DAGMAR O'CONNOR
Córno hacer el amor con amor
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EDICIONES URANO Argentina - Chile - Colombia - España México - Venezuela
Para H. P.
Título original: Editor original: Traducci6n:
How fo Puf the Love Back ;nto Making LO/N' Doubleday, Nueva York Marice! Ford
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
© 1989 by Dagmar O'Connor
© 1998 by EDICIONES URANO, S.A. Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelona
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Agradecimientos Deseo expresar mi agradecimiento a mi amigo y colaborador Daniel M, Klein, sin cuya ayuda este libro no hubiese sido escrito.
Agradezco a Ruth Maxwell, al doctor Lothar Gidro Frank y al doctor Alexander Elder sus comentarios y asesoramiento pro-
fesional. También quiero expresar mi gratitud a mis amigos ]effrey Sandler, April Singer y Birgitta y Stu Tray por sus coment
ISBN, 84.7953-270·X Depósito legal: B.44.060-98 Fotocomposición: Autoedició FD, S.L. - Muntaner, 217 - 08036 Barcelona Impreso por Romanya Valls, S.A. - Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona) Impreso en España - Printed in Spai¡¡
D.A.O.
La autora Dagmar O'Connor, nacida en Suecia, estudió con Masters y Johnson en Sto Louis (EE. UU.). Ejerce su profesión de terapeuta sexúá1 en Nueva York, donde es directora de! Programa de Terapia Sexual en el Departamento de Psiquiatría del Sto Luke'sRooseve!t Hospital Center. También enseña psiquiatría en la Universidad de Columbia. Hace más de quince años que ejerce como terapeuta sexual.
Índice Introducción .............................................................. .......
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PRIMERA PARTE: ¿QuIf:N QUITÓ EL' AMOR AL HACER EL A,IUI
1. 2. 3. 4.
5.
¿Practica el coiro o hace el amor? .. ........ ........... ....... El matrimonio de un minuto ................................. Los tipos recios no hacen nümos ............................ Las mujeres liberadas no tienen sobresaltos sentimentales ..................................................... El ttueque más antiguo del mundo: sexo por amor y Viceversa .............. , ............................. Deslealmente tuyo ................................................. . Sexo seguro: todo tiene una faceta positiva ............ . La usión del amor y el sexo ................................. .. o • • • • • • •• , • • • •
6. 7. 8.
19 27 42 55
75 95 111 123
SEGUNDA PARTE: Cé)MO SE VUELVE A PONER AMOR CUAN[)U SE HACE EL AMOR
Los ejercicios sensuales graduales 9.
"Pasemos por alto esta parte del libro, ¿no, querida?» ...... ".................. "....... "............... 141
10. 11. 12. 13. 14. 15. 16.
«Quiero que me toques ... ¡ya!» ............................ .... Caricias diferentes para personas diferentes ............ Haga de su vida amorosa un banquete .................... Comparta su secreto más íntimo ............................ El fruto precioso..................................................... Muestre y cuente, toque y retírese .................... ... ... El amor que usted hace ..........................................
153 173 185 199 208 213 235
Introducción «Hemos perdido el sentimiento amoroso."
Actualmente esta expresión resuena como un eco en mi consultorio. Las parejas vienen a contarme que pueden practicar el
coito -e! equipo todavía funciona- pero no pueden «hacer
el amor». y ése es un problema grave. En algún pUnto de! camino el sexo y el amor se han separado, y no hay ningún libro para mejorar las técnicas sexuales o para <
problema sexual no conmueve el corazón. A menudo e! sexo es solamente una manera de evitar los sentimientos. Mi primer libro, Cómo hacer el amor con la misma persona para el resto de su vida (y con el mismo entusiasmo), se centraba en un problema eterno: cómo mantener vivas las relaciones sexua-
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les dentro del matrimonio o de cualquier relación estaL:". Se estudiaban las mil maneras en que la rutina puede quitar la emoción a una vida sexual libre, relajada y variada. Cómo "de'er el amor con amor es exactam~tlte lo contrario del libro anterior.
sus cónyuges, que tienen problemas sexuales. Mientras esas pare-
Estudia por qué separamos el amor del sexo, cómo para ((realizar el coito» suprimimos las emociones y cómo usamos el sexo genital para evitar los sentimientos amorosos. Pero lo más importan-
a escucharse con lnás paciencia, a comunicarse con mayor facili-
te que ofrece mi libro es la «receta» básica para volver a reunir el amor y el sexo.
jas avanzaban por mis Ejercicios Sensuales Graduales,.se sorprendían al descubrir el amplio espectro de cambios en su manera de relacionarse con el otrO miembro de la pareja; COmenzaron dad y a discutir
mellOS
y reír más. Pero 10 que realmente dejó
atónitos a esos (('¡,apentas fue el hecho de que también se expandían como ú¡diuir/uos, sintiendo más alegría, espontaneidad y emoción en toJos los a$pect0S de su vida. Un psicoanalista Ole conlentÓ riendo cuando terminó el pro-
grama:
Cómo hacer el amor con amor es una respuesta a la joven que me dijo: -El sexo hace que me sienta cada vez más sola. Como si evidenciar" lo poco que hay entre mi marido y yo. y también contesta al hombre maduro que me preguntó: -¿Cómo puedo obligarme a hacer el amor si no tengo «amor» para eso? Yes una guía para los centenares de hombres y mujeres que vienen a mi consulta preguntándome: -¿Podré volver a sentir la verdadera intimidad sexual alguna vez?
Mi respuesta es un estl:ntóreo «¡Síh), si están dispuestos a intentarlo. El programa que se ofrece en este libro puede conducirlos al ámbilo de la intimidad sexual de una manera que quizá nunca hayan experimentado. Pero la verdad es que espero que mi programa les dé mucho más que eso. Aprendiendo (o reaprendiendo) a hacer el amor con sentimientos genuinos, confío en que puedan mejorar todos los aspectos de su relación, tanto dentro como fUera del dormitorio. Llegando directamente hasta sus sentimientos más íntimos, podrán traspasar las capas de culpa, recriminaciones y dependencia que han ido estableciéndose durante años entre usted y su cónyuge. Desde hace poco tiempo entre mi clientela se incluye un gran número, en aumento, de psicoterapeutas convencionales y 12
-Me siento maravillosamente, excepto por una cosa: ¿cómo
podré volver a hacer rerapia exclusivamente verbal sabiendo ahora que una caricia vale por mil palabras? También ocurrió que muchas parejas que conozco, que hablan pasado mucho tiempo «discutiendo sobre su relación» sin obtener ningún avance, finalmente establecieron contacto de una manera realnlente íntima cuando siguieron mi consejo:
«Callar y dejar que los cuerpos se hagan amigos». Muchas personas de todo el mundo me escribieron después de leer mi primer libro para decirme que yo había comprendido perfectamente sus problemas. Pero gran parte de esa gente acababa diciendo que yo les había dicho todo sobre sus problemas pero no 10 bastante sobre qué h,u'er al respecro. Y preguntaban: «¿Cómo cambiar? ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra vida amorosa?)),
Cómo hacer el amor con amor está basado, igual que mi primer libro, en los casos, individuales y de parejas, que he tratado en el transcurso de diecisiete años como terapeuta sexual en un hospi-
tal, en la universidad y en el consultorio privado. La Parte Il, concretamente, se basa en las experiencias obtenidas en mis
Talleres de Expansión Sexual, con parejas que duncionan normalmente) pero que sienten que ambicionan más - sobre todo
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más sentimiento- en sus relaciones sexuales. Y volveré a adoptar el mismo enfoque: la convicción de que la mayoría de nosotros tenemos problemas similares, aunque varíen los «síntomas», y la convicción de que la ternura, la paciencia y el humor hacen mucho para ayudarnos a superar los problemas. En la primera parte del libro, «¿Quién quitó el amor al hacer
del libro, ¿no, querida?», trataré sobre la resistencia natural de usted y su pareja a probar estos ejercicios y le demostraré cuánto tiene por ganar si supera esa resistencia. En «Quiero que me
toques ... ¡ya!» explicaré detalladamente cómo es la Primera Semana de los ejercicios, mientras que en «Caricias diferentes
el amor?», examinaré los motivos por los que tantos de nosotros
para personas diferentes» describiré la variedad de placeres y sorpresas que pudo haber experimentado durante esa Primera
disociamos el amor del sexo. Trataré sobre la «angustia del
Selnana. Después, en «Haga de su vida amorosa un banquete»,
amon>, los distintos miedos que la originan y la forma en que se
le mostraré cómo llevar a lo largo de la Segunda Semana los ejercicios a un nivel más alto de sensualidad; cómo desinhibirse con un sencillo cambio de costumbres y cómo puede hacer vibrar
separan «el coito» de «hacer el amor». Demostraré cómo la preocupación por «tenerlo todo» nos ha proporcionado el Matrimonio de un Minuto en el que, de manera eficiente, introducimos el sexo en nuestros horarios, y cómo en el proceso dejamos la relación desprovista de sentimientos. 'Documentaré cómo los
antiguos y nuevos mitos del género, tanto el mito masculino «Los tipos recios no hacen mimos» como el femenino «Las mujeres liberadas no tienen sobresaltos sentimentales», conti-
núan disociando el amor del sexo. Demostraré cómo negociar sexo por amor y amor por sexo puede anular todos los sentimientos
todo su cuerpo con nuevas caricias. En «Comparta su secreto
más íntimo» le diré cómo pasar la última barrera emocional y sexual para llegar a la verdadera intimidad. En «El fruto precioso» y «Muestre y cuente, toque y retírese» le conduciré paso a paso a aventuras genitales que son, al mismo tiempo, eróticas y sin riesgos. Finalmente, en «El amor que usted hace» le hablaré sobre lo que ha experimentado por la integración de los ejercicios con el compromiso amoroso para toda la vida.
en una relación, tanto los etllocionales como los sensuales. En «Deslealmente tuyO» les contaré cómo la confusión entre el sexo
y el amor es uno de los componentes del dilema de la infidelidad. Y también demostraré cómo, en una época de auténticos
Hace poco una mujer joven me contó que se sintió como si fuera a desmayarse cuando vio, al pasar un automóvil, -una pare-
el sexo seguro ofrece una «funda de plata»
ja que se besaba con ternura y pasión. Me dijo: -Después de que la revolución sexual terminó, eso que vi es lo que queremos. Todavía deseo esos sentimientos y esa clase de
temores sexuales,
compuesta por la liberación de la sinceridad sexual y por el renovado interés en
el componente emocional del sexo. Finalmente,
trataré de lo que significa la fllsión práctica y emocional del amor y el sexo. La Parte 11 le guiará paso a paso por los Ejercicios Sensuales Graduales, una terapia «de toque» que despierta las emociones,
un recorrido por los sentidos que llega directamente al corazón. Se trata de un conjunto de ejercicios que explorando nuestra sensualidad liberan nuestra capacidad para sentir y manifestar el amor. Es un programa que funciona y obra maravillas si usted no lo coarta. En el primer capítulo, «Pasemos por alto esta parte
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amor.
La comprendí perfectamente. Todos hemos visto muchísimos libros sobre la mecánica del sexo genital que declaran tratar sobre cómo se hace el amor. Pero presiento, como la mayoría de las personas que conozco, que en esos libros se tratan las cosas al revés. Estamos preocupados por nuestros corazones, no sólo por los genitales. Y por eso escribí
este libro.
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1 ¿Practica el coito o hace el amor? -¿Todo bien?
-Si. -¿Sólo bien? Sé que tuviste... estee... ya sabes. -¿Orgasmos? Tuve dos. -¡Qué suerte! Pero... ¿te ocurre algo? -Me siento como si estuviera vacía ... Y más sola que antes de empezar.
-Ah, quizá deberíamos hacerlo otra vez.
Practicar el coito resulta la manera perfecta de suprimirtos sentimientos y la intimidad al mismo tiempo. Podemos hacerlo con entusiasmo, piel a piel; podemos obtener orgasmos espléndidos y convencernos de que los dos nos hemos puesto en contacto de una manera profunda e intima. Después de todo, hemos estado haciendo el «amor», ¿no? Pero no conseguimos engañarnos durante mucho tiempo. Notamos que nos falta algo, algo fundamental, y comenzamos a sentirnos aislados y emocionalmente hambrientos. Así que lo intentamos de nuevo. Practicamos el coito con más entusiasmo y habilidad. Buscamos la «zona G» y los «focos sexuales». Coleccionamos material erótico para mejorar la técnica; todo aquello que nos permita hacerlo con mayor fre-
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cuencia y lograr orgasmos maravillosos. Si todo eso fracasa, buscamos un nuevo compañero para el sexo.
y entonces empezamos a sentir la soledad. Porque realmente practicar el coito nunca resulta un buen sustituto de hacer el amor. Centrarse en la sensación genital y en el clímax -el terminar de una vez- nos roba la mejor oportunidad que tenemos de sentirnos como seres humanos compleros. Durante todo el día dominamos las emociones y actuamos en forma civilizada en lugar de gritar cuando nos enojamos, bostezar cuando nos aburrimos y reírnos de lo absurdo. Desnudos y a solas con nuestro cónyuge ansiamos sentirnos completos nuevamente, ansiamos dejar libres nuestros sentimientos. Y especialmente soñamos con aquellos tiernos sentimientos, los amorosos, que nos penniten la magia de fusionarnos uno con otro aunque "'s610 sea por unas horas.
Oigo a alguien en la última fila exclamando: -No te hagas la mística con nosotros; Dagmar. Lo que estds diciendo se resume en que hay una gran diforencia entre hacerlo rdpido y hacerlo lema mente, ¿no? Espero estar diciendo mucho más que eso, aunque lo más probable es que se necesite todo un libro para explicar L ,[iícrencia entre practicar el coito y hacer el amor. Pero sí, es verdad que hacer el amor lleva tiempo. Comienza con la actitud de no centrarse en los genitales y los orgasmos y, en cambio, ponerse en contacto lánguidamente mediante todo un espectro de sentimientos: sensuales, emocionales y también sexuales. Con esos sentimientos está hecho el amor. y también ésos son los sentimientos que nos aterran.
La terapeuta sensual En todos Il1is años de experiencia COlno terapeuta nunca ha venido a verme tanta gente para decirme que los «sentimientos
amorosos» no ftguran en sus relaciones sexuales. Hombres y
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mujeres me cu.:ntan que se sienten «fríos») con sus compañeros, como si fueran observadores de lo que ocurre en sus propios dormitorios; que la única fOrIna en que logran «excitarse» es fan-
taseando con otra persona. Conftesan con pena: -Me sucede algo muy grave. No puedo sentir. Pero tanlbién-ocurre que nunca tuve tantas parejas que me consultan porque han construido sus vidas y relaciones de tal manera que les resulta virtualmente imposible tener contacto sensual de forma regular y sostenida. Sin darse cuenta han ido evitando la fuente que origina esos sentimientos que ansían volver a experimentar. Esas parejas desean que yo vuelva a hacerlas sentir amorosamente mediante el «arreglo» de algún problema sexual que tengan o enseñándoles a «hacerlo» mejor. -Olvídense del sexo -les digo-o Ahora sólo está interfiriendo en sus sentimientos. Lo que necesitan, lo que todos necesitamos, es aprenda a ponernos en contacto sensualmente. Una vez que hayamos aprendido eso, el sexo y el amor se producirán de una manera narnral. ¿Una terapeuta sexual que aconseje «olviden el sexo)}? tsa soy yo. Quizá debería cambiar mi título profesional por el de «Dagmar O'Connor. Terapeuta Sensual». Mi experiencia me dice que los sentimientos sexuales, por maravillosos que sean, son sólo una fracción de los sentimientos que pueden producirse cuando se hace el amor. Cuando se hace verdaderalnente el amor se liberan nuestros sentimientos, y las sensaciones corporales se producen de una manera espontánea, sin que las lTIolesten las «ideas» sobre el sexo. Es fácil ver que el amor y el sexo estaban separados en la época victoriana: el sexo era (sucio» y el amor, divino. Y nunca podían encontrarse. Pero todavía en nuestra época existe la división, aunque sea de una manera diferente. El sexo ya no es inmf\ral, en realidad se considera «bueno» el erotismo y al atleta sexual, pero todavía tiene poco que ver con nuestros sentimientos de intimidad. 21
Cuando nos permitimos acariciar al otro de pies a cabeza, cuando mantenemos el estado de excitación sin apurarnos por pasar a la etapa siguiente, la frialdad da paso a las sensaciones y comienzan a derrumbarse los muros que nos separan. Caen una por una las capas de defensa; los residuos de ira y desconfianza se evaporan. Y quedamos frente a frente con una nueva y sorprendente desnudez. Ése es el sentimiento que estamos perdiendo; ésa es la verdadera intimidad que acabará con nuestra sensación de soledad. Agita los recuerdos inconscientes sobre lo más cerca que hemos estado alguna vez de otro ser humano; somos como bebés sensuales fusionándose con sus mamás. y ahí comienza el terror que yo llamo «angustia del amon>.
¡Socorro! ¡Me siento demasiado bien! Cada vez que una pareja comienza su primera sesión contándome esas «maravillosas vacaciones» que pasaron -largas tardes de amor en la cama de la habitación con vistas al mar- temo lo peor. Lo que sigue siempre es la historia de una terrible pelea durante el viaje de regreso, semanas o meses sin contacto físico o solamente unas relaciones sexuales impersonales o, lo peor, una infidelidad cometida en la semana de la vuelta al hogar. Una mujer exclamó: -¿Cómo pudo hacerlo? Acabábamos de pasar la semana más tierna y más llena de amor de toda nuestra vida, haciendo el amor durante horas, y dos días después se acostó con una mujer a la que apenas conocía. ¡No tiene sentimientos! -Por el contrario -respondí-o Después de haber hecho el amor de una forma tan intensa, lo más probable es que él haya experimentado demasiados sentimientos que no ha podido manejar. El coito con una extrafia fue su modo de escapar de esos sentimientos avasalladores. Volver a casa a la rutina del sexo sin sentimientos, o a no tener relaciones sexuales, es también otra manera de encerrar los
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poderosos sentimientos que se liberaron durante ese periodo en que se hizo el amor en otra forma diferente de la de costumbre. Es triste pero natural. Hasta que usted se acostumbre a esos poderosos sentimientos nuevos, hasta que aprenda a confiar en que están bajo su control, usted los rechazará. La angustia del amor es un asunto que da miedo. Una vulnerabilidad aterradora es la otra cara de la maravillosa intimidad que se produce cuando se hace el amor. Nos sentimos realmente como un bebé en los brazos de mamá, pero bajo la sensación de comodidad y bienestar yace el terror a que ella nos devore, a que nos despoje de nuestra independencia e identidad. Perderemos el control de todas nuestras emociones. 0, peor aún, mamá nos abandonará. La mayoría de nosotros conoce ese reflejo que nos hace volver al plano consciente cuando empezamos a adormecernos. Se produce con mayor frecuencia cuando estamos demasiado cansados y hemos empezado a caer en la inconsciencia de una manera tan rápida que nos sentimos como cayendo desde un balcón. Un reflejo similar puede traernos bruscamente a la realidad cuando comenzamos a flotar en una nube de sensualidad con nuestro compañero; volvemos a la realidad aterrorizados por la posibilidad de perder el control. En algún lugar del subconsciente sentimos que si no recuperamos rápidamente ese control;-jamás nos levantaremos de la cama; nos quedaremos allí acariciándonos, mimándonos, besándonos, muy juntos para siempre. Estaremos atrapados por esa relación. Sentimos que es tan fuerte nuestra necesidad de esa conexión íntima que si siguiéramos así nunca más podríamos volver a funcionar como adultos maduros. ¿Cómo
puedo yo, esta mujer voluptuosa y húmeda, volver a dirigir el departamento legal o preparar la cena para cinco personas?
y entonces cortamos esos sentimientos y nos atenemos estrictamente al coito. Nos centramos en las sensaciones genitales y buscamos directamente el orgasmo. El orgasmo se convierte en la manera de poner la tapa sobre la experiencia total para poder dominar de nuevo las emociones.
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Oh, Dios, ¿qué ¡Jacla )'0 flotando en esa nube del t:llJlteíJo seusual? Es hora de volv,'r a la normalidad, al trabajo. ¿Dónde (,¡aú"? Ah, si..., tra/mIdo de tener orgasmos. Contrariamente ~l popular mito del sexo y el amor, cuando se produce el orgasmo se acaba el período de fusión. Es un hecho fisiológico. Cuando uno está al borde del orgasmo no puede dedicarse a su compañero ni a nada. Uno está solo. Como dice nuestro principal especialista en cuestiones sexuales, Woody Allen: «El amor produce estrés, el sexo lo alivia».
La paradoja amorosa: control y rienda suelta Creo que muy pocas personas saben cómo hacer el amor íntimo. Se-ttata de un proceso de varios pasos, físicos y emocionales, muchos de los cuales no damos habitualmente. y es una lástima. Porque hoy en día la mayoría siente más que nunca la necesidad de la conexión amorosa. En un mundo adulto, lleno de riesgos y brutalmente competitivo, ansiamos las cualidades más tiernas de la vida. Ansiamos la alegría y los placeres de la intimidad dd amor. La buena noticia es que podemos aprender a tenerlo todo: el contacto Íntimo con el ser amado y un fu~rte sentimiento de individualidad. Podemos aprender a fusionarnos durante toda una tarde larga y sensual ,-iu sucumbir al temor a ser absorbidos. El proceso consiste en aprcnder a dar rienda suelta a nuestras emociones mientras experimentamos la seguridad de que las controlamos perfectamente. Sólo entonces podremos volver una y otra vez a los placeres íntimos sin sucumbir a los terrores de la angustia del amor. Debemos empezar por reconocer nuestra necesidad de volver a meternos en el cascarón cuando los sentimientos nos avasallan. E, un reflejo de autoconservación. Sí, después de esas vacaciones maravillosas en las que tomábamos todo el tiempo del mundo para hacer el amor todos los días, o dejando en carne
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viva nuestras ernucio1lcs, tit.:ne sentido que no queramos comp
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diendo? ¡Estds empezando a sonar como un predicador y no como una terapeuta sexual divertida!
No me entiendan mal. Lo último que haría en este mundo sería convertir sus vidas sexuales en asuntos tremendamente formales. No creo, ni por un instante, que debamos abandonar esos encantadores «rápidos» ni los eróticos «revolcones en el heno». Pero en algún lugar del camino muchísimos de nosotros renunciamos a las emociones más íntimas, las sacrificamos en aras del sexo sin sentimientos que nos ha dejado fríos y solos. Y sólo haciendo el amor podremos recuperar esos sentimientos.
2 El matrimonio de un minuto Craig C. entró en mi consultorio, delante de su esposa Elizabeth, con paso vivo y sin vacilaciones. Craig, productor de televisión que viaja todas las semanas a la Costa Oeste, pidió que el horario de las citas para el tratamiento fuera flexible debido a las exigencias laborales de él y de su mujer. Elizabeth es la gerente editora de una revista con sede en Nueva York. -¡Qué les trae por aquí? -pregunté cuando nos sentamos. -Termino demasiado rápido -dijo Craig mirándome directamente a los ojos. Asentí sin sorpresa. Después de más de diecisiete años de trabajo como terapeuta sexual puedo advertir la existencta-de ese síntoma en los hombres. Craig tenía las características propias del eyaculador precoz: una forma rápida y cortante de hablar y caminar y una actitud ansiosa por llegar a lo esencial. Yal parecer se comportaba de la misma manera en la cama que en el resto del mundo. Excepto que la cama era el único lugar en el que no recibía recompensa por su conducta eficiente y ganadora. -¡Termina demasiado rápido para qué? -pregunté. -Para ella, por supuesto -contestó Craig sintiéndose un poco molesto-. Por lo general todo acaba para mí en unos minutos y mi mujer necesita más tiempo para su orgasmo. -Por lo menos cinco minutos más -dijo Elizabeth franca-
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mente-o De otra
111ant:ra
me quedo colgada, con esa sensación
de algo inconcluso. Los miré. Los dos eran muy atractivos, mayores de treinta años, enérgicos, llenos de vitalidad y talentosos; eran la clase de personas de éxito que aparecen en la revista que edita Elizabeth. Ambos estaban acostumbrados a que las cosas se hicieran a su manera, yeso incluía el sexo. Elizabeth se refería a las relaciones sexuales como una tarea que había que cumplir y hasta había medido el tiempo: cinco minutos para sentir que la había terminado. Los dos parecían pedirme: «Arregle nuestra vida sexual y rápido». Me dirigí a Elizabeth diciendo: -Creo que la mejor solución para los dos sería que usted aprendiera a terminar tan rápidamente como Craig. Quizá con la prác"fÍca podríamos reducir todo el asunto a un minuto. Los dos me miraron con incredulidad. y entonces, por suerte, rompieron a reír. Esa risa señalaba el primer paso hacia una relación más feliz, hacia la toma de conciencia de que el sexo supereficienre poco tiene que ver con los placeres de hacer el amor.
«¿Recuerdan cUlmdo hacer el amor significaba pasar todo el dEa en la cama?» Después del muy comentado libro The One Minute Pa¡c;;t [El padre por un minuto], creo que no tardaremos en ver un libro titulado El matrimonio de un minuto: un manual de autoayuda para introducir la intimidad de alta calidad y el sexo en los matrimonios ocupadísimos. Tendría un capítulo sobre cómo comunicarse eficientemente con el compañero (cómo hablar sobre los chicos, las cuentas y el imperecedero amor entre los dos con fra,cs claras, concisas y que atraigan la atención) y otro sobre cómo lograr que el cónyuge aumente su produétividad en la «miniempresa» marital. Y desde luego habría un capítulo, que
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constill1iría d clímax dtllibro, que enseñaría a reducir la relación sexual a lo m3.s ..::scncial: cómo conseguir el sexo de un minuto. Dios sabe que la mitad de las parejas que vienen a consultarme parecen estar buscando esos consejos, por lo menos hasta
que yo intervengo. Las relaciones «ef'icicm:cs») lne ponen de muy mal humor. Si hay algo que puede acabar con mi calma de terapeuta es una pareja de personas inteligentes y educadas que me explica que ambos trabajan Inás de setentJ. horas semanales (con frecuencia no las mismas setenta horas), que no cenan juntos la mayor parte de las veces, que después del trabaj o alivian el estrés en distintoS clubs de salud y que quieren saber por qué anda mal su vida sexual. Y me preguntan con in1paciencia si voy a arreglársela rápido. Esos devotos dd minuto me dan ganas de gritar: -¡J lacer el amor no es otro ítem de la lista de cosas para haced ¡No es otra tarea que cumplir! ¿Recuerdan cuando hacer
el amor significaba pasar todo el día en la cama? Hacen que me sienta terriblemente anticuada y, gracias a Dios, muy romántica. Christine, una joven ejecutiva de una empresa de sistemas de
datos, me dijo: -No sé qué nos ha pasado. Hob (su marido) y yo solíamos tener relaciones dos o tres veces po r semana por más ocupados que estuviéramos. No era un problema. Pero hace unos seis nles.:s enlpezamos a disminuir la frecuencia y ahora ya no tene-
mos vida sexual. Pronto descubrí que la joven pareja pasaba menos de una hora despierta y junta durante las noches de ht semana. Antes había sido capaz de «meten> la relación sexual en ese tiempo, pero después, como dijo Bob: -Perdí las ganas. -No creo que las ganas hayan desertado; es usted quien desertó -le dije-o Creo 'lue no se toma tiempo necesario para sentir realmente y su organismo ,e declaró en huelga.
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Más adelante Christine admitió que estaba tan preocupada por todo lo que tenía que hacer que su mente empezaba a dedicarse a lo que vendría después del sexo antes de haberse excitado. -Pienso en todas las cosas que debo tener listas para el día siguiente y empiezo a preocuparme pensando si vaya poder dormir lo suficiente -dijo Christine-. y mi mente pasa por alto el sexo. Nunca podría estar aquf ahora. A pesar de la creencia de que la pareja que lleva una vida ocupada e independiente tiene unas relaciones más relajadas y sus miembros se exigen menos mutuamente, las parejas productivas e independientes que conozco tienen las mismas exigencias que
las demás y muchísimo menos tiempo para satisfacerlas. Con un ojo en el reloj deben introducir las charlas íntimas y el contacro físico entre las cuestiones de la familia y el hogar. Yes un hecho que las emociones mds intimas y los sentimientos sensuales no admiten el apuro. Cuando se imponen restricciones a la intimidad, algo debe ceder, y por lo común es el cuerpo el que se rinde primero. Cada vez más, los problemas sexuales que atiendo en el consultorio son los de las víctimas de un estilo de vida en el que reina la obsesión y la compulsión. Esos hombres y mujeres están dedicados a producir y no quieren perder un minuto, pero el «niño interior» tiene necesidad de verdadero amor y se rebela; como resultado, el sexo se reduce a nada: o él termina con demasiada
rapidez o ella no llega al orgasmo. Por la forma en que Craig y Elizabeth habían planificado sus vidas, él sentía que no tenía tiempo para gozar de la excitación, así que la dejaba de lado y eyaculaba en pocos minutos. La eyaculación prematura es casi siempre un síntoma del sexo ansioso que tiene un despertador mental funcionando desde el comienzo. En forma similar, las mujeres anorgásmicas suelen ser víctimas de su percepción de la presión del tiempo: están seguras de que les tomará «demasiado tiempo» llegar al orgasmo y enronces {(renuncian}) y no lo experimentan. En generaciones anteriores los dos síntomas se originaron en Jos asientos posteriores de Jos
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automóviles estacionados y en los sótanos de sus casas, en los que cuanto antes se terminara el coito menos probable era que la pareja fuera sorprendida in fraganti. Pero en esta época parecen tener origen en las escuelas comerciales y las pensiones; alcanzar el objetivo cuanto antes es la idea fija, y es difícil dejar una idea fija fuera del dormitorio. Sobre todo si el compañero también está apurado. Sospechaba, desde el principio, que Elizabeth era tan responsable como Craig de su relación sexual a toda velocidad. Cuando empecé a hacerle algunas preguntas sobre sus hábitos sexuales -en particular sobre sus maneras preferidas de llegar al orgasmo- me dio respuestas cortas, con alguna petulancia, y finalmente opinó que eso «no tenía que ven> con el problema. -Quiero ayudar -dijo ella-, pero ¿no tendría que estar usted trabajando con Craig? -¿Mientras usted observa? -pregunté-o Eso suena parecido a lo que pasa en el dormitorio. Al terminar la primera sesión les pedi que intentaran un experimento: -Mientras Craig está en California quiero que me prometan que van a masturbarse aunque sólo sea una vez. Como verán cuando tratemos el tema en el último capítulo, la sola mención de la masturbación puede llegar a producir..u.n torbellino de conciencia de sí mismo y vergüenza en la mayoría de las parejas: es el último «secretito» que guardaban sus miembros. -No tienen que hablar del asunto -les aconsejé-o Háganlo. Ni siquiera tienen que perder mucho tiempo. Cuando se presentaron en mi consultorio para la visita siguiente, me di cuenta enseguida de que entre ellos habia menos tensión. Sobre todo Craig pareda más relajado. -Me siento como si hubiera podido alejarme del sentimiento de culpa por ser un amante tipo gallito -comentó sonriendo-o Como si hubiera delegado parte de la responsabilidad. y por cierto, había delegado en Elizabeth la responsabilidad de sus orgasmos. Y ella también admitió que se sentía mejor,
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aunq ue en forma menos entusiasta. Al no haber dependido de Craig para sus orgasmos, no sentía que algo quedaba en el aire ni experimentaba frustración o enojo. Y al reconocer que el coito no era la única forma en que Elizabeth podía acabar, los dos se sentían ahora libres para dedicarse a la excitación y a todos los sentimientos que ella produce. La verdad es que como terapeuta sexual no trabajo mucho sobre los orgasmos, no me preocupa cómo la gente tennina el coito o no 10 tamina; todo eso se arregla sólo una vez que se aprende a gozar plenamente de los sentimientos que los preceden. -Ahora que tienen orgasmos completos -les dije-, pueden pasar a la cuestión realmente importante: hacer el amor. Pero para hacer el amor, Craig y Elizabtth tuvieron que pasar mucho tiempo sin hacer «nada}>
el uno con el otrO; tarea nada
fác"U-en un matrimonio de un minuto.
La lógica de Sven no me parece más loca que la de muchas de las parejas que he conocido últimamente. Es un hecho frecuente encontrar parejas que hacen de su tiempo para la intimidad el mds disponible para otras cosas. A los miembros de la pareja les resulta mucho más fácil decir no a una cita de ambos en la cama que decir hU a una oportunidad de trabajo o a una invitación a una fiesta.
-Siempre pitmo que podremos recuperar el tiempo perdido -me explicó \lna mujer- hasta que me doy cuenta de que, año tras año, la única vez que pasamos toda la mañana en la cama es
durante las vacaciones. Prácticamente hemos erradicado el sexo de nuestra vida. El matrimonio ha proporcionado siempre el escenario perfecto para evitar el sexo y todas las culpas y angustias que lo acompañan. Podemos pelearnos por las cuentas justo antes de acostarnos; podemos culpar él los chicos por no tener intimidad; podemos ver el noticiario de las once de la noche en el televisor
Del amor triunfal al amor pueril Hay un viejo chiste que solía contar un amigo sueco sobre un hombre llamado Sven que trabajaba en una gran empresa en Estocolmo. Una primavera el jefe de Sven empezó a irse de la oficina todos los miércoles al mediodía. Después de unas semanas, todos los compañeros de trabajo de Sven escapaban en cuanto salía el jefe, excepto Sven: él permanecía en el escritorio ha~ta las cinco en punto. Los (oL.:gas de Sven S(: burL.o;.2it Ji: d sin piedad; le decían que era un esclavo, que padecía de un exceso de lealtad, hasta que por fin un miércoles Sven se rindió y se fue con los otros. Llegó a su casa, subió por la escalera y apenas abrió la puerta del dormitorio vio a su esposa con el jefe en la cama. Sven cerró la puerta con sigilo, regresó a la oficina lo 111ás
rápido que pudo y se quedó allí hasta las cinco. El miércoles siguiente sus compañeros le preguntaron si pensaba tomarse la tarde libre otra vez. -No -dijo Sven-. ¡Casi me pescan el miércoles pasado!
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del dormitorio. Pero últimamente los componentes de la pareja han encontrado la solución perfecta para el problema de la intimidad: casi nunca estdn en casa y despiertos al mismo tiempo. Craig y Elizabeth son un ejemplo típico de las parejas que han quitado el acto de amor de sus vidas. Para otros puede ser diferente el síntoma inicial (ella puede tener una libido disminuida; él puede ser impotente; los dos pueden "funcionar bien» aunque sólo tUViC>fOH un encuentro sexual en los últimos ocho
meses) pero el común denominador es que los dos abominan tomarse tiempo para los placeres. Terminar a toda velocidad es sólo uno de los métodos más eficaces para el coito y para evitar los sentimientos que provoca hacer el amor sensualmente. El partido termina casi allks l.lc ernpczar: listo, eso es todo. Ya poden10s dedicarnos a la próxima rarCl. La actividad siguiente que programé para Elizabeth y (:r.üg era practicar el primero de los ejercicios sensuales gra . . huks. En la Parte Il de este libro les guiaré
por estos ejercicios, paso a paso, hasta llegar al ámbito de lo que es realn1ente hacer el auwr. Por ahora solamente les diré que
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propósito de los ejercicios es volver a relacionarnos con los placeres deliciosos del contacto corporal sin apuro. con el gozo de demorarse en las caricias, de explorar una oreja con la lengua o de sentir el pelo rozando suavemente el vientre o un muslo. Al mismo tiempo, esos ejercicios están destinados a desensi-
-Ya hicimos ese ejercicio -me dicen-o ¿Por qué no hacemos
el siguiente?
bilizarnos en forma gradual respecto a las ansiedades que acompañan a la intimidad prolongada: los temores a ser «tragado» por el compañero, a perder todo el control de nuestras emociones, a no poder funcionar como persona independiente. Como por arte de magia, a medida que redescubrimos la alegría de la sensualidad sin apuro, empezamos a encontrar tiempo para hacer el amor. En realidad, el Tiempo de Intimidad Juntos se convierte, de repente, en el menos disponible de los tiempos para otras
En la misma forma en que Thelonious Monk respondió al que le preguntó qué «significaba» su jazz, yo les digo: -Si tienen que hacer preguntas, no están preparados para las respuestas. Lo estarán cuando se sientan tan relajados que no tengan ganas de quemar etapas. Otras parejas usan una franqueza brutal: -No podemos invertir dos o tres semanas en este asunto -dicen-o ¿Quién tiene tiempo para eso? Suelen ser personas que se angustian si no hacen por lo menos dos cosas a la vez: no pueden salir a correr sin el walkman, y mejor aún si escuchan un curso sobre macroeconomía.
cosas.
Entonces sugiero que encaren los ejercicios sensuales como :un
Es difícil empezar a hacer los ejercicios; en los devotos del rninuto, sobre todo, la resistencia es formidable.
Por lo general, un devoto del minuto centra toda su atención en lo que va sucediendo en el consultorio más que en lo que ocurrirá más tarde en su dormitorio. Llega a mi cita con puntualidad, escucha cada palabra que digo y al salir mira el reloj para controlar si ha estado la hora completa que ha pagado. Sin embargo, pasan semanas hasta que encuentra tiempo para hacer los ejerci-
cios sensuales graduales. Una mujer venía siempre al consultorio con un cuadernito y tomaba meticulosas notas de todo lo que se
decía (me recordaba a esos padres que observan el nacimiento del hijo a través de la lente de la cámara fotográfica para no tener que ver el proceso con sus propios ojos), pero esta mujer tan aplicada
proyecto de investigación. -Tengan el diagrama mental de sus zonas más sensibles -les digo-o Escríbanse un memorándum informándose de cómo se sienten mientras les acarician. Todo empieza como una distracción familiar, pero pronto cada uno se centra en sí mismo, aquí y ahora, y la caricia adquiere más importancia que el memorándum. Para motivar a algunas de esas parejas pasadas de revoluciones para hacer los deberes debo hablar en términos econémicos: -¿Acaso no quieren algo que valga el dinero invertido? -pregunto. ¿Quién hubiera pensado que cuesta tanto trabajo vender la sensualidad?
«olvidó» durante un mes practicar el ejercicio que le indiqué.
Con frecuencia las parejas protestan diciendo que si hacen los ejercicios como «deberes» el sexo perderá espontaneidad. Les hago ver, con la mayor suavidad posible, que la espontaneidad salió de sus vidas tan ocupadas hace mucho tiempo. -Vuelvan a ponerse en contacto con el placer -les digo-o Y la espontaneidad retornará de forma natural. A menudo. marido y mujer lue insisten en acelerar el proceso. 34
La forma en que uno de los miembros de la pareja se resiste a un ejercicio suele iluminar algún problema fundamental en la relación. Para la primera semana de ejercicios de Elizabeth y Craig le pedí a ella que actuara como Iniciador: el que decide cuándo van a practicar. De manera automática, el Iniciador se convierte en el Acariciado, la persona que recibe las caricias durante todo
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el tiempo que las desee. Le dije a Craig que tendría que esperar -sin molestar- a que Elizabeth cumpliera su turno para que le llegara el suyo. Cuando llegaron a la siguiente sesión, Elizabeth me informó alegremente de que habían pasado una espléndida semana j untos, que ella se sentía tan cerca de Craig como no se había sentido en años, pero ... que no habían hecho los deberes. -¿Temían que el ejercicio sensual perturbara esos sentimientos de unión? -pregunté. Elizabeth alzó las cejas como si yo estuviera diciendo tonterías. Al terminar la hora les pedí que intentaran hacer el ejercicio en la semana siguiente, con Elizabeth como Iniciador. Se repitió la situación: no lo hicieron. Elizabeth me dijo que su pro~~a de trabajo se había complicado y que tuvieron huéspedes en la quinta durante el fin de semana. Esta vez la presioné más. -¿Le pone nerviosa la sola idea de quedarse quieta y que Craig la acaricie? -pregunté. -No -dijo ella encogiéndose de hombros. Miré a Craig. En lugar de sentirse desgraciado (después de todo, la actitud de Elizabeth podría interpretarse como rechazo) lucía una sonrisa picaresca. Se sentía reivindicado.
-Nunca pude iniciar nada placentero ~exclamó Craig-. Va contra su ética. Tengo que rogarle durante horas para que vayamos a la playa o nos sentemos a ver un film. Nunca hay tiempo. Siempre hay algo más importante que hacer. En ese momento Elizabeth se derrumbó y empezaron a brotarle las lágrimas. Por fin habíamos llegado a lo esencial. Todo el tiempo las acciones y actitudes de Elizabeth habían estado diciéndole a Craig: «No puedes esperar que yo esté tendida en la cama contigo durante una hora sin producir nada. Soy una mujer seria. No pierdo tiempo en algo tan frívolo como el placer sensual». y así fue como Craig, el trabajador eficiente que siempre daba lo que se le exigía, había aprendido a terminar rápidamente para que Elizabeth no tuviera que «perder tiempo con el pla-
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cen>. Elizabeth haLía comunicado a Craig, de forma sutil, su necesidad. No era corno la mujer de un eyaculador precoz que conocí, que sobmente quería hacer el amor justo antes de salir para una reunión. Aquélla era una mujer que sabía cómo hacer que el despertador sonara con fuerza. Había sido necesaria la resistencia de Elizabeth a los ejercicios sensuales para que Craig fuera consciente del reloj de alarma que ella usaba para todas las actividades placenteras. Sin embargo, Elizabeth no quería que Craig eyaculara antes de que ella estuviaa excitada. La frustración que sentía por eso había hecho que acudiera en busca de ayuda. Elizabeth estaba en medio de una contradicción: quería más tiempo para poder llegar al orgasmo y nada de tiempo para la excitación. Y las cosas no funcionan así. Si todo lo que queremos es «meten} la relación
entre otras cosas, quitamos el placer. Para Elizabeth el mero hecho de probar el primer ejercicio implicaba hacer frente al miedo a «rendirse» a la sensualidad: estaba aterrorizada. Eso significaría perder el empuje, el trabajo, el control de su vida. En su ll1ente, la única alternativa al totalmente eficiente Amor Triunfal era el irresponsable Amor Pueril. Pero ... ¿por qué sonreía Craig? Sí, por fin se daba cuenta de que no tenía que cargar sobre sus hombros toda la culpa de la insatisfactoria vida sexual de la pareja. Más aún: el equilibrio d" poder entre él y su mujer se había desplazado notablemente. En lugar de ser él quien había quitado toda emoción al sexo, ahora se había convertido en la Persona que Propicia el Placer. Después de todo, Craig había intentado valientemente llevar a Elizabeth a la playa y ella se había resistido. Ni siquiera podía actuar como Iniciadora en un ejercicio sensual, ¿no? Como veremos en los capítulos siguientes, los miembros de
la pareja tienen el don de polarizarse: uno es la Persona que Propicia el Placer y el otro es la Persona que se Resiste al Placer. -Él es demasiado serio -dice la mujer atractiva que entra en el consultor· arrastrando altnarido-. Y yo soy tan mimosa ...
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Pero las etiquetas suelen despegarse en cuanto se empieza a investigar. En realidad Craig se resistía tanto como Elizabeth a entregarse al placer con tranquilidad. Pero ya que Elizabeth se resistía a cualquier placer, como dijo Craig, él podía sentirse en la posición de frustrado Propiciador de Placer sin tener que hacer frente a sus propias angustias. Pero la sonrisa de Craig y las lágrimas de Elizabeth les ofrecieron la oportunidad de quebrar sus resistencias. Le pedí a Craig que fuera el Iniciador durante la semana siguiente y, por supuesto, en su papel de Propiciador de! Placer no pudo negarse. En cuanto a Elizabeth, había reconocido por fin que su resistencia era sólo miedo. Habíamos ganado la mitad de la batalla. Esta vez todo funcionó: los dos fueron capaces de «someterse» al placer durante quince minutos. Y en el proceso empezaron a comprender las dos grandes lecciones de los ejercicios sensuales graduales: e! placer es la recompensa y no les destruye. Durante los dos meses siguientes, Elizabeth y Craig encontraron cada vez más tiempo para permitir que el «placer sin objetivo)} entrara en sus vidas, para «hacer nada» juntos. Cuando gradualmente fueron haciendo e! amor con más tranquilidad, sin apuro, comenzaron a apreciar el proceso de ponerse en contacto sensualmente, sin perseguir la finalidad del orgasmo, y pensaron que e! síntoma de Craig (ya curado) había sido una bendición. -Fue el toque de atención -comentó Craig alegremente-o Mi pene era lo único romántico de mi organismo. Estaba diciendo: «Eh, se tranquilizan o renuncio}). Sabía que estábamos perdiéndonos algo maravilloso.
Un bebé: el producto final En una comedia futurista de Woody Allen, éste despierta en un mundo nuevo en el que la reproducción se maneja en el laboratorio y el sexo se ha reducido a visitas rápidas, sin com-
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pafíía, al «orgasmatrón»: eficiencia total. El público ríe a carcajadas. El futuro está ahí. En respuesta a la pareja de cada seis que tiene problemas de infertilidad, la tecnología de la reproducción ha creado un montón de opciones sorprendentes: la inseminación artificial, la fertilización in vitro, las madres portadoras. Para los estériles se trata de milagros. Pero esas maravillas del laboratorio no se reservan para ellos: se han convertido en opciones para los matrimonios de un minuto. Para la pareja supereficiente, la ayuda del laboratorio en la confección del bebé garantiza la entrega del producto a término sin inconvenientes: incluido el de hacer el amor. Siempre aparecen en la terapia sexual las cuestiones referidas a la reproducción. Con frecuencia veo a mujeres a quienes aterroriza el embarazo de tal manera que no pueden dejarse ir en la cama y por consiguiente impiden los orgasmos. Cada vez veo a más hombres y mujeres con problemas de esterilidad que han reducido la vida sexual al proyecto de tener un bebé: la única forma de sexo que practican es el coito y solamente cuando la temperatuta rectal de ella es la correcta. En los dos casos insto a las personas a que admitan que pueden gozar del sexo que nada tiene que ver con la reproducción. Para mucho~ pe nosotros -religiosos o no- el sexo dedicado exclusivamente al placer, totalmente independiente de la reproducción, puede producir angustias muy fuertes..l'or eso muchas personas se resisten a,probar las alternativas al coito: en lo más íntimo sienten que no deberían hacer esas cosas que sólo causan placer, que son «antinaturales~). En la misma forma, hay muchas mujeres inteligentes y educadas que nunca se informan bien sobre los métodos anticonceptivos porque eso las obligaría a aceptar que casi siempre sólo desean el placer, no un bebé. Así que siempre he instado a las parejas a diferenciar entre «hacer bebés)) y gritar: «¡Hurra!». Les digo: -En cuanto acepten el hecho de que no están tratando de conseguir un bebé cada vez que hacen el amor, podrán empezar a divertirse sexualmente de muchas maneras.
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Pero cuando comenzaron a llegar los Devotos del Minulo, empecé a pensar de forma diferente. Para muchas de esas parejas que quieren terminar de una buena vez cuando tienen relaciones sexuales, hacer bebés y hacer el amor son dos cosas distintas. dem,asiado diferentes. Ven la reproducción eOfilO otro problclua de «eficiencia». Y al bebé como el producto que hay que fabricar. -Tengo treinta y seis años, mi reloj biológico sigue su marcha, y voy a tener un ascenso importante el año que viene, así que quisiera tener el bebé antes -me dijo una publicista llamada Joanna-. Por eso vaya la clínica para inseminación artificial. -¿Y por qué vino aquí? -pregunté El marido bajó la vista. -Porque ya no hacemos el amor -dijo él. "Sacudí la cabaa en un gesto de incredulidad. Era como si los dos problemas -hacer el amor y hacer bebés- necesitaran dos soluciones totalmcnte diferentes. ¿Tendría que ilustrar a la pareja sobre las abejas y los pajaritos? -Mis reglas son: o esperan a tener el bebé por inseminación artificial y después inician la terapia, o esperan un año después de la terapia para la inseminación artificial, si es que la necesitan. Pero no pueden trabajar los dos problemas de manera simultánea
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si se tratara de asuntos diferentes.
Joanna me miró con disgusto. -Espero que prefieran empezar por trabajar en la manera de hacer el amor -elije-o Hacer el amor esperando concebir un hijo puede ser lo más bello del mundo. Pero ni el amor ni los bebés pueden hacerse con apuro. Tomarse el tiempo para eso fue lo mejor que pudo sucederle a esa pareja. Por fin se sintieron capaces de expresar sus sentimientos y naturalmente tuvieron una vida sexual más activa. Algo más se
produjo también de manera natural. Me alegra decirles que un año y medio después Joanna quedó embarazada al estilo antiguo. -Es un milagro -me dijo ella por teléfono. Por cierto que lo es ... siempre.
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Fred, mi club de salud Un colega me dijo hace poco: -Me siento confundido. La mitad de las personas que vienen a consultarme viven solas y les arerroriza pensar que van a pasar solas d resto de la vida. Y la oua mitad están casadas y han arreglado sus vidas de manera 'lue ven a sus cónyuges una noche por semana. ¿Eso es lo que quiere la primera mitad? ¿Un matrimonio igual a una cita de tres horas?
Yo creo que los dos grupos desean mucho más que eso. Mi teoría predilecta es que en lo profundo de su corazón esos Devo-
tos del Minuto son románricos incurables. En todos esos matrimonios en que nadi~ está en casa se esconde un amante de la sensualidad qu" lo que desea en realidad es quedarse en casa todo el día, y si es posible en la cama con su cónyuge. Corremos tan velozmente porque ansiarnos quedarnos quietos; vivimos en fonna superindependientc porque ansiamos que nos acaricien y nos consuelen C0l110 a los niños. Y tenemos miedo, si cedemos a
todos esos deseos, a no poder ser capaces de vivir en esa forma independiente. Pero muchos de los Devotos del Minuto que conozco están descubriendo que no ganaron m<Ís independencia por pasar cada vez menos tiempo con el cónyuge: sólo ganaron una nueva forma de soledad y frustración, incluida la frustración sexual. Y COInc ahora están empezando a estar más tiempo juntos, gran parte del «haciendo nada) en la cama, se encuentran con que están desarollando un sentido más fuerte y más calmo de independencia cuando se levanran. -No es que nos hayamos convertido de repente en campesinos o algo así -comentó una ex Devota del Minuto-. Pero para empezar renunciamos a los clubs de salud para pasar más tiempo juntos. Ahora Fred es mi club de salud. Así es.
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3 Los tipos recios no hacen mimos
que la mayoría de los hombres está tan sedienta de amor como las mujeres; y casi todas las mujeres que conozco no son masoquistas sino que están asustadas por su propia y saludable agresividad. Es verdad que la mayoría de los hombres que atiendo en el consultorio no expresan la emoción y el afecto tan fácilmente como sus compañeras ... por lo menos al comienzo de la terapia. Y sí, casi todos se centran en los genitales y los orgasmos más que ellas ... por lo menos al comienzo de la terapia. Pero detrás de cada hombre «frío e insensible» no hay siempre una mujer tipo «felpudo» que tiene hambre de amor; con frecuencia el «felpudo» es una mujer que controla su angustia alentando a su «amante de corazón frío}) para que siga siendo asÍ.
La escena se repite casi a diario en mi consultorio.
ELLA (con fuego y/o ldgrimas en los ojos): ¡Nunca me besa!
¡Nunca me acaricia! ¡Ni siquiera me coge la mano. Siempre quiere ir derecho al grano: ¡entrar y salir! Yo no le importo. ¡Este hombre no tiene sentimientos! ÉL (con ofoscamiento y/o rencor en los ojos): ¡Por supuesto que me importa! Pero es imposible hacer folíz a esta mujer.
Hay infinitas variaciones pero el tema es siempre el mismo: él es frío y egoísta y no demuestra sentimientos, y ella está tan hambrienta de afecto que ya no se excita con él, no puede lograr orgasmos o quizás haya renunciado a hacer el amor con él. Y todo es culpa de él. Debo admitir que últimamente los hombres tienen mala prensa. A menudo me encuentro con otros teóricos en psicolo-
gía que prueban, más allá de roda duda, que el 90 por ciento de los hombres odia a las mujeres o, por lo menos, es incapaz de amarlas. Es una teoría que sirve a las mujeres: pueden culpar a los hombres de las relaciones insatisfactorias; nuestra única culpabilidad es la supuesta necesidad de ser víctimas. Creo que esas teorías son peyorativas para ambos sexos. He descubierto
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¡Eh, que yo no soy un homosexual! Arnold 'y Eva G. me recordaron enseguida a la pareja formada por George Segal y Sandy Dennis en la película ¿ Quién teme a Virginia WoolJ? Arnold tiene poco más de treinta años, es buen mozo, de aspecto muy juvenil, y demuestra una gran confianza en sí mismo que le ha sido útiLen su cargo de ejecutivo de ventas de una empresa textil. Eva es totalmente opuesta: diminuta, delicadamente bonita y tímida; habla con una V"0Cecita infantil y parece estar siempre al borde de las lágrimas. En realidad tenía los ojos húmedos cuando me confesó que había perdido todo interés en el sexo después de un incidente ocurrido seis meses antes.
-Arnold había estado una semana en Adanta en una conferencia de ventas -comenzó a decir- y en cuanto llegó a casa empezó a tocarme como si yo fuera un pedazo de carne. Ni besos ni abrazos, nada. Me arrastró hasta el dormitorio como un hombre de las cavernas y me poseyó. Pero no tuvo nada que ver conmigo. Me sentí usada y humillada. Fue como una violación. -¡Fue pasión no violación! -exclamó Arnold-. ¿Tienes que castigarme toda la vida porque me excitas?
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-¿Pasión? -preguntó Eva-. Ni siquiera me miraste; la única vez que nos miramos es cuando estás encima de mí. Y casi nunca hablas. Dios sabe que no parece que me quieras cuando tenemos relaciones. y después te duermes con una pierna sobre mí como si yo fuera una almohada. -Pero te he dicho muchísimas veces que te quiero -gritó Arnold-. Hace diez años que hacemos el amor y siempre tuviste orgasmos. ¿Qué hace falta, por Dios? Las mujeres nunca están satisfechas. ¿Qué quieres de mí? -Quiero ternura -susurró Eva.
En ese momento Arnold levantó sus manos. Por cierto que era un Tipo Recio que no podía entender que alguien quisiera mimos. No tenía la menor idea de lo qne faltaba en sn relación de pareja. En realidad, si Eva hubiera dejado de 'qnejarse y huoieran empezado de nuevo a tener relaciones sexuales, él se habría sentido muy feliz. Pero en la mente de Eva aquella noche se había convertido en el símbolo de todo lo qne faltaba en la relación entre ambos. Para ella el sexo sin afecto era equivalente a la violación, y por eso había dejado de interesarle. Los dos estaLan atascados, polarizados. Arnold era el Villano Sexnal y Eva era la Mujer Eternamente Insatisfecha. Y durante los seis meses posteriores a aquella noche traumática cada nno se había posesionado más de su papel. -Hasta temo darle la espalda --dijo Eva-. Siempre está pellizcándome el trasero o tocándome los pechos o refregándose contra mí como un perro. Siempre estoy rechazátldolo. -¿Y usted sigue pidiendo más? -le pregunté a Arnold-. Creo que le gusta que lo rechacen. De otro modo se acercaría a ella de una m"anera más gentil. -Mire -dijo Arnold enfurruñado-, no soy romántico y ella lo sabe. Aquel ejecutivo de treinta y cuatro años podía haber dicho: «Epa, no soy un mariquita),
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«Sea sensible, pero sea un hombre de verdad» Los hombres no nacen Recios, se hacen. Todo empieza con mamá y se desarrolla en el patio de la escuela. Cuando un muchachito da sus primeros pasos hacia la independencia de su madre, también los da en la negación de la necesidad de la calidez y el afecto maternos. A los dos o tres años ya siente que debe apartarse de mamá o jamás crecerá hasta ser un hombre activo e
independiente como papá; su hermana puede continuar identificándose con la mamá «emocional» mientras va independizándose. El muchacho, el chico, delimita su identidad como Hacedor, opuesta a la de Sensible. Ha comenzado a separar la acción del sentimiento y mientras va creciendo la brecha va agrandáodose. Con el tiempo esa brecha separará el Sexo del Amor. Incluso en la era feminista, casi todos los varones se crían creyendo que cogerse de la l11ano, abrazarse y besarse son «cosas de nenas» que solamente practican los nenes de mamá. En la pubertad, la aversión del jovencito hacia los sentimientos "femeninos» le impide dar y recibir muestras de afecto. Le aterroriza que la ternura pueda hacerlo sensible, afeminado, hasta gayo Pero el sexo es otra cosa, por supuesto. En las primeras lecciones sobre el sexo, recibidas en el patio de la escuela, aprende que el sexo masculino es activo y agresivo; es lo que el Hombre hace a la Mujer. Un hombre de verdad va directamente (podríamos decir horizontalmente) a lo 'lue le interesa: el sexo comienza con su erección y termina con su orgasmo. Quizá, s.i es muy considerado, le proporciona a la compañera un poco de juego previo, pero solamente como un medio para llegar al fin, algo para cebar la bomba, no para gozar por sí mismo. Los sentimientos no tienen nada que ver con ese juego. Pero todo el tiempo el hombre está anulando sus sentimientos, suprimiendo la necesidad de ternura, consuelo y cariño que comenzó a negar hace tanto tiempo. Y cuanto más niega esa necesidad, más fuerte se hace. Es como la persona que sigue una dieta y ha estado negando el hambre dnrante tanto tiempo que
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la mera visión de una torta de chocolate le produce pánico. Suele suceder que la negada necesidad de afecto de un hombre adulto se haya hecho tan grande que en cuanto se encuentra en la cama con su mujer siente el pánico de ser avasallado por la necesidad. La única alternativa para él es entregarse de lleno a la acción y con rapidez: ¡hacer el coito! La masculinidad se ha definido por tradición como lo opuesto a la feminidad: los hombres son duros, no blandos; fuertes, no débiles; activos, no pasivos; racionales, no emocionales; con control, no vulnerables. Y en vista de esta definición, un hom-
bre de verdad no puede permitirse el lujo femenino del «placer sin objetivo»; el lujo de besar y acariciar muchísimo sin ir directamente hacia el orgasmo; de yacer en la cama pasivamente mientras su mujer le acaricia; de quedarse en los brazos de su compañera como un bebé; de compartir esa intimidad que es muchísimo más profunda que los mutuos orgasmos, que las lágrimas de ambos. Todos ésos son placeres prohibidos para un verdadero hombre: podrian convertirlo en una mujer. Y ése es su mayor temor. El hombre que se entrega a esos placeres «femeninos» siente terror ante la posibilidad de que ese lado «femenino» se apodere de él. Entonces se volvería blando y débil; impotente. O, peor todavía, llegaría a ser gayo Los dos pánicos -el temor a la impotencia y el miedo a la propia homosexualidad inconsciente- se encuentran bajo la superficie de los más <<normales» de los
hombres. En un nivel primitivo, un pene erecto sigue siendo
el símbo-
lo y la fuente del poder del hombre. Es su espada y su cetro. La palabra «potente» califica todas sus fuerzas: las políticas, las financieras y también la sexual. Y un pene blando sigue siendo el símbolo de todo lo opuesto: debilidad e incompetencia. Siempre pensé en lo humillado que debe de sentirse un hombre con un pene fláccido aun en circunstancias en que no haya motivos para que esté rígido. Un ejemplo es el caso de algunos hombres que se sienten humillados después de eyacular, cuando, naturalmente, se pierde la erección. Experimentan 10 que los franceses
denominan la petite mort-«Ia pequeña muertc»-, cuando su torre de fuerza masculina se derrumba. No hay más potencia: se ha agotado. La espada ha vuelto a ser un gusano. Irónicamente, muchos hombres que sufren problemas de impotencia con su esposa intentan curarse procurando mante-
ner sus relaciones sexuales con mayor decisión, en lugar de averiguar qué sienten realmente por ella. «No estoy haciéndolo bieH», piensan, en lugar de: «Quizás haya un motivo por el que ahora no tengo ganas de hacerlo con ella». La diferencia entre hacerlo y sentirlo suele ser lo que los ha llevado a esa situación. Es grande la probabilidad de que la impotencia se deba a una ira escondida en lo profundo de su ser que no se ha podido manifestar por temor a perder la compañera. Pero ese sentimiento tendrá que expresarse para que el pene «se comporte bien». El pánico a la homosexualidad es tan insidioso y aún más limitante que el temor a la impotencia. Cada vez que el machismo se pone de moda -como ocurre ahora- el pánico a la homosexualidad anda cerca. La preocupación actual por las «virtudes» masculinas -con el luchador/patriota recio e intrépido, con el cuerpo muy musculoso y la cara barbuda, con la actitud contenida del hombre silencioso y fuerte, como un héroe de películacreo que está relacionada con el estigma que el sida ha impuesto a la homosexualidad. Hoy en día, los hombres heterosexuáles que antes se sentían seguros con sus lados flacos están distanciándose de nuevo de la conducta «femenina». Ya no se está a salvo si se es juguetón, sensible, vulnerable o sensual. Un hombre debe ser un Tipo Recio por razones de supervivencia. No puede negarse que el crecimiento del poder femenino -en el trabajo, el hogar y hasta en el gimnasio- tuvo el desgraciado efecto de empujar a muchos hombres a negar, aún más, sus actitudes emocionales ~(femeninas». ¿Cómo podrían arries-
garse a ser emocionales -y vulnerables- cuando ya resulta bastante difícil "permanecer arriba»? Cuando las mujeres adoptaron las «virtudes» masculinas se vieron obligados a ser supermasculinos y, de nuevo, sacrificaron los sentimientos en ese proceso.
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A Arnold G. le resultaba imposible reconoc~r la existl.:ilCia de
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una faceta amable y sensible en su personalidad y su necesidad de terllura y cariño. Cuando lo vi a solas, le pregunté sobre su infancia y me describió a su padre, un obrero metalúrgico, como «perperualnentc ocupado», y a su madre conlO «eternalneIlte soliraria». Recordó que sn padre solía ir a trabajar cuando terminaba de cenar, mientras su madre le retenía en la mesa para «charlar de cualquier cosa. Siempre decía que yo era un buen oyente, lo que era bastante ridículo ya que yo no le prestaba atención)). La madre de Arnold, sedienta de contacto emocional, había puesto sobre los hombros de su hijo una pesada carga de emociones, pidiéndole que fuera el amigo sensible que su marido no había sido jamás. Arnold recordó que su madre le había h"écho prometer que no sería obrero en ninguna fábrica porque, de lo contrario, no tendría tiempo para estar en casa con
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la familia; este comentario sirvió para exacerbar los sentimien~ tos amargos de Arnold hacia su padre. -Pero no es que ella no quisiera al viejo -me aseguró Arnold enseguida-o Mamá siempre alardeaba de que mi padre era más fuerte que los más jóvenes de la fábrica. Muy pronto [Uve el cuadro de una madre que había transmitido a su hijo el clásico mensaje: Sé sensible, pero sé un hombre de
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-Creo que su madre era una mujer difícil de conformar -le dije a Arnold. -¡Imposible! -exclamó alzando las manos con el mismo gesto de resignación que había hecho cuando contestó a las exigencias «imposibles» de su mujer. Entonces Arnold se inclinó hacia delante como si fuera a iniciar un nuevo tema y me preguntó: -¿Qué puedo hacer para que Eva me responda? Estoy desesperado. Intentaré todo lo que usted me sugiera. Le sonteí. Sin darse cuenta, él, intuitivamente, había asociado a su madre con su esposa. El hombre que nunca pudo
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complacer a la lHAJle ahora quería conocer cuál era el ardid para complacer a srl mujer. Estaba haciéndome la misma pregunta que los hUlJ10reS formulan con mayor frecuencia: ¿Cómo puedo lograr que mi mujer me responda mejor? ¿Qué técnica \(lllistcriusJ.» la excitará? Es un tema arriesgado que no suelen encarar los Tipos Recios, y mi respuesta es casi siempre la misma: -Para empezar, ¡conténgase! Deje de toquetear a Eva. Y deje de tratar de ser un J.m8.nte experto. No tiene que complacer a nadie más que a usl cd. -Un momento -interrumpió Arnold asombrado-o Creía que Eva quería que yo fuera ¡-nenos egoísta, no más. ¿De parte de quién está usted? -De parte de los sentimientos -respondí-o Los suyos y los de Eva. Hasta que cada uno empiece a centrarse en sus propios sentimientos no podLin ~t.:'r fclil'cS juntos. Estaba claro que J'.rnold nunca había sido un hombre que se demorara en la exciral:i('il1, así que cuando conversé con Eva le pregunté: -¿Alguna vez pensó por qué eligió casarse con un hombre que 110 fuera tierno? -Creo que enlonces no sabía lo que quería -contestó ella. Sospeché que debía de haber existido algo más. El medio en que creció Eva era el complemento perfecto para el de Arnold.~ Era la hija menor y la única mujer de una familia numerosa; para su padre era como las niñas de sus ojos. Eva contaba cómo su padre la hada saltar en sus rodillas, cómo solían tomar el desayuno, a solas, en el jardín y cómo bailaba para él. Dijo que su padre había sido un hombre muy afectuoso. -¿También con su mamá? -pregunté. Eva se encogió de hombros como si le hubiera hecho una pregunta indiscreta. Supuse que también Eva se había criado en un hogar con un doble mensaje: un padre seductor pero en un ambiente en el que el sexo estaba rodeado de vergüenza. Pensé en qué forma res-
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pondería Eva si Arnold dejara de ser un Tipo Recio. Tres semanas después de comenzar los ejercicios sensuales graduales tuve
Más dotado que tú para el sexo
la respuesta.
Los Tipos Recios se presentan con distintos disfraces y el que más decepciona es el de pseudorromeo. Al principio de un romance aparece como un hombre sensual que puede pasar horas lamiendo, succionando y acariciando, pero una vez la relación se hace estable esa sensualidad sale volando por la ventana. En algunos casos esa sensualidad inicial ha sido una farsa, la extensión física de la «línea que tira el seducton,. Una vez que ha conquistado a la mujer con su manera de hacer el amor, considerada, romántica'y sin apuro, puede olvidarla para siempre y dedicarse al puro sexo genital. De todos modos, para él todo el otro asunto era parte del juego de seducción, algo que se hace antes de que empiece la diversión. Yen realidad nunca sintió demasiado mientras representaba el papel. Pero para la mayoría de los pSéudorromeos la fase sensual de la relación no es una farsa: goza con ella mientras dura. Sin embargo, queda condenada al ostracismo en cuanto la relación se hace estable y comprometida. Ese tipo de hombre sólo puede permitirse la intimidad sensual cuando tiene un pie fuera de la cama. Es sensual mientras se siente libre. En la relación comprometida se siente avasallado por la angustia del amor y vuelV"e-a la conducta típica del Tipo Recio: hace el acto sexual y no el amor. -¿Qué se hizo de mi maravilloso amante latino? -se quejó Deirdre, una recién casada-o Michael era increíble. Podía pasar una hora haciendo el amor a un dedo del pie, por Dios, y yo sentía un hormigueo en todo el cuerpo. Pero cuando nos casamos se convirtió en un robot sexual. Gruñe, gime yeso es todo -me escribió Deirdre. Esa queja es muy común. Antes solíamos explicar la conducta de Michael en función del complejo «madonna/prostituta»: en cuanto una mujer se convierte en la esposa, como la madre de él, se convierte también en santa, y el sexo se limita entonces al apto para la reproducción, al «formal»: coito rápido y poco
Durante las dos primeras semanas Arnold se había resistido tremendamente a sentir cuando le tocaba el turno de yacer plácidamente en la cama mientras Eva lo acariciaba. Era como si su cuerpo estuviera dormido excepto por los genitales. Eva se quejaba y decía que no había esperanza. Pero, por fin, a la tercera semana Arnold bajó la guardia, se entregó a la experiencia y dijo que los sentimientos que fluyeron fueron fantásticos. -Me sentía estupendamente, enamorado de Eva y del mundo entero -dijo-o En la cima del mundo, hasta que Eva me tiró abajo. Parece que al terminar el ejercicio Eva preguntó a Arnold si había reservado la mesa para la cena y cuando él le dijo que se olvidó de hacerlo, ella se puso furiosa y dijo que no podía confiar en él para nada. -¡Qué raro en ese momento! -le comenté a Eva-. Ahí estaba Arnold, acostado a su lado, por fin carifíoso y sensible y usted eligió ese momento para acusarlo de no cumplir con sus encargos ...
Eva bajó la vista avergonzada. Sí, estaba hambrienta de ternura pero en cuanto Arnold mostró signos de vulnerabilidad -de no ser el hombre fuerte, como papá, con el que se había casado- se sintió atrapada por la angustia y trató de poner fin a la situación. La ambivalencia de Eva envió a Arnold el mismo doble mensaje que había recibido él cuando era chico. Sé sensible pero sé un hombre de verdad. En ese momento, en mi consultorio, Eva miró a su marido y le sonrió con tristeza. -Lo siento -musitó-o Este asunto me asusta a mí también.
El Villano Sexual y la Mujer Eternamente Insatisfecha estaban preparados, por fin, para hacer el amor.
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f frecuente. Pero. Jesde hace.un tiempo, he observado que hay muchos hombres casados capaces de emplear con su esposa las variaciones «informales» -incluido el sexo oral-genital- pero que son incapaces de retornar a la manera tranquila y sensual de hacer el amor que les gustaba antes del matrimonio. La experiencia eroticogenital, sí; pero
el cariño íntimo, no. Yo creo que
esa inhibición tiene más que ver con el miedo masculino a perder el poder que con las madonnas y prostitutas. Como hombres sin ligazones no temían tanto ser dominados y devorados por la sensualidad: sabían que, llegado el momento, se irían a casa solos, intactos y bajo su propio control. Pero como hombres casados aparecen todas las viejas angustias: tienen miedo de ser atrapados, de perder el control, de ablandarse, de volver a ser los desvalidos chicos de mamá. "A1gunos Tipos Recios hacen frente a esas angustias convirtiéndose en agresivos amantes «llenos de salvajismo y locura».
Dicen a su compañera: -Quiero probarlo todo. Superemos las inhibiciones. Snelo admirar a esos aventureros, sobre todo porque muchísimos hombres casados se limitan a una sexualidad monótona. Pero esa clase de Tipo Recio no es realmente un aventnrero: es un atropellador que insta a la compañera a «soltarse» y a «seguirle la corriente» mientras la presiona para probar variacio-
nes sexuales para las qne ella aún no está preparada. -Siempre termino sintiéndome culpable porque no puedo hacer en la cama todo lo que él quiere -me contó una joven casada-o Yo también quiero probar cosas nuevas, pero tengo que hacerlo poco a poco. Me ocurre lo que con los films eróticos: para ver uno pornográfico tengo que prepararme antes viendo alguna película común con escenas audaces. Cada vez que esta mujer estaba en la cama con su marido, él asumía el papel de maestro y retador. Siempre estaba diciéndole que era una «chiquilina cerrada» que tenía miedo al sexo. Pero
cuando les pedí que hicieran los ejercicios que requerían que el hombre mantuviera
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el estado de excitación sin pasar al coito, se
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cerró más que una novia virginal. El prodigioso atleta sexual se aterrorizó ante la mera ideo Je limitarse a yacer y sentir. Todas sus bravatas sexuales habían sido una cortina de humo para esconder sus propios miedos. Como Don Juan, era roda control y muy poco sentimiento. Actuando como el máximo Buscador de Placeres, intimidando a su mujer con la actitud de superioridad, «estoy más dotado que tú para
el sexo», no tenía que hacer
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frente a su terror a la intimidad. A él las escenas audaces le asustaban más que las pornográficas.
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Por lo general los Tipos Recios entran en mi consultorio pateando y chillando, arrastrados por su mujer. Enseguida me comuni-
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can que están allí para conformar a la esposa.
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Entran como tigres; salen como corderos
-Yo no tengo problemas con nuestra vida sexual-me dicen-o
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regañadientes, se someten a rni sistema como si fuera un
bautismo de fuego para hacerlos aceptables por su mujer. Si «hacen» los ejercicios sensuales quizás ella deje de quejarse y vuelva a la cama. Pero los ejercicios trabajan de manera misteriosa. Un Tipo Recio sólo puede acariciar y recibir caricias si no permite que se cuele algo de sentimiento. Ptro cuando eso sucede, un pequeño sentimiento conduce de forma inevitable al deseo de sentir más.
De manera gradual los placeres de la intimidad sensual disminuyen las ansiedades típicamente masculinas. Para empezar, el hombre no resulta JcvoraJo por un beso cariñoso y húmedo; en realidad se siente mny bien. No se convierte en un niño desvalido en brazos de su mujer; en realidad se siente más tranquilo y seguro de lo que se ha sentido en mucho tiempo. No se transforma en mujer si se queda tranquilo en la cama mientras su esposa lo acaricia; en realidad se excita de una manera mucho más personal que antes. Y lo cierto es que no pierde su potencia si deja
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que las erecciones desaparezcan y vuelvan a producirse en el transcurso del tiempo en que hacen el amor; en realidad se sien-
te totalmente seguro de su potencia cuando llega a la fase genital/orgásmica. -Ahora toda mi vida es más rica, no sólo mi vida amorosa
-dijo un hombre maduro que había entrado en mi consultorio, pateando y chillando, arrastrado por su mujer-o La comida tiene mejor gusto, el jardín se ve precioso y un largo baño caliente de inmersión es mi idea del cielo. Se me ocurrió estando en la cama mientras mi mujer me acariciaba: el placer está en todo.
4 Las mujeres liberadas no tienen sobresaltos sentimentales Primero fueron los ataques cardíacos. Las estadísticas demostraron que las mujeres estaban sufriéndolos más que antes, sobre todo las que ocupan cargos que producen estrés. Los médicos nos dijeton que los ataques cardíacos venían en el mismo paquete con el territorio laboral masculino: muchas horas de trabajo, muchos martinis y cigarrillos y el estrés incesante. Un cardiólogo que conozco agregó: -y el control de las emociones.~,n los trabajos que exigen un resultado excelente hay que estar dominando constanten.t~n te las emociones para no volverse vulnerable a la competencia. Pero el control de las emociones es malo para las arterias; tan malo como los bistecs y los helados. También es dañino para la vida amorosa. Actualmente las mujeres tenemos más ataques cardíacos pero menos sobresaltos
sentimentales. En nuestra lucha por la igualdad de poder algunas de nosotras hemos controlado las emociones de tal manera que han desaparecido de nuestra existencia. En nuestro terror a ser dominadas por los hombres -tanto en el trabajo como en el hogar- algunas de nosotras hemos cerrado el corazón a todos los sentimientos amorosos. Dondequiera que miremos se ven advertencias referentes a que si amásemos demasiado perderíamos la
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t independencia, así qne nos alejamos del amor. Y entonces, como esos hombres a los que antes despreciábamos, nos volvemos frías, desprovistas de sentimientos y sexualmente indiferentes. Oigo protestar a las mujeres de la primera fila: -Lo que pensaba, Dagmar. ¡En el fondo eres sexista y antifeminista! Supongo que ahora nos dirds que nos convirtamos en amorosas y pasivas amas de casa. De ninguna manera. Pero cuando todos los días vienen a verme tnujeres que se lamentan de que «ya no sienten nada)) con sus maridos o amantes, sé que algo ha salido de cauce. He visto, en los últimos años, la aparición de un nuevo conjunto de quej as de las mujeres sobre su vida sexual y la mayor parte de éstas, como los ataques cardíacos, estuvieron en un tiempo reservadas a los hombres. Si querer evitar las desventajas «masculinas» me tránsforma en sexista, me declaro culpable. Y si desear la combinación de la capad dad para la ternura y el cariño con un claro sentido de la independencia hace que pierda el estatus de feminista, que así sea. Todavía estoy de acuerdo con Freud en lo fundamental: una vida feliz exige trabajo y amor.
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El complejo del «chico del coro de la pa1'1'oquialsementab, -Me siento esquizofr~nica -dijo Ann:l K., una conocida experta en pintura-o En casa con Peter y los chicos soy un am.a de casa modelo, eficiente y prolija, y mi vida sexual es tan fogosa como una partida de scrabble. Pero cuando actúo en mi faz profesional y viajo estoy eternamente excitada. Siempre tengo fantasías eróticas con el hombre que está a mi lado en el avión o detrás de mí en el ascensor. Realmente debo hao:r un esfuerzo para no alzarme la falda y decir: «Eh, amigo, ¿qué tal uno rápiJo antes de llegar a la planta baja?». Lo único que me detiene es la sensación de culpa, pero lo que me espera en casa como alternativa no va a detenerme por mucho tiempo lllás.
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Dos días anteS había venido Anna, remolcando a su marido, quejándose de que su vida sexual era tan chata que se había convertido en una tarea que había que cumplir y que ya ni siquiera llegaba al clímax. Describió una rutina sexual demasiado típica: sólo tenían relaciones los sábados por la noche y raramente se besaban o se acariciaban otros días; los encuentros se limitaban a la «posición del misionero» con Peter encima de ella; el juego previo no duraba más de diez minutos y todo se hacía en la oscuridad y el silencio absolutos. Durante el relato de Anna sobre ese estado de estupor de los sábados por la noche, Peter, un profesor de derecho, cruzaba y descruzaba las piernas y miraba al suelo. Era evidente que se sentía incómodo con su cuerpo y con el tema del sexo. El único comentario que hizo después de esperar cortésmente a que Anna terminara de hablar fue que él también pensaba que «se podría mejorar la situación}). En C~~ 11l0luento no dudé de lo que había dicho Anna: que Peter no era «Míster Travesuras)) en la cama. A solas con Anlla pregunté cómo habían sido sus experiencias sexuales antes dt: casarse. -¡Fabulosas! -dijo ella con los ojos brillantes-. Me encantaban los cuerpos musculosos, sobre todo los cuerpos duros y sudorosos, y aprovccluba todas las oportunidades. Era una gourmande sexual. Una v. .'.z lo hice en un ascensor: el de un museo en el que estaba trabajando. Tuve dos orgasmos en tres pisos. y ahora rara vez llegaba al clímax. -¿Veía con regularidad a ese hombre del «rápido»? -le pregunté. -Poquísimo -contestó Anna riendo-o Era un guardián con la mitad de mi edad. En realidad, entre la facultad y la boda casi todos los encuentros sexuales de Anna habían sido asuntos de una noche con hombres que eran más jóvenes)' mucho menos instruidos que ella; hombres de pocas palabras y cuerpos atléticos. Los encuentros sexuales solían ser ~(coitos rápidos), y sumamente eróticos. Hasta que conoció a Peter, cuando ella tenía veintinueve años,
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Anna nunca había salido con el mismo hombre más de cuatro o cinco veces.
Pero ¿por qué esta atleta sexual confesa había elegido para casarse a un hombre tan reticente sexualmente?
-En todo lo demás Peter es un hombre maravilloso -dijo Anna con sinceridad-o Es muy inteligente, un compafiero y un padre espléndido, estable y que me apoya en mi carrera; tiene todo. Fui envidiada por todas las mujeres de treinta afios de mi barrio. En cuanto lo conocí, supe que sería un gran esposo.
-¿Cómo pudo saberlo? -pregunté-o ¿Acaso porque no la excitaba? -¡Es injusto! -exclamó Anna enojada. Pero como sabemos, la justicia nada tiene que ver con eso.
Anna es un ejemplo clásico del síndrome, en rápida expansión, que he denominado complejo del «chico del coro de la parroquia/sementa]". Es la versión femenina del complejo «madonna/prostituta» y veinticinco años atrás era tan raro como el águila calva. Para las mujeres que padecen el síndrome, los hombres son buenos amantes o buenos maridos, pero jamds las dos cosas a la vez. Con los «sementales}) esas mujeres pueden darse toclos
los gustos por caprichosos que sean, mientras la relaci6n sea impersonal y ellas mantengan el control. Y una forma de tener la garantía de que sea impersonal es eligiendo aman res a los que perciben como socialmente «inferiores»: hombres más jóvenes y menos instruidos que ellas. Y por supuesto que los buenos maridos son lo opuesto. Provienen de «buenas» familias, tienen carreras sólidas, son estables y responsables y, lo más importante, no son sexualmente excitantes. El marido perfecto no constituye un riesgo; es sexualmente ingenuo e inhibido: el chico del coro de la parroquia. El complejo «chico del coro de la parroquia/semental» se originó, en parte, durante la revolución sexual. Cuando se rompieron los tabúes del sexo muchísimas mujeres se animaron a admi-
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tir sus propios y poderosos deseos sexuales y tuvieron el valor, y el apoyo de sus parejas, para actuar en consecuencia. Pero únicamente esto no explica por qué tantas mujeres empezaron a dividir a la población masculina en objetos sexuales y futuros candidatos al matrimonio. La libertad sexual no es algo que indeftctiblemente haya que pracricar con un desconocido; hasta hace poco tiempo, ésta era tradicionalm.ente una distinción que hadan los hombres. Anna me contó una observación que había hecho. En un curso de psicología en la facultad la habían designado para recopilar las fantasías sexuales masculin~s para el libro de Nancy Friday Men in Love [Hombres enamorados]. y Anna se había quedado perpleja con lo que encontró. -¡Era como si leyera algo mío! ~comentó-. Todo ese asunto típicamente masculino; el sexo directo, desear ir al grano enseguida, con furia, y luego irse solo a casa; ésa era mi idea del sexo y sigue siéndolo. El sexo es algo corporal, no mental ni sentimental. Yel objetivo del sexo es tener un orgasmo o dos o tres ... ¿qué otra cosa? ¿Por qué ese libro se llama HOMBRES enamorados? ¿Acaso soy hombre? Anna se sintió terriblemente confundida, como tantas otras
mujeres, sobre su papel sexual en esta nueva sociedad. Los modelos del género que existieron mientras ella crecía le habían ofrecido sólo dos opciones rígidamente circunscriptas: ser un ama de casa como mamá, pasiva y dependiente inclusive en lo concerniente al sexo y finalmente resentida, o ser una profesional como papá, activa e independiente en todo, incluido el sexo. Había que tomar una opción o nada. No existían modelos de mujer independiente y profesional y al mismo tiempo esposa activa sexualmente.
No es sorprendente que Anna. se sintiera esquizofrénica. Había «resuelto» el dilema siguiendo el ejemplo de papá y comportándose «como un hombre» en su vida profesional. (Me resultó significativo que la mayor parte de sus fantasías eróticas se produjeran cuando actuaba profesionalmente.) Y, siguiendo
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doméstica; según su propia descripción, eIJ. un Jrna Ji.? .:asa nl0delo: eficiente, prolijJ. y virtualnlcntc asexual. CO!UO descubrí con rapidez, Anna no solamente había elegido como marido a un hombre sexualmente reticente sino que ella misma se había inhibid" respecto al sexo con ese hombre. Esas noches de sábado, sin ninguna excitación, eran tanto el resulta(lo de la indiferencia de Anna como de la pasividad de su marido. Después de trabajar durante varias semanas, Anna me confesó que se avergonzaba de que Peter viera que tenía un orgasmo. iEso dijo la mujer que había sentido dos orgasmos con un desconocido en el ascensor! Igual que los hombres que sufren el complejo «madonna/prostituta» (<
as son para la vida doméstica, y con ellas, cuanto menos sexo, mejor. He conversado con mujeres que han optado por esa forma tradicionalmente masculina de encarar el complejo «madonna/prostituta». Esas mujeres pasan con facilidad de un besito en la mejilla al padre de sus hijos al abrazo ardoroso con el amante en el cuarto de hotel. Por lo general son mujeres que «tienen todo» porque acomodan todo -especialmente las perso-
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nen algunas amisto,ks con las que efectuar salidas familiares y otras para las reuniones formales. Desde luego el problema reside en que acaban sintiéndose fragnlentadas y superficiales. Para Anna esa solución hubiese sido como una extensión de la vida que llevaba en ese 1l100nento; pero entonces actuarían sus fantasías sociales, y Auna pensó que no podría manejar una situación como ésa. -Quizá todavía no l11é liberé del todo -me dijo-, porque si las aventuras se convirtieran en algo estable para mí, creo que me avergonzaría volver a casa y estar con los chicos. Me sentiría hipócrita con ellos. y fue así como a Anna le quedó la opción por la que había venido a mi consultorio: tratar de tener una vida sexual satisfac. .,
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tona con su manuo.
-Le mentiría si k prometiera que con unas caricias Peter va a convenirse en un seJ'llí..:nul-le Jije a Anna-. Pero ... ¿quién sabe? Puede haber un Supcrmán sensual escondido detrás del modesto Clark Kent. Le dije que, Je lodas maneras, su trabajo consistiría en olvidar las inhibiciones ele Peter y Cén trarse en las de ella. Anna era el equivalente femenino dd Tipo Recio: tenía miedo de hacer el amor íntimamelJh' con el ((chico del coro Je la parroquia» y también C011 el semeIlt..ll. Con sus aIuantes eróticos había evitado la intimidad practiClIH!O el ano sexual; con su marido había evitado la intimidad nu hacienJo casi nada. Y su miedo a abandonarse a la temura )' la excitación era idéntico al temor del Tipo Recio; sentía terror a convertirse en una mujer dependiente, pasiva y resentida C01"no su madre. Entonces sería «impotente» como profesional activa e independiente. Sucumbiría al placer sin objetivo y jamás recuperaría el control de su vida. Suele suceder que cuando el chico del coro comienza a reaccionar a los ejercicios sensuales su mujer retrocede de inmediato. Esto no era lo que ella buscaba cuando eligió a un hombre tímido
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y reservado. Un marido reticente al sexo decidió de repente que quería acariciar el cuerpo desnudo de su mujer sobre la mesa de la cocina, como si fuera a «darse un espléndido banquete», La esposa, que con frecuencia tenía aventuraS con hombres más jóvenes que ella, se horrorizó cuando e! marido abandonó su papel habitual. -¡Ayúdeme! ¡Se ha vuelto maniático! -me dijo ella. Le dije que lo que ella sentía era miedo de excitarse con e! marido. Peter, e! marido de Anna, nunca se convirtió en Míster Travesuras, y si lo hubiera hecho es probable que hubiese asustado a su mujer. Peter siguió siendo tÍmido pero se convirtió en un amante tierno. Y después de meses de ejercicios sensuales Anna descubrió que sentía placer con e! cuerpo de Peter aunque no fuera el ~(musculoso» cuerpo de un extraño. Y cuando aprendió a demorarse en la excitación encontró que los orgasmos ya no constituían ,un problema. Ambos comenzaron a acariciarse y besarse a menudo y a hacer el amor con mayor frecuencia. Anna todavía tiene sus fantasías con los ascensores (en realidad las tiene todo e! tiempo) pero ya no las ve ni como tentaciones ni como amenaza a su matrimonio. -Creo que siempre extrañaré las aventuras arriesgadas -me dijo Anna hace poco-o Pero hay una dulzura al hacer el amor con Peter que antes no existía. ¿Estoy conformándome? Quizá. Pero me siento mucho mejor siendo una persona amorosa que dos personas desesperadas.
Los largos y los cortos Es verdad. Ninguna mujer ha entrado en mi consultorio y confesado: -¡Acabo demasiado rápido! Esa queja es estrictamente masculina, y suele ser la esposa la que la formula. Las mujeres se quejan de que tardan demasiado
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en lograr e! orgasmo, de que cuando están cerca de obtenerlo e! marido ya está exhausto. He empezado a ver los «orgasmos prematuros» de las mujeres como un problema creciente entre las graduadas que trabajan mucho. Pero fue la queja sobre los orgasmos imatisfactorios lo que me dio la primera clave de que cada vez más mujeres terminan demasiado pronto. Algunas llegan al consultorio lamentándose de que sus orgasmos son menos intensos. Otras llegan preguntándose si en realidad han tenido orgasmos: no están totalmente seguras. En un número sorprendente de casos descubrí que esas mujeres se apuraban para llegar al orgasmo en pocos minutos, a veces en cuestión de segundos. Éste es otro síntoma típicamente mascwino que las mujeres han adoptado para abreviar e! período de excitación y así consumar e! acto sexual en lugar de hacer e! amor. Desde luego existe una diferencia obvia entre la eyaculación prematura de! hombre y e! orgasmo prematuro de la mujer. Cuando un hombre termina desaparece la erección y la compañera no puede lograr su orgasmo, por lo menos mediante el coito. Cuando una mujer acaba, sigue siendo físicamente capaz de continuar e! coito hasta que su compañero llega al orgasmo, con algunas notables excepciones que veremos. Pero tanto para la mujer como para e! hombre, los orgasmos prematuros sirven para el mismo fin: permiten evitar los terrorEs y maravillas de la intimidad sensual. Les permite a ambos terminar lo antes posible con el asunto y con un buen punto final: e! orgasmo. Las mujeres con e! síntoma 'de! orgasmo prematuro no sólo pierden la sensualidad, sino que tienen orgasmos menos intensos y satisfactorios. Veamos e! caso de Gabby F., cuyo marido Ronald se quejaba de que ella terminaba demasiado rápido. Ofrezco su historia no sólo porque tiene las características típicas -aunque como historia es bastante rara- sino porque ilustra en forma vívida e! problema general de! orgasmo femenino prematuro. A los sesenta y dos años Ronald era e! director de una firma de inversiones pequeña pero prestigiosa. Tres años antes había
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muerto su esposa, la compañera durante más de treinta y cinco años; un año después se casó con Gabby, de treinta y dos años, vicepresidenta de la compañía, Como caballero «a la antigua» no había querido tener relaciones con Gabby hasta que se casaran, Y le esperaba una gran desilusión, La única mujer que Ronald había conocido sexualmente había sido su esposa, con quien gozó de una relación plena de sensualidad. Hacían el amor con frecuencia, tres o cuatro veces por semana, cuando ya tenían más de cincuenta años. Pero lo
que más nos interesa aquí es que pasaban horas haciendo e! amor, incluyendo un largo pedodo cuando ya había comenzado el acto sexuaL A pesar de sus maneras formales y su apariencia aristocrática, Ronald era un sensuaL Por desgracia supuso que Gabby también lo era, .-- La belleza voluptuosa de Gabby, su manera provocativa de vestir y su tenden.cia a la coquetería, hubiera hecho pensar a cualquier hombre que era una mujer con un gran apetito sexuaL Según ella, tenía una «saludable» capacidad para el sexo. Había tenido amantes desde los dieciséis años y me contó que muchos de ellos habían admirado su facilidad para el sexo. -Nunca tuve problemas de orgasmo como otras jóvenes que conocía -me contó Gabby-. Siempre terminaba con rapidez. Recuerdo que podía llegar al orgasmo apretando las piernas en e! último asiento de! ómnibus de! colegio. Pero terminar con .rapidez era precisamente lo que, según Ronald, había convertido la vida sexual de los dos en un desastre. Él esperó gozar con Gabby de la misma clase de vida sexual que había tenido con su primera esposa. En realidad había pensado que con esta mujer, más joven y voluptuosa. «en la cumbre de sus poderes sexuales», habría de ser aún más sensuaL Pero no sólo Gabby terminaba pocos minutos después de iniciado e! coito, sino que cuatro o cinco minutos más tarde comenzaba a quejarse de sequedad vaginal y otras molestias y a insistir para que él retirara el pene. Insatisfecho, Ronald debía masturbarse hasta e! orgasmo.
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-Nunca conocí a un honlbre que tardara tanto -se lamentó Gabby-. Si fuera por él, demoraría toda la noche. Yo siempre pensé que el sexo era una [unción natural, pero él es fetichista al respecto. Gabby me confesó que la edad de Ronald y sus modales caballerescos la habían inducido a pensar qne el sexo tendría un papel sin importancia en la vida matrimoniaL Quedaba clato que eso era lo que ella había deseado. ¿Tardaba dentasiado Ronald para acabar? ¿Padecería de lo que en psiquiatría se llama «eyaculaciones retardadas»? ¿O Gabby terminaba demasiado rápidamente? ¿Tendría ella lo que yo llamo «orgasmos prematuros»? Cualquier caracterización como «demasiado largo» o «dema-
siado corto» es por lo general una expresión de la conducta deseada. y con frecuencia, el juicio al respecto refleja una tendencia de la que no se habla de otra manera. Al hombre que termina un minuto después de comenzado el coito se lo llama «eyaculador precoz)); a la mujer que tiene su orgasmo al minuto se
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la llama «fácilmente orgásmica». Y se considera disfuncional a la mujer que logra e! orgasmo una hora después de la penetración. mientras que al hombre en las mismas condiciones se lo considera poseedor de una admirable resistencia sexual. La solución liberal de este dilema sería admitir que esos conceptos pueden aplicarse a algunos individuos y conviene usarlos sólo de esa manera. Por consiguiente, todo lo que diremos es que Gabby termina demasiado rápido y que Ronald necesita mucho tiempo para Gabby. Pero tampoco me satisface esa forma de pensar. Mi opinión no sorprenderá a nadie: para lní, el hOlnbre, o la mujer, termina con demasiada rapidez cuando quiere evitar la intimidad sensual; es decir, si practica el coito en lugar de hacer el amor. Igualmente, el hombre o la mujer demora mucho el orgasmo si no manifiesta los sentinlÍentos para evitar la angustia asociada con la intitniJad sensuJ.l; otra VeZ, eso es realizar el acto sexual y no
hacer e! amor. Y para mí, con eso se relaciona lo corto y lo largo.
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Por ejemplo, creo que un hombre tiene el problema de la eyaculación retardada si advierto que necesita tener siempre el control del sexo y jamás se permite los placeres de la pasividad con su compañera. Tarda una hora en terminar (o no acaba nunca) porque sólo puede experimentar el sexo como un logro similar al de una prueba de atletismo. Es un Amante Estrella y su compañera es el público. Para él, el sexo es mucha maestría y nada de placer porque le aterroriza ser vulnerable. Entonces creo que ese hombre tiene un problema. Pero yo pensaba que Ronald no demoraba tanto tiempo porque quisiera dominar a Gabby, sino que lo que deseaba en realidad era que los dos gozaran del abandono a la sensualidad, como lo habían hecho él y su primera esposa. El problema de Ronald era su falta de paciencia y su sensibilidad a los temores y vulnerabilidad de Gabby. De la misma manera considero que una mujer es «fácilmente orgásmica» si advierto que fluye desde el orgasmo rápido hacia otras experiencias sensuales y Juego, quizás, hacia otro orgasmo más intenso. Pero si entiendo que sus orgasmos al minuto son cortocircuitos para no manifestar los sentimientos, una manera de acabar de una vez con todo el asunto, creo que ella tiene. un problema que se interpone en el placer de hacer el amor. y tenía varias claves que me indicaban eso en el caso de
Gabby. Hasta el vocabulario que empleaba para referirse al sexo -«una función naturah- suena más a la conducta en el cuarto
de baño que a encuentros románticos. En Suecia, donde me crié, la gente hablaba de sexo en términos prosaicos y mecánicos, y allá también eso reflejaba con claridad una actitud antirromántica. Otra clave fue la descripción que hizo Gabby de sus orgasmos rápidos en el ómnibus cuando iba al colegio. Muchas de las mujeres que trato y que se quejan de tener orgasmos débiles experimentaron los primeros frotando los muslos, en secreto, de la misma manera. La masturbación en la infancia es un placer que no quisiera que nadie se perdiera; para una chica, puede ser una experiencia liberadora que señala su capacidad para el placer sensual. Pero (y esto es válido también para
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los varones) la masturbación clandestina, superveloz para evitar ser descubiertos y tener que hacer frente a la culpa, puede ser la preparación para un sexo puramente genital, ansioso y nada sensual, y ptoducir orgasmos débiles e insatisfactorios. La sequedad vaginal postorgásmica de Gabby y el consiguiente dolor fueron las claves más esclarecedoras. No quiero entrar ahora en argumentos mente/cuerpo; sé bien que las incapacidades físicas producen muchos problemas sexuales, y por eso siempre a mis pacientes con disfunciones les pido que se hagan examinar por urólogos o ginecólogos. También sé que las paredes vaginales de algunas mujeres no se lubrican en forma adecuada por motivos orgánicos, pero Gabby no tenía problemas de lubricación antes del orgasmo: en realidad se lubricaba rápida y copiosamente. Solamente experimentaba sequedad después del orgasmo, y tanta que no podía tolerar el acto sexual. Mi pálpito era que se debía a razones psicogénicas: desde lo profundo de su psique ordenaba a las zonas sexuales que se secaran y cerraran. Mi suposición resultó correcta. Cuando supe más de Gabby descubrí que era casi el equivalente femenino del eyaculador precoz. Estaba dedicada a una carrera exigente y muy competitiva. Veía casi todas las cosas de la vida como objetivos y pensaba en los modos más eficientes para lograrlos. Simplemente no podía «esperar» y no toleraoo."l placer sin objetivo. Sólo practicando el sexo de un minuto mantenía el control y no se distraía perdiendo de vista sus metas. Y como era tan atractiva sexual mente y «experimentada» en las técnicas sexuales, lograba por lo común que sus amantes llegaran al orgasmo con la misma velocidad que ella. Aquéllos eran, sin duda, los hombres que habían elogiado su facilidad sexual: ella acababa en un minuto y ellos también. Todos podían dedicarse enseguida al trabajo. Me recordaba al personaje de Faye Dunawayen la película Network, que hablaba con entusiasmo sobre nuevos conceptos de programación mientras acariciaba a su amante, Willian Holden: no perdía ni un latido en la vagina cuando llegaba al orgasmo.
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¡ l, Por un presentimiento pregunté a Gabby si había sufrido algún acto de discriminación debido a su belleza. -¡Por snpuesto que sil -respondió con amargura. Me explicó que desde que era chiquita tanto los padres como sus maestros se habían centrado en sus atributos físicos con exclusividad, sin dar importancia a su inteligencia. Ella era linda; el hermano era inteligente. Como muchas chicas listas de su generación, Gabby se sintió, con razón, explotada y rebajada por esa opinión. Desde joven decidió demostrar que era más que una cara bonita, y tuvo mucho éxito. -No niego que mi aspecto me abrió una o dos puertas -me contó-, pero una vez dentro yo sabía ejercer mi profesión tan bien como cualquier otra licenciada de la facultad. En lugar de ser explotada por mis atractivos pude probar mi capacidad. '·-Pero como muchos otros, mujeres y hombres, que usan el atractivo sexual para ganar el público o el poder, Gabby tuvo que sacrificar sus sentimientos sexuales. «Ceder» a esos sentimientos era equivalente a perder el poder que le había proporcionado el atractivo sexual. y estaríJ. Je vuelta al }>rincipio: la niñita bella peto incapaz. Para Gabby, «acabar enseguida» era casi lo mismo que no hacerlo: la mantenía a salvo de ser esclavizada por sus sentimientos.
Cuando Ronald y Gabby llegaron al consultor;" eSlaban enojados. Ronald se sentía totalmente frustrado por su vida sexual insatisfactoria y muy desilusionado por la aparen te falta de sexualidad de Gabby. Por otra parte, ella estaba muy ofendida por la comparación constante que hacia Ronald entre ella y su primera mujer, y se sentía presionada por sus exigencias sexuales. Pasaron meses de discusiones, sesiones separadas y ejercicios sensuales graduales hasta que los dos empezaron a acercarse. Ronald tuvo que aprender a considerar a Gabby como individuo y no como la mala copia de.sn primera esposa; tuvo que aprender a tener en cuenta los deseos y los temores de ella aunque no fueran los que él esperara. Y Gabby aprendió que no siempre se excluyen el placer y el poder: que podía sentirse segu-
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ra en el salón del directorio y en la cama. Para llevarla a esa situación trabajé con ella en un grupo de mujeres en el que aprendió a masturbarse lentamente, deteniéndose en la excitación, dejando que el orgasmo fuera formándose poco a poco en lugar de apurarlo. Gabby descubrió que podía entregarse a lo sensual durante una o dos horas con su marido sin sentirse explotada, controlada ni rebajada, y en el proceso descubrió que cada vez tardaba más en terminar y que no experimentaba sequedad entre sus varios orgasnlos .intensos y deliciosos.
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La Mujer Maravilla se chupa el pulgar Hace años veía con frecuencia a pasivas mujeres «niñas» que pensaban que el sexo era algo feo y se asustaban ante él. A menudo sufrían fobias sexuales tales como el miedo a sofocarse durante el coito. Todo lo que esas mujeres deseaban de su marido eran abrazos paternales y besitos secos; apoyo, no sensualidad. Era típico que esas 1l1ujerc.:s no tuvieran carrera universitaria y que no se consideraran iguales a los hombres. La única forma en que podían aprender a gozar haciendo el amor de manera madura era aprendiendo antes a tener lnás seguridad y mayor autoestima. Como soy optimista, creí que el movimiento feminista marcaría el final de este síndrome. Pero no fue así. Todavía atiendo a mujeres que tienen las fobias sexuales de la Nenita, pero ahora se trata de médicas. abogadas, productoras y hasta banqueras. Es indiscutible que son iguales a cualquier hombre que yo conozca en el mundo de los adultos y. por cicrto, ,Son pocas las que muestran inseguridad en su trabajo. Pero cn el hogar, con su marido, son sexualmente inseguras y temerosas y necesitan de manera desesperada el consuelo paternal asexual. Los maridos se sienten confusos. Nunca sospecharon que la Mujer Maravilla se chupara el pulgar. Vela a Martha W. en televisión mucho antes de que apareciera en mi CO¡¡·".ultorio con su esposo Mark. Martha es miembro
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-iNo puedo evitarlo! -se lamentó Martha-. iMe duele! Ése era el quid del asunto. En los dos afíos de casados Martha y Mark habían hecho el amor menos de una docena de veces porque la mera perspectiva del coito asustaba y angustiaba a Martha. Ella decía que le dolía aunque el ginecólogo no pudo encontrar ninguna razón orgánica del coito doloroso. Ella decía que estaba demasiado exhausta para el sexo pero continuaba siendo una de las periodistas más enérgicas de Washington. Y entonces desarrolló la fobia de la Nenita: explicó que sentía que se sofocaba cuando Mark estaba encima de ella. Cada síntoma resultaba nuevo para ella pues.se desarrollaron después de casarse. Mark dijo que se sentía estafado. No sólo había esperado que
del cuerpo de prensa de Washington TV; inteligente, agresiva y muy poderosa, es conocida por obtener información de los más renuentes funcionarios del Gobierno. Mark, secretario de prensa
del Congreso, confesó enseguida que se enamoró de Martha al verla «trabajar al presidente» en una conferencia de prensa.
-Nunca vi tanto ingenio y energía en todo Washington. Me dejó estupefacto -comentó Mark. Pero" después de dos años de matrimonio, Mark veía en casa
a una persona completamente diferente. -Casi no puede terminar de cenar sin verter algunas lágrimas por algún motivo -dijo Mark-. Por lo general es porque alguien la ofendió en el estudio o por algún reportaje para el que siente que no está preparada; se derrumba delante de mí. Y yo tengo que acercarme a ella, tornarla de la mano, llevarla al diván, acariciarle el pelo y decirle que todo va a salir bien. Por lo gene-
Martha siguiera manteniendo conversaciones estimulantes
durante la cena sino también que siguiera siendo una buena
ral termino musitando una canción de cuna.
amante en la cama.
Una noche determinada Mark se sorprendió por el contraste tan marcado entre las dos personalidades. -Martha estaba recostada en el sofá, con la cabeza en mis rodillas, lloriqueando, cuando de repente la vi en el televisor haciendo puré a alguien del Departamento de Estado, en el noticiario de las siete -dijo Mark y sacudió la cabeza-o Allá estaba la Formidable Martha, de quien yo me había enamorado, pero apenas podía oírla por el ruido de los sollozos de la pobrecita Mártha con la que me había casado. _-Ahora sabe la verdad -dijo Martha con amarga ironía-o soy el Mago de Oz. No soy la persona que usted ve en la pantalla del televisor. Soy humana; con todos los sentimientos y algunas inseguridades. Por primera vez en mi vida adulta creí que tenía a
-Me hubiera dado lo mismo casarme con mi secretaria que tiene diecinueve afíos -se quejó Mark~. Aunque por lo menos habría preparado la comida antes de derrumbarse. Martha, según el síndrome de «chico del coro de la parroquia/sementa]", había dividido su vida en dos partes: la profesional, en la que era dinámica e independiente, y la doméstica, donde era dependiente y pasiva. Pero representaba esos papeles con una variación. En la vida profesional, Martha dedicaba sus energías al trabajo exclusivamente, no también a fantasear sexualmente. Pero en el hogar, con el «hombre de la casa», volvía a su primer modelo femenino: la «Nenita de Papá», insegura, asustada de las críticas y aterrorizada por el sexo. Irónicamente, las únicas formas de contacto físico que aceptaba eran los mimos y las caricias, una parte significativa de lo que he descubierto que suele faltar en las relaciones de pareja. Esas ternezas son lo que los Tipos Recios -tanto masculinos corno femeninos- necesitan tanto. Pero a Martha le faltaba la otra parte del acto del amor. Si bien ella ansiaba que la acariciaran, era incapaz de aca-
alguien con quien compartir esos sentimientos, alguien en quien
confiar, tanto que bajé la guardia. Pero me equivoqué. Ahora está diciéndome: ibasta! -No, tú eres la que está diciéndome siempre, «¡Bastab -interrumpió Mark muy enojado-o iCada vez que quiero hacer el
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amor!
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riciar a su marido, porque entonces perdería su estatus de nenita
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desvalida y dependiente. Y lo más importante era que no podía pasar ,de la ternura a la excitación sexual. Alguna de sus fobias le impedía hacer el amor. Asustada, desvalida e inflexible, Manha estaba lejos de ser capaz de gozar del acto de amor maduro. Pero, como veremos, también ésa era la situación de Mark. Una vez más los ejercicios sensuales revelaron a un Amante Inhibido tras el disfraz de Buscador de Placeres. Cuando le tocaba a Mark yacer pasivamente mientras Manha lo acariciaba, le resultaba imposible relajarse. Constantemente dirigía y criticaba los movimientos de Martha. -Me toca de una manera tan tímida que apenas siento las caricias -se quejó en el consultorio después de más de un mes de practicar los ejercicios, durante el cual Martha se había vuelto
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mucho más activa.
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":"No, usted nú siente nada porque no quiere perder el control-le dije-o Ahora que Martha dejó de ser la Nenita, usted debe dejar de s~: el Papá. Si bien Mark había declarado que le sorprendió muchísimo la transformación de la Formidable Martha con quien se casó en la nenita que se chupaba el pulgar en casa, supuse que su radar masculino había detectado a la Nenita Dependiente escondida en Manha mucho antes de que se casaran. Como muchos hombres «liberados» que he conocido en los últimos años, Mark realmente quería que su mujer tuviera las dos facetas: agresiva y realizada ante el público (el equivalente triunfal de la corista que se lleva del brazo) y la dependiente y no ame-
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Los hombres que necesitan caricias
y las mujeres que los asaltan Si Mark hubiera sido capaz de continuar lo suficiente con los ejercicios sensuales para superar su angustia por perder el control, habría descubierto los gozos de sentir que se le está haciendo el amor: algo raro y delicioso para la mayoría. Uno de los aspecros más gratificantes de mi trabajo es escuchar a los hombres cuando me dicen cuánto placer les causa ese descubrimiento.
-No tenía idea de lo que estaba perdiendo hasta que finalmente me entregué, me quedé tranquilo y dejé que mi mujer me acariciara -me contó un marido-o ¡Qué sentimiento increíble! ¡Y había vivido sin eso toda mi vida! Es cierto que casi todos los hombres se ven privados de la ternura desde que crecen para convertirse en muchachos. Mien-
nazante en casa.
Al final fue Martha la capaz de crecer, de superar las fobias y de fusionar la ternura con el sexo. Pero, desgraciadamente, Mark no pudo aceptar a esa Manha menos necesitada y más activa sexualmente. Se sintió amenazado por lo que percibió en ella como nuevas exigencias; hasta dijo que empezaba a sentirse sofocado con ella en la cama y no quiso continuar la terapia. Unos meses después se separaron. Manha me llamó por teléfono hace poco y me dijo:
-Estoy triste, por supuesto. Pero ahora sé que el matrimonio pudo haber durado si ninguno de los dos hubiera cambiado. Y sé que realmente no quiero ser la esposa tipo Nenita Asustada por el resto de mi vida. Nada de culpas, como dice el ¡-Chingo La próxima vez será mejor.
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tras sus hermanas reciben abrazos y caricias, ellos reciben palmadas en el hombro o pellizcos en la nuca. Muchos varones llegan a la edad adulta sin darse cuenta de que están sedientos del afecto, la intimidad y el consuelo que podría proporcionarles la ternura. Por eso cuando son capaces de aceptarla les resulta lo más hermoso de la vida. Ésa es la buena noticia. La mala es que muchísimas mujeres son incapaces de dar a su amante o su cónyuge el afecto que ellos desean. Las mujeres con el complejo «chico del coro de la parroquia/semental>, se dedican sólo al sexo genital y excluyen la tierna sensualidad. En la misma forma, las que son prematuramente orgásmicas quitan la ternura del sexo yendo directamente al
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grano. Y las tipo «Mujer Maravilla que se chupa el pulgar», como Martha, pueden recibir afecto todo el día, mientras no conduzca al sexo erótico y mientras no tengan que devolver las manifestaciones de ternura. En un aspecto esas mujeres liberadas son exactamente iguales a nuestras hermanas de otros tiempos: las virginales «buenas chicas», las tímidas <
el amor.
Pero hacen falta dos para la pareja. Nuestra elección para casarnos refleja más las inhibiciones que las ambiciones sexuales. Los Tipos Recios que no hacen mimos se casan con las Mujeres Liberadas que no tienen sobresaltos sentimentales, y después de un tiempo, ninguno de los dos se siente satisfecho. Hay que romper los moldes rígidos y limitantes. y todo comienza con un toque, un lento toque sensual...
5 El trueque más antiguo del mundo: Sexo por amor y viceversa El Sexo es para los hombres, y el Amor, para las mujeres. Esto es lo que promete el negocio mds antiguo de la historia: el matrimonio.
Si lo anterior le suena como una doctrina de la historia antigua, deténgase y piénselo de nuevo. Aun expuesta en forma tan directa no hubiera chocado a muchas de nuestras madres y abuelas. Conozco a muchísimas mujeres que recuerdan a sus madres subiendo la escalera hacia el dormitorio con un suspiro, un encogimiento de hombros y quizás una ironía como: «Uf, llegó la hora de mis deberes conyugales ... Iré a complacer a papá». Se entiende que mamá soportaba los lances sexuales de papá no porque le produjeran placer, sino porque era parte del «trato». Lo tenía bien claro: él le proporcionaba un hogar, una familia, seguridad y respetabilidad: los elementos que ella sumaba como «amor». y eso daba a papá el derecho de «satisfacerse» con ella dos veces por semana. Lo que es más, esa conducta aseguraba a mamá que él no iría a satisfacerse en otra parte. La mayoría de mis amistades de la adolescencia estaba escandalizada por el «trato» que había entre sus padres.
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-El matrimonio es la prostitución legalizada -solía decir una de mis amigas con disgusro. Esa chica juraba que jamás habría hecho un trato así aunque hubiera tenido que permanecer sola por el resto de su vida. No iba a permitir que ni ella ni sus sueños de amor se rebajaran de esa manera. Pero la chica se casó unos cinco años después como hicimos casi todas. Nosotras, mujeres modernas -con educación, profesiones, conocimientos y autoestima-, ¿establecimos matrimonios que no contuvieran algunos de esos tratos? No todas nosotras. Siento decir que pienso que el cambio de amor por sexo y viceversa suele seguir siendo la regla del juego. Consideremos algunos hechos: En la vasta mayoría de los matrimonios modernos continúa pr;~ticándose el sexo como si estuviera dedicado principalmente a los hombres: es prerrogativa de ellos, no de las mujeres. La mejor indicación de este fenómeno son las estadísticas sobre quién inicia la relación sexual con más frecuencia en el matrimonio; según los datos obtenidos en el último año de la Década de la Mujer, en cuatro de cada cinco matrimonios es el hombre. Aunque en una fiesta, o en la oficina, ese hombre pueda abogar con elocuencia (y sinceridad) por la igualdad de los sexos, la probabilidad es alta de que debajo de la sábana sea él quien apoye la mano sobre el vientre de la mujer y diga: "Ya hace una semana, ¿no, querida?». Por otra parte parece que ambos cónyuges piensan que el amor y la ternura son privativos de la mujer. Pregúntenle a Ann Landers. Hace pocos años, la famosa columnista hizo una encuesta para saber qué era lo que más deseaban las mujeres de sus maridos y, créanme, la respuesta no fue «orgasmos múltiples». No, las mujeres querían que les dijeran dulces tonterías en el oído, que les regalaran flores o bombones y, sobre todo, querían mimos. ¿Y después de los mimos? Nada, gracias. En realidad, un gran número de las mujeres que respondieron a la pregunta dijeron que estarían dispuestas a cambiar un revolcón en
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el heno por un abrazo lleno de ternura. En resumen, con todo gusto cambiarían el sexo por el amor. Dudo que un hombre de cada cien aceptara el misnlo sacrificio. Así parece que la vieja premisa sigue siendo valedera: no es hisroria antigua. El viejo y tradicional convenio sigue en pie para quienes quieran usarlo. Pero en esta era de «esclarecimiento» entre los sexos, las cosas se hacen de forma más astuta y los convenios son más oscuros. Sobre todo ahora que hemos vivido la Revolución Sexual y el orgasmo femenino pesa en la balanza.
«De todos modos, ¿de quién es el orgasmo?» Cuando Diana y Louis P. entraron en mi consultorio, ella me informó, con una sinlpática sonrisa, de que venía por su marido. Había sido idea de él, me dijo esa jefa de oficina vestida y peinada de forma impecable. Él había pedido la cita y él era el que se sentía perturbado. Le pregunté a Louis, un funcionario del correo, por qué estaba perturbado. Me respondió con tranquilidad: -Se trata de Diana. No tiene orgasmos. Así que Diana venía por Louis y él por ella. Por lo menos en apariencia ambos parecían muy altruistas. -No sé por qué Louis le da tanta importancia -prosiguió Diana ,con calor-o Creo que nuestra relación es muy satisfactoria. Quiero decir que podemos ser muy felices sin tener... esteee ... «orgasmos». Cuando emitió la palabra «orgasmo», Diana alzó la ceja y ofreció una semisonrisa como si la mera idea del orgasmo estuviera por debajo del valor de su persona. Parecía estar diciendo: «No soy una de esas luujeres ordinarias». Miré a Louis, que estaba sacudiendo la cabeza con lentitud. -Bien. Si Diana no está afligida porque no tiene orgasmos, ¿por qué lo está usted? -pregunté.
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-No está bien -murmuró, evidentemente conteniendo una exclamación de ira-o No es natural. -¿Quiere decir que Diana no los tiene adrede? -dije. Louis enrojeció y Diana comenzó a toser de forma incontrolable. Parecía que yo había dado en el clavo. No era por el bienestar mutuo por lo que estaban allí conmigo.
La noción de que toda mujer es capaz de sentir orgasmos y tiene derecho a ellos es relativamente nueva. Una o dos generaciones atrás se suponía, en general, que solatnente algunas mujeres tenían orgasmos y en forma no frecuente. Muchos médicos suponían que existía una razón fisica para eso. Algunas teorías fueron tan lejos como para postular que la hembra humana se había desarrollado físicamente más allá del orgasmo: dado que no era necesario, según e! modelo darwiniano de reproducción de la especie, el sistema nervioso femenino había comenzado a desalojar la sensación de! orgasmo. Por consiguiente, muchísimas mujeres supusieron que era probable que no pudieran llegar al orgasmo y no se desilusionaron mucho cuando la presunción resultó acertada. Puede que se sintieran frustradas, pero aceptaron que eso les había tocado en la vida. Sin duda alguna, el sexo era para los hombres. Podemos estar seguras de que cuando mamá subía la escalera para ir a complacer a papá no estaba pensando en ningún éxtasis erótico para ella; si pensaba en algún placer se trataba de los abrazos y los besos: el amor y la ternura. Pero en las décadas de los cincuenta y sesenta todo eso empezó a cambiar. Mirabile dictu, los investigadores sobre e! sexo anunciaron que las mujeres podían tener orgasmos: todas las mujeres. Después de todo, e! sexo era democrático. Quizá no todas las mujeres pudieran tener orgasmos vaginales todas las veces, pero sí orgasmos clitorianos. Así que, aunque una mujer no tuviera orgasmos durante el coito, podría tenerlo con estímulo manual u oral. Fue un paso gigantesco hacia la igualdad femenina: literalmente hacia la igualdad sexual. Por cierto que
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esto acabaría con el trueque de sexo por amor en el matrimonio. Hombres y mujeres se proporcionarían unos a otros e! placer sexual. Fue la época de! regocijo. Pero no rodas estaban contentos. De repente, tanto los hombres como las mujeres se vieron frente a un conjunto nuevo de experiencias, exigencias y frustraciones sexuales. El Orgasmo femenino -la O mayúscula- se convirtió de inmediato en un desafío y una prueba. Lo que debería haber sido puro gozo sexual se convirtió en poco tiempo en el gran premio en la política sexual. Las mujeres pensaron: «Si no tengo un orgasmo soy una fracasada)). Y, por supuesto, esa tensión bastaba para impedir a muchas de ellas incluso acercarse al clímax. Al mismo tiempo, sus amantes ° sus maridos pensaban: «Si no tiene un orgasmo, soy un fracasado». Tomaron el orgasmo femenino como un ensayo de laboratorio que determinaba si eran o no buenos amantes, como la respuesta decisiva a la eterna pregunta masculina. ¡En qué cosa alegre se había convertido hacer el amor! Desde todos los dormitorios del mundo se oía al coro masculino preguntando: «¿También anduvo bien para ti?». Al principio la pregunta se form'uíaba con timidez, con preocupación. «¿Te hice vibrar? ¿Me comporté bien? ¿Demo", lo suficiente? Oh, Dios, quizás estoy haciéndolo mal.» Si la mujer contestaba con un rotundo sí, significando que había tenido un orgasmo, el hombre se sentía sumamente complacido y aliviado. Tenía la recompensa. tI le había producido el orgasmo. y justamente ahí empezaron a desarrollarse todos los resentimientos. -Mi marido siempre tiene esa expresión de presumido cuando sabe que he tenido un orgasmo -me contó una mujer-o Es como si él solo hubiera hecho algo maravilloso. Y se supone que yo debo mostrarme agradecidísima porque él es tan macho. La expresión de su cara no tiene nada que ver con el amor.
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Pero si la mujer decía que no, que 110 había terminado, el amante se enfurecía. Se sentÍa fracasado y entonces áCtUJOa corno tal, es decir, se la tomaba con quien estuviera nlás cerca. La próxima vez que preguntaba: «¿También anduvo bien p"ra ti?», su voz expresaría desesperación y enojo al misnl0 tierupo. Las mujeres en esta situación empezaron con frecuencia a simular e! orgasmo. Qué decepcionante debe de ser mentir respecto a lo que se siente en e! momento del clímax de! más íntimo de los actos. Para mí esa mentira es totalmente opuesta a la intimidad. Y, sin embargo, muchísimas mujeres que han tenido dificultades para llegar al orgasmo se sienten obligadas a cumplir con la farsa cada vez qUe tienen relaciones con su marido o su amante. Una mujer me dijo: -Sé que es una mentira tonta, pero es preferible a la alternativa:i:enerlo a él cabizbajo y airado toda la semana. Nadie resulta herido y él se siente 111ucho mejor. Ah, sí, otra vez el altruismo. Ella está regalándole al marido su orgasmo fraudulento. Otras nlujeres parecían menos caritativas cuando me relataban por qué actuaban en el dormitorio representando la escena con un crescendo de gemidos y una sonrisa de beatitud. (Inspirados por la versión de Hollywood de! éxtasis sexual, creo que los orgasmos sitnulados son muchísimo más espectaculares que los reales.) -Lo hago para que no me fastidie -me dijo una mujer-o De otra mallera él querría hacerlo en todos sus ratos libres hasta que finalmente lograra el premio. Supongo que sería divertido si no fuera porque se trata de un objetivo tan poco placentero. Esta mujer estaba en camino de comprender a quién se engaña con el orgasmo simulado: a una misma. Simular el orgasmo es e! acto máximo de dedicaci6n a los sentimientos de! compañero y no a los propios; resulta una garantía de que una no sentirá absolutamente nada. Es notable que cuando varias mujeres de mis grupos dejaron de fingir orgasmos, descubrieron que habían estado lográndolos todo el tiempo. Habían estado tan
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dedicadas a hacer una buena representación que negaban los sentimientos aut¿nú':üs q;~le est::...bJ.n detrás de la escena. Hay algunas nlU]Cr.:::; q:..:..~ ~c sienren presionadas para dramatizar los orgasmos qu~ ':::'-1,:n Ylyicndo y así aplacar al marido que insiste en que ella no es lo basrante expresiva. -Por lo general conrcngo la respiración cuando se inicia el clínlax -comentó una esposa-o Pero como mi marido se quejaba de que yo no tenía orgasmos intensos, empecé a lanzar algunos gemidos y grititos. Ahora él se siente feliz, pero yo me entrego tanto a la actuación que a veces pierdo la sensación. El peligro de la actuación es que puede perderse el sentimiento real. Yo solía decir que simular el orgasmo es un mérodo seguro para evitarlo, pero hace pocos años descubrí una excepción importante a la regla. A algunas de las mujeres de mis grupos preorgásmicos les aterroriza parecer demasiado sexuales (y por consiguiente ordinarias) y necesitan «practican), deben escucharse ginlicndo, conteniendo la respiración y girando los ojos. En resunlen: necesitan ensayar los signos externos del orgasmo unas cuantas veces para superar las inhibiciones sobre su asp~cto al obtenerlo. Necesitan saber cómo son cuando pierden el control. Solatuente entonces pueden permitirse dedicarse a los sentimientos que las harán gozar del orgasmo. Pero aun cuando los orgasmos de algunas mujeres sean simulados, negados o inexistentes, la moda de la "o" mayúscula ha complicado los acuerdos del matrimonio. Los hombres buscaban satisfacer su ego; las mujeres buscaban la paz. Y en algún punto de la transacción volvieron a perderse los sentimientos íntimos.
«Te quiero•.• (Pausa.) ¡Maldición! ¡Dime algo!» -Esto no ocurrió con ninguna otra -declaró Louis en cuanto 10 vi a solas. 81
y después, como muchos maridos y amantes de mujeres preorgásmicas han hecho antes, Louis me mostró la lista de mujeres con las cuales se había acostado que hasta habían tenido orgasmos múltiples. Louis era un hombre musculoso, de unos treinta y cinco años, con mirada sensible, que parecía hacer un gran esfuerzo por mostrarse más fuerte y más macho de lo que era en realidad. No me sorprendí cuando me contó que era el menor de cuatro hermanos, el que tuvo que seguir el ritmo de los otros. Ahora lo que quería Louis era dejar bien aclarado que su «equipo» funcionaba perfectamente. Que estaba en inmejorables condiciones para practicar el sexo. -Pero después de todas esas rnujeres eligió a Diana para casarse: la única que no tiene orgasmos con usted -dije después
de que él hubo dado un vistazo a toda la lista-o Tal vez deberíamos empezar por averiguar por qué motivos se casó con Diana. Louis me contó que Diana era maravillosa en los demás aspectos: era muy eficiente en su trabajo, una anfitriona encan-
tadora, buena madre y una esposa muy considerada. Por ejemplo, siempre le esperaba para cenar. Era evidente que Louis admiraba a su esposa. Pensaba que el trabajo de ella era más prestigioso que el suyo, que era más refinada socialmente. Resultaba obvio que Louis creía que se había casado con alguien superior a él y tenía a Diana sobre un pedestal. Pero, al mismo tiempo, la Diana que Louis describía se asemejaba a una geisha: una mujer que practica el arte de proporcionar placer a su hombre sin atreverse a complacerse ella misma.
Le pregunté a Louis si alguna vez Diana había iniciado la relación sexual y me contestó que no en un tono que indicaba
que mi suposición era absurda. Le pregunté si alguna vez Diana se había negado al coito cuando él lo había iniciado, y me dijo que nunca, aunque siempre le hacía esperar hasta que estaba completamente segura de que los chicos dormían, lo que a veces demoraba la situación hasta muy tarde. Louis se quejó también de que Diana solía decirle que tenía que limpiar el dormitorio y luego demoraba preparándose: se duchaba, frotaba con talco
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perfumab~ el cuerpo, se peinaba y se ponía un lindo camisón
según contaba Louis, a Diana le gustab~
emp~zar a hac~r el a~:~~~:~;r:~e:~:~ ';;'~~~~r!~~to antes de
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dice:
«Yo también»? -pregunté.
-¿Aunque no lo sienta? Louis vaciló ... y asintió.
El ritual de decir «te quiero» « b' . . '. 1 Y yo tam lén te qUIero» antes de ;~:~;r e acto sexual tiene una larga historia que se remont- a
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;~~:~tieq:enl~:~~~o eran adodlescentes, a~~e:c~e7ac~~vo~~cf::
a manera e meter la m n b' I bl una chica era diciéndole pal b d a o ajo a usa de a ras e amor. Uno de esos hombres me explicó:
me:~s reglas d~1 juego de~ían que la chica «no lo permitiría» a
ue tod~ue uno ~ convencIera de que realmente la quería. Así liado y a ~;~i:e~d:~: a mIrarlas :o~ expresión de carnero degode algún almana~ue t:~~es ro~an~~ca.s, generalmente extraídas desnudo. Dios nos librara ;:n : ~ )~t:vo de aca:iciar un pecho q e a CIca permItIera eso porque le gustaba. l!n cliché en las pelfculas de la década d I '
una Jovencita temerosa em
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. e os CinCUenta era
pUJan o a su Jadeante enamorado
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para alejarlo de su cuerpo, diciéndole: «No me querrás sólo para
el sexo, ¿no?», a lo que él respondía con una enfática negativa y terminaba expresando sus intenciones serias dándole a la chica
el anillo de la escuela secundaria: el símbolo del amor. Él quería sexo, por supuesto, pero sabía cuál era el precio. Aunque los tiempos han cambiado, a veces me pregunto si las diferencias no son solamente de estilo. Aun a fines de la década de los noventa hay muchas mujeres, como Diana, que necesitan oír las consabidas palabritas antes de aceptar el contacto sexual. Quizá la mayoría de ellas no obligue al hombre a efectuar la declaraci6n como clave de la relaci6n sexual, pero la exigencia todavía se hace sentir.
Siempre pensé que la necesidad de decir «yo también» inmediatamente después de que el compañero dice «te quiero» es un asunto bastante peliagudo.
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Un ejeluplo es el episodio siguiente que me contó Steven, un
joven casado. -Beth (su mujer) y yo estábamos dando un paseo en auto por el campo y pasándolo muy bien cuando de repente me dio un beso y me dijo «te quiero». Espléndido. Siempre me gusta que me lo diga. Pero en aquel momento no sentí la necesidad de decir «yo también». Pensé que no hacía falta ya que los dos estábamos tan bien. ¡Craso error! Beth siguió mirándome con esa expresión de: «¿No vas a decir nada?», y pronto estuvo de mal humor y no volvi6 a dirigirme la palabra. Me incliné hacia ella y la besé pero gir6 la cara. Nada de besos: yo no había cumplido con el reglamento. La necesidad de seguridad de esa mujer había convertido la más íntima de las expresiones en sólo «buenas maneras»; el «te quiero» no difería de «gracias», «con permiso» o «que pases un
buen día». La etiqueta dictaba lo que había que decir aunque no se sintiera. Desgraciadamente, cuando ({te quiercP) se convirtió en un requisito para efectuar el coito esas palabras quedaron desprovistas de su contenido emocional. En realidad, cuando un hombre dice esas palabras para obtener sexo -aun como parte
el pene de Louis, lo manipulaba hasta la erección -otra vez pensé
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en Diana como una geisha--, lo guiaba dentro de ella mientras colocaba una almohada bajo los glúteos. A pesar de su «equipo eficiente" Louis se las arreglaba para durar bastante tiempo en la etapa de excitaci6n y luego, después de tantos años, formulaba la pregunta que los torturaba a ambos: "¿ 7ilmbién estuvo bien para ti?". Según Louis, Diana no fingía jamás haber tenido un orgasmo. Solía responderle a Louis: "No tiene importancia, querido. Alguna vez tendré el orgasmo. Pero me hace sentir muy bien que para ti todo haya funcionado". Sé de buena fuente que esa clase de respuesta basta para poner al hombre contra la pared. Estoy segura de que Diana era sincera, pero esa respuesta contenía un elemento de martirio. Louis confes6 que siempre se senda terriblemente mal, aunque hasta ese momento ignoraba el motivo. Creo que Diana trataba de enviar ciertos mensajes a Louis con su respuesta. Primero: al decir que «no tiene importancia»
estaba sugiriendo que ella estaba '<por encima» de los orgasmos y que Louis, como hombre que necesitaba sexo y era meramente
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de un ritual inocuo como en el caso de Louis- está efectuando el equivalente masculino del orgasmo simulado. Cuando dice «te quiero» por encargo se arriesga a no experimentar nunca los sentimientos íntimos que hay detrás de esas palabras. De nuevo oigo las palabras de protesta de aquella mujer en la última fila: -¡Un momento, Dagmar! Todo lo que queremos es volver a tener un poco de amor en nuestra vida sexual. Y tú, especialmente tú, no puedes culparnos por eso. No las culpo ni por un instante ya que mi objetivo es unir el amor y el sexo en la relaci6n. Pero cualquier intento de trueque entre uno y otro está destinado a separarlos. Y el resultado de esto son dos personas solitarias y frustradas. Las experiencias sexuales de Louis con su esposa, como él me las describi6, me sonaron especialmente solitarias. Una vez cumplido el protocolario «te quiero", Diana se precipitaba al asunto. Tomaba
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carnal, estaba por debajo de ella. La forma en que Louis tenía a Diana en un pedestal indicaba que él creía eso, aun cuando empezaba a no gustarle la idea. Pero la parte más peligrosa del mensaje era la que fortalecía la sensaci6n de Louis de que en realidad estaba haciendo todo solo. Además, lo que expresaba Diana con «alguna vez tendré el orgasmo)} me sonaba como una incitación para que él siguiera intentando producírselo. A pesar de decir que no tenía importancia, ella quería que la zanahoria siguiera bailando delante de la nariz de Louis. Una parte de Diana quería mantener viva la idea de que si él le frotara el lugar adecuado de la manera apropiada, ella lo recompensaría con un orgasmo. Pero era el tono de mártir del final de la respuesta de Diana (<<Me hace sentir muy bien que para ti todo haya funcionado») lo que transmitía el mensaje más significativo: ella se había sacrificado por él y Louis le debía algo por eso. Ése era el contenido real de todo: el trueque. Ella le había dado sexo; ahora quería algo a cambio: algo más grande que el sexo. En casi todas las parejas que conozco hay algún elemento de «me debes algo», sobre todo en lo concerniente a la relaci6n sexual. Ella lo estimula en forma oral-genital pero él no le devuelve el favor: él debe uno. Ella no quiso la última vez que él inici6 el sexo: ella le debe uno. Ella dijo «te quiero» y él solamente sonri6: él debe uno. Ella termin6 dos veces y él s6lo una: ella debe uno. Pero ¿d6nde estaba Louis en esa sexualidad «de roma y
nado orgasmos, por ejemplo. Pero conversando apareci6 otra mceta de Louis, una que demostraba que era peor la soledad que sentía en la cama con Diana que la sensaci6n de fracaso como amante. -¿De qué me acusa Diana? -me pregunt6 Louis-. ¿Qué cree usted que ella quiere de mí? -Lo mismo que usted quiere de ella -le dije-o Y es más que un orgasmo. Ella quiere que usted le brinde sentimientos. Pero ninguno de esos «dadores» compulsivos podrá sentir demasiado hasta que él o ella empiece, egoístamente, a experimentar su propio placer.
«.lá no me traes flores» Una vez, la administradora de un hospital me dijo que estaba costándole mucho trabajo encontrar una persona calificada para manejar el departamento de archivos referentes a los pacientes. -No es fácil-dijo ella-o Necesito a alguien inteligente y responsable, que tenga en cuenta los detalles y sepa dirigir un departamento. -Sé d6nde podría encontrar una docena de candidatas ¡u:tfectas para ese trabajo -dije guiñando un ojo-. Elija a cualquiera de las mujeres de mi grupo preorgásmico. Es verdad. A fines de la década de los setenta empecé a darme cuenta de que en esos grupos de mujeres que jamás habían tenido un orgasmo se encontraba un número desproporcionado de mujeres muy inteligentes, con mucha disciplina y superrealizadas. Por ejemplo, de los centenares con las que he trabajado, s6lo unas pocas habían obtenido, en el secundario, las notas necesarias para aprobar y nada más. Las que estaban empleadas en general ocupaban cargos profesionales o de gerencia, muy bien pagados. Las que eran amas de casa estaban consideradas como notablemente eficientes: mantenían su hogar -y a
daca})? Él arrastró a Diana a mi consultorio; él sentía que era un
problema que Diana no tuviera orgasmos. ¿Acaso era otro hombre tratando de «llamar la atenci6n de su mujer» para poder sentirse como un semental en lugar de un fracasado sexual? ¿Estaba haciendo la cuenta «me debes uno» cuando preguntaba siempre «¿también anduvo bien para ti?», Y lo más importante: ¿era él el que se dedicaba al sexo de desempeño con exclusi6n de los sentimientos amorosos?
Es verdad que la nota destacada de la imagen que daba Louis era de macho puro: la lista de mujeres a las que había proporcio-
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sus habitantes- en excelentes condiciones. Además estas lllUjeres de! grupo se caracterizaban por e! arreglo esmerado, e! vestir bien y el peinado adecuado. En resumen: eran «las nenitas buenas» que habían llegado a ser mujeres "perfectas». Por cierto que casi todas las mujeres de los grupos preorgás. micos se describían como la clase de chica que nunca se ensuciaba e! guardapolvo, que ayudaba en las tareas domésticas, cuidaba a los hermanitos menores, hacía los deberes enseguida y nunca llevaba a casa una mala nota. Con frecuencia se trataba de la hija mayor de una bmilia con padres exige mes y difíciles de satisfacer; en realidad ella estaba segura de que la única forma de complacerlos alguna vez era negando sus propios impulsos y necesidades. No sorprende que en esos grupos sean numerosÍsimas las «chicas buenas)) que nunca se masturbaron:tJna vez dada la pauta, esas chicas aprendieron a renunciar a su propio placer en pro de la aprobación y el amor de sus padres. Y ahora, como mujeres adultas, esas chicas siguen negándose el placer en sus relaciones -no sólo el sexual- con la esperanza de lograr amor a cambio. Todavía tratan de complacer a la autoridad, excepto que ahora la autoridad es el hombre de su vida. Pero ¿qué pasa si el hombre decide de repente que 10 que más desea en el mundo es que ella tenga un orgasmo? Diana cumplía todas las características de la mujer preorgásmica. Era la hija mayor, niña modelo y estudiante modelo: la buena chica por excelencia. Y en la actualidad una ejecutiva de primera clase y una esposa y madre modelo: era la mujer perfecta. Cuando llegó al consultorio vestía un traje sastre de tweed, de corte perfecto, y no tenía un pelo fuera de lugar. Las primeras palabras que me dirigió Diana fueron, de nuevo, para Jecirnle que estaba totalmente satisfecha con su matrimonio tal como era y que el único motivo por el que había venido er~ porque Louis había insistido en ello. Dijo todo esto con mucha calma y en forma muy educada. -Mire, Diana, ¿por qué no nos ahorramos algún tiempo
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aquí? -le pregunté muy seriamente-o ¡Por qué no vuelve a casa y empieza a simular orgasmos para hacer feliz a Louis? -Porque no vaya empezar a mentide a Louis -respondió Diana con frialdad. -Me alegra oír eso -dije. Pero como me daba cuenta de que no llegaría can Di:uu a ninguna parte a menos que le hiciera perder un poco el control, continué-: Entonces, ¿por qué no vuelve a casa y trata de lograr un orgasmo de verdad? Diana me miró con reS¡;ntillúcnto y contestó: -Porque no creo que sea tan fácil. -¿Para usted, Diana? Creí 'lue era alguien que lograba todo lo que se proponía. Diana me miró un segundo, se tapó la cara con las manos y de repente rodaron lágrimas por sus mejillas. Le di un pañuelo de papel y le dije con suavidad: -Eso la enojó, ¿no? Usted no ha hecho jamás algo para su propio placer, ¿no es cierto? Diana estaba llorando porqne alguien la había acusado de ser menos que perfecta. Peor aún, le había echado en cara el más reprensible de sus fracasos: no tener el control total de sí misma. Como para tantas otras buenas chicas, el afecto y la aprobación le habían llegado sólo cuando se había comportado en forma perfecta, y ahora le aterrorizaba perder la aprobación si caía por debajo del estándar. Diana había quedado atrapada en una contradicción imposible. Ser una buena chica signitlcaba mantener el control perfecto, y control perfecto significaba sacrificar sus sentimientos, incluidos los «sucios~) sentimientos sexuales. Pero para ser la esposa perfecta para su marido debía tener orgasmos. Para servir a su marido tenía que dejar de ser buena. No podía ganar de otra forma que no fuera perdiendo. -No puede tener un orgasmo para Louis -le dije a Diana-. No funciona de esa manera. Solamente puede tener un orgasmo para usted. Y creo que llegó la hora de decidir que se lo merece.
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la había convertido en alguien incapaz de reaccionar. Para hacer
-Lo que usted me dice me da toda la responsabilidad en
era una experta -incluso en el sexo- pero para sentir era una inú-
cuanto a tenerlo o no -dijo Diana recobrando la compostura.
til-hasta para sentir el amor-o Y como muchas mujeres, no sólo las buenas chicas, Diana estaba convencida de que el hombre era responsable de que ella sintiera. «Ésa es la tarea del hombre,
-De usted depende -dije-o Quizá debería pensar en lo que teme perder si tiene un orgasmo.
Diana estaba atrapada en una paradoja que la inmovilizaba. Ahí estaba, el modelo del auto control, tratando de negar que tenía el control de sus orgasmos. Implicando a su marido como responsable de los orgasmos de ella -{) de su falta- podía seguir siendo perfecta; en ese proyecto el fracaso no era de ella sino de él. Pero al mismo tiempo, eso significaba que Louis tenía el poder de producirle orgasmos o no. Y ése, me parece, es el máximo poder que alguien puede tener. Diana se sintió a merced de Louis. Al sentirse de esa manera debía encontrar la forma de recuperar algo de poder. Por eso negaba que le interesaran los orgasmos y procedía a no tener ninguno. (Más adelante admitió que solía repasar listas mientras hacían el acto sexual con Louis: listas de llamadas telefónicas que debía efectuar y de tareas a realizar. Un método seguro para garantizar la falta de reacción sexual.) Al contener la excitación y el orgasmo estaba en posesión del control. Si tuviera un orgasmo -y por consiguiente perdiera el control- se arriesgaba a perderlo todo, lo que incluía principalmente el amor y la aprobación de Louis. Había investido a Louis de tanto poder que si no lo controlaba, él podría sacarla de su vida. Por otra parte, Diana ofrecía a Louis el siguiente convenio: "Seré la esposa y la geisha perfecta. Tendré relaciones contigo todas las veces que quieras. A cambio de eso te quedarás conmigo, no me engañarás y pensarás que soy maravillosa. Pero no esperes "atraparme" porque yo no necesito
hacernos sentir, ¿no?» El viejo trato: sexo por amor; amor por sexo.
Después de hurgar un poco en el tema, Diana admitió que Louis no cumplía su parte del trato. Y en cuanto empezó a hablar de ello Diana se dio cuenta de que estaba muy enojada con Louis. -Nunca se desvive por hacer algo por mí -me contó Diana-. Es muy raro que me traiga flores, golosinas o cualquier cosa. Hasta tuve que recordarle que me hiciera el regalo de aniversario el año pasado, y lo hice solamente para que quedara bien ante los chicos. Sobre la relación sexual, me dijo: -Louis fue feliz durante siete afias teniendo sexo cada vez que lo quería, sin hacer preguntas. y, créame, nunca fue muy inspirado. Y ahora que tiene lo de mi orgasmo metido en la cabeza, si pudiera lograrlo pellizcándome el codo, lo haría. Y yo
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sólo quiero un orgasmo si va a ser un acto de amor.
Finalmente Diana había admitido que, por lo menos eIl"Cll1a circunstancia, quería un orgasmo por ella misma.
Ahora podíamos empezar.
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Un convenio que no aporta llada a nadie
el sexo».
Pero lo que Diana quería convenir de verdad era: «Te daré sexo pero hazme sentir algo. Excítame. Haz que me sienta amada. Y, por encima de todas las cosas, ¡hazme sentir que estoy
Diana y Louis tenían algo en común con casi todas las parejas que veo en estos tiempos: hacían el acto sexual frenéticamente con la esperanza de lograr sentimientos amorosos. Louis se afanaba con desesperación buscando la «movida adecuada» que lograra el orgasmo de Diana para no sentir que estaba solo en el acto sexual. Trabajaba por ese brillo en los ojos de Diana que le
amando!».
Como muchas buenas chicas adultas, Diana estaba sedienta de sentimientos. Había pasado toda lo vid" dedicada a dar yeso
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demostrara que realmente 10 amaba. Y Diana, obediente, seguía haciendo e! acto sexual todas las veces que Louis lo quisiera, con perfumes, talco y almohada bajo los glúteos, mientras esperaba que él, alguna vez, le hiciera experimentar sentimientos amorosos. El matrimonio de Diana y Louis era el típico trato de la década de los ochenta y, como es típico también, no funcionaba. Louis se sentía solo, ansiando la intimidad; Diana no reaccionaba sexualmente, esperando los sentimientos. El convenio no beneficiaba a nadie. Y e! motivo es sencillo: nadie crea sentimientos íntimos por el mero. acto sexual. Pregunten a los donjuanes de! mundo: cuanto más practican e! coito (y con cuantas más compañeras) más solos se sienten. La razón fundamental por la que Diana no podía experimentar él"orgasmo era porque no podía sentir nada: ni ira, ni alegría, ni amor. En mis grupos de mujeres preorgásmicas con frecuencia resulta que una mujer ha estado alcanzando e! orgasmo, en un sentido fisiológico, pero los ha perdido: es decir, no los sintió. Esas mujeres son tan cerradas que no experimentan ninguna sensación, incluso la de! orgasmo. Le dije a Diana que le sería imposible lograr e! primer orgasmo con su marido porque ella creería, en ese lTIoménto, que estaría entregando el único poder que tenía en la relación. Tendría que aprender a tener orgasmos por y para ella misma. Hace varios años, la terapeuta Lonnie Barbach descubrió que trabajando con las mujeres preorgásmicas sin la presencia de sus maridos tenía un éxito más grande del que habían tenido Masters y Johnson trabajando exclusivamente con los dos miembros de la pareja juntos. Le pregunté a Diana si podía anotarla en uno de mis grupos de mujeres preorgásmicas. -No sé -respondió ella mordiéndose el labio. -¿Teme que Louis no lo apruebe? Diana asintió. -Él lo pidió -dije sontiendo, y, por primera vez, Diana sonrió también.
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Siempre he dicho que uno de los motivos del gran éxito (más del 80 por ciento de los casos) que se tiene con las mujeres preorgásmicas se debe a que son excelentes alumnas. Son buenas chicas que hacen sus deberes, que, en este caso, consisten en pasar una hora por día, sola, examinando al principio su cuerpos y genitales y luego tocándolos y masturbándose. Conjuntamente experimentamos con algunos ejercicios para proporcionar autoconfianza, otra fonna de hacer volver algo de sentimiento a estas eternas rechazadoras de sus placeres. Pero para Diana, como para la mayoría de las mujeres de estos grupos, la última barrera para permitirse e! placer del orgasmo era el temor a la desaprobación del marido. Sí, Louis decía que deseaba que ella tuviera orgasmos, pero cuando era chica Diana había aprendido que no se lograba la aprobación ni el cariño siguiendo lo que indicaban sus sentimientos. ¿Por qué ahora sería diferente? Durante años muchas mujeres que aprendieron a lograr el orgasmo en mis grupos volvían a casa y fingían ser aún preorgásmicas. Practicaban la inversa de la simulación del orgasmo: fingían no tenerlo. Los dos tipos de ficción tienen el mismo motivo: que las mujeres manteng,m a sus hOfilbres felices y despreocupados, y evitar que las abandonen. Por desgracia hay algo de verdad en esos temores de las mujeres. Muchísimas veces el mismo marido que arrastra a su mujer preorgásmica al consultorio termina tratando de que vuelva a las reuniones del grupo. El marido de esa clase se siente amenazado en lo más íntimo: «¿Seré capaz de satisfacerla tanto como puede satisfacerse ella sola?». O peor todavía: «¿Quiero a una mujer tan sexual? ¿No me devorará?». Algunos maridos se sienten avasallados cuando su esposa vuelve a casa después del grupo y tiene orgasmos múltiples. Eso es más de lo que querían. Tienen miedo a no ser capaces de seguir su ritmo, de estar perdiendo una imaginaria contienda sexual, y entonces comienzan a criticarla. Se quejan de que el sexo se ha vuelto impersonal para ella, de que se muestra
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demasiado distante. Pero nunca dicen lo que realmente les ocurre: tienen miedo de que ellas se diviertan más que ellos. Por suerte, en el caso de Louis ese temor fue infundado. Por supuesto que antes Louis creía que él, solo, era responsable de los orgasmos de Diana, tal como ella misma pensaba. Más aún: después de unas pocas semanas en el grupo, Diana empezó a tener la casa menos organizada; dejaba los platos para lavar al día siguiente, se deterioró el cuidado de la casa, y ella empezó a pedirle a Louis que trajera la cena hecha dos o tres veces por semana. Diana gozaba con el descubrimiento del descuido y el
6 Deslealmente tuyo
egoísmo. Pero al mismo tiempo estaba relacionándose con Louis en una forma activa y amorosa por primera vez.
-No sé qué me pasó -contó Diana en el grupo-o Me acerqué a Louis desde atrás y le pellizqué el traseto. Por un segundo tuve miedo de la forma en que reaccionaría; pero él se dio la vuelta y me pellizcó. Puede parecer ridículo, pero fLle el momento más amoroso que había tenido con él hasta entonces. Unas semanas después, Diana y Louis hacían el amor, con orgasmos y todo. Habían encontrado el único convenio que funciona: producirse placer para cada uno y entonces compartir los sentimientos que fluyen de ese placer. El balance es perfecto. y ese convenio es el mejor que se puede hacer.
Me encantan esos siniestros artículós de revistas que exhiben la
lista de los «Cinco signos principales que denotan que su marido vive una aventura,>. El número 1 suele ser alguna manifestación de culpabilidad, como no mirarla directamente a los ojos o sufrir ataques de depresión, sobre todo en las reuniones familiares. El número 2 la alerta, la actitud misteriosa de él (<<¿Cierra la puerta antes de atender el teléfono?»). El número 3le advierte de que él cuida más su aspecto, mientras que el número 4 sugiere que usted debe inspeccionar los recibos de las tarjetas de crédito para saber si ha gastado en moteles (<<Sea sincera con usted misma: ¿exi.~e algún motivo relacionado con el trabajo para que él alquile una habitación en el Old Forge Motel un jueves por la noche?»). y, por supuesto, el número 5 es terminante: él ya no le hace el amor con la frecuencia de antes, y cuando lo hace parece culpable y retraído. La gente que escribe esos artículos debe de conocer a parejas
diferentes de las que yo conozco. Nunca vi artículos sobre los signos de que su esposa tiene una aventura amorosa y, sin embargo, a juzgar por lo que sé de la práctica de mi profesión, las esposas parecen tan activas como los maridos a ese respecto. De cualquier manera, si yo tuviera que hacer la lista de los cinco signos más importantes de que
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el cónyuge vive una aventura amorosa,
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sobre la base de la información que recibo de las parejas que atiendo, la lista sería algo como lo que sigue: Él parece más liberado y alegre en casa que antes. Él siembra claves para que yo me dé cuenta de que esrá sien do infiel. Come mejor. Deja los recibos del Old Forge Motel encima de la cómoda (vea nómero 2). Quiere hacer el amor conmigo casi con doble frecuencia que antes y, cuando lo hacemos, parece más relajado y desinhibido. Desde luego exagero un poco, pero la verdad es que muchos
de
ros hombres (y mujeres) infieles que conozco se sienten más
libres y
mellOS
inhibidos sexualmente con sus cónyuges que
antes de la aventura extramarital. El motivo de esa nueva exuberancia es que la aventura ha insuflado algo de aire en ese matrimonio claustrofóbico; ha creado un poco de espacio en una relación que los dos habían empezado a sentir como una trampa. Oigo exclamar a alguien: -¡Un momento Dogmar! ¡ Terminó la década dc IOi sc.icllttl y el matrimonio abierto fue una verdadera catdstrofe. Ttt, justamente tú, ¿vas a tlbogar en pro de la infidelidad como método para reirescar el matrimonio marchito?
Jamás. Cualesquiera que sean los beneficios a corto plazo que pueda acarrear la infidelidad, su efecto a largo pl.lZO suele ser la destrucción del matrimonio. Primero aparece la sensación de libertad, pero luego vienen la culpa, las acusaciones y finalmente se pierde la confianza. Y la parte más triste es que la pareja podría respirar la misma libertad emocional y vivir la misma exuberancia sexual en su matrimonio sin llegar a ese extremo autodestructivo.
Si hubieran sabido cómo hacerlo, los miembros de la pareja habrían podido introducir la distancia necesaria en sus relaciones sin tener que correr con la secretaria al Old Forge Motel.
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<<Justamente cumulo estábmnos sintiéndonos tan cerca. .. » -No sé qué estoy haciendo aquí -declaró Kelly Q. en cuanto tomó asiento en mi consulrorio-. No creo que vaya a perdonar-
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lo jamás por lo que me ha hecho. Jack, su marido desde hacía diez años, se sentó aliado de Kelly con una expresión de desolación absoluta y culpa en la cara grande y juvenil. Hacía siete meses que Jack había iniciado una relación con una modelo de la casa de modas en que trabajaba. Había roto la relación un mes atrás, antes de que Kelly la descubriera. Lo más penoso, me dijo Kelly, fue descubrir cuándo había comenzado la aventura de Jack. -Habíamos pasad" un fin de semana en nuestro hotel favorito en Poconos -COntÓ ella-o Dejamos a los chicos en casa de filamá así que nos qucllamos basta tarde, bailando, y pudimos
tomar el desayuno en la cama: el programa completo. Hicimos
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amor no sé cuantas Veces, como en los viejos tiempos antes de casarnos. Fue como enamorarse de nuevo. Por lo menos para mi.
Kelly se secó los ojos
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el p'lñuelo antes de proseguir.
-Al día siguiente, Jl}uellunes, él empezó con esa modelo. Cuando yo estaba en casa soü.ando con Paconos él se entretenía
con ella. ¿Qué le parece? -No lo planifiqué --protestó Jack débilmente-o Ocurrió. -¿C01110 por arte de Illagia? -interrumpió Kelly con amargura-, Entonces, ¿cónlo puede saberse que no sucederá otra vez?
El mensaje de Kelly resonaba en el consultorio: ,,¡Hay que castigar al hijo de puta! ¡Y bien, para que no vuelva a traicionarme! Cuando haya sufrido, entonces y sólo entonces podré pensar en perdonarlo y seguir con nuestra relación», Otras mujeres burladas comunican el mensaje con mayor sutileza, pero la idea es que mi tarea es reeducar al marido como si fuera un delincuente juvenil. Jack, como muchos maridos infieles, asumió
el papel de «lual muchacho)) casi con alivio; 97
como veremos más adelante, ser el villano tiene ventajas emocionales. Así que Jack era el Pecador y Kelly, la Santa. Creo que hay un punto en que la paradoja se hace tan común que deja de ser una paradoja. En la terapia sexual es casi la regla que la persona con el «síntoma» sea, paradójicamente, el «frente» del cónyuge con un problema más profundo. Si aparece una esposa sexualmente fría y retraída, de inmediato busco al marido que tiene inseguridades sexuales; si llega un marido que es eyaculador precoz, busco una esposa que es sexualmente ansiosa e impaciente. Yen caso de infidelidad, la persona con el síntoma -el Pecador- suele estar ventilando un problema que, por lo menos, es tanto del cónyuge como propio. Pero ¿cuál era el problema que mostraba Jack? Como a Kelly, me sorprendió el momento de su infidelidad. Le pregunté si había sucedido algo desusado antes del fin de semana en Poconos. Los dos se encogieron de hombros y dijeron que no. -No peleamos, si eso quiere saber -dijo Kelly-. Estábamos viviendo como cualquier pareja normal. En realidad más normalmente que de costumbre, ya que por fin Jack no viajaba. Al parecer, hacía un año que habían ascendido a Jack, de viajante a gerente de ventas en las oficinas y desde entonces estaba en casa todas las noches, cosa que nunca había ocurrido. ¡En casa todas las noches después de años de viajar, a veces durante semanas! Eso me sonaba como un difícil período de adaptación. Les pregunté cómo había funcionado la relación física cuando Jack volvía a casa todas las noches. -Un poco lerda -respondió Jack-. Cuando yo viajaba, siempre tenía el gran recibimiento en casa. Mucho-me-alegra-verte, en la cama dos o tres noches seguidas. Pero cuando dejé de viajar las cosas no fueron tan entusiastas. Ya sabe: la rutina. Pero la relación sexual mejoró mucho después del fin de semana en Poconos y el inicio de la aventura de Jack. -Eso es lo que realmente me hace arder -exclamó Kelly-. Todos esos meses haciéndolo todas las noches como si hubiéra-
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mos vuelto a enamorarnos y al mismo tiempo él teniendo relaciones con la modelo. Hacíamos el amor en forma tan romántica ... y entonces descubro que no se trataba de algo personal. Es humillante. -No se sienta humillada -le dije a Kelly-. La aventura de Jack fue su manera de viajar, de volver al camino: para los dos. Ya estaba armado el rompecabezas. Durante los primeros nueve años de su matrimonio toda la relación se había basado en las idas y venidas de Jack, reuniones y despedidas, períodos de estar juntos y períodos de estar separados. Ese ritmo funcionaba para ambos y les permitía «recuperarse» de los arranques de intimidad apasionada volviendo a encerrarse en sí mismos, entre límites seguros. Pero de repente Jack estaba en casa todas las noches y algo se había perdido en el matrimonio. Los dos perdieron algo de independencia, de espacio para respirar, yeso se reflejó enseguida en la pérdida de brillo de la relación sexual. Hasta Kelly admitió que habían caído en una rutina opaca en el dormitorio, si bien no quiso tomar ninguna responsabilidad al respecto. Y entonces, cuando pasaron aquel fin de semana romántico en Poconos, con largas tardes de amor sensual, los dos experimentaron la explosión delos sentimientos íntimos hacia el otro: los sentimientos avasalladores. Pero no supieron cómo volver a retraerse. No conocían la manera de hacerlo. Jaek no iba a irse de viaje después de aquello: volvería a casa con su mujer. Le pregunté a Kelly si recordaba lo que había sentido en el viaje de vuelta a casa después del fin de semana romántico y ella sostuvo que se sentía enamorada y feliz. -Yo no lo recuerdo así -interrumpió Jack-.Estuviste todo el tiempo de muy mal humor. No hacías más que decir que había terminado la diversión y volvíamos a·nuestras vidas aburridas. Actuabas como los chicos cuando terminan las vacaciones. No hacías más que quejarte: ,,¿Por qué no podemos estar siempre como en el hotel? ¿Por qué no puedes ser romántico también en casa?». Fue bastante pesado.
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carse en la intiInidad. Muchísimos maridos empiezan a tener av~~turas cuando su esposa está embarazada por primera vez y con más frecuencia aún cuando está en su segundo embarazo.
La trampa de la vida familiar se cierra completamente: tener relaciones con otra mujer es la última y desesperada declaración de independencia. Pero, desde luego, no es para nada un signo de independencia: es sólo uno de terror. Cuando conversé a solas con Jack me aseguró que aquél había sido el único affoire extramarital. Hasta a él le parecía raro. -Todas esas historias sobre los viajantes son verdaderas -me dijo-. Conozco docenas de viajantes que tienen una mujer en cada ciudad de su zona. Es una de las características de los que viven viajando, ¿no? Pero yo fui la excepción: el Marido Leal. Hasta que volví para quedarme en casa. Jack estaba empezando a ver la conexión entre (
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¿Cómo se distinguen los Buenos Tipos de los Malos Tipos? Jack fue descubierto cuando dejó la llave de una habitación de un hotel en el bolsillo de un traje que había pedido a Kelly que enviara a la tintorería. Fue como dejar un arma llena de impre-
siones digitales en la escena del crimen. Así como «se había encontrado en la cama con otra mujer», ahora «se encontró,}
atrapado por su descuido. Jack se las arregló para convencerse de que ninguno de los dos fue un acro consciente y de esa manera no tenía que asumir la responsabilidad ni del delito ni del descuido. Cuando finalmente los sentimientos de culpa fueron demasiado fuertes, Jack evitó la humillación infantil de la confesión dejando que Kelly fuera la acusadora y la juez. ~::
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interminable» en el viaje de vuelta. Era seguro que eso iba a 'ener en Jack el efecto opuesto y, en algún nivel preconsciente, Kdly lo sabía. Estaba usando su exigencia de tomance como una forma de apartar a Jack para poder recuperar su propio espacio. «Dejarás de hacerme el amor de esa manera», gritaba invadida por el pánico. Yen la profecía depositaba en Jack la culpa de cualquier fracaso en la relación. Peto, por supuesto, la conducta de Jacle también era paradójica. Al embarcarse en su aventura sexual podía dar a Kelly el romance interminable que ella le pedía. Jack se convirtió en un amante libre y exuberante en casa. Y como cada vez pasaba más tiempo fuera del hogar a causa de su aventura, también estaba dando a Kelly e! espacio que ella necesitaba. Todo funcionó bien hasta que Jack no pudo controlar más su sentimiento de culpa. -¿Cómo pudo hacerme esto cuando estábamos sintiéndonos tan cerca? -me preguntó Kelly. y mi respuesta fue: -Precisamente por eso. Y ninguno de los dos estaba preparado para manejar esa intimidad.
Tan pesado que al día siguiente Jack se encontró en la cama
con otra mujer. Entre la fuerte intimidad del fin de semana y la aparente exigencia de Kelly de un romance permanente, Jack había huido direct,unente a los brazos de otra mujer. Ésa fue su solución al pánico que produce la intimidad rotal. Para muchos hombres infieles, una dimensión de ese pánico es el miedo al abandono; cuando están más cerca de su mujer, el miedo a perderla es tan grande que coquetean con la idea de romper el matrimonio: por lo menos así tendrán el control de su destino. Teniendo relaciones con otra mujer, a la que no amaba, Jack podía sentirse lo bastante «fuerte» para hacer el amor con su mujer, íntima y felizmente, sin ceder al pánico . Una aventura también puede ser la solución al terror a sofo-
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-Dedíquense a los sentimientos corporales mientras estén haciendo los ejercicios -les dije-o Tienen el resto de! día para sentir e! enojo y la culpa. Pero por desgracia Kelly no podía dejar de lado la ira sobre todo cuando era el turno de Jaek de acariciarla. Tan pronto como empezaba, le obligaba a parar y se echaba a gritar y llorar de
Ahora le tocaba a ella el turno de actuar; J ack s6lo tenía que ser el mal tipo. Dadas las alternativas, ser el Malo es trabajo fácil. El Mal Tipo no tiene que hacer frente a sus sentimientos de debilidad ni vulnerabilidad: puede limitarse a sentirse culpable. Y si tiene mucha práctica en el papel de Mal Tipo, hasta puede tenerse lástima cuando la castigadora le humilla. Los hombres tienen una aptitud especial para ese papel; es «masculino» ser malo, sobre todo sexual mente malo. Todavía sigue siendo un papel activo y no de víctima. Un hombre de verdad puede tener relaciones con muchas mujeres y, cuando lo descubren, sabe aceptar el castigo. En realidad puede pasar por todas las etapas del ciclo sin experimentar demasiados sentimientos. Aun así, es notable cuántos hombres infieles aceptan con gusto la designación de Mal Tipo aunque su mujer también haya sido infiel.
-Él empezó -me dijo una mujer muy enojada-o Lo que yo hice después fue por reacción. Fue un intento desesperado de vengarme.
El marido de aquella mujer no emitió palabra. Sus respectivos papeles de Buena Mujer y Mal Tipo les sentaban de maravilla. Asumir esos papeles con entusiasmo es la última forma, y la más triste, de mantener el espacio en una relación. Antes Jack había proporcionado la distancia con sus viajes y luego lo hizo teniendo una aventura y, por último, aceptando e! papel de Mal Tipo. Ahora podía quedarse en e! rincón mientras Kelly lo castigaba verbalmente; de esa manera no corrían el riesgo de ahogar-
se en la intimidad. Pero ni Kelly ni Jack querían romper e! matrimonio: por eso habían buscado ayuda. Les pedí que si realmente querían dar un paso para acercarse «dejaran que sus cuerpos se hicieran amigos», y ambos accedieron a probar los ejercicios sensuales graduales.
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nuevo.
-Todo lo que me hace me obliga a pensar en lo que le hizo a ella -dijo Kelly con amargura en mi consultorio la semana
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siguiente. -¡Pero yo nunca la acaricié así! -exclamó Jack-. ¡Lo único que hice con ella fue follar! A su manera, Jack había resumido su infidelidad de una manera perfecta. Practicando e! coito sin emoción fuera de casa había podido continuar haciendo el amor con emoci6n con su mujer. Mientras algunos hombres y mujeres evitan los terrores de la intimidad haciendo el acto sexual con su cónyuge, ottoS, como Jack, evitan esos terrores dividiendo su vida en dos: hacen el amor aquí y e! acto sexual allá. Por supuesto que Kelly no se calmó con esta explicación. La semana siguiente, después de probar e! primer ejercicio sensual, me dijo que eso no funcionaba y que renunciaba a la terapia. -¡No puede dedicar ni un momento a sus sentimientos .,.,nsuales? -pregunté. Kelly hizo un gesto de negación con la cabeza: "No». -¡Mentirosa! -gritó Jack-. Por un ratito, cuando te pasaba la mano por la espalda y las piernas, ronroneaste como una gatita. -¡Cerdo! -exclamó Kelly enrojeciendo. Kelly se sentía humillada porque la había descubierto: ella había expresado sus sentimientos sensuales aunque fuera por un momento. Pero eso la perturbaba porque crela que si se permitía experimentar esos sentimientos significaría que estaba «cedien-
do» ante Jack, rindiendo su orgullo y su identidad. Kelly era una mujer sensual cuyas fuertes emociones al hacer el amor la inun-
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daban. Por eso n1i:ano necesitaba tanto espacio para rtcompo-
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nerse después. -Prueben una vez más -dije-o Pero esta vez, inmediatamente
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después de terminar el ejercicio, quiero que uno de los dos se vaya de la casa y no vuelva por lo menos en dos horas.
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Funcionó. Lo supe en cuanto vi la sonrisa en sus rostros
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cuando vinieron al consultorio la semana siguiente. Había sido un éxito rotundo. Sabiendo que cada uno tendría su tiempo, en privado, para reponerse, habían podido hacer el amor como en la época en que Jack viajaba. Hace poco Kelly me llamó por teléfono y me contó: -Todavía necesitamos, a veces, la rutina del «paseo». Y en pleno invierno resulta incómodo. Pero es muchísimo mejor que la alternativa, ¿no? Y lo mejor es que en algún momento empecé a contiar de nuevo en Jack.
«No se me ocurrió que me enamorar/a» Nunca existió la suspecha de que: ]ack se hu.biera euamorado de
la otra mujer y, en parte, eso hizo que la infidelidad fuera más fácil de perJollar y olvidar. La distinción entre hacer el acto sexual y hacer el amor estaba clara. Pero en otros casos que atiendo las cosas resultan más complicadas. Miriam L., una ejecutiva de publicidad de aspecto llamativo, vino sola a verme. Tenía treinta y cinco años, e:;taba casada y
tenía dos hijos. Me dijo que quería lüuchísimo a su marido y a los hijos. También me contó que se había enamorado lo.camente del hombre con quien estaba viviendo una aventura. -Sé que esto suena cursi -me dijo-, pero no supuse que
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sucedería. No se me ocurrió que nle enaluoratÍa. Nunca había
so..1.l2.l (on Greg [su filaridúl cra. basuntc 111.0nótoua, así que esa excitación me hacía sentir viva de vez en cuando. Nadie salia herido. Siempre pude mantener esas cosas separadas. Miriam estaba describiendo una clase de vida que hasta hace poco era prerrogativa masculina: ella tenía relaciones sin compromiso fuera de casa, con conlpañeros virtualmente anónimos,
y tenía la conexión emocional (sin hacer demasiado el amor) en casa con su marido. El perfecto autoconvenio de la doble vida en tanto ella pudiera lnantener
Pero entonces Se enamoró de uno de los protagonistas de las «calenturas).
-Es curioso -comelltó Miriam-. Brad [el amante] está casado y es veterano en estas lides. Eso es lo que me hiw sentir tan «a salvo» con él. Ni exigencias ni complicaciones. Solamente gozar juntos e ir cada uno a su casa. Pero, poco a poco, empezamos a cambiar.
Miriam me dijo que se dio cuenta de que la relación con Brad había cambiado cuando empezaron a querer estar más tiempo juntos.
-y no sólo para hacer el alnor -continuó Miriam-. A veces nos quedábamos en la cama besándonos, acariciándonos, abrazándonos, conversando, escuchando música, y cuando mirábamos la hora nos dábanlos cuenta de que teníamos que irnos y ni siquiera habíamos hecho el amor. A mí me parecía que habían hecho el amor, no deseando todas las veces pasar de la intimidad sensual a la sexualidad pura. y se me ocurrió que Miriam estaba haciendo el amor (no el acto sexual) por primera vez en muchísimo tiempo. Miriam me contó que había experimentado en un tiempo esa intimidad sensual sin apuro con otra persona: con Greg, su marido, durante . año que vivieron juntos antes de casarse.
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-Pero todo eso terminó el día de la boda -dijo Miriam-. En
ocurrido. En realidad, Miriam había tenido bastantes aventuras en el
cuanto hicimos los votos, se convirtió en un remilgado asexual.
curso de sus doce años de matrimonio.
Al principio pensé que sólo se trataba de una fase que estaba
-Fueron más calenturas que affaires -dijo ella-o Pero la vida
atravesando, pero nunca volvió a cambiar.
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Parece que Greg, como tantos hombres y mujeres, había adoptado el sexo sin pasión de Mamá-Papá en el instante de convertirse en casado. El sexo con su esposa -la futura madre de sus hijos y por consiguiente una copia de su propia madreno podía hacer las cosas sensuales y libres que a él tanto le habían gustado con su amante. ¡Aunque su esposa y la amante fueran
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la misma mujer! Pero ¿por qué Miriam había dejado que su esposo siguiera remilgado todos esos años? ¿Acaso él la había autorizado a tener aventuras amorosas? ¿Y así podría ella mantener separados el sexo y el amor de manera que nunca llegara a sentirse superada por ninguno de los dos? Antes de poder formular alguna de estas preguntas, tenía que saber qué era lo que deseaba Miriam en ese momento. -Quiero desaparecer -me dijo ella con los ojos llenos de lágrimas-o Por fin tengo el amor y el sexo en la misma persona pero ... no es la persona adecuada. Le dije a Miriam que podría combinar el amor y el sexo con la persona adecuada, Greg, si quisiera intentarlo. El motivo por el que Miriam tenía el problema consistía en que ya era lo suficientemente madura para ser capaz de combinar los dos ... y ésa es la parte difícil. Le dije que si ella y Greg querían probar, podrían reanudar la relación donde había quedado al casarse. Pero, para eso, ella tendría antes que terminar la aventura con
Brad. Yo no podía trabajar con Miriam y su esposo si ella mantenía relaciones sexuales con otra persona. Lo intenté y no sirve. -Pero ¿qué pasaría si fuera demasiado tarde para que Greg y yo reanudáramos nuestra vida sexual? -preguntó Miriam. -No puedo darles una garantía -respondí-o Solamente espe-
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Pero finalmente se dio cuenta de que si no dejaba a Brad tendría que dejar a Greg. Sabía que había llegado a un punto en que el amor y el sexo tenían que estar juntos y con una sola persona. No podía seguir separando las cosas en su corazón. Cuando conversamos hacía dos meses que no veía a Brad. -Esroy preparada para empezar de nuevo con Greg -dijo Miriam-, pero no soporto la idea de contarle mi aventura con Brad ni ninguna de las otras. Si lo hiciera, no tendríamos la oportunidad. Yo no doy consejos de moral: no es mi profesión. En algunos casos percibo que un secreto puede emponzoñar una relación si no se revela, pero creí que Miriam podía dejar atrás su pasado y
no dejarlo interferir en sus sentimientos hacia su marido. Y Greg resultó extraordinariamente receptivo a la terapia mediante los ejercicios sensuales. En unas semanas él y Miriam hacían el amor tierno y sensual y estaban encantados. -¿Cómo dejamos pasar tantos años sin hacer eso? -preguntó Greg a Miriam en mi conswtorio. Los ojos de Miriam se llenaron de lágrimas. -Sólo quiero pensar en los años maravillosos que nos esperan -dijo.
El corazón lujurioso de Aaron S.
y cuando la vi me enteré de que había tratado de romper con Brad varias veces pero seguía viéndolo. -Era como tratar de dejar de filmar -dijo con una risita ner-
En realidad, todos los casos de infidelidad que conozco se relacionan con el dilema de combinar el amor con el sexo. Un hombre escapa de su hogar y tiene una .actividad sexual salvaje con una mujer a la que apenas conoce porque se siente incapaz de tener relaciones apasionadas con la mujer a la que ama tiernamente: su esposa. Una mujer sensual elige a un hombre reticente respecto al sexo para casarse y luego tiene aventuras con otros hombres con los que no guarda ninguna conexión emocional. Esas personas no pueden manejar el amor y el sexo en el mismo
viosa.
lugar, así que terminan yendo de uno a otro.
ranzas.
Rebobinemos. No supe nada de Miriam durante casi un año
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Últimamente he visto una nueva variación dé es" dicotomía a la que llamo Aventura Extramarital Asexual. Una vez más el sexo y el amor están separados, pero estavez el ,sexo sin lazo' emocional está en el hogar con el cónyugey,el amor apásionado, aunque no consumado, está dedica~oaofral?ersona, porIo general un compañero de trabajo. . ",' . , ' < ,,', '" ,', Aaron S., un médico de cuarenta ycincoaños,esu~eje,rrl' plo perfecro del síndrome. Hace quince años qué,estácas~do con una atractiva enfermera escandin~va_ que "con'oCi6: Facultad de Medicina, pero siempre estávivierídouna'aventura casta pero terriblemente romántica con otiamu)er, por', lo " común alguna médica de! hospital. En stl co.sa tiene rdacio;,.es regulares con la esposa; en e! hospital tienealmúer:zos ,románti. cos, mirando a los ojos a la amada de turno, y maldice la liljusti, ciat1e la vida que los separa. , ' " ' "
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La ~iLUación de Aaron parece bastante inocua"
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para que alguien se sienta herido. En realidad esas castasaVeflttlras" podrían ser la manera de inyectar algo de espacio en la rdaci<5nen el hogar. Pero al estar siempre ansiando a otra mujer, Aarci!i sé ha " impedido tener sentimientos e,n casa. Los selltilnientos cotidi~nos por su esposa no podían competir con los encendidos sentimientos
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-Creo que tendría que aprender a ser más «promiscuo>" no vecha y realiza esos coqueteos románticos con dos o tres mujeres
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al mismo tiempo? Como experimento, le pedí que almorzara en la cafetería del hospital con alguna mujer atractiva, difereme cada día de la semana, y se enamorara de todas las que pudiera. Dos semanas después Aaron volvió a mi consultorio con una somisa tonta en la cara. Por cierto que había sido muy conmovi-
-Desc~brió qU,e sus s-~ntimientos no son tan exclusivos como
áeía-1e díje-'-. En realidad usted puede enamorarse también de su esp{)s.; jUnto con e! resto de las mujeres. , . Per:o lo "más' inlport::l:úte es que los tres coqueteos simul'táneoslé proporcionaron a Aaron el espacio que necesitaba 'pa'ra' sen,tirse men,?s ,arne'nazado por la combinación de amor "y seXo,·
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" Dejando de lado a los candidatos a la Presidencia y a las personas'pro'fundamenrc religiosas, a la mayoría no le preocupa , si,'algtúla vez siente deseo por alguien que no es precisamente
dcónyuge. Sólo se convierte en problema cuando alguien descubre que fantasetz casi continuamente sobre otra persona mientras realiza el aero sexual con el cónyuge. O, más peligro: soaún, cuando sobnlente se excita sexualmente con el cónyuge cierra los ojos e irnagina que está haciendo el amor con otra persona: una estrella de cinc, el vecino de aliado o un antiguo amante. Como la infidelidad, esas fantasías proporcionan la distancia que la geme necesita para abandonarse a los sentimientos sexuales. Imaginando que están en la cama con otro personaje, llenan el ambiente de! dormitorio de cierta irrealidad. Es como el sueño sexual, libre de lo cotidiano y de los enojos mezquinos que inevitablemente se acumulan entre marido y mujer. No parece que eso haga daño a nadie, ¿no? Solamente cuando comienza a sentirse que la fantasía está rebajando la experiencia, cuando se sieme que se está haciendo el acto sexual y no e! amor. Una mujer me contó:
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él manifestaba en esas relaciones sin consumación
sexual. Como los verdaderos galanes, él había nuniobrado para mantener separados el sexo y e! amor para no sentirse amenazado por los dos, pero se sentía frustrado por ambos. Le dije a Aaron: menos. Ya que está siendo «infiel» a su esposa, ¿por qué no apro-
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do. por una segunda y luego una tercera médica interna muy , bella en el hospital, pero en el proceso había ocurrido algo más: había empezado a hacer el, amor con su muj er con más senri, miento. -Me rindo -dijo Aaron-. ¿Qué pasa?
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-Estaba haciendo el amor con Robert Redford y entonces abrí los ojos, besé a Harold y le dije que lo quería. ¡Me resultó tan falso! Casi todo el mundo tiene fantasías sexuales varias veces por
día. Pueden aparecer por un olor, el roce de un codo o e! recuerdo de un antiguo amante. Estoy en favor de las fantasías. Nos
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mantienen sexualmente alertas y vitales; abren brechas en nues-
tras armaduras contra la sensualidad cotidiana. Pero cuando la fantasía se convierte en e! sustituto total de la verdadera intimidad es inevitable que empecemos a quejarnos: «Me siento embotada», «me siento solo después de! sexo» y «perdí aquellos senti-
Sexo seguro: todo tiene una foceta positiva
mientos amorosos}}.
Sería un error abandonar de repente todas las fantasías, mantener los ojos muy abiertos y hacer volver a «Harold» bruscamente a nuestra vida amorosa. El efecto sería matar todos nuestros sentimientos, sexuales y románticos. Como un sistema
sobrecargado de electricidad, entraríamos en cortocircuito. Yo le digo a la gente: -No supriman las fantasías, pero empiecen a dejar que aparezca en 'escena, de vez en cuando, su cónyuge. Cuando está bañándose en agua caliente y se acaricia suavemente los pechos y el vientre, imagine por un momento que su
marido está acariciándola. Redford ya cumplió su turno; deje que Harold cumpla e! suyo. Poco a poco usted puede dejar que un Harold «imaginario» entre en su fantasía, y la próxima vez que esté con él en la cama, con los ojos bien cerrados mientras el Harold real la acaricia, puede hacer la fusión de los dos Harold. Es un poco de gimnasia mental, pero puede ayudar a que se realice la fusión de! amor con el sexo: lo que se conoce como hacer e! amor.
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No hay dudas al respecto: la epidemia de sida nos afecta a todos, tanto a los heterosexuales como a los gay, a las mujeres como a los hombres, a solteros y casados. Esta tragedia y el terror que la acompaña han alterado e! sentido mismo de la sexualidad. En e! hospital donde trabajo he visto los estragos que produce el sida en sus víctimas. Algunas han escrito en forma emotiva y elocuente sobre su agonía; yo no voy a agregar nada a esa literatura del sufrimiento ni es mi intención aquí ofrecer una ins-
trucción técnica a las personas preocupadas. Hay manua]". sobre e! sexo seguro y kits disponibles para gozar de! sexo corriendo un mínimo riesgo. No,·mi propósito es investigar cóm.o ~l espectro de! sida influye en nuestros pensamientos y sentlmlentos respecto a todo e! sexo: cómo confirma los miedos irracionales así como los reales; cómo puede usarse como excusa para evitar e! sexo; cómo afecta nuestra actitud frente a la monogamia y la infidelidad, y cómo se introduce en nuestras fantasías sexuales. Pero también quiero demostrar que el sida y otras enfermedades que se transmiten por vía sexual (como el herpes) han creado un clima nuevo de sinceridad entre los sexos y cómo, finalmente, puede ayudarnos a convertirnos en expertos en hacer el amor en forma íntima y sensual.
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La conspiración «tocar mata» En momentos de total paranoia estoy segura de que existe una conspiración para deshacer todo lo bueno que hayamos podido lograr los terapeutas sexuales en el transcurso del tiempo. Acababa de convencer a mis grupos de mujeres de que la vagina es un órgano fuerte y sano cuando, «¡pafh, apareció el síndrome del shock tóxico. Y estaba empezando a convencer a las mujeres de que no tenía nada de malo probar el semen cuando se descubrió que era un medio potencial de transmisión del virus del sida. La mitad de mi trabajo como terapeuta sexual es liberar a las personas de la creencia inhibidora de que el sexo es sucio y peligroso, y ahora nos advierten en forma constante que es las dos cosas, J~or supuesto que no existe tal conspiración; no se trata de
plagas creadas por el hombre. Y los peligros de las enfermedades
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transmitidas por vía sexual son muy reales. Pero también es cier-
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to que algunos individuos y algunas instituciones están usando el miedo al sida en pro de sus causas de castidad y aislamiento sexual. Se está legalizando la inhibición sexual; la fobia sexual se ha convertido en norma. En la película David y Lisa, el clásico film sobre dos jóvenes que se enamoran en una institución para enfermos mentales, David se aterroriza ante cualquier contacto físico. «¡Tocar
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matal», exclama, retrocediendo espantado ante la mano que se le ofrece con afecto. En él han tomado cuerpo todas las advertencias de una madre histérica: «¡No te pongas eso en la boca! ¡Hay gérmenes en todas partesl» y «¡Lávate las manos! ¡No sabes quién tocó esoh). David se retrajo en un mundo de aislamiento total, en una cápsula antiséptica en la que se sentía totalmente a salvo. E insoportablemente solitario. Me preocupa pensar que el miedo al sida convierta a nuestra sociedad en una que proclame: «¡Tocar mata!>,. Ya estoy empezando a verla. En las salas de psiquiatría del hospital vemos un número cada vez más grande de psicóticos con exageradas fobias respec112
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to al sida: una mujer que usa máscara quitúrgica en el ferrocarril subterráneo porque Cree que puede contraerlo por el estornudo de un enfermo; un hombre que hace sonar un silbato y grita: ,,¡La peste negra!», cada vez que ve en la calle a un homosexual conspicuo. Como siempre, una ola de exageraciones patológicas nos habla de los miedos que conmueven a la sociedad. Últimamente, una cantidad perturbadora de gente "bien adaptada» ha estado diciéndome que es un hecho que uno puede contraer el sida en el asiento del inodoro. ¡Justamente cuando empezábamos a curarnos del mito de que podíamos quedar embarazadas en el asiento del inodoro! Hace poco he estado en algunas reuniones en las que personas, supuestamente inteligentes y bien informadas, se alejaban de sus amigos gay después de haberles dado un besito en la mejilla. Pero cuando cedemos a todos los miedos infundados porque «es mejor ,estar a salvo que arrepentido}») corremos el riesgo de aislarnos totalmente. No solamente se renuncia al sexo, sino
también a todo contacto sensual. Hasta se sospecha de las caricias y los besos. Los enemigos de la sensualidad ganan entonces la batalla. El Presidente, la Iglesia y Mamá cantan en coro triunfalmente: ,,¡Absténganse de todo! ¡Así está bien! ¡Tocar mata!». Todos los días resuena el eco de esa canción en mi consultorio.
En el hospital dirijo un grupo de Vírgenes Mayores de Treinta Años, constituido en su mayoría por lllujeres con profesiones
liberales que ansían superar sus formidables inhibiciones y gozar, por fin, de su primera experiencia sexual. Durante años fue uno
de los grupos más populares, con un elevado número de vírgenes que acudían en busca de ayuda. Pero hace poco el númeto empezó a disminuir en forma radical, y me preguntaba el porqué. -En estos tiempos ser virgen es una ventaja -me informó una miembro del grupo-o Conozco a muchas vírgenes que publican avisos en los diarios declarando su estado. Eso es lo 113
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que los hombres buscan en esta época, así que si se es virgen conviene que se sepa.
En realidad me alegro de que alguna gente se beneficie de la actual histeria, pero me pregunto cómo se comportarán cuando los avisos fUncionen. Cuando los miedos y las inhibiciones sexuales son necesarios para que el compañero sea aceptable sólo podemos esperar muchos matrimonios sexualtnentc insatisfactorios. Los compañeros de sexo con garantía suelen ser amantes pobres. Lo que más me preocupa es que veo cada vez a más hombres y mujeres solteros que se esconden tras las enfermedades que se transmiten sexual mente para evitar el enfrentamiento con sus problemas sexuales. Un dibujo aparecido en New Yorker hace poco mostraba a un hombre de aspecto rígido sentado solo en un sofá, con un traje de tres piezas, mirando la televisi6n. La leyenda bajo el dibujo era: «Sexo seguro». El sida es un regalo del cielo para los que tienen perturbaciones sexuales, la excusa mágica para evitar todo contacto con el sexo opuesto. Un hombre joven con el que trabajaba sufría de ataques esporádicos de impotencia. Desde el último episodio humillante dej6 de salir con mujeres. En la terapia los dos estábamos adentrándonos en la historia de su miedo a las mujeres que databa de la primera infancia. El proceso era penoso pero estábamos llegando a la raíz del problema cuando de repente declar6, con indudable alivio, que aunque recuperara la potencia «con el sida amenazando sería una locura hacer algo». Ésas no eran palabras de un hombre que ansía curarse. En otro caso, una lnujer de treinta y cinco años con una antigua fobia al beso me traía todas las semanas un artículo distinto en el que «se probaba» que el sida podía contagiarse por la saliva. Como tantas otras personas, esta mujer prefería creer en esos rumores histéricos que intentar la curación de sus propias angustias sexuales. Esos pacientes me dicen: «¿Lo ve? ¡Tengo raz6n! No estoy enfermo: soy prudente". Pero por supuesto 114
vuelven a casa igualmente perturbados y aislados ... Yel sida no tiene nada que ver con eso. El temor al sida (que por supuesto es una enfermedad fatal) no s610 actúa sobre nuestros temores y fobias sexuales sino que, además, alimenta la desconfianza neur6tica entre las personas. Sobre todo, da pasto a la guerra entre los sexos. Los hombres vuelven a ser vistos como sucios egoístas y las mujeres como peligrosas Jezabeles. Cada advertencia histérica que nos hizo mamá resulta confirmada: «Nunca se sabe d6nde puso "su cosa' antes de meterla dentro de ti", y: «Es cierto, la chica es atractiva pero es justamente la clase de chica.de la que podrías contagiarte algo horrible». Cuando el contacto normal heterosexual puede transmi tir una enfermedad fatal, hombres y mujeres se vuelven enemigos.
«Tú lleva el vino, yo llevaré los preservativos» Pero es verdad que existe una faceta positiva en todo esto. La preocupaci6n por el sexo seguro nos ha obligado a ser más sinceros con los eventuales compañeros de lo que antes hubiera sido posible. Y como resultado, muchas de nosotras que podríamos habernos sentido demasiado culpables, asustadas o tímii:l'as hasta para mencionar el sexo, ahora somos pacientes, francas y hasta seguras sobre el sexo. Se arriesga demasiado en estos tiempos como para querer mantener los sucios secretitos y resulta un verdadero alivio ventilarlos. Los restaurantes vibran con las conversaciones sobre la cuesti6n sexual. Con las ostras casino una joven le cuenta al muchacho que la acompaña que en los últimos cuatro años tuvo tres amantes consecutivos y que uno la preocup6 tanto que se hizo practicar la prueba del sida. Dio negativa. ¿Y tú? En la mesa de alIado, con espaguetis carbonara, un joven está contándole a su acompañante que hace seis meses que no se acuesta con nadie porque no puede admitir la informalidad sexual. Ahora s610 le 115
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interesaría una relación sexual estable. i Ya ti? Y en otra mesa cercana, una mujer de aspecto recatado está diciéndole al hombre que la acompaña que ella creía que nunca habría de acostumbrarse a usar preservativos, pero ahora le agradan, sobre todo los nuevos, de colores. ¿Y a ti? -En esta época las primeras citas son las más largas que haya registrado la historia -me contaba una mujer-o. Se producen verdaderas confesiones ... Es mejor que la terapia de grupo. Y cuando nos despediuws con un beso cada uno sabe todo del otro: con quién se acostó, cuándo le hicieron la última prueba, qué le gusta hacer en la cama. Solamente después de enterarse de todo eso se puede empezar a hablar de los films preferidos. La mayoría de las personas solteras con las que he hablado encuentran esa nueva gldsnost sexual muy liberadora. Y no solamente porque se enteran de todo lo que querían saber sobre el
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tan», ll1ienrras estamos cenando.
Hay una especie de efecto suavizante en esta franqueza general que aumenta la facilidad para hablar de temas sexuales, hasta 116
torio.
-Nunca pude decirle a un amante que prefería algunas posiciones -me contó una mujer de treinta y cinco años-o Ahora, después de organizar quién lleva el vino y quién los preservativos, es más fácil decir: «A propósito, de vez en cuando me gusta estar encima».
Sin embargo, existe mucha gente -la mayoría hombres- a la que puede producir rechazo esa forma tan franca de encarar el sexo. -Conocí a esa muj er muy atractiva en la fiesta de una boda -me relató un hombre de unos cuarenta años-o Bailamos unas cuantas piezas, cada vez más apretados, y entonces me hizo bajar la cabeza y me susurró en e! oído: "Supongo que sabes que los preservativos no se negocian», Ése es el tipo de conversación
sexo, sino porque se rompe la tensión sexual entre los dos. Se
alivian rápidamente las culpas sexuales y se discuten con tranquilidad las predilecciones en la relación sexual. Una mujer me contó: -En cuanto iniciaba una relación temía la llegada del momento en que debía relatar una sórdida aventura que tuve hace años con uu hombre casado. No es algo que me enorgullezca precisamente. Pero ahora la cuento enseguida porque así desaparece mi tensión y entonces los dos podemos dedicarnos a lo que sentimos el uno por el otro. y un hombre solo, de edad madura, me dijo que siempre le había resultado difícil hablar con una mujer dd sexo oral y, mucho más, iniciarlo con ella. De esa dificultad resultaba que casi siempre él se negaba esa forma de gratificación sexual. -Ahora forma parte de la Conversación -me contó-o Yo digo algo así como: "Oí que el cunnilingus sigue siendo seguro. Para mí es espléndido porque es una de las cosas que más me gus-
en ese recinto en que las lenguas parecen paralizadas: el dormi-
amorosa de estos últitnos años. Debemos establecer una nueva etiqueta sexual para la Era
del Sexo Seguro. La franqueza no signif,ca brutalidad ni tiene por qué ser antirrolnántica. En lugar de decir que «los preserva:" tivos no se negocian)) sería mejor decir: «Estaba esperando conocer esta noche a alguien como tú, por eso vine preparada».
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También puede resultar difícil decirle a un nuevo amante que se haga la prueba del sida. A mis pacientes gay, que hace muchos años han debido hacer frente al fantasma del sida, ahora les resulta natural esa exigencia, pero la mayoría de los heterosexuales todavía está pensando en una buena manera -que no aleje al eventual compañero- de hacer esa petición. Una prueba de sida puede no ser negociable, pero puede pedirse de manera positiva: «¿No sería maravilloso hacer
el amor sin preocupacio-
nes? ¿Por qué no nos hacemos los dos la prueba? Nos haría sen-
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tir totalmente seguros)).
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Para muchas parejas hacerse juntos el análisis de! sida es equivalente al juramento de fidelidad. -Es la nueva forma de comprometerse -me dijo una joven con sentido del humor-o Es como si entrara Betry Lou en el ves-
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tuario, agitada y diciendo: «BilIy acaba de pedirme que nos hagamos juntos la prueba del sida. ¡Creí que nunca se declararíah>.
Pero, como ocurre con toda forma de compromiso, hay per-
sonas que se sentirían atropelladas por la petición de hacerse el test de! sida. Pero siempre vale poner las cartas sobre la mesa. -Estoy teniendo una aventura casual con un hombre -me dijo una divorciada de treinta afios-. Y ahora quiere que me haga la prueba con él. No estoy segura de querer algo tan serio. -Puede hacerse la prueba sin prometer nada -dije-o Usted no usaría su anillo de la escuela secundaria si no quisiera. Pero como ha ocurrido siempre en las cuestiones de sexo, hay veces en que se acaba con la etiqueta y se empieza con el respeto a uno mismo y la seguridad. Con frecuencia escucho historias de hombres que se sienten ofendidos con la mujer que saca un preservativo de la cartera o del cajón de la mesa de noche. Para algunos hombres esa actitud tan clara resulta demasiado «agresiva» y «nada femenina», En otras palabras: se sienten amenazados, hasta ofendidos' por ella. Yo tengo ahora la misma reacción que tenía antes de que las enfermedades transmitidas por vía sexual proyectaran U1.la sombra tan grande en la conciencia: no deje que la convenzan de no hacer lo que usted quiere hacer. Siempre se sentirá mejor si controla su propia vida sexual. Por la misma razón, no permita que nadie la convenza de que las precauciones matan el romance. Tengo poca paciencia con los hombres y mujeres que dicen que si uno corre a hacerse la prueba del sida antes de ir a la cama, el sexo pierde todo el aspecto romántico. Hace mucho tiempo oí el mismo argumento en contra de la anticoncepci6n: que si
se toma tiempo para colo-
carse e! diafragma se pierden las ganas. Tonterías. Así como se puede convertir la colocación de! diafragma en un juego sexual, puede hacerse lo mismo con e! preservativo, T nadie debe de considerar el juego sexual como una interrupción. Mujeres, desentollen e! preservativo lenta y sensualmente, acariciando el 118
pene y los testículos del compafiero. Y no es necesario que pongan una expresión hosca mientras lo hacen.
-Al principio me parecía algo antiséptico -me dijo un hombre-, me sentía como si me pusiera algo quirúrgico. Pero luego mi compafiera empezó a hablarle al pene diciéndole: «iQué bien te queda la nueVa gabardina inglesa!», y los dos rompimos a reír.
Lo que tiene en común hacerse la prueba del sida, colocarse el diafragma o e! preservativo es que lo convierte a uno, responsable de sus actos. Y ser responsable de la propia vida sexual es el primer paso para hacer el amor. Lo que me lleva al principal motivo por e! que pienso que e! sexo de las personas solas, en la era de! sida, tiene el potencial para crear una nueva generación de amantes sensuales. Irónica-
mente, e! fantasma de las enfermedades transmitidas sexualmente logra que tanto hombres como mujeres hagan lo que siempre dije: tomarse la vida sexual con más calma. El temor ha obligado a los eventuales amantes a concentrarse en los sentimientos y atracciones que preceden al contacto genital; permanecer sintiendo y dejar que esos sentimientos vayan desarrollándose gradualmente y en forma consciente; llevar todo el cuerpo a hacer e! amor mientras se goza de todas las sensaciones que despiertan los besos y las caricias. -,-Yo era como una langosta salt:mdo de cama en cama hasta que se desató el terror -me dijo un hombre soltero-o Y detesto admitirlo, pero no sabía lo que estaba perdiéndome. Como todas esas conversaciones sobre sexo que son tan excitantes. Y
acariciarse ... Siempre pensé que eso se daba solamente en las películas de playa de la década de los cincuenta, pero ahora todos se acarician. Es como si hubiéramos descubierto de nuevo un arte perdido. Una divorciada me comentó: -Creo que en todas aquellas relaciones casuales yo estaba tratando de averiguar si hay sentimientos en el sexo. Ahora esos sentimientos son lo primero que busco. 119
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-¡Ajd! Es lo que siempre pensé, Dagmar, eres tan anticuada como los tipos del cimurón de castidad contra los que protestabas. Falta que nos digas que conviene esperar a casarse para "hacerlo».
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Error. Lo que me satisface es que las nuevas parejas no están simplelnentc «haciéndolo», sino que están volviendo a los sentimientos íntimos que preceden al «hacerlm). Están descubriendo que tocar no mata sino que, más bien, crea amor, seguridad y vitalidad. Sólo me entristece que se haya necesitado una tragedia para que lleguemos a comprender eso.
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« Ya ni siquiera puedo tener una buena
fantasia extramarital» Seamos sinceros: la monogamia nunca tuvO una recomendación mejor. En la era dd sida es decididamente lo mejor. Sin embargo, la amenaza del sida proyecta su sombra también sobre el dormitorio matrimonial, influyendo en los pensamientos, los sentimientos y la conducta. Mientras algunas personas casadas se sienten felices en la seguridad que les proporciona el matrimonio, otras encuentran que la misma necesidad de estar a salvo hace que el matrimonio produzca más claustrofobia que nunca. Esta nueva presión sobre el funcionamiento dd matrimonio -porque la alternativa acarrea un gran peligro- no resulta demasiado atrayente para muchos. -Todos mis amigos casados están muy satisfechos -me comentaba un marido hace poco-o Hablan sin parar sobre esta época que es espantosa para vivir solo y: ,,¡Gracias a Dios que estamos casados!». Pero yo creo que estar casado en estos tiempos es también una cuestión muy complicada. Es como si lo mejor que se pudiera decir del matrimonio es que es una empre120
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sa de bajo riesgo. Hasta la fidelidad ha dejado de ser símbolo de amor y lealtad. Es sólo una cuestión de autoconservación. Romántico, ¿no? El sida ha dado una nueva definición del significado de la fidelidad y... de la infidelidad. La idea de que si el cónyuge tiene una aventura amorosa fuera del matrimonio pondrá en peligro la salud de los dos trasciende cualquier OtrO tipo de considera; ción. Ya no se trata de la lealtad ni del ego; es una cuestión de supervivencia. En particular, los hombres que antes no daban importancia a sus relaciones ocasionales con prostitutas ahora deben hacer frente a las eventuales consecuencias funestas de su conducta. En mi consultorio, el asunto de las enfermedades que se transmiten .',exualmente se presenta, por lo común, después de una infidelidad. El grito: «¿Cómo pudiste hacerme eso?", es el grito de alguien que ve la sombra de la muerte en la traición. Antes de repamr los puentes -si existe la posibilidad- hay que hacer una prueba del sida. Pero también muchas personas casadas me han dicho que ahora que ya no existe la opción del adulterio se sienten aliviadas. -Es como si por fin tuviera una buena excusa para no ceder a mi donjuanilsmo compulsivo -me comentó un marido. Pero la falta de alternativas -tanto reales como imaginariastambién tiene su precio. Una mujer casada, de cuarenta afios, me contó: -No tenía problemas para ser una esposa satisfecha y fiel cuando todavía tenía la fantasía de que estaba haciéndolo con un extraño alto y moreno, pero ahora ni siquiera puedo soñar despierta sin que empiecen a sonar alarmas en mi cabeza. No sé si le pasa a usted, pefO yo no puedo acabar con una fantasía que es como la ruleta rusa. Así que termino por aceptar que mi marido es el único hombre de la ciudad. La seguridad es aburrida. En el otro extremo del espectro, pero con el mismo resultado, un hombre casado con el que trabajo me dijo: 121
-Salia envidiar a mis amigos divorciados y solteros. Me parecía que se divertian mucho más que yo. Ahora ya no es asi y en lugar de envidiarlos los compadezco. La mujer de este hombre se quejaba de que él habia perdido el interés por el sexo. Al parecer su motivación sexual había sido la competencia con sus amigos solteros y esa motivación ya no funcionaba. El sida, de manera indirecta, había llegado a convertirse en la excusa para evitar
Ese hombre no es el único que experimenta los efectos amortiguadores del sida en la vida sexual. Otras personas casadas me han comentado que el mundo ya no es tan sexy como solía serlo antes de que el sexo estuviera conectado inevitablemente con la enfermedad y la muerte. -El sexo, aunque se practique con la persona que uno sabe que es segura, nunca se sentirá como algo tan libre como antes -me dijo una esposa-o Ahora terminó oficialmente la Revolución Sexual. Y perdimos. Pero si bien el sexo no se siente como algo libre, se experimenta como algo más intimo. Eso ocurre en la mayoría de las personas casadas con las que converso. Me dicen que el hecho de que el marido «sea el único hombre de la ciudad" hace que se lo aprecie más, no menos. La conciencia de las alternativas de la monogamia las ha obligado a centrarse más en los cónyuges y eso agita en ellos sentimientos profundos. -Siento que ahora la relación es mucho más personal-dijo un esposo-o Es como si estuviéramos haciendo el amor muy tiernamente en pleno ojo de la devastadora tormenta. Una esposa lo expresó de una forma directa y emotiva: -Ahora, cuando nos ofrecemos mutuamente el cuerpo, estamos confiando nuestra vida. La fidelidad nunca significó tanto. Hacer el amor es un acto de fe. Será por eso que siento intensamente.
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el contacto íntimo con su mujer.
La fUsión del amor y el sexo La historia de Lydia y Marc L. es triste, pero tiene un final feliz. Se trata de dos personas que una vez se amaron profundamente, pero que destruyeron ese amor porque ninguna de las dos supo combinar los sentimientos amorosos con los sexuales. Cuando llegaron a mi consultorio, al final de su segundo año de matrimonio, su capacidad para la intimidad emocional estaba muriendo rápidamente y la relación física habia degenerado en rutina y contacto genital desapasionado. Hadan el acto sexual, pero no hacían el amor.
-No me mira, no me besa, no me dice nada ... Es como tener relaciones con un extraño -se quejó Lydia en la primera reli~ nión-. Excepto que me siento más solitaria porque todavía me acuerdo del amante maravilloso que fue Marc ... -¡Y yo todavía me acuerdo de cuando tenias alma! ~exclamó Marc con amargura. La pareja estaba de acuerdo en una sola cosa: habian estado locamente enamorados. Los dos eran famosos cardiólogos. Marc tenía treinta años y Lydia veintinueve cuando se conocieron en un congreso médico en Nueva Orleans en el que Marc expuso un trabajo sobre angioplastia con láser. -Mi corazón casi se detuvo cuando le vi ahí, en el estrado -me dijo Lydia-. Me sentí como las damiselas de las novelas rosa a las que se les debilitaban las piernas. Todo lo que pensa-
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ba era: ,,¿Quién será ese estupendo pedazo de hombre que está hablando ahí, ante todos esos médicos ... ? ¿Podré tenerlo, por favor?», Marc también recordaba con claridad la atracción instantánea que sintió por Lydia cuando la conoció más tarde en la recepción. -Ella irradiaba -me dijo Marc-. No era solamente bella. Irradiaba inteligencia, calidez, humor y feminidad. Se me ocurrió al instante pedirle que se casara conmigo. La aventura comenzó esa noche en el hotel de Nueva Orleans. Para Lydia esa noche de amor fue distinta a las que había
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Una de las grandes tragedias de la vida moderna es que parezcan incompatibles el sexo y el amor. Estamos en una cultura que premia la monogamia, que nos hace buscar a alguien a quien amar, cuidar y con quien tener relaciones sexuales por el resto de nuestra vida y, cuando lo encontramos, descubrimos que era más fácil el sexo con alguien a quien no queríamos tanto. Parece que algo anda muy mal en todo el sistema. -Quizá los antiguos mormones sabían algo que nosotros ignoramos -me dijo una vez un hombre infeliz en su matrimonio-. Si yo tuviera tres o cuatro esposas me sentiría menos sofocado y más vital con cada una. Diablos, es probable que fuera mejor esposo y amante para cada una de ellas de lo que lo soy
-Yo era relativamente inexperta para mi edad -dijo ella-o Hahla estado tan ocupada con la facultad y la carrera que el sexo no había sido frecuente y jamás fue muy satisfactorio hasta aquella lloche. !Vlarc me hizo el amor hasta que se levantó el sol y creo que tuve más orgasmos en esas diez horas que en toda mi
con mi única esposa ahora. ¿Por qué luchar contra eso?
¿Por qué? El hecho es que, independientemente de su tipo de cultura, casi todos los hombres y mujeres que conozco anhelan hacer el amor con la misma persona. Todos, como Marc y Lydia, ansían conocer el secreto para poder fusionar el amor y el sexo en una sola relación.
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igualmente inútil. Lo que ambos debían aceptar era que los dos tenían graves problemas para fusionar los sentimientos amorosos con los sentimientos sexuales.
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Se casaton cinco meses después y casi enseguida Lydia empezó a quejarse de que Marc no era el amante atento que había sido. -Siempre está hablando de aquella noche en Nueva Orleans y quejándose de que no sea siempre de esa manera -explicó Marc-. Es incansable quejándose. No me asombra que me haya apartado de ella. Siempre siento que estoy rivalizando con mi fantasma de Nueva Orleans. -¡Peto cambiaste de un día para otro! -exclamó Lydia-. ¡En
«¡Te quiero! ¡ Vete!» Cuando hablé con Marc a solas, a los pocos días, le pregunté cómo hacía cuando no se sentía excitado por su esposa, y él me
cuanto nos casamos te convertiste en un autómata sexual!
En aquel momento me di cuenta de que la pareja quería que
contó que tenía que recurrir a juegos mentales para que «se
actuara de árbitro en la eterna discusión sobre qué ocurrió pri-
levantara». El juego mental fundamental de Marc consistía en cerrar los ojos y simular que Lydia era otra persona. En ocasiones casi todos agregan sal a la vida sexual fantaseando que hay otra persona ahí, expectante, junto a ellos en la cama. -La técnica ofrece la emoción de la variedad sin el problema de la infidelidad -me dijo una amiga en forma muy elegante.
mero, si las exigencias de Lydia de hacer el amor «como antes» o el sexo frío y retraído de Marc. Como en muchas parejas estancadas la relación se había reducido a la pelea infantil tipo: "iTú empezasteh, \
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Pero para mí era lo mismo
que si discutieran quién nació primero, la gallina o el huevo, e
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No encuentro nada malo en eso. Para muchas personas superponer alguna vez un amante imaginario al compañero de
siempre puede ser el primer paso para salir de la rutina; con «alguien nuevo» les resulta más fácil probar «algo nuevo", digamos que una nueva posición o una variación sexual que no ensa-
yaron antes por inhibición. Puede producir un mundo de fantasía en el dormitorio que durante mucho tiempo ha estado limitado a lo más elemental. Algunas parcjas hasta pueden compartir sus fantasías, convirtiéndolas en un juego abierto del que participan ambos. -Una vez por mes o algo así representamos una escena de
amor de alguna de nuestras películas favoritas de manera completa, desde Lo que el viento se llevó hasta Un hombre y una mujer-me contó una esposa-o Si no nos reímos a carcajadas hacemos el amor maravillosamente. Y si nos reÍlnos a carcajadas. ¿qué importa?
Por supuesto que no hice ninguna objeción. En realidad, cuando se comparte una fantasía en ese grado hay menos riesgo
de «borrar» totalmente a la persona real que cuando es sólo uno el que fantasea. Pero ¿qué pasa cuando el amante imaginario reemplaza completamente al compañero, cuando el amante de fantasía se convierte en indispensable para sentirse sexualmente activo. como le ocurrió a Marc?
Pregunté a Marc si alguna mujer en particular era la «estrella .. de sus fantasías y me contestó que no, que siempre era alguien diferente, igual que durante su vida de soltero se había acostado cada vez con alguien diferente. -Parece una broma -dijo Marc con tristeza-o Uno de los motivos de mi éxtasis cuando conocí a Lydia fue que por fin podría acabar con esa vida vacía, cambiando siempre de compa-
ñera de sexo. Pensé que por fin había crecido. Finalmente me conectaba con una mujer en todo e! sentido de la palabra, no sólo el sexual. Ahora estoy como cuando empecé, pero peor. A Marc la fantasía no lo hacía sentir más sexual sino más solitario. No revitalizaba su relación con Lydia; por el contrario, la reducía a un acto sexual mecánico y sin sentimientos.
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Sería fácil pensar que Marc era un donjuán atrapado por la costumbre de pasar de una mujer a otra, perdiendo el interés en cuanto la había conquistado. Entonces podríamos decir que sus sentimientos sexuales sólo aparecían ante un desafio y, d~spués de todo, una esposa no suele constituir un desafío. En realidad, después del matrimonio, puede percibírsela más bien como una obligación. Pero la teoría de! donjuán no me satisfacía para describir las actitudes de Marc. Resultó que aunque cuando era soltero cambiaba de mujer todas las noches, casi todas eran «repeticiones»: mujeres con las que tenía relaciones a menudo pero no estables. Me contó que, en general, esas mujeres eran «damas modernas
que no entraban en juegos sofisticados: iban derecho al grano como hada él». Dijo también que no consideraba a esas mujeres como «conquistas», y le creí.
También era tentador interpretar a Marc como víctima de! complejo madonna/prostitura, como un hombre que dividía e! mundo femenino en el de objetos impersonales, impuros yeróticos y e! de las figuras amorosas, puras e intocables; e! primero era para el sexo, yel segundo, para elegir a quién colocar sobre el pedestal y casarse. Es característico de los hombres con este complejo que sólo puedan desempeñarse sexualmente con mujeres (
el sexo
como un deber, con regularidad, con su esposa, sólo que no lo hada con pasión ni sentimientos de intimidad.
Y entonces sospeché que lo que Marc más temía eran los sentimientos íntimos. La Lydia de quien se enamoró no era una
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Lydia era madura, en un nivel superior a las que lo habían impulsado hacia sus limitadas aventuras. Hasta aquel mOmélltO se había sentido satisfecho con las diferentes companeras de Cama pero insatisfecho emocionalmente, aislado, desconectado. Pero ¿qué le impedía gozar de la satisfacción sexual y emocional con una misma persona? ¿Por qué no podía amar a Lydia en cuerpo y al mal Le pregunté si haber hecho el amor toda la noche, tomándose tiempo, al principio de la relación, le habla producido angustia. -¡Ah, si!, desde la primera noche que pasamos juntos -dijo él, mirándome como si yo acabara de leerle la mente-. Hicimos el amor, reimos, nos contamos la historia de nuestras vidas y volvi~ mos a haCer el amor, relmos de nuevo y hasta derramamos algunas lágrimas tontas. Nunca me había sentido tan cerca de otro ser humano en toda mi vida. Fue maravilloso sentir todos esos sentimientos fluyendo por mis venas. Pero entonces, sí, empecé a sentirme intranquilo y la inquietud se transformó en pánico. No quiero ni admitirlo ante mí y por supuesto no quiero que Lydia lo sepa, pero quise que se fuera. Estaba profundamente enamorauo de ella, pero quería que se fuera lo antes posible para quedarme un rato solo. -¿Para recomponerse? -pregunté. -Exactamente -respondió Marc, aliviado porque le había entendido. A pesar de toda la experiencia sexual de Mare, puede decirse que la primera vez que habla «hecho el amon> había sido con Lydia y que esa experiencia desató en él poderosos sentimientos de in r¡midad y de vulnerabilidad emocional. Marc describió bj~n sus reacciones, ante la irrupei6n de sentimientos, como "panlCO». aCl n «a dU 1ta" y ;qué estaba . d Por fin tenfa una re1·6 h aClen 01 Reía y v t' al 1'· , S' .ó er la gunas« agnmas tontas» como un niño lntl que estaba perdiendo el control de sí mismo h· ,y un om~ 128
brc, sobre todo, percibe eso como terribleme t j" vez casado no podía huir del peligro espec ~ pe 19roso. Una . .. . . . ~)3 mente con una ¿sposa que eXlg1a lntJDl1dad en forma constante. Así que Marc~ racionalmente, volvió al Juétodo que conoda y le permicfa Controlar sus emociones: hacer el acto sexual y no el am.or.
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Pero practicar el acto sexual con Lydia no era fácil. Seguía siendo la mujer que habb despertado en él todos aquellos poderosos sentimientos; seguía siendo la mujer que amaba. La única forma en que podía «continuar» era suprin1iendo todas sus emociones e imaginando que Lydia era otra mujer, con la que no tenía ninguna ligazón. ¡Harc no se sen tia a salvo sí combinaba el sexo con el amor, asi que opró por eL sexo sin sentimiento. Si se les da la opción entre sexo y amor, la mayoría de los hombres está segura de que puede vivir sin amor pero no sin sexo: aunque la vida -,ex:",1 que tenga sea enteramente insatisfactoria. Parece que no es la experiencia sexual misma lo que necesita sino la idea de ella. El hombre cree que no es un hombre si no «lo hace») un número determinado de veces por semana o por mes. Gran número de hombres ha entrado en mi consulta buscando el remedio para su vida sexual, aburrida o inexistente, y declarando que se sienten anormales: anormales, no frustrados. Pero muy raramente ha entrado un hombre en mi consultorio para decirme que se sentiría anormal si no tuviera un largo abrazo o un momento de ternura con su mujer, por lo menos una vez por semana. Y no creo que sea porque (illecesite) menos ese abrazo. Pero no solamente Lydia se senrÍa desgraciada con la relación actual con Marc. Él también estaba muy mal. Se sentía más aislado y solitario que cuando aún no sabía lo que era la verdadera intimidad. -Estoy convirtiéndome en el Hombre de Lata -me dijo Mare-. Sin corazón. El sexo me hace sentir cada vez más aparta-
do de Lydia.
el miedo de Marc ala jn¡jmidad, resulta fácil olvidar que él también ansiaba la intimidad. Esa necesidad Al centrarnos en
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era lo que lo había acercado a Lydia. Se ha escrito mucho sobre el miedo de los hombres a comprometerse y sobre su incapacidad para mantener la intimidad; editar libros sobre maridos que siempre tienen la boca cerrada, los oídos tapados y un pie fuera de la casa se ha convertido en una industria muy importante. Pero sólo cuentan la mitad de la historia. Hemos aceptado con demasiada facilidad el modelo simplista que muestra a las mujeres sedientas de afecto e intimidad y a los hombres negándoselos. No es el tema completo. Estudios recientes han demostrado que la mayoría de los hombres ansían la intimidad tanto como las mujeres y que la soledad que sienten cuando se les priva de ella es igualmente devastadora. Al parecer, la mayor diferencia entre los sexos a ese respecto es que los hombres tienen mayor dificultad pafa admitir y expresar su deseo de intimidad que las IDU)eres.
Marc estaba entonces tironeado por dos cosas opuestas: el miedo a la intimidad y sus ansias de tenerla. Sí, el miedo lo había llevado a practicar el sexo sin emoción de su época de soltero. Estaba anulando sus emociones para mantener el desempeño de sus genitales. Pero las cosas no terminaban ahí porque una vez que Mare comenzaba a sentirse «desconectado)) volvía a
desear la intimidad. Hasta que pudiera fusionar el amor y el sexo estaba condenado a sentirse insatisfecho.
Presionar para tener intimidad Yo sospechaba que Marc no estaba solo en su ambivalencia respecto de la intimidad. Si bien Lydia continuamente se quejaba sobre «el sexo con la boca cerrada, los ojos cerrados y las manos sobre el colchón» de Marc, yo tenía la seguridad de que por lo menos una parte de ella alentaba al marido a seguir siendo un amante de corazón frío.
Lo que me sorprendió de Lydia, desde la primera vez que la vi, fue su forma provocativa de arreglarse. Usaba una blusa muy 130
escotada y una falda ajustada que, combinada con un maquillaje bastante teatral, le daba un aspecto muy llamativo. Eso no coincidía para nada con la imagen de la mujer que había estado tan ocupada con la escuela y la carrera que hasta hacía poco tiempo el sexo había revestido poca importancia para ella. Cuando vi a Lydia a solas le pregunté si siempre se había arreglado de una manera tan sexy.
-No -contestó encogiendo los hombros como si estuviera
molesta-. Pero no soy ahora tan mesurada como solía ser. Mi sospecha era que el aspecto de Lydia no era el resultado de una recientemente hallada confianza sexual. Debo admitir que cada vez que veo a una mujer que se presenta de manera provocativa sospecho de inmediato que no sólo trata de compensar así su taIta de confianza en su sexo sino también la falta de sentimiento sexual. La pose resulta a menudo un desafío que expresa: «¿Eres lo suficientemente hombre para satisfacer a una mujer como yo?». Y la respuesta es, desde luego, que ningún hombre puede hacerle sentir nada porque ella no se lo permite. El aspecto de Lydia me impresionó, como diciéndome: ,,¡Mlrenme! ¡No puede ser culpa mía que mi marido no se excite conmigo.l>. -¿Cree que es responsabilidad suya mantener a Marc perpetuamente excitado? -le pregunté. La expresión de Lydia decayó en ese instante y se transformó en la de una suave tristeza. Me dijo: -Si así fuera, parece que no estoy lográndolo', -Pero ésa es una tarea imposible -exclamé-. Él es quien tiene que excitarse ... y usted también. y ése es, en resumen, el mensaje fundamental que trato de transmitir a las parejas. Y parece que es el más difícil de creer. Porque el corolario paradójico de este mensaje es que sólo cuando usted ha olvidado a su compañero y empezado a dedicarse a sus propios sentimientos, puede empezar a poner amor y sexo jUntos. El egoísmo es el requisito para tener intimidad sexual y emocional. Esto parece estar contra toda la «ética» que aprendimos y contra todos los conceptos anticipados que indican que el 131
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partir. Hombres y mujeres deben dar un salto muy grande hacia delante para aceptar esro, y Lydia no era la excepción. Resultaba evidente que a Lydia la aterrorizaba que Marc la dejara si ella no podía excitarlo. Desde el principio ella se había sentido fascinada sexualmente por Marc, declaró que aquella noche se había sentido «sexualmente viva» cuando él le hizo el amor. Él le había proporcionado los orgasmos que ella no había tenido antes. Él era el hombre con experiencia sexual y ella era la novata. En la mente de Lydia el sexo era lo que había creado la relación entre los dos y lo que podía destruirla. Estaba convencida de que necesitaba a Marc para sentir sexualmente y de que tenía que ser excitante para mantenerlo a su lado. La más mínima señal de que el ardor de Marc estaba decayendo provocaba en Lydia pánico e inseguridad yeso la llevaba a actuar en forma cada vez más provocativa. Pero, irónica y desgraciadamente, todo eso alejaba a Mare aún más.
Recuerdo la ruda exclamación de Marc: «¡Me acuerdo de cuando tenías alma!». ¿Era el lamento de un hombre inseguro que necesitaba que su mujer fuera inocente, recatada y sexualmente reticente para poder él sentirse. macho y poseedor del control? No lo creo. Pienso que Marc extraÍlaba la calidez, la vulnerabilidad y el entusiasmo fácil de Lydia que habían hecho que él se sintiera tan vivo al comienzo de la relación. Pero Lydia estaba tan centrada en su inseguridad sexual que no se daba cuenta de que ésas eran las cualidades por las que su marido se había enamorado de eUa. Marc necesitaba poco aliento para apartarse de la intimidad y volver a su acostumbrado sexo impersonal, y Lydia estaba alentándolo demasiado: estaba actuando como la caricatura de las compañeras de cama anteriores de Marc que iban detechas al grano y que él encontraba tan insatisfactorias. En realidad Lydia estaba pidiéndole que hiciera el acto sexual con eUa, no el amor. A! parecer también estaba asustada de la intimidad.
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'Pero, a\ mismo tiempo que se comp9'rt'aha en forma provocativa, también estaba castiga'ndo a }v+3-rc 'por actuar de una
manera fría y retraída, por haberse cOllVertido en un autómata sexual. Superficialmente, parecía injusto que ella tuviera esa exigencia en vista de su propia conducta, pero estoy segura de que también Lydia.tenía sed de intimidad. Después de haber experimentado con Marc lo que es hacer el amor íntima y sensualmente al comienzo de la relación, el retraimiento de él la hizo sentir frustrada, deprimida y con la sensación de que estaba perdiéndolo. Pero presionar para que vuelva a haber intimidad -quejándose continuamente de su falta- es la manera segura de no obtenerla. Como los Buscadores de Placer, los Buscadores de Intimidad alejan a sus compañeros y, en algún nivel, creo que lo saben. La mujer o el hombre que exclama: ,,¡Suéltate conmigoh) o «¡Demuéstrame tus sentinlientos!n o «¡Acaríciame con ternur~»,
está practicando en realidad la forma más antigua de psicología de inversión. Todavía no he conocido a nadie que se suelte, sea vulnerable o tierno por encargo. Soltarse es un asunto arriesgado y ¿quién quiere correr riesgos con un agresor? Muchas veces pienso que
el motivo por el que tantas mujeres rezongan a sus
hombres pidiéndoles ternura es que tienen terror a la intimidad y presionar para obtenerla es la forma no culpable (y tramposa) de evitarla. Raspen la superficie de la mujer que está siempre pidiendo: «¡Suéltate conmigo!», y encontrarán a una persona
cerrada y asustada. -Detesto querer a Marc más de lo que él me quiere -dijo Lydia con lágrimas en los ojos. -Entonces tranquilícese y déle la oportunidad de devolverle amor -le dije con suavidad-o Nunca saldrá del rincón si usted sigue actuando de esta manera. El miedo de Lydia a que le destrozaran el corazón estaba interponiéndose en el camino apto para obtener lo que quería. Vivir Con el terror constante a que Marc la abandonara la angustiaba tanto que se apresuraba a convertir su miedo en realidad: a
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acabar con eso de una vez. Yel terror a la ruptura se convirtió en el miedo a la intimidad; la única manera de evitar sentirse herida o desilusionada por Marc era apartándose de sus sentimientos por él. Pero entonces, ella también volvía al punto de partida como había hecho Marc.
«Es la hora de entrar en acción: acción sensual» Después de tantos años de trabajar, siempre con parejas, me sorprenden todavía las formas complicadas que usan las personas para evitar amar y ser amado. Marc y Lydia eran las víctimas de su propio miedo y del miedo del otro a la intimidad. Él era frío y retraído; ella, exigente e insultante. Él suprimía las emociones para hacer el acto sexual; ella se centraba en el sexo para evitar que él le destrozara el corazón. Habían constituido una vez la pareja perfecta y ahora eran contendientes. Habían llegado a ser exactamente lo opuesto de la pareja amorosa que ansiaban volver a formar. Mi corazón estaba con ellos. Habían tenido una relación perfecta, llena de amor y placer, y habían sacrificado ese amor por sus miedos. Si los hubiera tratado con la terapia convencional hubiésemos tenido que hablar durante semanas, abriéndonos camino hacia los orígenes de los miedos. Y quizá después de unos meses de introspección Marc hubiera sentido el deseo de asegurarle a Lydia que él no pensaba romper la relación y Lydia hubiese estado preparada para prometer a Marc que sería menos exigente y «le daría más espacio» en la relación. Pero yo sospechaba que las palabras de Mare nunca llegarían al lugar recóndito que albergaba los miedos de Lydia, su terror al abandono, ni las declaraciones de Lydia podrían calmar el pánico de Marc a ahogarse en la relación. -Las palabras no van a servirles -les dije-o Es hora de entrar en acción: acción sensual. La única manera que conozco de fusionar el amor con el
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sexo es aprender a dar y recibir placer sensual. Es la forma en que volvemos a experimentar los sentimientos y los compartimos con el otro. No niego los elementos espirituales del amor, ni los misterios de la química emocional ni las complejidades de las necesidades y defensas psicológicas. Pero todavía creo que el amor y el sexo se entrelazan en una relación cuando los compañeros son capaces de experimentar el placer sensual con relajamiento, sin sentirse amenazados ni siendo exigentes. Ése es el punto de conexión, el punto en que empieza la verdadera relación. y todo comienza con un toque. Para mí era evidente que si Marc y Lydia habían de volver a hacer el amor sensualmente, con los sentimientos fluyendo de nuevo, tenían que dejar de practicar el acto sexual de inmediato. El acto sexual dejaba a Marc solitario y culpable y sólo servía para aumentar el temor de Lydia a que Marc la dejara. Eso era suficiente. Teníamos que cortar el nudo gordiano con un solo golpe de espada. -Pero el sexo es el único lazo entre nosotros -protestó tímidamente Lydia. -No es un lazo, es una trampa -dije-o Es la manera que ustedes emplean para evitar la intimidad. Quiero que vuelvan a hacer el amor yeso significa que deben recomenzar su vida sexual desde cero. -... Hacer el amor era algo plagado de peligros para esta pareja. Despertaba sentimientos que los hacía sentir indefensos, angustiados y asustados. Para que pudieran volver a experimentar el maravilloso placer, la intimidad y la comodidad, tendrían que dejar de sentirse avasallados por esos sentimientos. -Vamos a ir paso a paso -les dije-o Y en cuanto se sientan ansiosos, deténganse y retrocedan tres pasos. Quiero llevarlos con mucha lentitud a aquel lugar en el que se sentían a salvo en la intimidad. Los ejercicios sensuales graduales llegan a lugares no alcanzados por las palabras. En lugar de tratar de desenredar un complejo ovillo de comportamiento insatisfactorio, uso los ejercicios para
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inaugurar un nuevo comporranliento. Para aprender a fusionar el amor y el sexo, Mare necesitaba primero que sus sentimientos sensuales y amorosos estuvieran separados del sexo y, entonces, experimentar lo qUt: es atenerse a esos sentinlientos antes de d>:::splazarse gradualmente hacia la excitaci6n sexual. S610 entonces podría creer que tenía esos sentimientos bajo sn control y de esa manera evitaría el pánico a ser ahogado por las emociones. Igualmente, para que Lydia aprendiera a fusionar sexo y amor necesitaba pedir directamente a Marc que la acariciara -para darle placery después tener la experiencia de que él no desaparecia de su vida por eso. 5610 entonces creería que Marc no la abandonaría si ella dejaba en libertad sus sensaciones y emociones. Los pasos de los ejercicios son lentos y desilusionan por su simplicidad, pero reorganiEn poderosamente la conducta de la pareja. Un terapeuta que conozco asocia un poco el sonido de la palabra intimidad a su significado: in - ti - mi - dad (en - ti yo ... ). Cuando usted tiene intimidad con su amante, corre el riesgo de que él la vea tal como es. No hay máscara para los sentimientos ni adornos cn las reacciones físicas. -¡Mírame! -está diciendo usted-o ¡Así soy yo! ¡Así es como siento! En alguna etapa de los ejercicios sensuales graduales, pido a los miembros de la pareja que compartan el secreto más íntimo: les pido que vayan a casa y se masturbe cada uno frente al otro. En la Parte II nos referiremos a la formidable resistencia que opone la mayoría a este experimento. Lydia, como tantas otras, protest6 y dijo que no podía pensar en nada «menos tomántico y más impersonal». -No pueden ser más impersonales de lo que son -le dije-o Lleg6 el momento de empezar a ser reales entre ustedes. Marc y Lydia necesitaban desmitificarse mutuamente para poder gozar de la en-ti-yo ... Lydia necesitaba ver a Marc como a un ser sexual, no s610 como su mentor y salvador. Y Marc necesitaba ver a Lydia como sexualmente autosuficiente, no s610 como un ser dependiente y exigente. Pasaron semanas hasta que
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pudieron compartir el secreto esencial, pero cuando lo lograron, eso ejerció un efecto benéfico sobre -los dos.
-Creí que iba a ser algo ordinario y humillante -dijo después Marc-. Pero resultó increíblemente conmovedor y liberador. LyJia file pareció (an inocente, tan vulnerable ... Me sentí tan cerca de ella que mve que abrazarla. En aquel momento se produjo e! «dio>: se fusionaron e! amor y el sexo. Y todo siguió así. En unas pocas semanas terminaron con los ejercicios y cada vez estaban más cerca el uno del otro. Era evidente que la magia había regresado: Marc y Lydia se habían enamorado de nuevo. -No sentimos esa intimidad especial cada vez que nos acostamos -coment6 Lyrlia unos meses después-o Ni siquiera una vez de cada dos. Pero es como una piedra de toque que forma parte de nuestra rc!ación hasta cuando nos peleamos. Es algo a lo que siempre podelllOs volver y lo sabemos.
-No tenemos relaciones sexuales tan a menudo -dijo Marc y agregó sonriendo-. Pero a veces hacemos
el amor.
En la Parte 1 he descrito algunas de las maneras en las que sepael amor y el sexo en nue'stras vidas: cómo «dedicándonos» al sexo en pro de la eficiencia nos obligamos a perder los sentimientos amorosos; c6mo e! papel asignado a cada sexo, por moderno y liberado que sea, puede impedir que nos arriesgue-
ramos
mos a la intimidad emocional con nuestros compañeros; cómo
al antiguo trueque de sexo por amor puede dejar a los dos amantes sintiéndose burlados y solitarios; cómo la infidelidad intenta cubrir nuestra necesidad de amor y de sexo practicando ambos por separado y con personas distintas, y cómo ese intento rara vez tiene éxito.
En la Parte II les mostraré cómo casi toda pareja que quiera intentarlo puede aprender a reunir de nuevo el sexo y el amor. No importa cuál sea e! origen de la separaci6n en una relaci6n. Siempre se pueden volver a fusionar el amor y el sexo poniéndo-
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se en contacto con los propios sentimientos y los del compañero en una forma totalmente nueva. Dar ese paso es siempre un riesgo emocional, pero he organizado el programa de tal manera que los placeres que se reciben compensan los «peligros» que se encuentran. Y si usted cumple hasta el fin estoy segura de que habrá descubierto la intimidad -emocional y sexual- que ha estado buscando.
Segunda parte
Cómo se vuelve a poner amor cuando se hace el amor Los ejercicios sensuales graduales
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9 «Pasemos por alto esta parte del libro, ¿no, querida?» .~
Vamos a empezar de nuevo con su vida sexual.
-¿Qué? Ya me ha oído. Vamos a empezar desde el principio. Como si fuera un extraterrestre que acaba de ocupar un cuerpo humano y no distingue un orgasmo de una organización. Vamos a tirar por la borda todo lo que alguna vez ha funcionado para usted; todas las posiciones usadas, todas las rutinas familiares. En realidad, durante unas pocas semanas quiero que no haga nada excepto seguir al pie de la letra el régimen que le receto. Y eso significa nada de coito hasta el final del programa. - Pasemos por alto esta parte del libro, ¿no, querida? Oiga, ya sé que todo esro le asusta mortalmente pero, por favor, no lo pase por alto, pruébelo. Juro, sobre esta pila de libros de autoayuda que nunca funcionaron, que éste lo hará. Si siguen los simples ejercicios sensuales graduales no sólo su vida sexual acabará por expandirse en formas que no pueden ni imaginar, sino que despertarán a todo un mundo de sentimientos profundos que fluirá entre los dos. Van a aprender a experimentar cada etapa de hacer el amor como una entidad separada con un espectro de sensaciones y sentimientos que han estado perdiéndose durante años. Y van a aprender a gozar de esos sentimien141
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tos sin experimentar angustia. Ésos son los sentimientos de que está hecho el amor íntimo. -¡Un momento, Dagmar! Estds hablando sobre esos ejercicios en que los miembros de la pareja se tocan por turno, ¿no? ¿No estdn destinados a parejas con serios problemas sexuales? No, esos ejercicios son para todos aquellos que quieren mejorar su vida amorosa. Y ése es el 95 por ciento de la población, supongo. Es verdad que muchos de los conceptos originales de estos ejercicios provienen del trabajo de Masters y]ohnson sobre disfunciones sexuales específicas, pero en el curso de los años he desarrollado y adaptado esos ejercicios para todo hombre y mujer que simplemente quiera sentir más, sexual y etllocionalmente, en la relación. Ya juzgar por los resultados espléndidos de mis talleres de expansión sexual para parejas «que funcionan normalmente», esos ejercicios sirven. Las parejas que sólo hacían el acto sexual han descubierto el gozo de hacer el amor. Pero antes de continuar hay algo que debería decir sobre los «problemas sexuales graves)), y es que no creo que sean diferen~ tes de otras insatisfacciones que experimenta la mayoría de la gente «normal». El hombre que es eyaculador precoz está sólo unos pasos más allá del hombre que «funciona») normalmente, pero está perdiendo, poco a poco, su interés en hacer el amor; y la mujer anorgásmica está en el mismo espectro que la orgásmi~ ca que se queja de que se siente emocionalmente fría cuando tiene relaciones con su marido. Los síntomas varían, pero lo que tienen en común todos esos hombres y mujeres es que están evi~ tanda los sentimientos: pasándolos de lado o aguantándolos. El hecho es que la mujer que se siente emocionalmente vacía con su marido por lo menos tiene tanto que ganar con los ejercicios sensuales graduales como la mujer que no puede tener orgasmos en el coito. -¡Eh! Yo estoy muy conforme con mi vida sexual tal como es. Espléndido. Sobre todo si es honesto con usted mismo. Pero ¿no se pregunta a veces si no está perdiéndose algo en su vida amorosa? ¿Algún elemento de sensualidad? ¿La intimidad? ¿El
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romance? ¿La pasión? ¿Todas esas emociones que son mucho
.~ más profundas que la sensación genital? ¿Lo que separa el coito
1 de hacer el amor? ~
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-Siempre puede uno imaginar las cosas mejores de lo que son, pero yo he renunciado a torturarme con los sueños romdnticos del sexo perficto o la relación profUndamente Intima. Soy realista. Es un signo de madurez, ¿no? Suena más como signo de resignación que de madurez. En realidad, estoy convencida de que usted se conforma con menos de lo que merece ... y ansía. Escuche, ¿es realmente tan horrible admitir entre ustedes que su vida sexual podría ser mejor de lo que es ahora? ¿Acaso no está leyendo este libro por eso? -Estd bien. Las cosas podrían ser mejores... sobre todo en el dormitorio. Pero nuestros problemas no van a desaparecer por el hecho de acariciarnos la espalda mutuamente. Son demasiado complejos. Tenemos que quitar muchas capas de enojo. Tenemos tanto que hablar antes de empezar a hacer el amor con algún sentimiento... Quizá. Pero sospecho que han estado hablando sobre el tema desde hace meses, hasta años, yeso no está acercándoles. El hecho es que usted abreviaría el proceso si dejara de hablar y empezara a tocar. Sé que suena demasiado fácil, como alguna de las panaceas de los afias sesenta, la de las caricias y los sentimientos, pero el hecho es que funciona. -.' Una pareja vino a verme después de haber visitado a una media docena de psicoterapeutas y terapeutas familiares a lo largo de muchos años. Los dos venían peleando por todo hacía ya mucho tiempo, desde quién lavaría los platos hasta cuál debería ser la política estadounidense en América CentraL Una vez por semana hacían el acto sexual antes de dormir -rápidamente y con la luz apagada- pero el único sentimiento que generaba el acto entre ellos era alienante. A la mañana siguiente empezaban el dia peleando. Les dije que la divisa de mi programa era: «Cállense y desvistanse». -Eso iba en contra de todo lo que pensábamos -comentó después Adrienne-. Luke y yo somos personas habladoras. Creía-
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mos que si uno hablaba lo suficiente sobre un problema enCü1t~
to..::arse, mientras que ahora se sientan tomados de la mano,
traba la solución. Pero nada de eso había funcionado. Estábamos desesperados y resolvimos probar algo nuevo y muy simple. Después de dos semanas de ejercicios sensuales n'fenc!o:-os la pareja descubrió que había dejado de pelear, sobre todo sobre
pasando un brazo alrededor de los hombros o con la cabeza en las faldas del comp"c¡cro". Antes dormían dándose la espalda y
cosas triviales.
-Cambió por complero nuestro mundo -me dijo Luke-. Ahora me parece que todos aquellos años de pura charla estaban
ahora duermen vieJ.:.tT..:": contra espalda,-pierna por encima de la cadera, cabeza con rra honlbro. La verdad: es que cuando los componentes de la paro:.::j:l ~mpiezan:-á tocarse, casi de inmediato comienzan a gustarse lllás, y cuanto más se gustan más desean
mos una armadura de palabras. Pero no queda ninguna armadura cuando uno está desnudo y en silencio. No quiero negar valor a la comunicación oral en una pareja, pero estoy convencida de qne la terapia sensual, no verbal, es
tocarse. Es un ciclo ddicioso. -Nuestros cuerpos se han hecho tan amigos que no nos dejan pelear más -me dijo riendo una mujer al final de la segun" da semana de ejercicios. Así es como funciona el programa. Cuando el contacto sensual comienza a desarrollar calidez y afecto entre ustedes, el
una vía de comunicación que ninguna conversación puede abrir.
enojo empieza a desaparecer, las recriminaciones resultan irrele-
Eu'1ugar de decirse de manera incesante: «Eres insensible a mis necesidades» y ((No me das espacio suficiente» y «No estamos en la misma longitud de onda», se regresa a la comunicación primaria dd toque. Entonces los sentimientos que fluyen de uno a otro trascienden con rapidez cualquier acusación que hayan estado haciéndose. Hasta hace poco mi consultorio compartía la sala de espera con el de un psicoterapeuta que también trataba a parejas. Un día vivo a verme y me dijo que tenía un problema: que mis paLielHes ponían nerviosos a sus pacientes. -¿Cómo? -pregunté. -Muchos de sus pacientes están haciéndose mimos en la sala de espera. No pueden tener las manos quietas yeso molesta a mis pacientes. Cuando entran en el consultorio están más deprimidos que cuando llegaron, porque la mayoría hace meses que
vantes y la culpa Se ",.'pora.
evitando los sentinüentos entre nosotros. Era como si tuviéra-
-No estoy segura de que quiera que el enojo desaparezca. Es real y no quiero taparlo con algún ejercicio amoroso.
Usted quiere decir que el enojo es como un viejo amigo al que no quiere renunciar. Entiendo eso. Pero los ejercicios no niegan la ira. Puede seguir con los mismos rencores cuando se
levante de la cama. Los ejercicios sólo les proporcionan la oportunidad de experimentar cómo se sienten cuando están amoro-
samente juntos. Es como un recordatorio de lo que podría ser su vida y por qué quieren mejorarla. -Empiezas a sonar un poco simplista, Dagmar. Si es tan fácil establecer esa conexión entre los miembros de la pareja, ¿por qué no hacen todas los ejercicios?
Si fuera por mi gUSto, todas lo harían. Pero como se habrá dado cuenra, hacer que las personas se decidan es una tarea
no se muestra afectuoso con nadie.
ímproba. He visto en mi consultorio a parejas que vienen sema-
-Qué pena -dije-o Pero pensemos en el aspecto positivo: quizá mis parejas sirvan de ejemplo a las suyas. Casi todos los miembros de las parejas se sienten cada vez más afectuosos al par de semanas de hacer los ejercicios sensuales graduales. Antes se sentaban a mirar la televisión casi sin
na tras semana sin haber hecho los ejercicios. Les digo que están tirando el dinero, que lo que sucede en el consultorio no significa nada si no trabajan en casa, y sin embargo continúan sin hacer los ejercicios. La gente prefiere hablar ad nausearn de sus problemas en lugar de desvestirse y tocarse. Creo que usred
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,1:.,1:". misma no está del todo decidida a dar el salto con fe y probar mi programa, ¿no? -Bueno, tú misma deberías reconocer que resulta algo raro desvestirse J' meterse en la cama sin intenciones de hacer el amor. Las perspectivas parecen tontas, juveniles y algo humillantes.
Escuchen, sentirse juveniles es la mitad de la diversión. Es el primer paso para desprenderse de todas las reglas no escritas que rodean su vida amorosa «madura» como es ahora, para que desa-
parezca toda esa rigidez que ha estancado la relación. Quizá deba arriesgarse a sentirse un poco tonta para ganar algo nuevo en su vida.
Pero sospecho que hay algo más fundamental que el temor al ridículo lo que la hace retroceder, y es la misma cosa que inhibe a la mayoría de las personas para dar el salto y probar mi programa: ¡Usted tiene miedo de que los ejercicios realmente funcionen! En algún nivel preconsciente usted terne que si empiezan a fluir sus sentimientos, si realmente van a estar conectados uste-
des dos, va a perder el control de su vida. Tiene miedo a que una vez que se abran las compuertas que han estado conteniendo sus sentimientos pueda ahogarse en ellos. Tiene miedo a que si se relaja totalmente cuando su marido la acaricia pueda perder todo el poder que tiene en la relación. Tiene miedo, si se abandona a sus sentimientos, a convertirse en una criatura tembloro-
sa, desvalida y llorosa. El hecho es que ese pánico yace bajo la superficie de todos nosotros. Dentro de cada uno de nosotros hay una criatura que ansía que la acaricien y la mimen en forma incesante. Dentro de cada marido y mujer de Un Minuto, dentro de cada Tipo Recio y de cada Mujer Maravilla, existe lo mismo. Yen la mayoría de nosotros esa criatura ha sido negada durante tanto tiempo que esas ansias se han hecho tan fuertes que la mera perspectiva de ponerse en contacto con ella nos avasalla. Nos aterroriza pensar que si soltarnos una vez a esa criatura seremos siempre ella. Pero la verdad es que no seremos avasallados. Y ésa es la maravilla de los ejercicios sensuales graduales. El programa está
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hecho de manera que siempre tendremos el control de nuestros
¡. sentimientos sin resultar víctimas de ellos. El motivo por el que .~ los ejercicios son graduales -en niveles ascendentes de sensuali-
.~ dad- es que podamos acostumbrarnos gradualmente a esos sen-
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timientos. Así es como descubriremos que podemos to'car al
.~. niño que hay dentro de nosotros teniendo, al mismo tiempo, la
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confianza en que permaneceremos como adultos poderosos e independientes. Solamente con esa confianza podremos dejar '1+ que fluyan nuestros sentimientos. Y una vez que lo hayamos
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logrado, nos sentiremos más vivos, más completos, más enamo-
.~ radas de lo que nos hemos sentido en mucho, mucho tiempo. ..¡ Así es de poderoso el programa. .1 -No tengo la menor idea de lo que estds diciendo, Dagmar. Todo ''1
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ese asunto del «niño interior» me suena -a charlatanería psicológica. Si dentro de mí tengo a una criatura que desea ser tocada, no la he ~ oído ni eructar en todos estos años. Y si tengo miedo inconscíente~ mente de soltarme si mi marido me acaricia el vientre, estoy mds loca de lo que pensaba. Quiero decir que a mi edad ya puedo mane-:'~ jar esas cosas.
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Espléndido. Entonces no hay nada que le impida probar el ,l primer ejercicio sensual gradual. I - Un momento. Necesito algunos detalles más antes de hacer ,J algo. ¿Cuánto tiempo llevará este asunto? 1 Cada sesión de toques dura entre quince minutos y tres ':J
cuartos de hora. Pero cada sesión es en realidad doble, porque usted actúa una vez como Acariciada y otra como Acariciado"i! ra. Así que una sesión entera dura de media hora a una hora y ;1 media. Y para sacar e! mejor partido posible de! programa, J deben hacerse tres sesiones dobles por semana durante seis
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-Debes de estar bromeando, Dagmar. ¿Una hora y media, tres veces por semana, durante un mes y medio? ¿Quiénes tienen tiempo ., para eso que no sean las damas ricas y las jubiladas? Tenemos empleos, hijos, una casa para manejar. ¿Esperas que abandone todo '1 para hacer cariñitos a mi cónyuge? Piedad, Dagmar, piedad.
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Siempre es cuestión de tiempo, ¿no? En estos dlas nadie parece disponer de una hora y media,' en dlas alternos, para sus placeres «sin objetivos». -Cuando por fin me voy aJa cam~,he trabajado sin parar, durante dieciocho horas -protestaba' una mujer cuando les expliqué cómo era el programa a ella ya su marido-o No tengo energía para nada que dure UIÚl hora y medi~. -Entonces, ¿para qué vino aquí? -pregunté., -Usted lo sabe bien -contestó con acritud,-.Porque ya casi no hacemos el amor. ¡Increíble! ", , Unos tras Otros me dicetlque cuando se acuestan están demasiado cansados para hacer algo~ni hablar d~una «super. , pr.oducción» como los ejercicios sensuales'-.'¡Y,'quieren saber enseguida cuál es el secreto para: tener una vida anlorósámás satisfactoria! ' , ' Peto ¿qué ha hecho esta gente antes de irse a hl~ama? ¿Salie- ' ron a cenar con amigos? ¿Flleroll-'~-:uha teul1.iÓ'n?_¿~- te~ahp?:
¿Al.
cine? ¡Cuántas horas y medi~\¡apránpa$ai:lo en actividad,,, sociales con colegas y amistades! ' , " ' -¿Y qué se supone que haga¡i¡os? ¿Que noscotlVirtamos in ermit"ños durante seis semanas? S/fldría'tnos de circulación enseguida. La gente se ofendería si empevh'amos a 'rechazar muchas invitaciones. Pronto nos quedaríamos sin excusas; Podrían decir a sus amistades que han resuelto pasar más tiempo juntos... en la cama. -Seriedad, por favor. Bien, entonces, ¿por qué no decir a los amigos que necesitan más tiempo para el trabajo? Piensen en qué es lo que hacen entre la cena y el momento en que caen exhaustos en la cama. Si nos atenemos a las estadísticas, hay una gran ptobabilidad de que lean el diario o miren el noticiario en televisión. Siempre me asombra cuando la gente me dice que se siente «incompleta» si no escucha las últimas noticias antes de acostarse; es como si mirar el noticiario fuera
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su manera de controlar el mundo. Lo que en realidad me impresiona es que están diciéndome que es más satisfactorio mirar las noticias que dedicarse al sexo y el amor. Ésa es la forma en que han establecido las prioridades. Para no hablar de divertirse mirando la televisión., Las,estadísticas de! tiempo que la gente pasa haciéndolo, incluyendo ver películas, comparado con e! que pasa haciendo el amoJ resultan verdadeJamente notables, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos de los films y programas que ve tienen un importante cOritenidosexual. No nos parece problemático ver un film que dura dos horas, lle¡jo de escenas eróticas, pero la perspectiva de pasar una ,hora y' media tocándose sensualmente con el cónyuge 'parece uria imposición brutal. ¿Es que preferimos ver CÓmo ,ortos hacen el amor en lugar de hacerlo nosotros? - ¿Estds tratando d~ avergonzarme, Dagmar, para que siga tu programa? AveJgonzarla, no. Sólo tratando de ayudar a reordenar las 'príoridadesc Y éste es el momento para que haga la lista de sus . a,rividadesen orden de importancia. ¿Qué puesto ocupan en la lista b. sensualidad y el sexo? ¿Cuál sería el número de orden ideal?Sea sincera. No ponga el número uno al sexo si sabe que el trabajo y los chicos tienen precedencia. Pero además preste atención al lugar que ocupa el (placer sin objetivo» en relación a
su vida social y recreativa. ¿Le parece realmente que el tiempo sensual entre ustedes es filenos importante que
la serie de TV,
caminar, lús ejercicios de aeróbic, sembrar los bulbos de tulipanes, cortar leña, el masaje shiatzu y las clases de yoga? Quizá le convenga hacer una nueva lista de prioridades si deja de pensar en los ejercicios sensuales cbmo un deber aburrido y fatigoso. SI, al principio pueden producir angustia, pero muy pronto resultan tranquilizantes, nada cansados y fascinantes, no aburridos. y ahota llega la parte irónica de mi trabajo: vaya tratar de convencerlos de los beneficios de la sensualidad e incluso de algunos beneficios colaterales. ¡En la década de los noventa!
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La verdad es que los ejercicios sensuales graduales van a proporcionarles muchos de los beneficios que están buscando en algunas de sus actividades para disminuir el estrés. Ayudan a alIviar el estrés, no sólo las angustias sexuales. Tan bien como las clases de yoga o el masaje profesional, esos ejercicios producen relajamiento y los alejan de las preocupaciones del trabajo y los problemas personales. Los resultados concretos inmediatos son los mismos que derivan de otras actividades contra el estrés: dO,rmirán mejor y necesitarán menos horas de suefio, tendtan
menos jaquecas y resfriados. Y ahora, la propina: si convienen la sensualidad sin apuro en una forma permanente de la VIda, tienen probabilidades de vivir mds. (¿Qué les parece como máximo de eficiencia? En realidad ganarán tiempo.) Lo digo con toda seriedad. Se sabe a ciencia cierta que el estrés aumenta el riesgo de sufrir enfermedades graves cardíacas yvasculare~; por consiguiente, cuando disminuye el estrés, dIsmInuye el nesgo. Pero también existe un cúmulo creciente de evidencias que
demuestran que el toque, humano en particular, tiene cualidades que alargan la vida. Hace años, el famoso estudio Fels sobre los bebés huérfanos demostró que entre los bebés que eran acariciados con regularidad había menos mortalidad que entre aquellos que no eran acariciados nunca. Estudios recientes
implican que lo mismo es válido para los adultos: las personas casadas viven más que las solteras; hasta las personas que tienen animales domésticos viven más que las que no tienen a quienes
mimar. Todo eso va en pro de que pueden dejar el gimnasio y la clase de yoga, hasta un día o dos de su paseo diario, para pasar unas pocas horas juntos por semana dedicados al placer sin objetivo. En el próximo capítulo hablaremos de la ubicación del tiempo para los ejercicios sin que los chicos interrumpan o el cansancio extremo los impidan, pero por ahora basta decir que hay t.iempo para los ejercicios si ustedes quieren hacerlos. Y en realidad ésa es la mitad del motivo para comprometerse a cumplir esas tres sesiones dobles por semana. «I-Iacerse
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el
tiempo» es ya
un ejercicio para mejorar la relación. Y seamos sinceros: no hay forma de hacer el amor con calma si no quieren buscar tiempo para eso. -Estd bien, ya estoy convencida. Probaré los ejercicios. Pero mi compromiso no vale nada... a menos que los haga sola. Porque Bozo nunca querrd hacerlos conmigo. Ah, sí, el factor Bozo (a veces conocido cQmo el factor Lulú). Cada pareja tiene uno. Un cónyuge quiere probar los ejercicios yel otro piensa que es una pérdida de tiempo o, peor, que es meterse en complicaciones. Él (o ella) dirá que se siente muy feliz con su vida amorosa tal como es. Y entonces, cuando usted dice que no está demasiado feliz, cuando le dice que ha perdido algo de la sensación de aventura y romance, que últimamente se ha sentido un poco insensible y apartada cuando practican el coito, su cónyuge se siente profundamente ofendido. Él exclamará: -¿Quieres decir que ya no te gusta acostane conmigo? ¿No te gusta como lo hago? y usted tendrá que contestar: -El problema no es el sexo sino los sentimientos. Parece que estamos haciendo el acto sexual pero no el amor. Y se supone que esos ejercicios van a devolvernos los sentimientos; así que quiero probarlos. -.y entonces lo más probable es que él se enoje muchísimo y diga: -Eso significa que eres tú la que tiene el problema, no yo. ¿Por qué no te lo haces arreglar? y entonces ya no le queda elección a usted. Porque es la persona menos indicada para decirle que es probable que él esté tan estancado como usted, que en lo profundo de su ser va a descubrir que también ansía un cambio en la relación, como si fuera sincero sabría que también desea sentir más cuando hace el amor y que también quisiera ser más sensual y que nada va a cambiar a menos que pruebe algo tan nuevo y radical como los ejercicios sensuales graduales. No, usted no puede decirle esas cosas a su 151
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I cónyuge. 0, dicho de otra manera, ésas no son las cosas que él espera uir de usted. Entonces dígale algo que es igualmente cierto pero que suena más aceptable. Dígale: -Hazlo por mí, querido. No puedo hacer los ejercicios sola. Necesito tu ayuda. Por favor.
-¿Qué? ¿Humillarme de esta manera? ¡No! No voy a rogarle. ¿Y si me dice: "Estd bien, haré los malditos ejercicios, pero s610 por ti»? Entonces tiene suerte. Y dice: "Gracias». Hasta puede decirle que no importa si detesta los ejercicios, que lo único que usted necesita es que la ayude. Le aseguro que no los detestará mucho tiempo. Y lo que usted debe comprender es que existe una buena probabilidad de que la única forma de que él acceda a hacerlos es «como un favor a usted». se sentiría demasiado h\¡@lÍllado y ronto. Ya está entonces la línea de salida y los dos están listos para iniciar la gran aventura. Casi. Porque sin duda habrá otras excusas y coartadas para demorar la iniciación que usted deberá superar. La primera suele ser: -Está bien, haré los ejercicios pero ahora es mal momento. Tú sabes que estoy en un período de muchas presiones. ¿Por qué no esperamos hasta las vacaciones? Los dos estaremos mejor para
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eso, ¿no, querida?
A lo que usted responde: -No, querido. Hace muchísimo tiempo que estás sufriendo presiones. En realidad, creo que eso es parte del problema. Todo lo que pido es un máximo de cuatro horas y media por semana, y esas horas van a disminuir un poco tus presiones. Hagámoslo ahora, ¿está bien? Y ya están los dos preparados para empezar. Y ése es el momento en que Bozo hace la última intentona para quitar de un tirón la alfombra sobre la que se apoya el proyecto: -Espeto que entiendas que estoy dispuesto a ayudarte sólo una vez, querida.
Y usted dice: -Muy bien. ¿Qué te parece ya?
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«Quiero que me toques... ¡ya!» Semana uno Comiencen tirando una moneda al aire.
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va a ser el primer Acaricia.do, el que inicia el primer eJercICIO sensual, el que reCibe las canelas antes. Escuchen: podrían empezar a hacerlo ahora. Conviene machacar en caliente, cuando se han comprometido a hacerlo. Dejen el libro por un segundo y arrojen la moneda al aire de modo que, cuando sigan leyendo, ya saben quién es quién: quién es el primer Acariciador y el primer Acariciado. Y he aquí lo que hace el que gana el tiro: en algún momento de la semana que viene, ella (o él) dirá en voz alta «quiero que me toques ya». Y entonces ella tomará de la mano al compañero y lo conducirá al dormitorio. Allí los dos se desnudarán con la luz encendida y se acostarán. Y no olviden desconectar el teléfono. Desde ahora hasta que termine la sesión van a entrar en un mundo nuevo centrado totalmente en las sensaciones. Nada de hablar hasta el final: ni una palabra. El único propósito de ambos, tanto del Acariciador como de la Acariciada, es concentrarse en lo que sienten en el cuerpo y en el corazón. Durante los siguientes quince a cuarenta y cinco minutos -eso lo decide la persona Acariciada-la que acaricia tocará todo
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el cuerpo del c6nyuge con excepci6n de los pechos (incluidas las tetillas masculinas) y los genitales. Respetando las excepciones, traten de cubrir todo el territorio posible, desde los dedos de los pies hasta el cuero cabelludo. La persona acariciada simplemente yace ahí tan relajada como pueda, absorbiendo todo y resistiendo la tentación de devolver las caricias. Ya llegará su turno. Y tengan presente los dos que, no importa lo que se alce -literal o figuradamente- entre ustedes, hay que atenerse a las reglas: nada de estimulación genital, nada de coito, nada de orgasmos. Están
tomándose vacaciones de todo eso por una temporada. Tendrán la vida por delante para hacer todo lo que quieran. Cuando la Acariciada hace una señallleg6 el momento de cambiar los papeles: la persona acariciada pasa a ser la Acariciadora y viceversa. Nada de tomar un café para descansar. Ni de una jugada en el Co. Solamente cambien los papeles y experimenten las sensaciones correspondientes.
Ésas son las bases de la primera sesi6n. No la comenten después, nada de críticas ni de necrol6gicas: vuelvan a vestirse y reanuden la vida normal. Pero recuerden, en algún momento de los días siguientes de esa primera' semana, que ahora le toca al otro
c6nyuge ser el iniciador de otra sesi6n doble que comienza con el anuncio: «Quiero que me toques ya», Antes de terminar la semana, cambien de nuevo de modo que
el primero inicie la ter-
cera sesi6n doble. -¿Eso es todo, Dagmar? ¿Ése es tu secreto para el amor y el sexo? ¿Dos personas que se tocan por turno, evitando los puntos clave, y entonces, ¡bingo!, se convierten en amantes sensuales e íntimos? Vamos, todo lo que resultard de eso serd una gran frustración. ¿Eso es lo que quieres demostrar? ¿Quieres que hagamos el juego preliminar mds larg~ de la historia para que cuando, por fin, nos dejes hacerlo completo nos sintamos tan agradecidos que no podamos menos que hacerlo bien? No existe eso de «hacerlo biem). Hacer el amor no es desempeñarse en algo ni se trata de un acontecimiento deportivo. Sólo hay sentimiento. Y de eso tratan los ejercicios. No es el juego pre-
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liminar ya que los ejercicios no conducen a nada. Por sí mismos constituyen un placer fontdstico. Y por tonto que parezca, sí, ése es uno de mis «grandes secretos» referentes al amor y el sexo.
El mero hecho de acceder a tomarse un mínimo de quince minutos para un placer pasivo hace que empiecen a adquirir el refinado arte de Demorarse en la Sensualidad. Para las personas acostumbradas a presionar el sexo dentro de horarios exigentes puede ser el desafío más grande. -Me sentí como en el Purgatorio -me contó un hombre de su primera sesión como Acariciado-. Después de cinco minutos
no hacía más que mirar el reloj hasta que finalmente pude decirle a mi mujer: ya está. Ése era un hombre que en el curso de los años había logrado anular toda la sensualidad de su vida amorosa. Para él la línea de llegada era el orgasmo -uno para él y otro para su mujer-, después del cual rodaba a un costado y dormía durante unas horas. Era un experto eficiente para el acto sexual: podía «hacer todo el trabajo}) en menos de quince minutos. ¿Cómo iba a «aguantan} ese asunto de las caricias durante quince minutos?
-Cierre los ojos y olvide el reloj -le dije-o No hay objetivos hoy, así que se queda estancado con las sensaciones que pudo experimentar. En realidad, podría aprovecharlas mejor. Durante las tres sesiones siguientes
el hombre siguió sufrien-
do y manteniendo la mirada en el reloj. Pero en la cuarta sesi6n ocurri6 algo. -Fue como si alguien me hubiera conectado mediante una llave --explic6 él-o De repente estaba experimentando esas sensaciones fantásticas en el pecho, el vientre y los muslos. Era como si me hubiese embriagado. Y cuando abrí los ojos, vi que había estado inmerso en las sensaciones durante cuarenta y cinco minutos. La «llave» fue su enfoque. Por fin se había permitido centrarse en lo que le estaba sucediendo en lugar de fijarse en lo que faltaba para terminar la sesi6n. Nuestra resistencia a Permanecer en lo Sensual Aquí y Ahora es la causa de la mayor parte de las insatisfacciones
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sexuales. El «sexo de desempeño», lleno de angustia, puede llevar a algunos hombres a ser eyaculado res precoces y obligar a muchas mujeres c. renunciar al orgasmo. Pero el sexo de Jesempeño, presionado por el tiempo, también cobra su cuota a los que «funcionalnos nornlalmente» pero nos sentimos elllocionalmente insatisfechos, con e! corazón frío y solitarios mientras nos apuramos ene! acto sexual.· Por eso los ejercicios sensuales trabajan para todos nosotros, cualquiera que sea nuestra insatisfacción. Ei secreto es centrarse en lo que está sintiendo ahora sin apurarse y sin anticipar el paso siguiente. En Alcohólicos Anónimos y Al-Anon dicen que hay que dedicarse a vivir e! dia de hoy día por día. En este ptograma quieto que se centren en una sensación por vez. Se sorprenderán de la diferencia que eso señalará en sus vidas.
inseguros preocupados por el desempeño sexual y por las nociones pop de la satisfacción erótica que nos mantienen tan fijados en los genitales que olvidamos que también tenemos cuerpo y corazón.
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::'Yamos, Da!,'",,",, actúas como si todo lo que hubiéramos hecho fuera bing bang, sexo impersonal, yeso no es cierto. Siempre nos ![
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acariciamos antes de empezar. Peto, realmente, ¿se demoran en la sensualidad? ¿Alguna vez retardan tanto las cosas que pierden la noción de a qué van a llegar? ¿Alguna vez llegan al punto en que lo que sienten en ese momento es todo lo que hay en el mundo?
-¿Qué es eso, Dagmar, terapia sensual o budismo Zen? ¡Todo suena tan misticoJ ¡ Y también tan artificial...! Algo de misticismo hay en esto, se lo aseguro. Porque el motivo por el que acariciar el cuerpo del compañero puede revelar tantos sentinúentos profundos es un misterio exquisito. Por supuesto que er, parte se debe a que las caricias despiertan recuerdos de los mimos que nos hacían nuestros padres en la primera infancia, pero ¿explica eso el poder del toque? Pero me niego a aceptar el comentario de que mi forma de encarar la sensualidad es artificial. Por el contrario, creo que los ejercicios nos llevarán de vuelta a la forma más natural y fundamental de relacionarse con otra persona. Demorarse en la sensualidad es natural. Por desgracia ha sido erradicado de nuestra piel por una sociedad orientada hacia objetivos, por los egos
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-Está bien, entiendo. Pero deberias admitir que exageras cuando insistes en que no deben tocarse pechos ni genitales. Eso es artificial y... un poco pervmo también. No estoy exagerando sino compensando por los años de hábitos insensibilizantcs que llevan al aislamiento. Como dije al principio, estamos empezando de nuevo con su vida sexual. Y el primer paso es sensibilizar todo su cuerpo, no sólo los genitales. -Tuve ese recuerdo increíble, como un relámpago, cuando Bob estaba acariciándome el reverso del brazo y la palma de la mano -me contó una esposa-o Volví a vivir la sensación de la primera vez que un muchacho me tomó la mano en un baile del secundario. Recuerdo que sentí como una corriente eléctrica. No es la clase de emoción que suele tener una vieja señora casada. -Me parece que la tuvo de nuevo -le dije-o Yeso es sólo el principio. Pasando por alto los pechos y los genitales en la primera parte del programa se da la oportunidad al resto del cuerpo para sensibilizarse. Ya es hora de que se quite de la cabeza la idea de que los lugares cons~gt'ados son las únicas partes sexuales del cuerpo. Va a dejar descansar los genitales durante un tiempo. No pueden hacer todo por usted, no pueden ser los depósitos de todas sus sensacioneS, no puedell: ser todo su cuerpo y su alma. Cuando va relajando poco a poco los controles que tienen adormecido e! resto de! cuerpo, éste empieza a ser sensible en todas partes. Pronto va a tener codos eróticos y párpados apasionados, rodillas conmovidas y lóbulos sensuales. Va a ser una zona erógena de pies a cabeza. Y juro que eso es lo natural.
-Espléndido. Pero permite que te diga qué es artificial: hacer una especie de superproducción del asunto de quien inicia la sesión. «Quiero que me toques ya. ¡¡ i Vamos! ¿Dónde quedaron la sutileza y la espontaneidad? ¿Qué pasó con el romance?
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¿Quiere saber en realidad qué pasó con el viejo juego de las suposiciones sobre «¿tendrá ella ganas de hacerlo ahora?», y qué ocurrió con las negociaciones estilo «la última vez tú querías y yo no, pero si lo haces ahora que no quieres pero yo sí, la próxi-
sigue imaginando métodos para que Él crea que fue Él mismo a quien se le ocurrió. O Él tiene tanto miedo de no ser potente que prefiere no probar. O Ella siente pavor ante la posibilidad de tardar tanto para terminar que prefiere ni intentarlo. O los
ma vez ... », y qué pasó con las señales intencionadas, que solían
dos están esperando con tanta desesperación el momento mági-
enviarse (por lo general debajo de las sábanas con los pies cuando ya estaban casi dormidos), ambiguas adrede de manera que si
co en que cada uno vuele hacia los brazos del otro, en el que mutuamente se quiten las ropas y caigan en la cama sedientos de
no obtenían respuesta no había que tomar eso como un rechazo
amor, que una urgencia algo menor que ésa parece poca cosa
personal?
para ocuparse de ella. La lista de motivos que imaginarnos para no excitarnos es interminable. Así que por unas cuantas semanas
Pues bien, toda la «sutileza», la «espontaneidad» y el «romance» tendrán que esperar unas pocas semanas mientras los reemplazan por la comunicación consciente más directa que se me ocurre: «Quiero que me toques ya».
Un marido me confesó: -Protesté corno loco cuando nos dijo aquello de: «Tócame ahora», pero, en secreto, me sentí aliviado.
Hacía más de tres meses que ese hombre y su esposa no hacían el amor.
-Terminarnos así después de que Rhea [su esposa] me rechazó tres veces seguidas -contó el marido-o No hubiera podido aceptar otrO rechazo, así que dejé de pedírselo. Y, por supuesto, la mujer tampoco lo pidió. Una regla no escrita de la relación era que ella jamás podía iniciar el acto de amor, cosa que Rhea había empezado a resentir. Así que ahí estaban, estancados los dos. Pasamos algún tiempo analizando los temores y resentimientos de los dos, pero yo sabía que el mejor método para movilizarlos era cambiar «artificialmente» las reglas. Les dije que, por turno, iniciaran las caricias sin hacer preguntas. No será sutil, quizá tampoco romántico, pero era
infinitamente más satisfactorio que lo que ellos hacían o, mejor dicho, no hacían. Para muchas personas la iniciación de la relación sexual es una tarea formidable. Pasan semanas y hasta meses sin que suce-
da nada porque Él tiene miedo de que Ella vuelva a rechazarlo o Ella teme que a Él le parezca que es muy agresiva, así que Ella
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vamos a tirar esa lista.
Hay solamente una razón por la que va a excitarse tres veces por semana a partir de la semana que viene: porque ése es el pacto que hicieron ustedes dos. Y no, no es sutil ponerse de pie después del noticiario de las diez y declarar que usted quiere que la toque ya. Es exactamente lo opuesro: es algo directo, seguro y, lo que asusta mucho, es consciente. El sexo no «ocurre)) casualmente, por circunstancias que están fuera de su control; usted toma la responsabilidad de lo que va a suceder. Usted está admitiendo ante sí misma y declarando ante su cónyuge que quiere que él le proporcione placer y que lo haga ya. Esto puede parecer crudo, nada femenino ni romántico pero, créame, la hará sentirse muy bien respeé":
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to a usted misma y a su sexualidad. Aunque sea solamente un ejercicio y estén siguiendo las «reglas de Dagman>, esa declaración sincera de su deseo es un paso gigantesco para poner el amor y el sexo bajo su propio control. Se acabó la espera: ahora usted sale a la búsqueda de su placer. Y no sólo su pedido hace que el sexo sea consciente, también le hace egoísta en el mejor sentido de la palabra. Al tornar la mano de su compañero cuando están sentados en el sofá usted no está fingiendo que hay algo mutuo sobre la urgencia o el momento elegido. Usted está diciendo: «Deseo que hagas algo por mí ahora», no: «Deseo hacer algo por ti ahora". Yeso pone fin al juego de las suposiciones: realmente no importa si su com-
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I,1 pañero tiene ganas o no, eso no forma parte del trato. Van a iniciar las sesiones por turuo durante las semanas siguientes yeso es perfectamente mutuo, perfectamente igualitario. Están por embarcarse en las más espléndidas vacaciones de su vida en común: vacaciones de la preocupación por lo que el compañero desea y siente. y finalmente puede dejar de sentir miedo a que el fracaso
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sexual se interponga en la iniciación de las sesiones. Durante las primeras etapas no tienen importancia las erecciones, la lubricación, la respiración pesada ni los orgasmos. No se puede fracasar porque se han suprimido todos los objetivos. Si llega a tener un orgasmo mientras él la acaricia, espléndido, y si usted tiene una erección cuando ella le frota los muslos, muy bien: son sólo efectos secundarios. -¡Qué bien! Así que yo, conscientemente, declaro que quiero que empiece a acariciarme. Eso significa que la humillación serd mucho más foerte cuando él diga que no. .~
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Pero no puede decir que no. Ésa es la base del programa: no está pennicido el no. Cuando ustedes dos se comprometieron a
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probar los ej¡;fcicios, se comprometieron a estar siempre a dispo-
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sición del compañero. Sin hacer preguntas ni discutir. Es crucial atenerse a ese compromiso. Cuando el compañero dice: «Ahora), usted no puede argüir: ((Esta noche no, estoy
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exhausta» ni «¿Quieres que te haga un vale? Tengo que terminar el informe Bayley para mañana» ni «Estuve pensando todo el día en el partido de fútboL,; ni siquiera puede decir: «¿ Por qué no esperamos un poco hasta que nos cambiemos para ir a
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dormir?).
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Si no es inconsciente, puede lograrlo. No tiene que hacerlo perfectamente: ni siquiera bien. Sólo tiene que hacerlo. -Está bien y ¡lo hice! -protestó Ron, un marido, al terminar la primera semana de ejercicios-o Me porté bien. Pero, maldición, sentí rencor rodo el tiempo. No voy a mentirle. Teri se
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acercó al escritorio y me dijo: «Frotemos nuestros vientres ahora)), cuando sabía perfectamente que yo tenía que terminar
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un informe importante para el día siguiente. Si usted cree que ésa es la manera de conv~rrirme en un amante esposo ... ¡está más
loca de lo que pensé! -¿Y cómo cree qlle me semÍ sabiendo que él estaba resentido? -exclamó Teri (la esposa) con tono de reproche-o ¿Cómo se supone que puedo gozar si él está de mal humor? Por suerte los dos me echaban la culpa a mí y no entre ellos: un paso adelanteen la relación. Como terapeuta a veces mi mejor trabajo es servir de receptora de los golpes. Pero existía algo que debía recordarles sobre cómo era su relación antes de que nadie hubiera mencionado los ejercicios sensuales graduales. -¿Qué ocurría antes, cuando Teri quería hacer el amor y usted creía que estaba con mucho trabajo? -pregunté a Ron. -Bueno, le explicaba que yo estaba bajo presión y que el momento no era apropiado y que luego la compensaría -respondió Ron. -¿Y cómo la hacía sentir eso? -pregunté a Teri, sabiendo por su expresión cuál habría de ser la respuesta. -¡Horrible! -dijo ella-o Como una nenita a la que le explican y protegen. Además, Ron estaba siempre bajo presión. No puedo acordarme de haber elegido alguna vez el momento oportuno.
En el transcurso de los años creo que he escuchado todas las variaciones concebibles sobre el tema «Esta noche no, querida» y ninguna ha abierto la puerta a la intimidad. También está el rechazo petulante: «¿Qué te pasa? ¡Estás obsesionada o algo así! ¡No piensas más que en el sexo!». y está la mejor defensa, que es una buena ofensiva: ,,¡Tienes la habilidad especial de elegir el peor momento para esas cosas!». También está la aceptación tipo mártir que equivale a un rechazo: «Está bien, si 10 necesitas tanto ... »). En este programa se corta por lo sano con toda la carga de culpas y rencores. Es un convenio puro y simple: estaré cuando me necesites si tú estás cuando te necesite yo. Quid pro quo. 161
,,, le dije a Ron, ese pacto es la ruta más rápida que conozco hacia la intimidad. Es un convenio que se basa en la confianza, en el deseo de complacerse mutuamente y que hace, por más artificial que parezca, que los dos se sientan más cómodos cuando están juntos, mucho más que después de un año entero de discusiones angustiosas sobre quién es el que da más. Pero Ron todavía no estaba convencido. -Lo que dice está muy bien pero yo siempre vaya guardar rencor si Teri me lleva al dormitorio cuando tengo muchísimo trabajo -dijo él. -Está bien. Guarde rencor -le dije-o Pero hágase un favor y no trate de conservarlo si siente que está desapareciendo cuando se descubra gozando de las caricias de Teri. Y más adelante, si nota que hay algo refrescante en el asunto del juego masculino que suele rodear la iniciación del sexo, sonría un poco, eestá bien? Pero ni Ron ni Teri estaban sonriendo. -No sé cómo va a cambiar algo -dijo Teri-. Yo seguiré sintiéndome terriblemente mal, y culpable, sabiendo que él preferiría estar cumpliendo con su trabajo en lugar de estar conmigo en la cama. ¿Qué placer vaya poder sentir? -El placer estará allí -dije-, pero debe permitirse sentirlo. Me parece que esrá tan dedicada a complacer en esta relación que se olvida de sentir placer. y entonces le dije a Teri algo que encontró muy difícil de creer: -En realidad va a obrener más de los ejercicios si puede decir: «Quiero que me acaricies ... ya}}, en los momentos en que sabe que Ron no quiere. Sé que esto suena muy perverso. Pero en este punto es exactamente la clase de práctica que necesita. Tiene que desafiarse a usted misma a no tener en cuenta las necesidades de Ron y poder centrarse en sus propios sentimientos. Para todos los que se comprometen a hacer los ejercicios, ésa es su única obligación: dedicarse a lo que están sintiendo. Hay que apartar todos los pensamientos sobre lo que debe estar sinCOIllO
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tiendo el compañero cuando la toca, hay que dejar de pensar en si a él le gusta o no, si la encuentra atractiva, si está cansándose. Cuando piensa en esas cosas está distrayendo la atención de sus sensaciones. Sobre todo no termine la sesión porque piense que él está aburrido o cansado de tocarla. Tómese los cuarenta y cinco minutos completos si eso es lo que quiere. Y si su compañero sólo quiso quince minutos cuando era el Acariciado, no permita que eso influya en el tiempo que usted quiere ser la Acariciada. Sienta todo el placer que pueda durante tanto tiempo como quiera. -}á sé cómo va a foncionar esto, ¿sabes? Finalmente tendré valor para iniciar la primera sesión doble. Y cuando llegue el turno de él... no lo hará. Nada. Pasará toda la semana sin hacerme ni siquiera una señal hacia el dormitorio. Nos preocuparemos por eso al final de la semana. Él podría sorprenderla. Pero mientras tanto, le digo que hay una regla fundamental en este programa y es que usted no puede incitarlo. Ni siquiera puede recordarle que está quedándose sin tiempo. Ni un guiño, ni decirle que faltan diez minutos para medianoche o que es el último día de la semana. No se permite Presionar para Obtener Placer. Eso rompería toda la estructura de la responsabilidad compartida que empezaron a construir aquÍ. Sólo asegúrese de iniciar la primera sesión y de obtener en ella rO" máximo posible. -En teoría resulta fascinante, Dagtnar, pero seamos prdcticas, ¿no? Nuestro hijo de siete años tiene el sueño liviano y el de doce años no se va a acostar hasta las once. ¿Cuándo vamos a hacer los ejercicios? ¿Entre las dos y las tres de la mañana? Si fuera necesario, sÍ. En realidad usted tiene derecho, como su cónyuge, a despertar al otro en medio de la noche y decir: «Quiero que me acaricies ... ya}}. - Y él me dirá: «Ahora. Quiero divorciarme... ya». No lo hará. Porque tiene derecho a hacer lo mismo cuando le llegue el turno. No quisiera parecer tan perversa pero a los dos les resultará divertido ver hasta dónde pueden llegar con esto.
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Vamos, despiértelo en mitad de la noche y diga: «Ahora». Y usted, ,aquda cabeza de,debajodela ducha y diga: «Ahora»; Averigüen cuáles son los Iimítes. Veall ustedes mismosJo divertido que es jugar a «estaré-ah:í-pá(Hi,~i-tÚ~estás-ah:í-para-mí». Pero lo cierto es que hay un aspecto práctico del programa que usted debería considerar. Silo,s chicos les impidell tener la vida privada que ustedes necesitan para, estos ejercicios (como puede que antes hayan impedido que tuvieranu,naYida,amor9sá plena), ha llegado el momentó de hacer algunos \meglos. El primero (si no lo ha hecho ya) escóh:icar unacerraduraconUave eh la puerta del dormitorio. Y ¿por qué Ilocontratariauna niñera y alquilan una habitación enunho~ell'araJa primera sesión.?A ustedes les gustó siempre salir
'La decisión de desnudarnos durante el día nos inhibe. Cuando uno comienza a quitarse la ropa a las dos de la tarde no puede fin'gir que el «interludio sensual» simplemente ocurrió. No, usted está haciendo que ocurra. Y lo hace porque quiere placer. Dios sabe que nos resulta más fácil cambiarnos para jugar al tenis á mitad de la tarde que desnudarnos para gozar sensualmente. Resulta interesante lo que me han contado algunas personas, que se excitan cuando, se cambian para íugar al tenis pero, desgraciadamente, no siguen s!1sim¡JUlsosporque la pista está reservada y la gente está esperan"do. Pero ese sábado porla tarde nada espera; sólo sus cuerpos. Ya que estoy en eso, vaya darles algunos detalles prácticos más, No hay nada peor, que una habitación fría para hacer los , ejercicios sensuales. No se siente lo mismo cuando hay que hacerlos bajo la mant~: Potuna parte, la persona Acariciada terminúi'ntiéndose sofocada: Les sugiero comprar una estufa porJátil parae\dormitorio.Enciéndanla cuando sepan que van a inidarJ,lna sesión. (O quizá les convenga una hora a¿tes de •empezar)Ah:ora acuéstense los dos desnudos, sin taparse ysin 'sentir frío durante la doblesesión. , ' ,A algunas parejas les gusta agregar, música y velas perfumac . das ellesas ocasiones. Muy bien. Más.adelailtevol:veremos a , hablar sobre lo necesario en una casa degent~ sensual. Pero por , ah:orat~ngan presente que la per~ona Acariciada es la:que decide todo: siva a haber música, de qué clase y si hacen falta velas o no. La Acariciada está absolutamente a cargo de todo: ,':"Yuna vez que no", desnudamos) ella: estd acostada, ¿qué tengo que hacer? [Pregunta del Acariciador.] ¿ Una especie de masaje como en el gimnasio?
Tóquela como quiera -unos toques conlas yemas de los dedos aquí, con los nudillos en los músculos tensos allá- y sepa que si ella quiere otra cosa, se la pedirá. La persona Acariciada siempre es la que guía. Ella le dirá con qué fuerza, ritmo y durante cuánto tiempo quiere que la toqne. Es enteramente responsabilidad de la persona Acariciada, así que usted no tiene que preocuparse ni pensar que lo hace mal.
para sentirse más sensuales.
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No se supone que llegue a ser un experto en esto. No tiene que dominar
el «arte del masaje sensuab ni conocer los meri-
dianos de! shiatzu. Quiero ponerlos en contacto con sus instintos, no con otra técnica. En lo que a mí respecta, pienso que
«la técnica» ha matado la sensualidad en nuestra época. Hay demasiadas ideas referentes a ese punto recién descubierto que es
el secreto de la excitación, o a que si usted tonifica los mús-
culos vaginales o aplica crema allá, abre las puertas de la supersexualidad. Pero en e! camino nos hemos convencido de que somos nada más que una serie de teclas de ordenador que deben oprimirse en e! orden adecuado para producir e! gran premio: e! Superorgasmo. No creo una sola palabra de todo eso. Primero, somos demasiado diferentes unos de otros para que eso sea cierto: el «punto G» de una persona es el «Punto ZZZZ» de otra. Nuestros cuerpos no sólo difieren en la sensibilidad sino que e! mismo cuerpo varía la suya día a día. Un día resultan los pies de! compañero las partes que más reaccionan, al día siguiente, es la nuca. Por eso uno debe dejarse guiar siempre por la persona Acariciada. Ningún terapeuta, ni libro, puede decirle dónde tocar ni cuándo; sólo puede hacerlo e! cónyuge. Y recuerde, ya no están investigando para encontrar los puntos eróge-
nos de ella. No están tratando de excitarse ni de tener o producir orgasmos. Están despertando un espectro total de sensaciones y de emociones fluyendo entre los dos. La otra razón por la que desdeño la «técnica» es porque quiero que por un rato separen la mente de lo que están haciendo, de manera que puedan seguir impulsos irracionales. Por una vez, deje que sus dedos obedezcan a sus sentimientos en lugar de cumplir con sus diagramas mentales para ser e! «amante perfecto». Porque ése es e! verdadero secreto: usted, e! Acariciador, también va a experimentar algo sensual. No es el robot masajista
debajo de! suéter de su amiguita y al tocarle e! vientre con la palma de la mano? Era algo eléctrico. Aquella emoción le recorría todo e! cuerpo. Abara va a recuperarla. -¿As! que solamente la toco con las manos? Sí durante la primera semana. La próxima vez podrá ser más creativo. Pero, por ahora, toque a su compañera nada más que con las mimos Y resístase a jugar al ta-te-ti en la espalda o a dibu-
jar en los 'glúteos: podrían ser maneras de evitar los sentimientos. Y nada de cosquillas: es lo más contrario a la sensualidad que se puede hacer. Relájese pero no se inmovilice. Los Acariciadores tienen tendencia a apoyarse en un codo y quedarse así durante toda la sesión. En esa posición sólo abarcan lo que está entre e! cuello y las rodillas, una verdadera lástima si se piensa que a lo mejor ese día lo más sensible de la Acariciada es la cabeza y los pies. Desplácese. Levántese de la cama y vaya al otro lado. Acuéstese al revés y quede con la cabeza junto a los pies de la persona Acariciada. No va a agotarse por eso. -¿Yyo qué hago? [Pregunta la persona Acariciada.] ¿Me quedo ahí como si foera un montículo mientras él «(hace» todo? Exactamente. Se queda ahí y sintoniza sus sentimientos. -Pero ¿qué se supone que debo sentir? Se supone que debe sentir lo que siente: nada más ni n"da menos. No hay recetas. Si se siente excitada sexualmente, bien, sienta la excitación. No piense ni por un instante que tiene que actuar según esa sensación O que debe hacer algo. Yes muy posible que se sienta sexual mente insensible las primeras veces. Muy bien. Es perfectamente normal. Limítese a sentir y observar lo que siente. No caiga en la trampa de pensar: «Ya debería estar excitada».
al servicio de su compañera; no sólo está pendiente de la reac-
Puede sentirse incómoda, con hormigueo, picazón, yaturdida. O tan somnolienta que empiece a quedarse dormida. Eso también está bien. (Ya propósito, Acariciador, si la persona Aca-
ción de ella. También tiene sensibilidad en las manos. ¿Recuerda cuando era adolescente aquella sensación al meter una mano
zo. Significa que está cómoda y relajada, nada más.)
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riciada se duerme mientras la toca, no tome eso como un recha-
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Hasta puede sentirse triste. Muchos hombres r !Duieres lloran a veces durante las sesiones. N:o evit~ ese sentjnüen~o. Y,tall1-
poco lo cultive cuando sicma, que está alejándose. Deje', que, esa emoción fluya como todas las demás" , ..... . El hecho es que estos ejercicios despiertan cualquier clase de sentimientos insospechados:' ,Pu:edé'n ~,eiltrrSe, ,te,l\sos' ,en" un momento y totalmente relajadosal.siguiente, tan. relajados que' tienen la sensación de flotar. No. traten.. de cont~olar tÚ predecir las emociones. Permítanles sorprenderlos. .. '. -¿ y si me sie;¡to angustiada? iAh!, entonces es como todós los demás. Mu~aspersonas' se sienten angustiadas la primera:"ez q\lehacenlos ejerd<;ios sen" suales porque se sienten tontás):,'c:'~mo'-chico~ :ep.vi:~dós',de.~uelta a primer grado. La angustia,exprésa .el miedo a la regresión. Otras se sienten angustiadasp{jrqíietÍlvi~r()n expectatIvas no realistas del primer ejercicio: p~n~~b,a~ qtie;-reSol:v:eÍ'Ía::t?d9S' _~us problemas de inmediato -de un s.olo golpc~ y 'cuand~ no lo hac, están seguras de que sus problemas sontermin,ilé~.Peto es pro: bable que el motivo principal dea~gllstiapari110s }\c~ti<;iad?s sea que están preocupados porque'al'compa¡íerono le gusté:el «trabajo». Están tan arentos a lo que siente el éOIl1Páñe¡'~":o más bien, a lo que Cleen que siente- queJo Únicó.que pueden .setitir ellos es angustia. Pero cualquiera que sé~el nlotivodé1aangus' tia, la mejor manera de superarloessiutie;'Qo.Tratede:atenerse a eso. Todas esas ideas que le producen angl\Stia estáj1 s(¡lamerite. en su cabeza. Y para lo único que si'rven es paráevitat q~e sienta el placer. . ' . , ' ..... ) . , ' . ' . '. -No entiendo, Dagmar [dice la Acariciada]. No haces' ~ds que decirme que no preste atención al compañero pera a. él le has dítho que yo ser¿ su guía. ¿Cómo es esto? Usted es su guía, está bien, pero a usted sólo le preocupa lo que él hace, no cómo se siente. ' Mientras usted es la persona Acariciada tiene el derecho y la responsabilidad de dirigir al Acariciador. Debe comunicarle con exactitud qué es lo que desea: dónde quiere que la acaricie, si
con tuerza o con suavidad, si rápida o lentamente y por cuánto tiempo. Corrija cualquier toque que no sea el deseado por usted. y debe manifestar todo sin hablar. Eso significa, por lo común, · poner su mano sobre la del Acariciador y, literalmente, guiarlo, además de enseñarle cuáles son los deseos de su corazón y de su · cuerpo. -¿No resultarta mtÍs civilizado y menos agresivo comunicarle eso con una o dos palabras ,tmables? No. Las palabras suelen salir de cauce y convertir una simple '~ns~rucción" eJ;l una leta.nía de quejas'. «Suav.e en
el vientre)})
p\lede llegar a ser rápidamente: «¿No sabes hacer nada con sua"idad?». Y enseguida estarán peleando, recordando ofensas del . pasado ypsicoanalizándosemutuamente: cualquier cosa menos · prestaratentión a las sensaciones corporales. Las palabras están ,enel cerebro, y lo que queremos es que olviQen el cerebro un
~r~to y' se c~ri.centre~ ,en.los_sentimientos.
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Habráque prácticarunpoco, pero pronto desarrollarán un leuguaje sin palabras, l¡oclio de gestos y toqUes, con el que cada , \m.opodrá expresar al otro dónde quiere ser acariciado y cómo. ,En la mayoría de ¡as parejas eso significa quC;el Acariciado levan,.te larj1aQ,o del Acariciadc)f y l"apoyeeon fuerza dond~ desea ll1áSpre~ión y vuelva a le;,antarlacuando desee men.os presión, . guiandola :mano .en cuanto a ángul.o y velocidad hasta qué haga ., eX)lctam.ellte laque desea: Ese lenguaje nuf,ca terminará en un , ' debate ni en una serie de' recriminaciones:, Fun~iona de la manera siguiente: esa .com,.micacióll directa y , "f nó vetbaUos' libera a ambos de la pósibili~ddeculpay recrimi- . . . , nación. El Acariciador nó siente angustia porque acaricia ymah . , porque sabe que el Acariciado corregiriel t~que, hástaque le· torophizca.No tiene que preocuparse por loserrore~ ni por ser . inadecuado y no tiene que presuponerqué eslo.que.'eI Acaricia. do desea, Se sorprenderán de la liberación',que e~o produce. Lo
que-es-más, eso permite que el Acarici~dór .s~-:a~e~tur;e más y sea creatIvo. Puede probar i<movimientos~) -aJos'quej:1tlnta ~_~ arries-
gó antes porque sabe que si a usted no legust~n.s~ Jopará saber. 169
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y el Acariciado también se sieme liberado. No tiene que sonreír y soportar las caricias que no le agradan, ni tiene que negar-
se lo que realmeme desea en pro de algún ridículo protocolo de cama o por temor a parecer demasiado agresivo. El convenio que han hecho les autoriza a pedir y conseguir el placer que desean. -Supongo que podría alentarlo con unos golpecitos en la cabeza cuando me acaricia justamente como me gusta. No, su única obligación es hacer correcciones, no dar aliento. Una vez que usted comienza a «cumplimentan) a su pareja
por una tarea bien hecha -expresar, deliberadameme gimiente y lastimera, su aprobación-, vuelve a distraer su atención de sus propios sentimientos. Si un gemido espontáneo se escapa de sus labios, bien, pero no actúe, por favor. Usted no tiene que alentar al Acariciador; no debe preocuparse por mantenerlo contento. -Eso me suena [interviene el Acariciador] a que voy a sentirme como una especie de gigoló, un masajista contratado. Dicho así suena espantoso. Pero usted terminará por comprender que la única vía por la que obtendrá algún resultado distinto de ése es centrándose en sus propias sensaciones. Cada uno de ustedes, como Acariciador, puede elegir entre sentirse como un esclavo robot o como un sensual con los dedos más sensitivos del mundo. En última instancia es su elección. -La sola idea de ordenarle a él que me acaricie ya me hace sentir mal. "Tócame ahora. Tócame aquí. No tan duro, rdpido, suave.» Me sentiré como una cerda ego/sta. Y me sentiré más culpable sabiendo que él lo hace por obligación.
Bien, disfrute siendo una cerda egoísta. Es probable que sea justamente lo que necesita para ponerse en contacto con sus ver-
daderos sentimientos. y, maldita sea, ¡deje de preocuparse por lo que él siente! Permítale estar de mal humor si eso es lo que quiere. Permítale incluso estar de un humor terrible, hasta resentido. Toda esta insistencia en que él disfrute cada minuto de acariciarla no es más que el camino seguro para garantizar que nada sea satisfactorio para usted. El hecho es que su preocupación por saber cómo se siente él con cada actividad que realizan juntos 170
el sexo- no es más que un camino para tratar de controlarlo. Después de haber aconsejado los ejercicios a centenares de parejas, hay una cosa de la que estoy segura: su compañero va a empezar a sentirse mucho mejor cuando usted deje de prestar atención a cómo se siente él. Porque entonces, por fin, él podrá tener el humor que quiera sin preocuparse por cómo le afecta a usted. Por fin se ha roto el ciclo paralizante de <
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entonces pueden entregarse a sus emociones y dejarlas fluir entre ustedes. Ésta no es una paradoja sino un proceso.' La.il1ayoría de nosotros permanecemos aislados dentro,dehrd,ú;ión ·porque· nos aterroriza la idea de que la intimid:idn.osah~gl\e.Peroal ser' egoístas nos animamos a tener intimidid.Si.tprínü'er¡do tódos los contactos emocionales con su compalíer.o puede aprender a amarlo. Porque sólo entonces tendrá la seguridad de que ustéd no se perderá al amarlo y al hacer el amor. -Lo hace sonar tan impersonal como si foéramos a aprender a hacerlo con la rama de un drbol. No, lo que quiero es que aprendan a suprimir las interacciones negativas, para que puedan empezar a hacer el amor de
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11 Caricias difirentes para personas difirentes
nuevo de nlanera positiva.
Pero me ha llevado justamente a lo que no quería hacer: argüiren abstracto sobre algo que tiene que experimentar por sí misma. Y de eso tratan los ejercicios: sobre la experimentación del proceso que la llevará desde el desapego hasta la intimidad. Es una lección que el cuerpo da a la mente y al corazón. Basta de hablar. Cierren el libro y no lo abran durante una semana. Y recuerden que el experimento comienza en el
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momento en que usted dice: «Quiero que me acaricies ... ¡ya!». i 1
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Fin de la primera semana Por lo generalipuedo saber qu~ aprovechó una pareja de su primera ronda de,ejercicios én cuanto entra en mi consultorio al final de la .semana. Algunos entran tomados de la mano como' adolescentes .enamorados: signosegurode que los ejercicios están empezando a fun.,;onar; Otras personas entran con los hombros caídos, lo quc'lndica ,que han evitado hacer los ejercicios. Yestán 'las que empiezan a pelear antes de haber tomado asiento: s'eñar de' que los ejercicios han puesto al descubierto . algún problema que tienen desde hace años. Las reacciones varían en formaradical, '.obre todo en esta etapa del programa, pero ca~i skmpreexiste una reac(ión, Sólo pensar en hacer los ejercicios hace que:bnpiecen a produCirse emociones. Tendrá que"er q<;é ~eacción es laque tuvo usted entre todas las que aparecerán a co".lúnuación:no. creo que tenga dificultades para reconoc<,th.· Pero Mgale "ún favor a su cOJllpañero y a usted misma: ri'ousé éste 'capítulo cómo ,excus,' para volver a "discutir la relación». Eso es justamente 10 que tratamos de evitar. Solamente use ro~ ejemplos siguientes' para lograr que los próximos ejercicios sensuales graduales sean más satisfactorios.
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«Nunca nos decidimos a empezar los ejercicios.» ¡Por qué? - Tuvimos muchísimo trabajo... Los chicos fueron un problema ... Tuvimos visitas inesperadas... Tuvimos invitados ... Casi nunca estuvimos en casa al mismo tiempo... etc., etc. [Elijan una.] Las excusas tipo no-tuvimos-tiempo son inaceptables. Si no tienen tiempo para hacer los ejercicios, no tienen tiempo para hacer e! amor. Fin de la discusión. Si ustedes estuvieran en mi consultorio, les recordaría que han desperdiciado los honorarios de una semana. Lo que hablamos en la consulta -o en este libro- no tiene valor a menos que ustedes hagan los ejercicios. Háganlos y dejen de comportarse como criaturas. -Ninguno de los dos tuvo ganas de hacerlos durante la semana. No necesitan tener ganas para hacer los ejercicios. En realidad, esperar a estar de humor adecuado es una manera de terminar teniendo una vida sin amor. Dejen que los ejercicios influyan en e! humor y no al revés. -Pero yo sabía que no íbamos a lograr nada de los ejercicios debido a mi estado de dnimo. Se perdió una sorpresa. -Oiga. no tuvimos mds remedio: necesitaba ese tiempo para dormir. No, no es cierto. Minuto a minuto los ejercicios reemplazan e! tiempo que se duerme. Así son de regeneradores.
«Estábamos por hacer los ejercicios cuando de repente tuvimos una pelea terrible.» Ah, sí. ¡Qué coincidencia! Las parejas suelen empezar a pelear antes de hacer e! primer ejercicio, de la misma manera que pe!ean cuando están por hacer e! amor. Eso es angustia, sencillamente. El (tema» de la pelea puede ser el sexo o quién tiene que sacar
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e! cubo de basura, pero el efecto es e! mismo: evita encarar las emociones que despertaría la intimidad sexual. Es una reacción bastante común. No se preocupen. Pero la próxima vez hagan los ejercicios. Recuerden que no es imprescindible que se sientan bien entre ustedes para iniciar los ejercicios. Tienen que empezarlos y nada más. -No lo creo. Estuve toda la semana furiosa por algo horrible que él me dijo. No sé si usted puede, Dagmar, pero yo no puedo permitir que me acaricie alguien con quien estoy furiosa. No es fácil, lo sé. Pero piense por qué no puede dejar que su compañero la acaricie aunque esté enojada con él. Porque lo más probable es que usted goce con las sensaciones y entonces se sentirá bien con él y... pensará que él «ganó", Pero no tiene por qué ser así. Usted puede gozar de! placer de las caricias de su compañero sin percibirlo como una victoria de él o una debilidad suya. En realidad, si usted se centra en su propio placer puede vivir el ejercicio como su victoria personal. Después de todo, usted se lo pidió. Está obteniendo de él lo que quiere. Hasta se le permite tomarse una pequeña venganza cuando le toque elegir e! momento. Por ejemplo, cuando su compañero se ha instalado a ver el partido. Entonces usted dice: «Ahora. Quiero que me acaricies ahor",'. De esa manera no se sentirá perdedora. -,." Para muchas parejas, en las primeras semanas de! programa los ejercicios son los que llamamos de «indiferencia con amOf». Usted aprende a dejar de dedicarse a los deseos de! compañero y, al mismo tiempo, a permitir que sus propios sentimientos amorosos crezcan y fluyan. Pero para algunos de ustedes, su depósito de ira es tan grande que deben pasar por una etapa de <
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-¿ y t'SU .'Ji! fl Ilevarnus tl ¿1 illti.;;':iu'ú_d¡ En realidad sí. Purque cuanto mi..,; egoÍStaJlegue a ser -cuantO 111ás placer se pernlita tomar de SlJ.. cQiü¡ú.fi.ero-, menos eriojada e insatisfecha se sentirá. Y así e~comoempleZa a crecer la intin1idad. Todo ese enojo que sienie _ céHH~a: 'su comp':;tflext? ,110 ha reemplazado los sentimientoSj1os)tiv()shacia' él: ha en ,errado esos sentimientos positivos. Ésa es la primer'áetápade l~ salida a la luz de esos sentimientos amor~sos: . ,
No tiene que prestarle atención. Limitese a hacer su trabajo: sus deberes. Piense que está lustrando una mesa. Está apartado de ella ahora. No se preocupe por lo que la «mesa" dice.
,«Yo estaba deseando hacer los ejercicios, pero ella fue la primera Acariciadora y nuncainiciÓ la sesión.»
-Pero yo no estoy simplementeenojadáconfl;eltoy enfurecida. ' Sipudiera elegirpreferiría pegarle y ""acariciad? '" ., >', ','
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Si realmente la situación es tan tnala"qllÍ:;:á depáso!ta(un poco de vapor antes de acostir;e'pata Iiá¿e(l()s eif:rdCios.Prue,be algunas de las técnicas de Esalen; COmO arrohlTse mutuamen-, te p'~lotas de ping pong a diez pasos de distanCia. ,(A.lgunasde las par~Jas que conozco prefieren losc~lcetines'entollados.) Dei~~ que fluya la ira, pierdan presión. pna emoción embotellada puede embotellar todas las demás. ,,' " '" Otra forma de pelear que recomiendo d hacerlotómados"de , la mano. Pueden hacerlo mierúrasse,echan en:eáfalas:culpas ' de cada uno: sin interrupciones ni ,defensas. Con ,esta r~cJ'lica se experimenta algo paradójico. Usted desahoga sn<;nojo púo está': " obligada a escuchar las quejas del c~tnpañero, Y, máfavillidelas maravillas, después de haberse gritadot()do, todavíaes!<Ínahí", jUntos. La p,,"spectiva de seguir tomados'deJa mal}o 'hastad, dormitorio llega aparecer el paso siguiente nátural. , Para algunos de ustedes, la ira es tan profunda 'luel}inglu1a:de, estas técnicas sirve. Para ustedes he hecho la excepción de la régla' , de no hablar durante las sesiones. Durante las primeras; expresen " el enojo a gritos mientras usted está acariciando o recibiend¡,las' caricias. Permítase experimentar la paradoja de decir: «ReallIlehie ' no te sopOrto más))) mientras está sintiendo el placer de las. cari~:~ cias que le hace el compañero. Descubrirá que la ira pierde:¡ite~' sión a medida que se concentra usted en sus sensaciones. ., -¿ y qué pasa conmigo? [pregunta el Acariciador]. ¿Cómo podré. e
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seguir acaricidndola mientras la oigo decir que ya no me aguanta?
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No discuran el ptoblérna. Pero ahora mismo cambien de papel. Usred es ahora la'primera persona Acariciadora. Y empiece lo .:antes posible. . .
«Hicimos los ejercicios, pero ¡qué aburrimiento! No $enti nada.» ¿Ábsolufamente nada? .
Quizdsun hormigueo los primeros minutos, perópasó. ¿Podría ser que el hbrmigueo le produjo angustia? ¿Que
'empezÓ a darse cuenta del torrente de sentimientos que podría , p~ecipitarse si lo permida, así que usted se retrajo, puso' la tapa ,ala experienciaydecidiÓ que en realidad ya no sentía nada ,:: más?
',",No. Simplemevte no sentí mucho. Excepto cuando empezó el . cosquilleo/rnedi euentade que ya terminaba. ,E,l cosquilleo es un. signo de nerviosismo o, por lo menos, de at\Írd¡~iento. Si fuera un reflejo físico, usted misma podría pro¡,
vocarsedcosquiíleo,y.no. puede. Quiero dejar bien claro en este
:. tnomentoqueustedcontrola sus propias sepsaci?nes. Cuando no siel}te n~d¡.más queins?rsibilidad (ocosquill~o) mientras la toca "su,compaií~ró porque ~steélhadecididoÍ1o sentir más que eso. H~ga¡lapruebáenseguida ••.' ' ¡ Ac;"rícieselapatt~j*erna del antebrazo, izqiriFtdo con las • ji' Y:fm:,,{4~1()~ d,edosd~latnaJ19~eié<;lia,Reláje~e;d~saloje todos
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los pensamientos que le produzcan ansiedad, cierre los ojos y céntrese en las sensaciones que experimenta.
Ahora repita lo mismo sin abandonar sus angustias. Piense que estos ejercicios son molestos; piense en todas las cosas q~e
podría (y debeda) estar haciendo ahora; concéntrese en los rUldos que llegan de la habitación de alIado. y compare lo que sintió con las dos caricias 0, mejor dich~, compare lo que sintió con la misma caricia. Sin duda que la PrImera le produjo más placer. . Es algo simple pero sirve para recordar que no sentimos «nada>} cuando no dejarnos que se manifieste nada.
-Estd bien, senti algo, pero nada que justifique contarlo. ¿Quiere decir que no se sintió excitada sexualmente?
-Si. ¿Y sentir algo menos que excitación sexual significa no sentir nada? ¿De dónde sacó la idea de que cada vez que se apoya una mano en su cuerpo desnudo debe, de inmediato, cargarse de sentimientos sexuales? Esa expectativa no solamente garantizaría el fracaso de estos ejercicios sino su propio fracaso. Usted piensa: «Diez minutos y todavía no tengo una erección}). Y esa angustia se traduce en una defensa: «Me siento insensible y aburrido y quiero acabar de una vez con esta tontería».
Pero hay un cúmulo de profundos sentimientos sensuales a nuestra disposición que no van directamente a los genitales y nos preparan para el sexo inmediato. Una vez que usted se siente cómodo con este hecho y deja de «esperan> las reacciones sexuales, puede empezar a apreciar la diferencia entre el acto sexual y hacer el amor. Al permitirse «demorarse» con la
sensualidad va a empezar a maravillarle con cada pasito cuando se hace el amor. y va a convertirse en un connaisseur de sus propios sentimientos.
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«Me acaricia en la misma forma en que hace el amor: como una apisonadora. Es incapaz de acariciarme sensualmente."
¿Qué hizo mal? - Tiene las manos muy dsperas... Tiene las manos filas ... Me palmea como al perro ... Siempre vuelve a acariciarme en el mismo lugar... No es nada imaginativo ni inspirado... etc., etc. [Elija las variaciones que quiera.] Me parece que usted se ha dedicado a sentir todo lo que no le gusta y nada de lo que le hubiera agradado, así que, por supuesto, no tiene nada para gozar.
Pero además no ha guiado bien al Acariciador, y ésa es responsabilidad suya. Si él la acaricia con demasiado vigor, muéstrele exactamente cómo le gustaría que lo hiciera. Si tiene las manos muy frías, caliénteselas. Haga algo. No puede echarle toda la culpa por «no hacerlo bien». -Pero él aprende con mucha lentitud Cuando llegó mi turno de Acariciadora, lo toqué exactamente como me gustaría a mí. ¿Cree que él entendió? Pero cómo (y por cuánto tiempo) usted acaricia a su compañero no tiene nada que ver con lo que él hace ni con su manera de acariciarla. Son experiencias totalmente separadas, no lec¿i·¿nes que se dan mutuamente. Ustedes son personas diferentes con deseos y sensibilidades diferentes. Se requieren caricias distintas para personas distintas. Y amar es reconocer que usted no siente la misma cosa en el mismo lugar ni momento. -Le diré que es lo que más me enoja. Unos minutos después de haberme acariciado como si tuviera las manos de plomo, lo vi alzar al gato y mimarlo con toda delicadeza. Tuve envidia del gato. Muy bien. Ahora sabe que él es capaz de tocarla justamente como usted desea. Todo lo que tiene que hacer es comunicárselo. -Sí, pero cuando él es el Acariciador y yo muevo su mano, él la deja donde yo la pongo hasta que la muevo otra vez. Y como si eso
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no fuera lo suficientemente malo, le veo bostezar todo el tiempo. Vtzmos... ¿cómo vaya dejarme llevar por todas esas fuertes emociones de las que habla cuando me acaricia un amante aburrido y nada inspirado? ¿También eso es culpa mía? Déle la oportunidad de cambiar, ¿quiere? Lleva tiempo el desarrollo de un lenguaje no verbal que le comunique en forma inmediata lo que usted desea. También le toma tiempo a él relajarse lo bastante para responder a sus deseos. Esos bostezos no son de aburrimiento sino de angustia. Es probable que usted le haga saber, más de una vez, que opina que él es un amante torpe, así que se siente fracasado desde antes de comenzar el ejercicio. No es fácil ser un amante que reacciona al instante (como es el caso del Acariciador) cuando se siente juzgado. Supongo que usted soñó con el amante experto que sabe antesque usted dónde, cómo y por cuánto tiempo debe tocarla. Pero ésa es la clase de sueño que le impide experimentar las sensaciones aquí y ahora. Créame, usted es la única experta en sus propios deseos. Lo diré una vez más. Concéntrense solamente en las propias sensaciones, no en lo que creen que siente el compañero cuando las toca.
f cuando me acaricia, tampoco estoy diciendo que me gusta todo lo que me hace, pero no voy a quejarme. Nada de poses de mártir, por favor. Parece que todavía no entendió que esas correcciones no son críticas personales sino simples comunicaciones. En realidad es un método para liberar al compañero de la preocupación de tocarla en una forma que a ella no le guste. Existe una sol; manera de romper el círéulo vicioso en que se han metido. Durante la semana que viene, usted (el que está a la defensiva) debe efecruar un mínimo de cinco correcciones cuando le toque ser el Acariciado. Y usted (la criticona) no puede hacer mds de cinco correcciones cuando es la Acariciada. Ahora quizá dejen de competir y criticarse y puedan retornar a las sensaetones.
«No puedo creer en la forma que quiere que le toque. Quiere que pase los nudillos por la espalda y le haga masaje en las pantorrillas como si yo fuera un instructor de gimnasia, no su amante. Es como pensé: este hombre no tiene un sentimiento sensual en todo el cuerpo.»
«Mire, he tratado de guiarlo y corregirle cuando me toca, pero se pone tan a la defensiva que termino por renunciar y agnantar lo que me hace.»
Por una vez en la vida déle a su compañero lo que quiere en lugar de lo que usted cree que debería desear. Ése es el regalo principaL Ése es el respeto que conduce a la intimidad.
¿Cómo sabe que está a la defensiva? -Cuando moví su mano por décima vez, él exclamó: ,,¡Nunca te satisface nada de lo que yo haga! ¡Es inútil tratar de complacerte! ¡Eres imposiblei». Eso apenas suena como una defensa, ¿no? -¡No es una defensa, es la verdad! [dice el compañero]. Ella nunca estd satisfocha. Yo no me quejo ni la corrijo todo el tiempo
«Ella eligió el peor momento para decirme: "Quiero que me acaricies yi'. El partido que estaba viendo andaba por la mitad.» Es probable que por eso haya elegido ese momento: porque estaba harta de verlo siempre dedicado a algo que no era ella. -Pero ésa no es forma de predisponer para este asunto.
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No sea tan delicado con su humor del momento. Ella logró que usted la atendiera, ¿no?
<<Él eligió el peor momento para decir: "Qniero que me acaricies ya'. Esperó hasta las once y media y yo apenas podia mantener los ojos abiertos.» Es probable que él haya pensado toda la noche en decírselo y se sentía tan ansioso que siguió posponiendo el pedido. Sin duda a él le resulta difícil solicitar el placer de esa manera. No le guarde rencor.
«Cuando él es el Acariciado siempre está mirando ' os qmnce la h ora y dice: "B asta" , exactamente a l minutos. Pero cuando yo soy la Acariciada me gustaría tomarme más tiempo, pero me siento culpable.» No se sienta culpable, sino afortunada. Por suerte usted es capaz de sacar más provecho del ejercicio. Tómese los cuarenta y cinco minutos completos si eso es lo que quiere. Quizás eso ayudará a que su compañero se tome más tiempo la próxima vez. Pero en cuanto a usted (el Acariciado que sólo quiere quince minutos), quiero que agregue cinco minutos a cada sesión desde la próxima: hasta que finalmente deje de tener la mirada en el reloj. Es probable que todavía le intimide ser pasivo, que aún le moleste gozar «egoístamente» del placer. Sólo puedo decirle: «Pruébelo, le gustará». No perderá su fuerza ni desaparecerá en Un remolino. Por el contrario. Será más fuerte y más vital.
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«Hicimos trampa. Unos diez minutos después de estar acariciándole el vientre no pude resistir más y seguí con los pechos (o la vagina, o las dos zonas) y fue fabuloso. Nunca nos habíamos excitado tanto.» Felicidades. Pero se han arreglado para perder el objetivo del programa. Todavía están tan preocupados por el acto sexual que continúan privándose de los gozos de demorarse en la sensualidad, de flotar en medio del placer sin objetivo. -Pero no entiende, Dagmar. Nuestra vida sexual había sido fría durante años. Esa excitación fue algo raro. No quisimos que se nos escapara. No me entiendan mal: me alegra que hayan estado tan excitados en esa oportunidad. Y les aseguro que ésa es una de las sorpresas sensuales que les reservan los ejercicios. Quiero decir que sentirán la misma excitación sexual muchísimas veces: no va a desaparecer. A menos que ustedes persistan en tomar por los atajos para dejar de lado el resto de los sentimientos. Lo que han hecho es cortar toda una gama de otros sentimientos al zambullirse en el sexo. Si se atienen al programa podrán tenerlo todo: sentimientos fuertes e íntimos y sexo potente.
«Hicimos trampa. Hicimos el amor. Usted nos dijo que nos abandonáramos a los sentimientos, ¿no? Nuestros sentimientos nos llevaron directamente al sexo. Escuchen: la excitación viene y se va. Acostúmbrense a eso y entonces no tendrán ningún temor cuando la pierdan. No tienen que aprovechar cualquier oportunidad como si fuera la última. -No estoy hablando de eso, Dagmar. Llegamos al punto en que hubiera sido muy penoso retroceder. Pasé toda la adolescencia sin183
I tiéndome frustrado; no veo el motivo por el que tengo que volver a pasar por esa tortura. ¡Ah, si!, la famosa defensa de «las pelotas azules». Bueno, si realmente siente que es tan horrible no «terminar» piense que siempre podrá masturbarse al final de la sesión. -¿Está brommndo? ¿Ahí, delante de ella? Si siente timidez puede ir a otra habitación para hacerlo. -Está llegando demasiado lejos, Dagmar. Está tratando de convencernos de que no lo hagamos, ¿no? Pero sin trampas: le digo CÓmo puede desahogarse. Por ahora no entramos en
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12 Haga de su vida amorosa un banquete
el «secreto más íntimo)) si usted no quiere. Pode-
mos dejarlo para después.
Semana dos «La señi'ána pasada sucedió algo fabuloso.
En las primeras dos sesiones no pasó gran cosa. En realidad estábamos pensando en renunciar al asunto. Pero durante la tercera sesión empecé a sentir tanto que comencé a llorar. Me sentía segura, querida, excitada y muy viva, todo al mismo tiempo. Experimenté una inmensa gratitud hacia mi compañero por el placer que estaba proporcionándome. Pero esta vez la gratitud no estaba mall¡;hada por la culpa ni por el temor a ser avasallada por él. Era pura y podia sentir mi amor por él fluyendo en m1.» -Para mi también jite especial [dice el compañerol. Fue algo tan liberador eso de olvidarme de ser un «buen amante» y dedicarme a mis propias sensaciones. Fue como si todo mi cuerpo estuviera arrastrándose para salir de! capullo. Y la ironla es que nunca la complací tanto ni jamás me senti tan sexual. Maravilloso. Están listos para pasar a la siguiente etapa.
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Recuerdo a un amigo mio que fue a París a estudiar pintura. Durante los primeros seis meses su maestro sóló le permitía poner, además del blanco, un único color en la paleta. -Aprendí muchísimo respecto a ver y crear eri aquellos seis meses -me contÓ mi amigo a su regreso-o Nunca pude haber imaginado todos los efectos que podía crear sólo con el verde. Durante esta semana quiero que aprecien cuántos «efectos» distintos pueden crear -cuán sensuales pueden llegar a ser y cuántos tabúes pueden romper- sin tocar todavia pechos ni genitales. El plan sigue siendo el mismo: turnos para iniciar las tres dobles sesiones semanales. Pero ha llegado el momentO de ser más creativos. Quiero que exploren todas las maneras de tocarse y todos los lugares donde pueden acariciarse.
Acaricie la espalda de su compañero con los pies. Roce el vientre con su pelo. Explore el ombligo con la lengua. Pase suavemente las uñas por las partes internas de los muslos del compañero. Roce con su mejilla los glúteos de él. Las combinaciones son innumerables y todas deliciosas. Todo es posible. A menos que alguna haga sentir incómodo al cónyuge: el Acariciado tiene e! derecho al veto y siempre puede hacer las correcciones. 185
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¿Se acuerda del deleite de un dulce aliento en la oreja? ¿Seguido por una caricia con la lengua? ¿O chupar la piel del cuello de la amada? Demasiados de nosotros sacrificarnos esos placeres en pro del sexo eficiente y genital. Traigamos esos placeres de nuevo a nuestra vida. Demorémonos en ellos. Llegó el momento de romper con la rutina orientada hacia el objetivo, siempre relacionando sus cuerpos desnudos para estimular los genitales al máximo. Piensen en todo lo que han estado perdiéndose: los pobres, despreciados (y a menudo tan sensuales) pies; la espalda sedienta de cariño; el ansioso cuello. Hagan trabajar la imaginación. Saquen artículos del armario, del botiquín, de la heladera, del lugar en que los chicos guardan los juguetes. Pase una pluma juguetona por las piernas de ella. Acaricie la espalda del compañero con su chaqueta de piel. Frote los pies del compañero con aceite para bebé. Describa círculos en los glúteos de ella con la brocha para empolvar. Dibuje con los dedos un gato sobre el vientre de él. Busquen nuevas sensaciones para dar y que les gustaría recibir. Busquen también nuevos lugares para probarlas, así romperán viejas rutinas y reacciones habituales. Por una vez salgan del dormitorio que exuda rutinas y expectativas. Llévela al salón, estire una manta en el suelo y luego extiéndalá a ella sobre la manta. Inicie una sesión bajo la ducha, con esponja y jabón. Haga que él se acueste sobre la mesa del comedor y, ya que está ahí, dése un banquete con su cuerpo. Recúbrale la espalda con mermelada y quítela lamiendo. Vierta jarabe de melocotón en el ombligo y bébalo. Y dése una fiesta con la crema batida que ha puesto en el pecho y el vientre de sU compañero. Suéltese, juegue y, sobre todo, ensucie. Es virtualmente imposible abandonarse a la amplia gama de los placeres sensuales si está preocupada por la limpieza. Empújense con suavidad más allá de los límites de la pureza y el orden; vuelvan un poco al delicioso mundo de la infancia con sus tortas de barro y los juegos con la comida. Permítanse esas pequeñas e
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inocuas transgresiones que pueden liberar muchísimos sentimientos. Al permitirse ser un poco sucia con la mermelada o la crema batida, un poco atrevido con las pieles y las plumas, las inhibiciones sexuales arraigadas se desprenden de la idea, siempre presente, de que nuestros cuerpos son sucios y desagradables. Yen el proceso de "hacer un banquete de su vida amorosa» descubrirán que la vida no se detiene, que no pierden el control y que no les ataca la enfermedad. Lo que realmente quiero es llevar sensualidad a todos los aspectos de sus vidas. La sensualidad tiene un modo maravilloso de extenderse de una parte de su vida a otra. Siempre he dicho que si aprende a comer sensualmente -a masticar lentamente, a pasar la lengua por el interior de la boca, a chasquear los labios, a saborear la textura de cada bocado y las sutilezas de cada especia-, en forma automática empezará a hacer el amor con más sensualidad y viceversa. Las parejas que se encuentran en esta etapa de los ejercicios sensuales nos informan sobre toda clase de sensaciones nuevas que han entrado en sus vidas. -Los compañeros de trabajo me dicen que me he convertido en una hedonista -me dijo una mujer con orgullo no disimulado-o Siempre estoy rozando mi mejilla con un pañuelo de seda o metiendo la mano bajo mi blusa para acariciarme el vientre. Además, soy una sibarita. Otra mujer me contó que había cambiado la ducha por el baño con agua caliente solamente porque la hacía sentir muy bien. Hasta me dijo que había descubierto algo sensual en lavar los platos con agua jabonosa caliente. Un marido me contó que de repente empezó a gustarle sacar el perro a pasear "porque me agrada sentir el aire de la noche en la piel». En estas personas está renaciendo la sensualidad. -Me siento como saliendo de la anestesia -dijo una mujer-o No me daba cuenta de lo adormecida que estaba hasta que empecé los ejercicios.
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Lo más importante es que los miembros de la pareja pronto empiezan a relacionarse de otra manera y eso también sucede en un nivel sensual. Se descubren tocándose el uno al otro durante el curso del día, en formas que habían perdido hacía años. -Tenemos una cocina muy pequeña y siempre estábamos evitándonos en ella -me dijo Evelyn-. Pero a raíz de los ejercicios, ahora chocamos amistosamente y nos divierte. Hasta nos hacemos algunos cariñitos. No sé qué está pasando pero me gusta. Durante años Evelyn había experimentado el sexo sólo como su «deber de esposa». Pero los ejercicios sensuales no solamente volvieron a sensibilizarla a los placeres del tacto sino que liberaron a Evelyn y a su marido de la idea de que cada toque era el preludio al acto genital. Las caricias de los ejercicios son «sin obligaciones» y no exigen el cumplimiento de ningún objetivo, así que ella gozaba librelnente de los encontronazos por sí mis-
mos. La paradoja está en que fue esto lo que la preparó para gozar, más adelante, con
el sexo.
Pero no toJo termina ahí. El contacto sensual relajado abre las puertas a una relación más amorosa. En realidad es algo simple: cuando se proporcionan placer mutuamente, empiezan a gustarse más. A medida que van haciendo los ejercicios suele ocurrir qUe discuten menos, sobre todo por cuestiones sin importancia.
-No es que los motivos de discusión no existan -me explicó un esposo que hacía años que peleaba con su mujer-o Todavía tenemos las viejas diferencias pero ya no me enojo tanto como antes. -Usted quitó toda la diversión a las peleas -dijo la esposa fingiendo enojo-o Ahora preferimos hacer algo aburrido como tomarnos de la mano y tener una conversación agradable. Estamos convirtiéndonos en una pareja vulgar. Después de una semana de ejercicios las parejas me cuentan que conversan de una manera mucho más satisfactoria. Pienso que eso se debe a que los ejercicios nos permiten, concre-
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tamente, experimentar la independencia entre los dos. Aprendemos que cuando ella siente lIna cosa,.él siente .otra, y que eso no significa que la relación ande mal. Sólo sigrtificá que son personas distintas con sensibilidades diferentes. Y lo mismo suc.ede en la conversación; descubrimos que cada uno puede escuchar al otro tranquilamente --escuchar nuestras diferentes experiencias y puntos de vista- sin sentirse amenazado: ya sabemos que no vamos a perdernos. La mejor anécdota sobre lo que pueden producir los ejercicios sensuales me la contó una mujer, de treinta años, cuyos ojos
brillaban: -Me ruboricé como una colegiala cuando vi que Carl [su marido] había ido a buscarme a la oficina. Me sentí feliz cuando lo vi; tan simple como eso, ¿se lo imagina?
Por supuesto que puedo imaginarlo. Esa mujer, joven y feliz, estaba percibiendo de nuevo a su marido como una fuente de placer y consuelo. Su cuerpo había vuelto a aprender y ahora había salido un mensaje de su mente y corazón y, al parecer, de las mejillas ruborizadas. - Todo eso es muy lindo, Dagmar, excepto por una cosa: tengo la sensación de estar cambiando el sexo por una especie de afieto tierno y neutro. ¿Cudnto tiempo deberemos olvidarnos del sexo y seguir relacionándonos como eunucos?
No se preocupe. Están en el proceso de excitarse cada vez más, no menos. Pero por una vez no están limitándose a los sentimientos eroticogenitales. El sexo está ahí; no se escapará. Pero
no van a hacer nada al respecto. Todavía no.
Ahora quiero agregar un elemento a las sesiones que marcará aún con más claridad la diferencia entre el acto sexual y hacer el amor. Estoy hablando del beso. Siempre me sorprende la cantidad de parejas que vienen a verme, que practican el sexo con regularidad, incluyendo con frecuencia el sexo oral genital, que han abandonado sin embar-
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go el sensual beso en los labios. Algunos sólo se besan durante el acto sexual; otros lo evitan hasta en esas circunstancias. Para
ellos el beso se ha reducido a un roce asexual y distante que es más un saludo que un contacto Íntimo. Hay un motivo para eso. A su modo, el beso es un acto más Íntimo que el coito. Cara a cara no podemos negar la individualidad de! otro. Cuando nos besamos no podemos despersonalizar la experiencia ni perdernos en fantasías con otra persona. Todo eso resulta más fácil cuando frotamos juntos nuestros órganos sexuales. Tengo la sensación que desde la Revolución Sexual, cuando e! beso se volvió más casual y, por ende, menos personal, este contacto aumentó considerablemente su carga emocional. Eso se me ocurrió mientras conversaba con una
prostituta que me contó que el único acto que no realizaba con sus clientes era e! beso; eso lo reservaba para su amante. Para ella era lo más íntimo.
Pero con la intimidad llega la angustia. Para muchas personas los besos profundos y sensuales activan los miedos de la infancia de ser «tragados» por mami. En algún lugar de la médula recordamos cómo nos sentíamos de desvalidos cuando nos sometíamos a los besuqueos húmedos de mamá, y algunos de nosotros todavía nos sentimos indefensos cuando nos «sometemos» a los besos de! compañero. La humedad por sí misma puede producir angustia a muchas personas. Es algo que parece sucio y primitivo. Podemos afrontar la humedad de los genitales, total están «allá abajo~), pero «aquí arriba» parece que podría
ahogarnos. La semana que viene vamos a empezar con usted besando la vida de nuevo. En e! medio de cada sesión -cuando cambian los papeles de Acariciado a Acariciador- quiero que tengan la experiencia de! beso. Como en e! resto de estos ejercicios, deben alternar e! pape! pasivo con e! activo. Y como siempre el pasivo es e! que ejerce e! control. Si por algún motivo e! beso es demasiado para usted o le produce mucha angustia, puede apartarse o disminuir la intensidad.
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Al principio se les permite tener los ojos cerrados: vamos a dejarlos intimar gradualmente. Y también al principio intenten evitar que los cuerpos se toquen: vamos a centrar todas las sensaciones en los labios, la lengua y la boca. Otra vez, háganlo lentamente y concéntrense en las sensaciones. No presten atención al compañero en cuanto a sus reacciones: eSO no tiene importancia por e! momento. Roce con sus labios los de ella. Sienta la suavidad y la tensión. Pase la lengua alrededor de los labios de su compañera y después entre ellos. Oprima sus labios contra los de ella con lentitud. Absorba y tire de ellos. Deslice lentamente la lengua entre los labios. Sienta la calidez y la humedad. Retírese en e! instante en que alguno de los dos se sienta incómodo o «invadido)}. La primera vez limítense a cinco minutos cada uno. Pero la siguiente dupliquen e! tiempo si ambos lo desean. También la persona «pasiva" puede devolver e! beso si quiere, pero no tiene obligación de hacerlo. Pueden empezar e! ejercicio con los ojos abiertos y cerrarlos después. El contacto de las miradas está repleto de angustias sobre la intimidad. Dicen que los ojos son el espejo del alma, y nos advierten de que las personas que rehuyen e! contacto visual -que miran hacia abajo o al c,ostado cuando buscamos su mirada- están evitando la intimidad, escondiendo su alma. VariaS'de las terapias de la Nueva Era que se originaron en la década de los sesenta y que daban suma importancia a la franqueza y la intimidad hacían de los ejercicios de contacto visual lo más importante de la terapia de grupo y de pareja. Pero opino que si se trata de forzar el contacto visual se corre e! riesgo de alejarnos de la intimidad en lugar de acercarnos a ella. Puede convertirse en una forma de intimidación, hasta de violencia, como en un juego de «Más sincero y tierno que tú". Esos ejercicios se convierten fácilmente en e! desafío infantil «Te miro hasta que te rías», en el que hay que ocultar los sentimientos para poder ganar. En una relación adulta, la obligación de mirarse uno a otro puede distraernos de los sentimientos, en particular de los
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sentimientos sensuales, así que debo calificarla como una detención en el camino hacia la intimidad. Pero, por otra parte, es verdad que cuando son capaces de mirarse abiertamente, sin estar a la defensiva, pueden fluir entre ustedes sentimientos maravillosos y establecerse lazos increíbles. Así que quiero que experitnenten con el contacto visual pero mientras tengan el dominio total de la experiencia. Empiece a «echar unas nliradas)) a su compañero durante la segunda sesión con besos. No olvide los sentimientos: no trate de enviar mensajes de amor con la mirada. Y no espere que dentro dI' usted se agiten sentimientos fuertes. En e! momento en . qne cualquiera de los dos se sienta incómodo o «invadido», cierre los ojos. No están permitidas las quejas ni las recriminaciones. Como en e! restú de! programa estamos estableciendo e! contacto-íntimo poco a poco. Debemos sentirnos cómodos en cada paso antes de dar e! signiente. y llegamos, en e! progralna para la segunda semana, a lo que realmente tiene la apariencia de hacer los deberes. Quiero que cada uno lleve un Diario Sensual en un cuaderno que tendrá aliado de la cama en algún cajón de su mesa de noche. E inmediatamente después de cada sesión doble, quiero que cada uno anote en su cuaderno las experiencias que acaba de tener, respondiendo Con detalles cada pregunta de mi cuestionario. -¡Pero Dagmar, justo cuando los ejercicios empezaban a parecer divertidos los convierte en un proyecto de investigación! Nos dice que salgamos de nuestra mente y entremos en los sentimientos y enseguida nos dice que debemos llevar el diario. ¿Cómo se entiende? Hay dos motivos. Las respuestas a las preguntas de! cuestionario le obligarán a prestar más atención a las sensaciones. Como result3do de esto, en la sesión siguiente estará más capacitado para advertir los variados matices de los sentimienws y las distintas maneras que usted usa para impedirse sentir. A corto plazo, llevar e! diario puede hacerle sentir que se retrae en los sentimientos, pero al final le llevará a sentir más.
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CUESTIONARIO 1. ¿Quién inició la sesión y cuándo? Si fue usted, ¿qué sintió como iniciador? Detalle la respuesta lo más posible. ¿Tuvo que hacer frente a una gran timidez o al miedo al rechazo? Una vez que inidó la sesión, ¿cómo se sintió respecto a usted mismo? ¿ Orgulloso, avergonzado, aturdido? 2. ¿Inició la sesión fuera de! dormitorio? Sí fue así, ¿cómo se sintió por eso? ¿Aguerrido, asustado, aturdido, excitado? 3. ¿Qué le gusta más: ser e! Acariciador o e! Acariciado? 4. ¿Le puso nervioso ser e! Acariciado? ¿Le hizo sentirse culpable e! hecho de centrarse egoístamente sólo en su propio placer? ¿O la noción de que usted y su compañero actuarían igualmente por turno le facilitó la aceptación de! placer sin sentir culpa? (Hombres) ¿Se sintió débil y afeminado cuando yacía pasivamente mientras su compañera le acariciaba? ¿O se sintió como si estuviera atendido por una nlasajista o una geiJha? ¿Le resultó difícil resistir la tentación de devolver las caricias? 5. ¿Pudo olvidarse completamente de su compañero y centrarse sólo en sus propias sensaciones? 6. ¿Le preocupó excitarse sexualmente o no hacerlo? (Hombres) ¿Advirtió si tuvo una erección? (Mujeres) ¿Advirtió si aumentÓ la lubricación?
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¿O pudieron olvidar los genitales y centrarse en las sensaciones que estaban experimentando? ¿Le parecieron los ejercicios frustrantes sexualmente o pudo demorarse en el estado de excitación sin obsesionarse con el orgasmo?
12. ¿Qué le hizo decidirse a mover la mano de su compañero de una parte de su cuerpo a otra? ¿Sintió que algún punto ya había tenido demasiado? ¿O que otro punto «ansiaba» alguna atención? 13. ¿Cuánto tiempo permite que le toquen?
7. ¿Dónde le gustó más que le tocara? Especifique lo más posible. ¿Descubrió alguna parte de su cuerpo que se siente bien cuando la acarician? Haga un esquema de su cuerpo y señale las partes (frente y espalda) que fueron más sensibles y reactivas. 8. ¿Qué clase de toques le producen más placer? Describa la sensación. Describa con detalles, y poéticamen-
¿Por qué decidió terminar la sesión? ¿Hubiera querido continuar pero pensó que eso le haría parecer un «cerdo»? ¿Cree que podrá dedicar más tiempo la próxima semana? 14. ¿Le aburrió ser el Acariciador? ¿Estaba ansiando que su compañero le dijera que ya era suficiente? 15. ¿Le preocupaba no hacer un buen trabajo?
te, tanto como pueda.
9. ¿Le emocionaron las caricias? ¿Se sintió nervioso, tranquilo, excitado sexual mente, soñador, transportado, amante, conmovido, melancólico?
10. ¿Cómo fueron cambiando sus sentimientos en el curso de la sesión?
11. ¿Cuántas veces «dirigió» y «corrigió» las caricias que le hacía su compañero? ¿Tuvo ganas de hacer más correcciones pero sintió temor a
herir los sentimientos del compañero o de parecer demasiado exigente? ¿Hubo algo en su compañero que le inhibió y no pudo corregir más?
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¿Se sintió enojado, a la defensiva u ofendido cuando su compañero le hacía correcciones? ¿Por qué le hicieron sentir de esa manera? 16. ¿Era capaz de sentir placer tocando el cuerpo de su compañero o estaba demasiado preocupado por las reacciones de su pareja para sentir algo propio? 17. ¿Le parece que algo ha cambiado para usted a raíz de la sesión? ¿Apareció algún sentimiento nuevo? 18. ¿Aprendió algo de usted mismo que antes ignoraba? Responder al cuestionario es una oportunidad para ser honesto con usted mismo. Resista la tentación de escribir solamente: «Fue muy bueno». Haga el esfuerzo de registrar hasta los más mínimos detalles de la experiencia. Escriba (por ejem195
plo): «Al principio esraba dudando y me sentía culpable por haberle pedido que me tocara, y durante los primeros minutos no hice más que pensar en cómo se sentiría él en lugar de concentrarnle en lnis sentimientos .. ,», Créanme, cuando logran distinguir una pequeña diferencia o fluctuación en sus sen-
nos, ¿no? TodOlo contrario. No van a sentirse humillados sino aliviados. Va a ser una de las experiencias más liberadoras que hayan tenido, porque finalmente deberán reconocer que han tenido experiencias distintas. Y qué alivio representa sentirse libre de esa noción absurda de que deben sentir la misma cosa en el mismo
de la habitación: escribió que hacía frioy en realidad hacía bastante calor. -iNo experimentaron lo mismo! -le dije por décima vez-o Lo que para usted es una palmada, para ella es un apretón. En esto no hay verdades objetivas. Debe aprender a: escuchara Ruth sin presionarla para que vea las cosas igual que usted. Por supuesto Bill se sentía amenazado por la idea de no poder controlar lo que su esposa estuviera sintiendo . Tuvieron que leer muchas veces los Diarios para que Bill descuhriera que en realidad lo que sentía era alivio por no tener la responsabilidad de los sentimientos de la compañera, que no tefiía que sentirse culpable porque ella no sintiera lo que él querí~ sehtir. Algunas personas sienten la tentación de interrllmpir la lectura del compañero porque se ofenden. Cuando un marido informó de que se había aburrido tocando as'u inlljé~, ésta ex" clamó: -Dios mío, y yo que me sentía tan bien. Afiora.me has arrui" " " nado todo. -Pero usted se sintió bien -le dije-o Y nadi ddoque él diga
momento. -Pero esa «confesión» va a quitar el último matiz de romance a
puede quitarle esas sensaciones. Una vez que se->~ó~venzan de . 1, . eso, se sentirán los dos mucho mejor.
nuestra relación. Va a convertir todo en una terapia de grupo.
La verdad es que nos resulta mucho más fácil aceptar que nos sentimos mal mientras el compañero estaba pasándolo muy
timientos están en camino de convertirse en mucho más
sensuales que si simplemente se sienten «muy bien» todas las veces. y ahora llega lo difícil. Al final de esta segunda semana del
programa, quiero que tengan una cita para leerse mutuamente los Diarios. Reúnanse fuera de casa, por ejemplo en un bar. Allí cada uno leerá su Diario en voz alta.
-Debe de estar bromeando, Dagrnar. Está decidida a humillar-
No, no lo hará. Porque las reglas son: no discutir, no criticar, no analizarse. Mientras usted lee su Diario Sensual, su compañero sólo puede escucharla. No puede interrumpir, hacer gestos ni abrir los ojos con asombro. Y cuando haya terminado, él no puede criticar ni analizar el informe. Dios sabe que tendrá ganas de hacerlo. Casi todos están seguros de que la compafiera «cometió un erran> o «no entendió
de qué se trataba». Simplemente no pueden entender que la compañera haya tenido una experiencia diferente a la de ellos. Bill, por ejemplo, estaba convencido de que Ruth, su mujer, siempre mentía en el Diario. -Escribió que yo le apreté las pantorrillas, pero no lo hice: sólo las palmoteé. Hasta se equivocó respecro a la temperatura
bien que admitir que nos sentimos IUUy bien mientras nuestro compañero se aburría. Como siempre, preferimos echarle la
culpa a él que sentirnos culpables nosotros. Quizá la tentación más destructiva sea la de psicoanalizar las respuestas del cónyuge. Una mujer hizo gestos de asentimiento durante todo el informe de su marido y luego dijo: -Acabas de probar lo que yo siempre dije: eres una persona muy inhibida, como tu padre. Dios nos libre de cónyuges que se sienten nuestros terapeutas. Es uno de los flagelos de nuestra época. Con frecuencia lo hacen en nombre de la «sinceridad» pero es el método más seguro para evitar la intimidad en cualquier relación.
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Así que, para resumir: cállense la boca y respeten la individualidad del cónyuge. Hay que tener valor para leer el Diario Íntimo: valor y confianza. A algunas personas les resulta más fácil leer las entradas respectivas si lo hacen tomadas de la mano, frente a frente, con la mesa por medio. Después de que el compañero ha leído sus entradas en el Diario Sensual, es su turno de lectura. Y luego cierren los cuadernos y ordenen la cena.
13 Comparta su secreto mds íntimo Semana tres Han llegado a la etapa de los ejercicios sensuales graduales en que el sexo genital va a entrar de nuevo en su vida. Pero vamos a reintroducirlo de una manera totalmente nueva. Por esta semana solamente, quiero que terminen cada una de las tres sesiones dobles masturbándose en forma simultánea los dos juntos: llamo a eso «masturbación en tándem». Sé que puede parecer lo opuesto a la intimidad pero, créanme, una vez que se animen a romper esa barrera, cuando compartan el secreto más íntimo, llegarán a experimentar una intiñ1idad tan profunda que enriquecerá todos los aspectos de la relación para siempre. Lo que les digo es cierto. Una vez tras otra veo que la masturbación en tándem resulta un experimento crucial para las parejas. Con ese acto desaparecen muchas capas de inhibiciones y de malentendidos sexuales. De repente dos personas que nunca tuvieron un contacto auténtico se conectan íntimamente. -Fue como si de repente me diera cuenta -me dijo Lester-. Fue algo casi místico, sólo que totalmente vívido. Por primera vez en la vida vi a Margot [su esposa] como una persona sexual, con sentimientos y temores propios igual que yo. Fue como si de repente se hubiera convertido en un ser real al que amo.
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No todos viven la primera masturbación en tándem tan intensamente como Lester, pero estoy acostumbrada a escuchar
que «desaparecieton las barreras» y, sobre todo, que el cónyuge pareció «reah de repente. Lo más importante es que después de vivir esa experiencia, la pareja comienza a relacionarse de forma
diferente, COn más empatía y bastante menos angustia y enojo. Y, cuando se ponen en contacto sensual, sus sentimientos son mucho más fuertes y el sentido de la intimidad, mucho más intenso. Es un acto de revelación que funciona. -Qué bien... fonciona. Como la terapia de choque. Pero yo prefiero una descarga eléctrica y no pasar por eso. Me niego a exponerme y humillarme delante de mi compañero. Me parece feo y totalmente innecesario. Mire, sé que la perspectiva de la masturbación compartida ~asusta. Por eso mismo es tan importante que lo hagan: para superar el miedo. Una vez que hayan probado el ejercicio descubrirán que no mueren de vergüenza ni aniquilan al compañero. y una vez que han experimentado el hecho, se levanta una carga enorme en la relación.
-¿Qué carga? Según lo que usted dice parece que siempre he llevado el peso de querer masturbarme en tdndem. Jamds se me ocurrió ni por asomo, ni en mis fantasías mds locas. Así que hacer la cosa no me va a aliviar nada.
Sí, va a hacerlo. Porque en el transcurso de los años me he convencido de que sus sentimientos sobre la masturbación, suya y de su compañero, reflejan los sentimientos más fundamentales sobre su propia sexualidad y la de su cónyuge. Le dice lo que usted siente como «sucio» y como «egoísta» del sexo; lo que le asusta de la sexualidad del compañero y lo que amenaza su propia sexualidad. Son notables los sentimientos ocultos que se revelan cuando se prueba el ejercicio. Muchísimas mujeres no han visto realmente eyacular a su compañero y la sola perspectiva las repele. -Puedo vivir muy feliz el resto de mi vida sin ver sus salpicaduras por todos lados, gracias -me dijo Rhoda l., una esposa, 200
haciendo una mueca de disgusto-o Digámoslo· de .una vez: hay . cosas en la vida que es mejor no ver. -¿Quiere decir que prefiere que todo el material de las salpicaduras quede en su vagina, donde no tiene quevedo? "-:pregunté a Rhoda-. Entonces ,qué es su vagina? ,Un cubo de basura? Pensaba que era particularmente importalltépara ella ver eyacular a su marido. Estaba segura de que en realidad iba a ser sumamente sencillo en comparación con lo que ella imaginaba. y entonces podría dejar de considerar el sexo como algo feo y degradante. En realidad, lo que ocurrió cuando contempló la masturbación del marido y la eyaculación fue que se echó a reír. -Al principio Max [el marido] se sintió ofendido -me contó Rhoda-, pensaba que estaba burlándome de él. Pero entonces le expliqué que me había reído de mí. Hacía veinte años que estábamos casados, lo había visto miles de veces en el baño; lo había visto vomitar, desmayarse y tener convulsiones. ,Por qué había dado tanta importancia a eso?
Gracias a esta situación, esta mujer había desmitificado el sexo; se había desensibilizado respecto a la exageración de la «suciedad» sexual que la había inhibido. -¿Desmitificar? Has reducido el sexo a una función sanitaria.
¡Eh! ¿Qué se hizo del romance? El romance no puede empezar hasta que dejemos de sentirnos tan angustiados el uno frente al otro. Para que Rhoda pudiera amar el cuerpo de Max, primero tenía que verlo como real. Sí, ése era el mismo cuerpo que ella había visto todos los días en el baño: no era peligroso ni sucio. Era el cuerpo que a él le proporcionaba placer. Y podría hacer lo mismo para ella. Otro marido me dijo que la primera vez que probaron la masturbación en tándem y cuando él estaba a punto de acabar, su esposa se tapó las orejas. Tenía miedo de que él explotara ante sus ojos. Esa mujer pudo querer el pene de su marido cuando vio que no era como un petardo.
También hay muchos hombres que creen que si se masturban delante de su esposa ésta se sentirá ofendida. 201
-Lucy es una mujer muy sensible -me dijo Arnold en privado-. No quiero que tenga que pasar por esto. -,Quiere decir que ella es demasiado sensible para tener relaciones sexuales? -pregunté. Esta pareja hacía el amor cada vez menos y los dos declaraban que ya no sendan ganas. Pero yo estaba segura de que las ganas estaban ahí, sepultadas por las angustias. Y una angustia fundamental era el sentimiento de Amold de que su mujer «estaba por encima» de la fealdad carnal. Había puesto a su mujer en un pedestal y a él mismo en la alcantarilla. Con razón habían perdido las ganas si ocupaban esas posiciones tan distantes.
La actitud de Arnold era similar a la de muchos hombres. Él veía su propia sexualidad como sucia y destructiva. Podía lastimar a una «mujer buena». Para que los dos pudieran proporcionarse placer había que desmitificar a la esposa, había que bajarla del pedestal y meterla en la cama. Pues bien: la masturbación en tándem la bajó rápidamente de ese pedestal. A ella le resultó más fácil probar el ejercicio de lo que a Arnold se le había ocurrido. Después de la primera sesión de tándem Arnold informó: -¡Qué excitación! Había hecho el descubrimiento notable de que su esposa era tan sexual como él. Lejos de sentirse «herida» por verlo masturbarse, se había sentido aliviada y excitada por haber sido traída a la tierra, al ámbito del placer relajado y «sucio». Le había dado a ella el valor necesario para cumplir su parte del traro: masturbarse simultáneamente frente a Amold. Las ganas les habían vuelto a los dos. -Desde entonces somos dos personas diferentes -me dijo Arnold unas semanas después-o Y lo mejor es no "Ser tan cuidadosos cuando estamos juntos. La verdad es que la plaga que azota muchas relaciones es el exceso de «cuidado», y así es casi imposible tener intimidad. El regalo maravilloso de la masturbación en tándem es la aceptación mutua. Los dos miembros de la pareja tienen una concien-
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cia nueva respecto al otro: «Te he visto en tu momento más privado, en tu desnudez primitiva. Y tú me has visto también en esa desnudez. Hemos compartido el secreto más íntimo y todavía estamos abí, cada uno para el otro. Y ésa es la mayor intimidad entre dos personas». -Debo reconocerlo, Dagmar, sólo usted podia asociar la masturbación con la intimidad. Pero muy convenientemente olvidó una cosa: la masturbación es algo que se hace a solas. No se necesita a nadie para eso. Por eso la idea de ver masturbarse al compañero produce tanta angustia. La persona se enfrenta a uno de sus mayores temores: él (o ella) se satisface mejor solo que con usted. A los hombres en particular les tortura ese miedo: «Yo nunca podría aguantar tanto, hacerlo tan fuerte ni tan rápido. ,Quién podría tocarla conociendo todos los resortes? ,Quién podría competir con la mano de ella?». Y, a la inversa, muchas personas cuyo compañero se ha vuelto desatento sexualmente se resisten a la simple mención de ese ejercicio porque les recuerda todos los rechazos que han sufrido. -La masturbación es mi única vida sexual -me dijo una mujer madura-o Lo que lograría ese ejercicio es que recordara eso, que hace muchísimo tiempo que no hacemos el amor. -Saque ese secreto del armario por abora -le dije-o No puede sentirse unida a su marido hasta que se sienta cómoda con su propia sexualidad. Y ése es el primer paso hacia la vida sexual entre los dos. Muchas personas, sobre todo mujeres, se alteran ante la idea de la masturbación en tándem por la faz positiva del motivo: temen que el marido se sienta inadecuado. -Sé que Henty va a estar pensando que soy mejor para eso que él -me dijo Wendy-. No, peor, que él es tan mal amante que yo tengo que satisfacerme sola. -Corra el riesgo -le dije -. Pero yo sospecho que su marido va a sentirse aliviado, quizá no al principio, sino más adelante. -J
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Henry vivía con el tcmor de no ser un buen amante. Ese miedo suele resultar una profecía. La carga de creer que su mujer debe sentirse, cH fonna pennanente, sexualmente frustrada si él
no cumple bien con su «trabajo», había hecho que Henry rchuyera el trabajo. Era un círculo vicioso pero, por suerte, la masturbación en tándem acabó con el círculo. En lugar de caer más profundamente en su sensación de insuficiencia, Henry se sintió aliviado enseguida al ver que Wendy podía satisfacer sus propias necesidades sexuales. Eso le quitó la tensión. Wendy no dependía de él para tener orgasmos; ahora podían estar juntos sin todas las angustias de una relación cargada con dependencias. Y permitió a Henry seguir por el camino apropiado para convertirse en un «amante mcjoP): el de la concentración en las propias sensaciones sexuales. U~~;'ez más, nos encontramos con que el egoísmo es la ruta a la intimidad. En la masturbadón en tándem no puede olvidar
que, primero, usted tiene el control de su propia sexualidad y, segundo, que eSlalldo juntos, wted y su compañero tienen experiencias sexuales separadas. Ésos son los dos principios cardinales que les permiten llegar a hacer
el amor romántica e íntimanlente.
Al reconocer que usted solo es responsable de su satisfacción sexual, deja de echar la culpa al compañero por su experiencia sexual insatisfactoria. Pero esto también significa que queda libre de las críticas illhibitorias del compañero. Basta de concentrarse en las reacciones sexuales del cónyuge sin experimentar usted ningún placer sexual. La masturbación es el primer paso para aceptar el hecho de que usted domina su sexualidad. Es suya y los placeres son suyos. Cuando dé el paso siguiente y comparta el sexo con su cónyuge, estará seguro de que no perderá esos placeres.
Uno de los resultados del ejercicio que más liberación produce es que alguna noche, en el futuro, cuando uno de los componentes de la pareja esté exhausto o enfermo, podrá decir sin sentirse culpable: «Estoy agotado, ¿quieres hacértelo tú mientras yo miro?,),
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Cuando se llega al punto en que se puede ser tan libre con el cónyuge, la intimidad ba reemplazado a la vergüenza en la relación. -En teoría todo eso resulta foscinante, Dagmar, pero no tiene nada que ver con la realidad. Te explico: nunca le dije a mi marido que me masturbaba y, por lo que sé, él tampoco lo hace. No Plledo ni pensar en hablar de eso, muchísimo menos en que lo hagamos el uno delante delotro. No me sorprende. En realidad estoy segura de que la masturbación, yeso resulta sorprendente, es un secreto en casi todos los matrimonios. He visto centenares de parejas, de personas que comparten la cama desde hace muchos años, que han criado juntas a sus hijos, que han calculado juntas los impuestos que debían pagar, que han tratado de conocerse a fondo, pero
que jamás intentaron tratar el «tema prohibido». Cuando hablo de masturbación con alguna pareja en
el consultorio suele ocu-
rrir que los dos niegan haberlo hecho desde la adolescencia, pero cuando estoy a solas con cada uno, los dos «confiesan) que la practican con regularidad y que siempre lo han hecho. Hasta hay personas a las que resulta más fácil admitir que han cometido una infidelidad que confesar que se masturban. La vergüenza asociada a la masturbación es algo muy profundo en todos nosotros. Es rara la persona que no ha empezado a masturbarse en UIla nube de malos presagios. Si los padres no le dijeron que era «abuso de uno mismo}), algún compañero
de la escuela le habrá dicho que le crecerán verrugas en las manos o se le detendrá el crecimiento, o que será maricón. y hasta quienes nunca creyeron en esas tonterías, siendo ya adultos siguen sosteniendo el viejo mito destructivo de que la masturbación es sólo para las personas feas y solitarias y que las personas normales no tienen que hacerlo «solas». Esos hombres dicen:
"No necesito hacerlo solo. Tengo esposa». En los hogares en que las relaciones sexuales muy poco frecuentes han llegado a ser un problema, admitir ante el cónyuge que uno se masturba puede resultar muy humillante.
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-Creo que yo confiaba en lo que ella creía: que yo había perdido el imerés por el sexo -me dijo el esposo de un matrimonio que tenía pocas relaciones sexuales-o Pero cuando llegamos al ejercicio de la masturbación en tándem, admití que todo el
tiempo había estado haciéndolo cuatro o cinco veces por semana. Creí que eso iba a ser como una bofetada, pero entonces ella se giró y me dijo que había estado haciendo lo mismo, y, en lugar de sentirnos mal. nos echamos a reír. Creo que reímos por el alivio que nos produjo haber sacado a la luz el terrible secreto. Por cierto, muchas parejas experimentan gran alivio sólo por el hecho de «confesar>, el secreto. Sin darse cuenta han estado cargando con un pesado sentimiento de culpa. La confesión -que suele ser reciproca- empieza de inmediato a mitigar la culpa. Y el paso siguiente, la demostración del secreto, por lo general acaba con el resto de la culpabilidad. -Pero a lo mejor mi cónyuge nunca se masturbó. No todos lo hacen ... Lo sé. Pero a riesgo de que me llamen pervertida, debo decir que todos deberían intentarlo de vez en cuando «para tener buena mano», como dice uno de mis ingeniosos colegas. Hace años, Masters y Johnson revolucionaron el campo de la sexualidad declarando que, para empezar de nuevo a gozar del sexo, debíamos revivir nuestras primeras experiencias sexuales. Ellos se referían a acariciarse pero, en realidad, nuestra primera experiencia sexual fue con nosotros mismos y por ahí tendríamos que empezar. Puede resultar muy curativa esa experiencia que nos hace sentir vivos sexualmente de nuevo. A las personas que hace tiempo que no han tenido sexo de ninguna clase les sugiero, por lo general, que empiecen a masturbarse a solas, una vez por día. durante una semana. A menudo eso es todo lo que se requiere para despertar las «zonas medias» de quienes han evitado los sentimientos sexuales durante tanto tiempo que para ellas enfriarse se ha convertido en un reflejo. Es un punto de partida. Les asegura que tienen una vida sexual aunque aún no sea compartida. Los cambios en las reac-
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ciones sexuales se inician solos. Si no se siente cómodo con esos cambios cuando está solo, tendrá problemas para hacerlos junto con el compañero. O, como dice Woody Allen en forma muy positiva: «Soy un amante fabuloso porque practico mucho solo». Recomiendo dos libros muy buenos que detallan cómo puede explorar sus propios sentimientos sexuales mediante la masturbación a solas: For Yourself [Por sí misma] de Lonnie Barbach,para mujeres, y Male Sexuality [La sexualidad masculina] de Bernie Zilbergeld, para hombres.
- Todavía creo que va a ser imposible hacerlo frente a mi compañero. Quizd mi vergüenza sea irracional, pero es parte de mí. Será difícil, pero no imposible. Hacerlo los dos al mismo tiempo alivia mucho la angustia. De esa manera ninguno de los dos se siente exhibiéndose frente al otro, pues el compañero no está centrado en lo que usted hace. Algunos de ustedes preferirán hacer el ejercicio en forma gradual, masturbándose primero debajo de la sábana o dándose la espalda en la cama. En la siguiente ocasión pueden mostrarse un poco más, paso a paso, hasta sentirse cómodos para hacer el ejercicio abiertamente. Mire, sé que va a resistirse a este ejercicio en todas las formas que pueda. Asusta, de eso no cabe duda. Pero es una aventura que puede llegar a ser tan excitante como la primera vez que hizo el amor. Y es un paso gigantesco hacia la intimidad.
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una vez. Pero eso no significa que la alternativa sea el aburrimiento y la insensibilidad. Eso es algo que hacemos nosotros bloqueando nuestros sentimientos. No nos quedamos sin glándulas; nos quedamos sin sentimientos. Y parte de lo que tratan de hacer estos ejercicios es devolvernos esos sentimientos y gran
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parte de la emoción del «estrenm>.
-¡Ah!, ahora entiendo por qué no se nos permitió tocar los pechos durante las primeras tres semanas. ¡Para convertirlos otra vez en los
El fruto precioso Semana cuatro Un joV;;n marido describió lo que denominó uno de los más grandes enigmas de la vida: -Todavía recuerdo con detalle la primera vez que toqué un pecho desnudo -comenzó a decir-o Fue sin duda un momento de delirio. Mi amiga y yo estábamos besándonos y yo deslicé la mano debajo del suéter, ascendí por e! vientre y ¡Dios, qué fruto precioso! ¡Qué suavidad! ¡Qué flexible! No era algo de este mundo. Yo tenía catorce años y estaba en e! cielo. Acabé en aquel instante. Eso ocurrió hace quince años. Ahora estoy casado con una mujer que tiene unos pechos bellísimos pero cuando los toco me siento como si le tocara los codos. No me excitan. ¿Qué pasó con el fruto precioso? Escucho esos lamentos muy a menudo en mi consulta. ¿Qué pasó con la emoción de! primer beso, de la primera caricia en los pechos, de! primer acto de amor? -¿Estarán fallándome las glándulas? -me preguntó un hombre con toda seriedad. No es posible volver a vivir igualmente la excitación de la primera experiencia, ya sea la de! primer pecho desnudo que tocó o la de la primera mousse de chocolate que comió. Esas experiencias sólo pueden ser perfectamente únicas e inocentes
frutos prohibidos! Nos tuvo respirando con foerza como a chiquillos de catorce años antes de volver a romper el tabú. ¡Qué truco barato! Oiga: si funciona, funciona. Pero no fue sólo la prohibición la que los hizo respirar fuerte antes de tocar (o que le toquen) los pechos. Todos los años que esruvieron centrados en la es timulación de los pechos (y los genitales) pueden haber ocasionado la exclusión del resto del cuerpo. Los pechos eran las llaves que había que tocar para «sintonizar» una reacción sexual. Te-
nían que hacer todo el trabajo y por eso, con el tiempo, perdieron sensibilidad tanto para e! Acariciador como para la Acariciada. Pero después de tres semanas de ejercicios sensuales todo el cuerpo está más sensibilizado y los pechos están «descansados», listos y ansiosos. Esta semana quiero que incluyan los pechos en los ejercicios -no los genitales- en todas las sesiones dobles. Persona Acariciada, tÚ decides cuándo quieres que el Acariciador te toque los pechos. Ponle la mano ahí cuando estés lista. Esto quiere decir que el Acariciador no puede centrarse en los pechos désde e! principio y dedicarse totalmente a ellos excluyendo el resto del cuerpo. Eso sería recaer en los malos hábitos. No, que antes tenga el resto de! cuerpo vibrando; eso hará que e! toque en los pechos produzca éxtasis. Recuerden: el Acariciado es quien tiene todo e! control. Si ella (o él) no se siente feliz con la forma en que es acariciada, debe demostrar exactamente cómo quiere que e! otro lo haga. Para ello puede poner la mano de ella sobre la de él y guiarlo. O puede demostrarle lo que desea acariciando sus propios
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pechos como «lección práctica). Y cuando quiera cambiar de modo de acariciar también deberá indicarlo. Pero nada de instrucciones verbales. «No me hables de amor, muéstramelo.» Por último, si en algún momento ella no se siente cómoda o experimenta angustia tiene la opción de levantar la mano de! Acariciador y apoyarla en otra parte de! cuerpo. Lo que es triste es que muchas mujeres pasen su vida de casadas permitiendo que sus maridos les toquen los pechos de una manera que a ellas no les agrada porque son demasiado tímidas o temerosas para pedir la clase de caricias que realmente quieren. Ahora tienen la oportunidad de cambiar todo eso. Por este motivo, muchas mujeres encuentran que esta etapa de los ejercicios es especialmente placentera. -Por primera vez en dieciocho años conseguí que Ralph dejara de tironear mis pezones y empezara a acariciarlos con suavidad -me contó Genevieve-. Fantaseaba con eso desde años atrás, pero si no hubiera sido por e! ejercicio no creo que hubiera tenido valor para pedírselo. y tampoco creo que él lo hubiera tomado bien. El marido de Genevieve no podía ser culpable de tocarle los pechos de «forma equivocada» si ella guardaba el secreto referente a la «buena manera». Pero, con ayuda de las reglas de los ejercicios, ella rompió el hielo y le mostró lo que realmente quería. Por su parte, Ralph había renunciado a parte del control para respónder a los deseos de su esposa. Al final, los dos estaban más felices. De ahí en adelante «se permitían) demostrar siempre lo que deseaba cada uno. -Juro que empecé a querer más a Ralph aquel día -me dijo la esposa-o ¿Puede ser? -Oscar Wilde dijo que el amor es la gratitud por el placer recibido -le dije-o En un día pasó de soportar a su marido a obtener placer de él. Eso suena ciertamente como un buen terreno para el amor. El esposo de otra mujer estaba asombradísimo por la reacción de su esposa en la primera sesión de toque de los pechos.
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-Llevó mi cabeza hasta sus pechos y fue muy claro que quería que le chupara los pezones. Quedé pasmado porque hacía años que yo ansiaba hacer eso, pero estaba seguro de que a ella le disgustaría. En realidad recuerdo que una vez me lo impidió. -¿Cuándo? -pregunté. El hombre se frotó los ojos y, sonriendo avergonzado, respondió: -Hará unos veinte años. La anécdota puede parecer cómica pero la oigo, con variaciones, casi rodas las semanas. Un miembro de la pareja le dice al otro que no le gusta algo y entonces esa negativa queda como una regla, grabada en granito, en la relación. Pero ocurre que nuestros deseos y reacciones cambian de un dfa para otro, no solamente de década en década. Yes probable que ninguna zona del cuerpo femenino sea más variable que los pechos; la sensibilidad de los pechos, cambia, en la mayoríade las mujeres, en forma constante debido al ciclo menstrual. Por ejemplo, muchas mujeres tienen los pechos doloridos durante la menstruación y no quieren que se los roquen durante ese tiempo. Además, algunas mujeres tienen más sensibilidad en los pechos que otras; algunas pueden llegar al orgasmo estimulando únicamente los pechos mientras que a otras casi no las excita ese estímulo. Pero debo decir que muchísimas mujeres que pertenecían at'grupo «insensible» descubrieron que reaccionaban mucho más a la estimulación de los pechos en esta etapa de los ejercicios. Funciona de la misma manera que los ejercicios anteriores: cuanto más control siente que tiene, más cómoda se encuentra, y cuanto más cómoda está más sensible es. -Pero ¿qué pasa si él me acaricia como yo quiero y no me excito? -¡Y qué pasa si le acaricio los pechos como yo quiero y no tengo una erección? Dejen de preocuparse por si se excitan o no. Todo lo que tienen que sentir es lo que sienten. Concéntrense en esos sentimientos. ¡Gocen de esos sentimientos! Todavía no van a llegar a ninguna parte con ellos, así que eso es todo lo que pueden hacer. 211
y experimenten tanto como puedan. Vean-cuántas sensaciones nuevas pueden deleitarlos. Puede ser que usted quiera que su compañero le toque los pechos con las manos, pero también podría desear que probara con los labios y la lengua. Y podría ser que usted quiera saber que sentiría si acariciara su vientre con los labios y la lengua. O le interesaría saber cómo es eso de que él lama la crema batida colocada entre sus pechos, o saber qué se siente si él le pasa una pluma por los pezones. Cualquier cosa es válida si usted la permite. Y ésta es la oportunidad para examinar todas esas variaciones que a lo mejor llenaban sus fantasías. Una última advertencia: he estado hablando como si las mujeres fueran las únicas sensibles en los pechos y los pezones. Pero no es así. Una de las grandes sorpresas que les esperan a mucha~-parejas mientras hacen este ejercicio es el descubrimiento de que los pezones masculinos son tan sensibles y causan tanto placer como los de ellas. Muchos hombres se enteran de que se les ponen erectos los pezones cuando se los estimula sensualmente. No se avergüencen ni sucumban ante la idea ridícula de que ésa es una reacción femenina. Es sólo una respuesta sensual que esrá a su disposición. Un placer más que se proporcionan mutuamente.
15 Muestre y cuente, toque y retírese Semana cinco Practicar el coito es la mejor manera de no ver jamás sus genitales ni los de su compañero. Puede hacerlo todo, incluido el orgasmo, sin mirar «allá abajo». Y si realmente es experta en el coito, ni siquiera tiene que tocarlo con las manos: puede alcanzar el objetivo por control remoto. -Un momento, Dagmar, estd contradiciéndose otra vez. Creía que protestaba porque las relaciones sexuales estaban demasiado centradas en los genitales. Es verdad. En la relación sexual las personas se dedican tanto a la estimulación de los genitales que olvidan los otros sentimientos. Pero al mismo tiempo, el coito las distancia de los genitales propios y de los de su compañero. Usted sabe que están «allá abajo», haciendo lo que tienen que hacer, mientras usted permanece «acá arriba», en su cabeza, esperando que se produzca la emoción. Usted nunca reconoció sus genitales ni los del compañero como partes integrales de ustedes. En realidad nunca los quiso. -Pero mis genitales me vuelven loca. Son las partes de mi cuerpo que me proporcionan mds placer. Usted es la que ha estado ignordndolos con los ejercicios de «tóquense en todas partes excepto
los... ». 212
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Si está tan loca por sus genitales, ¿por qué opone tanta resistencia a que su compañero los vea? La triste verdad es que, en lo profundo, casi todos nosotros nos sentimos, si no avergonzados, por lo menos inseguros en lo que concierne al aspecto de nuestros genitales. Y son muchísimas las personas que se sienten impresionadas desagradablemente por los genitales del compañero. Todo empezó con las hojas de parra de Adán y Eva. ,,¡Cubran su desnudez!», les ordenó el Hacedor, y por desnudez Él se refirió solamente a los genitales. Ésas eran las partes del cuerpo que deberían ocultar al único otro ser humano en la Tierra. Desde entonces venimos escuchando lo mismo de nuestros padres. Llámenlo modestia si quieren, pero la modestia está a un paso de la vergüenza. A medida que crecíamos el mensaje se hacía cada vez más claro: lávate bien las manos después de haberte tocado abajo; nunca uses ropa interior de otra persona aunque se haya lavado mil veces. «Allá abajo» está el cuarto de baño, el departamento de la basura. ¿Entiendes? Allá abajo es sucio. Más adelante nos bombardean otros mensajes de vergüenza. Los únicos genitales -sobre todo femeninos- que vemos en público son muchísimo más lindos que los nuestros (o que los de nuestro compañero). ¿Cuántas veces han visto un desnudo en público que tenga una mata de vello pubiano? Nunca. El único vello pubiano que vemos en un cuadro ha sido idealizado y parece pertenecer a una niña de once años. Dios nos ayude, nuestros genitales no lucen asÍ. Los nuestros son peludos, carnosos o descarnados, cualquier cosa menos lindos. Y decidimos que lo mejor es esconderlos de la vista: de la nuestra y la de nuestro amante. Es feo allá abajo. Como si fuera poco estar avergonzadas de los genitales, tenemos que encarar el miedo profundo de nuestro compañero a mirar y tocar nuestros genitales. Hay muchos hombres que se sienten dominados por la angustia al ver una vagina; en algún nivel preconsciente la ven como una tela de araña, la trampa de la que nunca podrán escapar, un vacío que puede tragarlos. Esos
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hombres sólo pueden hacer el acto sexual si no ven la vagina de su compañera. También hay muchas mujeres que se aslistan a la vista de un pene, sobre todo de un pene erecto; parece peligroso, enorme, da miedo: es un arma. Las mujeres que tienen esos temores prefieren el acto sexual a OScuras y bajo la sábana ... o lo rechazan. -Escuche, si hacerlo bajo la sábana es todo lo que hace filta para que sea un buen coito, ¿qué importa? Si sirve, sirve, como usted dice siempre. Pero es que realmente no sirve. Mientras llevemos con nosotros esos miedos y vergüenzas no podremos hacer nunca el amor. Mientras no aceptemos nuestras partes más íntimas nunca podremos tener intimidad. Así que antes de incluir los genitales en los ejercicios sensuales debemos conocerlos ... íntimamente.
En algún momento, antes de la doble sesión siguiente, quiero que cada uno de ustedes, por separado, esté de pie, desnudo ante un espejo largo, y se observe detenidamente. (Si no tienen espejo largo, vayan a comprar uno; es hora de que vean su cuerpo como un todo y no como una suma de partes aisladas.) Mientras se mira de pies a cabeza, concéntrese en r6 que le gusta de su cuerpo. Ya sabe lo que no le gusta; se ha centrado en eso cientos de veces. Esta vez «aCentúe lo positivo y elimine lo negativo», como dice la vieja canción. ¿Cuál es su mejor «ángulo»? Diga lo que le gusta en voz alta. ¿Qué le gusta de sus ojos? ¿De su boca? ¿De su tórax o sus pechos? Por una vez no se detenga en la percepción de que son demasiado pequeños o demasiado grandes, anchos o bajos. Cójalos por debajo con sus manos y anuncie al mundo qué tienen de particularmente atractivos. No los compare automáticamente con los de la modelo de la portada del Cosmopolitan de esa semana, en realidad no los compare con ningunos. Aunque haya llevado la carga de una autoimagen desgraciada todos estos años, sé que
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hay algo que le gusta de sus pechos, algo que debe de haberle avergonzado 3dmitir incluso ante usted misma; digamos, por ejemplo, la textura suave de la piel alrededor de los pezones. Por una vez muestre lo que su cuerpo tiene de bello en lugar de dedicarse a esconder lo que cree que no lo es. Supere el miedo que le han inculcado de ser «demasiado orgullosa». Supere toda la vergüenza. Encuentre por lo menos cinco cosas de su cuerpo de las que pueda presumir y cantar alabanzas con potencia y claridad. Termine el ejercicio diciéndole a su imagen: «Te quiero».
-Eso es demasiado sofisticado para mí, Dagmar. No puedo engañarme con mi aspecto por el solo hecho de pensar en forma positiva. Sigo siendo realista y estoy orgullosa de serlo. ¿PoWJué será que para los realistas sólo sOn reales las percepciones negativas? No estoy pidiéndole que niegue lo feo de su cuerpo. Sólo le pido que, por una vez, se concentre en lo que su cuerpo tiene de atractivo. Eso también es real. A muchas personas les da gran trabajo sentir orgullo por su cuerpo, pero ¿qué tiene que perder si hace lo que le pido? Ahora llega la parte difícil: observar los genitales. La mera perspectiva es capaz de marear al más sobrio. Para tener una buena perspectiva conviene ayudarse con un espejo de mano. Hombres, fíjense en todo: miren el perineo (ese pliegue sensible de la piel entre el ano y el escroto), sostengan los testículos con las lnanos y sientan el peso, sientan cómo cambian según la temperawra de la habitación, retiren el prepucio y miren directamente el glande. Describa en voz alta todo lo que ve, como si fuera un médico dictando los resultados de un examen físico. Mujeres, ustedes tienen más recovecos para explorar. Ayuda colocar un espejo de mano en el suelo y ponerse en cuclillas encima de él. Separe los labios de la vagina y espíe. Enrolle el capuchón, deje el clítoris al descubierto y examínelo lo mejor posible. Es notable que muchísimas mujeres pasan la vida sin haber visto jamás su órgano más sensible. Salúdelo. Siéntase cómoda con él.
Por suerte, el simple ácto de. examinar en forma objetiva nuestros genitales nos hace sentir m~scótnodos ·con~llos. Eh realidad no son tan feos ni sucios como los imáginábarÍl,os .. -Me aterroriza mirar mis ge~italt:s ..,...me colitó una:: mujer después de este ejercicio-o Durante tanto'tiempólos h~bía oído' llamar con nombres desagradables o peyorativosque.~speraba .. que parecieran cosas salidas de La tienda de los hotrores.Y cuando los vi tenían un aspecto suave, rosado ... Otra mujer me dijo que siempre había sentido vergüenza porque su vagina no era como la «flor inocente» que suele verse en las estatuas. Pero se la miró bien durante el ejercicio. Y me comentó riendo: -Descubrí que por suerte no estoy hecha de mármol. Quizá mi vagina no sea tan linda como la de la Venus de Milo, pero tiene la ventaja de ser suave, caliente y rosada.
Llegó el momento de Muestre y Cuente. Antes de empezar la siguiente sesión doble de ejercicios sensuales, quiero que compartan simultáneamente el uso del espejo. De pie frente al espejo largo, por turno, descríbanse frente al compañero. Repito: acentúen lo positivo. Si les avergüenza demasiado «alardear>, sobre lo bueno, comenten un poco sobre algunos puntos malos también, pero no se entusiasmen con ese platillo de la balanza. Mientras el compañero hable sobre su cuerpo, usted no diga una palabra. Nada de correcciones ni de cumplidos. Usted sabe lo que le gusta del cuerpo de su compañero, ahora escuche lo que él tiene que decir al respecto. Cuando el compañero llegue a sus genitales, es probable que los dos quieran efectuar el examen en la cama. Mire con atención entre las piernas de él. Póngase los anteojos para leer y use una linterna para iluminar bien. Deje que el compañero guíe su mano mientras anda por ahí «explorando» sus «partes pudendas». Ninguno de los dos debería centrarse en las sensaciones de excitación -ésa no es la idea todavía- así que, por favor, no se
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alteren si no se sienten excitados. Están trabando una relación amistosa con los genitales del compañero. Acostúmbrese a moverlos. Al principio los dos estarán nerviosos y asustadizos, se lo aseguro, pero pueden pasarlo bien con esta parte del ejercicio si lo intentan. Pueden disminuir la tensión convirtiendo el ejercicio en un juego. Jueguen al doctor, al explorador o, como hizo un marido ingenioso, al ventrílocuo. -Cuando llegó al pene -me contó su esposa- empezó a moverlo de un lado a otro con la mano y a hablar con una voz diferente: «Hola, soy Dick, el pene de ]onathan. ¿No la conozco de alguna parte?». Me hizo morir de risa. Conocer los genitales del cónyuge es uno de los más simples y profundos actos de intimidad que conozco. Una mujer me contó: -Nunca me había sentido tan tímida con alguien desde la adolescencia. Fue como si estuviera desnuda por primera vez frente a Clayton, yeso parecía, en cierto modo ... inocente, como si estuviéramos compartiendo algo nuevo. Para esta mujer y su marido Muestre y Cuente fue el preludio a una nueva intimidad en su relación. Ya no tenían nada que esconder. -Maravilloso, Dagmar, pero me suena tan excitante como hacer un muñeco de nieve. Estoy empezando a creer que estamos en el laboratorio de un hospital, no en el dormitorio conyugal. Estd decidida a quitar todo el misterio y el romance del sexo, ¿no? No estoy quitando el misterio ni lo romántico del sexo, sólo la vergüenza y el miedo. Mi objetivo es desensibilizarlos respecto a las aversiones, ocultas o manifiestas, que puedan tener por los genitales del cónyuge. Observando bien esas "partes privadas» sin las presiones del desempeño sexual, con roda tranquilidad, puede hacer las paces con ellas. No, no son sucias ni devoradoras, ni feas ni peligrosas. Son partes maravillosas de nuestro cuerpos que podemos compartir uno con el otro. No hay nada excitante que se haya perdido, sino algo amoroso que se ha ganado.
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Ahora que ya están en la cama, están preparados para empezar el primer ejercicio sensual de la semana. Como la semana pasada, tomen un mínimo de quince minutos para acariciar/ser acariciado, excepto en los pechos y genitales. Hacer el amor es una experiencia de todo el cuerpo, no una experiencia de «puntos calientes». Luego pase algún tiempo acariciando los pechos de la Acariciada. Tómese tiempo. No mire la hora. Sea tan creativo como ambos lo deseen: use los labios, la lengua, una pluma, crema batida. Como siempre, concéntrese en sus propios sentimientos, no en las reacciones del compañero. Cuando la persona Acariciada esté lista, llevará la mano del Acariciador a sus genitales. Recuerde que la Acariciada es la que ordena cudndo, cómo y por cudnto tiempo quiere que le acaricien los genitales. Durante las tres primeras sesiones de toque genital, la Acariciada debe tener su mano encima de la mano del Acariciador todo el tiempo que esté en la zona genital. No me refiero solamente para las correcciones: quiero decir todo el tiempo. La Acariciada está a cargo de todo. La Acariciada es la maestra. Acariciada: por ahora piense en la experiencia de estimularse con la mano de la persona Acariciadora. Usted sabe lo que siente; usted sabe lo que desea. Proporcióneselo. No se sienta tímida, avergonzada ni incómoda: usted va a devolver el favor dentro de un rato. Y piense que está a punto de enseñar a su cotripañero algo que él siempre ha ansiado saber: cómo darle lo que desea cuando lo desea. Es realmente triste que una persona pueda pasar años, en una relación, con miedo de mostrar al compañero qué es lo que le daría placer. Prefiere soportar décadas de fantasías frustrantes que tomar la mano del cónyuge y enseñarle que, por ejemplo, unos toques suaves en los testículos con las yemas de los dedos o unas cosquillas en la parte inferior de la cabeza del pene es lo que él desea de inmediato. Pedirlo directamente le resulta demasiado egoísta y auto complaciente o, peor, descaradamente sensual. Pero la horrible paradoja es que el cónyuge se siente fracasado porque quiere darle placer pero no sabe cómo. 219
pecto de una inhibición con tanta facilidad y rapidez ... ¿quién sabe? Hasta podría empezar a gustarle. Si no la primera vez, quizá la próxima. Hay' otro peligro que a veces tienen que afrontar las parejas durante' los ejercicios: darse cuenta de que han estado siempre acariciando mal al compañero y ponerse entonces a la defensiva yebojarse. , ' '..,.Siempre iba derecho al clítoris y lo frotaba: co;" más fuerza y' r;¡piclezde lo que yo quiero, tratando de que llegara al orgasmo ,1<) más velozmente posible -me contaba una "sposa ya madura_: , É~ta es mi oportunidad de enseñarle cómo me gusta: que describaunos ,círculos con suavidad y lentitud alrededor de!clítoris 'ha:sbiqtie salga de! cap;'chÓn y no ie~ tan sensible. Entonces si quiero la fuerza y la rapiclez. Así que guié su mano para eso. Y
Pero ¿cómo, en nonlbre del cielo, vamos a saber exactamente
qué va a producir placer al compañero si no nos lo dice o, mejor aún, muestra? ¿Se supone que deberíamos saberlo por intuición? -Creía que eso era el amor -me dijo una vez unajoven-'c Si él realmente me amara, sabría dónde rocarm¡i y cuándo. Sabría exactamente córno excitarme.
-¿También debería saber cuándo va a estornudar? -le pregunté-. ¿Y cuándo empieza a tener hambre y ló qué ~uie~e comer? Tenga piedad. Él no está dentro de su piel. JyÍuéstrele qué es lo que quiere. Entonces podrá demostrarle que la ama . dándole exactamente lo que desea., • " ., ' Decídanse a acabar con ese ridículo secreto ent'r~ usted~s: Desde ahora: demuestren 10 que quieren; consigan Io:que qui'~ ren; den a su compañero lo que desea. Y recuerde que 10'que gusta c:~";ñbia de forma constante. No,pueclememorizar los deseos de! compañero, pero siempre puedecomunicarqué~s lq que desea ahora. Así de simple. Y va ahacer:quese quieran mucho más que antes. " , ,,', " , ' " ' -Un momento, Dagmar, no es tan simple.¿Quép4sá si tomo la ' mano de mi mujer y la pongo, digamos, sobre mis Ú?stféU!os,y ella la quita espantada? ¿Cree que eso va a hacer que ,nos amemos toca e " mente? Es un riesgo, por supuesto. Pero ese riesgodebetían quer,e( correrlo enseguida. De otra manera ninguno de -lo~ dos .va,'a.c.re~:, cer nunca. No creo que usted deba obligarla a hacer alg()' que ella no quiere hacer, pero por la misma razón, ahora :toqt6 Aca';' , riciador, tiene usted la oportunidad de superar algunas inhibiciones importantes. Trate de considerar su mano como algo ," totalmente pasivo cuando su compañera la lleva donde"quiete. Por un raro, trate de disociarse de la mano, de adormecerse alas' '.;" sensaciones que ella experimenta. Luego, a medida que van dls- " minuyendo la angustia y la timidez, permita que gradualmente vuelva el sentimiento y concéntrese en lo que siente tocando la "parte prohibida» del compañero. No es tan malo, ¿no? Es sólo otra parte del cuerpo. Realmente, si puede desensibilizarse res220
de.)"epente, vi. que tenía es~a expresión
de
am<;trgura!'como si
hybieraheridosus senfi.mientos. iQué manera de enfriarme! Ahí :dippr tem'¡nacla la sesión ... . '. -'No se preocupe por él-,Ie dije-o Es difícil ignorar esa reacción per6deQe tratar de haéérlo. Enesé proceso puede crecer un poco y dés~ubrir que er~ imposible que supiera cómo le gustaba a usted.
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PHmeta.sesión.Ki!Jlital . La' primaa seSi6ninc!uye lo; geriitaies como si fueran una pam: más, del cuerpo, es decir, no'."ás erógena que los codos ..Esta vez IluéstrQ',.~bJe~i-v9' 'np ,es la excita~~O,h :sexu~L ·'Acariciada:;,s.i se sjen-~ teal)gli~tiadanov~~i1e enllevarl" mano del cOIl)pañero a otra · parte d
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dose en tándem.) Pero por ahora quiero que tengan la experiencia de demorarse en la excitación. Concéntrense en los senti-
mientos de excitación y placer que van creciendo dentro de ustedes. Sientan cómo se irradian por todo el cuerpo:
el vientre, los
muslos, los pechos, e! ano, la nuca, las puntas de los pies. Son las mismas sensaciones que cruzamos habirualmente para llegar enseguida al orgasmo. Esta vez no va a haber un orgasmo, así
que puede tranquilizarse y absorber todo e! placer que su compañero está proporcionándole. Muchas personas, cuando hacen este ejercicio, entienden por fin e! propósito de! programa. Aprenden la lección fundamental sobre e! placer sensual: no es un medio para llegar a un fin; es un fin en sí mismo.
-No creo haberme excitado nunca en mi vida -me dijo un esposo después de la primera sesión de toque genital-o E.staba sintiendo cosas que nunca había sentido. Sentía un hormIgueo en todo e! cuerpo y, por supuesto, una parte de mí ansiaba e! orgasmo, pero yo no quería que todos esos sentimientos terminaran. -La próxima vez no sólo verá la torta sino que podrá comer-
la -le dije-o Pero usted ya sabe que no gana nada apurándose para llegar al orgasmo. Demorarse en la excitación es una de las diferencias funda-
mentales entre hacer e! acto sexual y hacer e! amor. En e! estado prolongado de excitación fluyen juntos los sentimientos emocionales y las sensaciones sexuales. -Antes de que se entusiasme, Dagmar, déjeme hacerle una pregunta: ¿qué pasa si ella acaricia mis genitales y yo no me excito? ¿Qué pasa si no tengo una erección? ¿Qué sucede si no hay un estado de excitación para demorarse en él?
No se preocupe por eso. Goce de los placeres que siente. Y si todavía está angustiado, desplace la mano de la compañera a otra parte de! cuerpo. Éste no es un desafío ni un concurso. Algunos de ustedes pueden necesitar varias sesiones antes de sentirse lo suficientemente relajados y cómodos para excitarse con este ejercicio. No hay un límite de tiempo para excitarse.
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Segunda sesión genital Si los dos se excitaron sexual mente durante la primera sesión genital ahora pueden experimentar con la excitación: sentir cómo va creciendo, disminuyendo y aumentando nuevamente.
No, no es un juego perverso e! que estoy recetando, sino la manera de multiplicar el placer por dos, por tres o por cuatro. Pero antes de explicar cómo «jugar» con la excitación permítanme asegurarles que esta vez sí los orgasmos son parte del programa. Pero traten de postergarlos lo máximo posible. Si tienen ese objetivo, deberá ser así: vean cuánto tiempo pueden quedarse en la etapa de excitación antes de tener un orgasmo. Como en la primera sesión genital, Acaticiada, haga que e! compañero pase un buen tiempo acariciando el resto de! cuerpo antes de llegar a los pechos y los genitales. Como antes, usted es quien dirige e! ejercicio e indica dónde y cómo debe tocarla e! compañero. Tenga su mano sobre la de él todo el tiempo cuan. do esté en la zona de los genitales. Pero esta vez, después de haberse demorado con la excitación por un rato, mueva la mano de él a otra parte de su cuerpo, permitiendo que disminuya la excitación. Hombres: eso significa dejar que disminuya la erección antes de volver a llevar la mano de la compañera al pene. -¿Y empezar todo de nuevo? ¿Qué eS esto, Dagmar? ¿U':¡á nueva clase de tortura que ha inventado? No es una nueva tortura sino ... ¡nueva seguridad! Porque, téngalo por seguro, la excitación -y la erección- volverán. Una y otra vez. Todo hombre necesita de cuando en cuando que le den la seguridad de que algunas veces, aunque nunca haya «fallado en su desempefio», perderá la erección y la recuperará. Casi todos los hombres albergan e! miedo secreto de perder la erección, y perderla para siempre. La angustia que nace de ese miedo es una de las principales razones por la que los hombres tienen tendencia a apurarse en la relación sexual: quieren tener e! orgasmo antes de arriesgarse a perder la erección. Una vez más se sacrifican los sentimientos ante la angustia sexual. Este ejercicio
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desensibiliza frente a esa angustia en la forma más simple que conozco: probarse experimentalmente que la erección está siempre dispuesta a manifestarse cuando usted quiera. Muchas mujeres albergan un temor similar. Están convencidas de que cuando pierden la excitación, la han perdido para toda la jornada. Adiós y buena suerte, hasta la próxima vez. Y creen que e! motivo por e! que han perdido la última oportunidad de satisfacerse con e! sexo esa noche es que su amante se tomó un descanso o cambió de mano, y terminan sintiendo hostilidad hacia él. Qué desperdicio. La excitación de una mujer no tiene que desaparecer más de lo que desaparece la masculina. No la pierde. Disminuye, sí; e! clítoris puede quedar menos hinchado y sensible por un rato. Peto la excitación está ahí esperando que,'ia reavive» cuando lleve de nuevo la mano de! compañero para que la estimule otra vez. Y lo que es más: esa vez llegará a un nivel más alto de excitación. Mueva nuevamente la mano de su compañero a otro lugar de! cuerpo y luego acérquela otra vez. Y ahí estará la excitación, esperando para ascender a un nivel superior. Cuando finalmente la excitación no desaparezca durant\: los «descansos», le resultará más fácil demorarse
en ella y no apresurarse para llegar al orgasmo. -Toda mi vida pensé en e! orgasmo como en la sortija de los caballitos-me informó una mujer después de haber hecho este ejercicio--. Si no lo tenía a la primera vuelta, podría no tener otra oportunidad. Así que en cuanto empezaba a sentirme excitada, trataba de tener e! orgasmo lo más rápido posible. Ahora sé lo que estuve perdiendo todos esos años. En realidad estaba perdiendo orgasmos potentes, de esos que van formándose durante horas. Dejar que la excitación vaya y vuelva es un regalo, sobre todo para las mujeres que viven preocupadas porque tardan mucho en llegar al orgasmo. Muchas de estas mujeres renuncian sin llegar al clímax porque se imponen límites de tiempo. Ahora, después de aprender a «gozar de! viaje», tienen orgasmos casi Siempre.
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Cuando llegue al punto en que no pueda resistir más y quiera e! orgasmo, mantenga la mano sobre la de su compañero hasta e! fin y después. La mayoría se siente incómoda o hasta dolorida si se estimula e! clítoris, o el pene, inmediatamente después del orgasmo, pero muchas personas se resisten en ese punto
a retirar la mano del compañero porque sienten que «rompen e! estado de ánimo>~ o hieren los sentimientos de esa persona. Ton-
terías. Usted está a cargo de la situación y e! compañero necesita saber qué es lo que le dará más placer. Es posible que ahora usted desee que la abracen. O quizá que le acaricien la espalda, los glúteos o las piernas. La sesión no tiene que terminar porque usted haya tenido un orgasmo. Continúe absorbiendo placer. Deje que fluyan sus sentimientos.
Creo que es importante que todas las mujeres conozcan muchas rutas al orgasmo, no sólo e! coito. Hay opciones para usted y su compañero, y la existencia de esas opciones les quita una carga de angustia. El orgasmo por estimulación manual a cargo de su compañero es una de las opciones. Siempre está ahí, esté él o no dispuesto para e! sexo en ese momento. Y como dice uno de mis colegas: «Lo mejor de! sexo manual es que siempre esta~ "a mano" ». Si tiene problemas para llegar al orgasmo con la mano de él, use la suya mientras él descansa teniendo su mano sobre la
de usted. Puede que necesite practicar un poco hasta que se sienta cómoda para sentir e! orgasmo. Después siga guiando la mano de él a su clítoris. Sosténgale la mano y mueva usted e! cuerpo contra ella. De esa manera tiene e! control. En la próxima sesión podrá dejar que el compañero la estimule. Y de nuevo le advierto de que puede necesitar varias sesiones para sentirse lo suficientemente tranquila para llegar al orgasmo. y hablando de comodidad, hombres: cuando acaricien e! clítoris de la compañera, dejen descansar la muñeca y que los dedos hagan e! trabajo. No tiene sentido cansarse justo cuando empieza la diversión.
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y aquí estoy como una terapeuta sexual ensefiando técnicas, después de haber jurado que casi todas ellas son para mecánicos
consumo». Les aconsejé que se pusieran bajo la ducha con un
sexuales, no para amantes. Pero estas técnicas sIrven para aliv.iar
su fantasía.
la angustia sexual y permitir que se manifiesten otros sentimientos, sobre todo los amorosos. -Cuando aprendí a tener un orgasmo producido por su mano, dejé de sentirme dependiente de su ánimo -me dijo una
-Ahora tenemos un problema nuevo -me dijo el marido-: no deja que me duche solo. En esta tercera sesión, lleguen como siempre, lentamente, a los pechos y los genitales. No hay apuro. Ya saben que hay placeres que les esperan en cada paso del camino. Acariciada: siga dirigiendo, conduzca las manos del compañero, especialmente en la zona genital. Jueguen con la excitación. Déjenla crecer. Si quiere que el compañero le acaricie los genitales con los labios y la boca, acérquelo allí suavemente. Mantenga sus manos sobre la cabeza de él y guíelo hasta el punto donde usted quiera que esté, indicándole con sus movimientos si quiere que vaya más 'rápido o más despacio y alejándolo si usted se siente incómoda. En este punto está rompiendo barreras pero siempre mantiene el control. Ésta es la oportunidad perfecta para que la mujer que nunca ha tenido orgasmos múltiples los busque. Como siempre, la clave está en mantener el control de la experiencia. Guíe bien al compañero. Aléjelo inmediatamente después del primer orgasmo y acérquelo cuando sienta que el clítoris ha entrado en el capuchón. Demórese en la excitación tanto como pueda, pero deje que se produzca ese segundo orgasmo. Algunas mujeres creen que solamente las especialmente dotadas son capaces de orgasmos múltiples. No es así. El único «don» que hace falta es creer que usted merece el placer y tomarlo. Ése es el regalo que usted misma puede hacerse ... con un poco de ayuda de su compañero.
esposa-o No tendría que esperar siempre a que él se excitara
cuando yo tuviera ganas de sexo. Podría tener un orgasmo cuando quisiera. Esa seguridad me hace feliz y... amorosa.
Tercera sesión genital Si los dos se sintieron cómodos en la última sesión, verán cómo pueden alejar los límites aún más. Quizá quieran cambiar de lugar otra vez, digamos que eligen el salón, donde el Acariciador puede arrodillarse en la alfombra frente al sofá en el que yace lánguidamente la Acariciada con las piernas bien abiertas. Inventeo. Sean imaginativos, usen cosas: una boa de plumas, un saco de piel, aceites aromáticos. Como preludio al contacto oral genital pueden querer «adornan> los genitales del compañero con algo sabroso y blando, como la mermelada de frambuesa o algo de merengue. Háganlo. Muchas personas se angustian ante la perspectiva del sexo oral genital porque les preocupa que los genitales del compañero no estén limpios. Tengo un método sutil para superar esa angustia: ¡Iávelos usted! Lleve al compañero a la ducha, enjabónelo, sobre todo el pene, hasta que todo esté reluciente. Pero les advierto que algunos pueden pasarlo tan bien allí que se quedarán hasta que se acabe el agua caliente. Conozco a una mujer de más de sesenta años que había fantaseado toda la vida con el sexo oral genital pero nunca se había atrevido a pedirle a su marido que lo practicaran. Eso se debía a que pensaba que los genitales no eran limpios ni «aptos para el
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jabón. Fue todo lo que hizo falta para que ella pudiera satisfacer
Muchas parejas encontrarán que es difícil entrar en las sesiones genitales. De repente las «sesiones de aman> se han convertido en «sexo de verdad», y todas sus angustias sobre el sexo pueden retornar para vengarse. Quizá se encuentre aplicando todas las
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viejas técnicas para evitar hacer frente a las angustias, empezando una pelea antes de la sesión, por ejemplo. 0, peor, «olvidando» iniciarla. Lo que significa esta resistencia es que usted está
muy cerca de cambiar. No renuncie ahora. Estos ejercicios hacen que desaparezcan miedos y angustias de los que nunca fue consciente. Sobrepasarlos es e! único camino para que usted y su relació n crezcan.
Semana seis A estas alturas, ya casi todos ustedes sabrán, por experiencia, lo que significa decir que la clave de la intimidad es el egoísmo y que la clave del libre fluir de los sentimientos es e! control. No son paradojas después de todo, son los secretos de dar y recibir placer; son los secretos de hacer el amor.
Durante las pasadas cinco semanas ustedes han sido, alternativamente, el Acariciador y la persona Acariciada, e! dador y el receptor. Han descubierto que no «se desarman», ni son «tragados», ni «mueren de vergüenza», cuando se permiten, sin límites, el «placer sin objetivo». Por el contrario, casi todos se sien-
ten más integrados, vivaces y amantes. Cuando le ha tocado ser la persona «pasiva» aprendió a centrarse en sus sentimientos y sensaciones en lugar de estar siempre observando las reacciones del compañero. Ha corrido el más liberador de los riesgos: permitir que su compañero tenga su propia individualidad. Ahora el ardid es tnantenerse centrado en el «egoísmo» cuando vuelven
a hacer el amor juntos. Pero antes unas palabras sobre la simultaneidad. En algún lugar del camino, el amor romántico quedó señalado por la noción absurda de que los amantes debían hacer y sentir todo en el mismo momento exactamente. Si ella está acariciándome
la cara, yo también debo estar haciendo lo mismo en ese instante. Si ella está excitándose, yo tengo que estar excitándome. Y, por supuesto, si ella tiene un orgasmo, yo también debo tenerlo
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en forma simultánea. Los únicos orgasmos buenos son los simultáneos. De otra manera nuestro amor es imperfecto; de otra manera debemos estar haciendo algo mal. iTonterías! Para mí, la verdadera intimidad siempre nos permite desplazarnos del Acariciador activo al pasivo Acariciado y a la inversa. Es cierto que nunca puede concentrarse tanto en sus propias sensaciones placenteras como cuando está absorbiéndolas en forma pasiva, pero existe un goce especial en la reciprocidad. Es como una danza en la que uno lleva y el otro acompaña e imita; si él me toca, quiero tocarlo. Ida y vuelta. Esto es algo muy diferente de una reacción compulsiva. Usted está respondiendo a sus propios sentimientos, no a un sentido de obligación. Usted sigue enfocada en lo que siente, no en lo que está sintiendo su compañero. Cuando hagan los ejercicios sensuales de esta semana comiencen a jugar con la reciprocidad. Por turno serán Acariciador y Acariciado, y e! Acariciado seguirá teniendo e! control pero, esta vez, cuando tenga ganas, puede responder a las caricias. Puede tocar también. Pero en el momento en que se descubra perdiendo contacto con sus sensaciones, debe volver al estado de total pasividad hasta recuperar la concentración. El Acariciador deberá avanzar lentamente, de nuevo, hasta los pechos y los genitales. Demórese en cada sensación lo máximo posible. Cuando lleguen a los genitales, muchos querrán cambiar los papeles de Acariciado y Acariciador, más que diluir la concentración aspirando a tener orgasmos simultáneos. Todo eso significa que están gozando cada uno del otro más que nunca. Están amando el placer que se dan mutuamente, y se sienten lo bastante libres para tomar tanto como les sea posible. -Me sentí como la chica de Dirty Dancing -me dijo una mujer sobre esta etapa de! ejercicio-o Todos es ros años estuve haciendo los «movimientos adecuados}) en la cama, pero era como si otro hubiera creado la coreografía. Tuve que escuchar
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los latidos de mi corazón, sentir mis propios sentimientos, y entonces, de repente, estuve dentro de mi cuerpo «bailando)~ sin pensar en el baile. Creo que eso es hacer el amor, ¿no? Ciertamente sÍ.
Semana siete En Oriente hay yoguis que recomiendan que ninguno de los miembros de la pareja se mueva, para nada, durante la primera hora de la relación sexual. ¿Qué piensan de eso como demora en la etapa de excitación? Bien, antes de que alguien se sienta agobiado por la angustia de competir con un yogui, les recuerdo que éstos pueden dormitar sobre un colchón de clavos. Los yoguis han hecho un objetivo del dominio de su cuerpo. Pero aun así,
el mero conocimiento de que un ser humano es capaz
de hacer el amor tomándose tanto tiempo es un recordatorio saludable para todos nosotros. En Occidente somos demasiados los que nos fuimos al extremo opuesto, al sexo de un minuto: en
el instante en que comienza el coito nos apresuramos furiosamente para llegar al orgasmo. Y terminamos perdiendo la mayor parte de los placeres del camino, los sensuales, emocionales y también sexuales. Cambiemos todo eso ahora. Pero antes les ofrezco algunas sugerencias yoguis, de mi coleto, sobre el coito. Quiero aclarar un poco la confusión lingüística que existe desde hace mucho y nos perjudica: la noción absurda de que el coito es la única actividad que se califica como «hacer el amOf». Para mí, todo lo que han estado practicando en las seis semanas pasadas es hacer el amor; incluidas las sesiones sin orgasmos. El coito es sólo una opción, otra manera de dar y recibir placer, otra forma de lograr intimidad. El coito no es el objetivo principal de este programa, ni la gloriosa coronación ni la recompensa final. Los sentimientos, logrados como sea, son la recompensa. Eso es el amor que usted hace. 230
En la primera reunión sensual de esta semana, pasen nueva-
mente por todas las etapas, con lentitud, antes de tocar los genitales. No pasen nada por alto, ni una parte del cuerpo, ni una sola sensación. Hace más de un mes que no realizan el coito, así que vamos a acercarnos lentamente a él y desde otro «ángulo».
Llegó la hora de lo que llamo «una agradable visita». Cuando los dos hayan estado jugando con la excitación sexual durante un buen rato, deje que el compafíero yazca sobre su espalda y usted (la mujer) colóquese encima de él, quedando arrodillada en la cama. Tome el pene a unos cuarenta y cinco grados del cuerpo masculino e inserte solamente la punta en la vagina. Y hagan como los yoguis: no se muevan. Concéntrense en todas las sensaciones que experimentan y luego retire el pene. Ha terminado la primera «visita)~. Vuelvan a acariciarse y, aunque es posible que más tarde quieran otra visita, por hoy resistan la tentación de introducir totalmente el pene. Demórense en la excitación todo lo que puedan antes de seguir hasta el orgasmo; es obvio que esta vez no han sido causados por el coito. La «agradable visita» parece simple y quizás un poco tonta,
pero muchas personas, hombres y mujeres, me han dicho que fue lo más parecido a la «primera vez» que jamás hayan sentido.', :,' Fueron capaces de concentrarse en la maravilla del encuentro de . sus genitales, sin cambiar de inmediato para concentfl!tse en el orgasmo que supuestamente debía producir ese contacto. -Había olvidado la sensación maravillosa de sentir el pene dentro de mí -me dijo sonriendo una mujer madura-o ¡Por Dios, me sentí como una virgen de cuarenta y siete años! Esa mujer estuvo experimentando sensaciones que había abandonado, hacía muchísimos afíos, por insensibilizan tes rutinas sexuales.
-Pero yo no soy un yogui.:. así que, ¿qué pasa si pierdo la erección durante la inmovilidad de la visita? Lo que ocurre es que se permite seguir gozando de todo lo que están sintiendo usted y su compafíera. El pene no se insensibiliza cuando disminuye la erección, ni la punta deja de sentir 231
placer en el interior de los labios de la vagina. Confío en que abara descubra que hacer el amor no es algo que deba terminar brusca y miserablemente cuando la erección comienza a disminuir. La erección volverá. Seguramente en el momento en que deje de preocuparse por ella y esté centrado en lo que siente. Supongo que va a sorprenderse mucho cuando advierta que no es necesario estimular el pene continuamente para que mantenga la erección. Las sensaciones están ahí; eso es lo que nos
ensefian los yoguis. Tiene que relajarse y concentrarse en ellas.
En la siguiente sesión repitan la agradable visita pero, en forma muy gradual, deje penetrar el pene completamente en la vagina. Sienta cómo late dentro de usted ... Sienta cómo la llena. Sienta la calidez yra h!1medad ... Y los dos observen bien cómo estdn unidos. Para muchos ésta puede ser la primera vez que ven sus genitales unidos, Durante años han efectuado el coito bajo las mantas, en la oscuridad o con los ojos cerrados, imposibilitados para ver lo que estaba pasando «allá abajo». Ahora pueden maravillarse con esa visión. Pueden hacer de su sexualidad algo tan real como nunca lo experimentaron antes, Caen los velos de todo lo ' que se han negado: esto estd sucediendo ahora. Puede ser un momento increíblemente erótico. Y de intensa intimidad. -Fue la primera vez que sentí que el pene estaba realmente allí para mí -me contó una joven esposa-o Me sentí como una encantadora anfitriona que lo hubiera invitado y que en cualquier momento podía decirle que se fuera. Esto también era para mí, no solamente algo que se me hacía, Era la manera en que esta mujer reconocía que cuando practicaban el coito ella siempre había renunciado a la propiedad de su vagina y se la había entregado al esposo. Como muchísimas mujeres, había supuesto que el coito estaba dedicado exclusivamente a su hombre, y la ira que le producía ser invadida y controlada por él había bloqueado sus sentimientos amorosos, Esta simple y agradable visita resultó ser la interacción más amo~osa
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que habla tenido en afias. De repente la vagina le pertenecía y servía también para su placer. Finalmente podía usarJapara hacer el amor. Llegó el momento de «recorrer rodo'elcamino». Pu~denempe zar a moverse hasta el orgasmo .. Ya tia' ti~nerí_que reri9ceder-más. Vuelvo a pedir a la mujer que esté encima del hoinbrey se e,ncargue de insertar el pene. En casit~dos los casos, elholllbre es quien tiene la responsabilidad del :40it6; ahdr~es el.iturnode la mujer para controlar la situación: MU'cllasingjeies alcanzan orgasmos en esta posición PQrqufi se sientf41l1ás li\nes,:l:lombres: llegó la oportunidad deregod~áI'Sé~ri,la;,p""',ivi~ad.;Gocen ' del paisaje y dejen que ell;is hjlg"n~l:tiabáj~, -',,':j'.: Una mujer, que nunca h~pí'lest;'\doe¿~i@tlellj,om~r~, me contó la experiencia:, ' , ' " ",' ,,"':"' ,'. " , : -Cuando finalmen,tetuYl'd YiÍlor;}r mesüJ.:,:i.énci ll1ade él, me sentí inundada pó(unasens:lció,J\:d e' p¡:'d~~ip;y eili:p~cé a excitarme. Miré abaj<:>y'via'Bpb 'sorjdendo y alentándome. Acabé con el pene dentrodernlporprlmeravezdesde que nos casamos hace un millón ,dé años, YDiossabeque sentí que había vuelto a enamorarmede·Bob;: '
En la sesión siguiente, en'caren Ja:ínserciótl~é1 pen~estando los dos de costado para que a111bostengaÍIí;rrt':hi'in¡niberrad de movimientos. (En esta posidón',u;ÍIad" l,as·pietnás'de la mujer está encima del compaf\ero; yta.",~~~d~loa¡~;J\,1dá l~ pierna que está debajo en el hueco de la ca!ie~~d"élpaiaq!1e !§s hyesos de los dos no se molesten.)Po~;uhmOlnel11;éinos~mu:evan, luego comiencen a hacerlo lentam~l1te,~iernPtecC<;ntr~dos;e.n i~s sensai _:. .' ciones y sentimientos, no e't),algUrl~ id"a Rrecon¿éb:~da de cómo deberían estar moviéndose",eti c<spo;plcomp"fier9 quiere que se mueva. Escuchen los latidos de sus .corazqnes.;Sbn indepen: '
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dientes pero ... están juntos.
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y aquí dejo de dar instrucciones y recetas. Como dije al comienzo del libro, no creo en la técnica sexual per se. No recomiendo posiciones «eróticas» especiales ni hago planos de las zonas erógenas. Ni siquiera sugiero colgarse de la lámpara: eso lo dejo para mis colegas a quienes agrade el atletismo. No creo que existan placeres «secretos» que no puedan descubrir ustedes mismos. Ustedes son sus propios «expertos». Ahora que pueden dedicarse a las propias sensaciones, en libertad y sin vergüenza, saben exactamente qué placeres desean y dónde, cuándo y cómo los desean. Y afortunadamente esos placeres no volverán a ser secretos; sobre todo para
16 El amor que usted hace
el compañero. A menudo me dicen las personas cuando llegan al final del programa: «¡Quiero festejarlo! ¡Quiero tener una fiesta de graduación! Mejor aún: ¡una segunda boda! Me siento como si empezáramos nuestra relación de nuevo}).
Ésos son los momentos felices de mi trabajo. Todavía lagrimeo cuando veo que el proceso ha funcionado una vez más y que dos personas han aprendido a gozar juntas al máximo. Por unos momentos tengo la fantasía de que Cupido era un terapeuta sexual. Es cierto que llegó la hora de que la pareja celebre su renovada relación. Y unas cortas vacaciones me parecen lo mejor, aunqUe sea sólo una noche en un motel cercano. Pero la celebración más duradera, que muchas parejas eligen, es hacer el hogar más amoroso y sensual. -Quería comprar algo especial para nosotros -me contó una mujer por teléfono-, así que salí y compré sábanas de satén negro para nuestra cama. Después fui al departamento de lencería y me compré un camisón de seda negra para que hiciera juego. El marido de esa mujer la sorprendió esa misma noche con un regalo: un disco de boleros. -Él dice que ésa es su nueva música -me contó la esposa-o Dice que empieza lentamente y que se demora en la excitación más que ninguna otra música que conozca.
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Muchos hombres y mujeres me han contado que festejaron la nueva sensualidad comprando ropa que fuera suave y sensual al tacto, o compraron aceites y sales destinadas a sus largos baños. -Nunca tuve problemas para comprarme lo que quisiera -me comentó una mujer-o Podía comprarme tres vestidos de fiesta el mismo día, pero jamás había comprado unas medias de seda sólo porque las sintiera voluptuosas. Ayer me compré una docena de diferentes tonos. El marido decidió que lo que él y su mujer necesitaban para tener un «dormitorio sensual completo» era una pequeña nevera. "Una nevera a la que se pudiera llegar desnudo sin preocuparse de que los chicos anduvieran por ahí.» -En realidad es para tener a mano la nata batida -me dijo la esposa ri~dO-. Desde la segunda semana de ejercicios se con-
su marido-o Me aterroriza pensar que dentro de unos meses volvamos a ser los campeones de la insensibilidad. -Ustedes pueden mantener esa forma de hacer el amor durante toda la vida -les dije-o Han de tener presente que siempre pueden volver al ejercicio número uno y los sentimientos estarán esperándolos ahí. En realidad muchas parejas vuelven a encontrar algún viejo problema o síntoma que reaparece de repente, justo cuando están al final del programa. Yo lo llamo el síndrome de "veamos si las antiguas defensas todavía funcionan». Un ex eyaculador precoz súbitamente vuelve a acabar en un minuto. Una mujer ex preorgásmica de repente «no puede sentir nada» otra vez. Es una forma de probarnos y... torturarnos. Pero, por suerte, cuando termina el programa ya sabemos todos que no perdemos el control: rodo lo que tenemos que hacer es dar los
virtió en algo indispensable cuando hacemos el amor.
pasos necesarios para llegar otra vez a los sentimientos. Ustedes
Otro esposo fue directamente a la ferretería para "reforman> su casa para la nueva vida amorosa. -Compré cerraduras con llave para todas las puertas, incluidas las de la cocina y el comedor -me contó ese hombre-o Quizá no parezca romántico, pero a ]ennifer la emocionaron más que una docena de rosas. Por fin podríamos hacer el amor en cualquier habitación de la casa sin preocuparnos por la repentina aparición de uno de los chicos. Con el mismo ánimo, otro marido festejó la «graduación» comprando persianas para todas las ventanas del salón de su
saben que se han curado los malos hábitos o síntomas por el hecho de estar seguros de que pueden volver atrás y arreglarlos de nuevo. Todos nosotros volvemos una y otra vez a los elementos de estos ejercicios. Muchos "graduados» de mi programa siguen haciendo, por turno, de Acariciado y Acariciador, de manera que no siguen aferrados a las viejas costumbres. Y muchísimos gozan con regularidad de sesiones solamente de caricias, sin llegar a los genitales ni al orgasmo. -Ahora sé que el sexo no desaparecerá -me dijo una esposa-o Pero también necesito sentirme bien con la ternura y el consuelo. Yeso ya no nos asusta a ninguno de los dos. Se ha convertido en la piedra fundamental de nuestra relación.
apartamento.
-Estaba declarando mi predilección por el sofá del salón -explicó guiñando el ojo-o Lamento desilusionar a los vecinos. Otras parejas
También se incorpora a la relación la demostración «manual» file
contaron que, aunque se sentían con ganas
de celebrar la nueva intimidad que experimentaban, temían que no fuera duradera. -Nada tan bueno como esto puede durar -dijo una joven esposa que había experimentado orgasmos por primera vez con
de dónde y cómo un amante desea que lo acaricien. Se convierte en una parte natural de la manera de hacer el amor de una pareja «graduada». Es algo natural y no consciente del convenio que existe entre los miembros de la pareja de proporcionarse mutua-
mente todo el placer posible.
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.,;:,,'-
Algunas parejas han incorporado a su vida alnorosa la masturbación en tándem. -Para volvernos a la realidad cuando lo necesitarnos -dijo un hombre. y otras parejas lne cuentan que empiezan el coito con una «agradable visita». -Es nuestra manera de decirnos: «Hola, estoy aquí para iniciar la aventura contigo)}. Pero sobre todo, el elemento de los ejercicios que, me complace decirlo, queda en forma permanente en todos mis graduados es la alegre confianza de ser capaz de abrir la puerta, entrar y anunciar: «Ahora, quiero que me acaricies ahora, querida». tsta será siempre la mejor manera de empezar a hacer el amor: «Querido, quiero que me toques ... ¡yaJ".
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