Capitulo I . Un relato verfdico y nada m i s Capitulo Capitulo Capitulo Gpitulo
2. Todo es histbrico, luego la historia no existe ...
7. Ni hechos ni geometral: tramas . . . . . . . . . . . . . . 4. Por pura curiosidad por lo especlfico . . . . . . . . . 5. Una actividad intelmtual .....................
PAKEIT.
Lo comprensidn
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Capitulo 10. La ampliaci6n del cuestionario . . . . . . . . . . . .
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Capftulo 7. Teorias, modelos, conceptos Capitulo 8. Causalidad y retrodicci6n @> Ed cast. Alianza Edlrorial, S, A,, Madrid, 1984 6 1 1 e Milin, 38: B 200 M) 45 ISBN: 83-20G240.1-7 Ucp6~1talegal: M. 31 659.1984 (;ompuesro en Ferninda Ciudad. 5. L. 1rnpre.t) e n l.avcl. Los Llanos. nave 6 Humanes (Madrid) Prlnrcd in S p a ~ n
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Capit1110 6. Comprender la trarna
Q Editions du Seuil, 1971
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Capitulu 9. La acci6n no tiene su origen en la conciencia Capitulo 11. I n sublunar y las ciencias humanas
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Capitulo 12. Historia, sociologia e historia integral . . . . . .
Foucoui/ revoluciono lo Historia
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iQu& es la historia? A juzgar por lo que h a b i t u h e n t e o h o s , parece indispensable volver a planteat la cuesti6n. *En nuesrro siglo la historia ha comprendido que su verdadera tarea era ex~1icar.naEse fen6meno no es explicable Gcamente me&ante la sociologia; l n o nos permitiria la explicaci6n hist6rica dar cuenta de 61 con mLs acierto?~a ~ E la s historia una ciencia? iDrbate inhtil! {No es convenience acaso la colaboraci6n de todos 10s investigadores y la h i c a fecunda?,, irtDcbc debcarst: el historiador a elaborar teorias?, -No. No es ese tipo de historia el que hacen 10s historiadorm; en el rnejor de 10s cams es el que creen hacer, o d que se les ha convencido que lamenten no hacer. No es vano el debate sobre el caricter cientifico de la historin, porque sciewiau no es un vocablo noble, sin0 un termino riguruso y la experiencia dernuestra que la indiferencia por las palabras suelc ir unida a la confusi6n en las ideas sobre Ia cosa ~nisma.La historia carece de metodo; pedid, si no, que os lo muestren. La historia no cxplica absolutamente nada, si es que la palabra explicar tiene a l g h sentido; en cuanto a 10 que en historia se llama tcorias, habrd quc rstudiarlo con mlis detenirniento. Entenda'monos. No basta con afirmar una vez mas que la histor i a habla r<de lo que nunca se veri dos vecesn; tampoco se trata de sostener que la historia es subjetividad, perspectivas, que interre garnos el pasado a partir de nuestros valores, que 10s hcchos hist&
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Parte I rims no son cosas, que el hombre es comprendido y no ex~licado, que no es posible una dencia del hombre. En definitiva, no se uara de confundir el ser y el conocer; Ias ciencias humanas exis-
ten realmcnce (0, a1 menos, aquellas que merecen con justicia el nombre de ciencia) y, asi como la fisica fue la espcranza del siglo XVII, la dc nuesrro siglo es una fisica del hombre. Pero la historia no es esa ciencia, nl lo seri nunca; si sabe aniesgarse tendrl ilimitadas posibilidades de desarrollo, si bien en otra direcci6n. La historia no es una ciencia y apenas tiene nada que esperar de las ciencias; ni expljca ni tiene metodo; es mds, Ia historia de la que ranto se habla desde hace dos siglos, no existe, Entonces, fqu6 es la historia?
El autor debe mrrcho a la especialista en dnscrito HCl2ne Maceliire, a1 fil6sofo G. Granger, al hisroriador H. I. Marrou y a1 arquedlogo Georees Ville (1929-1967). Los crrorcs &lo sc deben a 8;habrian s~domas nurnerosa, si J. Molino no huhiera accptado leer !as prucbas rnccanogrificas del l~bro,aporrando su enclrlop6dico y asombroso mnocimiento. He hablado mucho de esre librv con J. Molino Por l o demL, d lector atcnto rtncontrard, en numerosos lugares dc esta obra, referencias implicitas y, sin duda tarnbit%, reminiscencias involunraria dc Lo Introdvrcidn a la FtIoso]ia de la Hhtoria, de Raymond Aror~,que jgue sicndo el libm fundamental en estn materia.
EL OBJETO DE
]in. HISTORIA
Capido 1 i
UN RELATO VERIDICO Y NADA MAS
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Acuntecimientos verdadms cuyo actor es el hombre. Pero la palabra hombre no debe despenar fdciles enmiasmos. Ni la esencia ni 10s fines de la historia dependen de la presencia de este p o n a j e , sin0 de la 6ptica elegida; la historia es 10 que es, no como conbecuencia de una esencia humana desconocida, sino por haber optado por un determinado modo de conocirnimto. 0 bien consideramos 10s hechos como individualiddes, o bien coma fendmenos detds de 10s males habrd que buscar uo invariante oculto. El i m h atrae sl hierro; 10s volcanes entran en erupci6n: hecho fisico en 10s que algo se repite. La erupci6n del Vesubio en 79: hecho ffsico tratado como acontecimiento. El gobierno Kerenski en 1917: acontecimiento
humano; el fendmeno del doble poder durante el period0 rwoluao. nario: fendmeno repetible. Si tomamos el hecho mmo un acorn6 cimiento, es que lo estamos juzgando interesante en s l mismo; si nos atenernos a su carkter repetible, lo estamos considetando solamente como pretext0 para descubrir una ley. De ahi la distinci6n qur establece Coumot ' entre ciencias fisias, qur estudian las ]eyes dc la natllraleza, y ciencias cmrnol6&as, que, como la geologia o la historia del sistema solar, estudian la historia
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p~Jaresdel gdnero; dcsde Montaigne a Trisres Trdpicos o a la Hrsde La tocura dc Foucault, la diversidad de valores, se&n las naciones y Ias gpocas, consrituye uno d r 10s temas claves de la sensibdidad occidental '. Por oponerse a nuestra natural tadencia al anacronismo posec tambign un valor heuristico. Pongamos un ejemplo. El personaje del Safirrcdn, Trimalc~bn,despuds dc beber, habla largamente con orgullo y alegria de unn msgnifica sepultura que se ha mandado construir. En una inscrisi6n de la t p a helenistica, un benefactor pliblico a1 que el Estado quiere rendir homenaje, contempla la descripci6n detallada de las honras ftinebres que le concedeii la patria el dia de su aemaci6n. Comprenderemos el verdadero sentido de tales manifestaciones de involuntario caricter macabro, cuando leamos en el padre Huc d que la actitud de 10s c h o s en esta materia es idCntica. uLas personas acomodadas, que pueden perrnitirse gastos superfluos y alg&n que otro capricho, no olvidan adquirir, mientras viven, un fPretro a su gusto y mcdida. En espera de que Ilegue la hara dc descansar en 61 para sicrnprc, lo guardan en casa como un mueble dc lujo, cuya agradable y consoladora presencia no puede faltar en una vivienda decorada convenientemente. Para 10s hijos de buena farnilia el ata6d es, ante todo, un rnedio excelente de testimoniar a 10s autores de sus &as sincero amor filial; para el coraz6n de un hijo es un duke y poderoso consuelo comprarlc un fktctro a un padre o a una rnadre ancianos y ofrecCrselo en el rnomento mds inesperado., Al leer estas linens escritas en China, cornprendemos mejor que 10s nummsos ballazgos de material funerario en la arqueologia clisica no se debcn solamente al azar: la tumba era uno de 10s valores de la civilizaci6n helenisticoromana y 10s romanos eran tan ex6ticos como 10s chinos; no es 6 t a una revelaci6n tan importante como para que se puedan esaibir piginas trii~icassobre la rnuerte y Occidente, sin0 mds bien un hecho coridiano y cierto que da mayor relieve a la descripci6n que pueda hacerse de cualquier civilizaci6n. No es precisamente eI historiador quien aporta espectarulares reveladones capaces dc m d i f i c x nuesrra visi6n del mundo; la trivialidad del pasado esti formada por parricuiaridades insignificantes que, a1 multiplicarse, terminan componiendo un madro verdaderamente insospechado. torza
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Sobre cstc terna, que difiere basrante en el fondo de la antigua disrinci6n oan~ralezay convenci6n, physis y lerir, vdase Leo Strauss, Droif nature1 et Histoire, trad. franc., Plon, 1954, pigs. 2349; cncontramos cl tema en Nierzscfe (ibid., &. 41). ' Souvenirs d'un voyage duns In Torrarie, Ie Thibet er la Chine, ed. de Ardcnnc dc Tbc, 1929, V O ~ . IV, p&. 27. entre
Sefialcrnos de pasada que, si escribikramos una historia de Roma destinada a lecrores chinos, no tendriarnos que cornentar la actitud romana en materia funeraria; bastaria con que epcribieramos como Herodoto: ctEn este aspect0 la opinidn Ce ese pueblo es bastante t semejante a la nuestra., En consecuencia, si para estudiar una civiliaci6n nos limitamos a leer lo que eIla rnisma dice, esto es, a leer las fuentes que se refieren exclusivamente a esa civiliaci611, en' tonces se nos hari rnls dificil la obligada extraiieza ante aqueuo que resdta evidente para la civilizaddn en cuestidn, Si el padre Huc nos hace percibir el exorismo chino en materia funeraria y el Safiricdn no nos provoca igud sorpresa respecto a 10s romanos, es porque I-Iuc no era chino, mientras que Petronio si era romano, Un histcriador que se contentara con remedar en estilo indirect0 lo que sus hdroes dicen de si mismos, seria tan abunido como edificantr. Estudiar cualquier civilizaci6n enriquece nuesrros conocimientos de las demds, de suerte que no es posible leer el Viajc at Imperio Chino, de Huc, o el Viaje a Sirin, de Volney, sin aprender algo nuevo del Imperio Romano. Se puede generalizar el procedimiento y, quiera que sea la c-uesti6n en estudio, abordarla sistemiticamente : desde una perspectiva soci016~ica,quiero decir, desde la perspectiva i de la historia comparada; la f6tmuIg es casi infalible para desenterrar cualquier terns hist6rico y la expresi6n uestudio comparado* de, A r i a estar por lo rnenos tan consagrada como la de abibliografia exhaustiva,,. Pues el acontecimiento es diferencia y ya sabemos que lo que caracteriza el oficio de historindor y le da su sabor es, precisamente, extraiiarse ante b que parece evidmtc.
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No obstante, resulta eclulvoco decir que el acontecimiento es individud; no es la mejor definici6n de historia la que sostiene que su objeto es aquello que nunca veremos dos veces. Puede ocurrit que una importante desviaci6n de la 6rbita de Mercurio, debida a una rara conjunci6n de planetas, no vuelva a producirse, y puede suceder tarnbikn que se vuelva a dar en un futuro remoro. Lo importante es saber si nos limitamos a describirla en cuanto tal (lo que cquivaldria a hacer la historia del sistema solar) o si la consideramos como un problems que deba resolver la mecinica celeste. Si Juan Sin Tierra, como impulsado por un resorte, uvolviera a pasnr por segunda vez por a q u i ~ ,remedando el qemplo consagrado, el historiador nmaria ambos sucesos y no se sentiria par d o menos historiador. Una cosa es que dos acontecimientos se repitan, e in-
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cluso que sr repitan exactamente, y orra que sigan siendo dos. Y csro es lo ~ i n i c oque cuenta para el historiador. De igual manera un ge6grafo que estudia geografia regional considerarli distintos dos circos glaciates, aunque se parezcan enorrnemente y aunque presenrcn un mismo tipo de relieve. La individualizacirjn de 10s hechos geogrgficos o histbricos por raz6n del espacjo y del tiernpo no estd m conrradicci6n con su eventual inclusi6n en una especie, modelo il conccpro. Es un hecho que la historia se presta ma1 a una tipala:' y quc es muy dificil describir rnodelos con caracteres bien defi:s cle revoluci6n o de culturas corno se haria con una variedad -~..-cc~os; p r o , aunque no fuera asi y existiera una variedad de ;.,.. ..I' dc la que pudiera hacerse una larga descripcidn de varias pC : : i ; : ; ~ s , el historiadar seguiria relatando ios casos individuales perteneiicrltes a rsta variedad. Despuis de todo, podemos tomar como modelos tanto el impuesro directo como el indirecto; pero lo que es pertinente para la historia es que 10s romanos no tuvieran impuesto directo y cua'les fueron 10s impuestos que instituy6 el Directorio. Ahora bien, 6qui individualiza a 10s acontecimientos? No son ; j sin duda sus parricularidades, su urnateria*, Io que son en si mismos, sino el hecho de que sucedan, es decir que sucedan en un j momento dado; jam& se reperiria la historia, aunque IIegara a i derir dos veces la misma cosa. Aunque nos interesernos pot un . aconrccirniento en si mismo, a1 margen del tiempo, como si se ,! tratara de una especie de bibelot, y por mds que nos deleiternos 1 como esteras del pasado en lo que tenga de inimitable, aun entoni ces el acon~ecirniento'seguid siendo una ccmuestraa de historici! dad sin vincuios temparalcs. Las dos vices en que Juan Sin Tierra pasa no son un ejernplo de peregrinaci6n del que disponga el historiador por duplicado, pues no le seri indiferente que ese principe, a1 que tantas malas pasadas le ha jugado ya la metodoIogia hist6rica, hayn tenido la desgracia suplernentaria de volver a pas= por donde ya lo habia hecho. A1 v e r b pasar por segunda vez, el historiador no diria aya lo d==como dice el naturalists nya Ib tengo* cuando se le entrega un insect0 que ya posee. Esta no implica que el historiador no piense mediantc mnccptos como todo el mundo (ha& claramerlte del upaso*), ni quc la explicaci6n hist6rica deba prescindir de modelos como .*el despotism0 ilustrado,, (se ha llegad0 a sostener tal cosa). Significa simplemenre que el historiador ve la realidad con el espiritu de un lecror de sucesos, que son siempre 10s misrnos y siernpre interesan, porque el perro atropellado hoy es distinto del que fue atropellado ayer y, dicho m h generalrnente, purque hoy no es ayer. hl-:
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Corn0 se escrlbe lo h;scorra .
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La historia es anecd6tica. Nos interesa porque releta, como la novela, y lin~camentese disringue de tsta en un punto esencial. Suponearnos que me relatan una revuelta y que yo s t qtle, en este caso, el relato es hlsr6rico y que tal revuelta ocurrid redmente; lo escuchark como si hubiera ocurrido en un momento determinado y en cierto mi hkroe serQ ese antiguo pais del que un rninuto antes no tenia la menor noticia y ese pueblo se corivertiri en el centro dd relato, o mejor, en su soporte imprescindibIe. Esto es lo que hace tarnbikn cualquier lector de novelas. Pero en este caso la novela es. cierta y esto la exime de cautivar nuestra atenci6n: la historia de la revuelra puede permitirse aburrirnos sin que por ello pierda valor. Probablemente como cansecuencia de lo anterior, la historia-ficci6n no ha Uegado a cuajar como gtnem literario (salvo para 10s esteras que leen Groal Fiibusre), como tampoco 10s sucews imaginnrios (excepto para los estetas que leen a F e I i FknEon); m a historia que pretende cautivar huele de Iejos a falso y no puede ir mis alll del pastiche. Son de sobra conocidas las paradojas de la individualsdad y la autenticidad. Para un fanhtico de Proust Ia verdadera rellquia sera linicamente la phma con la que fue escrito En burca del tiempa perdido, y no otra pluma exactamente igual fabricada en serie. La apieza de museon es un concepro complejo que alina belleza, autenticidad y rareza; ni un esteta ni un arque6logo ni un coleccionista podri ser, en cstado puro, un verdadero consemador de museos. Aunque una falsificaci6n de Van Meegeren fuera tan bella como un Verrneer autintico (en surna, tomo un Vermeer de juventud, como un Vermeer antes de Vermeer), no seria un Verrneer. Pero el historiador no es un coleccionista ni un esreta; no Ie interesan la belleza ni Ia singularidad. S61o Ie interesa la verdad.
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TODO ES HISTOKICO, LUEGO LA IllSTORIA NO EXISTE
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Asi pues, el c a m p hist6rico es totalmente indeterminado, con una sola exception: todo lo que se encuentra dentro de t l tiene que haber acaecido realrnente. Aparte de ello, no importa que su entramado sea tupido o abierto, continuo o fragmentario. La urdimbre de una pa'gina de historia de la Revolucidn Francesa tiene la densidad suficiente para que pueda enccnderse casi totalmente la Ihgica de 10s acontecimientos, y un Maquiavelo o un Trotski podrian extracr de eiIa todo un arte de la polftica. Pero tsmbiin es historia una piaina d e l a del antiguo Orienre, que se reduce a aIgunos datos escucros y que es todo lo que se sabe sobre uno o dos impcrios de 10s que apenas queda otra cosa que el nombre. Uvi-Strauss' ha puesto bien de manifiesto la paradoja: *La historia es un conjunto discontinue formado dc dominios hisrdricos, cnda uno de 10s males es definido por una frecuencia propia. Hay Cpocas en Ias que numerosos acontecimientos ofrecen a 10s ojos del historiador Ias caracteristicas de acontecimienros diferenciales; en otras, por cl contrario, han succdido para el historiador (aunque no, por supuesto, para 10s l-mn~bresque vi>.ieron en ellas) rnuy p a s cosas, y a veces nada. T d o s estos dates no forman una serie, Smo que pertenera a espc-
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pensic rauvdge. Plon. 1962, p;lgs. 340-348. Gtamos estns piginas muy librtmcntc y stn Scnalar la scparaci6n dc 10s plrrafos.
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c i a dierentes. Codificados en el sisterna de Ia ptehistoria, 10s episodtos m8s famosos de la historia moderna y conremporbea dejan de ser pertinenrcs, salvo, quiz8 (y tadavis no sabernos nada & ello), atgunos aspectos masivos de la evoluci6n deaogri€ica considerada a escala global, la invenci6n de la rnhquina de vapor, la de la elecrriddad y la de la enetgia nuclear.^, Se corresponde con esto una derta jerarquia de 10s maulos. a L a elecci6n relativa del historia- ) dot se da siempre enue una historia que idorma mds y explica menos ' y otra que explica mis e idorma menos. La historia biogrifica y , anerddrica, que ompa un lugar mup bajo en Ia escaln, es una historia de'bil que no contiene en sl misma su propia inccligibihdad, pues la alcanza solamente cuando se la transports, en blcque, a1 seno de una historia mds fuette que ella; sin embargo, nos cquivocarlamos si creybamos que esros ajustes reconstituyen progresivamente una historia total, pues, lo que se gana de un Iado, se pirrde de ouo. La historia biogrhfica y anccd6ticn es la menos explicativa, 1 per0 es la m L rica desde el punro de visra de la informaci6n, puesto j que considera a 10s individuos en su particularidad y deralla, para cada uno de ellos. 10s matices del caricter, 10s rodeos de sus rnotivos, las fases de sus deliberaciones. Esta informacidn s e esquematiza. llegando a desaparecer, cuando se pasa a historias cada vez mds juertes.,
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Para todo lector que tenga espiritu critic0 y para la mayor pane de I a profesionales ', un libro de historia aparece bajo un aspect0 luuy diferente de lo que parece ser: no trata del Imperio Romano sino de lo que podemos saber t&via de ese impcrio. Bajo la supera Para ilustrar atgunas confusioncs. citernm las siguientes lineas de A. Toynbee: aNo estoy convencido dc.quc se dcba conceder una especie de privilegio a la historia politica. S.4 muy bicn que ~ 5 t hmuy extrndido eFa prejuicio, que constituyr: un rasgo comljn tanto en la historiogrdia china como en la gricga. Sin embargo, cs tolalmentc inaplicable a fa histona de In India, por cjcmplo. L a India tienc una historia de la religi6n y &l arte muy imporrante, per0
carccc de historia pollticam (L'llaroir~er rer inlerpr!tations, entretrens aulour d'Amold Toynbee, Mouton. 1961, pig. 196). Ante un temp10 indio, nos enconuamos en plena irnaginerfa dc Epind. (C6mo podria dffirse que no es grande une historia politica que, como la de la India, carccc de documentos y es apenas conwida) Y, sobre todo, ~ q u Cquierc decir cxactamente ugrande~?La lectura dc Kautilya, d Mnquiavdo de La India, hace ver las cosas de modo difcmte.
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frlndada p r Marc Almh, se ha dedicado a roturar 1a.s mnas frontepioneros, la histori~~rafia rradicronnl se exclusive de los acontecimientos que slernpre se han considerado importantes; se cxupaba de la uhistoriarratados-y-batdlasrr. per0 yucdaba por roturar una inmensa extens16n de ~~ncraco~tecimientosn de la que ni siquiera disr~ngurmos105 limltes. En e x campo cstin lus acontecimientos que todavia no han sido reconacldos como tales: Ia hirtoria de las cornarcas, de Jas mentalidades, de la Jocura, o de Id bdsqueda de la seguridd a travis de 10s Gglos. La historicrdad de 10s n~acontecirnientarr e d p ~ tanto r aqueila de a y a ex~stenciano tenernos conc~encia,y en ese sentido vamos a emplear 13 expresidn en erte libro. creemos que con justicia, pues re ha demosrrado suficienternente la fecundidad de la esmela y d e sus ideas. ruas a esa roza. SeGn estos cenh demasiado al estudio
Los h~chnrno rrenen una dimensib absolu~n
Dentro de la roza que las concepciones o las convemiones de cada (poca abren en el c a m p de Ia historicidad, no existe una jerarquia constante entre las distintas provincias; no hay n i n p n a mna que se lmponaa a otra nl que, en todo caso, la absorba. A lo sumo, puedc pensatsr que algunvs hechos son ma's irnpananres que orros, p r o incfuio csa importancia dcpende totalrnentr dc 10s crituios urilirador pot cada histonador y no tiene caricter absolute. A veccs, un hdbil escm6grafo monta un ampl~odocorado: Lepanto, todo el siglo XVI, d Mediterrirteo eterno, y el desieno con Ali como linico habitante. Peru se trata de disponcr la cwenogra€ia en profundidad y yuxtaponer, al estilo de un artista barroco, dderentes ritmos temporales, y no d l disponrr en serie unus determinados Aun cuando, para un leftor de Koytg, la idea de qur el nacirnicnto de la fisica en el riglo M I pudicta aplir.rse por las neceridader tknicas de la burpucsia asccndcnte no fuuna inconsistcntr y absurd. ', no pur ello dwapreceria la historia de h c~encia.De hccho, cuando un historiador i n s i r t ~3 la dependencia de la historia de las cienrciar con respecto a la hirroria j soc~al,lo m i s frecucnte es que tscriba una hlstoria general de todu un ! periodo, Y que obedezca a una norma ret6iica quc lc p r ~ r i l xcsta- ' blecer norm entie bs capitulos dcdicadrn a la ciencia y 10s relatives 1 n la socicdad. i
' A Ko~r6,Etudes d'hrslorre dc i n pen,& srienrrlrqvp, p6gs 61. 148. 260, ". 1 . 352 y sig.;, kfudcs newtonunnes, p6g. 29; cfr. Oudes d'hntorrr d t L penfie phlls~ophr~ue, pjg. 307
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C;6rno x escribc l a l,isroria
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A pesar de todo, se sigue tenicndo la impresi6n de quc la guerra de 1914 es un acontecimiento rnis importante que el incendio del 13azar de la Caridad o el caso Landnj. Solarnente la guerra es hisroria, y c d o lo demis entra en el capitdo de sucesos, lo que no es mis que una ilusi6n derivada dc la confusibn enrre la serie de cada uno dc esos acontccirnicntos y su importancia relativa en la misma. Es cierto que el caso Landfi ha ocasionado menos muertos que la guerra, pero, iacasa no es equivalente a un d c t d e de la diplomacia de Luis XV o a una crisis ministerial de la 111Repriblica? (Y q u i decir del horror que la Aiemania hideriana arroj6 a la faz del mundo, del gigantesco suceso de Auschwitz? El caso LandrJ es de primera magnitud dentro de una historia deJ crimen, per0 taI vez cuente menos que la historia politica y ocupe un lugar mucho menos clestacado en la vida de la mayor parte de 1 s personas. Ouo tmto cabe decir d e la filosofia y de la ciencia anterior a1 siglo XVIII. {Han trnido Estas acaso mcnos repercusiones sobre el presente que la diplomacia de Luis XV? Pero, seamos serios. Si un genio bondadoso nos concediera eI poder dc conocer d i e piginas del pasado de una civilizacibn desconocida hasta nuestros dias, tmdes elegin*amos? {Prefiririamos conocer 10s grandcs crfmencs, o saber si su saciedad era drl tipo tribal o dernncritica? Pero otra vez estamos confundiendo la importancia de 10s ~contccimientoscon su s e r k . La historia del crimen es 5610 una pequeiia parte (aunque muy sugesriva, en manos de un historiador ha'bil) de Ia historia social, d d rnismo mod0 quc la instituci6n dc las embajadas permanentes, esa invenci6n de 10s venccianos, es una peqt~eiiaparte de la historia politica. 0 bien habia que comparsr la dimensi6n hist6rica de 10s criminales y la de 10s embajadores, o la de la historia social y la hisroria politica. Se trata dc decidir qu6 prcferin'amos saber sabre esa civilizaci6n daconocida: si era dernocritica o tribal, o si era una sociedad industrial o estaba todavfa en la cdad de la ~iedratalkla. Seguramente las dos cosas, a menos que prefirieramos enfnscarnos en una polkmica inrerminable sobre si Ic poIitico es m L importante que lo social, 5 si es mcjor veranear en la playa que en la montaiia ..., hasta que entre en escena un d e d g r a f o y asegure que es su disciplina la que se Ueva Ia palma. Lo que cornpljca las ideas es el g6nero llamado historia general. A1 lado de libros tituldos Las closes peligroras o Historia diplorna'rica, en 10s que e\ propio titulo indica el criterio eIegido, misten otros, con rftulos tales como El riglo Dl, en 10s que no aparcce expIicitarnente el criterio seguido, aunque no por ello deje de haberlo o sea mBs objetivo. Durante mucho tiempo, d eje snbre el que han girado esss historias generales ha sido la historia politics, si bien
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Paul Vepnc
acrualmente se ocupan cada v a menos de 10s acontecimientos para haccrlo de la economia, la sociedad, la c~viiizacibn.Pero no todo se resuelve con esto. Nuestro historiador razonara' sin duda de Ia siguienre forrna: para que nuestra exposici6n sea equilibrada, hablemos de aqueIlo que era ma's importante para eI mayor nlirneros de franceses bnio el rcinado de Enrique 111. En cuyo caso, no se atribuird a la hisroria polittca den~asrada importancia, porque la mayor parte ~ l elo? sill~Jlto>JeJ rey solamente se relacionaba con el poder en c31idad de corrtribuyenres o delincuentes; hablaremos mis Lien de Ios trnbajos v Jos dias ciel hombre del cornlin y, aunque pueda dedic:lrse u n breve capitulo a esbzar la vida cultural, 10s h~srorladores hibiles hablarin sobre todo de 10s almanaques, 10s libros de cuentas de 10s buhoneros y las cuartetas morales de Pibrac *. Pero, (y la relip16n? Omir~rla,cuando se habla del siglo XVI seria grave. Sin embargo, hernos de decidirnos por descrlbir las lineas intermedias de l a vida c o t ~ d ~ a nde a la Cpoca o sus cumbres afectivas, intensas y breves a la vez. 0 rnejor dicho. (contaremos lo que el siglo XVI tiene en c o r n h con 10s demis siplos, o sus diferencias con respecto al anrerior y a1 siguiente?
Rurckhardt. Balzac comenz6 p r hacer competencia a1 estado civil y, mis tarde, 10s historiadores Ie hicieron la competencia a Balzac, que les habia reprochado en el pr610go de 1842 a u i a Comedia H u m a n a ~que descuidaran la historia de las costumbres. Los historiadores cornenzaron por rellenar 10s huecos mis visibles, describiendo 10s aspectos estadisticos de la wolucibn demografica y econ6mica. A1 mismo tiernpo, descubrieron las rnentalldades y 10s valores; se dreron cuenta de que, alin mAs interesante que dar detalles sobre la locura en la rel1gi6n gricga o 10s bosques en la Edad Media, era hacer comprender ccimo veian 10s de Ia tpoca la locura o 10s bosques, puesro que 170 existe una forma 6nica de verlos y cada 6poca tiene la suya. La experiencia profesional ha demostrado que la d e s cripci6n de esas visiones ofreua al investigador un material rico y sutil, a la medida de sus deseos. Y, sin embargo, todavia estarnos lejos de saber conceptualizar todas las pequerias percepciones que integran el a'mbito de Ias vivencias. En el Journal d'un bourgeois de Park, fechado en marzo de 1414, pueden leerse piiginas tan i d i e sincrisicas, que pueden considerarse corno la alegoria misma de la historia universal: aEn esa kpoca, 10s nifios cantaban d atardecer, cuando iban a buscar el vino o la mostaza: Votre c.n o lo IOU%, commkre, V o h e c.n. a to toux, la toux.
ji~orabien, cuanto m5s se amplfa ante nuestros ojos el horiwnte a~nntccimientos,tanto mis indefimido se nos prescnta. Todo constituye la vida cotidiana de todos 10s hombres, incluso ,.ic solarnente podrla descubrir un virtuoso del diario fntimo, es ,r.,~.,Icrecho nna pieza a cobrar por el historiador, pues no se ve b ~ c i cn l quC otra rcgi6n podria reflejarse la historicidad si no es en la vitla diaria. Esto no quiere decir en absoluto que la historia deba convertirsc en historia de lo cotidiarlo y que la historia diplomktica de Luis XIV sea sustituida por la descripci6n de las emociorles del pueblo parisino cuando el rey entraba solemnemente en la ciudad, o qrre la historia de Ia tknica de 10s transportes se vea reemplazada por una fenornenologia del espacio y de sus intermediaries, sino sirnplemente que un acontecirniento s61o se conoce a traves de las hueIlas que deb, y que cualquier hecho de Ia vida cotidiana es una huella de algljn arontccimiento (tanto si estai ya catalogado o si duerme todavia en el bosque de )o que no es a6n acontecimiento). Esta es 13 leccirin que nos ha ensefiado la historiografia desde Voltaire o
(Cornadre, c6mo te tose eI El c. c6mo te tose y tose.)
C.
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Goy de Faur, scrior de l'ibrac, msgistrado, diplomdtim y poeta de Pi-
dc Qrrafmins contemonr prkeples el enseignements, de ins~iraci6n estoica y crisrhna. (N.del T ) autor
En efecto, plugo n Dios que se abatiese sabre el rnundo un ma1 aire cofrurnpido que hizo que mis de den mil personas en Paris dejaran de beber, de comer y de dormir. La enfermedad producia una tos tan fuerte, que ya no se cantaba en ]as misas mayores. Nadie moria de ella, pero era muy dificil curarse.)> Quien solamente vea el lado gracioso de este relato, no tiene nada que hacer como hisroriador ; estas pocas h e a s constituyen un uhecho social total,, digno de Mauss. Quien haya Icido a Pierre Goubert reconoced en ellas d estado demogrifico norma1 dc las poblaciones preindusuiales, en las que con frecuencia las endemias veraniegas eran seguidas por epidemias de las que se asombraban de no morir, y que se acep taban con la misma resignaci6n que tenernos ahora ante 10s accidentrs de carretera, aun cuando aqutllas causaran nluchas m6s muertes. Quien haya leido a Philippe Arik reconoceri en el lenguaje procaz de esos rnozalbetes 10s efectos de un siste~nade educaci6n prerrusaniano (pero tambiCn puede suceder que haya leido a Kardiner y que crea en la personalidad de base...). Pmo, (par quC enviar a l a
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Pad Veyne
Gas a comprar precisamente vino y mosraza? Sin duda 10s dembs prdtlcros no sc iban a buscar a Ia tienda, sino que ~rocediandc la granja, se habian preparado en casa (corn0 el pan), o se cumpaban por la maiiana en algun mercado de hortakas. Ahi esth la economia, la ciudad y sus tierras, la aureola del cconomista Von Thunen.. . Quedaria rodavia por estudiar esa republics iniantil que parecr tencr sus cos~umbrespropias, sus franquicias, sus boras. Admiremos, a1 menos corno filologos, la forma original de su cancibn, con sus dos niveles de rrperici6n, y sus burias en segunda persona. Cualquicra que se haya lnteresado por las solidaridades, 10s pseudoparearescos y 10s parentcscos fkgidos, admirari todas las connotaciones de la ~ a l a b r aacornadre)); quien haya leido a Van Gemep apreciarh el sabor de esta obra foJk10rica. Los lecrores de Bras sc encontrarh en terreno conocido en esas misas mayores que sirven de marco a un aconcecimienro. Renunciamos a hacer ningin comentario sobre ese <(sire corrornpido~ desde el punto de vista de la hiscoria de la medicina, sobre esas ccien mil personasn del Pads del tiempo de los Armagnac, desde el punto cle vista de la demografia, asi como de la conciencia demografica y, por dtimo, sobri el aplugo a D i o s ~ y el sentimiento de lorurn. En todo caso, (podria darse el nombre de historia de la civilizaci6n a una historia en que no se encontrara algo de esa riqucza, aunque su autor fuera 'Toynbee? El enorme abisrno que separa la hi~rorio~rafia antigua, con su 6ptica estrechamente politics, de nuestra historia econ6mica y social no es mayor que el que existe entre la historia actual y la que podria hacerse maiiana, Un buen sistcma para apreciarlo es rratar de escribir una noveIa histhrica, lo mismo que la forma de p n e r a.prueba una gramatica descriptiva es tiacerla funcionar a1 rev& en una mdquina de traducir. Nuesua conceptualizaci6n deI pasado es tan reducida y sumaria, que la novela hist6rica mejor documentada pone descaradarnente a1 descubierto su falscdad desde el mismo mcmenro en que 10s personajes abren Ia boca o haccn un gato, cY c6mo podria ser de otro modo cuando ni siquiera sabemos decir d6nde reside evactamente la diferencia, perfecramente evidente, entre una conversaci6n francesa, inglesa o americana, ni podemos prever 10s astutos e intrincados meandros de una conversaci6n entre campesinos provenzales? Por la actitud de dos personajes que charlan en Ia c a l k y myas palabras no oimos, sabemos que no son padre e hijo ni extraiios entre si, y que se trata seguramente de suegro y yerno. Por la forrna dc actuar de un segundo personaje, adivinamos si acaba de franquear el urnbral de su propia casa, el dc una iglesia, lugar pirblico o casa ajena. Y, sin embargo, basta con que ton~emos un avi6n y aterricemos en Bombay, para que searnos incapaces de
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Como sc e x r ~ b ela hstoria
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percibir esas mismas cosas. A1 historiador le queda todavia mucho por hacer, antes de que podamos invertir el reloj dc arena del tiempo, y 10s uatados de maiiana serirn, tal vez tan diferentes de 10s
nucsuos, corno Cstos lo son de 10s de Froisart o del Breviorio de Eu-
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la historiu cs unu idea limite Este enunciado equivale a deck que no exisre la Historia con rnayliscula, la del Discours srrr Z'Histoi~e Uniuer~elle,la de las Lep n s sur lu phidosophie de I'Hisfoire o la de A s ~ u d yin History, y que lo ljnjco que hay son uhistorias de,..v. Un aconttcimiento solamenre tiene sentido dentro de una serie; esas series tienen un nljmero indefinido, no se ordenan jerirquicammte entre si ni convergen en un geometral que recoja todas las perspectivas, La idea de Hist* ria es un lirnite inaccesible o mis bien una idea transcendental. NO se puede cscribir wa Historia; Ias historiografias que se creen totaIes engaiian inconscientemcnte a1 lector sobre la mcrcancia que ofrecen y las filosofias de la histotia son un nonsenre product0 de la ilusi6n dogmicica, o mejor dicho, lo seria si la rnayoria de Ias veces no se tratara de fidosofias de auna historia de ...R , entle orras la histotia naciond. Todo va bien mientras nos l i i t e m o s a afirmar, como San Agustin, que la Providencia rige 10s imperios y las naciones, y que conquisra rornana se conformaba a1 plan divino; entonces si sabrernos de qu6 uhistoria de ...,, se habla. Pero las cosas se cornplican cuando la Historia deja de ser la historia de las naciones y se llena p o a poco de todo lo que vamos concibiendo del pasado. (Sed cierto que la Providenu* dirige la historia de las civilizaciones? CY qu6 quiere decir civilizaciones? ~Dirigiriacaso Dios un tlafus vocis? No esti dara la r a d n por la que el bicameralismo, eI coitlrx interrupfur, la mednica de las fuerzas centralcs, las conrribuciones directas, el hecho de elevarse ligeramente sobre la punta de 10s pies cuando se pronuncia una frase aguda o contundente (corno hacia el Sr. Birotteau), y otros acontecirnientos del siglo XIX deban evolucionar d mismo ritmo. Si no es as:, la impresi6n de que el continuo hist6 rico se divide en un cierto n6meto de civilizaciones, no seria rnhs que una ilusi6n 6ptica y el discutir sobre su ndmero no tendria mis inter6 que el hacerlo sobre el del agmpamiento d e estrellas en constelaciones. Si la Providencia dirige la Historia y Csta es una totalidad, el plan divino es indiscernible. Como totalidad, la Histotia se nos es-
c a p y, m m o c n ~ m i e n t doe series, e s un caos s e m e j a n t e a la irgiracion Je una gran ciudad visra desde u n avi6n. N historiador no Ic intcrcsa demasiado sabcr si la agiraci6n en cuesricin v a en d p n a &rcccidr~, si obedece a alRuna ley, si existe u n a evoluci6n. Por otra partc, cs demasiado evidenrr q u e la ley n o daria la c l a v e dc rrdo. 1)cscubrir q u e tln tren se dirige hacia O r l e i n s n o r e s u m e ni cxplica todo lo q u e puedan hacer Ios viajeros d e n t r o d e 10s vagoncs. Si la ley de la cvoluci6n n o e s una clave mistica, s o l a m e n t e puede scr un zndir.:n que permitiria a un observador p r o c e d e n t e de Sirio lccr la hora en el reIoj d e la Historia y afirmar q u e taI m o m e n t o his[c;rico es posterior a o t r o ; el que esa ley sea Ia racionalizacibn, el progreso, el paso d e lo homogkneo a lo heterogdneo, el dcsarrollo r k n i c o o el d e las libertades, p e r m i t c saber si el siglo xx es posterior a1 IV, p r o n o r e s u m i r i t d o lo q u e o c u r r a d e n t r o de esos siglos. E! obscrvador venido de Sirio q u e supiera q u e la l i b e r t a d de prc11s3 o el n 6 m e r o d e autom6viles es un indicia cronoI6gico scguro, esrtidiaria c s t c nspecto de la realidad para fechar el especta'cuIo del planeta Tierra. p e r o huelgs decir q u e l a s t e r r i q u e o s c o n t i n u a r i a n hacicndo orras muchas cosas adema's de conducir a u t o m 6 v i l c s y criticar a sus gobiernos en 10s peri6dicos. El s e n t i d o de l a evoluci6n es u n problema bioldgico, teoIBgico, antropoldgico, socioI6gico o pataiisico, per0 n o hisrbrico, p u e s a1 historiador no Ie interesa sacrificar la historia a u n o solo de sus aspectos, p o r muy significativo q u e &re sea. 'Tampoco la fisica, n i siquiera la termodin&mica, s e reduce 31 cstudio de l a e n t r o p i a 5.
Lx fi!osofia dc la !libtoria es hoy dia un gtncro rnuerto o
par lo tnenos i;rcvir.c rnis qile en algunos cpigonos de gusto bastanre popular, como :..icr. I'or x r un falso ginero, a menm que se rrare J e una filosofia reve. ia filosafia de la hisroria seri una repetici611 de la explicacidn concreta % , *: w, I,echos y rernitird a 10s rnecanismo~y leyes que explican esos hechas. :;<~larne~ire10s dos extrernos: el providencialisrno d c la Citi de Dieu y la c;tis[crnologia hist6rica son viables, y todo lo demds es espurio. Supongamos, crr efet-ro, que nos sca licit0 afirrnar que cl movirniento general de la historia se clirigc hacia el rcino de Dios fSan Agustin), o qur esti formado por ciclos temporales que vuelven en un eterno rctorno (Spengler), o que s i p e una uleyn de crcs csradim que cs, en realidad, un trasunto de lo real (A. Comte), o que rmnsidcrando cl j u e p dc las liberrades, sc d ~ c u b r i e r aen t l un curso regular, un dcsarrolb continuo* (Kant). Una de dos: o cse ~novirnier~to es d simple rcsulrado dc las fucrzas quc dirigen [a hisroria o cstti causado por una rnisteriosa lucrza cxtcrior. En el primer0 de 10s casos, la filosofla de la historia es una rrperici6n de la historiografia, o rnis bicn una cornprobaci6n histtrica en gran escala. un k c h o que cxigc ser ~xplicadocomo todo hecho hist6rico; en cl segundo caw, o bicn csa fuerza misteriosa se conwe pot revelaci6n tSan Agustfn) y se ~ntcntara', ma1 quc bien. enconrrar sus hueUas en el detallc dc 10s acontecimientos a mcrlos que, con mayor prudencia, sc renuncie a adivinar 10s caminos de la Providencia, o bien (Spengler) se considera que el que la [ I , : .
h o r a bien, si esre i m p o r t a n t e problema no inreresa aJ historiador, tqu4 es lo q u e le lnteresa entonces? L a p r e g u n t a s e h a c e a menudo y la respuesta no es sencilla. El inter& del historiador dep e n d e r i d e l e s t a d o de la docurnentaci611, de s u s ystos yersonales, de la idea q u e le haya asa ado por la cabeza, del e n c a r g o q u e le haya hecho u n e d i t o r , erc. Sin embargo, si el senrido d e la p r e g u n t a e s por q u i debe irlteresarse el historiador, e n t o n c e s la respuesra es imposible. ~ P o rq u 6 habria que reservar eI nombre de historia p a r a u n incidente diplomii~ico y n e g i r s e l o a l a historia de 10s juegos y deportes? Es impasible fijar u n a escala de importancia s i n c a r t en el subjetivismo. V m o s a t e r m i n a r con u n a pggina de Popper, en
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hisroria se rcpita es un hecho curioso e inexplicado que se ha descubierro observando la propia historia; pero entonces, en Iuyar de exrasiarse, convendria expIicar ese extrano descubrirnirnro y ver q u i causas mncretas hacen que la humanidad d i vueltas sobre sf misrna. Q u i d no se enntentren esas cauuls y . enrorccs, cl descubrirnicnto de Spender serd un problems hisrbrico, ilrla p6gina inacahada rlr hisroriogracia. Volvamos a 10s fil6sofos de la historia que, como Kant, advierten que err su conjunro el rnovimienlo de la hurnanidad sigue, o tiende a seguir, par tal o c11a1 via y que esa aricntaci6n se debe a causas concrctas. Cierto es quc semejanrc explirad6n no tienc m h que una signiGcaci6n empirica: es como si d conosimicnto parcial de las tierras y 10s mn~incntesfnera susrituido de pronro par un planisferio completo en el que apareciese en su totalidad el contorno de lor continents. El sabcr cuQ es la form del conjunto del continente en su totalidad no nos llevarl seguramente a modificda la descripci6n quc habiamos hecho de la parte ya conocida; del mismo modo, saber cuil set6 el fururo de la hurnanidad, no nos llevari en modo alguno a rnodificar nuesrra f o m a de escribir la l~istoria del pasado, ni nos aporrarh ninguna revelacibn filos6fica. Las grandes Iheas de la historia de la hurnanidad no tienen un valor especialmente didicrico; el que la humanidad se orienre cada vez mis hacia un p r o greso rknico, no quicrc dccir que sea esa 5u misi6n; puedc deberse asinrisnlo a triviales fen6menos de imitacidn, de ubola de nieve~,d azar de una cadena de Markov o a un proceso epidkmico. El mnocimiento Oel fururo de la hurnanidad no ricne ninguli inter& por sf mismo; remiuria al estudio de 10s mccanismos de la causalidad hisrbrica, del mismo mod0 que la fdosofia de la h i s toria rernitc a la metodologia de la historia. Por ejernplo, la aley* de 10s rres tstadios de Co~ntercmite a la cuestibn de saber por qu6 la humanidad arraviesa tres estadios. Y eso es lo que ha hecho Kant, cuya Iucidfsirna filosofia de la historia se presenta como una opcidn y rcmite a una explicaci6n concreta. De hecho, Kanr no ocutta que el pfoyyto de una hiscoria filosdfica de la e+ pecic bumana no consiste en errrib~rflldficarnence toda la hisroria, sino en escribir la parte de esa historia que entra dentro d r Ia perspectiva elegida, la del progreso de la liberrad, y se esfuerza pot buscar las razones concreras quc haccn que la hornanidad x dirija hacia esp fin. Asf pucs, incluso cuando sc dan tetrocesos mornenrineos de barbarir, a1 menos en la prhctica, hay un agermm de IUZD que se transmite a las generaciones futures, y la naturalaa humana hace que sea terreno apropiado para d desarrollo de ems gfrmenes. Pero ese h t u r o de la humanidad, aunque psibIe y probable, en mod0 nlguno e3 infalible. S e d n Kant, la Historia f i l d f i c a se escribe precisamentc para favorecer ese futuro, para hacer su llegada miis probable.
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Paul Veync
que llama a las cosas por su nombre'. *En m i opinibn, la 6nica rcanera de resolver el problcma es adoptar conscientcmcnre un punto dc vlsra preconcebido de seImci6n. El historicismo toma err6neamente las intqretacionrs por teorias. Se ~ u e d e ,por ejemplo, interpretar la "historia" como una historia de la lucha de clases, o de la lucha racial por la supremacia, o bien como la historia del prcgreso cienriiico e industrial. Todos esos punros de vista tienen su ulterks y son, si se tornan como tales, totalmente irreprod~ablesYero 10s historicistas no 10s presentan asi y no ven que existe necesariamentc una pluraLdad de interpretaciones bisicarnente equivalentes (aun cuando algunas de ellas puedan distinguirse por su fecund~dad,aspect0 bastante importanre). En lugar de ello, las presentan como doctrinas o teorias y afirman que toda historia cs la historia de la Iucha de clascs, etc. Por su parte, 10s historiadores c1;isicos que se oponen con raz6n a seguir ese procedimiento, se exponen a caer cn un error rodavia mayor; en su illtento de ser objetivos, se sienten obligaJos a etudir cualquier punto de vista sclectivo pero, como esto es imposible, 10s adoptan sin que par Io general se den cuenta de ello.,, Constanternenre esthn sucediendo acontecirnientos de todo t i p ; vivirnos en el mundo del devenir y seria falso crecr que algunos de esos succsos, por su caricter especial, fueran ahist6ricos~y se identificaran con la Historia. Ahora bien, la principal cucsti6n que ~ l a n tea el hisroricismo es la siguiente: < Q u i es lo que distinguc a un acontecimiento hist6rico de otro que no lo es? A1 poncrse pronto de manifiesto que no era fkil estabIecer la distincibn, que no cabia adhenrse a una conciencis ingCnua o nacional para hacer la divisi6n, pero que a1 mismo tiempo no cabia orro procedimienro mejor y el objeto de1 debate se escapaba corno el agua de entre 10s dedos, el historicism~lleg6 a la coric~usi6nde que la Historia es subjetiva, que es la proyecci6n de nuesttos valores y la respuesta a las preguntas que queranlos hacerle. Sin embargo, basta con admrtrr quc todo es histdrico para que el problema se haga a la vez evidence e inkuo. Por supuesto, la historia no es mas que la respuesta a nuestms interrogantes, puesto que es materialmente- imposibk forrnular todas las preguntas p describir la toralidad deI devenir, y porque el progreso dcl cuestionatio hist6rico x sirca en el tiempo y es tan lento como el progreso de malquier ciencia. La historia es efectivamente subjetiva, pues no puede negarse que la elecci6n del tema de cualquier libro de historia es libre. K Popper, M1~2rede I'hrstoricrrme, mad. Rousscau. Plon, 1956, pAg!A
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Capitulo 3
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NI HECHOS NI GEOMETKAL *:
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Si todo lo que ha sucedido tiene el mismo valor para la historia, <no la estaremos convirtiendo en un caos? lC6mo hacer que un hccho sea mmis irnportante que otro? ~ A c a s ono es todo una nebulosa griskea de acontecimientos singulares? No habria, en ese caso, diferencia entre la vida de un campesino del Neversado y la de Luis XIV, y el ruido del trdfico que oigo en este precis0 mornento tendria el misrno valor que una guerra rnundial
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Geometralr superfiric plana paralela d horizonre, colocada en lm objetos, para consrnlir
carte inferior del cuadro, donde sc proyec-tan
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Paul Vryx~r
tividad dc las cxp!icaciones hist6ricas depende, en parte, de que el historiador vayn mas o menos lejor en su explicacibn. Esta organizacion de 10s hechos, propia drl objeto de e s r ~ d i oelegido, Ies confi(trc una importancia relat~va: en ilna historia militar de la Guerra de 1914, tiene lnerlos importancia un golpe de niano contra 10s pilesros avanzados cnernipos quc una ofensiva que ocupd con coda razrjn :os grandes tirulares de los peri6dicos; en esta misma his:oria milirir, cuenra mis 17erdGn que la g r i p espafio!a. Desde luego, en una historia dcmogriiica ocurriria lo conrrario. Las dificultades empezarian a prcsentarse cuando tratiiramos de averiguar c i ~ i lde arnbos hechos, Verdlin o la gripe espadola, ticne en sentido absoluto rnis importancia para 13 I-Iistoiin. Asi pues, 10s hechos no existen aisladarnente, sinn cn mutllas rzlaciones objetivas; l a elecci6n de un tema de historia es libre, per0 en cada terna elegido 10s hechos y sus relacioncs son lo q u e son y nadie podri carnbiarlos; la vcrdad hist6rica no cs relativa rli inaccesihle, como si .w tratara dc una inefablc supc1aci6n de todos 10s purltos de vista, de ua ageomctral,,.
t o s hechos no existen aisladamente en el sentido de que el tejido dc
IJ hlstoria es lo que 1lam.1remor 11na trama, una mezcla muy hu-
v muy poco iccientii~ca~ de azar, de causas rnateriales y de fines. En sums. la tram3 es un fragment0 de la vida real que el hisroriador despaia a su antojo y en el que 10s hechos mantienen relacianes objetivas y poseen tambiEn una importancia relativa: la g6nesis de la sociedad feudal, la pulitica mediterra'nea de Felipe I1 o n ~ d am5s qr~eun aspect0 de esta politics, la revoluci6n de Galileo L3 palabra trama ticne In venraja dc recordar que lo que estrrdia el historiador es ran humano comv un drama o una novela, Guerm y Pa: o A~?fonio T Cleoputru. Est3 trama no sigue necesariamente un orllcn cronolrjpico: a? igual que un drsma interior, p u d e desarrw llarse en distiritos pianos. La trarna de la revolvci6n de Galileo le enfrentari con Ias coordenadas del pensamiento fisico a comienzos del riglo xvn, con 10s anllelos que el propio Gslileo sentia vagamcf:re, con 10s ~roblernas v puntos de referencia en bona -platenTi[;ln y arihtote~isrno-, etc. Asi pues, la trama pucde scr un corte - ,.tversal de diferentes ritmos temporales o anilisis e s p ~ t r a l ,pero r b siendo trama por ser humana y por no estar sometida a1 -:ninismo .n 1.i trarna no reina el tlererrninismo, qrlc hace que unos 610!l:rnados ej6rcito prusiano derroten a otros itornos llamados maria
Grim se exribe
la historis
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ejCccito austriaco; 10s detalles adquiercn la irnportancia relativa que exige su propro desarroHo SI las tramas fueran pequefios drnbitos regidos por cl dererminismo, cuando Bismarck envla el despacho de Ems, habria que descrlbir con el mismo detalle y ob~etrvidad el funcionamlento del telCgrafo que la decisi6n del cancilier, y el hist@ riador habria empezado expilcindonos 10s procesos biologicos que trajeron a1 mundo a1 ptopio Bismarck. Si 10s detalles no adquirieran una ~rnportanciarelatlva, el historiador, cada vez que Napoldn da una orden a sus tropas, d e k r i a exphcarnos por quC 10s soldados le obedecen (recordernos que Tolstoj en Guerra y Par plantea el p r e blerna d r la hlstoria poco rnis o menos en estos tgrrninos). Bien cs cierto que, si 10s soldados hubieran desobedecido alguna v a , habria que citar el hecho por haber alterado el desarrollo deI drama. Asi pues, 2quC hechos merecen suscitar el inter& dcl historlador? Todo dcpende de la trama eleKida; el hecho en si ni tiem interts ni dcja de tenerlo. {Le ~lntcresacontar a un ntque6logo cl nlimero de plumas que tienen las alas de la Victoria de Samotracia? ~ D a r pruebas l con esto de un rigor digno de aIabanza o de un detallismo indtil? NO es posible responder, pues el hecho, aislado de su propia trama no es nada, y s6Io toma c ~ ~ e r pcuando o se convierte en el hkroe o en el figurante de un drama de historia deI arte en el que la tendencia clisica a no decorar con demasiadas plumas y a no retocar en exceso la obra, alterna con Ia tendencia barroca a recargar y a trabajar rninuciosamente 10s detalles, y con el gusto propio de artes bkbaras por acurnt~larexcesivos elementos decorativos. Seiialemos que, si la trama antes mencionada no hubiera sido la politlca inrernacional de Napale6n, sino la Grande Arme'e, su moral y su actitud, entonces la obediencia habitual de 10s veteranos habria sido un acontccimiento perrinente cuyas causas habria que explicar. La dificultad estriba en sumar y totalizar las tramas: o bien nuestro heroe es Nercin y le bastati con dair: aGuardias, obedecedme,>, o bien lo es la guardia y estaremos escribiendo otra tragedia. Tanto en la historia conlo en el teatro, es imposible exponer todo, y no porque se necesitaran demasiadas psiginas, sjno porque no existe hecho hist6rico elemental, acontecimiento-itorno. Es imposib1e describit una totalidad y cualquier descripci6n es selectiva; eI historiador nunca traza el mapa exhaustivo de 10s acontecirnientos; puede, a lo sumo, multiplicar 10s itineraries que lo cruzan. Como mBs o menos escribe F. von Hayek', nos engaiia el lent S c ~ e n t i ~ met e Sciences sociafcr, trad. Barrc, PIon, 1953, pigs. 57-60 y 80: K. Popper, ,%iis&rrde f'hisroririrtne, trad. Rousseau, Plon, 1956, pigs. 79.80
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note 1.
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p a j e , que habla de la Revoluci6n Francesa o de la Guerra de 10s Cien AAos como de unidades naturales, pues nos hace creer que el primer paso en el estudio de estos acontecimientos consiste en descubrir a qu6 se pareccn, tal y como hariamos si se nos hablara de una piedra o de un animal; el objeto de estudio no ES nunca la totaIidad de 10s fcncimenos observables en un t i e m p y espacio dados, sino 6nicamenre algunos aspectos que hayamos elegido; la misma situaci6n espacio-temporal puede conterler, seg6n la cuesti6n de que se trare, varios objetos de estudio diferentes. Hayek aiiade que, udepcndiendo de esas cuesriorles, lo que tenemos pot costumbre considcrar acontecimiento histdrico Jnico pucdc transformarse en m61tiples objcrns de con~irniento;la confusi6n sobre este liltirno punto h : ~gcncradn, cn Luena medlda, la doctrina tan en boga hoy de que tcrdo conoclrniento hist6rico es necesariamente telativo, de que esti dcrerminado por nuestra "situaci6n" y abocado a1 cambio con el transcurso del tiempo; el n6cleo de verdad que contiene esta afirrnaci6n acerca de la relarividad del conocimiento hist6rico es que 10s hlstoriadores se inrcresan en cada Ppoca por objetos discintos, pero no signiflca que sostengan opiniones diferentes sobre el misrno objetoh. Agreguernos que si un aacontecirnienton puede estar presence en varias trarnas, tambih puede suceder, invirtiendo 10s tkrminos, que un acontecimiento 6nico estP irtregrado por datos pertenecientes a categorias heterogeneas (10 social, Io politico, lo religiose.:.), lo que, por otra parte, sucede muy a rncnudo. La mayoria de 10s acontecimienros son, en el sentido de Marcel Mauss, ahechos sociales totalesb; a decir verdad, la teoria del hecho social quiere decir sencillamente que nuestras categorias tradicionalcs mutilan la realidad. Evidentemente, es imposible narrar la totalidad del devenir y hay que elegir; tampoco existe una categoria especial de acontecimientos (la historia politics, por ejemplo) que constimya propiamente la Hisroria y que nos obligue a elegirla necesariamente, Es, pues, literalmenre cierto que, conlo dice Marrou, toda historiografia es subjetiva: la elecci6n del objero es libre y, en principio, todos 10s tenlss sinlen para el caso; no existe ni la Historia ni aeI sentido de la historiaw; la marcha de 10s acontecimientos (impulsados p r una locornotora de la histotia verdaderamente cientifica) no transcurre por un camino ya hecho. El historiador puede elegir libremente el icinerario que va a seguir para describir el carnpo de acontecimientos, y todos 10s itirierarios son igualmente legitimos (aunque no igualmente interesanres). Admitido esto, queda por decir que la configurari6n del campo de acontecimientos tiene existencia propia y que dos historiadores que hayan tornado el misrno camir~ov e r b ese
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c a m p de igual manera o diwutirkn con objetividad acerca de sus discrepancias.
Esrrucrura del canrpo de oconfccirnienros Los historiadores cuentan historias, que son como 10s itinerarios que han decidido seguir a trav6 del c a m p objetivo de acontecimientos [campo que es divisible hasta el infinito y que no estB compuesto de acontecrmientos-itornos); nin&n historiador describe la rotalidad de este campo, pues a1 rener qrlt escoger un itinerario no puede recorrerlo en toda su amplitud; ninguno de esos itinerarios es el verdadero, ninguno es la Historia. For liltimo, en el campo de acontccimientos no hay parajes especiales que se visiten y que se pueda denorninar acontecimiento propiamente dicho: un acontecimiento no cs un ser, sin0 una encrucijada de itinerarios posibles. Tomemos el acontecimiento llarnado Guerra de 1914 o, por ser m6s precisos, las operaciones militares y la actividad diplornirica; es un itinerario que vale tdnt0 como cualquier otro. TambiCn podernos estudiarIo con rnss ampiitud e invadir zonas limitrofes: las necesidades militares ocasionaron la intervencidn d d Estado en la vida econ6mica, suscitaron problemas politicos y constitucionales, modificaron las cosrumbres, multiplicaron el n l i m e r ~de enfermeras y de obreras y transformaron par ende la situaci6n de la mujer ... Estarnos, pues, en el camino deI feminismo, por el que podemos avanzar hasta llegar a un punto mds o menos lejano. Algunos itinerarios se agotan ripidarnente (la guerra, por lo que sabernos, ha tenido poca influencia en la evolucibn de la pintura); el mismo ichecho*, que es causa profunda en un itinerario determinado, ser6 en otro un episodio accidental, Cuanras relaciones se dan en el c a m p de 10s acontecimientos son absolutamente obietivas. ~ C u g lseri, pues, el acontecimiento llamado Guerra de 19142 Depender6 del alcance que libremente hayGs atribuido a1 concepto de guerra: las operaciones diplomhticas o militares, o bien un segrnento mayor o menor de 10s itinerarios que se cruzan con aquC1. Si el proyecto es suficientemente ambicioso, vuestrs guerra podria ser incluso un ahecho social total*. Los acontrcimientos no son cosas ni objetos consistentes ni sustancias, sin0 un fragmento libremente desgajado de la realidad, un conglornerado de procesos, en el a a l cosas, hombres y sustancias en interacci6n se comportan como sujetos activos y pasivos. Los acontecimientos carecen de unidad natural; no podemos, como el minero de FeJra, cortarlos por unas articulaciones naturales que no tienen. Aunque esta verdad es muy simple, no se nos ha hecho fami-
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ii,ir ilasra finales del sigh pasado y su desct~brirnientoha producido
consitlrrablc conrnocirin. De ahi que se h a p hablado d e subjetivismo, de descon~posicidnde1 abjero hist6rico. Todo esto expIica que, hasta ei siglo xrx, la hisroria, de una gran esrrechez d e miras, s r lirnitara a 10s acontecirnientos; habia una Historia con mafiscula, sobre rodo politics, y cxistian unos acontecirnientos aconsagrados*. La historia no ncontecimental fue una especie de telescopio que, a1 descub~irnosen el cielo millones de estrellas disrintas de las que conocinn 10s astrlinomos antieuos. nos haria comprender que la dlvisi6n del ricIo en consrelaciones era subjetiva. Los acontecirnientos no tienen la consistencia de una guitarra o de una sopera, g hay que aiiadir que, digase lo que se diga, rarnpoco exis~en3 13 nlanera de un ugeomerraln. Suele afirmarse que existen en si corno si se tratara dc un cubo o J e una piri~rlide;nunca vemos a la vcz tod:rb las caras de un cubo, y s61o podemos tener unx visi6n p:~rcial pcro, c n ramt)io, prlemos ~ n u l t i ~ l i r anuesrros r puntos de vistil. Ocurriria lo inismo con 10s acontecimienros: su inaccesible verdad estaria Iormada par nuesrros innumerables punros de vista y, a su vez, carla perspectiva seria verdad en su parcialidad. Nada rnds lcjos rie In rrididad; es engaiioso equiparar un aconrecimie'nto a un agcomerral~~ y restilta m i s peligroso quc dtil. Si asi y todo se insiste m hablar de geornetral, habri' que rcservar la cspresi6n para la percepd6n de un rnisrno acontecirniento por diferentcs testigos, por distintos individuos d e carne y hueso: la batalla d e Waterloo vista por Iss m6nadas Fabricio, rnariscal Ney y una cantinera. El acontecimiento a batalla de Waterloo>>,tal como la escribiri un historiador, no ES el geornetral que forman estas visioncs ~arciales,sino una elecciBn d e aquello que 10s testigos han visco, y una eleccirjn critica. Pues, si el llistoriador, deslumbrado por la palabra geornetraf, se contentara con integrar 10s restimonios, nos erlcontrariarnos en esta extrafia batalla, y entre otras muchas cosas, con 10s arrebatos rlovelescos de un joven italiano y con la encantadora v juvenil silueta de una campesina que tendria el rnismo origen. EI historiador hnce resaltar en 10s testimonios y documentos el acontecimiento tal corno 61 ha elegido que sea; por esa razbn, un acontecirniento nunca coincide con el cogito de sus protagonistas y testigos. Podriarnos encontrar, cn una batalla de Waterloo, hasta 10s reniegos y bostezos que provienen del cogito de un'veterano; esto s t deber:i a que el historiador habra' decidido yue c t s u ~batalla d e IVaterlm no se Iirnite a Ia estrategia g que incluya rambiCn la rnentnlidad de 10s combatientes. En resumen, parece que en la historia no existe n l k que un autintico geometral: la flistoria, la historia total, la totalidad de cuancn;?
to ha sucedido. Pero no podernus alcanzar este geometral. S6Io Dios, si existiera, seria capaz d e ver una ~ i r i m l d edesde todas las perspectivas a la vez y podria contemplar la historia acomo una misrna ciudad vista desde diferer~tesladosn (segfin dice la Monadologia). Hay, en carnbio, pcquefios geometrales que el propio Dios rro contempla, porque s6l0 exisren corno palabras: d pntlatch, la Revoluci6n Francesa, Ia Guerra d e 1914. 2No set& enronces, la Primera Guerra Mundial mas que una palabra? Estud~amos<(la guerra de 1914 y la evoluci6n de las costumbres>>,<
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lo coIahriraci6n entre el ~araliticoy el ciego. El generalista, como tcdo el mtlndo, puede tener una visi6n penetranre, que ayude a esclarcccr una uhistoria de ...)> especializada, pero lo que no puede haccr es claborar un3 sintesis inconcebible. La tcrcera ilusibn, 13 renovacicin del objeto, es In ~ a r a d o j ad e ios origenes, cjue ranra tinra ha hecho correr. n h s origenes rara-. rnente son bellosl,, o mis bien llarnamos origenes, por definicibn, a lo que es anecddtico: la inuerte de Jeslis, simple anicdota en el reinado de Tiberio, estaba llarnada a convertirse ripidamente en gigantesco acontecimiento. Y quiin sabe si en este mismo momento ... 5610 nos inquierari esta paradoja si imaginarnos que existe una historia general y que un acontecimiento, en si, cs hist6rico o no lo ,.- No cabe duda de que un historiador que hubiera muerto a finadcl reinado d e Tiberio apenas habria haMado de la pasi6n d e . !:it0 y 5610 la habria podido induir en la trama d e la agitaci6n poli:!!:a y re!igiosa de1 puebIo judio, trarna en la que Cristo habria re:,iesentado bajo su pluma, como para nosotros todavla lo represenra, c! papel d e nn simple figurante, pues es en la historia del cristianismo donde Cristn tiene el papel El significado de su pasi6n no ha carnbiado con el tiempo, somos nosotros quienes carnbiamos la intriga a1 pasar de la historia judia a la del cristianismo. Todo es histhrico, per0 s610 hay historias parciales.
En conclusi6n, podemos estar d e acuerdo con el sentido de Ia afirrnaci6n d e Marrou cuando escribe que la historia es subjetiva y considerarla un Krema es aei d e la epistemologia histhrica aunque, desde la perspectiva de Ja presente obra, la formularemos de manera distinta: puesto quc todo es histbrico, la historia seri aquello que nosotros elijamos. Pot liltirno, como recuerda Marrou, subjetivo no quierc decir arbitrario. Supongarnos que estamos conternplando desde nuestra ventana (el historiador, en cuanto tal, no es un hombre de acci6n) una muchedumbre que se manifiesta por 10s Champs ElysCes o en la plaza de la Rkpublique. Primero, vetemos un espectlculo humano y no un comportamiento, divisible basta el infinito, de piernas y brazos: la historia no es una disciplina cientificista, sino sublunar. Srnundo, no habri hechos elernentales, porque cada hecho 5610 tiene sentido imbricado en su trarna y remite ademis a un numero infinito de tramas: a una manifestacibn politics, a determinada forma de andar, a un episodio de la vida personal de cada manifestante, etc. Tercero, no podemos decretar que la mama ~tmanifesta-
(%mo sc esrrihc. la histuria
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ci6n politicas sea la linica digna de la historia. Cuarto, ninglin g e e metral ~ntegrarhtodas las tramas que puedan elegirse en este c a m p de acontecimientos. En todos estos aspectos la historia es subjetiva, pero rcsulta que todo lo que haceu IPS sustancias hombres en la calle, cualquiern que sea la forrna de cons~derarlo,es perfecramente objetivo.
POR P U M CURIOSIDAD POK LO ESPECIFICO
Si par hurnanismo entendemos el hecho de interesarnos p r Ia .vcrdad de la historia en la rnedida en quc Csta cornprende obras be1195, y por istas en la medrda en que ensefian el bien, entonces pode mas decir con entera certeza que la histuria no es un humanismo, !:a quc no entreme7xla conceptos trascendentales. Tnmpoco lo sed s~ por humanismo entendemos la convicci6n de que pnr hablar de 10s hombres, es decir, de nosotros mismos, dariamos a la historia un valor espec~al.Con esto no pretcndernos afirmar que la historia n o deba ser un humanism0 nj prohlb~rque cada cue1 di5frute con e i l a a su antajo (si bien, eI gozo quc puede proporclonar la historia ?s bastanre limitado cumdo la leernos buscando algo diferente de la propia historia), Jo 6nico qque dccimos es que, si nos atenemos a lo qrle haccn 10s h~storiadorrs,comprobarcmos que la historia no cs un hurnanismo en mayor medlda que las ciencias o la metafisica. (Por qu6 interesarnos, entonces, por la historia, y por qu6 escribirla? 0 meior didlo (ya que cl interds pue se pueda sentir es un asunto w r q ~ n a l .~incl1naci6npor lo pintoresco, patriotism0 . ), (quk clase de rnterCs trata de satisfacer por naturaleza el gbnero hist6ricu?
desmbierto en una excavac16n una escultura que no esrd md; sc mega a explorar yacirnientos arqueologicos famosos y afirrna que krabirualmente es mis ins~ructrvoexcavar un vertedero; no le gustaiia descubrir una Venus de Rlilo, pues, claro, nu ensefigria nada nuevo, y el arte es nn placer aal margen del t r a b a j o ~ .Otros arque& logos concilian profesi6n y esr&tica, pero se uatu mas dc la uni6n de dos coronas en una persona que de una unidad de esencia. El adjetivo que prefiere mi arquebIogo, enmigo de la bellaa, es la expresi6n dave del gtnero histhrico: aes interesantefi. No se aplica este objetivo ni a un tesoro ni a las joyes de la Carona: seria estrafalario decirlo de la Acr6polis y estaria fuera de Iugat referirlo a una bataUa de las dos liltimas guerras. La historia de cada naci6n es sagrada y no puede decirse ala historia de Francia es interesante, con ci mismo tono con quc. elogiamos el atrartivo de las antigiiedades mayas o d e la etnogafia de 10s nuer, pero resulta que 10s mayas p 10s nuer tienen sus historiadores y sus etn6grafos. Existe una historia popular con un reperrorio acuiiado: grandes hombres, episv dios dlebres. Esta historia nos rodea pot todas partes, e n 10s nornbres de las calles, en 10s pedestales de las estatuas, en Ins escaparates de las librerias, en la memoria colecriva y en 10s planes de estudio, es la dimensi6n asociol6gica~del genero hist6rico. Pero la historia de 10s historiadores y de sus lectores interpreta esre rcpertorio en otro tono, y nada m i s ajeno a ella, por otra parte, que ceiiirse a 61. Hace mucho que se viene escribiendo una historia privileyiada: un poco de Grecia a travCs de Plutarco, sobre rodo Roma (la Repliblica mgs qne el Irnperio y mucho m i s t d a v i a que el Bajo Imperio), algunos episodios de la Edad Media, la Edad Moderna. Pero. a derir verdad, 10s etuditos sc han venido interesando siempre por todo el pasado. Las civilizaciones antiguas y exbticas, asi como la Edad Media, los sumerios, 10s chinos, 10s ccprirnitivosn, no han tardado en despertar nuestro inter&, a nxedida que ss han ,do descubriendo, y si 10s romanos aburren un poco a1 pGblico, es porque s e les ha convertidn en un pueblo-valor, en lugar de presenrarlo como algo ex6tico. Dado que nuestro interis es universal, no podemos comprender ya que. Lace apenas sesenta afios, Max Weher explicara el inter6 que desprerta la historia por la dIebre atelaci6n con lo5 valoresx-.
Webcr: La historia como relucidn con lor vdores Un arqi1e6logo a1 que conozcn, buen historiador y apasioriado por su profesibn, os mirarL compasivamente si le felicirhis por 42
haber
Esta ex-prcsirin, que se vtlelve misteriosa a medida qur nos alejarnos de la 4poca dorada del historicismo alemin. quiere decir simple-
mente que la Liiferencia entre cualquier acontecim~ento y 10s cjue juz,gamos dignos de la historia es el valor que attibuimos a bros. Sostendremob, cntonies, que una guerra entre europeos es parte de la hlstor~a,mlentras que no lo es una escaramuza entre t~ibuscafres o entre pleles rojas '. A1 pareccr, no nos interesamos tradicionalm~ntepor todo cuanto h a sucedrdo, sino 5610 por ciertos pueblos, deterrninadas caregorias de acontecimientos o algunos problemas (con total independencia de 10s juiclos de valor, favorables o desfavorabIes, que nos merezcan); riuestra elecclon derermina las fronteras de la historia, elecci6n que varia de u n pueblo a otro y de siglo a siglo. Tomernos la historia de la rnkica. *El problema central de esta disciplina, desde el punto dr uistn de la cur~osrduddel europeo modern^ (iahi tenemos la relaci6n con 10s valores!) estriba, sin duda algbna, en la cues.-, ~ l o nsiguienre. tpor que' la mrisica armbnica, quc surge en casi todas partes de la polifonia popular, s t ha desarrollado linicamentc en Eur o p a ? ~ las ; cursivas, el pdrintesis y 10s sjgnos de exclamacidn son del proplo Vl'eber '. - . Con esto prejuzga Weber la curiosidad de ese supuesto eutopeo ;.r confunde la sociologia de la historia con su finalidad. No parece ..~crosirni!que un especialista en historia griega de la Ec01e de ~:ruresEtudes sosrenga que su disciplina es de una esencia distinta ! a dc su colega que estudia a 10s piela rojas; si maiiana apareciera :.in l ~ b r otitulado *Historia del Imperio Iroqudsn (creo recordar que csisti6 ese imperio). nadie podria negar que el libro existe, y que es historia. A la inversa, basta con abrir una historia de Grecia para que Atenas deje de ser ese rdestacado lugar del asa ado^ que un instante antes nos imaginhbamos y para que ya no haya diferencia entre la Liga iroquesa y la Liga ateniense, cuya histotia no es ni mis ni menos decepcionanre que el resto de Ia historia universal. Si creernos que Weber ve las cosas de la misma manera, lcbmo puede sostener entonces la distinci6n que hace entre la ctraz6n de serp y la araz6n de conocers? Se&n esa distincidn, la historia de Atcnas nos interesaria por si misma, la de 10s iroqueses s61o seria material para llcgar a conocer problemas que guardan relad6n con 10s valores, por ejemplo eI problema del imp'erialismo o d del origen de la sociedad '. Es evidente el dogmatismo de esta afirmaci6n. Si echamos una miradn a nucstro alrededor, cornnrobaremus que mientras algunos tratan a Ios iroqueses como material sociol6gic0, otros tratan a 10s M a x Wehcr, Essair sur la ~ b i o r kde 1965, P&S. 1>2-172, 244-289, 298-302, 448. Ermis, pig. 448.
' ' Essoir. p8gs. 244-259.
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science,
rrad. I . E're~~nd, Plon.
atenienses de igual manera (asi lo hace Raymond Aron, bashdose en Tucidides, en su estudio sobre la guerra eterna), y que incluso hay quienes estudian tanto a 10s iroqueses como a 10s atenienses por el intere's mismo que despiertan ambos Pero sospechamos que el pensamienro de Weber es mds sutrl que todas estas objecicnes. Aproximadarnente escribe lo sigui~nte:*El hecho de que Federico Guilkrmo 1V haya renunciado a la corona imperial constituye un acontecirniento hist6ric0, mientras que es indiferente saber quk sa3tres confeccionaron su unifotme. Se responderd que es indiferente para la historia politics, per0 no para Ia de la moda o para la de la profesi6n de sastre; ciertamente, pero, incluso desde esa perspectiva, 10s sastres no serin personalmente importantes a no ser que hayan modificado el curso de la moda o el de su profesi6n; en caso contrario, su biografia s6Io serB un,medio para conocer la historia de ambas realidades. D e igual manera puede suceder que un fragment0 de vasija con inscripciones nos perrnita conocer un rey o un imperio, y no por eso sc trata de un acontecirniento,> '. La objeci6n es de peso y la respuesta que vamos a intentar dar seri Iarga. En primer lugar, la distinci6n entre hecho-valor y hccho-documenro depende del punto de vista, de la trarna elegida, y estd lejos de determinar la elccci6n de la trarna ni la distinci6n entre lo que seria hist6rico y lo que no lo seria. AdemQs, existe en todo esto una confusi6n entre la propia intriga y sus personajes y figurantes (por asi decir, entre la histnria y la biografia); tambiCn se confunde el acontecimiento con el documento. Ya se trate de restos de vasijas o de la biografia de un sastre, lo que llamamos fuente o documento es tambiCn y ante todo un acontecimiento, grande o pequeiio. Podria definirse eI docurnento corno todo acontecimiento que haya dejado un vestigio I. La Biblia es, al mismo tiempo, un acontecimiento de la historia de Israel y su fuente, un docurnento de historia politics y un acontecirniento de historia religiosa. Unos restos de vasijas con inscripciones. hallados en una antigua cantera del Sinai, que revelan el nombre de un farah, constituyen un documento vdido para una historia de las dinastias egipcias y tambien uno de 10s numerosos g pequeiios acontecimientos que forman la historia de la utlizaci6n ritual de la escritura, y de las costumbres de erigir para la posteridad rnonumntos epigthficos o de malquier otro t i p . Pero, con esos restos de vasijas omrre como con cualquier otro amntecimiento: puede desempeiiar en Ia trama en la que figura como acontecimiento
' Esruis, pigs. 244. 247, 249.
En cl capitulo IXX vimos que t d o ~acontecimitnto~ es la encrucijada de un n h m inagotable dc inmgas posibln. Por cso rlos documentos son insg* tables*, mmo sc repitc mn toda r d n .
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un ~ a p e llmporranlr o solamente secundario. S610 que, a pesar de lo que dicc Wcber, no hay diferencia sustancial entre 10s papeles destacsdos y 10s d e figurantes, 10s separan simples matices, se pasa insensiblemente de unos a otros y , a1 final, nos percatnmos de qur el propio Federico Guillermo IV no es en el fondo miis que u11 comparsa. La hlstoria JeI carnpesinado durante el reinado de Luis XXV es 13 dc 10s campesinos, la vida de cada uno de ellos es la de un figr~ranrey el clocurnento propinrnente dicho serd, por ejernplo, !a cr6nica de farnilia d r ese carnpesino. Ahora bien, rnientras que cuando se trata del campesinado cada individuo no es nada m6s que un elerncnto del conjunto, bastari con pasar a la historla de la gran burguesia para que el historiador designe por su nombre a las disnastias burguesas y para que abandone la estadistica por la prosopografla, y cuando Ueguemos a Luis XIV, estaremos ante el hombrevalor, ante el hProe dc la trama politita, ante la historia hecha bombre. Pues bien, no es eso. Luis XIV no es mas que un figurante, aunque sea el ilnico personaie en escena. El tiistoriador hahia de 61 como jeie de Estada y no como amante plat6nico de la ValliPre a como paciente de Purgon; no es un hombre, sino url papel, el de morlarca, que por definicidn no implica rnds que un solo personaje; t.n carnbio, como paciente de Purgon es uno mls en la historia de la medicina, y la arm611 de conaerr es aqui el diario de Dangeau y 10s documenros referentes a la salud del rey. Si nuestra trama fuera la evo!uci6n de la rnoda, tsta se debcria tanto a 10s saatres que la revolucionan corno a 10s que la mantienen en sus cauces tradicionales; la irnprtancia del acontecimienro en esa seric depende del n6rnero de pfginas que el historiador le conceda, pero no de la elecci6n de la scrie, Luis XIV tiene ei papel de protagonista porque hemos escogido la trama politica, pero no hernos elegido necesariamente esa trarna para agregar una biografia m4s a la hagiografia de Luis XIV. Por dtimo, para saber m i l es el objeto espccifico de la historia, podemos formular la siguienre pregunta: (pot quC leemos ostensiblemenre L a Monde y nos sentimos rnolestos cuando se nos descubre con France-Dimonche en la niano? <Par qu6 Brigitte Bardot y Sorava son mis o menos dignas que Pompidou de que se las renlerde? Pompidou no tiene problema: desde que naci6 d gknero histdrico 10s jcfes de Estado e s i n inscritos p r derecho propio en 10s anales de la Historia. En cuanto a Brigitte Rardot, se convertirB en ohjeto digno de la ITistoria con rnayljscula si deja de ser mujcr-valor para transformars? en simple figurante en un gui6n de historia conternporinea sobre el srar syslem, 10s mass media o esa religi6n m d e r n a de la estrella que predicd entre nosotros Edgar
Morin; se convertid entonces en sociologfa, como suele' decirse, y es en ese sentido corno habla Le Monde de Brigitte Bardot las raras veces que da en hacerlo.
Lo historia se
ocupa de lo especifico
Se objetari, con alguna raz6n mLs aparente que real, que hay cierta diferencia entre el caso de Brigitte Bardot y el de Pompidou. Este es hist6rico por si ~nismoy aquil s610 sirve para ilustrar d star system, del mismo modo que 10s sastres de Federico C;,:'I~tmo setviarr para dustrar la historia del vestido. Ahi estd el quid de la cuesti6n que nos va a permitir descubrir la esencia del ggnero hist6rico. La historia se interesa por acontecirnientos individualizados que tienen caracter irrepetible, pero no es su individualidad lo que le interesa. Trara de cornprenderlos, es decir, d e hallar en ellos una espeue de generalidad o, dicho con mis precisi6n, de e~~ecificidad. Lo mismo ocurre con 13 hisroria natural; su curiosidad es inagorable y se ocupa de todas las especies sin despreciar ninguna, per0 su prop6sito rro consiste en que gocemos de su singularidad a la manera dc Ios bestiarios medievales en 10s que encontramos la descripci6n de animals nobles, bellos, raros o crueles. Acabamos de ver que, lejos de depender de 10s valores, la historia comienza por una desvalorizaci6n general. Ni Brigitte Bardot ni Pompidou son individualidades destacadas, admiradas o deseadas por sf mismas, sino representantes de sus categorias respectivas: la primera es una estrella, e1 segundo participa de la especie de 10s profesores que sc dedican a la politica y de la de 10s jefes de Estado. Hemos pasado de la singularidad individual a la especifidad, esto es, al individuo en calidad de inteligible (ahl estriba la d n por la que ccespecifico* quiere decir a la v a ageneraln y ccparricular~),La seriedad de la historia radica en que se propone relatar 1as civilizaciones pasadas y no saIvar la mernoria de 10s individuos; no es una inmensa recopilaci6n de biografias. Las vidas de todos 10s sastres durante el reinado de Federico Guillermo se parefen rnucho, la histaria las relatar6 en conjunto porque no tiene rwhn alguna para apasionarse por una en particular. Se -pa de b s individuos, per0 solamentc de aqueIlos que le brindan la oportunidad de captar 10 especifico, por la p d e rosa r a 6 n de que, como veremos, nada hay que decir de la singularidad individual, que Gnicamente puede servir de soporte: inefable en el que se encarnan 10s valores (aporque era 61, porque era yon). El individuo sdlo cuenta hist6ricamente por su especificidad, ya tenga el papel principal o el de m figurante entre millones.
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El argument0 de Weber acerca de 10s sastres del rey y de la relac ~ 6 ncon 10s valores nos ocultaba el verdadero ~Ianteamiento del r7rablerna, que cor~sisteen establecer la distincibn entre lo singular y lo especif~co,distincibn innata que hacemos continuarnente en la v ~ d acotidiana (lo indifercnciado s61o existe como representante de su esprcie respectiva). Esa es la r a d n por Ia que nuestro arquerjlogo purlsca no queria descubrir una Venus J e Milo; no le reprochaba su bcllaa, sino que hiciera hablar de ella demasiado sin enseiiarnos nada; que tuviera valor, p r o no inter&. Le hubicra otorgado su aprecio a parrlr del momento en que, tras la singularidad J e la obra maestra, se pudiera ~ercibirsu aportacibn a la historia de la escultura helenibtica, por slr estilo, su trabajo y su belleza misma. Es hisr6rico rodo lo que es especifico. En efecto, todo es inteligible, salvo la slngularidad que exige que Duponr no sea Durand y que 10s in&wduos existan de uno en nno: es un hecho insoslayable, p r o , una vez que se ha enunciado, no se puede aiiadir nada mds. En cambio, (::la vcz esrablecida la exlsrencla smgular, roJo lo que puede enun.-rye de un individuo posee una especie de generalldad. Solo el hecho de que Durand y Dupont sean dos lrnpidc reducir rcal~clada1 discursu intcligible sobre ella; todo lo demgs es espe-.::LO y, pot ende, todo es historico, como tuvirnos ocasi6n de com:l:cbar en el segundo capirula. Veamos a nuestro arque6logo en su trabafo de campo; excava una vulgar casa rornana, un habidculo normal y corriente, y sc pregunta qu6 hay en esos restos de mum que mernca figurar en la historia. Lo que por lo tanto es, o bien acontecirnientos en el sentido vuIgar de la palabra -aunque la cons~ruccicjnde esa casa no fuera seguramente una noticia importante en su 4poca-, o bien usos, costumbres, lo ucolcctivo~,en una palabra, lo ccsocialb. h a casa de seis habltaciones es igual que miles de casas. tPodemos decir que es h1st6nca? La fachada no estii completamente rrazada a cordel, es 11n poco sinuosa, tiene sus buenos clnca cent& metros de pandeo, singularidades &stas debidas a1 azar y sin inter& hist6rico. Pero tal inter& existe y esa falta de cuidado en la construcl6n revela una caracteristica especifica de la ticnica de entonces en lab construciones normales; entre nosotros 10s productos hechvs en serie destacan mis bien por su monotonla y por su implacaLle regularidad. Ides clnco centirnetros dc pandeo son especificos, poseen un srntido ucolectivo~y merccen que 10s tengarnos cn cuenta; todo es histhrico, except0 aquello cuyas a u s a s no hemos llegado a comprender. A1 acabar la excavaci6n, no habri quizi ninguna part i d a r i d a d de la casa quc no hayamos relacionado con su espede; h i c o hecho irreductiMe serL que la casa en mesti6n es esa casa
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y no la de d lado, singularidad que, pua l a historia, carece de, importancia '.
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Historia del hombre e bistoria de
La naturaleza
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Si la historia puede ser definida como el conocimiento de lo especffico, resulrad ficil comparar esta historia -me refiero a la historia de 10s hechos humanof-- con la de 10s h ~ h o sfisicas. Nada humano es sjeno a1 historiador, sin duda, pero tarnpoco es ajeno cl bi610go a nada del reino animal. Buffon pensaba que la mosca no Jebia ocupar en las preacupaciones del naturalists mBs espacio que el que ocupa en la naturaleza; en carnbio, crefa que en el caso del caballo y del cisnc entraban en juego nuestros vdores; a su manera, era un weberiano. Pero la wologia ha cambiado mucho desde entonces y, despues de que Lamarck defendiera la causa d e 10s aniLa singulnridad (la individuaci6n gradas d espaciq, al riempo y a. la separaci6n de Ias concierrcias), a pesar de no tenex cablda en la historla que escribe el historiador, es el origen cle t d a la pcesia que encierra este oficio. El gran phblico, a1 que le gusta la arqutologia, no sc engana en esto. Esa singularidad es tambiCn lo que casi siempn: impulsa d historiador a elegir s~ oficio. Sabernos la emocibn que provtxa un texto o un objeto anriguos, no purque scan bellos, sino porque proceden de un tiempo ya ido y porque su presencia es tan extraordinaria como la de un aerofito (salvo que 10s objetos procedentes del pasado vienen de un aabismo~que at6 a h mis evedado a nuestm sondasar que la esfera de las su&as fijas). Nos es rnmbih mnocida la emoci6n que provocan 10s esrudius de geowafia hist6rica, donde la p s i a del riempo se superpcne a la dcl espaao. A1 asombro que produce la exisrencia d d lugar (un lug= no tiene raz6n alguna para esrar ahl en v a de estar en cldquier otra pate), sc aiiadr el asombto por el top6nimo (dondc adverumos qw d carkter arbitrario d d sign0 iingiiisrico es de r e y n d o @do), lo qur hace que pocss Iccrures scan d s @ u c a que Is de un mapa. A esto, 5e une la idea de que cstc misma lugar quc csr6 aqul fuc antaio otra cosa, aicndo en aqueI momcnto el mismo lugar que ahora vemos nqui: m u r d a s de Marsella asediadas por a a r ; a n t i p a carretcra apor dondc pasamn 10s muerrma. que seguia el mismo trazado quc k que hoy terxmos bajo nuestros pies; h4bitat rnodemo que mupa el emplazamienro y manuene .el mismo nombre de un hlbitar antiguo. El patriousmo visceral de muchos arqudlogos (mmo el & t - m i l k jullian) tenia seguramcnte a t e origen. La historia ocup, pucs, una posici6n gnoseol6gica intermedia cntre la universalidad cientifica y la singularidad inefable; el historiador estudia el pasado por amor a a a singularidad que se le escapa por el hecho mismo de estudiarla, y porquc s61o puede srr motivo de suefios aal margrn dcl trabajos. NO por eso rca~ltamenos sorprendente que nos hayamos pregunrado qui nccesidad uristencid podh cxplkar d inter& que auibuimos s la historia y que no se haye pensado que la respuesra mas simple u a que la historia cstudia d pafado, esc abismo v d o a nutras son&.
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Paul Veyne
males inferiores, todos 10s organismos tienen el mismo valor para ella. Desde Iuego, l o que la zoologia no hace hoy es conceder irnportar~cia especial a 10s primates para ir disminuyendo 1'lgerarnence su atenci6n cuando aparecen 10s tirsidos, y hacerla desaparecer casi pnr com;,lero en 1as inrnediaciones de 10s insectos. Weber se indigr~abaal pcnsar que pudikralnos ocuparnos de la historia de 10s cafres en la misma mcdida que de la hisroria d r 10s griegos. N o vamos a replicarle que 10s tiempos han cambiado, q u e el Tcrcer Mundo y su parriorisrno nacience ..., que el despertar de 10s pueblos africanos que se inretesan por su pasado ... Estaria bueno que consideraciones de orden patr16ttco iueran a prevalecer subre el inter& intr.lcctua1 Y que 10s atricanos tengan mls ramnes para despreciar la antigiiedad arieea q u c las q u e tcnian 10s europcos para despreciar la antigutdad cafre; por lo d e m h , hoy contamos con rnuchos mdr africanistas de 10s que habia en tiempos d e Weber y de Frobenio. Y (quiin se arreveria a sostener hay que el esti~diode los nuer o de 10s trobiandeses nu es [an instructive como el dc 10s aienienser o el d e 10s tebanos? Y lo es, siempre que conternos con la rnisrna documentaci6n. va que actfian iguales mecanismns. Agreguemos que, si el homo h r ~ r o n c ucafre ~ resultara ser un organism0 m h elemental que cl arcnjense, el interfs que nos despertaria seria a h rnsyor, por revelar un aspect0 rnenos conncido del plan de la naturaleza. EI conocimiento es un fin en si rnismo y no depende de Ios valores. Pmeba de ello PS la forma en que e s t i escrita ia hisroria de Grecia. Si fuera una ingenuldad poner las escaramuzas de 10s cafres en el rnisrno plan0 que las guerras d e 10s arenienses, 2quC r a w n podriarnos aducir para explicar nuesrro inter& par la Guerra del Peioyoneso, a no ser que Tucidides estuviera all; para provocatlo? La influcncia de esta guerra en eI destino deI mundo ha sido pricticamente nula, mientras que las guerras entre 10s estados helenisticos, que s61o son conoo d a s en Francia por cinco o reis especidistas, han desemperiado un papef decisivo en el destino de la dviIizaci6n hdenistica frentc a Asia y. por ende, en el destino de la civilizacidn occidental y mundial, El interis de Ia Guerra del Peloponeso es semejante a1 que tendria una guerra entre cafres si hubieta habido un Tucidides africano para conrarla. De la misma maneta, 10s naturalistas rienten particular intergs par un insect0 determinado si ya hay escrita sobre 61 una monogiafia de gran calidad. Si llarnamos a erto relacidn con 10s valores, Iiahrl que convenir que lor valores u, cuerri6n son excIusivamenre bib1iogr;ificos. Vemos, pues, en qu6 consiste la irnparcialidad del historiador: trasciende la buena fe - q u t puede ser partidista y q u e se enmentra tan cxtendiday estriba menos en el firmc ptop6sito d e decir la
G m o se escribe la historia
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verdad que en consegr~irsu obletivo, que consisre en n o proponerse ninglin f m balvo el d c saber por saber. La lmparcial~dadse confunde con la simple curiosid~d,curiosidad que provocla en Tucidides el COnocldo dcsdoblarnienro entre e! patriots y el te6rlco7, de dande proviene la irnpresi61-1de superioridad intelectual que produce s a libto. El vlrus del saber por el saber Ilega incluso a proporcionar a sus portadores una especie de goce a1 ver desmentidas algunas dc sus m l s intimas convrcciones. Tiene, pues, algo de inhurnano. A1 igual que la caridad, se dcsnrrolla por si rnisrno, yotenciando la voluntad de vivir biolhgica, quc pralonga en 10s valores! D e ahi que normalmente provoque horror, y bistenos recordar el revuelo de esctitos quc se produjo en defensa del Capitolio de 10s valores, quc J. Monod pareciri atacar cuando record6 la vieja verdad de que, como d ~ c eSanto Tornis, el conocimiento es la 6nica artividaJ que tiene sus fines en si mismag. Pero ien qu6 se convierre el horn-
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E~raes la cx-ari6n de rendir homenajc a Annie Kriegel, L e s Communistes --
Seui\. 1968. " Schopenhancl., 13 mundo como oolunrad y reprrsenraci6n, libro 3 , supl., cap. 30: -El conncirnien~o,aunque surge de la voluntad, est6 corrompido par
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rrusrna Voluncad, lo inismo quc la llama a t i oscurecida por la mareria cn cornhusriBn y por el humo qlre des~rendede clla. Por eso, no padcmos concebir la esencia puramente objetiva de las m s a s y Ias ideas presenres cn cllns. 3 menas que nos desintercmos por las cosas mismas, porque es enronces cuando no rienen ninguna relad6n con nuestra Voluntad. Para captar la idea en, medio dc In realidnd es precis0 elevarse de alguna marlera pot encima de su mterPs. haccr abstracci6n de su voluntad propia, lo cud exige una energrgfa particular de la inteligencia. ..r. 9 elacc~dn inauguralr. coll2n~ de Fronre, citedra de biolpgia rnolecul:r, 1967: ~ctualmnte'Lay &a tendencia generalizada a defcnder la invcst~ganon pura, liberada de td.d contingencia inmediata, y eso justamenre en nombre de la praxis, en no~nbrede ptencias ahn desconmidas q11e sdlo la investigaci6n puede revelar y dorninar. Acuso a 10s hombres de cieclcia de haber alimentado a menudo, demasiado a menudo, esa confusi6n; de haber mentido acerca de su verdadero prop6dt0, invxando la potencia' para,, en realidad, alimentar el cw nocimienco que es lo hnico que les importa. La etlca del conwimiento es radicalrncnte distinta de 10s sistemas religinsos o pragmaricos que ven en el cone drnienro no un fin en sf rnismo, sino un medio de alcanzarlo. La irnica meta, . I ,nI,. c,,nrpmn el --r.---.-. -- hien soberano en la Ctica del conrximicnto no cs, confesirnoslo, la felicidad dr la humanidad, aljn menos su poder rem~oralo su b~cnesrar. n~ incluso el gnothi reaufon socritico, R el mnocirniento objctivo Tornis. .Turnma contra gentries, 3, 25, 2-06) (ed. P m , val. 3, .rnirmnrr ,..-.. .. , Santo - -. . . pig. 33, cf. 3, 2, 186s y 1876), opone-el mnocimicnto, al juego, quc no es un fin en si. Que el conari~rrientoSSCH un Iin en sf no qutetc dmir quc no pueda utilizarse can ~ a s i 6 nde orros fines, l i t i t ~o dcleirables, sino que, en todo caso, d fin que es en rnanto tal estd siempre prcsentc y es slernpre suficiente, y tambiCn que cl comimiento se cnnstituye en funcidn de ese ljnico fin, cs decir, 4nicarnente en funcicin de la verdad. Para Tucidides la hisroria, que revela verdades que s t r i n siempre ciertas, es un logro dcfinitivo en el orden del conocimicnto, pcro no en el de la aoci611, dondc x trara dc j q a r una
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bre con ~ o d oesto? Podemos ertar tranquilos: el hombre no deja de serIo por enlregarse a la contemplacidn, sigue corniendo, votando profesando sanas doctrlnas. No hay peligro dc que el vicio, no siempre Irnpune, de la pura curiosidad llegue a ser tan contagioso corn0 el celo por mantener valores tan indispensables.
v&s de 1s historia),, aLas jerarquias sociales desde 1450 hasta nae* tros &as en Francia, China, el Tibrc y la URSSP o aGuerra y paz entre las naciones,, por paraftasear 10s titulos de tres libros recientes? (No re tratarh de una supemivencir del apego originai a la singularidad dc lor acontecimientos y a1 pasado naciond? (Par quC slgue predom~nandoesta forma cronolbgica de acota, que parece como si continuara la tradici6n de las cr6nicas reales y de 10s anales nacionales? Pero la historia 110 es esa especie de biogafia dinktica o national. Podemos ir m8s lejos: el tiempo no es esencial en la historia, como tampoco lo es esa indivldualidad de 10s acon~ecimientos que sufre muy a su pesar. Cualquiera .a quien de verdad le @ste conocerv y quiera comprender la especificidad de 10s derechos no uenc especial inter& en mntcmplar cdmo a rrdcnde detris de 8, sm inrerm+6c. el m a j o t u w mpiz que le une s sus anrepasadas Im galas. d o oemsira un b m c ! a p & ckmp para mnrempkr cbmo se desarrolla una u m a cualquiera. Si, por el conuario, siguiendo a Piguy, mantenemor que la hltoriografh cs umernoriax y no- ainrcripcibna, y que el historiador, de la misma ram carnal, espmtual, temporal y eterna que sus antepasador, debe limitarse simplemente a cvocarlos y a invocarios,. en ese caso no 5610 condenaremos a Langlois y a Seignobos, sino a toda la historiografia seria desde Tucidides. Esxdeplorable que, desde PCguy a Sein un Zeir y a Sanre, la fundada critica del ciencifisrno en historia haya s w i d ~ de trampolin a todos 10s anti-intelectualismos. A decir verdad, no vemos c6mo la exigencia de Piguy podria traducirse en actos, ni culrl seda su resultado en histori~~rafia. La historia no es el pasado de la sraza*. Como tan profundamente seiiala CrocelO, puede pareccr paradbjico negar el tiempo en historin, pero no es mmos c i u t o sue el concepto de tiempo no le es indispensable a1 histariador, qur $610 necesita el de proceso inteligible (nosornos diriarnos el de trama). Ahora Lien, el nfimero de estos procesos es indefinido, pues es el pmramicnto quien 10s fija, 10 cud e s d en conrradicci6n con la sucesi6n cronol6gica que discurre por un Gnico carnino, No es sobre el tiempo, del pitecintropo hasta nuestros dias, sobre lo que versa la historia; el tiempo hist6rico es linicamente el medio en el que se desenvuelven con entera Libertad las tramas. (En qui se mn-
Lor dos principios de la historioljrojia
SI esto rs asi. la evolucicjn milenaris del conocirniento hlst6rico parece acornpasarse a la aparlci6n de dos principios, cada uno de 10s cuales ha supuesto un glro decisive. EI primero, que data dc 10s griegos, conslste en pensar que la historia es conocimiento desinteresado, y no colecciones de recuerdos naoonales o dlnasticos; el segundo, qur ha rerrninado por aceptarse en nuestrar &as, es quc todo acontecim~entoes digno de la h~storia.Ambos princlpios se derivan el uno del otro; SI estudiamos el pasado por simple curioridad, el conocrmiento se centrari en lo especifico, ya que no tiene ninguna razon para preferir una individualidad a otra. Desde ese momenro Y tan pronto como el historiador dispongn de 10s concepros y las categoiias necesarios para pensarlo, todo orden de hecho sc convierte en su presa: habra' una historia econdmica o religiosa desde el punto y hora en que se tengan 10s medios para corlcebir 10s hechos -~on6micosy religiosos. Por otra parte, es probable que la aparici6n de la historia t~ no haya prducido todavia todor sus dectos. esti Ilamada, sin .!uda, a trandormar 13 estructuraci6n actual de Ias ciencias hu:'.anas y a provocar, en particular, la crisis de la sociologia, como hemm de ver a1 final de este lihm, cuesti6n que, por lo menos, pademos plantear inmediatamente. Dado que todo hecho es hist6ric0, podemos acotor el c a m p de 10s acontecimientos con entera libertad. ?Pot q u t entonces se Ie sigue acotando con tanta frecuencia de acuerdo con las cmrdenadas tradiciondes de erpacio y tiempo --chistoria de Franciau o eel siglo XVIIS-, atendiendo a las siogularidades mis que a la5 espccificidades? (Par qu6 son todavia tan raros Iibros titulados uEl mesianismo rwoIucionario a uaI
sicuac16n singular, 10 cual hacc in6tiles ]as wtdadcr dernssiado gcaetales de1 kleya fr I, dc Romilly ha tesaltado con especial intensidad esre punto capital (parcicularmente olvldado pot Jaeger), oponicndo la historia de Tucidides a la quc p~ercndesemr dc gufa a la hombres de acci6n (Polibio, Maquiavelo). mlrmo rnodo. se& una c6lebre f n u , Platdn M i b i d la Repibfica pan mcjorcs a las ciudadcr y Arisl6tdcs, en cambia, cscribi6 la Politico pare hscer t m t h mciot.
lo B. G-. Tbiorie el Hi~toitedc I'bi~torio~rapbie,uad. Dufour, h, 1968, pig. 206. Del misrno m d o , escribe iusrsmcntc J. Rabek, la pgrafia. digax lo que se dip, no es la ciencia del es~acio,es la ciencia de las rcgiones (quc para el gdgrafo son to que las tramas para el historiador). El citicter espadal de la rcgi6n cs evidenre, pero no ezcscial: saber. que tal ciudad este a1 no:tc de tat otra . no----cs gcogrdja, como mpoco w historla sber que Luis XI11 va antes que Luis XIV.
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vcrriria una historiografia qrie Iograra liberarse de 10s i d t h o s restos de Ia singularidad, que son Ias unidades dc cspacio y dc tiernp, para entrcgarse por entero y exclusivamente a !a unidad yue consriruye la rrama? De esto precisamente vamos a matar a lo largo de este
Iibro.
Escribir historia es una actividad inrelectual. Hay que recont, cer, sin embargo, que esta afirmaci6n no es boy universalmente compartida, y estl mis genera!izada la idea de que la hist~rio~rafia, por su fundamento o por sus fines, no es un conocimiento corno 10s demds. El hombre, por estar inmerso en la historicidad, parece tener por la historia un inter& especial y su relad6n con el conocimiento hist6rico es mis estrecha que con cualquier otro saber; el objeto v el sujeto del conocimiento son en este caso dificilmente separables. Nuestra visi6n d d pasado expresari nuestra sitllaci6n actual y. a1 describir nuestra historia, cuya posibilidad depende de Ia ternpordidad del Dasein, hunde sus raices en la esencia mds profunda del hombre. Tambitn se afirma que la idea de hombre ha sufrido en a mutaci6n radical: Ia idea de un hombre eterno nuestra & p ~ una ha sido sustituida pot la de un ser puramente hist6rico. En pocas palabras, w r r e como si, en la frase ula historia es conocida por un set que, a su vez, se encuentra en la historia,, se produjera un cortocircuito entre Ia primera y la segunda proposici6n, por incluir ambas la palabra historia, El conocimienro histdrico seria intdectuaf s61o a medlas; rendria algo radicaImente subjetivo, dependiente, en parte, dc la conciencia o de la existencia. Por extentlidas que e s t h , todas estas ideas nos parecen falsas o, mejor dichc, una exageraci6n de algunas verdades bast ante menos espectaculares. No hay aeonciencia hist6ricau ni ade la his to ria^ y bastard suprimir la palabra 55
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Paul Vryne
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conciencia, referida al conocimienro hist6rjc0, para qtie se disipe tanta confusi6n.
To conciencia no se ocupu de la historiir La cor:riencia espontinea no recoge la idea dr historia, que exige una elaboracidn inrclectull. El conocimiento del ~a'sadono es t ~ n daro irlrnediato, la historia constituye un imbito en el que no puede haher intuici6n, sino Gaicarnen~ereconstrucc16n, y en el que la certidumbre racional es sustiruida por un saber f4ctico coy0 origen es ajcno a la conciencia. Toda lo que esta lilrirna sabe es que el tiempo pasa; si un Dosein contempIa un aparador antiguo, podri decir que es un rnueble usado, que es viejo, r n i s viejo que 61 mismo; pero, a1 revis de lo clue pretende Weidegger, no decir que el snueble cs c
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Las exrcnsas pig~r~as que Heidcmer consagra a la hisroria a1 firla1 dr :,: und %&I licncn el miriro de expresar una conccpcidn muy generalizada
. . el conocirnicnto hist6rico (Hisfor~o)hunde sus raices en Is hisroricidad i E0rei.q *de una forrna parricular y privikgiadau (pig. 392); ula seleccidn ',, ;o q u e ha dc. cunverfirse cn objeto posible de la His:oria ya est6 presence ..I 13 clcccibn de la fac~icidadexistencid del Dosein, donde la hisroria encuenrra su origcn primem y donde s61o la historia puede existira. Rcconccernos el problema ccntraI del historicismo (y en citrto scr~tidvhasta el de Hegel en las Leeches): corno n.J rudo puede ser objeto de La historia, (quc' acontecimientos rnerccen ser elgdos? La concepci6n heiaeggcriana de la historia da
cuenta del hcrho de qur cxistc el tiempo; tarnbien da cuenm de las vivencias [el hombre es Cura -SOI~P-. liene scmejantcs e incluso un V d k ) , pero s61o en partc (el hombre heideggeriano, a diferencia del de Santo Tomds, se sientc mortal; en carnbio, no come ni se reproduce ni rrabaja); en fin. esta conccyci6n nos hace comprender que la hisroria puede convertirse en n~itocolectjvo. Pcro si la temporalidad del Dase~n y del Mitsein basmca para fundar Ia hiscoria. en tal caso la percepri6n del espacio como nlado de Guern~anresny ulado dc Mistglisca scria rrl fundamento de cualquier nono~rafia,e,eogrifica sobre el cant6n de Cornbray. Semjante escarnoteo dc la esencl en provetho de los fundamentos conduciria a una concepci6n de la historla quc, aunque no sea falsa, carecc de todo intere's. Justificaria, par ejemplo, cualquier csrupidez colcctiva. Apunrernoz un detalle pare nuestra invesugaci6n: cn cl caw de que la rafz de la hisroria fuera el fururo del Darein, (porfriamos cxrihir la l~istoriacontcmpara'nea? (Wnde haIlariarnos una raclonalidad ceparr dc organizar Is hisroriografia &I presente? Si mi pais no ha to-
Tndo lo q u e la conciencia conwe de la historia se h n i t a a una estrecha franja del ass do, cuyo recuerdn e s t i todavia vivo en la memoria colectiva de la generacibn actual '; tambitn sabe -Heidegger parece valclrarlo muchque su existencia es existencia con el otro, destino colectivo, Mitgercheben (ucon esta palabra designarnos la comunidad, el VoIk,), 10 que no basta para conocer la historia y otganizar su trarna. L3 conciencia, rnds allti dc la franja que cubre la memoria colectiva, se contenta con suponer que la duraciitn presente puedc prolongarse por recurreocia: mi abueln debi6 tener, a su v n , otro abuelo, e idintico razonamiento puede aplicarse a1 futuro; por b demis, no se piensa en esto muy a menudo '. T a m b i h tenernos conciencia -a1 menos, en principiode que vivirnos en rnedio de cosas con historia que signilicaron ocras tantas conquistas. Un hombre que viva en In ciudad puede imaginarse que un paisaje agrario, cuya creaci6n ha exigido e1 trabajo de dicz ggeneraciones, es un trozo d e naturaleza; quien no sea g d g r a f o ignorarii que el monte baju o el desierto tienen su origen en la aaividad destructiva Jel hombre. Por el contrario, todo el mundo sabe que una ciudad, una herramienta o una f6rmula tkcnica tienen u n pasado humano; sabernos. decia Hiisserl, con un saber a priori, que las obras culturales son creaciones de1 hombre. En consecuencia, cuando la conciencia espontinea da en pensar el pasado, lo considera corno la historia de la construsci6n del mundo humano actual, a1 que tiene pot acabado, por terminado, igual que una casa ya edificada 0 un hombre hecho y derecho a1 que 5610 le aguarda Ia vejez '; y 6sta es rnado codavia la decisibn de snexionarse una provincia deterrninada,
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la concepci6n espontinea de la historia, que tan ma1 se conoce p r lo general.
interesa enconces p r su pasado? La raz6n no es que 61 tambikn sea hlst6ric0, ya que no se ocupa menos de la naturalma; su intrrts time dos causas. En primer lugar, nuescra pertenencia a un grupo national, social, familiar... puede hacer que el pasado de este gmpo nos a~raigaespeciaimente; la segunda raz6n es la curiosidad, ya sea anecd6tica o vaya unida a una exigencia de inteligibilidad. Generalmerlte, se lnvoca sobre todo la t rim era raz6n: el sentimiento nacional, la ~ r a d i c i h .La historia =ria la conciencia que 10s pueblos tienen dc si misnlos. ;Cuinta serieclad! Cuando un frands abre un llbro de un historiador griego o chino, cuando compramos una revista de historia de gran tirada, nuestro iinico fin es dlsrtaernos y saber. Los griegos del siglo v ya eran como nosotros; i q u t digo 10s griegos!, hasta 10s propios espartanos, a 10s que suponemos mPs nacionalistas. Cuando el sofista Hippias les iba a dar conferencias, !es gnstaba escuchar agenealogias heroicas o humanas, el origen de 10s distintos pueblos, la fundacibn de las ciudades en Cpocas prirnitivas y, en general, cuanto se rcfiriera a la antigiiedad. Esto es lo que mis k s gustaba oir contar>>,t e n suma. le responde Sbcrates, [U rnaneta de cornplacer n 10s espartanos consiste en hacer que tu vasta erudicibn te perrnita desernpeiiar el mismo papel que las viejas con 10s crios: contarles historias que les diviertans'. Para expbcarlo bastaria con afirmar que la historia es una actividad cultural y la culturn como actividad gratuita es una dimensi6n antr0~016~ica. Si no fuera asi, no ~om~renderiamos p o r qu6 dispotas ilustrados han potegido las artes y las letras, ni por quk vantisirnos turisras van a aburrirse a1 Louvre. La valoraci6n nacionalisra del pasado no es un hecho universal; existen otras drogas:
Los Jines dei ronocinrirrrto bisfdrico
La historia no afscra a1 ser intimo del bo~nbrcy no cambia profundnnlenre el scntimirnto que Psre tiene de si mismo. ~ P o qu6 r se tccc, y;l
no I ~ n yctacioncs, cl nivcl dc lus exdrncnes no deja de descender, la
~)icJsd,ci rcqx.tt> y la mtrralidad se picrdcn, 10s obreros de hoy ya no sun ;ryuclJ~,squc ;~ntnilo ~orricab~n con
tnnto arnor 10s barrotes J e una silla -omparar csta piig~na de I'Gguy con Shakcspcare, A.r you like I!, ?, 3, 57-; hak que conclurr quc el rnttndo no 5610 csli entrado en aiios, sin0 que sc cncucnrra prbx~rno n su vcjez y a su fin. Los t c x t a sobrc el agotarniento del rnundo son irinumerables y con frecuencia ma1 cornprendidos. Cuando el emperador ALejartdro Severo habla en un papiro de la decadencia del Xmperio Curanre su propi0 rcinado, na estamos an:e I;na confesidn de valor o torpeza adrnirables en boca de un jefe de Estado: se trata de un lugar comdn, tan normal en su tlcmpo como hoy rreulta para un jefe de Estado hablar del peligro que la borrlba admica hacc mrrer a la humanidad. Cuando cn el siglo v 10s 6lriinos paganos describen Homa como una vicja de rmtro arrsgado, ciero vui'tu, y drccn quc cl Impcrio csrd en ruinas y prbxirno a su fin, no se crate de la confesi6n csponrdnea de una clase social condenada por la Historia y atormentada por el sentimiento de su propia desaparicidn, sin0 de un tema trasr~crbado;adcmds, si Roma es una vieja, es una vieja dama i~enerable que rraerece el respeto de sus hiios. Aubignh, que no era un esr.iprico decndente. al h ~ b l n ren LPSTr~giques de 10s nlirtires de su partido, escribe: aLa rosa de orofio es la rnis tlelicada dc todas, voso[rol ha&is gozado del otono dc Ja 1pt'r.riam. Es conocida la idea aaustiniana de que la h~rrnanidad se asemeja a u n hombre quc, de siete edades quc ~iene,estuviera viviendo la sexta. (Vcr, por ejcrnplo, &ID. . Chenu, 'I'cologia en el ~lgl0X I I , Vrin, 13T7, pzg. 75; Dante, Conuivlo, 2, 14, 13). [.a cr6nica J e Ot6n de Freisirlg tierre el siguienre Irir-mofiv: uNosoctos que hcmos nacido a1 final de los tiemposn; no saquemns por ello la conclusion de que el siglo xrl conwiera la angustia. Este sentinliento durari hasta el siglo x u , cuando la idea de progreso provm6 en la conciencia colccriva una de las transformacioncs rnis impresionmtes dc la historia de las ideas: el siglo xvrrr -consideraba aGn que el mundo estaba a punto de agotarse demogrlfica y ecori6micamente (pese a las protestas de 10s fisikraras, que o w nian Glumela a Lucrecio). El [exto mas sorprendente es de Hume, Errsoyo s o h e lor nrilagros; el fil6sofo inglts trata de opuner 10s hechos increibles a las cosas extrafias, pcro creibles: S u p n e d que todos 10s autores de todas las epocas eruvieran de acuerdo en decii que el 1 de enero de 1600 coda la rierra qucd6 suoiergida en una oscuridsd total duran~ew h o dias: es cviden:e que nosotros, ii16~0f0~ de hay, en Jugar de poncr en duda cse hecho, debriamos considcrarlo cierro y buscar las causas a ]as que sc debe: la decadencia, lo cw "upci6n y la disnluci6n de la naturaleza consriluyen un acontecimiento que se h a hecho probable en virrud de tantas andogias, quc cualq~lierfen6meno que parezca tender e esa catbtrofe se inscribe en los Iimitrs del testimonio hunianou. Esta idea rle envejecimiento no es m5s que una variante de la idea fundamental dc que el mundo esth rnaduro. Nosotros rnisrnus contarnos la h i s toria de la especie hurnana, corno el paso del mono a1 hombre: d mono se ha
convertido a1 el hombre actual, ya estd, el cuento se ha acabdo; hemos explicado la genesis del animal humano. Ahora bien, exactamente asf es coma Lucrecio enfoca la hisroria d e la civilitaddn d final d d Iibro V d e De ndtufa Itrum. Se ha discurido mucho acerca de si en esos ceiebres versos que descrihen el desarrollo politico y tecn016~icode la humanidad, Lucrecio rcreia en el progresou, y tambih si aceptaba d progreso material o 10 consideraba intiti]. En primer lugar, hay qur ver con claridad cu61 es el prop6sito de ese quint0 libto. Lucrecio aspita a plasmar una experiu~ciadel per~sarniento: probar que las teorias de Epicuro bastan para dar cuenra integramenre d e la construccicfrn del mundo y de la civili7aci6n. Porque el mundo est5 consrmido y terminado, porque las rknicas que puedan inventarse ya han sido inventadas y prquc la marcha futura de la historir no lograria plantcar problemas filos6ficos,nuevos. Esta idea de conclusi6n del mundo, que ya no pucde mis que envejecer. es la que se encuentra,ml extendida entre 10s f i i h f m de la historia, y p a r a rn6s natural; en cornparacibn, 1 s concepciones estudiadas por K. Liiwith (tiempos ciclicos y marcha en linea recta hacia una escatologia) son r n b sntelectuales, menos naturales y generalizadas. PlatBn, Hip~armayor, 285 e.
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Paul Vcynr
'~Nuesrropueblo va al encuentro de un porvenir l u m i n o s o ~ ~ usornos , 10s nuevos birbaros sin pasado que resucitarh la juventud del mundo),. Tales borracheras colecrivas rienen algo de deliberado; hay que situarlas, pues no forman parte de manera narural de la rsencia de la historia. Proceden, adernis, de la logica invertida de las i d e o l s gias; es el sentimiento nacional quien les da su justificaciiin histcirica, y no a la inversa; ese sentimiento es el becbo capital, y la invccaci6n a la rierra y a 10s muertas n o pasa de ser su orquestaci6n. Asi, pues, la historiografia mris parriorera puede aparenrar objetividad sin demnsiado esfuerzo, dado q u e para constituirse el patriotism0 no ticrrc necesidad d e falsear la verdad; linicarnente se interesa por :\:i;rci!o que 10 justifica, y prescinde de todo lo demis, El conoci: ;-:I, 1 1 0 resulta afectado por 10s fines, pra'cricos o desinteresados, ..),I:: rlnO le asigne, y que se afiaden a 61 sin llegar a constituirlo.
Esta es la raz6n por la que 10s origcnes del genero hisr6rico plunt a n u n problcma puramenre fil016~icoy no cornpeten a la f~losoffa de la historia. Como siernpre ocurre en la historia, ei nacimiento de la hisroriografia es un accidenrr conringenre; no se deriva esencialmente de la conciencia que tienen de si 10s grupos humanos, ni va unida como una sornbra a la aparici6n del Estado o de la conciencia polirica. ~Comenzaron10s griegos a escribir la historia cuando se constituyeron en nacionaliciadb, o bien cuando la democracia hizo dc ellos ciudadanos activos? Ni lo st!, ni hace mucho a1 caso, pues se trata s ~ l a m c n t cde un tema de bistoria literaria. Puede ocurrir que, en cualquier otro ltrgar, el esplendor de la corte durante un reinado memorable sea lo que impulse a un poeta a perpetuar 5u recuerdo en una cr6nica '. N o hagamos de la historia de las i d a s o dc 10s
' I1cgel. Le~onssur pig. - 63. -
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Urno sc escntx Ia bsrona
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gheros Literarim una fenornenologia del espiritu, no convirtarnos algunos resultados accidentaIes en el despliegur d e una esencia. En todas las 6pocas el conocimiento del pasado ha sustentado tanto la curiosidad como 10s sofismas ideol6gicos, e n todas las epocas 10s hombres han sabido que la humanidad estaba e n constanre devenir y que sus actos y pasiones forjaban su vida coIectiva. La timica novedad ha sido la utiljzaci6n, primero oral y luego escrita, d e estos datos omnipresentes, con lo que se produjo el nacimiento del genero histbrico, pero no el de una conciencia d e la historia. La historiografia es un acoqtecimiento estrictamente cultural. que no imp1ica una nueva actitud ante la historicidad, ante la accidn. Para acabar de convencernos abrsmos un parentesis para examinar un mito etnogrifico bastante generalizado. Se dice que 10s primitivos no tenian la idea de devenir y que, para ellos, el tiempo es repetici6n ciclica; su existencia, scglin 10s que esto afirman, n o hace m L que repetir a lo largo de 10s afios un arquetipo inmutable, una norma mitica o ancestral. Aparentemos creer por un momento en este grandilocuente melodrama -uno de tantos en la historia de las religiw ncs- y pregunrtrnonos solnmentc c6mo una idea, In d e arquetipo, puede impedir que se forme otra. (Acaso las ideas no se sustituyen unas a otras? Pero ahi esti precisamente el quid; como se trata de primitivos, no puede adrnitirse que el .arquetipo sea una idea, una teoria, una producci6n cultural sernejante a nuestras propias teorias; ha dc ser mds visceral, ha de formar parte de la mentalidad, de la conciencia, de las vivencias. LQS primitivos se encuentran dernasiado pr6ximos a la autencicidad originaria como para tener, en su visi6n del mundo, la sutil distancia y la pequciia dosis de mala fe que poseernos nosorros respecto a las teorias mejor demostradas. Y adernis, por supuesto, son incapaces de teorizar. Todas sus producciones culturales y filoshficas se rebajan, p u g , al nivel d e la conciencia, lo que acaba confiriendo a esta conciencia la consistencia opaca de una piedras. Aun cumdo no podemos dudar de que d
la philo~opbie de I'hrsfoire, Trad. Gibelin, Vnn, 1946,
10s ciodadanos podrin escribir historia? Ia dudo. ~IMnde mmienza d ciudadano, el hombre poliricarnenre sctivo? Los slibditos de las monarquias absoluras hacen la cr6nica de las glorias de sus reyes o de 10s asuntos Ji: olros principes extranjeros, v se inreresan p r las genealogias; la poli~icaba sido siernpre el especticulo predilecto de mucha gente (ya lo dijo La Bruyire cuando hablaba de aautores de mvelitas,>,antes que David Riesman atribuyera id&ricos gustm a 10s inside-dopesterr de las dernocrncias evolucionadas: soci6logos, isas son vuestras hazaiias). Una tribu de prirnitivoss ernprende una guerra n bien mantienc negociaciones, (no son acaso pliticarnente activos? Un siervo sumido en la pasividad apolitica no escribira' historia, per0 (no ser6 porque tarnhi& estf sumido en la pasividad intelectud? Un contcmprhro de e x siewo, tan pasivo
como PI en plftica, un cortesano por ejemplo, =cribid, sin embargo, la hiitoria
del dkpota o la de su corte.
* Trasponer en tCrminos de conciencia las actividades culturdes dc 10s primitivos ha hecho estragos y quedard como un estilo caracterisrico de la etnologia y la historia de \as relig~onesde la primera mitad de nucsrro sigto; ~Ividandoque el pcnsamiento esta' C~vididoen 3neros (un mento no es url teolob~ma,un t e e logema no c5 la i e del carbonero, una bipk~boledevota no es una crencia, etc.), se ha reducido todo pensanliento a una msa mental de irrespirablc densidad. A d ha nacido el mito de la mentalidad primitiva o el de una Weitanschoulrng surneria que parece el pensmienla de una termita en su termitero, o el mito del pcnsarniento rnitico: cc~smognniassacerdotales aptas para aqueUos profesionales de lo s a p d o quc creen en el10 en la rmsma mcdida y manera quc un fil6mfo idcalista
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primirivo rre con sus propios ojos que un 60na SP parece a1 anterior. hahri qutl s c y n e r q u e , pese a todo, sigue viendo l d a s Ias c-sas a ;ra-.+s de 105 a r q u e r i p s y que no w limira solamente a creer en eljos. Dr hecho. un primirivo ve la realidad exactamenre cm-1-10
nosotros: cuando siembra. se pregunta c6mo mi la cosecha; e M m a sdcrnis, a1 igual que nosorros, filosofiasmedianre ]as males intents describir o j~isrificarla rcalidad, y el a r q u e t i p es una de ellas. Si esisticra verc.ladcrarncr\tc un pctisalniento basado en arqueripos, rardaria mucho tiempo en surpir un pensamicnto Iust6rico; cuando se tiene c e r ~ b ;constimido ~ de c i e n a m a n e r a , no es iicil cambiarlo. Es, p~ el conzrarin, senciilo cambiar de idea, o mejnr. es inljtil, p~leslas ide.15 m i 5 cnnrradicrorias Fueden coevistir de la forma rnks ~acifica. r - -.,...-. C.ZI: ~ s = se a ws m a s -tender ~LV rwria m k alla del . . - :r:z c?i +e ha :ick r p d i i m . t e da!mra&a. Em- una c-lr.: P Y xn &iGoGo q:e certsideraba que 10s mchillos es~abulehechos para curtaru, q u e ncp,aba la finalidad en el c a m p de la filosofia biolrjgica, q u r creia en el seritido de la hiscoria m i e n t r a s que se tratara de teoria politica y quc se convertia en militante nada mis pasar a rree, en su vido coridiana, que cl rnundo cxrrrior no cxistr, elucubracioncs in&viduales como el cilebre D i r u d'ruu de Criaule, &tns piadoscx, cuentos para ~r c r e , c o a o 10s grleoidos ~r las noches junto d fuego, caentos en 10s que no gas no crcian en su propia r n i r o l ~ ~ i ase; retine todo csro sln orden nl conclcrto, I. sr Ic da el ncrrnbre de miro (podcmos encontrar un anridoto en Mahowski, I'rorr esjilir rur Ia vrz socidr u'es PrimitiJs, Payor. 1968, pigs. 95 y s1g.1. 'l'ras vanta hrgrbole se i r ~ t r d r ~ c en u , nombre d d xntido religiose, coda la carga de la fe del carbonero; imaginemos un esrudio mbre Luis X I V quc triirara el tema del Key-Sol con tania serk-i.!d como se rrata el dc la naruraleza solar del cmperador rorLrano el ,jc la dlvin1dad fara6n (podemos con el contraveneno cn G. Poxner, aDe la divinirk du pharaona, en Cohirrr de la s ~ i i r dosiatique, XV, f96C').( E n d e habrk vista o soiiado lr historia de ese joven e ~ n 6 ~ r d el 0 , Fabrido del Dongo de la ccnogrofia. quc, cogido casi de sorpresa, tuvo motivos para pregtinrarx 31 habia nasistido de vrrdadr a una cscena de la vi$a de 10s primitives: ,.labia ido a e s r , l ~ ~ i a r una [ribu que, seglin s~ lc ]labia expllcado, rccreev que, s, s ~ saccrdorcs s dcjaran de locar un solo insrar:te un i~lsrrurnentomusical, cl cosnlos c-aeiir id pu~ltvon un esrado dc Ietargo mortal (csa rn6sica era urlo de tos ritos dc I c e que la hisloria dc las rcligiones afirrna quc manlienen el ser del cosmos, I~rop~cian la prosperidad a>lecriva, c~c.).Nucslro ctndgrafo esperaba, p u e , enconlrar a unos sacerdocn-mhsicos KIII el aspecro de personas que dcrenran,el p d e r Je un dctonador de h m b a st6mica ... y se encontr6 con unos cclcs~asrlcos que llevnban a calm una tarca sagrada y ~riviillcon la aburrida mncicncla prclicaiona! carsetcristica cie unos trabajadores eficicntes. Asinlismo, en 10s U p d f l i s h d J s Iccmos que, si no se oireciern el sacrificio marina], el sol no tC11dria lrlerzils pa,a -1,;' esta hiperbole sanrurrona es a )a fc &I carbonero 10 qur Eroulidc cs aI parriotismo, y solamente un ingenuo qur tome todo a1 pic dr la letra veri en ella Ia exprcsi6n de la v 5 6 n del mundu india Y un documenru aot6nuco subre la mentalidad arcaica.
:~..vi,~.~siccar
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la politica aplicada. Dc igual manera, un primirivo verg que el mafiana no se parere al &a dr hcly y tudavia menos a la vispera, creerd que el m a t ha de planrarse de kina forma d e t e r r n i n a d a porque en el origen de 10s tiempos UII dios 10 plarlt6 asi, maldeciri a Ios j6venes que pretendan plantarlo de otra manera y, por JItimo, relatad a estos mjsmos jbvenes, que le cscucharin apasionadamente, ,-brno, en de su abue]o, su tribu con' un vc,+,o gracias a una estratagema de alta pulitica. Ninguna de estas ideas supone nn obstBcuIo para las demis y n o vemos pur quC este primirivo no p d ~ compilar a la historia de las luchas de su uibu. Si nu l o hace. ral va es sirnplemente porque todavia no ha oido que hay un g6nem hisr6ric~.Corn0 selo esiste lo dererminado. el Froblerna d e la ap=i.. . c!S: 2e k>::::2.Lyk:i Q: :5-?---:e &! & & *:FTq2; - - -..- - -..-.. ..-: ----.+ '--.: .A .. 3-s.-..y-:.A ---,a <;;e jz - x x & ,. .. .= .-~s;cSa ctj <.dace -vrna relaio in:1x~eiruxn~ito de acuerdo mII una sucesi6n rfmpordla linica imaghable, ni siq"iera la mrjor. Esta concepcibn de la historia e s t i tan arraigada que olvidamos que h u b una Gpoca en que no era evidentc que fueca a irnpanerse. En sus comirnzos, en Jonia, lo que un dia habria de ser eI ginero hist6rico vacil6 entre la historia y la geqrafia. Cnn ocasi6n de las conquistas persas, HCIO~OLO d a t a 10s origenes de las guerras m d i cas C O ~ Osi estuviera realizando observaciones de caricter geugrifico de 10s pueblos cunquistados, evwando su pasado y su e t n e grafia actual. Fue Tucidides quien, dando un giro que Je aproxim6 a1 critcrio d e 10s fisicos, consider6 la trarna d e una guerra corno una muestra que nos permitiria estudiar 10s mecanismos de la dando involuntariarnente la impresi6n de que la historia era e1 relato de 10s acontecilnientos acaecidos en una naci6n. A1 final de este libro veremus 10s motivos que le lkvaron a presentar 10s rcsultados de su investigacidn como relato en lugar de hacerIo corn0 s o c i ~ logia, o como una a t e c h n b de la pulitica. Finalmente, Jenofonte, continuarldo de fornla mecinica CI relato de Tucidides, consolid6 la tradici6n de la hisroria occidental, surgida de un equivoco cometido por un continuador mediocre. Pero Ias cosas podrian haber acabado de rnanera distinta y, en lugar de las historias nacionales, Herodoto habria podido crew una historia semejante a la de 10s gedgrafos a'rabes, o a1 esrilo de 10s Prolegdmenos de Ibn JaldGn, consiscentes en observaciones de caricter geogr5fico-sociol6gico. Una vez que la historia-se transforma eri historia de u11 pueblo, se q u e d a en eso, de suerte qne, si algfin dia un historiador inicia otra via y escribe, co~noWeber, la historia de un item, el de la Ciudad a lo largo de 10s tiempos, se corlsidera sociologia o historia comparada.
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N o exisre relacidn entre el sabio y el politico La historia es umo de 10s productos mis inofensivos que haya elaborado nunca la quimica mental; desapasiona y hace perder valor a los objetos, no por rescablecer la verdad frente a errores partidistas, sino porque su verdad es siemprc decepcionante y yorque en seguida descubrirnos que la hlstoria de nuestra patria es tan fastidiosa coma ia dc las d c m k naciones. Recordernos la impresidn que experiment6 Piguy a1 oir c6rno, en boca de un joven, unos sucesos dramdticos recientes se conver~ianen uhistoria),; la rnisma catarsis puede consegulrre gracias a la actualidad mis candmte, y supongo que en ese placer agridulce estriba uno de 10s alicientes de la historia contemporhnea. No se trata en absol~rtode que en su kpoca Ias pasiones iueran falsas o de que el paso del ticmpo haga esttril nuestra aiior a k a y nos Ilegue ia hora de perdonar: a menos que se trate de indifcrencia, tales sentimientos, m b que sentidos, suelen ser sirnulados. Sencillarnente, la actitud contemplativa no se confunde con la actitud prictica: podenlos contar la Guerra del Peloponeso con perfecta objetividad (alos atenienses hicieron esto y la Liga del Pel* poneso hizo aquellow] siendo ardientes patriotas, pero no la rclataremos como patriotas, par la poderosa raz6n de que un patriota no puede sacar parrido alwno de este reIato. Por d contrario, las tragedias mis espantosas-de la historia conternporGnea, aquellas que siauen ., obsesionindonos. no DrOVWan en nosotros el refleio natural de apartar la mirada, de boirar su recuerdo. Nos parecen ainteresantess, por chocante que parezca La palabra y, de hecho, leernos y escribimos su historia. La impresi6n que sufri6 Piguy serfa la misma que la que sintiera Edipo a1 asistu a una representaci6n de su propia tragedia. El tea:ro de la historia obliga a que el espectador experimente pasiones que, por el hecho de ser vividas intelectualmente, sufren una especie de purificacidn; su caricter gratuito hacc vano todo sentimiento politico. No es evidentemente una lecci6n de ccprudericia*, puesto que escribir historia constituye una actividad intelecnlal y no un arte de vivir; se trata de una m i o s a particularidad d d oficio de historiador, eso es codo.
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Parte
I1
LA COMPRENSION
COMPRENDER LA TBA.lMA
Se afirma a menudo que la historia no se limita a ser un reIato; tamblPn expl~cao, rnejor dicho, debe explicar. Esto es reconocer
que, de hecho, no siempre explica y que puede perrnitirse no hacerlo sin dejar de ser historia como, por ejernplo, cuando se limita a dar a conoccr la existencia en el tercer rnilenio de a l g ~ nimperio orientaI del clue apenas conocemos el nombre. A esto se puede replicar que lo dificil para la historia es rnis bien no explicar. porque el menor hecho hist6rico tiene un sentido, ya se trate de un rry, un irnperio o una guerra. Si maiiana ernprendiiramos una excavaci6n en la capital de Mitanni y logra'rarnos descifrar 10s archivos reales, nos bastaria rccorrerlcs para que fueran ordendndose en nuestra mente algunos aconrec~mientosque nos son familiares: el rey hizo la guerra y fue vencido. En efecto, son cosas que pasan. Profundicemos en la explicacibn: el rey emprendib la guetra por deseo de glaria, que es algo muy natural, y fue vencido a causs de su inferioridad numkrica, pues, salvo excepuones, es normal que un ejircito pequefio retroceda ante uno mayor. La historia no supera nunca este nivd de explicaci6n elemental; siRue siendo fundamentalmente un relato y lo que denominarnos explicaci6n no cs rnis que la forrna en que se organiza el rclatn en una trama comprensible. Y, sin ernbargo, a primera vista, la exp11caci6n parece a l ~ omuv distinto, pues ~ c 6 m oconciliar esta facilidad de la sintesis con la dificultad, tan real, que tenemos para realizarla. dificultad que no 5610 e s t r i b en la critica y en la otdenacidn de 10s dncumentos? 3C6mo conciliarIa con la existencia de 10s 67
probiemas, corno la hiptrtesis crMahoma y car lo mag no^>, o con la inrerpretaci6n de la Revolucicin Francesa como toma del p d e r or la burguesia? Hablm de explicaci6n es decir dernasiado o demasiado poco. a Ex-?Iiccn~ tiene
Aos sentidos
En otros t6rminos, la palabra explicaci611 es tornada, ora en un serltido cstricto seg~inrl ma1 explicar equivale a aasignar un hecho a st1 principio o una teoria a otra ma's general,, tal y como hacen las ciencias o la filosoffa; ora en un ~ e n t i d oamplio y peculiar, como nlando derimos adejadrne que os explique lo que ha sucedido y lo comptender6is*. De acuerdo con el primer sentido de la palabra, la expIicaci6n hist6rica constituirfa una ardua conquista cientifica, que hasra hoy s61o se ha logrado en algunos aspectos del campo d e 10s acontecimientos: por ejemplo, la explicaci6n d e la Revolucibn Francesa corno toma del poder por la burguesia. Si aceptamos el segundo serrtido de la palabra, habrd que pregurltarse quC pjgina de la historia puede no ser explicstiva, a partir dd rnomento en que no sc reduce a puro galimatias o a una lista cronol6gica y tiene al&n sentido para el lector. M5s adelante demostraremos que, a pesar d e ciertas apariencias y de ciertas esperanzas, no existe explicaci6n hist6ricn en el sentido cicntifico de la pdabra, que estas explicaciones lo son s610 en el segundo senrido de la misma; la explicaci6n
sin que falre el inapreciable azar que cambia el mrso de las cosas
(Blum ipnoraba la recuperaciljn econ6mica d e 1937, porque en las estadisticas aparecia corno una depresi6n coyuntural). Kesi~ltadific~limaginar que pueda existir un Iibro titulado uManual de sintesis hist6ricau o ctMetodologia de la historian (no decimos de ula criticas). En caso de existir, se trataria d e un compendia de demografia, de ciencia politica, o de sociologia, no de otra cosa. Porque, primero,
Puesto que Csta es la quintaesencia de la explicaci6n histbrica,
habri que convenir en que no merece tantos elogios y en que apenas se diferencia del tip0 de explicaci6n usual en la vida cotidiana o en cualquier novela que relate esta vida. La explicaci6n histdrica n o es m i s que la claridad que emana de un relato suficienternente documentado. Surge espontineamente a lo largo de la narracicin y no es una operaci6n distinta de tsta, como tarnpoco 10 es para un novelista. Todo lo que se relata es comptensible, ya que se puede contar. No hav ~ r o b l e m aen lirnitar a1 mundo de las vivencias, de las causas y de 10s fines la palabra comprensi611, tan del gusto de Dilthey. Esta comprensi6n es corno la prosa de M. Jourdain, la tenernos desde
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Paul Vcync
*mi mornenro cn que abrinios 10s ojos y miratnos a1 n ~ u n d oy a nues-*-:IS sernejanres. par^ Ilevarla a la prictica v ser un verdadero h i s t e ::ic!or, o :11~ooprorimado, basta con ser hombre, es decir, con coInixlrtnrse d c forma cspontbnea. Dilthcy habria deseado que las ciencins hunianas recurrieran tarnbit11 a la cornprensi6n, pero, con buen scnticlo, Las ciencias humanas (o, al rnenos, aquellas que, corno la teoria econ6rnica pura, no se constituye solo mediante palabras) se ncgaron a ello, a1 ser ciencias, es decir, sistemas hipotCrico-deductivos, preter~diariexplicar d e la misma Inanera clue las ciencias fisicas. La hisrorin no csplica, en el sentido d e que no puede deducir r ~ prever i iesto s61n puede hacerlo un sisterna hipotCtico-deductive); sus csplicaciones no rernitcn a un principio que haria a1 acontccimiento inreligible, sino qile son el sentido que el historiador da al relato. A veces parece que la explicaci6n proviniera del cielo de las absrracciones: se esplica 11 Revoluci6r1 Frar~cesa por el ascenso d e una burguesia capiralista [no entraremos en si esta burguesia n o era m i s bien un grupo be tenderos y de goliHas); lo que sirnpleinente significa qcle la revolilci6n es el ascenso de una burguesia, que la narraci6n de 1:r revoluci6n rnuestra c6rno esta clase o sus representantes sc apoderaron de 10s centros de podcr del Estado: la explicaci6n de la Re\~ol~lci6n es su reslimen y nada mis. Cuando buscarnos una interpretacihn de la Revoluci6n Francesa, no pedimos una ceoria de la revoluci6n en general, de la que se deduciria la de 1789, ni una explicaci6n del concept0 de revoluci6n, sino on ana'lisis de 10s acontecimientos que provocaron este estallido revolucinnario. La esplicaci6n 5610 consiste en el relato de esos antecedentes. q r ~ e rnuestra a continuacidr~ de qu6 acontecimientos se p;odujo el dc 1789. A1 hnblar d e causas nos referimos a esos rnismos acontecirnientos: las causas son 10s distintos episodios de la trarna. Si en la vida cotidiana se me pregunta que <<par que' me he puesto hecho una furia>>.no enumerar6 10s motivos, sino que hare un breve relaro entrerejido de intenciones y de elerncntos fortuitos. Nos asombra. pues, que h a ~ alibros que se dcdiquen a estudiar la causaIidad cn la historin. t P o r qu6 en la historia especialrnente? < N o setia rnis ficil centrar el cstudio en 1a vida cotidiana, cuando explicamos por quP se ha divorciado Dupont v por qub Durand ha ido a la playa en lupnr de ir a la rnontaiia? Tadavia seria mhs sencillo estudiar la causalidad en La Ed~rcocidn Sen~imentol:tendria el rrlismo inter& e~istemolcigico que IR causalidad en Pirenne o en Michelet. E s un prejuicio crrer que la historia es alRo distinto y que el historiador sc entrepa a misteriosas operaciones que conducen a la explicacidn llist6ric.a. El problerna d e la causalidad en historia es una supervivencia de la era paleoepistemo16gi~a; se site suponiendo que el
historiador expone las causas d e las guerra entre Antonio y Octavio de la mlsma manera qlie el fis~coexyone las de la caida de 10s cuerp s . La causa de la caida es la gravedad, que tumbiCn explica 10s rnovlrnlentos J e 10s planetas, y el fisico va del fencirneno a su princ ~ p ~ ode ; una teoria m i s general deduce el comportan~ientode un slsterna m i s lirn~tado;el proceso expllcativo va d e arriba abajo. El h~atoriador,en carnbio, se llrnita al plano horizontal: alas causas* de la guerra enrre Ocravio y Antonio son 10s acon~ecimientos que la han prwedido, exactamente corrlo las causas d e lo que ocurre en el act0 I V de Anfonro y Cleopatra son lo que hd ocurrido durante 10s rres primeros actos. Por otra parte, se emplea rnucho rnbs ld palabra causa en 10s libros sobre historia que e n 10s libros de historia, en 10s que podrrnos leer quinientas pgginas sin encontrarla una sola vez. El enlgma consiste en lo siguiente: < p o t quP la historia, sin perder su carhcter de tal, puede igualrnente averiguar las causas o poner poco celo en su busca; relatar las que son superficiales o dexubrir las profundas y , para un rnismo aconrecimiento, entrelazar a su antojo varias tramas, de explicaci6n paralela y contenido distinto: historia diplomirica, econ6mica, psicol6gica o prosopogrdfica d e 10s origenes de la Gt~errade 1914? La soluci6n del enigma es muy simple. En el mundo, tal corno nosotros lo conocemos, 10s hombres son libres y reina el azar. El historiador puede en cada instante basar su explicaci6n en una liberrad o un azar determinados, considerindolos corno otros tantos centros de decisidn. iQu6 cosa rnis natural que Napoleirn perdiera la batalIa! Estas son desgracias que ocurren y no nos preguntamos nada rnis, sin que por ello exirta ninguna laguna en eI relato. NapoIe6n era demasiado ambicioso; cada uno es muy libre de serlo, e n efecto, y con esto queda explicado eI Imperio. Pero, ?no habri sido la burguesia quien lo elev6 a1 trono? E n ese caso, es ella la autkntka responsable de1 Tmperio; era libre, puesto que responsable. Entonces, el historiedor que no se limita a hacer historia d e acontecirnientos se indigna. Sabe que la historia se compone d e endechomeno a l b s echein, de acosas que podrfan h a k r sido d e otra maneran, y quiere q u e se analiren las razanes de la Iibre decisi6n de la burguesia, que se ponga de rnanifiesto lo que en otro tiempo se habria denominado sus pr~ncipiosde alta politica, v asi hasta el infinito. Es decir, q u e en historia explicar es hacer explicito. Cuando el hist* rindor se niepa a decidirse por la primera libertad o en el primer atar que se encuentra, no 10s sustituye par una explicacidn determinista. slno que Ios hare explicitos a1 d e s n ~ b r i ren ellos otras libertades v otros azares. Tal vez se recucrde la pole'mica entre Kruschev v Togliatti a proprisito de Stalin tras la publicaci6n del Informe
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Kruschev. A1 hombre de Estado soviEtico le hubiera gustado dar una explicaci6n de 10s crimenes de Stalin basindolos en la primera hbertad que se le presentase -la del propio secretario generaly en el primer azar -el que le convirc16 en secretario general. Pcro Togliatti, corno buen historiador que no se limita a 10s acontecimientos, argiiia que, para que esta libertad y este azar hubiernn Ilegado a scr y a causar tales esrragos, era precis0 tambien que la socicdad sovlCrlca estuviese de tal manera constituida que pudiera engendrar y tolerar ese tipo de hombre y de azar.
Resu~niendo: la explicacidn hist6ric.a puede profundizar mis o menos en la explicaci6n de 10s factores. Por otra parte, en este rnunJo sublunar tales factores son de tres clases. Uno es el azar, tamb ~ e nllamado causas superfic~ales,incidente, genio u ocasi6n. A otro se le denornina causas, condiciones o datos objetivos; nosotros 10 llarnaremos causas mareriales. El Cltirno es la libertad, la reflexih, que dcnominarcrnos causas finales. El menor ahecho* histbrico, siernprc que sea humano, irnplica esos tres elementos. Cada hombre a1 nacer sc encuenrra con datos objetivos --el mundo td y corno exisle--- quc hacen de dl un proletario o un capitalista. Estc hombre sc sirve para sus fines de esos datos como si fueran causas materiaI r s , se sindica o rompe una huelga, invierte su capital o lo dilapida, lu nllsrno que el escultor utiliza un bloquc de rnirlr~olpara hacer un dios, una mesa o una pileta. Por iltimo, tenemos el azar, la nariz de Cleopatra o el pran hombre. Si se hace hincapik en el azar, tendremos la concepci6n clisica de la historia corno teatro en el que la Fortuna se divierte trastocando nuestro planes. Resaltar la causa final nos condr~ciria la llamada concepc16n idealists de la historia: Droysen, por ejernplo, sostiene la idea, formulada en te'rminos pseudohegel~anosde que, en Cltima instancia, el pasado se explica rrpor Ids fuerzas o ideas moraless': Puede optarse por poner el acento en la causa material. tacaso no emplea nuestra l~bertad10s datos que le proporciona el medio? Esta es la concepci6n marxista. No merecc la pena perpetuar el conf l i c t ~entre estas c~nce+~ones;este problema se zanj6 hace dos mil afios; p r rnuy ingenioso o revolucionario que sea un historiador, siernpre encontrari las mismas causas matcriales y finales. Para optar por las causas materiales o por las finales no es en absoluto necesario -' 1. G. Droycen, Hisforik, 1857; ediri6n Hubner, 1937 [reeditsdo rn 1967, Munich Oldcnburg], p&. 180.
afanarse entre libros de historia; para elegir bastan 10s ejemplos cotihanos. El historiador m8s penetrante no encontrari nada distinto a1 acabar su trabajo de lo que ya tenia a1 principio: amateria* y libertad. Si solar~lentehallara una de esras dos causas, se debcria a que subreprlciarncnte habfa alcanzado un m i s alli patafisico. Es inlitil csperar que profundizando en el problerna de Max Weber (les el protestantisrno la causa del capicalismo?) por fin logremos, documeritos en mano, establecer cientificamente que, en dtirna instancia, la materia derermina todo o que, por el contrario, es d espiritu lo determinante. Por mucho que profundice la explicaci6n hist6 rica no UegarQ nunca hasta el limite. No terminaria hallando misteriosas luerzas de producci6n, sino Gnicamente hombres corno ustedes y corno yo, hombres que producen y que, precisamenre por eso, ponen las causas materiales a1 servicio de las causas finales, siempre que el azar no intervenga. La histotia no es una construcci6n csrrauficada sobre cuyos cimientos mareriales y econdmicos se elevaria una primera plataforma, coronada por superestmcturas de indole cultural (estudio de pintor, sda de juegos, gabinete de historiador). La historia es un monolito en el que la distincibn entre azar, causas y fines constituye una abstracci6n. Mientras haya hombres, no habd fines sin rnedios materiales, 10s medios sdlo serin medios en relacibn con 10s fines, y el azar no existiri mds que para la actividad hurnana. De ahi se sigue que debe-. rernos considerar incompleta la explicaci6n que se centre exclusivarnente en 10s fines, en la materia o en el azar. Ciertamente, en tanto que haya historiadores, todas sus explicaciones serin incompletas, pues 6stas nunca podrian retrotraerse hasta el infinito. En consemencia, 10s historiadores se referirin siempre a catisas superficiales, condiciones objetivas o mentalidades, o a otras expresiones similares, segtin la moda reinante, ya que, alli donde den por concluida la explicaci6n de 1as causas, o cuando decidan no seguir penettando en el Qmbito de 10s no-acontecimientos, su decisi6n necesariamente recaed en uno de esos tres aspectos que conformarl toda acci6n humana. En cada Cpoca predomina una heuristics que hace que 10s historiadores destaquen un aspect0 u otro. Hoy parece que se tiende sobre todo a1 estudio de las mentalidades, sin haber desa~arecidopor ello el prejuicio del hombre eterno y habikndosenos hecho farniliares las explicaciones materialistas. Lo impartante, mis all& del plano heuristic~,es no caer en el espejismo de que 10s tres aspectos de la acci6n hurnana son estratos o esenaas separadas. Como <(disciplina de la raz6n hist6rica~vamos a estudiar el origen de tfes concepciones de la historia que se corresponden con estos tres aspectos: la teoria materialista de la historia, la historia de las mentalidades, y
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Paul Veyne
In ciistincirjn rnrre causas profundas y superficiaIes. No prerendemos e n .~bsolutorefutarlas, sinn mostrar su cardcrer relar~vocon respecto
la acci6n humana, que constituye una totalldad, y w car6cter prov~sionalrespccto a la explicacibn histbrica, que consiste en remitirse hasra el infiniro.
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Carisas
rnaferioler: d rnarxismo
Ct~andose I~asala explicaci6n hist6rica en causss rnateriales y se supone que c'sras son suficlentes, nos encontramos en el rerreno del ~imaterialisrnon marxista: 10s hombres son 10s que de eIlos hacen las cond~cionesobjetivas. El marxismo tiene su origen en la fuerte 1rnpresi6n causada por la resistencia que lo real opone a nuestra ~ ~ o l u n r : ~en d , la lentitud de !a h~storla,quc trata de explicar con la pa!abra *rmareria,?. Es bien conocida la aporia a que conduce este dererrn~nismo:por una parte, es cierto que la realidad social es d e un pcsu lastant ante y que los hombres por lo general conforman su men[.illdad de acuerdo con su condicibn, porque nadie se exilia voIuntarlarncntc en la uropia, en la rebel16n o en la soledad; Ia infraesIlcrura, se dice, deterrnina la superestructura. Pero, por otra parte, tlrop~a~nfraestructura es hurnana: las fuerzas de producci6n en ,.c!o puro no existen, lo que existen son hombres que producen. '.:
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dis:ica un hecho muy sencillo qtre entra en el imbito de la comprensi6n mas cotidiana. Considcrirrnos el drama que actualmente viven 10s paises subdesarrollados que no logran ctdespegara: la imposibilidad de invertir rentablemcnte en indusrrias moder:~as ~ e r p e t l i a una mentalidad que se desenriende de la inversi6n y esa mentalidad, a su vez, perpetlja aquella imposibilidad. .En efecto, en ese pais u n capitalists tienc poco inter& en invertir, puesto que la especulaci6n del suelo y el prkstamo usurario le producen beneficios igualrnente elevados, mi; seguros y con rnenos esfuerzo. Nadie tiene inter& en romper ese circulo. Pero supongarnos que lo rompe un traidor que trastoca las reglas del juego, empieza a invertir y modifica las condiciones de la vida ecor16mica: todos 10s dernlis habrin d e hacerle frente o dimitir. Esto quiere decir clue todos 10s hombres, llegado el momento, consideran que 10s dembs son un obstdculo insalvable y acthan en consecuencia, si bien esta acci6n s61o ser& eficaz si 10s demis se cifien a ella. La totalidad esri constituidn por un conjunto de actuaciones prudentes en el que todos son prisioneros d e totlos Y que engendra una ley de bror~cetan inflexible como todos 10s rnarerialisrnos hist6ricos.
Arar y causos pro fundus
La distinci6n que establecemos entre causas superficiales y causas profundas puede tornarse, cuando menos, en tres sentidos. Una causa puede considerarse profunda si resulta m i s dificil de descubrir, si 5610 aparece despuQ d e un esfuerzo explicativo. En este caso la profundidad radica en el orden del conocimiento: diremos que la causa profunda del evergetismo es el alma atcnicnse o el alma griega y, a1 decir esto, tendremos la impresi6n d e alcanzar las profundidades de una civilizaci6n. En un segundo sent~du,la profundidad puede estar realmente en el ser: se llarnari profunda a la causa que resurna en una palabra toda una trama. La RevoluciBn Francesa s e explica, en el fondo, por el ascenso de la burguesia. Si se estudian 10s origenes de la Guerra d e 1914, podremos, una v a perfilada la trama, echarle un vistam y concluir que, en el fondo, esa guerra se explica por causas puramenre diplomiticas y por la politica d e las potencias, o por razones de psicologia colectiva, pero n o por las causas econ6micas en las que piensan los marxistas. La profundidad a t 6 en la totalidad. Por 6ltim0, la idea J e catlsa profunda posee un tercer sentido. Se denominan superficiales a las causas ma's eficaces, a aquellas en ]as que es mayor la desproporcibn entre su efecto y su coste. Estamos
anfc una idea rnuy rica, que implica todo un andisis de ilna estnlctura de acci6n dada dotada de urla significacidn estratkgica: hay que conoccr y valorar desde el pilnro de vista del estratega una situaci6n determinada para llegar a decir abast6 este incidente para que estallara el confIicton, afuc suficiente este azar para bloquear todo), o auna sencilla medida policiaca result6 muy eficaz y pus0 fin a1 desordcnu. L,pues, m a f1cci611pretender, como S e ~ ~ n o b oque s , todas I:ts causas tiencn el mismo vaIor, ya que la ausencia de una sola de etlas privaria de eficacia a Ias restantes. Todas tendrian la misma importancia en un proceso objetivo y abstracto, y pdriamos ademiis darnos por satisfcchos con enumerarIas exhaustivamente; pero en ral caso, ya no se trataria de causas, sino de leyes y sus ecuado nes, variables de las que dependerian las inc6gnitas y 10s parimetros que serian 10s datos del problems. Cuando se &ce que las descargas del boulevard de Capucines fueron mera ocasi6n de la caida de Luis Felipe, no se estd afirmando que Cste hahr-ia conservado necesariarnente el trono sin esos choques armadas, ni que lo perdiera a consecuencia del descontento general. S61o se afirma que ese descontento buscaba medias de acci6n y que no es muy l f i c i l encontrar un2 ocasi6n cuando sc esc6 decidido a ello. A1 demonio de la historia le cuesta mcnos provocar un incidente que enfurecer a todo un pueblo, y las dos causas, igualrnente indispensables, no tienen el mismo precio. La causa pofun'da es la menos econ6mica. De ahi las discusiones, a1 gusto de 1900, sobre el papel de 10s : la vejiga de CromweIl, el corazCn de Antonio, 10s dirigentes deI movirniento obrero, el nerviosismo de la muchedurnhre parisiense en febrero de 1848. Si el azar rnAs improbable basta para romper unas defensas, es porque presentaban
puntos dtbiles desconocidos hasta entonces. Fodemos afirmar que, sin necesidad de 10s disparos del boulevard, el rnenor incidente habria ocasionado la caida def rey-ciudadano, pcro, naturalmente, no d e m o s jurar que tal ~ncidentrhabtia llegado a ~roducirsenccesariamente. Tanto el azar como ef prefecto de Polida dejan pasar a veces las ocasiones de atacar el punto m6s dkbil, y las ocasiones n o suelen presentarse dos veces, Lenin debi6 pensado asi en 1917, p u e ~ era mucho rnis inteligente que Plejanov, y sus ideas sobre esa encarnaci6n deI azar que llamamos el gran hombre eran mlis acertadas. Piejanov, m k cientifico que estratega, comenzaba dirrnando que la historia tiene causas: desmenuzaba el sabio dispositivo de hatalla en el cual consiste una situaci6n histdrica y, como Seignobos, lo reduda a cierta cantidad de batallones que iba desgranando uno a uno con el nombre de causas. S610 que, a diferencia de Seignobos, mnsideraba que no todas ]as causas tenian la rnisma importancia, pues si rodas tuvieran el rnisrno valor, 2cbrno podria funcionar la locome rora de la histona? Examinernos su funcionamiento en 1799. La ausencia de un gran hombre frenaba 10s intereses de clase de la burguesia victoriosa, p r o el peso de esos intereses era tan grande que de todas formas habrian Ilegado a superar el obsticulo. Aunque Bonaparte no hubiera nacido, habria surgido otro espad6n en su lugar. La distincidn entre ocasiones y causas profundas se basa en la idea de intervencibn. Trotski razonaba de la siguiente manera: con oficiales de pulicia decididos, no habria habido Revoluci6n de Febrero; sin un Lenin, la Revoluci6n de Octubre no habrla tenido !ugar '; si en su lugar hubiera estado Stalin, habriarnos tenido que esperar muchisirno tiempo hasta que la situaci6n hist6rica madurara, y hoy Rusia seria una sociedad de tipo sudamericano. Entre 1905, en que no rnovi6 un dedo, y 1917, Lenin p a d de Ia idea causal de maduraci6n a la idea estratkgica de ueslab6n dPbil de la cadena capitalista*. Y ese es1aM11 ma's dkbil vino a romperse en el pais que, causalmente, estaba menos rnaduro. Dado que la historia comporta causas superficiales, esto es, eficaces, time carhcter estratCgico, es una sucesi6n de batallas integradas por diferentes dispositivos y que constituyen otras tantas coyunturas singulares. Por ello, La RevoluRcspccto a 10s poIicfas, Trotski, RLvofuridn rusfe, pol. I, FCvrrer, capitdo aLcs cinq journCcsr (trad. Parijaninc, Scuil. 1950. pig. 122); cn lo que sc refiere a L n i n , ibid., p 6 ~ .299: ePcdemos preguntarnos, y la pregunta no cs ociosa, c6mo se habrla desarrollado Ia Rcvolucidn si Lcnin no hubiera pdido llcgar a Rusia en 1917 ... A este respecto, sc pone dc rnanificsto la funci6n gigantesca quc curnplc d individuo; lo h i m quc hay quc haccr cs cntenda csa funcibn considcrando d individuo curno un eslab6n de la cadcna hist6rica
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cidn Rusa de Trotski, anAlisis magistral de una gran bataUa histbri-
ca, no tiene de marxista sino sus declaraciones te6ricas. El azar en historia resmnde a la ____ definici6n aue cia Poincar6 - - - - - de 10s fe&memos aleatorios, i u e son mecanlsmos cuios resuIra&sp~den invertirse por variaciones imwcepZi61&ZGTlas co;lt_liicianes ini~ ~ Luando s el . mecanismo en cuesticin se encuentra en un c a m p (ya se Uame Antiguo Rggimen, Antonio o el zarismo) y el autor de la variacidn imperceptible estd en el campo opuesto (el dkficit, el azar o la naturaleza que dan su encanto a la nariz de Cleopatra y su genio a Lenin), la desproporcidn entre lo que experimenta el primer campo y la economia de esfuenos del segundo es tal que decimos que el segundo c m p o ha herido a1 primer0 en su punto mPs ddbil. __.__I
La hi~toriano
tiene grandes Cineas
Como quiera qrlc causa superficial no significa causa menos eficaz que otra, no pueden descubrirse grandes lineas de evoluci611, del mismo mod0 que no podrian descubrirse en una partida de p6ker que durata mil aiios. Cuand~h_.blamp~dee_a_z_arJ~s~~co o de a l p n o de sus sin6nimos (agitadores, conjura madnica, gran hombre, vagcin p ~ d ~ ~ s i m obsticulo p l e en el camino~),hay que distingui~ entre un acontecimiento aislado la historia cG&kleraz-Ien su co?$ilnto. Es evidente que a gunos acontecimientos, la revoluci6n d m y la de 1917, tienen causas profundas. No es cierto, . sin embargo, que la historia en ljltima instancia, estk gobernada exclusivamente por ' causas ~ ~ ~ & s ~ ~en %sceTG ~ ~X i l a a i i i - 5 t E a a d e pro etariaab: seria demasiado ficil. Comprender .-- la historia no consiste, pues, en'saher desc7iiF lac poderosas corrlentes submarinas que fluyen bajo la ag1tac~6ndCIasiipeficie: en' ia hstoria no hay p r o i u n d ~ d a ~ & e m o s - q o e - S Irealidad I n5 es razonal, pero hay que darse cuenra tambiCrl de que tarnpoco acda ,' de acuerdo con fa raz6n; no hay desenlaces que pudigrarnos considerar normales, que dieran a la historia, a1 menos de vcz en cuando, el tranquilizador aspecto de una trarna perfectamente articulada en la que acabaria ocurriendo lo que tenfa que ocurrir Z,as g r a d e s lineas de la historia no son d i d i c t i c a s ~ a k _ F p n ~ Ipasado ~ e l adyertirnos que aigunos aspectos 7T cobran -mayor - relieve que otros:JIe?pa_nsi6n de la civilizaci6n helenisttca u occidGiiZI,Ia revoluc~ontecno16gica, la estabilidad milenaria de ciertos grupos nacionales, etc. Desgraciadarnente esas cadenas montaiiosas no ponen de manifiesto la acci6n de fuerzas, moderadas o progresistas, que respondan a un
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esquema rational, sino que parecen mosttar que el hombre es un animal que imita y que conscrva (tambih es todo lo contraria, pero en este cam 10s dectos tendrlin consecuencias tectdnicas diferentes). El relieve de eras lineas carece de rcntrdo tanto como cvalquier epidemia o cualauier costurnbre. Asl_.pues, es un prejuicio pensar que la historia de cada 4poca tiene s ~ i stcproblernasb --en virtud--Klos . - --- . - curiIes - podcqo_s~explicarla. En-iw; -,a-.,-&... 'aoria est6 llena de posibi6da'des abortadas, de acontg~&ientos q ~ no e han tenido lugar. No puede, considiras his~riadora +en no perciba, en -.-- torno B la hgtnria aug.hif ocurrido realmente, un trope1 indefinido de histgoias simdt.beamente pa&b1eS~de~ucosas que podian s.e_rFFdee otra min!Ia_~. A proptisito de Lo reuolucio'n rornann de Svrne, . . un critico escribia lo simiente: aNo puede reducirse la historia a la politica cotidiana ni a-la acci6n de 10s individuos; la historia de un pcriodo se explica par sus problemas*. Se trara de una talsa profundidad '. De esta manera, en 10s manuales de historia, cada kpoca se enfrenta a una serie de problemas que dan ol~gena acontecimientos a 10s que se denornina su soluci6n. Pero esta lucida extrema y post euentum no es la de 10s contemporineos, quienes tienen ocasi6n de cornprobar cbmo problemas angustiosos o revoluciones intensamente preparadas acaban convirtikndose silenciosamente en wlvo. en tanto aue estallan inesperadas revoluciones que revelan retrospectivamente la existencia de ptoblemas insospechados '. El mCrito un .historiadot no -.con-- de ---.. . . -. .---.. siste-.en pasar por profundo, ... sino . . .. en-.~ saber . -. ..a .~ quP ~. ..humdde ,n_~vel-funcioqa-,la. -histolia;-~o,. ... . estriba en tener opiniones trascendentales, ,~ ni, siquiera uiciar acertadaketite . . . . lo mediocre. . . . ...- . . . . . i ~ ' s f ~
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Th. Schieder, Geschichte als Wissenschaft, Munich, Oldenburg, 1968, pigina 53: *El mayor pligro que amenaza a1 historiador es el de mnsiderar la hstoria como jusrificacibn de lo que ha sidow. ' El critico aracs el mitodo pros~~ograticicode Syme, yue destacaba ante tad0 la ft~ncidnde 10s individuos. Pero la prosopcigrafia no ha sido nunca un mCtodo, sino un sisrema de cxposiciSn. Si Syrne hubiera querido presentat-10s grandea problemas de la ipoca, ese sisterna no se b habria podido impedir. ?I' cdmo puede dcscrjbirse a ,los individuos y sus acciones sin dcscribir, al misrno tiempa, su rnundo m i a l y sus proWnnas? Una sociedad no es una olla en la que los motivos de descontento, a fuerza de hervir, terminen haciendo A f a r la rapa, szno una olla en la que un desplazamienro nccidental de Ia tape desencedena la ebullici6n7 que acabari hacirindola sal~ar. Si no ocurre el accidenrc inicial, el descontento sigue siendo difuso, aunque visible para un espectador de bucila fe y no interesado cn cerrar lrxi ojos a la realidad (rauerdo con to& claridad el malestar de 10s musulmanes argelinos cn agosto de 1953). Bien es derto que el espectador no puede predecir en absoluta d paso del estado difuso a1 de explosi6n.
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TEORIAS, MODELOS, CONCEPTUS
soldados, mimados por la monarquia a la que sostienen, provenian
del campesinado ~ o b r ey su acci6n politics estaba inspirada por la solidaridad con sus hermanos de miseria, La teoria de Rostowzew es, pues, la trama rnisma (o una forma d e escribirla, sobre cuya verdad o falsedad no podemos pronunciarnos) a la que se designa con una f6rmula lapidaria, que suyiere que 10s conflictos campociudad son un fen6meno ran corriente en la historia que no merecen tener nornbrc propio, y que no deberiamos sorprendernos por que se produzca un herho de esa misrna especie en eI siglo III de nuesrra era. Es, a la vez, resumen de la trama y clasi~icaci611,como cuando el mPdico dice: "La enfermedad cuyos sintomas me ha descrito usted, es una simple varicelau. Una teoriu no cs m i s que el reJumen dr unu trarna
Para que la historia sea tal, tiene que haber en eUa comprensi6n. Pero, aparte de la cornprensibn, ten quC conslste Ia fascinaci6n, el poder y la clarivtdencia que a simple vista sc desprende de las zrandc-s teorias que tratan de explicar todo un movimlento h l s t 6 - o i tPonen algo m6s que la comprensi6n usual? Rostowzew, por m p l o , consideraba que la crisis pulitica por la que atraviesa el : perlo Rornar~oa comienzas del siglo 111, con el triunfo de la rn<marquia mititar*, se explicaba p r la pugna entre el ejCrcito, que rcpresentaba a las rnasas campesinas y era fie1 a1 emperador, y la burguesia municipal y senatorial; se trataria en s u m de un confliito entre el campo y la ciudad, y 10s emperadores de la dinastia de 10s Severos tendrian menos simiIitud con RicheCeu que con Lenin ... ~ C u h les la naturalaa de una teoria de esta dase y en qu6 nos basaremos para considerar el ctconflicto camp dud ad^ como modelo? Vamos a ver c6m0, bajo su apariencia sociol6gica o cientifica, Ias teorias y 10s modelos se reducen simpIemente a1 eterno prcl blema deI corlcepto. Un ejemplo de teoria 5
El conflict0 camp-ciudad no explica la crisis del siglo
a la manera en que un acontecirniento explica a otru, sino qur consiste en esa misrna crisis, interpretada de una manera determinada: 10s 11
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Si la ctisis clel siglo III resultara ser efectivamente como Rostowzew la presents, se trataria, enronces, de un conflicto ma's entre el carnpo y Ia ciudad: la teoria remite a una tipologia. Hacia 1925 se hablaba rnucho de este tipo de conflicto, que servia para interpretar la revoluci6n rusa y el fascismo itaiiano; podemos suponer que tal interpretacidn es legitima en comparaci6n con decenas de orras distintas, que tambiCn son parcialmente ciertas. (No es la historia una ciencia descriptiva, y no es toda descripci6n fatalrnente parcial? Seiialemos que uconflicto c a m p d u d a d s no es, en realidad, un modelo, pues 5610 sc trata, n su vez, del resumen comprensible de una trama. Cuando 10s que organizan y se benefician de la actividad agrieola reinvierten Ias rentas d e la ticrra en actividades urbanas, provocan la animosidad d e 10s campesinos contra 10s ciudadanos y se produce, por asi decir, la proyecci6n geopolitica d e un divorcio econ6mico. El lector adivina entonces lo que dcbi6 ocurrirIe a m i s de un historiador cuando hablaba d e una teoria o d e un modelo determinado: cay6 en la trampa de la abstraccih. Cuando convertimos una trama cn modelo y Ie damos un nombre, tenemos tendencia a oIvidar lo definido cifihdonos a la definicibn. Observamos que en un decerrninado momenta se produce un conflicto; sabemos que en Kusia, en Italia y en Roma coexisten el campo y la ciudad, parece entonces que la teoria surge por si misma, pues t3cas.a no nos produjo eI efecto de una revelaci6n sociol6gica la primera vez quc fue formulada en su forma general? E n conxcuencia, creemos que la teoria puede explicar, olvidamos que es s6lo un rrsumen prefabricado de una trama, y la aplicamos a la crisis del siglo 1x1, lo que equivale a
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dar como explicaci6n de un acontecimienro un resumen de ese rnisrno acontecimiento. Se comprende, por tanto, el prestigio que rodea a teorias h i s t 6 ricas como la de Rosromeur o la de Jaur6s sobre la Revoluci6n Francesa: irn~licanuna tipologia que riene alga de solemne. Grac~asa esas teorias la historla se hace inteligrble y misteriosa como un drama en el que se agitaran grandes fuerzas, a la vez familiares e invlsibles, que rlenen siempre el rnlsrno nombre: la Ciudad, la Burjiucsia. Se sumrrge al lector en una atrnbsfera aleg6rica, s~ entendernos por alegoria, corno dice Musil, un esrado de animo en el cual todas las cosas adquieren una significaci6n mayor d e la que realrnente les corresponde. No podernos por rnenos de sentir simpatia pot esra propens1611 dramatizar. Las poesia drarnhtica, dice Aristbreles, es mis filos6fica y mas seria que Ia hisroria, pues se m p a de generalidades. De ahi que, desde siernpre, la historia que pretende scr profunda trate, ante todo, de dcspojarsc de su trivialidad imprrvisible !. anecd6rica para engalanarse con la seriedad y la majestad que constituye todo el atractivo de la tragedia. Queda por saber ahora sl a la hisroria le puede ser de alguna utiiidad e l a b r a r una tipologia.
Resulta siempre estimulante encontrar, en una descripciGn de la China dc la epoca Song, piginas sobre el paternalism0 en las relacior~esindividuales o sobre fos colegios de artesanos, que podrian trasladarse sin modificscir!n alguna a l i n ~ b i t ode la civilizacibn r e mana. La pdgina de historia de Roma esta ya escrita y, sobre todo, cl historiador de China nos habri sugerido ideas que nunca hubid ram05 llepado a percibir pot nosotroc ~ i s r n o so nos habrB ayudado a descubrir una diferencia significativa. Y arin ma's: encontrar 10s mismos hechos separados por siglos jr por miles de Ieguas parece excluir cualqu~erazar y confirma que nuestra interprctaci6n d e 10s hechos de Rorna ha de scr cierta, pues esti de acuerdo con una misterinsa Ibpica de las cosas. ~HaTlaremos d e esta manera muchos rr~odelosen la historia? Hay ciencias, como la medicina o la bota'nica, quc nwesitan varias piginas para describir un rnodelo: esra planta o aquella enferrnedad. 'I'ienen la suerte de gue dos amapolas, e inclux, d e que do5 varicelas, se parecen rnucho m i s entre si que dos guerras 0 que dos despotismor ilustrados. Pero si pudiera aplic a n e tambiin una tipologia a la historia, vendria haciCndose desde hace rnucho tiernpo. Seguramente hay esquemas que se repiten, por-
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que la cornbinatoria de las soluciones posibles de un problerna no es infinita, porque el hombre es un animal yue todo l o imita, y porque la arribn tiene tambibn su 16glca misteriosa (corno sucede en econornia). Irnpuesro d i r e c ~ oy n~onarqt~ia hereditaria son modelos conocidos; no se ha producido una rinica huelga, sino muchas, y el profetismo judio cuenta con cuatro profetas mayores,.doce menores y una multitud de profetas desconocidos. Pero no lodo se a d e d a a un rnodelo, los acontecimientos no se reproducen a travks de las especies como las plantas y s61o tmdrcmos una tipologia acabada a condici6n de que sus elemenros sear] rnuy limirados y se teduzca a un inventario del lkxico hist6rico (eguerra: conflicto armado entre potenciasw), o dicho de orra manera, clue se reduzca a concepros, o incluso que se abandone a Ja inflacibn conceptual, en cuyo caso enmntraremos por todas partes el barroco, el capitalismo y el homo Iudens, y el Plan Marshall no seria rn6s que una epifanla del eterno potlatch. E n consecuencia, el modelo o la teoria 5610 pueden servir para abreviar una descripci6n; se hahla del conflicto campo-ciudad para resumir, dc la misrna manera que decimos uguerra* en Iugar de uconflicto armado entre potencias,>. Teorias, modelos y concep tos son una sola y la misma cosa: el resurnen de una trama dispuesto para ser urilizado. Es, pues, infitil prescr~blra 10s historiadores la eIaboraci6n o el uso de teorias o modelos: eso es lo que vienen haciendo desde siernpre, no podrian obrar d e otra manera, a menos que no pronunciaran una sola palabra, y no puede decirse que hayan ptogresado m&s por ello.
La historia cornparada
Si esro es as!, ~ c u 6 lseri el lugar be una disciplina --la historia cornparada- tan en boga hoy y que, con toda raz6n, parece tener un gran porvenir, aunque la idea que tenemos de ella tliste rnucho de set clara? Hacer historia cornparada es reflexionar sobre las monarquias helenisticas y tener a1 rnisrno tiempo el tipo de monarca ilustrado que se describe en una historia sobre Federico 11. CEn qu6 consiste cntonces la historia com~arada? {Sc trata de una dase particular de historia? {De un mitodo? De ninguna de esss cosas: es una heuristics I .
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Sobre la hisroria cornparada, quc consrituye una de las tcndencios .m6s iructiferas y prometedoras de la historiografia conten~poriinea(bien es cierto que no tanto en Francia curno en 10s paisel anglosafones), pero de la que tcr davfa no tcncmos una idea muy precisa, viase la bibliograHa de Th.Schieder, Gerchiihfe als Wirtenscbafr, Munich, Oldenburg, 1968, pigs. 195.219; E. Rw
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Lo dificil es deterrninar d6nde acaba la historia sin adjetivos y d6nde com~enzala historia comparada. Si, para estudiar el rigimen senorial en el Forez, mencionamos paralelamente hechos que se reiirren a seiiorios diferentes -y (c6mo podremos dejar d e ha-cerlo?--,
-thacker. Die uerglrirhcnde Metbode in den Gkrrfeswirsebscba/ten, Zeitschrili u c r a l ~ l r h ~ n dRechfrwissenscb~f:, e M),
19n, &. 13-33.
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menre cientifica d e historia comparada (tan lejos, s i n embargo, d e Cuvier y de la gramgtica comparada) designa dos y hasta tres rasgos metodologicos diferentes: recurrir a la analogia para suplir las lagunas de una docutnentacicin; cornparar con fines heurist~coshechos procedentes de naciones o periodos disrintos, y, por d t i m o , estudiar una categoda histbrica o un tiyo de awnteclmien~oa travks de la historla sin tener en cuenta las unidades de ticmpo y de Iugar. Recurrirrlos a la andogia para explicar el sentido o las causas de un acontecirntenro (lo que m6s adelante llamaremos retrodicci6n), cumdo el acontecimiento en cuesti6n reaparece en otro tiempo y en otro Iugar, en 10s cuales la documentaci6n correspondiente nos permite comprender sus causas. Asi se v i m e haciendo desde Frazer en la historia de las religlones cuando explica hechos de Roma cuya signlficaci6n qtieda oscurecida por su analogia con hechos indios o papugs que ya ban sido explicados l. Se recurre tambikn a 1a analogia cuando la ausencia d e documentos no nos permire conocer 10s amntecimlentos rnismos; apenas tenernos informaci6n de la demografia rornana, per0 el estudio demogrlfico de Ias sociedades preindustrides ha conocido tales progresos e n 10s ljltimos decenios que, bashdose cn la analogia, es posible cscribir hoy piginas de validez incuestie nable acerca de la demografia de 10s romanos, y 10s escasus hechos de Roma que han llegado hasta nosotros constituyen en este caso un principio de prueba. El segundo aspecto d e la historia comparada, el estabIecer paralelisrnos heuristicos, es propio d e todo historiador que no tcnga anteojeras y que no se encierre en u s p~e r i o d o ~ ,sin0 que usea capaz de imaginarm el despotismo iIustrado cuando estudie una monarqtiia helenist~ca;10s lnilenarismos revolucionarios de la Edad Media o del Tercer Mundo, cuando estudia las rebeliones d e esclavos en el mundo helenistico, y d e uencontrar ideas# por semejanza o por contraste, despuis de lo cual podrd, o bien guardar su informe comparative,
C f . Marc Bloch, M$langes bhisloriques, vol. I , pigs. 1640: para una historia comparada dc las sociedades curopeas*, en cspccial Is pig. 18. Hay que distinguir cuidadosamcnre esta historia cornparada dc Ias religiones a la rnanera dc Frazer, que es romparativa en el sentido de la historia de comparada (la comparaci6n sirve para completar un hecho), de la historia cornparada dc Ias religioncs a la rnanera de Dumezil, que es comparativa en el sentido de la gramitica compatada (la comparacidn pcrrnite reproducir un cstadio anterior de la religidn o dc la lengua, que ha dado origen a las diferentes lenguas y religiones estudiadas). En general, sobre el razonamiento hist6rico per ondogiam, vet J . G. Uroysen, Historik, edici6n Hiibner, p8gs. 156163; Th. Shicder, Geschichfe als Wissenschaj~,pigs. 201-204; R. Wittram, Dos lnfererse on dw Geschichre, Gottingcn, Vandenhoock und Ruprecht, 1368, pdgs. 50-54. Pero dcberia proseguirse el cstudio dentro d d cootexto de una tcoria dc In retroduccidn y de la inducri6o.
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el concepro en el que se les ha clasilicado. Este malestar es la seiial de alarma que anuncia el anacronisrno o el poco-rnds-o-menos, pero en ocasiones pasan mios antes d e encontrar una soluci6n adccuada en torma de un nuevo concepto. d e 10s partidos politicos a lo largo de la historia y tratar d e idear, gracias a1 mCtodo Tornparativo heuristico, una usociologian acordr con 10s partidos politicos durante la Repliblica en Roma.
Los ires especies de conrepros Asi, purrs, 10s conceptos histbricos son extraiias hernmientas. Permiten comprender por qtlC estjn cargados de un sentido q u e desborda malquier definicibn posible y, par esa misma ra7.11, son una continua amenaza a incurrir en contrasentidos. Todo parece indicar que contuvieran toda la riqueza concreta d e 10s acontecimientos 2 117s que se reiieren, que la idea de nacionalisnia englobara cuanto \.;hc de todos 10s nacionalismos. Y asi es. h s conceptos que se a1 a'rnbito de la experiencia sublunar, en especial aqcelIos ~s que se sirve la hiscoria, son muy diferentes d e 10s de las cien, sean 1 s ciencias deductivas, como la fisica o la economia :.I, ya se trare de ciencias que se hallan en vias de elabotaci6n, cnmo Is biologia, Hap, pues, conceptos y conceptos, y no hay que confundir todo (carno hace la sociologla general, q u e trata algunos
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a r n o se escr~brla historia
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conceptos propios del sentido c o m h , como 10s de funcidn social o 10s de control social, con igual gravedad que si se tratara de t6rminos cientificos). Siguiendo una clasificaci6n que lleva carnino de imponerse, nos encontramos, en primer lugar, con ios conceptos de 1as ciencias deductivas: fuerza, campo magnetico, elasticidad de la demanda, energia cinetica, son abstracciones perfectarnente difinidas por una reoria que permite elaborarlas, y q u e s61o aparecen como conclusicin de largas explicaciones te6ricas. Otros conceptos, en las ciencias de la naturaieza, dan Iugar a url andisis empirico: todos sabemos intuitivamente lo que es un animal o un pez, pero el bib logo buscad criterios que permitan disringuir animales y plantas y explicari que la ballena n o es u n pez. E n definitiva, el pez del bidlogo ya no serL el de1 sentido comlin. t o s conceptos hist6ricos pertenecen exclusivamenre a1 sentido corn511 (una ciudad, una revoluci6n), y seguirhn sitndolo, aunque su origen sea mis culto (despotisrno ilustrado). Son conceptos paradbjicos, ya que intuitivamente sabemos que esto es una revoluci6n y aquello no es mis que una revuelta, pcro no sabriamos quC son exactamente una y otra. Hablamos de ellas sin conocerlas verdademmente, y definirlas serla arbitrario o irnposible. Seglin Littrh la revolucibn es u n cambio brusco y violento en Ia politica y en la administraci6n del Estado, pero, esta definicidn ni analiza ni agora el concepto. E n realidad, nuestro conocimiento del cnncepto de revolucicin consiste en saber que, corrientemenre, denominamos asi a un conjunto rico y confuso de hechos que figuran en 10s libros que se reLieren a 10s afios 1642 y 1789. Para nosotros, cirevoluci6n~representa cuanto hemos Ieido, visto y oido acerca de las distintas revolr~cionesque conocernos, y este acervo d e conocimientos es lo que determina nuestro empleo d e la palabra '. Por eso, el concepto carece d e Iimites precisos; nuestro conocimiento de la revolucidn es mis profundo q u t el q u e 110s propotcionaria cualquiera de las definiciones posibles, per0 no sabemos aquello que conocernos, lo que a veces provoca desagradables sorpresas a1 advertir que la paIabra suena a falso o qtte, en ciertos USOS, resulta anacr6nica. No obstante, sabernos lo suficiente de ella, si no para definirla, a1 menos R. Wittram, Was lnteresse an der Geschicbte, pig. 38: aEn la pdsbra *nacionaIidad,, resuena todo el siglo xrx y el lecror oyc 10s cafiones de S o h i n o , las trompetas de Vionville, la voz de Treicschke, ve uniformes de gala, piensa en Iss luchas nacionales de toda Europa ...u; el mkmo autor seiiala que la [rase que tan a rnenudo leernos hoy, sesa palabra no tiene el mismo sen~ido para las personas dc esa ipoca que para nosotros*, cs m k reciente de lo que sr: cree. Droysen, en la tradici6n hurnanista y bajo la influencia dc Hcgel, aJn vivia en un univcrso intelectual de mnceptos frjos.
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,>::ra clccir si on acontecimie~itodeterminado es o no una revolu~cidn:uNo, scilor; csto no es una revuelta ...*. Como dice 1-Iume, <:no ssociamos ideas distintas y completas a todos 10s tCrrninos de los que nos servimos y, cuando hablarnos de gobierno, dc Iglcsia, de negociaciones, de conquista, raramenre desarrollamos en nuestra mence rodas las ideas simples que componen esas ideas complejas. Sin embargo, hay que senalar que, pese a ello, cviramos dccir cosas absurdas sobre esos temas y percibirnos las contradicciones que tales ideas pueden presentar, como si realmente las comprendi6ramos a la perfecci6n. Si, por ejernplo, en lugar de decirnos que en la guerra a1 verlcido s61o Ie cabe recurrir a1 ilrmisticio, se nos dijera que no tiene m6.s que recurrir a las conquistas, nos asombraria lo absurd0 de esras walabras~'. Un concept0 histdrico permite, por ejemplo, denominar revoiuci6n a un acontecimiento, pero no se sigue de ello que, por emplear cse concr-pto, scpamos *cquc' esr una revoluci6n. Esos conceptos no son prq~iamentctales, es d e w , un conjunto de elementos unidos necesarlamente, sino mis bien representaciones compuestas que p r o vocan una iIusi6n ~ntelectiva,pero que en realidac! son linicamente imlgenes gengrlcas. La arevoIuci6n>>y la uciudad~ estin forrnadas por rodas las ciudades y revoluciones conocidas, e irrevocablemente abierras al enriquec~rnientoque haya de deparamos nuestra exper~enciafutura, En consecuencia, podemos vet c6mo un historiadm especialista en la historia de Inglaterra del siglo XVII, se lamenta de que sus colegas *
' Trcoli~eo /
humcrn nolure, pdg. 3 1 (Everyman's Library). monde que nour ovonr perdu: /orni/le, comn~unortri ef .r/rrrr'lrirt snriole dans l'Angie/erre pr!-indrrstriclle, ~ r a d . franc. Fiammnrion, 1369, pig. 31; vCansc tambifn pigs. 2627 [rcl capitalismo, una de csas numerosas palebras irnprccisas que forman parte del vocabulario de 10s hjs[oriade re%*): pig. 30 fees una desRraria que u n estudio preliminar corrro el nuestro dcba muparse dc u n conceplo !an dificil, con~rovertidoy ttcnico como el dc clixse social*); pig. C'I (uasociacior\es dc itleasn). Sobre la conccptualizaci6n y la teoria cn hisroria, ver R. Atun. Penser lo glderre: C ~ a u s r w ~ l zNRF, , 1976, especislmenle pi@. 321-328 y 456-457 del
P. Lasictt, Iln
torno
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Coxno se cscrrk la hisroria
miento mrno si tales grupos pudieran creccr, declinar, enfrentarse, ser conscientes de si y poseer una politics aut6noma>>. Pcro el peligro rnis solapado cs el de ]as palabras capaces de suscitar en nuestra rnente faisas esencias y de poblar la h~storiade un~versalesincxistcnres. El everget~srnoantiguo, la caridad cristlana, la beneficencia ptiblicn moderna y la seguridad social n o ticnen p d c trcamente nada en comrin, ni redundan en beneficio de 10s mismos grupos de personas, ni remcdian las mismas nrcesidades, ni cucntan con las mismas instituciones, nl se deben a idinticos motivos, ni se justifican de igual manera. Sin embargo, no por ello dejarjn de estud~arsela 'beneficiencia y la caridad a trav6s de 10s tiempos, desde el Egipto faradnicn basta ias dernocracias escandinavas; habri que llegar a la conclusi6n de que la ayuda social es una categoria perrnanente, que cumple una funci6n necesaria en toda sociedad human3 y que, en su permanencia, dcbe esconderse alguna mlsterinsa finalidad integradora dc todo el cuerpo social y, de esta rnancra, habrernos aportado nucstro grano de arena a1 edificlo de una socloIogia fnncionallsta. Asi es como se forman en la historia continuldades enganosas. Cuandu pronunciamos palabras como ccayuda soc~aln,<<don>, usacrificios, alocurar o ccreIigi6nr, nos sentimos inclinados a crccr que lab distintas religiones poseell 10s suficientes rasgos en cornljn para que sea legitimo estudiar la religi6n a lo largo de la historia, que existe un ser llamado el don, o el potlatch, que debe tener propiedades constantes y definidas, como, por ejcrnplo, la de provocar la reciprocidad o la de conceder a1 donante prestigio y superioridad sobre 10s benef iciarios. Resulta inquictante que se hayan escrito l~brostitulados Trurado de historia de los religioncs o Fcnome?iologia reiigiora, porque texiste realmente alan religi6n? Nos rranquilizamos a1 cornprobar inmediatameote que, a pesar de titulos tan genetales, 10s tratados cuym esquemas permiten abordar ]as religiones antiguas olvidan prkticamente el cristianisrno, y viceversa. El olvido es comprensible. Cada religi6n es una amalgama de fenrimenos pertenecientes a categorias heterogheas y ninguno de esos conglomerados tiene la misma composjci6n. TaI religi6n lleva aparejados unos ritos, una magia y una mitologia propia; otra estB vinculada a la tedicea y en estrecho contact0 con instituciones politicas, culturaIes, deportivss, con fen6menos psicopatol6gicos, y ha dado origen a instituciones que tienen una dimensi6n econdmica (panegirias anriguas, monacato cristiano y budista); otra tercera ha acaptado~este o aquel movimiento que, en otra civilizaciirn, se habria convertido en corriente politica o en curiosidad propia de Ia historia de las costumbres. Resulta algo simple afirmar que 10s hippies recuerdan lejanamente a1 primer fran-
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ciscanisrno, p r o at menos nos sirve para advertir c6mo un g m p ~ de caricter religiose puede captar una ~osibilidadpsicusocid. Resultan i r n p e r ~ e ~ t i b l e10s s matices que separan la religi6n del folklore, Je un movimienro de devocirin ~ o p u l a ro de una secca pol'tica, f i b s6fica o carismiitica. (U6rrde situar, por ejemplo, rl saint-simonisrno o el ceniculo de Stefan George? El budismo del Pequefio Vehicuio e s , en realidad, una reIigi6n atea. 1.0s historiadores de la Antigiiedad saben cuin incierto puedc scr el limite entre lo religioso y 10 colcctivo (10s juegos olimpicos), y los reformadores consideraban tas peregrinaciones car6licas corno turismo pagano. La famosa frase <<enla Antigiiedad todo lo que es colectivo es religioso, no pretende sobreestimar c l elemento religioso de1 mundo antiguo otorghdole una intensidad que es propia del cristianismo, sino que significa qrle el conjunto de fendmenos que llamamos religi6n griega tenia rnucho de folklore. El aplanon d e una religi6n n o s e parece a1 de ninguna otra, lo mismo que el plano de cada conjunto urbano es diferente dc1 d e 10s demis: uno incluye un palacio y un teatro; otro, fibricas; un tercero es una simple aldea. Es cuesti6n de gtados, y de una religibn a otra hay tantas diferencias corno para que, en la piictica,no puedrt escfibirse un manual de historia de las religiones sin empezar por una' tipologia, de iguaI mnnera que un Iibro de geografia &enera1 q u e se iitulara a1.a Ciudads tiene que comewar siempre Lmr hacer una disrinci6n entre 10s distintos t i p s d e ciudad, y pot reconocer qur la linea divisoria enrre ciudad y ~ u e b l oes confusa. A pesar dc todo, debe haber -algu comlin a todas las religiones, algo que nos ha llevado a agniparlas bajo un misrno concepto. La dificultad esrriba en definir cse n6cJeo esencial; {se tratara' de 10 sagrado, del sentirnirnto religiose, de lo trascendente? Dejemos que 10s fi6sofos se ocupen del problema d e la esencia de lo religioso. Como historiadores, nos bastard con no olvidar que eI nlicIeo esencial de ese conjunto de fenirmenos que llamamos religi6n no es mas que un nficleo, q u e no yodemos prejuzgar mil scri esc nlicleo en una religi6n detcrminada y que no se trata de un invariante, puesto que cambia dc una cuitura a otra (ni esagradon ni udiosn son terminos univom s ; cn cuantn a 10s sentimirntos rdigiosos, no tienen nada de espe, :<::.LO en si ~nismo;el Cxrasis es un fen6rneno religiose cuando se ';-re a lo sagrado, y no a la poesia, como bien podrIa ocurrir con . . i;r:in poela conternpora'neo, ni al arrebato que provoca la astrc.!,La, como en el caso de Ptolomeo). El conjunto resulta tan imitic:ci~o g verbal que el propio concepto de religi6n es fluctuante y simplemente descriptive. Por lo tanto, el historiador deberh proceder muy ernpiricamente y cuidarse de no conferir a la idea que '
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se hace d e una religibn deterrninada t d o lo que eI concepto de re-
ligiBn conserva de las demiis,
Comprendemos ahora que el peligro radica en 10s conceptos clasificadores. Es posibIe, p r supuesto, encontrar palabras para describir el bandidaje d e Cerdeiia, el ganstcrisrno de Chicago, Ia religi6n budisra o la Francia d e 1453, pero no debernos hab1ar de <> locura ni de asus,, sintomas. El ser y la identidad existen s61o gracias a la absrraccicjn, mientras que Ia historia linicamente pretende conocer lo concrero. Si bien es irnposible cumplir plenamente esa condicicin, se habrii avanzado mucho si decidirnos no hablar nunca d e religi6n ni de revoluci6n, sino s61o de religi6n budista o de revolucidn de 2789, con el fin de que el mundo de la historia a t & exclusivamente habitado p r arontecirnientos 6nicos (que, por lo dernis, pueden parecerse m b o menos entre si) y nunca por objcros uniformes. Resulta, por lo tanto, que si arelini6n. - es d l o el nombre conventional aue damos a un conjunto de conglomerados muy difercntes entre si, las cacegorias de Ias qur se sirven 10s historiadores para inrroducir un cierto orden --la vida religiosa, la literatura, la vida politica-, no son coordenadas eternas y canlbian de una sociedad a otra. No ~ 6 1 0variari la estructura interna de cada categoria, sino tambidn sus relaciones mutuas y su g a d 0 de participacidn en el c a m p de acontecimienros. Nos cncontramos con movimientos religiosos que podrian calificarse igualrnente d e sociales; con sectas filosjficas que m i s bien son religiosas; con movirniencos politicos-ideol6gicos que son filos6fico-reIigiosos. Lo que en una determinada sociedad se inscribe generalmente en el orden de ala vida politics,,, tiene en otra su equivalencia mis aproximad3 en ciertos hechos que habitualmente corresponden a1 orden de +la vida religiosa>>.Esto quiere decir que, en cada ipoca, todas esas catcgorias tiepen una estructura deterrninada que varia Je una a otra. Pot ello, nos produce cierta inquictud encontrar en el indice d e un libro de historia una serie de etiquetas -*la vida religiosas, ula vida lirerariau- romo si fueran categon'as eternas, receptdculos neutros, en 10s que no hubiera rnL q u e introducir enumeraciones de dioses y ritos, de autores y obras. -
dc un pr~ehlo a otro variaban 10s estados psiquicos calificados de Iocura, o mejor dicho, la marlera de rratarlos: s e ~ 10s n pueblos la misrna ps~cosisera dernencia, simpl~smoaldeano o delirio sagrado. Tamhiin dcscubrieron quc se producin una interaccibn y que, s e g h la mxnera de rratar una locura, se modificaban su frecuencia y sus sinromas. Sc dieron cuenta, por illtima, de que apenas habia base sufrciente para afirmar que existiera <(la, locura corno tal, y que stjlo par convencicin se habia establecldo una identidad entre todas sub form:~s hlst6ricas; miis all6 de eIlas no exis:e psicosis #en estado puroa. Y cnn razbn, porque nada existe en estado puro, a no ser las absrraccioncs; nada existe aislada e idtnticamente. Pero, el hecho dc que el nlideo de la psicosis no exista de manera idhtica, no quiere dec~rque no exista. No puede dejar de plantearse el problema dc la objetividad de la psicosis. El caso de la locura, lejos de constiruir un supuesto excepcional, es el pan nuestro de cada dia del historiadw. Todos 10s seres histdricos sin excepcidn -psicosis, clxses, nadones, religiones, hombres y animalescambian en un mundo cambiante y cada ser puede provocar cambios en 10s dernis, y viceversa, ya que lo concreto es devenir e interaccibn. Surge asi el problemn del concepto, que se viene plantemdo sin cesar desde tiempos d e 10s prlegos.
CAUSALIDAD Y RETRODICCION
La historia no es una ciencia y su forma de explicar consiste en cthacer comprendero, en relarar c6mo han sucedido Ias cosas; el resultado no es sustancialmente distinto de lo que viene haciendo, cads maiiana o cada tarde, nuestro diario habitual. Esto en cuanto a la sintesis; todo lo d e n ~ i scorresponde a la critica, a la erudici6n. Pero entonces. Cpor qu6 resulta tan laboriosa la sintesis histdrica? ~ P o quC r se va haciendo progresiva y plCmicamente? pot q u i no se ponen de acuerdo 10s l~istoriadoressobrc las razones de la caida del Imper~oRomano, o las causas de la Guerra de Secesihn? Hay dos razones que explican esta dificultad. Una de ellas es que, corno acabamos de ver, es dificil reducir a conceptos la diversidad de Io concreto. La otra, que abordaremos ahora, es que el hisroriador no accede directamente rnbs que a una porci6n infima de lo concreto, la que le ofrecen Ins documentos de que puede disponer, y debe completar las lagunas restantes. Esta labor se rcaliza conscientemente en una medida muy escasa: la que se refiere a las teorias y a las hihtesis. En una Darte mucho mavor. , , se hace de forma inconsciente, por evidente (lo cual no signitica que sea cierto). Lo rnismo ocurre en la vida cotidiana; si leo con todas las letras que el rey bebe, o si veo beber a un amigo, todavia me queda pot inferir que beben porque tienen sed, en lo cual Lien puedo engaiiarrne. La sintesis hist6rica no es otta cosa que esa operaci6n de rellenar lagunas, a la que llamaremos retrodicci6n utilizando un tirmino de esa t e e ria del conocimiento fragmentario que es la teoria de Ias probabili-
Jades. Existc predicci6n cuando consideramos un acontecimiento c*
rno ftiruro: tcuiintas probabilidadcs tcngo, o tenia, de quc me saIga, o salicr;l tin p6quer c!e ases? Por cl contrario, 10s problemas de la rctroc!iccitn se reiieren a la probabiiidad de ias causas o, mejor dicho, J c las hip6tesis: dcual es la explicadcin acertada c ~ a n d oya sc ha ~)roducidourl :~iontecirniento?
Partarnos de la proposici6n hist6rica ma's sencilla: aLuis XZV hizo impapular porque los impuestos eran exccsivos>~.Hay que tcncr prcsentc que, en la pricrics del historiador, una frase de estc tipo ~ t l e d ehahcr sido escrita con dos signiflcados muy diferentes (CS c\~riosoquc, salvo error por mi parte, nunca sc h a y mencionado esn
a1 rcy. En J segundo, hace una retrodicci611, se rernonra de la i m p pularjdad a una slipuesta causa, a una hip6tesis exp!icativa.
La cauraiidad sublunar Saber a ciencia cierta que el r6gimen tributario hizo impopular a1 rey quiere decir, por ejemplo, haber lcido mdnuscrlros del tiern-
po dc Luis XIV cn 10s que hs pirrocos d e las aldeas hicieran constar clue el pobre pueblo se lamentaba de 10s tributos y nlaldecia a1 rey en secrcto. Se comprende erilonces inmediatamente el proceso causal y , si no fuese asi, no podriamos comenzar siquiera a dcscifrar el mundo. A un niiio le basta hojear a Tucidiries para comprendcrlo, srernpre que tenga edad suficiente para atribuir aiglin significado a tCrminos como aguerras, uciudad,, u ahombre politico,,. A ese niiio no se le ocurrira' csponta'neamente la idea d e que cualquier ciudad preficre dominar a ser esclava: la aprendera' en Tucidides. Pero cornprender el origen d e 10s efectos dc esas manera, no significa en sbsoluto que nosutros,tengamos que sentir lo misrno. N o nos gustan 10s lmpuestns m6s: que a 10s slibditos de Luis XIV, pero, aunque 10s adorirarnos, n ~ * ~ ello o r dejariamos de comprender 10s rnotivos que tenian para aborrecerlos. Despue's de todu, no tenrrnos dificultad en comprender el entusiasmo que sentia un rico ateniense por esos impuestos suntuarios y aplastantes que prsaban sobre 10s ricos con el nombre de liturgjas, y c6mo el pagarlas con esplendidez era para rllos cuesti6n d c honor y d e patriorismo. Haber comproSado una vez que el reglmen tributario hizo i m p s puInr a un rcy nos induce o esperar que el proccso se repita ya que, por naturaleza, la relaci6n causal desborda eI caso individual; no es fortuita y suponc cierta regularidad en Ias cosas, una coincidc~~cia aunqur eIIo no srgnifica en absoluto que la regularidad llegue a ser constantc. Por eso no sabren~osnunca d e quC estari hecho el rnaiiana. La causalidad es necesaria e irregular; el futuro es contingente, el rCgirnen tributarin puede hacer impcpular n un gobierno, pero tamhikn es posihle que n o produzca ese efecto. Si el efecto se prcduce, nada nos pareceri ma's natural que esa relaci6n causal, pero nu nos sorprenderernos demasiado si sucede d e otro modo. E n primer lugar sabemos que puede haber excepciones cornq, por ejemplo, cuando, ante una invasi6n extranjera, aumenta el patriotism0 d e 10s contribuyentes. Cuando decirnos que 10s impuestos hicieron impca Lujs XIV, esramos teniendo implicitamente en curnta la situaci6n general de la Ppoca (guerras con otros paises, derrotas, menralidnd carnpesina. ..); sentimos que esa situaci6n es singular y que
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no podriarnos transponer sus ensefianzas a otra situaci6n sin correr
el rlesgo de equivocarnos. Pero jequivale esto a decir que estamos slernpre cn condiciones de precisar en que casos podria hacerse la transposici6n o, por el contrario, podemos sefialar exactamente quC circunstancias la harian irnposible? Resulta evidente que, por m6s que nos esforcemos, nunca llegaremos a precisar con seguridad qud c~r~unstarlcias concretas harian que las enseiianzas d e la historia fuesen o no vdlidas. En caso de que lo intmrirarnos, n o se nos oculta que pronto nos vcriamos o b l ~ ~ a d oas invocar, por ejemplo, el misterioso carhcter nac1ona1 de 10s franceses, es decir, a reconocer nuestra incapacrdad de ad~vlnarel porvenir y de explicar el pasado. P o r 10 tanto, reservamos siempre un rnargen para lo impreciso y para 10 alcatorio: la causalidad va siernpre unida a una resrricci6n mental. Pero no par eso deja de haber cierta constancia en nuestras acciones, sin Id cual no podriarnos hacer nada. Cuando descolgamos el reldfono para dar una orden a la cocinera, a1 conserje o a1 verdugo, no dudsmos d e que se producirin 10s efectos previstos. Puede ocurrir, sin embargo, que el telifono no funcione o que no se nos obedezca. Esa invar~abilldadcasi universal hace que una parte del curso de la hlstoria se reduzca a Ia aplicaci6n de esquemas, d e 10s que el hlstoriador no habla, y n yue el acontecimienro irnplica diferencia. LOS aconteclmlentos forman una trama donde todo es explicable, pero cuya probabilidad de suceder no ha sido la misrna. Aunque 10s lmpuestos excesivos fueran causa de la revuelta, 6sta no se produjo necesariamente; 10s acontecirnientos tienen causas, pero &stas no siempre tienen consecucncias. En definitiva, no t d o s 10s acontecirnientos tiencn las mismas probabilidades dc Hegar a suceder. Puestos a ser mLs sutiles, podemos distinguir entre el riesgo, la incertidurnbre, g lo desconocido. Hay riesgo cuando es posible calcular, a1 rnenos de bulto, el nt5mero de oportunidades que tienen las distintas eventualidades; por ejernplo, cuando atravesamos un glaciar en el que una capa de nieve oculta las grietas y sabernos que e n ese paraje hay muchas. Hay incertidumbre cuando no podernos aventur.ar las probbilidades relstivas que tienen las distintas eventualidades; por ejemplo, cuando lgnoramos si la superficie nevada que atravesarnos oculta un pbrfido glaciar o un inocentc nevero. Estamos ante lo desconocido cuando no sabemos ni d e qud eventualidades se trata ni qu6 tlpo de accidenre puede acaecer; por ejernplo, cuando ponernos p r primera vez el pie en un planeta desconocido. D e hecho, el homo historicur prcfiere generalmente un gran riesgo a una liRera incertidumbre (es bastante rutinario) y aborrece lo desconocido.
Existe una segunda raz6n para explicar la reserva mental que acompaiia siempre a cualquier prediccibn: lo que llamamos causa n o es nunca ma's que una d e las rnuchas que puede atribuirse a un procao; su n6rnero es indefinido y s610 es posible distinguirlas dentro del orden del discurso. < U m o distinguiriarnos Ias cvusas d e las condiciones en asantiago no pudo coger el tren, porque iba abarrotado*? Habrfa que hacer una relaci6n d e las mil y una rnaneras posibles que tene~nosd e contar esta ankdora. 2Y c6mo llegariamos a enumerar rodas las circunsrancias necesarias que le han impedido coger el tren, si hasra habria que mencionar q u e existen 10s trenes?
Dado que nuestro conocirniento del pasado es fragmentario, lo que norrnalmente ocurre es que el historiador se enfrenta con un problema rnuy disrinto: constata la irnpopularidad d e un rey sin que haya documentos quc le permitan conocer la raz6nn,por lo que debe remontarse, mediante retrodiccibn, del efecto a su causa hipotCtica. Si decide que Ia causa debe ser el regimen tribucario, escribird la frase *Luis XTV se hizo irnpopular a causa de 10s impuestosu, dsndole el segundo sigrlif~cadoque mds arriba hemos analizado. La dificultad consistiri entonces en saber si, a pesar d e estar seguros deI efecto, hemos dado con la explicad6n acertada. (Cua'l es la causa: el regimen tributario, las derrotas, de 10s ejtrcitos reales o una tercera r a w n en la que no se nos habia ocurrido pensar? La estadistica de las rnisas que 10s fieles encargaban por la salud deI rey muestra con toda cIaridad el desafecro que d final d e su reinado les inspimba, Por orra parre, sabemos que habian aumentado 10s impuestos y tenemos presente que a nadie le gustan 10s impuestos, Y a1 decir esto nos referirnos a1 hombre eterno, es decir, a nosotros mismos y a nuestros prejuicios, por lo que convendria realizar un estudio de psicologia hist6rica. Ahora bien, sabemos que en el siglo XVII rnuchas revueltas tuvieron su origen en nuevos impuestos, en las alreraciones monetarias o en la carestia de 10s cereales. Ni este conncirniento es innato ni en el siglo xx hemos tenido oportunidad de ver rnuchas revueltas de ese genera: las huelgas tienen hoy otros rnotivos. Pero, corno hernos leido la historia d e la Fronda, inmediatamente advertimos la reJaci6n que hay entre irnpuesto y revuelta y nos queda un conocirniento residual de cara'cter general d e esa relaci6n causal. AsE, pues, 10s irnpuestos parecen ser una causa verosirnil del desconrento, pero (no puede haber tarnbier1 otras? {Estaba rnuy arraigado el patriotismo entre el campesinado? l N o habrian contri-
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dcrror.>s militarcs en la misrna medida que el rPgimen rriI~rir.~rlo :I la ~ l n ~ ~ u ~ ~ ~ del l a r rey? ~ r f aI'ara d yue la retrodicci6n sea v6Id:,, 1mY que canocer a fondo Ia mentalidad de la kpoca. Podernos pwgunt:lrnos si otras siruaciones de descontcnto tienen causas disrintas a las d r los impuestos, pero normalmente no urilizaremos en nucsrro razonarnjento una induccidn tan caricaruresca, sino que nos pregunrarernos si, de acuerdo con todo lo que sabemos del clima dc la kpoca, cxislia una opini6n priblica, si el pueblo pensaba que In guerrn era asunto ptivado del rey, que dirigia con ayuda de 10s cspccialistas pat3 mayor gloria suya, y que s610 concernia a 10s s 6 b dltos, cuando rcnian que sufrirla material~nente. L!rgsmos asi a conclusioncs ~ n i so menos verosirniles: alas causaj dc esa revuelta, qtie son ma1 conocidas, probablemente eran 10s imp~:esros,camn siernpre ocurria en esa k p c a y en tales clrcunstanC I , I S V Queda sohreentendtdo que habr6 sido asi, 5610 si Iar cosas llari $ u c c c i i c l o ric forrna normal. Con ello, la retrodiccibn se asemeja $11 r.wc>n:llnlento por analogia o a esa forma de profecia razonable, por scr condiciondI, que llarnarnos predicci6n. Pongarnos un ejemplo dc ruonamlenro por analogia: B ~ O Shistoriadores, escribe uno de ellos, gcncraliznn constantemente; si no fuera evidente que Ricardo hizo asesinar a 10s pequefios principes en 1a Torre d e Londres, 10s historiarlores se przguntarian, sin duda m i s incorlsciente que conscientemcnre, si era frccuente que 10s monarcas de esa +ma suprirnieran s los posibIes rivales a la corona y su conclusi6n esraria, con toda r:izcin, muy influida por csta illtima gencrafizacibn), '. Evidenremeni f * . cl peligro de ese tazonarniento es que Ricardo haya sido en rea- i m i s cruel de lo que era normal serlo en su tiempo. Pongarnos ,,: un cjcrnplo de predicci6n hist6tica: pregunttmonos que ha. : :.uceciido si Espartaco hubiera derrotado a las lcgiones romanas y :.; lbubiese aduefiado del sur de Iralia. ~ H a b r i allegado a su fir1 i.1 c~clavirud?
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' E. H. Carr, b'i~lrf is Hiitorr? (Penguin Books, 1968), pdg. 63. ' L. Rohcrt. Anrrltairc ih Collite dc Frrrnre, 1962, pig. 342. ' ~~prerurC.mosnosa ahadir quc el tCrmino csdavitud es cquivoco;
rcfcrirsr a1
vincul:~
pucde iuridico arcaico, propio de la relaci6n de servidurnbre drr
elemento cornparativo, podriamos recurrir a otro menos ilustrativo: el de 10s mamelucos dc Egipto. L o quc da mayor validez ai primer efernplo es que clesconocemos q u i razones especiales pudicron Impulsar a 10s esclavos d e Sicilia a fundar un reino, razones que tampoco habrian existido en el caso de Esparraco. La elecci6n del rCgimcn rnonirquico no era en aquella 6poca algo distintivo; la monarquia era la forma normal d e constituirse todo Estado que no fuera una ciudad. Por otra parte, el mismo aura carismitico y miIenarista debia envolvcr a Espartaco y a1 rey de 10s reheldes sicilianos: es bien conocido el milcnarismo de las ctrchliones p r h i r i v a s ~ . La retrodircidn es cc~intesis* No es la primera vez, y no seri la hlrirna, que consta q u e cl origen de 10s problernas propios del conocimiento histbrico se encucrltra en Ins docurnenros, en la critica y en la erudici6n. En epistemologia hist6rica la tradici6n filos6fica apunta demasiado alto; se p r g u n t a si la explicacidn hist6rica se basa en causas o en ]eyes, pero oIvid3 !a retrodicci6n, habia de induccidn hist6rica y omite la I a b r de ordenacitin. Ahora bien, la historia de una kpoca dada se va configurando por medio de seriaiizaciones, por una investigacihn pendular de 10s documentos a la retrodiccibn, y viceversa, p 10s hechos rnejor fundados son, en realidad, conclusiones que en gran parre son fruto d e la retrodicci6n. Cuando un historiador afirrna que el rhgimen tributario hizo impopular a Luis XIV, basgndose en un manuscrito de un pirroco de aldea, realiza una retrodiccihn a1 admitir que ese testi~nonioes tambiCn vilido para las ddeas vecinas, lo que exigiria una amplia encuesta, si queremos que esa inducci6n estC s6Iidamente fundada y que la muestra sea representativa. En realidad, la primera retrodicci6n ha consistido en retrotraer a tres siglos antes uri rnanuscrito, que existe realrnente en 1969, corno sensaci6n visual y tictil del historiador. Esta gran dosis rle retrodiccibn, de interpretacidn, hace que en cierros rerrenos quepa esperar todo g4nero d e sorpresas; hace dos siglos terminamos reconociendo que R6mulo era mistica, o a la esclavitud de pIantaci6n, cnmo Is que se dio en el sur dc 10s Estados Unidor hasra 1865. 1.a primera de r!las es, con mucho, la rnis extcndida. La esclavitud de plantacicin, que Glo afecta a ias furnas y releciones de produccicin, es una excepciSn yropia de ltalia y de Sicilia en cl baio period0 helenistico, como tarnbikn lo era en el siglo XIX. En la Anrigiiedad, como ha sefialadn hi. Rodinson, lo normal en la agricultura era el campesinado libre o la servidumbrc. Aun cuando Espartaco hubiera acabado con el sislema econ6mico basado en la esclavitud de plantaciones, habria admitido sin duda, como todos sus con temporrineos, la esclavitud domktica.
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una f i p r a legendaria. desde 1945 10s historiadores japneses pueden escribir que la dinastia reinantc en el Jap6n tiene un origen mirico Hay, en efecto, muchas lagunas en la trama h~stbrica,debido a que son tambikn abundantes en esa clase tan especial d e acontecimientos que conocemos con el nornbre d e d m m e n t o s , y tambiPn a que Ia historia conslste crl un conocer a trate's de vescigios. Ya Kern05 tenido ocas16n de cornprobar que en ning&n caso un documenro, aunquc sea la vida d e RobinsBn Crusoe esuita por CI ~nismo,coincide plennn~entecon un acontecimiento. Por consiguienre, n o podemos volver a rehacer ei curso de 10s acontecirnientos como si se tratara d e un mosaico; por numerosos que sean, 10s dm cumentos son neccsariamente indirectos e incompletos; debcmos prrs yecrarlos sobre el plano que hayarnos elegido y relacionarlos entre si, Este fen6rneno, que es parriculsrrnente perceptible en Ja historia anrrgua, no es exctusivo de ella; tambi&n en historia conternpordnea esi>te una dosis importante de retrodicci6n y la diferencia estriba e n que, en este GItimo caso, la retrodlcci61-1 es pricticamente cierta. Pero, aun cuando 10s documentos sean peri6dicos o archivos, hay que relacionarlos debidamenre cnrre si y no atribuir la misma significaci6n a un nrticulo de L'Humanrt&, que a un editorial del Journal def De'barr, en funci6n d e lo que conocemos de a m b s peri6dicos. Una octavilla de 1936 y algunos recortes de prensa conservan el recuerdo d e una huelga en cierra fa'brica de las afueras; ahora bien, como n ~ n g u n aCpoca hist6rica es testigo Je todo a la vez, como no se hacen al misrno tiempo rhuelgas de brazos caidosn, uhuelgas salvaj e s ~y *huelaas de destructores de mfiquinasa, evidentemente esa huelga de 1936 seri objeto de una retrodicci6n que la hace semejante a las dernds huelgas d e csc mismo aiio en ej contexto del Frente Popular, n~ejordicho, en el contexto del conjunto de d o a m e n tos que nos dan a conocer esas huelgas. A rnedida que nos acercamos a la ipoca presente, 10s documentos se hacen menos fragrnentarios y permiten reproducir el contexto de una Cpoca (uno ase familiariza con su periodon) y esa reproduci6n pcrmite, a su vez, rectificar la interpretacibn de otros documentos mis fragmentarios, No se puede considerar que esto sea ning\in acirculo vjcioso de la sintes~shist6ricaa; las inferencias se basan en 10s datos de 10s documentos y, aunque no progresen hasta el iniinito, vau lo suficientemente Iejos como para configwar en la mrnte de cada historiador urla pequeiia filosofia de la historia personal, una experiencia profesional, en virtud de la cual atribuye mapar n menor imporrancia a las causas econ6micas o a ias neccsidades religiosas y piensa en una u otra hip6tesis interpretativa. E s csta esperierlcia (en el sentido en que SF habla de la experiencia en
medicina clinica o de la experiencia d e un confesor) la que constituye el famoso ume'todo~de la historia.
EL lrmkrodou er uno experiencia
ciinicn
Dc la misma manera que el mis minimo hecho implica una multirud d e retrodicciones, acaba tarnbien por llevar aparejadas rerrodicciones de alcance mas general que dan lugar a una concepci6n de la historia y del hombre. Esta experiencia profesional, que s e adquiere estudiando 10s acontecimientos a 10s que estd indisolublernente unida, es lo que Tucid~desdenomina el Kterna es aei, las ensefianzas de la historia vLlidas para siempre. De esta manera, 10s historiadores acaban formiindose un juicio sobre el periodo que estudian o sobre tada Ia historia y adquiriendo to que Maritain ' llama auna sana filosofia del hombre, una justs apreciaci6n dc las rnGltiples actividades del ser humano y d e su importancla reiativau. las oleadas revolucionarias un fen6meno poco frecuente, que precisa una preparncidn social e ideol6gica muy especial, o bien suceden como 10s accidentes de circulaci6n, sin que el historiador deba p r m p a r s e d e dar alambicadas explicaciones? iEs el descontento que provocan las privaciones y la dcsiguaMad m i a l un factor capital d e la evoluci6n o 5610 desempeiia, en realidad, un papel secundario? ~ E s t i ila fe intensa reservada a una Clite religiosa, o puede ser un fen6meno de rnasas? {QuC similitudes p demos hallar con la r f e del carbonero~? {Existid alguna vez una cristiandad como la imaginada por Bernanos (Le Bras lo pone seriamentc en duda)? {La pasi6n colectiva que sentian 10s mmanos por 10s espectdcuIos, y la que hoy experimentan 10s sudamericanos por el f6tbol es s61o una apariencia que enmascara irnpulsos politicos, o es humanamente plausible que n o necesite una explicacidn extrinseca? No siempre 10s documentos crde su periodos dan respuesta a preguntas de este tipo; por el contrario, estos documentos tend d n el sentido que les otorgue la respuesta que cada u n o d&a tales preguntas y, a su vez, aquCllas tendrin su origen en otros periodos histdricos, si el investigador posee la suficiente cultura, o en sus prejuicios, es decir, en el espectiiculo d e la historia contemporgnea. Par lo tanto, la experiencia histdrica se mmpone de todo lo que el historiador puede aprender a lo Iargo de su vida, en sus lecturas y en sus relaciones humanas. No rcsdta sorprendente, pues, que no
son
' J , Maritain, Pour paB. 21.
une phaosophie dc I'bisloire,
uad. Journet, Seuil, 1937,
hsya dos historiadores o dos clinicos con la misma experiencia, ni que Sean frecuentes las interrninables dispuras a la cabecera del enicrmo. Si In t~istoria consiste en esa combinaci6n de datos y d e experirncia, si sc forma por el rnismo vaivCn d e inferencias mediante el ca;ai un niiio canstruye paulatinamente la visi6n deI murldo que le rodcn, vemos entonccs que, en teoria, el limite de la objerividad hisrSrica esta' en la variedad de las experiencias, I'orque el limite d e la objetividad -aunque se trata menos de 11i1 limite defitiirivn quc d e una contencidn o aplazamientes la rn~~lriplicidad de las espericncias personales, de tan dificil transmisi6n. No se pondrin de acuerdo dos historiadores de las religiones acerca del ~~sirnbolismo funerario romano,, porque, mientras que Ias experiencias d e uno piran en torno a las inscripciones antiguas, las psregrinaciones bretonas, la devocicin napalitana y la lecrura d e Le Bras, el otro ha formado su filosofia religiosa a partir de textos anriruos, de su propia fe y de Santa Teresa; como las reglas del juego c~nsistenen no intentar nunca poner de rnanifiesto el contenido d e las esperiencins qne son el fundamento de la retrodiccidn, no Ies qtlec!ar5 otra soluci6n que acusatse mutuamente de falta d e sensibilidad religiosa, lo cual no quiere decir nada pero no se perdona f C cilmcnte. Cuando, para fundar su inrerpretacidn, un historiador recurre a las enseiianzas del presente o de otro periodo de la historia, acosrumbra a hacerlo a titulo de ilustraci6n de su pensamiento y no como si se tratara de una demostraci6n, sin duda potque el p d o r le lleua a adivinar que, a un lbgico, la inducci6n histdtica le pareceria terribIemente imperfecra y la historia una pubre disciplina anal6 gica. Es Iicito, pues, suponer que la historia se escribe de a ~ v e r d o con la propia personalidad, es decir, en funciBn de un acervo de corlmirrlientos confuses. Si bien es cierto que esta experiencia es transrnisible y acurnulativa, sobre todo por ser libresca, no podernos considerarla un mitodo (cada uno adquiere la experiencia que puede y quiere), en primer lugar porque su existencia no esti. oficialmente reconncida, y n o se obtiene de forrna organizada; en segundo lugar porque, a pesar d e ser transmisible, no es formulable: se adquiere a travks del conocimiento d e situaciones concretas, de 1as que cada uno tendri que sacar Ias enseiianzas pc.rtinentes segrin su entender. I,a hisroria carece de m&todo, dado que n o puede formular su expeT ~ C I I Cen ~ ~forma de definiciones, d e leyes, ni de regIas. La discusibn sobre 13s difcrentes experiencias personales cs, pues, siempre indi..:: con 4 tjempo, las formas de apendizaje se cornunican entre :crminan coincidiendo, pero a la manera de una opini6n que :? ?or prevalecer y no de una norma que se establece.
Causax o Zeyes, arte o ciencia
La historia es u n arte que supcnt la adquisicijn de una experiencia. Lo que nos engalia a1 respecto y nos hace seguir esperando que un dia alcanzari un estudio verdaderamenre cientifico, es que est6 Ilena de ideas generales y de regularidades aproxlmativas, como ocurre en la vida cotidiana. Cuando digo que 10s impuestos hicieron odioso a Luis XIV, automiticamente estoy admitiendo que no me sorprenderia que a otro rey ie sucediern lo mismo por la misma raz6n De esta manera, abordamos lo que hoy constituye el problema central de la epistemologia hist6rica en 10s paises anglosajones: dexplica Ia historia por medio de causas, o por medio de Ieyes? ~ E s posible afirmar que 10s irnpuestos han hecho aborrecer a Luis XIV, sin que tcngamos que recurrir a una covering law en la que se funde esa causalidad singular e n virtud de la cual todo impuesto excesivo hace impop~llara1 gobierno que lo exige? La problemitica, cuyo inter& es en apariencia bastante limitado, encierra en realidad la cuesti6n del carictcr cientifico o sublunar de Ia historia, e incluso la del cardcter del conocimiento cientifico. Consagraremas n ella el resto del presente capitulo. Todos sabernos que la ciencia versa sobre lo general y que la historia e s t i llena de generalidades, pero, dson generalidades avblidas*? Pasemos a exponer, en primer Iugar, la teoria d e las covering laws, pues habri que recoger bastantes aspectos del anLlisis que hace de la explicaci6n hist6rica. L o dnico que negamos es que, " .a .pesar de ciertas a~ariencias.la mencionada exalicaci6n tenga la menor relaci6n con la que da la ciencia, porque, como cualquier lector d e G . Granger ', lo linico que nos hace afirrnar la capacidad d e formalizacibn que posee toda ciencia digna de tal nombre, es la oposicion existente entre el dmbito d e las xvivencias,, (hemos convenido en llamarlo sublunar) y el de lo
G. Granger, Penre'e lormelle ef Sciences del'homme, Aubier-Montnigne, 1960 y 1968; 6. ~Amntccirntentoy estructura erl las dencias dcl hombrea, en Cohters de I'lnstrtuf de science iconomique appliqu~e,nlim. 55, ma yo-d~ciernbte 1957 (47). Sobre teorias en flsica. sobre pseudoteorias en socioIogin y sabre las cier~ciashurnanas coma praxiologia, ver cl clarisrmo articulo de A. Rapport, uvatioils mening of thesoryr, en The Amerrcan Political Science Revrm, 32. 1958, pigs. 972-988.
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Paul Veync
explic8cidn segljn el e m p i r i s m o Idgico
La teoria de Ias c o v e r i n g lows en historia time su origen en d ---;?rnsrnoIBgico 6, esmela d e pensamiento que propugna la unidad :a r a ~ d n .De acuerdo con su analisis d e la explicacibn cientifica, ;:I interpretaci6n.equivale a encontrar las leyes que rigen 10s acon!.::irnie~~:os. Para mayor precisibn, tomemos corno ejcmplo la inter;~:-cr;~ri6n de u n acontecirnienra cudquiera. Su explicacicjrl constari dc tlos partes: 10s datos o condiciones previas, que son acontecimientos situados en un riernpo y lugar determinados (por ejemplo, las condiciones iniciales o 10s limites fijados por lus flsicos) y, en segundo lugar, Ias leyes cienrificas. Toda cxplicaci6n de un acontecimiento (la Jifusi6n del calor a lo largo d e esta varilla de acero, el descenso desproprcionado deI precio del trig" este afio) contiene a1 menos una ley (para el trigo, la ley d e King). No cabe duda de que se trata d e un ana'lisis irnpecable; apliquirnoslo a la historia. Sea, por ejemplo, el conliicto entre el Papado y el Irnperio '. Para evitar una rcgresi6n hasta el infinito a lo largo de la cadena de acontecimientos, el historiarlor cornienza delimitendo Ins bases de las quc parte. E n el siglo XI existen un Papado y un Imperio que tienen tales cancteristicas. Cada gcsto que en adelante haga malquiera de 10s proragonistas del drama .se explicara' por una ley: todo poder, aunque sea. cspiritual, 'tiende a ser total; toda instiruci6n tiende a cristalizarse, etc. Pero, aunque cada episodio concreto sc explique por una o varias leyes y por el episodio precedente, no hay que creer por e!lo que 10s episodios del conjunto tengan entre si una relaci6n causal, aun a ~ a n d ola concatenaci6n de todos ellos sea previsible. Recordernos que no se trata de un sisterna cerrado, ya que mntinuamente estin apareciendo en escena nuevos datos (el rey de Fr-ancia sobrc a t e terna dc C. G. Hempel, aThc hnclaws in hisrorys, 1942 (en Readings in p h ~ a s o p h k dandysis, dc H . Fcid y W. Sellars, Nueva York, Appleton Gntury Crofts, 1949; y en P. Gardiner Ied.1, Theories of history, Glencoc, Free Press, 1959); en el mismo sentido. I. Scheffler, Anaiomie de la science, ttrad. ThuiUier, Seuil, 1966, capitulo VII; d, K. Popper, Mis2rc dc I'hisrwicisme, wad. Rousseau, Plon, 1956, pig. 142. Ver Ias psturas rnuy matiadas de P. Gardinu. The h'ufure oj hrs:!oricd t-xplanailon, y de W. Dray, Lous nnd explanorion in hisfory, ya n'tados, asi c o w la5 dc A. C . Danto, Andytical philosophy o f bistoq, cap. X. Pero la mcjor erpdsici6n de la rcorta de Hempel es la de Stcmiiller, Probleme und R e s d t a ~ eder lVirrenchafis~heorie,vol. I , p6gs. 335-352. Sobre lss nnciones de causa y dc acontecimitnto, vtase G. Granger, gbgiqur et pramatiquc dc la causalid dans lcs scicnccs de l'hommo, cn Syst>rnes ~ymboliques,science ct philoropbic, Ed. CNRS, 1978. phgs. 131-137. h p a r a r Sregmiiller, p5gs. 334.358 y 119; respeao a la tarla de la cx;llic~i6ndeducriv~nomol6gica,ibid. p&s. 82-90
El
tion of
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crabaio fundamental
y sus juristas, el temperamento del ernperador Enrique IV, la aparici6n de las rnonaryuias nacionales) que modifican las bases iniciales. Dc esio se d e s ~ r e n d eque, si bien cada eslaMn sea explicable, no lo es su concatenaci6n, pi~esto que la interpretacirjn de cada nuevo dato nos Ilrvaria demasiado leios m el estudio de las cadenas de acontecrmlentos d e donde provienen. Nos hemos permitido cornparar la historia a una trama dramitica, pues asi lo quiere el empirismo Idgico. Los datos son corno 10s pcrsonaies J e un drama; aparecen tarnbikn mecanismos que lo impulsan a la acci6n y que son leyes eternas. A menudo, surgen de improvise nuevos actores en escena y su aparicidn, aunque explicable, no deja de sorprender a 10s espcctadores que nu ven lo que ocurre entre babtidores. Su aparici6n modifica sensiblemente el desarrollo de ld trama que, comprensible escena por escena, no resulta previsible de principio a fin, aun cuando el desenIace sea a la vez inesperado y natural, puesto que cada episodio sc explicn por las leyes eternas del coraz6n humano, Se entiende entonces por quC no se repite la historia, por quC no es previsible el futuro; desde luego no es, corno tal vez sc cstarla tcntado a suponer, porquc una Icy dcl cstilo de atodo poder tiende a ser total* no sea lo bastante absoluta ni cientifica. La raz6n no es otra que, a1 no ser cerrado el sistema, no resulta enteramente explicable a partir de 10s datos iniciales. Nos encontramos ante un genera de indeterminaci6n que ni la concep ci6n cientifica m i s rigurosa se negaria a admitir.
Pero, ~ q u creemos i haber hecho a1 exponer a t e esquema? Introducir una met$fora. EntendLmonos8. No es que tengamos la menor nostalgia de la oposici6n que establecia Dilthey entre las ciencias de la naturalaa que aexplicanu y las ciencias humanas que se limitarian a acomprenders, oposici6n que constituye uno de 10s miis memorab l e ~callejones sin salida d e la historia de las ciencias. Ya se trate de la caida dc 10s cuerpos o de la acci6n hurnana, la explicaci6n cientffica es la misma: deductiva y nornol6gica. Lo linico que negamos es quc la historia sea una ciencia. La frontera e s t i situada entre la explicaci6n nomol6gica de las ciencias, Sean natutales o humanas, y la explicaci6n cotidiana e histbrica, que es casual y dernasiado confusa para poder set gencralizada en leyes. StegrniiUer, p&.
R. b u d o n , Anafyse
360-375: uEI supuesto mCtodo de comprensibn~;vtare Plon, 1967, p6g. 27.
m~thlmafiqucdes faits saciaux,
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I'aul
Vepne
I;brno sc esrrrk la
A dccir verdad, la dificultad cstriba en saber exactarnente qu6 enticndc cl ernyirismo lgico por esas (cleyes~que el historiador utili~aria.<Son Jeyes cienrificas, en el scntido que todo el rnundo atribuye a esa expresi6n, Ieyes coma las de la fisica o la economia? (0 son mis bien verdades rriviaies, del ripo de citodo impuesto exceaivo ...n ? Cornprobarnos que, en esto, segin 10s autores y 10s pasajes, hay cierras vacilaciones. En prirlcipio se trata dnicamente de lcves cienrificas, pero, si el esquerna del empirismo 16gico no fuera aplicab!e ma's que a las phginas de Ia historia en las que son aplicables algunas cle esas Ieyes, nos encontrariamos con un material muy pobre. Nu cabe entonces mds que resignarse paulatinamente a consiJerar como ]eyes 10s principios d c burn juicio politico de cualcjuier nacibn, hasta t a l punto es cQndida la convicci6n de que la historia constituye una disciplina seria, con mktodos y capacidad de sintesis cspccificoi que, a pesar de todo, da expticaciones distintas de las csplicaciones camunes y corrientes. Una vez que ha habido que llamar ]eyes a las afirmaciones m l s trivinles, el consuelo estd e n la rsperanza d e que, cn ese simple aeshom e x p l i c a t i ~ o * ~inconi, pleto, impliciro o provisional, se irdn reernplazando estas verdades triviales por leyes rnds propiamente tales, a medida que la ciencia progrese. En surna, o bien se Cree que la historia se basa en sus exp!icaciones en verdaderas leyes, o se llama leyes a las verdades de Perogrul!~, o se cspera que tales perogrulladas Sean el esbozo de futuras leyes; las tres opiniones son err6neas lo. Lg teoria de la explicaci6n histhrica, segjn el empirismo Ihgico, pcca ma's de poco instructiva que de falsa. Es cierto que existe una sernejanza entre la explicaci6n causaI de la historia y la explicaci6n nomolbgica d e las ciencias; en ambos casos se recurre a datos (10s impuestos, Luis XIV) y a una relaci6n general (ley) o, a1 menos, generalizable salvo excepciones (causa). Gracias a esta sernejanza Sobre 10s ~esbozosexplicativosa,
Stcgrniillcr, pigs. 110 y 346. Vvlvcrcmos snbrc el aspecto general de la cucsti6n en el capitulo X, en cl itla1 se ahrjrii c ~ ndcbare complero. Nos parece que el punto crucial cstriba e n que las acoracioncs quc efectuarnos cn el a'rnbito de las vivcncias (el feudalimo. cl Islam, la Guerra de 10s Cien Aiios) no tiencn nada en comun con las abstrnccioncs formalcs (quanra, camp rnagnitico, cantidad de movimiento), qtrc cntrc la dora y la epislrrne hay un abismo, que la forma que tenemos de :~hcrJnr, el !mbitn dc In expcriencia no permite siquiera aplicar a la historia ::s.cs c~crrrificas,excepro en a t ~ u n saspectos circunstanciales. Y precisamcnrc lo 7,econoce en el fondo Stcgmiiller, mando destaca que en historia hay :,.;'o a,en la vida co~idiana:la teia quc da cn la cabcza de Pirro ohe:~~iclcntcrncn~c a la ley de la cafda de 10s cuerpos), pcro quc no hay leyes iiisroria (pdg. 344); no existe una ley capaz dc cxplicar el desarrollo de :,. , ;.. ;,:!a;:a Cruzada. Esramos de acu-do con C. Granger, Pensbe /ormelle el .';.::-;:zcsde l'hornrne, pigs. 205-212. 1'
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h~storia
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el histuriador puede utilizar a la vez causas y Ieyes, y asi, la caida de 10s preclos del t r i p se explicaria par-la ley J e King y por 10s habitos allrnenrarios del pueblo francis. 1.a diferencia estriba en que, sun siendo una relacijn causal repetihle, nunca podremos asegurar forlnalrnente c ~ ~ i n dyo en quC condiciones se producird de nuevo; la causalidad es confusa y global, y la historia $610 versa sobre casos Jnicos cuya causalidad no podriantos generalizar en forma de leyes: las cccnsciianzasn de la historia van siempre unidas a una restricci6n mental. De ahi que la e x p i e n c i a hist6rjca no sea formulable; que no podamos separar el Ktema es aei del caso linico en donde aparece. Tomemos uno de esos casos, traternos, .---*-a todo buen sentido, d e generalizar en forma de ley esu ensehanza, y resignimonos de antemano a denominar ley a la verdad trivial. Pero no es tan simple obtenerla, porque la relaci6n causal es global y no tenemos ning6n criterio para analizarla: en consecuencia, el n6mero de posibles subdivisiones es ~nfinito. Gonsideremos ahora el ejemplo a1 qrle nos venimos refiriendo: *Luis XIV se hizo impopular a causa d e 10s impuestos~r.Parece ev~denteque la causa es el rigimen tributario y la consecuencia la impopularidad; en cuanto a la ley, el lector ya la sabe seguramente de memoria, Pero, {no habri miis bien dos efectos disr~ntosy dos causas diferentes, a saber, 10s impuestos que originaron el descontento y este desconientn que, a su vez, fue causa de la impopularidad? Este anIlisis mis sutil nos proporcionarh una cowring low ~ u ~ l e m e n t a r i aq,u e nos permitird enunciar oue todo descontento remite a Ia causa del hecho a u e le ha dado origen (si mi memoria no me cngaiia, esta Icy estg en Spinoza). i'l'endremos, pues, dos leyes para una sola impopuIaridad? Tendrcmos nluchas m i s si hacemos un escrutinio d e aimp~restos excesivosu y d e ~ r e y f i ,y si no advertimos a tiempo que nuestro supuesro milisis es, en redlidad, una descripcio'n de lo que ha sucedido. Ademhs, sea cual sea la formuTaci6n que hagamos, nuestra ley serd falsa, pues no la podremos aplicar ni en situaciones de fervor patri6tico ni en todas aquellas d e origen mis o menos inexplicable. Se ha dicho": uMultipliquernos las condiciones y 10s tirminos, y 1. khefflcr, Anofomie de In rcrence, Ciudes phhilosophiques d e I'expL~cadc lo conjirma!ion, Scuil, 1966, phg. 94. nPodemoa reemplaznr (una gcnernlizaci6n incompleta) por otra generalizaci6n cierra que implique condiI'
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cinnes sclplementnriasu. Hay que ailadir quc para un autor como Stegmuller este procedimiento 5610 conduce a una pseudoexplicaci6n (StegrnuHer, jGg. 102). del tipo. Char pas6 el Rubic6n en virtud de una Icy que afltma que todo individuo q n e esr6 exactarnente en la pie1 dc Cesar y en i&ncicas circunscancias, inddccriblcmentc ha dc pasar todo rio ucactamente igual al Rubic6n.
Paul Veyne
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.. acabara'
por ser exacta.9 IntCntese. Se mmenzari por excluir :caclnnes d e fervor patr16tic0, se multip11carLn 10s matices; , 120 el enunciado d e la ley tenga varias pa'ginas habremos recons. - ,JIG un capitulo de la historia del reinado de Luis XIV, que ofrec c i 6 la curiosd particularidad de estar escrito en presente y en plural. U n r vez reconrtruido asi lo lrrepetible del acontecirmento, esrari rndavia por descubrir la ley.
Lo historia
no es un
esbozo de ciencia
En esro estriba la diferencia entre la causaIidad conneta e irregular d e lo sublunar y 13s leyes abstractas y formales de las ciencias. Por m i s prolija que sea una ley nunca podri preverlo todo; llamamos sorpresa, accidence, uzar impensable o rnanlobru de zilrimu hora a lo imprevisible que no cnrraba en nuestros ca'lculos. Un soci6logo no puede esperar razonablemente profetizar 10s resultados d e unas elecciones con una exactitud superior a la del fisico cuando predice 10s resultados del experimento m6s elemental con el pe'ndulo. Ahora blen, el fisico no esta' cornpletamente seguro de 10s resultados: sabe que el experimento puede fallar, que se puede romper el hilo del ~ 6 n d u l 0 ,aunque, por supuesto, no dejarS por eso de srr cierta la ley del ptndulo. Pero esre levc consuelo no puede satisfacer a nuestro soci610go, que esperaba predecir un acontecimient~ sublunar, cnrno es el resultado efcctivo de las elccciones, pretensi6n a todas luces excesiva. I.as leyes cientificas no profetizan que el Apolo XI vaya a p e sarse en el mar d e la Tranquilidad, que es lo que deseada conocer un hjstoriador. Sin embargo, predicen que IlegarC, en virtud de la rnecajlica newtoniana, y salvo averia o accidentcu. Fijan las condiciones y sdlo predicen en funcidn de ellas, ccsi se manrienen constantes todas 1as demCs variabless, como dice la f6rmula tan del gusto de 10s economistas. Dichas leyes determinan la caida de 10s cuerpos, pero en el vacfo; 10s sistemas meca'nicos, per0 sin rmamiento: el equilibria del mercado, pero dCndose una cornpetencia perfects. %lo tendra'n Ia precisi6n de las matemiticas si hacemos abstracci6n d e las situaciones concretas. Su generalidad es consecuencia de tal abstracci6n y no d e la generalizaci6n d e lo singular. Se~ur3mentrestas verdades no constituyen una revelacibn, pero nos implden seguir a Sregmiiller cuando, e n un libro a ~ y aimportancia, la Es la difcrencia quc cstablecc K. Popper erlrre profecla y prcdiccidn: *Prediction and Prophecy in social sciences,, en Theories of hirtory, editadas wr P Gardincr, pig. 276.
CAmo se escnbe la hlstoria
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claridad y concisi6n nos cornplace resaItar, sostiene que la diierencia entre explicaci6n hist6rica y explicaci6n cienll'fica es $610 de matiz. El que 10s hlstor~adoresse resistan a admitir que expiican por mcdio d:: leyes sc deberia, o bien a que las emplean sin darse cuenta dr ello, o bien a qrle se limiran a ccesbozos explicarivos~en 10s que la formulaci6n de leycs y datos e s muy incomple~ay vaga. Este caricter incornpleto d e Ia explicaci6n hist6rica, continrja Stegmuller, riene vanas razones; las leyes pueden estar contenidas implicirarnente en la explicacih, que es lo que ocurre cuando explicamos las acciones de un personaje hist6rico mediante su caricter o sus m6viles. E n otros casos consideramos evidentes las generalizaciones, sobre todo cuando proceden de la psicologia d e la vida cotidiana. Tambien puede suceder que el historiador crea que no es cometido suyo p r e fundizar en 10s aspectos t4cnicos o cientificos de una deterrninada parte de la historia. Pero, ante todo, casi siempre resulta imposible, en el estado actual d e la ciencia, forrnular leyes con precisi6n. as610 podremos llegar a una reprcsenraci6n aproximada de una rcgularidad subyacente, y ni siquiera podri formularse la ley, por raz6n de s u c ~ m ~ l e j i d a dla. r r Estamos enteramente de acuerdo con esta descripci6n de Ia explicacicjn histdrica, salvo que n o se nos alcanza qu6 genamos con calificarla de uesbozon de explicaci6n cientifica. Si asi fuera, todo lo que 10s hombres han pensado desde el origen de 10s ticmpos seria esbozo de ciencia. Entre Ia explicaci6n hist6rica y la cientifica no hay un matiz sino un abismo, puesto que, para pasar de una a otra, hay que dar un salto, la ciencia exige una conversi6n y sus leyes no proceden de 10s principios de nuestra vida cotidiana.
A1 n o ser abstractas, las supuestas leyes de la historia, o d e la sociologia, carecen de la impecable nitidez de una Mrmula fisica y, pot lo tanto, no tienen la validez necesaria. No existen por sf mismas, y s610 aparecen implicitarnente referidas a un context0 concreto. Cada vez que enunciamos una, estamos dispuestos a aiiadir: Stegrniiller, pig. 347. iC6mo no pensar en la critica que el propio Stegrniiller hace de Hume!. pig. 443 (cf. 107): uEs unn crnpresa dcscsperada urilirar la forma de hablar cotidiana y, sin abandonar este nivel, p~etendnextraer de rlla una precisidn mayor que la que tienc de hechou. Citemos tambiCn sus restirnonios de las piginas 349 ( u n aesbozo de explicaci6ar incompleto suelc ser sustiturdo con mayor frecuencia que mmpletado con el propio progrew de la ciencia) y 350 (~Sustituirun esbam de cxplicac~6nW r una explicaci6n acabada cs casi siempre una txigcncie plathicap).
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uhdblaba en general, p r o evidentemenre hay que tencr en cuenta las poslbies excepclones y 10s imprcvisros que puedan surgir*. Ocurrc con ellas como con 10s conceptos sublunares de urevduci6n)> o ccburguesiaa, ya que sobre esas supuestas leyes grzvita tode el peso de lo concreto de donde proceden y con el que estrin vinculadas todavia Canceptos y ~Icyesnhist6rico-socioltigrcas s610 tienen senrido c ~nterCspor la refocidn r~brcptrciaquc conrinljan manteniendo con las s~ruacioncsconcretas que siguen gobernando ". Y es precisaInencc en esa relaci6n donde descubrlmos que una cicncia no lo cs todavia. St c;ucremos saber el espacio que recorre un cuerpo a1 caer en el vncio, apl~camosmecrinicamentc la 16rrnuia adecuada sin preguntarncis por Ids motivaciones qur, de acuerdo con nuestros conocirnlentos dc fas manzanas, puedan ~rnpulsara una de ellas a caer a uaa velocidad ptoporcional a1 cuadrado deI tiempo. Si queremos saber, en cambia, lo que harin unos pecjueiio-burgueses amenazados por el elan capltal, no rccurriremos a la ley correspondientc, aunque tenga cara'cter rnaterialista, sino que linicamente la citaremos a tituIo de credo o de rccordatorio. Repetiremos Ias razones que impulsan a 10s pcqueiio-burgueses a buscar en sernejante situaci6n una alianza con el pmletarrado, comentaremos dichas razones en funci6n de lo que sabemos de esas gentes, comprenderemos lo que les impulsa a actuar asi, pero siempre tendremos que tener prcsente que, si son demasiado indrvidtralistas o ciegos para ver sus propios intereses o Dios sabc qug, no harin lo que se espera de ellos. La explicaci6n blst6rica no es nornol6gica, sino causal, y, como ral, comprende 10 eeneral. Aquello que no constitr~yeuna coincidencia forrulta tiende a reproducirse, pero no puede afirmarse con exacritud ni lo que se rcproducira ni en quC condiciones. Frente a la explicaci6n prc~piade 1as ciencias, fisicas o humanas, la histnria aparece corno simple descripci6n '' de lo que ha sucrdido, Explica c d m o t~anocurrido las cosas, permite comprenderlo. Relata c6mo se ha caido una aanzana del 6rLol: esa manzana estaba rnadura o sc levant6 el vlento v una rifaga azot6 eI manzano. La ciencia es la que revela por qu.6 se ha caido la manzana. Aunque hicieramos la historia rnis minuciosa de la caida de una rnanzana, nunca nos topariamos con la gravitaci6n. que es una ley oculta que ha sido precis0 dcscubrir; a 10 sumo Ilegariarnos a descubrir la evidencia de que 10s objetos que no son sostenidas por algo caen. Tnmamos la eupresi6n y la idea dc J Molino en su brillante critica de R Rarthes, *La mmithode nitiquc de Roland Bartheslo, en lo Lingt&iqrrc, 1919, n6m. 2 , '' Accrra de la oposicidn explicnrdescribit, Stegmiillcr, p&s. 7681, 6 , 343.
Pretender que la causalidad del irnbito de las vivencias y la causalidad cientifica tienen la misrna JBgica es afirmar una verdad demasiado pobre y equivale a desconocer el abismo que separa la doxn de la episteme. Bien es cierto que toda 16gica es deductiva y hay que reconocer que en I;na afirmaci6n referente a Luis XIV se sohreentiende ldgicarnente una premisa mayor: atodo impuesto provoca irnpopularidadu. Psicol6gicamente esta premisa es ajena al espectador de la historia, pero no conviene confundir 16gica y psicologia del conocimicnro. Como tampoco conviene confundir la lrigica con la filosofia del conocimiento. Lo cierto es que uno de Ios rasgos constanres del ernpirismo consiste en sacrificar esta filosofia a la 16gica o a la psicologia. Al rrnpirismo irigico se le puede objerar lo que a todo empirismo, que ignora el abisrno quc separa la doxa de la episteme, el hecho hist6rico quc acaece en el imbiro de las dwivencias~(la caida de esta manzana o la de Napale6n) y el hecho abstract0 propio de la ciencia (la gravi.taci6n). Estamos ahora en co~idicionesde demostrar que la explicaci6n hist6rica no es un nesbozo'de explicacibn)i cientifica, aun imperfecta, y de exponer las razones .por las que la historia nunca s e d una ciencia. La historia se encuentra encadenada a la explicaci6n causal de la que parte; aur? si en el frlturo las ciencias humanas descubrieran innun~erablesleyes, la historia no sufriria modificacibn sustancial y squiria siendo lo que es. Se p d r i a argiiir, sin embargo, que ya hoy la historia invoca leyes, verdades cientificas. Cuando decimos que un pueblo que conocia el hierro venci6 a otro q u e estaba todavia en la Edad del Bronce, ( n o nos estamos refiriendo a un conocimiento rnetallirgico capaz de explicar con .toda ~recisibnla superioridad de las armas de hierro? l N o podria recurrirse a la ciencia de la rneteorologia para explicar el desastre de la Armada? In. Puesto que 10s hechos a 10s quct se aplican las leyes cientificas tienen lugar en el lmbito de las vivencias --den qut otro podrian existir?-, nada nos impide invocar esas leyes a la hora de narrarlos. A partir de ahi, y a rnedida que la ciencia progresc, bastarli con completar y rectificar 10s esbozos explicativos de 10s historiadores. Par desgracia, esta esperanza olvida el punto esencial. La historia aduce numerosas Ieyes, per0 no lo hace automiticamente por el mero hecho de que hayan sido descubiertas; Gnicamente se s i n e de ellas olli donde acr~iancomo causos y se insertan en la trama sublunar. Por ejemylo, recurriremos a la energia cinitica para explicar la muerte de Pirro a consecuencia d e la herida producida por la teja que Ie lanzrj una anciana. El historiador en caml6
Son 10s dos ejernplos quc da Stegmucr, p&. 344.
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Paul V y n c
bio esr5 en su derecho a1 d e c k *El fracaso econ6mico del Frente Popular, que sus coela'neos no lograron evirar, y para 10s que consrituia un enigma, se explica por una ley macmecon6rnica entonces
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desconocida,>::. La causaIidad rio es un sistema imperfect0 de Ieyes, sin0 un sisrema aut6norno y cornpleto; es nuestra vida. La historia sdlo recurre a leyes cuando istas se convierten en causas. E! mundo qLle vemos es el de las vivencias, pero no par ello dejamos de emplcar en 61 un saber cientifico en forma de esquemas r6cnicos; el . : 1 yue hace el historiador de las leyes para explicar el ilnbico de cxpcriencias es del misrno orden: en arnbos casos el historiador i :Ccnico parten de lo sublunar para llegar a efeccos sublunares ..ii-ic!o por un saber cientifico. La historia, al igual que nuestra . , . (;:I, . procede de la tierra y a ella vuelve. ricabo de ver un documental sobre el Frcnte Popujar, hc estado hojcando L'Histoire iconomique dr la France entre les deux guerrt.x dde A . Sauvy y la Theory of political coolitions de W . H. Riker *. Intento relatar 10s txitos y 10s fracasos del Frente Popular; el aiio I936 ve formarse y triurlfar una coalici6n electoral, cuya politics econtmica tetrninari siendo un fracaso. Las causas de esa coaiici6n son evidcntes: la presi6n de la derccha y el fascismo, la deflacitn; etc.'Agregar veinte p4ginas dc c~lculosmatemiticos sobre 10s juwos -cstratPgicos que expliquen por q u i 10s que integaban la coaiiciBn hacian lo que hacian, seria glosar lo evidentc. La teoria de Riker es inirtil para la hisroria o, a1 menos, para la trama que me interesa ahora. d G m o explicar, sin embargo, el fracaso ece ndmico? No Uego a percibir sus causas. Sauvy sostiene que hay que buscarlas en una ley macroecondmica desconocida en 1936; aceptando esta ley, un acont~imientosublunar ( l a sernana de cuarenta horas) produce un efecto no menos sublunar. Pero supongarnos que no he elegido el Frente Popular, sino un tema de historia cornparada como alas coaliciones a trav6s de 10s
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'' Sobre la hisroria econdmica del Frente Popular, veax el segt~ndovolumen de la Hr~toire ironomique de la France enrre ler deux glrerrrs de A. Sauvy, Fayard. 1967; este lrbro magistral esclarece 1% relaciones que pueden mantener la historia y una ciencia hurnana 'g Ydc University Press, 1962 y 1965. En realidad, habl-s aqul metafiri.icam~?te.pues cl libm de Rikcr. cuyo objeto es re6rtc0, sdlo trata dc juegos
dc co;zl~ctonescuya suma es cero y no puedc nplicarse al Frcnte Popular, puesto que el Partido Kadical tenla interues contrapuestos, de suerte que el resultado no era cero. Pero cs bien m o c i d o quc 10s juegos mya sume no es cero presenran d maremitico muchas dilicultades, y con mayor taz6n a un profano comn el auior de csras lineas. Se encontrara una aproxirnaci6n a1 problema diference Y conrplcrnenraria en H. Rosenrhal, olPolitical coalition: dements of a model, and the study of French lcgislarive elections*, en CaIcul et Formalisafion dons Its rcrcncer de l'homme, Ediciunes d d C.N. R. S., 1968, p&. 270.
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uernposn. Tratari: de averiguar si las dianzas se corresponden o no con el punro dptimo calculado por la teoria de lor juegos y, en tal caso, el libro de Riker sera histdricamente pertinente. La energia cinitica es adecuada para explicar el gran aconrecimiento hist6rlco que supuso la adquis1~16nde la ticnica m4s antigua, la de 10s prcyectiles, que ya era conocida por el sindntrop e incluso por 10s primates superiores. A1 elegk la trama se decide libremente quC causas serin o no pertinentes y, por muchos progresos que haga la ciencla, la historia seguiri ateniindose a su opci6n fundamental que hace que la causa sdlo exista en funci6n de la trama. Esta es la clave de la noci6n de causalidad. Supongarnos que debernos exponer la causa de un accidente de autorn6vil. Un coche patina a consecuencia de un frenazo y por estar la carrerera mojada y en ma1 estado. Para la Policia, la causa serd la velocidad excesiva o que 10s neumiticos estaban rnuy desgastados; para Obras PGblicas, el ma1 estado de la calzada; para un director de autoescucla, el descone cimiento por 10s alumnos del c6digo, que establece que el interval0 para frenar vaya aurnentando en funci6n de la vetmidad; para la familia ser4 la fatalidad, que hizo que ese dia lloviera o que existiera esa carretera para quc el conductor fuera a matarse allf.
2Per0, no consistit4 la verdad en creer simplemente que todas las causas son ciertas; que la explicacidn adecuada es la que tiene en cuenta a todas? En absoluto, y en esto radica el sofisma del empirisrno, en creer que podemas reconstruir lo concreto medianre adiciones sucesivas de abstracciones cientfficas. El nlimero de causas que podernos tener presente es infinite, por la senciIla raz6n de que la comprensi6n de las causas sublunares - 4 s decir, la historiaconsiste en una descripcidn, y porque el n6mero de descripciones posibles de un misrno acontecimiento es indefinido, En una trama determinada la causa seri la ausencia de Ia seiial aFirme deslizante~ en ese lugar; en otra, eI hecho de que 10s turisrnos no estCn dotados de un sistema de frenos mhs poderosos. Cuando buscarnos una explicaci6n causal completa s610 hay dos dternativas: o nos atenemos a causas sublunares (no habia s&al y el conductor iba demasiado deprisa) o a ]eyes (encrgia potencial y cinhtica, coeficiente h adherencia de 10s neurnhticos...). En la primera hip6tesis, la explicaci6n cornpleta es un rnito comparable a la geometral que integre todas las tramas. En la segunda, la explicaci6n completa es un desideratum, una idea reguIadora que esth emparentada con la d e determi-
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nisrno univers~tl;no podemos llevarla a la prktica y, en el caso de qut: se pudicra, inn~c~iiaramcnrc la explicacibn dejaria de ser manejable. Pungarnos un ejemplo: ni siquiera podemos calcular 10s movin~ientosde la suspensilin de u n coche en una carretera en ma1 estado, pues aunque hagamos integra!es dobtes y triples para resolver el problr[~~a, no se podria aplicar la teoria por las simplificaciones que habria q u e introducir (suponer que 10s amortig\~adorescarecen de rriuelles y que 1as ruedas son completamente planas). Lo que hace que cxisra una barrera entrc la historia y la ciencia no i s su vinculaciiln a 10 concrcto, ni su relaci6n con los valores, ni qcle Juan Sin . Iicrra pase por segunda vez por el misrno sitio, sino el hecho de q t ~ ela doxn, el imbito de la experiencia, de lo sublunar, es una cosa y la ciencia otra, y que la historia forrna partc de la doxa. Asi pucs, ante un acontecimiento hay dos soluciones extremas: o Sien ir~rerpretarlocorno un hecho concrete, hacer que cise compicn>;o bien cxplicar cientificamente s61o algunos aspectos previamenre elegidos. En suma, explicar mucho, pero rnal, o explicai poco, per0 bien. Ambas cosas no pueden hacerse a la vez, porque l a ciencin Linicamente interprets una irlfirna parte de lo coocreto. P:irre de !as leyes descubiertas y s61o llega a cor~ocer10s aspectos de lo corlcreto que corresponden a esas leyes: l a fisica resuelve problemas de fisica. Por el contrario, la historia parte dc la trama que ha eIegidu y su tares consiste en llegar a comprenderla enreramente, y no en amaiiarsc un proLIcma a su medida. El cienrifim calcular4 aquellos aspectas del juego de coaliciones del Frenre Popular cuya suma no sea cero, rnientras que el historiador se limitara' a relatar c6mo se form6 d Frente Popular y no recurriri a teoremas ma's q u e en casos muy Iimitados, en 10s que Sean neccsarios para llegar a una comprensi6n mis comple:a.
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Capitulo 9
LA ACCTON N O TIEm SU ORIGEN EN LA CONCIENCIA
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En el estudio de la causalidad que acabamos de realizar no hemos diferenciado causalidad material (un clavo saca otro clavo) y causalidad humana (Napole6n hizo la guerra porque era ambicioso, o para satisfacer su arnbici&n), pues, si 5610 tenemos en cuenta sus efectos, no es de gran utilidad establecer esa distinci6n: el hombre es tan coherente conlo las fuerzas de la naturaleza y, a 13 inversa, las fuerzas de la naturaleza son tan irregulares y caprichosas como 61. Algurms hombres son tan insensibles como el acero y otros tan imprevisibles como las olas. Como dice Hume, ccsf consideramos la exactitud con que se ajustan 10s fendmenos fisicos y morales para constituir una sola cadena causal, no tendrcmos ning6n reparo en conceder que ambos tipos de fen6rnenos son de igual naturaleza y que provienen de 10s rnisrnos principios; un condenado, camino deI patibulo, sabe que su muette es inevitable, tanto p r la firmeza de sus carceleros, como por la dureza del hachaa. Pero hay una pofunda diferencia entre el hacha y 10s carceleras; al hacha no Ie atribuimos ninguna intencidn, a no ser quizi durante nuestra infancia, mientras que Ins hombres si tienen intenciones, fines, valores, pensamientos, objetivos, o como queramos Ilamarlo,
I 3 comprensiu'n de
Ins demdr
Dado que sabernos que un hacha czrece de intenciones, p r o un hombre no, y nosatros sornos hombres, ?no habri que concluir que
C6mn se escribe la hisloria
nuestro conmimiento del hombre y de sus obtas sigue el mismo curso que el que tenemos de la naturaleza y que, por lo tanto, la racionalidad es linira? aExplicarnos las cosas, pero comprcndemos a 10s hombres*, decia Dilthey, quien creia quc esta comprenslin era ufla inruici6n mi generis. Esa es la cuesti6n que vamm a examinar con~rnrracibn. :'dernis de atraernos por su antropocentrismo, la teoria de la .carion de Difthey debe su 6xito al car&-ter conrra&ctorio de i-etiuncia que tenemos de1 hombre, que no deja de causarnos :?:as sorpresas, al t i c m p que nos parece absolutamente naruCuando tratamos de comprender una conducta ins6lita o una cus:umbre exbtica, llcga un momento en que decimos: upor fk lo he comprendido; ya no tengo que seguir buscandoa. Aparentemente ocurre corno si tuv~Crarnos una cierta idea irmata del hombre y corno si no pudiCramos descansar hasta reconocerla en las conductas humanas. No adverrimos que nuestra actitud es idintica ante las cosas (pasado el primer momento de desconcierto, tomarnos la decisirjn de aceptar cuanto m r r a ) ; no pensamos que, pese a vanagle riatnos dc cornprender a1 hombre, s61o lo logramos a posteriori, al i g u ~ lque nos sucede con la naturaleza, y que toda nuestra supuesta intulci6n no nos permite ni prever, ni rerrodecir, ni decidir si esa costumbre ( o aquella rnaravilla de la namraleza) cs o no imposible. A1 olvidar todo esto, nos sentimos orgullosos de comprender a 10s demas de una forma directa que no seria aplicable a la naturaleza: podemos ponernos en el lugar de nuestros semejantes, meternas en st1 pellejo, ccrcvivirs su pasado... Esta opini6n irrita a unos y parece evidentc a otros, lo que equivale a decir que mezda distintas ideas que debemos tratar de deslindar. 1) Los historiadores se enfrentan continuarnente a mentalidades djferentes a la nuestra y saben de sobra que la introspecci6n no es un rnbtodo adecuado para escribir historia. Nuestra comprensi6n innata del otro (Ios niiios desdc que Iiacen saben lo que significa una sonrisa y responden con otra) es tan fimitada que una de las prirneras tareas de la iconografia consiste en descifrar eI sentido de 10s gestos p la representaci6n de Ias emocianes en una civilizaci6n dada, Es innegable que toda conducta hurnana nos produce una impresi6n de evidencia a posreriori, pero no distinta de la que nos caman 10s fen6menos naturaIes. Cuarido se nos dice que una persona es org~illosapara compensar su timidez o que otra es timida corno reacci6n a sus arranques de orgullo o que el hambre es maIa conseiera, no tenemos el menor problema en cornprenderlo, lo mismo que romprendernos 10 que ocurre cuando chocan dos boIas de biL'
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Uar '. La comprensi6n psico16gica no permite ni adivinar ni criticar, consiste en recvrrir subrepticiamente al sentido c o m b o a1 hombre eterno, cuya validez no ha hecho m6s que desmentir un siglo largo de historia y de etnografia. El esfuerzo por ccrneterse en el pellejo del otro,, puede tener un valor heuristico; permitc haflar ideas o, mds a menudo, frases que traduzcan esas ideas de forma <
' Cf.
R. Boudon, Analysr mathCmofiqlre der farfs sociaux, Plon, 1967,
pig. 27. Stegmiiller, phg, 3-58.
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ocasi6n d e recordal-lo en el transcurso d e nrlestros trabajosw. La comprensi6n es, pues, una ilusitn rerrospectiva. 2) {Se puede <(revivirv la vida de 10s derna's, su pasado? S610 son palabras o , mejor dicho, no es m i s que una experiencia ilusoria y deccpcionanrc. A1 escribir tln libro de historia de Ronla habria qucrilfo, nunclue s61o fuera por un insrnntc, susrituir n ~ i sideas de profcsor rtc latin pot Jas rle un liberro romano, per0 no me ha sido posible hacerlo. iC6rno revivir 10s sentimicntos de un cartagin& que sncrifica su primogCnito A los dioscs? Esrc sacrificio se explica pox 10s cjcrni>los que nucstro cartagin& veia a su alrededor y:por una picbad general ran intensa clue no retrocedia ante semciantes srrocidzdes; Ins punicos estaban condicionados por el medio para sacrificar n sus primogkniros, a1 igual que nosotros lo estamos para utilizar armas ar6micas. Si, para comprcnder aI cartaginks, recurrimas a 10s motivns que podrian impuIsarnos a nosotros ---que pertenecemos a otra civilizaci6n---- a comportarnos corn0 61, irnaginaremos intensos senrin-~ientosalli clonde para 61 5610 habia conformismo. Una d e las iIusiones m i s freiuer~tesen cierta escuela dc historia d e Ias religiones consiste en olvidar que tnda conducta se recorta sobre el f o ~ l d ode normaIidad, de cotidianidad, de su epoca. No podemos evocar el estado d e inimo del car:agin4s, porquc, eri definitiva, no hay apenas nada que cvocar. Si p~~dieramos penetrar en su pensamiento, solamentc encontrariamos un sentimiento intenso y mon6tono de horror sagrado, un terror oscurr, hasra la niusea, sordarnente unidos a ese impulse mec6nico quc hay en el rransfondo de casi todas nuestras acciones: ulas cosas se hacen a s i ~o ~ 6 q u Cotra cosa podriamos h e r ? s.
S o b ~ m o sque los hombres fienen fznes. ..
3 ) El mnocirniento de 10s demis es rnediato; lo inferimos de su cornportamiento y de sus expresiones, teniendo presente nuestras propias experiencins y 1a d e la sociedad en que vivimos. Pero &a n o es toda la verdad, hay que afiadir que el tlombre n o es para el hombre un objcto cualquiera. Los hombres, como todos 10s animales d e la misrna cspccie, se reconmen enrre si, se consideran semrjantes; cnda cui~lsabe que su pr6jimo es, en su interior, scmcjante a 61. Y, espccialmcntc, sabe que su pr6jimo tienc, conlo 61, inlenciones, fines; por eso puede hacer cnmo si la conducta del otro frlera la suys. EI hombre, como dice Marrou, se ve a si mismo reflejado en todo lo hurnnno, sabe o prior1 que Ios comportamicntos que han tenido lugar en e! pasado renian el mislno horizonre que 10s suyos, y aunque
Cjmo
se
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eacribc. ia h~s~orra
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ignore el significado prcciso d e un comportarniento deterrninado, sabe a1 rnenos dc antemano que tiene un sentido. De ahi nuestra tendcncia a antropomorfizar la naturalan y no a la inversa.
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. .. Pero no sobrmos
cun'ie.~son
Aunquc sabemos o priori quc 10s hombres tienen fines, no podernos adivinar cuiles. Cuando conocemos sus fines, podernos ponernos en su lugar, comprender lo que pretendian hacer; teniendo en cuenta lo quc en e x ins~antepodian prever del futuro (podian esperar todavia que Grouchy llegara a tiernpo), podremos reconstruir sus areflexiones,>. H a b r i que suponer, no obstante, que sus principios eran racionales o, a1 menos, que conocemos su manera de ser irracionales.. . En cambio, si ignoramos sus fines, la introspeccibn nunca nos p e r m i t ~ r iconocerlos, o nos dari u n falso conocirniento de eIlos; es una prueba o rontrario que ningiin fin humano p e d e ~ o r ~ r e n d e r n oNada s. me p r e c e r i ma's comprensible q u e comprobar que Nayole6n trat6 de ganar todas las batallas rlue libr6, pero supongamos quc tengo noticia de una extraha civilizaci6n (imaginaria, por supuesto, per0 no m i s extraiia que muchas otras civilizaciones o que la nuestra) e n Ia que 1.1 costumbre es que, cuando un general se enfrcnta a1 enemrgo, haga todo lo posible por perder la batalla; tras unos momentos dc desconcierto, ripidamente dare con una h i p 6 tesis explicativa (aesto pucde explicarse en alguna medida corno una especie de potlarch; cn cualquier caso, seguranlente hay una explicaci6n humanarnente cornprensiblen). E n lugar de aplicar a esa civilizaci6n la ley de <>. Asi, pucs, la 6nica virtud de la comprensi6n consiste en rnostrarnos eI sesgo bajo el cual toda conducta nos parecera' explicable y trivial, pero no nos permite indicar c u d es la explicaci6n acertada entre varias mi5 o menos triviales'. D e hecho, si dejamos de dar a la palabra <el valor ttcnico que le concede DiIthey y si nos arenemos a1 sentidn que tiene en la vida diaria, comprobamos que la comprensicjn puede ser una de las dos cosas siguientes: explicar una acci6n a partir d e lo que sabernos de 10s valores del otro (cnurand se ha enfrirecido a1 ver s u petulancia y lo cornpendo, porque picnso lo mismo que 61 a1 respecto, o a pesar de n o compartir
sus ideas,), o bien in/ormmsv sobre 10s fines del otro, rerurriendo a la reconstnlcci6n o a la retrodicci6n. Contemplo con asombro c6mo 10s polinesios arrojan placas de estaiio a la laguna que forma un atolhn, p r o clrsde eI mornento en que me dicen que ccesth compitiendo en la destrucci6n de sus riquaas para asi acrecentar su b u m nombre, de cnorme valor para elloss, empiezo a conocer sus fines y crltonces cornprendo su mentalidad.
Jimos, ~)ucs,que cl problema clave consiste en llegar a com:)iicr 10s hnes y valores de 10s hombres, con objeto de descifrar :rc:,nstruir su conducta, lo que quiere deck que en historia no ?c~lcmoseludir el p~oblernadc 10s juicios de valor. El ~robIernase plantea tanto en forma epistcrno16gica ( (forman parte 10s juicios de valor de la h i ~ t o r i o ~ r a f i a ?t ;e s posibIe escribir historia sin emitir jureios?), como en forms deontol6gica ((tiene derecho el historiador a l u ~ g a ra sus hkroes?; tdebe ser de una impasibilidad flaubertiana?) Bajo este scR~rndonspecto cl pr~bfemaadquiere inmediatamenre resabios morafizanres: el historiador ha de hacerse abogado del pasado para cornprendedo; escribir, si es historiador de Roma, las loudes Rornoe, sentlr simparia, erc. Incluso se preguntari si tiene derecho a pertenecel a un partido, a uno conceder igual valor a lo que nace y a lo que muere*, corno le gusta, o le gustaba decir a1 aPartido>>, y a centrar sus trabajos hist6ricos en el proletariado en Iugar de hacerlo en el tercer estado, declarando que este enfoque es ei mis ucientlficoe. Si nos cefiimos a la primera formulaci6n del problema, la puramente cpisternoI6gica, a mi parecer, cabe distinguir en ella cuatro aspectos, siendo el cuarto de cUos tan delicado q u e de&care!nos a tl lo que queda del presente capitulo. 1) *El hisroriador no puede j ~ g a r . sAsi es por definici6n, pues la historia consiste en decir 10 que ha sucedido y no en juzgar plat6nicarnente si lo que ha ocurrido esra' bien o mal. aLns atmienses hicieron esto y la Liga del Peloponeso hizo aquello.* Agregar que hicieron ma1 no aportaria nada nuevo y se saldrla del tema. La cosa es ran evidente que si en un libro de historia encontramos pasajes en 10s que se elogie o censure, harrmos abstracci6n de ellos, o rnejor dicho, es algo tan anodino que en otras ocasiones resultatfa artificial evirar esos pirrafos y no decir que 10s aztaas o 10s naais cran crueles. En resumen, no se trata mas que de una cuesti6n de estilo. Por lo tanto, a1 escribir una historia militar, pur ejemplo, si estudiamos ]as maniobras militares de un genera1 y constatamos que hizo
disparate tras disparate, daria lo rnismo que nos IimitPramos a hacer un relaro lriamente objetivo, o quc, mis caritativamente, califidramos sus hechos de disparates '. Curno la historia se ocupa de lo que ha sido, y no de lo que hubiera debido ser, es completamcnte indiferenre a1 terrible y eterno problema d e 10s juicios de valor, es decir, a la vieja cuestihn dde saber si la virtud es conocimienro y si puede haber una ciencia de 10s fines: ~ p o d e m o sdemostrar un fin sin basarnos en otro posterior? (No descanss acaso todo fin cn un puro querer que ni siquicra esti obligado a ser coherente consigo mismo o a desear su propia supervivencia? (No se puede polemizar sobre 10s fines 13lt~mosen mayor medida que sobrr gusros o colores, y n o porque scan fines o valores, sino precisamente porque son dtimos; se los quiere o no se 10s quiere, y nada mis.)
...Son
jlricios dc valor en estilo indirect0
2 ) rEl historiador no puede prescindir de 10s juicios d e valor., Por supuesto; del mismo mod0 que no se puede escribir una novcia en la que 10s valores no desempe6en n i n g h papel en las acciones de 10s personajes. Pero esos valores no son 10s del historiador o 10s deI novelists, son 10s de su heroe. EI problema de 10s juicios d e valor en historia no se pIantea entre 10s juicios de hecho y 10s juicios de valor; estriba e n tener que hablar de 10s juicios de valor en estilo indirecto. Volvamos a nuestro torpe general. Lo linico que Ie importa a1 historiador es saber si lo que 61 tiene por disparates, lo eran tambiCn para sus conternporbneos: tesas maniobras eran absurdas segiin 10s criterios de 10s estados mayores d e la Cpoca o, par el contrario, no desmerecian en nada de la ciencia estratPgica de su tiempo? De la respuesta qur se d6, depended la renonstrucci6n que hagamos de sus reflexiones y de sus fines. No podemos reprochar a Pornpeyo que no haya leido a Clausewitz. Por lo tanto, el historiador se limitars a constatar que en esa kpwa se pensaba de tal o cuaI manera, y podri agregar, en todo caso, que nosotros pensarnos d e forma distinta. L o importante consiste en no confundir 10s dos puntos de vista, corno se hace a1 afirmar que hay que ccjuzgar* a Ios hombres d c otras Cpocas de acuerdo con 10s valores de su tiempo, lo cual es
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Leo Strauss, Droit ndurel ef Histoire, trad. Nathan y Dampierre, Plon, 1914 y 1769, cap. 2.
omo st. cs~rlbela hi,mr~a
canrradicrorio. Lo liniro que podemos haccr es, o bien juzgar a parrir dc nucstros va1orL.a ( : ~ ~ I I I ~ UnoC es h a la misidn del hiscoriador), o Licri reicrir la n1allcr;l en clue 10s contemporineos de la ipoca que sc describe jilzgaban, a habrian juzgado, a partir de sus propios va,lorcs. 3 ) Pero las cosas no son tan simples. Nuestro general, como acabamos de exponer, ha decidido actuar a partir de principios estrategicos que en su Ppoca se consideraban v&lidos, lo cual no quiere decir que rales principios, que no eran adecuados, no hayan sido objcrivamente la causa de su derrota. N o podemas explicar esa d e rrora sin emitir sobre lo que es, o parece scr, un juicio de valor, que es mhs bien la apreciaci6n de una diferencia: para c ~ m p r e n d e r esa derrota, d i r i ei hisroriador, hay que saber que la esrrategia de aquel tiempo no era igual que la nuesrra. Decir que Pompeyo fue dcrrorado en Farsalia porque su estrategia era la que era, es enunci;,r (In sim!~lclicc.ho, como 10 scrin decir quc fue vencido porque no tcr~ia :\viaciSn. Dc esrn forma, el hisloriador emite tres tipos d e q':~rcntesjuicir>s de valor: reiicrc cuiles cran 10s valores de la 6poca; esplica las coi~ductasa partir de esos valores, y aiiade que eran difcrentes 3 10s nuestros. Pero nunca dice que no fueran adecuados que hayamos renido raz6n en desecharlos. Exponer el sistema d e valores de otras ipocas cs hacer la historia de 10s valores, pero explicar una detrora o la atrocidad que supone el sacrificio de un niiio por ignorancia d e 10s verdaderos principios estratigicos o morales, es tarnbikn un juicio de hecho; equivale a decir que la navegacibn anterior al siglo XTV se explica porque no se conocia la br6jula o , lo que es lo mismo, por las particularidades de una navegaci6n que se guiaba por las estrellas. Consignar la diferencia que pueda haber entre unos valores y 10s nucstros no equivale a juzgarlos. Es cierto que las actividadcs que se desarrollan en carnpos como la moral, el arte, el derecho, etc., csrecen de sentido si no se les incluye dentro dcl context0 de una normatividad, y que nos encontranos nlii ante ~ n asituaci6n d e hecho: en cualquier Ppoca, por ejemplo, 10s hombres ban distinguido entre un act0 acorde a lo ley y una acci6n vioIcnta. Pero cl I~istoriadorse contenta con relatar sus juicios normat j ~ o scomo si se tratara de bechos, sin pretender confirmarios o rerhazarlos. La cdistinci6n entre juicios d e valor propiamente dichos y 10s juicios de valor qtje refiere el historiador, es muy importante para ncrsotros. Leo Srrauss, en su magnifico libro sobre Droit nattirrl el Histoire, riene clnramente presente que la existencia de una filosofia del derccho seria absurda si no implicara una referencia a un arquctipo de verdad, mis a114 de las distintas formas histdricas que v3 adoptando el derecho. El antihistoricismo de este autor nos
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recuerda el de Husscrl en El origen de la geometria o en La jilosofio como rierrcia riguru.rrr: la labor del ge6rnetra seria absurda, s i no exis~iera una geometria p ~ r e ~ r n i mis s alli del psicologismo y del s~iologismo.N o es posible poner esto en duda. Hay que afiadir, sin embargo, que la actitud del historiador no es la misma que la del fil6solo o la del gebrrletra. EI historiado< dice Leo Strauss, ticne que formular juicios de valor si quicrt- escribir historia, aunque tendriamos que decir m i s bien que tiene qr~ereferir juicios de valor, sin entrar a juzgarlos. La presencia de un modelo de verdad en aly n o s campos d e la actividad humana basta para justificar a1 fildsofo que recurre a dicha presencia y trata d e saber c~:;il cs esa verdad. E l historiador se Iimita a constatar $a presencia d e ;,;i.lo de conceptos trascendentales en el hombre. Esos conceptos traxc c . ~ ~ d e n rales dan a la filosofia o a la geomerria ---o a la historia quc :.osce su arquetipo de vetdad-.- u r ~ afisonomia particular, de la que c ! historiador, a la hora de escribir la historia de esas disciplinas, n o Ilrrcde prescindir para comprender lo que han querido hacer 10s que las cultivaron. En consecuencia, podernos estar enterarnente de acuerdo con el principio de Weber de que el historiador nunca emite juicios de valor en nombre propio, Queriendo poner en contradicci6n a Weber consigo mismo, Strauss escribe lo siguiente: <<Weber se indignaba con Ins ignorantes que no percibian la difercncia clntre Margarita v una mujer fhcil, con 10s que eran insensibIes a Ia nobleza de espiritu de la primera, inimaginable en la segunda, con lo que, a pesar suyo, emitia un juicio de valor*. Estoy en absoluto desacuerdo con Strauss; lo que hace 7tC'eber es emitir un juicio de hecho, el juicio de valor consistiria en decidir s i el amor libre estd bien o mal. La diferencia entre la amante de Fausto y una mujcr ficil era rnanifiesta en todos los matices de su condllcta; tales rnatices pueden ser tan sutiles como se quiera y pasar inadvertidos a quien carezca de sensibilidad (a la inversa, recordemos que a Swann le p a d por la irnaginacidn la idea, sin llegar a formularla, de que Odette ern una rocor/e y no una mujer ligera), pero 10s n~aticeshan d e ser discernib l e ~y vrrificables de alguna manera, so pena de no existir, en cuyu caso el juicio de valor no podria recaer sobre ningGn hecho. 4 ) (Han acabado nuestras dificultades? 2Puede seguir eximiindose a1 historiador de pronunciarse sobre 10s juicios de vaIor? De ser asi, dice Leo Strauss, ael historiador deberia inclinarse sin techistar ante las interpretaciones oficiales de aquellos a quienes estudia; no podria hablar d e moralidad, dc religidn, de arte ni de civilizaci6n cuando estuvjese interpretando el pensamienro de pueblos
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o tribus q u r no c o n m n estos concepros, y tendria que aceptar, sin ninglin tlpo de critica, todo lo que pretenda ser moralidad, arte, reIlgi6n, conocimiento y Estado; esa limitaci6n le haria correr el riesgo de ser victlma d e rodo ggnero de irnpsturas de 10s hombres cuya hisroria escribiera, A la flora de estudiar un fendmeno, el sociBlogo n o puede contentarse con la interpretacidn que de i l hace el propio g m p en que rirne lugar el fenhnieno en cucstibn; no se le puede oblrgar a avalar unas ficciones legales, qoe dicho grupo nunca tuvo el valor dc considerar simples ficciones. Deberd distinguir, par el contrario, enrre la idea que se hace el g n l p d e la autotidad que le gobierna y el verdadero caricter d e Csta,, '. Estas pocas lineas encierran numerosos problemas, que nos parecen al menos de dos clases. En primer lugar, junto a la historia propiamentc dicha, surge una historia axiol6gica, que comienza analizando lo que vcrdaderamente merece el nombre de moralidad, de arte o d e conocimiento, antes de ernprender su estudio hist6rico. La otra clase de problemas ya la examinamos superficialmente a1 ver que no debiamos fiarnos de Ia interpretaci6n que 10s propios interesados hacen de la saciedad en que viven; que no puede escribirse la historia d e una civiJizaci6n bas.indonos en sus valores, y que 10s valores son unos acontecirnientos m i s y no el reflejo del cuerpo social en la mente. Del cuerpo social y dc !a conciencia hist6rica puede decirse lo que Descartes escribi6 de la conciencia individual: para conocer la verdadera opini6n de las personas, que ellas rnismas ignoran, hay que prestar mis atenci6n a lo que hacen que a lo que dicen, ya que el pensamiento rnerced a1 cual se Cree una cosa es distinto del pensamiento mediante eI cual urlo conoce que la Cree. En suma, la acci6n n o tiene su origen en la conciencia histbrica, que no es siempre un vestigio que permita reconstmir con certeza un comportamiento histbrico en tcda su integridad. Las piginas siguientes t r a t a r h d e ese problema '- critica hist6rica y de casuistica.
' Iro Strauss, pig. 69. Gomo vimos a prop6sito de la hisroria axio16gica. el ..i.:orizdor puro sc limira, cum0 dice Weber, a percibir cn el objeto la insmidn c;: juicia; de va!or posibles. Percibe que en determinada religi6n anrigua es
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escribe la hisroria
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El duali~rnoideologia-redidad... Comencernos por una anbcdota. E n un pais ocupado, durante la liltima guerra, se cnrri6 el rumor entre la poblaci6n de que una divisibn blindada dcl orupantc 'habia sido aniquilada por un bombardeo aliado. La noticia suscjt6 una ola d e aleRria y de esperama; pero era falsa, y 10s servicios d e propaganda del invasor n o tuvieron ninguna dificultad en demostrarlo. Sin embargo, ni la poblaci6n se desanim6 por ello, ni s e debilit6 su voluntad de resistencia: la destruccibn de la divisihn biindada no era un motivo d e esperanza, sin0 un simbolo que, si resultaba intitil, podia scr sustituido por otro. La propaganda enerniga (guiada probablemente por u n experto en psicologia d e masas) no sac6 nada del dinero p r t a d o en carceles. Esta inversi6n LSgica dc1 razonamiento pasionsl parece hecha para confirmar la sociologia de Pareto: 10s razonamlentos de las personas son norrnalmente v u l ~ a r e sracionalizaciones de sus pasiones subyacentes y csos aresiduosrr subyacentes, a condici6n d e que persistan, pueden rnostrLrsenos con la apariencia opuesta. Esto es cierto, per0 conviene aiiadir que no son subyacentes, sino visibles, que forman parte de nrlestras vivencias como cualquier otra cosa. P o d r i s u p n e r s e que, cuando alguien trasrnitfa la buena noticia, su voz, su acritud y su apcesurarniento revelaban rnAs pasidn que si hubiera cornunicado una mala noticia o el descubrirniento d e un nuevo ~ l a n e t a .Cualquier obscrvador un poco perspicaz habria adivinado la 16gica pasional que encerraba ese rumor y lo que sucederia si se desmentia. La critica matxista d e las ideologias' consiste e n exagerar las
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La critien de 10s enrnascararn~cntosidcol6gims (quc con tantn irnpropiedad se restringe a la conc~cnciamlectiva, e induso a la conciencia de dase, conlo sl el terrnino clase no fuera una idea vaga, equivoca y sublunar) debe reducirse, en realidad, a dos filosofemas: a la teorla de 10s sofismas de jusrificaci6n (Etira a Nirdmuno, VII. 3. 8, 1147 a 17 sg.) y a la idea kantiana de un horizontc dc lar roncicncias, dc una comunidad cspiritud, porquc ~ q u €nccesidad tendrie el borracho o el burgub dc jusrificane ideol6gicamcnte y de deducir dc su conducta una prcmisa mayor universal, si no expcrimentara la muy idealists necesidad dc convcncer, al menos en tcorla, a 10s dernk seres racionales? Los hombres neccsitan una bandera: el sofjsma ideoldgico, la Ihica invertida de la pasi6n es un homenaje que In mala fe rinde a la Ciudad Ctica. Pcro jmr ello no debe suponerse que el cnrnascaramiento idml6gico time una funci6n v sirve para algo: para engaiiar a l mundo que Ie rcdca. En realidad, rcspnde, ante rod^, a una ncccsidad de justificaci6n ante el tribulial Ideal que forrnan 10s seres racionales. Rea~ltaevidente que, por lo general, d encubrimiento id16gico no sinre para nada, pucsto que no engaFia a nadic; ni convene m i s que a lm convencidos, ni cl homo butoricus se deja cunrnwer por 10s argurnentos idml6gicos dc su advcrsario, cuando sus intcrcses csdn cn juego. La idea de quc la idcologln tcnga una fund6n d d m i v a cs una ficci6n maquiav6lic-a que ha conducido e la invcstigaci6n hsda un d c j b n sin salida.
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verdades pricticas, que siempre se han traducido en proverbios y que no exigen mis que un poco de discernimienro. Crcemos de buen grado en lo que favorece nuestros intereses y prejuicios, nos pareccn verdes las uvas qrle no podemos alcanzar, confundirnos la dcfensa de nuestros intercses y la de nuestros valores, etc. Nadie pond d en duda que, si un vendedor de bebidas aIcoh6licas sosticrle que el dcohol no es nocivo, que eso es un cuento difundido perfidarneote por el gobierno, su afirmaci6n esconde un intetes corporativo. Lo que nosotros decimos es que no hay que scr muy profundo para darse cuenta de esto y que no justifica la existencia de una filosofia de la historia, ni siquiera la de una socioIogia del conocimiento. Este k i p de enmascaramiento no es exclusivo de las ideas politicas y sociales. &POT quC los intereses de clase habrian de tener el inexplicable privilegio 3e falsear nuestro pensamiento mis que cualquier otro aspecro de la realidad? La sabiduria popular conoce desde siempre que esas menliras las dice todo el mundo: el borracho porque quiere beber, y el capiralista porque quiere vender. La idea de encubrimienro ideol6gico se encuentra ya en el libro VTI de la Efica o Nicdmano, donde aparece como teoria de !os sofismas de justificaci6n: el borracho que quiere b e e r parte del principio de que es saiudable refrescarse y esta premisa mayor del silogismo, universal como conviene, es su coberrura ideol6gica; de iguaI manera, el butguis defiende sus rentas en nombre de principios universales, invocando a1 Hombre en la premisa mayor de su silogismo. Marx ha hecho el inmenso servicio a 10s historiadores de extender a las ideas politicas la critica de 10s sofismas de justificacibn, que Arist6teles dustraba con ejemplos tornados ~referentemented e la moral personal; con ello ha incitado a los historiadores a aguzar su sentido critico, a desconfiar de las intenciones aparentes de $us hbroes, a enriquecer su experiencia de confesores del as ado y, en suma, a sustituir el dualism0 sectario de la teoria de 10s encubrimientos ideo16gicos por la diversidad infinita de una experiencia pra'ctica.
... Se sustituye por uno pluralidad concretn
A partir de ese momento, todo sc Lace concreto y ya es sdlo cuesti6n de su tileza; el c a m p esta libre para 10s La Roci.lefoucauld de 13 conciencia hst6rica. (Eran las cruzadas taIes cruzadas, o solamente un imperialismo encubierto? Un cruzado va a la cmzada porque pertenece a 13 pequeiia noblaa arruinada y tiene taIante aventurero, o bien por exallaci6n religiosa o simple amor por la aventura: ambos t i p s humanos se den en todos 10s ejkrcitos de voluntarios.
El sacerdote predica la cruzada como guerra santa, o esto se concilia rnis ffscilmente en la vida cotidiana que en 10s conceptos. Si el cruzado respondiera a nuestra pregunta que parti6 para mayor doria de Dios, seria sincero: sentia necesidad de escapar de una situaci6n sin salida. De no haber existido crisis de la renta de la tierra, el predicador habria tenida rnenos Cx~to,pero sin el caricter sagrado de la cruzada, 5610 habria partido un puiiado de j6venes desorientados. Cuando lIega la hora de ponerse en marcha, el cruzado siente deseos de partir y de entrar en mmbate, sabe que Ia cruzada es una guerra santa porque asi se le ha dicho y, como todo el mundo, se sirve de sus conocirnientos para expresar lo que sienre. No hay un sistema universal de explicaci6r1, como seria la teoria de Ias superestructuras; el que afirmemos que las ideologias encierran un engaho esencial no nos exime en ningGn caso de explicar por quC vias concretas, diferentes en cada caso, el nacionallisrno o unos intereses econ6micos han podido conducir n la religi6n, pues hay que descartar que en ese proceso se dt una alquimia mental. S6lo dispnemos de explicaciones particulares, que pueden expresarse enteramente en tCrminos de psicologia cotidiana. {Se enfrentaron verdaderamente dos pueblos por saber si habia que comulgar bajo las J w especies? Ni siquiera 10s propios contemporineos se pronunciaban sobre ello, cuando actuaban de buena fe. Tenia raz6n Bacon cuando afirmaba que las aherejfas puramente especulativas~ (que oponia a 10s movirnientos politico-sociales que tuvieran un componente religiose, como el de Thomas Mfinzer) s610 ocasionaban revueltas cuando se convertian en pretext0 para antagonismus politicos I . Unicamente 10s te6logos, preocupados por 10s intereses de la teologia, asf como 10s polemistas y 10s hombres de partido, mis atentos a no dejar ninguna salida a1 adversario ideoI6gico que a describir la verdad de 10s hechos, parecen reducir la auzada a un guerra de religi6n. En cuanto a 10s combatientes, para luchar no les servfa de nada el confesarse las verdaderas razones que tuvieran para hacerlo, les bastaba con tenerlas; pero, como las reglas del juego exigen no luchar sin una bandera, dejamn que sus te6logos les ofrecieran c o h o tal la raz6n que menos les dividia, o aquella otra a la que un siglo tan piadoso como el suyo pudiera atribuir la dignidad de bandera. Asi ocurre que una minoria de uactivistas>zda la consigna de guerra a una multitud, que tenia sus propios motivos para combatir, y se arroga la funci6n de ep6nimo de la guerra, y nuestra tendencia a juzgar todo segtin su forma oficial hari que expliquemos las razones de la rnayoria que combate de acuerdo con Ias de la minorfa que
las expresa. Habremos cddo enronces en un falso ddema: afirmar gue lus hombres no pucden luchar por vulgares pretextos te016~icos o af~rmar,pot el contrario, que una guerra de religi6n tiene nece-
ssrinmente una r u 6 n reLgiosa. Yodemos ~rnaginarmuchisimas otras situaciones particulares. Comprobarnus, o creemos hacerlo, que en 10s Estados Unidos la campaia antiesclavista que precedi6 a la Guerra de Secesi6n coincldi6 con in decadencia econdmica de la esclavitud. thlistesiosa vinculaci6n de la econornia y del pensamiento? (Idealismo pequeiieburguts que o b jetivarnente esraba a1 servicio del capitalismo del Norre?
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conciencia no er lo claue de la acci6n
Es absolutamente evidente que cuanto decimos traiciona, en dos sentidos de la palabra, nuestra praxis. Vivimos sin saber for? ..' la 16gica de nuestros actos y actuamos sin que nosotros mir icpamos muy bien por quC: la praxiologia esti impLicita en el .c coirio las rcglas grarnaticales en el hablante. En consecuen. no seria honesto que exigieramos del comb de 10s cruzados, de . Jonatistas o de 10s burgueses que supieran exponer, acerca de cnrzadas, del e.srna y dcl capitalismo, una verdad que a1 historlador Je seria ~ I I Vdiffcil formular. La distancia entre la paIabra y la acci6n es un fen6meno generalizado y, si hay e n g z o , esti en todas partes: en el artista que profesa una esdtica que no es exactarnente la de Lo Csitico del luicio y en eI investigador que carece icl:
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de la metodologia aprcpiada a su adtodo. Pot esa raz6n, 1os.intere-
sados -artistas, investigadores o pequefio-burguese+ se sublc van cuando sc cririca el modo en que exponen sus razones. EUos, que use cornprendens, sabcn perfectamente que no mienten, aun mando no logren expresar con toda precisi6n el impenetrable y oscuro n6cleo que ellos mismos perciberl en su acci6n. La accidn dei hombre supera con rnucho a la conciencia que tiene de ella; la mayoria de Ias cosas que hace no tienen contrapartids en su pensarniento ni en su afecrividad. De no ser asi, l o S c o auttntico quc habrd detrgs de institucioncs tan importantes como la religibn o la vida cultural estari constituido por algunos mornentos discontinues de ernoci6n en lo mis sensible del &a de una minu da sclecta. De ahi que en la mayoria de 10s casos nuestra conducta se deba a matices de una realidad que no se reconwe como tal; decimos que hemos actuado instintivamente, p r desconfianza o repugnancia incxplicabIe o, aI contrario, que nos ha gustado eI aspect0 de ese individuo. Con frecuencia estos matices hacen enorme la distancia que separa el marchamo oficial de un movimiento politico o religioso y la atm6sfera dominante en la realidad, &a en el que viven sus miernbros sir] k g a r a comprenderlo, que no es p x i b i d o por 10s soci6logos, cuyas premupaciones cientificas son m&s elevadas, y que apcnas deja huellas escritas. Una hora de conversacibn con un donatista. q u e hubiera ascendido desde la base, seria mucho mds GtiI que la lectura de Optat de Miley y de 10s tdlogos de la secta para quien deseara dcterminar en qu4 proprcihn se encontraban la religi6n, el oadonalismo y la rehiion social en el cisma donatista, siempre que tuviera igualmente en cuenta su entonaci6n y las palabras elegidas que el contenido de su discurso. Pero seria a h mb instructive ver a 10s circuncelanos ( " 1 en acci6n, pues se actlia de muy distinta forma mando se rnata por fanatisrno religiaso que por odio social. Aunque casi nunca logremos dar forma conceptual a esos matices, nuestra conducta sabe reaccionar an re ellos perfectamente. Por rnk que se quiera, la mentalidad de un seguidor de Thomas Miinzer o la de un estudiante de Nanterre no seA la misma que la de un oyente de Lutero o la de un joven metallirgico; 10s tedlogos no tardarin en escrihir su Curfa a la nobleza alemana, y las cenuales sindicales romper& con 10s p p o s de estudiantes, no sin dar miI y N. drl T . Circuncdono: jomalcros &colas cstaciondes, dc origm bcre Scrc, que trabajaban para 10s latifundistas romanos dc Africa dd Nonc. A prim npios del siglo IV. se rcbclaron por rnotivos econ6micos, uni6ndm mb wde I 10s donatlst~s, por Jo que suden cmplearse, s veces, indishtamentc 1 s das
rdjctivos.
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Paul Vcyne
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una evplicacianes teolljpicas o leninistas de la ruptura. <Simples prercxros, vrilgares racionalizaciones, enmascaramiento ideol6gico? NO; creernos rn6s bicn q u e se rrata, en primer lugar, de incapacidad de forrnular Ias verdaderas razones sin0 a traves de s h b o l o s ya consagrados; en segundo lugar, cierta tradici6n exige que la pol6mica politica adopre siempre formas folkl6ricas, estereoripadas, ran excranamente rituales como el lenguaje mimico de ios animales cuando Iuchan, las disn~sionerrnatrimoniales, o las riiias de vecinos en d sur d e IraGd '. Se trata, sin duda, de una demostracibn d e fuena, cuya violencia esrilistica sirve para que, bajo las razones suprdiciales, cnrren en acci6n 10s rnlimlos. Pero, a1 mismo tien~po,es un deseo d e no romper, por prudencia diplomdtica y para evitar que suceda Io peor, con unas pautas d e conducta prefijadas. Ahora bien, colno 10s textos son casi lo Cnico que subsiste de Ins conflictos dcl pasado, es de temer que la mayor parte de !a historia universal s61o sea para nosotros un puro esqueleto que ha pertlido para siempre la carne que lo cubria. L o s propios protagonistas son 10s primcros en olvidar la verdad imonformista de lo que han hccho y en interpreter lo ocurrido a travds de la ret6rica de lo quc se supone que ha ocurrido; asi lo ha demostrado, en lo referente a 10s recuerdos que rienen 10s tesrigos de la Primera Guerra MundiaI, el libro de Norton Cru '. En situaciones de crisis hist6rica 10s que tienen la oportunidad y la indinaci6n d e observarse se sienten desbordados tanto por lo que hacen 10s demis, corno por lo que hacen ellos mismos y, si no se dejan engaiiar ni por las explicaciones oficialcs ni por las propias, lo b i c o que les ¶ueda despu.3 de pasados 10s
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En Rorna, por eiernplo, 10s enfrentn~nientospoliticos a finales de Is Repiblicil adquicrcn forma de invcctivas de m d gusto sobre la vi& privada y Ias cosrunjbres sexuales (filipicas dc Cicerdn, Salustio...) ; mds que ante un ioxor, cstamos ante una conducta estermtipada y 10s enemigos de la vispera, despuCs dc habcrsc denostado, pueden reconciliarse mn la mayor facilidad. Aquellas acusaciones infarnantcs, que no engaiiaban a nadie, se olvidaban mucho mds ripidamenre quc si sc hubieta tratado de acusaciones politicas llenns de dignidad. Rctualrnentc, en la India. tienen lugar entre 1- parridos justas vcibales dd mismo t i p , cuya SIverrida desc~i~ci6o ha hecbo F. G. Rsilcy (Srroragems ond ~poils, a 10Cial anthropology of politic^^ Odord, Blackwell, 1969. pdg. US). Ej: indudablc que c1 tipo, el estilo y 10s arprnentos de nuestras nociones y pcticiones parlamcntarias responden mucho mis a una mnvenci6n que a las exigencias que impondria su finalidad. J. Norton Cru, Du lhmoignage, Gallirnard, 1930. Vtase en particular su critica del topos del ataque a la bayoneta. Ese ropos aparcce en' casi tcdos 10s testimonies, pero, de creer a Norton Cru, nunca se practic6 el araque a la bayonera 0, por mejor decir, fuc abandonado casi dc inmediato; sin crnbargo, antcs de la guerra habia s i b un s h l o muy destacado d d valor mili~ar.
acontecimientos, es un sentimiento de perplejidnd por su actitud; l o mls corriente, sin embargo, es que todo lo que ellos mismos dicen y procIaman sus tedogos, en consecuenda, esa vcrsi6n tamizada por la memoria, se convierte en la verdad hist6rica d e maiiana lo. Los valores responden a una psicologia y a una sociologia igudmente convencionales ". La moral dominante en una sociedad no nos permite conocer 10s motivos y razones d e todas sus acciones, se trata de un sector delimitado que mantiene con 10s demis reIaciones que varian d e una sociedad a otra. Nos encontramos con sistemas morales rnuy distintos: 10s que n o van mis all6 de 10s pupitres d e Ia e m ~ e l ao del lmbito electoral; 10s que pretenden cambiar la sociedad; 10s que santifican la sociedad existente; 10s que Ie sirven dt consuelo por no set ya lo que era, y otros que son ~bovarisrnosa, como es el caso muy frecucnte de la moral aristocrAtics. P o r ejernplo, el iegendario adespilfarrou de 10s nobles msos del siglo pasado, tal vez fuera uno d e 10s elementos de su conccpto d e tren d e vida digno, apero eran muy pocos 10s que p o d t n permitirselo. Esa idea se habia extendido entre Ia nobleza por mimetismo social, pem la mayoria de sus miembros debfa contentarse con irnitar 11 manera dc pensar, sin compartir la forma de vida. En cambio, en 10s rincones mis apartados d e la provincia, podia soiiar, en privado o en pirblico, Resulta asornbroso, por ejemplo, ver lo poco que aparecen en las memo.
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rias de 10s micmbros de la resistencia o de 10s militantes 10s conflictos de aurotidad, cuando, sin embargo, son el azote de Ias oganizaciones clandestinas (o de Ins scctas rdigiosas) y su violencia absorbe a menudo mbs energias que la lucha contra el enernigo de clase, el colonizador o el ocupante. Estc olvido, sin duda de buerla fe, se cxplica evidentcn~entepar un pudor inconsciente y, sobrc todo, porque 10s implicados, en cl mornento rnisrno en que son victimas de rsas pasiones, no cornprenden lo que les sucede, ya que tales conflictos nacen rncnos dc sus prop6siws que dr la impcrfecci6n propia dc la organizacidn. Ahors bien, la memoria olvida ficilmente lo que no mmprende, aquello que no puede catdogar. Ver, no obstante. algunas piginas dc J. HumLert Droz, antiguo acrerario del Komitern (Oeil de Moscou d Paris, JuUiard, 1964, pdg. 19)mn un desdoblamicnto digno de Tucfdides entre obscrvador y milirante. Una forma traditional de erudici6n, el estudio de Las palabras y de l a ideas, no nos permite, pues, conocer rnis que palabtar* e ideas, o consignas y racionalizaciones: no permite mmprender ni la conducra ni 10s fines de las personas. Si estudio la concordia o In libertad en Cicedn, llegar6 a saber lo que decia y pensaba al respecto, lo que prcrendia que se creyera, o iricluso lo que cteia que era su conducta en rcalidad, pero no llegart a conocer 10s verdaderos fines dc esa conducta. Cuando un espccialista en frands mcderno estudia d mabulario de Ios rnanifiestos electorales durante la 111 Repriblica, sabe, por cxperiencia de quC va H msa, pero un experto en historia anrigua no tiene esa cxperiencia y toda una tradici6n de erudici6n le impulsa a tornar al pie de la letra las intcrpretaciones que las socicdades antiwas, ma1 que bien, daban de sl misrnas, lo mismo quc hoy hacunos oosotros.
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con esa forma tan prestigiosa de vida que gozaban algunos miembros de su clase, para mayor gloria de todos 10s que ia componianw ". Oiros sistemas morales no son abovar~stasa,sin0 falsamente t e r r e risras, como, por ejemplo, ei puritanismo: ctLa tendencia d e 10s purl~anos a] autoritarismo en rnateria sexual se expiica porqne s6lo contaban con la persuasi6n y 13s amtnazas verbales, y carecian de las sanciones J e que puede disponer el clero cat6Iic0, n. Cuando analizamos, p r ejemplo, la inercia social, podemos preguntarnos si es s610 eso Expondremos dos hechos, de poca importancla pero ciertos, que nos permiten ponerlo en duda. Marc Bloch [que en el camino de Paris a Clertmont-Ferrand y a Lyon ya habia tornado la decisi6n que le llevaria a la tortnra y al pelot6n de ejecuci6n) escribia en un articulo que apareci6 en 1941: rEs evidente que, si bien entre 10s campesinos existe un fuerte apego a sus costurnbres, no trent Cste un car6cter abroluto; en rnuchos casos comprobarnos cbrno las sociedades campcsinas no ticnen ninguna dificultad en adoptar tCcnicas nuevas, mientras que en circunstancias distintas esas mismas sociedades ha11 rechazado, p r el contrario, otras novedades que, a primera vista, parecian tenet idgntico inter&>,. Es un hecho probado que el centeno, desconocido por 10s rornanos, estaba ampiiamente difundido en eI c a m p franc6 a partir de Ja Alra Edad Media. Sin embargo, 10s campesinos del siglo xvrr~se negaron a suprimir el barbecho, cerrando el paso con ello a la revoluci6n apricola. L,a r a d n de esta disparidad es muy simple: usustituir el trigo y ia cebada por el centeno no afectaba para nada a1 sistema social en el que estaba inserta la vida c m p e s i n a . ~El pequelio campesino no era sensible a la idea de incrementar Ias fuerzas productivas de la naci6n. Tampoco sentia gran inter& por la perspectiva, a!go menos lejana, d e aumentar su propia produccidn o, a1 rnenos, la parte de 6sta que destinaba a la venta, porque sentia que d metcgdu era algo misterioso, que entrahaba un peligo. Su principal preocupac~onconsistia, m b bien, en conservar lo mhs intacta posible su ' * l r i , ~ a de vida traditional. La creencia m i s extendida era que su * c estaba unida a1 mantenimiento de las antiguas servidurnbres +rvas que, a su vez, exigian el barbecho
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cr Scrgneurs en Russie u r n L {rn du .Wl1° sr~clp, de structures agrazrer rr de mentdifis kcanomiques, Instituro de Estudios k l a v o s . 1963, p6g. 180. P. Laslett. k Monde que nous ovons perdu, phg. 155. " M. Bloch, Les Caracfdres orrgrmrrx de I'hstorre rurdc f r a n ~ a ~ s A. e , cclin. 1956, pig. 21. "
M. Confmo, Dornarncs
Tomaremos el segundo ejemplo de la industria. Se ha c o m p r e bad0 '\~le la resistencia que oponen 10s obreros industriales a 10s cmbios que la direcci6n impone para modificar 10s rnetodos de mabajo es un comportamiento de grupo: el rendimiento d e un obrero que acaba de integrarse en un grupo, disrninuye hasta ponerse a la misma altura que el de 10s dernis miembros, para n o rebasar la norma fijada in~plicitamentepor el propio grupo e impuesta tdcitamente a todos sus miembros. En efecto. un obrero cuvo rendinliento sea demasiado elevado, puede ser el pretext0 para que la direcciirn aumente las cadencias de todos; el problema que se le plantea al grupo es frenarlas, hasta producir la cantidad justa, por encima de la cuat se corre el riesgo de percibit menos por unidad. Se zrata de un problema econ6mico rnuy complejo, debido al gran nrirnero de variables que hay que integrar, pero que 10s obreros de un mismo taller logran resolver intuitivamente bastante bien, frenando la producci6n por la tarde, si se dan cuenta q u e han trabajado demasiado por la mafiana, y viceversa. T m t o por sus medios como por sus fines este tipo de mtina tiene un alto grado de racionalidad. Como el comportarniento rutinario, a1 igual sin duda que todo tip0 d e conducta, responde m k a razones ocultas que a1 hibito, hab1-6 que resistirse a la tentaci6n d e reducir Ia pluralidad de conducta a cierto habitus general, que seria como una segunda naturaleza y que daria lugar a una especie de caracteriologia Ilist6rica: el noble, el burgu6, se&n Sombart. Pero no existe tal unidad d e caricter; ei que la antitesis de la mentalidad aristocritica sea la mentalidad racional del beneficio es pura psicologia conventional. Del hecho de que la nobIaa acostumbre a ser esplhdida en algunos aspectos, no se sigue que no pueda rnostrarse Bvida de ganancias en otros. Hay grandes seiiores que son muy corteses, salvo cuando se trata de dinero, y ambiaosos banqueros que se comportan, ademis, como mecenas. Nuestros valores entran en contradicci6n, se@n el carnpo de actividad de donde procedan, porque son la crprernisa mayor, que Ia 16nica invertida d e las iustificaciones deduce de nuestras ct~nductas. " Ahora bien, estas diferentes conductas nos vienen irnpuestas por instintos, tradiciones, intereses y ptaxiologias que no tienen raz6n alguna para formar un sisterna coherente. En consecuencia, podemos creer, a fa V ~ Z , que Apolo profetiza y que su profeta es vendido a 10s persas, o desear uel Paraiso, per0 lo rnris tarde posible*. Tal vez un prestarnista hind6 tenga a h una metdidad un poco ccprimitiva~,
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Rdato 10s hechos de x y n d a mano, por no same acccsible la rtvistn
fIuman Reii~tions, I , 1948, dondc sc hada la relaa6n dc ellos. " Cantra la mentalidad como bobitus general, v& d doecucrdo dc M. Confino. Domaher st Seigneurs en Kurrir, pdg. 257.
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LA AhLF'LIAClON DEL CUESTIONARIO
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religiosas o filosGficas], pero salvo esto, es corno cualquiera de nosotros, en la prictica, debera esperar a que ase dersita el azricar,,. Pcro scguramente esa visi6n Jel tiempo no le impediri en absoluto reciamar, a1 margen de su concepci6n cualitativa deI tiempo, el pago de 10s intereses cuando venza d prCstamo.
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El primer deber del historiador es fijar Ia verdad, y el segundo hacer inreligible la trama. Existe una critica histbrica, per0 no un mCrodo hist6ric0, ya que no hay un rn&todo para comprender. Por consiguiente, cualquiera puede hacer de historiador improvisado, o rnejor dicho, podria hacerlo, si no fuera porque la historia, a falta de mitodo, requiere poseer una determinada cultura. Esa cuhura hist6rica (a la que podriamos Uamar tambidn sociol6gica o etnogrrifica) se ha ampliado sin cesar y ha adquirido una dimensitin considerable desde hace uno o dos siglos: el conocimiento que tenem05 del homo historicus es mds rico que el que tuvieron Tucidides o Voltaire. Pero es una cultura, y no un saber: esuiba en la posibilidad de disponer de una teoria de Ias categorias generales y de ~Iantearse un n6rnero mayor de interrogantes sobre eI hombre, pero no en la de responder a esos interrogantes. Corno escribe Croce, la formaci6n del pensamiento histkico consiste precisamente en eso: la comprensi6n de la historia se ha enriquecido desde 10s griegos hasta nuestros &as. No es quc conoxamor 10s principios o 10s fines dc lor acontecirnientos humanos, sino que hemos adquirido una casuistica rnucho mis arnplia de esos acontecimientos '. Tal es el k i c o p m greso de que es susceptible la historiografia.
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B. k, TbPorie 1968. p&. 53.
ef Histoire de I'his:oriographie,
trad. Drfour, D r z .
ciruito, la nobleza ciudadana y campesi~la,la riqueza mobiliaria, 10s bienes no productivos, la b ~ i s ~ u e dde a la seguridad, las dhastias burguesas. Vivian esos aspectos de la realidad como el campesino que apenas repara en la forma de su arado, de la muela d e su molino o de su terrvfio, objeto de estudo y de comparacibn por parte de 10s ge6grafos. De esta forma, adquirimos pautatinamente una visi6n cada vez ma's detaIlada del rnundo humano, hasta que Uega un momento en el quiz nos extraiia que nuestros predecesores no hayan wreparadur en aquello que estaba tan a1 alcance de su vista como de la nuestra '. La historia cornienza siendo una visibn ingenua de las cosas, la del hombre corriente o la d e 10s autores del Libro de lor Reyes o de las Grandes Crdnrcas de Francia. Poco a poco, a lo largo d e un praceso aniIogo a am que experimentaton la ciencia o la philosophia perennir, y tan lento e irreguIar como ellos, se desarrolla la concep tualizaci6n de la experiencia. Ese proceso es menos perceptible que eI experimentado por la ciencia o la filosofia: no se traduce en teoremas, tesis o teorias que se puedan formular, contraponer y discutir, y para darse cuenta dc tl es ncccsario comparar una pBgina de Weber o de Pirenne mn ntra de un cronista del Afio Mil. Esa e v e luci6n, tan escasarnente discursiva como cualquier aprendizaje, n o s61o constituye la raz611 de ser de las disciplinas hist6rico-filol6gicas y la justificaci6n de su autonornia, sin0 que forrna t a m b i k p a n e integrante del descubrimiento de la cornpleiidad deI mundo. Cabria dccir que la hurnarlidad adquiere una conciencia cada v a mds exacta de si misma, si no fuera porquc se trata de un fen6meno rnucho m h rnodesto, del conmimiento cada vez mijs riguroso de la historia que adquieren 10s historiadores y sus lectores. Estanlos ante la rinica evolu~i6nque permite que hablemos de ingenuidad griega o de infanda del mundo: en el Imbito de la ciencia o dc la filosofia la madurez no esta en funci6n de la dimensi6n dcl corpus de conocimientos adquiridos, sin0 de c6mo sc han sentado sus bases. Los griegos son niiios geniales que carecieron de experienaa; en cambio, desrubrimos 10s Elementor de Euclides.. . D e la misma fonna, una historia de la historiografia que prctendiera Uegar a1 nlicleo de la cuesti6n deberia atender menos a1 f6ciI estudio de las ideas d e cada historiador y dedicar mayor inreds a1 rcpertorio de su paleta: no basta elogiar la a g u d a a narrativa a e determinado historiador, o decit que otro apenas se ocupa de 10s factores sociales del period0 que estudia. En ta1 caso, Ia escala de valores podria experimentnr variacioncs:
Cuesta trabajo pensar que un contempoc&.neo de Santo Tomds o de NicoIds de Cusa hubiera ~ o d i d oescribir LA rociedad feudal o la I-listoria de la ecotlomio del Ocn'denre medteual, no 5610 porque Ios Illrhos economicos y las relaciones sociales no se hubieran estu-
dlado nunm en el marco de referencia del gbnero hist6ric0, sin0 p r que no existian 10s conceptos y las categorias irnprescindibles para hacerlo; nadie habia es~udiado10s hechos con la profundidad suficiente para que se le desvelasen 10s conceptos. En efccto, la observacidn de lo vivido es el imbito de un progreso lento y acurnularivo de la observaci6n, anilogo a1 que el diario Intimo permite alcanzar del conocimiento del sujcto, o a1 descubrimiento gradual de u n paisaje cn el curso de una observaci6n acenta. Cuando Eginhardt, a x e s de cscribir !a vida de su protector Carlomagno, releia las biografiss de 10s emperadores romanos escritas por Suetonio, advertia ante todo 13s similitudes entre el gran emperador y 10s cisares r e manos, y prestaba menor atenci6n a las cnormes diferencias que hoy petcibimos entre uno y otros. ~ S i ~ n i f i ceso a que su visi6n era arquetipica, que en su conccpci6n dc la historia 10s acontecimientos eran una repetici6n de modclos?
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Encontramos un testimonio m q q r c s i v u dc esa auafieza cn P. Loslett, Un monde que nous amns perdu, pi&, 13.
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profesor e n el aiio d e gracia de 1925 a1 leer el texto de Rabelaisa La historia tiene la propiedad de desorientarnas; nos enfrenta sin cesar con realjdades ajenas ante las males la reacci6n mis inmediata es la dc n o percibir. L j o s de darnos cuenta d e que no disponernos de la Ilave, n o advertimos siquiera que existe una puerta que es necesario alrir.
I m reorias da l a categorias gcnerales hisl6ricas El enriquecirnienco del pensarniento hist6rico a travCs d e 10s siglos se desarrolta por rnedio de una lucha contra nuestra tendencia espontinea a rriv~alizarel pasado, y se traduce en el aumento deJ nrimero de conceptos de que dispone el historiador, y por consiguiente, en la ampliaci6n del catdogo de interrogantes que s e r i capaz de plantear a sus docu~nentos.Cabe imaginar este cuestionario ideal como un catilogo de ulugarcs comunes,, o topoi y d e uverosirnilitudes~ scmejanie a 10s que daboraba la ret6rica antigua para uso d e 10s oradorrs. (Digamos de paso, sin la rnenor ironia, que la ret6rica t u v o gran importancia, y que su eficacia praxol6gica es, sin duda, considerable.] Gracias a ellos, el orador sabia en cada caso q u i aspectos del p o b l e m a debia apensar en plantearsea; tales catdogos n o resolvian dificultades, sino que enunciaban la totalidad de las posibles diiicultades acerca de las que era necesario reflexionar. En la actualidad, 10s soci6logos e l a h r a n a veces series de categorias generales de ese cipo bajo el epigrafe de check-lists'; el Manuel de Ekogmafia, E. Gilson, l a r idkes ef ler Lertre~.,VVr, 1955, pdg. 230. Por cjcmplo, a1 final del esrudio de J. G. March y H.A. Simon, LPs organirafi(>n~, problhmes prycho-sociologiques, wad. al franc& de Dunod, 1964.
de Marcel Mauss, que instruye a 10s principiantes que van a iniciar sus trabajos pricticos sobrc 10s aspectos a 10s que ban de prestar atenci6n, canriene otra excelente lisra de lugares cornunes. Para d historiador, cumple idknrica funcibn la lectura d e sus disicos (sobrc todo cuando Pstos no se refieren a C(SU ipocaa ya que, debido a las diferencias en materia de d m m e n t a c i 6 n , las categorias generale~ de las distintas civilizaciones se complementan entre si). Cuanto m6s amplio sea su catdogo de categorias generales, m h posibilidad tend r i d e enrontrar la llave ndecuada (o por lo menus, de darse cuenta de que existe una puerta que es necesariu abrir). La utilidad de 10s ropoi h~stbricosn o se limita a1 i m b i t o de la shtesis. En el plano d e la cririca permiren prevenirse del aspect0 m6s engaioso que implica la exister~ciade lagunas en la documentsci6n: la distinta ubicacidn d e esas lagunas. Deterrninada caracteristica com6n a diversas civilizaciones n o aparece atestiguada, sino en una de ellas, y si nos atuvidramos a 10s docurnentos d e esa dvilizaci6n, no seria nunca p s i b I e extrapolarla a las demls. Supongarnos que el historiador estudia unn civilizad6n anterior a la tpoca industrial: dispondri de una serie d e categorias generaits que le permite saber que a priori habri de interrogarse sobre la ausencia o la presencia de determinados rasgos, algunos de 10s males varnos a enumerar a conunuaci6n. Con frecuencia, In situacidn demogrrifica d e esas sociedades, la mortalidad infanril, Is duraci6n de la vida humana y la incidencia d e enferrnedades endtrnicas presentan rasgos en 10s q u e no se nos ocurriria pensar hoy. El precio relativo d e 10s productos artesanales es tan elevado, que bastaria en la actualidad para incluir10s entre 10s objetos sernilujosos (las ropas, 10s muebles y 10s utensi-
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E! capirulo I11 de la obra de Jean M i n sobre
La MPfhode de
I'histoire, trad.
.Mcznard [Publicaciones de la Facultad de Lttras dc Argel, 1941), un gran ...ro que sigue mereciendo la pena consultar atentamcnrc, sc tituls e c h o
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cxacritud 1m lugarcs comunes o dbricas de la historia*. La usistunLDroyssen consiste asimisrno en un cuadro de topoi: la5 razas, 10s o b -7: humanm, la familia, el pueblo, el idiorna, lo sagrado (Histmik, pQs. 194Vbase tarnbik la lista dc njbricas (a las quc se denomina intcligentex::-rire avariablesm) que clabura,S. N. Eixnsradt al find dc su voluminosa obra ?'he political rysrems of Empires, Glencoe, Free Press, 1967, pigs. 376-383. (El libro constituye un estudio dc historia mmpamda de la Administraci6n. d que st califica de sanilisis sociol6yico~: su objctivo es promover una usociologia histdrica~.)En rcslidad. hay pocas i d a s tan Jtiles y ran dcsdeiiadas cum0 la de la scric dc categorias gcnerdw quc constituyc una cspbcic dc rcpcnorio oricnrado a facilitar la invenci6n: ya Vico se quejaba dc quc cn su Cpoca 10s hisroriadom y 10s Fdhfos politicos desdeiiaban la teoria de las categorfas gencraltr para prcstar atcnci6n exclusivamentc a la critica. En relaci6n con un fenac;micnto dc In tcorfa dc las catcgork gencrala en el c a m p dc Las cicnc~as ,ran dc
humanas, vCase W. Hennis, Pohrrk und prakfucbe Ph;losophie, erne Studie zur Rekonstrukfron der polrtlsthen Wtssenscbaff, Berlin, Luchrerhand, 1963, capltulo VI: aPolitica y series tdpicas., asi como la dplica de H. Kuhn, aArjstoteIc und die Merhodc dcr polltischen Wissenschafta en Zeitsrhrift fiir Politik, XII, 1965, pigs. 109-120 (esta poldmlca a l m 6 un nivd y un inter& utcepciondes). La teoria de 1 s categon'as generales resufta liril en todos aquellos bbicos 10s quc las m a s no se organizan more geometrrco Su finalidad es h ~ e p r siblc invcntar, cs dccir (rc)encontrar rodas lw considcraciones ncccsarias cn supuesto dado; no permlte descubrir nmvos elementos, per0 hace posible movilizar un saber acumulativo, no pasar p o r alto la solucidn adecusda, o la pregunta percinente, y no ornitir n~nglinspecto. Irnplica comprensi6n, prudencia. La sociologia tiene su origen en la idea de que hay aIgo que decir sobrc Im hechos sociales diferente de la historia de esos hechos. Dcsgraciadamente, mrno rendre~nosrxasibn de vet, tales bechos no se prestan ni a unu clasificad6n ni a una cxpl1caci6n que no tnlga carkter diacrbnico, es dedr hisr6rico. y no dm origen a una cicncia: todo lo que puede dccirsc sobre ellos perrmcct al Bmbito dc categorias gcneralcs: la sociologia es una tcorfa de Ins carcgarlas gcneralcs que no tiene mncicnda dc scrlo. h sociolos[s de Max Webcr puedc rcdudrsc a una teorIa dc las ca~cgdasgcncraIcs.
Liirs de cmina figuran en 10s irlventarios heredirarios, y la ropa dc !.,i ~ o b r e sera ropa de segunda mano, lo mismo que en nuestra so-
!::d el cochc popular es un coche de segunda mano)" Referirse ::lni>nuestro de cada &a no es una metonimia. Por lo general, .;,;asigue el oficio de su padre. Hay tal ausencia de cualquier pers; : ~ i v ade progreso que esas souedadcs creen que el mundo es adulclue esti wabado, y que viven en la v e j a deI universe. El Gobierno central, a pesar de su autoritarismo, carece de poder: tan pronto se deja ntrLs la capital, sus decisiones chocan con la resistencia pasiva de la poblaci6n (el C,'ddigo Teodoriano cs m6s bien una obra de ernperadores ideologos que proclaman ideales en una cspecie de cricicIicas que de emperaciorcs dCbiles quc prornulgan infitiles ukases). La productividad marginal es menos importante que la productividad media" La vida religiosa, cultural y cientifica, se articula a menudo en secras, fieles a una ortodoxia in verba m~gistri(por ejemplo, en China y en la filosofia helenistica). Una gran proprcibn d e 10s rccursos procede de la agricultura y el n6cleo del poder se concentra generalmente en 10s propietarios de la tierta. 1.a vida e c o n h i c a responde a criterios de autoridad mis bien que d e racionalidad, y el termicniente es primordialrnentc un jefe que impnrte 6rdcnes a sus iil:
' Viase un pasaie de Adam Smith que puede despettar el inter& de cudquler arque6loyo que encuentre vestigios de mobiliario en una casa: .Las casas, 10s nuebles y 10s ~rajes de 10s ricos, a1 cabo de a l g h t i e m p , pasan a ser ut~!irados pot Ias clases medias y bajas dc la poblacidn, que puedrn pcrmitirsc adquirirlos cuando la clase superior esth harta dc usarlos. AI enrrar cn las casas, 110s enconcrarnos frecuencenlenre con muebles ercclentes. aunque anticuados, que re hallan en perfecto esndo de uso, y que no han sido fabricados para aquellos que 10s utilizan* (Rschesse des Notions, trad. Garnicr-Blanqui, "01. I, pig. 435. .!=n e1 cantexto, Smith se refiere a mansiones nobles que se han dividido en apartamenros en Jos quc viven aiembros de las c l a s s PO. pulares ). C i m o se sabc, la productividad media cs d rcndimicnto medio por unidad de pruducci6n, y la produccividad marginal, la productividad de la irltirna unidad de produccidn que sigue nvaliendo Is p n a * producir. Cuando la tknira es etrasada y la producci6n rcsuka insuficiente para stendcr l a necesidades fun darn en talc^, la subsistencia de la comunidad necerita incluso d d productor que sr,halla cn pear situaci6n, y no cs posible prescindit d e 61. eunque su rendimicnto sca muy inferior d medio;, d equiIibrio no viene dcrcrminado por el limitc inferior, y es d rendimienro rncdio el que dctermina 10s precios y 10s salaries, llcgando a darse el caso de que un productor quc no pu&_vivir de su crabajo, per0 cuya actividad es imprewindiblc para la exisrencia de la cornunidad, sea mantenido acudiendo a otros mrsos: Cf. K. WickscU, Lectures on p o l ~ t i c d economy, cd Robbins, Routledge y Kegan Paul, 1967, vol. I, p6gins 1.13; N. Gcorgescu.Roegen, L Science Econornique, ses probUmrs ef ses dillirulris, trad. Hostand, Dunod, 1970, pdgs. 262 y 268; J. UUrno, ~Recherches sur l i q u ilibrc cconamiqucr, en h n a i e s de I'Institui Hcnri Poincad, tomo VIII, fa. 1, pdgs. 6 7 y 39-40.
hombres en el trabajo. EI hecho de estar excluido de la vida p6blica o vivir al rnargen dc la sociedad facilita sensiblemenre la inmersi6n en la vida econ6mica (es el caso de 10s emigrantes, 10s berejes, 10s miembros dc grupos ajerios a Ia cornunidad, 10s judios y 10s Lbertos griegos y romanos). En contrapartida, otros topoi tienen menor incidencia de lo que cabria pensar. Por ejelnplo, no es posible determinar a priori el volumen de la poblaci6n (junto a bormigueros hummos, Ia Italia rornana contaba con siete millones de habitantes, ttprox~madamente),ni la existencia y la importancis de grandes ciudades, ni la intensidad de 10s intercambios interregionales (muy importantes en la China moderna y , sin duda, en el Imperio Romano). A veces, el nivel d e vida es alto (el del Africa y el Asia romanas debe haber sido similar a1 d e nuestro siglo xv~~r), a pesar de la inexistencia de instituciones que podria pensarse que son imprescindibles en una economia desarrollada, como 10s instrumentos de cridiro, o a1 menos la letra d e cambio. Tampoco cabe excluir la posibilidad de que se dE un p a d o considerable de alfabetizacibn de la blac16n (como en Jap6n antes de 10s Meiji). Esas sociedades no son rsencialrnente esthticas, y la moviiidad social puede tcner una importancia inesperada y adopt= formas sorprcndentcs, pasando por la esclavirud (Roma, el Imperio Turco). El fatalism0 y la laudafio temporis mti pueden ir unidos a la convicci6n individual de que cualquiera pucde mejorar de posici6n gracias a su espfritu de empresa; la npobreza e s t a b l e ~de tales sociedades hsce que nadie se avergiience de su posici6n social, pero no impide que todos intenten ascender. Su vida politica es a veces tan agitada como la de sociedades m i s prbsperas, per0 10s conflictos no se reducen siempre a lochas entre clases econ6micamente diferenciadas; con mayor frecuencia, se trata de simples rivalidades cara a la consecuci6n del poder entre grupos andogos (dos ejircitos, dos clanes aristocriticos, dos provincias), La agitaci6n d o p t a formas inesperadas: 10s apocalipsis y 10s falsos oricuIos ocupan eI lugar de 10s panffetos y de las consignas, y a menudo, convictos (Pugatchev) o simples aventureros sublevan a las masas, hacikndose pasar por un emperador o por el hijo de un ernperador a 10s que aqu6llos creian muertos: tal es el caso del afalso Demetrio,,, que se repite en Roma, con el falso Nerdn, asi como en Rusia y e n China, y que reclamaria un estudio de historia comparada.. .
La elaboraci6n de series de categorias generales de ese tip0 no constituye un rnero ejercicio acad6mico: no se trata de forrnar un
,icrt;:jn de un colectivo d e cien millones de personas a una nueva ' c i ; g : o d E S r ~ m o sante un problema de la sociologia d e la conversi6n. que y;t se han formado cierta idea 10s misioneros a parrir del
siglo xva; es posible, por consiguiente, pensar que un historiador cornience estabieciendo una teoria de las categorias generales ( o una sociologia, o una historia comparada, si se prefiere! de la conversi6n en rnasa, y, a partir de ella, intenra mediante un cjercicio de im* ginacidn, la retrodiccidn de la historia antigua del cristianismo.
La llrcha contra
la dpiica de
Ias fuenter
Asi pues, lo que confiere su unidad a 10s distintos aspectos de la historia no acontecimental es su lucha contra la 6ptica impuesta p r las iuentes. La Escucla de Ins Anales ha dado lugar, por urla partc, a estudios de historin de 10s rnodos de pensar, de 10s valores, y , por otra, a obras de sociolagia histbrica. {QuC parentesco puede existir entre obras a primera vista tan heterbgeneas? entre la curva de la evoluci6n de 10s precios en la Baja Provenza en d siglo XVI y un estudio sobre la percepci6n de la temporalidad en esa tpoca? La unidad de esas distintas i n ~ e s t i ~ a c i o n eviene s dada por la configuraci6n d e la documentaci6n: la curva de 10s precios y la percepci6n del tiernpo de las gentes del siglo XVI tienen de co&n el hecho d e que 6stos no eran conscientes n i de la una ni de la otra, v de que aquellos bistoriadores que se limiten a ver el siglo XVI con 10s ojos de 10s que vivieron en 41 no l o g r a r h alcanzar mayor grad0 de conciencla que ellos. Cuando Ia historia haya acabado por sustraerse a la cjptica de las fuentes, cuando la preocupaci6n por explicar todos los fen6menos a 10s que se refiere ( n ~ q u Pera, por consiguiente, un v a l i d o ? ~ )se haya convertido en un mecanismo reflejo, 10s manuales de historia serin rnuy diferentes a 10s de hay: describirrin detenidamente las a e s t r u c t ~ i r a sde ~ ~ una concreta monarqula del Antiguo Regimen, nos explicara'n que era un valido, por qu& razones y de q u t forrna se hacia la guerra, y hartin much0 menos hincapiC en las guerras de I.uis XTV y en la caida de 10s validos del joven Luis XIII. Pues la historia, ademls de ser una Iucha por la verdad, es una lucha contra nuestrs tendencia a pensar que todo cae de su peso. El dmbito en el que se desarrolla esta Iucha es el de la teoria de Ias categorias generales: 10s inventarios de lugares comunes se arnplian y perfeccionan a 10 largo d e las generaciones de historiadores, y Psta es la raz6n de que no sea posible hacer de historiador improvisado, d e la rnisrna forma que no es ~ o s i b l ehacer de oradur improvisado. Es necesario
saber cuiles son 10s problemas que hay que plantease, y cudes 10s que estdn superado$; no se pueden cscribir obras de historia politica, social o religlosa contando corno h i c o bagaje con las oplniones respetabtes, rcalistas o progresistas quc cada cual ~ u e d atencr acerca de esas materias. Hay nntiguallas que es precis0 descartar, corno la psicologia de 10s pueblos o el recurso a1 espiritu national, y sobre todo, es necesario adquirlr una m d t i t u d de ideas: n o es posible escribit la h~storlad e una civilizaci6n antigua contando hicarnente con una cultura humanista. Aunque la historia c a r m a d e mitodo (y por ello quepa la posihilidad de bacer de historiador improvisado), dispone de una teoria de Ias categorias eenerales (y pot eso no es aconsejable hacer dt historiador ~mprovisado). EI riesgo d e la historia es su aparente y engaiiosa facilidad, A nadie se le ocurre hacer de fisico improvisado, porque todos s a k n que se requiere una formaci6n maternht~ca; pero la necesidad que el historiador tienc d e poseer experiencia hist6rica no es menor, aunque no sea tan Hamariva. La linica d~ferenciaestriba en que, si sus conocimientos en ese Bmbito son insuficicntes, las consecuencias s e r h rnenos espectaculares, y no responderan a la Iey del todo o nada: la obra hisr6rica tendrs defectos (un anacronismo conceptual inconsciente, abstracciones n o acukadas, falta d e anaisis de determinados residuos acontecimentales) y sobre todo carencias. Pecari m i s por lo q u e ha dcjado d e plantearse que por lo que afirma. E n efecto, la dificultad de la historiografia esrriba ma's bien en hallar 1~ preguntas que en encontrar respuestas a ellas. El fisico es camo Edipo: es la esfinge quien pregunta, y 151 quien debe dar la respuesta acertada. En cambio, el historiador es corno Parsifal: el Grial estk ahi, delante de 61, ante sus ojos, per0 d l o le perteneced si se le ocurre plantear la pregunta. Para que el bistoriador pueda dar respuesta a sus intecrogantes, In existcncia de documentos es condicibn necesaria, pero no suficiente: es posible relatar prolfjamente cuanto ocurri6 el 14 d e julio, el 20 d e junio y el 10 de agosto sin que entre en juego el rnecanismo explicativo y sin aclarar que el hecho de que la Revoluci6n adopte la forma de ajornadasn n o es algo natural, sin0 que obedece necesariamente a deterrninadas causas. Si tomando al pie de la letra este ejempIo trivia1 el lector se siente tentado a pensar que el progreso de la teoda de las categorias generales es un inlitil ejercicio de redaccidn, habria que recordale que I-Ierodoto y Tucidides disponfan d e la totalidad de 10s hechos necesarios para fundar una historia social o religiosa (incluida la comparaci6n heuristics con 10s puebIos birbaros) y que, sin embargo, n o lo hicieron. Se nos objetari que careclan de 10s uinstrumentos intelectualesn para esa tarea; pero eso es precisamente lo que intentamos decir.
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Paul Vcync
El objerivo liItimo del esfueno de conceptualizaa6n es facilitar a rravis del discurso a1 lector profano todos 10s datos que le perniran rcconsrruir el acontecimiento en su totalidad, induidos su urono* y su ctatm6sfera*. En efecto, iniciahente, cualquier hecho quc ocurre en una civihaci6n que nos es ajena, consta, a nuestro J I I I C ~ O de , dos partes: una se puede leer explicitamente en 10s dealmentos y en nuesrros manuales, en tanto que la otra es.un aura de fa que el especialista se i~npregna en contact0 con 10s documentos, pero que no es capaz de traducir a palabras (de ahi que se diga quc 10s documentos son inagotables); la famitiaridad con ese aura disungue a1 especialista dcl prafano y permite a1 primeto denunciar el anacronismo o el desconmimiento del modo de pensar de la en tanto que el rjltimo, que se avcnmra a reconstruir un acontecimiento a partir del texto literal de 10s manuales, lo reconsm y e ma1 porque le falta una pieza fundamental del rompetahas. El progreso del conocimiento his~driccz El h i c o progreso que cabe a1 mnocimiento hist6rico es la am3liac16n de jos repertorios de lugares comunes: la historia no podr6 lunca darnos ma's lecciones de las que ya nos da, pero puede seguir nuJtiplicando 10s interrogantes. Es una disciplina decididamente na.ratlva y se limita a relatarnos lo que hizo AIcibiades y lo que le xurri6. Lejos de abocar a una dencia o a una tipologia, corrobora ma y orra v a que el honlbre es un material dBctil sobre el que no s posible emitir un julcio permanente. La historia no es mis capaz toy qrle en sus origenes de decirnos de qu6 forma se articulan lo con6mico y lo social, e incluso es menos capaz que en la 6poca de llontesquleu de afirmar que, dado el acontecimiento A, se ptoduirB indefectiblemente cI acontecimiento 3. Por consiguiente, a 1s ora Je evduar la obra de un historiador, son mucho m8s impormtes Ia riqude sus ideas o su capacidad para captar 10s matices ue su conccpci6n de Ia historia: carece dc importancia que el histo::i3cr crea o no en la intervenci6n de la Providencia en Ia historia, . ' 7 astucia de la raz6n, ni que conciba la historia mmo una teo7.1 etiologia o una hermenPutica. Un Tucidides judio o cris.. -:era sido capaz de revestir un relato admirable de una t e e (,cua, sin que p r ello se resintiera la mmprensi6n de la a su vez, el inter& puramente hist6rico de la mayorfa de f ic.cufias de la historia es escaso. Con el curso del relato hist6rico ccde como con Ia verdad de las tragedias: uno y otra admiten pocas dificaciones. En lo fundamental, el modo de relatar un aconteci-
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miento no difiere en un autor moderno respecto d e Hemdoto o Fmissart. Para hablar con mayor exactitud, la tinica diferencia quc 10s s~glosban creado entre esos autores, radica mis quc en lo que dicen en lo que pretenden o no pretenden decir. Basta comparar a1 respecto la historia de David del Libro de Samuel y la de Renan. El relato biblico y el contenido en la Historia del pueblo de Issoel son bastante diferentes, pero inmediatamate puede advertirse que la m6s espectacular de las diferencias no decta a1 fondo e jnteresa mhs a1 fi1610go que a1 historiador; afecta a1 arte narrativo, a la concepcidn de1 relato, a las convenciones, a la elecci6n de 10s giras, a la riquea del vocabulario; se Jebe, en una palabra, a la evoluci6n de las formas, a esas eaones de la moda tan imperiosas quc un traje pasado de moda constiruye el simbolo mAs grlfico del paso del tiempo y que Ia extensihn de un texto griego o de la Epoca de Luis XIV que podrian atribuirse a1 siglo xrx pocas veces excede de algunas Lineas, aunque su contenido no haya cnveiecido en modo alguno. Advertimos qui. es lo esencial si prescindirnos d e esas diferencias, a fin de cuentas insignificantes, a pesar de ser tan llamativas (pues condicionan la vida Iiteraria e intelectual, en la que el factor de modernidad reviste gran importancia), y que siguen resistitindose a ser conceptuaIizadas por la filologia y la historia del arte, asi como de IS fiIosofIas de la histotia de Samuel y de Renan --que implican, respectivarnente, la admisi6n o la negaci6n de lo sobrenatural y de la explicaci6n teolbgica de la historia-, dejar~doasimismo de lado el asentido* quc puede atribuirse a la historia de David, s e ~ nse interprete en funci6n del nacionalismo judio, de la Resurrecabn, etcdtera. A fiide cuentas, las diferencias de fondo obedecen a dos causas: una visi6n histrjrica mis o menos profunda, y eI hecho de que algunas cosas que para el historiador judo son evidentes no lo Sean para el moderno. La riqueza de ideas del histoi-iador antiguo no es excesiva, y cuando David abandona Hebr6n y elige como capital Jebus, la futura Jerusaldn, no es capaz de plantearse todo lo que acierta a ver Renan: uNo.resulta fhcil decir qu-5 es lo -que decidi6 a David a abandonar Hebr6n, que gozaba de derechos tan antiguos y evidentes, eligiendo una aldea insipificante como Jebus. Es probable que pensara que Hebr6n era demasiado judaica, y no quisiera herir la SUScepribilidad de las dern6s tribus, sobre todo la de la tribu de Renjamin. I-Iacia falta una ciudad nueva, que careciera de tradici6n.s Y, 16gicamente, como el acontecimiento es diferencia y su cornprensi6n es fruto de la cornparaci6n, el historiador iudio no reparara en determinados aspectos que, en cambio, no escapan a la atcna6n de un exmnjero, ni puede escribir, como Renan: uDesde luego, una gran
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,.-t;,:!;ai hubiera rcsultado inc6moda, dado el emplazamiento de jebus; IIcio las grandes ciudadcs no encajaban en las preferencias ni en la
ncritud de aquellos pueblos, que buscaban ciudadelas cuya defensa fur& fici1:m Nacuralmerite, el historiador antiguo no podia disponer de esa cacegoria general de las capitales. Cuando decirnos que Renan, a rravCs del rclato biblico, ha descubierto la vcrdadera figma de David, no queremos decir que 10s rrlCrodos de sinresis hayan expericlentado progresos y que nuestra forrna de explicar 10s reyes y los pueblos haga adquirido carhcter cientifico, sin0 que Renan ha sido capaz, de url lado, de expresar lo que 10s israelitas pasaban pot alto por resultarles demasiado evidente, y de otro, de plantearse interroganres en 10s que el hisroriador antiguo, dotadu de menot agudez plftica, no habia reparado. Prescindo, ya que no es el tema de la Dresenre obra, dc la difcrencia de mayor envergadura, que guarda relacicjn can la critica (en su forrna prirnaria y siempre mod6lica de :ririca biblical. Si liacemos abstraccihn de la critica, de las ideas .ilosrj;ficas y teol6gicas --que tienen escasa importancia desde el )unto de vista tCcnice- y de las modas filol6gicas e i d ~ d 6 ~ i c ays , 10s atenemos a1 plano de la sintesis histbrica, el abismo que separa 11 SomwI y a Rer~anes el mismo que separa Ias relatos que harian le un mismo acontecimiento un nativo y un viajero, de un lado, y ?-hombre rorriente v el periodista politico, de otro: ese abisrno esrjba en la distinta riqueza de sus repertories de ideas.
LO SUBLUNAR Y LAS CIENCIAS HUMANAS
Pero, tpor qu6 no seria posible elevar la historia a la altura de la5 ciencias cuando 10s hechos integrados en etla y en nuestra vida esta'n sujetos a las ciencias y a sus leyes? Porque en la historia hay leyes (un cuerpo que cae en el relato dc un historiador lo hace, por supuesto, de acuerdo con la ley de Galileo), pero no son rus leyes. El desarrollo de la Cuarta Cruzada no esti dererminado por una ley en mayor medlda que lo esti lo que sucede en mi despacbo, donde la luz solar cae en Bngulo cada vcz m6s oblicuo, el calor que despide el radiador tiende a estabilizarse de tal forrna que la suma de las derivadas parciales de segundo orden es iglial a cero, y el filament0 de la bombilla se hace incandescente. Un eievado n6mero de leyes fisicas y astron6micas que, sin embargo, no bastan para explicar un simple acontecimiento: a la caida de una tarde de invierno, he subido la calefacci6n central y he encmdido la la'rnpara de mi despacho. Las leyes y 10s acontecimientos hist6ricos no coinciden y la categorizacidn de 10s objetos segrin lo vivido n o cs la rnisrna que la de 10s objetos abstractos de la ciencia. El resultado es que, aun cuando la ciencia hubiera lIegado a la cumbre de su perfecci6n, no seria maneiable, y no se podria en la pra'ctica recomponer la historia con ella. Resulta asimisrno que, por muy perfeccionada que estuviese, 10s objetos de la ciencia no serian Ios nuestros, y seguiriamos refiriindonos a 10 vivido y escribiendo la histotia tal coma lo hacemos ahora. Y ello, no por una cierta apetencia de caIor hurnano; ya hemos visto que la historia no se interesa pot lo singular ni pot 10s vatores, sin0 que
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Paul Vepne
trara de com~rendery desdeiia lo anecd6tico. Si pudiera convertirse en clencia, lo vivido no seria para ella mis que una antcdota, pero en la prictica esa conversi6n es imposible y lo vivido conserva la densldad que le es propia. l'ero tai s1tuaci6n no es exclusiva de la historia: la ciencia no expIica la naturaleza en rnayor medjda que explica la historla. No da mas cuenta de un accidente de coche o de un chaparr6n en Antia. ciencia bes, un doming0 de frbrero, que de la Cuarta Cruzada. 1 fisica, o humana, explica cierios aspectos, cunformados a la medida de 5us leyes, las maIes abstrae de 10s acontecimientos naturales o h~stciricos,y un especiatista en histaria natural no tendria merlos raze nes que un hisroriador para quejarse de ella. Las esquen~atizaciones iniriales de la ciencia y de lo vivido son tan diferentes que es muy difica establecer una conexi6n entre ellas. L s limites de nuestra facuItad de CQnOCer son tan estrechos, Ias mndiciones en quc se puede ejercer tan difkiles, que ambos t i p de categorias se excluyen mriruamente. y no se puede hacer ciencia de 10 sublunar a menos que se renuncie a lo sublunar sustituyendo el arco iris pot 10s quanta p la ~ o e s i ade Baudelaire por una teoria del lcnguaje poCtico como jcrarquia de fuerzas con una convexidad 6ptima. Sdlo en la infinitud del tiempo se uniran arnbas categorizaciones, cuando se recurra a la quimica, y no a1 cocinero, para conseguir un plato con un determinado saber. Para que la historia pudiera elevarse a la categoria de ciencia, seria precis0 que ista se correspondiera con el mundo de lo vivido (si bien con un caricter mis cientifico y en uaa versi6n en cierto modo modernizada) y que no constituyera una ruptura con la inmediatez, bastando escarbar un poco en 10 vivido para encontrar la ley subyacente. Vamos a mostrar por lo tanto en qu6 la historia no es una ciencia, aunque, corno si existe la ciencia del hombre, hcmos de vet tambiin qut relaciones puede haber entre ella y la historia, para lo cual ser& precis0 en primer lugar adoptar una postura sobre la siruacibn actual de las ciencias humanas.
Si las categorizaciones cientifica y sublunar no coinciden, se debe :13 ciencia
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no consiste en describjr lo que existc, sino en descu-tortes oculros quc, a diferer~ciade 10s crbjetos sublunares, fun- con todo rigor; mas all; de lo vivido, busca lo formal. La ,. ., ilo estiliza rluestro mundo, pero construye modelus a partir ; I nos da sus f6rmulas, la del 6xido carb6nico o la de la utilidad
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marginal, tomando corn0 objetos 10s modelos cuya consrrucciSn describe '. Constituye un discurso rlguroso a1 que 10s hechos obedecen formalmenre denrro de 10s limites de su abstraccicin y coincide, sobre todo, con In real en el caso de Ins c u e r p s celestes, planetas o coheres, aunque este caso privilegiado entrafta el riesgo de hacernos olvidar un tanto que, la mayor parte de las veces, la teoria cientifica se mantiene a nivel rehrico, que explica lo real en'mayor medida de la que permite manejarlo, y que la tCcnica supera ampliarnente a la ciencia, la cual a su vez la dcsborda no menos ampliamente en otros extremas. La oposicidn entre lo sublunar y lo formal, entre la descripci6n y la formalizaci6r1, sigue siendo el criterio para juzgar a una ciencia autintica, que no consiste cn un programa de investigaci6n: no se programan 10s descubrimientos, que permiten, sin embargo. saber de qut lado puede esperarse ver abrirse paso a la inspiraci6n, y de quC lado e s t h las vias sin salida, especialmente las de vanpardia. Ahora bien, 10s hechos que obedecen a un modelo nurlca s e r h 10s que inrrresen a1 historiador y ah; esti el quid de la cuesti6n La historia que se escribe y, antes de ello, la que se vive, esti compuesta de naciones, de cruzadas, de cIases sociales, del Islam y del Mediterrineo: todas ellas nociones de la experiencia que bastan para actuar y padecer, p r o que no son ideas de la raz6n. Por el contrario, aqueIlas ideas que pueden ser ordenadas por una ciencia del hombre formando modelos rigurosos son ajenes a esa experiencia: estrategia de 10s minimos, riesgo e incertidumbre, equilibria de la cornpetencia, 6ptimo de Pareto, transitividad de las elecciones. Pues si el mundo, tal como lo ven nuestros ojos, tuviera el rigor de las ecuaciones, Ia ciencia no seria otra cosa que esa visi6n. Ahora bien, como 10s hombres nunca dejarin de ver el mundo con 10s ojos que 10 ven ahora, las disciplinas hist6rico-fllos6ficas, que se atienen deliberadamente a lo vivido, rnantendrhn siempre su raz6n de ser. Asi pues, la imposibibdad de una historia cientifica no se debe a1 ser del hornrno histon'cur, sin0 solamente a las condiciones limitadoras del conocer. Si la fisica fuera simple estilizacibn de la totalidad sensible, corno cuando especulaba sobre el Calor, lo Seco y el Fuego, todo lo que se dice ahora de Ia falta de objetividad de la historia podria volverse a decir de 10s objetos fisicos. El pesimismo ontol6gico se reduce por lo tanto a un simple peimisrno gnoseo16gico: el que la historia de 10s hisroriadores no pueda ser una ciencia, no quiirc decir quc sea imposible una ciencia de la vivencia V., por ejemplo, J. Ullma, k z P m d e scientifique modcrne, Flammarion, 1958, caplrulos I y 2; id. aLcs mncepts dc la physique^ en la col. Encyde pedie dc la Pitiadc. hgique et C o n ~ i ~ r e n scirntijique, ce p&. 701.
- i i ; l ' , pero se ve ficilmente a quk precio: lo que tenemos por :::l!,re considerar como un acontecimiento estallaria convirti6n-
una rniriada de abstracciones diferentes. Pot ello, la idea de cicntificamente Iir revoJuci6n de 1917 o la obra de Balzac ~ r s a ! t a tan poco cientifica y descakllada como la idea de expIicar (-icntiiicarnertre el departamenro de Loir-et-Cher, y ello no porque 10s hechos humanos scan tocalidades (10s hechos fisicos tarnbiCn lo sor., para el caso), sino porque la ciencia nu conoce m6s que sus propios hechos. f.:, . : n:.
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SituaciAti acfuol rfe las ciencias h~rnunas
Solarnente en el campo del conocimiento se oponen entre si lo sublunar y lo cicntifico, lo vivido y lo formal. La distinci6n que hacia Arist6teles enrre las dos regiones del ser (la que se encuentra mas al!P del circulo de la Luna y la que esti mis ac6) st. traslad6 a1 clrden del conocer cuando naci6 la ciencia rnoderna y Gaiileo dernostr6 que lo suhl~tnattenia sus leyes ocultas y que la Luna y el Sol crnn cuerpos semcjantes a 1s Ticrra, que tenfan sus imperfeccioncs *rnateriales*, sus manchas y sus montaiias. De ello resulta en primer lugar que es posible una ciencia del hombre y que las objeciones que a veces se le forrnulan todavia (<<elhombre es espontaneidad imprcvisiblev) son las rnisrnas que se hacian a Galileo cuando se le argiiia que la naturaleza era la Gran Madre, fuerza inagotable de crcaci6n espont6nea que no se deja reducir a cifras asi como asi. Resulra, asimismo, que una ciencia det hombre no merece en realidad el nombre de ciencia mas que mando no se reduce a una parditasis de )as cualidades de lo vivido y cuenta con abstracciones propias que tengan el rigor suficiente para ser expresadas en ese idioma tali bien construido que es el iilgebra. Resulta, por dtimo, que 10 subIunar persiste como una segunda forma de conocimiento, el de las discjpfnas hist6rico~filol6gicas; la csencia de La cier~cia es no ser the hltorian*, en the 1960 Internatiorrd C o r ~ ~ r r r sSlaoford , university Press, 1962, pig. 590: aLa elrrci6n qrle rcaliza el historiador cntre la acritud idiogrdfica y Ja nornogrif ica y . especialrncnrc. su ncgativo a p a a r de la narrzcibn descripriva a la consrrucci6n te6rica. no Ic vicne impuesta por la naturaleza de 10s hwhcs, como intcntaron demostrar Dilrky v orros alltorcs. Se trata dc una decci6n cnteramentc librc. No resuI1t1 J~ficildcmosrrar quc, dcsdc csrc punto de vista, no hay una diferencia chcncial cnrrc los hechos que utiliza cl historiador g 10s que ~ltiliza el fisico. 1.3 dlfcrencia reside excludvamcnrc cn cl hinrapit quc cl obxwndor haga sobre lo individual.. a
G. Barraclough, uscientific method and the work
LORIC,rncfhodolo~sand philosophy
of
a/ scirnre, Proceedings of
lnmediata y la de esas disciplinas el describir la inmediatez. Entre lo vivido y lo formal no hay nada, las dcncias humanas que no han sido todavia formalizadas son una retdrica, una teoria d e las categorias generales extraida de la descripci6n de lo vivido; cuando, prudentcrnente, la sociologia no pretende ser la historia de la civilizaci6n contemporinea, cuando quiere ser general y teorLza sobre 10s roles, las actitudes, el control social, la Gemeinschuf~ o la Gesellshrrfr, cuando rnide 10s ind~cesdel liberalismo, de la cohesi6n social o de la integrac~dn cultural, se asen~eja a la antigua fis~ca,que concep rualizaba el Calor y la Humedad y querfa hacer urla quimica con la Tierra y el Fueyo. Es precis0 pur tanto renunciar a hacer de la historia una ciencia, considerar no cientificas a una gran parte de las ciencias humanas actuales, pero defender no obstante Ia posibilidad de una ciencia del hombre, basindose en las escasas piginas escritas basta ahora sobre esa ciencia del futuro y mantener, p r dtimo, que el saber hisr6rico conservard siempxe su legitirnidad, pues lo vivido y lo formal son dos esfetas coextensivas del conocimiento ( y no dos iimbitos yuxtapuesros del ser: el de la natutaleza y el del ser humano); la ciencia no abarca todo cl conocimicnto. Estos cuatro ucases tiencn su origen, convengamos en ello, en un cierto sectarismo, o rn6s bien constituyen una apuesta, pues estarnos embarcados y no podemos dejar de apostar; todo es preier~blca la politica dcI avestruz o a Ia afici6n excesiva e indiscr~mrnadapor todas las novedades. La situaci6n actual de las ciencias humanas es la de la fisica a principios de la Edad Moderna. Una ipoca que ha visto establecer el teorema de 10s rn'himos, el teorema de Arrow y la g r d t i c a generativa puede legitimamenre concebir las misrnas esperanzas que la generaci6n que precedi6 a Newton. Cuando se hojean 10s libros que tratan sobre la teoria de la decisidn, las relaciones en la organizacidn, la dinimica de grupos, Ias investigaciones operacionales, la economia del bienesrar, la teoria electors!, c time la sensaci6n de que algo estd a punto de nacer que va a alterar 10s viejos problemas de la conciencia, dc la libertad, del individuo y de lo social (pero que vuelve a encontrarse, sin duda, con el problema de la conducta qracional,,); que todos 10s datos estin dados y superados; que las matemiticas constituyen un instrumento bien corltrastado y q r ~ elo linico que falta es la intuici6n que permiti6 a Newton rcconocer las tres o cuatro variables uinteresantes~.0, para decixlo de otra forma, esos Iibros estin en el mismo estadio de evoIuci6n que estaba Adam Smith: son una mezcla de de~cri~ciones, de eshzos te6ricos, de lugares comunes que han venido a desembocar ahi, de ejemplos de sentido comlin, d e ahstracciones inlitiles y de recetas prdcticas en las que queda por hacer todo el trabajo de sis-
tematlaci6n que, sin embargo, sc ha convertido ya en factible. Contarnos can la l~ngiiistica,de la que no es i s t e el lugar mis apropiado para hablar; tenemos la econom'a, ciencia humana c ~ m ~ l e t a m e n t e cvnsriruida y ciencia psiquica que no tlene nada que ver con la rnateria (en ei sentido manista del tirmino). Esta ciencia no se parece aperlas al marxismo, a la historia econ6mica o a la secci6n econhmica de 1,e Monde; no trata de toncladas d e carb6n y de trigo, sino del arigen del valor y de la consecuci6n de 10s fines por 10s que hemos optado en un m~rndoen eI que 10s bienes son escasos, y es una ciencia deducciva en la cual las matematicas son mas bien un leng~lajesimbilrco q u e la expresi6n de lo cuantitativo. Es la ciencia mis indicada para hacer cornprender a1 historiador en q u i sentido la historia no cs una ciencia y para conseguir que las ideas sobre la cuesti6n ocupen el Iugar que les cortesponde en la mente de aquil, que resalten 10s contrastes, que cornience a verse mas claro, que la palabra ciencia adquiera un seritido precis0 y que la afirmaci6n de que la historia no es una ciencia cese dc considerarse una blasfemia.
Posibiirdud de
uno
ciencia del hombre
Las mismas objecciones que se forrnulan a una dencia del hombre (10s hechos hurnarlos no son cosas; la ciencia es una mera abstracci6n) podrian hacersc a la fisica: como veremos, no habria nada ma's fa'cil que desacreditar a Gdileo. La ley de Galileo dice que el espacio recorrido por un cuerpo que cae, ya sea verticalmente o describiendo una p a r i b l a , es directamente proporuonal aI cuadrado del tlernpo qrle dura la caida o sea, e = 112 gt', en la que t>xpresa d hecho dr:que el espacio recorrido tiene un gran efecto acumulativo. Se trata de una teoria que tiene el doble defccto de ser inverificable y dc ignorar la originalidad de 10s hechos naturales: n o se corresponde ni con la experimentaci6n ni con la experiencia vivida. No nos ocuparemos del famoso experimento de la Torre de Pisa: hoy sabernos quc Galileo no lo redizd (el siglo xv~resti lleno de experimentos que 5610 se realiznron con la irnaginaci6n, como 10s d e Pascal sobre ei vacio), o que no logr6 el objetivo pretendido (sus resultados son falsns d e cabo a rabo). En cuanto a1 experimento del plano indinado, Galileo recurrib a CI a1 no poder hacer el vado en un espacio cerrado; pero, tcon q u t base cabe establecer una inferencia a partir de una bola que meda para aplicarla a una bola que cae? {Y por qu6 habria que desechar un determinado aspecto y fijarse exclusivarnente r n otro, despreciando la resistencia del aire y considerando esencial :-cicrad6n? 2Y si hubicra que buscar la verdadera d a v e en la
creencia del sentido com6n s e d n la ma1 una bola cae deprisa o despacio seg6n sea de plomo a de plurnas? N o cabe reprochar a Aristoteles que desprec~ara el aspecto cuantitativo del fm6men0, puesro que Galilco desprecia a su vez la naturaleza del cuerpo que cae. De hecho, su ley, l e s verdaderamente cuantitaciva? No puede verificarse sin cron6metro (Galilro ~610disponia de una clrpsidra), sin un espacio cerrado, y sin haber dcterminado el valor de g, y es tan lmprecisa como arbitraria (la f6rmula e = 1/2 gt' puede aplicarse !o rnismo a la aceleraci6n que imprime un auromovilista a su autom6vil medianre el acelerador que a cualquier cuerpo que cae). Esta ademis en contradiccidn con nuestra experiencia. Salvo Ia palabra acaida*, lqu6 hay de com6n entre la caida vertical de una bola de plomo, el vuelo planeado de una hoja o la trapectoria paraklica del dardo lanzado intencionalmente por un tirador? Galiieo cay6 en una trampa deI lenguaje. Si hay algo evidente, es la diferencia que existe entre 10s movimientos naturales (el fuego que asciende, la pirdra que cae) y 10s inducidos (la llama que hacernos bajar soplando, la piedra que lanzamos hacia el cielo). h s iiltimos acaban siempre recobrando su direcci6n natural: !os hechos fisicos no son cosas. Si vamos alin mis lejos, a 1as cosas misrnas, podemos adverrir que ninguna caida se aserneja a otra, que &lo existen caidas concretas, que la perfecci61-1casi abstracts de la caida d e una bola de plorno constiruye un caso limite y no un ejemplo tipico, que se trata d e una ficci6n ran excaivamente racionaI como la del homo oeconomrcus, y que en realidad nadie puede calcular ni prever una caida, sino solamente describirla i d i ~ ~ r i f i c a m e n thacer e, su historia. La fisica no es materia d e razdn, sin0 d e comprensi61-1, de buen juicio: nadie puede decir exactamente cuinto tardari una hoja en caer, p r o puede decirse que hay algunas cosas imposibles y otras que no lo son. Una hoja no puede quedarse en el aire durante u n period0 indefinido, lo mismo que n o puede nacer un caballo de una oveja. La naturaleza no tiene leyes cientificas, ya que es tan variable como el hombre, pero tiene sus foedera, sus limites constitucionales, como la historia (por ejemplo, sabernos a ciencia cierta que Ia escatologia revolucionaria encierra una imposibilidad, que choca con las fuedero hirrorine, y que, pase lo qve pase, nunca podra' hacetse realidad. Pero en cusnto Todo 10 m6s puede pensarse a q u i hechos concretos van a ocutrir qrle un determinado acontecimiento ufavorece,, la aparici6n d e otro). Asi pues, la naturaleza y la historia ~ienensus limites; pero dentro de eltos la determinacidn es irnposible. El lector advertiri q u e esas objeciones a Galileo habrian sido enteramente razonables, y que la ley d e GaliIeo no eta evidmte: habria podido resultar fdsa. Pero se darri cuenta asimismo de que
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no dcben reyetirse hoy en dia algunas objeciones contra la5 ciencias humanas. Varios autores han insistido en el caricrer irreductible de 10s hechos humanos: esos hechos serian torales, libres, comprensi'ales, y la concicncia que d e ellos s t tuviera seria parte integrante dc 10s mismos. No cabe ninguna duda de elIo. Yero, zes Cse el verdadero problema? No pretendernos relatar la historia, sino llegar a una rirncia del hornbre. Pero la evoluci6il de las ciencias muesrra con claridad quc las objeciones de principio que se les hicierorl e n su @ p a en funci6n de la verdadera naiuraleza de las cosas y de la necesidad de abordar un objeto de conformidad con su esencia eran el sintoma de la existencia de una rnetodologia todavia arcaica. El eterno error consiste en pensar que la ciencia es la replica de lo vivido y est6 obligada a devolv6rnoslo en una vcrsi6n m i s perfects. Ese error se dejri sentir tanto en 10s origenes d e la ciencia fisica como en 10s de las ciencias hurnanas. [ Q u i irnportancia tiene la naturaleza concreta d e los hcchos en las ciencias del hornbre, las cuales, como cualquier disciplina cientifica, no conocen rnis que 10s hechas q u e se asignan? 1.3s ciencias no pucden prejuzgar la naturaleza d e 10s hechos que se verin abocadas a asignarse. Asi pnes, una elecci6n d e variables puede chocar con el sentido comljn. el cual puede deducir d e este hecho que la ciencia intenta a1 hombre, lo q u e desde luego seria motivo de alarma. Un . drskruir . cstudio econ6rnico puede ignorar la ideologia de 10s agentcs, y orro snhre Lor Jlorrs del Mol, la poesia y el alma del poeta. En ese ,'-ir!;u caso, el objetivo del estudio no sera' comprender a Baude, sino descubrir una formulaci6n del lenguaje poPtico desde el : cit. vista de una programaci6n obligada. La ciencia no expIica 10s : :,,s cxistenres, sin0 que busca sus propios objetos. Su linica obliC..ri:::l. , es acertar: a veces, una verdad obvia puede constitrlir la clave, en ranto que en otras, Ias cosas aparentemente mis sencillas se resister~ a cualquier formalizaci6n (las matemiticas no han conseguido a6n formular un a'lgebra d e 10s nudos, en tanto que hace siglos que han logritdo reducir a ecuaciones 10s caprichos d e la onda). La s e a l de haher acertado es que la formalizaci6n a d o ~ t a d adC luear a de" ducciones que cundren con la rcalidad y que nos proporcionen nuevos elementos. E n el irnbito de la hidrodina'mica, se parte de algunas ideas muy sencillas: en una inpa de agua, el liquid0 es incomprensible y no se forma ya eI vacio; y si se traza imaginariamente un espacio dentro d e la corriente, la cantidad de agua qne entra en 61 es igual a la que sale. A partir d e esas vcrdades obvias, se forman ecuaciones d e deriradas parciales; y csas ecuaciones dan lugar a interesantes deducciones, que hacen posible prever si el agua f l u i d uniformemenre o
no. Respecto del hombre, cabe operar como respecto d e la onda. Gracias a Ias matemiticas h a cornenzado a existir una sociologia formal, en la que sc han depositado tantas esperanzas como en la ecoaomia. A1 construir el rnodefo de funcionamiento de un grupo de admi~iistradoresy su grade de actividad ', H.Simon, uno de esos matemiticos, ha clesido varjables y axiomas d e gran sirnplicidad: el grado d e actividsd de 10s miernbros deI grupo, la simpatia que sienten unos por otros, sus relaciones con d exterior; y el valor del modelo no puede enjuiciarse a partir de esas trivialidades, sino teniendo e n cucnta el hecho d r que la formalizaci6n abwd a deducciones que serian inaccesibles a1 razonamiento verbal (determinar cua'les son 10s p i b l e s puntos de equilibria para la actividad del grupo, para el mantenirniento de la armonia interna, y para obtener la armonia con el rnedio, asi como si esos equilibrios son o no estables). E n esos casos, el historiador esti en presencia de u n talante muy distinto del suyo; ya no se trata de sentido critico y de comprensi6q sino de una intuici6n te6rica que se aplica indistintamente a 10s comporramientos humanos y a 10s fendmenos naturales y quc permire presentir, tras una paradoja a veces trivial, una Gltirna instancia oculta. Por ejemplo, ahora podemos darnos cuenta dt. que la microecor~omia marginalista hubiera podido set descubierta por una mente curiosa que hubiera analizado la siguiente paradoja: tc6m0 puede explicarsc el hecho de que una persona hambrienta no pague m k caro el prlmer bocadillo que come, y por el que habria sido capaz de dar una fortuna, que el cuarto bocadiuo, con el que acaba de saciar su hambre? No hay que valorar una formaliz:ici6n por su ptlnto de ~ a r t i d a , sino por su naturaleza y por sus resultados. La fonnalizaci6n no consiste en escribir 10s conceptos en lenguaje simbblico, o dicho de otro modo, en abreviaturas: consiste en operirr con esos simbolos. Debe abocar segurdarnente a resultados verificables, a ccproposiciones susceptibles de comprobaci6na, como dicen 10s americanos. D e 10 contrario, para fundar una etotologia formalizada, bastaria que un arnante declarara a su amada: Todo el encanto que emana de ti es la integral de mis deseos, y la constancia de mi pasi6n tiene como medida eI valor absoluto de la derivada s e g u n d a . ~ La intuici6n del te6rico estriba por consiguiente en percibir qu6 aspectos d e la realidad son susceptibles de tradurirse a1 lenguaje H. A Simon, rrad del alemin. Einc formde Theorie der Interaktion m R~nateMayntz (editor), Formalirre Modelle in der Soziologic, Berlin, Luchrerhand. 1967, pigs. 55-72; R. 'Uoudon, Analyse marbimaIrqlre des /arts sociuux, Pion. 1967, p&. 334. a
Sozialen G r u p p e n , en
riguroso y fecund0 en deducciones d e las matemiticas, quC clave conceprual podrd dar paso a algo, a veces insignificante y abstracto, .wro no por ello mcnos real y de evistencia menos insospechada.
ni con 10s precios ni con un hecho psico16gico, como puede ser el deseo que tenemos de algo. Consideremos la teoria del inter& del capital scgGn Bohcm-Bawerk: el hecho de q u e el intercambio de bienes presentes por bienes futuros entraiie el descuento de un inte16s no es una necesidad objetiva, una institucibn o una reacci6n psicol6gica; significa que tal descuento vie~leirnpuesto por la l6gica de la acc16n. Su
Las cicncias hurnanas Jon praxologius Las cjencias hurnanas son ciencias en toda la extensibn de la palahra, pucsro que son deductivas, y son rigurosarnente humanas, en cuanto que roman a1 hombre en su conjunto, con su cuerpo, su alrna v s u libertad: son reorias d e esa totalidad que constiruye la accibn, praxo!ogias. Las Ieyes econ6rnicas no tratan mbs de Ia representaci6n que de la materia, y no son ni psicoldgicas ni no psice 16gicas: son simplemente aon6micas. EI dmbito d e lo propiamente ecun6mico comienza cuando se pasa d e la productividad tkcnica a la producrividad analizada en terminos de valor, y la economfa es, en realidad, una tcoria del valor, que scrla asirnismo aplicable a1 valor dc 10s titulos universitarios, a pesar del caricter inmarerial de estos riltirnos, La ley d e 10s rendirnientos decrecientes s61o tiene la apartencia dc una ley fisica, puesto que irnplica una elecci6n t e c n e 16gica y una valorizaci6n. A su vn,la ley de la utilidad decreciente no es en mayor medida una ley psic016~ica': comu dice Schumpeter la teoria drl valor marginal no es una psicologia, sino una 16gica del valor I . Decimos que el valor es algo psiquico, aunque no psico16gic0, para resaltar que se asemeja mds a una representaci6n que a un objero inertel, ya que la economla es una ciencia d e la acci6n: el valor es una abstraccidn, un objeto cientifico, que n o se identifica
' J. khumpetcr, History of economic analysis, pdg. 27; Id., The fbeory o f eronomir deuelopmen!, Oxford University Press, 1961, pAg. 213. Sobre Ja ley dc re~~dlrnicnros dccrecierrres, quc expresa el hecho de que 10s factores no son plcnamentc irttercambiablcs, d. Joan Robinson, The Economics of imperfect cornpetifion (Macrnillan, Papcrmacs. 19691, p5g. 330. Coma dice F. Bourricaud (prdlogo a su 1raducci6n de los EZimmrs pour une rociologie dr I'action, de Parsons, pig. 95) c a b decir que la ecanomfa, como sistema d e reglas que dereminnn las opciones de ernpleo de 10s bienes exasos, es a nn tiempo sub jetivista (pucsro que existc una elecci6n) y bchaviorisre Ipuesto que hay una uprcfercncia manifcs~ada~por cl cornportamunto del consumidor): wr orra parre. 10s economisras no tienen remebio, ya quc no pretcnden eiab;rar una reorfa dc ia totalidad de un camportmiento; su teorfa es abstrncta, es decir, dclibradamence parcia]. ' Hlsrorv 01 economic onalpis, fig. 1.058. Sabre el cardcter psiquicw de La m n o f n i a , vCase ramblln I.. von Mises, Episfernological problems of economics, Vnn Nostrand. 1960, p&. 152-155; F. von Hayck, Scienrlrme e t Sciences socider. pig. 26. L. Robbins, Esm; sur lo nature er la significn/ion de lo sciencc Pconomique, trad. fr. Librairic de M6dicis, 1947, p&. 87-93.
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V & n s e las exposiciones, por otra parte rnuy difercntes enrre si, de R. D. Luce y H. Raiffa, Coma5 and decisions, Wiley, 1957, pig. 208; de G. Grangcr, aEpistCrnologie &onumiqueu, en En~~clopkdie de la PICiade, Logique er con. nais~ancescitntifique, p&. 1,031; y de W. J. Baumot, TbPorie konomique d Annlyse ophrationnelle, t a d . Patrel, Dunod, 1963, pig. 380.
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Paul V e ~ n e
Conlo toda teoria, la teoria econ6mica tiene un cardcter re6ric0, Por ello, es cnmpletamente vano denunciar una y otra vez la ficci6n q u e entralia la existencia de un h o m o oeconomzcrrs movido exclusivamenre por sus instin~osegoistas '. La ficcibn, en este punro, n o reside en el egoismo, sin0 en la racionalidad. Si nos situamos en la pcrspecriva ncoclisica. hoy u n ranto anticuada, pero que conserva su valor ejemplar, el anilisis econdrnico no estudia lo que hacen 10s hombres, para lograr, con mayor o menor eficacia, sus fines econbmicus, sino lo que Imrian si fueran hornines oeconomici m i s r a c i e nitlcs 3e lo que suelen serlo por lo comrin, p con independencia d e Ics fines que hayan elegido y de 10s m6viles psicol6gicos de su elecci6n: lo mismo para un ap6stol (si se trata de una persona organizada) que para un tibur6n de Jas finamas, cinco ce'ncimos son cinco cinrimos. La economia configura la 16gica y una especie de b i t e de La acci6n: lo mismo que ocurre en la moral kantiana (en la que una acci6n moral, en la rnedida que tiene su origen en una inclinaci6n del agente <<notirnc aurCntico valor moral, por conforrne que sea at deber, por digna de e!o~io que pueda ser,,) cabe pensar que ccnillguna accidn realizada hasta la fechaa ha sido Ilevada a calm p r pura racionzlidad econGmica, lo que es tan cierto como que 10s cuerpoj ptiros de la quimica no se dan en la naturaleza. Pero eUo no impide a la moral kanriana, a la economia o a la quimica expiicar una parte pese a toda importante de l o concreto y separar claralnente de 61 nquella parre que escapa de su Ambito; si a1 a d e b e s ~ J e la racionalitlad econ6mica el hombre contesra: cutY si no lo hicicr.i?,r, !a ecor~omiapuede replicar a su vez: *Los hechos me ven7 1 6 1 1 ~De esta forma, la reoria es un instrumento de andisis y de 1 cr~cibn: con independencia de que el hombre responda o no :!irerlos de la racionalidad, expl~ralo que ocurriri y por quC Por ejemplo, dcmuesrra que la teoria deI interts del capital srendo cierta en un sistema comunista, en el que el capital ,, - pristarno con inrerCs corno instituciones econ6micas no existen: deJde 1889, Boehm-Bawerk lo ha demostrado con toda claridad'. En efecto, para poder elegir racionalrnente entre dos programas cuyos vencimientos Sean mis o menos fururos, el planificador habri de
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crear sobre el papel, cualquiera que sea la denominacidn que le dL, un indice equivalente a la tasa de inter&, con el fin de cuantificar 10s costos conlparados de inmovillzaci6n de !os fondos priblicos. Los economistas soviPticos, para quienes ese problema constituye actualmerlte la principal preocupaci6n, han renido que adrnitir que aunque es cierto que 13 teoria no se rnancha [as manos, a1 nlcnos tiene manos. Los economistas neoclBsicos no son ide610gos de La burguesia liberal, de la misma forma que Clausewitz no es un tebrico rle la guerra 3 ultranza. Clnuscwi~zse limit3 a formular, crl el marco de Ia wviolencia absolutas abstracts de las ufrlcciones,, lo de la uguerra reala, la idgica y 10s limites de cualquler conflicto ~ r m a d o .Cada dmbito de la accitn tierre su propia 16gica oculta, que orienta a 10s sujetos con independencia de la conciencia que tengan de este hecho, d e sus propias rnotivaciones o de las racionalizacinnes de ellas que les proporcione su sociedad: de esa manera, gradualmente, mds.al16 d e la psicalogia y de Ia sociologfa, se construye, en un n o m o n ' ~land a6n sin nornbre, una ciencia de la accidn que consticuye en este mcrnento la esperanza m i s lu~ninosapara las ciencias hurnsnas ".
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Por quP aspira la hirtorirl
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~ n m n r r a m o sejcmplos de niticas conrta el homo oeconomicus en B. Ma1inou.ski. U n e Ihiorir sc;enri!ique de lo cullure, trad. fr. Maspero 1968, pig. 43, o E. Sitpit, Aurbropnlo~ie,trad. fr. Editions de Minnit, 1967, wl. 1. pig. 113. Contra L. Robbins, Essai sur lo nature ct In significa~iondc la science kcon* "'4'"t'. pip. Yb; y por tiltirno. Ph. Wirkstccd, The Common Senre of political ccononrx (1910; rccd. 1957, Routledge and Kegart Paul), pies. 163 y 175. I.. vnn k h m - B a w e r k . Posiriue Tbeorie drs Kapifals, edici6n de 1889, pigs. 390398; Pareto no Ila hecho ma$ que recoger La argumentaci6n.
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G r n o se e s r i h ia historia
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lo I,a meta'fora de las fricciones, que se encuentra cn Clausewin.. DP la perre, trad. Naville, Editions de M i ~ ~ u i t1955, , pigs. 109 y 671, vuelve a ~ n m w a w een Walras, E l i r n m i ~d16conorn;e politiqxr pure, I: d., 1900 (+Uoz, 1952), pig. 45. " G. Th. Guilbaud, ElCrnenfs de la tbeorie rnatb~mmiquedes jeu*, Dunod. 1968, ~ a g .22.
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Paul Vcyne
A h hay :dgo mis: la observaci6n de un paisaje hist6rico se asemeja a la de un paisaje geogrifico; las formas del relieve sun como el enunc~adode un ~roblerna,per0 parecen tambikn sugerir solucie nes o indicar el emplazamiento de una futura ciencia, ya que, en defrnltiva, las manlanas podrian no caer a tierra o 10s hombres podrian no -obedccer siernpre a algunos de ellos. Autoridad, religibn, economia y arte, rienen una l6gjca oculta, constituyen otras tancas esencias rcgionales. SL: relieve no es fruto del mar; sus pendientes no .se orientan hacia 41, y flay en ellas una abrupta exlgencia. La caracteristica m i s sorprendente d e este paisaje sigue siendo su rnonumenralidad: todo en 61 tiende a la institucionalizaci6n, a la diferenclacl6n o a Ja difusi6n. todo (irnperios, religianes, sistemas de parentesco, econornias o empresas intelectuales) evoluciona y se hace mbs complejo. Ida historia tiene una curiosa propensi6n a erigu estrucruras gigantescas, a hacer que las obras del hombre resulten casi tan complejas como las de la naturaleza. En resurnen, en historia n o puede Uegarse nunca (y todos 10s historiadores han experimentado la exasperacibn que produce esa irnporcnc~a) a 10 que Wittgenstein ha Uamado el csqueIeto :6gico, cuya aprehensihn constituye la condition y el principio de toda cienria: por el contrario, lo vivido se escapa siempre de entre las manos. Y ello, en un doble sentido. En primer lugar, la causalidad no es constante ( m a causa no produce siempre su efecto; y, adernis, corno veremos en el ~r6xirnocapitulo, no siempre son las rnisrnas causas, por ejemplo las econ6micas, Ias que tienen mayor eficacia). E n segundo lugar, no conseguimos pasar de la cualidad a la esencia: somos capaces de reconocer que una determinada conducta ~ u e d eser calificada d e rcligiosa, pero no podemos sin embargo decir qu4 es la religi6n; esa incapacidad se traduce en concreto en la existencia de zonas lirnftrofes confusas, por ejemplo entre lo religiose y l o politico, en las que nos vemos reducidos a la fomulaci6n de fugares cornunes (*el marxismo es una religi6n milenarista*), con 10s que no podemos contentarnos, pero a 10s que no podemos renunciar, porque cncierrsn un algo de verdad; sin embargo, ese nlgo se escapa entre las manos y se disuelve en disputas terminolhgicas apenas intentarnos determinarlo. Esas imprecisiones, esas contradicciones, esa confusi6n nos impulsan a cstablecer, m6s alla de lo vivido, el orden dc lo formal, de Io cientifico: la ciencia tiene su origen en la contradicci6n >f en la confusidn d e 10s fen6menos, tanto rnis par cuanto no se induce a partir de su semejanza. D e esta farrna se repite continuamente el antiguo conflicto entre lo vivido d e Arisr6teles y el formalismo platdnico; toda ciencia es en cicrta medida plat6nica.
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La historia, por s u parte, se atiene a lo vivido. Tiene que resistirse continuamente a la tentaci6n d e eliminar la confusi6n con el minirno esfuerzo por medio del reduccionismo. E n efecto, seria ex~rernadamentesencillo explicarlo todo remitiEndolo a alguna otra instancia: las guerras d e religi6n se remitirian a pasiones politicas; dichas pasiones a un malestar del cuerpo social en cuanto tal, que 10s individuos experimentan y que les impide dormir de angustia o de humillaci6n, incluso en el caso de que no lo sufran en su vida privada, y se reducirian a1 ambit0 de s u inter& personal, el cud, a su vez, vendria formulado en reminos econ6micos. Este reduccionismo es rnaterialista, per0 10s reduccionisrnos idealistas no son rnucho mejores. Conforme a algunos de ellos, la politica se reduciria a la religi6n; en vez de pensar que el emperador romano o el rey de Francia gozaban d e un aura carismitica (alto a1 emperador, de cardcter sagrado, curaci6n de las escrofulosis) porque era el soberano, que el arnor que siente el pueblo hacia el soberano es un sentimiento que se da en tadas las & p a s y que cualquier autoridad presenta un aspecto ma's que hurnano, se piensa que el culto rnonirquico constituye el f fund amen to* del poder real. De forma andloga, la economia se reduce a psicologla: 10s prirnitivos intercarnbian bienes en funciQ de una psicologia de la devoluci6n de regalos y d e una blisqueda de prestigio. En el reduccionisrno, todo se remite a algo mds comdn: la costumbre de 10s emperadores de dejar monumentos de su reinado (arcos de triunfo o columnas de Trajano) n o se explica por el deseo de dejar vestigios d e su reinado ante 10s dioses y d e proclamar su gloria, aun en el caso que no haya ninglin testigo, sin0 por el d e hacer apropaganda imperial*. Puede sostenerse que, actualmente, la formaci6n personal de un historiador, la adquisici6n de esa experiencia clinica de la que hablamos antes, pasa en gran rnedida por la liquidaci6n d e esas explicaciones reduccionistas, que todo Io impregnan, y pot el reencuentro de Ia originalidad de las diversas entidades, para abocar a una conclusi6n contradictoria y decepcionante: cada esencia se explica dnicarnente por sf misrna; la religi6n por 10s scntimicntos religiosos y 10s monumentos par el deseo de dejar monumentos.
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La bistoria
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Pero, ~ q u repercusiones t tendri esa futura ciencia sobre la profesi6n de hiscoriador? Serin escasas, porque, como sabernos, no hay Ieyes de la historia. De ahi quc el historiador deba asaber de todo* corno el orador ideal, o como el detective o el estafador, pero que, la mismo que ellos, puede contentarse con saberlo como aficionado. El detective o el estafador deben tener nociones de todo, porque no
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Paul Vcynr
pueJcn prever adcjnde puede Llevarles la ejecuci6n o la reconstruccidn de unq trama criminal. Pero, aunque esa trama puede aplicar pricricamc~rre conocimientos cientificos, no hay una ciencia de la trama rnisma, puesto que su desarroUo no se halla sujeto a leyes. Hay nos parece ya Iejana l a i p o c a , que dista 5610 medio siglo d e nosotros, en 13 que Simiand aconscjaba Luscar en la historia leyes generales y regularidades para inierir de ellas una ciencia inducriva de !as guerras y las revoluciones, y se esperabs que un dia se llegara a explicar el desarrollo y la evoluci6n de una sociedad dada. No solamenre no hay ley que pueda batir en enfilada un acontecirnienro hist6rico cualquiera, sino que Ias leyes que vienen a interferir en d curso d e un acontecimiento nunca pod& explicar m i s que una pequefia parte de 61. La ilusidn espinosiana d e una determinaci6n cornplcta de la historia es s610 un suefio; la ciencia nunca sera capaz de explicar la novela de la humanidad por capirulos enteros, ni siquicra por apartados; s610 puede aspirar a explicar algu110s terrninos aislados de aquJlla, siempre 10s misrnos, que se repiten en rnuchas piginas d e l texto, y esas explicaciones a veces ayudan a comprender y a veces son 6nicamente glosas inlitiles. La raz6n d e ese divorcio cntre Ia historia y la ciencia estriba en que' la-historia parte de que cuanto ha existido, merece figurar e n ella; no puede elegir y limitarse a lo que es susceptible de expIicaci6n cien~ifica. I k ahi que, comparada con la historia, la ciencia sea pob:e y se repita terriblemenre. Cualesquiera que Sean la KOn 2 m i s o la sociedad que se describe, seguiri siendo cierta la teoria .., .... .: 1 1, del L t a d o como plano de confrontaci6n y la economia como -io de mercado; para que las ecuacioncs de Walras se concn acontecimiento serIa necesario que la tierra se trans. .. : en nn edin en el que 10s bienes no fueran escasos, o en 1i:-+ :. ,::icde'n en el que todos pudieran ser sustituidos. lPara que' I:: :r:~:izIa a un hisroriador del Xrnperio Romano lina futura materni~lcad e la autoridad? Desde luego, no para explicar que se obedecia a1 cmpcrador por las misrnas razones por las que se obedece a cualquier gobierno. La utilidad de esa teoria serla m b bien ne,gativa: le ayudarla a no capitular ante el reduccionismo, a nu hablar denlasiado de carisma; en suma, le prestaria el mismo senricio que -la posesi6n de una cultura. Con L. von hiises podemos concluir q u e cccuando la historia requiere algunos conocimientos cientificos, el hisroriador debe $610 adquirir un grad0 medio de conocimiento ( a moderate degree of knowledge) de la ciencia de que se trate, que no sere mayor que ei que suele poseer una persona c u l t a ~". ----
" EpirtmoIogicd
Problmr of Economics, p8g. 100.
Cuanto miis abstracts sea la ciencia, menos se sabe quL hacer con ella. La teoria d e 10s juegos de esrraregia e s en la actualidad algo tan perfecto como inlitil, corno el cilculo de probabilidades en la 6poca d e Pascal, y la cucstiitn estriba en poder Degar a aplicarla a algo. Basta observar las precauciones d e 10s autores que intentan utilizarla, su forma de cogerla como con pimas. Un ejetnplo: la teoria econbrnico y la hiatoria Las ciencias humanas explican p c o s e!erilentos hisrdricos y siguen siendo demasiado abstraccas para el historiador, como nos corrobora el ejernplo de una de las que existen ya, la teoria econbmica. Es conocido el dilerna que plantea: o bien tiene un cadcter deducrivo y puede enorgullecerse con raz6n d e seguir siendo verdadera weternamenre,,, rnAs all6 d e la variedad d e las instituciones, en cuyo caso sus aplicaciones prricticas o hist6ricas son muy escasas; o bien es slisceptible de una aplicaci6n rnds o menos laboriosa o aproximativa, a1 precio d e referirse a un contenido institucional, delimitad0 ternporalmente, que la hace inutilizable para el historiador, quien no puede trasponerIa a ctsu periodou s o pena de incurrir en anacronismo. La economia neoclisica encarna con bastante fidelidad la primera d e esas opciones, y la rnacroeconomIa posterior a Keynes se aproxima rnis a la segunda; lo esencial es saber distinguir, y eso es lo que pretendernos hacer. Es cierto que muchos historiadores de la econornia no saben demasiada teoria econ6mica, y que, sin embargo, realizan bastante bien su tarea; la historia econ6rnica se dedica mucho m;is a describir 10s hechos econlirnicos que a explicarlos: reconstruye curvas de precios y salarios y cuantifica la distribuci6n de 10s bienes raices, describe las instituciones econ6micas, las diversas politicas comerciales o fiscales, asi como la psicologia econ6mica, y, en surna, reconstruye Ie geografia econGrnica del pasado. Cuando especula sobre Ios problemas momtarios (como hace rnagistralmente Ch. Wilson) se asemeja a una t6cnica y no a un saber te6rico: para un econornista puro, ese saber tEcnico se limitaria a proporcionar amaterialesu para elaborar una teoria cuantitativa del d'inem. Valiindonos de una formulaci6n del ernpirismo Ibgico, diriarnos quc la masa de ctdatos>>de caricter institucional e hist6rico es mas importanre en el Bmbito de la historia econ6mica que la de ccIeyesu. La teoria tiene escasa utilidad para reconstruir 10s hechos: 10s gloss en vez de explicarlos; per0 a pesar d e ello no vamos a volver a referirnos a las aureolas de Von Thiinen cada v a q u e hable~nosd e la
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Paul Vcync
distancia que separa a dos meudplis econ6micas. En contrapartida, la teoria curnple una funci6n negativa de la mayor imporrancia: l m p ~ d eque incurramos en 10s prejuicios del senlido c o m b . A1 fin y al c a b , surgi6 como una respuesta a esos prejuicios en materia de economia monetaria y de proteccionismo arancelario. En la actualidad. la reoria puede explicar a un ktoriador de Rorna que la c 6 iehre afirmaclirn de PIinio slos larr~undiaarruinaron a Italia* carece absolutamcnte cic valor para Ia historia econhmica (aunque lo tenga para las ideas vulgares sobre moral econdmica); que hay que pensirselo bien antes dc afirrnar que la Italia romana fue arruinada p a r Is cornpetencia del Imperio; que el problema de la inflacidn no es sencillo, y que no es absurd0 pensar que la moneda falsa del siglo 111 pudo favorecer a 10s pobres U. En suma, la teoria cumple la funci6n de una cultura: cxplica que alas cosas son mds complicadas de lo que parecen. Pero en cuanto a decir qutf es lo que son realrnentc ... El i x i t o con el que nuestros gobiernos manejan la macroeconomia no debe inducirnos a error: una tecnica no es un saber. Del hecho de quc un rninistro de Economia disponga de soluci~nespara sanear l a n~oneda,no puede inferirse que la teoria cuantitativa d d dinero haya alcanzado su culminaci6n; pero, en consecuencia, el historiador no podra' trasladar a1 pasado las lecciones de la prdctica econ6mica actual, porque s6lo puede trasponerse con conocimiento dr causa aquello que se puede inferir; y si no se sabe cull es la r a z h de que una soIuci6n logre ixito, lc6rno podemos s a h r si en el pasado se daban 10s requisitos para que lo tuviera? El historiador que tornara 31 pie de la lctra, en Keynes, la expresidn
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diiusi6n dc la moneda falsa favorecla n 10s pobres, que esraban llcnos dc dc?ldas: v6ansc las piginas rcalistac de Marc Blcch, E~quissed'une hisforie monkratre de lrEurope, pigs. 63-66. Antcs dc criticar la tcorla dc S. Mazzarino en rirrud de prejuicios proverbiafcs accrca de lit moneda falsa y la inflaci6n, PS riecnaria leer a F. A. Hayek, Prire~and Productron, Routledge end Kegan Paul, 1935 y 1960, obra que demucstra que las cansrmcnnas quc ticne sobrc 10s prccios una inyecci6n dc dincro depcnden dd punto d d sistcma en que Ingar a t 8 inycad6n.
mejor responde a las necesidades del historiador ", aunque no sea m6s que porque 10s neoclasicos tenian una acusada conciencia m e t e dol6gica y mantenian hasta sus dltlmas consecuencias la distincidn entre la teoria pura de un lado y 10s datos instirucionales y empiricos de otro, entre lo uque pertenece a la naturaleza del sistema econhico, en el sentido de que se derivan necrsariamente de la acci6n de 10s factores econ6micos abandonados a sf mismos* y lo que, aun perteneciendo a1 h b i t o de lo econ6mico (una instituci6n. o una situaci6n de pa'nico en Ia Bolsa) es rtajeno a1 h b i t o de la cc* nomia purau ". Distinci6n tanto ma's necesaria par cuanto que aunque la teoria econ6mica sea teorla pura, toma como punto d e partida la vida econ6mica contemporinea ( y de forma a6n m b concreta, la economia nacional, la uriqueza de las nacioness). De esta forma, reducida a su parte de teoria pura, la m n o m i a necxlisica no puede aclarar nada a1 hiitoria2or sobre dos aspectos que le interesan especialmente: el consumo y la distribuci6n socid de la riquaa. 0 mejor dicho, le deja acometer s610 la tarea, ya que, a su juicio, esos problemas tienen un caricter exdusivamente psicol6gico o instirucional, es decir, empirico, descriptivo, histbrico. Consideremos el caso dcl consumo de bienes, del crnpleo quc una sociedad deterrninada da n su riqueza, del hccho de que la invierta en hacer pantanos, autopistas, guerras, templos o potlaichs. La eccnornia no puede decirnos cud de esos destinos elegiri una sociedad ni 10s motivos de su eIecci6n: toclo lo que puede hacer un economista es preguntar a las personas en qu6 piensan ernplear su riqueza, y una vez conocidos su escala de preferencias y 10s ingresos de cada uno, daborar curvas de indiferencia y, partiendo del supuesto de que cada consurnidor pretende sacar el mayor partido de sus recursos, indicarle cud es la combinaci6n 6ptima que le permiten sus ingresos, q u i cantidad de caiiones o de rnantequilla puede adquirir de acuerdo con lo que se sepa sobre su preferencia por uno u otro de esos prductos. Por consiguiente, hay que distinguir, bajo el r6tulo de teorfa del comportamiento del consumidor, lo que tiene un caricter realmente tedrico y lo que no es sino una descripci6n psicosocial. El a ~ l i s i spropiarnentc econdmico se agota en la transiti-
" A. Marshall, Prrndples 01 Economics, 8.' cdid6n. 1920 (Macmillan. Papcrrnncs, 1966); J. Schumpctcr, Hirrory o/ cconomzc andysz~,Men and Unwin, 1954 y 1967; fd., The Theory oJ economic deueloprnenf, trad. Opie. Oxford. Galaxy Bwk, 1967 (posiblemcntc la rncjor obra dcl macstro y de toda su cscuela), dc la que hay tarnbikn una traducci6n franccsa); K. W~cksell,Lectures on polrticnl economy, trad. Chasxn. Rullcdgc and Kcgan Paul, 1934 y 1967. Schurnpetcr, Economic Developmcnl, p&. 218, cf. 10 y 220-223. Los autares S U S ~ ~ B C Odistinguh S entre los cmbios end6gcnos, quc tiencn su origcn cn cl interior ddc Im sisr-, y laa cunbios utcriorer a Ins hip6tcsis plantcadas.
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",dad de las opciones ", Ins curvas de indiferencia y el efecto sustiruvo ", y no Je comptte la explicac16n de las elecciones mismas: Ia economia no estudia Jos objetivos econ6micos, sin0 las consecuena a 5 ¶lie entraiian en un mundo en el que Ios brenes son escasos e irfiperfecramente sustituibles entre si. Una parre de 10s estudios sobre ja funci6n de consurno tiene un caricter ran poco econbmiio ramo cl q u e tendria un esrudio d e 10s datos tecnol6gicos de la funcidn de produccibn; tales estudios, en realidad son swiol6gicos, y un histuriador no puede esperar dernasiado de ellos, pues preferirl, sin duda, e l a b r a r Ia sociologia que necesita. Un smi6logo d e la economia puede aclararle que algunos consumidores compran un producto caro purque la es, a fin d e demostrar a todos que son lo suficienternen:e ricos para adquirirlo, y que a este comportarniento se le denomina conspicuous consumption". A1 historiador no le basta con eso: el cansurno ostentoso puede revestir las m i s distintas formas, y es precis0 saber quien es el sujeto de ese consurno, qu.4 formas adopta dicho consurno, por qud raz6n y a q u i h e s se pretendc impresionar. O t r o econornista le explicara' que una clase o una naci6n experimentan un sentimiento de frustraci6n ante otra clase o naci6n mis ricas, que uumenta su inclinaci6n a1 consumo y que esta reacci6n recibe el nombre de demostration effect. Se trata de una denonlinaci6n demasiado pretenciosa, en caso que se limite a dar un nornbre a la mis corn5n de las reacciones: y es insufiriente, si s e prcter~deentender esa reacci6n, es decir, aprehender su lunciona miento en un context0 hist6rico dererminado: cl de !a pequen'a burguesia que imita a la gran burguesia, o el del malestar que siente el Tercer Mundo ante la civilizaci6n americana. El soci610go de la economia se ha limitado a poner r6tulo a las verdades obvias, y el resto de la tarea le esti reservado a1 historiador.
Otro ejemplo: lo diztribucidn de los recursos El caso de la distribuci6n de 10s recursos es diferente a1 del consurno. E n esta ocasi6n, s e trata de un problerna que pertenece 'Jn consurnidor que prefiera 10s cafiones a la mantequilla y las bornbas a 10s cailones preferirl fonosamenrc las bombas at6micas a la man:I.,. so pens de incurtir en una inmhetencia que harla muy dificiles 10s
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dcl efccto de susiituci6n p de 10s ingresos, J. R. Hicks. Voler~r~f xd. fr. Dunod. 1956, pigs. 23 y ss. . .... ;!.. Vcblcn, The Theory of Leisure elms, on economic study of instila1S99 (Ncw York, Thc Modern Liirary, 1934). VCanse, sin embargo,. 10s i n ~ c n i t ~ ocomcntsrios s dc R. Ruycr, Cahiers de l'lnsrirut dc sciencr iconomrquc a ~ p ~ ~ nq hu . ~ 55, ~ , mayodicicmbtc 1957. 2:-ca
enteramente al 6mbito interior de la e c o n o d a pura y de sus deducciones, Pero como esa economia pura es precisamente teoria pusa, no preteode dar raz6n de Ia distribuci6n real, histbrica, de 10s bienes entre 10s miernbros de una socicdad dada: su obietivo es establecer un modelo abstract0 que el historiador o el soci610go puedan confrontar en todo mornento con la realidad; eUo pone de mandiesto la distancia que existe entre el objeto concreco y el objelo del c o n e cimienro. Dcsgraciadarnente, nada se desvanece con mayor facilidad que la concienc~a de que tal distancia existe. Cuando esto ocurre, llega a sorprender el hecho de que una teoria tenga caricter te6rico. Desde luego, a juicio d e Schumpeter, en principio resulra ob\:- ;ue la teoria 5610 puede inferir la distribucicin te6rica 19. E n cambio para otros autores, ese hecho constituye una constataci6n o incluso un descubrimiento que les produce eschdalo. E s evidente que nos hallamos en presencia de dos concepdones diferentes, d e distinto grade de lucidez, acerca del carkcter d e la economia. E n materia de distribuci6n como en cualquiera otra, la economia pura no es la descripci6n d e lo q r ~ eocurre, sino la inferencia de lo que ocurriria si se abandonars a su libre juego a 10s mecanisrnos ccondmicos aisl&ndolos del resto del sistema (hip6tesis, que, en el iapitalisrno liberal, est& algo menos alejada de la realidad que en otros sistemas econ6mlcos). Corresponde a1 historiador medir la distancia existente entre esa ficci6n y la realidad, y si esa distancia resulta demasiado grande, explicarnos de q u t forrna se ha vengado la ldgica d e la actividad econ6mica del hecho de haberla despreciado. Resulta evidente que, desgaciadamente, existe siernpre el peIigro de confundir el punto de vista del tdrico con d del histcriador. E n efecto, a partir de la revoluci6n que ha representado Ia macroeconomia, y desde que la intervencidn be1 Estado en la ecclnomfa ha adquirido cada vez mhs importancia, se ha desarrollado una especie d e neocameralismo, que ha convertido a 10s economistas en asesores gubernamentales o en constructores de modelos de crecimiento. Ahora bien, el econornista, cuando habla de distribuci6n. se&n sea carneralista o tedrico, se esta' refirimdo, empleando el misrno tdrmino, a cosas diferentes. El te6rico tiene en cuenta sohmente 10s agentes econ6micos, sus rentas, sus salaries, sus rentas indirectas y sus posibles beneficios; el cameralista, a su vez, partc de la realidad del cuadro de ingresos de su pais, documento fundamental para cualquier p U t i c a econ6mica. En consecuencia, se verd forLD Economic Dcvrlo mcni, p4gs. 145-147. No he podjdo consultar cl csrudio dc Schurnpetcr aDas &rundprimip der Vcrtcilungstheorio en Arcbiv fiir So~idluissenssha/tund Soziolpolifik, XLII, 19161917.
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tener cn cuenta fas retribucianes d i 10s funcionarios y 10s de 10s criados, que figuran en su cuadro, per0 que no eran :. .:~:?c!osen consideracihn por ei teiirico (salvo que intentara redu.:-:i j ~ , a t6rrninos tebricos) ". En ulrimo rkrrnino, la distancia existente entre la distcibuci6n rccirica y la distribucibn histbrica es tan grande, que Ia teoria de ia disrribuci6n a dures penas puede ser objeto de un capitulo independiente: 10s ccsalarios), y las urentass no son ya autbricos salarios y renras, sino una especie de indices que miden la productividad marginal del trabajo.y de la tierra, y el problema de la distribuciijn es el contenido de un simple aphdice a1 capitdo dedicado a la producci6n. A ese nivel de generdizaci6n no results posible siquiera diferenciar la esclavitud del trabajo asalariado. Se admite que, desde el punto de vista tebrico, el salario del trabajador es equivalente a la productividad marginal de su trabajosl; pero ese s2ario no e s rnis que una entidad racional que 5610 posee d minim0 de individualidad necesario para que sea posible la exposici6n; de hecho, el salario del tr~bajadordifiere bastante de esa productividad, por otsa parte dificii de roe& de forma exacts, y es fijado por 10s empresarios, 10s sindicatos y d gobierno. Pero el aaut6ntico~salario sigue siendo el de la teoria, y en cse sentido esta utima se vengarl si la distancia entre uno y orro es excesiva. ~ Q u 6ocurre entonces en un Estado esclavista, en el que el trabajador no per~ibesalario alguno? Se estima en tal cxso que el dueiio deI esclavo hace suyo ese saIario, a cambio be alirnentar a aqua =, lo que consti~uyeuna forma de calcular la renta del propietatio, y de determinar si la e+ :..:
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* Como hace Ullmo, aRderchcs sur 1'Cquilibre Cconomiquew, en h a o l e s dr ~ I > J ~ I I I UHcnri I Poincark, v01. VIII, fax. I, p&. 49-J4; cf. Scbumpetcr, Hlslory, pdgs. 929 n. y 630 n. 0 miIs exactarncnte, que si K dcjnra actuar libranentc n 10s h&os econbmim, en situacidn de compctenda pcrfccta y una wr logrado el equilibria, la casa salarinl, a travhs de la ofcrra y la dcmanda dc trabajo, se estableceda a1 nivel de la utilidad margird, para el consumidor, de la pate del producro irnpu!abic al trabajadnr marghal dc cada cmprcsa. Otca formulaci6n, mucho rnis ~nstltucionai,cs la siguicnre: dicha tssa es ainstimdondlr y vicne dcrerminada p r la cosrumbre o la lucha politics, inscribitndose en el eje de abxisas como una variable ~ndepndicnte,simdo el volumen de emplm una de las variables depcndientes. 1.a tau salarid escapa pnr m ~ s i ~ u i e n t3e mecmismo de la inlpurac~hn (para la escueIa austrlaca, el valor avuelvc a recorrern 1as etapas de la fabricaci611,desde cl producto acnbado haata las materias primas: no se explota una materia prima de la quc no sea posiblc urtraer algo quc ~ u e d avendenel; en contrapartida, la maquiaaris, otra variable dcpcndiente, no escapa a1 rnccanisn~o dc la imnutacinn~ = -----Schurnpeter, ~ c o n o m i c ~ ~ e u e t o ~ mp&. e n t ,151; n m c a de la dudosa renrabilidad dc la esclavitud +dt h phtsdoncs, v& Manhall, Principles, Paperma= edition, p@, 486,
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clavjtud era rentable, o lo consrituiria si ese c6lculo fuera reahente p i b l e . Pero el sisterna de esclavitud en si escapa a la teoria o mejor le viene impuesto como un dato. Por consipiente, Ia distribuci6n reclama no una explicacidn cientifica, sino una descripci6n socihistdrica, de la qtle sigue siendo un modelo clisico para el mundo contempordneo la Repnrti~iondu revenu notbnal de Marchal y LCcaiilon Fstarnos ante Ia separacidn de lo vivido y de lo formal, de lo sublunar y de lo cientifico, de la doxu y de la episterne.
Verdud hirtdrica y verdud cientifica Las ciencias humanas pueden transformar la historia en la misma medida en que la tecnica puede transformat nuestra vida; dispe nemos de electricidad y de energia atbrnica, per0 nuestras tramas siguen componie'ndose de causas, de fines y de casualidades. La historia no pucde escribirse de forrna revoludonaria, del mismo modo que no p e d e dejar de set historia cotidiana, La lingiiistica no ayuda a entender mcjor 10s textos, de la misma forma que Ia luz no sirve para acostumbrar a1 ojo a distinguir Ios colores: la filologia no se reduce a una aplicaci6n de la liigiiistica, ya que la liltima, como cualquier teoria, carece de un fin distinto a1 de si misma. La semi@ logia quiz6 pueda explicarnos en el futuro que es lo bello, lo cud servir6 para satisfacer nuestra curiosidad, per0 no modificard nuestra forma de percibir la bellcza. La mismo que la filologia r induso que la geografia, la historia es una eciencia concebida para nosotrosn que sirlo conoce la ciencia verdadera en la medida en que Esta interviene en lo vivido. Por otra parte, el atenerse a ese punto de vista no le depara ninguna cornplacencia estdtica o ant1opol6gica: si, de hecho, pudiera cambiar la doxa por la episteme, no vacilaria en realizar el cambio. Desgraciadamente, es un rasgo aracteristico de nuestra facultad de conocer eI hmho de que 10s dos planos del saber no lleguen nunca a confundirse, a pesar de algunas interacciones concretas. El ser es a un tiernp complejo y exacto: cabe, o bien intentar describir esa com~lejidad,sin acabar nunca, o bien buscar J . Marchal y J. k a i l l o n , Lu Rkprtition du reuenu national, 3 vols. Librairie de Maicis, 1958; orro t i p de andisis soci~mn6rnim,de gran inter&. es el de J. Fericelli, Le Revenu des agricdrerrm, matPriaux pour una thhrie de la r6pmrrrion, Librairie de Mtdicis, 1960, p. ej.. pks. 102-122. El historicismo alemh, que ha side reemplazado a1 respecto por el cmpirism 16gim, continda su poltmica contra la teorla pura y p i g u e la Merhodenstreit en la rmente obra de Hans Albert Morktssoxio1ogic und Entscheidungslogik, iikonomische Probieme in ~ o z i o l o ~ i ~ c h Pmpcktive, er Berlh, Luchterhand, 1967, partic., p b *as 4F3461.
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ur? fragment0 de conocimiento exacto, sin aprchender nunca la complej~clad.El que se atiene a1 plano de lo vivido no sddri nunca de el; d que construye un objeto formal re embarca para o u o mundo, en el que descubriri cosas nuevas, per0 no volvcri a enconuar la d a w de lo visible. No alcanzamos lul conmimiento completo de nada; ni siquiera el acontecimiento en el que nos hallamos m t intimmente implcados nos es conaido sdvo por vestjgios. No POdemos rcsignarnos a no tener un conaimieoto completo, y a v e m ~ e p r d u c i m o smodeIos lirnitados de lo real; el conocimiento cienti~ K O . quc cs posible respccto dc todas ]as cosas, incluso respecto del hombre, nos veda el dc lo concrete, que no es nunca completo. Pero las cosrs no re nos dan plenamente. no re nos muestran sino de forma ~ ~ r c i ua l oblicua; nuestro espirih Uega a un conocimiento riguroso o amplio de lo real, per0 no contempla nmca d texto original de la realidad. La historia es un palacio cuya extensi6n nunca dcscubrimoa enreramenre (pues no sabemos rodo d h b i t o nc-aconiecimenta1 que nos queda por historificar) y del cud no podemos divisar a la v a 'odor 10s ingulos, de sucrte que no nos aburrimor nunca en rsc paiacio, en d quc estamos encurados. Un crpiritu nbsoluto se abumiria en 61, porque conaceria su g e o m t n l y no tendria nada que descubrir o describir. Ese palacio es para nosotros un autentico laxrinro: la ciencia nos fnciiita f6rrnulas perfectamente elaboradas ~ u e nos ptrmiten erlcontrar sus salidas, per0 no nos enrrega el plano Iel Iugar.
HISTORIA, SOCIOLOGIA E HISTORIA INTEGRtSL
Pero, l n o habremos picado demasiado alto? (Pox quC no habria de parecerse mis la historia a la geoIogia que a la fisica? Las ciencias formalizadas no agotan el imbito de la ciencia, y no se p e d e pretender que no haya nada entre las mathemato y la filologia; en efecto, existen ciencias que, a pesar d e no ser hipotPtico-deductivas, no dejan de ser cientlficas, ya que explican lo concrero a partir de un orden de hechos cclncretos que estaba oculto y que han descubierto: la peologia explics el relieve actual de la tierra por la cstrucmia y la erosihn, la biologia, 10s mecaaismos de la herencia por cromosomas y la patologia, las enfemedader infecciosas pot 10s microbios. La pregunta sobre la posibilidad de una histotia o de una sociologia cientifica se plantearia entonces de la forma siguiente: ~ e x i s t eun orden de hechos al que, a1 menos de forrna general, obedercan 10s dernds hcchos? ~ P u e d econvertirse la historia en una geologia de la evoluci6n humana? Como veremos, encontrar ese orden de hechos es un antiguo sueiio; x le ha buscado sucesivamente en 10s climas, en 10s reghenes politicos (politeiai), en las leyes, en las costumbra y en la economia; el marxismo sigue siendo el intento m i s notorio de constituir una geologia. Si se consiguiera consrituirla, la historia y la sociologia se convertirian en ciencias y permitirian intervenir en el acaecer de 10s hechos humanos, 0, a1 mcnos, prwerlos; se parecerian, respectivamente, a la historia de la Tierra y a la geologia general, a h historia de1 sistema solar y a la astrofisica, o a la fon6tica de un idioma y a su fonologia. Pasarian de ser descripciones a 179
ser cxpiicaciones, ya que la historia serfs la aplicaa6n de las teorfas de la sociologia. Pero, p r desgracia, sabemos que esa psibilidad no es m& que un suefio; no existe nin* orden de hechos, siemprc el rr~ibrno, a1 que obedezcan infaliblemente 10s demis hechos; la h~r:nr~ay la sociologia estin condenadas a seguir siendo descripcie .., iomprel~sivas.0, mds bien, en realidad, s61o existe la hibtoria, 7-1 soc~ologias61o conslste en la iniltil tarea de codificar el krima cn ser una experiencia profesional que no conoce sino casos '3s y no ticne principios constantes, que son 10s linicos que , -: c-onvert~rlaen ciencia. ,CzBI es Ia razdn, entonces, de que exista la sociologia y tenga m a utllldad mayor que In de m a fraseologia para use de historiadores? La raz6n es que la historia no hace t d o lo que agota el hai t 0 que le es p r ~ p i oy deja a la sociologia que lo haga en su lugar lun a costa del riesgo de extralimitarse. Limitada par la visi6n de 0s acontecimientos de cada dia, la historra contempor&ea abandona I la soc~ologiala descripci6n no amntezimental de la civili7,aci6n .ontemplinea; Iimitada por la antigua tradici6n de la historia narativa y nacional, la historia del pasado se ciiie demasiado a la narraion ordenada de un conrznrrum espacio-temporal (aFrancia en el iglo mrrs); s610 en contadas uasiones se atreve a repudiar las unilades de tiempo y de espacio y a ser tambikn historia comparada lo que asi se ba dado en llamar (*La Ciudad a travEs de 10s tiema s s ) . Y, -in embargo, pdemos comprobar que si la historia se ecide a ser
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inagotable, puesto que la descripci6n de lo concreto es urla tarea infinita.
Condiciones de una historia cientificrl
I>a cxpresicin ahisrclria cientifical~puede referirsc a dos tareas muy d~ferentesentre si: la de explicar cient&camente 10s acontecirnientos mediante las distintas leyes por las que se rige cada uno de ellos, o la de explicar la historia como un todo, la de descubrir sus claves y avtriguar que motor Ia hace avanzar en bloque, Acabamos de ver que la primera tarea resulta imposible, pues la explicaci6n, o bien seria en extremo incompleta, o no se prestaria a tratamiento. La segunda tarea es la que emprenden 10s marxistas concretamente. Ahora bien, tpuedc esplicarse un fragrnento de historia tornado en bloque o, si se prefiere, encontrar detris de cada acontecimiento, ya se trate de la Guerra de 1914, de la Revoluci6n Rusa, o de la pintura cubista, un misrno orden de causas, a saber, las relaciones de p r e ducci6n capitalistas? En vez de explicar las circunstancias, que responden a causas de distinta naturalma, {no cabria descubrir una deterrninada categoria de hechos, siempre la misma que, a1 menos en tbrminos generales, cxplicara 10s restantes hechos de la hisroria? En este supuesto, se considerari que la historia opera segiin una estructura categorizada, que se articula en economia, relaciones sociales, Jerecho, ideologia, etc. Siauiendo esta pauta, el siglo xvrrr se intertogaba acerca de cu61 de estas dos categosias, leyes o costumbres, explicaba a la otra. En geologia, cuando se pretende explicar el relieve de una regi6n no se estudian 10s avatares concretes que ha seguido cada una de las piedras (ista se ha desprendido debido a la acci6n del hielo, aquCUa ha sido removida por un carnero que pasaba por alli); nos lirnitamos a estudiar la estmctura y el t i p de erosi6n, porque sabemos que con ello basta para dar raz6n de lo esencial; los efectos del clirna. de la flora y de la acci6n humana ya son bastante mis Iimitados, y raras veces llegan a adquirir importancia, De la misma forma, en la historia se estimar5 que una categoria de causas, las KCn6rnicas. infIuven sobre 10s hechos mucho mis que las demh, que, si bien pueden quizis a su vez actuat sobre Ias causas econ6micas, lo hacen con un alcance limitado. Y, lo rnismo que un ge6logo adivina PI ripo de subsuelo que estB bajo la vegetaci6n que lo cubre, o si el hibitat se concentra en torno a unos escasos puntos en donde hay agua, el ge610go de la historia, 4 contemplar esas extraiias fIe
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r e j que sc llaman Don Quijote o Bdzac, preveria qu6 iafraestrucruras Ic sirvcn de sustraro. E s ~ cripo de marxismo no es mls que una hipbtesis, aunque verosimil. Todo depende de un problems de fondo: lexiste una caregoria de causas que produzca de forma contmua unos efectos mds vls~lsiesquc las demris? En geologia, como acabamos de ver, Ia respuesta es aflrrnativa; en medicina, sin embargo, seria negativa; cumdo se lntenta explicar una cnfermedad no infecciosa, se nos rernite de la anatamis a la fisiologia, de la fisiologia a la hisrologia y de esta ciluma a la bioquimica, sin que ninguna de estas instancias resulte ser mis concluyentc que Ias otras I. Si en historia tuviera qne existir una lr?stancia determinante, seria 16gico pensar en la economia: es evldenre que, mds all6 de la batahola de 10s acontecimicntos importanrcs y de la5 grandes personaIidades, la mayor parte de la vida d e 10s llombres se reduce a trabajar para poder vivir. Ahora bicn, la actividad econ6mica, que tanra importancia revlste en cornparaclon con otras actividades, (lo es hasta tal punto que gc+ b~erncerrs otms actividades, es decir, que las explique? Par otra rlarre, (qut signrfica explicar? 5610 hay expIicaci6n cuando se da de formr constante. Puedc crplicarx d g o cuando pucdc decinc qu6 causas, erl terminos generales, producirhn de forma reguIar un efecTO determinado, o bicn quC efecto, en t6rminos generales, seia producldo d e forma regalat por causas deterrninadas. Todo el problema radica en la expresi6n aen tetminos generales*, ya quc no cs nece""0 que el rnargen de apmximacidn u c e d a de una c i e r a amplitud '. Las leyes ile la fisica operan de tal suerte que, si p n g o a hervir una cacerola con agua, me basta con regular la cantidad de 3gua y d e calor necesarios, en t6rminos gcnerales, para ~ r o d u c i rel tfecto q u e pretend0 y, si soy artiHero, la exactitud d e la correcci6n jel tiro no evicarg que mis proyectiles se dispersen, si bien dcntro le unos limires claramenie esrabIecidos por el cilculo de probabiliIades v, en consecuencia, acabarC dando en el blanco.
Si las relaciones emn6micas de produccidn heran, a1 rnenos ~rorimxlamcnte,una causa a la que pudiCramos atenemnos, o proujeran, aunque fuera tambiCn aprorirnabmente, efecras que r e s ',F. Dagongnet, Pbilosophb bioiogiqve. P.U.F., 1955; d W. Ricx. L
'*fee rmralt en mPdicine, P. U . F.,1950. D. h h m . Cauldiry and Chance in modern physus, Roudcdgc y id, 1 9 n y 1967.
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pndieran a nuestras expectativas, el mancisrno tendria raz6n y la historia seria una tiencia. Seria necesario, por ejemplo, que antes o despuks ld revolucidn s r produjera sin Ealia, siempre clue sus causas (la actitud del proletariado, las circunstancias concretas de cada nacibn, la linea general del ~ a r t i d o )variaran s61o denrro de mrirgenes prudenciales; que a una infraestructura determinada (el capitalism~) correspndieran pot supuesto superestructuras distintas (novela realists, novela dr evasidn), +per0 no cualesquiera [no la epopeya). Sabernos, por otra parte, quc no pasa nada de eso, que el marxismo nunca ha previsto ni ha expIicado nada, y no rnerece la pena detenernos m i s en este punto. Pero es necesario entender en todo su alcance lo que su fracax, signifies para la epistemoIogia de la historia; no significa en absoluto, por ejemplo, que la poesia no purds ser explicada por la economia, sino linicamente que la ec* nornia no la explica canstan!emente y que en la historia de la literatura, como en 10s dernis campos de la historia, no existen mhs que explicaciones ocasionales. Es indiscurible que la poesia tiene su valor y su vida propios; pero tqu6 derecho nos asiste a profetizar que nunca p o d 4 explicarse un poema corno elect0 de causas primordialmente ccon6micas, o n sostener que la poesia no sc sienta a semejante mesa? Esa postura, o seria merarnente retb~ica,o la expresi6n de un prejuicio metafisico que entraria en contradiccihn con el prinI cipio de kteraccidn. La cultura, como la historia entera, se cornpclne de acontecimientos conctetos y no puede prejuzgarse la estructura explicativa que cada acontecimiento requiere. Por ello no cabe hacer teoria de la cultura o d e la historia, ni convertir en categoria lo q s e el senrido comlin, o mejor, lor idiomas r n o d m , llaman sla culturas. Constituye incluso un elemento caracterizador de la vida social, g una fuente de ditmsioncr inagotables ere ertado semifluid0 1 en el que nada es constantmente verdad, en el que nada es determinante, en el que todo depende de todo, como expresan tantos proverbios: uEl dinem no hare la Micidad, pero ayuda a con=]* guirla,,; sel tema de una novela no es en si mismo ni bueno ni malos, atodos somos mitad culpables y mitad vfctimas*, t l a superestructura a c ~ a su vez sobre la infraestructura,,. 13e esta forma, la politics, aun aquella que es consciente d e 10s objetivos que per, sigue, queda reducida a la prictica de g o b a n a r a bulto, y la historia a algo sin cardcter cientifico. Todo historiador sabe por experkncia que, cuando intents generalizar un rsquema enplicativn, mnstruir con 61 una teoria, s t le deshace entre Ias rnanos. E n suma, la explicadbn histdrica no siguc vias traradas de u n s vez para sicrnprc; 1 la historia carece de anatomia. No puede encontrarse en ella 410 s 6 Iido tras la aparienciao.
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No cs p s i b l e clasificar las causas ntendiendo a su importancia, siquie1.a dc forma aproximada, y decidir que la econornia p r s Aucc, a pesnr dc todo, eferros rnis poderosos que 10s vagos borborigI!C la historia de las ideas; la importancia de una u ocra cat+ .-:';i cle causas difiere de un acontecimiento a otro; I-Iemos visto 'i7i0 una hrlrnillacicin nacional ha Ilevado a un pueblo, qrle habia :,idi) duranrc siglo v medio la Atenas de Europa, a una situaci6n i-k barbarie hasta ahora no igualada y c6mo un pequeiio-burgds surnido en la bohemia ha desencadenado una y e r r a mundial con un doble abjctivo: aniquilar a 10s judios (que es una f o m a de la historia de Ias ideas) y conquistar para su pueblo tierras de cultivo en el Este ' (znrigua aspiraci6n heredada del pasado de )as sociedades agrarias, y de la vieja used de tierraw), lo que resulta sorprendente en un siglo industrial y keynesiano. La inexistencia de urn jerarqrlia constante de causas sc hace patente cuando intentarnos intervenir en e! curso de 10s acontecimientos: un grado de formaci6n obrera d e rnasiado bajo prlede dar a1 traste con 10s planes quinquenales y con la superioridad del socialismo. Las causas mis dispares adoptan alternativamente el liderazgo, y de ahi que la historia careca de sentido y de ciclos, que sea un sistema abierto, con todo lo que nuestra era cibernPtica permite ya predicar concretamente de ello '. De ahi asimismo que no pueda existir ciencia de la historia, pues no hasta el determinism0 para que sea posible una ciencia: una ciencia ~610es viable en 10s sectores en 10s que ei deteminismo universal (irnposible de seguir en sus inagotables potmenores en cualquier campo) presenta efectos de conjunto mhs totalizadores, y puede entonces descifrarse y ser sometido a tratamienco por un m4todo sintitico que se aplica a esos efectos macrosc6picos, el rngrodo de 10s modelos o e I dc 10s efectos ~redominantes.Si en el sector exarninado el determinism0 no entraiia dichos efectos, resulta i m p sible descifrarlo y no es viable la ciencia en cuestidn. Pensemos en el caIeidoscopio: nada hay rnis determinado que las distintas figuras que forman 10s pequefios fragmentas de papel de colores. Cabe narrar la historia de la sucesi6n de esas fiwras, p r o Ces wsjble m a ciencia de tal sucesi6nZ Desde luego; pero siempre que concurra r:i
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Pucs tsos cran Im principales objetivos de la guerra de Hider: la mancha de Vtnallt=s no fuc m& que una etapa pteliminar; habfa que rcminar con c In~laterraa fin dc tencr las maoos libres para intc~cniren el Este. Veasc H. R. Trevor-Roper, Hrflcrs W c I ~ a n s c h u n g Enfrvurf , einer Hev~cht#, Tublnga, Rainer Wundcrllch Vetlag, 1969. ' E. Tapitsch, ~Gesetzbc~ritfin des Sazialwissenshaften~,en R. mibanskg (editor), C0:on~empornry-Phrloropby (Internariond Institute of Pl~ilosophy),vrr lumcn 2, Pbiloropbie des rciencer, I-orencia, La nuova I d a , 19fr8,p4gs. 141 a 149.
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una de estas dos condiciones: o que el caleidoscopio este construido de taI forma que puedan encontrarse, tras la diversidad d c figuras, algunas estructuras que se repitan peri6dicamente y cuya repetici6n pueda preverse, o bien que, corno ocurre con 10s datos tnlcados, uno u otro movimiento de la mano dfsl espectador introduzca, con mayor o menor preclsi6n, una u otra figura, Si no se da ninguna de estas condiciones, lo 6nico que podti hacerse es narrar su historia. ' Cabri tarnbien, desde luego, emprender la tarea de trazar un plano de tales figuras, de enumerar 10s colores de 10s fragmentos de papel y 10s grandes tipos de figuras que forman; en una palabra, se podrg construir una sociologia general. Tarea bastante in~itil,ya que tales configuraciones y colores s61o tienen una existencia conceptual, y se han construido por lo tanto tan asubjetivamente, corno Ias constelaciones que la tradici6n construye en la Mveda celeste. A1 carecer la historia no ~610de leyes propias, sin0 tambiin de anatnmra y de causas predominantes, hemos de renunciar a la idea comtiana de que se encuentra en la actualidad en un estadio precientifico, a la espera de verse elevada a la categoria de ciencia, ciencia que seria la sociologia. Tal nombre no hacia alusi6n desde : luego, para Comte, a esa ciencia formal de la actividad humana a la que se tiende actualrnente a denomimr m L bien praxologia; su sociologia era, sin duda, una ciencia de la historia *en su totalidad*, una ciencia de la historia, que debia establecer sus propias leyes corno, p r ejemplo, rla ley de 10s tres estadios~,que es la descrip ci6n del movimiento de la historia tomada en su conjunto. Ahora bien, esta ciencia dc la historia se ha revelado imposible (no por razones metafisicas -1ibertad hwnana-, sino p r problemas ficticos, de tipo ccibern6tico~).Lo que en nuestros dias pretende ser sociolagfa no es una ciencia: o bien es una descripcidn, una hisroria que no recibe ese nornbre, o una teorfa de las categorias generales de la historia o una fraseologia (corno sucede con la sociologia Ante tal confusi6n cabria preguntarse si tiene rnris sentido invitar a historiadores y socidlogos a una cooperacibn interdisciplinaria ca' da vez mis necesaria, o invitar a 10s historiadores y a 10s economistas a servirse de 10s resultados de Ia sociologia actual (resultados que todavia estin p r ver). Parece m k urgente la clarificacibn que la cooperacidn, y a tal respecto, hay tantas cosas que aclarar en la historia corno en la sociologia.
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Si es cierto que la Sociologia no Ira descubierto ning6n tip0 social, ningh orden predominante de hechos, y que para descubrir
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Paul Veync
las invariantes es necesario amdit a una praxologia matema'tica, no queda rn5s remedlo que admitlr que uel nominaiismo d e los historradores~ era cierro y que la sociologia carece de objeto. Pero, puesto que hay sociologia, o a1 menos hay soci6logos, la activrdad -que istos realizan con el nornbre de sociologia debe ser otra cosa. En 6lt1mo tbrmino, 10s llbros que se publican y qiie pretenden scr sociol6gicos puedcn claslficarse en tres grupos: una filosofia iirlca inconfesada, una historia de las c~vihaclonesconrempordneas y un genera literario seductor, deI que quizi la obra maestra sea Cacjrer Soczaux de la Memoire de Halbwachs, quc es sin saberlo hcredera de las de 10s tratadistas y nloralistas de 10s siglos XVI a XVIII. A este liltimo grupo percenece la mayor parte de las obras dc s ~ i o l o g i ageneral. En cuanto a1 primer grupo de obras, la s o c i e l o g i ~~ e r m i t eexponer, como si de ciencia se tratara, opiniones p r e gresistas o conservadoras acerca de Ia politica, la educaci6n o el papcl del populacho en ]as revoluciones; se rrata, por consiguiente, de una filosofis politica. En contrapartida, eo las obras del segundo grupo, cuando un soci6logo realiza un estudio esradistico de la poblaci6n escudiantii de Nanterre para abocar a una explicaci6n d e colijunto de la rcbeli6n universitaria de mayo de 1968, escribe en realldad hisroria conternpordnea, y 10s hlstoriadores futuros habrdn de tener en cuenta su obra y estudiar su interpretaci6n; nosotros , tambien hemos de pedir humildemence perd6n a ese soci6logo por todo l o malo que a primera vista decimos de la sociologia y rogarle que tenga en cuenta que discutimos la etiqueta y no el producto. Pasemos, por Gltimo, a la sociologia De la misma forma que una parte de la filosofia actual tiene como punto de partida la litexatura diddctica y las colecciones de serrnones que en 10s siglos XVI a xvIrr consrituian una parte considerable de la producci6n bibliogrifica (cerca de la mltad de 10s libros publicados en algunos periodas), la sociologia general e5 heredera deI arte de 10s moralistas. Nos dlce de q u t forma esti mmpuesta la sociedad, cua'les son 10s distintos ripos de grupos, las attitudes de 10s hombres, sus ritos, sus rendencias, del mismo modo que las mhirnas y tratados acerca del hombre o del espiriru describian Ia diversidad de Ias conductas, de 13s sociedades y d e 10s prejuicios humanos; la sociologia general descrlbe la sociedad eterna, comn 10s moralistas describian a1 hombrc eterno. Se trata de una socioIogia ccliterarian en el misrno senrido en el que se habla de una psicologa slireraria~de moralistas Y novelislas. Puede, corno esta Gltima, producir obras maestras; en reaiidad, El Cortesono de Baltasar Gracian no es mis que una sacio(cscrita, como la obra dc Maquiavelo, en lenguaje normativo). ,Sin embargo, la mayor parte d e esta literamra de 10s tratadistes no
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conseguira' sobrcvivir, ni rnucho menos generari un proceso acumulativo, y s6lo p d d salvarse por sus cualidades iilos6ficas o artistlcas, En efecto, tanro en el caso de 10s moralistas como en el de 1:u obras de s o c ~ o l o ~ igeneral, a nos hallamos ante descr~~ciones de lo ya sabido; ahora bien, la ley de econornia del pensmiento se niegn a almacenar en su patrimonio una descripci6n, por verosimil que sea, si no es mis que una de las posibles entre otras muchas tambign verdaderas, y si cualquiera pudiera crear una en caso de necesidad; s61o retiene 10s acontenidos de la memoria, de la historia y la filologia, y 10s descubrimientos cientificos. Asi, pues, la sociologia general s61o puede ser una sociologia aliterariarr, una seric de descripciones, una fraseologia, Ninguna de sus descripciones puede ser mas cierta o m i s cientifica que las dem6s. Funciona a base de descripciones y no de explicaciones: recordemos a tal efecto con fines fundamentalmente didicticos 10s tres grados del saber. La Mrrnula de Newton describe las leyes keplerianas que explican 10s movimientos de 10s planetas; la parologia microbiana explica la rabia; la magriitud de la carga impositiva expl~ca la impopularidad de Luis XIV. En 10s dos primeros casos, se trata d e explicaciones cientificas; en el lilrimo, d e una descripci6n y de una comprensiSn. Los dos prirneros exigen descubrirnientos, en tanto que el tercero es fruto de la memoria. 1.0s dos primeros permiten sacar deducciones, formular previsiones o realizar intervenciones, el tercero es objeto de la prudencia (no es cuesti6n de politica, sino de entendimiento). A la primera de estas categorias coresponden conceptos de alto grad0 de abstraccibn, como atrabajo,, o ccatracci6n~;a la segunda, conceptos cientificos que son fruto de una depuraci6n de 10s conceptos del scntido comb (la apendiente, de 10s ge610gos es un tirmino mucho m6s preciso que cuando se habla de pendiente en el lenguaje corntin, y sr: le contrapondri convencionalmenre el t6rmino cucrta*). A1 tercer tip0 de explicaciones corresponden conceptos sublnnares, que son propios de la historia. En cuanto a la sociologia, cuyo tipo de explicaci6n no corresponde a ninguna de las dos prirneras categorias. no puede ser m i s que hisroria o gloss d e la historia, Ahora bien, las descripciones hist& ricas stt mmponen de una serie de tirminos, de conceptos, de universales; siempre cabri extraer una de estas series de uriivenales para construir una sociologia ~ e n e r a l ;v podremos tambiin utilizar siempre esos universales, lo que abriri camino a una sociologia deN. del T.: En espadol cn el original. T4rmino cientifico international qlre designa el rebarde de dtiplanicic en estructura sedimentaria monnclinaI en el que las capas rtsistentes estea supquestas sobre c a p s blandas.
ductiva que, par serlo, no tendrd mls caracter cienrlfico que la Etica de Spinoza, el derecho o la teologia. El resultado seri sie~npre el rnismo: Ia sociologia general es una fraseologia y hay un niirnero iljmitado de sociologias posibles, como ha puesto de manifiesto el imbito de lo fenom6nico.
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dos sabernos tamhien que la sociolog1a experiments en la actuaun
profundo malcstar y que la rnelior et melor pars de 10s
'egos linicamente toman en serio eel trabajo empirico>r, es decir,
.,?toria de la sociedad contemporhnea Purs, ~ q u 6cabe pensar de
1.: ocra sociologia, de la que no es una historia salvo por el nombre? cQuC. puede pensarse de una disciplina que, por una parte, cultivan pensadores in:eligentes, que ocupa miles de paginas, que da orlgen a proiundos dcbates y que, por la otra, es una falsa disciplina cuyos frutos sr saben de antemano condenados a1 fracaso, como 10s de Ia psicologia de I BOO? De hecho, nada se asemeja mis a Gurvitch o a Parsons que el TraifP des facultPr de I'dme de I*aromingui&re,como puede cornprobar el lector si lee la nota5 a pie de piyina. Volverd a encontrar el contenido y el espiritu de esas obras de sociologia cuyas pigmas nos esforzamos en hojear pugnando con el aburrirnjenro que provoca lo sempiternamenre sabido, esa mezcla de per* grulladab, dproximariones, logomaquias y arnbigiiedades que leemos por encima con la esperanza de encontrar de vez en cuando un detalle interesante, una idea inteligente o un acierto estilistico; de esos volrjmeries, que en la mayor parte de 10s cams son meras colecciones de lugares comunes (Ease, por ejemplo, Erludio del Hombre, de Linton) y que, todo lo mas, hubieran tenido el inter& que presenta cualquier dcscripci6n hist6rica y etnogrifica si el autor, para desgracia nuestrap no se hub~eracreido obligado a set dgo mds que un mero hisrc*El sistcnta dc las facultades del a h a se cornpone a su vez de orros dos sisternas: el. dc Ias farultades del entcndimiento y el de las facultades de la voluntad. EI primero cornprende tres famltndes particulates: la atencibn, la cornpaiacjbn y el razonarniento. El segundo cornprende ottas trcs: el dcseo, Ia prefcrencta y la lihertad. Mientras la atenc16n es la concentraci6n de la actividad del a h a en un objcto a fin de extraer dr i l la idea, el d e w es la conccntracidn dc esa misma actividad bobrc u n oli)eto a fin de ohtencr de & elIplacer. La mmparaci6n es el acercamiento de dm objcros; la preferencia es la elemjbn enire dos obieros que se acaban de comprar. Sin embargo, no parme existit la mlsma andogfa entrc el rawnamiento y la libertad~,erc. Fragment0 citsdo par Taine en su admirable obra Pbiiasophcs cI~siqrrcsdu XIX' ~iPclcen France, pig. 14.
riador, si no se hubiese empeiiado en parecer soci610go, y en hacer hincapii, no en lo que narra, sjno en 10s tgrrninos que utiliza para narrarlo, lo que le lleva a emplear un estilo carente de vigor, a d2uk y trivializar 10s perfiles por el gusto de repetir uni y otra vrz 10s mismos conceptos. La sociologia ( m e refiero a la sociologia general) no existe. Hay una fisica, una economia (y $610 una), pero no hay una sociologia. Cada cual se construye su propia sociologia, de la rnisma forma que cada critic0 literario construye su propia fraseologia. La sociologia pretende ser una ciencia de la que esti todavia por escribir la primeta linea y cuyo balancc cientifico no registra ninglin activo. No ha descubierto nada que no se conociera ya; no ha revelado ninguna anatomia de la sociedad ni ninguna reiaci6n causal que no estuviera en el acervo del sentido comGn. En carnbio, la aportaci6n de la socic!ogia a la experiencia histbrica, a Ia ampliaci6ri del cuestionario, es digna de tenerse en cuenta y lo seria alin m8s si la sutilaa fuera la cualidad mds gcneralizada del rnundo, y no se viera ahogada por las preocupaciones cienrificas. De hecho, todo el inter& de la sociologia radica en esa sutileza. La teoria de la personalidad de base de Kardiner es tan arnbisua como verbalists, y Ias relaciones que prctendc establecer entre las uinstituciones primarias,, y esa personalidad de base resultan unas veces evidentes, orras arbitrarias y algunas incIuso ingenuas; pero su descripcibn deI espiritu de 10s indigenas de Ias islas Marquesas constituye una pigina hermosa y poco comiin de la historia contemporhea. De ahi que en una obra de sociologia las exposiciones que 10s especialistas desdeiiarian por su carhcter lirerario o periodistico son las que presentan mayor inter&, en tanto que las exposiciones especializadas son el peso muerto. Los mis hLbiles rienen bien presente este fenhmeno, y cuando escriben sobre la muchedumbre solitaria o sobre la sociologia de la f o t ~ ~ r a f imantienen a, un prudente equilibria entre lo que gusta a los dos t i p s de lectores posibles. En resurnen, la socioIogia no es rnds que un tCrmino, una homonimia bajo la que se acumulan distintas actividades hetemgkneas: ftaseologla y serie t6pica de la historia, filosofia politics de la pobreza o historia deI rnundo conternporhneo. Constituye por lo tanto [In buen ciemplo de lo que antes llamibarnos ]as falsas continuidades: escribir la historia de la sociologia desde Comte y Durkheirn a Weber, Parsons y Lazatsfeld, no seria escribir la historia de una disciplina, sino la de un t6rrnino. Entre 10s autores citados no existe ninguna continuidad sustantiva, teleol6gica, intentional o met6dica; ulan sociologia no es una disciplina unitaria, sujera a evoluci6n; su ljnica continuidad es la del ttrrnino que se utiliza para denominarla,
.:nosici6n sc encuentra en el origcn de dos pseuduciencias: 18 .,,$ay la etnografia, que se distribuyen la historia de las civili-
contcmporaneas, ocupindose una de la de 10s pueblos civi. . , ; ; : . ! : ! xy, la otra d e la Lie 10s pueblos prirnitivos. (Herodoto, con :1;:!;11i. lucidez, describio conjuntamenre la civilizaci6n de 10s griegos y liis civilizaciones birbaras.) Al no estak afectadas por Ia se6aI hist& rica. ambas discinlinas evolucionan libremenre en un eterno aresente: e s r h i a r 10s arol'esu sin mis: No se rrata desde luego de inienuidad, sino de una convenciirn esrilistica. Por otra parte, vemos de vez en cusndv que un soci610go hace urla excursiiir~ a1 asa ado y vuelve d e lj-I cur) un libro, cn cuyo prrilogo explica que ha prcrendido demostrar que la historia comparada puede aportar nuevos arnarerialesrr a la sociologia. Henos aqui en la reremonia de la confusi6n, en una de esas'situaciones de descornposici6n en las que se piensan las cosas a medias; lo suficiente para que no quepa la tacba de ingenuidad, y sin llcgar hasta el fondo para que no aparezca con claridad Io arbirrario de Ias convenciones y la falsedad de las consecuencias que @stasentraiian. En efecto. si la etnologia y la sociologia tienen derecho a razonar sobre el hpmbre, Cpor quP la historia no razona sobre i l ? Y si la historia no. tiene derecho a hacerIo, 2por q u t habria de asistir tal derecho a soci6logm y etn6grafos? Es cierto que la contraposici6n exisrrncial encre presente y pasado configura rambie'n la geogralia y la economia tradicionales. Los gebgrafos describen fundamentalmente la situaci6n actual de la superficie terrestre; cuando aulnenta en determinados paises la longitud de Ias vias fbrreas, se apresuran a actualizar las cifras q u r enseiian en sus clases. Existe desde luego una geografia histbrica, pero es considerada una disciplina d e segunda fila (desgraciadarnente, ya que una ageografia humana de Francis en 1 8 1 5 ~seria a la vez inreresante y posible). En m a n t o a la economia.. w . r alno ., 10s alemanes la llarnaron cueconomia nacional~y Adam Smith rriqueza de las naciones~:aunque enuncie, conlo se sabe, leyes eternas, tiene espontineamente un caricter contemporineo y nacionaI '. La begunda convencibn, la de la unidad d e tiempo y de espacio, vincula la historia a1 continuum y la convierte, ante todo, en la biografia de una individualidad national. En distinta medida, la mayor parte d e la historia que se escribe actualmente se circunscribe a la historia de una naci6n; rodo ID que se sustrae a la convenci6n del continuum recibc el nombre de historia comparada. La historia se encuentra en la situaci6n en la que se hallaria la geografia si tsta .
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filtirna se redujera casi exclusivamente a la geografia regional y la
gcografia general fuera considcrada una Jisciplina de segunda. fila o kina ticnica de tocalizacirin. Coma hemos visto antes, no es el tiernpo, sino la singularidad, lo que es consustancial a la historia. Ei rcspeto a la unidad de espacio y tiempo, la adhesi6n a la singularidad espacio-temporal, c o n s t i t ~ ~ ~ele n6ltirno residuo de los origenes de la historia en ruanto repertorio de la- mcrnoria de una nacicin o de una dinasria. Si a partir dcl siglo XVII la geografia se ha con\,ertido en una discipiina integral y ha reconocido Ia absoluta Icgirirnidatl cle la gerrgrafia general, se tlcbe prohnhlemcnre artre todo a que, a tlifercncia de la historia qile comicnza sicndo historia nacional, la geografia, por razones obvias, es ante todo geografia de 10s paises extranjeros, <
Pero 10s ge6grafos se atienen a un principio fundamentai en el q t ~ r10s hisroriadores ~ienerlla obligaci6n absoluta de inspirarse: no
estudiar nunca un fen6meno sin ponerlo en relaci6n con 10s fendmenos anhlogos que se distribuyen a lo largo de 10s demds puntos de la Tierra. S i se estudia el glaciar de Talefre, en el macizo del MontB!anc, no se deja de traer a colac16n 10s dernis glaciares alpinos, e incluso todos 10s glscrares deI planeta. De la cornparaci6n surge la luz: el nprincipio de la geografia comparada* sirve de fundarnento a la geogralia general y anima la geografia regional '. Los ge6Erafos denominan, respectivamente. adirnensi6n horizontaI* y adimensi6n ~lerticalsa estas dos uosibles orientaciones de cualsuier dcscriocion ', de las cuales una sigue un conli~uum,que es la regi6n, en tanto que otra procede por ifcms (gIaciar, erosi6n o hibitat). Los especialistas en epigrafia denominan a estas dos orientaciones clasificaci6n regional y clasificaci6n por series. Este dualism0 es tarnbihn el de la historia frente a la historia comparada y el d e la historia de la literatura respecto de la literatr~ra comparada. En efecto, todas estas disciplinas descriptivas tienen por objeto hechos que se suceden en ei tiernpo o en el espario, y que, estudiados desde un punto de vista adecuado, suelen presentar anaIogias entre ellos. Por consigniente,
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nonifi~cioen !a colecc16n Enciclopedia dcr la Pl&iadr, Hirlolr~de rcienpis. 1.146. Snbre la d1511nci6ncntre la orlentaci6n *horizontal* y la ~verticalu,v6ase Schrn~lhennrry Bohck en Zum Cegens~andund Merhvde d r r Geographic, de W . Srorkcbaum. pigs. 192 y 295. CPI,
I Robinson. Phrlosophre hconomiqne, trad. Stora, N. R. F.. 1967, piigina 199.
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cabe, o bien describir un fragment0 de espacio o de tiempo con lac Political Systemr o/ Empirer? Desde luego, puesto que las obras hechos que contiene, o bien describir una seric de hechos que prcdtadas son interesantes. Sin embargo, sigue s i m d o posible hacer seatan alguna semejanza. Los hechos lirerarios p e d e n narrarse como historis comparada en el marc0 de la historia rnh tradiciond, mas una succsibn ordenadx (la novela en Francia, la Iiteratura y la socicacontinuau: basra con no narrar un solo hecho sin haberlo estudiado clad en el siglo X V I J I franc&, la literatura europea) o u r i h a n d o carcpreviamnte dcntro dc su swie. Estudiar de b r m a compvada varios por;as: la itovela en primera persona, literatura y sociedad. Puede elcgirsr una u otra orientacibn: n i n p n a de ellas es m i s general o 1 rnesianismos revolucionarios es tan 5610 escribrr la historia de cada , uno d e ellos. ' swiolcigica quc la orra. El ecamporr de 10s hechos hist6ricos o g e e Hay que aspirar por consiguiente n que se elabore una historia - 'pificos carece de proiundidad, se sirlia en el misrno piano; s61o . c a b separar de 61 fragmentos de mayor o menor extensi6n, y que que sea el correlate de la g ~ g r a f i ageneral y que revitdice la historia tcontinua, de la mlsma forma que la geografia general revitaliza la pertenezcan o no a un rinico conjunto. Asi, se puede estudiar *la regional y le slrve de guia. El abandon0 de las unidades proporciorla nilvela froricesa~ o alas novelas en primcra persona,, rIa ciudad a la historia unn libertad de categorizaci611, de haUazgo de nuevos griega, tes decir, [as ciudades griegas) o alas ciudades a trave's de items, que ~onstituyeuna fuente de renovaci6n ilimitada. Hay que Is historia*. Pero de hecho, cualq~lieraque sea la orientacibn que aspirar incluso a que la historia continua llegue a ser la parte cuanse eliia. presupone el conocimiento de la otra. Si aiguien se atreviera titativamente mis reducida de la historia, o se limite a proprcionar a es~udiarel &ciar tie Talefre sin saber, por el estudio de 10s dernls el marco de trabajo para las obras d e erudiciBn. E n efecco, si se glaciares, q c ~ Ces un sis~emaylaciar, no comprelideria nada de PI p no suprimen la unidad de tiempo y d e espacio, la unidad de la trama ~ercibiriasino sus raspas mis aoecd6ticos; si alguien estudiara la se convierte en esencial. Sin embargo, no es frecumte que las esquenovela antigua creyendo que la literatura comparada es una discinratizaciones tradicionales. 110s ofrezcan tramas coherentes e intereplirla rnarKirlal que no le inreresa, no sacarfa ningljn fruto de su santcs. Los gdgrafos han renunciado desde hnct ye mucho t i e m p estutlio; si aiguien estudiara los validos de 1,uis XIII sin estudiar a tra7ar las regiones de conformidad con las frontetas ~oliticas,para la ~cscrie), de 10s validos del Antiguo Rigimen n o comprenderh lo perfilarlas en funci6n d e criterios estrictamente geogrificos. Ida his* que ha.significado el sistema de validos ni, por lo tanto, lo que toria debe irnitarlos y dotarse d e una total libertad de irinerario a -representaron lus validos de Luis XIII, y se limirari a hacer una travis del imbito de 10s acontecimientos, si se admite que la hiscoria historia meramrnte acontecirnental. Para cornprender a uno cuales una obra de arte que se interesa purarnenre por lo especifico, y quiera de 10s validos r. narrar su historia, es neccsario estudiar varios si se adrnite p o r liltimo que 10s ahechasn no existen mCs que en y, en consecuencia, cs preciso salir d e su periodo, n o tener en vixtud de una trama y quc la ordenacidrn d e la qtramar, no estB cuenta la unidad de tiempo y de espacio. Unicamente la histaria sujeta a leyes, La primera obligacibn del historiador no consiste en comparada permite eludir la 6ptica de las fuentes y expresar lo que ocuparse de un tema, sin0 en crearlo. A esla historia en libertad, no puede rrducirsc a acontecimientos. que se ha desprendido de sus lirnitaciones tradicionales, es a la que El prcjuicio de la unidad de tiempo y espacio ha tenido por consiguien~edos consecrlencias neeativas: hasta hace poco, la historia denominamos historia integral. cnmparada o general se ha sacrificado a la historia acontinua* o national, kf el resultado ha sido una historia incompleta; For faIta de IA obra hist6rica de Weber clemcntos de comparaci6n, esta historia nacionai se ha mutilado a si rnlsma y ha quedado prisionera de una 6ptica excerivamente apeEn suma, la historia, para llegar a ser historia integral, debe s u p gad. a lor acontecimicntos. (A quC hay que aspirar entonces? (A rat trcs linitacioncs: la contraposicihn entre lo cantempr6neo y 10 que la hisroria com~aradagoce de plenos d e r ~ h o sde ciudadania? ( A que proliferen libros titulados Primirifr de ia re'volte, MessionirEisenstadt. Nada pone mejor de manifiesto la distinci6n enae kGstoria y e r m 'nes f~uo~rr~ionnuirer du Tiers Monde ', The Culture of Cities o The ~ r a f i aque el libro de Miihlmann; aunque el ritulo franc& es rnis bien etnogrifico, el ritulo original (Cbilinsrnus und Notivisrnus) es m& bicn hist6rico; . el autor declara en la pigina 347 que ha querido animar el estudio de 10s me- :.?r ; Prirni~its dc la rivalre, dc E. Hobshawm; Mer~ianimes,d~ W . E. sinnisrnos revolucionarios quc se conocen m la historia. yyos darurnentos t::~irnn: Culfure o/ cities. dc L. Mumford; S y r r ~ mo/ ~ ' Enrpires, de S. N . medievales y rnodernos s610 nos dan una idca pflida y desvirtuada, a u a v h subdesarmllados en nuesrros dias. de lo que puede oknrarse m Im I
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histdrico, ia convenci6n del conlinuurn, y la dprica d e 10s aconzecimialtc~s;la salvacibrl viene entonces de la usociologia~y de la <demografiav de las sociedades contemporineas, de la hisroria <(cornparadan, en dciinitiva, de una histuria que no sea historia de acontecimientus, con la consectlcnre desintcgraci6n de las eternporalidades en pmfuncfidad*. Una hisroria q u e haya alcanzado ese grad0 de jil'tegridad rca!iza la verdad de la sociologia. La obra hist6rica n 6 s modilica de nuestro siglo cs la de Max Weber, que Lorra las ftorlteras enrre la historia tradicional, la sociologia y la historia comparada, de las que coma, respecrivarneete, el realismo, las aspiraciones y la amplitad. 1Y'cl)cr -para r1uit.n la historia remire a 10s valoreses t a m b i b , ~.~;;:ir!iijicamen~c, cl qrle ha llevado la evoluci6n de! g6nero hasta sus ,!;.:;s consciuencias 16gieas: a una historia enteramente liberada s;:ngrllaridad espacioternporal y que, puesto que todo es historia, !.on entera Iibertacl sus temas. La obra de Weber --que en . , . . ....) sociologia acomprensivau no prerende formular [eyes- es, . ;::<no derecho, historia. Su apariencia ialsamenre sistemitica o h dccc iinicarnente a que se rrata en realidad d e una historia cornparada en la que subyace una reoria de las categorias generaIcs: agrupa y c1:)sificit 10s casw cnncretos de un nlisrno ripo de acontecimienros a 10 largv dc 10s siglos. Lo Crudrid es un arnplio esrudio comparative del hibitat urbano a lo largo de todas las 6 p a s y civilizaciones. Weber no exrrae reglas de la comparaci6n; se limita todo lo mis a senalar que por razones comprensihles [que por lo ranto no pueden abstraerse de una situaci6n concreta hist6rica con la que la regla formal tiene rina interacci6n subrepticia), dererminado tip0 de aconrecimientos afavorecen otro ripo determinado. 1,as clases oprirnidas presentan naturalrnente una cierta afinidad por uno u otra tipo de creencia religinsa rational. Es comprensible humanamente quc ocurra asf e igualmenre comprensiblc que Ia regla tenga excepciones. Todo admire p,radaci6n, en mtis o rnenos, como siempre sucede en la histotia; las proposiciones que revisten el aSpeCT0 de una formulaci6n general se lirriitan de hecho a enunciar apasibilidades objetivas mhs s rnenos tipicas, s e g n 10s casos, o incluso m b o menos pr6ximas a una causalidad adecuada o a una acci6n ligeramente favorable,, ". En suma, Weber, esboza una red. de variables: un poder carismitic0 - d i c e , por ejernplo- puede mantenetse y convertirse e n hereditnrio, o p r el contrario, desaparecer a la muerte del jefe bienamado, por puro azar hist6rico. Por eso, no es sorprcndente que tales topoi constitu~anla parte menor de su ohra: no dariarnos una ides ,
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exacra dcl aspecto que presentan las abras d e Webet si no dijeramos que s6lo consrituyen, en su conjun~o,algunas trases dispersas a1 hilo de numcrosas piginas d e descripcion histGrica, y quc la finalidad de sus obras estriba mis bien en tales descripciones hist6rrcas que cn la enunciacron de ese t i p de conclusiones. E n realidad, pueden encontrarse formulaciones de ese gCnero e n todos ios historiadores, sobre todo sl adop;an un tono filos6fic0, y si se ha pensado que la obra d r Wrber era alga mas que una historia que no quiere w r denomlnada as:, no se debe a tales formulaciones. El hecho de que su obra no se asemeje a la historia en su versi6n tradicional se dcbe a tres factores: la ruptura con el conlintrum, ya que Weber busca sus recursos cn todos 10s terrenos, el tono desenvuelto de ese outrrdrr que desdefia lor hibitos profesionales y d csrilo tradicional que sirve para reconocer a 10s especialtstas de uno u otro period0 y, por lift~mo,el hecho de que el m k t d o comparative le lleva a plantear problemas en 10s que 10s especialistas nunca hubieran pensado. Par consiguiente, como escribe L. von Mises, la socioIogia de Weber es, en realidad, una historia que adopta una forma mis u i versa1 y sumaria. Para Weher, ]a sociologla no podia ser sino una hisruria de esre tipo, ya quc, a su juicio, las cosas dc 10s hombres no pueden obedecer a Ieyes universales y ilnicamente permiten formular julcios hist6ricos, a 10s que se negaba a llamar hist6ricos 5610 porque eran comparatives y no factuales. Tales juicios c o n s t i t u h para Weber la sociologia, la ciencia, porque no podia existir otra ciencia del hombre E n efecto, ya sabemos c u d fue la postura epist ~ m o l 6 ~ i cde a Weber, heredero de Dilthey y del historicismo en la ~ d i s p u t aacerca Je 10s rnCtodosn, en la que se enfrentaban 10s partidarios de Ja economia en cuanto reoria pura y 10s de la economia como disciplina histdrica y dexriptiva. Weber, para quicn la teoria econ6mica no constituh un conocimiento deductive, sino un tipo ideal d e la economia del capitalismo liberal, y para quien las ciencias humanas no se situaban en el mismo plano que las d e la naturdeza, podia tornar como ciencia del hombre su propia concepcicin arnplia de la historia, reservando el nombre de historia para la historia de acontecimientos. Desde hacc tres cuartos de siglo, ]as cosas se han aclarado un tanto, y actuaImente tendemos a considerar como historia Economio y Sacirdzd y Ln Ciudnd, tservando el nombre de ciencia para la teoria econ6mica, y de modo 6 para la praxologia ~natemgtica.
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De sobra es conocido el nombre de Foucault para necesitar lntgas introducciones. Mejor seri que pasemos inmediatarnente a dar ejemplos concretes de la aplicaci6n de su mCtodo para dernostrar su utiiidad prBctica y tratar de disipar Ias recelos que pueden sentirse hacia ese fiitrsofo: cabe, en efecto, pensnr que Foucault reifica una instancia que escapa a la acci6n hulnana y a la explicacilin hisrtirica, que hace prevalecer 10s cortes o Ias estructuras sobre Ia continuidad y la evoIuci6n, o que n c se interesa por el aspecta social de Ia historia.. . Ademis, el empIeo por Foucault de H pnlabra adiscurso, ha dado lugar a muchas confusiones'; hay que recordar, en primer lugar, que Foucault no es Lacan N un es~ecialistaen sem6ntica. sino uue usa la palabra adiscurso, en un serltido muy particular, que no es el de a10 que se dice*. El titulo mismo de una de su obras, Las polobras y las cosru, tiene un significado irdnico '. A
La culpa no es de los lextores. Lo Arqueologiu del Saber, e x libm torpc y genial en el que el auror ha tornado plena conciencia dc lo que hacia y ha llevado su reorfa a su descnlace 16gico (pig. 65: *En una palabra, lo que se quiere cs prescindir de las cosasr~;cJ. $8. 27 y lag autocriticas dc LA IIistoria de la Lmura y dcl Nacimienio de la Cllnica, pig. 64, n. 1, p&g. 74, n. I ) ,
fue escrito en plena fiebre estructuralista y li@istica. Adernds FoucauIt. como his~orindor, comcnz6 por cstudiar 10s discursos m&s que las prhcticas. o las prdcticas a trav& de 10s discurwx. La relaci6n del m 4 t d o de Foucaulr con la tingiilstica sigue siendo solamente parcial, accidentd o circuns rancial.
' la Arquedogia
def Saber, pdg. 66, dr. 6347.
Si disipamos esos errores, pmbablemente inevitables ', descubrimos, en ese pensamiento complejo, algo muy sencillo y muy nuevo gut no ~ u e d emenos d e colmar de satisfaccidn a1 histotiador, el cual: se cnconrrad en seguida en c a m p conocido: es lo que esperaba y iacia ya d e forma confusa. Foucault es el historiador completo, el final de Ja historia. Nadie pone en duda que ese fdBsofo es uno Je los mayores historiadores de nuestra 6 p a , pero tambiPn podria ser el autor d e la revoluci6n cientifica que persep'an todos 10s his:oriadores. Positivistas, nominalistas, pluralistas y enemigos de Ias ~ a i a b r a sacabadas en uisrnos, lo somos todos: CI es el primer0 que Io es deI t d o . Es el primer historiador totaimente positivists. Mi prirncra obligaci6n sera', p r tanto, hablat en calidad de h i s t e iiador m6s que de fildsofo..., g con motivo. La segtlnda y liltima 5eri la de hablar con ejernplos; elegirb uno del que deducirC :odes x i s rnzor~amientos,y que no es mio: sera la explicaci6n de la des.$.,:::irihn dc 10s combates d e gladiadores que descubri6 Georges Villc :".iwto p d r i lecrse en su gran obra p6stuma sobre esa insti. . ~.... .>.,.r :.la.
,:icidn inicial de Foucault no es la estructura, ni el corte,
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r::i.so: es la rarezn, en eI sentido latino de la palabra; 10s
:n~rnanosson raros, no estin instalados cn la plenitud d e la :.$;!:'::I. !lay un vacio a su alrededor debido a otros hechos que nuesrra sabiduria no incluye; porque lo que es podria ser distinto; 10s hechos humanos son arbitrarios, en el sentido que da Mauss a esa palabra. Yo son evidentes, aunquc asi lo parezcan a 10s contempordneos, e incluso a sus historiadores hasta el punto de que ni unos ni otros 10s pcrcihen siquiera. No sigamos pot ahora, y pasemos s 10s hechos. Es urla larga tlistoria la que, gracias a mi arnigo Georges ViIIe, vamos I escuchar ahora: la de la desaparici6n d e 10s combates de gladiadores. Esos combates h e r o n desapareciendo poco a poco, o mds bien par etapas, a lo largo de1 siglo IV de nuestra era, en el que reinaban Ins emperadores crisrianos.
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AdcmBs, aen h r Pulahrar y lax Coros, la ausencia de sbaIizamiento mednl6gico pudo hnccr pensilt en anelisis forrnulados e n t&mrnos de totalidad u1ruraI-n (Id Arqueolo~fadel Saber, pdg. 27). Incltlm 10s fil6solos pr6xinos Foucault ban pcnsado que su objecivo era csrablecer la exisrencia de una 3l.V~mecomljn s toda una +-a.
10s especthculos, que distracn a1 aIma de pensar iln~camcnteen su salvac16n; entre 10s espect6culos, el teatro les parecr6 siemprc, por sus rn61tiples indeccncias, m i s condenable que las luchas d e gladiadores. Mientras el placer de vcr cocrer la sangre encuentra en si mismo su mlminaci6n, el placer de Ins indecencias d e la escena indpce a 10s espectadores a Uevar despuCs una vida lasciva en la ciudad. ~ I L b r ique buscar entonces la expIicaci6n p r el lado del hurnanitarisrno que seria, rnis que cristiano, en buena parte humano, o pnr el lado d e la sab~durfapagana? Tampoco. El humanitarisrno no se da m8s que en una reducida minoria de personas con nervios frigilcs (en todas las ipocas, la muchedumbre se ha precipitad,. D '9s suplicios, y Nietzsche ha escrito frases propias de un pensador recluido en su torre d e marfil sobre el sano salvajismo de 10s pueblos fuertes); ese hurnanitarisrno 5e confunde con excesiva facilidad con un sentimiento algo diferente, la prudencia; en efccto, antes de adoptar con entusiasrno las luchas romanas dr gladiadores, 10s griegos empezaron por temer su crueldad, que podia acostumbrar a la poblaci6n a la violencia, corno nosotros tenemos miedo d e quc las escenas d e violencia de la televisi6n aumenten el indice de criminalidad. Esto no es exactarnente lo mismo que compadecerse de la suerte de 10s gladiadotes mismos. En cuanto a 10s sabios, tanto 10s paganos corno 10s cristianos estimnn que el sangriento especticulo de 10s combates mancilla el a l ~ n ade 10s cs~ectadores(dse es el autCntic0 significado de las famosisirnas condenas formuladas por Skneca y por San Agustin); pero no es lo mismo condenar las peliculas pornogrdicas porque son inrnorales y mancillan el a h a del priblico que hacerlo porque transforman en objetos a 10s sere5 hurnanos que las interpretan. Prcrrisarneate, 10s giadiadores tenian en la Antigiiedad el prestigio ambivalente de las estrellas d e peIfculas pornogrificas: cuando no fascir~abanen su calidad de estrelias de la arena, daban horror, porque esos valuntarios de la muerte lhdica eran a1 mismo tiempo asesinos, victirnas, candidates para el suicidio y fururos cadiveres ambulantes. Se les consideraba impuros por 10s mismos motivos que a las ptostitutas: unos y otras son focos d e infaci6n en las ciudada, es inmoral frecuentarlos porque son sucios, y hay que tratarlos a distancia, La r a 6 n es obvia: en la mayor parte d e la poblaci6n 10s gladiadores despertaban, como el verdugo, sentimiectos ambivalentes -atracci6n y pruder~te repulsi6n-; por una parte estaba d delcite de ver sufrir, la fascinaci6n de la muerre y el placer de ver cadiveres, y, por otra, la angustia de observar que, en el rednto mismo de la paz p~iblica,sc cometen asesinatos lcgales, y no de enemigos ni de ctiminales, ya que la sociedad organizada ya no defiende
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- - -Paul Vcyn,
era la ley de la selva. En muchas civilizaciones, ese miedo polltico :aleciri sobre la atracci6n: a tl se debe la desaparicidn de 10s .pr~cios r. humaoos; en Rorna, en cambio, prwaleci6 la atraccidn y stabfecid esa instiacidn de 10s gladiadores, linica en fa historia ersal; la rnezcla de horror y de atracd6n Ilev6 a la soluci6n de uar a esos mismos gladiadores que se vitoreaban como estrelIas cansiderarlos impuros como la sangre, el esperma y 10s cad& - ?so pernritia asistir a 10s corr~batesy a 10s suplidos de la :ton la mavor tranquilidad de conciencia: Ias escenas mds espanque tenian lugar en ella eran uno de 10s motivos favoriios de ~bjetnsde arten que dccoraban las casas de 10s particulares. ero lo mPs sorprendente no es esa falta inesperada de humanino, sin0 que esa inwencia en la crueldad fuera legitima, e induso y hasta organizada por 10s poderes piiblicos; el propio soberano, or J e la micdad organizada frente a1 estado de naturalma, era organizaba ctos asesinatos lridicos en paz pdblica y qnien, anfiteatro, 10s arbitraba y 10s presidia. I)e tal modo que 10s s de la corte, para halagar a1 soberano, lo felicitaban por el io de 10s suplicios que habia organizado para regocijo (voluptas, a ) de todos. No es, p r tanto, el horror. ni siquicra el legal, c crea ?I problems, porque, en otros siglos, Ia gente se preci1 a 10s autos de fe, con frecuencia presididos por reyes cris, sino el hecho de que ningirn pretext0 arnpare este horror p6Los autos de fe no se organizaban para la divej-si6n; si un cor1 halagador hubiera felicitado a1 rey de Espaiia o al de Francia aber procurado esa voluptas a sus sCbditos, habria atentado la majestad def rey y la dignidad de la justicia y de sus c a s esas cirmnstancias, Ia desaparici6n de 10s cornbates de glaes erl la epoca de 10s emperadores cristianos parece un misterio zrrable. tQu6 acaM con la arnbivalencia e hizo prevdecer el sobre la atracci6r1;l No pudieron ser ni la sabiduria pagana :rina cristiana, ni el hurnanitarismo. 2Ser6 que se h u m a n s o tianiz6 el poder politico? Pero 10s ernperadores cristianos no humanitatistas* profesionales, y sus ant-sores paganos no n absoluto inhumanos: prohibieron 10s sacrificios humanos a d i m s celtas ). carta~inescs,como 10s ingleses prohibieron la i6n dc las viudas en la India. El mismo Ner6n no era tan como sr:eIe creerse, y Vespasiano y Marco Aurelio no eran si fuc pox cristiarlislno por la que 10s emperador6 m'stimos n pradualrnente fin a 10s cornbates de gbdiadores, hicieron o demasiado poco: 10s cristianor no pretendian tanto, y dcscado subre todo la prohibicidn del teatro; y, sin embargo, I
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39 el teatro con todas sus indecencias se mantuvo como nunca, g llegarh a ser muy popular en Bizancio. &erP que la Roma pagana era una usociedad del especrLculow en la que el Poder daba circo y gIadiadores a1 pueblo por razones de alta politica? Esa tautoIogia alambicada no es una explicacidn, tanto mhs cuanto que la Roma cristiana y Bizancio tambiCn serian sodedades con especticdos pliblicos. Y , sin embargo, se impone una verdad incuestionable: no conseguimos imaginarnos a un ernperador bizantino o a un rey cristiano dando gladiadores a su pueblo. Desde el find de la Antigiiedad, el d e r ya no mata para divertir. Y can motivo: en el poder ptiblico es donde se ocutta ].a verdadera explicaci6n de 10s combates de gladiadores y de 5u supresibn, y no en el humanitarismo ni en la religibn. S610 que hay que buscarla en la parte sumergida del iceberg upoliticou, porque ahi es donde se ha producido un cambio que ha hecho impensables esos combates en Bizancio o en la Edad Media. Hay que apartarse de *Ian politica para observar una forma ram, un <
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na htlmana que puebla ese doninio, siempre- que no mate Ia lina dc 10s huevos de oro. De esa fai~nase diri, en tkrminos sati15. q ~ el c principc la hunde en la incuria politica; en tCrminos de ;ago, rluc ahace), fcliz a su pueblo; en tCrrninos neutros, que deja I p ~ ~ c l >scr l n t'eliz y poner cwida, si las estaciones le dan 10s ingre.rrcs; c n cualquier caso, no molcsra a sus stibditos, no pretende igarlos a la salvaci6n eterna ni conducirIos a ninguna gran em$2:
deja Actuar a las condiciones naturales, deja a sus sdbditos
)ajar, reproducirse y prosperar mbs o menos segljn la calidad de cosechas, lo mismo que un ithacendador que no fuerza a la natu2s. :
Queda entendido quc el propietario y ellos misn~osno son
qrle una especie natural que vivc en la propiedad.
Cr;bcn tarnbie'n otras pracricas como, por ejempIo, la de la agran c!ue pa mencionamos: dejarnos al lector quc complete el . i ) t t a s veces, ese objeto natural de iclos gobernados), no I ; ~ ~ l nhumana a ni una colectividad a la que se lleva de .-.wgrado lracia una tierra prornedda, sino una ctpoblacicinn , . . :. .it:r~c:e administrar, como un conservador del parrin~or~io ,.., . .. : :i::c regula y encauza las corrientes naturales de las aguas y :, ::i : l o : a , para que todo en la naturaleza marche ordenadarnente, I que 110 se rnarchite la flora; 61 no deja que la naturaleza siga :ur-,o: interviene, pero s61o para rnejorar eI estado de la naturao, p r decirlo de otra manera, actrja como el agente de tra'fico itencauzau Ia circulaci6n espontinea de 10s autom6viles para ar problemas, cumpliendo la tarea que se le ha atribuido. De modo, los autom6viIes puedcn ir scguros; eso es io que se llama Veffare Stare, y en 61 vivimos. ~QuC diferencia con el principe Antiguo RCgirnen que, de ver tra'nsito rodado en las carretetas, abria linlitsdo a imponer un derecho de peaje! Tampoco es todo ecto para rodos en la gesti6n de las corrientes, porque la esponidaJ na:uraI no puede dirigirse a voluntad: hay qlle interrurnpir corrienre de circulaci6n para dejar pasar otra transversal, de la que unos conductores, tal vez con mis prisa que otros, no an mis remedio que esprar a Ia luz verde del semdforo. qos haILamos ante uactitudes* rnuy diferentes hacia el objeto rat de alos pohernados*, v ante rnuchas formas'distintas de tratar ctivamenteu a 10s gobernados o, por decirlo de otra forma, ante {as aideolopias* difetentes de la relaci6n con 10s gobernados. rnos que hay rrluchas pricticas diferentes que objetivsn, una a poblacibn; otra a nna fauna; otra a un COICC~~VO, etc. Aparen:rite, 5610 es una nlesticin sernBntica, una modalidad de las coniones de vocabuJario; pero en realidad, en ese cambio de palase encierra una revolucidn cientifica: 1as apariencias se vuelven 'ir:.;;t'>
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del r e d s a1 rnodo de la manga de una prenda de vesrir y , de resultas de ello, 10s falsos problemas mueren por asfixia y el verdadero problema 'dse pone de rnanifieston. Apliquemos el mismo mitodo a 10s gladisdores; preguntirnonos en quC prictica politics se objetiva a las personas de farrna tal que, sl desean glad~adores,se les da con alegria, y en quC pract~ca es inimaginable que se les puedan dar. La respuesta es ficil. Supongarnos que somos responsables de Iln rebaiio en movimiento, que hernos aasurrrido), esa responsabilidad de pastores. NO sornos el propietario del rebafio: 61 se limitaria a rsquilarlo en su provecho y, por lo demis, abandonaria a 10s animales a su incuria natural; sornos nosotros 10s que debernos atender 4 la marcha del rebaiio, porque 6ste no esti en 10s pastizales, sino en la carretera; debemos irnpedir que se disperse, por su ptopio bien desde luegoicNo somos guias que conocen su rneta, que deciden conducit alli a 10s animaies y alli 10s IIevan: el rebaiio se desplaza por si solo 0, rnrjor dicho, ;u calrlino se desplaza por El, porque est6 en la carretera de la Historia: nosotros hemos de velar por la supervivencia del rebaiio a pesar de 10s peligras del camino, de 10s malos insrintos de 10s animales, de su debilrdad y de su pusilanimidad A golpes, si es rjecesario, que ies daremos nosotros mismos: se pega a 10s anirnales sin tener en cuenta su dignidad. Ese rebaiio es el pueblo roman0 y nosotros somos sus senadores; no sornos sus propietarios, porque Roma no fue nunca una propiedad territorial con uoa fauna humans: naci6 corno colectividad de hombres, como ciudad; nosotros hernos asurnido la direcci6n de ese rebaiio hurnano, porque sabemos mejor que 61 lo que necesita y, para cuniplir con nuestra misidn, llevaron a "lictores" p r delante que llevan "haces" de litigos para pegar a 10s animales que creen desvrden en el rebaiio o que se aparten de 61, Porque la soberania y 10s trabajos subalternos de policia no se disringuen p r ning6n grado de dignidad., itNuestra politica se reduce a mantener al r e b a ~ oen su camino hist6rico; en cuanto a lo d m i s , ya sabemos que 10s animaIes son animales. Procuramos no abandonar a demasiados anirnales hambrientos por el camino, porque eso disminuiria el rebaiio: les Jamos de comer si hace falra. TarnbiCn les damos el Circo y 10s gladiadores que tanto Ies gustan. Porque 10s animales no son rnorales ni inmoriles: son lo que son; no nos preocuparnos de negar ia sangre de 10s gladiadores a1 puebIo romano, en mayor medida que 10 que un pastor de un rebaiio de vacas o de ovejas se preocuparia de vigilar 10s coitos de sus animales para impedir uniones incestuosas. No sornos implacables rn6s que sobre un punto, que no es la moralidad de 10s anirnales, sin0 su enetgia: no queremos que el rcbafio se debilite,
porque seria su perdici6n. y la nuestra; por ejemplo, le negamos un e ~ ~ e c t i c u debditante, lo la "pantomima", que 10s modernos llamarian 6pera. Pero cons~deramos, coma Cicerdn y el senador P h o , que 10s cornbates de gladiadores son la rnejor escuela de endurecimicnto n o suportan ese para todos 10s espectadores. Desde luego, &nos especticulo y lo encuentran cruel; pero, instintivamente, nuesrra simpnria de pastores se dirlge a 10s anirnales duros, fuertes, insensibles: gracias a ellos aguanta el rebaiio. Por consiguiente, entre 10s dos polos def sentimiento ambivalente que suscitan las luchas de gladiadores no dudamos en dar la victoria a la atracci6n sadlra sobre la repuls16n atemorizada, y hacernos de las luchas de gladiadores un especticulo aprobado y organizado por el E s t a d o . ~ Esto es lo q l ~ ehabria podido d e d r un senador romano o un emperador d e la 6poca pagana. Claro que si lc hubiera uido hablar antes, habria escrito de otra manera mi voluminoso Libro sobre el pan y el Circo: a1 rev&. Pero volvamos a nuestro rebaiio. Si, en lupar de ovejas, nos hubieran confiado niiios, si nuestra prdctica hubicra objerivado a un pueblo nifio y nos hubiera objetivado a nosotros mismos corno reyes paternales, nuestra c o n d ~ c t ahabria sido cornpletamente distlnta: habriamos tenido consideraci6n por la sen5:btlidad de esc pobre p e b l o y dado la raz6n a1 rechazo atemor~zado de 1as luchas de gladiadores; nos habriamos compadecido de su terror ante la visi6n del asesinato inmotivado instalkdose en el reclnto de la paz pGblica. *La swta cristiana*, habriarnos d i d o afiadir, <
razones rnhs positivas, ma's hist6ricas y casi mas materialistas del mundo; por razones del misrno orden exactamente que las que explican cualquier acorlteoirnicl~to.Una de esas razones fue, en este caso, que en el siglo IV en que se hacen cristianos, 10s emperadores han dejado, por otra parte, de gobemar por medio de la clase senatorial; aclarcmos brevemente quc el Senado romano tenia poco parecido con nuestros Senados, Consejos y Asambleas; era alga de un tip0 que no conocernos: una Academia, pero de politica, un Conservatorio de las artes politicas. Para comprender la transformaci6n que represent6 gobernar sin el Senado, imaginese una literatura que hubiera estado sometidn siempre a una Academia y que, de repente, dejara de estarlo, o que la vida intclectual o cientifica moderna deje el apoyo y la tutela de la Universidad, El Senada tenia el mismo empefio en conservar a 10s gladiadores que la Academia de la lengua en conservar la ortografia, porque su inter& corporativo era ser conservadot. El emperador, despuks d e deshacerse del Senado, gobernando por medio d e un cuerpo d e simples Funcionarios, deja d e curnplir el papel d e jefe de 10s pastores del rebaiio: asume una de Ias funciones sacerdore, que corresponden a 10s verdaderos monarcas, la de etc6tera. Por ese misrno motivo se hace cris~iano.No es el cristia. nisrno el que ha hecho que 10s emperadores adoptaran una prictica paternal, ni quc prohibieran las luchas d e gladiadores, sino que el conjunto de la historia (arrinconamiento del Senado, nueva &ica de ese cuerpo que ya ha dejado dc ser un juguete -tema sobre el que no puedo extenderme aqui-, etc.) ha acarreado un cambio de prictLa politica, con dos consemencias gemelas: 10s emperadores se volvieron, naturalrnente, cristianos, por ser paternnles, y pusieron fin a las luchas d e gladiadores por esa misrna raz6n. El rnttodo es el siguiente: describir, de forma muy empirica, l o que hace u n emperador paternal, lo que hate un jefe guia, y no presupones- nuda mds; no p r e s u p n e r que hay un objetivo, un objeto, una causa material (10s eternos gobernados, la relaci6n de producci6n, el Estado eterno), un tipo de conducta (la politics, la despolitizaci6n). Juzgar a las personas por sus actos y eliminar 10s eternos fantasmas que suscita en nosotros el lenguaje. La pra'ctica no es una instancia misteriosa, un subsuelo d e la historia, ni un motor oculto: es lo que hacen Ias personas (corno lo indica la propia palabra). Si. cn cierto sentido, esti ccocultau y podemos llamarla provisionalmente la aparte oculta del icebergn, es simplemente porque le ocurre lo mismo que a casi todas nuestras conductas y a la historia universal: con frccuencia somos conscientes de eHas, per0 no podemos conceptualizarlas. Al iPaI que cuando hablo, sC, por lo general, que hablo, y no estoy en estado de hipnosis: en camlio, no paro mientes en la grarnhtica,
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clue- aplico mecinicamente; creo expresarme naturalmente, diciendo !o que procecie, sin tener presence qrle aplico reglas irnperativas. Asi-
rnismo, el gbOicrno qile da pan gratultamentc: a su rebsiio o le niega g!adiadores Cree que hace lo que debe Ilacer cualquier gobernante con respecto a sus gcbernados, por la naturaleza misina d e la polirica, no sabe quc si sc ~naiizarasu prhcrica, se observaria que se ajusra a una cierta grarnitira, que ronsticuyc una determinada politica, a! igud quuc cuando creemos hablar sin presupuestos para decir lo .11:r proccde y lo que se piensa no se roInpe rl silencio mLs que ' n Ilahlar un idioma determinado, el espaiiol o el latin. [cl~kara la gcnte par sus actos no es 10 mismo que hacerlo por ~c!cologias, ni en funci6n de grandes nociones eternas, como los ;':,crnados, el Estado, la Iibertad o la esencia de la politica, que i.,~ccrl tr~vialy anacrbnica la originalidad de las prfcticas sucesivas. SI, en efrccto, tengo 1s desgracia de decir afrente d ernperador estaban 10s ~ohcrtlacloru,cuando observe que a esos gobernados el emperatlor Ics ri;~ba pan p g!adiatlares, y me pregunte po; que', llcgar4 a !a conclusi6n de qrle era por una r a d n no nienos eterna: hacerse obedecer, d~s~olitizarlos, o hacerse querer por ellos. Solemos, en efecto, razonar en funci6n de un objetivo o a partir ' de una materia. Por ejemplo, he creido y he escrito, equivocadameme, que el pan y eI Circo tenian el objeto de establecer una re!aci6n entre p,obernados y gobernanres o respondfan al rero objetivo que planteaban 10s gobernados. Pero, si 10s gobernados son siempre I'0s. mismos, si tirnen 10s reflejos naturales de todos 10s gobernados, si riencn necesidad natural de pan o de Circo, o de que 10s despoliticen, o de sentirse amado por el Anlo, Cpor quP sdlo en Roma han recibido pan, Circo y arnor? Hay que invertir, por tanto, 10s t&rrninos dc la proporcihn: para que 10s gobernados s61o Sean percibidos por el Amo corno objetos que hay que despolitizar, darles amor, o llevar al Circo, es necesario que hayan sido objetivados como pueblorebaiio; para que el Amo haya sido percibido exclusivamente como alguien ohligado n hacerse popular entre su rebaiio, es necesario que hay3 sido objetivado como @fa, y no como rey padre o rey sacerdote. Esns obietivacinnes, necesariamente relacionada con determinada. prict ~ c apolitica. son las que explican el pan y el Circo, 10s cuales no se p d r i a n crplicar nunca si se parte de 10s gobernados eternos, d e 10s gobernantes eternos y de la relaci6n ererna de obediencia o de despolitizaci6n que 10s unr; porque esas llaves enrran en todas IJScertaduras, con unos Iimites ternporales tan concretos como el del pan v el Circo, a menos que se multipliquen Ias especificaciones, 10s accidentes histciricos v las influencias ideol6gica.s a costa de una enorme verborrea.
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h s objctos parecen determinar nuestra conducts, pero nuestra pricrica determ~naantes sus objetos. Es preferible, p r tanro, partir de esa prictica rnisma, de forma quc el o b j e ~ oa1 clue se apl~cano sea lo que es mis que por relaci6n a ella (como u n abeneficiario* lo es en la rnedlda en que lo hago beneficiarse d e algo, y que, si guio a alguien, se convierre en el guiado). La relac1611 determina el obleco, p s6Io rxlste lo determinado. El objeto del ugobernado>> es dernas~adovago, y no exlste; s61o existe un pueblo-rebafio, y luego un pueblo-niiio al que se rnima: es decir, simplernente, que cn una ipoca las prlcticas observahles eran guiar y, en otra, rnimar (asi como ser guiado s610 es una forma de decir que alguien nos esti p i a n do: en tanto no exista un guia no hay un guiado). El objeto na es sirlo consecuencia de la prlctica; no existe, antes de ella, un gobernado eta-110 a modo de blanco a1 que se acertaria o no y con respecto a1 cual quepa modificar el ingulo de tiro. El principc que trata a su pueblo como a un nifio no imagina siqulera qoe pudiera hacersc otra cosa: hace lo lbgico, dado que IPS cosas son como son. El gobernado ererno no es algo m8s que lo que se hace de 61, no existe fuera de la prictica que se Ie aplica, su existencia, de haberla, no se traduce por nada efectivo (el pueblo-rebaiio no tenia seguridad s e cial, y a nadie se le ocurri6 dirsela ni sentir remordimiento por no haccrlo). Una noci6n que no se traduce en nada rfectivo no es msis que una palabra. Esa palabra s6Io tiene existencia ideoI6gica o, mejor dicho, idealists. Considerernos, por ejemplo, a1 guia del rebaiio: da pan gratuitamenre a 10s animales que tiene a su cargo, porque su misi6n es hacer llegar a todo el rebaiio a su destino y no dejar demasiados cadiveres de animales muertos de harnbre detris de 61: el rebafio diezmado ya no podria defenderse contra 10s lobos. Esa es la prictlca real, que se desprende de 10s hechos (y en particular drl hecho sigu~ente:el pan gratuito no se dala a 10s esclavos miserables, sino s61o a 10s ciudadanos). Pero la ideologia interpretaba de forma imprecisa y generosa esa prhctica de cruel precisicjn: se exaltaba a1 Senado s roc lam an do que era el adr re del pueblo y que queria el bien de 10s gobernados. Pero el misrno t6pico ide016~ico se repite en pricticas muy diferentes: el soberano que se apodera & un lago con mucha pesca, que explnta en su provecho recaudando un impuesto, tarnbien se considera como un padre que hace felices a sus slibditos cuando, de hecho, 10s deja arreglirselas con la naturaleza y las estaciones, buenas o malas. Y tambiCn es bienhechor de sus sdbditos el conservador del patrirnonio natural que administra las corrientes naturales, no por 10s benefrcios fiscales que le pueda reporrar, sino por la buena administraci6n de la naturdcza misma,
cuyo mando ha tornado. Ernpezamos a comprendet qu6 es la ideolcs gia. un estllo irnpreciso y gcneroso, destinado a idealizar las prdcticas con el pretcrto de dexribirlas; un drapeado arnplio que disrmula 10s contornos cxtrafios y dlferentes de las pdcticas reales sucesivas. Pero, tde d6nde procede cada un3 de esas pricticas con sus conlornos inimitables? Pues de 10s camhios hist6ricos, simplcmente, de far mil transfornlaciones dc la realidad hstrjrica, e5 dcrit, del rcsto !e la hisroria, corno todo. Foucault no ha descubierto una nueva nsrancia llamada apra'ctica*, que fuera desconocida hasta entonces: "duema por ver la prdctic~dc lar gentes con~orr rcdmente; no 12b13 de nada dirtinto de lo que habla malquier hirtoriador, ei Iccir, de lo que hace la gente: lo dnico que hace cs Ilablar de ello on rrgor y describir sus perfiles isperas en lugar de hablar dc eUo n ["minos irnptecisos y gensrosos. No dice- rIle descvbierto upa specie de inconsciente de la hisroria, una insrancia preconceptual, in que llamo pta'ctica o discutso y que nos proprciona la vcdadera ~ p l i c a c i nde la historia. iAh, sl!, pcm, icdoro voy n explicar csa lstaocia misma y sus transformaciones?~. No: habla de lo mirmo ue riosotror, por ejemplo, de la conducta pdctica de un gobierno; i!o que nos la hace ver corn0 es de verdad, arrancando el drapeado. iada mis extniio que acusarle dc reducir nuestra historia a un -New intekctuaI, tan implacable como irresponsable. Sin embar), es fdcil cornprendet p o r qu6 nos resulta dilicil esa filosofia: no parere a la de Marx ni a la de Freud. La prictica no es una ins"cia (corn0 el EIlo freudiano) ni un primer motor (como las relames d t producci6n) y, por otra parte, no hay en Foucault ni ins7ciz ni primer motor (pern si hay, en cambio, una rnateria, como rernos mis adelante). Por ese motivo no hay demasiado inconve:rite en calificar provisionalmente a esta prktica de la aparte ]Ira del ~ceberg*,para decir que s61o se presenta a nuestra visidn nediata cubierta de ropajes ~~siado amplios y que es, en buena re, preconceptual. En efecto, la parte oculta de un iceberg no una inatancia distinta de la parte que emerge, es de hielo como >tra, per0 no es el motor que hace avanzar el iceberg; lo linico ocurrc es q u e esd par debajo de la IInea de visibilidad, y se lica de la misma manera que el resto de1 iceberg. Lo linico qse Foucaul~ a 10s historiadores es: rse p u d c seguir erpliirrdo listorla como se ha cxplicado siempre, per0 cuidado: si se mira nidamente, hrciendo abstraccib de 10s tdpicor, w adviertc que m i s q ~ explicar e de lo que re pcnsaba; hay formas extratias que pasado inadvertidas*. ihora b i n , si el historiador x ocupa, no ae lo quc hace la gente, de lo que dice, habrri de seguir el mismo m4tado; la palabra
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disrvrso nos vicne con la misrna inmediatez para designar lo quc se dice qut: la palabra nprlctica,, para designar lo que se hace. Foucault no revela ningGn discnrso misterioso, distinto del que todos ofmos: solo nos invita A observar exactamerlte lo que se dice, Y esa observaciOn demuestra que en el dmbito de b que se dice hay prejuicios, resistencla, salicntes y entrantes inesperados, de 10s que 10s hablantes no son conscientes cn absoluto, Dicho de otra forma, hay bajo el discurso consciente una gramitica, determinada por las pricticas y las gramiticas vecinas, que revela una observacicjn atenta clel discuso, si se quitan 10s amplios ropajes llamados Ciencia, Filosofia, etc. Asirnismo, el principe cree que gobierna, que reina; en realidad, adrninisrra corrier~tes,mima a niiios, o guia un rebafio. Se ve, pues, lo que no es el discurso; ni sembtica, ni ideologia, ni nada implicito. Lejos de invicarnos a juzgar las cosas a partir de las palabras, Foucault muestra, por el contrario, que las palabras nos engaiian, quc nos hacen creer en la existencia de cosas, de objetos naturales, gobernados o Esrado, cuando esas cosas no son sino consecuencia de las ~riicticasc~rres~ondientes, pues la semhtica es la mcarnaci6n de la ilusi6n idealisra. El discurso tampoco es ideologia; casi podria decirse que, por el contrario, es lo que se dice realmente, sin que la sepan 10s hablantes: 6 t o s creen hablar amplia y libremcnte cuando, sin saberlo, dicen cosas limitadas, sujetas a una gram6t1ca incongruente. En cambio, la ideologia es mucho ma's libre y amplia, y tiene motivo para scrlo: es racionditacirin, idealizacibn: es un amplio ropaje. El principe quiere y cree hacer todo lo que hace falta, dada la situaci6n; en realidad, se cornporta sin saberlo como duefio de un lago lleno de yeces, y la ideologia lo engrandece haciendo de 61 un Buen Pastor. Por arimo, el discurso o su grarnktica oculta no son nada implicitamente; no e s t b Mgicmente contenidos en lo que se dice o se hace, ni son su axioma o su presupuesto, p o r la simple raz6n de que lo que se dice o se hace tiene una gramitica de1 azar y no una gramitica 16gica, coherente, perfects. Son 10s amres de la historia, 10s salientes y entrantes de las ~ricticasprbximas y de sus transformaciones 10s que hacen que la grama'tica poIitica de una & p a consisra en mirnar n ~ o os en administrar corrientes: no es una R a d n que ediiique un sisterna coherente. La historia no es la utopia: las politkas no desarrollan sistemiticamente grandes principios (<
prcconceprual. El papel de Ia conscicncia n o es hacernos ver el mundo, sino perrnitir clue nos dirijamos a 61. Un rey no tiene por qu6 concebir lo que son 61 mismo y su prictica: basta con que existan; riene que rener conciencia de 10s acontecimientos que se producen :n s~ reino, y eso le bast3ri para comportarse con arreglo a lo que .s inccnscienremente. No tiene por qu6 saber conceptuaIrner~teque ,-'.,::rlr.;tracorrienrcs: 10 11;jrii de rodas forrnas; le hasta tener con. (-!c ser el rev. sin miis prrcisioncs. EI le6n no necesita t a m p '. q:~ces le6n para cornportarse corno tal; scjlo tiene que saber ,:xta' SLI pl-esa. . .;t;1 ct !e6n mismo es tan eviderlte que es le6n que lo ignora; I:, inisr;~omodo, el rey que mima a su Q el que administra )rricnres no snhen lo que son; por supuesto, tienm conscicncia dr 1 q u e hnccn, no firman decretos en cstadu de sonambulismo: tie:-n 12 , aun.lc, en rclidad, es a h s ( ~ t d o establecer esa distinci6n, ya que cuan'1 se observa un cornporramiento, se tiene por fuerza la mentali~d corrcspond;ente. Una \: otra cosa son inseparables y forman la alidird. corno el rener miedo y temblar, el alegrarse y reir a manbuls b:,ticnte; lar representaciones y 10s enunciados forman parte : la prictica, y Pse es el motivo de que no exista la ideologia, enos para el senor Hornais, cklebrc materialists: para producir ccn ia-lta mjquinas, hacen falta hombres, hace falta que csos homes tengan conciencia de lo que hacen y no estCn adormilados, hace ta q ~ i ese den cuenta dc ciertas reglas tCcnicas o socides y que lgan la mentalidad o la ideolagia adecuadas, y todo eso forrna una ictica. 1.0 ljnico que orutre es que no saben Io que es csa prica: aCae de su peso), para ellos, corno para d rey y el Ie6n, que snben lo que son. Ma's exactamenre, no saben siquiera que no sabcn (6se es el sende la expresicin ncaer de su peso*), igual que un autornovilista no r e do cucnfa de que no ue, si se pone a llover cuando con:e de noche, p r q u e , en ese caso, no s610 no ve mis all& del alce dc sus faros, sino que, ademis, ya no distingue cIaramente la .a terminal de la zona alumbrada, 'de forrna que ya no ve hasta de ve ni qile conduce dernasiado de prisa en relaci6n con un iturninado cuva amplitud ignora. Sin lugar a - d u d a s e s cosa osa, muy dipna de intrigar a un filbsofo, esa capacidad que tienen hombres para ignorar sus lineas, su rarem, para 110 ver que hay u alrededor de ellos, para creerse siempre instalados en ia plenide la raz6n. Tal vez sea tx el significado de la idea d e Nietzsche tque no mc precio de comprender a ese pensador dificil) dc la conciencia &lo es reactiva. El rcy descmpeiia, por nvoluntad 8
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de poder,,, el oficio
de rey: acti~allzalas virtualidades de su Ppoca
h!st6rica, que le marcan con una linea de puntos la prictlca de guiar
( a1 rebario o, si desaparece el Senado, de mirnar a su ~ u e b l o :para 4 eso cae de su peso, y ni siquiera sospecha que tiene algo que
1 ver con elln, crcyendo que son ias cosas ias que le dicran dia a dia
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su comportamiento, sin sospechar siquiera que ]as cosas podrian ser de otra manera. Ip,nora su propia voluntad d e poder, que ~ e r c i b e cosificada en objetos naturales, y 5610 tiene corlcicncia d e su reacciones; es d e a r , que sabe lo que hace cuando reacciona ante 10s acontecirnienios adoptando decisiones, prro no sabe que esas drcisiones concretas estin en funci6n de una determined9 prsctica real, de la rnisrna lorma que el le6n declde corno tal le6n. Para Foucault, el mitodo consiste, pot tanto, en comprender que las cosas no son m6s que objerivaciones d e pra'cticas determinadas, cuyas dcrerrninaciones hag que poner de man~fiesto,va que la corlrlencla no Ias concibe. Esa operacidn de poner d e manifiesto, como culminaci6n dc un esfuerzo de visidn, constituye una experiencia original, e incluso atracriva, a lo quc podriamos llarnar con cierto ironia ararefacci6ns. El product0 de esa operacibn intelectual es absrracto, y no es de extraiiar: no es una imagen en que se vean reyes, camperinoh y rnonnmentor, ni rampoco un esrereotipo a] que nuestra conciencia esti tan acosturnbrada que ya no percibe su abstraccibn. Pero lo mis r-ractetistico es el instante e n que se produce la carefaccicin; no es algo que tome forma, sino, por el contrario, una espccie de ruptura, U n nlornento arites, no habia nada, slno una gran cosa plana que casi no se veia, por ser tan evidenre, y que se llarnaba ael, Poder o eel,, Estado; nosotros intenthbarnos hacer COherente un trozo d e historia donde ese gran nlicleo transldcido desempeiiaba un papel subalterno, junto a 10s nombres comunes y las conjuncione~;pcro no funcinnaba, alga no cuadraba y 10s falsos problernas verbales, del tjpo de la aidmlogia* o las nrelaciones de producci6n*, planteaban a su vez grandes dificultades, De repente, nos adarnos cuentau de que todos 10s ~roblernasse debian a1 gran n6cleo, con su falsa naturalidad, de que habia que dejar d e creer que fuera evidente y reducirlo a la condici6n cornlin, hacerlo hist6rico. Y entonces, en el IuRar que ocupaba esa gran evidencia, aparece un extrafio y pequeiio objeto ccdc tpocas, raro, estrafalario y nunca visto. A( verlo, no podemos menos de dedicar un instante a suspirar melanc6licamente por la condicidn humana, por 10s pobres seres inconscienres y absurdos que somos, por Ias racionalizaciones que nos inventamos y cuyo objeto parece hurlesco.
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Paul Vcync
En lo q u e dura esc suspiro, el fragmento de historia se ha ordenado solo, han huido 10s falsos problemas y las juntas encajan todas; y, sobre todo, el fragmento parcce haberse dado la vuelta corno un calcetin: hace un rato Crarnos como Blaise Pascal, asiamos con fuena 10s dos cabos rle la cadena hist6rica (la econornia y Ia sociedad, lo3 gobernantes y 10s gobernddos, 10s intereses y las ideclogias) Y en el medio era donde e m ~ e t a b a n10s fallos: ccorno hacer que encajaran todos esos elementos? Ahora, lo raro seria que no enc a j a r a n la aforma adecuadan esti en medio y va acercindose ripidamenre a los extremos del cuadro. En efecto, desde que hemos hecho hi~t6riconuestro faIso objeto natural, ya no es objeto mis que para una prdctica que lo objetiva. Viene primero la prictica con el obreco que ella misma se da, y esa prictica es p r naturalaa una entidad unitaria: la infraestructura y la superestrucmra, el i n t e r 6 y la idealogfa, etc., ya no son mis que camicerias inlitiles, efectuadas sobre una prdctica que funcionaba muy bien tal y como era y que vuelve a funcionar muy bien, harta el punto de que 10s ma'rgenes del cuadro se hacen inteligibles a partir de ello. Entonces, {por quk ranto ernpeiio en partirla en dos? Porque no veiarnos otra forma de salir de la falsa situaci6n en que nos habiamos metido; porque habiarnos a s ~ d oel problema por sus dos extrernos y no por e1 centro, como dice Deleuze. La falsedad consisria en considerar el o b jete de la prdctlca como un objeto natural, conocido, siempre el misn o , casi material: la colectividad, el Estado, la vena de l o a ~ r a . Esc objcto x nos daba primero (corno conviene a la materia), y la prictica reaccionaba: uaceptaba el reto*, conslruia sobre esa infraestrnctr~ca. No sabiamos que cada practica, como la hace ser la totalidad de la historia, engendra el objeto que le corresponde, igual cjue el peral da peras y el manzano manzanas; no hay objetos naturales, no hay cosas. Las cosas, 10s objetos no son mis que el fruto de las prictlcas. La ilusi6n del objeto natural (alos gobernados en la h~storia,,) disimula el caricter heterogineo d e las pricticas (mimar niiios no es lo mismo que administrat corrie~~tes); de ahi proccden totIos 10s falios de las explicaciones duaiistas, y tarnbien la Jusi6n dc una aelecci6n razonable*. Esa 6ltima 1lusi6n existe, como se v e r i mn's adelante, bajo dos formas que apenas se parecen a primera vista. %Lahistoria de la sexualidad es la de una lucha eterna entre el desco Y la represi6n*, &a es la prirnera; y la segunda: *El sefior Foucault estB en contra de todo, considera iguales el espantaso supIicio de Darniens y el encarcelarniento, como s i no se pudiera aflrmar ratonablernente una preferencia,>. Nuestro autor cs demasiado positivists para apoyar csa doble ilusi6n.
En efecto, alos gobernados~no son ni una entidad h i c a ni mmilriple, a1 igual que *la represi6n~( o rsus distlitas formasr*) o sel Estado,, (o asus farmas en la historian), por la sencih raz6n de que no existen: ~610existen rnfiltiples objetivaciones (apoblaci6nu, ctfsunan, asujetos dc derechorr) que corresponden a prscticas heterogbneas. Hay numerosas objetivaciones, y eso es todo: la relaci6n de esa multiplic~dadde prLticas con una unidad no se plantea rnis que si se intenta darles una unidad que no existe; un reloj de oro, una corteza de lim6n y un rnapache rarnbikn son una rnultiplicidad y no parecen resentirse p r no tener origen, objeto o principio cornunes. %lo la ilusi6n del obieto natural crea una vaga sensacidn de unidad; cuando la visi6n se vuelvc borrosa, se tiene Ia impresi6n d e que todo se parcce; fauna, poblaci6n y sujetos de dcrecho parecen lo mismo, es decir, gobernados: se pierde de vista la multiplicidad de las prhcticas, que es la pane sumergida dei iceberg. For supuesto, n o hay en elIo inconsciente, represibn, astucia ideol6gica ni politica del. avestniz, sino solarnente la eterna ilusi6n tele016~ica, la Idea del bier^: todo lo que hacemos habria de dirigirse hacia un blanco ideal. 'I'odo gira alrededor de esa paradoja, que es la tesis central de Foucault, y la rnss original: lo que re ha hecho, el objeto, se explica por lo que ha sido el 6acef en cada momento de la historia; es equivocada la idea que tenemos de que el Aaccr, la pra'ctica, se exylica a partir dc lo que se ha hecho. Mostremos primero, d e forma un p o demasiado abstracts, c6mo depende todo de esa tesis central, g luego harernos lo posible por ver clara. Todos nuestros males se deben a la ilusi6n pot la cual acosificarnos, las objetivaciones en un objeto natural: confundimos el resultado con la meta, tomamos eI lugar al que va a dar un pro~ectil por un blanco a1 que hemos apuntado intcncionadamente. En v a Je asir el problema par su verdadero centro, que es la prsctica, partirnos del extremo, que es el objeto, de f a m a que las prdcticas sucesivas parecen reacciones ante un mismo objeto, amaterialn 0 racionat, que preexistiria. Ahi empiezan 10s falsos problemas dualistas, y los racinnalisrnos. Como se toma Ia prdctica par una respuesta a slgo existente, nos encontramos con dos trozos de cadena que no conseguimos volver a soldar: la prLctica es respuesta a una dificultad, desde luego, pero la misma dificiultvd no provoca siempre la misma respnesta; la infraestn~cturadetermina la superestructura, sin duda, per0 la superestmctura reacciona a su vez, y asi sucesivamente.. A falta be otra cosa, acabamos uniendo 10s dos extremos de la cadena con un trozo de cuerda liamado idealogfa. Pero hav algo rnis grave. Tomarnos 10s puntos de impact0 dc las practicas sucesivas por objetos prcexistentes a 10s que apuntdbamos, por blancos. La
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I ~ u ro a el Bien PGblico a la largo de la listoria ]>an constimido, de d~srintaforma, el blanco de sociedades sucesivas, cuyas uactitudcsn no eran las mismas, y por consiguiente, esas sociedades han alcan~adoel blanco en purltos distinros. Pero no importa: podemos conservar nuesrro oprimismo y nuestro racionalismo, ya que esas ~lr;icriras,por diferenrcs que parezcan (0, mejar d ~ c h o ,por desiguaICS que hayan b~doen un rnismo esfuerzo), no dejaban de tener una rarbn, o saber, el blanco, que no cambia (s6lo cambia la aactirudn del rirador). Si somos sumarnente optimistas, corno ya no lo es nadie desdc hace un siglo largo, llegaremos a :a condusi6n de que la hunianidad progresa y se acerca a la meta cada vez m&. Si nuestro oprimismo 5610 es indulgencia retrospectiva y no esperanza, diremos qur 10s hornhres van agotando poco a poco, a lo largo de su historia, Ia totalldad de la verdad, que cada sociedad consigue parte de la rneta y actualiza una potencialidad de la corldici6n humana. Pcro, en la rnnyoria dc 10s casos, sornos optirnistas a pcsar nuest r a salurnos myy bien que la indulgencia pocas veces es oportuna q u c Ias sociedadcs s6lo son lo que son hist6ricamente; por ejern$0, szbemos que cada sociedad tjenc su lista propia de lo que Ilamarnos 10s cometidos del Ltado: unas quieren gladiadores y otras seplridad social; sabernos que las distintas civilizaciones tienen sactirudesn diversas con respecto a la ~cIocr~ra,.En suma, creemos a la vexr que ninpin EstaJo se parece a otro, pero que el Estado es el ' * ~ d o .0 , mejor dicho, no creernos en ese Estado rnis que de palarn efecro. nos hernos hecho cautos, y ya no se nos ocurriria 1 ilna rclaci6n cornpleta o ideal de los comeridos deJ Estado. ; lasiado sabernos que Ja historia es ma's inventiva que nosatros ; 7,) excluin~osque a l h n dia se considere a1 Estado responsable de I-s penas de arnores. Evitamos, por tanto, harer una relaci6n te6rica y nos atenernos a un catilogo ernpirico y abierto, uregistrando>>10s cometidos que se han esigido a1 Estado hasta ahora. En resumen, el E s t d o con sus tareas no es para nosotros ma's que una palabra, y la fe oprimista que tenemos en ese objeto natural no debe ser muy sincera, puesto que no a c ~ a A . pesar de todo, la palabra sigue haciendonos rreer en una cosa llamada Estado, Por mucho que separnos que ese Estado no es un objeto que podriamos investigar te6ricarnenre con antelaci6n o cuya evoluci6n nos permitiria hacer su descubrimiento progresivo, no dejarnos dc centrarnos en PI, en v n de intenrar descubrir bajo las aguas la prictica de la cuaI 61 es la mera proveccicin. Esto no quiere decir en absoluto que nuestra equivocaci6n sea crecr en el Estado, cuando no existjrian rn8s que Estados: nuestra equivocaa6n es creer en el Estado o en 10s Estados y no estudiar las
pricticas que proyectan 1as objetivaciones que tomamos p r 'el Estado o por distintas rnodalidades del Estado. A lo largo del proceso surgen como explosiones pra'cticas politicas diferentes, unas que se proyectan hacia la seguridad social y otcas hacia 10s cornbates de gladiadores; pero nosotros tornamos ese campo, en el que estallan en todas las direcciones ar~efactosdiferentes, por una espccic de concurso de tiro. En consecuencia, nos preocupa sobre manera la exagerada dispersi6n de 10s irnpuestos sobre el supuesto blanco; es lo que se llama el problerna de lo Uno y de lo M6ltiple: cc;Estin tap dispersas 10s irnpactos! Uno va a dar a 10s gladiadores y otro en la seguridad social. A parrir de semejante dispersibn, tseremos capaces alghn dia de determinar la posici6n exacta del blanco a1 que apunthbarnos? tY estarnos siquicra seguros de que todos 10s disparos apuntaran a ese rnismo blanco? iAy, quC dilicil es el problerna de lo M6ltiple; tal vcz sca insoluble!>>.Desde luego, puesto que no exisrc: desaparece cuando se dejan de tornar determinaciones exrrinsecas por modalidades del Estado; desaparece cuando se deja de creer en la existencia de ese blanco que es el objeto natural. Sustittiyarnos esa filosofia del objeto tornado como fin o como causa, por una filosofia de la relaci6n y tomemos el problema por su centro, por la phctica o el discurso. Esa priccica lanza la5 objetivaciones que le corresponden y se asienta sobre las realidades del mornento, es decir, sobre Ias objetivaciones de las pra'cticas pr6ximas. 0, mejor dicho, llena activamente el vacio que dejan esas pricticas, actualiza las potencialidades que cstrin prefiguradas en hueco; si las pra'cticas pr6ximas se transforman, si los lirnites de 10s huecos se desplazan, si el Senado desaparece y la nueva ktica de cuerpo forma un saliente, la prictica actualizarA esas nuevas ~otencialidades y ya no set8 la misrna. No es, por tanto, por una conviccjtjn propia 0 por algljn capricho por lo que el emperador se convierte, de guia del rebaiio, en padre de un pueblo-niiio; en una palabra, no es por idlogia. Esa actualizaci6n (el vccabulario escolistico resulta muy c 6 m e do) es lo que San Agustin llamaba amor, haciendo de 61 una teleole gia; a1 igual que Espinosa, Deleuze no hace nada de eso, y la llama deseo, palabra que ha dado lugar a graciosos equfvocos entre 10s anuevos fiI6sofos~(Deleuze lo propicia). Ese deseo es lo miis obvio de1 rnundo, y por eso no se percibe: es la consecuencia de la cosificacibn; pasearse es un deseo, como mimar a un pueblo-niiio, v tambibn dorrnir o rnorir. El deseo es el hecho de que 10s mecanismus funcionen. de sue las disposiciones cumplan su cometido, de que las porencialidades. entre ellas la de dormir. se realicen en va de no realizarse; cctoda disposicidn expresa v abriga un deseo constmyendo
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cl plan que 10 l ~ a c eposible* (Deleuze-Pamct, Dialogue$, pdg, 115). L'arnor che rnuove 11 sole c i'oftre stelie. Si, por el azat del nacimrento, nace un nino en la alcoba del rey, y es heredero del trono, .e ! n r ~ r e s a r iautomiricarnente por su oficio de rey, no lo dejaria r nada drl rnur~doo, rnejor dicho, no se plantear5 siquiera Ia prev::ta de si tiene ganas d e ser rey: lo es, y punto; eso es el deseo. '.into necesita el hombre ser rey? Vana pregunta: ei hombre tiene L..M avoluntad de poder),, d e acrualizacibn, que es indeterminado. i i o anhela la felicidad, ni tiene una lista de necesidades determina
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palabras. la noci6n de deseo significa quc no hay naturaleza humma, o m6s bien que esa naturdna es una forma sin otro contenido aparre del hisr6rico. Quicrr: decir tarnbiin que la oposici6n entre individuo y sociedad constiruye iln falsu problcrna; si se concibc a1 hdividuo y a la socicdad mmo dos realidades exrcriores cnrre si, cabri pensar que la una es a u s a de la otra, ya que la causalidad supone cxterioridad. Per0 si sc ticnc en cuenta q11c 10 quc s r llamo socicdad implica yo Ia participaci6n cn ella dc los individuos, dcsaparccc cl pmblema: In aredidad objetivaa social entrafia el hecho de que 10s individuos se interesan por ella y la hacen funcionar; o, si w prefiere, las Gnicas pntencialidadcs que un individuo puede hacer realidad son Iar que estin ya prefigursdas en el enrorno y que el individuo acrualiza por d hecho de inrcresarse por etlas; el individuo Uena los huecos que la asociedad, (es decir, 10s demas o 10s colectivos) dibujan en relieve. El capitdista no consr~tr~iria una urealidnd objetivaw si no encarnara una mentalidad capitalisra que lo hace funcianar, sin la m a 1 ni siquiera existiria. Par lo tanto, la nociln de deseo qrlicre decir tambiCn que carece de senrido la oposiciln material-ideal, infraa-siructura-suyec~'~tructura. La idea de causa cficicnte por oposici6n n la dc artualizaci6n es ulra idea dualists, cs decir, tramochada. En srl interesante estudio sobrc la nocidn de personalidad de base en Kardiner, Claudc Lefort dernuesrra claramente las aporias a las que conduce la idea de que el individun y la socicdad son dos realidades distintas, a las que une una reIaci6n causd ( L e s Formes de Itbirrorre, Gallimard, 1978, pks. 67 y sig.). ~ P o rquC entoraces Uarnar - d e w * a1 hecho de que las personas se interesm por la armonizaciones ~miblesy las hagan tuncionar? Porque, a mi parecer, la afcctividad cs Ia seiial dc nuestra panicipaci6n interesada en las m a s : el dcseo ec ad conjunto de 10s afectos que x transforman y c i r d m en una dispsid6n simbi6tica caraaerizada par el funcionamiento conjunto Je sus panes hetcr6genase (DeleuzeParnct. Dido~ucs,phg. 85); este deseo, como la cupidita~nstl Espinosa, es cl ~ r i n c i p i ode todos 10s dcn& afectos. La afectividad, d cuerpo, sabe mks s o brc eUo que la condencia. El rey crce vcr pacer a su rebafio porque el hecho se !c Impone, a] ser las cosas mmo son; su conciencia cree percibit un mundo coslflcado; 5610 su afectividad demuestra que ese mundo solameote sc act~ializa porque el rcy 10 acnraliza: cs decir, p r q u e sc inrcresa por A. Evidenremente, las vrsunas pueden tarnblh no intercsarse por una ucosas, pero entonces dicha cosa no exisre objetivamente; pot csa razdn, el capitalismo n o llega a exisrir en los p d x s d d Tcrccr Mundo de mentadidad feudal. La a p r d n urn&
nunca pasan'a nada. En efecco, tquC existencia fmtasmd seria la de una potencialidad sin realizar, de una virtualidad ccen estado salvaje*? 2QuP seria ccrnaterialmente~l a locura, de no ser por una ; prdctica que la convierts en tal? Nadie se dice: aAsi que soy hijo de emperador y ya no hay Senado; pero dejcmos esto y preguntd monos m i s bien ccirno debcmos trarar a 10s gobernadores, para lo cual una creencia, la ideologia crisciana, me parece convenienteu; pero uno se encucntra siendo rey-padre sin haber tenido siquiera tiempo h pmsarlo; sc rr rey-padre y, por s r d o , re obra en cansecuencia, udada la siruaci6n ex-isterlte>>. Actualizaci6n y causalidad son dos cosas distintas, y por eso no hay ideologia ni creencia, La creencia en el carhcter paternal del p der reaI o en la ideologfa del Welfare State no pueden actuar sobre las condencias e irlfluir asi en la prktica puesto que, por el contrario, es la prictica misrna 13 que objetiva a1 rey-padre en lugar de al rey-sacerdote o a1 guia; al pueblo niiio en lugar J e a1 pueblo al que hay que salvar o a1 rebaiio; ahora bien, un soberano que aes* rey-padre y se encuentra crobjetivamenten ante un puebleniiio no ' puede no saber lo que es €1 y lo que es su pueblo: tiene ]as ideas o fa mentalidad d e su situaci6n uobjetivan, porque las personas, sobre su prhctica, son mis o menos conscientes de lo que hacen. Su prhctica, reforzada en su caso por la conciencia que de ella tienen las personas, llena el hueco que dejan las pdcticas pr6ximas y se explira, por mnsiguiente, a partir de Crras; no e r su conciencia la que explka su prktica y 1s que, a su vez, se ex~licariapor condiciones pr6ximas o corno ideologia, crecncia, o supersrici6n. uNo hace falta pasar par la instancia d e una conciencia individual o colectiva para entender el lugar d e articuIaci6n de una prktica y d e una teoria; no hace falta buscar en q d medida esa conciencia puede, por una parte, expresar condiciones mudas y, por otra, mostrarse sensible a verdades tebricas; no hay por qut plantearse el ~roblernapsi~ d 6 ~ i cdeo una coma de conciencia, {LIArchtoiogie du Savoir, pC gina 254). La nocidn de ideologia no es sin0 una confusi6n nacida de dos operaciones completamenre inlitiles: un despiece y una trividizaciijn. En nombre del materialismo, se separan la prhctica y la con! ciencia; en nombre del objeto natural, ya no se ve concretamente un rey-padre, o una adrninistraci6n de corrientes, sino, mds trivial1! I nlentc, el sernpiterno g o k r n a n t e o el sernpiterno gobernado. A par; tir de ahi, nos vernas obligados a extraer de la ideologia toda la
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quina deseante~ que aparcce a1 prinripio dcl Antiedip0 es muy espinaiana (nunlomoton upperens).
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Paul Veync
dc las tiansforrnaciones. El conjunto de la historia ha susrituido un bihelot extraiio, el pueblwrebaiio, por otro bibelot tambiCn extraiio pero dlferente, el pueblo-nifio; ese caleidoscopio no se parece demasiado a las figuras suceslvas de una evoluci6n dialictica, no se ex?:ica por un progreso de la conciencia, ni tampocu por una deca(!encia, ni pot la lucha de dos princip~os,el de Deseo y el d e Repres16n: rada bibelot debe su forrna cxtraiia al espaciu que le han dcjado las prlcticas contempordneas entre las que se ha moldeado. Las perfiles de arnbos b~belotsno tienen nada en mmlin: no se trata be j:~rgos de consrrucci6n, con mds p i c a s uno que otro, mBs libertadcs v menus represi61-1. 1.a sexualrdad antigua, por ejemplo, no rra ni rn6s ni rnenos represiva erl sus origenes que la de 10s cristia?.', :r:mclue se b;lsaba en otro principio, que no era el de la nor. " c!c la reproducibn, sino el de la actividad frente a la pasi;.,or ranto, consideraba de forma distinta la hornofilia s e g h . . .15, accprando la homosexualidad rnasculina activa, y conde, ! a pasiv:l, asi como la hornofilia femenina, e incluyendo en la o,:nli.-na la bhsqueda heterosexual del placer fernenino. Cuando Foucault parece colwnr en el mismo plano el espantoso suplicio de Damiens y las cLrceles, njds humanas, d e 10s fildntropos del siglo XIX, no pretende que, si se nos diera a elegir un siglo para revivir, no tuviCramos nuestras preferencias, ya que cadn Cpoca tiene atractivos y riesgos tan diferentcs como desiguales se&n 10s p s t o s personales de cada uno; se limita a recordar cuatro verdades: que esa sucesicin de heterogeneidades no traza un vector de progreso; que cl motor del caleidoscopio no es la r a d n , el deseo ni la conciencia; que, para hacer una elecci6n rational, habria, no que preferir, sin0 que p d e r comparar y, por tanto, sumar ( ~ s e & qu& Indice d e conversi6ni)) 10s airactivos y 1as desventajas, heterogb~eosy medidos en nuestra esrala subjetiva de valores; y, sobre todo, que no hay que elaborar racionalismos racionalbadores ni disimular lo heterogPneo bsjo las cusificacioncs; por r w n e s d e prudencia, no hay que comparar dos icebergs sin tener en cuenta Ia parte oculta d e uno de ellos a1 cvaluar las preferencias, ni hay tampoco que falsear la apreciacibn de lo posible manteniendo que alas casas son lo que son)>, porque, precisamente, no hay cosas: no hay ma's yue priicticas. Tal es la clave de esa nueva rnetodologia de la historia, y no el ~ ~ d i s c u r s oni~ >10s cortes episternol6gicos, que han llamado mhs la atr11ci6n del p6blico; Ia Icrura s61o existe como objeto en y pot una prictica, pero esa rnisrna prictica no es la locura. Esa idea ha hecho p n e r el grito en el cielo; sin embargo, la idea de que la lwura n o existe es pura y simplemente positivists: la de una I ~ r en a si es 1a que es puramente mctdisica, aunque
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L6mo re escrihr la hisroria
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sea familiar a1 sentido comun. Y, sin embargo ... Si dijera que alguien que come carnc hurnana la come de manera muy real, es evidente que lendria raz6n; pero tambikn tendria razGn a1 afir~narque ese comedor sdlo serd canibal para un cootexto cultural, para una yra'ctica que avaloran, objetiva ese modo d e nurrici6n encontr-dndolo birbaro o, por el contraria, sagrado, y, en cualquier caso, haciendo algo de 61; en prdcticas pr6ximas, por otra parle, el mismo coinedor n o se objetivard corno canibal: tiene dos brazos y una capacidad de trnbajo, tiene un rey, y se le objetiva como miembro del pueblo nifio o como aninral del rebafio. MZs adelanre nos omparernos de ese tip0 de problemas, que hizo ya furor en 10s circulos parisinos de la orilla izquierda del Sena all6 por el siglo XIV. El dar ese paso decisivo, la negaci6n del objeto natural, & su estatura filos6fica a la obra de Foucault, en la medida en yue yo pueda ser juez en esa materia. Una frase como alas actitudes con respecto a lor locos han variado consicierablernente a lo largo de la historia, es metafisica; es verbal representarse urla lmura que aexistiria materialmenren fuera de una forrna que la informe como locura; todo lo mis existen m e llculas nerviosas dispuestas de cierta manera, frases o gesros de 10s que un obsewador procedente de Sirio comprobaria que son difercntes dc 10s de otros seres humanos, a su v a distintos entre si. Pero 10 que existe aquf no es nada mds que formas naturales, trayectorias en el espacio, estructuras rnoleculares o bebaviour: son ma~eriude una locura que no existe atin en esa fase. En resumidas cuentas, lo que ofrece resistencia en esa pol6mica es quc, con demasiada frecuencia, creyendo discutir sobre el problema de la existencia material o formal de la locura, se piensa en otro problema, miis cornprornctido: {se tiene razdn a1 informar como Jocura la materia d e locura, o deberi renunciarse a un racionalisrno de la salud mental? Decir que la l w r a no existe, no es afirmar que 10s locos son vfctimas de un prejuicio, ni tampoco ncgarlo: el sentido de la proposici6n es diferente; no afirma ni niega tarnpoco que hubiera que excluir a 10s locos, ni que la locura exista porque la produce la sociedad, ni que sea rnodificada su positividad por la actitud de las distintas sociedades hacia ella, ni que las distintas sociedades hayan conceptuaIizado la locura de formas muy diversas; la proposici6n no niepa tampoco que la l m l r a tenga una materia brhoviourirla y tal vez otg8nica. Pero. aun cuando la locura tuviera esa materia, sep i r i a sin ser locura. Un sillar no se convierte en piedra angular o en tizBn rnBs que en el momento en que m p a su lugar en una estructura. La nepaci6n de la locura no se sit~iaen el plano de las actitudes ante el objeto, sin0 en el de su objetivaci6n; no significa
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Paul Vcyric
qile no haya rngs loco que aquel al que se considera loco, sin0 que en U R plan0 q u c no es el de la conciencia, es necesaria cierta prictics para que hava un solo objeto, *el locon, para juzgarlo en conciencia o para quc la s c ~ i e d a dpueda avolver loco^. Negar la objerividnd de la locura es cuestibn de distancjanliento hist6rico g no dc aalxrtura a 10s demis,,; la modificaci6n de la forma de tratat y de jJcnsar a 10s locos es una cosa y la desaparid6n dc la objetivaciOr~ eel ~ C K Oes~ otra, que no depende de nuestra intencidn por re\~olucionaria que sea, sino que supone evidentemenre una metamorfosis de Ins pdcticas en mya escala la palabra crrevoluci6n, se reduce a un intcnro desvaido. Los animales no tienen m& existencia que 10s locos, Y sc 10s puede tratar bien o mal; pero para que el animal c~npiccea ~ e r d c rsu objetivaci6n, hacen falta por lo menos las p d c ticas de un iglri de esquimales, durante e1 largo suefio invernal, en la simbiosis d e !os hombres y 10s perros que mezclan su calor. Pero en veinticinco siglos d e historia las snciedades han objetivado de forrnan tan distintas c1 fenlimeno llamado dementia, locura o sinrazbn, que no tcnemos derecho a presupner que detrds de ella se ocrilra u n objero natural, p eslB ma's que fundado el dudar d e la racioniilidad d e la salud mental. Bor otra parte, es mliy cierto que la sociedad pu+de volver loco y sin duda tenemos ejemplos de eHo: per" la frase @lalocura no existerr no se refiere a ese t i p d e casos. A pesar de lo que se repite o insinfia, esa frase de fil6sof0, cuyo sentido habrian comprendido instantdneamence Jos maestros parisinos del sigh xrv 6 , no traduce las opciones n i las obsesiones de su autor. -
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ciemplo, el mncstro Escoto, auror del rratado Re rerum prinripio, arr. I, schol. 4: aEs prcriso saber al efccto que la materia es en acto pero que no es cl acto de nada (moteria P S I in actu, zed nulliur esl ncfus); la rnareria es en aclo porque es alga mis bieu que nada (ezt poddarn in acru, a// c 9 r i res yuoedum cxkro nihil), una rcalizaci6n de Dios, una creaci6n acabaJa. Sin embargo, no es el acto de nada, aunqnc s610 sea porque sirve d e fund a m e n t ~a todas las acrr~alizacionesw Icn les Opera de Duns hcoro. edici6n Wadding, vol. 111, pig. 38 B). A c a b d c traducir en tCrnbinas escotistas, por pura diversi6n, lo que tal vez sea el problern:~fandamcntal dc la historia -filomfia seg6n Foucault-: si sc trascicnde la problcmdtica del ma:erialisrno marxista a la que se atienen muchos historiadorcs Is; bicn un fil6sofo suficientemenre formado no podria, a rncnos dc sue s t trace dc una sconviccidnn, tomarlo en serio durance mucho ricrnw), serh prcciw negar la rcaiidad rranshistdrica dc 10s objetos naturaIcs, clcjando nr, ohsrante a esos objetos la suficienrc realidad objctiva para que siwn sicnrlo ohictos de explicaci6n y no fantasmas rubjetivos que snlamcnrc rc pucdan dcscrihir; cs prcciso quc 10s objetos naruralcs no cltistan y que la historia siga sicndo una rcalidad cxplicable. Para Duns Escoto, por lo tanto, la marcria no cs ni un cr~tede raz5n ni una rcalidad fisicamcnte separable. Para Foucauit (qilc lcv6 a Nietzsche cn 1954-1955 si no me faUa la memoria), una primera forma de resolvcr el problcma fuc la fenornenologfa: para Husserl las ~ 1 1 1 -('11,
Si un lector deduce triunfalrnente de todo esro que la locura si existe, salvo taI vez en el reino de la especulaci6n, y que siempre lo habia creido asi, es asunto suyo. Para Foucault, conlo para Duns Scoto, la materia de la locura (behaviorrr, microbiolngia nerviosa) existe realmente, pero no como locura; no cstar loco m i s que rnaterialmente, cs precisamcnte no estarlo todavia. Hace falta que un hombre sea objetivado corno loco para que e1 refercnte prediscursivo aparezca retrospecrivarnente corno materia dc In locrtra; en efecto, i p o r qu6 el behouiour y las ct!lulas nerviosas, y no Ias huellas digitales? Seria, pues, equivocado acusar a ese pensador, que Cree que la materia es en acto, de ser un idealista (en el sentido vulgar de la palabra). Cuando he enseiiado a Foucault estas piginas, me dijo m6s o menos: sPersonalrnence, no he escrito nunca la Iocurn no exisfc, pero se puede escribir; en efecto, para la fenomenologia, la locura existe, pero n o es una cosa; por el contrario, es preciso decir que la locura no existe, pero que no por ello deja de ser alpop. Tncluso puede decirse que no existe nada en la historia, puesto que en ella todo depende de todo, como se veri, es decir que las casas s61o tienen existencia material: una existencis sin rostro aGn no objetivado. Por ejernplo, el que la sexualidad sea prictica y <
C6mo se escribe la historia
habria provocado a lo largo de 10s siglos respuestas variables. Unas diferencias rnolecularcs no son la locura, como tarnpoco lo son las d c Ias hucllas cligitalcs; unas diferencias d e comportamiento y de razonarniento no lo son mis que nuestras diferencias de escritura o de opin~ones.L o que, entre nosotros, es materia de la locura serB mareria de algo completarnente diferente en otra prictica. Puesto que !a locura no cs objeto natural, no se puede dixutir <
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rostro hjst6r1cu concrcto en el que crtemos reconocer lo qoe se Uarna, con expresi6n a m b i p a , ciencia hist6rica o religi6n; pero, en otra ipoca, ser6 otro rostro rnuy diferente cl que se formati en el mismo punto, y, a la Inversa, en otro punto se forrnari un rostro vagamente semcjante a1 anterior. Ese es el sentido de la negacion de 10s objeros naturales: no h3y, a lo largo del tiempo, evoluci6n o modificaci6n de u n mismo objeto quc ocupe siernpre el nlisnio lugar. CaIe~doscopio y no sem~llero.Foucault no afirma: aPor mi parte, prefiero lo discontinuo, 10s tortes,, sino: ~Desconfiadde las talsas continuidadew. Un falso objeto natural como la reIigi6n o una religi6n determinada reune elementos muy diferentes (ritualismo, libros sagados, seguridad, emociones diversas, etc.) que, en otras ipocas, se resuelven en pricticas muy diferentes y son objetivados por eIIas bajo rosuos muy distintos. Como diria Deleuze, n o existen irboles: s6lo exisren rizomas. Ca~lsecuenciasscci~ndarias:ni funcionalismo ni institudonalismo. La historia es un d c ~ a ~ n p a dyo no un c a m p d e tiro; a lo largo d e los siglos, la institucibn de la circel no rcspondia a una funci6n que hays que cumplir y sus transformaciones no se explican por 10s dxitos o fracasos d e esa funci6n. Ilay que partir del punro de vista global, es decir, d e las pricticas sucesivas ya que, seghn las ipocas, la mlsma insr1tuci6n desempefia funciones diferentes y a la invcrsa; adrmis, la funci6n s61o existe en virtud d e una prictica, y no es la prBctica la que responde a1 adesafio,, de la funci6n (la funci6n apan y circou s61o existe en la prictica * g u m el rebaiio,, y por ella; no hay una funci6n eterna de redistribucihn ni d e despolitizaci6n a lo largo de 10s siglos). Por consiguicnte, la oposici6n diacronia-sincronia, ginesis-estructura, es un £also ~ r o b l e m a .La genesis no e s nada mds que la actualizaci6n de uria estructura (Deleuze, DijfPrence et Ripitition, piginas 237-238); para que se pudiera contraponer la estructura <(medicina,, a su lenta genesis, seria necesario que hubiera continuidad, q u e <(la, rnedicina hubiera crecido como un Brbol milenario. La g4n e s ~ sno va de t6rmino a tirmino; no existen origenes o, como se dice, pocas veces son hermosos. La medicina del sigIo xrx no se explica a partir de H i p h a t e s y siguiendo el curso del tiempo, que no existe; se ha producido un movirniento del ca1eidoscopio y no la contirmaci6rl de un Jesarrollo; no exisre <(la>>medicina a lo largo de 10s tiernpos 5610 ha habido estructuras sucesivas (la medicina d e la ipoca de Moliere, la clinica...), cada una d e ellas con su genesis, que se explica en parte por las tras~sformacionesde la estmctura m d i c a anterior y en parte, rnuy probablemente, por las transformaciones del resto del mundo, ya que, t p o r qu4 habria de explicarse
enteramente una estructura por la exrructura anterior? ~ P o rqu6, por el conrrario, habria de serle cornpletarnente ajcna? Una vez rnis, nucsrro autur elirnina las ficciones metafisicas y 10s falsos problemas, c - m ~ obuen positivista. Es curioso que se haya tornado a veces por . * I iijisra a cste enernigo de los Brholes. Foucault es un historiador :: lodo cs hist6rico. la historia es entcramente explicable y hay rrprirnir rudos Ios rcirm,~,. No ~ x i s ~ een n historia sino consteIaciones individuales o incluso ::i.gulares y cada una de ellas es enteramente explicable con 10s meJim de qoe se dispone. sin recurrir a las ciencias humanas? Gomo toda prictica y todo discurso tienen sus puntos de sujeci6n y sus objetivaciones, parece dificil hablar d e unas y de otros sin tener nociones, por ejemplo, de lingiiistica o de econornia, si se trata de puntos de sujeci6n econ6rnicos o lingiiisticos; Csa es una cuesti6n de la que no habla mucho Foucault, porque en cierco mod0 se sobreentiende, porque no Cree demasiado en ella, o porque no es eso lo clue le interesa. Es posible que a1 afirmar todo esto me ciegue el amor propio, ya que he mantenido en mi lecri6n inaugural que la historia debia escrihirse con ayuda d e las ciencias humanas e in?plicaba invariantes. Una vez confesado esto, me parece que el prublmia que inreress a Foucault es el siguiente: aun cuando la historia fuera susceptible d e explicaci6n cientifica, <SF' situaria esa ciencia en el plano de nuestros racionaIismos? ~ S e r i nlo mismo 10s invariantes d e !a cxplicaddn hist6rica que 10s objetos *naturales)>? Ese es, imagino, el verdadcro me0110 d e la cuesti6n para Foucault. Poco le importa que 10s inevitables invariantes se organicen, a1 menos en aIgunos lugares, en un sistema de verdades cienrfficas, que no se pueda ir mas all; de una simple tipologia de coyunturas histdricas, o que las invariantes se reduzcan a proposiciones formales, a una antropologia filos6fica, como la del libro IIT de Espinosa, o de la Genealogia de la rnorul: 10 importante es qrie las ciencias humanas, si es que debe haber ciencia, na pueden ser una racionalizaci6n de lus objetos naturales, un saber para altos dipIomados; suponen, ante todo, un anilisis hist6rico de ese objeto, es decir, una genealogia, una actualizaci6n de la prictica o del discurso. DespuPs de la intervenci6n del historiador, (son organiabies 10s invariantes en un sistema hipotitic~deductivo?Esa es una cuesri6n de hecho myo inter& es secundario: Ia dencia no remite a una actividad constjtuycnte del espiritu, a una concordancia entre eI ser y el pensamicnto, a una Razlin, sino, mAs modestamcnte, al hecho de que, en algunos sectores, resulta que 10s rnovimientos del caleidoscopio, del reparto d e naipes, d e la combinatoria d c Ias copunturas, forrnan sisternas relativammte aislados, una especie de servomeca-
nisrnos que, en calidad de tales, se repiten; eso mismo sucede con frecuencia con 10s fen6menos fisicos; en cuanto a si sucede lo mismo tambiin con Ia historia humana, a1 menos en algur~oslugares, es un problcrna interesante pero limitado por partida doble. Consiste en preguntarse c6mo son Ios fen6rnerlos,'y no cuiles so11 ]as ex~gencias de la Raz6n; no p e d e de ninguna forma llegar a desvaIorizar la erplicaci61i hisr6rica por no ser cientifica. La ciencia no es la forma superior def conocimienco: se aplica a umodelos d e serie*, mientras que Ia explicaci6n hist6rica se ocupa, caso por caso, de aprocotiposn; por la naturaleza de los fenbmenos, la primera tiene por invariantes modelos formales; la segunda, verdades a h m L forrnales. Aunque sea enteramente coyuntural, la segunda n o tiene menos rigor que la prirnera. Positivismo obiiga. Desde luego, el positivismo no es mis que un programa rdativo y... negativo: siempre se es el positivista para alguien, cuyas racionalizaciones se niegan; despuis d e diminar las ficciones metafisicas, hay que reconstruir un saber positive. El analisis hist6rico empieza por sentar que no hay Estado, ni siquiera Estado rornano, sino s610 correlatos (rebafio que guiar, corriente que administrar), priaicas con fechas determinadas, cada una de las males, en su tiernpo, parecia sobreentenderse y ser la politica misma. Pero, como no existe rnis que lo determinado, el historiador no explica la p l f tica misma, sino precisamente el rebaiio, las corrientes y otras dererminaciones, porquc no existen ni Ia politica, ni e! Estado ni el Poder . Pero entonces, lc6rllu explicar sin recurrir a instancias o invariantes? De ser as;, la explicaci6n seria sustituida por la intuicihn (no se explica el color azul, se cornprueba su existencia) o por la ilusi6n de la comprensi6n. Desde luego; pero la exigencia formal de las invariantes no prejuzga el nivel en que se encuentren esas invariantes; si bien la explicaci6n descubre en historia subsisremas relativamente aisIables (un determinado proceso econ6mic0, determinada estructura de qrganizacidn], se limitari a aplicarles un modelo o , cuando rnenos, a referirles a un principio ( d a s puertas tienen que estar necesariamente abiertas o cerradas; la suma algebraica d e 10s elementos de un mecanisrno de seguridad international ha de ser cero con independencia de que 10s interesados lo sepan o no; sino lo han sabido o han preferido otro fin, eso explica lo que les ha sucedidos). Si, por eI contrario, el acontecimiento hist6rico es enteramente coyuntural, la besqueda d e la invariante no se detendri antes de Ilegar a proposiciones antrop016~icas. Pero esas mismas proposiciones antropol15gicas son formales y s610 la historia les da contenido: no existe verdad transhistdrica
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Paul vqlle
concreta, de c;lr;icrer humano material, de retorno de algo reprirnido. Porque la idea de una naturdeza reprimida s610 tiene sentido en cf caso de un individuo que haya tenido su propia historia; en el casv de las socirdades, lo reprimido de una Epoca es en realidad la prdrrica diferente de otra Cpoca y el posible rerorno de lo .pretendid:tmcnte reprimido constiruye m realidad la gPnesis de una nueva prictica. Foucault no es el Marcuse francis. Hemos hablado antes del horror qur inspiraba a 10s romanos el mismo gladiador que a la vez consideraban personaje importance; ese horror, que no bast6 para que se ~rohibieran10s combates de gladiadores antes del Bajo Imperio, (no era en reajidad un miedo reprimido a1 asesinato en situaci6n de pa7. civil? iSeria ese miedo a1 asesinato una exigencia transhisr6rica de la naturaIeza hurnana que 10s gobernantes de todas Ias epocas han de tener en cuenta porque, si se le cierra la puerta, entra por la venrana? No, porque, en primer lugar, no estaba reprimido, sino rnodificado p r la reacrividad (esa reactividad de la que se habla en la G c ~ r u l o g i ade La moral: he aqui una instancia invarianre de contenido filos6fico); era repugnancia farisaica ante ese prosritulo de la muerte que era el gladiador. Ademis, ese supuesto miedo transhistcirico a1 asesinato no es en absoluto transhistdrico: es ma:erial, concreto, y puarda relaci6n con una prdctica gubernamental deterrninada; es cl n~iedoa ver morir a un ciudadano inocente, en el recinto de la paz civica, lo que implica cierto discurso politico-cultural, cierta prictica de Ia Ciudad. Ese supuesto miedo natural no puede enundarse en reminos puramente forrnafes, ni siquiera en un truismo; no existe forrnalmente; no es el rniedo a la muerte ni a1 asesinato (porque admite la rnuerre del criminal). Para Foucault, el interis de la historia no reside en la elaboraci6n de invariantes, ya Sean filosdficas o se organicen en ciencias humanas, sino en el empleo de las invariantes, cualesquiera que Pstas sean, pa12 disolver 10s racionalismos que reaparecen sin cesar. La historia es una genealogia nietzscheana. Por ese motivo, se Cree que la hisroria s e g h Foucault es filosofia (lo cud no es ni verdadero ni faJso); estg rnuy lejos, en cualquier caso, de la vocaci6n ernpirisra que se atribuye tradicionalmente a Ia historia. aNadie entre aqui si no es o sc hace filhofo., Historia escrita con palabras abstractas y no con una sernantica de la kpoca, alin cargada de color local; historia que parece encontrar en todas partes *analogias parciaics, esbzar tiplogias, puesto que una historia escrita con una - $.I .'...:,. paIabras abstractas presenta menos diversidad pintoresca que '3.
anecddtico. historia humoristica o ir6nica disudve las aparienciai, lo ::echo que se tomara n Foucault por un relativista (sverdad
',sic ,-
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CAmo sc cscribe la historia
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hace mil afios, mentira hoy,); es una historia que niegn 10s objetos naturales y afirrna el caleido~co~io, por la que se ha tornado a nuestro autor por un esckptico, No es ni lo uno ni lo otro. Un relativista estima que 10s hombres, a lo largo de 10s siglos, han pensado cosas distintas del mismo objeto: aSobre el Hombre, sobre lo Bello, unos han ensa ado una cosa y , en otra kpoca, otrvs han pensado otra; jvaya usted a saber lo que es c i c r t o ! ~Esto, para nuestro autor, son ganas de sufrir por nada, porque precisamente la cuesti6n que se debate no es la misma en una Cpoca u otra; y, sobre el aspect0 que resulta ser propio de cada tpoca, la verdad es perfectamente explicable y no tiene nada de vaguedad indeterminada. Apostariamos que Foucault suscribiria la frase de quc la humanidad s61o se propone aquellas tareas que puede resolver ': en todo momento, las prsicticas de la humanidad son Ias que decermina el conjunto de la historia de forma que, en todo mornento, la hurnanidad se adapta a sf misma, lo qur no es demasiado halagador para ella. La negaci6n del objeto natural tampoco lleva a1 escepticismo; nadie pone en duda que 10s cohetes dirigidos hacia Marte gracias a 10s cilculos de Newton llegucn a su objetivo con toda seguridad; Foucault tampoco duda, a mi juicio, de tener raz6n. Recuerda simplemente que 10s objetos de una ciencia y Ia noci6n rnisma de ciencia no son verdades eternas. Y , desde luego, el Hombre es un falso objeto: esto no significa que las ciencias humanas Sean imposibles, sin0 que tienen que cambiar de objeto, aventura que han vividn tambitn las ciencias fisicas. En rcalidad, no estl ahi cl proliema: si no me equivoco, la noci6n de verdad se ha alterado parque, frente a las verdades, a 10s conocirnientos cientificos, la verdad filosdfica ha sido sustituida por la historia; toda ciencia era provisional y la filosofia lo sabia muy bien; toda ciencia es provisional y el ana'lisis histhrico lo demuestra constantemente. Un andisis similar, el de Ia clinica, el de la sexualidad moderna y el del Poder en Roma, es muy cxacto 0, por b menos, puede serln. Lo que, en cambio, no puede ser una verdad es el saber acerca de la esencia de #la,> sexualidad y a e l ~poder, y ello no porque no sg puede alcanzar la verdad sobre esos grandes objetos, sino porque no cabe verdad ni error, ya que tales objetos no existen: los drboles no creccn en 10s caleidacopios. Otra cosa es que 10s hombres crean que crecen, que se les haga ueer, e
' Nieczsche, Ld Gayu Cienciu, n~jmero196: aS6lo se camprenden aquellos problemas a 10s quc se pucdc encanttar respuesta., Man dice que la humanidsd $610 resuelve 10s problcmas que se plantea, y Nietzxhe que 5610 se plantca 10s problemns que puede resolver. Cf. Foucault. Ld Arquedogb del Saber, pdg. 61; Deleure, Difference el Ri!pPtilian, pdg. 205.
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por ello. Pero en lo que ataiie a la sexualidad, a1
-'o:: r , al Estado, a la locura y a muchas otras cosas, no p d r i a disc - 1 la vcrdad nl el error, puesto que en realldad no existen:
hnber verdad nl error sobre la d~gestibny la reproduccidn : t1:to. I~>C!Ornomento, este mundo es lo que es: el que sus prdcricas ::a3 Sean rarar, que haya vacio alrededor de ellos, no quiere Z c c f i que en torno suyo exista la verdad, de la que no se hayan posesionado rodavia 10s hombres. Las figuras futuras del caleidoscopio no son ni mis verdaderas ni m i falsas que las anreriores. No hay en Foucault ningljn reprirnido ni retorno de lo reprirnido, no hay nada no dicho que llarne a la puerta; alas posirividades que he intentado establecer no deben entenderse como un conjunto dc determinaciones que se imponen desde fuera a1 pensarniento de 10s indiv~duoso que habitan en ellos de antemano; constituyen rnis bien el conjunto de las condiciones s ~ & nlas males se ejerce una pdctica: se trata rnenos de 10s limites inlpuesros a Ia iniciativa de 10s individuos que del campo en que Csta se articula~(L'Archiologie du Savoir, p6g. 272). La conciencia no puede rebelarse contra las condiciones de la historia, puesto que no es constituyente, sino constituida: desde luego, se rebela constantemente, rechaza a 10s gladiadores y descubre o inventa aI Pobre: esas rebeliones son la instabci6n de una nueva prictica y no una irmpci6n dc lo absaluto. uQue haya enrarecimiento no quiere decir que por debajo de 10s discursos o rna's all5 de ellos reine un gran discurso ilimitado, continuo p silencioso que se encontraria re~rirnidoo inhibido por e!los y a1 que tendriarnos que elevar devolvi~ndolepor fin la palabra. NO hay que inlaginar, a1 tecorrer el mundo, algo no dicho o no pensado, que habria que articular y pensar por fin*. (L'Ordre du discours, pisins 54). Foucault no es ni un Malebranche inconsciente, ni el Lacan de la ]>Istoria. HablarC clam: no cs un hurnanista, porque, 2qui es u n hunianista? Un hombre que cree en la seminrica ... Y el adis. curso* seria m6s bien su negaci6n. Pues, ;no! El lenguaje no revela lo real, y algunos marxistas deberkn saberlo mejor que nadie y mantener en su lugar la historia de Ias palabras. No, el lenguaje no nace sobre un fondo de silencio: nace sobre el fondo de1 discurso. Un hurnanista interroga a Ios textos y a las gentes en el plano de lo que diccn, o mejor alin no sospecha siquiera que pueda existir otro plano. La iilosofia de Foucault no es una filosofia del ad is cur so^, s i n o una filosofia de la relacidn, porque ctrelaci6ns es el nombre de 10 que se dcsigna como uestructuta,. En vez de un mundo formado de
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C6mo se escribe In historis
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sujetos, o bien de objetos o de su dialictica, de un mundo en que la conciencia conoce a sus objetos de anremano, tiende hacia ellos o es eLla misrna lo que 10s objetos hacen de ella, tenemos un mundo don& la relacidn es previa: son Ias estructuras las que dan rostros objetivos a la mareria. En ese mundo, no se juega a1 ajedrez con figuras eternas (el rey, el did): Ias figuras son lo que las configuraciones sucesivas del tablero hacen de ellas. Asi, ahabria que intentar esrudiar el poder, no a partir de 10s terminos primitives de la relaci6n (sujeto de derecho, Estado, ley, soberano, etc.), sino a partir de la relacibn misrna, puesto que es ella la que determina a 10s elementos a 10s que se refiere; mis que preguntar a slibditos ideales lo que han podido ceder de ellos mismos o de sus +ere5 para dajarse convertir en scbditos, hay que invesrigar de q d forma la5 relaciones de semidumbre pueden crear slibditos~(Annuoire du College de France, 1976, pPg. 3 6 1 ) . Si alguien ontologiza el Poder u otra cosa, no es el fiI6sofo de la relaci6n, sino aquellos que no dejan de hablar del Estado para bendecirle, maldecirle, o definirle cccicntificamenten, siendo asi que el Estado es el simple correlate de determinada pra'ctica de fecha rnuy concreta. La locura no existe: s61o existe su relacibn con el resto del mundo. Si se quiere saber en q u i se traduce una filosofia de la relaci611, hay que verla aplica'ndose a un problema celebre, el del enriquecimiento del pasado y de sus obras en funci6n de las interpretaciones que les darh el futuro a lo largo de 10s siglos; en una cClebre piigina de La Pensee c t le Mouvanr, Bergson estudia esa aparente acci6n del futuro sobre el pasado8; hablando de la noci6n de prerromanticisrno, escribe: asi no hubieran existido un Rousseau, un Chateaubriand, un Vigny, un Hugo, no s610 no hubidramos podido percibir nunca rornanticisrno en 10s dhicos del pasado, sino que no lo hubiera habido, puesto quc ese romanticismo de Ios cldsicos no se hace realidad sin0 desgajando de sus obras un aspect0 determinado, y la forma concreta que adopca ese perfil no exiscia en la literatura clasica antes de la aparici6n del romanticismo, de la rnisrna forma que no existe en la nube que pasa d gracioso dibujo que en ella percibe el artista, que arricula esa masa amorfa se&n su fantasia*. Esa paradoja se llama hoy paradoja de las ctlecturlsw mfiltiples de una misma obra. Ahi radica todo el problema de la relacidn y, sobre todo, el de lo individual.
La idca bcrgsoniana dc que el futuro c n r i q u ~ cd pasado sparem tambikn en Nietzschc. Lo Girya Gencia, nrirn. 94 (~Crecimicntopfistumo). V. tamb i h Opinions ef sentences (Hutnano dernaiudo humtino, XI), nGmm 216; Wiile rur Macb, n h . 974.
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hibaiz escribiab que el viajero a1 que, estando en la India, se le muere sin que &I lo sepa Ia esposa que habia perrnanecido en Europa, no deja pot ello de sufrir un verdadero cambio: se convierte e n viudo. Desde Iuego, user viudo* no es n i s que una relaci6n (el misnn viajero puede ser a la vez viudo respecto de su difunta esposa, padre respecto de su hijo e hijo respecto de su padre); pero la relaci6ri reside en el individuo que la soporta (omne praedicutum inest sublecto): tener una xefaci6n dc viudedad es ser viudo. Se objetari que hay que optar por una de estas dos cosas: o bicn esa determinaci6n Ie vienc ai rnarido dcl excerior, a1 igual que el recorte prerromintico no es, para algunas, sin0 una interpretacibn desde ei exterior de Ias obras clisicas, ajena a ellas, y, en e x caso, la verdad de vn texto seri lo que se diga de 6l y el individuo, padre, hijo, e s p s o y viudo, es 10 que el resto del mundo hace de 61; o bien la relaci6n es intema y surge del individuo mismo: desde el p h c i p i o de 10s tiempos esraba insaito en la m6nada del viajero que seria viudo y Dios podia leer en esa m6nada su futura viudez (lo que supone, claro esta', que, por armonfa preestablecida, la m6nada con que se ha casada el viajero muera por su parre en eI momento conveniente, corno dos relojes bien ajustados sefialan a la v a la rnisma hora fatal); en e5e caso, todo lo que se diga de un texto seri verdad. En d primer caso, nada sera verdad respecto de una entidad individual, sea viajero u obra; en el segundo cam, todo es verdad, y d texto, hinchado hasta explotar, conticne de antemano las interpretaciones m6s contradictorias. Es lo que Russell llama el problema de las relaciones externas y Ins relaciones internas lo. De hecho, es el problerna de la individualidad. t N o tiene una obra mis alcance que el que se le da? (Tiene todos Ios alcances que pueden descubrirse en d a ? (Y q u t pasa con el alcance que le daba el principal intcresado, el autor? Para que se plantee el problema, tiene que existir la obra, erigida como un monumento; tiene que set una entidad individual de pIeno derecho, con su propio sentido, con su alcance: s61o entonces podremas extraiiarnos de que esa obra a la que no falta nada, ni el texto (impreso o rnanuscrito), ni el sentido, sea susceptible ademis de recibir en el futuro nuevos sentidos, o contenga tal vez ya t d o s 10s d e m k sentidos irnaginables. Pero, l y si no existiera la obra? ( Y si su sentido le viniera dado 6nicamente pot rdaci6n? {Y si el alcance que podria-
' Leibnitz, i"hi[osophische .Tchnl~en,vol. VIII, pAg. 129, Gerhsrdt. cir. por Y . &lava], laibnitz crrriqrre dt Descarfes, pig. 112. 'O Russcil, Principles oJ Mafhcmatics, par. 214216; J . Paricnte. Le L n g o g e er l'individvel, Armand Colin, 1973, p4g. 139.
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mos considerar como autknticamente suyo fuera simplemente el alcance que tenia por rclaci6n a su autor o a la dpoca en que se escribib? tY si, de forrna eniloga, 10s alcances futuros fueran no un enriquecimiento de la obra, sino otros alcances, diferentes y no contradictorios?
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zarse en esa morada. Y hay que reconocer que la sutileza de Ls descripciones fenornenol6gicas susci~ala admiraci6n. Pero, curiosamenre, 10s marxistas tienen la misma creencia en el objeto (y la misrna creencia en la conciencia; la ideologia acrda sobre lo real por intermedio de la conciencia d e 10s agentes). La explicaci6n parte de un objeto determinado, las relaciones de producci6n, y se dirige s 10s demis objetos, No vamos a recordar por centksima vez las incongruencias a que lleva esa teoria: que en ninglin caso un objeto histdrico, un acontecimiento, como las reIaciones de producci6n, puede cxplicar uen dtirna instancias, o ser un primer motor, puesto que es a su vez un acontecimiento condici* nado; si el, empleo deI molino de agua ha dado origen a la semidumbre, hay que preguntarse entonces por qu6 razones hist6ricas se ha ernpleado ese molino en vez de atenerse a la rutina, d e forma que nuescro primer motor deja de serlo. No puede h a k r ningin cconiecirnieato en tiltima insrancia; la expresi6n encierra una con:rn::iccirjn en 10s tCrminos, lo que cxplicaban 10s escolfisticos a su , ,.,.-,, . . .. ,. diciendo que un primer motor no puede tener potencia: si KC a1 orden de lo potencial antes de existir, si es aconted;. ie hacen Falta causas para realizarse y ya no constituye una i ~ s ~ a n c i aHagamos . caso omiso de las disquisiciones subsiC.! .~ . .i::s, . , que no suscitan la adrniracidn: se terminark llamanclo relaclc:~;s de producci6n a todo lo que es titil para explicar el mundo coclo es, incluso 10s bienes simMlicos, lo q u e equivale a salir d t M6laga p3ra entrar en Malag6n: lo que se suponc que cxplica las relaciones d e ~roducci61-1forma parte shora d e ellas. La conciencia forma tambiin parte del objeto que se supone que la determina. Lo importante no es eso, sino que 10s objetos siguen existiendo: se sigue hablando de Estado, de p d e r , de economia, etc. De esa forma, no s610 se mantienen las teleologias espontdneas, sino que el objeto que hay q u e explicar se toma como explicaci6n y esa explicaci6n va d e un objeto a otro. Hemos visto las dificultades que eso conlleva y hernos visto tambikn que perpetuaba la ilusi6n teitol6gica, el ideaLismo en el sentido de Nietzschc, la aporfa uhistoria y verdads. Frente a ello, Foucault propone una opci6n positivists (elirninar 10s d t i m o s objetos no historificados, 10s 3ltimos vestigios de metaffsica) y marerialisla (la explicaci6n no ird ya de un objeto a otro, sino d e todo a todo, Y ello objetivarA objetos dc fecha mncreta sobre una mntcria sin r o s t ~ o l Para . que el molino sea percibido Gnicamcnte como medio d e prducci6n y su empleo revolucione el mundo, hace falta primero que t s t i objetivado gracias a una revoluci6n progresiva de las prhcticas clue 10 rodean, revoluci6n que, a su v n ,... y asf ad infiniturn. E n realidad, lo que carre es que, como el sefior Jourdain de Mo~
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liPre, nosotros 10s historiadores siempre hemos pensado basta el fando.
La historia-genealogia, a1 estilo de Foucault, abarca por tanto completamente el programa de la hisroria traditional; no deja d e lado la sociedad, la economia, etc., pero estructura esa materia de otra rnanera: no se atiene a 10s siglos, 10s pueblos ni las civilizaciones, sino a las pricricas; las trarnas que relala son la bistoria de las prgcticas en que 10s hombres han visto verdades y de sus Juchas en torno a esas verdades ". Esa historia de nuevo c u b , esa ctarqueol* gian, como la llama su inventor, <<sedespliega en la dimensidn de una historia general* (LJArcbiologie du Suuoir, pig. 215); n o se especializa en la pricrica, el discurso, la parre oculta del iceberg, 0, mejor d ~ c h o la , parte oculta del discurso y de Ia prlctica no es separable de la parte que emerge. A ese respecto, n o ha habido evoluci6n en Foucault, y la Historin d e lo sexualidad, que relaciona el anilisis de una practica discursiva con la historia social d e la burguesia, no innovb nada: e1 Nacimiento de la clinica sentaba ya una transformaci6n de1 discurso mtdico en las instiruciones, en la prictica politics, en el hospital, etc. Toda historia es aqueol6gica por naturaleza y n o por eleccidn: explicar y hacer explicita la historia consiste en percib ~ r l a primero en su conjunto, en relacionar 10s supuestos objetos naturates con las pricticas de fecha concreta y rara que los objetivan y en explicar esas pricticas no a partir d e un motor linico, sino a partir de todas las pricticas pr6ximas en las que sc asientan, Este mbtodo pict6rico produce cuadros extraiios, en 10s que las relaciones s u s t i t u ~ e na 10s objetos. Desde luego, esos cuadros son 10s del rnundo que conocemos: Foucault n o hace pintura mas abstracta que la que I' El mbtodo de Fo~~cault ha surgido probable~nente de una reflexi6n sobre la Genealogia de la Moral, segunda diserracih, 12. En tCrminos mas gcnerarales el primado dc la reloci6n implica una ontologia de la voluntad de poder; la obra de Foucault podria llevar corno epigrafe dos texros de Nictzsche, Der Wille zur Mochre, nlirn. 70 (Krliner): aFrente a Ia teoria de la influencia del medio y de las causas externas: la fuema interior cs infinitamenre superior; mucho de lo que parece estar influido por el exterior no es m k que una adaptaci6n de origen enddgeno Je esa f u e m . Dos rnedios rigurosamente iden:ices podrian ser inrerpretados y explotados de forrna opuesra: 10s hechos no enisten (cs gibr keine Tatsdchen)~.Como x ve, los hechos no existen, no s610 en el plano del conocirnienta que inccrprera, sino en cl de la realldad, en la que se Ics ex Iota Eso nos lleva a uns critica de la idea dc verdnd, nlirn. 604 (Kr6ner): u;&( puedc rer el conoeirniento abandonado a sf mismo? Una interpretaci61-1,una atribucibn de significado, y no una explicaci6n... La disposici6n de las cosas no exlste (es ~ i b keine f Tafbesfond)~. Aqui el tirrnino eintcrpre1aci6na no designa solamenre d scntido que se e m e n f r o en algo, su intrrpreracihn, sino tambiCn d h d o & intcrpretarlo, cs dccir, d scntido que w
Ie urribuye.
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hncia CPzame; el paisaje de Aix sc puede recorlocer, 5610 que estri lleno dc una afectividad violenta, y parece surgir de un terremoto. Todos !os objrtos, incluso 10s hombres, estan transcritos en ellos en m a gama abstracts de relaciones coloreadas donde la pincelada borra su identidad pricr~ca y donde se dlfuminarl su individualidad y sus lirnites. DespuPs de estas cuarenta pa'ginas de positivisrno, sofiemos un instante con esre mundo donde nna rnateria sin rostro y perperuamente agitada hace nacer en su superf~cie,en puntos siempre diferenres, rostros siempre distintos quc no existen y dondr todo es individual, d e forma que nada lo es. Foucault no intenta revelar que existe un ~discurso*,ni siquiera una prictica: dice que no existe racionalidad. Mientras se crea que el a d i s c ~ r s oes ~ una instancia o urla infraestructura, mientras que se pregunte qui relacirjn de causalidad puede tener esa instancia con la evoluci6n social o econdmica, y si Foucault no hace historia aidealistao, es que a6n no se ha entendido bien. La importancia de Foucaulr consiste precisamentc en que no hace marxismo ni freudismo: no es duafista, no prrtende contraponer la realidad a la apariericia, como hace como liitirno recurso el racionalisrno, con un rerorno 61timo de 10 reprimido. FoucauIt suprime las trivialidades reconfortanres, 10s objetos naturalcs m su horizonte d e racionalidad prornetedora, para devolver a la realidad, la linica verdadcra, la nuebtra, su origir~alidad irracional, urarau, inquietante, histdrica. Desnudar asi la realidad para dlsecaria y explicarla es una cosa; creer que se descubre detris de eIIa una segunda rcalidad que la rnanda a disiancia y la expiica es otra, mds ingenua. ~ S i g u esiendo historiador Foucault? No hay respuesta verdadera ni fa!sa a esa pregunta, puesto que la historia misma es uno de tantos falsos objetos naturales. La historia no es m k que lo que hacemos d e ella; no ha dejado de cambiar, pues su horizonte no es eterno. T a que hace FoucauIt se Ilamar4 hisroria --y por ende lo seri- si 10s historiadores aceptan eI regalo que se les hace sin rechazarlo por inalcanzable. afcctando que ~ c s r i nverdew. En todo caso, alguien aceptari la ganga, pues la capacidad natural de adaptaci6n (a la que podriamos llamar tambiin avoluntad de podera si la expresi6n no fuera tan eyuivoca ...) riene horror aI vacio. Aix y Londres, obril de 1978
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Kuth Badt, Die Kunrf CPz4nne1, phgs. 38, 121, 126, 129, 173.