identificarse justamente con el sometimiento de ese impulso irracional de afán de lucro ilimitado, o por lo menos con su contención racional. Capitalismo es idéntico a la búsqueda del beneficio, pero en una empresa capitalista, racional y continua; es búsqueda del beneficio siempre renovado, de la 6
A. Nassehi: Risikogesellschaft, en: Kneer/Nassehi/Schroer: Soziologische Gesellschaftsbegriffe, Fink, München, 1997, pág. 254 7 N. Luhmann: Sociología del riesgo, UIA, Universidad de Guadalajara, México, 1992. 8 U. Beck: Zur politischen Dynamik von Risikokonflikten, manuscrito inédito, München, 1999. 9 M. Douglas y A. Wildavsky: Risiko und Kultur, en: W. Krohn/G. Krücken: Riskante Technologien: Reflexion und Regulation. Einführung in die wissenschaftliche Risikoforschung, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1993, pág. 113-137 10 N. Luhmann: Sociología del riesgo, UIA, Universidad de Guadalajara, México, 1992
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rentabilidad."11 La organización racional de la empresa capitalista no habría sido posible sin otros dos elementos de desarrollo: la separación del hogar y la empresa como unidad de producción y la existencia de la contabilidad racional. Por otro lado, sólo la existencia de fuerza de trabajo formalmente libre y la confrontación entre gran empresario industrial y trabajador asalariado configuran la existencia de una lucha de clases tal como se conoce en el capitalismo. La racionalidad es la resultante (a) del desencadenamiento del mundo que desmorona las imágenes religiosas y las sustituye por cosmovisiones profanas y (b) de la instrumentalización de la ciencia y la tecnología al cálculo racional. El establecimiento del capitalismo y la racionalidad, arrastran consigo a todas las formas de vida y actividades pensables, la institucionalización de la actividad económica, la estructuración del aparato burocrático, la acción administrativa, la organización de las religiones, la sensibilidad estética, la organización de las fuerzas armadas, la configuración del arte y de la música y la interacción cotidiana. La mediación entre las instancias de interacción cotidiana y la organización racional burocrática del sistema de la sociedad corre por cuenta de las instituciones racionales, las que deben garantizar coherencia y continuidad12. Todo este inmenso edificio racional y burocrático se sustenta sobre la hegemonía de una forma particular y privilegiada de acción social, a la cual tanto la tradición como la cotidianeidad deben subordinarse y someterse; a esta forma necesariamente dominante de acción, la denomina Weber acción racional con arreglo a fines. "Por comportamiento racional con relación a fines ha de entenderse aquel que se orienta exclusivamente hacia medios representados (subjetivamente) como adecuados para fines aprehendidos de manera (subjetivamente) unívoca"13. Más explícitamente aún: "Actúa racionalmente con arreglo a fines quien oriente su acción por un fin, medios y consecuencias implicadas en ella y para lo cual sopese racionalmente los medios con los fines, los fines con las consecuencias implicadas y los diferentes fines posibles en sí; en todo caso, pues, quien no actúe ni afectivamente (emotivamente en particular) ni con arreglo a la tradición"14. Esta y no otra es la forma de acción social hegemónica sobre la cual se sustenta la racionalidad de la modernidad capitalista. La acción racional con relación a fines es el nexo indispensable entre racionalidad sistémica y racionalidad interaccional y posibilita la ejecución del cualquier ethos, tanto el del empresario como el del asalariado organizado y es el fundamento de cualquier planificación en el tiempo. En las primeras páginas del Manifiesto Comunista, Marx y Engels le confieren a la acción histórica de la burguesía sobre la sociedad un rol aún más fundamental que el que Weber le atribuye a la racionalización: "La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones 11
Max Weber: Sociología de la religión, Istmo, Madrid, 1997, pág. 317 Ver Momsen, W. (1974): Max Weber. Suhrkamp, Frankfurt a.M 13 Max Weber: Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu, B.A., 1993, pág. 176 14 Max Weber: Economía y Sociedad, FCE. México, 1964, pág. 21 12
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pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo de la tierra como por encanto. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?"15 Este primer logro elemental de la burguesía, el desarrollo fabuloso de las fuerzas productivas, la supresión del fraccionamiento de los medios de producción, la aglomeración de la población en metrópolis, la centralización política, la consolidación "en una sola nación, bajo un solo gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera"16, ha revolucionado la sociedad de tal manera que las antiguas ataduras del fraccionamiento feudal han desaparecido definitivamente. Por otra parte, "una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, un movimiento y una inseguridad constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones sociales estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y todos los hombres al fin se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas"17 El segundo logro burgués ha consistido en liberar la capacidad y el impulso humanos para el cambio permanente. Ya que la burguesía "no puede existir sin revolucionar contantemente los medios de producción, y por consiguiente las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales"18, este producto innovador debe ser dinamizado de tal manera que todo se convierte en inestable e inseguro, la desintegración opera como una fuerza movilizadora e integradora, la estabilidad sólo puede significar entropía, señala Marshall Berman, en tanto que nuestro sentido del progreso y el crecimiento es nuestro único medio para saber con seguridad que estamos vivos. Decir que nuestra sociedad se está desintegrando sólo quiere decir que está viva y goza de buena salud.19 El problema de la revolución burguesa consiste, así Marx, no tanto en los resultados inmediatos de mercantilización del mundo sino que en sus efectos a largo plazo: su lógica se traduce en que en medio del imperativo de revolucionar contantemente los medios de producción, destruye las posibilidades humanas que crea. Engendra la semilla de su destrucción no tan sólo dando origen a una nueva clase, el proletariado, sino que todo lo sólido, desde los productos de la industrialización, los hombres y las mujeres que manejan las máquinas, las casas y los barrios donde viven los trabajadores, las empresas que explotan a los trabajadores, los pueblos y las ciudades, las regiones, etc., todo está hecho para 15
Karl Marx y Friedrich Engels: El Manifiesto Comunista, Anteo, B.A., 1997, pág. 41 Karl Marx y Friedrich Engels, op. cit., pág. 40 17 Karl Marx y Friedrich Engels, op. cit., pág. 38 18 Idem. 19 Marshall Berman: Todo lo sólido se desvanece en el aire, S. XXI, México, 1988, pág. 90 16
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ser destruido mañana, pulverizado y disuelto, para poder ser reciclado o reemplazado por otra cosa, para que todo el proceso pueda comenzar una y otra vez, en formas cada vez más rentables. Aquello que comenzó siendo una revolución que libera se convierte en algo completamente incontrolable, la sociedad burguesa moderna se asemeja, así Marx, al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. La lógica de la revolución capitalista se vuelve contra sí misma, es la víctima de sus propios éxitos. Lo que permanece es el desarrollo sostenido de las fuerzas de producción, a cuyo desarrollo deben corresponder relaciones sociales que supriman la contradicción elemental entre productos socialmente originados y apropiación privada, la revolución de los explotados atraviesa por expropiar a los explotadores hasta alcanzar el comunismo, la última fase de la modernidad. Weber y Marx, los pensadores más importantes de la sociedad capitalista, tienen razón y al mismo tiempo se equivocan. El diagnóstico de Weber que indica que por encima de las transformaciones en las relaciones de propiedad, la racionalización y su consecuente burocratización del mundo, convierte a las sociedades - independientemente de su carácter capitalista o socialista - en "jaulas de hierro de la obediencia", es correcta pero demasiado pesimista, su postura es presa de la propia racionalidad que diagnostica porque excluye la posibilidad de que la propia racionalidad con arreglo a fines pueda desdoblarse y volverse contra sí misma. A su vez, el análisis de Marx siendo correctamente pesimista en lo que dice relación a lo existente, es demasiado optimista al confiar en las propiedades emancipadoras de la clase obrera para liberar a la humanidad haciendo descender el cielo a la tierra y liberando el desarrollo de la fuerzas productivas. El pánico bursátil que Weber residualiza como una expresión de irracionalidad y que relega a los confines de la inexplicabilidad mediante su sociología de la comprensión, se ha convertido, a fines del siglo XX, en lo habitual del funcionamiento de la economía capitalista: la racionalidad con arreglo a fines se ha vuelto loca, los fines se han convertido en medios, las consecuencias implicadas en los fines se han tornado imprevisibles, se hace imposible sopesar (racionalmente) entre medios y fines porque ambos se confunden, lo que hoy es un medio puede redundar en un fin que sencillamente no conocemos. Por otro lado, la indiscutible admiración que profesara Marx por el "sometimiento de las fuerzas de la naturaleza" ha hecho que la naturaleza haya dejado definitivamente de existir como categoría independiente de la sociedad y que las inseguridades de las que Marx habló continúen siendo el trabajo, la remuneración y el poder, pero que sin embargo a ello se sumen precisamente los resultados que la propia sociedad ha desencadenado en la naturaleza; el "empleo de las máquinas" ha generado una contaminación hasta hace poco insospechada en el aire, la destrucción de la capa del ozono, la lluvia ácida y el efecto invernadero; la "aplicación de la química a la industria y a la agricultura" ha terminado por convertir la composición del menú cotidiano en una lotería para contraer alergias; la "navegación a vapor" ha hecho posible que cada año un puñado de barcostanques de petróleo naufraguen y pongan paulatinamente fin a la vida en los mares, la "adaptación para el cultivo de continentes enteros" ha significado
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erosión, monocultivos, y por último, si Marx anuncia que "poblaciones enteras" surgen de la tierra como por encanto, hoy habría que invertir dicha aseveración: el calentamiento del planeta ha significado una expansión insospechada del desierto20. El científico Dennis Medows indica que en el año 2012 la crisis mundial de recursos energéticos y la escasez de agua en el planeta hará que dichos problemas dejen de ser competencia de la ciencia para ser un tema fundamental de la política: un elemento de la lucha de clases del tercer milenio.21 La vida en la modernidad se ha convertido en ambivalente, "ser modernos - señala Berman - es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y el mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos"22. La modernidad ha pasado a ser el correlato superestructural de la modernización, y la modernización está infectada por el dogma del progreso: esta gavilla de procesos concatenados e interdepedientes que se cobijan bajo el vocablo modernización son desencatamientos reencantados, conceptos profanos dotados de cientificidad que se han convertido en sacrales, en intocables: entre otros, el crecimiento económico, la formación de capital y la movilización de recursos, el desarrollo de las fuerzas productivas, el incremento en la productividad del trabajo, la implantación de poderes políticos nacionales, la secularización de los valores y de las normas23. ¿Qué sucede cuando la lógica elemental de la modernidad capitalista, la acción racional con arreglo a fines, se ha desdoblado volviéndose definitivamente contra sí misma ? ¿Qué terrenos se invaden cuando la razón que sostiene la existencia del crecimiento y del desarrollo se ha agotado definitivamente? ¿No es que en las tres últimas décadas se ha ido gestando una nueva sociedad sin que nos hayamos percatado? Esta sociedad sería lo que Ulrich Beck y otros han denominado la sociedad del riesgo. El problema elemental de identificación de la sociedad de riesgo está contenido en la naturaleza de su configuración y en las posibilidades para su problematización que desde la sociología existen: el cambio social y la transición entre modelos de sociedades cualitativamente diferentes ha sido tematizado desde siempre como un quiebre o una ruptura manifiesta, como una fisura, un corte, una escisión entre el pasado y las estructuras emergentes, este es un aspecto que une a funcionalistas, marxistas y weberianos24. Esto no tiene por qué ocurrir, la nueva sociedad no siempre nace del dolor, no es la creciente pobreza sino también la riqueza creciente, la desaparición de los rivales (como en el conflicto este-oeste) lo que puede producir un cambio axial en los tipos de problemas, en la cualidad de lo
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Ver C. Legget y otros: El Informe de Greenpeace sobre el calentamiento del planeta, FCE; México, 1996. Ver Telepolis Aktuell, Hamburg, 3.10.98 22 Idem, pág. 1 23 Jürgen Habermas: El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Madrid, 1998, pág. 12-13 24 Una de las pocas excepciones a esta constante en la teoría sociológica es el trabajo de Robert Merton: Die unvorhergesehenen Folgen zielgerichteter sozialer Handlung, en: Hans P. Dreizel: Sozialer Wandel, Luchterhand, Berlin, pág. 169-183 21
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político y en la estructura social. En el caso de la sociedad de riesgo, se ha conformado una nueva sociedad sin quiebre ni revolución.25
II.
El fin de la naturaleza y la dominación de los efectos colaterales. De las "sociedades del riesgo residual" a las sociedades de riesgo.
El principio axial de las sociedades del riesgo son los peligros generados por la civilización moderna26, los cuales ya no pueden ser ni temporal, espacial o socialmente delimitados, de tal forma que los fundamentos de la sociedad industrial (las instituciones elementales tales como el estado nacional, los procesos fundamentales como los antagonismos de clase, las visiones del control y de la racionalidad técnico-económicas y sobre todo la independencia entre la tecnología y la política) son socavados, superados o eludidos sistemáticamente. La expansión generalizada, localizada y globalizada de los riesgos configura el advenimiento de una segunda modernidad, de la modernidad del riesgo, en la cual no solamente es posible abrir la posibilidad para que las sociedades se conviertan a sí mismas en problemáticas y organicen su auto-observación sosteniendo que los problemas que sufren son provocados por ellas mismas27 - un aspecto fundamental de la llamada modernidad reflexiva - sino que además amenaza con echar por la borda las visiones duales del mundo propias de las representaciones colectivas de la sociedad industrial, que postulan la existencia de una naturaleza “exterior” (causante de riesgos externos), separada de la sociedad y que configuraría las amenazas que afronta la sociedad contemporánea – el problema es que la naturaleza exterior y la inculpación “interior” son a su vez las resultantes de observaciones. La modernidad del riesgo indicaría justamente que los efectos de una naturaleza independiente de la actividad de las sociedades, son en realidad inexistentes: no hay consecuencias ni efectos que no involucren a la sociedad y donde la organización de las sociedades no juegue un rol decisivo. Las 25
U. Beck: la reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización reflexiva, en: Beck, Giddens, Lash: Modernización reflexiva, Alianza, Madrid, 1997 26 Luhmann distingue entre riesgo y peligro: "esta distinción supone (y así se diferencia precisamente de otras distinciones) que hay una inseguridad en relación a daños futuros. Puede considerarse que el posible daño es una consecuencia de la decisión, y entonces hablamos de riesgo y, más precisamente, del riesgo de la decisión. O bien se juzga que el posible daño es provocado externamente, es decir, se le atribuye al medio ambiente; y en este caso hablamos de peligro" (N. Luhmann: Sociología del riesgo, Universidad de Guadalajara, México, 1992, pág. 65). La distinción de Luhmann sólo puede sostenerse si la sociedad es concebida, desde la perspectiva del constructivismo, como observación (de segundo orden en el caso de la sociología), por lo que en su contexto no se puede describir cómo los posibles daños atribuidos al ambiente, en realidad puedan ser daños que la sociedad y los grupos e intereses provocan y ejecutan generando la "ilusión trascendental" de externalización. Por ello también es que Luhmann acusa a la teoría de la sociedad del riesgo de "alarmar a la sociedad" (Luhmann, op.cit., pág. 47) pero precisamente desde la distinción de los riesgos externos y decisionales sostiene la distinción entre riesgo y peligro. 27
Niklas Luhmannn señala que la función de auto-observación de los sistemas sociales corre, crecientemente, por cuenta de los Medios de Comunicación, quienes aparecen como los encargados de la función de dotación de realidad y sentido a la vida social. Ver Luhmann, N. (1986): Ökologische Kommunikation, Westdeutsche Verlag, Opladen; Luhmann; N. (1996a): Poder, Anthropos, Barcelona; Luhmann, N. (1996b): Die Realität der Massenmedien, Westdeutsche Verlag, Opladen
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llamadas catástrofes naturales así como los efectos de situaciones de riesgos imprevisibles, operan en la sociedad porque ella es interactiva con la naturaleza y debido a la intensificación insospechada de dicha interdependencia en las últimas décadas28. Esto, sin embargo, no significa que la sociedad así como tampoco ninguno de sus sistemas de función, puedan establecer comunicación con el sistema ecológico: el sistema ecológico irrita a la sociedad, introduce complejidad en los sistemas sociales, pone en marcha especializaciones en la comunicación, como la comunicación ecológica, de lo que resulta que la sociedad, en el sentido más amplio, pueda sólo amenazarse a sí misma29. Marx conceptualizó la relación entre los seres humanos y la naturaleza como una forma particular de metabolismo, donde la transformación de la naturaleza mediada por la acción de las fuerzas de producción modifican la naturaleza, transforman al ser humano y a sí mismo en sus relaciones con sus semejantes: este genial concepto de trabajo ha sido trastocado por el desarrollo mismo de la producción capitalista: en lugar de un cambio metabólico, hoy estamos frente a una verdadera simbiosis entre naturaleza y sociedad, en la medida en que al no existir prácticamente rincón alguno de la naturaleza que no haya sido socializado por la acción de la sociedad, la acción de una naturaleza independiente de la sociedad, se ha convertido en una quimera naturalista, de la cual es presa sobre el movimiento ecologista en su expresión conservacionista; al revés, la naturaleza se ha incorporado de tal manera al movimiento de las sociedades, que cada vez que se ejecuta algo en la sociedad irremediablemente se efectúa incorporando a la naturaleza, sin que dichos efectos puedan ser comunicados. Esto no es valido sólo en el ámbito de la organización del trabajo, sino constatable también en el terreno de la acción familiar, en la vida cotidiana y en la sexualidad y la configuración de la reproducción biológica de la especie humana: tanto la fertilización in vitro, como las posibilidades hoy ya existentes de manipular considerablemente la constitución del código genético, significa que la acción de la ciencia y la sociedad ha penetrado en los ámbitos más recónditos de la naturaleza30. Niklas Luhmann agrega que la sugerida interpenetración entre sociedad y naturaleza, entendida esta última como el entorno ecológico, no significa que en medio de esta simbiosis de interdependencia, la sociedad esté en condiciones de reaccionar oportunamente frente a las amenazas que provienen de dicho entorno. Todo lo contrario, la sociedad detecta las crisis ecológicas como ruido pero no necesariamente en calidad de resonancia que pueda dar lugar a formas de comunicación que fuercen una autoconfrontación reflexiva. Este extrañamiento se refiere a la imposibilidad de los sistemas para operar fuera de sus límites y a la ilusión de un entorno reflexivamente penetrable – esta distinción es de la mayor importancia, porque delimita, a su vez, las posibilidades de las sociedades para observar el entorno, estas posibilidades pertenecen al sistema, y 28
Ver Hans Jonas: El principio de responsabilidad. Ensayo sobre ética para la civilización tecnológica, Herder, Madrid, 1995 29 N. Luhmann: Ökologische Kommunikation, Westdeutscher Verlag, Wiesbaden, 1986 30 Giddens, A. (1997): Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península, Barcelona, pág. 265 y sig.
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en el entorno sencillamente son inexistentes, opacas o imposibles de definir con claridad. De allí que el entorno ecológico, para ser tematizado, necesite de observaciones de “segundo orden” como la ecología y la teoría de la sociedad del riesgo31, para que la sociedad pueda autoamenazarse. Por eso es que una de las propiedades fundamentales de esta nueva fase de desarrollo abierta en esta “modernización no planeada de la modernización” es que los riesgos que amenazan a las sociedades no sean tan solo los productos imperceptibles e involuntarios de sus propias actividades, sino que dichas transformaciones se desplacen con la fuerza de los “efectos colaterales” de decisiones a favor de la modernización de las sociedades. Mientras más decisiones, más riesgos. Dichos efectos colaterales son codificados como “ignorancias”, “inseguridades”, "temores” e “involuntariedades” en las biografías de los actores sociales. Anthony Giddens y Ulrich Beck han caracterizado este fenómeno como la hegemonía de las "inseguridades manufacturadas"32. Los efectos colaterales son resultados involuntarios que no se han sido planificados en los proyectos de modernización, son la expresión práctica y materializada de los "productos negativos" de la modernidad, los cuales de desdoblan inesperadamente, rompen con la latencia de su configuración e irrumpen en la sociedad sin atravesar directamente a las instituciones, sino que desembocan directamente en los individuos. No solamente se trata de que cada día se le tema menos a las catástrofes desde la naturaleza sino justamente a lo que los propios seres humanos han hecho de ella, sino que además los esfuerzos institucionales (a veces inspirados por las “mejores” intenciones”) encaminados a aminorar y mantener a raya dichas inseguridades no sólo no las controlan, sino que dichos “esfuerzos” de control generan aún mas riesgos.33 Esta es una situación altamente paradójica, porque habitualmente, en la lógica de la racionalidad lineal de la modernidad, la reglamentación y el control burocrático debieran mantener a los riesgos bajo vigilancia y reconocimiento para evitarlos: esto no es así, porque el control burocrático de los riesgos genera sólo la ilusión de la controlabilidad, alimentando una concepción tecnocrática del control de los mismos, como si la ejecución de la técnica no estuviese preñada de cargas valóricas que minimizan y ocultan la 31
N. Luhmann( 1886): Ökologische Kommunikation, Westdeutsche Verlag, Wiesbaden, pág. 68 y sig.
32
Giddens, A. (1993): Consecuencias de la modernidad, Alianza, Madrid. Giddens, A. (1996): Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales, Cátedra, Barcelona.
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Estos riesgos de segundo orden que son la resultante de los esfuerzos por controlar y hacer calculables a los riesgos que ya han explotado, aunque no conforman el tema de este trabajo, son posibles de ilustrar, por ejemplo, en los Sistemas de Permisos de Emisión Transable (SPET) existente en Chile desde la promulgación de la Ley 19.300, destinada a la protección del Medio Ambiente: ”Cada permiso faculta a su portador para emitir contaminantes. Normalmente, una fuente emisora dispondría de varios de estos permisos...Estos permisos de emisión son negociables y transferibles y pueden ser comprados y/o vendidos...” Claude, M.(1997): Una vez más la miseria. ¿Es Chile un país sustentable?, Santiago, de tal manera que establecen un derecho de propiedad para emitir contaminantes, estipulado expresamente en la Ley 19.300.
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naturaleza de los riesgos y les otorgan el certificado de inocencia y/o exculpación. Aún más: la expansión de los riesgos va acompañada de una transfiguración de los actores, del enmascaramiento de los roles y de una confusión de los causantes de los riesgos y sus víctimas, proceso que auxiliado por el rol de la ciencia y de la técnica, generaliza la imposibilidad de identificación de los causantes. A este fenómeno lo ha denominado Ulrich Beck la dominación de la irresponsabilidad organizada34. La sociedades premodernas y modernas, que preceden y le dan vida a la sociedad del riesgo, auxiliadas por el conocimiento las ciencias exactas, probablemente hasta mediados de la década del 50, en la medida en que en la práctica nadie pone en cuestión la lógica elemental de la racionalidad del desarrollo de la modernidad industrial, habían podido postular la controlabilidad de los riesgos, remitiéndose al cálculo racional y cuantitativo de las probabilidades: este modelos de sociedad podría denominarse “sociedades del riesgo residual y calculable”, y supone que dichos riesgos permanecían dotados de una procedencia externa a la actividad humana. En las naciones altamente industrializadas se expande, sincrónicamente con la estabilización de la forma moderna de vida del capitalismo, la asegurabilidad contra los riesgos y lo que F. Ewald ha definido como “el estado de previsión”35.
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35
Beck, U.(1988): Gegengifte. Die organisierte Unverantwortlichkeit, Frankfurt. A.Main
Ewald,F.(1991): Die Versicherungs-Gesellschaft en: Beck,U:(1991): (ed.) Politik in der Risikogesellchaft, Frankfurt a.M. pág. 288-302
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Tipificación de riesgos y peligros según el tipo y modelo de sociedad36
Altas culturas preindustriales
Sociedad industrial clásica
Sociedad industrial del riesgo
Tipo y ejemplo
Peligros, catástrofes naturales, peste
Riesgos, accidentes (profesión, tráfico)
Autoamenazas, catástrofes atrificiales
Producto dependiente de decisiones
No: externalizables (dioses y demonios)
Voluntariedad (¿individualme nte evitable?)
No: predeterminadas
¿Percepción de las causas?
Destino externo
Radio de acción, afectación
Países, Pueblos, culturas
Inseguridad Calculabilidad abierta; (Causa - efecto, políticamente Riesgo neutral, producto seguro) del destino
Sociedad del riesgo periférica
Autoamenazas y amenazas transnacionales y locales Si: efectos Si: industria nuclear, Si: desarrollo perversos de química, genética y industrial garantías políticas riesgos globalizados (economía, técnica y peligros locales de seguridad y organización) incontrolables Si: (p.ej.; fumar, No: decisión No: Decisión coche, profesión, colectiva. Peligros colectiva y resultado etc.) individualmente de decisiones inevitables desconocidas (irresponsabilidad organizada transnacional) Imputabilidad Si y No No: dominación de regulada ("irresponsabilidad la irresponsabilidad organizada) organizada Hechos y "Accidentes" no "Accidentes" destrucciones delimitables crónicos sectoriales delimitadas y efectos de espacial, temporal y accidentes no socialmente delimitales Inseguridad Peligros La prevención y el calculable políticamente cálculo son inocuos (probabilidad e urgentes, que ponen y subordinados a la indemnización) en cuestión los irresponsabilidad fundamentos del organizada cálculo y la previsión
En el despliegue de la sociedad del riesgo hay que distinguir por lo menos dos fases de desarrollo: una primera en la que las autoamenazas producidas por la propia sociedad y que remueven la estructura de clases y las relaciones de poder entre los grupos sociales, influye decisivamente sobre las sociedades, sin que dichos temas ocupen el lugar que debieran en los horizontes temáticos de la discusión pública y política - la sociedad vive convencida de que la controlabilidad
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Tabla diseñada tomando como base la de Beck :Gegengifte. Die organisierte Unverantwortlichkeit, Suhrkamp, Frankfurt a.M. pág. 121-122, pero sensiblemente modificada.
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de los riesgos es un tabú y al mismo tiempo un hecho indiscutible: esta es la particularidad de las "sociedades del riesgo residual". Una situación completamente distinta se inaugura cuando los peligros, las autoamenazas y los riesgos son objeto de debates públicos y alcanzan a influenciar las escenificaciones mass mediales, las instituciones de la sociedad se convierten en problemáticas, se comprueba la omnipotencia del sujeto no alcanza ni siquiera para percibir las transformaciones del entorno ecológico fuera del sistema de la sociedad y se deja irritar por sus efectos: mientras las elites, las instituciones oficiales de la política, los partidos, los estados y los gobiernos siguen atados a las pautas de la sociedad anterior, los efectos colaterales de la modernidad sobrepasan las bien intencionadas decisiones para controlarlos y convierten a las instituciones en obsoletas y a sus discursos en retóricas de la ignorancia37. Sería absurdo y equivocado caer aquí en el prejuicio lineal y de inspiración evolucionista que indicaría que esta segunda fase de la sociedad del riesgo es un fenómeno exclusivo de los países desarrollados mientras que la periferia, sobre todo debido a que en dichas sociedades el desencantamiento del mundo aún no se ha operado con el efecto de secularización que debiera, se debate entre la creencia en la residualidad de sus propios riesgos y la inconsciencia. La sociedad del riesgo es un fenómeno global y los riesgos son las divisas negativas de la internacionalizacón de los mercados y del fin de los espacios cerrados38. Al mismo tiempo, la sociedad del riesgo residual es la antesala a la sociedad del riesgo pero también se solapa con ella. No existen, por lo tanto, pasos mecánicos de una hacia la otra o viceversa, todas las sociedades del riesgo conservan elementos fundamentales de la sociedad del riesgo residual, tal como la sociedad del riesgo residual engendra los contornos de la sociedad del riesgo. Esto es extremadamente importante, porque a menudo en esta diferenciación se insinúa que las sociedades de riesgos residual desembocan obligada e irreversiblemente en sociedades de riesgo. Además, muchas sociedades de la periferia globalizada, tienen la apariencia de sociedades del riesgo residuales, pero son sociedades de riesgo donde la localización de los riesgos producto de la pobreza dominan e impiden la percepción de los riesgos globalizados y además donde la jerarquía de la percepción de los riesgos es distinta a la de las sociedades del centro capitalista39.
37
N. Luhmann (1998): Observaciones de la modernidad, Paidós, Barcelona. Beck,U.(1996): Weltrisikogesellschaft, Weltöffentlichkeit und globale Subpolitik en: Dieckmann, Andreas y Jaeger, Carlo: Umweltsoziologie, Opladen, 1996, p. 119-147 y Beck, U.: Die Eröffnung des Weltshorizontes: Zur Soziologie der Globalisierung. Herausgeber-Mitteilung, en Sozialer Welt, 48, 1997, pág. 3-15. Ver David Held: La democracia en el orden global. Del estado moderno al gobierno cosmopolita, Paidos, Barcelona, 1997 39 Alain Touraine: ¿Podremos vivir juntos?, FCE, Buenos Aires, 1997, pág. 139 y sig. También A. Touraine: El concepto de desarrollo "revisited", en: Emir Sader (ed.): Democracia sin exclusiones ni excluidos, Nueva Sociedad, Caracas, pág. 47-70 38
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Tipología de la "sociedad del riesgo residual" y de la sociedad del riesgo
Sociedad del riesgo residual (antesala a la sociedad del riesgo) Sociedad del riesgo
Efectos colaterales de la modernización Activos y latentes (en parte ocultos)
Activos: latentes y manifiestos (imposibles de ocultar)
Percepción social de los riesgos Baja. Calculabilidad. Ilusión de control. No son objeto de discusión pública Alta. Riegos incontrolables. Los riesgos son objeto del debate público
Rol de la política
Rol de la ciencia
Confianza en la ciencia y en las instituciones
Cuantificación y control. El saber domina la incertidumbre
Ambiguo. Deslegitimación
Ambivalente. Portadora del saber y de incertidumbre
En las sociedades de riesgo, el motor del cambio social ya no es la racionalidad con arreglo a fines sino que los efectos colaterales que de pronto explotan inesperadamente, sin que nadie los llame, los nombre o los quiera: los riesgos, los peligros, la presión de la individuación, las trampas y amenazas de la globalización, porque la lógica de la racionalidad con relación a fines se ha vuelto contra sí misma. Entonces, aquello que no se ve, lo que no se refleja por ningún lado, lo imperceptible, lo subrepticio, la vida clandestina de las sociedades que no podemos leer en los periódicos, se acumula como un quiebre estructural que separa a la modernidad industrial de otras modernidades. Exactamente de aquí resultan las cuestiones que deben ser abordadas por una sociología que pretenda ser un diagnóstico práctico de la contemporaneidad40: ¿Que sucede cuando los mecanismos de calculabilidad y asegurabilidad de riesgos fracasan?, ¿cuales son los efectos que para los actores sociales resultan del hecho de que los dispositivos de alarma para los riegos no funcionen, sencillamente porque la sociedad capitalista de clases no dispone de dichos mecanismos?, ¿cuales son las consecuencias de la imposibilidad, para las sociedades y los individuos, de asegurarse “debidamente” contra los riesgos?, ¿que terreno se invade cuando las biografías de los actores sociales sobrepasan
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la posibilidad de los seguros y se encuentran desprotegidos en el caso imprevisible de siniestro? Los riesgos son una especie de divisas negativas involuntarias, son negativos de utopías, visiones opacas que resultan de funciones latentes de la sociedad; estas funciones se niegan a ser observadas, con ellas no es posible establecer comunicación. Nadie las desea ni acepta pero están en todo lugar presentes y virulentas, contra todos los intentos exitosos de reprimirlas y mantenerlas ocultas. Lo característico de la sociedad del riesgo es esa metamorfosis radical del peligro, difícil de delimitar y de controlar: de pronto como desde mediados de 1998, los mercados se derrumban, domina la escasez en medio de la abundancia. Los sistemas del derecho no abarcan los estados de las cosas. La atención médica cuidadosamente planificada en los países desarrollados fracasa. Los edificios racionales de la ciencia se derrumban. Los gobiernos tambalean. Escapan los votantes indecisos, el partido ganador en las elecciones es la abstención, un 42% de los votantes en Chile el 11 de diciembre de 199741. Los estados se consternan. Las reglas cotidianas de vida son puestas de cabeza. Las empresas y los mercados al otro lado del planeta tiemblan o se derrumban, todo el mundo habla de la fiebre amarilla o crisis asiática. Casi todos están entregados si tener mucho que decir, a la amenaza de la segunda-naturaleza industrializada, que hoy se disfraza con la retórica de la globalización. Los peligros se convierten en los polizones del curso normal del mundo. Viajan con el viento, con el agua, están metidos en todo y en todas partes y se deslizan con lo necesario para la vida - el aire para respirar, el alimento, el vestido, el mobiliario - incluso por las zonas de protección más estrictamente controladas de la modernidad. Incluso son y continúan siendo esencialmente dependientes del conocimiento e insertos en las alarmas - o las tolerancias - de las percepciones culturales. Este “Y” complejo, que contradice el pensamiento dicotómico del esto o lo otro, constituye la dinámica cultural y política de la sociedad del riesgo y la hace tan difícil de comprender, porque la sociedad del riesgo no es una opción que podamos aceptar o repeler, está sencillamente ahí, con toda la fuerza latente e imperceptible de los efectos colaterales latentes que explotan sin que existan alarmas que anuncien el siniestro. Esta no es la época de las dicotomías voluntarias, sino la de las agregaciones, elementos y fenómenos de los cuales a veces hemos oído hablar, pero nunca los hemos podido conocer en persona, aunque los sentimos a diario entrometiéndose en nuestra vida cotidiana, sin que nadie los haya llamado. Paradójicamente, una vez pasados los períodos de alarma y crisis, sucede regularmente una época de paulatina normalización, de rutinización del riesgo y de proyección del riesgo en calidad de peligro externo y lejano. La autoamenzaza de la sociedad se puede trastocar en exteriorización, con lo que las visiones y construcciones simbólicas de controlabilidad de las sociedades contemporáneas, ganan nuevamente relevancia y popularidad. La sociedad se reencuentra con su 41
"El fin de un Mito. Los que no votaron, no protestaron", El Mercurio, 1 de febrero de 1998, D8
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normalidad. Esta tolerancia de las sociedades respecto de las amenazas y autoamenazas, abarcan los más amplios y diversos ámbitos de la vida social, desde la composición de los alimentos (orgánicos y/o transgénicos), hasta la regulación de la descendencia (natural o “in vitro”)42. Una sociedad que se percibe a sí misma como sociedad del riesgo, abre la posibilidad de convertirse en reflexiva, esto quiere decir que los fundamentos de su actividad y sus metas se convierten en objeto de controversias públicas43. Muchos sociólogos y teorías de la sociedad (incluyendo la de Foucault y la de la Escuela de Francfort de Horkmeimer y Adorno44) dibujan una imagen de la sociedad moderna como una prisión tecnocrática de instituciones burocráticas gobernada por el conocimiento de los expertos. En consecuencia, todos seríamos por igual tornillos y válvulas en una mega-máquina gigante de racionalidad técnica y burocrática. La imagen de la modernidad que dibuja la teoría de la sociedad del riesgo se encuentra en fuerte oposición a dichas concepciones. Pues una de las propiedades descollantes del concepto del riesgo, hasta ahora poco comprendida, es que abre relaciones aparentemente estabilizadas y consideradas como evidentes, haciéndolas participar, por ejemplo, del baile de la globalización, y en tal sentido es mucho más cercana al pensamiento de Marx de lo que pudiera pensarse. Diversamente a otras teorías de las sociedades modernas, la teoría de la sociedad del riesgo desarrolla un cuadro en el que las relaciones de la modernidad se piensan y desarrollan como contingentes, ambivalentes y (involuntariamente) políticamente modelables y es una alternativa tanto a la llamada teoría de la postmodernidad así como al enfoque sistémico de los riesgos que desarrolla Niklas Luhmann45. Sin embargo, aquí sostenemos que entre la sociología constructivista del riesgo que Luhmann desarrolla y la obra de Beck, existen más puntos de convergencia que discrepancias, en particular en las formas de ambas direcciones de reflexión, para aproximarse a fenómenos particulares de riesgo. Esto no significa que sea necesaria una exégesis detallada de ambos para elucidar sus acoplamientos y desacoplamientos.
42
Jürgen Habermas: Die postnationale Konstellation, Suhrkamp, 1998, es especial pág, 243 y sig. U. Beck: La teoría de la sociedad del riesgo reformulada, en Polis, 97, Universidad Autónoma Matropolitana, México, pág. 171-197
43
44
Foucault, M. (1998): Un diálogo sobre el poder, Altaya, Barcelona; Adorno T. y Horkheimer, M. (1996): Dialéctica de la Ilustración, Trotta, Madrid
45
Luhmann,N.(1991): Ökologische Kommunikation, Opladen; Luhmann,N.(1991): Soziologie des Risikos, Berlin
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III.
La transformación del estatus de la ciencia. ¿Cómo se articula la política en las sociedades de riesgo?
Los riesgos, que son el resultado imprevisto del desarrollo de las fuerzas productivas, se diferencian fundamentalmente de la gestación del valor y la riqueza, los daños que los riesgos causan son a veces irreversibles y se sustentan sobre interpretaciones causales controvertidas, en las que interviene decisivamente el conocimiento científico ampliándolos, reduciéndolos o minimizándolos, pero también valoraciones subjetivas implícitas, sobre todo en al ciencia. Con ello, los medios y las posturas de definición respecto de los riesgos se convierten en un asunto político de primera importancia y la ciencia (sobre todo la ingeniería y las ciencias exactas) deja definitivamente de jugar el rol neutral que siempre ha pretendido asumir. El rol de la ciencia es paradójico y confuso en sociedades de riesgo46: sus resultados pueden conducir tanto a una minimización perceptiva de riesgos evidentes tipificándolos como “residuales” o “naturales porque son el precio del progreso”, como a la posibilidad de hacerlos perceptibles como resonancia comunicacional en los sistemas sociales.47 El desdoblamiento de la ciencia en posibilidad de conocer, por un lado, y la inevitable necesidad de reconocerse portadora del no-saber, por el otro, se manifiesta transparentemente en la inversión de la lógica de la investigación científica: para poder testear si (y como) funcionan reactores nucleares o niños de retorta es inminente salir de la jaula de vidrio del laboratorio aislado para que los reactores operen y los niños nazcan, con lo cual no solamente los ejecutores de la actividad científica invierten el orden de prelación entre hipótesis y testeo de laboratorio (lógica de la cienciaPopper), sino su consecuencia inminente es que la sociedad se transforma en un gran laboratorio y los actores sociales en los conejillos de Indias48. Con la distribución - igualadora pero simultáneamente desigual - de los riesgos se generan situaciones de peligro social, las que sin duda son situaciones de tienen como referente a clases sociales, pero que imponen una lógica de distribución diferente: los riesgos que son el producto de decisiones a favor de la modernización afectan tarde o temprano también a quienes los producen u obtienen beneficios con ellos; este efecto bumerang es el que remueve el esquema de clases. Los riesgos reestructuran las desigualdades entre las naciones, reformulan el concepto exclusivamente geográfico del Tercer Mundo, porque estas desigualdades en la distribución de los riesgos sobrepasan las fronteras de los estados y sacuden el tejido de competencias del estado nacional.
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Quien asuma el rol de auto-observador mass medial es también algo aparentemente fuera de toda lógica, sobre todo porque la escenificación mass medial no está interesada en la difusión de la verdad (como debiera ser el caso de la ciencia) sino en la descripción de lo nuevo. Ver Luhmann, N. (1996b): Die Realität der Massenmedien, Westdeutsche Verlag, Opladen 48
F. Robles: Violencia, riesgo y desarrollo científico, en: Sociedad Hoy. Revista de Ciencias Sociales, 2-3, 1999, pág. 191 y sig.
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La sociedad del riesgo es un fenómeno transnacional y supranacional49 Tal como la supervivencia del bosque europeo depende de tratados internacionales que escapan a las competencias del estado nación, así también la universalidad del tráfico de substancias tóxicas escapa a las posibilidades de control y regulación del estado; una vez más, los riesgos no respetan fronteras, las explosiones nucleares en Muroroa afectan en forma de riesgos al menos a toda la costa del Pacífico Sur y la depredación del Amazonas y de los bosques indonesios se vinculan causalmente al calentamiento del planeta. A su vez, la crisis asiática ha hecho que el la VIII Región de Chile la desocupación haya aumentado de un 6% a un 10%. El aparato del estado es desbancado de su función hegemónica en las sociedades contemporáneas, sus decisiones son sobrepasadas y llevadas al absurdo en medio de la lógica de la distribución de los riegos: el estado puede prohibir distribución de pornografías en su territorio jurisdiccional, pero quien se conecte a Internet puede evadir dicha prohibición. El estado alemán puede programar la desactivación de todos sus reactores nucleares y crear la ilusión de la seguridad planificada en los parlamentos y en la burocracias, pero ¿quién, en su sano juicio, podría decir que los alemanes viven más seguros mientras en Francia, Polonia, Chequia y Eslovaquia, funcionen reactores que puedan colapsar, y el aire contaminado atraviese las fronteras sin preguntale a ninguna de las burocracias nacionales? Luhmann señala que la autoreferencialidad del sistema de la economía es un hecho indiscutible a fines del siglo XX50. El escenario de los riesgos económicos de la contemporaneidad son las bolsas de New York, Londres, Francfort y Tokio y los podemos leer el índices como el Dow Jones, el Nikkei, el Dax y otros, los riesgos de la economía mundial han dejado de ser principalmente la empresa o la unidad productiva, son un barril sin fondo que se ha desacoplado definitivamente de la satisfacción de necesidades humanas, esta lógica no rompe la lógica del desarrollo capitalista, pero hace que ella se vuelva delirante, y que su desenvolvimiento sea completamente imprevisible. Hasta 1997, los analistas económicos, Raph Acampora a la cabeza, pronosticaron un alza en 10.000 puntos en el Dow Jones para 1998, "respuesta racional a datos fundamentales como nunca positivos"51. Y las sucesivas crisis económicas desde entones han convertido a los economistas en los charlatanes de la modernidad del riesgo. 49
Beck, U. (1998): La teoría de la sociedad del riesgo reformulada (traducción e introducción de Fernando Robles), en: Revista Chilena de Temas Sociológicos, 5, Noviembre de 1998.
50
51
Luhmann,N.(1997): Die Gesellschaft der Gesellschaft (dos tomos), Frankfurt,a.M.
"Der Spiegel", Hamburg, 12.10.98. El FMI y su presidente Michel Camdessus prevén un 5% de crecimiento en las economías asiáticas. Hoy, a fines de 1998, han desaparecido más de 20 billones de dólares en acciones de capital sólo en los E.U., miles de empresas han dejando de existir, millones de trabajadores en Asia y América Latina han perdido sus puestos de empleo, el paraíso que habían diagnosticado los economistas se ha convertido en un infierno, desde que a mediados de 1997 comenzara el debacle de la economía tailandesa. Los riesgos de la economía mundial convierte a la los economistas en charlatanes. El drama comenzó en Mayo de 1997, cuando un puñado de expertos decidió atrincherarse en un edificio en las
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Desde Marx sabemos que es el ser el que determina la consciencia y no al revés52. La lógica de la sociedad del riesgo es el complemento de la tesis 11 sobre Feuerbach: en las situaciones de peligro que resultan de los riesgos, la conciencia determina al ser, porque el saber adquiere un nuevo significado político. El saber de los riesgos es un potencial político inmenso: lo que hasta el momento había sido considerado apolítico se politiza. Por ejemplo, el tema acerca de las causas últimas de la modernización de las sociedades, esta apertura de temas hacia lo político atraviesa por desacralizar una lógica de desarrollo que hasta ahora ha sido ciega respecto de sus propios efectos colaterales y sorda respecto de los riesgos que crea, desarrolla y acumula. Esto sucede cuando temas como la localización de industrias, la construcción de centrales hidroeléctricas, termoeléctricas o nucleares, cuando las decisiones sobre la ubicación de vertederos, cuando las decisiones del management de las empresas, cuando todos estos temas son problematizados públicamente, son objeto de disputas públicas y en el momento que la percepción del peligro que ha pasado desapercibido en las instituciones tradicionales y convencionales de la política, lo sienten los sujetos sociales en sus propias vidas cotidianas y en sus cuerpos. Las explosiones de los riesgos son las alergias masificadas y crónicas, la masificación de las enfermedades broncopulmonares, el cáncer al hígado o la vejiga. Los sociólogos nos maravillamos de leer que tal o cual movimiento político se ha decidido por el camino extraparlamentario y como cientistas sociales que algo sabemos de insurrección y de leninismo, argumentamos la conveniencia de la combinación de todas las formas de lucha como fundamento de una táctica política exitosa, mientras delante de nuestras narices tenemos al movimiento revolucionario extraparlamentario más grande que la historia haya conocido: el capital bursátil y financiero globalizado. Esta es la subpolítica de los grandes consorcios que guiados por la ideología globalista del neoliberalismo, se empeñan por todos los medios por hacer realidad la utopía que una vez formulara Engels: llevar al Estado al museo de antigüedades junto a la rueca y el telar.53 Los parlamentos, los gobiernos y los estados (y aún ni siquiera siempre) se han convertido en agentes contemplativos de movimientos de capital, de decisiones de inversión, de translaciones en los lugares de producción respecto de las cuales por lo general se enteran por los periódicos54. En 1996, F. H. Cardoso ha graficado afueras de Bangkok para defender la moneda nacional, el Bath, amenazada por especuladores todopoderosos en las metrópolis del mundo que se habían propuesto convertir al Bath en basura. En Julio de 1997, la guerra estaba perdida, el Bath, acoplado hasta entonces al dólar, debió ser liberado. Balanza: en esta lucha de clases del tercer milenio donde las armas son las computadoras, los funcionarios del estado tailandés habían perdido 20 mil millones de dólares de la reserva nacional. El efecto dominó que se produce después es conocido: Corea del Sur, Singapur, Japón y todo el mundo globalizado. Somos testigos de la globalización de la irresponsabilidad organizada, una de las formas más repugnantes de la tiranía, donde resulta imposible identificar y responsabilizar a los causantes y a los que en última instancia se benefician con la crisis. 52
K. Marx y F. Engels: Die deutsche Ideologie, en MEW, Tomo 3, Berlin, pág. 9 y sig. F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Madrid, 1996 54 K. Ohmae: El fin del estado-nación, Andrés Bello, Barcelona, 1997 53
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esta situación de la siguiente manera: "Si la movilidad de los flujos de capitales por las fronteras puede ser vista como una manera de destinar efectivamente los recursos por todo el mundo y de encaminarlos a los países en desarrollo, su volatilidad y su posible uso para ataques especulativos contra divisas pueden representar amenazas a la estabilidad económica de los países. En otras palabras: el movimiento, virtualmente libre, de grandes flujos de capital crea tanto oportunidades como riesgos"55. El 17 de Octubre de 1998, las agencias internacionales informan que en el espacio de una semana, Brasil perdió 1.800 millones de dólares como resultado del estallido de la crisis asiática, efectos exacerbados por la crisis financiera en Rusia y su extensión a la mayor parte de los mercados.56 Los riesgos "vencieron" a las oportunidades. Muchos riesgos no se agotan en consecuencias y daños que hayan tenido lugar, sino que contienen un componente que se desencadena en el futuro; estrictamente hablando, los riesgos son la expresión práctica y multifacética de los dispositivos de autodestrucción de la sociedad moderna, los riesgos se refieren a un futuro que no tiene el carácter de un karma, sino a un futuro que puede ser, a su vez, el resultado de que se formule - y se responda - a la pregunta fundamental acerca de cómo queremos vivir, lo cual evidentemente implica una desacralización de la democracia tal como hoy se conoce y se practica. El cuerpo conceptual de las democracias occidentales pero también las que existen en América Latina (derivado de Rousseau, Locke y Tocqueville, menos en Kant) - en particular en los respecta al concepto de soberanía popular y al de la representabilidad - dan por descontado que esta pregunta ya ha sido respondida, lo cual no es en absoluto así. Las democracias se sustentan sobre el mito de la superación y del progreso, han hecho del procedimiento el mecanismo de legitimación por excelencia, se han convertido en prisioneras de sus propios a priori, de sus propias evidencias, las que han convertido en mitos. La teoría de la sociedad del riesgo sostiene que tal como las decisiones de la subpolítica extraparlamentaria del capital globalizado revolucionan la democracia sobrepasándola, y convierte a los estados en superfluos, lo que corresponde es articular una subpolítica desde abajo, que radicalice la democracia, negando el mito que vilipendia la democracia directa y mistifica la representatividad de las burocracias, las cuales continúan siendo prisioneras de la racionalidad lineal de un proyecto de modernización ciego y sordo respecto de los efectos colaterales latentes. En contraposición a la producción y a la distribución de la riqueza y de los bienes, los riesgos, que se articulan o observan como tales, tienen algo de irreal: son reales e irreales, significan que lo material, que se ha disipado en el aire, vuelve a ser material de una manera diferente; esto, que dice relación directa con una de las propiedades elementales de la dialéctica de la naturaleza, que desde que fuera una vez formulada por Engels ha sido calificada injustamente de mecanisista57, significa que el retorno materializado de los resultados prácticos de las decisiones 55
F.H. Cardoso: Consecuencias sociales de la globalización, en Política, 34, 1996, pág. 5 Yahoo Noticias, 17.10.98 57 J. Veraza: Praxis y dialéctica de la naturaleza en la postmodernidad, Itaca, México, 1997 56
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a favor de la modernidad lineal y orientada hacia el crecimiento económico, no atraviesa por las instituciones de la política como el estado, los parlamentos y los partidos, pero tampoco pasa necesariamente por la estructura y los significados comunes de clase, sino que desembocan donde menos se espera, en las biografías individuales de los actores sociales. De la particularidad de este fenómeno se deriva uno de los conceptos elementales de la sociedad del riesgo: en la medida en que los actores sociales se ven presionados a remendar sus biografías en medio de "inseguridades manufacturadas" no por ellos sino que por otros, en medio de certezas imprecisas que provienen de una ciencia que ha hecho de la equivocación la regla, son empujados a construir su futuro debiendo prescindir de los ambientes de confianza de la sociedad industrial del llamado riesgo residual. Que el centro de la conciencia de riesgo no sea el presente, sino el futuro, en la sociedad de riesgo significa que el pasado pierde la fuerza de significación para el presente. El caso de la crisis asiática y el cálculo de crecimiento y utilidad que pronosticaron (casi todos) para los últimos años del milenio, es uno de los mejores ejemplos para ilustrar la hegemonía del reino de la incertidumbre58. El reconocimiento de la incertidumbre y la perdida de significación de la tradición y del pasado no significa que haya desaparecido la historia, como indica la visión neoconservadora y en extremo optimista de Fukuyama, Vattimo59 y otros pensadores postmodernos y menos aún que desaparezca el sujeto como sostiene Foucault, sino que da cuenta de un fenómeno tanto paradójico como de centralidad indiscutible: una de las propiedades de las sociedades de riesgo es que lo que se da en llamar residualidad calculable o "margen de error" se ha convertido en el motor del desarrollo sutil e imperceptible de situaciones imprevistas, por lo que el conocimiento del pasado debe ser relativizado y situado en el lugar que corresponde. La sociedad de clases y la sociedad del riesgo se solapan y condicionan mutuamente. La distribución de los riesgos demuestra que éstos siguen el esquema de las clases, pero al revés: las riquezas se acumulan y distribuyen arriba, en la superficie de la sociedad - se leen en la estadísticas de distribución de ingresos, en los niveles de concentración del capital, en la especificación de los segmentos sociales hegemónicos, subalternos, etc. - y los riesgos se amontonan abajo, en el subterráneo de la sociedad. Esta afirmación no reviste sólo una connotación metafórica sino también real: Los adinerados viven obsesionados por 58
Los sociólogos debiéramos comenzar a releer a John Dewey y a los pragmatistas, a mi entender una de las pocas filosofías que reconoce y valora el carácter directriz de la ambivalencia y la relatividad del conocimiento científicoDewey, J. (1952): La busca de la certeza, FCE, Mexico; Dewey, J. (1987): Liberalism and social action , en Dewey, John: The Later Works 1925-1953, Illinois.
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Vattimo, G. (1990): Posmodernidad: ¿una sociedad transparente? En: Vattimo y otros (1990): En torno a la posmodernidad, Anthropos, Barcelona, pág. 9-21
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contratar seguros contra los riesgos sociales, sueñan con comprarse la seguridad y la libertad respecto de los riesgos, por lo que pareciera que la sociedad de riesgo refuerza a la sociedad de clases. Aquí es necesario establecer una importante diferenciación: mientras que en las naciones industrializadas el estado de bienestar - al menos en parte y en las declaraciones programáticas - mitiga la agudización de los contrastes de clase mediante el llamado efecto de nivelación e interviene directamente en la lógica de distribución de los riesgos, en las naciones de capitalismo desregulado como las periféricas, prima una concentración de riesgos en los pobres, marginados y excluidos60. Respondiendo a la pregunta respecto del rol de los riegos en la modernidad globalizada, sería valida la siguiente fórmula: la miseria es jerárquica, el smog es democrático y la lógica de distribución de los riesgos asume una relación de interdependencia con la naturaleza de los mismos. Lo cierto es que los riesgos que se despliegan en los confines de su radio de acción y entre los afectados asumen un efecto uniformador, allí reside probablemente su fuerza política, y al mismo tiempo su debilidad en una sociedad de clases. En sentido estricto, por lo tanto, las sociedades de riesgo no son sociedades de clase, sino sociedades donde los riesgos desdibujan, recomponen y transforman las visiones de clase de los actores sociales, modifican la situación objetiva de los actores sociales y agregan contradicciones y paradojas al esquema convencional de clases. El problema es que los riesgos tienen una tendencia inminente a la globalización, los riesgos atraviesan las fronteras y se reproducen allí donde se ejecutan decisiones a favor de la modernización. En esta misma medida, es que los riesgos globalizados están dotados de un efecto bumerang: es cierto que la situación de quien genera (consciente, voluntaria e inconscientemente) riegos y obtiene beneficios con ellos es radicalmente diferente a la situación de quien es víctima de ellos sin haber sabido siquiera de su existencia, pero los riesgos afectan más temprano que tarde a quienes los producen, en el fondo, ni los ricos, ni los explotadores ni los contaminadores están asegurados contra ellos. Pero esta lógica no lineal, paradójica e inversa que siguen los riesgos, no solamente afecta a 60
Un ejemplo de esta situación es visible en la cartografía de la pobreza si la superponemos a la cartografía del diseño urbano de la metrópolis contemporáneas: (a) Por lo general, el mapa de riesgos y de pobreza de las ciudades como Munich o Hamburgo no coincide con sectores residenciales específicos sino que su distribución espacial es relativamente uniforme, mientras que en Santiago y Buenos Aires, el mapa de la ciudad arroja datos indiscutibles de zonas residenciales baratas para grupos de población con ingresos bajos que se encuentran cerca de los centros de producción industrial las que están dañadas permanentemente por diversas substancias nocivas que hay en el aire, en agua y el suelo. Es decir, el mapa de la pobreza y de los riesgos coinciden casi exactamente: la pobreza, los riesgos y la geografía urbana son coincidentes (b) Las posibilidades para protegerse de los riesgos y para enfrentarlos o compensarlos, están repartidas desigualmente por capas de ingreso y educación: el que dispone del colchón financiero se puede mudar de residencia para tratar de evitarlos, algo similar sucede con la alimentación, una remuneración adecuada abre las posibilidades de alimentarse sin conservantes, ingerir proteínas o carbohidratos regulados contra daños en el aparato digestivo, pobres en colesterol, etc y evitar alimentos con un alto contenido de plomo, o sobrecargados de sustancias tóxicas como la carne de cerdo y el té. La alimentación de los pobres es uno de los riesgos más notables, lo que caracteriza, la extrema peligrosidad a la que están expuestos. Por lo menos el lugar de residencia, la alimentación, la salud y la educación son ámbitos de la vida social donde los riesgos operan con mayor injerencia y claridad.
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sus productores o a sus afectados, sino que también alcanza a las asimetrías entre las sociedades industrializadas y las sociedades de riesgo de la periferia. Este efecto de colectivización en los efectos hace que se produzca una unificación híbrida entre víctima y victimario. Esto, sin embargo, es sólo valido para los riesgos globalizados como las guerras atómicas, el hoyo del ozono y el efecto invernadero, estos son riegos que no respetan pobres o ricos, sur y norte, negro y blanco. Con los riesgos delimitados y sectorialmente activos y particularizados a naciones, regiones, ciudades o ámbitos circunscritos a mundos de la vida sucede exactamente lo contrario: los riesgos exacerban los conflictos de clase agregando el temor, la alarma, el espanto, el asombro y la desconfianza a la pobreza y la miseria existentes. El efecto bumerang no debe remitirse, entonces, exclusivamente a la cuestión ecológica, sino que abarca también el tema de la subsistencia, de la remuneración, de la salud y de la legitimación de los sistemas políticos, lo que hace que el orden de jerarquía de los riesgos sea distinto según se trate de sociedades del capitalismo tardío o del capitalismo periférico. En realidad, no sólo la percepción de los riesgos, sino que lo que Alfred Schütz denominó los sistemas de relevancia61 en medio de mundos de la vida cualitativamente diferentes, varían considerablemente según la sociedad de que se trate y en medio de sociedades periféricas de riesgo, según del grupo social de que se trate.
IV.
Tres especies de peligros globalizados. Política y subpolítica en las sociedades de riesgo.
Es posible distinguir entonces tres especies de peligros globales, que son los asistentes que nadie ha invitado a la fiesta de la globalización62. Los primeros, que pueden ser tipificados como destrucciones ecológicas condicionadas por la riqueza, son una consecuencia de los riesgos técnico-industriales (así como el hoyo del ozono, el efecto invernadero, las consecuencias de la genética y de la medicina de reproducción). Los segundos, son los riesgos derivados de armamentos destructivo de masas (como las armas ABC, el armamento nuclear, etc.). El tercer tipo de riesgos, que interesa aquí destacar porque se vincula irremediablemente con los primeros, se refiere a la destrucción ecológica y social condicionada por y vinculada a la pobreza y que es característica para la situación de los países del capitalismo periférico. Entre los primeros y éstos últimos , es decir entre las destrucciones condicionadas por la riqueza y los riesgos de la pobreza, es necesario establecer una 61
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Schütz, A. (1971): Das Problem der Relevanz, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
Beck,U.(1996): Weltrisikogesellschaft, Weltöffentlichkeit und globale Subpolitik en: Dieckmann, Andreas y Jaeger, Carlo: Umweltsoziologie, Opladen, 1996, p. 119-147
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diferenciación fundamental: mientras las peligrosidades condicionadas por la riqueza resultan de la externalización de los costos de producción de la ejecución práctica de la globalización - como por ejemplo la volatilidad del capital y su movilidad para desplazar permanentemente sus lugares de producción - , en el caso de las destrucciones ecológicas condicionadas por la pobreza se trata de una verdadera autodestrucción de los países periféricos pobres con efectos secundarios y retardados para los ricos. Pero las destrucciones ecológicas condicionadas por los países ricos se distribuyen uniformemente en el globo, mientras que las destrucciones condicionadas por la pobreza de la periferia son visibles sectorialmente y se internacionalizan en forma de efectos adicionales a mediano plazo. De esta manera, el efecto bumerang se acelera respecto de los riesgos de la riqueza y se retarda respecto de los riesgos de la pobreza. En tal sentido, no hace falta agregar que los ejemplos más relevantes de peligros derivados de “la pobreza” son no sólo la explotación indiscriminada de recursos forestales (como es el caso de los 17 millones de hectáreas de Amazonas) sino también la importación de desechos contaminantes (por ejemplo, radioactivos) o la transferencia de tecnologías anticuadas a los países de la periferia o, por ejemplo, la exportación de pesticidas que han sido prohibidos en los países industriales y que los mercados se encargan de comercializar allí donde no existan o no funcionen los mecanismos de restricción. Los países periféricos están inundados de productos dados de baja o de calidad segunda o tercera, provenientes de los países industrializados o previstos de marcas, que por no poderse comercializar allí, son derivados a la periferia. De este modo crecen y se desarrollan industrias en el capitalismo periférico que disponen de las posibilidades tecnológicas de amenazar el ambiente y la vida sin que dichos países cuenten con los medios institucionales, técnicos y políticos para impedir una posible, lenta pero segura autodestrucción63. A esto habría que añadir el riesgo social más relevante de las naciones periféricas modernas, que se desprende de la diferenciación guía del sistema social: la exclusión de vastas capas de la población del acceso a los sistemas funcionales. Esta masificación del riesgo de exclusión codetermina las formas específicas que asume la percepción y construcción de la amenaza de los riesgos y es determinante para la configuración de la identidad64.
63
Anthony Giddens (1996): Mas allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales, Madrid, pág.104-105, indica que “ha quedado patente que no siempre es la falta de desarrollo económico lo que provoca el empobrecimiento sino que, en ocasiones, el propio “desarrollo” . Un modo de vida que puede haber sido modesto, en términos económicos, pero que era autosuficiente y se organizaba a través de la tradición local, se desintegra cuando se introduce un proyecto de desarrollo, como una presa, una plantación o una fabrica”. La idea de Giddens induce la siguiente reflexión: en la sociedad del riesgo, se impone a menudo la abstención como forma elemental de actividad: esto significa poder decir no a la construcción de centrales hidroeléctricas que inundan kilómetros de bosque nativo, donde además se encuentran cementerios indígenas; no a la depredación de los recursos - aún cuando todo esto signifique renunciar a la generación de puestos de empleo. Ver Hans Jonas: El principio de responsabilidad, Herder, Madrid, 1995, pág. 32 y sig. También Douglas, M.(1996): La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales, Paidos, Barcelona
64
F. Robles (1999): Inclusión y exclusión en sociedades de riesgo. El caso de las Mujeres Jefas de Hogar en Chile, en: F. Robles (1999): Los sujetos y la cotidianeidad, Dirección de Docencia UDEC
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De la forma anteriormente descrita, muchas de las sociedades industrializadas no alcanzan a ser afectadas por los riesgos sectoriales existentes en los países pobres de la periferia. Pese a ello, los riesgos que ellos provocan traspasan las fronteras de los estados nacionales afectando además y acumulativamente a los países periféricos, y sobre todo a los que hacen del eje de su crecimiento económico, la explotación directa de sus recursos naturales, como es el caso de Chile.65 Paradójicamente, lo que hoy constatamos no es algo necesariamente nuevo, lo reciente es que la intensificación de estos procesos de producción de riesgos de diversa índole, en el contexto de la globalización. No necesariamente porque dicha exacerbación sea exageradamente efectiva, sino también porque sabemos más de ella, como argumenta Luhmann. Esto, a su vez, no significa que los riesgos de la humanidad hayan sido siempre los mismos, sino que, para que ellos existan, deben transformarse de irritación en comunicación, de ruido en resonancia para poder ocupar los horizontes temáticos de las culturas e invadir las semánticas de los sistemas sociales. Sin embargo, no solamente los riesgos internacionalizados y provenientes de los países ricos afectan a los países pobres, sino que éstos se convierten, como efecto de restricciones y prohibiciones (que afectan por ejemplo a pesticidas contaminantes o a los alimentos genéticamente manipulados) existentes en los países ricos, en el laboratorio de experimentación preferido de los científicos que se inscriben en las áreas de desarrollo científico-tecnológico perteneciente a la genética humana, a la genética técnico- alimenticia y a la producción de medicamentos: los países de la periferia no sólo se han convertido en el basural de residuos no recliclables, sino que también en el laboratorio de experimentación para lo que debido a restricciones en la investigación de la ciencia y la tecnología, no es posible de realizar allí66. De allí que sea posible hablar, por un lado, de una transferencia de riesgos “de contrabando” desde los países industrializados hacia los países periféricos, incluidos en las acciones de los estados tendientes a incentivar la transferencia tecnológica y, por otro lado de limitaciones impuestas por los propios estados industrializados a las importaciones de productos provenientes de los países pobres (por ejemplo, fungicidas y pesticidas), hecho que hace que, por ejemplo, la madera chilena tratada con pentaclorofenol deba comercializarse allí donde han caído o no existen dichas restricciones, como los países árabes y otros como Indonesia. Así entonces, en el contexto de la segunda modernización, propia de la actividad ininterrumpida de los riesgos, los países del capitalismo periférico están en una situación de doble peligrosidad respecto de: 65
En efecto, del volumen de la exportaciones chilenas, sólo el 13% se compone de productos industriales, mientras que el 51% corresponde a recursos naturales no procesados y el 34% a recursos naturales procesados, Los sectores económicos con un crecimiento anual mas elevado son: forestal (19,3%) y pesquero (17,9%) . (El Mercurio, 23.2.96, A 16)
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Ver F. Robles (1999), op.cit.
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a) los riesgos “locales ” que ellos mismos generan e intentan (o no) controlar y que por lo general no logran “controlar” y b) respecto de los riesgos internacionalizados e incontrolables generados por las naciones altamente industrializadas, todo esto en el marco de la dominación anónima garantizada por la irresponsabilidad organizada. Los países periféricos son los perdedores de la globalización. Estamos en presencia de una espiral de la destrucción en la cual como consecuencia de la internacionalización, importación y mundialización de los riesgos, los contornos del estado nacional se desdibujan a pesar de que los modelos y patrones de percepción, los “mapas cognitivos” y las percepciones culturales subsisten aún activas legitimando, cuestionando, tematizando, descomponiendo o ignorando la irresponsabilidad organizada. ¿Como es posible romper la espiral del peligro protegida por la irresposabilidad organizada? ¿Cual es la clave para salir de la jaula de la modernidad? ¿Cuales son las formas en la que se debe articular una “subpolítica” exitosa? Los peligros son revoluciones cotidianas, y los grandes peligros son revoluciones sin sujeto: el sujeto potencial se ha protegido por los mecanismos de ocultamiento de la sociedad. Convencionalmente, las revoluciones trastocan las relaciones de producción y en particular las relaciones de propiedad; pero en este caso las relaciones de dominación permanecen constantes, se trata de una revolución de la sociedad contra sí misma, aquí el concepto de revolución que diseñó Marx con genialidad para la sociedad industrial, se pone de cabeza: no la clase para sí (con consciencia de clase) es la que actúa, sino que al revés: la acción transcurre ininterrumpidamente y es el peligro el que transforma al mundo y la conciencia va detrás de la acción - Günther Anders67 ha dicho que la consciencia va un siglo atrás de los hechos. Este hecho tiene una significación elemental: la diferencia de un siglo entre hecho y consciencia significa que en la lógica de los peligros y en la revolución sin sujeto no hay nada que necesite ser legitimado - es decir, se legitiman de facto las visiones de un siglo atrás, mientras los hechos nos siguen sobrepasando. De tal manera que la verdadera revolución, la que sí tiene sujeto, consiste, paradójicamente, en la consciencia de la revolución autonomizada del peligro en medio de las turbulencias de la sociedad del riesgo, donde los efectos colaterales se han independizado de las decisiones a favor de la modernización de las sociedades. La verdadera revolución debe ser entonces la revolución que destruya relaciones anticuadas de reflexión y es, por lo tanto, una revolución de la consciencia. Esta es una transformación de la transformación, en la medida en que la hegemonía de los peligros de autodestrucción son el caso excepcional de identidad entre el sujeto y el objeto de la revolución68. 67
Anders, G. (1980): Die Antiquiertheit des Menschen. Über die Zerstörung des Lebens im Zeitalter der dritten industriellen Revolution, München. 68 Beck, U.(1988): Gegengifte. Die organisierte Unverantwortlichkeit, Frankfurt a.M.
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En tal sentido, es obvio que lo que se entiende habitualmente por globalización, que no es otra cosa que el globalismo neoliberal que reduce la globalización69 a la expansión caótica, anárquica e ilimitada de los mercados, al significar en la práctica la activación creciente de coaliciones de empresas transnacionales y/o la formulación de tratados internacionales, regionales y supranacionales (regionalización en medio de la globalización: Nafta y Mercosur o también la constitución de coalisiones al interior de organismos meramente retóricos como la Conferencia de Clima de las Naciones Unidas)70, desde dichas instituciones y mecanismos sea difícil esperar iniciativas que tiendan a romper o poner fin a la espiral de peligros que la globalización de los riesgos transporta con decisiones que diariamente se toman en favor de la modernidad. Una posible alternativa a esta globalización desde arriba es lo que medios de comunicación europeos conservadores han dado en llamar “la Nueva Internacional”: se trata de los 50.000 grupos existentes hoy en el planeta, desde ONGs hasta Greenpeace, Amnesty international o Terre des hommes, que Beck da en llamar la globalización desde abajo y cuyo éxito e importancia probablemente no resida tanto en su poder cuantitativo, sino en sus indiscutibles capacidades de escenificación simbólica, mass medial, televisiva y por lo tanto esencial en la sociedad mundial del riesgo en la cual irremediablemente y sin otra alternativa estamos insertos71. “El lugar político de la sociedad mundial del riesgo no es la calle, sino la televisión. Su sujeto político no es la clase obrera y su organización, no es el sindicato. En este punto aparece la escenificación massmedial de símbolos culturales, en la cual puede descargarse la mala conciencia acumulada de los actores y consumidores de las sociedades industriales”72. A lo cual se debiera agregar que el lugar político de la sociedad local del riesgo son cada uno de los lugares y 69
Beck, Ulrich (1997): Was ist Globabisierung? Irrtümer des Globalismus - Antworten auf Globalisierung, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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Precisamente el rotundo fracaso de la continuación de la Conferencia de Rio de Janeiro (1992) en Junio de 1997, pone de manifiesto que el principal productor de CO2, los Estados Unidos con un 22% de la producción mundial, no está dispuesto a ceder en lo que a medidas restrictivas respecta (Cf. La Epoca, 25.6.97, p.3). La retórica del ambientalismo carcome la práctica de la protección del clima en el planeta (Cf. Legget, 1996). Ver Julie Fischer: El camino desde Río. El desarrollo sustentable y el movimiento no gubernamental en el Tercer Mundo, FCE, México, 1998 71 En este mismo sentido, pero desde perspectivas diferentes, Luhmann recuerda que situaciones de peligrosidad ecológica sólo en los niveles químicos, físicos o biológicos no poseen de por sí resonancia social, mientras no exista comunicación respecto de ellos: “el medio ambiente puede hacerse notar solo por medio de irritaciones o distorsiones en la comunicación, y éste debe entonces reaccionar sobre si mismo; así como también el propio cuerpo no se puede comunicarse con la conciencia mediante los canales de la conciencia, sino solamente mediante irritaciones, sensaciones de presión o recargo, dolores, etc., entonces de un modo capáz de generar resonancia para la conciencia” Luhmann, N. (1986): Ökologische Kommunikation, Westdeutsche Verlag, Opladen, pág. 63. 72
Beck,U.(1996): Weltrisikogesellschaft, Weltöffentlichkeit und globale Subpolitik en: Dieckmann, Andreas y Jaeger, Carlo: Umweltsoziologie, Opladen, 1996, p. 119
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situaciones donde patrones de percepción, símbolos, coaliciones discursivas y mapas cognitivos legitimadores de la irresponsabilidad organizada se hacen cómplice (consciente o inconscientemente) de que la espiral de la destrucción siga operando sin contrapeso. Lo que la modernidad reflexiva necesita para extenderse y convertirse en subpolítica, en una política de la política que desenmascare a la revolución subrepticia de los efectos colaterales, no es ciertamente la legitimación de la política tradicional con sus partidos y sus instituciones añejas sino, como resultado de la creatividad desobediente ( una verdadera contra modernidad del desacato), la articulación de movimientos amplios y transversales que se manifiesten a favor de la democratización de los derechos fundamentales, precisamente porque la naturaleza de la modernidad del riesgo gobernada por “alianzas para el progreso”, cómplices de la “irresponsabilidad organizada” es violar, masacrar o sencillamente ignorar dichos derechos fundamentales. De allí entonces que la subpolítica sea una especie de contra-política, donde lo político (de antaño) se despolitiza y se conduce a espacios donde lo no-político pueda ser politizado. Esto ya está sucediendo en la práctica y que los ámbitos de la política institucional se deslocalicen para politizar las relaciones de género, las relaciones entre parejas y al interior de la familia, es en gran medida el mérito del movimiento feminista. Por otro lado, también en las ciencias sociales en particular la sociología ecológica feminista, ha puesto de manifiesto que la escenificación del poder en los ámbitos tradicionalmente definidos como "privados", desdibuja las relaciones entre los géneros73. De allí entonces que desde la privacidad y la familia hasta las instituciones, el trabajo, la política y la economía, la subpolítica concreta, positiva, acusadora y propositiva, apelando al derecho a la resistencia de los ciudadanos, debiera erosionar los fundamentos simbólicos de la sociedad del riesgo, haciendo del problema en torno al cual gira la política - en que sociedad queremos vivir - un tema fundamental de discusión. Por ello, la sociedad del riesgo abre la posibilidad para que a su interior emerjan los gérmenes de una “nueva civilidad” que sin desestimar la relevancia de las luchas por derechos de igualdad de oportunidades y justicia, extienda dichos derechos a la crítica y al hostigamiento de la “irresponsabilidad organizada” creando, engendrando antivenenos a las incertidumbres fabricadas que diariamente tenemos delante de nosotros. Esta contramodernidad que transforme la política probablemente no encuentre sustento el las instituciones tradicionales de la modernidad simple (como los partidos políticos y sus estructuras organizaciones) sino que, al destradicionalizar a la política de la modernidad irreflexiva, abre paso al descubrimiento de lo político, al renacimiento del interés por una política que desemboca en la
73
Donna Haraway: Simians, Cyborgs and Woman: The reinvention of Nature, London, Free Assotiation Books, 1991; Judith Plant: Healing the Wounds: The Premise of Ecofeminism, Philadelphia, Green Print, 1989; Margit Eichler: "Umwelt" als soziologisches Problem, Das Argument, 205, 1994, pág. 359-376
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estabilización de la vida y que, por consiguiente, posee un carácter inmediato y práctico.
V.
Cuatro conclusiones provisorias. ¿Que significa vivir en una sociedad de riesgo de la periferia globalizada?
Existen dos modos fundamentales de acumular conclusiones relevantes respecto de lo anterior, en especial del fenómeno de la sociedad del riesgo como un plexo de exteriorización mundial y por lo tanto transnacional, pero también de relocalización específica en los países de la periferia. El primero de ellos se deriva del análisis estructural y consiste en concebir a la sociedades del riesgo como la resultante de estructuras que se desarrollan, sedimentan y estabilizan y donde los sujetos actores de uno y otro lado de la producción de riesgos terminan siendo especies de marionetas que bailan al compás de la globalización por arriba y que sufren o se benefician con la exteriorización, externalización y reproducción de los riesgos, sin poder modificar substancialmente su propio destino: este prisma es propio del análisis funcionalista, pero también del marxismo ortodoxo, y del economicismo que hace de la sociología una actividad de interpretación de datos secundarios cuidadosamente adornados con elementos voluntaristas y construidos en los laboratorios del pensamiento social74. El segundo camino sostiene que la sociedad del riesgo es efectivamente la resultante del desdoblamiento de efectos colaterales latentes que se acumulan como resultados de decisiones en pro de la modernización de las sociedades, pero también que el advenimiento de la sociedad del riesgo es la resultante del saber acerca de ella en la era de la globalización: esta visión es precisamente la que sostiene que la situación actual de los países periféricos no es un karma sino una posibilidad de abrir relaciones sociales y ponerlas en movimiento por medio de una redefinición, de un redescubrimiento de lo político, que antes de existir en las cabezas de los sociólogos, es una construcción práctica de los actores sociales; lo cual evidentemente significa situar a los sujetos sociales en el centro de la actividad de la política antes que a las estructuras en su lugar, porque al fin de cuentas son ellos los que las modelan, legitiman y transforman; este no es sólo el punto de vista de la teoría de la sociedad del riesgos revisada y menos estructural, sino también el punto de vista del interaccionismo simbólico de la etnometodología75. De allí que entre estas disciplinas y la teoría de la llamada 74
Ver la crítica de la sociología en América Latina que desarrolla Jaime Osorio: Las dos caras del espejo, Triana, México, 1995, pág. 121 y sig. También, Francisco Zapata: ¿Ideólogos, sociólogos, políticos? Acerca del análisis sociológico de los procesos sociales y políticos en América Latina, en: Foro Internacional, Vol XXXV, Julio-Septiembre, 1995, N. 3, pág. 309-328
75
Blumer, H.(1982): Interaccionismo Simbólico, Hora, Barcelona; Garfilkel, H. (1967): Studies in ethnomethodology, Englewood Cliffs.
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modernización reflexiva (tal como la ha desarrollado Giddens)76 exista un parentesco evidente. Por eso es que la pregunta que habría que formular debiera ser: ¿qué significa vivir en la periferia globalizada hoy? Primero, la vida en los países de la periferia globalizada se caracteriza porque, tal como en el resto del mundo, los espacios cerrados han desaparecido 77 definitivamente . Este es un proceso no sólo altamente ambivalente sino que también contradictorio y localizado78. En efecto, por un lado, desde la caída de las limitaciones proteccionistas, los países de la periferia se han visto inundados de productos comercializados en la periferia, pero provenientes de empresas y consorcios multinacionales (Sony, Microsoft y Mac Donald y otras son el ejemplo); este fenómeno que podría denominarse apertura desde afuera, confronta efectivamente a los sujetos sociales con posibilidades insospechadas de consumo, al que sin embargo sólo tienen acceso los sectores de ingresos elevados y los que pueden alcanzar al crédito, cuyo presupuesto es que se cuente con un trabajo estable - los que no lo tienen permanecen excluidos - con ello, se desmorona la mentada teoría de la homogeneización de los patrones de consumo, también conocida como la macdonalización de la sociedad79. Una situación similar sucede con el acceso a los medios de comunicación e información y a la posibilidad de viajes al exterior y en especial a los viajes de turismo80: las posibilidades existen, pero su ejecución práctica depende de mecanismos preexistentes de inclusión y exclusión, lo que viene a significar que el fin de los espacios cerrados es unilateral y significa una profundización y extensión de la exclusión. Desde el punto de vista de la periferia, a la apertura desde afuera no corresponde una apertura desde dentro: mientras que los "incluidos" viajan por el mundo y consumen prácticamente al nivel de los países desarrollados (con sus limitaciones), los excluidos permanecen atados y anclados a lo local: el desanclaje de lo local se ejecuta por la vía del simulacro, por el camino de la construcción de realidades trascendentales con el auxilio de los medios de comunicación: muchas 76
Giddens, A. (1997): Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península Barcelona; Giddens, A. (1997): Vivir en una sociedad postindustrial, en: Beck, Giddens y Lash (1997): Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid, pág. 75-136
77
Lash, Scott y Urry, John (1998) : Economías de signos y espacios. Sobre el capitalismo de la posorganización, Amorrortu, Buenos Aires
78
J. Rosenau(1990): Turbulence in World Politics, Free Press, N.Y., ; L. Pries: Transnationale Räume, en: Zeitschrift für Soziologie, 25, 1996, pág. 456-472 79 Wallerstein, E. (1988): One World, Many Worlds, Lynne Reiner, N.Y. 80
Scott Lash y John Urry han comentado magistralmente la importancia de estos elementos de movilidad turística que son el correlato de la globalización: "no es emblemático de la modernidad el que vagabundea a pie; son emblemáticos el pasajero de un tren, el conductor de un automóvil y el que se embarca en un avión" Lash, Scott y Urry, John (1998) : Economías de signos y espacios. Sobre el capitalismo de la posorganización, Amorrortu, Buenos Aires, pág. 339.
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veces incluso el desanclaje es únicamente la temporalización de la ilusión transclase, que por ejemplo se manifiesta en que se sustituye el paseo dominical a la plaza pública por la ejecución óptica de la inclusión81, por el paseo por el mall. Esto significa que la consecuencia de la apertura de los espacios sea un fenómeno que no alcanza a los pobres y los excluidos. Contradictoriamente, la exclusión significa simultáneamente anhelo de inclusión, por lo que la pugna de los excluidos no es el deseo de transformación sino que su inclusión a las condiciones de vida que no poseen. El conflicto inclusión - exclusión en la actualidad desplaza al conflicto derecha - izquierda, no solamente en la medida en que la política convencional de las instituciones de la primera modernidad ha perdido su centralidad y ha sido sobrepasada por el extraparlamentarismo de la subpolítica desde arriba, sino porque ni en la derecha ni en la izquierda existe una conciencia clara de este desplazamiento. Segundo, la vida en la periferia capitalista globalizada, como un resultado directo del cálculo extraparlamentario de las localizaciones de inversión, producción y tributación - las que hoy son posibles de diferenciar estructuralmente como se quiera - sumado a la hegemonía del capital bursátil, el depredador más brutal de puestos de empleo82, ha hecho que los ricos ya no necesiten a los pobres y que el ejército industrial de reserva se haya transformado en la actualidad en una masa de sobrantes, los que incrementan la existencia del empleo precario. Si en los países industrializados y dotados de un estado de bienestar incorporan ficticiamente a los desempleados a la mercantilización de la sociedad83, los marginados del empleo en la periferia se incorporan solos, individuados, haciendo del trabajo temporal, del trabajo estacional, del trabajo de subcontratación, del trabajo a domicilio y del trabajo clandestino, la forma forzosa de subsistencia84. Además, el trabajo precario va acompañado de un aumento significativo en la jornada de trabajo, precisamente al revés de la realidad de los países desarrollados, donde tiende significativamente a disminuir. Una vez más, debemos constatar la existencia de realidades contradictorias y asimétricas que significan que la configuración de las sociedades de riesgo en los países de la periferia, sin bien obedecen a una lógica común a la de los países capitalistas desarrollados, arroja consecuencias altamente dispares para los actores sociales. Frente a esta realidad, la sociología continúa alimentando la existencia de los referentes colectivos de la primera modernidad, mientras los sujetos sociales se ven 81
Moulian, T. (1996): Chile Actual. Anatomía de un mito, Lom, Arcis. También: G. Schulze: Die ErlebnisGesellschaft, Campus, Frankfurt a.M., 1993
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Beck, Ulrich (1997): Was ist Globabisierung? Irrtümer des Globalismus - Antworten auf Globalisierung, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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Claus Offe: Contradicciones en el estado de bienestar, Alianza y Ed. Patria, México, 1990, pág. 105 y sig. El aumento del empleo precario, por el cual los empresarios no imponen seguros que les signifiquen gastos sociales adicionales, abre una oportunidad insospechada para la generación de capitales ilegales, no declarados, los que por lo tanto no son tampoco tributados al estado: de impotente, el estado de las sociedades periféricas está claramente amenazado de convertirse en raquítico.
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obligados a configurar en medio de los riesgos de la segunda modernidad, sus propias identidades. Tercero, el debilitamiento crónico de la acción de reglamentación a los daños ambientales en los países de la periferia, hecho que equivocadamente se le atribuye al subdesarrollo de una conciencia ecológica en los países periféricos y que en realidad es un componente de la ideología neoliberal ciega en su estrategia de expansión de mercados, ha traído consigo también dos consecuencias paradójicas: (a) por un lado, como resultado de la presión de un puñado de países desarrollados, en particular de la Unión Europea, los estados de la periferia han suscrito acuerdos multilaterales donde se comprometen a aplicar estrategias de sustentabilidad a los bosques, a las riquezas marinas y a los recursos naturales en general, (b), pero por otro lado, ni los estados poseen la estructura organizacional de control que permita su aplicación en la práctica de dichos acuerdos, ni en los modelos económicos inspirados en el neoliberalismo puede existir la voluntad política para aplicarlos y hacerlos realidad. Entonces, el argumento de la rentabilidad se amalgama al argumento de la generación, conservación y estabilización de puestos de empleo para eludir dichas reglamentaciones o declararlas una cuestión de soberanía nacional, de competencia territorial o sencillamente jurídica. Esto hace que la localización de los proyectos de desarrollo y modernización coincida como por arte de magia con los lugares de residencia de los pobres, de los excluidos o de las capas de bajos ingresos pero que además se materialice la alianza entre inclusión y rentabilidad: los sindicatos y los empresarios se unen en la búsqueda del progreso y luchan juntos para que los proyectos se realicen. Si embargo, esto no es siempre así, sino que en ocasiones es aún peor: el propio estado - que según la ideología neoliberal deber ser un aparato institucional no productor - desde el subterráneo de las reminiscencias del estado interventor y productor, se convierte en el destructor número uno de la salud de la población, como es el caso de la modernización de los métodos de extracción de cobre mediante arsénico85, o llegando a ser el productor número uno de dioxinas contaminantes. Lo que persiste a estos mapas cognitivos convergentes - a los que subyacen estas coaliciones discursivas transnacionales86 que pugnan por imponer la política del "Más de lo mismo" - que hacen dudar de la universalidad de la lucha de clases, es que el lugar de residencia, donde las familias modelan su tiempo libre y configuran lo que los conservadores llaman "la célula de la sociedad", se plaga de inseguridades manufacturadas y el domicilio sea un lugar donde se decide, sin que nadie nos pregunte, a que tipo de enfermedades crónicas me expongo y de que manera, además de ser excluido y pobre, puede estar además potencialmente enfermo.
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Robles, F. (1997): El despertar de la sociedad del riesgo. Consideraciones heterodoxas acerca del advenimiento de una segunda modernidad, en Sociedad Hoy, Vol. 1, Nº 1, Concepción, pág. 29-63
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Hajer, M.(1996): The Politics of Inveronmental Discourse. Ecological Modernization and the Policy Process, Clarendon, Oxford
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Cuarto, existe hoy consenso en que la nueva sensibilidad que desata y legitima la segunda modernidad, peculiar y aún más capitalista que la primera de la sociedad industrial de clases, también haya dejado atrás a la solidaridad de clase, esto en la misma medida en que las visiones comunes y hasta los mismos conflictos de clase han asumido un carácter distinto: no vale la pena sollozar por el desmoronamiento del muro de Berlín y tampoco sirven de mucho las visiones de confabulación que quieren reeditar una teoría del imperialismo tan añeja como inservible: los socialistas de finales del siglo XX han llegado a hablar de la necesidad de un socialismo de mercado, reeditando la versión "centrista" de la socialdemocracia de después del Programa de Godesberg. Esta nueva sensibilidad es la del individuo, del sujeto interesado en modelar su propia existencia, no porque quiera sino porque debe, faena en la cual por lo general se encuentra solo. Contrariamente a lo que muchos piensan, la individuación y la individualización pueden ser una gran oportunidad para redefinir el rol de la política: "la integración social no se realiza más a través de la participación de todos en valores y reglas institucionales comunes, sino más bien de manera opuesta, a través de la individualización de cada actor social y de su capacidad de combinar sus fines culturales y personales con los medios instrumentales de la sociedad de masas"87. En tal sentido, llama poderosamente la atención que entre las locuras de la segunda modernidad, los roles se hayan invertido de tal manera que la izquierda que verbalmente asume los derechos de los trabajadores dedique tantos esfuerzos y papel para lamentarse sobre el desmoronamiento de los valores de la solidaridad y la comunidad perdida88, mientras que los conservadores asuman el rol del católico que se confiesa periódicamente para poder seguir cometiendo los mismos pecados. La gran contradicción del conservadurismo es que debe quemar lo que ayer adoró, pero también y al mismo tiempo adorar siempre lo que quema. Y la antinomia que enfrentan las izquierdas en la sociedad del riesgo, es que no acepta la facticidad de lo que ya no existe. Tanto el conservadurismo como en progresismo han sido sobrepasados por la inclemencia de los hechos. En síntesis, si la globalización significa la expansión casi indeterminada del espacio para los "incluidos", para los excluidos significa contracción de los espacios locales y segregación. Si la globalización significa estabilidad en el tiempo y proyección temporal para los "incluidos", para los excluidos significa incongruencia temporal y deslindamiento del futuro. Por último, si la globalización trae consigo una insospechada densidad en las redes transnacionales y un
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A. Touraine: El concepto de desarrollo "revisited", en: Emir Sader (ed.): Democracia sin exclusiones ni excluidos, Nueva Sociedad, Caracas, pág.59
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Bengoa, J. (1996): La comunidad perdida. Ensayos sobre identidad y cultura: los desafíos de la modernización en Chile, Sur, Santiago
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torrente de imágenes89 para los "incluidos", los excluidos experimentan una verdadera aniquilación respecto de las posibilidades anteriores. Tal como una reedición de las viejas instituciones agotadas y obsoletas resulta hoy inservible, así también una retórica de las utopías que no son sino nostalgias y sueños, reedita el pasado en el presente: un caso fatal. La subpolítica que enfrente al globalismo extraparlamentario no atraviesa por vilipendiar a la democracia, y menos aún por desecharla, sino por radicalizarla y convertirla en una organización social y en un método cualitativamente distinto. Esto atraviesa por cambiar las fuentes de inspiración, por ejemplo de Locke a Kant, quien en su opúsculo "La paz perpetua"90señala que lo distintivo de la democracia no es el juego de mayorías y minorías, sino el respeto a la diversidad - así por lo menos en su utopía. Esto significa una radicalización y no un rechazo a la democracia. La democracia debe servir para la protección de la vida, por ejemplo, en cada uno de los cuatro ámbitos de operación de los riesgos que me he empañado en diseñar más arriba: combatiendo el riesgos de la exclusión, combatiendo el riesgo del trabajo, poniendo fin al riesgo de la residencia en la peligrosidad.
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Sartori, G.(1998): La sociedad teledirigida, Taurus; Schulze, G. (1992): Die Erlebnisgesellschaft, Campus, Frankfurt a.M. 90 Kant, I. (1966): La paz perpetua, Aguilar, Madrid
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Capítulo 2: Individualización e individuación, inclusión/exclusión y construcción de identidad en la periferia moderna.91 Lineamientos preparatorios para una sociología de la exclusión
“Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales, no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres” Karl Marx
La relación elemental entre sociedad e individuo es uno de los problemas fundamentales de la sociología. Este problema y la propuesta de solución que de él se desprenda, es determinante para un sinnúmero de estrategias de comprensión y explicación respecto del carácter y la naturaleza de la acción social así como también para la configuración de la observación de las estructuras de la sociedad, para su presunta composición de clase, para su estratificación, para las relaciones de asimetría entre grupos sociales, para la organización del poder y el cambio social. Como es de sobra conocido, las propuestas de solución a esta problemática han sido distintas, heterogéneas y hasta contradictorias: en la actualidad, la dialéctica entre individuo y sociedad es objeto de agrias controversias entre los cientistas sociales92. Sin embargo, llama poderosamente la atención que con la honrosa excepción de la polémica entre los funcionalistas liderados por Parsons93 y los interaccionistas
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Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto "La constitución social de los riesgos como procesos de producción, colectivización y percepción. Indicadores para la incertidumbre y la peligrosidad social y ambiental. Un estudio de caso en la comuna de Talcahuano" (Código: P.I. Nº 98.173.015 - 1.0) financiado por la Dirección de Investigación de la Universidad de Concepción, Chile. Por sus críticas y sugerencias quiero agradecer a Miguel Urrutia, Stephan Wolff, María Sol Pérez Schael, Ana María Rusque y muy en especial a Josetxo Beriain. 92 Ver por ejemplo A. Touraine (1992): Crítica de la Modernidad, FCE, México, pág. 201 y sig. y D. Riesman (1981): La muchedumbre solitaria, Paidós, Barcelona 93
Gouldner, A. (1974): Die Westliche Soziologie in der Krise, RoRoRo, Hamburg.
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simbólicos atrincherados en Chicago y la agria crítica de Homans a Parsons desde el reduccionismo individualista94, sumada a la acusación de la etnometodología a la sociología convencional de tratar a los sujetos sociales como "estúpidos culturales"95, prácticamente todas las grandes polémicas en la teoría sociológica hayan girados sobre otros temas, excluyendo y subsidiarizando en tema de la dialéctica entre sociedad e individuo: la disputa sobre el positivismo en la década del 60 y 70 entre Adorno y Popper así como la mentada discusión entre Luhmann y Habermas en la década del 7096, pero en nuestro medio también la disputa entre desarrollistas, dependentistas y teóricos del imperialismo97, todas éstas controversias tuvieron en común su indiferencia o descongestión respecto del tema de la dialéctica entre individuo y sociedad. Esta situación ha pretendido ser modificada substancialmente desde que Giddens y Beck acuñaran el concepto de modernización reflexiva98 y propusieran una revisión radical de la dialéctica individuo-sociedad, acuñando el concepto de individualización. La individualización "presupone al individuo como actor, diseñador, malabarista y director de escena de su propia biografía, identidad, redes sociales, compromisos y convicciones. Expresándolo llanamente, "individualización" significa la desintegración de las certezas de la sociedad industrial y de la compulsión de encontrar y buscar nuevas certezas para uno mismo y para quienes carecen de ellas. Pero también significa nuevas interdependencias, incluso interdependencias globales. La individualización y la globalización son, de hecho, dos caras del mismo proceso de modernización
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Homans. G. (1971): Funktionalismus, Verhaltenstheorie und sozialer Wandel, en: Wolfgang Zapf (ed.): Theorien des sozialen Wandelns, Kippenheuer und Witsch, Köln, pág. 95-108; Homans, G. (1991): El conductismo y después del conductismo, en: A. Giddens (ed.)(1991): Sociología Hoy, Alianza, Madrid, pág. 81-112
95 Garfinkel, H. (1996): ¿Que es la etnometodología?, en Revista de la Academia, 2, 1966, pág. 81-109. Garfinfel, H. (1997): Condiciones para el éxito de ceremonias de degradación, Documento de Trabajo, Depto. De Sociología, UDEC (Traducción de Fernando Robles en discusión con Omar Barriga). Garfinkel, H. (1963): A concepcion of the experiments with "trust" as a condition of stable concerted actions, in Harvey ,O. (ed.): Motivation and social interaction, N.Y., pág. 187-238
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Adorno Th. W. et. al (1973): La disputa del positivismo en la sociología alemana, Grijalbo, Barcelona, Habermas, J. y Luhmann, N. (1973): Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechnologie, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 97 98
Jaime Osorio (1995): Las dos caras del espejo, Triana, México, , pág. 121 y sig.
Beck U., A. Giddens y S. Lash (1997): Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid
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reflexiva"99. En clara aproximación a Simmel y su concepción del individuo en la modernidad como esencialmente ambivalente, Beck sostiene que los individuos de la contemporaneidad son liberados de los esquemas de enlace a las estructuras de la sociedad industrial (clase, capa social, extracción, lugar de nacimiento) para ingresar a la sociedad mundial del riesgo. La construcción de la individualidad postradicional se convierte en el imperativo más poderoso de la sociedad actual, respecto del cual, además, no hay alternativas100.
Este concepto teóricamente totalizante y abarcador de la modernización reflexiva y por lo tanto también el de la individualización101, han sido diseñados para las sociedades del capitalismo tardío y considera como central la existencia del Estado de Bienestar y no es, por lo tanto, posible de ajustar o de superponer a las realidades de la periferia globalizada. En efecto, mucho se ha escrito para constatar que los modelos de construcción de la individualidad así como que los paradigmas de reconstrucción, interpretación y observación de la sociología respecto de ellos, no pueden ser idénticos en sociedades de capitalismo desarrollado y en las sociedades de la periferia moderna, pero hasta ahora no se han hecho suficientes esfuerzos para tematizar los elementos de distinción que separan ambas formas de composición de la individualidad102. Estos modelos debieran ser necesariamente distintos no tan sólo porque la estructura de las sociedades de riesgo del capitalismo periférico es notablemente diferente a la de los países desarrollados, sino también porque las formas prácticas de ejecución cotidiana de la individualidad son diversas. Por ello es que mientras Beck y Giddens aplican indistinta y universalmente los conceptos de individuación e individualización y los consideran como equivalentes, procuraré establecer algunas distinciones importantes entre ellos. Estas distinciones elementales son el núcleo de este trabajo.103
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Beck, Ulrich (1997): La reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización reflexiva, en: U. Beck, A. Giddens y S. Lash: Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid, pág. 13-74. 100
Markus Schroer: Individualierte Gesellschaft, en: Kneer, Nassehi, Schroer (ed.)(1997): Soziologische Gesellschsftsbegriffe, Fink, München, pág. 171 y sig. 101 Críticas al concepto de individualización han desarrollado sobre todo H. Joas: Das Risiko der Gegenwartsdiagnose, en: Soziologische Revieu, 11, 1988, pág. 1-6; A. Honneth: Soziologie. Eine Kolumne, en: Merkur, 42, 1988, pág. 315-319 y M. Hainz: Wiederhacken del "Individualisierung". Eine Auseinandersetzung mit dem gleichnamigen Theorem Ulrichs Becks (mimeo). Por el contrario, recientemente Alain Touraine asume y expande las tesis fundamentales del teorema de la individualización en: A. Touraine (1998): El concepto de desarrollo "revisited", en: Emir Sader (ed.): Democracia sin exclusiones ni excluidos, Nueva Sociedad, Caracas, pág. 47-70 102 Una de las excepciones a esta regla es Luhmann (1998): Modernidad y complejidad. De la unidad a la diferencia, Trotta, Madrid, pág. 176 y sig. 103 Tal como Bourdieu considera que la lucha por las clasificaciones y los significados es una dimensión fundamental de la lucha de clases, así también la necesidad de la distinción entre formas históricas diferentes de individualidad, es una necesidad imperiosa para una sociología que quiera ser un diagnóstico de contemporáneo. Ver: P. Bourdieu (1996): Cosas Dichas, Gedisa, Barcelona, pág. 141 y sig.
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Por individuación entiendo la forma históricamente específica que asume la construcción de la individualidad como principio axial de las sociedades de riesgo en el capitalismo periférico, caracterizado por la masificación y generalización de la exclusión: “tal posibilidad significa que una parte de la población queda totalmente privada de las prestaciones de los sistemas funcionales, así como que, en el ámbito de enfrente (el de la inclusión), se introducen formas no previstas de estabilización, las cuales, aprovechando parasitariamente las oportunidades ofrecidas por estos ámbitos de prestación, crean característicos mecanismos de inclusión y exclusión para mantener en pie este entramado”104. La individuación es un concepto emparentado con el de individualización, pero no idéntico: pudiera pensarse que esta diferencia radica únicamente en que en los países de la periferia globalizada el desencantamiento del mundo con su consecuente secularización de las formas de vida aún no se ha asentado como en occidente, o que el rol de la religión aún no ha sido relegado al plano de subsidiaridad y subordinación en los países de la periferia capitalista. Estos y otros argumentos son erróneos105, porque la dinámica de las sociedades periféricas si bien genera relaciones de interdependencia y asimetría con el resto de las naciones desarrolladas en el mundo contemporáneo y globalizado, significa además relocalización y deslocalización simultáneamente. Deslocalización en la medida en que la globalización afecta singularmente desde afuera a los países de la periferia, y relocalización porque para que la globalización funcione efectivamente, debe convertir lo que proviene desde afuera, en un componente de la cultura local respectiva106 : por lo tanto, el capitalismo periférico no es la imagen del espejo retrovisor del capitalismo desarrollado con Estado de Bienestar, sino que es algo particular, que se mueve sincrónicamente a aquél, pero no detrás de él tratando de alcanzarlo. En un primer paso, voy a discutir con detenimiento la alternativa teórica de individuación e individualización que hay contenida en la obra de G.H. Mead y otros, para dejar en claro los aspectos que unen y separan a estos dos proyectos de construcción de individuo: la individualización y la individuación. En un segundo momento, tematizo los fenómenos de inclusión y exclusión diferenciado entre exclusión primaria y secundaria. En un tercer momento, quiero llamar la atención acerca de un caso prototípico de individuación periférica en la exclusión, el de las mujeres jefas de hogar. Finalmente, desearía relativizar y deslocalizar ambos conceptos de construcción de la individualidad, para convertirlos el vinculantes para las situaciones de inclusión y exclusión.
I. ¿El individuo en la sociedad o la sociedad en el individuo? Breve crónica de algunos dilemas de la sociología. 104
N. Luhmann (1998): Modernidad y complejidad. De la unidad a la diferencia, Trotta, Madrid, pág. 180 (cursivas mías) Ianni, Octavio (1998): Teorías de la Globalización, Siglo XXI, México; Douglas, M.(1996): La aceptabilidad del riesgo según las Ciencias Sociales, Paidós, Barcelona, 105
106
Beck, Ulrich (1997): Was ist Globabisierung? Irrtümer des Globalismus - Antworten auf Globalisierung, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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La sociología de inspiración weberiana que se propone comprender, con vistas a explicar, el sentido subjetivo pensado de la acción social entendida como el entrelazamiento de actividades orientadas recíprocamente, sitúa al individuo en el principio, pero no necesariamente en el fin de su quehacer: "El propósito de comprender, como modo de consideración, es también, en definitiva, el fundamento por el cual la sociología comprensiva trata al individuo aislado y a su obrar como una unidad última, como un "átomo" de la sociedad, si es que se nos admite esta peligrosa comparación. Otros modos de consideración pueden tener por tarea considerar el individuo, pongamos, como un ejemplo de "procesos" psíquicos, químicos o de cualquier otro tipo. Para la sociología, sin embargo, todo lo que sobreponga el umbral de un comportamiento susceptible de interpretación con sentido, relacionado con objetos (internos o externos), no entra en consideración de otro modo que los procesos de la naturaleza "carente de sentido", a saber, como condición u objeto de referencia subjetiva para aquel. No obstante, por esa misma razón el individuo constituye, para ese modo de consideración, el límite y el único portador del comportamiento provisto de sentido. Ningún giro expresivo que parezca apartarse de él puede enmascarar este hecho"107. Por ello es que el arquetipo de la sociología de la dominación fundada por Weber se sitúa en la dialéctica del carisma y la racionalidad teniendo al individuo en el centro: la fascinación del carisma revoluciona las cabezas de los individuos y actúa desde dentro hacia afuera, mientras que la racionalidad que partió impulsada por el carisma, se desprende de él para operar desde fuera hacia adentro108. Algo similar ejecuta Weber con el concepto de poder, que es sociológicamente amorfo y que "significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa posibilidad"109. El carácter amorfo que Weber constata en el poder y que él propone estabilizar con la situación de dominación, no posee sólo una connotación metodológica, sino que además profundamente práctica: la forma hegemónica de dominación de capitalismo, la racionalidad dotada de legalidad, legitimidad y de legitimación, arrasa con todo lo que encuentra a su paso, todo se convierte en imperativo de racionalidad, en obligación, con lo que la autonomía de los sujetos se va reduciendo paulatinamente hasta convertirse en una quimera en un mundo desencantado. El único portador del sentido, el constructor de los significados, ha sido doblegado por la fuerza de la racionalidad. Contrariamente, Durkheim ve en la hiperindividualidad que significa la tiranía de las propias presiones de los individuos sobre sí mismos, una de las fuentes de la anomia que acompaña la 107
Weber,M. (1993): Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu, B.A., pág. 187
108
Momsen, W. (1974): Max Weber. Suhrkamp, Frankfurt a.M.; Habermas, J. (1981): Theorie des kommunikativen Handelns, Tomo 2. Zur Kritik der funktionalistischen Vernunft, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 449 y sig. 109
Weber, Max (1964): Economía y Sociedad. Esbozo de Sociología comprensiva, FCE, Mexico, pág. 43
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disolución de las estructuras fundamentales de la conciencia colectiva, con ello, la “jaula de la obediencia” que Weber pronostica, sería el resultado no del imperativo de racionalidad sino de la ambigüedad de un sistema normativo incapaz de dotar de sustentalidad y durabilidad a un proyecto difuso de individuo moderno110. Adorno y Horkheimer, quienes siguen la misma lógica de Weber en su Dialéctica de la Ilustración pero la radicalizan aún más, agregan que "el aumento de la productividad económica, que por un lado crea las condiciones para un mundo más justo, procura, por otro, al aparato técnico y a los grupos sociales que disponen de él una inmensa superioridad sobre el resto de la población. El individuo es anulado por completo frente a los poderes económicos. Al mismo tiempo, éstos elevan el dominio de la sociedad sobre la naturaleza a un nivel hasta ahora insospechado. Mientras el individuo desaparece frente al aparato al que sirve, éste le provee mejor que nunca... La elevación, materialmente importante y socialmente miserable, del nivel de vida de los que están abajo se refleja en la hipócrita difusión del espíritu. Siendo su verdadero interés la negación de la cosificación, el espíritu se desvanece cuando se consolida como un bien cultural y es distribuido con fines de consumo. El alud de informaciones minuciosas y de diversiones domesticadas corrompe y entontece al mismo tiempo"111. A una conclusión similar arribará Michel Foucault cuando al anunciar “el fin del individuo”, describe cuáles de los mecanismos de ejecución del poder en la sociedad industrial conducen a un disciplinamiento totalitario que arrasa con los componentes de la tradición y con sus formas elementales de interacción112. La teoría crítica de la sociedad se convierte, desde su programa destinado a que la ilustración reflexione sobre sí misma, en filosofía de la historia113, y simultáneamente el trazado de Weber es recontextualizado por Parsons en una teoría de la acción social - la más completa hasta ahora construida, según Habermas - que descompone la acción del individuo actuante en un sistema de disposiciones de necesidades integradas en roles institucionalizados y regulados por la existencia de sistemas normativos que garatizan sanciones y recompensas114. Parsons instrumentaliza la teoría de la acción social y la primacía de la racionalidad con arreglo a fines para privarla de cualquier rebelión que no sea la de los integrados contra los desviados, de los conformistas contra los críticos, el individuo desaparece bajo las exigencias sistémicas. El sistema político es pensado independientemente del sujeto, consiste en la realización de metas colectivas que deben ser eficaces y "la coercitividad, cualidad de los compromisos y decisiones que es a la vez condición de la instrumentación efectiva de políticas y modo de especificación del patrón valorativo de eficacia"115, es el concepto central 110
Durkheim, E. (1990): Der Selbstmord, Frankfurt a.M., pág. 373 y sig. Horkheimer, M. y Adorno, T.W.(1997): Dialéctica de la Ilustración, Trotta, Madrid, pág. 55 112 A. Honneth ha llamado la atención acerca del parentesco entre Adorno y Foucault. Ver A. Honneth (1990): Die zerrissene Welt des Sozialen. Sozialphilosophische Aufsätze, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 113 Dubiel, H.(1988): Kritische Theorie der Gesellschsaft, Juventa, München. Wellner, A.: Razón, Utopía y dialéctica de la ilustración, en: Giddens y otros (1993): Habermas y la modernidad, Rei, México, pág. 65-110 114 Parsons, T. (1965): El Sistema Social, Revista de Occidente, Madrid, pág. 193 y sig. 115 Parsons, Talcott (1981): El aspecto político de la estructura y el proceso sociales, en: David Easton (ed.)(1981): Enfoques sobre teoría política, Amorrortu, B.A., pág. 116-117 111
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que garantiza que las metas colectivas se hagan extensivas a la cada una de las unidades-miembros que han asumido dichos compromisos generales respecto de procesos colectivos. El poder deja de ser la posibilidad de ejercer voluntad por encima de la resistencia, para convertirse en "un medio simbólico generalizado que circula de modo muy parecido al dinero, cuya posesión y uso permiten desempeñar más eficazmente el contenido de un cargo con autoridad"116. De ahora en adelante, todo lo que se refiera al individuo, será competencia de una teoría general de la socialización, que se ocupará de tematizar las relaciones entre la personalidad y la estructura social, en ella confluyen y se diferencian tanto las influencias del conductismo, del psicoanálisis y una teoría de la acción social alimentada por la "teoría de la doble contingencia", uno de los productos de la obra tardía de Parsons, objeto de elogio y crítica sobre por parte de Niklas Luhmann117. El lugar tradicionalmente reservado a los sujetos es observado en Luhmann desde la teoría de los sistemas autopoiéticos autorreferenciales, donde las relaciones entre ellos dejan de estar atadas a un sentido comúnmente construido y negociado, sino que determinadas por el imperativo de la selectividad y la posibilidad de la negación; esta selectividad disminuye pero también aumenta la complejidad del mundo: el sentido es la representación de la complejidad. "El sentido no es una imagen o un modelo usado por los sistemas psíquicos o sociales, sino, simplemente, una nueva y poderosa forma de afrontar la complejidad bajo la condición inevitable de una selectividad forzosa"118. La acción ya no es el principio de todo, sino que es el resultado y el evento de algo, de lo cual se deriva: la comunicación. La intersubjetividad como la unidad desde dentro de los sujetos y como la interconexión de las conciencias así como la construcción de tipos ideales de aproximación no sólo son equivocados sino que sencillamente superfluos, por lo tanto no existe un mundo objetivable con independencia de los sistemas, un mundo ontológico. Lo que más se puede conseguir es que un sistema observe cómo observa otro sistema, por lo que el “sujeto” (observado) no se encuentra en el sistema, sino que en su entorno. En consecuencia, la teoría de un mundo ontológico tiene que ser sustituida por una teoría de la observación de segundo orden119. En otro lugar, Marcelo Arnold y yo hemos desarrollado con mayor profundidad acerca del lugar del individuo en la sociedad120. Entre la etnometodología, como observación de segundo orden de los conjuntos de actividades prácticas y en ejecución destinadas a la configuración y mantenimiento 116
Idem, pág. 124
117
Luhmann, Niklas (1987): Soziale Systeme, Suhrkamp, Franfurt a.M., pág. 142 y sig. Luhmann, N. (1998) Complejidad y Modernidad. De la unidad a la diferencia, Trotta, Madrid, pág. 31-50
118
Luhmann, N. (1998) Complejidad y Modernidad. De la unidad a la diferencia, Trotta, Madrid, pág. 29
119
Idem, pág. 40. Ver Torres Nafarrate, J.: La perspectiva luhmaniana de la sociedad, en: Sociología y Política, 4, México, 1994, pág. 20 120
Robles, F. y Arnold, M.: El lugar del sujeto en la sociedad, en: Metapolítica, México, Vol. 5, Nº 20, 2002, pp. 68-89
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reflexivo de realidades idiosincráticas y la teoría constructivista de sistemas, se vislumbra un terreno de cooperación de grandes perspectivas121. Contrariamente a lo que pudiese suponerse, entre Luhmann y Beck hay más paralelos que discrepancias respecto de la “obligatoriedad” de la construcción biográfica postconvencional. Si para Beck la biografía “normal” en las sociedades de riesgo se convierte en “biografía en permanente edificación”, en medio de auconfrontaciones que la transforman en reflexiva (oportunidades “riesgosas”), el mismo mecanismo lo infiere Luhmann del fracaso de las instituciones, las que se han demostrado incapaces de regular suficientemente, mediante preselecciones, los fundamentos de dichas decisiones (de las que operan los riesgos)122. Para Luhmann, la configuración de la individualidad es la resultante de la complejidad y la autonomización crecientes de los sistemas sociales, pero la individualidad, en lugar de verse oprimida por el aumento de complejidad de los sistemas sociales, es el presupuesto para que dicha complejización creciente pueda seguir operando. En efecto, si ni los sistemas psíquicos pueden ser influidos directamente por medidas políticas y/o económicas, ni la política o la economía pueden ser maniobradas desde la conciencia, los sistemas psíquicos y los sistemas sociales despliegan entre sí una especie de distinción ecológica, con lo que la polaridad individuo/sociedad debe, así Luhmann, ser sustituida por el paradigma sistema/entorno123. Y en ese contexto, en la misma medida en que el “sujeto” deja de ser el centro del sistema para ser el resultado de una observación de distinción (y esta a su vez el producto de las operaciones de un sistema observador), éste debe situarse en el entorno, y no en el sistema – de esta operación teórico técnica, Luhmann induce un aumento progresivo de su libertad. El “antihumanismo radical” de Luhmann habría entonces que entenderlo así: la consideración del sujeto en el sistema es equivalente a su controlabilidad, tal como se ha postulado en los sistemas totalitarios como el estalinismo y el fascismo, donde, además, se pretende que se encuentre en el centro del sistema: la retórica de su “humanización” se convierte en su antítesis124. Mientras Luhmann ofrece un concepto coherente destinado a la descripción de los procesos de individualización en la sociedad, Beck discurre dichos procesos desde la existencia de condiciones estructurales. Ambos, sin embargo, coinciden en que los eventos de las biografías contemporáneas se caracterizan por ser el resultado y la consecuencia de decisiones individuales, allí reside la riesgosidad de la individualidad pero también las oportunidades que abre125.
121
Stephan Wolff: Subjectivity for all practical purposes. Methodische und forschungspraktische Grenzen des ethonomethodologischen (Des-) Interesse an der subjektive Perspective (Ponencia al Congreso de Sociología de la Sociedad Alemana de Sociología, Freiburg, 1998); Fernando Robles (1999): Los sujetos y la cotidianeidad. Elementos para una microsociología de la contemporáneo, Concepción, (en prensa). 122 N. Luhmann (1992): Sociología del riesgo, UIA, México, pág. 147 y sig. 123 N. Luhmann (1996): Sistemas Sociales, Anthropos, México 124 Hannah Arendt ha llamado la atención acerca de la poca consistencia de los “humanismos” como el de Sartre, quien por un lado eleva a la calidad de dogma la necesidad de la “humanización” del mundo y por el otro promueve la ejecución más despiadada de la violencia. Ver H. Arendt (1970): Sobre la violencia, Joaquín Mortiz, México 125 M. Schroer (1997), op. cit., pág. 175 y sig.
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II. La dialéctica del Yo y el Mí en torno a la configuración de la individualidad. ¿Cómo se articulan y diferencian la individualización y la individuación? A mi modesto entender, uno de los fundamentos teóricos claves para la tematización del tema de la identidad, de la individualización y de la individuación en la sociología está contenido en la obra de G. H. Mead126, a condición de que la aproximación que se emprenda respecto de su obra sea laxa y flexible. El gran mérito de Mead consiste en haber señalado con suficiente claridad "que la individuación no puede representarse como autorealización de un sujeto autónomo efectuada en soledad y libertad, sino como proceso lingüísticamente mediado por la socialización y simultánea constitución de una biografía consciente de sí misma"127, de tal manera que la identidad de las personas que se socializan se constituye precisamente en el marco de universos lingüísticos en relaciones con los otros y en medio de autoconfrontaciones consigo mismo128. Sin embargo, en sociedades de riesgo globalizadas, esta autoconfrontación asume connotaciones completamente distintas según se trate de las sociedades del centro o de la periferia: el argumento, evidentemente valido, de que con la globalización dejan de existir definitivamente los espacios cerrados, no significa que los habitantes de Sao Paulo y los de San Francisco configuren sus subjetividades homólogamente y desarrollen los mismos patrones de percepción entre sí. Por lo tanto, es posible postular una diferencia substancial entre la individualización como la configuración de la individualidad en las sociedades industrializadas y la individuación, como la forma específica de configuración de la individualidad en los países de la periferia globalizada: la autoconfrontación consigo mismo en medio de unidades específicas de socialización, en el caso de la individualización es un proceso de autoconfrontación asistido, mientras que el capitalismo periférico se trata de una autoconfrontación desregulada, y significa por lo tanto un aumento significativo de las inseguridades ontológicas129 condicionadas por el empleo precario, la subcontratación, las antinomias de las relaciones de trabajo, las diferenciaciones de género, etc. Dicha desregulación es el producto de la distinción entre inclusión y exclusión, la que se puede reconocer por la ruptura de las reciprocidades; dicha distinción entre dentro (inclusión) y 126
Mead, G.H. (1975): Geist, Identität und Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
127
Habermas, J.(1995): Pensamiento postmetafísico, Taurus, Madrid, pág. 192. Mead, G.H. (1975): Geist, Identität und Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 140 y sig.
128
Waldenfels, B.(1980): Das Spielraum des Verhaltens, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 223 y sig.
129
Alain Touraine: ¿Podremos vivir juntos?, FCE, Buenos Aires, 1997, pág. 61-96
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fuera (exclusión) obedece a una forma de diferenciación social, la que abre abismos infranqueables y “tiende a asumir la función de una diferenciación primaria en la sociedad”130. Por otro lado, para Mead la configuración de la individualidad arranca del reconocimiento de la intersubjetividad y de la autointeracción131. Este giro temático que abarca lo lingüístico y lo pragmático y que le otorga al lenguaje la primacía sobre la interacción considerada en abstracto, abre paso a una consideración coherente y diferente del sujeto, al ser Mead el primero que convierte la actitud de realización de la primera persona en confrontación con la segunda, en el núcleo de un modelo de evolución e interacción que deja muy atrás a las imágenes de reflejo del yo sobre el otro132. No obstante, dicha confrontación no significa que los que se relacionan en la comunicación abandonen sus expectativas a la ejecución del lenguaje o a los actos del habla; antes bien, el lenguaje opera en contextos y los contextos enlazan a la práctica del lenguaje con el horizonte cultural de las expectativas contingentes a disposición, dando lugar a semánticas específicas. El self - la identidad - de una construcción tal, deja de ser, pues, una connotación referida a estados interiores del sujeto para adquirir validez en la medida en que se exterioriza, porque pasa progresivamente en el contexto de la evolución constitutiva de la dialéctica del Yo y el Mi, a ser dependiente del reconocimiento de los destinatarios; en la medida en que los otros presuponen capacidad y competencia respecto de Mi, "me convierto poco a poco en aquel en que me he convertido en la convivencia con los otros"133. Con la propuesta de Mead, se dejan definitivamente atrás los modelos de la autoconsciencia y de la metafísica del conocimiento. El Yo (I) equivalente a aquello que se materializa en la práctica de la autointeracción y a la autoobservación, queda convertido en Mi (me), con lo que la identidad deviene capaz de ser sujeto y a la vez objeto de sí mismo y del otro concomitante. El paso del Yo al Mí sólo es posible mediante la interacción: precisamente es allí donde la individualización y la individuación se bifurcan. "Pero éste, el otro, se desliga de tal intuición reificante en cuanto el sujeto aparece no en el papel de un observador sino en el papel de un hablante y, desde la perspectiva social de un oyente que le sale al encuentro en el diálogo, aprende a verse y entenderse a sí mismo como alter ego de ese otro ego"134. Esta idea de reconocerse en el otro es el hilo conductor de la argumentación de Mead y que se sustenta en la posibilidad de interpretar la reacción de comportamiento del otro 130
N. Luhmann (1998), op.cit, pág. 180
131
Blumer, H.(1982): Interaccionismo Simbólico, Hora, Barcelona, pág. 40 y sig.
132 Ver también N. Luhmann y su teorema de la doble contingencia, el que sin referirse explícitamente a Mead, comprende la génesis de órdenes sociales emergentes de manera similar. Niklas Luhmann: Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general, Anthropos, México, 1998, pág. 113-139 133 Habermas, J.(1995):Pensamiento postmetafísico, Taurus, Madrid, pág. 209 134
Idem, pág. 210. Morris, C. (1973): George H. Mead als Sozialpsychologe und Sozialphilosoph, en: G.H.Mead: Geist, Identität und Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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como si ésta fuera efectivamente una interpretación real de situaciones de gestos, lo importante es, sin embargo, esclarecer como ésta se ejecuta en la práctica de interacción. De allí que la posibilidad de interpretación de escucharse del yo hablante puede adquirir significación únicamente en la medida en esté presente el otro participante y activo135, en medio de situaciones de doble contingencia. Por lo que la significación del otro para el otro y viceversa arranca de lo imprevisible del comportamiento y de la articulación de expectativas136. Sólo cuando un actor hace suyos el significado objetivado de sus gestos fónicos, ellos pueden ser considerados como estímulos para ambas partes y recién allí es posible la mentada asunción de la perspectiva del otro y por lo tanto la plena objetivación de las acciones interaccionales. Recién la interacción mediada simbólicamente hace posible la regulación cognitiva del autocomportameinto137. Pero para que esta pueda sustituir la coordinación de gestos y elementos provenientes de instintos, deben entrar en escena expectativas de comportamiento comunicacionalmente mediadas que se interpongan entre el impuso instintivo y la reflexión simbólica, y ellas son completamente diferentes en las sociedades desarrolladas y en la periferia capitalista, porque esta fase de la evolución del yo individualizado se caracteriza ya no solamente por la asunción de la perspectiva del otro sino también por la asunción de las expectativas normativizadas del otro138. Con ello, la aparición del Mí (me) maduro y reflexivo tiene como consecuencia constituirse en una instancia de autocontrol, donde la movilización de los motivos se apareja con el control práctico y comunicacional de los actos del sujeto. Pero este me concebido como el otro generalizado no tiene porqué adquirir y tampoco puede asumir un papel universalizante, sino que está permanentemente circunscrito a las distinciones de observación que haga del entorno social, las que han "transitado" al interior de la propia persona, en calidad de sistema psíquico y en medio de la contingencia. Esta relación práctica del mi con el mundo es la que sitúa las actividades creadoras e inigualables del yo en las expectativas endogrupales de una realidad en ejecución139. Al fin de cuentas, este empuje de la acción espontánea transformadora del yo es el que pone fin (significativamente) a situaciones insoportables induciendo un cambio innovador en segmentos existenciales relevantes, de allí su importancia fundamental de la 135
"Mi gesto fónico cobra para mi un significado , tomado de la perspectiva del otro que reacciona a este gesto. Pero con ello el gesto fónico muda su carácter. En la autoafección, es decir, al obrar sobre mí mismo son mi gesto fónico, ese gesto fónico representa la reacción comportamental de un prójimo, ciertamente que la fuerza interpretativa que esta reacción comportamental posee la empieza tomando de su propio significado objetivo. Pero tornándose ese significado objetivo accesible a mí, el gesto fónico se transforma de un segmento de comportamiento en un sustrato sígnico, es decir, el estímulo se muda en un portador de significado"(Habermas, 1995, op. cit., pág. 210) 136
N. Luhman (1996): Sistemas Sociales. Lineamientos para una teoría general, Anthropos, México
137
Este es uno de los principios elementales del Interaccionismo Simbólico. Johnson, G. D. Y Picou, S. (1985): The fundation of symbolic interactionism reconsidered, en: S. Eisenstadt y H.J. Helle (ed.): Micro- Sociological Theory, Perspectives on sociological theory, Bristol, UK, pág. 54-70 138
Lorenzer, A. (1970): Crítica del concepto psicoanalítico de símbolo, Amorrortu, B.A., y Lorenzer, A. (1973): El lenguaje destruido y la reconstrucción psicoanalítica, Amorrortu, B.A. 139 Este es el centro de gravedad de la argumentación de la etnometdología.
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configuración de la identidad140. La limitación conservadora que establece la génesis del mi refleja las formas de vida de las instituciones cotidianas de lo habitual y tiene por función la paralización de las funciones transformadoras y creativas del yo. El Yo es revolucionario y el Mi es conservador141. Esta es la divisa de la identidad postconvencional. Por consiguiente, tanto la visión crítico cultural de Riesman142, quien constata un hiperindividualismo que redunda en la existencia de una masa difusa de solitarios manipulables, así como el peligroso culto egoísta del yo que nace de la disolución de la conciencia colectiva (Durkheim), se demuestran poco útiles para la tematización de la naturaleza de la identidad postradicional. Si incluso fuese diagnosticable una exageración de la individualidad como resultado de la diferenciación de las sociedades, este proceso – aun con las dificultades que encierra – significa que debido a las posibilidades de acceso de los sujetos a los sistemas funcionales, ellos puedan poder escabullirse de las instancias de control total de la sociedad. El proceso de individuación de los sujetos sociales tiene, desde el punto de vista de los afectados, dos aspectos diferentes, que son decisivos para la configuración de la identidad postconvencional en las sociedades de riesgo. Por un lado, desde el punto de vista de las instituciones, los sujetos sociales se ven sistemáticamente presionados a modos de vida conscientes pero dotados de creciente autonomía143, incluyendo un aumento significativo de las responsabilidades. Pero por otro lado, el Mi cristalizador de expectativas institucionales se triza inevitablemente bajo la presión de las obligaciones crecientes y diferenciadas de roles y la pluralización de las convenciones recarga al yo sobreindividualizado, quien debe cargar con un proyecto biográfico donde se encuentra progresivamente solo. Este es el proceso por el cual transita tanto de la individualización como de la individuación y que contribuye a hacer de él una empresa en extremo ambivalente144. La intrincada trama de paradojas entre yo, mi e identidad choca entonces con el carácter eminentemente social de la constitución del "mí mismo", al que le son exigidas abstracciones cada vez más grandes respecto a sus potencialidades como producto de la individuación, y se dirige al otro en la búsqueda de la comprensión y la solidaridad que contenga la contradicción entre la particularización que se le exige y el carácter social de su constitución en calidad de sí mismo. Esta atención necesaria hacia el Otro es, en el caso de la 140 Precisamente la postura de Mead obliga a considerar la construcción de la identidad como el resultado de rupturas múltiples entre el Yo y el Mi, entre el Self y el grupo, y entre los potenciales transformadores y rebeldes y las presiones de adaptación y conformismo. 141 G.H.Mead (1973): Geist, Identität und Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 320 y sig. Baumann, B. (1967): George Herbert Mead y Luighi Pirandello: Algunos paralelos entre la presentación teórica y artística del rol social, en: Peter Berger (ed.): Sociología y Marxismo, Amorrortu, Buenos Aires, pág. 196-237
142
Riesman, D. (1981), op. cit. G. Salazar: De la participación ciudadana: capital social constante y capital social variable (Explorando senderos transliberales) en: Proposiciones, 28, 1998, Sur, Santiago, pág. 156-183 144 Simmel, G. (1984): Das Individuum und die Freiheit, Berlin 143
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individualización, una búsqueda escogida, mientras que en el caso de la individuación, es una búsqueda obligada. Por ello, la identidad postconvencional que resulta de la individualización es distinta de los contornos que resultan de la individuación. La madre soltera o separada que debe trabajar en Alemania o España cuenta con el horizonte de alternativas institucionalizadas de inclusión que la pueden hacer prescindir de la existencia obligada de redes de apoyo familiar145, mientras que en países como Chile146, la atencionalidad de la madre jefa de hogar debe dirigirse a la búsqueda y estabilización de redes sociales de apoyo para el cuidado de los niños durante su ausencia de la vida familiar. Más aún: sin redes de apoyo, su acceso a las fuentes de subsistencia es imposible. La institucionalización de esta individuación producto de la necesidad de esta búsqueda obligada, ha dado lugar, cuando fracasa, a una categoría social independiente: el allegamiento. El allegamiento no es una categoría social reducida a compartir territorialmente la vivienda con otros, sino que uno de los resultados materiales de la cultura de la exclusión147. El reverso de la exclusión, la inclusión, no significa, como reza el argumento ingenuo, la racionalización de las oportunidades de acceso y menos aún la posibilidad “emancipadora” del trasvasije voluntario de tal manera que todos estemos “incluidos”, sino justamente al contrario: las redes de inclusión generan sus propios mecanismos y hasta pueden ser capaces de “privar a cualquiera de la condición de persona –esto es, convirtiendo a uno en alguien a quien nadie conoce...En virtud de ello, la red de amistades interesadas puede trabajar y, en última instancia, decidir acerca de la inclusión y la exclusión. Es así, qua inclusión, como uno consigue un billete para un vuelo en teoría ya cerrado, como se logra la preferencia en las licitaciones, el aprobar los exámenes en escuelas y universidades, así como la protección política y, a la inversa, el hacer una carrera política mediante la protección”148 ¿Qué sucede entonces con los que son excluidos? ¿Puede pensarse que perteneciendo los sujetos a las redes de inclusión (que son el “adentro” de la distinción inclusión/ exclusión) se avance hacia la emancipación de la sociedad? ¿Quiénes debieran ser entonces los excluidos, si “todos” debieran incluirse? No es en absoluto certero que el tránsito de una moral socializada y dominada por el mi en dirección hacia una composición moral de orden postconvencional, como propone Habermas en aproximación a Mead, puedan garantizar la existencia de una comunidad ilimitada de comunicación donde el juicio moral se flexibilice de tal manera que "quede remitido al foro de la razón"149, porque los juicios morales jamás han servido para guiar los códigos de funcionamiento de los sistemas sociales. Aún más, si la moral es un sistema de comunicación que se regula mediante la diferencia aprecio/desprecio y si la ética como descripción de lo moral 145 C. Butterwegge: Neue Tendenzen in der Armutforschung, en: Blätter für deutsche und internationale Politik, 9, 96, pág. 1120-1129 y Beck, U. y Beck-Gernsheim, E. (1994): Riskante Freiheiten. Individualisierung in modernen Gesellschaften, Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1994 146 O. Ruiz, S. Solano, C. Zapata: Redes de pobladoras de la comuna de San Joaquín. Participación y Ciudadanía emergente, en: Proposiciones, 28, 1998, Sur, pág. 231-240 147 Respecto de lo cual, más adelante describimos algunos de sus contornos. Véase Niklas Luhmann (1997): Die Gesellschaft der Geselllschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M, pág. 618-634 148 N. Luhmann (1998), op.cit., pág. 184-185 149 Habermas, J.(1995):Pensamiento postmetafísico, Taurus, Madrid , pág. 223
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(bueno/malo) es de por sí proclive al disenso y a la imposición de la fuerza (como por ejemplo, el hecho de que los bombardeos a un país se ejecuten precisamente “en nombre” del aprecio de la paz y la justicia y en desprecio de quienes desprecian a la paz y a la justicia), no sería ni siquiera deseable que todos los sistemas de la sociedad y menos aún el político se encuadraran en la distinción aprecio/desprecio. Con ello, el clamor moral en pro de una “ética de la globalización” no sólo debiera ser ingenua sino que además fácilmente convertida en indeseable150. Así mismo, tampoco parece plausible la idea de que a los sujetos que habitan en sociedades postradicionales no les quede más remedio que enfrentarse a todo el mundo151. Los que deben vivir en medio de riesgos que son producto de la riqueza además de habitar en medio de riesgos localizados de distinta naturaleza a la de los riesgos de los países desarrollados, son los pobres de la periferia- los excluidos. Sus peligros locales nada tienen que ver con la posibilidad de formulación de pretenciones contrafácticas ni con la razón emancipatoria, sino que son las aguas servidas, la carencia de alcantarillado, la vivienda desprotegida, la irregularidad y precariedad en las fuentes de ingreso, el temor al mañana, en el cual mejor no se piensa. Además de los riesgos globalizados transnacionales que se dispersan uniformemente por el planeta. La argumentación anterior permite concatenar este proceso de progresiva individualización con una progresiva socialización, de tal forma que a la diferenciación de las identidades le acompañe el crecimiento de la autonomía personal. El problema es que no sólo como individuo individuado sino que también como ente autónomo, la validación de la autorelación práctica puede sólo realizarse desde la consideración de la perspectiva de los otros. Pero en este caso ya no se trata tanto de conseguir asentimiento sino que del reconocimiento de la propia unicidad e incanjeabilidad. A mi modesto entender, la postulación de una comunidad donde desde la perspectiva universalista y anti etnocéntrica cada uno sea capaz de asumir el rol del otro y donde se haga posible la comunalización de los seres humanos, pertenece más al terreno de las utopías que a las condiciones en medio de las cuales se estructura la identidad de los agentes sociales en la modernidad postradicional152. Este es el gran error de la nueva ilustración que propone Habermas. En particular porque la recomposición de la propia individuación se convierte en un problema de recomposición de la propia biografía cotidiana, en especial cuando hasta la composición del menú de alimentación atraviesa por la consideración de "libertades riesgosas" como el porcentaje de conservantes en los alimentos y la cantidades de residuos anabólicos en la compostura de los víveres, 150
Por ejemplo J.A. Viera Gallo: La ética como lo bueno para todos, en “El Sur”, 7.2.99
151
Mead, G.H. (1975): Geist, Identität und Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 168
152
Giddens, A. (1997): Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península Barcelona
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la calidad del agua con que se cocina, la falta de canalizaciones etc. Por ello es que en el proyecto de identidad postconvencional no solamente la relación entre el yo y el mi se invierten sino que la conciencia de crisis de las sociedades de riesgo irrumpe endémicamente situando en el lugar de las "seguridades ontológicas", el resquebrajamiento de los ambientes de confianza. La cantidad pero sobre todo la fuerza fáctica de los ejemplos que contribuirían a ilustrar las condiciones de inseguridad que embisten sistemáticamente los elementos constitutivos de la identidad postconvencional van desde la contaminación del aire que provoca la masificación de daños brocopulmonares hasta la hipersensibilidad del mercado de trabajo producto de la globalización de las economías, sobre todo en la era de la dominación de los gladiadores de la destrucción de los puestos de empleo, el capital bursátil y sus derivados.153 A ello habría que agregar la masificación de los alimentos transgénicos con la consecuente incertidumbre respecto de sus efectos colaterales, los que aumentan las potencialidades de riesgo y amenaza en las sociedades154. Son las construcciones sociales sujetas a la temporalidad, las que hacen notar el grado de sensibilidad con relación a los daños de los riesgos. Trátese de riesgos (observados como producto de una decisión) o de peligros (observados como externos) en ninguno de estos casos puede contarse con una distribución equitativa de ventajas y desventajas y en ambos casos la magnitud de riesgos y peligros depende de la observación que de ellos se haga, y las observaciones, al ser las resultantes de distinciones, son a su vez diferentes si se ejecutan como operaciones desde la exclusión o desde la exclusión; por lo tanto, sólo una observación de las observaciones puede arrojar luces sobre el carácter aproximado que los riesgos tienen en las sociedades155 . La gran diferencia entre la individualización y la individuación reside allí donde las inseguridades manufacturadas a las que están expuestos los que viven en la periferia globalizada son doblemente más determinantes para la composición de la biografía individual y para la construcción de las estructuras cognitivas: la autoconfrontación del individuo consigo mismo es desregulada y no asistida (por nadie), pero al mismo tiempo la búsqueda del otro es obligada y no escogida. Todo esto hace que el Mi conservador pueda ser obligado a desplazar al Yo en el rol revolucionario. Sin embargo, esto puede ser así como también no ser así. En el contexto de la identidad postconvencional donde la racionalidad con arreglo a fines se ha trizado, como en las sociedades de riesgo, lo fundamental ha pasado a ser la espontaneidad y el carácter no previsible de los comportamientos humanos156. El asunto fundamental consiste, sin embargo, en que bajo las determinantes de la constitución de la identidad postconvencional, el 153
Robles, F. (1997): El despertar de la sociedad del riesgo. Consideraciones heterodoxas acerca del advenimiento de una segunda modernidad, en Sociedad Hoy, Vol. 1, Nº 1, Concepción, pág. 29-63 154
Ver F. Robles (1999): Violencia, riesgo y cientificación. Algunas anomalías de la civilización científica a principios del siglo XXI (en prensa). 155 A. Nasehi: Risikogesellschaft en: Kneer, Nassehi y Schroer (1998), op.cit., pág. 252 y sig. 156 Maturana, H. (1995): La realidad: ¿objetiva o construida? Fundamentos biológicos de la realidad, Anthropos, Barcelona, 1995
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reconocimiento de una persona como tal se realiza fuera de relaciones “intersubjetivas” y para la ejecución de la acción estratégica no necesariamente depende del reconocimiento de los otros: más aún, el uno con el otro en calidad de sistemas psíquicos son y permanecen impenetrables157. En condiciones de inclusión, la individualización conduce con más facilidad al hedonismo y la individuación, en medio de la exclusión, con mayor facilidad al comportamiento más solidario158: probablemente la ejecución de la solidaridad sea tanto una necesidad así como una forma de contra-exclusión en medio de las redes de apoyo de los excluidos, esta contra-exclusión en forma de solidaridad es la resultante de las limitaciones en las posibilidades de elección de los excluidos. Pero a su vez, la solidaridad puede significar de hecho una nueva forma de dependencia, que aminore y restrinja la autonomía individual, por lo que no necesariamente significa automáticamente emancipación; aún más, oculta sobre un velo de solidaridad, pueden existir formas de opresión y dependencia insospechadas. Una de las estrategias más conocidas para enfrentar la inclemencia de este fenómeno es el fatalismo y la resignación, tal como reza el discurso postmoderno: ya que el destino de la civilización es este porque la civilización se ha decidido por el camino del uso de la técnica, que es el sinónimo de la decadencia, cualquier superación del estado de las cosas no es más que el retorno de lo mismo, como indicara Nietzsche, la ilustración se ha convertido en barbarie159 (Adorno y Horkheimer), los metarrelatos han desaparecido y son sólo minirrelatos cotidianos 160 de individuos agobiados y minimizados que operan como peones en una gran confabulación - el sistema contra el mundo de la vida - le entregan validez a un mundo que ha perdido sentido: no queda más remedio que participar de ésta gran orgía de la destrucción, como nos invita el filósofo chileno Martín Hopenhayn161. El pensamiento postmoderno se empeña por extenderle a la emancipación del hombre el certificado definitivo de defunción, niega la cuestión ecológica o la reduce a la estetización de la miseria y del sufrimiento, desaloja el tema del genero de las consecuencias reales que su transformación tiene para el trabajo y la reproducción sociales, entiende por globalización la posibilidad de una sociedad transparente - como lo señala Vattimo162 - justamente en la era de un capitalismo desorganizado y más brutal que nunca. Y hace poco tiempo un sociólogo chileno, que ha hecho de la ideología de la postmodernidad la cumbre de la razón cínica pero sin descomponerla como lo hace Peter Sloterdijk163, sino reeditándola - se ha empeñado en argumentar que la sociología desaparecerá para ser sustituida por 157
Niklas Luhmann (1998): Sistemas Sociales, Anthropos, México. Martin Heidegger: Ser y Tiempo, FCE, México, 1995, pág. 133 y sig. 158 Schulze, G. (1993): Die Erlebnis-Gesellschaft, Campus, Franfurt a.M. 159 Adorno T. y Horkheimer, M. (1996): Dialéctica de la Ilustración, Trotta, Madrid 160
161
Lyotard, F. (1989): La condición postmoderna, Cátedra, Madrid
Hopenhayn, M. (1997): Después del Nihilismo. De Nietzsche a Foucault, Andrés Bello, Santiago. Vattimo, G. (1990): Posmodernidad: ¿una sociedad transparente? En: Vattimo y otros (1990): En torno a la posmodernidad, Anthropos, Barcelona, pág. 9-21 163 Sloterdijk, P. (1989): Crítica de la Razón Cínica, Taurus, Madrid. 162
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las novela y los relatos livianos164. El discurso de la postmodernidad es un discurso sin futuro - ha escrito Luhmann165 - y que además confunde su propia carencia de futuro con el futuro de las sociedades y de los sujetos, los que por añadidura han desaparecido. Uno de los pensadores postmodernos más radicales, J.J. Brunner, también constata la existencia de procesos de individualización, pero los concibe como actos de libertad y no como presiones desde la sociedad al sujeto, por lo que sus conclusiones - por ejemplo que "el clima de la postmodernidad es un generalizado vaciamiento del sentido"166 - son erróneos. La teoría de la sociedad del riesgo se contrapone a estas visiones tanto apocalípticas como resignativas de la sociedad y se propone abrir la posibilidad de que en este maremoto de contra - racionalidades y en una época en que la racionalidad con relación a fines que Weber definiera como la fundamental para garantizar el funcionamiento del capitalismo, ha perdido definitivamente la brújula, puede abrir relaciones cualitativamente nuevas.
III. Cuando la modernidad choca con los mundos de la vida de los individuos. La segunda mitad del siglo XX se caracteriza por el aumento significativo del perfeccionamiento técnico - burocrático de las normas de control, por la expansión de una conciencia de peligros únicos y por la hegemonía institucional de la acción estratégica. A su vez, el estado nación es cada vez más activo pero menos efectivo para regular y reacomododar los efectos de crisis externas germinadas y urdidas fuera de sus esferas de “soberanía” y control. A pesar de esto, el potencial real y verdadero de los peligros químicos, atómicos y genéticos se encuentra en el colapso de la administración, en el decaimiento de las garantías científicas, técnicas y jurídicas que puedan garantizar credibilidad y disminuir la percepción generalizada de los riesgos. Lo importante es vislumbrar cómo en la era de las "inseguridades manufacturadas", ellas codeterminan la configuración de la individualidad ¿En que medida la acción estratégica que es propia de la racionalidad de la modernidad, tropieza con la reafirmación de la identidad de mundos de la vida históricamente específicos? A esta interrogante no es posible responder sin
164
Brunner, J. J. (1997): Sobre el crepúsculo de la sociología y el contenido de otras narrativas, en: Sociedad Hoy, V.1, Nº 1, Concepción, pág. 211-217; Brunner, J.J.(1998): Globalización cultural y postmodernidad, FCE, Santiago; Robles, F. (1997): "¿Agonía o renacimiento de la sociología?" en Revista Sociedad Hoy, Noviembre de 1997 Vol 1, Nº1, pág. 215225
165
Luhmann, N. (1998): Observaciones de la Modernidad, Paidós, Barcelona, pág. 15
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Brunner, J.J. (1998): Globalización cultural y postmodernidad, FCE, Santiago, pág. 52
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atender a un plexo de procesos concomitantes a la lógica de la destradicionalización que condiciona la aparición de la identidad postconvencional: a) La diferenciación complementaria del sistema de estructuración del trabajo como la fuente fundamental de ingresos - diferenciación segmentada por sexos y considerando la mano de obra informal, sumada a la incorporación del trabajo desregulado y precario - ha contribuido a desmoronar los significados colectivos que antaño se identificaban como "conciencia de clase" sustituyéndolos por manifestaciones híbridas donde los procesos de individuación alcanzan a jugar un rol preponderante167. b) La vida en la periferia capitalista globalizada, como un resultado directo del cálculo extraparlamentario de las localizaciones de inversión, producción y tributación - las que hoy son posibles de diferenciar estructuralmente como se quiera168 - unido a la hegemonía del capital bursátil, el depredador más brutal de puestos de empleo, ha hecho que los ricos ya no necesiten a los pobres y que el ejército industrial de reserva se haya transformado en la actualidad en una masa de sobrantes, los que incrementan la existencia del empleo precario. Si en los países industrializados y dotados de un estado de bienestar incorporan ficticiamente a los desempleados a la mercantilización de la sociedad169, los excluidos del empleo formal en la periferia se incorporan solos, individuados, haciendo del trabajo temporal, del trabajo estacional, del trabajo de subcontratación, del trabajo a domicilio y del trabajo clandestino, la forma forzosa de subsistencia, configurando redes interaccionales de exclusión. c) Al mismo tiempo, los mismos mundos de la vida se estructuran alrededor de elementos insospechados, más o menos coyunturales y que tienen que ver con el domicilio, la conservación de los puestos de empleo o los daños para la salud que las modernizaciones provocan, pero donde los resultados de la individuación plasmados en situaciones biográficamente relevantes nuevamente juegan un papel preponderante. Esto no solamente porque los riesgos no activan sistemas de alarma en las instituciones de la sociedad burguesa, porque no existen, sino porque arriban directamente a los sujetos y los afectan d) La revolución permanente en el terreno de la información y de las tecnologías de comunicación, que incluye cada vez más estrechamente a los incluidos y segrega cada vez más a los excluidos; y la globalización de los riesgos, el 167
Lash, S. (1997): La reflexividad y sus dobles: estructura, estética y comunidad, en: U Beck, A. Giddens y S. Lash (ed.)(1997), pág. 137-208, Beck, U. (1998): La teoría de la sociedad del riesgo reformulada (traducción e introducción de Fernando Robles), en: Revista Chilena de Temas Sociológicos, 5, Noviembre de 1998. 168
O. Ianni: El socialismo en la era del globalismo, en: E. Sader (ed.): Democracia sin exclusiones ni excluidos, Nueva Sociedad, Caracas, 1998, pág. 13-22 169 Claus Offe (1990): Contradicciones en el Estado de Bienestar, Alianza, México
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acompañante colateral del globalismo de los mercados, que se expanden sobrepasando las fronteras del estado, eludiendo la soberanía y sobrepasando a la democracia. La tendencia a que en la modernidad todo lo que sabemos sobre la sociedad y sobre el mundo en que vivimos, lo sepamos a través de los medios de comunicación170, sitúa a la identidad postconvencional frente a una empresa de autoobservación de la sociedad que se rige por códigos propios y que no está interesada en lo más mínimo en aproximar sus descripciones a “criterios de verdad”, como reza la propuesta de Habermas. La pérdida de los sistemas "convencionales" de apoyo (como el sindicato o los colchones de seguridad social) que se acompaña a la emancipación de las dependencias de la extracción social configura una situación doblemente ambigua. Convencionalmente, la individuación de los actores sociales se entiende como el trueque de ataduras por la ampliación de las posibilidades de elección y realización y donde la diferenciación social que trae aparejada una intensificación de la movilidad social y condiciona procesos de inclusión171. En efecto, con la progresiva disolución de los ambientes tradicionales de asignación de profesión y estatus, el lugar de las denominaciones predeterminadas lo llenan las regulaciones de los accesos: al trabajo, al consumo, a los viajes, al aumento de los ingresos, etc., que según Anthony Giddens en la modernidad están dominados por los llamados "sistemas abstractos"172. El problema es que sin desmedro de lo anterior, la destradicionalización de los mundos de la vida que señaláramos en el punto b) y que hace que los mismos mundos de la vida se estructuren alrededor de elementos insospechados, implica que la primacía de los elementos biográficos termine barriendo con los significados comunes de clase haciendo de la evaluación individual de situaciones vitales relevantes y problemáticas el elemento primordial de los planes de vida biográficos. El ambiente social ni siquiera puede liberar a los sujetos de las decisiones biográficas más "insignificantes", desde comer para no envenenarse o enfermarse hasta la posibilidad de tener o no hijos, sobre que profesión escoge, etc.: más arriba hemos señalado que esta auconfrontación del sujeto en la individuación de la identidades periféricas es desregulada, a diferencia de la de las naciones donde existe un estado social interventor. Dicha desregulación es el catalizador de la exclusión. Pero si la versión convencional de la individualización comprendida como emancipación de las trabas de la tradición homogeneizante significara verdaderamente lo que promulga, en dichas sociedades de capitalismo tardío, los 170
Niklas Luhmann (1996): Die Realität der Massenmedien, Westdeutscher Verlag, Opladen
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Luhmann, Niklas (1997): Die Gesellschaft der Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a. M. También Niklas Luhmann (1998): Observaciones de la Modernidad, Paidós, Barcelona 172 El desenclave de los sistemas abstractos que resultan de la conjunción de las representaciones simbólicas (como la existencia mundializada del dinero como medio de intercambio) y los sistemas expertos de conocimiento especializado (como la medicina, la asistencia social y la psicoterapia) por un lado generan segmentos de confiabilidad y seguridad los que, por el otro, son sistemáticamente cuestionados y puestos en tela de juicio a medida que no correspondan a los planes de individuación. Giddens, A. (1997): Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península Barcelona, 265 y sig.
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sujetos no estarían expuestos a desplazarse entre comportamientos que por un lado efectivamente individualizan (porque simulan estar construidos a la medida de cada uno, como los objetos de consumo173) pero también estandarizan porque sólo otorgan alternativas dentro de márgenes predeterminados exteriormente: parafraseando a Georg Simmel174 como en el caso de la moda, la individuación auna y diferencia, incluye y distancia, crea la apariencia de la individualidad bajo el trasfondo de la estandarización. "Muchos asocian con "individualización" individualización igual a personificación igual a unicidad igual a emancipación. Puede que esto sea verdad. Pero puede ser que también ocurra todo lo contrario"175. Dos perspectivas aparentemente discrepantes pero en el fondo complementarias ofrecen en tal sentido Touraine y Melucci176. Ahora bien, lo verdaderamente interesante de esta necesidad de recomposición es que bajo las condiciones de sociedades de riesgo que más arriba apuntábamos, la recomposición de las biografías bajo el alero de la individuación, de ser la posible excepción, se convierte en la regla en un contexto de "inseguridades fabricadas". Una regla que puede convertirse tanto en elección y articulación en el caso de la riqueza y de la pobreza asistida - en el caso de la individualización - como en reconstrucción de la biografía en medio de la miseria obligada y reproducida - en el caso de la individuación. En el meollo de la dialéctica individualización - individuación subsiste la siguiente cuestión: mientras la individualización es el resultado y sustento de la individualidad en medio de las redes del estado de bienestar y la inclusión, la individuación es la forma de identidad individual y social que caracteriza principalmente la exclusión177.
173
A. Appudurai: Globale Landschaften, en: U. Beck (ed.); Perpektiven der Weltgesellschaft, Suhrkamp, Frakfurt a.M., 1997, pág. 18; también Alexander Wendt: Der Internationalstaat: Identität und Strukturwandel in der internationale Politik, en: U. Beck (ed.) (1997); Perpektiven der Weltgesellschaft, Suhrkamp, Frakfurt a.M., pág. 381 y sig. 174 Simmel, Georg (1988): Sobre la Aventura. Ensayos filosóficos. Península, Barcelona 175
Beck, U. (1986): Risikogesellschaft. Auf del Weg in eine andere Moderne, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
176 Ver Alain Touraine (1992) : Crítica de la Modernidad, FCE, México. Alberto Melucci (1996): The Playing Self, Cambridge University Press, Cambridge. 177 Claus Offe: Selbstbeschänkung als Methode und als Resultat, en: U. Beck (1991): Politik in die Risikogesellschaft, Suhkamp, Frankfurt a.M., pág. 225-230
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Individualización
Individuación
Característica de que sociedad
Autoconfrontaci ón del sujeto consigo mismo
Forma fundamental de búsqueda del Otro
Sociedad de riesgo en países desarrollados
Asistida (por la actividad del estado de bienestar)
Proceso escogido (mayor autonomía)
Sociedad de riesgo en países de capitalismo periférico
Desregulada (de la acción institucional)
Proceso obligado (¿mayor dependencia?)
En que Como resultante de comportamientos qué fenómeno puede desembocar Inclusión real o Hedonismo o artificial (subsidio y Individualismo asistencia) "Haz de tu vida lo que quieras" Exclusión masificada Solidaridad "Arréglatelas como (¿Nueva forma de puedas" dependencia?)
La dialéctica entre individuo y sociedad en las sociedades contemporáneas ejemplificada en el paradigma de la individualización y la individuación.
IV. La interacción cotidiana y la acción colectiva se han modificado en las sociedades de riesgo. ¿Dónde, en que fragmento de las biografías de los actores sociales afectados por procesos de modernización lineal, se desencadena todo este cúmulo de paradojas, de ambivalencias, de situaciones altamente híbridas que terminan por erosionar la lógica de la individuación postconvencional haciendo que la descomposición de los aleros tradicionales de adscripción que apuntaba a superar adopten una lógica inesperada e imprevisible que termina por presionar a los actores sociales a remendar (como puedan) los elementos sistemáticamente en descomposición de sus propias biografías? Aunque dicha interrogante peque de trivialidad, su respuesta es, a mi entender, extraordinariamente importante: estos procesos de individuación, y por lo tanto de descomposición y recomposición de las identidades de los actores sociales se desenvuelven y son observables en el terreno de las interacciones cotidianas que le otorgan significación a las relaciones entre los actores sociales. a) En el terreno de la acción estable y reanudable de las actividades de interacción178, los procesos de individualización e individuación que conlleva la modernidad postradicional implican que desde el desmoronamiento de los significados comunes que conformaban ambientes de confianza y certeza para uno mismo, antaño responsables de la construcción de biografías relativamente dependientes del ambiente social y la extracción de la capa social respectiva, se desate una lógica de desdoblamiento del yo donde la 178 Blumer, H.(1982): Interaccionismo Simbólico, Hora, Barcelona; Goffman, E. (1979): Relaciones en público. Microestudios del orden público, Alianza, Madrid, pág. 46-77
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estandarización de lo biográfico es sustituida por la actividad relevante del "hágalo usted mismo"179. "Anteriormente, predominaban como imperativos roles matrimoniales basados en el estatus: la indisolubilidad del matrimonio, los derechos de la maternidad, etc. Estos restringían el ámbito de acción, indudablemente, pero también obligaban a los individuos a mantenerse unidos. Por contraste, hoy no hay modelos únicos, sino una variedad de ellos, especialmente negativos: modelos que exigen a las mujeres construir y mantener carreras educativas y profesionales propias en tanto que mujeres, pues de no hacerlo así se enfrentan a la ruina en caso de divorcio y se mantienen en dependencia del dinero de sus maridos en el matrimonio, con el resto de las dependencias, reales y simbólicas, que esto conlleva. Estos modelos no sueldan a la gente entre sí, sino que quiebran la situación de unión y multiplican los interrogantes. Fuerzan a todo hombre y mujer, tanto dentro como fuera del matrimonio, a funcionar y persistir como agentes individuales y diseñadores de su propia biografía"180. b) En el terreno de la actividad correspondiente a las redes de acción social y que se manifiestan sobre todo en la acción social institucional y organizacional, el proceso de individuación tiene la particular significación de construir aparejos de construcción de significados que se diferencian en su contenido de las existentes en el período de la modernidad simple o dominada por la individuación coherente con contenidos del mundo todavía coherentes con clases o capas sociales específicas181. Si por un lado la transformación de las cotidianeidades trae aparejadas formas de interacción completamente distintas a las antaño existentes, las modificaciones en los ambientes de las instituciones y las organizaciones son, por otro lado, de una relevancia aún mayor. "Los individuos son construidos mediante una compleja interacción discursiva mucho más abierta de lo que postularía el modelo funcionalista de roles. Por el contrario, lo cierto es que uno de los programas y fundamentos de las instituciones se están haciendo irreales, y por lo tanto dependientes de los individuos. Las centrales nucleares que pueden destruir o contaminar durante un milenio son evaluadas como riesgos y "legitimadas" por comparación con el hecho de fumar cigarrilos, que es estadísticamente más arriesgado. Las instituciones empiezan a buscar la perdida conciencia de clase de "los de arriba" y "los de abajo", puesto que los sindicatos, los partidos políticos y otras organizaciones has construido sus programas, su afiliación y su poder sobre ella. El pluralismo postfamiliar de las familias en disolución se vierte en las 179
Hitzler, R. (1991): Zur gesellschaftlicher Konstruktion von Natur: Kulturelle Hintergründe und ideologische Positionen des aktuellen Öko-Diskurses, en: Weschselwirkung, 50, Aachen, pág. 58-75 180
Beck, Ulrich (1997a) : La reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización reflexiva, en: U. Beck, A. Giddens y S. Lash: Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid, pág. 30-31 181 Giddens distingue en tal sentido entre política de la emancipación, que sería la que se vincula a clases y capas sociales y política de la vida, que es el complemento y la continuación de la primera. Giddens, A. (1997): Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península Barcelona.
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antiguas botellas conceptuales, se tapa y se almacena en reserva. En resumen, está surgiendo un mundo doble, en el que ninguna de sus partes puede describirse totalmente en términos de la otra: un mundo caótico de conflictos, juegos de poder, instrumentos y ámbitos que pertenecen a dos épocas distintas, una de la modernidad "inequívoca" y otra de la modernidad "ambivalente". Por otra parte, se extiende la vacuidad política de las instituciones y por otra, un renacimiento no institucional de lo político. El sujeto individual regresa a las instituciones de la sociedad"182. Tanto la individualización como la individuación son procesos de desvinculación y revinculación a formas híbridas y nuevas de vida183, ambos procesos no ocurren voluntariamente ni por casualidad, sino que son, por un lado, la resultante de condicionamientos históricos demarcados por la dicotomía entre inclusión y exclusión y por otro lado de percepciones del mundo tal como los mismos actores las experimentan y las sienten: ambos procesos, la individualización y la individuación confirman una vez más la existencia real del teorema de Thomas: "Si los sujetos definen una situación como real, ella es real en sus consecuencias". En tal sentido, la individuación es una radicalización insospechada e involuntaria de la individualización. Esto no significa que la identidad de los sujetos sociales sea sustituida por un vacío, como presupone el lamento neoconservador que invoca la reedición de valores añejos o de las instituciones definitivamente convertidas en quimeras como la familia nuclear o la lucha de clase tal como la conocemos desde el Manifiesto Comunista; los sujetos que deben remendar a diario sus biografías no tienen tiempo para la "crisis del sentido" que proclama a voces Peter Berger y Thomas Luckmann para sentar al individualismo en el banquillo de los acusados y recomendarnos más religión de la que aún tenemos en nuestras sociedades184. La invocación del sentimiento del “nosotros” como la arenga por ejemplo el comunitarismo y su principal exponente, Amitai Etzioni185, o los llamados a reeditar los viejos determinismos como en Marta Harnecker186, todas ellas son reacciones al hecho de que para las ciencias sociales la individuación es un fenómeno peculiar, insoportable, anómalo - anómico diría el sociólogo chileno que ha jurado lealtad de por vida a la obra de Durkheim. La individuación en las sociedades de riesgo del capitalismo periférico no es el resultado de una decisión libre, y en los matices que presenta en su dialéctica con la individualización tampoco consiste en la alternativa "lo tomo o lo dejo". El problema es que esta compulsión abarca la estructuración del mercado laboral, las relaciones entre los géneros y la desestructuración y reestructuración de la 182
Idem, pág. 32 García Canclini, N. (1995): Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, Grijalbo, México 184 Peter Berger y Thomas Luckmann: Modernidad, Pluralidad y crisis de sentido, en Estudios Públicos, 63, Invierno 1996, pág. 5-58 185 Etzioni, A.: Ein kommunaristischer Versuch, den Wohlfahrtstaat neu zu definieren, en: Bläter für deutsche und internationale Politik, 2, 97, pág.232-243 186 Marta Harnecker: Haciendo posible lo impsible. La izquierda en el umbral del soglo XXI, La Habana, 1998 183
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familia. Precisamente el gran error del postmodernismo consiste en hacer de la constatación de las ambivalencias de esta compulsión una nebulosa de incomprensibilidad187. En el fondo, pensado fríamente, todos los derechos sociales - los que existen y los que reivindican, los que benefician y los que sólo parecen beneficiar - son beneficios individuales, que afectan a individuos. Pero mientras que la petición de la invidivualización formula amablemente a cada uno que se constituya a sí mismo en individuo, que planifique su vida, diseñe y obre y asuma la responsabilidad en caso de fracaso, la exigencia de la individuación es ruda, pesada, áspera e inhumana y la petición no dice "haz de tu vida lo te parezca" sino que "arréglatelas como puedas", por eso es que en este contexto ninguna planificación puede ser posible cuando el problema no es el futuro del mes sino del mañana. Otra vez tenemos el mismo cuadro, que parece ser característico de todas las sociedades de riesgo: los sujetos están presionados a tomar decisiones que conducen a dilemas, estas decisiones efectivamente y de hecho sitúan al individuo en el centro de la sociedad, pero no en el centro de sus instituciones. Este es precisamente el drama de la política tradicional y prisionera del principio de la representatividad y la soberanía individuales y la tragedia de la sociología que reifica a la política situando al tema de la gobernabilidad y la administración de estructuras del estado post - dictatoriales, en el centro de sus reflexiones188: que jamás podrá encontrar la fórmula que conjugue los derechos individuales y las estructuras de representatividad. Esto convierte de hecho a la misma democracia en una utopía, mientras que la política institucional se empeña en sacralizarla, al hacer de ella "un valor es sí" independientemente de sus métodos y sus expresiones y sobre todo pasando por alto que mientras la política del parlamento, de los partidos y del despacho de las leyes, del aparato administrativo y de los mecanismos de generación de decisiones siguen atadas a la lógica de la representatividad, la subpolítica de la individuación sigue la lógica de la recomposición de las biografías en medio de la sociedad del riesgo. De allí que la individuación, con las características que nos hemos empeñado en bosquejar, pueda extenderse a la política en un sentido completamente nuevo. La individuación no significa entonces atomización, soledad o simplemente el fin de la sociedad y la entrada libre a una orgía de subjetivismo, sino que puede perfectamente significar la resurrección de una segunda revolución burguesa, esta vez con una sociedad civil impregnada de identidad postconvencional que se ejecuta en medio de la interacción cotidiana. Sintetizando entonces, la individuación significa varios fenómenos simultáneamente: 1. La agonía de la formas de vida tradicionales y su sustitución por otras, que se caracterizan por la escenificación de la propia biografía; 187
Brunner, J.J., op. cit. Pág. 70 y sig. Francisco Zapata: ¿Ideólogos, sociólogos, políticos? Acerca del análisis sociológico de los procesos sociales y políticos en América Latina, en: Foro Internacional, Vol XXXV, Julio-Septiembre, 1995, N. 3, pág. 309-328. Pablo González Casanova: La democracia de todos, en: Emir Sader (ed.): Democracia sin exclusiones ni excluidos, Nueva Sociedad, Caracas, pág. 23-34 188
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2. Esto no sucede voluntariamente y la alternativa de no individualizarse o individuarse no existe; 3. Esto sucede porque y a pesar de que no exista el estado social y el hecho de no exista en la práctica significa una radicalización de la individualización: del "haz de tu vida lo que te parezca" al "arréglatela como puedas"; 4. No hay recetas en la tradición o en la ideología que puedan ser una ayuda real a la configuración de las biografías, sino que sólo la ilusión de lo sacral como una compensación, como un alivio a la realidad de la existencia, en los términos de Blumenberg189; 5. La individuación no significa desactivación de la actividad política sino desplazamiento de la política a la actividad de los individuos, sin que necesariamente ellos se sientan en el centro de la política - de hecho no es así; 6. La individuación da lugar a identidades híbridas, no en el sentido culturalista del pensamiento postmoderno, sino en el sentido siguiente: la razón práctica obliga a ejecutar selectividad en la acción tal como si existiera la racionalidad con arreglo a fines, pero al fin y al cabo guiándose por la atención obligada al otro y por las intuiciones. V. Exclusión primaria y exclusión secundaria. La versión contemporánea de la idea de la sociedad como sustentada en la integración moral, tal como la conocemos desde Durkheim, sostiene la generación valorativa de la inclusión, ayer y en particular en el siglo XVIII en la idea del patriotismo, hoy en la multidiversidad en medio de la globalización190, bajo el alero de los derechos humanos. El concepto normativo de inclusión dice relación con un conjunto de pautas de acción que hacen posible que desde la orientación de los individuos hacia ellas, pasen a ser aceptados con un estatus determinado en el sistema social, a ser “incluidos” en dichos sistema y por lo tanto integrados a él191. Este concepto, desarrollado por Parsons y seguido prácticamente al pie de la letra por Habermas192, que ilumina la inclusión y oculta a la exclusión, lo sustituye Luhmann (en aproximación a George Spencer Brown) por el del principio de la forma. El concepto de la forma expresa el postulado de que las operaciones de los sistemas (cualquiera de ellas), en la medida en que son observaciones, indican (actualizan) siempre uno de los lados de una distinción (el de la inclusión), con lo que señalan el punto de partida para operaciones adicionales – cosa que no ocurre con el otro lado (el de la exclusión), el que es empujado al vacío193. Cuando las observaciones indican a un lado de la distinción, se presupone que 189
Hans Blumenberg (1983): The Legitimacy of Modern Age, Cambridge, MA. Jürgen Habermas (1998): Die postnationale Konstellation. Politische Essays, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 170 y sig. 191 Jürgen Habermas (1981): Theorie des kommunitativen Handelns, Suhrkamp, Franfurt a.M., pág. 1979, distingue entre integración social e integración sistémica. 192 Jürgen Habermas (1990): Acciones, actos del habla, interacciones lingüisticamente mediadas y mundo de la vida, en: Pensamiento postmetafísico, Taurus, Madrid, pág. 67 y sig. 193 N. Luhmann (1998), op. cit., pág. 170 y N. Luhmann (1998ª): Die Gesellschaft der Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 190
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hay otro, pero este otro lado se usa, aún sin nombrarlo, como el referente de lo que se afirma, lo cual redunda en que siempre que se haga una observación, algo deba ser excluido. Con ello, la observación se ejecuta al costo de que un concepto en las sombras, deba ser mantenido como tal. Cualquier afirmación desde un sistema, excluye “algo” en calidad de entorno. La inclusión indica entonces lo interno de la forma, cuya faz externa es la exclusión, por lo que sólo se puede hablar de inclusión si hay exclusión. Por lo tanto, sólo una teoría sociológica que de cuenta de las relaciones entre inclusión/exclusión (como diferencia y no como unidad), está en condiciones de dar cuenta del “otro lado” de la distinción que los sistemas sociales ejecutan como operación y afirman su identidad distinguiéndose de sus entornos. En el contexto de este trabajo no vamos a entrar en detalles y discusiones acerca de si el carácter de las sociedades de la periferia moderna es de “estratificación”, “segmentación” o hegemónicamente de “diferenciación”, porque el carácter híbrido de su configuración conduce a postular que en ellas confluyen elementos de las tres caracterizaciones de diferenciación. Al contrario, en relajada aproximación a la teoría de la diferenciación de Luhmann, queremos destacar las siguientes reflexiones exploratorias: 1. En las sociedades de la periferia moderna, la exclusión ha pasado a ser la resultante de una política suficientemente legitimada que conduce a la ruptura de las reciprocidades entre las personas, lo cual viene a significar que la exclusión puede llegar a que la observación de ella desde la inclusión conduzca a que en la exclusión no habiten “personas”194; este es el principio de diferenciación de buena parte de la asignación de los estatus. Por lo que se dice que lo fundamental para sacar a los excluidos de su condición es “educarlos”, darles “cultura” para que puedan “progresar” y así llegar a ser dignos de ser incluidos. Se pertenece a la sociedad sobre la base de la pertenencia a los estratos incluidos, el que se cierra a la exclusión por el camino de la endogamia195. Este fenómeno ha sido calificado como el “apartheid moderno”. 2. En las sociedades periféricas, el abismo entre la inclusión y la exclusión asume la función primaria de la diferenciación social y es el principio axial de las sociedades periféricas, lo que significa que una parte de la población sea excluida de los sistemas funcionales o que sea posible el acceso a algunos de ellos (por ejemplo, al sistema político por medio del ejercicio del voto, pero no a la educación) pero no a otros que puedan poner en peligro los mecanismos de exclusión; por ejemplo, la presión de exclusión se pone de manifiesto en la imposibilidad para acceder a la salud o a la educación calificada. Esto, que ha sido definido por muchos como un “obstáculo al desarrollo” es sin embargo una condición para asegurar el reclutamiento de prestaciones funcionales 194 El significado de que desde la observación en la inclusión, en la exclusión no habiten personas, significa que dadas situaciones específicas de doble contingencia, tampoco se puede establecer comunicación entre mundos de la vida concretos de la inclusión y la exclusión, aún siendo geográficamente colindantes, lo que significa que la forma persona no se puede configurar en medio de la doble contingencia. Ver N. Luhmann (1998), op. cit, pág. 240 y sig., y H. Blumer (1982): Interaccionismo simbólico, Hora, Barcelona. 195 Un caso “extremo” de mecanismos de exclusión es el de la configuración de condiciones elementales para masacrar grupos sociales sin cargos de conciencia. Troy Duster (1973): Bedingungen für Massenmord ohne Schuldgefühl en: G. Falk y H. Steinert: Symbolische Interaktion, Klett, Stuttgart., pág. 76 y sig.
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elementales, como es el empleo precario (de los temporeros, por ejemplo) y la mano de obra siempre disponible, no organizada y barata (como la que requieren las empresas forestales chilenas, por ejemplo) Con ello, el sistema social prevé para las personas un lugar más o menos claro en cuyo marco se configuren los sistemas de expectativas. Esta forma de exclusión podría ser denominada como exclusión primaria. Por exclusión primaria se entiende entonces que no se puede acceder a los sistemas funcionales que puedan significar inclusión a prestaciones y servicios elementales. 3. Paralelamente a la diferenciación funcional de las sociedades, que delimita los contornos de la exclusión/inclusión primaria, funcionan (pequeñas y grandes) redes de inclusión, redes de favores, de venta de ventajas, de intercambio de influencias, de actividades parasitarias, cuyo recurso básico es conocer a alguien que conozca a alguien y que el intercambio de favores y acciones impongan relaciones cara a cara. Esta forma de inclusión que genera sus propios mecanismos de exclusión, que no tienen tanto que ver con los clanes familiares de antaño ni con la facticidad que arroja el resultado de la exclusión primaria, sino que con la existencia de redes de contactos interaccionales fundamentales de beneficios, da lugar lo que podría llamarse exclusión secundaria. Por exclusión secundaria se entiende entonces que no se puede acceder a las redes interaccionales de ayuda o influencia. 4. Inclusión y exclusión no sólo se reproducen y sedimentan recíprocamente, sino que además de condicionarse originan formas propias de conectividad196. Sin exagerar un ápice podría decirse que en especial en los países de la periferia moderna, la inclusión y la exclusión se reproducen como sistemas autocondicionados –esta podría ser hasta la distinción guía que permita hablar de formas específicas de exclusión como la pobreza y sus mecanismos de reproducción. Esto no significa que no sea posible cruzar de un lado al otro de la distinción (de la inclusión a la exclusión y viceversa), sino que al contrario, la situación prototípica de exclusión consiste en un deambular entre lapsos de inclusión seguidos de otros períodos de exclusión – pero son las personas las que transitan, no el sistema social. Esto significa que la forma que asume la desigualdad social en la sociedad moderna por un lado exige inclusión, pero al mismo tiempo bloquea sus posibilidades de realización y auto-culpabilizada individualmente a los excluidos. Mutatis mutandis, esto también es valido para la inclusión. Si los niveles sectoriales de exclusión primaria se pueden leer en cantidades más o menos fiables y en aumentos o disminuciones de coberturas de prestaciones en medio de la diferenciación social (por ejemplo, en el caso de la salud chilena o del acceso a la educación), hay que constatar que la sociología aún no ha reflexionado suficientemente sobre la exclusión secundaria. 5. Los modos fácticos que la exclusión asume no tienen que ver con que los 196
Una de ellas es, por ejemplo, la llamada “trampa de la pobreza”, que ha sido insinuada por Beck pero descrita en su funcionamiento sólo para Alemania. La trampa de la pobreza, en apretada síntesis, tiene en Chile múltiples senderos, uno de ellos es el “endeudamiento”: si se obtiene un crédito de consumo a interés y este no es satisfecho oportunamente, el deudor es incluido en la lista nacional de morosos (DICOM), quien está en esa lista no puede seguir manejando una cuenta bancaria, por lo que se pierde el derecho a emitir cheques, quien no puede emitir cheques no puede, por ejemplo, ser atendido en hospitales en casos de urgencia, no puede hacer que sus hijos estudien en universidades privadas pero tampoco puede aspirar a ser aceptado como postulante a un empleo.
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sujetos sean o no parte de la sociedad. Porque el pertenecer o no a una parte (o mejor dicho la observación de pertenencia/no pertenencia) está sujeto nuevamente a la forma en la cual la sociedad describe aquello que es condición para formar parte de ella (inclusión). La exclusión es uno de los efectos secundarios de la operación autodescriptiva, de la que es su sombra lógica. Por ello, sólo una sociología que esté en condiciones de iluminar las semánticas que la exclusión genera en el contexto de la estructura de la sociedad, puede poder situar sus observaciones desde el “otro lado” de la distinción, desde la exclusión. Para ello es necesario abandonar definitivamente las ilusiones de las semánticas oficiales e institucionalizadas de inclusión, o sea, desechar los equivalentes de la metafísica de la felicidad, porque en ellas la exclusión se observa desde el “ideal” de inclusión; algunas de estas semánticas son “la resocialización”, “la piedad”, “la caridad”, la “asistencia social”, la “equidad” o el “crecimiento con ingualdad”. 6. La consideración de la exclusión secundaria pero también de la secundareidad de la exclusión engloban una verdadera enajenación de los recursos de los sistemas funcionales en conexiones transversales destinadas al mantenimiento de las cadenas de reciprocidad interaccional, a las amistades que se entablan alrededor de las amistades proveedoras de favores y beneficios. Esta dinámica y la reproducción de las redes de interacción generan sus propios mecanismos de exclusión; en el lenguaje de Parsons se diría que estamos en presencia de orientaciones de valor “particularistas”, es decir, de expectativas de “adquisición activa relativa a y/o de beneficio del contacto relacional particular en que es actor está implicado”197. Las redes de favores difícilmente pueden dar lugar a instituciones propias en la inclusión, pero la sedimentación de diferenciaciones básicas exclusión/inclusión hace que debido a que la integración social es más fuerte en la exclusión, de la operación ad hoc de la interacción diádica, nazcan redes estables de autoayuda sobre la base de la colaboración recíproca; esta recuperación de la reciprocidad es, a su vez, lo que determina niveles de integración más fuertes. En el contexto de la argumentación anterior hemos hecho como si la exclusión y la inclusión en los mundos de la vida estuvieran sólo diferenciados entre sí pero no a su interior. La argumentación de Luhmann, al detenerse en este punto y no extenderse en la distinción exclusión primaria/exclusión secundaria que aquí bosquejamos, tampoco está en condiciones de tematizar fenómenos tales como la exclusión en la inclusión o la inclusión en la exclusión. En particular en estos dos modelos, sin romperse la condición de excluido, se está sin embargo “incluido” y sin dejar de ser incluido, se puede estar “excluido”. La presunta exclusión/exclusión atraviesa, pues, por la pregunta siguiente: ¿excluido o incluido de qué?. Para intentar una respuesta adecuada y medianamente satisfactoria, suponemos (a) que la inclusión primaria significa que se puede acceder a los sistemas funcionales, y si no a todos ellos, por lo menos a los que aseguran beneficios que otorgan confianza y proyecto de futuro; (b) que la inclusión secundaria significa que se puede acceder a redes interaccionales (intra y 197
T. Parsons (1966): El sistema social, Revista de Occidente, Madrid, pág. 103
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extrafamiliares) de influencia y de favores de las que se obtengan provecho, desde la red de apoyo poblacional al joint venture entre política y criminalidad, hasta la ayuda del hurto y el asalto para acceder al consumo; (c) que la estratificación social no dice nada respecto de la configuración del orden social y lleva incluso a conclusiones de optimismo equivocado, porque pone entre paréntesis el tema exclusión/inclusión. La tipología I de inclusión en la inclusión es la que usualmente se denomina inclusión e integración al sistema social, este no es sin embargo el ideal parsoniano de congruencia entre sistema de la persona y sistema social o de integración e interpenetración, sino una configuración híbrida dotada de fuertes mecanismos autopoiéticos de autorreferencia, en este arquetipo no están presentes ni la exclusión primaria y tampoco la exclusión secundaria, por lo que se puede acceder hipotéticamente “a todo”. El riesgo de incertidumbre es bajo y por lo general “la condición de ser afectado sigue siendo el otro lado de la forma”198. Este es además un caso típico de fuerte individualización, el que es característico en los estratos altos de las sociedades periféricas, no hay, además, ninguna razón para suponer que la integración y la cohesión sociales puedan ponerse en cuestión y desmoronarse. Sólo pueden ser plausible desavenencias puntuales, por ejemplo entre integrismo religioso y consumo suntuoso y ostentativo, lo que sin embargo puede ser perfectamente compensado con las semánticas particulares referidas a la metafísica de la felicidad como la caridad, la ayuda social y la piedad con los pobres. De esta manera, se puede obtener congruencia entre la inclusión a los sistemas funcionales y las mismas redes de integración de carácter integrista. En el tipo II preferimos hablar de paradigma y no de arquetipo: la exclusión en la inclusión grafica la inclusión a sistemas funcionales como trabajo, educación completa, matrimonio formal, salud, recreación, remuneración suficiente, etc. pero no-inclusión a redes de favores, influencias y reciprocidades de conveniencia199. Se supone que precisamente el carácter híbrido de este paradigma lo convierte en sintomáticamente permeable a posturas “críticas” respecto de situaciones observadas como injustas o insoportables, pero esto puede también catalizar impulsos de integración secundaria a cualquier precio. Aquí es valida también la condición de afectado, el que se ve amenazado por decisiones que él mismo no puede controlar, cuando estas emanan de instancias de la inclusión secundaria: esto convierte al riesgo de la incertidumbre en una constante ambivalencia. Metafóricamente hablando, la exclusión en la inclusión sería la “inclusión que no es”. La inclusión en la exclusión, el paradigma III del gráfico siguiente, es sin duda el más interesante desde una sociología de la exclusión. Esta “exclusión que no es” significa simultáneamente que a pesar de la imposibilidad de acceso a sistemas funcionales básicos, existe acceso a redes de interacción y autoayuda, que 198 199
N. Luhmann (1992), op. cit., pág. 152 G. Schulze (1995): Die Erlebnissgesellschaft, Campus, Frankfurt a.M.
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configuran a veces un verdadero sistema funcional alternativo. Las redes de apoyo sobre todo circunscritas a espacios públicos pero también respecto de apoyo interfamiliar e intergénero (sobre todo entre mujeres) han sido expuestas como acción solidaria en medio de la comunicación interaccional. La solidaridad obedece a una limitación gravitante de los grados de libertad para efectuar selecciones debido a la exclusión primaria, esto no significa que no se tenga ni se obtenga trabajo, sino que la inestabilidad en el empleo conduce a una permanente incertidumbre en la entrada y salida de las fuentes de remuneración, de la salud, etc. Esto obliga a considerar a la inclusión en la exclusión como inclusión ocasional primaria pero compensada por la inclusión secundaria. En el caso ilustrador de las mujeres jefas de hogar, nos extendemos algo más sobre este punto. El paradigma IV denominado exclusión en la exclusión describe la situación límite de las llamadas instituciones totales como las cárceles, los hospitales psiquiátricos, las situaciones de autoexclusión voluntaria, etc. Sin embargo, desde Goffman200 sabemos que una exclusión en la exclusión en sentido estricto en realidad es muy difícil de realizarse, aún sosteniendo que el ingreso a determinadas organizaciones totales signifique un trueque radical de la identidad pasada. Siendo este el caso límite, una doble exclusión también está presente cuando, por ejemplo, la exclusión familiar y grupal se suma a la exclusión primara. Este es un prototipo demasiado frecuente, que por lo tanto no debe ser desechado ni menos olvidado.
Exclusión primaria Exclusión secundaria Integración social Riesgo de incertidumbre (exclusión) Construcción de identidad
I. Inclusión en la inclusión No
II. Exclusión en la inclusión No
III. Inclusión en la exclusión Sí
IV. Exclusión en la exclusión Sí
No
Si
No
Sí
Alta
Baja/alta
alta
Baja
Bajo
alto/bajo
alto
Alto
Individualización “haz de tu vida lo que te parezca”
Individualización Individuación “haz de tu vida lo “arréglatelas como que te parezca” puedas”
Individuación “arréglatelas como puedas”
Cuatro tipologías en la inclusión y la exclusión.
Con la introducción de las distinciones específicas de inclusión/exclusión se 200
E. Goffman (1980): Asylum. Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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enriquecen significativamente los conceptos de invidivualización e individuación. Los perfiles respectivos de ambos conceptos se flexibilizan para aumentar su capacidad heurística. La individuación como forma específica de construcción de la identidad en los países de la periferia globalizada donde la exclusión es la forma primaria de diferenciación social, no es, sin embargo, privativa de los países de la periferia sino que está también presente en los países desarrollados e industrializados como un resultado de la exclusión específica de segmentos de la población como los desocupados sin subsidio (o con subsidio insuficiente), los “ilegales” que viven sin el permiso de residencia respectivo, los afectados por las trampas de la pobreza que habitan en las estaciones del metro de las grandes ciudades, etc. Esto último vendría a confirmar la hipótesis que postula que la inclusión ficticia y asistida es el amortiguador que les permite a las sociedades tolerar altos índices de exclusión sin que estos afecten mayormente la estabilidad de los sistemas funcionales, como en el caso de la individualización como estrategia base para proyectos de vida diseñados al alero de la asistencialidad. Al revés, si la presión de exclusión desemboca como un todo en la inclusión secundaria hasta convertirse esta en un sistema alternativo compuesto de redes de supervivencia, ya no hay lugar para el hedonismo201 en la medida en el que la divisa de la individuación, “arréglatelas como puedas” entrega como respuesta la acción de solidaridad que se cataliza por las limitaciones en las posibilidades de selección, dando lugar a lo que arriba definimos como la inclusión en la exclusión. Dicho de otra manera, la forma de la desvinculación de la inclusión primaria se compensa con una revinculación a la inclusión secundaria. Lo anterior no significa que se pueda salir de la individuación para ingresar a la individualización, sino que la forma empírica de la individuación es la inclusión en la exclusión. No cabe duda que en particular en el caso de la exclusión en la inclusión así como en la inclusión en la exclusión, el tránsito de una forma a otra particular de identidad postconvencional arroja sistemáticos cortocircuitos. Estos tienden a hacer temblar los fundamentos de la confianza y de los planes biográficos diseñados sobre decisiones riesgosas, al ser justamente los que viven en estas situaciones los más afectados por riesgos que escapan a sus propias posibilidades de decisión.
VI.
Un estudio de individuación: Las Mujeres jefas de Hogar en medio de la cultura de la exclusión.
Uno de los fenómenos que a mi juicio mejor ilustra la centralidad del fenómeno de la individuación en medio de la exclusión como principio axial de las sociedades de riesgo en el capitalismo periférico, es el de las relaciones entre los géneros y en particular el de la mujer en el trabajo remunerado. En países como Chile, más de un 36% de la fuerza de trabajo es femenina, y en los sectores más dinámicos de la economía, como es el de servicios, el porcentaje de aporte de las mujeres es substantivamente mayor, de tal manera que su contribución al ingreso nacional es 201
Daniel Bell (1984): Die Zukunft der westlichen Welt, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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enorme202. Por otro lado, en los últimos veinte años, la estructura de la familia chilena se ha modificado substancialmente: primero, el número de nacimientos fuera del matrimonio, es decir, el número de hijos nacidos de relaciones de pareja extramatrimoniales ha aumentado de tal manera que cerca del 42% de los recién nacidos son hijos ilegítimos de padres no casados.203 Colindando con la familia nuclear que auna a dos generaciones y junto a la familia multigeneracional en vías de desaparecer, tenemos una serie de formas híbridas de configuración familiar, entre las cuales se destacan fundamentalmente tres: 1. La madre soltera que es simplemente abandonada por el padre de sus hijos habita bajo un techo con sus padres, quienes acogen al nieto como un miembro más de la familia; 2. Los padres no casados viven en concubinato sin casarse; 3. La mujer solera pero madre vive sola, o cambia con mayor o menor frecuencia de pareja, sus hijos son de distintos padres, y ella es la que entrega el aporte mayor a la supervivencia y al sustento familiar. Este último caso en particular ha sido oficialmente tipificado como el de la Mujer Jefa de Hogar. Los hogares chilenos que tienen por cabeza a una mujer con responsabilidades familiares directas suman 450.000; representan el 24% del total de los hogares a nivel nacional. En los sectores populares este porcentaje se eleva al 30%. Estos hogares sufren situaciones de mayor exclusión y desventajas que los encabezados por hombres, tanto en ingresos, acceso a servicios públicos, oportunidades de empleo, ligazón al sector formal, programas de crédito para adquisición o mejoramiento de viviendas, etc.204 Estos son casos empíricos de exclusión primaria. Podría pensarse que las jefas de hogar son un estrato social minoritario o cuantitativamente irrelevante, pero justamente lo contrario es verdad; en comunas como Concepción o Conchalí, con casi 300.000 y 150.000 habitantes respectivamente, alrededor de un 30% de los hogares son sostenidos y dirigidos por mujeres jefas de hogar. En ciudades como Talcahuano, el porcentaje de familias sostenidas y dirigidas por mujeres jefas de hogar es superior al 40%. Esta es, por un lado, una situación masificada de destradicionalización desprotegida de los roles de género tanto en las relaciones de trabajo como en las relaciones familiares, que se reproduce como clara exclusión primaria y secundaria. La situación de la mujer europea divorciada delante de un juez y que percibe subsidios habitacionales, asignación familiar y pensión de alimentos, del orden que sea, situación que Beck define como "encontrarse de pronto frente a la nada", 202
La Pobreza en Chile. Un desafío de equidad e integración social, MIDEPLAN, 1996 Los Unos y los Otros, Revista Hoy, 1089, 8 de Junio de 1898, pág. 21-24 204 Díaz A., Estrella. Mujeres Jefas de Familia: Algo más que una realidad oculta. Movimiento: Revista Laboral. (Santiago, Chile), Año 1, Nº 4, Marzo-Abril, 1990. p. 28-30. 203
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es un reflejo pálido y ridículo si se le compara con la biografía de cualquier jefa de hogar de las comunas que arriba se mencionan. Por eso es que la individualización es el resultado de una autoconfrontación asistida del sujeto consigo mismo en la inclusión(por el juez familiar y las instituciones de que otorgan prestaciones); la búsqueda del otro es más bien escogida que obligada (nadie le impide a la mujer divorciada, dentro de los límites de su individualidad, rehacer su vida sentimental); es el resultado de la inclusión del sujeto en las redes de protección y prestaciones del estado de bienestar y definitivamente puede, para ellas, significar una liberación de las ataduras de una relación desmoronada. En el caso de la individuación de las mujeres jefas de hogar, la situación es radicalmente diferente: la autoconfrontación de la mujer separada sin divorcio, al no imponer al abandono ningún tipo de obligaciones alimenticias, no puede ser asistida institucionalmente sino que es completamente desregulada: el juicio de Beck de "estar frente a la nada" cobra una validez palpable e indiscutible: la búsqueda el otro ya no se reduce (únicamente) a la recomposición de estados emotivos, sino que se convierte en un problema de supervivencia, en la necesidad imperiosa de redes estables de apoyo en la exclusión y de composición urgente de inclusiones secundarias, por lo que la búsqueda del otro ya no puede ser objeto de ninguna elección sino que es obligada y cruel. Difícilmente, así pareciera, pueden estas biografías recompuestas en la inclusión secundaria, ser una salida de mejoramiento a las situaciones individuales de las mujeres jefas de hogar, pero en muchos casos efectivamente lo son, en la misma medida en que el motivo de separación es la violencia del marido o conviviente hacia ella y hacia los niños: la necesidad del comportamiento solidario se impone entonces al valor postmaterialista del hedonismo y esta es una condición para el funcionamiento recíproco de la red secundaria de ayuda en la exclusión, que aquí hemos denominado inclusión en la exclusión. Por último, el piso de la individuación es la exclusión primaria en la sociedad, en buena parte porque la mayor parte de las mujeres jefas de hogar no han terminado la escuela y no cuentan con un oficio estable y que hayan aprendido, no han accedido a los sistemas funcionales de capacitación, profesión y educación. El caso de las mujeres jefas de hogar en Chile ejemplifica prácticamente la diferencia entre individualización e individuación. Pero no solamente eso: desde el punto de vista de su autoobservación, las mujeres jefas de hogar sufren agudos problemas de autoestima, sus existencias no son valoradas, poseen problemas de salud y su apariencia por lo general no corresponde a los ideales de belleza que pregona el mundo de lo efímero205. Esta y otras situaciones acentúan su exclusión social, dificulta la composición de la inclusión secundaria y aumenta la segregación de ellas del mercado de trabajo, se ven obligadas a desempañarse como asesoras del hogar, a aceptar empleos circunstanciales y precarios, a participar del mercado de trabajo informal: su integración en el mercado de trabajo - que nosotros en el programa de intervención social Centros de Intermediación
205
Lipovetsky, G. (1990): El reino de lo efímero. Anagrana, Barcelona
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Laboral para Mujeres Jefas de Hogar de Escasos Recursos206, procuramos reducir - se ve dificultada no tal sólo por la carencia de una capacitación laboral adecuada, sino también porque no todas logran incluirse secundariamente de manera más o menos estable, no cuentan a veces ni siquiera con una red de apoyo social que las pueda sustituir en el cuidado de los niños mientras trabajan, todo esto sumado a que por su situación de baja autoestima, les resulta particularmente difícil abandonar la planificación de corto alcance, que es la resultante de su propia biografía, e ingresar al empleo estable e iniciar un trabajo remunerado una vez al mes. Sabemos desde la fenomenología que la configuración del tiempo cívico de los mundos de la vida, al ser el punto de intersección entre la corriente de la conciencia y el tiempo lineal de la sociedad, cuya particularización es estructural y determina la manera en que se organiza la cotidianeidad, es un aspecto decisivo para la percepción y ejecución de la actividad social y la comunicación207: en los segmentos de individuación –sea en medio de la exclusión en la exclusión o de inclusión en la exclusión- segregada del mundo del trabajo formal, el tiempo cívico es de corto plazo, la organización de los recursos de subsistencia no va más allá que el tiempo lineal breve (de una semana), porque la consecución de recursos magros hace que esta búsqueda deba repetirse constantemente y se ejecute por regla dentro de la más completa exclusión primaria. Otra de las características de la individuación en condiciones de exclusión es entonces la configuración del tiempo cívico breve y fugaz presionado por la autoconfrontación desregulada, por la búsqueda del otro obligada y no escogida, y la presión de la solidaridad particularmente visible en la necesidad de las redes de apoyo social, de inclusión secundaria208. Probablemente la sedimentación de estructuras temporales de corto alcance configuren una de las diferencias elementales entre el arquetipo de la inclusión en la inclusión y el paradigma de la inclusión en la exclusión, en el primero hay confianza y proyectos de vida aproblemáticos, las biografías se configuran sobre la base de que “se puede todo”: estudiar, trabajar, casarse, viajar, tener hijos, etc. – esta seguridad cercana a la arrogancia convierte a la propia integración social en superflua si no está vinculada al intercambio y transforma a los sujetos en dependientes de la calculabilidad de los riesgos de decisiones tomadas en ambientes confiables. En el paradigma de la inclusión en la exclusión el riesgo de la exclusión en la exclusión es una amenaza real, un peligro permanente que catalizando la orientación a horizontes temporales breves, vinculados a la fugacidad de las situaciones, aumenta sin embargo la presión de integración: la inclusión secundaria hace que efectivamente en las sociedades periféricas de 206
Ver "Mujer y Trabajo. Documentos del Centro de Intermediación Laboral", Concepción, 1998
207
Schütz, A. (1995): El problema de la realidad social, Amorrortu, Buenos Aires. Srubar, I.(1979): Die Theorie der Typenbildung bei Alfred Schütz. Ihre Bedeutung und Ihre Grenzen., en: Sprondel y Grathoff (1979) Alfred Schütz und die Idee des Alltags in den Sozialwissenschaften, Enke, Stuttgart., pág. 43-65
208 Ver Josetxo Beriain: El triunfo del tiempo. Representaciones culturales de temporalidades sociales, en: Sociología y Política, Nueva Epoca, año IV, 9, México, 1997, pág. 8-41
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riesgo la integración sea más fuerte “abajo” que “arriba”; además, la carencia de planes de vida bien configurados que convierte a la existencia en un cúmulo de riesgos de incertidumbre, a mi entender no desemboca en la observación de cuerpos y no de personas, como apunta equivocadamente Luhmann209, sino que abre perspectivas de subpolitización. No es este el lugar para exponer las características del programa de intervención social Centros de Intermediación Laboral para Mujeres Jefas de Hogar de Escasos Recursos, que desarrollamos en la VIII región y en la región metropolitano en Chile210. Sin embargo, me interesa subrayar que con ello creemos entregar una contribución a la subpolitización de la sociedad chilena. La subpolítica, que no es la política dentro del concepto de democracia del estado nación, significa un desplazamiento temático desde las esferas reducidas de la política convencional hasta ámbitos que hasta ahora habían permanecido componiendo ámbitos despolitizados. "La distinción entre política oficial y subpolítica, que está orientada a la estructura sistémica de la sociedad, debe contrastarse con la distinción entre política simple (dirigida por normas) y política reflexiva (modificadora de normas). Esta última se mide de acuerdo con la profundidad, la calidad de lo político. La fórmula "política de la política" o "invención de lo político", que apunta a esto, no debe interpretarse en modo alguno normativamente. Sólo pretende sacar a discusión qué ocurriría si el objeto de la discusión se hiciera realidad, independientemente de que el resultado sean sueños, pesadillas o ideas tendientes a la realización"211. Por ello es que la entrada “gratuita” a los sistemas funcionales institucionalizados (la esencias del asistencialismo) se ordena dentro de la política convencional, mientras que la diferenciación de sistemas funcionales alternativos surgidos de la inclusión/exclusión secundaria allana el camino a la subpolitización. La subpolitización se resiste a aceptar las normas de desregulación existentes, y por lo tanto es rebelde y propositiva, recoge para recomponerlos, los segmentos constitutivos de la individuación para construir a partir de allí una identidad autónoma y de autoconfrontación menos ligada a la desregulación; (esto significa que esta utopía de la subpolitización choca con el asistencialismo, que es una traba a la configuración de la identidad postconvencional autónoma212). Ahora bien, el tema de las mujeres jefas de hogar y sobre todo el tema de la estructuración de la familia en la sociedad chilena, ha logrado arrancar la 209
N. Luhmann (1997): Die Gesellschaft der Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 633 El programa de intervención social “Centros de Intermediación Laboral para Mujeres Jefas de Hogar de Escasos Recursos” es cofinanciado por la Unión Europea y ejecutado en Chile por la ONG italiana CESTAS. 210
211
Beck, Ulrich (1997a) : La reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización reflexiva, en: U. Beck, A. Giddens y S. Lash: Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid, pág. 54 212
Una de nuestras experiencias de nuestro trabajo en programas de intervención social es precisamente que el asistencialismo, si bien es una necesidad de supervivencia producto del abandono de segmentos excluidos de los pocos beneficios de los programas sociales del Estado, es también una traba para la configuración de espacios de autonomía en los sujetos sociales. Simplificando al máximo, es valido postular que el asistencialismo exacerbado en lugar de aminorar la pobreza y la exclusión, genera nuevas formas de pobreza al impedir la generación de la autonomía individual.
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discusión respecto de la vida en familia del área de lo valórico-normativo - como quisiera por ejemplo, la iglesia católica - para situarlo en un nivel de discusión político diferente. Esto es de la mayor importancia, no tan sólo porque muestra al desnudo las antinomias de las sociedades de riesgo en la periferia globalizada se piensa y razona en las categorías normativas convencionales, pero estamos viviendo desde hace mucho tiempo en una sociedad diferente - sino que propone y crea el develamiento de situaciones de la vida de los sujetos, que termina chocando inevitablemente con la hipocresía de la invocación de los valores - que son una especie de Reina Isabel de Inglaterra, reinan pero no gobiernan absolutamente nada. La subpolitización de la sociedad lleva al absurdo el dogma valórico de la indisolubilidad del matrimonio, porque la institución del matrimonio convencional está de facto en vías de extinción, convierte en ridícula la negativa del sistema político de legislar acerca del divorcio, porque hace años que ya existe, desregulado y excluido, y por último revela el carácter quimérico de una familia nuclear que está dejando de existir para ser sustituida por híbridos que surgen no por la elección voluntaria y autónoma de los sujetos para moldear las biografías de acuerdo a sus expectativas y sueños, sino que son el resultado de la presión de la individuación sobre la sociedad, en condiciones de exclusión. A ésta aglomeración de fenómenos que condicionan una percepción articulada del mundo proveniente de la individuación, quisiera llamarla, en aproximación leve a Niklas Luhmann, cultura de la exclusión. Esta cultura de la exclusión no es restringida ni deficiente, sino que justamente lo contrario: como es por lo general desconocida e inaccesible a los cientistas sociales, tiende a ser estereotificarla antes de ser descritas sus propiedades específicas, de tal manera que, por ejemplo, se sostiene que los excluidos y excluidas carecen de discurso213. La cultura de la exclusión tampoco debe ser confundida con la llamada cultura de la pobreza, antes bien, sus propiedades se enmarcan en las profundas transformaciones que el mundo ha experimentado en las últimas décadas, en particular el advenimiento de las sociedades de riesgo, la autoobservación creciente de la sociedades en torno a sus inseguridades manufacturadas, pero sobre todo debido a la presión de individuación sobre los sujetos que viven en la exclusión. En el contexto anterior, parece de la mayor importancia la primacía de la articulación lingüística en la ejecución de la interacción, a la que Mead le asigna un rol definitorio en la composición de la dialéctica del Yo y el Mi. El discurso que se genera desde la cultura de la exclusión pone de cabeza la relación convencional de interdependencia entre el Yo y el Mi, dando lugar a las identidades postconvencionales híbridas en las sociedades de riesgo periféricas: es verdad que sin un Yo rebelde y revolucionario, el Mi puede ser presa fácil del conformismo, de la inercia, de la resignación, de la indolencia: pero precisamente porque en la individuación (inclusión en la exclusión y exclusión en la exclusión) se trata de individuos y no de estructuras que los determinan, el Mi presupone al 213 W. F. Ogsburg: Die Theorie des "cultural lag", en: H. Peter Dreizel (1972): Sozialer Wandel, Luchterhand, Berlin, pág. 28-339
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Yo pero convierte por eso al Mi también en un elemento de transformación, sobre todo en medio de la necesidad de alcanzar la inclusión en la exclusión. En la individualización (inclusión en la inclusión y exclusión en la inclusión) es exactamente al revés: el Yo puede prescindir del Mi porque la autoconfrontación del sujeto consigo mismo es asistida e “incluida”, y el Mi no tiene porqué someterse a las pautas de comportamiento exógenas, porque la red de apoyo social es institucionalizada y no dependiente de su propia existencia y el acceso de inclusión a los sistemas funcionales es el piso para la construcción de la individualidad. El precio de esto último es una reducción significativa de la inclusión secundaria a las espaldas del hedonismo y la posibilidad de soledad. La cultura de la exclusión es permeable a la subpolitización, esto por dos razones elementales: Primero: la individuación significa concentración de riesgos en los sujetos y no en las estructuras ni en las instituciones, las que por lo general permanecen indolentes o indiferentes a ellos. Segundo, porque en esta dinámica de riesgos reales, la recomposición de la biografía en torno a la precariedad, las coordenadas de orientación de la política convencional - izquierda - derecha - se disipan y pierden fuerza explicativa: este es un proceso altamente contradictorio y amorfo, que repite la lógica de la incertidumbre que caracteriza a las sociedades del riesgo: sabemos que este esquema es limitado, pero lo seguimos usando a pesar de todo. Frente a una serie de fenómenos que nos ocupan diariamente, el esquema derecha - izquierda que tiene su génesis en la revolución francesa214, es incapaz de entregar respuestas adecuadas: la transformación de los regímenes neo-estalinistas en capitalistas, ¿es una empresa de derecha o de izquierda?, ¿la construcción de centrales hidroeléctricas en los ríos chilenos que vienen de la cordillera de los Andes, es progresista o conservadora?, los que durante mucho tiempo denunciamos la ignominia que consistía en que el grueso del volumen del desecho radioactivo de países como la República Federal de Alemania fuera depositado en los países "socialistas", ¿le hacíamos el juego al enemigo de clase o estabamos echando las bases para la democracia ecológica del futuro?215. La dicotomía derecha - izquierda puede ser destronada y desheredada en la medida en que los conflictos del futuro atraviesan por otras alternativas, como por ejemplo: seguro/ inseguro, dentro/fuera, político/apolítico, inclusión/exclusión. La primera alternativa tiene que ver con la incertidumbre, la segunda tiene que ver con lo extraño y con las formas de configuración del mundo globalizado en las sociedades del riesgo y la tercera con el desplazamiento de la política hacia los lugares que hasta ahora se suponían protegidos de la politización, como la familia, el tener o no tener hijos, respecto de la alternativa de casare o no, etc. y la cuarta con la posibilidad o imposibilidad de accesos elementales. Este es precisamente el terreno de la modernización reflexiva.
214
Enzensberger, H.M.(1984): Migajas Políticas, Anagrama, Barcelona
215
Beck, U. (1993): Die Erfindung des Politischen, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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VI. Epílogo y conclusiones. Modernización reflexiva e individuación. El proyecto de modernización reflexiva que se despliega en la exclusión no significa reflexión sino que autoconfrontación, se trata, además de una autoconfrontación que no es deseada ni planificada, donde además la lógica de la racionalidad con arreglo a fines - que sostiene la acción social en el capitalismo se ha roto para abrir paso a la actividad de los efectos colaterales latentes de las decisiones a favor de un proyecto lineal (y no reflexivo) de modernización. Esta transición que es la resultante de la autonomización de los efectos colaterales latentes de los proyectos de modernización, configura los contornos de las sociedades de riesgo. La sociedad se autoamenaza como la resultante de una mutación de época, esto es por lo menos posible de tematizar a tres niveles: 1. la relación de metabolismo entre naturaleza y cultura, o entre naturaleza y sociedad se ha convertido en una verdadera simbiosis sin que las irritaciones causadas por los sistemas ecológicos conlleve automáticamente a una comunicación ecológica y reflexiva; 2. las amenazas producidas por el progreso y la modernidad, remueven los fundamentos de las instituciones: la familia, el estado, las clases sociales, las burocracias, el derecho, la ciencia, etc., todo cambia de forma modificándose también el carácter de la política; los riesgos no activan alarmas en las instituciones sino que siguen la lógica de los efectos colaterales. 3. las significaciones colectivas se agotan, se quiebran y se desencantan. Todos los esfuerzos y las responsabilidades de definición recaen en los sujetos, en los individuos; la individualización (en las sociedades de capitalismo tardío) y la individuación (en las sociedades de capitalismo periférico), de desacoplan de las visiones de la tradición (aunque añoren su validez) pero también de los significados comunes de la sociedad capitalista industrial, para instalarse en las turbulencias de la sociedad del riesgo. 4. La exclusión de vastas capas de la población de los sistemas funcionales (exclusión primaria) ha pasado a ser la diferenciación guía de las sociedades de riesgo periféricas. En concomitancia a dicha forma de exclusión, la exclusión secundaria designa la imposibilidad de acceso a redes interccionales de beneficios y prestaciones. La expansión de la exclusión adopta connotaciones específicamente híbridas y complejas; algunas de ellas son la inclusión en la inclusión, la exclusión en la inclusión, la inclusión en la exclusión y la exclusión en la exclusión. En definitiva, la sociedad del riesgo comienza con el fin de la naturaleza, con el agotamiento de la tradición, con la redefinición del rol de la ciencia y con el redescubrimiento de la política. Los riesgos son infinitamente reproducibles, tanto como infinita puede ser también la posibilidad de negarlos - hasta que exploten poniendo en peligro directamente la existencia de los sujetos. Por ello es que la lógica de la sociedad del riesgo no es la acción, sino la posibilidad de abstención: la absolutización de este principio sería la inactividad total, lo cual es obviamente
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imposible216. Esto no debe confundirse con la inmovilidad o la resignación al estatus quo sino que justamente al revés: mediante la individuación es posible encontrar un prisma de acción y observación que permita decir No a situaciones insoportables - precisamente en esto redunda la autoconfrontación subpolitizada que postula el imperativo de individuación, desde el punto de vista de la teoría de la sociedad del riesgo. Por ello es que ella se sitúa más allá del concepto de política y observación que desarrolla Luhmann, quien señala: " El potencial actual de experiencia de los individuos es limitado, y sólo pocas posibilidades de experiencia y de acción se pueden aprehender directamente y sin dificultades en una situación determinada. Todo lo demás queda separado por distancias frecuentemente muy grandes e incalculables y pierde finalmente sus posibilidades de realización. Es posible prohibir los monopolios, autorizar la construcción de una casa para las vacaciones en un parque nacional, volver a introducir la pena de muerte, simplificar la administración, aumentar los subsidios para la vivienda, etcétera, pero, ¿qué cosa puedo hacer yo para provocar tales decisiones? Se pretende que considere como contingente el ambiente social y también el material. Todo podría ser diferente, pero, de hecho, no puedo cambiar casi nada"217. La afirmación anterior es la antítesis de la individuación en la periferia globalizada, tal como hemos tratado de desarrollarla aquí. Más arriba hemos mostrado que la maldición de la época, precisamente en el sentido de Sartre - estamos condenados a la individualización218 - asume formas definitivamente diversas y distintas según donde se viva. Precisamente, uno de los trabajos más conocidos de Giddens se titula "Vivir en una sociedad postradicional", el tema de la vida en una sociedad plagada de identidades postconvencionales en la periferia capitalista está aún pendiente. La individuación es el fundamento de la subpolitización de la sociedad: esta subpolitización tiene la particularidad de abrir relaciones haciéndolas entrar en el baile de las relaciones riesgosamente manufacturadas, y significa que la autoconfrontación de la sociedad arroja frutos (los que sean) cuando los diseñadores de sus propias biografías, en lugar de caer en la resignación karmática, hacen de la autonomía a la que están presionados, un instrumento de transformación. Esto, sin embargo, es sólo comprensible considerando dos fenómenos elementales: 1. La individuación no es la única forma de construcción de la individualidad en las sociedades de riesgo del capitalismo periférico moderno, sino que es prototípica y concomitante con la situación de exclusión masificada, fenómeno que está presente también (de manera diferente y particular) en las sociedades de riesgo desarrolladas; en particular, los excluidos de dichas sociedades son los extranjeros, los ilegales y los desocupados. Entre estos dos modelos de 216
Los riesgos metamorfosean subrepticiamente que tras las estadísticas hay cuestiones valóricas y éticas, y sobre todo relaciones de poder. Hans Jonas, (1995): El principio de responsabilidad. Ensayo sobre ética para la civilización tecnológica, Herder, Madrid 217
Luhmann, N. (1998ª): Complejidad y democracia, en: Teoría de los Sistemas Sociales, Universidad Iberoamericana, México, 1998, pág. 92 218 Sartre, J.P. (1996): El Ser y la Nada, Altaya, Madrid, pág. 459 y sig.
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construcción de la individualidad median híbridos, formas de desvinculación y revinculación a los parámetros de la sociedad industrial y a las formas de vida propias de la sociedad agraria en disolución, los que tienden a ordenarse en formas específicas de inclusión y exclusión. 2. La individualización no es tampoco la única forma de construcción de la individualidad de las naciones desarrolladas modernas, pero la hegemónica. Precisamente la constatación de hace ya dos décadas, en el sentido de que las redes de seguridad social no abarcan (ni pueden abarcar) todas y cada una de las situaciones de exclusión, sino que cada vez más ciudadanos están expuestos a "la trampa de la pobreza" y que el asistencialismo excesivo genera efectos contraproducentes en la autonomía que debiera significar la individualización, hacen también en dichas sociedades se generen híbridos de identidad, pero de distinto carácter al de los países de la periferia. Por último, sería necesario resaltar la importancia de un aspecto fundamental de la modernización reflexiva. Tal como ella es una autoconfrontación de la sociedad con sus propios éxitos y resultados “perversos”, así también la configuración de la individualidad en un proceso que involucra autoconfrontaciones elementales, y que también, tal como la refexividad de las sociedades, desemboca en paradojas, las que sin embargo son de una naturaleza y carácter diferentes según se trate de sociedades desarrolladas o de capitalismo periférico. ¿Cómo podría ser de otra manera, si las sociedades del riesgo - tanto la sociedad local del riesgo como la sociedad mundial del riesgo - son el resultado reflexivo de percepciones y construcciones sociales que nosotros mismos hacemos?
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Capítulo 3: La defraudación de las ilusiones de seguridad. Consideraciones preparatorias acerca de la comunicación de la “Irresponsabilidad Organizada” en sociedades de riesgo.219
“En la cotidianeidad del Dasein la mayor parte de las cosas son hechas por alguien de quien tenemos que decir que no fue nadie” Martin Heidegger “No vemos que no vemos” Heinz von Foerster
Este trabajo persigue un triple objetivo. En primer lugar, se propone situar en el centro de las discusiones de la modernización de las sociedades contemporáneas de riesgo, el tema de la responsabilidad, esclareciendo cómo se articula la comunicación de la irresponsabilidad. En segundo lugar, procura desacoplar la teoría de la sociedad del riesgo del nivel de reflexión exclusivamente estructural, mostrando las formas de articulación y organización que la irresponsabilidad asume en la interacción cotidiana. Por último, resitúa la relevancia de las llamadas relaciones de definición, desocultando su importancia como tramados cotidianos e institucionales que tematizan la producción y distribución de efectos colaterales perversos en la modernización y contribuyen a la reproducción de la irresponsabilidad organizada. El presente trabajo se explaya in extenso respecto de la siguiente apreciación. En la actualidad, sobran los ejemplos que ilustran la plausibilidad de que la noresponsabilidad, se ha convertido en una de las distinciones funcionales fundamentales de las sociedades contemporáneas. Dicho fenómeno generalizable, lo entendemos como la imposibilidad de atribuir fenómenos a causantes, (potencial o presuntamente) responsables e identificables por dichos fenómenos y sus efectos. El trasfondo de esta imposibilidad de imputación es el quiebre del principio de causalidad racional (de la primera modernidad), que se expresa en la imposibilidad de calculabilidad de decisiones ejecutadas sobre la 219
Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto "La constitución social de los riesgos como procesos de producción, colectivización y percepción. Indicadores para la incertidumbre y la peligrosidad social y ambiental. Un estudio de caso en la comuna de Talcahuano" (Código: P.I. Nº 98.173.015 - 1.0) financiado por la Dirección de Investigación de la Universidad de Concepción, Chile. Deseo agradecer muy especialmente a Marcelo Arnold por sus valiosas críticas y sugerencias; ellas me obligaron a repensar buena parte de la versión original de este trabajo.
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base de cálculos de riesgo ambivalentes, discutibles y reflexivos (en medio del advenimiento de la segunda modernidad) I. Las intransparencias de la segunda modernidad. Lo que caracteriza a la sociología y la distingue del pragmatismo, escribó una vez Durkheim, es el uso de la razón.220. Y fue Marx quien señaló que "los hombres se han forjado hasta la fecha representaciones falsas sobre sí mismos, sobre lo que son o lo que deberían ser. Han racionalizado su situación de acuerdo con sus representaciones acerca de Dios, del hombre normal, etc. Las quimeras de su mente se han alzado sobre su mente misma"221, por lo que "la observación empírica tiene que poner necesariamente de relieve, en cada caso concreto, el nexo existente entre la articulación social y política y la producción, sin mistificación ni especulación alguna"222. En la reflexión de ambos clásicos de la sociología, el método de distinción entre lo posible y lo real, opera como si la razón garantizara por sí sola la exclusión del peligro al que todos los sociólogos estamos adscritos: construir, justamente por medio y en virtud de la razón, realidades fantásticas. Esta forma de autodescripción de la sociedad que confía en el poder esclarecedor y casi todopoderoso de la razón, contenida ciertamente en las capacidades reflexivas de los hombres, se ha mantenido hasta ahora casi incólume en los imaginarios de las ciencias sociales, como la herencia legítima de la Ilustración y su programa de desencantamiento del mundo, el que por haberse negado tematizar reflexivamente sus propias condiciones de posibilidad, transfigura el desencantamiento en una nueva forma de fetichización del pensamiento223. El uso ingenuo y extralimitado de la razón y la concomitante ausencia de suficiente autoconfrontación reflexiva en el pensamiento científico-social, ha hecho que la sociología sea presa de sus propias quimeras, alimentando un sueño perezoso y apriorístico de coherencia y explicabilidad, o pretendiendo alcanzar, obviamente sin éxito, la comprensión total de los fenómenos sociales. Excluyendo a contadas excepciones, entre las cuales hay que incluir obligadamente al pragmatismo224 y 220
"Todo es el producto de ciertas causas... y por esta razón - agrega - yo no puedo admitir que se diga, como lo hacen los idealistas: en el origen está en el pensamiento ni, como lo hacen los pragmatistas, en el origen está la acción": Durkheim, E. (1966): Pragmatismo y Sociología, Schapire, Buenos Aires, pág. 109 221
Marx, K. (1988): Marx, Antología, (ed. de Jacobo Muñoz), Península, Barcelona, pág. 89
222
Idem, pág. 92 M. Horkheimer y T. W. Adorno (1997): Dialéctica de la Ilustración, Trotta, Madrid. G. Lukacs (1966): Historia y Conciencia de Clases, Grijalbo, México. 223
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Rorty. R. (1996): Consecuencias del Pragmatismo, Tecnos, Madrid; Rorty. R. (1996a): Contingencia, Ironía y Solidaridad, Paidós, Barcelona; Putman, H. (1975): Mind, Language and Reality, Cambridge University Press, Cambridge.
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en los últimos decenios al constructivismo225, en particular en la teoría de sistemas226, las ciencias sociales no han sido hasta ahora capaces de reconocer en la incertidumbre y en la duda que resulta de la misma realidad, una fuente provechosa de conocimiento, han cultivado el arte de las certidumbres, han reprimido el escepticismo y se han negado a aceptar, sobre todo en la contemporaneidad, que "todo lo sólido se desvanece en el aire" como indicara en mismo Marx y que incluso lo racionalmente inconcebible, puede ser real. La razón opera sobre la proposición de la racionalidad y es precisamente este ordenamiento racional el que se ha quebrado, arrastrando dicha fractura al principio elemental de causalidad227. La quimera elemental de la sociología consiste, pues, en alimentar la máquina de su propia razón, descuidando la propiedad fundamental y contingente de la segunda modernidad contemporánea, que consiste precisamente en que incluso el rol de la ciencia se convierte en ambiguo y portador del no-conocimiento, en el fundamento de una nueva ignorancia. En efecto, en la era de la modernización reflexiva228, el camino del pensamiento, de la ciencia y de la técnica es remitido a su génesis terrenal, que se caracteriza por la dubitación, la incertidumbre y la duda.229. Por desgracia, la sociología que confía ciegamente en la razón, ha sido presa de este mismo amor apasionado por lo confiable, lo racionalmente explicable y lo conocido, por lo tanto se autoincapacita para tematizar la contingencia inherente a los procesos sociales contemporáneos. Esta autoincapacidad de la sociología racionalista se pone de manifiesto, por lo menos, de tres maneras: 1. La sociedad se piensa, en el lenguaje de la primera modernidad, como un “contenedor” cerrado, dotado de una cierta estructuración subsistémica, como un sistema cerrado que incluye al sistema político, al económico, al jurídico etc., y que se puede graficar de acuerdo al sistema AGIL, desarrollado por Talcott Parsons230. El núcleo gravitante de dicha estructura es el Estado225
Heinz Von Foester: Observing Systems, N. Y., 1973 Niklas Luhmann: La ciencia de la sociedad, Anthopos, México, 1992 227 Ilya Prigogine: El fin de las certidumbres, Andrés Bello, Santiago, 1996. Paul Feyerabend: Adiós a la razón, Altaya, Madrid, 1998 226
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Lash, Scott y Urry, John (1998) : Economías de signos y espacios. Sobre el capitalismo de la posorganización, Amorrortu, Buenos Aires, pág. 53-88. Anthony Giddens: Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península, Madrid, 1995 229
"Al hombre natural - argumenta Dewey - no le gusta la incomodidad que acompaña a lo dudoso y está dispuesto a echar mano a cualquier cosa para salir de este estado. Pero escapamos a la incertidumbre por medios sensatos e insensatos. Una larga exposición al peligro engendra un amor por la seguridad. El amor por la seguridad, que se traduce en un deseo de no ser perturbado e incomodado, conduce al dogmatismo, a la aceptación de creencias a base de la autoridad, a la intolerancia y al fanatismo, por un lado, y a la sumisión irresponsable a la pereza, por el otro"Dewey, J. (1952): La busca de la certeza, FCE, Mexico, pág. 199, negritas mías. 230
Parsons, T. 1981): El aspecto político de la estructura y el proceso sociales, en: David Eeaston (ed.)(1981): Enfoques sobre teoría política, Amorrortu, B.A., pág. 113-175
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nación, el que se identifica implícitamente con la sociedad231, y ésta a su vez con delimitaciones territoriales. En la segunda modernidad, esta metáfora de inspiración hegeliana, ha sido puesta en tela de juicio por la globalización que pone fin a los espacios cerrados. 2. Los fenómenos sociales se analizan, en la primera modernidad, en medio de la preexistencia de agrupaciones colectivas, como las clases, las capas sociales, los grupos de interés o liderazgo, las agrupaciones étnicas, la relaciones de género, etc., en medio de los cuales presuponiéndose además un marco teórico de referencia previo que indica la estrategia respectiva para su comprensión, interpretación y explicación. En la segunda modernidad, ciertos fenómenos emergentes tales como la individuación y la individualización232, han ido erosionando la significación de los referentes colectivos y sustituyéndolos por híbridos opacos, donde las categorías colectivas preexistentes van perdiendo significación. 3. Los resultados de procesos de decisión (colectivos o individuales), en la primera modernidad, son considerados como calculables en sus efectos y delimitables en sus consecuencias, lo que se sustenta sobre la estrecha relación de interdependencia entre la racionalidad (de la actividad social) y el control social de los efectos que las decisiones(racionalmente)se proponen. En la segunda modernidad, los efectos colaterales de las decisiones son incalculables en espacio y tiempo, la controlabilidad de los riesgos que se generan en las decisiones de las instituciones (como la política o la ciencia), se convierte en una quimera. Lo que caracteriza, entonces, a nuestra contemporaneidad es esta realidad de lo dubitativo, que es el resultado de un cambio de época, posible de graficar en la existencia de lo que Habermas ha llamado "la nueva instransparencia"233 y que Beck tematiza como el quiebre práctico del principio de causalidad. Se trata de la porfía de las cosas terrenas y mundanas, a las cuales la sociología debe atender porque son el sustento de su actividad, antes que la existencia de la razón ilustrada que supuestamente ilumina las tinieblas de la incomprensibilidad. En la modernidad contemporánea, todo esto sucede sin que haya sido planeado, a espaldas de la sociedad industrial, pero también sobre sus espaldas, una radicalización de los éxitos de la sociedad burguesa ha roto con sus premisas abriendo camino a una sociedad distinta. O como ha desatacado Niklas Luhmann, en medio de la contingencia, el atributo fundamental de la modernidad, lo que es, podría ser de otro modo. Esta negación de necesidad e imposibilidad opera como
231 Ulrich Beck (1999): Globalisierung und Nationalität, trabajo inédito, Müchen. Niklas Luhmann: La paradoja de los derechos humanos y sus tres formas de desarrollo, en: Sociología y Política Nº 10, 1998, UIA, México, pág. 60-70 232 Robles, F. (1999): Inclusión, exclusión y construcción de identidad. El caso de las Mujeres Jefas de Hogar en Chile, en: Fernando Robles (1999): Los sujetos y la cotidianeidad. Elementos para una microsociología de lo contemporáneo, CIL, Ediciones Sociedad Hoy, Dirección de Docencia UDEC, Talcahuano, 1999, pág. 289 y sig. 233 Habermas, J. (1997): Die Neue Unübersichtlichkeit, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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un factor no negable de inseguridad234. En medio de la contingencia, el dogma del cambio social en la razón sociológica se quiebra definitivamente: todas las teorías del cambio, marxistas, funcionalistas, culturalistas e interaccionistas, sólo han podido tematizarlo como una fisura manifiesta, que sería el resultado de estrategias (provistas de medios, fines y tácticas) que se realizan con éxito o que fracasan, todos los colapsos van acompañados de conmociones que se suceden, por ejemplo, cuando "los de arriba" ya no pueden y "los de abajo" ya no quieren. Esto no sólo no tiene por qué ser así, sino que a menudo sencillamente no es. Por ejemplo, los indicadores de un vigoroso crecimiento económico, de la tecnificación de la vida y del trabajo, una marea de inversiones en la periferia moderna - como es el sueño de Cardoso y de los nuevos desarrollistas, antaño dependentistas235 todo eso puede desencadenar una tormenta subterránea e imperceptible. Un ejemplo de ello es la arenga de la flexibilización del trabajo: ello trae consigo que se remueva la diferencia entre trabajo y no - trabajo y elementos insospechados de los sistemas sociales se transformen, modificando también la estructura de la sociedad de clases de la periferia moderna globalizada, consignando que esta imposibilidad de diferenciación amenace con remover la estructura de la familia, las relaciones entre los géneros y los cimientos de la reflexión sociológica como la adscripción del trabajo remunerado a capas sociales predeterminadas. La disolución del trabajo convencional en la perspectiva de su flexibilización, grafica el dilema del conservativismo moderno: no puede ser moderno sin quemar lo que una vez adoró, pero tampoco se puede dejar de adorar lo que se ha quemado236. Pero a su vez, la contingencia de la modernidad convierte también a la programática socialista en altamente paradójica; en efecto, el clamor (plenamente justificado) por la necesidad de regulación estatal del tráfico social y la reivindicación de la necesaria discriminación tributaria de las capas adineradas, en aras de una disminución de las asimetrías a través de las funciones del Estado, induce la formulación de la siguiente interrogante: ¿Es posible que una institución cuya existencia fáctica se encuentra fuertemente cuestionada, como el Estado zombie de la segunda modernidad, pueda ser reconfirmado en su función de núcleo directriz cuando ha sido desplazado de facto del pedestal hegeliano que antaño, en la primera modernidad, se le había asignado? El dinamismo del desarrollo puede contener, pues, consecuencias opuestas, resultados involuntarios, y si algo caracteriza a la modernidad actual es que las 234 Niklas Luhmann (1997): Observaciones de la modernidad, Paidos, Barcelona, pág. 89 y sig.; Niklas Luhmann (1991): Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general, Anthropos, México, pág. 178. Fernando Collado: Las paradojas de la contingencia para las ciencias sociales, Ponencia al XXII Congreso de ALAS, 1999. 235 Francisco Zapata: ¿Ideólogos, sociólogos, políticos? Acerca del análisis sociológico de los procesos sociales y políticos en América Latina, en: Foro Internacional, Vol XXXV, Julio-Septiembre, 1995, N. 3, pág. 309-328 236
Otro ejemplo recurrente es el de la cesantía: el argumento de los economistas (sustentado sobre el principio ingenuo de la causalidad), de las elites política y los sociólogos convencionales para disminuir la cesantía es el crecimiento económico, pero las medidas de fomento y reactivación destinadas la expansión de la economía, puede también aumentar los niveles de cesantía en la población, con en el caso de Alemania durante los últimos 15 años.
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involuntariedades se han convertido de excepción en regla. La confianza en la razón y en los modelos causales, los arquetipos dicotómicos en la sociología tales como naturaleza y cultura, espíritu y naturaleza, comunidad y sociedad, solidaridad mecánica y orgánica - han llegado definitivamente a su fin junto con la efectividad de una fe ciega en la razón, que contribuyó a convertir al desencantamiento con el que Weber definiera la entrada del mundo a la modernidad, en un nuevo fetiche sacral. La modernización reflexiva que caracteriza a la segunda modernidad, no significa ni puede significar entonces reflexión sino que autoconfrontación; se trata de una autoconfrontación que no es deseada ni planificada, donde además la lógica de la racionalidad con arreglo a fines - que sostiene la acción social en el capitalismo se ha quebrado para abrir paso a la actividad de los efectos colaterales latentes de las decisiones a favor de un proyecto lineal (y no reflexivo) de modernización. Esta transición que es la resultante de la creciente autonomización de los efectos colaterales latentes de los proyectos de modernización, configura los contornos de lo que Ulrich Beck ha denominado como el advenimiento de las sociedades de riesgo237. La sociedad se autoamenaza como la resultante de una mutación de época, esto es por lo menos posible de tematizar a tres niveles: 5.
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La relación de metabolismo entre naturaleza y cultura, o entre naturaleza y sociedad se ha convertido en una verdadera simbiosis sui generis . Para decirlo con Hans Jonas, se trata de "la tremenda vulnerabilidad de la naturaleza a la intervención técnica del hombre, una vulnerabilidad que no se sospechaba antes de que se hiciese reconocible en los daños causados...Esta vulnerabilidad pone de manifiesto, a través de sus efectos, que la naturaleza de la acción humana ha cambiado de facto y que se le ha agregado un objeto de orden totalmente nuevo, nada menos que la entera biosfera del planeta, de la que hemos de responder, ya que tenemos poder sobre ella"238. Este poder de las sociedades sobre los sistemas ecológicos se ejecuta, sin embargo, involuntariamente, en medio de la imposibilidad de poder ser planificado y sometido a criterios de “responsabilidad” respecto de lo que pueda suceder . De allí que en la estructura de esta ejecución esté presente la contingencia sin el correlato de la comunicación; los sistemas sociales están incapacitados para operar sobre el entorno ecológico239. El entorno ecológico, a su vez, irrita a los sistemas de comunicación, sin que ellos puedan influir sobre él: sólo pueden tematizarlo. Esta amenaza inminente, que se devela en las explosiones sistemáticas del peligro, pone de manifiesto la asimetría entre los efectos efectivamente “planificados” de la técnica sobre la naturaleza, por un lado, y los resultados colaterales (y desconocidos) de la técnica en la naturaleza, por
Ulrich Beck: La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Paidós, Barcelona, 1998 Jonas, H. (1995): El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética de la civilización tecnológica, Herder, Barcelona, pág. 32-33 239 Niklas Luhmann (1982) : Ökologische Kommunikation, Opladen 238
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el otro240. Paradójicamente, “en medio de todo esto, el hombre precisamente así amenazado se pavonea como señor sobre la tierra”241. 6. Las amenazas producidas por el progreso y la modernidad, remueven los fundamentos de las instituciones: la familia, el estado, las clases sociales, las burocracias, el derecho, la ciencia, etc., tal como había sido concebidas hasta ahora, se convierten en incoherentes: la observación de las instituciones bajo el prisma de la primera modernidad, convierte a los imaginarios de las instituciones en categorías fenecidas, que ya han muerto en la realidad, pero se niegan al descanso eterno y deambulan en calidad de trashumantes, imperando también en el pensamiento sociológico. Todo modifica su forma modificándose también el carácter de la política: la modernización de las sociedades se lleva a efecto sobre las espaldas de los sujetos, pero los riesgos “manufacturados” no activan alarmas en las instituciones sino que siguen la lógica de los efectos colaterales y desembocan directamente en los sujetos. Las instituciones tal como se presentan y tematizan en la primera modernidad (llamada también modernidad simple), pierden paulatinamente sentido, y los sujetos componen el sentido de sus biografías abrumados (y motivados) por la fuerza y la inminencia de los efectos colaterales. La lógica de la política como decisión sistémica se disocia de la ejecución de la vida cotidiana en medio de los riesgos de la segunda modernidad. Este verdadero abismo entre sistemas de interacción y cotidianeidad, por un lado, y el advenimiento de la sociedad mundial, por el otro, han hecho que “la sociedad, aunque consta en gran parte de interacciones, se ha vuelo inaccesible para la interacción”242. La mentada “pérdida de sentido” como autodescripción pesimista de la sociedad, en nada aminora que el depositario de los riesgos autoproducidos sean precisamente los sistemas de interacción. 7. Las significaciones colectivas se agotan y se desencantan. Todos los esfuerzos y las responsabilidades de definición se convierten en biográficas y recaen en los sujetos, en los individuos. La construcción de la identidad en medio de la individualización (en medio de la inclusión, como distinción funcional en las sociedades de capitalismo tardío) y la individuación (en la exclusión masificada de las sociedades de capitalismo periférico)243, estos dos procesos de composición de la individualidad, se desacoplan de las visiones de la tradición (aunque añorando su validez) pero también de los significados comunes de la sociedad capitalista industrial, para instalarse en las turbulencias de la sociedad del riesgo. El Estado en el centro de las sociedad industrial y de la primera modernidad, ha dejado de ser el núcleo aglutinador de la sociedad; su perímetro de influencia ya no se identifica con las fronteras territoriales, no está ya ni siquiera en condiciones de reclamar territorialidad 240 Marcelo Arnold: Imágenes de la complejidad. La amenaza ambiental en la sociedad contemporánea, Ponencia al XXII Congreso Alas, Concepción, 1999. También Marcelo Arnold: Cambios epistemológicos y metodologías cialitativas, en : Sociedad Hoy. Revista de Ciencias Sociales, 2-3-, 1999, pág. 25-34 241 Martin Heidegger: Filosofía, Ciencia y Técnica, Ed. Universitaria, Santiago, 1997, pág. 135. 242 Niklas Luhmann (1991),op. cit, pág. 384 243 Fernando Robles: Inclusión, exclusión y construcción de identidad. El caso de las Mujeres Jefas de Hogar en Chile, en: F. Robles: Los sujetos y la cotidianeidad. Elementos para una microsociología de lo contemporáneo, C.I.L., Ediciones Sociedad Hoy, Dirección de Docencia UDEC, Concepción, pág. 289-336
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jurisdiccional (como lo demuestra la detención del general Pinochet). 8. Las propiedades de la ética de las sociedades ya no pueden ser guiadas por el imperativo categórico según el cual "no necesito una gran agudeza para conocer lo que tengo que hacer para que mi voluntad sea moralmente buena"244. Si antaño a nadie podía hacerse responsable de los efectos posteriores no previstos de sus propios actos- efectos colaterales no calculados de decisiones – supuestamente bien intencionados y bien ejecutados, y el saber predictivo confiaba en la infalibilidad de la ciencia respecto de los efectos de la técnica, esta situación se ha modificado hoy substancialmente. Por ello es que los conflictos de las sociedades de riesgo sean imputaciones de efectos futuros altamente ambivalentes. Las sociedades contemporáneas se debaten entre el dilema responsabilidad/irresponsabilidad. La atribución de la responsabilidad no es, sin embargo, un problema ético. La ética es la apariencia, el evento de una lógica que tiende a que las sociedades renuncien a la integración moral245. La ética es el “paradigma perdido” de la modernidad. Si respecto de la identificación de la sociedad con el estadonación y de éste con un territorio jurisdiccional, la sociología de la primera modernidad es implícitamente hegeliana, respecto de la comunicación de la ética, la sociología suele ser kantiana246. La sociedad del riesgo y el incremento de nuevos peligros, se caracteriza por una metamorfosis elemental del peligro y por la necesidad de una heurística del temor247. Desde el punto de vista de sus efectos colaterales (e imprevisibles), en la sociedad del riesgo, las invocaciones sacrales de las sociedades de antaño que exhortaban fuerzas sobrenaturales o externas a la sociedad para clasificarlo y definirlo, se añoran pero son inservibles – aún cuando se sigan utilizando, bajo denominaciones como el “progreso”, el “crecimiento”, los “valores”, etc248. La sociedad del riesgo se caracteriza por su negatividad y se define más por las imposibilidades que por las perspectivas que abre, aunque en el contexto de la modernización reflexiva esto sea sólo aparentemente así. La modernidad en medio de riesgos se caracteriza por un desacoplamiento generalizado entre las creencias y los llamados imaginarios sociales249, por un lado, y las consecuencias de sus propios logros, por el otro; incluso este desacoplamiento temporal que ya previno Mannheim250, significaría, según Günther Anders251, que la 244
I. Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Espasa, Madrid. Pág. 11 Niklas Luhmann: Complejidad y Modernidad. De la unidad a la diferencia, Trotta, Madrid, 1998, pág. 197 y sig. 246 I. Kant: Crítica de la razón práctica, Losada, Buenos Aires, 1961. Ver T. Parsons: El sistema social, Revista de occidente, Madrid, 1966, pág. 193-237 247 Jonas, H. (1995): El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética de la civilización tecnológica, Herder, Barcelona, pág. 65 245
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Josetxo Beriain: Genealogía sociológica de la contingencia. Del destino dado metasocialmente al destino producido socialmente, en: Sociedad Hoy. Revista de Ciencias Sociales, 2-3, Concepción, pág. 161-193 249 Ver Juan Luis Pintos: Los imaginarios sociales. La nueva construcción de la realidad, Cuadernos FyS, Bilbao, 1995. 250 Mannheim, K.(1967): Mensch und Gesellschaft im Zeitalter des Umbaus, Ulstein, Frankfurt 251 Günther Anders: Die Antiquiertheit des Menschen, Frankfurt, 1988
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autoobservación de las sociedades camina con cien años de retraso respecto del desarrollo de las mismas. Por lo general, entre quienes autodescriben con mediana coherencia a la sociedad mediante comunicación se encuentran los que destacan las conquistas que se expresan en incrementos a los accesos de la población respecto de los sistemas funcionales sin tematizar los efectos colaterales de dichas “irrupciones de las masas” y por lo tanto claman por que no se claudique respecto del “más de lo mismo”252 y los que recusan la esencia de los cambios porque socavan los fundamentos de la sociedad industrial con sus clases, su estado-nación, sus valores y tradiciones. Los unos atienden principalmente al crecimiento económico, a la masificación del consumo, a la diversificación del tiempo libre, a la posibilidad de viajar y a las capacidades emprendedoras de los individuos y se molestan por el malestar de las “elites conservadoras de izquierda y derecha”, mientras que los otros resaltan las amenazas de la inequidad social y las asimetrías que la modernidad conlleva. Sin embargo, ni los unos ni los otros están en condiciones de asegurar con certeza que el futuro de las sociedades actuales pueda ser calculable, esta es la conclusión elemental que arroja la modernidad reflexiva: 1. Los peligros de la civilización no son delimitables. Esto se refiere tanto al espacio, al tiempo y a los aspectos sociales. Si es verdad, en efecto, que en la modernidad “todas las lejanías en el tiempo y en el espacio se encogen”253 y/o que uno de sus atributos es la separación de espacio y tiempo254, las inseguridades “homemade” de la propia sociedad dejan de ser un problema de atribución metasocial y sectorial para configurar contornos cada vez menos delimitables. La metamorfosis del peligro significa, entre otras cosas, no sólo que desde el uso militar de la energía nuclear la humanidad esté en condiciones de autodestruirse, sino que las propias sociedades, en todos sus niveles subsistémicos, con las decisiones que asume a favor de modelos de modernización mundializa, localiza y deslocaliza al mismo tiempo los efectos colaterales de sus propios proyectos, por ejemplo, en el caso de la producción de alimentos transgénicos. El desacoplamiento entre la autodescripción de la sociedad y la lógica (amoral) de los subsistemas sociales configura los contornos de la llamada sociedad de riesgo residual: la autodescripción se identifica con la posibilidad de control de los efectos colaterales, mediante inventos tales como el cálculo de las probabilidades, los métodos matemáticos de cálculo de riesgo, etc., mientras, por otro lado, las decisiones que se tomen deben ser necesariamente desequilibradas, porque sus consecuencias no pueden ser calcularse255. 2. Las reglas establecidas de atribución y responsabilidad, por un lado, abortan y fracasan mientras las relaciones entre causalidad y culpabilidad, se desacoplan. Esto significa que la jurisdicción y su aplicación en el ámbito de la investigación, del derecho (civil y penal), de la industria y la empresa, provoca 252
E. Tironi: La irrupción de las masas y el malestar de las elites, Grijalbo, Santiago, 1999. M. Heidegger (1997), op. cit, pág. 223 254 A. Giddens: Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península, Madrid, 1997, pág. 28 y sig. 255 Ulrich Beck: Zur politischen Dynamik von Risikokonflikten, (artículo inédito), 1999. 253
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lo contrario de lo que persigue: los peligros crecen y se legitima su anonimización. Con ello, el principio de la responsabilidad se trastoca en irresponsabilidad, se sedimenta e institucionaliza la insuficiencia como principio directriz de la carecia de imputabilidad. Se abre paso a la dominación de anonimato, una de las propiedades más repugnantes de la tiranía256, oculta en torno a la imposibilidad de previsión en la acción, una propiedad de la acción social especialmente destacada por Robert K. Merton257. Las “consecuencias no previstas de la acción” dominan el espectro social y mientras más conocimiento se acumula respecto del mundo, con mayor facilidad se arriba a la conclusión de que la realidad se compone de segmentos que permanecen ocultos258. 3. Los peligros pueden ser técnicamente minimizados, pero nunca pueden ser excluidos o considerados como irrealizables. Lo que resulta menos probable puede suceder, los niveles mensurables de contaminación del aire de las metrópolis puede aumentar o disminuir aún cuando los ambientalistas sean catalogados de intelectuales frustrados: su mentado conservadurismo respecto de la modernidad no influencia la calidad del oxigeno de la atmósfera. Por otro lado, los optimistas de la (primera) modernidad, no dejan de respirar el mismo aire contaminado cada vez que abren la boca para quejarse del malestar de los ambientalistas. Además, las relaciones probabilísticas de los peligros así como el juego del seguro respecto de riesgos y peligros hace que la idea central de la asegurabilidad, la indemnización por daños, deje de existir en la medida en que las sociedades se enfrenten a riesgos no asegurables.259 De entre ellos vale la pena destacar el caso de los alimentos transgénicos, o “comida Frankenstein”: la ciencia aún no ha aprendido a balbucear el código genético, pero la ilusión de calculabilidad del pensamiento causal y racionalista cree asegurar, sin poder en realidad hacerlo, que el consumo de transgénicos no afecta la salud de la población.¿ Cual es el motivo por el cual la industria y los consorcios de seguros se niegan terminantemente a asumir el riego de siniestro en el caso de los productos genéticamente manipulados?
II. Dos malentendidos respecto de la sociedad del riesgo y la modernización reflexiva. Antes de tematizar en detalle el punto 2 de la argumentación anterior, que es el núcleo de este trabajo, es necesario aclarar dos malentendidos, uno respecto de la sociedad del riesgo y el otro respecto de la modernización reflexiva. Estas aclaraciones son de la mayor importancia porque contribuyen a desmistificar 256
H. Arendt: Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, Madrid, 1999. Robert K. Merton: Ambivalencia sociológica y otros ensayos, Espasa, Madrid, 1980, pág. 173-177 en: Josetxo Beriain y J.L. Iturrate: Para comprender la teoría sociológica, EVD, Pamplona, 1998, pág. 197 y sig. 258 Robert Merton: Ambivalencia y otros ensayos, Winkin, Barcelona, 1980 257
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Beck,U. (1988): Gegengifte. Die organisierte Unverantwortlichkeit, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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algunas explicaciones respecto de la crisis y el problema ecológico, que son profundamente erróneas: Primero. La sociedad del riesgo no es un “ privilegio” de los países industrializados, sino que es un fenómeno mundial. Autores como Ronald Ingelhart260 y otros se han empeñado en convertir a la cuestión ecológica en el resultado de la orientación de grupos específicos de la sociedad industrial hacia "valores postmaterialistas", que son a su vez el resultado de que dichas sociedades ya hayan resuelto sus problemas fundamentales de supervivencia, y las necesidades básicas de todos los grupos sociales se hayan satisfecho exitosamente. Esto no solamente quiere decir que los grupos ecologistas no son sino un puñado de hijos malcriados y malagradecidos del bienestar que se ocupan de la cuestión ambiental como una resultante de su sobresatisfacción, sino que los países de la periferia capitalista tendrían otros problemas como la pobreza, la alimentación, la salud y la educación que - como sabemos - se encuentran en la base del tristemente célebre triángulo de las necesidades de Maslow. Esta argumentación es por un lado errónea, pero por otro lado también es utópica y falaz. Errónea porque no es efectivo que los países desarrollados hayan satisfecho tan exitosamente sus necesidades; uno de los ejemplos que ilustran esta situación es la crisis de endeudamiento fiscal de los estados europeos, la desocupación en aumento, los movimientos migratorios y la crisis endémica del estado de bienestar unida a un dramático descenso en la recaudación tributaria como el resultado de la deslocalización entre espacio de producción y lugar de tributación261. Utópica porque presume que los países de la periferia no están afectados por riegos globalizados como el hoyo del ozono, el efecto invernadero y los efectos (contradictorios y ambivalentes) del calentamiento del planeta; además, tal como lo ha demostrado el trabajo ejemplar de Manuel Castells262, una nueva división internacional del trabajo ha desregulado de tal manera las relaciones de producción e intercambio, que los países de la periferia no sólo se han convertido el los lugares preferidos de experimentación de las empresas multinacionales ocupadas de la producción de pesticidas y medicamentos, sino que están amenazados por riesgos locales que no pueden controlar; uno de ellos es el de la producción y masificación de alimentos transgénicos, cuyas consecuencias para la salud de los individuos son imposibles de calcular. Falaz porque la preocupación ambiental no es el privilegio de minorías molestas o simplemente la molestia de las elites, como señala el sociólogo Tironi, quien a su vez se molesta por un discurso “clásicamente conservador” que “en vez de 260
Ingelhart, R.(1977): The silent Revolution, Princeton,NJ. Ingelhart, R. (1990): Culture Shift in Advanced Industrial Society, Pinceton, NJ, Unversity Press; Ver: Adams, R. (1993): The Earth Summit: A Planetary Reckoning, Los Angeles, Global View Press; Dunlap,R y Mertig,A.(1996): Weltweites Umweltbewusstseins. Eine Herauforderung für die Sozialwissenschaften, en: Diekmann,A. Jaeger,C.: op.cit., p. 193- 219 261
Reich, R. (1993): Die Neue Weltwirtschfat. Das Ende der nationales Ökonomie, Berlín, Ullstein; Weidenfeld, W. (1996): Demokratie am Wendepunkt, Siedler, Berlín. 262 Castells, M. (1997): La era de la información: la sociedad red, Alianza, Barcelona. También, David Held: La democracia en el orden global. Del estado moderno al gobierno cosmopolita, Paidos, Barcelona, 1997
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expresar entusiasmo por las posibilidades que abriría para grupos postergados o marginales el crecimiento, lo que manifiestan, con su proverbial refinamiento, es su aprensión porque éste puede terminar con los recursos naturales, destruir el medio ambiente, tensar el sentido de comunidad o acabar con el estilo de vida tradicional”263. Justamente al contrario, el tema ambiental obedece a una preocupación transversal, transclase y sectorial de los afectados y los que se consideran amenazados por políticas y decisiones generadas bajo el principio de los hechos consumados, sin que siquiera los directamente afectados por ellas, hayan sido consultados. Por ejemplo, en el caso de la localización de industrias contaminantes o consideradas como con un alto riesgo de accidente, centrales termoeléctricas, industrias químicas, etc. Segundo. La modernización reflexiva no significa necesariamente reflexión, sino que autoconfrontación. El pensamiento sociológico convencional, anclado en una confianza cada vez menos argumentable en la razón humana, ha considerado y considera a la reflexividad como un proceso que se ejecuta a través de la reflexión, la que consistiría en un giro de la conciencia sobre sí misma, con perspectivas de tematización en horizontes específicos.264 En tal sentido, la teoría de la sociedad del riesgo da cuenta de la fisura entre reflexividad y reflexión que se realiza en la práctica de la sociedad contemporánea, la reflexividad resulta de una autoconfrontación incluso imperceptible sin la necesidad del “reflejo” de la reflexión y redunda en un aumento en la percepción de los riesgos, en un incremento del conocimiento de los riesgos y sus “improbables” consecuencias. Esto significa que la sociedad del riesgo no es una alternativa que se pueda rechazar o aceptar, sino que es relativamente independiente de la voluntad de los actores sociales y se asemeja a lo que Kant definió como un imperativo hipotético instalado en la estructura de la sociedad.265. Esto no significa, sin embargo, que la especificidad de esta involuntariedad subrepticia sea independiente de la voluntad de los actores y por lo tanto “trascendental”266. La sociedad del riesgo significa que en el curso del desarrollo de la sociedad contemporánea, los riesgos - que son construcciones sociales resultantes de percepciones, negociaciones y conflictos y que por lo tanto no son ni objetos ni “cosas” - dominan la estructura social, abren y cierran relaciones, rompen con la primacía de la tradición, reedifican el rol de la ciencia y desplazan a la política de las trincheras de los parlamentos y los estados para situarla en medio de los sujetos agentes en los torbellinos de la sociedad del riesgo. En síntesis, la percepción del peligro y de los riesgos es una construcción social y por lo tanto la sociedad mantiene con sus recursos de construcción de la
263
E. Tironi: (1999), op- cit., pág. 51
264
Leithäuser, T. (1977): (ed.): Entwurf für eine Empirie des Alltagsbewusstseins, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
265
Niklas Luhmann (1992): op. cit. Tal como el establecimiento de las relaciones de producción es independiente de la voluntad de los actores (Marx), tal como la necesidad de la comunicación y el imperativo de selectividad, son también independientes de la voluntad de los actores (Luhmann) 266 En efecto, un buen ejemplo de entropía sería precisamente la negación práctica de uno de estos fenómenos indispensables para que la sociedad pueda existir.
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realidad, tanto la realidad de los riesgos así como su ocultamiento, minimización y también la ilusión de su inexistencia.
III. La naturaleza de la comunicación de irresponsabilidad organizada En las sociedades del riesgo se ha removido el rol de ciencia, pero también se ha modificado la función de la política. La sociedad no solamente se ha convertido en un enorme laboratorio, sino que simultáneamente no hay nadie más que pueda ser llamado a responsabilizarse de los resultados267 - este es uno de los fundamentos del fenómeno de la irresponsabilidad organizada. En los experimentos con la energía nuclear y la biotecnología, por señalar dos ejemplos, las dimensiones de espacio, tiempo o número de personas afectadas por ellos, se transforman en indeterminables268. Por otro lado, no existen instancias que supervisen los experimentos, nadie que por último tome decisiones científicamente fundamentadas acerca de la validez de las hipótesis de partida, sobre la base de la autoridad científica. Esta particularidad extrademocrática del rol de la ciencia de base y de aplicación cuando se convierte en tecnología, afecta de dos maneras distintas a las sociedades de la periferia globalizada moderna: Primero, las sociedades de la periferia moderna se han convertido en lugar ideal para exportar medicamentos y pesticidas que debido a restricciones en los países industrializados, sólo pueden ser comercializados en ellos. Segundo, sobre todo la industria química y genética transnacional, ha hecho de los países de la periferia el lugar predilecto para testear nuevos métodos de manipulación y desarrollo de tecnología recurrente; por ejemplo, Chile y Argentina, se han situado a la vanguardia de los países latinoamericanos en la producción y masificación de alimentos transgénicos269. Frente a estas formas poco discutidas de extraparlamentarismo, basado en la lógica de los hechos consumados, como son, por ejemplo, la instalación en nombre del “bien común” de medios de producción y unidades productivas interconectadas, los políticos están en una posición desventajosa: primeramente, deben esforzarse para estar al día respecto de lo que se está incubando otra vez en el laboratorio, para no aparecer como ignorantes ente la opinión pública270. 267
Ver Fernando Robles: Riesgo, Violencia, riesgo y desarrollo científico. Algunas anomalías de la civilización científica de principios del siglo XXI, en Sociedad Hoy, Revista de Ciencias Sociales, Concepción, Nº 2-3, 1999, pág. 191 y sig. 268
En lo fundamental, seguimos la argumentación de Beck al respecto: Beck, U. (1998): La teoría de la sociedad del riesgo reformulada (traducción e introducción de Fernando Robles), en: Revista Chilena de Temas Sociológicos, 5, Noviembre de 1998. 269
Lilian Duery: Plantas transgénicas: armas poderosas sin riesgos evidentes, en El Mercurio, 25 de septiembre de 1999. En contraposición al optimismo resoecto de los transgénicos, ver: Rosa Elvira Barajas O. y Jolanda Cristina Massuie T.: El Proyecto Genoma Humano. Un reto para la ciencia, opero un dilema para la humanidad, en: Sociológica, año 12, número 35, 1997, pág. 119 y sig. 270 Como muestran las investigaciones incluso en países como Alemania e Inglaterra, la mayoría de los parlamentarios extraen su información acerca del desarrollo tecnológico de los medios de comunicación de
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Pero a menudo, las instituciones del estado deben recurrir a expertises, que singularmente provienen de los mismos científicos. A pesar de todos los medios financieros de promoción a la investigación científico-tecnológica, la influencia de la política en las metas de desarrollo tecnológico permanecen siendo secundaria y en muchos casos a pesar de las elevadas subvenciones que a la investigación se le otorga, los científicos hacen en el fondo lo que quieren sin preguntarle nada a nadie - este es un componente esencial que sostiene por un lado, la necesidad de la libertad de investigación, principio detrás del cual subyace la creencia de que las decisiones tecnológicas no afectan a la sociedad o si las afectan, su efecto es siempre positivo porque contribuye al desarrollo de las fuerzas de producción. Esto es absolutamente falso. En última instancia, las decisiones acerca de la aplicación o no aplicación de las metas de desarrollo en la microelectrónica, en la tecnología genética o similares no se toman en los parlamentos. En la mayoría de los casos, los parlamentarios deciden por sobre las fronteras de los partidos, exclusivamente a favor del apoyo y la aceleración de desarrollos tecnológicos para asegurar de ese modo el futuro de la economía y especialmente de los puestos de trabajo. Esto quiere decir que la división del poder le cede a la industria el derecho a tomar decisiones sin asumir la responsabilidad respectiva frente a lo público por los riesgos que se desencadenen, mientras que a la política se le entrega la tarea de legitimar democráticamente decisiones que en realidad nunca ha tomado y acerca de las cuales ulteriormente bien poco se sabe. El problema de los políticos, es que en el caso de los casos - las catástrofes amenazantes o actuales - deben justificar decisiones respecto de las cuales a menudo garantizan con su credibilidad, pero que han sido adoptadas por otros y en otros lugares. La consecuencia de toda esta situación es la siguiente: ante la opinión pública, nadie es responsable por los riesgos. En la neurotecnología, los ingenieros genéticos, verdaderos argonautas (anónimos) del tercer milenio, refundan las leyes que hasta ahora han regido el pensamiento y la vida de los seres humanos y abren paso a las soluciones de los problemas sociales por medio de una nueva eugenesia. A quien se le pregunte quien puede ser responsabilizado por las consecuencias de estos experimentos y por sus resultados, la respuesta será: nadie. Esto viene a significar que la dinámica del riesgo, en la segunda modernidad, se sostiene sobre la “dominación anónima”271 que Hannah Arendt considera como la forma tiránica de ejercicio del poder, porque bajo estas condiciones nadie puede ser hecho responsable de nada. En este magistral estudio sobre el juicio a Adolf Eichmann en Israel, Arendt tematiza la función de la irresponsabilidad o no atribución de imputaciones a sujetos individuales, en medio de organizaciones burocráticas altamente especializadas. Este “imperio de Nadie” opera de acuerdo al siguiente mecanismo: el grado de responsabilidad aumenta a medida que nos alejamos de el (o los) decisores o de quien sostiene en sus manos el instrumento fatal; a la inversa, mientras más sofisticadamente se anonimice a quien decide, en mayor medida tiende a aumentar la masas, del suplemento y probablemente ni siquiera están en condiciones de comprender adecuadamente lo que está sucediendo. 271 Arendt, H. (1970): Macht und Gewalt, München; Arendt, H. (199), op.cit.
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irresponsabilidad, entendida como imposibilidad de imputación.272 Este dispositivo pone de manifiesto la insuficiencia de los ordenamientos jurídicos y los conceptos entonces actuales de jurisprudencia, pero indica además que las máquinas burocráticas despliegan también argumentos y teorías como una manera eficaz de protegerse de responsabilidades personales273. ¿Cómo es posible que la irresponsabilidad organizada funcione y se estabilice? ¿Es suficiente constatar su existencia fáctica sin desocultar su esencia, basta con derivar sus efectos de condiciones estructurales manifiestas o es necesario confrontarse con la hondura y con la trascendencia de éste fenómeno? Esas son las interrogantes que deben ser respondidas. En tal sentido, probablemente sean las escenificaciones y los eventos de la irresponsabilidad organizada, quienes entregan la clave para desocultar su lógica íntima. El fenómeno de la irresponsabilidad organizada posee, a mi juicio, dos connotaciones elementales: (a)La irresponsabilidad organizada una es forma particular de comunicación, que desacopla la competencia de la imputación. Como sabemos desde Luhmann, la comunicación, que es la base de sustentación de los sistemas sociales, consiste en la ejecución de tres distinciones selectivas, información, mensaje (Mitteilung) y comprensión274. Por lo tanto, la descripción que hasta aquí hemos entregado de la irresponsabilidad organizada corresponde sólo a los eventos que la dotan de una forma determinada, se trata de acontecimientos de la irresponsabilidad organizada que se plasman en acción, de la cual efectuamos una observación y de ella una descripción. Sin embargo, para que las acciones puedan estabilizarse y obtener una cierta regularidad estructural que las haga observables, se requiere de un basamento que pueda conectarlas, hacer de ellas (de los eventos) cadenas de actividades concatenadas entre sí. En los sistemas sociales, esto sólo es posible mediante comunicación, sobre esta base operan los sistemas sociales. Si no existiese este fundamento, la acción de la irresponsabilidad organizada se diluiría en contingencia, sería efímera y volátil, tal como Goffman caracteriza a los sistemas de interacción cara a cara275. La descripción más sofisticada que hasta ahora existe de este fenómeno está contenida en la capacidad/incapacidad del sistema jurídico, como apunta Ulrich Beck, para desacoplar la competencia de la responsabilidad y sincronizar la autoría de la acción (vinculada a uno o a más sujetos) con la imposibilidad de la imputación; el ordenamiento jurídico y la estructuración de la carga de prueba es lo que permite que la comunicación de la irresponsabilidad organizada pueda reentrar en la sociedad cada vez que sea 272
Arendt, H. (1999): Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, Madrid. Raffaele de Giorgi: Ciencia del Derecho y Legitimación, UIA, Colección Teoría Social, México, 1998. 274 Niklas Luhmann (1996): Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general. Anthropos, México, pág. 140-171 275 Ver E. Goffmann: Relaciones en público, Alianza, Madrid, 1971, pág. 240 y sig. “El individuo divide su Umwelt en lo proyectado y lo no proyectado, en proyecto y contexto, en lo orientado al yo y lo accidental...La distinción fundamental que establece el individuo entre lo proyectado y lo no proyectado echa las bases para otro concepto básico que introduce en su entorno, y que coincide algo con el primero: la idea de la estratagema” (op.cit., pág. 308). 273
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necesario: la comunicación puede ser retomada de tal manera que los eventos (por ejemplo aquellos que activan indignación, o los que permanecen protegidos por la “actitud natutal”) aparezcan como si fueran el sustento de la irresponsabilidad organizada. Sin embargo, en sentido estricto, esta forma de comunicación debe trascender el ámbito estructural del sistema jurídico y de la disputa en torno a las obligaciones de carga de prueba para pretender, por ejemplo, indemnizaciones por daños generados por decisiones, las que dividen a la sociedad entre los que deciden (en medio de la política de hechos consumados) y los que son afectados sin haber sido consultados276. La argumentación de Beck, al ser demasiado estructural y constreñida a la comunicación de la comunicación de la irresponsabilidad pero bajo el prisma de las estructuras, se incapacita para desocultar los fundamentos de la irresponsabilidad organizada en la ejecución de cotidianeidad277. Esta argumentación alternativa quisiera desarrollarla en varios pasos consecutivos: Los accounts de responsabilidad/irresponsabilidad. En el contexto de la etnometodología, Melvin Scott y Stanford Lyman, en un celebrado trabajo278, han propuesto definir la actividad de hablar como la capacidad de unificar los segmentos interrumpidos de las relaciones sociales de comunicación, destinada a mediar entre lo prometido y lo cumplido, y que sirve para reparar los quiebres y superar extrañamientos, en el marco de lo que los estadounidenses llaman accountability, que traducido al español significa, entre otras cosas, responsabilidad279. Precisamente de allí se deriva el concepto de account. Los accounts son prácticas metódicas de presentación de sentido y de iniciación de procedimientos reflexivos280. Para Scott y Lyman, la propiedad de hablar se refiere a la posibilidad de dar y recibir responsabilidades y por lo tanto también de negar responsabilidades. Por responsabilidad se entiende la expresión de un actor, con la cual espera esclarecer un comportamiento inesperado, trátese de un comportamiento propio o de los otros e independientemente de quien provoque dicha responsabilidad. Obviamente que las responsabilidades no son necesarias ni deseadas cuando se
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Niklas Luhmann: Sociología de riesgo, UIA, México, 1992 U. Beck: Gegengifte. Die Organisierte Unverantwortlichkeit, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1988
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Scott, M y Lyman, M (1973): Verantwortungen, en: Falk, G. y Steinert, H. (1973): Symbolischer Interaktion, Klett, Stuttgart pág. 294-315 279
M. Pollner: Mundanes Denken, en: Weingarten, E. Y Sack, F.: Ethnomethodologie, Suhrkamp, Frankfurt. A.M., 1976, Pág. 295-326 280
Garfinkel, H. y Sacks,H,(1976): Über formale Strukturen praktischer Handlungen en: Elmar Weingarten y Fritz Sack (ed.): Ethomethodologie. Beiträge zu eine Soziologie des Alltagshandelns, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 130-178.
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trata de actos incuestionables, como los de las relaciones sexuales entre casados281. En general, pueden distinguirse dos tipos de asunción de responsabilidades, las disculpas y las justificaciones; ambas se aplican en calidad de account cuando una persona es acusada de hacer algo que es malo, erróneo, indeseable o sencillamente inadecuado. Pero a su vez, las disculpas y las justificaciones - sobre todo estas últimas - sirven para evitar responsabilidades. La particularidad de esta asunción es que en la medida en que es, al mismo tiempo no es, es decir se convierte en paradójica. Disculpas y justificaciones. Primero. Disculpas : este es un tipo muy habitual y socialmente aceptado de account, en el cual se reconoce que tal o cual acción o actitud fue errónea o desproporcionada, pero se niega toda responsabilidad o una parte de ella. Las disculpas son vocablos socialmente aceptados que permiten aminorar la responsabilidad, y son por lo tanto un componente cotidiano de irresponsabilidad. Scott y Lyman distinguen cuatro tipos de disculpas, las que sólo formulan como ilustración dejando abierta la posibilidad de que puedan existir otras: Invocación de un accidente, para disculparse y retornar al ámbito de la hipótesis de la normalidad, en la medida en que los accidentes suceden como sorpresas; Invocación a "impulsos biológicos" , por lo que se niega la responsabilidad por lo que sucedió porque se fue presa de "fuerzas fatales", como los impulsos sexuales o las formas del cuerpo o a la existencia de excesos; Invocación de la anulabilidad, que a menudo se usa diferenciando entre "saber" y "querer" agregando que no se hubiera querido hacer algo si se hubiese sabido lo que iba a acarrear. Por ejemplo: "Yo no sabía que se iba a poner a llorar"; Se dice que el inculpado es sólo un "chivo expiatorio", un "pato de la boda" respecto de lo que sucedió, otros son los verdaderos responsables. Segundo. Justificaciones: a diferencia de las disculpas, en los accounts de las justificaciones se usan vocablos aceptados donde se asume la responsabilidad por las acciones, pero se niegan sus propiedades negativas y se la considera provechosa, respecto de lo cual Scott y Lyman distinguen seis tipos de justificaciones: Negación de daños y/o perjuicios ("no existen o no hay víctimas, o ellas son simuladas, o productos de escenificaciones manipuladas"); Negación de la víctima, porque ella no es inocente, sino en verdad culpable (el o ellas son autoculpables) o merecen lo que les ha sucedido. ¿Quiénes pueden ser estos sujetos autoculpables? Los enemigos directos, los portadores de roles desviados (como los homosexuales), los grupos estigmatizados (como las minorías étnicas) y los enemigos lejanos (como los políticos o los comunistas, estos últimos menos desde que no existe la Unión Soviética); Se puede remitir al argumento de la lealtad y la obligación para lo que tuvo que hacer ("no había otra posibilidad", "solo 281
Al revés, Bill Clinton debe responsabilizarse de sus relaciones extramaritales, pero nadie se atrevería a consultarle por las que mantiene con su esposa, esto porque hemos aprendido como un componente de las política de la realidad, lo que es un matrimonio y que él incluye como un integrante suyo, las relaciones sexuales.
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cumplía con mi deber"); Condenación de los condenadores , los que han hecho cosas peores o planeaban hacer lo mismo, ya lo han hecho o con sus actos dan lugar a ello ("no tienen autoridad moral", "sólo los matamos antes de que ellos nos mataran"); Se puede tratar de una triste historia ("fue todo tan confuso"), un orden escogido de sucesos trágicos del presente y pasado, destinado a teñir de compasión la aceptación del account.; Se trató de un acto de autorealización necesario, respecto del cual pueden existir daños y precios, pero como se trata de "la realización de mi vida", el resto no importa282. El nexo práctico que une a la ejecución de la responsabilidad en la interacción cotidiana y al fenómeno estructural de la irresponsabilidad organizada es, a mi juicio, el siguiente: en ambos casos, se produce una confusión ente la víctima y el victimario. Probablemente allí resida la consecuencia más repugnante de esta sincronía entre competencia y no-atribución, la que redunda en que los conflictos que arrecian en la sociedad del riesgo se conviertan en aprietos de imputación. (La calificación de repugnancia debe ser comprendida aquí precisamente en la aserción de Thomas Hobbes, es decir como una enfermedad del estado)283. Por ello, en la misma medida en que los sujetos sociales vierten en su interacción cotidiana la comunicación de la irresponsabilidad, este fenómeno de producción y reproducción diario, pasa a ser el caldo de cultivo para la sedimentación de la irresponsabilidad organizada, por ejemplo, en el ordenamiento jurídico284. Podríamos concluir que en la comunicación de la irresponsabilidad por medio de los accounts, hay un quiebre sistemático entre la información y el mensaje, por un lado, y la comprensión, por el otro. Debido, en efecto, a que tal como la irresponsabilidad es, como acabamos de ver, comunicación de la irresponsabilidad (observada y descrita como tal), el riesgo es también una construcción comunicacional del riesgo. Cabe entonces formular dos interrogantes: ¿Cómo es posible comunicar el riesgo en medio de la comunicación de la irresponsabilidad? y ¿Cómo es posible ejecutar reflexividad? Un fragmento de la respuesta está contenido en el concepto de reflexividad, desarrollado por Beck (en contraposición al de Giddens285): en efecto, la autoconfrontación de la sociedad con los riesgos no tiene por qué significar reflexión, sino que redunda en un aumento de las inseguridades y en un resquebrajamiento de la confianza (en la ciencia, en la política, en el estado, etc.) o, como señala Luhmann, en la producción de más ignorancia286. Sin embargo, a la comunicación del riesgo subyace el recurso (de mantenimiento) de las disculpas 282
La clasificación que antes hemos propuesto da a entender que en la actividad de descripción que la ejecución de los accounts conlleva, ellos se entrelazan y superponen de tal manera que resulte enormemente dificultoso distinguir de que account se trata; además, en el discurso cotidiano, los accounts se solapan según sea necesario activar uno u otro mecanismo para signalizar percepción. 283
Hobbes, T. (1965): El Leviatán, Parte II, capítulo XXIX, pág. 263, FCE, México. Stephan Wolff y Thomas: Kompetente Skepsis, Westdeutscher Verlag, Opladen, 1997 285 U. Beck, A. Giddens, S. Lash (1997), op. cit, pág. 240 y sig. 286 Niklas Luhmann: Complejidad y Modernidad. De la unidad a la diferencia, Trotta, Madrid, 1998, pág. 155 y sig. y Niklas Luhmann: Observaciones de la modernidad, Paidos, Paidos, 1997, pág. 139 y sig. 284
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y las justificaciones, siempre que la comprensión de la comunicación se interrumpa o se subordine a la distinción entre la información y el mensaje de la comunicación del riesgo, opacando la operación de comprensión, dándola por descontada, sumiéndola en accounts de responsabilidad irresponsable, ocultándola en el a priori de la actitud natural287. De tal manera que el fundamento de la irresponsabilidad en calidad de sistema de reglas práctico-cotidianas, obedece a un modo sui generis de desindexicalización que desacopla a la comprensión de la distinción elemental entre información y mensaje: dicho en la argumentación de Goffman, la compresión consiste en atribuir a los efectos no proyectados (o definidos como tales por el sistema), una explicación pacificadora, fortuita, de pura casualidad y/o coincidencia. Y consecuentemente, pues, la reflexividad debiera consistir en un reacoplamiento de estas tres distinciones selectivas, pero sin que esto signifique que aumenta la seguridad y disminuyan los riesgos, sino que justamente al revés. Probablemente allí resida uno de los elementos constitutivos de la modernidad reflexiva288, como una autoconfrontación que cada vez que supera las estratagemas del ocultamiento (en atribución a la fortuna), en medio de la comunicación se vuele otra vez ocultamiento. La conclusión de todo esto sería que un desocultamiento de la comunicación de la irresponsabilidad organizada sólo es plausible en la medida en que se comunique sobre la comunicación de la irresponsabilidad organizada; es decir, que las distinciones de la comunicación (sobre todo la diferenciación entre auto y heterorreferencia) y la forma de la autodescripción de la sociedad, den cuenta de las distinciones de la comunicación de la irresponsabilidad organizada, y no se limite a describir sus eventos. Volveremos más adelante sobre este punto. (b)En la irresponsabilidad organizada se trata de una estrategia que requiere de la existencia de expectativas-base, de reglas práctico-cotidianas que la hagan constituirse en un componente de “políticas específicas de la realidad” que la hagan aparecer como parte de la “actitud natural” en la vida social, sin activar el paradigma de indignación pública289. En la comunicación de la irresponsabilidad organizada se desencadena un ocultamiento del yo de la cotidianeidad290. Esta connotación es el fundamento de la progresiva anonimización del mundo de la vida, uno de los temas predilectos de la modernidad contemporánea, desde Simmel en adelante291. En este contexto de permanente ocultamiento, “el “yo” debe entenderse solamente como algo que en el contexto fenoménico de ser en que él se inserta quizás se revele como su “contrario”292. Además, en la ocupación y las actividades de los seres humanos en medio de la cotidianeidad, ellos 287
En medio del a priori de la actitud natural, se realiza una verdadera reducción fenomenológica a la inversa: el lugar de poner entre paréntesis al mundo real, se pone entre paréntesis su no-existencia. Ver Alfred Schütz: El problema de la realidad social, Amorrortu, Buenos Aires, 1995, pág. 214. 288 Beck U. , A. Giddens y S. Lash (1997): Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid. 289 H. Garfinkel: Condiciones para el éxito de las ceremonias de degradación, Universidad de Concepción, 1996 (traducción de Fernando Robles en discusión con Omar Barriga) 290 E. Husserl: La crisis de la ciencia europea y la fenomenología trascendental, Crítica, Barcelona, 1976, pág. 177 y sig. 291 Z. Bauman (1991): Modernity and Ambivalence, Cambridge, Polity. 292 M. Heidegger: Ser y Tiempo, Universitaria, Santiago, 1998, pág. 141
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aparecen como lo que son en la medida en que hacen293, pero en la nivelación propia de lo que la cotidianeidad oculta, lo originario se torna banal, se sumerge en los sistemas de autoevidencias del mundo de la vida, y en medio de esta “nivelación” aparece el “uno” del lenguaje mundano. El uno está en todas partes, aparece en toda selectividad conversacional, el uno aliviana en Dasein de la cotidianeidad y termina por dominar al mundo de la vida. Heidegger, en aproximación a Husserl, señala que el uno es el lenguaje de la habladuría y se articula en el “se”: “en cuanto la normalidad, el “ahora” seguro, ahora en cuanto lo de siempre, la publicidad es el modo de ser del uno: uno dice, uno oye, una cuenta, uno supone, uno espera, uno está a favor de que... El hablilla (la habladuría, F.R.), no es de nadie, nadie se responsabiliza de haberla dicho”294. Por ello es que el uno que responde a la pregunta por el Quién de la cotidianeidad, en la argumentación de Heidegger es el nadie de todo estar-en el mundo, y el símismo del Dasein cotidiano es el uno-mismo, cuando se articula en el “se” del lenguaje295. Entonces, sucede algo paradójico pero imperceptible: el “sujeto” del hacer cotidiano se anonimiza hasta desaparecer, se sumerge para no hacerse responsable de nada. El uno de la cotidianeidad no es, por lo tanto, un sujeto universal que se impone por entre las singularidades, como en los referentes colectivos de la sociología o en la metafísica del “sujeto histórico” o como acostumbran a argumentar las “sujetologías” contemporáneas como el discurso humanista . El uno es un componente estructural del mundo cotidiano, que cobijado en el “se” de su articulación, no necesita responsabilizarse de nada. Como el uno, entonces, se anticipa a todo juicio y decisión (mediante el “se”), despoja a la existencia cotidiana de responsabilidad y puede hasta darse el lujo de que se tenga que recurrir a él y “con facilidad puede hacerse cargo de todo, porque no hay nadie que deba responder por algo”296. En efecto, ¿a quién se podría culpar porque “se” diga que tales o cuales (personas) no son lo que aparentan ser, sino que en lo más íntimo de sus espíritus son de la más baja calaña? La respuesta, tal como en la argumentación de H. Arendt, será la siguiente: a nadie se le puede culpar porque “se” diga, pues el “se” es el Uno de la cotidianeidad, que se cobija en la irresponsabilidad. La argumentación anterior entrega elementos decisivos para tematizar la emergencia de la irresponsabilidad en las estructuras de la cotidianeidad. De partida, esto significa, por un lado, que la argumentación exclusivamente estructural de la irresponsabilidad organizada debe ser profundizada con la tematización de las estructuras de la cotidianeidad, en particular, respecto de la aparición del uno que se articula en el lenguaje del “se” de la conversación cotidiana. La comunicación de la irresponsabilidad organizada hay que comunicarla, entonces, bajo la premisa de esta presión conversacional (Konversatioszwang). Esta presión de conversación libera al sujeto del lenguaje de la responsabilidad de sus eventos, lo hace desaparecer de la superficie de los 293
H. Garfinkel: Studies in ethnomethodology, N.Y., 1967 M. Heidegger: Ontología. Hermenéutica de la facticidad, Alianza, Madrid, 1982, pág. 52 295 Por ejemplo, “se” dice que los pehuenches son flojos y borrachos – ilustrar un segmento altamente usado por el uno cotidiano chileno. 296 M. Heidegger: op.cit., 1998, pág. 152 294
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accounts y lo sustituye por referentes colectivos altamente irresponsables, como ha demostrado de sobra Nietzsche en el caso de la moral297. Por otro lado, la configuración de reglas de negociación práctico-cotidianas así como la configuración de tramados institucionales de orden valórico y cultural, si se levantan sobre la existencia de una irresponsabilidad sumergida en los fundamentos de la existencia de la cotidianeidad, encuentra precisamente allí su sedimentación comunicacional y su basamento de reproducción. Estos accounts pueden servir de apoyo a las estrategias orientadas hacia las disculpas y las justificaciones. (c) Algunos eventos de la comunicación de la irresponsabilidad organizada. En la sociedad del riesgo de las sociedades de “modernidad tardía”, las sociedades industriales han desarrollado un cuerpo de reglas y unas instituciones para hacer “controlables” consecuencias y riesgos no comprendidos - estas definiciones marco se traducen en reglamentaciones que son ejecutadas por una burocracia más o menos eficaz, a cuyos beneficios se incluye a la mayor parte de la población. Por otro lado, el estado de bienestar - en su empeño por pacificar los conflictos sociales de desigualdad - favorece un modelo que se guía por la pregunta de cómo se puede dar respuesta a riesgos espacial, temporal y socialmente limitados de forma colectiva e institucionalizada, esto es, mediante la atribución reglamentaria de culpa y responsabilidad, a través de normas jurídicas de compensación, mediante refinados principios de aseguración y de responsabilidad colectivamente orientada. El ejemplo clásico para esto es el desarrollo de los contratos de seguro en el caso de accidentes, heridas, destrucciones, cesantía, etc. La masa orgánica de estos seguros es el fundamento de la retórica de las llamadas "sociedades del riesgo residual"298. Este tramado institucional es altamente paradójico, por un lado, la sociedad vive en medio del mito de la seguridad, se ha convencido de la eternidad de su bienestar, pero está invadida de riesgos que no encuentran posibilidad de comunicación. Estos riesgos forman parte de las estructuras latentes, con las cuales no se puede establecer comunicación, que se niegan a ser observadas. De ellas, por lo general se pueden obtener imágenes borrosas u opacas. Aún cuando estrictamente todos los riesgos sean constructos híbridos que emergen como resultado de decisiones incalculables en sus efectos colaterales y que por lo tanto sean objeto de discusión, en las sociedades de riesgo residual la percepción de los riesgos es la cara excluida de la distinción. Ahora bien, la propiedad descollante de la sociedad del riesgo es que este tipo de formas de prevención y reglamentación de seguros (que garantizan tranquilidad, disminuyen las zozobras y aumentan la confianza) según los cuales se reparten y se adjudican la causalidad y los costos, como una resultante del desarrollo industrial tecnológico, como un producto adicional y colateral de la modernización 297
F. Nietzsche: Genealogía de la moral, M.E., Madrid, 1994, pág. 79 y sig. También F. Nietzsche: Humano, demasiado humano, Edaf, Madrid, 1987. 298 Reiner Wolf: Zur Antiquiertheitet des Rechts in der Risikogesellschaft, en: Beck,U,(1991): (ed.) Politik in der Risikogesellchaft, Frankfurt a.M., pág. 378-421
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lineal que tiene efectos que siguen una lógica distinta al desarrollo planificado, (como la energía nuclear, las tecnologías biológicas, la genética humana, etc.), se anulan o se evitan. Por ello es que la sociedad del riesgo significa: balancear más allá del límite del seguro e incluso de la asegurabilidad. Se puede incluso decir: con el tamaño del peligro disminuye la protección del seguro y esto es solamente un indicador simbólico para el hecho de que la sociedad del riesgo opera más allá de los principios de calculabilidad institucionalmente válidos. Comparada con la posibilidad de culpa, responsabilidad y costos asignados de que disponía la (primera) modernidad clásica, la sociedad del riesgo - la segunda modernidad - no posee seguridades y garantías de este tipo. Este segundo tipo de comunicación de la comunicación, como en el discurso anterior, es el que abre paso a la comunicación de la irresponsabilidad organizada como la resultante de una observación de segundo orden: en este contexto, se observa cómo observan los que observan que se puede desacoplar la actividad de la imputabilidad299. La comunicación de la irresponsabilidad organizada se asemeja a la metáfora del laberinto que usa Simmel una y otra vez para hacer transparente la hegemonía de la cultura objetiva - que es obra de los seres humanos y las sociedades - y que se vuelve sobre y contra los individuos mismos300. Este laberinto de la irresponsabilidad organizada y sus planos de construcción no hay que buscarlos, por ejemplo, en la falta de responsabilidad y menos aún en la carencia de voluntad de responsabilidad, sino en la simultaneidad y en la concomitancia entre competencia y no – atribución, sostenida, como hemos señalado más adelante, por accounts de responsabilidad en medio de la habladuría del “uno”. Dicha relación de sincronía es particularmente visible en el ejercicio del poder (extraparlamentario) en las sociedades de riesgo. Cuando la competencia se convierte en imposibilidad de atribución y por lo tanto en el impedimento de imputación, entonces comienza a operar sin límites y además como un efecto colateral de la modernización lineal, la fuerza de la irresponsabilidad organizada, que es análoga a las situaciones que llamamos kafkianas.301 Esta es aparentemente una situación altamente contradictoria, y sin embargo inmersa en la cotidianeidad: (a), por un lado, se quiebra de una vez por todas el dogma weberiano de la "dominación burocrática" que establece la aplicabilidad de ejecución de la racionalidad del derecho positivo, y lo convierte en inepto para identificar riesgos con el principio de la culpabilidad, la imputación y la competencia - con ello se 299
N. Luhmann: Observaciones de la modernidad, Paidós, 1997
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Simmel, Georg (1968): Das Individuelle Gesetz. Philosophische Exkurse, Suhrkamp, Frankfurt a.M.
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Kafkiana es la situación del gobernante que no sabe dar explicaciones respecto de lo que pasa a su alrededor, kafkiana es también la situación del científico que comprueba el culpable de que las casas de subsidio social destruidas por temporales no es nadie, todas situaciones cotidianas en Chile. Ver: Fernando Robles: "Vigencia de la Sociología" en Los Temas de la Epoca, Santiago de Chile, 7 de Diciembre de 1977, pág. 22-23
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confirma una vez más que los riesgos pueden brincar por las instituciones para no poder ser identificados con los que los causan, los provocan u obtienen beneficios con ellos – y todo esto puede ser tematizado en la comunicación de la comunicación de irresponsabilidad organizada; (b), por otro lado, convierte a la propia ejecución específica de la irresponsabilidad organizada en una forma particular y nueva de dominación, la dominación del anonimato, el que se observa como tal. Por ello es que la aseveración según la cual el sujeto de la sociedad del riesgo son todos y al mismo tiempo nadie, asume una connotación situada completamente fuera de los aforismos: el sujeto son todos, no tan solo porque la identificación de la causalidad y la imputación esté sumergida en la irresponsabilidad organizada, sino porque el efecto bumerang de los riegos efectivamente hace que ellos en sus efectos, afecten tarde o temprano también a sus causantes. Por otro lado, no es nadie, porque efectivamente lo que caracteriza al desplazamiento de los riesgos y a su transnacionalización, es que este fenómeno no obedece a planes diseñados que puedan calcular consecuencias y establecer delimitaciones precisas en el espacio y en la sociedad, sino que obedecen a la fuerza de los efectos colaterales, los que indudablemente son ciegos en su dinámica302. La irresponsabilidad organizada y las percepciones de ella que escenifiquen los medios de comunicación, ponen de manifiesto la contradicción que existe entre los peligros producidos inmanentemente por el sistema (de producción, de reproducción y de seguridad) y los peligros respecto de los cuales no hay imputabilidad ni responsabilización, pero ello es sólo posible en medio de la comunicación (de la irresponsabilidad organizada). A su vez, los medios de comunicación no son los denunciantes de la irresponsabilidad, sólo comunican autodescripciones, guiados por la necesidad de la construcción de lo nuevo; a medida que comunican irresponsabilidad, contribuyen a reproducir la autopoiesis de su comunicación. Pero cuando comunican acerca de la comunicación de irresponsabilidad organizada, contribuyen simultáneamente a aumentar la ignorancia303. La comunicación de la irresponsabilidad organizada irrita (reflexivamente) a los sistemas psíquicos y produce indignación, ira, enfado, fastidio, disgusto y desagrado. Recién entonces se puede hablar de condiciones para comunicar sobre la comunicación de la irresponsabilidad organizada, pero mientras esta segunda forma de comunicación no sea efectivamente la resultante de una observación de segundo orden, que desoculte mediante distinciones, las distinciones de comunicación de la irresponsabilidad organizada en sus aspectos estructurales y cotidianos, la forma de la comunicación simplemente “crítica” de la irresponsabilidad organizada permanecerá siendo prisionera de sus propias paradojas, porque ellas son consideradas como un déficit y no como una
302
Heinz von Foerster: Die Wahrheit ist die Erfinfung eines Lügners, Carl-Auer Systeme Verlag, Heidelberg, 1998. 303 N. Luhmann: Die Realität der Massenmedien, Westdeutscher Verlag, Wiesbaden, 1996
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oportunidad de desparadojización304. A diferencia de la sociología crítica y su hermenéutica de la emancipación, la observación de segundo orden tiene la ventaja ( y la exigencia) de operar por autología, de tal manera que “lo que se aplica a los otros hay que referirlo a sí mismo. Sólo si se acepta esto se puede evitar el reproche de que la observación que es efectúa a las espaldas simplemente es un puro engaño”305. La observación de segundo orden es un manejo complejo de distinciones que, observando (mediante distinciones) a las distinciones de la observación de primer orden, ejecuta una enorme reducción de complejidad, por concentrase en lo que el otro sistema observa. Esta especialización de la observación de la observación del otro, es, por un lado, contingente y renuncia a la confirmación de la última validez y a las seguridades ontológicas y tiene la ventaja de poder observar lo que el observador no puede, es decir, ayuda a ver lo que no se ve que no se puede ver, por el otro. Ahora bien, en la comunicación de la comunicación de la irresponsabilidad organizada, concebida como una observación de segundo orden, no está formulada la propuesta de “iluminar” al observador, sino simplemente de describir distinciones, mediante un aumento significativo de complejidad (que debe ser reducida mediante sentido), en medio de la posibilidad de horizontes de cambios posibles (contingencia) y explicitando lo que el observador de primer orden está incapacitado de observar. Por ejemplo, una de las formas de comunicar la irresponsabilidad organizada es la siguiente: se sostiene que los peligros no tienen Dios ni patria, pero aquellos que tienen su génesis en el desarrollo técnico - industrial, pueden ser tipificados según el principio de la causalidad y de la culpabilidad en la medida en el que exista la voluntad para hacerlo. Esta es una de las grandes “ingenuidades” de la comunicación de la irresponsabilidad organizada y que contribuye a fundamentar la creencia en la controlabilidad de los riesgos, este es uno de los puntos ciegos de su observación. Porque en realidad sucede exactamente al contrario: es precisamente la aplicación de las normas vigentes lo que garantiza la imposibilidad de imputación respecto de peligros sistémicos: porque la normatividad institucionalizada de los peligros convierte a los riesgos en residuales, cuya irracionalidad se niega, y se les otorga a los riesgos el certificado de inocencia que hace creer que pueden ser controlables. En otras palabras, la irresponsabilidad organizada pone de relieve el fracaso más completo de la sociedad industrial capitalista en la administración de los peligros y su incapacidad congénita para poder ocular sus puntos ciegos. El control de los riesgos se convierte en "normalizazión". Por ello es que a pesar de que la segunda mitad del siglo XX se caracterice por una avalancha de reglamentaciones técnico burocráticas, simultáneamente se desencadene mundialmente una conciencia de peligros únicos y cualitativamente nuevos. Porque incluso en las percepciones y 304
Niklas Luhmann: “De que se trata el caso” y “qué es lo que se esconde detrás”: Las dos sociologías y la teoría de la sociedad, en: N. Luhmann: Introducción a la teoría de sistemas, UIA, Iteso, Anthropos, México, 1996, pág. 251 y sig. 305 Niklas Luhmann: En el ocaso de la sociología crítica, en: Sociológica, año 7, 20. México, 1992, pág. 19.
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representaciones colectivas y grupales, el potencial real de los peligros químicos, nucleares y genéticos se encuentra precisamente en el colapso de supuesta administración de los mismos, en el decaimiento de las garantías científicas, técnicas y jurídicas que prometen la ilusión de controlabilidad e imputación de responsabilidades en el caso del siniestro. Por ello es que la comunicación sobre la comunicación de la irresponsabilidad organizada, procura desocultar estas paradojas irritando, alarmando a la sociedad, describiendo las distinciones con las que opera la irresponsabilidad, sin caer en las taras ontológicas (como las de situarse en el otro lado de la distinción, el de la “responsabilidad”) sino que operando autológicamente, haciendo de las observación de las distinciones que guían a la observación de primer orden (la comunicación de la irresponsabilidad organizada) el tema de una observación de segundo orden (la comunicación de la comunicación de la irresponsabilidad organizada). A la argumentación anterior se le podría objetar que es a su vez paradójica y que al proceder autológicamente, produce además resultados paradójicos. Eso es correcto, pero la tematización de las paradojas al menos contribuye a erosionar la confianza, el sentimiento de seguridad ontológica que caracteriza a la modernidad simple. La que por lo demás ya ha sido socavada por las propias paradojas de la comunicación de la irresponsabilidad organizada. Primero, en el nivel de los sistemas de función, este desmoronamiento de la confianza se genera a pesar de este aumento significativo de leyes ambientales, de protección al consumidor, de seguridad en la salud, etc., pero también debido a la actividad de los medios de comunicación. Segundo, esta verdadera explosión de una anarquía subrepticiamente existente, es perceptible y tematizable porque el crecimiento de las instancias burocráticas de control ha sido tan significativo. Por ello es que cuando los peligros explotan, se observa una contraburocratización desde los afectados, porque queda en claro que la burocratización de los peligros le otorga a los riesgos el certificado de inocencia, hasta que explotan sin poder ser controlados: los peligros pasan a ser el arma de desburocratizacion de la sociedad de riesgo, rompen con las fachadas de competencia, abren relaciones y coaliciones del peligro, obligan a las alianzas para el progreso a que muestren sus verdaderas intenciones, y sobre todo, llevan al absurdo el principio estadístico de la probabilidad. Esta es la alternativa de subpolitización que vislumbra la teoría de la sociedad del riesgo, el que debiera ser el resultado de la comunicación de la comunicación de la irresponsabilidad organizada. En síntesis, la percepción de los riesgos es posible debido a la comunicación y sólo mediante la comunicación que los sustrae de la latencia, la irresponsabilidad organizada es comunicación de desacoplamiento de competencia e imputación, entre información y mensaje (como heteroreferencia y autoreferencia), por un lado, y comprensión, por el otro. Por ello es que Luhmann subraya la necesidad de la comunicación ecológica como un componente y un resultado de la resonancia - y no únicamente del ruido - de la crisis ecológica en la sociedad, la cual debe
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desarrollar códigos comunicacionales independientes306. Mientras que la teoría de la sociedad del riesgo se empeña en mostrar que la omnipotencia de la racionalidad, que es un componente de la sociología de dominación, se triza cuando la racionalidad con arreglo a fines se cruza con la lógica y la racionalidad de los riesgos. Y justamente este cruce se convierte en colisión cuando la lógica de los efectos colaterales sobrepasa los intentos de delimitación y control de las burocracias. IV. Las relaciones de definición y la irresponsabilidad organizada. ¿Cómo abrir la posibilidad de “antídotos” contra la comunicación de la irresponsabilidad organizada?. Para aproximarme a una respuesta medianamente satisfactoria a esta interrogantes, es necesario recordar que en el mundo de la sociedad industrial de la primera modernidad, la condición de luchas de distribución, sea por los ingresos o por el reparto de las utilidades, es siempre el aumento de la producción, son las posibilidades de generación de valor y utilidad, el poder y el control sobre los mercados, la seguridad de la relación causal entre desarrollo tecnológico y métodos de producción. Este es un componente indiscutible de lo Weber y Marx valorizaron en la racionalidad de la organización capitalista. Las reglas del juego de estos conflictos de distribución, consisten en la posibilidad para abrir mercados y componer monopolios y en la necesidad de remuneración de la fuerza de trabajo en medio de la circulación monetaria307. Esta condición es hoy, en la era de la movilidad casi ilimitada del capital bursátil, más evidente que nunca, pero al mismo tiempo contradictoria. Lo habitual es que la política de los hechos consumados de la primera modernidad imponga todo su peso para que, en nombre del progreso, se de lugar a los fundamentos de los conflictos de distribución; es decir, que existan unidades de producción suficientes. Todos estos problemas son un componente de las relaciones de producción, que son, como sabemos desde Marx, relaciones que los hombres contraen entre sí (independientemente de su voluntad) a un nivel específico de las fuerzas de producción para darle movimiento a la formas de desarrollo, producción y reproducción de la sociedad. Sin embargo, en las sociedades de riesgo, la lógica de distribución de los riesgos tiene una dinámica distinta a la de las clases que surgen de las relaciones de producción, lo que condiciona la existencia de conflictos adheridos y adyacentes a los de distribución, en el contexto de comunicación de la irresponsabilidad organizada; esto significa que el esclarecimiento de las relaciones de producción y su definición no alcanzan a responder a las siguientes cuestiones: ¿quiénes son los productores de riesgos y quienes las víctimas?, ¿quiénes deben efectuar la prueba de responsabilidad o irresponsabilidad que los señale como causantes de daños elementales a los derechos de las personas, frente al derecho, la política, la opinión pública y la 306
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Luhmann, N. (1986): Ökologische Kommunikation, Westdeutsche Verlag, Opladen
Igor Kopytoff: La biografía cultural de las cosas. La mercantilización como proceso, en A. Appadurai (ed.): La vida social de las cosas, Grijalbo, México, 1991, pág. 89 y sig.
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sociedad? ¿qué significa ser culpable y ser inocente en las sociedades de riesgo del capitalismo periférico moderno?. En una palabra, la cuestión elemental consiste en cómo se hace plausible desmontar la treta de la comunicación de la irresponsabilidad organizada, desarticulando su actividad. Para ello, es posible pensar en relaciones aledañas, colindantes e interdependientes a las relaciones de producción, las relaciones de definición. Esta distinción entre relaciones de producción y relaciones de definición, puede ser una de las distinciones guía de la comunicación sobre la comunicación de la irresponsabilidad organizada. Una comunicación de este carácter opera situando a las relaciones de producción (y todas sus consecuencias) en el entorno tematizable desde las distinciones propias las relaciones de definición. A mi modesto entender, en la obra de Marx hay suficientes indicios para este desdoblamiento en la relación entre capital y trabajo, sobre todo en su tematización de la subsunción formal y la subsunción real del trabajo en el capital308. Ambas, las relaciones de producción y de definición, describen relaciones de poder, y comunican sobre la ejecución práctica del poder, por ejemplo, sobre la estabilización de probabilidades de imposición y de acceso a sistemas funcionales, ambas se orientan a la comunicación del tema de la distribución de la riqueza, ambas tematizan asimetrías y desigualdades. Pero así como existen similitudes, también existen diferencias entre ambas: las relaciones de definición permanecen ocultas en medio de la comunicación de la irresponsabilidad organizada y también en medio de las evidencias de formas históricamente específicas de irresponsabilidad cotidiana, al permanecer ocultas, pueden ser definidas como funciones latentes, que deambulan entre modelo estadístico y percepción, y no pueden ser tematizadas por la comunicación de las relaciones de producción. Las relaciones de definición no son, entonces, comunicación de relaciones de propiedad, sino comunicación de los fundamentos base para la producción y la empresa, pero también para el derecho, la ciencia y la política y están asentadas en la interacción cotidiana, donde en la selva de la ejecución de recursos de anonimización, se volatilizan – estas formas de ocultamiento, han sido descritas más arriba. Con las relaciones de definición se comunica sobre la peligrosidad y el envenenamiento de los productos de consumo que en medio de relaciones de producción se generan, pero que se comercian en el mercado y se transan por dinero309 y cuya peligrosidad debe ser el punto ciego de la observación que ejecuta la comunicación de la irresponsabilidad organizada. Es decir, se trata de fenómenos que obviamente escapan a la percepción sensorial pero que son decisivos para el tráfico de los riesgos, los que como sabemos traspasan las instituciones de la sociedad burguesa, la civil y la política, para instalarse directamente en los sujetos de la sociedad y en sus biografías. La comunicación de las relaciones de definición tematiza niveles de información, comunica sobre el saber, sobre las pruebas de culpabilidad, sobre los 308
Marx, Karl (1990): El capital. Libro I, Capítulo VI. Resultados del proceso inmediato de producción, S. XXI, Mexico, pág. 72-73 309 Ver: A. Appadurai: La vida social de las cosas, Grijalbo, México, 1991, en especial “Introducción: las mercancías y la política del valor”, pág. 17 y sig.
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culpables, y las indemnizaciones y sobre la posibilidad de anonimizar los peligros pero también para poder “desenmascararlos” por medio de irritaciones, que ejecuten comunicación de la comunicación de la irresponsabilidad organizada. Las relaciones de definición se levantan reglas de comunicación del reconocimiento de violaciones, destrucciones y amenazas, las que sin embargo no pueden llegar a resultados definitivos. Son siempre objeto de discusiones, transacciones y conflictos, tal como los riesgos310. Las descripciones sociales que resultan de la comunicación en medio de las relaciones de definición son productos ambiguos respecto de luchas respecto de los fundamentos de reglas establecidas de la responsabilidad y de la indemnización e incluso podemos agregar, siguiendo a Scott Lasch y John Urry, que en las relaciones de definición se debate en medio de la lucha por el significado311. Las relaciones de definición que son la resultante de percepciones y comunicaciones que han surgido del desarrollo de las sociedades, son heterogéneas: la regla es que las relaciones de definición sean construidas, instaladas y legitimadas para asentar relaciones de poder, por ello es que en el capitalismo desarrollado se sustenten sobre el principio de compensación y asegurabilidad y la desregulación del neoliberalismo intente descomponerlas. El problema es que las relaciones de definición se pueden autonomizar respecto de las relaciones de producción: mientras que el desarrollo y la expansión de la riqueza es concomitante con la sistemática reformulación de las relaciones de producción y con un aumento de la complejidad y la diferenciación (en el sentido de la redistribución, las organización sindical, los seguros del estado de bienestar, etc.), la transformación histórica de los peligros ha hecho que las relaciones dominantes de definición se sitúen en sociedades de riesgo, en el centro de las discusiones públicas y de la lucha por el significado, sostenido en la comunicación. Además, ellas deben garantizar normalidad y se convierten en absurdas: he allí su naturaleza paradójica. En el caso de lo que Giddens denomina la política de la emancipación312, por ejemplo, se da por supuesto que la unidad productiva donde confluyen los intereses de empresarios y asalariados existe, por lo que la lógica de las relaciones de producción da por descontado que hay una unicidad, una confluencia entre ambos para que pueda prevalecer el conflicto de clase. Esta lógica es la que tematizan las relaciones de definición: si el resultado de la lógica de las relaciones de producción es la obtención y distribución de bienes (lo que condiciona la lógica, por ejemplo, de las huelgas en pos de aumentos salariales), el resultado de la lógica de las relaciones de definición es la producción y la 310
Estos argumentos difieren radicalmente de los formulados por Beck.
311
Lash, Scott y Urry, John (1998) : Economías de signos y espacios. Sobre el capitalismo de la posorganización, Amorrortu, Buenos Aires 312
Giddens, A. (1997): Modernidad e identidad del Yo. El Yo y la sociedad en la época contemporánea, Península Barcelona.
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distribución (desigual) de males, los que por estar (hasta ahora) incluidos como evidencias en la comunicación de los programas de las instituciones sindicales, las que se unifican con las instituciones empresariales, para que los proyectos se ejecuten313, las convierten en fundamentales. Similarmente a la distribución de la riqueza que redunda en conflictos de clase y se dirige contra las relaciones de producción y de propiedad existentes para reformular las relaciones entre capital y trabajo, la producción de los peligros alimenta conflictos de des - distribución, los que apuntan a la modificación de las relaciones de definición. Se trata de una redistribución de la carga de responsabilidad, hacia una transformación radical de la responsabilidad social, hacia una redefinición del principio de la causalidad y la culpa. Para los conflictos de definición es fundamental quien es el que tiene que probar la culpabilidad, el daño y quien puede exigir indemnización. Con ello se reformula el tema respecto del esclarecimiento de la identidad de la víctima y el victimario, que se ha confundido y desquiciado completamente en medio de la hegemonía de la irresponsabilidad organizada, instalada en las estructuras de comunicación de la cotidianeidad. Esto es así porque en medio de las instituciones, son las víctimas las que son obligadas a probar que efectivamente lo son: primero, deben probar que existe el daño; segundo, debe establecer una relación de causalidad indiscutible entre la acción X, el producto Y, y la consecuencia Z; tercero, debe probar que el daño proviene de un causante, el que debe ser identificado; cuarto, de debe hacer posible la imposibilidad de que el presunto culpable se descargue. Este es el fundamento del sistema de dominación de la irresponsabilidad organizada concebido como estructura, que las relaciones de definición deben contribuir a tematizar, mediante la comunicación sobre la comunicación de la irresponsabilidad organizada. Convertida en descripción, y por lo tanto en autoobservación y tematización de sí misma y del entorno (autoreferencia y heteroreferencia), la comunicación de la comunicación de la irresponsabilidad organizada, en calidad de observación contingente y autológica, debiera estar en condiciones de “subpolitizarse”314, de introducir un contingente considerable de complejidad en los sistemas sociales mediante la reentry de la copia de sus propias distinciones articuladas, como la unidad de la diferencia315. A diferencia de las relaciones de producción, que abarcan principalmente el ámbito de las relaciones entre reproducción material e ideal, las relaciones de definición debieran dar cuenta de los fundamentos éticos de la sociedad y por lo tanto dirigirse a la definición del comportamiento humano respecto del otro y del 313
Claudia Roa, por ejemplo, ha investigado la estructura de la participación en las decisiones respecto de la ubicación espacial de una fábrica de gas propano diluido de la empresa GASCO en el sector Cuatro Esquinas de Talcahuano, apuntando que la participación de la sociedad civil participante que contempla la ley 19.300 de Protección de Medio Ambiente, excluye a los vecinos afectados directamente por la instalación de dichas unidades productivas pero incluye a los dirigentes sindicales, los que sin excepción coinciden con los empresarios en aminorar las exigencias de protección medioambiental. Ver Claudia Roa: Participación reflexiva. Una consecuencia de la sociedad de Riesgo, Concepción, 1998. 314 U. Beck: Die Erfindung des Politischen, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1997 315 N. Luhmann: Die Gesellschaft der Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1997
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mundo316. Pero el fundamento ético no está en condiciones de tematizar la comunicación de la irresponsabilidad organizada, porque la observación de la ética es, a su vez, una observación efectuada por observadores, los que desde sus propias distinciones, se sitúan en uno u otro lado de la distinción, excluyendo el que les sirve de referente317. Mientras que en la sociedad industrial tradicional de la primera modernidad la lógica de la distribución de la riqueza y la lógica de la distribución de los riesgos van de la mano, en la sociedad del riesgo se divorcian - precisamente allí reside una de las propiedades de la modernización reflexiva. Pero por otro lado, la riqueza se acumula arriba, los riesgos abajo. Esto es lo que caracteriza particularmente a la sociedades de riesgo del capitalismo periférico: la pobreza y las víctimas de los riesgos tienen un actor y un destino, los pobres y los excluidos, en medio de la desregulación del mercado de trabajo, de la familia y de la justicia. La revolución sin sujeto de los efectos colaterales tiene sin embargo un Talón de Aquiles, este resulta precisamente la comunicación del riesgo de relaciones de definición destinadas a ocultar la irresponsabilidad organizada: pero esto no solamente dice relación a los ámbitos específicos en los que opera, sino que también establece diferencias elementales entre las relaciones de definición en los países desarrollados y en la periferia. Todo esto es, a su vez, tematizable en medio de la comunicación de la irresponsabilidad organizada.
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"En este siglo se ha alcanzado el punto...en que el peligro es evidente y crítico. El poder, unido a la razón, lleva asociada la responsabilidad. Desde siempre se ha entendido así en ámbito intrahumano. La reciente extensión de la responsabilidad, más allá de ese ámbito, al estado de la biosfera y a la ruptura de la supervivencia de la especie humana es algo que viene sencillamente dado por la ampliación de nuestro poder sobre tales cosas, que es en primer lugar un poder de destrucción"Jonas, H. (1995): El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética de la civilización tecnológica, Herder, Barcelona, pág. 230 317 Heinz Von Foerster: Die Wahrheit ist die Erpfindung eines Lügners, Carl Auer, Bielefeld, 1998
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Capítulo 4: El quiebre de las certezas de la ciencia. Violencia, riesgo y cientificación en la sociedad de principios del siglo XXI318. ¿Se puede aminorar la violencia estructural latente?
“Cuando uno no sabe el mal que causa su acto, no es un acto de maldad; así, el niño respecto del animal no es perverso, no es malo: lo examina y lo destruye como un juguete. Pero ¿se sabe plenamente alguna vez el daño que
un acto causa a otro?” Friedrich Nietzsche “¿Qué tiene la ciencia que decirnos sobre razón y sinrazón, qué sobre nosotros, los seres humanos en cuanto sujetos de esta libertad? La mera ciencia de los cuerpos materiales, nada tiene, evidentemente, que decirnos, puesto que ha hecho abstracción de lo subjetivo” Edmund Husserl
A falta de una sociología sistemática de la violencia, la sociedad y sus instancias de decisión y represión, claman por una disminución de la violencia en la familia, en las calles, respecto de las minorías étnicas; la violencia es percibida como uno de los riesgos más incalculables de la sociedad de principios del siglo XXI. Las sociedades contemporáneas parecen haber querido reprimir el factum de la violencia como constitutivo para el ejercicio del poder y por lo tanto se niegan a tematizar las formas de violencia sumergidas en las instituciones más respetables de la ciencia, la investigación y el conocimiento.
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Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto "La constitución social de los riesgos como procesos de producción, colectivización y percepción. Indicadores para la incertidumbre y la peligrosidad social y ambiental. Un estudio de caso en la comuna de Talcahuano" (Código: P.I. Nº 98.173.015 - 1.0) financiado por la Dirección de Investigación de la Universidad de Concepción, Chile. Por sus valiosas críticas y sugerencias deseo agradecer especialmente a Fernando Collado, Stephan Wolff, María Sol Pérez Schael y Ana María Rusque.
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Este trabajo se propone explorar tentativamente las formas que la violencia asume en las estructuras latentes de las sociedades contemporáneas y en particular en la producción del conocimiento científico-tecnológico en el contexto de relaciones de poder. En un segundo lapso, se tematiza el rol de las formas elementales de cientificación en el contexto de las ciencias como instancias estructurales de coproducción de riesgos sociales, las que pueden convertirse en observables como estructuras latentes de la violencia. Por último, este trabajo trata el rol de la política en las líneas de desarrollo de la investigación científica y resitúa el desacoplamiento de la estructura de la ciencia y de la investigación de las instancias de control democrático de la sociedad.
I. El nuevo carácter de la violencia. Perspectivas de autonomización del símbolo simbiótico de la violencia Si en los términos más generales, por violencia se entiende "la acción física destructiva en contra de otra persona" y si consideramos que "los avances tecnológicos, las bombas atómicas, los cohetes dirigidos, han hecho de la violencia una amenaza mundial hasta ahora desconocida en sus inimaginables proporciones"319, se impone incursionar en las enmarañadas relaciones que existen entre el desarrollo científico-tecnológico, por un lado, y la transformaciones operadas en el uso y aplicación de la violencia320 en las últimas décadas del siglo XX, por el otro. Esto es imposible sin atender previamente al nuevo carácter que asume la violencia en los sistemas sociales y sobre todo a la función de la fuerza física respecto de la ejecución del poder. Obviamente que en este contexto no es posible excluir el uso de la fuerza física de la violencia psíquica o dirigida hacia la dominación de la conciencia321. La violencia es un fenómeno totalizador e indisolublemente ligado a la historia de la existencia humana, que consiste en "el uso de una fuerza, abierta u oculta, con el fin de obtener de un individuo, o de un grupo, algo que no quiere consentir libremente"322. La fuerza física destinada a imponer voluntad aún venciendo la fuerza de resistencia, es el núcleo de la definición de poder que conocemos desde Max Weber, quien agrega que por tratarse de un concepto sociológicamente amorfo, debe estabilizarse y transformarse, en el curso de la evolución social, en dominación, vale decir en poder dotado de legitimidad y encaminado al logro de la obediencia. Esto, sin embargo, no significa que la fuerza física desaparezca de la ejecución del poder sino que debe ser absorbida y ejercida directamente por “una asociación de tipo institucional que al interior de un territorio ha tratado con éxito de monopolizar la coacción física legítima como instrumento de dominio, y reúne a dicho objeto los medios materiales de explotación en manos de sus 319
Fredric Wertham: La señal de Caín. Sobre la violencia humana, Siglo XXI, México, 1971, pág. 11 Trutz Von Trotta: Zur Soziologie der Gewalt en: Trutz Von Trotta (ed.): Soziologie der Gewalt, Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, Westdeutsche Verlag, Opladen/Wiesbaden, 1997, pág. 31 y sig. 321 Wolfgang Zofsky: Gewaltzeiten, en: Trutz von Trotta (ed.): op. cit., pág. 102-121 322 Jean Marie Domenach: La violencia, en: La violencia y sus causas, Editorial de la Unesco, París, 1981, pa´g. 36 320
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directores...”323. Esta organización dotada de una burocracia profesional y dirigida por el derecho racional, es el Estado moderno. En la sociología de Weber, la mutación del carácter de la violencia desde la inestabilidad individual orientada a la imposición de la voluntad hasta la consecución de la obediencia, deja intacto el núcleo central de la fuerza física, de la que el poder aún institucionalizado no puede prescindir. La violencia es, por lo tanto un sinónimo de la acción estratégica que orienta la fuerza física a objeto de someter o delimitar la elección de las posibilidades de actividad de los dominados324. La monopolización de la violencia en el aparato estatal y su reducción al ámbito territorial hacen que la explicación de Weber sea demasiado estrecha y por lo tanto incongruente con el carácter universal y significativamente desfigurado del fenómeno de la violencia a principios del siglo XXI. Por otro lado, la violencia es un fenómeno no exclusivamente vinculado a la obtención de bienes y no necesariamente encaminado a la satisfacción de necesidades, sino que, como sabemos desde Hegel hasta Sartre y Arendt, la existencia de la violencia involucra al propio ser del hombre y no significa automáticamente terror, destrucción o aniquilación física del otro, sino que el despliegue de estrategias (de coerción) para conseguir su sometimiento325. Hegel fue en primero en comprender a la violencia como un resultado de la negación del otro sustentada en el reconocimiento (aún forzoso) del yo, proceso que abre paso a la posibilidad de la existencia autoconciente - la posibilidad de modificación en el tiempo sólo es posible con la negación del otro que ha sido reconocido. "El vínculo de las dos autoconciencias está determinado de tal manera que se ponen a prueba mediante la lucha por la vida y la muerte - ellos deben ir a esa lucha porque deben exaltar la certeza de sí mismos, ser para sí mismos, en la verdad en el otro y en ellos mismos"326 En efecto, la fuerza de la existencia que libera al ser humano de la condición propiamente animal, consiste en el reconocimiento de sí mismo a través del otro, aún bajo el costo de la fuerza327. Dicha fuerza es siempre lucha de superiores e inferiores aún hasta arribar a la guerra y a la muerte. Este es el fundamento de la dialéctica del amo y el esclavo. Esta postura fue llevada a la exacerbación por George Sorel328, quien distingue entre fuerza burguesa y violencia proletaria. En contra de Marx y Engels, para los que la violencia jamás significó de por sí un elemento de transformación de las estructuras de la sociedad329, Sartre ejecuta una verdadera apología de la acción 323
Max Weber: Economía y Sociedad, FCE, 1961, pág. 1043 N. Luhmann: Poder, Anthropos, Barcelona, 1996 325 Por ello es que la tematización de la ciencia y la violencia, como en este caso, deja de orientarse sobre la base de la discusión entre “mainstream” por un lado e “innovadores” por el otro. Estos últimos sitúan las propiedades de la violación y destrucción del cuerpo en el centro de sus reflexiones hacia la fundamentación de una sociología del sufrimiento, mientras que los primeros si bien reconocen la relevancia de la corporeidad en la ejecución de la violencia, no la incluyen explícitamente en sus análisis. Ver Heinrich Popitz: Phänomene der Macht, Mohr, Tübingen, 1992 y sobre todo Wolfgang Sofsky: Traktat über die Gewalt, Fischer, Frankfurt a.M., 1996. 326 G.W.F. Hegel: Phänomenologie des Geistes, Ulstein, Frankfurt, 1970, pág. 116 327 G.W.F. Hegel: op. cit., pág. 118 328 George Sorel: Reflexiones sobre la violencia, Actualidad, Montevideo, 1961 329 Karl Marx y Friedrich Engels: La ideología alemana, Pueblos Unidos, Grijalbo, Barcelona, Montevideo, 1972, pág. 22 y sig. 324
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violenta plasmada en la rebelión de los "condenados de la tierra"330. Hannah Arendt, por su parte, tematiza las relaciones entre poder, ciencia y progreso en medio de una transformación cualitativa del ejercicio de la violencia. Dicha mutación cualitativa en la configuración de la violencia coincide con la disociación del progreso de la ciencia, por un lado, y el progreso de la humanidad, por el otro, ya que "el progreso de la erudición podría terminar de igual modo en la destrucción de todo lo que había dado valor a la actividad investigadora. En otras palabras, el progreso ya no nos sirve de pauta para evaluar los procesos de cambio tan desastrosamente rápidos que hemos desatado"331. Aún más, como las consecuencias del progreso de las ciencias no son ni previsibles ni posibles de ordenar en una línea constante de progreso para la humanidad, tampoco es posible excluir su carácter aniquilador. No obstante, tanto en las políticas de investigación de los gobiernos y de las instancias de poder así como por ejemplo, en las ciencias humanas y sus intentos de justificación de la violencia como irremediable componente del género humano332, estas reflexiones que consideran la imposibilidad de predicción acerca de los efectos colaterales de los descubrimientos científico-tecnológicos, deben alinearse bajo la aceptación acrítica del desarrollo lineal y del progreso333. La idea del progreso es una de las supersticiones más complejas y asentadas de la modernidad, la aceptación irracional de las posturas filosóficas del siglo XIX que le dan sustento, ha cobrado una validez dogmática de tal magnitud, que no sólo la linearidad del desarrollo hacia adelante, sino que la eternidad del movimiento de las sociedades y de las ciencias, se ha cimentado prácticamente sin contrapeso. La idea del progreso ha sido instrumentalizada para sostener la supuesta armonía entre el ideal trascendental del avance de la humanidad y el desarrollo del conocimiento científico tecnológico y para adherir pobremente la hegemonía de la acción instrumental con la metafísica de la trascendencia. Confrontada al tema de violencia, la sociología manifiesta con particular claridad su insuficiencia teórica334. Si la violencia es considerada como una debilidad social, ella trata de ser aliviada con el recurso de la ética o con la invocación de los valores. El recurso ético redunda en lo ridículo335 y la solución valórica presupone que los agentes sociales inspiran y orientan sus acciones respecto de sistemas 330
Ver Frantz Fanon: Sobre la revolución africana: escritos políticos, FCE, México, 1965 Hannah Arendt: Sobre la violencia, Cuadernos de Joaquín Mortiz, México, 1970, pág. 33 332 Véase Konrad Lorenz: Das sogenannte Böse. Zur Naturgeschichte der Agression, DTV, München, 1974 333 Ver Karl Löwith: Das Verhängnis des Fortschritts, en: Erich Burck (ed.): Die Idee des Fortschritts, Beck, München, 1963, pág. 17-41 334 Ver Brigitta Nedelmann: Gewaltsoziologie am Scheideweg. Die Auseinandersetzung in der gegenwärtigen und Wege der künftigen Gewaltforschung, en: Trutz Von Trotta (ed.): Soziologie der Gewalt, Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, Westdeutsche Verlag, Opladen/Wiesbaden, 1997, pág. 59 y sig. 335 Paul Feyerabend ha llamado la atención sobre la enorme ingenuidad que significa someter a juramentos éticos a los científicos para subordinarlos a códigos de comportamiento y recuerda, en tal sentido, que los poderosos siempre han usado estructuras de protección para los ingenuos: "El cristianismo predicó amor y asesinó, desfiguró y quemó en la hoguera a cientos de miles de seres humanos. La revolución francesa predicó la razón y la virtud y se convirtió en un océano de sangre. Los Estados Unidos fueron fundados sobre el derecho a la libertad y a la felicidad - y sin embargo allí existió (y sigue existiendo) esclavitud, opresión, atemorización. Los racionalistas críticos (para no dejar del todo de lado la parte jocosa de su historia), predican crítica, apertura, simplicidad, visión de sus propias limitaciones y han fundado una iglesia dogmática y aburrida" Paul Feyerabend: Erkenntnis für freie Menschen, Suhrkamp, Frankfurt, 1982, pág. 151. 331
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valóricos institucionalizados, de los cuales emanan sanciones de recompensa o deprivación. De esta manera, una transformación racional de los valores que haga que los violentos se orienten a la no violencia y todos acepten por consenso un conjunto de reglas de comportamiento diferente, de por sí induciría una disminución de la violencia. Desde el punto de vista de una sociología de violencia, lo contrario es correcto: los valores no están en condiciones de seleccionar acciones, para ello son demasiado difusos y polivalentes, los valores no son más que un conjunto de puntos de vista móviles, que se actualizan en situaciones de conflicto y cuando se activa su contrario336. Por lo tanto, los valores no explicitan ninguna condición de aplicación, sino que fundamentan presuposiciones, ellos se actualizan mediante la alusión, de allí su indubitatividad. Mientras menos vinculantes sean y psicológicamente más débiles, más estables son los valores337. H. Arendt ha desarrollado una teoría de la violencia que la acopla y la disocia simultáneamente del poder338. Dicha teoría apunta que la justificación de la violencia suele ser dicotómica, a diferencia del poder que es la esencia de los gobiernos, la violencia significa la probabilidad del terror. El poder no necesita de justificación, sino de legitimidad y “la legitimidad, frente a cualquier impugnación, se basa en un llamamiento al pasado, mientras que la justificación se remonta a un fin que es siempre futuro. La violencia puede ser justificable, pero nunca legítima. Y su justificación pierde plausibilidad cuando más lejano esté su fin”339. La violencia y el poder, aunque suelan ir unidos, son diferentes y entrarán en contradicción cuando el poder busque estabilizar su legitimidad, ya que la violencia no puede depender del consenso, ni del número de las opiniones ciudadanas. Por lo que los que se oponen a la violencia con el poder constatarán que el enfrentamiento no es con seres humanos sino con artefactos sometidos a la instrumentalidad. Su eficacia de destrucción aumenta con la distancia que separa a los oponentes340. A su vez, cuando la violencia carece del freno racional del poder, los fines y los medios se invierten, los medios de aniquilación se convierten en fines con la consecuencia de que el poder desaparece341. Sin embargo, la violencia, comprendida como el uso de la fuerza física, puede estar y permanecer también íntimamente vinculada a la ejecución de poder en la 336
Garfinkel, H. (1997): Condiciones para el éxito de ceremonias de degradación, Documento de Trabajo, Depto. De Sociología, UDEC (Traducción de Fernando Robles en discusión con Omar Barriga)
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Niklas Luhmann y Raffaele De Giorgi: Teoría de la Sociedad, UIA y Triana, México, 1998 Hannah Arendt: Sobre la violencia, Cuadernos de Joaquín Mortiz, México, 1970.
Hannah Arendt: op. cit., pág. 48 Ver Herbert Marcuse: Der eindimensionale Mensch, Nauwied, 1967 y Jürgen Habermas: Técnica y Ciencia como Ideología, Tecnos, Madrid, 1992 341 Desde la política, Gramsci apunta que el dominio de la violencia surge cuando el poder está a punto de perderse: los grupos hegemónicos y de dominación que no han conseguido estabilizar mecanismos lo suficientemente validos de legitimación, recurren entonces a las formas extremas de violencia y el uso de la fuerza física se aplica fuera y dentro del derecho racional y positivo. Ver A. Gramsci: La Política y el Estado moderno, Planeta-Agostini, Barcelona, 1993 340
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sociedad y la manera en que se independiza de éste puede ser una consecuencia de la evolución de las sociedades. Niklas Luhmann sostiene que en las sociedades funcionalmente diferenciadas, el poder es uno de los medios de comunicación simbólicamente generalizados342. Los medios de comunicación simbólicamente generalizados son medios autónomos que se caracterizan por su referencia directa con la imposibilidad de la comunicación, ellos operan con complejidad ya reducida, se encuentran binariamente codificados (si/no) y asumen la función de volver objeto de expectativa la aceptación de una comunicación. Los medios de comunicación son mecanismos adicionales del lenguaje, que guían la transmisión de selecciones. Los medios de comunicación transforman las posibilidades del no en posibilidades del sí, al suprimir las diferencias y hacer probable el hecho improbable que una selección realizada por Alter sea aceptada por Ego. Ellos generan a su vez nuevas diferencias. Al ser el poder uno de los medios de comunicación simbólicamente generalizados, éste redobla las posibilidades de acción, limitando a su vez las posibilidades de elección de Alter respecto de Ego. Al limitar las posibilidades de selección del otro, el poder contribuye a la regulación de la contingencia y es un factor universal de la existencia social. Al estar presente en toda relación social, los ámbitos y los instrumentos del medio poder resultan ser enormemente amplios. Aquí interesa en especial una de las particularidades del poder, el hecho de que como toda comunicación, el medio poder opera en acoplamiento estructural con la conciencia de los sistemas psíquicos que participan en la comunicación: este acoplamiento estructural incluye el cuerpo vivo de los involucrados en la comunicación y metafóricamente significa interpenetración343. Esto es relativamente fácil de imaginar en los sistemas de interacción, en los cuales la copresencia física es ineludible, y cuando se trata de medios de comunicación como el amor344. La necesidad de que la comunicación arribe a la corporeidad y que el poder se sienta en el cuerpo, es denominada por Luhmann simbiosis y los correspondientes medios de expresión, medios simbióticos. Los medios simbióticos ordenan el modo en que la comunicación se deja irritar por la corporeidad. Es decir, da forma al acoplamiento estructural entre los sistemas sociales y los medios de comunicación simbólicamente generalizados (como el poder), por un lado, y los sistemas psíquicos dotados de cierre operativo, por el otro345. Pero a su vez, genera irritaciones inminentes. El símbolo simbiótico más importante del poder es la fuerza física, la que es equivalente a la violencia – existen otras fuentes de poder, en el entendido que este signifique una delimitación real de las posibilidades de elección y por lo tanto además “la posibilidad de ejercer voluntad sobre el otro incluso venciendo su
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Niklas Luhmann: Poder, Athropos, Barcelona, 1995 Niklas Luhmann: Sistemas Sociales, Anthropos, Barcelona, 1998 344 Niklas Luhmann: El amor como pasión. La codificación de la intimidad, Península, Madrid, 1985 345 H. Maturana y F. Varela: De máquinas y seres vivos. La autopoiesis, Universitaria, 1994 343
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resistencia”346: tal es caso de la amenaza y el consenso, pero que no son ni pueden ser tan efectivas como la fuerza física347. Desde la función del sistema político, el poder consiste en la puesta en uso de dicha fuerza valiéndose de medios auxiliares como el derecho y el monopolio de violencia en la idea del Estado. Esta es, sin embargo, una concepción demasiado constreñida del poder y de la violencia porque en el caso de las sociedades contemporáneas no puede dar cuenta ni de la multiplicidad de las instancias de poder (ni del desplazamiento del poder hacia otras organizaciones como los laboratorios de investigación o las Bolsas de Valores que anuncian el movimiento del capital especulativo348) y se niega a aceptar que tal como el poder es una constante universal y un componente de la sociedad, también debe serlo la violencia como su símbolo simbiótico auxiliar. Por otro lado, el uso de la fuerza física es una fuente de irritación porque cuando se usa como medio simbiótico, es decir cuando efectivamente se recurre a su uso como violencia, su condicionamento es incontrolable: es posible que se desarrollen entonces espirales autoferentes de violencia, cuyo fin es imprevisible: la violencia se encuentra fuera de control. La utilización de medios simbióticos lleva implicada una sensibilidad a la molestia que resulta de la activación de acoplamientos estructurales. Esto es así porque el símbolo es siempre objeto de interpretaciones culturales y también es parte del lenguaje: hasta una mirada impertinente o fuera de lugar durante el trafico vehicular puede servir para activar fuerza física – o el uso inflacionario de la fuerza física puede engendrar niveles insospechados de tolerancia y disminuir la sensibilidad a las irritaciones, en cuyo caso el símbolo simbiótico deja de operar eficientemente o sienta las bases para la resistencia y la revolución. Puede suceder también que el símbolo simbiótico violencia se convierta en más efectivo o que se disipe paulatinamente y pierda la fuerza de interpenetración que poseía. La sensibilidad se educa, adiestra y socializa. Todos los símbolos simbióticos tienen necesidad de prohibiciones de autosatisfacción349, esto es particularmente visible en el caso del poder, el que no tolera redoblamientos respecto del monopolio estatal del uso de la fuerza física, por lo menos así en las declaraciones de principio de los estados: las guerras son sólo permitidas entre estados y todos los estados independientes aspiran al monopolio de la fuerza física o en la supremacía de los informes de expertos para el diagnóstico y la definición de la culpabilidad350 . En el caso del medio poder, está claro que la cuestión del poder significa lucha por él y en torno a él, pero además inferioridad/superioridad (Hegel) y el empleo sistemático de técnicas ad hoc. 346
Max Weber: Economía y Sociedad, FCE, México, 1969 Michel Foucault: Überwachen und Strafen. Die Geburt des Gefängnisses, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1979 348 Ver Fernando Robles: Modernización, riesgo e individualidad, 1999 (en prensa) 349 Brigitta Nedelmann y Wolfgang Sofsky han advertido acerca del peligro que para una sociología de la violencia significa “materializar” las heridas y manipulaciones del cuerpo. Ver Wolfgang Sofsky: Die Ordnung des Terrors. Das Konzentratioslager, Fischer, Frankfurt a.M., 1993 350 Stephan Wolff: Text und Schuld. Die Rethorik psichiatrischer Gerichtsgutachten, De Gruyter, Berlin, NY, 1995 347
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En el curso de la evolución, los medios de comunicación, a través de los símbolos simbióticos, empiezan a depender de las organizaciones. La regulación de la fuerza física necesita de decisiones, pero también de las fuerzas armadas y la policía donde dichas decisiones se ejecutan, pero los soportes cognitivos de las estructuras de la verdad también necesita de las organizaciones, las que se sitúan en la producción del conocimiento científico351; incluso el amor y la sexualidad se ha vuelto dependientes de la industria farmacéutica, como en el caso del Viagra y la protección del Sida que obliga al uso masivo de preservativos. La verdad, si bien depende de la ciencia, la ciencia misma opera como sistema provisto de organizaciones con enormes recursos352. Todo esto hace suponer que la seguridad en la ejecución de los medios de comunicación no dependa tanto del control del cuerpo sino el funcionamiento de las organizaciones. Como los medios tienen que ver con la motivación, ellos pueden ser usados demasiado o demasiado poco, de allí que puedan ser inflacionarios o deflacionarios. Se llega a la inflación cuando la comunicación arrastra un potencial de desconfianza, o sea cuando presupone más confianza de la que puede producir, a la deflación se llega cuando no se usan las posibilidades para obtener confianza. La inflación hace que el medio devalúe los símbolos, en el caso de la deflación, se reduce la circulación. En el medio poder, la inflación consiste en una política que no se puede aplicar, la técnica optimista de las “buenas nuevas” y de los resultados únicamente positivos se ha convertido en inflacionaria, la devaluación de los símbolos se ejecuta cuando las palabras de los políticos y/o de los científicos son completamente previsibles: reconocen lo negativo fuera de sus acciones para definir las propias como positivas y evitar que su existencia se convierta en superflua. La función de los medios tiende a la inflación, también en el caso de la comunicación del optimismo de los descubrimientos científicos, cuyos efectos colaterales tienden a ser ignorados constante y sistemáticamente. Los medios simbólicamente generalizados funcionan como absorción de la incertidumbre, como una premisa para operaciones ulteriores. Los símbolos, a su vez, pueden fungir como un sistema353, lo cual obviamente no significa que se puedan encauzar o conducir con la ayuda de la razón; también puede ser que se desprendan de cualquier derrotero deliberado, eximiéndose también de toda racionalidad. Cuando la violencia se convierte en sistema, se desentiende del poder, como señala A. Arendt, así como también la sexualidad también puede practicarse sin necesidad de amor. La violencia como sistema puede, efectivamente, convertirse en independiente y alimentarse resursivamente y en condiciones aún más favorables si el sistema 351
N. Luhmann: La Ciencia de la Sociedad, Anthropos, México, 1996 Niklas Luhmann: La Ciencia de la Sociedad, Anthropos, México, 1996 353 Que los símbolos puedan fungir (o funcionar) como sistemas significa estrictamente que se convierten en “ordenes emergentes” sometidos al teorema de función de la doble contingencia. Por ello, aquí la denominación “sistema” ni implica la ontologización de las estructuras y funciones sistémicas sino únicamente su funcionamiento como unidades operativas. Ver N. Luhmann: Sistemas Sociales. Lineamientos para una teoría de la acción, Anthropos, México, 1998. 352
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político o el sistema de la ciencia se encuentra "deslegitimado". Por otro lado, a medida que aumente su eficiencia técnica (con el auxilio de los conocimientos científico tecnológicos), la ejecución de la fuerza física y de la violencia como símbolo simbiótico vinculado al poder, no tiene como resultado la posibilidad de ser guiada sino de autonomizarse. Esto contribuye a sustentar la distribución desigual de la comunicación sin que en la base de todo esto exista una racionalidad o una jerarquía de funciones. Por ello es que es absurdo creer que la sociedad se diferencia progresivamente en dirección a más y más complejidad. Al revés, la sociedad hace que algunos ámbitos funcionales se complejicen y que otros se deterioren. A la complejización instrumental de la violencia corresponde un debilitamiento estratégico del poder. A un aumento de los descubrimientos científicos no tiene por qué corresponder un incremento de la verdad y aún menos una disminución del hambre y la pobreza. Si la violencia es un medio simbiótico complejo y universal relacionado funcionalmente con el medio de comunicación simbólicamente generalizado del poder, ella puede usarse legítima o ilegítimamente. Pero la diferencia entre legitimidad e ilegitimidad no puede depender de quien la defina por superioridad (o inferioridad), sino que es el resultado de la observación: lo que uno define como legítimo no tiene por qué ser legítimo para el otro; esta diferencia tampoco puede ser la resultante de un acuerdo aproblemático que presuponga la existencia de un consenso cognitivo354. Precisamente la autonomización de la violencia y su recursividad autopoiética deja en claro que no puede existir un criterio de racionalidad en su expansión (o compulsión). La supresión de la violencia “ilegítima” mediante la violencia “legítima” es precisamente un buen ejemplo de autogeneración circular de la violencia, que no parece tener más límites que el de la escalación y la incontrolabilidad355. Por tanto, los símbolos simbióticos (la fuerza física) pueden tener un carácter positivo, en caso de que asuman el acoplamiento estructural entre el medio y el sistema psíquico, y un carácter negativo si se convierten en sistema desvinculado del medio: este es el caso de la violencia sin poder, que se niega a la posibilidad de ser guiada, tal como explica Hannah Arendt. Pero precisamente en el uso de la violencia se encuentra su potencial de irritación: el sometimiento, la prohibición o la simple limitación de las alternativas de elección, o la reducción del horizonte significativo de probabilidades no es asumido sin la irritación conducente al desacato o al debilitamiento y la erosión de la confianza. Ello implica que, en efecto, la aplicación de los símbolos simbióticos estén amenazados por el riesgo de su sistemática negatividad356.
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Wilson, T. (1973): Theorien der Interaktion und Modelle soziologischer Erklärung, en : Arbeitsgruppe Bielerfelder Soziologen (1973), pág. 54-80. 355 356
Ver Eligio Resta: La certeza y la esperanza. Ensayo sobre el derecho y la violencia, Paidós, Barcelona, 1992 Ulrich Beck: La sociedad del riesgo, Paidós, Barcelona, 1998
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Pero hay algo más en todo esto: la violencia ligada al medio poder como un extremo del uso de la fuerza física puede ser latente, es decir, se niega a ser observada, subyace en la estructura social y se puede definir como violencia estructural latente357. Las estructuras y las funciones latentes son aquellas con las cuales no se puede obtener comunicación, se trata de una realidad potencial que deambula entre cotidianeidad y modelo estadístico. Aquí son validas las siguientes consideraciones: a) el análisis funcional y el constructivismo sistémico han llamado la atención sobre la necesidad de ampliar la atención del observador más allá de la cuestión de si la conducta consigue o no su finalidad confesada: las funciones latentes se refieren a las consecuencias inesperadas, a los resultados imprevistos, los que son distintos de las consecuencias previstas358. La tematización de las estructuras latentes no tiene el propósito de descubrir errores ni de convertirse en el eco de la ilustración psicoterapéutica sino de hacer una observación de la observación de los observadores, con la ayuda de distinciones359, lo cual significa nada menos que proponerse observar a los observadores que a su vez observan. Ahora bien, cuando las funciones latentes (y su sedimentación estructural) se apartan más o menos de las funciones declaradas, la investigación que se ocupa de las funciones y estructuras latentes produce resultados paradójicos360. b) la teoría de la sociedad del riesgo ha problematizado la articulación de las estructuras latentes de la modernidad bajo el relieve del desdoblamiento de los efectos colaterales latentes de decisiones prisioneras de una modernidad dirigida por la reflexividad lineal361. Las estructuras latentes, y en particular las estructuras de la violencia latente, son observables (en una observación de segundo orden) como riesgos362. Hay que señalar entonces que la autonomización de los símbolos simbióticos y la materialización de dicha autonomía en las organizaciones (Luhmann) es equivalente al desdoblamiento y a la autonomización de los efectos colaterales latentes de los proyectos de modernidad (Beck). Ambos son la fuente de las estructuras latentes que generan riesgos, estos riesgos también tienen la particularidad de ocultarse y negarse a ser observados, hasta que explotan como peligros que amenazan la vida y la existencia de los sistemas orgánicos. Los riesgos no redundan necesariamente en poder pero emergen del poder, pueden
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Johan Galtung: Elne strukturelle Theorie des Imperialismus, en: D. Senghaas: Imperialismus und Strukturelle Gewalt, Suhrkamp, Frankfurt, 1980, pág. 29 y sig. 358 Josetxo Beriain ha llamado a estos procesos "consecuencias perversas". Ver Josetxo Beriain: Las consecuencias perversas de la modernidad, Athropos, Barcelona, 1996 359 Niklas Luhmann: La Ciencia de la Sociedad, Anthropos, Barcelona, 1996, pág. 55 y sig. 360 Robert K. Merton: Teoría y estructura sociales, FCE, México, 1964, pág. 144 y sig. Niklas Luhmann: ¿Cómo se pueden observar estructuras latentes?, en: Paul Watzlawick y Peter Krieg: El Ojo del Observador, Gedisa, Barcelona, 1995, pág. 68 y sig. 361 Beck, Ulrich (1997a) : La reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización reflexiva, en: U. Beck, A. Giddens y S. Lash: Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid, pág. 13-74 362 Ulrich Beck: La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Paidós, Barcelona, 1997; Niklas Luhmann: Sociología del riesgo, UIA, Universidad de Guadalajara, México, 1992
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hasta reordenan las relaciones de poder y transforman la comunicación, hasta incluso hacerla más reflexiva363. Si es efectivo que el medio poder está presente como un factor universal en la existencia social, esto hace plausible que la universalidad del poder sea equivalente a la universalidad de la violencia y que, por consiguiente, ella asuma las formas más insospechadas y refinadas de latencia estructural no deliberada, que se convierte en observable como riesgo364. Por lo que ningún ámbito social, desde la familia hasta la religión y la ciencia, escapan a ser infiltrados de violencia estructural latente, a cobijar en sus estructuras y organizaciones, formas bizarras e inimaginables de instrumentalidad violenta. Incluso podría argumentarse que la violencia estructural latente desplaza la relevancia simbólica de los medios de comunicación simbólicamente generalizados para darle contenido a la supremacía de las organizaciones reproductoras de riesgos; ellas, entonces, tienden a divorciarse paulatinamente de la sociedad y sus instancias de participación, legitimación y articulación de opinión, la violencia se desdobla independientemente y reaparece como híbrido, paradójico y riesgoso. La conclusión es la siguiente: el poder que resulta de la violencia latente no necesita ser legitimado y la violencia latente que se disocia de las formas de violencia manifiesta y observable, tampoco necesita ser justificada. Aún más: la violencia latente necesita ser ocultada, triturada en los mecanismos de la razón instrumental365, su existencia misma como riesgo debe considerarse como inexistente y todo lo que con ella tenga que ver debe ser mantenido como inofensivo y neutral, por eso es que los riesgos necesitan siempre de certificados de inocencia366. La violencia implícita en las estructuras latentes mantiene relaciones espurias con el medio poder, tiene propiedades que desbordan su caracterización como medios simbióticos positivos, son y no son positivos y tienden a ser símbolos negativos. Esto por dos razones: a) la violencia estructural y latente no significa acción deliberada sino que puede consistir "simplemente" en una condición. La violencia de las estructuras latentes no requiere de la acción, su acción es la latencia, un estado permanente de "normalidad" que escapa al horizonte de tematización. b) la violencia estructural latente explota como riesgo erosionando la confianza, es un inductor de incertidumbre, de consecuencias “diabólicas” o “perversas”, incrementa la desconfianza, erosiona la estabilidad basada en las instituciones 363
Anthony Giddens: Vivir en una sociedad postradicional, en: U. Beck, A. Giddens y S. Lash: Modernización Reflexiva. Política, Tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid, 1996.
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No es aceptable sin embargo la distinción de Luhmann entre riesgo y peligro, el primero como resultado de una decisión y el segundo atribuible a condicionamientos externos, pero sí su conclusión de que si no hay decisiones con garantía de estar libre de riesgos, hay que abandonar la esperanza que con más investigación y más conocimiento científico se podría pasar del riesgo a la seguridad. En realidad es al revés: mientras más se sabe, mayor conciencia de riesgo existe. Ver N. Luhmann: Sociología del riesgo, UIA, Universidad de Guadalajara, México, 1992, pág. 72 365 Jürgen Habernas: Teoría y Praxis, Altaya, Madrid, 1998 366 También Fernando Robles: Preámbulo: el advenimiento de la sociedad mundial del riesgo, en: Polis, 97, Universidad Autónoma de México, 1998, pág. 165-171
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y en los sistemas como la ciencia y la política. Da cuenta de la existencia fáctica de “inseguridades manufacturadas”367 en la sociedad contemporánea. Por ello, la violencia latente y su vínculo con el poder debe ser siempre paradójico. Algunas de estas paradojas son las siguientes: Primero, la violencia física es la base del poder, pero la coerción física puede terminar anulando al poder: “la violencia física ejercida intencionalmente contra la gente tiene una conexión con el medio del poder orientado a la acción, en que elimina la acción por medio de la acción y, con esto, excluye la transmisión comunicativa de premisas reducidas de toma de decisiones. Con estas cualidades, la violencia física no puede ser poder, pero conforma el caso extremo inevitable de una alternativa de evitación que forma poder”368. Segundo, si bien los riesgos son el resultado de decisiones, ellas no configuran ni siquiera la previsibilidad de sus consecuencias, sus efectos colaterales son insólitos y también se niegan a ser problematizados como contingentes: el producto residual de toda decisión es una fuente de alimentación para la violencia latente. Tercero, la violencia latente no puede ser inflacionaria, pero conlleva la inflación de los discursos de la “normalidad” en medio de las anomalías de los efectos colaterales en la ciencia y la política. Cuarto, la observación de las estructuras latentes de la violencia impide la sustitución del análisis sociológico por los juicios morales ingenuos y las soluciones valóricas: convierte a las peticiones de principio que reclaman una macroética globalizada en una ridiculez.
II.
De la cientificación simple a la cientificación reflexiva. Dos modalidades de autoconfrontación de la ciencia consigo misma en medio de la civilización científica.
Las relaciones de reciprocidad e interdependencia entre el desarrollo del conocimiento científico, por un lado, y el fenómeno de la violencia como medio simbiótico del poder, por el otro, han sido desde siempre multifacéticas y complejas369. En la historia reciente de la humanidad, dichas relaciones han sido de cercanía y distancia - este esquema es únicamente válido si se pretende determinar en qué medida la ciencia se haya convertido en un testaferro de la violencia (como es el caso, hoy prácticamente indiscutible, del rol de la investigación científica durante el Dritter Reich), o alternativamente en un elemento significativo de la no-violencia (como es el caso de la investigación científica a favor de la paz, o irenología en los países europeos de la postguerra)370. Este nexo de complejidad (en el sentido de distancia y cercanía) ofrece, sin embargo, características particulares y propias a partir del advenimiento de un 367
Anthony Giddens: Modernidad e Identidad del Yo, Península, Barcelona, 1997 Niklas Luhmann: Poder, pág. 91 369 Ver Trutz Von Trotta (ed.): Soziologie der Gewalt, Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, Westdeutsche Verlag, Opladen/Wiesbaden, 1997 370 Ver por ejemplo Horst Afheldt: Defensive Verteidigung, RoRoRo, Rowohl, 1983 368
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verdadero cambio de época. Este cambio epocal que remueve substancialmente las relaciones entre el desarrollo de la ciencia y el incremento de la violencia, esta verdadera cesura en la historia de la humanidad, se desarrolla a partir del descubrimiento y el uso de la energía nuclear para fines de aniquilación, es decir, a más tardar desde que la humanidad ha demostrado fehacientemente que sus capacidades de autodestrucción son prácticamente ilimitadas y que la energía nuclear es una fuente de poder significativa y compleja371. La constatación anterior, por un lado, modifica substancialmente tanto la percepción como la naturaleza de los riesgos que la propia humanidad produce con la ayuda de la ciencia y contribuye, por otro lado, a desmistificar el trabajo de investigación científico como supuestamente desvinculado de la tecnología y de su uso para incrementar la aplicación de la fuerza física372. En efecto, por otro lado, hoy las sociedades no se confrontan con un mundo de riesgos sociales sectoriales, controlables y delimitables, que se tematizan en función de una supuesta dicotomía entre sociedad y cultura, por un lado, y la naturaleza, por el otro, sino que se trata de riesgos ilimitados e inconmensurables en sus consecuencias y nebulosos en sus propiedades y que resultan de una socialización creciente de la naturaleza y de una "naturalización" creciente de la sociedad. No es efectivo que la naturaleza re-accione frente a la acción de decisiones tecnológicas resultantes de la investigación científica, sino que la naturaleza ha sido “incorporada” en sistema de la sociedad y además la ciencia tiene que ver con una “inseguridad autoproducida. Esta inseguridad se puede aprovechar de una forma siempre diferente y quizás mejor. Pero no puede ser eliminada. Y toda la ciencia se basa en ella”373. Sin embargo, lo anterior no significa que los sistemas sociales puedan reaccionar siempre a las irritaciones de la comunicación ecológica; todo lo contrario, la irritabilidad de la sociedad frente a la destrucción del entorno ecológico es por lo general “ruido” antes que resonancia que conduzca a que a la tematización del entorno siga la autoobservación reflexiva. En el contexto de esta cesura epocal, hay que mencionar un momento que se identifica con la expansión de la llamada globalización del mundo, fenómeno que se consolida e intensifica desde la caída del muro de Berlín y a partir del derrumbamiento de los llamados socialismos reales374. Con ello, se afianza la hegemonía –ahora sin contrapesos – de los poderes complejos e indescriptibles (como el poder del capital bursátil sobre los puestos de empleo) y el poder de los laboratorios de la investigación científica sobre poblaciones donde se operan los experimentos como con los alimentos transgénicos, sobre las naciones ya sin el rol preponderante del estado-nación que las proteja de las inclemencias externas. Se ha dado curso definitivo al advenimiento de la sociedad mundial375.
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Mary Douglas: La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales, Paidos, Barcelona, 1996 Jürgen Habermas: Ciencia y técnica como ideología, Tecnos, Madrid, 1982, pág. 74 y sig. 373 Niklas Luhmann: La Ciencia de la Sociedad, Anthropos, Barcelona, 1996, pág. 78. También Niklas Luhmann: Ökologische Kommunikation, Westdeutscher Verlag, Wiesbaden, 1986 374 David Held: La democracia y el orden global. Del estado moderno al orden cosmopolita, Paidós, 1997; Ulrich Beck: ¿Qué es la globalización?, Paidós, 1998. 375 Niklas Luhmann: Teoría de los sistemas sociales, UIA, México, 1998, pág. 66 y sig. 372
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En efecto, correlativamente a la disolución del conflicto este-oeste que culmina con el desmoronamiento de la Unión Soviética y sus aliados, si bien la carrera armamentista se disipa y la estrategia del "golpe nuclear preventivo" se queda sin el enemigo congénito, la globalización que de allí resulta significa, a su vez, que los espacios cerrados dejan definitivamente de existir 376. El estado-nación es sobrepasado sistemáticamente tanto por la hegemonía del capital bursátil como por el despliegue de fenómenos que escapan a cualquier instancia de control y decisión democrático-parlamentaria. La era de la globalización es la era del extraparlamentarismo y de la obsolescencia de la democracia occidental. Las estructuras extraparlamentarias de la economía y de la ciencia no sólo escapan al control de la sociedad civil: se cobijan en estructuras latentes, dan lugar a funciones latentes, despliegan efectos colaterales de consecuencias insospechadas y se convierten en un factor de poder de consecuencias imprevisibles. La ciencia ha redefinido su estatus epistemológico y ha reacomodado su rol en la sociedad donde en conexión con la tecnología es una de las fuerzas productivas fundamentales377: “la sociedad queda expuesta sin defensa a sus propios esfuerzos de conocimiento. Si frente a este problema, hoy en día, se discuten los escrúpulos éticos, esto resulta inadecuado de una manera casi ridícula...El tanque de la ética, si es que existe algo así todavía, no es lo suficientemente grande para conducir todos los pensamientos hacia todos los puntos flacos de la moral de nuestra sociedad”378. Pero por otro lado, la subsunción de la ciencia bajo, por ejemplo, los códigos del sistema político o del sistema de poder conduciría a una reedición de dictaduras deleznables. Concomitantemente con esta reedificación definitiva del estatus epistemológico y práctico de la ciencia, se incrementa una nueva consciencia de los riesgos a los que está expuesta la humanidad. Si en la premodernidad era plausible la existencia de peligros generados externamente, el nuevo carácter de los riesgos actuales radica precisamente en su construcción científica y social simultáneamente y en su vínculo estrecho y funcional con el poder, en particular con quienes generan riesgos y obtienen utilidades con ellos. El poder ha dejado definitivamente de ser el monopolio del sistema político, se ha desplazado y desplegado, por ejemplo, a los laboratorios de investigación del sistema de la ciencia, como ha demostrado el historiador de la ciencia Bruno Latour379 en su estudio sobre Louis Pasteur: en las sociedades modernas, el poder emergente proviene de las ciencias y la ciencia empieza y termina en los muros de los laboratorios. El signo de la época no es la sociedad política ni el paso del homo sapiens al homo videns,380 sino que la configuración latente, subrepticia y riesgosa de la civilización científica381. Esto es posible por lo menos de interpretar en tres sentidos: 376
Ulrich Beck: ¿Qué es la globalización?. Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Paidós, 1998 Jürgen Habermas: Ciencia y Técnica como Ideología, Tecnos, Madrid, 1982, pág. 87 y sig. 378 Niklas Luhmann: La Ciencia de la Sociedad, Anthropos, México, 1996, pág. 481 379 Bruno Latour: Give Me a Laboratory and I will Raice the World, en: K. Knorr-Cetina y M. Mulkay (ed.): Science Observed: Perspectives on the Social Study of Science, Londres, 1983, pág. 141-170 380 Giovanni Sartori: Homo Videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid, 1998 381 Daniel Bell: El advenimiento de la sociedad post-industrial, Alianza, Madrid, 1976 377
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a) la ciencia se ha convertido en una causa de la aparición y del desencadenamiento de riesgos. Los riesgos se definen en función de las probabilidades de que ocurra algún daño físico a causa de procesos tecnológicos que se encuentran en un acoplamiento estructural con descubrimientos científicos382 o que se desate cualquier efecto colateral o no planificado que afecte la vida, la salud y la integridad de los seres humanos. b) la ciencia y la actividad científica se han transformado en un instrumento de definición y especificación de los riesgos. A pesar de que los conocimientos científicos no pueden ser manejados siempre, las inseguridades que la proliferación de los riesgos provoca, son el resultado de la popularización de la ciencia. Por lo que sus conocimientos no garantizan el funcionamiento “seguro” de la tecnología. Al contrario, la ciencia vuelve al mundo más inseguro. c) la ciencia ha demostrado ser una fuente de solución para los riesgos. Esto significa que las corrientes anticientíficas, esotéricas, naturalistas, a pesar de la decadencia de autoridad de la ciencia contemporánea, no pueden ser capaces de disputarle a la ciencia el monopolio del conocimiento especializado. En el contexto de la diferenciación de los sistemas sociales contemporáneos, la ciencia ha desplegado tendencias auropoiéticas indiscutibles, las que la llevan a poder transformar las inseguridades en seguridades por lo menos transitorias. El desarrollo científico técnico se vuelve contradictorio y ambivalente debido a transacción entre los riesgos coproducidos por el mismo desarrollo científico tecnológico y simultáneamente codefinidos por la ciencia misma. Esta es el resultado de la polivalencia de la ciencia y su referente, la sociedad. Así como es posible distinguir entre tradición y modernidad en la sociedad industrial, es posible diferenciar también dos constelaciones con respecto al estatus de la ciencia en la era de la civilización científica: la cientificación (Verwissenschfatlichung) simple y la cientificación reflexiva383. Ambas formas de cientificación resultan de modos históricamente diferentes de desencantamiento del mundo y son componentes decisivos del advenimiento de la modernidad; además se vinculan a las estructuras y a los procesos enlazados a la modernización simple y a la modernización reflexiva de las sociedades384. En tal sentido, mi hipótesis es más bien negativa y señala que entre la cientificación simple y reflexiva, por un lado, y la modernización simple y reflexiva de las sociedades, por el otro, si bien pueden existir relaciones de concomitancia, las relaciones predominantes entre ambos procesos son diacrónicas. En efecto, la cientificación simple suele preceder a la modernización simple y lineal mientras que la cientificación reflexiva sugiere ser una consecuencia de la modernización reflexiva de las sociedades. La cientificación y la modernización se codeterminan sin predeterminarse. 382
Emilio Muñoz: Nueva tecnología y sector agropecuario: el reto de las racionalidades contarpuestas, Instituto de Estudios Avanzados, Madrid, Documento de trabajo, 97-02 383 Ulrich Beck: La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Paidós, 1998. 384 Scott Lash: La reflexividad y sus dobles: estructura, estética, comunidad, en: U. Beck/ A. Giddens/S. Lash: Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, 1997.
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La lógica del desarrollo de la primera fase, la cientificación simple, consiste en una generalización progresiva de la ciencia parcial385, en medio de la cual la ciencia queda liberada de la autoreferencia metódica respecto de la duda y de sus propios efectos, otorgando con ello el fundamento necesario para la expansión de la modernidad simple. La segunda fase, la cientificación reflexiva, consiste en que las ciencias se ven confrontadas con sus propios efectos, defectos, y con sus productos positivos y negativos: este proceso de autoconfrontación no deseada ni planificada es un elemento substancial de la reflexividad autocrítica de las sociedades. En esta segunda fase, se ha roto definitivamente el encanto de la exigencia de verdad y de ilustración y ella concuerda con lo que Hannah Arendt caracteriza como la expansión ilimitada de las potencialidades destructivas desde y a partir de la ciencia y la técnica. Por un lado, se hace posible tematizar a las ciencias como constitutivas de latencia estructural latente y potencialmente violenta, pero no necesariamente deliberada; por el otro, esta tematización se basa sobre los resultados de la ciencia misma, como es el caso del contructivismo y del anarquismo en la epistemología386. El paso de una fase a otra en el desarrollo de la ciencia no tiene porqué estar marcado por fisuras manifiestas, más bien se trata de un cambio subrepticio, en el que se combinan la continuidad, por un lado, y disyunciones que abren relaciones completamente distintas, por el otro. Así por ejemplo, en las llamadas sociedades del riesgo residual, la confianza y credibilidad en la controlabilidad de los riesgos se vincula directamente a la omnipotencia de la ciencia y a la proyección de sus pronósticos, mientras que en las sociedades del riesgo, el estatus epistemológico de la ciencia se convierte paulatinamente en un tema de debate público. En última década, sobre todo en lo que respecta a la energía nuclear, a la biogenética, a la microelectrónica y concretamente a la producción de alimentos transgénicos387, estos “productos paradójicos” del conocimiento científico tecnológico pueden ser concebidos como artificios reflexivos que, cuando son activados como catalizadores, incitan, debido al factor sorpresa y a su carácter nebuloso y profundamente confabulativo, a que las propias trampas de la ciencia sean plausibles a la cognición de la sociedad, como referente de la ciencia. Estas celadas son, a su vez, un resultado de la expansión de la ciencia hacia y en la sociedad, y que reeentran (reentry) en la ciencia como paradojas riesgosas. Se trata de verdaderas autointrigas urdidas en los propios laboratorios de la investigación científico tecnológica388 y que redundan en empujes de autoconfrontación. Estos artificios reflexivos inducen irritaciones en el sistema de la ciencia. Cuando dichas irritaciones se convierten en ruido y resonancia, pueden llegar a convertirse 385
Peter Weingart: Wissensproduktion und soziale Struktur, Suhrkamp, 1976, pág. 93 y sig. George Spencer Brown: Laws of Form, N.Y., 1977 387 Manuel Conthe: Fankenstein y la ruleta, en El País, Madrid, 3.3.99; Pierre Puigdomenech: Intereses y riesgos, en El País, 19.2.99; Jorge Martínes Contreras: El Vaticano y los Verdes ante la ingeniería genética, problemas naturalistas y éticos, (manuscrito), Organización de Estados Iberoamericanos, 1998 388 Por esta valiosa idea agradezco a Stephan Wolff. 386
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en catalizadores de reflexión, que desencadenan paradojas en los códigos operativos de la investigación científica: el código de distinción verdad/no verdad no puede ser aplicado al trabajo mismo de la ciencia sin provocar paradojas. Cualquier estrategia de desparadojización obliga a la creatividad. De tal manera que para que dichos artificios se conviertan en catalizadores de autoobservación reflexiva (irritación – autoobservación (reflexión) – paradojización – desparadojización) no es incluso tan importante que, por ejemplo, se haya descubierto que los alimentos transgénicos puedan provocar daños en el sistema orgánico sino que un científico (el Dr. Pusztai)haya sido exonerado de su trabajo debido a su descubrimiento389, que los resultados de sus investigaciones sean discutidas por instancias decisivas en la asignación de fondos de investigación y – sobre todo – que todo esto forme parte de la autoobservación de la sociedad que ejecutan y dirigen los medios de comunicación390. La sociedad convertida en laboratorio se deja irritar por la escenificación mass medial de efectos colaterales no deliberados de la masificación potencial de los transgénicos. La autoobservación de la sociedad sobre sí misma arroja como resultado una masa de conocimientos, de conceptos y de estigmas como la “comida Frankenstein”. Incluso el paradigma de la indignación colectiva se pone en movimiento para querer prohibir, en nombre de la ética de la responsabilidad, la producción de alimentos manipulados genéticamente. Los efectos prácticos de la investigación científico tecnológica reentran en la ciencia como irritación, incitando a la ciencia a la autoobservación, de la desparadojización que de todo esto resulta, surgen reordenamientos entre la ciencia y la sociedad. En la primera fase, de la cientificación simple, la generalización de la ciencia adquiere su dinámica a partir de la diferencia entre tradición y modernidad, entre lo profano y lo experto391. Ya que no se pone en duda la efectividad positiva de la ciencia, el empleo de los resultados científicos se aplica autoritariamente. Esta constelación que consiste en la creencia ininterrumpida en la positividad de la ciencia, en sus efectos y resultados y en el progreso lineal de las sociedades, es valida, sin contrapesos, hasta la primera mitad del siglo XX. Los que reniegan del progreso inducido por los descubrimientos científicos, son acallados por la magnificencia de los éxitos de la ciencia. Cuando la ciencia pasa a la tematización de la práctica de sus efectos, cuando se confronta consigo misma, ya no resulta ser solamente una fuente de solución de problemas sino también una fuente que origina problemas: dichos problemas pueden ser revestidos de un contenido crecientemente moral, pero el realidad, se trata de problemas prácticos, que inciden directamente en la composición del menú cotidiano y en decisiones tales como el lugar donde vivir, como la cantidad de conservantes que pueden ser tolerables en los alimentos, como casarse o no, etc. Probablemente la moralización de la biogenética y de la clonación de seres humanos radique en la negativa de la sociedad y sus instituciones para reconocer y enfrentarse al poder y al estatus que la misma sociedad le ha conferido a la ciencia y a la investigación 389 390
Ver J.M. Martínez Zapater: El debate de las plantas transgénicas, en El País, 17.3.99
Niklas Luhmann: Die Realität der Massenmedien, Westdeutscher Verlag, Wiesbaden, 1996 391 Robert Merton: Teoría y estructura sociales, FCE, México, 1964, pág. 610 y sig.
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científica, el que no sólo se ha convertido en incontrolable, sino que además se cobija en estructuras de ejercicio de violencia latente que permanecen inmunes a la observación desde la sociedad392. Por ello es que la cientificación reflexiva no es institucional y se desencadena a partir de la individuación393 de los procesos sociales y la cientificación simple tiende, en las sociedades periféricas, a ser una consecuencia de los "mapas cognitivos" de la individualización, como proceso de constitución de la individualidad. Es una rebelión contra el poder de la ciencia y la violencia latente desde el cuerpo (sometido a múltiples riesgos) de los aquejados por efectos colaterales convertidos en tema de discusión de la sociedad394, en medio de la construcción de artificios reflexivos. En la actualidad, en la práctica y frente a la opinión pública, las ciencias se enfrentan tanto al balance de sus éxitos como al recuento de sus fracasos y a sus promesas no cumplidas, tales como acabar con el hambre, la destrucción y la indigencia en el mundo, pero también - y esto es lo más importante - a sus efectos colaterales del más diverso orden. En la esencia no deliberada de los efectos colaterales radica la latencia violenta del sistema de la ciencia. Con los éxitos de la ciencia, parecen aumentar desproporcionadamente los riesgos del desarrollo científico – tecnológico y la explosión de los riesgos da cuenta de la violencia latente contendida en los descubrimientos científicos: las soluciones y las promesas de emancipación sumadas a las elevadas expectativas puestas en la ciencia, dejan entrever sus aspectos problemáticos y la deslegitiman, no tan sólo en el caso del uso directo del conocimiento científico – tecnológico para fines destructivos y manifiestamente violentos, sino también en el caso de la violencia latente que se pone de manifiesto en los riesgos de la ingeniería genética, del desarrollo y expansión de la tecnología química, de la energía nuclear y de la microelectrónica. En especial, la espectacularidad de las noticias recientes sobre la clonación395 y los riesgos de los alimentos transgénicos, dan cuenta de que las reglamentaciones restrictivas de los estados y los gobiernos sólo pueden ejecutarse a posteriori, es decir, una vez que los resultados de los experimentos han sido publicados, lo que pone de manifiesto que en realidad, los científicos refundan sistemáticamente las leyes de la herencia genética, manipulan los fundamentos de la reproducción social y ponen en marcha una máquina subrepticia de eugenesia sin que lo que hagan deba ser legitimado por nada ni por nadie; casos ejemplares de violencia latente. Con lo cual, además, dichos resultados confirman que el poder contenido en dicha violencia latente no necesita ser legitimado y que ni siquiera ella misma necesita ser justificada. Uno de los ámbitos donde el estado - nación manifiesta su impotencia es precisamente este: si se puede hoy hablar de una revolución científico tecnológica 392
Bruno Latour, op. cit. Fernando Robles: La Individualización y la Individuación como principios axiales de las sociedades contemporáneas, México, 1998 (manuscrito) 394 Wolgang Sofsky: Gewaltzeit en: T. Von Trotta, op. cit, pág. 103 395 Timothy Druckrey: The Science of the Lambs, en Telepolis Aktuell, Hamburg, 1997 393
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(o de una segunda revolución industrial sostenida por el poder institucional que garantiza la producción recursiva del conocimiento), esta es una revolución sin sujeto, donde sus protagonistas - con extremas excepciones - son anónimos y sencillamente desconocidos. La tipificación legitimada socialmente del científico además, le otorga, una enorme ventaja de estatus frente a los portadores de cargos políticos en las estructuras de la democracia396. Bruno Latour indica que la diferencia entre una científico y un político consiste en que el primero tiene laboratorio, trabaja con modelos a escala y alejado de la opinión pública y el político, que no tiene laboratorio, tiene que trabajar a escala real, son un solo disparo a la vez, y siempre en el centro de atención. La mistificación de la ciencia consiste en que si algo ocurre fuera de lo planificado, se verifican las predicciones, el problema es que nadie, ningún científico, ha sido capaz de verificar predicciones sin extender sus condiciones de verificación del laboratorio a la sociedad, por lo que en realidad las previsiones de los científicos son siempre a posteriori . Lo cual significa, aún con costos enormes, convertir a la sociedad en un laboratorio397. Por otro lado, la expansión de la ciencia en una época en que la ciencia se orienta hacia la ciencia y es capaz de autoobservarse, como en la era de la cientificación reflexiva, presupone que se han desarrollado condiciones para la crítica de la ciencia y de la práctica de sus expertos, pero sólo a condición de que en el horizonte de tematización del discurso social (en calidad de resonancia) se instalen una serie de artificios reflexivos que pongan en marcha estrategias de cuestionamiento en la cientificación simple y que de la no deliberación de los efectos colaterales se puedan instalar deliberadamente dichas trampas reflexivas en el discurso de autoobservación de la sociedad. Cuando la civilización científica se somete a sucesivas autocríticas reflexivas, poniendo de manifiesto una cierta inseguridad respecto de sus fundamentos, se desencadena un proceso de desmistificación de las ciencias y se develan con claridad los vínculos de interdependencia entre la práctica de la investigación científica y la violencia latente. La llamada "ciencia pura", supuestamente libre del pecado de la instrumentalización (para fines de aniquilación, por ejemplo) se convierte en una quimera, los elementos determinantes para la asignación de recursos, para la constitución de centros de investigación, en una palabra, todas las fuentes de financiamiento esperan que los resultados de las investigaciones puedan ser aplicados y sirvan a intereses precisos y perfectamente bien delimitados398. Como una consecuencia de lo anterior, se desencadena también una desmonopilización de las exigencias del conocimiento científico. La ciencia es cada vez más necesaria, pero simultáneamente menos suficiente para satisfacer las exigencias de la verdad socialmente legitimada. Esta pérdida de la función convencional de la ciencia, en medio de crecientes embestidas de desmonopolización y desmistificación, no es casual, sino que es una consecuencia de las exigencias de diferenciación al interior de las ciencias: es el 396
K.D. Knorr-Cetina y M. Mulkay: Science Observed: Perspectives on the Social Study of Science, London, Sage, 1983 Bruno Latour: Dadme un laboratorio y levantaré el mundo, op. cit, pág. 20 398 Philip J. Vergrart: El modelado social de las innovaciones, (manuscrito), Organización de Estados Iberoamericanos, Madrid, 1998 397
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producto de la refexividad del desarrollo científico tecnológico bajo condiciones de riesgo. Habría que insistir una vez más en que los catalizadores de la reflexividad de la ciencia si bien surgen de la misma ciencia como sistema autorreferencial, se generan en medio de las emboscadas (efectos colaterales) contenidas en la percepción social de los riesgos. En tal sentido, hay tres procesos que vale la pena subrayar. Primero, en la medida en que la ciencia extiende la fuerza metódica de su duda, la reivindicación de conocimiento e ilustración retrocede sistemáticamente. Las consecuencias de este proceso son sorprendentes: echan por tierra la suficiencia del discurso ético como regulador de la actividad de investigación; la ética de la llamada humanización de la ciencia, al ser difusa, amplia y no vinculante se convierte en instrumento de legitimación del sistema de la ciencia como productor de riesgos no deliberados, de violencia latente y con una relación espuria con un poder que no necesita legitimidad democrática y por otro lado se genera un sustento estable para la esotérica y la paraciencia. Segundo, con el proceso de autoexamen de la ciencia, aumentan los resultados parciales, inseguros e inconexos. En efecto, cuando la ciencia autoobserva su distinciones de observación, se convierte en paradójica. Al desconstruir sus a priori aumenta su inseguridad, se obliga a la policontextualidad y a condiciones de observación complejas y descentralizadas399. “La ciencia llevada a la autorreflexión mediante la autología, sabe ahora (o puede saberlo) que ella misma sólo es un sistema que observa y que construye lo que observa en el proceso de observación y que es dependiente de sus formas (diferencias). Con ello le dice adiós a la premisa de la realidad independiente de la observación de la que partió la lógica de aplicación de la ciencia tradicional”400. Tercero, la incertidumbre provocada por el proceso de generalización de la ciencia hace que los destinatarios de los resultados científicos (la política, la empresa y la acción publica) se conviertan en coproductores activos del proceso social de definición del conocimiento. Sobre todo este último es un proceso altamente ambivalente: conlleva la posibilidad de emancipación de la ciencia mediante la ciencia, pero por otra parte tiende a inmunizar las ideologías contrarias a la ilustración. III. La función de política en el desacoplamiento de la actividad científica del poder legitimado y legitimable de la sociedad. En las sociedades de riesgo residual, probablemente porque la ciencia aún no ha sido infiltrada por el bacilo de la reflexividad y difícilmente se autoconfronta con sus propios efectos colaterales (se niega, por tanto, a la autoobservación), muchos piensan que en la época del riesgo en la que vivimos, existen solo una autoridad: la ciencia misma. El carácter autológico de este argumento consiste en que para 399 400
Niklas Luhmann: La Ciencia de la Sociedad, Anhropos, México, 1996, pág. 453 Niklas Luhmann: op. cit., pág. 455
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afirmar la autoridad de la ciencia, su aplicación debe ser autoritaria401. Además, este argumento, que coincide con la certeza de la relación causal entre desarrollo científico, por un lado, y modernidad lineal, por el otro, es además claramente circular y autoreferente y lleva implicada la siguiente cláusula: la ciencia debe seguir siendo proveedora de confianza en un mundo donde las ideologías han perdido peso, los llamados "metarrelatos" han desaparecido y los sujetos de la contemporaneidad deambulan entre las creencias trascendentales y el eclecticismo. No obstante, aquí no sólo subyace un completo error respecto de la ciencia sino también un completo error acerca de la categoría del riesgo, que la ciencia coproduce y subrepticiamente oculta en estructuras latentes que dan lugar a formas sui generis de violencia. Si es posible hablar de desmistificación y desmonopolización de la ciencia, no es de ningún modo el fracaso sino el éxito de sus proyectos, lo que ha puesto en cuestión y ha desmonopolizado la fortaleza de la racionalidad científica, ha contribuido a desbaratar el mito de la razón-guía de la teleología científica. Incluso puede decirse: mientras más exitosas hayan sido las ciencias en los últimos siglos, con más prolijidad han puesto al descubierto sus propias limitaciones y fundamentos insuficientes, con más persistencia la ciencia se ha convertido a sí misma, de ser una fuente de seguridad cimentada en su propia autología autoritaria, en una fuente de inseguridad reflexiva - el haber contribuido a esta reflexividad es probablemente el mérito de la epistemología, de la sociología de ciencia y de la filosofía de la ciencias402 pero también de las escenificaciones mass mediales en medio de la identidad postconvencional de la modernidad globalizada. Las posibilidades hoy existentes de clonación, fertilización in vitro, manipulaciones en los embriones y de consecuente posibilidades de planificación de la descendencia, significan un riesgo inminente de violencia y abren, a futuro, la probabilidad de soluciones sociales no mediante la planificación y el ordenamiento sociales (en medio de estructuras más o menos democráticas) sino que por medio de la genética y el recurso a la eugenesia. La ambigüedad de los resultados científicos enumerados, así como la instrumentalización de los alimentos transgénicos contra el hambre, confirman, por un lado, la hipótesis de la sociedad transformada en laboratorio; además, ponen de manifiesto la incontrolabilidad de efectos colaterales que no pueden ser observados (no se ve que no se los puede ver, según la premisa del constructivismo403); pero pueden hacer observables en calidad de riesgos, estructuras de poder latentes mantenidas cuidadosamente fuera del cuestionamiento social; hacen plausible que dichas estructuras, en sociedades policéntricas, se configuren como poderes latentes opacos, de los 401
Paul Feyerabend: La ciencia en una sociedad libre, Siglo XXI, México, 1982; también: Adiós a la Razón, Altaya, Madrid, 1999. 402 W. Stegmüller: Rationale Rekonstruktion der Wissenschaft und ihrem Wandel, Reclam, Stuttgart, 1979; Thomas Kuhn: ¿Qué son las revoluciones científicas?, Altaya, Madrid, 1998; Imre Lakatos: La metodología de los programas de investigación científica, Alianza, Madrid, 1982 403 Heinz Von Foerster: Construyendo la realidad, en: P. Watzlawick (ed.): La realidad inventada, Gedisa, Barcelona, 1995, pág. 38-56; Edgar Morin: Cultura n Conocimiento, en: P. Watlzawick y Peter Krieg: El Ojo Observador, Gadisa, Barcelona, 1995, pág. 73-81
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cuales (hasta ahora) sólo podemos obtener imágenes borrosas404. Por otro lado, en lo que dice relación con las propiedades inmanentes de las ciencias, ellas operan con conceptos de probabilidades de sucesos y acontecimientos que como tales jamás pueden excluir el caso más grave, el caso de accidente o el caso de siniestro y son, por lo tanto, un torrente inagotable en la producción de peligros405. Esto significa que tampoco pueden existir impedimentos a priori para que el conocimiento científico se convierta en el aliado de la destrucción y de la violencia, como es el caso de la microelectrónica y la industria de armamento en campañas articuladas de aniquilación para lograr objetivos geopolíticos. Aún menos para que en las organizaciones de la investigación científica, se estructure la independización (del poder) del medio simbiótico de la violencia y que se sedimente como violencia estructural latente que como sabemos no necesita de legitimación alguna. La propiedad del símbolo simbiótico de la violencia en los cuerpos, la necesidad de prohibiciones de autosatisfacción, adquiere una dimensión “levemente” caótica: como no se sabe exactamente lo que se puede (hacer) sin exponerse al riesgo latente, tampoco resulta defendible claramente lo que no se debe. Cabría entonces preguntar por el rol de la política en toda esta relación entre la actividad científica y la expansión de la violencia. De hecho, en el sistema político no se adoptan decisiones directas acerca del desarrollo de tecnologías (la excepción es el uso pacífico de la energía nuclear en los países de Europa occidental) y la regla es que las limitaciones prohibitivas se formulan a posteriori. A pesar de ello, si sucede cualquier accidente inesperado se le hace responsables a los actores políticos y a las instituciones por decisiones que en realidad no han adoptado y por consecuencias y peligros respecto de los cuales por último no poseen un concepto coherente: ellos deben garantizar son su credibilidad socavada por cuestiones respecto de las cuales no son competentes. La ciencia en la actualidad es probablemente el movimiento extraparlamentario de mayor magnitud e importancia en el mundo y una instancia de poder de magnitudes insospechadas, poder que sirviéndose del medio simbiótico de la violencia, se puede desacoplar de la organización científica dando lugar a estructuras latentes de violencia crecientemente descontrolada. Por otra parte, en lo que se refiere a la relevancia económica de la ciencia, la industria (en particular la que financia investigación) se encuentra en una posición doblemente favorable respecto de la política estatal y del parlamento, en primer lugar debido a la autonomía de las decisiones privadas de inversión y en segundo lugar debido a su monopolio para aplicar y utilizar tecnologías, que evidentemente se derivan de investigaciones científicas. Frente a ello, los políticos están en una posición desventajosa. A pesar de todos los medios financieros de promoción a la investigación, la influencia de la política en las metas de desarrollo 404
Heinz von Foerster: Sicht und Einsicht. Versuche zu einer operativen Erkenntnistheorie, Braunschaweig, 1985; Ernst von Glasersfeld: Despedida de la objetividad, en: Paul Watzlawick y Peter Krieg: El ojo del observador. Contribuciones al constructivismo, Gedisa, Barcelona, 1995, pág. 19 y sig. 405 Ulrich Beck: Gegengifte. Die organierte Unverantwortlichkeit, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1988
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tecnológico permanecen siendo secundaria, con lo que la investigación científicotecnológica escapa al control de las instituciones de la sociedad406. El dilema, entonces, puede formularse de la siguiente manera: En última instancia, las decisiones acerca de la aplicación o no aplicación de las metas de la microelectrónica, de la tecnología genética o similares no se toman en el parlamento; y en la mayoría de los casos, los parlamentarios deciden por sobre las fronteras de los partidos, exclusivamente a favor del apoyo y la aceleración de desarrollos tecnológicos porque se supone que de este modo se garantiza el futuro de la economía y especialmente se conservan los puestos de empleo. Con lo que una vez más se protege de la tematización social la existencia de efectos colaterales de decisiones a favor de la modernización en la medida en que se busque desacreditar, desbaratar o minimizar la existencia y la fuerza fáctica de los artificios reflexivos que como hemos visto, son un producto (¿residual?) de la propia investigación científica. Esto quiere decir que la división del poder le cede a la industria, que financia investigación, el derecho a tomar decisiones sin asumir la responsabilidad respectiva frente a lo público por los riesgos que se desencadenen, mientras que a la política se le entrega la tarea de legitimar democráticamente decisiones que en realidad nunca ha tomado y respecto de las cuales ulteriormente ni siquiera conoce con exactitud sus contenidos. Quien pregunte, por ejemplo, en que se basa propiamente la alarma política de la “crisis ecológica” o de la llamada “comida Frankenstein” que aparentemente sólo apunta a la naturaleza externa y a la estructura de los cultivos, puede derivar la siguiente respuesta del horizonte de esta teoría: la crisis ecológica, enfocada políticamente, termina en una sistemática violación de derechos fundamentales, así como la masificación de los transgénicos viola subrepticiamente el derecho fundamental a no contraer enfermedades colaterales mediante la ingesta de alimentos. Se trata, por último, de una crisis de derechos fundamentales cuyo efecto a largo plazo, el desnucleamiento de la legitimidad social y del poder político y la asimetrización creciente de las relaciones sociales, difícilmente pueden ser sobrevalorados. Porque los peligros son producidos por industrias, son externalizados mediante la economía, son individualizados mediante el sistema de derecho, son legitimados por la ciencia y minimizados por la política: al reciente caso de los alimentos manipulados genéticamente ejemplifica la puesta en escena de la relación anterior. Estas son formas de violencia latente probablemente menos palpables y manifiestas que los vínculos financieros entre la industria de armamento y la investigación científica en el campo de las armas químicas o biológicas y en la microelectrónica, pero precisamente por ejecutarse subrepticiamente y en nombre del progreso, de la modernización, de las fuentes de energía, se les bautiza socialmente con el certificado de inocencia, en medio de la imposibilidad de 406
Robert Merton: La ciencia y la estructura social democrática, en: Teoría y Estructura Sociales, FCE, México, 1964, pág. 636 y sig,; Paul Feyerabend: Adiós a la razón, Altaya, Madrid, 1998
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atribución y culpabilidad. A este fenómeno se le ha denominado “irresponsabilidad organizada”407. ¿Qué sucede con la política en este contexto?. En el caso de conflictos de riesgos, los políticos ya no pueden seguir apostando a los expertos científicos y confiar en ellos, con lo que se hacen partícipes de la desmopolización y la desmistificación de la ciencia. Esto es así porque nunca existe una, sino muchas y cada vez más demandas, contradictorias entre sí, así como puntos de vista de diferentes de actores y grupos de expertos que definen los riesgos de diferente manera: el caso más palmario es el de los llamados "Estudios de Impacto Ambiental"408, poderosos instrumentos de legitimación para la ejecución de proyectos recargados de riesgos potenciales, respecto de cuyos efectos rara vez hay acuerdo. Entre los cientistas sociales, esto es particularmente ostensible en los debates entre los llamados “optimistas” o “progresistas” de la modernidad – su exponente más destacado es J.J. Brunner en Chile409 – y los llamados “pesimistas” o rotulados además por los primeros como “neoconservadores”: los ecologistas, los alternativos, los que se oponen a las centrales hidroeléctricas y predican el abstencionismo respecto de megaproyectos de modernización, plagados de efectos colaterales. Y esta ambigüedad, esta sistemática inseguridad pluralista respecto de estudios de potencial impacto ambiental no sucede, como se ha dicho, cuando los científicos son malos, sino justamente cuando son buenos. Por lo demás, los científicos pueden entregar conocimientos más o menos inseguros e informaciones sobre probabilidades de sucesos pero jamás responder a la pregunta acerca de cual de los riesgos puede ser aceptable todavía – en que momento - y cual no. En todas las afirmaciones de riesgo y por lo tanto en la cientificación de los riesgos hay instaladas normas de tolerancia y aceptación que indican hacia la moral, hacia patrones culturales y percepciones, por último hacia la pregunta: ¿Cómo queremos vivir? - una pregunta, que nunca puede ser respondida únicamente por expertos, sino que por los ciudadanos, por la sociedad. El dilema de la autoobservación reflexiva de la sociedad es que a pesar de la relevancia de la ética, ella no es ni puede ser suficiente para impedir la autonomización de la violencia latente contenida en el desarrollo científico tecnológico. La conclusión de todo esto es: cuando los políticos se convierten exclusivamente en órganos ejecutores de afirmaciones y consejos científicos, se transforman en presa de los errores y las inseguridades del conocimiento científico en el tratamiento de los riesgos. Esta es la lección definitiva de la sociedad del riesgo. Los partidarios del llamado “progresismo optimista” como Brunner, al permanecer atrapados en el dogma del “progreso”, aún negándolo con un barniz postmoderno, se autoincapacitan para hacer de la fuerza de los efectos colaterales y de la relevancia de las estructuras latentes de la violencia contenida en el conocimiento científico tecnológico, un tema de reflexión. 407
Ulrich Beck: Die Organisierte Unverantwortlichkeit, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1988 Marcel Claude: Una vez más la miseria. ¿Es Chile un país sustentable?, Lom, Santiago, 1997 409 J.J. Brunner: Apuntes sobre el malestar frente a la modernidad: ¿transfiguración neo-conservadora del pensamiento progresista?, manuscrito, Santiago, 1998 408
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IV. Epílogo. Como nos hemos empeñado en mostrar a lo largo de este trabajo, tanto la lógica como las bases de racionalidad de la ciencia se han modificado profundamente en la época de la sociedad del riesgo, particularmente en el paso de la cientificación simple a la cientificación reflexiva. Si antes era posible partir de una clara separación entre investigación y teoría por un lado y aplicación tecnológica por el otro, ciertos ámbitos centrales de la ciencia (por ejemplo en la genética, la genética humana, la microelectrónica, la energía nuclear, la biotecnología, etc.) se han convertido en ciencia técnicamente operable, en la que la lógica convencional de la ciencia se pone de cabeza410. En efecto, si antaño era válido el siguiente orden de sucesión: primero testear experimentalmente teorías en el laboratorio y después aplicar y evaluar los resultados, en la época del desarrollo tecnológico altamente riesgoso, este orden de prelación se invierte. Los reactores nucleares deben ser construidos y aplicados antes de y para testear las suposiciones del modelo y sus normas de inseguridad. Los bebés de probeta que son el resultado de la fertilización in vitro deben “nacer” antes y para comprobar experimentalmente las teorías y los supuestos médico-biológicos que fundamentan su aparición. Las plantas y las frutas transformadas genéticamente deben plantarse y cultivarse para comprobar la teoría. Se ha abandonado parcialmente la controlabilidad de la situación de laboratorio. La sociedad se ha convertido en un laboratorio, como apunta Latour, pero en un laboratorio sui generis donde la controlabilidad es paulatinamente imposible; la sociedad, por otro lado, no es el entorno de la ciencia, el “afuera” de la distinción donde se comercializa el descubrimiento sino el referente de la codificación de la verdad411. Esto arroja graves consecuencias y preguntas y pone de manifiesto que los mecanismos de protección de la sociedad respecto de los experimentos de la ciencia son absolutamente insuficientes, la ciencia es un núcleo de poder desregulado que además puede operar a través de estructuras latentes, que se configuran con toda la fuerza de los efectos colaterales que explotan como riesgos. La reflexividad es un arma de doble filo. La reflexividad exacerbada de la ciencia significa que los científicos se convierten en legos de su propia cuestión: se desmistifican y se desmonopolizan a sí mismos. No saben mejor que otros lo que sucederá posiblemente y cuan grandes son los riesgos de su empresa antes de comenzar con sus investigaciones y la calculabilidad a posteriori presupone la ruptura de los límites de la situación de laboratorio. Por otro lado, requieren del apoyo de la opinión pública, de la política para financiar sus a menudo largos y costosos proyectos de investigación y esto los obliga a aseverar 410
Ulrich Beck: La teoría de la sociedad del riesgo reformulada, en: Polis, 97, Universidad Autónoma de México, 1998, pág. 171 y sig. 411 El desarrollo de esta idea de relativización de la hipótesis de la sociedad como laboratorio, pertenece a Fernando Collado. Habría que subrayar que a lo largo de este trabajo no se postula ni menos insinúa una suerte de control de la codificación de la ciencia mediante el poder del sistema político de la sociedad, como la prohibición de la genética en la Unión Soviética por parte del Partido Comunista. Ver Imre Lakatos: La metodología de los programas de investigación científica, Alianza, Madrid, 1993
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permanentemente lo que no pueden en absoluto saber: que lo tienen todo “bajo control” y que en realidad, nada grave puede suceder. Si los fundamentos de la racionalidad científica se sustentaron en la era de la dominación sin contrapeso del neopositivismo, entre otras cosas, en que los científicos puedan aprender de sus errores412 hoy la situación es diferente. Cometer errores en la sociedad del riesgo significa que los reactores nucleares se averían o explotan, que los bebés de la retorta nacen deformes, que los seres humanos se enfermen y mueran indiscriminadamente por la vaca loca y la ingesta de transgénicos; o que a largo y corto plazo la depredación de la naturaleza y de los recursos naturales termine por generar un efecto bumegarg completamente inesperado en la sociedad: tarde o temprano, los que generan riesgos y obtienen utilidades con ellos, son víctimas de sus propias actividades: esto es valido también para la actividad científica. La consecuencia lógica respecto de la ciencia, sería que los científicos no deben cometer más errores. Pero los comenten y sus errores tienen consecuencias cada vez más expansivas e incontrolables: por último, los científicos preguntan e investigan indistintamente cada vez con menos reservas acerca de sus errores, sus consecuencias y los peligros que de ellos se desatan. Lo que a su vez refuerza tanto la desmonopolización de la ciencia como productora del saber y desmistifica su actividad.
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Karl R. Popper: La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid, 1962