Agujeros negros Idea originalmente propuesta en 1783 por el inglés John Mitchell, el concepto fue retomado por Laplace en 1796, y sus cálculos fueron más tarde rehechos en 1916 usando la nueva teoría de la relatividad de Einstein por Karl Schwarzschild y precisados posteriormente por Roy Kerr; el nombre de agujero negro fue acuñado a finales de la década de los sesenta por John A. Wheeler, de la Universidad de Princenton. Extraños objetos, al igual que el universo primitivo, los agujeros negros presentan condiciones físicas extremas que no podemos reproducir en la Tierra. Puesto que lo que los físicos intentan comprender son las propiedades del espacio, el tiempo y la materia, sobre todo en condiciones extremas, estos objetos constituyen otros laboratorios extraterrestres suplementarios para poner a prueba las leyes de la física. "Toda la luz emitida por un cuerpo tal habría de regresar a él, por su propia atracción gravitatoria". JOHN MITCHELL, Yorkshire, 1784 "...que la fuerza de atracción de un cuerpo celeste podría ser tan grande que no pudiera emanar de él la luz" Marqués de LAPLACE, 1798. Cada día la realidad del universo que las observaciones dejan de manifiesto acercan casi inexorablemente a lo que se ha especulando desde la teoría . Los astrónomos frecuentemente han venido señalando que el universo hierve en medio de fuerzas extraordinariamente violentas. La física convencional resulta decepcionantemente débil como para explicar satisfactoriamente los estallidos de radiaciones detectados proviniendo desde el centro de la Vía Láctea, o los quásares que con virulencia arden en los confines del cosmos. Cada día se acrecienta más el convencimiento de la idea que se extrae de la teoría de que el candidato más probable para producir esos inmensos fenómenos energéticos sería materia girando en espiral alrededor de una singularidad supermasiva. Aquí, cuando nos estamos refiriendo a una "singularidad" estamos señalando a una masa con volumen nulo pero de un inmenso poder gravitatorio que popularmente se le llama agujero negro. Aunque todavía quedan algunos escépticos sobre la existencia de los agujeros negros, la mayoría de los físicos teóricos, astrofísicos, y astrónomos están convencidos que tienen que existir y un gran porcentaje de ellos consideran que ya fueron localizados en el universo. Los agujeros negros - que no son tan negros-- son una predicción derivada de la teoría de la relatividad general de Einstein, la teoría moderna de la gravedad. Cuando Einstein elaboró la teoría de la relatividad, le tomó diez años desarrollar los diferentes conceptos y describirlos en una compleja forma de matemática denominada cálculo tensorial. La relatividad general se ha probado experimentalmente con éxito notable, especialmente en experimentos con campos gravitatorios débiles, pero, en los últimos tiempos, se ha avanzado sustancialmente en comprobaciones en campos gravitatorios superpotentes, como los que se presumen y casi se asegura que podrían haber en los agujeros negros. De no tener contra tiempos duros la teoría en los pasos secuenciales de las investigaciones en proceso en campos gravitatorios potentes, no cabría más sino que aceptar que ha de producirse un agujero negro siempre que se colapse una estrella de masa muy grande. Hay una precisa descripción de las propiedades de los agujeros negros en la teoría de la relatividad general de Einstein, que especifica una curvatura del espacio relacionada con los campos gravitatorios. La relatividad general es una teoría fundamentalmente de lenguaje matemático, algo difícil deentender para los legos. Pero la imagen física del mundo que describe (el mundo del espacio geométrico curvado) es bastante fácil de comprender.
Veamos lo último para comprobarlo. Supongamos que lanzamos un haz de luz a través del espacio vacío para determinar la geometría de éste. En un espacio plano normal el haz seguiría una trayectoria recta, y si lanzamos simultáneamente dos en forma paralela sobre el mismo tipo de espacio los haces jamás se encontrarían. Pero si podemos medir acuciosamente los haces podemos darnos cuenta que éstos no se desplazan siguiendo líneas estrictamente rectas sino líneas suavemente curvas, lo que nos permite deducir que la característica curva del recorrido de los haces se debe a la curvatura intrínseca del espacio. Este fenómeno es igual al que se genera en la trayectoria de un avión que se desplaza entre dos ciudades alejadas del globo terráqueo, ya que la nave sigue una ruta curva debido a la curvatura de la superficie del planeta. Ahora bien, si lanzamos una multiplicidad de haces de luz en varias direcciones, podemos determinar la curvatura de un espacio tridimensional. Ello se asemeja a cuando hacemos rotar una bolita sobre la superficie de un globo. Examinando las trayectorias que toma la bolita, podemos determinar la geometría de la superficie. Utilizando luz procedente de estrellas lejanas, o radar procedente de la Tierra (viaja igual que un rayo de luz), se demuestra que el espacio real no es plano cuando éste se encuentra cerca de objetos masivos como el Sol. La idea medular de la relatividad es que la curvatura del espacio y su influencia en el movimiento de las partículas de rayos de luz es equivalente a la gravedad. La fuerte gravedad del Sol produce una flexión pequeña pero medible en el recorrido de un rayo de luz. Si una estrella con la masa del Sol se transformara en una esfera de 3 kilómetros de radio la gravedad y la curvatura del espacio en las proximidades de ese Sol compactado serían inmensas. Si se lanzase un rayo de luz para que alcanzase este objeto los fotones serían atrapados por un campo gravitatorio intensivo con una velocidad de escape que igualaría a la velocidad de la luz. La órbita del rayo de luz sería en concreto una espiral que iría a desembocar en el objeto. La luz, virtualmente, sería atrapada y como no puede salir de él, dicho objeto "parece" un agujero negro en el espacio. Contradiciendo al mito popular, un agujero negro no es un depredador cósmico, ni de carroñas ni de exquisiteces espaciales. Si el Sol se pudiera convertir en un agujero negro de la misma masa, la única cosa que sucedería sería un cambio de la temperatura de la Tierra. La frontera de un agujero negro no es una superficie de material real, sino una simple frontera matemática de la que no escapa nada, ni la luz que atraviese sus límites, se llama el "horizonte de sucesos”; cualquier fenómeno que ocurra pasada esa frontera jamás podrá verse fuera de ella. El horizonte de suceso es unidireccional: se puede entrar, pero jamás salir, salvo que se den condiciones físicas que explicaremos más adelante. Para los objetivos de este trabajo, ya que nos interesa la posible relación de los agujeros negros con la antimateria, podemos resumir que éstos son simplemente el punto evolutivo final de las estrellas supermasivas. Son la consecuencia de la evolución de estrellas 40 o 50 veces más masivas que el Sol. Si una de estas estrellas explosiona como una supernova y deja un remanente sólido cuya masa sume más de tres veces la del Sol la gravedad no podrá ser contrarrestada de ningún modo y colapsará toda ella sobre sí misma formándose un agujero negro. El volumen que queda de esta estrella es cero pero con una densidad infinita, lo que es conocido en física como una "singularidad". Para ser "engullido" por un agujero negro, uno tendría que traspasar el radio de Schwarzschild (las fronteras matemáticas del horizonte de sucesos), cuya velocidad de escape es igual a la de la luz, aunque ésta tampoco puede salir de allí una vez atrapada dentro de los límites fronterizos que determinados por el radio. El radio de Schwarzschild puede ser calculado usándose la ecuación para la velocidad de escape:
Vescape = 2 ⋅
G⋅M R
Para el caso de fotones u objetos sin masa, se sustituye la velocidad de escape por la de la luz C, entonces el radio de Schwarzschild, R, es:
R=
2⋅G ⋅ M C
Ahora bien, si un agujero negro es pequeño (como el que se forma al colapsar una estrella) de unos pocos kilómetros de diámetro, los intrusos que se atrevieran a acercarse a él tendrían graves problemas. Las fuerzas de marea gravitatoria son, en las proximidades del agujero, enormes, y el aumento de la fuerza gravitatoria, incluso en una distancia de unos cuantos centímetros, es bastante intensa. Si un agujero negro pasa a través de una nube de materia interestelar, o se encuentra cerca de una estrella normal la fuerza gravitatoria de éste atrae materia hacia su interior. Como la materia cae o es tirada hacia el agujero negro, desarrolla energía cinética que al calentarse por las fuerzas de mareas gravitatorias ioniza los átomos que están siendo atrapados, y éstos cuando alcanzan algunos cuantos millones de grados Kelvin, emiten rayos X. Estos rayos X son remitidos hacia el espacio exterior antes que la materia traspase la frontera del horizonte de sucesos y sea engullida por la singularidad que es un agujero negro. Observando la emisiones de rayos X es uno de los medios para rastrear el cosmos tras la caza de un agujero negro. Aprovechemos aquí para exponer algo que dejamos pendiente y que tiene que ver mucho con la cuestión de la antimateria. Hasta ahora, hemos precisado que lo que entra en un agujero negro no sale de ahí, salvo que existan taquiones dando vueltas por su interior y se les ocurra dar algún paseo turístico por los alrededores de él. Sin embargo, el hecho de que podrían haberse creado miles de millones de pequeños agujeros negros en las etapas más tempranas del universo nos obliga a precisar ciertos conceptos. Estos mini-agujeros negros, cada uno de ellos no mayor que un núcleo atómico pero con una masa similar a la de una montaña, sólo podían haberse formado a partir de las enormes densidades de materia existentes una fracción de segundo después del Big Bang, la explosión primordial que se piensa originó nuestro universo hace diez mil o quince mil millones de años. Pero sobre esta idea que fue comprobada como posible por el físico teórico Stephen Hawking en 1971, él mismo, tres años más tarde, abriría nuevas perspectivas en este campo al publicar un artículo en el que argumentaba que los agujeros negros podían erosionarse con el tiempo, evaporándose y explotando al cabo del tiempo, como consecuencia de emisiones de masa hacia el exterior. Esta idea parecía entrar en contradicción con las reglas de la física einsteniana. Efectivamente, era un hecho comúnmente aceptado que todo lo que estuviera confinado dentro del horizonte de sucesos de un agujero negro necesitaría una velocidad superior a la de la luz para poder escapar de él, algo que, de acuerdo con los postulados de la relatividad, es físicamente imposible. Hawking sugirió otro mecanismo por el que un objeto puede superar el pozo de gravedad de los agujeros negros. Aplicando ciertas leyes de la mecánica cuántica a la física de los agujeros negros, descubrió que las partículas podrían escaparse gradualmente del horizonte de sucesos. La teoría cuántica, la cual describe el comportamiento de la materia a escala subatómica, predice la aparición en lugares insospechados de pares de partículas elementales, materia y antimateria, que rápidamente se aniquilan una o otra. Según los cálculos de Hawking, la excepcional intensidad de la fuerza de la gravedad de un agujero negro podría producir tales pares en las afueras de su horizonte de sucesos. En algunos de los casos, una de estas dos partículas podría quedar atrapada y la otra escapar, con lo que se establecería un flujo neto hacia el exterior. De esta manera el agujero negro iría perdiendo la energía gravitatoria asociada a esas partículas, y podría con el devenir del tiempo acabar estallando. Según Hawking, este proceso necesitaría alrededor de diez mil millones de años para completarse, pero dado que el universo tiene por lo menos esa edad, y puesto que miles de millones de pequeños agujeros negros podrían existir desde hace ese tiempo, es posible -incluso probable- que en este momento se puedan estar produciendo este tipo de explosiones cósmicas en la inmensidad del espacio. El mismo Hawking encontró esta posibilidad tan perturbadora que al principio rehusó creerla.
Antes de hacerla pública invirtió meses rebuscando algún error fatal en sus ecuaciones. Sin embargo, las matemáticas en las que sus conclusiones se sustentaban no mostraron fallo alguno. Además, su teoría sugería que estos estallidos podrían ser detectados. Los diminutos agujeros negros podrían generar rayos gamma de alta energía, factibles de ser percibidos por satélites equipados con los telescopios adecuados. De hecho, antes que Hawking hiciera esa predicción en el año 1967 fueron detectadas por primera vez (sin información pública) explosiones de rayos gamma, y aunque sus características no encajaban de forma perfecta con la descripción de la radiación emitida por los agujeros negros, muchos relativistas están convencidos de que estos agujeros negros de pequeño tamaño existen, y se muestran esperanzados de que finalmente acabe detectándose su presencia. He aquí el interés sobre la nube de antimateria descubierta por el OSSE cerca de estallidos detectados de rayos gama. El tiempo también es afectado en los agujeros negros; éste experimenta deformaciones extrañas. Un observador, siempre que no se desintegre, que cayese en las fauces de uno de estos "bichos" podría observar cómo a su alrededor el tiempo se aminora, pero claro, que la historia no la podrá contar a sus amigos y colegas del exterior. El observador que contemplase desde el exterior la caída del desdichado amigo en el agujero le vería tardar muchísimo en cruzar el horizonte de sucesos. Los agujeros negros con masas mayores son también más grandes y menos densos. Si existiesen de masas de alrededor de trillones de masas solares, podríamos desplazarnos por encima del horizonte de sucesos sin mayores consecuencias. Pero igual se tendría que tener cuidado de no traspasar la frontera, ya que de hacerlo el desastre ocurriría en breves momentos y quedaríamos atrapados. Llegaríamos a una singularidad espacio-temporal (punto de densidad infinita) que se cree que existe en el mismo centro del agujero. Podemos imaginar incluso agujeros negro mayores aún. Es posible que todo el universo se halle inmerso en el proceso de convertirse en un agujero negro gigante y que estemos viviendo en su interior, dentro de un universo que dejará algún día de expandirse y se desplomará sobre sí mismo. Basados en la última ideas es que los astrónomos Mitchell Begelman, de Estados Unidos, y sir Martin Rees, de Gran Bretaña, elaboraron la propuesta sobre las condiciones recicladoras de los agujeros negros que describimos en el trabajo "La Historia Sin Fin de un Viejo Misterio”. Los agujeros negros por un lado son pequeños (no más de unos cuantos kilómetros de diámetro) y, por otro, no radian luminosidad porque la luz está atrapada, luego, intentar detectarlo en el espacio es, por sí sola difícil, si no imposible. Sin embargo, las nuevas tecnologías con que la humanidad cuenta, ha permitido reunir una serie de evidencias como para presumir con mucha base de que se han localizado a varios agujeros negros cohabitando en el cosmos. Agujero negro Cygnus X-1: Descubierto por primera vez por una sonda en 1962 , y vuelto a observar en otro vuelo similar dos años más tarde, Cyg X-l, como sería conocido de forma abreviada, fue catalogada como una de las fuentes más intensas de rayos X jamás registradas. En 1971, los astrónomos se percataron de que Cyg X-1 presentaba además unas extrañas características. En primer lugar, la intensidad de su emisión de rayos X experimentaba variaciones muy rápidas. Dado que la radiación proveniente de un objeto no puede variar en un tiempo menor al que la luz invierte en cruzar la superficie del mismo, los científicos sospecharon que se encontraban ante un objeto remarcablemente pequeño -de menor tamaño, de hecho, que la Tierra. Además, de forma ocasional Cyg X-1 producía ondas de radio. Desandando el camino seguido por estas señales, los investigadores hallaron una estrella BO supergigante azul con una temperatura de superficie de unos 31.000º K, y situada aproximadamente a unos 6.500 años luz de la Tierra. Del estudio del corrimiento Doppler mostrado en su espectro que registraba variaciones periódicas cada 5,6 días se hizo evidente que esta estrella estaba orbitando rápidamente en tomo a una compañera no detectada. Tras estimar la masa de la supergigante azul (al menos treinta veces la del Sol) y en función de la velocidad de su órbita, los científicos dedujeron la masa de su compañera invisible -no inferior a siete masas solares, un poco más del doble del límite másico de una estrella de neutrones. La
conclusión lógica parecía evidente: con bastante probabilidad, Cyg X-1 debía tratarse de un agujero negro. Los rayos X observados podrían provenir de la formación de un disco de acreción, una corriente de gas arrancado a su compañera supergigante que formaría un remolino de materia extremadamente caliente en torno al agujero negro. El nombre con el que se conoce actualmente a la compañera de Cyg X-1 es HDE 226868. Pero también existen argumentos contradictorios con respecto a que Cyg X-1 sea un agujero negro. HDE 226868 por su espectro también podría ser menos masiva que lo que se ha calculado. Esto implicaría que Cyg X-1 fuera más pequeño, no más allá de tres masas solares, lo que en vez de agujero negro sería una estrella de neutrones. Adicionalmente, también es necesario considerar que la distancia a la cual se encuentra el sistema binario, de una u otra manera, genera incertidumbre cuando se tiene que hacer los cálculos de las masas. Todo ello, se confabula para no tener la certeza que el rigor científico reclama de que Cyg X-1 es un agujero negro. Cyg X-1 es un caso emblemático tanto para los teóricos como para los cazadores de agujeros negros. Sin embargo, se han encontrado evidencias que, saltándose algunas barreras que impone el rigor científico, se podría asegurar que se han localizado, hasta ahora, más de un agujero negro cohabitando por ahí, en alg una galaxia. Hasta la fecha, Cyg X-1 sigue siendo, por razones del rigor científico, tan sólo un candidato bien situado para ser distinguido con los honores de agujero negro. Sin embargo, a medida que se van acumulando más datos sobre emisiones de rayos X y explosiones de rayos gamma, van surgiendo nuevos aspirantes a ese título. De entre ellos, los más importantes hasta el momento son, entre otros, los siguientes: GRO J0422, A0620-00 y el LMC X-3, pero hay varios otros más. Las fuentes de rayos X provenientes de sistemas de estrellas binarias son buenos candidatos para la búsqueda de agujeros negros. La estrella compañera viene a ser , en este caso, un buen instrumento de insuflación de materia para un agujero negro. Por otro lado, si se logra conocer la masa de la estrella compañera es factible calcular el tamaño del candidato a agujero negro. Encontrada la masa de la estrella, puede determinarse si el candidato es una estrella de neutrones o un agujero negro. Otra señal de la presencia de un agujero negro es la variabilidad aleatoria en la emisión de rayos X. El proceso de absorción de materiales que realiza un agujero negro es sin periodicidad y con volúmenes de masa disímil, lo que ocasiona variaciones notables en la intensidad de los rayos X que se producen ahí. Pero además, si la fuente de radiación se encuentra en un sistema binario, la captación de rayos sufrirá interrupciones periódicas producidas por la eclipsación de la fuente por la estrella compañera. Todas estas consideraciones que hemos descrito son las que, actualmente, se toman en cuenta para buscar agujeros negros en el espacio. La atracción gravitatoria que genera el agujero negro sobre la estrella de neutrones tira a la materia hacia el agujero en forma de espiral. Esta espiral, primero forma un disco, y posteriormente una corriente esférica que desciende hacia el objeto central. Cuando la materia consigue llegar hasta el centro desaparece silenciosamente cuando traspasa la frontera del horizonte de suceso, generando a su vez fuertes repercusiones en la superficie de la estrella de neutrones que se hacen sentir con mucha nitidez entre "crujidos y relinchos". Pero la búsqueda de candidatos a agujeros negros no sólo se realiza a través de el monitoreo de emisiones de rayos X y explosiones de rayos gamma, si no que también a través del uso de nuevas técnicas ópticas con tecnología de punta. Los nuevos instrumentos que se han instalado en el HST como la cámara infrarroja Near Infrared Camera and Multi-Object Spectrometer (CMOS) y el Space Telescope Imaging Spectrograph (STIS), han permito a los astrónomos observar los fósiles de la evolución terminal de las estrellas penetrando en las paredes de las mortajas de polvo que envuelven las nubes moleculares que queda al final de la existencia de ellas. Se ha podido distinguir como esa nubes moleculares, al igual que el material que expulsan estrellas jóvenes masivas, son barridas por una gran fuerza de gravedad hacia un disco de circunvalación el que va depositando grandes flujos de materiales hacia un centro indistinguible visualmente. En una de sus
exposiciones, el STIS hizo una observación precisa a través de un estrecho tajo en el centro de la galaxia M84, ubicada a 50 millones de años luz. Ello le permitió al instrumento medir la velocidad creciente de un disco de gas que se encuentra orbitando a un centro invisible ubicado allí. Ese hallazgo representa una de las evidencias observacionales más directas obtenidas hasta la fecha para la firma de un agujero negro. Tal como lo hemos venido señalando, por su naturaleza los agujeros negros no son posibles de fotografiar directamente. Los científicos deben monitorear pistas sobre efectos gravitatorios poderosos sobre discos de polvo, gases y estrellas. Justamente cuando el agujero negro está absorbiendo a su vecino más cercano, éste, al "caer", emite intensos alaridos energéticos (característicos rayos gamma) o también iluminaciones ultravioleta que se reflejan en objetos circundantes a él que delatan su presencia; sólo por estos fenómenos, por ahora, es posible detectarlos. Así, buscar un agujero negro en el espacio es como si dos personas, en una noche oscura, en medio del campo, sin Luna ni lámparas, intentaran encontrar un pozo; de súbito, una de las personas cae al pozo y durante su caída lanza un grito de auxilio. Debido a ese grito el compañero encuentra sin dificultad el pozo. Lo mismo acontece en el universo, con la salvedad que el grito de los objetos que son atraídos, especialmente los de rangos mayores como estrellas, se da en el rango óptico, lo cual hace posible detectarlo. Los extraordinarios medios de observación con que se cuenta en la realidad -sobre todo el telescopio espacial Hubble- ya han registrado muchos de estos enigmáticos bichitos cósmicos conocidos como agujeros negros. Diferentes equipos de astrónomos han anunciado haber encontrado evidencias que permiten casi, prácticamente, asegurar la existencia de los agujeros negros en el universo. Junto a las detecciones de rayos X y gamma, se ha sumado el monitoreo que ha efectuado el HST con los nuevos instrumentos instalados en él sobre 27 galaxias cercanas, en las cuales, en algunas de ellas, se han podido detectar rastros de la desaparición de un sinnúmero de estrellas y otras que están siguiendo el mismo destino, como si fueran engullidas por un poderoso motor termonuclear. También, se ha podido comprobar en el espacio la existencia muy precisa de un disco de acreción de un diámetro de un quinto de año luz --prueba sólida de la existencia de un agujero negro-ubicado en la galaxia 3C390.3, situada a 1.000 millones de años luz de la Tierra. El satélite IUE de exploración ultravioleta de la Agencia Europea del Espacio fue el que hizo el hallazgo y además pudo medirlo. En nuestra galaxia, La Vía Láctea, desde el año 1990 sabemos de evidencias de contar con un cohabitante agujero negro, ubicado a unos 300 años luz desde la Tierra; lo detectó el telescopio Sigma y por su magnitud se le llamó "el gran aniquilador". Recientemente se han descubierto pruebas concluyentes de la existencia de un inmenso agujero negro en el centro de la galaxia elíptica gigante M87, que se encuentra a unos 57 millones de años luz de la Tierra en la constelación de La Virgen (Virgo). Se estima que este agujero negro tiene una masa equivalente a la de 3.000 millones de soles, compactada en un espacio de unas 11 horas-luz de diámetro. Las fotos de arriba, a la derecha, fueron captadas por el HST. Ellas muestran, primero, dos posibles agujeros negros en los núcleos de las galaxias NGC 3379 (también conocida como M105) y NGC 3377 de 50 y 100 millones de masas solares respectivamente. Estas galaxias integran el grupo de la Espuela de Leo a 30 millones de años luz de la Tierra. Pero mayores evidencias sobre posibles agujeros negros siguen apareciendo. Una de las más relevantes registrada recientemente es la encontrada en la galaxia activa NGC 6251, ubicada a 300 millones de años luz desde la Tierra en la constelación de la Virgen (Virgo). Una sorprendente visión reportada por el Telescopio Espacial Hubble de un disco o anillo de polvo, urdido por efectos gravitatorios, que se trasluce a través de la emisión de un chorro de luz ultravioleta que estaría emanando desde un posible agujero negro. Se trata de un fenómeno nuevo para los investigadores observadores del cosmos. Anteriormente, todo lo que se había podido detectar como evidencia de la existencia de un agujero negro era la detección de los efectos gravitatorios que éste genera en los objetos que van siendo atraídos a
traspasar el horizonte de sucesos, formando en ello una especie de disco de circunvalación constituido como un "picarón"(1) o "dunot"(2) que conforma un capullo que rodea a algo gravitatoriamente poderoso, pero que de ello solamente era factible distinguir la luz intensiva que emana desde los gases calientes que ya se encuentran atrapados por la gravedad del agujero negro, el cual se hallaría empotrado en medio del "picarón". Pero lo que encontró el Hubble, es bastante más de lo que anteriormente habíamos podido ver sobre un agujero negro. En esta ocasión, se ha podido observar como ese "tenebroso bichito" ilumina el disco de circunvalación que lo rodea, cuestión esta última, no muy extraña para una gran mayoría de físicos teóricos. En las tomas del Hubble se puede distinguir luz ultravioleta reflejándose sobre un lado del disco, el cual se encontraría urdido como la parte superior de un sombrero. Tal urdidura podría ser producto de perturbaciones gravitacionales que se estuvieran generando en el núcleo de la galaxia que almacena el disco, o bien, al pressing que genera el eje de rotación del agujero negro sobre el de la galaxia. Si bien todavía no se conocen las posibles medidas de este agujero negro, las evidencias de su existencia se encuentra en la poderosa emisión que se detecta en la eyección de radiaciones que alcanza un espacio de tres millones de años luz y de las partículas que se han visto emanar desde la ubicación del agujero negro en el eje mismo de esta galaxia activa elíptica. Se piensa que muchas galaxias denominadas activas son la cuna de una apreciable cantidad de hoyos negros. La sensibilidad del Hubble para captar las emisiones de luz ultravioleta combinada con la excepcional resolución de la cámara FOC, construida por la Agencia Europea del Espacio, permite distinguir detalles de objetos espaciales tan pequeños como 50 años luz, lo que le otorga a los astrónomos que se encuentran centrados en la búsqueda de agujeros negros buscar diferentes estructuras que se encuentren en el gas caliente que se ubica cerca de los agujeros negros. Lo encontrado por los astrónomos en NGC 6251 es sorprendente en función de nuestro actual desarrollo en la investigación de las estructuras del universo. Las exposiciones del Hubble muestran un objeto como una especie de dedo peculiar. Tan enigmáticos son los agujeros negros, que parecen moverse entre la poesía y la realidad. Así, para el astropoeta Elhoy Malí son "cementerios de las que fueron perlas", mientras que para la ciencia resultan ser interesantes laboratorios naturales con condiciones muy extremas, en los cuales se está escribiendo una importante página de la evolución del universo. Incluso, el astrónomo investigador inglés Ian Crawford, de la Universidad de Londres (ver "La Historia Sin Fin de un Viejo Misterio"), cree que el hombre podría atravesar agujeros negros y aparecer en otro punto del universo, quizás a miles de años luz, sorteando así la inexorable barrera del tiempo. Pese a las evidencias, muchas de ellas muy, pero muy sólidas, la existencia de los agujeros negros sigue aún dependiendo de sobremanera de la validez de la teoría de Einstein. De hecho, el escenario de las últimas etapas de la evolución estelar, por no decir la cosmología entera, debería reescribirse si la teoría de la relatividad se mostrara incorrecta. Es reconocible sí que los últimos actos de la investigación científica, para desentrañar los misterios del cosmos, dan para pensar que las letras de los libros de física cada día se encuentran más cerca de las realidades que la tecnología moderna nos está permitiendo captar. _________________________________ (1)Picarón : En Chile, bollo de masa dulce. (2)Dunot : Bollo de masa dulce típico de EE.UU. _________________________________ Autor: Patricio Díaz